Trabajo Vivo [Tomo I, 1ra ed.]
 9789871185481

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Tra ajo Christophe Dejours V i V O Tomo I

Sexualidad y ■

Colección PSICOANÁLISIS,

SOCIEDAD y CULTURA

Traducción: Miguel Carlos Enrique Tronquoy Revisión Técnica: Patricio Nusshold Título Original: Travail Vivan t. l: Sexualité et travail. © Editions Payot & Rivages, 2009 Cet ouvrage, pub lié dans le cadre du Programme d 'Aide a la Publication Victoria Ocampo, bénéfi­ cie du soutien de l'lnstitut Francais et e/u Service de Coopération et d 'Action Culture/le de l 'Ambassade de France en Argentine. Esta obra, publicada en el marco del programa de Ayuda a la Publicación Victoria Ocampo, cuenta con el apoyó del Institut Francais y del Servicio de Cooperación y de Acción Cultural de la Embajada de Francia en Argentina. © Editorial Topía, Buenos Aires 2012

Diseño y Diagramación: Víctor Macri / Diego Macri Dejours, Cristophe Trabajo vivo: sexualidad y trabajo. - la ed. - Buenos Aires: Topía Editorial, 2012. 200 p.; 20xl4 cm. - (Psicoanálisis, sociedad y cultura) ISBN 978-987-1185-48-1 1. Psicoanálisis. l. Título CDD 150.195

Fecha de catalogación: 30/1/2012 ISBN 978-987-1185-48-I

Editorial Topía Juan María Gutiérrez 3809 3º "A" Capital Federal e-mail: editorial @topia.com.ar [email protected] web: www.topia.com.ar Queda hecho el depósito qae marca la Ley 11.723. La reproducción total o parcial de este libro en cualquier forma que sea, idéntica o modificada, no autorizada por los editores viola derechos reservados. C_ualquier utilización debe ser previamente solicitada .



TRABAJO VIVO TOMOI SEXUALIDAD Y TRABAJO

CHRISTOPHE DEJOURS

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EDITORIAL

Colección Psicoanálisis, Sociedad y Cultura

Conformémonos con hacer pensar. no tratemos de convencer Georges Braque*

*Cahier de Georges Braque, París, Maeght Editeur, 1994

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El cinismo se ha convertido en señal de reunión para la intelli­ gentsia. Expresa, en el registro intelectual, la crisis política de nues­ tro tiempo. Entre los pliegues de una riqueza y prosperidad sin pre­ cedentes toma forma una nueva pobreza material, una miseria moral y un desaliento político que generan resentimiento y violencia. Por vocingleras y brillantes que sean las manifestaciones festivas orga­ ñíiacfas _por nuestros príncipes, están huecas y son desesperanzado­ _!aS. Ca!ecen de la dimensión indispensable al regocijode los pue­ el entusiasmo. En engendrar optimismo y alegría,­­­­­el _blos: ... � . . lugar de,---· .. capitalismo hoy hace brotar miedo. Mala conciencia y desconfianza en los pudientes, vociferaciones securitarias _ y racistas en los que viven en cercanías de la violencia, son fas reacciones más frecuen­ tes ante el temor." ­­ ­­ ­­ . La civilidad que se descompone signa la decadencia de nuestra cultura. La degradación de las relaciones de civilidad �o pued_e ser consi­ un fracaso del capitalismo. Fracaso sería si los que mandan y. ­derada �. . .,.. ....­­­­­­� . deciden buscaran por todos los medios las vías de un reparto equita­ tivo de lá riqueza y cultivaran los valores de la solidaridad. NÓ es así. A nuestros dirigentes no les importa verdaderamente · el destino . de los pobres__ y el destino de la comunidad política no siempre les preocupa auténticamente. La decadencia como tal no les molesta. En el Olimpo en el que los nuevos amos han instalado su residencia la única actividad legítima consiste en hacer negocios. El mercantilis­ mo no deplora la decadencia de la cité' . No le importa. Él genera cinismo entre los que se resignan a servirlo. Para ellos decadencia cívica no es fracaso. El· cinismo es condescendiente respecto del pensamiento e irónico con el filósofo y el investigador; les opone los •·

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argumentos de la eficacia, del realismo y de la potencia del poder fundado en los negocios. El cJ_n�I�() ��na terreno no solamente entre los políticos, sino también entre los pensadores. Allí se forman las grietas de la civilización. Si de reconocer una �_!}sis política como propia de nuestro tiempo se trata, quizá habría que describirla corno la derrota ­­·del pensamiento ante el- acoso­­ del cinismo. ­ ­­­ ­­ ··-· ¿Ha perdido el pensamiento una batalla contra el cinismo, o ha perdido la guerra? La respuesta a esta pregunta depende, en primer término, �e la capacidad de los pensadores para ':ºro­prender !a_s nue­ vas formas de dominación, y luego de su aptitud para inventar nue­ formas de acción orientadas hacia la concordia. El cinismo par­ ticipa de una ideología que se inclina ante el poder de las nuevas y sofisticadas técnicas de dominación. La potencia de estas últimas se debe a que son capaces de destruir la solidaridad, de generar soledad ( o desolación ­loneliness­ en el sentido arendtiano del término2) y, más allá aún, de generar formas específicas de consentimiento y colaboración con lo que el sentimiento moral reprueba. Si la derrota del pensamiento es sólo una batalla perdida, debe ser posible señalar cómo combatir racionalmente la decadencia de la al cinismo una rehabilitación de- lo político. ­ cité y_ CQ111­º_o_pqnerle . En La banalizacion de la injusticia social), he reunido argumen­ tos que permiten sostener la tesis según la cual las nuevas formas de dominación en la cité fueron primero probadas en el mundo del tra­ bajo. La victoria del capitalismo a escala del planeta entero se plas­ ma en la primacía teórica y práctica concedida a la empresa: a la "empresa ciudadana" se le confia la responsabilidad de guiar la transformación de las relaciones sociales en la cité. El "proyecto de refundación social" preconizado por el Medef (Movimiento de los empresarios de Francia) prueba que los sociólogos y los filósofos que asesoran a las organizaciones patronales han explotado cínica­ mente la tesis de la "centralidad del trabajo". Mientras tanto, �­��_!ltralidad del trabajo ha sido insufic_iente­ _mente considerada, o no pensada en absoluto por la filosofia y las políticas académicas. Incluso la teoría ­crítica de la Escuela ciencias �­­ ­­ ·- ­·­�­­­­ de F:_��furt, vinculada en su origen a una tradición que acordaba al

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trabajo una gran importancia, ha descartado al trabajo como cuestión filosófica, con Klaus Qffe; y Jürgen Habermas>. Afortunadamente, con lateoría de la lucha por el reconocimiento, Axe! Honneth­, suce­ sor de Habermas, reintroduce al trabajo en la teoría crítica. Varios filósofos franceses y extranjeros, vinculados a la Escuela de Frankfurt, participan en lo sucesivo de la reflexión acerca de lacen­ tralidad del trabajo (Emmanuel Renault, Hennann Kocyba, Jean­ Philippe Deranty, Nick Smith, Olivier VoiroP). Es un viraje impor­ tante, en caso de que para recuperar la preeminencia sobre el cinis­ mo fuera necesario poder volver a pensar las relaciones entre "cen­ tralidad del trabajo", política y emancipación. Salir de la crisis de la política implica volver a la tan trillada cues­ tión del progreso moral de la humanidad y la lucha contra la barba­ rie. El siglo XX, con sus dos guerras mundiales, con la bomba ató­ mica, con los genocidios de los Armenios, de los Judíos y de los Tutsis, con los totalitarismos, con las guerras imperialistas, muestra que la violencia, la guerra y la barbarie no se controlan con el desa­ ­­ ­ -· ­ rrollo de la cultura8. Volver a considerar, a pesar _de todo, la cuestión oefprogreso moral de la humanidad se fundamenta aquí en que el proceso abreva en dos fuentes teóricas que no escostumbre convo­ car juntas: el ps�co��álisis y las ciencias del trabajo, en particular la psicodinámica del trabajo. ¿Por qué el psicoanálisis? Porque la filosofía política no trata con suficiente rigor, me parece, ciertos datos­;;itropológicos que provie­ nen de la metapsicología freudiana9. Las concepciones del ser huma­ ­. 110 que atraviesan la teoría política son demasiado someras y llevan a tesis que a menudo están en contradicción con lo que ha sido pues­ to en evidencia por el psicoanálisis. ¿Por gu_é la�co�i!iá�ic� del trabajo? Porque propone un análi­ sis de la condición humana que asume ·con mayor firmeza que otros la centralidad del trabajo, desde el ni�I más triVJa�la clínu:a hasta el más refinaooae la filosofia. Tomando apoyo en estos dos recursos, murop_ongo examinar lo que implicaría para una filosofia política el sostener .simultánea­ ­mente la ·centralidad de la sexualidad, demostrada por el psicoanáli­

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sis, y la centralidad del trabajo argumentada por la psicodinámica del traEiajo: ­ Es cierto que tradicionalmente la cuestión del progreso moral de la humanidad o, por el contrario, la de su decadencia o incluso su caída, es de competencia en primer lugar de teólogos o filósofos, y de historiadores o sociólogos luego. El psicólogo tiene poca legiti­ midad para internarse en ese campo. ¿Por qué partir entonces de Freud? Porque el 1_eJcubrimiento de Freud de la sexualidad infantil y de lo sexual inconsciente ofrece una concepción del ser humano sensiblemente diferente de lo que era antes de él. Freud afirmaba que con el psicoanálisis le habla infligido a las pretensiones de la humanidad una tercera humillación, después de las de Copérnico y de Darwin. A saber, que '�el yo no es amo en su morada", que debe y deberá incansablemente lidiar con el extranjero en su interior!". Tomar en consideración el lugar central de la sexualidad en las conductas humanas es admitir que el alma humana no puede ser angelical porque está habitada en su centro por la amoralidad de Lucifer amor ... el cual muestra un gusto cierto por la excitación y la ebriedad que procura la violencia. Muchos autores "eufemizan"11 esta dimensión de la sexualidad, o incluso pura y simplemente expulsan a la sexualidad de la teoría psicoanalítica12• Freud no creía posible el progreso moral de la humanidad, porque los seres huma­ _nos no tienen disposición natural hacia el bien. Pero Freud no funda ­su punto de vista sólo sobre el conocimiento del ser humano como individuo. Él sabe que ­una sociedad no es lo mismo que un indivi­ duo. Y formula propuestas precisas acerca de la manera en que, según él, una sociedad se constituye a partir de los individuos que la componen. Su teoría es psicosociológica en el sentido de que está fundada sobre un desconocimiento o incluso un rechazo a tomar en consideración la teoría social. Freud concibe, en efecto, a la sociedad ante todo como si fuera un agregado de individuos más parecido a un rebaño o a una horda que a una sociedad dotada de instituciones. Que nada impulsa espontáneamente a los individuos a hacer el bien y la justicia es una constatación que se.argumenta a partir de un método muy potente: el método clínico. Pero eso no justifi�a que

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sean recusados los otros recursos que usan a veces los seres huma­ nos para conjurar la violencia .. ­­ · ­­ Reprimir la violencia y vivir juntos no son sinó�imos. Pero encausar la violencia es al menos una condición sine qua non del �­:­­­,­­­:=­­e­­­­,,­­:­­:­­·­ ­ ­­�­ ·­­·­ . ­ . ­­ vivir juntos. En la medida en que la violencia tiene sus resortes en la sexualidad, implica indiscutiblemente la imposición de limitaciones ­­"­ a la sexualidad, y todas las sociedades imponen a sus miembros una -U otra forma de limitación de las prácticas sexualesü, lo cual sin duda ignoran numerosos teóricos de la sociedad, para los cuales la sexualidad humana sencillamente está ausente de la teoría social. Vivir juntos implica pues en primer lugar proferir prohibiciones y 'hacerlas respetar. Pero eso sin duda no alcanza para_ formai:__1­!_na comunidad humana. La tesis que aquí será defendida consiste en que al trabajo le cabría ur: papel determinante en la elabo��ci_ón _d��s relaciones de civilidad, gracias a las cuales los individuos consiguen, vivir y actuar juntos. Sostener la tesis de la "centralidad política" del trabajo s�p�ne tener__p.r_:evi_all:!el!te un� teoría ex_pl!_cita c,i�J­ª­.�exuali­ � dad humana. Esta tesis implica examinar además lo que la doble centralidad �Luexualidad...y. del trabajo significa. a nivel cfu_ la teoría del sujeto. La clave que permite resolver la paradoja de la doble centralidad se encuentra en lo_��?. Hasta los más sabios, en psicología, en particular en psicología cog­ nitiva, desprecian esa inteligencia, porque no estudian el trabajo sino . situaciones artificiales. No estudian la inteligencia confrontada a lo real; en general se atienen a lo que se llama la "resolución de pro­ blemas" cuya solución precisamente ya se conoce. Esto nos remite a otra cuestión: la de la enseñanza. Tanto en medicina como en enfermería, a los estudiantes sólo se les enseñan conocimientos; no se les puede enseñar el trabajo propiamente dicho. Cada médico que deja el hospital para instalarse en un con­ sultorio deberá encontrar por sí mismo, con su propia inteligencia inventiva y creativa, muchas triquiñuelas del oficio que no se le pue­ den enseñar. En el aprendizaje terapéutico sucede como con el niño: nunca a un niño se le enseña a caminar. Se lo sostiene de las manos, pero no se le explica nunca cómo tensar sus músculos, mover sus articulaciones, encadenar sus movimientos. Debe descubrirlo solo, y hacer, como nosotros, la experiencia de lo real... a fuerza de caídas y moretones, hasta que descubra o invente las soluciones para reco­ brar el equilibrio cuando se tambalea.

solu­­

La inteligencia astuta, una inteligencia no académica

La Métis de los griegos Esa inteligencia, que se encuentra tJ1 el principio mismo del celo ep. el tra��fo:· espues algo totalmente original respecto de lo que ­nos

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dice el saber académico. No por eso es desconocida: simplemente está des��r,�di_tada, y desde hace mucho tiempo, ya que fue repudia­ da por Platón, aunque sostenida por Aristóteles. Los antiguos Griegos lª· _coµ�c­�. "Remontarse al origen de esas facultades que constituyen" al sujeto como sujeto pensante3°.­ Si bien el análisis de las ideas y de las sen­ saciones puede ser colocado en el capítulo de la ideología, también habría que reconocer una ideología a la que podría denominarse sub­

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jetiva, muy distinta de la objetiva a la que se limitan cantidad de estudiosos y filósofos. La primera se aplica más al quid del sujeto, la otra a la forma o a la materia del objeto del pensamiento. Solamente la primera, la ideología subjetiva, "merece llevar el títu­ lo de ciencia de los principios"4. El hecho primitivo En el fundamento de esta psicología, Maine de Biran coloca a lo que designa con el nombre de "hecho primitivo", que tiene estatuto de una verdad subjetiva primera e indubitable. ¿En qué consiste ese hecho primitivo? Es el conocimiento inmediato y certero que adquiere el yo cuando produce un "esfuerzo voluntario">. El esfuer­ zo en cuestión se origina en la voluntad. "El esfuerzo intencional e inmediatamente percibido [por el sujeto] constituye expresamente la individualidad, el yo, o el hecho primitivo del sentido íntimo"6. "Ese sentido íntimo es sentido del esfuerzo, cuya causa o fuerza produc­ tiva se hace yo por el solo hecho de la distinción que se establece entre el sujeto de ese esfuerzo libre.y el término que resiste directa­ mente por su inercia propia". "El hecho primitivo designa[ ... ] esa relación evidente y necesaria entre un esfuerzo motor surgido del yo y una resistencia orgánica o externa7." "El hecho primitivo nace en ocasión de una resistencia". La resistencia orgánica es la resistencia d�l órgano, en este caso la resistencia del músculo, la inercia que este último opone al movimiento voluntario. La resistencia externa · puede ser la resistencia que opone un objeto del mundo material al movimiento voluntario. Por el hecho mismo que el movimiento voluntario siempre encuentra resistencia, constituye un esfuerzo. Y esa resistencia es la que permite reconocer el origen egoico de lo volitivo el sujeto. "Sólo la presencia del obstáculo hace posible la apercepción de la fuerza que quiere". "Sentir el esfuerzo y hacer el esfuerzo son una sola cosa." "El esfuerzo es a la vez un hacer y una constatación." _ �!_esfuerzo, gracias a la resistencia que se enfrenta al movimien­ to voluntario, es así_� la_ vez un querer y aquello por lo que el cuer­ po se revela a sí mismo, se hace presente a sí mismo. El esfuerzo es

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por lo tanto también un medio de sentir, de sentirse a sí mismo. El esfuerzo es eso por lo cual el sujeto se revela a sí mismo. El esfuer­ zo es pues un "esfuerzo sensible", que está en el principio del "sen­ tido íntimo" de sí, eso por lo cual el sujeto se descubre a sí mismo: el esfuerzo es eso por lo cual la "apercepción inmediata" de sí · mismo se hace posible. La apercepción es un "sentirse a sí mismo" por el cual adviene el yo. "Llamaré apercepción a toda impresión en 1 la que el yo puede reconocerse cornocausa productiva, distinguién­ dose del efecto sensible que su acción determina'". La voluntad ( en tanto se­ cencreta en un esfuerzo, en un "yo puedo'ffíindamental) se presenta como la propiedad fundamental y constituyente del yo, la que atestigua del segundo nacimiento, el de J� persona ( que se distingue así del primer nacimiento, el del cuerpo orgánico o cuerpo biológico q�1e no tiene conciencia de sí mismo)". Con el ­hecho primitivo del esfuerzo sensible, Maine de Biran insta­ la a toda­l;­psicología sobre una teoría del cuerpo. ­­­­­­­­.

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Apercepción del cuerpo y formación de la individualidad

Lo que se ha identificado primero como �sh_� primitivo o como principio que está en la base de la subjetivación de lo corpóreo es utilizado luego para dar cuenta de la conquista del cuerpo, de ese su�rpo que es mío, de ese cuerpo que es yo, y, más allá de la indivi­ dualidad, por un proceso de apropiación que no es más que la exten­ sión del esfuerzo sensible: "El niño grita primero por instinto, y no creo que se pueda decir que desde su nacimiento [el primer naci­ miento], perciba y quiera los movimientos vocales, sus vagidos; pero algún tiempo después, podemos reconocer que transforma sus gritos instintivos en signos voluntarios, de los que ya se sirve para pedir ayuda; desde ese entonces ha dado un gran paso; pero ¿cómo hubiera podido hacerlo si las afecciones del instinto hubieran segui­ do predominando como en el principio [es decir en el origen] y for­ zado el movimiento vocal, y si no hubiera, en la sucesión de rápidos avances de la vida, algunas condiciones o circunstancias particula­ res de la producción misma de los movimientos a los que pudiera

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referirse el primer sentimiento del poder, y por consiguiente, del . esfuerzo, o la voluntad primitiva?"IO A este extracto de Maine de Biran se lo puede comparar con un pasaje del texto de Freud de 1931 ("Sobre la sexualidad femenina"): "La relación entre la actividad y la pasividad merece aquí nuestro particular interés. En cualquier sector de la experiencia de vida aní­ mica ­no sólo en el de la sexualidad­ es dable observar que una impresión pasivamente recibida evoca en los niños la tendencia a una reacción activa. El niño trata de hacer por sí mismo lo que se acaba de hacerle a él o con él. He aquí una parte del trabajo de domi­ nación del mundo exterior, al que se halla sometido, que incluso puede llevarlo a esforzarse por repetir impresiones que a causa de su contenido desagradable tendría buenos motivos para evitar. Hasta el juego del niño se halla al servicio de este propósito de completar una vivencia pasiva mediante una conducta activa, anulándola en cierto modo con ello."!' De la apercepcion por el esfuerzo a la formación del pensamiento Es tambié� _apartir de ese movimiento que Maine de Biran ubica el nacimiento del pensamiento, e incluso de la inteligencia o, como él mismo dice, de esa proto­ideación que constituye la "reflexión": "En tanto también -�L órgano vocal está en relación simpática [ es decir a la vez sintónica y sincrónica] con las afecciones del instinto, esas funciones son extrañas a las apercepciones del oído y por con­ siguiente a todo desarrollo intelectual. Los niños que nacen sordo­ mudos muestran como los demás los vagidos, el grito, la interjec­ ción del placer o del dolor; pero hay mucha distancia entre esos sig­ nos instintivos y los signos propiamente dichos que establecerá luego la voluntad y con los cuales compondrá el lenguaje de las ideas." En Maine de Biran, "este paso tan importante y tan poco desta­ cado, empieza a ser franqueado en cuanto el niño transforma los gri­ tos interjectivos en signos de demanda. Desde ese entonces es una persona individual y está dotado de una intención, de una voluntad ·­ que se expresa o se manifiesta al exterior. También desde ese

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momento comienza a imitarse a sí mismo, es decir a repetir volun­ tariamente los sonidos que antes el órgano vocal había producido a impulsos del instinto sensitivo, y luego por medio de un esfuerzo de la motricidad espontánea [ es decir voluntaria]. ET niño dispone de percepción tanto del oído como del esfuerzo y de los movimientos vocales; es o se siente causa de sus percepciones, como es o se sien­ te causa de sus movimientos. La actividad que produce los unos se refleja inmediatamente en los otros; el individuo que emite el soni­ do y se escucha tiene una percepción redoblada de su actividad. Tiene conciencia, en la libre repetición de los actos que su voluntad determina, del poder que los ejecuta; percibe la causa en su efecto y el efecto en la causa: tiene el claro sentimiento de los dos términos de esa relación fundamental; . en. una palabra, reflexiona. [ ... ] Reflexiona por el sólo hecho de que emite o articula sonidos volun­ tarios". 12 Siguiendo con este eslabonamiento, la "reflexión" prínceps de la que aquí se trata lleva a la actividad intelectual propiamente dicha, de tal suerte que pensar es siempre pensar su propio cuerpo, pensar a partir de lo que se ofrece a la inteligencia a través de una apercep­ ción (sistema aperceptivo intelectualj':'. Más aún, para poder pensar hace falta primero apercibir el fenómeno, es decir pasar por un apo­ deramiento consciente que implica el ejercicio del sentido íntimo. El pensamiento, según Maine de Biran, es pensamiento cuyo desarro­ llo y complejificación, por sutiles que sean, empiezan siempre por un pensamiento subjetivo: es un pensamiento que pasa por el cuer­ po y que implica al cuerpo. Porque, si se puede distinguir un yo, no debe omitirse que el yo nunca es otra cosa que aquello por lo cual el cuerpo se hace presente a sí mismo. El yo es un yo­cuerpo. El yo es el cuerpo pensante. Hecho primitivo y epistemología Las incidencias epistemológicas de este descubrimiento del hecho primitivo del sentido íntimo contenido en el esfuerzo, son considerables. La epistemología convencional, en efecto, está edifi­ cada sobre el rechazo incansablemente reiterado de lo que el pen�a­

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miento, sobre todo el más sabio, le debe a la subjetividad y al cuer­ po. Donde mejor probablemente se podría dimensionar el aporte de Maine de Biran a la epistemología, es en la manera en que critica al principio de causalidad en física. Si bien Maine une su voz a la de sus contemporáneos para recusar la causalidad en física a cambio de hacer evidentes las leyes, muestra que en suma el principio de cau­ salidad no es más que una antropomorfización del mundo objetivo por medio de la introducción indebida de una noción que sólo tiene pertinencia en el campo de la conciencia y del yo (la causalidad efi­ ciente, asociada a la acción motriz voluntaria que se ofrece efectiva e indudablemente como un dato inmediato de la experiencia subje­ tiva). "El yo en el esfuerzo es causa sui. Se siente causa, se sabe causa. ¿Qué es una causa? En verdad, no hay cosa tal como una causa". A lo que Bégout añade: "Solamente existe el hecho de ser causa. El empleo del término causa sólo se justifica en su referencia a una acción proveniente del yo."14 Pero más allá de esta crítica al principio de causalidad, los efec­ tos de la filosofía de los principios sobre la epistemología son mucho más significativos. Porque al reintegrar y rehabilitar la dimensión subjetiva y corporal propia de la ideación (la ideología subjetiva), Maine de Biran plantea la cuestión de las condiciones de posibilidad ­subjetivas­ de todo conocimiento. En ésto la epistemología birania­ na es también una antropología. Y de hecho Maine de Biran está efectivamente en busca de una "ciencia del hombre" fundada sobre el hecho primitivo, que sería la condición sine qua non de todo pro­ ceso científico, y por ende de todo conocimiento. Pero la negación de esta vía abierta por Maine de Biran, cuyas consecuencias filosóficas ha sacado Michel Henry, en particular en La Barbarie'>, no puede ser discutida aquí más detenidamente. Apercepcion inmediata y apercepción mediata La apercepción inmediata es la que resulta de la oposición del esfuerzo y un "ténnino resistente" que se sitúa en el cuerpo propio, es decir en el cuerpo orgánico. Previo a la vía que abre en cuanto a la formación del pensamiento, la apercepción inmediata, se ha visto,

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es eso por lo cual el cuerpo es apropiado por el sujeto y se vuelve de algún modo un cuerpo propiamente subjetivo, distinto del cuerpo animal ( o aún orgánico o biológico) 16 que le es preexistente, aquello gracias a lo cual, en suma, se constituye el segundo cuerpo: "Esos movimientos son por lo tanto espontáneos y percibidos o apercepti­ bles en ese estado [ el del recién nacido]. Pronto se hacen intencio­ nales y son transformados por el niño mismo en signos voluntarios de los que se sirve para pedir ayuda. He allí el primer paso del hom­ bre, duplex in humanitate, el primer signo de la personalidad nacien­ te." 17 ("Homo simplex in vitalitate duplex in humanitate"18 es un aforismo al que Maine de Biran hace a menudo referencia para designar los dos cuerpos: el _cuerpo orgánico por un lado, el _cue!:J)O del sentido íntimo por el otro.) Lo que le interesa antes que nada a Maine de Biran es el esfuer­ zo que se opone al término resistente que pertenece al cuerpo fisioló­ gico. Sólo evoca bastante brevemente la apercepción mediata, la que se da a.1 yo a través de una resistencia al esfuerzo opuesta por un tér­ mino perteneciente al mundo objetivo. ¿Por qué? Maine de Biran se interesa en efecto en la ciencia de los principios. Pretende identifi­ car el principio de la ideación, de la formación del cuerpo subjetivo y del yo. Y lo ha descubierto en lo que tiene efectivamente de más principial, a saber en la resistencia del cuerpo propio. Sin embargo, también existe una modalidad distinta de apercepción, cuando la voluntad del esfuerzo se enfrenta con la resistencia de la materia. Ahora bien, no es seguro que lo que se revela en la apercepción de la resistencia de una madera, de un metal o de una piedra sea apro­ piable por el yo sin la mediación de la madera, del metal o de la pie­ dra. Biran tocaba el arpa y, como lo atestigua su diario!", tenía una experiencia y un dominio refinados de ese instrumento. Sin embar­ go, en la teoría que forja de la ideación y de la inteligencia, no pre­ senta el desarrollo que hubiera sido de esperar de ese registro de la sensibilidad y de la subjetividad. Se atiene a una discusión, po\· otra parte notable, "de la apercepción interna mediata, y cómo se funda sobre el ejercicio activo del oído y de la voz en particular'v''. Pero no hay desarrollo específico de la apercepción externa mediata.

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Apoyándose en la teoría de la apercepción inmediata y del senti­ do íntimo de Maine de Biran, Mic_�el Henry desarrolla una teoría del trabajo como apercepción mediata externa y muestra que el trabajo! participa de la revelación de la subjetividad o incluso de su creci­ ¡ miento. A su vez la clínica del trabajo, como he intentado demostrar en el capítulo consagrado a la inteligencia del cuerpo en el trabajar ( capí­ tulo I), ����ti�ua que el compromiso de la subjetividad en la con­ frontación con la resistencia de lo real (término material externo que· ­. se enfrenta al esfuerzo) puede hacer nacer nuevos registros de sen­.\ ­ ­� . .._ ���ihdad que, antes de la experiencia de lo real y la perseverancia del ¡ esfuerzo ante la resistencia de lo real y el sufrimiento que acarrea,\ no estaban presentes 'en el yo. El tr���jo podría, desde esta perspectiva, permitir un crecimiento de la subjetividad en el sentido de que �ssi_s nuevos registros de sen­ sibilidad por los cuales la sensibilidad se revela a sí misma son, al menos en parte, inaccesibles si no es por medio del trabajo propia­ mente dicho y de la experiencia inédita a la cual este puede dar acce­ so. Este punto preciso que revela la clínica del trabajo es de gran importancia para entender la dimensión del extraordinario poder del :rabajo respecto de la subjetividad. El crecimiento del cuerpo subje­ .ivo por medio del ejercicio del trabajo es en efecto fuente de place­ .es, que sólo serían entonces accesibles por la mediación del traba­ ·o. Las incidencias antropológicas de la apercepción mediata exter­ :­_a son desde ya esenciales desde el punto de vista psicológico, pero .ambién lo son desde el punto de vista filosófico. Se descubre en : llas, en efecto, que el incremento de los registros de sensibilidad del .uerpo por causa del trabajo tiene efectos recíprocos sobre el desa­ �0 llo de cuerpo vivido, o incluso del cuerpo erógeno, hasta el punto =-� que la sensualidad del cuerpo puede resultar por ello a su vez ..crementada. Si es cierto que el trabajo brinda a la subjetividad una vía original :: insustituible para su crecimiento, habrá que admitir también el poder �:I trabajo respecto del advenimiento de la vida misma e� uno. -

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Que ese potencial del trabajo se deba a fin de cuentas al poder principia! del cuerpo que Maine de Biran puso en evidencia, mues­ tra que la materia y el mundo objetivo de nada le servirían a la vida sin el cuerpo. Pero la apropiación del mundo a través del trabajo ­del trabajo vivo­ aún cuando este sólo pueda multiplicar esas formas pri­ mitivas de autoafección de la vida por ella misma, constituye de todos modos una mediación amplificadora de la que la subjetividad puede echar mano, y sin duda intenta hacerlo por cuanto siempre busca incrementarse. Para discutir la teoría de la sublimación habrá que tomar en cuen­ ta ese potencial que el trabajo le brinda a la subjetividad. Es a partir de ese punto preciso, en efecto, que debería retomarse o eventual­ mente precisarse la teoría freudiana de la sublimación, intentando empalmarla con una teoría rigurosa del trabajo, que falta en Freud. Empezando en un primer nivel por la teoría del trabajo en tanto "actividad subjetivante", para comprender las relaciones entre \Sexualidad, cuerpo, sublimación y trabajo/ prosiguiendo en un \Jegundo nivelpor la teoría del trabajo en tanto praxis para entender las relaciones entre ·sexualidad, sublimación y cultura.

Notas 1. Maine de Biran, De / 'aperception immédiate. Mémoire de Berlin 1807, in Oeuvres, tomo IV, Paris, Vrin, 1995, p. 8. 2. lbid. 3. lbid, p. 9. 4. lbid, p. I O. 5. Bruce Bégout, Maine de Biran, la vie intérieure, Paris, Payot, coll. "Petite Bibliothéque Payot, 1995, p. 47. • 6. Maine ele Biran, Essai sur les fondements de la psychologie,( 1812), in Oeuvres, tomo Vii, 2 vol. Paris, Vrin, 2001, citado por Bruce Bégout, Maine de Biran, op cit., p. 54. 7. lbid., p. 47. 8. Maine de Biran, Essai sur les fondements de la psychologie, op. Cit. , vo, 2, p. 206.

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9. Bruce Bégout, Maine de Biran, op. Cit. , p. 50. 1 O. Main_e de Biran, De l'aperception immédiate. op. cit, nota p. 179. 11. Sigmund Freud, "De la sexualidad femenina" ( 1931 ), Oeuvres completes, tomo XIX, Paris, PUF, 2004, p. 20­21. ("Sobre la sexualidad femenina", en Obras Completas, Tomo XXI, Amorrortu Editores, Bs. As., 1979). 12. Maine de Biran, Essai sur les fondements de la psychologie, op. Cit. , vol 2, p. 371­372. 13. Maine de Biran, De l'aperception immédiate. op. cit, p. 175 y ss. 14. Bruce Bégout, Maine de Biran, op. Cit., p. 84. 15. Michel Henry, la Barbarie, Paris, Grasset, 1987. 16. Ver Maine de Biran, Essai sur les fondements de la psychologie, op. Cit. , vol !, p. 139­151; ver también Maine de Biran, De I'operception immédiate. op. cit, p. 124­135. 17. Maine de Biran, Essai sur les fondements de la psychologie, op. Cit., vol 1, p. 136­137 18. Herman Boerhaave, Praelectiones academicae de morbis nervorum, Leyden, 1761, tomo U, p. 496­497. 19. Maine de Biran, Journal, Neüchatel, Éditions de la Baconniére, 1954­1955. 20. Maine de Biran, De laperception immédiate. op. cit, p. 164­172.

CAPÍTULO IV HACIA UNA METAPSICOLOGÍA DEL CUERPO

Para tomar en consideración la teoría del trabajo hace falta, lo hemos visto, una metapsicologia del cuerpo. Pero ésta también es indispensable por otras razones que, por distantes que parezcan a primera vista, no se pueden dejar al margen del proyecto de antro­ pología del trabajo. Que Freud no haya querido explorar las consecuencias de la teoría se;­�af" sobre la teoría del cuerpo, tiene que ver con el hecho de que al haber separado a las pulsiones sexuales de las pulsiones de autoconsérvación, le dibujaba al campo del psicoanálisis fronteras ·que· lo · separaban del cuerpo. Para algunos de sus sucesores, sin embargo, no siempre es posible prescindir de una teoría psicoanalí­ tica del cuerpo'. Es lo que sucede con muchos autores que han ampliado el campo de la investigación y del tratamiento psicoanalí­ tico más allá de la neurosis: borderline, psicosis, psicosomática. Esas inquietudes relativas a la psicopatología pesada no están tan alejadas como podría creerse de las de una antropología del trabajo. Porque si la inteligencia del cuerpo está en el principio de la inge­ niosidad, también lo está, a contrario, de una cierta cantidad de inhabilidades, desaciertos, torpezas e ineptitud en el trabajo. Ciertos �efectos en la formación del segundo cuerpo ­el cuerpo erótico­ están involucrados en la falta de intuición y de ingenio (retomare­ mos el punto más adelante). Por fin, y ésta es también una de las dimensiones particularmente importantes de la relación entre subje­ tividad y trabajo, al_gunas torpezas crónicas atestiguan de paresias del cuerpo erógeno. Cuando a pesar de todo se mantiene con firme­ za el investimento en la tarea y además 1� obstinación, asociada con el aguante frente al sufrimiento, se hacen presentes en el trabajo y la confrontación a. la resistencia de lo real, puede suceder que, tras pro­

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longados esfuerzos y un trabajo psíquico significativo (perlabora­ _c:ión por el sueño), poco a poco se forjen nuevas habilidades. En general, esas nuevas adquisiciones dan testimonio del incremento de los poderes del cuerpo y de la conquista de nuevos registros de sen­ sibilidad y de expresividad que redundan en beneficio de la autorre­ alización (sublimación). Volveremos sobre el terna (Ver capítulo VIII).

Filosofía de los principios y psicoanálisis: Maine de Biran y Freud "Freud, en rigor, no propone ninguna teoría del cuerpo. Su itinera­ rio científico no pasa directamente por el análisis de las relaciones entre el cuerpo y el alma, y en particular la psicosomática no forma parte de su programa de investigación, aún cuando algunos de sus escritos entre 1887 y 1900 puedan ser considerados precursores de dicha psicosomática, especialmente muchos pasajes de sus cartas a Fliess. Más que a las relaciones entre el cuerpo y el alma, su interés apunta al análisis de las relaciones entre el cerebro y el pensamien­ to ( en particular en el "Proyecto para una psicología científica"). Sin embargo, como señala Laurence Kahn, "el término seelische Apparat, aparato psíquico, aparato del alma, recorre el conjunto de la obra de Freud desde la interpretación de los sueños hasta el com­ pendio de psicoanálisis".2 Ese incesante resurgir del alma implica, al menos por preterición, una cierta concepción del cuerpo, y es claro que para Freud el cuerpo es uno y que ese cuerpo es el cuerpo bioló­ ­ gico, el cuerpo de la autoconservación. "Hamo simplez in vitalitate" se aplicaría a la metapsicología freudiana, incluso si, en la teoría de las pulsiones, al distinguir de entrada la autoconservación de la sexualidad, se bosqueja de todos modos un segundo orden, el orden sexual, que se diferencia del primero, el de la autoconservación. Si al tratarse de la teoría del cuerpo la referencia a la pulsión es inevitable, cabe señalar que Freud dice de la pulsión precisamente que es el concepto más biológico de la metapsicología: "Si ahora ­­·

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abordamos por el lado biológico el examen de la vida de alma, la pulsión se nos presenta corno un concepto­frontera �ntre lo anímico y lo somático, corno representante psíquico de los estímulos surgi­ dos del interior del cuerpo que alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que le es impuesta a lo anímico a conse­ cuencias de su correlación con lo corpóreo."3 A falta de un análisis de las relaciones entre el cuerpo y el alma, después de Freud las con­ troversias se han desplazado hacia las relaciones entre biología y psicoanálisis. Ciertamente que ese desplazamiento no es sólo un detalle, pero así y todo es bajo ese título que mejor se encuentra el hilo del pensamiento de Freud acerca del estatuto del cuerpo. En .El extravío biologizante de la sexualidad en Freud, Laplanche­ propone una lectura precisa de las vacilaciones de Freud en este tema. El extravío en cuestión sería la tentación de dar mar­ cha atrás respecto de la radical separación entre sexualidad y bio­ logía iniciahnente planteada por Freud en los Tres ensayos de teoría sexual (1905). La _sexualidad comienza en el niño mucho antes de que hayan llegado a su madurez los órganos biológicos de la repro­ ducción ( órganos sexuales y glándulas endocrinas), dado que éstos entran en escena recién en la pubertad. Y sin embargo, después del viraje que constituye la introducción del_ narcisismo (introducción del narcisismo, 1914), en 1915, Freud corrige su texto de 1905 y le incluye una teoría de los estadios del desarrollo sexual que vuelve a instalar a la sexualidad en un orden de desarrollo gradual, individual y endógeno, que sigue un en'cadenamiento cuya tipicidad es consi­ derada "normal", ¿Cómo se despliega ese desarrollo a partir del cuerpo? Siguiendo el mismo proceso que la pulsión misma, es decir a través del apuntalamiento de la pulsión sobre la gran función orgá­ nica, que Freud ilustra respecto de la actividad oral del lactante. Gracias al apuntalamiento se libera progresivamente el poder de dis­ frutar de jugar con su boca, su lengua y sus labios para chupetear, mordisquear, masticar. Ese placer de naturaleza sexual se libera a partir de la función de nutrición, mientras que la boca ­zona eróge­ na­ sirve de punto de partida a la sexualidad oral. En ese movimien­ to se encontraría un proceso que también ha descripto Maine de

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Biran respecto de la voz y del aprendizaje de la destreza por medio de la repetición del esfuerzo voluntario. Con la diferencia, que no es menor, de que Maine de Biran no le acuerda un lugar específico al placer y, con mayor razón, ninguno a la dimensión erótica de esa actividad voluntaria. "Los vagidos del niño que acaba de nacer, los gritos desarticulados del dolor y del placer, en fin, todo lo que las afecciones agudas, súbitas o profundas le arrancan a la sensibilidad, componen una suerte de lengua natural primitiva, impropiamente llamada lenguaje, ya que para el ser puramente sensitivo, que no tiene la intención de significar nada, para el cual no hay aún idea alguna que expresar, ni voluntad determinada de manifestar hacia afuera, no hay aún lenguaje."5 El hecho es que �Q..freud, la _sep_�9 zor:':1S. erógenas (a decir verdad, esencialmente las partes del cuerpo que limitan al interior del exterior: órganos de los sentidos, esfínteres, piel, y en un grado mucho menor, vísceras internas). Esas zonas van a ser progresivamente arrebatadas a sus amos naturales y primitivos, que son las funciones fisiológicas, para ser subvertidas en beneficio de la construcción de lo que llamamos el cuerpo eróti­ co. Gracias a esa edificación de la sexualidad psíquica y del cuerpo erótico, �l_ sujeto consigue liberarse parcialmente de sus funciones fisiológicas, de sus instintos, de sus conductas automáticas y refle­ _ jas, e incluso de sus ritmos biológicos. Es así como la sexualidad humana logra pasar por alto, en cierta medida, los ritmos endocrino­ metabólicos. En la mujer, por ejemplo, la sexualidad ya no sigue al ciclo menstrual y no se interrumpe con la menopausia. Gracias al apuntalamiento, el_��_gis_tro del deseo instaura su primacía sobre el de �a necesidad; lapulsión ( o sea lo sexual) se desprende parcialmente del instinto ( o sea la autoconservación). La edificación del cuerpo erótico probablemente sea una poten­ cialidad inscripta en el patrimonio genético humano. Entre esa potencialidad y su realización, sin embargo, hay una distancia que no puede ser salvada más que gracias a los vínculos que establece el niño con el adulto. El desarrollo del cuerpo erótico es el resultado de un diálogo en tomo del cuerpo y de sus funciones,. que se apoya 'sobre los cuidados corporales prodigados por el adulto y cuyas eta­ pas principales tienen lugar en los primeros años de vida. El diálogo en cuestión implica por lo tanto interlocutores. Es decir que _el fun­; cionamiento psíquico del adulto, sus fantasías, su propia sexualidad, historia, su neurosis infantil, van a marcar de manera muy singu­ lar el diálogo que se instaura con el niño, hasta el punto de inscribir hasta en la carne de este último las marcas de su propio inconscien­ te de adulto. La ontogénesis del cuerpo subjetivo se precisa. Todo el proceso se desarrolla en la relación con el otro. Y el otro, en ésto, no es exac­ tamente un alter ego. El psicoanálisis sugiere que esa relación es desigual23. El recién nacido, como el niño, descubre su cuerpo y la afectividad absoluta de la vida en una relación desigual con el adul­



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to. Y el lugar esencial del encuentro entre el niño y el adulto es antes que nada el cuerpo: los cuidados del cuerpo, los juegos del cuerpo. Desde la perspectiva psicoanalítica, y no solamente desde la perspectiva fenomenológica, �l_c:uerpo aparece como el lugar geométrico a partir del cual se despliega progresivamente la subjeti­ ­vidad. Aún cuando la apuesta instrumental de esas relaciones entre el adulto y el niño sea en primer lugar, en el mundo objetivo, la cali­ dad de los cuidados, la maduración continua y el desarrollo armóni­ co del cuerpo biológico del niño, esas relaciones provocan por su mismo movimiento la emergencia de nuevas apuestas: el placer, el deseo, la excitación ... y, más exhaustivamente, la dimensión erótica indisociable de los juegos del cuerpo. Forma esencial en la cual el cuerpo comienza a experimentarse a sí mismo, a descubrirse, a conocerse, a transformarse. El segundo cuerpo, el cuerpo erótico, nace del primero, el cuerpo fisiológico. Entre ambos: los gestos del adulto sobre el cuerpo del niño, que no se pueden reducir a su dimensión material y a su vocación instrumental. El encuentro con el cuerpo del niño desencadena en el adulto, quiéralo o no, senti­ mientos y afectos, moviliza sus fantasías y su inconsciente. Aunque en este punto nos encontremos lo más próximo que sea posible a la dimensión técnica de las manipulaciones del cuerpo del niño por parte del adulto, también nos encontramos muy alejados de ella: dentro de la subjetividad, la intersubjetividad, la afectividad y lo invisible. Y es en este lugar geométrico del cuerpo que, con mayor o menor fortuna por lo demás, se produce la subversión libidinal de las funciones fisiológicas. Así, para el psicoanalista, !a afectividad absoluta de la vida que se experimenta en uno mismo,_se dejá inevi­ tablemente conocer­por medio de una emancipación del cuerpo vivi­ do a partir del cuerpo biológico. Aunque es preciso subrayar que ese cuerpo vivido se experimenta primero como un cuerpo erógeno. Para el psicoanalista, afectividad y erogeneidad son indisociables. Notas 1. Isabelle Gernet, Christophe Dejours, "La psychosornatique, entre croyance et argumentation", Psychiatrie Francaise, nº 37, 2006.

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2. Laurence Kahn, Faire parler le destin, Paris, Klincksiek, 2005. 3. Sigmund Freud, "Pulsions et destins de pulsions" ( 1915) in Métapsychologie, Paris, Gallimard, 1968 y Oeuvres completes, tomo XIII, Paris, OUF, 1988. ("Pulsiones y destinos de pulsión" en Obras Completas, T. XIV, Arnorrortu Editores, Bs. As., 1979). 4. Jean Laplanche, Le Fourvoiement biologisant de la sexualité chez Freud, Paris, Les Empécheurs de penser en rond, 1993. 5. Maine de Biran, Essai sur les fondements de la psychologie ( 1812), in Oeuvres, tomo Vll, 2 vol., Paris, Vrin, 2001, p. 371. 6. lbid. 7. Sigmund Freud, Troir essais sur la théorie sexuelle ( 1905), in Oeuvres comple­ tes, tome VI, Paris, PUF, 2006, Capitulo II. (Tres ensayos de teoría sexual, T. Vll, Amorrortu Editores, Bs. As., 1979). 8. Jean Laplanche, Jean­Bertrand Pontalis, Vocabulaire de la psychanalyse, Paris, PUF, col!. "Quadrige", 2007, artículo "Étayage". (Diccionario de Psicoanálisis, Paidós Ibérica, 1997). 9. Sigmund Freud, Trois essais sur la théorie sexuelle, op. Cit., capítulo II. 1 O. lbid., p. 74. 11. lbid., p. 76. 12. Jean Laplanche, Jean­Bertrand Pontalis, Vocabulaire de la psychanalyse, op. Cit., artículo "Autoérotisme", 13. Sigmund Freud, "El yo y el ello" (1923) en Essais de psychanalyse, Oeuvres completes, tomo XVI, Paris, PUF, 1991, p. 270. ("El yo y el ello", en Obras Completas, T. XIX, Amorrortu Editores, Bs.As., 1979) 14. Ibid., p. 264. 15. Maine de Biran, Discours a la société médicale de Bergerac (1809), in Oeuvres, tomo V, Paris, Vrin, 1984, p. 95; ver también, Nouvelles Considérations sur le sommeil, les songes et le somnambulisme in ibid, p. 82. 16. Maine de Biran, Discours a la société médica/e de Bergerac, op. cit, p. 87. 17. tse.. p. 94. 18. Ver pasaje acerca de la apercepción inmediata, ibid., p. 96 y p. 72. 19. Maine de Biran, Essai sur les fondements de la psychologie (1812), en Oeuvres, tomo VIJ, 2 vol., Paris, Vrin, 2001, p. 371. No siempre se mide que la teoría de la sexualidad, en la exégesis que de ella pro­ :,:,one Laplanche, es también una teoría del pensamiento. El estatuto concedido a a traducción en Laplanche es principia!. Lo que él propone no es solamente una .eoría de la genealogía de losexual, es también una teoría traductiva del incons­ ciente, es decir una teoría en la cual lo inconsciente es una consecuencia de la acti­ ­. idad de pensamiento. X

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20. Hélene Tessier, La Psychanalyse américaine, París, PUF, Colección "Que sais­je", 2005. 21. Sigmund Freud, "Du rabaissement généralisé de la vre arnoureuse (Contributions a la psychologie de la vie amoureuse Il)", en Oeuvres completes, tomo XI, Paris, PUF, 1998, p. 131. ("Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa", en Obras Completas, T. XI, Amorrortu Editores, Bs.As., 1979). 22. John Bowlby, Attachement (1969), París, PUF, 1978. * No quiero decir con ésto que yo suscriba la concepción "evolucionista" de Freud. A lo que apunto aquí no es a un amontonamiento de estadios según una estratificación evolucionista que llevaría a una madurez genital y heterosexual cualquiera. Se trata más bien de una progresión espacial que lleva a la formación de una "geografía", la del cuerpo erógeno. 23. Sandor Ferenczi, Confusion de tangue entre les adultes et lenfant (1932), París, Payot, colección "Perite Bibliothéque Payot", 2004. ("La confusión de len­ guajes entre los adultos y el niño", en Problemas y Métodos del psicoanálisis, Ed. Hormé, Bs. As., 1966); Jean Laplanche, Nouveaux Fondements pour la psycha­ nalyse, Paris, PUF, 1987. (Nuevos fundamentos para el psicoanálisis, Amorrortu Editores, Bs. As., 1989).

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CAPÍTULO V LÍMITES DEL CUERPO ERÓTICO Y GÉNESIS DE LA VIOLENCIA

Impasses del pensamiento y genealogía de la violencia individual

En el primer capítulo hemos visto lo que le debe el trabajo a la inteligencia del cuerpo, pero por ahora sólo hemos esbozado lo que puede ganar a cambio la subjetividad en su puesta a prueba en el tra­ bajo (volveremos sobre esta cuestión recién en el capítulo VIII). Aunque el círculo virtuoso entre trabajo y subjetividad no inclu­ ya límites a nivel de los "principios", a nivel de la clínica concreta los datos empíricos obligan a una mayor circunspección._El trabajo es a la vez ocasión y mediación para un crecimiento de la subjetivi­ dad q_� ­�e .inscribe e11 la dinámica de la sublimación. Con el ines­ perado descubrimiento de que el trabajo, contrariamente a lo que dice la teoría convencional, no se presenta solamente como posible exutorio para la excitación, sino que a cambio puede contribuir a ampliar el repertorio del cuerpo erótico y a reorganizar la economía pulsional en su conjunto ( o incluso enriquecer el patrimonio pulsio­ nal). Pero in�()sft1c;_tr, por vía del psicoanálisis, la dimensión de lo sexual en la ciencia de los principios, es también, quiérase o no, abrir paso a fuerzas ( compulsivas, en particular) que al contrario _se oponen al "desarrollo" y al "progreso" del yo. Tomar nota del inconsciente es al mismo tiempo tener que renunciar a una concep­ --. ción irenista de la sublimación. Aunque el pensamiento adosado al esfuerzo voluntario abre el camino a la genealogía del segundo cuerpo, en su forma principial dicho pensamiento concierne también, como se ha visto, al modelo traductivo. La traducción deja siempre detrás suyo remanentes, que escapan a la simbolización­ligazón y sedimentan dando origen al 89

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inconsciente. Si la represión no es más que el reverso o la sombra de la traducción, si no es sino la contraparte de la traducción, también � eso que, por el principio mismo de su formación, elude inexora­ ::::---- ­­­ � � blemente toda captura directa por el yo. :§1 inconsciente sólo se da a �onocer indirectamente, por medio de lo que la teoría reúne bajo el nombre de "retomo de lo reprimido". Lo paradoja! desde el punto de vista de la subjetividad, es que aquello mismo que es lo más oscuro también sea lo más moviliza­ dor para el yo. A menudo la insistencia del inconsciente se da a conocer al yo tomando la forma de un desafío. Perturbador, como todo desafio, ��r,o también excitante. El inconsciente _se manifiesta frecuentemente como una tentación, como el diablo mismo. Es diabólico en el sentido etimológico del término, es decir que _!iende a desbaratar, a desligar lo que ha sido ligado por el pensamiento tra­ ·cfi.iéti�� al mismo tiempo crea la turbación y el vértigo sensual del nesgo. � Debido a la potencia excitante del inconsciente, lo que hace el pensamiento, lo que produce, puede ser incansablemente retomado y transformado. �a impronta del inconsciente sobre el pensamiento se concreta en el movimiento que le impone: traducción, detraduc­ ción, re traducción 1. Pero lo inconsciente sexual tiene otras propiedades. Junto a la ebriedad de la excitación surge también la tendencia de lo "sexual ampliado"2 a desatarse, a desbocarse y a provocar al yo a jugar con el goce del exceso. Las formas extremas de esa tentación han sido estudiadas en psi­ coanálisis por Robert Stoller, en sociología por David Le Bretón­ y han recuperado hoy actualidad con la sexualidad "queer". Es para dar cuenta de esa dimensión fundamental de lo "sexual ampliado" que Laplanche introdujo el concepto de "pulsión sexual de muerte".4

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La ideación desafiada por lo sexual: los dos tiempos de la pulsión ("pulsatilidad de la pulsión") Volvamos a la pulsión: si la pulsión es búsqueda de excitación, se

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abre a la experiencia del placer, o incluso del goce. Pero la pulsión no es el cuerpo en su totalidad. La pulsión es primero y ante todo pulsiónparcial, j!1diferente a la unidad del cuerpo o a su unificación. Es pura búsqueda de "placer de órgano". En ese sentido, la pulsión contiene un llamado al goce que constituye de hecho una potencial amenaza para la cohesión subjetiva misma. La experiencia erótica, en tanto cuerpo a cuerpo, es la prueba crucial en fa que el cuerpo eró­ _tico se revela a sí mismo a ­riesgo de perderse. Volveré sobre el punto. La experiencia erótica, en la medida en que puede revelarle al sujeto fuerzas inconscientes que están en él pero que a veces igno­ raba antes de la experiencia erótica misma5, posee un poder de desestabilización, de conmoción de la organización tópica. Descubre, por ejemplo, por el encuentro con el otro y eventualmen­ te por la solicitación de éste, que puede dejarse llevar por mociones sádicas mucho más allá de lo· que sabía de sí mismo; descubrirnien­ _to subjetivo de la extranjería en uno mismo. También puede formularse lo que se da a conocer, de manera más metapsicológica, por lo menos como una turbación, a lo máximo como una verdadera crisis. La pulsión sexual inconsciente es bús­ queda de excitación y obtiene su poder de la desligazón que produ­ ce. "Pulsión sexual de muerte", para retomar en los términos de · Laplanches. _?i la pulsión sexual va en el sentido de la desligazón, esta última actúa tendencialmente contra el yo y el preconsciente. En otros tér­ minos: el goce posee un poder de desestabilización de la organiza­ ción tópica, en particular de la censura y de las relaciones entre el inconscieñte y el preconsciente en la primera tópica, entre el yo y el ello en la segunda tópica. Podríamos entonces plantear que _sj la pulsión es búsqueda de excitación sexual, su trayectoria no se acaba en el goce. Lo excede ·por la conmoción tópica que provoca, convocando así, en un segun­ do tiempo, á una reestructuración económica capaz de devolverle al aparato psíquico una cierta estabilidad (aunque en adelante ésta se apoye sobre bases diferentes a las anteriores). �o_n1enzaría aquí el segundo tiempo de la pulsión: la desestabili­

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zación económica inducida por el goce convocaría a un nuevo tra­ bajo de ligazón (para acceder a la nueva estabilidad ya mencion�da), que puede conducir a una reorganización tópica y una ampha�10n �e la subjetividad fundados sobre la integración de la experiencia (iné­ dita) del cuerpo al teclado de los registros de la sensibilidad. Este conduce a nuevas ligazones, pasa segundo ­­­­­� ­­­ tiempo delapulsión, que .. ­�. por un trabajo, una elaboración o, mejor aún, una "perlaboración" de la experiencia del cuerpo. Y además por el muy particular trabajo del pensamiento que toma la vía onírica: "el trabajo del sueño"." Así pues, la pulsión actuaría en dos tiempos: desligazón/lig�z_?n; goce/trabajo; �)(citación/pensamiento. La pulsión sería de algún modo bifásica, pulsátil: sístole ( estremecimiento )/diástole (reanuda­ ción o reorganización). ­·· · La pulsatilidad de la pulsión no es apuntada por Freud. La teoría de la seducción de Jean Laplanche va en la misma dirección: al men­ saje enigmático del primer tiempo de la seducción ( excitación), le sucede el segundo tiempo de la traducción (ligazón). Los dos tiem­ pos de la pulsión, que van desde el inconsciente hacia el objeto y retoman luego sobre el sujeto, llevan a reexaminar la fórmula "wo Es war, soll !ch werden". Donde había ello, debe advenir yo. La lec­ tura de esta formulación freudiana, ya se sabe, ha hecho correr mucha tinta y convocado comentarios divergentes. La interpretación convencional consiste en ver en ella la idea de un levantamiento de la represión, realizado por la cura, que permitiría que el yo progre­ sivamente reemplace al ello o que la conciencia triunfe sobre el inconsciente. El retomo de lo reprimido, específico de la experien­ cia erótica, se presenta, desde nuestra perspectiva, más que como una liberación o un alivio, como una revelación dolorosa y aun traumática para el yo, que deja al sujeto en situación precarizada después de la experiencia crítica, situación que puede llegar hasta la angustia y la crisis de identidad. La experiencia del goce erótico también puede, de otra manera, hacer bascular al sujeto hacia la experiencia trágica de una decepción insoportable que sigue al des­ vanecimiento de la excitación. Otra forma de experiencia si las hay, que se convierte en exigencia de trabajo para el psiquislilo. .

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La pulsión posee pues frente al yo el poder de intimar al aparato psíquico a reorganizar su arquitectura misma para poder integrar la experiencia erótica e incrementar así la subjetividad misma. En la fórmula freudiana no se debe ver un simple levantamiento de la represión, ni tampoco un reemplazo del ello por el yo, sino u1:1a transformación del yo por sí mismo, como resultado de un impulso o de una irrupción del ello. Entre el yo que adviene y el ello que· surge está todo el espesor del trabajo, más precisamente de la elabo­ ración o de la perlaboración, es decir del pensamiento en sentido estricto. Podemos _así admitir que el pensamiento sea efectivamente pul­ sional, en la medida en que es movilizado por la pulsión misma, que ·Ío­ implica por su propia trayectoria. Pero la pulsión no piensa.­_i::,a pulsión es exigencia de pensamiento o, para retomar los términos de íireud, ix1geijciá de trabajo. No es la pulsión la que piensa, sino el yo. Con la condición de tomar en cuenta el segundo tiempo de la pulsión, es decir su pulsatilidad, se puede comprender cómo el cuer­ po entero ­el cuerpo erógeno­ es origen del pensamiento. Precisemos sin embargo que, desde esta perspectiva, el trabajo exigido por la pulsión no siempre pasa por la introyección pulsional en el sentido que este término tiene en el vocabulario de Abraham y Torok", sino que puede también en ciertos casos pasar por el sacri­ ficio de la pulsión (Triebopfer) o por el renunciamiento pulsional (Triebverzicht). Ese destino de la pulsión frente a la ampliación de la subjetividad puede parecer paradoja!. Hay sin embargo situacio­ nes en las que el camino de regreso tras la experiencia erótica se paga con un renunciamiento que, como la búsqueda del placer, se hace exigencia de trabajo. Porque el renunciamiento no cae de maduro. Es también el colofón de una conquista que pasa por un tra­ bajo. Quizá, en ese caso, el renunciamiento (Verzicht) ­que hay que dis­ tinguir de Ta,­épi­esión (Verdriingungy­ sea la condición sine qua non de la sublimación de la pulsión. Renunciamiento o sacrificio no 1111plfoa aquí pérdida para la subjetividad sino, por el contrario, quizá �­��stituya una vía esencial para el advenimiento del sujeto".

Las alteraciones del sentido íntimo y los límites de la ideación

Todo lo hasta aquí considerado respecto de las relaciones entre cuerpo, pensamiento y trabajo, se apoya en una base principia! varias veces evocada: la del poder de apercepción del cuerpo por parte del sentido íntimo del esfuerzo voluntario y sensible. Base principial: eso significa que la discusión trataba de los procesos que participan en el sentido íntimo y de sus alteraciones, y no de las manifestaciones sintomáticas reunidas por la clínica. Hemos visto en los capítulos III y IV que si se toma en cuenta la clínica ordinaria, hay que someter a la teoria del sentido íntimo y del esfuerzo volun­. tario a ciertos ajustes que le permitan incluir, en la teoría del pensa­ miento y de la ideación, las distorsiones que a estos les son impues­ tas por el hecho de que el modo afectivo esencial bajo el cual el cuerpo puede revelarse a sí mismo ­Ia apercepción inmediata­ es sensual y erótico, lo que implica en definitiva que el pensamiento, en su principio, sea, indisociablemente, pensamiento de un cuerpo que es un cuerpo erótico. Distorsión: sin duda es ése el término que permite caracterizar lo que la teoría del pensamiento en Maine de Biran no ha tocado, es decir: las cuestiones teóricas que plantean las patologías del pensa­ miento. No obstante, _la distorsión del pensamiento, así fuera por parte del inconsciente, presupone un uso previo, en su totalidad, del sentido intimo y de los­poderes del "esfuerzo voluntario sintiente". La dis­ torsión, en efecto, sólo comienza en la etapa "traductiva", en el sen­ tido de Laplanche, "reflexiva" en el léxico de Maine de Biran, del pensamiento. ·­· Tomar en consideración los trastornos del pensamiento, o las patologías del pensamiento, es dar un paso hacia el más allá de la ciencia de los principios: es abordar la cuestión de las alteraciones del sentido íntimo. Maine de Biran hubiera podido considerarlas, en su discusión con los neurólogos respecto, en particular, de los trabajos del abate de 1 'Épee sobre los sordomudos, o en ocasión de sus intercambios con

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Bonnet con respecto a los enfermos aquejados de parálisis motriz. Maine de Biran no evoca la posibilidad de que el sentido íntimo pueda ser alterado en un contexto en el que el sistema nervioso y la motricidad voluntaria quedan intactos. Nunca prevé la posibilidad _c_:le una defección de la apercepción. ¿Por qué? Porque para Maine de Biran la apercepción inmediata es una disposición anterior a la cons­ titución o a la apropiación del cuerpo. Es el medio, el instrumento de la construcción del segundo cuerpo. Pero si en este punto no pode­ mos más que estar de acuerdo, podemos lamentar que Maine de Biran jamás se haya ocupado de los efectos de retorno sobre la aper­ cepción misma, sobre el sentido íntimo mismo, de la "conquista aperceptiva del cuerpo" y de lo inacabado en ella. En efecto, el "yo­uno" connota el hecho de que_ si en el cuerpo nas;en sensaciones debido a modificaciones fisiológicas internas o a cau_sa de estimulaciones externas, es decir si en el cuerpo surgen sen­ saciones efectivamente localizadas y específicas ( el cuerpo fisioló­ gico), eso 1:1º quita que la subjetividad sea afectada por ellas en su totalidad ( el segundo cuerpo), puesto que dicha subjetividad es ­siempre una elinfrangible, ­­ . Si mis. mucosas nasales son estimuladas por el perfume de una flor, es la subjetividad entera la que es transportada al jardín de rosas, y lo que se experimenta subjetivamente bajo la forma afecti­ va de la felicidad, de la nostalgia, del duelo o de la exasperación, no ��p�nde para nada de los receptores sensorios, sino que concierne a la apercepción ele la vida en sí. A menudo esa subjetividad una e infrangible se basa sobre la base t1nificada del cuerpo erógeno, es decir de lo que ha sido beneficiado, durante el desarrollo, por la subversión libidinal. Ahora bien, ese tiene una historia. Y suele ocurrir que esta última cuerpo _s_�_gundo ­ . . ­�ea afectada por "accidentes", que mutilan la subjetividad de modo tal que frente a g_iertos estados del cuerpo, la subjetividad pueda mantenerse inalcanzable. Para seguir con el ejemplo recién evocado, hay cuerpos que no pueden ser afectados por el perfume de las flo­ res. Y la fragancia floral no les provoca ni alegría ni nostalgia, sino nada; nada más que frío, o incluso la penosa experiencia de la sen­ "

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sibilidad que esquiva el bulto, dejando paso al vacío que se apodera del cuerpo. De esta defección del cuerpo que es corno una alteración del sentido intimo, resultan efectos muy particulares sobre la idea­ ción y el pensamiento.jmpasses d� la psicología principial, ­ ­

El pensamiento desencarnado Si se admite la hipótesis según la cual son los del cuerpo .­­­­­­ ·­­­ ­­� ­ -estados - . ­­ . ·­­ .•.

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que generan todo pensamiento y que todo pensamiento expresa, incluso 'en· estado latente, una experiencia del cuerpo, �1mlq11ie,r experiencia del vacío o de frigidez, en tanto atestigua de una defec­ ción del cuerpo, debería traducirse por la ausencia de pensamiento ­­­­­·­ ­ _§s lo que a menudo sucede, en particular en psicopatología de los ��stados psicóticos y borderline. Pero sabemos sin embargo muy bien como .que­existen ­­ ­ ­­formas de pensamiento que se enuncian sin afecto, ­­ - ­­ [si, justamente, el cuerpo "no estuviera allí". Y, de hecho, esos modos pensamiento d�sencarnado suenan mal. Dan la impresión de falta ­de autenticidad. Se los vuelve a encontrar precisamente en las con­ \°figuraciones psicológicas que se inscriben dentro de la "normali­ 1 dad", o incluso la hipernormalidad: "personalidad as if", "pensa­ / ii:iíénto operatorio", pensamiento que concierne al "desapego" o se ­parece a la "discordancia", "normopatia", Ahora bien, esas formas de pensamiento sin carne corresponden efectivamente a una ausen­ tización del cuerpo. Estamos pues aquí ante una paradoja: un pensa­ miento ciertamente algo particular, pero aun así un pensamiento que parece desconectado del cuerpo. ¿