Terapia De Parejas

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Ciencias sociales

Miguel Costa y Carmen Serrat

Terapia de parejas Un enfoque conductual

El libro de bolsillo Psicología Alianza Editorial

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Primera edición en «El Libro de Bolsillo»: 1982 Segunda edición en «El Libro de Bolsillo»: 1985

Dibujos Emilio Ruiz de Arcamte y Rosaura García

© Miguel Costa y Carmen Serrat © Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1982, 1985 Calle Milán, 38; 200 00 45 Fotocomposición Compobell, S. A.Patino (Murcia) ISBN: 84-2061930-2

Depósito legal: M. H.074-1985 Papel fabricado por Sniace, S. A.

Impreso en Hijos de E. Minuesa, S. L. Ronda de Toledo, 24. 28005 Madrid

Printed in Spain

Prólogo

Sin el amor que encanta la soledad de un ermitaño espanta. ¡Pero es más espantosa todavía la soledad de dos en compañía! Ramón de CAMPOAMOR

Esta glosa poética de Campoamor sintetiza con precisión el estado final que con frecuencia suele alcanzarse en el proceso de deterioro de una pareja: “la soledad de dos en compañía”. “De novios mieles, de casados hieles” reza otro dicho, esta vez popular y más prosaico, para describir igualmente el proceso seguido por muchas parejas cuya relación, como suele ocurrir en general, está llena de agasajos y de cumplidos en su comienzo y de desafectos e incomunicación en su final, cuando termina. Merece la pena caer en la cuenta de este proceso prácticamente universal, al menos en la moderna sociedad occidental, con su pretendida libertad de vinculación y su canto al amor romántico y a la elección libre de pareja, donde la relación suele tener abundantes cosas positivas en sus comienzos, rayando con frecuencia en la exuberancia, para entrar, con no menos exuberante frecuencia, en un proceso, normalmente gradual, de deterioro hasta desembocar, en el mejor de los casos, en la ruptura más o menos aliviadora; y en el peor, aunque no el menos frecuente, en la institucionalización de la 7

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incomunicación o el ataque sutil o mordaz en la fingida tolerancia cotidiana. Ambas situaciones, la idílica del comienzo y la trágica de la ruptura, son de sobra conocidas de todos, aunque sólo sea por su frecuencia; lo que no resulta tan asequible, sin embargo, es el proceso que lleva de una situación a otra. En este afán tan humano de buscar expresiones abstractas incluso para las realidades más cotidianas y concretas, en el tema de la pareja siempre se lleva la culpa el «amor». El amor fue el responsable de juntar a la pareja, y el mismo amor (o su desaparición, que viene a dar igual) la separa. Y así, después de encontrada la explicación, todos tan contentos. Otra constante humana, bastante retorcida por cierto, es la asociación entre causalidad y culpabilidad. Ante la disolución de una pareja es frecuente preguntarse, personalizando: ¿quién es el causante?, ¿quién es el culpable? Entre las respuestas, como es sabido, las hay para todos los gustos: él, ella, los amigos, el divorcio, el progreso, la crisis de valores... y hasta las mismas suegras. Así, en resumen, el amor se va porque algo o alguien le echa. En la mitificación del sexo -lo que suele ocurrir cuando éste se disfruta de forma deficiente- es aquél el que suele llevarse con frecuencia la culpa. Y casi siempre aparece la infidelidad o el adulterio como la hipotética causa más o menos remota (el culpable) de la desavenencia. Pero las cosas no son tan simples en los humanos, y aunque lo complejo no tiene que ver con lo abstracto, ni mucho menos con idealizaciones más o menos afortunadas, siempre es posible, sin embargo, hacer un análisis de la pareja, especialmente de su relación y de las circunstancias que la rodean, y llegar a formulaciones más

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'pragmáticas y operativas respecto de las causas de su deterioro; y lo que es más importante, de las posibles vías de su recuperación, siempre que ello sea, no sólo posible, sino también deseado por los propios interesados. En cualquier caso, es importante destacar que una pareja es ante todo relación, interacción, intercambio, dar y recibir, y es en este dinamismo donde se encuentra la raíz del “amor” donde fundamentalmente se han de buscar las causas tanto de la armonía como del deterioro de una pareja. Aunque sea accidentalmente, pues no es éste el lugar para extenderse sobre ello, podemos decir algo sobre el omnipresente «amor». El contenido semántico del término, como es bien sabido, es desbordante e inespecífico, tiñendo prácticamente cualquier forma de relación humana. En esta excesiva vaguedad y sobre inclusión del término «amor» radica, precisamente, su mayor debilidad y hasta el peligro de un uso indiscriminado del mismo, como puede verse en el caso de la relación de pareja, donde el término es utilizado para explicar todo y, lógicamente, acaba por no explicar nada. El «amor romántico», por otro lado, no parece ser sino una invención moderna, acorde con el desarrollo y la materialización de la ideología liberal-burguesa y su mentalidad individualista, base de la economía de mercado de la revolución industrial. Esta revolución en los sentimientos (como la califican algunos autores), que descansa en el deseo de ser libre emocional y sexualmente, se plasmó en el hecho básico de asumir el derecho a la elección de pareja sobre la base del amor romántico y la atracción sexual. Este importante factor del surgimiento del sentimiento romántico fue, por otro lado y con bastante probabilidad, el responsable del desarrollo de la familia nuclear moderna y del concepto del hogar como retiro emocional y base de la felicidad de la pareja, todo lo cual pareció acentuar el sentimiento de domesticidad, con,

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al menos, la importante consecuencia del retiro de la mujer al hogar y la perpetuación de su correspondiente segregación de la vida pública. La consideración de todos estos factores puede, como se verá, ser importante, sobre todo si se tiene en cuenta que buena parte de los problemas de pareja arrancan o son simple expresión de una crisis más amplia en unos roles convencionales socialmente asignados a la mujer y al hombre que aquélla se empeña, en parte, en cuestionar y modificar. El mismo hecho de la elección de pareja en el acto de enamorarse viene dado por factores psicológicos mucho más concretos que las esotéricas y misteriosas razones a las que suelen atribuirse estos sucesos. Los propios psicólogos dedicados actualmente a la investigación de este campo están logrando notables progresos en el desvelamiento de estas áreas tradicionalmente consideradas irreductibles y enigmáticas. Todas estas reflexiones en torno al espinoso tema del amor no tienen en última instancia otra finalidad, al menos en nuestra intención actual, que la de llamar la atención sobre la posibilidad y la necesidad de abordar las relaciones de pareja y sus problemas sobre una base operativa y científica, en lugar de refugiarse en el tópico inoperante de la simple sustitución de palabras. Y esto es precisamente lo que intenta el libro que aquí prologamos, no limitarse a las grandes palabras sino descender a los hechos y a la realidad concreta de la pareja y operativizar su relación y sus problemas, para desde ahí no sólo vislumbrarlos sino poder superarlos. Como dijo o debió decir alguien, “lo importante no es definir la felicidad, sino lograr que los hombres sean felices”. Esta concepción de la Psicología como servicio público y ayuda práctica en la solución de problemas es lo único que puede sacar a nuestra profesión del dominio de la simple

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especulación teórica, o del ámbito de lo esotérico e incluso místico en que con demasiada frecuencia ha estado sumida. En el campo concreto de los problemas de pareja, esta proyección práctica de la Psicología científica actual se está revelando de gran utilidad, como lo muestra el mismo libro objeto de este prólogo, hasta el extremo de que yo me atrevería a proponer para nuestro país, ahora que ya existe una regulación sobre el divorcio, la posibilidad de disponer de la asesoría de psicólogos previa a la tramitación del divorcio, con objeto de que las parejas tengan la oportunidad, si lo desean, de replantearse su relación agotando las nuevas posibilidades que la Psicología ofrece para resolver los conflictos de pareja. Un aspecto adicional a tener en cuenta en la terapia de parejas es el de la base teórica en que se fundamenta. En la actualidad distintos enfoques teóricos ofrecen estrategias terapéuticas diferentes para abordar estos problemas. Entre ellos cabe mencionar el enfoque psicoanalítico, el estructural, el de la teoría de sistemas y el conductual. Salvando méritos específicos de cada uno de los enfoques, y sin ánimo de polemizar sobre los mismos, sí nos atrevemos al menos a afirmar, en base a las necesidades y demandas prácticas de la psicología actual que antes comentábamos, que el enfoque conductual, además de sintetizar en cierta medida algunas de las características de los demás enfoques, reúne en sí las fundamentales ventajas de ser operativo, funcional y orientado a la resolución práctica de los problemas. Pero, sobre todo, tiene el mérito de ofrecer unos resultados prácticos no igualados por ninguno de los enfoques alternativos. El libro objeto de este prólogo, «Terapia de parejas» (el primero que sobre el tema se escribe en español) está centrado en el enfoque conductual, y como tal reúne todas las características antes mencionadas. No obstante, a estas ventajas generales del enfoque cabe añadir otras específicas del libro en sí. Ante todo, es de destacar el enfoque práctico del libro, cuyo centro de atención está

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puesto en transmitir al lector cómo enfrentar de forma constructiva los problemas de parejas, a través, primero, de una evaluación adecuada de los mismos y, sobre todo, de una formulación y una intervención operativa y fundamentalmente constructiva sobre los problemas. Aunque el enfoque teórico del libro, como destacan sus autores en el título, es el conductual, éste es entendido de forma abierta y actual, como es propio del enfoque en nuestros días, y no del modo simplista y reduccionista censurado por muchos y realmente adoptado por el conductismo en algún tiempo pretérito de su historia. Quizás sean obvias estas aclaraciones y no mereciera abundar en ellas, pues evidentemente los conductistas han avanzado con el conductismo y el conductismo con los conductistas hasta incluir, explicar y resolver problemas cada vez más complejos, y lógicamente su estructura teórica ha evolucionado en el mismo sentido haciéndose más flexible e incluyente. No obstante, nos permitimos hacerlas como una llamada de atención para aquellos "que sigan aferrados de forma inflexible a la evocación de cierto contenido semántica del término conductismo e incluso a la fantasía futurista de cierta praxis política y humanamente objetable. En definitiva, nos dirigimos a todos aquellos que recelan del enfoque conductista más sobre la base de prejuicios (en el sentido propio del término de juicios previos) que sobre el conocimiento profundo y la reflexión desapasionada y sincera sobre el mismo. A todos ellos les pediríamos que lean detenidamente el libro y que después de leído reflexionen sobre sus juicios previos en torno al conductismo y traten de evaluar si los conceptos y la praxis vertidos en este libro, básicamente conductista, responden a esos juicios que se habían formado sobre ellos. En cuanto a las características estructurales del libro en sí, todas ellas, tanto la distribución del contenido como el propio contenido (nada simple y de gran amplitud, por cierto) e igualmente su forma de presentación, todas ellas,

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repito, abundan en la preocupación básica de los autores de hacer un libro práctico y útil para cualquier persona que pudiera leerlo, pero especialmente para el profesional de la psicología enfrentado con los problemas de pareja. El libro, en síntesis, como la propia trayectoria de los autores del mismo, tiene, sobre todas, las virtudes de su practicidad y su amplitud de enfoque y sirve adecuadamente al ideal que debe guiar nuestra profesión y que anteriormente expresábamos al afirmar que «lo importante no es describir la felicidad, sino hacer que los hombres sean felices».

Madrid, octubre de 1981 José Antonio I. Carrobles Universidad Autónoma de Madrid

Nuestro agradecimiento más sincero a cuantas personas han colaborado en la creación de este libro. A Isabel Pellicer y al equipo Luria por sus aportaciones y sugerencias inestimables, a Blanca Serrat por su ayuda mecanográfica y a Ernesto López por su apoyo entusiasta. Vaya también nuestro agradecimiento a Emilio Ruiz y Rosaura García por sus dibujos, de indudable valor didáctico, ya Miguel Paredes, quien nos «tentó" y animó para escribir este libro.

Introducción

La aplicación de la aproximación conductual al tratamiento de los problemas de pareja es de reciente y creciente desarrollo. Aunque probablemente este fenómeno se deba, en parte, al auge que la ciencia del comportamiento viene experimentando en los últimos años, no podemos por menos que recurrir a otro tipo de factores para explicar el que la terapia de pareja haya llegado a ser una modalidad de tratamiento cada vez más popular. Un factor muy relevante, casi con toda seguridad, es el cam­ bio experim entado en las últimas décadas por la estructura familiar. En efecto, la creciente industrialización de la socie­ dad, la liberalización de las costumbres, el desarrollo de las reivindicaciones feministas..., han alterado los papeles de los miembros de la pareja y facilitado la manifestación de sus con­ flictos. La mujer comienza a tener acceso a la educación, al mundo del trabajo, se cuestiona su papel de madre «sacrifica­ da» y esposa «sumisa», y exige condiciones de igualdad y res­ peto; habla ahora más de sus intereses y tiene una actitud más crítica e independiente ante su realidad. El hombre, por otra parte, en la medida que su papel empieza también a ser cues­ tionado, sufre de algún modo esta situación. La sociedad industrial que conocemos conlleva otros facto­ res que condicionan hábitos de vida y de relación interper­

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sonal poco adecuados para lograr una comunicación efectiva. El rápido crecimiento incontrolado de la vida urbana, y las ta­ sas de sobreexplotación, con exceso de núm ero de horas de trabajo y transporte, vienen a ser algunos de los más represen­ tativos. Estas condiciones de vida restringen considerable­ mente lo que, en términos conductuales, denominamos las re­ des de rejorzamiento social. Es decir, no existe tiempo para visitar a los amigos, vecinos y miembros de la familia. La red de individuos que proporcionan refuerzos sociales (elogio, afecto, relación) se reduce a su mínima expresión: al otro miembro de la pareja, y cada uno de los componentes de la misma pasan a ser casi exclusivamente dependientes del refor­ zamiento social del otro. De este modo, se están sentando las bases sociológicas ne­ cesarias para la insatisfacción en la vida de pareja como una parte más de la insatisfacción individual y colectiva en el seno de una sociedad que genera estas condiciones de vida. En la pareja, en particular, esta «dependencia» a que aludimos de­ termina a menudo dem andas recíprocas de afecto y de aten­ ción tan apremiantes que ambos encuentran difícil de satisfa­ cer. Por otra parte, el tiem po de ocio y recreo, ya de por sí limitado, lo ocupa de manera abusiva la televisión, que intro­ duce en los hogares el «silencio del espectador» y reduce al mí­ nimo las oportunidades de intercambio conversacional y de cuantas actividades placenteras pudieran plantearse. Existen también, sin duda, otros elementos sociológicos que introducen probablemente factores explicativos adiciona­ les para entender esa demanda creciente de ayuda profesional a la pareja. Uno de estos elementos es la debilidad de uno de los miembros de la pareja respecto del otro. A pesar de las reivin­ dicaciones feministas y del desarrollo social persiste en la mu­ jer una situación de discriminación en los campos de la edu­ cación, laboral y social en general con respecto al hombre. Si las oportunidades de contacto y refuerzo social se restringen considerablemente para éste, en un amplio sector de mujeres llegan a alcanzar cotas que rayan en el auténtico aislamiento social. La mujer se convierte así en un ser más dependiente del

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refuerzo social proporcionado por el otro. No es raro ver en nuestras consultas mujeres con cuadros depresivos que se re­ suelven con relativa facilidad tras conseguir un incremento de contactos sociales y oportunidades de ser reforzada por su pareja. En otros casos, cuando la mujer tiene la oportunidad de tra­ bajar fuera de casa, no es raro que se vea sometida a dobles jor­ nadas de trabajo, ya que las tareas domésticas suelen recaer en ella. Todas estas condiciones presionan y facilitan el conflicto en la pareja. Unas veces vendrá m anifestado a través de una sintom atología depresiva en uno de ellos, generalm ente la mujer, o en ambos; y otras a través de enfrentam ientos, con­ flictos o de una declaración directa del tipo «¡Así no pode­ mos seguir!». Hasta fechas recientes, y aún hoy día en que la profesión del psicólogo se introduce tím idam ente en nuestro país, el con­ flicto se ha venido abordando desde posturas muy simplistas e impregnadas de un gran misticismo e ideologismo. El que fuera canónigo de Vitoria, E. Enciso, se preguntaba (Ferrándiz y Verdú, 1974): «¿Por qué hay tantos m atrimonios desgracia­ dos y tantos otros que, sin llegar precisamente al nivel de des­ gracia, no son felices?» Él mismo se respondía: «...porque abundan mucho las mujeres casadas que no saben callar, ce­ der, sonreír... la culpable es la mujer... Dios ha dado al hombre la fuerza de los puños y, en compensación, ha entregado a la mujer la fuerza de la sonrisa.» En otra parte (Ferrándiz y Ver­ dú, 1974) aconseja «técnicas» muy concretas como método de superar los problemas de la pareja: «...ya lo sabes: cuando es­ tés cansada, jamás te enfrentarás con él, ni opondrás a su ge­ nio tu genio, y a su intransigencia la tuya. Cuando se enfade, callarás; cuando grite, bajarás la cabeza sin replicar; cuando exija, cederás, a no ser que tu conciencia cristiana te lo impida. En este caso no cederás, pero tam poco te opondrás directa­ mente: esquivarás el golpe, te harás a un lado y dejarás que pase el tiempo. Soportar [el subrayado es nuestro), ésa es la fórmula... Amar es soportar.»

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A través de estos consejos del canónigo E. Enciso queda re­ flejada con claridad lo que ha sido la actitud de ciertos secto­ res de la Iglesia Católica que, de modo generalizado y prepo­ tente, han im pregnado en nuestro país la vida de pareja y familiar durante muchos años. Esta mistificación e ideologización, aparte de plantear como única alternativa la resigna­ ción, se ha convertido, en no pocos casos, en fuente de inadap­ taciones. Por poner algún ejemplo, aún no faltan mujeres en nuestra consulta, con problemas de inadecuación sexual, que han tenido una historia de aprendizaje muy mediatizada por su «director espiritual» y con pautas del tipo «cuando hagas uso del m atrim onio trata de no disfrutar... piensa en otra cosa...». El consejero espiritual es quien ha asumido durante muchos años, y aún hoy día, la función de asesor o terapeuta familiar y de pareja; podía, evidentemente, tener una gran vo­ luntad e interés por solucionar cuantos problemas le llegaban, pero generalmente carecía de planteamientos científicos para afrontar con rigor una tarea tan compleja como es la relación interpersonal y la comunicación en la pareja. La gran resistencia cultural a asimilar planteamientos cien­ tíficos en los temas relacionados con el com portam iento hum ano ha sido una constante de nuestra civilización. Los medios de comunicación de masas y la «prensa del corazón» suelen ser exponentes representativos de «culturización» idea­ lista en estos temas. Por otra parte, la crisis profunda y sin pre­ cedentes por la que atraviesa nuestra civilización, sometida a riesgos de catástrofes nucleares o ecológicas antes inimagina­ bles, tiende a poner en cuestión los valores positivistas del de­ sarrollo científico y tecnológico. Argumentaciones simplistas identifican a éste como la fuente de todos los males. Existe una vuelta al idealismo o una reactivación del mismo y, en medio de este clima emocional, el planteamiento científico, en su aplicación a la pareja y al hombre en general, no está exento de críticas poco argumentadas y generalmente apoyadas en me­ ros juicios de valor. Los defensores de estas posturas parecen olvidar que el desarrollo científico ha contribuido, con apor­ taciones específicas, a aliviar gran parte del sufrim iento hu­

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mano. El problem a no reside tanto en la naturaleza de la ciencia en sí misma como en los criterios de su aplicación, en la utilización que el hom bre hace del desarrollo científico y tecnológico. Falla, en definitiva, el hom bre y la estructura so­ cial que lo conform a. C uando Skinner (1969, pág. 35) co­ menta: «Los m étodos de la ciencia han sido extraordinaria­ mente eficaces dondequiera que se han ensayado, ¿por qué no los aplicamos entonces a los asuntos humanos?», parece querer significar que una alternativa para m ejorar el m undo social de hoy debe pasar, si bien no exclusivamente, por una profundización en el conocim iento científico del com porta­ miento hum ano. El saber popular, fiel reflejo del contexto cultural, y cuantos tímidos intentos se hicieron desde una perspectiva algo más profesional han estado impregnados también de cierto idea­ lismo. El «estar o no estar enam orados» viene a ser el factor causal relevante. Cuando una pareja «está enamorada» trans­ curren sus relaciones con normalidad; en cambio los proble­ mas comienzan cuando uno u otro «deja de estar enam ora­ do». El amor se convierte así en el elemento explicativo por excelencia: «El am or lo vencerá todo». Claro está, «amor» es una palabra que no se sabe qué define, cómo se adquiere ni cómo se pierde, y ante la que, por su falta de concreción y operatividad, no sabremos qué hacer. El planteamiento derrotista de la resignación no es ni más ni menos que una consecuencia lógica del planteamiento idealista, vago e inconcreto del amor: «O se está o no se está enamorado, y si no... ¡qué le vamos a ha­ cer! ¡Resignación!» O tras tímidas alternativas desde el campo profesional, como decíamos más arriba, se formulan en térm inos vagos e inespecíficos que resultan a la postre tan inoperantes como el planteam iento simplista y causal del amor. Desde esta pers­ pectiva suelen ser «la pérdida de individualidad» o «la capaci­ dad de sentir» los elementos explicativos del desastre en la pa­ reja. Aquí estamos, igual que antes, ante expresiones verbales que no sabemos qué encierran y de las que caben cuantas in­ terpretaciones quieran hacerse.

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Finalmente, deseamos que esta publicación sirva de estí­ mulo a otros muchos colegas que en nuestro país ya están aportando experiencias y trabajos muy interesantes. Somos muchos, incluidos los autores de este libro, los que necesita­ mos aprender de esa joven profesión que es la de psicólogo.

1.

Aspectos teóricos

1.1. Conceptos básicos El com portam iento hum ano no es aleatorio ni imprevisible, no ocurre «porque sí» o porque haya algo intrínseco en el in­ dividuo que le haga comportarse como lo hace. Si observamos con detalle, tenemos necesariamente que constatar un hecho: la conducta de un individuo m antiene una regularidad en la interacción con su ambiente. Este hecho es precisamente el elemento em pírico nuclear que nos perm ite construir una ciencia del com portam iento y fundam entar la psicología como tal. La m oderna teoría del aprendizaje social, construida a par­ tir de observaciones y medidas cuidadosas, es uno de los so­ portes teóricos más im portantes de esta ciencia. Esta teoría sostiene que la mayor parte de los determ inantes de la con­ ducta hum ana pueden localizarse en la relación dialéctica y continua que existe entre el individuo y su entorno. Analizan­ do aquellas circunstancias del entorno que sistemáticamente covarían con las respuestas -conductas- de un individuo, es posible establecer predicciones específicas sobre la recurren­ cia de la conducta subsiguiente. Al decir «determinantes» no pretendem os inferir una relación causal entre fenómenos,

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sino simplemente describir la relación funcional entre algu­ nas propiedades de un fenóm eno determ inado (frecuencia, latericia, intensidad) y las de ciertos fenómenos antecedentes (Ribes, 1980).

1.1.1.

Determinantes ambientales

Toda conducta tiene lugar en un contexto ambiental en el que hay circunstancias y sucesos que la preceden y la siguen. El concepto básico que utilizamos para describir estas circuns­ tancias y sucesos que influyen en la conducta es el de estímulo. Los estímulos pueden ser antecedentes y consecuentes, según que precedan o sigan a la conducta en cuestión. Ambos tienen una influencia controladora sobre la conducta. Por ejemplo, los ladridos de un perro pueden señalar o indicar que un des­ conocido se aproxima a la casa; el ambiente agradable (músi­ ca, comida preferida, velas, verbalizaciones del tipo «te he pre­ parado algo estupendo»...) que se encuentra la señora X al llegar a casa puede indicar que con toda probabilidad ocurrirá una relación de intimidad afectiva o sexual. Los «ladridos», en el primer caso, y el «ambiente agradable», en el segundo, son estímulos antecedentes que señalan la probabilidad de que ocurran las conductas de «acercarse un extraño» e «iniciación sexual» respectivamente. Por el contrario, si el perro comienza a «menear la cola» o la señora X encuentra a su pareja con «verbalizaciones exigentes y gestos de malhumor», lo que ocu­ rrirá probablemente es que se aproxime un conocido en el pri­ mer caso y que se inicie una discusión, en el segundo. Estos estímulos que preceden a una conducta adquieren el valor de señales discriminativas, porque en el pasado estuvie­ ron asociados repetidamente con la conducta a la que prece­ den. Y ésta tiende a ser fomentada por dichas señales. Sin duda, la mayoría de nosotros hemos podido comprobar cómo determinados lugares despiertan ciertas emociones positivas, porque en el pasado los hemos frecuentado realizando alguna actividad o tratando con personas que nos resultaban muy

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ANTECEDENTES

ANTECEDENTES

CONDUCTA

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placenteras. Por el efecto de estas señales discriminativas pue­ de ocurrir también que una pareja que trata de dialogar para alcanzar una solución a algún problema planteado term ine discutiendo, si lo hace en un contexto estim ular (cocina, casa...) donde habitualmente discute. Por el contrario, si eli­ gen otro lugar donde esto no suele ocurrir (comiendo en un restaurante, dando un paseo, etc.) es probable que la discusión no aparezca y se facilite así el diálogo. Estímulos «aparente­ mente» inocuos pueden proporcionar mucha discriminación estim ular para la conducta de cada día, y pueden fomentar conductas-problem a o conductas alternativas, según sea la historia de aprendizaje. Por esta razón la preparación y cam ­ bio de los estímulos antecedentes debe ser una estrategia a te­ ner en cuenta en todo program a ele terapia de parejas. Algu­ nos autores (Goldiamond, 1965) llegan incluso a recomendar un reajuste completo de la situación estimular donde vive una pareja con conflicto, llegando hasta el cambio de muebles y del esquema de los cuartos de la casa; o bien, en algunos casos en que el m arido tiene dificultad para discutir con su mujer sin llegar a gritarla, que lo haga en lugares semipúblicos, donde el gritar es menos probable que ocurra. Los estímulos consecuentes pueden tener un doble efecto so­ bre la conducta que les precede. En prim er lugar, pueden in­ crem entar la probabilidad de que la conducta en cuestión se presente en el futuro. A estos estímulos se los denomina refor­ zadores positivos, y reforzamiento es el proceso por el cual la conducta se incrementa. Pueden ser reforzadores conductas tales como la intimidad física o sexual, hacer regalos, detalles, caricias, salir a cenar, intercambio de afirmaciones verbales positivas; elogio, agradecimiento, piropos, etc. Escuchar, abrazar, sonreír, hablar y prestar atención son, en general, una clase de reforzadores que los seres humanos estamos utilizan­ do miles de veces cada día en nuestros contactos sociales y, ¡cómo no!, en la relación interpersonal con nuestra pareja. Si alguien nos escucha y nos atiende cuando hablamos, es proba­ ble que intentemos de nuevo, en el futuro, este tipo de contac­ tos sociales. Si la conducta de «llegar tem prano a casa», por

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CONDUCTA

CONSECUENCIAS

FUTURO

parte de uno de los miembros de la pareja, va seguida de con­ secuencias agradables, es probable que en el futuro también repita ese comportamiento. En estos ejemplos la conducta del otro de «escuchar», «son­ reír», «preparar un ambiente agradable» han actuado como reforzadores para incrementar las conductas de «reanudar el contacto social» y «volver temprano a casa». Por el contrario, si cuando hablamos con una persona no nos escucha ni nos presta atención, es muy probable que nuestra conducta de rei­ niciar el contacto social con dicha persona se debilite y term i­ ne por desaparecer. Es decir, cuando una conducta determina­ da no es seguida de reforzadores acaba por debilitarse. A este proceso se le denomina extinción y suele jugar un importante papel en el deterioro de muchas relaciones de pareja. Uno o ambos componentes de la misma pierden, por su m odo de comportarse, ese valor reforzante necesario para mantener la relación. En otros casos puede ocurrir que nos resulte más gratificante la relación con otra persona y que, por problemas de tiempo, ideológicos, etc., se cree cierta incompatibilidad con la primera, extinguiéndose así también nuestra primitiva amistad. A este proceso se denomina contracondicionawiento

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y suele ser habitual en el deterioro de la relación cuando existe un amante que se manifiesta como alternativa a la pareja ac­ tual. También el fenómeno de hartazgo o sudación tiene un efecto controlador en el comportamiento de ambos miembros de la pareja. El valor reforzante de la relación puede perderse e incluso tornarse aversivo por este fenómeno. El reforzamiento positivo es una consecuencia necesaria, pero no suficiente para el aprendizaje de una conducta. Es preci­ so que existan además unos requisitos previos sin los cuales no puede aprenderse tal o cual comportamiento. Por ejemplo, por muchos refuerzos positivos que demos y por grandes esfuerzos que hagamos para intentar que un niño lea el Quijote, no lo con­ seguiremos si no sabe leer. La conducta de leer es previa y requi­ sito básico para leer el Quijote. La discriminación verbal de las letras, el aprendizaje de la asociación de un sonido con un signo escrito, etc., son a su vez requisitos básicos para aprender a leer. Por esa razón, si se pretende conseguir el objetivo de que el niño lea el Quijote, tendremos que ir poco a poco, gradualmente, re­ forzando todas aquellas conductas previas que conducen a la meta final. A este proceso lo denominamos moldeamiento, y a través de él aprendemos conductas tan complejas como la de vi­ vir en pareja. Ni que decir tiene que una relación interpersonal gratificante y compleja no llega a establecerse en toda su profun­ didad de modo repentino y por refuerzos contingentes más o menos ocasionales. Desde el primer contacto visual e intercam­ bio de palabras entre dos desconocidos, hasta el mantenimiento estable de relaciones íntimas y personales que pueden contraer esas dos mismas personas, existe un proceso más o menos largo de mutuos intercambios de refuerzos y gratificaciones. Este in­ tercambio, para ser efectivo y llegar al objetivo final: vivir en pa­ reja, ha tenido que ir centrándose en aquellas conductas que gradualmente se han ido adquiriendo y han servido de soporte básico de las siguientes. Tanto en el aprendizaje de conductas adecuadas como en el cambio de com portam ientos que interfieren en una relación afectiva suele ser necesario seguir este proceso de moldea­ miento.

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En segundo lugar, las consecuencias o estímulos que siguen a una conducta pueden ser aversivos o no deseados. Lo más probable entonces es que tratem os de escapar o evitar dichos estímulos. Cuando esto ocurre, se experimenta un cierto ali­ vio por la eliminación de la estimulación dolorosa o no desea­ da, lo cual refuerza la conducta de evitación o de escape y, por tanto, la probabilidad de que ocurra dicha conducta en el fu­ turo. Por ejemplo, la conducta de «llegar tem prano a casa» puede estar seguida de consecuencias no deseadas, tales como riñas, gritos... En este caso la conducta de evitación de «no llegar tem prano a casa» o, en casos extremos, «abando­ nar la relación de pareja» puede ser un medio eficaz para eli­ m inar consecuencias aversivas. Se aprende así a escapar de la presencia de su pareja. Este proceso de aprendizaje mediante el cual aumenta la probabilidad de que se produzca o se repita en el futuro la conducta de evitación a determ inados estímu­ los se denom ina reforzamiento negativo. En las parejas con re­ laciones deterioradas suele ser habitual, como veremos más adelante, el uso frecuente de la estimulación aversiva. En oca­ siones uno o ambos miembros de la pareja utilizan el castigo como medio de eliminar conductas no deseadas en el otro. El

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T IR A R IA DI! PARIDAS

m arido que insulta y grita a su mujer por haber llegado tarde a casa está utilizando el castigo (gritos, insultos, amenazas...) como sistema de control para que esta conducta no se vuelva a repetir en el futuro. El castigo es una técnica de control que no parece ser eficaz a largo plazo, amén de que suele tener se­ rios inconvenientes (fomenta la agresividad y las emociones negativas...). Con estos sencillos ejemplos vemos que para comprender una conducta debemos m irar más allá del simple acto y pre­ guntarnos sobre las condiciones en que se produce. En gene­ ral, una descripción de cualquier conducta nos plantea una se­ rie de interrogantes acerca del contexto (antecedentes) en que tiene lugar (¿cuándo?, ¿dónde?...) y de lo que sigue a su prácti­ ca (consecuencias). El conocimiento de los antecedentes y de las consecuencias, así como de sus efectos combinados sobre el com portam iento, nos perm ite establecer cierto control y predicción sobre el mismo. Existe finalm ente otra fuente de aprendizajes o de in­ fluencias con poder de control sobre el com portam iento hu­ mano. Esta fuente no es otra que la que proviene de observar lo que los otros hacen, piensan y sienten. A prendem os a com portarnos a través de modelos significativos de nuestra vida, com o son los padres, amigos, profesores, herm anos e incluso nuestra propia pareja. Basta echar un vistazo a los juegos de los niños para d arn o s cuenta de que hablan y se com portan con sus m uñecos del m ism o m odo que sus p a­ dres reaccionan con ellos. Una gran parte de los aprendiza­ jes que hacem os a lo largo de nuestra vida proviene de la observación e imitación de lo que hacen los otros. Aprende­ mos a hablar, a realizar una operación quirúrgica, etc., por imitación. Existen importantes experiencias acerca de los efectos de la observación sobre el com portam iento del que observa, que han dem ostrado que muchas conductas verbales, em ocio­ nales y m otoras se aprenden, conservan, evocan, inhiben y modifican, por lo menos en parte, debido a sugerencias del mo­ delo observado (Banduray Walters, 1974).

I.

A S PE C T O S T K rtR IC O S

31

El aprendizaje por modelos, como ya veremos más adelan­ te, nos facilita increíbles recursos a la hora de intervenir en el tratamiento de la pareja. En la relación interpersonal y, en concreto, en la relación de pareja, la conducta de cada uno de los miembros de la misma tiene efectos m utuam ente controladores. Este control ocurre por la presencia o ausencia sistemática de conductas de ambos miembros de la pareja, gratificantes o aversivas. Se establece un proceso de influencia y control mutuo, recíproco y circular de conductas y consecuencias (Jacobson, 1979). Veamos de un modo más matizado algunos aspectos de este proceso de influencia.

1.1.1.1.

1ntercambio de reforzamiento

Lejos de la explicación vaga y simplista del amor, éste es un térm ino que, en nuestro marco conceptual, describe un com­ portamiento complejo, susceptible de ser practicado mediante conductas específicas de tipo cognitivo, emocional y motor. Decimos que una pareja «está enamorada» cuando el inter­ cambio de conductas que se establece entre ambos es refor­ zante o gratificante en algún nivel. La ciencia del comportamiento mantiene que el desacuerdo o conflicto en la pareja está en función directa del bajo nivel de reforzadores positivos intercam biados entre las partes. Sin embargo, esta hipótesis no prejuzga necesariamente una ex­ plicación de tipo etiológico. Es decir, se puede afirmar que las parejas con problemas intercam bian menos gratificaciones que las parejas sin problemas, sin implicación alguna acerca de cómo se desarrollaron esas diferencias (Jacobson, 1979). Estudios de observación interaccional, tanto en un marco de laboratorio como en la vida real (Birchler, Weiss y Vincent, 1975; Vincent, Weiss y Birchler, 1975; Klier y Rothberg, 1977; Robinson y Brice, 1976; Gottm an et al., 1977), dan apoyo a esta hipótesis conductual. En los primeros se han encontrado consistentemente tasas más altas de conductas castigadoras o

32

TKUAIMA Di; PA RD AS

aversivas en parejas con rencillas o en conflicto que en las pa­ rejas sin conflicto. En los estudios realizados en base a obser­ vaciones de los miembros de la pareja en el mundo real (Birchler et a l, 1975; Robinson y Price, 1976) se encontró que las parejas en conflicto registraron menos «gratificaciones» y más «castigos» que las parejas sin conflicto. Estas últimas suelen registrar, significativamente, conductas de comunicación más positivas y menos negativas que los miembros de una pareja en conflicto (Gottm an, Notarius, M arkm an, Bauk, Yoppi y Rubin, 1976). En estos trabajos (Wills, Weiss y Patterson, 1974; Jacobson, 1978) se descubrieron también correlaciones entre conducta gratificadora o castigadora y nivel de satisfacción de la pareja, es decir, que las parejas con problemas exhiben interacciones menos gratificantes y más castigadoras que las parejas sin pro­ blemas. Esta correlación significativa entre tasas de conductas aversivas y conflicto en la pareja puede ser objeto de diferentes explicaciones alternativas (Jacobson, 1979). O bien, la defi­ ciente interacción puede causar la aflicción en la pareja, o ésta puede ser la causa de aquélla, o bien, ambas, interacción defi­ ciente y aflicción de la pareja, pueden ser efectos correlaciona­ dos de alguna tercera variable causal no identificada.

1.1.1.2.

Habilidad de comunicación y de resolución de problemas

Otro componente im portante de la hipótesis comportamental es que las parejas en conflicto son deficientes en habilidades de comunicación y de resolución de problemas (Weiss, 1978). Es­ tas parejas difieren de las no conflictivas en su relativa inhabi­ lidad para manejar sus problemas de un modo efectivo y ori­ ginar cambios en la conducta del otro miembro de la pareja cuando tales cambios son deseables (Jacobson, 1979). Al pa­ recer, suelen utilizar tácticas de control basadas en el castigo y el reforzamiento negativo (Jacobson, 1979), es decir, intentan influir en el otro mediante la coerción o la estimulación aversi-

1.

A S PE C TO S T E O R IC O S

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va del tipo «críticas», «amenazas», «regañinas», «chantajes»..., para obtener el cambio que desean. Lo cual, como es lógico, crea insatisfacción, interacciones tensas y evitación mutua. Estas parejas desgraciadas no aciertan normalmente a apli­ car adecuadamente los principios de reforzamiento positivo, moldeamiento... Pretenden cam biar las conductas del otro mediante el control aversivo y no refuerzan positivamente las conductas que éste desea. Esta falta de habilidad en la negociación para el cambio de conductas, que no significa necesariamente un déficit de habi­ lidad en áreas no interaccionales, es una resultante de una in­ habilidad global para comunicarse. En efecto, la comunicación es un componente esencial no sólo en la negociación para el cambio de conducta, sino tam ­ bién para la salud general de la pareja. No en vano Liberman, en su ultimo libro Handbook o f Marital Therapy (1980), afir­ ma sin vacilar que la enseñanza de habilidades de comunica­ ción es con mucho el componente más importante de un tra­ tamiento exitoso de pareja y, como reflejo de esta importancia, dedica dos capítulos al tema. La comunicación no debemos entenderla como un concep­ to vago que pudiera definir una mezcla más o menos misterio­ sa de transacciones de también difícil concreción. En la acep­ ción que damos aquí al término, debemos entender más bien un conjunto especificable de intercambios de conductas ver­ bales y no verbales. Ambos miembros de una pareja se comu­ nican entre sí en una variedad de formas para transm itirse sentimientos o emociones, peticiones, elogios... Hablan, to­ can, sonríen, gesticulan, gritan, lloran... Cada uno de ellos ac­ túa a la vez como un emisor y receptor de mensajes. Para que el intercambio de mensajes personales fluya de un modo directo, honesto y adecuado se requieren habilidades de expresión (emisor) y de reacción (receptor), habilidades que, por otra parte, o no han sido aprendidas o se descuidan con demasiada frecuencia. El nivel de satisfacción o desolación de una pareja dependerá de la efectividad de sus componentes para intercambiar mensajes recíprocos.

I.a existencia de ciertos déficits o inhabilidades tanto en la recepción como en la emisión puede cortocircuitar este proce­ so, dar lugar a inadecuaciones en la comunicación y facilitar el conflicto en una pareja. Los déficits o inhabilidades más fre­ cuentes podemos detectarlos en tres niveles: - En el receptor. Es muy frecuente, en parejas con relacio­ nes deterioradas, que exista cierta inhabilidad para escuchar o atender los mensajes del otro. Esta recepción inadecuada facili­ ta también un procesamiento cognitivo inadecuado (véase 1.1.2. Determinantes cognitivos) y un reenvío de mensajes no sintonizados con los del otro. Otro fenómeno muy corriente es la dificultad que tienen muchas parejas para reconocer y, por tanto, «recibir» conductas positivas en su cónyuge. La interac­ ción de pareja se ha deteriorado tanto que cada uno de los dos se ha convertido en un estímulo discriminativo para los suce­ sos aversivos solamente. Las conductas y mensajes positivos no se reconocen, o cuando se reconocen se equiparan a obligacio­ nes que el otro tiene para con nosotros por el hecho de ser nuestra pareja, sin valorar su auténtico carácter de gratuidad. - En el emisor. Como dijimos antes, un déficit en la recep­ ción facilita una emisión inadecuada de mensajes tanto a nivel verbal como no verbal. Sin embargo, puede que también este tipo de habilidades específicas no se hayan aprendido. La co­ municación puede resentirse por una inhibición de la emisión o porque ésta resulte inadecuada para sus objetivos. En pare­ jas con relaciones deterioradas es relativamente frecuente que no se expresen sentimientos o peticiones por temor a las con­ secuencias que pueden derivarse de una comunicación directa y honesta. Suele decirse « estoy muy cansada» o «estoy mal» por no decir «cada vez que vamos a la cama y hacemos el amor lo paso mal; creo que deberíamos hablar sobre esto, ¿no te pa­ rece?». En otras ocasiones, uno de los miembros se calla siste­ máticamente y ejecuta las exigencias y peticiones del otro con tal de que no ocurra un conflicto. Estos y otros procedimien­ tos de comunicación convierten a la pareja en constante fuente de renuncias personales, adquiriendo connotaciones aversivas para el otro y para la relación en sí.

I.

A S PE C T O S T E Ó R IC O S

35

Por otra parte, el cómo se emite el mensaje es un elemento también determ inante en la efectividad de la comunicación. Uno de los miembros de la pareja puede tener el objetivo de expresar ternura, pero lo hace con un tono de voz alto, gestos y contacto físico bruscos, que hace que el otro perciba algo muy diferente. O puede querer expresar un sentim iento negativo del tipo «me siento triste», y lo que hace en realidad es comu­ nicar acusaciones. - En el mensaje. El requisito fundamental que debe cumplir el mensaje es que sea reconocible y comunicable por ambos miembros de una pareja. Por esta razón el mensaje debe ser ex­ presado en términos observables. Expresiones del tipo «me gus­ taría que fueras más considerado conmigo» hacen difícil preci­ sar cuáles son los problemas concretos e impide a las parejas coincidir con precisión respecto a las conductas que están dis­ cutiendo. Cuando uno de los miembros de la pareja dice «me gustaría que fueras menos egoísta», lo que posiblemente quiera decir es «me gustaría que te hicieras cargo de los niños dos días a la semana». Pero mientras que esta segunda formulación es operativa y comunicable, la primera presenta un gran conteni­ do subjetivo, de difícil concreción y motivo de frecuentes discu­ siones hasta llegar a «comprender» lo que uno desea del otro. Por otra parte, las parejas desgraciadas carecen de la habili­ dad para resolver los múltiples problemas que la convivencia y la relación con los hijos diariamente plantea. Estas parejas, cuando intentan resolver un problema específico, mezclan en sus discusiones toda una gama de otros problemas secunda­ rios e irrelevantes que suelen ser fuente habitual de conflicto. El discurso se convierte en una larga lista de acusaciones mu­ tuas que les aparta de su objetivo. En general, las dificultades provienen del déficit de los miembros de la pareja en algunos de los componentes básicos necesarios para la resolución de problemas. Estos com ponen­ tes son: 1. Especificación o selección de los componentes del pro­ blema. 2. Especificación de los cambios concretos que se desean.

.1 6

T E R A P IA D E PAREJAS

3. 4.

Formulación de posibles soluciones. Ser capaces de llegar a un acuerdo.

1.1.1.3.

Reciprocidad

Al parecer, las parejas en conflicto difieren de las parejas sin problemas no sólo en sus tasas de reforzamiento (o castigo) intercambiado, sino también en la relación entre reforzamien­ to iniciado por uno de ellos y reforzamiento iniciado por el otro (Jacobson, 1979). Es decir, las tasas de gratificaciones in­ tercambiadas se hacen sobre una base de reciprocidad (Patterson y Reid, 1970). Esto se asemeja mucho a lo que Gottman et al. (1976) describieron como un modelo de cuenta boticaria del intercambio conductual en la relación de pareja. Según este modelo, las parejas invierten en la relación según las grati­ ficaciones recibidas, si bien no excluyen intercambios no recí­ procos en un momento dado. La diferente reactividad de uno o ambos miembros de la pareja a la estimulación aversiva, proveniente del comportamiento del otro, puede estar balan­ ceada según la historia de reciprocidad. Es decir, una pareja que ha mantenido en el pasado una alta tasa de intercambios gratificantes puede tolerar mejor cierta estimulación aversiva ocasional o una baja momentánea de los intercambios positi­ vos que otra pareja con un pasado diferente. Hay muchos da­ tos (Wills et al., 1974; Birchlen, 1973; Robinson y Price, 1976) para pensar que existe una relación directa entre la adm inis­ tración de gratificaciones (o castigos) de un miembro y la del otro. La reciprocidad negativa, definida como la tendencia a responder inmediatamente a respuestas negativas del esposo con una respuesta del mismo signo, parece ser más probable en parejas en conflicto. Así, al menos, para el intercambio de conducta negativa, su reciprocidad puede servir para diferen­ ciar las parejas en conflicto de las no en conflicto. Según esto, cabe decir que los comportamientos son interdependientes, es decir, que la conducta de uno está en función de la del otro y que, por tanto, existe:

I.

A S PE C T O S T E Ó R IC O S

-

mayor probabilidad de ser reforzado, si refuerzo; mayor probabilidad de ser castigado, si castigo; mayor probabilidad de recibir mucho, si doy mucho; mayor probabilidad de dar poco, si recibo poco.

1.1.2.

Determinantes cognitivas

Qué duda cabe que el entorno proporcionado por el contexto de la relación no es el único determ inante en el com porta­ miento interpersonal. El individuo no responde al mundo real, sino al mundo percibido (Mahoney, 1974). Existen procesos mediacionales (expectativas, procesos atencionales y perceptivos, valoración en función de la expe­ riencia previa) que matizan e incluso distorsionan el entorno y la relación. La satisfacción de ambos miembros de una pareja está muy en relación con la valoración e interpretación que ambos hacen de la conducta del otro.

Los procesos cognitivo-mediacionales condicionan y m a­ tizan el nivel de satisfacción y el com portam iento de los m iem bros de una pareja en base, fundam entalm ente, a tres factores.

38

1.1.2.1.

T I R A PIA D E PAREJAS

Hábitos perceptivo-cognitivos

La valoración y estimación que cada cónyuge hace de la con­ ducta del otro puede venir matizada por hábitos cognitivos erróneos (Beck, 1979) ya adquiridos por uno o ambos m iem­ bros de la pareja. Estos errores cognitivos facilitan el desarro­ llo de suposiciones inadecuadas que no sólo interfieren la co­ municación en la relación, sino que además dan lugar a estados de ansiedad y/o depresión en cada uno de los compo­ nentes de la misma. Son muchas y frecuentes las suposiciones erróneas que en­ contramos en parejas con relaciones deterioradas. En unos ca­ sos el error cognitivo es de sobregeneralización («como una chica me engañó en el pasado, todas las mujeres, incluida mi mujer, son y serán siempre infieles»). En otros, es de catastro­ fismo o magnificación negativa de los hechos («es horrible y desastroso que mi pareja no se acuerde de mí en un día como hoy»). También puede existir el hábito de percibir únicamente los fracasos, errores o imperfecciones propios o del otro («es un desastre... todo lo hace mal»), o el de valorar la relación y la conducta del otro de m odo dicotómico o rígido («o es o no es un amante perfecto, y si no lo es, es malo, no me interesa»). Estos hábitos determ inan la apreciación que un determ ina­ do individuo hace de su vida de relación y del com portam ien­ to de su pareja y, por tanto, el grado de satisfacción que éstos le deparan y el grado de exigencias y concesiones que puede ha­ cer el otro. Por poner un ejemplo, un pequeño olvido (un re­ galo en el aniversario...), que puede carecer de importancia en una pareja determinada, puede ser motivo de un conflicto se­ rio en otra en la que uno de sus miembros lo valore como algo horroroso o catastrófico.

1.1.2.2.

Expectativas y experiencia de la relación percibida

El nivel de expectativas, al igual que el resto de las v aria­ bles m ediacionales, m atizan el valor reforzante del Ínter-

i.

AsiM -:crosTi;Onii:os

39

cambio conductual de una pareja. Unas expectativas exce­ sivas o exclusivas, y por tanto no satisfechas, conducen a m inusvalorar las gratificaciones del otro y de la vida de re­ lación en general y reducen el um bral de tolerancia a las frustraciones y a la estim ulación aversiva que toda rela­ ción interpersonal, en algún grado, conlleva. Es muy co­ rriente encontrar la expectativa de m antener un alto nivel de sucesos positivos sin realizar ningún esfuerzo para lo­ grarlo. Por otra parte, el nivel de tolerancia a la estimulación aver­ siva que puede generar la relación puede estar en función del balance o de la experiencia percibida de la misma. Si el balance es positivo, es muy posible que el umbral sea mayor que si es negativo. En este último caso, es decir cuando la interacción de pareja ha seguido un proceso grave de deterioro, uno de sus miembros o ambos se convierten en un estímulo aversivo tan relevante que el otro se muestra incapaz de reconocer conduc­ tas o mensajes positivos.

1.1.2.3.

Percepción de alternativas

Cada uno de los miem bros de una pareja com para el resulta­ do de su vida de relación con alternativas ya pasadas, p re­ sentes o futuras. Qué duda cabe que individuos que perci­ ben opciones atractivas (trabajo, viajes, amantes, etc.) fuera de la relación dem andarán soluciones más positivas para continuar en ella. Por el contrario, una relación que es m íni­ m am ente reforzante puede, no obstante, ser com pletam ente estable y persistente si los participantes perciben que las al­ ternativas son lim itadas o restringidas, o no igual de satis­ factorias (Jacobson, 1979). ¡Cuántos m atrim onios m antie­ nen relaciones aversivas, cercanas a la tortura, y sin embargo no se separan precisam ente por la ausencia de alternativas! Romper con su m arido supone, para muchas mujeres, p er­ der la posibilidad de comer, am én de sopo rtar la coacción social.

4O

1.1.3.

T E R A P IA D E PAREJAS

Determinantes socio-culturales

«El ser hum ano se com porta no sólo ante las propiedades fí­ sicas del ambiente, sino también, y prioritariam ente, ante las propiedades que socialm ente, por convención, se asignan a los objetos de estímulo y a los eventos ambientales» (Ribes, 1980, pág. 230), es decir, que el individuo «atribuye propie­ dades a los eventos con base en el acuerdo, en el consenso, en la convención que determ ina el grupo social» (Ribes, 1980). Con estos com entarios Ribes quiere significar discrim inativam ente lo peculiar de la conducta hum ana: la mediación social. Una relación de pareja se da en un marco normativo que matiza significativamente el punto de contacto en donde se da la relación (Kantor, 1978; Bayes, 1980). Las matizaciones que el contexto socio-cultural introduce en la relación de una pareja pueden resumirse en:

1.1.3.1. Accesibilidad de alternativas El contexto socio-cultural introduce m atizaciones p e rti­ nentes en la vida de relación de una pareja y en el com porta­ m iento de cada uno de los m iem bros de la m ism a. Por ejem plo, una m ujer que vive una relación aversiva tendrá más probabilidades de rom per con ella o de exigir mejores soluciones en la negociación si tiene independencia eco­ nóm ica, si existe el divorcio y si adem ás el grupo social en que vive no ejerce coacciones significativas. Es decir, el con­ texto socio-cultural, medio de contacto donde tiene lugar la relación, condiciona el com portam iento y futuro de la misma. Una mujer que vive en un ambiente liberal y permisivo tie­ ne más oportunidad de tom ar la decisión de divorciarse o de separarse que una campesina. La clase social suele ser un ele­ mento mediador crucial.

1.

A S PE C T O S T E O R IC O S

1.1.3.2.

41

Modificación del intercambio conductual

El medio de contacto social introduce también matizaciones en el intercambio conductual que mantiene la pareja. El nivel de satisfacción y de reforzamiento recíproco dependerá de aspec­ tos tales como la disponibilidad de tiempo libre, los recursos económicos, etc. Por ejemplo, la posibilidad de intercambios mutuamente gratificantes se verá reducida en aquellas parejas en que uno o ambos se ven obligados a realizar una jornada la­ boral muy prolongada. Por una parte, no disponen de tiempo libre para implicarse en actividades placenteras, y por otra, el agotamiento físico que conlleva dicha jornada interfiere en el goce mutuo de la relación cuando tiene lugar. En otros ca­ sos, la falta de recursos económicos puede originar situacio­ nes de stress y conflictos que contribuyen de modo significati­ vo a elevar la tasa de intercambios aversivos. El entorno en donde tiene lugar el intercambio conductual de la pareja puede tam bién estar lim itado por la existencia de enfermedades crónicas en algún familiar, inaccesibilidad de recursos sociales (cenar fuera, viajes, colegios para los hi­ jos, etc.) que pueden interferir en el incremento de intercam­ bios positivos o reducción de aspectos aversivos de la rela­ ción, ambos componentes objetivos esenciales en cualquier intervención.

1.2.

Modelo conceptual del desarrollo del conflicto de pareja

Una representación gráfica del modelo conceptual del desa­ rrollo del conflicto de pareja puede verse en la figura 1. Este es­ quema sintetiza los aspectos más relevantes que hasta aquí he­ mos ido desarrollando. Podemos resumirlos y caracterizarlos del siguiente modo: 1. Este modelo acepta la premisa de que las consecuencias proporcionadas por los esposos serán los determinantes fun­ damentales de la conducta de relación del otro (Jacobson y

42

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Figura 1

Margolin, 1979). Ambos actúan como em isor y receptor si­ multáneamente, estableciendo un proceso de secuencias cir­ culares y recíprocas de conductas y consecuencias (lacobson, 1979). En este proceso de causalidad recíproca los miembros de parejas en conflicto se refuerzan uno a otro menos frecuen­ temente y se castigan uno a otro más frecuentemente que las parejas felices. 2. Los efectos de los estímulos proporcionados por cada uno de los miembros de la pareja, y por tanto sus valores gra­ tificantes y aversivos, dependerán de las valoraciones cognitivas respectivas de cada esposo (según un modelo mediacional) y de la percepción relativa de los m ism os en función de la existencia o no de alternativas (£’). El contexto sociocultural (medio de contacto norm ativo) introduce también

i.

AM ’í ( r o s I I O H K I i s

43

matizaciones pertinentes en el desarrollo del deterioro de la relación. Jacobson (1979) enumera una serie de factores hipotéticos que son determ inantes tanto en la atracción inicial mutua de una pareja como en el desarrollo del conflicto. Atracción inicial mutua . En el comienzo de una rela­ ción (proceso de noviazgo, o primeros contactos de la pareja) suele existir atracción debido a una elevada tasa de intercam­ bios reforzantes. Este tipo de intercambios constituye la base de la persistencia y profundización de la futura relación. El amor no es otra cosa que un intercambio complejo de conduc­ tas gratificantes tanto en sus dimensiones motoras como cognitivas y emocionales. Puede inferirse que el amor estará cier­ tamente ausente si el refuerzo potencial de uno de ellos llega a ser mínimo. La tasa elevada de gratificaciones en el comienzo de una relación viene facilitada por las características de la misma que, entre otras, son: A) Carácter restrictivo de la interacción. Lo habitual es que la pareja, al comienzo de su relación, sólo intercambie conductas en un marco restrictivo. Sólo se ven algunas horas al día e interactúan en un contexto gratificante. Se ven para to­ mar una copa, charla de proyectos, momentos de ocio...; por asociación, su relación debe ser gratificante también. B) Ausencia de toma de decisiones. Por el carácter restric­ tivo de la misma relación, los miembros de la pareja se ven li­ bres de tom ar decisiones im portantes, financieras o de otro tipo, habituales en una vida de pareja estable. No se ven ex­ puestos al temor o consecuencias aversivas que se pueden de­ rivar de esa toma de decisiones y, por tanto, se minimiza el in­ tercambio de conductas aversivas o de castigo. C) Novedad de la comunicación sexual. La novedad de esta comunicación viene a ser otro elemento gratificante que se asocia al intercambio conductual y facilita la elevada tasa de intercambios reforzantes. D) Expectativas idealizadas. Los proyectos idealizados son elementos adicionales de un intercambio conductual gra­ tificante y característico del comienzo de una relación.

44

T E R A P IA DE l’AREIA S

D esarrollo del conflicto . A poco de comenzar a vivir juntos ambos miembros de una pareja tienen ocasión de to­ mar decisiones importantes, de afrontar problemas conjunta­ mente. Surge el choque entre las expectativas y la realidad. Cuando ese choque es significativo, comienzan a intercam­ biarse ciertas dosis de estimulación aversiva, y la tasa de inter­ cambios reforzantes sufre un decremento. Se están inoculando los primeros ingredientes para el desarrollo del conflicto. Éste avanzará o no dependiendo de otra serie de características: A) Déficit de habilidades, ya sea de comunicación, de re­ solución de problemas, sexuales... B) Deficiencias en el control de estímulos. Elementos esti­ mulares adicionales no previstos en la relación de pareja pue­ den ser motivo de un increm ento en el intercambio de con­ ductas aversivas. Por ejemplo, el nacimiento de un hijo no deseado puede alterar el tipo de intercambios m antenidos hasta entonces. Surgen problemas económicos, se reducen las actividades recreacionales, aumenta el número de problemas a que han de hacer frente, etc. C) Cambios en el entorno. Algunos cambios introducen efectos muy significativos en el deterioro de la relación. Por ejemplo, la aparición de un/a amante, la pérdida de trabajo, la discrepancia política o ideológica como consecuencia de defi­ niciones personales que impone el medio, la ampliación del círculo social y el desarrollo de cierta autonomía en la mujer como consecuencia de trabajar fuera de casa, y la presencia en general de otras fuentes de reforzamiento alternativas a la re­ lación de pareja. D) Preferencias discrepantes en cuanto al grado de intimi­ dad deseada. Los individuos tienen diferentes necesidades acerca de la soledad y el grado de relación, y éstas suelen cam­ biar con el desarrollo de la vida. Cuando la cantidad de espacio emocional deseado por cada uno de los miembros de una pare­ ja difiere, las irritaciones y frustraciones derivadas de la saciación y deprivación puede llegar al abandono (Liberman, 1980). En una pareja no dichosa, un miembro de la misma, o am ­ bos, por las razones señaladas más arriba, recibe pocas gratifí-

1.

A S PE C T O S T E O R IC O S

45

cationes del otro, o el coste por recibirlas es excesivamente alto. En tales casos los miembros de la pareja recurren a uno de dos patrones de com portam iento en relación con el otro (Stuart, 1969): algunas parejas recurren a la coerción (regañi­ nas, amenazas, etc.) para obtener la conducta deseada del otro; otras llegan al abandono. En estos casos, uno o ambos miembros de la pareja abando­ nan emocional o físicamente la relación, eliminando una tasa de estimulación aversiva elevada, buscando otras fuentes de reforzamiento como puede ser un hijo, un amante, etc. Se han sentado así las bases del conflicto, para cuya solución habrá que evaluar de modo preciso qué factores son los deter­ minantes e intervenir discriminativamente en consecuencia.

2.

Evaluación

La evaluación conductual de los problemas de pareja es algo reciente en el campo de la ciencia del com portam iento. Po­ dríamos decir que los trabajos de investigación en esta área no sobrepasan la década en los países pioneros, y en España es algo que resulta desconocido para la mayoría de los estudian­ tes de psicología y muchos profesionales. Son varios los objetivos que debe cumplir una evaluación. En primer lugar, debe perm itir conocer la problemática espe­ cífica de una pareja determ inada y poder diseñar un trata­ miento «a la medida». El modelo conductual del conflicto de pareja hipotetiza la existencia de un déficit o inadecuación del intercambio conductual en las parejas con problemas. Así pues, deben ser objeto de evaluación los patrones de influen­ cia conductual recíproca, los cambios conductuales que cada miembro de la pareja desea en el otro, los procedimientos usa­ dos hasta ahora para promover dichos cambios (amenazas, regañinas, otras relaciones, etc.), los factores que mantienen las conductas no deseadas, los recursos y reforzadores poten­ ciales que cada uno tiene y que pueden ser utilizados más efec­ tivamente para alterar la conducta del otro, y los problemas personales específicos de cada uno de los miembros de la pa­ reja que contribuyen a ese déficit o inadecuación del intercam­ •16

2.

EVALUACION

47

bio conductual. A la luz de todos estos datos podrá realizarse, como decíamos, un tratamiento «a la medida». Es decir, no se tratará de aplicar sistemáticamente una serie de técnicas o «re­ cetas», sino de modificar las variables que en cada caso estén relacionadas funcionalmente con la conducta o conductasproblema. La intervención, por ejemplo, para reducir las dis­ putas de una pareja será distinta si se debe a una falta de habi­ lidad en la comunicación que si son debidas a la falta de co­ laboración del hombre en las tareas domésticas. En el primer caso la intervención estará orientada a entrenarles en habili­ dades de comunicación y en el segundo caso a entrenarles en la resolución del problema y posibilitar la negociación de un acuerdo. En segundo lugar, la evaluación debe perm itir verificar si las estrategias y recursos técnicos utilizados en la intervención posibilitan los objetivos trazados. La evaluación es un proceso continuo y constante que nos permite, no sólo elaborar hipótesis de tratamiento y objetivos específicos de intervención, sino también valorar la eficacia de las intervenciones diseñadas y del proceso terapéutico gene­ ral, facilitándonos así la tarea de revisar hipótesis erróneas y ensayar nuevas estrategias terapéuticas. En la evaluación conductual del conflicto marital conside­ ramos cuatro niveles (Keefe, 1978). Estos niveles son:

2.1.

Identificación del problem a

El prim er objetivo que nos trazamos en nuestro acercamiento inicial a la pareja en conflicto es el de identificar la naturaleza del problema. Para ello nos servimos de la entrevista inicial y la utilización de cuestionarios. Cuando el conflicto de pareja es secundario a un problema personal en uno o ambos componentes de la misma, está indi­ cado realizar una evaluación y tratam iento individual previo o paralelo al tratam iento de pareja. Ejemplos de esto serían aquellos casos en que alguno de los componentes de la diada

48

T E R A P IA DE PAREJAS

presente algún problema de alcoholismo, depresión, obsesio­ nes, déficit asertivo, etc., y que por su gravedad y relevancia en la etiología del conflicto de pareja requiera una intervención preferente con independencia de que se lleve a cabo un trata­ miento de pareja. Por otra parte, cuando el conflicto de la relación es nuclear pasamos directam ente a realizar una evaluación del mismo. Uno de los principales y primeros problemas que nos encon­ tramos en la entrevista inicial es el de evaluar el compromiso de cada uno de los miembros de la pareja para con el otro y para con la terapia. En ocasiones acuden al tratam iento con la ex­ pectativa de que el problema reside en el otro y que, por tanto, lo único que cabe esperar es que el otro cambie. Conviene eva­ luar el nivel de expectativas de cada uno de los componentes de la pareja. Es muy corriente encontrar expectativas de m an­ tener un alto nivel de conductas reforzantes en el otro sin reali­ zar ningún esfuerzo uno mismo. Otras veces, uno o ambos miembros no están motivados para implicarse activamente en la terapia y tratan de utilizar al terapeuta como testigo del «ro­ sario interminable de quejas contra su pareja». En estos casos suele ser útil perm itir que la pareja continúe por un breve pe­ ríodo de tiem po interactuando entre sí. El terapeuta toma nota de las quejas e intenta concretarlas para dar a la pareja una información operativa del diálogo m antenido por ellos. Es decir, les da información precisa de la muestra comportamental recogida en sus notas y comenta con ellos los inconve­ nientes de este tipo de interacción: ineficaz para conseguir sus objetivos, empeoramiento del estado emocional, etc. Por esta y otras razones la fase de intervención suele comen­ zar ya en estas entrevistas iniciales, sin esperar a tener una eva­ luación completa del problema. El terapeuta deberá controlar la sesión desde el comienzo, evitando salirse del tema objeto de evaluación y salvando interrupciones innecesarias y críti­ cas mutuas indiscriminadas. Todo ello de modo amable, pero firme y cuidando de no tom ar partido por ningún miembro de la pareja. El siguiente diálogo puede ilustrar un m odo de intervenir:

2.

t-VALUACIÓN

49

MUJER: ¡Yo no puedo continuar así. He aguantado mucho y ya no puedo más!... MARIDO: Pues yo no sé deque te quejas... Estoy como un escla­ vo, incluso haciendo horas extraordinarias para que no os falte nada y vienes con ésas... Desde luego quien no puede seguir así soy yo, porque... MUJER: ¿Por qué? ¿Por qué? Desde luego lo que me faltaba oír... Eres un egoísta, sólo piensas en ti, eres... MARIDO: ¡No me interrumpas, por favor! No se puede hablar contigo. ¡Estoy hasta las narices de ti, de la casa, délos niños...! TERAPEUTA: ¡Bueno, bueno... calma! Un momento. Si vuestro objetivo es seguir discutiendo, podéis hacerlo; pero dudo que real­ mente lo sea, porque cuando habéis venido aquí es porque ambos deseáis mejorar vuestras relaciones, ¿no es así? MUJER: Sí, asíes... MARIDO: Sí, pero es que se pone imposible. MUJER: ¡Yo imposible!... TERAPEUTA: ¡Basta! Calma. De nuevo podéis iniciar el rosario de quejas mutuas, pero eso ¿a dónde os conduce? ¿Creéis que es efectivo para mejorar vuestras relaciones el continuar intercam­ biando quejas y acusaciones? MUJER: No, lleva razón. TERAPEUTA: Bien, efectivamente, este modo de actuar, echán­ doos la culpa uno al otro, no conduce a nada; todo lo contrario, agrava el problema y empeora vuestras relaciones, y a eso no habéis venido aquí, ¿no es así? Estoy seguro de que ambos tenéis motivos para estar pasándolo mal y que deseáis cambiar en algunas cosas vuestra relación. Así que me gustaría oíros tranquilamente primero a uno y luego a otro, ¿de acuerdo?... Me gustaría también comentar hasta qué punto deseáis cambiar... Si es necesario, conviene, como veremos más adelante, in­ troducirles en el marco conceptual del proceso y de lo que se espera de cada uno de ellos. Conviene advertir también y de­ jar muy claro que serán ellos los que m arcarán sus propios objetivos: m ejorar la relación, una separación amistosa o ser capaces de tom ar una decisión en un sentido u otro. El espe­ cialista les podrá ayudar en cóm o conseguir cualquiera de esos objetivos, pero el qué se pretende lo van a determ inar ellos. Igualmente conviene aclarar que no se da por supuesto

50

T ER A P IA D E PAREJAS

que quieran com prom eterse de antem ano a ningún tipo de tratamiento. Una vez aclarados todos estos puntos, y si el compromiso mínimo de uno para con el otro y para con el tratamiento pa­ rece adecuado, la evaluación puede continuar. Ya desde el comienzo, y a lo largo de todo el tratam iento, utilizamos entrevistas con ambos miembros de la pareja y en­ trevistas con cada uno de ellos por separado. Estas últimas son muy necesarias, sobre todo en la fase inicial, para recabar in­ formación que la presencia del otro miembro puede obligar a ocultar (existencia de relaciones extramaritales...), o bien para evitar volver a hablar entre ellos de temas dolorosos que, si bien pueden ser necesarios para la evaluación, quizá no sea útil ni positivo discutirlos. A fin de garantizar que la entrevista inicial resulte lo más eficaz y productiva, aconsejamos cierta estructuración. Con este propósito sugerimos un esquema-guía que viene a com ­ pletar y enriquecer el propuesto por Peterson (1977). Este es­ quema para estructurar la entrevista clínica de pareja es como sigue: 1. Cómo empezó la relación. 2. Cambios importantes durante el curso de la relación. 3. Entendimiento afectivo 4. Relación autoritarismo/dependencia. 5. Los problemas principales en la vida de pareja. 6. Áreas de incom patibilidad-com patibilidad con la pareja. 7. Secuencias, frecuentes en la actualidad, de interacción problemática: - Número, intensidad y duración. - Descripción detallada de las situaciones en que ocurre. - Lugar y situación. - Qué han dicho y hecho. - Sentimientos en relación con el otro. - Cómo se influyen respectivamente. - Cómo term inan. Resultado.

2.

EVALUACIÓN

8. 9. 10. 11. 12. 13.

51

Tiempo libre de conflicto. Pensamientos positivos y negativos sobre el otro. Sentimientos de descontento y de satisfacción. Actividades placenteras que comparten (ejemplos). Problemas con los hijos. Relación sexual actual. Nivel de satisfacción. Proble­ mas específicos. 14. Experiencias sexuales fuera de la pareja. 15. Compañero ideal en relación al: - sexo, - trabajo, - comportamiento con los hijos. 16. Problemas individuales que influyen en la relación de pareja. 17. Objetivos del tratamiento y expectativas hacia el mismo. Conviene conocer cómo empezó la relación y qué aspectos positivos (conductas y atributos) intervinieron en un princi­ pio en la atracción m utua de la pareja. En el caso de que estas áreas positivas, que existían en un comienzo, se hayan extin­ guido en la actualidad, habría que realizar un análisis funcio­ nal a fin de conocer qué estím ulos hay que m odificar para instaurar de nuevo esos aspectos gratificantes. Es frecuente encontrar que en algunas parejas, después de unos años de relación, se han extinguido una serie de conductas tales como expresión de afectos, refuerzos extraordinarios con ocasión de fechas im portantes (regalos con ocasión de ono­ mástica, cumpleaños o aniversarios de boda...), cuidado del aspecto físico, etc. Este tipo de com portam iento pudo haber sido habitual al principio de la relación, por la funcionalidad de «conquistar» al otro. Pero una vez «realizada la conquis­ ta» se dejan de poner en práctica estas conductas reforzantes, propiciando así una pérdida de interés en la relación. En oca­ siones, la reim plantación de estas conductas reforzantes es uno de los objetivos terapéuticos a tener en cuenta en la in­ tervención. Las parejas, como la mayor parte de las relaciones diádicas, se form an porque existe suficiente potencial para el re­

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T E R A P IA D E PAREJAS

fuerzo mutuo. La relación se m antiene el tiempo que ambos m iem bros continúan sum inistrándose suficiente refuerzo entre sí. Si uno o am bos m iem bros de la pareja cam bian su conducta, hasta el punto de tornarse no reforzante e incluso punitiva para el otro, es probable que la relación se deteriore o incluso cese. Por esta razón cualquier cambio im portante acaecido durante el curso de la relación debe ser objeto de evaluación. En algunos casos encontram os que la evolución en la con­ cepción y filosofía de la vida, así como el cambio de intereses en un miembro o ambos de la pareja, da lugar a que las con­ ductas de uno y/o del otro, que en un comienzo podían resul­ tar gratificantes o reforzantes, ahora ya no lo son. Éste sería el caso, por ejemplo, de una pareja en la cual uno de los m iem­ bros evoluciona adoptando una filosofía de vida más progre­ sista, con mayores intereses intelectuales y culturales, y ya no considera reforzantes conductas que antes lo eran, como las relativas a ser una buena ama de casa. Ahora, por el contrario, le gratificaría más que su pareja tuviera intereses culturales o trabajase fuera de casa. El entrevistador continúa indagando según la estructura de la entrevista señalada más arriba y ayudando a la pareja a ex­ presar sus deseos y quejas con descripciones lo más específi­ cas y precisas posible. La razón de esto es que las parejas que acuden a tratamiento suelen tener cierta inhabilidad para ex­ presar las conductas concretas que desearían ver aumentadas o dism inuidas en su compañero. Utilizan a m enudo un len­ guaje vago e impreciso. Expresiones del tipo «que sea más considerado conmigo» hacen difícil precisar cuáles son los problemas concretos e impiden a la pareja coincidir con preci­ sión en las conductas que desean cambiar. El fin principal de la evaluación es planificar objetivos para el tratamiento. Estos objetivos se deben establecer en términos de conductas concretas y observables. En consecuencia, la me­ joría alcanzada con el tratam iento no se definirá exclusi­ vamente en base a impresiones subjetivas del paciente, sino a metas y cambios conductuales logrados.

2.

ÍÍV A IU A C IO N

53

Un com plem ento im portante de las entrevistas iniciales de evaluación es el uso de cuestionarios, que el terapeuta puede pedir que se com pleten al final de la entrevista o en casa.

2.1.2.

Cuestionarios

Los cuestionarios constituyen un elemento im portante en el marco de la evaluación e intervención de la terapia de pareja. No sólo ayudan a reunir información valiosa para el trata­ miento, sino que pueden enseñar a la pareja nuevos modos de describir sus problemas y de pensar más operativamente acer­ ca de su relación. A menudo los cuestionarios ayudan también a descubrir nuevos aspectos positivos de la relación que hasta ahora habían pasado desapercibidos. Existen diferentes tipos de cuestionarios: Cuestionario de Áreas de Compatibilidad-Incompatibilidad. (Carmen Serrat, 1980). (Véase apéndice.) Este cuestionario de manejo sencillo consta de una escala en la que la pareja valora su nivel actual de satisfacción en la rela­ ción, y 38 ítems relativos a una amplia gama de áreas propias de la vida de pareja y familiar (finanzas y economía, educa­ ción de los hijos, trabajo...). El cuestionario permite detectar áreas-problema que pudieran existir y pretende discrim inar también la habilidad o inhabilidad que la pareja puede mos­ trar en la resolución del problema. En resumen, nos permite delimitar: - Las áreas en que existe compatibilidad o acuerdo. - Aquellas en que, cuando no existe acuerdo, la pareja tiene habilidad para la resolución del problema. - Las áreas en que existe incompatibilidad o desacuerdo manifiesto. - Y aquellas áreas en que la conflictividad es tan alta que evitan hablar del tema.

54

T E R A P IA D E PAREJAS

Es habitual encontrar en las parejas que acuden a trata­ miento un descontento generalizado, pero difícil de concretar en problemas específicos. Este cuestionario tiene por objeto ayudar a discrim inar ciertas fuentes de conflicto y facilitar posteriorm ente el trabajo en ellas. Las áreas identificadas como conflictivas se utilizan para ser discutidas por la pareja, permitiéndonos la evaluación y el entrenamiento en la resolu­ ción de problemas. Como es lógico, los conflictos dentro de un área vendrán originados por distintos tipos de com porta­ mientos que serán los que hemos de modificar. Por ejemplo, cuando una pareja evalúa como conflicto el ítem 26, referido a la relación extramarital, pueden especificarse conductas muy distintas como causantes del conflicto. No es igual que la con­ ducta insatisfactoria sea una relación extramarital mantenida en la actualidad que el que uno de los miembros de la pareja hable con frecuencia, o saque a relucir en momentos de dispu­ ta, una relación extramarital mantenida por el otro en el pasa­ do y completamente abandonada en la actualidad. La estrate­ gia de tratamiento será distinta en un caso u otro. Suele ser útil extraer del cuestionario una lista «hecha a me­ dida» de la pareja y que puede ser puntuada diaria o semanal­ mente por ambos miembros, para así tener una evaluación más continuada de los logros. También solemos emplearlo an­ tes y después del tratam iento para evaluar los resultados del mismo. Cuestionario de intercambio de conductas en la pareja (C. Serrat, 1980). (Véaseapéndice.) El objetivo de este cuestionario es definir qué intercam bios conductuales agradables o aversivos existen o no en la rela­ ción actual de pareja, a fin de fom entar su aum ento o reduc­ ción según los deseos de ambos. Muchas parejas tienen difi­ cultad para verbalizar y describir qué conductas desearían que el otro cambiara. Este cuestionario les ofrece una amplia lista de conductas habituales en la vida de pareja. El cuestio­ nario hace referencia a intercam bios conductuales posibles

2.

I-VALUACION

55

que pueden ocurrir en áreas generales, tales como «Comidas y compras», «Tareas domésticas», «Sexo y afecto», «Cuidado de los hijos», «Finanzas y economía», «Trabajo» y «Hábitos personales». El introducir cambios en estas áreas con el objetivo de in­ crementar los intercambios conductuales mutuamente grati­ ficantes puede ser de suma importancia para paliar el conflic­ to existente. Cuestionario de actividades de ocio en la pareja (C. Serrat, 1980). La evaluación de las actividades placenteras que comparte la pareja en su tiempo libre es de suma importancia. Muchas pa­ rejas que acuden a tratamiento tienen problemas derivados de una escasa dedicación de su tiempo libre a actividades de re­ creo y sociales. En algunas parejas, especialmente después de haber tenido hijos, es frecuente observar cierto aburrimiento. Se olvidan de dedicar tiempo y atención a ellos mismos «como pareja», en el sentido de hacer juntos cosas divertidas. Este tipo de activida­ des debió tener, sin duda, un papel muy im portante en la atracción inicial del uno por el otro y con el paso del tiempo se fue extinguiendo. La realización conjunta de actividades placenteras reviste sum a im portancia para la satisfacción dentro de la pareja. La situación placentera o reforzante se condiciona así al estím ulo «pareja». Im plicarse en actividades gratificantes provoca o fom enta interacciones positivas que entran en com petencia con las interacciones conflictivas. La risa, el juego, las actividades divertidas pueden com batir parte de las interacciones negativas, com o es el aburrim iento, la de­ privación em ocional e incluso la percepción negativa del otro, déficits o excesos que presentan las parejas cuando vie­ nen a tratam iento. En otros casos puede o cu rrir que la pareja dedique un tiempo excesivo a estar juntos sin otro tipo de contactos so­

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T E R A P IA DE PAREJAS

cíales. O puede darse el caso de que uno o ambos com ponen­ tes de la pareja desee em plear más tiem po para sí m ism o o para disfrutarlo con sus am igos que lo deseado por el otro. Ambas cosas tienden a consolidar ciertas fuentes de conflic­ to. Por otra parte, la excesiva dependencia de uno con respecto al otro, verbalizada en frases com o «yo es que no necesi­ to irme con otras personas para pasarlo bien», puede resultar un estímulo aversivo que provoque conductas de evitación en la pareja. Este cuestionario trata de evaluar este área. Su objetivo es definir qué actividades de ocio pueden resultar placenteras para la pareja y en qué medida desean verlas incrementadas o disminuidas, bien sea con su pareja, solo o con otros. El cuestionario está diseñado para un amplio sector de la población, abarcando un espectro de actividades de ocio pro­ pio de diferentes clases sociales. Diferencial semántico (Osgood, 1957). Esta prueba tiene el objetivo de evaluar qué connotaciones o percepciones tiene cada uno de los componentes de la pareja acerca de sus respectivos com portam ientos y de la relación que mantienen. Consta de una serie de adjetivos bipolares (bueno/malo, agradable/desagradable, excitante/no excitan­ te, tenso/relajado...) separados entre sí por una escala conti­ nua de gradación. BUENO i------- 1------- 1------- 1------- '------- ♦------- 1------- 1

+3

+2

+1

0

-1

-2

MALO

-3

Cada uno de los miembros de la pareja evalúa en estas esca­ las las expresiones que se le presentan y que suelen tener rela­ ción con su vida en pareja («La vida sexual con mi pareja», «mi pareja», «mi relación con mi pareja»...). En el apéndice se ofrece una adaptación de la prueba para problemas sexuales (Mark y Sartorius, 1968) y que nosotros utilizamos en el marco general de relaciones de pareja.

2.

EVALUACIÓN

57

Escala de Ajuste Marital (Locke-Wallace, 1959). Este cuestionario, que ha sido utilizado por los consejeros matrimoniales durante veinte años, refleja la satisfacción ma­ rital expresada por uno de los cónyuges. Contribuye poco al análisis detallado de conductas, pero tiene la ventaja de que supone un coste de aplicación bajo y de que ofrece una medi­ da fiable de la satisfacción marital subjetiva; ha dem ostrado ser útil en la discriminación entre parejas satisfechas y no sa­ tisfechas. Marital Precounseling Inventory (Stuart and Stuart, 1972). Este cuestionario evalúa los siguientes aspectos: objetivos del tratam iento, concretados en cambios de conducta, grado de entendim iento m arital, distribución del poder, efectividad de la comunicación, satisfacción sexual, acuerdo sobre cuida­ do y educación de los hijos y satisfacción marital en general. Area o f Change Scale (Weiss, Hops and Patterson, 1973). Es un inventario de 34 ítems que describen las conductas de cada miembro de la pareja. Se puntúan las conductas que de­ sean incrementar o disminuir. Potential Probleni Area Checklist (Weiss, Hops and Patterson, 1973). Lista de 26 áreas potenciales de conflicto referentes a la vida de pareja y familia: economía familiar, tareas domésticas, cuida­ do de los hijos, celos, salud, filosofía de la vida, relación con fa­ miliares, etc. Marital Activities Inventory (Weiss, Hops and Patterson, 1973). Lista de 85 actividades recreativas que las parejas pueden en­ contrar divertidas.

58

2.2.

T E R A P IA IJE PAREJAS

M edida y análisis funcional

Tras un prim er acercamiento al problema o conflicto de pareja a través de la entrevista inicial y el uso de cuestionarios, pode­ mos seleccionar áreas específicas para someterlas a una eva­ luación más precisa. En este análisis de segundo nivel utiliza­ mos las observaciones y los autorregistros.

2.2.1. Observaciones Una vez que se han determ inado ciertas áreas-problem a, se entrena a los miembros de la pareja para que observen su pro­ pia conducta y la del otro, en la clínica y en la vida real (Gottman e! al., 1976; Jacobson y Margolin, 1979; Margolin, 1978; Patterson, 1976; Weiss et al., 1973). El terapeuta puede pedirá la pareja que registren en cinta magnetofónica ciertas situa­ ciones críticas de intercambio conductual para un posterior análisis. Por otra parte, el terapeuta también puede utilizar la mis­ ma entrevista como marco de observación y grabar, en cinta o en vídeo, los intercambios seleccionados a fin de reprodu­ cir y observar junto con la pareja dichas interacciones. Se les anim a a que discutan y traten de llegar a una solución del problem a que tienen planteado, y en cuanto com ienzan su tarea iniciamos el registro y la observación. Para una obser­ vación más controlada hacem os uso de la sala de observa­ ción. Esta sala consta de dos espacios -u n a cabina de regis­ tros y la sala de en trenam iento- separados por un tabique que tiene incorporado un espejo de visión unidireccional. Este espejo perm ite observar desde la cabina de registros la escena que transcurre en la sala de entrenam iento. Entre am ­ bos espacios existe un sistema de intercom unicación que perm ite escuchar, desde la cabina de registros, cuantos diálo­ gos se mantengan en la sala de entrenam iento, así como en­ viar mensajes específicos e individualizados a los ocupantes de dicha sala.

EVALUACION

59

A través del espejo de observación unidireccional los tera­ peutas pueden observar las múltiples respuestas presentes en una secuencia de intercambio conductual de una pareja. La in­ corporación del vídeo garantiza un registro fiel y preciso, amén de que facilita a la pareja información sobre las conduc­ tas que utilizan en su interacción. En el apéndice B ofrecemos un esquema de registro de da­ tos de observación de conductas implicadas en la solución de problemas. Habitualmente son objeto de análisis las siguientes conductas.

2.2.1.1.

Expresión de sentimientos

La expresión de estados de ánimo puede ser motivo de conflic­ to o no según se haga de modo inadecuado o adecuado. Expre­ siones del tipo «es que me irritas», «me deprimes», «me des­ quicias»..., que encierran un tono acusativo, pueden interferir en el diálogo de la pareja e impedir que lleguen a un acuerdo o solución efectiva para el problema en cuestión. En cambio, ex­ presiones del tipo «cuando dices eso yo me siento mal» o

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T E R A P IA D E P A R T IA S

«cuando te comportas así me siento irritada» pueden ser más adecuadas porque reconocen la propia paternidad del estado de ánimo y eliminan el contenido acusativo. Es posible que el otro reaccione de un modo más accesible. I.as expresiones de ironía y las acusaciones directas son también frecuentes en estas sesiones de observación. En otros casos la expresión de emociones positivas no llega a ser efectiva, porque se realiza con un comportamiento verbal y no verbal inadecuado. Expresiones como «se te ve una chica con encanto» parecen describir más que expresar emoción. En cambio, la expresión «me agradas» o «me encanta estar conti­ go» puede tener un mayor impacto emocional y más si se rea­ liza con contacto visual, tocando levemente el brazo o cogien­ do suavemente la mano. Todos estos aspectos de la expresión emocional conviene evaluarlos, ya que juegan un papel im ­ portante en la comunicación interpersonal.

2.2.1.2.

Descripciones del problema

El cómo la pareja describe sus problemas debe ser también objeto de observación, porque de ello depende, de modo im ­ portante, el que lleguen o no a una solución. Las parejas en conflicto suelen expresar las quejas en térm inos vagos y gene­ rales: «deseo sentirme más segura en mi matrimonio», «cada día estamos peor», «no nos entendemos». Este modo de des­ cribir está impidiendo que la pareja llegue a entenderse y con­ seguir algún acuerdo. Cuando detectamos en la observación un uso frecuente de este tipo de verbalizaciones, un objetivo de intervención prioritario suele ser el de enseñar a la pareja a definir sus dificultades y problemas en términos de conduc­ tas concretas que les perm itan conocer a uno y a otro qué es lo que hay que modificar y en qué sentido. Las parejas con rela­ ciones deterioradas que llegan a nuestra consulta suelen hacer uso frecuente de este tipo de comunicación vaga e inconcreta, tendiendo más a interpretar un com portam iento que a defi­ nirlo en términos precisos. Expresiones como «ya sé por qué

I-VALUACION

61

dices eso», «tú dices eso, pero sé lo que realmente estás pen­ sando» infieren la intención, motivación o actitud del otro a partir de interpretaciones, originan conflicto y son ineficaces para llegar a una solución del problema.

2.2.1.3.

\

Análisis y solución del problema

Las parejas en conflicto suelen realizar un análisis de sus pro­ blemas según, como dice Hurvitz (1970), «hipótesis term i­ nantes», es decir, ofrecen una explicación de la conducta de un modo que no da información acerca de cómo se puede cam ­ biar la situación. La expresión «eres tan desordenada como tu madre» no aporta datos efectivos que le sirvan a la mujer para superar el problema. En su lugar ambos componentes de la pa­ reja deben aprender a emplear «hipótesis instrumentales», que expliquen la conducta y los sentimientos, indicando qué se puede hacer para cambiar la situación. Esta otra expresión puede ser más operativa: «me disgusta encontrarm e tu ropa sucia en el cuarto, ¿qué te parece si la recoges y la echas al cesto de la ropa sucia, mientras yo me encargo de bajar la basura que tanto te molesta?» La especificación de resultados deseados, los compromisos y acuerdos, las soluciones alternativas y cualquier otra conducta que la pareja emplee para analizar y encontrar una solución a su problema deben ser objeto de evaluación y observación.

i 1

2.2.1.4.

Habilidades de comunicación

Conviene observar también el patrón de comunicación de la pareja con el objetivo de eliminar o reducir las conductas ina­ decuadas e instrum entar o incrementar conductas básicas que son necesarias para una comunicación efectiva y facilitar así la solución de los problemas. La observación está dirigida tanto al componente verbal como al no verbal de la comunicación. El motivo de incluir lo I

I

62

T E R A P IA [>E PAREJAS

segundo tiene que ver con el enorme impacto de significación que los gestos y cuantas conductas no verbales hacemos tienen sobre lo que decimos. Generalmente suelen ser objeto de nuestra atención las si­ guientes conductas: - Ausencia o no de contacto visual, es decir, si la pareja se mira mutuamente o no a los ojos cuando hablan. - El uso de las manos para resaltar determinados conteni­ dos del mensaje. - La expresión facial adecuada o no a la situación y al m en­ saje verbal. - La postura del cuerpo (acercamiento, inclinación hacia el otro o hacia atrás...) puede ser indicativa de atención e interés hacia la otra persona o, por el contrario, de aleja­ miento y rechazo. - El volumen de voz, según sea demasiado alto o excesiva­ mente bajo. Su adecuación depende de lo que se desea ex­ presar y del contexto donde tiene lugar. Si queremos, vaya por caso, llamar la atención de un amigo que vemos por la calle a veinte metros de distancia, un volumen de voz excesivamente bajo será inadecuado para nuestro objetivo. Por el contrario, si el objetivo es hablar con nuestra pareja en una habitación, en un contexto de inti­ midad afectiva, un volumen de voz excesivamente alto no sería demasiado idóneo. - El tono de voz. Muy a menudo, una comunicación resulta inefectiva y provoca aburrim iento y alejamiento en nues­ tro interlocutor, porque empleamos un tono excesiva­ mente m onótono y no realizamos las inflexiones que convienen al contenido del lenguaje. Y a la inversa, el in­ terés que algunas personas parecen m ostrar en el inter­ cambio conversacional puede ser debido a una adecuada utilización de las inflexiones de la voz. Tanto el volumen como el tono de voz juegan un papel relevante en la ex­ presión y modulación de los estados emocionales. Las conductas no verbales que utilizamos en la comunica­ ción pueden indicar actitudes y estados emocionales concretos,

2.

63

EVALUACIÓN

así como conferir un significado tal al contenido verbal que, en ocasiones, pueden hasta invalidarlo. Cuando decimos «pues márchate si quieres», con un tono y una expresión facial deter­ minados, podemos estar comunicando al otro que no se mar­ che. A continuación se presenta una relación de indicadores no verbales de determinadas actitudes y estados emocionales. INDICADORES NO VERBALES Actitud segura, confiada

Actitud insegura

(Expresión abierta del cuerpo)

(Expresión cerrada del cuerpo)

-

Postura relajada. Falta de tensión muscular. Movimientos fáciles y pausados. Expresión facial sonriente y risueña. - Cabeza alta y contacto visual.

-

- Movimiento del cuerpo y ca­ beza orientado al otro.

-

-

-

Postura rígida. Presencia de tensión muscular. Actividad inquieta. Movimientos con tendencia a ser rígidos, forzados. Expresión facial apretada, es­ tirada)'hosca. Posición de cabeza a menudo hacia abajo. Falta de contacto visual. Mi­ radas furtivas. Movimiento de la cabeza y del cuerpo tendentes a alejar­ se de los otros.

Estilo cordial o amistoso

Estilo dominante

- Proximidad física. - Ciertos tipos de contacto cor­ poral. - Contacto visual. - Sonrisa. - Tono de voz amable. - Conversación sobre temas personales. - Señales de estar escuchando.

- Hablar alto, deprisa y duran­ te la mayor parte del tiempo con tono confiado. - Interrumpir a los demás. - Controlar el tema de la con­ versación. - Dar órdenes o utilizar otros tipos de influencias. - Ignorar los intentos de influen­ cia por parte de los otros. - Postura erecta con la cabeza hacia atrás.

64

I ERA PIA I)E PAREJAS

Estados em ocionales co nc reto s

Sorpresa -

Cejas levantadas. Boca entreabierta. Paralización motora súbita. Ojos muy abiertos. Tono de voz alto con inflexiones.

Alegría - Sonrisa abierta. - Labios hacia arriba. - Tono de voz alto y rápido. Tristeza -

Cejas caídas. Mirada baja. Comisura labial hacia abajo. Tono de voz bajo, lento.

Ira -

Ceño fruncido. Ojos muy abiertos o muy cerrados. Labios apretados. Puños cerrados. Tensión muscular. Tono de voz alto con inflexiones bruscas.

Miedo -

Cejas levantadas y contraídas. Ojos muy abiertos. Inflexiones de la voz. Expresión motora, en general en retirada o paralizada.

L enguaie co rpo ra l in a decuad o

Contacto visual - Parpadear rápido y mucho. - Excesiva fijación sin cambiar la mirada.

2.

EVALUACION

65

- No mirar. - Mover la cabeza y los ojos excesivamente. - Ojos tensos y/o fatigados. Expresión facial -

Frente contraída y tensa. Tragar saliva repetidamente. Carraspear repetidamente. Humedecer los labios.

Gestosy posturas -

Taparse la boca al hablar. Taparse la cabeza, los ojos o el cuello. Pasarse la mano por los cabellos o retocárselos. Juguetear con joyas o adornos. «Ajustar» la ropa. Cambiar el peso del cuerpo de un pie a otro. Moverse mucho o estar rígido. Estar encogido.

El com ponente verbal de la comunicación (interrupciones, afirmaciones radicales o dogmáticas, reiteración, paráfrasis, etc.) también suele tener funciones significativas aparte de la mera transm isión de contenidos, por lo que es de suma im ­ portancia evaluarlo. El fomentar ciertos estados emocionales en el interlocutor dependerá asimismo de la buena o mala uti­ lización de determinados contenidos verbales. A continuación, presentam os una lista de los errores más frecuentes cometidos en la comunicación de una pareja. Esta lista, recopilada por Tilomas, Waltery O’Flaherty (1974), debe considerarse sólo como ilustrativa. - Alejamiento temporal: Uno de los interlocutores hace ex­ cesiva referencia al pasado o a un futuro hipotético. - Expresión desconectada: Uno de los interlocutores habla sobre un asunto que no muestra una clara conexión con el objetivo inmediato de la discusión (por ejemplo, ideas o situaciones hipotéticas, ejemplos irrelevantes).

T E R A P IA D E PARTIAS

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-

-

-

-

-

-

-

-

Déficit de lenguaje positivo: Uno de los interlocutores omite alabar o decir cosas agradables al otro como perso­ na, o sobre lo que el otro dice o hace. Exceso de lenguaje positivo: Uno de los interlocutores ha­ laga excesivamente al otro como persona o alaba dem a­ siado lo que el otro dice o hace. Hablar en exceso: Uno habla considerablemente más que el otro (o los otros con los que está interactuando), en re­ lación con la entrevista o interacción total. Hablar por debajo de lo normal: Uno habla considerable­ mente menos que el otro u otros, siempre considerando la entrevista en su totalidad. Latencia rápida: Uno comienza a hablar en seguida, des­ pués de que el otro ha term inado de hacerlo. Latencia lenta: Uno de ellos responde mucho después de que el otro ha term inado de hablar. Interrupción: A menudo, uno de ellos interviene cuando el otro está hablando. Estas intervenciones pueden con­ vertirse en interrupciones cuando producen una inm e­ diata y prematura terminación del discurso del otro. Rizar el rizo: Esforzarse en explicar, clarificar o discutir un detalle irrelevante, tangencial o sin importancia. Responder en exceso: Responder a una pregunta realizada por el otro hablando durante largo tiempo y extendién­ dose mucho más allá de lo preguntado. (Esto se aplica al discurso del interlocutor cuando es preguntado por otros y habla más que los demás, considerando la conversación total.) Déficit en la contestación: Un interlocutor contesta muy poco en relación con lo que se le ha preguntado previa­ mente o se le ha pedido comentar. Pedantería: Utilizar palabras complicadas, difíciles o ra­ ras, en lugar de palabras sencillas o más conocidas que re­ sultarían más adecuadas. (Ejemplo: vicisitud, en lugar de suceso, paradigmático en lugar de ejemplar o modelo.) Afirmaciones radicales o dogmáticas: Hacer afirmaciones de modo categórico: «todo o nada», «blanco o negro».

EVALUACION

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- Excesiva generalización: Referirse a hechos que suceden de vez en cuando como si sucediesen siempre. - Evitar hablar de un tema: Evitar abierta y claramente ha­ blar sobre un asunto. - Cambiar el contenido de un tema: Introducir un conteni­ do nuevo o diferente del propuesto por la otra parte. - Insistencia en un tema: Hablar excesivamente sobre un asunto propuesto. - Reiteración en la expresión verbal de un asunto: Explicar un asunto o hacer una propuesta o solicitud con excesiva insistencia indirecta. (Ejemplo: No te parece, no crees tú también.) - Falta de especificidad: Hablar de modo inconcreto e ines­ pecífico, tendiendo el discurso a ser general y abstracto. - Habla rápida: Hablar demasiado rápidamente. - Habla lenta: Hablar excesivamente despacio. - Hablar bajo: Tono de voz excesivamente bajo. - Discurso excesivamente emocional: Exceso de conduc­ ta em ocional d u ran te el habla (intensa entonación, gritos...). - Déficit en reconocer la razón de la otra parte: No admitir ni dar crédito a las afirmaciones correctas del otro, ni re­ conocer su punto de vista. - Contraquejas: Responder a una queja del otro con una queja sobre él. - Respuesta cortante: Responder de malos modos al intento del otro de iniciar una conversación sobre un asunto que no gusta. - Insultar: Dirigir al otro una expresión ofensiva. - Déficit de opinión: No expresar la propia opinión o las preferencias de uno cuando eso es lo que se pide. - Exceso de opinión: Expresar opiniones o preferencias de m odo excesivo, incluso cuando no se le pide. - Exceso de acuerdos: Estar excesivamente de acuerdo con las afirmaciones del otro. - Excesivo desacuerdo: Estar en desacuerdo con las afirma­ ciones del otro, de modo excesivo.

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T K R A P IA D E PAREJAS

- Dar poca información: Dar excesivamente poca inform a­ ción cuando se considera que podría o debería darse. - Información redundante: Repetir excesivamente la infor­ mación ya dada o conocida. - Demasiada información: Dar mas información de la que es necesaria. - Exceso de habla negativa: Expresar con demasiada fre­ cuencia opiniones negativas de los demás, de sucesos o de otros aspectos de su situación o circunstancia. - Déficit de habla negativa: No expresar evaluaciones negati­ vas, especialmente en situaciones en que están permitidas. - Halda ilógica: Hacer afirmaciones ilógicas, al considerar lo dicho por los otros. - Lenguaje no operativo: Descripción de los problemas re­ curriendo a interpretaciones o explicaciones pseudocientíficas, que no ofrecen conductas concretas a las que se puedan aplicar planes para cambiar. - Negar responsabilidades: Negarse a reconocer la parte de responsabilidad que a cada uno le corresponde en un conflicto. - Interpretación incorrecta de los mensajes del otro: El inter­ locutor interpreta mal los mensajes del otro. - Adivinación del pensamiento: Suponer que uno sabe lo que la otra persona está sintiendo o pensando. Muy útil también para la evaluación de las habilidades de comunicación es el Código de Interacción Marital, de Weiss, Hops y Patterson (1973), que permite codificar las conductas verbales y no verbales observadas en una secuencia de la inte­ racción de la pareja: criticismo, desacuerdo, humor, interrup­ ciones, quejas..., contacto visual, contacto físico positivo, etc.

2.2.1.5.

Consecuencias

Como ya dijimos en el capítulo primero de este libro, las con­ ductas de ambos miembros de la pareja actúan como conse­ cuencias de la conducta del otro. Estas consecuencias, según se

2.

EVALUACIÓN

69

utilicen, pueden contribuir al aprendizaje de conductas efecti­ vas empleadas en las fases previas de la resolución de proble­ mas (expresión, descripción...) o pueden fomentar conductas inadecuadas e inefectivas y ocasionar la agravación del conflic­ to. Las consecuencias reforzantes o aversivas pueden dispen­ sarse por vía verbal (aprobaciones, elogios, acuerdos, insul­ tos...) y por vía no verbal (sonrisa, ceños, contacto físico, caricias...). También pueden contribuir a facilitar la distensión ante conflictos no resueltos. Encontramos, con frecuencia, que no se realizan comenta­ rios positivos ante las conductas deseables del otro, por consi­ derar que es «normal», que «debe ser así» y habernos habitua­ do a su ocurrencia. Esta ausencia de comentarios positivos o ausencia de reforzamiento verbal suele provocar la extinción de estas conductas positivas. En el apéndice B ofrecemos un esquema de registro de da­ tos de observación de conductas implicadas en la resolución de problemas.

2.2.2.

Autorregistros

Aunque las limitaciones de este tipo de evaluación son fami­ liares para los lectores de la literatura conductual, el uso ha au­ mentado considerablemente debido a su fácil manejo y econo­ mía. Este procedim iento es útil para reunir información acerca de las tasas y tipos de intercambios conductuales en la pareja. Se pide a uno o a ambos componentes que registren conductas específicas que ha presentado el otro y que son de su agrado, así como aquellas otras que observe en su pareja y que desee cambiar. Este tipo de procedim iento podem os utilizarlo también para realizar una evaluación cognitiva de las expectativas que un miembro de la pareja puede tener del otro. Podemos ani­ marle a registrar autoobservaciones de los pensamientos po­ sitivos y negativos acerca de sí mismo y del otro, así como las conductas y situaciones que suelen preceder.

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2.3.

TURARIA Iti: PARIDAS

Evaluación del proceso terapéutico

La evaluación entendida como un proceso continuo requiere comparar periódicamente los índices iniciales y presentes del fenómeno objeto de evaluación. Es decir, tras períodos razo­ nables de experimentación y puesta en práctica de determ ina­ das tareas y ejercicios conviene evaluar los efectos que tienen en el intercambio conductual de la pareja. De este modo se cla­ rifica el proceso, permitiéndonos: - Continuar con las hipótesis previamente delineadas si los datos reflejan un grado razonable de progreso. - Revisar cuándo puede utilizarse alguna estrategia alter­ nativa más efectiva y económica. - Reemplazar las hipótesis originarias por otras alternati­ vas si los datos no sugieren cambio alguno o incluso indican deterioro. Mahoney (1977) sugiere que en esta fase de ampliar, revisar o reemplazar, antes de pasar a opciones alternativas, conviene considerar: a) La validez de los datos, es decir, si existe confianza o no en la precisión de los datos sobre los que se basa la evaluación. b) Adecuación o implementación de las opciones y obje­ tivos. En ocasiones, las metas están bien diseñadas, pero falla el plan para alcanzarlas. ¿Realiza las tareas la pareja? De no ser así, ¿qué les impide realizarlas? ¿Se han mantenido suficientes sesiones de entrenamiento con el terapeuta? Estas y otras pre­ guntas parecidas conviene planteárselas para evaluar si se ha realizado una implementación adecuada de los programas di­ señados. c) Tiempo de experimentación. En ocasiones, el interva­ lo de tiempo transcurrido entre el inicio de los ejercicios y el control de evaluación ha sido mínimo e insuficiente para ob­ tener datos relevantes. Todas estas consideraciones nos ayudan a detectar posibles causas e implicaciones del fracaso o ausencia de progreso en el programa de intervención. Los métodos de evaluación que utilizamos son los mismos que mencionamos anteriorm ente, es decir, entrevistas, auto-

2.

AVALUACIÓN

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rregistro, cuestionarios, observaciones de la conducta -bien sea en cintas, vídeo o en el marco natural a través del roleplaying-, ensayo conductual o interacciones espontáneas que la pareja mantiene durante el proceso. Y los objetivos de eva­ luación son el nivel de intercambios gratificantes, la com uni­ cación verbal y no verbal, la resolución de problemas, el voca­ bulario interpersonal y las verbalizaciones de satisfacción y acuerdo que la pareja muestra sobre el proceso. Cada entrevis­ ta y cada contacto que mantenemos con la pareja es una oca­ sión idónea para evaluar. Sin embargo, y de acuerdo con Mahoney (1977) en su esquema general de la ciencia personal, el objetivo fundamental en toda intervención es que la pareja de­ sarrolle una serie de habilidades para que de modo autónomo diseñe sus hipótesis, planifique y desarrolle sus programas y evalúe constantemente la validez y eficacia de los mismos. Por esa razón, el proceso de evaluación cognitiva debe recaer, es­ pecialmente, en la pareja. Ésta debe ser la auténtica protago­ nista del proceso, por lo que el terapeuta debe animarles a dar­ se inform ación m utua sobre la conducta, más o menos periódicamente. La «Guía de trabajo personal para mejorar la relación de pareja» consta de un apartado de «autoevaluación» en donde cada uno de los componentes de la pareja pue­ de ir evaluando sus avances y progresos a lo largo del trata­ miento. Esta información más o menos periódica tiene también la función de motivar su trabajo y hacer que persistan en sus objetivos.

2.4.

Evaluación de los resultados

Es la evaluación final del proceso y suele hacerse en base a los cuestionarios, escalas y a la especificación de los objetivos conseguidos.

3.

Intervención

El modelo com portam ental del conflicto de pareja concibe a éste como un proceso de intercambios de conducta inadecua­ dos que se dan entre los dos componentes de aquélla. Lejos de una conceptualización determinista e idealista, que fomenta­ ría la pasividad cuando no la impotencia de ambos cónyuges ante sus conflictos, la perspectiva conductual hace hincapié en la modificabilidad del tipo de relación afectiva a través de los cambios que cada uno de los componentes de la pareja intro­ duzca voluntariamente en sus comportamientos. Por esta ra­ zón, un objetivo central en la intervención es lograr que la pa­ reja se implique activamente en la resolución de sus problemas y adquiera una concepción operativa del am or y de sus inter­ cambios afectivos. Esta concepción es básica para que en todo el proceso los componentes de la pareja sientan que están tra­ bajando en sus propios problemas, adquieran experim ental­ mente la conciencia de reciprocidad, incrementen la tasa de interacciones m utuam ente gratificantes, reduzcan la tasa de interacciones aversivas y aprendan habilidades de comunica­ ción y de solución de problemas. El proceso a seguir en la consecución de estos objetivos debe partir, por tanto, de una introducción de los miembros de la pareja al marco teórico del modelo utilizado, a fin de que 72

i.

INTI KVI NCI ON

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comprendan el porqué de estos objetivos y el tipo de ejercicios y estrategias utilizados. A esta introducción la denominamos Jase conceptual.

3.1.

Fase conceptual

A la pareja se le ofrece información y explicación detalladas de lo que les ocurre, a la luz de la ciencia del comportamiento y del modelo conductual desarrollado en el prim er capítulo. Se Ies explica que la conducta es aprendida, que uno no es «así» de nacimiento y que, por tanto, podemos aprender nuevas con­ ductas más satisfactorias y más eficaces de cara a conseguir el objetivo de tener una mejor relación con la pareja. Al entender los mecanismos y leyes del comportamiento, la pareja no sólo va a modificar y resolver sus problemas actuales, sino que tam ­ bién aprende, y esto es lo más im portante, habilidades para prevenir y resolver futuros problemas de modo autónom o y evitando dependencias prolongadas con el terapeuta. Como apoyo a nuestras explicaciones, podemos utilizar es­ quemas, cómics en diapositivas, role-playing, ejemplos de conflictos, etc. F.1 inicio de esta fase es necesario realizarlo no sólo al co­ mienzo del program a de intervención propiam ente dicho, sino en muchos casos también al principio de la evaluación, ya que esto facilita la implicación activa de la pareja en la misma. La asignación de tareas del tipo de autorregistros, observacio­ nes..., suele ser más efectiva cuando los protagonistas entien­ den el porqué. Se les explica cuál va a ser su participación y responsabilidad en el tratam iento y en qué va a consistir éste. Se les advierte también que las verbalizaciones y quejas referidas al pasado no son operativas y que más bien interfieren en el proceso de cam­ bio. Si es necesario, el terapeuta puede pedir que hagan ensayos conductuales con contenido aversivo (discusiones, quejas del pasado) a fin de que la pareja tenga una información experi­ mental y precisa de los efectos de este tipo de interacción.

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T E R A P IA D I' PAREJAS

Para facilitar la discriminación de lo inadecuado e ineficaz de estos intercambios, el terapeuta puede sugerir a continua­ ción un ensayo conductual, pero esta vez con contenidos m u­ tuamente gratificantes (comentar aspectos positivos de la rela­ ción, dialogar acerca de las futuras vacaciones o cómo solucionar el problema...). Una vez realizados estos ensayos, el terapeuta intenta, con un interrogatorio hábil, dirigir la aten­ ción de cada uno de los miembros de la pareja hacia sus estados de ánimo y actitudes, con el fin de que ambos tomen concien­ cia de los cambios habidos en los mismos y de la contingencia de éstos a mantener un tipo u otro de intercambio conductual. Se les introduce así, de un m odo activo y didáctico, en los núcleos conceptuales del modelo conductual. En esta tase conceptual conviene precisar tam bién, como decíamos anteriorm ente, la responsabilidad de cada uno de ellos en el tratam iento. Algunas de estas responsabilidades que conviene subrayar son las siguientes: 1. La conducta de uno es interdependiente de la del otro. Por esta razón uno es responsable del comportamiento del otro, y, por tanto, de los cambios y de los resultados que desee conseguir. Esta asignación de responsabilidad se ilus­ tra aduciendo los conceptos y ejemplos utilizados en el pri­ mer capítulo (consecuencias de la conducta, refuerzo, cas­ tigo, aprendizaje por modelos...). El acento que pongamos en esta responsabilidad va a depender, fundamentalmente, de la evaluación que hagamos del grado de compromiso que cada uno de los miembros de la pareja m uestra para con el otro. Ya comentamos, con ocasión de hablar de la evaluación inicial, que hay muchas parejas que acuden al tratamiento con la expectativa de que el problema reside en el otro. En estos casos conviene que experimenten y apren­ dan con claridad la realidad de esta interdependencia en sus com portam ientos, a fin de que se planteen: «¿Qué puedo hacer yo para que mi pareja cambie?» en lugar de: «He de esperar a que mi pareja cambie». 2. De la responsabilidad anterior se deriva que ambos componentes de la pareja son terapeutas o enseñantes del

3.

IN T E R V E N C IÓ N

75

otro. Dado que el comportamiento de uno es causa de cam­ bio en el comportamiento del otro, ambos se convierten en auténticos modificadores de conducta efectivos con sólo una introducción en las leyes del comportamiento. Convie­ ne precisar que no es tarea del terapeuta el resolverles los problemas. El terapeuta únicamente les va a ayudar a adqui­ rir una serie de habilidades y conocimientos para que sean ellos mismos los protagonistas activos en la resolución de sus conflictos. Por esa razón el tratamiento es un proceso a llevar a cabo, día a día, por ellos mismos, y fuera del marco restringido del despacho del psicólogo. 3. Del punto anterior se deduce la importancia que tie­ ne la implicación de ambos en el cumplimiento de tareas planificadas conjuntamente con el terapeuta y para realizar fuera del marco de intervención directa del psicólogo. 4. Como consecuencia de los puntos anteriores se plan­ tea tam bién una doble responsabilidad. Por una parte de­ ben observar muy activamente el comportamiento propio y del otro, y por otra deben delimitar sus propios objetivos de cambio y negociación. No está de más precisar el com pro­ miso que tienen en la adquisición de objetivos instrumenta­ les, es decir, medios conductuales idóneos que les permitan alcanzar sus objetivos finales: modificar y negociar sus comportamientos de un modo efectivo. Los objetivos instrum entales van desde la adquisición de un nuevo vocabulario interpersonal hasta el saber describir sus problemas de un modo operativo. El terapeuta puede uti­ lizar recursos didácticos (ensayo conductual, grabaciones, ejemplos...) para asegurarse que la pareja comprende con claridad la idoneidad de tales objetivos. El siguiente diálogo puede ilustrar cómo el terapeuta puede ayudar a ambos com ­ ponentes de la pareja a adquirir modos más operativos de des­ cribir sus objetivos. TERAPEUTA: ¿Qué os parece si nos escuchamos por unos mo­ mentos y nos damos así oportunidad de saber qué es lo que uno de­ sea del otro?

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T E R A P IA DE PAREJAS

MARIDO: Sí... me parece bien... Por empezar... A mí me gusta­ ría que mi mujer fuera más simpática. TERAPEUTA: Tú deseas efectivamente que tu mujer sea más simpática, pero... Veamos cómo podemos ayudarla a conseguir este objetivo. ¿Crees que con decirla «deseo o me gustaría que fueras más simpática» es suficiente? MARIDO: Pues... no sé... creo que sí... TERAPEUTA: Bien, inténtalo, ánimo, dirígete a tu mujer y propónselo. Además, es un objetivo que estoy seguro que ella desea. ¿A quién no le va a gustar ser más simpático? ¿No te parece? MUJER: ¡Pues claro!... Pero yo no sé comportarme de otra manera... MARIDO: Mujer... podías ser un poco más simpática y amable con mis amigos. MUJER: Mira... yo hago lo que puedo... además, yo creo que soy amable con ellos... TERAPEUTA (Al marido): ¿Mas conseguido tu objetivo de lo­ grar que tu mujer sea más simpática con tus amigos? MARIDO: No... TERAPEUTA: Entonces lo que has hecho parece que no es efec­ tivo. ¿Qué puede haber fallado?... Veamos, vamos a intentar otro modo de hacerlo... fíjate bien, yo voy a realizar tu papel... «oye, cari­ ño (dirigiéndose a la mujer), me agradaría mucho que cuando ven­ gan mis amigos a casa nos sonrieras, nos preguntaras qué queremos tomar y te pusieras a charlar con nosotros. ¿Qué te parece? ¿Te cos­ taría mucho hacer esas cosas?» MUJER: ¡No, por Dios! Eso lo puedo hacer fácilmente... TERAPEUTA: Como ves (dirigiéndose al marido), este modo parece ser electivo, ¿no es así? ¿Por qué crees que he conseguido mi objetivo? MARIDO: Ya... empiezo a comprender... en esta ocasión has pre­ cisado lo que querías... TERAPEUTA: En efecto... F.I término empleado en la primera oca­ sión «ser simpático» es muy vago e inconcreto, además se presta a todo tipo de interpretaciones sobre las cuales es difícil ponerse de acuerdo. Posiblemente lo que entiendes tú por simpático no es lo mis­ mo que lo que entiende tu mujer. En cambio, los términos empleados en la segunda ocasión «sonreír», «preguntar», «charlar» son específi­ cos, descriptivos y operativos. Nos permiten llegar a un acuerdo y además le informamos eficazmente qué es lo que deseamos de ella... MARIDO: Sí... sí... empiezo a comprender...

3.

IN T E R V E N C IO N

3.2.

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Fase de experim entación

El objetivo de esta fase es que las parejas com prueben por sí mismas las hipótesis que hemos venido discutiendo en la fase anterior y de este m odo adquieran la conciencia de recipro­ cidad y la im portancia de los intercam bios agradables. Las parejas que suelen venir a tratam iento tienen un sesgo per­ ceptivo negativo del otro y de la relación, es decir, suelen cen­ trar su atención en las conductas negativas que realiza el otro y olvidan los aspectos positivos que, por pocos que sean, ge­ neralm ente siempre existen en el com portam iento de un in­ dividuo. Están, por así decir, «pillándose»uno al otro en fal­ las, errores, etc., con excesiva frecuencia. No se percatan de los efectos que cada uno de ellos puede ejercer sobre el otro con simples cambios introducidos en sus propios com portamientos. En esta fase suele ser útil introducir una serie de ejercicios, algunos de los cuales describimos a continuación. «Pille a su pareja haciendo algo agradable.» Este ejer­ cicio, desarrollado por el profesor A. Jack Turner, recogido por el profesor Liberman (1980) y en el que nosotros liemos introducido algunas modificaciones, consiste básicamente en lo siguiente: a) Se pide a la pareja que anote diariamente en la hoja de registros (véase apéndice B) las conductas agradables que en­ cuentre en el otro. b) Tan pronto como se «den cuenta» de la conducta posi­ tiva del otro, deberán darle señales de haberla reconocido. Es decir, en el preciso momento en que la conducta en cuestión ocurre conviene reforzarla dando información al otro -bien sea mediante sonrisas, caricias o verbalizaciones positivas- de que a uno le resulta agradable aquello que el otro está hacien­ do o diciendo. Con este ejercicio estamos fomentando los ob­ jetivos antes mencionados: por un lado se contribuye a cam ­ biar la percepción negativa que se tenía del otro, al observar y valorar sus conductas positivas, y al mismo tiempo se tiene ocasión también de com probar cómo al reforzar dichas con-

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T E R A P IA 1)E PAREJAS

ductas se está fomentando que se vuelvan a repetir con mayor probabilidad en el futuro. Al com probar los efectos positivos en el otro, de algún modo también se está fomentando la reali­ zación del ejercicio. c) Se sugiere a la pareja que, al final del día, busquen un lugar y un momento adecuados y relajados para intercambiar­ se los registros y comentarlos. Cuando se da el caso de que uno de los miembros de la pareja «no ha pillado» nada agradable en el otro, aquél puede sugerir cosas concretas que este último podría hacer o decir para tener la oportunidad de «ser pilla­ do». Con este ejercicio de comunicación la pareja está intro­ duciendo un lenguaje más operativo, es decir, cada uno de ellos está informando y sugiriendo al otro cosas concretas que puede hacer, en lugar de esperar o pretender, como venía ha­ ciendo hasta ahora, que el otro las adivine. En la entrevista que periódicamente se mantiene con el te­ rapeuta ambos componentes de la pareja informan de sus re­ gistros. El terapeuta refuerza discriminativamente la ocurren­ cia de conductas positivas, el registro de las mismas y el modo en que se han reforzado. Suele ser conveniente sugerir a la pa­ reja que comenten juntos los registros realizados y se refuer­ cen mutuamente al mismo tiempo que verbalizan cada suceso agradable y anotado en la hoja de registros. Este ensayo conductual nos permite observar la habilidad o inhabilidad de los componentes de la pareja para reforzar al otro y expresarle emociones positivas. Al sugerirles este ensayo de conducta nos encontramos con relativa frecuencia que uno o ambos se limitan a leer escueta­ mente los registros. El terapeuta debe insistir y anim arles a que los comenten tal y como lo hacen en la vida real, con el fin de observar la habilidad de cada uno para describir y reforzar. De ser necesario, el terapeuta puede actuar de modelo y hacer sugerencias de cómo m ejorar las conductas verbales («me agrada...», «me gusta...», «me encanta...») y no verbales (tono de voz, contacto visual, sonrisa, contacto físico...) implicadas en el ejercicio. Una vez que han aprendido a describir el com­ portamiento y reforzar al otro adecuadamente, se les sugiere y

3.

IN T E R V E N C IO N

79

anim a a que lo practiquen en la vida real. A continuación, puede verse una representación gráfica de ensayos.

Es conveniente advertir a la pareja que deben llevar al día este registro y no esperar a hacerlo un momento antes de venir a la entrevista con el terapeuta. De hacerlo así el ejercicio per­ dería gran parte de su utilidad, ya que uno de sus objetivos es aumentar la atención de cada uno de los componentes de la pa­ reja hacia las conductas positivas del otro. Algunas parejas, tras unos días de registro, comentan que ya no les parece necesario proseguirlo y que ya han comprendido

8 0

T E R A P IA IIP PAREJAS

su sentido y eficacia. A pesar de sus buenos resultados iniciales, es necesario insistir en que continúen realizando el ejercicio, ya que el hábito perceptivo negativo lo practican desde hace tiem ­ po y es conveniente un entrenamiento más o menos constante para modificarlo. El camino para que estas conductas lleguen a ser «espontáneas» como ellos desean es practicarlas una y otra vez, y hay que tener en cuenta que muchas conductas que apa­ rentemente son fáciles de entender son difíciles de llevar a cabo. Liberman (1980) introduce algunas modificaciones para m antener el interés y el compromiso con el ejercicio y evitar que la pareja lo abandone. Algunas de estas variaciones son: - Anotar las conductas agradables que les hayan parecido más importantes. - Anotar aquello que haya sido una sorpresa total. - Anotar aquello que fue más personal. - Anotar el momento en que dijo algo agradable. - Anotar el momento en que hizo algo desagradable. «Día del amor ». Este ejercicio ha sido utilizado muy fre­ cuentemente por los terapeutas de conducta que trabajan en problemas de pareja (Weiss et al., 1973; Wills et al., 1974; Birchler, 1973). El terapeuta pide a uno de los miembros de la pareja que ofrezca al otro un «día del amor», en el cual deberá aumentar notablemente el número cié conductas positivas que habitualmente tiene con el otro. Es decir, en ese día, a pesar del comportamiento del otro, tratará de hacer, decir o facilitar si­ tuaciones que resulten de su agrado. El otro miembro no es advertido del día que ha sido elegido ni de lo que se va a hacer. Un objetivo fundamental de este ejercicio es comprobar ex­ perimentalmente que la conducta de uno influye en la del otro, es decir, «cuando yo cambio mi modo de comportarme cambia el modo de comportarse de mi pareja». Los efectos de aumen­ tar las conductas positivas se discuten en una entrevista con el terapeuta, haciendo énfasis en el valor de estas conductas como reforzadores, y por ello en los efectos que tienen en los senti­ mientos y actitudes del uno hacia el otro. Las gráficas diarias de las conductas positivas intercambiadas son herramientas muy útiles para evaluar y demostrar el efecto del «día del amor». El

3.

IN TE R V EN C IO N

«/

tomar conciencia de estos efectos permite que la pareja comien­ ce a alejarse de aquellas conceptualizaciones que recurren a la «personalidad» del otro como factor explicativo causal y rele­ vante del conflicto. Así se implican más activamente en el trata­ miento y asumen la responsabilidad de cambiarse mutuamente. El terapeuta debe cuidar de que las conductas positivas del otro no se valoren como una obligación, sino como un hábito adquirido que puede o no manifestarse según los objetivos y deseos de cada uno. El que se valore como una obligación lle­ va, en muchas ocasiones, a no reforzarlo cuando está presente y a quejarse cuando falta. «E j e r c i c i o d e r e c i p r o c i d a d ». Este ejercicio, original de Azrin, Naster y Jones (1973), lo utilizan también muchos tera­ peutas. Se pide a cada uno de los miembros de la pareja que confeccionen dos listas de conductas: una en la que figuren 10 conductas placenteras que uno está dando al otro, y otra con 10 conductas placenteras que está recibiendo del otro. Una vez completadas las listas, que podría ser una tarea para casa, se leen y comentan en la entrevista con el terapeuta. Este ejercicio, como los anteriores, ayuda a la pareja a «dar­ se cuenta» de las conductas positivas del otro y a dirigir su atención hacia ellas. Otro objetivo es facilitar información mutua sobre aquellas cosas que resultan placenteras para cada uno de ellos. Es muy frecuente encontrar reacciones de sor­ presa en uno o en ambos componentes de la pareja cuando acceden a esta información. En ocasiones manifiestan con­ ductas que no requieren mucho esfuerzo, y que, por el contra­ rio, resultan altamente positivas y gratificantes para el otro. E je r c ic io s en la sala de o b s e r v a c ió n . Otro modo de hacer que la pareja cobre conciencia de la reciprocidad y de su com­ portamiento interdependiente es realizar «ensayos conductuales dirigidos» en la sala de observaciones y entrenamiento so­ cial. El proceso en el desarrollo de este ejercicio es como sigue: 1,° Se les dice a ambos componentes de la pareja que per­ manezcan en el interior de la sala de observación hablando en­ tre sí sobre cualquier problema que tengan pendiente de resol­ ver. Se les sugiere también que conecten los auriculares a fin de

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T E R A P IA DE PAREJAS

poder com unicarnos con ellos desde la cabina de registros y poder notificarles directamente nuestras impresiones sobre cómo están interactuando entre sí. 2. ° A continuación, y aprovechando una situación de con­ flicto, el terapeuta envía, a través del sistema de intercomuni­ cación, sugerencias a uno de ellos sobre cómo manejar la situa­ ción. Estas sugerencias suelen ser específicas, tales como «sonríele», «acércate», «dile: tienes razón», «es mejor comen­ zar a discutirlo serenamente», etc. El diálogo que mantiene la pareja puede ser grabado en magnetófono o en vídeo. 3. ° Finalmente, el terapeuta facilita una información es­ pecífica del intercambio de conducta mantenido, a través de los registros y comentarios. Discute con ellos el efecto que ha tenido en el com portam iento del otro este nuevo m odo de reaccionar sugerido por él. Comienzan así a darse cuenta de la interdependencia de sus comportamientos. Estos ejercicios pueden facilitar el que la pareja compruebe y experimente los resultados derivados de los cambios que ellos mismos introducen en sus comportamientos. Contribuyen a de­ sarrollar la conciencia de reciprocidad y motivan a continuar tra­ bajando y afianzando sus objetivos conductuales hasta conver­ tirlos en hábitos. Se descubren como responsables de los mismos.

3.

IN T E R V E N C IÓ N

3.3.

«3

T ra b ajan d o y p ro fu n d iz a n d o en los objetivos co n d u c tu a les

En la fase de experimentación algunas parejas aprenden fácil­ mente a increm entar los intercambios positivos y a generar una atmósfera de relación adecuada para solucionar muchos de los problemas que tienen planteados. Sin embargo, en otras muchas esto no ocurre tan fácilmente y es necesario continuar trabajando y afianzando los objetivos conductuales, profun­ dizando puntualm ente en las áreas-problema que se han de­ tectado en la evaluación y desarrollando habilidades para su manejo. En casos especiales suele ser, además, necesario reali­ zar un control estim ular específico en la relación de contin­ gencias que se establecen en la pareja.

3.3.1. Entrenamiento en habilidades de comunicación y de resolución de problemas Ya vimos en capítulos anteriores que, a menudo, los miembros de una pareja fracasan en su relación por culpa de cómo reci­ ben, procesan y se transm iten entre sí información. Es en es­ tos casos donde suele ser muy útil un entrenamiento en habili­ dades de comunicación. La comunicación que se establece en una relación diádica, como la pareja, puede ser inadecuada por deficiencias en al­ guno de los tres elementos implicados: el emisor, el receptor y el mensaje. Por tanto, el objetivo básico del entrenam iento en habilidades de com unicación será, por una parte, asegurar que ambos componentes de la pareja aprendan un nuevo vo­ cabulario interpersonal que sea adecuado para vehiculizar un mensaje descifrable por un código común, y, por otra, que in­ corporen a sus repertorios com portam entales una serie de habilidades (saber escuchar, expresar sentimientos...) que les capaciten para em itir y recibir dichps mensajes adecuada­ mente.

cS4

3.3.1.1.

TEKAIMA D E PA H U A S

Aprendizaje de un nuevo vocabulario interpersonal

Si bien es un objetivo que ya se inicia en la fase conceptual, debe continuar profundizándose en él hasta lograr un modo de comu­ nicación más operativo. Algunas parejas tienen especiales dificul­ tades en abandonar su lenguaje inespecífico y les resulta muy difí­ cil saber qué deben hacer de modo distinto, incluso si ambos están favorablemente dispuestos a cambiar sus conductas. El lenguaje inespecífico, lejos de responder a las exigencias de un código co­ mún descifrable, se presta a cuantas interpretaciones subjetivas y muy personales pueda realizar cada uno de los componentes de la pareja. De este modo se fomenta la existencia de un código inter­ pretativo en el que cada uno hace un juicio de intenciones del com­ portamiento del otro. El mundo de valoración subjetiva pierde el anclaje en los datos de la realidad externa en donde está «el otro» y se establece un tipo de «comunicación» basado casi exclusiva­ mente en los errores perceptivo-cognitivos que cada uno de los componentes de la diada pudiera tener. Se sientan así las bases de la incomunicación y del mutuo alejamiento, debido a la reiterada improductividad de los sucesivos intentos de comunicarse y a los efectos emocionales negativos derivados de la «malinterpretación» en que suele incurrirse cuando no existe un lenguaje especí­ fico y operativo. El siguiente diálogo puede ilustrar alguno de los efectos que suele tener el uso inespecífico del lenguaje. MARIDO: Me gustaría que comprendieras mi situación... que me comprendieras más... MUJER: Sí... y lo intento, pero dime ¿qué es lo que tengo que comprender?... MARI DO: Tú ya lo sabes..., siento que no me comprendes, que no me quieres como antes... MUJER: Bueno, pero dime en qué te basas para decir eso... ¡no te entiendo! MARIDO: Sí, ahora sólo piensas en ti, en cambio antes... MUJEIt: Sigo sin entenderte... MARIDO: ¡Lo ves!... No me comprendes... MUJER: ¡Mira, me estás irritando! ¡Así desde luego no te entiendo! MARIDO: ¡Desde luego.es la última vez que te comento algo! ¡Te pones tan cerrada...!

3.

IN T E R V E N C IÓ N

S5

En un diálogo como éste, uno o ambos componentes de la pare­ ja no saben o no se esfuerzan por utilizar un lenguaje más pre­ ciso y esperan a que el otro «interprete» adecuadamente lo que uno desea. El proceso es lógico: hay un alejamiento gradual en­ tre ambos, aparecen emociones negativas como cólera, irrita­ ción, frustación, etc., y finalmente se desencadena el conflicto. Así pues, el lenguaje ha de ser operativo, y definimos como tal aquel que logra establecer un código intercambiable y des­ cifrable y es eficaz para conseguir una comunicación m utua­ mente satisfactoria si ése es el objetivo básico de los com po­ nentes de la pareja. Para que un lenguaje sea operativo debe cumplir con una serie de requisitos: - Debe estar basado en descripciones observables y ciumtificables para que cada miembro de la pareja sepa con facilidad qué es lo que ocurre y qué es lo que se debe cambiar. - Debe ser congruente, es decir, conveniente y oportuno se­ gún la situación y el contexto en que tiene lugar. Por ejemplo, un chisteen un velatorio o utilizar expresiones categóricas del tipo «los que opinan que el político Sr. X es inteligente son unos necios» ante un desconocido puede ser poco congruente. Si el objetivo en el segundo caso es conocer y profundizar una relación con un desconocido, es probable que ese modo de com portarse no sea efectivo para conseguirlo. Puede ocurrir que estemos llam ando «necio» al desconocido por ser éste simpatizante del político Sr. X. Existen personas que son poco hábiles para relacionarse con la gente porque no saben utilizar el lenguaje intrascendente y operativamente adecuado cuan­ do inician contactos sociales con desconocidos. Proponer una relación sexual o pedir un favor a mi pareja en medio de una fuerte discusión puede ser poco conveniente para lograr dichos objetivos. - Debe hacer énfasis en la información positiva. Si digo a mi pareja «habla más bajo» (inform ación positiva) en lugar de «no hables tan alto» o «no des voces» es posible que colabore mejor, amén de que evito de ese modo prestar atención y, por tanto, reforzar conductas negativas o defensivas y enviar seña­ les acusativas en mi mensaje.

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T E R A P IA D E PAREJAS

- Debe estar basado tanto en la comunicación verbal como no verbal. El cómo expresamos nuestros sentimientos y peti­ ciones contribuye a transm itir más información y significado que lo que se dice. Por esta razón conviene incidir m arcada­ mente en los elementos no verbales de la comunicación. Por ejemplo, utilizar un tono de voz excesivamente elevado, apre­ tar fuertemente el brazo de mi pareja y tener el ceño fruncido puede ser poco adecuado para sugerir un contacto sexual. El terapeuta, a lo largo de las entrevistas y de todo el proceso de intervención, debe procurar que todos estos requisitos estén presentes en la comunicación de la pareja. Utilizará modelado, role-playing, ensayo conductual, instrucciones, tareas, etc., para asegurar el aprendizaje de este nuevo vocabulario interpersonal. En base al material grabado en cinta o vídeo de sus inter­ cambios conductuales, el terapeuta les ofrece ejemplos de in­ formación no específica y negativa utilizada por ambos con el objetivo de discutir la eficacia de la misma y proponer alterna­ tivas de información específica. E jem plo s

Información no especifica

Información específica

1. «No me quiere.»

1. «Que me acaricie cuando llego y converse conmigo.» 2. «Que comparta conmigo el cuidado de los niños (especificando tareas).» 3. «Que dedique un rato a la semana a hablar conmigo y encontrar una so­ lución para el problema de fracaso escolar de tal hijo.» 4. «Que se acuerde de los aniversarios y me haga un regalo y hagamos un plan juntos.»

2. «Es un machista.» 3. «Es un egoísta.»

4. «Sólo va a lo suyo.»

En otros casos el terapeuta puede proponer ejercicios más complejos en donde la pareja evalúa los requisitos de con­ gruencia, especificidad, información positiva y comunicación no verbal, sugiriendo diálogos alternativos que sean operati­ vos. Este ejercicio puede realizarse en el marco mismo de la

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IN T E R V E N C IO N

entrevista o puede ser una tarea para realizar y discutir con­ juntamente en casa. Ejercicio Diálogo

M.: «Eres un egoísta, sólo piensas en ti.» H.: «¡Jo!... ¡Qué pesada eres! ¡No hay quien te aguante!» M.: «¡Ves! Lo que yo digo, me estás dando la razón, no te preocupas de mis proble­ mas.» H.: «¡Es que siempre estás con lo mismo!... ¡Déjame en paz...!»

Evaluación

Diii logo operativo

.................................................. ..................................................

.................................................. ..................................................

H.: «¡Pues desde luego no pasa un fin de semana más sin que vayamos a ver a mi fa­ milia!» .................................................. M.: «¡Pues te irás tú solo!»

........................................................

H.: «¡Pues me iré yo solo! Por­ que para lo que vas a hacer tú..., que será ponerte a dis­ cutir con mi hermana...» ................................................ M.: «¡Anda! ¡Ojalá te quedes allí y no vuelvas!» ................................................. M.: «No me haces caso... ya no me quieres.» ................................................. H.: «¡Claro que te quiero, boba! Es que no paro... no ves que estoy muy ocupado...»

.......................................................

M.: «Sí, pero los fines de se­ mana igual..., no trabajas y es lo mismo.» ............... ................................. H.: «Anda, anda..., no te preo­ cupes por tonterías...» .................................................



TI-.RAI’ IA D E PARTIAS

Estos diálogos, representativos de muestras com portamentales de la pareja, se sitúan en su contexto definiendo los obje­ tivos que persiguen cada uno de ellos al iniciarlos. Se realizan ensayos conductuales a fin de observar de m odo discrim inativo los diferentes efectos que producen en el estado em ocional y com portam ental del sujeto las varia­ ciones del volumen, tono de voz, contacto visual, etc., sobre un mismo contenido verbal. Y finalmente se comenta la ade­ cuación o no de las conductas verbales y no verbales en base a las observaciones realizadas y a la consecución o no de los objetivos.

3.3.1.2.

Aprendizaje de habilidades conversacionales

Existen parejas cuya dificultad esencial de comunicación radi­ ca en la inhabilidad que uno o ambos componentes tienen para conversar. La conversación es un recurso muy accesible y económico que la pareja tiene para intercambiar entre sí con­ ductas mutuamente gratificantes. Sin embargo, ese mismo re­ curso puede propiciar tam bién intercambios aversivos y originar conflictos si no se ha aprendido la habilidad de con­ versar. Hay parejas en que uno de sus componentes rehuye el contacto con el otro porque éste habla excesivamente de sí mismo, no dándole oportunidad de hablar y exponer sus cri­ terios y opiniones. En otros casos el alejamiento y el origen de sentimientos negativos se debe, por el contrario, a que uno de ellos apenas habla, perm anece en un m utism o más o menos prolongado y elige otras alternativas a la conversación, como leer el periódico o ver la televisión. Para estos y otros casos estaría indicado un entrenamiento específico en habilidades conversacionales. Este entrenam ien­ to suele comenzar informando a la pareja de los elementos bá­ sicos de la conversación y de la funciones que unos y otros tie­ nen. Estos elementos son: - Hacer preguntas. - Dar información gratuita o adicional.

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IN T E R V E N C IÓ N

- Escuchar. - «Llevar» una conversación: - cambiar de tema, - tom ar la palabra, - pasarla palabra. - Cerrar la conversación. Mediante ensayos conductuales, modelado y refuerzos dis­ criminatorios el terapeuta enseña cómo utilizar estos elemen­ tos de un modo adecuado según los objetivos de ser un con­ versador ameno e interesante. Se incide en los componentes conductuales verbales y no verbales y se analiza qué elementos facilitan y hacen fluida una conversación. A continuación, ofrecemos un ejemplo discriminativo de interacción conver­ sacional. Interacción conversacional inadecuada

Interacción conversacional adecuada

E.: «¿Qué tal en el trabajo?» R.: «Bien.»

E.: «¿Qué tal en el trabajo?» R.: «Bien..., esta mañana he es­ tado haciendo un trabajo muy interesante.» E.: «¿Sí? Cuéntame..., ¿qué has estado haciendo?» R.: «Pues mira, he tenido que sa­ lir a la calle e irá otras sucursa­ les, que ya sabes que me gusta mas que el trabajo rutinario de oficina...» E.: «¡Oye..., y ¿has hablado con tu jefe?» R.: «Sí..., me ha recibido y ha estado muy amable, me ha di­ cho que para el mes que viene me conceden el traslado.» E.: «¡Qué bien!... Ya podemos cambiarnos de ciudad, ¡con las ganas que teníamos...!»

E.: «¿Has hablado con tu jefe?» R.: «Pues sí.»

E.: «¿Qué pasa con el traslado?» R.: «Que me lo conceden.»

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TEUAIM A DE PAREJAS

En estos ejemplos podem os ver cómo un tipo de interac­ ción se convierte en un proceso interminable de preguntas y respuestas escuetas, a modo de interrogatorio, lo cual es muy poco eficaz para promover una conversación fluida. El otro modo de intercambio verbal se muestra, en cambio, efectivo para lograr dicho objetivo. Un simple análisis de contenido de ambas interacciones nos m uestra las claves de por qué la se­ gunda ha sido efectiva y la prim era no. En aquélla existe un elemento básico que facilita y da fluidez a la conversación: la información gratuita o adicional. Ante la pregunta, por ejem­ plo, de «¿Qué tal en el trabajo?», la otra persona responde «Bien», y además «...esta mañana he estado realizando un tra­ bajo muy interesante». Esta información adicional sirve de es­ tímulo para continuar la conversación. Si bien la presencia o ausencia, exceso o déficit de estos ele­ mentos son im portantes en el proceso conversacional, sin duda una de las habilidades más cruciales en el proceso de co­ municación es escuchar. En efecto, una característica esencial de un buen conversador es la de ser un buen «oidor». El saber escuchar no supone sólo tener buenos oídos y reci­ bir la información de un modo pasivo, sino que, y sustancial­ mente, implica dar señales al emisor de que se está recibiendo. Los efectos que la conducta no verbal (postura hacia atrás, ausencia de contacto visual...) y la ausencia de conducta ver­ bal (ausencia de paráfrasis, preguntas...) del supuesto «oidor» pueden ejercer sobre el emisor del mensaje son claros. Gene­ ralmente éste term ina aburriéndose, cuando no se irrita al comprobar que «no le están escuchando». En otros casos, un exceso de conducta verbal con interrupciones es también se­ ñal de «no escuchar». La conducta no verbal (contacto visual, m ovim ientos de cabeza, inclinación de tronco...) y la conducta verbal (pará­ frasis...) del receptor sirven de señales para inform ar al em i­ sor de que «adelante, estoy escuchando, continúa...». Es posi­ ble que éste se sienta gratificado al com probar que lo escuchan y trate de propiciar de nuevo este encuentro y rea­ nudar la conversación. Ya vimos en el prim er capítulo que el

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IN T E R V E N C IÓ N

CONDUCTA

FUTURO

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T E R A P IA DE PARI IAS

«escuchar» es un reforzador im portante que los seres hum a­ nos dispensam os diariam ente en nuestras relaciones inter­ personales. El escuchar, pues, es un proceso activo que no sólo contribuye a m antener y fomentar la comunicación, sino que también origina estados emocionales positivos en una re­ lación diádica. El terapeuta asume, a través del ensayo conductual, m ode­ lado, refuerzo discriminativo..., la tarea de enseñar a la pareja una habilidad tan básica como es el escuchar.

3.3.1.3.

Aprendizaje de habilidades de expresión

El entrenamiento en este tipo de habilidades tiene por objetivo lograr que cada uno de los miembros de la pareja exprese, de modo honesto y directo, por una parte, sentimientos, peticio­ nes y/o elogios positivos que faciliten el que ambos se sientan a gusto y disfruten de la relación, y, por otra, sentimientos nega­ tivos o críticas que sean efectivos para producir cambios cons­ tructivos en sus relaciones o en la conducta del otro. a) Expresión de sentimientos positivos. La pareja debe aprender habilidades específicas: - Expresar emociones que sean del agrado del otro. - Reconocer aspectos positivos y gratificantes en la con­ ducta del otro. - Expresar y pedir intercambio físico gratificante. El material básico de entrenamiento puede aportarse a par­ tir del ejercicio «Pilla a tu pareja haciendo algo agradable». En base a la información recogida se pueden realizar ejercicios de expresión de estados emocionales positivos. En la figura se ofrece una m uestra de intervención del terapeuta en uno cié tantos ensayos conductuales que se realizan a lo largo del pro­ ceso de intervención. En la figura dos terapeutas sirven de modelo en la expresión y reconocimiento de aspectos positivos. Al mejorar la comunicación y la expresión de afectos positi­ vos se inicia cierta empatia entre ambos componentes de la

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pareja. Sin embargo, para desarrollarla y ahondarla es conve­ niente realizar algunos ejercicios adicionales, como es el de in­ versión o intercambio de papeles. En este ejercicio, como su nombre indica, la pareja intercambia sus papeles: cada uno asume las necesidades, peticiones y comportamiento del otro y lo representa. Una variante de este ejercicio es el realizar un intercambio real. Por ejemplo, si la función de uno, durante el fin de semana, es realizar las tareas domésticas casi exclusiva­ mente y la del otro salir con los crios a pasear, pueden acordar intercambiar ambas funciones. Estos ejercicios contribuyen a comprender mejor la situación del otro, desarrollándose así la empatia. Otro medio de desarrollar la empatia (Liberman, 1980) es aconsejarles que escriban por separado una lista de sus preo­ cupaciones y ansiedades derivadas de la relación. Posterior­ mente, deberán intercambiarlas y discutir sus reacciones. b) Expresión de sentimientos negativos. Tan importante como la expresión de sentimientos positi­ vos es la expresión de críticas y sentimientos negativos tales como cólera, irritación, depresión, frustración... La expresión

T E R A P IA D E PAREJAS

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INADECUADO

ADECUADO

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de estos sentimientos suele hacerse de un modo que general­ mente fomenta las discusiones y peleas en el seno de la pareja. Aprender a expresarlos de un modo más adecuado puede con­ tribuir a obtener ciertos cambios adaptativos y, por tanto, debe ser un objetivo im portante de intervención. En la figura de la página anterior, pueden verse gráficamen­ te y de modo didáctico los pasos que podría incluir una expre­ sión adecuada de sentimientos negativos. Estos pasos (Liberman, 1980) son: 1. Especificar la conducta del otro que ha «motivado» los sentimientos negativos. 2. Expresar y «confesar» como propios los sentimientos negativos. 3. Hacer una petición al otro que contribuya a mejorar la situación y los sentimientos: - para cambiar palabras o acciones en el presente o fu­ turo, - para ayudar en la solución de un problema o dilema, - para encontrar un consenso, compromiso o clarifi­ cación. 4. Reforzar al otro por haber escuchado nuestra petición y comprometerse a realizarla o plantear un compromi­ so alternativo. En este contexto, y en especial en los casos en que exista cierto descontrol emocional y se manifiesten a menudo con­ ductas de irritación o de cólera, puede estar indicado un en­ trenamiento asertivo. El terapeuta comenta las diferencias que existen entre comportamiento asertivo, inhibido y agresivo, y elabora junto con la pareja un program a que facilite la expre­ sión asertiva de emociones.

3.3.1.4.

Desarrollo de habilidades de resolución de problemas y de negociación

Una vez que las parejas han sido o están siendo entrenadas para identificar conductas específicas y han adquirido las

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TLRAIM A l>r. PARKIAS

habilidades de saber escuchar y expresar, pueden utilizarse éstas en la resolución de problem as y en la negociación de cambios. Jacobson y Margolin (1979, pág. 215) definen la solución de problem as com o una interacción estructurada entre dos personas, diseñada para resolver una disputa particular entre ellas. La disputa generalm ente gira en torno a una queja o petición de cambio de una persona en relación a la conducta del otro. Por ser una interacción estructurada, se define previamente el marco donde tendrá lugar. El terapeuta establece junto con la pareja la fecha, duración y lugar de una serie de sesiones en donde llevarán a cabo la discusión y negociación de algunos de los problemas que tengan pendientes de resolución y que suelan ser motivo de conflictos. El proceso que normalmente se sigue al comienzo es ensayar prim ero con el terapeuta y, posteriormente, elegir dos o tres temas centrales para practi­ car en casa antes de la próxima entrevista con aquél. En oca­ siones, el terapeuta puede pedir a la pareja que grabe en cinta magnetofónica las sesiones en casa con el objetivo de analizar­ las posteriormente. En orden a una mayor eficacia de las sesiones se instruye a cada uno de los esposos acerca del tipo de normas o reglas a seguir. Jacobson y Margolin (1979, págs. 215-253) proponen una serie de pautas que vienen a ser resumen de algunas habi­ lidades de comunicación reseñadas anteriormente. En el pro­ ceso de discusión de la sesión ellos enfatizan dos fases: una fase de definición y una fase de solución del problema, ambas claramente diferenciadas y separadas. Definición del problema 1. Com enzar siempre con algo positivo. Este m odo de introducir un problem a facilita la cooperación y receptivi­ dad del otro. Dada la dificultad que tenem os todos para re­ cibir críticas, com enzar por tonos acusativos y negativos puede suscitar en el otro conductas defensivas y de contraa-

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taque, alejándose el objetivo de llegar a alguna solución acordada. Si mi objetivo es conseguir que mi compañero se quede al­ guna tarde cuidando los niños, podré ser más efectivo si le digo «Ya sé que has estado trabajando mucho esta semana, no creas que no me he dado cuenta... Lo único que lamento es que no me ayudes a cuidar los niños algún día a la semana», que si digo «No me ayudas a cuidar los niños». Todos tenemos algu­ na experiencia en este sentido: la crítica que va precedida de algún aspecto positivo la aceptamos mejor que aquella que no va acompañada de ese componente. 2. Ser específico. El problema debe ser descrito de tal modo que pueda ser determinado con claridad por un obser­ vador. Los térm inos vagos e inespecíficos, como vimos más arriba, no son operativos, facilitan la utilización de un código interpretativo y son factores de riesgo para el conflicto de pa­ reja. Igualmente, la utilización de térm inos provocativos y categoriales dicotómicos, como «eres un desconsiderado», «siempre», «nunca», fomentan los estados de ánimo negativos y nos alejan de los objetivos de cooperación y mantenimiento de una comunicación clara y precisa. 3. Expresar tus sentimientos. Una buena comunicación para resolver problemas significa com partir tus sentimientos, así como adm itir abiertamente la conducta que los motiva (Jacobson, 1979). En este sentido conviene seguir los pasos que se indicaron más arriba en la «expresión de sentimientos ne­ gativos». 4. A dm itir tu papel en el problema, es decir, aceptar la responsabilidad que uno tiene en el conflicto existente. Se les recuerda a ambos componentes de la pareja que, indepen­ dientem ente de las responsabilidades pasadas de cada uno, en el m om ento presente uno es responsable del com porta­ miento del otro y de lograr éxito en el objetivo crucial: resol­ ver el problem a. Los diálogos siguientes pueden servir de ejemplo de las consecuencias que pueden derivarse de seguir o no esta regla.

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T K U A PIA I H [’AKKIA.S

Diálogo adecuado

Diálogo inadecuado

MUJER: «¡Estoy harta de te­ ner qne ocuparme de todas las cosas de la casa..., de la comida, de la compra... Y tú nunca haces nada!» MARIDO: «Sí... sí..., reco­ nozco que la comida y la com­ pra no suelo hacerlas... [admite responsabilidad)..., pero es algo que me resulta muy difícil... No sé...» MUJER: «¡Muy difícil! ¿Y a mí? ¿A ver si te crees que a mí me gusta?» MARIDO: «Si yo valoro mu­ cho el que tú hagas la comida y te ocupes de la compra, que a mí me parecen tareas muy pe­ sadas...» MUJER: «¡Hombre!, menos mal que lo reconoces...» MARIDO: «Sí, claro que sí, ¡cómo no voy a reconocerlo! Lo que ocurre es que no sé guisar... ni sé hacer la compra como lo haces tú..., pero a lo mejor po­ dríamos encontrar alguna solu­ ción a esta situación...»

MUJER: «¡Estoy harta de te­ ner que ocuparme de todas las cosas de la casa..., de la comida, de la compra... Y tú nuncas ha­ ces nada!» MARIDO: «¡Pues a ver qué te crees que haces tú! ¡Para un gui­ so que haces de vez en cuando! Pues yo hice el año pasado la bi­ blioteca y no digo nada, no me quejo...» MUJER: «¡Cómo! ¡Encima tienes valor de decir que no tra­ bajo, y para una cosa que haces al año...!» MARIDO: «Mira..., déjame en paz...» MUJER: «¡Estoy harta!... ¡Es­ toy hasta las narices! ¡Desde luego yo no aguanto más esta situación!...»

5. Ser breve cuando defines problemas. A menudo, la pare­ ja confunde hablar sobre el problema con resolver el problema. En este sentido, muy a menudo, uno o ambos componentes de la pareja suelen emplear mucho tiempo en referencias al pasa­ do, anécdotas o en preguntarse el porqué de los mismos o de sus sentimientos, sin com prender que todo esto puede ser irrelevante o inapropiado para resolver el problema actual del que están hablando. Las causas por las que ellos se preguntan

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IN T E R V E N C IÓ N

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no suelen ser tan «profundas» como presuponen, y sí, en cam­ bio, tan inmediatas y presentes como su inhabilidad para utili­ zar un lenguaje operativo y para saber comunicarse. El terapeuta, en esta fase, instruye y ayuda a la pareja a darse cuenta de lo adecuado de describir la conducta-problema, es­ pecificar las situaciones en que ocurre y las consecuencias que ese problema tiene para la pareja que se siente especialmente afectada por él. Jacobson y Margolin (1979) sugieren unas normas genera­ les, comunes para ambas fases, que son: 6. Discutir únicamente un problema a la vez. Muy a m enu­ do se observa que las parejas en conflicto, cuando inician una discusión con el objetivo de hallar alguna solución a un pro­ blema, introducen otros, accesorios, que complican aún más el proceso. Si difícil les resulta discutir con eficacia un proble­ ma, más aún lo será si son varios los presentes en la escena de debate y negociación. Por otra parte, los datos accesorios que se introducen suelen hacer referencia a «cuentas pendientes» contraídas por uno u otro, por lo que tienden a fomentar esta­ dos de ánimo inadecuados para un diálogo sereno y efectivo. Por estas razones el terapeuta debe asegurar que la discu­ sión se realice en un marco restrictivo, llegando a hacer uso, si es necesario, de prohibiciones expresas de discutir otros pro­ blemas ajenos al elegido. 7. Paráfrasis. El utilizar las paráfrasis suele ser un recurso eficaz para dar señales de que uno está escuchando activa­ mente al otro. Aparte de que facilita el centrar la atención en lo que el otro dice, este recurso tiene la ventaja de originar en el emisor estados de ánimo que le hacen más recept ivo y motiva­ do a llegar a una solución. Qué duda cabe que cuando percibi­ mos que somos escuchados nos sentimos, generalmente, gra­ tificados y «comprendidos». 8. No hacer inferencias. Hablar únicamente sobre lo que puede observarse. Hacer inferencias o interpretaciones de la conducta de nuestra pareja puede ser muy peligroso para re­ solver un problema. El siguiente diálogo puede ilustrar lo ina­ decuado de utilizar inferencias.

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T E R A P IA l)l: PARIDAS

MARIDO: ¡No me agrada que me humilles! MUJER: ¡Pero si yo no intento humillarte! Sólo he hecho un co­ mentario y me he sonreído porque me hacía gracia. MARIDO: Eso es lo que dices ahora, pero te he visto que querías humillarme. MUJER: ¡Mira! ¡Estoy harta de que siempre andes interpretán­ dome lo que yo quiero o deseo hacer! Hablar únicamente de lo que puede observarse es una regla básica para lograr una comunicación efectiva y resolver cuan­ tos problemas se planteen. 9. Ser neutral y no negativo. El terapeuta debe aclarar que el objetivo no es discutir ni humillarse mutuamente, sino lle­ gar a despejar el terreno y lograr resolver sus problemas. Una vez definido el problema, y cuando la pareja ha apren­ dido a comunicarse más o menos eficazmente, se pasa a la se­ gunda fase. Solución de problemas 10. Centrarse en las soluciones. En esta segunda fase el te­ rapeuta anima a sugerir soluciones absurdas y adecuadas de modo impulsivo. De este modo las parejas aprenden a discri­ minar entre unas y otras, y a superar inhibiciones que pueden servir de base a temores a las reacciones del otro. En esta fase el terapeuta debe evitar que se vuelva a la primera, a redefinir de nuevo los problemas. 11. El cambio de conducta deberá incluir reciprocidad y compromiso, es decir, ofrecer ayuda en el proceso de cambio del otro y ofrecerse a cambiar algún aspecto de la propia conducta. Este ofrecimiento de reciprocidad y compromiso tiene un gran poder reforzante y facilita los cambios deseables en el otro miembro de la pareja. La cooperación y el compromiso de cada uno está en función del nivel de ayuda y compromiso del otro. 12. Alcance del acuerdo. Una vez que se han planteado una serie de soluciones, se pasa a discutir las ventajas y des­ ventajas de las soluciones propuestas, incluyendo las conse­

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cuencias de cada una para la relación y para ambos com po­ nentes de la pareja. Los acuerdos de cambio finales deberán ser muy específicos y estar formulados de un m odo claro y en térm inos conductuales descriptivos. Es deseable, además, que se constate el cadmio se espera que ocurran dichos cambios y su frecuencia. Ya vimos en otra parte que la vaguedad comporta interpreta­ ción y riesgo de que los acuerdos no se cumplan. Jacobson y Margolin (1979) tam bién aconsejan que los acuerdos finales de cambio incluyan señales de recuerdo (es­ cribirlos en lugar visible) para su mejor cumplimiento. Una vez establecidas y aclaradas las reglas a respetar por los esposos en cada una de las sesiones, se pasa a determ inar los temas que van a ser objeto de discusión. Liberman (1980) recomienda, en base a su experiencia clí­ nica, que se utilice la siguiente secuencia para determ inar el contenido de las sesiones: - Temas neutrales. - Temas positivos. - Peticiones de cambio. - Temas sensibles y negativos. Aconseja com enzar con temas neutrales porque éstos no contienen en principio componentes emocionales que pudie­ ran interferir en la resolución de los problemas. Los temas positivos pueden ocasionar reacciones emocionales negativas. Posteriormente se irán elaborando los siguientes temas, en or­ den creciente de dificultad. Dependiendo del tipo de pareja, nosotros abordamos a ve­ ces las peticiones de cambio en las fases iniciales del proceso. El lograr con cierta rapidez alguna solución a sus problemas contribuye a motivarlos. En la siguiente entrevista con el tera­ peuta se revisan las dificultades que han tenido y, de ser nece­ sario, se vuelve a practicar de nuevo en la misma sesión. En algunos casos es conveniente utilizar un procedimiento de contrato para ayudarles a realizar y hacer efectivas las peticiones de cambio que cada uno de ellos hace al otro. Para tal fin se pre­ vén también una serie de sesiones, unas en casa y otras con el te­

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T E R A P IA D E PAREJAS

rapeuta, en las que se les anima a hacerse peticiones m utua­ mente y a darse información de lo que espera uno del otro, en­ fatizando el modo positivo de hacerlo y los requisitos ya men­ cionados del nuevo vocabulario interpersonal y habilidades de escuchar. Se especifican las peticiones según cómo, cuándo y dónde, y posteriormente se determinan los privilegios que cada uno de ellos desea. Por ejemplo, si uno ha pedido al otro que cuide los niños los martes y jueves por la tarde, este último, a su vez, puede pedir un privilegio que sabe que su pareja puede y le gustaría realizar, tal como ir al cine juntos el sábado por la tarde. Una vez que el terapeuta ha explicado el procedimiento, la pareja intenta bajo su supervisión llevar a efecto este compro­ miso. Los siguientes diálogos pueden dar una idea de cómo se procede en esta primera sesión.

DIÁLOGO 1 TERAPEUTA: Bien, tenéis algo que deciros y estáis ante un pro­ blema que debéis resolver, ¡adelante! MUIER: Oye, Pedro, yo quiero que te ocupes másele los niños. TERAPEUTA: Carmen, ¿podrías especificar mejor tu petición? Podrías especificar qué cosas concretas querrías que Pedro hiciera para ocuparse más de los niños. MU JER: Pedro, querría que te quedaras tú con los niños dos tar­ des a la semana. TERAPEUTA: Muy bien, Carmen, has especificado muy bien tu petición; sin embargo, puedes hacerlo mejor. Podrías comenzar describiendo tu situación y cómo te sentirías de llevarse a efecto tu petición. Inténtalo de nuevo [el terapeuta da información discriminativa sobre la ejecución, reforzando lo positivo del ensayo y apor­ tando datos de cómo hacerlo mejor], MUJER: Bien...Pedro, me siento muy cansada..., el tener que es­ tar todas las tardes con los crios me agota y me impide tener al me­ nos una tarde libre para salir..., ya sé que tú también tienes mucho trabajo..., pero me sentiría mucho mejor, más contento, si pudieras venir dos tardes a la semana a cuidar a los niños. TERAPEUTA: Muy bien. Has descrito muy bien la situación y has expresado emociones negativas sin tono acusativo, reconocién-

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ciólas como propias. También te has puesto en su lugar, has realiza­ do una petición expresando muy bien cómo te sentirías de llevarse a efecto. ¡Muy bien!... Adelante... MARIDO: Yo también me siento muy cansado... TERAPEUTA: Pedro, es importante que expreses cómo te sien­ tes, pero mas importante aún es cómo expresarlo. Si das señales a tu pareja de que la has escuchado, si describes tu situación y propones alternativas, contribuirás a llegar a un acuerdo. Ya sabes, utiliza se­ ñales verbales y no verbales. 1IOMBRE: | Acercándose a su pareja, sonriendo y cogiéndole una mano.] Entiendo, Carmen, que estés cansada..., el estar to­ das las tardes con los niños debe ser algo agotador..., y que te sentirías mejor de poder tener alguna tarde libre [paráfrasis]... Creo que tenemos que hacer algo, encontrar una solución, aun­ que tú sabes que las horas extraordinarias me cogen mucho tiempo y cuando llego a casa estoy tan cansado que no tengo ga­ nas de crios... TERAPEUTA: Muy bien. MUJER: Lo comprendo, Pedro, ¿qué podríamos hacer entonces? ¿Qué te parece, por ejemplo, si no puedes venir toda la tarde, que te ocuparas a partir de una hora determinada? ¿Cuándo podrías tú? ¿Qué tardes te vendría bien a ti? Quizá yo podría también liberarte a ti otra tarde por completo y que fueras a hacer/oofíngcon el vecino, que sé que tanto te gusta. TERAPEUTA: Muy bien. HOMBRE: Mira, creo que podemos encontrar una solución. ¿Qué te parece si yo trato de arreglarlo para poder estar en casa dos tardes a partir de las cinco y media? ¿Te arreglarías con eso? Yo po­ dría hacerlo y a mí me encantaría que no te importase que yo me fuera a hacer footing a la vuelta del trabajo, alguna tarde a la sema­ na, dejándote a ti sola con la cena y los baños de los crios. MUJER: Estupendo, ¡qué contenta estoy! HOMBRE: Yo también me alegro de que podamos llegar a un acuerdo y que podamos resolver este problema... Además, se me está ocurriendo que podríamos dedicar un día a salir los dos jun­ tos..., porque entre unas cosas y otras no nos vemos ¿qué te parece si el sábado por la tarde dejamos los crios a una chica y nos vamos al cine? MUJER: Me encantaría... ¡qué bien me siento cuando podemos hablar tranquilamente y encontramos solución!

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T E R A P IA D E PAREJAS

DIÁLOGO 2 En la sesión, una pareja refiere haber tenido un conflicto du­ rante la semana porque ella le ha pedido insistentemente a él que reclame a su padre un dinero que les debe. Él, en la tercera ocasión que ella se lo pidió, le respondió con críticas hacia la familia de ella, continuando ambos con respuestas en cadena de insultos mutuos, hasta desem bocar en una situación de gran malestar y evitación mutua y sin dar solución al proble­ ma planteado. En la sesión se trata de enseñar a la pareja otro com porta­ miento más adecuado y eficaz, que les perm ita conseguir sus objetivos, uno inm ediato (en este caso que pida el dinero al padre) y otro más general, de no tener un conflicto ni moles­ tar al otro. Para ello se ensayan conductas alternativas, actuando el te­ rapeuta de modelo, si es preciso, y dando a los miembros de la pareja una información positiva sobre su conducta, así como alternativas. TERAPEUTA: Vamos a ver, Maite, puedes repetir aquí tu peti­ ción a Tomás en los términos del otro día para que veamos cómo lo hiciste. MUJER [Al hombre]: Que a ver qué va a pasar con el dinero que nos debe tu padre. No sé cómo hay que decirte que se lo pidas. ¿A qué esperas? A este paso nos quedaremos sin vacaciones. TERAPEUTA | Al hombre]: ¿Cómo te sientes cuando ella te ha­ bla así? HOMBRE: Mal, me siento agresivo. Pienso que mis padres están mal de dinero y que les vendrá mal pagarlo; aunque, por otro lado, veo que tengo que pedírselo, pero me da rabia que me lo exija así. TERAPEUTA |A la mujer]: ¿Es tu objetivo hacerle sentirse mal? ¿Cuál es tu objetivo? MUJER: Que le pida el dinero a sus padres. TERAPEUTA: Y me imagino que también el no molestarle, ¿ver­ dad? Y el tener una buena relación, ¿no es así? MUJER: Sí, sí, claro. Por supuesto. TERAPEUTA | A la mujer]: Vamos a ver, de qué otro modo po­ drías hacerlo.

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MUJER: ¿¿¿ Uhm... Pues no sé. TERAPEUTA: Vamos a ver, fíjate bien en lo que yo hago. Obsér­ vame. | Al hombre, sin mantener contacto físico, ni visual, ni sonri­ sa. ] Oye, que a ver qué va a pasar con el dinero que nos debe tu pa­ dre. No sé cómo hay que decírtelo para que se lo pidas. ¿A qué esperas? A este paso nos quedaremos sin poder ir de vacaciones. [Pausa.] ¿Cómo te sientes? HOMBRE: Mal, agresivo. TERAPEUTA [A la mujer]: ¿Estás observando? Sigue observan­ do. [Dirigiéndose al marido, acerca su silla, le coge una mano y son­ riéndole y mirándole a los ojos.] Oye, cariño, nos vamos de vaca­ ciones y no tenemos bastante dinero. Yo había pensado, si a ti te parece, hablar con tus padres y ver si pueden darnos algo de aquel dinero que nos deben. Yo me hago cargo de que ellos están mal de dinero y que quizá no les venga bien. Pero ¿qué te parece si ha­ blamos con ellos?... Yo entiendo que para ti sea molesto, pues son tus padres y ves que no están bien de dinero. Pero podemos hablar­ lo con ellos y a lo mejor pueden darnos una parte de ello. [Pausa.] ¿Cómo te sientes ahora? HOMBRE: Muy bien. TERAPEUTA [A la mujer): ¿Y tú, que has observado? MUJER: Sí, pues que la segunda vez has estado más simpática. TERAPEUTA: ¿Qué es eso de más simpática? ¿Qué he hecho yo para estar más simpática? MUJER: Pues que le has sonreído... uhm... sí, que has acercado tu silla y le has cogido una mano... y también que le mirabas a los ojos. TERAPEUTA: Muy bien. Has observado que le he sonreído, he mantenido contacto físico y visual. Muy bien. Estos aspectos de la comunicación -los elementos no verbales- son muy importantes. Tan importante como lo que decimos es cómo lo decimos. Muy bien, muy bien. Esto ha contribuido a que tu pareja se sienta bien y ¿qué más has observado? MUJER: Pues que se lo has dicho muy bien. TERAPEUTA: Vamos a ver, ¿qué le he dicho? MUJER: Pues le has dicho que entendías que era difícil para él y... no sé, quizá, se lo pedías más que exigírselo... y también le pedías una parte y no todo, le sugerías el hablarlo con los padres... TERAPEUTA: Muy bien [y repite los elementos de la comunica­ ción verbal]. Le he sugerido, no exigido. He empatizado con sus sentimientos. He ofrecido soluciones -el hablar con sus padres- y una negociación -conseguir sólo una parte del dinero- cediendo

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T E R A P IA D E PAREJAS

yo también en algo. Muy bien, ¿podrías hacerlo tú ahora? [Al hom­ bre.] Y ahora tú le vas a contestar también de un modo adecuado y eficaz. MUJER [Realiza varios ensayos en los que se leva corrigiendo la ejecución hasta conseguir la siguiente respuesta]: Oye, querido, no quiero crearte un problema, pero como nos vamos a ir de vacacio­ nes y, como tú sabes, no tenemos suficiente dinero, había pensado que podríamos hablar con tus padres y ver si nos pueden dar algo del dinero que nos deben. Vamos a ver qué cantidad pueden dar­ nos, pues ya sé que andan mal y es posible que no les venga bien, pero lo mejor es hablarlo. Yo entiendo que para ti es doloroso, pues ves que tus padres no andan bien de dinero. Pero vamos a hablar y veamos cómo lo pode­ mos arreglar. HOMBRE [Haciéndole una caricia en la cara]: Ahora me siento mucho mejor. Yo entiendo que necesitemos dinero y me parece bien pedírselo a mis padres. Me parece muy bien eso que propones de hablar con ellos y ver cuánto nos pueden dar. TERAPEUTA: Lo habéis hecho muy bien. [A la mujer.] Date cuenta cómo has influido tú en el comportamiento de tu pareja. Hablándole tú de un modo adecuado y eficaz, ¡fíjate!, has consegui­ do tu objetivo y además no habéis tenido un conflicto. Muy bien. | Al hombre] Ahora bien, en este caso ha sido ella la que ha actuado adecuadamente, y ha conseguido otro comportamiento en ti. Pero tú también puedes influir y cambiarla a ella. Debemos tener en cuenta lo anterior, pero puede ocurrir que falléis, porque estéis ner­ viosos, etc., y uno de vosotros inicie un diálogo de modo poco ade­ cuado y eficaz, como ocurrió en esta ocasión, en un principio. En ese caso tú [al hombre] puedes también cambiar su comportamien­ to, influir en él actuando de modo más eficaz. Vamos a ver, ahora Maite te va a volver a hacer un planteamiento poco adecuado, como el del principio. A ver, ¿qué puedes hacer tú para cambiar su com­ portamiento, su actitud? ¿De qué otro modo te podrías haber comportado? IÍOMBRE: Pues no sé, callándome. Nodiciéndole nada. TERAPEUTA: Vamos a ver. Observa mi comportamiento. A ver Maite, dirígete a mí en la forma como lo hiciste el otro día con Tomás. MUJER: Que a ver qué va a pasar con ese dinero que nos debe tu padre, a este paso nos quedaremos sin vacaciones. No sé a qué estás esperando para pedírselo.

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TERAPEUTA: Oye, Maite, me siento mal cuando me hablas así. Yo entiendo que necesitamos el dinero y que los niños tienen dere­ cho a las vacaciones. Por ello estoy de acuerdo en que podemos pe­ dírselo a mis padres. Pero me gustaría que me lo dijeras de otro modo y que te mostraras más flexible. Quiero decir con ello, que admitas la posibilidad de que nuestros padres no nos lo den todo y podamos llegar a un acuerdo. MUJER: Tienes razón, siento hacerlo de este modo. Es que yo es­ toy algo nerviosa, porque me preocupa que los niños se tengan que quedar en Madrid. Me parece bien eso que dices de que sea una par­ te. Quizá, si nos dan una parte y nos dicen cuando pueden darnos la otra, podemos pedir un préstamo a alguien, contando con ello. TERAPEUTA (Al hombre]: ¿Qué has observado? HOMBRE: Sí, es verdad. Tú has conseguido calmarla a ella y ha­ blar por las buenas. TERAPEUTA: Muy bien. ¿Qué he hecho para calmarla? HOMBRE: Pues sí, le has dicho que no te hablara de ese modo porque te hacía sentirte mal... Has admitido que pueda estar preo­ cupada por el problema... Le has dicho de qué otro modo podría hacerlo: esto es, negociando y encontrando una solución. TERAPEUTA: Muy bien. Has observado que he expresado emo­ ciones -me siento mal- más que acusarla por su conducta. He em­ palizado con sus preocupaciones -entiendo que necesitamos el di­ nero y los niños las vacaciones- y le he ofrecido soluciones y le he pedido un comportamiento específico alternativo. Muy bien. Ya has visto cómo tú puedes modificar el comportamiento de ella y evitar un conflicto, haciendo tú de modelo y dándole sugerencias. Una vez realizados estos ejercicios, el terapeuta puede suge­ rirles que lo practiquen en casa. El «Cuestionario de intercam­ bio de conductas en la pareja» puede servir de material básico a partir del cual puedan elegir el tipo de peticiones que deseen realizar. En el entrenam iento para la negociación se enseña a la pa­ reja que los cambios son negociables y posibles. Ambos espo­ sos o compañeros aprenden a comprometerse cada uno con el otro, asum ir responsabilidades y centrarse en el futuro más que en antiguas quejas o problemas. Un im portante aspecto del entrenamiento es cambiar las concepciones personales de

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cada uno, en lo que se refiere a considerar determ inadas con­ ductas del otro como un derecho propio, y asumir la actitud de que dichas conductas son graciables (regalos) y por lo tanto no puede recibirlas del otro (ganarlas) a no ser que éste se las quiera proporcionar. Generalmente la pareja aprende habilidades de negociación y compromiso que tras ejercicios repetidos se desarrollan de una manera espontánea. Sin embargo, en ocasiones conviene implicar a la pareja en un contrato formal escrito donde se es­ pecifican responsabilidades, privilegios y penalidades contin­ gentes a su no cumplimiento. Existen cuatro pautas básicas para asegurar la efectividad de un contrato (De Risi y Butz, 1975; Homme, 1969; Stuart, 1971; Liberman, 1980). Estas pautas son: a) El contrato debe ser abierto y libre de coacción. No debe utilizarse para obligar a ninguna de las partes a realizar conductas que voluntariam ente no desea. Por tanto, las res­ ponsabilidades y privilegios que se consignan en el contrato son únicamente aquellas que se aceptan libremente tras una discusión y negociación previa y sobre las que existe un com ­ promiso formal de llevarlas a efecto. Por ejemplo, no deberá incluirse en el contrato como un compromiso el tener relación sexual cuando uno de los componentes de la pareja presenta un problema de impotencia o dispareunia. En este caso, dicho compromiso resultaría aversivo, amén del peligro de generali­ zación de estos efectos al resto del contrato. b) Los términos del contrato deben ser escritos clara y ex­ plícitamente. No es conveniente dejar espacio a la interpreta­ ción de los esposos acerca del cumplimiento o no de los objeti­ vos del contrato, ya que de este m odo pueden provocarse conflictos innecesarios. La utilización de términos imprecisos como «ser más limpio» no especifica con precisión cuál es lá responsabilidad concreta que se contrae. Puede pensarse que la responsabilidad es «ducharse antes de tener un contacto se­ xual», «lavar la vajilla después de comer», «lavarse los dientes todos los días», «cortarse y limpiarse las uñas una vez por se­ mana», «lavarse las manos antes de comer», etc. Los fracasos

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repetidos por esta falta de especificación y las consiguientes discusiones pueden fomentar conflictos innecesarios. c) El contrato debe proporcionar ventajas a cada uno de los esposos. Ambos deben sentir que han ganado algo de valor en la relación. El contrato perm ite formular y pactar privile­ gios y responsabilidades que son adaptativos para crear un buen clima en la relación de pareja. d) Las conductas consignadas en el contrato deben estar ya en el repertorio comportamental de la persona que ha acce­ dido y se ha comprometido a llevarlas a efecto. Sería absurdo solicitar al otro el compromiso de hacer una buena comida si no sabe cocinar. En este caso lo idóneo es solicitar el com pro­ miso de aprender a cocinar un plato cada semana. Además de estas cuatro pautas, consideramos im portante una quinta adicional. e) En el contrato deben consignarse explícitamente las responsabilidades de modelado y de efectividad que cada uno tiene. Es decir, de la habilidad de cada uno depende el que el otro se implique y ejecute adecuadam ente lo acordado en el contrato. En este sentido deben especificarse las funciones de modelo, enseñante, dispensador de refuerzos discriminativos, etc., que cada uno tiene con el otro. El siguiente diálogo puede ilustrar el papel terapéutico que uno de ellos puede te­ ner cuando el otro, por alguna circunstancia, incurre en erro­ res comportamentales. HOMBRE: ¡Otra vez igual! ¡Estoy harto! Cuando llego a casa nunca estás. ¡No sé qué tienes que hacer a estas horas en la calle! MUJER: Calma, calma... ¿qué adelantas poniéndote así y hablán­ dome en ese tono? Vamos a ver, ¿cuál es tu objetivo? HOMBRE: ¡Mi objetivo! ¡Mi objetivo!... ¡Pues cuál va a ser mi objetivo! ¡Pues que vengas a casa antes! MUJER: Bien..., pues eso me lo puedes decir de otra manera... Cuando has reaccionado así yo me he sentido mal y con toda pro­ babilidad también habría reaccionado a gritos... o ni te habría es­ cuchado. Creo que estaría mejor que fue dijeras cómo te sientes, por qué te sientes así y que me pidieras o sugirieras con tranquili­ dad lo que deseas.

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HOMBRE: Llevas razón... Es que a veces me pongo nervioso y ya no sé lo que hago. MUJER: Me agrada que lo reconozcas... Yo creo que hablando con tranquilidad podemos solucionar nuestros problemas, ¿no te parece? HOMBRE: Sí, sí, estoy de acuerdo. MUJER: Bueno, pues ¿qué te parece si ahora hablamos tranqui­ lamente sobredio? En este diálogo puede verse cómo uno de ellos ha asumido la función de calmar al otro y de proponer y enseñar un nuevo modo de comportarse. El insistir, a lo largo del proceso, en esta capacidad y res­ ponsabilidad de enseñar al otro nuevos modos de com porta­ miento es importante por varias razones: - Facilita la generalización de los aprendizajes. No siem­ pre se tiene a disposición al terapeuta para controlar ciertos conflictos. Además, el objetivo final es prescindir del mismo y afrontar autónom am ente cualquier conflicto que pudiera surgir. - Los conflictos ocasionales son inevitables. Nadie preten­ de que vayamos a com portarnos siempre adecuadamente; pero se dispone del recurso de que uno al menos ofrezca un comportamiento alternativo que permita salir del conflicto. - Reforzar estas funciones de enseñante mutuo impide que cada uno se justifique para com portarse inadecuadamente cuando el otro lo hace. De no ser así, tendría lugar el «efecto cascada», es decir, una reacción inadecuada de uno a una re­ acción inadecuada del otro terminaría inevitablemente en un conflicto del que sería más difícil salir. El proceso de ejecución del contrato implica una serie de pasos. Éstos son: 1. El terapeuta explica y discute con ambos miembros de la pareja las pautas, requisitos, condiciones y objetivos de un contrato. 2. La pareja llega a un acuerdo de tratar de resolver juntos algunos problemas y de modificar algunos aspectos de su relación.

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III

Una vez que han llegado a este acuerdo previo, cada uno de los dos escoge del «Cuestionario de intercambio de conductas en la pareja» una o varias conductas y si­ tuaciones que estén dispuestos a realizar y que piensan que puede ser del agrado del otro (Liberman, 1980). Posteriormente cada uno pide información a su pareja sobre el grado de satisfacción que le produciría en caso de llevarlas a efecto. 4. A continuación escogen del citado cuestionario uno o varios privilegios (refuerzos) o conductas que sean del agrado de uno mismo. Cada uno especifica cómo se sentiría si pudiera realizar aquellos aspectos de su agra­ do o si el otro actuara de esa forma placentera (Liber­ man, 1980). 5. Cada uno se pone en el lugar del otro reconociendo lo agradable o difícil que le resultaría llevar a cabo lo pedido. 6. Ambos especifican las condiciones de espacio, tiempo y lugar para la realización de lo acordado y lo consig­ nan por escrito. Finalmente el terapeuta, tras haberles ayudado en el desa­ rrollo del proceso m ediante ensayos conductuales e instruc­ ciones pertinentes, les sugiere el control periódico del con­ trato a fin de asegurar su cum plim iento o de introducir am pliaciones pertinentes. Las sugerencias se realizan de m odo específico m atizando el lugar, día y tiem po destinado a esta puesta en com ún. Algunos autores utilizan una caja de sugerencias, ubicada en un lugar com ún de la casa, donde pueden depositarse propuestas de cambio, que la pareja re­ visa cada semana. En las sesiones siguientes el terapeuta pasa revista a las ta­ reas asignadas, reforzando muy discriminativamente su cum ­ plimiento y las funciones de enseñante que cada uno de los componentes de la pareja pudiera haber tenido para ayudar al otro.

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3.3.2. 3.3.2.1.

I ERAP1A [11 PAREJAS

Control estimular Control de contingencias específicas

En la vida de una pareja existen sucesos y contingencias espe­ cíficas (nacimiento de un hijo, desempleo, enfermedades, pro­ blemas de educación de los hijos...) que pueden ser origen de conflictos. Estos sucesos pueden actuar, en otros casos, como estímulos desencadenantes o agravantes del conflicto en rela­ ciones ya de por sí deterioradas. Algunos de ellos -p o r ejem­ plo, el desempleo originado por expediente de crisis de una empresa, inexistencia de puestos de trabajo, enfermedades, etcétera- escapan a la responsabilidad directa de la pareja y al marco de nuestra intervención, y es necesario recurrir a nive­ les de análisis no com portam entales (político, social...). Sin embargo, existen otros sobre los que podemos incidir más o menos efectivamente desde una óptica interprofesional. La pareja con un entrenam iento adecuado en habilidades de solución de problem as sabe llegar al acuerdo de intentar resolver juntos el problem a en cuestión, sabe escoger una parte del problem a a resolver, sabe hacer una lista de posi­ bles soluciones, sabe seleccionar soluciones para probarlas y sabe decidir cóm o se va a llevar a cabo esta solución. Conoce el proceso m etodológico para tom ar decisiones al respecto, pero no suele poseer o no conoce los recursos técnicos nece­ sarios para la im plementación de m edidas adecuadas. Exis­ ten casos en que puede estar indicado incidir directam ente en resolver problem as con los hijos (inquietud, rabietas, enuresis...) o facilitar recursos sociales (becas, campamentos infantiles...) como medio de aliviar fuentes de stress que in­ terfieren en la vida de relación de la pareja. En otros casos lo indicado es prever problem as adicionales (ejemplo: asesoramiento en m étodos anticonceptivos para prevenir el na­ cimiento de un hijo no deseado) que agravarían más aún el conflicto. En todos estos problem as el terapeuta de pareja debe saber derivarlos adecuadam ente a otros profesionales (asistente social, ginecólogo, pediatra, psicólogo infantil...)

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¡li

a fin de hallar una solución satisfactoria a las dem andas de la pareja.

3.3.2.2.

Planificación del tiempo libre

En otro capítulo vimos los efectos que puede tener una plani­ ficación inadecuada -p o r exceso o por defecto- de las activi­ dades recreacionales y sociales de una pareja. En los casos en que esta inadecuación es muy significativa, evaluar e incre­ mentar las actividades recreativas de la pareja puede ser un modo de comenzar el tratamiento. De este modo se facilita el que la pareja descubra interacciones positivas que pensaba «se habían terminado ya» y se le da también ocasión de com pro­ bar que «actuando» y «cambiando» es como van a poder re­ solver sus problemas. Esto motivará a la pareja en el tra ­ tamiento y les ayudará a contraer un compromiso mayor con el mismo. O tra razón para empezar en algunos casos el tratam iento por este área estriba en que la comunicación en este terreno está menos cargada de emociones negativas, has actividades placenteras tienden a unirles y provocan actitudes más cola­ boradoras y constructivas a la hora de abordar la resolución de otros problemas. También son temas sobre los cuales con­ viene hablar, no sólo para planificarlos, sino, una vez realiza­ dos, para incrementar la tasa de conversaciones en la pareja. Para planificar e incrementar este tipo de actividades, ense­ ñamos a la pareja la utilización de todos los recursos a su al­ cance. Enseñarles a m anejar con frecuencia las publicaciones es­ pecíficas sobre actividades de ocio puede ser un modo de co­ menzar para aquellas parejas a las que «no se les ocurre qué hacer». Otro medio sencillo es sugerir a la pareja que dediquen un día de la semana a practicar actividades de ocio conjuntamen­ te. Cada semana le tocará a uno de ellos sorprender al otro con la preparación de un plan divertido.

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I 'l l l API A IJF. PAREJAS

Muchas parejas alegan no disponer de dinero para divertir­ se. Sin embargo, pasear, comer, cocinar juntos un plato entre­ tenido, los juegos de sobremesa, visitar a unos amigos, ir a una conferencia en la asociación de vecinos, ir de merienda a un parque cercano o al campo, o acudir a un espectáculo del cen­ tro cultural del barrio son actividades que no cuestan dinero o por lo menos no mucho, y hay muchas otras. Cuando los intereses de los miembros de la pareja difieran en este ámbito, recurriremos a la negociación y al compromi­ so dentro del marco de la resolución de problemas. La persona casada, como cualquier otra, necesita tiem­ po para «sí misma» como individuo y no como pareja: tiempo para practicar las aficiones personales, para estar con los propios amigos, etc. En ocasiones, puede existir desacuerdo acerca del tiempo dedicado a uno mismo al margen de la dia­ da, o sobredependencia de uno de los componentes con res­ pecto al otro. En el primer caso utilizaremos, una vez más, la negociación y el compromiso; en el segundo, el tratamiento puede ir diri­ gido previamente a establecer conductas más autónomas e in­ dependientes, entrenamiento en habilidades para estar solo, incremento del círculo social propio y planificación de activi­ dades placenteras en el miembro sobredependiente. La llegada de los hijos supone para muchas parejas el tener que dedicar el escaso tiempo libre que deja el trabajo a cumplir las tareas que exige el cuidado de la prole y de la casa. La vida en la gran ciudad, con pisos pequeños y escasez de espacios verdes y zonas recreativas en los barrios, aboca a al­ gunas familias a pasar su tiempo libre encerrados en un espa­ cio reducido. Los intereses a veces tan incompatibles -como es el silencio y la tranquilidad para los padres y la necesidad de espacio y expansión, frecuentemente acompañados de ruidos, para los hijos- les hacen pasar su tiempo en el inútil empe­ ño de evitarse en 50 metros cuadrados, teniendo como único lazo de unión la televisión. Un aspecto relevante de la intervención en estos casos se­ ría el entrenamiento en la planificación y realización de acti­

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vidades placenteras para toda la familia durante el tiempo que están juntos, bien sea fuera de casa (zoo, visita a parques, espectáculos infantiles, actividades físicas, etc.) o en la propia casa (lectura, teatro, juegos, bricolage, cocina, trabajo con ar­ cilla, etc.). Ninguna de estas cosas requiere mucho tiempo ni dinero. Estas actividades placenteras, que divierten a todos, estre­ chan los lazos afectivos y disminuyen la ansiedad y el aburri­ miento.

3.3.2.3.

Cambios estimulares específicos

Dado que parte del ambiente estimular de una pareja suele ha­ ber estado asociado repetidamente con los conflictos, ciertas situaciones pueden servir de recuerdo de los mismos o facili­ tar estados emocionales negativos. Por esta razón, en ciertos casos conviene introducir algunos cambios estimulares que atenúen o alivien esos efectos, especialmente en situaciones de riesgo, como, por ejemplo, cuando la pareja ha de intentar re­ solver un problema.

3.3.2.4.

Control de conductas específicas

Existen casos en que un problema en la pareja se ha venido de­ sarrollando por un comportamiento marcadamente ina­ decuado o conflictivo de uno de ellos. Uno de los componen­ tes presenta una ingesta excesiva de alcohol, un problema de impotencia, un comportamiento excesivamente tímido o un cuadro obsesivo de celos. Las consecuencias que estos com­ portamientos suelen tener en la vida de relación de una pareja son obvias. No sólo contribuyen a deteriorar las relaciones, sino que generalmente agravan el problema en cuestión, amén de que contribuyen a originar otros nuevos. En estos casos suele estar indicado un tratamiento indivi­ dual del problema, antes o paralelamente al tratamiento de

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pareja. El tratam iento individual no excluye que el otro miem bro de la pareja participe activam ente en él con inter­ venciones terapéuticas específicas, y puede ser un contenido más, bastante relevante, del contrato a que se com prom etan ambos. Otros problemas de comportamiento menos graves pueden ser resueltos autónomamente por la pareja. Ocasionalmente o con cierta persistencia puede ocurrir que uno de los esposos presente reacciones de cólera, hostilidad inesperada, recrimi­ naciones, repetidos incum plim ientos de algunos acuerdos, etcétera. Unas veces responderá a un desplazamiento de la agresividad; tal es el caso de la persona que viene «frustrada» del trabajo y se lo hace pagar a su pareja. Otras veces las recri­ minaciones serán fruto de problemas no resueltos y que se uti­ lizan fuera de contexto. Con las habilidades que han aprendido posiblemente estén en disposición de resolver de modo efectivo estos pequeños o grandes problemas. Sin embargo, el terapeuta puede enfati­ zar y promover algún tipo de medidas. Algunas de ellas pue­ den ser: - Retiro de atención. Es decir, ignorar de m odo constan­ te y repetido la conducta problema. El encargado de realizar este control conoce ya qué es el proceso de extinción de una conducta y cóm o funciona. El objetivo es conseguir que la conducta-problem a se extinga m ediante el «efecto p a­ red», es decir, que por más voces, gritos o recrim inaciones que o cu rran no haya ninguna m uestra de afectación comportam ental verbal y no verbal en quien los recibe. No es di­ fícil im aginarse la rápida extinción de estos com portam ien­ tos cuando uno decide discutir con una pared. La evidente ausencia de respuestas hace desistir m uy rápidam ente al protagonista de seguir em itiendo voces, gritos y recrim ina­ ciones. - Tiempo Juera. Unas veces la simple presencia del otro m iem bro de la pareja, p o r h ab er estado muy asociada en el pasado a estos conflictos, sirve de señal discrim inativa para desencadenarlos. O tras, contribuye a reforzar el com-

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portam ien to -p ro b lem a p o r la dificultad de conseguir el efecto pared. En estos casos suele ser conveniente que aquel que desea co n tro lar y ex tin g u ir estas conductas inadecuadas se salga de la situación hasta que pase el «tem poral». L iberm an (1980) aconseja una serie de n o r­ mas a ten er en cuenta en la aplicación de este m étodo de control: - Especificar la conducta del otro que está causando un problema. (Ejemplo: «Cuando gritas y das voces...».) - Expresar sus propios sentimientos en reacción a la hosti­ lidad. (Ejemplo: «Me siento mal...».) - Explicar la razón por el «tiempo fuera». (Ejemplo: «Me marcho fuera porque no quiero oír gritos y para que te tranquilices».) - Decir el lugar donde se estará. (Ejemplo: «Estaré en mi cuarto realizando un trabajo».) - Indicar el tiempo que se está fuera. (Ejemplo: «Tanto tiempo como dure tu irritación».) En la figura puede verse un modo adecuado de realizar el «tiempo fuera».

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T E R A P IA DE PAREJAS

- Respuestas incompatibles con la hostilidad y el mal humor. Un modo de desarm ar las reacciones de cólera es manifestan­ do conductas incompatibles a las mismas. Si ante la expresión «Estoy harto, sois inaguantables», acompañada de tono de voz alto, puños cerrados, cejas fruncidas, etc., se responde: «Anda, no te pongas así y cuéntanos qué te ha pasado» con tono de voz bajo, sonrisa, leve contacto físico, etc., es muy probable que aquélla se debilite. El adquirir un buen sentido del hum or y modos asertivos de expresión pueden ser objetivos básicos no sólo para mejorar la comunicación, sino también para desar­ mar y manejar reacciones de hostilidad inesperada. Otras conductas que se presentan con frecuencia como ge­ neradoras de conflictos son aquellas que se derivan de expec­ tativas diferentes acerca de la afiliación y la independencia en los miembros de una pareja. Uno de los componentes de la diada puede desear compar­ tir juntos más tiempo que el deseado por el otro. Las activida­ des llevadas a cabo autónomamente por este último son vivi­ das por el primero como señales de desafecto, desamor o falta de interés y provocan un conflicto. La conducta de quejas o exceso de demandas del miembro de­ pendiente constituye un estímulo aversivo para el miembro más autónomo y fomenta comportamientos de evitación o escape. Estas discrepancias con respecto a la afiliación-autonomía se derivan frecuentemente de que el miembro dependiente dispone de una fuente de reforzadores que se restringe a la pa­ reja, frente a una forma más amplia de posibilidades de refor­ zamiento en el miembro más independiente. Ofrecemos a continuación la estrategia propuesta por Jacobson y Margolin (1979) para utilizar en estos casos, que consta de cuatro pasos fundamentales: PASO 1. El miembro dependiente debe aceptar tem poral­ mente la conducta independiente del otro sin protestar. Como ya dijimos, las quejas y protestas ante la conducta indepen­ diente constituyen un estímulo aversivo por la relación e in­ crementan el interés por las actividades alternativas a las com­ partidas con la pareja.

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IN T E R V E N C IO N

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PASO 2. El miembro dependiente debe reducir considera­ blemente y por un tiempo la tasa con que refuerza al otro. Por lo común, el miembro dependiente eleva notablemente la tasa de refuerzos de modo indiscriminado con el objeto de agradar al otro y atraérselo. Lo que consigue es el efecto contrario -un alejamiento m ayor-, pues lo que está reforzando, en muchos casos, es la conducta independiente. Se debe reducir notable­ mente la tasa de refuerzos y hacerlos de modo muy discriminativo ante las conductas de afiliación del otro. PASO 3. El miembro dependiente debe increm entar la realización de actividades placenteras al margen de la rela­ ción, de cara a conseguir una vida más autónoma. La relación de pareja es, en ocasiones, tan reforzante para uno de los miembros que se restringe a ella, y abandona otro tipo de actividades. En estos casos es conveniente incrementar en este m iembro de la diada las actividades placenteras (de ocio, contacto social) independientes. N uestra experiencia nos ha dem ostrado que en muchos casos en que existía este conflicto de independencia-depen­ dencia, el increm ento de la tasa de conductas independien­ tes en el m iem bro dependiente provoca en el otro conductas de aproxim ación más intensas, llegando incluso a la depen­ dencia. PASO 4. El miembro afiliativo debe expresar al otro, de modo claro y directo, los cambios deseados en la relación me­ diante e\feedback y el refuerzo ante las conductas de afiliación deseadas.

3.3.3.

Reestructuración cognitiva

Las valoraciones erróneas y expectativas inadecuadas que cada uno de los componentes de la pareja puede tener respecto a sus comportamientos y a la relación que mantienen pueden ser origen, como ya vimos en el prim er capítulo, de conflictos. La modificación, por tanto, del com portam iento cognitivo inadecuado debe ser objeto de intervención.

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El aprendizaje de un nuevo código de com unicación, operativo y descifrable para am bos, y la adquisición de habilidades de resolución de problem as contribuyen en gran m edida a m odificar estos sesgos perceptivo-cognitivos que uno o am bos miem bros de la pareja pudieran tener. Sin embargo, el terapeuta, según los casos, puede incidir de un m odo más directo en la modificación de hábitos cognitivos inadecuados. Puede utilizar técnicas cognitivas especí­ ficas, tales com o parada de pensam iento (Wolpe, 1958, 1973; Rim y Masters, 1979; Tryon, 1979), auto-instrucción (M eichenbaum , 1979), uso del hum or (Ellis, 1980; Beck, 1979) y cuestionamiento socrático (Ellis, 1980; Beck, 1979), etcétera. El marco de la entrevista y cuantos intercam bios conductuales se establecen a lo largo del proceso de intervención entre el terapeuta y la pareja son un m edio idóneo para in trodu cir elem entos de reestructuración cognitiva. El terapeuta, a través de sus verbalizaciones, gestos, ironía, aprobaciones, etc., ayuda a m odificar valoraciones y expec­ tativas inadecuadas sirviendo de modelo, utilizando refor­ zamiento discrim inativo y cuestionando hábitos cognitivos erróneos. A continuación, presentamos un ejemplo de cómo utilizar el cuestionamiento socrático para ayudar a un miembro de la pareja a reevaluar sus reacciones emocionales ante el compor­ tamiento del otro. ANTONIO: Las cosas no van como yo quisiera... el otro día tuvi­ mos una bronca... TERAPEUTA: ¿Por qué?... ¿Qué ocurrió? ANTONIO: Que es imposible... era el día que le tocaba a ella ha­ cer la comida y cuando llego a casa ni siquiera se había puesto a hacerla. TERAPEUTA: Entonces cuando tú llegaste no había hecho aún la comida, ¿no? Y tú, ¿cómo reaccionaste? ANTONIO: Pues cómo iba a reaccionar... Tenía prisa, iba con el tiempo justo... Le grité... Es algo que no puedo aguantar... La infor­ malidad me desquicia...

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IN I I RVI NCION

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TERAPEUTA: ¿Y por qué no podías aguantar esa situación? ¿Por qué te desquicia el que tu mujer no cumpla algún compromiso como éste? ANTONIO: Es que o respetamos los compromisos o no sé qué va a pasar... TERAPEUTA: ¿Yqué podía pasar? ANTONIO: Hombre, como pasar, pasar... TERAPEUTA: ¡Ah, ya! Es evidente, ¡que se te hunde la casa! [Uti­ lización del humor]. O algo peor, ¡que te condenan a muerte! ANTONIO [Sonriendo]: ¡Hombre, no! Tanto como eso, no, pero... TERAPEUTA: ¿Pero qué? ¿Qué puede pasar? ANTONIO: No, si tienes razón..., pasar, pasar..., no pasa nada... TERAPEUTA: ¡Efectivamente! El que tu mujer tenga un fallo no es algo horrible ni se van a derivar de ello consecuencias catastrófi­ cas. Sin embargo, tu reacción da a entender como si estuviera en juego tu vida. ANTONIO: Tienes razón... Quizá exageré un poco. TERAPEUTA: ¡Seguro que exageraste! Pero está muy bien darse cuenta de ello. Eso nos permite aprender a valorar las situaciones de otro modo más adecuado. Y lo que es mejor, podemos aprender a no apartarnos de nuestros objetivos y prever consecuencias de las que luego nos lamentemos. A propósito, en esa situación ¿cuál era tu objetivo? ANTONIO: Pues... no sé... quizá... TERAPEUTA: ¿Era irritarte y pasarlo mal? O acaso ¿deteriorar vuestras relaciones? ANTONIO: No, desde luego que no. TERAPEUTA: Entonces ¿cuál podría ser tu objetivo en esa situa­ ción? ANTONIO: Bueno..., pues quizá el que no se repitiese con mu­ cha frecuencia esta situación y, por supuesto, mejorar la relación con mi mujer. TERAPEUTA: ¿Y conseguiste esos objetivos? ANTONIO: ¡Pues no! ¡Desde luego que no! Mi mujer también comenzó a gritarme, me amenazó con que no haría más acuer­ dos conmigo y que desde ahora cada uno hiciera su comida. TERAPEUTA: Entonces tu modo de reaccionar no sólo no ha sido eficaz para alcanzar tus objetivos, sino que, además, vuestras relaciones han empeorado y tú lo estás pasando mal, ¿no es así? ANTONIO: Sí, asíes...

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T U R A R IA I)li PARIDAS

A través de este interrogatorio, el terapeuta ha ido condu­ ciendo a la persona en cuestión hacia «callejones sin salida» en donde se enfrente a la evidencia de lo irracional e ilógico de las asunciones que han dirigido sus reacciones em ociona­ les. El introducir cierta dosis de ironía contribuye a desdra­ matizar las situaciones y facilitar, por tanto, una reevaluación cognitiva. F.1 entrenam iento en habilidades cognitivas para manejar situaciones de cólera, hostilidad (Meichenbaum, 1979; Novaco, 1979) y resolver problemas es un complemento básico en todo tratamiento de parejas para facilitar la autonomía y gene­ ralización de los aprendizajes obtenidos. Meichenbaum y G oodm an desarrollaron una estrategia de entrenam iento autoinstructivo inspirada en el trabajo de los investigadores soviéticos Vigotsky (1962) y Luria (1961, 1969). Estos teóricos pusieron de manifiesto la función regu­ ladora que el lenguaje tiene sobre el comportamiento. Con el entrenamiento autoinstructivo se pretende que cada uno de los componentes de la pareja utilice el lenguaje para re­ gular y dirigir su comportamiento en función de los objetivos que determ ine. Si uno de estos objetivos es controlar ciertas respuestas de irritación, pueden autoinstruirse para investigar la naturaleza de estos estados emocionales y seleccionar méto­ dos idóneos para su extinción. A continuación, presentamos un program a de autoinstrucción diseñado para controlar la cólera e irritación en una pareja. Para manejar mi cólera

Para manejarla irritación de mi pareja

«Estoy furioso/a, irritado/a.»

«Mi pareja está irritada.»

- «¿Por qué estoy así? ¿Qué es­ toy pensando o qué me estoy diciendo?» - «No voy a pensar que estoy furioso/a.»

- «¿Por qué estará así? ¿En qué estará pensando?» - «No voy a seguir tratando de descifrar o interpretar qué le ocurre.»

IN T H R V K N C IO N

«Voy a pensar si es mi objeti­ vo estar furioso/a.» «Voy a pensar entonces qué puedo hacer para combatir mi irritación.» «Lo primero que tengo que hacer es respirar tranquila y profundamente, sentirme tranquilo/a.» «Ahora debo pensar más ra­ cionalmente: ¿lo que mi pa­ reja dice o hace es realmente tan catastrófico como para sentirme así? ¿Resuelvo algo o consigo mis objetivos reac­ cionando de este modo?» «Realmente el que las cosas no sucedan como uno desea­ ría que sucedieran no es algo catastrófico, es normal.» «Me voy sintiendo más tran­ quilo/a, voy venciendo mi irritación, lo estoy consi­ guiendo.»

«Voy a continuar respirando profundamente... Si es nece­ sario, voy a ponerme a pen­ sar en algo agradable.» «Realmente no merece la pena irritarse: si ante un pro­ blema me angustio, tengo dos.» «Ahora que estoy más tran­ quilo/a, voy a centrarme en mis objetivos.» Etcétera...

125

- «Voy a pensar qué puedo ha­ cer para ayudarle a salir de ese estado.» - «Para ello es necesario que esté calmado/a; voy a esperar; respiraré tranquilamente.» - «No debo irritarme ni dar voces porque eso agravaría más la situación y ése no es mi objetivo.» - «¿Qué puedo hacer enton­ ces?»

- «Puedo marcharme y dejarle solo hasta que se le pase..., pero quizá pueda intentar antes otra solución.» - «Puedo decirle cómo me siento cuando reacciona así y pedirle que me explique tranquilamente qué le ocu­ rre; le diré también que así me sentiría mejor.» - «Debo estar calmado/a e in­ cluso puedo sonreírle. Mi ob­ jetivo es ser eficaz, y no com­ petir con mi pareja.» - Etcétera...

124

T E R A P IA DE PAREJAS

El desarrollo de estos program as (M eichenbaum, Novaco) implica una fase educacional en la que se ofrece a la pareja una conceptualización de sus reacciones de cólera en térm i­ nos de una secuencia de fases que incluye procesos cognitivos y procesos de activación, una fase de ensayos autoinstruccionales y una última fase de aplicación. En la fase de ensayo el terapeuta crea situaciones, a través del rolc-playing, en donde ambos esposos tienen ocasión de «adquirir practicando» ha­ bilidades cognitivas para manejar la irritación u hostilidad en su pareja. Cuando lo que existe es una abstracción selectiva negativa, o dicho con otras palabras, una imagen muy negativa de la pare­ ja, puede estar indicada la elaboración de una «lista de cualida­ des» de la misma con el objetivo de focalizar la atención sobre los aspectos positivos y modificar el sesgo perceptivo.

3.4.

El p apel del te ra p e u ta

El terapeuta, a lo largo de todo el proceso, trabaja en calidad de enseñante que suscita hipótesis de trabajo, ayuda a estruc­ turar el programa y asiste a cuantas dificultades pueda presen­ tar la pareja en su aprendizaje. Su objetivo fundamental es lo­ grar que ésta sepa utilizar habilidades de comunicación y de solución de problemas con independencia de él. La complejidad y alcance de todo este cometido comporta una serie de exigencias funcionales del enseñante o terapeuta que garanticen un máximo de efectividad del programa de en­ trenamiento. Estas exigencias son: 1 El terapeuta debe establecer ana buena relación con la pareja a fin de maximizar el efecto que su función de modelo y reforzador social puede tener en los cambios de conducta su­ geridos y en cuantas reglas operativas se planeen a lo largo del proceso de entrenamiento. 2.a El terapeuta debe evitar las coaliciones persistentes con alguno de los componentes de la pareja. En ocasiones, el tera­

3.

IN T E R V E N C IO N

125

peuta puede m ostrarse com o «aliado» de uno de ellos, por una diferencia significativa en la tasa de refuerzo que, inad­ vertidam ente, le dispensa. La frecuencia de conductas verba­ les («muy bien», «estoy de acuerdo»...) y no verbales (sonri­ sas, contacto visual...) con que el terapeuta se relaciona con am bos esposos puede llegar a ser discrim inatoria a ojos de uno de ellos. Incurrir en estos errores puede ocasionar estados emocio­ nales negativos, alejamiento, desconfianza..., en alguno de los miembros de la pareja. 3. ° El terapeuta debe asegurar la implicación activa de la pareja en el proceso de aprendizaje. Esto com porta también otra serie de exigencias: a) Enseñar los principios del com portam iento y del m o­ delo conductual del conflicto de pareja. b) A segurar la planificación y el cum plim iento de tareas necesarias para la generalización de los a p re n d i­ zajes. c) Moderar su grado de dirección en el proceso. El apren­ dizaje y la subsiguiente generalización a la vida real sólo se verán maximizados si la pareja aprende efe sus propios errores. Cuando la solución a un problema marital la genera o la impo­ ne el terapeuta, éste puede impedir que cometan errores y, por tanto, que investiguen en el desarrollo de soluciones alternati­ vas. A medida que se avanza en el programa, la autonomía de la pareja debe ser mayor y, por tanto, el grado de dirección del terapeuta menor. 4. ° El terapeuta debe ayudar a la pareja a establecer objeti­ vos de tratamiento en térm inos de conductas concretas y ob­ servables. 3." El terapeuta debe evitar las abstracciones en su voca­ bulario interpersonal en cuantos intercambios verbales m an­ tenga con la pareja. La asignación de tareas, la información, el refuerzo discriminativo y cuantas sugerencias y com enta­ rios realice deben estar basados en.térm inos descriptivos y observables. De este m odo se asegura una com unicación efectiva.

126

T E R A P IA DE PAREJAS

6.° El terapeuta debe cuidar que la pareja no se centre en el pasada, y sí, en cam bio, en el presente y en objetivos futuros de cam bio. El pasado, a no ser que contenga ex­ periencias positivas, cuyo recuerdo resulte gratificante y por tanto m otivante para m ejorar la relación, suele interfe­ rir en el proceso de solución de problem as. En unas rela­ ciones deterioradas las referencias al pasado suelen estar asociadas a estados em ocionales negativos. Por otra parte, el pasado es algo inevitable sobre lo que no podem os influir, y los problem as de una pareja únicam ente se van a resolver incidiendo en sus condiciones actuales y fu­ turas. 7 ° El terapeuta debe ayudar a la pareja a clarificar las po­ siciones adoptadas en función de los objetivos perseguidos. En ocasiones, en el curso de una interacción conductual de la pa­ reja pueden cristalizar luchas por el poder, reacciones de agre­ sividad e irritación que, lejos de clarificar la relación, la hacen más difícil. En estos casos el terapeuta debe facilitar repetida­ mente a ambos esposos una información de las consecuencias de dichas conductas y de su adecuación de cara a los objetivos planificados. El siguiente diálogo puede ilustrar cómo el tera­ peuta interviene. MUJER [Comentando un conflicto reciente con su pareja]: ¡Es que no estoy dispuesta a tolerar que me den órdenes! TERAPEUTA: Haces muy bien en defender tus derechos, pero tan importante como esto es que lo hagas de un modo que resulte efectivo. MUJER: Sí..., sí..., pero desde luego si es necesario volveré a gri­ tarle o mandarle a paseo. TERAPEUTA: Si es necesario, dices. Pero ¿es necesario? MUJER: ¡Hombre claro! No lo voy a tolerar... TERAPEUTA: ¿Cuál es tu objetivo en esta situación? MUJER: Pues... que no vuelva a darme órdenes. TERAPEUTA: Bien, ése es uno de tus objetivos. ¿Existe al­ gún otro? MUJER: No sé...

3.

IN T E R V E N C IÓ N

127

TERAPEUTA: Tú me has comentado en repetidas ocasiones que deseas llevarte mejor con tu pareja. Además, ésa es la razón princi­ pal por la que vienes aquí, ¿no es así? MUJER: Sí, así es... Me gustaría llevarme mejor, pero no a costa de renunciar a mi dignidad. TERAPEUTA: ¡Desde luego! De ese modo tu relación se con­ vertiría para ti en una losa, en algo tremendamente aversivo. Se trata de ver si realmente puedes hacer compatible tu objetivo de que «no vuelva a darte órdenes» con el de «llevarte mejor con tu pareja». MUJER: Sí... sí, esto está muy bien, pero... TERAPEUTA: ¡A propósito! ¿Has conseguido algún resultado hasta la fecha reaccionando así con insultos, gritos...? MUJER: No, pero... TERAPEUTA: ¿Pero qué...? Si ese modo de reaccionar no es efec­ tivo, ¿por qué insistes en continuar actuando así? Por otra parte, no sólo no has logrado tu primer objetivo, sino que además tu segundo se aleja, ¿no es así? MUJER: Tienes razón... Efectivamente, gritando e insultando no estoy consiguiendo nada, todo lo contrario...

8.° El terapeuta debe exigirse la adquisición de un reper­ torio de conocimientos teórico-prácticos y de habilidad social suficiente para desarrollar su función de un modo efectivo. A lo largo del proceso de intervención, el terapeuta ha de utili­ zar m ultitud de técnicas (véase cuadro), y una exigencia m í­ nim a que se le plantea es poseer un adecuado entrenam iento en la aplicación de las m ismas. Por o tra parte, el terapeuta tiene tam bién recursos terapéuticos derivados del m ism o intercam bio conductual que m antiene con la pareja. El com ­ portam iento que exhibe el terapeuta puede ser adecuado o inadecuado a los objetivos que persigue de enseñar habili­ dades de com unicación y de solución de problemas. Si éste afirm a e insiste en la necesidad de utilizar un nuevo vocabu­ lario interpersonal, pero se ve incapaz de utilizarlo en sus in­ tercam bios verbales con la pareja, es muy probable que ésta no lo adquiera.

128

T E R A P IA D E PAREJAS

TÉCNICAS EMPLEADAS EN LA INTERVENCIÓN 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11.

Planificación de las contingencias de reforzamiento. Modelado. Moldeamiento. Role-playing. Ensayo de conducta. Feedback. Control estimular. Instrucción. Reestructuración cognitiva. Técnicas asertivas. Asignación de tareas.

Con su com portam iento verbal y no verbal el terapeuta puede incidir e influir en la conducta de la pareja a través de dos funciones básicas: a) Función de modelado. El terapeuta se convierte en una fuente de aprendizaje de prim erísim o orden por lo que dice, hace y siente. b) Función de reforzamiento. A través de esta función el terapeuta ayuda tam bién a adquirir determ inados hábitos y conductas adecuados al objetivo de m ejorar la relación. El terapeuta debe saber reforzar discrim inativa y contingente­ mente. En resumen, el repertorio de habilidades sociales que un terapeuta debe poseer es el mismo que se persigue que tenga una pareja: - Saber observar. - Saber escuchar y conversar. - Saber utilizar vocabulario operativo. - Saber sugerir alternativas y negociar. - Saber plantear hipótesis. - Saber expresar emociones y sentimientos. - Saber reforzar.

3.

IN T E R V E N C IO N

3.5. 3.5.1.

129

Algunos problem as especiales en el tratam iento Cumulo acude a tratamiento sólo uno de los miembros de la pareja

Es muy corriente que a una primera entrevista acuda sólo uno de los miembros de la pareja. Éste suele manifestar que el otro no desea venir o que no le ha informado de su decisión por te­ mor a una reacción en contra. En estos casos sugerimos al esposo que acude a nuestra consulta que hable con su pareja y le informe de su decisión de acudir a un especialista en busca de ayuda para resolver deter­ minados aspectos de su comportamiento que le resultan insa­ tisfactorios. También aconsejamos que pida a su compañero ayuda para resolver dichos problemas y, por tanto, le indique la necesidad de su presencia. Es im portante hacer énfasis en las matizaciones de cómo realizar la petición. La expresión «...necesita hablar contigo, pues tú puedes ayudarle a ayudar­ me a mí» puede ser adecuada; en cambio, conviene evitar fra­ ses como «tú también te tienes que tratar», que frecuentemen­ te se utilizan y que ponen a la defensiva al otro cónyuge. De no dar resultado esta invitación por parte del cónyuge, el propio terapeuta puede ponerse en contacto con el otro miembro de la pareja, por teléfono o por correo, explicando sugestivamente la idoneidad de su presencia para ayudar a re­ solver algunos problemas que presenta su pareja. El que utili­ cemos estas estrategias no supone m entir para atraerle, puesto que realmente, según nuestro modelo, cada uno de ellos es un enseñante del otro y se ayudan m utuam ente a cam biar com­ portam ientos deteriorados. Si a pesar de todos estos intentos no ha sido posible conse­ guir que el otro se incorpore al tratamiento, éste puede reali­ zarse a través de uno de ellos. Si bien el tratamiento puede ser más efectivo y breve cuando ambos miembros de una pareja colaboran activamente en él, utilizando los principios del mo­ delo conductual, tam bién se puede modificar la conducta de uno de los miembros de una relación diádica a través del otro.

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T ER A P IA DE PARTIAS

Esto es, en cierto modo, consecuencia lógica del modelo de enseñanza que se utiliza y de la interdependencia que existe en el comportamiento de una pareja. El entrenam iento en habilidades conversacionales y de re­ solución de problemas, la planificación adecuada de contin­ gencias (retuerzo de conductas a increm entar, retiro de atención, tiem po fuera ante conductas a dism inuir) y el en­ trenam iento asertivo suelen ser com ponentes im portantes del tratam iento cuando se da esta condición. El increm en­ tar la seguridad, autoafirm ación y autonom ía en el miembro de la pareja que acude a tratam iento suele traer consigo, en muchos casos en los que existe cierta «dependencia», una pronta incorporación de su pareja al tratam iento. El esposo que acude en solitario deberá trabajar más y en un terreno más arduo, pero la experiencia clínica nos ha de­ mostrado que se consiguen resultados.

3.5.2.

Cuando existe un déficit de motivación

En parejas que acuden a nuestra consulta es frecuente en ­ contrar tam bién que ambos componentes de la m ism a o uno de ellos m uestran desconfianza en los resultados de la inter­ vención. En estos casos es conveniente plantear un período de prue­ ba, que no exceda de un mes y medio o dos meses, al final del cual podrá replantearse la decisión adoptada. Se establecen unas condiciones de tratam iento, entre las que figuran el cumplimiento de tareas, el no volver a replantearse la utilidad del tratam iento hasta el final del período fijado, evitar hablar del pasado e implicarse en la modificación del presente y del futuro. Suele ser im portante diseñar una estrategia que incluya como primeros objetivos aquellas áreas de fácil solución y de alto carácter reforzante para la pareja con el fin de que los cambios operados en ese tiempo les motiven para continuar el tratamiento.

3.

IN T E R V E N C IÓ N

3.5.3.

131

¿Conveniencia de una separación provisional?

Muchas parejas se plantean como solución de sus problemas una separación provisional. Salvo circunstancias especiales, no suele aconsejarse esta medida. La razón es que los proble­ mas que presenta una pareja suelen derivarse de un déficit de ciertas habilidades de relación, y éstas no van a aprenderse si se separan. Por el contrario, perm aneciendo juntos podrán especificar sus déficits, excesos e inadecuaciones conductuales y tener oportunidad de poner en práctica las habilidades adquiridas en el entrenamiento. De este modo, y a la luz de los resultados de la intervención en un plazo limitado, tendrán un mayor fundam ento para saber si su objetivo es separarse o no. En el caso de que se decidan por una separación, el espe­ cialista podrá ayudarles a tom ar sus decisiones con más tran ­ quilidad, sin traum atism os y sin reacciones de culpabilidad o agresividad. En casos especiales en que el conflicto tiene dimensiones de cierta magnitud, existe una historia repetida de fracasos tera­ péuticos y hay implicación abundante de estados emocionales negativos, una separación temporal puede facilitar una reduc­ ción considerable del com ponente aversivo de la relación y permite delinear una estrategia de aproximación gradual en la pareja sobre unas bases más firmes y positivas. En otros casos la separación puede tener el efecto de incrementar la motiva­ ción para mejorar la relación, por «echar en falta» algunos as­ pectos reforzantes que pudieran existir antes de separarse, si bien lo contrario también puede ocurrir. En cualquier caso es importante dejar claro que nuestro ob­ jetivo no es el de hacer de «Celestinos», sino más bien ayudar­ les a alcanzar aquellos objetivos que ellos libremente deseen. No vamos a intentar «arreglar la pareja» si ésta decide no ha­ cerlo. En unos casos, el objetivo puede ser mejorar la relación; en otros, ayudarles a realizar una separación con los mínimos costes personales para ambos o para terceros implicados. Haley (1976) llega a decir que hacer terapia marital con una pare­ ja separada es una pérdida de tiempo, ya que en la vida inde­

132

Tl'.K A I’IA I)l;. 1'A U tlA

pendiente actúan demasiadas fuerzas centrífugas que hacer inviable la reanudación de relaciones. Lo mejor, dice este au tor, es forzar las cosas pidiéndoles que vivan juntos si han dt seguir una terapia de pareja.

3.5.4. Cuando existen reticencias a participaren los ejercicio', de ensayo de conductas y a expresar sentimientos y peticiones Existen parejas que se muestran reticentes a implicarse activa­ mente en los ensayos de conducta y/o expresar sentimientos y peticiones, porque se ven ridículos haciendo estas cosas o por­ que temen que se les valore negativamente por expresar o rea­ lizar tal o cual petición. En estos casos conviene introducir al­ gún tipo de matizaciones en la intervención. a) El terapeuta puede ensayar primero mientras ellos ob­ servan, expresando o realizando peticiones exageradas y muy «personales». De este modo tienen ocasión de oír y ver expre­ siones y ensayos en el terapeuta que ellos podrían no haberse atrevido a exteriorizar. b) Si existen temores sociales (temor al ridículo, a hacerlo mal, a lo que opine el terapeuta o su pareja) puede estar indi­ cado que el terapeuta, mediante el cuestionamiento socrático o cualquier otra técnica idónea, intente que la pareja reevalúe cognitivamente tales situaciones. c) Siempre es útil dar información positiva (feedback) y refuerzo discriminativo sobre cualquier ensayo, por mínimo que sea. d) Conviene ignorar las verbalizaciones de resistencia y pedir a la pareja que describa con detalles porm enorizados cuanto ocurre en la realidad durante interacciones conductuales concretas. De este modo se les introduce suavemente en el ensayo de conducta. En ocasiones, cierta dosis de persuasión física puede ser muy adecuada. e) La utilización de un coterapeuta ayuda en grado im ­ portante a superar todas estas resistencias. Uno o ambos, tera­

3.

IN T U ItV IiN C lO N

/.«

peuta y coterapeuta, pueden realizar ensayos torpes e inade­ cuados con el objetivo de facilitar en la pareja la superación de ciertos temores sociales que subyacen a sus inhibiciones. Una relación de igual a igual, en que la pareja perciba a los terapeu­ tas como personas con problemas, que también presentan in­ habilidades, pero que con la práctica y ensayos repetidos pue­ den superarlas, fomenta la participación en los ejercicios. f) Finalmente, la empatia del terapeuta a través de expre­ siones como «a mí también me daba apuro» puede facilitar la implicación de la pareja en los ejercicios.

3.5.5. Cuando hay resistencia a los objetivos generales y específicos de la aproximación conductual Algunas parejas, cuando se les introduce en nuestro modelo de intervención a través de la fase conceptual, suelen verbalizar que sus problemas son «más profundos» como para resol­ verlos de ese m odo o que todo ese plan que se propone es «poco espontáneo». Habitualmente estas parejas suelen tener también una experiencia previa de fracasos terapéuticos con orientaciones poco sistemáticas desde el punto de vista meto­ dológico y, paradójicamente, suelen preferir este tipo de inter­ venciones cuando lo cierto es que han resultado inefectivas para sus problemas. En el proceso de intervención de estos ca­ sos conviene: a) Demorar algún tiempo la determinación de objetivos y la intervención conductual. La magnitud de este tiempo pue­ de oscilar, según los casos, desde fracciones de media hora hasta una o dos sesiones completas, y tiene la finalidad de que la pareja «se agote» de interactuar entre sí con su «modo es­ pontáneo» de hacerlo. Naturalmente, este m odo espontáneo de reaccionar no es ni más ni menos que hábitos aprendi­ dos de relacionarse que pueden ser efectivos para mantener reacciones catárticas más o menos periódicas, pero inadecua­ dos para delimitar y alcanzar unos objetivos determinados. A menudo, las parejas necesitan ventilar sus sentimientos antes

134

I I RAIMA DE PARI |AS

de que puedan expresar sus necesidades (Liberman, 1980), y, por esta razón, puede ser conveniente también el perm itir este tipo de encuentros. Durante este proceso el terapeuta puede facilitar la infor­ mación de los efectos que este modo de relacionarse tiene so­ bre los sentimientos de cada uno. Pasado un tiempo, la pareja comienza a percibir que rela­ cionándose de este modo no avanza y que necesita hacer algo diferente. Es en este momento cuando el terapeuta puede su­ gerir la alternativa conductual. b) Discutir sobre los conceptos «espontáneo» y «profun­ do» y las acepciones tan gratuitas que suelen hacerse de los mismos. Conviene cuestionar con claridad las similitudes conceptuales en que equívocamente incurren: «espontáneo» igual a «no aprendido», y «profundo» igual a «no sintom áti­ co», igual a «no conducta», igual a «no aprendido». Si es necesario, para un mayor didactismo, podemos recu­ rrir a algún tipo de símil. El diálogo que a continuación se ex­ pone puede ilustrar este recurso. TERAPEUTA: Oye, Maite... ¿sabes conducir? MA1TE: Sí, desde luego... Hace quince años que tengo el carnet. TERAPEUTA: ¿Y qué tal lo haces? MAITE: Bastante bien... Llevo ya muchos miles de kilómetros... TERAPEUTA: Me imagino que entonces no tienes que pensar mucho cuando tengas que cambiar de velocidad, frenar cuando se te atraviesa un animal o cuando el semáforo está rojo, ¿no es así? MAITE: ¡Claro! Me sale espontáneamente. TERAPEUTA: ¡Ah! ESPONTÁNEAMENTE... MAITE: Sí, sí, claro... TERAPEUTA: ¿Recuerdas, Maite, cuando sacaste «1 carnet de conducir hace quince años? ¿Recuerdas si tenías que pensar cuán­ do y cómo meter la velocidad? Me imagino que, en ocasiones, con­ tundirías el pedal del acelerador con el del embrague, ¿no es así? MAITE: Sí, en efecto. Recuerdo que me hacía un lío. TER APEUTA: Entonces, me imagino que el llegar a conducir es­ pontáneamente como lo haces ahora lo has llegado a aprender a base de practicar y hacer muchos kilómetros, ¿no es así? MAITE: Empiezo a comprender lo que quieres decirme...

3.

INTKRV U N C IO N

135

c) Explicar algunas conceptualizaciones teóricas de las emociones y sus liases cognitivas, fisiológicas y motoras (teo­ ría de los tres sistemas de respuestas) en el proceso de apren­ dizaje de las mismas. d) En base a los puntos anteriores, sugerir objetivos de sentirse mejor mejorando sus relaciones. e) Establecer que esta terapia es diferente de otras con las que fracasaron en el pasado y lo único que se requiere es pro­ bar su efectividad. En este sentido conviene aclarar que no se espera de ellos que tengan una fe ciega en el terapeuta. Lo úni­ co que éste exigirá de ellos es que confíen en él como un profe­ sional capaz de proponer hipótesis. Serán ellos los que tengan la función de falsarias, y de este modo, en la medida en que no lo consigan, continuar trabajando en los objetivos propuestos.

3.5.6. Cuando no se cumplen las tareas F.1 cumplimiento de las tareas es una condición necesaria para obtener resultados efectivos en el tratam iento. Las tareas re­ fuerzan y complementan los aspectos educacionales del mis­ mo y facilitan la generalización del aprendizaje. Cuando no se cumplen, es difícil obtener los cambios esperados; la pareja puede llegar a la conclusión de que «aquello -el tratam ientono sirve para nada» y term inar con unos sentimientos de im ­ potencia y frustración aún mayores por haber quemado una alternativa importante. Para asegurar un adecuado cumplimiento de las tareas es necesario mantener una serie de normas. Estas son: a) Explicar el porqué y la importancia de las tareas. b) Revisar periódicamente las tareas y reforzar discriminativamente su cum plim iento mediante elogios y cualquier otra contingencia reforzante que sea conveniente utilizar. El refuerzo contingente, sistemático y discriminativo, contribuye a mantener la motivación en el cumplimiento de tareas. c) Especificar muy detalladamente la tarea en cuestión, es decir, asignar un tiempo y lugar para su cumplimiento, y deli-

136

I LiKAIMA 1)L l 'A KI IA.S

mitar la naturaleza y el cómo de su realización. La asignación vaga e inespecífica del tipo «Comenten entre ustedes algún día a la semana algún aspecto agradable que hayan experimenta­ do» corre gran riesgo de no cumplirse. En cambio, la asigna­ ción «Diariamente, después de cenar, com uniqúense uno al otro qué cosas agradables han registrado durante el día en su hoja de “Pille a su pareja haciendo algo agradable”», es más probable que se lleve a efecto. d) La asignación de tareas debe ser realizada conjunta­ mente por el terapeuta y la pareja. Esto evitará cualquier asig­ nación arbitraria y no asumida por la pareja, con riesgo de su no cumplimiento. e) Pueden existir casos en que, a pesar de haber seguido las condiciones anteriores, no se cumplan las tareas. Cuando esto ocurre, debe investigarse si ha existido una razón de peso que lo justifique. De no ser así, conviene repasar las condicio­ nes del tratamiento, y, si es necesario, hacer contingente la en­ trevista con el terapeuta a la realización de las tareas. Es decir, la condición para celebrar la entrevista es haber realizado pre­ viamente las tareas asignadas. f ) Utilización de controles telefónicos. En ocasiones, el re­ fuerzo discriminativo que el terapeuta dispensa de m odo con­ tingente al cumplimiento de tareas suele ser inefectivo, porque no se administra de modo inmediato. La demora del refuerzo que transcurre entre la realización de la tarea y la entrevista con el terapeuta puede ser tan dilatada como para perder su función motivadora. En estos casos suele ser conveniente su­ gerir a la persona en cuestión que llame por teléfono al tera­ peuta inmediatamente después de haber realizado las tareas. De este m odo se facilita un refuerzo inmediato por parte del terapeuta. g) La función motivadora para el cumplimiento de tareas puede ser asumida también por cada uno de los miembros de la pareja. Ambos asumen la función de animarse y reforzarse mutuam ente y se corresponsabilizan en el proceso y realiza­ ción de tareas de su pareja.

Apéndice A Esquema guía de sesiones en el proceso de evaluación e intervención

Esta guía de sesiones que ofrecemos a continuación tiene el objetivo de servir de orientación sobre el contenido básico que puede tener un proceso estándar de evaluación e intervención. Obviamente este contenido es variable según el caso de que se trate y las exigencias de ritmo y contenido que las peculiaridades del mismo planteen. Primera sesión 1.

Evaluación inicial. a) Determinar los objetivos generales. b) Determinar el grado de compromiso de cada uno con el otro y con el proceso terapéutico que se inicia. c) Determinar las áreas-problema generales: - Especificación. Planteamiento del nuevo vocabulario interpersonal. - Naturaleza. - Proceso de la interacción problemática. - Expectativas: • De tratamiento. • Déla relación de su pareja (pareja ideal). 2. Despertar expectativas positivas de cambio. a) Reestructuración cognitiva dirigida a eliminar sentimien­ tos derrotistas, de culpabilidad y de impotencia. 137

138

T E R A P IA D E PAREJAS

b) Explicación del amor en términos conductuales y alentar expectativas ofreciendo alternativas de cambio. 3. Normas generales. a) Asistir a todas las sesiones. b) Centrarse en el presente y futuro. Evitar discusiones sobre el pasado. c) Utilizar un lenguaje operativo. 4. Asignación de tareas. a) Completar cuestionarios en casa, por separado. b) Delimitar, por separado, el matrimonio ideal o perfecto en cuanto a la comunicación, intercambio sexual y afectivo, dependencia e independencia, labores domésticas, etc. Segunda sesión 1.

2.

3.

4.

Revisión de tareas. a) Reforzar discriminativamente el cumplimiento de las tareas. b) Revisar cuestionarios. c) Especificar las áreas-problema y objetivos de cambio se­ gún los cuestionarios y las descripciones realizadas sobre el «matrimonio ideal». Confeccionar «listas a medida». Introducción del modelo conceptual. a) Entrega de «Guía de trabajo para mejorar las relaciones de pareja». b) Explicación del principio de reciprocidad. Ejercicios de reciprocidad en la sala de entrenamiento social (en su defecto, realizar ensayo conductual en presencia del te­ rapeuta). a) Darse cuenta del efecto que el comportamiento de uno tie­ ne sobre el comportamiento del otro. Asignación de tareas. a) Leer y discutir la «Guía de trabajo». b) Ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable».

Tercera sesión 1.

Revisión de tareas. a) Reforzar discriminativamente el cumplimiento de las tareas.

A P É N D IC E A

139

b) Revisar «Pille a su pareja haciendo algo agradable». c) Discutir y aclarar cuestiones que sobre la «Guía de traba­ jo» pueda plantear la pareja. 2. Practicar el dar, recibir y reconocer las conductas gratificantes registradas en el ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agra­ dable». a) El terapeuta modela y moldea las conductas apropiadas. b) El terapeuta anima al feedback mutuo, es decir, sugiere a la pareja que se informen mutuamente de cómo lo hacen y cómo se sienten cuando realizan esos ejercicios. Si alguno no ha tenido oportunidad de pillar a su pareja haciendo o diciendo algo agradable, se le anima a que sugiera a su pa­ reja alguna conducta de su agrado. c) El terapeuta explica y comenta la importancia de la comu­ nicación verbal y no verbal en el intercambio conductual. d) El terapeuta explica cómo los sentimientos y emociones se aprenden. e) El terapeuta ayuda a la pareja a ampliar la lista de refuerzos intercambiables. 3. Desarrollo del modelo conceptual apoyándose en las experien­ cias iniciadas por la pareja. a) Bases teóricas del aprendizaje social. b) Interdependencia comportamental. Reciprocidad. c) Objetivos generales a la luz del modelo: - Incrementar intercambios mutuamente gratificantes. - Reducir intercambios mutuamente aversivos. d) Aprendizaje de objetivos instrumentales: - Adquirir un nuevo vocabulario interpersonal. - Adquirir habilidades de comunicación y de resolución de problemas. 4. Explicar compromisos derivados del modelo. a) Responsabilización en cada uno del comportamiento del otro. b) Observación y delimitación de objetivos de cambio y de negociación. c) Enseñanza mutua en el proceso de cambio. d) Participación en los ejercicios. e) Cumplir la asignación de tareas. 5. Asignación de tareas. Experimentar algunas hipótesis. a) Ejercicio «Día del amor». b) Ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable».

14(1

T E R A P IA DE PAREJAS

Cuarta sesión 1.

Revisión de tareas. a) El terapeuta refuerza discriminativamente el cumplimien­ to de las tareas. b) Revisar el intercambio de conductas positivas y gratificantes (ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable»). c) Revisar el «Día del amor». 2. Practicar reconocimiento de conductas gratificantes. a) El terapeuta modela, moldea y refuerza las conductas ver­ bales y no verbales adecuadas. b) El terapeuta comenta y discute con la pareja el cambio de emociones y sentimientos a la luz del trabajo y progreso que realizan. 3. Practicar peticiones afectivas. a) El terapeuta modela y moldea conductas adecuadas. 4. Asignación de tareas. a) Reconocimiento de conductas positivas a través del ejerci­ cio «Pille a su pareja haciendo algo agradable». b) Anotar conductas y/o situaciones de cambio que cada uno quiere pedir al otro. Quinta sesión 1.

Revisión de tareas. a) El terapeuta refuerza discriminativamente el cumplimien­ to de las tareas. b) Revisar el intercambio de conductas positivas y gratifi­ cantes (ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agrada­ ble»). c) Revisar los registros sobre situaciones y/o cambios de con­ ductas que cada uno quiere pedir al otro. 2. Practicar habilidades de comunicación en la pareja en el inter­ cambio de peticiones de cambio. a) Experimentar habilidades de escuchar (paráfrasis, sonri­ sa, contacto visual). b) Practicar las habilidades de expresión de sentimientos ne­ gativos sin herir al otro. c) Practicar las peticiones de cambio en forma de sugerencia y no de acusación.

A P É N D IC l: A

3.

141

d) Aprender a empatizar con los sentimientos negativos del otro. El terapeuta: - Modela y moldea las conductas apropiadas mediante varios ensayos muy discriminativos. - Anima al feedback mutuo, es decir, sugiere a la pareja que se informen mutuamente de cómo lo hacen y cómo se sienten cuando realizan estos ejercicios. - Explica y comenta la importancia de la comunicación verbal y no verbal en el intercambio conductual. Asignación de tareas. a) Continuar con el ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable». b) Practicar en casa el ejercicio «Aprendiendo la expresión adecuada de sentimientos negativos y la petición de cam­ bio». Comenzar por temas de escasa conflictividad. Esta­ blecer: condiciones de lugar, tiempo, duración, termina­ ción, feedback y forma de hacerlo.

Sexta sesión

1.

Revisión de tareas. a) El terapeuta refuerza discriminativamente el cumplimien­ to de las tareas. b) Revisar el intercambio de conductas positivas y gratificantes (ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable»), c) Revisar las ejecuciones del ejercicio: «Aprendiendo la ex­ presión adecuada de sentimientos negativos y las peticio­ nes de cambio». 2. Practicar la expresión adecuada de sentimientos negativos y las peticiones de cambio, con temas de mediana conflictividad. El terapeuta: - Modela y moldea las conductas apropiadas mediante ensa­ yos de conducta yfeedback muy discriminativo. - Anima al feedback mutuo. 3. Revisar la utilización de la guía. Planificación e incremento de actividades de ocio. 4. Asignación de tareas. a) Ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable», in­ cluyendo cada miembro una actividad de ocio sorpresa.

T E R A P IA D E PAREJAS

142

b)

Ejercicios: «Aprendiendo la expresión adecuada de sen­ timientos negativos y las peticiones de cambio», intro­ duciendo temas de mediana conflictividad. Establecer condiciones de: lugar, tiempo, duración, terminación, feedback y forma de hacerlo.

Séptima sesión 1. Revisión de tareas. a) El terapeuta refuerza discriminativamente el cumplimien­ to de las tareas. b) Revisar el intercambio de conductas positivas y gra­ tificantes (ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable») y las actividades de ocio sorpresa reali­ zadas. c) Revisar el ejercicio «Aprendiendo la expresión adecuada de sentimientos negativos y las peticiones de cambio» con temas de mediana conflictividad. 2. Revisión de actividades de ocio a realizar solo o con otros en caso de ser área de conflicto. a) Reestructuración cognitiva para eliminar sentimientos de abandono, desafecto o celos en el miembro que se opone a la realización de actividades propias por el otro. b) Planificación de actividades placenteras en caso de existir en un miembro excesiva dependencia. 3. Practicar expresiones afectivas. a) El terapeuta modela y moldea conductas adecuadas. 4. Practicar habilidades de resolución de problemas. a) Revisar áreas conflictivas experimentadas por la pareja. b) Experimentar habilidades de lenguaje operativo. c) Utilizar habilidades de expresión de sentimientos negati­ vos y peticiones de cambio. d) Experimentar habilidades de ofrecer soluciones. e) Experimentar habilidades de llegar a acuerdos y contraer compromisos de negociación. El terapeuta: - Modela y moldea las conductas apropiadas. - Selecciona conjuntamente con la pareja, de entre las áreas-problema, las de menor conflictividad o las neu­ trales para comenzar a trabajaren casa.

i

A P E N D IC E A

5.

143

Asignación de tareas. a) Ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable». (Sub­ rayar la conducta que considera le ha podido resultar más difícil al otro.) b) Ejercicios «Ensayo de resolución de problemas». Estable­ cer condiciones de: lugar, tiempo, duración, terminación, feedback y forma de hacerlo.

Octava sesión

1.

2.

3.

4.

5.

Revisión de tareas. a) El terapeuta refuerza discriminativamente el cumplimien­ to de las tareas. b) Revisar el intercambio de conductas positivas y grati­ ficantes (ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agra­ dable»). c) Revisar el ejercicio «Ensayo de resolución de problemas». Practicar habilidades de resolución de problemas. El terapeuta: - Modela y moldea las conductas apropiadas. - Elige, conjuntamente con la pareja, temas de mayor conflictividad para trabajar sobre ellos. Introducción del contrato para la resolución de aquellos pro­ blemas que lo exigen por presentar una mayor dificultad. El terapeuta: - Explica el valor del contrato y su utilidad en la resolución de problemas en que no han sido suficientes las habilidades aprendidas. - Clarifica el valor del contrato como instrumento temporal. Con el tiempo la pareja puede llegar de modo espontáneo al reparto de responsabilidades. - Ofrece a la pareja las características y requisitos del contrato de negociación. Prácticas del contrato de negociación. El terapeuta: - Mociela y moldea las conductas apropiadas. - Establece, junto con la pareja, un contrato para la resolución de un problema. Asignación de tareas. a) Ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable».

144

T E R A P IA D E PARTIAS

b)

Ensayos de contrato en la resolución de temas neutrales o de leve conflictlvidad. Determinar con el terapeuta las condiciones de lugar, tiempo, temas a tratar, feedback y forma de hacerlo.

Novena sesión 1. Revisión de tareas. a) El terapeuta refuerza discriminativamente el cumplimien­ to de tareas. b) Revisar el intercambio de conductas positivas y grati­ ficantes (ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agra­ dable»). c) Revisar los ejercicios «Ensayos de contrato». d) Reforzar discriminativamente el cumplimiento del contra­ to establecido. 2. Practicar el contrato de negociación ante otro problema y esta­ blecer un acuerdo para su cumplimiento fuera de la sesión. 3. Prácticas de habilidades para manejar la cólera del otro: - Actuando de modelo con una comunicación adecuada. - Tiempo fuera, etc. El terapeuta modela y moldea las conductas adecuadas. 4. Asignación de tareas. a) Revisar la forma de trabajo, inventario de objetivos conse­ guidos y anotar temas pendientes de trabajo. b) Ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable», in­ troduciendo una conducta placentera nueva. c) Cumplir los acuerdos del contrato. Décima sesión 1.

Revisión de tareas. a) El terapeuta refuerza discriminativamente el cumplimien­ to de las tareas. b) Revisar el intercambio de conductas positivas y grati­ ficantes (ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agra­ dable»). c) Reforzar discriminativamente el cumplimiento del con­ trato.

APÉNDICE A

145

2.

Evaluación de objetivos conseguidos. El terapeuta: - Enfatiza la responsabilidad de la pareja en los avances lo­ grados. - Refuerza por los resultados conseguidos. - Subraya las habilidades conseguidas que permitirán enfren­ tar problemas, desdramatizando su aparición. 3. Revisar áreas conflictivas pendientes. Practicar habilidades para la resolución. 4. Conducta asertiva. a) Modelo conceptual de la conducta inhibida, agresiva y asertiva. b) Inventario de situaciones en que se comportan de modo inhibido o agresivo. c) Práctica de conductas asertivas. - Petición de conductas positivas. - Petición de cambios. - Saber decir «no» de manera no ofensiva. - Seguir alternativas. - Planificación de conductas asertivas. 5. Asignación de tareas. a) Ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable». b) Practicar el decir «no» de manera no ofensiva. Practicar conductas que anteriormente uno inhibía por temor al otro. Practicar el sugerir alternativas a una petición y negociarla comprometiéndose con un acuerdo. Undécima sesión

1. Revisión de tareas. a) El terapeuta refuerza discriminativamente el cumplimien­ to de las tareas. b) Revisar el intercambio de conductas positivas y gratifican­ tes (ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable»). c) Revisar los ejercicios de conductas asertivas, decir «no» y sugerir alternativas ante una petición. 2. Práctica de conductas asertivas, decir «no» sin ofender y seguir alternativas ante una petición. El terapeuta moldea y modela las conductas adecuadas.

146

TURARIA 1)E RAKUIAS

3.

Revisar los progresos conseguidos en el intercambio conductual mediante el ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agra­ dable». El terapeuta enfatiza: - La interdependencia comportamental. - La mutua responsabilidad. - El efecto de reforzar las conductas. - La correlación entre sus sentimientos y sus acciones, en la realización de conductas mutuamente placenteras. - La relación entre práctica repetida y «espontaneidad». - El concepto conductual del amor. 4. Revisar los resultados de la planificación e incremento de acti­ vidades de ocio placenteras. Enfatizar la relación entre realización de estas actividades y emociones positivas. 5. Asignación de tareas. a) Ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable». b) Evaluación del repertorio de conductas placenteras esta­ blecido desde el inicio del tratamiento y su responsabili­ dad en las mismas. c) Evaluación sobre la experiencia de la terapia. Duodécima sesión

1.

Revisión de tareas. a) El terapeuta refuerza discriminativamente el cumplimien­ to délas tareas. b) Revisar el intercambio de conductas positivas y gratifican­ tes (ejercicio «Pille a su pareja haciendo algo agradable»), c) Revisar evaluaciones sobre repertorio de conductas posi­ tivas establecidas. El terapeuta enfatiza: - La interdependencia comportamental. - La responsabilidad de los miembros de la pareja en los logros conseguidos. 2. Revisar habilidades de comunicación. 3. Revisar habilidades de resolución de problemas. 4. Abrir y cerrar una discusión sobre la experiencia de la te­ rapia: - Objetivos alcanzados en relación con los propuestos.

APENDICE A

147

- Expectativas no conseguidas. - Problemas pendientes. - Planificación de nuevas estrategias de intervención y de en­ trenamiento complementarios o insuficientemente practi­ cados. Esta guía de sesiones ha de servir como simple orientación. El nú­ mero de sesiones y el contenido de las mismas deberá planificarse de modo específico en cada caso.

Apéndice B Guía de trabajo para mejorar las relaciones con tu pareja

Todos conocemos parejas que «se llevan mal». Los medios de co­ municación y la literatura sociológica hablan de elevado número de separaciones. Muchas de estas parejas se separan porque «no se en­ tienden», «no se llevan bien», y sin embargo desearían tener una re­ lación más satisfactoria. Pues bien, esto se puede conseguir, usted puede aprender a entenderse y llevarse mejor con su pareja si desea hacerlo. Puede aprender a comportarse de un modo más adecuado y eficaz para tener una relación más satisfactoria. El amor no es algo vago y abstracto que no sepamos cómo conse­ guir o recuperar una vez que se ha terminado. El amor es conducta. Una pareja es feliz y «se siente enamorada» cuando ambos compo­ nentes de la misma se implican frecuentemente en conductas que les hacen sentirse queridos y desear afectivamente la relación. Esto no significa que cualquiera de ellos deba renunciar a su propia vida y dedicarla por completo al otro; por el contrario, la relación debe estar basada en el libre intercambio de conductas mutuamente gra­ tificantes. Son muchas las investigaciones que evidencian que el conflicto de una pareja («llevarse mal», «no entenderse», «haber perdido el amor») suele deberse a un déficit de ciertas habilidades para rela­ cionarse el uno con el otro, y no a problemas individuales imposi­ bles de cambiar («somos así», «él es un neurótico»). El cómo nos relacionamos es fruto de un aprendizaje social a lo largo de nuestra vida, y como tal podemos modificarlo. 148

a im : n i >i < e: ii

149

Con el entrenamiento que vamos a llevar a cabo, usted puede conseguir, si lo desea: - Aprender a valorar su problema de un modo más operativo, que le permita la posibilidad de solucionarlo. - Aprender habilidades de comunicación que le permitan resol­ ver el problema actual. Algunas de estas habilidades son: • Saber escuchar. • Saber expresar sentimientos positivos y negativos. • Saber llegar a acuerdos y contraer compromisos de nego­ ciación. • Saber ser gratificante el uno con el otro. Esta guía, con la que asistirá usted a todas las sesiones, tendrá va­ rias funciones: - Le recordará practicar sus ejercicios cada día. - Anotar las situaciones en que han tenido problemas pue­ de ayudarle a tener una conducta más adecuada la próxi­ ma vez. - Anotar las conductas que su pareja muestra y que le resultan a usted placenteras. Como usted se las refuerza o reconoce, hará que su compañero las repita y le ayudará a usted a valorar po­ sitivamente la relación. - Esta guía le permitirá ir viendo cómo va usted avanzando, cómo va aprendiendo a mejorar su relación de pareja. - Le recordará algunos principios y técnicas instrumentales necesarios para desarrollar su entrenamiento de un modo efectivo. - Le permitirá anotar sugerencias para mejorar su relación y poder ponerlas en práctica conjuntamente, una vez que se lo haya comunicado a su pareja. 1.

Principios del cambio de conducta

Su conducta no es algo que se ¿é de modo aislado en el tiempo y el espacio. Por el contrario, su comportamiento está siendo influido por su medio ambiente e influye a su vez en él. Su pareja es una de las personas con las que usted interactúa más frecuentemente. Conociendo los principios del comportamiento, usted podrá utilizarlos para ser más eficaz a la hora de cambiar la relación entre usted y su compañero de modo que les resulte más satisfactoria.

150

1.

TE R A P IA DE PAREJAS

Fortalecer o enseñar una nueva conducta

A) Principio del refuerzo positivo. Para conseguir que la frecuen­ cia de una conducta se incremente o se intensifique hay que respon­ der de forma placentera al que emite dicha conducta. Para incrementar o mejorar aquellas conductas que muestra su pareja y que le resultan a usted agradables, proporciónele refuerzos inmediatamente después de que ocurran o dé señales de haberse dado cuenta de la presencia de las mismas. El refuerzo es algo que nos agrada. Puede ser un incentivo mate­ rial (unas flores, una buena comida, ayudarle en alguna tarea...), un elogio (cumplidos, halagos...), una expresión de afecto (un beso, una caricia, una sonrisa, decirle cuánto le ha gustado), la oportuni­ dad para implicarse en una actividad placentera (salir a comer fue­ ra, ir al cine...). B) Desarrollar una nueva conducta. B.l. Principio de aproximaciones sucesivas. Refuerce cada «pe­ queño paso» hacia la conducta deseada. No pretenda que su pareja se comporte de un determinado modo de un día para otro. Necesita un tiempo, y usted deberá reforzar cualquier pequeño avance, día a día. B.2. Principio del modelado. Un modo de enseñar otra manera de comportarse es mostrar cómo lo hace otra persona. Enséñele a su pareja cómo desea que se comporte, ejecutando usted esa con­ ducta; haga usted de modelo. 2.

Detenery extinguir conductas inadecuadas

A) Principio de extinción. Para impedir que alguien siga actuan­ do de un modo inadecuado, debemos intentar que esa persona no reciba constantemente refuerzos tras la emisión de esa conducta inadecuada. Por ello no debe usted prestarle atención (críticas...) inmediatamente después de que su pareja exhiba conductas que us­ ted desea disminuir. Los malos humores y los enfados disminuirán si los ignoramos. B) Principio de incompatibilidad. Para impedir que su compañero actúe de un modo inadecuado, puede usted refor­ zar una acción alternativa o sustituta que sea incompatible con la primera o no pueda ser ejecutada al mismo tiempo. Re­ forzar el hablar de modo tranquilo y adecuado es incompa-

A PÉN D ICE: H

151

tibie con hablar a gritos. Besar a la compañera es incompati­ ble con que nos regañe. Reírse es incompatible con enfa­ darse. C) Principio del castigo. (Explicación durante la sesión.)

3.

Principio de información sobre las ejecuciones de la conducta del otro (feedback)

F.l facilitar información sobre cómo el otro ejecuta determinadas conductas supone un medio básico para cambiar, fortalecer o ex­ tinguir dichos comportamientos. Puede usted informar a su pareja y ayudarle a cambiar. Para que esta información sea adecuada y efectiva debe tener en cuenta las siguientes reglas: - Primero, dele la información positiva, es decir, comience in­ formándole de aquello que haya hecho bien. - Sea específico en sus comentarios (comente acerca de la con­ ducta, no de la persona). - La información negativa debe darla en forma de alternativa sugerida. - Úsela como «opinión personal» y no hable a su pareja desde una posición de autoridad. - Evite expresiones como «nunca», «siempre» o equiva­ lentes. - Exponga su crítica como hipótesis. - Evite el sarcasmo y la ironía. - Evite los juicios de evaluación moral. - Cite evidencia observable, cuando sea posible. - Permita al otro ignorar sus sugerencias, revisarlas, incorpo­ rarlas o escogerlas. - Utilice una lista de criterios observables (tono de voz, temblor de manos, contacto visual, contacto físico). - Haga preguntas o sugerencias, no acusaciones. Las acusacio­ nes ponen a la gente a la defensiva y raramente ayudan a en­ contrar soluciones. - No acumule resentimientos. Esto le llevará a explotar en cual­ quier momento, le dificultará actuar de modo eficaz. Comen­ ten diaria o semanalmente los aspectos a mejorar en el com­ portamiento de cada uno.

152

4.

T E R A P IA D E PAREJAS

Principio de generalización

El objetivo último del entrenamiento es que las habilidades apren­ didas en las sesiones de tratamiento se desarrollen en la vida real, es decir, que el aprendizaje se generalice. Para ello debe tener en cuenta: a) Proponer en las sesiones aquellas situaciones de la vida dia­ ria que no ha sido capaz de resolver satisfactoriamente por usted mismo, o aquellos aprendizajes que considere necesa­ rios para tener una relación más satisfactoria. b) Implíquese activamente en el programa, realizando cuantas tareas se le planteen y busque cualquier ocasión de la vida real para practicar sus nuevos aprendizajes. 5.

Principio de la persistencia. (Explicación durante la sesión.)

2.

Guía para ser más conscientes de las cosas agradables que ambos hacen

Escriba en cada columna 10 cosas agradables que usted ha hecho para agradar a su pareja y otras 10 cosas que su pareja ha hecho y que a usted le han agradado. 10 cosas positivas que yo he lieclw

10 cosas positivas queél/ella ha hecho 1............ .........................

1................................. 2..................................

2..................................

3 4 5

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7

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8

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9.....................................

9.....................................

10.................................

10..................................

Intercambien sus listas y coméntenlas. ¿Ha habido cosas que usted ha hecho con el fin de agradar a su pareja y que él no ha notado, o' viceversa? Mediante este ejercicio pueden conocer mejor aquellas

AI'P.NDIC'F. B

153

cosas que les agradan a los dos y pueden tratar de incrementarlas. Hablen a fondo sobre ello, entérense bien de aquello que le gusta a cada uno. Háganse sugerencias mutuamente sobre cosas agrada­ bles que pueden hacer por el otro. Sean imaginativos, introduzcan cambios y novedades. Trate de sorprender a su pareja con algo agradable cada semana. 3.

Guía para aumentar las cosas que me gusta que haga mi compañero/a («Pille a su pareja haciendo algo agradable»)

Instrucciones Las parejas que han tenido durante un tiempo una relación conflic­ tiva tienden a fijarse en los fallos, los errores, las cosas negativas del comportamiento del otro, olvidándose y pasando por alto las con­ ductas positivas que su compañero hace. Está comprobado experimentalmente que el pensar en los defec­ tos de nuestro/a compañero/a provoca en nosotros emociones ne­ gativas hacia él/ella. Por el contrario, cuando pensamos en las cosas positivas sentimos deseos de contacto físico, acercamiento y valo­ ramos como algo bueno la relación. El objetivo de este ejercicio es: - Por un lado, darnos cuenta de las conductas agradables o po­ sitivas que tiene nuestra pareja. - Aumentar estas conductas mediante el efecto que tiene en el otro el que se las valoremos, que le hagamos ver que nos gustan. Para ello usted deberá anotar en la hoja de registro, diariamente, las conductas agradables que tiene su pareja. ¡Esté atento, pues seguro que hace muchas cosas y usted no les da importancia porque se ha acostumbrado ya a ellas! Además de anotarlo, deberá hacerle ver al otro que le ha gustado eso que ha hecho: un beso, una sonrisa, una caricia, un «gracias», ex­ presar cómo se siente uno de bien, son modos de reforzar al otro por lo hecho y provocará que lo vuelva a repetir con más frecuencia. Trate de anotar al menos una cosa al día. Al final de cada día tra­ ten de buscar un momento y un lugar tranquilos para intercambiar sus registros y comentarlos. Si usted no ha encontrado nada para anotar, no importa, sugiérale algo que podría hacer al día siguiente y que usted podría anotar.

154

T I RAIMA DE PAREJAS

«PILLE A SU PAREJA HACIENDO ALGO AGRADABLE» Nombre __________________________________________ Nombre del esposo/a _______________________________ DÍA

FECHA

CONDUCTA PLACENTERA

Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Sábado Domingo

4.

Guía para el autorregistro de las situaciones conflictivas

Reglas para describir la situación 1. La descripción deberá ser observable en términos de DÓNDE, CUÁNDO y QUÉ está ocurriendo. 2. Describa cómo se ha comportado su compañero/a y qué ha he­ cho usted. 3. Qué le hubiera gustado que hubiera hecho y qué otra cosa po­ dría haber hecho usted. 4. Cuáles eran sus objetivos en esa situación. 5. Escriba las anotaciones sugeridas.

APÉNDICE B

H W P3 O < 5 Q O cu 'CU D a < " X a

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O u x H '

155

156 5.

T E R A P IA I)E PAREJAS

Guía para pasarlo mejor y estar más contento

Aquellas personas que nos hacen pasar ratos agradables y diverti­ dos nos atraen especialmente; seguramente que «el pasarlo bien juntos» fue un motivo importante en la atracción inicial entre usted y su pareja. El compartir actividades placenteras es muy importante para mantener una buena relación. Es como el agua para las plantas. ¿Recuerda cómo se sintieron después de un agradable fin de sema­ na juntos, o cuando iban a bailar? Es posible que entre usted y su pareja no tengan ahora suficiente tiempo para dedicar a estas cosas, pues las obligaciones, el trabajo, las tareas domésticas, los hijos, no les dejan momentos libres ni ganas para ello. Su relación de pareja es tan importante o más que estas cosas y merece que ustedes le dediquen tiempo y atención, que la rieguen como a las plantas. A continuación, le presentamos una lista de acti­ vidades, algunas de las cuales le gustaría hacer con más frecuencia. Rellénela y comente con su pareja lo que ha escogido. ¿Podrían practicar cada semana una de las actividades elegidas por cada uno de ustedes? Prueben a hacerlo. Busquen el tiempo necesario. Si us­ tedes quieren, lo encontrarán. Seguramente usted también hacía actividades de ocio divertidas con amigos o por su cuenta, antes de estar tan ocupado con su trabajo, los hijos o las tareas domésticas, o antes de casarse. Es importante practicar estas actividades para sentirse hien, estar contento, descargar tensión. Si desea usted au­ mentar estas actividades, con amigos o solo, tiene usted derecho a hacerlo. Háblelo con su pareja y si ustedes dedican el tiempo nece­ sario a mejorar su relación, ambos sabrán comprender que el otro tenga algo de tiempo para sí mismo o para pasarlo con los amigos. Cuestionario de actividades de ocio en la pareja (C. Serrat, 1980). Nos interesa conocer cómo le resultan de agradables cada una de las siguientes actividades, realizadas con su pareja. Para ello, valóre­ las en la columna placer/displacer según la siguiente escala: 1. Muy desagradable. 2. Desagradable. 3. Normal. 4. Agradable. 5. Muy agradable.

157

a i ’é n d i i i ; b

Anote también, poniendo una cruz en la columna correspon­ diente, si le gustaría ver aumentado ese tipo de actividades, sea con su pareja, solo o con otros.

V a lo ­

C o n la

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Placer/

1. Ir a comer a un restaurante 2. Ir a tomar una copa 3. Ir a bailar 4. Ir de compras 5. Ver la TV 6. Oír música 7. Cocinar 8. Decorar la casa 9. Coleccionar algo (¿qué?) 10. Pasar juntos un fin de semana fuera de casa 11. Estar con amigos 12. Hacer algún deporte (¿cuál?) 13. Tomar copas con amigos >

D is p la ­

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T E R A P IA DE PAREJAS

V a lo ­

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P la c e r /

14. Charlar 15. Invitara amigos a casa 16. Viajar 17. Interpretar música con un instrumento 18. Ir al teatro, ir al cine 19. Arreglar o reparar objetos 20. Cantar 21. Pintar 22. Dibujar 23. Hacer trabajos manuales 24. Ir al campo 25. Jugar a juegos de sobremesa 26. Construir objetos 27. Cuidarlas plantas 28. Hacer labores 29. Arreglar la casa

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¡59

A P í.N D IC F . »

30. Observar un paisaje bonito 31. Ir a una exposición 32. Ir a una conferencia 33. Ira un concierto 34. Ir al Rastro 35. Dar un paseo 36. Acudir a una fiesta 37. Participaren una asociación (política, cultural...) 38. Realizar actividades políticas 39. Visitar a unos familiares 40. Visitar a unos amigos 41. Organizaren casa una fiesta 42. Ir a un museo 43. Ira un recital de música

V a lo ­

C o n la

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160

T E R A P IA DH PAREJAS

V a lo ­

C o n la

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p a re ja

C on S o lo

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P la c e r / D is p la ­

A um en­

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44. Aprender algo 45. Ir de camping 46. Hacer fotografía 47. Ir de excursión 48. Ir al zoo 49. Ir al parque de atracciones 50. Ir a una verbena 51. Ira una fiesta de un barrio 52. Ir a los toros 53. Ir al fútbol 54. Realizar actividades de ocio con los hijos 55. Ir al parque 56. Cuidar animales 57. Cuidar una huerta 58. Planear u organizar algo

AL ¿' >Vi>-/’ U -

D is m i­ A u m e n ­ D is m i­ A u m e n ­ D is m i­ n u id a s

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59. Visitarlas ruinas o monumentos artísticos 60. Escribir 61. Estudiar 62. Ira tomar el aperitivo 63. Ira merendar 64. Leer 65. Pasear OTROS f '. . T '!

D is p la ­

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162

6. 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12.

7.

T E R A P IA 1>E PAREJAS

Guía para las sesiones de solución de problemas Comenzar siempre por algo positivo. Ser específico. Expresar sus sentimientos. Admitir su papel en el problema. Ser breve cuando define un problema. Discutir únicamente un problema cada vez. Utilizar paráfrasis. No hacer inferencias o interpretaciones. Hablar únicamente sobre lo que puede observarse. Ser neutral y no negativo. El objetivo no es discutir, ni humi­ llar a su pareja. Centrarse en las soluciones. Ofrecer ayuda para el cambio del otro y comprometerse a in­ troducir cambios en la propia conducta. Seleccionar las soluciones más idóneas y expresarlas en términos descriptivos. Determinar también cuándo se espera que ocurran dichos cambios y la frecuencia de los mismos. Guía para hacer un contrato

Hay conductas que nos resultan difíciles de cambiar y, aunque lo in­ tentemos, no conseguimos los resultados deseados. En estos casos nos puede ayudar mucho hacer un contrato. - Elija una conducta (no más de 3) que a usted le resulta difícil de cambiar. - Que su compañero/a elija una conducta (no más de 3) que sea especialmente difícil de cambiar. - Las conductas deben expresarse en términos concretos y específicos, y, si es posible, incluyendo criterios de can­ tidad. - Comentar las conductas elegidas. Exprésele al otro cómo se sentiría de bien si actúa de la forma placentera alternativa. Póngase en el lugar del otro y reconózcale lo difícil que le pue­ de resultar llevar a cabo lo pedido. - Elijan los premios que van a ganar por cumplirlo y las faltas por su incumplimiento. Los premios deben ser relevantes para que sean efectivos, así como las faltas.

A P IiN D IC i: 11

163

- Lleven un registro de la evolución de esos comportamientos para tener una información objetiva de lo que van cambiando. Puede servirle el registro que se adjunta. - Todos los términos del contrato deben ser negociados y no se debe imponer nada. - Recuerde el principio de aproximaciones sucesivas. Al princi­ pio, se deben reforzar pequeños cambios. Progresivamente se irán reforzando comportamientos más complejos. - Al principio conviene reforzar frecuentemente. - F.1 refuerzo deberá decirse después de realizada la conducta deseada. O después de un intervalo limitado de tiempo en el que no se ha emitido la conducta no deseada. El mismo crite­ rio debe seguirse con las faltas. - El contrato debe ser justo y equilibrado en lo referente a con­ ductas y refuerzos o faltas. - Debe ser positivo, de forma que provea más bien refuerzo por una conducta deseable alternativa que faltas por conductas no deseadas. - Revise regularmente su contrato y renegócielo si es nece­ sario.

164

T E R A P IA DE PAREJAS

MODELO DE CONTRATO CONDUCTAS A CAMBIAR POR EL MARIDO

POR LA MUJER

1 ........................

1........................

2 ........................

2......................

3...........................

3........................

Refuerzos por cumplirlo

Refuerzos por cumplirlo

1.....................................

1....................................

2..................................

2.................................

Faltas por no cumplirlo

Faltas por no cumplirlo

1..................................

1 ...............................

2...............................

2 ............................

3..................................

3..................................

Firma

Firma del terapeuta

Firma

HOJA DE REGISTROS DE CONDUCTAS ESTABLECIDAS EN EL CONTRATO

APÉNDICE B

165

T E R A P IA DE PAREJAS

166

8.

Guía para evitar un conflicto no deseado

«Cuando uno no quiere, dos no se pelean.» Usted es responsable del comportamiento de su pareja y puede influir en el mismo. Si usted no desea tener un conflicto, puede evitarlo. A continuación, le pre­ sentamos dos estrategias a seguir. Le aconsejamos utilizar siempre la primera; de no darle resultado, utilice entonces la segunda. Ante un comportamiento inadecuado de su pareja, usted puede: A) - Relajación. Contar hasta diez antes de contestar y pensar en loque le va a decir. - Exprésele sus emociones y sugiérale comportamientos al­ ternativos más adecuados. B) - Relajación. Contar hasta diez antes de actuar y pensar en lo que le va a decir y hacer. - Utilización del tiempo fuera. - Parada de pensamiento. - Cambio de pensamiento y/o actividad. 9.

Recuerda... - Usted no puede no comunicarse. Siempre estamos comu­ nicando algo con nuestra conducta. Ejemplo: si usted llega a casa y sin saludar a su esposa/o se sienta a leer el periódico, no está «no comunicando», está «comunicando» alguna de estas cosas: enfado, disgusto, indiferencia. - Cuide la comunicación no verbal tanto como la verbal. Ejem­ plo: mirarse a los ojos, sonreír, contacto físico, proximidad. - La buena comunicación es aquella que permite que el otro se entere de lo que le queremos decir. - Especifique lo que le gusta y lo que le desagrada del comporta­ miento del otro, poniendo ejemplos concretos. Procure poner el énfasis en lo que le ha gustado. - Haga una petición, no una exigencia. Supone que tiene respe­ to por el otro y empuja a la cooperación. - Haga preguntas y sugerencias, no acusaciones. Las acusacio­ nes ponen a la gente a la defensiva y raramente ayudan a en­ contrar soluciones. - No le adivine el pensamiento al otro. Antes pregúntele. - Hable de lo que el otro hizo y no de lo que es. El objetivo es cambiar conductas y una etiqueta no nos lleva al cambio.

A P É N D IC E B

167

- Céntrese en el tema que está tratando durante una discusión. - Plantee los problemas, no los acumule. El resentimiento le hará explotaren el momento menos oportuno. - Escuche al otro cuando habla. No le interrumpa. - Acepte las responsabilidades propias. No presente contraquejas. - Ofrezca soluciones. Trate de llegar a un acuerdo. - Pregunte al otro qué ha entendido, por si fuera necesario ex­ plicar con más claridad. - I Iágale ver al otro que le ha entendido, repitiéndole alguna frase de su discurso que refleje las peticiones de él. - Evite la crítica inadecuada, comentarios negativos, el sarcas­ mo y la ironía. - Pregúntele al otro qué puede usted hacer para mejorar las cosas. - Exprese su satisfacción por las cosas que el otro ha hecho y que a usted le agradan. - Interésese por las actividades del otro. - Céntrese en lo actual y no saquea relucir cosas pasadas. - Busque un ambiente apropiado y facilitador para hablar de cosas que pueden ser un conflicto: tranquilidad, intimidad y otros estímulos agradables: bebida, música. - Sorprenda a su pareja de vez en cuando con algo agradable: comprarle algo que le gusta especialmente, llevarle a cenar a un restaurante. - Tenemos derecho a cierta intimidad. No estamos obligados a tener que decírselo todo. Hay cosas que nunca deben decirse. No diga la verdad sobre cosas que no se pueden cambiar. 10. Guía de evaluación de la relación El realizar a lo largo de todo el programa una evaluación general y específica de las relaciones que mantiene con su pareja le resul­ tará útil: - Le permitirá saber si el programa logra o no alcanzar los obje­ tivos planeados. - Nos permitirá rectificar o cambiar planes de tratamiento que no aporten soluciones por otros más idóneos. - Le permitirá conocer los progresos que va obteniendo y, por tanto, se motivará más para continuar trabajando, al darse cuenta de la efectividad de sus actuaciones.

168

T E R A P IA D E PARTIAS

Esta GUÍA consta de dos partes: una evaluación general, en don­ de usted pueda valorar su impresión o valoración global de la rela­ ción, y una evaluación específica, que le permitirá valorar el proceso de aspectos más concretos de la relación con su pareja. A) Evaluación general. Ponga una cruz en el lugar de la línea que mejor refleje la valoración de su relación de pareja. 1. aEvaluación . . . t --------- 1----------- 1----------- 1------------t (Fecha) Muy Muy insatisfactoria Normal satisfactoria 2. a Evaluación... 4---------- 1------------- 1----------1------------♦ 3. a Evaluación... 1---------- 1------------- 1----------1------------t 4. a Evaluación ... 4---------- 1------------- 1----------*------------*■ 5. a Evaluación ... ^-----------1------------- 1---------- 1------------ 1

B) Evaluación específica. Ustedes ya han rellenado el cuestio­ nario de áreas de compatibilidad e incompatibilidad o el cuestiona­ rio de intercambio de conductas y los han comentado conjunta­ mente con el terapeuta. Ustedes ya saben qué áreas-problema presentan en su relación de pareja y qué cosas concretas y específi­ cas desean cambiar. Rellene los apartados específicos que se encuentran en este apéndice con las áreas que en el momento inicial del tratamiento son problemas para usted y observen su evolución. También anote las conductas que a usted y su pareja les gustaría cambiar en el otro. Después, de acuerdo a una escala 1-5 (1-2-3-4-5) en la que 1 sig­ nifica «muy insatisfecho», 3 «normal» y 5 «muy satisfecho», vaya anotando cada semana su satisfacción y la de su pareja con esa área o conducta, según vaya evolucionando. Coméntenlo juntos. Refuércense por los logros conseguidos. Háganse sugerencias de cómo avanzar más.

169

ÁREAS

Satisfacción de mi pareja

Mi satisfacción

A P É N D IC E B

:............................................. : : : : : : : : &H .................................... Um : : : : : : : : : p cq> : : : : : : : : : QS 2 < ............................................. o M f O ’t i r i v o N c o a N O r\ ^

u cO Tf LO (N

170

Satisfacción de mi pareja

Mi satisfacción

T E R A P IA D E PAREJAS

ÁREAS



O .................. cn ec ; ; ; : ; í pí ........................... u< < : : : : : d 3 w : : : : : Q zd i —, e s «i » o 0 < Á

........................................ : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : : :

: : : : : : : : : :

: : : : : : : : : : ........................................ H r j f O i ' i r i v O N o o ^ o —

1

AiTNimi:

11.

171

b

Agenda de tareas

I

Sesión 1. Fecha........................ Sesión 7. Fecha •• ..................................................................................

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............................................

I

Sesión 2. Fecha........................ Sesión 8. Fecha . •■ .................................................................................. '

i

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Sesión 3. Fecha........................

Sesión 9. Fecha

i" !” " " " " " " " " ! ” " !” ;

........................!!!

Sesión 4. Fecha........................

Sesión 10. Fecha •■

Sesión 5. Fecha

Sesión 11. Fecha •■

Sesión 6. Fecha

Sesión 12. Fecha . • ■

Apéndice C Cuestionario, escalas y hojas de observación

1.

Diferencial semántico

Instrucciones A continuación, encontrará usted unas series de adjetivos, prece­ didos por un concepto (palabra o conjunto de palabras) en cada página. Usted deberá situar ese concepto en todas y cada una de las pare­ jas de adjetivos de la página, de la forma que mejor exprese sus sen­ timientos u opiniones respecto a él. Los extremos representan las posiciones máximas (muy bue­ no, muy malo, etc.). El centro representa el «no sé» o posición neutral. EJEMPLO: PAREJA BUENO EROTICO RELAJADA

X / —/ —/ —/ —/ — / - / —/ - / - / -

MALO NO ERÓTICO TENSA

!

Seductor

Calmado

Amable

Repulsivo

Ansioso

Cruel

Sexualmente aburrido

No amigable

Tenso

Frígido

Malo

Distante

Inquieto

No incitante

Frío

Desagradable

I

Sexualmente excitante

Amigable

Relajado

Erótico

Bueno

Cercano

Plácido

Incitante

Confortante

Agradable

I

A P É N D IC E C

173

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TE R A P IA DE PAREJAS

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