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Spanish Pages 249 Year 2017
Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano
Volumen 2
Círculo de Estudios en Terapia Existencial
Por una Co-existencia
Apasionada
Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo postCartesiano VOLUMEN 2
Círculo de Estudios en Terapia Existencial
Por una Co-existencia
Apasionada
Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano Volumen 2 Portada: PAISAJE RELACIONAL Pintura de Guy-Pierre Tur
Copyright © 2017. D.R. © 2017 Yaqui Andrés Martínez Robles. D.R. © 2017 Círculo de Estudios en Psicoterapia Existencial, S.C. Derechos de edición mundial en lengua castellana.
Primera edición: Agosto, 2017
ISBN: 978-1974-4130-34 1974-4130-39
Impreso en EUA/Printed in USA
Todos los derechos reservados para todas las lenguas. Ni la totalidad ni una parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética, o cualquier almacenamiento de información y sistema de recuperación sin permiso escrito del autor y del editor.
Al sueño que representa el Círculo de Estudios en Terapia Existencial. Y a todos los que colaboran para realizarlo. “Por una coexistencia apasionada”.
Y a Ela, por atreverse a soñar a mi lado.
Tabla de contenido Agradecimientos
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Introducción
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Capítulo 1 Terapia existencial: ¿Por qué Terapia? ¿Por qué existencial? ¿Qué es la terapia? ¿Por qué “Terapia”? La Terapia Existencial: Conjunto de Conversaciones Poderosas ¿Por qué existencial? A) La terapia Existencial: Modelo Filosófico-Estética B La terapia Existencial: Modelo FenomenológicoHermenéutico C)La terapia Existencial: Modelo Post-cartesiano, Perspectivista y Contextual D) La terapia Existencial: Modelo Inter-relacional y Colaborativo Hacia una (im)posible definición: Contraste, diálogo, identidad
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Capítulo 2 Diálogo con la WCET. ¿Qué es terapia existencial? 1. ¿Qué es la Terapia Existencial? 2. ¿Por qué se llama Terapia Existencial? 3. ¿Cómo trabaja la Terapia Existencial? 4. ¿Qué hace a la Terapia Existencial diferente de otras terapias? 5. ¿Qué técnicas o métodos utilizan los terapeutas existenciales? 6. ¿Cuáles son las metas de la Terapia Existencial? Respuesta al diálogo
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Capítulo 3 El Mundo-Terapéutico-Existencial. Primera parte 1. Atmósfera Espacio-Temporal 2. Orientación Exploratoria-Comprensiva, dirigida a la experiencia Estética 3. Propósito: Descripción Fenomenológica, Hermenéutica y Colaborativa
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Capítulo 4 ¿Qué implica una Práctica Fenomenológico-Existencial? Describir en vez de Explicar Reconocer la tensión del “Punto A” al “Punto B” Aceptar la relatividad de las posibilidades Atreverse a realizar preguntas que parezcan “Bobas”
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Reconocer nuestra incapacidad para renunciar a nuestras preferencias Disponibilidad para mostrar nuestras dudas e incomprensiones Narración de una situación en el Mundo-TerapéuticoExistencial Capítulo 5 El Mundo-Terapéutico-Existencial. Segunda Parte 4. Acciones o tareas fundamentales dentro del MTE 5. Puntos focales sobre los que se centran las tares mencionadas 6. Actitudes y compromisos para el Mundo-terapéuticoExistencial 7. MTE como experiencia que implica altos grados de sensibilidad 8. Reciprocidad en el Mundo-terapéutico-Existencial
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Capítulo 6 El Mundo-Terapéutico-Existencial. Tercera parte 9. Posibilidades de investigación terapéutica (Esquema de Cuatro Cuadrantes) 10. Etapas en la Construcción del Mundo-TerapéuticoExistencial Bibliografía
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2
Agradecimientos En muchos sentidos, los agradecimientos del Volumen 1 de esta obra continúan siendo vigentes para el presente, por lo que invito al lector a revisarlos también. Para este Volumen 2 en particular, quisiera agradecer a los grupos de Estudio y Supervisión Avanzada del Círculo de Estudios en Terapia Existencial, quienes no sólo leyeron los primeros borradores de este material, sino que lo enriquecieron con sus comentarios, dudas y críticas. Entre las personas que forman o formaron parte de dichos grupos se encuentran: Max Jiménez, Rebeca Espinosa, Deifilia Zarate, Conny Figueras, R. Arturo Arreola, Arturo Ascensión, Silvia Poplawsky, Eliana Báez, Ana Lilia Torres, Guillermina Gómez, Tatiana Aguiar, María Elena Ramírez, María Villalobos, y Margarita Hernández. De la lista anterior, especialmente Silvia, Ela y Margarita dedicaron parte de su tiempo a revisar aspectos de forma y estilo del primer borrador. Algunos amigos son también una inspiración para mí, y sus comentarios me han impulsado y en ocasiones clarificado aspectos importantes de la presente obra: Donna Orange, Ernesto Spinelli, Todd DuBose, Greg Madison, Guy-Pierre Tur, Alejandro Unikel y Carlos Aranda. Y doblemente agradezco a Ela Báez, porque su presencia en mi vida me aporta el entusiasmo y la alegría necesarias para continuar motivado en mi práctica profesional como terapeuta, coach, conferencista y profesor; y para crecer y mejorar en mi trabajo, incluso a través de momentos complejos y estresantes. Ella es mi primera y principal lectora, y sus ojos me inspiran a continuar tratando de ser cada vez más claro, más concreto, y más abierto a mostrarme “yo mismo” en mi escritura. Gracias Ela, ¡por ser una extraordinaria musa!
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2
Introducción A lo largo de los siglos la humanidad ha buscado respuestas a múltiples interrogantes como: ¿Quién soy? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué debo hacer con mi vida? ¿Cómo distingo lo correcto de lo incorrecto? ¿Cuál es el sentido de todo esto?, etcétera; las respuestas han cambiado en cada época, con cada nueva perspectiva, disciplina del conocimiento, e incluso con los diferentes autores al interior de estas últimas. Lo curioso es que, aunque las respuestas cambian constantemente, las preguntas suelen ser las mismas o al menos muy semejantes. Podemos gastar nuestra vida buscando la “respuesta correcta”, olvidando que, más importante que encontrar respuestas, está el hecho mismo de preguntar. La actividad de preguntarnos nos catapulta hacia nuevos horizontes y perspectivas. Mientras que las respuestas cierran, al dejarnos estáticos en un sólo punto de vista –la respuesta en sí–, las preguntas nos abren al universo de posibilidades. Es por ello que lo importante es hacer preguntas, seguir preguntando, mantenernos en movimiento cuestionador. Algunos podrían argumentar que tal actividad podría desgastarnos, lo que nos podría generar parálisis. Por ello, más aún que hacer preguntas, lo importante es aprender a construir las preguntas correctas. Cuando una persona llega al consultorio terapéutico, generalmente lo hace cargada de preguntas. Preguntas que no ha podido resolver, o cuyas respuestas resultan poco satisfactorias, demasiado dolorosas, o imposibles de sostener. En muchas ocasiones el problema no está tanto en lo duro o imposible de las “respuestas”, sino en la necesidad de realizar mejores preguntas. Ni la filosofía, ni la terapia están en posición para dar respuestas, aunque pueden promover caminos para preguntarnos de formas más amplias y enriquecedoras. La terapia en general (y la Terapia Existencial en particular) consiste, entre otras cosas, en aportar un acompañamiento que promueva que la persona, más allá de encontrar respuestas a sus interrogantes, logre hacerse cada vez mejores preguntas. Una forma de ello está tanto en el contenido de las preguntas, como en la forma en que se realizan. La relación terapéutica (o el Mundo-Terapéutico-Existencial, como le llamaremos en esta obra) se diseña con el propósito de aportar el contexto físico,
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Yaqui Andrés Martínez Robles emocional y cognitivo necesario para ser capaces de crear y sostener las preguntas más adecuadas para cada persona y cada situación particular. Muchas personas que se acercan al entrenamiento como terapeutas existenciales se enfrentan a la pregunta: “Y una vez que mi consultante me cuenta su situación... ¿Qué le digo?... ¿Cómo formulo una pregunta lo suficientemente valiosa?” Éstas son algunas de las razones que me han llevado a acompañar las reflexiones de este texto con muchas preguntas. Algunas de ellas se repiten en varios momentos, por lo que ruego a los lectores un poco de paciencia ante mí falta de creatividad. Espero que estas preguntas no sean tomadas como una lista a memorizar, ni para realizarse de manera exacta y precisa con todos sus consultantes, como si se tratara de una entrevista tipo encuesta en la que debemos cubrir ciertos aspectos de manera obligatoria. En vez de ello, ojalá puedan ser tomadas como inspiración para crear cada vez más y nuevas preguntas, acordes a los contextos específicos y a la forma como la relación terapéutica en cuestión se está desarrollando. Un detalle importante que subrayar, es que en este texto intento presentar la perspectiva del “MOVIMIENTO MEXICANO” o “ESCUELA MEXICANA DE ANÁLISIS Y TERAPIA EXISTENCIAL”, corriente particular dentro del pensamiento amplio y diverso de la Terapia Existencial que ha sido desarrollado y continúa desarrollándose y enseñándose en el Círculo de Estudios en Terapia Existencial, cuya matriz se encuentra en la Ciudad de México, aunque cada vez se extiende más a otras ciudades de la República Mexicana. En el Volumen 1 de esta obra intenté presentar aquellos aspectos teóricos, filosóficos, antropológicos y epistemológicos, que inspiran el desarrollo de una terapéutica de orientación existencial, tanto de la Escuela Mexicana, como de cualquier otra escuela o movimiento cuyo trabajo se caracterice por subrayar la práctica fenomenológica1. 1
En el campo de la Terapia Existencial, existen diversas corrientes o movimientos de pensamiento y práctica que comúnmente se les denomina “Escuelas”, como la Escuela Británica o Inglesa, la Escuela Norteamericana, la Escuela China, etcétera. Habiendo algunas que están más orientadas fenomenológicamente que otras. Para mayor información puede revisarse Cooper, M. 2003. Existential Therapies. UK. SAGE; o Martínez Robles, Y. y Signorelli, S. 2010. Perspectivas en Psicoterapia Existencial. Una mirada retrospectiva y actual. México. LAG. En el presente texto recurriré indistintamente a la nomenclatura “Movimiento” o “Escuela”, principalmente cuando me refiera a la perspectiva mexicana que hemos desarrollado y continuamos enriqueciendo
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2
Para este Volumen 2 nos centraremos fundamentalmente en el Movimiento Mexicano. Los lectores podrán reconocer que no se trata de nuevas propuestas –aunque algunas de ellas sean completamente originales– distintas a las que se encuentran ya en los teóricos o en las escuelas más fenomenológicamente orientadas. Lo original de nuestra propuesta consiste, principalmente, en la forma de entender, organizar, articular y explicar las bases teóricas del desarrollo práctico de la Terapia Existencial, una forma o estilo terapéutico que se inspira en la filosofía existencial, fenomenológica, hermenéutica, dialogal, colaborativa y postCartesiana. Al lector interesado en profundizar en dichos fundamentos teóricos, lo invito a revisar el Volumen 1. En este Volumen 2 de la misma obra intentaré presentar con mayor énfasis los aspectos directamente relacionados con la práctica terapéutica. Los presentaré desde una perspectiva teórico-reflexiva, ya que considero que la práctica de este estilo terapéutico debería llevarse a cabo a partir de las reflexiones por parte del practicante sobre aquello en que consiste su tarea, su rol y su particular estilo de desarrollo como terapeuta existencial, tomando en cuenta sus contextos específicos de trabajo. Recuerdo una frase que suele atribuirse a Paul Goodman, el escritor que jugó un papel crucial en el nacimiento de la Terapia Gestalt: “No hay nada más práctico, que una buena teoría”. Además, la división entre teoría y práctica es también una herencia del dualismo cartesiano. En una postura post-Cartesiana, como la que intento desarrollar en este texto, cualquier reflexión teórica es siempre una forma de práctica, y una práctica, aún la más fría e irreflexiva, consiste en la aplicación de un modelo teórico que quizá simplemente no se ha reflexionado. Por ello, en la presente obra considero con igual valor la reflexión sobre la existencia y las relaciones con el mundo, con los otros y consigo mismo; que acerca de lo que comprende el “estar en terapia”, la práctica terapéutica cotidiana. En otras palabras, para el estilo terapéutico que aquí propongo, resulta igualmente valioso intentar clarificar la situación existencial del consultante, que analizar los fenómenos de la relación terapéutica misma. en el Círculo de Estudios en Terapia Existencial. Personalmente, prefiero la palabra “movimiento”, aunque no es la más usual, ya que refiere un proceso en evolución, que no se queda fijo, sino que está abierto a cambios y revisiones constantes.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Hay dos formas de proponer estas reflexiones: 1) A partir de intentar describir el proceso terapéutico que se desenvuelve en el marco del Movimiento Mexicano –lo cual realizaremos en este Volumen 2– y 2) Explorando algunas de las herramientas que utiliza el terapeuta para acercarse a la comprensión de la experiencia de su consultante, o proponiendo herramientas para la realización de trabajo relacional. Esta segunda forma de presentación quedará expuesta principalmente en el Volumen 3, de próxima aparición, cuando profundice en los distintos lenguajes para acercarnos a la comprensión de la experiencia, o de los distintos constructos de la perspectiva del mundo y de la identidad. Sin embargo, en la mayoría de los casos ambas formas de reflexionar se entrelazarán y combinarán a lo largo de ambos textos. Desde hace tiempo me siento preocupado por encontrar formas accesibles y sencillas de presentar las ideas existenciales – fenomenológicas y hermenéuticas– sin recurrir a terminología “avanzada” o a un lenguaje que termine volviéndose elitista, ya que sólo lo entienden los miembros de la “tribu” específica que lo utiliza. Reconozco que en muchas ocasiones he fallado en mi intento, como seguramente ejemplificará el presente libro. Hace algún tiempo tuve la oportunidad de ser entrevistado para una revista comercial. Querían que les hablara sobre la terapia existencial, pero... –me advirtieron– no debía utilizar la palabra terapia, ya que promueve en muchas personas la idea de que se trata de algo específicamente dirigido a los enfermos, o a personas “que no pueden resolver sus asuntos por ellas mismas”. También me indicaron que no usara la palabra existencial, ya que remite con facilidad a situaciones desagradables. Es común encontrar la palabra “existencial” asociada a otras como “crisis”, “angustia”, “culpa”, etcétera. Esto me parece terriblemente desafortunado, ya que los términos “existencia” o “existencial” abarcan o intentan abarcar el abanico entero de experiencias humanas, tanto las más desagradables e incómodas hasta las más placenteras y deseables; desde la angustia, el sufrimiento y el dolor, hasta el placer, la alegría y el amor. Finalmente me pidieron que tampoco utilizara expresiones demasiado técnicas o propias del lenguaje profesional. Esta propuesta me pareció un reto. Después de todo, la perspectiva existencial debería poder ofrecer su riqueza a cualquier persona, 16
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independientemente del grado académico que haya obtenido, o de la riqueza de su lenguaje. Lo anterior me llevó a proponer otra manera de hablar sobre la intención de la propuesta existencial. Denominé al conjunto de prácticas existenciales– fenomenológico–hermenéuticas: Conversaciones Poderosas. Aunque soy consciente que tampoco se trata de una expresión demasiado afortunada –ya que puede indicarnos una situación superficial que intenta hacerse pasar por profunda, como ocurre en ocasiones en el medio comercial–, me parece que puede funcionar como un primer acercamiento a la práctica terapéutica que en este texto propongo, por lo que más adelante hablaré con mayor detenimiento sobre ello. Al igual que en la mayoría de mis escritos, a lo largo del texto recurro a un estilo similar al “oral” en la presentación de las ideas y conceptos. Aunque esto facilita la lectura para algunas personas, que en ocasiones me han expresado su agradecimiento por la “sencillez” en mi exposición, soy consciente de que se trata de un estilo “poco estilizado” para los criterios más oficiales de la escritura y redacción contemporáneas. Principalmente porque en el estilo “hablado” es posible recurrir a ciertas reiteraciones y repeticiones con el objetivo de enfatizar ciertas ideas. Espero que los lectores y lectoras tengan un poco de paciencia al respecto, y a modo de “disculpa”, permítaseme compartir aquí un fragmento de un buen libro del filósofo argentino José Pablo Feinmann, ya que, en cierto sentido, puedo hacer mías sus palabras: [Quiero] solicitar al lector que intente disimular las reiteraciones, imprecisiones, ambigüedades y otras malas yerbas que advierta. Pero he dado en creer que estos tipos ripios pueden estar compensados por cierta espontaneidad y entusiasmo que, creo, son más propios de la charla que del texto. Platón, sin lugar a dudas un gran escritor, ha manifestado alguna vez su paradójica preocupación respecto de la escritura y su relación de inferioridad respecto del lenguaje hablado. Trató de paliar las deficiencias de aquélla mediante la ficción del diálogo. Con menos talento, obviamente, yo he optado por presentar aquí una reproducción de mis charlas con la esperanza secreta y acaso, en el fondo, inconfesable,
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Yaqui Andrés Martínez Robles de que el lector, a través de ellas, oiga mi voz. (Feinmann J. P., 2005, p. 9).
En cuanto a la distribución del presente Volumen: en el capítulo 1, comienzo reflexionando acerca de la terapia en general, preguntando “¿qué es lo “terapéutico”?”, y proponiendo el término anteriormente señalado de Conversaciones Poderosas. Comento las cuatro líneas fundamentales que, a mí parecer, constituyen a una terapia como un modelo existencial, al menos desde la perspectiva de la escuela mexicana: a) Un modelo Filosófico-Estético, b) Un modelo FenomenológicoHermenéutico, c) Un modelo Post-Cartesiano, Perspectivista y Contextual, y d) Un modelo Inter-relacional y Colaborativo. Este primer capítulo finaliza con la presentación de una serie de ideas en torno a la posibilidad (o imposibilidad) de definir la Terapia Existencial de manera que dicha definición sea completamente aceptada por todos los terapeutas existenciales. En el segundo capítulo, comparto un dialogo personal con la definición “oficial” de la World Confederation of Existential Therapists, en cuya estructuración participé, más no me sentí completamente satisfecho con la última versión. Aquí muestro la versión final para el 2016 (que continúa vigente en agosto del 2017), y mis comentarios a la misma. El capítulo 3 inicia la presentación de uno de los conceptos fundamentales del modelo propuesto por el Movimiento (Escuela) Mexicano de Análisis y Terapia Existencial, el concepto de MundoTerapéutico-Existencial (MTE). Inicialmente partimos de definirlo y de hablar de sus aspectos generales, su orientación y su propósito. Para el capítulo 4, comparto una serie de reflexiones acerca de lo que implica adoptar una práctica Fenomenológico-Existencial de la terapia, cerrando con una breve narración de una experiencia en mi propia práctica como terapeuta. El capítulo 5 profundiza en la concepción del MTE, proponiendo cuáles serían las acciones o tareas básicas en el mismo, los puntos focales sobre los que dichas tareas se aplican, y las actitudes y compromisos que dichas tareas requieren o generan, subrayando la reciprocidad en la relación terapéutica. El capítulo 6 cierra el Volumen 2 presentando dos formas complementarias de acercarse a la comprensión del MTE desde una 18
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perspectiva procesal, es decir, enfatizando que la Terapia Existencial es un proceso que atraviesa por diferentes fases o etapas, de manera no lineal. La primera de ellas, el esquema de cuatro cuadrantes, es una aportación propia del Movimiento o Escuela Mexicana, mientras que la segunda propuesta, corresponde a mi particular adaptación del modelo que aporta Ernesto Spinelli para describir las diferentes fases que atraviesa o puede atravesar un proceso terapéutico existencial (Spinelli, 2015). A lo largo del texto, en ocasiones recurro a la palabra consultante y en otras a la palabra paciente al referirme a la persona que solicita los servicios de un profesional para iniciar un proceso de terapia. Hasta el momento no he encontrado una palabra que me deje satisfecho para distinguir el rol que dicha persona realiza. Ocasionalmente, “entre broma y en serio”, suelo decir que me gusta llamarles “pacientes”, pero no por convencionalismo o costumbre social, ni mucho menos por la connotación médico-clínica que hay en ello, sino porque, juguetonamente –o no tanto–, reconozco que se trata de personas que deben tenerme mucha paciencia, soportar mis errores y fallas, mis problemas de memoria, mis confusiones, mis dificultades para comprenderlos de manera cabal, mis juicios y malas interpretaciones, y mis ocasionales ausencias debido a que requiero viajar para asistir como ponente en algún congreso o curso. Ruego al lector que, al encontrarse con la palabra “paciente” considere este significado. En la actualidad el uso de palabras en masculino hace referencia a ambos géneros, sin embargo, soy consciente de que, aunque no corresponda con la manera convencional o “correcta” de usar el lenguaje, podría ser igualmente justo recurrir en ocasiones al femenino para hacer referencia por igual a ambos géneros. Por ello en ocasiones recurriré al masculino, y en otras al femenino, sobre todo al hablar de la persona del terapeuta. A veces trataré de mencionar de forma explícita ambos géneros. Solicito al lector paciencia frente a esta manifestación de mi compromiso por buscar un mundo social con equidad de género. Este aspecto lo realizo también como una forma de homenaje a una de las más grandes pensadoras existenciales, Simone de Beauvoir, quien, entre otras cosas, nos ha facilitado reconocer que cuando se dice: “el hombre”, no se está incluyendo a la mujer, aun si el pensamiento machista considera lo contrario. Además, después de todo, el ambiente de la psicoterapia tanto en México como en otras partes del mundo, se encuentra principalmente formado por mujeres. 19
Yaqui Andrés Martínez Robles ¡Bienvenid@s a la conversación! Yaqui Andrés Martínez Robles. CDMX, agosto de 2017. [email protected] www.yaquiandresmartinez.com www.circuloexistencial.org
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Capítulo 1 Terapia Existencial: ¿Por qué Terapia? ¿Por qué Existencial? Un trabajo teórico siempre debe ser entendido como parte de un argumento escrito para alguien o en respuesta a alguien. Ni un artículo teórico ni uno clínico pueden ser entendidos fuera de su contexto interpersonal. Lewis Aron (2013).
En el Volumen 1 del presente texto recurrí al ejemplo de los deportes para intentar explicar cómo las diferentes terapias, inclusive los diversos modelos existenciales de la terapia, pueden ser tan distintos que, a los ojos de un modelo específico, los objetivos y métodos de otro pueden resultar absurdos2. Wittgenstein nos aclara como la mayoría de los conceptos o categorías, no poseen un conjunto de características que compartan absolutamente con todos los miembros de la categoría, o con todos los asuntos que sean definidos por tales nomenclaturas, sino que más bien se trata de conceptos abiertos y unidos por una red de similitudes que se traslapan, coinciden y se entrecruzan, a los que llamó “parecidos familiares” (Orange, 2010). Esto resulta especialmente aplicable si consideramos la Terapia Existencial como una forma de arte –lo que intentaré proponer y explicar aquí mismo más adelante–, el arte de co-construir Conversaciones 2
En dicho ejemplo menciono que, aun cuando diferentes deportes, como el futbol soccer y el basquetbol, pueden tener objetivos semejantes –conducir la pelota hacia cierta área específica que el otro equipo resguarda, mientras se protege que el equipo contrario haga lo mismo hacia el área que nuestro equipo defiende–, cuando profundizamos en lo específico de cada deporte, nos encontramos con una serie de reglas y normas, así como con ciertos roles y formas de proceder esperadas, que son completamente distintas para cada deporte. Al grado que, si miramos a un jugador de basquetbol (quien bota el balón al piso con sus manos) con ojos del futbol soccer (donde el balón se patea y no debe tomarse con las manos), a nuestra perspectiva dicho jugador se encontraría cometiendo una buena cantidad de infracciones y violaciones al reglamento, además de comportarse de manera que nos parecería absurda. Algo similar puede aplicar para el caso de las diferentes terapias y sus diferentes metodologías.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Poderosas3; ya que algunos modelos terapéuticos parecen insistir en su deseo por aproximarse a la ciencia médica y al conocimiento comprobado y rectificado a través de investigaciones cuantitativas (como es el caso de varios estilos de la terapia Cognitivo-Conductual). Las dificultades para comprender las múltiples formas de concebir la terapia se complican, particularmente, porque los diferentes modelos no siempre entienden lo mismo por conceptos tan básicos como: Ser humano, existencia, bienestar, malestar, etcétera. Al hablar aquí de Terapia Existencial, no me refiero a enfoques terapéuticos de orientación existencial en general –lo que nos llevaría a incluir enfoques cómo la Logoterapia, la Terapia Gestalt y probablemente algunos otros que son normalmente comprendidos dentro de la corriente Humanista –(en el Volumen 1 hablé sobre las diferencias entre la Terapia Existencial y las Terapias Humanistas, para mayor claridad sobre este punto, solicito al lector remitirse a dicho texto)–. Me refiero específicamente a formas de terapia que se identifican (por quienes las desarrollan y practican) cómo Terapia Existencial, o más específicamente: Terapia Existencial-Fenomenológica (o Fenomenológica-Existencial), la cual es un estilo terapéutico diferente a otros modelos identificados e incluidos dentro de la gran esfera de las terapias Existencial-Humanistas. Muchas personas parecen tener un temor o incluso rechazo hacia la señalización de las diferencias. Algunas lo experimentan como una posibilidad del conflicto. Me gustaría por ello subrayar que la invitación que aquí presento, de reconocer e incluso subrayar las diferencias, tiene más que ver con la posibilidad de promover el diálogo y la clarificación. Las diferencias no son necesariamente un problema, de hecho, vivimos en un mundo de diferencias; cada vez somos más conscientes de la diversidad e infinita cantidad de posibilidades de experiencias en el mundo. Los problemas surgen, en muchas ocasiones, por nuestro intento de unificar las experiencias, de mantener “una sola verdad”, o una sola forma de entender el mundo y de relacionarnos con él. Byung-Chul Han (2013), filósofo coreano, destaca que en la moderna “sociedad de la transparencia” se busca eliminar las diferencias, generando el infierno de lo igual. Nietzsche en La Gaya Ciencia (o La Ciencia Jovial, dependiendo de la traducción que se consulte) nos alerta de la pérdida que representó el paso 3
Más adelante propongo una definición del concepto de Conversaciones Poderosas.
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del politeísmo al monoteísmo. En las sociedades politeístas, la idea de que las personas pensaran distinto, tuvieran una diferente escala de valores, y vivieran de manera desigual y particular, era mucho más fácilmente aceptable ya que se podía justificar simplemente como una situación propia de la adoración a una deidad diferente. El problema de las sociedades monoteístas es que, al haber una sola deidad disponible, se considera que hay UNA sola forma correcta de comportarse, una única escala de valores que es la “buena”, y una sola forma de pensar a la que todos deberían alinearse ya que, de no hacerlo, estarían cometiendo una especie de herejía. Por su belleza y potencia expresiva, me permitiré aquí incluir el aforismo 143 del libro tercero de la obra mencionada: La mayor utilidad del politeísmo.- Que el individuo se haya formado su propio ideal y haya deducido de él su ley, sus alegrías y sus derechos – esto ha sido considerado hasta ahora como el más terrible desvarío humano, algo así como la idolatría misma; de hecho, a los pocos que se atrevieron a hacerlo siempre les fue necesario tener preparada una apología, la que habitualmente decía: “¡No soy yo! ¡No soy yo! ¡Se trata de un Dios a través de mí!” De ahí que fuera en el maravilloso arte y en la fuerza de crear dioses –el politeísmo– donde pudo descargarse este impulso, donde se purificó, perfeccionó, ennobleció, dado que, originalmente era un impulso vulgar, insignificante, emparentado con la obstinación, la desobediencia y la envidia. Antaño la hostilidad frente a este impulso de tener un ideal propio, fue la ley de toda moralidad. Aquí existía una única forma: “el hombre” –todos los pueblos creían poseer esta única y última norma. Ahora bien, por encima y fuera de sí mismos, en un lejano trasmundo, era posible ver con todo el derecho una pluralidad de normas: ¡un dios no era la negación blasfematoria del otro dios! Fue aquí donde, por vez primera, se honró el derecho de los individuos. La invención de dioses, héroes y ultra hombres de todo tipo, así como de para-hombres y sub-hombres, de enanos, hadas, centauros, sátiros, daimones y diablos, fue el inapreciable prolegómeno para la justificación del
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Yaqui Andrés Martínez Robles egoísmo y de la autoridad del individuo: la libertad que se concedía a un dios en contra de los otros dioses se la concedió finalmente el individuo a sí mismo en contra de las leyes, las costumbres y los vecinos. El monoteísmo, por lo contrario, esa férrea consecuencia de la doctrina de un hombre normal –por tanto, la creencia en un dios normal, junto al cual sólo puede haber dioses falsos y mentirosos–, ha sido tal vez hasta ahora el mayor peligro de la humanidad: aquí la amenazaba esa precoz parálisis que, hasta donde nosotros podemos ver, hace ya bastante tiempo ha afectado a la mayoría de las otras especies animales; pues dado que todas ellas creían en un animal normal y en un ideal de su especie, la moralidad de la costumbre se hizo definitivamente carne y sangre. En el politeísmo, por lo contrario, permanecía prefigurada la libertad de espíritu y la variedad espiritual humana: la fuerza de proporcionarse nuevos ojos, ojos propios, y hacerlos nuevos y propios una y otra vez, cada vez más. De ahí que sólo para el hombre, entre todos los animales, no existan horizontes fijos y perspectivas eternas. (Nietzsche, 2001, pp. 231-233) (Énfasis en el original).
El politeísmo, como también lo expresara Estrada (2015), tiene una mayor tolerancia y capacidad de diálogo respecto a las diversas creencias ya que… (…) todas ellas son asumidas, integradas y respetadas, rompiendo con la idea de una verdad monolítica y única. Hay aquí respeto de la pluralidad y de los rasgos específicos de cada tradición, sin intentar sustituirla por la uniformidad. De ahí, la mayor riqueza de expresiones religiosas, que reflejan la complejidad y variedad de necesidades y experiencias humanas. (Estrada, 2015, p. 293).
Independientemente del campo de conocimiento o del tipo de experiencia al que hagamos referencia, la diversidad reclama cada vez más ser reconocida. Las diversas voces, por minoritarias que parezcan, brillan mostrando su unicidad y su aportación particular. El siglo XXI se enmarca, 24
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en parte, por el reconocimiento de la paradoja de que la “mayoría” es, en realidad, sólo una minoría comparada con la gran cantidad de minorías existentes. Se podría decir que: Hay tantas minorías, que el concepto de mayoría está empezando a quedar en el absurdo. Esto ocurre en el mundo entero y en todos los campos. El ámbito de las psicoterapias en general, y el de la Terapia Existencial (que en adelante llamaré en ocasiones simplemente: TE) en particular, no son la excepción. Actualmente resulta cada vez más claro que la TE no es un enfoque unificado. Existen múltiples estilos y diversos enfoques de aproximación, tanto en sentido teórico como a nivel práctico. Ello también es aplicable a casi cualquier enfoque terapéutico, así como a enfoques sociológicos, históricos, antropológicos, etcétera. Sin embargo, esta característica es interesante en la TE porque ha estado presente desde sus orígenes e, incluso, desde la llamada: Filosofía existencial. Este movimiento, tanto en filosofía como en psicología y en terapia, se caracteriza por no tener un solo padre fundador, por lo que resulta difícil seguir un modelo específico. Al mismo tiempo, desde sus primeros desarrollos, ha sido un enfoque rebelde a la ortodoxia. Por ello es común que muchos de los teóricos del modelo existencial concuerden en la opinión de que cada terapeuta tiene –dentro del marco fenomenológico existencial– su propia y única forma de practicar la terapia, promoviendo una aproximación que podría denominarse Anárquica, por rebelarse a la ortodoxia, a la homogeneización, o a los grandes sistemas ideológicos de referencia común; o Débil, por su renuncia a imponerse como la mejor forma, o la única válida para su aplicación (Todd DuBose, en comunicación personal, octubre 2015). En el presente texto describiré los elementos que sirven de base para la práctica de la Terapia Existencial del Movimiento o la Escuela Mexicana, tal y como se enseña, difunde y practica en el Círculo de Estudios en Terapia Existencial. Para los fundamentos teóricos y epistemológicos de la misma, sugiero revisar el Volumen 1 de esta misma obra, en el cual describo los aspectos teóricos que enmarcan e impulsan las reflexiones y propuestas que en este Volumen 2 comparto. En concordancia con los planteamientos de la filosofía y fenomenología existencial, vale la pena recordar que, los conceptos que aquí se propongan, son parte de un movimiento y evolución constantes, y que intentan describir situaciones que suelen estar envueltas de una misteriosa 25
Yaqui Andrés Martínez Robles incertidumbre, por lo que permanecen siempre parciales, incompletos y en flujo. El riesgo de escribirlos e imprimirlos (y más aún, de publicarlos), es que parecen quedar fijados en el tiempo. Muchas personas que hemos tenido la fortuna de poder plasmar algunas de nuestras ideas en alguna publicación, hemos experimentado la incómoda sensación de que aparezca algún escrito de algún otro autor, en el cual se ofrezca una cita textual de algún trabajo nuestro publicado con anterioridad, pero que ya no describe nuestra opinión o forma de pensar actual. Por ello, espero que el lector considere las ideas que se presentan en este texto como transitorias, como expresiones que responden a cierto contexto y momento en el tiempo; y que las utilice como pretextos para desarrollar sus propias reflexiones, para continuar así el desarrollo del pensamiento fenomenológico-existencial con respecto a la terapia. ¿Qué es la Terapia? ¿Por qué “Terapia”? La psicoterapia individual es un tipo particular de conversación entre dos personas. Thomas Szasz.
El uso de la palabra “terapia” presenta varias complicaciones. Parece que resulta más sencillo definir lo que la terapia no es, que tratar de definir lo que es: “[La terapia] no es dar clases, no es moralizar, no es ser el jefe, no es ser-amistoso. No es el uso de las habilidades para el counselling por profesionales de la salud mental al entrevistar o dirigir…” (Owen, 1993, p.15; en Spinelli, 1994, p.13). En algunos momentos me he sentido tentado a simplemente dejar de utilizar la palabra “terapia”, y mejor usar expresiones como “Análisis”. Aunque esta última forma de hablar sobre la actividad que intento describir en este libro también me gusta, y en ocasiones la utilizo –al igual que muchos colegas que hablan de hacer Análisis Existencial, o Dasein Analysis, etcétera–, he optado por mantener la palabra terapia ya que, como explicaré más adelante, me parece que ofrece un sentido que no sólo es apropiado, sino incluso cuenta con cierta dosis de belleza. Por lo mismo tampoco me ha parecido apropiado tratar de acuñar un neologismo que conduzca a confusiones, o parezca propio de una jerga excesivamente particular. 26
Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2
Si buscamos en la Wikipedia4 en español la palabra “terapia”, lo que ocurre puede resultar sorprendente. En primer lugar, no existe como tal una entrada sobre específica para este término, sino que nos redirecciona a la palabra: “tratamiento (medicina)”. La definición que aparece a continuación dice: En medicina, tratamiento o terapia (del griego θεραπεία/therapeia = tratamiento médico) es el conjunto de medios de cualquier clase (higiénicos, farmacológicos, quirúrgicos o físicos) cuya finalidad es la curación o el alivio (paliación) de las enfermedades o síntomas. Es un tipo de juicio clínico. Son sinónimos: Terapia, terapéutico, cura, método curativo. (Wikipedia. Tratamiento (Medicina), sf).
La misma versión de la Wikipedia, propone la siguiente definición de psicoterapia: La psicoterapia ―de «psicología» (ciencia social que estudia los pensamientos, las emociones y el comportamiento humano) y «terapia» (forma de intervención social que busca la mejora de la salud del paciente, cliente o consultante que la solicita)― es el nombre que se utiliza para referirse al proceso terapéutico que se produce entre un psicólogo con una formación en psicología clínica y una persona que acude a consultarlo, que se da con el propósito de una mejora en la calidad de vida en este último, a través de un cambio en su conducta, actitudes, pensamientos y/o afectos.
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Elegí investigar los términos “terapia” y “psicoterapia” en la Wikipedia (enero 2016), por ser uno de los lugares más comunes en los que, hoy en día, miles de personas buscan información sobre algún tema al que se acercan por primera vez. Además, al ser un medio desarrollado por los propios usuarios, de alguna manera nos señala lo que dice la vox populi, que es justo sobre lo que deseo reflexionar –podemos recordar aquí que la expresión completa era: vox populi, vox Dei; lo que literalmente significa: la voz del pueblo, [es] la voz de Dios–. La versión en inglés de este mismo medio presenta una definición muy semejante.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Existen muy diversos marcos teóricos desde donde se puede desarrollar una psicoterapia exitosa, es decir, que lleve a un cambio positivo y duradero en la calidad de vida de quien solicita esta atención. (Wikipedia. Psicoterapia, sf).
Como es posible notar, en ambas definiciones existe un cierto acento sobre el aspecto reparador del término. En primer lugar, deseo aclarar que ésta no es la única acepción posible de la palabra terapia. Existe otra que, posiblemente, sea incluso más antigua y que refiere a: Cuidar, tratar algo cuidadosamente, poner atención. Esta última connotación no pone el acento en cambiar o modificar algo. Tampoco en reparar algo que está dañado. En su lugar, parece proponer un acercamiento gentil, sensible hacia aquello a lo que se acerca. Quizá sea por ello que, de acuerdo con esta misma última acepción, los terapeutas antiguos fueran aquellos encargados de cuidar los lugares sagrados, sirvientes de aquello que debe tratarse cuidadosamente. Es a este otro significado al que quiero hacer alusión. La descripción que propongo en estas páginas corresponde con una mirada de la TE que concibe a ésta como un acompañamiento cuidadoso. Al igual que con muchos otros términos y expresiones, el uso de palabras como “acompañamiento”, o incluso “compañía”, resulta complejo y en ocasiones puede conducir a equívocos. Para algunas personas, este término refiere a una condición de fragilidad: Se supone que la persona que requiere ser acompañada se encuentra en una mayor vulnerabilidad que la que acompaña. Para otras implica una incapacidad para mantener su autonomía, o su capacidad de valerse por sí mismas; y para algunas otras parece una condición que amenaza con no respetar sus deseos de alejarse y cuidarse de formas de relacionamiento interpersonal asfixiantes o sobre-impositivas. Esto no tiene nada que ver con el significado de la palabra “acompañamiento” que estoy usando aquí. Para el presente escrito, y para la teorización que se propone en el interior del Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial, me refiero a una forma específica de participación en la experiencia del otro. Para mí, (aunque soy consciente de que estoy particularizando, quizá en exceso, el uso de esta palabra) el término: “compañía”, implica la posibilidad de
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2
cobijarnos juntos con el mismo paño5. En el caso de la TE, este paño con el que terapeuta y consultante se cubren es: La mirada FenomenológicoExistencial-Hermenéutica. Recuerdo que cuando niño, me gustaba cubrirme completamente con un paño de tela para leer algún libro que me atrapaba, apoyado por una linterna de mano, creando una atmósfera especial para mí; esto, facilitaba introducirme plenamente en el universo del texto que me encontraba leyendo, acompañándome de las historias y narraciones del libro en cuestión. Quizá es debido a esta experiencia de mi infancia que la palabra “acompañamiento” me parece tan aplicable a la experiencia de co-construir el ambiente terapéutico. También me gusta apoyar este concepto en el uso que el mundo de la música hace del término “acompañamiento” como: Sostén o auxilio armónico de una melodía principal, por medio de uno o más instrumentos o voces (Real Academia Española). Me gusta imaginar que mi voz –me refiero metafóricamente a mi participación de manera general– como terapeuta, colabora con la melodía (experiencia) de mi consultante, facilitando la posibilidad de sostener dicha experiencia, y enriqueciendo la diversidad armónica –o situación general de la terapia–O también que a la voz de mi consultante se le suma la mía, para crear juntos una especie de coro polifónico que nos muestre nuevas perspectivas y posibilidades. Esta propuesta de comprensión del proceso terapéutico se aleja del modelo médico-cientificista, para intentar acercarse a una mirada más filosófica o, incluso, cercana a la experiencia estética y artística, como intenté describir en el capítulo uno del primer volumen de esta misma obra, y que ampliaré en este mismo volumen más adelante. Después de todo, incluso la palabra tratamiento habla de un “proceso que se lleva a cabo para alcanzar la esencia de algo” (Definición.DE, sf). No necesariamente su sentido está ligado a la intención de modificar aquello que se trata: “(…) la palabra tratamiento, ligada tradicionalmente a la terapia, en su más precisa acepción española se refiere a una forma de comportarse, de comunicarse y relacionarse con el otro, para atenderlo o asistirlo de una determinada manera.” (Feo García, 2004).
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Soy consciente de que probablemente la etimología del término “compañía” se refiera a compartir el pan y no el paño. Sin embargo, mi intención aquí, lejos de referirme a la etimología exacta, es compartir el uso que le estoy dando a dicha palabra.
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Yaqui Andrés Martínez Robles También es cierto que, de acuerdo con estas connotaciones, se podría decir que hay muchas diferentes actividades que involucrarían entonces a “terapeutas”. Los sacerdotes, ministros religiosos, rabinos y monjes, por ejemplo, podrían entrar en esta categoría. En cierto sentido, incluso artistas y artesanos de diferentes áreas podrían entrar en esta denominación. En los siguientes capítulos, hablaremos también de otros usos comunes de la palabra “terapéutico”. Incluso dentro del ámbito de la terapia, o más específicamente, de las psicoterapias, no existe un acuerdo en torno a qué es lo que puede ser considerado “terapia” y qué no; y en ocasiones se presentan discusiones álgidas y apasionadas sobre ello. Como expresa Ernesto Spinelli (1994): Como si tales complejidades no fueran suficientes para confundirnos y desmoralizarnos, Jeremy Holmes y Richard Lindley hacen ver en su importante texto The Values of Psychotherapy [Los Valores de la Psicoterapia, 1989], que la actividad que llamamos terapia no ha podido establecerse con algún grado de unidad de función y propósito, puesto que su base reside en fundamentos teóricos sobre los cuales no hay acuerdo y, de hecho, incluye procedimientos e ideologías que van, desde el marco establecido y convencional, hasta casi el de sistemas de culto. El impacto total de esta declaración se vuelve eminentemente claro cuando uno se da cuenta de que unas 460 diversas formas de terapia exigen su reconocimiento (Omer y London, 1988). Cada una de ellas tiene su propia y particular perspectiva sobre lo que es la terapia y lo que dice ofrecer y promover, desde posiciones “casi-médicas” y “curativas o eliminadoras de síntomas” –conforme se sugiere en la literatura de terapias conductuales (Corey, 1991)–, hasta puntos de vista de la terapia como una forma de “filosofía aplicada” –así llamada por terapeutas existenciales británicos (Van Deurzen-Smith, 1988)–. (Spinelli, 1994, p. 10).
Como hemos visto, la pregunta ¿qué es la terapia? resulta muy escurridiza, tanto como la pregunta ¿qué es el arte? Quizá, una forma más 30
Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2
productiva de cuestionarnos a este respecto sería con las preguntas: ¿Cuándo podemos hablar de Terapia?, o ¿cuándo es arte? El filósofo Nelson Goodman (en Spinelli, 1994) reflexiona que, en vez de preguntar por el ¿Qué?, deberíamos preguntarnos: ¿Cuándo? Tomemos su ejemplo de una piedra. Si se encuentra en el camino, no es considerada una obra de arte, ni siquiera un símbolo. Pudiera ser incluso considerada un estorbo, si tenemos prisa para llegar al otro lado –la piedra es de un tamaño considerable– y se encuentra frente a nosotros. Sin embargo, si la misma piedra se encuentra en un museo de geología, podría ser considerada un símbolo, al ser la representante de un periodo geológico específico, mas no se trata aún de una obra de arte. Si ahora la colocamos en una galería de arte, aunque también puede ser vista como algo simbólico, su carácter simbólico es ahora muy distinto. Los visitantes de la galería pueden contemplarla de acuerdo con sus cualidades estéticas: forma, color, textura, etcétera; o incluso ser simbólica a partir de los estados de ánimo de los observadores, para quienes puede representar una emoción o incluso una experiencia. Puesto de manera simple, aun cuando la piedra sigue siendo la misma, cada uno de los diferentes contextos en los que la piedra es observada le aportan distintos significados y, por supuesto, diferente valor. Si de la misma forma nos preguntamos ¿cuándo es terapia?, en vez de ¿qué es terapia?, podemos enfocarnos en las características contextuales que hacen de una conversación, una conversación poderosa y terapéutica. Retomando al arte, un objeto o actividad se considera tal, cuando se encuentra localizado en un entorno artístico (como una galería o un museo); cuando está etiquetado como arte por alguna autoridad o grupo, y/o cuando una experiencia personal, o encuentro con dicho objeto o actividad, se experimenta de tal manera en determinado contexto, que la persona lo considera una “obra de arte”. Podemos notar aquí que la palabra “cuando”, hace referencia no solamente al tiempo, sino también al espacio. Refleja el contexto global en el que la situación acontece y donde el fenómeno se encuentra o desarrolla. Bajo los mismos criterios, diríamos que se trata de terapia cuando la conversación ocurre en un entorno específicamente designado para ella (localización en un consultorio o en algún marco geográfico designado para tal actividad), y cuando la relación que se establece para tales conversaciones se da bajo las condiciones que han sido etiquetadas como 31
Yaqui Andrés Martínez Robles “terapia” por alguna autoridad en la materia, como los terapeutas formadores; y/o cuando las características del encuentro están definidas como “terapia” por los participantes del proceso. A su vez, la conversación terapéutica o poderosa intenta ir más allá de una conversación común. No tanto por los temas sobre los que trata, sino por la forma como se apuntan tales temáticas. No es el qué, sino el cómo se habla, lo que designa a la conversación como “terapéutica”. De cierta manera, podemos hablar de distintas formas de conversación, algunas de las cuales tendrían mayor potencial para ser consideradas “terapéuticas” y que, al interior del Movimiento o Escuela Mexicana de Análisis y Terapia Existencial les llamamos: Conversaciones Poderosas.
La Terapia Existencial: Conjunto de Conversaciones Poderosas El término “Psicoterapia Existencial” es confuso porque la práctica existencial es, en principio y principalmente, una forma única de conversación. George Berguno.
Cuando intento explicar la perspectiva Existencial a personas que se acercan a ella por primera vez, suelo recurrir al concepto de “CONVERSACIONES PODEROSAS”, para referirme al tipo de conversaciones que la mirada existencial propone. La aplicación de la Fenomenología Existencial y Hermenéutica a la experiencia humana, invita fundamentalmente a co-construir este tipo de conversaciones. Defino Conversaciones Poderosas como: a) Intercambios donde los participantes se encuentran completamente implicados, holísticamente (en cuerpo, corazón, mente y “espíritu”), involucrados realmente en el diálogo entre sí y consigo mismos, con la disposición de encontrarse, aun a través de los desencuentros. b) Conversaciones que son potencialmente transformadoras de todos los involucrados. c) Diálogos que incrementan la conciencia de las posibilidades presentes. d) Encuentros en los que los participantes se encuentran abiertos a impactar al otro y ser impactados por él, a tocar y ser tocados (metafóricamente hablando). 32
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e) Conversaciones estéticas, que invitan al despertar de nuestros sentidos y a la experiencia de la belleza. Pláticas que, por su belleza, merecerían ser parte de una buena novela, una película cinematográfica, o una obra de teatro. Que nos mantienen “despiertos” y atentos en la conversación. f) Intercambios que amplían nuestras perspectivas, tanto de las posibilidades que se abren como de aquellas que se cierran a cada momento y situación, así como de las herramientas que se cuentan para los eventos que se enfrentan. g) Diálogos que se disfrutan (aun si son incómodos), y que por tanto desearíamos repetir (charlas que puedan ser descritas como "una buena plática" por todos los participantes). h) Conversaciones que enfatizan las preguntas sobre las respuestas, promoviendo una actitud filosófica: reflexionando y problematizando – cuestionando– nuestras conclusiones y certezas. i) Diálogos que invitan a reflexionar desde un punto de vista Relacional que implica, tanto el reconocimiento de que la situación humana se caracteriza por emerger de un entramado relacional amplio y complejo, como la atención sobre los aspectos relacionales que surgen por el mismo hecho de encontrarnos, en el momento presente, manteniendo una conversación que aspira a dejar una huella en y entre nosotros. El término “Conversaciones Poderosas” es una nomenclatura en lenguaje coloquial, y por ende “accesible”, para lo que en términos más técnicos denominaríamos “Prácticas Fenomenológico-Existenciales”. Estas pueden ocurrir en cuatro diferentes contextos: 1) En la vida cotidiana: En nuestras conversaciones con el mundo, con otras personas, o incluso en aquellas que mantenemos con nosotros mismos. 2) En el Coaching: Actividad profesional o semi-profesional que intenta abarcar aquellos espacios donde la Terapia no llega, ya que ésta última requiere de criterios logísticos más específicos. 3) En la Terapia: Cuyas características se describen en el presente texto. 4) En los Grupos de Reflexión Filosófica o “Sócrates café”: Estos son grupos que se reúnen con el objetivo de discutir y compartir diversas perspectivas sobre un mismo tema. No se pretende llegar a un consenso, ni a ninguna certeza o conclusión, sino simplemente reconocer las 33
Yaqui Andrés Martínez Robles múltiples perspectivas o versiones que puede haber con respecto a cualquier asunto. Como expusimos en el Volumen 1, una conversación que utiliza herramientas Fenomenológicas, Existenciales, Hermenéuticas y Dialogales –y, por ende, que intenta ser una Conversación Poderosa–, puede mantenerse en muchas situaciones y entre diferentes personas, como en la vida cotidiana con personas queridas, o con desconocidos; en los procesos personales o profesionales. En ciertos contextos, cuando las Conversaciones Poderosas tienen lugar, podemos decir que se está realizando un proceso de Coaching Existencial, ya que los involucrados podrían ser: amigos, familiares, o absolutos desconocidos que se encuentran en un transporte público o en un bar, aunque también puede desarrollarse una relación de Coaching Existencial de manera profesional 6. Sin embargo, la misma conversación se convierte en Terapia Existencial cuando sus miembros deciden que su relación cumple con los criterios necesarios para ello: como el deseo de que dicha relación sea fundamentalmente terapéutica antes que de alguna de otro tipo (y que sea posible poner la relación terapéutica por encima de cualquier otra) y otras características que se revisarán en los capítulos siguientes. En síntesis, podemos comprender la Terapia como: Un conjunto de Conversaciones Poderosas (o que intentan serlo), en el marco de un contexto terapéutico. Aunque esta forma de decidir cuándo hablar de terapia y cuándo no, resulta bastante práctica, más adelante propongo algunas características específicas que, al menos temporalmente, pueden facilitar la clarificación de aquello que llamamos terapia; específicamente: Terapia Existencial. Así mismo, al colocar el acento en el encuentro, cambia el enfoque de referencia, desde una postura que examina el “hacer” o la actividad que se realiza, hacia enfatizar en la forma de “ser”, o más específicamente, la situación de ser-con-el-otro (Spinelli, 1994). En un capítulo posterior revisaremos más a fondo este concepto de ser-con, en sus distintas 6
Para una mayor clarificación sobre el Coaching Existencial y sus diferencias y similitudes con la Terapia, el lector puede referirse a distintas publicaciones del autor del presente texto, como al Volumen 1 de esta obra, al Volumen 3 de próxima aparición, o al texto Introducción al Coaching Existencial (en prensa).
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variables de ser-para-el-otro, ser-junto-al-otro, ser-distinto-del-otro, y ser-entre-otros. Para los fines de este escrito, invito al lector a observar el uso que hacemos de este término en el Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial, en donde entendemos Terapia Existencial como: Un proyecto colaborativo para co-construir una forma específica de relación interpersonal. Una relación cuyo principal interés es el compromiso con la co-construcción de Conversaciones Poderosas; a través de la descripción, exploración, clarificación, profundización, y posible ampliación de perspectivas sobre: a) las posibilidades existentes; b) la forma de ser-y-estar-en-el-mundo; c) la manera de comprender la propia existencia; y/o d) los diversos estilos de relacionarse con el propio mundo, con otros y consigo mismo. Esta relación se establece bajo un contrato profesional (generalmente hablado), entre una persona que asume el rol de terapeuta, y quienes7 solicitan su servicio de acompañamiento cuidadoso. La relación se establece bajo una serie de condiciones logísticas mutuamente acordadas, y generalmente para una expectativa temporal mayor a tres meses. Esto significa que entendemos la Terapia como una colaboración, cuyo propósito fundamental no se encuentra en el resultado o en la posibilidad de logro de metas y objetivos, ni en una consecuencia que pueda ser medida bajo criterios de eficacia o eficiencia, ni mucho menos en una finalidad educativa o con fines de reparación. El camino es la meta. En el proceso mismo está la finalidad; en el recorrido, en la vinculación misma y en la tarea compartida de exploración, es esto lo que constituye su principal sentido. Soy consciente de que este no es el entendimiento común de lo que es la terapia. Ni siquiera se trata de un enfoque que sea fácil de encontrar en 7
La cantidad de personas puede variar según el modelo de la terapia: Uno-a-uno, de pareja, familiar, grupal, etc. Por ejemplo, es común que la terapia de grupo sea realizada por equipos de dos o incluso tres terapeutas. En el Círculo Existencial de México, algunos terapeutas de pareja suelen trabajar en lo que llaman “Terapia a cuatro voces”, donde dos terapeutas trabajan al mismo tiempo con la pareja de personas que buscan sus servicios (me refiero a Deifilia Zarate y David Álvarez, quienes son parte del Círculo Existencial desde 2002).
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Yaqui Andrés Martínez Robles nuestros días. Estamos inmersos en una cultura que parece empujarnos a lograr siempre mayores y mejores resultados. Metas que puedan cuantificarse y registrarse a través de instrumentos “objetivos”. Asistimos a una época que parece insistir en que lo valioso es aquello que “da resultados”, que nos “arregla”, nos adecúa a los modelos estandarizados, buscando que dichos resultados sean “funcionales”, y entre más rápido lo haga, mejor. El proceso ha dejado de tomarse en cuenta. Son sólo los resultados los que importan. Sutilmente, hemos terminado aceptando el ideal maquiavélico que nos dice: “El fin justifica los medios” y lo hemos llevado un paso más allá: “Si consigues el fin, los medios y los procesos, no importan”. En este sentido, la propuesta que aquí comparto resulta en contracultura, lo que puede dificultar su acercamiento y comprensión. Paralelamente, convivimos con lo que Zygmunt Bauman (2007) llama “tiempos líquidos”: tiempos posmodernos en los que la rapidez con la que cambian las instituciones, la tecnología, los conceptos e ideas, las relaciones, etcétera; provoca una sensación de incertidumbre con la que necesitamos aprender a vivir urgentemente. Es aquí donde poder hacer una pausa para vincularnos de manera distinta: Humanamente cercana, comprometida y reflexiva sobre nuestro existir (como se propone en la Terapia Existencial), lo que constituye una de las oportunidades más valiosas de nuestros tiempos. ¿Por qué Existencial? Una respuesta simple a esta pregunta, sería decir que es Existencial porque está inspirada (algunos prefieren decir: fundamentada; sin embargo, personalmente, prefiero asumir una posición menos radical) en las filosofías existenciales, principalmente en la Fenomenología Existencial y Hermenéutica. Aun cuando yo mismo he optado en ocasiones por esta respuesta, sé que resulta sólo una ligera aproximación que sirve para evitar entrar en mayores detalles, ya que la respuesta parece asumir que, quien pregunta, sabe o debería saber qué es eso de filosofías existenciales. Además, las mismas filosofías existenciales están lejos de ser un cuerpo unificado y organizado de manera clara y consistente. Los principales autores presentan en muchos aspectos posiciones opuestas que pueden parecer, incluso, contradictorias. Sin contar que varios de los principales 36
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exponentes del pensamiento fenomenológico-existencial han expresado de forma explícita que no desean ser considerados parte de tal movimiento filosófico. En algunas ocasiones, suelo bromear con mis alumnos diciéndoles que dicha respuesta es equivalente a responderle a un niño que le pregunta a su padre: - Papá, ¿Qué son las nubes? - Mira hijo, son esas bolas blancas que se encuentran en el cielo. En otras palabras, es responder a la pregunta con algo que muy probablemente quien pregunta ya sabe, pero que desea una respuesta un poco más elaborada. Algunos colegas suelen responder a la pregunta: ¿Qué hace existencial a la terapia? Con respuestas que enfatizan la atención sobre los temas típicamente considerados “existenciales”, como la muerte, la búsqueda de sentido, la elección y la renuncia, etcétera. Sin embargo, esta forma de percibir lo existencial, en mi opinión, pierde la principal riqueza y aportación del enfoque existencial a la terapia. Desde mi punto de vista, el aspecto más interesante que caracteriza a la TE es el reto que su cosmovisión provoca sobre otros enfoques terapéuticos, al invitar a una forma novedosa de acercarse a cualquier situación que la persona experimente; y no por enfocarse en ciertas experiencias específicas. En síntesis, desde mi perspectiva, lo que provoca confusiones es que el término “Terapia Existencial” puede entenderse de tres maneras distintas: 1. Como una sensibilidad especial hacia los temas existenciales, desarrollada por cualquier terapeuta de cualquier corriente. De tal manera que puede haber psicoanalistas, terapeutas Gestalt, sistémicos, logoterapeutas, cognitivo-conductuales, etcétera; que realicen, de vez en cuando, sesiones "existenciales". Algunos terapeutas de amplio reconocimiento mundial, como Irvin Yalom (1980), parecen abrazar este enfoque. 2. Como un genérico que abarca varias formas de terapia que están fundamentadas en algunos o varios de los preceptos existenciales, como la Gestalt, la Logoterapia, el Focusing, etcétera. (En muchos textos básicos de estos modelos, se reconocen influencias existenciales en el desarrollo
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Yaqui Andrés Martínez Robles de sus perspectivas, y muchas veces las engloban bajo el rubro de “Terapias Existencial-Humanistas”). 3. Como un enfoque específico y delimitado. En este último sentido, se trata de un enfoque particular, que se distingue de enfoques hermanos como la Terapia Gestalt, la Logoterapia, la Psicoterapia ExistencialHumanista, etcétera. En la presente obra me apoyo en esta tercera forma de comprensión. Una perspectiva cuyo nombre completo podría ser: Terapia Existencial Fenomenológico Hermenéutica. En mi intento por acercarme a responder la pregunta sobre lo “existencial” de forma más detenida y específica, escribí el Volumen 1 de la presente obra, por lo que el lector podrá referirse a ella si desea profundizar al respecto. Por ahora podemos referirnos meramente a los cuatro aspectos fundamentales que, a mi parecer, hacen de un enfoque terapéutico un modelo Existencial (Fenomenológico Hermenéutico), y que son las cuatro características principales de la propuesta terapéutica del Movimiento o Escuela Mexicana de Análisis y Terapia Existencial: A) Filosófico-Estético, B) Fenomenológico-Hermenéutico, C) Post-Cartesiano, Perspectivista y Contextual, D) Inter-Relacional y Colaborativo.
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2
A) La Terapia Existencial: Modelo Filosófico-Estético Es a través del dinámico y juguetón arte de la terapia, libre de direcciones y metas, que podemos ser retados a expandir nuestro pensamiento y alcanzar un mayor bienestar. Marion Steel.
Si pudiéramos ver la realidad, veríamos que es un caos que danza. F. Nietzsche.
Recientemente (entre el 2014 y principios del 2016) participé en algunos debates en foros internacionales cuya intención era arribar a algún consenso de cómo responder a la pregunta: “¿Qué es la Terapia Existencial?”; en ellos se discutió la pertinencia de nombrar a nuestro enfoque “filosófico”. Las opiniones son diversas, desde los que piensan que la característica más importante de la terapéutica existencial es que se trata de una empresa de naturaleza filosófica (van Deurzen-smith, 1995), hasta los que opinan que el uso de la palabra “filosófica” puede provocar confusiones, ya que no describe propiamente lo que la terapia existencial implica. Esto puede generar la ingenua idea de que se distingue de otras formas de terapia por sus fundamentos filosóficos –cuando la mayoría de enfoques terapéuticos tienen este tipo de fundamentos–, o que se requiere de un entrenamiento filosófico arduo para poder convertirse en un terapeuta existencial (Spinelli, 2015). A falta de un término más apropiado por el momento, lo utilizo de forma provisional, para referirme a ciertas características de dicho modelo de terapia. Utilizo el término filosófico, como una forma de describir un trabajo terapéutico que intenta salir del modelo médico, típicamente utilizado hoy en día en muchas formas de terapia. Con lo anterior quiero decir, que no recurrimos al uso de diagnósticos ni a ninguna caracterización que se
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Yaqui Andrés Martínez Robles apoye en el binomio salud-enfermedad, ni nos apoyamos en alguna tipología sobre la personalidad de nuestros consultantes. 8 En vez de ello, el trabajo terapéutico se centra en un diálogo colaborativo y exploratorio sobre la situación y condición que el consultante refiere. A su vez, las experiencias y eventos que se comparten en la terapia son “problematizados”. Con ello me refiero a que se vuelven material de cuestionamiento e investigación. Las narraciones de los participantes son oportunidades para preguntarnos juntos sobre lo que significa existir cómo seres humanos, invitaciones para “filosofar”, entendiendo con ello una actividad que incluye nuestras capacidades racionales y cognitivas, pero que va más allá de las mismas, ya que contempla un involucramiento que incluye todo nuestro ser: nuestro cuerpo, emociones, historia, relaciones interpersonales, valores, nuestra cosmovisión en general y todo lo que implica nuestro ser-en-el-mundo. Nos cuestionamos conjuntamente, reflexionamos sobre las diferentes perspectivas con las que podemos acercarnos a la comprensión de las experiencias y situaciones narradas. El terapeuta puede apoyarse en diferentes métodos y perspectivas filosóficas, aunque suele hacerlo principalmente en los marcos y reflexiones propias de las filosofías de la existencia. Este apoyo no significa que se imponga ni proponga al consultante una forma de pensar, sino que la perspectiva existencial puede facilitar la problematización, la exploración y el análisis de las situaciones, experiencias y contextos narrados y descritos durante la terapia. Desde la postura de las filosofías fenomenológico-existenciales, la vida no es un problema por resolver, sino una experiencia inter-relacional en la que vamos develando y co-construyendo las diversas posibilidades de existir. No se trata de “arreglar” o “corregir una psique supuestamente dañada, enferma o con problemas, sino de acercarnos a la comprensión de lo que significa ser-en-el-mundo, lo que significa co-existir. “Al intentar “corregir un alma” mermamos la vida, lastimamos la psique y secamos la semilla de la sabiduría.” (Paris, 2009, p. 54).
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En el Volumen 1 de esta misma obra se presentan algunas de las críticas que, desde una posición fenomenológica, pueden hacerse a la tendencia a categorizar y realizar diagnósticos psicopatológicos.
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2
Para ejemplificar, la problematización a la que me refiero consiste en ofrecer e invitar al paciente a explorar y a analizar 9: - ¿Cómo experimenta su existencia? - ¿Qué no le gusta y qué sí, de la misma? - ¿Qué desea conservar y qué desea cambiar? - ¿Qué necesita? - ¿Cómo lo sabe? - ¿Cómo sabe que eso es posible? - ¿Qué piensa que es imposible, aunque lo desearía? - ¿Lo que busca es realmente valioso, o vale la pena? - ¿Cómo lo sabe? - ¿A quién o a qué le acerca o aleja esta experiencia? - ¿Necesita ayuda para lograr lo que busca? - ¿Qué tipo de ayuda cree que requiere? - ¿Qué se interpone en su camino? ¿Qué tiene en su contra? - ¿Qué facilita su experiencia? ¿Qué tiene a su favor? - ¿Ha probado otras posibilidades? ¿Cuáles? - ¿Considera que yo (su terapeuta o coach) soy la persona indicada para apoyarlo? - ¿Qué es lo que espera de mí? - ¿Cómo llega a todas estas conclusiones?, - ¿Cuál es el proceso? - ¿Cómo es su experiencia corpóreo-emocional al estar analizando estas situaciones conmigo? - ¿Cómo se modifica su experiencia por el hecho de estarla explorando? - Etcétera.10 9
Estas preguntas son la base fundamental del trabajo de un Coach Existencial de la Escuela Mexicana; por consiguiente, son también la propuesta básica de cuestionamientos que utilizan, con su propio estilo, los terapeutas existenciales que pertenecen a esta misma escuela. 10 Es importante remarcar que estas preguntas son apenas una aproximación a los posibles cuestionamientos que se analizan y exploran, no una guía rígida a seguir. Las comparto con la expectativa de que puedan estimular la creatividad, el interés y la curiosidad de los lectores, ya sea para realizar estas mismas, o sus propias y particulares preguntas. A lo largo del texto, presentaré distintas preguntas como ejemplo de las conversaciones que se generan en el contexto terapéutico Existencial, algunas de las
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Yaqui Andrés Martínez Robles Me parece importante recordar al lector que las diversas listas de preguntas que se ofrecen en este texto, no tienen el propósito de que los terapeutas existenciales las memoricen y realicen un constante chequeo mental de aquellas que ya plantearon y las que aún les falta por realizar. Lo que intento al presentarlas, es ejemplificar la forma como un terapeuta del Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial enfoca su atención y muestra su interés en la narrativa de su consultante, a medida que la conversación se despliega. Por otra parte, cuando he tenido la oportunidad de exponer frente a foros de colegas de otras modalidades terapéuticas, algunas preguntas recurrentes que los asistentes a dichos eventos realizan, se refieren a la eficacia (lograr conseguir ciertos objetivos), eficiencia (conseguirlos en el menor tiempo posible y con la menor cantidad de sufrimiento involucrado), y utilidad (que la terapia “realmente sirva” para algo) de la Terapia Existencial. Me parece muy interesante cómo, en la cultura moderna occidental, hemos construido una imagen de lo valioso completamente emparejada con lo útil. Solemos considerar que, para que algo valga la pena, se debe demostrar su utilidad, un “para qué” claro y preciso que pueda observarse y quizá hasta medirse. En otras palabras, el grado de valía de un objeto o de una acción o situación suele ser directamente proporcional a las posibilidades de utilidad de la misma. Éste es un modelo económico-financiero de la vida y de la terapia, que considera que, para que la terapia sea considerada valiosa, debe apegarse a criterios del homo economicus: [Algunos pacientes] imaginan la terapia como un proceso de resolución de problemas y remoción de los obstáculos que impiden al homo economicus funcionar sin problemas [...] para convertirse en una máquina de alto desempeño. [...]. La aventura del autodescubrimiento jamás se ha ajustado, ni se ajustará, al modelo financiero de los programas de salud, que permiten de nueve o doce sesiones para recuperar la psique y regresar a la cuales podrán resultar repetidas. Ruego al lector tener paciencia y tomar dichas repeticiones como una forma de subrayar la propuesta del Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial.
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 persona adaptada a su trabajo o su familia. (Paris, 2009, p. 76 y 88).
Parece que sólo las áreas relacionadas con el diseño, o directamente con el arte y la estética han logrado escapar a tal tendencia en nuestra cultura. Como se ha visto a lo largo de la historia de la humanidad, las artes suelen mostrar un carácter vanguardista, innovador, rebelde, y hasta en ocasiones subversivo. Éste es otro aspecto donde la TE –al menos en el estilo que desarrollamos en el Círculo Existencial de México– se destaca con respecto a otros modelos, movimientos, escuelas y/o estilos terapéuticos, ya que no busca una utilidad específica, por lo que no puede medirse su “eficiencia” ni su “eficacia” a través de medios tradicionales. Como expresara en alguna ocasión Ana María López-Calvo, una importante terapeuta existencial de Brasil: “Estos son simplemente asuntos que no nos interesan” (López-Calvo 2013, en comunicación personal)11. Vale la pena recordar aquí la cita de Spinelli que ya incluimos en el Volumen 1 del presente texto: De hecho, hablando más plenamente, lo que la terapia me ha proporcionado como cliente ha sido mínimo comparado con lo que he obtenido en muchas otras actividades en las que me he involucrado a lo largo de mi vida. Cuando lo coloco junto a mis experiencias de visitar y vivir en países extranjeros, de envolverme en movimientos socio-políticos, de leer y escribir ficción y poesía, de meditación, de inmersión en la música o en una particular canción, de grabar y explorar mis sueños o de observar los sueños de otros proyectados sobre una pantalla de cine, o emergiendo de una piedra esculpida, y, sobretodo, de permitirme a mí mismo amar a otros y dejarme sentir amado por ellos, lo que he ganado con mi terapia personal permanece apenas significativo. (Spinelli, 2001, pp. 158-159).
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Durante su participación como ponente en el Congreso Latinoamericano de Psicoterapia Existencial, realizado en Mendoza, Argentina, en el 2013.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Esto no significa que se trate entonces de una labor fútil, o que no valga la pena involucrarse en ella en cualquiera de sus roles posibles. Más bien intenta salir del interés por lo utilitario, para adentrarse en el campo de la Estética. La palabra estética tiene su origen en una referencia al sentir, al estar despiertos a la vida sensible. Proviene del latín aesthetica que a su vez viene del griego aisthetike, que se relaciona con la capacidad de experimentar a través de los sentidos, con el conocimiento que se adquiere por medio de ellos. Quizá recordemos que su opuesto es la anestesia: el procedimiento que se aplica para dejar de sentir, para adormecernos en la vida. Fue hasta un momento posterior cuando su significado se unió a la experiencia de la belleza. Al interior del Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial, utilizamos la palabra “estética” para referirnos a la terapia siguiendo ambas acepciones: a) Entendemos el proceso terapéutico como la experiencia viva de estar plenamente despiertos, con los sentidos abiertos al mundo y a la vida, independientemente de cómo sea ésta; b) Nos aproximamos a la terapia como un evento cargado de belleza, ya sea por el encuentro que se da entre dos personas que desean explorar juntos lo que significa existir como seres humanos; o por la valentía que implica acercarse cada semana a describir e intentar clarificar aspectos relacionados con la vulnerabilidad, la intimidad o la construcción de nuestra identidad. El diccionario anteriormente utilizado define “estética”, como: Perteneciente o relativo a la percepción o apreciación de la belleza. Quizá ésta es la razón por la cual muchos terapeutas experimentamos nuestra labor como algo mucho más cercano al arte que a la ciencia. J-M Robine (2010), un importante terapeuta Gestalt12 de la actualidad, comparte esta aproximación a la estética con nuestra perspectiva: ... [Baumgarten], filósofo alemán del siglo XVIII acuñó dicho término [estética], a partir del griego aisthétikos, para designar la ciencia del conocimiento sensible, que él opone así al conocimiento de los objetos de la lógica. Con la estética, es la sensibilidad y los sensibles quienes 12
La Terapia Gestalt es considerada por muchos, incluyéndome, como un enfoque cercano (o hermano) a la Terapia Existencial, ya que está inspirada también en principios fenomenológico-existenciales.
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 permiten volver a crear sentido y existencia, y suscitar nuevas formas de subjetivación. [...] … el arte no es más que una de las actividades que permite a la estética ponerse en acto […] el arte tiene una característica que lo diferencia de las otras actividades e instituciones humanas: las propiedades de estas actividades del hombre están, en su mayor parte, referidas a su eficacia y utilidad comparada, y también a los valores que dichas actividades vehiculan. Sin embargo, la obra de arte no acepta ninguna referencia a su utilidad, a criterios externos, a valores promovidos. (Robine J.-M. , 2010, p. 10).
Recuerdo que en el año 2000 tuve la oportunidad de participar en una conferencia/taller que impartió James Bugental, donde nos compartió una investigación en la que se había preguntado a un buen número de terapeutas el siguiente cuestionamiento: Si pudieras dedicarte a cualquier profesión que no fuera la terapia, ni tuviera nada que ver con la misma, sabiendo que, sin importar a que te dedicaras, serías lo suficientemente capaz y hábil como para destacarte y hacer un buen dinero por dedicarte a ello… ¿Qué profesión elegirías? Según lo que Bugental mencionó, más del 80% de las respuestas hacían referencia a algún tipo de arte. Para él, así como para varios terapeutas existenciales alrededor del mundo, el hecho de que esta forma de terapia se interese principalmente en la experiencia (inter)subjetiva, la convierte en una forma de arte. (Bugental, 1992). [Según] Laura Perls [...]: «El principal móvil del artista no es hacer “un ejercicio de transformación estética” de la verdad en belleza, sino más bien intentar organizar una multitud de experiencias a primera vista disparatadas e incompatibles, que amenazan la integridad del individuo o de la sociedad y que por tanto son percibidas como feas en un primer momento. El artista intentará integrarlas en un todo significativo, en una unidad que, desde ese momento, podrá ser percibida como bella». ¿No podríamos ver ahí
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Yaqui Andrés Martínez Robles igualmente una definición de la función psicoterapeuta? (Robine J.-M. , 2010, p. 11).
del
También el filósofo y psicoanalista francés Félix Guattari se interesaba por este paso al campo de la estética: “Mi perspectiva, consiste en hacer transitar las ciencias humanas y las ciencias sociales desde los paradigmas cientificistas hacia paradigmas ético-estéticos.” (en Robine, 2010, p. 20). La terapia existencial según aquí la describo, estaría dentro de las que Michael Vincent Miller (otro importante representante de la Terapia Gestalt) llama “Psicoterapias Jazz”: terapias sin agenda, que permanecen abiertas y curiosas con lo que emerge, atentas a la improvisación que está llena de belleza, por el arte de permanecer abiertos el uno al otro. (Miller, 2105. En comunicación personal). Así, incluso si la terapia no ofrece garantías de utilidad y/o eficiencia, se trata de una experiencia de Conversaciones Poderosas, conversaciones y encuentros entre seres humanos que vale la pena experimentar y que son valiosos por su estética. Como muchas investigaciones lo muestran, una gran cantidad de personas que experimentan un proceso terapéutico, señalan sentirse satisfechos de transitar ese periodo de su vida con la compañía de un(a) terapeuta. Imagino que, si una persona a la que le gusta mucho la música clásica, tuviera la oportunidad de asistir diariamente –por decir algo, durante un mes– a una serie de conciertos donde se interpreta cada día una pieza distinta del repertorio de J.S. Bach (o cualquier otro autor que sea de su agrado), al finalizar el mes experimentará su vida de una manera más placentera y plena. Me la imagino sonriendo con mayor facilidad, y experimentando pensamientos y vivencias que podría denominar “fluidas y/o positivas”. ¿Esto significaría que el “objetivo” de los conciertos de Brandeburgo es lograr que quienes lo escuchen sean “más felices en su existencia”? No lo creo. Me parece que el propósito de cada uno de los seis conciertos es el de realizar una expresión artística y estética, así como manifestar y provocar una experiencia semejante en sus intérpretes y escuchas. Otro ejemplo podría ser que comparáramos a la terapia con una forma de baile o danza. Si una persona que disfruta de la danza, fuera a bailar una hora cada semana, durante un año... ¿su vida sería exactamente igual a si no lo hubiera hecho? Seguramente la persona prefiere haber pasado una hora a la semana bailando, que no haberlo hecho. Y podría 46
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apostar a que su vida es, en varios sentidos, más gozosa a si se hubiera negado tal oportunidad. Pienso que la Terapia Existencial cubre una función semejante. Si como resultado de la participación frecuente en Conversaciones Poderosas propias de la TE, los participantes experimentan que su existencia es mejor a como la experimentaban anteriormente, o que dicha experiencia ha resultado valiosa en algún sentido para su vida más allá de la terapia –lo cual ocurre con cierta frecuencia–, ello será sin duda, bienvenido; mas esto no sucede porque el “objetivo” inicial del proceso terapéutico sea la “mejoría” en la vida cotidiana del consultante. Es algo que pasa más bien, por añadidura. Algo semejante a lo que ocurre en aquellas maravillosas conversaciones poderosas que, ocasionalmente, tenemos con algunos de nuestros buenos amigos. Conversaciones en las que el diálogo mismo lleva la batuta, conduciéndonos a lugares que inicialmente ni siquiera imaginábamos que visitaríamos. Gadamer nos invita a pensar en dos tipos de diálogo, el que tiene una intención a priori acerca de a dónde deseamos llegar; y aquel en el que la dirección de la conversación sólo emerge a través del diálogo mismo. Como comenta E. Spinelli: “Éste es el diálogo que la terapia existencial pretende ofrecer”. (Spinelli & Cooper, 2012, p. 142). Algunas personas podrían argumentar que, si no cubre una función específica, la terapia podría ser un gasto innecesario de energía física y emocional, además de dinero. Sin embargo, también puede ser vista como una “inversión”, como una especie de “lubricante” que facilita las actividades cotidianas y la vida diaria, como ocurre con otras experiencias estéticas y/o artísticas con las que las personas se relacionan casi “necesariamente” en su vida cotidiana. En muchas sociedades tradicionales, los trabajadores –incluso después de laborar sin descanso durante toda la semana– asisten gustosos a un baile de fin de semana en el pueblo. Uno de los argumentos utilizados por los puritanos para prohibir el baile era que constituía un desperdicio energético. Lo mismo sucedía con la frivolidad de las flores o el encaje, la indulgencia de los pasteles o el imperdonable desperdicio de espermatozoides que acontecía al hacer el amor sin fines reproductivos.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Si consideramos el baile desde una perspectiva económica, es sin duda un gasto innecesario de energía que no tiene compensación alguna. Sin embargo, a lo largo de la historia, los seres humanos en todas las culturas parecen disfrutar de la danza. ¿Por qué? Parecería además que se complacen complicando los pasos, haciéndolos cada vez más rebuscados. ¿Es posible que la complejidad sea placentera? Consideremos los embrollados movimientos del flamenco, los intrincados ritmos del tap, los sensuales enredos del tango, el calor extenuante del rock and roll, el ímpetu de la polka. Cada uno de estos estilos revela una u otra modalidad de complejidad en las relaciones humanas. Estas complicaciones están ahí para ser disfrutadas tal como son, no sirven a ningún otro propósito. Son un juego, no un trabajo; un acontecer, no un hacer. (Paris, 2009, p. 85-86).
Por supuesto que resulta muy normal (e incluso deseable, como ya mencionamos en el Volumen 1 de esta obra y reforzaremos en este Volumen más adelante) que los terapeutas deseen que sus consultantes experimenten algunas transformaciones “positivas” con respecto a su propia existencia. La postura fenomenológica de la Terapia Existencial de la Escuela Mexicana, simplemente enfatiza que ese no es el rol del terapeuta, ni el objetivo de esta aproximación a la terapia fenomenológico – existencial. Además, las Conversaciones Poderosas que se comparten en contextos terapéuticos pueden llegar a clasificarse como poéticas. Vale la pena recordar que, para los pensadores existenciales clásicos como Kierkegaard, Nietzsche, Heidegger, Sartre, de Beauvoir, Camus, etcétera, la literatura, el teatro, la música y la poesía; eran medios no sólo importantes, sino fundamentales de expresión humana. Formas en donde lo más humano que hay en nosotros se expresa; y medios de comunicación infinitamente ricos a través de los cuales nuestra existencia no sólo se muestra, sino que se expande y se mantiene en co-construcción –ya que no sólo expresan y comunican algo en el primer momento en que salen a la luz, sino que siguen creando, invitando y proponiendo, con cada nueva persona que las lee, observa, escucha, o participa de ellos. 48
Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2
Una forma de definir este proceso de inter-relación humana que lo describa más allá de la clásica mirada utilitaria, y que lo exprese desde su aspecto estético y poético, podría ser: La Terapia Existencial (al menos para el movimiento mexicano), es la poesía o la danza de dos seres humanos que se encuentran sin esquemas rígidamente preestablecidos. Con el misterio que ocurre cuando ambos están dispuestos a mirarse el uno al otro, en intimidad y reconociendo su vulnerabilidad. Con la sorpresa de la existencia que se despliega, reorganiza y reinventa, por el simple hecho de estar juntos analizándola.
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Yaqui Andrés Martínez Robles B) La Terapia Existencial: modelo Fenomenológico-Hermenéutico. No puedes ser un fenomenólogo mientras estés apegado a un método en particular. No puedes ser un practicante existencial si permaneces fiel a las técnicas. La fenomenología no es primariamente un método es una forma de ser-en-el-mundo. George Berguno. Reconocer el mundo e inventarlo, son mecanismos paralelos que apenas se distinguen entre sí. Jorge Volpi.
Hablar de fenomenología y de hermenéutica no es hablar de un conocimiento unificado. Sería más correcto hablar de las varias formas de fenomenología y hermenéutica que se han desarrollado y se practican. Comúnmente, se hace referencia casi de manera exclusiva al método fenomenológico. Aun cuando para la propuesta que aquí comparto dicho método es de suma importancia, nos parece aún más importante reconocer que partimos de una Cosmovisión y una Actitud fenomenológica13. Como mencionamos anteriormente, consideramos nuestro estilo de aproximación a la TE una forma de ser, en vez de una manera de hacer. Para el Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial, la Fenomenología es fundamentalmente una invitación a la disciplina de sostenerse en la duda y la incertidumbre, sin llegar a conclusiones apresuradas, sin tratar de tener respuestas ni explicaciones a los interrogantes de la vida; sino más bien, intentando soportar la incomodidad de respetar lo complejo del mundo y de la existencia humana. En este sentido, la labor fenomenológica y hermenéutica existencial se refiere a una especie de investigación compartida (entre el terapeuta y su paciente), entendiendo por ello un proceso que involucra no sólo a la razón o las ideas de los involucrados, sino a su ser completo, con su cuerpo y experiencia física del mundo, sus emociones y relaciones interpersonales, su intimidad 13
En el Volumen 1 de esta misma obra profundizamos en la descripción de la Fenomenología como una Cosmovisión, una Actitud y un Método.
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y la co-construcción de su identidad, su intuición y su espiritualidad, etcétera. Resumiendo, para fines del presente escrito, me refiero a un trabajo fenomenológico y hermenéutico como aquel que propone un acercamiento terapéutico descriptivo más que explicativo, que no intenta descifrar la vida, resolver las problemáticas, o conocer todas las respuestas, sino cuyo principal interés se centra en ser capaz de reconocer el misterio de la existencia, rodeada siempre de una gran incertidumbre. Intentar acercarse a la realidad con esta actitud, implica aceptar que nuestra labor consiste en una descripción y clarificación minuciosa –a niveles crecientes de profundidad y descubrimiento–, que busca ampliar nuestra conciencia sobre las múltiples perspectivas a través de las cuales podemos interpretar o entender una misma situación o historia. Merleau-Ponty (1908-1961), importante fenomenólogo francés, propuso que la tarea fenomenológica no consiste simplemente en poner en suspenso nuestro sentido común –o la actitud natural–, sino que nos invita a recuperar nuestra capacidad de asombro ante el mundo. Las preguntas típicas de una perspectiva fenomenológica podrían ser: - ¿Cómo llegas a la conclusión de que esa es tu situación, de que eso experimentas? - ¿Qué te hace pensar que deseas modificarla? - ¿A quién te acerca y asemeja; distingue o separa, la situación que vives? - ¿De quién te acerca y asemeja, o aleja y distingue lo que buscas? - ¿Cómo experimentas tu situación? - ¿Qué otras posibilidades tienes? - ¿Cómo es para ti estar hablando de esto aquí, conmigo? Hablaremos más de esta modalidad de trabajo en los siguientes capítulos. Por ahora podemos decir que el estilo FenomenológicoHermenéutico al que me refiero, acentúa la intención de explorar la experiencia que tienen los consultantes de su propio existir –de su relación con el mundo, con otros, y con ellos mismos–, a partir de la idea de que cada persona es co-creadora de su mundo y de su existencia; y que no existe ningún hecho, experiencia o evento, que no se encuentre situado. Esto significa, que siempre estamos en situación: en un lugar (espacio) y 51
Yaqui Andrés Martínez Robles en un momento (tiempo) específicos, influenciados por el contexto, por todo lo que se encuentra a nuestro alrededor –especialmente por aquellos otros que son, al mismo tiempo, parecidos y diferentes a nosotros–, por lo que ha ocurrido en momentos previos, y por lo que se espera que se avecine en momentos posteriores. Influyendo de la misma forma en la evolución de la situación. Así mismo, implica concebir a la conciencia (y por ende a la experiencia), como un proceso en constante movimiento (intencional), dirigido siempre hacia algo distinto de ella misma. Partir de una postura fenomenológica involucra, entre otras cosas, el reconocimiento de que la experiencia vivida no es ni puede ser idéntica a la experiencia narrada, ya que la experiencia vivida, directa, es un entramado relacional complejo, cargado de significados propios, de experiencias previas, de aprendizajes de la historia personal y cultural, de expectativas con respecto al futuro, de emociones y significados que surgen en la situación inter-relacional en el que la experiencia ocurre/emerge. Mientras que la experiencia narrada en el contexto terapéutico (o en cualquier otro), jamás alcanza a abarcar toda la riqueza y complejidad de nuestro ser-en-el-mundo, de nuestro ser mundo; y se carga de nuevos significados por la experiencia misma de narrarla, y de hacerlo en el contexto terapéutico, frente a este terapeuta específico. Sin importar cuán hábiles y expertos seamos en el uso del lenguaje, en el manejo de los símbolos y de las metáforas, o en la expresión artística y abstracta; o qué tanta práctica y sensibilidad tengamos para autoobservarnos y conocer nuestros propios procesos mentales y/o emocionales; sabemos que jamás alcanzaremos a representar para los demás, ni siquiera para nosotros mismos, toda la amplia complejidad y riqueza de cada uno de los instantes de experiencia que vamos generando y vivenciando. Nuestra existencia siempre será mucho más compleja de lo que alcanzamos a pensar, y más aún, a expresar y comunicar a otros. Como menciona Michael Jackson14 (2013): ¿Podría el lenguaje y el pensamiento alguna vez cubrir o capturar completamente la riqueza de la experiencia 14
Es importante que el lector no confunda a este autor con su homónimo, el príncipe del pop, fallecido de forma intempestiva. El Michael Jackson que citamos aquí, es un antropólogo de orientación Existencial, cuyos títulos de libros pueden cotejarse en la bibliografía del presente texto.
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 humana?, o tener la esperanza de alguna vez espejear la cosa-en-si-misma? Incluso con la mejor voluntad en el mundo, los seres humanos difícilmente expresan lo que hay en sus mentes, o dicen exactamente lo que está en sus corazones. En vez de ello, expresamos lo que se encuentra en nuestros mejores intereses, tanto personales como interpersonales. (Jackson, 2013, p. 4 y 7).
Así se expresa en el poema de Fernando Pessoa: Tengo tanto sentimiento; ya incluido en el Volumen 1, y que reproduzco aquí por su belleza y claridad con respeto a estas ideas: Tengo tanto sentimiento que es frecuente persuadirme de que soy sentimental, mas reconozco, al medirme que todo esto es pensamiento que yo no sentí al final. Tenemos, quienes vivimos, una vida que es vivida y otra vida que es pensada, y la única en la que existimos es la que está dividida entra la cierta y la errada. Mas a cuál de verdadera o errada el nombre conviene nadie lo sabrá explicar; y vivimos de manera que la vida que uno tiene es la que él se ha de pensar.
Esta perspectiva nos invita a considerar que cada narración es sólo una perspectiva parcial, ya que es imposible experimentar y registrar totalmente la realidad tal y como acontece. El terapeuta tiene, únicamente, una mirada incompleta de la experiencia de su consultante. Aunado a lo anterior, la fenomenología nos recuerda que, a pesar de que cada uno de 53
Yaqui Andrés Martínez Robles los participantes del proceso terapéutico tengamos solamente un punto de vista parcial de la situación, naturalmente tenderemos a concluir que poseemos la visión completa, influenciados por nuestros deseos, historias, relaciones, emocionalidad, prejuicios y experiencias previas. Por ello necesitamos permanecer muy atentos para no llegar a ninguna conclusión ni certeza de forma apresurada –o quizá, de ser posible, no hacerlo en absoluto–. En cuanto a los aspectos hermenéuticos, como también podemos hablar de varios tipos de hermenéutica, recurro aquí a este concepto para referirme al reconocimiento fenomenológico de que la verdadera comprensión, surge del reconocimiento de la incomprensión, de la aceptación de que sólo podemos acercarnos al conocimiento de algo si partimos de reconocer nuestro desconocimiento, y a que una buena parte del trabajo terapéutico existencial se refiere a la exploración y al análisis, tanto de los significados e interpretaciones, como de los procesos de interpretación y significación de las diversas experiencias y situaciones que se desean revisar. Para uno de los primeros y principales hermeneutas modernos, Friedrich Schleiermacher: (…) la comprensión es más bien una aspiración, una búsqueda que se articula sobre el fondo casi permanente de la incomprensión. Ante el texto, ante el habla, debemos reconocernos desde el “malentendido” y no desde la “correcta interpretación”, como suponía ingenuamente la hermenéutica antigua. El malentendido como punto de partida impulsa al intérprete a profundizar y a precisar su interpretación. Enemigo formidable se constituye en su mejor aliado porque lo previene permanentemente y lo mantiene alerta de la comprensión genuina. En esta dirección la interpretación renuncia a los objetivos definitivos, a los resultados incontrastables: el resultado de una interpretación será siempre una etapa provisional en un itinerario que no cerrará jamás (Vattimo, 1968: 163). La interpretación tiene siempre un carácter hipotético y adivinatorio, donde la certeza se haya excluida, o donde se trata de una certeza hermenéutica
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 (es decir provisional, precaria, aproximativa) (Schleiermacher, 1959: 132). (En Lizarazo, 2004, p. 25).
Ya lo había expresado Kierkegaard: “La primera cosa que debes comprender, es que no comprendes” (Diarios). Asumir una posición hermenéutica en la terapia, implica que el terapeuta considere la narración de su consultante como un texto que puede ser explorado y analizado conjuntamente, clarificando las diversas posibilidades de interpretación del mismo, y las diversas interpretaciones presentes. Dicho texto puede deshilvanarse, describiendo las múltiples ramificaciones de la experiencia inter-relacional que narra: Aspectos físico-corpóreos, emocionales, socioculturales, psicológicos, e históricos; con respecto a la forma cómo quien consulta construye relaciones interpersonales, cómo constituye intimidad, o la manera como se desarrolla su identidad, etcétera; y que ambos pueden contrastar y confrontar sus significados y sus procesos de significación con los del otro, para aprender juntos tanto de las similitudes como de las diferencias que descubran entre ellos, ya sea para enriquecer sus propias perspectivas, para modificarlas, o simplemente para afinarlas.
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Yaqui Andrés Martínez Robles C) La Terapia Existencial: Modelo Post-Cartesiano, Perspectivista y Contextual15. Somos nada queriendo ser algo. Jean-Paul Sartre. Estamos hechos de la misma materia de los sueños, siempre y cuando no olvidemos que los sueños también están hechos de retazos –a veces significativos, a veces inconexos– de ideas. Jorge Volpi.
La denominación “post-Cartesiana” hace referencia a René Descartes (1596-1650). Este pensador francés, considerado el padre de la filosofía moderna, es sin duda una de las principales influencias en la cosmovisión de la cultura occidental contemporánea. En muchos sentidos, podemos decir que nuestra cultura actual es Cartesiana. Esta forma de entender al ser humano y su conciencia o su mente se ha extendido culturalmente. “La filosofía cartesiana se ha transformado, gracias a la historia, en sentido común”. (Stolorow, Orange, & Atwood, 2002, p. 4). El adjetivo “post-Cartesiano” señala el deseo de ir más allá de las características impuestas por el llamado “dualismo cartesiano”, tratando de trascender las limitaciones de esta ideología moderna que separa la realidad en dos entidades diferenciadas: a) La materia física que nos rodea y se extiende ante nosotros (incluyendo nuestro cuerpo que, para esta mentalidad, es parte del mundo “exterior”); y b) Los procesos cognoscitivos que ocurren, según esta misma perspectiva, en nuestro “interior”: nuestra “mente”. A través de dicha separación en aspectos que se localizan dentro, de aquellos que se localizan fuera de la persona, se reifican o sustancializan ambas instancias, siendo vistas de manera absolutista y dejándonos una imagen de la mente como si se tratara de una cosa pensante, con un interior que contiene diferentes ideas y desde donde observa al resto del mundo exterior y a los objetos que le circundan. Esta visión de la realidad no sólo separó lo “externo” de lo “interno”, y objetos de sujetos (y con ello a lo objetivo de lo subjetivo), sino que a su 15
Algunos fragmentos de esta sección se incluyen también en el Volumen 1 de esta misma obra.
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vez separó al Yo del mundo, a la mente del cuerpo, y a la razón de la emoción. En síntesis, algunas de las principales ideas culturalmente extendidas, herencia del paradigma cartesiano son: • La mente se encuentra separada, aislada de la realidad exterior, misma que intenta aprehender y captar de maneras precisas, aunque en ocasiones la distorsiona. Esto provoca una imagen de la “esencia” del ser humano desconectada del resto del mundo. La verdad consiste en la correspondencia entre la realidad interior o mental con la realidad exterior de los objetos. • Separación sujeto-objeto. Gracias a la posibilidad de auto conocer y pensar su existencia (“pienso, luego existo”), el sujeto tiene realidad, separadamente de los objetos que capta. Los objetos se consideran independientes del sujeto y son reales por la “garantía de Dios” (ya que, siguiendo a Descartes, el creador no podría estarnos engañando al proveernos con las imágenes del mundo exterior). Rollo May (1909-1994), terapeuta existencial americano, solía citar a Binswanger con respecto a que “la escisión entre sujeto y objeto es el cáncer de la psicología.” (May, Angel, & Ellenberger, 1967, p. 29). • Claro contraste entre la realidad interior o psíquica, y la realidad exterior que es material y se extiende en el espacio. Lo interno es subjetivo, lo externo objetivo. La mente es un contenedor de ideas, fantasías, emociones, impulsos e instintos. La realidad exterior puede afectar al contenedor y a sus contenidos, pero siempre es realidad exterior. • Intenso deseo de claridad y orden, para conseguirlo, la realidad se divide de manera binaria en falso y verdadero. La verdad se opone a lo falso, la mentira, o el error. • Búsqueda de certezas. Los intentos de mantener alejada la incertidumbre básica de la vida se convierten en la tradición, porque son formas de evitar la angustia. Este aspecto tiene un precio: Se restringe considerablemente la creatividad y la apertura a lo novedoso. • Para mantener alejada la incertidumbre, es necesario establecer criterios estables que mantengan un sentido de continuidad y permanencia. • Profunda confianza en el método de la deducción lógica, y en las capacidades racionales, cerrando el paso a las emociones, el arte, y otras formas de acercarse a la realidad. 57
Yaqui Andrés Martínez Robles • Casi total ausencia de temporalidad en la naturaleza de la mente. La esencia de la mente se considera atemporal, sólo varían sus contenidos. La mente sólo se “desarrolla” durante los primeros años de vida, una vez que ha alcanzado la “madurez”, se “estabiliza”, a menos que sufra algún deterioro por causas físicas externas, como el abuso de sustancias, algún accidente, etc., o que se colapse paulatinamente por causas naturales, como la vejez. • La mente se concibe como una especie de sustancia. Aun cuando, no se despliega en el espacio, permanece siendo una cosa con un interior, que interactúa con otras cosas como, por ejemplo, con el cuerpo. Estas concepciones se entretejen con el deseo de hacer de la terapia algo “científico”; una intención que, quizá principalmente por la época en que la (psico)terapia apareció en el mundo, ha acompañado a las principales vertientes del desarrollo de la misma desde sus orígenes, como explica Aaron (2013): El efecto colateral más dañino de la comprensión que hace
Freud del psicoanálisis como una ciencia objetiva fue su intento por eliminar “el factor subjetivo” (citado en Grubrich-Simitis, 1986, p. 271) de la situación analítica. Freud creía que el procedimiento analítico que él había desarrollado guiaba hacia observaciones consistentes y replicables, que al ser recopiladas y sistematizadas llevarían a su vez a una teoría científica de la mente, del desarrollo, de la psicopatología y de la sanación. El instrumento analítico, tal como un microscopio, tenía que estar libre de influencias distorsionadoras, al punto que las observaciones serían replicables por cualquier observador que pudiera usar el instrumento apropiadamente. Si los analistas introducían sus propias personalidades en su trabajo clínico, no se podría afirmar que los resultados obtenidos fueran objetivos o científicos. La determinación de Freud de eliminar el factor subjetivo era una característica propia del pensamiento científico y académico del siglo XIX. En la investigación, en general, las leyes universales y los principios por todos compartidos, tanto por académicos como por científicos, se esforzaban por
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 alcanzar una visión objetiva opuesta a la expresión de la perspectiva de una persona particular. La insistencia de Freud en la neutralidad, el anonimato y la abstinencia del analista es un reflejo del principio de desapego científico, que insiste en la demarcación rígida entre el observador y el observado. El analista, como observador/científico, es removido del mundo de la investigación más que posicionado dentro de éste. Entonces, se puede asumir que el analista adquiere una visión objetiva, “una visión desde ninguna parte” (Nagel, 1986), lo que implica una visión totalitaria, de objetividad, una visión desde todas partes simultáneamente. (Aron, 2013) (Posición 595, capítulo 1).
Esta serie de ideas continúan siendo comunes en muchas de las formas actuales de psicoterapia. El paradigma cartesiano está tan enraizado en nuestra cultura, que hoy por hoy nos parece absolutamente normal y lógico. Todos llevamos “en las venas” estas ideas. Nos vemos a nosotros mismos y a los que nos rodean como viviendo en el interior de nuestro organismo. Como si fuéramos una especie de Mago de Oz, que dirige desde el interior del cerebro al resto del cuerpo, a modo de un automóvil o nave de transporte ultra-compleja. La perspectiva cartesiana del mundo se mantiene, casi al nivel de una fe religiosa, proponiendo la naturaleza autónoma de la mente Según esta mirada, los productos de la mente deben ser considerados independientes, autosuficientes, verificables, falsificables o, de alguna manera, capaces de ser evaluados de acuerdo con criterios que existen aparte de los contextos personales de los que surgen. (Atwood, Stolorow, & Orange, 2011, p. 264).
Específicamente, a través del término post-Cartesiano me refiero a la propuesta de ir más allá de los dualismos que separan: razón-emoción, cuerpo-mente, yo-otro, ser-mundo, ser-hacer, etcétera. Jackson (2013) comparte esta opinión:
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Yaqui Andrés Martínez Robles En vez de perpetuar las antinomias entre el yo y el otro, observador y observado, cuerpo y mente, escritura y palabra hablada, realidad e imaginación, o razón y emoción; necesitamos explorar la dialéctica en la conciencia humana entre las clases de experiencias que esos términos designan toscamente. En esta búsqueda, sin embargo, tenemos que resistir ser cautivados por el lenguaje, particularmente nuestra tendencia a suponer que las formas de nuestros pensamientos logran espejear la constitución del mundo (Jackson, M., 2013, p. 3).
También los colegas del psicoanálisis intersubjetivo16, quienes tienen una influencia importante del pensamiento de Heidegger, comparten una perspectiva muy semejante: En nuestra opinión, las dicotomías persistentes entre lo intrapsíquico y lo interpersonal, entre las psicologías de una y dos personas, son obsoletas, están reificadas, y son absolutas reliquias de la bifurcación Cartesiana. La mera frase “psicología de dos personas” continúa incorporando una filosofía atomística de la mente aislada, en la que dos entidades mentales separadas, dos cosas pensantes, son vistas como puestas en contraposición. En vez de ello, deberíamos hablar de una psicología contextual en la cual los mundos experienciales y los campos intersubjetivos sean vistos como constituyéndose mutuamente el uno al otro. A diferencia de las mentes Cartesianas aisladas, los mundos experienciales –conforme se van formando y evolucionando dentro de nexos de vida y sistemas relacionales– son reconocidos como siendo exquisitamente sensibles y dependientes del contexto. En esta concepción, la separación sujeto-objeto Cartesiana queda resuelta, lo interno y lo externo es visto como entretejido a la perfección. Habitamos nuestros mundos experienciales tanto como ellos nos 16
Tanto el llamado Psicoanálisis Intersubjetivo como otras formas de Psicoanálisis Relacional, suelen apoyarse en perspectivas fenomenológico-existenciales, como aquellas que surgen del pensamiento de Heidegger o Merleau-Ponty.
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 habitan a nosotros. La mente se representa aquí como una propiedad emergente del sistema personaambiente, y no como una entidad Cartesiana localizada al interior del cráneo (Stolorow, Orange, & Atwood, 2002, p. 2).
Además de ir más allá de los dualismos impuestos por la visión Cartesiana de la vida, la propuesta que aquí comparto se refiere también a la intención de trascender las ideas y conceptualizaciones referentes al “Yo”, la identidad, el Ego, o el Self,17 como si se tratara de constructos más o menos fijos sobre nuestra realidad, lo cual resulta contradictorio con la mirada fenomenológica y existencial del ser, como proceso en movimiento. Metafóricamente hablando, el “yo/self” es la “foto” que tomamos para poder hablar del “video” que somos/vamos siendo–emergiendo. Nombramos “yo” a una actividad, a una acción que realizamos a través de nuestra conciencia. Mas hablamos de dicha actividad como si tuviera sustancia, como si se tratara de un ente o sujeto previo e independiente de la actividad misma, una esencia que se localiza intra-psíquicamente. “Permanencia y consistencia son dos características que se le atribuyen al yo/self. Reconocemos quienes somos a través de quienes hemos sido.” (Spinelli, 2001, p. 38). Hacemos esto para proporcionarnos una sensación de continuidad, y con ello evitar la incertidumbre y la angustia propias de la existencia. Lo curioso es que, aunque también el “yo/self” es un resultado interrelacional en constante movimiento y desarrollo, solemos referirnos a él como si se tratara de un objeto independiente, aislado y autónomo, donde cualquier signo de dependencia o incluso cualquier muestra de aportar privilegios a las relaciones, es visto como negativo, regresivo o neurótico. Lo anterior coincide con las palabras de Nietzsche:
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Las diferentes posturas ideológicas en psicología no concuerdan con los que cada uno de estos conceptos significa. Además, me parece importante aclarar que los conceptos “Yo”, “Identidad”, “Ego”, y “Self”, no refieren necesariamente a la misma situación o experiencia. Para los fines del presente escrito, usaremos estos tres conceptos de manera intercambiable, ya que la intención es simplemente hacer referencia a la manera como los seres humanos nos conceptualizamos y pensamos a nosotros mismos.
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Yaqui Andrés Martínez Robles […] Si digo el relámpago ilumina, he postulado el mismo relámpago primero como actividad y una segunda vez como sujeto y por lo tanto he añadido un ser al evento que no se confunde con el evento sino que se presenta como fijo, como que es, y que no deviene. Presuponer un evento como efector y a este como ser, este es el doble error de interpretación del que somos culpables. […] El sujeto no es nada, la acción lo es todo. (Nietzsche en Echeverría, 2010).
Quizá el “yo/self” no sea más que una metáfora útil para referirnos a la centralización de los aspectos múltiples, variados y en proceso de evolución que nos caracterizan (Llinás 2001). Cada verdad sobre nosotros mismos es una construcción momentánea, válida sólo para el contexto espacio-temporal específico en que estamos siendo, y para la trama de ciertas relaciones (K. Gergen 2006). Además, la forma típica de concebir esta situación promueve la permanencia de las dicotomías Cartesianas al hablar de la posibilidad de un “Self verdadero” contra un “Self falso” (o el “Yo verdadero” contra el “Yo falso”)18. Spinelli (2011) menciona algunas críticas a esta forma de conceptualización: Pueden realizarse distinciones entre la experiencia del Yo/Self real o verdadero, en oposición a la manifestación del Yo irreal, o falso Self. El self puede ser “verdadero” o “falso” para sí mismo ya que puede permitirse engañarse a sí mismo. El Yo real puede perderse, enterrarse, puede evitarse que desarrolle todo su potencial y, felizmente, puede ser “encontrado” de nuevo –o por primera vez– (A menudo a través de experimentar una psicoterapia exitosa) y, lo más importante acerca de este Yo/Self, es que es la fuente y 18
En el presente capítulo, decidí traducir ocasionalmente la palabra “SELF” por la palabra en español “YO”, mientras que en otros momentos opté por dejar la palabra inglesa tal cual. Esto obedece a que, para los fines de este escrito, ambos términos resultan intercambiables. En el Volumen 3 de esta misma obra, dedicaré un mayor espacio a la reflexión sobre este importante concepto.
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 el origen de nuestra habilidad para procesar y reflexionar sobre nuestra experiencia vivida. El Self es el iniciador de la conciencia. (Spinelli, 2001, pp. 38, 39).
Como hemos visto, la invitación post-Cartesiana consiste en promover un concepto de persona desdibujado, alejado de concepciones rígidas, deterministas y estables. Desde esta perspectiva, la condición humana se considera siempre en relación con el contexto en movimiento; como una situación relacional que cambia a cada momento, transformando a la persona y siendo transformada por ella, lo que hace de esta propuesta un enfoque Contextual y Perspectivista. Contextual porque considera que las diferentes situaciones, así como los acercamientos a la comprensión de las mismas, dependen siempre de un contexto, de una red de relaciones presentes y cambiantes momento a momento. Un mismo comportamiento puede entenderse de manera radicalmente distinta dependiendo de la época en la que se realizó, del ambiente que le rodea, de las personas presentes, etcétera. Así mismo, tal situación puede ser comprendida de manera distinta por un hombre que por una mujer; por una persona joven que por un anciano. El contexto forma parte del evento o situación tanto como el fondo es parte inseparable de la figura. Por Perspectivista me refiero al reconocimiento de que cada experiencia ocurre siempre desde cierto punto de vista, siempre desde una mirada particular que, entre otras posibles, se vinculan y desenvuelven con los distintos sucesos y experiencias. El perspectivismo plantea en su visión filosófica que el mundo externo puede ser comprendido a través de un sistema alternativo de conceptos y creencias, y que no hay un criterio autoritativo (sic) independiente que determine cuál sistema es más válido que el otro. El perspectivismo enfatiza que la realidad es siempre vasta y ambigua y que cada uno tiene su propio punto de vista plausible de la realidad. Que todo conocimiento depende de la perspectiva con que se mire y que siempre hay otras, aparte de la de uno. (Aron, 2013) (Posición 683, capítulo 1).
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Yaqui Andrés Martínez Robles Por otra parte, una forma apegada al estilo existencial de aproximarse a la comprensión del ser humano, sería decir que la única forma de definirlo es desde su negatividad: cualquier cosa que digamos sobre una persona la describe únicamente en ese momento, más no puede describir lo que sucederá al momento siguiente. Por ello resulta más correcto decir lo que un ser humano no es, a cualquier cosa que deseáramos decir que sí es. Decir “no es mujer” es más certero –y seguro– que decir “es hombre”, ya que, en algún futuro próximo, esta persona podría decidir someterse al proceso hormonal y quirúrgico para dejar de ser identificada con el sexo que le fue asignado en su nacimiento, según sus órganos sexuales. Dentro de los cuestionamientos que la perspectiva post-Cartesiana y postmoderna realiza hacia el estilo tradicional de pensamiento en la modernidad, se encuentra el reto y la crítica a los esquemas binarios y frecuentemente polarizados que nos conducen con frecuencia a situaciones de separación, o incluso de rechazo o violencia, hacia lo que se concibe como diferente. La dicotomía hombre-mujer es una de las que se encuentran fuertemente retadas dentro de esta perspectiva. Como parte del plan original de los tres volúmenes de esta obra, en el Volumen 3 dedicaré un espacio a las reflexiones que, en el marco de la comunidad del Círculo Existencial, hemos estado compartiendo a este respecto.
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2
D) La Terapia Existencial: Modelo Inter-Relacional y Colaborativo. Estamos acostumbrados a pensar la realidad como si los elementos que la componen pudieran separarse entre sí siguiendo el modelo de las máquinas, cuando lo que ocurre es que, si existen con la forma en que existen, es por su constante codeterminación e interacción. Almudena Hernando. Para que pueda ser, he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia, no soy, no hay yo, siempre somos nosotros. Octavio Paz. (fragmento del poema Piedra de Sol).
El último de los cuatro aspectos que deseo presentar no es menos importante que los anteriores. Hablar de un enfoque inter-relacional19 hace referencia a la conceptualización de la existencia como una red de relaciones, que es propia tanto de la perspectiva fenomenológicoexistencial como de otros enfoques postmodernos, como el construccionismo social y las terapias narrativas, entre otros. El concepto Husserliano de Mundo-de-la-vida (lifeworld), subraya nuestra condición de vivir en un entramado de relaciones. Así mismo la forma de entender la existencia humana dentro de la obra de Heidegger, como Dasein. La Relacionalidad es una de las características básicas de la existencia para este modelo terapéutico, y suele ser también uno de los temas que más prevalecen en los diferentes textos de los pensadores existenciales. Dentro de estos temas: En primer lugar, el carácter relacional de la existencia humana que Heidegger denomina ser-en-el-mundo (Dasein). Como sugieren los guiones, nuestro mundo propio (eigenwelt) está indisolublemente atado con el mundo de los demás (mitwelt) y el ambiente físico, del 19
En el Volumen 1 de este texto, incluyo un poco más de un par de amplios capítulos sobre lo que significa el paradigma relacional. Invito al lector a revisarlos para entender a profundidad lo que se expresa en este apartado.
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Yaqui Andrés Martínez Robles cual somos también una parte fundamental (umwelt). Husserl usó el término “intersubjetividad” para captar el sentido en que, como sujetos individuales, vivimos intencionalmente, o en tensión, con otras personas, así como con un mundo que se compone de técnicas, tradiciones, ideas, y cosas no humanas. En consecuencia, nuestras relaciones con el mundo de los demás y el mundo alrededor son relaciones de inter-es, es decir, son modos de inter-existencia, informados por la lucha por los medios para subsistir (Jackson, 2013, p.5).
Harlene Anderson, importante terapeuta del movimiento de las llamadas “terapias postmodernas”, promueve un enfoque que es denominado: “Terapia Colaborativa”, el cual también contempla la vida humana desde una posición relacional: “Cada persona representa no a un individuo singular, sino a una compleja red de relaciones”. (Anderson, 1999, p. 126). Por ejemplo, cuando he tenido la oportunidad de visitar otros países, no hablo únicamente en nombre mío, sino, hasta cierto punto en nombre de México. Las personas pueden escuchar una de mis expresiones y decir: “Mira como hablan los mexicanos” y a partir de ahí quedarse con la idea de que mi expresión, que quizá pueda ser un neologismo creado y utilizado solamente por mí, es una expresión común entre la mayoría de los mexicanos. De tal forma, que mi voz representa una compleja red de relaciones llamada México. En palabras de Alan Watts (1915-1973), filósofo y escritor británico experto en filosofías orientales: Sufrimos una alucinación, una sensación falsa y distorsionada de nuestra propia existencia como organismos vivientes. La mayoría de nosotros tiene la idea de que es un centro separado de sensación y acción, que vive dentro del cuerpo físico y está limitado por él; este centro un mundo de gentes y cosas, toma contacto por medio de sus sentidos con un universo ajeno y extraño. (…). Esta impresión de no ser más que visitantes solitarios y bastantes fugaces, en el universo, está en lisa y llana contradicción con todo lo que las ciencias saben sobre
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 el hombre y otros organismos vivientes. Nosotros no este mundo; más bien le salimos, le crecemos como las hojas a un árbol (Watts A. , 1972, p. 16).
Al evitar considerar al consultante como un individuo aislado y autónomo, y aproximarnos a él como un producto de la red relacional en la que vive, continuamente colaborando con su co-creación, ponemos atención a los diferentes esquemas relacionales que va desarrollando. Es decir, atendemos a la forma cómo es afectado por otros en su red de relaciones, a la vez que a las diferentes influencias y repercusiones que su actuar (o no actuar) tiene sobre otros. Este concepto también refiere a que la relación terapéutica misma es parte del material que se explora y analiza en este estilo de terapia: Para los fenomenólogos, el mundo interpersonal co-creado entre consultante y terapeuta es un punto focal para el tratamiento. Dentro de esta relación se revela el mundo-vivo e intencional del cliente. Todos los problemas que se experimentan en el mundo-vivo fuera de la terapia, pueden encontrarse también dentro de las paredes del consultorio terapéutico. El consultante no puede hacer nada más que traerse completamente a sí mismo(a) a la relación terapéutica. “El aquí y ahora de la sesión de trabajo en terapia, está enriquecido con toda la vida del cliente… [por ello] durante la entrevista, el terapeuta monitorea el desarrollo de la relación entre él (ella) y su cliente” (Becker C. S., 1992, p. 225). Lo relacional invita a todos los involucrados en el proceso terapéutico, a cuestionarse todas sus certezas. Los terapeutas necesitan esta actitud: mantenerse cuestionando; incluso sus posiciones teóricas y su relación con el conocimiento. Cuando las teorías son entendidas como series de creencias que surgen de la imaginación humana, nos volvemos menos seguros, más disponibles y abiertos para jugar y permitir que nuevos significados emerjan. Tenemos, como resultado, menos presión por reducir la experiencia del otro a lo ya conocido, y existe la posibilidad de crear nuevo
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Yaqui Andrés Martínez Robles conocimiento a partir de cada único encuentro (Cayne & Loewenthal, 2011, p. 52).
Un trabajo relacional implica entonces, una constante revisión de nuestra comprensión del otro y de nosotros mismos, considerándonos parte inseparable el uno del otro. Una continua observación de la forma cómo nos influenciamos mutuamente y cómo vamos co-creando la experiencia inter-relacional del aquí-y-ahora en que nos encontramos. Después de todo, cualquier temática que exponga un cliente a su terapeuta estará influenciada desde un inicio, entre otras cosas, por el género de los involucrados –las temáticas relacionadas con la sexualidad, por ejemplo, o con aspectos directamente relacionados con el género, no se experimentan igual al narrarse al terapeuta si este es mujer, o si es hombre– ; por la edad de los mismos, por la condición socioeconómica, el estilo de personalidad de cada uno, etcétera. Esto evoca el asunto del perspectivismo que mencionamos anteriormente: (…) el perspectivismo es una consecuencia potencial de cualquier psicología intersubjetiva o de dospersonas en la medida en que se tome en serio que hay dos subjetividades separadas dentro de la díada analítica, dos perspectivas en la interacción. No un sujeto y un objeto, ni un paciente irracional y una autoridad racional; tampoco una realidad distorsionada transferencialmente y una juzgando qué es lo real, sino dos personas, cada una con su propia subjetividad; dos observadores participantes (Hirsch, 1987, en Aron, 2013, posición 671, capítulo 1).
Por ello es importante revisar cómo cada uno de los involucrados se experimenta a sí mismo en presencia del otro. Al mismo tiempo, el terapeuta representa para el consultante no solamente una escucha profesional, sino también un otro, representante de todos los otros con los que se relaciona cotidianamente. Puede que se trate de otro que confirma la regla de su experiencia con los demás en el mundo, o también podría darse el caso que fuera otro experimentado como la excepción a la regla. Como hemos visto, decir que la TE es un enfoque relacional se refiere a dos dimensiones inter-relacionadas. La primera de ellas consiste en una 68
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perspectiva antropológica, o incluso ontológica. Una forma de entender y aproximarse al ser humano que percibe a éste como el resultado y la expresión de una red de relaciones. Esta perspectiva funciona como telón de fondo que influye en nuestra forma de acercarnos a las distintas narrativas del consultante. Cualquier situación es entendida a partir de la Relacionalidad con su contexto. Esta dimensión trasciende las relaciones entre personas, para concebir la realidad entera como una red relacional en movimiento y constante desenvolvimiento. El Ser como Ser-en-Situación (ver Volumen 1 de esta misma obra). La segunda dimensión se refiere, específicamente, al estudio y reflexión de la relación terapéutica en sí misma. Si consideramos al consultante como una red relacional (la primera dimensión que mencionamos antes), comprender sus relaciones será parte fundamental del trabajo terapéutico, y por ello la relación terapéutica no es la excepción. Además, esta relación se desenvuelve en el aquí y ahora, por lo que terapeuta y consultante tienen la posibilidad de explorar dicha construcción en directo, mientras se está realizando. No analizamos la relación terapéutica porque sea más importante que las relaciones cotidianas y/o íntimas del consultante, sino porque es la relación que podemos observar en vivo y en directo, y no sólo conocerla a través de la narración a posteriori y desde la perspectiva del consultante.20 No hay forma de separar limpiamente lo que cada uno, terapeuta y paciente, aportan a la interacción, porque cada uno requiere de la participación emocional del otro. Stephen Mitchell.
Por otra parte, los terapeutas relacionales del modelo existencial intentan co-construir una relación Colaborativa con sus consultantes. Entendiendo por esto la intención de involucrarse en diálogos honestos, reconociendo que todos los participantes somos miembros de un mismo equipo que busca reflexionar juntos, de maneras filosóficas, estéticas y
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Quizá por ello la terapia grupal suele ofrecer grandes ventajas con respecto al enfoque uno-a-uno, ya que en dicha modalidad es posible explorar la construcción de diversas experiencias relacionales con diferentes personas, y no sólo entre terapeuta y consultante.
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Yaqui Andrés Martínez Robles comprometidas. Un equipo que colabora con la descripción y clarificación de nuestro existir.
Hacia una (im)posible definición: contraste, diálogo, identidad. Cada vez que se traza una frontera se traza un campo de batalla. Ken Wilber.
A lo largo de este primer capítulo hemos visto que tratar de definir la Terapia Existencial puede resultar una tarea compleja. Las diferencias de opinión entre los distintos teóricos y practicantes a veces generan la sensación de una tarea imposible, y podrían conducirnos a renunciar incluso al intento. Como mencionamos anteriormente, al igual que ciertas definiciones de la psicoterapia en general comienzan diciendo lo que esta no es, para muchos resulta más fácil definir aquello que no es Terapia Existencial que intentar definir aquello que sí es. Esta es una acción comprensible ya que, como mencionamos en el Volumen 1 de esta misma obra, la conciencia funciona en gran medida por contrastes. Conocemos el frío gracias a que conocemos el calor (o la ausencia de frío). La luz gracias a la oscuridad (o la falta de luz), la alegría gracias a la no-alegría, etcétera. Por ello resulta común comenzar a definir algo a través de decir lo que no es. Sin embargo, esta estrategia tiene un riesgo. Cuando se establecen criterios sobre qué queda fuera de la distinción o situación que deseamos describir, qué no es X o Y cosa –expresiones como: Eso no es terapéutico, eso no es existencial, o eso no es terapia existencial–, de inmediato se presta para que inicie una especie de cacería de brujas, en la que algunos adoptan el papel de policías persecutorios, mientras otros son los malhechores que deben ser castigados, corregidos o expulsados del grupo de pertenencia. Lo curioso es que, si estamos al tanto de la historia y perspectiva del movimiento fenomenológico y existencial en filosofía, psicología y terapia; podemos darnos cuenta de la curiosa paradoja que esto implica, ya que podríamos fácilmente terminar diciendo: No es existencial decir que algo no es existencial. 70
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No obstante, yo mismo he caído en cuenta de cómo en ciertos congresos, al escuchar a algunos colegas que se identifican ellos mismos como terapeutas existenciales, pero cuyas reflexiones se alejan o incluso oponen a lo que yo entiendo de la perspectiva existencial-fenomenológica, he terminado pensando: Eso que dijo se aleja mucho de la perspectiva existencial-fenomenológica; y cuando logro observar con atención mi propia reflexión, me percato de que simplemente estoy dejándome llevar por mi actitud natural, creyéndome “poseedor de la verdad”, del conocimiento, o de la autoridad para designar qué sí es y qué no es terapia existencial. Puedo reconocer también que esto tiene que ver con mi propia necesidad de identidad y pertenencia, de sentirme claro, coherente y congruente con mis propios preceptos. En muchas ocasiones, el desarrollo de una identidad clara se ve reforzado por el contraste y la distinción entre “nosotros” y los “otros”. El grupo de pertenencia, el “nosotros” se hace más claro y nítido para la conciencia cuando existe un o unos “otros” con quien contrastarse. El problema con este método para profundizar la experiencia de identidad, es que tiende a generar situaciones de competencia e incluso de agresión, conflicto y violencia. Una vez que se han establecido los criterios de “nosotros” y los “otros”, rápidamente la “y” que los une puede transformarse en un “versus”, estableciéndose una posibilidad de enfrentamiento. Una alternativa a esta situación consiste en promover un diálogo abierto entre las diferencias. En vez de asumir la actitud de “eso no es terapia existencial”, podemos preguntar a quién asume tal identidad que no es reconocida por nosotros algo como: ¿Qué te lleva a considerar eso como terapia existencial? ¿En qué fundamentas tu actividad terapéutica, que te lleva a llamarle existencial? ¿Cómo entiendes la fenomenologíaexistencial? ¿Podrías darme un ejemplo que consideres característico de tu estilo de práctica terapéutica, y que la ubique como una terapia existencial? Y así comenzar un diálogo abierto que quizá pudiera terminar convirtiéndose en una Conversación Poderosa. Sin importar si conseguimos llegar o no a una definición lo suficientemente cómoda para todos, me parece que el ejercicio de intentarlo vale la pena, ya que nos mantiene en una constante reflexión sobre nuestra cosmovisión, y acerca de la manera cómo se desenvuelve en 71
Yaqui Andrés Martínez Robles nuestra práctica terapéutica cotidiana, o en aquellos procesos de aprendizaje o entrenamiento a nuestro cargo. Los debates internacionales para tratar de arribar a una definición de la Terapia Existencial en el marco de la naciente Confederación Mundial de Terapia Existencial llegaron, a inicios del 2016, a un resultado que sin ser completamente satisfactorio para todos los involucrados, se experimentó como “suficientemente bueno e integrador” como para publicarlo y trabajar a partir de él. Por supuesto que, siendo coherente con la perspectiva fenomenológica-existencial, se trata de una definición incompleta y provisional, disponible siempre para transformación y renovación, en concordancia con la invitación fenomenológica de mirar la realidad como un movimiento que nunca llega a completarse ni a constituirse de forma absoluta. Me permitiré compartir, en el siguiente capítulo, los primeros seis puntos de tal definición (de nueve puntos en total) ya que me parecen los más controversiales e interesantes para la discusión. Es importante aclarar que muchos de los aspectos mencionados en ella no reflejan la posición del Movimiento o Escuela Mexicana de Análisis y Terapia Existencial en general, ni tampoco la mía en particular. La incluyo aquí para generar un diálogo con la misma e invitar al lector a sumarse a la conversación. Al final de los seis puntos, aclararé algunos de los aspectos que consideramos diferentes dentro de la perspectiva que practicamos, desarrollamos y enseñamos en el Círculo de Estudios en Terapia Existencial.
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Capítulo 2 Diálogo con la WCET21 ¿Qué es la Terapia Existencial? DEFINICIÓN DE LA CONFEDERACIÓN MUNDIAL DE TERAPEUTAS EXISTENCIALES.22 23
Prefacio Entre el 2014 y el 2016 un grupo internacional, representando una amplia gama de terapeutas existenciales contemporáneos, se unieron en un esfuerzo cooperativo para construir la amplia definición que aquí se presenta. Fue escrita en el espíritu de inclusión y diversidad que caracteriza esta orientación única, buscando llegar a una definición de terapia existencial que sea accesible, sucinta y suficientemente buena para todos los involucrados. Esta definición reconoce y honra los aspectos compartidos y unificadores que subrayan e informan las diferentes y variadas formas de comprender y practicar la terapia existencial hoy en día, sin violentar su espontaneidad inherente, su flexibilidad, creatividad y misterio. Lo que sigue es la versión actual de esta búsqueda colectiva en continuo desarrollo y proceso.
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WCET= World Confederation of Existential Therapists/ Confederación Mundial de Terapeutas Existenciales. 22 La definición se encuentra originalmente en inglés. La traducción que aquí presento fue realizada por el autor del presente libro, por lo que no se trata de una traducción oficial ni profesional. Ruego al lector me disculpe por cualquier error gramatical o falta de estética en la misma. 23 Algunas de las personas que participaron de manera activa en estos debates (lamento si mis registros dejaron fuera a algún otro participante) son: Stephen Diamond, Ernesto Spinelli, Kirk Schneider, Alfried Langle, Emmy van Deurzen, Digby Tantam, Mick Cooper, Laura Barnett, Greg Madison, Betty Cannon, Miles Groth, Todd DuBose, Ken Bradford, Elita Kreislere, Gianfranco Buffardi, Jaqueline Aug, George Leone, Martin Adams, Daniel Sousa, Susana Signorelli, y yo mismo, autor del presente libro. La mayoría de nosotros hemos sido, en muchos sentidos, voceros de diferentes comunidades con quienes compartimos nuestra labor como terapeutas y formadores en Terapia Existencial.
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Yaqui Andrés Martínez Robles 1. ¿Qué es la Terapia Existencial? La Terapia Existencial es un enfoque filosóficamente informado para la consejería (counseling) o la psicoterapia. Comprende un espectro rico y diverso de teorías y prácticas. Debido en parte a esta diversidad en que se desenvuelve, la Terapia Existencial no es fácil de definir. Por ejemplo, algunos terapeutas existenciales no conciben este enfoque como distinto de otros, tampoco como un enfoque particular, ni como una escuela separada de counseling o de psicoterapia; sino más bien lo consideran una actitud, una orientación o una postura hacia la terapia en general. Sin embargo, en años recientes, la Terapia Existencial es cada vez más considerada por otros como un enfoque particular y especifico en sí mismo. Cualquiera que sea el caso, puede decirse que, aunque hay una dificultad para definir formalmente a la Terapia Existencial, su corazón y su enfoque filosófico profundo, se caracterizan en la práctica por un énfasis en la relacionalidad, la espontaneidad, la flexibilidad y una libertad de doctrinas rígidas o dogmáticas. Así, debido a estas cualidades, para muchos terapeutas existenciales, el intento de definirla parece contradictorio en su misma naturaleza. Como sucede con otros enfoques terapéuticos, la Terapia Existencial fundamentalmente (aunque no exclusivamente), trata con gente que está sufriendo o en crisis. Algunos terapeutas existenciales intervienen para intentar aliviar o mitigar tales incomodidades cuando es posible, y tratan de ayudar a los individuos a enfrentar los retos inevitables de la vida, de una forma más llena de sentido, más satisfactoria, auténtica y más constructiva. Otros terapeutas existenciales están menos centrados en los síntomas, o menos orientados a los problemas, y se comprometen con sus clientes en una exploración de amplio rango sobre su existencia, sin presuponer ninguna meta terapéutica en particular, ni tampoco esperar resultados relacionados con la corrección de pensamientos y conductas, ni con mitigar los síntomas o remediar las deficiencias. Sin embargo, a pesar de estas diferencias significativas a nivel teórico, ideológico y práctico, los terapeutas existenciales comparten una forma particular y filosófica de ver el mundo, que los distingue de muchos otros terapeutas contemporáneos. La Terapia Existencial, generalmente, consiste en una forma colaborativa de apoyo en la exploración de la vida de los pacientes o clientes y sus experiencias. Considera de importancia primaria la naturaleza y cualidad de la relación terapéutica, en el aquí y ahora; así como también la exploración de las relaciones entre los clientes y sus 74
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mundos contextuales, en los que vive más allá del consultorio. Al mantener este fuerte fundamento filosófico, la Terapia Existencial toma a la condición humana en sí misma –en todas sus amplias facetas, desde lo trágico hasta lo maravilloso, desde lo horrible hasta lo hermoso, desde lo material hasta lo espiritual– como su foco central. Más allá de esto, considera a toda la experiencia humana como intrínsecamente inseparable de la base de la existencia, o “ser-en-el-mundo”, en la cual nosotros nos encontramos participando constantemente y de forma inescapable. La Terapia Existencial intenta iluminar la forma en la cual cada persona –con los inevitables límites que la constriñen– elige, crea y perpetúa su propia forma de ser-en-el-mundo. Tanto en su orientación teórica como en su enfoque práctico, la Terapia Existencial enfatiza y honra el perpetuo emerger, el desdoblamiento de la experiencia humana y su naturaleza paradójica, y brinda una incansable curiosidad hacia lo que significa realmente ser humano. A final de cuentas, puede decirse que la terapia existencial confronta con la mayoría de las preguntas más fundamentales y perennes con respecto a la existencia humana: “¿Quién soy?”, “¿Cuál es el propósito de mi vida?”, “¿Soy libre o estoy determinado?”, “¿Cómo me enfrento a mi propia mortalidad?”, “¿Mi existencia tiene algún sentido o significado?”, “¿Cómo debería vivir mi vida?” 2. ¿Por qué se llama “Terapia Existencial”? La Terapia Existencial está basada en una amplia gama de insights, valores y principios, derivados de las filosofías fenomenológicas y existenciales. Estas filosofías de la existencia señalan ciertas “preocupaciones fundamentales” –a menudo en una tensión dialéctica entre sí– tales como la libertad de elegir, la búsqueda del significado o propósito, y los problemas de la maldad, el aislamiento, el sufrimiento, la culpa, la angustia, el desespero, y la muerte. Para los terapeutas existenciales, la “fenomenología” se refiere a un método filosófico disciplinado, a través del cual dichas preocupaciones fundamentales o hechos “dados” son enfocados, y a través del cual la experiencia básica que tiene la persona de ser-en-el-mundo, puede ser mejor iluminada o revelada y, así, más adecuadamente comprendida. Este método fenomenológico comienza por, deliberadamente, tratar de colocar a un lado las presuposiciones propias para estar más completamente 75
Yaqui Andrés Martínez Robles abierto y receptivo a la exploración de la realidad subjetiva de la otra persona. Aunque puede haber muchas motivaciones diferentes para que los individuos elijan comprometerse en este proceso exploratorio, al igual que ocurre en la gran mayoría de formas de counseling, psicoterapia o de tratamientos psiquiátricos y psicológicos, la terapia existencial es comúnmente buscada por personas que se encuentran en una crisis existencial: algunas circunstancias específicas en las cuales experimentamos que nuestra sensación básica de sobrevivencia, seguridad, identidad, significancia o importancia, están siendo amenazadas. Estas amenazas existenciales pueden ser de naturaleza física, social, emocional o espiritual, y pueden dirigirse hacia uno mismo, hacia otros, hacia el mundo en general, o hacia las ideas y percepciones en las que vivimos. Ellas pueden impactarnos y sacudirnos, sacándonos de nuestra sensación de seguridad y complacencia, forzándonos a preguntarnos y a dudar de nuestras más profundas creencias y valores. De acuerdo con los terapeutas existenciales, la existencia humana es, en su más propia naturaleza, continuamente retada y en proceso de llegar a ser; estamos naturalmente atraídos a experimentar tales retos existenciales y crisis a través de toda nuestra vida. En Terapia Existencial los periodos de crisis que provocan desorientación y angustia, son percibidos a la vez como pasajes incómodos y como oportunidades para la transformación y el crecimiento. 3. ¿Cómo trabaja la Terapia Existencial? Los terapeutas existenciales ven su práctica como un diálogo mutuo, colaborativo, exploratorio, y estimulante, entre dos seres humanos que luchan –uno que busca la asistencia de otro, que es un profesional entrenado para proveerla–. La Terapia Existencial pone un énfasis especial en cultivar una relación cuidadosa, honesta, apoyadora y empática, aunque retadora entre terapeuta y cliente, reconociendo el rol fundamental que esta relación juega en el proceso terapéutico. En la práctica, la Terapia Existencial explora, en el aquí–y–ahora, cómo los sentimientos, pensamientos e interacciones dinámicas de los clientes en esta relación, y en otras, pueden iluminar su mundo amplio de experiencias pasadas, eventos actuales, y expectativas futuras. Este encuentro respetuoso, compasivo, apoyador, y a la vez muy real – emparejado con una posición fenomenológica– permite a los terapeutas 76
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existenciales comprender con mayor precisión, y apuntar descriptivamente a la forma de ser en el mundo de la persona. Con grandes dificultades para evitar imponer su propia perspectiva del mundo y su propio sistema de valores sobre sus clientes o pacientes, los terapeutas existenciales buscan abrir y señalar aquellas inconsistencias, contradicciones o incongruencias, en la forma como algunas personas eligen sus habituales formas de ser. Al hacer esto, algunos pueden, cuando es necesario, confrontar constructivamente a la persona que, en ocasiones, se auto-engaña o desarrolla formas destructivas de estar en el mundo. Otros deliberadamente eligen evitar mirar o dirigir cualquier experiencia o expresión del ser, en el mundo de la persona, desde una perspectiva que parta de considerar la situación como positiva/negativa, constructiva/destructiva, saludable/enferma, etc. En cualquier caso, la tarea terapéutica consiste en iluminar, clarificar, y colocar estos problemas en una perspectiva más amplia, para así promover la capacidad de los clientes de reconocer, aceptar y activamente ejercitar su responsabilidad y libertad: para elegir como ser o actuar diferente, si tal cambio es deseado; o si no, para tolerar, afirmar, y abrazar sus formas elegidas de ser en el mundo. Para facilitar este proceso potencialmente liberador, los terapeutas existenciales se enfocan primariamente en incrementar la conciencia de la persona sobre sus experiencias “internas”, su “subjetividad” o su Ser: lo temporal, lo transitorio, el flujo vital momento–a–momento de pensamientos, sensaciones y sentimientos. Al mismo tiempo, la Terapia Existencial reconoce el interjuego inevitable, entre pasado, presente y futuro. A este respecto, los terapeutas existenciales respetan el impresionante poder del pasado y el futuro, y directamente se enfocan en el impacto que tienen sobre el presente. 4. ¿Qué hace a la Terapia Existencial diferente de otras terapias? Adicionalmente a su combinación única de una cosmovisión filosófica, una postura fenomenológica, y el énfasis central tanto en la relación terapéutica como en la experiencia actual, la Terapia Existencial generalmente está menos enfocada en los diagnósticos psicopatológicos o en el interés de proveer alivio apresurado a los síntomas per se, como sucede en otras formas de terapia. En vez de ello, los “síntomas” 77
Yaqui Andrés Martínez Robles desagradables tales como la angustia, la depresión o la rabia, son reconocidos como potencialmente llenos de sentido y como reacciones comprensibles a las circunstancias actuales y a la historia contextual de la persona. Como tal, la Terapia Existencial está primariamente preocupada por el proceso de experiencias, y busca explorar estos perturbadores fenómenos en profundidad: aferrándose directamente a ellos, en vez de tratar de suprimirlos inmediatamente o de erradicarlos. Consistentemente, la Terapia Existencial tiende a ser más exploratoria que orientada hacia metas, ya sean específicas o de conducta. Su principal propósito es clarificar, comprender, describir y explorar, en vez de analizar, explicar, tratar o “curar” las experiencias subjetivas de sufrimiento de la persona. 5. ¿Qué técnicas o métodos utilizan los Terapeutas Existenciales? La Terapia Existencial no se define predominantemente sobre la base de alguna o algunas técnicas particulares o determinadas. De hecho, algunos terapeutas existenciales rechazan el uso de cualquier intervención técnica, ya que se preocupan por que dichos métodos podrían minimizar la esencial cualidad humana, la integridad, o la honestidad de la relación terapéutica. Sin embargo, la práctica terapéutica común, en virtualmente todo trabajo existencial, es el método fenomenológico. Aquí el terapeuta emprende la tarea de estar completamente presente, comprometido y libre de expectativas tanto como sea posible, durante cada uno y todos los encuentros terapéuticos, al intentar poner a un lado todas las preconcepciones con respecto al proceso. El propósito es ganar una comprensión más clara, contextual, y de mayor profundidad; y una aceptación de lo que ciertas experiencias pueden significar para esta persona específica, en este momento particular de su vida. Muchos terapeutas existenciales también hacen uso de habilidades básicas como la reflexión empática, el cuestionamiento socrático, y la escucha activa. Algunos pueden también apoyarse en un amplio rango de técnicas derivadas de otras terapias como el Psicoanálisis, la terapia CognitivoConductual, el Enfoque Centrado en la Persona, las terapias corporales, y la terapia Gestalt. Esta flexibilidad técnica, permite a algunos practicantes existenciales la libertad de seguir las respuestas particulares o de realizar intervenciones a necesidades específicas de sus clientes individuales, en la continuidad del 78
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proceso terapéutico, conforme se va desenvolviendo. Sin embargo, cualquier método que sea o no empleado en la Terapia Existencial, es típicamente elegido de forma intencional, para ayudar a iluminar el ser de la persona en este particular momento de su historia. 6. ¿Cuáles son las metas de la Terapia Existencial? El propósito general de Terapia Existencial consiste en permitir a los clientes explorar sus experiencias vividas, y hacerlo con honestidad, abierta y comprensivamente. A través de este espontáneo y continuo proceso de descubrimiento, se ayuda a los clientes a ganar un sentido de claridad con respecto a sus experiencias y a los significados subjetivos que ellos sostienen. Esta autoexploración provee a los individuos de la oportunidad de confrontar y luchar con cuestiones profundamente filosóficas, espirituales y existenciales de cualquier tipo, así como también con los retos más mundanos del vivir cotidiano. Comprometerse completamente en este proceso apoyador, exploratorio, y retador; puede ayudar a los clientes a sentirse más conformes con su propia existencia, y a tomar responsabilidad por las formas en las que han elegido vivirla. Consecuentemente, puede también animarlos a elegir formas de ser en el presente y en el futuro, formas que ellos mismos identifiquen como más profundamente satisfactorias, llenas de sentido y auténticas. Respuesta al diálogo Aunque la definición anterior pretende presentar de manera incluyente las diferentes posturas y acercamientos actuales a la Terapia Existencial (TE) –soy testigo del enorme esfuerzo que se realizó para tratar de ser realmente incluyentes–, me parece que coloca mayor énfasis sobre ciertas posturas que sobre otras. Algunas posiciones, que a mi parecer resultan fundamentales, son poco claras, o poco reiteradas; mientras que opiniones con las que no concuerdo son en ocasiones subrayadas y repetidas, lo que me deja con temor en cuanto a la falta de claridad que algunos interesados podrían experimentar hacia ciertas formas o estilos de TE, como la propuesta de la presente obra. Por ello me tomaré la libertad de comenzar un diálogo con la definición, respondiendo a los puntos aquí mencionados, esperando clarificar la perspectiva del Movimiento o Escuela Mexicana de Análisis y Terapia
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Yaqui Andrés Martínez Robles Existencial. Cuando utilice la expresión “nosotros”, me estaré refiriendo en particular a esta aplicación específica de la Terapia Existencial. En cuanto al punto uno de la definición, personalmente me siento más identificado con aquellos que consideramos a la TE como un enfoque terapéutico específico, por derecho propio. Así mismo, la práctica que realizamos en la Escuela Mexicana se inclina por no centrarse en los “síntomas” ni en los problemas. Tampoco se encuentra movilizada por la búsqueda de soluciones o resultados específicos. El punto dos, parece sugerir que lo que hace “existencial” a este enfoque terapéutico, es la sensibilidad hacia ciertas temáticas que podríamos señalar como “existenciales” –o “preocupaciones fundamentales”, (que es el término que se utiliza en la definición, y que es frecuentemente usado por Irvin Yalom en toda su obra)–, y que son producto de insights derivados de la fenomenología existencial. Dichas temáticas incluyen, principalmente, aspectos de la existencia que suelen ser experimentados con dificultad o malestar: “la libertad de elegir, la búsqueda del significado o propósito, y los problemas de la maldad, el aislamiento, el sufrimiento, la culpa, la angustia, el desespero, y la muerte”. A mi parecer, esta es una de las principales y más comunes confusiones con respecto a lo que significa “existencial”. Por ello, la palabra existencial suele verse acompañada de otras que señalan experiencias que reconocemos como “negativas” o que buscaríamos evitar, aun cuando sean “aspectos propios del existir”. Por ejemplo, es común encontrarnos la palabra “existencial” junto a palabras como “crisis”, “duda”, “problema”, “angustia”, “culpa”; pero muy extraño encontrárnosla junto a palabras como: “paz”, “placer”, “alegría”, “amor”, etcétera, ¿Por qué?... ¿Acaso la existencia incluye única o principalmente los aspectos que pueden ser considerados “negativos”? Este asunto promueve uno de los principales prejuicios desarrollados hacia la perspectiva existencial, el cual consiste en que algunas personas consideran a las posturas existenciales como “pesimistas”, lo que les aleja de ellas. Creo importante aclarar que la mirada existencial incluye la existencia entera, y por ello no podemos decir que una terapia se comprenda como existencial por el trabajo especializado sobre dichas temáticas. Después de todo, cualquier terapia, independientemente de su orientación teórica, 80
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trabaja con la existencia, con las temáticas íntimas y personales que cada persona experimenta. Quizá por este punto de vista es que algunos terapeutas consideran que la TE no existe como un enfoque particular, ya que cualquier forma de terapia: psicoanálisis, cognitivo-conductual, humanista, etcétera; puede ser considerada “existencial” en la medida que se enfoque en esas temáticas. Como mencioné anteriormente, y en contrapropuesta con esta forma de definir a la TE, para el Movimiento Mexicano (al igual que para muchos otros que se identifican con las versiones más fenomenológicas de la TE), la terapia sería considerada “existencial” por la forma como se dirige y enfoca sobre cualquier cuestión que las personas deseen explorar. Es el Cómo y no el Qué, lo que le da su carácter particular. Esta percepción es compartida por Ernesto Spinelli: “(…) no son los temas en sí mismos, sino la forma particular de dirigirse a ellos de la terapia existencial, lo que constituye la base que la distingue”. (Spinelli, 2015, p. 3). Posteriormente en este mismo punto, la definición menciona el método fenomenológico. Y aunque dicho método resulta fundamental para la aproximación terapéutica que aquí sugiero, es aún más importante –desde mi perspectiva– partir de la fenomenología como una cosmovisión y una actitud (ver Volumen 1 de la presente obra), lo que profundizaremos en capítulos posteriores de este libro. Así mismo, la forma como se describe el método fenomenológico no corresponde con exactitud a como lo entendemos, practicamos y proponemos en el Círculo de Estudios en Terapia Existencial (o abreviadamente: Círculo Existencial). En la definición de la WCET se propone que la intención de la fenomenología es “(…) tratar de colocar a un lado las presuposiciones propias”. Sin embargo, para nosotros, en vez de “tratar de dejar de lado” las presuposiciones, buscamos en primer lugar reconocer dicho marco referencial como simplemente eso, un marco referencial que proviene de nuestra perspectiva, la cual sin duda es parcial y está llena de nuestras propias experiencias, historia, situación, emociones, expectativas, etcétera; y por tanto no es un reflejo de la realidad de nuestro paciente. En otras palabras, para el Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial, la fenomenología consiste, básicamente, en el reconocimiento de que todas nuestras teorías, ideas, conocimientos y experiencias, no son suficientes para lograr un entendimiento de lo que le ocurre al otro, por lo que requerimos comprometernos con él o ella en una 81
Yaqui Andrés Martínez Robles labor de investigación fenomenológica (experiencial y no sólo “intelectual”) conjunta y colaborativa, para acercarnos juntos a cierto nivel de comprensión. A esto le llamamos la actitud fenomenológica del NoSaber. Si logramos dicha actitud, la cual no puede forzarse, sino que surge de experimentar la cosmovisión fenomenológica a través de nuestros propios ojos, entonces podremos “danzar juntos” en la investigación de su experiencia, a través de la disciplina que implica el método fenomenológico y que consiste básicamente en la aplicación constante de la actitud mencionada, con lo que se puede establecer una especie de “círculo virtuoso”, o espiral de profundización en la comprensión de lo que significa existir, acercándonos paulatinamente al misterio de nuestra existencia. Después de que se ha aplicado esta triada –Cosmovisión, Actitud y Método Fenomenológico– durante cierto tiempo en el proceso terapéutico, es posible que el/la terapeuta comparta verbalmente con su consultante alguna de sus propias experiencias o conocimientos, siempre reconociendo que no se trata de “la verdad”, ni de un punto de vista más adecuado o importante que el de su paciente. Sino que se ofrece para buscar clarificar los diferentes puntos de vista y los procesos de significación, profundizando en las similitudes y diferencias entre las distintas formas posibles de significar la experiencia. En otras palabras, en la Escuela Mexicana de Análisis y Terapia Existencial buscamos aplicar una fenomenología existencial y hermenéutica. En el punto tres y en otros de la definición, al hablar de la relación terapéutica, se pone especial atención a que dicha relación sea “(…) cuidadosa, honesta, apoyadora y empática, aunque retadora (…)” y con posibilidades de señalar aspectos difíciles de reconocer. Aunque esto me parece en definitiva recomendable, no colocaría tal propuesta como distintiva de la TE, ni como un propósito importante de la misma. La propuesta que en esta obra se presenta, pone el énfasis en la posibilidad de explorar los diversos fenómenos que se despliegan en la relación terapéutica, explorando lo que promueve que tengamos una relación cálida y cercana, y lo que nos aleja de la misma. Por lo tanto, para nosotros el propósito no es que la relación terapéutica sea una relación afectuosa (aunque ello puede ser de mucha ayuda para el proceso terapéutico), sino más bien que todos los involucrados estemos disponibles y dispuestos a revisar las diversas vicisitudes que se presenten y promuevan que la relación sea de un tipo o de otro. 82
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En este mismo punto se habla de que los terapeutas existenciales “pueden buscar abrir y señalar aquellas inconsistencias, contradicciones o incongruencias”. Esta opinión se aleja de la forma como nosotros concebimos la TE. Para nosotros, tal actividad representaría el uso de una lógica que no necesariamente es la del consultante, y la posibilidad de imponerle entonces dicha lógica. En vez de ello, buscaríamos entender la lógica personal del paciente, que muy posiblemente se encuentra reflejada en tales situaciones, incluso si a nuestros ojos pueda parecer contradictoria o incongruente; lo que nos coloca en una posición que trata de evitar mirar la narrativa y situación de nuestro consultante desde una escisión dicotómica entre: salud/enfermedad, bueno/malo, verdad/mentira, etcétera; sin buscar ningún cambio o transformación específica, ni siquiera que la persona logre “tolerar, afirmar, y abrazar sus formas elegidas de ser en el mundo”. También en este punto, la definición de la WCET propone que la TE busca: “(…) incrementar la conciencia de la persona sobre sus experiencias “internas”, su “subjetividad” (…)”. Tal expresión resulta, a mi parecer, una perspectiva intrapsíquica y muy poco relacional, lo cual se contrapone con la propuesta que aquí presento. Así mismo, en ocasiones parece hablar de la relación terapéutica desde una posición muy poco recíproca, lo que no empata con la propuesta del Círculo Existencial (ver Volumen 1). Finalmente, la imagen del tiempo que se plantea en el punto tres resulta demasiado lineal para la perspectiva que intentamos promover en el Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial, donde la temporalidad es vista como una experiencia compleja, a la que imponemos una linealidad para aportarnos un sentido de orden y coherencia. En general el punto número cuatro se parece mucho a la perspectiva que se propone en la presente obra. Quizá la única diferencia es en el uso de la palabra “análisis”, que en la definición de la WCET parece referirse al significado más popular de esta palabra –cómo una labor fundamentalmente racional donde se intenta separar las partes de algo para conocerlo–. En capítulos posteriores aclararemos el significado de esta palabra en la perspectiva de la Escuela Mexicana. En cuanto al punto cinco, la propuesta de esta obra se enmarca dentro de los estilos no-técnicos, podríamos incluso llamarle: no-intervencionista. La palabra “intervención” puede hacernos pensar en un modelo jerárquico, 83
Yaqui Andrés Martínez Robles donde una instancia “superior interviene sobre una inferior”. Nosotros preferimos pensar en un modelo colaborativo, donde todos los involucrados cooperan en la exploración, descripción y clarificación de los eventos y situaciones narradas y compartidas. Por ello preferimos no hablar de “intervención” y sí de participación. En el punto seis la definición presenta algunos propósitos de la TE que resultarían relativamente posibles de evaluar a través de una serie de criterios de logro, como, por ejemplo: “(…) ayudar a los clientes a sentirse más conformes con su propia existencia (…)”. Sin embargo, este no es el tipo de propósitos que se plantean en el enfoque que intento describir en estas páginas, y que más adelante en este texto describiré con mayor profundidad. Lo que es posible decir por ahora es que, al interior del Movimiento Mexicano, los propósitos no son tan específicos, ya que abarcan más a la tarea misma del proceso terapéutico, que a la finalidad para la vida del consultante. En el mismo punto, la definición de la WCET sugiere que la TE puede facilitar que los consultantes adopten formas de vivir más “auténticas”. El uso de esta palabra y del concepto entero de “autenticidad” me parece en extremo complicado, ya que sugiere maneras de vivir más convenientes, recomendables, o mejores que otras; y una cierta fidelidad a un origen o a cierta “esencia”, lo cual se encuentra en contraposición con el estilo de TE que aquí presento. Con esto no quiero decir que carecemos de preferencias por ciertas formas que identificamos mejores que otras, ya que quizá es imposible dejar de tenerlas. Simplemente creo que no es el propósito ni la tarea de la terapia, subrayar una forma por encima de otra. En los siguientes capítulos expondré las principales ideas de un estilo particular de TE que denominamos Existencial-FenomenológicoHermenéutico de la Escuela Mexicana, y su aplicación en el proceso terapéutico, principalmente a partir del tipo de preguntas y cuestionamientos que los terapeutas pueden realizar; como parte del ejercicio de reflexionar en torno a esta forma de construir Conversaciones Poderosas. Al inicio de un proceso terapéutico de este estilo, tanto consultante como terapeuta eligen “caminar juntos”; pero ninguno de los dos conoce por completo el camino, ni tampoco pueden estar seguros de en dónde o cuándo terminará; aunque acepten que el camino mismo se convierta en la meta. Ambos se eligen mutuamente como “compañeros de ruta” 84
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(Yalom, en Josselson, 2007), pero el camino es desconocido para todos. No saben a dónde se dirigen, aunque el consultante tenga algunas ideas o expectativas al respecto, las cuales se investigarán como parte del caminar. Este estilo de TE no propone caminos, propone estilos de marcha, formas de andar. Una forma de caminar que se caracteriza, principalmente, por la exploración y el análisis de los caminos andados, de las diferentes formas de marcha, y de la experiencia de andar juntos por caminos misteriosos. Como expresara el poeta Antonio Machado: Caminante no hay camino, se hace camino al andar. O con mi juguetona propuesta de variación (espero que el lector disculpe mi irreverencia de modificar la hermosa poesía de Machado, y pueda ver el sentido didáctico de la misma): Caminantes no hay caminos… ni caminantes; al menos no caminantes completamente formados ni definitivos. Al andar se harán los caminos y se irán creando los caminantes. Caminantes que se co-construirán el uno al otro, al ir descubriendo los diversos caminos misteriosos, y las asombrosas formas de andar.
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Capítulo 3 El Mundo-Terapéutico-Existencial24 Primera parte Soy sólo un experimentador… Ningún hecho me es sagrado; ninguno profano; Simplemente experimento, un buscador sin fin sin ningún pasado a mis espaldas. Ralph Waldo Emerson. (1841/1903-1904, p. 318).
En torno a la terapia, la relación terapéutica, los efectos de la misma, y otros asuntos relacionados con su eficacia o utilidad, se han realizado múltiples debates, investigaciones y congresos; ya que al tratarse de una actividad que se relaciona con la subjetividad humana, difícilmente podremos llegar a acuerdos que sean válidos para todos los contextos y situaciones, y más difícil aún, que sean reconocidos con el mismo valor desde todas las perspectivas. En el primer capítulo inicié la revisión de una de las cuestiones más complejas y discutidas, la que se relaciona con el deseo de poder establecer qué es lo que constituye realmente lo terapéutico, qué se entiende por “terapia”, y en qué sentido una relación terapéutica es distinta de otras como, por ejemplo, de la relación amistosa. Quizá, para mantener la propuesta de Goodman/Spinelli que revisé previamente, valdría la pena comenzar a preguntarnos ¿Cuándo es terapia?, o más específicamente: ¿Cuándo es Terapia Existencial-Fenomenológica? Al interior del Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial, no estamos exentos de dichos debates y reflexiones, y nos interesa poder aportar algo al campo general de las terapias y al mundo más amplio de las relaciones de ayuda en general.
24 Algunos
fragmentos del presente apartado ya se encuentran en el Volumen 1 de esta misma obra. Consideré que, por su relevancia, valía la pena reproducirlos, para enfatizar en ello. Ofrezco al lector una disculpa si esto le parece demasiado repetitivo.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Las siguientes reflexiones están en deuda con las propuestas de Ernesto Spinelli (2015)25, aunque son principalmente desarrollos producto de reflexiones realizadas en conjunto con mis alumnos, colegas, profesores y terapeutas de los grupos de entrenamiento y estudio en el Círculo de Estudios en Terapia Existencial de México, ante el intento de responder a la pregunta: ¿Cuándo podemos hablar de Terapia Existencial?, por lo que asumo plena responsabilidad en caso de cualquier comprensión equivocada o uso distinto del que Spinelli brinda al concepto de MundoTerapéutico, o Mundo-de-la-Terapia (Therapy-World). Quisiera detenerme para clarificar el concepto de Mundo, al menos en la perspectiva en la que se basa el presente escrito. Recurriré a una de las concepciones filosóficas del término. No me estoy refiriendo al concepto natural de Mundo como: “la totalidad de las cosas naturales”; ni al concepto personal del Mundo de: “la comunidad de los hombres”. Más bien, deseo apuntar a la concepción del mundo como lo que alude a los hombres en sus relaciones. (Heidegger, 1968). Nicola Abbagnano, en su Diccionario de Filosofía, incluye el siguiente comentario: El Mundo es la totalidad de un campo o de una pluralidad de campos de actividades, de investigación o de relaciones. Desde este punto de vista, la palabra – sin adjetivos– no designa una totalidad absoluta, sino sólo el conjunto de un campo específico […] En tal caso Mundo significa el conjunto de las relaciones entre el hombre y los otros seres, o sea la totalidad de un campo de relaciones (Abbagnano, 1974, p. 808).
Por tanto, para la propuesta que aquí comparto, entenderemos la palabra Mundo como: El conjunto de relaciones, hábitos, creencias, teorías, normas, proyectos, emociones, modos de relacionarse, roles, etcétera; que se encuentran en movimiento y caracterizan una situación y contexto específicos, y que se desarrollan en un espacio-tiempo determinado. 25
Para conocer el concepto de Mundo-Terapéutico en la propuesta y obra de Ernesto Spinelli, recomiendo la lectura de la segunda edición de su libro: Practising Existential Therapy, el cual fue una de las principales fuentes de inspiración para las reflexiones que aquí comparto.
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Dicho de otro modo, Mundo es la red relacional dinámica de la que somos parte y de la que emergemos como particularidades. Se trata del mundeando experiencial (Worlding) del que hablé en el Volumen 1 de esta misma obra, y que retomaré con mayor profundidad en el Volumen 3. Lo que podemos describir aquí, es que se trata de la Relacionalidad; el interser que somos y del que nos vamos formando y surgiendo; la red relacional de donde va construyéndose nuestra específica perspectiva del mundo (worldview). Este mundo de relaciones está cambiando momento a momento, brindando el contexto y la situación específica de la que somos co-creadores y co-creados. Por ello se trata en cada momento de un mundo específico. En ciertos periodos, por ejemplo, participamos principalmente de un cierto “mundo-amistoso” en el que experimentamos algún tipo específico de experiencias, y aunque tenemos el resto de nuestro “mundeando” en el fondo para construir y enriquecerlas, solamente hace figura o se manifiesta plenamente aquel mundo cuyas circunstancias se encuentran activas. En otros momentos, el “mundo-amistoso” pierde importancia y es el “mundo-laboral” el que se encuentra principalmente “activo”, mientras los otros pasan al fondo de nuestra co-construcción experiencial. Por otra parte, en algunas ocasiones he escuchado a personas referirse a ciertos eventos como “terapéuticos”. Así, suelen mencionar que tal o cual película es “terapéutica”, que un viaje resultó “terapéutico”, que la lectura de algún libro, o que algunas experiencias propias de las relaciones interpersonales lo son, que las Conversaciones Poderosas26 lo son, etcétera. No tengo la menor intención de devaluar ni menospreciar dichas experiencias. Sin duda, los seres humanos podemos experimentar momentos muy importantes para nosotros y nuestro desarrollo personal en un sinnúmero de circunstancias y situaciones. Sin embargo, aun cuando todas esas experiencias puedan promover el autoconocimiento, la comprensión a niveles profundos de situaciones interpersonales, el aprendizaje de nuevas habilidades para enfrentar diversas circunstancias en la vida, o incluso para alcanzar niveles más elevados de algo que podríamos llamar “madurez”; me parece que no 26
Al inicio de este texto, introducimos este importante concepto para el Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial.
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Yaqui Andrés Martínez Robles necesariamente son bien descritas al denominarse “terapéuticas”. Al utilizar el término “terapéutico” para dichas experiencias, se equipara la palabra “terapia” con: Crecimiento, desarrollo, sanación, cambio o transformación, etcétera; y me parece que la palabra terapia no necesariamente tiene por qué referirse, de forma específica, a dichas situaciones, como mencionamos en capítulos anteriores, y como describiré a continuación. Recordemos que la palabra terapia, al menos en la propuesta fenomenológico-existencial a la cual me adhiero, es entendida según una de las acepciones más antiguas de la misma, refiriendo principalmente a la acción de acompañar cuidadosamente a otro, colocándose a un lado de éste, intentando comprenderlo al menos un poco y, a través de dicho intento, facilitar que éste otro profundice en la comprensión de sí mismo (Martínez Robles, 2012; Spinelli, 2015). Es por ello que mi propuesta, al menos para la comprensión del presente texto, consiste en dejar de utilizar la palabra “terapéutico” para referirse a todas esas experiencias, y circunscribir el uso de dicho término para aquellas que ocurran en el campo propiamente del acompañamiento profesional que denominamos terapia. Dicho de otro modo, todas esas experiencias pueden ser consideradas de aprendizaje, crecimiento, maduración, desarrollo personal, y/o transformación; dejando el uso del término terapéutico para lo que sucede en el marco específico de la relación acordada y contratada de manera profesional, entre el terapeuta y su consultante. Por supuesto que en el mundo posmoderno en el que habitamos actualmente, las palabras comienzan a ser cada vez más líquidas (Bauman, 2007), y con ello difíciles de referir a significados exclusivos. Es decir, cada vez más nos percatamos de que, ante una misma palabra, puede haber múltiples significados, algunos de ellos incluso en contraposición. Es aquí donde el concepto de Mundo-Terapéutico puede tener no sólo cabida, sino incluso promover mayor claridad, así como facilitar una mayor comprensión de aquello que constituye el acto y la relación terapéutica existencial. A su vez, este concepto anima a continuar el diálogo y los debates con respecto a la pregunta que mencionamos al inicio: ¿cuándo se trata de terapia?, y más en específico, ¿cuándo se trata de terapia fenomenológico-existencial?
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Como hemos visto, los seres humanos tenemos diferentes contextos que podemos llamar “mundos” en los que coexistimos, los cuales, con frecuencia, se traslapan, combinan o influyen unos a otros. Compartimos un mundo que a su vez se subdivide en múltiples mundos, en los que discurre nuestra existencia. Cada uno contiene contextos y/o situaciones particulares; y ciertos participantes asumen roles específicos para dicho mundo, y que probablemente no los repiten en ningún otro. Tenemos, como dijimos anteriormente, un “Mundo-Familiar”, aquel que incluye y contiene todas nuestras relaciones y vínculos con aquellos que consideramos nuestra familia. Así mismo tenemos un MundoLaboral, caracterizado por las relaciones, vínculos, acciones, roles y actitudes que son propias de nuestro trabajo. También experimentamos un “Mundo-Amistoso”, un “Mundo-de-Pareja”, etcétera.27 Evidentemente, aunque algunos de estos mundos pueden combinarse, como cuando nuestros compañeros de trabajo son también nuestros amigos o familiares, cada uno de estos mundos tiene una dinámica propia, con su propia distribución de roles, sus propios espacios, tiempos, y sus propias características que lo distinguen y lo hacen único. Así, mientras en el “Mundo-Familiar” una persona puede tener el rol de líder y ser en extremo dominante y extrovertido, en su “Mundo-Laboral” podría ser un subordinado, introvertido y sumiso. Esa misma persona podría tener un “Mundo-Amistoso” cierto día de cada semana en el que sale a jugar dominó con sus amigos. En dichas ocasiones, podría comportarse de forma colaborativa con sus compañeros de juego, dejando aflorar otras posibilidades de su forma de ser-y-estar-en-el-mundo. Ahora supongamos que su jefe, el dueño de la empresa en la que trabaja, se une al grupo amistoso a través de otro miembro, y empieza a asistir a las reuniones semanales de este “Mundo-Amistoso”. Es muy posible que, al menos de inicio, la persona de nuestro ejemplo tuviera alguna confusión e incomodidad con respecto a su rol o con los comportamientos correspondientes con su “Mundo-Amistoso”, ya que una persona de su “Mundo-Laboral” irrumpiría en dicho mundo. También puede ser que 27
Coloco guiones entre las palabras “Mundo” y otras como “Terapéutico”, “Amistoso”, “Laboral”, etcétera, para expresar que me refiero a un concepto que forma una totalidad indivisible, donde la segunda palabra, por ejemplo: “Amistoso”, forma parte del sustantivo nominativo “Mundo”, y no se trata de un adjetivo que califique a este último.
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Yaqui Andrés Martínez Robles dicha confusión alcanzara incluso su “Mundo-Laboral”, lo que podría ocasionarle problemas en el trabajo. Con el ejemplo anterior podemos ver cómo los diferentes mundos nos solicitan –y en ocasiones exigen– modos de reaccionar diferentes, roles distintos e incluso actitudes específicas y únicas para cada contexto. Y a pesar de que podemos tener algunos estilos que se repiten en diferentes contextos, en aras de mantener una sensación coherente de identidad sabemos que los diferentes mundos requieren que desarrollemos y expresemos posibilidades distintas de existir. Un buen ejemplo de la importancia de la separación de estos mundos, es lo que ocurre cuando una madre, quien forma un “Mundo-MaternoFilial” con su hijo, desea establecer un “Mundo-Amistoso” con el mismo. Varias veces he sido testigo de los problemas que surgen cuando una madre o padre desean ser “amigos” de sus hijos. Por supuesto que es posible tener una relación que puede ser denominada “amistosa” con los hijos, sobre todo cuando estos comienzan a convertirse en adultos, sin embargo, es importante recordar que el rol paterno suele tener primacía, y en situaciones de crisis rápidamente sobresale de esta manera. La relación paterno-filial, el mundo así construido y en proceso de construcción, tiene mayor peso que cualquier intento de construir con los hijos o los padres un “Mundo-Amistoso”. Recuerdo a una paciente cuyo esposo es psicoanalista; una de las situaciones que más le incomodan en relación con él, ocurre cuando en medio de una discusión entre ellos, él realiza un comentario estilo interpretación analítica. Ella suele responderle con la frase: “¡no me terapees!”, asumiendo que su marido está llevando el rol que desarrolla dentro del “Mundo-Terapéutico” al “Mundo-de-Pareja”. Evidentemente tal situación le provoca incomodidad y enojo, no sólo evitando la resolución del conflicto, sino además agravándolo. Este mismo tipo de confusiones pueden ocurrir en sentido inverso. De aquí surge la importancia de no tener dobles roles dentro del “MundoTerapéutico”, al menos no aquellos que, por su relevancia, resulten un obstáculo para el fluir de la relación terapéutica. A menudo suele decirse que los terapeutas no debemos atender a personas de nuestra familia. Tampoco a nuestros amigos cercanos ni a nuestra pareja, pero rara vez se explican las razones de ello. Simplemente se argumenta que “no es ético”,
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con lo que se cae en una postura autoritaria y moralista que nada tiene que ver con una perspectiva existencial de la ética profesional del terapeuta. La ética desde una mirada existencial y fenomenológica, no puede ser un conjunto de mandamientos y deberes impuestos desde un a priori alejado del contexto presente. No puede ser simplemente un conjunto de reglas y normas inscritas en un cierto código al que los profesionales de la terapia deban obedecer y prometer lealtad. La respuesta ética depende siempre del contexto y relaciones específicas, y convendría que surgiera de una reflexión honesta y sensible que tome en cuenta a todas las partes, o al menos a la mayor parte de ellas. Al mismo tiempo, quizá sería más enriquecedor reflexionar sobre la Terapia como Ética, en vez de la ética de la terapia. Considerar el proyecto terapéutico entero como una expresión ética ante el mundo, como una propuesta para las relaciones interpersonales –siguiendo, entre otros, el pensamiento del fenomenólogo francés E. Lévinas–, y no solamente proponer códigos acerca de lo que el terapeuta debe o no debe hacer28. Por ello, me gustaría subrayar que las ideas que propongo en el presente texto son sólo una serie de reflexiones que comparto desde el deseo de promover en los lectores sus propias reflexiones y conclusiones. En ningún momento intentan establecerse como el “modelo a seguir”, o el “modus operandi” obligatorio para los terapeutas existenciales. Desde una perspectiva que tome en cuenta al Mundo-Terapéutico, la decisión de evitar atender en terapia a miembros de nuestra familia, podría resultar no en un deber ni en el seguimiento obediente de una obligación incuestionable sino, simplemente, en el resultado de hacer un simple uso de la lógica. No es posible –al menos para mí y para la mayoría de terapeutas con quienes me relaciono– construir un “Mundo-Terapéutico” íntegro con aquellas personas con quienes se comparte otro tipo de mundo, sobre todo si este, además, tiene preferencia y una jerarquía mayor de importancia (como en el caso de la familia, la pareja y los amigos íntimos). En otras 28
Soy consciente de que el tema de la ética es complejo, por no decir controversial. Por el momento no me extenderé más en esta línea de reflexión ya que excede a los intereses del capítulo presente. Más adelante, para el Volumen 3 de esta misma obra, dedicaré un espacio mayor a la reflexión sobre lo que implica una terapia como ética y en la llamada ética del terapeuta.
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Yaqui Andrés Martínez Robles palabras, me siento imposibilitado para ofrecerle terapia a mi hermano, ya que la relación de hermandad que tengo con él (“Mundo-Fraterno”), siempre tendrá primacía sobre la relación terapéutica. El Mundo-Terapéutico-Existencial no puede (y quizá no debería) competir con el “Mundo-Familiar”, ni con el “Mundo-Amistoso”, ni mucho menos con el “Mundo-Pareja”, en la misma relación. En cada uno de estos mundos, lo esperable es que cada uno de los involucrados ponga en primer lugar las necesidades, actitudes, roles, e historia del mundo en particular; por encima de aquellas del “Mundo-Terapéutico”. Si nos detenemos a reflexionar un poco, podemos reconocer que una persona que forma parte de cualquiera de nuestros mundos más cercanos o íntimos, no puede anteponer la relación terapéutica a la relación previa que mantenemos. Y por supuesto que nosotros mismos tampoco podríamos. Sin importar lo capacitados o entrenados que estemos como terapeutas, ni lo hábiles o experimentados que seamos, no sería posible para nosotros anteponer los requerimientos de la relación terapéutica, del “Mundo-Terapéutico”, a aquellos necesarios o comunes en los otros estilos/mundos de relación interpersonal, especialmente cuando estos últimos son de una cercanía emocional importante. Podríamos decir que el Mundo-Terapéutico-Existencial (que en ocasiones abreviaremos como MTE) es “celoso”, ya que requiere que los involucrados mantengan la relación terapéutica como la principal forma de vinculación entre ellos, es decir que, entre un paciente y su terapeuta, la relación más importante sea precisamente esa: La relación terapéutica. Con el fin de que no haya circunstancias que obstaculicen o distorsionen el análisis de la relación entre paciente y terapeuta, ninguna forma de vinculación entre ellos puede tener una mayor relevancia. Así, si una gran amiga de mi juventud me solicita que sea su terapeuta, no necesito recurrir a ningún código ético para recomendarle que sería mejor referirla con alguno de mis colegas. Basta con que reconozca que la historia que compartimos no puede quedar por debajo de la nueva historia que escribiríamos. Esa primera historia marcó de forma importante nuestras vidas. De hecho, es posible que haya influido en su decisión de buscarme para acompañarla en un proceso terapéutico. Por esta razón no soy la mejor persona indicada para ello. Nuestra historia previa ha marcado roles, sentimientos, actitudes que son lo suficientemente importantes como para obviarlos. 94
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El MTE funciona mejor cuando se trata de una historia co-construida donde los hábitos, roles, actitudes, sentimientos, etcétera, se examinan de modo abierto y fluido, porque corresponden precisamente a esta relación presente29. Esta es la primera consideración por la que me parece que el concepto de Mundo-Terapéutico es útil para distinguir los eventos y situaciones propios de la terapia, de aquellos de otros ambientes, y para promover la comprensión de la relación terapéutica y sus vicisitudes. Así mismo, funciona para acercarnos a todo aquello que constituye lo que llamamos “terapia”. […] puede haber un valor sustancial en considerar el proceso terapéutico como una co-creación, entre terapeuta y su cliente, de un “mundo” único y distinto (el mundo-terapéutico o mundo de la terapia) que ellos cohabitan y, dentro del cual, la forma de ser y de relacionarse consigo mismos y con el otro, tanto la del terapeuta como la del cliente, pueden distinguirse, comparadas y contrastadas, con su forma de ser y relacionarse consigo mismos y con otros en su “mundomás-amplío”. (Spinelli, 2015).
Recientemente he sido partícipe de una serie de debates dentro de la comunidad académica de la Terapia Existencial en torno a la conveniencia e inconveniencia del prefijo psico para referirnos a la actividad terapéutica. Originalmente yo mismo me inclinaba por el uso de la palabra 29
Esto no significa que si un buen amigo o familiar –incluso mi pareja, alguno de mis padres o de mis hijos– me solicita ayuda, no pueda ofrecerle mi mejor posibilidad de escucha y acompañamiento; y quizá, hacerle algunas preguntas apoyadas en la fenomenología existencial y hermenéutica que le faciliten clarificar su situación. Simplemente no me es posible iniciar con él o ella un proceso terapéutico como tal. Tal vez pueda ofrecerle un poco de coaching existencial –una actividad donde una persona aplica herramientas fenomenológico-existenciales para promover en otra un acercamiento a la comprensión de la situación existencial de esta última–, ya que se trata de una labor que puede realizarse con cualquier persona, independientemente de si existe otro rol u otro mundo que se comparta. Para una mayor aclaración con respecto al coaching existencial, puede revisarse el primer capítulo del Volumen 1 de esta misma obra, o mi libro Coaching Existencial, de próxima aparición.
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Yaqui Andrés Martínez Robles psicoterapia, pero he terminado convenciéndome de que dicho término debería ser sustituido por el de terapia. Sobre todo, desde un marco fenomenológico, existencial y/o post-Cartesiano, como el que intento desarrollar y promover en mi práctica, tanto como terapeuta como formador de terapeutas. En una perspectiva relacional y existencial, el foco no está puesto sobre la psique sino sobre la existencia. Y no se trabaja desde la psique o a través de medios psicológicos, sino desde la relación y a través del encuentro de existencias. Como expresa Alan Watts: “El psicoterapeuta ha de comprender que su ciencia o arte lleva un nombre erróneo, pues el motivo de sus desvelos es algo mucho más extenso que la psique y sus problemas privados.” (Watts A., 1992). Por otro lado, una propuesta post-Cartesiana invita a considerar la existencia sin tener que recurrir a constructos como el del psiquismo; concepto que refiere a instancias generalmente internas y relativamente autónomas, independientes y aisladas de su mundo. En vez de ello, la Terapia Existencial pone el foco sobre la situación ínterrelacional, desde donde surgen y devienen todas las temáticas que se explorarán. Definirlo, entonces, implica revisar qué aspectos incluye, cuáles son sus propósitos, y cómo se construye. Estas y otras cuestiones similares son reflexiones de primer orden en la formación de los nuevos terapeutas. En mi opinión, resulta recomendable que incluso los terapeutas experimentados continúen reflexionando sobre estos asuntos ya que, no sólo constituyen su labor profesional cotidiana, sino que, en mi experiencia como terapeuta, formador y supervisor de terapeutas, la mayoría de las complicaciones en el proceso terapéutico ocurren en torno a la forma como cualquiera de los involucrados, consultantes o terapeutas, entienden, enfrentan y se vinculan con el Mundo-Terapéutico. En el Volumen 1 comenté la relevancia de este concepto para la Terapia Existencial (TE); dada su importancia, sobre todo a nivel práctico, me permitiré recordar aquí las principales ideas que he venido proponiendo al respecto. Incluyo algunas preguntas para facilitar la comprensión de los conceptos, y como ejemplo del tipo de intervención que los terapeutas existenciales del Movimiento Mexicano realizan para cada aspecto en la
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práctica.30 Subrayo que se trata apenas de un ejemplo del tipo de preguntas que pueden realizarse, dependiendo del foco de interés del terapeuta, y no intentan convertirse en LAS preguntas que los terapeutas deben aprender, y realizar a sus consultantes. Son referentes que se tienen en mente al trabajar con los consultantes. Cada una de ellas debe adaptarse según sea el contexto, situación, narrativa compartida, o relación terapéutica específica. Por ejemplo, ante la situación de un adolescente que llega forzado a la consulta, en vez de usar el cliché: ¿Cómo te estás sintiendo conmigo?, los terapeutas existenciales mantienen esta estructura básica en sus mentes y pueden transformarla en algo como: Me imagino que debe ser muy incómodo tener que hablar con alguien a quien no conoces y quizá ni siquiera deseabas conocer. ¿Querrías hablar de ello? O ¿preferirías que hiciéramos algo distinto? De modo similar, ante la escasa narrativa de un consultante que atraviesa la muerte de su padre, lo que se expresa podría transformarse en: Lo que estás pasando no debe ser fácil, ¿te sientes con ganas de hablar de ello?; me pregunto si en estos momentos, quizá el silencio y solamente el estar juntos sea una buena forma de empezar nuestra sesión de hoy. Como puede observarse, en cada una de las dos hipotéticas situaciones, el esquema básico sigue siendo: ¿Cómo te estás sintiendo conmigo en este momento?, pregunta que, realizada desde su estructura “desnuda”, queda como algo frío o hasta demasiado técnica, que puede resultar poco conveniente para la relación terapéutica y el momento específico de la sesión. He escuchado a varias personas quejarse de que sus terapeutas hacen preguntas de este tipo, sintiéndose desubicadas en cuanto a qué o cómo responder. Si la pregunta se envuelve o viste de la narrativa del consultante, de acuerdo con la temática y la historia compartida en el MTE, será percibida como parte de los intentos del terapeuta por irse acercando a la comprensión profunda de la situación existencial. Es por ello que resulta fundamental que cada terapeuta, con su propia creatividad y las características específicas de la relación terapéutica, del encuentro o sesión
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Algunas de las preguntas aparecerán repetidas en diferentes espacios del texto. Ruego al lector disculpe mi falta de creatividad para desarrollar más preguntas novedosas, y aspiro a que tenga paciencia con las repeticiones.
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Yaqui Andrés Martínez Robles concreta, desarrolle su propio estilo de formular preguntas que pueden ser completamente originales y propias de cada ocasión. En mi experiencia como terapeuta, formador y supervisor de otros terapeutas, he encontrado que muchas dificultades con respecto a las preguntas sobre la situación y la relación terapéutica, pueden disolverse con facilidad si se realiza un buen encuadre inicial, en el que se brinde una explicación sobre el estilo de trabajo que ofrecemos –las diversas formas de conversación, y el tipo de preguntas que compartiremos–. Me gusta recordar que, aun cuando el encuadre del proceso terapéutico se realiza al inicio del mismo, siempre es posible re-encuadrar, o retomar aspectos que quizá no quedaron del todo claros anteriormente. Podemos empezar por trazar un primer esbozo de definición del concepto de Mundo-Terapéutico-Existencial como es utilizado actualmente en el Movimiento o Escuela Mexicana de Análisis y Terapia Existencial. Incluye una descripción a lo largo de diez puntos para abarcar los diferentes aspectos de este concepto. Los primeros tres puntos (descritos en este mismo capítulo), señalan aspectos generales del MTE, mientras que los siguientes siete (en capítulos posteriores) refieren asuntos más específicos. Algunos podrán parecer repetitivos, ya que son acercamientos al mismo concepto, aunque planteados desde posiciones paralelas o complementarias.31
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Espero que las repeticiones funcionen como una especie de mantra, es decir, que colaboren para lograr acercarnos, paulatinamente, a una mayor comprensión de los conceptos aquí planteados, y del misterio de la complejidad de la relación terapéutica.
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1. Atmósfera Espacio-Temporal Una atmósfera espacio/temporal co-construida o en proceso de coconstrucción, apropiada para un encuentro emocional y honesto entre los participantes32, que propicie una labor descriptiva y exploratoria: fenomenológica, existencial y hermenéutica; de la situación existencial de quienes tienen el rol de clientes o consultantes. Me remito a una atmósfera, por tratarse de un ambiente donde los involucrados establecen una relación de ayuda llamada terapia. El Diccionario de la RAE (Real Academia de la lengua Española)33 define atmósfera en su tercera acepción como: “Espacio al que se extienden las influencias de alguien o algo, o ambiente que los rodea”. Enfatizo que se trata de una atmósfera espacio/temporal, porque tiene que ver, en principio, con el espacio en el cual la relación terapéutica se desenvuelve. En mi experiencia, intento que ese espacio, en principio, sea confortable; con una buena luz y agradable temperatura. Que el espacio se encuentre limpio, ordenado, y con asientos cómodos. Cuando estas condiciones no se cumplen, me sorprendo fácilmente distraído por el entorno. La situación terapéutica (el MTE) solicita mi mejor capacidad de atención y escucha. Por ello procuro que dicho espacio sea estable, lo mismo con la disposición del mobiliario y la locación del consultorio en sí. Tampoco promuevo sesiones terapéuticas en parques, cafeterías o al aire libre. Necesito que el espacio sea cómodo y seguro como para permitirme sentir tanto mi fragilidad humana como la de la persona a quien acompaño, así como para analizar lo que significa ser-en-el-mundo en las condiciones y situaciones específicas en las que mi consultante se 32
En ocasiones me referiré a los “participantes” o “involucrados” en el proceso terapéutico, y no simplemente “paciente”, “cliente”, o “consultante”, y “terapeuta”; para mantener abierta la posibilidad a referirme no únicamente a la terapia uno-a-uno, sino también a las aplicaciones a grupos, parejas o familias. 33 El Diccionario de la lengua española (DRAE) es la obra de referencia de la Academia. La última edición es la 23ª, publicada en octubre de 2014. Para la presente obra se consultó la edición digital, la cual contempla el contenido de la 22ª edición y las enmiendas incorporadas hasta 2012. Esta y otras posteriores referencias a la RAE en el texto se refieren a esta misma fuente.
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Yaqui Andrés Martínez Robles encuentre. Sé que algunos de mis colegas realizan sesiones terapéuticas a domicilio, o en consultorios siempre variantes, incluso en cafeterías, caminando por la calle o en parques34. Yo mismo recurrí a esta última opción en algún momento en que trabajé con adolescentes. Quisiera dejar claro que no estoy diciendo que esto no sea posible o que no deba ser. Lo que intento proponer es que cada relación terapéutica merece una atmósfera y espacio que permita y facilite a los involucrados desenvolverse de la mejor forma posible. Cada relación puede tener necesidades diferentes, dependiendo del estilo de los involucrados. Vale la pena que cada terapeuta dedique un tiempo a reflexionar sobre lo que implica para él o ella sentirse cómodo(a), para lograr ofrecer a las personas que acompañe el mejor espacio disponible. Esto mismo aplica para el aspecto temporal de dicha atmósfera. De aquí que resulte conveniente que las citas se mantengan con un horario más o menos fijo y en el mismo día de cada semana. La periodicidad puede variar según los estilos terapéuticos, sin embargo, lo más común es realizarlo en base semanal. Personalmente, prefiero ver a mis pacientes una o incluso dos veces por semana. Cuando nos vemos cada quince días o más espaciadamente, la conversación suele volverse demasiado anecdótica. La persona parece tener muchas cosas que contarme para “ponerme al día”, lo que dificulta que logremos detenernos en algunos asuntos para desmenuzarlos y profundizar en su comprensión. Aunque una vez por semana me parece lo más práctico, cuando sea posible yo sugiero el esquema de dos veces por semana. En mi experiencia dicho esquema promueve no sólo la profundización en los temas, sino el incremento de la intimidad y la experiencia de una terapia más “potente”. Comprendo, sin embargo, que tal situación resulta poco factible en nuestros días, donde la persona debe recorrer en ocasiones grandes distancias y batallar con el tráfico para llegar a su sesión de terapia. Sin contar que además requiere del doble de tiempo y de dinero para el pago, lo cual es siempre un factor por considerar. Vale la pena por lo menos procurar que las citas se realicen el mismo día de la semana, a la misma hora, con la misma duración; ya que esto 34
Para aquellos interesados en esta posibilidad, recomiendo revisar el Artículo de Susana Signorelli Terapia a Puertas Abiertas, incluido en nuestro texto: Perspectivas en Psicoterapia Existencial. Una Mirada Retrospectiva y Actual (Martínez Robles & Signorelli, 2011).
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proporciona una experiencia de estabilidad y contención, apropiada para las conversaciones con un alto contenido emocional. Los seres humanos somos criaturas de hábitos. Estos nos ahorran energía, evitan que gastemos demasiado tiempo en la toma de decisiones, nos proporcionan un ambiente más o menos controlado y, al reducir la incertidumbre, nos proporcionan una sensación de estar más seguros y contenidos. Creo que una buena parte del pago de honorarios que recibe el terapeuta, tiene que ver precisamente con el compromiso que realiza para cuidar y preservar el espacio/tiempo necesario para construir el MTE. Al terapeuta le corresponde comprometerse a salvaguardar las condiciones necesarias para que dicha atmósfera se cree y se mantenga, fungiendo como una especie de vestal o guardián de dichas condiciones. Recuerdo que cuando empecé como terapeuta, solía tener problemas para finalizar las sesiones en el tiempo convenido. Como no tenía ninguna otra persona inmediatamente después, no me sentía presionado para finalizar la sesión y, en ocasiones, me sorprendía prolongándola hasta casi dos horas después de haber iniciado (cuando el trato original había sido de sesiones de 50 minutos). En una ocasión una persona me dijo al inicio de la sesión: “Sólo te pido, por favor, que acabemos a tiempo, porque ya van dos veces que llego tarde a mi trabajo y ya tuve problemas”. Su comentario me sacudió. Me ayudó a ser consciente de que parte de mi responsabilidad es ser yo quien ponga atención al tiempo, para que él pueda simplemente dejarse fluir y concentrarse en la temática que me comparte. Parte del Mundo-Terapéutico consiste, entonces, en el tiempo que dura la sesión. No importa cuánto sea, mientras sea claro para ambos el tiempo que destinarán a su conversación y en la medida de lo posible se respete. Personalmente, me resulta conveniente ofrecer sesiones de 50 minutos en la terapia uno-a-uno35, ya que esto me da diez minutos entre sesión y sesión para cubrir lo que necesite, o simplemente para distraerme y relajar mi mente, y así estar listo y recibir a la siguiente persona de la mejor manera posible. También en este primer punto, está el hecho de que esta atmósfera es co-construida y se encuentra siempre en proceso de co-construcción. Me parece importante subrayar este aspecto porque no se trata de un asunto 35
Las sesiones de terapia grupal suelen tener una duración mayor. En el Círculo Existencial se realizan de dos horas, pero la duración depende de cada terapeuta y estilo.
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Yaqui Andrés Martínez Robles cuya responsabilidad descanse únicamente en la persona que tiene el rol de terapeuta. Como en toda situación interpersonal, el Mundo-Terapéutico es una construcción realizada por todos los involucrados. Cada uno interviene para acordar el tiempo y el espacio en el que dicho mundo se desarrollará. A su vez, el proceso de construcción del Mundo-Terapéutico no ocurre de una vez y para siempre. Esta atmósfera comienza a construirse desde el primer contacto, el cual es, en ocasiones, simplemente telefónico; o a veces desde antes, desde el momento en que somos referidos. O en que el futuro consultante empieza a imaginarse asistiendo a un proceso terapéutico, o con las fantasías que el/la terapeuta36 tiene con respecto a sus futuros consultantes. La construcción se mantiene durante todo el tiempo que dura la terapia, y no termina hasta que finaliza la misma –aunque en ciertas ocasiones, se extiende más allá de la terminación del proceso–. Recientemente leí un par de textos sobre el “Diseño de Experiencias”: Design for Dasein (Wendt, 2015) y Experience Design (Benz, 2015). Llegué a ambos por curiosidad. En ellos se plantea la posibilidad de desarrollar teorías sobre el diseño (gráfico, industrial, etcétera) basadas en la fenomenología y, específicamente, en la fenomenología existencial. La idea básica consiste en sensibilizar a los diseñadores a que, cuando diseñan una silla, por ejemplo, no se encuentran meramente diseñando un objeto para venderse y ocupar un lugar en la casa u oficina de alguien. Diseñar una silla es diseñar la experiencia de sentarse. De la misma forma que diseñar un automóvil es diseñar la experiencia de transportarse, y diseñar un logotipo de una empresa no es meramente jugar con colores y formas, sino diseñar la experiencia de quienes lo observen. Esto me llevo a 36
En adelante recurriré ocasionalmente al femenino: la terapeuta ya que, como mencioné desde la introducción del presente libro, me parece importante que, en un campo tan ampliamente difundido entre personas de género femenino, aprendamos a hablar de forma indistinta en ambos géneros. Mi deseo es que, al hacerlo yo aquí, sea mi pequeña contribución a un lenguaje, una actitud y una conciencia, más incluyente. Espero que los lectores masculinos no se sientan incómodos por ello. Después de todo, si las mujeres han podido acoplarse al uso del masculino en su lenguaje, no veo dificultad en mostrar que los hombres podemos hacerlo también en el sentido complementario. Además, es mi humilde homenaje a grandes pensadoras como Simone de Beauvoir, quien nos invitó a ser conscientes de que decir “hombre” es excluyente de la mujer, ya que surge de valores y convenciones que han sido generadas e impuestas por varones en sociedades machistas.
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reflexionar como, de cierta manera, todos somos “co-diseñadores de la experiencia de los demás”. Cuando nos cruzamos con una persona desconocida en la calle, promovemos una experiencia distinta en ella si le sonreímos, que si simplemente pasamos a su lado. Y esto es igualmente aplicable en todas y cada una de nuestras interacciones sociales. Podemos llevar esta reflexión al ámbito de la terapia. La coconstrucción del MTE consiste en la actividad de diseñar, de forma colaborativa, la experiencia terapéutica. Explorando juntos lo que facilita o dificulta que construyamos el Mundo-Terapéutico, clarificando las situaciones, eventos, actitudes, y comportamientos; que promueven experiencias que podamos designar como: Terapia. También en este primer punto, he expuesto la idea de que dicha atmósfera sea apropiada para un encuentro emocional, sincero y honesto entre los participantes. Me refiero a las ideas de grandes pensadores dentro del mundo de la filosofía existencial, fenomenológica y hermenéutica, como G. Marcel, M. Buber, H.G. Gadamer y E. Lévinas, entre otros; quienes han puesto cierto énfasis en reflexionar sobre la posibilidad de relaciones humanas de mayor cercanía y apoyo. A grandes rasgos, un encuentro de este tipo se caracteriza por el reconocimiento implícito o explícito de parte de los involucrados, acerca de la unicidad del mismo. Es decir, la conciencia de que cada situación es única e irrepetible ya que, si cada persona es única, el encuentro entre dos o más de ellas resulta único con mayor razón. No sólo es irrepetible con otra(s) persona(s), sino incluso con la misma persona en otro momento o situación, lo cual acentúa la experiencia de incertidumbre. Así mismo, un verdadero encuentro requiere de cierta reciprocidad, donde todos los involucrados experimenten el impacto emocional de permanecer juntos durante momentos o situaciones de involucramiento afectivo, reconociendo la afectación mutua –que cada quien afecta y es afectado por cada uno de los demás participantes de la situación–, lo que promueve que todos los participantes experimenten una valoración especial hacia su relación. Volveré a revisar este aspecto más adelante, en el punto número ocho. El MTE requiere de apertura por parte de los involucrados para que este último aspecto sea posible, aun cuando no siempre ocurra o sea una circunstancia que varía de momento a momento, la posibilidad del mismo
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Yaqui Andrés Martínez Robles es parte importante de la co-construcción de un Mundo-Terapéutico. Por ello, un aspecto fundamental de un proceso terapéutico que sigue las líneas de un trabajo relacional: fenomenológico, existencial y hermenéutico37, es la constante atención de parte del terapeuta sobre aquello que facilita o dificulta la emergencia del encuentro y, en ocasiones, puede llegar a constituir parte del material sobre el que las conversaciones en terapia discurren. Cualquiera de los involucrados (consultantes o terapeutas) puede indagar explícitamente sobre lo que está ocurriendo en la relación terapéutica: – ¿Se encuentran conversando de manera energética y animada? – ¿O des-energizada? – ¿Los participantes se experimentan como aliados? o ¿parte de una competencia? – ¿La persona que narra su experiencia se experimenta comprendida? – ¿Qué tipo de reacción o experiencia desea provocar en quien le escucha? – ¿Qué respuesta fisiológica, emocional y/o cognitiva imagina que le produce a su terapeuta escuchar su narrativa? – ¿Quién escucha se experimenta involucrado en la relación y/o en la narrativa? – ¿Cómo han hecho para que una u otra cosa suceda? Y otras preguntas del mismo estilo. Es importante señalar que la reciprocidad en la co-construcción del Mundo-Terapéutico no puede ser completamente equitativa u horizontal. La relación terapéutica está, por definición, en un permanente desbalance, y me parece adecuado que así sea. Para empezar, uno de los involucrados (tomando como referencia la terapia uno-a-uno) paga, mientras que el otro, cobra. El consultante es quien, generalmente, visita al terapeuta. Es este último el que impone las condiciones logísticas para el encuentro y,
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Para el Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial, el trabajo terapéutico se construye dentro de un marco fenomenológico, existencial y hermenéutico, lo cual subraya la importancia del trabajo relacional, un estilo de aproximación que atiende a los fenómenos de la interrelación. Mayor información sobre el paradigma relacional en el Volumen 1 de la presente obra.
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aunque el consultante puede opinar al respecto, es siempre el terapeuta quien tiene más voz en este asunto. Del mismo modo, se suele suponer que el consultante se experimenta en un estado de incomodidad, angustia o sufrimiento –que es lo que lo llevó en un primer momento a buscar la terapia–, mayor que aquel en el que se encuentra su terapeuta, aunque no sea necesariamente el caso. Sin embargo, me parece que el principal desbalance se encuentra en el rol que cada uno de los involucrados desarrolla. Mientras que el rol del consultante simplemente requiere participar de los encuentros con la mayor honestidad que le sea posible, el rol del terapeuta está caracterizado por proponer, invitar, impulsar e incluso vigilar, que las características del MundoTerapéutico se desarrollen y mantengan, al menos mientras dicha relación continúe. En otras palabras, la responsabilidad para construir esta atmósfera recae principalmente sobre el terapeuta, aunque el consultante tenga también una participación fundamental. Una parte elemental del entrenamiento para convertirse en terapeuta existencial de la escuela mexicana, consiste en promover la continua reflexión sobre cómo aproximarnos a este desbalance natural de la relación terapéutica. La calidad de la relación entre los participantes del MTE, ocupa un lugar muy importante dentro de las reflexiones del Movimiento Mexicano que aquí enfocamos, ya que resulta fundamental para la labor exploratoria. Una labor que intenta mantenerse dentro de un marco fenomenológico, existencial y hermenéutico, para la exploración de la condición y situación existencial de los consultantes. Esta invitación al encuentro sincero y honesto tiene poco que ver con que el terapeuta sea “auténtico”, “congruente”, o “real” (Spinelli, 2015), como es la aspiración de algunas formas de terapia, más bien se refiere a un aspecto específico de la relación terapéutica. En una de sus clásicas novelas, Yalom (1997) expresa que “la hora de la terapia está destinada a ser un templo de honestidad.” (Yalom I. D., 1997, p. 157). Para la propuesta que aquí comparto, describir la relación terapéutica como un encuentro sincero y honesto, hace principalmente referencia a las posibilidades del terapeuta de incluir su propia perspectiva en las conversaciones terapéuticas, en otras palabras, me refiero a la posibilidad para la terapeuta de utilizar la “apertura” de su propia
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Yaqui Andrés Martínez Robles experiencia, ya sea de la relación misma, o de la narrativa que le comparte su cliente, y/o de las situaciones que compartimos por el hecho de ser parte de la misma condición humana. Cuando estos aspectos de la experiencia de la terapeuta se utilizan, se hace principalmente con el propósito de “servir a una mayor clarificación de la ínter-relación entre los asuntos que presenta el cliente y su perspectiva del mundo [su forma de ver el mundo, a los otros o a sí mismo].” (Spinelli, 2015, p. 192). Otra forma de aproximarnos a la comprensión del MTE, es a través del término del antiguo griego Khôra (Jora o Chora = χώρα). Esta palabra designaba originalmente el espacio propio de la polis, en las afueras de la ciudad. En filosofía, Platón utilizó el término para referirse a un receptáculo, o un intervalo. Posteriormente, Heidegger y Derrida retomaron el concepto para hablar de un espacio abierto y no conclusivo. Esta es la atmosfera del MTE, la cual invita a sostenerse con un sentido de apertura, de “claro”. Como un “claro” en el bosque espeso. En este sentido, el Khôra o “claro” se refiere, más que a un espacio físico, a un espacio/tiempo existencial-fenomenológico-hermenéutico, que permanece abierto para la comprensión, sin intentar cerrarse a un solo significado ni objetivar o llegar a conclusiones, sin necesidad de ser productivo ni de arribar a ningún destino. Un “modo medio” que no es ni activo ni pasivo, ni presente ni ausente, ni bueno ni malo, que permanece abierto a cualquier definición, permitiendo la sorpresa y el asombro sin ningún plan predeterminado. (DuBose, 2017. En comunicación personal). Bajo este marco, el MTE es un espacio de Khôra, un “claro” en lo espeso que en ocasiones parece la existencia, ya que invita al encuentro, a la descripción y clarificación de la experiencia, intentando mantenernos abiertos a los múltiples y diversos significados posibles. Pasado este primer punto que define de manera más o menos general al Mundo-Terapéutico, el siguiente aspecto que viene a mi mente son los propósitos del mismo. Por supuesto que dichos propósitos dependerán y variarán de acuerdo con cada enfoque terapéutico, inclusive serán diferentes para cada estilo de aplicación de la TE. Cada modelo y escuela de terapia tiene una Orientación: su propia manera de entender y proponer la prospectiva de la terapia, del “Mundo-Terapéutico”; aquello que distingue a la relación terapéutica de cualquier otro mundo, que hacen que 106
Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2
el “Mundo-Terapéutico” sea diferente del “Mundo-Amistoso”, del “Mundo-Familiar”, u otros.
2. Orientación Exploratoria-Comprensiva, Dirigida a la Experiencia Estética. Los propósitos y tareas del Mundo-Terapéutico-Existencial pueden clasificarse y clarificarse de acuerdo con Tres Orientaciones Generales: a) Clínica, b) Educativa, y/o c) Exploratoria-Comprensiva o Dirigida a la Experiencia Estética38. Incluso considerando que la Orientación está indicada en gran parte por el contexto en el que la Terapia Existencial se aplique, en el Círculo Existencial de México intentamos desarrollar, practicar y enseñar, principalmente, la Orientación ExploratoriaComprensiva, Dirigida a la Experiencia Estética. En el diálogo con otras modalidades terapéuticas no existenciales, o incluso al compartir con terapeutas existenciales de otros países –o con algunos compatriotas que practican modelos de terapia que se consideran dentro de la gran canasta de enfoques existenciales, como la Logoterapia y el Análisis Existencial–, los terapeutas del Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial hemos encontrado que no siempre entendemos lo mismo al hablar de “lo terapéutico”. Algunas de las dificultades que encontramos para compartir/debatir con ellos, es que tenemos ideas distintas acerca del para qué de la terapia, del rumbo que la misma debería de tomar, o de los propósitos del trabajo terapéutico. Ante tal dificultad, pensé en organizar las miradas sobre lo terapéutico a través de este esquema de tres orientaciones, ya que al tener claro que las diferentes modalidades terapéuticas pueden estar orientadas de manera distinta, el diálogo puede facilitarse, y podemos aprender unos de otros; sobre todo en un campo profesional como el nuestro, donde suele haber discusiones y debates que parecen interminables por las diferencias en 38
En algunos otros textos he denominado a esta tercera Orientación, simplemente: Orientación Exploratoria. Sin embargo, he optado por modificar su nombre ya que, al ser las tres orientaciones, cada una a su modo, exploratorias, dicho nombre podría prestarse a confusiones. El nombre que propongo aquí es aún tentativo.
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Yaqui Andrés Martínez Robles nuestra manera de aproximarnos a las mismas cuestiones. Esa es, al menos, mi esperanza. Gracias a este esquema podemos distinguir las diferentes aproximaciones a la TE (y quizá también de otros enfoques terapéuticos). Cada una de estas orientaciones se distingue de las otras, principalmente por su prospectiva y sus propósitos, lo que le lleva a desarrollar distintas formas de metodología y práctica. Como cualquier esquema, esta división resulta limitante y reduccionista, además de rígida. Su finalidad es principalmente didáctica y de organización, para lograr diálogos enriquecedores entre los practicantes de las múltiples aproximaciones a la terapia, y para aproximarnos a la comprensión del MTE. Ampliando un poco la descripción anterior, las tres orientaciones son: A) ORIENTACIÓN CLÍNICA: Es la forma de Mundo-Terapéutico que tiene mayor cercanía con la psicología clínica. Se trata de una aproximación cuyo interés suele apoyarse en criterios diagnósticos y, por lo tanto, puede desarrollarse junto a las instituciones de salud. De las tres orientaciones, es la que más comúnmente recurre al uso de técnicas, ya sean originales o tomadas de otros modelos psicológicos –generalmente adaptadas para aplicarse de forma cercana a la fenomenología existencial–, para apoyarse en la búsqueda de sus objetivos, los cuales suelen ser más o menos específicos de acuerdo con los criterios de salud mental o psicológica del contexto en el que los participantes se desenvuelven. En otras palabras, esta orientación tiene como objetivo genérico, apoyar a los consultantes para alcanzar estados de mayor “salud psicológica o emocional”, facilitando la eliminación o al menos disminución de los síntomas incómodos del malestar en cuestión. En caso de que se trate de alguna disfunción cuyo mejoramiento parezca en extremo complejo o difícil, o que parezca que es imposible librarse de la misma, o que la solución podría ser incluso peor que el problema mismo, los terapeutas que practiquen desde una Orientación Clínica intentarán, al menos, facilitar que su consultante descubra formas de existencia más satisfactorias, aún a pesar del padecimiento. Ayudando a que la persona “aprenda a vivir con eso”.
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Consiste en el interés por facilitar o promover formas de existencia más satisfactorias para aquellos que solicitan la terapia. Generalmente, dichas formas “más plenas” son vistas a través de los lentes del pensamiento existencial. Por ejemplo, se considera mejor o más conveniente, vivir haciendo frente a los aspectos propios de la existencia que generan angustia, como la muerte, la incertidumbre, la búsqueda de un sentido, etcétera; que huyendo de ellos. Del mismo modo, experimentar relaciones interpersonales honestas, se considera más adecuado que lo opuesto. Por tanto, la tarea del terapeuta que desarrolla esta orientación consiste en facilitar al consultante el acercamiento a las metas mencionadas. Aun cuando estas posibilidades de “desarrollo existencial” sean, hasta cierto punto, congruentes con la mayoría de las perspectivas dentro de la filosofía y psicología existencial, y que muy probablemente la gran mayoría de los terapeutas existenciales las consideremos deseables o, por lo menos, convenientes, no todos los estilos de MTE buscan directamente el desarrollo de tales posibilidades. Dicho de otro modo, aún si, por ejemplo, todos los terapeutas existenciales pensáramos que es “mejor” que las personas seamos conscientes de la responsabilidad que implica nuestra libertad existencial, esto no significa que consideremos que el propósito de la terapia que practicamos sea, o deba ser, promover dicha conciencia en los consultantes. Esta búsqueda sólo es característica de la Orientación Educativa, donde se utilizan aproximaciones fenomenológicas con la finalidad de promover tales características en la existencia. B) ORIENTACIÓN EDUCATIVA:
C) ORIENTACIÓN EXPLORATORIA-COMPRENSIVA, DIRIGIDA A LA EXPERIENCIA ESTÉTICA: Concibe la tarea terapéutica como,
principalmente, una investigación realizada de manera conjunta entre el terapeuta y sus consultantes, quienes forman o intentan formar un equipo dialógico y colaborativo, que se apoye y desarrolle en la fenomenología existencial y hermenéutica. Evidentemente no es necesario que el consultante tenga conocimientos con respecto a la fenomenología o a la terapia existencial en general, se trata más bien de una información que podemos intentar explicarle al inicio del encuadre del proceso terapéutico, al explicarle nuestro estilo de trabajo y lo que podemos ofrecer, y sin necesidad de recurrir a términos técnicos o especializados.
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Yaqui Andrés Martínez Robles En otras palabras, esta orientación invita a una tarea que consiste en una exploración de la situación existencial, ínter-relacional del consultante, como ser-en-el-mundo en la que, junto con su terapeuta, el consultante revisa no sólo sus relaciones con el mundo y con los otros, sino también la relación consigo mismo e, incluso, la relación terapéutica. En este modelo no hay un propósito específico por cumplir más allá de promover, de forma dialogal y colaborativa, experiencias que nos permitan acercarnos a la comprensión de lo que significa existir como ser-en-elmundo. Experiencias que pueden ser descritas como estéticas, por promover, por lo menos en el momento en que son experimentadas, una vivencia de estar despierto y atento al propio existir, desde todos nuestros sentidos y emociones (al contrario de la experiencia de anestesia, que equivale a estar adormecido). Aunque dichas experiencias quizá podrían resultar enriquecedoras para la vivencia cotidiana, me parece importante subrayar que no es la tarea ni el objetivo del MTE propiciar o promover que dichas experiencias aparezcan más allá del contexto terapéutico. Algunos terapeutas existenciales que trabajan desde esta orientación, como Ernesto Spinelli, Simon du Plock, o Greg Madison (los tres son miembros destacados de la que se denomina: Escuela Británica o Inglesa de Terapia Existencial), expresan algunas perspectivas que tienen gran similitud con las de la propuesta de la Escuela Mexicana de Análisis y Terapia Existencial que intento describir en la presente obra. Para Todd DuBose –un importante terapeuta existencial norteamericano que trabaja a partir de una Orientación ExploratoriaComprensiva–, el MTE se trata de: Una atmósfera de exploración colaborativa, de compromiso por la comprensión para un sentido vivido; en lugar de una atmósfera de “ingeniería”, de corrección de déficit, patógenos, deficiencias, o contaminantes. (DuBose, octubre 2015; en comunicación personal).
En otras palabras, los propósitos de esta Orientación se dirigen al encuentro y al proceso terapéutico per se, y no intentan de manera propositiva ir más allá de las sesiones terapéuticas en sí mismas. Si como resultado del MTE dichas experiencias trascienden el proceso terapéutico e influyen en la vida cotidiana del consultante –lo cual ocurre con 110
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frecuencia– promoviendo transformaciones, alivio, “mejorías” e incluso “curas”, esto se considera una ventaja adicional que apareció por consecuencia, por añadidura –aunque sea deseable–, mas no como parte del enfoque o de la prospectiva del MTE mismo, ni mucho menos como su “razón de ser”. Cuando el énfasis se coloca en el encuentro, en vez de en los logros o en las consecuencias del mismo, los propósitos de la relación terapéutica se alejan de nociones médicas, diagnósticas, reparadoras o que van en busca de alivio y cura, para acercarse a la exploración de las posibilidades contenidas en la construcción y desenvolvimiento de la relación entre los participantes del MTE. Es en este sentido que DuBose describe a la Terapia Existencial como una Terapia Débil: (…) impredecible, incontrolable, desconocida, igualitaria, vulnerable, accesible, relativa, particular, contextual, fluida e incierta; donde nada ni nadie es soberano, y donde todos los involucrados son “puestos en juego” por el “evento” cuidar o atender a otro ser humano. La “Terapia Débil” libera, abre, arriesga, fluctúa, explora, colabora, descubre, asoma y desenvuelve; es un proceso terapéutico de “quizás” y “lo que puede ser”. (DuBose, octubre 2015; en comunicación personal).
En esta Orientación se trata principalmente de realizar, de manera colaborativa, una exploración e investigación de la narrativa y experiencias del consultante, incluyendo el contexto relacional en el que su situación se desenvuelve (y la situación relacional de encontrarse explorando la narración de sus experiencias en compañía de su terapeuta). En vez de enfocarse sobre quién puede llegar a ser el consultante, los participantes del MTE se concentran sobre quién está siendo, qué experiencia surge de esta forma de ser, y cómo se expresa ínterrelacionalmente (Spinelli, 2015). Si como resultado de vivir experiencias de este tipo, la existencia del consultante se ve enriquecida, seguramente nos alegraremos juntos por
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Yaqui Andrés Martínez Robles ello, mas es un factor que puede aparecer por añadidura, y no porque sea la intención, el propósito, o la búsqueda de la terapia. En mi experiencia como formador de terapeutas y conferencista, este es uno de los aspectos más difíciles de comprender y aceptar, sobre todo para los que se acercan por primera vez a este estilo de trabajo. “La triste paradoja es que nadie puede experimentar los beneficios reales de la expansión de la conciencia sin sufrir antes la muerte existencial, para lo cual es necesario abandonar la fe en el proceso curativo”. (Paris, 2009, p. 51). La cultura terapéutica se encuentra, quizá, demasiado orientada hacia promover cambios en los usuarios de los servicios terapéuticos. Además, en muchas ocasiones se considera que la “eficacia” de un modelo terapéutico, no sólo estriba en su capacidad de producir cambios y transformaciones “positivas y/o saludables” en los usuarios de la terapia, sino que también se apoya en la velocidad o rapidez con la que dichos cambios se produzcan, favoreciendo la tendencia actual de gran parte de nuestra sociedad a buscar “soluciones sencillas y rápidas”, a pesar de que esta tendencia parece deshumanizarnos y aproximarnos a una posición característica de las máquinas. A la vez, muchos de los posibles y potenciales consultantes, consideran que la terapia es sólo para resolver problemas de salud psicológica, lo que dificulta que más personas se acerquen a la posibilidad de un trabajo terapéutico, ya que la terapia es vista como una relación que se solicita únicamente cuando existe la necesidad de corregir o mejorar algún tipo de déficit, falla, disfunción o problemática que la persona no sabe o no puede resolver por sí misma –lo cual es visto en sí cómo una posición de déficit, ya que para la cultura individualista contemporánea, todos “deberíamos” poder resolver nuestras dificultades. Esta situación resulta evidente cuando, actualmente, en algunos segmentos de la sociedad decirle a alguien: “quizá necesites ir a terapia”, puede ser visto como un insulto, como si le estuviéramos diciendo a la persona que está defectuoso, que es incapaz de modificarse a sí mismo, y que necesita ser reparado. Después de todo, incluso la definición común de psicoterapia refiere a esta como una actividad orientada a producir cambios “benéficos” en el paciente. Quizá pudiéramos distinguir este estilo de trabajo, como referido a enfocar la existencia humana desde el punto de vista de los dilemas, más que de los problemas:
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 Los problemas requieren solución, en tanto que los dilemas sólo pueden explorarse y vivirse en una forma más o menos satisfactoria. En tanto que el doctor en medicina trata primariamente con problemas, los esfuerzos de los psicoterapeutas se enfocan en los dilemas de sus clientes. (Spinelli, 1994, p. 14).
A final de cuentas, la mayoría de los consultantes solicitan terapia porque buscan producir un cambio en sus vidas, porque desean evitar algún cambio que se ha producido o se está produciendo, o porque desean aminorar las consecuencias que algunos cambios provocan en su existencia (Spinelli, 2015b). Muchas veces los futuros terapeutas, o aquellos que ya se encuentran practicando, se preguntan: “Pero si no ofrecemos ayuda para mejorar su vida, nuestros clientes no van a querer estar en proceso terapéutico con nosotros, ni mucho menos pagarnos”. Esta preocupación me parece muy genuina, pero equivocada. Si somos capaces de transmitirle al consultante nuestro profundo interés de acompañarle, para construir una verdadera colaboración junto con él o ella, y así explorar e investigar a fondo y de manera holística su existencia, para acercarnos al menos un poco a comprenderla, muy probablemente muchos de ellos acepten co-crear MTE junto a nosotros. Por lo menos así ha sido mi experiencia en más de 15 años de trabajar con este modelo, así como también la experiencia de varios de mis colegas con quienes comparto el gusto por esta Orientación. En el Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial intentamos promover, de manera casi exclusiva, la Orientación Exploratoria-Comprensiva, Dirigida a la Experiencia Estética39. Aunque algunos practicantes, debido al contexto particular en el que se desenvuelve su práctica terapéutica, pueden apoyarse en alguna de las otras Orientaciones. 39
A título personal, suelo pensar que la Orientación Exploratoria es, quizá, la más fiel con los planteamientos fenomenológicos y hermenéuticos de línea existencial y postCartesiana –y sé que no soy el único que lo piensa así–, pero no quisiera asumir una postura impositiva que declare la anterior hipótesis como cierta. Soy consciente de algunas formas de Terapia Existencial que no se alinean exactamente con dicha Orientación. Es por ello que me parece importante dejar un espacio aquí para explicitar las tres diferentes posibilidades de aproximación al MTE.
113
Yaqui Andrés Martínez Robles Las tareas/acciones para esta Orientación serán descritas más adelante. Evidentemente, las diferentes propuestas de TE pueden abarcar una, dos, o las tres formas de Orientación. Los distintos modelos generalmente realizan su propia mezcla entre las opciones, y enfatizan aquello que le parezca más conveniente para cada contexto. Así mismo, puede haber modelos que desarrollen una sola Orientación. La mayoría de las aproximaciones en TE utilizan la exploración fenomenológica, pero lo hacen con diferentes énfasis. Por ejemplo: –
En la categorización de las características personales del consultante, o en el diagnóstico y/o alivio, reparación, o mejora de los síntomas o de algún tipo de psicopatología 40 o disfunción (Orientación Clínica).
–
En el desarrollo de potencialidades, la mejoría en la forma de experimentar la existencia, o el incremento de la conciencia de la realidad existencial (Orientación Educativa).
–
En la exploración misma, por considerar esta una acción valiosa e incluso estética (Orientación Exploratoria-Comprensiva).
Aquí podemos notar una de las razones para evitar el término de “terapéutico” para cualquier experiencia que experimentemos como apoyadora, sanadora o promotora del crecimiento y aprendizaje. Desde una Orientación Clínica, por ejemplo, la experiencia sería terapéutica cuando repara o sana alguna patología, sufrimiento, o deficiencia; desde una Orientación Educativa, lo sería si promueve una forma de vida que se considere más adecuada, elevada, o en algún sentido más parecida a lo que se podría considerar una existencia idónea, más “real” o “auténtica”. 40
En términos generales, las terapias que se apoyan en la Fenomenología Existencial y Hermenéutica, suelen mirar con suspicacia, o incluso con rechazo, los típicos modelos de nosologías psicopatológicas. Sin embargo, me parece importante mencionarlo porque, algunas propuestas dentro del amplio espectro de terapias existenciales, intentan incluir tales categorías a través de una traducción o reformulación de las mismas apoyada en la fenomenología. En particular, la Orientación Exploratoria no parte de la concepción de un sistema diagnóstico con respecto a las posibles “patologías” de la experiencia humana.
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El asunto es que, desde una Orientación Exploratoria-Comprensiva, llamaríamos “experiencia terapéutica” a aquella en la que se realiza una exploración colaborativa. De tal forma que, si una persona al salir del cine dice que la película le resultó “terapéutica”, no podemos estar del todo seguros si se refiere a que fue una experiencia reparadora, de aprendizaje íntimo o personal, de profundización en la comprensión de sí misma o de su existencia en el mundo, o si fue una experiencia estética que le hizo sentir que la vida vale la pena, etcétera. De igual modo, si circunscribimos el concepto Terapéutico solamente a alguna de las posibilidades anteriores, o a todas ellas en combinación, mucho de lo que sucede en los procesos terapéuticos de forma cotidiana podría, simplemente, quedar fuera de nuestra descripción, y entonces no ser “terapéutico”. Confieso que muchas de mis conversaciones en el marco y contexto de un proceso terapéutico son sólo eso: conversaciones exploratorias y colaborativas. Como mencioné antes, creo que una buena forma de evitar esta confusión es circunscribir el término “terapéutico” para aquellas experiencias relacionadas con dicha relación y con el “MundoTerapéutico” en sí. El siguiente cuadro puede representar, de manera resumida, las diferencias entre las tres orientaciones descritas: CLÍNICA El consultante es visto con una falla (patología, trastorno, desviación, etcétera) que debe repararse, o al menos aprender a “vivir con ello”. El terapeuta tiene la tarea de “encontrar”
EDUCATIVA
EXPLORATORIACOMPRENSIVA El consultante es visto como un misterio que puede ser explorado. (No resuelto, ni completamente conocido ni comprendido).
El consultante es visto con potencialidades que requieren desarrollarse, o con aspectos que le resultaría conveniente aprender para tener una “mejor existencia”. El terapeuta tiene la El terapeuta tiene la tarea de “facilitar” el única tarea de invitar a 115
Yaqui Andrés Martínez Robles la falla, para poder utilizar sus herramientas en dirección a reparar o solucionar el problema. (Recurre a la exploración para apoyar su tarea).
descubrimiento y desarrollo de las potencialidades y/o habilidades necesarias para una existencia más plena. (Recurre a la exploración para apoyar su tarea).
su consultante a describir y clarificar los diversos procesos experienciales que atraviesa, y la narrativa de los mismos. La exploración es la tarea fundamental y no requiere de ninguna otra.
Las reflexiones que siguen a continuación se refieren específicamente al Mundo-Terapéutico-Existencial que es propio del Movimiento o Escuela Mexicana de Análisis y Terapia Existencial, y que corresponden con la Orientación Exploratoria, Dirigida a la Experiencia Estética que se mencionó anteriormente. Quizá algunas de las reflexiones siguientes sean de utilidad para otros estilos de TE; o incluso para otros modelos de terapia, sin embargo, la intención del presente escrito es más modesta. 3. Propósito: Descripción Fenomenológica, Hermenéutica y Colaborativa. El Mundo-Terapéutico-Existencial tiene una prospectiva fundamental, la exploración y descripción fenomenológica, hermenéutica, y colaborativa, de la experiencia de ser-en-el-mundo que experimenta la persona que solicitó el establecimiento de la relación terapéutica. Existen algunas formas de aproximación a la Terapia Existencial, que dirigen su prospectiva hacia la exploración de ciertas temáticas, las cuales son vistas como propiamente “existenciales” (como el estilo terapéutico propuesto por Irvin Yalom, que ya se mencionó en el Volumen 1). Sin embargo, lo que convierte en existencial al modelo que aquí describo, no es el tipo de temas a los que se dirige o apunta, sino la forma específica como aborda y explora cualquier tema que se presente en la narrativa del
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cliente. En otras palabras, en vez de centrarnos en asuntos existenciales, preferimos centrarnos existencialmente en cualquier tipo de asunto. Como mencioné antes (o como menciona Todd DuBose en la cita presentada en el punto anterior), el propósito del MTE no consiste en reparar algo que está “mal” o descompuesto en algún sentido; no se trata de curar una enfermedad, ni de sanar, mejorar, desarrollar, entrenar, dirigir o facilitar el proceso de desarrollo; ni de ninguna otra actividad que implique el paso de una situación fallida o deficiente, a otra saludable o adaptada. Tal posición implicaría la aplicación de un ideal concebido a priori, un modelo moral sobre el ser humano, y no la de un modelo fenomenológico. En otras palabras, significaría la implementación de un modelo que propone una forma “correcta” de comportamiento, y no la de uno que respete el misterio de las múltiples posibilidades de respuesta ante las circunstancias siempre cambiantes de la existencia. Cuando las perspectivas terapéuticas adoptan posiciones morales, consideran que existe una forma específica de funcionamiento humano que es la ideal, correcta, saludable, o buena (y que por supuesto, los que se involucran con tales perspectivas la conocen o saben cuál es); y por lo tanto es necesario llevar u orientar a la persona que consulta al terapeuta hacia las conductas y/o experiencias que la caracterizan. Y, naturalmente, es la teoría de su propio modelo psicológico la que aporta las formas y técnicas específicas para ello. Esto incluye también posturas que podrían considerarse “típicamente existenciales”, como la idea de que es “mejor” que una persona afronte su condición existencial, a que la evada o intente cegarse a ella; y que parte de la tarea terapéutica consistiría, entonces, en facilitar que el consultante logre acercarse y convivir con la realidad existencial de su ser-en-el-mundo. Incluso: (…) definiciones de términos como “autenticidad” y “potencialidad”, a menudo esconden concepciones “esencialistas” privilegiadas, o nociones “absolutas” sobre cómo debe comportarse una persona para ser considerado auténtico; o en qué dirección debería ejercer su potencial para que sea aceptado como tal. Autenticidad y potencialidad, por lo tanto, son relativas y, por otra parte, no son ni más ni menos importantes
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Yaqui Andrés Martínez Robles que la no-autenticidad y la no-potencialidad. (DuBose, octubre 2015; en comunicación personal).
Si nos aproximamos a la situación terapéutica desde una cosmovisión y actitud fenomenológica-existencial-hermenéutica (de nuevo – permítaseme insistir–, desde el entendimiento que de estas tiene la perspectiva del Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial), estamos invitados a asumir una posición humilde frente al otro y frente al conocimiento de la “verdad”. Se nos invita a reconocer, inicialmente, cinco ideas que se interconectan entre sí: a) No podemos conocer toda la verdad, ni pasada, ni presente, mucho menos futura; nuestro conocimiento y comprensión es siempre parcial. Esta incapacidad surge directamente de aceptar que la experiencia es o está, siempre en movimiento. Pensar las experiencias en constante cambio y transformación, nos invita a considerar que, incluso si lográramos conocer una experiencia por completo, esto no sería suficiente ya que, al momento siguiente, seguramente no será exactamente la misma que en el momento anterior. Algo aun así mínimo se habrá transformado, por el simple hecho de narrarla. b) No podemos nombrar de manera exacta ni definitiva ninguna situación o experiencia ya que, como mencionamos anteriormente, no es posible conocerla por completo ni de manera definitiva. Lo que nos invita a no confiar demasiado en las categorías diagnósticas. c) No podemos comprender la experiencia del otro de manera absoluta, ya que ni siquiera podemos ser capaces de comprender absolutamente nuestras propias experiencias. Esto nos convoca a contemplar que siempre hay una importante cantidad de misterio en toda experiencia humana. d) No podemos conocer cuál debe ser la dirección a seguir, la respuesta a todas nuestras interrogantes, la solución de todos nuestros problemas, o la mejor alternativa para comprometernos con ella. Es por ello que, como terapeutas existenciales, no podemos dirigir la 118
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experiencia del consultante hacia meta alguna, trazada a priori; aun si esta parece deseable o recomendable. e) Seguramente habrá muchos momentos en que las ideas mencionadas anteriormente (a, b, c, d) se nos olviden, por lo que conviene asumir una disciplina humilde que nos recuerde constantemente que estamos viendo al mundo, a las personas y a las situaciones que se nos plantean, siempre y sólo desde nuestros propios ojos. Y entonces podemos volver a empezar. Estas cinco invitaciones son diversas ramificaciones de la actitud fenomenológica, que señalamos en el Volumen 1 del presente libro, como la actitud de reconocer el no-saber. Es importante recordar que la actitud fenomenológica del no-saber no es equivalente a la ignorancia, ni a un trabajo meramente improvisado, ni a una búsqueda de soluciones rápidas o que rechacen la importancia de los distintos saberes existentes, ni a nada por el estilo. Tampoco significa que el terapeuta no se encuentre lo suficientemente entrenado en la metodología propia de la TE. Por lo contrario, lograr buenos niveles de dicha actitud suele requerir de varios años de entrenamiento, supervisión y práctica; acompañados de lecturas y reflexiones filosóficas profundas sobre lo que significa la existencia y la experiencia desde una posición que contemple la situación y el contexto ínter-relacional. Tal actitud meramente significa que el terapeuta reconoce que, todos sus estudios y conocimientos sobre la existencia o sobre las problemáticas humanas, no le son suficientes para comprender lo que su consultante experimenta. Que sin importar cuánto haya leído o estudiado, o cuánta práctica tenga trabajando terapéuticamente con situaciones semejantes a las que experimenta su paciente, todos sus saberes y experiencias no le alcanzan para saber qué recomendarle, o qué es lo que más le conviene hacer con su vida. En palabras de Loewental y Cayne (2011): La Fenomenología provee un método para continuamente re-explorar la experiencia humana, con la intención de mantener su aspecto inestable, ambiguo, temporal y contextual. Junto al existencialismo, la
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Yaqui Andrés Martínez Robles fenomenología revela la importancia del significado como una forma de comprender la experiencia, mientras que se reconoce a sí misma como una comprensión incompleta. (Cayne & Loewenthal, 2011, p. 39). Algunos aspectos de nuestra experiencia se resisten al saber, y podemos preferir permanecer ciegos a la forma en que cada saber es incompleto, así como al hecho de que algunos aspectos de la experiencia se resisten al saber, y permanecen no cognoscibles. (Cayne & Loewenthal, 2011, pp. 51, 52).
La actitud fenomenológica se asemeja a lo que suele caracterizarse como un espíritu socrático, a una postura ante la existencia que reconoce que: “yo sólo sé que nada sé”; o como también podría decir: “entre más sé, menos sé”. El conocimiento tiene una relación con la verdad, como la relación entre el radio de un círculo y su circunferencia. En la medida en que las dimensiones del radio/conocimiento se incrementan, las dimensiones de la circunferencia/verdad se amplían exponencialmente. Evidentemente, la actitud fenomenológica-existencial del “No-Saber”, es una forma de referirnos al intento fenomenológico de reconocer que nuestra actitud natural nos impide ver “las cosas mismas”, tal y como son. Husserl deseaba encontrar una vía para acercarse a un conocimiento “más puro y directo” de “la cosa misma”; sin embargo, para la fenomenologíaexistencial, es muy importante reconocer que estamos tan profundamente entrelazados con el mundo, que resulta imposible encontrarnos con las “cosas mismas”. Lo que si podemos hacer es reconocer que, ante cada percepción, estamos tan involucrados con nuestra actitud natural que realmente no-sabemos ni podemos saber qué es la cosa en sí. En esto consiste la actitud fenomenológico-existencial del No-Saber. Quizá si nos atrevemos a soltar, aunque sea parcial y temporalmente nuestras certezas y nuestra intensa necesidad por saber, podremos estar más abiertos ante el asombro que provoca el misterio de la existencia.
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Yalom comparte una idea semejante: Aunque hay algo tranquilizador en un terapeuta omnisciente que siempre está en control de la situación, puede haber algo muy atractivo en un terapeuta que busca a tientas, un terapeuta dispuesto a hundirse con el paciente hasta que ambos, juntos, tropiezan con un descubrimiento. (Yalom I. D., 1998, p. 53).
Otra manera de aproximarnos a comprender la actitud fenomenológica, podría ser reflexionar en torno a las típicas concepciones rígidas sobre “La Verdad”. Cuando el trabajo de los participantes del MTE se apoya, sin reflexionar, en ideas preconcebidas –sobre todo cuando estas son rígidas y más o menos fijas, como a menudo ocurre con este tipo de ideas–, suelen surgir varios problemas. En el momento en que partimos de una “idea de verdad”, de lo que es falso y lo que es verdadero, lo positivo y lo negativo, lo bueno y lo malo, lo seguro, conveniente o necesario y lo peligroso o dispensable, lo sano y lo enfermo, lo funcional y lo patológico, etc.; se vuelve muy fácil dejar de estar comprometidos con la exploración de las experiencias y la existencia del consultante, y nos convertimos sencillamente en guardianes de dicha “idea de verdad”, de lo que suponemos que es lo verdadero, o lo que pensamos que debería serlo. Al atender a las experiencias de los participantes del MTE, podemos hacerlo a través del lente de esta “verdad”, analizando hasta qué punto la experiencia que está siendo narrada (o experimentada) en el setting terapéutico41, se ajusta, se adecua o se aleja de dicha verdad. A partir de ello, es común que se promueva la aparición y/o desarrollo de experiencias cercanas, o en la misma línea, con dicha “verdad”. Esta reflexión puede enriquecerse si consideramos por unos momentos las ideas que nos aportó M. Heidegger (1968, 2008) sobre la diferencia entre entender la Verdad como Adaequatio (conformidad, adecuación o coincidencia), o entenderla como Aletheia (des-ocultamiento, lo que se muestra). 41
“Setting terapéutico” es el término que se usa comúnmente para referirse al espacio físico en donde el proceso terapéutico tiene lugar.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Según lo que alcanzo a comprender de este filósofo42, mucha de la dificultad en la forma contemporánea de acercarse al conocimiento y a la comprensión, tiene que ver con la manera que tenemos de concebir la Verdad y lo verdadero. Solemos entender la verdad como la correspondencia entre la realidad “interior” o mental con la realidad exterior de los objetos. O la conformidad o adecuación de un fenómeno, cosa o evento, con los criterios que poseemos previamente sobre ese tipo de situaciones u objetos. Esto nos conduce entonces, a distintos niveles de verdad: en primer lugar, que la cosa o situación sobre la que nos referimos sea efectivamente esa cosa o situación, y no otra; y, en segundo término, que la mención que realicemos de la cosa o situación en efecto haga referencia a esa cosa o situación, y no a otra. Por ejemplo, suele haber discusiones con respecto a si el chocolate blanco es de verdad chocolate. ¿Qué significa aquí decir que el chocolate sea verdaderamente chocolate? Que realmente contenga aquellos elementos que hacen de una cosa ser capaz de ser considerada como tal, en este caso: “el chocolate debe contener cacao”. Entonces decir sobre un dulce: esto sí es chocolate, enuncia dos niveles de verdad 1) la cosa coincide con lo que se dice de ella (ese chocolate sí es chocolate) 2) la oración “eso es chocolate”, se adecúa o corresponde con la cosa (la cosa a la que hace mención es chocolate). En palabras de Heidegger: Un enunciado es verdadero cuando lo que mienta y dice coincide con la cosa sobre la que enuncia. (…) Ser verdadera y verdad significan concordar y, por cierto, de un doble modo: por un lado la concordancia de una 42
Martin Heidegger (1889-1976). Los escritos de este filósofo alemán suelen caracterizarse como en extremo difíciles y complicados, no sólo por apuntar a ideas filosóficas complejas, o por invitar a nuevas formas de reflexión poco usuales en nuestra cultura contemporánea, sino además porque con frecuencia utiliza un lenguaje y estilo de escritura que parecen poco claros para muchos lectores (entre los que me incluyo), además de confusos. He tenido la fortuna de asistir a algunos congresos o simposios donde, “expertos en el pensamiento de Heidegger”, no alcanzan a ponerse de acuerdo sobre “lo que el filósofo alemán realmente quiso decir”, por lo que hacer justicia a su pensamiento me parece una aspiración imposible de conseguir por completo. Es por ello que hoy en día prefiero decir que la Terapia Existencial se inspira en los filósofos existenciales, en vez de decir que está basada en ellos.
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 cosa con lo que se presume acerca de ella y por otro la coincidencia de lo mentado en el enunciado con la cosa. (…) verdad es la adecuación de la cosa al conocimiento. Pero también puede decir: verdad es la adecuación del conocimiento a la cosa. (Heidegger, 1968, p. 63).
Cuando partimos de esta forma de entender la Verdad y lo verdadero, empezamos a buscar, aún sin mucha reflexión, adecuarnos a aquella “verdad” que hemos aprendido y/o nos han enseñado: una serie de ideas y conceptos que se postulan como “verdaderos” con los cuales tenemos que estar conformes; una verdad a la que debemos ajustarnos o hacer todo lo posible para ello. A partir de este punto, todo aquello que se distinga, u oponga a la “verdad” es considerado en automático como mentira o falso. La mentira o lo falso se convierte entonces, en aquello que no se adecua a nuestras concepciones de “verdad”. De esta forma, si una terapeuta aprendió que un “buen hombre” es aquel que se siente atraído sexualmente por mujeres, y llega a su consulta un hombre que se define a sí mismo como “homosexual”, o que le narra algunas experiencias homosexuales, muy probablemente la terapeuta piense que debe haber algo “malo”, “falso” o “defectuoso” en dicha persona, ya que no se adecúa a su criterio de lo que significa ser un “verdadero hombre”. Recuerdo una mujer, consultante mía, que se encontraba enamorada de otra mujer, con quien había establecido una relación de pareja. En la primera sesión que tuvimos juntos, me compartió que ella se definía como “heterosexual”. La gente, inclusive un par de terapeutas a los que había consultado anteriormente a mí, le habían dicho que, por el hecho de estar enamorada y en relación de pareja con otra mujer, ella de seguro era homosexual, sólo que “no quería aceptarlo”, o que, mínimamente, ella debía ser bisexual. Mi consultante había abandonado ambos procesos terapéuticos previos, porque se había sentido muy poco comprendida y respetada en su forma de percibirse a sí misma. Ella expresaba que “era heterosexual”, ya que no se sentía atraída ni nunca se había sentido atraída hacia otras mujeres. Su expresión textual era: “No me gustan las mujeres, me gustan los hombres… y Claudia”. En este ejemplo podemos ver cómo, si consideramos la verdad como algo preestablecido a lo que debemos 123
Yaqui Andrés Martínez Robles adecuarnos, entonces un enfoque lógico sería tratar de ayudar a mi consultante a que aceptara su realidad como bisexual u homosexual. Lo que para ella era una falta de respeto. Por lo contrario, si concebimos verdad como Aletheia, entendemos como verdadero: lo que se muestra, lo que aparece, en otras palabras, el fenómeno. En el entendimiento común, lo contrario a la verdad es definido siempre como “falso” o como “mentira” y, por ende, al tratar de estar cercanos a la verdad, buscaríamos modificar tales mentiras y falsedades para que se adecúen a nuestras concepciones de la verdad. Desde este otro punto de vista, se nos invita a considerar que lo opuesto a lo verdadero es lo que permanece oculto, lo que no se muestra. Así, si queremos acercarnos a la verdad, lo que corresponde es que nos mantengamos en la exploración y descripción del fenómeno, de la experiencia y de la situación relacional y contextual en la que surge, desenvolviendo y “desempaquetando” la narración de la experiencia, para incrementar el des-ocultamiento. La terapeuta del primer caso se enfocaría sobre la forma como este hombre ha construido y desarrollado su existencia, autodefiniéndose como “homosexual”. En el caso de mi consultante, fue necesario para ambos partir de una postura que nos invitara a comprender más su experiencia, su forma de estar en el mundo, a partir de esta vivencia tan difícil de adecuar a las miradas tradicionales sobre la sexualidad; apoyándola a mostrar más de sí misma, no sólo a mí como su terapeuta, sino inclusive para sí misma, para su pareja y para su mundo. Al enfocarnos en la verdad como aquello que se muestra, los terapeutas pondríamos atención, por ejemplo, en: – ¿Cómo se experimenta a sí mismo(a) y al mundo a través de su experiencia actual? – ¿Cómo se siente de ser diferente a algunos, aunque semejante a otros? – ¿En qué le beneficia o perjudica autodenominarse de esa forma? – ¿Qué posibilidades le abre y cuales le cierra? – ¿Qué dificultades ha encontrado por definirse de tal modo? – ¿Qué experiencias emocionales le acompañan desde que se ve a sí mismo a través de dicha denominación? Etcétera.
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Todas estas preguntas se realizarían sin la intención de que la persona cambie su forma de percibirse a sí misma o al mundo, ni mucho menos intentando que modifique su preferencia u orientación, sino simplemente con la tarea de ensanchar o ampliar su perspectiva y su comprensión sobre lo que muestra, sobre su existir-en-el-mundo. Como podemos imaginar, esta es una invitación para que el MTE parta de una idea distinta de “verdad” de la que solemos utilizar. Como mencioné anteriormente, pensar esto aplicado al MTE, es una invitación a que los terapeutas consideren verdadero aquello que “se muestra”. En otras palabras, una invitación a evitar la intención de que las narraciones de sus consultantes se adecúen a ciertos criterios considerados “verdaderos”. Así mismo, invita a dejar de exigir (aun de formas sutiles) que la experiencia de cualquiera de los participantes (consultantes o terapeutas), concuerde con ciertos criterios preestablecidos del “buen funcionamiento”, de “salud”, o de lo correcto y adecuado para cierta idea de verdad. Bajo este concepto de lo verdadero, los participantes del MTE buscan juntos mostrarse, investigando alternativas que les permitan explorar qué es lo que muestran el uno al otro, analizando qué pueden mostrar juntos y/o que sienten que requieren mantener oculto, además de investigar qué puede provocar que ambos muestren aún más. Además, considerar la verdad como des-ocultamiento, facilita reconocer la existencia de forma más flexible y en movimiento, abierta a las distintas posibilidades de transformación, como expresa Spinelli (2015): Heidegger hace explícita la siempre evasiva finalidad de cualquier búsqueda de “la verdad”. La resolución de tales búsquedas argumenta, depende tanto de la posibilidad como de la actualidad de “capturar” los significados de tal forma, que ya no se encuentran abiertos a posibilidades novedosas y alternativas. Si he discernido la verdad de mi existencia, o de cualquier aspecto de ella, entonces su significado se encuentra confinado, su interpretación está finalizada y fija para siempre, y no puede ser sujeta a interpretaciones alternativas ni a significados que se formen a través del juego con el sin-sentido. En vez de ello, para Heidegger, el origen de nuestra idea de verdad
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Yaqui Andrés Martínez Robles retrocede hasta la noción de aletheia –el permanentedespliegue o revelación-permanente, de la apertura al Ser. (…) La verdad, en este sentido, nunca está completa ni se completa. (Spinelli, 2015, p. 38) (Subrayados añadidos).
En este sentido, el MTE se constituye como un espacio-tiempo anárquico: La idea del terapeuta como anarquista, reta nuestra apreciada lealtad a las escalas de rangos que miden cuáles son los comportamientos “correctos”, y cuál es la “verdadera” realidad, así como otras presunciones del status quo con respecto a la enfermedad, la salud y la “buena vida”. (DuBose, octubre 2015; en comunicación personal).
Además, una perspectiva que surge y se apoya en la fenomenología existencial, y en la hermenéutica post-cartesiana, coloca como principal propósito del Mundo-Terapéutico la descripción conjunta y colaborativa de las experiencias que los participantes del Mundo-Terapéutico van desplegando en sus conversaciones. Se trata más de un encuentro de perspectivas, un análisis conjunto de lo que significa existir como seres humanos, y una revisión constante y honesta de los dilemas cotidianos de nuestro ser-en-el-mundo ínterrelacional, de las diferentes formas de enfrentarnos a ellos, y de la manera como vamos construyendo y atribuyendo significados a las diferentes experiencias. En palabras de Michael White: “La terapia se concibe como una forma de investigación conjunta que va constituyendo lo que la terapia es”. (White M. , 1997, p. 174) (Énfasis añadido). O como lo expresa Loewenthal y Cayne, esta perspectiva fenomenológica y existencial post-Cartesiana: (…) nos reta a reconocer que nuestros saberes son sólo temporales, incompletos, y relacionales, así como relativos al contexto de la relación en la cual tal conocimiento ha emergido y en la que lo no-conocido permanece sumergido. (Cayne & Loewenthal, 2011, p. 41).
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O también: El terapeuta representa un desconocido, pero no es ni un conocedor ni un no-conocedor. “No sé” es demasiado certero. Estamos hablando de algo diferente, algo que no es, algo que el lenguaje destruye; en cierto sentido, representamos la brecha, una grieta espacio-temporal. No podemos, sin embargo, aprender acerca de esto, porque no es una cosa; y de cualquier forma, como Gans (2006) expresa: “Acercarse calculadamente mata el deseo y borra la otredad del otro”. Debemos aprender a tolerar lo que él llama “el entre de la indecidibilidad43”. Pero, ¿podremos soportar la incertidumbre del no-saber con el fin de jugar de forma imaginativa con nuestros pacientes, y quizá con cualquier otro? (Cayne & Loewenthal, 2011, p. 52).
En capítulos siguientes mencionaré del punto No. cuatro al diez, en los que describo aquellas tareas que me parecen propias del “MundoTerapéutico” característico de la Terapia Existencial, y en particular al 43
En el texto original en inglés, esta palabra aparece como: Indecidability. En matemáticas e informática se usa el término Indecidibilidad para referirse a un problema para el cual no hay (ni habrá jamás) una solución algorítmica; es decir, que no puede ser resuelto a través de un sistema binario que nos conduzca, por ejemplo, a la necesidad de responder SÍ, o NO, a un problema determinado. En lógica matemática, también se refiere a la imposibilidad de demostrar o refutar una afirmación a través de cualquier premisa. Me parece que los autores quieren aquí hacer referencia a la complejidad del “entre” de cualquier relación humana, del cual no es posible hacer análisis específicos ni concretos. Lo que ocurre en dicha relación va más allá de toda lógica, sobre todo de cualquier posición binaria que sólo acepte respuestas polarizadas. Sin embargo, me parece importante aclarar que, en inglés, dicho término suele escribirse como Undecidability (comenzando con la vocal “U”, en vez de la “I”). Tomé la decisión de interpretar/traducir la palabra del texto en inglés por “Indecidibilidad”, ya que me pareció que el significado matemático de esta palabra es coherente con lo que los autores, en mi opinión, desean expresar; pero soy consciente de la posibilidad de que mi interpretación/traducción de lo que los autores quieren expresar con dicho término, esté equivocada.
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Yaqui Andrés Martínez Robles estilo que se desarrolla en el Movimiento Mexicano de Terapia Existencial; tales tareas producen que dicho mundo sea una situación, evento, o contexto particular y específico; promueven que sea distinto de otros mundos como el “Mundo-Amistoso”, el “Mundo-Familiar”, el “Mundo-de-Pareja”, etc. Como se volverá evidente, la prospectiva, características, herramientas y/o tareas de cada mundo, son precisamente lo que los distingue y les brinda un carácter propio. En mi opinión, la “buena” terapia (que equiparo a la terapia profunda, penetrante, y no a la terapia eficiente, y –y esto me duele decir– a la terapia beneficiosa) llevada a cabo con un “buen” paciente es, en el fondo, una empresa cuyo objetivo es la búsqueda de la verdad. (Yalom I. D., 1998, p. 189).
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Capítulo 4
¿Qué Implica una Práctica FenomenológicoExistencial? En los primeros capítulos he dedicado un espacio importante a la perspectiva Fenomenológica-Existencial en la terapia, ya que es uno de los aspectos fundamentales de la Terapia Existencial. Sin embargo, en mi experiencia como docente, he descubierto que suele ser una postura escurridiza, ya que contiene propuestas que podemos describir como “contracultura”. Es por ello que me detendré aquí, para tratar de describir lo que implica asumir una práctica con este fondo conceptual. Quizá lo más difícil de la práctica de la Terapia Existencial, en el estilo que se propone en el Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial –y por consiguiente en el estilo de Coaching Existencial de la misma escuela– es mantenernos conscientes y comprometidos en el intento de trabajar desde una mirada Fenomenológica-ExistencialHermenéutica (siempre será un intento, ya que el logro completo y absoluto de este propósito es imposible). Para comenzar, y en congruencia con esta propuesta, lo primero que hay que preguntarnos es: ¿Por qué Fenomenología?, ¿Qué me hace optar, entre todas las posibilidades, por un marco de referencia FenomenológicoExistencial para mi práctica? Ya sea que se trate de Coaching o de Terapia, es importante reconocer que es posible partir de un amplio rango de marcos teóricos de aproximación. La decisión por esta perspectiva es mucho más consistente si se realiza desde la convicción de que se trata de una forma válida y valiosa de acercarse, no sólo a la práctica terapéutica o del coaching, sino a la comprensión de la existencia. También es fundamental preguntarse qué significa, cuál es el propósito, o para qué es nuestra práctica; ya que, si, por ejemplo, se considera que el propósito de la terapia es “solucionar problemas”, o “curar” enfermedades, quizá la fenomenología no sea la mejor opción, o al menos debiera de acompañarse con otra(s) perspectiva(s). Por el contrario, si se considera que la finalidad de nuestra práctica (ya sea Coaching o Terapia) es aproximarse a la comprensión y clarificación de la situación y existencia 129
Yaqui Andrés Martínez Robles del consultante, entonces elegir la Fenomenología-Existencial es apropiado, aunque esto tiene varias implicaciones: Describir en vez de explicar Una implicación inmediata de elegir esta perspectiva para nuestra práctica, es que renunciamos al intento de explicar, para abrazarnos a la posibilidad de describir. En muchas otras prácticas de las llamadas “relaciones de ayuda”, el profesional escucha la situación o problemática planteada para intentar explicársela a su consultante, después de prestarle atención con los lentes de los marcos teóricos en los que se fundamenta. Por el contrario, desde la perspectiva fenomenológica, facilitamos a través de nuestras preguntas que nuestro consultante describa, en grados crecientes de profundidad, la forma como integra y significa sus experiencias (o la manera como lo intenta). Para ello podemos ofrecer al consultante descripciones de lo que experimentamos durante el proceso de narración de su perspectiva, como una descripción de sus conductas no-verbales, sus tonalidades de voz, o incluso respuestas fisiológicas, emocionales o ideológicas que se nos presenten mientras le escuchamos. La explicación surge de la certeza, de la idea de que quien explica posee cierto conocimiento, mientras que la descripción abraza apenas la experiencia y la forma como se integra el comportamiento propio y de los demás. La siguiente implicación me parece muy importante, aun cuando soy consciente de que puede resultar controversial. Consiste en la preferencia por lo que se presenta, lo que es, en vez de por aquello que se supone que debería de ser.
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Reconocer la tensión del “punto A” al “punto B” La felicidad es para mí una categoría no-ética: cuando buscas algo verdaderamente importante para ti, estás preparado para sufrir, no buscas la felicidad, buscas tu meta. Slavov Zizek
Es común que las personas que buscan los beneficios de la terapia, cualquiera que esta sea, lo hagan porque se encuentran en un “punto A” de su vida que por alguna razón no les gusta, les parece indeseable o que desean evitar; y buscan llegar a un “punto B” que consideran mejor que su situación actual. Muy probablemente llevan algún tiempo deseando llegar al “punto B” sin conseguirlo, o sin saber cómo aproximársele. El terapeuta que trabaja desde una perspectiva fenomenológica no puede darse el lujo de simplemente creer y confiar en que el “punto A” es negativo e indeseable, mientras que el “punto B” es positivo o mejor que el “A”, ni viceversa. Pudiera darse el caso de que al consultante realmente le agrada la situación actual, pero se encuentra en un contexto social que lo rechaza, lo que lo ha llevado a considerar que sería mejor buscar otra forma de ser/estar-en-el-mundo. O que la experiencia presente, por desagradable que sea, cumple una función importante para su existencia entera. Por ello, en vez de confiar en que el “objetivo” del trabajo es salir de la situación presente para llegar a una que parece “mejor”, se compromete con su consultante a una investigación que busque clarificar de inicio: - ¿Cómo es la experiencia del “punto A”? - ¿De verdad rechaza el “punto A”? - ¿No hay nada en él que le atraiga? - ¿Desea honestamente su eliminación? - ¿Qué y cómo ha mantenido el “punto A” en su vida? - ¿A quién le da gusto o disgusto con ello? - ¿Cómo llegó a la conclusión de que el “punto B” es mejor que el “A”? - ¿Qué hace al “punto B” tan deseable? - ¿A quién se acerca o aleja con el “punto B”? - ¿Qué estrategias ha buscado para conseguirlo? 131
Yaqui Andrés Martínez Robles - ¿Qué otro tipo de ayudas ha solicitado? - ¿Qué se ha interpuesto en su camino? - ¿Qué imagina que ocurrirá positivamente si consigue el “punto B”? - ¿Qué es lo negativo que podría ocurrir si lo consigue? - ¿Ha pensado en otras alternativas? - ¿Hay algún “punto C” o “D” o “Z” que no ha si quiera considerado? - ¿Cómo es la experiencia de estar explorando y analizando todo esto conmigo? - Entre otras preguntas similares. Si nos comprometemos en la búsqueda o reflexión de un determinado “deber ser”, estaremos trabajando a favor de un sistema moral, lo que sugiere la adopción de un sistema de valores específico. Esto es contrario a la perspectiva fenomenológica. Incluso si se tratara de un “deber ser” muy amplio como: “ser feliz”, o enfrentarse “mejor” a su situación vital; o de algo más específico que sea parte de las metas o propósitos del consultante (como, por ejemplo: dejar de fumar, divorciarse, tomar alguna decisión, etcétera). Desde la posición fenomenológica, nuestro compromiso está con la descripción y clarificación de la situación presente, de lo que está ocurriendo –incluyendo su deseo, necesidad o búsqueda de una situación diferente en su vida–. En el ejemplo de la persona que desea dejar de fumar, la tarea fenomenológica-existencial consiste en explorar, junto a ella, la situación de estar siendo un fumador que desea dejar de fumar; y no promover que, en efecto, la persona deje de fumar. Ni tampoco que “se acepte tal y como es ahora”. Se trata de describir y clarificar la situación existencial de estar en la tensión entre dos puntos de su vida (fumar y dejar de fumar). Se trata de una o múltiples tensiones simultáneas que experimentamos muchas veces en la vida, por el simple hecho de existir como DASEIN (nuestra condición humana: relacional, situacional, histórica, etcétera). Se le ha llamado deseo, motivación, necesidad, impulso, instinto; o más fenomenológicamente: Intencionalidad (intensión-alidad). Cuando exploramos dicha tensión, nos adentramos en la comprensión de lo que significa la existencia como seres humanos, nos acercamos a comprender lo que significa e implica ser-en-el-mundo.
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Si al adentrarnos en la comprensión de lo que es se promueve un cambio en ello (como suele ocurrir), tal situación sucede por añadidura y no porque se busque o sea el objetivo del trabajo. Por supuesto que esto no significa que no podamos desear que nuestro consultante logre o alcance sus propósitos, o que no deberíamos querer que el hecho de venir a trabajar con nosotros en alguna medida le represente algo positivo; es simplemente que reconocemos que esta no es nuestra tarea, y confiamos en que la exploración de lo que se muestra, y el acercamiento paulatino a la comprensión de nuestra existencia, son acciones suficientemente valiosas como para comprometernos plenamente con ellas. Esto ha sido señalado por algunos teóricos como una de las repercusiones del énfasis en el aquí y ahora, aunque me parece que es importante subrayar que se trata del aspecto “no-moral” de la postura fenomenológica. Aceptar la relatividad de las posibilidades Siguiendo con la implicación anterior, es importante reconocer que todo lo que se presenta, cada evento que nuestro consultante nos narra, tiene múltiples versiones, posibilidades y perspectivas, y que siempre es relativo a un contexto. Esto significa que parte del trabajo de descripción, exploración y clarificación; consiste en la revisión de los distintos puntos de vista con los que podemos acercarnos a cada situación, así como en reconocer el contexto en el que se ha desarrollado, la manera como es coconstruida y la forma como colabora con la construcción y evolución del contexto; mientras es influida e instruida por él. Este aspecto refiere a la aceptación de que, en vez de encontrarnos frente a UNA Verdad (con “V” mayúscula), la cual “es conveniente descubrir y adecuarnos a ella”; estamos a cada momento frente a distintas verdades (con “v” minúscula), o incluso podríamos decir: “versiones”, que pueden variar o transformarse por completo. Hablar de verdades o versiones requiere reconocer que “nadie tiene el ojo de Dios”, y que ante cada situación siempre hay muchas formas válidas de experienciar, entender, y comunicar. Así mismo cada situación, al ser narrada solamente desde un punto específico y particular de vista, suele presentar aspectos únicamente desde
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Yaqui Andrés Martínez Robles “un lado” de la historia, ya sean “negativos” o “positivos”. A esto podemos llamarle una perspectiva binaria sobre la vida, donde cada evento es “o” una cosa “u” otra, pero no puede ser ambas a la vez. La fenomenología nos enseña que nada puede tener únicamente un lado, y que para acercarnos a la comprensión de algo necesitamos estar abiertos a cualquier punto de vista o aspecto de ello. Pasamos de una posición de “esto o lo otro” a una de “esto y lo otro”. Una mirada que reconoce la complejidad de la existencia. Si, por ejemplo, una persona se acerca a solicitarnos ayuda porque hay “algo muy “malo” que le aqueja” y que, aun deseando evitarlo, experimenta que no puede, podríamos preguntarnos qué ha hecho que tal situación se mantenga: ¿Será que evita la ocurrencia de algo peor? ¿Si la persona dejara de realizar la acción indeseable, pasaría algo terrible para ella? Si dejara de experimentar aquello tan “negativo”, ¿algo aún más terrible se presentaría? O ¿quizá existen algunas “ganancias secundarias” que promueven que la situación se mantenga? El ejemplo típico de esto es la persona que desea ponerse a dieta y no lo logra. Un trabajo fenomenológico implicaría preguntarnos conjuntamente: “¿Qué hace importante que sigamos comiendo?” … Aunque la respuesta podría parecer obvia “para mantenernos con vida”, podríamos mantenernos haciendo la misma pregunta una y otra vez, ya que probablemente encontraríamos muchas más respuestas que nos revelen aspectos de la cosmovisión y experiencia de nuestro consultante. Atreverse a realizar preguntas que parezcan “bobas” El punto anterior nos muestra otra implicación del trabajo Fenomenológico-Existencial: La importancia de atrevernos a realizar preguntas cuya respuesta podría parecer demasiado lógica o evidente. El practicante fenomenológico no teme darse permiso de ser o parecer “bobo” con frecuencia, de hacer preguntas que parecerían “infantiles” o “inocentes” –lo que no es lo mismo que ignorantes–. Esta es otra forma de hablar de la actitud fenomenológica del “no-saber”, la cual no significa que estemos vacíos de conocimientos o ideas” como ya hemos visto anteriormente, sino que podemos acercarnos con humildad a la narración y al proceso que experimenta nuestro consultante, reconociendo que tiene más claridad que nosotros, pero que ni siquiera juntos podemos alcanzar a 134
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conocer todas las posibilidades, ni mucho menos una perspectiva completa, total y absoluta de nada. Reconocer nuestra preferencias
incapacidad
para
renunciar a
nuestras
Una implicación más consiste en que la Fenomenología-Existencial nos invita a mantener siempre la disponibilidad para reconocer que tenemos ideas, teorías, interpretaciones, creencias, juicios, y preferencias; con respecto a cada una de las situaciones que la persona nos narra, e incluso hacia lo que ocurre momento a momento durante nuestro encuentro. No podemos ser “neutros”, siempre tenemos algún tipo de inclinación. Vivimos en un “Mundo Interpretado” (Spinelli, 2005), y no podemos evitar interpretar nuestra existencia y todo aquello con lo que nos relacionamos porque, existir humanamente es interpretar. La fenomenología existencial y hermenéutica que practicamos en el Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial nos propone no sólo reconocer nuestras inclinaciones e interpretaciones, sino estar atentos a ellas para, en caso de resultar apropiado (aunque lo apropiado o no, es ya una interpretación también), poder compartirlas como una perspectiva más, como posibilidades entre muchas otras; una versión que no intenta proponerse como LA VERDAD, sino apenas como una variedad, diferente, ante la cual podemos explorar si nuestro consultante tiende a someterse, rebelarse, oponerse, resistirse, o enriquecerse; y analizar qué y cómo realiza lo anterior. Esta es una de las formas de practicar la horizontalización que se propone en la fenomenología (de la que hablamos en el Volumen 1), que nos propone reconocer que las diferentes perspectivas pueden, al menos inicialmente, tener igual valor y por tanto merecen ser consideradas. En caso de que hubiera algo que nos impidiera relacionarnos con todas las perspectivas por igual y, por consiguiente, mostráramos la tendencia – terapeuta, consultante, o ambos– a darle mayor o menor valor o atención a alguna de las perspectivas que analizamos, el establecimiento de dicha jerarquía sería también digno de ser sometido a exploración y análisis.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Disponibilidad para mostrar nuestras dudas e incomprensiones Una última posible implicación que viene a mi mente en este momento –ya que seguramente hay muchas más, pero me parece que con las que tenemos hasta ahora son suficientes para realizar una especie de supervisión de cuán fenomenológico-existencial está siendo nuestro trabajo–, consiste en la disponibilidad de ofrecer a nuestros consultantes nuestro interés y nuestras dudas acerca de lo que experimentan y nos narran, nuestro desconocimiento del contexto donde los eventos han tenido lugar, y nuestra ignorancia sobre su experiencia. Recuerdo que, durante mis estudios universitarios, nos reuníamos junto con mis compañeras en pequeños grupos para estudiar para los exámenes. Solíamos distribuirnos los temas y, por turnos, intentábamos explicar a los demás el tema que le correspondía a cada quien. Me asombraba como, gracias a las dudas y preguntas de los demás, no sólo quienes escuchaban aprendían la temática, sino que quien lo explicaba aprendía enormemente sobre el tema que se encontraba explicando. Del mismo modo, como terapeutas o coaches que nos apoyamos en la Fenomenología-Existencial, promovemos que nuestros consultantes describan su situación de la manera más precisa y específica que les sea posible, para que nos enseñen sobre sí mismos, y ofrecemos nuestro desconocimiento e interés para facilitar que, a través de las respuestas a nuestras preguntas, y al enseñarnos sobre su experiencia, nuestros consultantes aprendan más sobre sí mismos. Narración de una situación en el Mundo- Terapéutico-Existencial A continuación, presento una situación de mi propia práctica como terapeuta existencial, con la intención de ejemplificar algunas de las dificultades para practicar la Fenomenología-Existencial. No pretendo mostrar una situación “exitosa”, ni mostrar un ejemplo que presente “la forma correcta de proceder´. Mi intención consiste en compartir las problemáticas y los temores que pueden presentarse cuando intentamos trabajar desde una perspectiva fenomenológico-existencial. Nunca he sido demasiado adepto a la presentación de “narraciones de casos” ni a las demostraciones en vivo ya que, a mi parecer, más que 136
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colaborar a la comprensión de aspectos concretos de la práctica terapéutica, pueden confundir al mostrar elementos que resultan únicos y específicos para esa relación, entre esas personas, en ese preciso momento y con un contexto particular; tales aspectos suelen tomarse como muestra de lo que “debe de hacerse”, de la manera como el terapeuta “debe funcionar” o como “debería de responder”. Me parece importante recordar que la teoría de la Terapia Existencial es consciente de que no hay dos terapeutas iguales, ni consultantes, ni contextos, ni momentos que puedan repetirse. Por lo tanto, lo que ocurre entre un terapeuta y un consultante puede servir para reflexionar, pero es importante no tomarlo como una muestra de un tipo de comportamiento a seguir o imitar. Valga señalar que los nombres y varios detalles de la narración, han sido cambiados para proteger la identidad de mi consultante. Miguel Conocí a Miguel de una forma extraña para mí. Un día tocaron a la puerta de mi consultorio y, al abrir, me encontré con un joven de unos 19 años que me preguntó: – ¿Aquí dan terapia existencial? Su pregunta me sorprendió, pero aún más lo que siguió a mi respuesta afirmativa: – Quisiera hacer una cita. Le pregunté cómo es que había sabido que aquí ofrecíamos ese tipo de trabajo, a lo que me respondió: – Lo leí en la puerta. Este primer encuentro me sorprendió, ya que el letrero que yo tenía en la puerta era de apenas unos 5 centímetros, y se encontraba junto a otros 12 letreros del mismo tamaño donde cada uno de mis vecinos había escrito su nombre y su profesión. Me preguntaba ¿es que acaso iba simplemente caminando, leyendo los letreros de todos los edificios por donde pasaba? No dije nada. En vez de ello hicimos una cita y comenzamos a reunirnos una vez a la semana.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Mis reuniones con Miguel eran todo, menos aburridas. En una ocasión me preguntó: – Yaqui, ¿has visto transportes de Coca-Cola? – Sí. Respondí. – ¿Y has visto como reparten los productos de marca Bimbo? – Sí, volví a responder. – ¿Y has visto camiones de Marlboro? Me quedé pensando un momento. No recordaba haber viso ningún transporte de repartición de ninguna marca de cigarrillos, de hecho, por lo que respondí negativamente. – Entonces… ¿cómo te explicas que vendan cigarrillos Marlboro en cada esquina de la ciudad? Este es el tipo de intercambios que solía tener con Miguel, cuando le pregunté, al inicio de nuestro proceso, qué es lo que lo había traído a la terapia, me respondió que había leído algunos libros de Nietzsche, y que deseaba poder platicar con alguien de todo lo que esos libros le habían hecho reflexionar. En otro momento, me preguntó si sabía jugar ajedrez. Le respondí que, aunque conocía la forma como las piezas se mueven, no me sentía con la suficiente capacidad como para responder afirmativamente a su pregunta. Sin embargo, ello no lo hizo desistir. – Entonces supongo que entiendes lo básico sobre el juego– me dijo, y acto seguido saco de su mochila un tablero de ajedrez enrollable, con todo y las piezas imantadas ya bien colocadas en posición de inicio de partida. Y continuó: – Permíteme que te muestre cómo fue una de las partidas más famosas por el campeonato mundial de ajedrez entre Garri Kasparov y Anatoli Karpov, quienes mantuvieron una férrea rivalidad durante unos 10 años, del 85 al 95. Posteriormente, Miguel me mostró no sólo jugada tras jugada de la partida de ajedrez, sino que además me fue explicando, paso a paso, la estrategia de cada uno de los jugadores. Fue una sesión apasionante. Su habilidad narrativa me transmitió una experiencia similar a si me hubiera estado compartiendo una buena película de suspenso.
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Cuando me hablaba de temas más personales, generalmente me sentía triste o molesto por algunas de las experiencias que me compartía, sobre todo en referencia a sus padres. Por compartir únicamente dos ejemplos, en una ocasión me contó cómo, cuando niño, su abuelo le había regalado un conejo. Después de una larga y agotadora discusión que mantuvo con su madre, ésta aceptó que conservara la pequeña criatura. A la mañana siguiente, Miguel regresó feliz del colegio, esperando poder pasar un tiempo jugando con su pequeño conejo. Sin embargo, después de pasar un tiempo buscando a su mascota sin éxito, se atrevió a preguntar a su madre: – Mamá, ¿dónde está mi conejo? A lo que su madre respondió: – ¿Cuál conejo? Con todo y la insistencia de Miguel, su madre no cesaba de decirle que “no había habido ningún conejo” que “todo lo había imaginado”. Este es un ejemplo del tipo de interacciones que Miguel tenía con su madre. En otra sesión, me narró una historia de su adolescencia. Cuando tenía aproximadamente 14 años. Durante un par de semanas, había estado emocionado por la proximidad de la fiesta de cumpleaños de una joven compañera de su salón de clases. Sus padres estaban enterados de lo importante que este evento era para él y habían accedido a que asistiera. Una hora antes del momento en que Miguel tenía programado salir de su casa para ir rumbo a la fiesta, se encontraba vistiéndose y preparándose para ello cuando de pronto, su madre, comenzó a preguntarle por qué se alistaba como si fuera a salir, a lo que él de inmediato respondió: – Voy a la fiesta de Bety que te comenté antes. Acto seguido, su madre fue a decirle que no le iba a permitir ir a ningún lado. Por supuesto que lo que siguió fue una intensa discusión, con gritos y llanto de parte de Miguel, pero ante cualquier cuestionamiento, la madre sólo respondía: – Te he dicho que no irás. Cuando Miguel intentaba indagar acerca de las razones de tal cambio de opinión, la madre simplemente guardaba silencio. Ante tal impotencia y frustración, Miguel se sintió desesperado y furioso. Molesto tomó una “espada Samurái” que la familia tenía como
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Yaqui Andrés Martínez Robles adorno en la sala, y con dicho objeto golpeó una repisa que contenía una antigua vajilla, haciéndola pedazos. Sus padres, frente a esta situación, decidieron mandar a Miguel a vivir a casa de sus abuelos. Tres meses más tarde, finalmente lo perdonaron y aceptaron que volviera a casa. Una vez de regreso notó que, ahí donde antes estaba la repisa con la vajilla, ahora había un nuevo librero; y ahí donde antes había una espada Samurái de adorno, ahora se encontraba un cuadro de “la última cena”. Después de un par de semanas, Miguel finalmente se atrevió a preguntar: – ¿Qué pasó con la espada que estaba arriba de la alacena? Y cómo el lector se podrá imaginar, la respuesta inmediata fue: – ¿Cuál espada? ... Este par de ejemplos sirven para representar el tipo de interacciones que Miguel solía tener con sus padres, en especial con su madre. Incluso hubo una ocasión en que los padres solicitaron venir a verme, a lo cual accedí con la condición de que Miguel estuviera presente. Fue particularmente difícil acordar con los padres dicha cita ya que, insistían en su deseo de verme “a solas”, a lo que siempre me negué (Después de todo su hijo ya era un adulto que para entonces contaba con 20 años). En la sesión conjunta que al final acordamos, fue para mí particularmente impactante la manera como, conmigo enfrente, especialmente la madre tenía respuestas y actitudes particularmente agresivas e incluso verbalmente violentas hacia su hijo. Trabajé con Miguel cerca de 3 años. El primer año su padre se hizo cargo del pago de mis honorarios, pero los siguientes dos, ante la negativa de su padre de seguir pagando el proceso conmigo, él mismo (Miguel) se encargaba del pago, consiguiendo dinero a través de pequeñas ventas, pequeños trabajos temporales, o incluso apostando. Por supuesto que hubo muchas sesiones que me pagaba parcialmente lo que originalmente habíamos acordado, pero yo me sentía satisfecho con ver su entrega y compromiso hacia nuestros encuentros y conversaciones. Después de tres años de proceso terapéutico, decidió irse a vivir a otro estado, buscando suerte y trabajo lejos de su familia. Debo reconocer que una parte de mí se alegró al notar ese impulso emancipador de su parte.
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No supe nada de Miguel en los dos años siguientes. Una tarde recibí una llamada telefónica de larga distancia; de estas que se realizan a través de cabinas privadas donde el usuario paga al final de la llamada, según el tiempo que haya tomado su conversación. Era él, sin embargo, no alcanzaba a entenderle bien porque se encontraba notoriamente alterado y en pleno llanto. Después de algunos intentos de mi parte para comprender lo que me decía –o trataba de decirme–, le comenté que lo mejor sería que se calmara un poco y volviera a llamarme, ya que de seguro estaría gastando el poco dinero que tendría, en una llamada en la que me resultaba imposible entender lo que quería decirme. Colgamos y me quedé esperando ese día, y el siguiente por su llamada. Pero no volvió a llamar. Transcurrió aproximadamente un año más, antes de que volviera a saber algo de Miguel. Me llamó de nuevo por teléfono, esta vez diciéndome que se encontraba en la Ciudad de México y que deseaba verme, a lo que por supuesto accedí. Llegó a la cita un par de días después, y luego de saludarnos me dijo: – Hay algo muy importante que tengo que decirte, es algo que no le he dicho a nadie. Conozco pocas frases tan poderosas como esa para atrapar completamente la atención de cualquier terapeuta. Pero lo que siguió me dejó frío. Aún hoy, recuerdo ese momento y siento que se me eriza la piel. Me dijo: – Soy Jesucristo... Y tú, eres un ángel, sólo que aún no lo sabes. Mi deber es estar aquí para recordártelo. Y tu deber es acompañarme en mi labor... ¿Recuerdas que hace aproximadamente dos mil años le hice al mundo una promesa? Le prometí que regresaría... Heme aquí, he vuelto, y estoy listo para iniciar mi labor. Me sentí mareado. Por supuesto que lo primero que pasó por mi mente fue pensar que estaba atravesando por una crisis de tipo psicótica. Alguna forma de quiebre esquizofrénico que lo llevaba a tener un típico delirio místico. Debo confesar que no fue lo único que pensé. Aun a riesgo de parecer loco, o con la posibilidad de provocar en los lectores incredulidad, reconozco que también en una parte de mí me pregunté: ¿Y si sí lo es? ¿Si de verdad se trata de un fenómeno místico que estoy teniendo la fortuna de presenciar? ¡Sólo falta que decida internarlo en una institución
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Yaqui Andrés Martínez Robles psiquiátrica, y sí lo sea! ... Y entonces pasaré a la historia como “el Judas mexicano que ¡encerró a Jesucristo en un manicomio!” Me sentía realmente asustado, sudaba como si estuviera haciendo muchísimo calor, pero la temperatura ambiente era templada. Aunque sé que puede resultar demasiado ingenuo, loco, enfermo, psicótico, o por lo menos caótico, en ese momento no me sentía seguro de casi nada. Dudaba realmente de que lo que me decía pudiera ser verdad; pero tampoco tenía la certeza de que no lo fuera. ¿Cómo tenerla? Podría abrazarme a mis creencias, a mi “mente científica”, o a las teorías psicológicas clásicas que había aprendido en el colegio, pero nada de ello me parecía lo suficientemente convincente en ese momento. Muchas veces, mientras estaba en mis estudios de licenciatura en psicología, pensé que, si Jesucristo apareciera entre nosotros, seguramente lo encerraríamos en una institución para enfermos mentales. Debo aceptar que me encontraba en una situación crítica para mí. No alcanzaba a sentir el piso de certezas bajo mis propios pies, al que suelo estar acostumbrado. No cesaba de preguntarme: ¿qué debo hacer? Entonces recordé algo. Él me había dicho que “yo era un ángel, sólo que no lo sabía”; por lo que tampoco podía abrazarme a esa certeza. Sin embargo, había algo de lo que sí podía sentirme seguro, al menos en ese momento: yo no quería (ni quiero) ser un ángel. Ni remotamente me parece algo deseable. Para empezar, me gusta mucho mi vida humana como para desprenderme de ella; y, en segundo lugar, bastante tengo con las responsabilidades que la “vida adulta” contiene como para todavía desear o tolerar las que supongo que un “ángel” tendría. Le expresé mi preocupación. Le dije que no estaba seguro de que él fuera o no fuera Jesucristo; ni tampoco que yo fuera o no un ángel. Pero que había una cosa de la que sí estaba seguro, y es que yo no quería ser un ángel. Le pregunté: – ¿Hay alguna manera de renunciar a la “angelidad”? A lo que él de inmediato me respondió, con la brillantez con la que solía responderme durante nuestras conversaciones de tiempos pasados: – Sabía que me ibas a decir eso. A continuación, nos enfrascamos en una cálida e intensa discusión al respecto. Le pregunté si acaso su padre era Dios (a lo que me respondió que sí), pregunté si su padre era todopoderoso y lleno de amor, a lo que me dio sólo respuestas afirmativas. 142
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– Entonces – insistí, – debe permitirme que, si yo no lo deseo, pues no sea un ángel. Así terminó el tiempo que teníamos disponible para nuestro encuentro. Le ofrecí la posibilidad de encontrarnos de nuevo la siguiente semana, a lo que accedió. Para ese segundo encuentro, llegó convencido de que debía “ir a predicar” a los barrios de Tepito y la Merced en la Ciudad de México (dos barrios “bravos” de la ciudad, con altos niveles de pobreza y un preocupante índice de criminalidad), a lo cual respondí con preocupación, ya que no podía imaginar cómo podría resultar tal intento. Él insistía en que yo debía acompañarlo. Que era parte de mi tarea. Lo único que pude decirle fue algo como: – ... Pero espera... hasta donde sé, si tú eres Jesucristo, hace dos mil años que viniste a la tierra, ¡no te fue muy bien que digamos! ... Según aprendí, te golpearon, te insultaron, ¡incluso te mataron crucificándote! Y hasta donde puedo notar, el mundo no ha cambiado lo suficiente desde entonces como para que ahora te reciba con los brazos abiertos. Y menos aún en esas áreas que has elegido para comenzar tu predicación. Si vamos a ese lugar a eso, ¡te van a golpear! Y ¡pueden hasta matarte! ... ¡y a mí junto contigo! ¿Cómo es posible que esperes que te permita tal cosa, e incluso que te acompañe a ello? Durante los días entre nuestras dos primeras reuniones, tuve fuertes problemas para dormir. Me sentía ansioso y revuelto, sin saber cómo proceder. Compartí la situación con un par de amigos en quienes confiaba. Ellos también son terapeutas, y recibí de ellos no sólo consuelo, sino también apoyo para mantenerme centrado, sin tener que abrazarme apresuradamente a ninguna “verdad” que solamente me hiciera ver el camino más fácil, pero que me nublara de las posibilidades de esta situación. Afortunadamente son dos terapeutas lo suficientemente disciplinados en fenomenología como para no tratar de internarme a mí en una institución psiquiátrica. Y sí, aunque parezca raro, o incluso loco, aún dudaba de si la persona con la que hablé fuera tan sólo un hombre confundido con respecto a su identidad, o si se trataba realmente de un fenómeno místico que estaba teniendo la fortuna de presenciar (la cuestión
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Yaqui Andrés Martínez Robles de mi supuesta “angelidad” no ocupaba un lugar tan presente en mis pensamientos. No sé si por evasión, o porque la posibilidad de estar conversando con Jesucristo me resultaba lo suficientemente abrumadora). Aunque me abrazaba a la confianza de que “todo saldría bien”, no contaba con ningún elemento que me pudiera dar certeza con respecto a lo que me estaba enfrentando. Sentía cierta vergüenza (y aún la siento) por considerar siquiera esa opción. Toda mi educación me decía que no podía ser. Aunque para estas alturas ya tenía bastantes experiencias que me enseñaban que no podía simplemente confiar en lo que me habían enseñado. Incluso, dentro de mi formación profesional, pasé de sentirme un “católico creyente”, a un agnóstico que ni siquiera está plenamente seguro de que hace aproximadamente dos mil años hayan existido realmente esas historias que se narran en la Biblia. Si no puedo simplemente creer ciegamente en la existencia del “Jesús Histórico”, menos aún podía creer en su “regreso”; aunque por las mismas razones tampoco puedo simplemente rechazar esa posibilidad. Si las historias que se cuentan en las escrituras sagradas tienen algo de cierto, entonces quizá podría ser también cierto que tenía frente a mis ojos al mismísimo Jesucristo. Trabajar fenomenológicamente no me dejaba opción. Necesitaba mantenerme abierto ante cualquier posibilidad, por increíble que me pareciera. Nuestro segundo encuentro versó principalmente sobre nuestra discusión acerca de qué tan (in)convenientes resultaban sus planes de predicación. Accedió a tener un tercer encuentro. Llegó a este último con una reflexión que me expuso de inmediato y que ahora que la recuerdo aún me sacude. Me dijo: – Yaqui, he estado pensando mucho en lo que hemos hablado últimamente. Especialmente en aquello de que no deseas ser un ángel. Y me di cuenta de algo. Soy yo el que no puede permitirte que renuncies a tu angelidad. No es asunto de mi padre. Soy yo mismo quien no puede permitirlo. Ya que, si yo te permito que tú no seas un ángel, yo podría no ser Jesucristo. Y si no soy Jesucristo... ¡No tengo ni idea de quién soy! Cuando pronunció estas últimas palabras rompió en llanto. Me conmovió profundamente. No alcanzo a dimensionar lo absolutamente terrorífico y angustiante que puede ser sentir que no sabes quién eres. 144
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Después de todo, quizá nuestra identidad sea apenas la historia que nos contamos sobre nosotros mismos. Una historia co-construida con los demás, que requiere pasar la prueba de la aprobación de los otros para ser considerada “verdadera” y no ser amenazados con ser considerados dementes. Pasé el resto de nuestro encuentro de esa tarde tratando de acompañarle, permaneciendo a su lado, principalmente en silencio (porque no sabía qué decir), reportándole de vez en cuando mi estado para que me supiera a su lado, y tratando de comunicarme con él. Poco a poco se fue tranquilizando. Hacia el final de nuestro encuentro, acordamos vernos la siguiente semana. La siguiente semana no llegó a nuestra cita. Elegí no buscarlo, nos habíamos estado viendo el mismo día de la semana y a la misma hora, pensé que quizá recordaría como lo hacíamos antes durante los tres años que nos vimos para sesiones semanales, cuando por alguna razón no alcanzaba a llegar a alguna cita (lo cual era raro), simplemente llegaba a su cita de la semana siguiente. Pero tampoco llegó la siguiente semana. Me preocupé, lo que me llevó a buscarlo. Llamé al teléfono de su casa, donde su padre me informó que había sido internado en un hospital psiquiátrico. Seis meses más tarde, recibí una llamada de Miguel, en la cual me solicitaba encontrarnos. Lo recibí en mi consultorio esa misma tarde, a pesar de que era sábado y no suelo trabajar en consultas ese día de la semana. Me contó cómo lo habían internado en contra de su voluntad. Cómo en el hospital psiquiátrico lo sometieron a seis electroshocks, ya que no lograban que “renunciara” a la idea de que era Jesucristo. Le pregunté qué pensaba de eso ahora. Me dijo que fue un sueño. Un sueño que sintió tan real que confundió hasta donde era sueño y hasta donde realidad. Yo no pude evitar pensar que lo habían crucificado. Una cruz moderna: la electricidad. No puedo imaginar lo que significa pasar por seis sesiones de ello. Sólo alcanzo a pensar que, si a mí me los aplicaran, lo más probable es que al primero les solicitaría que me dijeran quién soy, que estaría dispuesto a ser quien ellos me dijeran que soy, con tal de no pasar por esa situación. Pero Miguel soportó seis de tales eventos. Me contó que intentó
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Yaqui Andrés Martínez Robles suicidarse en dos ocasiones, la última de ellas con los mismos medicamentos que le habían mandado los psiquiatras. Ahora ya no le dan medicina que él mismo controle. Lo obligan a asistir cada quince días al hospital, para que se le coloque los medicamentos a través de una inyección. Según Miguel, no le gusta que lo mediquen, ya que los primeros tres o cuatro días siente que no puede pensar, además de que no controla su salivación ni su habla. Se ve un tanto apagado, sin la brillantez ni la pasión que lo caracterizaba. Hubo sin embargo un momento cargado de la brillantez que lo caracteriza. Ese día yo me encontraba vestido con jeans, de esos que portan algunas partes descosidas de fábrica; sandalias, y una camiseta que tiene un estampado con el rostro de Nietzsche a la altura del pecho –las personas que me conocen saben que soy fan de usar camisetas con motivos llamativos, irreverentes, o que, desde mi punto de vista, transmiten al menos algo de la perspectiva existencial–. Miguel se me quedo mirando de pronto y me dijo: – Yaqui, veo que traes puesto unos pantalones de mezclilla rotos, sandalias, una camiseta con Nietzsche impreso en el pecho. Además usas el cabello largo y unos armazones sin cristales.44 ¡Estás completamente loco! Después de un breve instante de silencio por la sorpresa ante su expresión, ambos soltamos una gran carcajada antes de despedirnos. Al verlo retirarse pensé: Qué ironía, tiene toda la razón; en muchas ocasiones durante nuestras pláticas, seguramente soy un “simple” loco. Me sentí muy triste con la forma como evolucionó esta situación. Me pregunté qué habría pasado si desde un primer momento hubiera adoptado una postura más “típicamente clínica”. Me sentí un tanto culpable y me pregunté qué tanto “no había visto”; qué hice mal durante esos tres años en que trabajamos juntos; si habría habido alguna forma en que yo hubiera podido evitar esa situación; etcétera. 44
Para aquellos a quienes no tengo el gusto de conocer personalmente, quisiera compartirles que uso el cabello largo y que, ocasionalmente, uso armazones (anteojos) sin cristales, como un accesorio que me gusta. Sé que es una completa locura, y creo que es precisamente por ello que me gusta aún más.
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Recurrí a re-leer mis textos de R.D. Laing y de Thomas Szasz, buscando alguna luz, algo que me ayudara a sostenerme. Creo que tales lecturas me acompañaron muy agradablemente. Particularmente, recordé mi admiración por Laing; por su disposición y apertura para relacionarse humanamente, más allá de roles preestablecidos, con quienes le habían llegado en calidad de “pacientes”. Después de todo, el intento de aplicar la fenomenología-existencial no nos ofrece claridad. Únicamente nos anima a seguir haciéndonos preguntas; y a no cerrarnos con nuestros intentos, a veces desesperados, de encontrar respuestas.
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Capítulo 5 El Mundo-Terapéutico-Existencial Segunda parte En el tercer capítulo comencé reflexionando, de manera general, en las características del Mundo-Terapéutico-Existencial (MTE). Ahora profundizaré de manera más específica, en cómo este aspecto fundamental y característico del modelo terapéutico del Movimiento o Escuela Mexicana de Análisis y Terapia Existencial, se desenvuelve. Continúo la reflexión entonces, subrayando y clarificando la prospectiva del MTE, comienzo por las acciones que se realizan dentro del mismo. Mi forma de reflexionar sobre estos puntos me ha llevado a sintetizarlos en cuatro verbos que revisaremos a continuación. 4. Acciones o Tareas Fundamentales dentro del MTE El Mundo-Terapéutico-Existencial tiene como tareas/estrategias, cuatro acciones o verbos: Explorar, Analizar, Sostener, y Apropiar; las experiencias que son narradas durante la sesión. Evidentemente, cualesquiera de estos cuatro verbos o acciones pueden ser realizados, en particular o en conjunto, en muchos otros mundos; por ejemplo, en el Mundo-Amistoso o en el Mundo-de-Pareja. Claro que, en las relaciones con nuestros amigos, especialmente con aquellos íntimos, estas acciones pueden ocurrir. Sin embargo, se entiende que dichas relaciones no son creadas para ello, no tienen tales actividades como estrategia o tarea principal, mientras que en el MTE son la principal actividad y herramienta, la relación terapéutica se ha establecido para ello y a través de ello. EXPLORAR Para el diccionario de la RAE, el primer verbo, Explorar, se refiere a: “reconocer, registrar, inquirir o averiguar con diligencia”. Esta es la 149
Yaqui Andrés Martínez Robles primera tarea o estrategia del Mundo-Terapéutico: que la atmósfera coconstruida facilite la exploración, descripción, clarificación e investigación fenomenológica de los temas que serán tratados dentro del mismo. Obviamente, estas temáticas serán aquellas que el consultante desee examinar de manera conjunta con su terapeuta. Esta tarea consiste en “desenvolver” de manera conjunta, el qué, cómo, cuándo, dónde, y con quién; de la experiencia que el consultante desea revisar. En otras palabras, Explorar significa investigar, describir y clarificar de manera conjunta: - ¿Qué es lo que experimenta el consultante? - ¿Desde cuándo lo hace? - ¿Su experiencia es siempre la misma o varía? - ¿Quiénes están involucrados? ¿Quiénes son los protagonistas? - ¿Cómo experimenta su cuerpo al hacerlo? - ¿Cómo es su estado emocional y/o sus emociones? - ¿Cómo se relaciona consigo mismo ante ella (su experiencia)? - ¿Cuándo le ocurre? - ¿Dónde le sucede? (Tanto en qué ubicación o lugares, como en qué áreas de su cuerpo lo experimenta). - ¿Cómo se experimenta al relatarla? - ¿Se siente seguro o inseguro ante ella? - ¿Es agradable o desagradable? - ¿Qué hay agradable y qué desagradable en su experiencia? - ¿Es tolerable o intolerable? - ¿Qué hay tolerable y qué intolerable en ella? - ¿Desea más de la misma? o ¿menos? - ¿Le es familiar? ¿o le es extraña y/o novedosa? - ¿Qué tiene de común y qué de extraordinario? - ¿A qué o quién lo acerca y de qué o quién lo aleja esta experiencia? - ¿Qué tipo de escucha desea recibir? - ¿Experimenta algún cambio o diferencia al narrar sus experiencias? ¿Hay algo de su experiencia que se incremente o disminuya al describirla? Y otras preguntas semejantes a estas. Es importante recordar que esta investigación se realiza de forma dialogal y colaborativa, no de manera 150
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inquisitiva o detectivesca, ni como si se estuviera realizando una encuesta o un interrogatorio. Recordemos que lo que se busca es acercarnos a la clarificación, comprensión y profundización de la experiencia, no que esta cambie o se transforme. Incluso cuando el simple hecho de describir una situación, es transformarla. ANALIZAR El segundo verbo, Analizar, tiene para nuestro interés una definición más específica y distinta de como suele utilizarse comúnmente. Dentro de los usos más comunes de la palabra, se encuentran los que hacen referencia a acciones principalmente cognitivas, además de racionales. Hay otros que, en relación con lo terapéutico, se asocian con el modelo psicoanalítico; o se relacionan con la acción de separar y dividir algo en partes, para conocer de qué está hecho. Estos usos de la palabra comparten la idea de una “subjetividad” que se acerca a comprender una “objetividad” –aun si esta última es una subjetividad de otra persona–, la cual se encuentra “ahí afuera”, como si se tratara de realidades independientes y separadas. Para la perspectiva fenomenológica existencial, tal separación entre sujeto-objeto es ilusoria, por lo que la división entre el sujeto y el objeto del análisis también lo es. Esto significa que, existencialmente hablando, quien realiza la acción de analizar se encuentra profundamente implicado y comprometido con lo que analiza. Ello forma parte de quien es en ese momento. De tal manera, que el trabajo de Analizar en el MTE no significa la labor de un investigador que “estudia desde afuera” a la persona del consultante, ni sus problemas o sus síntomas, ni siquiera sus experiencias. La terapeuta45 existencial analiza, de manera conjunta, la condición humana compartida –de la que forma parte–, tal y como está siendo expresada por su consultante en esas vivencias, en ese momento específico del MTE; en el contexto de la experiencia de compartir con ella la narrativa de su situación.
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Aclaro mi uso ocasional del femenino en: “la terapeuta” al final de la introducción de este libro, y en la nota a pie de página número 36.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Nuestra forma de utilizar el verbo Analizar es en un sentido “Homérico”46. En La Odisea, el fantástico poema épico de Homero, Ulises/Odiseo lleva largo tiempo, aproximadamente 20 años, fuera de Ítaca, su casa. Mientras tanto su fiel esposa, Penélope, lo espera asediada por decenas de pretendientes que desean desposarla, ya que creían muerto a Odiseo. Después de algún tiempo de espera, la presión para Penélope de elegir a alguno de los pretendientes se vuelve insoportable, por lo que les dice que aceptará la desaparición de su esposo cuando termine de tejer un manto. Y es entonces que pasa los días tejiendo y tejiendo el manto. Pero para prolongar la espera, por las noches desteje lo tejido. Esta acción de tejer y destejer, tejer y destejer es, metafóricamente, a lo que me refiero por: Análisis. Cuando utilizo el verbo Analizar, me refiero a la labor conjunta que realizan terapeuta y consultante quienes, metafóricamente hablando, entretejen nuevas posibilidades de significados con las experiencias del consultante, mientras tejen una relación entre ellos. Y poco a poco destejen el proceso de construir significados que han recorrido, así como la forma específica de relacionarse que han estado desarrollando y construyendo juntos. En otras palabras, se trata de una labor hermenéutica conjunta. Otra manera de aclarar esta segunda estrategia, es a través de las típicas preguntas que pueden realizarse al consultante. El terapeuta investiga estas y otras preguntas, ya sea de manera explícita o manteniéndose atento durante la conversación a diferentes posibilidades para realizarlas. El terapeuta puede preguntar: – ¿Cómo experimenta su existencia con respecto al asunto que le trae a terapia? – ¿Qué no le gusta, y qué sí de su existencia, ante la experiencia que narra? – ¿Cómo sabe qué es lo que le ocurre? ¿Cómo llega a la conclusión de qué es lo que le está ocurriendo? – ¿Qué desea o necesita para sí o para otros con respecto a esta experiencia? 46
Debo a un querido amigo mío, Carlos Aranda, esta interpretación de la palabra “análisis” y su referencia a la obra de Homero. Carlos es un gran analista Lacaniano y un extraordinario terapeuta Junguiano, además de un docente generoso y muy claro. Gracias a él he desarrollado un profundo respeto e interés por la sabiduría que podemos encontrar en las grandes mitologías de la humanidad.
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– ¿Cómo sabe qué es lo que desea o lo que busca? ¿Cómo sabe que desea precisamente eso, y no otra cosa? Ya sea que desee algún tipo de solución, de estabilidad o permanencia, de logro, cambio, o comprensión. – ¿Qué ventajas y qué desventajas le acarrean su situación? – ¿Qué desea conservar de su experiencia? ¿Qué desea modificar? – ¿Cómo sabe que eso que desea es posible? – ¿Cómo sabe que eso que desea es valioso? o, ¿qué vale la pena? – ¿Qué le impide conseguirlo? ¿Cómo lo sabe? – ¿Con qué elementos cuenta a su favor para lograrlo? ¿Cómo se da cuenta de ello? – ¿Qué posibilidades, opciones y alternativas vislumbra? ¿Qué le despiertan? ¿Cómo se percató de ellas? – ¿Qué situaciones le afectan o influyen en ese contexto? – ¿Sobre qué se manifiesta en su situación actual? – ¿Cómo sabe que en esa dirección hay alguien que podría ayudarle?, y ¿cómo sabe que ese alguien podría ser yo? – ¿Qué tipo de experiencia tiene de la relación terapéutica (conmigo) por compartir la exploración de sus experiencias? – ¿Cómo nos estamos vinculando, a partir de compartir juntos estas reflexiones y cuestionamientos? – ¿Cómo se influye su manera de experimentar su situación por el hecho de estarla compartiendo conmigo? – ¿Cómo se influye su manera de ser/estar-en-el-mundo por el hecho de estar juntos compartiendo, describiendo y clarificando sus experiencias? – ¿De dónde emergen los significados que le llevan a ese tipo de conclusiones con respecto a sus experiencias? Esta última pregunta intenta aproximarse a la comprensión del proceso a través del cual la persona construye su experiencia. Dicho proceso suele estar fuertemente cargado e influido de múltiples aspectos que constituyen la influencia del mundo sobre la experiencia. La situación de donde cada uno de nosotros surge y deviene. Las influencias que “empapan y colorean” los significados que se van generando en cada experiencia.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Quizá algunas de las situaciones más evidentes de que nuestra percepción se encuentra siempre filtrada y “modulada” de forma particular, es lo que se conoce como procesos de atención selectiva: es común, por ejemplo, que las mujeres embarazadas experimenten que se “encuentran” con muchas otras mujeres embarazadas en la calle, como si de pronto hubiera embarazos por doquier, o con bebes y artículos para los mismos en cualquier lugar en el que se encuentran: Entrégale a alguien un martillo, y su mundo se llenará de clavos. Una forma genérica de explorar y analizar la “estructura” de los procesos de significación de la experiencia, las múltiples influencias que se encuentran presentes en todo proceso de significación, o los diferentes aspectos que envuelven nuestra actitud natural –la actitud espontánea a través de la cual percibimos/interpretamos al mundo–, podría incluir una revisión, descripción y clarificación de los siguientes aspectos relacionales: 1) TOPOLOGÍA CORPORAL: Todo proceso de aportación de significados a la experiencia parte de una base corpórea. Toda experiencia es una experiencia sensible. Nuestro organismo físico influye de manera decisiva en lo que percibimos y cómo lo percibimos. Captamos que algo es grande o pequeño en referencia a nuestras propias dimensiones corporales. Sucede lo mismo con todo lo que experimentamos. Nuestra fisiología imprime detalles en nuestra manera de experimentar al mundo. Por ejemplificar, sólo vemos aquellos colores que nuestra fisiología nos permite. Sólo escuchamos aquellos sonidos que son posibles de ser captados por los órganos de nuestro oído, aun sabiendo que hay otra gama de vibraciones sonoras (así como otros colores o reflejos del haz de luz) que son posibles de ser captadas por otros seres como, por ejemplo, los perros. Estos aspectos pueden explorarse a través de preguntas como: ¿En dónde o en qué parte de tu cuerpo experimentas lo que me narras?; o ¿qué tanto de tu cuerpo involucra esa experiencia? 2) MOTRICIDAD: También dentro de los aspectos por considerar dentro de la fisiología corporal, se encuentra la motricidad: Las diferentes tendencias físicas a movilizarnos en el mundo de una manera en vez 154
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de otra, lo que permite que algunas personas tengan ciertas habilidades que no tienen otras (como para bailar, para destacar en algunos deportes, etcétera). En otras palabras, el cuerpo en acción. Podemos explorarla con preguntas como: ¿Qué tipo de movimiento se involucra en esta experiencia?; o ¿se trata de una sensación expansiva que te invita a abarcar o necesitar más espacio? ¿o es más bien implosiva y te invita a protegerte a ti mismo? 3) AMBIENTE FÍSICO CIRCUNDANTE: No sólo la fisiología influye en la forma como se capta y registra la situación experienciada; también las características propias del mundo circundante se encuentran de alguna manera influenciando la forma específica de experienciar. No es lo mismo una experiencia específica si ocurre en un ambiente cálido y bien iluminado, que si acontece en un ambiente frío y oscuro. Aquí se incluyen tanto los aspectos macro-presentes (como la temperatura, la iluminación, la fuerza de la gravedad, etcétera), como los micropresentes (pequeños objetos que influyen en la forma como la experiencia se moviliza). 4) NECESIDADES: Abarcando desde las más básicas y fisiológicas como la sed y la necesidad de alimento o de descanso, hasta las más sofisticadas como la necesidad de viajar, de tener una pareja, o de vivir experiencias estéticas. Soy consciente de que algunas de estas últimas quizá no sean consideradas como necesidades por algunos pensadores; sin embargo, deseo permanecer cercano a la manera como algunos de mis pacientes lo experimentan; un buen número de ellos expresan, por ejemplo, la “necesidad de tener pareja”. Aquello que las personas experimentan como sus “necesidades” influye importantemente en la manera como orientan su vida, y en como significan cada uno de los eventos que experimentan. 5) HISTORIA COLECTIVA: La temporalidad como humanidad, cómo pueblo. La cultura, las creencias colectivas, la religión, el nivel socioeconómico y otros aspectos socio-culturales, influyen de manera importante en la forma como significamos nuestras experiencias. En mi caso, por ejemplo, el haber nacido a finales del siglo XX, en un 155
Yaqui Andrés Martínez Robles país latinoamericano, dentro de una clase media de religión católica, etcétera, influye de manera poderosa en mi manera de ver y entender el mundo. Y ocurre lo mismo para cada persona. La época y ubicación de nuestro existir nos carga de ideologías, creencias y estructuras de construcción de experiencias, ante las cuales necesitamos responder de alguna manera. 6)
CULTURA: Aquellos aspectos que caracterizan la idiosincrasia de un pueblo o una nación en determinada época, los rituales, costumbres y hábitos que influyen en la forma como se simbolizan y significan las experiencias.
7)
LENGUAJE: Cada lenguaje es una forma de “decir el mundo” y, por tanto, "los lenguajes son, en este sentido, formas distintas de ver el mundo." (Ihde, 2012, p. 94) No entraré aquí en la reflexión sobre si el lenguaje construye a la experiencia, o si es esta la que construye al lenguaje; ya que podría conducirnos a discusiones semejantes a tratar de decidir qué fue primero, si el huevo o la gallina. Posteriormente retomaré, al menos brevemente esta reflexión. Nuestro lenguaje marca nuestra forma de comprender las experiencias, nuestra forma de pensar sobre la realidad y el ámbito de nuestra percepción de la existencia: Las infinitas, aunque estructuradas, posibilidades de las lenguas naturales, provocan que un lenguaje se convierta en una visión completa; es tal la omnipresencia del lenguaje, que se trata de una perspectiva particular que está profundamente engranada culturalmente, y que usualmente permanece sedimentada a través de la vida de una persona. Esta es, desde mi punto de vista, la principal razón por la cual aprender otra lengua debe ser un requisito para cualquier educación de alto nivel. Soltar el enganche a un punto de vista singular, es un pre-requisito para poder apreciar la variedad de diferentes puntos de vista en el mundo. (...)
156
Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 Los lenguajes naturales pueden, entonces, ser considerados las perspectivas del mundo de la gente que los habla. (...) Tomemos un simple ejemplo de esta relatividad existencial-cultural: los esquimales tienen muchas palabras para la nieve y las lenguas árabes tienen muchas palabras para camello; mientras que el español no47. (Ihde,2012. Pág. 94).
8) VÍNCULOS SOCIALES: Aquellas personas con quienes nos relacionamos influyen de manera importante en nuestras experiencias. Evidentemente, a mayor grado de cercanía emocional e intimidad, la influencia será mayor. No reaccionamos de la misma manera ante un vecino que ante nuestra madre. Algunas veces nuestras relaciones interpersonales nos transmiten significados de manera bastante directa, mientras que otras influyen por nuestro deseo de agradarles, acercarnos o alejarnos de ellos, por el deseo de pertenecer a cierto grupo social, o por alcanzar cierto estatus. 9) PERSONAS PRESENTES EN EL CAMPO EXPERIENCIAL: Aquellas conciencias que se encuentren en la cercanía suficiente como para notarnos, o estar en la posibilidad de hacerlo. No experienciamos de la misma manera si estamos en una habitación a solas que si estamos con una persona más, o con 300. Al mismo tiempo, no se construye la misma experiencia si se trata de personas de nuestro mismo género, o no; desconocidos o conocidos; de una edad semejante a la nuestra o diferente, etcétera. 10) ESTADOS AFECTIVOS O PREDISPOSICIONES EMOCIONALES: Casi cualquier persona es capaz de reconocer que, una misma situación, puede ser significada y experimentada de forma radicalmente distinta si quien la experimenta se encuentra de “buen” o “mal” estado del humor. No significamos de la misma forma nuestras experiencias cuando estamos atravesando por un proceso de duelo, que cuando nos 47
En el inglés americano tampoco, que es como aparece en el escrito original.
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Yaqui Andrés Martínez Robles sentimos enamorados o entusiasmados por un nuevo proyecto. Incluso experiencias tan intensas como obtener algún premio o reconocimiento importante, pueden ser experimentadas de forma muy distinta si recibimos la noticia en la mañana, acabando de despertar; durante la hora de la comida, cuando nos disponemos a dormir; o según los diferentes contextos en que nos encontremos. Aquí podemos distinguir la tonalidad afectiva, o la predisposición emocional que las personas tenemos en determinados momentos (lo que en la filosofía de Heidegger se denomina Stimmung), y los sentimientos o emociones que se experimentan momento a momento y que, como ha expresado Sartre, tienen el efecto “mágico” de “transformar” al mundo. 11) “AFFORDANCE”: Debo el uso de este término a Jean-Marie Robine, un importante teórico de la Terapia Gestalt, además de un querido amigo. A través de esta palabra me refiero a las posibilidades que se abren para la acción o inacción de una persona ante un objeto, un ambiente, una situación o alguna otra persona. No se trata de una propiedad de dicho objeto, ambiente, situación o persona en sí, ni del organismo o ser humano en cuestión, sino de algo que se despliega específicamente por la relación entre el agente, la persona, con aquello que se vincula. Me gusta que al interior de la palabra affordance se incluye la palabra dance=danza, ya que con este concepto quiero referirme a la danza constante que realiza la persona con su mundo, el que ciertas posibilidades se iluminan mientras que otras se oscurecen a cada momento. 12) HISTORIA PERSONAL: La historia de cada persona tiene características únicas e irrepetibles. Incluso tratándose de miembros de la misma familia. Aún si son gemelos. Los aspectos de la historia de cada quien, los traumas, frustraciones y las experiencias satisfactorias y gozosas, y las relaciones interpersonales que hemos mantenido y perdido a lo largo de nuestra vida, se encuentran presentes en menor o mayor medida en cada una de las experiencias que vamos significando en nuestra vida.
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13) DESEOS: El deseo es una fuerza motivadora importante. Dentro de la tradición psicoanalítica, especialmente la desarrollada por pensadores como J. Lacan (1901-1981), el deseo ocupa un lugar fundamental para acercarse a la comprensión de la experiencia humana. Los deseos pueden encontrarse asociados a lo que podríamos considerar “impulsos básicos”, aquellos que nos lleva a la sobrevivencia o la vinculación con los demás. Por supuesto que el deseo que se encuentre más presente en determinado momento influirá de manera importante sobre la forma como se signifique una situación o experiencia. 14) ASPIRACIONES: Nuestra forma de aproximarnos a nuestro futuro, nuestras pretensiones, lo que esperamos que ocurra o que deje de ocurrir en nuestras vidas. Generalmente se encuentran asociadas a creencias sobre lo que es bueno o sobre lo que podrían significar para otros aquello que deseamos que se acerque o aleje de nuestra experiencia. 15) EXPECTATIVAS: Las expectativas orientan nuestra manera de mirar y comprender nuestra experiencia del mundo, pudiendo incluso cegarnos ante algunos eventos o características simplemente porque no las esperamos; o volviéndonos hipersensibles a la presencia de aquello que esperamos observar o que simplemente se encuentra más presente en nuestros pensamientos. 16) PROYECTOS: Aquello que tenemos como proyecto, que tenemos planeado de manera reflexiva y detallada o de forma apenas prereflexiva, dirige importantemente nuestra mirada en el mundo. Si deseo sentarme, encontrarme en mi camino con una silla será experimentado como algo favorable. Mientras que, si tengo prisa, la misma silla puede ser experimentada como un estorbo. 17) HÁBITOS: Los hábitos marcan drásticamente nuestra forma de experimentar. Según las investigaciones fenomenológicas, entre más complejas sean las experiencias, más difícil será para nosotros romper nuestros hábitos ordinarios de percibirlas (Ihde, 2012). Esto es lo que comúnmente llamamos “la fuerza de la costumbre”. 159
Yaqui Andrés Martínez Robles 18) TEORÍAS Y CONCEPTOS DE REFERENCIA: La forma específica en que podemos organizar, integrar y expresar una experiencia, varía considerablemente si la observamos a la luz de una teoría psicoanalítica, fenomenológico-existencial, cognitivo-conductual, o humanista. La gran mayoría de las personas tienen alguna o algunas teorías favoritas a partir de la cuales consideran su mundo y su vida. 19) VALORES: Los valores nos impulsan a acercarnos a ciertas experiencias, mientras que nos impiden o alejan de otras. Aquí no me refiero a las ideas de los “valores universales” que están presentes en ciertos modelos psicológicos y/o filosóficos. Me refiero específicamente a lo que cada persona considera valioso, aquello por lo que está dispuesto a renunciar a muchas otras cosas, pero que en sí mismo le parece irrenunciable. Esta clase de valores cambian con la edad y con las circunstancias de la vida de cada persona. 20) CREENCIAS: Las creencias actúan en muchas ocasiones como lentes que nos permiten ver algunas situaciones, mientras evitan o distorsionan otras, marcando considerablemente el horizonte de lo que consideramos posible, válido, deseable, o positivo. Así mismo, pueden empujarnos a considerar algunas experiencias como positivas o negativas, independientemente de si estas nos resultan placenteras o dolorosas, como típicamente ocurre con algunas de las creencias religiosas en torno a la sexualidad. 21) SISTEMAS COEX: Retomo este concepto de la obra del importante teórico de la psicología Transpersonal, Stanislav Grof (2002). Los sistemas COEX (o Sistemas de Experiencias Condensadas) son constelaciones de memorias, fantasías, emociones, ideas, patrones conductuales, actitudes, etcétera; que se agrupan en torno a un tema o contexto común y promueven una carga emocional de cualidad semejante. Según Grof (2002) todas las personas poseemos varios de estos sistemas, los cuales influyen en nuestra forma de experienciar/significar una cantidad importante de eventos en nuestra vida. Siguiendo esta hipótesis, nuevas experiencias que tuvieran una carga emocional semejante, o que aparecieran en un contexto similar 160
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al de un Sistema COEX, tendrían una predisposición a ser experimentados de acuerdo a los significados que previamente se encuentran organizados en dicho sistema. 22) TENDENCIA A LA CONTINUIDAD: Los seres humanos, al igual que muchas cosas y situaciones en el universo, podemos caer en la ley de la inercia; lo que en términos de lo que estamos aquí trabajando se podría explicar como la tendencia a mantener de una misma forma una construcción de significados. Algo que hemos significado de cierta manera, aun siendo dolorosa o dañina para nosotros, solemos tender a seguirlo significando de la misma forma. Incluso cuando hemos comprobado que dicha significación está equivocada. Esta tendencia a la continuidad se manifiesta también en aspectos muy concretos, como aquellos que los psicólogos de la Gestalt estudiaron, y que nos permiten disfrutar del cine o de una pieza musical. Por un lado, tendemos a percibir continuidad en las imágenes fijas presentadas en secuencia y a determinada velocidad (como en el caso del cine); y por otro, podemos disfrutar de una canción que, aún al escucharla por primera vez en la vida, nos es posible “adelántanos un poco” y prevenir, o intuir los próximos acordes, lo que nos da una experiencia de satisfacción (o hasta de armonía) al comprobar que justamente son las notas que siguen. 23) MISTERIO: Por último, quisiera dejar siempre un espacio a lo oculto, irreconocible e inalcanzable para nuestra conciencia. Me parece que siempre habrá más aspectos por seguir descubriendo y aumentando en esta lista. Y aunque pudiéramos llegar a conocer todo lo cognoscible, aún quedaría un espacio para aquello que escapa a las posibilidades de nuestra mente, aquello ante lo que sólo cabe admirarnos, asombrarnos, y reconocer su grandeza y misterio con humildad. Esta lista no intenta ser exhaustiva, además de presentar combinaciones y superposiciones. Seguramente hay múltiples situaciones que podríamos explicar bajo varias de estas puntualizaciones a la vez. Es un primer intento de señalar aquellos aspectos que se encuentran presentes en cada una de nuestras experiencias, como fondo que promueve que nuestra forma de interpretar el mundo sea de cierta manera, en vez de otra. Se trata de 161
Yaqui Andrés Martínez Robles algunos de los principales aspectos que forman el contexto de cada una de las situaciones que vivimos, promoviendo que cada experiencia sea significada de cierta forma específica. No es posible estar exentos de tales influencias sobre nuestra situación. Están presentes para nosotros, desde nosotros y entre nosotros a cada momento. Sólo varía su porcentaje de influencia que, a su vez, se encuentra en una constante danza de variaciones momento a momento. Algunos pueden rebelarse a ellas, otros pueden intentar transformarlas, expandiéndolas o modificándolas, al menos parcialmente. Pero es imposible sacudirnos por completo la influencia de nuestro ser-en-elmundo. Tanto las preguntas anteriormente señaladas, como las diferentes áreas de influencia sobre nuestra forma de significar las experiencias, se encuentran en la conciencia del terapeuta como parte del proceso de Análisis. El terapeuta no necesariamente realiza dichas preguntas de forma textual, ni tampoco necesariamente indaga de forma directa sobre las diferentes situaciones que colaboran con el proceso de significación de las experiencias. Sin embargo, la conciencia del terapeuta sobre dichos aspectos colabora con el diseño y formación de preguntas que se realizarán durante el encuentro como parte del proceso de Análisis. Estos primeros dos verbos se encuentran relacionados con lo que se ha llamado también la atención y observación del proceso. Son también parte del aspecto problematizador48 –o cuestionador– presente en la propuesta del Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial. Esta es una de las situaciones que provocan que la consideremos un enfoque filosófico. Entendemos que se trata de un enfoque filosófico, precisamente porque nos interesa cuestionar y, hasta cierto punto retar o confrontar, las narrativas de nuestros clientes, sus perspectivas del mundo, sus percepciones de las diversas situaciones cotidianas, y las formas comunes de interpretar sus experiencias –sin olvidar que cuestionar, confrontar, y retar no representan, al menos para este modelo terapéutico, la intención de promover un cambio (o modificación específica hacia algún tipo de 48
Recordemos lo que entendemos por Problematizar: el método filosófico que consiste en convertir las afirmaciones en preguntas, y con ello invitar a dudar de nuestras certezas.
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ideal) en la forma como se presentan dichas perspectivas inicialmente; ni tampoco intentan manifestar alguna especie de juicio crítico o moral hacia lo que se refieren–. Se trata simplemente de dejar un espacio/tiempo abierto para la duda y la incertidumbre, sin tratar de concluir apresuradamente ni dar por sentadas nuestras convicciones sobre lo que experimentamos. Me parece importante recordar que ninguna de estas acciones se refiere a un campo específicamente racional o intelectual. En una perspectiva fenomenológica, la racionalidad no se encuentra ni puede encontrarse separada de la emocionalidad –ni de los aspectos corporales de toda experiencia humana–. Razón y emoción son dos aspectos de un mismo proceso corpóreo llamado: Experiencia. No existe ninguna emoción humana sin aspectos racionales o intelectuales (aunque estos no sean necesariamente reflexivos), ni ninguna reflexión, por intelectual que parezca, que carezca de aspectos afectivos o emocionales. La emoción son pensamientos sentidos; y los pensamientos son emociones pensadas. Se trata de emoción-racional y razón-emocional. Simplemente diferentes aspectos de una misma situación encarnada, corpórea, que puede ser expresada subrayando ciertos aspectos en vez de otros, mostrando algunas áreas de nuestra persona en vez de otras, o con nuestra atención iluminando ciertos aspectos, y a la vez oscureciendo otros. Como en el caso de una línea curva, que si es observada desde cierta perspectiva puede ser vista como cóncava, mientras que si es observada desde la perspectiva opuesta aparecerá como convexa (ver figura 1).
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Yaqui Andrés Martínez Robles Figura 1
Las experiencias que parecen más racionales o intelectuales, hablan ya de alguna emotividad, aunque se trate de frialdad o indiferencia. Y las experiencias emocionales en los seres humanos, atraviesan por procesos cognitivos racionales, ya sea para expresarlas, o al menos para reconocerlas. Considero importante aclarar que, cuando menciono la palabra razón, no estoy haciendo referencia a los procesos cognitivos elevados y maduros, propios de la racionalización de las personas adultas o con un cierto grado de madurez, sino que me estoy refiriendo al significado más básico del término, aquel que se refiere a la capacidad humana de procesar información. SOSTENER Con el verbo Sostener, expreso la idea de que el MTE promueve que las experiencias que se narran en sesión puedan mantenerse en la conciencia y reflexión de los participantes. La terapeuta intenta permanecer con la experiencia emocional que le genere la narrativa de su consultante, y a través de dicha actitud, invitarle a que tampoco él huya de la misma. Esta acción facilita que puedan profundizar juntos y “deshilvanar” las diferentes perspectivas, o los múltiples detalles de las situaciones que el consultante narra durante la sesión terapéutica. Entre las principales estrategias para lograr esta acción se encuentran el invitar a “bajar el ritmo” y promover “hacer pausas” durante la narrativa o la situación que se está experimentando; o simplemente hacer uso del silencio acompañado (manteniéndose en silencio juntos durante algunos minutos). A través de dichas estrategias la conciencia puede desplegarse con mayor detenimiento sobre las situaciones narradas. La persona puede
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poner atención a los diferentes niveles y áreas de su ser-en-el-mundo que se encuentran implicados. Esta es otra de las diferencias entre el Mundo-Terapéutico y otros mundos en los que solemos participar. En la mayoría de estos últimos, nos dejamos llevar por la vorágine y la avalancha de recuerdos, fantasías, experiencias y situaciones que vamos narrando o escuchando de nuestro interlocutor. Simplemente seguimos el flujo narrativo hacia donde nos conduzca; o intentamos conducirlo hacia ciertos aspectos pre-establecidos en particular. En el MTE, la terapeuta invita a su consultante a expresar su narrativa sin apresurarse, a tener paciencia –esta es una de las razones por las que me gusta rescatar el término “paciente” para referirnos a la persona que realiza el rol de consultante–; a poner atención al flujo mismo de su narración para observar cualquier experiencia que vaya surgiendo. Y lo hace a través de bajar ella misma su ritmo y poner explícita atención a sus propios procesos. Un ejemplo de una interacción que refleja lo anterior podría ser: Consultante: Últimamente me siento cada vez más triste y desesperado a la vez, ya no sé qué hacer con mi vida ni con ninguna de las situaciones en las que he estado involucrado recientemente, incluso fantaseo con “tirar la toalla”… Terapeuta: (Interrumpiendo con suavidad a su consultante) Espera un poco… déjame estar un poco más clara con respecto a lo que me compartes… (Espera unos segundos)… Me parece que estás diciendo cosas muy importantes… Me gustaría ver si te es posible hablarme un poco más despacio de ello … Mencionaste que te sientes triste y desesperado … ¿Podrías hablarme por un momento únicamente de tu tristeza? Quisiera comprender mejor cómo la experimentas. Antes de pasar a que me hables de tu desesperación y tus deseos de “tirar la toalla”. Esta forma de interacción, dentro de la teoría del Mundo-Terapéutico, suele conocerse como la importancia de poner mayor atención al proceso que a los contenidos, permitiendo que las sensaciones, emociones, ideas,
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Yaqui Andrés Martínez Robles fantasías o recuerdos que surjan tengan un lugar para ser atendidos y contemplados, siguiendo la secuencia de su aparición. Recuerdo una ocasión cuando tuve la oportunidad de escuchar a Irvin Yalom en una conferencia, en la que mencionó que hay tres aspectos que él considera indispensables en toda relación terapéutica, tres tareas que el terapeuta necesita ofrecer a su consultante, para lograr construir una buena experiencia de la terapia: apoyo, apoyo, y apoyo (sic); (Yalom, 2000; en comunicación personal). Aun cuando la palabra apoyo puede usarse para representar una conducta semejante a dar ánimos, cuidar amorosamente o lanzar porras, o incluso para designar una actitud opuesta, aunque complementaria, a la confrontación, me parece importante aclarar que no es el uso que le estoy dando en este, ni tampoco me parece que sea el que se propone dentro del MTE momento. En este último caso, el Apoyo refiere a la actitud por parte del terapeuta de mostrarse abierto y disponible para mantener viva la experiencia en curso, por incómoda que esta sea. Es una actitud que dice: Sé que lo que te sucede es difícil de soportar; que desearías salir corriendo o tener una varita mágica que te ayude a sacudirte esa experiencia… yo mismo me siento bastante incómodo ahora… y con todo ello, he decidido permanecer junto a ti para ver que tanto podemos alcanzar a conocer y comprender de ti y de tu experiencia.49 Algunas posturas en psicoterapia utilizan el concepto de “apoyo” como una forma de fomentar lo que se percibe como “auténtico”: apoyando lo que la terapeuta entiende como verdadero o digno, y frustrando lo que percibe como no auténtico o falso; lo que implica sutilmente una cierta imposición de una “verdad específica”, conocida a priori por la terapeuta. Como puede notarse, esta forma de conceptualizar el apoyo requiere que los terapeutas asuman una posición de autoridad, que les ubica en posibilidad de decidir qué merece ser apoyado y que no. Pero como mencionamos anteriormente, si el MTE no parte de una idea fija y específica de “verdad”, entonces no es posible saber qué experiencias resultan más verdaderas o auténticas que otras. De cierta forma, desde una postura fenomenológico-existencial, no hay forma de ser “inauténticos” ya 49
Agradezco a Belinda Cornejo y a Ann Duckless por su ayuda para clarificar este punto.
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que todo lo que hacemos, o dejamos de hacer es una expresión de nuestro ser50. Desde este último punto de vista, sostener lo verdadero significa aceptar y ser capaces de mantener presente aquello que emerja en el encuentro entre terapeuta y consultante, independientemente si aparece en los primeros instantes –como ocurre con aquellos momentos en que la persona llega a la primera sesión muy “cargada” emocionalmente y apenas comienza su relato le sobreviene el llanto–, o en cualquier otro momento del proceso en el MTE. Representa ser capaces de permanecer juntos en la exploración y análisis de la situación y la experiencia inter-relacional; sosteniendo la actitud fenomenológica del no-saber que expusimos anteriormente, manteniéndonos sin caer en el juego de las explicaciones y permaneciendo lo más cerca posible a la descripción y clarificación que surgen del proceso de explorar y analizar conjuntamente. Sintetizando, la acción de Sostener involucra: a) La invitación a permanecer con la experiencia que emerja como producto de explorar y analizar la existencia del consultante; b) procurar mantener una actitud abierta ante el misterio que surge con frecuencia en las conversaciones terapéuticas; c) la posibilidad de mantenernos abiertos tanto al desconcierto como al asombro; d) la capacidad de tolerar la incertidumbre y la duda, sin intentar llegar a respuestas o conclusiones apresuradas sobre las paradojas y dilemas existenciales; e) la habilidad para reconocer que, más allá de todos nuestros conocimientos, es posible maravillarnos si permanecemos abiertos a lo novedoso e insospechado, hacia aquello que nos trasciende y a la vez nos envuelve, eso capaz de sorprendernos tanto por su belleza como por su sentido o su sin sentido. Con este último aspecto tocamos la dimensión de la existencia que algunos llaman “espiritual”, sin que necesariamente implique referencia a alguna deidad o a lo religioso.
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Hay diferentes formas de comprender la palabra Autenticidad. Para fines de la explicación que aquí presento, recurro al significado más común de la misma: aquello que es cierto, congruente y fiel con respecto de su origen o de lo verdadero. En el Volumen 1 de esta misma obra dedicamos un espacio a reflexionar sobre lo que significa para la perspectiva existencial el concepto de autenticidad, y la diferencia cómo este es conceptualizado en la psicología humanista.
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Yaqui Andrés Martínez Robles APROPIAR El último de los verbos, Apropiar, lo utilizo principalmente para referirme a la experiencia de reconocer que la existencia es nuestra. Que mi vida es mía, y que sólo yo puedo vivirla. No es un “mía” que excluya a los otros, sino que subraya mi profunda y completa participación en ella. Tampoco se trata de un “mi” o “mío/mía” característico de la experiencia de “poseer” un objeto o cosa. Es un “mi/mío/mía” que nos habla más de identidad que de posesión, más de ser que de hacer. Esta actividad de “apropiación” no se refiere al sentido de propiedad que pueda experimentar hacia mi teléfono celular, o hacia mi coche, por más apegado que pudiera encontrarme a ellos, sino que está más cercana a la experiencia de propiedad que tengo con mi rostro, o a las características más íntimas de eso llamado mi “personalidad”. No se trata de algo que “simplemente” tengo, sino que se trata de lo que soy. Apropiarnos de nosotros mismos incluye lo que puede ser entendido como responsabilidad, en el sentido de que la persona reconoce su habilidad para responder, su capacidad para, al menos, aceptar o rechazar sus circunstancias; someterse, resistirse, intentar dominar, o colaborar con las diferentes personas y situaciones con las que se relaciona. Si entendemos al ser humano como un ser-en-el-mundo, entonces apropiarse de sí es también apropiarse del mundo, reconocer que afectamos al mundo. Aun si nuestro grado de afectación es diminuto, nuestra existencia marca una diferencia, por mínima que esta sea. Del mismo modo somos afectados por lo que ocurre en el mundo, reaccionando siempre a él de múltiples formas, aunque sea con indiferencia. Desde una mirada relacional51, incluso la indiferencia es una forma específica de respuesta, y no una ausencia de ella. La hermenéutica, especialmente a partir de la figura de H.G. Gadamer (1900-2002), adopta la prospectiva de la “Fusión de Horizontes”, entre el horizonte del narrador/escritor del texto (o consultante) y el del receptor/lector (o terapeuta), lo cual sólo se logra al ampliar el “Horizonte de Inteligibilidad” –o aquello que es posible de ser pensado y experimentado–; en otras palabras, a través de abrir la cosmovisión de las 51
La Terapia Existencial parte de un paradigma Relacional de la existencia humana. Para mayor profundización en este aspecto, puede revisarse el capítulo 4 del Volumen 1 de esta misma obra.
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personas involucradas. Dicho de otro modo, el concepto aquí utilizado de “Apropiar” se refiere también a la posibilidad de ampliar la perspectiva del consultante y de su terapeuta acerca de lo que es posible experimentar, y de las diversas formas posibles de desarrollar sus experiencias. En cuanto a la experiencia del paciente o consultante, este último verbo apunta en realidad a una aspiración. Esto significa que, mientras los tres primeros verbos corresponden a la metodología que comparten los involucrados del MTE, la cual en términos más específicos es: la investigación conjunta y colaborativa, fenomenológico-existencialhermenéutica; con este cuarto verbo se trata, más bien, de una situación que resulta común cuando mantenemos cierta constancia en la metodología de los tres primeros. Funciona, hasta cierto punto, como un criterio diagnóstico de que los verbos anteriores han estado realizándose de manera apropiada. Si hemos logrado Explorar, Analizar y Sostener las experiencias narradas, producidas por la narración de las experiencias y la relación terapéutica, es muy posible que descubramos que nos hemos apropiado de las situaciones y contextos narrados, así como de la vivencia conjunta durante la sesión. Es también una aspiración porque, como se mencionó anteriormente, el terapeuta existencial renuncia a intentar curar, mejorar, sanar, cambiar, educar, enseñar, desarrollar, o cualquier otro cambio que indique un objetivo moral dentro de la terapia, o un ideal a priori que el consultante deba alcanzar (Martínez Robles, 2012; Spinelli, 2015). Aunque es inevitable que el terapeuta tenga sus propias ideas con respecto a lo que es “bueno”, “conveniente” o “mejor”; si desea trabajar bajo un marco fenomenológico-existencial, entonces se abrazará a la actitud fenomenológica que invita al reconocimiento del no-saber, a una actitud abierta que reconoce que, en última instancia, habitamos un misterio que no podemos descifrar. Me parece importante recordar que, como dije anteriormente, dicha actitud fenomenológica no significa una postura ignorante o ingenua (ibíd.) Se refiere más bien al reconocimiento de que todos nuestros saberes (y probablemente tenemos muchos) no son suficientes. No nos alcanzan para conocer de forma definitiva y/o completa la realidad del otro; la existencia que el otro nos presenta y nos narra.
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Yaqui Andrés Martínez Robles De tal manera que esta actitud significa ser capaces de reconocer nuestras preferencias, nuestros ideales, nuestras creencias y “saberes” sobre lo que consideramos bueno, mejor o conveniente, pero al mismo tiempo, implica la capacidad de admitir que son sólo eso: nuestras preferencias y opiniones, por lo que no tienen por qué convertirse en la realidad de nuestros consultantes, ni siquiera en sus propias búsquedas. Y, por tanto, el MTE no se propone dirigirnos hacia tales direcciones. En la experiencia de la terapeuta entonces, la actividad de Apropiar tiene además otras características. Para la persona que realiza el rol de mantener y cuidar del MTE, también significa el esfuerzo por mantenerse en la exploración y el análisis, sosteniendo las diferentes experiencias que surjan tanto en ella (la terapeuta) como en su consultante, desde una actitud que intenta compenetrarse en la narrativa de su consultante. No se trata de una investigación en la que el profesional se mantiene aparte o exento de aquello que investiga. Para poner el ejemplo de un sueño que el consultante narra con la intención de clarificarlo en terapia, las preguntas y descripción que la terapeuta realiza en este modelo tienen como principal intención acercarse a la experiencia de la narrativa tanto como sea posible, casi como sentir que el sueño le pertenece, que se ha apropiado de él. No intenta “interpretar el sueño”, ni “traducirlo” a términos “más entendibles” o que parezcan más conducentes a la comprensión de su significado. Su tarea es principalmente compenetrarse profundamente en la narración, tratando de hacerla suya. Y lo mismo ocurre con cualquier otro tipo de narración, trátese de una fantasía, un recuerdo, o incluso la narración de la experiencia de lo que el consultante está vivenciando en el momento mismo de la sesión terapéutica, la terapeuta intentará apropiarse de la narración, hacerla suya, sin con ello desplazar o hacer a un lado al consultante que la narra, sino promoviendo la experiencia de acercarse a co-participar de la existencia. La actividad terapéutica que intenta seguir los cuatro verbos arriba mencionados sigue un proceso como el siguiente: la persona que busca e inicia un proceso de terapia, usualmente comienza narrando una o varias experiencias a su terapeuta, quien pondrá atención hacia la narrativa que le es compartida. Entre las primeras preguntas que de forma implícita o explícita le realiza a su consultante se encuentran (Explorar): 170
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¿Qué es lo que te ocurre o sucede? ¿Cómo evoluciona? ¿Qué y quiénes están involucrados? ¿Cuándo y desde cuando te pasa? ¿En qué otros momentos te pasa? (Y otras preguntas que pueden revisarse en el apartado específico).
Posteriormente le preguntará de alguna manera (Analizar): – ¿Cómo te das cuenta de lo que te sucede?, – ¿Cómo lo enfrentas? – ¿Qué imaginas que debería sucederte? – ¿Te pasa ahora? – ¿Con qué otras experiencias está relacionado? – ¿Lo experimentas aquí, conmigo? Entre otras. Como resultado de estas preguntas y de los intentos de la persona que consulta por responderlas, es muy común que surjan o afloren emociones intensas, lo que no siempre resulta cómodo para la persona que consulta y, en algunas ocasiones, dicha intensidad emocional tampoco es cómoda para la terapeuta. Es por ello que resulta necesario que esta facilite la experiencia de contención, y brinde algún tipo de apoyo emocional o de presencia, invitando a reducir el ritmo de la expresión y promoviendo la concientización de los procesos emergentes en el momento, para que la persona sepa que es posible mantenerse en la experiencia emocional que está surgiendo en el aquí y ahora de la sesión terapéutica (Sostener); y entonces se incremente la posibilidad, para todos los involucrados del proceso de MTE, de compenetrarse con la situación, evento o acontecimiento que la persona experimenta (Apropiar), viviéndola como una experiencia en la que se expresa la situación existencial que compartimos como redes relacionales en movimiento. Estos cuatro verbos son las acciones propias del MTE. Como puede comprenderse, no hay ninguna búsqueda de solucionar, reparar, mejorar o cambiar la situación existencial del consultante. Ningún intento por resultar directamente “útil”, al menos como suele entenderse la utilidad y funcionalidad de la terapia.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Otro aspecto importante que destacar para la comprensión del MTE, es el foco donde los verbos descritos recaen. En mi experiencia como docente formador de terapeutas, y en mi propia práctica profesional como terapeuta existencial, he encontrado diferentes focos que menciono en el siguiente punto. 5. Puntos Focales sobre los que se Centran las Tareas Mencionadas Las tareas del Mundo-Terapéutico-Existencial pueden enfocarse sobre cualquier experiencia, ya sea agradable o desagradable, aunque resultan específicamente aplicables en cinco áreas importantes de la persona: a) Fragilidad y Vulnerabilidad, b) Construcción de Intimidad, c) Vinculaciones Interpersonales, d) Identidad Personal, e) Cosmovisión y Forma de ser-en-el-mundo del consultante. El diseño del MTE busca explorar, analizar, sostener y apropiar la Fragilidad y Vulnerabilidad como características humanas. En otras palabras,
se busca aplicar las herramientas vistas sobre aquellas experiencias que son dolorosas o amenazantes. Aun cuando al inicio de la construcción del MTE la persona que lleva el rol de consultante pareciera estar en una posición más frágil y vulnerable que el terapeuta, esto no necesariamente es el caso. Por ello se exploran estas características como condiciones ontológicas de la situación humana. Con vivencias específicas (ónticas) por las que las personas que nos consultan atraviesan. Como mencioné antes, podemos iniciar por explorar y analizar la fragilidad del consultante: – ¿Qué le hace sentirse frágil? – ¿Qué le detona el impulso a protegerse, a huir o a luchar? – ¿Cómo se protege? ¿Qué estrategias utiliza para huir?, ¿o para luchar? – ¿Cómo experimenta la vulnerabilidad? – ¿Con qué otras experiencias se relaciona? ¿A qué otros eventos y experiencias le remite?, etcétera.
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Durante dicha investigación fenomenológica conjunta, suelen emerger emociones que no siempre resultan cómodas. Es aquí donde el sostener resulta una acción importante: – ¿Qué necesita la persona para lograr mantenerse explorando y analizando su experiencia? – ¿Qué tipo de relación terapéutica le resultaría benéfica para ello? Si logramos sostener la experiencia durante cierto tiempo, con todo el despliegue emocional que implica, es muy probable que la experiencia termine apropiándose: sintiéndose muy propia, muy personal, única y rica en diversas texturas, además de mostrarle a la persona diferentes posibilidades y alternativas en las que es posible experimentar su ser-enel-mundo. Generalmente, el trabajo terapéutico con la fragilidad suele incrementar la conciencia sobre las fortalezas y talentos, que contrastan y surgen para enfrentar cada una de las situaciones en las que la persona se experimenta. También se busca explorar, analizar, sostener y apropiar la experiencia de CONSTRUCCIÓN DE INTIMIDAD. No parto de la idea común de que la intimidad es una experiencia deseable o necesariamente positiva. Reconozco que, en ciertas ocasiones, puede resultar incluso peligrosa para la integridad de los participantes –como en ciertos juegos sexuales o en las sectas religiosas–, y que en muchos momentos las personas no sólo no la desean, sino que incluso la evitan. Podemos suponer que resulta benéfica para el proceso terapéutico, sin embargo, los grados de intimidad se construyen con el tiempo y nunca pueden darse por sentado. La experiencia de intimidad no es algo que se posee, sino que se construye, y no importa cuántas veces la hayamos construido mutuamente, en cada nuevo encuentro es necesario volverla a construir. Por supuesto que no volvemos a construirla desde cero. Sin embargo, cada nuevo momento requiere de nuevos cimientos para reconstruir la intimidad que se había logrado anteriormente. Quizá sea por ello que algunos amantes, después de un tiempo de vivir su apasionado e íntimo amor, caen en experiencias de aburrimiento y tedio, ya que han dejado de reconstruir su intimidad por asumir que “la tienen”. Aunque las personas parecemos tener experiencias ambivalentes con respecto a la intimidad, en la gran mayoría de las ocasiones se trata de una
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Yaqui Andrés Martínez Robles experiencia importante para quien la experimenta (o no). Ya sea por el deseo de construirla o de mantenerse lejos de ella y, en algunos momentos, incluso puede ser que ambos deseos se presenten de forma simultánea para algunas relaciones. En mi experiencia trabajando como terapeuta, esta última situación no resulta tan extraña en las conversaciones propias del MTE, y la reflexión en torno a ella puede ofrecer importantes aprendizajes sobre lo que significa existir como humanos. Otra área importante en la que nos enfocamos para explorar y analizar, es en la construcción, establecimiento y mantenimiento de VÍNCULOS Y RELACIONES, tanto con los demás como consigo mismo. Explorando lo que aleja y lo que acerca al consultante con respecto de diferentes personas, así como sus principales dificultades y habilidades de relacionamiento interpersonal. De igual modo, investigamos los estilos que la persona presenta en cuanto a su relación consigo mismo. Al explorar las diferentes estrategias de relacionamiento posibles para los vínculos interpersonales, la relación terapéutica se convierte en una excelente oportunidad para analizar los estilos relacionales del consultante52. Otro aspecto sobre el cual trabajamos es el proceso continuo e interpersonal de co-construcción de la IDENTIDAD PERSONAL, es decir, de aquellas ideas, actitudes, relaciones, hábitos, valores, deseos, comportamientos y emociones, que la persona suele asociar consigo misma. En otras palabras, el constructo que la persona va constituyendo de sí, a través de las diversas y complejas formas de sus múltiples vinculaciones con el mundo y con otras personas. El MTE ofrece una excepcional oportunidad para revisar la forma como este proceso se realiza, y las vicisitudes que surgen como resultado de la misma; qué tanto de esa identidad resulta cómoda o agradable, y qué tanto se experimenta como un peso, generador de frustraciones y experiencias de vergüenza, al que nos enfrentamos con impotencia continuamente. Después de todo, el proceso de co-construcción de la identidad se ve constantemente influenciado por las situaciones y relaciones cotidianas, al mismo tiempo que colabora con la dirección que estas van adquiriendo. La identidad también puede explorarse a partir de las concepciones construidas que tenemos de otros o incluso del mundo, de una manera más 52
Esta posibilidad es mucho mejor aprovechada en contextos de terapia grupal, ya que promueven una exploración mucho más amplia de las diferentes posibilidades de relación interpersonal.
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amplia. Después de todo, la identidad es construida por aquella información más o menos sedimentada, y en ocasiones rígidamente sedimentada, que nos da la experiencia de que algo, alguien o nosotros mismos, seguimos siendo idénticos a la imagen previa que sosteníamos de ello. En el Volumen 3 de esta misma obra profundizaré en este aspecto. Igualmente, las tareas mencionadas son aplicables a la reflexión acerca de cómo se constituye y mantiene la COSMOVISIÓN de la persona que consulta al terapeuta. Incluidas creencias y formas o estilos de significación, así como las experiencias de relacionarnos con los misterios cotidianos o no tan cotidianos de la vida. También se exploran y analizan las FORMAS ESPECÍFICAS DE SER-EN-EL-MUNDO en sus diferentes dimensiones: física y circundante, social y emocional, psicológica, de valores, significados y espiritual, o cualquier otra importante para la persona.53 Vale la pena destacar que, a diferencia de otros mundos, en el MTE uno de los involucrados tiene un rol más o menos fijo (el terapeuta), lo cual impone un desequilibrio natural. Las herramientas que señalé anteriormente son aplicadas principalmente por el terapeuta, son parte de su rol dentro del MTE, y son precisamente en las que se entrena, tanto en sus años de formación como incluso después, durante su práctica cotidiana dentro de la terapia54. Sin embargo, para que estas puedan realizarse de manera fluida y enriquecedora, es conveniente (o quizá indispensable) que se acompañen de ciertas actitudes que promuevan en el consultante la experiencia de encontrarse en un mundo donde es tomado en cuenta como 53
El modelo terapéutico existencial que aquí propongo, toma de Emmy van Deurzen (1998) la clasificación del mundo relacional en cuatro dimensiones del ser-en-el-mundo: Umwelt o mundo físico, Mitwelt o mundo social, Eigenwelt o mundo psicológico, y Überwelt o mundo espiritual. Sin embargo, reconozco que esta clasificación es arbitraria y responde más a intereses didácticos que estructurales. El ser-en-el-mundo se encuentra atravesado y envuelto por estas dimensiones, y no dividido por ellas. Del mismo modo, algunos otros autores como Romero (2001) proponen un número más amplio y/o distinto de dimensiones. 54 Evidentemente, los distintos movimientos o escuelas terapéuticas, incluso las diversas escuelas existenciales, destacarán más alguna(s) de estas herramientas, las comprenderán y explicarán de diferente manera o, incluso, señalarán otras que yo no menciono. En este escrito me he ceñido a aquellas herramientas que me parecen indispensables y suficientes para un proceso terapéutico existencial, al menos como lo entendemos y enseñamos en el Círculo de Estudios en Terapia Existencial de México.
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Yaqui Andrés Martínez Robles persona sensible, única, en continuos procesos de inter-relación con el mundo, y en el constante movimiento de co-construcción de su existencia. Como advierten Cotton y Loewenthal, al reflexionar sobre el trabajo de R.D. Laing y los tratamientos fenomenológico-existenciales que se realizaban en la Philadelphia Association: Un “buen” tratamiento [o Mundo Terapéutico] incluye respetar al Otro como un individuo. [Y] Un “mal” tratamiento es la consecuencia de ignorar la individualidad del Otro. (Cotton & Loewenthal, 2011) [Corchetes añadidos].
6. Actitudes y Compromisos para el Mundo-Terapéutico-Existencial. En el Mundo-Terapéutico-Existencial, la persona que tiene el rol de terapeuta o facilitador del proceso buscará mostrar al consultante ciertas actitudes y compromisos. Estas se transmitirán únicamente si el primero las experimenta de manera honesta55: a) Me Interesas; b) Estoy Disponible para un encontrarnos; c) Deseo que nos relacionemos de manera honesta; d) Intentaré ofrecerte lo mejor de mi experiencia y conocimientos profesionales; e) Acepto que no sé a ciencia cierta cómo ayudarte, ya que estamos constantemente envueltos por una gran incertidumbre; f) Deseo de todo corazón lo mejor para ti, incluso si ninguno de los dos sabe con certeza qué sea eso. Para que se construya un MTE el terapeuta debe primero experimentar estas actitudes, y después debe encontrar la manera de mostrárselas a su consultante. Debe poder transmitirle: A) ME INTERESAS: Realmente deseo conocerte y comprender tu experiencia lo más cercanamente posible a tu perspectiva. No quiero huir 55
Cuando los terapeutas fingen cualquiera de estos, sus consultantes terminan dándose cuenta —aún a niveles pre-lógicos y pre-verbales— de la falsedad del encuentro, lo que repercute en la no construcción del Mundo-Terapéutico o, incluso, en posibilidades de que alguno de los participantes del proceso experimente frustración o que termine emocionalmente lastimado. Como expresara Yalom (1989): en una relación íntima o que intenta ser íntima, los participantes terminan transmitiéndose todo lo que experimentan, ya sea de manera explícita o implícita.
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ante tu experiencia, por compleja, caótica, confusa, sin sentido, o amenazante que me parezca. Considero que aquello que tienes que decir, merece la pena escucharse. Valoro los conocimientos que tienes sobre ti mismo y sobre tus sufrimientos y dilemas. B) ESTOY DISPONIBLE PARA ENCONTRARNOS en los lineamientos de espacio y tiempo que mutuamente acordemos en el encuadre establecido desde el inicio de nuestro vínculo. Mientras dure nuestra relación en el Mundo-Terapéutico o en el proceso de construcción del mismo, trataré de ofrecerte lo mejor de mí. Esto implica que en ocasiones te escucharé atento y en silencio, pero en otras te haré preguntas para comprenderte mejor, realizaré comentarios tentativos, me cuestionaré junto contigo, y compartiré en muchas ocasiones en voz alta mis impresiones, sensaciones, sentimientos, pensamientos, creencias, o experiencias que note en mí, sobre los temas que conversemos. C) DESEO CONSTRUIR ENTRE NOSOTROS UNA RELACIÓN Y UN VÍNCULO HONESTO: Mi intención es hablar contigo, no sobre ti, compartirte mis impresiones, ideas y emociones contigo, no acerca de ti. Espero lograr estar disponible para tocar y ser tocado emocionalmente con nuestros encuentros, y para escuchar cualquier temática o situación que desees compartirme, permitiéndome estar abierto a reconocer las experiencias que surjan como producto de nuestra forma de relacionarnos. D)
INTENTARÉ
OFRECERTE LO MEJOR DE MI EXPERIENCIA Y CONOCIMIENTOS PROFESIONALES: Me comprometo contigo a permanecer
actualizado en los detalles que conciernen a mi profesión y en específico con relación a tu situación. Estoy dispuesto a investigar algo extra si fuera necesario, y a no quedarme con nada de mis capacidades profesionales que pudieran ser de ayuda para ti. E) ACEPTO
QUE NO SÉ A CIENCIA CIERTA CÓMO AYUDARTE, YA QUE RECONOZCO QUE NOS RODEA UNA GRAN INCERTIDUMBRE, y que en
ocasiones no sabré cómo responder a tus experiencias. Espero permanecer abierto y con inocencia ante el misterio que nos envuelve,
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Yaqui Andrés Martínez Robles reconociendo que, al hablar sobre tus experiencias, sabrás más tú que yo sobre ellas; y deseo poder aprender de ti lo que más pueda. f) DESEO LO MEJOR PARA TI Y PARA TU EXISTENCIA, INCLUSO SI NINGUNO DE NOSOTROS SABE CON CERTEZA QUÉ SEA ESO : Espero que, al estar disponible para aprender de ti y de tu experiencia, dicho proceso promueva el que tú también puedas aprender algo de ello. Estas actitudes nos colocan ante una sensibilidad especial. Una sensibilidad que muy probablemente sea no sólo importante, sino indispensable, para un buen proceso terapéutico existencial.
7. MTE como Experiencia que Implica Altos Grados de Sensibilidad El Mundo-Terapéutico-Existencial es una relación que se prepara para entrar en grados elevados de sensibilidad, donde cualquiera de los involucrados podría experimentar que se rompen en mil pedazos. Donde es posible enfrentarse a los más profundos miedos y rencores, como si tocaran las puertas del infierno. En donde es posible aceptar experiencias de falla y fracaso, incluso si conllevan vergüenza y/o culpa. Y donde se busca equilibrar la experiencia de intimidad con la expresión espontánea de las diversas experiencias. En el primer volumen de esta obra describí estas últimas características. Reproduzco aquí algunos fragmentos de la descripción. El MTE es una relación humana que busca: A) ENTRAR EN GRADOS ELEVADOS DE SENSIBILIDAD, lo que puede
conducir al llanto o a una experiencia regresiva y de alta vulnerabilidad. Como si uno se rompiera o derritiera en presencia del otro. En otras palabras, que ambos se encuentran disponibles para profundizar en la experiencia del llanto, el dolor, la vulnerabilidad, la fragilidad, y la tristeza.
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 B) ENFRENTARSE A NUESTROS MÁS PROFUNDOS MIEDOS Y/O RENCORES,
avivando las llamas de sus infiernos más temidos, o tocando las puertas de los laberintos más resguardados. Dicho de otro modo, que los participantes están dispuestos a enfrentar sus experiencias de miedo, rabia, enojo o rencor; o incluso sus experiencias de lujuria; sabiendo que, aunque deseen huir, pueden sostener su experiencia y permanecer con cierta seguridad en el trabajo terapéutico de dichas experiencias emocionales. Aquí resulta pertinente recordar que: tener experiencias emocionales y sentir plena y abiertamente los sentimientos, es una cosa, mientras hacer algo al respecto, o intentar llevarlos a la acción es otra. Esto es importante ya que, en ocasiones, las personas que asisten a terapia sienten temor de dejarse sentir una experiencia tan intensa como la rabia, porque temen realizar alguna acción violenta a continuación. Sin embargo, esto no tiene por qué ser así. C) RECONOCER Y ACEPTAR NUESTRAS FALLAS Y ERRORES, incluso
aquellos que se cometieran en el tiempo de la relación terapéutica, y/o hacia la relación terapéutica misma. Lo que implica el reconocimiento y verbalización de experiencias como la culpa y la vergüenza, que además son difíciles de mostrar frente a otra persona. Aspirar a una relación o situación sin fallas sería como desear una experiencia inhumana. Cuando el MTE se convierte en una atmosfera en la que las fallas son no sólo reconocidas, sino valoradas como oportunidades de aprendizaje, la atmósfera que se genera es más cálida y promueve actitudes más abiertas y receptivas. En ocasiones, la mejor forma que la terapeuta tiene de mostrar su apertura a las fallas y errores de su consultante, es evidenciando y aceptando sus propias fallas, y asumiendo una actitud de disponibilidad para aprender de ellas. Después de todo, al ser una situación humana, la terapia no está exenta de errores; y la posibilidad de describirlos y clarificarlos puede ser una tarea importante para todos los involucrados ya que, si hay algo seguro, es que en varios momentos del proceso cometeremos algunas equivocaciones, y estas no serán causas perdidas si las reconocemos, aceptamos y nos abrimos a su enseñanza. Algunas de las experiencias más poderosas que he experimentado en mi carrera como terapeuta,
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Yaqui Andrés Martínez Robles han surgido a partir de un momento en el que logré atravesar el temor y la vergüenza, y reconocí frente a mi paciente alguna de mis fallas dentro del proceso terapéutico mismo. En ocasiones, la situación ha fomentado una mayor cercanía emocional entre nosotros (mi paciente y yo); y en la mayoría, han representado un aprendizaje importante para ambos. D) EQUILIBRAR LA EXPERIENCIA DE INTIMIDAD CON LA EXPRESIÓN ESPONTÁNEA DE LAS DIVERSAS EXPERIENCIAS:
Otra forma de decir esto, es que el Mundo-Terapéutico busca combinar la espontaneidad de una charla entre dos buenos amigos en un bar o en una cafetería, con la intimidad y el recogimiento de una confesión sacerdotal. Es común que los encuentros terapéuticos tengan mucho de uno de estos aspectos, pero muy poco del otro. Hay relaciones terapéuticas muy espontáneas, aunque muy poco íntimas, las cuales suelen ser criticadas “como si se tratara de una charla de café”, y viceversa, vínculos terapéuticos llenos de solemnidad y profundidad, donde difícilmente hay espacio para una broma o para una buena carcajada. Me parece importante recordar que, el sentido del humor es una de las posibilidades de las relaciones humanas cercanas y honestas. Una buena medida de la calidad de la relación terapéutica que proponemos en la Escuela Mexicana de Análisis y Terapia Existencial, podría basarse en el equilibrio entre estos dos aspectos. 8. Reciprocidad en el Mundo-Terapéutico-Existencial Como señalé desde el primer punto, dentro del Mundo-TerapéuticoExistencial, todas las características y condiciones anteriormente descritas se proponen para ser experimentadas de manera recíproca. “El énfasis en la Relacionalidad revela que la terapia existencial es tanto “acerca” del terapeuta, como puede ser “acerca” del cliente”. (Spinelli, 2015, p. 105) (Subrayado añadido). Sin embargo, la mayoría de las terapias no fenomenológicas proponen una cierta “asepsia” en la relación terapéutica. Quizá debido a la herencia del modelo médico,
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muchos terapeutas intentan desarrollar un trabajo desapegado, con el deseo de minimizar su influencia sobre su consultante al mínimo. La tradición de abstinencia, desapego y objetividad como métodos que provocan frustración, ansiedad e insight, se basa en una relación autoritaria entre analista y analizado. El terapeuta es la figura de autoridad incuestionada que cura por razón de su entrenamiento prestigioso y de su insight superior. Hábilmente identifica y erradica las resistencias de los pacientes a través de oportunas y bien articuladas interpretaciones, permitiendo así el surgimiento de la memoria y la renuncia a los deseos infantiles. Sin embargo, el terapeuta del modelo relacional evita tal relación de autoridad en favor de una “relación real” entre terapeuta y cliente. El terapeuta es mucho más un participante, en el encuentro terapéutico, que un observador. Ella no solo reconoce su propia contratransferencia como un componente normativo de la terapia, sino que la utiliza como un significado para descifrar aquello que su cliente está experimentando. Más que enfatizar la interpretación, ella privilegia la relación terapéutica como algo curativo, y no tan jerárquico, en su naturaleza. (Philipson, 1993, p. 115; en Aron, 2013. Pos. 554).
Quizá el aspecto más controversial de esta propuesta descansa sobre la idea de la reciprocidad. Hablar de reciprocidad implica que las características hasta aquí mencionadas incluyen también a la persona del terapeuta. El MTE es una relación especialmente diseñada para poner particularmente nuestra atención en la existencia y experiencias del consultante, y son estas mismas las que ocupan el foco principal de las conversaciones, pero esto no se realiza sacrificando la humanidad del terapeuta. Además, una relación dialogal en los términos en que Buber (2006) y Friedman (2002) proponen, sólo ocurre en la mutualidad, donde todos los involucrados trabajan para la construcción de un vínculo valioso para ellos mismos.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Como expresa Yalom: “Al escoger entrar plenamente en la vida de cada paciente, yo, el terapeuta, no sólo quedo expuesto a las mismas cuestiones existenciales de mis pacientes sino que debo estar preparado a examinarlas con las mismas reglas de investigación”. (Yalom I. D., 1998, p. 26). Como mencioné antes, la reciprocidad en la terapia no es sinónimo de igualdad. Por supuesto que la relación terapéutica se establece sobre la base de una desigualdad básica que está diseñada para ofrecer al consultante un servicio profesional y cuidadoso. Por ejemplo: es el consultante el que suele ir a visitar al terapeuta. Es él mismo quien solicita los servicios terapéuticos, porque se asume (aunque no necesariamente sea el caso) que está más necesitado del proceso que su terapeuta. El terapeuta suele ser quien impone las condiciones en que se llevará a cabo el proceso (fecha, duración, frecuencia de las reuniones, etcétera) y, finalmente, aunque no menos importante, hay un pago de honorarios que el terapeuta suele recibir por sus servicios. Todo lo anterior impone una desigualdad fundamental en la relación que no puede exceptuarse. Pero al hablar de reciprocidad estoy refiriéndome a algo distinto: a las características que, excluyendo la desigualdad mencionada, asume el proceso terapéutico y la relación entre los involucrados. Esto implica que parte de la labor terapéutica consistirá –cuando sea necesario o alguno de los involucrados lo considere conveniente– en explorar y analizar aquellas situaciones y acontecimientos que promueven u obstaculizan que tal forma de relacionamiento se genere y crezca entre los participantes. Es común considerar que parte de la labor del terapeuta es permanecer “neutro”, o al menos que no debe “embarrarse” con el proceso del paciente. Después de todo, el paciente viene a recibir ayuda, y no necesita tener que cuidar al terapeuta de sus propios procesos emocionales. Esta perspectiva no toma en cuenta las características de una relación dialógica tal y como la propone el existencialismo dialogal buberiano (Schoch de Neuforn, 2000; Hycner R. , 1993; Buber, 2006), ni las ideas relacionales de la perspectiva fenomenológica. El ideal de neutralidad es herencia de la posición psicoanalítica, del modelo médico y/o de la ciencia positivista; y la intención de “no embarrarse” surge de concepciones propias del paradigma individualista.
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Desde un marco conceptual que considera la condición humana como fundamentalmente basada en relaciones, no sólo la neutralidad es imposible, sino que, en cada relación, nos encontramos absolutamente implicados el uno con el otro. Nos co-constituimos y co-construimos los unos a los otros en las relaciones. Nuestras características individuales, propias y originales, son el producto y resultado de la mutua influencia. No puedo evitar influir ni ser influido por el otro. “El encuentro afecta y a veces cambia al terapeuta” (Yalom, 1989, p.26). Así mismo, resulta apropiado para la relación terapéutica que los consultantes vean a un terapeuta falible, humano, que ofrece una relación humana. Esto es, una relación con fallas y defectos tanto como maravillas y virtudes. Que no nos encontramos libres de sus mismas dudas e inquietudes, y luchamos por levantarnos de nuestras caídas al igual que ellos: “Los clientes son a menudo más ayudados por nuestras fallas y errores que por nuestros méritos y virtudes. Ellos necesitan saber que somos humanos y que luchamos en las mismas formas que ellos lo hacen” (van Deurzen, 2001, p. 113). Spinelli (2015) apoya también la idea de que un “terapeuta imperfecto” puede ser incluso un beneficio para el proceso terapéutico: A través de la creciente disponibilidad del cliente para “encontrar” un terapeuta lleno de incertidumbre –y por tanto imperfecto–, dos cambios relacionales significativos pueden ocurrir. Primero, al alcanzar al terapeuta, el cliente rompe automáticamente su posición auto-centrada, auto-enfocada, excluyente de otros, y comienza a reconocer la existencia del otro presente (el terapeuta). Segundo, simultáneamente al alcanzar al otro, el cliente alcanza a encontrar y aceptar su propia incertidumbre. Por consiguiente, ambos cambios invitan a un enfoque de investigación más preparado, para examinar críticamente la cosmovisión mantenida actualmente por el cliente. (Spinelli, 2015, p. 105).
Desde una mirada existencial, no importa tanto de qué se hable en el Mundo-Terapéutico, cuáles sean los temas o los tópicos que se reflexionen, sino que lo verdaderamente relevante es cómo se hable de los 183
Yaqui Andrés Martínez Robles mismos. La manera de conversar, las diversas estrategias para involucrarse o desinvolucrarse en el diálogo conjunto, y las experiencias que surgen por compartir el proceso de co-construcción de las circunstancias que conlleva toda situación interpersonal, resultan más promotoras de experiencias de apropiación de la existencia, que la mera conversación sobre el contenido temático. Grandes pensadores como Gadamer (2004), Farber (2000) o Spinelli (2015)56; han realizado comentarios en esta misma dirección. Para ellos, todo diálogo verdadero va “encontrando su forma”, su camino y su sentido mientras se va desplegando. No posee una dirección a priori. En un diálogo verdadero, las personas que conversan no guían la conversación, sino que son guiados por ella. Como mencioné antes, es común que los terapeutas expresen dudas con respecto a un estilo de trabajo que no se apoye en el “profesional experto”. Temen que, si no se respaldan en dicho rol, no podrán justificar la importancia de su trabajo terapéutico, ni lo valioso del mismo. Sin embargo, en mi propia práctica profesional, me he percatado de que mis consultantes valoran ampliamente un trabajo humano, que reconozca lo imperfecto del mismo y que se encuentre abierto al diálogo honesto y a la colaboración entre dos seres humanos (o más, como en el caso de la terapia de pareja o grupal), para mantenerse en una investigación conjunta de lo que representa nuestra existencia inter-relacional; al igual que lo confirman E. Spinelli (2001, 2014), H. Anderson (1999), e I. Yalom (1984, 2002). “Mis clientes me recuerdan una y otra vez, que lo que ellos obtienen de mi es, en primer lugar, el Yo que ellos experimentan estando ahí con ellos” (Spinelli en Cooper, 2003, p. 118). Como comenta Anderson (1999). Podría objetarse que los clientes esperan certidumbre; que pagan a un experto para que les dé respuestas, y que no aceptarán a un terapeuta que adopte esta postura filosófica e invite a participar. En mi experiencia, esto no es un problema. He encontrado que a los clientes no les resulta difícil relacionarse en forma colaborativa. 56
Aquellos lectores interesados en este punto, les recomiendo la lectura del prólogo que realizó Ernesto Spinelli a la edición en inglés del Volumen 1 de la presente obra, y que se encuentra traducido en la segunda edición en español del mismo.
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 [...] Es una desgracia cuando la terapia llega a un punto en que los clientes sienten que los expertos creen conocerlos mejor de lo que ellos se conocen, y el saber de los expertos produce descripciones suspicaces y tratamientos peyorativos. (Anderson, 1999, p. 151).
Recuerdo una conferencia a la que asistí en mis años de estudiante universitario, en la cual el conferencista expresó una frase presumiblemente de Erich Fromm que me impactó y desde entonces la tengo presente: “El paciente no busca una solución, eso es sólo el pretexto, lo que el paciente busca es una relación”. En el siguiente capítulo abordaré los últimos dos aspectos que, por el momento, propongo contemplar en la reflexión de este importante concepto de la Terapia Existencial.
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Capítulo 6 El Mundo-Terapéutico-Existencial Tercera parte En esta última parte que describe las características del llamado MundoTerapéutico-Existencial (MTE), me enfocaré en aspectos relacionados con la temporalidad y la evolución del proceso terapéutico. Describiré cómo se desarrolla esta forma de comprender la relación terapéutica. Hablando en términos generales, incluso cuando podemos decir que tanto la fenomenología existencial como la fenomenología hermenéutica comparten muchos aspectos, y hasta cierto grado se implican mutuamente, para fines prácticos, en el Círculo Existencial de México, ponemos atención al proceso terapéutico y sus posibilidades de profundización, a través de un esquema de cuatro cuadrantes que describen nuestro particular estilo de comprender y practicar tales estilos de fenomenología. 9. Posibilidades de Investigación Terapéutica (Esquema de Cuatro Cuadrantes) Para fines didácticos podemos separar el trabajo del MundoTerapéutico-Existencial en cuatro diferentes cuadrantes (A, B, C, y D), según el grado de acento y profundización en las diferentes posibilidades del proceso de investigación fenomenológica y colaborativa: Como veremos a continuación, tanto en la Terapia Existencial como en el Coaching Existencial se aplican los primeros tres cuadrantes (A B y C), mientras que el cuarto (D) es principalmente utilizado –en la aproximación del Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial– en procesos de mediana a larga duración más propios del MTE. Cada uno de los cuadrantes posteriores al primero, viene a sumarse a las características del anterior, y no a suplantarlo. Como en un movimiento Hegeliano de Aufheben: que significa superar conservando; “cada una de las nuevas formas históricas que surgen, no surge de la nada, 187
Yaqui Andrés Martínez Robles surge de la anterior negándola y superándola. Pero al superarla no la anula, sino que la contiene en sí como su interna riqueza.” (Feinmann J. P., 2005, p. 156). Se trata de diversas posibilidades de actividad en el encuentro entre terapeuta y consultante, que se van añadiendo conforme el proceso avanza. Por ejemplo, el cuadrante “A” es aplicado desde inicio de la relación y se mantiene a lo largo de todo el proceso, independientemente de que ya se haya ingresado en cualquiera de los cuadrantes posteriores. A) FENOMENOLOGÍA EXISTENCIAL DE LA NARRATIVA DE LA EXPERIENCIA DEL CONSULTANTE: Se trata del inicio del MTE. En estos primeros momentos del proceso terapéutico o de Coaching, la investigación fenomenológica se centra en los intentos de los participantes para, paulatinamente, acercarse de manera conjunta a una mayor descripción y clarificación de la existencia del consultante. Por ello la tarea principal consiste en la Exploración: La investigación inicial sobre el qué, cómo, cuándo, dónde y con quién de la narrativa del consultante. Aunque me refiero de manera general a los primeros momentos del proceso terapéutico global, este cuadrante apunta a la labor inicial de casi cualquier sesión del proceso, incluyendo sesiones avanzadas, sobre todo cuando los consultantes comparten experiencias o situaciones novedosas, o que no habían compartido anteriormente. La actitud del terapeuta en este cuadrante se parece a la de un niño pequeño que se acerca con curiosidad e inocencia a conocer el mundo. Para ello, debe permitirse realizar preguntas que pudieran parecer bobas, simples, ingenuas, o incluso poco lógicas, pero que son necesarias para una mejor exploración y descripción de la experiencia y situación del consultante (Spinelli, 2010. En comunicación personal). También puede decirse que el terapeuta es como un actor que desea interpretar muy bien su papel en una obra de teatro, mientras que su consultante es el director de la obra, a la vez que el escritor/dramaturgo, por lo que el terapeuta/actor se interesa en averiguar cuál es la visión, contexto, ambiente y estilo de personalidad, que el director/consultante desea que se exprese (Spinelli,
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2015). Las principales preguntas que la terapeuta 57 tiene en mente en este cuadrante del proceso podrían ser: - ¿Qué experimentas? - ¿Cómo lo experimentas? - ¿Desde cuándo lo experimentas? - ¿Hay algo que comúnmente le anteceda? - ¿Hay algo que comúnmente siga a continuación? - ¿Cuándo ocurre? - ¿Qué lo intensifica? - ¿Qué lo difumina? - ¿Qué deseas que se mantenga de la experiencia? - ¿Qué deseas que cambie de la experiencia? - ¿Quién, además de ti, se percata de ello? - ¿Con quién lo compartes? - ¿Hay alguien que no se percata, pero te gustaría que lo hiciera? - ¿Te acerca o te aleja de alguien esa experiencia? Cambiando el foco de atención hacia la relación terapéutica 58: - ¿Te sientes entendido por mí? - ¿Qué necesitas de mí con respecto a esto que me narras? - ¿Cómo puedo acercarme a comprenderte? - ¿Experimentas mis intentos de comprensión? B) FENOMENOLOGÍA HERMENÉUTICA DE LA NARRATIVA DE LA EXPERIENCIA DEL CONSULTANTE: Ingresamos a este en un segundo momento, tras haber pasado un tiempo acercándonos paulatinamente a la experiencia del consultante, a través de su narración. En este cuadrante se profundiza lo explorado en el primero, ya que empezamos a Analizar más a fondo la experiencia, situaciones y contextos inter-relacionales del 57
Aclaro mi uso ocasional del femenino en: “la terapeuta” al final de la introducción de este libro, y en la nota a pie de página número 36. 58 Las últimas preguntas, tanto del primero como del segundo cuadrante, cambian el foco específico de atención hacia la relación terapéutica misma. El MTE es un proceso que coloca la relación terapéutica como parte de las experiencias a describir y clarificar. Estos son meros ejemplos de la forma en que tal exploración y análisis se lleva a cabo.
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Yaqui Andrés Martínez Robles consultante, tomando muy en cuenta la temporalidad de los mismos y analizando los procesos implícitos de aportación de significados e interpretación. Se describen y clarifican las sensaciones, emociones, historias, proyectos, expectativas, hábitos y creencias, etcétera; que nos llevan a interpretar una experiencia como buena o mala, como familiar o novedosa, como deseable o indeseable. Se explora y analiza, tratando de seguir paso a paso, el proceso de construcción de dichos significados. En otras palabras, en este momento la terapeuta no sólo explora la situación o experiencia en sí que le es narrada, sino que también analiza aquello con lo que pueda estar relacionada, ya sean otras situaciones, cosas, personas, creencias, etcétera; intentando profundizar en la comprensión de las mismas. Es importante recordar que cuando se trabaja desde el cuadrante B, las reflexiones y cuestionamientos del cuadrante A siguen siendo aplicables y por tanto posibles de ser utilizados. Las preguntas que pueden encontrarse en la mente de la terapeuta en este momento son: - ¿Qué historia personal tiene para ti esa experiencia? - ¿Cuál es la historia colectiva de tu experiencia? - ¿Qué futuro imaginas que tendrá? - ¿Qué repercusiones aspiras o temes que tenga sobre ti? - ¿Qué repercusiones aspiras o temes que tenga sobre otros? - ¿Cómo lo interpretas? - ¿De dónde surgen esos significados/interpretaciones? - ¿Cuál es el proceso que siguen tus conclusiones sobre tu experiencia? - ¿Cómo sabes que eso te sucede? - ¿Qué parte te corresponde o cuál experimentas como “propia” de la situación? - ¿Deseas que siga siendo así, o que sea distinto? - ¿Cómo lo sabes? ¿Qué hay en ti que te lleva a esa idea o deseo? - ¿Crees que es posible modificarlo? - ¿Qué te hace creer eso? - ¿Crees que es posible mantenerlo tal cual, o que permanezca sin cambio? - ¿Cómo llegaste a pensar eso? - ¿Crees que vale la pena o que es deseable su transformación o su mantenimiento? 190
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- ¿Cómo lo sabes? Cambiando el foco de atención hacia la relación terapéutica: -Conforme hablamos de esto, ¿Experimentas algún cambio o transformación en tu experiencia? - ¿Sientes que algo cambia por el hecho de estarlo hablando conmigo ahora? ¿Empeora? ¿Se vuelve más difícil o fácil?, ¿claro o confuso? - ¿Cómo afecta a tu experiencia el hecho de estarla compartiendo conmigo? - ¿Qué crees que es necesario destacar de tu experiencia mientras me la narras? - ¿Hay algún detalle que prefieras ocultar de la misma? ¿Qué te lleva a pensar eso? C) FENOMENOLOGÍA EXISTENCIAL DE LA EXPERIENCIA COMPARTIDA: Estos son momentos del proceso terapéutico en que los involucrados centran su atención en el desarrollo de la relación terapéutica misma – incluso cuando se pueda seguir recurriendo a lo propio de los cuadrantes A y B–, y en cómo las temáticas compartidas están presentes e influyen en su relación. Suele requerir de haber pasado algún tiempo en el primer (o primer y segundo) cuadrante, suficiente para que los participantes del MTE hayan experimentado muestras de interés genuino por parte de la terapeuta para acercarse a la comprensión de la experiencia del consultante, sosteniendo las experiencias emocionales que surgen al describir y clarificarlas. Sin embargo, una característica de la Terapia Existencial orientada fenomenológicamente (y del Coaching Existencial también) es que la exploración de los aspectos inter-relacionales del encuentro pueden explorarse desde las primeras sesiones, ya sea porque sea útil o necesario para el proceso terapéutico, o porque la terapeuta se haya ganado el derecho (Spinelli, 2015) de poner el foco de atención sobre los procesos inter-relacionales de la relación terapéutica. Por “ganarse el derecho” me refiero a que haya transmitido eficazmente los mensajes que mencioné en el punto no. 6 (Actitudes y Compromisos para el MTE) como: Me interesas, intentaré ofrecerte lo mejor de mi
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Yaqui Andrés Martínez Robles experiencia y conocimientos profesionales, etcétera; y que el consultante los haya recibido con la consistencia necesaria, como para considerar que los distintos modos de involucramiento en el MTE pueden ser de valor y enriquecimiento para su proceso. O que hayan logrado Sostener juntos el flujo emocional que suele caracterizar la exploración terapéutica. Como veremos más adelante, una característica fundamental de la mayoría de los enfoques terapéuticos existenciales, es su forma de aproximarse a la relación terapéutica, haciendo de ella parte fundamental del proceso de investigación conjunta. La exploración y análisis de la relación terapéutica no sólo busca construirla de forma colaborativa, sino también examinar las diversas vicisitudes de dicha relación para aproximarse a una mayor comprensión del consultante, de su ser-en-el-mundo59. Evidentemente, diversas situaciones interpersonales ocurren desde el inicio del primer encuentro, o incluso desde la primera llamada telefónica para hacer cita. Sin embargo, suele ser necesario esperar un poco de tiempo a que la relación terapéutica se establezca con una relativa estabilidad, para involucrar de manera explícita la atención propia del tercer cuadrante al trabajo terapéutico. Por supuesto que la terapeuta pone atención a los procesos ínter-relacionales con su consultante desde el primer momento en que la relación se establece, pero espera al momento adecuado para colocarlos sobre la mesa de discusión. Esto requiere que la invitación a poner atención sobre la relación terapéutica no sea experimentada por ninguno de los participantes como una distracción de aquello que es importante para el consultante, sino como parte de lo valioso e interesante para explorar. Más adelante reflexionaremos con mayor detenimiento sobre este cuadrante. Algunas de las preguntas típicas son:
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Aquí podemos recordar que la Terapia Existencial –en la escuela mexicana por lo menos– surge dentro del paradigma relacional. Este fundamento, invita a concebir al ser humano como una red de relaciones, por lo que acercarse a la comprensión de cualquier persona o Dasein, implicaría acercarse a la comprensión de sus contextos, situaciones, y relaciones interpersonales con las que convive cotidianamente, incluyendo por supuesto, la relación terapéutica, como en este caso. Para más información, puede consultarse el capítulo 5: El Paradigma Relacional y la Relación Terapéutica, del Volumen 1 de esta misma obra.
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- ¿Cómo experimentas la relación entre nosotros? - ¿Cómo experimentas la distancia emocional y psicológica entre nosotros? - ¿La relación que tenemos, es cómoda para ti? ¿Preferirías que se modificara? - ¿Cómo te sientes al compartir tus experiencias conmigo? - ¿Crees que estoy logrando un buen nivel de comprensión de lo que me compartes? - ¿Cómo ocurre entre nosotros o cómo está presente aquí y ahora eso que me narras? - ¿Cómo estamos co-participando en la creación de nuestra experiencia justo ahora? - ¿Cómo me experimentas a mí (terapeuta) en este momento? - ¿Qué imaginas que experimento hacia ti y/o hacia tus experiencias cuando me las narras? - ¿Qué experiencias crees que se generan en mí cuando te escucho y estoy contigo? - ¿Qué crees que le ocurre a nuestra relación a partir de lo que me compartes? - ¿Crees que nuestra relación se hace más cercana y cálida?, ¿o qué se amplía la distancia y se enfría? - ¿Crees que le ocurre algo a tus experiencias por el hecho de compartirlas conmigo?, ¿se modifican?, ¿cómo?, ¿permanecen igual? - Sea cual sea el caso, ¿cómo ocurre esto? - Y ¿cómo te das cuenta? - ¿Experimentas algún tipo de frustración con mi manera de acompañarte? ¿Preferirías que estuviera siendo de otra manera? - ¿Cómo es para ti que estemos hablando de esto? ¿Desearías hablar de otra cosa?, ¿o de otra manera? D) FENOMENOLOGÍA-EXISTENCIAL-HERMENÉUTICA DE LA EXPERIENCIA COMPARTIDA: Este último es el más complejo de los cuatro, por lo que arribar a él requiere de haber pasado un tiempo considerable en al menos dos de los cuadrantes anteriores, para haber desarrollado una
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Yaqui Andrés Martínez Robles cierta madurez60 en la relación terapéutica, que permita que sea reflexionada y examinada con mayor profundidad. Desde la perspectiva existencial, parte importante del proceso terapéutico consiste en la investigación y exploración conjunta de los diferentes estilos relacionales y de vinculación interpersonal de los consultantes, por lo que el análisis de la relación terapéutica brinda excelentes oportunidades para realizar dicha labor, ya que se tiene, en vivo y en directo, a todos los involucrados en tal vinculación interpersonal específica. Aquí se combinan todas las actividades (y preguntas) de los cuadrantes anteriores. Además, se añade que la perspectiva de la terapeuta –o de otras personas y tradiciones del pensamiento– puede compartirse abiertamente, aunque siempre cuidando mantenerse en una relación fenomenológica que no intenta imponer o colonizar al otro ni dirigirlo, y que se muestra disponible a ser debatida. En estos momentos se busca describir y clarificar las diversas posibilidades que se abren y cierran ante diferentes perspectivas para comprender y significar los eventos y experiencias narradas, intentando ampliar la mirada sobre las situaciones compartidas dentro del MTE. Para poder compartir su perspectiva, los terapeutas existenciales del Movimiento Mexicano suelen esperar hasta tener un grado relativo de confianza en relación con la disposición y posibilidad de que los participantes del MTE puedan discrepar, confrontar y estar abiertamente en desacuerdo con las perspectivas planteadas por la terapeuta. Esto con la finalidad de alcanzar la confianza de que lo que diga esta última no será tomado como “ley” o con validez universal, sino que al igual que con cualquier otra perspectiva planteada dentro del MTE, pueda ser cuestionada, contrastada, relativizada, y puesta en duda. Requiere a su vez que la terapeuta esté dispuesta a asumirse en falla, y a reconocer abiertamente que hay algunos temas que le mueven o con los que no se encuentra realmente cómoda. En resumen, este cuadrante 60
Utilizo la palabra madurez para señalar que ha transcurrido un cierto tiempo en la relación terapéutica. Esta no se experimenta de la misma forma cuando apenas lleva un mes de haberse iniciado, a cuando han transcurrido, por ejemplo, cuatro años de reuniones semanales continuas. Sin embargo, no deseo señalar una jerarquía de valor o una mayor importancia en una etapa con respecto a cualquier otra. Todo momento del proceso terapéutico, independiente del tiempo transcurrido, es igualmente valioso.
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aparece cuando existe en el MTE la suficiente confianza para que la terapeuta comparta una opinión y que su consultante pueda responderle que su perspectiva “está exagerada”, “no viene al caso”, o simplemente es “demasiado personal” y por tanto parcial o no representativa, Apropiándose de su propia perspectiva, y/o de la nueva perspectiva/experiencia que se va co-construyendo en el proceso. Del mismo modo, cuando la terapeuta comparte su propia perspectiva, ya sea de la narrativa de su consultante, de su experiencia de este último, o del aquí y ahora compartido, es importante que lo haga considerando lo que en el Volumen 1 llamé la regla básica61. Le llamamos “básica”, precisamente porque invita a no olvidar tomar en consideración que, cuando la terapeuta comparte algo de su propia experiencia, seguramente modifica en algo la experiencia y el modo de ser de su consultante, por lo menos en el momento mismo en que tal auto-revelación ocurre. Por ello, dicha “regla” anima a la terapeuta a retomar la investigación fenomenológica conjunta de la nueva experiencia de su consultante, aquella que se ha creado y/o modificado a partir de la revelación que realizó la profesional del MTE. Como he mencionado, parte importante del trabajo en el MTE es la exploración y el análisis de la experiencia del consultante, concibiendo a este como una situación relacional62, como Dasein; lo que significa reflexionar sobre las diferentes formas en que se desenvuelve y coconstruye la vinculación Yo – No Yo; el movimiento Yo–Mundo–Yo– Mundo continuo, el entretejido intersubjetivo Yo–Otro, o en palabras de Spinelli (2015): la interrelación “Worlding – Worldview”.63 64 Durante el MTE, la terapeuta representa a “el Otro” para el consultante (y viceversa). Uno con el que se relaciona de formas semejantes o distintas 61
La Regla Básica se describe con mayor detalle en el Volumen 1 de esta misma obra (segunda edición), páginas 280-284. 62 Ver capítulos sobre el Paradigma Relacional, incluidos en el Volumen 1 de la presente obra. 63 Estas diferentes categorizaciones no son asimilables unas en otras. Refieren a aspectos distintos, a diferentes formas de aproximación a la situación humana como situación relacional. 64 Para profundizar en la conceptualización de E. Spinelli sobre la interrelación Worlding– Worldview, el lector interesado puede referirse a su obra: Practising Existential Therapy (2015).
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Yaqui Andrés Martínez Robles a como lo hace con los diversos “otros” de su vida, construyendo formas de vinculación que repiten patrones, o que son la excepción a los mismos. Parte importante del trabajo terapéutico existencial, consiste en reflexionar, conjuntamente, cómo co-construimos nuestros esquemas relacionales: cómo repetimos esquemas o cómo evitamos repetirlos. Por ello, aunque en las preguntas siguientes se dé cierta importancia a la figura del terapeuta, esto no es debido al interés en destacar al mismo, sino porque este representa a la otredad con la cual el consultante se relaciona. A las preguntas de los tres cuadrantes anteriores se pueden añadir las siguientes, después de compartir alguna perspectiva alterna, ya sea propia de la terapeuta o simplemente distinta a la que propone el consultante: -
A partir de la perspectiva que te comparto… ¿Cómo se modifica nuestra relación? - Cuando te comparto alguna opinión, ¿sientes que mi punto de vista es superior o mejor que el tuyo?, ¿o inferior? - ¿Experimentas mi perspectiva como si quisiera imponértela?, ¿deseas rebelarte a ella? - ¿Qué otras perspectivas o puntos de vista podríamos considerar con respecto a esta situación o experiencia? - ¿Qué ventajas y desventajas promueven los distintos puntos de vista? - ¿Qué posibilidades se abren o cierran con cada uno de ellos? - ¿Qué se destaca o se nubla de tu perspectiva cuando la contrastamos con esta otra? - ¿Hay algo de lo que te comparto que no te gusta o te parece cuestionable? - ¿Hubieras preferido que mi perspectiva fuera distinta? - ¿Consideras que este punto de vista te estorba o entorpece tu posibilidad de mantenerte en la reflexión sobre tu experiencia? - ¿Te experimentas más cercano o más lejano a mí por el hecho de haberte compartido esto? - ¿Cómo cambia tu imagen y experiencia hacia mí, con lo que te comparto? - ¿Cómo te sientes en nuestra relación a partir de esta manera de conversar? - ¿Cómo llegas a esas conclusiones?
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- ¿Cómo te sientes de poner sobre la mesa otras posibilidades? ¿Te abruma? ¿Te sostiene? A MANERA DE CONCLUSIÓN PRELIMINAR:
Por supuesto que todas estas preguntas no necesariamente se realizan de manera abierta y explícita, como si se tratara de una especie de encuesta o interrogación detectivesca, aunque en algunas ocasiones puedan preguntarse directamente. Se trata más bien del tipo de cuestiones que la terapeuta tiene en mente y le sirven como guía para mantener el trabajo en la línea fenomenológica, existencial y hermenéutica que aquí comparto. El proceso del MTE no está “incompleto” por el simple hecho de que no alcance a abarcar los cuatro cuadrantes descritos. Existen procesos muy complejos y enriquecedores para los participantes, que nunca o rara vez pasan de los primeros dos cuadrantes. Esto no se considera una falla o como si algo hubiera faltado. Se trata más bien de explicitar las diversas posibilidades de interacción dentro del proceso terapéutico existencial. Vale la pena subrayar que es muy importante tomar en cuenta el momento del proceso para invitar al consultante a trabajar desde cualquiera de los dos cuadrantes inferiores (C y D), o en su defecto, aclarar al consultante nuestro estilo de trabajo antes de implementar el tipo de investigación característico de ellos. Muchas de las dificultades que encuentro en mi propia práctica profesional como terapeuta, o las que observo en las prácticas de otros colegas de quienes he sido formador o supervisor, están relacionadas con no haber pasado el tiempo suficiente en los cuadrantes A y B, y realizar intervenciones propias de los cuadrantes C o D sin haberse ganado el derecho para ello. O con que no se aclaró el estilo de trabajo al inicio del proceso. Incluso puede ocurrir que el consultante, o la relación terapéutica misma, lleven ya algún tiempo haciendo demandas relacionales para incluir trabajo desde los cuadrantes C y D –aun cuando el consultante no conozca nada de teoría sobre la terapia–. Por ejemplo, cuando el consultante ha realizado preguntas personales a la terapeuta sobre la vida de esta última, sobre su punto de vista de ciertas circunstancias, o incluso sobre su experiencia del proceso terapéutico. Cualquiera de estas
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Yaqui Andrés Martínez Robles posibilidades son interrogantes honestas, y no necesariamente producto del deseo de distraer el foco del trabajo. Cuando la terapeuta no se da la oportunidad de trabajar desde tal posibilidad y no responde a tales preguntas de sus consultantes, parece que es ella misma quien está asumiendo una actitud evasiva y no del todo honesta frente al proceso. Las situaciones anteriores muestran el desconcierto –u otro tipo de emociones incómodas– que muchos consultantes experimentan ante su terapeuta, por lo que es importante mantenerse atento a la temporalidad y a los diferentes momentos del proceso terapéutico. En el siguiente cuadro veremos una representación gráfica de las posibles direcciones que puede tomar el proceso del MTE. Cuadro 1 Cuadrante A Exploración Fenomenológico Existencial de la Narración de la Experiencia del Consultante. ¿Qué es lo que te pasa?, ¿cómo ocurre?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿con quién?
Cuadrante B Análisis Fenomenológico Hermenéutico de la Narración de la Experiencia del Consultante. ¿Cómo se construyó la situación? ¿Qué constituye la experiencia? ¿Con qué otros aspectos está relacionada?
Explorar
Analizar (+ Explorar)
Cuadrante C Exploración Fenomenológico Existencial de la Experiencia Compartida ¿Cómo se influye o cambia tu experiencia por estar compartiéndola conmigo? ¿Cómo es tu experiencia de estar juntos explorando y analizando? ¿Qué nos pasa al hablar de esto?
Cuadrante D Análisis Fenomenológico Existencial y Hermenéutico de la Experiencia Compartida ¿Qué nos ocurre al compartir, contrastar y confrontar tus construcciones (consultante) con las mías (terapeuta)? ¿Cómo cambian nuestras experiencias con todo este proceso?
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Sostener (+ Explorar + Analizar)
Explorar + Analizar + Sostener + Apropiar
El MTE comienza siempre a partir del cuadrante A. Desde este punto, se puede dar paso tanto al cuadrante B como al C. Para poder llegar al cuadrante D, es conveniente haber pasado algún tiempo en al menos dos de los cuadrantes anteriores (A y B, o A y C).
Aunque la investigación fenomenológico-hermenéutica que describo parece apuntar al análisis de la experiencia y significados del consultante, no se trata de una tarea fría e intelectual, sino de una labor profundamente íntima y emocional, holística, donde tanto terapeuta como consultante son tocados profundamente por la presencia y sentimientos del otro, y donde la posibilidad de sostener mutuamente el movimiento afectivo que se despliega es uno de los principales propósitos. Considerar el análisis como una acción exclusivamente “intelectual” o “racional”, refleja una perspectiva dualista de tipo cartesiano, que considera posible la separación entre razón y emoción o entre la mente y el cuerpo. Desde una postura fenomenológica tales divisiones no sólo son innecesarias, sino que resultan falsas y conducen a equívocos. Para este punto de vista, ninguna acción o actividad humana puede ser exclusivamente racional, ni exclusivamente emocional o corpórea. La experiencia humana siempre está cargada de estas tres dimensiones inseparables, con aspectos simbólicos, en un contexto social e histórico. Lo que ocurre es que solemos expresar nuestra experiencia de manera predominante con algún lenguaje exclusivo, ya sea el de las emociones, el de la razón, el metafórico, o el corporal; y estos en efecto, son formas expresivas distintas, con ritmos diferentes. El lenguaje racional tiene un ritmo mucho más veloz, y un vocabulario más rico –sobre todo en personas con altos niveles académicos–, mientras que el emocional requiere de un tiempo pausado. A su vez el corporal, suele necesitar de tiempos de silencio y largas pausas para expresarse, y el simbólico o metafórico utiliza representaciones y analogías ricas y cargadas culturalmente. En mi práctica profesional como formador de terapeutas existenciales y gestálticos, he observado como algunos terapeutas tienen dificultades cuando experimentan que sus consultantes “son demasiado racionales” o “hablan desde la cabeza”. Esta dificultad puede desaparecer si 199
Yaqui Andrés Martínez Robles consideramos que toda persona está siempre cargada de emociones, sólo que algunas expresan su experiencia a través del lenguaje de la razón. No corresponde al terapeuta imponer el tipo de lenguaje o expresión que su consultante debe tener, como si se atribuyera la autoridad de conocer cuál es el mejor lenguaje, o cómo se deberían de expresar las experiencias. En vez de ello, puede tratar de entender el lenguaje de su consultante, acercándose a su forma de vivenciar, vía su modalidad expresiva. Entonces quizá se percate de la riqueza emocional presente, más allá del lenguaje con el que se exprese. Resumiendo, todas las personas tienen disponibles (al menos) cuatro lenguajes básicos: A) FÍSICO-CORPORAL O DE LAS SENSO-PERCEPCIONES B) EMOCIONAL-SOCIAL O DE LOS SENTIMIENTOS C) RACIONAL-ÍNTIMO O DE LAS IDEAS D) SIMBÓLICO-METAFÓRICO O ESPIRITUAL Sin embargo, no siempre desarrollamos el vocabulario suficiente de cada uno de ellos; o en ocasiones nos sobre-especializamos en algún vocabulario por encima de los otros. Por ejemplo, podríamos sobre-utilizar el lenguaje Físico-Corporal, con términos como: dolor, flojera, energía, excitación, vibra, frío, temblor, intenso, etcétera; el Emocional-Social, cuyo vocabulario incluye: triste, alegre, enojado, miedo, asustado, contento, etcétera; el Racional-Íntimo, con palabras y expresiones como: interesante, curioso, extraño, comprendo, no entiendo, explícame, porqué…, etcétera; o el Simbólico-Metafórico, en el que la persona recurre a metáforas, al arte, o incluso a expresiones típicamente místico-religiosas, con un vocabulario como: misterio, milagro, asombro, alabanza, etcétera. Por lo que a este último lenguaje en ocasiones le denominaremos Espiritual.
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Esta división en cuatro lenguajes o dimensiones de la experiencia65 es una división principalmente didáctica, ya que en muchas ocasiones se presentan juntos y mezclados. Después de todo, cada experiencia se desenvuelve a través de estas formas de organización y expresión. Así mismo, seguramente es posible teorizar y proponer otros lenguajes o agregar algunos a esta lista de cuatro. Presentar únicamente cuatro facilita su explicación, pero no debemos tomar esta distribución como un “esquema final” que explica la experiencia humana. Estos lenguajes muestran la vía de acceso a la comprensión de las experiencias. Toda experiencia tiene siempre las cuatro dimensiones (y podríamos recordar aquí que se trata de aspectos relacionales, y no aislados o individualistas), lo que puede ser representado gráficamente por un cuadrado que gira constantemente, aunque en ocasiones se estanca presentando solo uno de sus lados. L. Físico-Corpóreo L. Emocional-Social
L. Racional-Íntimo L. Simbólico-Metafórico
Los terapeutas pueden desarrollar habilidades en los cuatro lenguajes, para tener una gama más amplia de vocabulario al intentar acercarse a la comprensión de la narración de la experiencia de sus consultantes, comenzando con la vía de acceso que estos señalen y, paulatinamente, ampliar el campo de exploración al incluir otro(s) de los lenguajes.66 En el 65
Estos cuatro lenguajes son una variación de la propuesta original de L. Biswanger (1973), retomada por varios terapeutas existenciales, quizá más notoriamente por Emmy van Deurzen (1995, 2010) quien incorporó la cuarta dimensión, el überwelt o dimensión espiritual. 66 Existen algunas herramientas para desarrollar algunos de estos lenguajes. El Focusing, por ejemplo, es un excelente entrenamiento para que los Terapeutas Existenciales aprendamos a explorar y permanecer con el Lenguaje Corporal. Su principal propulsor, Eugene Gendlin (1999) es un profundo pensador cuyas propuestas se encuentran muy
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Yaqui Andrés Martínez Robles Volumen 3 de la presente obra profundizaré en su descripción y uso dentro del MTE. Antes de terminar con este punto, me gustaría añadir que el trabajo fenomenológico que se realiza en los cuadrantes “A” y “C” lleva implícita una observación hermenéutica. Los terapeutas que practican con este modelo, reconocen que las experiencias que se comparten en terapia atraviesan por un proceso de significación que está disponible para ser explorado, y que toda descripción que se realiza es ya una interpretación. Del mismo modo, el trabajo hermenéutico que se realiza en los cuadrantes “B” y “D”, lleva implícito un trabajo fenomenológico existencial incluido, ya que para poder acercarse a la comprensión de las narrativas que se comparten en terapia, los terapeutas requerimos de un trabajo descriptivo y exploratorio desde la actitud fenomenológica del no-saber, como la describí anteriormente. Es importante recordar que todo modelo que presente etapas de un proceso humano, como lo es el proceso terapéutico, es tentativo, y se presenta principalmente con fines de enseñanza o de aproximación a una explicación. Uno de los problemas que pueden surgir es que nos transmita la idea de un proceso lineal que atraviesa siempre las mismas etapas, y necesariamente en el mismo orden, cuando no es el caso. Tanto el esquema de cuadrantes como el esquema que presentaré a continuación, son sólo propuestas didácticas para acercarnos a la comprensión de la propuesta fenomenológica existencial del MTE desde un punto de vista estructural, pero esta estructura consiste simplemente en mapas, no es el territorio. Ni siquiera puedo decir que se trata de representaciones precisas del mismo. Son más un esbozo que nos ayuda a seguir explorando el territorio. Como la gran mayoría de los mapas, tienen como propósito ayudarnos a reconocer el camino, mas no lo caminan por nosotros.
cercanas a la fenomenología existencial en la que se inspira la presente obra. Me siento muy agradecido con Greg Madison por su apoyo y orientación en este sentido.
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10. Etapas en la Construcción del Mundo-Terapéutico-Existencial El Mundo-Terapéutico-Existencial atraviesa por 4 etapas o fases, las cuales no son necesariamente secuenciales: a) Co-creación del MTE; b) Exploración del MTE Co-habitado; c) Paso del MTE al Mundo-MásAmplio y viceversa; d) Cierre del MTE. Este último punto se encuentra directamente inspirado en la propuesta de Ernesto Spinelli (2015). Sin embargo, lo describo aquí según mi propia adaptación, lo que implica varias modificaciones a la forma propuesta por el autor67. El modelo plantea una estructura temporal para el MTE. Esta temporalidad, sin embargo, no obedece a ninguna medida específica. La estructura entera podría transcurrir en una primera sesión, o poco a poco a lo largo de un MTE que dure varios años, o en un orden diferente al que describiré a continuación. También en momentos avanzados del proceso terapéutico, cuando podríamos esperar encontrarnos en una etapa avanzada, repentinamente podríamos necesitar regresar a las características de la primera etapa. Ya sea por un cambio de actitud de parte del terapeuta, por los aspectos logísticos del proceso terapéutico que se desarrollan de manera muy inestable (como la hora, día y lugar de los encuentros terapéuticos), o por la ocurrencia de una situación imprevista, como el duelo por un ser querido. Idealmente, esperaríamos haber realizado una muy buena etapa inicial (Co-creación del MTE) antes de movernos hacia etapas posteriores. Sin embargo, como mencionamos anteriormente, este movimiento podría ocurrir en los primeros 20 minutos del proceso y podría seguir un movimiento no-lineal entre las diferentes fases; también podría ocurrir que alguna de las etapas no se presentara, sin que esto señale alguna falla o deficiencia en el MTE. Estas diferentes etapas se caracterizan por diversos cambios en el énfasis de la actividad terapéutica: 67
Si el lector desea conocer la propuesta original como la realiza Ernesto Spinelli para entender el proceso terapéutico, le recomiendo la lectura del texto Practising Existential Therapy (2015).
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Yaqui Andrés Martínez Robles 1) Inicialmente, el énfasis de la atención en la conversación terapéutica se encuentra centrado sobre la perspectiva del cliente sobre sí mismo, sobre su vida, sus relaciones con otros y con el mundo, y acerca de la relación terapéutica misma. En otras palabras, se intenta profundizar en la descripción y clarificación de la experiencia del consultante. Para Ernesto Spinelli, en esta etapa el terapeuta actúa como un ingenuo o tonto (Spinelli, 2015) porque parte de la actitud fenomenológica del no-saber, y realiza preguntas que podrían parecer “bobas”, para promover la descripción y clarificación de cada una de las experiencias que narra el consultante. Por ejemplo, si el paciente menciona algo como: –“Me he sentido triste esta semana”; su terapeuta podría preguntarle: – ¿Cómo es sentirse ‘triste’? – ¿A qué te refieres con ‘sentido’? – ¿Es algo que te dices? – ¿O algo que experimentas en tu cuerpo? – ¿O se trata de algo que piensas? – ¿Cómo sabes que estás triste y no de otra manera? – ¿A qué te refieres por esta semana? – Etcétera. 2) A continuación se comienza a investigar la experiencia del consultante de encontrarse en el MTE, se profundiza en la descripción de su perspectiva de la relación terapéutica y su forma de ser y estar presente mientras narra sus experiencias. Paulatinamente es posible incorporar la perspectiva del terapeuta sobre el MTE, la relación terapéutica y sobre su consultante. Se pone especial atención a la experiencia que se va construyendo, por el hecho de estar analizando la existencia juntos (terapeuta y paciente). En estos momentos, la “regla básica” de reconocer cómo se van influenciando mutuamente en su forma de estar y ser juntos, cobra una importancia fundamental (ver Volumen 1 y 3 de la presente obra para mayor claridad sobre este concepto). Para Spinelli (2015), en esta etapa el terapeuta juega el papel de un “bufón”, personaje de las cortes reales que existieron en la Edad Media y principios del Renacimiento, que tenía el derecho exclusivo de cuestionar la actuación y decisiones del rey haciendo bromas y chistes con respecto a ellas. Cualquier otra persona que se atreviera a realizar esto se exponía a 204
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que le fuera arrancada la cabeza, pero el bufón estaba exento de dicho riesgo. Este rol se observa cuando el terapeuta, ante la misma expresión de: “Me he sentido triste esta semana”, realiza expresiones cuestionadoras o que vayan más allá de lo que su paciente le expresa, por ejemplo: – Parece que llevas triste muchos de años – ¿Cómo repercute tu tristeza en tu trabajo? – ¿Y en tu vida familiar? – ¿Qué haces para mantenerte triste? – ¿Cómo yo (o nuestra relación), contribuyó a tu tristeza? – ¿Cómo nuestros encuentros colaboran con que disminuya, aumente o se transforme? – Entre otras. Adicionalmente, el terapeuta funciona como un compañero del proceso de co-investigación existencial-fenomenológica, ya que se presta para analizar los diversos aspectos que se despliegan en la relación terapéutica. 3) Poco a poco se van incorporando, a la exploración y el análisis, la perspectiva del terapeuta y las de otras personas con quienes el paciente se relaciona o que son parte de su contexto, de su mundo más amplio. Dichas perspectivas se exploran y contrastan con la narración de la experiencia del consultante; lo que requiere añadir el análisis de la experiencia de similitud y diferencia con respecto a las demás perspectivas. En esta etapa es posible invitar a otras personas a ser parte del proceso del MTE. Pueden ser otros terapeutas o estudiantes de terapia, o personas conocidas por el paciente, que asisten como invitados a una o más sesiones, para compartir con el paciente y su terapeuta el análisis y la clarificación de distintas experiencias, en algo que denominamos: “equipo reflexivo”.68 El rol del terapeuta se caracteriza principalmente por “tejer y
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Tomo esta nomenclatura de la “terapia narrativa” donde, para el análisis de la perspectiva del consultante, los terapeutas pueden invitar a otras personas a presentar su propia perspectiva de lo que está ocurriendo, de las narraciones que se comparten, o del diálogo terapéutico. Revisaré más a fondo esta metodología en el Volumen 3 de esta misma obra.
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Yaqui Andrés Martínez Robles contrastar historias”, al promover la ampliación de perspectivas con respecto a la existencia de su paciente. 4) Al acercarnos al final del proceso y la relación terapéutica, el cierre del MTE se puede culminar al integrar el trabajo realizado a lo largo de las diferentes etapas y perspectivas desplegadas, así como al reconocer los cambios que ocurrieron en las mismas (aun si los cambios se refieren a la transformación, consolidación o afirmación de algún de punto de vista). En esta última etapa el énfasis se coloca sobre la evaluación de aquellos aspectos positivos (o no) del proceso terapéutico compartido, se clarifican las áreas sobre las que se continuará reflexionando. Por último, se busca la elaboración conjunta de la despedida; de la conclusión de una relación que, muy probablemente, incluyó momentos intensos, íntimos, y de profundidad emocional. Esto convierte a la relación terapéutica en una de las relaciones más importantes en la vida de muchos pacientes, y sin duda también de sus terapeutas. El terapeuta en esta etapa actúa cada vez más como una persona que forma parte del mundo-más-amplio de su consultante. Esta etapa suele durar de una a seis sesiones. A continuación, me detendré un poco en la explicación de cada una de estas etapas, para profundizar en su importancia y potencia. A) CO-CREACIÓN DEL MUNDO-TERAPÉUTICO-EXISTENCIAL La co-creación del Mundo-Terapéutico comienza, por parte del consultante, desde su disposición, fantasía, o deseo para asistir a terapia. De parte del terapeuta, desde su decisión de formarse y entrenarse para realizar dicha labor. También podemos decir que inicia desde las influencias que ambos hayan recibido y continúen recibiendo de parte de personas o situaciones, presentes o pasadas, con las cuales hayan tenido contacto. Así también desde las lecturas, cursos, o cualquier otro tipo de influencia ideológica y/o emocional; o incluso desde la experiencia del terapeuta como paciente o consultante ya que, de haber pasado él o ella misma por la experiencia de asistir a terapia –como es esperable–, seguramente las características de quien fuera su terapeuta le representarán algún tipo de influjo, por mínimo que sea. Incluso si es apenas para saber qué no hacer o qué no decir en el proceso terapéutico. 206
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Algunas de las situaciones que influyen previamente para la coconstrucción del MTE incluyen, por ejemplo: la forma cómo el consultante es referido, ya que no se generan las mismas expectativas si la referencia proviene de un amigo cercano o de alguien a quien el consultante admira, que si es referido por alguna institución con una exigencia condicionante para permitir su permanencia en el trabajo o en sus estudios. Si el consultante es referido con frases del tipo: “es un terapeuta maravilloso”, la expectativa será distinta a si encontró los datos a través de algún buscador electrónico como Google o si asistió con dicho terapeuta porque “cobra barato”. De la misma forma, la primera llamada telefónica influye en el tipo de relación que se empieza a construir entre ambos. En el mismo sentido, también interviene el camino que recorren para llegar a la cita: no es igual cruzar la ciudad en su propio automóvil, con aire acondicionado, escuchando su música favorita; a llegar vía el apretujado transporte público en una hora pico, sufriendo de empujones y de aromas desagradables; o llegar después de una placentera caminata por áreas hermosas llenas de naturaleza. Igualmente, el arreglo del espacio físico donde se realizará el encuentro y la conversación. Incluso el arreglo personal de cada uno de los involucrados. Todo lo anterior pone bases que facilitan o dificultan la coconstrucción de la atmósfera necesaria para el Mundo-Terapéutico. Por ello cualquiera de estos aspectos podría constituir parte de las temáticas por revisar durante los primeros encuentros o incluso más adelante. Este proceso de co-creación no termina mientras la terapia continúe. No puede darse nunca por hecho o concluido, y no hay nada que garantice su permanencia. Aun cuando haya avances en su construcción, cada nueva sesión o situación requiere que dicho proceso se despliegue. Podría ocurrir que una relación terapéutica construya un buen grado o nivel de MTE en los primeros 20 minutos de la primera sesión, mientras que otra no lo consiga aún después de varios años de proceso. Como mencioné anteriormente, esto no representa un signo de falla o fracaso, puesto que la simple intención y constancia en el proceso conjunto de ir creando una relación honesta y auténtica, explorando y analizando las
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Yaqui Andrés Martínez Robles diferentes narraciones del consultante, puede beneficiar enormemente a los participantes. Del mismo modo, una relación que haya conseguido construir un buen nivel de Mundo-Terapéutico, no lo tiene garantizado para un instante posterior. Al igual que en las buenas relaciones de pareja, pasar buenos momentos llenos de intimidad y goce durante algún tiempo no garantiza que dichas condiciones perduren. La relación entre el consultante y su terapeuta puede cambiar radicalmente por múltiples razones en cualquier momento. Las relaciones humanas están llenas de complejidad y misterio, por lo que la relación terapéutica es un terreno amplio en el que merece la pena seguir reflexionando. Al inicio y a lo largo de esta etapa, los terapeutas tienen como principal foco de interés co-construir la atmosfera necesaria para el MTE. Para ello, mantienen su conciencia atenta sobre lo que promueve (o lo que impide) que la conversación que mantienen con sus consultantes pueda ser comprendida como una conversación poderosa, una conversación terapéutica existencial –en los marcos de la Orientación Exploratoria, Fenomenológica y Hermenéutica que he descrito anteriormente–. La principal tarea que tanto consultante como terapeuta realizan para esta primera etapa, consiste fundamentalmente en la descripción y clarificación fenomenológica de la narrativa del consultante y de sus experiencias. El terapeuta invita y enseña a su consultante a profundizar en la descripción de su ser-en-el-mundo. Comienza conectándose con el lenguaje de su paciente (Físico-Corpóreo, Emocional-Social, RacionalÍntimo, o Simbólico-Metafórico) que mencioné anteriormente, y que profundizaré en el Volumen 3, y paso a paso lo invitará a incluir más de estos lenguajes para alcanzar una mayor amplitud expresiva y exploratoria sobre su narración. Ya que la principal tarea de esta etapa consiste en la descripción fenomenológica de la experiencia del consultante –método principal que se aplica durante el proceso entero del MTE–, esta etapa nunca termina de realizarse o co-crearse. Las siguientes etapas se suman a esta de la misma manera que en una escalera, donde cada nuevo escalón se apoya en sus precedentes. Por eso se trata de la etapa en la que necesitamos poner mayor atención. 208
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Como mencioné antes, no termina hasta que los participantes dan por terminado el proceso terapéutico69. Si el MTE no avanzara más allá de esta etapa, de cualquier forma, podría representar algo muy valioso para los involucrados, ya que pasar algún tiempo describiendo, reflexionando y analizando las experiencias del consultante en un ambiente que promueve el diálogo honesto, puede resultar en sí mismo transformador. “Hablar de algo de forma involucrada, y más si se hace con alguien que se encuentra abierto a escuchar y a dejarse impactar por la conversación, cambia a los participantes de la misma.” (Spinelli, noviembre 2013; en comunicación personal). Una tarea paralela que conviene realizar en los primeros dos a cinco encuentros, es la clarificación del “encuadre terapéutico”. En este se establece, además de los criterios logísticos necesarios para que las sesiones se lleven a cabo, una descripción del tipo de proceso terapéutico que se inicia. Se aclara al consultante que la tarea principal del terapeuta no consiste en buscar, reparar, sanar, o modificar su forma de ser y vivir (Orientación Clínica); ni tampoco en promover formas de existir que puedan ser consideradas “más adecuadas” (Orientación Educativa). En mi práctica como formador y supervisor de terapeutas existenciales, me he percatado de que algunas de las principales dificultades que experimentamos los terapeutas, tienen que ver con situaciones que no quedaron del todo claras durante el encuadre del proceso terapéutico, ya
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En algunas ocasiones podríamos considerar que la construcción del MundoTerapéutico-Existencial no concluye ni siquiera con la finalización del proceso terapéutico. Esto puede deberse a que algunos consultantes –así como sus terapeutas– desean mantener la posibilidad abierta de regresar a proceso terapéutico juntos en algún momento futuro. Algunos terapeutas, principalmente aquellos formados dentro de la tradición psicoanalítica, aunque no exclusivamente, consideran que la relación terapéutica no termina mientras los involucrados tengan vida. Es por ello que evitan relacionarse después de cualquier otra manera. No establecen relaciones de amistad, ni de ningún otro tipo con “ex-pacientes”. Aunque yo mismo he experimentado en varias ocasiones una cierta dificultad para construir un Mundo-Amistoso con algunas personas con quienes previamente habíamos construido (o intentado construir) un Mundo-Terapéutico, éste no ha sido siempre el caso. En lo personal, puedo contarme entre los afortunados que tienen el honor de mantener relaciones amistosas con algunos de sus ex-pacientes.
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Yaqui Andrés Martínez Robles que las expectativas del paciente pueden no encajar del todo con lo que el terapeuta puede ofrecerle. Por tanto, un buen encuadre contempla también la descripción de que nuestro trabajo se centra en la descripción y clarificación de la narración de la experiencia del consultante (Orientación Exploratoria-Comprensiva). Parte de esta clarificación requiere que le comuniquemos al paciente que, en algunos casos, podríamos llamar la atención sobre la relación terapéutica misma, como apoyo para profundizar en el análisis de su experiencia. Personalmente me gusta dar el siguiente ejemplo: – Si en algún momento me estás hablando, por ejemplo, de que te resulta difícil confiar en las personas, posiblemente te preguntaría si confías en mí. No tanto porque sea o no importante que confíes en mí, sino porque podemos explorar, de manera inmediata y directa, la situación de la que me estás hablando. Este ejemplo me ayuda a que, cuando me parece que es buen momento para hacer alguna intervención propia de la segunda etapa del MTE, pueda realizarla sin que mi consultante se sienta confundido por el tipo de comentario que le realizo. Si en alguna etapa avanzada del proceso terapéutico el paciente se siente confundido por una pregunta o expresión del terapeuta en este estilo de trabajo, siempre es posible retomar el encuadre, para recordarle que este tipo de intervenciones tienen como principal objetivo profundizar en la exploración de su perspectiva. Sin embargo, si la confusión se mantiene, es una señal de que la relación terapéutica requiere de un mayor tiempo en la etapa 1. B) EXPLORACIÓN DEL MUNDO-TERAPÉUTICO-EXISTENCIAL CO-HABITADO Esta nueva etapa se caracteriza por la apertura y disposición, por parte de los participantes del proceso terapéutico, para explorar las experiencias que surgen de su forma específica de inter-relacionarse, así como para poner atención a la forma como la relación terapéutica influye o está presente en las temáticas que el consultante comparte. A la descripción y clarificación de la primera etapa, se le suma una especial atención a lo que facilita u obstaculiza la profundización en la vinculación entre consultante y terapeuta, y a la forma específica como coconstruyen y co-habitan el MTE. Se analizan las diferentes maneras en que colaboran para construir intimidad y diálogo profundo, se observa el 210
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desarrollo de la espontaneidad, o de la experiencia de conversaciones poderosas y estéticas. Adicionalmente, en esta etapa es posible contrastar las perspectivas de los participantes del MTE, que pueden ser similares, parcial o drásticamente distintas, o incluso opuestas. El terapeuta se muestra de forma más explícita como el otro. Me parece importante subrayar que, desde el estilo de Terapia Existencial que aquí propongo, la exploración y análisis de la forma como consultante y terapeuta experimentan su vinculación es parte fundamental del MTE (principalmente a partir de la segunda etapa). Sin embargo, no debemos olvidar que el principal objetivo del MTE está centrado sobre la experiencia del paciente. La exploración de la relación terapéutica y la posible inclusión de la perspectiva del terapeuta, son herramientas para profundizar en ella, y no una clarificación que se realiza por fines propios. En este sentido, el terapeuta se muestra más abiertamente como ese otro que en ocasiones apoya y en otras confronta. En ciertas ocasiones se asemeja a los otros con quienes su consultante se relaciona cotidianamente, mientras que, en otros momentos, es la excepción a la regla. Si la primera etapa provee los medios para que el cliente “escuche su propia voz más adecuada y verdaderamente”, ahora, en la segunda etapa, el cliente es retado “a continuar escuchando esa voz, mientras se entrelaza con la voz del otro que es el terapeuta”. (Spinelli, 2015, p. 166).
Si partimos de una perspectiva que concibe a la persona como un ente que no está encapsulado, sino que es constituido por una red de relaciones en constante movimiento y co-construcción, entonces una parte fundamental de la exploración –que busca un mayor acercamiento a la comprensión de su ir-siendo-en-el-mundo– incluye necesariamente la exploración de las relaciones interpersonales en general y de la relación terapéutica en particular. La primera tarea para esta etapa consiste en poner atención en la relación terapéutica misma, en los aspectos inter-subjetivos de ella, así como en la experiencia que cada uno de los involucrados produce en el otro y en la narrativa que se comparte. A través de esta tarea, el consultante 211
Yaqui Andrés Martínez Robles puede ganar mucha comprensión de su forma de ser-en-el-mundo como ser inter-relacional. Después de todo, el terapeuta funciona como un representante del mundo para el consultante. Ya sea uno que coincide en algunas respuestas con su Mundo-Más-Amplio o la excepción a la regla con respecto a lo que otras personas con quienes se vincula suelen responder. La tarea del terapeuta descansa sobre la aplicación de una fenomenología propiamente existencial, que observa constantemente sus propias reacciones, generalizaciones, totalizaciones y, sobre todo, su propia transferencia de significados. Esto implica poner atención en la inevitable influencia que su propia persona ejerce sobre su manera de entender al otro; lo que significa que no puede conocer completa y realmente al otro y a su historia ya que, al igual que toda perspectiva, la suya también es parcial. Su parcialidad le invita a asumir una actitud humilde, que reconoce la incertidumbre y la incapacidad para conocer completamente la realidad.70 Esta es una tarea que el terapeuta existencial realiza desde el inicio del proceso terapéutico, en los primeros momentos de la sesión inicial, pero lo hace de manera implícita, sin verbalizarla o compartirla con su consultante. En algunos casos los terapeutas pueden echar mano de esta estrategia y hacer, de manera explícita y en voz alta, las preguntas y cuestionamientos que se están haciendo a sí mismos con respecto a la experiencia y persona de su consultante, por ejemplo: – Me pregunto si lo que estás experimentando se parece a sentirte impotente o avergonzado (yo me he sentido así en circunstancias parecidas)… y si esa experiencia se está repitiendo aquí mismo, conmigo, cuando intentas explicarme lo que viviste. Sin embargo, la explicitación de esta tarea terapéutica sólo debe realizarse para continuar con la Co-creación del MTE. No se trata de una intervención arbitraria o por el gusto del terapeuta. En palabras de Spinelli (2015), el terapeuta debe ganarse el derecho de intervenir a este nivel, después de haber pasado el tiempo suficiente en la primera etapa del MTE. 70
Para profundizar en la fenomenología existencial, ver capítulos dos y tres del Volumen 1 de esta misma obra, o el capítulo cinco del libro “Filosofía Existencial para Terapeutas, y uno que otro curioso” de mi autoría.
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En esta segunda etapa, el terapeuta está presente de manera más activa en la relación terapéutica, ya sea que comparta su propia experiencia del proceso o de la relación terapéutica, que exponga su propia perspectiva sobre la situación que su consultante le comparte, o que comparta las preguntas relacionales que se esté realizando, como, por ejemplo: – ¿Qué de nuestra relación facilita que nos acerquemos emocionalmente y empáticamente uno del otro? ¿Qué lo dificulta? – ¿Qué hace que colaboremos? ¿Qué lo impide? – ¿Hay algo en nuestra relación que se asemeje a la situación o experiencia que me estás narrando? – ¿Qué de nuestra relación influye en la manera como estás experimentando esa situación en estos momentos, mientras me la narras? – ¿Qué aspectos o situaciones de nuestra conversación promueven que nos encontremos llenos de energía? ¿Qué nos des-energetiza? – ¿Qué de nuestra relación, de mi persona, o del momento presente, facilita o dificulta que me compartas esa narración precisamente ahora? – ¿Qué promueve que me la narres justamente de esa manera? Y otras preguntas semejantes. La exploración del MTE consiste en una descripción explícita de la situación en la que se encuentra la relación terapéutica, la Co-habitación del MTE, destacando lo que promueve o dificulta la cercanía emocional de los involucrados. Aunque no existe ningún lineamiento claro o específico que nos ayude a reconocer que nos hemos ganado el derecho de compartir nuestra propia perspectiva y nuestras dudas, tanto con respecto a la relación terapéutica, como a las narrativas del consultante, sí contamos con algunas señales o tips que nos sugieren que podemos empezar a incluirla. Entre ellos encontramos: • Aparición de juegos humorísticos entre terapeuta y consultante, incluyendo la capacidad de ambos de reírse de sí mismos durante la sesión. • Experiencia de equilibrio entre intimidad y espontaneidad en la relación terapéutica.
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Mantenimiento durante cierto tiempo, de forma más o menos estable, de los lineamientos logísticos acordados para el desarrollo de la relación. El consultante muestra interés de manera honesta en la persona del terapeuta y sus experiencias, no como una forma de evadir la atención en su propio proceso (el del consultante) o como si tratara de evitar que el foco de la conversación se centrara sobre sus propios asuntos. Mayor disponibilidad por parte del consultante para aceptar observaciones que pueden ser definidas como “confrontadoras”71 o retadoras por parte del terapeuta. Amplia disponibilidad del consultante para distinguirse de la persona del terapeuta, mostrándose abiertamente en desacuerdo con él, o incluso confrontándole. Es posible que realice algún comentario que demuestre su disposición a no tomar todo lo que su terapeuta le diga como una especie de ley o de “sabiduría”. El consultante muestra más confianza en su terapeuta, comparte temas de mayor intimidad, y está dispuesto a describirlos, explorarlos y analizarlos con un amplio grado de profundidad,
En el presente texto uso la palabra confrontación y sus derivados, para referirme a aquellos intercambios con el otro que pueden resultar incómodos por que señalan aspectos ensombrecidos o negados, fallas, puntos ciegos, o situaciones y experiencias que podrían generar vergüenza en quien es confrontado. Cabe señalar que en ningún momento me refiero a intervenciones sádicas, cuyo propósito sea ridiculizar al otro o señalarlo desde una posición de jerarquía y poder superior. Más bien se trata de momentos en la conversación en los que, con la mayor humildad posible, el terapeuta (y a veces el consultante) comenta al consultante (o al terapeuta) algún aspecto sobre el cual el otro no experimenta orgullo, sino por lo contrario, son aspectos hacia los cuales solemos experimentar un deseo de que no existieran o al menos no resultaran evidentes. Tampoco me refiero al señalamiento de algún aspecto “incongruente”. La observación y consecuente señalización de las “incongruencias” requiere del establecimiento y fidelidad a una cierta lógica, que generalmente posee el terapeuta, y que, de formas sutiles -o no tanto-, intenta imponer en su paciente. Es generalmente el terapeuta quien reconoce y señala la incongruencia, como si fuera un poseedor de la verdad, y señala las desviaciones de la misma que muestra su consultante. Esta forma de trabajo, que es perfectamente válida desde otros modelos de terapia, resulta inconsistente con el planteamiento fenomenológico-existencial que intento promover en la presente obra.
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sosteniendo las emociones –aun si son incómodas– que se despiertan como resultado de dicho proceso. El consultante hace exploración y análisis fenomenológicoexistencial por sí mismo. En otras palabras, llega a sesión a compartir algunas de las reflexiones que realizó previamente, haciendo uso de un autoanálisis fenomenológico de su propia experiencia: focalizando su experiencia corpórea, sus emociones, fantasías, creencias, recuerdos e ideas concomitantes, así como describiendo sus comportamientos y hábitos asociados. La narrativa del consultante incluye cada vez más a la persona del terapeuta con comentarios como: no te va a gustar lo que te voy a platicar…, te va a dar risa lo que me pasó… o quizá te molestes conmigo por lo que voy a decirte… etcétera. El consultante solicita abierta y honestamente la opinión o punto de vista del terapeuta con respecto a algún asunto de su interés. La narrativa del consultante se dirige hacia un tema que tiene que ver con su relación con el terapeuta, ya sea agradable o desagradable. Ejemplo: quisiera que habláramos de que últimamente siento que no me pones suficiente atención, o ¿te estoy aburriendo?, etcétera. El consultante comienza a asumir mayores riesgos relacionales en su vida, lo que lo conduce a establecer relaciones más honestas y emocionalmente cercanas.
Por supuesto que ninguna de estas características por sí sola puede garantizar que es buen momento para trabajar desde la segunda etapa del MTE. Es importante recordar que una golondrina no hace verano; se trata apenas de ciertos rasgos que facilitan el reconocimiento de que es buen momento para adentrarse, un poco más, en la exploración de los aspectos intersubjetivos de la relación terapéutica. Así mismo, podemos mencionar algunas advertencias que previenen de incluir tareas propias de la segunda etapa en una relación que quizá aún no está lista para ello. • Que las condiciones logísticas se experimenten o se hayan experimentado con inestabilidad, como cuando alguno de los involucrados ha estado llegando tarde o ha cancelado alguna o varias de las reuniones. 215
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Que el consultante muestre cualquier conducta o actitud que sugiera que no posee la suficiente confianza en el terapeuta o en la situación terapéutica en sí. La intuición de que hay algo importante de lo cual el consultante no se atreve a hablar aún. El consultante da muestras de que recibe nuestros comentarios o reflexiones con demasiado peso, como si se tratara de “la verdad absoluta”, o como imposiciones o críticas a sus experiencias o comportamientos, tanto en su vida en general como en las sesiones terapéuticas. La ausencia sistemática de las características descritas en la lista anterior como indicadores de un nivel suficiente de construcción del MTE.
Una tarea que facilita y promueve esta etapa, consiste en que el terapeuta encuentre la manera de transmitirle a su consultante que tiene derecho a no estar de acuerdo con las opiniones y puntos de vista del primero (terapeuta). Recordarle que podría sentirse literalmente en oposición a los planteamientos propuestos, y que puede (incluso se le anima a ello) expresar abiertamente su inconformidad. En otras palabras, esta tarea consiste en brindar apoyo para la expresión de las diferencias y desacuerdos entre los participantes del MTE. Retomaré y ampliaré este tema en el Volumen 3 de esta misma obra. C) PASO DEL MTE AL MUNDO-MÁS-AMPLIO (Y VICEVERSA) Es conveniente recordar que los consultantes (al igual que los terapeutas) experimentan cotidianamente un diverso número de “mundos”. De hecho, es muy posible que la confusión, desespero, angustia, dolor, o alguna otra experiencia afectiva incómoda en alguno o varios de esos mundos, fue lo que los condujo originalmente a buscar acompañamiento terapéutico. El conjunto de estos mundos es equivalente a lo que Spinelli (2015) denomina: Mundo-Más-Amplio. He optado por mantener su nomenclatura para evitar mayores confusiones. Esta tercera etapa consiste en la vinculación entre lo que se experimenta al interior del MTE y las experiencias del mundo más allá del consultorio.
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Al igual que con la segunda etapa, esta no hace a un lado o suplanta las anteriores, sino que se añade a ellas. Del mismo modo puede presentarse desde las primeras sesiones. En esta etapa, la tarea que se añade al MTE consiste en promover la conciencia de la red relacional del consultante, de los diferentes “mundos” en los que se involucra cotidianamente, y de los múltiples y diversos discursos72 presentes en la narración de los eventos y circunstancias propias de todo lo anterior. Para ello, el terapeuta debe haberse ganado el derecho de intervenir con preguntas sobre la situación relacional de su consultante, no solamente sobre su medio inmediato, sino incluso sobre las diferentes redes relacionales que se despliegan en sus mundos. Es posible explorar las relaciones del consultante con otros, y también las de estos últimos con otros más que podrían estar o no incluidos en el primer nivel de su narrativa. Por ejemplo, ante un consultante que se encuentra en proceso de divorcio, podríamos explorar cómo se modifica y reconstruye su red relacional a partir de una decisión como la de romper un lazo matrimonial. Con respecto a sus hipotéticos hijos, sería interesante explorar: – ¿Cómo podrían afectarse sus hijos ante esta situación? – ¿Cómo podría cambiar la relación de sus hijos con él o ella a partir de esta decisión? – ¿Cómo podría cambiar la relación de sus hijos entre ellos mismos? – ¿Cómo podrían cambiar las relaciones de los hijos con sus padres, con sus ex suegros, ex cuñados, primos?, etcétera.
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Aquí utilizo el término discurso para referirme a las diferentes tendencias o líneas argumentativas y/o históricas que fundamentan –y muchas veces compiten en– los procesos para la construcción de significados en las experiencias: cada experiencia para cobrar sentido, debe adoptar un significado coherente que corresponda con las experiencias del sujeto que la experimenta. Por ejemplo, debe tomar datos de su experiencia fisiológica, de su historia personal y colectiva, de su lenguaje y cultura, de sus proyectos, aspiraciones y valores, etcétera. Cada una de estas “fuentes de información para la construcción de significados” aporta diferentes “líneas” argumentativas que se organizan coherentemente para dar un significado a la experiencia. Cuando tales líneas argumentativas o discursos no alcanzan a construir un sentido coherente, la persona experimenta confusión, angustia, u otro tipo de emociones desagradables.
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Yaqui Andrés Martínez Robles Es muy importante advertir que esta labor debe realizarse desde un punto de vista no–moral; desde una perspectiva que no considere ciertas conductas o respuestas como buenas y deseables, en contraposición a otras que serían reprobables o “negativas”. No se realiza con la intención de convencer al consultante de que cambie o afirme su decisión, ni con la intención de modificarla por algún precepto moralista de parte del terapeuta o de alguna otra persona. Esta es quizá la situación más importante y difícil de alcanzar. Como mencioné anteriormente, en un modelo terapéutico que se apoya en la fenomenología-existencial, es muy importante no asumir posiciones morales que impliquen que el terapeuta asume que “sabe” lo qué es mejor o más conveniente para su consultante. Al mismo tiempo, dicha base teórica y epistemológica aporta una cosmovisión que nos invita a concebir a la persona como una situación relacional, y no como suele pensarse en la típica cosmovisión de la psicología occidental desde Descartes: como un ente relativamente aislado del mundo o encapsulado en sus experiencias. Por ello, concebir a la persona desde un punto de vista relacional implica que, si deseamos acercarnos, aunque sea un poco a la comprensión de la persona, requerimos pensarla inmersa en su red relacional. Contemplar que las relaciones entre los miembros de dicha red, de seguro lo afectarán e influirán en algún sentido, en la misma medida que el consultante los afecta a ellos. Después de todo, somos nuestras relaciones, nos coconstruimos y co-constituimos a niveles intersubjetivos. Evidentemente, no basta con que el terapeuta se experimente a sí mismo en una posición no moral con respecto a su consultante. Es necesario que este último lo experimente de esa manera. Así, ubicamos esta interacción en el proceso terapéutico dentro de una tercera etapa, posterior a la Cocreación del MTE y a la Exploración del mismo. Todos los involucrados en el proceso requieren experimentar una relación lo suficientemente cercana y de apoyo como para poder explorar el Mundo-Más-Amplio sin transmitir una experiencia moralizante o aleccionadora. El Mundo-Más-Amplio suele ocupar el principal interés de los consultantes, su reflexión y análisis requiere de al menos la intención de comprender las experiencias del paciente por parte del terapeuta. Cualquier opinión que el terapeuta tenga sobre la cosmovisión o experiencias de su consultante, debe (como dije anteriormente) ganarse el 218
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derecho de compartirla. Y para ello debe haber atravesado las dos etapas anteriores. De este modo, evita caer en un enfoque directivo que busca orientar a los consultantes hacia formas “adecuadas” de funcionamiento o hacia estilos de vida considerados “mejores”, pensados con antelación. Durante esta tercera etapa, el trabajo fenomenológico se torna importantemente hermenéutico. Una de las tareas del terapeuta, consiste en la exploración de los significados que el consultante aporta a sus experiencias, así como del proceso mismo de significación e interpretación de las mismas. Como señalé antes, en esta etapa los participantes del MTE pueden invitar eventualmente a otras personas a compartir y contrastar sus propios significados, para crear un “equipo reflexivo” que indaga sobre las distintas formas posibles de significación de un mismo evento. Puede tratarse de otros terapeutas, de estudiantes en formación para terapeutas, o de alguien que forma parte del Mundo-Más-Amplio del paciente. Evidentemente, la inclusión de otra persona en la conversación terapéutica se realiza bajo cierta planeación y no de improviso; con plena aceptación y acuerdo por parte del paciente y su terapeuta. Estas personas pueden compartir su perspectiva sobre alguna situación narrada en el contexto terapéutico o sobre lo que observan de la relación terapéutica que se desenvuelve. Posteriormente, terapeuta y paciente analizarán los resultados de esta reunión de “equipo reflexivo” y determinarán si desean hacerlo de nuevo, y cuándo. Así mismo, la terapeuta podría ofrecer su propia perspectiva, a manera de representante del Mundo-Más-Amplio. Recordemos que esta posibilidad se fundamenta en que, para ese momento, la relación se encuentra ya establecida bajo los lineamientos descritos en las primeras dos etapas. Básicamente, se espera que para entrar en esta tercera etapa, el consultante sienta la suficiente seguridad y confianza como para no tomar los significados de los invitados o de la terapeuta como “LA VERDAD”, ni como una recomendación a seguir, sino como meramente como una alternativa diferente que pone de manifiesto la posibilidad de construir distintos significados e interpretaciones para una misma experiencia. La terapeuta se ha ganado el derecho de compartir sus significados e interpretaciones a través de un espacio abierto para que, durante el análisis
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Yaqui Andrés Martínez Robles de las experiencias del consultante, este último le reporte sus errores y fallas en sus intentos de comprenderlo o, simplemente, sus desacuerdos con las ideas que la terapeuta expresa. Recuerdo la definición que un colega, psicoanalista Lacaniano, daba del proceso de análisis: “el análisis consiste en los errores del analista en sus interpretaciones, y sus intentos de corregir dichos errores”.73 Esta idea concuerda con una de las definiciones que más me gustan de filosofía: “La filosofía consiste en la disciplina de buscar la verdad… y jamás encontrarla”. Existe un poema de Samuel Beckett (ya incluido en el Volumen 1) cuya idea no sólo resuena completamente con lo dicho anteriormente, sino que me parece un buen mantra que nos recuerda a los terapeutas la potencia y alcance de nuestra profesión, mientras nos libera de auto exigencias que no hacen más que generar experiencias de frustración: Siempre intentando Siempre fallando No importa. Intentando de nuevo Fallando de nuevo Fallando mejor. Samuel Beckett74
Durante esta etapa, consultante y terapeuta (y en ocasiones otros invitados) dialogan sobre las diferentes interpretaciones que pueden darse a las experiencias vividas por el primero, con base en lo experimentado en el proceso terapéutico en conjunto. Cabe señalar que, aunque las palabras significados, e interpretación, suelen remitir a procesos de tipo principalmente racional, para la mirada fenomenológico-existencial esto 73
Me refiero a mi colega y amigo Carlos Aranda, a quien ya mencioné en un pie de página anterior. 74 Se trata de mi propia y particular traducción del poema. Presento aquí el original en inglés: Ever tried, Ever failed, No matter Try again, Fail again, Fail better El texto apareció en “Rumbo a Peor” publicado en 1983, seis años antes de la muerte de Samuel Beckett.
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nunca es el caso. Por construcción de significados e interpretación, me refiero a procesos integrales que incluyen la experiencia corpórea, tanto a nivel de sensaciones sentidas como de motricidad, experiencias emocionales y afectivas, situaciones del contexto histórico y sociocultural, aportaciones de significado que brinda el lenguaje, influencias de las experiencias de intimidad y de la propia identidad, así como los propios valores, la vivencia espiritual y el sistema de creencias, ya sean o no religiosas. En otras palabras, me refiero al proceso de construcción y deconstrucción de las gestalten experienciales.75 D)
CIERRE DEL MUNDO-TERAPÉUTICO-EXISTENCIAL.
La finalización del MTE no tiene una fecha pre-establecida. Al menos no es así en el modelo terapéutico Fenomenológico-Existencial que aquí describo. Aunque es posible establecer un contrato terapéutico de tiempo limitado (en los casos en que no pueda ser de otra manera), no es la mejor forma de vivenciar un proceso que intenta explorar lo que significa existir como seres humanos. Después de todo, ¿Cuándo terminamos de explorar la existencia? ¿En qué momento podemos “darnos de alta” del análisis de la vida que llevamos como humanos? Aunque hay procesos que establecen una fecha de terminación de antemano, la propuesta es que el MTE finaliza cuando cualquiera de los involucrados decide que es el momento para ello, aun si la parte complementaria argumenta que para él o ella no es el mejor momento para cerrar. En esto la relación terapéutica se asemeja a la relación de pareja: se necesita de ambos para iniciarla, pero basta sólo uno de ellos para finalizarla. En mi práctica como terapeuta dentro del modelo que aquí presento, suelo tener el honor de acompañar a los consultantes durante largos periodos. Actualmente, por ejemplo, me encuentro co-creando MTE con una consultante desde hace más de doce años y con otra lo co-creamos desde hace seis años. En mi recorrido profesional, he acompañado a otras dos personas por aproximadamente ocho y nueve años. El promedio de 75
La palabra gestalten es el plural de Gestalt, palabra alemana para manifestar una totalidad organizada de manera específica.
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Yaqui Andrés Martínez Robles tiempo que comúnmente trabajo con una misma persona, es de entre tres y cuatro años. Los procesos terapéuticos largos permiten que la relación terapéutica ingrese y explore dimensiones que difícilmente serían posibles en una relación de poco tiempo, apareciendo temáticas de profundidad creciente en la narrativa del consultante, que rara vez aparecen cuando no existe la suficiente confianza. No creo que lo anterior constituya, como suelen criticar algunos colegas de líneas psicoterapéuticas humanistas y cognitivo-conductuales, un síntoma de “dependencia”76. En primer lugar, la dependencia puede establecerse en relaciones de únicamente dos meses de antigüedad. Lo que promueve la dependencia no es el tiempo de proceso, sino el estilo de trabajo. Es verdad que hay ciertos estilos, sobre todo los marcadamente directivos, que promueven una cierta dependencia del consultante hacia la figura del terapeuta, pero en los modelos que se apoyan en la fenomenología, éste no es el caso. Por otra parte, la dependencia no necesariamente es algo nocivo, al menos no temporalmente. Algunos modelos de terapia promueven la dependencia con el Mundo-Terapéutico para que la persona pueda soltar otro tipo de dependencias altamente nocivas, por ejemplo: la dependencia a sustancias o a comportamientos autodestructivos. Una vez que la persona se ha atrevido a dejar una “muleta” por la de la relación terapéutica, tiene más elementos para posteriormente soltar esta otra muleta también. Además, el rechazo y la negación apasionada de la dependencia que algunos colegas muestran, puede ser un síntoma del paradigma individualista que aboga por un incremento del auto-apoyo (o dependencia exclusiva de sí mismo), ya que se considera una expresión de “madurez”, que niega la realidad relacional de la inter-dependencia. En una perspectiva relacional, la mejor manera de desarrollar un supuesto auto-
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Algunos colegas de dichos modelos terapéuticos llegan incluso a ubicar la situación de la “dependencia” como una “falta de ética” por parte del terapeuta, ya que éste la promovería como una forma de asegurar la continuidad en el pago de sus honorarios. Incluso cuando tal conducta por parte de los terapeutas es posible, no me parece que vaya necesariamente de la mano de la experiencia de dependencia. Al mismo tiempo, la supuesta “protección” de la dependencia, podría sugerir una mirada infantilizante hacia la persona que consulta al terapeuta. (Agradezco a Eliana Báez ayudarme a mirar este aspecto con mayor claridad).
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apoyo, es aprender a desarrollar mejores y más flexibles formas de apoyo en los demás y en el medio ambiente que nos rodea. Lo que me parece importante establecer de manera clara y explícita entre terapeuta y su consultante, desde el inicio de la construcción del MTE, es que resulta conveniente dar un tiempo para el cierre del mismo. No es del todo favorable cerrarlo de manera súbita o abrupta, ya que pueden quedarse muchas cosas importantes sin haber sido expresadas. Aunque no siempre puede realizarse así, en mi experiencia un tiempo conveniente para el cierre del MTE puede llevar entre dos y tres sesiones después de haber sido señalada la proximidad del mismo. Durante estas sesiones, la única tarea indispensable, a mi parecer, es revisar que no queden asuntos interpersonales pendientes entre consultante y terapeuta, como cosas no dichas, conflictos sin resolver, o emociones que alguno de los participantes sienta que aún no han sido reconocidas, expresadas o recibidas por el otro. El cierre difícilmente se trata de una conclusión, es más bien una interrupción. Después de todo, toda conversación es siempre interrumpida; ningún diálogo finaliza o concluye como tal. Simplemente requiere cerrarse por la necesidad de pasar a algo diferente. Sin considerarlo como algo necesario ni mucho menos indispensable, en mi propia experiencia me inclino por aprovechar el cierre para realizar un resumen de lo que constituyó todo el proceso conjunto del MTE. Pongo especial atención a aquellas experiencias que el consultante puede señalar como mis errores o fallas, no sólo porque representan una excelente oportunidad para aprender y continuar desarrollándome profesionalmente como terapeuta, sino porque esta revisión es una buena ocasión para explorar la presencia de posibles asuntos inconclusos en la relación. Así, animo abiertamente al consultante a señalar aquellos aspectos que considera pudieron haber sido realizados de una manera distinta y mejor. También me gusta aprovechar esas sesiones para explorar el proyecto de vida que se abre a continuación para el consultante. Por ejemplo, preguntando: – ¿Cuáles son tus planes y fantasías para tu futuro a corto, mediano y largo plazo?
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Yaqui Andrés Martínez Robles Estas sesiones de cierre pueden utilizarse para indagar acerca de las fantasías que se generan ante el proceso de finalización y cierre. Irvin Yalom (1987, 2002) considera que el Cierre del Mundo-Terapéutico es una excelente oportunidad para explorar cómo el consultante se enfrenta a lo que desde su perspectiva son las principales preocupaciones existenciales: la finitud y la muerte. En algunas ocasiones, también aprovecho para establecer las áreas en la existencia del consultante que, de común acuerdo, son aún necesarias para continuar explorando ya que, después de todo, siempre habrá aspectos posibles de ser explorados y analizados, aunque no se haga dentro del Mundo-Terapéutico. Los siguientes cuadros presentan una síntesis de lo expuesto en las cuatro etapas del MTE:
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ETAPA 1 Co-creación del Mundo-Terapéutico-Existencial El terapeuta como ingenuo o tonto: su tarea se centra en promover la clarificación de la relación entre las situaciones que el paciente experimenta en su mundo más amplio –y que decide compartir en el MTE–, y la cosmovisión que tiene sobre sí mismo, los demás y la vida en general. Coloca especial atención en diversas posibilidades de ser-con su consultante, principalmente: Ser-para-el-otro.77 El consultante: escucha su propia voz más afinadamente y en grados crecientes de profundidad descriptiva. La atención del proceso se centra en: • Marco logístico o encuadre. • Narrativa inicial del consultante. • Condiciones en, y a través de las que, el consultante llega al consultorio. • Actitud fenomenológica del no-saber. • Se promueve la descripción minuciosa de la experiencia del consultante: A) Intentando captarla y comprenderla de la manera más cercana a como es percibida por el consultante. B) Realizando Análisis Existencial-Fenomenológico-Hermenéutico. (Siguiendo las propuestas que se describen a lo largo de este texto). C) Clarificando las diversas formas en que se relacionan las experiencias del consultante con sus comportamientos. D) Investigando conjunta y colaborativamente, a través de los diferentes “lenguajes de la experiencia” Físico–Corpóreo, Emocional-Social, Racional-Íntimo, o Simbólico-Metafórico. E) Promoviendo la clarificación de la experiencia en el mundo más amplio del consultante, con relación a la cosmovisión del mismo, tanto a nivel de su entendimiento del mundo, como del constructo de su perspectiva de los otros, o de sí mismo. Explorando especialmente sus sedimentaciones y disociaciones. F) Trabajando principalmente desde el “ámbito yo de la experiencia ínterrelacional”.78 77
Las diversas posibilidades de ser-con que aparecen en el MTE serán exploradas a profundidad en el Volumen 3 de esta misma obra. 78 Los llamados “Ámbitos de la experiencia ínter-relacional” (ámbito-yo, ámbito-tú, ámbito nosotros, y ámbito ellos) son un aspecto de la descripción que realiza Spinelli (2015) sobre
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Yaqui Andrés Martínez Robles • Cualquier indicador de cambiar a la segunda etapa. • Cualquier obstáculo para pasar a la segunda etapa.
ETAPA 2 Exploración del Mundo-Terapéutico-Existencial CoHabitado El terapeuta como un bufón: su tarea se centra en investigar y clarificar los dilemas que presenta el consultante, según se manifiesten en la relación terapéutica misma. Explora y Analiza las posibilidades de encuentro y desencuentro en la relación terapéutica. Pone especial atención en las diversas posibilidades de ser-con su consultante, principalmente: Ser-para-el-otro y Ser-junto-al-otro. El consultante: escucha la voz del otro –su terapeuta– y su propia voz, en referencia a la experiencia directa de la relación terapéutica. La atención del proceso se centra en: • Profundizar en el Análisis de todos los puntos de la etapa 1 que siguen presentes durante todo el proceso terapéutico. • Describir y clarificar las tensiones y dilemas que se presenten en la relación terapéutica misma, atendiendo los procesos comunicacionales y de interrelación, atendiendo lo que promueve y lo que obstaculiza el encuentro honesto y el diseño de la experiencia de estar juntos. • La posibilidad de que algunos o varios de los dilemas habituales en la existencia del consultante se presenten al interior de la relación terapéutica misma. • Trabajar con la realidad de la situación ínter-relacional del encuentro terapéutico. • Trabajar, además del ámbito-yo, con el ámbito-tú y el ámbito-nosotros de la experiencia ínter-relacional. • Cualquier indicador de cambiar a la tercera etapa. • Cualquier obstáculo para pasar a la tercera etapa.
las tareas del MTE, en este Volumen me pareció importante señalarlos, aunque su descripción corresponde propiamente al material que compartiré en el Volumen 3 de esta misma obra. De la misma forma los puntos C), D), E) y F) se ampliarán ahí mismo.
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2 • Cualquier indicador de que es necesario mantenernos más tiempo únicamente en la primera etapa.
ETAPA 3 Paso al Mundo-Más-Amplio El terapeuta como alguien que teje y contrasta historias: su tarea se centra en observar las diferentes ramificaciones en el Mundo-Más-Amplío, de los diferentes asuntos explorados en el Mundo-Terapéutico-Existencial. Observa las similitudes y diferencias presentes entre las experiencias en uno y en el otro. Atiende a las diversas posibilidades de ser-con su consultante, principalmente: Ser-junto-al-otro, Ser-frente-al-otro, y Ser-en-el-otro. El consultante: escucha la voz de su terapeuta y del mundo en general, y las contrasta con sus experiencias vividas en el Mundo-Terapéutico-Existencial. La atención del proceso se centra en: • Dialogar sobre las diferencias y similitudes entre la forma que el terapeuta y su consultante significan las experiencias del Mundo-Más-Amplio. • Dialogar sobre las diferencias y similitudes entre la forma que terapeuta y consultante significan las experiencias del Mundo-Terapéutico-Existencial, y su correlación con el Mundo-Más-Amplio. • Dialogar sobre las diferencias y similitudes entre la forma que el consultante significa las experiencias de su Mundo-Más-Amplio y la forma como lo hacen otras personas de la vida cotidiana del mismo. • Realización de equipos reflexivos. • Trabajo con los cuatro ámbitos de la experiencia ínter-relacional, incluyendo el “ámbito-ellos”. • Cualquier indicador de cambiar a la cuarta etapa. • Cualquier obstáculo para pasar a la cuarta etapa. • Cualquier indicador de que es necesario mantenernos más tiempo en la primera, y/o segunda etapa.
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ETAPA 4 Cierre del Mundo-Terapéutico-Existencial El terapeuta como parte del mundo-más-amplio: su tarea se centra en facilitar el cierre del MTE y la consiguiente despedida con su consultante. Promueve que se aclaren y concluyan los asuntos pendientes en la relación terapéutica a través del reconocimiento del “camino” atravesado en el MTE. Promueve la conciencia del “camino pendiente en el futuro” del consultante. Su atención de la interacción se amplía para incluir la posibilidad de Ser-en-el-otro. El consultante: Escucha la “voz de la relación terapéutica” como un coro que afina y promueve el despliegue de su propia voz. La atención del proceso se centra en: • Análisis de lo “trabajado” en el proceso terapéutico. • Revisión de los posibles errores y aciertos experienciados por los participantes del MTE durante el mismo. • Atención a la posible presencia de la experiencia de gratitud. • Exploración de las dificultades para acercarse a la experiencia de finitud y al cierre. • Las posibilidades y limitaciones de una continuidad “post-terapia” de la relación entre terapeuta y consultante, lo que incluye analizar las posibilidades de reiniciar el MTE posteriormente. • Prospectivas y retos posteriores al MTE para el consultante. • Conclusión, cierre y despedida del proceso terapéutico.
Para cerrar la exposición sobre este concepto básico de la Terapia Existencial, al menos en el estilo de la Escuela o Movimiento Mexicano que represento, deseo compartir algo de mi propia experiencia coconstruyendo Mundos-Terapéuticos-Existenciales y acompañando a mis consultantes a atravesar las etapas anteriormente descritas. En la mayoría de las ocasiones en que he realizado varias de las tareas expuestas, tanto mi consultante como yo cerramos el proceso con una sensación de satisfacción, incluso si no hubo una transformación o un cambio ampliamente notorio con respecto a la demanda inicial. Aquí es posible retomar la frase que incluí al final del capítulo 5, de este mismo libro: “El 228
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paciente no busca una solución, la búsqueda de solución es sólo el pretexto… lo que el paciente busca es una relación”. Muchas veces, la experiencia de satisfacción con el proceso terapéutico está más relacionada con la experiencia de una relación en la que hubo continuos eventos de encuentro íntimo y profundamente humano, cuando los involucrados logramos relacionarnos de manera honesta y, conjuntamente, explorar, analizar, sostener y apropiarnos de la sensación de co-existir-en-el-mundo. En el Volumen 3 de la presente obra, me adentraré en la manera que tenemos en la Escuela o Movimiento Mexicano de Análisis y Terapia Existencial de entender y acercarse a los procesos específicos de la experiencia, y continuaré mi reflexión sobre los aspectos prácticos de la terapéutica existencial. Espero que el lector encuentre en lo que he revisado hasta el momento, una invitación a la reflexión y a continuar desarrollando conversaciones poderosas, para sumar energía hacia nuestro compromiso de construir una Co-existencia Apasionada.
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Volpi, F. (2009). prólogo a Feinmann; J.P. (2009) La Filosofía y el Barro de la Historia. Buenos Aires, Argentina: Planeta. Watzlawick, P. (1981). Teoría de la comunicación humana. Barcelona: Herder. Watts, A. (1992). Psicoterapia del este, psicoterapia del oeste. Argentina: Kairós. Watts, A. (1999). La sabíduría de la inseguridad. Barcelona: Kairós. Ward, G. (2009). Teach Yourself Postmodernism. London: Hodder & Stoughton. White, M. (1997). El Enfoque Narrativo en la Experiencia de los Terapeutas. Barcelona: Gedisa. White, M. (1997). Guias para una terapia familiar sistémica. Barcelona: Gedisa. Wilber, K. (1980). El Proyecto Atman. Barcelona: Kairós. Wilber, K. (1995). Gracia y Coraje. Barcelona: GAIA. Wilberg, P. (2004). The Therapist as Listener. Sussex: New Gnosis. Yalom, I. (1984). Psicoterapia Existencial. Barcelona: Herder. Yalom, I. (1989). Verdugo del Amor . Buenos Aires: Emecé. Yalom, I. (1997). Desde el Diván. Buenos Aires: Emecé. Yalom, I. (2002). El Don de la Terapia. Buenos Aires: Emecé. Yalom, I. (2009). Mirar al sol. Buenos Aires: Emecé. Yontef, G. (2009). The Relational Attitude in Gestalt Practice. En L. Jacobs, & R. Hycner, Relational Approaches in Gestalt Therapy (pp. 37-59). New York: GestaltPress.
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Terapia Existencial Teoría y Práctica Relacional para un Mundo post-Cartesiano. Volumen 2
Círculo de Estudios en Terapia Existencial En el CIR-EX (Círculo Existencial) somos un grupo de personas dedicadas a la investigación, estudio, reflexión, profundización, exploración y difusión de la Visión Existencial en la Terapia y en la vida cotidiana. Desde su formación en noviembre del 2002, el Círculo de Estudios en Terapia Existencial tiene como principal actividad el Programa de Formación en Análisis y Terapia Existencial; así como el Diplomado en Conversaciones Poderosas (Especialización en Filosofía Existencial y Coaching Existencial para la Vida) y la organización de talleres con invitados internacionales de renombre en el campo de la Terapia de Orientación Existencial; así como servir como sede y/o participar en los Congresos y Eventos Internacionales que traten sobre la visión Existencial de la Psicología, la Terapia y el Coaching. Sus instalaciones principales se encuentran en la Ciudad de México. Actualmente existen varias otras ciudades de la República Mexicana donde impartimos nuestros cursos y formaciones. Mayores informes: www.circuloexistencial.org
Terapia Existencial La Terapia Existencial, en especial la que se promueve en el Movimiento o Escuela Mexicana de Análisis y Terapia Existencial, es un enfoque terapéutico en constante evolución. Fundamenta su acercamiento al ser humano y su situación, inspirándose en las reflexiones de la Filosofía Existencial y Fenomenológica. Consiste en una metodología de trabajo 241
Yaqui Andrés Martínez Robles fundamentalmente descriptiva y colaborativa, que reconoce a la situación humana como envuelta en una constante incertidumbre y riesgo. Su aplicación se apoya en la Fenomenología Existencial y en la Hermenéutica Post-Cartesiana, por lo que su práctica se inscribe dentro de los enfoques relacionales e intersubjetivos, desarrollándose así entre los modelos posmodernos y de vanguardia. Es un enfoque que mira los problemas o asuntos que emergen y provocan estrés o angustia como la consecuencia de las dificultades encontradas por el hecho de vivir como ser-en-elmundo, y no como indicadores de una enfermedad o trastorno mental. Parte de una visión que se acerca al ser humano como totalidad existencial, es decir, sin estar separado ni dividido de su medio físico ni social, ni mucho menos atravesado por divisiones internas, como la clásica división cartesiana entre la mente y el cuerpo; tampoco divide o separa a la razón de la emoción, ni el ser del hacer. No se propone como un enfoque ‘reparador’, ‘corrector del déficit’, o aleccionador hacia una ‘mejor forma de vida’; en vez de ello, se propone un acercamiento, a través del diálogo y la conversación honesta, a la comprensión de nuestra manera de relacionarnos con el mundo, con los otros y con nosotros mismos, así como a la contemplación del misterio que habitamos en nuestra existencia.
PROGRAMAS DE FORMACIÓN Todos nuestros programas se llevan a cabo en formato de una vez por semana durante cuatro horas, ya sea en horario matutino (10am a 2pm), o vespertino (6pm a 10pm). Iniciamos formaciones dos veces por año, una en primavera y la otra en otoño. La convocatoria inicia en octubre para los cursos que comienzan en febrero, y en abril para los que inician en agosto. Para mayores informes: www.circuloexistencial.org
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Diplomado en Diálogo Existencial (Especialización en Filosofía y Coaching Existenciales para crear conversaciones poderosas).
Este Diplomado es el programa básico del Círculo Existencial y funciona como propedéutico del programa de Formación en Terapia Existencial. Tiene un acento práctico, orientado al desarrollo y promoción de Conversaciones Poderosas en los diferentes contextos donde las personas se encuentran: conversaciones potencialmente transformadoras para todos los involucrados, que se experimenten estéticas, y que amplíen nuestras perspectivas. Esto se busca a través del estudio teórico-práctico de la Filosofía y Fenomenología Existencial, así como del desarrollo de habilidades para el Coaching Existencial aplicado en la vida personal y profesional. Dirigido a: Psicólogos, terapeutas y profesiones afines. Personas interesadas en desarrollar Conversaciones Poderosas en diferentes contextos, y promover el desarrollo humano desde una perspectiva existencial en su desarrollo personal y profesional. Personas con interés y compromiso en la reflexión sobre la existencia. Duración: Dos semestres y cuatro módulos de fin de semana.
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Formación en Análisis y Terapia Existencial La formación en Análisis y Terapia Existencial que ofrece el Círculo Existencial es nuestro programa principal. Consiste en una preparación completa en este tipo de trabajo, y cuenta como entrenamiento para terapeuta de la Escuela Mexicana de Análisis y Terapia Existencial. Puede ser cursada por cualquier persona que se interese en enriquecer sus posibilidades de Conversaciones Poderosas desde un marco existencial, fenomenológico y hermenéutico, aun cuando se encuentra encaminada al entrenamiento de profesionales de la Terapia Existencial. Dirigido a: Psicólogos, terapeutas y profesiones afines. Personas interesadas en promover el desarrollo humano desde una perspectiva existencial en diferentes contextos o en su desarrollo personal y profesional. Personas con interés y compromiso en la reflexión sobre la existencia. Requisito: Haber cursado a satisfacción el Diplomado en Conversaciones Poderosas o equivalente (para informes sobre las equivalencias dirigirse a la página web del Círculo Existencial). Duración: Cuatro semestres y cuatro módulos de fin de semana.
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Maestría en Análisis Existencial Fenomenológico Orientada al desarrollo de una práctica terapéutica basada en los principios Existenciales, Fenomenológicos, Hermenéuticos y Relacionales. • Esta formación tiene una duración de 2 años. Aquí entenderás, practicarás y sobre todo podrás realizar sesiones terapéuticas profesionales desde un marco existencial. Duración: 4 semestres Incluye: Un Taller intensivo de fin de semana por semestre, y una materia de Investigación cualitativa con opción semanal o fin de semana. Dirigido a: -Personas que hayan completado el Diplomado en Diálogo Existencial o que cursen simultáneamente el segundo semestre del mismo. -Psicólogos, psicoterapeutas y profesiones afines. Personas interesadas en promover el desarrollo humano desde una perspectiva existencial en diferentes contextos o en su desarrollo personal y profesional. Personas con interés y compromiso en la reflexión sobre la existencia
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Formación en Trabajo Existencial con Grupos Curso diseñado para adquirir, de forma teórico-práctica, los elementos necesarios para trabajar con grupos desde una perspectiva Fenomenológico-Existencial. Se revisan los planteamientos para el trabajo en grupos filosóficos (Sócrates café), y para el trabajo con grupos terapéuticos. Dirigido a: Terapeutas existenciales interesados en la opción terminal en Trabajo Existencial con Grupos. Requisitos: Haber cursado a satisfacción el Diplomado en Conversaciones Poderosas o equivalente; y semestres 1 y 2 de Formación en Terapia Existencial. Propósito: Revisar y practicar algunas de las principales propuestas de la Visión Existencial, aplicadas al Análisis y Terapia de grupos, así como también a las Conversaciones Poderosas con grupos académicos y cafés filosóficos. Duración: Tres semestres con dos intensivos de fin de semana.
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Certificación Internacional en Coaching Existencial El Coaching Existencial consiste en un acompañamiento reflexivo y dialogal, que utiliza la propuesta de Conversaciones Poderosas que la perspectiva existencial describe para clarificar las experiencias y amplificar la perspectiva de las posibilidades. Está dirigido a las personas que están buscando un espacio apropiado para la reflexión y el análisis sobre un área específica de su vida, o para aquellos que no tienen el tiempo o el deseo de comprometerse con una terapia de mediano o largo plazo. Por tales características, es particularmente aplicado en espacios empresariales y de la vida laboral, ya que ésta suele caracterizarse por la necesidad de enfocarse sobre objetivos específicos, por la necesidad de tomar decisiones a corto o inmediato plazo, y/o por la búsqueda de una reorganización de las prioridades y los métodos para conseguirlas. Por ello mismo, es también un estilo de Conversaciones Poderosas que resulta aplicable al ámbito ejecutivo, deportivo, pastoral, vocacional, entre otros. El CIR-EX (Círculo Existencial) de México es un organismo autorizado por la FICE: Federación Internacional de Coaching Existencial, para ofrecer la certificación internacional en esta práctica. Los interesados en obtener la Certificación Internacional en Coaching Existencial deberán cursar primero el Diplomado en Conversaciones Poderosas, y posteriormente cursar seis meses de módulos intensivos para completar su certificación.
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Redes sociales del CIR-EX (Círculo Existencial) Bienvenido a la conversación. Ponte en contacto con nosotros. Facebook: Circulo de Estudios en Terapia Existencial Twitter: circuloexistenc Instagram: circuloexistencial Página Web: www.circuloexistencial.org
Por una Co-existencia Apasionada
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