Sintaxis histórica del español y cambio lingüístico: Nuevas perspectivas desde las Tradiciones Discursivas 9783865278623

Reúne trabajos sobre la historia del español que abordan la dialéctica entre la tradición de los textos y el cambio ling

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Spanish; Castilian Pages 276 Year 2016

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Índice
Introducción
Gramaticalización, género discursivo y otras variables en la difusión del cambio sintáctico
Tradiciones discursivas y cambio lingüístico: el ejemplo del tratamiento vuestra merced en español
Los gramáticos españoles del Siglo de Oro: ¿Tradición discursiva, lengua especial…?
Apuntes para una caracterización de la morfosintaxis de los textos bíblicos medievales en castellano
Tradición discursiva, creación y difusión de innovaciones sintácticas: la cohesión de los argumentos nominales a partir del siglo XIII
“Ninguno quiere del agua turbia beber”: sobre construcciones partitivas y su representación en algunos géneros textuales del español preclásico
Tradiciones discursivas y gramaticalización del discurso referido en el Rimado de Palacio y las Crónicas del Canciller Ayala
El peso de la tradición discursiva en un proceso de textualización: un ejemplo en la Edad Media castellana
Dinámica de estructuras actanciales en los Siglos de Oro: el ejemplo del verbo encabalgar
Gramaticalización por tradiciones discursivas: el caso de esto es
Direcciones de los autores
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Sintaxis histórica del español y cambio lingüístico: Nuevas perspectivas desde las Tradiciones Discursivas
 9783865278623

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Johannes Kabatek (ed.) Sintaxis histórica del español y cambio lingüístico

Nuevas perspectivas desde las Tradiciones Discursivas

LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA

Vol. 31

directores:

Mario Barra Jover, Université Paris VIII Ignacio Bosque Muñoz, Universidad Complutense de Madrid Antonio Briz Gómez, Universitat de València Guiomar Ciapuscio, Universidad de Buenos Aires Concepción Company Company, Universidad Nacional Autónoma de México Steven Dworkin, University of Michigan Rolf Eberenz, Université de Lausanne María Teresa Fuentes Morán, Universidad de Salamanca Eberhard Gärtner, Universität Leipzig Johannes K abatek, Eberhard-K arls-Universität Tübingen Emma Martinell Gifre, Universitat de Barcelona José G. Moreno de Alba, Universidad Nacional Autónoma de México R alph Penny, University of London R einhold Werner, Universität Augsburg Gerd Wotjak, Universität Leipzig

Johannes Kabatek (ed.)

Sintaxis histórica del español y cambio lingüístico Nuevas perspectivas desde las Tradiciones Discursivas

Iberoamericana • Vervuert • 2008

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Publicación financiada con ayuda del Programa de Cooperación Cultural Pro Spanien.

Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2008 Amor de Dios, 1 — E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2008 Elisabethenstr. 3-9 — D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-8489-345-5 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-368-0 (Vervuert) ISBN ebook 9783865278623

Depósito Legal:

Cubierta: Marcelo Alfaro Impreso en España The paper on which this book is printed meets the requirements of ISO 9706

Índice

Johannes K abatek Introducción

7

Concepción Company Company Gramaticalización, género discursivo y otras variables en la difusión del cambio sintáctico

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Peter Koch Tradiciones discursivas y cambio lingüístico: el ejemplo del tratamiento vuestra merced en español

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R afael Cano Aguilar Los gramáticos españoles del Siglo de Oro: ¿Tradición discursiva, lengua especial…?

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Andrés Enrique-Arias Apuntes para una caracterización de la morfosintaxis de los textos bíblicos medievales en castellano

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Mario Barra Jover Tradición discursiva, creación y difusión de innovaciones sintácticas: la cohesión de los argumentos nominales a partir del siglo xiii 127 Rolf Eberenz “Ninguno quiere del agua turbia beber”: sobre construcciones partitivas y su representación en algunos géneros textuales del español preclásico

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José Luis Girón Alconchel Tradiciones discursivas y gramaticalización del discurso referido en el Rimado de Palacio y las Crónicas del Canciller Ayala 173 Lola Pons Rodríguez El peso de la tradición discursiva en un proceso de textualización: un ejemplo en la Edad Media castellana

197

Wulf Oesterreicher Dinámica de estructuras actanciales en los Siglos de Oro: el ejemplo del verbo encabalgar

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Salvador Pons Bordería Gramaticalización por tradiciones discursivas: el caso de esto es

249

Direcciones de los autores

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Introducción Johannes K abatek

1. El paradigma de las Tradiciones Discursivas Con la reciente introducción del paradigma de las Tradiciones Discursivas (TD) en la lingüística contemporánea, parece, a primera vista, que se está poniendo énfasis sobre un hecho absolutamente obvio: se subraya que los textos tienen historia y que esa historia tiene relevancia a la hora de hablar o de escribir, por lo que hay que tener en cuenta esas “Tradiciones Discursivas” en la descripción lingüística, inclusive la descripción gramatical. Esa obviedad, por un lado, ha dado lugar al rotundo éxito de ese concepto en los últimos años, pero también ha provocado al mismo tiempo y desde varios ámbitos, una cierta desconfianza. El éxito se debe al hecho de que para numerosos enigmas lingüísticos, tanto históricos como actuales, el concepto de TD parece ofrecer una clave de solución; la desconfianza, en cambio, viene, o bien de la sospecha general de que algo tan evidente difícilmente podría haberse ignorado en el pasado, o bien, más concretamente, de ámbitos donde aspectos íntimamente relacionados con lo que ahora llamamos TD ya se estudiaban antes de la introducción de ese nuevo concepto, ámbitos como la lingüística del texto, la pragmática y el análisis del discurso, disciplinas en las cuales cuestiones como la de la tipología textual, la de los géneros, la de la intertextualidad o la de las evocaciones provocadas por ciertas constelaciones de entornos se han planteado y estudiado largamente. Los aspectos teóricos que se ocupan del lado cultural del estudio del lenguaje –y es a este ámbito al que pertenecen las Tradiciones Discursivas– están marcados, del mismo modo que la teoría de la cultura en general, por el típico “nihil novi” de planteamientos semejantes a lo largo de la historia de la humanidad, ya que el lenguaje siempre ha sido el mismo objeto desde que se reflexiona acerca de él. Aun así, dada la alta complejidad y los múltiples aspectos relacionados con el lenguaje humano, en la historia de la lingüística siempre ha habido paradigmas predominantes con enfoque principal en algunos aspectos parciales, con la consecuencia de que la exageración y generalización de esos aspectos ha desencadenado el olvido de otros. Así, el postulado saussureano de la preponderancia de la lingüística sincrónica ha marcado las corrientes más destacadas de la lingüística del siglo XX y ha llevado a que se hayan ignorado o marginado numerosos aspectos del lenguaje. Los



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grandes cambios de paradigma como el “sociolinguistic turn”, el “pragmatic turn” o el “cognitive turn” fueron intentos de recuperar lo excluido conscientemente por Saussure, por la lingüística sistémica y la lingüística formal; y el “descubrimiento” de los paradigmas nuevos siempre ha consistido en la recuperación de algo excluido por doctrinas anteriores, no de algo ignorado por completo. Al mismo tiempo, los paradigmas nuevos lo son justamente con respecto a la conceptualización predominante de los objetos. En este sentido, sí podemos hablar de verdadera innovación también en las ciencias de la cultura. El interés central de la lingüística descriptiva ha sido a lo largo del siglo XX la identificación del funcionamiento del sistema sincrónico, y lo ha sido de forma radical y exclusiva en ciertas escuelas estructuralistas y formales. Incluso una teoría del lenguaje como la de Eugenio Coseriu –tan influyente sobre todo en la lingüística románica–, de concepción decididamente historicista y opuesta a la doctrina saussureana, formula sus críticas a mediados del siglo desde el punto de vista de la estructura sincrónica y el sistema funcional, señalando las limitaciones de ese punto de vista sin negar, al mismo tiempo, su importancia. El contexto en el que se introduce el concepto de norma, de lo tradicional en la realización de los sistemas lingüísticos, es el de una lingüística estructural, y para Coseriu se trata de señalar los límites del aspecto estructural, el cual, según él, no es más que la visión parcial –y sin embargo real y existente– de la proyección sincrónica de un complejo edificio histórico. Si a mediados del siglo XX, el objetivo era modificar la exageración estructuralista, hoy en día se trata de modificar, de nuevo, un monolitismo que parte del supuesto de la existencia de una –y una sola– gramática representativa de cada lengua y cada época, monolitismo reanimado por modelos actuales y por una lingüística de corpus en la que se supone que la variación textual no es más que un problema de cantidad y que, a partir de un cierto tamaño de la muestra, la variación se esfuma en la nada del “ruido” estadísticamente irrelevante. Pero cuando miramos sin prejuicios hacia la historia de las lenguas y descubrimos una diversidad de textos y de fenómenos lingüísticos, en vez de buscar los “textos más representativos” (difíciles de encontrar siguiendo criterios “objetivos”) podríamos también simplemente aceptar el hecho de la existencia de tradiciones textuales diferenciadas. Es esta la hipótesis fuerte de la teoría de las Tradiciones Discursivas: que la historia de una lengua no presenta solo variación a nivel de dialectos, sociolectos o estilos sino que la lengua varía también de acuerdo con las tradiciones de los textos, es decir, que estos no sólo añaden sus elementos   “nuestro concepto de lengua de ninguna manera coincide con el enunciado por Ferdinand de Saussure y sus continuadores: para nosotros, la ‘lengua’ se sitúa en un momento ulterior del análisis del lenguaje como fenómeno concreto y corresponde más bien a la lingüística histórica que a la teórica.” (Coseriu 1952/1962: 15).



Introducción 

formales, sus características de género o las marcas de un tipo determinado de estructuración a los productos de sistemas ya dados sino que condicionan o pueden condicionar, a su vez, la selección de elementos procedentes de diferentes sistemas (o de un sistema de sistemas). Y si esto es así en la historia de las lenguas, será valido también para la sincronía, que de este modo se reconsidera desde la perspectiva histórica y no al revés. Es decir, que una lingüística histórica que no tenga en cuenta la diversidad de los textos debe considerarse como reductora y parcial, ya que parte de una lingüística sincrónica igualmente reductora. La reducción llevará a numerosos problemas, entre otros el de la dificultad de explicar el cambio lingüístico. Una lingüística histórica de esta índole como mucho podrá fantasear sobre posibles acontecimientos –histórico-sociales, cognitivos, formales, estructurales– que supuestamente han ocurrido entre dos estados sincrónicos. La noción de Tradiciones Discursivas nace dentro de la romanística alemana y parte de la distinción coseriana de los tres niveles del análisis lingüístico: el nivel universal del hablar en general, el nivel histórico de las lenguas y el nivel individual de los textos. Si la lingüística coseriana consideraba el nivel del texto como el de la hermenéutica de los textos o discursos y el nivel histórico como el de las lenguas en tanto que sistemas lingüísticos con sus normas, sus modos tradicionales o normales de realización concebidos a partir de los sistemas, el concepto de TD, en cambio, pone énfasis sobre la tradición de los textos, una tradición separable de la historicidad primaria de los sistemas lingüísticos, a la que se refiere el hablar y que es evocada cuando se habla o escribe. Se trata de una especie de “segunda historicidad”: frente a la primera (o primaria), interiorizada como técnica libre para la producción de una cantidad ilimitada de enunciados, esta segunda historicidad es limitada, pues se refiere a los textos ya producidos en una comunidad, al acervo cultural, la memoria textual o discursiva. Algunos autores han visto en el concepto de TD una especie de sinónimo de género, otros incluso han intentado relacionar la noción de discurso contenida en el término TD con el concepto de discurso foucaultiano. Las contribuciones que desde diferentes ángulos han intentado dar cuenta de la tradición de los textos, desde el género de Bakhtin hasta las diferentes tipologías textuales de la actualidad pasando por ideas como la “etimología del texto” de Lausberg, no son incompatibles con la concepción de TD, todo lo contrario, y es una de las tareas de la investigación actual relacionar los estudios de las TD con las diferentes herencias de las distintas escuelas. Pero el objetivo principal del concepto de TD es la ampliación de la teoría Cfr. Coseriu (2007). Para la discusión acerca de la cuestión de la historicidad de los textos, véase Kabatek 2005a.    

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del lenguaje, la inclusión de la tradición en los estudios lingüísticos, y esto en todos los aspectos donde tenga relevancia: tradición de un texto concreto y su repetición (incluida la variación), tradición de formas textuales, de elementos designados, de lugares, de tópicos… Y la cuestión fundamental desde y para la lingüística es la siguiente: si, como hemos señalado, las TD tienen relevancia tanto para la producción actual de enunciados como, por supuesto, para su historia, ¿cuál es la consecuencia de la admisión de este concepto para la investigación lingüística, tanto histórica como sincrónica? 2. Tradiciones Discursivas y sintaxis histórica Si en los últimos años se han publicado numerosos estudios que procuran dar cuenta del concepto de TD desde diferentes perspectivas, se echa en falta todavía una inclusión generalizada de este concepto en los estudios lingüísticos. Es decir, que estamos aún en una fase que podríamos llamar “esporádica”, en la que el concepto aflora aquí y allá, pero no se sabe todavía bien cómo compaginarlo con los estudios “tradicionales”. De momento, se estudian las TD más bien como algo aparte, algo de lo que diversos investigadores no se cansan de afirmar que tiene numerosas consecuencias para otras disciplinas, si bien es cierto que carece aún de una relación sistemática con otros campos. Una de las áreas más indicadas para la consideración coherente de la cuestión de las TD es sin duda la sintaxis. Partiendo de la convicción de que los estudios históricos son la piedra de toque de los estudios lingüísticos en general, nos pareció oportuno proponer la inclusión sistemática de la noción de TD en la sintaxis histórica. Ya hace diez años, en un coloquio celebrado en Berlín en el año 1998, se discutieron diversos aspectos de la relación entre TD y sintaxis histórica, pero aún estábamos en los inicios de la fase “esporádica”, sin llegar a la configuración de una nueva sintaxis histórica que tuviera en cuenta todas las consecuencias de la historicidad de los textos. Para remediar esta situación, invitamos, en diciembre de 2005, a algunos destacados especialistas en sintaxis histórica del español, personas procedentes de diferentes ámbitos internacionales y representantes de distintos enfoques metodológicos y empíricos. No fue un coloquio abierto, sino una reunión de expertos que en el entorno romántico del Castillo de Tubinga discutieron intensamente durante dos días y medio. El resultado es el presente volumen, una colección de textos que de diferente modo procuran responder a la pregunta de la relevancia de las Tradiciones Discursivas para la sintaxis histórica. Quizá por la obviedad mencionada al inicio de estas líneas, no se planteó siquiera el rechazo total de una posible relevancia de las TD para los estudios



Introducción

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sintácticos. Este rechazo sería el punto extremo cuyo lado opuesto –defendido, este sí, en el marco del coloquio– concebiría toda la lingüística desde las TD, partiendo de la idea de que en la historia de la lengua solo existen textos y solo tradición textual, y que lo que llamamos gramática histórica vendría a ser algo como una “gramática emergente” desde los textos, producto construido y explicitado por los lingüistas pero de relevancia más bien secundaria para los hablantes. Las posiciones intermedias no faltan: cerca del lado del rechazo estaría la posición que postula la autonomía de la sintaxis, al menos de sus partes más nucleares, con posibles influencias de los textos y sus tradiciones en zonas más bien periféricas, aquellas, por ejemplo, donde la elaboración lingüística parece producir fenómenos propios más de una adquisición secundaria que de la adquisición de primeras lenguas. En esta perspectiva habría que preguntarse si la “core syntax” y la sintaxis “periférica” están relacionadas y si existen caminos de gramaticalización desde la periferia hacia el centro. Más cerca del polo en que se concibe el lenguaje a partir de las TD estaría otra posición intermedia, la que considera que las TD pueden tener influencia directa sobre todos los ámbitos de la sintaxis, pero que hay TD más “centrales” y otras más “marginales”. 3. Sintaxis histórica del español Por lo menos desde el famoso estudio precursor de Antoni Badia i Margarit (1960) sobre los “dos tipos de lengua, cara a cara”, la mención de las TD –aunque ante litteram– es bien conocida en los estudios de sintaxis histórica del español. Los diez trabajos aquí presentados tienen presente esta tradición, pero también son conscientes del hecho de que todavía no se ha llegado a la mencionada inclusión sistemática y a una metodología coherente para dar cuenta de las TD. En los últimos años se ha ofrecido una serie de propuestas definitorias y terminológicas en este sentido, con aplicación en la sintaxis histórica del español y de otras lenguas románicas. Koch 1997, Oesterreicher 1997, Wilhelm 2001, Aschenberg 2003, Kabatek 2005b. En nuestros propios trabajos combinamos el análisis de índole filológica con análisis computacionales. En el marco del proyecto B14 Tradiciones discursivas de lenguas románicas y análisis cuantitativo y pluridimensional de corpus históricos del macroproyecto de investigación de la Universidad de Tubinga SFB 441 “Estructuras de datos lingüísticos”, analizamos, entre otros, textos de la historia del español según una metodología cualitativo-cuantitativa que identifica, en un primer paso, determinados elementos textuales que consideramos “sintomáticos” para tal o cual TD, elementos de diversa naturaleza según los textos investigados, pero con una cierta preferencia por los elementos de junción (cfr. Raible 2001), de ilación interoracional. En un segundo paso, con el apoyo del programa TraDisc, una herramienta informática para    

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En los trabajos en este volumen que presentaremos brevemente a continuación, se discuten tanto aspectos teóricos de la cuestión de las TD dentro de la teoría del lenguaje (Company, Koch) como cuestiones metodológicas y aspectos concretos que intentan, o bien identificar TD particulares (Cano, Enrique), o bien relacionar las evoluciones de ciertos fenómenos lingüísticos con ciertas TD (Barra, Eberenz, Girón, Pons Rodríguez, Pons Bordería, Oesterreicher). Concepción Company Company, en Gramaticalización, género discursivo y otras variables en la difusión del cambio sintáctico, no trata sólo de la cuestión de la relación entre TD y sintaxis histórica, sino que discute esta cuestión en el marco de una teoría integral del cambio lingüístico que la lleva a identificar seis variables centrales, siendo la última la tradición de los textos. El artículo ejemplifica cada una de las variables y muestra así la complejidad de los fenómenos involucrados en el cambio lingüístico. Además del interesante panorama presentado, el artículo incita a reflexionar sobre la cuestión de si todos los fenómenos mencionados se encuentran en el mismo nivel o si cabría la posibilidad de establecer un orden de prioridades. Para las TD, ello implica preguntarse si en realidad son solo uno más de los múltiples factores de cambio o si ocupan un lugar fijo en una jerarquía o si tienen importancia variable en cada cambio concreto. También Peter Koch, en Tradiciones discursivas y cambio lingüístico: el ejemplo del tratamiento “vuestra merced” en español, ofrece, por un lado, una discusión teórica que incluye el concepto de TD tal como lo había presentado él mismo (Koch 1997) dentro de la teoría del cambio lingüístico y del lenguaje en general. Las reflexiones teóricas se ejemplifican con una amplia discusión de la evolución de las formas de tratamiento en español desde los antecedentes latinos hasta la inclusión de la forma usted en un nuevo paradigma, un largo camino en el que la tradición de los textos, y sobre todo lo que Koch llama la “filiación discursiva diplomática occidental”, hace de eslabón entre la innovación esporádica y la generalización del fenómeno. A una tradición concreta se dedica Rafael Cano Aguilar en su contribución Los gramáticos españoles del Siglo de Oro: ¿Tradición discursiva, lengua especial…?, que identifica un “estilo particular” de la gramaticografía española a partir de Nebrija cuyas características incluyen elementos léxicos, formulaicos, la tradición de la terminología y también ciertos fenómenos sintácticos que, más allá del estilo personal de cada autor y de las tendencias generales observadas en la lengua de la el análisis de textos creada en el marco del proyecto, pasamos al recuento semiautomático de los elementos con el resultado de diferentes tipos de visualización de los datos, lo que ofrece la posibilidad de extraer conclusiones acerca de las características de los textos y la tradición en la que están insertos. Para más información, véase www.sfb441.uni-tuebingen.de/b14. El programa TraDisc está abierto a todos e incluye un detallado manual para el usuario. Más información también en Kabatek 2005c y en Vincis (en prensa).



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época, son identificables como pertenecientes a una tradición con forma lingüística propia, inserta, a su vez, en otras tradiciones afines desarrolladas en la época. El texto (o, mejor dicho, conjunto de textos y TD) de mayor difusión en todo el mundo es sin duda alguna la Biblia, un texto que presenta varias particularidades destacadas, como, entre otras, la búsqueda de un estilo solemne, sobre todo en algunas partes, la dependencia de una serie de lenguas de origen, la alta presencia de una tradición memorizada y la consiguiente dificultad de adaptación a la actualidad. Andrés Enrique-Arias, en Apuntes para una caracterización de la morfosintaxis de los textos bíblicos medievales en castellano, busca los rasgos morfosintácticos característicos de los romanceamientos bíblicos del castellano medieval. Basándose en el análisis de una serie de versiones del Libro de Isaías, describe ciertos rasgos sintácticos hebraizantes y otros arcaizantes que marcan la tradición bíblica (profética, en ese caso) como claramente diferenciada de otras tradiciones medievales. Mario Barra, en Tradición discursiva y difusión de innovaciones sintácticas: la cohesión de los argumentos nominales a partir del siglo XIII, partiendo de la hipótesis de que solo en el momento en el que el latín queda claramente separado del romance, éste se puede servir del latín como adstrato y adoptar diferentes Tradiciones Discursivas que son, entre otras, fuentes de innovaciones sintácticas, describe algunos fenómenos de cohesión nominal que permiten formar tejidos correferenciales a lo largo de un texto, también de un texto extenso, con elementos que proceden de una tradición escrita y pueden, como en el caso de lo cual y lo dicho, hasta penetrar en la tradición oral. Rolf Eberenz demuestra en “Ninguno quiere del agua turbia beber”: sobre construcciones partitivas y su representación en algunos géneros textuales del español preclásico que la historia del uso de construcciones como beber del agua para expresiones no específicas, perdido, al contrario del francés, en el español medio (en el llamado “otoño de la Edad Media”), no corresponde a una evolución lineal y a una progresiva pérdida del elemento en cuestión, sino que depende en gran medida de los textos particulares y las respectivas tradiciones donde aparecen las construcciones partitivas. Ciertas teorías del cambio lingüístico, que desde la lejanía observan la evolución de elementos sueltos sin diferenciar las TD y observan, por ejemplo, “curvas en forma de S” comparables con fenómenos de la evolución biológica, podrían tal vez encontrar otra visión de los fenómenos si tuvieran en cuenta, como se hace en este artículo, la diversidad textual.   El trabajo de Enrique-Arias forma parte de un proyecto más amplio sobre la historia del lenguaje bíblico. Parte del proyecto consiste también en una colaboración con el grupo de investigación de Tubinga arriba mencionado (ver nota 5) para aplicar análisis cuantitativos a los textos bíblicos.   Cfr. p. ej. Kroch 2001.

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José Luis Girón Alconchel discute, en Tradiciones discursivas y gramaticalización del discurso referido en el “Rimado de Palacio” y las “Crónicas” del Canciller Ayala, por un lado, la cuestión teórica del lugar de las Tradiciones Discursivas dentro de la teoría de la gramaticalización, y por otro, el ejemplo concreto de la gramaticalización del discurso referido, partiendo del discurso directo, en un continuo entre oratio recta, oratio mixta y oratio oblicua, con alta dependencia de la selección de los medios no tanto respecto de factores diacrónicos, sino más bien de la competencia entre diferentes Tradiciones Discursivas, lo cual se demuestra analizando dos obras de diversa índole escritas por el mismo autor. La metodología mencionada del proyecto de Tubinga (análisis de esquemas de junción representativos de diferentes TD) es aplicada en parte y combinada con un riguroso análisis filológico de una serie de textos por Lola Pons Rodríguez en El peso de la tradición discursiva en un proceso de textualización: un ejemplo en la Edad Media castellana, que lleva a identificar elementos característicos de una determinada TD dentro de otra, donde es transformada en un rasgo propio de esta. En este trabajo se muestra que es imprescindible el concepto de TD para la interpretación coherente de la evolución histórica de la lengua y de los textos. Al cambio en la sintaxis de un verbo determinado condicionado por diferentes TD se dedica Wulf Oesterreicher en Dinámica de estructuras actanciales en los Siglos de Oro: el ejemplo del verbo “encabalgar”. Oesterreicher demuestra cómo el detallado conocimiento cultural y el análisis pormenorizado de los textos y de las obras metalingüísticas del siglo XVI permiten la reconstrucción de un cambio del uso y de la valencia del verbo en cuestión. Además, Oesterreicher ofrece reflexiones teóricas sobre el cambio lingüístico y la relación entre variedades y TD, incluyendo una crítica de los análisis cuantitativos “ciegos”. Cómo un elemento de textos más bien periféricos –en este caso la tradición de ciertos textos jurídicos– penetra en el “centro”, cambiando varias veces de función, lo muestra Salvador Pons en Gramaticalización por tradiciones discursivas: el caso de “esto es”. El autor indaga en las primeras documentaciones de “esto es”, el camino de su habitualización a través de las TD y su evolución hasta el reformulador del habla cotidiana del español moderno.

Aunque sin poder dar una respuesta definitiva a las cuestiones arriba planteadas, el presente volumen ofrece un rico panorama de fenómenos que muestran la necesidad y utilidad de la inclusión del concepto de Tradiciones Discursivas en la lingüística histórica en general y, en particular, en las cuestiones de sintaxis (discutidas aquí no aisladamente, sino junto a fenómenos de evolución morfológica y  

Ver nota 5.



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léxica), e invita a ampliaciones en dos sentidos: por un lado, se presentan numerosos aspectos para la concepción de una nueva perspectiva sobre la sintaxis histórica del español desde las Tradiciones Discursivas; y por otro, sugiere la utilidad de aplicar este concepto a la historia de otras lenguas románicas y no románicas. De este modo, la propuesta de tener en cuenta la tradición de los textos en los estudios de sintaxis y, en particular, en sintaxis histórica, pasará cada vez más de ser una idea “exótica” a un elemento fundamental del canon lingüístico. No queremos terminar esta introducción sin dar las gracias a los que han contribuido a la elaboración de este volumen, en primer lugar a los participantes del coloquio de Tubinga de 2005 y a los autores; y además, a Mónica Castillo, Lola Pons, José Simões y Álvaro Octavio de Toledo y los participantes del curso Lengua y tradiciones discursivas en la Edad Media hispánica impartido durante el semestre de verano de 2006. Agradecemos a Marija Stjepandic el incansable trabajo de unificación de los manuscritos y a Marcos Manrique la atenta revisión de los mismos; a Lony Dauber la ayuda en la coordinación, a María Xesús Bello la corrección lingüística de varios trabajos; al Ministerio de Cultura de España y el programa ProSpanien y a la Deutsche Forschungsgemeinschaft (Consejo de Investigación Científica alemán) el apoyo económico al coloquio y la publicación; a Kerstin Houba la eficaz coordinación editorial y a Klaus-D. Vervuert y los editores de la serie Lingüística Iberoamericana la posibilidad de la inclusión en ella. 4. Bibliografía Aschenberg, Heidi (2003): “Diskurstraditionen – Orientierungen und Fragestellungen”, en: Aschenberg/Wilhelm (2003), 1-18. Aschenberg, Heidi/Wilhelm, Raymund (eds.) (2003): Romanische Sprachgeschichte und Diskurstraditionen. Tübingen: Niemeyer. Badía Margarit, Antonio (1960): “Dos tipos de lengua cara a cara”, Studia Philologica. Homenaje a Dámaso Alonso, I. Madrid: Gredos, 115-139. Coseriu, Eugenio (1952/1962): “Sistema, norma y habla”, Montevideo 1952, reimpr. en: E. C., Teoría del lenguaje y lingüística general. Cinco estudios. Madrid: Gredos, 11-113. — (2007): Lingüística del texto. Ed. de Óscar Loureda, Madrid: Arco. Este curso lo dirigimos conjuntamente con Mónica Castillo, cuya presencia fue posible gracias a una generosa subvención del programa Eurolecture de la Fundación Alfred Toepfer.  

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Frank, Barbara/Haye, Thomas/Tophinke Doris (eds.) (1997): Gattungen mittelalterlicher Schriftlichkeit. Tübingen: Narr. Haspelmath, Martin/König, Ekkehard/Oesterreicher, Wulf/Raible, Wolfgang (eds.) (2001): Language Typology and Language Universals/Sprachtypologie und sprachliche Universalien/La typologie des langues et les universaux linguistiques – An International Handbook/Ein internationales Handbuch/Manuel international. 2 vols. Berlin/New York: de Gruyter. Jacob, Daniel/K abatek, Johannes (eds.) (2001): Lengua medieval y tradiciones discursivas en la Península Ibérica. Descripción gramatical – pragmática histórica – metodología. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert. K abatek, Johannes (2001): “¿Como investigar las tradiciones discursivas medievales? El ejemplo de los textos jurídicos castellanos”, en: Jacob/Kabatek (2001), 97-132. — (2005a): “Sobre a historicidade de textos”, Linha d’água (São Paulo) 17, 159-170. — (2005b): Die Bolognesische Renaissance und der Ausbau romanischer Sprachen. Juristische Diskurstraditionen und Sprachentwicklung in Südfrankreich und Spanien im 12. und 13. Jahrhundert. Tübingen: Niemeyer. — (2005c): “Tradiciones discursivas y cambio lingüístico”, Lexis 29, 151-177. Koch, Peter (1997): “Diskurstraditionen: zu ihrem sprachtheoretischen Status und ihrer Dynamik”, en: Frank et al. (1997), 43-79. K roch, Anthony (2001): “Syntactic change”, en: Baltin, Mark/Collins, Chris (eds.): The Handbook of Contemporary Syntactic Theory. Malden, Mass.: Basil Blackwell, 699730. Oesterreicher, Wulf (1997): “Zur Fundierung von Diskurstraditionen”, en: Frank et al. (1997), 19-41. R aible, Wolfgang (2001): “Linking clauses“, en: Haspelmath et al., (2001), 590–617. Vincis, Valentina (en prensa): “Técnicas de junción y tradiciones discursivas medievales: el testimonio de los textos”, en: Company, Concepción (ed.): Actas del VII Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. Wilhelm, Raymund (2001): “Diskurstraditionen”, en: Haspelmath et al. (2001), 467-477.

Gramaticalización, género discursivo y otras variables en la difusión del cambio sintáctico

Concepción Company Company

1. Introducción. Planteamiento teórico Los numerosos estudios sobre procesos de gramaticalización surgidos en los últimos quince o veinte años han mostrado que la difusión o actualización del cambio sintáctico-semántico opera a través de un continuum evolutivo, o canal de gramaticalización, y sigue una jerarquía, mediante la cual las innovaciones lingüísticas se inician en contextos que son sintáctica y semánticamente muy afines al significado de la forma innovadora –aunque inusuales o muy marcados para el comportamiento gramatical general de la forma en cuestión– y, de manera gradual, avanzan a contextos que les son cada vez menos favorables, hasta el punto de que la forma innovadora puede llegar a apropiarse, aunque no necesariamente, del ámbito gramatical que correspondía en los inicios a la forma etimológica o conservadora. La forma innovadora se vuelve progresivamente menos dependiente del contexto circundante o, en otras palabras, el contexto adyacente se hace prescindible, de manera que la forma innovadora empieza a aparecer en contextos más diversos, pierde, por tanto, privilegios de ocurrencia, y gana en abstracción y en significado más gramatical, al mismo tiempo que aumenta su frecuencia de empleo y, en consecuencia, adquiere generalidad e, incluso, obligatoriedad de uso (Kroch 1989; García 1991; Girón 2002; Company 2003). El avance gradual de la forma innovadora a contextos cada vez menos favorables ha hecho que se caracterice una gramaticalización como un proceso hacia la desmarcación, en cuanto que el nuevo valor se inicia en contextos muy marcados A lo largo del trabajo emplearé indistintamente cambio sintáctico-semántico y cambio sintáctico para significar el mismo tipo de proceso, ya que no existe cambio de forma o distribución sintáctica que no conlleve algún tipo de cambio de significado, lo cual no es más que reflejo de la relación biunívoca y solidaria de las dos caras del signo lingüístico.   La expresión “forma o construcción innovadora” puede remitir tanto a una forma léxica nueva propiamente que entra a contender con una conservadora para una determinada función, como sería el caso del pronombre de dativo le para codificar un objeto directo, leísmo, como a un nuevo contexto de selección de una misma forma, como sería el caso de haber existencial a partir de los usos posesivos de este verbo. Para los tipos de contraste posible entre forma conservadora e innovadora, cfr. Company (2003: 26-28).  

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o específicos y progresivamente pierde restricciones de empleo. Cuando la forma innovadora llega a ocupar todo el ámbito funcional que en los orígenes era propio de la forma conservadora o etimológica, esto es, la reemplaza, se dice que se ha producido una inversión o una reversión de la marcación; la forma innovadora ya no es más innovadora, sino que es la forma gramatical convencional para expresar ese espacio funcional. Dado que el cambio sintáctico-semántico es acumulativo –propiedad conocida como estratificación (Hopper 1991)–, las formas y significados etimológicos suelen permanecer al lado de los innovadores por siglos, a veces de manera un tanto residual. Se hace necesario definir el término ‘gramaticalización’ ya que con él trabajaremos y ha sido definido de varias maneras, complementarias todas ellas. En este trabajo, seguiremos una noción amplia del concepto, a saber, un proceso histórico por el cual se crean nuevas formas o nuevos mecanismos de expresión en la gramática (Hopper 1998); tal “creación” consiste, por lo general, en que una forma o construcción empieza a adquirir funciones y distribuciones que tenía previamente otra forma semántica y funcionalmente próxima, la conservadora o etimológica, o bien una misma forma adquiere un nuevo significado y empieza a aparecer en contextos diferentes de los originarios. Por lo común, la forma o construcción, en contextos sintáctico-semánticos específicos, asume una función o un significado gramatical, o bien la entidad o construcción ya gramatical adquiere una función o un significado aún más gramatical (Kuryłowicz 1965: 69; Lehmann 1982/1995; Hopper y Traugott 1993/2003: cap. 1; Heine 2003, entre muchos otros). Se acepta por lo general que no existe creación ex novo, y que los procesos de cambio sintáctico-semántico consisten básicamente en manipular, “revolver”, creativamente material gramatical y/o léxico preexistente. Los ejemplos de (1) (apud Company 2003: 29), presentan un caso paradigmático, y bien conocido, de la inversión de la marcación en la historia del español: la García (1995) sostiene que es innecesario el concepto de inversión de la marcación ya que formas distintas conllevan significados distintos y no hay, por lo tanto, competencia entre ambas formas. En efecto, es difícil definir lo que es variación en sintaxis, ya que cualquier alternancia de formas va aparejada de contraste de significado, y, por ello, no es posible establecer que dos variantes sintácticas sean, en sentido estricto, modos distintos de decir lo mismo; tampoco son claros los correlatos sociales de la variación sintáctica (Silva-Corvalán 1997: 116), ya que no se puede saber con certeza si la elección de una forma distinta o de una distribución distinta depende de la inserción social del hablante o es una cuestión de diferente intención comunicativa por su parte. Con todo, partiremos de la idea de que la forma etimológica y su contendiente, la innovadora, sí están en una relación de variación sintáctica, puesto que recubren, grosso modo, un mismo ámbito referencial, de ahí que sí entren en una relación de marcación: una es de empleo más general, o no marcada, la otra es menos usual, o marcada. Por no marcado, por tanto, entenderemos el modo normal, preferido o usual de expresar una categoría o una función.  



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morfologización del adverbio locativo y en el existencial hay. El mecanismo fue el reanálisis adverbio > afijo. En (1a) aparece la forma etimológica o conservadora de haber para la expresión existencial en el español medieval: la sola forma verbal ha; (1b) muestra el contexto típico por donde inició el proceso de gramaticalización de la nueva forma hay: en la oración hay una notoria redundancia locativa, ya que además del adverbio y, aparecen otras menciones locativas, una o varias, donde se sitúa el objeto directo, que es en esos nuevos contextos una entidad contable en singular, conocida y sobresaliente en el discurso: un galápago mi amigo, un lago muy grande, y con frecuencia el propio objeto directo es una locación: otras yslas, un lago; pueden alternar, desde luego, en etapas tempranas, dentro de una misma oración forma conservadora, con objeto directo genérico, peçes e agua, e innovadora, con objeto directo contable y específico, un galápago mi amigo, como se aprecia en el segundo ejemplo de (1b); (1c) contiene contextos menos afines al significado etimológico locativo del adverbio, y por tanto se trata de una etapa avanzada de la gramaticalización: el objeto directo es una entidad no contable situada en una locación metafórica, entre los naturales, y los ejemplos de (1d) reflejan las etapas últimas de la gramaticalización: la oración puede carecer, incluso, de un objeto directo propiamente o de locación, como en los dos últimos ejemplos de (1d). El continuum contextual de (1a) - (1d) indica que la forma innovadora hay se liberó progresivamente de su restricción originaria, la concurrencia con complementos locativos y objetos directos contables sobresalientes, y, por lo tanto, se desmarcó y generalizó su distribución. (1a) Ca en las cosas en que tan gran mal ha, que se non pueden cobrar si se fazen (Conde Lucanor, 55) (1b) Otras yslas y a menores, que son de la pertenencia de Europa (Crónica general, 5.7b) E yo sé de un lugar apartado e muy viçioso do ha peçes e agua, e ay un galápago mi amigo (Calila, 156) En la montaña do yo moro ay un lago muy grande (Caballero del Cisne, apud García 1991) (1c)

El mesmo desasosiego ay entre los naturales (Documentos lingüísticos de la Nueva España, 1532, 13.200)

(1d) De todo hay en la viña del Señor (Hernández Díaz 2006 a) Hay PRI para rato Hay tiempo para todo

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Los ejemplos de (1) y el análisis que ahí hemos aportado muestran también el tratamiento usual que en los estudios de gramaticalización se ha dado a la actualización o difusión del cambio sintáctico: la explicación es de naturaleza interna, en términos sintácticos, semánticos y aun pragmáticos, abstraída de cualquier motivación exógena, y el proceso parece ser social y discursivamente homogéneo, en cuanto que no parece estar afectado por la conformación social o cultural del grupo de hablantes, ni por las características o tradiciones discursivas de los corpus textuales empleados, ni por los posibles distintos registros situacionales y sociales reflejados en esos corpus, ya que no son estos aspectos que, por lo regular, sean tratados en la explicación funcionalista de los cambios lingüísticos. Cabe señalar que en el marco de la gramaticalización, tradicionalmente se ha hecho la distinción entre reanálisis y actualización del reanálisis, el primero es abrupto, la segunda es gradual y sigue una jerarquía, mediante la cual avanza a contextos sintácticos y semánticos cada vez menos favorables (Timberlake 1977); sin embargo, no se han estudiado las variables que pueden incidir en la velocidad de avance de dicha actualización. En efecto, aunque la investigación sobre procesos de gramaticalización ha arrojado, a mi parecer, mucha y nueva luz en nuestro entendimiento de la diacronía de las lenguas y del carácter dinámico de las gramáticas, un aspecto muy poco explorado hasta ahora ha sido cuáles son los factores que pueden acelerar o retardar la actualización, esto es, los factores que inciden en la velocidad de la difusión del cambio sintáctico-semántico, determinando la progresión de la forma innovadora a lo largo del canal de gramaticalización. O, en otras palabras, de qué depende que con ciertos cambios se produzca una inversión de la marcación en un lapso relativamente breve en perspectiva diacrónica, dos o tres siglos –tal es el caso de la pronominalización de objetos en oraciones bitransitivas en el español americano, del tipo eso se los dije (Company 1998)–, en otros casos tarde un milenio o más el cumplimiento de la inversión de la marcación –como, por ejemplo, la sustitución de haber por tener para expresar la posesión (Hernández Díaz 2006b)– y en otros casos aún, la forma innovadora permanezca por siglos en un estado temprano del canal de gramaticalización y no progrese el cambio, creando un estado de variación sincrónica permanente con convivencia de forma innovadora y conservadora –como es el caso del leísmo en el español de México, donde existe desde los inicios del siglo XVI un leísmo incipiente condicionado a unos pocos verbos y objetos, que en perspectiva cuantitativa se aproxima al leísmo documentado en el Cantar de mio Cid (Flores 2002)–. En resumen, sabemos bastante de las causas internas de la generación de un cambio sintáctico-semántico y de la interacción de los distintos niveles de lengua en su producción, pero carecemos en gran medida de información sobre las causas que motivan o inhiben la difusión o actualización del cambio, esto es, la velocidad



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de su avance en el canal de gramaticalización. El análisis de la difusión es precisamente el motivo de este trabajo. El objetivo específico es identificar el conjunto de causas, internas y externas, que pueden incidir en el rango de la velocidad del reemplazo de la forma conservadora por la innovadora; es decir, plantear y analizar, hasta donde podemos ahora con la información existente sobre cambio lingüístico, los condicionantes que aceleran o retardan el avance de la forma innovadora en un canal de gramaticalización. Un objetivo más general, derivado del anterior, es mostrar que los procesos de gramaticalización pueden estar fuertemente condicionados por variables no estrictamente gramaticales. Estudios recientes, y no tan recientes, sobre diversas disciplinas de Variación Lingüística, tales como variación, diacrónica y sincrónica, en dependencia de registros textuales (Biber 1995: caps.7-8; o los trabajos reunidos en Biber y Finegan 1994), variación en dependencia de géneros discursivos y tradiciones textuales (los diversos estudios en Oesterreicher et al. 1998 y en Jacob y Kabatek 2001), los trabajos de la sociolingüística tradicional, por ejemplo el propio Labov en su trabajo pionero, ya clásico, de 1972 (cap. 8), así como los estudios recientes que integran la sociolingüística y la gramaticalización (Torres Cacoullos 2001), han mostrado que el cambio gramatical depende en gran medida y está condicionado por la situación comunicativa, por el género textual y el registro situacional en que se escribe y emplea ese texto, por las tradiciones culturales en que se producen los textos y, desde luego, por la conformación social y actitud lingüística del grupo de usuarios de la lengua. Es lógico pensar que estas dinámicas, que grosso modo podrían ser consideradas como causación externa o no estrictamente interna, inciden también, e incluso determinan, el cumplimiento o no de un proceso de gramaticalización. El análisis que presentaré tiene sus antecedentes y debe mucho a los trabajos antes mencionados en esas líneas de investigación, y es un intento de integrar algunos aspectos de estas disciplinas de variación en la investigación sobre gramaticalización, para formular un planteamiento multidimensional, interno y externo, de la difusión de esta. La cita de Biber (1986: 385) nos servirá como un   El trabajo de Jacob (2003) es un planteamiento de la necesidad de incorporar la dimensión social a la gramaticalización, o en términos más amplios, de abrir el ángulo de estudio o la óptica de la gramaticalización, y en ese sentido tiene afinidades con lo que aquí analizaré, pero no hay en ese estudio una propuesta específica de las variables que pueden incidir en la difusión de la gramaticalización. El estudio de Torres Cacoullos (2001) analiza los correlatos sociales del avance de la gramaticalización de andar, y muestra que la gramaticalización es interna pero su actualización depende en buena medida del rango social de los grupos de usuarios; constituye un antecedente directo del tipo de búsqueda sobre la interacción de condicionantes internos y externos que me propongo ahora.

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telón de fondo y guiará nuestro análisis: “There is no single dimension [which] adequately accounts for the range of linguistic variation across spoken/written texts. The communicative possibilities offered by a language are complex, and there is no reason to expect a single dimension to be central discriminator among all text types”. Además de la presente introducción, el trabajo está estructurado en ocho apartados. En §2 identifico el conjunto de seis variables que, a mi entender, pueden incidir en el rango de la velocidad de avance del cambio sintáctico-semántico en el canal de gramaticalización. Los apartados §3-§8 están dedicados al análisis de cada una de las variables, aportando en la mayoría de los casos evidencia empírica procedente de la historia del español. Cierran unas conclusiones, §9, que son tanto un resumen de lo expuesto, como una reflexión de la causalidad múltiple en el cumplimiento del cambio lingüístico. 2. Las variables de la difusión del cambio sintáctico La difusión y avance de la forma innovadora en un canal de gramaticalización depende de, al menos, seis variables o condicionantes que, solas o en interacción, pueden acelerar o desacelerar la progresión del cambio, hasta llegar a una inversión, o no, de la marcación. Unas variables son de naturaleza más interna, otras son externas y otras tienen un estatus intermedio, en cuanto que son estructurales lingüísticas, pero su existencia y funcionamiento obedece a factores sociales y culturales. Las variables aparecen listadas en el esquema 1. Esquema 1 Variables que pueden incidir en un canal de gramaticalización:

1. 2. 3. 4. 5. 6.

Profundidad histórica o antigüedad del cambio en cuestión Aspecto fónico de la forma o construcción innovadora Frecuencia de empleo de las formas o construcciones conservadora e innovadora Tipo de categoría que experimenta el cambio Tipo de sociedad usuaria de la lengua Género textual o tradición discursiva de manifestación del cambio

Los factores 1, 2, 3 y 4 pueden ser calificados de internos al sistema lingüístico, el 5 es externo y el 6 es a la vez interno y externo, en tanto que el soporte textual de manifestación de la lengua es un hecho lingüístico, pero la conformación de una tradición discursiva depende en gran medida de parámetros sociales,



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históricos y culturales. El orden de enunciación de las variables no responde, en manera alguna, a un orden jerárquico en el grado de responsabilidad en la difusión de un cambio sintáctico; quizá con más investigación posterior podamos llegar a jerarquizar las variables. Los factores 1-6 inciden tanto en el rango de la velocidad del reemplazo como en las posibilidades de reemplazo total o no, esto es, de inversión o no de la marcación. Es importante señalar que si se conjuntan dos o más de estas variables en la motivación de un cambio, mayores serán las posibilidades de inversión de la marcación y mayor la velocidad del reemplazo. He intentado una formulación de tipo implicacional en la caracterización de la mayoría de las variables, con el fin de mostrar el vínculo dinámico que establecen formas o construcciones conservadoras e innovadoras en los procesos de gramaticalización. Cada una de estas variables ha recibido por separado atención en la bibliografía especializada, excepto quizá la 2 y la 4, pero, hasta donde sé, no se habían identificado como un conjunto de causas en la operatividad del cambio lingüístico. Detrás de esas variables y en estrecha relación con ellas está posiblemente el parámetro más básico, y complejísimo, de la variación lingüística, a saber, cómo es la interacción entre lengua oral y lengua escrita-literaria, cuál es la permeabilidad entre ambas dimensiones, cuál es la influencia y condicionamiento mutuo de esas dos dimensiones en la generación de un cambio, o si, por el contrario, existe una direccionalidad prioritaria de una hacia otra dimensión en los procesos de cambio lingüístico. No me atrevo siquiera, por ahora, a intentar dar respuesta a alguna de estas preguntas. Una investigación posterior en constante diálogo con trabajos en la línea de los de Fehling (1980) o Biber (1986, 1994) podrá contribuir a un mejor entendimiento de la interacción entre las seis variables aquí propuestas y la dimensión dual de la oralidad y la escritura. 3. Variable 1: Profundidad histórica o antigüedad del cambio La profundidad histórica de un cambio es un factor que puede determinar en gran medida el grado de avance de la forma innovadora, hecho señalado ya en algunos estudios sobre gramaticalización (Bybee y Pagliuca 1985: 60, 71; Lichtenberk 1991: 37). El planteamiento es el siguiente:

A mayor tiempo, mayores posibilidades de reemplazo total de la forma conservadora.

Esta variable no parece estar situada en el mismo plano teórico que las otras, en cuanto que el tiempo no es por sí mismo un agente activo que actúe de manera

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directa sobre las formas lingüísticas y las haga cambiar. La duración constituye más bien un sedimento que acompaña a todas las otras variables, posibilitando que ellas actúen y permitiendo en general la operatividad de la lengua. Un ejemplo paradigmático de esta variable en la sintaxis histórica del español es la marcación prepositiva de objetos, indirecto y directo. Se trata, como es sabido, de un cambio totalmente cumplido para el objeto indirecto y muy avanzado para el directo, que tiene un antiguo origen, con documentaciones ya en el propio latín (Company 2006a). El cambio consistió en una extensión analógica del significado de la preposición latina ad, mediante la cual el sentido originario etimológico de esta preposición, de dirección hacia una meta locativa, se extiende para marcar la entidad meta o destino en que concluye la acción significada por el verbo, el objeto indirecto, en cualquiera de sus papeles semánticos, y esta nueva marcación prepositiva de objeto indirecto se extiende a su vez para introducir una entidad que es afectada de manera inmediata por la transitividad del verbo, el objeto directo, ya sea paciente o tema. El canal diacrónico fue: meta locativa > meta o destino de la acción verbal: OI > meta inmediata de la transitividad o entidad afectada por la acción verbal con OD que por su humanidad se asemejaban a OI > meta inmediata de la transitividad con OD inanimados. Es una gramaticalización en la que se produjo una reversión total de la marcación o reemplazo total de la forma etimológica, un objeto indirecto en dativo carente de preposición, por la innovadora, un objeto indirecto prepositivo. La marcación prepositiva innovadora es antiquísima, echa sus raíces en el iberorromance temprano y algunos autores consideran que estaba ya presente en la flexión nominal desde el más antiguo latín popular, donde un acusativo con ad podía competir con el dativo flexivo en función de objeto indirecto (Meyer-Lübke 1890-1906: III.58, 384; Grandgent 1928/1963: 90; Lapesa 1964/2000: 88), e incluso retrasan los primeros ejemplos de la preposición ad + acusativo en vez del dativo hasta el latín arcaico (Bassols 1956: I.98), señalando que ya para el siglo III d. C. debía existir una confusión o estado de variación grande entre la lengua oral y la lengua escrita: aquella debía usar ad para todos los casos de antiguo dativo, en la escrita se tendía a mantener tanto el dativo cuanto un nominal con ad. Ambos tipos de objeto indirecto, flexivo y en acusativo con preposición, pueden documentarse juntos en coordinación, como se aprecia en la oración tibi Jordanni presbitero vel ad filios tuos… conponituro (Pensado 1984: 126), lo cual es muestra de la gran antigüedad de este cambio. La preposición ad se empleaba originariamente con acusativo para significar la dirección a las proximidades de un lugar: equitatum ad castra mittere ‘enviar la caballería a las proximidades, cerca, de los campamentos’, y se empleaba especialmente esta preposición con locativos que metonímicamente integraban en su significado componentes humanos, tales como ad villam, ad



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castrum; a partir de estos locativos metonímicamente humanos inició el proceso de reemplazo de un acusativo flexivo por un objeto directo prepositivo. La gran profundidad histórica de este cambio ha contribuido sin duda a que la marcación prepositiva esté cumplida con objetos directos humanos, pronominales y léxicos, casi cumplida con animados y muy avanzada ya con inanimados, al menos en el español americano (Barraza 2003), donde no es infrecuente documentar objetos directos inanimados, en singular y plural, tanto contables como abstractos, precedidos de preposición, como se aprecia en los ejemplos de (2) (apud Company 2002). (2)

Para que no nos peleemos, puse a la silla en medio Después de conocer mucho a la vida, ya no me interesa tanto el teatro

El resultado del proceso de cambio fue la creación en español de un marcador gramatical de objeto, vía el reanálisis de la preposición locativa como marcador gramatical de caso. La consecuencia fue que en español la preposición a es más polisémica que su étimo latino ad, ya que añadió al originario valor léxico etimológico locativo el valor gramatical de marcador de objetos, además de otros significados temporales y modales. Dado el carácter acumulativo del cambio sintáctico, ya señalado, ambos valores, el locativo y el de marcador de objeto, han coexistido en el español a lo largo de casi dos mil años. 4. Variable 2: Aspecto fónico de la forma o construcción innovadora Cabe pensar que el avance en el canal de gramaticalización puede ser muy rápido si la forma innovadora resultante tiene una configuración fónica idéntica a alguna forma ya existente en la lengua, ya que, de alguna manera, pasará desapercibida la innovación. El planteamiento es el siguiente:

A mayor parecido formal de la forma innovadora con otra ya existente, mayores posibilidades de que el avance en el canal de gramaticalización se produzca de manera rápida y el reemplazo se realice en un periodo diacrónico breve.

La historia del español americano nos proporciona un caso ejemplar de la operatividad de esta variable en la pronominalización “anómala” de pronombres objeto en oraciones bitransitivas, del tipo eso se los dije a ustedes - a ellos. La pronominalización ortodoxa del español por la cual los clíticos de objeto directo y objeto indirecto deben concordar con sus referentes en número y persona, y el

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primero también en género, compré una bicicleta a los niños > se la compré, pedí el libro a los alumnos > se lo pedí, es casi sistemáticamente alterada en el español americano cuando se cumplen dos condiciones: ambos pronombres aparecen en secuencia inmediatamente antepuestos o pospuestos al verbo bitransitivo que los rige, y el objeto directo tiene un referente singular mientras que la referencia del objeto indirecto es siempre plural, bien segunda persona ustedes, bien tercera persona, ellos-ellas: ya compré el uniforme a los niños > se los compré. El cambio, como se ve en (3) con datos del siglo XX, consiste en que el clítico de objeto directo singular exhibe una marca morfológica “anómala” de plural, que corresponde al referente del clítico dativo, el cual, dada su invariabilidad morfológica en se, es incapaz de indicar rasgo léxico o morfológico alguno de su referente. En los ejemplos se señala en cursivas el nominal que debiera controlar la concordancia singular del clítico acusativo. (3)

Se los conté a mis hermanas y lo creyeron a pies juntillas (Habla culta de la ciudad de México, 143, Lope Blanch 1971) En estos días que él no va a pasar la charola […] Qué bien pero los empresarios no necesitaron que se las pasara para llenarla a priori (México, El Financiero, junio 2000)

Es una innovación sintáctica compartida por todas las variantes del español americano y puede otorgársele el estatus dialectal de panamericanismo ya que en todos esos dialectos constituye la pronominalización estándar, mientras que la clitización conservadora se lo - se la se encuentra en franco retroceso: en promedio, 92% de pronominalización innovadora vs. 8% de la conservadora etimológica (Company 1998), porcentajes estos resultado de promediar lengua oral –donde tiene una ocurrencia de 100%– y escrita, por lo cual puede decirse que se ha producido ya una inversión de la marcación. Comparado con el cambio analizado en la variable anterior, este americanismo sintáctico muestra muy poca profundidad histórica y aun así se ha producido un reemplazo casi completo de la pronominalización innovadora eso se los dije a expensas de la conservadora, eso se lo dije, en un lapso que puede calificarse de históricamente muy breve. En el siglo XVI hay algún dato esporádico: el Corpus Diacrónico del Español (CORDE) de la RAE (www.rae.es) registra un caso, ejemplificado en (4a); en el siglo XVII es todavía muy difícil de documentar, he podido encontrar un ejemplo en documentación jurídica procedente de Ecuador (4b), y a partir de fines del siglo XVIII es ya relativamente frecuente documentarlo, incluso en la literatura culta. Para México, por ejemplo, se encuentran testimonios frecuentes en los periódicos y gacetillas de fines del XVIII e inicios del XIX, como se aprecia en (5).



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(4a) tenían de meter los nuestros sin ser sentidos en Huacacholla y matar a los de Culúa, entendieron que querían matar a los españoles, o los engañó quien se los dijo [los: lo dicho anteriormente] (CORDE, 1538, López de Gómara, Historia de la conquista de México) (4b) les hazen daño sin que los dueños de los ganados se los hayan satisfecho a los vezinos (Ecuador, 1668, apud Sánchez Méndez 1997: 173) (5a) todos tres enfermos quedaron en mucha debilidad […]: seis papeles […] con un grano de tártaro emético mixturado, y esto se los daba por delante en los primeros días (Gazeta de México, 1795, número 57, apud Clark y Company en proceso) (5b) ordena que vuestra reverencia proceda a recoger el dicho libro del modo más quieto y prudente […] Podrá vuestra reverencia examinar por sí y ante sí a las religiosas que lo han visto […] y hacer que declaren lo que contiene el dicho libro, quién se los prestó (AGN, 1816, Inquisición 1463, exp. 5, f. 62) (5c) Después entró el cirujano y sus oficiales, y me curaron en un credo; pero con tales estrujones y tan poca caridad que a la verdad ni se los agradecí [el hecho de haber sido curado] (CORDE, 1802, Fernández de Lizardi, Periquillo Sarniento) Para mediados y fines del XIX debía ser un cambio muy extendido en el español americano, a juzgar por dos hechos. Por una parte, es posible documentarlo ya en la literatura culta desde inicios de ese siglo, como muestra el ejemplo de (5c) arriba procedente del Periquillo Sarniento de Fernández de Lizardi. Por otra, los gramáticos del XIX de origen americano reprueban tajantemente la pronominalización innovadora, reprensión que constituye una señal inequívoca de que el cambio debía estar muy difundido en el español de América ya en ese siglo; así Andrés Bello en 1847, en su Gramática (§946, nota 2), dice: “Pero cuando es plural [el dativo], se pone en plural el acusativo que sigue, aunque designe un solo objeto […] Es preciso evitar cuidadosamente esta práctica”, lo cual significa que la innovación había tomado carta de naturaleza y que tenía posiblemente estatus de panamericanismo ya a mediados del XIX. Para fines de ese siglo, esta innovación debía constituir la norma en el uso, si atendemos a las palabras de Rafael Ángel de la Peña en su Gramática teórica y práctica de la lengua castellana, que data de 1898: “al paso que le, la, lo reproducen una sola persona o cosa, y por lo mismo deben hallarse en número singular, sin embargo

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por uso vicioso, muy generalizado, se comete el solecismo de ponerlos en plural” (§1599) (las cursivas en ambas citas son mías). La expresión muy generalizado empleada por el gramático mexicano es, a mi modo de ver, prueba contundente de que se había producido ya el reemplazo casi total de la pronominalización etimológica en el español americano, al menos en el mexicano, y de que la innovadora había avanzado en el canal de gramaticalización hasta casi la inversión de la marcación. La rapidísima difusión de este cambio –en poco más de 200 años se produjo un reemplazo o inversión de la marcación (casi) total–, contra la típica lentitud en la progresión de los procesos sintácticos, solo puede ser explicada, a mi parecer, por el hecho de que la forma innovadora resultante se los - se las es formalmente idéntica al pronombre acusativo etimológicamente plural los - las, de ahí que la innovación esté, de alguna manera, camuflada ya que parece un verdadero acusativo, de manera que pasa desapercibida para los hablantes, motivo por el cual se propagó muy rápidamente. Otras causas, fonológicas, sintácticas y semánticas, motivaron desde luego el cumplimiento de esta innovación lingüística. Otros cambios de la historia del español parecen obedecer en su difusión a esta variable. El avance de la concordancia de número del verbo haber en su empleo impersonal existencial con la frase nominal objeto directo concurrente, ejemplificada en (6), constituye un ejemplo bastante claro de la operatividad de esta variable. La baja transitividad del verbo haber, carente de un nominal que se constituya en sujeto agente de la transitividad –como sería lo esperado estructuralmente para un verbo transitivo pleno–, aproxima este verbo existencial a un verbo inacusativo (Hernández Díaz 2006a), y provoca que el único nominal que aparece en la predicación sea reanalizado como un sujeto no-agente, reanálisis que queda formalmente plasmado en la concordancia de número que exhibe el verbo haber en los ejemplos de (6), y que nos informa de que la misma reinterpretación   En el español peninsular castellano es prácticamente desconocida esta pronominalización, aunque se puede documentar muy ocasionalmente. Al respecto, Piera y Varela (1999: 4399) caracterizan este cambio como un fenómeno dialectal común, aunque no especifican el ámbito geográfico en que opera: “Dialectalmente es posible encontrar la marca de plural del clítico dativo bajo la forma de un plural en el acusativo”. Por su parte, Lapesa (1942/1981: 588) ubica la pronominalización se los - se las en el capítulo correspondiente al español americano. En el Habla culta de Madrid (Esgueva y Cantarero 1981), se documenta un caso: “hemos vivido en esa libertad. Hemos sabido conseguírselas a ellos porque la hemos vivido” (muestra 11, p. 187).   Este cambio plantea otras interrogantes: ¿por qué se produjo este cambio?, y ¿por qué solo en el español atlántico (variedad que incluye el español canario)? Esta innovación lingüística tiene un origen multicausal, como sucede en la mayoría de cambios lingüísticos; para las diversas causas internas que inciden en ella, cfr. Company (1998, 2001, 2006a).



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se ha producido también cuando el argumento único está en singular, aunque en estos casos no pueda aflorar formalmente el reanálisis. (6a) En todos los mundiales han habido errores que han modificado en muchos sentidos el curso de los partidos (México, apud Company 2004a: 320) (6b) No pueden haber más problemas, una vez que se firme el pacto de civilidad electoral (México, programa de TV) Esta vez no van a haber trampas ni amenazas (México, apud Hernández Díaz 2006a) (6c) Como si hubiesen hombres y canoas en el lago (Gómez de la Serna, apud Fernández Ramírez 1951/1986: IV.133) (6d) ya te querés sulevar; no vinistes a votar cuando hubieron eleciones: no te valdrán eseciones (Martín Fierro, 276, apud Hernández Díaz 2006a) El punto interesante para mostrar la dinámica de esta segunda variable es cómo ha progresado la concordancia de haber en tres etapas de difusión: 1) es muy frecuente –casi generalizada en algunas variedades hispanohablantes del sur de América, cfr. infra §7– en los casos que Hernández Díaz (2006a) denomina ‘concordancia indirecta’, esto es, cuando el morfema de plural no recae directamente sobre el lexema de haber, a saber, en las perífrasis: pueden haber problemas, van a haber problemas, y en los tiempos compuestos de haber: han habido problemas (6ab); 2) es mucho menor cuando la concordancia recae directamente sobre haber en una forma flexiva usual de este verbo en su empleo como auxiliar: habían problemas, hubiesen problemas (6c), y 3) es todavía menos frecuente cuando la concordancia recae sobre haber pero la innovación supone no solo el empleo de un tiempo inusual de este verbo: hubieron problemas (6d), sino también una transformación fuerte en la forma respecto del empleo normativo de haber existencial en pretérito: hubo. Es decir, el empleo innovador concordante avanzó rápidamente en los casos en que la morfología de plural se “oculta” en el auxiliar de la construcción, y por tanto la forma innovadora está camuflada o “agazapada” en una forma idéntica a otra ya existente y el verbo existencial permanece inalterado: van a haber, pueden haber, de manera que pasa desapercibida para los hablantes, de ahí su rápida propagación; le sigue en frecuencia una innovación menor, ya que solo se incorpora un morfema de plural: había > habían, pero es realmente infrecuente cuando la innovación supone una alteración morfológica mayor del verbo existencial: hubo > hubieron. El

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continuum que nos proporciona Hernández Díaz (2006a) con datos de fines del siglo XX para el español mexicano, oral y escrito informal, es revelador de que el aspecto formal de la innovación es un fuerte condicionante de la diferente velocidad de avance en el canal de gramaticalización: innovación agazapada = 53% (54/102) > innovación de menor alteración = 30% (31/102) > innovación de mayor alteración = 17% (17/102). La rapidísima difusión diacrónica del leísmo referencial en el castellano peninsular de Castilla y norte de España puede haber estado motivada asimismo por esta variable: la forma innovadora le para codificar un objeto directo masculino es la misma que el pronombre le etimológico de objeto indirecto, de ahí que la innovación pase en gran medida desapercibida, confundida o camuflada en el dativo le, y pueda por ello avanzar aceleradamente el reemplazo de la forma etimológica conservadora de objeto directo, lo. 5. Variable 3: Frecuencia de empleo de las formas o construcciones conservadora e innovadora Los enfoques funcionalistas del cambio lingüístico han hecho hincapié en la relación directa que existe entre la frecuencia de uso de las formas o construcciones y su gramaticalización; se suele decir que las gramáticas codifican mejor aquello que los hablantes usan más (Bybee 2001: cap. 1, varios de los trabajos reunidos en Bybee y Hopper 2001). En términos del avance de un cambio lingüístico, cabe pensar que a mayor frecuencia de empleo de la forma innovadora, más posibilidades habrá de que esta se libere de sus restricciones distribucionales, semánticas y contextuales originarias y se generalice, y por el contrario, la baja frecuencia suele inhibir la extensión o generalización de los cambios. Es decir, la alta frecuencia lleva, por lo regular, a la gramaticalización de la forma o construcción que experimenta el cambio, la poca frecuencia aminora, por lo regular, la difusión del cambio. De igual manera, si la forma conservadora es muy frecuente y tiene además apoyo estructural, tiene pauta, en construcciones afines donde la forma en cuestión también se emplea, más dificultades tendrá su contendiente, la forma innovadora, para instalarse en el sistema y avanzar en el canal de gramaticalización. El planteamiento de la variable se puede formular como sigue:

A mayor frecuencia de empleo de la forma conservadora, mayor dificultad de la innovadora para avanzar en el canal de gramaticalización.



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Algunos cambios sintácticos de la historia del español parecen funcionar bajo esta variable dada su rápida, o en algunos casos lenta, difusión. Por ejemplo, la pronominalización innovadora de clíticos en oraciones bitransitivas analizada en el apartado previo, eso se los dije a ellos, se propagó muy rápidamente, en unas cuantas generaciones, poco más de 200 años, no solo por el efecto de la variable anterior, sino también porque la frecuencia de empleo de una oración bitransitiva, ya sea pronominal, ya léxica, es bajísima en la lengua española en cualquiera de sus etapas (Ortiz 2006); la escasa frecuencia de uso de este tipo de construcción ayudó sin duda a la rápida y cómoda instalación en el sistema de la nueva pronominalización. Por el contrario, el reemplazo de haber por tener para significar la posesión verbal tardó más de 1.000 años en nuestra lengua para cumplirse, no obstante que hay casos de alternancia de ambos verbos para expresar posesión ya desde el latín (Hernández Díaz 2006b). La lentitud en la velocidad del reemplazo debe haber estado motivada, en buena parte, por el hecho de que haber era un verbo muy frecuente, dado que cubría varias funciones: a) auxiliar en los tiempos compuestos de verbos transitivos y de algunos intransitivos, b) auxiliar también de perífrasis modales obligativas y c) existencial, y esa elevada frecuencia en el sistema le otorga respaldo o pauta para que su significado etimológico de posesión permanezca por más tiempo en la lengua española, a pesar de haber tenido un temprano contendiente semántico y sintáctico en el verbo tenere. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la elevada frecuencia de uso y la repetición conllevan también desgaste o debilitamiento expresivo y erosión fónica de las formas y generan muchas veces cambios lingüísticos. Asimismo, la elevada frecuencia conlleva por lo general polisemia y ella invita a la creación de cambios y empleo de nuevos usos y valores; tal es el caso, por ejemplo, de la gran cantidad de marcadores discursivos deverbales, ¡venga!, ¡vaya!, o sea, ¡y dale!, etc., que se propagaron rápidamente y que se generaron en la diacronía del español precisamente a partir de verbos muy frecuentes y muy polisémicos, ir, venir, ser, dar, etc. (Company 2004b), y en este caso la relación directa entre mucha frecuencia de la forma conservadora y rápida progresión de la innovadora parece contravenir lo expuesto arriba; sin embargo, no es un contraejemplo propiamente, porque en los marcadores discursivos se produjo una descategorización del étimo verbal y la forma innovadora no es un contendiente funcional, no compite con la conservadora etimológica, ya que opera en otra categoría y nivel de lengua, a la vez que el verbo sigue operando en su ámbito funcional originario (véase infra variable 4). El hecho es que la frecuencia de uso es tanto un estabilizador de la estructura lingüística como, al mismo tiempo, un desestabilizador. Es, en sí misma, sin lugar a dudas, un arma de dos filos y un concepto bastante paradójico en cuanto a sus

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efectos en la gramática. El concepto de frecuencia se constituye, con todo, no solo como una herramienta metodológica indispensable en el rastreo de los cambios lingüísticos, sean estos diacrónicos, diatópicos o diastráticos, sino también como un concepto teóricamente importante puesto que incide en el diseño de las gramáticas y puesto que puede predecir, en principio, la estabilidad o inestabilidad diacrónica de las formas conservadora e innovadora. 6. Variable 4: Tipo de categoría que experimenta el cambio Parece lógico que no todas las categorías de una lengua estén sometidas a la misma velocidad en la difusión del cambio, ya que, por ejemplo, el contenido semántico inherente de la categoría –nominal vs. verbal, deíctico vs. no deíctico– o la función y fin comunicativo para la que está creada –por ejemplo, oracional vs. discursiva– pueden condicionar el avance en el canal de gramaticalización, una vez que la categoría en cuestión entra en un proceso de cambio. Es este un punto inexplorado en la lingüística histórica en perspectiva funcionalista y, hasta donde sé, también desatendido en los enfoques formales, pero considero que es una variable importante en la difusión del cambio sintáctico-semántico, y que requiere ser analizada en profundidad en el futuro. Dada la falta de información diacrónica y reflexión teórica al respecto, no puedo dar una formulación implicacional, valga por ahora la siguiente:

La difusión de un cambio puede ser altamente dependiente del significado básico de una categoría y de su función comunicativa básica.

Por ejemplo, cabría pensar que las categorías deícticas cambian más rápidamente en la historia de una lengua y que la difusión del cambio se realiza a mayor rango de reemplazo en ellas, porque el significado deíctico no está dado a priori, sino que se actualiza en el acto de habla, esto es, en la interacción comunicativa entre hablante y oyente, y por ello el significado es más flexible y más lábil que el de una categoría no deíctica. Lo mismo vale decir para las categorías de contenido modal, ya que mediante ellas el hablante aporta sus valoraciones sobre un evento y puede codificar matices subjetivos de los que carecen las categorías no modales o no modalizadas. Esto es, es esperable que la deixis o la modalidad cambien más rápidamente porque, de alguna manera, están en la lengua precisamente para cambiar, es decir, actualizar su significado en el acto de habla y adaptarse, haciendo posible que el hablante matice el enunciado; como es sabido, deixis y modalización van muchas veces de la mano en la diacronía de las lenguas.



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Lo anterior parece tener respaldo al contrastar, por ejemplo, la distinta flexibilidad del verbo y del sustantivo para gramaticalizarse en marcadores de discurso en español. El primero, una categoría deíctica por excelencia, se ha recategorizado con bastante facilidad a lo largo de la historia del español generando un elevado número de marcadores discursivos, muchos de los cuales son parte del español general: vale, ¡vaya!, ¡y dale!, ¡venga!, ¡vamos!, ¡ándale!, o sea, y un largo etcétera, mientras que el sustantivo, categoría no deíctica, solo ha generado algunos marcadores discursivos: ¡lástima!, ¡ojo!, ¡híjole!, y unos pocos más hasta donde sé. Cabría pensar, asimismo, que las categorías sintácticas básicas de una lengua pueden tener un rango de reemplazo mucho más lento que, por ejemplo, los marcadores de discurso, ya que estos últimos, pero no necesariamente las primeras, están sometidos a constante desgaste y erosión expresiva, de manera que se requiere reponer con nuevas formas discursivas, que aporten nuevos matices semánticopragmáticos que logren el adecuado éxito comunicativo en la interacción hablanteoyente; en efecto, una de las características bien conocida de los marcadores discursivos es ser efímeros en la historia de las lenguas y tener reposición rápida por otras formas discursivas, si se los compara, por ejemplo, con categorías léxicas básicas de la lengua en cuestión (Martín Zorraquino y Portolés 1999). Como digo, esta variable es un aspecto inexplorado en la lingüística histórica, no obstante que es, en mi opinión, de fundamental importancia en la difusión del cambio sintáctico-semántico. Sobre ella habrá que hacer investigación en un futuro próximo; por ahora, he creído conveniente dejar planteado el problema. 7. Variable 5: Tipo de sociedad usuaria de la lengua Es esta una variable que resulta, a mi entender, huidiza y de difícil aprehensión porque contiene varios ángulos distintos, aunque complementarios, en su configuración, y por ello lograr una cabal definición, acotamiento y comprobación de ella resulta un tanto complejo. Con todo, constituye, sin lugar a dudas, una causa fundamental en la motivación de los cambios lingüísticos, ya que, como señala Labov (1972: 183), el lenguaje es una forma de conducta social y la lengua existe en tanto que vehículo para comunicar situaciones sociales, ideas y sentimientos de los individuos insertos en una determinada sociedad. Por lo mismo, la conformación, carácter y actitud social y cultural del grupo de usuarios de la lengua debe ser también un factor determinante en el avance de las innovaciones en los procesos de gramaticalización. Un antecedente directo de esta variable lo constituye también el sugerente, y polémico, concepto de Fehling (1980: 354-356) de “difusión cultural de la sintaxis”. El autor hace explícito, en perspectiva diacrónica, el estrecho vínculo y la tensión existente entre la codificación sintáctica y aspec-

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tos tales como modas lingüísticas, movimientos migratorios, contacto cultural, prestigio social de ciertas formas de habla y ciertas clases sociales o el impacto de ciertas tradiciones literarias en la oralidad. El planteamiento específico para los fines de este trabajo es que el carácter conservador o innovador de una comunidad desde el punto de vista social y cultural, la actitud de apertura o rechazo que una sociedad muestre ante los cambios sociales, culturales y políticos, el hecho de que se constituya o no esa comunidad en foco de difusión de cultura, el hecho de que esté alejada o no de centros importantes de difusión de cultura, e incluso la mayor o menor heterogeneidad étnica, y por tanto, lingüística y cultural, del grupo de usuarios puede incidir en el aceleramiento o lentitud con que una forma o construcción innovadora se instale en una comunidad, porque ese cúmulo de causas puede incidir en los procesos de normativización lingüística. Evidentemente, cada uno de los conceptos que acabamos de verter requiere una definición y un estudio en sí mismo en la línea de los trabajos de Rickford (1986: 248-249), Ferguson (1994 y otros muchos de sus artículos), Biber (1995), algunos de los reunidos en la tercera parte del libro de Schiffrin, Tannen y Hamilton (2001), y, desde luego, el ya citado de Fehling (1980). El planteamiento conlleva, desde luego, algunos problemas teóricos y metodológicos serios, por ejemplo, ¿cómo medir el carácter innovador de una sociedad? ¿Cómo establecer lo que es un centro difusor de cultura? Con todo, creemos que es un factor fundamental que debe ser tenido en cuenta en los estudios sobre gramaticalización, porque incide, sin duda, en los procesos de cambio lingüístico. La formulación, compleja, puede ser la siguiente:

A mayor carácter innovador de una sociedad, mayor será la aceptación de innovaciones lingüísticas y mayor el avance de la forma innovadora en el canal de gramaticalización; a menor establecimiento de centros de difusión de cultura o más alejada de un foco cultural esté una sociedad, mayor será también el avance de la forma innovadora en el canal de gramaticalización.

El español de Argentina y Uruguay –y en buena medida, Chile– nos ofrece un caso bastante claro de la operatividad de esta variable. Es sabido que se trata de una variedad hispanoamericana muy innovadora que ha llevado a extremos no compartidos por otros dialectos del español la implantación casi total de cambios sintácticos, algunos de los cuales están, incluso, muy estigmatizados en esas otras modalidades dialectales. Por ejemplo, entre otras muchas innovaciones, ha casi generalizado la concordancia de haber existencial (7a), especialmente en perífrasis  

Y, muy posiblemente, mayor podría ser también la retención de antiguas formas.



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y tiempos compuestos, ha extendido enormemente el dequeísmo (7b), ha extendido a grados no conocidos por otros dialectos el rango funcional de la preposición a para significar distintos tipos de locación y direccionalidad (7c), que se expresan mediante otras preposiciones en el español general, y ha extendido muchísimo el empleo de adjetivos en función adverbial (7d), con clases léxicas adjetivas poco comunes en otros dialectos (Suñer y Di Tullio 2001). (7a) De dos millones de boletas en todo (sic) la Nación, solamente han habido 146 casos de quejas (CREA, Argentina, 1997, prensa, s. v. han habido) (7b) –Ahora estás en el camino de darles satisfacciones –Sí, pienso de que sí (CE10, Argentina, s. v. pienso de que) Se necesita de que la censura presente pueda superarse (Del Valle 1996-1997: 814) (7c) Vivo al 340 de Corrientes (Argentina) Nos vemos a la noche (Argentina) (7d) ¡Chau, amorcito!… ¡Cante lindo! (CREA, Argentina, 1996, cine, s. v. lindo) Lo vacunamos lindo a Platense: 4 a 0 (CREA, Argentina, Maradona, Yo soy el Diego, 2000, s. v. lindo) Todas las innovaciones ejemplificadas en (7) forman parte de la lengua española general, pero el hecho de que hayan tenido una mucho mayor difusión en esos países motiva la siguiente pregunta: ¿por qué precisamente en esos países? Es de notarse que la mayor propagación es indicativa de que las construcciones innovadoras en cuestión no debían estar estigmatizadas, o lo estaban débilmente, en esos dialectos, y es de notarse también que la mayoría de las gramáticas de referencia del español señala como incorrectas o vulgares algunas de ellas, como son las de (7ab), estigmatización que, sin duda, puede operar como un retardador de los cambios lingüísticos y, sobre todo, un retardador de su documentación en lengua escrita.

  Las frecuencias aportadas por Del Valle (1996-1997: 814) para un dialecto del norte de Argentina son significativas de este acelerado avance del dequeísmo: 40% en subordinadas objetivas y 30% en sujetivas y predicativas.   Corpus de Referencia del Español Actual de la Real Academia Española, . 10  Corpus del Español de Mark Davies, .

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A mi modo de ver, el mayor avance de la gramaticalización de esas construcciones innovadoras en el español de Argentina y Uruguay debe ponerse en relación directa con aspectos históricos y sociales de la conformación del español en esos territorios, aspectos que pretende atender la variable ahora analizada. Por lo menos dos factores debieron incidir en la activa difusión de los cambios en esos países: de un lado, la tardía conquista y población y, consecuentemente, el establecimiento también muy tardío como virreinato, y, de otro, la conformación multiétnica europea, y multilingüística por tanto, de su población. Veamos el primero. Es sabido que durante el periodo colonial español en el continente americano, los primeros asentamientos de españoles en lo que hoy es Argentina y Uruguay se hicieron tardíamente, a fines del siglo XVI, y que el virreinato de La Plata fue constituido también tardíamente, fines del XVII, muy tardío si se lo compara, por ejemplo, con el de la Nueva España, fundado como tal en el primer tercio del siglo XVI. Y no solo eso, sino que La Plata fue además un virreinato caracterizable, en términos generales, como muy pobre en cuanto a actividad y producción cultural en el periodo colonial y muy alejado de las grandes corrientes culturales americanas que generaban, por ejemplo, los virreinatos de la Nueva España y del Perú, y muy alejado asimismo de las corrientes culturales peninsulares. Es decir, se trataba de un virreinato distante de los grandes focos de difusión cultural y conocimiento americanos y que él mismo no se constituyó en centro difusor de cultura durante la Colonia; por lo tanto, las innovaciones lingüísticas pudieron progresar más rápidamente, y también, posiblemente, las retenciones lingüísticas debieron permanecer por más tiempo. En cuanto a la segunda causa, los historiadores del español en América han explicado la conformación del español en ese continente como un largo proceso de koineización o nivelación lingüística (Fontanella 1987: cap. 1; Moreno de Alba 1988/2001: cap. 1). Para el español de Argentina y Uruguay, cabe pensar que los abundantes flujos migratorios de europeos no hispanohablantes y españoles de distintas procedencias regionales durante el siglo XIX e inicios del XX debieron generar sucesivos y múltiples procesos de nivelación lingüística del español y debieron dar cabida a innovaciones lingüísticas que facilitaban u otorgaban éxito comunicativo a la compleja interacción social; tales reajustes lingüísticos hicieron posible, a mi modo de ver, que nuevas formas y construcciones lingüísticas se propagaran rápidamente, esto es, permitieron un más activo avance de las formas innovadoras en los canales de gramaticalización en cuestión. Bajo esta variable deben ser considerados también los fenómenos de contacto lingüístico y convergencia comunicativa –que no necesariamente son préstamo lingüístico–, que provocan la reactivación y difusión de viejas estructuras de una lengua, ya perdidas en la norma general, como consecuencia de la convivencia interétnica y el contacto cultural en una determinada comunidad. Tal es el caso, por



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ejemplo, de la reactivación y productividad de la estructura artículo indeterminado + posesivo + sustantivo en el español de Centroamérica, una mi tacita de café, una su prima, una zona caracterizada por un intenso bilingüismo maya-español, y que, como es sabido, era una estructura presente en el español medieval, pero hoy desaparecida de la lengua general (Company 2005a). 8. Variable 6: Género textual o tradición discursiva de manifestación del cambio Uno de los problemas nodales de la diacronía de las lenguas, explícitamente formulado por trabajos en la corriente de la Nueva Filología, es cómo establecer la relación entre evolución lingüística y tradición textual (Kabatek 2001: 97 y algunos otros trabajos reunidos en ese libro), o en otras palabras, de qué manera una tradición discursiva o un determinado soporte textual condicionan el cambio lingüístico. Numerosos trabajos, desde la filología tradicional hasta la Nueva Filología, pasando por los estudios sobre variación y registros, sustentan que el cambio lingüístico no se produce de manera homogénea a través de los diferentes tipos de textos y que puede estar en dependencia, incluso, de las temáticas preferentes desarrolladas en determinados géneros textuales. El planteamiento que haremos es que el género discursivo11 puede ser condicionante tanto de la creación de innovaciones sintácticas cuanto de su difusión, que las diferencias entre géneros discursivos son fundamentalmente en términos de frecuencia de uso y no tanto de presencia o ausencia de una innovación, y que no todas las gramaticalizaciones muestran asociación con géneros textuales o discursivos o dependencia de ellos. Por ejemplo, cabría pensar que un texto didáctico-moral puede propiciar mejor que una crónica el desarrollo de la modalidad epistémica o de nominales indefinidos e impersonales, que una crónica propicia mejor que un enxemplum la aparición de sujetos agentes, humanos y volitivos, o que la estructura informativa es muy distinta en un texto argumentativo frente a uno narrativo, pero que la estructura básica interna de una oración transitiva, esto es, la relación que contraen verbo y objeto, no tendría en principio por qué depender de un determinado género textual. Un problema fuerte, desde luego, es cómo definir un género discursivo y, sobre todo, cómo delimitarlo de otro12. La etiqueta ‘género discursivo’ se recubre casi totalmente con el término ‘registro’ empleado por Biber (1986, y otros muchos trabajos posteriores) y la tradición sociolingüística, pero creo que atiende también al concepto más amplio de ‘tradiciones discursivas’ empleado por las corrientes de la Nueva Filología (Kabatek 2001, entre otros autores). 12  Basarse solo en diferencias de comportamiento lingüístico parece un tanto circular: las diferencias lingüísticas dan soporte a la existencia de distintos géneros, pero se trabaja con 11 

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Carezco de información diacrónica suficiente para hacer la formulación de esta variable en términos cuantitativos implicacionales; por ahora, la haremos de la siguiente manera:

El avance de una innovación puede ser altamente dependiente del género discursivo que favorece la innovación; las diferencias entre géneros en cuanto a la difusión de una innovación son siempre en términos de frecuencias relativas de uso y no de presencia vs. ausencia.

Expondré a continuación un par de procesos de gramaticalización, similares a la vez que muy distintos en su motivación y trayectoria diacrónica, resultados de investigación sobre sintaxis histórica del español que venimos realizando en la Universidad Nacional Autónoma de México, y que muestran los estrechos vínculos entre difusión del cambio sintáctico y género discursivo. 8.1. La gramaticalización del sustantivo hombre En el español medieval, al igual que en otras lenguas romances, existía una forma de significado indefinido, hombre –en cualquiera de sus variantes: omne, onbre, ombre, etc.–13, derivada del sustantivo latino homine, próxima a un pronombre, que expresaba la ausencia de un ser humano referencial concreto. El cambio inició ya en el propio latín en oraciones negativas, en las cuales homo, con valor genérico, entraba en correlación con nemo y reforzaba el significado indefinido de este pronombre (8a); el uso de homo fue extendiéndose hasta independizarse de nemo y de los contextos oracionales negativos originarios, y llegó a constituir en el español una forma nominal genérica (8b), a partir de la cual se originó un uso pronominal de significado indefinido no referencial con el cual se expresaba la impersonalidad nominal (8c). El sustantivo hombre nunca abandonó su significado referencial etimológico (8d), y las formas pronominales conviven al lado de las referenciales a lo largo de toda la Edad Media (Pozas 2004, de quien tomo los ejemplos de 8). (8a) Tune id dicere audes quod nemo unquam homo ante hac uidit nec potest fieri (Pl., Am., Ernout y Thomas 1953: 145) distinciones textuales genéricas establecidas a priori. Para el problema de la definición y la huidiza delimitación de géneros textuales en el medioevo español, cfr. Higashi (2002). 13  Para los fines de la exposición, emplearé hombre como voz representantiva de todas las otras variantes morfofonémicas que se documentan.



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(8b) Siempre lo vi, que por huyr el hombre de un peligro, cae en otro mayor (La Celestina, I.23) Dixo el mur: –Fuerte cosa es dexar el omne su lugar (Calila, 349) (8c) y que morir omne por la pena que tiene es morir triste muerte (Pero Díaz de Toledo, Proverbios de Séneca, §245) ¿Qué pro ha omne en ser delibre con las aventuras encubiertas que non son vistas? (Calila, 248) (8d) E otorgógelo el mercador, e tomó el omne el sándalo e levólo a su casa (Sendebar, 149) et el omne le dixo: Non te enfrené nin te ensillé para eso (Proverbios de Séneca, §314) La evolución de hombre desde su empleo sustantivo referencial hasta su valor pronominal indefinido es un proceso de gramaticalización, ya que una forma léxica adquirió empleos y significado de pronombre; se recategorizó y pasó a funcionar como una forma más gramatical. La evolución propuesta por Pozas (2004) muestra un típico canal de gramaticalización: nominal referencial > nominal genérico > ambiguo entre nominal genérico y pronominal indefinido > pronominal indefinido. Todas las etapas conviven en el español medieval, produciendo un efecto de estratificación. El desplazamiento hacia la forma pronominal, como señala Pozas (2004), “fue posible en gran medida por las características comunes del uso genérico del sustantivo y los pronombres indefinidos”, aquel se caracteriza por su baja referencialidad ya que “su referente es la totalidad del género humano que equivale a todos los potenciales participantes de la comunicación”; asimismo, los pronombres indefinidos se caracterizan por tener un significado también genérico aplicable a cualquier entidad de su clase, humana en el caso que nos ocupa. Ambos usos coinciden en que con ellos se puede aportar la máxima información, toda la clase, con un mínimo de recursos léxicos y gramaticales. Los empleos pronominales de hombre toman la forma de sintagmas escuetos en singular; los referenciales, por el contrario, tienen capacidad de estructura interna (Pozas 2004). Aunque el cambio parece, a primera vista, un proceso típico de gramaticalización, que se mueve desde el léxico hacia la gramática, lo cierto es que el avance de hombre en el canal de gramaticalización hacia el extremo derecho del continuum, el de valor pronominal indefinido, se realizó en dependencia de ciertos géneros discursivos, los textos sapienciales, lo cual significa que fue una gramaticalización trunca –o una gramaticalización condicionada a un género discursivo– y que el cambio nunca se difundió en la lengua medieval general.

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Los cuadros 1, 2 y 3, apud Pozas (2004) con modificaciones, muestran que la gramaticalización de hombre solo fue realmente productiva en un género textual: el sapiencial, y que el análisis no debe hacerse en términos de presencia de hombre pronominal en este género vs. ausencia en los otros, sino en términos de acusadas diferencias en las frecuencias relativas de empleo de uno y otro valor según el género discursivo14. El cuadro 1 conjunta las ocurrencias de hombre en los siglos XIII y XV y presenta la frecuencia absoluta de apariciones de este nominal según el género discursivo; puede verse en él que la frecuencia de los textos sapienciales casi triplica la del género jurídico y multiplica con creces la de los textos narrativos-históricos. Si agrupamos los tres textos del género sapiencial, Calila, Sendebar y Proverbios de Séneca, y los oponemos a todos los otros géneros y textos analizados, diez textos (véase nota 14), podemos percatarnos de que el género moral-didáctico, aun con este agrupamiento desequilibrado (3 vs. 10 textos), es el que propicia una mayor aparición de este sustantivo: sapiencial = 54% (538) vs. otros = 46% (462)15. Cuadro 1 Frecuencia absoluta de hombre según género textual Muestra = 20.000 palabras por texto. Total ocurrencias = 1.000 Sapiencial........................................................... 54% (538) Jurídico............................................................... 19% (193) Narrativo-histórico............................................ 15% (147) Biografía...............................................................8% (82) Otra prosa..............................................................4% (40)

El corpus empleado por la autora está estructurado en dos cortes cronológicos, segunda mitad del siglo XIII y segunda del XV, en un universo de 20.000 palabras promedio por texto, con un total de trece obras. Los textos y el agrupamiento en géneros son: narrativos-históricos: Cantar de mio Cid, General estoria. Segunda parte, Fernán González, Crónica de los Reyes Católicos, Crónica de Enrique IV; sapiencial: Calila e Dimna, Sendebar, Proverbios de Séneca; jurídicos: Fuero real y las recopilaciones de documentos jurídicos Documentos lingüísticos de España y Textos para la historia del español; biografía: Claros varones de Castilla; otra prosa: La Celestina. Solo se consideraron ocurrencias de hombre como constituyente de oración. 15  De hecho, los Proverbios de Séneca constituyen por sí solos casi el 36% de ocurrencias de hombre en el corpus, concentradas sobre todo en usos no referenciales, en sus valores genéricos, indefinidos y ambiguos entre estos dos usos. Y de hecho, este texto es el responsable en el corpus de que no se observe disminución de usos no referenciales al comparar el siglo XIII con el XV. 14 



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El cuadro 2 presenta la distinción entre los valores referenciales y no referenciales de hombre16. Puede apreciarse que de nuevo es el género sapiencial el que muestra el mayor empleo de usos no referenciales en términos absolutos, 417, pero se ve también que si atendemos solo a los empleos no referenciales, que incluye nominales genéricos y pronominales indefinidos, las distinciones entre varios de los géneros discursivos se vuelve muy tenue, casi se diluye: el Fuero real, considerado como género jurídico, está muy próximo a un texto moral en cuanto que contiene normas de conducta universales y los castigos a la transgresión de esas normas17, y ello provoca que el conjunto de textos legales se aproxime en frecuencia, (76%), al género sapiencial, (78%), en empleos no referenciales; de la misma manera, Claros varones y La Celestina tienen un elevado contenido moral, con numerosos dichos y refranes este último que se toman como verdades generales, de ahí el elevado concentrado de empleos no referenciales. Es evidente también, a partir del cuadro, que los textos narrativos-históricos constituyen en esta área de la gramática una tradición discursiva completamente distinta del conjunto de los otros textos, con un alto porcentaje de empleos referenciales, casi del 50% (vs. un promedio de 18% de empleos referenciales en los otros géneros considerados), al punto de que el cuadro parece reflejar, grosso modo, dos tradiciones discursivas medievales bien diferenciadas: textos con énfasis moral-didáctico vs. textos sin tal intención. Cuadro 2 Frecuencia de empleos no referenciales de hombre según género textual Referencial No referencial Sapiencial........................ 22% (121/538).............................. 78% (417/538) Jurídico............................. 24% (47/193)..............................76% (146/193) Narrativo-histórico........... 53% (78/147)................................47% (69/147) Biografía............................. 12% (10/82)................................. 88% (72/82) Otra prosa............................. 15% (6/40)................................. 85% (34/40) Por referencial entenderemos, siguiendo a Pozas (2004), aquellos casos en que la frase nominal contiene uno o más determinantes, el referente es identificable en unas coordenadas espacio-temporales, la relación entre el sustantivo y el referente no da lugar a ambigüedad; no referenciales son aquellos casos que se refieren al género masculino en su totalidad o a la especie humana, en su frase nominal pueden aparecer adjetivos indefinidos como todos, cualquiera, alguno, ninguno, suele, sin embargo, aparecer en forma de sintagma escueto, sin modificación alguna, no tiene existencia en el discurso narrado y suele aparecer en contextos sintáctica y/o semánticamente negativos. 17  Kabatek (2001: 102-106) analiza la evolución de los textos jurídicos en la tradición hispánica y muestra que los códigos alfonsíes suponen un parteaguas en la tradición jurídica hispánica, con una base retórica de la que carece la tradición jurídica precedente. 16 

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Más interesante aún para mostrar que los procesos de gramaticalización pueden estar condicionados por la variable género discursivo es la frecuencia relativa de empleo de la forma más gramaticalizada, esto es, la pronominal indefinida, cuadro 3. Puede verse en él que los usos pronominales indefinidos-impersonales fueron escasos en todas las épocas y textos del español medieval, de ahí que no se gramaticalizara plenamente la forma hombre en el español, como sí ocurrió, por ejemplo, en francés, pero que es, de nueva cuenta, el género sapiencial el que llevó a fases más avanzadas la gramaticalización de hombre, y ello se debe, sin duda, a que la expresión de verdades generales y atemporales, características de este género, favorece la presencia de sujetos indefinidos cuasi impersonales. Cuadro 3 Usos pronominales de hombre según género textual Pronominal Genéricos y no Indefinido claramente indefinidos Sapiencial........................ 25% (104/417).............................. 75% (313/417) Jurídico.................................4% (6/146)..............................96% (140/146) Narrativo-histórico ............ 14% (10/69)..................................86% (59/69) Biografía ........................................... —............................... 100% (72/72) Otra prosa...............................6% (2/34)................................. 94% (32/34)

Los datos anteriores son significativos de que la gramaticalización está fuertemente condicionada por la variable género discursivo. Es muy posible, dadas las frecuencias de empleo y dado, como dijimos, que la frecuencia es un síntoma de la construcción y diseño de la gramática, que la gramaticalización del sustantivo hombre como pronombre haya sido una gramaticalización iniciada en y motivada por cierto género discursivo, el moral-didáctico, aquel que por sus contenidos propiciaba la aparición de formas no referenciales indefinidas, y parece ser que nunca rebasó realmente ese ámbito textual, por lo cual, dado que no aumentó su frecuencia y no generalizó, no fue una verdadera gramaticalización en la lengua española. La forma más gramaticalizada está prácticamente desaparecida para fines del siglo XVI, y cabe pensar que cuando se transforma la tradición discursiva sapiencial en los Siglos de Oro, se debieron reconfigurar también los recursos gramaticales propios de esa tradición, de ahí la desaparición de este pronombre indefinido del sistema del español.



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8.2. La gramaticalización de los adverbios en -mente Se trata también en este caso de un proceso típico de gramaticalización, por el cual, empleando las palabras de Meillet (1912/1965), una forma autónoma, el sustantivo latino en ablativo mente, adquiere carácter gramatical, ya que pasó a constituir un formativo de otra palabra: -mente, pero, a diferencia de la gramaticalización anterior, fue un proceso que sí se generalizó en la lengua española, ya que amplió enormemente los adjetivos que se constituyen en base de la formación adverbial, se cohesionó totalmente el formativo con su base adjetiva, la terminación adverbial adquirió una forma fija -mente, perdiendo todas las posibilidades morfofonémicas que tenía el adverbio en el español medieval (ment, mient, miente, mientre, etc.) y adquirió movilidad posicional además de un alcance más amplio (Colinas 2003), pruebas todas ellas que nos informan que se produjo una gramaticalización plena de la forma originaria latina. En (9), apud Colinas (2003), se ejemplifican algunos adverbios medievales en -mente sin cohesión gráfica y con ella (9a), con alcance verbal y alcance oracional (9b, se indica en cursivas la forma o fragmento sobre el que recae la modalización) y con diferentes bases léxicas adjetivales (9c). (9a) commo será el pueblo vyen asegurado/refez miente podrás conqueryr el reynado (Fernán González, 46d) arrinca la vida del cuerpo del omne, e mayormientre en las mugieres, a quien prende mas ayna la marauilla (General estoria. Segunda parte, 223.24a) (9b) la otra porque consejava lealment a su señor et le non çelava nada (Calila, 252) et vos ruego quel mostredes esto que él querría saber, et señaladamente quel dedes a entender que en ningún estado nonn puede mejor servir a Dios (Libro de los estados, 101) (9c) mas pero que vienen y las lluvias mas cutianamientre que en otros logares (General estoria. Segunda parte, 219.24a) porque bien e sabiamente le ficiesen relación de aquello que fallasen quél debía en este caso facer (Crónica de Juan I, 136a) Lo interesante para mostrar los vínculos entre gramaticalización y género discursivo es que la difusión del proceso, no al parecer su creación, estuvo igualmente motivada por cierto tipo de género discursivo. Los cuadros 4 y 5, apud Colinas (2003), nos informan que se produjo una gramaticalización y que su

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difusión estuvo propiciada por un cierto género textual. El corpus empleado por la autora (2003) abarca dos siglos, XIII y XIV, contiene 10 textos medievales, cinco por siglo18, en una lectura exhaustiva de cada texto, excepto cuando por sus grandes dimensiones, como es el caso de la General estoria, se tomó una muestra de 70.000 palabras, y está estructurado en tres géneros discursivos: sapiencial, histórico-narrativo y poesía de cuaderna vía. El cuadro 4 muestra que efectivamente se realizó un proceso de difusión del cambio, ya que las ocurrencias de uso del siglo XIV casi doblan a las del XIII (65% vs. 35%) y se produjo también un proceso de ligera ampliación léxica de los adjetivos capaces de constituir la base de formación de un adverbio en -mente (46% > 54%). Ambos incrementos de frecuencia, en uso y en léxico, son señales inequívocas de generalización y, por lo tanto, de gramaticalización. Cuadro 4 Avance diacrónico de la gramaticalización de los adverbios en -mente XIII XIV

Frecuencia de uso.......Frecuencia léxica de adjetivos base 35% (419/1206)........................................ 46% (104/222) 65% (787/1206).........................................54% (118/222)

El cuadro 5, abajo, muestra que la difusión diacrónica del cambio fue mucho más activa en textos sapienciales, ya que en estos, al comparar los dos siglos estudiados, se triplica la ocurrencia de adverbios modales en -mente (20% > 68%), mientras que los otros dos géneros redujeron notoriamente la aparición de estas formas (históricos: 71% > 21%; poesía: 9% > 5%). Parece lógico, por un lado, el mayor avance de la gramaticalización en el género sapiencial, ya que este, como hemos dicho, contiene verdades generales y normas morales que favorecen el empleo de formas diversas de la modalidad. Por otro lado, el cuadro 5 plantea un serio problema para la caracterización de los géneros y tradiciones discursivas, específicamente la de los textos históricos. En principio, tanto la Crónica general, como la General estoria. Segunda parte, cuanto las crónicas de Pedro I y Juan I, los cuatro textos analizados por Colinas (2003) para ese género, pueden ser clasificadas como textos históricos-narrativos, sin embargo el hecho de que las dos primeras tengan un 71% de ocurrencias de adverbios modales en -mente y las 18  El corpus empleado por la autora y los géneros discursivos de adscripción de las obras son: siglo XIII: sapiencial: Calila e Dimna, históricos: General estoria. Segunda parte, Crónica general, poesía: Poema de Fernán González y Libro de Apolonio; siglo XIV: sapiencial: El Conde Lucanor, Libro de los estados, históricos: Crónica de Pedro I, Crónica de Juan II, poesía: Libro de buen amor.



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dos segundas solo un 27% lleva a varias preguntas: a) ¿deben ser alojadas en el mismo rubro genérico discursivo?, ciertamente la General estoria. Segunda parte tiene ocasionalmente fragmentos de cierto contenido moral, del que carecen, creo, las dos crónicas del siglo siguiente, b) ¿se transformó en ese lapso la tradición discursiva cronística y se modificaron las herramientas gramaticales que iban de la mano de ella? Debo decir que, por el momento, no tengo respuesta para ninguna de estas interrogantes. Cuadro 5 Difusión de la gramaticalización de los adverbios en -mente según género discursivo XIII XIV

Sapiencial 20% (82/419) 68% (533/787)

Históricos 71% (299/419) 27% (215/787)

Poesía 9% (38/419) 5% (39/787)

La difusión de los adverbios en -mente, no obstante los varios problemas que plantea, sí refleja claramente la incidencia de la variable género discursivo en la evolución de la gramática. Los dos cambios presentados en este apartado nos aportan información desde dos diferentes ángulos: a) muestran que el género sapiencial constituyó, a lo largo de la Edad Media, una tradición discursiva y cultural importantísima que motivó y condicionó en buena medida algunos cambios experimentados por el español de ese periodo; es posible, incluso, que alguna de las innovaciones registradas en este género no hayan llegado nunca a la lengua oral, y b) muestran también, al contrastar las dos gramaticalizaciones entre sí, que sin aumento de frecuencia, sin generalización y sin rebasar la dependencia de ciertos géneros textuales no se produce una verdadera gramaticalización19. 19  Otros cambios sintácticos parecen estar condicionados en el español por la variable ‘género discursivo’: por ejemplo, la extensión de la marcación prepositiva a objetos directos inanimados tiene en el español de los siglos XVIII-XX un avance mucho mayor en ensayo que en textos narrativos (Barraza 2003), y ello puede deberse a la necesidad del primer género de expresar sin ambigüedad cada una de las funciones sintácticas oracionales, especialmente la distinción de sujeto y objeto. Igualmente, la construcción con artículo + posesivo tan característica del español medieval siempre fue de baja frecuencia, comparada con la de otros sintagmas posesivos, y nunca se generalizó en la lengua porque no rebasó la dependencia de ciertos registros textuales y de poseedores informativamente relevantes (Company 2006b). Por su parte, Torres Cacoullos (en prensa) muestra que el infinitivo latino experimentó una progresiva verbalización en su evolución al español, pero que algunos cambios particulares asociados a este proceso general, por ejemplo, la lexicalización plena de algunos infinitivos,

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Dos preguntas de difícil respuesta subyacen, como un pesado telón de fondo, a esta variable: ¿cómo pasa una innovación desde un determinado género discursivo a la lengua?, esto es, ¿cómo se da lo que Ferguson (1994) llama convencionalización?, y ¿cuál es el papel de la ecdótica y sus diferentes metodologías en la configuración de una tradición discursiva?, porque la gramática histórica está mediada por los soportes textuales que condicionan el acercamiento a la lengua antigua, y ellos, a su vez, están mediados, en una parte nada desdeñable, por la crítica textual. 9. Conclusiones Los planteamientos previos permiten extraer conclusiones en dos niveles: unas específicas a las variables aquí analizadas, otras más generales, teóricas, relativas a la actualización o difusión del cambio lingüístico. Hemos planteado que el rango de avance de un cambio lingüístico en un canal de gramaticalización es un hecho multidimensional en el que la estructura lingüística está en dependencia de factores sociales, culturales y textuales, y que el cambio lingüístico mismo es resultado de la interacción de factores endógenos y exógenos. Hemos identificado seis variables, cuatro internas, una externa y una interna-externa, que, solas o en interacción, pueden incidir en la velocidad de difusión del cambio: antigüedad, aspecto formal, frecuencia, tipo de categoría, sociedad y género discursivo, y pueden condicionar, en términos generales, la evolución de la lengua. Más que la comprobación cabal de cada variable, nuestro trabajo ha intentado identificar algunos de los problemas, teóricos y metodológicos, que suscita el análisis de tales variables, y hemos intentado mostrar que la consideración de tales variables puede enriquecer nuestro entendimiento del cambio lingüístico y específicamente de la gramaticalización. Esta, por lo general, como es lógico, había puesto énfasis en la motivación multicausal del cambio, pero causación gramatical interna; sin embargo, si se atienden también las motivaciones externas y la finalidad cultural y comunicativa de la lengua podremos, sin duda, arrojar luz sobre aspectos problemáticos o poco conocidos hasta ahora de los procesos de gramaticalización. Hemos visto también que la frecuencia de uso es una variable fundamental que incide en el comportamiento de todas las otras variables y condiciona de manera general los procesos de gramaticalización y su actualización. poder, es un cambio asociado a la lengua literaria, infrecuente o inexistente en textos de tipo oral u oralizados, como son las cartas de emigrantes a Indias en el siglo XVI.



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Tradiciones discursivas y cambio lingüístico:

el ejemplo del tratamiento vuestra merced en español

Peter Koch

Esta contribución estará centrada en el concepto de ‘tradición discursiva’. En primer lugar, se tratará de clarificar muy brevemente este concepto desde el punto de vista de la teoría del lenguaje (1.). A continuación se pasará a determinar el papel de las tradiciones discursivas en los procesos del cambio lingüístico (2.). Por último, me propongo ejemplificar este papel con un segmento de la historia del tratamiento castellano vuestra merced (3. y 4.). El artículo concluye con algunas reflexiones sobre el papel del concepto de ‘tradición discursiva’ en la teoría de la lingüística diacrónica (5.) 1. Tradiciones discursivas En su enfoque de la teoría del lenguaje, Eugenio Coseriu (1981: 272s.) propone tres niveles de lo lingüístico: nivel

tipo de saber

(δύναμις)

universal

actividad del hablar

saber elocucional

histórico

lengua histórica particular

saber idiomático

actual/individual

discurso

saber expresivo

Esquema 1: Niveles de lo lingüístico (según Coseriu)

En el nivel universal, el lenguaje es considerado como actividad del hablar en cuanto hecho antropológico, sin distinción histórica. En el nivel histórico, el lenguaje es considerado como lengua histórica particular, como por ejemplo el español, el francés, el inglés, etc., o bien las variedades de estas lenguas, como el andaluz, el francés hablado, el cockney, etc. En el nivel actual/individual, el lenguaje se considera como “acto lingüístico […] de un individuo determinado en una situación determinada” (Coseriu 1981: 272). Quisiera agradecer aquí a Antonio Junco Torres y a María Xesús Bello Rivas el retoque estilístico de este artículo.  

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Peter Koch

El esquema 1, que nos permite sistematizar áreas fundamentales de la investigación lingüística y evitar confusiones entre niveles de análisis distintos, sin embargo conlleva un problema de lógica: ¿Qué quiere decir ‘saber expresivo’? Si tomamos a rajatabla la definición del nivel actual del discurso no será legítimo asignarle a este nivel una δύναμις. El discurso es, en verdad, el lugar de la aplicación del saber lingüístico, pero como cada discurso es único y el saber implica la posibilidad de la reproducción, saber y discurso serán incompatibles. No obstante, lo que Coseriu concibe como ‘saber expresivo’ corresponde a una categoría teórica muy importante (claramente distinta del ‘saber idiomático’). El saber expresivo abarca nuestra capacidad de producir textos según tradiciones y modelos históricos. Sin embargo, como demostró Brigitte Schlieben-Lange hace ya veinticinco años (1982: 107s.), estas tradiciones históricas de la conformación de textos o discursos son lógicamente independientes de las tradiciones de las lenguas particulares. No cabe duda: tendremos que modificar el esquema 1 incluyendo lo que Coseriu llama ‘saber expresivo’ sin confundir, ni el saber con lo actual, ni lo idiomático con lo expresivo. El resultado de esta reflexión se encuentra en el siguiente esquema: nivel

universal histórico actual/individual

dominio

tipo de reglas

actividad del hablar

reglas elocucionales

lengua histórica particular

reglas idiomáticas

tradición discursiva

reglas discursivas

discurso

Esquema 2: Niveles y dominios de lo lingüístico (Koch 1997: 45)

Ha sido introducido en este esquema el dominio de las tradiciones discursivas, que pertenecen al nivel histórico pero se distinguen claramente de las lenguas históricas particulares. He aquí algunos ejemplos de tradiciones discursivas: editorial, novela, small talk, chiste; estilo llano, manierismo; diferentes tipos de actos lingüísticos como bautizar, prometer, etc. Hay que subrayar que las tradiciones discursivas, aun constituyendo tradiciones históricas, no se confunden de ningún modo con las lenguas históricas. Se puede practicar, por ejemplo, la tradición del editorial en diferentes lenguas humanas. Entonces tenemos que   Sobre el concepto de ‘tradición discursiva’ (también ‘tradición textual’, ‘norma del discurso/del texto’), cfr. Schlieben-Lange (1983: 27s., 138-148; 1990: 114-119); Koch (1988a: 341s.; 1988b: 344; 1997); Oesterreicher (1997) y Wilhelm (2001; 2005). Cfr. también el concepto de ‘género comunicativo’ (Luckmann 1997).



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duplicar el nivel histórico y añadir el dominio de las tradiciones discursivas. Por lo que se refiere al lado virtual de los dominios, he eligido el aspecto de la ‘regla’ para aclarar más bien el estado del discurso: al nivel universal le corresponden las reglas ‘elocucionales’, al dominio de la lengua histórica le corresponden las reglas ‘idiomáticas’, y las reglas del dominio de la tradiciones discursivas las denomino reglas ‘discursivas’. Claro está que no puede haber un tipo de reglas específico en el nivel del discurso, donde los hablantes no hacen sino aplicar reglas elocucionales, idiomáticas y discursivas. Es innegable que la ‘historicidad’ de las tradiciones discursivas es algo diferente de la ‘historicidad’ de las lenguas históricas: los grupos constitutivos de la tradiciones discursivas son grupos profesionales o religiosos, corrientes literarias, movimientos políticos, etc.; los grupos constitutivos de las lenguas históricas son comunidades lingüísticas (cfr. Schlieben-Lange 1983: 139; 1990: 116; Koch 1997: 49). Hay una diferencia importante entre los dos: las lenguas históricas (o sus variedades) definen a los grupos (es decir las comunidades lingüísticas), mientras que son los grupos (profesionales, religiosos, literarios, etc.) los que definen a las tradiciones discursivas (cfr. Coseriu 1988: 86; también Kabatek 2001: 99s.). Sin embargo, tanto las lenguas históricas como las tradiciones discursivas constituyen tradiciones del hablar (cfr. Schlieben-Lange 1983: 138s.). Puesto que cada tradición discursiva corresponde a una “serie” histórica de discursos individuales (cfr. Aschenberg 2003: 5), no es aceptable asignar el saber expresivo (es decir, el saber “discursivo-tradicional”) al nivel del discurso individual, como lo propone Lebsanft (2005: 31s.; 2006: 536), tratando de salvar el esquema originario (esq. 1). Hay que respetar que desde el punto de vista filosófico lo universal de los esquemas 1 y 2 corresponde a lo ‘general’, lo histórico a lo ‘particular’ y lo actual a lo ‘individual’. Basta recordar la definición arriba citada del discurso como “acto lingüístico […] de un individuo determinado en una situación determinada”. Esto no está en contradicción con el hecho de que el discurso actual sea el lugar donde el hablante y el oyente siguen las reglas hisEstoy de acuerdo con que en el nivel de la teoría del lenguaje lo ‘individual’ y lo ‘actual’ no son completamente idénticos (cfr. Lebsanft 2005: 31). El discurso actual es siempre individual (pues es marginal la posibilidad del hablar ‘coral’: cfr. Coseriu 1988: 70). En cambio, lo individual no es necesariamente actual. Existen también reglas individuales del hablar, si se considera por ejemplo el estilo individual de un autor (cfr. Koch 1987: cap. 2). Sería posible integrar este aspecto en una versión más compleja del esq. 2, de la cual, sin embargo, prescindimos en el contexto presente.   Cfr. también Schlieben-Lange (1983: 138): “Ein einzelner Text hat keine Geschichte, er ist das jeweils individuelle Produkt der Sprechtätigkeit. Man kann allenfalls seine Produktionsgeschichte als Geschichte der Textfassungen, seine Überlieferungsgeschichte oder seine Rezeptionsgeschichte schreiben, nicht die Geschichte des Textes selbst”.  

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tóricas (discursivas). No hay que confundir de ningún modo la efectuación actual con el saber virtual que esta ‘actualiza’. Cabe aún menos considerar el discurso como lugar donde, en el marco del cambio lingüístico, el hablante propone reglas nuevas para ser adoptadas por la comunidad lingüística (cfr. Lebsanft 2005: 31), pues el hablante ordinario no pretende cambiar su lengua, es decir, introducir reglas nuevas, sino que crea, en el nivel del discurso actual, innovaciones ad hoc que, aun transgrediendo eventualmente reglas idiomáticas, son conformes a reglas elocucionales y provocan un cambio lingüístico solo ocasionalmente (cfr. Koch 2005b: 246-248). Sin embargo, como vamos a ver en el apartado 2., las distinciones del esq. 2 son indispensables para comprender el fenómeno del cambio lingüístico en su conjunto. 2. El cambio lingüístico Para desarrollar el concepto del cambio lingüístico me refiero otra vez a Coseriu (1958: 78-80), quien introdujo una distinción fundamental entre ‘innovación’ y ‘adopción’/‘difusión’. La innovación corresponde al acto individual de creación, por un hablante, de un hecho lingüístico nuevo. La innovación no basta para cumplir un cambio, pero sin innovación precedente no hay cambio. Cuando un hecho lingüístico innovador es adoptado por otros hablantes de la comunidad lingüística, este se difunde en aquella comunidad, y entonces podremos hablar de ‘cambio lingüístico’. Es obvio que en estos procesos de innovación y de adopción y difusión intervienen los diferentes niveles y dominios de lo lingüístico, representados en el esq. 2 (cfr. Koch 1994: 203-209, 214-220; 2005b: 246-249; Blank 1997: 116-130; 2005: 281-293). La innovación individual ocurre, claro está, en el nivel actual del discurso, basándose por un lado en las reglas idiomáticas preexistentes (¡pero no inmutables!) y por otro lado en reglas elocucionales que le proporcionan al hablante procedimientos creativos. Entonces, ¿cómo se desarrollan los procesos de adopción y difusión? Un escenario posible haría intervenir el dominio de la lengua histórica: la innovación parte del discurso actual e introduce en la comunidad lingüística un hecho nuevo que seguidamente es adoptado por los hablantes y se difunde en toda la comunidad. Si dijéramos que el saber discursivo pertenece al nivel del discurso porque se actualiza en este último, tendríamos que aceptar también que el saber idiomático y el saber elocucional pertenecen al nivel del discurso porque ellos también se actualizan en este último.  



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Un escenario algo más realista divide la lengua particular en variedades (y la comunidad lingüística en subcomunidades). Esta perspectiva la tiene en cuenta el modelo de Blank (1997: 123), que ha sido elaborado para describir el cambio semántico, pero que cabe generalizar de manera que pueda integrar todos los tipos de cambio lingüístico (cfr. Koch 2002: 12):

0 INNOVACIÓN ad hoc en el discurso

Ø

I

A

habitualización en los discursos de algunos hablantes nueva REGLA compartida por algunos productores de discursos Ø

I



adopción

II en una variedad lingüística

Adopción en una tradición discursiva

nueva REGLA discursiva dentro de una tradición discursiva

A′

nueva REGLA idiomática dentro de una variedad lingüística

B

extensión a muchas/

Ø

II′ todas las variedades de la lengua histórica

Ø

B′

nueva REGLA idiomática en (largas) partes de la lengua histórica

Ø

Esquema 3: Desarrollo del cambio lingüístico entre tradiciones discursivas y variedades de la lengua histórica

  El símbolo Ø añadido en diversos puntos del esq. 3 significa que la innovación o la nueva regla puede volver a desaparecer después de haber llegado a cualquier etapa del proceso de cambio, volviendo a pasar generalmente por etapas precedentes del proceso entero (sobre el cambio [semántico] reductivo, cfr. Blank 1997: 121, 129s.; 2005: 288s.).

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Tomemos un caso de cambio clásico para ejemplificar este modelo: (1)

lat. vulg. plicare ‘atracar’ → ‘arribar’ > esp. llegar ‘pasar a estar en un sitio’

Según una explicación etimológica corriente (DCECH, s. v. llegar), los marineros decían plicare para ‘atracar’. Visto que normalmente se atraca una embarcación despues de arribar, se produce una transición metonímica al significado ‘arribar = llegar al puerto’ y, generalizando, a ‘pasar a estar en un sitio’. Por supuesto, esta innovación (= 0 en el esq. 3) se habitualizó, es decir se adoptó y se difundió en la/una comunidad de marineros (II: adopción en una variedad lingüística → B: nueva regla idiomática). En el caso presente la evolución semántica de la palabra se acabó en este punto. Más tarde, el sentido ‘pasar a estar en un sitio’ se difundió hasta en la comunidad (española) entera (B′). Este itinerario del cambio es sin duda muy frecuente (aunque la transición de B a B′ no sea necesaria, pues el cambio puede bloquearse dentro de una variedad particular). Sin embargo, estoy convencido de que existe, además, un itinerario alternativo del cambio lingüístico: innovación en el discurso (0) → habitualización en una tradición discursiva (I → A → I′ → A′) → nueva regla idiomática de la lengua histórica (II′ → B′). Para demostrar el papel a veces decisivo de las tradiciones discursivas en el cambio lingüístico, pongo por ejemplo el desarrollo de formas de tratamiento en español, y más precisamente, la génesis del esp. vuestra merced. 3. Cortesía y filiación discursiva diplomática occidental 3.1. Cortesía lingüística: pluralización del tratamiento y tratamiento nominal abstracto Hablando de tratamiento, tenemos que reconocer una regla muy fundamental de la interacción verbal humana: el hecho de que se dirija un hablante a su interlocutor nombrándolo directamente y lo más naturalmente posible –es decir con No hablamos aquí de la etapa precedente al cambio: Corominas y Pascual (DCECH, s. v. llegar) reducen el lat. vulg. plicare ‘atracar’, en cuanto derivado regresivo, al lat. cl. applicare (navem) ‘acercar, arrimar’ (cfr. también REW, 548, 2). Tagliavini (1972: 226) menciona, sin aprobarla expresamente, otra explicación que se refiere al ambiente marinero: lat. plicare vela ‘plegar las velas’ > plicare ‘arribar’ > esp. llegar.   Sobre el cambio metonímico, cfr., por ejemplo, Croft (1993); Koch (1995: 40s.; 1999b; 2001) y Blank (1997: 230-243; 1999).  



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un pronombre de segunda persona del singular– constituye de por sí (cfr. Raible 1987: 149s.) un acto que amenaza la ‘cara negativa’ del interlocutor ( face-threatening act = FTA en el sentido de Brown/Levinson 1987: 59s.). Hasta qué punto se pueda tolerar tal intrusión en el ‘territorio’ del interlocutor (‘territorio’ en el sentido de Goffman 1967), dependerá de cada comunidad histórica, de la jerarquía entre los interlocutores y a menudo también del tipo de acto lingüístico (ilocutivo) consumado en un tipo de situación específico. Actos lingüísticos particularmente “amenazantes” para la ‘cara negativa’ son los actos directivos que adscriben al interlocutor un acto suyo en el futuro (petición, requerimiento, orden, propuesta, recomendación, etc.; cfr. Searle 1976). Cuando según estos criterios se corre el riesgo de violar la ‘cara negativa’ del interlocutor, los hablantes de todas las lenguas disponen de ciertos procedimientos lingüísticos que les permiten evitar o atenuar esta amenaza pragmática (cfr. Brown/Levinson 1987: 59s., 68-71). Prescindiendo de la posibilidad de sencillamente no consumar el FTA, se puede, bien producir un enunciado que no expresa de manera unívoca el FTA (avoidance, off record), bien buscar un remedio verbal (on record) que atenúe el FTA. Existen dos tipos de procedimientos atenuantes: los de ‘cortesía negativa’, que confirman la cara negativa del interlocutor, y los de ‘cortesía positiva’, que sostienen su cara positiva, i. e. su autoestima positiva. En cuanto al acto de nombrar al interlocutor, el así llamado ‘tratamiento’, hay varios procedimientos lingüísticos de cortesía que se hallan distribuidos de modo poligenético en las lenguas del mundo (cfr. Adler 1978: 167-258; Winter 1984; Braun 1988). En el contexto presente basta mencionar dos: la pluralización del pronombre personal ((2b) en vez de (2a)) y el tratamiento nominal del tipo (3b) en vez de (3a). (2a) fr. tu parles ‘hablas’ (2b) fr. vous parlez ‘usted habla’ (3a) ingl. You shall be served by me ‘Serás servido por mí’ (3b) ingl. Your Majesty shall be served by me ‘Su Majestad será servida por mí’ En los estudios sobre el tratamiento se suele oponer la solución T (= singular) a la solución V (= plural) ejemplificada en (2b) (cfr. Brown/Gilman 1960). En lo que sigue llamaremos ‘tratamiento nominal abstracto’ o, más brevemente, ‘tratamiento abstracto’ al tipo (3b) que oponemos al ‘tratamiento pronominal’ (3a). El tratamiento abstracto se compone de un adjetivo posesivo (que se refiere al

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interlocutor) y de un sustantivo abstracto (que indica una calidad o una posición social atribuida al interlocutor). En el nivel de la innovación en el discurso actual (cfr. 2.), se trata, en ambos casos, de metonimias. El tratamiento del tipo V se refiere literalmente a un grupo más amplio, evitando así referirse directamente al interlocutor en cuanto parte y representante de este grupo (avoidance, off record). El tratamiento abstracto también se refiere literalmente a una entidad abstracta más que al interlocutor mismo (aunque este intervenga indirectamente por medio del posesivo). En este sentido se trata de avoidance. Sin embargo, se añade un elemento de cara positiva, precisamente mediante la entidad abstracta que corresponde a una calidad o posición del interlocutor, sosteniendo su cara positiva (necesariamente on record). Una vez habitualizados, el tratamiento V y el tratamiento abstracto constituyen procedimientos que atenúan el FTA on record (porque, aun conllevando cortesía, están convencionalizados en cuanto tratamientos). El tratamiento V es un procedimiento de cortesía negativa ya que mediante la pluralización señala el respeto de la cara negativa del interlocutor. Un rasgo de cortesía negativa se halla también en el tratamiento abstracto, por su carácter indirecto; por otra parte este procedimiento sigue conteniendo, además, el elemento de cortesía positiva debido a la evocación de una calidad o posición del interlocutor. En Occidente ambos tipos de tratamiento se remontan a la antigüedad tardía latina. La fórmula maiestas tua (4a), dirigida al emperador, se encuentra ya en Horacio y en Ovidio. Este tipo de tratamiento, que iba implicando también otros sustantivos abstractos como pietas (4b), clementia (4c), mansuetudo, serenitas, sanctitas, etc., se consolidó a partir del siglo II. (4a) lat. maiestas tua (4b) lat. pietas tua (4c) lat. clementia tua, vestra, etc.

De modo comparativo, el primer testimonio del tratamiento del tipo V (5) es algo más reciente, pero este tipo también se difundió bastante rápidamente.

  Cfr., al respecto y para lo que sigue, Châtelain (1880); Schoener (1881); Engelbrecht (1893); Hirschfeld (1901); Koch (1903); Dinneen (1929); O’Brien (1930); Zilliacus (1949); Dihle (1952); Fridh (1956: 169-194); Svennung (1958: 59-88, 373-382); Primorac (1996: 23-69) y Coffen (2002: 33-43).



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(5)

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lat. […] Summa adficior gratia, quod animadverto litteras meas tibi insubidas non videri, et in gravi dono habeo, hanc apud vos esse de nostris epistulis censionem (Símmaco a su padre [375], cit. Svennung 1958: 377).

Observamos, entonces, un proceso de habitualización en ambos casos. Sin embargo, se trata solo de habitualización en el nivel de las tradiciones discursivas porque (A)

en los textos las ocurrencias del tipo V se mezclan en general con ocurrencias del tipo T (cfr. (5): vos, tibi); los tratamientos abstractos, igualmente, se mezclan con tratamientos pronominales o sufijos personales verbales (cfr. (6): maiestatem tuam/maiestatis tuae — digneris). Persiste, entonces, en el nivel del sistema de la lengua latina el tratamiento básico tu. No obstante está muy extendida la combinación del tratamiento pronominal V (o bien de un sufijo verbal equivalente) con un tratamiento abstracto que contiene un posesivo del tipo V (cfr. (8b): vobis, creditis, destinate; magnitudo vestra).

(B)

el tipo V, es decir, la pluralización del tratamiento, interactúa con una pluralización de la auto-referencia (el pluralis maiestatis; cfr. (7): credimus), lo mismo que el tratamiento nominal abstracto interactúa con auto-referencias nominales abstractas (cfr. (6): mediocritatis nostrae; (7): serenitas nostra; (8a): largitas nostra). Estas fórmulas de auto-referencia corteses (o condescendientes) tampoco afectan a la auto-referencia básica ego de la lengua latina.

(C)

la pluralización del tratamiento y de la auto-referencia igual que los tratamientos y las auto-referencias nominales abstractos caracterizan precisamente el estilo de las cartas y de los documentos oficiales seculares y eclesiásticos; son escasas o faltan en otras tradiciones discursivas escritas y orales (cfr. Svennung 1958: 378).

(6)

lat. 〈venientes〉 in tam gravi pro modulo me〈diocritat〉is nostrae […] 〈iniuria im〉ploratum maiestatem tuam […] […] praecipere digneris, ut beneficio maiestatis tuae […] non ultra […] 〈prohibeamus〉 (inscripción de 180-183 = CIL VIII 10570, II 19 y III 26, cit. Svennung 73).

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3.2. Una filiación discursiva occidental Dejando aparte, por el momento, el tratamiento pronominal del tipo V, escojamos ahora solo el tratamiento nominal abstracto para seguir de cerca su desarrollo. Se estableció, en Occidente, una filiación discursiva de cartas, diplomas y documentos oficiales seculares y eclesiásticos que atravesó la Antigüedad tardía y toda la Edad Media10. No se trata de una tradición discursiva única, sino más bien de un conjunto de tradiciones discursivas que estaban organizadas en torno a la idea de la carta (ya que en esta época el documento oficial también estaba concebido como una carta que el otorgador dirigía al destinatario/beneficiario). Los textos que pertenecen a esta filiación discursiva se caracterizan por algunos rasgos prototípicos (cfr. Koch 1998: 26-28): (i) (ii)

una estructura textual cuyas cinco partes pragmáticamente esenciales son11: salutatio exordium/arenga/captatio benevolentiae narratio dispositio/petitio (= “centro pragmático” del texto) conclusio/sanctio reglas muy estrictas de conformación de la salutatio relativas al estado social de los interlocutores (cfr. Quadlbauer 1962: 63s., 272-278; Lanham 1975; Constable 1977);

(iii) observación de reglas de una prosa rítmica (cursus; cfr. Lindholm 1963; Janson 1975); (iv)

pluralización del tratamiento y de la auto-referencia conforme al estado social de los interlocutores (cfr. 3.1.);

(v)

tratamiento y auto-referencia nominales abstractos conforme al estado social de los interlocutores (cfr. 3.1.).

Esta filiación discursiva se origina en el documento imperial romano (rescriptum etc.), cuya conformación textual se dibuja en la época del principado y 10  Cfr., al respecto, Getzeny (1922); Granzin (1930: 25-53); Classen (1977: 5-101); Fichtenau (1957: 89-91); Constable (1976); Koch (1987: cap. 5.5.; 1998: 15-28; 1999a). 11  Sobre la estructura textual del documento oficial medieval, cfr. Bresslau (1912-31: I, 46s.); Giry (1925: 527-590); Boüard (1929/48: I, 253-320); Genicot (1972: 32-45).



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se impone cada vez más durante la época del dominado. Se puede seguir esta filiación ininterrumpida a través de la práctica de cartas y documentos oficiales de los príncipes y de los papas de la Antigüedad tardía y de la Alta Edad Media. He aquí algunos ejemplos tomados de (modelos de) cartas y de documentos (7-11) que, extendiéndose del siglo IV/V al XI, pertenecen claramente a esta tradición y por lo tanto explotan los procedimientos del tratamiento y de la auto-referencia abstractos: (7)

lat. Serenitas nostra cum in omnibus causis tum praecipue in his […] perpensum cupit habere iudicium. de sacerdotio urbis aeternae exortam contentionem etiam trans maria iam credimus nuntiatum, […] quapropter sanctitas uestra intra diem Iduum Iuniarum ad Spolitinam ciuitatem […] properare dignetur (carta del emperador Honorio [395-423], dirigida a los obispos del norte de África: Guenther 1895-98: 72).

(8a) lat. […]Pallentianam massam, quam eis pro componsatione largitas nostra transfuderat […] (8b) lat. Quapropter […] magnitudo vestra quae sunt ablatae restituat: et, si quid vobis creditis posse competere, ad comitatum nostrum instructam iure personam modis omnibus destinate […] (carta de Teodorico [471526], dirigida a Teodahado y escrita por Casiodoro: Mommsen 1894: 149-150). (9)

lat. Sicut et nunc devotionem vestram fecisse didicimus […] (carta del registro de Gregorio I [590-604]: Ewald/Hartmann 1891-99: I, 130131).

(10) lat. Rogamus clementiam vestram, ut eius iustitiam perquirere dignemini […] (ejemplo tomado de la colección ‘alfabética’ 19 escogida del Liber traditionum salisburgense que se ha perdido [siglo IX]: Bischoff 1973: 41). (11) lat. Et ideo domine beatissime papa precamur apostolatum uestrum, ut […] (carta del Liber diurnus Romanorum pontificum [usado del siglo VII al XI]: Foerster 1958: 183).

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Estos textos, como todos los de esta filiación discursiva, tienen rasgos esenciales o prototípicos comunes12: – –





Observan, desde el punto de vista ‘concepcional’, una distancia comunicativa extrema, un estilo casi solemne. Tienen la forma de una carta que se dirige a un destinatario. Esto implica inevitablemente un cierto grado de inmediatez comunicativa, precisamente de inmediatez referencial (referencia al hablante y al oyente), la cual ocasiona un conflicto con la finalidad extremamente distanciada de estos textos –conflicto también de cortesía que el hablante intenta atenuar por ejemplo sirviéndose del tratamiento y de la auto-referencia abstractos (cfr. Koch 1987: cap. 8.). No todos los textos, sino una gran mayoría de ellos, sustancian actos lingüísticos de petición o de orden o bien se presentan bajo la apariencia de peticiones (no es casualidad que la parte central desde el punto de vista pragmático se llame a menudo petitio en estos textos). El riesgo de que tales actos amenacen la ‘cara negativa’ del interlocutor (cfr. 3.1.) se puede atenuar, entre otras cosas, por medio del tratamiento y de la auto-referencia abstractos. La redacción de todos estos textos distanciados implica el uso del medio gráfico, sea en el nivel de los modelos (que cumplen un papel muy importante en estas tradiciones discursivas), sea en el nivel de la fijación de un texto individual. Sin embargo, casi todos estos textos son propicios para ser leídos en voz alta al destinatario, es decir, implican también el uso del medio fónico en su transmisión (cfr. Koch 1987: cap. 4.6.; 1998: 18-20, 24, 27).

Denominaré esta filiación discursiva occidental ‘tradición diplomática’. 3.3. El ars dictaminis En el siglo XII empezó a florecer, en Italia, el así llamado ars dictaminis, una disciplina retórica centrada en la redacción de cartas y documentos (cfr. Murphy 1974: 194-268; Koch 1987; 1998: 28-32; 1999a; Camargo 1991; 1992). Aun remontándose a conceptos de la retórica antigua, los dictatores, en el fondo, no hicieron más que codificar, por medio de sus tratados y de sus colecciones de modelos de Sobre los conceptos de ‘inmediatez/distancia’ comunicativas y ‘medio fónico/gráfico’, cfr. Koch/Oesterreicher (1985; 2001: 584-587; 2007: 20-35). 12 



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cartas, la tradición diplomática que acabo de describir (3.2.). En consecuencia, los rasgos (i)-(v) se encuentran todos en las instrucciones canónicas o por lo menos en los modelos ejemplares del ars dictaminis: estructura textual, reglas de salutatio, prosa rítmica, pluralización del tratamiento y de la auto-referencia y, finalmente, tratamiento y auto-referencia abstractos. Estos últimos se conforman, realmente, con el estado social de los interlocutores, y los sustantivos que ellos contienen entran, claramente, en un inventario más o menos tradicional, pero el uso de estas fórmulas admite algo de creatividad –dentro de los límites de la pragmática del texto–. Estudiando el caso concreto del boloñés Guido Fava (uno de los dictatores italianos más influyentes, cuyos tratados y colecciones, escritos en latín, se difundieron por toda Europa y fueron asimilados en parte literalmente), he podido demostrar que la selección de sustantivos abstractos en los modelos de este autor está gobernada también por ciertas reglas no explícitamente codificadas que envuelven el tipo de acto lingüístico ilocutivo principal consumado en el texto (Koch 1987: cap. 8.). Respecto al tratamiento se constata, por ejemplo, una afinidad marcada entre el acto de la petición y los sustantivos abstractos lat. benignitas, gratia, liberalitas, etc., que expresan una calidad moral del destinatario (para benignitas y gratia véase (12); para liberalitas véase (13), además con un tratamiento abstracto de dos niveles: precor virtutem [vestre liberalitatis]). (12) Me vestre benignitati litteris presentibus recommendans, loco muneris et in signum benevolentie a vestra gratia postulo incessanter, ut […] (Guido Fava, Dictamina rhetorica, lxxxvi [1226/27]: Faba 1971: 35). (13) Unde precor suppliciter et instanter vestre liberalitatis virtutem, ut mihi […] manum dignetur porrigere adiutricem (Guido Fava, Parlamenta et epistole, iv [1242/43]: Gaudenzi 1889: 128). Es obvio que incumbe a ciertos sustantivos abstractos una función casi argumentativa. Formando puntos de captatio benevolentiae distribuidos en el texto, ellos atenúan la amenaza a la ‘cara negativa’ producida por actos lingüísticos sobre todo directivos13. Los tratamientos (y las auto-referencias) abstractos correspondientes están todavía motivados por la pragmática del texto y, por lo tanto, obedecen a reglas discursivas antes que a reglas idiomáticas. De este modo tales fórmulas se trasplantan bastante fácilmente de una lengua a otra, siempre y cuando 13  “Deviation from the expected form or alternation are most likely to occur according to: 1) […], 2)[…], and 3) the weightiness of the threat to face in letters which might be considered impositions of one sort or another – petitions, orders, reprehensions” (Primorac 1996: 171, cfr. también 218).

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se mantenga la misma tradición discursiva. En efecto, Guido Fava traslada estas fórmulas a sus modelos de arengas (de parlamenta) en lengua vulgar. En (14) se reconoce el resultado de la traslación del lat. vestra liberalitas ejemplificado en (13): (14) Unde in per quello che no v’è che despendere, si la vostra liberalità vole che vegna a cotanto onore, vogliatime mandare pecunia in presente […] (Guido Fava, Parlamenta et epistole, lxxxiii [1242/43]: Segre/Marti 1959: 17). La influencia del ars dictaminis se irradió por gran parte de Europa, incluso a España, donde Juan Gil de Zamora publicaba, alrededor de 1280, su Dictaminis Epithalamium, obra que, naturalmente, reproduce –solo en latín– las fórmulas conocidas de tratamiento abstracto, como por ejemplo en: (15) ad vestram gratiam venimus vel recurrimus […] (Juan Gil de Zamora, Dictaminis Epithalamium, 115 [h. 1280], cit. Primorac 1996: 167). 4. El desarrollo del tratamiento vuestra merced en español 4.1. Trasplantación del latín al romance Llegamos ahora al punto de contacto potencial entre el romance hispánico y la tradición diplomática mayormente en latín. No deseo presentar datos nuevos, sino recapitular datos conocidos bajo el aspecto de la relación entre reglas discursivas y reglas idiomáticas14. Parece que a principios del siglo XIII el romance castellano lleva un sistema binario de tratamiento oponiendo el tu al vos. Se trata ya de un hecho idiomático, aunque sea muy improbable que el uso de vos para referirse a una sola persona no tenga ninguna relación con la pluralización del tratamiento típico de la tradición diplomática. Pero la transición eventual de lo discursivo a lo idiomático y –por supuesto– de la lengua escrita a la lengua hablada se desvanece en la oscuridad de la escasa documentación15.

14  Cfr., para lo que sigue, Keniston (1937: 42-48); Menéndez Pidal (1964/69: 324s.); Lapesa (1970); Pierris (1977); Primorac (1996: 70-324); Eberenz (2000: 85-115; 2005: 614); cfr. también gran parte de la literatura citada en la nota 17. 15  Cfr. Lebsanft (1989: 287-289); cfr. también Ehrismann (1901: 126): “Wir lernen aus der uns überlieferten Literatur zunächst nur den Anredestil der geschriebenen Sprache kennen,



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Claro está que en el Cantar de mio Cid (h. 1207) tenemos ya un tratamiento binario (tu/vos) bastante sistemático aunque todavía restringido en cuanto a vos (reservado para personas de alto rango). Este sistema va robusteciéndose a medida que se extiende el alcance social de vos, por ejemplo, hasta El Conde Lucanor (1335; cfr. Hoyos Hoyos 1982: 269) o el Libro de buen amor (1330/43). Se ha invertido la proporción de las regularidades respecto a la situación del tratamiento antiguo: en latín antiguo la pluralización (vos) constituye una opción discursiva “injertada” en un sistema idiomático unitario. Por otro lado, la restricción al tu en castellano antiguo (hasta en el siglo XV, por ejemplo en La Celestina, de índole humanista) Eberenz (2000: 97s.) la describe, de hecho, como una opción discursiva –generalmente literaria– “injertada” en un sistema idiomático (por ejemplo) binario16. En efecto, es más natural identificar el perfil discursivo de la restricción al tuteo que buscar un denominador común de todos los usos de la pareja tu/vos. Aceptemos este resultado aun sin poder aclarar completamente su génesis diacrónica, y volvámonos hacia otro proceso diacrónico mejor atestiguado. Lo que a mí me interesa es la incidencia del tratamiento abstracto, fenómeno discursivo de la tradición diplomática (descrita en el apartado 3.), en el sistema idiomático binario tú/vos que ya se había formado en castellano antiguo. Cabe decir que, desde siempre, en las comunidades lingüísticas donde el romance coexistía con el latín, el tratamiento abstracto estaba presente, en cuanto procedimiento discursivo, en textos (latinos) de la tradición diplomática. Esto vale también para la Península Ibérica. La trasplantación de reglas discursivas al romance podía hacerse de dos modos: a.

El romance penetra en una tradición discursiva (de distancia) reservada hasta ahora para el latín en cuanto lengua de distancia. En consecuencia, el romance tiene que “imitar” los procedimientos de la tradición discursiva ajena. En este caso, nos hallamos en una situación de contacto lingüístico.

b.

El procedimiento en cuestión pasa de la tradición discursiva original a otra tradición afín ya abierta al romance.

nicht auch den der gesprochenen, der alltäglichen Unterhaltung. Daß diese beiden Arten sich nicht vollständig deckten, ist gewiß”. 16  Sobre la situación particular en los Fueros, cfr. Lapesa (1970: 316) y Primorac (1996: 136-150).

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En la historia del castellano (y en general, de los idiomas iberorrománicos), se dibujan ambos itinerarios. 4.2. Penetración del romance en una tradición discursiva reservada al latín Empecemos con el itinerario a. presentado en el apartado 4.1. En efecto, hacia la mitad del siglo XIII en Castilla ya se usaba el romance para redactar cartas, a veces incluso cartas para el extranjero (cfr. Wright 1982: 258; Primorac 1996: 172). Encontramos desde 1301 unos primeros testimonios del tratamiento abstracto dirigido al rey aragonés por catalanes –claro está– en catalán: (16a) […] a la vostra altea fas saber […] sapiats senyor […] sapia la uostra altea […] (carta de Bernardo de Sarría, consejero del rey Jaime II de Aragón [1301], cit. Primorac 1996: 181). (16b) Sapie la vostre alte senhorie […] (otra carta de la misma época, cit. ib.). (16c) Faç saber a la vostra excellencia […] (otra carta de la misma época, cit. ib.). Estas son fórmulas de narratio típicas de la tradición del ars dictaminis y de la tradición diplomática en general. Primorac cita algunos ejemplos castellanos de la misma época que le parecen mostrar una cierta ambigüedad entre referencia directa a una calidad abstracta y referencia indirecta a la persona del rey, entre otros (17a) proveniente del rey y (17b) dirigida al rey: (17a) […] estos ricos omnes vinieron a mi merçet (carta de Fernando IV [siglo XIV, antes de 1310], cit. Primorac 1996: 182). (17b) […] atreuiendome en la uuestra merçed (carta al rey [siglo XIV], cit. ib.). (17c) Sennor, yo, Gutier Ferrandez de Toledo, beso vuestras manos, e me despido de la vuestra merçed e vo para otro sennor mayor que non vos. E sennor, bien sabe la vuestra merçed commo […] (carta de Gutier Ferrandez al rey Pedro [1360], cit. op. cit., 184).



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Primorac observa en lo relativo a los ejemplos catalanes (pero esto se aplica también a los ejemplos castellanos (17a) y (17b)): The expressions under consideration here have not yet achieved full status as address forms since they are still used with the definite article. Also, they are of infrequent occurrence in an otherwise vos address, most often as an object of preposition (Primorac 1996: 181, n. 33).

Considera la segunda ocurrencia de vuestra merçed en el ejemplo (17c) como el primer testimonio indudable de esta fórmula en cuanto tratamiento abstracto. En mi opinión habrá que distinguir la cuestión de la referencia y los otros problemas abordados por Primorac. Visto que las fórmulas subrayadas en (16) y (17) se refieren todas claramente a una persona, estas representarán verdaderas manifestaciones del tratamiento abstracto (o bien de la auto-referencia abstracta en el caso (17a)). El hecho de que las fórmulas de tratamiento contengan todavía el artículo definido y que ocurran con poca frecuencia en medio del tratamiento vos, me parece indicar que se trata de manifestaciones de reglas discursivas de la tradición epistolar, tanto más que aparecen simultáneamente con auto-referencias abstractas del tipo (17a) y que merced compite con otros sustantivos abstractos como señoría (18a) y –atestiguados a partir del siglo XV– majestad (18b, 18e), alteza (18c, 18d, 18e), excelencia (18e) y otros (véanse también los testimonios catalanes paralelos más tempranos en (16)). (18a) señor no podía yo merescer tanta clemencia e humanidad como buestra señoría cerca de mi e de mis negocios siempre usó (documento del arcediano de Cuéllar al obispo de Segovia [1335], cit. Líbano Zumalacárregui 1991: 115); en el mismo documento (cit. ib.): vuestro servidor e arçediano de Cuéllar beso vuestras manos e me encomiendo a buestra merçed. (18b) […] que yo le serviré a vuestra real majestad según que han servido aquellos donde yo vengo (Pero Rodríguez de Lena, El Passo Honroso de Suero de Quiñones [h. 1434], cit. Eberenz 2000: 105). (18c) Clemente […] mereçe que nos, a los desseos de la tu alteza […] (documento [primer tercio del siglo XIV], cit. Líbano Zumalacárregui 1991: 116). (18d) […] ca dirán las gentes que por algúnd grande error o deserbiçio que yo fize e cometí contra Vuestra Alteza, me desterráys de vuestra presençia (Álvaro de Luna al rey Juan II, en: Gonzalo Chacón, Crónica

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de D. Álvaro de Luna, condestable de Castilla, maestre de Santiago [1445-54], cit. Eberenz 2000: 104). (18e) Vienen aquí, ante vuestra Real Majestad e vos notifican que […] E por esta razón hallará vuestra Excelencia que la sacra escriptura está llena de loores […] Mire bien Vuestra Alteza cuántas veces refiere este su nombre de misericordioso […] (Letra de Fernando de Pulgar dirigida a la reina Isabel I de Castilla [1477], cit. Ly 1981: 78s.). Al principio, lo que por supuesto no nos está atestiguado, vuestra merced es u n a opción dentro del procedimiento discursivo más general del tratamiento abstracto. Nace en cuanto tratamiento al rey, pero sigue el itinerario casi natural de todas las fórmulas de cortesía (igual que, por ejemplo, la pluralización del tratamiento y ciertos tratamientos abstractos de la Antigüedad tardía) y se extiende a la jerarquía eclesiástica (18a) y, además, a posiciones sociales menos altas: condes (19), funcionarios, etc. (19) desta demanda que vuestra merced me haze dos cosas me tenian bien descuydado: […] (Introducción a un poema de Gómez Manrique, dirigida a Rodrigo Pimentel, conde de Benavente [1476-81], cit. Eberenz 2000: 106). Los documentos citados hasta ahora se limitan a tradiciones discursivas administrativas bajo la influencia directa o indirecta del ars dictaminis. 4.3. Paso de una tradición discursiva a otra tradición afín Observamos ahora el segundo itinerario (b) presentado en el apartado 4.1.: el hecho de que un procedimiento discursivo pase de la tradición discursiva original a otra tradición afín ya abierta al romance. Es interesante apuntar que Calderón Campos añade otro tipo de discurso al dominio mencionado, cuando describe el uso de las fórmulas del tratamiento abstracto en el siglo XV: Se trata de fórmulas honoríficas, de uso muy especializado y reglamentado […], propias del estilo administrativo solemne de la época, esto es, del característico de documentos públicos, cartas oficiales o discursos cortesanos (Calderón Campos 2002: 478).



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Los documentos citados en (16)-(19) son documentos ‘escritos’ mientras que los discursos cortesanos normalmente se considerarían como ‘orales’. Sin embargo, hemos constatado ya en el apartado 3.2. que los textos de la tradición diplomática –y por consiguiente también del ars dictaminis– son ‘escritos’ en el sentido de que observan una distancia comunicativa extrema, aunque su fijación gráfica a menudo sirve de soporte para una transmisión fónica. Se observa en diferentes situaciones históricas que procedimientos discursivos se trasladan con cierta facilidad de una tradición discursiva a otra, si las tradiciones se parecen desde el punto de vista concepcional, independientemente de su carácter medial. En otras palabras: ciertos procedimientos discursivos afines a la distancia comunicativa son (casi) indiferentes con respecto a la realización medial. Claro está que los discursos cortesanos de los cuales habla Calderón Campos constituyen discursos distanciados, realizados en el medio fónico. En cierto modo es natural que, estimulados por una retórica persuasiva en la sociedad jerárquica de la corte, los súbditos hayan trasladado los procedimientos epistolares del tratamiento abstracto al discurso cortesano, que no se practicaba nunca en latín, sino en romance. Este me parece ser un itinerario muy probable de la difusión de esta forma de tratamiento a tradiciones discursivas fuera del dominio administrativo. Así debe de haber penetrado el tratamiento abstracto en la lengua ‘hablada’, pero no en la lengua ‘hablada’ tout court, sino en ciertas tradiciones discursivas del lenguaje hablado donde una persona se dirige a otra de rango superior. Este proceso, desde luego, no nos es accesible directamente, pero por fortuna disponemos de reflejos –por supuesto, más o menos fiables– en textos fijados en el medio gráfico. Existe un testimonio de vuestra merced muy temprano, alrededor del año 1270, en un texto historiográfico (20a), y otro de vuestra cortesía en un texto poético (20b): (20a) Como entró Almançor yl uio, díxol: “Gonçalo Gustioz ¿cómo te ua?” Respondiol Gonçalo Gustioz: “Sennor, assí como la uuestra mercet tiene por bien” (Primera Crónica General [1270], cit. Lapesa 1970: 318). (20b) Escúcheme, señora, la vuestra cortesía (Libro de buen amor [1330/43], cit. ib.). Citemos también un ejemplo de vuestra merced en un documento inquisitorial: (20c) “No cure vuesa merced de ello, que no es nada.” (dirigido al contador del rey en un documento relativo a un preceso inquisitorial [1490], cit. Eberenz 2000: 106).

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En los tres casos se trata de discursos directos insertados en la narración o bien de (casi-)citas. 4.4. Habitualización y tradición(es) discursiva(s) Sin duda, andando el tiempo, la frecuencia de vuestra merced aumenta porque esta fórmula, por un lado, se aplica a un número creciente de tipos de destinatarios y, por otro lado, va saliendo de su dominio discursivo “diplomático” original. Es notable la aparición de la forma reducida vuesa en vez de vuestra en (20c). No obstante, según Rolf Eberenz el sistema de tratamiento español sigue siendo binario (basado en tu y en vos) por mucho tiempo. Él añade: Desde el punto de vista pragmático, vuestra merced funcionaba como simple extensión del voseo en ciertas situaciones (Eberenz 2000: 113).

Nadine Ly (1981: 13) representa esta situación así: Axe diachronique Jusqu’au XVIe siècle

Du XVIe au XVIIe siècle

Après le XVIIe siècle dist. 0 tú

dist. + Usted

DISCOURS LANGUE tú dist. 0

Usted

dist. + vuesamerced él-ella

tú = vos DISCOURS LANGUE tú

vos

vuesamerced 3e p.

dist. ++ vra merced dist. 0 tú

dist. + vos

DISCOURS LANGUE tú

vos Dist = distance

Esquema 4: Vaivén entre lengua y discurso en la evolución del tratamiento español



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Ly opone la ‘lengua’ (langue) al ‘discurso’ (discours). Hasta el siglo XVI tenemos una oposición entre tu y vos en el nivel de la ‘lengua’. En el nivel del ‘discurso’, tu expresa la no distancia personal mientras que la distancia se expresa con vos, el cual se intensifica con vuestra mercé. Desde una perspectiva guillaumista, Ly habla de una dialéctica ‘lengua’/‘discurso’, de un va-et-vient incessant qui, dans le domaine de l’interlocution, s’opère entre le système de la langue et les effets de discours (Ly 1981: 12).

Según Ly, alrededor de las primeras décadas del siglo XVI el tratamiento muy distanciado vuestra merced (o bien vuesamerced) se integra en el sistema de la lengua castellana que, en adelante, posee tres grados de distancia de tratamiento: tu, vos y vuestra merced. Este es el sistema ternario gramaticalizado que reconoce también Eberenz (2000: 114) a partir del Lazarillo de Tormes [1554]17. ¿Pero qué quiere decir exactamente ‘discours’ en el esq. 4 propuesto por Nadine Ly? La concepción guillaumista opone el ‘discurso’ momentáneo y afectivo a la “obra” de la ‘lengua’: La langue en tant qu’ouvrage construit […] est un édifice soustrait autant qu’il se peut à l’affectivité. Il est du reste autant soustrait à l’affectivité qu’il l’est à la momentanéité. Car affectif et momentané s’accompagnent, et à s’éloigner du momentané on s’éloigne aussi de l’affectif. C’est dire que l’affectif ne sort pas de la momentanéité du discours qu’il n’appartient pas à la langue, mais au discours seulement (Ly 1981: 8).

En el dominio que estamos estudiando podemos identificar lo que la autora llama ‘afectivo’ con los efectos retóricos y pragmáticos de una fórmula de tratamiento. Sin embargo, nuestro examen de la filiación histórica que ha producido el tratamiento vuestra merced nos enseña que una concepción diádica parecida a la de Guillaume no es suficiente para explicar todos los tipos de cambio lingüístico. En casos como el presente necesitamos un nivel intermedio entre el discurso actual y la lengua particular, precisamente porque lo ‘afectivo’, esto es, lo retórico-pragmático y lo ‘momentáneo’, no coinciden completamente.

No nos detendremos aquí sobre el tratamiento él/ella que Ly asigna al dominio del discurso (véase el esq. 4; cfr. también, por ejemplo, Lapesa (1970: 333-337); Eberenz (2000: 115, n. 37); Barrio Estévez (1997: 363s.)). 17 

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Concepción diádica guillaumista (cfr. Ly 1981) discours: l’affectif et le momentané

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Concepción triádica discurso (0): lo ‘afectivo’ y lo momentáneo

(B) langue: le non affectif et le non momentané

tradición discursiva (A′): lo ‘afectivo’ y no momentáneo

Lengua (B′): lo no afectivo y no momentáneo

Esquema 5: De lo ‘afectivo y momentáneo’ a lo ‘no afectivo y no momentáneo’ (cfr. esquema 3)

La innovación retórico-pragmática (‘afectiva’) ocurre en el nivel del discurso actual, ‘momentáneo’ (= 0 en el esq. 3). En nuestro caso, esto quiere decir que un día en la Antigüedad tardía un individuo a quien nosotros no conocemos inventa el procedimiento de la pluralización del tratamiento abstracto, empezando probablemente con maiestas tua. Poco a poco, diferentes individuos inventan tratamientos abstractos específicos como pietas tua/vestra, clementia tua/vestra, etc. A continuación, se desarrolla el proceso de la habitualización, es decir de la adopción y difusión de lo retórico-pragmático (cfr. 2. y véanse las etapas I → A → I′ → A′ en el esq. 3). La habitualización de los tratamientos abstractos es visible en primer lugar en el curso de la formación de la tradición diplomática, esto es, en el nivel de las tradiciones discursivas. En efecto, las reglas discursivas son habitualizaciones de lo retórico-pragmático (de lo ‘afectivo’) que, sin embargo, no afectan a las reglas idiomáticas de la lengua particular (B/B′ en el esq. 3). El sistema idiomático del tratamiento latino sigue basado en el pronombre unitario tu. En los términos de Nadine Ly habría que decir que entre el dominio de lo afectivo y momentáneo (el discurso actual) y el dominio de lo no afectivo y no momentáneo (el sistema de la lengua) existe un dominio de lo afectivo y no momentáneo (precisamente las tradiciones discursivas que, a mi modo de ver, faltan en el esq. 4 y en la parte izquierda del esq. 5, pero que se hallan –en cuanto opción– justamente en la parte derecha del esq. 5 y en la parte izquierda del esq. 3: A′; lo ‘afectivo y no momentáneo’ corresponde por consiguiente al saber ‘expresivo’ discutido en el apartado 1.). Cuando el procedimiento discursivo del tratamiento abstracto incide en el romance castellano (cfr. 17 b/c), el sistema idiomático del tratamiento ya se halla



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profundamente cambiado respecto al latín, pero solo en lo que atañe a la pluralización del tratamiento (tipo V). En efecto, como se ha mencionado anteriormente, la documentación escrita incipiente del castellano muestra un sistema idiomático binario tu/vos (cfr. 4.1. y también esquema 4). Los elementos suplementarios de la tradición diplomática que surgen en castellano a partir del siglo XIV (vuestra merced, vuestra señoría, vuestra alteza, etc.) se difunden en el nivel de las tradiciones discursivas, pero no afectan a las reglas idiomáticas del castellano (entonces, corresponden siempre a A′). Constituyen opciones discursivas “injertadas” en el sistema idiomático binario tú/vos. Por mucho tiempo, eso vale también para vuestra merced, pero en la mitad del siglo XVI el sistema mismo de tratamiento idiomático resulta modificado. Tenemos una oposición ternaria tu/vos/vuestra merced. En los términos de Nadine Ly, vuestra merced ha pasado del dominio de lo afectivo y no momentáneo (esto es, de las tradiciones discursivas) al dominio de lo no afectivo y no momentáneo (esto es, al sistema de la lengua)18. Vuestra merced se ha ‘idiomatizado’, lo que corresponde al itinerario A′ → II′ → B′ en el esquema 3. 4.5. El proceso de idiomatización La ‘idiomatización’, es decir, la transición de las reglas discursivas a reglas idiomáticas, no es un proceso que se produzca en pocos años. Es un proceso que se desarrolla lentamente, en parte ante nuestros ojos, en parte de modo oculto, y que es, sobre todo, multifactorial. Yo pretendía identificar algunos de los factores que entraron en juego en el caso de la idiomatización de nuestro ejemplo vuestra merced hasta la mitad del siglo XVI (itinerario A′ → II′ → B′ en el esq. 3). 4.5.1. Universalización Hemos visto que vuestra merced va saliendo de su dominio discursivo “diplomático” original y finalmente también del dominio discursivo cortesano (4.3.). Más tarde o más temprano será más natural definir la posición de vuestra merced en Esta será la base del conflicto entre vuestra merced y vos y de la desvalorización de vos en el siglo XVII, que no nos interesa aquí (cfr., al respecto, Pla Cárceles (1923a y b); Navarro Tomás (1923); Lapesa (1970: 322-325, 330-332); Engelbert (1973); Ly (1981); Lebsanft (1990, 150s.); Hernández Alonso (1996/97); Barrio Estévez (1997); Calderón Campos (2002); Coffen (2002: 66-70, 126-138); Girón Alconchel (2005: 862-864)). Sobre la contracción de vuestra merced en usted, discutida sobre todo por Pla Cárceles y Navarro Tomás, véase también 5.1. 18 

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un sistema idiomático (B′) de tratamiento que identificar un denominador común discursivo (A′) de sus usos. 4.5.2. Emancipación I (respecto a otros procedimientos de tratamiento) Es sabido que en la España del siglo XV se observa un gran florecimiento de tratamientos abstractos que Lapesa atribuye al gusto ceremonial de la época (1970: 318; cfr. Líbano Zumalacárregui 1991: 116): vuestra manificencia [sic], la vuestra prudencia, la vuestra nobleza, vuestra paternidad, vuestra reverencia, vuestra serenidad, etc. Entonces, mientras que vuestra merced, extendiéndose cada vez más, empieza a crear una “zona” de unificación en la parte alta del tratamiento, los otros tratamientos abstractos producen diversificación. Más tarde, se producirá una selección de los otros tratamientos abstractos y una fijación de su uso. En otras palabras: mientras que vuestra merced se generaliza, extendiéndose incluso al tratamiento respetuoso general entre iguales, los otros tratamientos abstractos se ligan cada vez más a dignidades específicas. En conclusión: la diversificación y subsiguiente especialización que caracteriza a los otros tratamientos abstractos corresponde a vacilaciones típicas de reglas discursivas (y, más tarde, eventualmente a lexicalizaciones). La extensión y generalización que caracteriza a vuestra merced acerca este tratamiento a las reglas idiomáticas (B′) y lo “emancipa” del grupo de los tratamientos abstractos. 4.5.3. Emancipación II (respecto a los procedimientos de auto-referencia) Hemos visto que en el nivel de las reglas discursivas de la tradición diplomática las auto-referencias abstractas (véanse (6b), (7b) y (17a)) constituyen un complemento de los tratamientos abstractos. Ninguna de las auto-referencias abstractas del castellano se extiende y se generaliza en la misma medida que vuestra merced. Así pues, este último se aleja cada vez más de las auto-referencias abstractas en cuanto procedimientos discursivos. 4.5.4. Desmotivación pragmática Hemos visto que existe –ya en el ars dictaminis del latín; pero también en los textos medievales españoles– una afinidad marcada entre el acto de la petición y ciertos sustantivos en los cuales se apoyan fórmulas de tratamiento abstracto (véanse, por ejemplo, (10) lat. clementia, (12) y (19) lat. gratia, (17b) y (18a) esp. merced, etc.). Esto lo apuntan también Eberenz (2000: 108) y Primorac:



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[…] since it is mostly royal and aristocratic correspondence that has survived, and such personages were the dispensers of benevolence and largesse (the merced), the purpose of the letters was more often than not petitionary. […] Here we are able to observe the escalation in deferential address forms beyond vos to the indirect, titular forms of address (Primorac 1996: 218).

Se podría hablar de ‘motivación pragmática’. Sin embargo, constatamos que esta motivación pragmática va perdiéndose a medida que vuestra merced se integra en otros actos lingüísticos (véase ya (17c), más adelante sobre todo (20a)). 4.5.5. Sistematización Queda patente que por medio del posesivo vuestra la fórmula vuestra merced no es sino una aplicación formal del tratamiento vos. En tanto que vuestra merced tiene que considerarse simplemente como una opción discursiva “injertada” en el voseo dentro del sistema idiomático binario tu/vos, es natural que las concordancias que acompañan a vuestra merced sean en segunda persona del plural (vos): (32) E, señor, vos ved en qualquier manera que a la vuestra merced vos oy pueda servir (Crónica de Juan II de Castilla [1435], cit. Eberenz 2000: 111). No obstante, compite con el voseo concomitante la tercera persona del singular, como por ejemplo en: (33) —Señor, bien es que vuestra merced lo faga así, como lo tiene pensado (Crónica de D. Alvaro de Luna [1445-54], cit. Eberenz 2000: 112). Es natural que vuestra merced desarrolle sus propias concordancias (en la tercera persona del singular) a medida que pasa al nivel de las reglas idiomáticas (B′) porque se establece hasta una oposición sistemática entre él y vos que no admite ninguna confusion. Universalización, emancipación respecto a tratamientos y auto-referencias, desmotivación pragmática y sistematización –en mi opinión, el conjunto de estos factores no se puede interpretar sin introducir el nivel de las tradiciones discursivas en la teoría del cambio lingüístico.

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5. Cambio lingüístico y tradiciones discursivas 5.1. Gramaticalización y tradiciones discursivas Un tipo de cambio lingüístico particularmente llamativo que ha sido estudiado intensamente en los últimos veinte años es la ‘gramaticalización’19. Pues bien, el cambio vuestra merced > usted constituye un caso de gramaticalización por excelencia, puesto que el lexema merced (acompañado, claro está, por un elemento gramatical: vuestra) se ha transformado en un elemento que se acerca, según varios parámetros, al polo gramatical (reducción fonética, suplantación de formas rivales [4.5.2.], integración en un paradigma gramatical [cfr. 4.4.], cambio semántico hacia un significado “típicamente” gramatical, etc.). Algunos estudios recientes han contribuido a precisar los efectos semánticocognitivos implicados en los procesos de gramaticalización (rechazo del concepto simplista de bleaching), a aclarar la relación entre gramaticalización y reanálisis y a corregir la idea de un único continuo compacto de gramaticalización (cfr. Detges 1999, 2003; Detges/Waltereit 2002). Al menos en casos como vuestra merced > usted hay que completar estas nuevas perspectivas con el eje de los grados de habitualización (4.4.: tradición discursiva → idiomatización → lengua histórica). El presunto continuo de gramaticalización se halla desintegrado en dos fases de cambio, lógicamente independientes una de otra: i.

En un primer paso la metonimia calidad/posición → persona del interlocutor (3.1.) se habitualiza en el nivel de la tradición discursiva ‘diplomática’ (3.2.; esq. 3, A′), que llega también a la Península Ibérica por medio del contacto lingüístico con el latín (4.1., a.). Desde el punto de vista semántico, el efecto metonímico (que no tiene que ver con un proceso de bleaching) parece bastante típico en ciertas fases de aquellos procesos que se suelen llamar de ‘gramaticalización’. Por otro lado, es problemático hablar de ‘gramaticalización’ hasta aquí; por lo menos no se trata de un fenómeno gramatical ‘idiomatizado’: vuestra merced todavía no está universalizado respecto a las tradiciones discursivas (4.5.1.), no está completamente desmotivado desde el punto de vista pragmático (4.5.4.) y sigue injertado en un sistema idiomático tradicional (4.5.5.). Sobre todo, vuestra merced todavía no se ha emancipado respecto a otros tratamientos y auto-referencias abstractos de la misma tradición discursiva (4.5.2. y 4.5.3.).

Cfr., al respecto, Lehmann (1995); Heine et al. (1991); Traugott/Heine (1991); Hopper/ Traugott (2004); Marchello-Nizia (2006). 19 



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ii.

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No existe automatismo alguno que provoque la fase sucesiva –y decisiva– del proceso de gramaticalización. De hecho, todos los demás tratamientos y auto-referencias abstractos se quedan en el ámbito de las tradiciones diplomática y cortesana (y, ocasionalmente, se lexicalizan más tarde). Solo vuestra merced, en un segundo paso, se universaliza (4.5.1.), se emancipa (4.5.2. y 4.5.3.), se desmotiva pragmáticamente (4.5.4.) y se sistematiza (4.5.5.) de modo que podemos hablar de ‘gramaticalización-idiomatización’ (lo que corresponde al itinerario A′ → II′ → B′ en el esq. 3). Bajo el aspecto semántico, vuestra merced experimenta una extensión, puesto que la clase de sus referentes posibles ha aumentado considerablemente (como mucho, sería, es en este sentido en el que se podría hablar de bleaching). En el nivel fonético se añade la reducción material del significante (> usted)20.

Sería interesante comparar el caso de vuestra merced con otros ejemplos de cambio lingüístico, bien porque en ellos no intervengan en absoluto las tradiciones discursivas (itinerario 0 → II → B → II′ → B′ en el esq. 3), bien porque estas últimas desempeñen un papel aún más importante. 5.2. Tradiciones discursivas y diacronía: Microscopia, macroscopia y metodología Hemos visto que el concepto de tradición discursiva es indispensable para comprender grados e itinerarios de habitualización en el cambio lingüístico. Cabe subrayar que esta es solo una de las varias perspectivas que revelan la pertinencia de nuestro concepto para la lingüística diacrónica. Recordemos que en el caso estudiado aquí (vuestra merced) el concepto de tradición discursiva ha ayudado a precisar la vigencia de las reglas lingüísticas implicadas en el cambio. Por lo tanto se podría hablar, en primer lugar, de la pertinencia del concepto para la microscopia del desarrollo del cambio lingüístico (cfr. por ejemplo Koch 1994: 205-207; 2002: 10s.; 2005a: 245s.; Blank 1997: 128s.; 2005: 294s.). Existen por lo menos otras dos perspectivas interesantes que se presentan en el marco de una lingüística diacrónica adecuada. Mencionemos, en segundo lugar, el problema de la elaboración lingüística, aspecto central de toda historia de una lengua de cultura (cfr. Kloss 1978: 37s.). La elaboración tiene dos caras: la ‘extensiva’ consiste en apropiarse una lengua Cfr. también la forma levemente acelerada en (20c). La reducción sigue avanzando, más allá de usted, en algunas variedades modernas del español: usted > sté > té. 20 

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sucesivamente de todas las tradiciones discursivas de la distancia pertinentes para la comunidad cultural respectiva; la elaboración ‘intensiva’, en cambio, consiste en el desarrollo en esta lengua de estructuras y procedimientos lingüísticos que satisfagan los requisitos (de las tradiciones discursivas) de la distancia (cfr. Koch 1988b: 344; Koch/Oesterreicher 2001: 603s.; 2007: 187s., 192s., 196-215, 258-274, 313-333; Jacob/Kabatek 2001: viii-xi; Kabatek 2001: 109-121; 2005a; 2005b: 165173; Aschenberg 2003; Frank-Job 2003; Wilhelm 2003). Evidentemente, en el contexto de la elaboración –sobre todo extensiva– el concepto de tradición discursiva es indispensable para la macroscopia de la evolución de una lengua. En tercer lugar mencionaremos finalmente un aspecto metodológico: El estudio diacrónico de una lengua particular que se basa empíricamente en textos (‘discursos’) no tiene que engañarse con la ilusión de que los datos extraídos de estos discursos reflejen directamente reglas idiomáticas de la lengua en cuestión ni que los datos sacados de discursos sucesivos en el tiempo reflejen directamente un cambio de reglas idiomáticas. Hay que tener en cuenta los “filtros” no solo de las variedades lingüísticas, sino también de las tradiciones discursivas que intervienen en cada discurso individual. Esta consideración conlleva consecuencias importantísimas para la metodología de una lingüística del corpus (cfr. Oesterreicher 2001: 1569s.; Kabatek 2005b: 163s., 172-174). Tampoco las reglas idiomáticas, que aparecen tan naturalmente en el esq. 3, (B′), son directamente accesibles en una lingüística diacrónica basada en córpora. Microscopia, macroscopia y metodología constituyen tres enfoques centrales para la aplicación del concepto de tradición discursiva en el marco de la lingüística diacrónica. El estudio presente sobre vuestra merced proporciona una pequeña contribución al problema de la microscopia del cambio lingüístico. 6. Bibliografía A dler , M ax K. (1978): Naming and Addressing. A Sociolinguistic Study. Hamburg: Buske. Aschenberg, Heidi (2003): “Diskurstraditionen – Orientierungen und Fragestellungen”, en: Aschenberg/Wilhelm (2003), 1-18. Aschenberg, Heidi/Wilhelm, R aymund (eds.) (2003): Romanische Sprachgeschichte und Diskurstraditionen. Tübingen: Narr. Barrio Estévez, Laura del (1997): “Vacilaciones en el sistema de tratamiento del español clásico: El Quijote, II Parte”, Verba 24, 349-370. Bischoff, Bernhard (ed.) (1973): Salzburger Formelbücher und Briefe aus Tassilonischer und Karolingischer Zeit. München: Verlag der bayerischen Akademie der Wissenschaft (Sitzungsberichte der Bayerischen Akademie der Wissenschaften. Philosophisch-historische Klasse 4/1973).



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Los gramáticos españoles del Siglo de Oro: ¿Tradición discursiva, lengua especial…? R afael Cano Aguilar

1. El interés que para la Lingüística y Filología del español hoy en el siglo XXI puedan tener los gramáticos españoles del XVI radica en aspectos muy variados. En primer lugar, en ellos está la base de buena parte de la terminología y conceptualización que continuará en la historia de nuestra gramática, y en ellos se avanzan problemas que lo siguen siendo hoy (valores del artículo, verbos transitivos vs. intransitivos, existencia o no de voz pasiva…). En segundo lugar, intentaron describir un tipo de lengua (homogénea, pero la variación aparecía, consciente o inconscientemente) configurada según normas diversas (geográficas, sociales, etc.), que era la que ellos querían consagrar, para españoles y, sobre todo, para extranjeros, por lo que a través de sus descripciones podemos aproximarnos a lo que ciertos sectores de la sociedad española entendían por “buen idioma” (los gramáticos no sirvieron entonces para construir la norma del idioma, pero sí para, mejor o peor, reflejarla). Se plantearon, además, la dimensión política de la nueva lengua “española”, atendiendo a su función de parte y forjadora de la nueva realidad nacional (a través, por ejemplo, de las discusiones sobre el nombre del idioma), y a la inserción de esta en el conjunto europeo. Iniciaron, finalmente, la reflexión sobre la historia del idioma, y si en ese contexto surgieron teorías tan descabelladas como la del “español primitivo” (descabelladas científicamente, pero no en un contexto social e ideológico como el de la España de fines del XVI y principios del XVII), también es cierto que ahí encontramos los rudimentos de una verdadera “gramática histórica” del español con la obra de Bernardo de Aldrete. Hay otro aspecto, sin embargo, más descuidado, el que va a constituir el centro de atención de este estudio: ¿cómo escribían esos gramáticos? ¿Cuáles eran sus técnicas descriptivas, expositivas y argumentadoras habituales? ¿Llegaron a construir una “lengua especial”, generaron una “tradición discursiva” que se prolongara a través del eslabón de la gramática académica del XVIII, en forma más o menos diferenciada respecto de la lengua usada por otros humanistas y eruditos de la época? Para intentar dilucidar tal interrogante, se atenderá fundamentalmente a la Ya planteado en su momento por R. Eberenz (1996). Véase también, aunque trata cuestiones de diversa índole, J. L. Girón Alconchel (1996).  

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terminología con que se intentó clasificar los datos obtenidos en una aprehensión de tipo, en principio, científico-técnico, y los modos de construcción sintáctica y fraseología utilizados en su elocución. 2. La terminología gramatical no es, evidentemente, solo cuestión “terminológica”: encierra graves problemas de delimitación conceptual, herencia histórica, etc. En este momento, nos van a interesar solo los mecanismos por los que determinados elementos léxicos se constituyeron en miembros de un léxico “especial” y se insertaron en una “tradición discursiva” nueva (nueva en cuanto disciplina científica y didáctica no existente antes de 1492 en castellano; no tanto, en cuanto componente del lenguaje científico, doctrinal y expositivo, de antigua raigambre en castellano). 2.1. La base primera de la terminología es la gramática latina, tanto la imperial como la medieval. En la época de Nebrija había ya una sólida tradición de terminología gramatical que pudo insertarse con facilidad en las incipientes Gramáticas de las lenguas vulgares (buena parte de ella sigue hoy en perfecto uso). De este modo, Nebrija en su Gramática castellana y Alfonso de Palencia en el Universal vocabulario un poco anterior (1490) fueron los primeros grandes responsables de la introducción de “cultismos gramaticales” en nuestro idioma: ortografía, prosodia, sintaxis, como las partes componentes de la gramática, es posible que se usaran por primera vez en castellano en la Gramática del sevillano (la otra parte, etimología, había entrado algo antes). De todos modos, Nebrija parece tratarlos como elementos aún no integrados del todo, pues siempre los vincula a su origen helénico (“los griegos llamaron…”), y les da, más que una traducción o equivalente léxico, una paráfrasis declaradora de su significado. Tal paráfrasis sigue acompañando como segundo elemento de un sintagma binario las sucesivas apariciones de prosodia (“prosodia & sílaba”) y sintaxis (“sintaxi [también syntaxis] e orden”) . En cambio, ortografía (escrito habitualmente orthographia, con lo que Nebrija se contradice en su principio de escribir como se habla) y etimología se usan sin más problemas. A ellos habría que añadir una larga lista de tecnicismos gramaticales: acusativo y los demás términos   Para este estudio se han utilizado básicamente las Gramáticas de Nebrija (1492) y Cristóbal de Villalón (1558), y los Anónimos de Lovaina de 1555 y 1559, si bien se harán referencias ocasionales a otros textos. Por otro lado, para las cuestiones terminológicas se tendrá en cuenta preferentemente la parte “gramatical”, dejando algo de lado los aspectos ortográficos y fonéticos, mucho más utilizados tradicionalmente por los historiadores de la Gramática española.   Para la terminología gramatical, véase H. Aschenberg (1997).   Todavía la Gramática de Villalón, ya en 1558, sigue sin usar el término sintaxis, prefiriendo en su lugar construçion, o el propio de la Retórica, eloquçion.



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de ‘caso’, preposición, adverbio, conjunción, subjuntivo, optativo, infinitivo, gerundio, participio, impersonal, neutro; así como la larga serie de barbarismos, metaplasmos y ‘figuras’ en general que se incluyen en los Caps. V-VII del Libro IV de la Gramática, el dedicado a la sintaxis (helenismo), construcción (latinismo), orden o aiuntamiento (patrimoniales romances). A estos hay que sumar la lista de “especies” del nombre que da Nebrija: “los patronímicos, possessivos, diminutivos, aumentativos & comparativos”, junto al genérico denominativos, y verbal, participial y adverbial según el origen de la derivación. Todos estos términos se añaden a otros de más antigua vida en el idioma, por usarse también como tecnicismos poéticos (sílaba –ya en el Libro de Alexandre–, vocal, consonante, diptongo). Se constituye, así, un sólido cuerpo de términos ‘unisémicos’, propios solo de la lengua de la Gramática y con un sentido preciso dentro de ella (aunque las definiciones puedan variar entre unos autores y otros, y aun dentro de un mismo autor). A ellos vendrían a unirse algo más tarde otros como pretérito, pluscuamperfecto o futuro, que ya parecen formar parte de la terminología castellana del Anónimo de 1555. Al lado de los “cultismos gramaticales” específicos, buena parte de la terminología gramatical viene constituida por cultismos, más o menos asentados ya en el idioma, y que restringen su significado al penetrar en este ámbito. Es lo que ocurre con oración, habitual casi desde los orígenes para “rezo”; cláusula, usual desde el XIII para “parte de una exposición”, jurídica o no, que se empleará inicialmente no como término específico del metalenguaje gramatical sino como uso ocasional en la descripción de hechos (será Villalón quien consagre su empleo gramatical, diferenciándolo netamente de oración); y muchos otros: caso (“suceso”), declinación ( su(b)stantivo, géneros (“linaje”, “especie”) masculino y femenino, números singular y plural, presente (“regalo”/“que asiste”), modo (“moderación”/“género”), artículo (“articulación del cuerpo”/“parte”, ya en el XIII). Se usaron también, pero tuvieron menos suerte en Gramática, especie Nebrija (Libro III, Cap. III) parece mostrarse como el creador, por analogía, de este término: “& por que este género de nombres aun no tiene nombre, osemos le nombrar aumentativo, por que por él acrecentamos alguna sobre el nombre principal de donde se deriva” (cursivas mías).   Nebrija (Libro III, Cap. III) diferencia perfectamente derivación, formación léxica dentro del idioma, de decendimiento, procedencia etimológica (en castellano, afirma, la más general es la procedente del latín). Por su parte, para los términos no derivados utiliza primogénito, término que desaparecería pronto del vocabulario gramatical.   Cfr. J. M. Lope Blanch (1979).   Pese a lo dicho por Corominas, s. v., es ya habitual en Nebrija con su significado gramatical.  

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(“tipo”, “clase”, en el s. XV) y figura (“imagen”, ya en Berceo) para diferenciar nombres y verbos no derivados frente a los derivados (la especie) y nombres y verbos simples frente a los compuestos (la figura: en Ortografía figura designó la forma gráfica de las letras). Se trata de un proceso de ampliación semántica de estas voces, aunque al entrar en el ámbito de la Gramática se convierten también en voces ‘monosémicas’, con clara restricción denotativa. De todos modos, no fue un proceso nuevo en castellano, sino un calco respecto del latín, pues las correspondientes formas latinas eran ya utilizadas con esos valores por los gramáticos desde, en muchos casos, el s. V. Ahora bien, estos cultismos latinos, nuevos o ya instalados, unisémicos o monosemizados, no fueron la única fuente de los tecnicismos gramaticales del XVI ni su uso dejó de provocar tensiones. El que muchos de estos términos fueran nuevos, bien como tales términos o con su “nuevo” sentido gramatical, llevó a Nebrija a definir varios de ellos, a otorgarles sinónimos más o menos parafrásticos en su empleo, o, finalmente, a preferir “traducciones” castellanas. En cierto modo, se produjo algo parecido a la situación con la que Alfonso X y su círculo de colaboradores tuvieron que enfrentarse al traducir textos terminológicos árabes: o bien incorporar los términos foráneos de tradición científica (en este caso, no solo latinos sino también arábigos), o buscarles una versión castellana, como “préstamos de traducción”. Pero, al igual que ocurrió en la Astronomía del XIII, también la Gramática del XVI acabó prefiriendo en la mayoría de los casos (en todos aquellos donde la forma romance no se había convertido en la exclusiva) las formas latinas. Expresamente lo dice Cristóbal de Villalón, uno de los gramáticos más claramente “casticistas” de la época, confesando con ello la razón pragmática de la decantación por lo latino: “… que aunque sea ansi verdad que pretendemos dar arte para el puro Castellano muy desasido del Latin: no nos podremos del todo escusar de nos aprouechar de algunos nombres y vocablos dela lengua Latina: porque enel proçesso y orden nos demos mejor a entender”; entre los vocablos a que alude incluye nombre (del que Villalón ignoraba su naturaleza romance), verbo, declinaçion, conjugaçion, genero, masculino, femenino, neutro. Villalón parece ignorar la posibilidad de equivalentes léxicos romances, pues solo piensa en la incomodísima explicación de la Gramática que surgiría de dar a cada momento paráfrasis aclaradoras: “… si cada vez se huuiesse de dezir que del tal vocablo se tuuiesse neçesidad era a cada passo neçesario vn pliego de papel”, y en la ventaja que supone disponer ya de términos unívocos para los conceptos gramaticales: “Y pues los tenemos ya fingidos y compuestos aunque por la lengua latina tomemos se los que ella nos los prestara”. En ocasiones la forma romance no tuvo competidora. Ello ocurrió especialmente cuando el término gramatical latino había generado un heredero romance



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reconocible, que amplió su significación para acoger el nuevo sentido gramatical que, en este ámbito, le producía una especial restricción semántica y denotadora. Es lo que ocurrió con nombre, tiempo y voz. En algún caso se formó un componente híbrido, de prefijo culto y voz patrimonial, por tanto término gramatical unisémico: pronombre. Tampoco tuvieron competidores “cultos” de su misma raíz palabra o letra (en la época, representación escrita, pero a la vez sonido, o son, que la define), si bien la primera tuvo siempre a su lado a la ambigua voz patrimonial, pero también a la semiculta dicción: esta última desapareció del lenguaje gramatical, no así las otras dos, aunque por su vaguedad semántica son hoy más bien propias de un vocabulario “para-científico”. Solo en verbo acabó imponiéndose la forma culta sobre la patrimonial vierbo: a ello contribuirían la antigüedad de la primera en el idioma general, con los sentidos de “palabra” o “frase”, el que vierbo no adquiriera nunca la significación gramatical, y su carácter de voz desusada ya en el XIV, y más aún en el XV. Más variados fueron los resultados de versiones romances hechas conscientemente por los gramáticos a partir de los términos latinos. El caso más conocido es el de Nebrija, que propuso una terminología totalmente castellana para los tiempos del verbo (“traducción” de la latina). De ahí que, junto a presente (voz sin alternativa), hallemos passado no acabado (‘imperfecto’), passado acabado (‘pretérito’ o ‘indefinido’), passado más que acabado (‘pluscuamperfecto’), venidero (‘futuro’), con sus correspondientes formas ‘compuestas’ o por rodeo. Tales innovaciones aún llegan a la Gramática de Villalón y al Anónimo de 1559, que emplean passado y venidero (la primera también usa la perífrasis que está por venir), pero ya el Anónimo recupera imperfecto y perfecto, y crea un híbrido más que perfeto. De todos ellos solo sobrevivió pasado para ‘pretérito’, aunque, paradójicamente, más por imitación de los passés (simple y composé) de la Gramática francesa. A estos hay que añadir otros: dudoso para el género ‘ambiguo’, mezclado para el ‘epiceno’, el polisémico partezilla (con el que designa el don de los títulos, mesmo, el auxiliar aver, las conjunciones coordinantes)10, senzillo/compuesto para las formas léxicas de nombres y verbos. Todo un programa de hispanización del léxico gramatical, muy en consonancia con su clara conciencia de las diferencias estructurales entre las dos lenguas objeto de su análisis, latín y castellano11. Sin embargo, el castellanismo de Nebrija no fue completo (por ello, a la larga la terminología latina acabó triunfando): emplea sin vacilación los términos latinos de los modos (indicativo, Esta, no obstante, fue claramente plurisémica, aun en el ámbito gramatical: “pronunciación”/“palabra (pronunciada)”/“accidente del verbo”. 10  Partícula, cultismo usado ya por Enrique de Villena y en alguna ocasión por el mismo Nebrija (por ejemplo, en el Lexicon latinum-hispanicum), tardó en normalizarse: no se encuentra en las gramáticas del XVI manejadas. 11  Cfr. E. de Bustos (1983: 210).  

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imperativo, optativo), a veces con grafía latinizante (subjunctivo), incluso en un orden sintáctico típicamente latino (indicativo modo, optativo modo, etc.). En este sentido, el casticista Villalón fue más lejos, pues en él los nombres de los modos (que él llamó maneras) también aparecen castellanizados: “la manera de mostrar” (‘indicativo’), “la manera de mandar” (‘imperativo’), “la manera de dessear” (‘optativo’), “la manera de ayuntar” (‘subjuntivo’), y los nombres latinos (indicativo, etc.), empleados en algún momento, se atribuyen exclusivamente “a los Latinos”. También intentó tímidamente Villalón traducir las formas de la ‘voz’ (“… hazer o padeçer (que llama el Latino, action o passion)”), sin que tal intento cuajara. Por su parte, el Anónimo de 1559, junto a los habituales masculino y femenino, emplea alguna vez las paráfrasis “para el Macho”, “para la Hembra”, y otras el culto viril (entrado en el XV sin valor gramatical), varonil y el opuesto mugeril. Nebrija alternó regir y demandar para la exigencia morfosintáctica de un elemento hacia otro (regir para los nombres, demandar para los verbos: solo regir sobreviviría, para unos y otros). Finalmente, tampoco triunfaron otras “traducciones” de Nebrija: ni fuerça para ‘pronunciación’ (versión de la vis latina), ni letrado para ‘gramático’ (tenía ya demasiados sentidos), ni declaradora para “gramática istórica” (en el sentido de Quintiliano, la que se basaba en la enarratio auctorum, la explicación de los autores sobre los que se construía el modelo lingüístico)12. 2.2. Sin llegar a la categoría de terminología específica, en los tratados gramaticales se produce en algunas ocasiones una selección de léxico que desarrolla ciertas acepciones a partir de su valor común, con lo que se produce una inicial especialización de sentido. Es lo que ocurre en Nebrija con coger, el cual deriva semánticamente en dos direcciones: o como la impregnación (no vista negativamente) que el uso, aun el vulgar, puede producir en la lengua sometida a los “preceptos & reglas del arte” (“la qual [la gramática methodica], aun que sea cogida del uso de aquellos que tienen autoridad para lo poder hazer…”); o como el contacto y mezcla de lenguas, que en Nebrija es siempre negativo, pues ahí radica el origen de la corrupción de las lenguas (“… apartarían su lengua [el hebreo], cogida, cuanto io pienso, de la caldea & de la egipcia…”); indica también la combinación de las vocales en diptongos y triptongos (pero no de las consonantes en grupos: “De la orden de las vocales cuando se cogen en diphthongo”, Libro II, Cap. VIII); y, por fin, la constitución de la sílaba (“Sílaba es un aiuntamiento de letras que se pueden coger en una herida de la boz e debaxo de un acento”, Libro III, Cap. I). Tampoco el cultismo doctrinal triunfó como versión de “gramatica methodica”, la que se ocupa de “preceptos & reglas del arte”. En realidad, la Gramática española apenas cultivó esa división de Quintiliano. 12 



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El carácter lineal del lenguaje, que halla su mejor reflejo en la linealidad de la escritura, y el intercambio de las nociones de ‘espacio’ y ‘tiempo’ se reflejan en las abundantes metáforas locativas y dinámicas con que se nombra la combinatoria lingüística en estos gramáticos. Así, los elementos lingüísticos “se ponen delante/ detrás de otro”, “se juntan unos a otros”, “van/están junto a otro”, etc., usos aún hoy posibles en el metalenguaje gramatical. Pero hay otros usos más ceñidos a la época: en Nebrija, el adjetivo se arrima al sustantivo (de hecho, Nebrija piensa que arrimado sería buena traducción para adjetivo); en Villalón, arrimarse indica la unión de nombre y “artículo” (en realidad, preposición) para indicar los ‘casos’ castellanos. De nuevo en Nebrija, sacarse viene a indicar cualquier génesis de un vocablo a partir de otro (también venir de), y de forma más específica decendimiento nombra la génesis etimológica, y para la génesis léxica intralingüística alguna vez emplea derivación, pero de forma mucho más sistemática y reiterada salir (“Por la maior parte salen estos nombres en esta terminación ano, como de Castilla, castellano…”, Libro III, Cap. IV). Para verbos activos (cultismo algo anterior) o transitivos (tecnicismo introducido por él), Nebrija da la definición de “aquellos que passan en otra cosa”, que es a su vez una paráfrasis de la composición latina, de sentido dinámico, trans-ire. Por su parte, circunloquio, introducido por Nebrija en castellano, se vierte constantemente por la expresión por rodeo, que viene a designar cualquier tipo de perífrasis o secuencias de elementos con valor unitario; tal versión no tuvo éxito, pues solo lo emplea algunas veces el Anónimo de 1559, frente a la pronta generalización del culto circunloquio. 3. Más difíciles de localizar y clasificar son los procedimientos sintácticos con que los gramáticos construyen su discurso, en especial cuando a partir de tales procedimientos se intentan delimitar los principios y parámetros de una tradición discursiva. Dicho de otra manera: ¿pueden hallarse rasgos sintácticos que sirvan para hablar de una tradición discursiva, de unos modos lingüísticos propios, incluso de un “lenguaje especial”? Varios aspectos de la gramática textual de estas obras pueden considerarse relevantes en este sentido. 3.1. La configuración sintáctica de las relaciones inter- y supra- oracionales es siempre, en principio, un elemento utilizable para los modos de configuración de los discursos. Destacaremos los que se han considerado más relevantes13.

13  Para ello, hemos analizado el Prólogo, el Cap. III del Libro I, el Cap. I del Libro II y el Cap. VIII del Libro III, en la Gramática de Nebrija; el Prólogo y la parte gramatical, del Anónimo de Lovaina de 1555; el Prólogo y la Segunda Parte, de la Gramática de Villalón; y el Prólogo y la parte dedicada a la “Declinación del Verbo”, en el Anónimo de Lovaina de 1559.

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En lo que hace a la marcación explícita de las relaciones supraoracionales (las que más claramente determinan la cohesión en la construcción textual), la mayoría de los fragmentos analizados la muestra en porcentajes superiores al 50% en casi todos los casos. Suele haber diferencias entre los Prólogos, siempre más “retóricos”, con mayor presencia de dicha conexión, y las partes expositivas y descriptivas, más parcas en tal procedimiento; pero en general no son de gran alcance (Anónimo (1555): 68,75%/48,48%; Villalón: 58,82%/57,64%; Anónimo (1559): 59,26%/38,89%). Es en la Gramática de Nebrija donde las diferencias son más llamativas, pues frente a una abrumadora presencia de la conexión explícita en el Prólogo (87,87%) y el Cap. III del Libro I (81,82%), capítulo este en el que, más que exponer, argumenta para qué sirven las letras, y por qué las hay específicas de unas lenguas frente a otras, baja relativamente en el Cap. I del Libro II, donde expone y explica diversas particularidades de la sílaba, para descender drásticamente (22,22%) en el Cap. VIII del Libro III, típicamente característico de su modo de presentar describiendo los hechos gramaticales. Por otro lado, casi no aparecen los conectores típicos, al igual que en la mayor parte de los textos coetáneos y anteriores: los elementos utilizados para tal función textual (a veces combinados entre sí) son demostrativos y otros elementos deícticos (pronombres o adverbios), adverbios de adición, relativos y conjunciones coordinantes y adversativas, a más de nexos consecutivos (así que, de manera que); solo en contadas ocasiones se hallan elementos especializados (casi solo pues y por tanto); hay que contar también con la elipsis sintáctica entre períodos. Hay, además, ciertas preferencias: los demostrativos en los dos Anónimos, la copulativa y en Villalón; también, una mayor variedad en Nebrija. Las preferencias en el modo de construir las relaciones interoracionales dentro del período son también relevantes. Sobre unas constantes, propias no solo de este tipo discursivo, o de otros relacionados (prosa expositiva y didáctica), sino de casi toda la prosa culta castellana, hay diferencias significativas en correlación con los diferentes modos de actuación lingüística presentes en los tratados gramaticales. Así, los prólogos muestran mayor proclividad hacia la hipotaxis, mientras que en los pasajes descriptivos se incrementa la presencia de otros tipos de relación: parataxis sindética o asindética, segmentos oracionales independientes (aunque sin llegar a desbancar a la hipotaxis de su posición mayoritaria). Las diferencias son más marcadas en Nebrija (76,09%, porcentaje de subordinación en el Prólogo/56,60 y 55,22%, porcentaje de subordinación en los Caps. I del Libro I y VIII del Libro III14) y en el Anónimo de 1559 (63,37%/54,46%); menos en Villalón (69,01%/60,34%); y destaca el Anónimo de 1555, el único texto donde Situación peculiar es la del Cap. III del Libro I, del que ya se ha destacado su naturaleza más bien argumentadora que expositiva, y que alcanza un 71,7% de subordinación. 14 



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la subordinación nunca supera el 50%, pero también con diferencias marcadas entre Prólogo y texto expositivo (44,44%/26,23%). No se trata, sin embargo, de una subordinación muy variada: en todos los textos, los diversos tipos de construcciones relativas constituyen, con mucho, la mayoría de la subordinación (casi siempre, por encima del 50% del total); las completivas, tanto de OD como de Sujeto, o adjuntas a elemento nominal, se sitúan también entre las más frecuentes, aunque no siempre en segundo lugar (según lo habitual en la prosa castellana); entre las demás, pocos son los tipos que logran reiterar porcentajes relativamente elevados de empleo: ocurre con las temporales en el Prólogo de la Gramática de Nebrija (relato histórico en buena parte), pero también en algún pasaje expositivo, al describir movimientos articulatorios: … porque cuando las vocales suenan por sí, sin se mezclar con las consonantes, propria mente no son sílabas (Nebrija: Gramática, Cap. I, Libro II); y con causales y consecutivas, que sirven para actuaciones tan reiteradas en un tratado como, las causales, justificar denominaciones: E llámase pronombre, por que se pone en lugar de nombre proprio (Nebrija: Gramática, Cap. VIII, Libro III) Esta lengua dela qual damos aqui preçeptos, se llama Hespañola: llamasse assi, non porque en toda Hespaña se hable vna sola lengua […] sino, porque la mayor parte de Hespaña la habla (Anón. 1555, Prólogo) El quarto Modo es por mi llamado Comun, porque todos sus tiempos son comunes i dedicados para declarar… (Anón. 1559: 47),

o los hechos y fenómenos que se describen: … los que en su sinificaçion no son actiuos, ni passiuos: porque no denotan que alguna persona haga ni padezca… (Villalón, Gramática: 41) Dexo de alargarme en provar esto con mas palabras, porque es cosa mas que notoria ser assi como io digo… (Anón. 1559: 55),

y, las consecutivas, o bien encarecer un fenómeno idiomático llamativo o característico a ojos del autor: … assí es boz propria de nuestra nación, que ni judíos, ni moros, ni griegos, ni latinos, la pueden pronunciar […] assí es pronunciación propria de moros […] que ni judíos, ni griegos, ni latinos, la conocen por suia (Nebrija: Gramática, Cap. III, Libro I)

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… tiene ciertos modos i maneras de hablar por rodeos, o sin ellos, de tal manera, que mui lindamente se responden ellas entre si… (Anón. 1559: 55), o extraer las características, funciones, etc. de un elemento gramatical a partir de su naturaleza, antecedentes, etc.: El tiempo segundo, es delo passado, pero de tal manera, que no se conosca, ni determine su accion o passion ser acabada (Anón. 1559: 4515)

Los índices de recurrencia de la subordinación (esto es, la expansión de las subordinadas por coordinación, o por otras subordinadas que se les adjuntan), otra de las medidas de la “complejidad” sintáctica de un texto, muestran un comportamiento contradictorio: en Nebrija y en el Anónimo de 1555 se da lo que, en principio, parece esperable, mayores índices en los Prólogos que en los pasajes descriptivos (Nebrija: 46,43%/34,21%, 20%, 21,62%; Anónimo: 25%/12,5%); pero en Villalón y en el Anónimo de 1559 la situación es la inversa (Villalón: 26,53%/34,26%; Anónimo: 28,12%/34,56%); no parece, pues, que nos hallemos ante un parámetro fiable. Finalmente, la extensión de los períodos arroja cifras diferenciales no siempre muy tajantes, aunque sí vuelve a ser significativa la variación en este punto. Así, en Nebrija el contraste mayor se da entre el Prólogo, donde dominan los pasajes de tres, cinco y seis oraciones, y el Cap. VIII del Libro III, en el que son mayoría los de una. En el Anónimo de 1555 y en Villalón el contraste es mucho mayor, pues en los pasajes expositivos los períodos de dos y una oraciones muestran un dominio abrumador, lo que no ocurre en los Prólogos, más variados y diversos en este aspecto. También el Anónimo de 1559 ostenta una diferencia semejante, aunque menos marcada, entre los pasajes expositivos, donde predominan los períodos de dos, tres y una oraciones, y el Prólogo, nuevamente más disperso. Parecen, pues, manifestarse claras tendencias en aras de una mayor o menor “simplicidad” sintáctica en función de las necesidades textuales y las funciones discursivas de los pasajes concretos. 3.2. El núcleo central de nuestros textos consiste en el establecimiento de determinadas reglas o principios, enunciados como asertos científicos, de validez general (en presente), y la ejemplificación correspondiente, en que se ofrecen casos concretos de la regla general. Los modos en que se introduce dicha ejemplificación son bastante constantes entre nuestros autores, aunque, ciertamente, no se apartan demasiado de los esquemas previstos ya por el idioma para esta posibilidad Es esquema muy repetido a continuación, en las subsiguientes definiciones de tiempos y modos. 15 



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discursiva. El más frecuente es la presentación de los ejemplos en estructura no oracional por medio de como: Proprio nombre es aquél que conviene a uno solo, como César, Pompeio (Nebrija: Gramática, Libro III, Cap. II) … singular, que habla de vno, como hombre. Y numero plurar [sic] que habla de muchos como hombres (Villalón, Gramática: 17)

Variante más elaborada es la comparación hipotética con como si, o como más un verbo en gerundio, o en presente de indicativo (esta última, propia de Villalón), estructuras ambas cuyo núcleo es un verbo de “decir”, de forma que el proceso de ejemplificación remite en último término a un acto de hablar: como si dixeseemos, este hombre, esta tabla (Villalón, Gramática: 14) … en el cual alguna cosa se haze agora, como diziendo lo amo (Nebrija: Gramática, Libro III, Cap. X) La qual figura se llama Metalepsis. Como dezimos: yo yre despues de quatro septiembres… (Villalón, Gramática: 56)

En todos estos casos, el sujeto de ese “decir” es genérico más que impersonal, y hay un “nosotros” que abarca en principio a todos los hablantes. Puede ocurrir, sin embargo, que un uso concreto se atribuya a un grupo específico, por lo que se introduce un sujeto particular, manteniendo el esquema: Tambien se comete viçio enlas palabras añadiendo, o quitando letra […] Como dizen los labradores vinon o vinioron, por vinieron (Villalón, Gramática: 56)

Cuando los gramáticos crean un nuevo término, una nueva denominación para alguna realidad gramatical (en general, preexistente), algo no muy frecuente en los textos analizados, se suele recurrir a una perífrasis de modalidad deóntica, bien dentro del ámbito de la potencialidad, o en el del compromiso: … los griegos llamaron methódica, que nos otros podemos bolver en doctrinal […] los griegos llamaron istórica, la cual nos otros podemos bolver en declaradora (Nebrija: Gramática, Libro I, Cap. I) & por que este género de nombres aún no tiene nombre, osemos le nombrar aumentativo (ib., Libro III, Cap. III)

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E por que aún entre nos otros no tiene nombre, osemos la llamar nombre participial infinito (ib., ib., Cap. XIIII)

Una función muy propia de los textos gramaticales, como de cualquier texto doctrinal o científico, es la definición. El procedimiento habitual entre estos gramáticos es también el más general en el idioma, la atribución identificadora con ser en presente de indicativo. Nebrija suele emplear una variante amplificada, retórica: no es otra cosa sino. Bastante común es la introducción como atributo de una construcción temporal con cuando, de modo que la definición no remite al concepto sino a la virtual realización de dicho concepto. Tal procedimiento se puede manifestar en forma abrupta, adjuntando la temporal al verbo definitorio, es, tal como ocurre en la larguísima serie de definiciones de los términos retóricos que figura en el Libro IV (Caps. VI y siguientes): “Apheresis es quando…”; en estos casos, tan censurados con posterioridad por preceptistas y gramáticos, parece estar vivo el valor existencial de ser, aún de amplia presencia en la época y hoy mucho más limitado. Se da también en Villalón (“… Methafora: y es quando…”), pero este prefiere la explicitación del valor existencial de ser, o, mejor dicho, la presentación de lo definido en la situación dinámica en que se produciría: El segundo tropo, o figura se causa en la lengua Castellana quando se pone… (54) El septimo tropo, o figura se comete enla lengua Castellana quando… (56)

Por otro lado, las equivalencias identificatorias, tan propias de las definiciones, suelen emplear un cliché de larga historia en español (remonta a los textos astronómicos alfonsíes): “que quiere dezir”. La presentación de los hechos gramaticales puede hacerse de forma directa, inmediata, ofreciendo sin más los paradigmas de declinaciones, conjugaciones, etc. No obstante, hay un mecanismo alternativo con el que introducir los casos de una regla, las variantes, etc., mediante su inserción en el discurso general. Ello lleva normalmente a la repetición más o menos prolongada de un mismo molde sintáctico, repeticiones internamente yuxtapuestas entre sí, sin otro elemento formal que los una que, justamente, esa reiteración del esquema presentativo: esto y el seguir en un mismo sector del universo de discurso son los procedimientos con que se garantiza la coherencia y la cohesión discursivas. Ya se ha visto tal reiteración a propósito de los procedimientos de definición. La hallamos igualmente para la presentación de los distintos casos posibles de una estructura, y en ello quizá sea Nebrija quien ofrece los ejemplos más extremados, tales como las extensas series de “Salen … salen…”, o bien “Otros … otros…” de los Caps. IV y V del Libro III.



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Esta forma del discurso expositivo provoca, ciertamente, una clara impresión de monotonía a nuestra sensibilidad. Pero no es fruto, de ningún modo, de inhabilidad estilística. Por el contrario, Nebrija era escritor muy preocupado por la forma de sus escritos16, por lo que aquí parece que nos hallamos ante un artificio con el que trata de ofrecer un lenguaje claramente impregnado de objetividad y rigor expositivos, siguiendo en ello el tipo de lengua didáctico-gramatical que había ensayado con anterioridad en las Introductiones latinae (y cuyos orígenes estarían en las fuentes de estudios gramaticales especialmente frecuentados por Nebrija). En realidad, antes del Libro V (que es, simplemente, unas Introducciones de la lengua castellana para extranjeros), Nebrija no emplea propiamente cuadros ni tablas de paradigmas: descripción, explicación y exposición de datos se entremezclan en una prosa escueta en su disposición sintáctica (secuencias oracionales con pocos elementos, escasas relaciones interoracionales, etc.), con la que concuerda perfectamente el molde estilístico de la repetición constante (repeticiones, eso sí, de moldes diversos según los pasajes). Otros gramáticos, en especial Villalón y el Anónimo de 1559, contrastan violentamente los pasajes explicativos, fuertemente polémicos y teñidos de subjetividad (con una sintaxis claramente construida según un tipo de discurso argumentador), con las tablas desnudas de paradigmas. Pero también en Villalón hay secuencias modeladas sobre la repetición de una constante: así, los 37 párrafos que empiezan por “Todo nombre…” para indicar las reglas del género en los sustantivos; o los “Sacasse…” (= “Sácase”) para indicar las excepciones a la regla general antes descrita; o los que con que desarrolla la “regla inflexible y general” de la variación desinencial del nombre en sus diferentes aspectos (empezando por “Que en el castellano en ningun nombre ay variaçion de la letra final en los casos”). 3.3. Hay, finalmente, un aspecto más difícil aún de dilucidar lingüísticamente, pero que constituye la raíz básica, fundamental, desde la que se construye el discurso de los gramáticos. Nos referimos a la adopción de la perspectiva desde la que el autor habla, la posición que el autor adopta respecto de lo que dice y su modo de imbricarse en su propio discurso. Tal perspectiva condiciona los modos de decir, y constituye en último término la fuente de donde brota el “estilo”, peculiar o de escuela, de este grupo de textos. En este punto, los textos no son homogéneos consigo mismos, ni tampoco unos con otros: el autor puede mantener la actitud objetiva, limitándose a describir y explicar; o puede entrar en polémica con interlocutores imaginados, por lo que convierte su discurso en variadas formas de argumentación; puede presentar lo que dice como verdades al margen de su opinión, verdades generales no exclusivas de nadie en concreto, o presentarlo como fruto de su pensamiento. 16 

Cfr. los estudios de E. de Bustos (1983) y de R. Cano (1993).

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Se ha aludido más arriba a la objetividad que buscaba Nebrija en la descripción por medio del reiterado uso de la figura retórica de la anáfora. Esa objetividad, la propia del lenguaje científico, se manifiesta además en hechos tales como el empleo sistemático de la primera persona del plural como sujeto enunciador; salvo en el Prólogo, solo en contadas ocasiones pasa a la primera del singular, y ello para introducir ejemplificación de dos categorías que acaba de diferenciar: Nombre […] significa cuerpo o cosa. Digo cuerpo, como ombre, piedra, árbol; digo cosa, como dios, ánima, gramática (Libro III, Cap. II)17

Se manifiesta también en el uso constante de la tercera persona (singular o plural) para la descripción, sin intervención del enunciador, y con abundancia de construcciones pasivo-reflejas, pero de claro sentido impersonal (hay algo, y ese algo no tiene sujeto, es así como es y como se presenta): “se pueden llamar…”, “se compone”, “se pospone”, “dízese”, etc.; o pasivas perifrásticas, del tipo “fue hallada”, etc. Estas construcciones, caracterizadoras de una enunciación descriptiva objetiva, pueden pasar a usarse también en el razonamiento polémico: De aquí se convence el error de los que escriven en castellano illustre, sillaba, con doblada l […] De donde se convence el error de los que escriven con doblada r… (Libro I, Cap. X)

Se manifiesta igualmente en el orden de palabras, que, salvo ciertas concesiones latinizantes al estilo de la época, apenas muestra transgresiones significativas al supuesto orden “básico” y “lógico” de una lengua romance como el castellano. Este estilo es el seguido claramente por el Anónimo de 1555, incluso en su Prólogo, prodigio de objetividad en cuestión tan espinosa como el nombre de la lengua, lo cual quizá venga favorecido por su brevedad y por tratarse de un texto trilingüe. Pero no es, ni mucho menos, el estilo más generalmente seguido. El mismo Nebrija, al llegar al Libro IV, el que trata de la Sintaxis (equivalente a “orden” o “ayuntamiento”: combinaciones de las partes de la oración, con que pasa rápidamente de lo gramatical a lo retórico y estilístico), abandona en varios momentos la exposición objetiva. Más que en un cambio de la configuración sintáctica de los enunciados, que siguen manteniendo la disposición habitual en su escritura, ello se observa en la acumulación de sustantivos y adjetivos, pero también verbos, que incluyen una clara dimensión valorativa realizada por el 17  No siempre ocurre esto. La primera persona puede manifestar una duda, o incluso una negativa orgullosa a un uso tradicional: “La y griega tan poco io no veo de qué sirve…” (Libro I, Cap. V); “Mas aquí no quiero dissimular el error que se comete en nuestra lengua, & de allí passó a la latina [sic] diziendo: mes de enero…” (Libro IV, Cap. IV).



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enunciador acerca de los hechos que describe. Así, determinada inversión del orden de palabras, por la lógica de sus significados, o, mejor, referencias (“de occidente a oriente” en lugar de “de oriente a occidente”), es una perturbación, que no es tolerable ni se puede sufrir ni escusar. El gramático, que hasta ahora determinaba lo que se debía o no decir en función de la estructura del idioma, se convierte en un censor que opera a partir de prejuicios logicistas, o de gustos personales. Más radical es su diatriba contra la ordenación “el rei, & tú & io venimos”, en lugar de “io, & tú & el rei venimos”, a la que considera “vana cortesía” (es significativa la colocación del adjetivo). Y el tono polémico se incrementa a propósito de que “hablando con uno usamos del número de muchos, diziendo vos venistes, por dezir tú venistes”, como se observa en el elemento que marca la conexión (“i mucho menos”); hay a continuación una explicación científica de “autoridad” (“por que, como dize Donato…”), en la que se recupera el estilo objetivo; pero la argumentación reemprende el camino de la intensificación (“cuanto más, que…”), para señalar que el objetivo buscado de esa “vana cortesía” no se cumple, pues dar a varios es menor cortesía que dar a uno solo; desde este último punto toma pie para un grado aún mayor en la escala argumentativa (“& aún veo…”), pues va a aducir que a Dios siempre se le da el trato de uno; pero no acaba ahí la escala, sino que sube un peldaño más, por la combinación del marcador del discurso y la comparación del adjetivo valorativo (“I aún más intolerable vicio sería diziendo…”), a propósito de la construcción vos sois bueno, pues ahí se rompe (peca, dice Nebrija) la concordancia de número (por lo que se observa que, para Nebrija, está más alto en la escala de la intolerabilidad el pecar contra la Gramática que el mantener adecuadas relaciones con los demás humanos o con Dios); y aún hay un peldaño más, pues puede darse otra ruptura de concordancia, como en vuestra merced es bueno, donde la afectada es la de género. Esa escala argumentativa se revela al final como inoperante, por medio de la acumulación de un conector adversativo (todo lo anterior no es válido) y un marcador de recapitulación: “Pero a la fin, como dize Aristóteles, avemos de hablar como los más, & sentir como los menos”. No es fácil volver a encontrar este modo de organización del discurso, por lo que cabe deducir que el gusto humanista por el tuteo de raigambre clásica latina chocaba violentamente con el uso cortesano, tan odiado, al parecer, por él. Este tono polémico, argumentador, teñido de subjetividad, va a ser muy habitual tanto en Villalón como en el Anónimo de 1559 (de este último es bien conocida la violencia con que se niega a llamar castellano al idioma, tampoco español, prefiriendo el sintagma Lengua Vulgar de España). En uno y otro, junto a las formas expositivas más objetivas de que ya se ha hablado, se halla el uso constante del “yo” como sujeto enunciador, como soporte y garante responsable de la verdad de lo dicho: “digo que el nombre se ha de diffinir ansi…”, “Y digo ansi. Que el

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latino…”, “[A] Algunos les pareçe: y avn ami me pareçe ansi…”, “Agora digo que la clausula Castellana…”, etc. (Villalón); “digo, que una hai mui necessaria…”, “Como no he definido i declarado, que cosa sea Articulo…”, “El quarto Modo es por mi llamado Comun…”, etc. (Anónimo). También Villalón, por su parte, como Nebrija, se irrita con modos pretenciosos o vulgares de hablar. Así, al llegar al Libro “de la composiçion delas clausulas y oraçiones […] Construçion […] Eloquçion”, descalifica la mezcla de lo latino y lo castellano, por medio de un párrafo ejemplificador y descriptivo (“Esto acostumbran hazer…”), en el que lo que destaca es la acumulación por yuxtaposición de denominaciones insultantes (“muchos idiotas, echacueruos, charlatanes…”), el uso de denominaciones metafóricas, pero denigrantes (“niñerías”, “ensalada de vocablos incognitos”), la acumulación de adjetivos ante el nombre (“los simples populares labradores”), las secuencias, coordinadas o no, de elementos cuasi-equivalentes (“vocablos incognitos, no vsados”, “espantar y admirar”, “gran misterio y valor”). Procedimientos semejantes aparecen para negar el uso de vocabularios germanescos o semejantes: acumulación por yuxtaposición (“de que vsan los vellacos viçiosos vagabundos”), sintagmas binarios equivalentes (“sus viçios y mala vida”). Frente a esto, la crítica a usos anticuados recupera en parte la exposición objetiva (“Como dizen en algunas montañas”), aunque la causa aducida reintroduce la secuencia binaria de valoraciones (“por ser gentes no agudas, ni miradas en el hablar Castellano”). En cambio, ciertos usos de este tipo sí merecen una descalificación mayor: aparecen el conector de intensificación argumentativa y expositiva (“Y avn piensan muchas de aquellas gentes…”), y la ironía mediante el uso antifrástico (“que hablan muy polidamente en su manera de dezir”) (todo ello para censurar la aspiración ya no admitida de ciertos casos de f-: hortuna, hatiga, hiesta). Pero no siempre que hay reflexión aparece el tono subjetivo: otros procedimientos son posibles. Así, para negar la validez del género masculino para puente, establece una contraposición basada en su acción enunciativa (“Pero yo digo que…”), y ello lo sustenta sobre una causal que incluye una hipótesis de argumento por analogía (“porque si su razon fuesse buena tambien auiamos de dezir este fuente”), que se niega mediante un procedimiento de afirmar negando doblemente que ya habíamos visto en Nebrija (“pero no se dize en el comun sino…”). Pero en este momento introduce una anécdota ejemplificadora que le permite pasar a un breve discurso narrativo (“las letras dezian…”, “Y yo pregunte…”, “Y el me respondio…”), entreverado de discurso reproducido en forma de interrogativa indirecta o de completiva (“pregunte […] que le pareçia…”, “Y el me respondio que le pareçia…”). La conclusión, debidamente fundamentada sobre una causa general, prepuesta por consabida (“Y pues aquella lengua es la mejor que mas se vsa entre cuerdos sin corrupçion de la lengua antigua…”), se expone nuevamente como acto de enunciación con sujeto (el locutor) explícito (“digo que se deue dezir, esta puente”).



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Más breve, el Anónimo de 1559 no presenta tantos recursos para polemizar. Fuera del Prólogo, al que ya hemos aludido, su subjetividad en la argumentación solo se manifiesta para negar la separación de los modos subjuntivo y optativo, por medio del uso de un adverbio de modo en -mente que es una apreciación del locutor (“… que en la lengua Latina todos los gramaticos nesciamente han repetido”); o para negar la existencia de una voz pasiva en castellano, mediante el empleo de la paronomasia y un sustantivo valorativo (“el que desto no se maravillare, maraville se tambien de su ignorancia”); y para descalificar a quienes sustentan la opinión contraria, imitando con esto la gramática de los latinos, recurre al muy habitual mecanismo de la comparación con una situación hipotética, pero que remite a la vida ordinaria y material: … que es, como si un çapatero con una mesma forma quisiesse hazer çapatos para todo i qualquier genero de hombres (54)

4. Afirmar la existencia de una “tradición discursiva”18 conformada lingüísticamente con procedimientos, si no propios, sí peculiarmente combinados y dispuestos, exige el seguimiento de los textos que se supone constituyen esa tradición a lo largo de un período prolongado en el tiempo. Es decir, si bien hay una evidente tipología textual “de gramáticos”, o “metalingüística”, determinada a partir de sus contenidos y objetivos, bien presente en un concreto momento histórico, la constatación de una “tradición discursiva” fundamentada lingüísticamente solo podrá hacerse, a partir en primer lugar de la presencia de una serie de constantes lingüísticas en esos textos (y no en otros, o más o menos que en otros), y a partir de su continuación en la conformación de textos del mismo tipo (gramaticales) en épocas posteriores: siglos XVII, XVIII y XIX, tiempo este para el que sería interesante analizar cómo se pasó, y cuándo, a un nuevo modo de exposición “científica”, del que derivaría nuestro propio lenguaje como filólogos, lingüistas y gramáticos. En este trabajo hemos querido poner las bases de dicha tarea. El análisis de algunos textos gramaticales del XVI (en este sentido, la Gramática de Nebrija, aunque formalmente de la centuria anterior, es claramente contemporánea del resto de Gramáticas analizadas) ha permitido detectar ciertas constantes en las preferencias sintácticas (en especial, en lo referente a la conexión supraoracional y a los modos de concebir las construcciones oracionales complejas), en los modos de describir, analizar y ejemplificar, y en las actitudes discursivas adoptadas 18  Para el concepto de tradición discursiva, tan frecuente en los últimos años tanto para el análisis de la historia textual románica como para la misma historia lingüística, pueden verse: P. Koch (1997), W. Oesterreicher (1997), D. Jacob y J. Kabatek (eds.) (2001), H. Aschenberg y R. Wilhelm (eds.) (2003).

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por los sujetos enunciadores de los diferentes textos. Hay diferencias entre unos y otros textos, naturalmente, que tienen que ver con preferencias individuales dentro de esas constantes, o con rasgos exclusivos, de “estilo personal”. Pero, en conjunto, los textos tienen un “aire de familia”, paso previo a su consideración como tradiciones con forma lingüística propia. No obstante, hay que tener en cuenta también su inserción en tradiciones más amplias, en concreto, la de la prosa científica, didáctica, pre-ensayística, presente en muy variados tipos de obras renacentistas, pero también anteriores (no olvidemos que algunos procedimientos de la lengua de nuestros gramáticos remontan a la de los tratados alfonsíes, y habría que investigar su deuda, si la hay, con los tratados doctrinales, médicos, o de otro tipo, de los siglos XIV y XV). Y en último término, tampoco hay que olvidar que el aparente iniciador de esa posible tradición discursiva en castellano, Antonio de Nebrija, había bebido en las fuentes de una tradición, la de los gramáticos, bien asentada en el latín medieval. A ella también habría que preguntarle. 5.1. Corpus Anónimo de Lovaina (1555): Vtil y breve institvtion para aprender los principios y fundamentos de la lengua española (ed. facs. con estudio e índice de A. Roldán). Madrid: CSIC, 1977. Anónimo de Lovaina (1559): Gramática de la lengua vulgar de España (ed. de R. de Balbín y A. Roldán). Madrid: CSIC, 1966. Nebrija, Antonio de: Gramática castellana [1492] (ed. de A. Quilis). Madrid: Editora Nacional, 1977. Villalón, Cristóbal de: Gramática Castellana [1558] (ed. de C. García). Madrid: CSIC, 1971.

5.2. Bibliografía Aschenberg, Heidi (1997): “Zwischen Ars und Usus: Zur Metasprache in den ersten Grammatiken des Spanischen”, Romanische Forschungen 109, 2, 187-220. Aschenberg, Heidi/Wilhelm, R aymund (eds.) (2003): Romanische Sprachgeschichte und Diskurstraditionen. Tübingen: Narr. Bustos, Eugenio de (1983): “Nebrija, primer lingüista español”, en: Nebrija y la introducción del Renacimiento en España. Salamanca: Universidad de Salamanca, 205-222. Cano, R afael (1993): “La sintaxis española en la época del Descubrimiento”, en: Estudios filológicos en homenaje a Eugenio de Bustos, I. Salamanca: Universidad de Salamanca, 183-197.



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Eberenz, Rolf (1996): “¿Qué tipo de español escribe Nebrija? El gramático como usuario y teórico de la lengua”, Vox Romanica 55, 143-159. Girón Alconchel, José Luis (1996): “Las gramáticas del español y el español de las gramáticas en el Siglo de Oro”, Boletín de la Real Academia Española LXXVI (Cuad. CCLXIX), 285-308. Jacob, Daniel/K abatek, Johannes (eds.) (2001): Lengua medieval y tradiciones discursivas en la Península Ibérica. Frankfurt a.M./Madrid: Vervuert/Iberoamericana. Koch, Peter (1997): “Diskurstraditionen: zu ihrem sprachtheoretischen Status und ihrer Dynamik”, en: Frank, Barbara/Haye, Thomas/Tophinke, Doris (eds.): Gattungen mittelalterlicher Schriftlichkeit. Tübingen: Narr, 43-79. Lope Blanch, Juan M. (1979): El concepto de oración en la lingüística española. México: UNAM. Oesterreicher, Wulf (1997): “Zur Fundierung von Diskurstraditionen”, en: Frank, Barbara/Haye, Thomas/Tophinke, Doris (eds.): Gattungen mittelalterlicher Schriftlichkeit. Tübingen: Narr, 19-41.

Apuntes para una caracterización de la morfosintaxis de los textos bíblicos medievales en castellano

Andrés Enrique-Arias

1. Introducción Los romanceamientos bíblicos medievales son un elemento fundamental para entender los comienzos y el desarrollo de las manifestaciones escritas en la Castilla medieval pues constituyen algunos de los ejemplos más tempranos de prosa castellana. Ya en la Fazienda de ultramar (= Fazienda) se insertan numerosos pasajes bíblicos traducidos directamente del hebreo que parecen proceder de un romanceamiento previo que podría situarse a finales del siglo XII o principios del XIII (cfr. Sánchez-Prieto Borja 2002b: 495). De la misma época datarían unos fragmentos de los Salmos traducidos del latín al castellano descubiertos recientemente (Cátedra 2005). Asimismo, los códices escurialenses I.i.2 (= E2), I.i.6 (= E6) y I.i.8 (= E8) permiten reconstruir la existencia de un texto prácticamente completo de la Biblia en romance a partir del latín cuyo original remontaría a mediados del siglo XIII y sería por tanto anterior a la elaboración de las grandes obras en prosa del scriptorium alfonsí. Que los romanceamientos bíblicos constituyan algunos de los textos en prosa más antiguos conservados para el castellano no ha de extrañar si tenemos en cuenta que a lo largo de la historia, y en los ámbitos culturales más diversos, han sido numerosos los casos en que los textos sagrados y litúrgicos inauguran la tradición escrita en las lenguas vernáculas. Así pues, la adopción del texto bíblico como tradición discursiva en Castilla en la primera mitad del siglo XIII es un proceso de enorme impacto para el desarrollo de la lengua escrita por el simple hecho de producirse en una época de creación en la que se parte casi de la nada y en la que los traductores tienen que vérselas con textos de considerable extensión trasplantando una tradición bien establecida en hebreo, griego o latín a una lengua con apenas desarrollo escrito.   Este trabajo se ha desarrollado en el marco de los proyectos de investigación HUM200405036/FILO, HUM2007-62259/FILO y HA2006-0078, cofinanciados con fondos FEDER. Quisiera expresar mi gratitud a Francisco J. Pueyo Mena por su valiosa ayuda para reunir los textos usados en este estudio y a Santiago García-Jalón por asesorarme acerca de varias estructuras en hebreo bíblico.

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Una vez iniciada en la primera mitad del siglo XIII, la actividad de traducción bíblica medieval continúa dando lugar a una considerable producción durante otros momentos en la Edad Media. Alfonso X (1252-1284), además de promover la traducción de textos de todas las ramas del saber, patrocinó versiones de la Biblia latina al castellano para su General estoria (= GE). Otro momento de intensa actividad romanceadora estaría situado entre finales del siglo XIV y comienzos del siglo XV, cuando el creciente interés entre los intelectuales por acceder a textos en su versión original da lugar a la realización de la gran mayoría de las biblias romanceadas –prácticamente todas ellas a partir del hebreo– que han llegado hasta nosotros: los códices del Escorial I.i.3 (= E3), I.i.4 (= E4), I.i.5 (= E5), I.i.7 (= E7), I.ii.19 (= E19), la Biblia de Alba de la Biblioteca del Palacio de Liria en Madrid (= Alba), y las biblias contenidas en los códices Real Academia de la Historia ms. 87 (= Ac87), Biblioteca Nacional de Madrid 10.288 (= BNM), Biblioteca de Ajuda 52-xii-1 (= Ajuda) y Biblioteca Pública de Évora cxxiv/1-2 (= Évora). Así pues, las traducciones bíblicas medievales constituyen un corpus textual de considerables dimensiones con textos que abarcan desde los orígenes de las manifestaciones escritas en prosa castellana en los comienzos del siglo XIII hasta el final de la Edad Media. A pesar de que el estudio de los romanceamientos bíblicos medievales en castellano ha suscitado el interés de filólogos y lingüistas de manera continuada desde finales del siglo XIX hasta hoy –para una bibliografía actualizada cfr. Avenoza y Enrique-Arias (2005)–, aún estamos lejos de encontrar respuestas definitivas a las principales cuestiones que plantean las biblias romanceadas. En el terreno editorial y filológico todavía no contamos con un establecimiento textual adecuado para la totalidad de los textos, ya que algunos permanecen inéditos o en ediciones que distan de ser definitivas (cfr. Sánchez-Prieto Borja 2002a), ni hemos llegado a un conocimiento detallado de la posible interdependencia de las versiones existentes. En lo referente al estudio lingüístico, que es la faceta en la que nos detendremos en este trabajo, falta una descripción sistemática de la lengua de estos romanceamientos más allá de observaciones puntuales sobre textos concretos que se hallan desperdigadas en estudios diversos. Lo más parecido a una caracterización general de la lengua de las biblias romanceadas serían las listas de hebraísmos que aparecen en trabajos como los de Sachs (1948-49), Amigo Espada (1990), López-Morillas (1990), Sáinz de la Maza (1999: 230-232) o Morreale (1994). Pero tales inventarios de hebraísmos distan de ser una caracterización de la lengua bíblica medieval, ya que en muchos casos se refieren a la práctica de seguir de manera literal el   Para un repaso de las cuestiones más importantes en lo que se refiere a datación, descripción y contenido de los códices y para una reseña de las ediciones disponibles remito a los estados de la cuestión de Pueyo Mena (1996), Sánchez-Prieto Borja (2002a) y Avenoza (en prensa).



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Texto Masorético en el llamado ladino de traducción, técnica empleada en los romanceamientos posteriores a la expulsión de los judíos españoles que tiene su eco en romanceamientos medievales (en particular E3) pero que, como veremos, de ninguna manera caracteriza globalmente a los romanceamientos conservados anteriores a la expulsión. Este trabajo examina la cuestión de si es posible llegar a una caracterización global de la morfosintaxis de las biblias traducidas al castellano a lo largo de la Edad Media sin distinción de cuál sea la lengua base desde la que se lleva a cabo el romanceamiento. La Biblia engloba textos de variada tipología textual: histórico-narrativos (Jueces, Samuel, Reyes), legislativos (pasajes de Levítico y Deuteronomio), líricos (Cantar de los cantares, Salmos), sapienciales (Proverbios, Job, Sabiduría, Eclesiástico) y proféticos (Isaías, Jeremías, Ezequiel). Es más, no solo hay considerable variedad de géneros y estilos entre unos libros y otros sino que incluso dentro de un libro concreto podemos encontrar modalidades discursivas diferentes. Por ello, una caracterización cabal de la lengua bíblica necesitará de un corpus extenso con representación de una variedad de tipologías textuales, y un análisis cualitativo y cuantitativo de un amplio número de fenómenos lingüísticos que engloben diferentes niveles de análisis. Evidentemente no es este el lugar para una tarea de semejantes dimensiones. El presente estudio se limita a plantear las principales cuestiones que se presentan a la hora de caracterizar la lengua bíblica a propósito del análisis de algunas estructuras morfosintácticas que aparecen en los romanceamientos medievales del libro de Isaías. La selección de este libro se debe a que se trata de uno de los textos bíblicos para los que hay más versiones medievales conservadas (ocho en total). La más antigua, traducida del hebreo al filo del siglo XIII, estaría representada por los fragmentos que aparecen en la Fazienda. A continuación estaría la versión hecha a partir del latín incluida en E6, códice compuesto en torno a 1250. La siguiente en antigüedad, también traducida del latín, es la compuesta para la Tercera Parte de la General estoria (= GE3) hacia 1280, de la cual no se conservan testimonios originales del scriptorium alfonsí. Sigo aquí la versión conservada en el códice R (Biblioteca Pública de Évora cxxv/2-3), copiado hacia 1300, complementado con el códice S (Escorial Y.I.8, siglo XIV) para suplir el material que falta. Las restantes cinco versiones son las traducciones a partir del hebreo conservadas en los códices E3, E4 (transmitida esta última además por el códice E5), BNM y Alba, todas ellas conservadas en códices de la primera mitad del siglo XV, y la de Ac87, transmitida en un códice algo más tardío.   Se trata de fragmentos de los capítulos 1, 2, 6, 7, 9, 11 y 45 del libro de Isaías que ocupan de los folios 56v a 59v del códice.   He utilizado las siguientes ediciones o transcripciones: Fazienda, Lazar 1965; E6, transcripción inédita de Andrés Enrique-Arias y María Nadia Lassel Sopeña; GE3, transcripción

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2. Características generales

Los romanceamientos medievales del libro de Isaías que conservamos son el resultado de la adaptación al castellano de una tradición textual específica como es la de los libros proféticos de la Biblia hebrea, bien directamente o a través del filtro del latín de la Vulgata. Una consecuencia inmediata es que muchas características del original hebreo pasan a la lengua del romanceamiento confiriéndole un carácter peculiar. La prosa bíblica en los libros proféticos se caracteriza por un carácter suelto del discurso, periodos sintácticos cortos, con relativa pobreza de nexos sintácticos tanto subordinantes como coordinantes, reiterada utilización de e para la conexión supraoracional y ausencia prácticamente total de estilo indirecto en discurso reproducido. Son frecuentes las exclamaciones introducidas por expresiones de lamento como ay, guay o uay y las oraciones introducidas por marcadores discursivos del tipo hé o ahé (alternando ocasionalmente con evás y evat en las traducciones del latín de E6 y GE3). También es característica la inclusión de extensos pasajes en los que se emplea exclusivamente el futuro de indicativo. Hay una acusada tendencia a la repetición y al empleo de estructuras paralelas. Para ejemplificar algunas de estas características servirá un pequeño fragmento del capítulo 19 (aquí en la versión de E6): (1)

[1] Esta es cargada de Egipto: Hé que Dios subrá sobre nuf ligera e entrará en Egipto; e serán movidas las ídolas de Egipto ante la su faz, e el coraçón de Egipto podreçrá en medio d’ella: [2] “E faré correr los de Egipto con los de Egipto; e lidiará el ombre con son ermano e el ombre contra so amigo, ciudat con ciudat e regno con regno”

En los romanceamientos bíblicos son frecuentes ciertas estructuras de base semítica que producen un efecto repetitivo peculiar. Una de ellas es el empleo de dobletes a partir de la relación etimológica entre los componentes (sabençia de sus sabidores, entendimiento de sus entendidos). Otra consiste en el uso frecuente del acusativo interno (robarán robo, muerte morremos). Ya en la Fazienda es posible inédita de M. Carmen Fernández López del códice R completada con facsímil del códice S; E3, Lazar (1995); E4, Hauptmann y Littlefield (1987); E5, transcripción inédita de Aitor García Moreno; Ac87, Lazar, Pueyo Mena y Enrique-Arias (1994); Alba, Schonfield (1992); BNM, Pueyo Mena (1996). Para todos los textos he tenido acceso a facsímiles digitalizados de los originales; cito a partir de mis propias transcripciones, para las que sigo en términos generales los criterios de presentación de textos medievales de Sánchez-Prieto (1998). Para Vulgata empleo Nova Vulgata Bibliorum Sacrorum editio (1979).



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observar estas estructuras: Éxodo 9:3 morrá de mortalidat; Isa 6:9 oyt oydores e non entendades e vee la visión e no la cognoscades. El siguiente fragmento de Isa 29:14 muestra cómo tanto las versiones latinas como las hebreas preservan estas características del texto subyacente. (2) (3) (4) (5) (6) (7)

E6: yo faré maravillamiento a este pueblo de grand miraglo espaventadero, ca pereçrá saber de los sos sabios, e será ascondudo ell entendimiento de sos entendudos GE3: evat a mí que añadré e fará maravilla a este pueblo con grant miraglo e muy de maravilla; ca perezçrá de los sabios de la sapiencia, e será ascondido el entendimiento de los sabidores d’él E3: yo añaderé por maravillar al pueblo este, encubrir e maravillar; e perderse á sabençia de sus sabidores, e entendimiento de sus entendidos se encubrirá E4/E5: yo añaderé e faré que se maraville este pueblo muy grant maravilla; e será perdida la sapiencia de los sabidores e el entendimiento de sus entendidos será consumido Alba: yo tornaré a maravillas fazer con aqueste pueblo maravillosas mucho; e perderse á la sciencia de los sus sabios, e el entendimiento de los sus prudentíssimos será abscondido Ac87: yo pujaré a maravillar a este pueblo maravilla e remaravilla; [e] perderse á la ciencia de sus sabios, e la prudencia de los sus prudentes será encubierta

Otra estructura repetitiva que aparece frecuentemente en las traducciones castellanas de la Biblia es el calco del infinitivo absoluto hebreo empleado de forma adverbial para reforzar una forma finita del verbo. Así en el pasaje correspondiente a Isa 30:19 tenemos: E6 tú llorador no llorarás, el piadoso piedat avrá de ti; GE3 llorando non llorarás, mercendeando avrá mercet de ti; E3 llorar non llorarás, apiadar te apiadará a boz de tu clamor; E4/E5 llorar non lloredes, aquél que es piadoso él vos apiadará por razón del tu reclamo; Ac87 llorar non llorarás, piadar se piadará a la box del tu clamor; Alba que plañer non plañerá; piadar te piadará a la boz de la tu exclamación. En las versiones del latín es mayor la variedad de fórmulas para reproducir esta expresión mientras que en las del hebreo es ya una práctica establecida el emplear infinitivo más verbo conjugado. Un rasgo de origen semítico que con frecuencia se transfiere a los romanceamientos bíblicos medievales es el uso de frases preposicionales que sustituyen a los adjetivos como consecuencia del escaso empleo de estos últimos en hebreo bíblico: casa de la santidad ‘casa santa’, corona de fermosura ‘corona hermosa’.

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Por ejemplo, en Isa 62:8 tenemos: E6 el braço de so poder; GE3/E4/Ac87 el braço de la su fortaleza; E3 su braço de su fortaleza; E5 braço de la su fuerça; BNM el braço de su fortaleza. En este pasaje Alba es la única versión que evita el giro hebraizante (el su fortíssimo braço) distanciándose de la literalidad de las demás versiones. Un ejemplo análogo aparece en Isa: 64:11, donde todas las versiones medievales emplean la frase preposicional: E6 la casa de nuestro santiguamiento e de nuestra gloria; GE3 casa del nuestro sanctiguamiento e de la nuestra gloria; Ac87 el templo de la nuestra sanctidat e de la nuestra gloria; Alba la casa de la nuestra santidat e de la nuestra gloria; E3 casa de nuestra santidad e nuestra fermosura; E4/E5 las casas del nuestro santuario e nuestra fermosura; BNM la casa de nuestro santuario e exçelençia. Los romanceamientos bíblicos medievales, tanto en las versiones traducidas del hebreo como en las latinas, se caracterizan por la frecuente elisión de la cópula como consecuencia de su ausencia en hebreo bíblico, rasgo que a su vez se transfiere al latín de la Vulgata. Ya en la Fazienda es posible encontrar varios ejemplos: Gen 24:16 la manceba fermosa mucho, Num 15:41 que yo Dios vuestro señor. Las diferentes versiones de Isa 6:6 permiten apreciar la continuidad histórica de este fenómeno durante toda la Edad Media: Fazienda e veló a mi uno de los serafín, en sue mano brasa; E6 e voló a mí uno d’aquellos serafín, en su mano una piedra; E3 e boló faz a mí uno de los ángeles, e en su mano una ascua; E4/E5 e boló contra mí uno de los serafines (E5 serafín), e en la su mano una ascua; Ac87 e boló a mí uno de los serafim, e en su mano brasa. En GE3 el traductor emplea una paráfrasis (e boló e llego·s a mí uno de aquellos ángeles del serafín con un carvón en la mano) que no refleja la elisión de cópula del original latino: et volavit ad me unus de seraphin et in manu eius calculus. No obstante, también es habitual la elisión de cópula en este romanceamiento (cfr. Isa 5:25 mas la su mano tendida, Isa 19:11 fijo de sabios yo, fijo de reyes antigos, 48:12 yo el primero e yo el postremero, 63:16 ca tú nuestro padre; 66:1 el cielo la mi siella, etc.). La versión de Alba es la única en la que se restaura la cópula sistemáticamente (Enrique-Arias 2004: 107), por lo que no presenta cópula elidida en este pasaje: e voló a mí uno de los serafín, e en sus manos tenía brasa. Otro rasgo peculiar de los romanceamientos bíblicos medievales en castellano es el uso de si para introducir preguntas retóricas traduciendo la partícula interrogativa hebrea hă ‘acaso’ (numquid en las versiones del latín). Hay ejemplos tempranos en la Fazienda, como el pasaje que traduce Génesis 18:17: Dixo el Nuestro Sennor: “¿Si me celaré de Abraam de lo que quiero fer?”. Con la excepción de E6 esta estructura se documenta en todos los romanceamientos, como muestran las versiones de Isa 37:12: GE3 ¿O si los non libraron los dioses de las gentes a aquellos que los miós padres trastornaron?; E3 ¿Si escaparon a ellos dioses de las gentes que dañaron mis antescesores?; E4 ¿Si han podido escapar los dioses



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de los gentíos que estruyeron mis antecesores?; BNM ¿Si los escaparon los dioses de aquellos gentíos, que dañaron mis padres?; Alba ¿O si los escaparon los dioses de las gentes que distruyeron los mis padres?; Ac87 ¿Si los escaparon los dioses de las nasciones que dañaron los nuestros padres? En todos los romanceamientos el uso de si en preguntas retóricas alterna con otras fórmulas como ¿cierto...?, ¿por ventura...? o simple interrogación sin introducción, por lo cual un tratamiento cuantitativo sería necesario para observar el alcance efectivo de esta estructura en cada versión. Una construcción sintáctica compleja para la cual los romanceadores tuvieron que buscar equivalente castellano es el participio activo semítico o en su caso el participio de presente latino. Los traductores emplean una variedad de equivalentes romances para estas estructuras. Los más comunes son: sustantivo deverbal formado con un sufijo del tipo -dor, -ento, -ura, participio de presente, subordinada de relativo y subordinada sustantiva. Por ejemplo, en el fragmento del versículo Isa 51:13, que contiene cuatro casos de participio activo hebreo, encontramos tanto en versiones del latín como del hebreo una combinación de sustantivos deverbales y cláusulas relativas: E6 ¿E olvideste a Dios to fazedor, que tendió los cielos e fundó la tierra, e tú tremist todel día ante la saña d’aquél que te tribulava e te quisiera astragar?; GE3 ¿E olvidas el Señor tu criador, que tendió los cielos e fundó la tierra, e temiste cutiana mientre todo el día la saña del qui penava para destruirte?; E3 ¿E olvidas al Señor tu fazedor, que tendió los çielos e açementó la tierra, e as miedo siempre, todo el dia, de ante la saña del apretador, cuando aderesça para dañar? Cabe destacar las versiones de Ac87 y BNM, en las que se utilizan sustantivos exclusivamente; podemos suponer que ello se debe a la inclinación de ciertos romanceadores a traducir una palabra hebrea con una única palabra romance: BNM ¿E olvidaste al Señor, tu fazedor, estendedor del cielo e fundador de la tierra, e temes continua mente todo el día delante la ira del angustiador, que está aparejado para dañar?; Ac87 ¿E olvidaste a Adonay el tu fazedor, tendedor de los cielos e fundador de la tierra, e has avido pavor siempre todo el día de la saña del tribulador cuando se reparava para damnificar? Una estructura que se atestigua ya en la Fazienda para traducir el participio nominal semítico es el participio de presente. Se trata de un uso que tampoco separa nítidamente a las versiones latinas y hebreas. Por ejemplo en Isa 50:10 E6 traduce ¿Cuál de vós es temient a Dios?, mientras que la otra versión del latín, GE3, utiliza una oración de relativo: ¿Cuál de vós es qui tema a Dios? De igual modo las versiones del hebreo emplean las dos estrategias: Ac87 ¿Cuál es en vosotros temiente de Adonay?; BNM ¿Quién es en vós temiente al Señor?; E3 ¿Quién ay en vós que tema del Señor?; E4 ¿Cuál ay en vosotros que teme al Señor?; Alba ¿Cuál es de vosotros quien tema al Señor? El uso del participio de

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presente en los romanceamientos a partir del hebreo podría deberse a su revivificación con ocasión de las traducciones latinizantes del siglo XV. Sin duda es Ac87 la versión donde se encuentra con mayor frecuencia este uso, unas veces con valor verbal y otras con valor puramente sustantivo o adjetivo: Isa 10:24 el mi pueblo habitante en Sión; Isa 12:6 alégrate e canta, la habitante en Sión; Isa 16:1 embiad carnero al imperante de la tierra; Isa 44:17 e del su remanente fizo Dios a su ídolo. Un examen detallado de las diferentes soluciones empleadas para traducir el participio nominal semítico en las biblias romanceadas proporcionaría información valiosa sobre los recursos lingüísticos que estaban al alcance de los traductores (véase por ejemplo el detallado estudio de las técnicas de traducción de estructuras de participio de presente concertado latino en los libros históricos de E8 en Sanchis Calvo 2004). En definitiva, el somero análisis de rasgos morfosintácticos hecho hasta aquí muestra que existe un repertorio de elementos caracterizadores de los textos bíblicos medievales que son compartidos de alguna manera por los romanceamientos bíblicos desde los primeros textos hasta el final de la Edad Media, sin distinción de cuál sea la lengua base desde la que se lleva a cabo la traducción. 3. Rasgos particulares Junto a los rasgos de tipo general reseñados en la sección anterior hay otros que aparecen más esporádicamente o son característicos de algún romanceamiento particular. Entre ellos están los hebraísmos más extremos que, por constituir giros extraños en el castellano general, tienen menor presencia en los romanceamientos. Por ejemplo, en algunas versiones el traductor imita el procedimiento hebreo para formar estructuras comparativas posponiendo el adverbio cuantificativo al nombre que modifica (en hebreo se hace preceder al segundo término de la comparación la partícula min). Así pues, en vez de ‘mejor que’ algunos romanceamientos emplean el calco hebreo bueno más que, como en el siguiente pasaje de Isa 56:5: E3 nombradía buena más que fijos nin fijas; Alba buen nombre más que de fijos e fijas; Ac87 nombre bueno más que fijos e fijas. Por el contrario las versiones del latín emplean la construcción más habitual en castellano (cfr. GE3 nombre mejor que a fijos e a fijas). Lo mismo sucede con la expresión del superlativo relativo, que en hebreo se expresa por medio de un solo adverbio que suele ir pospuesto al nombre o al adjetivo, como se puede apreciar en las traducciones del siguiente pasaje de Isa 33:23: E3 fue partido robo e despojo muchos; BNM será partido despojo e robo de mucho; Alba será partido preda e espojo mucho; Ac87 será partido robo e esp[o]jo mucho; no así en E4/E5 (será repartido el



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robo e el grant despojo) ni en las versiones del latín: E6 serán partidos despojos de muchas preas; GE3 serán partidos los despojos de las muchas preas. Esta estructura, que aparece de manera ocasional en algunos de los romanceamientos, se emplea de manera sistemática en E3. Por ejemplo en Isa 2:3 y 2:4 encontramos pueblos muchos (también en Fazienda) mientras todas las demás versiones traducen muchos pueblos. Un rasgo que aparece esporádicamente en los romanceamientos hechos a partir del hebreo es el calco del número en palabras que en hebreo solo tienen forma plural ( fazes, aguas, sangres, vidas). Una vez más es en E3 donde encontramos esta estructura con más frecuencia, por ejemplo en Isa 1:22 tu vino mesclado con aguas se corresponde con agua en todas las demás versiones incluyendo la Fazienda. En 4:4 E3, Alba y Ac87 traducen sangres de Jerusalem, en contraste con las versiones del latín E6 y GE3 (códice S), donde encontramos sangre. En Isa 8:17 E3 el que escondió sus fazes y E4 enceló sus fazes contrastan con las demás versiones que emplean expresiones en singular. En términos generales los romanceamientos tienden a evitar estos calcos del plural pero no de manera sistemática. Por ejemplo, en Alba tenemos 38:20 los mis cánticos cantaré todos los días de las nuestras vidas; 50:6 las mis fazes; y en Ac87 38:16 las vidas del mi espíritu; 50:7 puse mis fazes como duríssima piedra; 54:8 encobrí mis fazes. Hay por último una serie de hebraísmos que solamente tienen una presencia significativa en la versión de E3. Estos son, entre otros, el empleo del artículo determinado en función de determinante del adjetivo (5:16 el poderoso el santo; 7:4 los tizones los fumangueantes; 8:7 aguas del río las fuertes e las muchas; 14:3 el servicio el duro); el orden nombre-demostrativo (pueblo este en 6:9, 6:10, 8:6, 8:11; los omnes estos en 39:3, etc.); o el complemento directo preposicional con referente no personal como calco de la preposición ’et (Isa 4:4 çierto, [lavará] el Señor a çuzidad de dueñas de Ción, e a sangres de Jerusalén). En definitiva, encontramos dentro de los romanceamientos hechos a partir del hebreo diferentes grados de literalismo. En un extremo tenemos a E3, donde los calcos hebreos son más intensos y frecuentes, y, en el lado opuesto, la versión de Alba, la cual se distingue por evitar los hebraísmos más llamativos en el uso normal castellano. La lectura paralela de varias versiones permite apreciar con facilidad los diferentes grados de adaptación al castellano general de los romanceamientos: (8) (9)

Isa 10:9 E3: ¿Si non como Carcamis, Calno? ¿Si non como Arpasad, Hamad? ¿Si non como Damasco, Sonbrón? Ac87: ¿Cierto es como Carcamis, Calno? ¿Si non como Arfad, Emat? ¿Si non como Damasco, Samaria?

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(10) Alba: ¿E ciertamente tal es Carcamis como es Calno? ¿E cual es Arfad, tal es Emat? ¿E cual es Damasco, tal es Samaria? En la versión de E3 tenemos tres casos de si para traducir la partícula interrogativa hă y tres casos de elisión de cópula. En Ac87 ya es apreciable en un caso la sustitución de si por cierto y la inserción de cópula en la primera oración. En Alba se elimina si y se inserta cópula en las tres oraciones del fragmento. El alejamiento del literalismo hebreo en la versión de Alba se da en conjunción con un afán de acercarse a la prosa humanística en boga en el momento, lo cual se traduce en soluciones ortográficas latinizantes, cultismos y latinismos, repetición de términos equivalentes, formación de superlativos en -íssimo, adopción de orden de palabras propio del latín y una tendencia general a la prolijidad y ampulosidad (Enrique-Arias 2004: 108). La existencia de un fondo común hebraizante con diferentes grados de adaptación al castellano general en los cinco romanceamientos del siglo XV que conservamos suscita la cuestión de si nos encontramos ante traducciones hechas de manera independiente o más bien estas versiones son el resultado de diferentes adaptaciones para uso cristiano de un número más reducido de traducciones literales hoy perdidas que circulaban entre los judíos. Una cuestión paralela es la de la posible dependencia del romanceamiento de Isaías de GE3 de un modelo anterior representado por E6. Una comparación léxica detallada en Enrique-Arias (2007) demuestra una gran afinidad entre Ac87, Alba y E3, por un lado, y también entre E6 y GE3, con niveles de coincidencia léxica que van mucho más allá de lo que podría darse como mera casualidad, lo cual apoyaría la existencia de cierto grado de interdependencia entre estos romanceamientos. Santiago García-Jalón (en comunicación personal) aporta otro argumento que va en detrimento de la idea de que los diferentes romanceamientos que conservamos se hayan hecho de manera independiente. Considerando los 220 años que se dan entre la fecha en que podemos suponer se producen los romanceamientos más tempranos (ca. 1200) y los más tardíos (ca. 1420), y teniendo en cuenta que conservamos ocho versiones medievales de Isaías, un origen independiente para cada traducción supone la creación ex novo de un romanceamiento cada 28 años (y si consideramos la posible existencia de otros romanceamientos que no hemos conservado habría un intervalo aún más corto entre cada traducción). Una producción bíblica de estas características parece en principio poco plausible para la Edad Media.



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4. Variación Una caracterización de la lengua de los romanceamientos bíblicos no ha de detenerse solamente en aquellos fenómenos atribuibles a influencia del texto subyacente, sino que tendrá que examinar además estructuras de empleo habitual en castellano medieval pero que potencialmente pueden presentar una distribución diferente en los romanceamientos bíblicos frente a textos de otra tipología textual. Por ejemplo, un fenómeno que da lugar a variación considerable en el castellano medieval es el de la expresión de la posesión mediante la estructura artículo + posesivo (la mi casa). En un cómputo de la totalidad de ocurrencias en los diez primeros capítulos de Isaías (y la totalidad de los pasajes de Isaías en el caso de la Fazienda) encontramos valores que fluctúan desde un 1,5% hasta un 70,5%. Para los romanceamientos del XIII encontramos un incremento progresivo a medida que avanza el siglo con los siguientes resultados: Fazienda 10% (6/60), E6 31% (60/194), GE3 67,5% (85/126). Para los del XV tenemos, en orden ascendente, E3 1,5% (3/221), BNM 12% (26/218), E4 47,5% (102/214), E5 53,5% (117/218), Alba 59% (125/211), Ac87 70,5% (144/204). Si bien la cuestión es compleja y merece un estudio más detallado, parece que la lengua bíblica en los libros proféticos favorece el empleo de artículo + posesivo como recurso para dotar de gravedad y solemnidad a la lengua (Lapesa 1971/2000), ya que encontramos en general porcentajes bastante altos de aparición del fenómeno (sería interesante también obtener datos de otros libros bíblicos donde predominen otras modalidades textuales). El que la Fazienda tenga un porcentaje menor que los otros dos romanceamientos del XIII se explica por no tratarse estrictamente de una biblia sino de un itinerario bíblico; así pues, no es extraño que el autor no haya sentido la necesidad de conferirle al texto la solemnidad de un texto sagrado. En lo que respecta a las biblias del XV, la práctica ausencia de artículo + posesivo en E3 puede deberse a la extraordinaria literalidad al original hebreo que presenta este romanceamiento, ya que, como señala Amigo Espada (1990: 129), en hebreo cuando el sustantivo va determinado por un posesivo no lleva artículo. Por el contrario, los altos porcentajes de E4, E5, Alba y Ac87 van en consonancia con los datos de Eberenz (2000: 271) según los cuales los textos de la primera mitad del XV no suelen rebasar el 15% de artículo + posesivo, con la excepción notable de obras de contenido grave y solemne, en particular temas religiosos con abundantes citas bíblicas. Por último, el 11% de BNM, aun siendo un porcentaje relativamente más bajo que el de los demás romanceamientos, está dentro de lo normal para los textos no bíblicos de su época. Una estructura posesiva que parece presentar una frecuencia peculiarmente alta en los romanceamientos hechos a partir del latín en oposición, no sólo a las traducciones del hebreo sino al castellano medieval en general, es el giro sustitu-

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tivo del posesivo de tercera persona la casa de él. Ello parece estar motivado por la práctica de traducir las expresiones del tipo lingua eorum con el calco lengua d’ellos: E6 3:4 e los niños d’ellos les daré por capdiellos, e los mugeriles serán señores d’ellos; 3:8 las lenguas d’ellos e los assacamientos d’ellos contra Dios; 3:9 el coñocimiento d’ellos les recude [...] ay delas almas d’ellos; 5:24 e el engendramiento d’ellos; 5:25 la carniça d’ellos; GE3 5:24 el su linage d’ellos; 5:25 las cosas d’ellos; 5:28 agudas las saetas d’él [...] las uñas de los cavallos d’él duras e sofridoras. El romanceamiento de GE3 destaca además por el uso frecuente de posesivos duplicados: 8:7 toda su gloria d’él; 8:12 el su miedo d’él; 8:15 por su deslealtad d’ellos; 9:7 sobrel su regno d’él, etc. Los giros del tipo la casa de él y los posesivos duplicados son expresiones que están poco documentadas en los textos del XV (cfr. Eberenz 2000: 298-99) y que prácticamente no aparecen en las traducciones bíblicas del hebreo. Hay muchos otros fenómenos de variación morfosintáctica de empleo más o menos habitual en castellano medieval para los que se ha propuesto un sustrato lingüístico hebraico: estructuras partitivas, pronombres pleonásticos que sirven de refuerzo al complemento oracional (e desque Judas Macabeo lo sopo que después de la muerte de Matatías...), pronombre reasuntivo en las oraciones de relativo (en sus manos tenía brasa, la cual la tomó de sobre el altar), construcción pleonástica con que ( fue dicho a Judas Macabeo que Nicanor que desonrava a Dios), frase preposicional con pronombre personal tónico en lugar del pronombre átono correspondiente (dio a mí). Solo mediante un análisis cuantitativo de su presencia en las biblias romanceadas y una comparación con su distribución en textos contemporáneos será posible determinar hasta qué punto pueden ser considerados caracterizadores del lenguaje bíblico. 5. Arcaísmo Se ha propuesto que el conservadurismo lingüístico es uno de los rasgos caracterizadores de los romanceamientos de origen semítico (Varvaro 1987: 166). Sin embargo, no es fácil determinar con precisión el grado de arcaísmo lingüístico de los romanceamientos bíblicos medievales debido a la transmisión textual compleja de los testimonios conservados. La mayoría de los textos no han sido transmitidos en su testimonio original y no tenemos información para poder fechar el modelo del que proceden; además no puede descartarse que estemos ante adaptaciones de romanceamientos más antiguos en los que se preservan formas de épocas anteriores. A este respecto la Biblia de Alba es un documento extraordinario, ya que se conserva en su testimonio original perfectamente datable entre 1422 y 1430 y además, al incluir comentarios exegéticos y un prólogo del



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autor, nos permite contrastar el tipo de lengua que se emplea en el texto bíblico frente a la usada en las glosas y el prólogo. Por ejemplo, en la versión de Isaías, Arragel siempre emplea la forma so para la primera persona singular del verbo ser, con 61 ocurrencias. Sin embargo, en las glosas del mismo autor, la forma innovadora soy y la tradicional so se reparten a partes prácticamente iguales (14 y 13 apariciones respectivamente) y en el prólogo las dos únicas apariciones son de la forma soy. Algo semejante sucede con el reparto de las formas de la segunda persona plural del verbo ser. En el texto de Isaías sodes es la forma predominante con siete ejemplos junto a dos de soes y un único caso de soys. Sin embargo en las glosas la forma innovadora soys es claramente dominante con cinco ocurrencias frente a una de sodes. Es más, en el prólogo hay diez casos de soys y ninguno de sodes. Así pues, se aprecia claramente cómo Arragel optó por utilizar formas más conservadoras en el texto bíblico mientras que en las glosas y en la introducción dio entrada a más ejemplos de las formas innovadoras que ya eran de uso corriente en la lengua. La cuestión es si esta distribución de variantes refleja el apego a formas lingüísticas conservadoras que se ha propuesto como típico de los textos bíblicos o se debe al uso de un romanceamiento previo en la versión de Isaías –de lo cual hay indicios bastante sólidos (Enrique-Arias 2006)–, teniendo en cuenta que las dos posibilidades no se excluyen mutuamente. En todo caso la distribución de formas revela cierta sensibilidad por parte del autor hacia el tipo de lengua que emplea en diferentes registros. Otro factor que conviene tener en cuenta a la hora de explicar el empleo de ciertas formas conservadoras en las biblias romanceadas es la peculiar forma de transmisión de los textos bíblicos en la Edad Media (Sánchez-Prieto Borja, en prensa). Esta no se limitaba a la lectura directa, sino que se daba de forma oral a través de la liturgia y la predicación. Así pues, no sería rara la memorización de amplios segmentos entre el clero, y más aún entre los rabinos judíos, para quienes era común el proceder de memorizar la Biblia palabra por palabra del Texto Masorético con su equivalente romance. Esta difusión tan amplia sin duda tenía como consecuencia la fijación de ciertas estructuras; en consecuencia los traductores nunca partían de cero, ya que se verían influidos por las formas empleadas en los pasajes con los que tenían cierta familiaridad. La pervivencia de la transmisión oral explicaría la evidente continuidad entre los romanceamientos medievales y los ladinamientos posteriores a la expulsión de los judíos españoles. Pero el hecho de que los romanceadores se inclinen en ocasiones por opciones lingüísticas arcaizantes para dar mayor solemnidad a sus versiones no quiere decir Para la naturaleza esencialmente oral de la traducción bíblica y su transmisión entre los judíos españoles cfr. Bunis (1996).  

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ni mucho menos que los textos bíblicos sean fósiles; bien al contrario, al ofrecernos textos con el mismo contenido subyacente pero compuestos en diferentes épocas, las versiones bíblicas son especialmente apropiadas para observar fenómenos de variación y cambio lingüístico. Por ejemplo, he propuesto en otro trabajo (Enrique Arias 2005b) que a lo largo de la historia se ha dado un aumento paulatino en la frecuencia textual de los pronombres átonos debido a la extensión de la duplicación del pronombre átono (me dio a mi), el aumento en el uso de verbos reflexivos y la creación de verbos del tipo gustar, que obligatoriamente llevan un pronombre dativo. Los datos extraíbles de los textos bíblicos parecen confirmar esta hipótesis; si hacemos un cómputo de los pronombres átonos que aparecen en los diez primeros capítulos del libro de Isaías en versiones compuestas en diferentes épocas apreciamos claramente un aumento en la frecuencia textual de los mismos: en E6 (ca. 1250) tenemos 121, en Alba (1422-1430) 139, en la Biblia del Oso (1569) 167 y en la Biblia de Jerusalén (1966) 201. Para poder evaluar el alcance del posible arcaísmo deliberado en los romanceamientos medievales sería necesario hacer un estudio cuantitativo de formas conservadoras e innovadoras para un amplio número de estructuras y poner los resultados en comparación con los de otros textos contemporáneos. Por ejemplo, en lo que respecta al cambio progresivo hacia la anteposición general del pronombre átono en los contextos en que ello era posible (oraciones principales cuando el verbo no abre la cláusula) los textos bíblicos muestran más casos de anteposición del pronombre que otros textos contemporáneos (para la composición del corpus empleado véase Enrique-Arias 2005a). La tabla a continuación muestra sistemáticamente valores más altos de anteposición del pronombre en los textos bíblicos: Corpus

xiii

xv

xvi

total

general

32% (39/123)

66% (100/152)

83% (143/173)

63% (282/448)

E6 (ca. 1250)

Alba (1420-33)

Oso (1569)

total

52% (13/25)

92% (25/27)

97% (37/38)

83% (75/90)

Biblias

Fig. 1: Anteposición del pronombre átono en contextos variables (formas flexivas)

Ello quiere decir que, al menos en lo que se refiere a este cambio, los textos bíblicos estudiados presentan un estado más avanzado que textos contemporáneos de otra tipología textual.



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6. Conclusión En las páginas precedentes me he servido de un análisis comparativo de algunas estructuras morfosintácticas que aparecen en las versiones del libro de Isaías en castellano medieval para explorar las principales cuestiones que se presentan a la hora de caracterizar la lengua de las biblias medievales romanceadas en castellano. A pesar de las diferencias entre los textos estudiados ha sido posible identificar una serie de rasgos morfosintácticos característicos que son compartidos por los textos bíblicos compuestos en diferentes momentos de la Edad Media sin distinción de cuál es la lengua base desde la que se lleva a cabo la traducción. En particular he prestado atención a los rasgos atribuibles a la influencia del modelo subyacente hebreo (con o sin el filtro del latín de la Vulgata), a fenómenos de variación sintáctica del castellano general y a características motivadas por el conservadurismo lingüístico que se atribuye a estos textos. Junto a estos rasgos de tipo general hay otros que son característicos de algún romanceamiento particular; por ejemplo, hay versiones con mayor apego al modelo hebreo y traducciones donde se deja ver la atracción ejercida por las corrientes estéticas latinizantes del siglo XV. Evidentemente este estudio no deja de ser una visión parcial. El libro de Isaías representa las convenciones textuales de un tipo particular de lenguaje como es el profético, pero la Biblia comprende otros textos de variada tipología textual. Además, cada uno de los fenómenos reseñados aquí es susceptible de un estudio más profundo y en particular de recibir un tratamiento cuantitativo para determinar con detalle cuál es el alcance que tiene cada fenómeno en cada texto y explorar qué factores lingüísticos y extralingüísticos condicionan su aparición. 7. Referencias bibliográficas Amigo Espada, Lorenzo (1990): “Biblias en romance y biblias en ladino: evolución de un sistema de traducción”, La Ciudad de Dios 203, 111-142. Avenoza, Gemma (en prensa): “Las traducciones de la Biblia en castellano en la Edad Media y sus comentarios”, en: del Olmo, Gregorio (ed.): La Biblia en la literatura española (vol. 1.2 dedicado a la Edad Media, coord. por Pedro M. Cátedra). Madrid: Trotta, 13-75. Avenoza, Gemma /Enrique-Arias, Andrés (2005): “Bibliografía sobre las biblias romanceadas castellanas medievales”, Boletín bibliográfico de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval. Cuaderno bibliográfico n.º 28. Biblia de Jerusalén = Ubieta, José Ángel (dir.) (1966). Bilbao: Desclée de Brouwer. Biblia del Oso = Guillén Torralba, Juan (ed.) (1987): La Biblia del oso según la traducción de Casiodoro de Reina, publicada en Basilea en el año 1569. Madrid: Alfaguara.

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Tradición discursiva, creación y difusión de innovaciones sintácticas: la cohesión de los argumentos nominales a partir del siglo xiii

Mario Barra Jover

1. Cohesión de argumentos nominales y cohesión de predicados: dos dimensiones de la cohesión discursiva Se habla de cohesión discursiva y de su evolución histórica sobre todo para hacer referencia a lo que ocurre con las relaciones interfrásticas. Para ser más preciso, la evolución de la cohesión discursiva romance consiste –se supone– en el paso de un sistema en el que los predicados representados por frases se relacionan de manera acumulativa e inferencial a un sistema en el que las relaciones entre unos y otros son configuradas y explicitadas en la morfosintaxis. No voy a entrar aquí en una discusión sobre los matices que merece esta simplificación, porque son ya bastantes los trabajos que se han ocupado de ello. A lo que voy es a que al acabar la lectura de un trabajo con un título como el de Bustos (2002), “Mecanismos de cohesión discursiva en castellano a fines de la Edad Media”, nos queda la impresión de que la cohesión discursiva es, por esencia, un asunto de predicados. Sin embargo, hay otra forma de cohesión discursiva que no solo es paralela sino que también condiciona la relación entre predicados, como se verá en breve. Se trata de los argumentos nominales que forman tejidos correferenciales a lo largo de un texto. Un argumento puede establecer una relación indexical, tal y como sucede si digo “este artículo”, pero también puede ser retomado repetidas veces al decir, por ejemplo, “este argumento”, “el dicho argumento”, “tal argumento”, “el mencionado argumento”, entre otras posibilidades. Además, si comparamos las cuatro posibilidades, nos percatamos de que la primera, “este argumento”, puede ser tanto deíctica como anafórica, mientras que las otras tres, “el dicho argumento”, “tal argumento”, “el mencionado argumento”, solo pueden ser anafóricas. Tampoco es difícil encontrar una expresión como “el presente artículo”, que solo puede ser deíctica y no anafórica. Es hasta cierto punto legítimo establecer un paralelismo entre el desarrollo histórico de la cohesión de predicados y el desarrollo histórico de la cohesión entre argumentos, y las razones son las siguientes: sabemos que en los orígenes de la subordinación romance hay sobre todo proposiciones introducidas por un elemento que cuya interpretación semántica se produce de manera inferencial,

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y que, frente al latín, este sistema nos da cierta impresión de pobreza. Sabemos que, en un proceso que dura bastantes siglos, estas proposiciones van a perder contextos en favor de otras que presentan ya instrucciones morfosintácticas sobre su interpretación (porque, así que, a fin que). Y, por último, sabemos que algunas de estas últimas proposiciones vienen directamente del latín (cuando, como, si) mientras que otras son innovaciones romances que no se han constituido en sistema cerrado, sino que pueden seguir apareciendo. Otro tanto se podría decir de la cohesión obtenida mediante la preservación de la referencia nominal, en la medida en que es posible detectar un proceso evolutivo con las mismas características. En los primeros textos romances, nos encontramos con las consecuencias de la desaparición de ciertas oposiciones paradigmáticas que permitía el complejo sistema de demostrativos latinos; también nos encontramos con la desaparición de ciertas construcciones, como la del relativo funcionando como determinante (del tipo quibus rebus). El resultado es un sistema comparativamente pobre, pero solo desde el punto de vista morfosintáctico. En efecto, puede decirse que el demostrativo (y a su lado el artículo definido) introduce en los primeros textos relaciones que solo se diferencian inferencialmente, y que, tal y como sucede con el que subordinante, estas relaciones constituyen un sistema complejo. Vamos a empezar por ver ejemplos de los diferentes usos de este a partir de documentos notariales próximos en la geografía y en el tiempo. Ciertas características de este tipo de textos (uso sistemático de fórmulas, relación indexical con la situación de enunciación, enumeraciones frecuentes, introducción de numerosos argumentos nominales que deben ser retomados de manera no ambigua) permiten detectar de manera relativamente nítida una variedad de usos más difícil de observar en otros tipos de texto. Vaya por delante que si utilizo este y no ese es porque se trata de la forma verdaderamente dominante en este tipo de textos y porque es la única que puede cubrir todo el abanico de usos. 1. Uso deíctico que hace referencia a un elemento del entorno espacial o temporal: (1)

DLE B 168 (1220), Esta carta fue fecha en el mes de julio

  Los diferentes usos que presento han sido estipulados a partir del corpus y no de otras listas preexistentes en la bibliografía, aunque, afortunadamente, convergen en bastantes aspectos con ellas. Pueden verse, por ejemplo, algunos de los trabajos recopilados en Corblin (1995), de los cuales se ha servido Sáez Durán (1996) para construir su clasificación de los usos de esse en español antiguo. Parece ser, por otra parte, que en la bibliografía española, fuera de ciertos estudios diacrónicos y de la gramática de Fernández Ramírez (1987), no se ha trabajado mucho esta dimensión de los determinantes demostrativos. Así, Eguren (1999) no la aborda en su trabajo, que parece más bien orientado hacia los usos pronominales.



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DLE B 171 (1224), Et yo Ferrand Martinez, en uno con mi mugier Maria diez iuramos en esta sancta regla de sant Benito τ sobre .iiij.° euangelios, que…

2. Usos anafóricos reiterativos que mantienen tanto la referencia como la denominación: (3)

DLE B 170 (1222), … uendemos (…) un solar (…). Deste solar son linderos (…). Este solar uendemos nos a uos Pedro Ordonnez

3. Usos anafóricos denominativos que mantienen la referencia pero introducen, por mecanismos de orden fundamentalmente metonímico, una nueva denominación: (4)

DLE B 180 (1228), … empeño por dos años (…) fasta dos annos (…). Et si en este medio esta heredad sobredicha uender quisieremos

4. Usos reasuntivos, realizados fundamentalmente por un pronombre neutro. La referencia preservada puede ser nominal, como en (5), o puede ser proposicional, como en (6), que aparece después de que se hayan estipulado los términos de un pleito: (5) (6)

DLE B 166 (1219), el qui oujer jogo de bojs de .I. morauedi, el qui oujer un boi, de medio morauedi: e esto que lo den por la sant Migael DLE B 182 (1228), Esto fue pesquerido e iudgado (…). Desto son testigos que uieron τ oieron…

5. Usos catafóricos: (7)

DLE B 179 (1222), Et estos son testigos qui ujeron e odieron quando esta uendida fue fecha: defilios dalgo: don P. Gonçaluet de Maranon, Aluar…

  Sáez Durán (1996) presenta, para estos casos, una clasificación interna inspirada en Wilmet (1986). Por mi parte, creo que la casuística de este uso puede ser tan amplia como lo quiera el ramalazo taxonómico del observador (de lo que Wilmet anda siempre sobrado) y que es, en consecuencia, poco provechoso intentar acotarla en una lista que exige mucha retórica para ser justificada.

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Estos cinco usos no se excluyen en absoluto entre ellos y pueden producir usos mixtos que no tienen nada de confuso o de ambiguo puesto que pueden ser fácilmente sistematizados. Estos son los casos que me parece interesante señalar:

6. Usos deícticos-denominativos en los que se denomina lo dicho anteriormente pero haciendo referencia a la situación. Así sucede en el ejemplo siguiente, que aparece después de que en un documento se hayan dado los detalles del acuerdo entre las dos partes y sin que los términos vendida o robra hayan aparecido como tales anteriormente: (8)

DLE B 173 (1224), Qui esta nuestra uendida τ esta robra quisiere crebantar…

7. Usos reasuntivos-denominativos que permiten englobar bajo una denominación una lista precedente de referentes nominales o de contenidos proposicionales, es decir, los dos tipos de usos reasuntivos vistos antes. Un ejemplo del primer caso lo vemos en (9), que aparece tras haber dado una lista de testigos. En (10) vemos cómo una serie de privilegios y cartas confirmados es retomada por un argumento nominal: DLE B 166 (1219), E todos estos caualeros e estos concejos son ueedores τ audidores τ confirmadores (10) DLE B 206 (1367), qual quier o quales quier quelo ffiziessen τ contra esta conffirmaçion que les nos ffazemos, les passasse, pechar nos ya… (9)

8. Usos catafóricos-deícticos que pueden ser propiciados por el contenido performativo del enunciado, como puede verse en el siguiente caso: (11) DLE B 166 (1219), damos e otorgamos estos foros al concejo de las Quintalejas: Que… Una vez vista la casuística, podemos continuar nuestro paralelismo y observar que buena parte de estos usos ha ido dejando sitio a formas especializadas que van apareciendo con el paso de los siglos y que, a veces, se han convertido en las dominantes. Tomando como referencia la serie de ejemplos que acabamos de ver, podemos notar que el uso deíctico del demostrativo es reemplazado en Hago aquí alusión a la idea, introducida por Fernández Ramírez (1987: 114), de que hay usos anafóricos “difusos”.  



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bastantes casos, aunque no en todos es posible, por sintagmas como la presente carta. En lo que toca a los usos anafóricos, los puramente reiterativos se prestan a ser realizados con expresiones como el dicho solar o, más recientemente, dicho solar. Ciertos usos reiterativos con matices cualitativos, así como los usos denominativos, se expresan frecuentemente con formas como tal plazo, semejante plazo, el cual plazo. En cuanto a la catáfora, es más habitual utilizar expresiones como los testigos son los siguientes o los siguientes testigos. Da la impresión, para terminar, de que solo son los usos mixtos los que quedan fundamentalmente reservados al demostrativo este, dado que es difícil concebir otra manera mejor de parafrasear, por ejemplo, el caso (8) que diciendo esta venta nuestra y que lo mismo es aplicable a los que siguen. Por otra parte, desde el punto de vista sintáctico, los sucesores del demostrativo pueden venir de manera más o menos directa del latín, como es el caso de dicho, presente, siguiente, o pueden ser, desde el punto de vista sintáctico, creaciones romances como es el caso de tal y cual. Y, una última observación, aunque haya una relativa diversidad de formas (por ejemplo, puedo utilizar mencionado, nombrado, referido, citado, en lugar de dicho), hay una, la última, que es la no marcada, es decir, la que posee mayor libertad contextual, en el sentido más amplio del término. Detalles aparte, creo que hay motivo suficiente para mantener el paralelismo entre la cohesión argumental y la cohesión frástica. En los dos casos, tenemos un sistema morfosintáctico latino relativamente rico pero que no pasa como tal al romance. Después, tenemos un sistema romance simple desde el punto de vista morfosintáctico, pero complejo desde el punto de vista de la interpretación. Para acabar, tenemos un proceso de enriquecimiento morfosintáctico a partir de formas tomadas del latín o innovadoras. Entre ellas, hay algunas que son las formas digamos “centrales” y otras las digamos “periféricas”. Además, queda la sospecha de que, también en ambos casos, los cambios no son estrictamente locales, sino que afectan a la organización sintáctica y discursiva en general. Lo que es más, hemos hablado hasta ahora de lo que podríamos llamar el “isomorfismo” entre las dos evoluciones, pero hay otros dos aspectos que las vinculan causalmente. Por un lado, está el hecho, ya evocado y tratado un poco más adelante, de que puede haber una relación entre las marcas nominales de cohesión y la disposición sintáctica de los predicados. Por otro, hay que notar que existe un punto de confluencia en el que las marcas de cohesión argumental producen formas nuevas de cohesión de predicados. Me refiero, para ser bien preciso, a los sintagmas preposicionales como de esta manera, de esta suerte, a este fin y otros, que son usos reasuntivos-denominativos proposicionales y que, si es correcto lo que se propone en Barra Jover (2002: 381s.), son el origen de las formas de manera que, de suerte que, a fin que. Motivos más que suficientes

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para asumir que la cohesión argumental puede y debe estudiarse como entidad sincrónica y como proceso diacrónico, cosa que, por lo que sé, no se ha hecho todavía. Me gustaría, en lo que sigue, esbozar algunas ideas que deben acogerse, antes que nada, como un programa de trabajo que me propongo ir desarrollando en publicaciones posteriores. 2. Algunas preguntas sobre la cohesión argumental y su relación con las tradiciones discursivas Desde el punto de vista más formal, cabe, para empezar, preguntarse si el proceso evolutivo de la cohesión argumental se puede sistematizar. Evidentemente, siempre se puede hacer para tal o cual término preciso y tenemos, para el español, trabajos sobre el demostrativo (Sáez Durán 1996, sobre ese) o sobre el relativo el cual (Lapesa 1975, Elvira 1985 o Iglesias Casal 1996). No tengo, sin embargo, noticia de que haya trabajos sobre formas como dicho o tal. Sea como sea, sería necesario establecer las relaciones entre todos los términos en juego. Ver así las cosas implica, por supuesto, afinar la casuística que ha sido someramente presentada hace un momento y que no deja ver ni la variedad posible ni los usos desaparecidos. Porque no solo hay que hablar de innovación; también hay pérdida. Por poner un par de ejemplos entre varios, el uso catafórico de tal que aparece en (12) no me parece posible actualmente: (12) DLE B 171 (1224), E façemos con busco (…) tal establecimiento hy tal pleito: que nos damos a uos… Tampoco lo es el demostrativo anafórico reiterativo que incluye una cantidad, uso ejemplificado por (13): (13) DLE O 216 (1227), uendo a uos una tierra (…) por uent τ dos morabedis τ medio, τ somos pagados destos morabedis τ de robrar Ahora bien, solo cruzando descripciones podremos determinar si tanto las innovaciones como las pérdidas responden una evolución sistemática o no. Por poner un caso, Sáez Durán hace una buena descripción de esse en la lengua literaria medieval. Pero para que podamos saber lo que de verdad pasa tenemos que saber dos cosas más. Primero, si hay un proceso evolutivo en los usos de esse con respecto a los de este, tal, dicho, cual. Segundo, qué pasa en los distintos tipos de textos. Y esto sí que es esencial porque Sáez Durán dice que el origen de esse son los usos reiterativos de ipse (los que él llama “duplicativos”). Pero hay un



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problema, y es que en documentos notariales escritos en latín en el XII como los de Sahagún, y otros incluso del XIII, ipse aparece fácilmente como duplicativo al lado de ille e iste, en casos típicos como los siguientes: (14) CartSahagún 1335 (1160), ipsis presentibus / ipse abbas / ipsas cosas Pero cuando se da el paso al romance en los textos leoneses, su resultado fonético esse prácticamente no aparece o queda relegado a fórmulas fijas como la que aparece en (15): (15) DocLeón 12 (1233), … que yo don Pedro moro fradre de Morerola por mandado del abbat ye del conuento de esse mismo lugar fago auenencia… Otro tanto ocurre en los documentos castellanos, hasta el punto de que se puede sospechar que la presencia de esse está estrechamente vinculada a la de mismo. Sin embargo, en documentos navarros romances nos encontramos con la forma latina tal cual. Por ejemplo: (16) DocNav 3 (1202), dono (…) .III. piezas (…) Et son ipsas piezas en las longas Lo cual viene a decir que hay que afinar mucho al hablar de las evoluciones del latín al romance, puesto que no parece tratarse ni mucho menos de evoluciones directas de cada ítem que se vayan produciendo cada una por su lado, sino de complejas selecciones probablemente dirigidas por ciertos tipos de discurso y que después se despliegan hacia otros. Solo así podremos explicarnos por qué esse parece bien instalado en castellano en la literatura desde el Poema de mio Cid mientras que no lo está en absoluto en la prosa notarial. Yendo hacia lo más general, cabe preguntarse si el enriquecimiento de los términos de cohesión argumental tiene una relación sistematizable respecto a la organización del discurso, ya sea como causa ya sea como efecto. Es posible que la respuesta sea afirmativa y que tenga el interés de proponernos un puente causal entre la innovación léxica que afecta a un constituyente y la innovación que afecta al conjunto del texto. Cierto es que este punto exige todavía un estudio detallado pero, aunque no sea por el momento más que una intuición, me parece que una Y explicarnos, por ejemplo, cómo Teyssier (1981) puede llegar a la conclusión de que el sistema de demostrativos del portugués es binario en sus orígenes y que el derivado de ipse es una incorporación posterior.  

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buena manera de formular la diferencia entre la prosa de Alfonso X o de Don Juan Manuel y la de, por ejemplo, Diego de San Pedro, más allá de aludir globalmente al carácter latinizante de San Pedro, puede estar en el peso de los argumentos nominales tópicos. De manera esquemática, se puede decir que en el caso de los autores anteriores al XV el tópico del discurso, que se mantiene fundamentalmente con la repetición de nombres propios, o con la presencia de artículo definido, pronombres personales y algunos demostrativos, aparece en la mayoría de los casos en la posición que le corresponde en un orden de palabras no marcado. Es decir, que el carácter topical de un argumento nominal no desempeña un papel central en la organización sintáctica. Sin embargo, en los textos del XV la presencia de tópicos (con marcas específicas o no) implica configuraciones sintácticas inducidas por ellos, como es caso obligado si aparece el qual o es tendencia fuerte si aparecen cosas como tal. Lo interesante es que se construyen secuencias a partir de la acumulación de frases que encadenan el desarrollo de tópicos, cosa que no ocurre en la prosa anterior. Por razones de espacio, me limitaré aquí a proponer los siguientes ejemplos, en absoluto rebuscados, y dejar al lector que compare y juzgue por sí mismo: (17) PCG 322/49a-24b, quando don Pelayo sopo que aquella hueste yua contra el, acogiosse a una cueua que era y all cabo del mont. E en este monte nasce aquel rio a que dizen Auseua, et lieua el monte el nombre del rio. Esta cueua es toda taiada et cerrada de la penna uiua que se non teme de combatimiento (…). E estando don Pelayo en aquella cueua, rogauan a Nuestro ell et aquellos que con ell eran que demostrasse sobrellos la su piedad. (…); desi uinieron et cercaron a don Pelayo en la cueua… (18) LCE 25/11-24, et en aquel tiempo que en uno moraron, quisiera el cauallero nouel auer respuesta del cauallero anciano que moraua en la ermita de las preguntas quel fiziera (…); mas por la gran flaqueza que el omne bueno auia, non le pudo dar respuesta complidamente. E desque entendieron que era tienpo de se yr el cauallero nouel para su tierra, despidiose del; et el omne bueno [finco] rogando mucho a Dios quel endereçasse et lograsse de bien en mejor. Et el cauallero nouel dexol de lo que traya… (19) CAmor 85, Yo, que de tales cosas justamente me maravillava, ni sabía dellas que pensase ni de mí que hiziese; y estando conmigo en grandes dubdas y confusión, vi trabada con los mármoles dichos una escalera que llegava a la puerta de la torre, la qual tenía la entrada tan escura que parescía la sobida della a ningund honbre posible.



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(20) Corbacho 19, dél [el amor] provienen muertes, adulterios, e perjuros, los quales el amante fase muchas veses mintiendo por complaser e engañar a su coamante; los quales non son dichos juramentos, mas verdaderamente perjurios Si me permito evocar aquí estos aspectos sin desarrollarlos apenas es porque todos ellos pueden enfocarse desde el punto de vista de las tradiciones discursivas, que es lo que nos interesa por el momento. Las preguntas, en ese caso, cambian y adoptan la formulación que propongo a continuación: La primera concierne al desarrollo de los términos que nos interesan. Saber si se produce globalmente, digamos que como un proceso general que afecta a ese objeto convencional que llamamos español, o, muy al contrario, si las innovaciones se producen localmente en tal o cual tradición y luego se difunden de una tradición a otra (cfr. Kabatek 2005). La pregunta tiene importancia porque hay que saber lo que uno quiere decir exactamente con un título como “castellano medieval esse en textos literarios”. Y es que hay dos posibilidades: 1) explico lo que pasa en los textos literarios y no me comprometo en absoluto a dar cuenta con ello de lo que pasa en otros tipos de discurso; 2) presupongo que los textos literarios son una muestra de lo que sucede, en general, en la postulada “lengua de la época” (pueden compararse dos puntos de vista distintos en Barra Jover 2001 y Jacob 2001). La segunda pregunta surge si aceptamos que la tradición discursiva tiene algo que ver con la innovación y su difusión porque es, entonces, más que posible que el aspecto formal que he mencionado antes, es decir, la organización del discurso a partir de los tópicos, no sea efecto, sino causa tanto de la innovación como de la posible difusión de una tradición a otra, incluidas las orales. La tercera pregunta es si hay factores más indirectos que tienen incidencia sobre la innovación y la difusión y que no dependen exclusivamente de lo que podríamos llamar “el généro” sino de otros factores paralelos. Me interesan aquí dos: la presencia del latín como adstrato y las condiciones materiales de producción. Aunque sea superficialmente, vamos a ir viendo algunas respuestas posibles dejándonos guiar, sobre todo, por la evolución de la forma especializada en la anáfora reiterativa. 3. Sistema o tradición como fuente de innovaciones Sobre si las innovaciones surgen del sistema en cuanto tal o de alguna tradición precisa, creo que hay posibilidad de responder que las distintas tradiciones pueden desarrollar sus innovaciones propias y que, después, hay algo así como intercambios condicionados por la receptividad de cada una de ellas. Hablo, por supuesto,

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del tema que nos ocupa aquí y me parece temerario generalizar, sin más, a otros procesos. Es cierto que se puede afirmar que el desarrollo de el dicho, el presente, el siguiente es asunto de la tradición notarial, como también se puede sospechar que el qual pronominal, tal y semejante parecen más bien venir de la tradición literaria. Hay trabajos sobre los equivalentes franceses que así lo sugieren (cfr., por ejemplo, Henry 1987, para tel, y Kunstmann 1990, para lequel). Por otra parte, es más que probable que el uso de el qual como determinante venga, sin embargo, de la tradición notarial. El criterio para determinar los orígenes de un uso no puede venir, creo yo, de la datación de sus primeras apariciones ni de su simple presencia esporádica en un tipo u otro de tradición. Se trata, más bien, de detectar pautas regulares de formación y de extensión que se repitan en textos de la misma tradición con una cronología relativa similar. Un buen ejemplo de esto es la emergencia de el dicho en los documentos notariales. La misma pauta parece repetirse en distintas regiones de la península ibérica (y también fuera de ella) aunque con variantes particulares. Lo que, desde luego, queda claro es que es un largo proceso que comienza a principios del siglo XIII y que se puede dar por consolidado únicamente a partir del segundo cuarto del siglo XIV. Sus fases son las siguientes: 1. Los documentos del primer tercio del siglo XIII, tanto de Navarra como de León y lo que Ménendez Pidal incluye en el reino de Castilla (todavía no he consultado Aragón y Cataluña), utilizan fundamentalmente los demostrativos, el artículo definido y los pronombres personales. Solo esporádicamente aparecen expresiones varias que contienen el participio de verbos como decir, nombrar o escribir. La construcción en la que aparecen no está fijada y el participio aparece siempre con prefijos como ante, devant, sobre, (de)suso y otras cosas por el estilo en los usos como modificador nominal, como los que aparecen en (21a-c). Además, suele ser, como puede observarse, un refuerzo del demostrativo y domina la posición postnominal. En los usos verbales el prefijo no parece necesario, como se ve comparando con (22a) y (22b): (21a) DLE B 174 (1225), Et por estas .XV. tierra τ una uinna sobrescriptas (21b) DLE O 213 (1222), … aquesta heredat antes dicha… (21c) DLE B 172 (1224) esta heredat sobrenombrada… (22a) DocNav 7 (1212), Desta heredat que de suso auemos dito, es la una pieça en anamaça



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(22b) DLE B 166 (1219), que i los meta jo con todos sos fueros que en esta carta son dichos 2. Durante el resto del siglo XIII se siguen, por supuesto, utilizando los demostrativos y otros términos, pero en las distintas regiones las formas a partir del participio de decir se van imponiendo aunque en distribución postnominal y, eso sí, raramente sin el prefijo (que cambia según la zona). Puede verse un ejemplo de lo que sigue siendo más frecuente en (23). Hay, cierto es, usos muy esporádicos sin prefijo y prenominales, como el que ven en (24), pero son francamente raros en este periodo. (23) HGP L 24 (1274), de parte de meu padre τ de mia nana sobreditos (24) DLE B 202 (1276), τ tenemos por bien que aya la dicha heredat 3. A finales del siglo XIII y principios del XIV, se abre camino el participio dicho sin prefijo antepuesto y precedido de artículo. Hay varios ejemplos en (25). Sin embargo, no ha desbancado todavía a la construcción con sobredicho (o devant dicho, según la zona). Propongo en (26) un ejemplo de cómo en apenas unas líneas aparecen ambas posibilidades, además del demostrativo. (25) HGP L 34 (1310), do dito casal / aos ditos meus yrmaos (26) DLE B 204 (1309), dixo este don Claros Martínez (…) tio destos ffijos τ et ffijas del dicho don Claros Martinez (…) tios destos sobredichos ffijos del dicho don Claros Martinez A partir del segundo cuarto del siglo XIV el dicho no solo domina en la anáfora reiterativa sino que se convierte en algo así como la música (por no decir murga) de fondo de cualquier texto notarial. Tiradas como la de (27) se convierten no solo en algo normal, sino en un rasgo identitario aparentemente imprescindible: (27) DLE SA 242 (1333), Et los dichos ffrayres dixieron al dicho alcalle que bien ssabie en commo aujen merçed de nuestro sennor el rey τ del conçeio dela dicha çibdat, en queles ffazien merçed, en queles dan que ayan los dichos monesterios cada anno…

Valga decir, a modo de testimonio, que si se pregunta en el CORDE por la forma singular masculina el dicho entre 1350 y 1400, aparecen ya 5.175 casos distribuidos en 427 textos.  

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Y el fenómeno es peninsular, como puede comprobarse en los textos galaicoportugueses coetáneos, de los que (28) puede ser un buen ejemplo: (28) HGP 37 (1335), … os ditos casares fiquen ao dito mosteyro liures τ quites τ bẽ pagados τ aaquel tẽpo do dito mosteyro os posam entrar τ reçeber per ssue autoridat sen cõtradizemẽto de nĩgũ. Et uos os ditos Lourenço Yanes τ uossa moller τ a dita pessoa, que façades seruiço ao abbade do dito mosteyro… Sin entrar en muchos detalles, la comparación entre lo que ocurre con el qual nos permite observar fácilmente que, en este tipo de textos, su aparición es irregular en dos sentidos. Primero, porque en una misma región no vemos ningún proceso sistematizable, ni cualitativo ni cuantitativo. En los DLE se pueden encontrar casos tempranos en la primera mitad del XIII. Así, en las zonas geográficas que he recorrido exhaustivamente (las que aparecen en la lista final), el primer ejemplo claro es de 1246: (29) DEL O 220 (1246), por ciento τ .xxx. morauedis de los quales somos pagados muj bien. Aunque haya, en otras zonas, algunos ejemplos anteriores, como el siguiente: (30) DEL Toledo 274 (1221), E dol la quarta parte del aldea de Areualiello, que herede de mio auolo don Gonzaluo, alguazil, en la qual labran los de Camarena de suso Sin embargo, no es posible observar, ni siquiera a partir de la segunda mitad del XIII, un proceso de extensión regular. Segundo, porque entre regiones hay también diferencias. Por ejemplo, los textos galaico-portugueses son bastante más precoces en presentar cierta frecuencia de aparición en la segunda mitad del XIII, pero de una manera que parece hasta caprichosa y que puede venir a decirnos que es tal o cual escribano, de manera idiosincrásica, el que introduce el uso, y no la presión de la tradición. Por ejemplo, entre los textos reunidos en HGP, hay algunos de la zona de La Coruña (sobre todo 2, 3 y 6) en los que aparece varias veces (o) qual (el uso relativo sin artículo no es tan excepcional como en castellano), pero no se puede afirmar que se trate de una característica del conjunto. Aunque la cosa está lejos de ser sencilla. Los textos galaico-portugueses reservan no pocas sorpresas, hasta el punto de parecer, a veces, muy avanzados con respecto a los cas 



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Si nos volvemos ahora a los textos literarios observamos, por el contrario, que en ningún momento se produce un proceso que lleve al uso de el dicho. Se empiezan a encontrar regularmente casos en el siglo XV, pero no frecuentemente. Sin embargo, está claro que hay un proceso de asentamiento y extensión del uso de el qual, que se convierte en forma recurrente en textos como el Corbacho o la Cárcel de Amor. Todavía no tengo, sin embargo, completamente claro que se pueda garantizar que es la tradición literaria la responsable de la creación y la difusión de su uso. De hecho, Lapesa atribuye esta construcción a dos tradiciones: la notarial y la de clerecía; y no veo por el momento en qué criterios fundarse para decantarse definitivamente por la una o la otra. 4. El papel de las características textuales de la tradición Estas últimas observaciones nos llevan a la segunda pregunta. Es decir, saber si las características textuales de la tradición determinan la creación y difusión de tal o cual forma. Creo que es más que posible encontrar una lógica, que se podría resumir en los siguientes puntos: —

La tradición notarial tiende a ser extremadamente precisa en la preservación de la denominación de los referentes y tiene una estructura informativa regular y no marcada. Por ello, desarrolla esencialmente la anáfora reiterativa, que no introduce topicalizaciones marcadas. Muy al contrario, la tradición literaria no plantea especiales problemas de preservación de la denominación. Más bien lo opuesto, tiende a desarrollar cualitativamente la referencia, lo que conduce al uso de anáforas denominativas y a manipular la estructura informacional.



Esto viene a decir que es normal que el dicho sea desarrollado en la tradición notarial y pase poco o mal a la literaria en el mismo tipo de usos. Y que es normal que el qual (o tal) se difundan en la literaria y sean irregulares en la notarial. Nótese, sin embargo, que cuando las dos tradiciones intercambian, por así decirlo, sus marcas, estas se adaptan a sus características. Razón por la cual, la tradición notarial muestra una tendencia particular a utilizar el qual como determinante, uso en el que acaba siendo estrictamente reiterativo, mientras que la tradición literaria

tellanos. Por ejemplo, el texto portugués de 1251 editado en Bello (2001) presenta también repetidos usos de o qual. Lo que es más, presenta también usos de o dicto. Lo interesante será comprobar si tal adelanto tiene una explicación a partir de las características de la tradición notarial en la zona.

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tiende a utilizar dicho sin artículo, uso en el que suele desencadenar procesos configuracionalmente marcados de topicalización. —

Lo interesante es pensar, por último, en la tradición oral y observar qué es lo que ha entrado en ella de todo lo que acabamos de ver. Es bastante sencillo: lo único que verdaderamente ha entrado en el discurso espontáneo son las formas reasuntivas proposicionales que se han formado más tarde: lo cual y lo dicho. La razón es evidente, puesto que sabemos que la estructura del discurso oral está antes que nada basada en estrategias de preservación de bloques proposicionales con cohesión interna formalmente poco elaborada. Este tipo de estrategia es, justamente, lo que justifica el escaso uso de la anáfora argumental. Por ejemplo, en lugar de decir “¿pero cómo has podido liarte con tal tío?”, se tenderá a focalizar el aspecto cualitativo y decir quizá “¿pero cómo has podido liarte con semejante tío?”. Más aún, lo que sobre todo va a decirse es “¿pero cómo has podido liarte con un tío así?”, que, obsérvese bien, no presupone la introducción previa explícita del argumento.

En todo esto, hay una idea que merece la pena explorar: lo que se llama “registro” existe, quizá no por una selección que podríamos llamar “estética”, sino por una selección estratégica. Y la penetración de tal o cual innovación no está previamente condicionada por lo que podríamos llamar su “perfume”, sino por su potencial de uso. Esto tiene aspecto de ser sensato, pero vamos a ver ahora mismo que el perfume también puede contar si se dan condiciones específicas para ello. 5. El peso de otros factores de la tradición Lo visto hasta ahora parece aceptable, pero eso no quita que nos preguntemos sobre la posibilidad de que haya otros factores en juego. Respecto a los textos notariales, lo primero que me parece necesario aclarar es el papel desempeñado por el latín en tanto que lengua de adstrato. Me atrevería a decir que, al menos en lo tocante al aspecto morfosintáctico del que estamos hablando, el papel del latín es esencial y mucho más comprensible si nos situamos en la hipótesis de Wright (1989), que, tengo que decirlo, me parece no solo cada vez más convincente, sino el único medio de dar cuenta de la situación. Si suponemos, como hace también Blake (1992), que hasta un determinado momento los textos notariales se escribían en latín y se leían en romance, también suponemos que solo a partir del siglo XIII, con la aparición de la escritura romance y de la pronunciación litterae del latín, este



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se convierte en una lengua de adstrato en condiciones de influir en el romance. Es muy importante reconocer que solo a partir de este momento se puede practicar un latín más elaborado y cultivado, puesto que no depende del romance hablado. Pues bien, mi idea es que las innovaciones en la cohesión argumental de los textos notariales pueden venir, en gran parte, del latín adstrático, cosa que no es nada trivial habida cuenta de que no ocurre lo mismo con la cohesión frástica. La razón puede ser estructural. Los mecanismos de subordinación latino y romance no son compatibles ni susceptibles de ser superpuestos. Sin embargo, los nominales sí pueden serlo. Quiero decir con ello que un grupo nominal del latín clásico puede reanalizarse, en muchos casos, a partir de la estructura romance sin mayor problema, cosa que no ocurre con la subordinación. Vaya por delante que siempre he sido muy reacio a aceptar el préstamo sintáctico, pero en este caso no queda más remedio que hacerlo, porque hay demasiados elementos que no pueden ser coincidencias. Se trata, sobre todo, de argumentos comparativos. El primero nos lo proporciona el rumano. En los documentos de principios del XVII, nos las vemos con un sistema que se parece fundamentalmente al que he descrito para los dialectos ibéricos como primera fase del proceso. A saber, demostrativos y fórmulas que utilizan participios de verbos como escribir. Pueden verse algunos casos sueltos en (31), todos extraídos del mismo documento: (31) DRH 142 (1626), aceasta domniia / dintr-acile sati / aceasta sfinta manastiri / cari aceste de mai sus scrisa / aciste ce scriem mai su… Lo que es más, estamos ante el mismo sistema que encontramos en los textos notariales latinos más tempranos, como las Tabellae Albertini (documentos vándalos de los siglos V y VI). Se usan demostrativos (hic sobre todo para deixis e idem para anáfora) y fórmulas con participio y prefijo entre las que domina suprascriptus, que suele incluso aparecer en forma abreviada. He aquí algunos ejemplos: (32) TabAlb II/2b, et fol(les) septigentos s(upra)s(cri)pp(ti) (33) TabAlb III/3b, alio in loco s(u)p(ra) scripto / eiusdem loci sup(ra)s[cripti]. (34) TabAlb III/5a, pretium omnen supradictum / hunc instrumentum (35) TabAlb V/10b, ex eodem pretio El rumano, por otra parte, posee un relativo derivado de QUALIS, care, pero no se ha formado en esta lengua un sistema con dos series como en las demás

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lenguas romances. Care es el relativo dominante en todos los registros. No creo que sea casualidad que la única lengua romance que no ha tenido un adstrato latino no haya salido de esta primera fase, mientras que todas las otras lo han hecho. El segundo argumento nos lo proporciona una comparación con los textos producidos en la mitad norte de Francia. Salta a la vista que las novedades romances son más tempranas en esta zona y van siempre precedidas de la innovación en latín. Esto se puede explicar fácilmente. Si suponemos, como hace Wright, que el latín de Francia se ha independizado mucho antes del romance que en la Península Ibérica, se sigue de ello que este latín ha podido experimentar más elaboración y antes. Aun a riesgo de soltar una perogrullada diría que si un señor quería mejorar su latín en Francia en el siglo XI le bastaba con estudiar la tradición latina, puesto que ya no dependía de lo que se hacía en romance y podía ser estudiada como segunda lengua. En la Península Ibérica no se puede decir lo mismo. Y el latín debió de ser más elaborado solo a partir del XIII. Esto se puede ver con ejemplos precisos. Si comparamos la parte que se llama la “notificación” del documento, observamos que en los textos hispanos en latín del XII aparece sistemáticamente una fórmula que corresponde, solo con diferencias léxicas, a la que aparece en romance. Así, en los textos de Sahagún va aparecer el tipo “Notum sit omnibus tan futuris quam presentibus quod ego…”. En textos franceses aparece, sin embargo, otro tipo de fórmulas gramaticalmente más complejas y que no podrían, en el siglo XII o XIII, tener una lectura romance directa, porque la cosa va más allá del léxico. Por ejemplo, en (34) aparece, entre otras cosas, un infinitivo de futuro que hace que la frase no sea legible en romance por mucho que la pronunciación se adapte: (36) ChPicardie 115 (1225), Universis presentes litteras visuris… Lo que quiero decir es que los textos latinos de Francia son, ya en el XII, mucho más variados en sus fórmulas, algunas veces incluso ampulosos y ciceronianos en su latín. Esto es una buena fuente de novedades que después pueden pasar reanalizadas al romance. Sin ir más lejos, el caso (37) contiene ya la forma presente que va a ser en romance el término especializado para la deixis. Como he dicho, esta fórmula no aparece en los textos ibéricos de la época o si lo hace es casi anecdóticamente. Por ejemplo, García Urizarna (1988) solo hace constar un caso entre todas las notificaciones de los documentos del monasterio de la Huelgas entre 1159 y 1305. El resultado: está claro que los textos escritos en francés incluyen el deíctico desde el siglo XIII, como ven en algunos ejemplos en (37) y (38): (37) DocPicardie 120 (1228), a tous chiaus qui ceste presente carte esgardieront



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(38) DLF 2 (1239) qui ces presentes letres verront Hay que esperar, sin embargo, a los siglos XV y XVI para que la fórmula aparezca en los dialectos ibéricos. En los textos que he consultado, solo lo he encontrado en un documento castellanizado de La Coruña, que ven en (39): (39) HGP C 18 (1516), de lo qual otorgé ende dello la presente carta de venda Una pequeña excursión con el CORDE confirma, en efecto, que la fórmula solo aparece a finales de XV y en pocos textos. Y son, creo, estas exploraciones estilísticas en latín las que dan lugar a la aparición de cosas como dictus en posición prenominal y sin prefijo. Los textos franceses presentan una correlación cronológica evidente y, aunque me ha costado trabajo aceptarlo, es indiscutible que siempre aparece primero en latín y luego en romance. Abordar este punto correctamente exige, sin embargo, un grado de detalle que no puedo permitirme aquí y que merece trato aparte. Me limitaré a hacer notar dos cosas y a solicitar la confianza provisional del lector: la primera, que en cartularios en los que el latín siguió siendo en el siglo XIII la única lengua notarial, se observa la aparición de dictus prenominal y sin prefijo o adverbio locativo como una evolución propia de este mismo latín medieval. Un ejemplo entre otros nos lo ofrece el Cartulario de la abadía de Saint-Trond, en el que aparecen desde el siglo X las varias fórmulas de participio con prefijo o adverbio (suprascriptus, supradictus, predictus, prefatus, etc.) y donde, únicamente en el XIII, encontramos ejemplos de dictus como el siguiente: (40) CstTrond 180 (1244), super eo videlicet quos nos dicebamus dictos abbatem et conventum…

Hablo de exploraciones estilísticas porque me parece que hay en ciertos textos una voluntad patente de desmarcarse de las limitaciones de las fórmulas romances y de explotar al máximo los recursos que proporciona el latín. Por poner un caso, en ChPicardie 49 (1201), da la impresión de que el autor pretende evitar la repetición de la misma fórmula para la anáfora reiterativa. En consecuencia, aparecen, entre otras, series como la siguiente: predicti homines, ad petitionem eorumdem hominum, prefati homines, nec alicui dictorum dominorum. Como puede verse, dictus es una forma más dentro de esta exhibición de recursos de latín.   Cuando Blaise (1955: 102) afirma que “dès la fin de l’empire, comme au Moyen Âge, dictus, iam dictus, supramemoratus, praedictus, praefatus, et les expressions analogues, sont employés à peu près dans le même sens que idem ‘le dit’”, comete, por lo que se puede sacar de los textos, algo más que una imprecisión cronológica en lo referente a dictus.  

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La segunda, es que las fechas de aparición de la innovación en latín son siempre sobradamente anteriores a las de los ejemplos romances. Esto queda claro en los cartularios o zonas en los que hubo un periodo de alternancia entre latín (a lo clásico) y romance: son siempre los textos en latín los que primero usan dictus y con diferencia. Es el caso, por ejemplo, de ChPicardie, donde, como acabamos de ver en la nota 7, aparecen casos de dictus desde los primeros años del siglo XIII, mientras que en romance la forma dominante va a ser le devant dit durante todo el siglo, sin que haya ejemplos claros de ledit hasta los últimos años. Un caso peninsular como el de los documentos leoneses confirma ambas pautas aunque con más retraso. En CartSahagún aparecen muy pocas variantes latinas hasta principios del XIII y solo a mediados de siglo aparecen algunos casos de dictus (por ejemplo, ib. 1694 (1243), dicti abbas et conventus). Sin embargo, en los textos en romance del siglo XIII no aparece ni un solo caso (tampoco en los DocLeon). Pero hay más casos y cosas. Se puede sospechar que el uso de un demostrativo para retomar una cantidad de dinero, uso que he citado antes como extraño al español moderno, viene también del latín, por calco de una fórmula con relativo o con demostrativo. Por ejemplo, en la colección de documentos de Jaime I, escritos en un latín a lo clásico (y obsérvese, de paso, el uso de dicta), es recurrente la fórmula presente en (41) donde se habla de 1.700 maravedís: (41) DocJaimeI 1519 (año 1267), de quo deduximus morabetinos predictos. Quos, quidem, morabetinos vos habebatis super castro… (…)… et pro ipsis morabetinis dicta Thoda vobis obligaverat…. Vamos a quedarnos por el momento con la idea de que es legítimo pensar que bastantes rasgos innovadores son calcos de expresiones integradas en un latín que, convertido en lengua independiente, puede permitirse entrar en una fase de reelaboración y enriquecimiento. También parece claro que la base latina adstrática va a producir una unidad románica occidental indudable en cuanto a la cohesión argumental. El último punto que me parece oportuno tocar es lo que he llamado “las condiciones de producción”. Me refiero con ello a la posibilidad de que algo ajeno a las propiedades constitutivas del género influya en la tradición. La cosa tiene además el interés de obligarnos a marcar diferencia justamente entre género y tradición. Veamos por qué, volviendo a seguirle la pista a la difusión de el dicho y ledit. La forma española penetra tímidamente en la lengua literaria a partir del XV. En el Corbacho o la Cárcel de Amor aparecen casos pero más bien con cuentagotas. Y los que aparecen son sobre todo los que pasan a la tradición oral, por ejemplo en (42):



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(42) Corbacho 2/10, por ende, yo, movido a lo susodicho, tomé algunos notables ejemplos… Otra excursión por el CORDE, seleccionando géneros literarios, nos confirma que la presencia de el dicho determinante en la prosa literaria es muy espóradica a partir de este periodo. Por eso llama la atención ver lo que ocurre en la prosa literaria francesa. Un simple vistazo a textos de autores que van de finales del XIV a finales del XV, Froissart, Christine de Pisan y Commynes, así como al texto anónimo Les cent nouvelles nouvelles (también de finales del XV), nos muestra que estos autores usan muy fácilmente y sin empacho ledit. Así, la prosa muy cuidada de Pisan puede incluir cosas como la que se ve en (43), que no suena a muy literario a los oídos españoles (vaya por delante que a los oídos franceses suena más bien a “viejo”): (43) Pisan 3, Ainsi doncques nous avons a traiter de vertu au profit d’ordre de vivre (…) par laquelle dicte vertu vie humaine doit estre reglee… Commynes puede incluir fácilmente en una sola página más de cinco casos de ledit y obsequiarnos con tiradas que no tienen nada que envidiar a las de los textos notariales ibéricos. Basta con el caso (44) para comprobar lo que quiero decir: (44) Commynes 98, pour les signes et contenances que avoient ledict bastard et ses gens à l’environ de la Haye en Holende, ou pour lors estoit sondict filz, conte de Charroloys; et que si ledict conte estoit souppessionnieux… Lo interesante es que se trata de géneros distintos. Lo de Pisan es ensayo, lo de Commynes, crónica. Pero es que incluso en la ficción podemos encontar este rasgo estilístico, como se ve en (45): (45) CNN 39, Et du long de la riviere sur laquelle estoient assis lesditz hostel et molin du dit musnier, qui a ce coup n’estoit pas à l’ostel, mais a Dijou ou a Beaune, il perceut et choisit la femme du dit musnier…

  Un simple sondeo informal es más que explícito. Habiendo preguntado en el CORDE por las apariciones de los dichos en la sección “relato extenso, novela y otras formas similares” entre 1450 y 1500, salen solo 7 casos del uso que nos interesa. Más o menos lo que puede aparecer en una sola página de Commynes. Por otra parte, la cosa no cambia mucho en siglos posteriores.

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Digamos que nos resulta incluso chocante en un texto literario. Y nos podemos preguntar por qué esta diferencia de difusión entre Francia y España. Cierto es que hay quien ha hecho notar una degeneración retórica del lenguaje literario francés a partir del XIV. Payen (1997: 118) llega a decir que algunos autores “huelen a la chabacanería del jurista”10. Pero creo que hay algo más objetivable. Los textos que he mencionado antes forman parte de la literatura de lo que se llama la corte de los duques de Bourgogne, parece ser que esplendorosa en el siglo XV y tan prestigiosa culturalmente como la corte real de Francia. Pues bien, la producción literaria de esta corte está organizada casi ministerialmente y los autores citados (Froissart inaugura la lista) son funcionarios que pueden desempeñar desde la más burocrática de las tareas hasta la más intelectual, como indica Doutrepont en su libro consagrado al tema. Esto explicaría que, habituados a tareas administrativas o diplomáticas, hagan del uso de ledit un rasgo casi identitario que les da a los textos el “perfume” de una tradición11. 6. A modo de conclusión Tómese, vuelvo a insistir, lo que precede como un rápido esbozo de descripciones que deben ser desarrolladas en trabajos futuros así como de preguntas que deberían encontrar buenas respuestas gracias a estas descripciones. No creo que merezca la pena retomar en este último párrafo cada una de las pistas lanzadas, pero me parece, con todo, interesante retener algunas ideas generales. Por una parte, está la posibilidad de concebir un conjunto aparentemente vario de hechos como manifestaciones de la evolución de la entidad “cohesión discursiva de los argumentos nominales”. Por otra, el que la evolución deba, quizá, ser conceptualizada como un complejo formado de innovaciones con origen en distintas tradiciones discursivas que después se filtran de unas a otras mediante un proceso de selección motivado, ya por las características inherentes a los contenidos de la tradición (el género), ya por otros factores asociados (condiciones de producción). Y, para terminar, me gustaría volver a la sugerencia de que el latín convertido, en la zona occidental de la Romania, en un adstrato relativamente homogéneo pueda desempeñar un papel esencial como fuente de innovaciones, hasta el punto de erigirse en elemento reunificador dentro de la fragmentación romance. La frase completa dice exactamente: “Certains, comme Deschamps, se complaisent dans les jeux de langage, dans la redondance, qui sent la cuistrerie du juriste, dans le calembour et l’association cocasse, où prévaut le verbalisme estudiantin”. 11  Lamentablemente, el extenso trabajo de Gómez Redondo (1999) sobre la prosa medieval castellana no aborda en ningún momento el proceso desde este punto de vista y no nos permite sopesar el efecto de las condiciones de producción. 10 



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7. Referencias bibliográficas 7.1. Textos citados CAmor = Diego de San Pedro: Cárcel de Amor (ed. K. Whinnon). Madrid: Castalia, 1971. CartSahagún = Colección diplomática del monasterio de Sahagún (857-1300) (ed. J. M. Mínguez Fernández, vol. 1; Marta Herrero, vols. 2 y 3; J. A. Fernández Flórez, vols. 4 y 5). León: Archivo Histórico Diocesano de León, 1976-1997. ChPicardie = Chartes de coutume en Picardie (XIe-XIIIe siècle), (ed. Robert Fossier). Bibliothèque Nationale: Paris, 1974. CNN = Les cent nouvelles nouvelles (ed. F. P. Sweetser). Genève: Droz, 1966. Commynes = Philippe de Commynes: Mémoires (ed. Joël Blanchard). Paris: Librairie Générale Française, 2001. Corbacho = Alfonso Martínez de Toledo: Arcipreste de Talavera o Corbacho (ed. M. Penna). Torino: Rosenberg & Sellier, 1955. CStTrond = Cartulaire de l’abbaye de Saint-Trond (ed. Ch. Piot). Bruxelles: F. Hayez, 1870. DLF = Documents linguistiques de la France. III. Aube, Seine-et-Marne, Yonne (ed. J. Monfrin). Paris: Editions du CNRS, 1988. DLE B(urgos), O(sma), R(ioja) A(lta), S(egovia), A(vila) = Documentos lingüísticos de España (ed. Ramón Menéndez Pidal). Madrid: Centro de Estudios Históricos, 1919. Doc JaimeI = Documentos de Jaime I de Aragón, vol. V (1263-1268) (ed. A. Huici Miranda y M. D. Cabanes Pecourt). Zaragoza: Anubar, 1988. DocLeon = Eric Staaff: Étude sur l’ancien dialecte léonais d’après des chartes du XIIIe siècle. Upsala: Almquist & Wiksell, 1907. DocNav = Primeros documentos navarros en romance (ed. R. Ciérvide). Pamplona: Institución Principe de Viana, 1972. DRH = Documenta Romaniae Historica, vol. XIX (ed. H. Chirca). Bucarest: Academiei Republicii Socialiste România, 1969. Froissart = Jean Froissart: Chroniques (dernière rédaction du premier livre. Édition du manuscrit de Rome Reg.lat 869) (ed. G. T. Diller). Genève-Paris: Droz & Minard, 1972. HGP C(oruña)/L(ugo) = Clarinda de Azevedo Maia: História do Galego-Português. Estado linguístico da Galiza e do Noroeste de Portugal desde o século XIII ao século XVI. Coimbra: Instituto National de Investigação Científica, 1986. Joinville = Jean de Joinville: La vie de Saint Louis (ed. Jacques Monfrin). Paris: Garnier, 1995. LCE = Don Juan Manuel: Libro del caballero y el escudero, en Obras completas (ed. J. M. Blecua). Madrid: Gredos, 1983, vol. I. Pisan = Christine de Pisan: Le livre du corps de policie (ed. R. H. Lucas). Genève: Droz, 1967.

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“Ninguno quiere del agua turbia beber”: sobre construcciones partitivas y su representación en algunos géneros textuales del español preclásico

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1. Partición y cuantificación Mucho se ha escrito sobre el llamado artículo partitivo en las lenguas románicas. Abundan sobre todo los estudios relativos al francés, donde la construcción del tipo “donne-moi du pain” se ha convertido en la única usada para indicar una cantidad no precisada de una sustancia o la importancia de un concepto abstracto. En las lenguas de la Península Ibérica también alternaron, durante varios siglos, las fórmulas “dame del pan” y “dame pan”, sin que sepamos muy bien a qué se debía la elección de una u otra. Es verdad que “dame del pan” siempre fue menos frecuente y acabó por desaparecer de la norma de los idiomas peninsulares. La construcción se documenta ya en obras tempranas como el Cantar de mio Cid y aparece regularmente en los textos medievales, sin ser frecuente. En los últimos siglos de la Edad Media se encuentran todavía bastantes ejemplos, pero resulta difícil determinar por qué y en qué circunstancias los autores prefieren esta fórmula. Por otro lado, no parece plausible que usaran los tipos “dame del pan” y “dame pan” en alternancia libre, según sugieren muchos de los estudiosos que se han dedicado al problema. Más bien, se debe suponer que el empleo de sintagmas como del pan, del vino, de la carne, etc., estaba sometido a ciertas restricciones aún mal conocidas. Dicho de otro modo: se trata con toda probabilidad de una construcción marcada, frente a la no marcada pan, vino, carne, etc. La construcción con preposición y artículo se aplicaba también al plural de los nombres contables, en sintagmas como “comer de las manzanas”, “coger de las nueces”, etc., pero en el presente estudio nos limitaremos esencialmente a analizar el singular. Recordemos las principales coordenadas de la cuestión. En primer lugar, conviene hacer una referencia a la denominación artículo partitivo, consagrada especialmente por la gramática francesa. El término no parece muy feliz, ya que la partitividad –cuando la hay– no es expresada por el artículo sino por la preposición Véase p. ej. la nota de S. Fernández Ramírez (1987: 162, n. 345). Una nueva interpretación del fenómeno desde una perspectiva comparativa de las lenguas románicas ofrece W. Dietrich (1997).  

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de. En cuanto al origen de la construcción, R. Lapesa comentó, en un conocido artículo sobre los casos latinos y sus reminiscencias en español ([1964] 2000: 7881), cómo la función partitiva del genitivo latino se pasó a expresar mediante la preposición de en las lenguas románicas. De hecho, ya en latín la partición de un concepto continuo se indicaba alguna vez con una preposición, sea ex, sea sobre todo de (Posner 1997: 358). También la propia noción de partitividad ha suscitado interrogantes. Además de en los contextos mencionados, la encontramos en frases como “bebió un vaso de agua” o, en francés, “il a bu un verre d’eau”, que evocan determinada cantidad de una sustancia. Sin embargo, muchos lingüistas consideran que estas representan estructuras pseudopartitivas, argumentando que se trata más bien de un procedimiento de cuantificación que de partición. Además, oraciones como “bebió del agua” o “il a bu de l’eau” plantean igualmente problemas. Según la explicación habitual, la fórmula expresaría la extracción de una parte de un conjunto, como si el artículo definido actualizara el significado ‘toda la sustancia denotada por el sustantivo’, mientras que la preposición de efectuaría la partición. Pero D. Van de Velde (1996: 32-38) ha señalado que tal conclusión es probablemente errónea, ya que se basa más bien en ciertas experiencias de la vida diaria que en hechos lingüísticos. Para dicha investigadora una frase como “el agua es insípida, incolora y carente de sabor” no equivale a “toda el agua es insípida, incolora y carente de sabor”. El sintagma el agua no implicaría ni la totalidad de una sustancia ni ninguna idea cuantitativa sino que poseería un valor esencialmente cualitativo, denominando ‘una materia distinta de otras materias’. Así pues, en “bebió del agua” e “il a bu de l’eau” la preposición unida al artículo indicaría una cantidad indefinida de esa sustancia, por lo que ciertos especialistas del francés piensan que también estas expresiones son cuantificadoras y no partitivas. Lo que se desprende de tales consideraciones es que la partitividad está estrechamente relacionada con la cuantificación, tanto determinada como indeterminada. Tal vez por ello el castellano antiguo –e incluso algunas variedades modernas– muestra un uso sorprendentemente vacilante de la preposición de en expresiones cuantificativas como a poca (de) hora, tanto (de) daño, muchas Véanse también las opiniones y los argumentos en contra del término article partitif en K. Peterson (1999: 140-141).   Es lo que opinan p. ej. E. Selkirk y J.-Cl. Milner (citados por R. Posner 1997: 357); T. Hämäläinen (2004: 261) recuerda, con M.ª V. Escandell, que el primer nombre representa solo aparentemente el núcleo, siendo el segundo el que impone la selección del verbo. Argumentos en contra de esta hipótesis se encuentran en B. Abbott (1996: 32-35).  



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(de) veces, tantos (de) golpes, etc. De modo que, si aceptamos la función partitiva de de como una de las esenciales de esta preposición, resulta que lo más llamativo en la fórmula “bebió del agua” no es la preposición sino el papel del artículo definido. Aunque el término artículo partitivo nos parezca poco pertinente, sí creemos que se debe profundizar en el análisis de lo que, más allá de la partitividad, aporta el artículo definido a las distintas prestaciones de nuestra fórmula. En realidad, tanto el francés como el castellano medieval emplean esta clase de sintagmas verbales en dos contextos semánticos bien distintos. En el ejemplo: (1)

“E fizieron traer del agua, e como ge la lançasen sobre la cara, él començó de entrar en sí” (h. 1450 Crónica de D. Alvaro de Luna, 30),

el enunciador se refiere a una cantidad indeterminada de agua y, como el concepto agua no se ha evocado antes ni queda delimitado por el contexto, el artículo definido se actualiza con su función genérica. Estamos, pues, ante la llamada construcción partitiva genérica. En cambio, en la frase: (2)

“E después comí la meytad de un pan, e beví del agua del rrío Jordán” (h. 1350 Traducción de Santa María Egipcíaca, 20; CORDE),

el enunciador se refiere a una cantidad indeterminada de un agua identificada dentro de un marco concreto del mundo extralingüístico por medio del contexto. Se trata de la llamada construcción partitiva específica (cfr. Dietrich 1997: 161162). Para nosotros la partitiva genérica es, sin duda, la construcción más interesante, ya que la partitiva específica se sigue empleando hasta cierto punto en la lengua moderna. Por otro lado, para aprehender el funcionamiento de la primera puede ser útil tener en cuenta la segunda.

  P. ej.: “e a poca de ora fueron a durmir” (1412 González de Clavijo, Embajada, 92); “Fizo tanto de daño que los moradores dexaron aquella region” (1417 Villena, Doze trabajos, 70); “todas tristezas e pesares e pensamientos e afliçiones del spíritu que muchas devezes atraen e causan e acarrean a los prínçipes los sus muchos e arduos negoçios reales” (1430 Cancionero de Baena, 2); “Dióle en la cara e en los ojos tantos de golpes que apenas los ojos le parecían” (1438 Martínez de Toledo, Corbacho, 266); véase también R. Eberenz (2002).   Ambas lecturas son comentadas por A. Nolda (2005: 1).   Llamada también partitiva indefinida p. ej. por L. Beberfall (1952a), R. Lapesa ([1964] 2000) y A. Granvik (2003: 59, 114).

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2. Fórmulas partitivas y clases de textos Compartiendo los postulados que presiden este volumen, pensamos que el análisis diferencial de los distintos tipos de textos que atestiguan un hecho de lengua en una época dada es una tarea fundamental de la Lingüística Diacrónica y, más aún, de la Historia de la Lengua. Ello supone inevitablemente que intentemos describir las coordenadas socioculturales y pragmáticas en que se originan los textos, pues de ellas depende la correcta interpretación de los fenómenos lingüísticos. Ahora bien, la descripción de las características de un género textual no es nunca un objetivo en sí. Más bien debería permitirnos conocer mejor ciertos sectores de la arquitectura variacionista del idioma, ya que todo cambio lingüístico se produce en esa relación dinámica –y conflictiva– que existe entre la lengua estándar y sus variedades. Volviendo a la fórmula “beber del agua”, hay que constatar que se documenta en toda clase de textos. Al emprender esta investigación sospechamos que se encontraría sobre todo en ciertas obras en que la cuantificación y la partición de sustancias desempeñan un papel clave, como por ejemplo en las recetas médicas y culinarias. Sin embargo, los resultados no han respondido exactamente a nuestras expectativas, en la medida en que la partitiva genérica no se da en esos textos con mayor frecuencia que en los demás tipos de obras. No obstante, las recetas contienen otros fenómenos relacionados con la cuantificación y la partitividad que sí pueden arrojar nueva luz sobre la cuestión que nos ocupa. Pasemos, pues, a una somera caracterización de estos escritos casi siempre breves, a menudo elípticos, y esencialmente utilitarios que sirven para explicar cómo se elaboran ciertos productos de uso específico. La receta se divide generalmente en dos partes bien delimitadas por su función discursiva así como por sus características morfosintácticas y léxicas: la primera contiene una enumeración de las materias primas o ingredientes que se deben reunir, mientras que en la segunda se describen los procesos de elaboración del producto final. Aunque podríamos pensar que se trata de textos expositivos en que se precisan los actos necesarios para lograr cierto objetivo, lo corriente es que tales actos se presenten en secuencias instructivas, caracterizadas por el modo imperativo o infinitivo del verbo (cfr. Eberenz 2001), tal como es usual hasta hoy en día. En la práctica, estos microtextos integran casi siempre obras más extensas. Tenemos, por un lado, los recetarios, sobre todo los culinarios; esto es, simples compilaciones de recetas, no muy numerosos en la Edad Media castellana. Con mayor frecuencia las recetas se insertan en obras de estructura más compleja, especialmente en tratados.



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Conviene, por lo tanto, comentar algunos aspectos de los tratados. Contrariamente a lo que ocurre con otros géneros más “visibles” en la historia de las tradiciones discursivas como el relato o el diálogo, el tratado ha sido poco estudiado, tanto desde la perspectiva del análisis del discurso, como desde la de su papel en las distintas civilizaciones. Ello es tanto más lamentable cuanto que constituye uno de los principales vehículos para la transmisión y la difusión de los saberes. Bien es verdad que encaja mal en el canon tradicional de las obras llamadas literarias, dificultad que explica sin duda que se le haya prestado tan poca atención. A modo de primer acercamiento, puede decirse que el tratado es un texto en que se expone de forma razonada y sistemática cierta materia, sea de la vida material, sea del mundo intelectual o espiritual. Se encamina en primer lugar a facilitar la comprensión de un estado de cosas poco accesible para los no especialistas. Cuando versa sobre temas de la civilización material suele tener por objetivo el buen desarrollo de ciertos procesos e, incluso, la mejora de la situación existente. Así pues, la idea de un perfeccionamiento de las condiciones de vida está muy presente en todos los tratados de esta orientación, que representan a menudo manifestaciones de un espíritu de reforma y modernización. En este sentido parece que las épocas en que abunda la tratadística de temática material suelen ser de cambio y renovación social. Ello ocurre, por ejemplo, en el siglo XV castellano, con su plétora de textos sobre las materias más variadas. Período marcado con una crisis multiforme, la última centuria de la Edad Media generó un amplio abanico de tratados en lengua vulgar, con frecuencia sobre cuestiones que anteriormente solo se habían expuesto en latín. Respecto de su organización interna, el tratado se caracteriza, de un lado, por secuencias expositivas en las que se presentan y relacionan los objetos, hechos, conceptos y problemas propios de la materia, y, de otro, por secuencias argumentativas mediante las que se postulan y justifican determinadas actuaciones destinadas a garantizar el buen funcionamiento de un conjunto de objetos o, incluso, a lograr una mejora de aquellos. 3. La construcción partitiva específica referencial El análisis que sigue se basa, en principio, en textos de toda clase, aunque algunas cuestiones puntuales requieren que nos fijemos particularmente en las recetas. Tal procedimiento permitirá describir tanto las estructuras más corrientes en la lengua general como aquellas que parecen ser propias del discurso recetario. El punto que más interesa en este contexto es, por supuesto, el empleo de las fórmulas “beber agua” y “beber del agua” así como las posibles oposiciones que pueda haber entre ellas. Conviene considerar, en primer lugar, la construcción partitiva específica en algunos contextos característicos.

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El entorno clásico desde la perspectiva discursiva es el de la correferencia a un nombre de masa actualizado anteriormente en el texto: (3)

“Un ombre tenia quesso en el arca, e entro un mur dentro, e començo a comer del queso” (fines s. XIV Libro de los gatos, 77);

(4)

“E la manera del su bever eran estas [sic]: […] los que escançiavan el vino, echavan del vino en unas taças de oro pequeñas, e poníanlas en sendos plateles pequeños de oro, llanos. E aquellos que servían del vino ivan delante, e los escançiadores atrás […]” (1412 González de Clavijo, Embajada, 280).

La segunda configuración consiste en que la delimitación del concepto continuo se realiza a través de un adyacente del sustantivo en cuestión. El caso es bien conocido por los estudios sobre el artículo y la referencia, algunos de los cuales no distinguen solo entre lo específico y lo no específico sino también entre usos referenciales y usos atributivos. En un contexto referencial, el adyacente del nombre precisa que se trata de un ente concreto y existente, conocido por los participantes en la comunicación. La configuración atributiva, en cambio, delimita hasta cierto punto el concepto, sin presentarlo como ente realmente existente (cfr. Leonetti 1990: especialmente 75-87). En relación con la construcción partitiva, los siguientes pasajes ofrecen ejemplos del uso específico a la vez que referencial: (5)

“e sy non fuere tiempo de aver finojo, comoquier que sienpre fallarás delo, toma del agua de finojo que tienen los boticarios” (1386 López de Ayala, Libro de cetrería, 179);

(6)

“Que quieras el domingo parar tus ombres arrededor de las fuesas, e paren mientes quando veniere la rraposa a tomar del pan que lievan las buenas mugeres a ofreçer” (fines s. XIV Libro de los gatos, 99);

(7)

“E si es en tienpo frío e la sangre fría [...] e ha salido mucha, pongan ençima del fígado de la melezina que sabedes del fígado” (1419 Chirino, Menor daño de la medicina, 97).

  Esta modalidad se da también con el plural de los nombres contables. En el ejemplo que sigue, E. de Villena comenta la manera de cortar la carne de carnero y, después de referirse a las partes más apreciadas, escribe: “Allende desto se comen de las tripas cochas o rellenas, sus riñones asados, e cochas sus turmas” (1423 Villena, Arte cisoria, 102).



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Además, la especificación del contenido de un nombre de masa puede efectuarse mediante un posesivo que delimita el ente en cuestión atribuyéndolo a un posesor conocido, evocado anteriormente: (8)

“El enperador les dio muy granada mente de su auer e otras donas muchas e muy rricas” (h. 1400 La leyenda del Caballero del Cisne, 281; cit. por García Martín 2003: 237).

También es interesante ver que en algunas ocasiones el sintagma preposicional correferente a una entidad ya evocada es seguido de una expresión cuantificadora: (9)

“Toma la manteca de las vacas cruda e métegela por la boca, […]. E dale de la manteca tanto como una nuez […]” (1386 López de Ayala, Libro de cetrería, 209).

Por fin, el referente al que remite nuestro sintagma preposicional puede formar parte de la temática general del texto o del entorno referencial en que se sitúan los conceptos en cuestión. L. Beberfall, lingüista norteamericano que en 1952 realizó el primer estudio extenso sobre la historia de las construcciones partitivas en español, comentó a este propósito dos pasajes del Cantar de mio Cid (1952a: 67-68; 1952b): después de la afrenta de Corpes, doña Sol dice, dirigiéndose a su primo Félez Muñoz: “dandos del agua, sí vos vala el Criador” (2798) (cfr. Cano 1992: 127), tras lo cual el primo se quita el sombrero y “cogió del agua en él e a sus primas dio” (2801). Pues bien, el agua referida parece ser la de una fuente que se ha mencionado unos cien versos más arriba. 4. La construcción partitiva genérica Llegamos ahora a la construcción partitiva genérica, en que faltan antecedentes o adyacentes que justifiquen el uso del artículo definido. He aquí un primer ejemplo, del Libro de cetrería de Pero López de Ayala: (10) “Otros güermezes ha que se engendran en la cabeça del falcón; […] E déveslos tirar con una paleta sotil, desque fueren bien maduros, que non fagan sangre, e después ponle [sc. al halcón] de la miel en aquellas llagas e luego guaresçerá” (1386 López de Ayala, Libro de cetrería, 197).  

El fenómeno se observa también en francés antiguo (Englebert 1996: 17).

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En este caso, la miel con que el autor aconseja curar las llagas del halcón no se ha mencionado anteriormente en el texto, de modo que estamos ante un ejemplo indiscutible de esta modalidad de la partitiva. Puesto que la partitiva genérica es poco frecuente en castellano medieval, se justifica un somero inventario de los sustantivos que más a menudo aparecen en ella. No es ninguna casualidad que muchos autores ejemplifiquen sus consideraciones sobre la partitiva con el concepto agua (tal como hizo ya Beberfall). Por referirse a una sustancia esencial para la vida, agua se documenta abundantemente en los textos, tanto sin determinante como en el sintagma con preposición y artículo. Recuérdese el conocido cuento XXXV de El Conde Lucanor, donde el protagonista masculino manda a cada uno de sus animales domésticos que les dé a él y a su esposa agua para lavarse las manos (“¡perro, danos agua a las manos!”). Por otro lado, aunque agua, sin determinante, sea sin duda la expresión más corriente en la Edad Media, los textos del siglo XV ofrecen toda una serie de ejemplos de del agua: (11) “En aquel tienpo, en la casa del rey, acaesció en ella una maravylla a un moço que estava dormiendo, que le ardía la cabeça toda, en manera que salía llama d’él; asy que todas las gentes que ally estavan les parescía que asy era. E a las vozes que davan los omes el rey despertó, e algunos ovo-y que le querían echar del agua en la cabeça a aquel moço” (h. 1400 López de Ayala, Décadas de Tito Livio, 330; CORDE); (12) “Marica, daca una camisa delgada; que se le va toda la sangre. ¡Yuy, Jesús! ¡Ay, Santa María! Dame del agua; que me fino” (1428 Martínez de Toledo, Corbacho, 194; v. Beberfall 1952a: 87-88); (13) “y entró allá, rogándole mandase dar del agua que beviese” (h. 1450 Diego de Cañizares, Novela, 326-327; CORDE); (14) “E quando aquellos caballeros llegaron a don Alvaro de Luna, e lo fezieron apear del caballo, él les dixo, que para qué lo fazían apear, que non tenía mal ninguno porque dexase de fazer lo que tenía entre las manos. E estonces ellos le dixeron que estaba muy mal ferido, e que más avía menester los maestros que non aquello. E fizieron traer del agua, e como ge la lançasen sobre la cara, él començó de entrar en sí, como quien recuerda de un sueño, […]” (h. 1450 Crónica de Don Alvaro de Luna, 30);



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(15) “E que era fama que desde Medina del Campo se abían ydo a tornar judíos su padre y madre de la susodicha. E que este testigo, por su mandado, la echó del agua encima de la cabeza, estando ella desnuda, en una bacina puesta” (1487 doc. Segovia; Carrete 1986: 42). Menos recurrente es la partitiva genérica con otros sustantivos, pero ello se debe probablemente a las clases de textos que se han conservado y a su orientación temática. La alimentación es, sin duda, el ámbito semántico en que se documenta el mayor número de sustantivos en construcción partitiva, todos ellos nombres de masa. Así, en relación con vino, puede recordarse que al final del Cantar de mio Cid un copista del siglo XIV añadió unos versos en que aparece la fórmula juglaresca “E el romanz es leído, / datnos del vino […]”. Y la expresión “dadnos del vino” se encuentra también en obras del Mester de Clerecía. He aquí más ejemplos de los siglos XIV y XV: (16) “Y en medio del palacio fue puesta una gran tabla redonda con la baxilla toda de oro, que no avía copa ni vaso ni plato que todos no fuessen de oro fino con muchas piedras preciosas. & dos reyes traían de comer al Emperador & a la Emperatriz e otros dos cortavan delante dellos; & las dos donzellas que llevaron el palafrén al Emperador a la ribera de la mar dávanles del vino en sendas copas de veril muy noblemente obradas” (1305 Libro del cavallero Zifar, fol. 88R; CORDE); (17) “Eso mismo la vianda d’escudilla o salsamento. E lançar espeçias molidas do conpliere: açúcar, vinagre o miel, segunt los manjares lo requieren, çumos de granada e naranja e de limón e tales cosas, fecha salva dellas. Esto saquen tan prestamente que non sea menester al rey demandarlo o esperarlo. No le aya de ser por otro recordado. E quando el rey toma del vino, quítele el platel do come delante, por que non cayga vino o agua en él” (1423 Villena, Arte cisoria, 80). Fijémonos en que el autor de la segunda cita menciona toda una serie de sustancias como especias, azúcar, vinagre, miel y varios zumos, siempre sin preposición ni artículo. Solo la frase “el rey toma del vino” contiene nuestra fórmula. No obstante, cuando, a continuación y en otro contexto sintáctico, vuelve a hablarse de

Véase el comentario de A. Montaner en la edición del Cid por la que citamos, 316, 688689. Por otra parte, el poema juglaresco Siesta de abril se termina con los versos “Mi razón aquí la fino / et mandat nos dar vino”.  

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agua y vino, ya no aparece nuestra construcción10. El sintagma verbal tomar del vino aparece puesto de relieve, con lo que se nos da a entender que se trata de una bebida esencial y que su ingestión representa un acto particularmente importante dentro del ritual de la comida. Veamos algunos otros productos alimenticios cuyos nombres aparecen en la partitiva genérica: (18) aceite: “& si ha algund hierro dentro de su cuerpo dandole a bever del azeite sale fuera & si no puede bever el azeite ponen otras melezinas dentro” (1494 Fray Vicente de Burgos, Libro de Propietatibus rerum, fol. 258V; CORDE); (19) fruta: “Así como ay algunas golosas que dizen: –‘Mi fijo, ve a tal viña agena e tráeme de las uvas que coma’, o –‘Ve a tal huerta e tráeme de la fructa’, cata que non lo deves fazer, ca sería furto” (1411-1412 San Vicente Ferrer, Sermones, 438; CORDE); (20) harina: “E dezimos assí: que quando les acaecier’aquesto, que les destellen agua tibia en los ojos, e después tomen de la farina e de las alvuras de los uevos tanto de lo uno como de lo ál, e mézclenlo e fáganles d’ello bidma” (1250 Abraham de Toledo, Moamín. Libro de los animales que cazan, fol. 203V; CORDE); (21) leche: “Su bianda es carne, mançanas & frutas & beven de la leche & desto son contentos” (1494 Fray Vicente de Burgos, Libro de Propietatibus rerum fol. 189R; CORDE); (22) manteca: “E guárdengelas que se non crieben, e denles de la manteca con so ceuo fasta que se les egüen las pénnolas” (1250 Abraham de Toledo, Moamín. Libro de los animales que cazan, fol. 78R; CORDE); (23) pan: “Y el cavallero, como quier que pasava gran vergüença, fingía que era loco & iva saltando & corriendo hasta que llegó a una tienda do vendían vino & mal cozinado, que estava en cabo del real & contra los muros de la villa. & entró dentro en aquella tienda & pidió del pan y del vino” (h. 1305 Libro del cavallero Zifar, fol. 26V; CORDE); 10  Para el siglo XVI H. Keniston (1937: 266) cita un pasaje de La lozana andaluza en que Rampín se dirige primero a la Lozana y después al Estufero: “Vení, vení, tomá una chambela. – ¡Va tú, haz venir del vino! ¡Toma págalo, ven presto! ¿Eres venido?”. Aunque Keniston piensa en la posibilidad de una influencia italiana, parece que la expresión se inserta perfectamente en la tradición que estamos estudiando.



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(24) sal: “E en estos tajadores ponían tripas de los cavallos, redondas como el puño, e caveças de carnero enteras. E desí, d’esta manera fizieron otros tajadores muchos. E desque ovieron fechos tantos que abastavan, pusiéronlos en renque, unos ante otros; e luego vinieron omnes con escudillas de caldo, e echaron de la sal en ello e desfiziéronla” (1412 González de Clavijo, Embajada, 262-3); (25) “E con el cuchillo terçero, firiendo en él de caço sobr’el tajador de madero, quiten el nudo do bayla, de guisa que abra la caña, mondándolo de las briznas, e batiéndolo sobre el tajador, sacar el tuétano, poniéndolo entre dos revanadas de pan, lançándole de la sal e poniéndolo entre dos plateles calientes” (1423 Villena, Arte cisoria, 102). Un segundo conjunto de lexemas, ya más escasamente documentado, es el de las denominaciones de materiales que se emplean para fabricar ciertos objetos, como madera, cal, arena, etc., nombres que aparecen con regularidad en la construcción partitiva. Por fin, debe recordarse que en español la partitiva genérica se usaba sólo con sustantivos referentes a conceptos no contables materiales, nunca a nociones abstractas como ocurre hoy en día en francés (p. ej. “cela me fait de la peine”). 5. La construcción partitiva específica no referencial Entre los empleos específicos y los empleos genéricos se sitúa una configuración algo ambigua de nuestra fórmula. Se trata de un entorno en que un adjetivo o una subordinada de relativo contribuyen a la delimitación del concepto sin que este llegue a ser realmente un ente referencial. Así, la construcción partitiva del sustantivo arquetípico agua es muy frecuente cuando este va acompañado de adjetivos como tibio, frío, dulce, salobre, claro, puro, etc. Ello permite también situar en su contexto el enunciado que figura en el título de esta contribución: (26) “que ninguno deve buscar fuente en el çieno, ninguno quiere del agua turbia bever” (1477 Valera, Doctrinal, 18). Parece que la sentencia procede de San Ambrosio, a quien Pedro de Ribadeneyra atribuye la versión: (27) “¿Quién busca la fuente en el lodo, ó bebe del agua turbia y cenagosa, ó puede juzgar que sea bueno para los otros lo que no es bueno para sí

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[…]?” (1595 Pedro de Ribadeneyra, Tratado de la religión y virtudes que debe tener el príncipe cristiano para gobernar y conservar sus estados […], 555; CORDE). Nótese que, al expresar el adjetivo unas propiedades particulares del agua que interesan en el presente contexto, restringe el concepto sin convertirlo en referente concreto. Esta construcción resulta agramatical en español moderno, donde solo se acepta la fórmula partitiva en contextos referenciales del tipo “bebió del agua limpia que le ofreció la fuente”. Por otra parte, parece existir alguna solidaridad léxica entre los sustantivos que se acaban de reseñar y los verbos con los que se emplea la construcción, verbos que suelen indicar la obtención, entrega, manejo y uso (especialmente la ingestión cuando se trata de alimentos o bebidas) de dichas sustancias. Así, menudean lexemas como hallar, meter, poner, tomar, traer, dar, echar, comer, beber, etc. Este estado de cosas coincide en buena medida con el uso de la partitiva en francés antiguo (cfr. Englebert 1992: 131-132 y 1996: 17). Ya se ha dicho que, contrariamente a lo que se podría esperar, las recetas no ofrecen más ejemplos de la partitiva genérica “dar del agua” y, sobre todo, no contienen esta fórmula en un abanico más variado de sustantivos que otros textos. Sin embargo, la situación varía para la partitiva específica no referencial: aquí abundan los casos con nombres seguidos de sintagmas preposicionales y subordinadas de relativo que modifican o precisan el significado del sustantivo: (28) “e si el falcón tiene dentro [sc. en la hinchazón] guérmezes, tíragelos e métele dentro del algodón con miel” (1386 López de Ayala, Libro de cetrería, 201); (29) “Car sy el falcón viene muy mojado e non ha sol para se enxugar, faz traer a la cámara de la brasa syn fumo” (ib., 279); (30) “e despues pongan le este poluo: toma dela ceniza delos sarmientos e litargirio e cathimia lauada, cobre quemado, açibar” (s. XV Gordonio, Lilio de medicina, 208). Una posición clave ocupan en este contexto los nombres de sustancias vegetales y productos farmacéuticos. Se trata de denominaciones que se presentan a menudo como lexías complejas:



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(31) “y cuezan lo en agua y moíen alli despues unos paños y pongan los enlas sienes, o del hunguento populeon” (1485 Torres, Eclipse, 83); (32) “Toma dela piedra molar o margarita que este ardiendo e derrama sobre ella vinagre e reçiba el baho el lugar fasta que sue.” (s. XV Gordonio, Lilio de medicina, 239); (33) “O echen del çumo del almoradux o del çumo dela corteza de medio del sauco” (ib., 257). Incluso se documenta algún caso esporádico de un sustantivo referente a una noción abstracta: (34) “lo menos que ser podiere deven el cuchillo poner en el pescado, porque toma con la viscosidad del sabor del fierro” (1423 Villena, Arte cisoria, 109). En todos estos ejemplos se nota un entorno discursivo y pragmático claramente más restringido que en la configuración genérica. Los términos contenidos en el adyacente son a menudo de carácter técnico y aportan una especificación semántica fuertemente limitadora que apunta al universo de las terminologías técnicas y científicas. Así, la frase “pongan […] del hunguento populeon” podría parafrasearse por ‘pongan de ese ungüento que se llama populeón’. El artículo definido de ungüento señala, pues, al receptor que la precisión expresada en el adyacente debería formar parte de sus conocimientos previos. Los verbos más usuales son los referentes a las manipulaciones y aplicaciones de las distintas sustancias terapéuticas, como dar, echar, poner, meter, lanzar, etc., y sobre todo tomar, verbo clave con el que se suele iniciar la receta. Y la forma verbal es siempre el imperativo, el infinitivo, el subjuntivo o el futuro de indicativo, estos dos últimos con función imperativa. 6. Un uso peculiar del artículo definido Dejemos, de momento, nuestra construcción partitiva para comentar un fenómeno que proporciona tal vez una de las claves del problema. En principio, la cantidad indefinida de una sustancia suele indicarse en las recetas con un sustantivo sin determinante, como hace hasta hoy la lengua general:

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(35) “tomaréis manteca de puerco, y juntaréis con ella hollín, e haréis ungüento de ello” (h. 1500 Manual de mugeres, 53). Ahora bien, si esta es la construcción predominante, en bastantes ocasiones el nombre de la sustancia que uno debe procurarse aparece precedido de un sorprendente artículo definido, sin que haya correferencia. Ello ocurre sobre todo con plantas: (36) “e cata sy la [sc. la plumada] fará en la segunda noche, e sy la non fiziere, dale el tártago syn otra detenençia” (1386 López de Ayala, Libro de cetrería, 207); (37) “E toma el azaragotona e moja aquella carne en ella e da de comer al falcón dello” (ib., 211); (38) “Xarope para los heridos. Toma la tormentilla conla agrazenya, dyptamo y mirra vermeja. E cueza lo todo en seruisa vieja.” (1494 Ketham, Compendio, 183); (39) “El segundo [sc. experimento] es tal: tomen la escabiosa e majen la e pongan gela encima; e aprouecha antes e después. El tercero experimento es que tomen la verbena e majen la e ponganla encima” (s. XV Gordonio, Lilio de medicina, 208); pero también con nombres de masa: (40) “e pruévale [sc. al halcón] el agua en ayunas, e después dale de un coraçón de carnero” (1386 López de Ayala, Libro de cetrería, 203); (41) “Unguento muy singular para restringir la sangre donde esta alguna vena cortada: configiras el incienso conel lignun aloes e mezclar lo has con vn claro de hueuo” (1494 Ketham, Compendio, 174); (42) “Tomaréis la orina en una escudilla de barro que no sea bidriada” (h. 1500 Manual de mugeres, 50); (43) “Reçeuta para hazer alcorças. Moler el açúcar y passalla por çedaço.” (ib., 71).



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El mismo tipo de sintagmas determinados por el artículo se dan también con adyacente, recordando lo que se ha visto a propósito de la partitiva específica no referencial. Cuando el adyacente consiste en un adjetivo, la construcción no plantea problemas: (44) “Para sacar el lobinjllo. Toma la rayz del torujsco e sacad el çumo; e tomad el plomo fino e fundelo; e purgalo honze vezes eneste çumo.” (1.ª mitad s. XV Gómez de Salamanca, Compendio, 39); (45) “E otro día luego dale [sc. al halcón] el açúcar candy poniéndogelo en la boca” (1386 López de Ayala, Libro de cetrería, 203; cfr. 213); (46) “E luego otro día le darás el tártago bien rreforçado con más granos que los caçadores suelen dar” (ib., 209). En cambio, cuando el adyacente consta de un sintagma preposicional con de hay que contar con dos variantes. Alguna vez tenemos el sustantivo núcleo precedido de artículo, mientras que el adyacente carece de él: (47) “Tomaréis la simiente de hiervabuena y ponerla heis sobre las brasas” (h. 1500 Manual de mugeres, 46). En este caso, parece que estamos nuevamente ante una partitiva específica no referencial. En cambio, cuando también el sintagma preposicional incluye un artículo, la partitiva pertenece sin duda a la variante específica referencial: (48) “Toma la manteca de las vacas cruda e métegela [sc. al halcón] por la boca” (1386 López de Ayala, Libro de cetrería, 209); (49) “E sy esto non tovieres, toma la leche de las cabras e buelve con ella el çumo de la rrayz del codesso” (ib., 217); (50) “El vj [sc. remedio] es tomar dos vezes cadal dia de puluere tormentille, con el agua del acetosa o de la buglossa” (s. XV Taranta, Tratado de la peste, 55); (51) “Secad la flor del açuçena blanca a la sombra, y moledla” (ib., 58). En todos estos ejemplos, el enunciador expone un acto esencial que se debe realizar o la primera etapa del proceso mediante el cual se trata de obtener la

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sustancia en cuestión11. Además, estos textos se presentan a menudo en forma elíptica o, incluso, como simples enumeraciones de ingredientes: (52) “O pueden fazer vnguento destos materiales e son estos: la cal lauada e la piedra çufre cañutada e azije e oropimente bermejo e amarillo, sal armoniaco, cardenillo, alumbre, cobre quemado, […]” (s. XV Gordonio, Lilio de medicina, 291); (53) “El çumo de limas batido con claras de huebos” (h. 1500 Manual de mugeres, 48). Cabe añadir que en contadas ocasiones se encuentra nuestro sintagma determinado en un contexto sintáctico que no es el del complemento directo: (54) “Lo .viij., vengamos al atapamiento delas narizes; fagan vna mecha e vntenla enel vngvuento citrino e pongan por ençima poluo de litargirio, de almastica, de rosas, de aristologia redonda e de tartaro.” (s. XV Gordonio, Lilio de medicina, 263). También es excepcional el artículo definido con un concepto contable: (55) “El que quisiere alimpiar todas las manzillas o maculas dela cara o rostro, toma el caracol con su concha o cubierta, e el cuero de las ranas, e alun, y vn poco de borrax.” (1494 Ketham, Compendio, 168). En todas las muestras se refleja una función del artículo estrechamente vinculada al marco pragmático y a la estructura del discurso que son característicos de las recetas. En cuanto a las condiciones en que se desarrolla este tipo de comunicación, hay que recordar que autor y lector comparten un gran número de conocimientos técnicos. Tal saber común se da por supuesto, de forma que el enunciador puede referirse a ciertos conceptos actualizando los respectivos sustantivos con determinante, y ello en contextos en que los esperaríamos sin artículo (“dale tártago”, “moler azúcar” ), etc. Los fenómenos descritos afectan también al plural de los nombres contables: “Cogé los duraznos medio maduros con su peçón” (h. 1500 Manual de mugeres, 60). A este respecto puede decirse que la divisoria entre conceptos continuos y conceptos contables resulta a veces fluctuante: “enla mañana e enla tarde: tomad delas rayzes dela aristologia redonda, gunciana, congrejos queamodos delos de rio, oregano, niepta, ruda seca, vayas de laurel, .ana. onça .j.” (s. XV Gordonio, Lilio de medicina, 180); “toma rayz de aristologia redonda, acibar, mirra e salitre, vitreol, rasuras, azige, de ambos ados oropimente, agallas, etcetera” (ib., 224). 11 



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Esta clase de discurso sirve, pues, para la construcción de un universo semántico relativamente cerrado del que forman parte unas nociones que se van actualizando y especificando según avanza el texto. Lo que llama la atención si se tienen en cuenta los mecanismos más comunes de actualización y correferencia en español, es que ya al comienzo del microtexto los lexemas en cuestión aparezcan determinados, a pesar de que no denominan realidades universalmente conocidas sino más bien sustancias cuyo conocimiento y uso se limita a unos cuantos especialistas. Pero hay más: a la luz de estos hechos resulta sorprendente que en un texto dado la primera mención de un nombre de masa se haga con determinante, y la segunda sin él: (56) “o que tomen la leche delos titimaldos e el oropimente e fagan vna concauidad e ponganlo todo enla concauidad e ponganlo encima dela berruga. O tomen estas cosas: toma cardenillo, oropimente e dela pulpa dela coloquintida e sal armoniac, .ana. drama .j.; e sea todo amasado con leche de titimaldo e cera e fagase vna caçuela e ponganla encima” (s. XV Gordonio, Lilio de medicina, 231-232). Preguntémonos, pues, qué criterios seleccionan cada una de estas construcciones. Parece claro que el artículo definido posee en las recetas una función eminentemente pragmática, ya que sirve para destacar ciertas nociones clave dentro de un mundo discursivo dado: los sustantivos con determinante ponen de relieve, primero, que se trata de sustancias esenciales para los procesos descritos y, segundo, que se le supone al receptor un conocimiento de estos conceptos. Este supuesto se basa en dos hechos diferentes: en unos casos el enunciador considera, simplemente, que tal o cual término técnico debe resultarle familiar al destinatario del mensaje; en otros estima que la especificación proporcionada por el adyacente debería ser suficiente para que el lector interprete correctamente el referente. En cambio, falta cualquier elemento de cuantificación o partición, y las plantas y productos en cuestión se evocan sólo en su genericidad. 7. Diacronía de la fórmula partitiva en español ¿Qué puede enseñarnos este empleo un tanto particular del artículo para el análisis de la construcción partitiva en castellano medieval? A nuestro modo de ver, la idea de que el artículo pueda funcionar como marca de un relieve discursivo, claramente perceptible en las recetas, puede aplicarse también a las diferentes variantes de la construcción basada en sintagmas del tipo beber del agua. La fórmula partitiva genérica y la específica no referencial marcan entidades que en

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determinadas situaciones de la vida deben estar de por sí presentes en la mente de los participantes en la comunicación. En el plano semántico, tales conceptos quedan inscritos en ciertas isotopías evocadas a lo largo del discurso. Ello hace que los respectivos sustantivos se puedan actualizar con determinante, sin que haya ni correferencia ni especificación referencial mediante un adyacente, como si se sobreentendiera su pertenencia al espacio semántico delimitado por el texto. Con respecto a la función sintáctica, se observa que las secuencias partitivas ocupan en la gran mayoría de los casos el lugar del complemento directo; solo muy esporádicamente aparecen en otras funciones, por ejemplo en la de complemento preposicional, en expresiones como “con del agua”12. Volvamos ahora a la función de la preposición de. En un estudio reciente, J. M.ª García Martín (2003: 241) afirma que en estos casos “no hay partición alguna”, pues “de marca un objeto directo sin restricciones semánticas, ni cuantitativas ni cualitativas”. Ahora bien, en nuestra opinión esta ausencia de restricciones es expresada por el artículo, mientras que la preposición de no puede tener otra función que la partitiva, función que desempeña también en otros muchos contextos. En español, la configuración “bebió del agua” nunca alcanzó la frecuencia de “bebió agua”. Su carácter de construcción poco recurrente y por ende marcada desde los puntos de vista pragmático y referencial recuerda otro uso excepcional del artículo en castellano medieval: nos referimos al que se da con el pronombre posesivo en expresiones como “el mi libro”. Aquí también se trata de una función tanto pragmática como discursiva del artículo, como expusimos hace unos años (Eberenz 2000: 269-290)13. En ambos casos, la escasa frecuencia de la construcción es la clave de su función destacadora, ya que “a mayor frecuencia, menor peso pragmático”, según señala C. Company (2005: 29). Sin embargo, una forma poco usada tiende a la inestabilidad. A partir de esta situación se ofrecen dos caminos evolutivos: o la construcción se extiende en detrimento de otras, hasta llegar a gramaticalizarse, o, por el contrario, va siendo desechada y acaba por desaparecer del uso. La evolución de las fórmulas “el mi libro” y “bebió del agua” en las lenguas románicas ilustra bien este principio, ya que algunos de estos idiomas –o sus variedades– han optado por la gramaticalización, y otros por la eliminación completa. El posesivo con artículo es la solución general adoptada por lenguas como el portugués (europeo), el catalán o el italiano, mientras que el español acabó por desecharla. En cuanto a nuestra fórmula partitiva con preposición y artículo, se gramaticalizó especialmente 12  “Tomó […] de aquella mirra quanto vna cuchar pequenna, et mezclóla con del agua en la copa” (Primera Crónica General, 635a 11; cit. por R. Lapesa ([1964] 2000: 80); también se ha consignado alguna muestra de la partitiva específica: “E sea esa ora ya trayda una escudilla de plata, con del caldo en que se el buey cozió, caliente” (1423 Villena, Arte cisoria, 93). 13  Véase también el reciente estudio de C. Company (2005).



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en francés, suplantando casi por completo la partitiva sin determinante. Del español, en cambio, dejó de tener vigencia como construcción marcada, aunque no resultan claras las circunstancias de su caída en desuso. De hecho, es difícil cuantificar su frecuencia en las diferentes épocas y clases de texto puesto que en todas ellas escasean las ocurrencias. Ante todo, quisiéramos saber en qué medida las tres configuraciones de la partitiva atestiguadas en los textos correspondían a una realidad de la lengua hablada. Por una parte, el empleo en castellano medieval de las frases dadnos del vino, dame del agua, propias de situaciones de interlocución, apuntan a un uso oral, pero ¿en qué época? Además, podría muy bien tratarse de secuencias rituales vinculadas a ciertas situaciones formales. Para el siglo XV y la época clásica disponemos de textos que permiten sacar conclusiones algo más fiables de lo que es posible hacer con los del período anterior. Por un lado, es sabido que obras como el Corbacho, La Celestina y algunas más contienen enunciados y expresiones deliberadamente coloquiales, por otro podemos aprovechar los fragmentos de conversación transcritos en ciertas actas judiciales. Pues bien, aparte del ejemplo de dame del agua del Corbacho comentado más arriba, nada indica que las construcciones partitivas genérica y específica no referencial fueran usuales en la comunicación oral de aquellos siglos. En cuanto a la lengua escrita, la variante genérica se da por igual en textos de toda clase, y solo la específica no referencial se atestigua con una recurrencia llamativa en un género bien caracterizado, el de las recetas que hemos analizado. Esta situación persiste por lo menos durante el siglo XVI, según permiten afirmar las distintas ocurrencias del sintagma tipo beber del agua con y sin adjetivo registrados en CORDE. Con adjetivo lo encontramos, por ejemplo, varias veces en el historiador de Indias Bartolomé de Las Casas14. En cambio, en el siglo XVII los ejemplos del sintagma empiezan a escasear. Por fin, es interesante notar que el fenómeno no llamó demasiado la atención a los primeros gramáticos del español. Ni Nebrija ni Valdés lo comentan. El que sí lo menciona es Correas en su Arte kastellana (1627: 120), aunque solo de pasada y en un apartado donde no lo esperamos: al tratar de la sinalefa o contracción del grupo de + el en del, da los ejemplos “dame del pan, del vino, del azeite”. La elección no parece ser fortuita, pues nos sitúa nuevamente en el consabido contexto de la alimentación. Parece indicar que a principios del siglo XVII nuestra fórmula era todavía conocida. No obstante, el escaso interés que esta les merece 14  “Echaban del agua salada con las manos hacia los españoles y mascaban hierbas y arrojábanlas contra ellos” (1527-1561 Las Casas, Historia de Indias, 1386); “en los agujeros que los indios, en lengua desta isla, llamaban xagüeyes, hallaron del agua llovediza cuanta les bastaba para henchir las barrigas sedientas” (ib., 1417); “y bebían del agua salobre o salada” (ib., 1542).

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a los gramáticos del período clásico confirma nuevamente el carácter residual, esporádico y probablemente fraseológico de la fórmula. La extinción de la partitiva como construcción viva en español constituye, pues, uno de los numerosos cambios lingüísticos cuyo comienzo se percibe fácilmente, mientras que su consumación se sustrae tenazmente a nuestro conocimiento debido a que la tradición escrita puede conservar ciertos arcaísmos. Por otra parte, parece que nuestra fórmula, sin duda limitada a ciertos contextos fraseológicos, subsiste en algunas variedades modernas, cuestión que no podemos abordar en el presente trabajo. 8. Bibliografía 8.1. Fuentes generales Cancionero de Juan Alfonso de Baena, ed. B. Dutton y J. González Cuenca. Madrid: Visor, 1993. Cantar de mio Cid, ed. Alberto Montaner. Barcelona: Ed. Crítica, 1993. Carrete Parrondo, Carlos (ed.) (1986): Fontes Iudaeorum Regni Castellae, t. 3. Salamanca: Universidad Pontificia. Chirino, A lonso de: Menor daño de la medicina, ed. M.ª Teresa Herrera. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1973. CORDE = Real Academia Española: Corpus diacrónico del español, [consultado en noviembre de 2005]. Correas, Gonzalo (1627): Arte kastellana, ed. Manuel Taboada Cid. Santiago de Compostela: Universidad de Santiago de Compostela, 1984. Crónica de D. Alvaro de Luna, condestable de Castilla, maestre de Santiago, ed. J. de Mata Carriazo. Madrid: Espasa-Calpe, 1940. Gómez de Salamanca: Compendio = El “Compendio de medicina” para D. Álvaro de Luna del Doctor Gómez de Salamanca, ed. M. V. Amasuno. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1971. González de Clavijo, Ruy: Embajada a Tamorlán, ed. Francisco López Estrada. Madrid: Castalia, 1999. Gordonio, Bernardo de: Lilio de medicina, ed. Brian Dutton/M.ª Nieves Sánchez. T. 1. Madrid: Arco/Libros, 1993. K etham, Johannes de: Compendio de la humana salud, ed. M.ª Teresa Herrera. Madrid: Arco/Libros, 1990. Las Casas, Bartolomé de: Historia de las Indias, ed. Miguel Ángel Medina/Jesús Ángel Barreda/Isacio Pérez Fernández. Vols. 3, 4 y 5 de las Obras completas del autor. Madrid: Alianza Ed., 1999. Libro de los gatos, ed. Bernard Darbord. Paris: Université de Paris XIII, 1984. López de Ayala, Pero: Libro de cetrería, ed. M. Montandon-Hummel. Basel, 1986.



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Tradiciones discursivas y gramaticalización del discurso referido en el Rimado de Palacio y las Crónicas del Canciller Ayala José Luis Girón Alconchel

A Mari Carmen y Sebas por lo del 7/10/06

1. Introducción En el marco teórico de la gramaticalización las relaciones interoracionales se han concebido como una “cadena de gramaticalización”, con tres estadios o eslabones −parataxis, hipotaxis y subordinación− que integran un continuum categorial. El cambio de un estadio a otro no se concibe, sin embargo, como un cambio cronológico que haya de seguir el orden en el que los hemos mencionado. No hay prioridad de la parataxis. Lo que se observa en cualquier momento histórico de cualquier lengua es la combinación de parataxis, hipotaxis y subordinación, de acuerdo con estrategias retóricas que pertenecen a las tradiciones discursivas que se emplean en cada caso. Creemos que esta concepción de la relación interoracional se puede aplicar con fruto a los enunciados de discurso referido (DR). Entre el discurso directo (DD) –tradicionalmente identificado con un esquema paratáctico− y el discurso indirecto (DI) –identificado, a su vez, con el esquema de subordinación de la completiva de objeto directo (OD)− se descubre una serie de variantes intermedias que corresponden a determinados esquemas hipotácticos y a otros que son variantes menos prototípicas de la parataxis y de la subordinación prototípicas. En su conjunto todas estas formas y variantes del DR integran también un continuum que nos permite hablar de la categoría lingüística de la reproducción o del DR. Entendemos que las tradiciones discursivas comprenden “los géneros textuales, los actos de habla, los géneros literarios y retóricos y los estilos” (Kabatek 2001: 99) y pueden adscribirse al nivel histórico de la teoría del lenguaje de Coseriu, junto con el idioma o lengua histórica, aunque con un tipo de historicidad La realización de este trabajo se encuadra en el Proyecto de referencia HUM2004-03610, financiado por el MCyT.  

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distinta. De acuerdo con ello, el saber hablar (nivel universal) se materializa en una determinada lengua y en una determinada tradición discursiva (nivel histórico) y la intención comunicativa conformada por la lengua y las tradiciones discursivas se materializa, a su vez, en un determinado texto o discurso (nivel individual). En lo que sigue voy a exponer someramente la idea de las relaciones interoracionales como “cadena de gramaticalización” (§2) y evaluaré sus posibilidades para explicar las formas del DR (§3); luego (§4) aplicaré esta síntesis teórica a las variantes “mixtas” del DR –el discurso indirecto mimético (DIM) y el discurso indirecto libre (DIL)−, así como a la combinación de las mismas en los enunciados uniformes y pluriformes (§5) que se encuentran en sendos fragmentos del Rimado de Palacio y de las Crónicas del Canciller Ayala, con el fin de verificar la determinación de las tradiciones discursivas en la variación del DR de un mismo autor. 2. Gramaticalización de las relaciones interoracionales Conocidas son las aporías que presenta la tradicional clasificación de las relaciones interoracionales, reducida a coordinación y subordinación (sustantiva, adjetiva y adverbial) y fundada, sobre todo, en la estructura de las lenguas indoeuropeas. Lo inadecuado de esta clasificación y el mejor conocimiento de lenguas tipológicamente distintas han llevado a considerar tres clases de relación interoracional: parataxis > hipotaxis > subordinación (Lehmann 1988; Hopper y Traugott, 2003: 175-211), integrantes de una cadena de gramaticalización, o sea, una categoría lingüística gradual, entre el extremo de la parataxis y el extremo de la subordinación. En la parataxis las oraciones mantienen una relación de máxima conexión abierta (o sea, máxima independencia sintáctica) y de mínima integración semántica: cada oración es un “núcleo” en sí misma; en la subordinación, en cambio, la relación es de mínima conexión abierta (es decir, mínima independencia sintáctica) y máxima integración semántica: las oraciones subordinadas son constituyentes de la oración principal, “márgenes” de un núcleo. En la zona intermedia del continuum se sitúa la hipotaxis, la región de la interdependencia, con una conexión abierta y una integración semántica variables, como se observa en el esquema 1 (Hopper y Traugott 2003: 179):



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Esquema 1 La cadena de gramaticalización en las relaciones interoracionales Hipotaxis Subordinación Parataxis (Relativa independencia)

(Interdependencia)

(Dependencia)

Núcleo



Margen

Integración mínima



Integración máxima

Máxima conexión abierta



Mínima conexión abierta

Hay que decir que Lehmann y Hopper y Traugott, al parecer, no estaban informados de que, en el ámbito de la lingüística española, con una cierta anterioridad, se habían adoptado posturas muy parecidas a las propuestas por ellos; primero A. García Berrio (1970) y G. Rojo (1978) y luego A. Narbona (1989 y 1990) habían insistido en la necesidad de distinguir un tipo caracterizado por la relación de interdependencia, o bipolar, que se aplicó a las subordinadas adverbiales que no cumplen una función adverbial, es decir, a las “adverbiales impropias”. Pero también debemos reconocer que hemos seguido usando –y acaso abusando− del esquema tradicional (subordinadas sustantivas, adjetivas y adverbiales), sin profundizar en la idea de continuum, no solo entre las subordinadas en el sentido tradicional –asunto que ha enfocado recientemente M. Barra Jover (2002)−, sino entre estas y las coordinadas. Por eso nos parece ahora interesante tratar de hacer coincidir el esquema tradicional con el propuesto por los teóricos de la gramaticalización. El resultado sería una parataxis integrada por la coordinación (copulativa y disyuntiva), es decir, por las relaciones textuales de adición; una subordinación que coincide con las subordinadas sustantivas y con las adjetivas especificativas, las cuales incluyen las adverbiales de lugar, tiempo y modo que funcionan como adjetivas especificativas; en fin, una hipotaxis que, en su zona central, recubre las llamadas “adverbiales impropias” y en sus márgenes, las adversativas y las relativas explicativas (incluidas las adverbiales propias de lugar, tiempo y modo). La relación interoracional en su conjunto es un continuum, de modo que las fronteras entre parataxis e hipotaxis y entre hipotaxis y subordinación no son nítidas ni estables. En la frontera entre parataxis e hipotaxis nos encontramos con las adversativas –relaciones textuales de contraargumentación−, a mitad de camino entre la coordinación (parataxis) y la estructura bipolar o de interdependencia (hipotaxis); de ahí, su parentesco con las concesivas. En la frontera entre hipotaxis y subordinación tenemos las relativas y las adverbiales de lugar, tiempo y modo: son hipotaxis, si explicativas; son subordinación, si especificativas. Pero, además, el otro tipo que integra la subordinación –las completivas o subordinadas sustantivas− tampoco es homogéneo, lo que ahora nos interesa particularmente, porque las sustantivas que son complementos argumentales (sujeto, objeto directo

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y complemento régimen) están en la zona central del eslabón de la subordinación, o sea, son más dependientes sintácticamente –tienen una menor conexión abierta− y están más integradas semánticamente que las sustantivas adnominales y complementos circunstanciales, las cuales tienen una conexión abierta mayor y una integración semántica menor, es decir, se sitúan en el límite entre subordinación e hipotaxis. Las cadenas de gramaticalización se caracterizan por tres propiedades (Heine 1992): una dimensión diacrónica, según la cual el miembro más a la izquierda es siempre más antiguo que el más a la derecha; una dimensión semántico-cognitiva que hace que el miembro más a la izquierda sea menos abstracto que el más a la derecha; y una dimensión morfosintáctica por la que el miembro más a la izquierda es más variable y menos cohesionado que el más a la derecha. La aplicación del concepto ‘cadena de gramaticalización’ a la relación interoracional no encuentra obstáculo alguno en las dos últimas dimensiones: la parataxis es una relación menos abstracta que la hipotaxis, como esta es menos abstracta que la subordinación; por otra parte, la parataxis es una relación más variable y menos cohesionada que la hipotaxis, como esta es más variable y menos cohesionada que la subordinación. Ahora bien, hay un obstáculo en la primera dimensión. No debemos entender la cadena de gramaticalización parataxis > hipotaxis > subordinación como un proceso evolutivo cronológico que, necesariamente, sigue ese orden en la historia de las lenguas. En ninguna de ellas se ha podido verificar la hipótesis de que desde la parataxis se han ido obteniendo esquemas más complejos e integrados, lo que se ha llamado la hipótesis de la prioridad de la parataxis (cfr. Harris y Campbell 1995: 282-313; Cano 2000: 111). La combinación de oraciones y su expresión lingüística se basa en las estrategias de la producción retórica. No tenemos constancia documental de un estado de lengua solo con parataxis, al que siga otro en el que ya se den la hipotaxis y la subordinación. En otras palabras, las lenguas humanas han tenido siempre parataxis, hipotaxis y subordinación; ahora bien, la reorganización de las combinaciones oracionales es continua a lo largo de la historia de los textos y está atestiguada por la asociación de los esquemas de la relación interoracional con el discurso planificado en los géneros discursivos (Schlieben-Lange 1992; Hopper y Traugott 2003: 177), es decir, por las tradiciones discursivas. 3. Gramaticalización del discurso referido ¿Es legítimo y posible aplicar la cadena de gramaticalización de las relaciones interoracionales al DR? No solo lo es, sino que se ha hecho desde antiguo. Avalada por la Retórica, que distinguía la oratio recta –el DD− y la oratio obliqua –el



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DI−, la gramática tradicional empezó a considerar esos dos esquemas retóricos como esquemas sintácticos de la completiva de OD de un verbo de lengua o pensamiento; pero pronto esas mismas gramáticas descubren que el esquema del DD no es de subordinación sustantiva sino de coordinación asindética, es decir, de parataxis. El “descubrimiento de la modernidad” del DIL condujo a análisis a veces muy alejados de la superficie textual y, sobre todo, proyectados más desde la poética que desde la gramática, en los que se llegó a sostener que el DIL no era un “esquema sintáctico” sino un material mimético (McHale 1978): una serie de “indicios internos de la reproducción” –léxicos, gramaticales y fonéticos−, pertenecientes a variedades diatópicas, diastráticas, diafásicas o diacrónicas distintas de las empleadas por el narrador y, por ello, identificadores de una voz distinta de la de este (Girón Alconchel 1989: 73). Pero el DR es “discurso dentro del discurso y discurso acerca del discurso” (Voloshinov 1976: 143), y el esquema sintáctico es imprescindible para llevar a cabo la doble función integradora y comentadora que desempeña el discurso del locutor con respecto al discurso del otro. La profundización en la gramática del DR nos ha proporcionado los elementos imprescindibles del mismo, o sea, de la cita: 1) un enunciador distinto del locutor del texto, 2) una situación comunicativa distinta de la que el locutor establece con su interlocutor, 3) un esquema sintáctico que marca la conexión del discurso reproducido y el discurso que reproduce (el marco reproductor) y 4) un comentario del marco reproductor sobre el discurso reproducido. Estos cuatro elementos se representan en el esquema 2:

Esquema 2 Esquema general de la forma de discurso reproducido Marco reproductor Discurso reproducido X dijo a Y

Z

El marco reproductor (X dijo a Y) comunica los elementos 1), 2) y 4): el enunciador, la situación comunicativa y, potencialmente, el comentario del discurso reproductor sobre el reproducido. El elemento 3) –la conexión del marco y el discurso reproducido− viene dado por las posibilidades de Z en el eje sintagmático: Z puede ser rasgo sémico de verbo dicendi intransitivo (1de), un SN (OD, complemento de régimen preposicional (CR), o incluso sujeto) del verbo dicendi (1abc), y puede ser también un infinitivo, una oración subordinada de verbo conjugado (una completiva enunciativa o interrogativa), una oración hipotáctica (relativa explicativa, final, causal, adversativa), una o más oraciones paratácticas o incluso un texto completo de extensión más o menos grande. Naturalmente, en los casos en que nos salimos del esquema de subordinación (de la completiva OD) el marco

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debe modificarse; y lo puede hacer por dos caminos: porque el verbo dicendi sea un verbo intransitivo o porque sea un verbo transitivo con otro OD distinto de Z (siendo Z una oración); entonces es cuando Z y el marco establecen una relación hipotáctica o paratáctica. Por tanto, podemos hablar de una categoría lingüística del DR que es también un continuum desde el diálogo puro, la conversación con sus turnos, la narración en primera persona, etc., posibilidades todas estas a las que denominaré aquí “drama”, hasta el “discurso narrado” (DN) de: (1a) (1b) (1c) (1d) (1e)

Juan dijo una tontería Juan estuvo hablando de fútbol todo el viaje La tontería de Juan fue repetida por todos sus amigos Los viejos que a Susaña falsamente acusaron (Rim., 90a) (luego otro dia vio el cardenal al rrey de Aragon e fablo con el (Cr., X, 5, 294)

La cadena de gramaticalización del DR comprendería, pues, los siguientes estadios o eslabones (véase el Esquema 3): DD > discurso mixto (DM) [DD subordinado (DDS) > DIL > DI mimético (DIM)…] > DI. El DM –podríamos llamarlo oratio mixta− es la zona de solapamiento del DD (oratio recta) y el DI (oratio obliqua); es la zona donde la gradualidad del continuum es más alta y ofrece variantes en las que se solapan la parataxis, la hipotaxis y la subordinación, las cuales son enunciados de DDS y DIL; también presenta diversas variantes de la subordinación, que son enunciados de DIL y de DIM. La categoría del DR es más extensa que la de la relación interoracional: en un extremo, más a la izquierda de la parataxis (DD), tenemos el drama, conjuntos de textos menos abstractos, más

EL DDS es un enunciado de DD –que puede aparecer elíptico o reducido a los adverbios prooracionales sí o no− precedido de la conjunción subordinante que. No lo he encontrado en el corpus que examino de Ayala; pero existe en latín y en español: “Et dixerunt ei: ‘Quia heri hora septima reliquit eum febris’” (Iohan., IV, 52); “Lleno de terror se fue a un desierto y comunicó su camino y abstinencia con un santo anacoreta, el cual por disposición del cielo le sacó de aquel engaño diabólico. Díjole que hacía su abstinencia por agradar a Dios. Interrogóle el anacoreta que con qué consejo la hacía, y habiéndole dicho que con ninguno, le respondió que era manifiesta tentación del demonio.” (Miguel de Molinos, Guía espiritual, ed. de José Ángel Valente, Madrid, Alianza Editorial, 1989, 89); “Guerra añade, en una entrevista que publica hoy este diario, que ‘a mi juicio, las voces que piden hacer del PSOE un partido socialdemócrata no van a ser nunca las conductoras del partido’” (El País, 18.10.84). Por su parte, el DIM es una variante de DI en la que se ha producido un aflojamiento de la cohesión de la completiva con su predicado regente: véanse los ejemplos de (2). No siempre se puede delimitar con nitidez el DIM y el DIL, precisamente porque ambos enunciados se sitúan en la zona de gradualidad más alta del continuum.  



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variables, con mayor conexión abierta y menos integrados semánticamente que el DD; en el otro extremo, más a la derecha del DI tenemos el DN, cuyas variantes son más abstractas, menos variables, más cohesionadas y más integradas semánticamente (el discurso reproducido, Z, puede ser incluso un rasgo sémico del verbo, como hemos visto). Todas estas posibilidades se pueden observar en el esquema 3:

Esquema 3 Categoría lingüística del discurso referido

oratio recta

DD

drama

DDS

oratio mixta

oratio obliqua

DM

DI

DIL

DIM

parataxis

hipotaxis

subordinación

No dependencia

interdependencia

Dependencia

+conexión abierta -integración -abstracto +variable

+conexión abierta -integración -abstracto +variable

-conexión abierta +integración +abstracto -variable

dn

Como en la relación interoracional, en el continuum del DR el paso de una forma a otra no es un proceso cronológico, sino una variación determinada por la tradición discursiva de cada texto. Para verificar esta hipótesis no hay prueba empírica mejor que los textos de un mismo autor, pero de diferentes géneros. 4. El discurso indirecto mimético y el discurso indirecto libre del Canciller Ayala El Rimado de Palacio y las Crónicas del Canciller Ayala ofrecen esa posibilidad. Del poema en cuaderna vía hemos analizado las tres primeras secciones: la “Confesión” (estrofas 1-190), un prólogo doctrinal con un componente de autobiografía moral; la “Exposición de los Males del Mundo” (estrofas 191-423), un discurso expositivo con un componente didáctico-narrativo (los “enxienplos”); y los “Fechos de Palacio” (estrofas 424-476), una narración dramatizada con predominio muy

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marcado del DD. De las Crónicas seleccionamos la de Pedro I y de ella los años I (cap. 13), II (cap. 6), IX (caps. 1 y 2) y X (caps. 4, 5 y 23). La diferencia de tradiciones discursivas viene dada por los géneros (poema de clerecía en verso, crónica en prosa), por las “direcciones discursivas” (didáctico-doctrinal y narrativo-descriptiva en el poema, narrativo-descriptiva en la crónica), por la intencionalidad comunicativa (moralizante en el poema, ideológica y propagandística en la crónica), por el empleo en cada caso del modo narrativo (una autobiografía con fondo histórico en el poema frente a una historia con fondo autobiográfico en la crónica) y, sobre todo, por la específica construcción de la escena narrativa (una sucesión de cuadros estáticos, de aguafuertes, en el poema, donde el discurso reproducido se reviste de la autoridad sapiencial o ejemplarizante, frente a las escenas de gran plasticidad y dinamismo de la crónica, donde el discurso reproducido se amolda a los patrones de la poesía oral y tradicional (poemas épicos y romancero) y a la solemnidad retórica y “protocolar” de los parlamentos de la literatura caballeresca). Como anunciábamos, nos limitamos a la comparación en un texto y otro de las variantes del DIM y del DIL, por ser las que ocupan las zonas menos prototípicas de la categoría y, por tanto, las más expuestas al cambio (Company 2002). En el esquema de subordinación encontramos en los dos textos variantes de DIM que se consiguen introduciendo un aflojamiento de la cohesión entre la completiva OD o CR y su verbo regente: (2a) Desque veo mi fecho, que va así a la larga, / leuántome muy triste, con boca muy amarga (Rim., 442cd) e que lo fallara muy quexado de vn cauallero del dicho rrey de Aragon, de commo lo rrequiriera e que non pudiera auer enmienda del (Cr., X, 5, 294) Cito los textos del Rimado y las Crónicas por Orduna, ed. (1987) y (1994), respectivamente.   Las principales “direcciones discursivas” de los textos de los siglos XIV y XV son la “didáctico-doctrinal”, la “narrativa y descriptiva” y la “jurídico-administrativa” (Santiago 2005: 538).   El lingüista necesita recurrir a otras disciplinas para identificar las tradiciones discursivas (Kabatek 2001: 100). La historia de la lengua y de la literatura nos permite establecer la síntesis presentada en este párrafo, cuyas fuentes son Menéndez Pidal (2005: 597), quien señala como rasgo de la crónica la “repetición épica de mensajes y discursos”, Lapesa (1949/1988: 23-33), García (1983: 196 y 318), Orduna (1998: 123-141) y Mirrer-Singer (1986).   Como en otros trabajos, pongo en negrita el marco reproductor, y subrayo el discurso reproducido mediante DI y pongo en cursiva el reproducido mediante DIM o DIL. Aparte de estas indicaciones, cuando lo considere necesario, diré explícitamente la forma de DR de que se trata, poniendo su sigla entre corchetes al final.  



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(2b) Leemos que después que Sant Pedro murió, / el lugar qu’él tenía, tomar nunca osó / el mártir Sant Clemente; ca el non se sintió / tan digno para ello e por ende se apartó. (Rim., 194) (2c) E el cardenal de Boloña dixo al rrey de Aragon que el oya toda su rrespuesta e que […]; pero porque estas cosas se pudiessen mas breue mente tratar, que le paresçia, sy al rrey de Aragon plugiesse, que se açercasse mas adonde el rrey de Castilla estaua por que el pudiesse mas ayna andar sus caminos e saber las voluntades dellos (Cr., X, 5, 298-299) (2d) Dizen los cardenales que todos acusauan / el grant temor e miedo que en ellos duraua; / el capítulo si quis así lo declaraua, / e in nomine domine muy más lo afirmaua. / Con estas malas porfías anda mal perdimiento… (Rim., 203-204a) E el rrey dezia que estaua quexado de los de la çibdat de Burgos por quanto (…) le enbiaron dezir que Garçi Laso tenia muchas conpañas (…) e que don Tello (…) trayan otrossy mucha gente e que rreçelauan que si todos entrassen en la çibdat que auria rruydo, e seria bien que el rrey hordenasse commo entrasen çiertas conpañas e non mas. (Cr., II, 6, 38-39) Mandaste Tú, Señor, al pobre acorrer; / si peresçiere de fanbre, quel’ diesen a comer; / el que sed padesçía, quel’ diesen a beuer; / al desnudo e al lazrado, algunt bien le fazer. / Vesitar al enfermo, mucho le apiadar; / qual omne a sí querría, a su christiano dar; / con poco de su algo, lo podría pagar, / e podría el doliente de mucho mal sanar. (Rim., 130131) E avn tratauan que casase el dicho infante don Ferrando con la rreyna doña Maria, muger que fuera del rrey don Alfonso, padre del rrey don Pedro e madre ella, eso mesmo que era, del dicho rrey don Pedro, e aurian dispensaçion del Papa (Cr., I, 13, 24) (2e) Los moços de la escuela, quando son espantados / e han miedo muy grande de bien ser açotados, / a Dios fazen sus rruegos, que sean delibrados; / mas a Él bien le plaze que sean emendados. (Rim., 411) E dioles el rrey mandamiento para don Enrrique Enrriquez, su alguazil mayor de la çibdat de Seuilla, que fiziesse lo que aquellos caualleros le dixiessen asi commo por el mesmo. E esto fazie el rrey por que doña Aldonça se temia de doña Maria de Padilla e de sus parientes (Cr., IX, 1, 263) En primer lugar, este aflojamiento se obtiene por el movimiento de un elemento de la subordinada a la principal (2a). En segundo lugar, por la continuación de

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la completiva con un período hipotáctico –adversativo, causal, final, condicional, modal-comparativo−, que remite al decir reproducido –y no solo a lo dicho (Ducrot 1980; Girón Alconchel 2000 y 2002)−, o a la subjetividad del enunciante reproducido; en esta variante hallamos dos modalidades específicas de cada texto: el Rimado continúa la completiva con un solo período (2b); en cambio, las Crónicas ofrecen una continuación más compleja sumando dos o más de los períodos hipotácticos mencionados (2c). En tercer lugar, el aflojamiento de la cohesión se logra por la continuación de la completiva mediante la yuxtaposición de otras completivas que ya no van precedidas de la conjunción que, o que, precedidas o no de que, contienen un verbo que supone una ruptura de la compatibilidad semántica impuesta por el verbo regente (2d). En fin, la cohesión se afloja directamente con una completiva de predicado complejo o complemento de un nombre (Bogard y Company 1989), como en (2e). Luego hay una variante de DIM exclusiva del poema de clerecía: por ende el poderoso Señor sea rrogado, / que de nos enmendar lo tenga en cuidado (Rim, 296cd) él [el rey] buelue las espaldas e manda luego llamar / que vengan rreposteros, que quiere ir çenar (Rim., 438cd) Los fijos de Isrrael con enbidia perdieron / a Josep, su hermano, quando le así vendieron, / e después a su padre con maliçia mintieron / que bestia fiera lo matara, falsamente dixeron (Rim., 97)

(3)

El discurso reproducido es una completiva, pero no es OD ni CR del verbo de lengua, porque este está en pasiva y tiene como sujeto al beneficiario, o porque, aun siendo transitivo, lleva un OD de persona, o porque es intransitivo. La completiva –que podríamos llamar “pseudo-objetiva”− se emancipa de su predicado regente. La recitación pública o la lectura en voz alta “recontextualizarían” (Oesterreicher 2001) la situación reproducida y dejarían oír una voz distinta de la del narrador, pero controlada por la sintaxis de este. En el esquema de subordinación encontramos también variantes de DIL. El DIL conseguido por una “pregunta indirecta libre” (Girón Alconchel 1988: 66-68) aparece en el poema y en la crónica: (4) se dan puñadas, quién podrá papa ser (Rim., 198) E ouo grand bulliçio e grandes consejos entre los señores que estauan estonçe en Seuilla [sobre] quien rregnaria en Castilla e en Leon, por quanto el dicho rrey don Pedro non auia fijo nin hermano legitimo heredero de los dichos rregnos (Cr., I, 13, 24)



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Pero hay dos variantes de DIL exclusivas del texto cronístico y muy frecuentes: la de verbo performativo y la de completiva aposición: (5a) E rrogole el cardenal al rrey de Aragon que le plugiesse de se llegar a la paz (Cr., X, 5, 294) (5b) E quando el rrey dixo aquellas palabras que prendiessen a Garçi Laso, estos tres escuderos de don Iohan Alfonso luego trauaron de Garçi Laso muy denodada mente (Cr., II, 6, 40) En (5a) aparentemente estamos ante un DI, porque se trata de una completiva OD; pero, como el verbo es performativo, aunque usado descriptivamente, conserva parte de su fuerza ilocutiva; entonces su significado no solamente es lo dicho, sino también el decir, y una oración como “X rogó que Z” puede interpretarse como ‘X dijo que rogaba que Z’, con lo que en el enunciado de DR X es el marco (reducido exclusivamente a la mención del enunciante, como pasa muchas veces en el DD) y rogaba que Z, el discurso reproducido, una forma de DIL, pues (Ducrot 1980; Girón Alconchel 2000 y 2002). En (5b) la pausa entre el sustantivo y la completiva aposicional permite a esta exhibir una entonación autónoma, con lo que la modalidad de la enunciación reproducida se percibe como mención directa y contrasta con la mención indirecta de la deíxis y el tiempo verbal en un enunciado polifónico. De hecho muchos enunciados de DD tienen el mismo marco que esta forma de DIL. A partir del esquema hipotáctico encontramos una variante que puede interpretarse como DIL o DD. Es aquella en la que el marco reproductor es una oración modal-comparativa, con el adverbio relativo según (que), y el discurso reproducido es la otra oración del período: Segunt diz’ Sant Gregorio, déuese entremeter / cada uno en su arte e en su menester; / ca non puede un filósofo, con todo su saber, / gouerrnar una nao, nin mástel le poner (Rim., 293) E al cauallero que dizen mosen Frances de En Perellos de quien el rrey se quexa, segund otras vezes le he rrespondido al rrey de Castilla, que non es derecho que assi fuesse entregado, que seria grand desonrra de la corona de Aragon que ningund omne pudiesse fazer justiçia de mis subditos si non yo; de mas que entiendo que non auia fecho el cauallero tal cosa por que deuiesse seer assi entregado; pero desto fare assi… (Cr., X, 5, 294-295)

(6)

  Una pausa que Orduna no marca con la pertinente coma, aunque sí lo hacen otros editores (como José Luis Martín (ed.), Pero López de Ayala, Crónicas, Barcelona: Planeta, 1991, pág. 34) y aunque el mismo Orduna ha puesto de relieve la importancia de los “recursos prosódicos” en el texto cronístico de Ayala (cfr. Orduna 1998: 139-141).

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Es un marco muy caracterizado para introducir una cita de autoridad con la que el locutor se identifica. Esta variante aparece cinco veces en el Rimado y solo una en la Crónica, y es dentro del discurso reproducido de un personaje. El esquema hipotáctico ofrece también variantes de DIL, exclusivas del texto cronístico, en las que el discurso reproducido se identifica con relativas explicativas y causales y finales de la enunciación: (7)

Otrossi assi fue que Iohan Esteuañez de Burgos, priuado que fuera del rrey don Alfonso, quando estaua estonçe en la çibdat, fizo que los de la cibdat enbiassen al rrey, a Çelada, sus mensajeros, por los quales le pidian por merçed que don Iohan Alfonso de Alburquerque non entrasse en la çibdat por quanto se reçelauan del. E desto non plogo al rrey (Cr., II, 6, 38) E sopo el rrey commo Iohan Ferrandez de Henestrosa era preso e pesole dello, ca lo tenia por buen cauallero e non auia mandado que lo prendiessen (Cr., IX, 1, 264) E los caualleros que tenian carga de guardar a doña Aldonça Coronel querian mal a Iohan Ferrandez de Henestrosa e mostraron a don Enrrique Enrriquez, alguazil mayor de Seuilla, las cartas del rrey que tenian de creençia para que fiziesse lo que ellos dixiessen assy commo si gelo mandasse el rrey (Cr., IX, 1, 264)

Por último, en el esquema paratáctico encontramos una variante de DIL exclusiva del Rimado: a una oración reproducida en DD se yuxtapone otra en la mención indirecta, aunque sin estar precedida de que, para completar la reproducción de un discurso único: (8)

Aun fazen otro engaño al cuitado conprador: / muéstranle de una cosa e danle de otra peor, / e dizen en la primera: “Desto vos mostré, señor”; / si non, él nunca vaya velar Rrocamador (Rim., 310)

Así mismo hallamos una variante exclusiva de la exposición didáctica del Rimado que podríamos llamar paráfrasis de DD: el discurso reproducido no ofrece ni rasgos distintivos ni indicios internos específicos de la mención indirecta o directa, porque el locutor hace suyo el enunciado, pero, al mismo tiempo, lo enmarca como una cita de DD: (9)

Ca en todas las virtudes, los medios son loados, / e della los estremos, siempre serán tachados; / así lo ponen filósofos e todos los letrados (Rim., 347abc)



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Hay también una variante de DIL que solo hallo en la Crónica: a un marco de DD, en el que aparece un sintagma con valor catafórico (“en esta manera”), se yuxtapone paratácticamente un discurso reproducido constituido por una serie de oraciones introducidas por que y en la mención indirecta, pero entonacional y semánticamente independizadas: (10) E los dichos rrey de Portogal e el infante don Iohan e el obispo de Çaragoça dieron su sentençia en esta manera: que la çibdat de Murçia e Molina e Monteagudo e Lorca e Alfama con sus terminos fuessen del rrey de Castilla. Otrossi que Guardamar e Alicante e Elche con su puerto de mar e Elda e Nouelda e Horihuela con todos sus terminos, segund que ataja el agua de Segura el rregno de Valençia fasta el mas soberano cabo del termino de Villena fincasse del rrey de Aragon quanto al señorio, pero quanto a la propiedat, fincasse de don Iohan Manuel. E desa mesma condiçion fincassen todos los castillos e heredades e lugares que ricos omnes e iglesias e hordenes e otras quales quier personas ouiessen en estos terminos sobre dichos. E esta sentençia fue obedesçida por amas las partes e jurada por los rreyes de Castilla e de Aragon e por los ricos omnes de sus rregnos, la qual sentençia fue dada en ellugar de Torrejas entre Taraçona e Agreda sabado ocho dias de agosto, año del… (Cr., X, 5, 295-296) Esta variante es ya una “voz dual” (Pascal 1977), un enunciado polifónico similar a los que podemos encontrar en cualquier novela moderna. 5. La sintaxis de los enunciados de discurso referido en el Canciller Ayala La determinación de las tradiciones discursivas debe hacerse visible, también, en la sintaxis de los enunciados de DR. Siguiendo un método onomasiológico, vamos a distinguir cómo se combinan los enunciados de DIM y DIL en ambas obras para reproducir situaciones comunicativas (cfr. Girón Alconchel 1989: 71-72) o “escenarios discursivos” (Palmer 2000: 205-226) de monólogo (un solo discurso de un enunciante) y de diálogo (más de un discurso de varios enunciantes). En cada una de estas situaciones distinguiremos, a su vez, los enunciados uniformes de DIM y DIL y los pluriformes (en los que el DIM y el DIL se combinan entre sí y con las otras formas del DR: DD, DI, DN). Enunciado uniforme es el integrado por una sola forma de DR; hay, pues, enunciados uniformes de DD, DIL, DIM, DI y DN. Enunciado pluriforme es el integrado por la combi 

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En el fragmento del Rimado encontramos trece enunciados uniformes de monólogo, por solo dos en la Crónica. De los trece enunciados del Rimado cinco son de DIM, tres de DIL y cinco de esa variante mixta de DIL y DD caracterizada por un marco reproductor con según (que). Con el DIM se reproducen dos discursos dirigidos a interlocutores (citas de escenas de la Biblia: Rim., 67 y 156), dos monólogos interiores (de un personaje genérico, “clérido del aldea”, Rim., 224cd, y del propio narrador-personaje, Rim., 442cd) y una cita erudita de la Biblia (“Leemos que…”, Rim., 194). Los enunciados uniformes de DIL reproducen dos discursos (uno genérico del rey a sus sirvientes y una oración a Dios: Rim., 438cd y 296cd, respectivamente) y un monólogo interior del propio narrador-personaje que pone en orden su pensamiento (Rim., 423cd). La variante de DIL o DD con según (que) reproduce cinco citas de autoridad (de la Biblia, de autores clásicos y cristianos y de un proverbio: Rim., 71, 278, 293, 312ab y 290cd). Por tanto, el monólogo citado por un enunciado uniforme de DIM o DIL es, en el poema didáctico, una cita de autoridad (erudita, bíblica, proverbial o litúrgica), o una pincelada descriptiva de un personaje genérico (el cura de aldea, el rey), o un monólogo interior del narrador-protagonista. En cambio, los dos únicos enunciados uniformes que reproducen una situación de monólogo en la Crónica son de DIL y reproducen, respectivamente, un mensaje enviado a un destinatario no presente en la escena (Cr., II, 6, 39) y la reiteración de un discurso ya conocido en la conciencia del personaje que ha sido destinatario del mismo (Cr., X, 5, 294). Por tanto, el monólogo citado por enunciados uniformes de DIL es, en el texto cronístico, una cita “novelística” en la que, mediante la “paradoja enunciativa” (Mortara Garavelli 1985) que es todo DIL, se escuchan las voces de los personajes en el enunciado polifónico del narrador. Tanto en el poema como en la crónica la situación de monólogo se reproduce así mismo por enunciados pluriformes. En el fragmento del Rimado el DIL se combina con el DN, el DI y el DD en cinco ocasiones en enunciados de dos formas y en dos, de tres. En total, siete enunciados pluriformes que aglutinan dieciséis formas de DR. Estos enunciados reproducen un único discurso, analizado en sus partes por la combinación de formas distintas (el texto y la glosa de las Obras de Misericordia, algunas partes del padrenuestro, la mentira de un mercader y la automaldición con la que intenta hacer que el interlocutor se la crea: Rim., 130-31, 182-83 y 310, respectivamente); o bien reproducen el monólogo interior seguido del monólogo hablado de un mismo personaje. Los monólogos son de personajes bíblicos o genéricos, del narrador-personaje, del locutor no personanación de varias formas de DR; los enunciados pluriformes son muy variados: de dos formas (DD y DI, por ejemplo), de tres, cuatro, etc. Para estos conceptos, véase Girón Alconchel 1989: 78-79 y passim.



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lizado de textos litúrgicos o doctrinales y de un sujeto generalizado e hipotético que incluye al lector-oyente del poema (Rim., 97, 215bcd, 411, 288). El monólogo reproducido por enunciado pluriforme en el Rimado está, pues, al servicio de la intencionalidad didáctico-moral y de la técnica del enxenplo. En cambio, en la Crónica los monólogos reproducidos por enunciados pluriformes tienen otra configuración y otra finalidad. El DIL se combina con el DI, el DIM y el DN en sendos enunciados de dos, tres y seis formas; esto es, tres enunciados pluriformes con un total de once formas. Los tres enunciados reproducen monólogos colectivos, a veces itinerantes, que funcionan como un coro en la narración. La combinación de DI + DIL reproduce dos monólogos colectivos: la preocupación general –no se especifica el sujeto− por la muerte, al parecer, inminente del rey (DI) y la conspiración para elegir nuevo rey (DIL) de “los señores que estauan estonçe en Seuilla” (Cr., I, 13, 24). La polifonía textual está al servicio de la polémica. La secuencia DN + DIM + DIL reproduce el monólogo colectivo “itinerante” (una noticia que se desplaza con sus emisores) de “muchos caualleros” (Cr., I, 13, 25) y marca las distintas partes de un mismo discurso: los que habían votado por don Juan Núñez (DN) se van de la corte expresando su malestar porque don Juan Alfonso era portugués (DIM) y no era amigo de don Juan Núñez (DIL). En fin, la combinación DIL + [DI + DIL] + [DIM + DIL] + DN distingue partes de un mismo monólogo colectivo, cuyo sujeto se oculta en el indefinido “algunos”, y –como principal novedad con respecto al Rimado− un discurso reproducido dentro de otro discurso reproducido: (11) E algunos tenian que el infante don Ferrando fijo del rrey de Aragon (…) rreygnaria, por quanto su madre, la rreyna doña Leonor, fuera prima genita (…) e fuera jurada en los rregnos de Castilla e de Leon (…) antes que nasçiese el rrey don Alfonso, su hermano, por quanto nasçiera primero [DIL]. E avn dizian los que esto dizian que el rrey don Alfonso en su testamento assi lo mandara [DI], que si alguna cosa acaesçiesse del rrey don Pedro su fijo syn fijos herederos, que el rregno ouiesse e lo heredasse el infante don Ferrando de Aragon, su sobrino, fijo de su hermana [DIL]. E avn tratauan que casase el dicho infante don Ferrando con la rreyna doña Maria, muger que fuera del rrey don Alfonso, padre del rrey don Pedro, e madre ella, eso mesmo que era, del dicho rrey don Pedro [DIM], e que aurian dispensaçion del Papa [DIL]. E este casamiento tratauan los que en este fecho eran [DN], por auer al rrey de Portogal por ayuda (Cr., I, 13, 24) Primero se reproduce con DIL la opinión que propone como rey al infante don Ferrando; el DIL se construye sobre el verbo modalizador tener ‘creer’, que fun-

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ciona como un performativo, expresando el decir y lo dicho: “algunos tenían que…” equivale, pues, a ‘algunos decían que creían (tenían) que…’. Que “tenían que…” es palabra del personaje y no del narrador lo deja claro el marco del siguiente DI: “E avn dizian los que esto dizian”. A su vez este DI cita el fundamento de la propuesta, que es el testamento del rey, reproducido en el DIL que sigue. El material mimético que alarga lo reproducido indirectamente y resquebraja su cohesión sirve para construir el siguiente DIM, el cual reproduce lo tratado, a lo que sigue, en DIL, la hipotética dispensa matrimonial del Papa, que haría posible lo tratado. Finalmente, la forma del DN resume y cierra este discurso coral. Para reproducir una situación de diálogo el enunciado pluriforme con intervención de DIM o DIL se usa muy poco en el Rimado. Solo encuentro dos casos en el fragmento analizado; ambos son enunciados pluriformes de escasa complejidad, además. Uno resulta de la combinación de una forma de DN y otra de DIM, conseguida por la continuación de un DI con una causal de la enunciación; el DN reproduce la petición del narrador-personaje y el DIM la respuesta del “thesorero” Johan Núñez (Rim., 472). En el otro enunciado pluriforme el DIL se combina con el DD y el DI para reproducir –en la elección del Papa− un diálogo entre el colectivo “los cardenales” y uno de ellos sin nombre. El enunciado se encuentra en la narración del Cisma de Occidente (Rim., 198d-204a). La narración ni siquiera sugiere la interacción de los parlamentos; en ningún caso se menciona al interlocutor, ni en los marcos reproductores ni en los discursos reproducidos. Un DIL en forma de pregunta indirecta libre reproduce la conspiración cardenalicia y “abre” la sucesión de parlamentos; y una forma de DI, que se continúa con la yuxtaposición de un DIL, la “cierra”. El diálogo, como interacción comunicativa, no es desde luego algo que interese mucho al narrador del Rimado; tampoco la complejidad interna de los discursos; estos apenas aparecen estructurados en partes distintas que se reproducen con diferentes formas de DR, y, desde luego, no contienen citas internas que den lugar a formas de DR cuyos contenidos son otras formas de DR. Nada de esto se ve en el trozo analizado del poema en cuaderna vía. En cambio, lo vamos a encontrar en la Crónica. En el fragmento que estudiamos hallo cinco enunciados pluriformes –con la intervención de sesenta formas de DR− que reproducen diálogos. En una ocasión (Cr., I, 13, 24-25) el diálogo consiste en un intercambio de mensajes entre personajes colectivos, genuinos coros que comentan y dramatizan la narración. Uno de ellos, el bando que pretende que reine don Juan Núñez de Lara a la muerte del rey, expresa su opinión en una forma de DIL con verbo de opinión –que reproduce el decir y lo dicho−, seguida de una justificación en DIM, de una conclusión, también en DIM, y de un resumen, en DN, de lo pactado, con mención de los caballeros que pactan. A continuación se reproduce en DIM la opinión del bando contrario, con la negación de lo pretendido por el primero en una completiva de objeto directo, seguida de otra completiva



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aposición con la explicación de la negación y de una causal de la enunciación. Y nuevamente se reproduce otra intervención del primer bando, con el acuerdo en DI y su justificación en DIL conseguido por la ruptura de la compatibilidad semántica del discurso reproducido y el verbo introductor. El enunciado pluriforme se cierra con formas de DN que dan cuenta sumariamente del escenario discursivo –la corte− y del final de la polémica por la curación del rey: “E sobre estas cosas ouo alli muchas contiendas e porfias (…); pero el rrey guaresçio e cesaron estas quistiones” (Cr., I, 13, 25). El enunciado pluriforme reproduce el diálogo de personajes individuales en un escenario discursivo de mediación diplomática. Así, el cardenal de Bolonia media entre el rey de Castilla y el de Aragón en dos enunciados: en uno se reproduce la mediación con el rey de Castilla (Cr., X, 4, 292-93) y en otro con el rey de Aragón (Cr., X, 5, 298s.). En el primero intervienen el cardenal, el rey de Castilla y otra vez el cardenal; en el segundo, el cardenal, el rey de Aragón, el doctor Roma (un funcionario de la corte), y de nuevo el rey de Aragón, el cardenal y otra vez el rey de Aragón. En el primero solo se usan las formas indirectas: DN, DI, DIM y DIL; en el segundo, también se usa el DD. Lo común a ambos enunciados pluriformes, sin embargo, es 1) 2) 3)

el empleo del DIM para reproducir parlamentos “protocolares” (cfr. Orduna 1998: 125), que traslucen una cierta elaboración retórica, a veces marcada por el conector otrossí, como si fuera DD; la combinación del DN y el DI con el DIM o con el DD para reproducir la percepción o el pensamiento del personaje que habla antes de su discurso hablado; la combinación del DIL con el DIM o con el DD para marcar partes dentro de un mismo discurso (normalmente, la conclusión), o para reproducir otro discurso dentro del discurso que se reproduce (un discurso de queja, una autocita reiterada, una réplica a otro discurso o una disposición fruto de un acuerdo colectivo).

Ejemplo de 1) lo veíamos en (2c). Y, como ejemplos de 2) y 3), puede verse: (12) E el cardenal de Boloña legado maguera que vio que el rrey de Castilla demandaua… [DI], rrespondiole que el auia oydo… [DIM]. E esto fazia el por dar lugar aquel trato por que una vez se escomençasse [DIL] (Cr., X, 4, 293) El DIL distingue una parte, un inciso, del conjunto del discurso reproducido. Nótese su “modernidad”. E esto fazia el por dar lugar aquel trato por que una

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vez se escomençasse ¿es palabra del narrador o del personaje? No hay signo de subordinación (que), como en los enunciados de DIM anteriores, pero la subordinada final –que es de la enunciación y, además, marca la intencionalidad con por que− apunta a una voz dual; además, el imperfecto fazia –y no el perfecto simple fizo−, lo mismo que el demostrativo de la mención directa esto –y no aquello−, aboga por adscribir esa cláusula a la voz del personaje, impostada, no obstante, por la del narrador. Las modalidades de la enunciación reproducida son declaraciones sobre hechos o palabras y peticiones. En el marco reproductor se suele mencionar al interlocutor, con su nombre o mediante un pronombre. En el DD, con frecuencia, el interlocutor se menciona directamente como vocativo en el discurso reproducido. El enunciado pluriforme con DN, DI, DIL y DD es muy apropiado también para el fundido escénico: (13) […] E quando el rrey dixo aquellas palabras, que prendiessen a Garçi Laso, estos tres escuderos […] luego trauaron de Garçi Laso muy denodada mente, e dixo estonçe Garçi Laso al rrey: “Señor, sea la vuestra merçed […]” E dixo Garçi Lasso a Ruy Fernandez de Escobar: “Ruy Fernandez, amigo […]” E Ruy Fernandez se escuso diziendo que lo non podria fazer. E estonçe dieronle vn clerigo […] E apartose Garçi Laso a vn pequeño portal […] e alli començo a fablar de penitençia con el dicho clerigo. E dezia despues el clerigo que, quando Garçi Laso començo a fablar de penitençia, que le catara si tenia algund cuchillo e que gelo non fallara (Cr., II, 6, 40) El DIL reproduce la orden de detener a Garcilaso, dada por el rey a sus escuderos en un tiempo pasado con respecto a la escena que se reproduce en DD. Es, pues, un discurso ya interiorizado en un colectivo que incluye a los protagonistas de la narración y al mismo lector. El DI sirve para la respuesta al DD (la excusa del amigo para no cumplir la petición que le ha hecho el condenado a muerte) y para reproducir una vanidosa declaración que el confesor anda repitiendo por ahí a quien le quiera oír. En fin, el DN reproduce escuetamente el aparte escénico de la confesión. Por último, el enunciado pluriforme, constituido exclusivamente por formas indirectas (DN, DI, DIM y DIL), reproduce también discursos de personajes individuales y colectivos en un Consejo Real, con intervenciones de un grupo no nombrado (“algunos”), del rey (dentro de la cual se reproduce un discurso que le Cfr. J.-C. Chevalier, “But, cause et mobile. Le cas de l’espagnol classique”, Travaux de Linguistique et de Littérature, 18 (1980), 197-212.  



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han dirigido los de Burgos), la de don Juan Alfonso, otro escrito, dirigido al rey, de los de Burgos (manipulados por Juan Esteváñez), y el acuerdo del rey con don Juan Alfonso y con los del Consejo: (14) Despues que el rrey llego aquel sabado a Burgos, ouo su consejo [DN], e dixeronle algunos que Garçi Laso tenia muchas canpañas consigo e ponia grandes escandalos […] E demas que quando el rrey adolesçiera en Seuilla e cuydaron que moriera, que Garçi Laso e don Alfonso Fernandez Coronel tratauan que don Iohan Nuñez rregnasse [DIM] Otrossy dizian al rrey que quando don Iohan Nuñez de Lara, señor de Viscaya, viniera de Seuilla para Castilla, que se tratauan algunas cosas que non eran en su seruiçio, e avn si biuiera el dicho don Iohan Nuñez, que ouiera asaz bolliçio en Castilla [DIM] E el rrey dezia que estaua quexado de los de la çibdat de Burgos por quanto […] le enbiaron dezir que Garçi Laso tenia muchas conpañas […] e que don Tello […] trayan otrossy mucha gente e que rreçelauan que si todos entrassen en la çibdat que auria rruydo [DI], e seria bien que el rrey hordenasse commo entrasen çiertas conpañas e non mas [DIL] E los que con el rrey estauan, espeçial mente don Iohan Alfonso de Alburquerque […] dixo que los de Burgos non deuieran poner rreglas […] [DI] Otrossi […] Iohan Esteuañez de Burgos […] fizo que los de la çibdat enbiassen al rrey, a Çelada, sus mensajeros, por los quales le pidian por merçed que don Iohan Alfonso de Alburquerque non entrasse en la çibdat por quanto se rreçelauan del [DIL]. E desto non plogo al rrey […] E por tanto el rrey acordó con don Iohan Alfonso e los del su consejo que era bien de lo asossegar e escarmentar [DI] E todo esto acuçiaua a don Iohan Alfonso […] (Cr., II, 6, 38-39) El DN sirve para indicar someramente el escenario discursivo de Consejo Real; el DIM, para reproducir el memorial de agravios, dirigido al rey, del personaje colectivo: una exposición en la que se distinguen dos partes mediante el conector otrossí y la reiteración del verbo introductor. El DI se utiliza para reproducir la queja del rey sobre los de Burgos, la declaración sin destinatario explícito de Juan Alfonso de Alburquerque y el acuerdo final del rey y su Consejo. Dentro del DI del rey se reproduce el discurso de los de Burgos al propio rey, que tanto lo enoja; este discurso aparece analizado por la combinación del DI y el DIL: el primero reproduce la exposición de los temores y el segundo la petición que se deriva de dicha exposición y cierra el mensaje colectivo de los burgaleses. El DIL se emplea

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así mismo para reproducir la otra petición escrita de los de Burgos al rey. De nuevo vemos que el DIL sirve para señalar partes de un mismo discurso y para reproducir un discurso dentro de otro (ambas finalidades se juntan aquí dentro del DI del rey); y sirve también para reproducir discursos escritos que son solicitudes, como en este enunciado y en (7), o acuerdos, como ya vimos en (10). 6. Conclusiones Queda claro que el DR es una cadena de gramaticalización –un continuum categorial−, más extensa que la cadena de gramaticalización de la relación interoracional, desde el momento en que se prolonga por la izquierda hacia el drama y por la derecha hacia el DN (la oración simple). Pero también queda claro que la zona central de la categoría del DR se superpone a la categoría de la relación interoracional. Por tanto, la zona central del DR –esto es, el DD, el DM y el DI− es un esquema sintáctico. En gran medida, la gramática tradicional había descubierto que el DD es parataxis y el DI, subordinación; ahora podemos decir que el DM es hipotaxis. En su conjunto el DR es también un continuum categorial. Ni la subordinación, ni la hipotaxis, ni la parataxis son esquemas homogéneos. Por tanto, las formas del DR identificadas con las variaciones de estos esquemas sintácticos tampoco son homogéneas. La relación del marco reproductor y el discurso reproducido adopta las formas variantes de los esquemas de dependencia, de interdependencia y de independencia sintácticas, así como las formas variantes de las transiciones de unos esquemas a otros. El análisis contrastivo del DR en el Rimado de Palacio y en la Crónica confirma lo que ya sabíamos: que cada género elige sus citas. Así, hay variantes de la subordinación que originan variantes de DIM comunes a los dos textos: variantes conseguidas mediante el aflojamiento de la subordinación por diversos procedimientos (movimientos de elementos de la subordinada a la principal, continuación de la completiva con períodos hipotácticos que remiten al decir reproducido, o con yuxtaposición de otras completivas, completivas de predicado descompuesto o adnominales). También hay una variante de subordinación que origina una forma de DIL común a ambos textos: la pregunta indirecta libre. Y, por último, hay una variante de hipotaxis –el esquema modal-comparativo con según (que)− con la que se construye una forma intermedia entre el DIL y el DD documentada en los dos textos. Como variantes específicas del Rimado debemos consignar, en primer lugar, una forma de DIM conseguida mediante la variante de subordinación que hemos llamado completiva “pseudo-objetiva” (una completiva que no satura las valencias



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argumentales del predicado regente). Después, las variantes de parataxis que dan lugar al DIL a partir de una forma de DD, o lo que hemos llamado “paráfrasis de DD”, una forma intermedia entre el DD y el DIL. En fin, debemos señalar que el Rimado no conoce el DIL que es variante de hipotaxis o de subordinación, pero sí la Crónica. En efecto, lo singular del texto cronístico, frente al texto de clerecía, es el DIL obtenido a partir de variantes de subordinación, de hipotaxis y de parataxis. Dentro de las variantes de subordinación, tenemos el DIL de la completiva de verbo performativo y la completiva aposicional. Los esquemas hipotácticos de las relativas explicativas y de las causales y finales de la enunciación (o justificativas del acto de habla) integran también variantes de DIL. Y dentro de las variantes paratácticas descubrimos una forma de DIL caracterizada, como el DD, por la relación de adición del discurso reproducido (en la mención indirecta) al marco reproductor. Todas estas variantes de DIL –que son las más parecidas a las que encontramos en los textos modernos− son exclusivas de la crónica y desconocidas del poema de clerecía. Es un hecho muy comprobado ya que el DIL no es una invención de la modernidad (Cerquiglini 1984). Pero debemos añadir que las formas más modernas del DIL de Ayala se hallan en el texto cronístico. El Rimado nos ofrece una voz dual, una polifonía, controlada sintácticamente, sobre todo, por el esquema paratáctico. Es la cita de autoridad. En cambio, la Crónica nos ofrece una polifonía muy variada, controlada narrativamente por todas las variantes de la relación interoracional: la subordinación y la parataxis, pero, sobre todo, la hipotaxis, o sea, la relación de interdependencia. Cuando entre el discurso que reproduce y el reproducido se instaura una relación de interdependencia, la voz del narrador y la voz del personaje pugnan por controlarse mutuamente. El DIL es la voz dual por excelencia, la cita donde la perversión y la verosimilitud epistémica alcanzan un pacto más eficaz. Es la cita de la manipulación artística. Las distintas tradiciones discursivas no solo determinan la diferente sintaxis del marco y el discurso, sino también la de los enunciados uniformes y pluriformes en los dos textos del Canciller Ayala. Así, el enunciado uniforme de DIM o DIL que reproduce un monólogo se usa mucho más en el Rimado (trece veces) que en la Crónica (dos casos); en el primer texto el monólogo es una cita de autoridad, o un discurso descriptivo de un personaje genérico o un monólogo interior del narrador; en la Crónica, en cambio, el monólogo es un mensaje enviado a un destinatario no presente en el escenario discursivo o un discurso ya conocido, reiterado en la conciencia del personaje. Por su parte, el monólogo puede ser reproducido también por un enunciado pluriforme. Este enunciado sirve en el Rimado para analizar el discurso reproducido en sus distintas partes y para transmitir la secuencia de pensamiento y habla de un personaje; en la Crónica, para referir monólogos colectivos,

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para analizar sus partes y para reproducir otro discurso dentro del monólogo. En fin, tanto en un texto como en otro el escenario discursivo de diálogo se reproduce por medio de un enunciado pluriforme. Pero la complejidad es mucho mayor en la Crónica (donde hay cinco enunciados pluriformes con un total de sesenta formas de DR) que en el Rimado (dos enunciados pluriformes con cinco formas). El enunciado pluriforme de diálogo sirve, en el poema de clerecía, para dar cuenta del intercambio petición-respuesta o de la yuxtaposición de discursos del colectivo de cardenales y un cardenal singular no identificado, en escenas muy esquemáticas, apenas sin relieve del intercambio discursivo. En la Crónica, en cambio, se emplea para reproducir intercambios de personajes corales, parlamentos protocolares, discursos escritos más o menos formularios, secuencias de pensamiento y discurso hablado, partes distintas de un mismo discurso y discursos que reproducen otros discursos, en montajes escénicos de personajes colectivos, en fundidos escénicos y en escenas de mediación diplomática y de consejo real. Todo esto confirma la “modernidad” del texto cronístico frente al poema didáctico. Una modernidad que no viene dada por la cronología, sino por la tradición discursiva. 7. Referencias bibliográficas Barra Jover, Mario (2002): Propiedades léxicas y evolución sintáctica. El desarrollo de los mecanismos de subordinación en español. A Coruña: Toxosoutos. Bogard, Sergio/Company, Concepción (1989): “Estructura y evolución de las oraciones completivas de sustantivo en español”, Romance Philology 43, 258-273. Cano Aguilar, R afael (2000): “Oración compleja y estructura del discurso: nuevos desarrollos en sintaxis histórica del español”, Revista de Investigación Lingüística 2/III, 95-122. Cerquiglini, Bernard (1984): “Le style indirect libre et la modernité”, Langages 73, 716. Company, Concepción (2002): “Grammaticalization and category weakness”, en: Wischer, Ilse/Diewald, Gabriele (eds.): New Reflections on Grammaticalization. Amsterdam/ Philadelphia: John Benjamins, 201-215. Ducrot, O. (1980): “Pragmatique linguistique: II. Essai d’application: mais – les allusions à l’énonciation – délocutifs, performatifs, discours indirect”, en: Parret, Herman et al.: Le langage en contexte. Études philosophiques et linguistiques de pragmatique. Amsterdam: John Benjamins, 487-575. García Berrio, Antonio (1970): Bosquejo para una descripción de la frase compuesta en español. Murcia: Universidad de Murcia. García, Michel (1983): Obra y personalidad del Canciller Ayala. Madrid: Alhambra (Estudios, XVIII). Girón Alconchel, José Luis (1988): Las oraciones interrogativas indirectas en español medieval. Madrid: Gredos.



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El peso de la tradición discursiva en un proceso de textualización: un ejemplo en la Edad Media castellana Lola Pons Rodríguez

A mis amigos de Tübingen y en Tübingen

1. Presentación Es un lugar común en los estudios de literatura incidir en la importancia de la intertextualidad como rasgo constitutivo de los discursos medievales: se habla en ellos de una intertextualidad constitutiva y de una intertextualidad que funciona más bien en el plano intratextual. En virtud de la primera, se observa cómo un discurso contrae una relación de signo diverso con sus otros “compañeros de género”; en efecto, a excepción de las grandes anomalías literarias, que son capaces de alterar lo que en literatura llaman los “tipologemas” (Kerbrat-Orecchioni 1980 [1986]) de una tradición (esto es, las propiedades específicas que, en constelación, sirven para caracterizar a un género), los textos medievales se acogen a tipos discursivos que mediatizan fuertemente la formalización de los contenidos en función de una serie de ingredientes implícitos en las rutinas textuales anteriores o explícitos en materiales metatextuales de naturaleza más o menos preceptiva, como retóricas, manuales escolares, progymnasmata, etc. Un segundo nivel de uso del término intertextualidad se fija en el uso intratextual de material previo a la escritura. Esta clase de intertextualidad es inherente a todo acto de escritura –nous ne faisons que nous entregloser, decía Montaigne, y la idea la retomaron Bajtín y más tarde en 1967 Julia Kristeva, convirtiendo el término intertextualidad en un principio básico de la teoría literaria moderna–, pero se manifiesta muy especialmente en la literatura medieval, por su laxo concepto de autoría y la idea de que los textos eran poco menos que “bienes mostrencos” al alcance de todo letrado. Asumida esa realidad, es comprensible que desde los ámbitos de la literatura la reflexión sobre géneros literarios en sincronías distintas de la actual rechace los análisis en horizontal, los exámenes de los textos solo en lo que son y muestran, y se oriente, en cambio, cada vez más, a entender los textos como híbridos

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en que convergen y se agregan prácticas discursivas previas. Así, cercana en el tiempo está aún la discusión que se estableció en La Corónica de 2003 sobre la dimensión abarcadora y la pertinencia de un marbete como novela sentimental. Sin desglosar aquí los detalles de tal controversia crítica, la piedra de toque de ese debate genérico parece que se situó sobre todo en cómo resolver el problema de la convergencia en el nuevo espacio de la literatura sentimental de discursos ligados a tradiciones distintas, tradiciones que se transforman, desplazan y subvierten de manera característica para dar lugar a la creación de ese nuevo género de la novela sentimental que tanto éxito tuvo en Castilla a fines de la Edad Media. Si pensamos en la reflexión sobre tipologías textuales, observamos un panorama bien distinto. Particularmente desde el arranque de la Textlinguistik, se han propuesto condiciones para la realización de tipologías textuales, se han acuñado unidades de análisis –como la secuencia de Adam– especialmente concebidas para satisfacer las exigencias de la tipologización discursiva, se han propuesto tipologías situacionales, funcionales, enunciativas, cognitivas, se han clasificado los tipos de textos desde perspectivas centrífugas más bien inductivas (desde el texto al tipo) o centrípetas (desde el tipo de texto tenido intuitivamente por los hablantes a los rasgos lingüísticos), esto es, ha habido una intensa reflexión sobre tipologización textual. Pero esta eclosión de trabajos dedicados a la tipología textual no se ha plasmado apenas en miradas a los textos del pasado y el vacío explicativo para este asunto en diacronía ha sido durante décadas imponente. De poco hubiera valido, por otro lado, aplicar a la producción letrada medieval taxonomías al estilo de las actuales en que se dividen textos jurídicos, religiosos, administrativos o narrativos, por poner un ejemplo simplificado. Los lectores de textos medievales saben que poco se parecen un excurso teológico y un sermón, siendo ambos discursos religiosos; que son bien distintos una crónica de un retrato literario, siendo ambos discursos históricos, y que, en cambio, la sátira de costumbres del Corbacho (1438) se parece mucho al sermón, los libros de viajes se parecen mucho a las crónicas históricas, y que en la Primera Partida alfonsí, un texto jurídico, se encierra una importante ars praedicandi. Sería muy simplista cifrar el éxito de una teoría en un solo factor desencadenante, pero creo que, a partir de lo expuesto, resulta comprensible el porqué de la generalización del término tradición discursiva en los últimos años y del aparato teórico que conlleva: rechazo de la inmanencia del hablar, relación de un acto de enunciación con su determinación sociohistórica, capacidad de evocación de una   El debate surgió a partir de la obra de Regula Rohland de Langbehn (1999) en la que se defendía la unidad genérica de las obras de la novela sentimental española (por su tema amoroso, héroe noble y final trágico) y concentró opiniones muy diversas sobre la conveniencia de la denominación, su posible sustitución por la de ficción sentimental, la variable operatividad de incluir bajo ese rubro a determinados textos, entre otros asuntos.



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forma textual en otra, capacidad de interferencia entre tradiciones distintas... Sin pretender aquí definir este término (para lo que se puede remitir a los imprescindibles trabajos de Koch 1997, Oesterreicher 1997 o Kabatek 2005b), resultan de notable interés en él características que parecen ajustarse a las necesidades explicativas que se presentan al describir los textos: su historicidad (se observa por qué se conforman los modelos, en relación con qué contexto histórico y cómo estos pueden adaptarse y variar según el decurso diacrónico), su susceptibilidad al cambio o su capacidad de establecimiento de lazos semióticos entre distintas formas discursivas. El concepto de tradición discursiva (en adelante, TD) resulta, además, especialmente oportuno en una escuela filológica como la española, donde la tradición heredera de Menéndez Pidal y de Lapesa nunca dio gran acogida en los estudios de lingüística histórica al prisma férreamente inmanentista del estructuralismo, y donde la tarea de acercarse a los textos para describir con precisión sus aspectos lingüísticos tenía siempre aparejada una mirada al modo de construcción textual, a los moldes retóricos, al contexto, a la historia cultural y social de una comunidad y a su vinculación con la lengua –por supuesto sin la terminología y las herramientas conceptuales actuales, sustituidas por intuición y por términos del ars rhetorica, que eran muy apreciados, además, por el impulso de la Estilística y la tradición del Idealismo. Partiendo de estos antecedentes, en el trabajo que aquí presento se pretende explicar cómo un componente fundamental dentro de todos los que integran una tradición discursiva es el peso que sobre la producción del discurso ejerce la existencia de una recepción de materiales previos, sobre los que la actuación del autor nos puede revelar mucho acerca de cuáles eran los “imperativos” de una TD y qué rasgos se convertían en preteridos o preferidos en la interacción entre dilecciones de autor, de época y exigencias de TD. A este respecto, coincido con Bustos (2002: 54) cuando, a propósito justamente de la intertextualidad como una de las condiciones de la textura dentro del modelo de Beaugrande y Dressler (1981 [1997]), discrepaba de que esta fuera un concepto de naturaleza exclusivamente sociológica: “En tanto que la intertextualidad se manifiesta lingüísticamente, está sometida al cambio histórico y, por tanto, debe ser objeto de estudio también de la historia de la lengua”. Para el análisis de esa realidad de la intertextualidad se empleará el concepto de interferencia tal como queda definido en el modelo de las TD (§1) y se relacionará con la realidad de la retextualización o refacción textual que sufren muchos   Con todo, como afirma Aschenberg (2003: §3), las obras más antiguas de historia de la lengua se interesaron sobre todo por las TD literarias, prioritariamente acudiendo a explicar los detalles de desarrollo de los estándares. Por otro lado, hay que insistir en que el concepto de TD no se limita a lo que tradicionalmente se ha llamado tipo de texto –tales serían tradiciones complejas– sino que se amplía a “todos los tipos de tradiciones de textos” (Kabatek 2005b).

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textos medievales. A continuación, se describirá una TD de amplia raigambre medieval como la de la hagiografía o relatos de vidas de santos (§2) y se tratará de caracterizar el panorama que presenta tal TD en la dimensión de la junción. En §3 se expone el uso que de ese material hagiográfico se hizo en un tratado del siglo XV escrito por don Álvaro de Luna, Virtuosas e claras mugeres, y se observará cómo el cambio de TD entre el texto de partida y el texto meta conllevó toda una operación de retextualización que afectó a recursos lingüísticos de variados niveles, entre ellos cabe destacar el cambio de los mecanismos de junción escogidos; en este sentido, se señalará cómo la hagiografía tanto como la tratadística se sometían a determinados principios retóricos activos en la génesis de ese tipo de discursos en la Edad Media. Por último, tras una presentación más bien expositiva, se intenta interpretar (§4) de qué componentes está hecha la TD tratadística del siglo XV y por qué estaba hecha así, a la luz de una teoría general sobre el cambio lingüístico y el estado de elaboración del idioma en el siglo XV. 2. Tradición discursiva e interferencia Una TD se define a partir de un componente de repetición: Entendemos por TD la repetición de un texto o de una forma textual o de una manera particular de escribir o de hablar que adquiere valor de signo propio (Kabatek 2005b),

pero no se deja atrapar ni en el concepto de intertextualidad ni en otros marcos metodológicos de la teoría literaria moderna como el palimpsesto de Genette o la interdiscursividad de Segre. Los elementos que se enlazan para sustanciar una TD van más allá de la repetición de un fragmento textual, pues solo deben cumplir la condición de ser significables (esto es, ‘adquirir valor de signo propio’): contenido, forma textual, elementos lingüísticos o cualquier otro componente resultan válidos en ese sentido. Son parámetros no fácilmente separables, de hecho a veces, pese a la rentabilidad metodológica de su disociación, resultan en la práctica realidades indivisas. La transformación de una TD pasa por la alteración de algunos de esos elementos significables, y, según Kabatek (2005b): “siempre que haya transformación de una TD, habrá interferencia [textual]”. En ese sentido, la inserción de parámetros de forma textual, contenido u otros elementos nuevos provocará la alteración de la TD y, muy probablemente, la creación de una TD nueva. La idea no tiene por qué interpretarse en el sentido de la producción novedosa de tradiciones a lo largo de una diacronía, también, haciendo un interesado corte sincrónico, podemos observar cómo un mismo usuario de la lengua puede estar expuesto a un mismo



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contenido que llega a él a través de dos TD diferentes, o una misma forma textual con contenidos distintos (y, por tanto, de nuevo, distintas TD). El concepto de textualización procede del modelo de Beaugrande y Dressler –aunque hoy no se emplee constantemente ligado a su conocido modelo de siete componentes de textura (al. Textualität)– y nos sirve para designar al proceso de expresar con palabras unos contenidos mentales. Se puede afirmar que en cualquier operación de textualización, la creación de un acto comunicativo pasará por el filtro de la TD; de la misma forma, la refacción textual de un discurso supone un proceso de retextualización, que implica manipulación y adaptación de la lengua o el contenido de un texto a un nuevo propósito, a un nuevo proyecto, a un nuevo escenario social o histórico. No toda refacción textual tiene por qué implicar un cambio de TD –un autor que corrige su manuscrito modernizando o cambiando soluciones lingüísticas o introduciendo nuevo contenido no tiene por qué estar alterando la TD de partida–, pero, como veremos a continuación con el ejemplo práctico de la hagiografía en su uso por la tratadística bajomedieval, hay también procesos de refacción textual que le cambian la cara a los textos: sea porque, pretendiéndolo o no, dan lugar a una TD nueva, sea porque lo exige la TD en que se quieren insertar. Veamos un ejemplo práctico. 3. La construcción discursiva de la hagiografía La hagiografía era el género narrativo más leído y oído en la Edad Media, un género narrativo fuertemente en contacto con la oralidad medial: Pese a que pocos seglares supieran leer, el clero compartía estos relatos con los fieles, mediante la predicación y puede que también en las romerías; y el pueblo recibía con gusto estas hazañas de los santos, más piadosas que las de los caballeros, pero no menos épicas ni maravillosas, nunca menos admirables (Baños 2003: 9).

Tales relatos circulaban en forma de flos sanctorum, el más importante, sin duda alguna, fue la Legenda Aurea (ca. 1264) del dominico Santiago de Varazzo o Jacobo de la Vorágine, obra que reúne casi doscientos episodios de vidas de santos, un repertorio biográfico que cuenta con traducciones a las lenguas romances desde el siglo XIV. La hagiografía primera es más cercana al mester de juglaría, recitada oralmente y en verso, en tanto que los santorales en prosa derivados de Vorágine se difundieron mediante la lectura comunitaria en conventos (también mediante lectura privada) y se transmitían al pueblo a través de los núcleos clericales, que encontraban ahí materia de gran rentabilidad en sus prédicas, con recursos muy queridos por la audiencia, como la truculencia o la dimensión maravillosa.

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Aunque se nos han perdido muchísimos manuscritos de santorales, conservamos algo más de una docena de testimonios antiguos de vidas de santos escritas en romance castellano, testimonios vinculados en mayor o menor medida a la Legenda Aurea. Lamentablemente, no es un material conocido: solo uno de estos santorales ha sido editado (el manuscrito 8 de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, vid. Baños/Uría 2000) y, en general, han sido poco atendidos literaria y lingüísticamente. El acceso a estos materiales ha de hacerse, hasta el momento, mayoritariamente mediante la lectura directa de las fuentes manuscritas conservadas en las Bibliotecas Nacional, Escurialense, Menéndez Pelayo y Lázaro Galdiano, pero el acceso más bien difícil a las fuentes queda compensado por el interés de los testimonios y su capacidad explicativa. Es preciso hacer una descripción de los principales rasgos de esta clase de textos. A las cuestiones de contenido comunes a las vidas de santos –con tópicos básicamente reductibles a un puñado de episodios recurrentemente localizables en cada una de las vitae– y a características de disposición de la materia narrativa también muy predecibles, hay que sumar, como rasgo particular de interés lingüístico, un uso de los recursos de junción oracional notablemente homogéneo. La transcripción de un breve fragmento de la vida de santa Crispina según se presenta en el testimonio de BN780 ilustra de forma básica sobre el tipo de sintaxis ante el que nos encontramos: (1)

E fue adelantado en su lugar uno que avía nonbre Juliano. Et Juliano fizo encender un forno e echar en él a santa Crispina e ella estovo en él cinco días cantando e loando al Señor con los ángeles, e oyendo el adelantado Juliano esto, e creyendo que lo fazía con encantamentos, mandole echar dentro dos serpientes que son llamadas aspios e dos bívoras e dos culebras, mas los aspios e las bívoras e las culebras echáronse a sus pies e començárongelos a lamer, et veyendo esto el adelantado Juliano dixo al encantador que echara las serpientes: Faz por las artes que sabes que la muerdan aquellas serpientes e la maten. Et el encantador, faziendo por su arte lo que el adelantado le mandava, arremetieronse las serpientes a él e mataronlo luego syn detenimiento. Et santa Crispina mandó a las

  Con todo, debe mencionarse la existencia en la Universidad de Oviedo de un Proyecto de Coordinación de la Edición de Hagiografía Castellana (CEHC) que está ya dando importantes resultados. Vid. http://www.uniovi.es/CEHC/entrada.htm   Las referencias de los manuscritos son BN780, 10252, 7098, 12688, 12689; EscH-II-18, H-II-22, H-I-14, K-II-12; MP8, 9; LzGd15001. Las citas que se hacen de ellos (salvo las del manuscrito MP8 editado por Baños/Uría) se hacen a partir de mi transcripción personal de las fuentes, sobre las que aplico los mismos criterios de presentación gráfica que en mi edición de Virtuosas e claras mugeres de Álvaro de Luna.



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serpientes que se fuesen para el desierto e resucitó al encantador que fuera muerto. Et el adelantado Julliano veyendo aquesto mandole cortar las tetas e en lugar de sangre salió leche dellas. Et después mandole cortar la lengua, mas santa Crispina non cesava de fablar sin ella e tomó la cortadura de la lengua e lançola a la cara del adelantado Julliano e diole con ella en el ojo e cegolo et veyendo aquesto el adelantado Juliano fue muy yrado e lançole dos saetas una al coraçón e otra al costado, e ella dio el spíritu a Dios a dozientos e ochenta e siete años de la encarnación del salvador en tienpo de Diocleciano el enperador. Et el cuerpo de santa Crispina está agora enterrado en un castillo que se llama Vulsino que esta açerca de la çibdad de Vitervo en la cibdat de Tiro que estava acerca deste castillo, del todo está agora destruida (BN780 257v-258r). Es una muestra representativa de las tendencias en construcción del periodo que priman en las vidas de santos: predominio absoluto de sintaxis lineal, ligazón interoracional y supraoracional sostenida sobre e, progresión temática de tema constante y también lineal, donde la materia narrativa se organiza con adverbios temporales como después y, menos, con conectores integrados por alguna unidad anafórica; en general, periodos frásticos cortos, y más completivas, relativas, locativas y temporales que concesivas o condicionales. La aplicación a este párrafo del conocido modelo de Raible (1992) nos revela un uso mayoritario de técnicas de junción asignables al polo de la agregación: uso de yuxtaposición simple de frases, sin junción alguna, junción mediante referencia anafórica y elevado uso de la coordinación (de treinta y ocho oraciones gramaticales, catorce son coordinadas, hay también una coordinada a subordinada). Esto supone un alto predominio de los grados 1 a 3 de los ocho de la dimensión junción, aunque también aparezca el grado 4 de junción (uso de subordinadas: hay cinco subordinadas completivas y siete relativas) y el grado 5 (construcciones absolutas de gerundio o participio: hay cuatro gerundios incidentales en el ejemplo de santa Crispina estudiado). La misma situación en cuanto a la dimensión de la junción se encuentra cuando estos mismos materiales hagiográficos son empleados engastados en colecciones de   Junto con dimensiones (esto es, áreas de problemas específicos que se resuelven con estrategias particulares variables históricamente) como la determinación, la aprehensión, la posesión y la participación, Wolfgang Raible concibe ya en 1987 la dimensión de la junción, que agrupa elementos de articulación y conexión entre unidades. Tales elementos pueden disponerse en un eje gradual donde los extremos corresponden a los polos agregación/integración. Con este eje se entrecruza un gradiente cognitivo donde aparecen nociones como la condicionalidad, la causalidad, el efecto. Ahorro detalles al respecto que pueden encontrarse en trabajos de Kabatek y su equipo de investigación sobre TD (cfr. Vincis en prensa).

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similar tenor narrativo, como el catálogo de ejemplos recopilado a comienzos del siglo XV por Clemente Sánchez de Vercial. La vida de santa Teodora es narrada así en el ejemplo 108 de Vercial: (2)

108 (37) Deo nil celari potest (No ay en el mundo cosa que a Dios se asconda). Dizen que Santa Theodora fue de noble linaje e muy fermosa. E uno que llamavan Libio de la cibdat donde ella era, encendiosse en su amor della que la syguia fuertemente e nunca pudo con ella que consentiesse. E el inbiole una alcahueta que la aquexava mucho. E ella rrespondio que en ninguna manera non queria ofender nin desplazer a Dios, nin queria pecar ante sus ojos. E dixole la alcahueta: -Engañada estays, que Dios non vee las cossas que se fazen de noche, nin da pena por ellas. E ella creyendo que hera verdat conssentio en el pecado. E despues que fuera çierta que pecara, stovo por espacio de luengo tiempo en el desierto e tomo habito de monja e fizo muy extrecha [sic] penitençia.

Vercial, como se ve, hereda los modos compositivos de Vorágine: un estilo seco y con poco adorno verbal, el estilo recio “marca” de TD que después se convirtió en una de las principales críticas que se podía hacer a la prosa hagiográfica: en efecto, en el siglo XVI, Vives criticaba duramente los modos estilísticos de Vorágine y consideraba su prosa digna de un hombre plumbei cordis, oris ferrei (Thompson 1990: 106). Esa disposición sintáctica está heredada en su traducción vernácula y también en los usos que otra literatura ejemplar en vernáculo hacía de estos materiales. Igualmente, cuando en los monasterios se escribían nuevas vidas de santos, directamente en romance (por ejemplo, de santos del territorio próximo para despertar aún más la adhesión afectiva de los fieles), se empleaba el mismo tipo de sintaxis que tenía el original latino de la Legenda Aurea y que incorporaban las traducciones. No cabe esperar, pues, diferencias en la sintaxis de los relatos de santos hispanos que se agregaron a las traducciones romances del libro de Jacobo de la Vorágine. 4. La retextualización de Virtuosas e claras mugeres (1446) de Álvaro de Luna. Retórica y junción A mediados del siglo XV, el Condestable de Castilla y valido de Juan II Álvaro de Luna compone un tratado en defensa de las mujeres, atacadas por los moralistas misóginos a través del Corbacho de Alfonso Martínez de Toledo y de otros textos (algunos de ellos enraizados en muy antiguas tradiciones del folclore popular).



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En ese tratado, recopila biografías de mujeres ilustres, virtuosas, linajudas, con que rebatir la argumentación misógina. En esa recopilación concede el mayor peso, como es de esperar en esta época cuatrocentista, a las mujeres grecolatinas, cuyas vidas narraban Tito Livio, Valerio Máximo o Boccaccio, pero no desdeña otras fuentes de raigambre más poderosamente medieval como las vidas de santos incluidas en las compilaciones hagiográficas. Más específicamente, el tratado Virtuosas e claras mugeres está separado en tres ‘libros’: biografías de mujeres bíblicas en el primero; en el segundo y más extenso, vidas de mujeres grecolatinas; y en el tercero, vidas de santas. Si en el Libro Primero las fuentes son los textos bíblicos y patrísticos, y en el Segundo, los autores latinos e italianos que hemos comentado, en el Tercero la fuente es ese material hagiográfico en circulación durante la Edad Media al que ya me he referido en la sección anterior a esta. Nos centraremos en ese Libro Tercero de Virtuosas e claras mugeres (en adelante, VCM) para plantearnos qué ocurría si ese material hagiográfico cambiaba de tradición discursiva. Entre la Legenda Aurea y el Libro de los exenplos por ABC de Vercial hay comunidad lingüística porque, como hemos visto, hay también comunidad en cuanto a norma sociohistórica, en cuanto a función intradiscursiva ejemplarizante, doctrinaria; comunidad, en suma, en cuanto a TD: colecciones de exempla y colecciones hagiográficas eran material a la mano de predicadores, se situaban en una misma esfera didáctica y participaban de unos mismos imperativos retóricos. Pero no siempre hay coincidencia entre la tradición discursiva del texto fuente y la del texto meta, y es ahí, en esos casos, donde más rentable puede resultarnos desde un punto de vista lingüístico la observación de los contrastes y cambios desde el discurso de partida. El mismo ejemplo de santa Teodora empleado por Vercial y venido de la Legenda Aurea es escrito así por Álvaro de Luna en su tratado Virtuosas e claras mugeres: (3)

acordé de me pasar a santa Teodora, la qual es avido en memoria por actoridad de muy claros varones que fue noble e fermosa muger en Alixandria en tienpo del enperador Zenón, e que ovo marido rico e temiente a Dios. E el diablo ovo enbidia de su santidad, por lo qual dizen que se encendió en cobdicia d’ella un onbre lleno de riquezas, el qual, aquexado con grand amor, la afincava a menudo con mensageros e con dádivas. E ella, menospreciando los mensageros tanbién menospreciava las dádivas; e desque vio que el su coraçón cercado de maravillosa firmeza non podía ser por dádivas algunas quebrantado, acordó de la acometer por otra vía. Por lo qual, dizen que le enbió una fechizera, la qual, como la tentase con umildes amonestaciones e non podiéndola vencer, ella estando dubdando de cometer tal pecado ante los ojos de

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Dios que todas las cosas mira, díxole: –Todo lo que se faze día aína lo vee Dios, e non lo que se faze quando el sol se quiere poner. ¡O fenbra desaventurada! Ca non espantada del temor de Dios mas perseverando en su mala traición, ella preguntándole si era así, díxole otra vez que sí. Por las palabras engañada la moça, el día yendo fazia la tarde dio su cuerpo al adúltero, e después que tornó en sí mesma dizen que lloró muy amargamente e que con grand dolor firió su cara con bofetadas, e después, quando el marido vino a casa e le falló la cara mojada de lágrimas, non sabiendo qué cosa era trabajava por la consolar e non podía (185r-v).

Como se observa, hay una notable diferencia lingüística con la sintaxis de la hagiografía. Efectivamente, la sintaxis ha sido objeto de sustanciales modificaciones, y el resultado es ostensiblemente más “dilatado” que la sintaxis hagiográfica original: siguiendo la escala de Raible, en VCM la dimensión junción se ha deslizado hacia el polo de la integración: mayor número de subordinadas, incremento en el uso de construcciones absolutas, nominalizaciones. Veamos algunos ejemplos concretos extraídos de la comparación de la vida de santa Teodora según se narra en uno de los santorales derivados de la Legenda Aurea (Biblioteca Nacional 780, inédito) y tal como se presenta en la obra de don Álvaro de Luna: BN780 → VCM (4)

et ella desechaua desí los mensageros e despreciava los sus dones et prometimientos → et ella, menospreciando los mensageros, tanbién menospreciava las dádivas.

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Mas él, atento, la afincava que non le dava folgança, a la postre le enbió a ella una fechizera e la fechizera començola a rogar → desque vio que el su coraçón cercado de maravillosa firmeza non podía ser por dádivas algunas quebrantado, acordó de la acometer por otra vía, por la qual dizen que le enbió una fechizera, la qual...

  Este “careo” entre el discurso de partida y el discurso meta parte de una convención necesaria para la operatividad del análisis: aunque ninguno de los manuscritos hagiográficos que hoy se nos conservan es la fuente directa para Virtuosas e claras mugeres sí pueden ilustrarnos indirectamente, y con un alto grado de fiabilidad, sobre el contenido y los elementos lingüísticos de ese manuscrito del que partió el autor.



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non faría tan grand pecado delante de Dios que veía todas las cosas → ella estando dubdando de cometer tal peccado ante los ojos de Dios que todas las cosas mira...

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pasaron siete años sobre él → e siete vezes pasó el sol sus luengos trabajos sobre él.

Parece que don Álvaro, teniendo ante sí estos relatos con tan constante uso de la coordinación y tan repetitiva organización sintáctica, hizo lo posible por adaptarlos a los modos de construcción discursiva de un tratado de su tiempo. El periodo de VCM es más largo que el del original y simultanea una organización lineal –con adverbios y subordinantes temporales– con otra circular –con cláusulas absolutas que ligan los hechos creando implicaturas de tipo causal–. Con todo, la sintaxis del original deja su huella y es el Libro Tercero de Virtuosas e claras mugeres la parte de la obra donde más veces se halla el uso de e para la conexión oracional y supraoracional. El cotejo de otras vidas incluidas en VCM con otros manuscritos de santorales ofrece ejemplificación más variada de cómo se desarrolló esa operación de refacción textual. Podemos señalar más concretamente algunas de las intervenciones más recurrentes que se practican en el nivel de la junción oracional. Es muy común que en ese trasvase desde la Legenda a VCM se inserten subordinantes temporales: el Condestable sustituye las series de coordinadas copulativas del original por subordinadas temporales u oraciones encabezadas por adverbios temporales. Así, lo que es en las fuentes “e oyendolo el juez” es en VCM (196r) e desque esto vino a orejas del juez; desde los santorales “e celebravan la misa” figura en VCM en quanto celebravan la misa... Otra de las innovaciones repetidas en ese trasvase desde la fuente al texto meta es el multiplicado del enlace de enunciados con el adverbio entonces. Aunque este adverbio aparece ocasionalmente en las fuentes, en VCM su introducción se incrementa. Entonces acentúa la consecutividad de la historia y subdivide la sintaxis continua de e... e... e en una narración jerarquizada en secuencias. Se tiende también a trasladar las posibles ocurrencias de entonces del original en interior de enunciado a su encabezamiento. Así, en las fuentes hallamos: “Dixo Apoliano al juez” (LzGd15001); “Et dixo estonce Apelljano” (H-I-14) donde hay en VCM Entonces un onbre que ý era llamado Apopillario (200v). Igualmente también se observan reemplazos un grado más allá: el entonces del original pasa a ser una subordinada final en (8)

E cada día, en las siete oras del día, la alçavan los ángeles en el aire, e estonce oía ella en las orejas del cuerpo cantares gloriosos de los ángeles del cielo (MP8, 212) → E dizen que cada día a las oras canónicas

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la levantavan ángeles en el aire porque antes que salliese del mundo gustase aquella muy suave melodía del paraíso (193v). También al servicio de un ordenamiento temporal no paratáctico está la introducción o el refuerzo de cláusulas absolutas; así, en la historia de santa Petronila, vemos en las fuentes: “sanola el Señor conplidamente e vino a ella un conde que avia por nombre Flaco por la tomar por muger” (BN780), en tanto que en VCM hallamos: sanola perfectamente, e la qual, recobrada la salud, fue un conde llamado Flaco por la su grand fermosura para se la tomar por muger. Es interesante observar que hay un gran número de cambios que incluyen la inserción novedosa de relativo el qual: “vino Juliano e fizo encender un forno” se convierte en subcedió Julliano, el qual mandó encender un forno (VCM, 196r); el gerundio absoluto de las fuentes: “oyendolo Juliano” pasa a ser en VCM lo qual oyendo Juliano. En efecto, el qual multiplica sus ocurrencias en el siglo XV y es uno de esos rasgos característicos de la prosa latinizante de la época. Como se ve en el ejemplo anterior con gerundio, el encaje de relativos no suele provocar borrado alguno de cláusulas absolutas. También este método de junción (grado 5 en la escala de Raible, más orientado, por tanto, hacia la integración que hacia la agregación) multiplica sus ocurrencias en VCM con respecto al texto de partida. Lo que en la vida de Santa María de Egipto es “E él, oyendo quel nonbrava, estando el abad arecido, diole el manto, e echóse en tierra, e rogóle que le diese su bendición” (MP8, 121) se enmienda en VCM para ser: Él, en oyendo su nonbre, maravillose e diole el manto e echado en tierra rogola que lo bendixiese (179r). Hay también inserción de relativo al servicio del otro cambio que hemos visto anteriormente: la creación o el refuerzo de la conexión temporal. Así: “E a cabo del servicio fecho, dixol sant Pedro” (MP8) es modificado por don Álvaro: Lo qual fecho dizen que le dixo el padre (VCM). Relativo el qual y participio absoluto se unen en el siguiente ejemplo para modificar la lectura de la fuente que inserta un procedimiento de tematización con mera dislocación a la izquierda (un conde), dicho procedimiento de concesión de relevancia en la estructura informativa es también rehecho y dilatado en el texto meta: “E después que ella començó a ser muy acabada en el amor de Dios, luego la sanó muy conplidamente. E otrosí un conde que avía nonbre Flaco, veniendo para ella, que la tomaría por muger, ca era muy fermosa” (MP8) es modificado y resulta en VCM: Desqu’el padre conosció La forma qual aparece ya con artículo en el siglo XIII, y desde entonces, su productividad aumenta; su uso en el siglo XV es extremado: Lapesa (1966: 392) afirma, en caracterización ajustadísima, que el cual “se pone de moda en el siglo XV como relativo literario y enfático”. Este relativo, teñido desde sus primeras apariciones de carácter culto, encuentra su momento de mayor apogeo en la literatura cuatrocentista. El estudio de Eberenz (2000: 337 y 339) sobre un corpus de textos de esta época lo muestra.  



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que todos sus pensamientos tenía ella cerca del servicio de Dios sanola perfectamente, a la qual recobrada la salud fue un conde llamado Flaco por la su grand fermosura para se la ayuntar en casamiento, al qual Petronila dixo (182r). En general, se puede afirmar que esta anaforización del discurso mediante relativo puede servir como refuerzo también del carácter argumentativo propio de VCM: estamos ante un texto recorrido por una dimensión argumentativo-persuasiva, se trata en él de convencer al lector de las bondades femeninas. Las anáforas sirven para reforzar topicalmente el referente, con lo que se logra dotarlo de relevancia discursiva. La caída del nivel de agregación y el incremento subsiguiente en el de integración son responsables de variaciones como las que siguen, donde aparecen enunciados finales y completivos que no están en el original: (9)

Un mancebo que estava allend’el Ruédano, deseando oír las palabras, non avía nave nin barca en que pasase, e despojóse e començó a nadar, mas la fuerça del río arrebatól a desora e luego lo afogó (MP8, 234) → Estava un mancebo de la otra parte de la ribera del río e cobdiciando oír sus palabras porque non tenía barco despojose e cuentan que provó a ver si podría pasar a nado, mas dizen que fue luego por la fuerça del río arrebatado e que se afogó (VCM, 197r).

(10) Vete para sant Maximiano e dile esto: qu’el primero domingo que viene, que entre él solo en el oratorio, en el aquel tienpo que se solía levantar a matines (MP8, 213) → Ruegote que vayas a sant Maximino e cura de le dezir que el día mas cercano de la resurresción del Señor a la ora que se acostunbra levantar a maitines, entre solo al oratorio (VCM). En el segundo ejemplo, vemos que en la fuente la completiva recoge y explica a un demostrativo previo, en lo que, según Andrés Bello (1847: 323), era el origen de las oraciones completivas. Esta reformulación de la completiva en VCM deja fuera también un rasgo del original como el que pleonástico (que entre él solo). En estos casos, el que pleonástico introduce el verbo de la subordinada y establece una anáfora con el primer que, del que se halla separado por un segmento. El subordinante surge, más que para dejar clara la “jerarquía” de la frase –su organización interna y el carácter subordinado del verbo–, para atribuir el contenido de lo dicho a un enunciador ajeno. En VCM falta ese uso. No deben obviarse tampoco en este segundo ejemplo otros cambios de la fuente al texto También en este mismo ejemplo se observa una adición de los índices de citación ajena cuentan que, dizen que, sobre los que volveré más adelante.  

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como la conversión de los imperativos “vete” y “dile” en ruegote que vayas y cura de le dezir. Hay una fuerte tendencia a que en esa operación de refacción textual, oraciones en el texto de partida se conviertan en nominalizaciones en la obra de don Álvaro: (11) E el adelantado cubrió la cara con el manto, ca la non podié ver, ca tanta era la sangre que corrié de las feridas della, e desí mandóla meter en la cárcel (MP8, 204) → E él cubría el rostro con la falda por non ver tan grand derramamiento de sangre, e mandola quitar de allí e tornar otra vez a la cárcel (VCM, 188v). Igualmente, se pierde buena parte del discurso directo y de las frecuentes escenas dialógicas de la fuente, aun cuando el Libro Tercero de VCM siga recogiendo abundantes secuencias dialógicas: (12) E los marineros davan bozes, diziendo: -Echen en la mar este cuerpo ante que perezcamos todos, ca mientre aquí fuere connusco non cesará esta tenpestat (MP8, 210) → Los marineros davan bozes que fuese echado aquel cuerpo a la mar antes que todos peresciesen diziendo “En quanto tovieremos con nosotros este cuerpo muerto non cesará esta tenpestad” (VCM). Otra clase de cambios en esta operación de retextualización está en la deliberada inclusión de conectores con función propiamente ordenadora: por ejemplo, en la vida de santa Eufemia se narra cómo se hacen repetidos intentos por hacer descender a la mártir de una rueda en que estaba. El logro final de ese intento se expresa así en las fuentes: “Desende sacándola dende” (LzGd15001); “E con todo eso fízola el juez descender” (BN12689); “E con todo ello fízola el juez descender” (EscH-II-18); “E después que ella descendió” (EscH-I-14); “Sacola ende” (EscK-II-12). En VCM se prefiere emplear el conector al fin, que explícitamente indica “que lo narrado ocurrió al final de una serie de hechos” (Cano 2001: 198) y cierra globalmente el episodio previo. Esto es, declaradamente señala el final de la secuencia narrativa convirtiéndola en atrio, punto de partida para la aplicación moral subsiguiente. Hasta aquí se ha ofrecido una mera selección de la transformación sintáctica que sufre la materia hagiográfica cuando es vertida en el tratado argumentativo Virtuosas e claras mugeres. En esa interferencia entre un texto y otro, se ha mantenido el contenido pero la lengua del texto ha variado notablemente. Quizá sea preciso en este punto detenerse a considerar por qué en VCM hay un innegable



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rechazo por el mapa de junción oracional de la hagiografía, concentrado en el polo de la agregación, y una contundente disposición a desplazar las técnicas de junción hacia el ámbito de la integración. Huyendo de teleologías, cabe también preguntarse el fenómeno inverso: por qué la hagiografía se escribió privilegiando la sintaxis de coordinación y no con una sintaxis como la de don Álvaro. Preguntar porqués de la sintaxis medieval es exponerse a respuestas de tipo retórico; esto ya no es una novedad: los trabajos de la profesora López Grigera (1984, 1988a, 1988b, 1994 y 2004) han sido absolutamente reveladores en este sentido y han abierto las posibilidades explicativas de muchos fenómenos de construcción discursiva en diacronía10. Es necesario indagar en las retóricas vigentes en una época como códigos desde los que entender los patrones de organización sintáctica. La inadecuada identificación entre retórica y elocutio, elocutio y ornatus, ornatus y figuras, ha hecho que obviemos información histórica excepcional alojada en las retóricas, por ejemplo, la que aparecía al final de la elocutio, en los capítulos de compositio. En ellos se codificaban aspectos de taxis y sintaxis, estilística y organización de la frase11. Las informaciones sobre sintaxis incluidas en los tratados de retórica son muy distintas de las que se incluyen en las gramáticas. En estas los hechos sintácticos que se estudian se concentran en las clases de las palabras analizadas desde el ámbito de la lógica, y la exposición de las declinaciones; en tanto que los tratados retóricos atendían a hechos de sintaxis que hoy anacrónicamente podríamos calificar como hechos   Resulta obvio que no podemos justificar la utilización de uno u otro tipos de sintaxis a partir de una vinculación con la cronología de los textos. La anterioridad cronológica de la hagiografía no implica, evidentemente, que en su fecha de escritura se empleasen recursos sintácticos menos ricos o más primitivos. En este sentido, hay que repetir, de nuevo, la necesidad de matizar la tesis de Badía (1960) sobre la evolución de la sintaxis castellana desde el primitivismo de un estilo suelto (el representado por el Cid) hasta la elaboración alfonsí. Se percibe, en esta teoría, la idealización y concepción separada de tres “sistemas lingüísticos”: el latín y el español actual, caracterizados por la “riqueza sintáctica”, y el castellano medieval, pobre en nexos y en uso de la subordinación. Esta perspectiva, como afirma, entre otros, Barra (2002: 46), “deja entrever la influencia de factores ajenos a lo estrictamente lingüístico, puesto que coincide sospechosamente con la visión de la Edad Media como un oscuro paréntesis entre dos momentos florecientes de la civilización occidental”. 10  Otros trabajos de Cano Aguilar (1991, 2000) han incidido en esta relación. En este mismo volumen, el trabajo del prof. Girón Alconchel también advierte de la capital importancia de la retórica. Vid. también al respecto Pons/Kabatek (2007). 11  Además de la estructura de la frase, también las retóricas codificaban en el capítulo de la compositio la cuestión del orden de palabras. Era una cuestión de más tangencial tratamiento que la estructura de la frase. No había un canon de orden de palabras, solo se caracterizaban los fenómenos de hipérbatos, transposición o inversión. En este ámbito se observa de manera más acusada que en el de la estructura frásica la evolución desde el basamento en cuestiones rítmicas a las cuestiones lógicas.

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discursivos: la adaptación de la sintaxis al auditorio, la relación entre tipo de texto y tipo de sintaxis, la organización de la frase –ya mirada no con un prisma de análisis funcional, como hacía la Gramática–. Atendiendo a los dictados de la compositio, podemos empezar a contemplar las variaciones de un estilo literario, su sustitución por otro o la conformación de los rasgos constitutivos del estilo de una determinada escuela como cambios debidos, en gran parte, a cambios en el modelo retórico o, en última instancia, a cambios en el panorama cultural que dan lugar a cambios de retórica. La terminología que hallamos en la teoría de compositio es poco uniforme, dada la separación y variación de denominaciones a que dieron lugar las distintas escuelas, corrientes o autores. Prescindiendo de la teoría de las retóricas de tradición griega, herederas de Hermógenes y que no dejan impronta en la tradición ibérica hasta prácticamente el siglo XVI, las retóricas manejadas en los scriptoria y escuelas medievales dividen en sus apartados de compositio dos grandes tipos sintácticos: periodus y oratio, y, dentro de esta, oratio soluta y oratio perpetua. El periodus implica oraciones extensas, con frecuentes suboraciones y fuerte trabazón interna. Distinguen las retóricas dos tipos: periodo circular y de miembros; el circular se sostiene sobre las relaciones de prótasis-apódosis y antítesis: la segunda cierra lo introducido por la primera, y puede haber amplificaciones que extiendan los elementos adyacentes. El periodo de miembros tiene menor subordinación que el circular, hay en él más coordinación y yuxtaposición y abundan los incisos. Al estilo suelto corresponden otros rasgos: menor extensión de las oraciones, relaciones menos trabadas entre las partes... Por otro lado, la diferencia entre oratio soluta y oratio perpetua es tenue y reside, más que en rasgos intrínsecos, en características como el grado de planificación que muestra o el tipo discursivo donde aparece. La oratio perpetua prototípica se construye a base de razonamientos rectilíneos (por ejemplo mediante cadenas de concatenación paratáctica) en tanto que la oratio soluta es más espontánea, hecha de miembros más breves, y busca recrear un estilo más alejado de lo literario. Estilo periódico y estilo suelto (aquí sin distingos entre o. soluta y o. perpetua) corresponden al uso frecuente de una u otra manera de organización sintáctica. No hay correlato entre estos tres tipos de estructuración sintáctica y los tres estilos –alto, medio y bajo– que se separan también dentro de los propios capítulos de elocutio, pero sí hay fuertes tendencias a relacionar cada tipo de sintaxis con un tipo de texto o, mejor, con un tipo de discurso. El manejo de principios retóricos subyace a la sintaxis de Jacobo de la Vorágine tanto como a la de Álvaro de Luna. El primero está empleando el estilo que las retóricas medievales prescribían para los textos que formaban parte de predicaciones. Como cualquier otro autor medieval, Vorágine operaba con los condicionamientos impuestos por la retórica, una retórica que había añadido desde la Edad Media a los



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tres tradicionales géneros retóricos clásicos (genus iudiciale, genus deliberativum y genus demonstrativum) las tres artes nuevas: ars praedicandi, ars dictaminis y ars poetriae. Para la ars praedicandi, las retóricas gestadas desde el cristianismo habían consagrado como estilo característico de su prosa el llamado sermo humilis, esto es: el estilo poco cargado, sencillo y sin periodos extensos. Desde la Edad Media, el estilo característico de la literatura cristiana –el sermo humilis [...]– entró en confrontación con el sistema religioso de raíz clásica: no hay asuntos más elevados que los relativos al dogma religioso; sin embargo, en aras del didactismo, conviene emplear un registro sencillo para exponerlos. De esta forma, se produce una discordancia entre la nobleza del tema y la humildad del estilo empleado (Azaustre/Casas 1997: 82).

En la escritura latina de la Legenda Aurea, al igual que en sus posteriores traducciones romances, ese sermo humilis se configura en la sintaxis mediante el uso de abundante coordinación y de los tipos básicos de subordinación (completivas, temporales, locativas, causales, aunque no falten ejemplos, por supuesto, de ninguna de las demás). Para la elección de ese modelo sintáctico, no debió de pesar solo el repertorio de imperativos que sobre ars praedicandi circulaba en su tiempo, también la propia retórica clásica autorizaba el empleo de coordinación constante para la prosa narrativa (Scaglione 1972: 28). Las retóricas recomendaban al orador que emplease la llamada oratio concisa (relacionada con la prosa soluta o libre) en diálogos; en monólogos y narraciones debía emplearse la llamada oratio perpetua, que representa el estilo paratáctico: una sucesión de frases coordinadas, con ocasional hipotaxis –relativas sobre todo, según las retóricas–, sin un núcleo central y con una articulación en frases sucesivas. Los exempla, básicamente prosa narrativa que se cuenta como si fuera realmente crónica, son escritos por Vorágine con el estilo propio de la prosa histórica: la oratio perpetua, un estilo que, además, se ajustaba al imperativo de sermo humilis con el que se lograba acceder al pueblo. Por supuesto, no era ese sermo humilis sino un complicado estilo periódico el que se empleaba cuando la materia religiosa no se utilizaba en prédicas al pueblo sino en discursos escolásticos que debatían cuestiones de la teología más rancia. Lo curioso es que uno y otro entrarían dentro de la clasificación de cualquier manual al uso dentro de una aparente misma dirección discursiva de “discurso religioso”, sin ser, como vemos, tradiciones discursivas comparables lingüísticamente. Este estilo de predicación no permaneció inamovible: del siglo XV al XVI hubo un importante cambio en las artes de predicación, consecuencia del cambio en los paradigmas retóricos y de la exigencia de adaptar la sermonística a los nuevos tipos de devoción. El Renacimiento rescató en el siglo XVI la retórica clásica, y el sermón como genus demonstrativum abandonó la disquisición teo-

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lógica y buscó conmover al pueblo. Ello conllevó, curiosamente, el abandono de la hagiografía como procedimiento de conmoción y el recurso a la figura de la evidentia, del “poner ante los ojos”, una figura que se relaciona incluso con el auge del realismo literario en el siglo XVI (López Grigera 1984: 68). Esto es preceptuado en obras de Erasmo, explica la crítica de Vives y puede ser un factor más que justifique el hundimiento de la Legenda Aurea en los siglos XVI y XVII. No podemos decir que la fuente hagiográfica sea “primitiva” en su sintaxis o que esté menos elaborada conceptualmente. Es un trasvase de lo que estaba escrito en latín, y en latín estaba escrito así en consonancia con el imperativo retórico de la ars praedicandi. Don Álvaro se ocupa del estilo en oratio perpetua del original y trata de convertirlo en el estilo periódico exigido para la tratadística, en un ejercicio de estilo que fue frecuente en la educación escolar de la época12. La constelación de elementos de junción que corresponde a cada TD no parece, pues, determinada simplemente por el puro discurrir y sucederse de textos, por la mera herencia, por una especie de “costumbre” lingüística: en la Edad Media está orientada, constreñida, por los imperativos de una retórica que con el sucederse de los textos se hace algo característico. Además de la dilatación de la sintaxis, acomodándola a las exigencias retóricas de la TD meta y revelando en esa acomodación los hábitos sintácticos preferidos por los escritores de la época, encontramos intervenciones del autor manifiestas en estos otros planos. Así, se multiplican en VCM –y no figuran en los santorales de partida– las atribuciones de la responsabilidad enunciativa a un decir ajeno, marcas que llaman la atención sobre la heterogeneidad y la polifonía del relato. En estas vidas de santas se repite como indicio de polifonía la presencia de un verbo enunciativo en tercera persona, sobre todo en construcciones en plural con sujeto indefinido (dizen que, cuentan que...) o en singular dentro de una estructura impersonal (se cree que, se dize que...), construcciones que vagamente cargan la responsabilidad enunciativa sobre un sujeto ajeno al locutor y hacen presente una instancia locutiva nueva, marcando una distancia significativa en la reproducción del discurso ajeno. No estamos propiamente ante discurso indirecto, al menos en su sentido tradicional de transposición de unas palabras orales al discurso escrito, sino ante un mecanismo de atribución con una realización sintáctica poco cargada de señales demarcativas: 12  “Syntactically speaking, the transformation of an oratio perpetua into a periodus is essentially a matter of subordinating the logically or factually secondary” (Scaglione 1972: 31). Lausberg (1949: 147) pone el ejemplo “Homines defoderunt in terram... ignemque circumposuerunt, ita interfecerunt”, que se transforma en “Homines in terram defossos igni circumpositio interfecerunt”.



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(13) Fablando dellas los autores dizen que sienpre se deleznan e se van de las manos (90r-v); Mayor cosa es ser escogido por Dios segund que los gentiles dizen que lo fue aquel Cipión Nasica (120v); Non se si fue este aquel que fue sabido que pintó las fojas de las yervas todas e las raízes por dar conoscimiento d’ellas, puesto que algunos dizen que a este non llamavan Tractino (151r). Con estos dizen que el autor parece querer distanciarse, no cargar con la responsabilidad de lo dicho, y ubicar todos esos relatos de suplicios, apariciones, amputación de miembros y milagros póstumos en la esfera de lo autorizado por otros y asumido por él. Otro importante brote de cambios se observa en forma de añadidos ponderativos y desarrollo de marcas específicamente argumentativas. Buena parte de las intervenciones de don Álvaro se destinan a intensificar la dimensión argumentativa de los ejemplos. Los textos de vidas de santas están mayoritariamente constituidos por una sola secuencia narrativa; don Álvaro, o bien se limita a tomar esa secuencia narrativa, o la enriquece con una secuencia deliberativa (situándola en el inicio o en el fin del exemplum). En las propias secuencias narrativas también inserta el Condestable elementos evaluativos, por ejemplo epítetos que ponderan superlativa o infralativamente la virtud o la maldad de los personajes sin desviarse del decurso narrativo de la fuente. Así ocurre cuando se habla en VCM de la muy santa virgen Crispina o el mal onbre Julliano donde las fuentes hablaban sucintamente de “Crispina”, “santa Crispina”, “Juliano” o “el adelantado Juliano”. También hay intervenciones de más peso, por ejemplo, incisos: en la vida de santa Marta se añade este: Apenas creí que podía caber en onbre de poder contar sus alabanças; o donde las fuentes dicen: “E nunca fallamos que fue casada mas siguie sienpre a Jesucristo” (EscH-I-14), hay una dilatación argumentativa en VCM: Es cierto que servía con grand diligencia a Jesucristo, lo qual non es poca presunción de santidad, e después. El plano de los cambios en la selección léxica es el nivel de análisis contrastivo que debe ofrecernos conclusiones más provisorias, porque, sin saber con certeza cuál es el manuscrito exacto del que parte don Álvaro, no podemos descartar que determinado vocablo no estuviera en el texto de partida. Aun así, podemos aventurar algunas hipótesis en este plano debido a la muy regular selección léxica que hay en todos los manuscritos derivados de la obra de Vorágine. Por ejemplo, en la vida de santa Crispina los tres testimonios conservados escogen el verbo resucitar para referirse al milagro que la santa practica sobre el encantador de serpientes:

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(14) Rresucitó al encantador que fuera muerto (BN780); Rresucitó al ome muerto (EscH-I-14); Al ome muerto resucitolo (K-II-12). En VCM se elige una perífrasis que atenúa el conflicto teológico que podía suponer admitir una resurrección no practicada por Cristo: Ella tornó al onbre muerto a vida (196r). Esta alteración consuena con otra que se detecta en ese mismo capítulo de santa Crispina: la acción que en los manuscritos hagiográficos se expresa como “Crispina mando a las serpientes que se fuesen” es en VCM (196r): “Mandó de parte de Dios a las serpientes...”, un añadido que se destina a dejar explícita la naturaleza delegada de su poder. Igualmente, en el capítulo de santa Crispina la acusación de que la mártir no se quemaba en el fuego porque hacía “encantamientos” es reemplazada en VCM por artes mágicas, sintagma que consigue ubicar más concretamente el debate entre lo sobrenatural pagano (‘lo mágico’) y lo sobrenatural cristiano (‘lo divino’) en los términos con que se abordaba este asunto en las obras de catequesis. Más inocentes ideológicamente parecen ser otros cambios léxicos que se practican, relacionados con preferencias de estilo: “aver miedo” en los santorales derivados de la Legenda Aurea se convierte en pasmarse (Crispina, 196r) en VCM; “salir leche” se cambia por manar leche (Crispina, 196r); “sañudo” se relega en favor de airado (Crispina, 196r); “somorgujar las naves” (‘hundirlas’) se hace anegar en la vida de santa Marta (y aquí es inevitable recordar cómo Herrera le censuraba a Garcilaso el uso de somorgujar). Otras veces hay sustituciones de lexemas simples por giros perifrásticos: “oír” se convierte en venir a orejas de (Crispina, 196r), “adormecerse” o “dormirse” en las fuentes de santa Lucía es darse a sueño en VCM (174r). En conclusión, se observa que don Álvaro se acerca a la fuente del Tercer Libro principalmente para practicar sobre ella operaciones de alteración, atingentes tanto al nivel de los contenidos (omisión de las escenas más brutales) como al nivel de los usos lingüísticos (variaciones en la selección léxica, cambios en la organización interoracional). Ya he explicado cómo es un precepto emanado de las retóricas el que la sintaxis de la argumentación fuera una sintaxis periódica (esto es, circular, extremadamente integrativa), pero me parece que solo con ese dato no se puede dar cuenta de todos esos cambios que se dan en esa retextualización que practica don Álvaro. La cuestión parece más compleja y no creo que pueda zanjarse solo con un recurso a los imperativos retóricos. Estamos ante un problema de exigencias de tradición discursiva, y parecen darse otros elementos constitutivos dentro de esa tradición del tratado que no estaban codificados por las retóricas.



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5. El tractatus cuatrocentista, al servicio de la distancia comunicativa Con un poco de perspectiva histórica, es posible observar la coexistencia en la lengua castellana cuatrocentista de dos clases de cambios lingüísticos distintos (vid. al respecto Pons Rodríguez 2006 y Pons Bordería –en este volumen): –unos desde abajo hacia arriba, que provocan la modificación de estructuras históricas en el idioma en procesos de cambio paulatino, iniciados unos antes del siglo XV y otros comenzados en la propia centuria y que protagonizan progresos de diferenciación o de confluencia lingüística entre formas: declive de la interpolación, agotamiento de la configuración , descenso de las formas demostrativas incrementadas aqueste/aquese, progresivo descenso de haber como verbo de posesión, ocaso de los participios en -udo... –otros cambios desde arriba hacia abajo que cambian la dirección con la que tradicionalmente se concibe la difusión de los cambios lingüísticos13. Son cambios motivados por un deseo de hacer posible el estilo elevado que las retóricas reservaban tradicionalmente al latín en un romance que se consideraba adecuado únicamente para los estilos medio y bajo. A este tipo responderían cambios como el trasplante del Accusativus cum Infinitiuo al español, la preferencia por la colocación del verbo a final de frase, el uso del participio de presente, la fuerte introducción de latinismos léxicos, rasgos todos venidos del latín –o aparentemente del latín, pues sabemos que funcionaron de forma intensa como lenguas puente el francés, el catalán y el italiano–. Esos cambios quedan finalmente reducidos a un conjunto más o menos cerrado de rasgos –en Pons (2006) están inventariados y la lista no supera la decena– pero son los que habitualmente han servido para caracterizar la personalidad lingüística del español del Cuatrocientos. Estos cambios lingüísticos “desde arriba” se caracterizan por tener una introducción muy brusca, una plasmación discursivamente condicionada y una difusión cronológicamente acotada. Lo habitual es darlos por muertos o fracasados ya a fines del XV y minimizar sus efectos en la historia de la lengua española. Pero es una caracterización que precisa de tantos matices que casi merece ser corregida por completo. No me detendré ahora a valorar lo peligroso de ese enfoque teleológico, que escribe ex negativo la historia del español del siglo XV como la época de los “ensayos” fracasados de la Edad Áurea de los siglos XVI y XVII. Tampoco hay espacio para desmontar esos tópicos historiográficos sobre la aparente desaparición de los cambios latinizantes con la mudanza de siglo: hasta 1550 se dejan ver con gran vitalidad muchos de esos cambios, otros incluso perduran en estado de latencia y eclosionan de nuevo, para Con todo, esta dirección de difusión del cambio cada vez se está teniendo más en cuenta; véanse al respecto, en este mismo volumen, los trabajos de Mario Barra y Salvador Pons sobre la influencia del latín en la introducción de recursos textualizadores en castellano. 13 

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luego desaparecer, en el siglo XVIII. En el plano léxico, es cierto que se perdió buena parte de la latinización léxica desplegada en Mena, Santillana o Rodríguez del Padrón, pero otros latinismos léxicos se implantaron en la lengua y han llegado hasta la actualidad. En resumen, no se puede simplificar ni el efecto ni la extensión cronológica de esos cambios. Una vía para dar cuenta de la magnitud de esas innovaciones cuatrocentistas es el recurso al concepto de “distancia comunicativa” en la definición que de él hicieron hace años Koch y Oesterreicher (1990 [2007]). Según estos autores, es necesario reformular el espacio variacional de las lenguas para integrar en él una oposición hablado-escrito que funciona en un eje gradual desde la inmediatez comunicativa (concepción hablada) a la distancia comunicativa (concepción escrita). Estos cambios latinizantes, a la búsqueda de ese estilo elevado de las retóricas, pueden interpretarse como un intento de constitución de una nueva lengua de la distancia comunicativa, un deseo de apropiación aún mayor del ámbito de la distancia comunicativa, de responder funcionalmente a condiciones comunicativas distintas de las que operan en la inmediatez de lo concepcionalmente hablado. Este ideal de distancia comunicativa da lugar a una operación de elaboración intensiva del idioma muy interesante, con un recurso a la latinización que no había mostrado esos perfiles en la época alfonsí, momento fundamental para la elaboración intensiva y extensiva del idioma14. Ahora bien, la formulación de ese ideal de distancia comunicativa no se sustancia solo en el recurso a la relatinización multidimensional (cfr. Raible 1996). El lector asiduo de obras cuatrocentistas sabe que en muchos textos de la época parecen ocurrir otras cosas además de los consabidos cambios por diferenciación, confluencia o latinismo, y muchos de los autores que podríamos reconocer como estilísticamente muy cuatrocentistas (Cartagena, El Tostado) tienen un uso parco, muy moderado de latinismos. Esa operación de “traerse” rasgos lingüísticos del Kloss (1952/1978) separaba dos tipos de idiomas: Abstandsprachen, o lenguas de la distancia, y Ausbausprachen, o lenguas por/en elaboración. Se conciben como lenguas de la distancia aquellas que están suficientemente alejadas de otras como para ser consideradas dialectos, en tanto que lenguas por elaboración son las lenguas que se utilizan en todos los registros tras haber pasado por un proceso consciente de elaboración. Si el término de lengua estándar corresponde a las que poseen ya un registro imitable, normativizado y normalizado, los términos de Kloss sirven para trabajar con idiomas que están gestando ese estándar, es decir, son términos graduales. Dentro de la división de Kloss pueden separarse dos tipos de elaboración paralelas: la extensional y la intensional. La elaboración extensional es la apropiación gradual de tradiciones discursivas propias de la distancia comunicativa; a la elaboración intensional corresponden otros procesos, por ejemplo, el desarrollo de conectores, desarrollo de la estructura informativa de la frase, intensificación en la producción de sustantivos abstractos, etc. Vid. también al respecto de la teoría de Kloss, Muljačić (1986), Koch/Oesterreicher (1990) y Kabatek (2005a: 45-67). 14 



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latín es solo una muestra más (no la única ni tal vez la más importante, aunque sí la que más se ha destacado historiográficamente) de una tendencia a buscar una apropiación aún mayor del ámbito de la distancia comunicativa, tendencia que recorre el siglo y que se manifiesta también en la forma lingüística de los textos. Cambios como los que hemos comentado que se producen desde las historias hagiográficas hacia el tratado VCM de Álvaro de Luna se sitúan todos en una misma pretensión de acentuar la distancia comunicativa del texto meta. Efectivamente, hay un cambio exigido por las retóricas, de oratio perpetua a periodus, pero también hay una constatable pérdida de privilegios de figuración de los campos deícticos, una manifiesta ampliación de la paleta de juntores utilizada, y toda una serie de transformaciones que están acrecentando el anclaje cotextual del discurso, aumentando su grado de planificación y reduciendo anclaje contextual. El propio logro de mayor cohesión discursiva (con inserción de subordinantes temporales, con conectores o estructuras relativas) es un síntoma de distancia comunicativa: más anáfora es también más continuidad referencial, más explicitud en la linealización del texto y menos confianza en la elipsis, un rasgo –la ausencia de elipsis– típico de la lengua de la distancia del Cuatrocientos. La configuración formal del discurso mediante sintaxis más integrativa que agregativa permite trazar una correlación –que no es fortuita ni es la primera vez, por otra parte, que se hace– entre los polos inmediatez/distancia del modelo de Koch-Oesterreicher y los de agregación/integración del modelo de Raible. La introducción de citas aleja cognitivamente el discurso, situándolo del lado de la autoridad ajena y asumida; la eliminación de que enunciativo sustrae del discurso un rasgo característico de lo concepcionalmente hablado. Igualmente, los cambios comentados en el plano léxico persiguen también una sustitución del léxico de la fuente por formas de denotación más específica15. En definitiva: siendo tanto la hagiografía como el tratado filógino discursos nacidos de autores con cierto grado de cultura letrada, parece que don Álvaro sentía el apremio de huir de todo lo que estuviera más cercano a lo hablado concepcional, y que esa tendencia en absoluto se dio en la TD de la prosa hagiográfica. Esa tendencia que recorre la lengua de la época recorre pues en paralelo la de una de las TD más típicas del XV: el tratado. Que en el ámbito de la prosa culta expositiva cuatrocentista la TD fundamental sea la tratadística no es casual ni mero producto de una inercia histórica. De una corte fuertemente politizada, receptiva a nuevos materiales que debe ajustar y hacer convivir con los materiales tradicionales, y en una época, el otoño de la Edad Media, que es el momento de 15  No se puede saber si había marcación de distancia comunicativa en los elementos elegidos en cada uno de estos pares, pero no parece casual que gran parte de las coincidencias vayan en la línea de sustituir una expresión patrimonial por un cultismo o una voz menos extendida; así, pasmarse era para Nebrija todavía una voz de ámbito médico.

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la forma, el ceremonial, el símbolo y la protocolaria exhibición pública, es lógico que se difundan exposiciones razonadas que expliquen y argumenten sobre los modos en que ha de conducirse el hombre en el ámbito social y moral. El tratado recibió materias de todo tipo: prosa doctrinal de tipo religioso, político, filosófico, pedagógico, moralizante, sapiencial..., todo ello con la divisa genérica de la inexistencia de estrategia narrativa global. Pero en el propio final del siglo XV se observa su evolución como TD: al siglo XVI no llega ya ese tratado medieval expositivo y férreamente organizado. La transformación de la TD del tratado es clave en el cambio de configuraciones textuales del XV al XVI: por un lado el tratado deja la base para la aparición posterior de una TD como el ensayo16, por otro lado –y esta evolución fue mucho más temprana que la ensayística– en el propio siglo XV observamos que el tractatus, cuyo emblema genérico era la falta de narratividad, evolucionó hacia estructuras narrativas. Efectivamente, el tratado evoluciona, justamente a partir de los tratados filóginos (de los cuales VCM es parte representativa, junto con el Tratado en defensa de virtuosas mugeres de Diego de Valera, Triunfo de las donas y Siervo libre de amor de Rodríguez del Padrón), hacia la novela sentimental. El problema de la narratividad termina dando lugar a una nueva tradición discursiva, un prototipo narrativo nuevo, el inicio de una TD de enorme éxito que perdura hasta el XVI, con refundiciones en el XVII. Tenemos, pues, un conjunto de obras ligadas por un mismo fenómeno de evocación: se combina una serie de elementos pero la constante “forma textual” va evolucionando. 16  De hecho, una diferencia fundamental entre el tractatus y uno de sus herederos genéricos, el ensayo, está en su diferente organización formal. Hablamos de género ensayístico, partiendo de los Essais de Michel de Montaigne (1580-1588). Pero se peca (a veces de forma deliberada) de anacronismo en la aplicación del término ensayo: si la obra de Montaigne inaugura el género, no se pueden proyectar sus características sobre la literatura precedente. Cierto es que la aparición del ensayismo dispensa de un sentido nuevo a los textos prosísticos donde se expone ideología, ya que aparecen como ensayos del ensayo (Morrás 1994: 68), pero faltan no pocos de sus rasgos diferenciales, que solo podían venir con el asentamiento del Humanismo y la nueva actitud ante la tradición literaria. Como rasgo propio del ensayismo primero (Gómez 1994) está el ordo neglectus (el descuido suelto y puro que Garcilaso reclama para su epístola a Boscán, hay ensayismo disfrazado en el molde de la carta), es decir, la exposición doctrinaria en estilo aparentemente espontáneo. El propio ensayo se configura, pues, como una superación del modo expositivo de los textos doctrinarios medievales a los que suceden textos más abiertos, con un rasgo en ausencia como característica fundamental: la falta de un marco retórico. Cierta preferencia por la ética como temática puede determinarse como herencia que recogen de los tractati anteriores (que abordaban tanto la ética como otras cuestiones menos abstractas). Gómez (1996: 135) señala: “Como forma literaria que nace en el siglo XVI, el ensayo lleva aparejada una cierta visión del mundo, una expresión del pensamiento, que se asocia con algunos de los rasgos considerados como característicos de la cosmovisión renacentista: el individualismo, el predominio de la vida civil, el relativismo moral, la preferencia por los sistemas de conocimiento no sistemáticos”.



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Un último pasaje puede darnos una idea global del nivel que alcanza esa operación de hipercaracterización de la distancia comunicativa. En la vida de santa Lucía, los flos sanctorum manejados retratan a la madre de la santa diciéndole esto: (15) Cierra los mis ojos primeramente e después faz lo que quisieres de todas mjs riquezas (LzGd15001); Fija, cubre primero mis oios e después faz lo que quisieres de todo lo que te quedare después de mi muerte (BN12688 y muy similar EscH-II-22); Cierra primero los mis ojos e después faz lo que qujsieres de todas mis riquezas (EscK-II-12); Cierra los mis ojos ante e después faz lo que quisieres de todas las mis riquezas (EscH-I-14). Esa respuesta es en VCM la siguiente: Enantes otorga tus manos a tu madre al postrimero oficio del cerrar de los ojos, e después faz de mi fazienda a tu guisa (174v), un enunciado en el que se mantiene el contenido de lo expreso en las fuentes con bien distinto “significante”: no hay vocativo, el hablante habla de sí mismo en tercera persona, el imperativo cierra los mis oios es cambiado por el más genérico el oficio del cerrar de los ojos, las riquezas se han convertido en la fazienda, el resuelto faz lo que quisieres es en don Álvaro faz a tu guisa... En un ejemplo tan breve se manifiestan distintos procedimientos léxicos y sintácticos mediante los cuales se reduce la implicación del locutor en el enunciado, el grado de emotividad y, en consecuencia, el grado de inmediatez comunicativa. Empecé estas páginas refiriéndome a la discusión sobre la novela sentimental y he tratado en este penúltimo epígrafe del interesante desarrollo que el tratado sufrió para terminar dando lugar, en una de esas evoluciones, a la narrativa sentimental. Este discurso de la madre antes de morir, ¿no recuerda vagamente al lector el que se pone en tercera persona en boca de Leriano antes de morir en una novela sentimental de éxito enorme a fines del XV, la Cárcel de amor? 6. Conclusión De nada nos sirve una clasificación histórica de los textos medievales castellanos que los descomponga en categorías herméticas o discretas; tampoco nos valen concepciones de los discursos como constructos monotípicos: si queremos dar cuenta de la relación de la textualidad medieval con el código que le da cuerpo, habremos de buscar una teoría de la clasificación textual que considere los rasgos lingüísticos y su relación con las condiciones de enunciación, que contemple los discursos como objetos sociohistóricos en los que se puede seguir la relación entre los cambios en la historia social y los cambios en los tipos de discursos.

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La observación de los procedimientos de construcción textual de ese grupo de textos que hoy agrupamos bajo el rubro de ‘obras dirigidas a defender a la mujer’ nos manifiesta cómo esta centuria no es solo la de la relatinización sintáctica y léxica superficial desde el latín al romance, sino también una época en que se produce un aprovechamiento muy interesante y profundo de las posibilidades expresivas de discursos sólidamente enraizados en lo medieval, como la hagiografía. Pero todos los recursos, desde el latinismo a la refacción textual, están al servicio de una elaboración intensiva a la búsqueda de la distancia comunicativa. Un modelo de escritura de amplia recepción como las vidas de santos, que sabemos que tuvieron un rendimiento efectivo en la producción de textos medievales, nos ha servido para comentar qué tipos de cambios provocaba en el aspecto lingüístico de un texto su volcado en una tradición discursiva distinta, en este caso la tratadística, con unas exigencias retóricas de fondo. El fin principal de esas operaciones es, según pienso, la alteración de la fuente para incrementar el grado de distancia comunicativa. 7. Referencias bibliográficas Adam, Jean-M. (1997): Les textes: types et prototypes. Récit, description, argumentation, explication et dialogue. Paris: Nathan. — (1999): Linguistique textuelle. Des genres de discours aux textes. Paris: Nathan. Aschenberg, Heidi (2003): “Diskurstraditionen – Orientierungen und Fragestellungen”, en: Aschenberg, Heidi/Wilhelm, Raymund (eds.): Romanische Sprachgeschichte und Diskurstraditionen. Tübingen: Narr, 1-18. A zaustre, Antonio/Casas, Juan (1997): Manual de retórica española. Barcelona: Ariel. Badía, Antonio (1960): “Dos tipos de lengua, cara a cara”, Homenaje ofrecido a Dámaso Alonso, I. Madrid: Gredos, 115-139. Baños Vallejo, Fernando/ Uría Maqua, Isabel (2000): La leyenda de los santos (Flos sanctorum del ms. 8 de la Biblioteca de Menéndez Pelayo). Santander: Asociación Cultural Año Jubilar Lebaniego. Baños Vallejo, Fernando (2003): Las vidas de santos en la literatura medieval española. Madrid: Ediciones Laberinto (Arcadia de las Letras). Barra Jover, Mario (2002): Propiedades léxicas y evolución sintáctica. El desarrollo de los mecanismos de subordinación en español. A Coruña: Toxosoutos. Beaugrande, Robert de/Dressler, Wolfgang (1981 [1997]): Introducción a la lingüística del texto. Barcelona: Ariel. Versión española de Sebastián Bonilla. Bello, Andrés (1847): Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, en: Gómez Asencio, J. J. (ed.) (2001): Antiguas Gramáticas del Castellano. Madrid: Fundación Histórica Tavera (Clásicos Tavera, Serie VIII: Lingüística y antecedentes literarios de la Península Ibérica, vol. 1, 63).



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Dinámica de estructuras actanciales en los Siglos de Oro: el ejemplo del verbo encabalgar

Wulf Oesterreicher

En lo que sigue me gustaría presentar una serie de reflexiones nuevas sobre un tema y un verbo que me interesan desde hace algún tiempo. Pero antes de entrar en la argumentación propiamente dicha me gustaría presentar una serie de textos. Comenzaremos, pues, por el nivel actual de la observación de lo lingüístico; los textos que vamos a comentar contienen ocurrencias del verbo que nos interesa; tendremos que interpretar y clasificar los usos del verbo en los textos para transformar los datos en hechos lingüísticos pertenecientes al nivel del análisis y la descripción idiomáticos; este segundo nivel es, pues, el que contiene las reglas y normas de las técnicas históricas del hablar y el que constituye el centro de interés de mi ponencia. En consecuencia, no voy a discutir a fondo cuestiones relacionadas específicamente con la documentación en la que se basan mis reflexiones. Abreviando la presentación y centrándonos ya en los datos seleccionados, podemos afirmar que el verbo encabalgar aparece en los textos tanto en formas finitas, como en las formas infinitas del infinitivo, el participio y el gerundio en tres contextos comunicativo-socioculturales; aparecen, además, formas de desencabalgar y, de vez en cuando, nos topamos con grafías diferentes, p. ej., encavalgando, etc. La presentación de los ejemplos va acompañada de un comentario continuo para indicar provisionalmente la construcción y el régimen del respectivo empleo de nuestro verbo.

Una versión de este texto con citas de fuentes más abreviadas se publicará con el título “Configuraciones actanciales – variedades lingüísticas – tradiciones discursivas” en las Actas del VII Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española (CIHLE) celebrado en Mérida, Yucatán, México, 4-8 de septiembre de 2006.   Los textos que figuran en el CORDE van marcados en las citas con [= C]; en las citas las formas que interesan se resaltan con cursiva y negritas.  

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1. Los tres ámbitos funcionales del verbo encabalgar 1.1. Encabalgar1: Etimológicamente hablando, la primera área de empleos se refiere, evidentemente, a las actividades que tienen que ver con los caballos. Corominas en su Breve diccionario etimológico de la lengua española da el año 1438 como primera documentación de encabalgar. Es interesante que en el Siglo de Oro la palabra encabalgar, como verbo intransitivo, con la acepción ‘cabalgar’, según Autoridades (1732: 424/1) “apenas tiene uso”; el verbo se emplea sobre todo en un sentido ya más extendido: “Proveer, prevenir caballos y tenerlos para servirse de ellos, y andar acaballo” (Autoridades 1732: 242/1+2). Encontramos ejemplos con este sentido transitivo desde la Edad Media; cito algunos ejemplos en orden cronológico: (1)

E poco tiempo después, el rey e reyna muestros señores determinaron de fazer armada de treynta caravelas e tres naos para enbiar en la Guinea, la capitanía general de las quales dieron a Carlos de Valera mi hijo, el qual lo tovo siete meses. En el qual tienpo barayó treze yslas de la Guinea, subjetas al rey de Portugal, e puso en ellas justiçia e forcas por el rey e reyna nuestros señores. E traxo dende trezientos negros, e prendió al capitán que en ellas tenía puesto el rey de Portugal, llamado Antonio de Noli; el qual lo enbió al rey, estando su alteza en la villa de Medina del Campo. El rey, usando de su acostunbrada humanidad e virtud, no solamente lo delibró, mas mandólo onorablemente bestir y encabalgar, y enbiólo a Portugal. (Diego de Valera, Crónica de los Reyes Católicos, 1487/88: 82) [= C]

Esta construcción puede ser representada, pues, por la fórmula V + CDPersona; el verbo significa ‘proveer caballos’ y tiene casi el sentido factitivo de ‘procurar un caballo para que una persona pueda cabalgar’; otro ejemplo de este mismo empleo: (2)

Y al tiempo quel dicho Pedro de Valdivia tomaba caballos á quien tenía más de uno, era por dar á otros que no tenían caballos, porque la tierra estaba de guerra y había necesidad de encabalgar á todos, y ansí vió este testigo, después que esto pasó, volvió á algunos de los dichos caballos á las personas que los habían tomado, aunque no estaban ya tales como cuando los tomó [...] (Anónimo, Información secreta, 1548: parr. 1) [= C]



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El verbo puede, como otros verbos transitivos, emplearse en forma pronominal con sentido pasivo; el CD de la construcción transitiva aparece ahora como sujeto; el verbo tiene en este caso la acepción ‘procurarse un caballo’ o simplemente ‘montar’: (3)

Asimismo mandó el Emperador pregonar públicamente en la plaza de Toledo á nueve días de Marzo cierta pragmática para que pudiese haber en estos Reinos mucha abundancia de caballos para ennoblecimiento y provecho de ellos, por la cual mandó que ninguna persona de cualquier estado, dignidad ó condición que fuese, Infante, Duque ó Marqués ó Conde ó de otra mayor ó menor estado ó dignidad, no anduviesen en mula ni en macho ni trotón ni jaca ni asno, en silla ni albarda, con freno ni con mueso, sino que todos los que quisiesen andar cabalgando anduviesen á caballo ó yegua á la brida ó á la jineta, que fuese de dos años y dende arriba, y porque más presto y con menos daño de sus súbditos se pudiesen encabalgar, tenía Su Majestad por bien que por tiempo de dos años primeros siguientes pudiesen andar y cabalgar en cuartagos, trotones ó jacas, siendo del tamaño y medida de una vara y dos tercias, so pena que el que cabalgase á mula ó caballo ó trotón ó macho ó hacanea no siendo del tamaño sobredicho que las Justicias se las matasen é hiciesen matar la tal mula ó macho, y que perdiese el trotón ó cuartago ó hacanea en que anduviese, y demás de esto incurriesen en 10.000 maravedíes de pena por cada vez que lo hiciesen para el que lo ejecutase; pero fué su merced y voluntad que los clérigos de orden sacra y beneficiados en iglesias, catedrales y colegiales y los frailes y las mujeres y los Embajadores que viniesen á sus Reinos y los que viniesen con los dichos Embajadores pudiesen andar en las cabalgaduras que trajesen, y que los correos pudiesen correr las postas en mulas y trotones y hacas ó hacaneas, aunque fuesen de la medida y tamaño susodicho [...] (Alonso de Santa Cruz, Crónica del Emperador Carlos V, ca. 1550: parr. 8) [= C]

Existe también la forma de raro uso encabalgante. Por otro lado, como muestran los ejemplos siguientes, es muy frecuente el empleo del participio de pasado; los ejemplos van sin comentar: (4)

[...] el Duque me ha enviado un paje para que vaya con la dama que ayer llevé, y quiere que le traiga una montería que tengo hecha del Rey de Troya con sus damas y caballeros, y que tenga cuidado de haceros ir, porque no perdais el juego de falta: yo querria que viniésedes, para que si

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os tengo de ganar, no sea por la falta que vos haréis en faltarnos, porque no digan que si yo gané en la conversacion, fué por vos no estar en ella; aunque más os conviene ir á vos que á mí, pues dirian las damas que no osais veros conmigo en el campo cerrado de la gala, que es en sarau, donde más se muestra quien es galan, pues el que no lo fuese en sala no lo será en calle, que por más que vaya bien vestido y encabalgado, no será sino don Juan Mula, ó don Pedro Caballo [...] (Luis Milán, El Cortesano, 1561: 206s.) [= C] (5)

Pero Pompeo, con otra traición grande que tenía encerrada en su corazón, no quiso adrezarse, ni consintió vestir sus criados; porque, al cabo de seis días, salieron todos los de la ciudad a recebir su rey con gran aparato y triunfo, sino Pompeo, que salió mal vestido y peor encabalgado. (Juan de Timoneda, El Patrañuelo, 1566: 241) [= C]

(6)

D’ello hobo gran placer, Con su cuñada ha hablado. Díjole: –¿Veis, Doña Sancha, Qué caballero esforzado Que es mi buen primo Alvar Sanchez Y tan bien encabalgado, Que ningun ha dado golpe Adonde él lo habia dado? Doña Sancha y los sus hijos Reindo d’ello han estado; Ninguno dió miente á ello, Que están las tablas jugando, Solo Gonzalo Gonzalez, El menor de los hermanos, Que á furto de todos ellos Cabalgaba en su caballo. Con él iba un escudero Que un azor lleva en la mano. (Lorenzo de Sepúlveda, Romancero general, 1580: parr. 15) [= C]

1.2. Encabalgar2: Pasamos al segundo ámbito comunicativo-sociocultural que, por razones que se apreciarán a continuación, presupone una transformación fundamental en la



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construcción del verbo encabalgar. La construcción que hemos visto en 1.1. y que exigía un complemento directo de ‘persona’ se construye ahora con objetos y artefactos; el origen de esta construcción reside en una acepción del tipo ‘cargar un caballo’, extensión metonímica del significado ‘servirse de caballos’. No puedo entrar aquí en el fascinante tema de la explicación semántica de este cambio, pero me parece evidente que, comparando nuestras lenguas europeas (y otras), podríamos encontrar, no solo desde una perspectiva cognitivista, paralelismos de este tipo de extensión semántica de las múltiples denominaciones de animales en el campo del sustantivo o de los verbos; ahora no se ‘cargan animales’ sino dispositivos, aparatos, cajas o carritos: encabalgar, encabalgamiento, caballete, cfr. también cabrillo; italiano incavallare, cavalletto, cavallotto, etc.; francés chevalet, etc.; alemán Bock, aufbocken, etc. Se trata en todas estas lenguas de una creación originariamente metafórica –porque no hay caballos– muy frecuente sobre todo en textos que representan un saber que se refiere a la práctica de actividades profesionales y técnicas, es decir, a la tecnología y la artesanía. Piénsese, por ejemplo, en la extensión metonímica de este uso en la minería, la carpintería, la pintura, y, sobre todo, en el arte militar. En una perspectiva variacionista y con respecto a las diferentes tradiciones discursivas, hay que poner de relieve que los empleos no muy específicos de encabalgar mencionados en 1.1. cambian considerablemente con este segundo tipo de usos; estos son muy frecuentes en los textos historiográficos, en los documentos notariales y los tratados de ciencia militar que se ocupan de la artillería y la puntería. Se comprenderá inmediatamente por qué es importante exactamente este último sector. Encabalgar una pieça de artillería quiere decir que los cañones, las piezas, se montan sobre una caja, un carrito u otra construcción; Boyd-Bowman cita una frase de una relación hispanoamericana del siglo XVI que describe un fuerte abandonado: “pieças de artilleria [...] están por encabalgar y sin genero de muniçion” (Boyd-Bowman 1971: 348/49). Repito, lo que interesa aquí no son la etimología ni las filiaciones metonímicas exactas de las diferentes acepciones de encabalgar que producen los empleos del verbo en este segundo campo; por esta razón, podemos contentarnos con la afirmación de que la palabra significa aquí en todos los textos fundamentalmente algo así como ‘montar los cañones en unas cajas o carritos (para poder apuntarlos al objetivo o tenerlos listos en caso de un ataque)’; por lo demás, tampoco es necesario discutir extensamente el antónimo desencabalgar. Quiero insistir, sin embargo, en el hecho de que, para la descripción lingüística, ya no tiene ninguna Cfr., por ejemplo, Bernardino de Escalante 1583; Diego García de Palacio 1583; Diego Álaba y Viamont 1590; Luis Collado 1592; Bernardino de Mendoza 1595; Cristóbal Lechuga 1611.  

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importancia en este estado de la lexicalización si en estas actividades se utilizaban caballos o no, lo que, a veces, en los textos es evidente (cfr. Escalante 1583: 130r-131r). Lo decisivo es la nueva significación ‘montar, preparar, orientar (una pieza de artillería con la ayuda de un aparato)’; la construcción del verbo se hace con un complemento directo no-humano, objeto o artefacto: V + CDobjeto. Así, en el Viaje de Turquía leemos en el párrafo sobre ‘El ejército’: (7)

MATA.– ¿De artillería es bien probeído? PEDRO.– No lo solía ser, ni tenía maestros que los enseñasen, principalmente el encabalgar las piezas en carretones, hasta que echaron los judíos de España, los cuales se lo han mostrado, y el tirar d’escopetas, y hazer de fuertes y trincheras y todos quantos ardides y cautelas que hay en la guerra, que no eran antes más que unas bestias. (Viaje de Turquía, 1557: 428)

En la Crónica de la Nueva España escribe Francisco Cervantes de Salazar: (8)

Ojeda le besó por esto las manos, diciendo que asaz le pagaba los servicios que le había hecho, y que en lo de adelante vería con cuánto mayor cuidado le serviría. Con esto se despidió muy contento. Luego por la mañana los carpinteros hicieron cepos para encabalgar los tiros que se traxeron. (Cervantes de Salazar, Crónica de la Nueva España, II, 1560: 138)

Similar es el ejemplo que ofrece González de Mendoza: (9)

A esta determinación se siguió luego la obra que duró los dos días y noches que tardó el corsario en venir, sin dejar un solo punto, ni exceptuar persona de ninguna calidad, entendiendo los valerosos soldados que, quedando con las vidas, el trabajo y cansancio tenía fácil reparo. Con este continuo trabajo pudieron hacer un fuerte de pipas llenas de arena y tablas, y otros pertrechos que la brevedad del tiempo les permitió, y encabalgar cuatro piezas de artillería muy buenas que en la ciudad había, las cuales puestas en buen orden, y recogida toda la gente de la ciudad al pequeño fuerte que hicieron, por providencia de Dios Nuestro Señor, como se puede creer, que no quería que las muchas almas que tenía en aquellas Islas, bautizadas y selladas con la lumbre del conocimiento de su santísima Fe, volviesen otra vez a ser enseñoreadas del demonio, de cuyo poder las había sacado por su infinita misericordia, que se perdiese la ocasión de la vecindad que estas Islas tienen con el gran



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Reino de la China, por donde quizá su Divina Majestad tiene ordenada la salvación y remedio de todo él. (González de Mendoza, Historia, 1585/86: 158s.) Muy interesante es el Discurso en que trata de la artillería con un tratado de fortificación donde en 1611 Cristóbal Lechuga explica una serie de figuras graficadas y nos ofrece montar como sinónimo de encabalgar: (10) Aviendo tratado de las piezas y caxa en que se ha de poner el cañon, siendo necessario que se haga esto con effecto y presteza, y que se diga antes de mostrar la pieza en la caxa, he querido poner en este lugar la cabrilla, con la qual me he hallado bien en campaña, y es la mesma que he introducido en este estado, y ha parecido bien por su ligereza y facilidad; no queriendo poner la diversidad de cosas que se usan en tantas partes para encabalgar y desencabalgar las piezas [...] La figura adelante muestra la cabrilla de las de atrás puesta en prófilo, y de la suerte que se pone para montar o encabalgar la pieza, o para ponerla o quitarla en las caxas o carros matos; advirtiendo que, si la parte donde acontece aver de hazer alguna de las dichas cosas, marchando, fuere el terreno blando, que se pone, para que no se pueda hundir, una cuña o madero debaxo de la pierna sola y de las dos assidas debaxo de la primera trabiesa, por cada lado una. (Cristóbal Lechuga, Discurso, 1611: 89-92) [= C] (11) Entró el arzobispo con su ejército, sin tener más recibimiento que el de innumerable multitud de cuervos y grajos que allí habitan, ni más arcos triunfales que los de las puentes, ni más aplauso que el de su misma confusa canalla. Residía ya Musiur de Burdeos como en casa propia, aunque tan desproveído de ajuar que fue menester traerle su cama. Dejémosle reposar, mientras en Caller procuraron limpiar y encabalgar toda la artillería, que es mucha y buena, acudiendo a esto el capitán de la artillería, ya comisario general de ella, Don Juan Bautista Pérez, hermano del capitán Pérez, que procedió tan valerosamente en la isla de Santa Margarita. (Diego Duque de Estrada, Comentarios del desengañado de sí mismo, 1607-1645: parr. 2) [= C] Como es de esperar, el uso del participio encabalgado es especialmente frecuente con una elipsis contextual del complemento ‘agente’. Doy solamente un ejemplo de la Relación de la jornada y conquista de la isla Tercera en las Azores del año 1583 en la cual el autor anónimo enumera la provisión de armas con que contaban diferentes fortificaciones:

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(12) En el fuerte nombrado Nuestra Señora de la Luz: Una media culebrina con las armas de Portugal, de 28 quintales, encabalgada. Un verso de bronce con las mismas armas y servidores. Tres piezas de hierro colado de 16 quintales, encabalgadas. 90 balas para todas y cargadores. En el fuerte llamado San Pedro: Un medio cañón pedrero con las armas de Portugal, de 13 quintales, encabalgado. Un falcón de bronce con las mismas armas y tres chopines de hierro. Dos versos de bronce llanos con sus servidores. Dos piezas de hierro colado de á 5 quintales, encabalgadas. 54 balas para todas con sus cargadores. En otro fuerte llamado Santa Cruz: Un cañón reforzado de batir, de 35 quintales 64 libras, con las armas del turco y tres flores de lis, encabalgado. Un cañón pedrero de bronce con las armas de Portugal. Otro medio cañón pedrero con las mismas armas. Tres piezas de hierro colado de á 11 quintales. Dos versos de bronce con sus servidores. Dos barriles de pólvora. 108 balas para todas, y están todas encabalgadas y con cargadores y atacadores. En otro fuerte llamado la Concepción: Dos cañones de batir, con las armas de Portugal, encabalgados. Un esmeril grande de bronce, encabalgado. Dos piezas de hierro colado de á 10 quintales, encabalgadas. 64 balas para todas y cargadores. En una trinchera que está entre estos dos fuertes: Dos versos de bronce. Otro verso de bronce. Una pieza de hierro colado, encabalgada. (Anónimo, Relación de la jornada y conquista de la isla Tercera, 1583: 446s.) [= C] Considerando la importancia temática y la gran cantidad de estos ejemplos, es muy sorprendente que en la primera edición del Diccionario de Autoridades no apareczca ningún ejemplo de este uso tan frecuente. Nos proporciona, sin embargo, una información interesante de otro empleo militar. Esta vez, el verbo encabalgar no está relacionado con la artillería sino con la preparación del tiro de la ballesta; por las fuerzas implicadas, también se solían utilizar dispositivos y aparatos: “ENCABALGAR LA BALLESTA. Es assentar la verga de ella en el tablero, promediandola al justo, para que los brazos queden perfectamente iguales. Lat. Ballistam ad aequum librare, componere” (Autoridades 1732: 424/2). El Diccionario de la lengua de la RAE de 1791, de todos modos, nos da la mención lacónica “encabalgar la Ballesta, la Arlillería (sic!), &c” (RAE 1791: 361/2). Resumiendo este apartado, creo que podemos afirmar lo siguiente: en tradiciones discursivas como artes o tratados de ciencia militar o en las tradiciones discursivas historiográficas, incluso en documentos jurídicos o notariales que describen fortificaciones y narran combates y conflictos militares o se refieren a estos, aparece la palabra encabalgar con las acepciones mencionadas con una marca diasistemática: la palabra pertenece al lenguaje militar, a un len-



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guaje técnico, especializado. No debe sorprender, pues, que encabalgar casi no aparezca en los diccionarios. En este sentido no parece pura casualidad que Cristóbal Lechuga en su tratado de fortificación que mencionamos, junte en el ejemplo n.º 10 las palabras montar –palabra conocida– y encabalgar –término especializado. 1.3. Encabalgar3: Hasta ahora todos los empleos y construcciones del verbo encabalgar se explican más o menos fácilmente por la evidencia constructiva. La comprensión se facilita por la abundancia relativa de ocurrencias disponibles, lo que no es el caso con respecto al último tipo de empleo del verbo encabalgar: la documentación es extremadamente escasa y la información lexicográfica es prácticamente inexistente (en total tengo a mi disposición cinco textos –como vamos a ver, en el fondo se trata solo de cuatro– en que aparece el verbo encabalgar). Quiero abrir este campo con un ejemplo tomado de una relación americana del siglo XVI (y que no figura en el CORDE). En otro contexto investigativo (cfr. Oesterreicher 1998: 42s.), este ejemplo fue el punto de partida de mi interés por esta forma verbal. Se trata de una descripción de un viaje a la desembocadura del Amazonas capitaneado por Francisco de Orellana en el año 1545. Esta empresa estuvo llena de dificultades y los españoles perdieron, entre otras cosas, una carabela, mucha gente y muchos caballos. Por el mal tiempo, sin viento y sin lluvia, casi murieron todos los participantes de la expedición. Francisco de Guzmán, un autor no muy experto en la escritura, narra un episodio clave de la manera siguiente: (13) Salió [Francisco de Orellana] del dicho puerto con tres navíos, en que cada uno llevaba desde setenta y siete hasta cient presonas, tomando su derrota para la costa del Brasil: le fueron los tiempos muy contrarios, y pereciera toda la gente si no fuera por aguacerón, de donde se proveyó de algun agua; y con esta necesidad el uno arribo diciendo que no tenía agua, el cual navío llevaba setenta é siete personas, gente sana, y once caballos; y un bergantín, del cual dicho navío hasta hoy no se sabe: los dos navíos que quedamos, con viento norte nos tornamos á encabalgar todo lo que habíamos decaído con los tiempos contrarios. Fuimos á reconocer los bajos de San Roque, y tomando la costa en la mano pasamos por cerca á vista de Marañon. (Francisco de Guzmán, Relación, 1545: 239)

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En este texto interesa la palabra encabalgar dentro de la frase “con viento norte nos tornamos a encabalgar todo lo que habíamos decaído con los tiempos contrarios”. Ya mencionamos que en los diccionarios y los vocabularios de la época no encontramos información que pueda darnos una interpretación de la semántica de esta palabra y aclarar la construcción. Pero con un poco de fantasía lingüística, si se analizan bien los contextos y, sobre todo, los empleos anteriormente mencionados, además de considerar las posibles vías de un cambio semántico-lingüístico desde una perspectiva cognitivista, creo que es legítima la afirmación siguiente. Podemos conjeturar una significación de encabalgar cercana a ‘dirigir un navío, orientar y precisar el rumbo de un buque’, uso con toda seguridad propio del lenguaje de los marineros, y que en el fragmento citado –con el complemento cuantificador, se trata de un accusativus mensurae– debió apoyar la interpretación efectiva ‘recuperar la ruta de viaje’. Es importante ver que este empleo presupone un aislamiento y la extracción del aspecto ‘dirigir, orientar’ del uso de encabalgar en la puntería o artillería, y en este nuevo uso se elimina, claro está, el aspecto ‘montar’. En mi búsqueda encontré a fin de cuentas otros cuatro textos con seis ejemplos del verbo en una acepción que interesa en nuestro contexto; la primera documentación encontrada reza así: (14) En esto, todos los navíos de los yngleses venían al capitán, e non curavan de otra galea salvo de la suya, nin pudían yr a las otras, que avían encabalgado el viento. E venían ya las naos gruesas muy çerca del capitán, por la enbestir. Bien creo que las otras sus galeas, que en tal estado le veýan, bien cuydavan que el capitán sería muerto o preso. E venía la galea del capitán entre dos balleneres, peleando con ellos; e si osaran llegar a la galea, detuviéranla en tanto que llegaran los ortos más fuertes. En esto, los balleneres de Françia singlavan quanto querían, epor donde querían, ca heran muy veleros. E uno de ellos, que yva delante, vio cómo la galea del capitán hera ya en grand priesa, e cómo venía ya çercada de los yngleses, eque los dos andavan ya por faxar con ella. Fizo una fermosa marinería: puso la vela a la relinga, venido el viento por el has, delante de la verga, e esperó a los yngleses, tanto el capitán e los suyos cuydaron que se le avían ronpidos algunos aparejos, que no fazía vía ninguna. (Díaz de Games, El Victorial, 1431-1449: 432) Y del Diario del primer viaje de Colón puedo citar el ejemplo siguiente: (15) Miércoles, 31.o de Otubre Toda la noche martes anduvo barloventeando, y vido un río donde no pudo entrar por ser baxa la entrada, y pensaron los indios que pudieran



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entrar los navíos como entravan sus canoas. Y navegando adelante, halló un cabo que salía muy fuera y çercado de baxos, y vido una concha o baía donde podían estar navíos pequeños; y no lo pudo encabalgar porquel viento se avía tirado del todo al Norte y toda la costa se corría al Nornorueste y Sueste y otro cabo que vido adelante le salía más afuera. Por esto y porqu’el çielo mostrava de ventar rezio se ovo de tornar al río de Mares. (Anónimo, Diario del primer viaje de Colón, 1492/93: 128) En la Historia de Indias de Fray Bartolomé de Las Casas, que, como es bien sabido, se basa en el texto que acabo de citar (y, por esta razón, no se trata de un ‘uso independiente’), aparece también encabalgar con una ligera, pero significativa precisión sinonímica (“doblar o encabalgar”): (16) Este martes en toda la noche anduvo con los navíos barloventeando; y, siendo de día, vido un río y no pudieron entrar en él por ser baja la entrada. Y, navegando adelante, vieron un cabo que salía muy fuera en la mar cercado de baxos, donde había una bahía para estar navíos pequeños; y no pudiendo doblar o encabalgar el dicho promontorio o cabo por ser el viento norte o cuasi norte y toda la costa se corría al nornorueste y sueste y adelante salíales otro cabo muncho más, por esta dificultad y porque el cielo mostraba querer ventar recio, acordó de dar la vuelta y tornarse al susodicho río y puerto de Mares. (Bartolomé de Las Casas, Historia de Indias, 1527-1561: 579/80) En el tratado de navegación de Alonso de Chaves, Quatri partitu en cosmografía práctica, y por otro nombre espejo de navegantes, que data del año 1527, podemos leer lo que un capitán de navío debe tener en cuenta, cuando se prepara o se entra en batalla; en tres ocasiones utiliza Chaves en su Espejo nuestro verbo: (17) Debe mirar la disposición del lugar y el viento, y procurar de encabalgar sobre él con su flota. Luego debe de mirar el orden que trae el contrario, y si vienen todos juntos o unos en pos de otros a la hila. O si vienen puestos en escuadrones o en ala, o si las naos gruesas que vienen en el medio o a los lados, y a que parte viene la capitana, y todas las otras consideraciones que son necesarias al caso debe hacer. Por todas vías debe mucho procurar que su flota esté de la banda que viene el viento, porque aunque no tuviese más ventaja de quedar siempre libres de la oscuridad del humo de la artillería, porque se puedan siempre ver los unos a los otros, y por el contrario será a los contrarios. Porque el humo

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y fuego de nuestra flota y el de la suya correrá siempre sobre la contraria y los cegará siempre, de manera que no se puedan bien ver los unos a los otros, y ellos mismos se harán guerra por no poderse conocer. (Alonso de Chaves, Quatri partitu en cosmografía práctica, 1527: 244/45) (18) En todo el tiempo que se hacen las dichas diligencias y preparación de la batalla, el piloto debe siempre mirar la disposición del lugar y parte donde está, y si es cerca o lejos de tierra, y de qué parte corre el viento y trabajar mucho por encabalgar con el viento sobre su contrario, porque tiene doblada ventaja el que está a barvolento del otro, así para acometer como para huir, y si el navío es pequeño y el tiempo lo sufre, débese allegar a tierra, porque si el contrario es mayor nao que la suya, no osará llegarse tanto a tierra, por no encallar. El capitán o mestre y piloto deben tener consideración si su nao es nueva y recia para sufrir algún recio encuentro, y también debe mirar si su nao es mayor o menor que la contraria; a todo lo cual debe haber consideración, para ver si le conviene antes acometer o esperar, coteando su nao y gente y armas y disposición de su nao a la de su contrario. Porque siendo su nao nueva y recia y mayor que la de su contrario, y estando encabalgado con el viento sobre el otro, lo mejor le está acometerle y embestir y barloar con el contrario y afferarle. (Alonso de Chaves, Quatri partitu, 1527: 245) Una interpretación muy sumaria ya nos enseña que la construcción del verbo ha cambiado totalmente: podemos decir que, al comparar estos ejemplos con los usos anteriores en que aparecen en la construcción como CDs entidades animadas (‘caballos y personas’) o artefactos (‘ballestas’ o ‘piezas de artillería’), encontramos ahora fundamentalmente las construcciones y acepciones siguientes: 1. 2.

encabalgar + CDel viento = encabalgar el viento [14]; el verbo es transitivo; la significación es ‘navegar a favor del viento’. Esta construcción es equivalente a la siguiente. encabalgar + SPsobre/con el viento = encabalgar sobre/con el viento; el verbo se combina con un sintagma preposicional que corresponde, como en [14], al rol semántico ‘medio, instrumento, fuerza’.

En las dos construcciones anteriores, con CD y con SP, la significación, basada diacrónicamente en una metáfora, es ‘navegar a favor del viento’, ‘ponerse en la dirección del viento’, ‘orientar y precisar el rumbo de un buque con la ayuda del viento’.



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Es decir que las dos construcciones expresan idéntico rol semántico a través de dos formas sintácticas diferentes. De la misma manera, encontramos en latín clásico, por ejemplo, con el verbo cavere tres posibles estructuras sintácticas: cave canem, cave a cane, cave cani. La última, con dativo, representa la valencia de ‘beneficiario’ que podríamos traducir por ‘guardar, cuidar o atender a un perro’; por otro lado, las dos primeras, con acusativo y ablativo preposicional, corresponden a una sola configuración actancial de objeto ‘causativo’ que podríamos traducir por ‘tener cuidado con el perro’. En estos casos –cavere canem, cavere a cane y encabalgar el viento, encabalgar sobre el viento, encabalgar con el viento– se debe hablar de aloconstrucciones. Todavía más interesantes son tal vez las construcciones siguientes, que son resultado de procesos metonímicos: 3.

4.

encabalgar + CDdirección/término = encabalgarlo = no pudo encabalgar el promontorio o cabo; aquí el verbo toma un complemento directo que representa el rol semántico ‘término, meta, lugar de destino’; la significación en este caso es ‘poner rumbo a un lugar’. encabalgar + CDlo decaído = encabalgar todo lo decaído; el verbo se combina con un accusativus mensurae, con una indicación abstracta de direccionalidad, de distancia; el complemento forma parte del cuadro actancial del verbo; la significación es aquí ‘corregir la posición’, ‘recuperar el rumbo anterior’.

En todos estos empleos se confunden en el sujeto los capitanes y los navíos; es decir, el navío se vuelve instrumento inherente de la actividad ‘encabalgar’. Se relaciona fundamentalmente con a) b)

la pura direccionalidad abstracta de un viaje, del movimiento de un navío que, claro está, necesita el efecto del viento (encabalgar el viento, lo decaído = ‘navegar a favor del viento’, ‘recuperar el rumbo’) o el movimiento planificado hacia un objeto o un lugar concreto (encabalgar un cabo = ‘poner rumbo a un lugar (p. ej., para doblarlo)’).

Lo decisivo en estas construcciones es que al verbo encabalgar3 es inherente un clasema ‘navío’ que rige la comprensión de la construcción. Por lo tanto, es fundamental aceptar una interpretación de estos últimos ejemplos que no establezca una relación con el tipo de transitividad de encabalgar en la artillería, puesto que ahora tenemos un uso del verbo que, simplemente, corresponde a ‘navegar, moverse, dirigirse’, con incorporación de un ‘actante implícito navío’ que, sin embargo, en la descripción sincrónica es inexistente. Esto equivale a decir que también el término ‘elipsis’ es inadecuado en estas estructuras.

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Para más información teórica sobre los diferentes procesos implicados en cambios actanciales de este tipo, me gustaría citar el importante trabajo de Peter Koch, que describe y sistematiza en el artículo “Semantische Valenz, Polysemie und Bedeutungswandel bei romanischen Verben” (Koch 1991) el funcionamiento y los resultados de los procesos diacrónicos de este tipo. No obstante, no vamos a adoptar este enfoque, dado que lo que nos interesa aquí es la dinámica sincrónica de la configuración actancial. 2. Configuraciones actanciales y variedades lingüísticas Desde una perspectiva más amplia podemos ahora afirmar lo siguiente: partiendo de la configuración actancial de encabalgar1, después de una creación metafórica inicial en la etapa de los ‘usos en artillería’, las redes metonímicas se forman con respecto a aspectos de las diferentes realizaciones del sujeto y del objeto directo no-animado en la construcción; estas conceptualizaciones producen las acepciones y estructuras actanciales comentadas. Saltando las variadas acepciones contextuales que solo son effets de sens, hay que destacar el hecho fundamental de que, en el Siglo de Oro, el verbo encabalgar es un verbo fundamentalmente polisémico. Esta polisemia se manifiesta –lo hemos visto– en una serie de configuraciones actanciales en el campo de la valencia sintáctica y semántica, configuraciones que conforman nuevas reglas y normas sintácticas. Se trata, pues, no solo de ocurrencias fortuitas en discursos individuales, sino de verdaderas funciones y reglas de una técnica lingüística que se manifiestan en diferentes variedades lingüísticas de la época (cfr. Oesterreicher 2002). Y aquí entran en juego las llamadas tradiciones discursivas. Contrario a los diferentes usos y configuraciones actanciales de encabalgar en el campo de la ‘montería’ y de la ‘puntería y artillería’, el verbo encabalgar en el sentido de ‘navegar, dirigir un navío, etc.’ es relativamente raro. Aparece solo en un tratado de navegación (el citado Espejo de navegantes); en las otras Artes de navegar y los vocabularios marítimos que he podido consultar hasta ahora no encontré huellas de la palabra. El primer ejemplo citado en el apartado 1.3. corresponde a un texto redactado por un semiculto, pero experto marinero (cfr. Cfr. Schlieben-Lange 1983; Koch/Oesterreicher 1990 y 2001; Koch 1997b; Oesterreicher 1997 y 2004; Oesterreicher/Stoll/Wesch 1998; Jacob/Kabatek 2001; Kabatek 2001 y 2005; cfr. también algunas contribuciones en Schrott/Völker 2005.   Cfr., por ejemplo, Alonso de Chaves 1527; Pedro de Medina 1545; Bernardino de Escalante 1577; Diego García de Palacio 1587; Rodrigo Zamorano 1588; Andrés García de Céspedes 1606; Vocabulario 1722; tampoco aparece el verbo con el sentido ‘navegar’ en textos historiográficos con abundante información naútica, como el de Andrés de Tapia 1530-1545.  



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Francisco de Guzmán 1545: 13); los ejemplos del Diario de Colón y la versión de Las Casas, documentados en el Corpus Diacrónico del Español (CORDE), representan también un uso profesional de la marina; parece que lo mismo vale para El Victorial (cfr. Gutierre Díaz de Games 1431-1449: 14). Esto podría interpretarse, por consiguiente, como indicio de que el verbo era arraigado en el ámbito de la jerga marinera, lenguaje que tiene cierta afinidad con un registro técnico. No podemos excluir, sin embargo, que la palabra encabalgar se encuentre, pues, con estas mismas acepciones en otros testimonios de viajes y, quizás, en algunas de las Artes de navegar o Instrucciones náuticas de la época que no aparecen en el CORDE. No me parece casualidad que Las Casas, que no es marinero, pero sí de alguna manera es próximo al mundo de la navegación, recurra –como ya sucedía en la cita de Lechuga– en su elaboración del texto del Diario a la formulación aclaradora doblar o encabalgar, con lo que nos da una explicación casi sinonímica de la significación del verbo encabalgar en un contexto preciso. Una última observación muy importante, porque nos enseña también otro aspecto de la ‘vida de una lengua’: en el espacio variacional de una lengua histórica, claro está, se producen siempre cambios más o menos llamativos y con respecto a nuestro verbo encabalgar tenemos que constatar que la mayoría de las funciones que encontramos en los Siglos de Oro ha desaparecido del español. Hay que admitir que estamos ante un caso relativamente extremo, pero este muestra a las claras la necesidad de combinar los diferentes tipos de preguntas y métodos que se deducen de la historicidad del lenguaje –en este caso preciso de la historicidad-variación y la historicidad-cambio lingüístico– (cfr. Oesterreicher 2001a: 1554-1595; 2001b: 236-241 y 2006: 137-158). En efecto, la etimología, incluso la moderna que busca prestigio y fundamentación universalista en el cognitivismo, puede, con respecto a las funciones establecidas –que presuponen una investigación anterior del tipo aquí presentado–, ayudar a comprender mejor los desplazamientos y cambios metafóricos y metonímicos dentro de una ‘familia léxica’, en nuestro caso, del verbo cabalgar y encabalgar, etc. Puede reunir y representar estas filiaciones interesantísimas de significaciones en lo que llaman hoy mapas cognitivos. Podría llegar a establecer, incluso, una sucesión de los diversos usos, análisis que, claro está, implica necesariamente una gran cantidad de información histórico-enciclopédica que, lamentablemente, no interesa tanto a los cognitivistas. Además, y hay que insistir en este punto, las investigaciones de corte cognitivista por lo general no se ocupan de los aspectos semánticos y sintácticos de las configuraciones actanciales, que son cruciales para una descripción funcional válida.  

2005.

Cfr. Blank 1993 y 1997; Koch 1991, 1995 y 1997a; Oesterreicher 1998, 1999, 2002 y

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3. Conclusiones metodológicas Para finalizar, me gustaría apuntar brevemente cuatro conclusiones metodológicas que resultan de lo expuesto y que, a mi modo de ver, son importantes para una investigación diacrónica seria en el campo de los verbos. Me parece que, en este sentido, este pequeño estudio tiene valor paradigmático. Hemos reunido una gran variedad de datos interesantes, y cuando hablo de datos, entiendo por esta formulación que la documentación textual que los contiene constituye exclusivamente lo que llamamos el nivel actual o individual de lo lingüístico. Una comprensión correcta de los textos y de los elementos que los integran es, por así decirlo, un requisito previo para lo que tenemos que hacer nosotros como lingüistas: es decir, transformar, en la perspectiva de opciones teóricas y metodológicas determinadas, estos datos en hechos lingüísticos. Y es evidente que este trabajo presupone una serie de abstracciones, distanciamientos, clasificaciones, categorizaciones e interpretaciones que se dan siempre a la luz de opciones teóricas determinadas que nos conducen al establecimiento y la descripción de hechos lingüísticos. Es exactamente lo que intentamos exponer: en el caso del verbo encabalgar nuestro análisis y descripción conducen a la red de funciones que se manifiestan en las regularidades y normas del uso del verbo encabalgar en el español del Siglo de Oro. He aquí las cuatro conclusiones mencionadas: 3.1. El respeto por el discurso y texto individual La descripción lingüística no debe renunciar nunca al trabajo basado en los textos. No son aceptables las descripciones dadas post festum por las orientaciones generativistas o de corte formalista, como también ciertas opciones en el campo de la llamada teoría de la gramaticalización que prefieren abordar el cambio basándose en información dada y siguiendo modelos unidireccionales del cambio sin anclaje en una documentación textual representativa de un vasto dominio discursivo (cfr. Oesterreicher 2006: 146-153; también 2001a: 1576-1582 y 2001b: 236s.). Estas orientaciones no analizan previamente lo que fundamenta la investigación lingüística seria, es decir la documentación discursiva con sus riquezas variacionales y pragmáticas (cfr. Oesterreicher 2002 y 2004). Por esta razón, hay que preferir, de antemano, para el campo de los verbos y de la sintaxis verbal, en vez de las orientaciones mencionadas, una perspectiva más abierta hacia la interpretación de la complejidad de los materiales. Y en el campo de la frase verbal es la teoría de las valencias con su desarrollo reciente la que permite respetar y apreciar, en



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un sector central de la gramática, la variabilidad de los datos y llegar a las configuraciones funcionales constituidas por las formas polisémicas que, como hemos visto, reflejan diferentes formas de la transitividad. Una primera prueba del alcance del modelo actancial la ofrece un trabajo escrito por Monique Krötsch y por mí mismo para el francés moderno titulado “Dynamique des configurations actantielles. Modifications des constructions verbales en français non standard” (Krötsch/Oesterreicher 2002); este tipo de análisis y descripción centrado en la sincronía permite fundamentar también una investigación diacrónica pormenorizada que, incluso, abre sus puertas a la reflexión tipológica. 3.2. Variedades y tradiciones discursivas Considerando las diferencias en la distribución que manifiestan las construcciones del verbo en la documentación que tenemos a nuestra disposición, hemos de aceptar la idea de que la variación lingüística en una lengua histórica se relaciona sistemáticamente con ciertos dominios comunicativos y diferentes tradiciones discursivas. En este sentido, existe una correlación clara entre variedades lingüísticas y tradiciones o modelos discursivos. En el caso de encabalgar1,2,3 la temática sociocultural general determina las variedades y las diferencias entre los textos. Las tradiciones discursivas, con su perfil concepcional matizado además por la competencia escrita de los autores, seleccionan y filtran el uso de los fenómenos lingüísticos ubicados en el espacio variacional del español del Siglo de Oro. En este sentido hemos intentado interpretar los ejemplos encontrados en los textos. 3.3. Las limitaciones de las investigaciones cuantitativas Otro punto crucial que se desprende de nuestra presentación de los datos y su interpretación lingüística es que los textos y discursos concretos que forman el corpus de la investigación no se prestan a un simple cálculo estadístico. Hay   Cfr., por ejemplo, Koch 1981 y 1991; cfr. también una serie de contribuciones en Kailuweit/Hummel 2004; no me parece adecuado en este contexto el análisis que propone la llamada construction grammar; cfr., por ejemplo, Goldberg 1995.   El tema de la relación entre variedades lingüísticas y tradiciones discursivas es discutido sistemáticamente en Koch/Oesterreicher 1990, 1994 y 2001; Schmidt-Riese 1997; Oesterreicher 1998, 1999 y 2004; Oesterrei­cher/Stoll/Wesch 1998.   Cfr. Reich 2002; Oesterreicher 2002 y 2005; especialmente interesantes son algunas de las contribuciones incluidas en Pusch/Raible 2002 y Pusch/Kabatek/Raible 2005; cfr. también

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que tener en cuenta, sobre todo, que el cálculo cuantitativo y la ampliación de los textos que conforman un corpus conducen a una nivelación de los materiales, a resultas de la cual desaparecen muy a menudo las formas polisémicas que nos han interesado. Como estrategia complementaria, los textos deberían ser analizados individualmente. Solo de esta manera se evitan las omisiones y las pérdidas en el material que está en la base de la transformación de los datos en las mencionadas reglas y normas de la técnica histórica que son la meta de nuestra investigación. Es decir, ni siquiera la multiplicación de la variedad de los géneros textuales protege al investigador en un estudio estadístico del peligro de perder información valiosa para la caracterización de variedades y tradiciones discursivas. Esto afecta sobre todo al campo de las diferentes dimensiones de la variación diatópica, diastrática y diafásica y al ámbito de la llamada oralidad (cfr. Koch/Oesterreicher 1990: 1216; 1994: 594-600). 3.4. Un problema de la documentación: textos manuscritos y textos impresos Con esta última observación llegamos al problema de una caracterización discursiva y sociocultural de nuestra época desde la perspectiva de la historia de los medios de comunicación. En teoría, todo el mundo conoce el problema pero las implicaciones casi nunca se tienen en cuenta. La producción textual de nuestra época se caracteriza todavía por la coexistencia de dos ‘culturas’, por la coexistencia sistemática de textos impresos y textos manuscritos, distinción que, claro está, no coincide de ninguna manera con la distinción concepcional entre escrito y oral (cfr. Oesterreicher 1998 y 2004: 738-757, esp. 744-746). Y aquí hay que recordar que el magnífico instrumento que es el CORDE contiene solo textos editados, lo que relativiza considerablemente los resultados de cálculos estadísticos basados exclusivamente en un corpus de textos impresos. Además, en esta época los textos manuscritos siguen vigentes en determinadas tradiciones discursivas; pensemos, sobre todo, en el campo de la transmisión de saberes técnicos o artesanales, que representan, indiscutiblemente, un perfil concepcional con cierto grado de elaboración lingüística. Es decir, los impresos representan, en general y especialmente en estos dominios sapienciales10, solo una parte de la producción discursiva que debería interesar a los historiadores de la lengua. Hemos observado este problema en la descripción de los ‘usos marítimos’ de encabalgar. Stubbs 1996 y Svartvik 1992. 10  Cfr., por ejemplo, las magníficas obras publicadas por Mancho Duque/Blas Nistal, 2001, y Becedas González/Mancho Duque/Flórez Miguel, 2005.



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Wulf Oesterreicher

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Gramaticalización por tradiciones discursivas: el caso de esto es

Salvador Pons Bordería

1. Introducción Los conectores esto es, es decir, a saber y o sea conforman un subsistema de conectores reformuladores (Briz Gómez 1998a; Casado Velarde 1991; López Alonso 1990; Martín Zorraquino / Portolés 1999; Portolés Lázaro 1998) de significados tan próximos que los diccionarios los suelen tratar como sinónimos (Real Academia 2001). Sin embargo, esta cercanía sincrónica no es el reflejo de desarrollos diacrónicos similares. En este trabajo, exploraremos el camino que llevó a uno de dichos marcadores, esto es, a la expresión de la reformulación, y los aspectos diacrónicos implicados en este cambio. Un aspecto poco tratado en otros estudios sobre gramaticalización, como es la influencia de los hablantes y de las tradiciones textuales creadas por ellos en la adquisición de un nuevo significado, se revelará en este caso decisivo. Sin este factor, una explicación centrada exclusivamente en procesos internos o en la gramaticalización de inferencias sería incompleta. El caso de esto es muestra también cómo la interrelación entre estudios filológicos y pragmáticos puede producir resultados óptimos para ambos campos. 2. Descripción sincrónica de esto es En español actual, esto es funciona como marcador de reformulación parafrástica (Casado Velarde 1991; Gülich/Kotschi 1983; Roulet 1987) que sirve para indicar   Quisiera agradecer a Maria Josep Cuenca, Andrés Enrique Arias, Araceli López, M.ª Ángeles Líbano, Sergio Maruenda, Lola Pons, Santiago Posteguillo, Leonor Ruiz Gurillo, Scott Schwenter y Elizabeth Closs Traugott los comentarios hechos a versiones previas de este trabajo. Asimismo, quisiera dar las gracias a Johannes Kabatek por el ofrecimiento para publicarlo en este volumen. Todos los errores se deben al autor. Este trabajo ha sido posible gracias a la ayuda otorgada por el Ministerio de Educación y Cultura (Proyecto HUM 2004-01453/FILO DGICYT “Nuevas aportaciones al Diccionario de Partículas Discursivas del Español”).

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Salvador Pons Bordería

la equivalencia semántica entre dos segmentos discursivos adyacentes (Martín Zorraquino/Portolés 1999: 4124): (1)

Antes se trataba de persuadir, esto es, de conducir al interlocutor por una senda dialéctica (Martín Zorraquino/Portolés 1999)

Esto es forma un paradigma con es decir, a saber y o sea, que también pueden funcionar como marcadores reformulativos. Comparado con ellos, esto es se caracteriza por su menor frecuencia de uso, por su empleo exclusivo en el registro formal de la lengua y por la escasa frecuencia de significados secundarios; valga como muestra que los valores no reformulativos no se documentan en la GDLE (Martín Zorraquino/Portolés 1999). Estas restricciones sirven para distinguirlo de otros reformulativos. En términos estructuralistas, es un término marcado del paradigma de reformulación en español. Desde el punto de vista morfológico está formado por un pronombre demostrativo (esto) más el verbo ser. La presencia del verbo copulativo es un rasgo común en otros reformulativos, tanto en español (es decir, o sea) como en otros idiomas (that is, c’est-à-dire, cioè, és a dir, ou seja). Los contextos sintácticos en los que aparece el reformulativo son, preferentemente, construcciones ecuativas, en las que se establece una relación de equivalencia entre dos referentes (ej. 2), o construcciones metalingüísticas, especialmente en casos de definición (ej. 3): (2)

para comprar un piso de 100 m2 en la región hay que desembolsar “11,6 salarios anuales brutos”, esto es, un 32% más que en el resto de España (CREA, 2/09/2005)

(3)

Microsoft proporciona a la iniciativa […] un “acelerador de ciudades digitales”, esto es, “una colección de servicios comunes” (CREA, 2/09/2005)

Las características morfológicas, sintácticas y semánticas mencionadas anteriormente son compartidas también por el resto de los miembros del paradigma. Dejando aparte o sea, cuyo abanico de significados es mucho más amplio, esto es y a saber casi siempre sirven para la expresión de la reformulación parafrástica y se utilizan únicamente en el registro formal. Por su parte, es decir se sitúa en una posición intermedia: su abanico de valores no es tan extenso como el de o sea, pero puede servir también como medio para la expresión de la reformulación no parafrástica. El paradigma se organiza del siguiente modo (Pons Bordería en preparación):

Gramaticalización por tradiciones discursivas: el caso de esto es



Paráfrasis Consecuencia Valores modales

251

o sea

es decir

esto es

a saber

+ + +

+ + –

+ – –

+ – –

Tabla 1: Paradigma de los marcadores reformulativos

3. Los orígenes de esto es: un cambio sin convencionalización de implicaturas Tanto la construcción libre esto es como el marcador de reformulación se documentan por primera vez en el CORDE en fechas muy cercanas entre sí. Los ejemplos (4) y (5) muestran, respectivamente, la primera datación como construcción libre y como marcador: (4)

Cuando dexaron mis fijas en el robredo de Corpes, comigo non quisieron aver nada e perdieron mi amor: ¡denme mis espadas cuando mios yernos non son!Atorgan los alcaldes: –Tod esto es razón.– Dixo el conde don García: A esto fablemos nós.(ca. 1140. Anónimo, Cantar de Mio Çid. CORDE, 3-IX-2005)

Puede observarse que, en (4), esto es es una construcción libre en la que todo esto funciona como sujeto y razón como atributo del verbo ser. (5)

do en mi postremero destin a Dios e a Sancta Maria de Yrach e al abbat e al conuent d’aquel logar los palacios con la heredat que e ni deuo auer en Yguzçquiça, […] esto es a saber, pieças e uineas, yermo e poblado con agoas, con yerbas, con montes, con todas sas pertinentias. (1212. Legado de una heredad. CORDE, 3-IX-2005)

  Todos los ejemplos utilizados en este trabajo provienen del corpus CORDE, de la Real Academia Española. Somos conscientes de los problemas filológicos inherentes a una muestra de este tipo, así como de la provisionalidad de las conclusiones relativas a la datación. Sin embargo, creemos que las ventajas de trabajar con un corpus extenso como este superan con creces los inconvenientes asociados al mismo. En lo que sigue, todas las conclusiones se considerarán relativas al corpus manejado.   Aunque, en este ejemplo, el reformulador es la fórmula compleja esto es a saber, como se verá más adelante, en la misma época alternan tanto esto es a saber como esto es, por lo

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Salvador Pons Bordería

El fragmento de (5), por el contrario, contiene un referente (heredad), cuyos componentes se enumeran en la oración a la derecha de esto es a saber (pieças … pertinentias), es decir, constituyen su expansión analítica. Esto es a saber garantiza la unidad referencial entre ambos elementos, funcionando, a todos los efectos, como un reformulador parafrástico, lo que se puede comprobar con más claridad contrastando el ejemplo (5) con su contrapartida sincrónica en (2) arriba. Los datos del corpus muestran que los valores reformulativos de esto es (en adelante, EER) no son una excepción durante el siglo XIII (en el corpus se han identificado 99 ocurencias de EER durante dicha centuria). Reproducimos a continuación un listado de los ejemplos encontrados hasta 1250: Texto

Lugar

Año

Tipo

N.º ejs.

de texto

Carta de venta

Santa M.ª Cellamayor

1216

Jurídico

1

Censo viña

Irache

1231

íd.

1

Donación

Silos

1235

íd.

1

Cambio heredades

Castilla

1239

íd.

2

Traducción Psalterio

Toledo

1240/72

ensayo

3

Fuero

Usagre (Badajoz)

1242/75

jurídico

1

Fuero

Brihuega (Guadal)

1242

íd.

1

Compra

Irache

1243

íd.

1

Donación

Irache

1245

íd.

1

Trueque

Irache

1245

íd.

1

Censo viña

Irache

1246

íd.

1

Fijación pecha

Irache

1247

íd.

1

Fuero

Navarra

1250

jurídico

1

Setenario

Toledo

1252/70

ensayo

1

Tabla 2: Ejemplos de EER hasta 1250

En el corpus manejado, entre 1200 y 1250, EER se usa con dos finalidades básicas: para enumerar analíticamente las partes de un determinado referente que no se puede hablar, como pudiera parecer en un primer momento, de un proceso evolutivo de la forma más compleja a la más simple.

Gramaticalización por tradiciones discursivas: el caso de esto es



253

(de forma prototípica, una heredad) (ej. 6) y para explicar el significado de un concepto (ej. 7): (6)

[es la carta d’aquellos tres collaços e meyo que compraron l’abbat don Pedro [e] el conuent de Sancta Maria de Yrach […] e la meatad del collaço que es a partir con don Gil de Çuricoyem, esto es a saber, con casas e con vineas e con pieças e con todo lo que an ni deuen auer en todo el termino de Çuricoyen, con entradas, con issidas, con agoas e con yerbas, e con montes, yermo e poblado e con todas sas pertinentias assi como tienen de abismo al cielo. (1234. Documentos del Monasterio de Irache. CORDE, 3-IX-2005)

(7)

pero la carne del cueruo fázeles pro a las inchaduras de los ojos que les acaeçe por el mal del yesso, esto es, quando endureçe lo que tuellen que non pueden echar, e lo que echan es blanco e duro (1250. Moamín, Libro de los animales que caçan. CORDE, 3-IX-2005)

Hasta 1250, los tipos de texto en los que se documentan estos valores parafrásticos son, en su práctica totalidad, documentos legales, emitidos por abadías o por cancillerías reales, y consistentes en donaciones, compras de tierras o heredades, así como en fueros. La única obra no perteneciente al registro jurídico es el Libro de los animales que caçan, que pertenece a la prosa científica. Ambas fuentes manifiestan preferencias formales distintas: mientras los documentos legales alternan las formas esto es y esto es a saber, el Libro… se sirve únicamente de la más breve esto es, lo que no debe interpretarse en el sentido de que exista una clara distinción formal, dado que esto es también puede aparecer, en la misma época, en textos legales, como se puede observar en el ej. 8:

       

XIII.

Compras y donaciones a los monasterios de Irache, Sahagún y Silos. La corte documentada aquí es la de Fernando III (1239). Fueros de Brihuega (Guadalajara) y Usagre (Badajoz). Hay que tener en cuenta que la copia que se conserva data de la segunda mitad del siglo

Obsérvese la presencia conjunta de los dos futuros reformuladores esto es, por un lado, y a saber, por el otro. A la vista de este dato aislado, sería tentador pensar que esto es a saber sería la forma original, de la que han evolucionado los dos reformuladores actuales; sin embargo, las primeras muestras de esto es y de a saber son independientes de la forma compuesta, por lo que las cadenas evolutivas esto es a saber > esto es y esto es a saber > a saber son incorrectas.  

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(8)

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ego Ordón Pédrez de Cavia vendo illa hereditate […] et illa parte de la eclesia de Santa María de Cellamayor; esto es, la quarta parte quod fuit de doña Urraca Ferrández mea avola, vendo a doña Taresa Verbúdez por L morabetís (1216. Carta de venta. CORDE, 3-IX-2005)

¿Podría darse el caso de que lo que los textos revelan fuese el reflejo de una preferencia dialectal? En tal caso, los ejemplos manifestarían una homogeneidad diatópica considerable, por lo que se podría achacar la innovación a factores dialectales no tenidos en cuenta. En el periodo entre 1200 y 1250, el CORDE muestra casos de EER en documentos procedentes de Navarra (ej. 6 arriba), de Castilla, tanto en los territorios del norte (ej. 8 arriba, Santander) como en los del sur (Usagre, ej. 9), y de León (Sahagún, ej. 10). (9)

Qui ferier super consilio. Qui feriere o messare a uezino super consilio facto, si potuerit ei firmare, pectet XXIIII.or morauetis al quereloso, et al morador pectet VI.ex morauetis. Sin autem, saluese sibi quinto. Et forcia et uirto, esto es, de dos fata III.es et dende adelante. (1250. Fuero de Navarra. CORDE, 3IX-2005)

(10) In Dei nomine, amen. Conocida cosa sea a los que son presentes ye a los que an por venir, que yo don Fernando Carpentero con mie muyer dona María por salud de nuestras ánimas oferezémosnos con quanto que avemos al hospital de Sant Fagund, moueble e non moueble, esto es un orto que compramos de Estevan Daent e de Martín Denís por C morabedís con IIII pares de casas que avemos en villa de Sant Fagund, las casas cerca la puente Pedreña que furon de don Polo Calero, casas de dona María enas tenerías que furon de dona Sebilia, casas en barrio de Sant Pedro que furon de don Bertolote, casas de dona María en barrio de Sant que furon de Domingo el atalayero, e quanto agora avemos e ganáremos más en toda nuestra vida […] (1236. Fernando Carpentero ofrece sus propiedades al hospital de Sahagún. CORDE, 1-IX-2006) Creemos que, a la luz de estos datos, la variación diatópica puede ser descartada en favor de otro tipo de explicaciones. La siguiente sección ofrecerá una interpretación en la que las tradiciones discursivas de los textos en los que se documenta EER van a tener una importancia capital. Esto no significa que la distribución espacial de los ejemplos de REE no tenga importancia, sino que la causa que la provoca no es de base dialectal.  

Gramaticalización por tradiciones discursivas: el caso de esto es



255

4. De nuevo sobre los orígenes de esto es Como se ha dicho en la sección anterior, la situación que presenta la primera datación de la construcción libre esto es (1140) y su primer uso reformulativo (1212) hacen pensar que la gramaticalización no se haya producido siguiendo el esquema canónico de codificación de implicaturas10, especialmente cuando se compara con la duración de procesos similares que han llevado a la creación de valores reformulativos en marcadores como es decir u o sea (Pons Bordería en preparación). Como se vio en la sección anterior, la variación formal representada por esto es a saber, de una parte, y esto es, de otra, no se corresponde con una diferencia temporal de la que se pudiera derivar un fenómeno de erosión formal del que se derivara una evolución EEAS > EE. Por último, y aunque se pudiera pensar que los casos documentados durante los ochenta años que median entre la primera documentación de la construcción libre y la primera documentación lexicalizada son suficientes para activar un proceso de este tipo, no existe en ellos ninguna característica intermedia que haga pensar en un proceso de generalización de implicatura alguna. Por el contrario, desde 1212, el funcionamiento de EER concuerda con la idea de que su significado ya es no composicional; que sus constituyentes ya están ligados y que su ámbito de acción puede atribuirse, de manera plausible, a lo extraoracional. Se trata, en todos los sentidos, de una polisemia nueva, pero madura. Sin embargo, esto no es lo que la IITSC haría esperar. Frente a una explicación en términos de generalización de implicaturas o de variación dialectal, queremos defender en este trabajo que la adquisición del valor reformulativo en esto es proviene de una traducción del latín id est en documentos jurídicos. Si estamos en lo cierto, la adquisición del valor reformulativo de esto es sería el resultado de un tipo particular de calco semántico (Gómez Capuz 2005a), que estaría vinculado al concepto de tradiciones discursivas (Schlieben-Lange 1983; Koch 1997; Kabatek 2001) y para el que no haría falta presuponer un proceso de convencionalización de implicaturas. Para demostrar esta hipótesis, será necesario analizar la estructura de los documentos legales en la época (sección 4.1.) y la posterior evolución de EER hasta 1400 para comprobar su inserción en el sistema (sección 4.2.).

IITSC, o teoría del cambio semántico por inferencias asociadas (Traugott 1999 y Traugott y Dasher 2002). 10 

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Salvador Pons Bordería

4.1. La estructura de los documentos legales Entre el siglo VIII y el XIII, los documentos legales se ajustan a tres tipos de modelos distintos (Canellas López 1986; García Valle 1999; Kabatek 2001: 100101): el primero viene representado por las fórmulas visigodas (Fernández Flórez 2002), modelos preparados para ser llenados con datos relevantes en cada caso. La segunda fase se abre a finales del siglo XII, con la diferenciación entre documentos privados, emitidos por escribanos, y documentos públicos, a cargo de notarios (Kabatek 2001: 101). La tercera y última fase viene marcada por el momento en que el romance sustituye al latín en los documentos escritos, así como por la adopción del Código Justiniano, tal y como se refleja en las Siete Partidas de Alfonso X (Kabatek 2001). El desarrollo de EER aparece vinculado a los tipos de texto legal propios de cada una de estas tres etapas. Las primeras ocurrencias de EER se documentan en el corpus manejado en donaciones y documentos de venta, que remiten a fórmulas visigodas. Los trabajos de Díez de Revenga (especialmente Díez de Revenga 1999) demuestran el carácter formulaico de documentos como las donaciones, estructurados en el esquema exordium, notificatio, narratio, dispositio, sanctio y corroboratio. Si REE estuviera vinculado al carácter estereotipado de este tipo de textos, sería esperable encontrarlo en una posición fija en la estructura de cada documento. Por ello, es instructivo hacer una división tentativa de la donación del ejemplo (6):

[ex[Cross] In Christi nomine, amenex].[notConoçuela cosa sea a todos los omnes qui son e que seran, que esta es la carta d’aquellos tres collaços e meyo que compraron l’abbat don Pedro [e] el conuent de Sancta Maria de Yrach en Çuricoyen por LXV. moravedis de burgaleses, de don Pero Martiniz de Morcuero e de su mulier, nomnadament, Domingo Arceiz e Lope e Maria not][ narre la meatad del collaço que es a partir con don Gil de Çuricoyem, esto es a saber, con casas e con vineas e con pieças e con todo lo que an ni deuen auer en todo el termino de Çuricoyen, con entradas, con issidas, con agoas e con yerbas, e con montes, yermo e poblado e con todas sas pertinentias assi como tienen de abismo al cielonarr].[dispos En tal manera compraron estos collaços sobreditos e toda la generation que issiere deillos que den por peita en cada un anno XVI. sueldos VI. dineros de la moneda del rey de Nauarra, in die sancte Marie media augusti monasterio Yraxensi, e cada uno deillos un peon en cada semana segund que fuero e constumna es, dando lis a comer en el dia qui labraran, segund que dan a los otros collaços, e non den otra peita si non la peita sobredita. Maguera saluo todos los otros drei-



Gramaticalización por tradiciones discursivas: el caso de esto es

257

tos que a ni dese auer el monasterio de Yrach sobre eillos dispos] [corrob E d’aquesta compra que es de suso nomnada es fermes de saluedat don Pero Arceiz de Çuricoyn, el mege, que faga buenos estos collaços al abbat e al conuent de Yrach corrob], y compararla con la donación latina del ej. (11), escrita en Segovia en el año 979: (11) domna Urhacca profiliare tibi profitemus sicut et fecimus in omni nostro ganato et hereditate qui est in territorio quem vocitant Sacramenna, id est, terras, vineas, molinos, ortos, pomares, libros, oves, armenta, kaballos, argentum, raupa, tam mobile quam etiam inmobile, omne quod augmentabimus sibe quod augmentare potuerimus, de post ovitum nostrum ad nostra domna Urhacca vel ad aula sanctorum Cosmam et Damiano et sancte Eugenie virginis et sancti Cipriani episcopi ad integritate sit concessum. (Fuente: Luciano Serrano, Cuesta Editor (Valladolid), 1907, disponible en http://www.celtiberia.net) En todas las compras y donaciones halladas en el corpus en documentos legales, EER se sitúa en una posición fija en la narratio, directamente antes de la expansión analítica del referente donado; exactamente el mismo lugar ocupado, en los documentos latinos, por id est o videlicet, con el mismo valor reformulativo11. El carácter formulaico del marcador reformulativo se puede apreciar mejor cuando se toma en cuenta que la expansión del referente también es formulaica: la descripción sigue un orden más o menos fijo, pudiéndose considerar que la estructura del documento español es un calco de la del documento latino, con un cierto espacio para la variación. Comparando la estructura de los ejs. (6) y (11) en (12), es posible establecer una relación entre los siguientes elementos del documento español y del latino:

11  Las cartas analizadas por Díez de Revenga no presentan ningún caso de id est (solo en algún caso aparecen muestras de videlicet). Véase también la colección diplomática publicada por Rodríguez R. de Lama (1992). Los diferentes procedimientos utilizados sugieren la existencia de variación en este tipo de documentos, cuyos límites están sujetos a una investigación filológica más detallada. Asimismo, el trabajo de Moore (2006) sobre el valor de videlicet en las acusaciones por calumnia permite observar la evolución de otro marcador latino en un tipo de texto jurídico muy determinado. Para una interpretación de las conjunciones ilativas latinas como marcadores discursivos, vid. Kroon (1989).

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(12) id est, terras esto es a saber casas vineas vineas molinos pieças ortos todo lo que an ni deuen aver pomares entradas/issidas libros agoas oves yerbas armenta montes kaballos yermo e poblado argentum todas sas pertinentias raupa tam mobile quam etiam immobile quod augmentabimus […] potuerimus

Dadas las semejanzas formales y estructurales entre ambos tipos de documentos, creemos que existen razones para considerar el valor reformulativo de esto es como una traducción del valor reformulativo que id est poseía en los documentos latinos12. La segunda etapa en el desarrollo de los documentos legales tiene que ver con su expansión a documentos emitidos por municipios, cortes y obispados, redactados por escribanos y por notarios. Como se puede ver en los ejs. anteriores, EER se documenta en el corpus tanto en compras y donaciones como en fueros; en el norte de España y en los recién reconquistados territorios de Castilla, por lo que su uso no está limitado a una única corte, municipio u obispado. En un momento en el que el romance estaba reemplazando al latín en documentos legales, la extensión de los valores reformulativos de EE en los mismos contextos que id est y videlicet puede atribuirse a una elección determinada por factores culturales. Por último, la tercera etapa en el desarrollo de los documentos legales lleva al periodo 1250-1300 y, en concreto, a la figura de Alfonso X. No por casualidad, la mayoría de las ocurrencias de EER halladas para esta época pertenecen Se documentan también casos híbridos en los que alternan las formas romances con las latinas, como en esta donación, procedente de Silos: Notum sit omnibus hominibus quod ego don Martin, por la gracia de Dios abbat de Sancto Domingo de Silos, e el conviento des mismo logar, damos e otorgando asignamos la nuestra heredat que avemos en Sancto Domingo, cerca la serna del exido e cerca el parral del enparedada scilicet la terra e la vinna ab omni integritate, quemo lo cerco don Estevan ... en sos dias. (1235. Donación del Abad de Silos. CORDE, 1-IX-2006) 12 

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al Rey Sabio, quien une en su obra los dos contextos iniciales del reformulador: documentos legales y prosa científica. Es a este respecto significativo que los dos únicos autores que utilicen esto es con valor reformulativo en la prosa científica sean Alfonso X y Abraham de Toledo (ej. 7 arriba), miembro de la Escuela de Traductores de Toledo, y que la primera traducción en la que se documenta EER pertenezca a otro de los traductores, Herman el Alemán: (13) Dixo Dios: “Tornaré de Basán, tornaré de las fonduras del mar.” Esta palabra se puede entender en tres maneras. La primera assí: “Tornaré mis gentes de los desirtos e de las yslas del mar.” La secunda, que sea palaura de Dauid: “Tornaré de Basán”, esto es, de los desiertos, “e tornaré de los periglos”. (1240-1272. Herman el Alemán, Traducción del Psalterio. CORDE, 3-IX-2005) 4.2. EER entre 1300 y 1400 Si los ejemplos de EER hallados a finales del siglo XIII señalan a Alfonso X como catalizador de los valores reformulativos de esto es y a Toledo como centro de difusión de los mismos, durante el siglo XIV la situación que muestra el CORDE presenta una distribución menos uniforme: los documentos hallados en este siglo son principalmente traducciones, si bien no existe un centro de difusión claro. Coinciden los datos con la opinión de Santoyo (1994), para quien la descentralización de las traducciones es una de las características de este género durante el siglo XIV. Es significativa, en este sentido, la presencia de autores vinculados al Humanismo, como López de Ayala y Hernández de Heredia. Por último, en el siglo XV, el número de géneros discursivos se multiplica, así como el de autores, siendo mayoría de estos aragoneses. La relación entre Aragón y el Humanismo puede estar vinculada a la presencia de la forma ço es13. Obsérvese la distribución de formas de ço es en el CORDE: Obra

Lugar

Fazienda

Año

N.º ejs.

1200

40 ejs

Testamento

Navarra

1229

1

Carta aveniencia

Castilla

1237

1

Fueros de Aragón

Aragón

1247

55 ejs.

13 

Andrés Enrique Arias (comunicación personal).

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Obra

Lugar

Año

N.º ejs.

Vidal Mayor

Aragón

1250

150 ejs.

Fuero General de Navarra

Navarra

1250/1300

4+2

Carta población Santa María de Albarracín

Aragón

1300

7

Fuero de Teruel

Aragón

1300

2

1323

2

1380-85

714

1385-1396

50

1443

115

Documentos judíos Libro de Palladio Obra sacada… Tríptico casa municipal Zaragoza

1415

Tabla 3: Relación de las ocurrencias de ço es documentadas en el CORDE

De los datos de la tabla, se derivan dos posibles influencias para el desarrollo de esto es: la primera tiene que ver con el contacto dialectal; la segunda, con el proceso de recepción del Código Justiniano. El primero de estos aspectos pone en evidencia la significativa relación, en el corpus manejado, entre la forma ço es y la Corona de Aragón, y deja abierta la puerta a la relación con su homógrafa catalana çò és y a la interrelación con el incipiente sistema de los reformuladores castellanos. Si factores dialectales desplazan la explicación del desarrollo de esto es al este de la Península, la consideración de los textos en los que ço es aparece con mayor frecuencia va a desplazar el eje de interés hasta Provenza. Como se puede observar la Tabla 3, la obra que contiene el mayor número de ocurrencias de ço es es el Vidal Mayor. Johannes Kabatek (comunicación personal) sugiere una relación directa entre Lo Codi provenzal (segunda mitad del s. XII) y su recepción en la Península Ibérica, tanto en el Vidal Mayor (mediados s. XIII) como en las Siete Partidas (íd.), debido a que, además de pertenecer a una misma tradición discursiva (vid. sección 6. más abajo), presentan unos usos reformuladores semejantes. Aunque estos datos deban ser corroborados por una investigación filológica más detallada, parece razonable pensar en la hipótesis de la traducción como base para el surgimiento y posterior desarrollo de EER, ayudada posiblemente, en Traducción de un tratado de agricultura del s. V. Después de esta fecha, solo se documenta un ejemplo en un informe (sobre la Iglesia de Calatayud) de Mayans y Siscar y fragmentos insertos en la Historia de los heterodoxos de Menéndez Pelayo; es decir, solo aparece como texto reproducido en obras publicadas mucho después, por lo que no se deben tener en cuenta. 14 

15 

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un momento crítico de la expansión de dicha forma, por la llegada de una nueva tradición discursiva. El desarrollo de EER pasaría de los textos jurídicos a los no jurídicos, siendo las traducciones el punto de enlace entre el contexto inicial y la expansión a nuevos géneros, Toledo el centro de difusión peninsular y Alfonso X su promotor. Año Forma Tipo de texto Autor Lugar 97916 1140 1212 1250 1252 1270 1240-72 1400

id est esto es (constr. libre) esto es esto es esto es esto es esto es esto es

jurídico Mio Cid

Anónimo Varios Anónimo

jurídico ensayos jurídico ensayos traducciones ensayos y traducciones

Anónimo Abraham de Toledo Alfonso X Alfonso X Herman el Alemán Varios autores

Varios Toledo Toledo Toledo Toledo Varios

Tabla 4: Difusión de esto es (1200-1400)

5. ¿Un caso de gramaticalización? Si la adquisición del valor reformulativo en la construcción libre esto es se ha debido a la traducción al español de un valor textual preexistente en la forma latina id est, se podría cuestionar si estamos o no ante un caso de gramaticalización. Aunque la gramaticalización de las formas verbales ha sido tratada recientemente, tanto por Company (en prensa a, en prensa b) como por Traugott/Brinton (2005), los marcadores de reformulación han recibido poca atención, probablemente debido a la falta de interés que la lingüística anglosajona ha mostrado por este tipo de elementos. Para separar lexicalización y gramaticalización, Traugott y Brinton (2005) distinguen características compartidas por ambos procesos de características propias única y exclusivamente de los procesos de gramaticalización. Aplicando ambos tipos de rasgos a EER, los valores reformulativos de nuestro marcador Esta fecha solo pretende ejemplificar la presencia de id est con valor reformulativo en textos jurídicos redactados en la Península Ibérica; no se debe tomar, por tanto, con otro valor de cara a la datación de ejemplos. 16 



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comparten con lexicalización y gramaticalización la fusión de sus constituyentes, la desmotivación –en el sentido de que se ha perdido la composicionalidad en el marcador– y la metonimización, ya que el valor ecuativo de ser en sintaxis se proyecta sobre el discurso como reformulador parafrástico en una proyección de la parte por el todo. Con respecto a los rasgos propios de la gramaticalización, EER presenta reanálisis, dado que no es posible interpretar esto como sujeto de es; subjetivización (siguiendo a Cuenca 2003, para quien la reformulación es una operación de base discursiva) y generalidad tipológica, puesto que los marcadores de reformulación se originan a partir de construcciones verbales también en otros idiomas. Company (en prensa a) sugiere que, en los casos de subjetivización, se da una correlación inversa entre gramática y subjetividad, de modo que, cuanto más subjetivo sea el mensaje, menor cantidad de gramática contendrá y, por el contrario, a mayor objetividad, mayor cantidad de gramática. Esto sugiere que el enriquecimiento pragmático se consigue en detrimento de la sintaxis, y los datos de esto es parecen corroborar tal idea. En sus valores reformulativos, el verbo ha perdido su flexión y no puede alternar con otros miembros de su paradigma (cfr. esto *[era, sería, será]); no puede tomar un atributo (*esto es bueno), etc. En resumen, el verbo es defectivo. A pesar de lo dicho, EER no se ajusta totalmente a las características de Brinton y Traugott. Los rasgos ausentes en este proceso son: unidireccionalidad, dado que ambos valores aparecen de modo casi simultáneo; bleaching, ya que es imposible que formantes de significado tan amplio como esto y es adquieran significados más amplios aún; productividad y frecuencia, puesto que EER no es ni más productivo ni más frecuente que las construcciones copulativas; coalescencia y gradualidad. Mientras que la coalescencia no parece ser criterial para la gramaticalización de, al menos, los conectores del español, la gradualidad sí lo es, puesto que los cambios gramaticales necesitan tiempo para aparecer, para convertirse en usos preferentes de una comunidad, para desarrollarse y para institucionalizarse (Hansen y Waltereit 2006). En ausencia de dicho intervalo temporal, las inferencias no pueden pasar de significados ocasionales a codificados, tal y como postula la IITSC (Traugott 1999, Traugott y Dasher 2002). Sin embargo, Traugott y Dasher parecen haber tenido en cuenta este tipo de casos. Al discutir su modelo, ambos autores afirman, por un lado, que SP/W [Speaker/writer] may innovate a metaphoric use of a lexeme in an utterancetoken. Creative writers in particular do this. The new use is an instantaneous development for SP/W. It may or may not be gradual for that individual across the speech style and genres he or she uses. Often such uses do not spread to other speakers, but sometimes they do. In such cases the spread across the community may be gradual,

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but for each individual acquiring the new meaning the change is instantaneous (Traugott/Dasher 2002: 34)

Si bien, por otro lado, Alternatively, SP/W may begin ad hoc to exploit a conversational implicature (IIN) that already exists and may even use it innovatively in a new linguistic environment. Such uses may be considered personal features of style […] If they do acquire social value and therefore become salient in a community they are likely to spread to other linguistic contexts and to other SP/Ws, in other words, they become GIIN […] when [the] original meaning becomes merely a trace in certain contexts, or disappears, then the GIIN can be considered to have become semanticized as a new polysemy or coded meaning (Traugott/Dasher 2002: 35)

Aunque ambos enfoques parecen relevantes para el estudio de los cambios semánticos, la IITSC parece centrarse de modo prácticamente exclusivo en el segundo mecanismo: The prime objective of IITSC is to account for the conventionalizing of pragmatic meanings and their reanalysis as semantic meanings. Differently put, historically there is a path from coded meanings to utterance-token meanings (IINs) to utterance-type, pragmatically polysemous meanings (GIINs) to new semantically polysemous (coded) meanings (Traugott/Dasher 2002: ib.)

La adquisición de los valores reformulativos de esto es parece señalar al primer tipo de gramaticalización, que se activa cuando un elemento ya existente en un idioma adquiere un nuevo valor mediante préstamo, en este caso, de una lengua extranjera. Este proceso es, como indican Traugott y Dasher, abrupto, pero también es, al mismo tiempo, gradual. Es abrupto con relación a la adquisición del nuevo significado por una lengua dada: en cuanto un género o un (grupo de) hablante(s) incorpora(n) una innovación, el nuevo significado se incorpora instantáneamente a sus repertorios –aunque para que una innovación pueda existir, es necesario un cierto grado de difusión; por esto no se tienen en cuenta las innovaciones individuales–. Lo abrupto del cambio se asemeja de algún modo al efecto que las extensiones metafóricas poseen sobre el léxico: cuando se añade un nuevo significado (“instrumento del ordenador”) a la palabra ratón (Hansen/Waltereit 2006), se crea una polisemia de forma instantánea, sin pasos intermedios, porque esa es la naturaleza de las metáforas. Pero el proceso es gradual en lo que concierne a la extensión de dicho cambio, como se verá más abajo, en una diversidad de tradiciones textuales17. Los 17 

Ver Hansen y Waltereit (2006) para un desarrollo distinto de una idea similar.

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trabajos sobre la gramaticalización de los marcadores discursivos normalmente no prestan atención a esta doble dimensión del cambio porque la extensión del nuevo significado se considera paralela a la extensión de sus contextos de uso y a la del número de hablantes que la utiliza. Sin embargo, cuando ambas dimensiones se cruzan, surge un esquema bidimensional (ver Tabla 5), en el que ambas dimensiones implican un lapso temporal: el concepto de adquisición se refiere al tiempo necesario para que aparezca un nuevo significado en cualquier tipo de contexto local. Por el contrario, extensión se refiere al tiempo necesario para que los contextos reflejen dicho nuevo significado18. La interacción entre las dos dimensiones que acabamos de introducir se puede sintetizar en la Tabla 5. Ambas pueden operar tanto sobre el léxico como sobre la gramática, aunque los procesos léxicos se tratan únicamente a modo de ejemplificación: Adquisición de un nuevo significado

Extensión del nuevo significado Abrupto

Gradual

Abrupto

Paso de pidgin a lengua criolla Construcciones creadas o expandidas mediante procesos de normalización

Extensiones metafóricas en el léxico (p. ej., ratón) Traducciones (p. ej., EER)

Gradual

Cambios catastróficos (p. ej., el surgimiento de la negación moderna en español) Creación del léxico deportivo en italiano (calcio, pallacanestro)

Gramaticalización de la mayor parte de los marcadores discursivos

Tabla 5: Adquisición y extensión en el cambio lingüístico

Es evidente que existe una clara dimensión sociolingüística subyacente a esta distinción: por un lado, los hablantes adquieren de modo instantáneo un nuevo significado, como señalaban Traugott y Dasher en la cita reproducida anteriormente. Cfr. la distinción entre generalización extensiva-generalización intensiva de Coseriu (1983: 51-63), así como la distinción entre innovación por parte de un hablante-adquisición de dicha innovación por parte de otros hablantes (Kabatek 2003). 18 

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Por el otro, la difusión de una innovación en un grupo social puede ser gradual o abrupta. Un modelo sociolingüístico clásico como, por ejemplo, el de Labov, ofrece una explicación mediante la distinción entre cambios “desde arriba” y cambios “desde abajo” (Labov 1983: 229-233). La tabla que presentamos, por el contrario, no se centra tanto en los hablantes –aunque, obviamente, es imposible no tenerlos en cuenta– sino en cómo adquisición y difusión se reflejan en un lenguaje dado: EER aumenta sus contextos de uso entre 1250 y 1400, aunque probablemente el número de hablantes que estuviera en disposición de utilizarlo fuera igualmente escaso tanto en una fecha como en otra. Para explicar de un modo más claro su significado, daremos cuenta en primer lugar del valor de cada variable de manera aislada y pasaremos después a su combinación: Si la adquisición de un nuevo significado es abrupta, la diferencia temporal entre el viejo significado y el nuevo será (muy) escasa, como en el caso de la adquisición del valor reformulativo de esto es estudiado aquí. Por el contrario, si la adquisición es gradual, será necesario un largo espacio temporal para que se produzca una generalización de implicaturas, preferencias de uso marcadas o la codificación de un nuevo significado. La gramaticación canónica de los marcadores discursivos se situaría en este punto. Por el contrario, si la extensión del nuevo significado es gradual, su expansión por diversos contextos se extenderá durante décadas o centurias (como sucede en la gramaticalización canónica de los marcadores discursivos, así como en el caso de EER). Cuando la extensión del significado es abrupta se producirá una situación en cierto sentido excepcional, ya que el orden canónico de un sistema se verá alterado por un cambio catastrófico o, de una forma más plausible, por la acción de fuerzas externas (cambios políticos en el lenguaje, procesos de normativización en situaciones excepcionales). Cuando las variables de adquisición y extensión se cruzan, surgen las siguientes cuatro posibilidades: i.

Cuando un cambio es gradual, tanto en adquisición como en extensión, evoluciona de una implicatura conversacional particularizada a una implicatura conversacional generalizada y, más tarde, a un significado codificado; el cambio comienza en un contexto local y su evolución temporal implica la extensión a nuevos contextos en los que el cambio no se había documentado previamente, así como su adopción por un mayor número de hablantes. Buena parte de los trabajos sobre gramaticalización de marcadores discursivos ejemplifica esta posibilidad.

ii.

Si un cambio es abrupto en su adquisición pero gradual en cuanto a su extensión, el nuevo significado codificado no evoluciona mediante

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la convencionalización de implicaturas: es adquirido holísticamente (posiblemente aprendido) e incorporado por el hablante como una nueva polisemia. Su extensión a una variedad de tipos de textos, por el contrario, sigue el mismo proceso que en el caso i). Creemos que la adquisición del valor reformulativo de esto es sería uno de estos casos. Véase también Estellés (2005) para una explicación similar de por cierto, así como el trabajo de Pons Rodríguez (en prensa) sobre la estructura “la qual çibdad”. iii.

Un cambio abrupto tanto en su adquisición como en su extensión se desarrollará en un periodo temporal relativamente breve, durante el cual se extenderá también a la mayoría de hablantes y de contextos. El cambio de pidgin a lenguas criollas sería tal vez el caso más representativo19. Un cambio de ese tipo sería, por naturaleza, de carácter excepcional y debería producirse en contados casos. Una segunda fuente para este tipo de cambio se podría producir cuando una autoridad externa, con capacidad para controlar los hábitos lingüísticos de una comunidad, impone un cambio a dicha comunidad; por ejemplo, en procesos de normalización lingüística en los que la imposición de una variedad estándar proscribiera otras variedades dialectales del registro formal de una lengua. Un segundo ejemplo, aunque esta vez de tipo léxico, se puede encontrar en regímenes totalitarios: cuando Mussolini proscribió el uso de préstamos lingüísticos del inglés para el léxico deportivo, se tuvo que crear y difundir un conjunto de neologismos (calcio, pallacanestro, pallavolo, etc.) que sustituyera a las palabras prohibidas.

iv.

La última celdilla de la tabla es la más difícil de conceptualizar, porque es difícil imaginar que la codificación de una implicatura pudiera ir asociada a la difusión abrupta del cambio que vehicula. Existe sin embargo un posible candidato para esta celda, que estaría constituido por ciertos cambios catastróficos, que ocurrieron en un espacio relativamente breve de tiempo, aunque se puedan reconocer etapas previas a dicho cambio. La sustitución del sistema medieval de la negación en español, en el que la concordancia negativa era la norma (p. ej., nadie non vino) y su sustitución por un nuevo sistema sin concordancia negativa (nadie vino), que sigue la distribución del activador negativo

Para una visión clásica del paso de pidgin a criollo, Bickerton (1981). Para una visión alternativa, confrontada con el paradigma tradicional, consúltese la reciente polémica DegraffBickerton (Bickerton 2004; Degraff 2003, 2004). 19 



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nunca en español medieval, en un periodo de pocas décadas (Camus Bergareche 2006: esp. 1195-1198), podría constituir una buena ejemplificación. Un segundo candidato para esta celdilla lo constituirían los cambios que implican la reestructuración de un (sub)sistema de elementos, tal y como predice el estructuralismo. La diferencia entre los casos i) y ii) se puede apreciar mejor cuando se compara el desarrollo de EER con la aparición del valor reformulativo en o sea, que es el miembro no marcado del paradigma de los reformulativos. En el siglo XIII, o sea es parte de una construcción disyuntiva, que puede ser tanto exclusiva (ej. 14) como inclusiva (ej. 15). A pesar del mayor número de construcciones exclusivas en la Edad Media, el valor reformulativo se desarrollará a partir de las construcciones inclusivas, como se documenta por primera vez en el CORDE en 1487 (ej. 16). El primer valor no reformulativo aparece en 1758 (ej. 17) y, por último, los valores modales surgen al principio del siglo XIX (ej. 18): (14) De cabo mando que qual quiere que se querrá banyar, o sea varón o muger, non dé por serviçio de banno si non… (1300. Fuero de Teruel. CORDE, 3-IX-2005) (15) Mas clamamos cabdales, o sean truchas o barbos, todos aquellos pexes que huvieren en luengo, sin cobda e sin cabeça, un codbo del punnyo cerrado (1300. Fuero de Teruel. CORDE, 3-IX-2005) (16) Porque después que vino Jesucristo nuestro Redentor, […] Dios […] ya no quiere ser servido de nos porque nos crió y porque nos redimió de muy más complida redención, o sea, de los pecados y de las penas del infierno, como arriba fué apuntado, mas quiérelo ser por nuestro propio provecho, porque sirviéndole o, porque mejor diga, amándole, merezcamos y consigamos ser bienaventurados y herederos de su reino. (1487. Fray Hernando de Talavera, Católica impugnación del herético libelo maldito y descomulgado. CORDE, 3-IX-2005). (17) Sin querer he dicho ya a vuestra merced en estas últimas expresiones cuanto siento y todo mi dictamen en orden al entusiasmo o novela de su héroe –o sea, figurón– de fray Gerundio. (1758. Padre Isla, Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes. CORDE, 3-IX-2005. (18) Según parece es de moda

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esa labor o tarea entre las damas, o sea… Pero, di, ¿no te incomoda esa mano de mortero en la tuya delicada? (1831. Bretón de los Herreros, Marcela o ¿a cuál de los tres? CORDE, 3-IX2005) El desarrollo de los valores modales parece haber continuado durante el siglo XX; de ahí quizás la etiqueta de “generación o sea” con que Emilio Lorenzo (1971) calificó a los jóvenes de su época, lo que sugiere que los valores modales, incipientes al principio del siglo diecinueve, se habían seguido desarrollando hasta la situación actual, en la que o sea ha alcanzado una elevadísima frecuencia de uso, capaz de caracterizar el habla de un cierto tipo de hablantes. Por el contrario, esto es, cuyo valor reformulativo fue adquirido de forma abrupta por la vía de las traducciones en textos legales, se expande lentamente por distintos tipos de textos, pero siempre en el registro formal de la lengua, donde sigue hoy en día: en el siglo XIV, EER se documenta en el CORDE en poesías, ensayos y trabajos científicos. Sin embargo, y al contrario de lo sucedido con o sea, esto es no llegó a desarrollar nuevas polisemias. 6. Una propuesta de cambio Hemos afirmado que la adquisición de valores reformulativos en esto es no puede explicarse en términos de convencionalización de implicaturas. Sin embargo, existe una noción teórica que podría llenar el vacío de la IITSC en este punto y ofrecer el marco teórico adecuado para explicar los casos en los que una innovación no está provocada por la convencionalización de inferencias; nos referimos a la noción de tradiciones discursivas (Schlieben-Lange 1983, Koch 1997, Kabatek 2001). Una tradición discursiva es un conjunto de normas culturales que prescribe, en un tiempo dado y para una sociedad determinada, cómo se produce y recibe un determinado texto. Una característica importante de esta noción es que las tradiciones discursivas no están ligadas a una lengua histórica: la reglas para escribir un soneto son independientes del idioma en que se escriba. Un hablante/escritor, pues, que produzca un nuevo texto perteneciente a una tradición textual (p. ej., un cuento) deberá adecuarse no solo a las reglas de la gramática, sino también a una serie de características formales (longitud), a convenciones del género (existencia de personajes buenos y malos, presencia de lo sobrenatural) e incluso a algunas expresiones fijas (érase una vez…). Al hacer esto, el hablante/escritor



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une su texto a textos precedentes que pertenecen a dicha tradición y ayuda al oyente/lector a ajustar sus expectativas a las de la tradición discursiva a la que el texto pertenece. La presencia de id est está determinada, a nuestro entender, por una tradición discursiva. La Ley Visigoda era una mezcla entre la tradición oral del Derecho Germánico, basado en testimonios, y la tradición del Derecho Romano, basada en documentos (Fernández Flórez 1992: 14). Cuando el rey Recesvinto ordenó la redacción de la Lex Wisigothorum, en el año 645, los documentos escritos adquirieron una mayor importancia para los actos más importantes de la vida, como donaciones, transacciones o manumisiones (Quilis Merín 1999). Para llevar a cabo esta tarea, los escribanos utilizaron modelos que contenían tanto una estructura como unas expresiones fijas. Acababa de nacer una nueva tradición textual, en la que se fijaron algunos usos de la forma latina id est. Mas adelante, cuando el romance reemplazó al latín como lengua oficial para la redacción de documentos, la estructura de los mismos continuó invariable: las fórmulas latinas se tradujeron al español, id est se trocó en esto es y la construcción libre esto + es, ya existente en español, adoptó un nuevo valor textual, activo únicamente en un lenguaje especializado. A medida que avanzó el siglo XIII, la evolución del derecho y la introducción del Código Justiniano crearon nuevas tradiciones textuales (Kabatek 2001). En este proceso, la construcción esto es sobrevivió a la tradición textual original a la que estaba asociado y se expandió a nuevas tradiciones dentro del mismo género discursivo (Fueros, Setenario), así como a tradiciones pertenecientes a otros géneros (prosa científica, traducciones). Esta evolución fue crucial, ya que, a partir de entonces, EER se independizó de su contexto inicial. Puede ser plausible emitir la hipótesis de que la difusión del nuevo valor esté directamente relacionada con Alfonso X y su Escuela de Traductores; no por casualidad, muchos de los textos en los que se documenta EER en el corpus fueron escritos por el círculo del Rey. En el siglo XIV, EER es utilizado por escritores en diferentes reinos de España, aunque la lista de autores parece indicar que el Humanismo fue el punto de enlace de la mayor parte de las ocurrencias. La preferencia por las traducciones, por su parte, favorecerá los contextos metalingüísticos, donde EER se usa con profusión. Por último, al final del siglo XV, esto es se encuentra en una amplia variedad de textos y su integración en el sistema parece completa. El proceso que acabamos de esbozar no se restringe tan solo a EER. Junto a este, surgen nuevos conectores: a saber se documenta por primera vez como conector reformulador en el corpus manejado en 1239; es decir, en 1452 y o sea, en 1535. Esto es y a saber adquieren sus valores reformuladores a través de traducciones (id est y videlicet, respectivamente), mientras que es decir y o sea gramaticalizan una implicatura por contextos locales (Pons Bordería en preparación). Todos estos

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reformulativos se integran en un paradigma en el que se distinguen elementos marcados y no marcados (vid. sección 2. arriba). La conjunción de la información sincrónica del paradigma y el desarrollo histórico de cada marcador pone en evidencia que es decir y o sea, que entraron en la clase gracias a la convencionalización de inferencias, son elementos no marcados con relación a esto es y a a saber, han desarrollado más polisemias y se usan tanto en el registro formal como en el informal. Por su parte, esto es y a saber, que adquirieron sus valores como reformulativos antes, no han desarrollado dichas polisemias. Parece como si el camino de gramaticalización por tradiciones textuales fuera menos flexible y congelara los cambios una vez producidos, no permitiendo desarrollos posteriores. Por el contrario, la convencionalización de inferencias permitiría el desarrollo de un cambio hasta sus últimas etapas, si bien esta hipótesis deberá ser confirmada en investigaciones posteriores. La historia de EER permite apreciar que un cambio desencadenado por la actividad del hablante puede introducirse en un lenguaje por medio de una tradición textual. En las secciones anteriores, este proceso se consideró como complementario del cambio por inferencias asociadas; también es diferente de los “cambios desde arriba” (Labov 1983: 229-233). Kabatek (2001 y 2005a) ofrece un esquema explicativo para el cambio por tradiciones discursivas:



innovaciones (por elaboración)

A

lengua escrita lengua hablada

B innovaciones (p. ej. por expresividad)

Figura 1: Procesos en el cambio lingüístico (Kabatek 2001 y 2005a)

Según este esquema, los cambios pueden responder a mecanismos distintos: a innovaciones en el uso del lenguaje (como, por ejemplo, en el caso de la explotación de implicaturas) o a la adopción de nuevas tradiciones discursivas, con las nuevas necesidades comunicativas asociadas a las mismas. La IITSC y la noción de tradiciones discursivas son, a la luz de este esquema, dos formas diferentes de explicar procesos complementarios del cambio lingüístico, uno desde el registro formal, otro desde el registro informal. En el caso de los marcadores de reformulación que nos ocupa, esto es y a saber son innovaciones por elaboración de



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ciertos tipos de textos, mientras es decir y o sea se produjeron como innovaciones a partir de implicaturas particularizadas en contextos locales. 7. Conclusión El problema estudiado en este trabajo arroja nueva luz sobre la relación entre semántica y pragmática. Los hablantes pueden promover cambios en el lenguaje sin convencionalización de inferencias, gracias a las tradiciones discursivas desarrolladas por una sociedad y a los cambios formales requeridos por las mismas. Este nuevo frente no afecta tanto a los elementos nucleares del lenguaje como a una periferia en la que se pueden encontrar marcadores discursivos con valores textuales o ilocutivos, así como léxico especializado. 8. Bibliografía Bach, Carme (2001): Els connectors reformulatius catalans. Anàlisi i proposta d’aplicació lexicogràfica, Tesis doctoral. Barcelona: Universitat de Barcelona. Bickerton, Derek (1981): Roots of Language. Ann Arbor: Karoma. — (2004): “Reconsidering Creole exceptionalism”, Language 80, 4, 828-833. Blecua, Alberto (1983): Manual de crítica textual. Madrid: Castalia. Briz Gómez, Antonio (1998): El español coloquial en la conversación. Esbozo de pragmagramática. Barcelona: Ariel. Canellas López, Ángel (1989): “El notariado en España hasta el siglo XIV: Estado de la cuestión”, en: Notariado público y documento privado: de los orígenes al siglo XIV. Actas del VII Congreso Internacional de Diplomática. Valencia, 1986. Valencia: Conselleria de Cultura, Educació i Ciència, 99-140. Cano Aguilar, R afael (1988): El español a través de los tiempos. Madrid: Arco/Libros. Camus Bergareche, Bruno (2006): “La expresión de la negación”, en: Company Company, Concepción (ed.): Sintaxis histórica del español, vol. II. México: UNAM, 1165-1249. Casado Velarde, Manuel (1991): “Los operadores discursivos es decir, esto es, o sea y a saber: valores de lengua y funciones textuales”, Lingüística Española Actual 13, 87-116. Company, Concepción (en prensa a): “Subjectification of verbs into discourse markers: Semantic-pragmatic change only?”, en: Delbecque, Nicole/Cornillie, Bert (eds.): Modalization and Pragmaticalization. Amsterdam: John Benjamins. — (en prensa b): “Gramaticalización, subjetivización y reanálisis. La flexibilidad categorial del verbo en la historia del español”, International Cognitive Linguistics Conference, Berlin: Mouton de Gruyter. Cuenca, María Josep (2001): “Los conectores parentéticos como categoría gramatical”, Lingüística Española Actual XXIII, vol. 2, 211-235.

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Direcciones de los autores

Mario Barra Jover Université Paris 8, Département de Sciences du Langage, 2, rue de la Liberté, F-93526 Saint-Denis Cedex, [email protected] R afael Cano Aguilar Universidad de Sevilla, Facultad de Filología, Departamento de Lengua Española, Lingüística y Teoría de la Literatura, Palos de la Frontera, s. n.º, E-41004 Sevilla, [email protected] Concepción Company Company Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Lingüística Hispánica, Circuito Mario de la Cueva s/n, Ciudad de la Investigación en Humanidades, Ciudad Universitaria, 04510 México D.F. [email protected] Rolf Eberenz Université de Lausanne, Faculté des Lettres, Niveau 4, BFSH 2, CH-1015 Lausanne, [email protected] Andrés Enrique-Arias Universitat de les Illes Balears, Departament de Filologia Espanyola, Moderna i Llatina, Edifici Ramon Llull, Cra. de Valldemossa Km 7,5, E-07122 Palma de Mallorca, [email protected] José Luis Girón Alconchel Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Lengua Española y Teoría de la Literatura, Facultad de Filología, Edificio B, Ciudad Universitaria, E-28040 Madrid, [email protected]

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Direcciones de los autores

Johannes K abatek Universität Tübingen, Romanisches Seminar, Wilhelmstr. 50, D-72074 Tübingen, [email protected] Peter Koch Universität Tübingen, Romanisches Seminar, Wilhelmstr. 50, D-72074 Tübingen, [email protected] Wulf Oesterreicher Universität München, Institut für Romanische Philologie, Ludwigstr. 25, D-80539 München, [email protected] Salvador Pons Bordería Universitat de València, Departamento de Filología Española, Avda. Blasco Ibáñez, 32, E-46010 Valencia, [email protected] Lola Pons Rodríguez Universidad de Sevilla, Facultad de Filología, Departamento de Lengua Española, Lingüística y Teoría de la Literatura, Palos de la Frontera, s. n.º, E-41004 Sevilla, [email protected]