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Spanish Pages [224] Year 2010
DELFINA BUNGE DE CALVEZ
TIERRAS DEL
MAR AZUL 41'
«
EDITÜHIAL AMÉRICA UNIDA
.
TALI.EMES GHÁFICOS ARGENTINOS L. J. ROSSO, SARMIUNTO BUKNOS AIRES
779
Digitized by the Internet Archive in
2010 with funding from University of Toronto
http://www.archive.org/details/tierrasdelmarazuOObung
TIERRAS DEL
MAR AZUL
LIBROS DE DELFINA BUNGE DE GALVEZ
Simplement (Poémes)
La
Nouvelle moisson (Poémes)
Nuestra Señora de Lourdes (Historia y Novena)
El alma de
Las mujeres y Las imágenes
El
niños
los
tesoro del
Oro, incienso
la
vocación
del
Infinito
mundo y mirra (Cuentos)
Los malos tiempos de hoy Tierras del
En
mar
azul
colaboración con Julia
El Arca de Noé, lecturas
Bunge de Uranga:
infantiles, 2
volúmenes.
DELFINA BUNGE DE CALVEZ
ERRAS
T^I
~~
DEL
MAR AZUL I
«
KDlTOniAL
•
AMKRICA UNIDA
TALLEBES GRÁFICOS ARGENTINOS L. J. BUENOS AIRES
.
ROSSO, SARMIENTO
779
'\
?
JuBtifícación del tiraje;
Es propiedad. Qaeda hecho
el
depósito de ley.
-i^^J
HACIA EL
MAR AZUL
.
.
BRASIL Rio de Janeiro Espectáculo magnífico y completo. La parte divina y la humana. Mar y tierra. Playas y montañas. Edificios y vegetación. Todo rivaliza aquí en esplendor: mar, piedras, cascadas, bosques.
a la vez.
Todo
Todo
se destaca.
sobresale.
Todo Todo es .
.
extraordinario: mar, piedras, bosques o montañas.
Díceme "Esta
bahía
una joven
me
de
interesante
.
espíritu:
cansa; es demasiado inquieta".
Y me
doy cuenta de que esta frase traduce exactamente mi propia impresión. ¿Será porque la vemos hoy, en un día casi desapacible? No; porque el más bello y tranquilo día no podrá dar tranquilidad a las inquietas formas.
Nó
es éste
espíritu encontrará reposo.
Mas
el
lugar en ^ue
el
todo lo hace Dios
sabiamente. Para que la temperatura tropical no adormeciera a los habitantes de estas tierras, púsoles ante los ojos esta naturaleza excesiva,
naturaleza capaz de despertar y sacudir
más
aletargado.
esta
el espíritu
DELFINA BUNGE DE GALVEZ
8
Mientras tanto, no es aquí donde viajero encuentra su reposo.
No hay
el
espíritu
reposo en las
montañas de formas caprichosas y fantásticas. No hay reposo en el mar que en esta orilla está comunmente agitado. La bahía, demasiado extensa y complicada, multiplícase en tantas otras bahías, en tantas otras curvas, que ella es la imagen viva
de un alma buscándose a
Podemos llamarla
así:
sí
misma
sin hallarse
bahía
la
no saben qué mirar; porque apenas posado en una cosa, otra los atrae. los ojos
Como imagen
contraste,
preséntame
del lago Ipacaray, en
el
nunca.
el
se
han
recuerdo
la
Paraguay. Mara-
de paz absoluta, de reposo
villosa revelación
Y
inquieta...
infi-
El agua quieta. Los colores y los reflejos quietos. Las costas tranquilas, las curvas suaves nito.
de
los
cerros matizadas de
violetas;
manchas
rosas,
lilas,
cuyos
son las flores de aquella tierra,
como un eco, los colores del cielo en el atardecer. Es como un sol poniente reflejado en la tierra. Y como si esto no fuera bascolores repiten suavemente,
tierra florecidos se repiten
tante, cielo
y
realmente
nacarada.
Parece
de inmensa, de profunda paz. en
el
mundo
algo
aquello
tes,
No
un
el
agua sueño
Difícilmente se verá
más intensamente, más constante
y quietamente bello. Las bellezas de Río de Janeiro conjunto de
en
maravillas — están
de sorpresas,
hechas de contras-
de movimiento,
es aquella suave, lenta,
— grandioso
de amplitud.
y como eterna armonía
BRASIL
paraguayo y de sus costas, donde la Bereposo. Aquí se lleza misma parece haber hallado su pronto, está subiendo una montaña y aparece de
del lago
a pique, a nuestros pies, la
mancha
rugiente
y azul
admirando la del mar orillado de espuma. Se está piedra, y nos invade arquitectura fantástica de la de improviso
Se
espeso.
exuberancia y la vida de un bosque sube todavía, vamos a alcanzar una la
cumbre y nos ataja el paso un lago, tan cómodamente instalado sobre aquella altura como lo estaría en el valle extenso y al nivel del mar. Conbrusquedad, grandiosidad. Pero
trastes,
el espíritu,
no habituado a estas humoradas, solicitado por tanta variedad de elementos y de formas, no nos dice: "Quedémonos aquí". Dice por el contrario: "Subamos a aquel otro pico, y al de más allá. Buena nos sería una barca, y. ." El espíritu se ha con.
de inquietud y quisiera indagarlo todo. Quisiera convertirse en una enorme mariposa de antenas vibrantes y de vuelo rápido, y volar sobre cada el mar, y salpicarse de espuma, y posarse en
tagiado
cumbre un instante; un instante nada más...
He
aquí
Iluminado.
a Río de Janeiro con
sol.
Caldeado.
Incendiado. Realmente ecuatorial. Así
DEXFINA BUNGE DE GÁLVEZ
10
le quiero.
He
aquí su ritmo y su armonía:
el calor.
El calor fuerte y excesivo, si se quiere, que nos revelará la bendición de la fronda umbrosa. La ar-
que nos explicará que por todas partes entra, dencia
los caprichos del
salta
mar
y brama. Róm-
pense sus grandes olas contra las playas o los diques,
y saltan convertidas en un chorro de fuente, desmenuzado en blancura de espuma. Y es frescura para los ojos.
y
Hay como una
lucha entre la tierra
mar. Es como una discusión acalorada. El uno
el
quiere refrescar y bañar.
Y
^a tierra exagera sus
promontorios para argumentos de ardencia y que los árboles sean más gibantes, las frutas más ;
sabrosas y
el
verde más invasor.
Henos aquí sobre el Pan de Azúcar. Como ninguna nube se interpone a nuestra vista, abarcamos toda
variedad del extenso, extensísimo panorama.
la
¿Para qué lado se extiende Río de Janeiro? ¿P^ra qué lado el Océano? No se sabe del todo, pues la
mezclan y entrelazan. Y siempre es el mar en lucha con la tierra, la tierra en lucha con el mar. He aquí desplegado todo el capricho
mar
tierra
y
de
formas; tan caprichosas a ras del suelo
en
las las
el
se
cumbres.
Y
como
el paisaje resulta laberíntico.
Curvas en este sentido y en y playas allá. Montañas que
el otro.
se
Playas aquí
han escapado de
han instalado, audaces, en aisladas y como en Montañitas del mar. medio berlina. Grupos de montañas jugando a la rueda y encerrando un trozo de mar que se han empe_
la
tierra
firme
y
se
BBABIL
11
nado en convertir en lago. Mar domesticado, que se embravece unos pasos más allá. Panorama enmarañado, de mar que persigue a las montañas, de
montañas que persiguen al mar. Busco en las montañas, tan diversas, un rasgo siquiera de familia, y lo he encontrado. Hay cierta uniformidad en sus cimas,
como
y encorvadas,
a
la
pico de ave de presa.
el
ave de presa tienen de común
y
el
querer
vez puntiagudas
escalar el cielo.
aire
el
¿No
llevan
Y
con
huraño algunas
en sus picos un girón arrancado a alguna nube? Aseméjanse también a una giba de camello no
muy
rozagante
tienen de el
y que algo ajada
común con
el
camello
mostrarse en caravana,
vesar
el
ya en
A
el
como
se
inclina.
Y
vestido pardo y si
quisieran atra-
de agua y no de arena, mar. ¿No avanzan sus pies hundidos sino
desierto,
conquistar
el
las olas?
pesar de la gran claridad del día no hay
aquí la transparencia de Palma de Mallorca, de
Atenas o de nuestra Córdoba argentina. Diríase que una leve niebla, entre dorada y blanca, se extiende sobre el agua y la tierra y las muestra lige-
ramente veladas. Es que aquí hasta en el lucha. Es algo como el vaho del mar y de en lucha con
el
sol.
Y
si
no
se
al
hay
la tierra
decimos: "Quisiera ver
este paisaje a la puesta del sol"...
ha visto
aire
(Paisaje que
atardecer puede decirse que no
como no se conoce a un alma antes de que haya amado y sufrido). Si decimos: "Quisiera se conoce,
.
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
12
un
verlo en
claro de luna, o al amanecer",
no de-
cimos todavía: "Quedémonos aquí...", pues sabe-
mos que no hallaremos aquí Pero bueno es que
nuestro reposo.
el espíritu sea,
de cuando
en cuando, sacudido por esta grandiosidad inquieta, para que no se aletargue ni se duerma. Fué un
mismo
quien
Artífice
ideó
este paisaje
y
del
el
lago tranquilo y nacarado, para la diversidad de
y para la diversidad de del hombre.
las horas
espíritus,
espíritu
La
visto —
el
.
flor del Brasil: las mariposas.
¡ay!
— encerradas
en
cuadros
El más precioso esmalte no iguala alas.
en
Ni en
el color, ni
en
al
Las hemos de
vidrio.
azul de aquellas
el brillo, ni
en
la trans-
parencia: verdadero lujo para los ojos aquel es-
malte vivo, aquel esmalte azul.
un
pedacito
o en las aguas
Más hermoso que más
recortado
en
más
más hermoso que
bellas;
el
precioso
cielo,
la
más
preciosa piedra desenterrada de entre los tesoros
¡Y no es más que una cosita efímera que vuela! Lujo de Dios para los ojos del hombre; de
la tierra.
joya
al
alcance del niño, y del pobre, y del vaga-
bundo. Prueba de munificencia; riqueza derramada sin
medida, en
lo
más
leve,
en
lo
más
breve, en
el
13
objeto o la vida de
menos valor
al
pedacito de papel que es para los ojos
que
oro y que
el
el
zafiro.
Mariposa
un
parecer:
más
precioso
brillante,
y
toda viva de azul, de oro, de fuego, de rubí; mariposa, flor inquieta del trópico ¿no encarnas tú el espíritu
de estas tierras del Brasil? ¿Y no hemos
sentido nosotros mismos, sus visitantes de el
un
día,
deseo de convertirnos en una inmensa y ligera
para atravesar
libélula
los
rayos de este
sol,
posamos sobre cada ola, sobre cada cima, un un instante, nada más? tante. .
En
para ins-
.
esta tierra
la sorpresa es el
ya nada nos sorprende, porque
estado habitual del espíritu entre
aquella naturaleza donde la exageración es la expresión exacta.
Miramos
los alardes
de habilidad, de
arte sutil del Arquitecto divino en aquellos salones
de piedra que son
— una
las grutas
enorme mole
— se
de Ti juca. El techo
apoya apenas en dos
moles de piedra también. Y como lo más sorprendente sería aquí natural, buscan los ojos el mobiliario: las sillas y mesas que podían haber brotado de la tierra, o caído del cielo; lo mismo que las paredes, y que el techo que nos
puntos
sobre
otras
abriga e inquieta,
pues parece sostenido sólo por
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
14
milagro. ¿Es ésta la tierra del milagro? Es la tie-
Pero
rra del prodigio.
si
hubiera de canonizarse
a algún paisaje, no sería éste Elegiría,
el
del lago Ipacaray,
el
sí,
muestra ya a Acrópolis
No
.
eligiera.
las tardes
los ojos la beatífica aureola.
propondría, a pesar de todo, la la
que yo que en
.
difícil
Y
hasta
causa de
.
beatificaría el paisaje brasileño por poco
conforme y poco humilde; por exceso de ambición. Y porque antepone, al parecer, el deseo de brillar
y deslumhrar,
al
de
la
Belleza perfecta.
Salida de Santos.
Dos horas dura templado desde naturaleza
de
Ha
la
pasado
el
el
estupendo panorama con-
vapor en marcha. Es
la
misma
Río, pero apaciguada, dulcificada.
turbulencia.
Y
es
como
si
el
mar
y las montañas hubiéranse puesto por fin de acuerdo. (jTendrá esto mucho que envidiar al Bosforo famoso.^ Quizá
sí.
El Bosforo es
más
variado, sus
costas tienen no sé qué carácter de cosa de ensueño. Ellas guardan la emocionada huella de siglos
de esplendor, de historia humana, de trabajo del
hombre. Sus costas esmaltadas por Dios y por
el
BRASIL
15
hombre, de dibujos, de grabados, de colores tan
y
finos
asombrosamente a
aseméjanse
diversos,
las obras bizantinas: a sus mosaicos, a sus minia-
turas.
tus
I
Oh, Bizancio, que
montañas!
misteriosamente foro
que
lejos.
.
Y
.
de Bizancio,
lejos
estamos
lejos del
como cosa soñada. Lejos están
es
matizados,
rros
has esmaltado hasta
así
Pero estamos
entre
como por musgos
milenarios,
de
mo
de vegetación
los ce-
diversos,
y donde, junto a un
creemos ver algo co-
primavera,
muestrario
tan
verdes
sus
Bos-
acompañando admirablemente los restos de antiguos muros y de fortalezas, mientras que un verde reciente hace marco a algún palacio que baña sus pilares en el agua. Aquí, en Santos, el paisaje es más ingenuo. Es pura naturaleza y una naturaleza que no ha ruinas
conocido
desengaño ni
el
como
fresca,
la ruina.
recién salida de las
o surgida del fondo de
las
Una
naturaleza
manos de Dios
aguas tranquilas; que
no ha reflejado todavía ninguna historia contradictoria o tumultuosa. El verde de estas tierras, uniforme,
casi
ventud.
He
conocen
el
nocen del
más
es
dicho
todo
que
desengaño,
los rigores
del
esplendor, estas
lozanía, ju-
vegetaciones
no
y es verdad. Pues no coinvierno que a las orillas
Bosforo tanto dan que hacer. El Bosforo es teatral .Esto es
Aquí
el
mar sabe
más ingenuo y espontáneo. hacerse pequeño como por
voluntad propia y sin violencia. Vuélvese, no sólo lago, sino estrecho canal.
Como
por juego, extiende
DELFINA BTJNGE DE GÁIVEZ
16
el
mar un brazo
delgado, y abraza
así,
en estrechí-
simo canal, a una pequeña montaña que
le
enamora;
rodéala por completo y la convierte en una isla de-
La abraza
liciosa.
la
ilusión
fresca
sin dañarla, sin
de
sus
Y
hermosísimos heléchos.
de hasta
las
ondas
dañar en nada
exuberantes, la tierra
la ternura
delicados,
confiada extien-
de sus ramas. Pa-
samos, por momentos, tan cerca de las costas que distinguimos perfectamente las hojas multiformes, la
verde
iglesia,
filigrana.
Y
de una sencillez
he aquí que una pequeña tal
que parece haber nacido
espontáneamení"' de entre los heléchos, ha venido
como
corriendf
hacia
nosotros,
con su vestido
de campesina y con su breve campanario, se detenido justo al borde del agua. Ha abierha y to sus puertas y parece decirnos: "Más no puedo blanco
avanzar.
.
.
He
querido por
lo
menos
saludaros.
Bendecid a Dios por sus obras, y El os bendecirá". Esto es casi un Delta, un Paraná de aguas saladas. Y salimos de una maravilla para entrar
Tan pronto las montañas, sembradas en mar como al acaso, nos salen al encuentro y parece que vamos a llevarlas por delante, como se en otra. el
retiran sonrientes para darnos paso. la
serie
se
Y
abre en ancho semicírculo.
* * *
luego toda
.
.
BBA8IL
17
Dos horas hemos jugado así al escondite con las montañas, y luego que nos hemos separado de
la
última,
parecen
todas aquellas sierras y montañas anfireunirse, alinearse en
agruparse,
más altas asomándose por sobre los hombros de las más pequeñas, para seguirnos con la teatro: las
mirada hasta perdernos de es larga.
verde
la
Todavía en
la
vista.
lejanía,
las
El azul del Adiós y de verdad más esencial
la
la
—y
la
— de
la
despedida el
frescura de su realidad, idealízanse las
montañas en un azul que
to
Y
perdiendo ya
las cosas todas
.
.
asemeja
ausencia
más
al cielo.
que
real
.
es quizá
por
lo tan-
UN día en TÁNGER
En
la
barca
que
nos
transporta del
Conie
boteros nos inician Verde al puerto de Tánger, los de la senté ya en la presencia ruidosa y llamativa trajes multicolores, marroquí, de sus gestos, de sus discusiones. de sus gritos y de sus alborotadas mercado. pleno en Un coche nos introduce medio en hallamos Y como es hora temprana nos previos no sin de una multitud abigarrada que, provisiones sus allí hace disputas, ademanes y activo y oriental al pues, para el día. He aquí, puedo vista primera por lo que a bullicioso que,
en nada se parece al árabe silencioso y Túnez, betranquilo visto hace algunos años en
juzgar,
su eterno biendo en las blancas tacitas o fumando narguilé. partiY, cqué hace aquella rueda de gentes tienen cularmente sucias y harapientas? O no compras que prisa por sus compras o no tienen la Esto último es lo más probable, dada
hacer.
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
20
indigencia de sus atavíos.
en
medio,
Nos acercamos y vemos, de
"encantador
al
serpientes".
jAh!
¿De qué hace provisión para el día esta pobre gente junto al mercado lleno de frutas y de viandas? ¿Distrae su hambre con este espectáculo? ¿Por qué no los llama más bien el muecín a la mezquita? ¡Lejos estamos del piadoso musulmán que imaginábamos efectuando
las abluciones matinales
seguidas de oración!
Más
haraposo aún que sus espectadores, con
algunas largas greñas levantadas sobre su cabeza,
encantador de serpientes hace todo
el
de por parecer
terrible,
y
lo
que pue-
a fe que lo consigue.
No
tanto por los saltos y los gritos con que se esfuerza en parecerlo, como por lo que él mismo significa
y
es.
encima de
y
se
hace
la allí
la lengua, los
Parece una
un poseído. Por un hilo de sangre serpiente. Y morder
furia,
nariz le chorrea
morder por
la
párpados. Luego se enjuga la sangre
con paja recogida del
suelo, y sobre la que, momentos antes, se arrastraban las víboras. Se mete a la boca esa misma paja, la masca y echa humo. Cuando, al final, pasa a la ronda su pla-
hace como
si amenazara con un infernal mordedura del reptil, a quien se atreviese a negarle una moneda. Hemos vuelto más tarde a ver a este hombre quizá llevado por Cook en el patio del hotel. Ya no era la fiera anterior; mostrábase menos salvaje. Los gritos y la furia eran tal vez para
tillo,
lo
sortilegio o
—
con
la
—
UN
DÍA EN TÁNGER
21
impresionar a los naturales, quienes
poderes
así
atribuyen
le
divinos.
¡Dios mío! ¡Vale la pena de poseer poderes divinos para hacerse morder la lengua,
los
pados, la nariz, por una víbora, y mascar
la
pár-
paja
de su madriguera! Henos, pues, provistos, en el mercado de Tánger, de una dosis suficiente de asco
y de horror. Y he ahí a esa pobre gente que alimenta sus ojos y su espíritu con estos espectáculos, mientras sus compañeros, más afortunados, se proveen de frutas y verduras, o hacen, quizá, sus abluciones seguidas de oración. El musulmán reza cinco veces si
halla a
serpiente,
y
se
día,
al
ante
extasía
el
espectáculo repugnante.
árabe rechaza en sus templos la imagen
o de del
los
pero
un hombre que se hace morder por la y es por esto un santo, deja su oración
humana
ángeles, pero sacia sus ojos en la
hombre que
y sangrante, marabú*
se
acompaña de
a
quien,
reptiles,
nudo de
mugre
desgreñado
venera
quizá,
El
como
enredada
¿Quién
desatará
el
madeja de
callecitas
por donde nos hemos me-
*
Según
plea, siendo
el
esta
diccionario, morabito, palabra
marabú
la
usada generalmente.
que nadie em-
.
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
22
tido? Callecilas
que suben y que bajan, entre persque aparecen en
pectivas de muros imprevistos,
distintos planos; recortes cuadrados de edificacio-
nes árabes, o simples muros pobres que nos ofre-
cen una salida, una puerta ovalada; muros amaa medio desteñir.
azules,
rillentos,
cucharemos?
(jA la
darnos paso? (X
¿A quién esel muro para
puerta abierta en
que sube ofreciéndoun nuevo panorama? ¿A esta otra que baja como un río arrastrando una corriente humana? No le creamos a ninguna; pues cuando nos imaginamos que alguna calle va a llevamos afuera, resulta que nos mete más en la apretura. nos para
allá
Imposible
de estas van.
Y
preveer
callecitas.
de
adonde
Ni
los
nos
ellas
los guías son casi
Estamos en to,
callecita
la
arriba
más inseguros que
los zocos, bien distintos,
Y
los tranquilos
ellas...
por
cier-
zocos tunecinos.
misteriosos y frescos
Aquéllos daban la impresión de algo artístico.
ninguna
llevará
mismas saben adonde
más
fino
y
árabes parecían exhibir
más por amor
al
arte
que por
afán de lucro. Esto es infinitamente
más
plebeyo,
allí
su mercancía,
y de un carácter más zable.
fuerte,
de algo no europei-
.
Abundancia de harapos, de gritos y de roña. Pero también de variados y graciosos atavíos, de ojos brillantes, de barbas renegridas y de palabras vivas.
El conjunto es alegre y pintoresco. la desolación que
La pobreza no aparece aquí con en otros pueblos orientales. La
miseria se cubre;
tm
con su nota de
los trapos,
superpuestos,
cima,
Y
casa.
color,
gentes parecen, a
pobre; estas
23
DÍA EN TÁNGEB
todos los
al
más
llevar
en-
no faltan veces,
que tienen en
la
piden limosna, no es con aquel triste
si
gemido que
se
pega a
los oídos del
que ha andado
por Egipto o por Jerusalén. De cuanto conozco de Oriente, es éste el único lugar donde una cierta alegría se halla sas.
.
como esparcida en todas
las co-
.
Avanzamos como podemos por
las
callecitas
atestadas de moros y de burritos cargados con que exceso, a los que hay que dar paso. Y hay aguador darlo también al árabe con su carga, al
que se anuncia con su campanilla, como si fuera una "asistencia pública", y que trota, no pausadamente como el burrito, sino como el camello, con tanta despreocupación como si la calle estuviera del todo libre. ¿Estas gentes están realmente atareadas o sólo deseosas de terminar cuanto antes su trabajo para darse al oriental reposo? El caso es
aun cuando no lleven carga, quizá por la costumbre de subir las
que van de
agachadas,
prisa, y,
eternas pendientes.
Para cualquier lado que se dé un paso o que se mire, es siempre el
mismo hormiguero: de horPor la mañana
migas activas, gritonas, movedizas.
y por
la
tarde; siempre
el
mismo
bullicio.
Como
pasadizo
desahogo común, y estrecho, de un enorme e intrincado conventillo, todo vive en la calle. Allí
si
la
calle
fuera
interior, retorcido
el
el
,
DEXFINA BUNGE DE GÁLVEZ
24
los chicos se
pelean y los grandes los separan.
las calles se cocina
En
y se come; se compra y se ven-
de; la gente anda de prisa y se estaciona. Se reza
también, a juzgar por los rosarios de ámbar que
¿Es posible vivir en este constante
se desgranan.
bochinche y apretura?
No;
la raza es
nómada, y aquí
se
Al cabo de un tiempo, deben sentir la
necesidad
quizá sea a
del la
libre
espacio y del silencio.
inversa: que las gentes,
de silencio y soledad, pasado el hacinamiento, y se agrupen
Lo
comprende.
los naturales
el desierto, así,
O
saciadas
busquen
pasajeramente...
que nada como estos pueblos nos da de idea la que una ciudad es una feria del momento de que estamos de paso en las ciudades, de paso cierto es
por
el
mundo.
Hay,
sin
embargo, pequeñas celditas dei hor-
miguero donde parece reinar algún sosiego. Eso sí,
lle,
celditas abiertas hacia el bullicio, hacia la ca-
hacia la vida en común.
más moblaje que una
En una de
ellas,
sin
un hombre está sentado delante de un sucio tintero, con una lapicera en la mano. Es un "hombre de letras", dispuesto a servir de secretario a quien no sepa escribir.
¿Y
estera,
quién, entre estas pobres gentes, sabría
DÍA EN tIngEB
UN
25
trazar los complicados caracteres árabes? Pero no
hay en prehda
momento
este
la utilidad
nadie, al parecer,
que com-
o la necesidad de la pluma y
¿Ninguna carta de amor? ¿Ninguna noticia esta mañana que enviar al hermano o al amigo ausente? El hermano o el amigo ausente cruza, quizá, lugares ignorados, donde papel...
del
el
¿Qué?
correo no alcanza.
delante de su
Y
©1
hombre
está solo
y ocioso
tintero.
más
Otras celditas se ven
concurridas. ¿Es éste
un Juez? ¿Es un escribano? Personaje ya más el suelo, sino que está
opulento, no se sienta en
recostado en un diván. él,
están los clientes.
En
el
suelo,
delante de
Examinan, con extremada
documentos extensos como nuestros diaAnte uno de estos señores del diván, una
seriedad, rios.
mujer con
la
cara cubierta escucha la lectura de
uno de aquellos vastos manuscritos. Y he aquí, junto a un zaguán, una celdita sino ventana triangular, que no tiene puerta, abierta a la calle, y ante la cual nos quedamos embobados. Es una escuelita, tan "estilizada" diríamos, que se parece a algún oriental y artístico juguete moderno, o a la presentación de algún cuento ilustrado. El sitio es tan estrecho, que no cabe sino exactamente lo que allí hay: el maestro y sus diez o doce diminutos discípulos, sentados cada uno sobre la habitual estera. El maestro es la más elocuente personificación de un maestro,
con
la
pomposidad de su amplio
traje oriental.
.
delfín A BUNGE DE CALVEZ
26
que parece esconder entre sus pliegues todos los arcanos de la ciencia. Con la indispensable grave-
dad
excesiva, con
una larga caña en
estirar siquiera el brazo, alcanzará
distante de sus discípulos. estilización.
No
sé
si
Y
los
mano. Sin
la
con
ella al
discípulos,
más otra
solemnidad del maestro
la
hace parecer más humildes y más pequeñitos, pero ninguno parece pasar de los cinco años. Con los
sus tuniquitas de monjes en miniatura,
en
la
mano y
de
los
jeroglíficos
una cañita
teniendo delante un cartón lleno árabes,
toscamente
trazados,
leen o recitan versículos del Corán. Las litúrgicas del cuerpo, hacia adelante y hacia y el golpe de la cañita, van como llevando compás de las palabras. Los más chiquititos
oscilaciones atrás, el
no dicen palabras, sino un aan continuado. Quizá se les habitúa antes que nada a la emisión de la voz acompañada del balanceo del tronco. La caña del maestro
alumno
da un leve golpecito en
que
la
cabeza del
había vuelto para mirarnos. El
se
disgusto que le causa al dómine nuestra presencia es evidente.
Y
no es cosa de que por nosotros se
castigue a los pequeños
También por
mos
las
,
.
calles se
diminutos monjes, con
ven
las
los
graciosísi-
amplias mangas
y con su capuchón echado sobre la cabeza. Y entre los hombres, a muchos igualmente vestidos, que llevan con dignidad sus túnicas azules o marrones, se
les
tomaría
por
religiosos
europeos.
Algunos
difícilmente se distinguirían de nuestros carmelitas
tTN DÍA
EN TÁNGER
27
O franciscanos. Si "el hábito hace al monje" estos moros debían sentirse semejantes a los franciscanos, radicados en sus tierras desde hace tanto
tiempo, y dejarse atraer por
ellos.
Pero a pesar
de esta extraña similitud exterior la distancia moral
amengua. Así
no
nos
dijo,
lo
cuando entramos
en un convento franciscano, un simpático monje
de barba blanca. Después de treinta y allí, consideraba a los musul-
español,
ocho años pasados
manes poco menos que Siendo
vísperas
en
franciscano
¡Oh
inconvertibles.
Navidad,
preparaba
el
un bonito Nacimiento, palacios de un suntuoso estilo y
su iglesia
poblado de casitas árabe...
de
pobrecitos
los
en
monjecillos
mi-
niatura, aplastados toda su vida con el tedio del
Corán si
1
¡Cómo gozarían
si
alguien les mostrara aquí
Niño! ¡Si alguien
les
alguien
les
cómo nació
contara, el
divino
enseñara un verdadero canto,
un canto alegre, un villancico! Pero ellos seguirán la monotonía arenosa de aquella cantinela interminable, balanceando su cuerpo como un péndulo vano en las áridas mezquitas donde no florece ni un ángel, ni una imagen, ni una lágrima, con
ni
una
flor.
.
.
En
aquellas mezquitas, verdaderos
donde no aparece un oasis de ternura, ni siquiera un espejismo de luz sobrenatural, de gloria, de alegría para los pequeños monjecillos desiertos,
marroquíes.
TIERRAS DEL
MAR AZUL
.i
MALLORCA La
Catedral
Al bajar en este puerto de Palma de Mallorca nos sale nos
al
espera,
con sus dos plantadas.
encuentro la la
Catedral
ut
civiías,
nos
Grande,
recibe.
de líneas sobrias y bien una reina a la que hay que ren-
torres, seria,
Como
dir tributo antes de entrar
ciudad
La Catedral
Catedral.
como
la
en la ciudad. Edificatur
Jerusalén celeste.
Como una
doblemente defendida: por su solidez
por su belleza. (¡No es
la bellezja
y
un elemento de
de duración? Un edificio en el que no pone belleza ¿no será siempre endeble? La Catedral de Mallorca es fuerte y bella hasta darnos resistencia,
se
la
impresión de
Y
el
sol
lo
de
indestructible,
lo
eterno.
parece haberse complacido especialmente
dándole un precioso y suave color dorado. Brilla el sol sobre toda Mallorca de igual modo,
en
y
ella
sólo a la Catedral
ha dorado
así.
gracia divina que sobre todos los
Imagen de
hombres
la
se de-
.
DBXFIIíA
32
BUNGE DE
GAI.VEZ
rrama y sólo recogen y muestran en su esplendor almas privilegiadas de los santos. Magníficas son las puertas de la Catedral, tres. La primera es "la puerta del mar", son y y está cerrada para que la admiremos mejor. Se abrirá, quizá, de par en par, cuando, en homenaje las
.
a los sueños y a la intrepidez de se
vean venir desde
Raimundo
la costa africana las
musulmanas convertidas
a
Lulio,
multitudes
Abriráse,
Jesús.
sin
duda, para recibirlas, "la puerta del mar". De las otras puertas del templo no nos dijeron
el
nombre.
Mas
la
que da frente
al cuartel
c'no es "la puerta de la ciudad"? Esta puerta jus-
tifica ella
el
cuartel
y
el
armamento,
diciendo
que
guarda tesoros dignos de ser defendidos. Tam-
bién está cerrada; y ha de abrirse, a no dudarlo, si atacada la ciudad necesitan sus soldados el auxilio
de las fuerzas divinas.
aquella
Y
más humilde que da
la
tercera puerta,
a una calle angosta
en donde se agrupan las viviendas, debe ser "la puerta del pueblo". Está perennemente abierta, para los íntimos,
pequeños anhelos de todos
los días...
Por ella entramos, y una vez en el santuario -comprendemos que todo él es puerta del Reino, "Puerta del Cielo"...
MALLOBCA
La
33
Mallorca
luz en
¿Desde cuándo está aquí este bello sol que hoy gozamos? Parece que desde siempre, pues en ninguna parte puede hallarse más a gusto, ni ser
más bellamente recibidos. Es Mallorca un poco como aquel claro cristal con que compara al alma Santa Teresa de Jesús. Un alma cuyo centro sus rayos
habita
Señor, y
el
intercepta
enturbia
ni
Así,
en esta
una
pureza
en laque, siendo
isla
y
los
rayos
pura, nada
ella
del
divino
de Raimundo Lulio, transparencia
sol.
de
el aire,
nos
maravillosas,
transmite la luz con caracteres que no parecen hallarse en es inútil
Y no donde tanta belleza
ninguna otra parte de
que reine
así la luz
la tierra.
hay para poner en evidencia. Tengo, ciertamente, impresión de hallarme dentro de un topacio donde todo brillara con inefable suavidad. Hasta
la
los
más
recónditos pliegues
de
la
montaña
se
han
iluminado, y nuestros ojos parecen gozar de un
cance mayor que
el
al-
habitual. Diríase que poco falta
para que veamos a Dios. cQué extraño es entonces que en este ambiente sonaran las palabras exquisitas del
El
diálogo entre "El
color en
el
Amado"?
Mallorca
c'Cómo hablar de del color?
Amigo y
La
luz es
la
como
luz
sin
el
alma
hablar también del color,
y
el
DELFINA BUNGE DE OixVEZ
34
color es el cuerpo
que nos hace
Claro está, por lo tanto, que
color.
Esta
isla es así la
Meca de
para qué decir con palabras
(jY
colores son?
lo
allí
los pintores.
que aquellos
Los colores de Mallorca tienen
alas;
Mallorca andan esparcidos por
colores de
los
la luz.
en Mallorca, extraordinario es también
la luz el
visible
extraordinaria es
si
el
mundo en centenares de muy bellos cuadros. Al modo que se dice es nuestra tierra "el granero del mundo", podemos su arco
Y
iris;
el
estos colores
que Mallorca es su paleta,
decir
granero mundial de los colores.
que viajan en
alas del pincel
y del
arte,
todos los conocemos. Hasta he de confesar,
en
que
lo
me
toca,
que
si
bien he visto a Mallorca
como dentro de un diamante la plenitud del día, solo
resplandeciente en
conozco sus horas álgidas
de colorido, su amanecer y su ocaso, a través de la pintura. Agradezco así a los pintores el haber
completado mi visión de aquel paraíso de los ojos... Cierto es que el haber vivido algunas de sus horas
me ha
sido
una clave para
apreciar
las
obras
de aquellos artistas que se dieron banquetes de luz
y de color, permaneciendo semanas enteras en isla que Dios creara sin duda para ellos. Así, si ante los casi inverosímiles matices
uno de sus paisajes pintados, alguien
me
la
de
dice:
"Estos colores no son del cielo ni de la tierra",
yo
le
respondo: "Son de Mallorca", y sé que
pintor está en lo cierto; que así debe ser
amanecer.
Y
si
allí
el el
ante un tríptico cuyos rojos hieren
MALLOEOA
35
hay quien proteste, igualmente digo: "Así deben incendiarse las rocosas cumbres de la isla de oro en los ocasos". Ante aquellas telas, vista,
la
por
fin,
nuidad
cuyos matices parecen sobrepasar en
"En Mallorca inesperado.
bajos o
más
deben
te-
repito:
a los ojos un alcance
la luz regala
Allí
me
la aurora,
tonos
revelársenos
altos en la escala de colores
que estamos habituados".
a
llos
de
los colores reales
más
que aque-
Gomo
el
oído
ejercitado del músico percibe los cuartos de tono
do sostenido y el re bemol, una coma más alta éste que aquél, así en esta patria de los pintores han de afinarse los ojos
y
la diferencia teórica entre el
y percibirse cuartos y octavos de tono en el color. Dicen que nc hay roca en Mallorca que no esté salpicada
de pintura; y se desespera el pintor un sitio no descubierto
recién llegado por hallar
por ningún colega. Inútil y vana desesperación.
Yo
desafiaría a
que
me
iguales.
todos los pintores del
trajeran de
allí
mundo
a
dos cuadros espontáneamente
Los pintores no pueden
repetirse,
porque
no se repite. En cada minuto que pasa, en cada paso que se dé, el panorama es otro. Sin el color allí
contar con que otra es también tista.
se
Todos
parecen.
los
el
alma del
Conocemos de memoria
nocturna, con sus góndolas des, los reflejos
ar-
cuadros de Venecia, por ejemplo,
como
de luces en
obscuridad parece surgir
el
el
la
Venecia
misteriosos ataú-
agua, y de cuya
canto de los gondoleros,
diciéndonos que a pesar de las apariencias mor-
delfín A BUNGE DE GÁLVEZ
36
no todo muere, ya que el hombre canta; y los cuadros diurnos con los palacios blancos y los matices idénticos en las palomas y en los mármoles de San Marcos. Pero los paisajes de Mallorca serán siempre nuevos. Sus pintores no tietuorias
nen ante
sí
un sujeto definido como Venecia y
sus canales, sino que el sujeto principal en esta tierra parece ser, las
no
el
mar, ni
las
montañas, ni
formas, sino tan sólo la incorpórea luz y
el
color, inalcanzable a causa de su movilidad con-
tinua. texto, lor
Las formas no aparecen sino como un precomo un cañamazo, para que la luz y el co-
borden en
Un
ellas.
solo cuadro de Mallorca
es como un compás o frase musical arrancada de una composición; hay que oír la pieza entera. Habría que mirar una serie de obras allí inspi-
en la que se hallare retratado algo como tiempo que pasa en el color fugaz de cada
radas, el
hora. Bien podría realizarse
de Mallorca, con este solo
un
de cuadros
reloj
cada
título,
uno: "las
dos", "las tres"; o bien: "la hora blanca", "la hora rosa", "la hora azul". Sin contar con las grandes
horas de las diversas estaciones, de los almendros
como
florecidos
auroras, de los ocasos estables en
Verdadero
las arboledas rojas del otoño. sol,
del
tiempo, de
más que
quiero algo
¿Quién
me
luz eterna
minosas
la luz el
y
del
se
deslizan
reloj del
Pero yo
retrato de la hora pasajera.
dará en un cuadro
y del color
color.
fisonomía de
la
inmutable.'^
sobre
la
Las horas
isla
la
lu-
maravillosa,
.
MALLORCA
37
digna tumba de Raimundo Lulio ... el
Y
es quizá
místico mallorquín, "el doctor iluminado", quien
nos revela, en los matices de su alma,
la
única
que no sea fugaz, y que no pueda medirnos reloj ninguno
luz
.
.
Valldemosa, refugio de Chopin
A pesar de este magnífico sol, al subir por la montaña, en mitad del camino, nos sorprende el frío. Mas en la casita que habitó Chopin, contigua a la Cartuja, nos recibe un pequeño jardín amura-
donde parece haberse encerrado
llado,
dejando
solar,
licioso;
que nos
el frío afuera.
calor
el
Abrigado, verde, de-
un verdadero nido que nos reconforta y ofrece, a sus pies, un extenso, bellísimo
Una tierra que desciende ampliándose, como un manto ex-
paisaje lleno de quietud.
suavemente,
tendido del Señor. Todos los tonos del verde
man
allí
del
color
los
ojos.
for-
una escala lentamente progresiva; melodía hecha para
descanso del espíritu y (¡Habrá hallado aquí descanso el alma el
soñadora, apasionada, tierna y fantástica que nos revelan los poemas musicales de Chopin? Junto a la
serenidad del paisaje
venturadas
— ofrecíasele,
mensa paz
del claustro
— espejo por
de almas biena-
añadidura,
y de su
iglesia.
la
Pero
inla
paz falló a Chopin posiblemente. Impidióle, quizá.
DELFINA BTJNGE DE GÁI.VEZ
38
gustar de aquel divino sosiego la caprichosa qui-
mera de un amor por demás profano. Su inquieta mariposa de fantástico vuelo, inaccesible buscaba la
haya hecho
espíritu,
¿qué
flor
que no pudo hallar aquí? ¡Dios
alma Por
florecer al fin para su
das las lágrimas, por toda
I
to-
la poesía
y la belleza habrá dado Dios,
que en su música nos legara, c'no fin, al romántico Chopin el infinito reposo que pudo soñar y que posiblemente nunca alcanzó, por ni
aún en
este luminoso paisaje lleno de quietud?...
La montaña
Y
seguimos camino a
agua y entre
llas del
montaña
las
Soller,
pueblito a ori-
montañas. Atravesamos,
es
mar; y que fuera maravilla a cualquier luz, en esta luz maravilla de maravillas. Pero entre
el
mar y
pues, la
sin perder la vista del
este paisaje,
las
montañas hállase
el
espíritu
como más
dividido por impresiones diversas. Así, quiero
bien concretarme a las sugestiones del camino de vuelta,
y en
el
hecho directamente de Soller a
que impera únicamente
didos entre
el oleaje
haber entrado en El
mar
es
como
el
la
la
ciudad,
montaña. Per-
inmóvil de la roca, parécenoa corazón mismo de la
los ojos del planeta
y
el
tierra.
mirarlo
nos induce a una plácida y vaga ensoñación. Las
montañas nos muestran un
alma más salvaje
.
HAIXOBCA
más
primitiva,
y
39
mismo tiempo más en contacto
al
con nuestra propia naturaleza humana. El mar es como un sueño de la tierra, pero la montaña nos muestra su fuerte realidad corpórea. Henos aquí, pues, entre dos murallones de
montañas. el
No
en qué abismo se ha quedado
sé
mar, que ya no
montañas
alcanza nuestra vista. Las
lo
del lado derecho son de piedra leibrada:
por las aguas, por
los siglos,
por los cataclismos,
Las del lado izquierdo, y más adelante labradas por
buriles del Escultor Divino. llenas de vegetación,
hombre. Allá abajo, muy abajo, aparece ahora un Pueblito de casitas blancas, tan diminutas el
desde esta altura como conchillas y caracoles api-
ñados en una playa. Bástanos,
me
digo,
subir a
hombre y a su habitación: como moluscos en una playa. Mas luego me respondo: i¿Pot qué hemos de juzgar las cosas por su tamaño? "*/ano es extasiarse ante lo inconmensurable del espacio y de los mundos
esta relativa altura para ver así al
.
sin
considerar
que
Dios
puede
haber
.
realizado
mayor maravilla en lo más pequeño y haber en aqueel alma humana puesto lo más grande llos caracoles, como ahora nos aparecen los habisu
—
tantes del profundo valle
metros
Setecientos
minos escalonados en de
la
montaña.
Y
idéntica manera.
—
.
hemos
subido
zigzags, sobre
por
una misma
cafaz
ahora bajamos zigzagueando de
Camino cuya
línea
quebrada cae
desde la cumbre hasta abajo en forma de relám-
DELFINA BUNGE DE CALVEZ
40
pago, y en
que,
el
como relámpago,
se desliza nues-
tro automóvil excesivamente rápido. Si así
bajamos
nosotros con nuestras máquinas, (¡cómo no ha de
bajar la mirada de Dios hasta Alégrese
el
pueblito
de conchillas,
brilla
al
el
humilde valle?
como un apiñamiento
que,
pie de
la
montaña, pues
para ornamento suyo ha creado Dios estas altu-
y magnificencias
ras
El hombre
He
en este lado izquierdo que decía,
aquí,
el hombrt. T^a montaña ha vuelto una especie de torre con muchos pisos regulares; un castillo trabajado y alhajado de jardines; una escalera de gigantes. Escalonada está la montaña por la mano del hombre: ya por
la
montaña labrada por
que
se
caminos
que
le
solamente,
ya
por
simétricos
dan un aspecto encantador. Nada
vergeles
quita esta
de la montaña, y subraya su belleza con el sobrio dibujo lineal de sus planteles de árboles frutales. La naturaleza ha dejado en prolabor
sino
tenaz
que
piedad
a
magnificencia
la
dulcifica su fisonomía
al
hombre
subraye en
la línea recta
para que con
los jardines la gracia
de
ella
las naturales
curvas del ramaje.
Y
ahora, a la derecha, del lado de la roca
desnuda, en aquel otro desfiladero de montañas
MAIXOECA
41
que alzan sus múltiples, indómitas cabezas, ^no distinguimos también el pasaje del hombre? ¿Qué
como de hormigas que sube hasta las cumbres abruptas? Toda la montaña salvaje y ruda está como dibujada por una mano que tiembla; como por una línea trazada con tiza por la mano de im niño en un pizarrón inmenso. es,
aquel
sino,
senderillo
El pizarrón es de piedra clara y gris, y la línea curva y quebrada brilla al sol. Así, más que como
de hormigas,
senderillo
ahora
aparece
—
aquel
vez!
¡otra
teado que deja en su camino
me
humilde trazo
— como el
el
rastro
caracol
(el
pla-
"bi-
cho baboso" que cuando chicos mirábamos dibujar en
el
suelo con su invisible lápiz). ¡Tan poco es lo
que modifican
allí
estos
caminos del hombre
la
naturaleza abrupta y fuerte!
hombre pequeño e intrépido; del lado de la montaña por él domesticada, la labor del agricultor que ha puesto su nota Del lado de
tierna,
que no
la
roca viva,
el
humilde y sumisa a la naturaleza; su labor es nunca destructora. Si en aquellas al-
turas es aquí,
la
en
el
rastro del
el
hombre como
el
del caracol,
labrado de los huertos, se descubre
nobleza del alma humana, que ni aun en tarea
tan utilitaria ha querido o ha podido prescindir
de
la belleza.
se
levantan
de este lado les
Porque
si
de aquel lado
las
montañas
como gritos inmensos de la hombre ha armonizado estos
el
tierra,
gritos,
ha dado medida y ritmo, y ha compuesto con una dulce melodía.
ellos
LA COSTA AZUL
Llegada a Monaco, de noche, como a tantos otros puertos. Pero (¡dónde está aquí la noche
y su misterio? ¿Dónde esa impresión intensa y como de enigma cuyo esclarecimiento se espera? Al llegar así, de noche, a una ciudad extraña, el y en silencio, confidencia; una como en el momento parece que contiene la respiración para no perder nada del secreto que quizá va a confiársele y que espíritu suele recogerse con respeto
de recibir
alma desconocida de la ciudad: esa alma que sólo poco a poco se revela al recién llegado... Aquí no hay confidencia ni secreto. En cuanto el vapor se acerca a sus orillas, la pequeña ciudad es
de
como
el
Monte Cario
expuesta
en
que desde
el
primer golpe
en su plenitud
el
ojos
como
toda iluminada, para
de
extranjero.
vista
Como
la
aprecie
en un gran
como para que todo luzca y nada quede escalónanse en la montaña las casas y los
escaparate, oculto,
se ofrece a nuestros
una vidriera
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
44
grandes edificios. Tiene, por otra parte,
de Monaco
la
moderada, pequeña,
de cosa
la
delicadeza de un objeto
rada
labrado,
pues hasta
la
na-
complace aquí en demostrar que tampuede ser civilizada. El agua es como
turaleza se
bién ella
una piedra de
reflejos varios,
delicadamente engarzada en
de sus costas.
Y
luces reflejadas o
las
nuevo
aro bien dibujado
esmeraldas
rubíes,
de "cambalachería", según de
un "agua marina"
ahora, en su fondo obscuro y cam-
incrústanse
biante,
el
los
y zafiros
diferentes
colores
como encendidas,
con
fulgor, dentro del agua.
Bajamos y andamos; y almorzamos
al aire libre
o
es
de noche o es de día;
tomamos
te en
un hotel
donde, en un solemne y aburrido vestíde peluca y panbulo, nos sirven los gargons
de
lujo,
más democrático y acompañados por una original orquesta que emplea entre sus instrumentos una inmensa talón corto, o bien en lugar
ameno,
Y
por dentro o por fuera, y a cualquier hora, y por cualquier lado que se le mire, este lugar es siempre lo mismo; su significación harmónica.
se
nos brindó desde
es el jazz-band.
el
prime^r instante.
Es
la
vida
más fiel Hasta nosotros mismos nos hemos
en pleno bazar;
la
vida cuya expresión
convertido en vivientes muñecos que, con nuestro
de turistas, flaneurs y despreocupados, completamos el ambiente; en el aire, iluminado de sol y perfumado de suaves brisas marinas, nos parece movernos también dentro de un escaparate. aspecto
LA COSTA AZUL
45
Todo adquiere aquí una como mayor
evidencia.
Hasta los viejecitos reumáticos que, tomando sol, caminan penosamente apoyados en sus bastones, parecen no tener otro objeto que dar más relieve al cuadro, amenizar el paisaje. No se le ocurrirá al turista que aquellos son seres que tal vez sufren. El mar y las montañas mismas parécenme ahora objetos destinados a usos la
frivolos,
contemplación del artista o del
de
al lujo
los ojos ociosos
nunca a sino
filósofo,
o de las naturalezas dé-
que precisan de este clima, y no tampoco para
biles
amar o
sufrir, sino
perficial o
tan sólo para esta su vida su-
simplemente vegetativa.
Brillan en las ramblas los collares
que en
y pulseras
exhiben y que el sol se presta a realzar; chillan en profusión los colores y las las vidrieras se
sedas de las tiendas,
como
dos del jazz-hand de moda. so (¡hemos visitado lettes,
el
los sonidos desorganiza-
Y
ante tanto lujo
fal-
Casino: las horrendas
toi-
horrendas pinturas
las
decorativas, la ho-
rrenda vejez ávida de francos!),
en cara y
la sencillez
distinción
y
la
el
lujo
nos aparece como
nos la
da
única
única aristocracia dentro de esta
kermesse viviente.
Igualmente lucen aquí, en estos deslumbrantes mediodías,
las
dras finas y unas los guijarros del
papel,
y
los
perlas de fábrica
que
las pie-
con otras se confunden. Hasta
mar en
brillantes
lorizado a nuestros ojos,
estas joyerías harían
buen
verdaderos se han desva-
no diferenciándose mucho
.
.
DELFINA BUNGE DE CALVEZ
46
de un trozo de vidrio arrojado entre
mismo modo poeta con
el
Del
la arena.
iguálanse todos \ús espíritus: el del del
más
necio caminante; ninguno
aquí otra cosa que hacer que tomar este
tiene
y mirar estas vidrieras La naturaleza, dócil al gusto de esta ciudad de paseantes nos muestra y de traficantes, ahora un sol que tiene los caracteres de la luz arti-
poco de
sol
.
—
ficial:
talla
.
—
de lamparilla eléctrica a través de
la
pan-
blanca de las nubes o celeste satinada de la
Y la montaña es, cuando el sol declina, como un estuche abierto sobre cuyo terciopelo
atmósfera.
verde que se apaga, muestra las casas y los edificios como una clara y pintada porcelana. Por fin,
de noche,
parecen,
al
levantar los ojos,
sobre terciopelo azul,
las
ticas e inimitables piedras preciosas.
quisiéramos infinitos,
volar
y
pasearnos
por
las
estrellas
únicas autén-
Y los
hasta
las calles y hoteles de Monaco alma no tiene nada que hacer.
porque en
o de Niza
el
allí
espacios
.
GENOVA
En
contraste con Niza y
pintura — Genova
Monte Cario
— de-
Hay coración y una tranquila belleza en este grupo compacto de es la realidad.
edificación, en el conjunto geométrico de sus líneas,
aunque el
lo
veamos hoy envuelto en brumas, desde
puerto. Afírmanse sólidamente, rectas sobre
el
agua, las grandes construcciones que, con ser gran-
des y macizas, dejan que sobresalgan entre ellas, y s^obre ella« extiendan su soberanía, los templos.
Todo parece
señorial
en Genova: las casas,
las
calles, los grandes jardines que den por la montaña y que hemos visto en el magnífico camino hacia Portofino-Kulra. Fúndense en esta ciudad lo antiguo y lo moderno en un todo
en espiral ascien-
armónico. Y, en todas partes, la despreocupación
vano afeite, no necesitar de del
Mostrábanse el
la
despreocupación del que sabe
afeites para
también
ser bello.
perpendiculares
sobre
agua las vastas construcciones de Monaco, pe-
DELFINA BUNGE DE CALVEZ
48
ro parecían de juguete, o por lo
menos "de oca-
sión", sin verdadero arraigo en la tierra, puestas allí
para
la fácil
con profunda allí
y
superficial admiración del tu-
Mientras que a
rista.
ha de
raíz,
las
de Genova siénteselas
plantadas para
crecer, tener ideales
— para
de Monaco y de Niza escalonados exhíbense para
cios
—
tras
el
hombre que
y morir. Los
el
edifi-
mayor
efecto
paseante.
Mien-
que aquí, en mayor homogeneidad de naciomayor unidad de vida, afírmase el
nalismo, en
núcleo fuerte de la edificación, y, sin propósitos
deslumhrar
de
más
cierta
por
la
al
viajero,
y más segura de
consigue
una
belleza
misma; fué labrada no por el ej paseante. Si Niza y Monte Cario son decoración y pintura, Genova representa la realidad. Y la realidad responde mejor a vida y para paseante y para
los
la
vida
sí
— estable — y
anhelos nuestros.
El Cementerio
En medio
de perspectivas que
la
magnifican
y que no parecen conducir al mundo de los vivos, esta ciudad de los muertos es como un mundo aparte. Colocada en mitad de una colina y en tiene medio de un extenso marco de montañas,
— —
ella
misma
la
forma de un gran túmulo, con todo
su enorme pedestal labrado.
Porque esta colina
GENOVA
como un monumento
es
en sus laderas hasta
el
49
natural,
labrado
caminos que
jardinillos de césped, los
ahora
por las tumbas, los
valle,
escalan.
la
La
iglesia ocupa, en la meseta, el punto central y culminante. Desde ella parten los senderos en declive, donde se escalonan las cruces o las galerías horizontales
con su florescencia de mármoles,
como canteros de azucenas. Así, variadas son las perspectivas dentro del cementerio mismo, donde hay "muchas moradas", como en la Casa del Pahay tumbas que reposan en lugares bajos humildes; otras que, en movimiento ascendente, y dre;
suben por
la
cuesta; otras que se acogen a la som-
bra de las galerías techadas o de la iglesia misma.
Y de
montañas como como defendiéndolos
hacia todos lados vense las
guareciendo a los muertos,
vanas o impías concepciones de
las
los vivos,
o desafiando a los vivos a sostener frente a te
pensamientos vanos o pequeños
Como nible,
hallo en todo esto
alguien
sepulcrales
me
.
.
la
Muer-
.
una belleza
indefi-
recuerda que estas esculturas
son "mediocres". Las hay bellas, sin
embargo, y es casi preferible que no sean todas extraordinarias obras de arte que nos obliguen a ante una u otra estatua. Es justamente esta homogeneidad en el sinnúmero de
detenernos
figuras:
hombres,
mujeres,
uniforme expresión de para mí o
la
beljeza
fe,
del
ángeles,
de piedad,
conjunto.
niños; lo
esta
que hace
Los escultores
marmoleros que trabajaron aquí debieron
ser
.
DELFINA BTTN6E DE GÁLVEZ
50
todos creyentes. Es
el
cuentan igualmente Pero
si la
móreas,
galería,
se
azucenas,
me
pueblo cristiano, en
los
vivos
y
los
el
que
muertos.
.
con su profusión de figuras mar-
como un cantero de
representó
veo ahora que estas azucenas se han
como nacidas que son en
vestido de sombras,
En
invernáculos de la muerte.
los
verdad, no imagino
mejor decoración funeraria que esta pátina que, como con sombras trazadas por un experto esfumino, matiza las esculturas en este cementerio. Pátina que sólo he visto aquí, que da a los már-
moles un tono suave y grisáceo, y al mismo tiempo un brillo apagado como de seda; pátina que presta a las figuras escfulpidas las cualidades del gra-
bado o de adquieren
las así,
Las túnicas marmóreas la flexibilidad de
grisailles.
en
apariencia,
y hasta parece que una levísima respiración animara. Y me pregunto: ¿Es posible que ésto
la tela
las
sea obra de la humedad, del acaso? Estas sombras,
hechas
de
humedad y de tiempo acumulados,
parecen nacidas del ser el rastro de
no
sé
corazón de
los
muertos,
o
qué humeantes, inexhaustos
e invisibles cirios votivos.
.
Y me
.
persigue, a lo
largo de las galerías, del cantero funerario, donde el
ignorado artista
— ha
— quizá
un Ángel compasivo
embellecido las "mediocres" esculturas cu-
briéndolas con tenues velos de sombra, con som-
bras
como de piedad y de
duelo; en este cemen-
que aparece separado del mundo de los vivos por un parapeto de montañas me persigue terio,
.
51
de un hermoso sueño soñado en un pasado
la idea
uno de esos sueños que reaparecen en la memoria embellecidos también por una pátina misteriosa hecha de eternidad y que nos dejan
lejano;
sé qué impresión de certeza espiritual, algo más que consoladora. Es la impresión de cierta beatitud materializada, como la que vaga ahora por
no
estos lugares. gris las
sobre
Y
levanto los ojos; y en este día
nubes y cielo
el
que todo
se
las nieblas
y sobre
son otr
suave pátina
i
De manera
las montañiis.
ha vuelto ahora extrañamente armo-
nioso.
"Sin embargo, esto no es un sueño; esto
existe
y
me
es real,
digo.
Nuestro mundo
con estas cosas debajo del
sol".
Y
es así;
comprendo
que Dios ha amado al mundo que nos dio por habitación; si no, no lo hubiera hecho tan bello. Dios
— con
de
celo
Artista
— ha
encontráramos bellas sus obras.
Y
querido
que
ahora que
le
hemos admirado, ¿querrá desacreditarse a nuestros ojos, abandonándonos a la corrupción y a la nada? Este cementerio, en medio de esta belleza, de estas grandes
perspectivas,
parece
colocado
aquí
por
Dios mismo, para que en El confiemos, aun frente a la
Muerte
.
.
.
TÚNEZ, HACE ALGUNOS ANOS
Por
primera
vez
me
en
encuentro
so-
el
ñado Oriente. Es en Túnez, y me pregunto: ¿Me nuevo para mí, del alma humana? Tengo la impresión penosa de sentirme como en medio de una borra de humanidad revelará esto algo,
.
De dónde me concreta
es,
viene esta impresión casi
no sabría
decirlo.
física,
.
tan
Quizá del aspecto
de río revuelto que forma, en algunas callejuelas, esta mezcla de emigrados de otras tierras, de restos de razas, indefinibles algunas, traídos aquí por
no se sabe qué vientos encontrados.
.
Parece que aquí nada tiene arraigo, que todo está fuera de su sitio.
blancas casitas sajero
venerada
parecen tener arraigo las
como palomas en pamonumento musulmán,
Ni el tumba de San como marabú (y
descanso.
pretendida
No
tunecinas,
Luis,
Sidi-Bou-Said,
esta
ingenua
vene-
ración nos conmueve), ni los zocos con sus colores
de tiendas de paso, o de "exposición" ocasional,
.
BUNGE DE GÁLVEZ
DE3.FINA
54
ni los beduinos, ni los judíos, ni los turcos, ni los franceses.
.
Más de
allá
orillas
de un lago de olor insoportable y se nos muestran "las ruinas
estériles,
de Cartago". "Eres polvo y en polvo te conver-
que a
mismo
c'No se dijo esto a las ciudades, lo
tirás".
los
hombres? ¡Las ruinas de Cartago Nombre 1
sonoro y evocador, que sólo designa ahora una especie de canteras de mármol, cuyos trozos
turados están esparcidos por
no de convulsiones de la
es esta piedra el tesoro
tierra nos brinda,
sino el desecho de las
obras humanas. Cierto
descúbrense
es
Y
civilización muerta,
capiteles.
estos
no son
restos
sino corrompida
civilización,
.
.
.
de
Por
corrompida o muerta,
sombra de San Agustín. Pero San Agusestá ausente; hasta la sombra de su espíritu
busco tín
aquella
trozos
estos
ráfaga del lago pestilente
la
viene a susurrarnos que
sobre
en
que
columnas y de
de
restos
Pero nada más.
una
sino de convul-
No
siones de la Historia.
que
la tierra,
tri-
Producto,
suelo.
el
la
ha partido para Roma, Se nos señalan por ahí restos de circos de fieras, recuerdos de mártires.
Pero también
los mártires
sión penosa continúa.
Como
contraste,
.
han huido.
Y
la
impre-
.
viéneme
al
recuerdo
la
im-
presión de noble y pura espirituaUdad que poco antes experimentara al entrar en París. Al decir del
más
mundo,
las
ciudades
corrompidas,
y a
la
más
civilizadas
cabeza de
la
son
las
corrupción
TÚNEZ, HACE ALGUNOS AÑOS
nómbrase a
Mas,
París.
en
lización, se progresa
55
por motivos de
si
Mal hasta
el
los refina-
mientos perversos cpor qué no creer que
de una civilización
Roma de
Al lado de Nerón
la época.»^
Y
luego,
que,
junto
a
.
.
la
Francia actual
la
corrupción
mayor,
deben
más puros y más nobles
¿Dónde, sino en Francia, podía pro-
tierra.
la
más grandes estaba acaso
c'no
Así, en
encontrarse los espíritus
de
pervertida
la
lado de los verdugos estu-
al
vieron los mártires. creo
En
¿no se hallaban los espíritus
Séneca?
tratándose
lógico
cristiana.
Bien
mayor desenvol-
lidades del espíritu alcanzado su
Esto es doblemente
el
las nobles cua-
ha hecho igualmente su camino, y vimiento?
civi-
ducirse la deliciosa flor de Santidad que fué Teresa del
Niño Jesús?
Pero de
la
en
aquí,
Oriente,
se
paréceme,
trata,
decadencia del mal y del bien
al
mismo tiem-
po: de una decadencia completa y total del ser humano. Hasta que llegue el nuevo soplo y lo levante.
Pues
antonomasia, cristiana la
Y
civilización
la
única
— que
vuelta
•
'
—
civilización por
la
completa,
civilización
la
partió de Oriente, después de dar
mundo, en Oriente debe terminar.
en ninlguna parte habrá florecido entonces como
allí,
muy se
la
en üu propio suelo. futuro.
Y
.
.
Mas
mientras tanto,
acentúa un sábado
al
esto
la
es
un sueño
impresión penosa
atardecer.
.
.
delfín A BUNGE DE GÁLVEZ
56
* * *
Sábado
atardecer.
al
Barrio
por qué nos ha traído aquí
No
judío.
sé
cochero. Estamos
el
como en una trampa; como un ratón demasiado la trampa. Dudosa es la intención del auriga como dudosa es su raza. c'Hagrande y que desbarata
brá querido jugar a estos pobres judíos una mala pasada,
o habrá querido jugárnosla a nosotros?
¿Divertirse furia sin
de
de nuestra
ellos
.^*
difícil
situación
o de
la
Imposible aclararlo. Aquí estamos,
poder avanzar ni retroceder en
la estrechísima
Aquí estamos, en medio de un hormiguero Como una hoja o un bicho demasiado grande, nuestro coche ha alborotado calle.
revuelto y vociferante.
al
hormiguero
Es sábado. te
quizá
Y
momentos
pacífico
antes.
a pesar de la festividad, gran par-
de esta multitud judía es en este momento ne-
Unos venden y
compran.
Otros
pasean simplemente, con sus vestidos de
fiesta,
gociante.
otros
liay algunos casi suntuosos. Aquél, por ejemplo, la gran túnica y turbante de paño color celeste adornado de cordones. Es, nos dicen, "el matarife"
de
gran dignidad entre los judíos; cuchillo en piciatoria
el cuello del animal,
sino
alimento
de nuestro coche,
a
del
nuestro
que clava el no víctima pro-
el
pueblo. pesar,
Las ruedas voltean
la
TÚNEZ, HACE ALGTTNOS AÑOS
57
pequeña mercancía cuidadosamente expuesta sobre tablas, en los bordes
de vela que ga
al pasar.
de
la calle, entre
monstruo
el
míseros cabos
— nuestro vehículo — apa-
Las túnicas de colores diversos
se agi-
como banderas de un pueblo que no las tiene; los turbantes se indignan. Si nos quedamos inmóviles las gentes se enojan: en un idioma que no tan,
entendemos nos conminan a que salgamos. Si nos movemos se enfurecen los mercaderes dañados, y las gentes que, delante de los caballos, se ven obligadas a avanzar, pues a los lados no hay lu-
Arreamos, pues, a una multitud y otra multitud enojada nos sigue.
gar.
enojada,
El cochéío hizo mal, sin duda, pero nosotros
podemos
agradecérselo.
la expresión
Le debemos
el
haber visto
de aquellas caras de facciones abulta-
das y exentas de belleza. Le debemos el haber visto, de m i'iífiesto, aquella alma del mercader judío. Exprpsi'm de furia y sordidez que no se olvidan. Así debieron ser, me digo, los mercaderes que pro-
vocaron
la
indignación
de Jesús en
que ellos
ellos
el
Templo.
Casa de su Padre, profanaban. De buena gana tomarían
Jesús los echó a latigazos de
venganza,
echando a
la
los
cristianos,
echán-
donos a nosotros, intrusos en sus callejuelas, en su día festivo. Su humillada condición los contiene, y se contentan con lanzarnos los latigazos de sus insultos o maldiciones, que felizmente no
gritos,
entendemos
.
.
DELFINA BUNGE DE QÁLVEZ
58
Una mañana de de
Túnicas
negros.
sol.
Una
muy
Los nebros rodean
colores.
Y
putado santo.
turbulenta procesión
banderas
blancas,
éste hace,
de
marabú, hombre
al
entre
re-
paso y paso,
mientras avanza, cabriolas y saltos y contorsiones. Para excitarlo, un negro toca en un enorme tambor
y
Y
grita.
no,
con
tal furia que,
y de estar poco vestido,
rros sobre el
a pesar de ser invierel
sudor
betún lustroso de su
le
cae a cho-
rostro,
de sus
nervudos brazos, de su pecho; hasta diríase que el
negro se derrite o se destiñe. Este negro es como
una fuerte máquina de negro hierro hirviente que se llena de gotas de vapor. Por si aquella música no fuere suficiente para dar cuerda al que no sólo tiene la virtud de las cabriolas, sino también la de comer
los
manjares menos apetitosos, como ser
víboras y escorpiones que,
según se
vivos, otros negros tocan macizas
tañuelas de hierro.
agudo
chillido o
Y
dice,
y enormes
traga cas-
a esto añádese todavía
el
gorgoreo de las negras.
El concierto es tan infernal que instintiva-
mente nos alejamos temerosos por nuestros tímpanos, que no son de hierro, como parecen ser los de
ellos.
bras
algún
del
Y
nos explicamos las desesperadas manio-
marabú,
modo
a
deseoso
aquella
quizá
baraúnda.
de escapar de
TÚNEZ, HACE ALGUNOS AÑ03
Y
he aquí
el
en esta misma Túnez
silencio,
de tan múltiples aspectos.
59
Un
mediodía tranquilo.
Los árabes pasean lentamente
o están sen-
al sol,
tados "a la oriental" en las puertas de sus casas.
Hasta
los
más pobres
un
tienen
de tranquila
aire
nobleza; una elegancia hecha de gravedad y sen-
para llevar
cillez
que
blancas
veces
ei
veces
me
en
el
obscuras
ni
aire
aunlana
y de rasgos
despreocupado es casi
hacen
los nobles
Si
arpillera.
Las
de un blanco grisáceo. Las caras tostadas,
blanca, ni
de
sean
turbantes,
más son de
túnicas y
sus
pensar
en
los
nobles.
señoril.
A
Otras
griegos,
filósofos
romanos.
alma del mercader judío
me
apareció
cuando aquél vio volcada su mercancía, frustrada quizá su pequeña ganancia, y el alma ingenua del negro en medio del frenético bullicio, esta otra alma oriental, esta alma de los árabes, parece descubrirse mientras toman su taza de café. Hay "Estarán sentados que observarlos largamente. .
unos frente a otros. venes,
circularán
.
.
entre
.
Jóvenes eternamente jóellos
ofreciéndoles
que no emCorán como me persigue mientras contemplo a
(dos clases de cada especie) y
un
licor
briaga". Este versículo, repelido en
un
leil
motiv,
frutas
el
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
60
en
árabes
los
Hasta
cafés.
los
desheredado encuentra
saborear des-
de ahora aquellas delicias prometidas por
A
feta a los elegidos.
más
árabe
el
modo de
el
el
pro-
todos se les ve gozar, en la
paz de una desocupación absoluta, una especie de pregusto del Paraíso que esperan.
Hay que predican,
miento! inútil.
A
No
observarlos largamente.
con su actitud, ellos
no
No
.
.
¡Cómo nos
vanidad del movi-
se les sorprende
se sonríen.
tados en esteras
la
hablan
en ningún gesto
casi nunca. Sen-
— mientras
no llegan los tapices, con creo que de Persia, que el Corán les promete una gravedad profunda, la minúscula tacita hun-
mano (como toma
dida en la palma de la
campesino
Y
el
—
mate) saborean
el oafé,
nuestro
trago a trago.
entre trago y trago, y del todo indiferentes al
ruido del
mundo y
a lo que a su alrededor suceda,
parecen quedar sumergidos en una contemplación sin
fin.
Mahoma votos.
conocía
gusto de sus futuros de-
el
Si a estas gentes les ofrecieran
las alabanzas eternas,
el
volar,
el
el
cantar
cruzar los es-
pacios y visitar nuevos planetas, creo que estas
promesas no
les
sedujeran.
miento. Los árabes el
me
Ni música
ni movi-
aparecen silenciosos como
desierto que quizá atravesaron para llegar hasta
Y cuando los he oído tratando de cantar, su voz era sorda como sonido de arenas que se arrasaquí.
tran, el
y sus melodías monótonas
ruido del simún.
e indefinidas
como
TÚNEZ, HACE ALGUNOS AÑOS
¿Por qué
al
mentar
se alude
siempre a
rentes a
ellas,
en
las
el
"el paraíso
mujeres?
61
de
Mahoma'
Las frases
refe-
Corán, son generalmente so-
la misma edad que el y de mirar modesto ".Estas vírgenes de mirar modesto "estarán en pabellones"... Paréceme que ante las delicias del café (el "licor que no embriaga") y de los dátiles de dos clases (que en Túnez son realmente exquisitos) la promesa de las mujeres ocupa un lugar muy se-
brias:
"Habrá mujeres de
elegido, vírgenes bellas
cundario.
Bástanos contemplar a estos árabes tunecinos en este mediodía de
saboreando sus tacitas
sol,
de café, blancas como
las
paredes de sus casas,
delante de las casas blancas y chatas, ligeramente
abovedadas como
las tacitas
de café; basta verlos
más seductoras
pro-
mesas, las principales delicias del paraíso de
Ma-
así
para comprender que
homa, deben sentados,
con
las
consistir para ellos en aquel los
"estar
codos apoyados sobre magnífi-
cos tapices, unos frente a otros,
y bebiendo una
bebida que no embriaga..."
Y
ésta es quizá
la
aquí del alma humana.
revelación que esperaba
Cuando
sus inclinaciones
múltiples no están unificadas, equilibradas por cristianismo, ella es así:
O
entregada del todo
el
al
movimiento desordenado y vano como en el caso de los negros (cuando no a supersticiones absurdas, repugnantes y diabólicas como la del comedor de escorpiones); o puesta
por
entero en
el
.
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
62
material interés de la ganancia
de
los judíos;
sombra de
la
o "sentada en
la
muerte", como en
graves y tristes hijos de
como en
el
caso
ociosidad y en la
caso de estos
el
Mahoma
.
.
TRÍPOLI La mezquita Entro por primera vez en una mezquita. ahorna Para que no profanemos el templo de de polvo muchos con nuestros zapatos que traen
M
pueblos cristianos, nos brindan estos oscuros
consabidas babuchas.
Siento
mu-
algún
sulmanes
las
temor;
de encontrarme en su antro, con algún
el
maléfico espíritu invisible. ritu invisible ni hallo nada.
Mas no
hallo al espí-
La pequeña mezquita
preciosamente labrada y dibujada, con incrustaciones de nácar sobre madera oscura, y tan bonita con
muchas cúpulas, solo encierra un vacío impresionante. En vano busco ahora la sombra de Alah; los moros que nos acompañan no parecen tampoco igar. Y la imtener un sentimiento religioso del presión del vacío se acentúa. Ha> aquí un vacío mayor que en cualquier otra parte. Como si se notara o se respirara una gran ausencia. Un vacío mayor que en cualquier casa. Un vacío mayor sus
'
.
.
DELFINA BUNGE DE GÍX,VEZ
64
que en la calle. Un vacío mayor que en el campo. Y es porque aquí debía haber algo que no hay. .
A
pocos pasos está
María de
La
los Angeles.
pobre que
la
católica:
la iglesia
iglesia es
.
Santa
pequeña y más
mezquita, aunque con decoraciones
La
árabes también.
pequeña; pero está
iglesia es
tan llena que se ha convertido ahora a mis ojos la vida que derramada por el
en un pequeño universo para contener ella
encierra; tanta vida,
mundo,
ella
que,
sola bastara para llenarlo todo.
.
El barrio árabe pobre. Junto a
la
ciudad europea, que respira bien-
suntuosidad
estar,
miseria,
Ojos enfermos, y reMujeres y hombres cubiertos
de harapos que dejan ver rasgaduras, y penetrar
ciedad,
ser-
musulmanas. Fango,
suciedad siniestra.
pugnantes; ciegos.
En
como
arrástranse,
casi,
pientes, las sinuosas callejuelas
pueblos
el
cuerpo por sus muchas
frío.
el
.
hemos
visto
su-
pero en ninguna parte tan sórdida.
En
otros
orientales
pintoresca;
aquellos otros pueblos la suciedad
es
cubierta y disimulada por
Aquí hasta de
color
hay pobreza;
el color.
solo se ve el color de
la
mi-
Aterra la idea de que tuviéramos que bajarnos de nuestro coche. Tanta repugnancia nos causa seria.
la idea
de poner
los pies sobre este suelo
viscoso
.
tbípoli
y de rozar esta
peste,
65
como
realmente se tra-
si
tara de caminar sobre las verdaderas sierpes bajo
cuya
figura
luz, sin aire,
ofreciéronseme
estas
hasta sin agua,
al
a corta distancia
—
lo sé
callejuelas
sin
Y
ahí,
parecer.
porque
lo
.
.
he visto
— se
el mar. cQué castigo, qué maldición de Dios ha pasado por aquí? Si en otros pueblos de-
halla
.
seamos que de nuestros
el
.
aspecto local se conserve, para goce
ojos,
aquí quisiéramos que
europeo barriera por
Y mía,
fin
con todo.
el
soplo
.
preguntándome el porqué de esta impresión respondo que quizá es por lo mismo que
me
se halla este barrio dentro de la ciudad europea,
y
es así
como un alma de
en pecado dentro de el
mar
como un alma
hereje,
la cristiandad.
Quisiéramos que
azul lavara esta inmundicia, que la civi-
lización barriera esta miseria desprovista de poe-
que el cristianismo purificara este pecado... ¿Qué hace "Santa María de los Angeles" que no
sía,
irradia hasta aquí su intensa vida?
ÑAPÓLES Las hornacinas
"La día de
bella
sol.
Ñapóles" nos recibe con un bello
Entretejida de luz y de vapor, flota,
embargo, sobre algunos paisajes un poco de niebla retardada. Niebla luminosa que no se sabe si deslumbra o si vela tenuemente la tez de las
sin
aguas y ladas,
el perfil
como un
de
las riberas
montañosas y azuvela un rostro
"tul de ilusión"
de bellísimas facciones. En Ñapóles, donde todo es ternura, parece que la tierra amara al agua, y que al abrazarla la aquietara, convirtiendo al mar en tranquilo .
.
lago lleno de transparencias: dulcificado,
responde a la dulzura de
dad de Ñapóles ¿no
la tierra.
éCómo
el
mar
esta suavi-
es sólo aparente? Allí está el
Vesubio siempre humeante. preguntado:
Mas
De
lejos
nos habíamos
esa gente puede vivir a los
un volcán, en peligro constante? Mas una vez aquí comprendemos que los hombres se dejen
pies de
.
.
DKLFINA BUNGE DE CALVEZ
68
engañar y no puedan creer que esta tierra, esta montaña y este mar de tan suave aspecto quieran dañarles nunca: esta naturaleza canta como las sirenas.
.
Pero otras son aquí sólo la dulzura del
la tierra
to físico; la dulzura del espíritu es
por otro orden de cosas.
Ñapóles
No damos un
que nos acompañe
sin
Pues no hay y de su aspecincitada también
las sirenas.
mar y de
la
paso en
silenciosa insi-
nuación de estas sirenas no engañosas, sirenas no mar, sino del
del
cielo:
imágenes de santos
las
y de santas que nos hablan de eternas beatitudes... Colocadas en profusión, en las calles, dentro de pequeños nichos, en una especie de fanal, y hasta en verdaderos altares, estas imágenes son la nota
más en
el
y encantadora de Ñapóles. He aquí paseo, sobre el mar, un San Juan Bautista
tierna
blanco,
—
también,
chas luces.
tan
las
el
Pero
muy
—
con su altar, blanco que arden, en pleno día, mu-
¿era de mármol.*^
en
más que
pequeñas
estos
altares
capillitas
encan-
góticas o ba-
el frente de una casa o en una pared cualquiera, una Virgen con el Niño o con sus ángeles. Y he aquí, en medio mismo de la calle, sobre un gran pedestal, un Cristo rodeado de luminarias. Cuando el sol se apaga, cuando llega la noche, todas estas velas y lam-
rrocas que guardan,
parillas,
incrustadas en
encendidas por
un diálogo con el mente a las lejanas
la fe
cielo,
la piedad,
y
respondiendo
estrellas.
.
entablan
humilde-
r
,
las magníficas
Ni
Castellamare
69
ÑAPÓLES
pudieron
bellezas de Sorrento
hacernos
olvidar
las
y de hu-
mildes capillitas. A lo largo del camino, en lo alto de las esquinas ochavadas formadas por el muro que limita las huertas, solicitaba a cada ins-
tante nuestra mirada una
Madona de
dulce ros-
Pintada con delicados tro, sola o con colores, destacábase en su marco de mampostería, sobre el fondo de los limoneros esmaltados de dorada fruta {Kennsi Du das Land wo die Cilronen Niño.
el
don del cielo como quien tomando o de la tierra, que íbamos recoge las florecillas de un sendero. Con este, co-
hliihn?),
mo ramo
ofreciéndonos no se qué
de margaritas silvestres en el espíritu, el estupendo y extraño panorama
llegamos ante
de Sorrento. Barrancas de tierra de colores metálicos, cayendo a pique sobre el mar azul y verde pedestales
cambiante; parados
por
Dios
pilares naturales,
soberbios,
para
la
cortados,
edificación
que se afirman en
el
pre-
humana; agua; ar-
quitectura divina que ha incitado y que completa la
arquitectura de los edificios que
allí
se alzan.
Y
cuando toda esta esplendidez desaparece, a la vuelta, bajo la noche y la llovizna, por los caminos enfangados y con un inhábil chauffeur (no incita Ñapóles a la mecánica) ¡cómo nos acompañan de nuevo y nos confortan, en la vaga inquietud y en
el
cansancio, las hornacinas luciendo en la obs-
curidad
Sabemos,
sus
veías
o
sus
positivamente
lamparillas
sabemos,
encendidasl
que
si
algún
.
DELFINA BUNGE DE GÍXVEZ
70
nos ocurriera
accidente
en
lucecillas se
El Pesebre
camino,
el
que encendió para
piadosa
mano
la
pasante
el
aquellas
nos tendería piadosa y amiga
.
.
ariistico
Exhíbese, en este tiempo de Navidad, un pesebre
compuesto por
cientos
de
figuras,
obras
todas de buenos escultores del siglo XVIII. Conser-
por distintas y numerosas que poseía alguna la ha prestado para el Nacimiento que se nos muestra con el nombre de Preseppe artístico. Este dio una casa, aquél de más allá un tabernero, este otro un pevadas,
aisladamente,
familias, todo el
rrillo.
Envidio a aquellos que pudieron propor-
cionar las Sagradas Personas.
Y
¡qué a gusto se
hallan ahora estas figurillas todas juntas! Si algo sintiesen, al
En
¡cuánta
pena habrían luego de tener
separarse para volver a su dueño cada una!
su
conjunto
resultan
una obra
admirable;
tan armónica en su complejidad que se la creería
de un solo autor. Sin duda, una misma
mo
amor, habían guiado a
los artistas
fe,
un mis-
que en estas
obras humildes se aplicaron.
Y
así
habían compuesto este trozo de mundo,
y de mundo de mayor interés dentro del mundo y de los siglos. Y lo vemos presentado con tal naturalidad y seneste trozo de vida: el trozo de vida
nípoles
cillez
"71
elementos, sino englobándolos
(sin elegir sus
que hay que dreer en su verdad interna, aunque exteriormente no estuviese del todo conforme con las realidades de Belén. Descubrimos la influencia de "la bella Ñapóles" en las pre-
todos),
ciosas perspectivas del pueblecillo colocado en la
parte
más
alta del Preseppe artístico.
Y
más aba-
campos y poblaciones, todo está representado con un extraordinario lujo y perfección de detalles. Hay que observar hasta las ristras de cebollas y las frutas que se ofrecen a aquel público de talla, que en nada
jo:
mercados,
tiendas
orientales,
difieren a las de cualquier mercado, en cualquier
día y en cualquier parte del
mundo. Atestiguase
así cómo el Verbo hecho carne "habitó entre nosotros", en medio mismo de nuestras costumbres Vemos aquí a las gentes y cosas cotidianas. .
.
—
— minuciosas
encontrány acabadas esculturas calles o en las tiendas, dándose la no-
dose en las ticia
de
miento.
los
Y
sucesos milagrosos del divino Naci-
adivinamos, en las distintas actitudes,
el distintjo espíritu
con que estas nuevas se reciben.
Algunos personajes inician ya, de
vimiento
acudir
Otros, sentados ante
pen de beber llos
esto
ellos
ansiosos,
también
una mesa, sólo
— es evidente — para
el
mo-
"ver"...
y
se interrum-
reirse
de aque-
"cuentos de comadres". Nosotros, que todo
miramos, creemos en
palabra
y actitud
que parece decirnos: "Allí; yo lo he visy tanta es la elocuencia de su gesto que
del niño, to. ..";
la
.
DELFINA BUNGE DE GÁI-VEZ
72
quisiéramos
hasta la
el
con
correr
lugar que
dedo.
el
que
Jesús, al sitio en
chicuelo de
Llegaríamos
.
.
por los diminutos senderillos el
madera nos señaa la Gruta de
así
la estrella se detuvo.
se detiene nuestro espíritu
.
Con
ella
.
El Aquarium "Quis
Dominus?"
sicut
(jQuién
superará
la
imaginación de Dios? ¿No nos da aquí una mues-
de otros seres que El haría
trita
mundos y
si
quisiere:
de
que no podemos siquiera ¡Y pensar que hay ¿entes tan exentas de imaginación que hallan üiiicultad en admitir la existencia de Angeles y otros
con^'^bir
y que
seres
tal
vez existen?.
.
.
de Demonios!
He
— para
aquí seres quizá tan
difíciles
de concebir
quien nunca
— como
los
los
vio
mismos
Angeles: estos hongos y paragüitas vivos que rivalizan con el agua en transparencia y en fluidez;
más
finos
levemente
que al
el
cristal,
abriéndose y cerrándose
nadar, con una deliciosa perfección
de movimientos. Hongos vivos de
cristal flexible,
finamente incrustados de esmalte azul y esmalte rojo. Están vestidos con más gloria que Salomón,
mismo que los lirios de los valles ... ¿Y los peces como gelatina, en cuya gelatina se engarzan, como dos zafiros, sus inexpresivos ojos azules? lo
ÑAPÓLES
Miramos ahora la
de
estas plantas enroscadas
la "flor del aire",
mos carnosos y
73
y una
como
especie de crisante-
amarillos o escar-
transparentes,
y de pronto se nos revela en ellos la vida animal. Los pétalos filiformes se agitan en el agua como "cuernitos de caracol"; muévense con anar-
lata;
quía, la
como
si
discutieran
rumbo a tomar.
el
Y
planta quédase en su puesto.
bichos con su pobre vestido gris: todo
pusieron en sus casas, sus casas nacaradas...
palacio así:
poniente ellas
las
y
el
lujo lo
tan orgullosos están de
(¿qué rey tuvo jamás un
un palacio que
solidificado.^).
que no
Y
.
aquí van unos
como un
es
Tan
orgullosos
trozo del
están
de
abandonan jamás. Sobre sus cuer-
pos míseros y blandos
lentamente
arrastran
los
magníficos y fuertes caracoles, erizados de puntas como castillos con almenas. Más allá se ven peces
que imitan lo cual, en
mas
aspereza de la piedra,
la
quietud y
el
mar, presérvales de ser
la
las
vícti-
de sus voraces compañeros. ¡Seres tan inferiores y que viven, sin embar-
en un mundo de magia y de color; en un mundo de colores más brillantes que los que al sol lucen, y que ellos no pueden admirar! ¿Para qué
go,
habrá
allí
entonces
que no pueda indagar el por escondida que sea,
mensa admiración...
mará villa. Quizá para hombre en parte alguna,
tanta
Y
si
sin
^^
hallar
para
el
motivo de
in-
país de los peces
de inexpresivos ojos has puesto esta suntuosidad,
DELFINA BUNGE DE 6ALVEZ
74
Señor, c'qué esmeraldas y qué esmaltes y qué tal
cris-
habrá para tus Angeles? henos aquí frente a algo que más bien
Mas
lo más fantástico del aquarium y más fascinador: este gran pulpo. Hállase de humor activo, pues lo vemos maniobrar, trasladán-
es el
Demonio;
lo
dose a través de su prisión, de un lado
Se pasea
... si
acometer
el
su forma y
al
otro.
paseo puede llamarse a este maligno
agua.
A
cada
hasta su color,
movimiento cambia que va del rojo vivo
el blanco. Parece que por cuerpo tiene sólo una tornasolada tnnica vacía, y sus ademanes son los del fantasma aterrador de estos dominios. Mas no es vano fantasma: ya nos mostrará lo apasionante que para él es el comer. Echanle una sardina, y se nos revela en aquel ser informe una
hasta
avidez de fiera hambrienta. Levántase hasta cierta el
altura,
desplegándose todo y ahuecándose en
agua como
tela inflada por el viento,
pítase por fin sobre su presa.
en
el
Debajo
y
preci-
del pulpo,
espacio en que se ha extendido para atrapar
hubiera cabido un gato. Aparece desproporcionado el aparato de caza para la caza al
pececillo,
aquella.
Pero
aparece
desproporcionado
también
y deshecho como es el pulpo se alimente de otro ser de formación tanto más sólida y perfecta que la suya, como es la pobre
que un
ser tan fofo
sardinilla. ¿De qué terrible realidad moral es la imagen este pulpo.»^ Nada existe en la materia que no sea representación de algo espiritual que
.
NÁPOLE8
también
existe.
Temamos
el
75
mal que como un
tasma nos acecha, pues quizá cobre realidad del pulpo.
la
fas-
terrible
.
El Museo Antiguas
estupenda
de
viejos...
pero las
más
sobrepasan
la
griegas
escultEuras
estatua
del
orador
Hay también
y romanas. La Eschines,
cabezas
cabezas
de jóvenes,
extraordinarias son las de los que
edad madura.
se ajara la tersura
de
la piel
¿Era necesario que
para que, dibujándose
en surcos y arrugas, hiciérase visible la fuerza de la virilidad? ¿Necesario era que decayese la belleza
de to?
la cara c'O
63
para que se mostrara
la del
pensamien-
que estos abuelos de nuestra cultura
interpretaron mejor que a la juventud a la ve-
museo cómo los griegos romanos a la ancianidad escucharon, veneraron y
jez? Evidenciase en este
y personificaron en ella a la sabiduría. He aquí un rostro lleno de mirada. Es el rostro, la cabeza de Homero. La ceguera, en su expresión, es evidente.
Pero se nos revela aquí un ciego
que ve más que otros cuyos ojos están sanos; un ciego que ve en un mundo de ideas, de recuerdos, aunque de fantasías. Y se sabe inmediatamente que esta es la cara de un cieno nos lo dijeran go, por lo mismo que su mirada, que no está en
—
—
.
DELFINA BTJNGE DE GÁLVEZ
76
los
ojos,
toda
la
como esparcida intensamente en extensión del rostro. Todo el rostro mira, hállase
con una ansiedad de ver
mo
—y
de expresarse,
— co-
difícilmente se hallará en otra figura.
Y
mirando.
seguimos
Estos
hombres.
son
Cada una de estas estatuas o cabezas es un hombre. Un hombre real, lleno de vida, de inteligencia; con
el
testimonio, en su cara o en su actitud, de
haber vivido, pensado, sufrido.
No un
diría.
símbolo de
guió a tal hombre, ser,
muchas
Rodin,
al
ser,
esculturas modernas.
o pretenden
Al recordar a
París, tanto admiré,
junto a esto que ahora miro, aparé-
cemte no sólo lo
integral,
carácter que distin-
como parecen
que ha diez años, en
al recordarlo
que
tal
Un hombre
como un autor fragmentario,
dóneseme
sino
Y
encuentro también casi ridículo ...
per-
en atención a mi solo pro-
la insolencia
pósito — en mi ignorancia en materia
de arte
dar aquí una impresión personal, frente a
—
d*^
la es-
y romana que puede decirse que ¿Qué majaderías, me pregunto, nos presenta Rodin, en lugar de un hombre completo y real, con cuerpo y alma? Y no se diga que hay puro convencionalismo en esta estatuaria cultura griega
hoy descubro.
.
.
antigua. Porque a la vez de ser arte noble, adiví-
nanse en
ella
retratos fidelísimos: las expresiones
son tan distintas unas de otras, tan intensas, tan reales,
que
difícil
fuera
sometido únicamente, concebidas
.
.
el
inventarlas o
al realizarlas,
el
haberse
a normas pre-
ÑAPÓLES
77
Pero, a pesar de todo, ésto a
más que no hay
Necesito algo
mí no me
aquí.
basta.
Aquí está
el
hombre entero y real, rae he dicho, pero falta lo que levanta al hombre como sobre sí mismo. Aun los
no
dioses
son
aquí
en que
concepción cristiana,
posesión de Dios, en cierto
Falta la
hombres.
sino
hombre, con
el
modo
la
se diviniza. Falta
Cristo.
Pozzuoli:
He
el
Templo de Serapis
aquí
Templo de
el
Serapis: solo quedan
mitad hundidas en
algunas columnas
las
aguas
antiguo recinto y que prestan a las ruinas una como ficticia o malsana fangosas que inundan
Y
poesía.
como
si
el
un demonio adverso aun
habitara, espárcese, por las cercanías, al
parecer,
embarradas
la
miseria
la
pobreza y
asemejándolas
a
los
.
.
.
el
Pululan en estas la
las
fango y, calles
suciedad napolitanas,
de
arrabales
algún
pueblo
oriental.
Tocónos ver en
el
camino
la
preparación de
un
entierro pobre. Aprestábanse a llevar o a seguir
el
pobrísimo
ataúd
unos muchachuelos vestidos
de renitentes blancos. Eran estas vestiduras algo como nuestros dóminos de Carnaval, de altos ca-
puchones beza
terminados en punta, cubriendo
con sólo dos agujeros para
los ojos.
la
ca-
.
DEUIITA BtrWQE DE GALVEZ
78
Suciedad, fango y hasta superstición, réis;
la
que-
si
pobreza extremada en este pueblo, que tiene
mitad de su casa en
adonde se ponen
la calle,
a secar, colgadas, las indefinibles ropas y los ta-
Fango y suciedad
llarines.
de
bellezas
pero con los grandes
.
religioso
y de
las
Calles
de
pero iluminadas por las hornacinas dulces y protectores, intimamente
santos,
los
.
naturaleza circundante.
la
negro lodo,
de
.
sentimiento
del
respiraderos
asociadas al recuerdo y a la vida del pobre, que
vive la mitad de su vida en la calle.
.
Pienso que quizá alguno de estos pequeñuelos
que ahora chapotean en
el
barro, con los pies
descalzos, se irá a probar fortuna
que
ciudad allí?
bien
conozco.
.
.
a
cQué
aquella
gran
ofrecemos
le
El conventillo horrendo y la fábrica, con
solo respiradero del cinematógrafo
el
norteamericano
de deshecho (ladrones y "vampiresas"). se haya civilizado tanto que sepa ya
Y
cuando
leer,
se le
venderán, por pocos centavos, revistas de un lodo
más
pernicioso, por cierto,
juelas.
Y me
gritarle:
que
el
de estas
entra una gran pena y
el
calle-
deseo de
"Quédate, pequefíuelo, aunque sea en
las
Templo de Serapis; si en estas ruinas se oculta algún demonio adverso, mil otros te esperan en la gran ciudad. No vayas a la gran cercanías del
ciudad que yo conozco. ¿Qué te importa que tus pies descalzos se enloden si tu mirada puede lavarse en aquel
mar y en
aquellas montañas;
tu alma puede reposar en la
si
vecindad de las ca-
irÁPOLEs
pillitas
que
te protegen
79
No
y acompañan?
dejes
por un poquito menos de miseria material
aun quién
sabe! — tanta
riqueza
como
— ¡y
estas tie-
rras ofrecen a tu espíritu".
El Sudatorium de Nerón
cQué ha inventado
hombre que no
el
He
viera antes en la naturaleza?
de
la
montaña, una gran cocina natural, con su
gran caldero, ya que, según dicen, templa
que de
avecinan.
se le las
más
escondido,
y
allá, el
el
el
aguas
el
combustible
está
fuego no se vé. Sólo aparece, aquí
humo que
he aquí
las
Es una "cocina económica",
perfeccionadas;
sale
dras, para probarnos
Y
estu-
aquí, en esta parte
que
por arriba, entre la
las pie-
cocina está encendida.
gran horno interior, de temperatura
bien graduada.
Como
panes demasiado tostados,
vense esparcidas algunas piedras calcinadas, que
comienzan a ponerse negras. ¿Qué estará preparando gar
el
— con
invisible
cocinero
—
el
espíritu
del
lu-
tales ingredientes.?
Y
he aquí también, próximo a la cocina, el mercado natural. Como cestas desbordantes de provisiones son ahora
los lagos
vecinos,
en antiguos cráteres, cuya forma es una
nacidos
muy
re-
Adornados sus bordes con profusión de verdura, el agua en ellos parece que gular
circunferencia.
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
80
hierve: se la ve levantarse a borbollones; es directamente a
por
abundancia de peces en con-
la extraordinaria
tinuo movimiento. Diríase que
en sus millones de
Esto
pues,
es,
mas no
causa del fuego cercano, sino
el
agua misma vive
olitas agitadas
y puntiagudas. un almacigo de peces que el agua
templada favorece. Cocina, horno, aprender
al arte
donde nada si
El
pileta y abashombre puede aquí
la vida;
puede instalarse aquí,
todo junto.
tecimiento;
de
le faltará.
Si tiene calor échese al agua;
tiene frío ofrécele la naturaleza el curioso ca-
lorífero:
el
túnel o galería circular, dentro de la
podemos penetrar, y en donde Nerón tomaba, al parecer, sus baños de aire caliente. (¡Afición de Nerón por el fuego! Incendio de Roma; cual
cristianos
vivas
sirviendo
— símbolo
en
su
elocuente,
jardín
ya que
de el
antorchas cristiano, a
ejemplo del Maestro, ha de ser "luz del mundo", pero
que
— c'En
monstruo no podía comprender. el qué sudaiorium de temperatura no gra-
duada podría Nerón expiar sus crímenes? ¿Lleél la hora en que hallara excesivo el fuego al que tanta afición mostró?). Pero dejemos a Nerón. y sirvámonos armónicamente de la naturaleza y de sus dones. cQué tomaremos hoy de esta cocina, y de este garía para
.
calorífero,
y de
de pan vive
el
.
este almacigo de peces?
sólo
hombre, y en este horno podrían
sazonarse también frutos de sabiduría.
no parece
No
salida la
De
este hor-
palabra de San Pablo: "cQué
.
.
ÑAPÓLES tiene
81
hombre de bueno que no lo haya reciel agua, la tierra y el propio ser
el
bido?" El fuego,
para usar de
también por
mirarlo todo.
nombre aquí recibidos
.
Pompeya
no sólo corp oralmente, sino ya que nos fué dado el ad-
ellos,
el espíritu,
No
por cierto,
hizo,
se invoca,
Nerón, cuyo
un buen uso de
los bienes
.
—
La
Solfaiara
Después de haber visitado las ruinas de Pomalmorzamos plácidamente en el simpático
peya,
hotel vecino.
Y
digo plácidamente porque nos ha
acompañado durante toda la mañana un tiempo tan magnífico, hemos quedado tan satisfechos, los ojos
y
el espíritu,
de nuestra excursión, y ahora
mientras comemos nos cantan tan bellas y tan napolitanas canciones (oídas ya todas en nuestra tierra),
que todo respira en este momento
cer de viajar, el placer de vivir ...
Y sin
el
pla-
embargo,
venimos de ver una ciudad en ruinas. Sin embargo, aquella ciudad fué sorprendida
fuego,
el
justamente
en
y sepultada por
momentos como
éste,
en que todo respiraba, quizá, en medio del maravilloso clima, este placer
En y de
de
vivir.
¿Qué importa?
estas cosas no se escarmienta en cabeza ajena.
ni él
.
aún en cabeza propia; pasado el desastre, si nos hemos salvado, un bello día de sol basta
.
DELFINA BUNGE DE GALVEZ
82
para que
olvidemos todo. Inútil es que
lo
Pompeya
gima; sus ruinas no nos entristecen. Destruidas, aquellas casas parecen
dieron
el
aún más
alegres;
per-
si
techo material adquirieron otro de
cielo,
penetra y aerea todos los rincones, ilumina los amenos y armoniosos decorados y pinturas. Y vuelvo, pero a la inversa, a mis primeras re-
y
la luz
flexiones al trabar conocimiento con la tierra na-
Me
politana.
pareció entonces que la naturaleza
cantaba como una sirena para que se olvidaran los peligros del volcán. Y ahora me digo que es necesaria
constante
la
amenaza de aquel fuego
para que, en medio de estos paisajes, no se dejen los hombres engañar demasiado por la dulzura
de
vivir.
.
.
Para que no se pierda del todo
temor" saludable,
"el
que es "el principio de la sa-
biduría". Allí está para eso, accesible a los pasos la Solfatara.
de todos,
Hemos caminado
sobre su
ceniciento, sintiendo bajo nuestros
y como sonaba el mundo a hueco. Hemos visto cómo el fuego luchaba por salir hasta la superficie; cómo sus pequeños brotes se hacían camino, suelo caliente pies
formando un
siniestro vivero
de plan titas de humo.
Y no faltaban, para causar espanto, las grandes humaredas, las verdaderas "bocas del infierno", en cuyo fondo braman las olas de azufre líquido e hirviente y en cuyas orillas hierve hasta la misma arena. Todo esto es necesario para templar el
espíritu en la bella,
Ñapóles.
.
en
la dulce,
en
la divina
UNAS HORAS EN
.^ICILIA
Pasamos en nuestro vapor, a media noche, delante del Strómboli. Iluminaba
el
volcán en erup-
ción parte del cielo y de las aguas
natural y magnífico. boli faro
también de
En
como un
otros tiempos fué
los espíritus a
el
faro
Stróm-
quienes iluminó
deseo de una vida pura y una piadosa devoción por las almas de los muertos;
inspirándoles
el
por las almas que expían en bilidades
de su vida
el
terrenal.
Purgatorio las de-
Pues
aquellas llamas habíanse creído oir
— multiplicados
oído
dentro
—o
se
de
habían
lamentos y gemidos... Los la montaña, bajo el
haces de luz que florecían en nocturno,
cielo
se
convirtieron
entonces,
a
los
ojos del creyente, en señales hechas a los vivos,
de
en súplicas que subían los
muertos.
Y boli
y
.
morada
de
— dejados atrás Strómsugestiones dolientes — henos aquí,
henos aquí ahora, las
aquella
.
en pleno día, frente a
la
el
refrescante claridad del
DELFINA BUNGE DE GALVEZ
84
Etna. El altísimo volcán corónase hoy de nieve,
y con su aspecto como de monte entrado ya en la Gloria,
parece hablarnos de las almas rescatadas
y
Nos habla de paz
felices.
.
.
Como prenda
.
paz, de su deseo de no dañarnos,
un
el
de
Etna formó
una figura de Santa Águeda,
día con su lava
patrona de este pueblo que a sus pies se extiende,
y en cuya Catedral
se venera la milagrosa efigie.
Desde Catania hasta Taormina es esto lo que vemos: Nieve que brilla a ratos, descendiendo de las altas cumbres como en cascadas de plata; play tonos celestes nacarados; derroche de suavidad, de frescura, de transparencia que se
ta
y
nieve,
nos entra por
los
ojos,
mientras saturan
de un suave olor a limones,
los
el
aire
bosques que, du-
rante horas de camino, nos van ofreciendo su carga
de fruta color de sol,
que a ratos se
Y
los limoneros.
con
sol.
el
el
oro del
esconde, parecen puestos ahí
parece esconderse tan sólo
sol
propósito de que luzca mejor su obra de sa-
zón en cielos!
el
Para reemplazar
los
estos
limones...
— ¿Y
cuando
estén,
bosques cubiertos de azahar, nieve
perfumada que cubra
los
árboles
y que cubra
suelo, rivalizando con las nieves de las
cFlorecerán
¡oh
acaso
en
Primavera
los
el
cumbres? azahare?»,
cuando la nieve del Etna comiénzase a diluir, para que no falte aquí nunca la blancura; para alegría y delicia que esta acuarela inimitable de los ojos no pierda nunca la claridad de sus matices, esta su claridad de alma en fiesta?
—
—
.
UNAS HORAS EN
Y
85
SICILIA
ahora, en Taormina, lugar de antiquísimos
recuerdos, desde la terraza del Hotel incrustado en la
montaña como un nido
ciblemente
apacible,
miramos apa-
conjunto del paisaje: El Etna de
el
cumbres plateadas, suavemente resplandenciente, sin que ningún rayo de sol hiera la vista; a sus pies el
mar
color azul de cielo, las suavísimas cos-
y sobre nuestras cabezas, en nuestra cielo que es otro mar azul, las oscuras ruinas griegas, como en una bienaventuranza un recuerdo de lo que ya fué: ruinas
tas ondeadas;
misma montaña y bajo un
descascaradas
dados por
la
"Algún
como
me
fin,
así nuestros ojos
como
esqueletos,
atmósfera
.
.
fósiles
guar-
.
digo,
debe tener
de belleza".
Y
como
el
llenarse
difícilmente
un provecho directo para el cuerpo, algo más debe haber en nosotros que de esta be-
sería este fin
lleza
se
alimente como se alimenta de alfalfa
borriquillo.
satisfacción
gemidos
Algo más, que cumplida,
como
aquellos
si
quizá que,
nos
desde
el
haga
exhalar
buscándose camino
por la abertura del volcán, llegaron vivos,
el
algún día no halla
al
oído de los
seno ardiente del Strómboli.
.
EN LA ACRÓPOLIS DE ATENAS
En medio
del
mar
azul, límpido, sereno; en
azul,
maravillosamente
medio del
llosamente límpido, sereno y azul.
cielo
maravi-
En medio
del
y como aureolada de pureza por una luz tibia, dorada y suave, álzase la Acrópolis de Atenas, coronada de mármoles como de una nieaire diáfano,
ve sólida y eterna. ¡Situación estupenda, colina predestinada,
como
surgida del mar, del cielo y de la tierra conjurados
en un
homenaje a
triple
sagrarse por
sí
misma a
la la
Divinidad! Parece con-
Divinidad esta colina,
aun cuando ningún templo se levantara en ella. Centro de la ciudad y de los valles que se postran a su alrededor como de hinojos; y centro también de toda la belleza helénica. Porque toda la belleza de aquel mundo se concentra y resume con admirable se
armonía en esta Acrópolis. Híasta
acerca,
tributo:
a
trechos,
a sus plantas,
mar y montañas parecen puestas
sólo para formarle un
el
mar
rindiéndole
marco conveniente.
allí t'an
BUNGE DE GÁLVEZ
DEILFINA
88
Israel
Libros;
tuvo
Palabra escrita en
la
griegos
los
tuvieron,
en
Sagrados
los
páginas del
las
mundo, esta colina que se diría una revelación de la Armonía Perfecta. Obra maestra de la naturaleza, había de germinar en ella la obra maestra
humana. A la sugestión de la colina respondieron los mármoles magníficos; respondieron los griegos convirtiendo entera a
consagrándola a
la
colina en
deidad
la
más
un
santuario,
noble por ellos
conocida y regalando aún a esa deidad nuevas noblezas.
Como
producto natural de aquel
bro-
suelo,
taron las columnas. Vámoslas ahora como tallos
que no quisieran dar ramas para no privar a la tierra de la caricia azul del cielo. Porque la tie-
misma
rra
placido
se viste
el sol
aquí de oielo y de azul.
.
.
Com-
ante la blanca eclosión de tallos nun-
ca vistos, añadió a los mármoles pentélicos una tonalidad única en
y suave que nos ultraterrena.
No
el
los
mundo; tonalidad dorada
muestra como una materia
creemos ver ya
el
mármol
nocido, sino una materia amasada de arte, de glos
y de
Mas al
sol
estos
cosi-
de Grecia. tallos
no siempre son
atardecer extienden sobre
el
suelo
estériles;
ramas de
sombra y florecen con los reflejos del poniente. Son también así las agujas de un inmenso reloj de sol que marca sobre esta colina privilegiada, no sólo las horas,, sino los siglos y las civilizaciones.
Y
ahora
el sol
enciende, sobre las columnas, vivos
EN LA ACRÓPOLIS DE ATENAS
que
capiteles, llamas
89
en
los convierten
cirios pas-
cuales sobre un altar inmenso.
Jamás imaginé que estos restos del antiguo helénico, que estos templos bárbaramente mutilados, pudieran contener tanta belleza. La belleza es en ellos como alma que persiste en un cuerpo maltratado. Esa belleza, esa alma suya, que los genios destructores no pudieron arrancargenio
les,
canta aún, aprisionada en los pórticos saquea-
dos, en las Cariátides admirables, en las
columnas
Como már-
descabezadas y en los bajo con las manos y los pies cortados, siguen -
relieves.
tires que,
confesando su
fe,
así confiesan estos
má,rmoles su
eterna aspiración a la belleza.
Tengo
la
curiosa
impresión
de haber visto
la
Acrópolis en un amanecer, siendo así que sólo
la
conocí en pleno día y en la tarde. ¿Es porque
aquellas formas blancas o doradas y
entre
mar, se
me
como
surgidas
presentaron con
la y una frescura de un amanecer para el espíritu, de belleza antes nunca imaginada? Estas blancas columnas me aparecen ahora como guiones que
de
una
la
el
cielo
tierra
el
y
el
sola expresión
cielo
forman una palabra
de belleza y de verdad.
sola,
DELFINA BUWGE DE GÁLVEZ
90
¡Sócrates,
Platón,
Aristóteles!
¡Intentos
de
serenidad en medio de la desesperación pagana!
cCómo no había de y buscarse para los ojos
y era lugar? Ya que
presentirse aquí la Serenidad
las almas, si ella se
la el
dueña y mar y el
entraba por
espíritu
el
cielo la
¿no habría de expresarla de algún
mismo
modo
humana? Como maravillosa expresión de
el
armada
—
levantáronse
los
así,
alma
esta se-
renidad que los griegos encarnaron en Pallas
Minerva
del
expresaban
— en
mármoles
extáticos.
Y
coronada por
espuma una
lumbramiento; Dios y
las del
Creador y deslumbramiento,
Aunque
de un des-
cresta
es la armonía entre las obras de hombre; es un pacto de belleza en-
tre el
no.
como por su
ellos,
ola del mar, la Acrópolis es
La Acrópolis
la criatura.
especialmente
para
el
es
un
cristia-
esto parezca paradójico, sólo el cris-
tiano descifra ahora aquel enigma mítico. Sólo el cristiano posee
lo
que estos mármoles cantaron.
humana
Porque
la
noble y
guró a
la
Acrópolis sólo en
sanción y respuesta.
de
la
La
aspiración que transfi-
Cristianismo halla
el
diosa guerrera y nacida
cabeza de Zeus es hoy para
el
mundo una
fic-
y lo era ya para los filósofos contemporáneos de Fidias. Sólo el cristiano conoce la verdad oculta
ción,
en
los
sueños atenienses: sólo
él
conoce a
la ver-
Minerva que infinitamente sobrepasa a Pallas Atenea con sus atributos múltiples. dadera
Cierto es que al hallarme en aquel deslumhra-
.
EN LA ACBÓPOLTS DE ATENAS
me
miento
91
pregunté, celosa de las bellezas que no
eran nuestras: Si Pallas Atenea, es decir, una
fic-
ción de la Sabiduría, con la Justicia y la Victoria
(que implica
el
Poder) ha inspirado estas obras,
¿cómo nosotros, que conocemos la verdadera y divina Sabiduría, y la Justicia y el Poder divinos, no he-
mos hecho y
algo semejante, algo
divinamente — expresase
otras
cosas,
Verdad
es
cierto;
integral,
la
caben
p>8ro
que
así
— tan simple
Divinidad? Tenemos en
el
Cristianismo,
otras cosas.
las
.
y
.
ésto.
Y trasladada en espíritu a un templo gótico, lleno de altísimos ajíhelos y de profundas angustias, me el
respondo: Es qtie nosotros conocemos, además,
Amor.
divino
Hemos
al Dios-Hombre podemos ya levantar
visto
llorando y Crucificado, y no
y triunfante: divinidad indiferente a nuestro propio dolor. Esta blancura extática no es ya posible, cuando se sabe lo que el Pecado ha costado a nuestro Dios. Aquí no hay lágrimas; aquí no hay dolor; no hay, templos a
la
sola Divinidad serena
pues^ Redención, ni, para
cipación
posible
con
la
el
hombre
Divinidad.
caído, parti-
Nosotros 'no
un templo sin lágrimas. Sería olvido de Cristo; sería no querer tener parle en su Pasión. Quizá algún día, atenuado este milenario duelo del mundo por la muerte de Jesús,
podemos
edificar ahora
.
y cuando El ya reine de veras en la tierra, podamos levantar un Templo inmaculado, más bello
y magnífico que
el
ParLenón de Atenas.
.
.
i
DELFINA BUNGK DE GÁLVBZ
92
Si las plegarias murieron en los labios de los
antiguos artífices o se extraviaron por fantásticos senderos,
el
cristiano
puede recogerlas aquí y conLas columnas
ducirlas hasta la Sabiduría increada.
parece que
saben
el
camino,
hablando a Dios
directamente.
Al mirar su belleza indescriptible compren-
demos que cubrieron
la
techumbre con que
— por
los griegos las
perfectas que sus líneas fueran
—
fué provisional e hizo bien en derrumbarse. Estas
columnas nacieron para sostener sostener,
de
los
no
el inflexible
el
cielo:
para
techo griego, prolongación
armónicos frontones triangulares,
sino
el
magnífico cielo azul de Atenas, único techo, bóveda,
cúpula que
las
mereciera.
Y
hoy sostienen algo más: son estas columnas las fuertes sostenedoras de un Ideal inextinguible. Parecen atraer sobre sí, como una nueva e invisible techumbfe, una serena y dulce fe en el verdadero Zeus, Padre de los hombres, "Señor de los señores", "Feliz entre los felices"
y Padre tam-
bién de la Sabiduría. Parécenos ver cernirse o apoyarse levemente en los capiteles, esta techumbre
que nos conforta y nos ampara. estos mármoles a Dios, porque sólo El pudo poner, en quienes no le conocían, la aspiración a la Divinidad que nos revelan. Quie-
espiritual
Proclaman
nes tales formas concibieron adoraron en secreto
EN LA ACRÓPOLIS DE ATENAS
93
"Dios desconocido" dándole los nombres que al vulgo, de pequeños dioses. Entre ellos hallóse oculta la Verdad cuando adoraron al
halagaban a la
Suprema Inteligencia. La desesperanza pagana
go
la
quizá,
fué,
la
te-
ensombrecía y que lueProvidencia quitó con admirable gesto. La
chumbre que a
los pilares
como
esperanza cristiana,
aire diáfano
el
puede ahora circular entre
marmóreo
el
de troncos invencibles.
y
azul,
plantel
—
como aun puede El techo bajo y pesado templo de Teseo, intacto e el pequeño en verse al pie
de
la colina
— no
pagana extinguiendo pesando sobre tales. el
Y
la
la
pudo
ser sino la tristeza
luminosidad del ambiente,
aspiración de las columnas inmor-
a causa del techo desplomado vése ahora
suelo ennoblecido; cubierto
como de una
blan-
cura hecha pedazos; extraño granizo, mensaje de pureza, llovido de lo alto, que balbucea también
no
sé
qué cosas.
cidos por
el
.
.
Estos trozos de mármol espar-
suelo parecen seres sumidos en
co sueño, esperando un despertar. tanto,
las
Tiendo
el
la
un blanmientras
un divino diálogo platóHablan de la
oído y escucho
.
inmortalidad del alma; hablan de terial
.
Y
columnas, libres del antiguo peso, en-
tablan, con el cielo azul, nico.
.
.
.
la
música inma-
arrancada del material instrumento.
música arrancada a esta inmensa
cuerdas que, sobre
el
lira,
.
.
¡Oh,
a estas
fondo azul, son las columnas
doradas como las mieles del Hymetol Los acentos
DELFINA BTTNGE DE CALVEZ
94
han pasado ya por ellas; la Acrópolis feliz, en que recibió al Huééped es-
cristianos
tuvo su hora perado.
La hora
en que "el Deseado de
feliz
las
Na-
allí a su Apóstol y se hizo dueño del no venía a destruir (y así lo dijo), sino a dar cumplimiento a la Palabra. Venía a revelar a los helenos la realidad objetiva de la Divinidad a que ellos aspiraran. Los propíleos debieron estremecerse de gozo, como si en los nuevos himnos
ciones" envió lugar. El
hallaran
anhelada
expresión
la
y presentida.
Y
algunas palabras de Platón y de Aristóteles se aureolaron entonces de Verdad y de Infinito.
La hora de
Cristo en la Acrópolis pasó; des-
mereciéronla, sin duda, los cristianos ...
ron
después
destructores.
los
.
.
Y
Antes
vinie-
de
per-
manecer musulmán, el Partenón ha preferido ser de nuevo el Templo del Dios desconocido. Así lo vemos ahora; porque muchos que no entran en el Templo del Dios que conocemos, vienen aquí buscando cómo saciar sus almas en un sueño de belleza.
Y
amando
— a El se acercan
,
Belleza
— atributo de
Dios
sin saberlo.
Los templos de sagrados
la
son cia
arquitectónica
y
estética,
gración?.
jOh,
que en
el
se cumpliera aquel sueño del poeta, de
si
día del Juicio se reconstruirán los bellos
monumentos; de que también "las cosas se estremecerán al conjuro de las trompetas"! (*) Si en tal día les fuera devuelto su
espíritu
a
las
grandes
obras humanas, veríamos siquiera entonces a Santa Sofía en todo el esplendor de su católica belleza. (*)
Ángel
titulado
de Estrada: El
Roma.
color
y
la piedra.
Capítulo
DEXFINA BUNGE DE GÁLVEZ
148
Asistiríamos a la resurrección completa de Bi-
zancio y quizá viéramos aparecer, "como un enviado de Dios", vestido de púrpura y oro, cubierto de piedras preciosas, la imponente figura de tino, tal
como apareció en
honrando con
tal
pompa
la
el
reunión de
que definieron
tos sesenta Obispos
Constan-
Concilio de Nicea,
la
los trescien-
admirable
fórmula del Credo.
La pasada magnificencia de Bizancio se hace llorar más que ia desolación de Jerusalén. Porque que todo
en los lugares en que y donde sigue siendo horriblemente mutilado. Las manifestaciones de triunfo desentonarían en los lugares en que Cristo padeció. está bien
llore
Cristo fué crucificado,
Pero en Bizancio o en es
poca para celebrar
el
Roma
toda la suntuosidad
reconocimiento del Mesías
en medio de los gentiles. ¡Ay! la desgracia de Bizancio estaba ya mar-
cada por
el
Cisma. Doloroso es para
el
católico
recuerdo de su separación de Roma. Mas debemos a Constantinopla una inmensa gratitud. Cuando fué tomada por los turcos, ella había ya llenado una importantísima misión; había sido
el
durante mil años baluarte y defensa de la cultura cristiana y europea contra el Islam, contra todas las barbaries, contra la continua amenaza del invasor.
Por
fin,
en aquella nefasta mañana de
(en l4fi3) en que
Mahomed
II
Mayo
hizo su entrada
.
CONSTANTINOPLA
en
cuando suprimió
la ciudad,
Santa Sofía
— ¡aquel
altar
149
altar
el
mayor de
de oro macizo,
todo
cuajado de esmaltes y de pedrería que le diera Justiniano! el Imperio de Bizancio había dejado
—
de
existir, y,
cristiana.
con
él,
aquellos sueños de fastuosidad
¡Desde entonces
llora
templo de
el
Divina Sabiduría, y todo cristiano debe
la
con
llorar
él!
En
las calles de
Estambul
"Aquí no hay nada más que nos dijeron
Y
esto
— nos
poner
al
— por
los pies
las
mezquitas",
en Constantinopla.
lo menos para un día de turismo más cierto de lo que imagináramos.
resultó
Hay, pues, ante todo,
las mezquitas,
de
las cuales,
de origen católico y bizantino (y son casi todas) tienen un tristísimo aire de dejadez. Los turlas
cos nunca las amaron. ron,
dentro de
viente,
también
la
.
.
Quizá porque
un reproche amargo y las
ellas fue-
usurpada ciudad, una voz constante.
vi-
Hay
murallas de Constantino con sus siete
torres; y algunos escasos monumentos turcos que no tenemos, por cierto, tiempo de visitar. Sin
contar con
el
barrio europeo de Pera
quier otro barrio sant,
vemos
europeo — donde,
más
— como cual-
en un
thé
aan-
y distinguidas señoritas turcas (y armenias y sirias) en sus primeros y ya definitivos ensayos de europeización. a
las
bellas
.
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
150
Su cualidad de principiantes sólo consiste en mostrarse algo más exageradas en el baile, o algo más despejadas en el trato que las que nunca conocimos
el tchartchaf.
¿Y aparte de
esto?
Hemos
atravesado barrios
y barrios inacabables que eran toda una ciudad en ruinas. Ruinas, escombros, restos de incendios.
Y
menor asomo de
reconstrucción. Ni una vaga intención de mejora. Ni un campito cultivado ni el
y verde.
.
.
calcinado,
Como
i'^nica
producción de aquel suelo
diseminadas
acaso,
al
como
hongos
brotados aisladamente, se ven las casitas de madera,
acabando por formar grupos en los barrios más poblados. Junto a estas viviendas, ni un pequeño jardín, ni un pájaro en una jaula, ni una flor en una maceta que disimule tanta desolación. Hay algo
de inhospitalario,
que
se
exhibe
de
hostil,
pudor,
sin
sin
en esta miseria
todo se agrava en este día de invierno, con intenso
Las sus
y
Y
atenuantes.
el
el frío
la llovizna.
casitas,
enrejados
todas idénticas, de dos pisos con salientes
(los
musharabíes),
de
madera carcomida, parecen no poder mantenerse ya en pie. Se diría que un solo empujón derrumbaría a algunas que se inclinan achacosas. Y sin embargo sus habitantes no deben ser gentes en la miseria. Así lo dicen las cortinas blancas, los esteres bor-
dados que se ven en todas sé
qué daría
teriores!
por
Entre
las
ventanas
.
.
.
poder mirar en aquellos
la cortinilla
¡No in-
que habla de íntimo
.
.
CONSTANTINOFLA
bienestar y
con
madera ennegrecida que,
exterior de
agua, parece destilar miseria, hay tal con-
el
traste
el
151
que pregunto
al fin:
"Esas casitas ¿no serán
por dentro otra cosa de
lo
que parecen?
miseria externa lo que
el
antiguo íchartchaf que
ocultaba cas?"
ponde;
rostro,
el
más
inseguras, al parecer,
del pájaro en la rama, las
que
mujeres tur-
me
se
res-
siquiera
que no
el
.
nido
(*)
se
los anteriores visitantes
veían por montones,
que
en este penoso inviernol
noches de tormenta?
¡Gracias rros
las son!,
viento se cuela por todas las rendijas".
el
¡Viviendas
¿Y en
de
la belleza
usted viera lo que
"¡Si
c'Será su
ven ya
los pe-
de Constantinopla
transitando por las
calles!
Claude Farrére, marino francés, turcófilo, en su juventud compañero de Loti, ha escrito sobre esta ciudad algunas páginas (harto escasas y pobres, lo turco y su larga permanencia
dado su amor a en
el
lugar).
Farrére se encanta con las casitas
— ¡quizá primavera! — y se
carcomidas, "de color violeta" tren de tal
ante
la
modo en
bondad de
los turcos,
se
mues-
enternece
probada por aquellos
ochenta mil perros hambrientos y sedientos que encontraban enfre ellos caridad. A renglón seguido se acuerda las
de
matEuizas.
armenios y disculpa como puede Los armenios eran usureros.
los
.
(*) Las casas se construyen así en Constantinopla por temor a los temblores, a pesar de estar ya tan lejano el último gran temblor nllí habido. Huyen pues ese peligro, pero caen en el de loa incendios que las devoran.
.
DELFINA BUNGE DE GÁI.VEZ
152
El lector sonríe y se dice: Quizá era todo cuestión de número. Ochenta mil perros podían tolerarse
daban
cpero aquellas cifras de armenios que nos periódicosP
los
"Doscientos mil
armenios
exterminados. Éxodo de cuatrocientos mil armenios perseguidos". Eran éstas noticias diarias, hace al-
gunos años. (Y uno pensaba que inventado,
habrían
los turcos
duda, para matar armenios,
sin
algo
equivalente a las pantallas de alambre con que se
matan
las
moscas) ¡Doscientos mil, cuatrocientos
mil armenios. fuere:
los
.
.
y todos usureros
turcos
toleraron
1
Sea
lo
durante siglos a
perros pero no toleraron a los armenios.
que los
Sus ra-
zones debían tener para aquella preferencia, dadas las
virtudes que les atribuye
cual debe conocerlos.
ei
autor
francés, el
.
Pero nosotros tenemos mala suerte, y en nuestras escasas horas de turismo en esta tierra, hé aquí la
muestra que de
ofrece:
un
la
noticia,
hombre
la
en
ahorcado
"bonhomía turca" el
diario
por
el
local
del
se día,
nos
de
horrendo crimen
del uso del turbante, recientemente proscripto lo
mismo que
el fez.
Los turcos tuvieron su esplendor
— aparte de que se vistieron con ajeno — pero a larga cqué van
propio, nos dicen el
esplendor
la
dejando detrás de sí, sino rastros de destrucción, de dictadura cruel?
Por lo demás, ahora que esta dictadura ha echado de sus puestos a cuantos no eran turcos, no hay medio de entenderse con guías ni con chauf-
CONSTANTINOPLA feurs; estos turcos
153
nada entienden,
ni los
que pre-
tenden saber francés; y sólo con grandísimas
difi-
cultades se consigue ser llevado a los lugares
más
notables y conocidos. Así, esta ciudad de Estambul es
de aquellas de
las
que
viajero sacudiría
el
el
polvo de sus zapatos. Solo nos atraería de nuevo allí
esperanza de rescatar
la
a
Santa Sofía
de
quitar la media luna y reponer la cruz.
El Bosforo
Entonces. desde
el
.
.
belleza
(jaquella
tan
admirada
puerto? c'Todo aquel lujo de cúpulas y y de grandes y bellas construcciones
minaretes,
que nos deslumbre mientras el vapor se acercaba? Ahora sabemos lo que Estambul guarda bajo esa suntuosidad
abandono,
aparente. miseria,
la
Hemos la
visto
fealdad
de cerca
encerradas
el
en
aquel conjunto de lejos tan hermoso. Mejor dicho,
sabemos que esta suntuosidad y belleza no pertenecen a la Constantinopla de los turcos, a la Constantinopla de hoy.
espejismo otras
Sabemos que asistimos a un tiempos,
de
de otras civilizaciones que por
allí
maravilloso,
razas,
de
lejanos
pasaron dejando su indeleble huella. Así, parécenos oír la
voz de aquella ciudad de ensueño, diciéndonos:
"Yo no
soy
la
ciudad actual; no soy yo Estambul.
Soy una que fué y que tú
estás viendo
como en
.
DELFINA BUNGE DE GÁXVEZ
154
No
milagrosa visión.
pertenezco a estos habitantes
que no supieron ni siquiera amar
Y
lo
que usurparon".
continuar nuestro paseo por
al
el
Bosforo
— cuatrocientos kilómetros de belleza — aquel espemás prodigioso. Las costas montañosas extienden, en suavísimos pliegues, hasta el agua, un precioso tapiz magníficamente bordado. Labrado todo él, sin dejar un resquicio, de distintos
jismo se hace cada vez
verdes, de piedras de diversos colores filigranas.
Cierto
día es
como
allí
es si
el
que
la
de
falta
y como de sol
en este
fondo de oro que realza
los
mosaicos o las miniaturas bizantinas se hubiere
Mas, a pesar de todo, este itinerario de belleza no decae un solo instante. Belleza que no decae un solo instante y que en disleído.
.
todos los instantes nos sorprende con lo nuevo. Trecho a trecho, vamos dividiendo con los ojos el
suave declive de
las costas,
en cuadros, en páginas
variadísimas, pero con algo de tinte
como de naturaleza
común que
antigua,
es
poseedora
un de
tantos secretos que sólo quiere hablar en voz baja.
Tinte como de colores antes vivos, y ahora apagados por el larguísimo desfilar de las cuatro estaciones,
con sus
Aquí
soles,
con sus aguas, su granizo...
es una pequeña mezquita aislada, con su cúpula y su minarete; luego un riente jardín con casitas veraniegas; un paso más allá, baja gravemente hasta el agua una antiquísima muralla o se ven restos de un viejo castillo; otro paso, y en el marco de un oscuro bosque se destaca un
CONSTANTINOPLA palacio de
155
mármol blanco construido
casi
a ras
del agua.
Y
hay en todo
ijue decía,
como de
aquel tinte conmovedor
ello
paisaje antiguo.
como
viejo o de viejos esmaltes, la
tierra
si
Tonos de oro existiera para
largamente labrada una pátina natural
y aun los verdes recientes nacieran impregnados de ella. Es tal la suavidad de estos verdes variados, ellos
de estos musgos rojizos y como oxidados, que nos aparecen como ecos de tiempos y vidas
muy toria,
es
Y
este
de cuadros, en esta tierra rebosante de His-
también para nosotros como
miniaturas
las
amor y recuerdo. Así
lejanas, pidiendo
desfile
al
de
un antiguo
preguntarme por
el
recorrer
misal.
contenido de sus pá-
el
ginas, por el contenido de aquel inimitable tapiz
en que, durante siglos y siglos entretejieron sus hilos,
arte,
rivalizando entre
ellos,
paréceme hallar en todo
de Santa Sofía, concentración historia de Bizancio.
mas, más se
Aquí
allá sus mosaicos.
la
ello
se
Y
naturaleza y
ella misma de la comentan sus for-
en todo
comentan sus sueños de noble
lleza
y su esplendor antiguos.
el
alg/m comentario
el
recorrido
triunfo, su be-
JERUSALEN
EL SANTO SEPULCRO
Los antiguos peregrinos, en cuanto vislumbraban a lo lejos la Ciudad Santa, apeábanse de sus caballos, se postraban en tierra y permanecían algún tiempo arrodillados antes de acercarse a sus murallas y penetrar en su recinto. Así mi espíritu, al evocarla ahora, siéntese sobrecogido como por un
temor sagrado. ¡Y sólo Dios sabe
el
es necesario para levantarse de su
esfuerzo que le
muda
adoración
y atreverse a penetrar con la palabra en los lugares que encierran tantos divinos misterios ¡Jerusalén, Jerusalén! ¡Si yo pudiera con sólo 1
repetir esta palabra evocar en el espíritu de mis lectores la visión interna de la Jerusalén real
que
nuestros ojos vieron, de la Jerusalén espiritual que nuestras almas vislumbraron!
Yo
quisiera
hacer
una hora de ensueño, en la que cada uno viera su Jerusalén propia, y los que ya la visi-
vivir en ellos
taron
la
volvieran a vivir!
la impresión
cY cómo
lograré yo dar
de aquella Jerusalén, una y múltiple;
.
'"*
DEXFINA BUNGE DE GAL VEZ
160
miserable
opulenta,
y
llena de gloria
y
minuciosamente
conocida
y desconocida,
No
será describiendo
llena de dolor? las cosas
'
y lugares
visitados.
Todos
podrían encontrar descripciones mejores que las
mías en
los notables escritores
que no sólo
taron sino que detenidamente la la
en
la visi-
ayuda de una erudición que a mí me Nuestro pasaje
absoluto.
con
estudiaron
por
falta,
Palestina fué
rápido y efectuado en condiciones defectuosas peira el
que quiere compenetrarse con una
ciudad y
comprenderla.
Pero esto mismo encarecer
el
me
servirá de
argumento para
poder de aquellos lugares, de aquellas
piedras; es tal su virtud intrínseca que ni las
favorables
condiciones
de quienes
las
menos
visiten
la
pueden amenguar. Jerusalén ejerce su influencia, misteriosa y fuerte, aun en el viajero más apresurado,
de
más
frivolo,
más
distraído. Fácil es burlarse
las prácticas cristianas
en Buenos Aires, en un
salón moderno; pero desafío al alma
más
descreída
o insensible a que vaya a reírse a Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén! Alguien ha llorado sobre y las huellas de estas lágrimas no podrá borrarlas ningún poder humano. ¡Jerusalén! No te hemos tí,
y detenimiento, lo que esperábamos. Como Simeón, estamos a punto de decir: "Ahora, Señor, puedes sacarnos de este visitado con la deseada tranquilidad
pero te hemos visto, y esto es ya
mundo, pues nuestros
más de
ojos vieron".
.
Las horas pasadas en Jerusalén no son horas
EL SANTO SEPÜLCBO
161
la misma extensión y que son como otra vida,
en medio de las otras, de
de
la
misma
especie, sino
añadida a nuestra vida. Al que llegara alguna vez
Marte bastaríale decir: "Estuve en Marte". Pues aunque sólo pasara allí cinco minutos habría entrado en un plano de vida diferente, habría adquirido nociones de un valor incalculable, comparadas con las que desde aquí pudiera tener de aquel a
planeta. Así, bástanos haber pisado la Tierra de
Promisión, Tierra de Cristo, para haber adquirido sobre Cristo, sobre la vida y sobre
el
mundo, nocio-
nes inalcanzables desde aquí.
Y
es tal en Jerusalén el
poder de su realidad
y su presencia, es tal su fuerza de evocación, que por advertidos que allá fuéremos, si
el llegar
de pronto nos asaltara Jerusalén en
buscándonos es
como
ella a
es
como
camino;
nosotros y no nosotros a
ella;
literalmente nos saltara al cuello,
y apoderándose, no sólo de nuestros si
el
ojos,
sino de
todo nuestro ser: de nuestra alma actual y pasada y de nuestra alma futura de todos nuestros recuer;
dos,
de todas nuestras esperanzas.
La mayor sorpresa que Jerusalén nos
reserva,
aquello con lo que no se contaba, es su extraordinaria belleza exterior. Pero ¿es posible acaso separar en
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
162
Jerusalén la belleza exterior de su significado di-
vino? Porque
si
fuéramos a detallar aquellas
belle-
zas casi no sabríamos decir en qué consisten: belleza
que no está hecha de hermosos edificios, engarzados en grandes y fértiles montañas, rodeados de bosques o de ríos caudalosos. Siempre os hablarán del aspecto desolado de Jerusalén,
y de
la
extraña aridez
Y
sin
embargo, Jeru-
actual de su suelo pedregoso.
salén es maravillosamente bella, ya se la mire desde
un
valle o desde lo alto de sus colinas.
Cantábala David
diciendo "Sobre los montes
santos está Jerusalén fundada". luz
que no
Y
allí está,
se oculta "bajo el celemín".
como
Pero su luz
es suave y su belleza misteriosa como la ciudad misma. Sus montes no son altos, sus valles son ári-
dos;
mas hay en todo que nos
cible; algo
la
aquello una armonía
inde-
muestra como una
visión
y suavemente luminosa. Si hubiera si hubiera altas y fértiles montañas o ríos caudalosos, éstos serían como ornamentos frivolos que no nos dejarían ver su belleza desolada y misteriosa. Las colinas arenosas, las construcciones
extraterrena allí
bosques,
de piedra, todo nos aparece suavemente dorado
como en una
mística aparición en
que
las
formas
materiales se mostraran apenas para no impedir la visión espiritual.
Hemos
solamente de
lo
espiritual e invisible,
que esta
belleza
su
"añadidura";
y
la
ido a Jerusalén en busca
exterior
se
ofrece
por
como un don un gran amor se acuerda.
agradecemos
accesorio, del cual sólo
nos
y he aquí
.
EL SANTO SEPULCRO
163
"Buscad el reino de los Cielos y el resto os será dado por añadidura". "El resto", en Jerusalén es la belleza, y yo he querido mencionarla antes que otros grandes intereses ocuparan nuestro espíritu.
Es una templada noche de dejado atrás
Canal
de
el
Suez.
especie de balsa.
estrellas.
Hemos
Cairo y nos hallamos frente
Lo atravesamos,
creo,
Sólo recuerdo la
suavidad
al
en una con
que nos deslizábamos, bajo un gran cielo de ¿cuál de ellas nos guiaba como a estrellas
—
los
Reyes Magos?
— Como en un sueño pasábamos
del África al Asia, de
un Continente
y
la
noche apacible parecía, en verdad, anunciarnos
la
Tierra Prometida. Hacia ella nos lleva ahora
el
tren,
al otro;
a través de la noche y de los sueños, vamos
con más rapidez y comodidad, sin duda, que los israelitas guiados por Moisés, a través de los desiertos.
.
.
En
la
madrugada, apreciamos ya cómo
nuestro tren se abre camino, serpenteando por enlas montañas como un río que corre y sabe donde va Invito a mis lectores a bajar conmigo en Jeru-
tre
a
.
.
salén. Al mirar, en este bello
ficación apiñada, el alma,
y claro día, su edique no ha sentido aún
X
. .
DEXFINA BT7NGE DE GÁLVEZ
164
el
dolor de Jeriisalén, siente
el
gozo de Jerusalén.
¡El gozo de saberse en la ciudad escogida por Dios
para
desde
sí
el
comienzo; para que descendiera
sobre ella el Justo! ¡En la ciudad que Jesús
amó hasta
profetizando su destrucción! Pero especial-
llorar
mente, en sotros
.
la
ciudad en que El respiró como no-
.
Ahora pisamos con nuestros pies las callejuelas tortuosas por donde Jesús pasaba. La piedra casi blanca de casas y de muros nos sorprende agradablemente, pero no miramos nada: vamos camino del Calvario, y nuestro corazón camina delante de nosotros, lleno de
la
ansiosa pregunta de la
Magdalena: "¡Defcidnos adonde
Hemos
le
habéis puesto!".
llegado a la calle del mercado.
y variedad de objetos en
las
La
profusión
pequeñas y apiñadas
tiendas, semejantes a todas las tiendas orientales,
quieren retener nuestras miradas; pero retendrían
también
nuestro
paso,
retendrían
nuestro
espí-
y nuestro espíritu vuela más aprisa que nosAhora bajamos una serie de escalones. Y
ritu;
otros.
he aquí tes,
los
como
mendigos; he aquí sus voces, tan doliensólo en Jerusalén se oyen.
que
samente
el
mercado quieren
Más
podero-
retenernos
.
.
Aquellas voces lamentables se arrastran como ge-
midos, y aunque no miremos a los hombres y jeres
que
las exhalan,
sión de los ojos que
reconocemos en
no ven, de
mu-
ellas la expre-
los rostros
carcomidos
Parecen pegarse a nuesttos oídos,
por
la
tirar
de nuestras ropas, obligarnos a volver atrás
lepra.
.
.
.
.
SANTO BEPXJLCKO
FOi
Pero de un poco más
mucho más
allá se
doloroso que
el
165
oye venir otro gemido los mendigos
de todos
un llamado más apremiante. Es el gemido del Calvario; el gemido del Crucificado que pide compasión ... Y entonces pasamos por entre la miseria humana como por un obstáculo que se de
la
tierra:
salva,
para llegar a
Jesús.
A
la
los lugares
de
la
angustia de
vuelta nos detendremos delante de los
ciegos y los tristes; y quizá les traigamos
zón más misericordioso.
un
cora-
.
Estamos ya en el atrio, frente a la Basílica de Constantino y Santa Elena, reconstruida después por los Cruzados; allí están su cúpula redonda y su campanario tronchado. Los viejos muros guardan celosos el lugar
y
roso prodigio de el
donde se efectuó el dolomuerte del Verbo encarnado;
las rocas la
de dolor que estremeció a los cielos y que hizo temblar el suelo, obscurecerse el abrirse las rocas y conmoverse los corazones
prodigio
la tierra: sol,
más empedernidos Entramos. Vamos ahora a "ver y a tocar" como Santo Tomás. Ahora diremos como aquellos que oían a Jesús: "No es ya por lo que nos han .
.
contado que creemos,
sino
por
lo
que estamos
.
DELFINA BUNGE DE CALVEZ
155
penumbra a una esde templete. Entramos en él. Estamos en
viendo". pecie la
Nos acercamos en
la
antecámara del Santo Sepulcro, en la Capilla Aquí el Ángel habló a las mujeres. Una
del Ángel.
gran sombra aparece delante de nosotros. ¿Es
Ángel que viene a anunciarnos
Es un sacerdote
de figura esbelta y
griego,
barbas de plata, custodio del lugar. Por
largas
señas, nos invita a pasar a la
sepulcro mismo. Por
agachándonos.
.
.
del corazón del
que
el
Resurrección?
la
el
Y
pequeña cámara
del
baja abertura pasamos,
la
nos hallamos de pronto dentro
mundo.
corazón del
Y
mundo
nos encontramos con es
un sepulcro
vacío.
Justamente porque es un sepulcro vacío; porque es el único lugar en donde se venció a la Muerte, es
éste
que
no
el
corazón de
quiere,
que
la
no
Humanidad, del alma puede morir. Afuera,
Tiempo; aquí comienzan a oirse los secretos de la Eternidad. Y ha llegado así el momento de mayor emoción en la vida del cristiano. Pero esta emoción es demasiado sagrada y demasiado íntima para que pueda fácilmente decirse. Sólo diré que no creo que nadie pueda hacer en los latidos del
vano
la visita del
Santo Sepulcro
.
EL SANTO SEPULCRO
(|En
¿En
qué está
secreto de aquella emoción?
el
"Aquí, fué aquí"? No; yo creo que
decirse:
el
16T
no bastara. Creo firmemente que aquellas piedras, saturadas de lo que allí pasó, guardan en sí mismas una fuerza secreta y que nadie puede
esto
abordarlas sin sentirse sacudido en todo su ser,
sepa o no dida. si
el
porqué o
aparatos
Si
la
naturaleza de esta sacu-
construidos
por
los
hombres,
materias determinadas guardan o transmiten,
a través de lugares o de tiempos,
la
palabra
humana
y su sonido ¿cómo estas piedras y estos lugares no habrían de transmitirnos algo de la presencia de Jesús? "De
El,
dicen los evangelistas, se des-
prendía una virtud que curaba a los enfermos"
aun
a los
que
sólo
tocaban sus vestidos.
piedras y lugares fueron
como
las
Y
.
.
.
estas
vestiduras de
8U muerte y resurrección.
Además, quien entra al Santo Sepulcro entra mundo, sino también a lo
no
sólo al corazón del
más hondo de la
su propio corazón:
vida ttanscurrida, con
aun
se
ha de
vivir.
el
allí
donde yace
pregusto de lo que
"Yo pondré
a descubierto los
corazones de muchos", dijo Jesús, y esta palabra
parece
cumplirse,
sepulcro.
una urna sible,
el
Y
de misteriosa
manera,
en
su
por esto, este sepulcro vacío es también
llena de lágrimas
y
llena de dolor.
Impa-
sacerdote griego permanece de pie, en
el
fondo de la pequeña cámara, como un cirio o como una estatua. Está siempre allí, como midiendo las
emociones que pasan, o mejor dicho, como para
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
J68
'
recordar que
el
tiempo pasa y que es necesario
dejar a otros
el
lugar.
He
interrogado a algunos visitantes del Santo
Sepulcro. fe
— he
Y
— aun
de todos
de los que no tenían
sacado esta conclusión
:
Que
allí
es nece-
sario llorar todas las lágrimas de la vida: las
que
lloramos antes, las ignoradas; las de ahora,
las
de después,
las
que hayamos de
del Cielo. Llorar
como
hora
llorar hasta la
dijo Cristo: "por nosotros
y por nuestros hijos". Y las lágrimas no derramadas y contenidas; y las penas nuestras ignoradas de nosotros mismos. Y todo el dolor del mundo. Pues todo el
el
mundo
dolor del
se
halla contenido
en
dolor de Cristo.
¡Jerusalén, vaso de lágrimas!
Para que aquel
Evangelio, que según las palabras de Jesús sería
narrado en todo
mundo, fuera narrado aquí
el
hasta por las piedras, estas piedras doradas, casi blancas, de Jerusalén recuerdan el vaso de la
Mag-
dalena. Aquel perfume fué derramado aquí; aquellas
lágrimas fueron aquí vertidas.
de Jerusalén, imitando
el
Y
las piedras
alabastro, parecen prontas
a ofrecer los preciosos ungüentos. Diríase que todo el llanto
de la
tierra,
todo
el
dolor del
mundo
qui-
.
El
SANTO SEPtTLCKO
169
sieran ofrendarse en este vaso. ¡Jerusalén, Jerusa-
En ninguna
lén!
parte se ha llorado
como
aquí,
desde David y desde Jeremías. Desde las lágrimas de arrepentimiento y amor de Magdalena, las inconcebibles de la
Madre
del Crucificado, hasta las
del último de sus visitantes.
presionante
el
Y
no
es el
menos im-
llanto de los míseros judíos, llorando
aquí, cada viernes, su templo y su Jerusalén per-
didos.
¿Cómo
podría no llorarse donde Jesús
Jerusalén es así la revelación del dolor
y del dolor divino.
Allí se sabe el
lloró.'*
humano
verdadero
signi-
ficado de las lágrimas. Creíamos llorar a nuestros
muertos o nuestras penas pasajeras.
Pero aquí sabemos que lloramos junto a un sepulcro vacío; que lloramos, como la Magdalena, la ausencia del
Señor
Nos
.
aún explorar toda la grande y complicada Basílica donde reina, como un silencio respetuoso y sagrado, como un velo puesto sobre los ornamentos brillantes y a la vez ajados de los griegos, una penumbra que se extiende desde la
falta
entrada y se esparce por todos
por todos el
los rincones.
Sepulcro y
el
los santuarios,
En mitad de
Calvario,
hay en
el
camino, entre
suelo
una gran
DELFINA BUNGE DE CALVEZ
170
piedra
por
custodiada
Es
religiones.
de
luminarias
todas
las
"la piedra de la unción". Ella recu-
bre la roca sobre la que Jesús fué ungido por las
Santas Mujeres y por José de Arimatea, antes de colocado en el sepulcro nuevo. Unos pasos
ser
más
allá,
una escalera nos conduce, en Calvario.
a la capilla del allí
brilla
en la sombra es un cuadro de la Virgen reca-
mado en el
la obscuridad,
Lo primero que
plata a la
manera de
los griegos.
lugar preciso del Stabat Mater.
misa en
el
altar latino
la
que ocupa
bárbaros
unos inconcebibles
A
se
Señala
derecha óyese el
sitio
donde
entregaron
a
siniestra e infernal tarea de clavar a Cristo en
cruz. El lugar
donde
la cruz fué
la
una
levantada en alto
y plantada en tierra pertenece a los griegos, del otro lado de Stabat Mater. A través de una reja, debajo del
altar,
tocamos
roca
la
— revestida
de
—
donde fué plantada la cruz. Y allí junto, mármol así como Santo Tomás metió su mano en la llaga del costado de Cristo, podemos nosotros ponerla en la roca que se abrió, como herida de dolor, al exhalar Nuestro Señor
subterráneo de
el
la Basílica,
veremos la base de esta rrada. Dice la leyenda que desde ñar
el
el
último suspiro. en roca, la
la capilla
En
el
de Adán,
igualmente desga-
sangre de Jesús corrió
madero, por aquella hendedura, hasta ba-
cráneo de nuestro padre Adán,
enterrado, CcJavera",
en
el
allí
monte Calvario, monte
abajo ''de
la
EL SANTO SEPULCKO
Como
recordará,
se
171
sepulcro de Jesús se
el
hallaba en un jardín, a pocos pasos del lugar del suplicio.
tes
de
sición
A
su alrededor se hcín nivelado las pendien-
la colina, al edificar la iglesia;
de todas estas cosas es
días de la Pasión. El sepulcro
han dejado
tales cuales eran,
viva; sólo se recubrieron de
la
pero la dispo-
misma que en
los
y su antecámara se tallados en la roca
mármol para
varlos mejor. El jardín, donde vagaba la
preser-
Magda-
como vagamos nosotros ahora recuerdos, es actualmente una ca-
lena en busca de Jesús,
en busca de sus pilla
también
la
columna de
No me
allí
la
Basílica.
a Jesús resucitado. Allí se venera
aparición de Jesús a su madre, tal cual
se la supone,
de
siempre dentro de
franciscana,
Magdalena vio
y
se
guarda además un trozo de
la
la flagelación.
es posible detallar las capillas
la Basílica,
entre las cuales
y sus
vemos
la
espada de
Pero no quiero dejar de mencionar
Santa Elena, a
la
de
sacristías llenas
y rincones reliquias,
Godofredo.
la capilla
de
que bajamos alumbrándonos con
BUNOE DE GÁLVEZ
delfín A
l'ÍZ
velitas.
Ocupa
la
hondonada adonde,
déla Pasión, arrojáronse
mentos del
la cruz
y
el
día
mismo
los otros instru-
y donde fueron luego descu-
suplicio,
biertos por la Santa.
Todo
el
Calvario había sido sepultado por
paganismo romano, allí
y
el
santuarios a Júpiter y a Venus, entre mirtos
laureles, el cristianismo
y su recuerdo quedarían
abolidos para siempre. Pero así
como
vantó del sepulcro y de la muerte a los también, a los tres siglos resucitaron de
el
cual creyó que levantando
la Pasión,
sepultura,
y
Cristo se
le-
tres días, así los recuerdos
los lugares sagrados salieron de su
triunfando del paganismo.
Una mujer
primera en ver a Cristo resucitado y en pregonar la nueva. Una mujer es también la
había sido
la
primera en ver
salir
a la verdadera cruz de su se-
pulcro. Esta cruz había pacientemente esperado a
Santa Elena y a Constantino.
Y
fué así cómo, des-
pués de tres largos días de un siglo cada uno, se vio al Cristianismo levantarse, lleno de vida, con el
advenimiento del primer emperador cristiano.
EL MONTE DE SION
No me
será posible, en estas páginas, hablar
de todo. Pero c'cómo no decir siquiera una palabra del
Monte de Sión? Este
era el fundamento, centro
Y
fundamento fortaleza del Cristianismo son los misterios que en él se veneran. El Monte de Sión no es un monte aislado, sino sólo una elevación del terreno, a corta distancia del Calvario. Condénsanse los recuerdos en medio de esta edificación, donde el dorado se intensifica recordando el pan profusamente expuesto en las callejuelas, casi a ras del suelo. ¡Quizá también nos recuerde el Pan de la Ultima Cena! He aquí el palacio de Herodes, donde estuvieron los Reyes Magos, y donde luego compareció Jesús. Aquí se alza la nueva y hermosa iglesia de los PP. Benedictinos, llamada de La Dormiiion. Mas no es éste tan sólo el lugar del Tránsito o muerte de María sino ante todo el si-
y y
fortaleza de la antigua ciudad.
tio del
Cenáculo. Jerusalén es una ciudad
como de
.
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
174
planos superpuestos. Por las habituales escaleritas,
subimos ahora a una mezquita pobre y casi abandonada, y los PP. franciscanos nos dicen que aquello
y alhajada" donde celebró Los musulmanes no dejan católicos poner allí los pies; ni aun descalzos.
fué "la sala grande
Jesús la última cena
a los
Pero abajo, en
nos dice que tico que en
Que
los
.
.
.
Iglesia
la
los Benedictinos,
es allí el sitio del Cenáculo, la
más
se
autén-
mezquita sobre nuestras cabezas.
cruzados veneraron
terios del
Monte de
los
allí
divinos mis-
Sión: la Eucaristía, la institu-
ción del sacerdocio, y, con la
de
ello, la
consagracüón de
primera Iglesia cristiana; luego
la aparición
de
Jesús resucitado a los Apóstoles reunidos, la ve-
don de lenguas, la primera predicación de Pedro ... Y por lo menos aquí, impresionado por la magnitud de los su-
nida del Espíritu Santo con
cesos,
por
Entre la
sagrado del lugar,
lo
arrodillarse.
el
el
Monte de Sión y
el
Vía Dolorosa. Exceptuando
la estación
el
cristiano puede
.
más
interesante se
Ecce Homo, anexa a
la
Calvario recórrese las
hace en
casa de las
del
Calvario,
la Basílica deí
Damas de
Sión.
Hállase ésta construida en una parte del emplaza-
EL MONTE DE SIÓN la Fortaleza Antonia,
miento de se agrupan
las capillas
sición de la cruz
de
la Basílica
y
la
de
175
y a su alrededor
la flagelación,
de
la
impo-
coronación de espinas. Dentro
se ha encerrado parte de la triple
arcada que fué de la Fortaleza, y pueden verse los muros de piedra del Pretorio. Allí
intactos
fué Jesús juzgado y mostrado al pueblo: Ecce
Y las
Homo.
Religiosas nos muestran, dentro del Convento,
antiguas losas del piso en las que se ven grabados los juegos
en
que entretenían a los soldados romanos de la Fortaleza.
los patios o pasajes
Es interesante recordar que
esta
iglesia
y
convento fueron fundados por Ratisbonne, judío convertido por una aparición de la Virgen, para
que
allí
perpetuamente
se
implore
la
conversión
de los judíos deicidas. L'na gran inscripción en altar
mayor, repite para
dónales,
Y
hay
ellos estas palabras;
el
"Per-
Señor, porque no saben lo que hacen". allí
mujeres en plena juventud, francesas
o españolas, que, por obtener este perdón de
los
judíos, pasan su vida arrodilladas debajo de aquel
arco de Pilatos, con la Pasión de Jesús ante ojos ...
Y
prender
la
los
hay que haber estado allí para comtensión de espíritu que esto significa. Seguimos las estaciones bajo una lluvia lamentable, que de aquel oro de las calles de Jerusalén hace un lodazal, pasando por característicos portales techados, acurrucándonos en los rincones para dejar
paso a asnillos.
los
Y
mercaderes orientales y a sus cargados en aquel tumulto de las callejuelas
DELFINA BtJNGE DE GÁLVEZ
176
estrechas y en pendiente, miramos a Jesús arras-
madero, tropezando en
piedra resba-
trando
el
ladiza,
burlado e insultado por aquellas gentes de
mezcladas razas
de
gente
Jesús);
exaltada.
.
(así
.
eran también en tiempo
lo
sucia,
grosera,
No puede
Damas de
y
Siónl
en Jerusalén darse un paso que no
sea penoso: justo es que así sea es subir o bajar,
o resbalar; o salimos cabras,
desarrapada
¡Y es ahí donde han establecido su
adoración perpetua las
Todo
la
al
donde Jesús penaba.
o tropezar en las piedras encuentro un rebaño de
o sorprendernos la lluvia, o perseguirnos
lamento de los mendigos que piden su ¡meshkin madame! con una especie de gemido de alma en pena, que se queda mucho tiempo sonando como un lejano llamado de piedad en los oídos del viajero. No hay en Jerusalén paso qlie no sea penoso, pero no hay tampoco allí fatiga sin recompensa. Donde parece que nada hallaremos, en cada recobeco, en cada escalón que se sube o que se baja, un nuevo recuerdo, un nuevo centro de vida, un mundo diferente. Aquí es el Convento armenio el
que sabemos fantásticamente
y
rico
en manuscritos
pedrerías: miniaturas en colores gastados por
el
EL MONTE DE SIÓN
177
tiempo; piedras engarzadas en pesado y
En
metal antiguo. griego,
público;
este
otro
lado,
oscuro
un convento
cuyo centro es un gran patio abierto si
subimos a su azotea vemos
exacta que alcanzó la cruz
por una cruz sobre
el
la
al
altura
de Cristo, señalada
Calvario.
Más
allá es otro
convento ruso, adonde miramos a una monja que
perpetuamente de piedra por
reza, la
de
pie,
junto a una portada
que Jesús pasó, agobiado bajo
la
cruz.
Difícil es, al pronto, orientarse
en Jerusalén. Todo
y todo está lejos. La presencia de tantas de alma todo lo invade y nos penetra; llenas cosas y la sentimos en todos los rincones, sin saber de
está cerca
donde viene. Mas para alcanzar lo que creemos próximo, tenemos que dar un gran rodeo, y lo que creemos lejano se halla a un paso. De cualquiera de sus colinas abrazamos toda Jerusalén con nuestra vista. Todo está cerca; pero hay que bajar o hay que subir o hay que dar la vuelta. Así ella es una ciudad fácil y una ciudad difícil; una óiudad pequeña y una ciudad grande. Y esta extraña to-
pografía
nos aparece simbólica y representativa.
Tantas veces creíamos
lejos a la gracia o al con-
178
suelo,
delfín A BUNGE DE GÁLVEZ
y estaban
allí,
a una vuelta del camino:
en unos pasos que con humildad bajáramos, en un
pequeño esfuerzo de ascensión. Jerusalén realiza una gran de vida en un pequeño espacio.
reconcentración
Y
damos
gracias
de que siquiera estas subidas y estas bajadas dejen al espíritu respirar entre el recuerdo de un acontecimiento y de otro.
EL
MONTE MORIAH
Subamos ahora al Monte Moriah, donde el Templo de Salomón, reedificado por
estuvo
Zorobabel y reemplazado actualmente por la gran mezquita de Omar. Digan otros las maravillas de la
famosa mezquita.
alrededor desde la
Yo prefiero mirar hacia mi enorme explanada. jHe aquí
de Jerusalén y
la belleza
la revelación
de su
es-
plendor antiguo! La perspectiva que abarcan nuescontrario,
no nos aparece ilimitada, sino, por el como de antemano medida, cortada,
planeada.
La que
tros ojos
compleja. la vida.
.
.
percibe es múltiple y Acumúlanse aquí los siglos, la muerte, el espíritu
Lo que vemos voy a
tratar de decirlo.
.
.
La explanada está en parte sostenida por los altos muros color de trigo maduro, color de tierra tostada, amasada o cocida por el sol. Esos muros parecen casi una diadema de oro antiguo puesta sobre la frente de Jerusalén a la que guardan, rodeándola.
En
la
muralla vemos
la
doble Puerta
.
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
180
'
'
Dorada, por donde pasó Jesús el día de Ramos, montado en un asnillo; por donde luego pasaron los cruzados. Los musulmanes la han cerrado, porque dice una de sus profecías que por ella ha de entrar un cristiano que se adueñe de Jerusalén. Los Montes de Moab, con el desolado Monte de la Tentación, piérdense en una azulada lejanía.
Monte
Allí está el
Salomón;
donde
del Escándalo, del pecado de
Salomón
depuso
su
sabiduría
por complacer a una mujer, sacrificó a los ídolos, desafiando
al
Templo que
frente nuestro levántase el
Detrás hemos dejado prendida en
Y
los
la
Montes
tenía delante.
Y
Monte de
Olivos.^^/^
los
en-
Jerusalén cristiana, comdel Calvario y
de Sión.
a nuestros pies, fuera del muro, a gran profun-
didad,
el
torrente del Cedrón,
Valle de Josafat, que es
viesa
el
de
muertos, clamando
los
ahora seco, atra-
al cielo.
como la ciudad De profundis. .
Haoia lo más hondo del valle precipítanse las tumbas. Bajan por la vertiente del Moriah las tumbas musulmanas, mientras que las sepulturas judías agloméranse en
la falda del
Monte de
los Olivos,
disputándose desde ahora un buen puesto para
la
terrible escena futura del Juicio universal. ¡Extra-
ña prisa de los judíos, de ser juzgados, cuando han de serlo por Aquel a quien desconocieron! Por fin, aquí, junto a nosotros, yérguese la sombra del Templo magnífico, donde hasta los paganos aspiraban a llevar sus sacrificios. Y la del segundo Templo, que
alceinzó
mayor
gloria
que
el
de Sa-
>
.
EL MONTE MORIAH
con
loraón,
181
advenimiento de Jesús. Aquí fué
el
Jesús presentado por su madre. Aquí la predicación a los doce años. ¡Y sus enseñanzas y sus milagros!
Todo
está aquí. Estos valles
que nos rodean son
más profundos montes más culminantes;
para los ojos del espíritu los valles
de
vida;
la
éstos
los
cada uno con su nombre, su gloria y su dolor. Cree uno soñar y lo está viendo todo .
Entramos ahora en
la
.
mezquita.
A
los artistas
me
admirar y el describir sus primores. Yo contentaré con lo más tosco, y al propio tiem-
po
lo
dejo
y
el
más
siete
desconcertante.
metros por catorce
tro; engarzada,
La enorme roca
— encerrada
como una piedra
enrejado de hierro, una
rejilla
en
— diez
el cen-
preciosa, por
un
de madera y una
fila de columnas. Y no es más que un trozo de roca obscura y ruda. Es el antiguo altar, respetado y guardado por los musulmanes, sobre el cual, en los días de Pascua, inmolaban los judíos hasta
doble
doscientas mil ovejas y setenta toros. El son de los címbalos, de mezclaban a
y de
las espesas la
las los
trompetas y de los tambores se mugidos y balidos de las víctimas;
nubes de incienso aplacaban
sangre derramada y se mezclaban
el olor
al
humo
.
DELFINA BUNGE DE GÍXVEZ
182
del
Aun
altar.
existen
las
canaletas por
aquella sangre de las víctimas iba hasta
el
donde Valle
de Josafat, para darle una fertilidad extraña.
Mirando estas
canaletas,
de escalones gastados,
serie
hemos bajado una y nos introducimos
en un hueco debajo de la roca. Allí vimos a un musulmán en oración. No podía haber elegido sitio más escondido. ¿Esperaba quizá ver las sombras de Abraham, de Salomón y de Mahoma, quienes,
según los musulmanes, tienen
ca,
mente
el sacrificio
pan y
sacrificio del
do
allí
sus conciliábulos?
Pero hay más; hay mucho más. Sobre esta roque coronaba el Monte Moriah, fué probable-
el
no consumado de Abraham,
el
del vino de Melchisedec, cuan-
misterioso personaje, lleno de magestad y al encuentro del patriarca. ¡Melchi-
nobleza salió sedec, "rey Cristo!.
de Salem"; Abraham, David, Salomón,
.
Si en el Santo Sepulcro
bamos en en
el
centro
En un
me
pareció que entrá-
corazón del mundo, aquí nos hallamos
el
mismo de
la Historia.
libro fantástico de Wells funciona
una
"máquina de explorar el tiempo". Explorar el tiempo no es cosa tan imposible. Lo hace ya quien ha
.
EL MONTE MOKIAH
183
llegado a Egipto. Sólo que allí explórase únicamente
pasado: un pasado que pasó y que no puede volver. Ni conocemos a los descendientes de los
el
faraones, ni aquel pueblo egipcio es el pueblo de
hoy, ni son de hoy aquel idioma, ni aquellos geroglíficos.
No
se encontrarán
aquellos dioses.
momia como
ya
los
adoradores de
Egipto no es más que una
Todo el momias de
sus faraones. Admiray admirablemente conservada, pero momia fin, a la que ningún egiptólogo podrá dar vida las
ble,
al
ni actuación.
Mientras que en Jerusalén presenciamos milagro de la viva estabilidad del
tiempo.
el
No
hallaremos aquí las momias de Moisés ni de Abra-
ham, pero
sí
para
ellos la
misma veneración de
Y no sería imposible que nos encontráramos con nuevos Moisés y nuevos Abraham aunque sólo fuese en caricatura. No hallaremos
antaño.
.
a Cristo en su
sepulcro, justamente porque
.
está
Viven sus enseñanzas en nosotros y en los sitios en que se prodigaron. Aquí lo pasado es a la vez presente. El pueblo de ayer es el de hoy; el Dios que adoraron es nuestro Dios. Lo miramos vivo.
todo con un alma antigua y con un alma nueva. Y todo vive, y lo antiguo es actual, y lo actual antiguo, ya que fué previsto por los profetas.
en presencia de tantas profecías cumplidas,
Y
vis-
lumbramos el futuro cumplimiento de las profeaun no consumadas. Siendo así Jerusalén un
cías
DELFINA BXJNGE DE GÁLVEZ
184
compendio de plorar no sólo
tiempos, parécenos en ella ex-
los el
tiempo, sino también la Eternidad.
Si tratamos de leer la historia de Jerusalén,
a través de los Sagrados Libros
y hasta nuestros
grandeza espiritual nos sobrecoge y estamos a punto de exclamar: "¡Cuan terrible es este lugar!" días, su
Porque en
continuamente
él
se
oye
la
voz de Dios,
reveíanse sus designios, extiéndese la sombra de
su presencia. Jerusajén ocupa un lugar tan único
mundo, que se diría que no está en el mundo: que es una ciudad aparte y como de naturaleza en
el
diferente.
Ella no tuvo la opulencia del Egipto, ni la sabiduría de Grecia, ni la civilización y
de
los
poderío
romanos. El pueblo de Israel era material-
mente pobre, y pobre también en cias.
el
artes
y en
cien-
Y, sin embargo, míranse pasar por Jerusalén
todos los imperios conocidos y todas las civilizaciones, en
Es como
un el
largo desfile de
ciones forman fin
de
de
las
los
más de cuarenta
siglos.
cortejo involuntario que todas las
—y
Na-
continuarán formando hasta
tiempos
—a
Jesucristo,
al
el
"Deseado
Naciones". Pues, ¿qué otra cosa tenía Je-
rusalén para que así fuera codiciada y para que
MONTE MORIAH
KL
hasta hoy todo
el
palmo? Suenan
mundo
185
se la dispute,
palmo a
las palabras del profeta refiriéndose
a los valles de Jerusalén, al Valle de Josafat: "Reu-
Naciones para juzgarlas respecto
niré a todas las
a
Y
mi pueblo".
es
como
si
dijera:
"Respecto a
Cristo".
A
quien no cree en Cristo podría la historia
de Jerusalén convertirle a El, Pues predestinación.
primeros
los
que
la historia
de
la
de su extraordinaria
Fué prometida
a los patriarcas desde
esta ciudad no es otra
años
cuarenta
perseguida
tiempos,
a través de los desiertos, y ¡en qué términos cantada los Profetas! Jerusalén es el centro de todas las
por
profecías,
promesas.
de todas
amenazas,
las
De tal modo que
si
de todas
las
aquel pagano en Roma,
y temblar la tierra en aquel viernes de dolor, exclamó: "Parece que un Dios hubiera muerto", basta leer la vieja historia al
ver obscurecerse
de Jerusalén, aun en decir:
el
sol
la
ignorancia de Cristo, para
"Parece que un Dios debiera nacer en
Viven simultáneamente aquí
Nuevo Testamento. ¡Qué
el
ella".
Antiguo y
verlo todol ¡Qué complemento, qué realización terial
de todo
lo
el
privilegio el nuestro: poder
ma-
aprendido, de todo lo que de núes-
DBXFINA BTJNGE DE GÁLVEZ
186
tro las
cristianismo
conocíamos!
recorren la
franciscanos
Via Dolorosa,
una gran cruz y seguidos de Y mientras así se proclama la
los fieles
la
de
la
Nuevo
cargando
en oración.
allá
abajo,
muralla exterior del Templo, gime
Antiguo Testamento, el
en
Buena Nueva de
Redención, ese mismo día viernes,
al pie
en
El día viernes,
estrechas de la Jerusalén cristiana, los
calles
la
el
que no quiso reconocer realización de sus viejas esperanzas. el
Aquellos judíos, con su terrible ceguera y con aquel llanto suyo, son hojas arrancadas y dispersas de las
Escrituras,
viejas
testimonios
vivientes
del
castigo que sobre ellos pesa.
Pero como en ese implorar aún su Mesías y y su Templo y su esplendor perdidos hay como un vestigio de la pasada grandeza,
llorar su Jerusalén
evidenciase al
mismo tiempo
la elección
aquella raza para destinos eternos.
anhelan
los
judíos
el
Y
eterna de
así,
cuando
término de su dispersión,
unímonos en cierto modo a aquel anhelo. Pues su reunión no podrá ser otra que su conversión a Cristo, y su nueva Jerusalén triunfante será para nosotros un anuncio de la Jerusalén celeste.
Todo
esto
contemplamos
explanada del Monte Moriah.
desde
la
extensa
Hemos evocado
los
EL MONTE MORIAH
187
tiempos de Salomón y su gloria no igualada, cYiando, según la promesa de Dios, su reino se extendía
"desde
Nilo hasta
el
el
Eufrates".
En
la
dedi-
cación del Templo, en su magnífica oración, prevé
Salomón que su pueblo ha de pecar una y otra vez el Señor, y anticipadamente pide sea
más contra
oído cuando, convertido, hiciere penitencia en aquel lugar.
¿No parece que
esta oración repercutiera en
los últimos tiempos, cuando, convertidos los ju-
díos, reciban
en un nuevo Templo
Y
desecharon?
oídos estas palabras del jero que
no
es
Rey
Sabio:
de tu pueblo de
lejanas tierras, atraído por tu te adorare
en este lugar, tú
Podemos en Señor
—y
al
Mesías que
extrañamente suenan en nuestros
espíritu
"Aun
al
extran-
Israel, si viniere
nombre grande, y
le oirás
desde
el
Cielo".
"en este lugar"
adorar
de
al
— ¿acaso por otro que por El hemos venido.^
la
alcanza.
oración de Salomón de esta manera nos
A
nosotros,
que venimos "de lejanas
rras" y de lejanos tiempos.
pués de Salomón.
.
.
tie-
fres mil años des-
EL MONTE DE LOS OLIVOS
Cuando, mirándolo desde lejos, nos dijeron: "Ahí está el Monte de los Olivos", él se nos apareció todavía
como cosa
irreal e inaccesible.
Tuvimos
estremecimiento que acompaña a la inminente revelación de algún misterio. Y, como siempre en el
Jerusalén, sorprendiónos
la
belleza,
la belleza
de
aquellos contornos suavemente dorados bajo el cielo rosa pálido de la tarde, subrayados discre-
tamente por algunos obscuros ciprés es que, ocultándonos
Y,
parecen custodiarlos. embargo, hemos llegado. Aquí estamos
los olivos,
sin
dando vueltas alrededor de los gruesos troncos de los ocho enormes olivos, los olivos auténticos del Huerto de Getsemaní, al pie de la montaña. ¿Qué nos dirán estos árboles retorcidos? Providencial elección para este sitio la del olivo, árbol en cierto
modo
imperecedero, ya que no muere, sino que
perpetuamente se renueva. Renuévase así en los grandes Santos la angustia de Jesús allí sufrida
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
190
¿y en qué cristiano no brotaría de ella sic^iera La revelación del Misterio de Get-
algiin retoño?
semaníno puede dárnosla sino
el
propio sufrimiento...
Los Padres Franciscanos, guardianes del lugar, han cercado estos viejos testigos de la mayor angustia que la tierra viera, para evitar que sus ra-
mas fueran desgajadas por esto
todo
:
los visitantes.
Y
no es
piedad franciscana ha sembrado de
la
tímidas flores este huerto: humildes violetas, florojas,
recillas
crecen
al pie
que recuerdan
de
los retorcidos,
el
sudor de sangre,
atormentados troncos
San Francisco que floreciese la sencilla y mística alegría, aun a la sombra del dolor. Propusiéronse quizá los monjes que los via-
milenarios. Así quería
unas
respetaran
jeros,
llevándose
olivos.
El franciscano que nos recibe tiene no sé
violetas,
qué íntimo parentesco con su barba plateada
como
los viejos árboles:
las
quizá
hojas del olivo y
há^bSto del color de la tierra en
el
Sagrado Huerto.
Y
el
que está plantado.
El caso es que aquel anciano parece un retoño
en
los
más
en aquel lugar de agonías,
como en
el rostro franciscano, hay ahora una paz Paz obtenida para nosotros por la suprema angustia; por aquella aceptación del supremo y
infinita.
divino sacrificio.
Enttamos en la iglesia que encierra la gruta misma de la Agonía, una gruta natural, y junto a ella el
lugar preciso de la Traición. Ante el altar
mayor podemos
arrodillarnos en la
misma piedra
.
EL
MONTE DE LOS OLIVOS
191
en que se arrodilló Jesús y donde cayeron las gotas de aquel sudor de sangre.
Aquí
preciso
sería
haber venido
Aquí
solo.
fuera preciso pasar una noche, vagando de la gruta a los olivos, de los olivos a la gruta. ¡Cuánto secreto condensado!
Y
Todo
el
destino de los hombres.
en una desilusión anticipada de Cristo, toda
amargura de Dios. La amargura de
de
las lágrimas,
sumados.
De
infinita del
los sacrificios inútilmente con-
De
llamados sin respuesta.
los
la
amor,
nuestra
incredulidad, de nuestra ingratitud previstas. Esto
era aquel sudor de sangre ...
Y
ésto
es
que
lo
dice esta piedra sobre la que doblamos las rodillas.
Toda dolor.
la
gruta se llena entonces del eco de aquel
.
Nos cuesta arrancarnos de nos persigue velar
una hora
estos lugares, pues
reproche de Jesús: "¿No podéis
el
en
conmigo.*^". Allí atrás,
diente rocosa, ios discípulos dormían
.
.
la
pen-
Pero
.
las
horas nos están contadas y es preciso seguir.
A
pocos pasos está
la iglesia
de
la
Asunción,
quitada a los franciscanos y ahora griega. En la obscura cripta visitamos la tumba muy parecida a
la
de
Cristo
— donde
—
María reposó
algunas
horas y que los apóstoles encontraron vacía. Si a la Virgen Santísima, para llevarla al Cielo, buscáronla los Angeles al pie de la montaña, junto al
Valle de Josafat, "valle del llanto", como a su humildad convenía, Jesús, dejando abajo el lugar
DELFINA BTJNGE DE GÁLVKZ
192
de su amargura, debía ascender
Hemos de
la
desde
al cielo
cumbre de aquel mismo Monte de
la
los Olivos.
llegado al lugar de la Ascensión. Parte
roca donde quedó grabado
al dejar la tierra está
el
pie de Jesús
encerrada en un pobre y des-
mantelado templete musulmán, en el cual los catópueden decir misa el día de la Ascensión.
licos sólo
Aquel palmo de tierra nada nos
Pero en
dice.
lo
un gran gozo nos espera. Todo Jerusalén enfrente nuestro. Con tt)da su belleza espiritual y física. Con sus murallas y su Templo (yo veo siempre el Templo) y su Puerta Dorada, que vemos ahora desde el exterior. Todos alto del alminar,
los sitios
prenderse
y bajo
el cielo,
— mejor
desde aquí que desde la expla-
nada del Templo. Hasta Belén,
— y com-
culminantes pueden enumerarse
entre
palmeras,
el
caserío
delicioso
adivínase
en
la
de
lejanía.
Miramos el camino de Betania, donde estaba la casa de Marta y de María y el sepulcro de Lázaro, camino tantas veces recorrido por Jesús y que también nosotros hemos hecho. Y aquí cerca un grupo de cipreses señala
el
sitio
donde Jesús
Jerusalén antes de entrar en la ciudad. el
desierto de Judá,
y
lloró
A
allá abajo, a mil
por
lo lejos...
metros de
MONTE DE LOS OUVOS
ETL
193
profundidad y entre los montes, la mancha espejeante del Mar Muerto. Al elevarse gradualmente, Jesús pudo abarcar entera con sus ojos la ciudad
amada
Deducen, sin embargo, por
ingrata.
e
la
posición del pie en la huella dejada, que Jesús subió
dando
la
espalda
hacia aquel
al
Templo y
mundo de
gentiles
la
ciudad;
que
sería el
mirando primero
en reconocerle.
Pero nosotros podemos ahora posar los ojos en los campanarios cristianos que en Jerusalén se levantan, y podemos extender la mirada por todo
mundo. Así, vemos alargarse los caminos por donde nos llegó hasta el Nuevo Mundo, por donde ha de llegar a todos los hombres, algún día, la palabra de Jesús. Y vemos cómo todos estos camiel
nos,
partiendo
gen en
El
la
de esta Jerusalén
visible,
conver-
invisible Jerusalén celeste.
Monte de
no es de gran elevación de la tierra. montañas otras
los Olivos
comparado con las Pero es como un árbol de vida cuyas raíces penetran en lo más hondo de la angustia humana y hasta en
las regiones
fat,
alto
de
la
muerte, con
para luego elevarse y elevar el gozo.
A
estas alturas
el
Valle de Josa-
alma hacia el más
hemos llegado por
las
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
194
Montaña, que muy probablemente tuvo lugar aquí. Pues es también aquí, y en mitad de este monte, donde nos fué enseñada la oración. Hemos visitado hace un instante el Convento Carmelita, que consagra el sublimes gradas del Sermón de
la
lugar del Padre Nuestro y en cuyas galerías esta oración,
escrita
en treinta y cinco idiomas, nos
recuerda que, a pesar de la diversidad de lenguas,
tenemos todos un mismo Padre: ¡Padre Nuestro! El Monte de los Olivos vuélvese así el divino campanario que a todos los hombres llama con las ocho campanas de oro de las Bienaventuranzas. La Montaña de los Olivos no tiene gran elevación. Pero, ¿de qué otro punto del globo se abar-
una perspectiva más inmensa? Si en el Santo Sepulcro parecía latir el corazón del mundo, y en
caría
el
Monte Moriah penetramos en
Historia universal, aquí, en la
de
los
más
el
centro de la
cumbre
Olivos, parécenos hallarnos en
alto
de
la
vida.
del el
Monte mirador
La perspectiva que desde
aquí se abarca es infinita.
LA JERUSALEN ACTUAL Y LA JERUSALEN CELESTE Cuántos hay que van a Europa, cinco, seis y no piensan jamás en ir a Jerusalén! Cristianos que no sueñan sino con Londres y con París. I
veces,
Son,
sin
duda, intensas las impresiones de arte
que París o Londres pueden darnos. Pero, ésto comparable con lo que en Palestina nos pera?
Aun
basta
la
¡el
aparte
que forman de Josafat,
el
Mar Muerto,
la
corona funeraria de Moisés,
el
los
los
Montes de Moab, el
Valle
Monte Carmelo, monumento
profeta Elias! Parece,
de
es-
impresiones religiosas,
las
evocación de nombres como éstos:
sola
Jordán,
de
¿es
profetas,
la
al
nombrarlos, oírse
la
del
voz
voz de Dios haciendo surgir
estas cosas para destinos eternos.
En cuanto ella
al
debiera ser
a la ciudad el
misma de
Jerusalén,
anhelo de todo cristiano, porque
traspasar sus murallas nos adentramos en
conocimiento
de
Cristo.
Si
no podemos,
el
como
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
196
Juan, reclinar la cabeza en
el
Corazón Sagrado,
puédense, por lo menos, auscultar los Montes de la
Ciudad Santa, que
Como
es
como una imagen de
Jesús.
fué ella prometida a los hombjres,
Cristo,
y anunciada fué su ignominia y su -gloria. Como Cristo, padece, es vendida, muerta y sepultada. Desconocida, discutida, repartidas sus vestiduras: entre todas las naciones repartidos sus despojos.
Y, como Cristo, continuamente sale de su sepul-
ha de resucitar como El y tener su Ascen-
tura. Así
sión en la Jerusalén Celeste.
Aquellos que "se desilusionan" de Jerusalén, c'qué
de
la
habían
esperado
encontrar?
devoción y del amor tierra de contradicción.
Jerusalén,
muestras
{[Jn
Paraíso
fraterno? Esto no sería
lo
que
¡Jerusalén,
te
eres: oprobio para los cristianos
que
no supimos conquistarte, merecerte; oprobio para cuyo crimen, cuya milagrosa ceguera y cuya humillación publicas; oprobio para los musulmanes, aquí destructores, usurpadores: intru-
los judíos,
sos a quienes Jerusalén
condena Y, 1
al
mismo tiempo,
gloria de los musulmanes, de los judíos; gloria de los cristianos.
De
sido destinados,
los
musulmanes, porque
como estaba
escrito,
el
haber
para guar-
JEBUSALÉK ACTUAL T LA JEBTTSALÉN CELESTE
US.
díanes de
la
tumba
del Señor,
y
la misteriosa atrac-
ción que sobre los hijos de Ismael ejercen los bres de Jesús y de María,
c'no es
nom-
quizá signo de
y de esperanza? Gloria para
elección
197
los judíos,
raza escogida: para ellos fué destinada Jerusalén,
y
dones de Dios son sin arrepentimiento".
"los
Entre
ellos
ellos íes fué
fante.
Y
y de ellos había de venir Cristo; y a prometida la futura Jerusalén triun-
gloria,
ante todo, para
los
cristianos;
Jerusalén un título
que tenemos en cada piedra de de nobleza y de divina filiación.
Venerada por
musulmanes, por
para
por
los católicos,
los
los
cristianos,
los
judíos y
Jerusalén se mantiene así en
su carácter excepcional y único.
*
Aquel acudir naciones,
al
*
de
Sepulcro
tantas religiones
y
Cristo
tantas
aquel
dispu-
ritos;
tarse en el sagrado recinto los centímetros, añade
a
la
impresión de universalidad y de grandeza.
De un modo
confuso respóndese así
al
amoroso
llamado: "Venid a mí todos los que estáis cargados..." Y todos van a depositar su carga sobre ia
tumba de
cuentren
Jesús.
Y
es de esperar
misericordia.
No
que todos en-
desesperemos
de ver algún día llegar a los discípulos de Confucio allí
DELFINA BUNGE DE cixVEZ
198
y de Buda, aunque sea agobiados bajo una carga de satánicos engaños. Nadie podrá acercarse a aquel Sepulcro en vano. El ver venir a las gentes; a cada uno con su indumentaria propia, no es sólo
motivo de interés para
el
curioso,
sino
que en
la
variedad de trajes, de lenguas y de ritos se evidencia
cómo
todos,
clara
o
confusamente, tienen
necesidad de Cristo.
Por otra parle,
la
dominación turca ha sido
evidentemente providencial.
¡Ay,
de nosotros
si
aquello estuviera en poder de los griegos cismáticos,
que son
allí
católica!
Nada nos hubieran
por
los peores
cierto, la destrucción
manes de
la
enemigos de
la
latinidad
dejado. Dolorosa
es,
perpetrada por los musul-
antigua Jerusalén cristiana. Pero
si
Jerusalén hubiera estado siempre en poder de cristianos
y de
occidentales, ella habría probablemente
perdido casi todo su carácter. Providencial ha sido allí
aquella condición de estancamiento musulmán,
puesta como una valla la
al
progreso que arrasara
Jerusalén que vemos. Sin los hijos de
hu hiéranse
sin
duda respetado
Mahoma,
los lugares
y
reli-
quias santas, pero no veríamos ya esta Jerusalén
de
calles estrechas
y apretados muros, que de
tal
LA JEBU8ALÉN ACTUAL Y LA JEBUSALÉN CELESTE
modo
continúa la antigua
Pocos años hace que dato,
y
se
y oriental Jerusalén.
los ingleses tienen allí su
ven ya, en
las
199
man-
afueras de Jerusalén,
lujosas casas modernas, levantadas por ios judíos
venidos de Norte América. Y (jno se proyecta un gran hotel y balneario a orillas del Mar Muerto. ..? lUn hotel lleno de confort frente al Monte de la Tentación, y en el desierto en que ayunó
ricos
Jesús cuarenta días! Frente a aquel gran monte
como un colmenar
desolado, que vimos agujereado
por las ermitas que
se hicieron los antiguos
allí
penitentes. Allí, freiite a frente, se bailará en
hotel inglés con el jazz-band.
En
Jerusalén
hay,
.
pues,
el
.
al
mismo tiempo,
pena y consuelo para el cristiano. Pena grandísima en especial de que los santuarios más sagrados Belén no sean nuestros; es decir, realmente de
—
—
Cristo: de los que integralmente aceptan su doctrina
legada por los Apóstoles. el
mundo
entero
error o con fe
— con
— corre
Y
consuelo de ver
cómo
ignorancia o ciencia, con hacia El
como
los insectos
atraídos por la luz.
Otros se desilusionan en Jerusalén por un em-
peño de erudición y de
análisis.
Las dudas o
las
.
DELFINA BTJNGE DE GÁLVEZ
200
disputas sobre la autenticidad de una u otra piedra los
desconciertan. Pero,
siones,
importan
(Jqué
todo Jerusalén es auténtico?
si
ésta es la tierra,
el lugar, si
si
Aparte de que tantos son
tes!
indiscutibles
¡Si éste es
éstos son los
mon-
y piedras
los sitios
.
Nos dicen aquel suelo,
las discu-
un particular fenómeno de
que, por
allí
todo se hunde: que
el
mismo SanTodo se
to Sepulcro se halla, en parte, hundido.
hunde,
pero
truida
y
todo
tantas
Tantas veces des-
reaparece.
reconstruida,
Jerusalén
guarda
en su seno una como mina espiritual de testimonios
y recuerdos. ser
.
Los mismos hundimientos solieron
.
providenciales
tesoros
fué
para
Y
enterrados.
artificial
como en
el
y
la
conservación
aun cuando por
dictado
los
entierro
este
pérfidos
de
designios,
caso del Calvario sepultado por Adria-
no, él ha contribuido a que con
mayor
brillo reapa-
reciesen luego los vestigios de la Pasión.
Dicen que Palestina, perdida en absoluto su antigua
extraordinaria
en primavera, de otros,
turistas
fertilidad,
flores
cúbrese
ahora,
como sangre. Noshemos visto cubierta
rojas
de invierno,
la
tan sólo de piedras de un color dorado de hoja seca;
de piedras,
mente
flores desoladas
de
ia historia.
Continua-
excava en Jerusalén y continuamente resurgen de su suelo la Jerusalén de Constantino, se
la misma Jerusalén del Evanpudimos comprobarlo en la Piscina Probática en que el paralítico fué milagrosamentle la
de los Cruzados y
gelio.
Así
LA .TEBUSALÉN ACTUAL T LA JERUSAXÉN CELESTE
curado por Jesús; pósitos
vimos en
lo
miento de
allí,
sino
no sólo reaparecen
que
se
extraen,
columnas que rodeaban
altísimas
las
Y
agua,
del
los
la
201
los de-
intactas, piscina.
importante y reciente descubriPadres Asuncionistas (resultado de el
pacientes excavaciones practicadas durante veinte
años): la prisión donde Jesús pasó la noche del
jueves
al
viernes de la Crucifixión, en los subte-
Forman
rráneos de la casa de Caifas.
esta prisión
unas grutas conservadas íntegras, con detalles de impresionante realidad. Las cruces características
de
grabadas en
los cruzados,
que
el
las paredes,
prueban
lugar fué por ellos venerado.
Esa especie de grutas abundan en Palestina Tierra de Promisión que ofrecía al hombre habitaciones naturales, como un árbol
— verdadera sus frutos
—
y
ellas
eran aprovechadas en la cons-
trucción de las viviendas.
Esto ha permitido
la
conservación intacta de muchos lugares sagrados: la
gruta de
hay duda
Belén,
alguna;
cuya autenticidad no
sobre la
de
La Dormition.
gruta de piedra simbólicamente blanca,
blanca como
el
mármol, de
la
servir
Y
tan
casa de Santa Ana,
donde nació María (hoy Capilla de Concepción).
Aquella casi
la
Inmaculada
tantas otras. Estas grutas suelen
de cripta a
las iglesias
que
las
guardan.
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
202
La Jerusalén sepultada no podía ser nunca inerte, sino una raíz viva, de donde, si nuevos retoños brotan, llevan todos la misma vieja savia. La Jerusalén sepultada es como un árbol genealógico en cuyas ramas se leen los reinos que una ruina
por la
así,
Jerusalén que vemos
Jerusalén qfue
No el
Y
ella pasaron.
el
el
reino de Dios, la ideal
Apocalipsis nos anuncia.
cabe, pues, en Jerusalén, desilusión para
viajero ya se la visite :
logo o
algún día ha de brotar de
como simple
va como
cristiano.
la desilusión, sino
como
curioso.
artista,
Especialmente
Entonces no sólo
que
allí la
como arqueósi
se
es imposible
realidad de una Jeru-
salén a la vez terrena y ultraterrena nos asalta.
Y
es inenarrable aquel
de todo
lo
encontrarse con la verdad
antes vislumbrado a ttavés de los libros
y de nuestros ensueños. Es como un velo que se como un despertar, mas no para decir:
descorre»
"¡Todo era un sueño!", sino para gritar con alma: "¡Todo era verdad!"
confirmada por
la
Y
el
esta verdad de ayer,
verdad de hoy, es como un anti-
cipado testimonio de la verdad futura.
De modo
que ante la Jerusalén real, ofrécese al alma la visión de la Jerusalén Celeste, de aquella por cuyas puertas no puede entrar la duda, porque, según la
palabra de San Juan: "la claridad de Dios
tiene iluminada".
la
ROMA
.
ROMA
Para
que recorre
cris'tiano
el
momento de
alegría perfecta.
Y
el
mundo hay un
es aquel en
columnatas de San Pedro, en Roma,
que
las
le reciben en
su abrazo. El viajero se detiene conmovido ante
magnífica acogida. La inmensa Basílica, ostentando con magestad su cúpula, como un rey esta
su corona o
abre ante
él
como
el
Pontífice
máximo
su mitra,
sus puertas generosas. Junto a
tan las fuentes dándole
la
él
can-
bienvenida.
El viajero ha llegado muchas veces a muchos sitios,
pero esta impresión es nueva y única en
su vida; parécele que por primera vez ha llegado
Y es que ha llegado a la casa del Pauna Patria que añoraba sin saberlo. Y cuanto a sus ojos Se ofrece ahonda de tal modo esta sensación de reposo y de final de la jornada, que de veras.
.
.
dre, a
el
peregrino mira hacia lo alto preguntándose
se está allá arriba o aquí abajo.
no
dista,
por cierto,
mucho
si
La Ciudad Eterna
del Cielo
.
.
DELFINA BITNGE DE GÁLVEZ
206
Sabe
sin embargo, que está allí Pero sabe también que Roma queda; y su alma ha conquistado a Roma ya que Roma el
peregrino,
sólo de paso.
así
le
ha conquistado. Roma, que
antes de entrar en
ella,
pertenecía
le
pertenece desde ahora
le
con nueva realidad y para siempre. Esto no es ya Rizando, la que fué y no pudo ser. No es Jerusalén que llora con Cristo sus pa-
y nuestra ingratitud. Esto es más que un espejismo de la Iglesia Triunfante, y no en vano, en la explanada de San Pedro que las decimientos
dobles columnas circundan, cantan las fuentes sü invitación a la alegría. tar
No
venimos aquí, a deposicomo en el Santo
nuestra carga de dolores
Sepulcro,
No
sino trayendo nuestro gozo.
.
.
venimos, como a otras ciudades antiguas,
en busca tan sólo del pasado.
A
la
vez que
el
pa-
buscamos aquí un presente refrescante y magnífico. Y he aquí que de Roma, como de sado,
sus fuentes los chorros del agua melodiosa y clara,
surgen también todas nuestras esperanzas. Nuestras
esperanzas de
salvación para
Porque esta
salvación
para
el
mundo, de
el espíritu.
Roma
católica
que tiene sus raíces
en las Catacumbas y está pavimentada con huesos de sus Santos, es también una Roma viente y actual.
Y
si
es
ciudad moderna,
la
los vi-
ciudad antigua, es a
la
vez
la
única capaz de conducir a los pueblos por nue-
la
la
ciudad del porvenir;
.
207
VOS caminos, por las sendas de Cristo aún inexploradas.
.
Roma
Si
que
el
mundo
la Inteligencia
misma,
dejara de existir quedaría
realmente decapitado, pues
se tiende ahora a desprestigiar, habría perdido
su último baluarte. Si en oir los latidos del
el
Santo Sepulcro creí
corazón del mundo, en Roma,
cabeza del mundo, paréceme sorprender
los
pensa-
mientos de Dios.
A * * *
¡Roma, cabeza del mundo; Rasílica de San Pedro, centro de Roma; y centro de la Rasílica, la
tumba
Avanzamos lentamente dentro
del Apóstol!
de aquel Templo cuya grandiosidad nos ennoblece, y nos acercamos a la tumba de San Pedro,
en su centro mismo, en un plano más bajo para mayor recogimiento. Parécenos asomarnos a un
profundo
abismo los
designios de
de
donde
Dios.
"Tú
esta piedra edificaré
nos rodean
nos
mi
Iglesia".
mismo.
¿No
.
manan
Piedra y sobre
Y
las cosas
que
muestran esta palabra de Cristo
cumplida hasta en su sentido
Con emoción
claramente eres
intensa
estricto
bajamos
hasta
y material. el
sepulcro
.
es toda
Roma un
poco como San Pedro
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
208
que negó a Cristo y gobernó luego el orbe cristiano? {Y como San Pablo, cuyas cenizas también guarda, que cuando más encarnizadamente perseguía a Cristo en sus adeptos, fué por Cristo con-
vertida? La;
Roma
invencible, la
dueña
sólo por Cristo podía ser conquistada.
para dar su castigo a
se le escogió
cida,
aunque
tardara
en
luego
la
del
No
mundo, en vano
ciudad dei-
comprender.
.
.
¡Qué misterio hay en ésto: Jerusalén devorada por Roma! ¡Roma, destructora de la Jerusalén culpable, y vencida luego; vencido su espantable paganismo por la semilla santa de la imperecedera
Jerusalén
El
I
Arcó de Tito
encierra
una doble
que aquel emperador no podía
significación
pechar siquiera.
.
.
sos-
----..
Estamos, pues, en la ciudad Apostólica, en
la
ciudad de Cristo, y somos sus ciudadanos. Hemos salido del desconcierto del mundo para unir nuestras voces
decir a
en este concierto admirable. Venimos a
Cristo,
como San Pedro que aquí
"(jA quién iríamos sino a Tí?
Tú
yace:
solo tienes palabras
de vida eterna". Venimos a honrarle en su Pontí-
como una reparación de la crucificción que Las pompas del Vaticano, los honores prodigados al Papa c'qué son, sino una refice
le
infligimos.
paración de
los
que a Cristo
se rehusaron?
Roma
una reparación de Jerusalén. cuando de rodillas besamos la mano del Santo Padre que nos bendice, cuando nos es concedido el espectáculo incomparable del Papa aciaes
Así,
,
ROMA
mado, desfilando entre
209
con su séquito
los Suizos,
de Cardenales y de Caballeros de distintas órdenes, cuando asistimos en la Capilla Sixtina a una mag-
y conmovedora ceremonia, nuestra alma, llena de gozo, se complace en rendir, por fin, tributo a Cristo en su representante. Y ninguna
nífica
pompa
No
para Cristo Rey. embargo, aquellos a quienes "el
sería excesiva faltan, sin
lujo" del Vaticano escandaliza. ¿Quisiérase enton-
que siguiéramos imponiendo
ces
Iglesia
el
fundada por Cristo como
oprobio a la
se le
impuso a
El mismo? Curiosa manera de honrarle sería ésta
.
* * *
Nada interrumpe en Roma templativa. Sea que
la
meditación con-
vayamos de un Santuario
al
detengamos junto a las fuentes, o nos sentemos en sus plazas o en sus parques. Porque otro, o nos
en
las calles
pirase ritu.
de
Roma
y en sus alrededores,
siempre ambiente de hogar para Casi es
lo
mismo
allí
el
res-
espí-
entrar en una iglesia
o permanecer afuera; recorrer un museo o pasearse por una plaza. Tenemos la impresión en Roma de
que nunca
se está afuera.
Siempre
se está
dentro
de un Santuario, siempre junto a un monumento.
Porque toda Roma es un Santuario, toda Roma un monumento. Y si admiramos en sus museos
.
.
DELFINA BUNGE DE GÁLVEZ
210
las grandes obras pictóricas, cada rincón de la ciudad nos ofrece también un cuadro, una pers-
pectiva
No
bella,
contrario,
el
y
artística,
todo en
de significación.
llena
por esto nos hallamos
Roma
allí
oprimidos. Por
amplio,
es
aereado.
no creemos estar nunca afuera, tampoco tenemos nunca la sensación del encierro; ni en sus vastas iglesias, ni en sus calles. Más aún; hay Si
.
en
.
vastedad del Vaticano y de las Basílicas algo como de paisaje de aire libre. El alma no la
.
se siente, en ningún
desterrada.
.
punto de Roma, ni presa, ni
.
Y toda Roma es también un jardín. ¿Hay muchos jardines en Roma? No lo sé; pero tengo de ella la impresión de un lugar de retiro delei-^ .
table,
ta
sombreado de esculturas y de
.
árboles. [Has-
recuerdo algunos árboles aislados que cobran
allí el valor de un monumento, mientras que algunos mármoles parecen brotados para dar sombra o frescor como las plantas. Jardín, lugar de retiro
deleitable, pues
no vive
allí el
espíritu en tensión
como en Jerusalén. Ni hay, gracias a Dios, en Roma, el hacinamiento, ni todo aquel conjunto de elementos ruidosos y discordantes que forman una ciudad cosmopolita .
Roma no puede porque
ser
.
una ciudad cosmopolita
impone al extranjero, el cual, mienviva, no puede ser sino ciudadano de
ella se
tras en ella
Roma. Hacerse a costumbres a
veces,
pero
extranjeras
cuesta
aquí no hay más que entregarse
.
ROMA al
Roma
reposo espiritual que
principalmente
211
en
consiste
nos ofrece, y que reconocimiento
aquel
de que en ella hay una Patria para el alma. Paréceme que, sean cuales fueren sus creencias, debe sentirlo así todo visitante que posea alguna sensibilidad espiritual.
que él,
Roma es
es
para
Roma
la
.
Pero ¿cómo expresar
.
integral,
lo
y sólo para verdadera Roma, la
creyente? Para
el
la
él,
de Dios.
intérprete
Yo no puedo
Roma
recordar a
imaginativamente,
medio
en
A
apacible y luminosa.
sin hallarme,
una
de
atmósfera
creer al recuerdo que ella
ha creado en mi imaginación, aseguraría que Ro-
ma
está
iluminada
que proviene de de
monumentos
Hay
'los la
todos.
que material.
de .
sólo
fuentes
las
campanarios,
los
ritual
tan
.
los
Una
una suave luz
por
florecidas de agua,
mármoles, y de sus suave luz más espi-
.
Roma una
armonía inalterable. Hasta monumentos paganos parecen armonizarse con
Roma
en
cristiana; parecen subsistir
menaje, como un testimonio de
la
como un ho-
antigua
Roma
y su furor pagano; un testimonio del cumplimiento de
los
designios
pueden ni
los
de
Dios,
imperios ni
contra
el
cual nada
las aberraciones
y arraigadas; un testimonio del infinitamente prodigioso, de Jesús. horribles
* * *
más
triunfo,
delfín A BUNGE DE GÁXVEZ
212
A la Ciudad Eterna se le ha llamado también Ciudad de la Muerte. La muerte en Roma no se esconde porque Roma está orgullosa de sus muertos. Y bien puede ostentar la muerte quien guarda en sus manos el poder de repartir la vida,
la
de atar y desatar; quien tiene Vida Eterna.
En ninguna
parte
otra
llaves
las
ve a
se
la
de
la
muerte
bajo tantos y tan diversos aspectos. Desde aquel
gran Castillo de Sant'Angelo, antes orgullosa tum-
ba de Adriano y el cristianizado Panteón, hasta las Catacumbas con sus emocionantes inscripciones.
Y
tumbas de
las
los
Papas
terio
.
.
.
de los
los
Apóstoles, y las
Sin olvidar
el
en donde,
Capuchinos,
tumbas de Cemen-
originalísimo
sobre
pilas
de calaveras y huesos sabiamente ordenados, vemos esqueletos vestidos con su sayal de monjes, en las actitudes que éstos tuvieron en vida: ya leyendo, de pié, centes.
Y
lo
su breviario, ya sentados o ya-
que aquí más -asombra
es el estado
de ánimo del monje que pacientemente plugo
en
formar,
para
esta
Capilla
com-
se
mortuoria,
lámparas y adornos con los desenterrados huesos. Nos levanta de la humillación de este espectáculo el recuerdo de los quinientos monjes muertos en olor
de
santidad,
cuyos
relicario;
de
y
se piensa
intercesores
que
en
el
también
restos
guardan. Aquellas salas cobran
así el vsJor
extraordinario
invisiblemente
Misas celebradas en aquel
altar,
.
.
allí
se
de un
número
asisten a las
Mas no
sólo
.
213
estos restos materiales de los muertos
hemos
visto
en Roma, sino también lo que pudiera llamarse la auténtica firma de algunas almas del Purgatorio: manos de fuego que ellas dejaron impresas
en libros de oraciones u otros objetos, los cuales se exhiben en el pequeño museo anexo a una Capilla construida para sufragio de los muertos.
En Roma el
se evidencia,
de
significado
en todas sus formas,
muerte, sin
la
el
cual
la vida
¿En dónde, como en la ciudad de los mártires, se desafió a la Muerte? c'En dónde, como allí, el Amor y la Fe vencarece de significación.
misma
cieron a la
pue5, que
Muerte y ir
al
Roma
a
temor a la Muerte.^ Hay, para aprender a morir .
***
He
renunciado,
monumentos de
la
por cierto, capital
a
hablar de los
cristiana
y de
las re-
liquias extraordinarias que ella guarda. ¡Aquel San^
Pablo
extra-muros,
que
otra
alegría nos
gran
brinda; todas las grandes Basílicas;
la
iglesia
de
la parrilla del Santo aún mantumba de Pío IX, y junto a la asoma sobre un muro, en un plano más alto,
San Lorenzo, con con
chada, cual la
¡Y
línea el
de
Circo
la
cipreses
guardianes del Cementerio!
Romano, y
las
Catacumbas
!
.
DELFINA BUIÍGE DE GÁLVEZ
214
Yo que en
sólo quise decir esta impresión
Roma nos aguarda.
bido como un hijo en
el
de Patria
Esta alegría de ser
reci-
abrazo de las columnatas
de San Pedro. Esta esperanza grande que nace para nosotros en la tumba del primero de los Papas, que reflorece en el sepulcro de Pío X, y que se deposita a los pies del actual Pontífice. En cualquiera otra ciudad podemos sentirnos
perdidos
entre
la
multitud.
Pero
Roma
tiene,
un lugar que exclusivamente le pertenece. Y así, entramos a Roma, y a San Pedro y al Vaticano, con pie firme, como al sitio más nuestro sobre la tierra. Por lo mismo que para cada uno,
es
Roma
la
ciudad jerárquica, tenemos
lado nuestro puesto,
Lo
cual no es posible dentro de las
donde,
si
alVí
seña-
por pequeño que éste sea.
todos son iguales, no hay
democracias, sitio
especial-
mente reservado para nadie. Es, pues, en Roma donde se determina nuestra situación en el mundo. Imposible entrar en Roma, decir el puesto que hemos ocupado en ella y lo que ella nos sugirió, el
»in definirnos ante nosotros mismos, ante
mundo, y ante Dios.
FIN
índice Hacia el
Mar Azul 7
Brasil
Un
día en
19
Tánger
Tierras del
Mar Azul 31
Mallorca
La costa Genova
43
azul
47
Túnez, hace algunos años
53
Trípoli
63
Ñapóles
67
Unas horas en
En
la
Sicilia
Acrópolis de Atenas
El Cairo
Museos
del Cairo
83 87
99 115
El desierto
129
Constantinopla
139
216
ÍNDICE
Jerusalén El Santo Sepulcro
159
Monte de Sión El Monte Moriah El Monte de los Olivos La Jerusalén actual y
173
El
179 189 la
Jerusalén
celeste
195
Roma
Roma
205
^>*
-í
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