Seres Sobrenaturales De La Cultura Popular Argentina

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Adolfo Colom bres

SERES SOBRENATURALES de la CULTURA POPULAR ARGENTINA

BIBLIOTECA DE CULTURA POPULAR / 1 EDICIONES DEL SOL

Golómbres, A d o lfo Seres sobrenaturales de la cultura popular argentina. - I a. ed. 6a reimp. - Buenos Aires : D el Sol, 2009. 208 p. ; 2 0 x1 1 cm.- (Biblioteca de cultura popular) IS B N 978-950-9413-00-9 1. Folklore Argentino. I. Título C D D 398.45 '

C o le c c ió n d irig id a p o r A d o l f o C o lo m b re s D is e ñ o d e c o le c c ió n : R ica rd o D e a m b ro s i Ilu stración ele tapa: R ica rd ó D e a m b ró s i

1a e d ic ió n / 6a reim p resió n © Ediciones del Sol S.R.L. ■Av. Callao 737 (C 1 0 2 3 A A A ) Buenos Aires - Argentina Distribución exclusiva: Ediciones Colihue S.R.L. Av. D íaz Vélez 5125 (C 1 4 0 5 D C G ) Buenos Aires - i [email protected] www.colihue.com.ar -

I.SlB.N,. 978-950-9413-00-9. Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 •IM P R E S O E N 1A A R G E N T IN A - P R IN T E D Í N A R G E N T IN A

“Pero este juego no tiene lím ite : cada uno de nuestros de­ seos recrea el mundo y cada uno de nuestros pensamien­ tos lo aniquila (...) En la vida de todos los días alternan la cosmogonía y el apocalipsis: creadores y demoledores c o ­ tidianos, practicamos a una escala infinitesimal los m itos eternos. ” E.M. C IO R A N , Breviario de podredumbre

PRO LO G O

Seres imaginarios que, corno tales, escapan al rigor de las leyes biológicas y físicas, han poblado siempre las noches del planeta y también la luz, sin que la era del átom o y la cibernética haya podido acabar con ellos, acaso porque el conocim ien to cien tífico y las utopías sociales están aún lejos de calmar todos los miedos ancestrales del hom bre y de colm ar sus esperanzas. Michelet, en La Sorciere (1862 ), afirma que la fauna dé las tinieblas procede del tiem po de la desesperación. Para Frázér, la fuerza más p oderosa én la gestación de la m itología prim itiva fu e el m ie­ do a los muertos. Pero hay que nombrar asimismo al te­ m o r a la muerte y el incógnito más allá que plantea, al hambre y demás catástrofes que castigaban periódicamen­ te el mundo, y al destinó, ese fu tu ro misterioso que ansia­ ba predeciny m odificar en la medida de lo posible. L o s seres que ambulan p o r la oscuridad son muchas vecésformáspasajeras, espectros vagos y fugaces: la fo s fo ­ rescencia de unos ojos, fuegos móviles, jinetes descabeza­ dos que galopan, horripilantes ruidos que denuncian la presencia de un personaje invisible, algún m uerto nostálgi­ co que regresa al espacio de su fervor, a nutrir la obsesión de un recuerdo. La inmensa mayoría sucumbirá a esa ne­ bulosa en que se disgregan los sueños de una mente singu­ lar, pero algunos serán vistos, oídos o sentidos también p o r otros, conform ando una realidad intersubjetiva que irá trascendiendo, hasta afianzarse en la imaginación colec­ tiva. R ecién entonces podrem os decir que estamos ante se­ res sobrenaturales propios de una determinada cultura p o ­ pular que los ha concebido, ó adoptado y adaptado a su singular cosmovisión. P orq u e los escasos seres que los ar­ gentinos debemos a otras culturas (e l Basilisco, la Sirena, el Fam iliar) no tienen a q u í la misma apariencia ni igual le­ yenda, n i cumplen una misma función. 9

L o com ú n en la vida real es que él bien y el m al convi­ van en m ayor o m en or medida en una misma persona, lo que indicaría que n o están on tológicam ente separados. P e­ ro c o m o señala R ola n d Villenetive, el espíritu humano no ha p od id o prescindir todavía de un sistema dualista. Y lo vemos no sólo en el terreno religioso y moral. También en lo p o lític o existe la tendencia a sintetizar tod o lo malo y repugnante en el opositor, en especial cuando éste sus­ tenta una ideología m uy diferente a la dom inante, hasta el p u n to de negarle la cond ición humana y con vertirlo en al­ g o que es preciso elim inar p o r el bien del país. D e ahí q u e los dem on ios, con sus m il formas v genealogías, muestren atroz en la casi t o t alidad de. las culturas, conio'sím c bolos de las repulsiones, ansiedades y deseos inconfesables, de uñ pueblo. Las más secretas y profundas pulsiones son abstraídas ynaffíifSgÓTngj^sgdas. A u n q u e la imaginación 'popu la r apele a las form as conocidas de los animales, las plantas y hasta de los minerales (c o m o Jacha iy S h o rt en­ tre los onas, p o r ejem p lo), transferirá a sus creaciones al­ gún atributo humano, ya sea en su apariencia o en lo ideo­ lóg ico, que constituirá el vínculo, el signo, la representa­ c ió n : el animal q u e mira, piensa o siente co m o un hom ­ bre; el m onstruo que incorpora alguna parte del cuerpo hum ano a su m orfolog ía , o al menos su gesto; o la figura antropom orfa co n horribles deform aciones que la convier­ ten en tem ible y repugnante, c o m o el Ivunche. S i bien las fantasías malignas de Europa tienen al sa­ dismo co m o denom inador com ún, según señalaba M arie Bonaparte, entre nosotros no tod o lo rnqlígno es sádico, y lo d em oníaco, que allá conform a la casi totalidad de la fauna fantástica,_uorc o n s ñ ti^ ^ l'^ íIím á s lq tte un sector de la imaginación popular. L os impulsas ligados a üh ideaT de bondad y pureza (variables de una cultura a o tra ) cristali­ zan en deidades ben ignas, que integran con las del mal ^^dsiciónesJbing r v ^ un antagonismo cósm ico que moldea el destino del m undo. A u n qu e a veces la lucha parézca sin cuartel, ~ámbós princip ios tienden a com plementarse, en la medida en que to d o c o n flic to prolongado crea dependen­ cias, teje redes solidarias que integran a los contendientes en un m ism o sistema. Es que sin o posición no hay identi­ dad. E l mal necesita al bien para perfilarse, ¿y que sería del bien si no existiera el mal? E l juego se vuelve ritual, al estilo de las rivalidades institucionalizadas por-> un orden social. La guerra n o puede ser a muerte, desde que ambas partes comulgan en un m ism o espíritu, en una naturaleza 10

única. N o sólo se establecen treguas y se reconocen terri­ torios en una especie de gentlem en ’s agreement, y aun de pactos más form ales, sino que se transvasan métodos. D io ­ ses creadores y benignos resuelven de p ro n to aniquilar a la humanidad, y lo hacen con una saña o una despreocupa­ ción que estremecería a un dem onio. A sí, entre los chiri­ guanos, Tunpa destruye sin m iram ientos a la humanidad sólo para satisfacer im ilegítim o deseo de Araparigua, pero después se siente solo y crea otra. Y viceversa, encontra­ m os a m enudo demonios volubles que cediendo a una promesa, una tentación o a la vanidad del cu lto resuelven beneficiar a un m ortal, ayudándolo a salir de un trance d ifíc il o a obten er éxito en una empresa sin pedirle el alma en cam bio. S i bien en el p ropósito inicial parece estar la taxativa separación de ambos principios, desde que se los plantea com o de naturalezas inconciliables entre sí, vemos que al fin a l triunfa la dialéctica de lo real, que dichas fantasías tienden a resolverse en una síntesis que es un regreso a lo con creto luego de una temporada en la abstracción, y so­ bre tod o un regreso a la naturaleza humana. L o que p roba­ blem ente ocurra es que sobre las fantasías^ ^Üñé"id§l^"Jos sacerdotes y shamanes el pueblo vaya próyectanto su vida real, haciendo tanto al dios co m o al dem onio a su imagen y semejanza. P orq u e si los dirigentes religiosos piensan a los dioses según sus puntos de vista e intereses, los pueblos los experim entan según los suyos, y los humanizan para pod er com unicarles m ejor sus miedos y esperanzas, reco­ nocerse en sus atributos y reflejarse en su conducta. Esta observación antropológica parece tener un alcance univer­ sal. E n las teogonias d é los egipcios, de los griegos y espe­ cialm ente de los romanos n o siempre se puede discernir si los seres sobrenaturales a los que el hom bre se dirige p o r ayuda para salir de una situación o alcanzar é x ito son de naturaleza benigna o maligna. Más fá cil sería hablar de seres predom inantem ente benignos y predom inantem ente malignos, y no de puristas y obsesivos personajes del bien y del mal. Hay veces en que está norm ado cuándo lá deidad hace el bien y cuándo el mal: es el caso de un dios que instituye un orden ético y castiga a los transgresores del m ism o así co m o prem ia a los obedientes. Otras veces —y esto es c o ­ m ún entre nosotros— tod o parece quedar librado a u n ca­ prich o im predecible de la deidad, a razones inescrutables que el- h om bre no trata de inteligir y menos de discutir. 11

La conducta del personaje puede variar también con la h o ­ ra, c o m o en el caso de Yacumama, que protege al hom bre a la luz del día, p ero que al caer la noche asume las carac­ terísticas de los seres maléficos, sin que exista más m otiv o para explicar esta m utación que el viejo terror humano a las tinieblas, que vuelve sobrecogedores en la oscuridad el espacio y los seres que no nos turban en otra hora. Tam­ bién Pachamama, el Chiqui, el Llastay y otras deidades diaguita-calchaquí parecen participar de estas caracterís­ ticas. L o s Anchim alén de los araucanos son criaturas que se ocupan durante la jom ada del ganado de los brujos, para trocarse en la noche en fuegos errantes que salen a ejecu­ tar las malignas misiones que les confían los mismos. A lo largo de muchos siglos estuvo dominada Europa p o r un respetuoso tem or al m undo invisible. L os brujos trabajaban tanto co m o los teólogos, realizando arduos estu­ dios y m inuciosos catálogos de seres infernales. Jean Wier, m édico del duque de Cíe ver en el siglo X V I ; determinó, tras cuidadosos cálculos, que existían 7.409.127 dem o­ nios, bajo la dirección de 79 príncipes. Un lib ro anónim o del 1581 asegura que o tro inventario realizado p o r brujos de esa época arrojaba un to ta l de 7.405.920 dem onios ba­ j o la dirección de 72 príncipes. Pero tales guarismos se fundaban más en cierta matemática esotérica que en una suma de personajes definidos. S ó lo los príncipes y algunos dem onios contaban con una caracterización, có m o puede versé en el D ictionnaire infernal de Collin dePlancy (París, 1863) y otros textos clásicos del género que también re co ­ gen y ordenan buena parte de una rica tradición iconográ­ fica. P ero a partir del siglo X V I I I se genera una corrien te racional que va sumiendo erí un escepticismo generalizado a estas demogonías, a la vez que resta influencia a la Ig le ­ sia en lo tem poral e increm enta el núm ero de ateos y no practicantes del cu lto cristiano. Decae así el interés p o r las aventuras tenebrosas, que provocaran antes una curiosi­ dad enferm iza en un vasto sector de la población. L a ra­ zón pasa su escoba p o r las sombras acaso co n más é x ito que el Cristianismo, acusando, al igual que éste, de supers­ ticiosos a los cultores de dicha fauna. Saldrá luego p o r el m undo a reviializar la vocación ecuménica, del V iejo C on­ tinente, dando nuevas vueltas de tuerca a las culturas o p ri­ midas. L o s dioses de A m érica, tan vapuleados ya p o r la conquista espiritual en los siglos X V I y X V I I (q u e nunca se detuvo), con ocieron el f ilo de otras espadas. P ero tal im posición fu e lenta y sólo triu n fó en un p rin cip io en las 12

ciudades, y especialmente en las clases embarcadas en la aventura del progreso. E n el interior, las culturas indígenas y mestizas, atrincheradas en sus tradiciones, se resistieron a desterrar a sus seres imaginarios. Claro que a q u í no todos eran dem onios y abomina­ bles seres del inframundo. Había seres supremos y dioses creadores y principales, héroes civilizadores, personajes m ítico s y legendarios cuyas funciones en la cultura eran m últiples, y p o r lo general positivas, a diferencia de lo que sucedía en Europa. Algunos estaban para explicar el o ri­ gen del hom bre, de los animales y el universo entero, o de ciertas instituciones, costumbres, creencias y fiasta he­ chos biológicos c o m o la muerte. O tros para describir un ideal dé belleza fem enina (C iraigo) o masculina (K e tte rrnem ), o pobla r el misterioso más allá de la vida cam al con seres de rostro y atributos precisos, los que al espe­ rar a los mortales con una misión determinada mitigaban una antigua angustia. M uchos se hallaban destinados a p ro ­ teger la vida d el cazador, del viajero, de las mujeres y los niños, y les indicaban ciertas precauciones para evitar los peligros que los acechaban. Otros mandaban o curaban en­ fermedades, y explicaban las andanzas y transmutaciones del alma o del ánimo. E n casi todas las culturas indígenas hallaremos asimismo seres que protegen a los animales sil­ vestres comestibles del exterm inio p o r parte de cazadores voraces, con la clara fu n ció n de conservar esos recursos naturales. También, aunque en m enor medida, encontra­ rem os seres que defienden la integridad del m on te y la p u ­ reza de las aguas. Estos últim os se revelaron a la postre más eficaces que nuestras leyes de p o lic ía en lo que hace a la preservación del equilibrio ecológico, y a un costo p o r cie rto menor. Cuando dichos seres, que persiguen fines de tanta im ­ portancia para una sociedad, son empaquetados y descali­ ficados bajo el ró tu lo de “su perstición'’, se hace preciso preguntarse p o r el origen de esté con cep to y el sentido con que se lo utiliza. Se podría afirmar q u é surge del abso­ lutism o de la religión cristiana, y se consólida p osterior­ m ente con la tendencia racionalista, tanto de derecha c o ­ m o de izquierda. Esta última se empeña en ver en los p ro ­ ductos de la imaginación popular sólo una venenosa flo ra r de la miseria y la explotación. También la de derecha des­ plaza a tales prod uctos del cam po de la realidad, p o r n o amoldarse a su estrecha concepción de lo que es naturale­ za, ciencia y razón. 13

Conviene detenerse en el con cep to de razón. Todos los hombres form an, sí, una sola espécie, desde que las di­ ferencias raciales y culturales no han probado nunca la afirm ación de que las facultades mentales básicas varían de un caso a otro. Ya la antrop ología desbancó hace m u­ ch o la teoría de la “ mentalidad p relógica” de Levy-B ruhl (d e la que él m ism o se retractó antes de m orir), que co n ­ ducía a extrem os peligrosos, pero hay acaso en la misma aspectos rescatables, c o m o la idea de que no todos los p r o ­ cesos mentales están sujetos a las mismas leyes, pues eso nos obliga a buscar en cada circunstancia los prin cipios so­ bre los que fu n cion a una espiritualidad específica, sin re­ ducirla mecánicam ente a otras estructuras lógicas. P orqu e si en líneas generales la razón (c o m o el h o m b re ) es única, en cuanto facultad de inteligir, las ideas lógicas varían de acuerdo a los valores de la cultura y su experiencia histó­ rica de aprehensión del m undo (c o n o cim ie n to ). A u n den­ tro de cada sociedad encontrarem os mentalidades distin­ tas que experim entan lo real de un m od o particular y lo explican con otras ideas lógicas. Estas premisas perm iten hablar de un co n ce p to occidental de razón, cuya m atriz inicial estaría en la filo s o fía griega, y que se fu e consoli­ dando con la experiencia y el pensamiento posteriores de esta civilización. A l posturlarla c o m o universal, se postuló a s í misma co m o el m od elo más acabado de lo humano. S o m etió a todo el m undo a su lente con el argum ento de que venía a liberar al hom b re de sus miedos, p ero co m o siempre desconoció y a tropelló a las otras razones casi nunca pud o liberar sin aculturar, es decir, sin colon izar la cultura y las mentes. Para el enfoque cristiano, superstición es to d o aquello que n o puede ser reducido a los términos de su doctrina. Se dice, p o r ejem plo, que es lo que sobra, lo que no c o ­ rresponde a la religión, p ero cuando se habla de religión se piensa en un catolicism o o rto d o x o , y no en las m últiples religiones que hay en A m érica. L o s dioses creadores de és­ tas o son asimilados, previa higienización, al D io s cristiano, o desterrados a l desván vergonzoso de la superstición, d on ­ de se ocuparán de ellos el fo lk lo re y la etnografía. Para F o rtu n y , que era sacerdote, hay superstición cuando se rinde un cu lto divino a quien “no se d eb e” (la Pachama­ ma, p o r ejem plo), ó a un serxd e b id o(s ólo los del Cristianis­ m o, desde y a ) p ero de un m od o indebido, que no se ciña a las. normas del c u lto o ficia l (c o n lo que se condena a las más ricas manifestaciones del sincretismo religioso de 14

nuestros pueblos, verdaderas apropiaciones de una reli­ gión ajena para amoldarla a su cosm ovisión y necesidades). A s í instrumentado, el_concepto. de superstición-resulta un lamentgBle^ésfeféotipo del colonialism o cultural, una f o r ­ ma de desprestigiar, quitar validez y desactivar la cultura pppülár'pará neutralizar sus ferm entos revolucionarios. Es que nadie puede decir a todo un pueblo lo que d e b e y no debe valorar y venerar, f ii im ponerle la fo rm a exacta de un rito oficializado en un país rem o to p o r personas que,:rio los tom aron en cuenta para nada. J Y ju n to con la superstición, conviene p on er también al fo lk lo re en el banquillo de los acusados, com o ciencia manejada p o r los sectores dominantes de la sociedad, que al tom ar co m o arcaísmos o “supervivencias” condenadas a una pronta extin ción a las distintas manifestaciones de la cultura popular, trabó la dinámica de su desarrollo evolu­ tivo y abolió en consecuencia su fu tu ro , metiéndola en vi­ trinas. Pero n i siquiera toda la cultura va a parar allí, sino sólo aquello que no ofende al amo, lo que no cuestiona a fo n d o el orden imperante. A estas culturas “ cien tífica ­ m en te” deshuesadas se les asigna la m isión de proveer de sím bolos de identidad a una burguesía extranjerizante, p e ­ ro siempre ansiosa de cubrirse con un ligero barniz de na­ cionalism o para enmascarar m ejor sus intereses. P o r eso no es de extrañar que se sepa m ucho de artesanías y p o c o de lo que cuesta hacerlas, de lo que el artesano gana p o r mes y lo que piensa de la sociedad que lo despoja a p recio vil de sus productos, obligándolo a jornadas agobiantes y dejándolo fuera de la educación, la salud y los servicios públicos más esenciales. P o r eso, en la actual co y untura, resulta más apropiado hablar, de culturq'^popúlar ""qüér dte folk lore. .A q u élla com prende de hecho todos los estudios fo lk ló ric o s y etnográficos, los que no resultan en conse­ cuencia desestimados n i relegados. P e ro dicho con cep to enp-aña, sí, una sustancial m od ifica ción del enfoque, al apuntar ~jSesd.e u n .com ienzo hacia unucuTtura córitfóTádá p o r sus creadores y. p_articipañiei_y ^ i servicio su libera­ ción y desabollo evolutivo, dinámica y n o estática, acto vivo y n o pieza de museo. Con Granada, A m b rosetti, L a fo n e Quevedo, Adán Quiroga, Carrizo y algunos otros autores de relieve se in i­ cian los estudios fo lk ló rico s en Argentina, los que al cabo de las décadas term inaron acumulando una enorme canti­ dad de datos, valiosa recopilación a la que no se podrá agregar m u ch o co m o consecuencia del avanzado estado de 15

aculturación en que se hallan las comunidades tradiciona­ les. La opción que éstas enfrentan ahora es sucumbir c o ­ m o grupos diferenciados o reestructurarse a p a rtir de sus raíces para proyectarse co m o tales hacia el fu tu ro. Para es­ to es preciso reelaborar los datos desde otra óptica, resemantizarlos, restituirles su eficacia prístina, dimensionarlos con un sentido p rá ctico en la realidad actual, lo que no es tarea de folkloristas, sino de los mismos participantes. E llos podrán, sí, solicitar apoyo a distintos especialistas, para que trabajando bajo su directiva les devuelvan el cau­ dal de inform ación recogido p o r sus respectivas discipli­ nas. S ó lo retroálimentándose de esta form a la cultura p o ­ pular podrá fortalecerse y evolucionar hacia estadios su­ periores, que las legalicen en el m undo m oderno co m o m odelos sustitutivos de la cultura de masas, que se crea desde arriba para penetrarla y destruirla. Es que el esfuerzo descolonizador de los pueblos o p ri­ m idos no puede detenerse ante ningún íd o lo de los op re­ sores. Apoyarse en sus categorías es pereza m ental que ter­ mina deform ando la esencia de las cosas. A sí, siempre que se nom bra a un dios indio se le busca un equivalente en el panteón greco-latino. Con este empeño, un a u tor asimiló a Huayrapuca al J ú p iter Tonante, sin ver que éste era la tempestad desencadenada, con copiosa lluvia, y aquél la sequedad violenta, un viento que nunca trae la bendición del agua, sino que, p o r lo contrario, acaba con la hum e­ dad de la tierra (siem pre escasa en esa zon a ) y hace bramar de sed a los animales. Más que un caso curioso, E l lib ro de los seres imagina­ rios de Borges viene a ser un p rod u cto paradigmático de ese falso universalismo con que nos colonizaron. Trae a llí la semblanza de los principales seres fantásticos de Europa y Asia, pero de A rgentin a y toda A m érica sólo cita a la Chancha con Cadenas, a la que se refiere C olu ccio en su célebre diccionario fo lk ló ric o , ente totalm ente secundario en nuestra cultura, qu e sólo fu e o íd o algunas veces en la estación de trenes de Q uilino ( Córdoba), y que n i siquiera pertenece a nuestra fauna vernácula, pues n o se trataría al parecer de un cerdo montes, sino de una chancha domés­ tica. Es para creer qu e Borges la instaló en las páginas de su lib ro co m o un sarcasmo a la cultura popular argentina, y un m od o velado de afirm ar que a q u í no hay nada que valga la pena. P o rq u e si abrió el m encionado diccionario habrá encontrado también otros seres de m ayor interés y prestigio, a los que n i siquiera m enciona de paso. Claro 16

que dedica sendos capítulos al Basilisco $ la Sirena, pero no se refiere en ellos a las versiones argentinas de dichas le­ yendas. Y con la misma facilidad con que desconoce los productos de la imaginación popular de nuestro con tin en ­ te, da cabida en su lib ro a los sueños terribles de escritores com o C. S. Lewis, Em anuel Swdenborg, Kafka y Poe. P o r más atractivos que resulten estos sueños, y p o r más n o to ­ riedad que tengan sus autores en el m undo de las letras, se tratan de fantasías individuales, ajenas al cam po del imagi­ nario social, que constituye el exclusivo o b je to de esta obra, centrada en la cultura popular y n o en las fabulaciones de los grandes solitarios. También se excluyen de estas páginas a todos los seres de la religión cristiana, pese a haber santos m uy venerados p o r el pueblo, y llevar ella de arrastre personajes de l o más heterodoxos, co m o la D ifu n ta Correa, Carballito, la, Telesita y el San Esteban de Sumamao, que no pide rezos sino bailes y diversiones. P o r no constitu ir personajes, se ha de­ jado afuera a los m itos y leyendas sobre piedras, volcanes, ríos, cerros y o tro s lugares sagrados, o con leyenda d em o­ niacas, co m o la Salamanca. L o s pueblos indígenas suelen deificar al espíritu de ciertos árboles (los guaraníes al del cedro, los araucanos a los del pehuén y el m aitén), los que no fu eron iñclu idos p o r una razón similar. E n cuanto a los animales, incluim os a los seres sobrenaturales que tom an esta form a, p ero n o a los protagonistas de m itos etiológicos co m o el Kakuy y el Crespín. E l Cuco no está, pese a su popularidad, p o r n o tratarse de un ser, sino de un sim­ ple recurso traído de Europa para asustar a los niños. L os adultos n o creen en ellos, y n i siquiera se ocuparon de darle una fis on o m ía determinada. Se ha elim inado asimis­ m o a los seres que desaparecieron del imaginario social an­ tes del ú ltim o tercio del siglo pasado, y que dejaron p o r lo tanto de fo rm a r parte de la realidad para convertirse en tema de investigadores, co m o son los casos de Cacanchig, dem onio al que consultaban los brujos; Piguerao, numen de la tempestad, y Catequil, todos diaguitas pre-incaicos; y Saramama, num en del m aíz de esa región y espíritu p r o ­ te cto r de los sembradíos, seguramente posterior, al que A g ü ero Vera dedica to d o un capítulo. Se pod ría clasificar a los seres sobrenaturales a q u í descritos en* cuatro grupos, siguiendo en parte una carac­ terización de Frazer, y que son: I o ) L o s espíritus, que se­ gún dicho a u tor tienen restrigidas sus operaciones á partes delimitadas de la naturaleza, y sus nombres no son p ro ­ 17

píos, sino genéricos, comunes, p o r Ser también más genéri­ cos qu e individuales sus atributos. D e a q u í surge que hay un núm ero indefinido de espíritus de una misma clase, y los individuos de cada clase son semejantes entre sí, sin particularidades m uy marcadas. Según T ylor, los espíritus serían un con ce p to p o s te rio r al de alma, y de ellos surgie­ ron los dioses. Pueden ser benignos, malignos o ambiguos, invisibles o visibles (aunque en este ú ltim o caso suelen to ­ m ar una apariencia caprichosa y variable). Entrarían en es­ ta categoría los Payak de los tobas y los A nchim alén de los araucanos; 2o ) L o s dioses, tanto principales co m o se­ cundarios, creadores o Hó, qué no están restringidos según F razer a departamentos delim itados de la naturaleza, aun­ que suelen presidir algún d o m in io especial, sin quedar con ­ finados a él. Tienen un nom bre p ro p io y una personalidad definida, y pueden ejercer el bien o e l mal, o ambas cosas. Pertenecerían a esta categoría Tupá, Tunpa, Ajatáj, Gamakia, N eepec. Elal, Elengásem y m uchos o tro s ; 3o ) L o s héroes civilizadores o culturales y los simples héroes m ític&sT^úe pueblan la esfera religiosa sin ser venerados n i te­ midos, sino sim plem ente admirados p o r sus aventuras y las enseñanzas que dejaron, lo que puede tener c ie rto equiva­ lente en los semidioses griegos. S e r i a d caso de La p ich í, Tapiatsol, Tanki, Tokjuaj y o tro s ; j¡¡ 4o ¡¡¡/Personajes legen­ darios, c o m o la M uía A nim a, el Familiar, el Yaguareté-Abá, el L obisóxi^eJ B om bero y -e l Pira-Núy que inspiran te m o r p o r e l p eligro que representan, pero n o parecen caer en ej rñürido sagrado n i com p rom eterlo. E l lib ro no sigue esta clasificación, p o r lo que io s térm inos se usan con alguna libertad. L o s procesos de in tercu ltu ra ción provocan fusiones de personajes, así co m o absorciones dé unos en otros. E n ciertos casos, cuando lo p erm itieron las fuentes, sé separó lo que y a estaba casi unido (c o m o Gualicho y HuekúfU), restituyendo a los seres su individualidad y atributos o ri­ ginarios. Las descripciones m últiples de un mism o ser pueden con stitu ir indicios de una fusión, p ero también obedecer a caracterizaciones regionales específicas (c o m o ocurre c o n el M ik ilo ) o a la fantasía de los informantes. Las variantes suelen ser también obras del tiem po, que to do l ó transforma, y en especial lo que no está e s c rito ;y de la interpretación que de un relato hacen los cronistas y an­ tropólogos. E n verdad, lo raro es la perfecta coincidencia le las descripciones de un personaje. E l im pacto del Cris­ tianismo en las culturas indias origina asimismo profundas 18

m odificaciones en los atributos de los seres, ya sea p o r im ­ posición o p o r contam inación. A veces es tal la falta de aristas, de perfiles nítidos, que se tiene la impresión de p i­ sar un país de brumas. D e l análisis de los atributos de los 261 seres sobrena­ turales a que se refiere este libro surge lo siguiente: I o ) N uestro pueblo prefiere situarlos en la misma tierra ( m on ­ te, selva, montaña, pampa). Más de lá m itad (1 3 9 ) habita en este m edio, mientras que son sólo 72 los que están en el cielo. E n el agua hay 21 (se puede sumar éstos a los te­ rrenales, p o r tratarse de un mismo nivel), y suman sólo 14 los claramente situados en el inframundo. Siendo 61 los seres de naturaleza maligna, vemos que menos de la cuarta parte de ellos vive en e l m undo subterráneo, lo que marca una tendencia a no expulsarlos de la tierra; 2o ) Nuestras culturas populares han poblado su realidad de seres sobre­ naturales, pero no con el p ropósito de rendirles cultos o b ­ sesivos n i esclavizarse a lo s mismos. E n sólo 44 casos las fuentes dan indudables referencias a la existencia de un culto, y entre éstos son pocos los que alcanzan un grado obsesivo. Ya vimos antes los sentidos que los inspiran; 3 ° ) L o s dioses secundarios y simples personajes m ítico s co n ­ form an la neta m ayoría d é l o s seres (1 6 7 ). Les siguen los de naturaleza maligna (6 1 ). L os dioses principales son 23, cifra que resulta baja si se toma en cuenta la cantidad de culturas relevadas. Surge de esto que nuestra gente m antie­ ne una esfera de seres supremos y creadores de tod o lo existente emplazada p o r encima de la m u ltitu d de perso­ najes que pueblan su religión. L os héroes civilizadores se­ rían 7, cifra baja en relación a otros con tex tos ; 4o ) A p e ­ nas se da entre n osotros ese sadismo que resulta una cons­ tante en la fauna fantástica de E u ropa, dónde los dem o­ nios son millones, y tan atroces com o vanadas las torturas que prom eten y los malas que causan a los hombres. C o­ m o se dijo, nuestros seres de naturaleza maligna apenas al­ canzan a 61, y la m ayoría de ellos no se dedica exclusiva­ m ente al mal. Son 29 los que se muestran capaces de asesi­ nar o devorar a los hombres, reduciéndose a 12 los que si­ guen, raptan, seducen o violan a las mujeres, y a 18 los que asustan, raptan o devoran a los niños. E n estos dos últim os casos es evidente el deseo de p roteger a los débiles de los innumerables peligros que los acechan, más que él de cebar un sadismo; 5o ) Hay una marcada tendencia a no describir a los seres sobrenaturales (son 104 los abstractos a no descritos) lo düé nuéde indicar una tendencia a la 19

abstracció n . o bien un consenso tá cito de que son en su 'apáneñcía similares a los hombres. Es en cambió~haja la intim ación p o r lo imnsibTé, ya que en sólo 13 casos se re ­ con oce este atribu to en fo rm a expresa; 6o ) Hay 39 seres que benefician y protegen a los hombres de los distintos peligros a los que están expuestos, y 36 que cuidan el e c o ­ sistema. E n tre estos últim os, predom inan los que protegen a los animales del exterm inio del hom bre, que son 29, so­ bre los que se ocupan del m edio vegetal, que son 7; 7o ) A u n qu e de algún m od o cada elem ento de la cultura p r o ­ picia y defiende un ethos, hay sólo 8 seres con una m isión ética explícita, o sea, que crean las normas y castigan su incum plim iento, o las defienden sin haberlas creado, lo que viene a desmentir ese sentido hondamente represivo y esclavizante que quiere darse a veces a la religión popular. A los seres de las culturas rurales mestizas, que consti­ tuyen la materia específica del fo lk lo re en su sentido más estricto, se añaden los que pueblan el universo religioso de las distintas culturas indígenas del país, d om in io de la e t­ nografía. L a guaraní y la diaguita-calchaquí se destacan p o r su variada gama de personajes. En Corrientes y M is io ­ nes se ha form a d o ya una cultura de origen guaraní propia del sector m estizo, en m uchos aspectos diferente de la más pura cultura guaranítica, que entre nosotros sustentan principalm ente los mbyá, y también algunas familias de paí-tavyterá y avá-chiripá; todos éstos asentados en M is io ­ nes. También los chiriguanos participan de dicha cultura, aunque en m en o r medida que los otros, p o r haberse tras­ ladado ya hace m ucho tiem po (probablem ente en el ú lti­ m o tercio del siglo X V y principios del X V I ) hacia los c o n ­ trafuertes andinos y lím ites occidentales del Chaco, y asi­ milado influencias de esas regiones. L o s cuatro grupos mencionados pertenecen al tron co lingüístico tupí-guara­ n í (a s í denom inado aunque aún no se agotó la discusión sobre si los tupíes y guaraníes conform an una unidad ét­ nica). L a fam ilia lingüística mataco-mataguayo está repre­ sentada en nuestro país p o r los matacos, chulupíes y ch o ­ rotes, y la guaycurú p o r los tobas, pilagá y m ocob í. L o s pilagá acusan una marcada influencia cultural toba. H a­ blan de K o y o k o tá , dios creador del cielo, la tierra y los ríos, y de Chodosnuhpagan, el p rim er pilagá que exis­ tió, al que se representa con la figura de un hom bre de ba­ ja estatura. Su espíritu, al que se le da la fo rm a de una humareda, profetiza sobre los acontecim ientos venideros. N o se integraron estos personajes al lib ro pues parece exis20

tir e l consenso, nucleado en to m o a la tesis de Nordenskióld, de que esta teogonia no es propia del grupo, sino una im posición de los misioneros cristianos. N o tenían un dios único, sino m últiples dioses, de los cuales muchos ya fu e ro n olvidados, y otros, co m o K ’atá, son tobas. D e la fam ilia lingüística arawak están sólo los chañé, dom ina­ dos siglos atrás p o r los chiriguanos, con los que práctica­ m ente se han fu nd id o en lo cultural, p o r lo que es com ún llamarlos “chiriguano-chané”. Perdieron casi totalm ente su lengua y hablan guaraní. Se dice que antes ofrecían sa­ crificios a las estrellas, las que regían cada una de las par­ tes del año (divid id o en doce meses), siendo las más invo­ cadas las que presidían la época de la cosecha. También que hacían ídolos de madera, o ro y plata, representacio­ nes de otras deidades de las que nada se sabe. A h ora vene­ ran a dioses chiriguanos, co m o el Tatú-Tunpa y el AguaraTunpa. L a p ob la ción rural de Santiago del Estero es mestiza y no indígena. N o obstante, entre los ríos D u lce y Salado se habla el quichua y está vivo el legado p recolom b in o, aun­ que p o r c ie rto rodeado de elementos culturales p osterio­ res. L a fauna fantástica de esta provincia es una de las más variadas del país. E l S u r está dom inado p o r el h o riz on te cu ltu ra l arau­ cano, tam bién rico en seres sobrenaturales, aunque no fa l­ taron cronistas en el siglo X V I que afirmaran que no te­ nían deidad alguna y n i siquiera un sentido de lo que es re­ ligión. Es marcada su tendencia a hibridar las form as de la naturaleza. Este pueblo term in ó p o r absorber a los tehuelches septentrionales (q u e para C ox serían los pampas), los que ya pueden considerarse extinguidos, aunque p o r tra­ tarse de un hecho reciente hubo tiem po de registrar su com p lejo m undo religioso. L o s tehuelches meridionales, que extendían su territorio hasta el Estrecho de Magalla­ nes, están siendo absorbidos p o r la p ob la ción mestiza de la provincia de Santa Cruz, pero también hay estudios serios sobre los mismos que perm itieron integrarlos a esta reco p i­ lación. E n Tierra del Fuego vivieron hasta hace p o c o los onas, u n o de los tres grupos más australes del m undo. P o r haberse ya extinguido, sus dioses no están en el imaginario social, p e ro se los incluye en este lib ro co m o tributándoles un hom enaje postum o. N o se considera en cam bio a los yámanas, p o r ser chilenos, n i a los alacalufes, p o r idéntica razón, aunque hay un mapa de Gusinde del año 39, hoy 21

tenido p o r desmesurado, q u e extiende su habitat hasta el A tlá n tic o , tocand o parte de nuestró país. P o r pertenecer a B olivia y Perú fu e ro n excluidos los aymaras, pese a que su influencia se deja sentir en Jujuy, donde probablem ente hagan sus incursiones los Japiñuñus ( temibles dem onios de la estirpe de A n tis, de grandes y deform es tetas con las que atenazan a sus víctim as en las noches diáfanas para lle­ varlas p o r los aires hacia el sitio en que serán devoradas), Ta m aléfica Mekala, la Sajra, e l A chancha y otros seres. Extrañará al le c to r que a un personaje se dedique un gran espacio, y a o tro s apenas una línea. E sto n o obedece a una preferencia n i a una jerarquía, sino a una cuestión de fuentes. E n todos los casos se ha buscado no abundar con aventuras y anécdotas de los seres, sino apelar a la sín­ tesis para ir a su esencia, a los atributos que los caracteri­ zan y sus funciones. Estas suelen superponerse, c o m o tam­ bién se superponen los poderes en las sociedades humanas. Se evitó tam bién en buena m edida la exégesis y una exce­ siva elaboración de los datos, para n o cond icionar al le c to r y entregarle casi sin masticar esta fauna que tanto desafía a la imaginación. D e los 261 seres a q u í registrados se han escogido 50 para ensayar co n ellos una caracterización iconográfica, a cargo de R ic a rd o Deam brosi, jov en dibujante que reveló una especial sensibilidad y fin a iron ía para captar las f o r ­ mas en que se regodea la m entalidad popular, que n o son estereotipadas, n i trágicas y n i siquiera del to d o terribles, p o rq u e en la m edida en qu e siem pre el hom bre se p ro y e c­ ta en ellas tienen algo de fa m iliar, de humano y hasta de lúdico. D ich a elección se h izo en base a la im portancia de los personajes, la claridad de los datos recogidos (e n m u ­ chos casos insuficientes para tentar úna iconografía n o arbitraria) y el interés visual qu e presentaba la descrip­ ción. Se quiere co n esto p o n e r algunos m ojones en lo que un día no m uy lejano conform ará ya una tradición ic o n o ­ gráfica ¡a Claro q u e hay personajes que cuentan con una o más ¿presentaciones plásticas, p ero se trata p o r lo com ú n de un arte p ob re, de dibujos sencillos hechos para ilustrar un lib ro y n o para intentar a fo n d o una caracterización vi­ sual con la: fu erza expresiva necesaria y el d eten im iento que se merecen. S on bastantes los seres de los que habla este lib ro q u e n o están en la boca n i en la m en te de los pueblos que los crearon, o sólo persisten en e l desván de los recuerdos in­ servibles de algún viejo al q u e se le d ijo hasta e l cansancio 22

que es m ejor no hablar de ellos. Serian p o r lo tanto pasa­ d o , historia de la cultura, c o m o tod o el panteón de los onas y tehuelches septentrionales. Seguramente éstos no volverán a poblar un m undo religioso, renovando los m ie­ dos y los ritos, pero no es m o tiv o para librarlos al olvido, para dejar que se hundan ju n to con el m undo tradicional en que reinaban. N o se trata de nostalgia n i de un trib u to al pasado, sino de f e en el porvenir. P orq u e lo grave no es que se term ine una fo rm a de vida, sino que este fin signifi­ q u é una caída hacia form as inferiores, degradadas, m ani­ puladas, colonizadas, pues así irá perdiendo calidad la existencia, y el hom bre'sé m ostrará cada vez más im p oten ­ te de con ceb ir universos p oé ticos y habitarlos. Las culturas populares precisan'de éstos viejos sueños para no éfripóbrecerse, para recrearlos e instalarlos en los nuevos éspáé io s r ¿Acaso sé hah olvidádó éñ Europa de los faunos, cen­ tauros y unicornios? Cualquier persona medianamente in­ form ada nos dará a llí una descripción de dichos seres, que también suelen atravesar las páginas de la literatura p ro d u ­ cida en A m érica, y posar en las telas de nuestros pintores. ¿ P o r qué n o sustituirlos p o r el Ucum ar o H uaillepenyú ? E l m ilagro de la difusión masiva es que puede con v ertir a los prod u ctos de una cultura étnica en trance de desapa­ recer en un legado enriquecedor de la cultura nacional. P o r eso, con toda deliberación, se ha recurrid o p o r lo ge­ neral al tiem po presente en la escritura, aun cuando se habla de los onas, c o m o un m o d o de afirm ar la co n tin u i­ dad profund a de una cultura. P o rq u e los seres ( o sím b o­ losl q u e nos ocupan pueden revivir, aunque con otros seniidos, en ám bitos diferentes, p o r obra de hom bres dispues­ tos a sacudirles él p o lv o de la desmemoria y echarlos á an­ dar d é nuevo p o r el m un d o de las representaciones m enta­ les, cargados con tod o su antiguo prestigio. Y no hay qué ser n ilip "escrupulosos co n 'e itó s , .pues los m itos eternos resisien lós cambios de máscara.

. Isla Negra, enero de 1984

23

Primera P a r t e

P E R S O N A J E S S E L E C C IO N A D O S P A R A S U C A R A C T E R IZ A C IO N IC O N O G R A F IC A

1.

L a

P a c h a m a m a

Madre de la Tierra, Madre Tierra o, más exactam ente, T ie ­ rra Madre. Deidad femenina de origen aymara que alcanzó gran difusión en el Incario. La palabra “ pacha” designó en un principio sólo un tiem po o edad del mundo, un cosmos o universo, para pasar luego a referirse a un lugar o espa­ cio, y a la misma tierra generadora de la vida, ya com o un sím bolo de fecundidad. Es actualmente la deidad suprema de los indígenas andinos del Noroeste argentino, y tam ­ bién de Bolivia y Perú. En este últim o país se la conoce com o Mamapacha, denominación que sería para Carrizo más correcta. A l parecer, su importancia creció en los ú l­ timos siglos, terminando por absorber a muchas deidades locales. L a Pachamama es h o y la madre de los cerros y los hombres. La que madura los frutos y multiplica el ganado, pudiendo conjurar heladas y plagas y dar suerte en la caza. Es por eso frecuente invocarla antes de acometer cualquier empresa agropecuaria o cinegética. Se la invoca también cuando sobrevienen ciertas enfermedades o se está de via­ je, para no apunarse ni rezagarse en el camino. A yu d a in ­ cluso a las tejedoras y alfareros a concluir bien sus obras artesanales. Se la describe com o una india de m uy baja estatura, cabezona y de grandes pies, que lleva sombrero alón y cal­ za enormes ojotas. V ive en los cerros y a menudo la acom ­ paña un perro negro y m uy bravo. La víbora es su lazo, y el quirquincho su cerdo. Carga a veces petacas de cuero llenas de oro y plata. Es celosa, rencorosa y vengativa, p e­ ro si alguien le cae en gracia lo favorece. Cuando se enoja, manda el trueno y la tormenta. Interviene en todos los actos de la vida y no hay dios que no le obedezca. Se aparece con frecuencia a los paisa­ nos para preguntarles qué andan haciendo por los cerros. A otros los visita en sus chozas para agradecerles lo bien 27

que han cuidado de su hacienda o el no haber matado a las crías de los guanacos. Se dice que los afuereños que la ven quedan tan prendados de ese paisaje andino que ya nunca podrán ir a vivir lejos de él. Toda la naturaleza es su tem plo, pero las apachetas configuran los centros principales de su culto. Son m on ­ tones de piedras que construyen arrieros y viajeros a o ri­ llas del camino o en las encrucijadas, casi siempre en las cumbres. A l lí se depositan las ofrendas, que consisten en coca o llicta, el acullico, chicha u otra bebida fermentada. Pero puede propiciársela en cualquier parte, dándole de beber, com er o fumar. L o más común es volcar un poco de chicha en la tierra antes de tom ar, aclarando que es pa­ ra ella, o depositar la ofrenda en un h oyo abierto en la tierra. Tal ceremonia se denomina “ la Corpachada” , y se realiza especialmente el I o de agosto, que es su día.

28

2.

KLai K a i F ilu .

Ser m itológico araucano , causante del diluvio universal. Se lo describe com o un animal híbrido, mitad caballo y m i­ tad culebra, que vive en el fondo del mar y agita las aguas, por lo que se le atribuye toda gran inundación. Relincha com o un cabaUo. H á y versiones que niegan su mitad equi­ na, y que su grito sea un relincho.

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3. Mtooi-YagU-á

V íb o ra con cabeza de perro, que ulula en los bañados y es­ teros dé la región guaraní.

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4 . E l C a c liir ü

Tam bién llamado Cachurú. Divinidad maligna m uy temida en la región de M ailín , Santiago del Estero . Se lo represen­ ta con la form a de un descomunal lechuzón de poderosas garras y agudo pico. Su plumaje es gris oscuro y rispido, degradando en cerdas a la altura de las piernas. Sus ojos, enormes y fosforescentes, brillan com o hogueras en la sombra. Esta luz y sus gritos agoreros son las únicas seña­ les que denuncian su vuelo silencioso. Se dice qué puede alzar a un hombre por los aires o desgarrar su cuerpo en un santiamén. Pero prefiere arreba­ tarle el alma en la hora de su muerte, para convertirla en un fantasma terrible. V iv e en las más inaccesibles marañas del m onte, don­ de el hom bre no penetra. Pero com o estos montes son ca­ da vez más escasos, su reinado declina y hasta parece con­ cluido.

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5. El Yaguareté-Afoá

H om bre tigre. Leyenda m uy difundida en Corrientes, M i­ siones y Paraguay. Son viejos indios bautizados que de n o ­ che se vuelven tigres para comerse a sus compañeros u otras personas. Cuando les viene el mal propósito se alejan de sus semejantes y se sumergen en la oscuridad de la n o ­ che, buscando el abrigo de un matorral. A l l í se empiezan a revolcar de izquierda a derecha sobre un cuero de jaguar, rezando un credo al revés mientras cambian de aspecto. Salen entonces de caza, y ya devorada la presa, retom an a su form a primitiva, realizando la misma operación, pero ahora en sentido inverso (es decir, de derecha a izquierda). Se lo describe com o un tigre m uy feroz y sanguinario, de cola corta, cási rabón, o directamente sin cola, y la frente desprovista de pelos. Otras versiones lo pintan m i­ tad hombre y m itad animal, o con cuerpo de yaguareté y extremidades humanas. Am brosetti recogió muchos relatos sobre las andanzas del Vagu are té-A bá. Quizá la más notable es la de un caza­ dor de un pueblo de Y u ti, Paraguay , que tuvo el coraje de acuchillarlo y seguirle luego e f rastro por la selva hasta dar con su guarida, una gruta llena de calaveras y huesos hu­ manos roídos, donde lo remató tras un nuevo y encarniza­ do combate. C om o rio bastaban las cuchilladas, lo decapi­ tó. Se dice que es inmune a las balas, a menos que estén bendecidas. También el machete bendecido es eficaz. Según testimonios recogidos por Berta E. V idal de Battini en Corrientes, hay veces en que el Yaguareté-Abá per­ sigue a muchacas hermosas, raptándolas y llevándolas a su guarida, en m edio de m onte.

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6.

E l U cu m a r

Tam bién Ucumari y U cuma re. Ks e l hombre-oso, al que se representa en distintos grados de hibridación:. desde un oso m u y peludo y terriblemente feo, con ligeros rasgos humanoides, hasta.un hombre bestial, enteramente cubierto de pelos, larga barba y frente angosta. A l parecer, sería el mismo Jukumari de las zonas boscosas del Departam ento de ChUquisaca (B o livia ), vinculado a su vez con m itos p e­ ruanos de antigua data. Vive en cuevas, en el fo n d o de las quebradas, pero merodea los ríos y vertientes, bañándose en ellos: es fácil por eso encontrar allí sus pisadas, sim ares a las de un oso. Según algunas versiones, además de uerte es ágil, y puede treparse a los árboles más altos. Sú leyenda tiene fuertes tintes sexuales, pues se lo acusa de raptar mujeres y llevarlas a vivir con él, para te ­ ner hijos. Un relato recogido en Las Lom itas, Form osa, por Berta E. V id a l de Battini, dice que el Ucumar puede ser también hembra¿ y que eri este caso rapta a los m ozos para hacerse fecundar p or ellos. También roba niños. Suele aparecerse de im proviso, aterrorizando al que lo ve. Si se le grita, responde de lejos con voces de gente Si los perros lo atacan, se defiende a garrotazos. Entre nosotros esta leyenda se extiende por todo el N oroeste, hasta Santiago del Estero.

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7.

N g - ü r u L v ilu

También Guruvilu o Nirivilu. En Alum iné, Ngarrafílu. D ei­ dad araucana del agua, que vive en ríos y lagunas y rara vez sale a tierra. Cuando lo hace, tirita com o si se estuviera muriendo de fr ío . Ser masculino. Se lo representa con la form a de un gato salvaje cuya cola termina en una garra terrible, con la que envuelve a los navegantes, bañistas y jinetes para llevarlos al fon d o y ahogarlos. Se dice que tan­ ta es su fuerza, que puede arrastrar un hombre a caballo. Se lo describe también com o un zorro con cuerpo de culebra, que suele enrollarse en las patas de los caballos que atraviesan un río a nado, hasta hundirlos con su j i ­ nete. Este ú ltim o podrá salvarse del trance atacándolo con un cuchillo m u y afilado hasta lograr desprenderlo de las patas del animal. Siempre que alguien se ahoga en un río ó desaparece en el mismo se dice que fue víctim a de Ngüruvilu.

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8.

E -Y a r a

Es el Padre de las Aguas de los guaraníes. Suele convertirse en flam engo de encarnadas plumas para acercarse así a las jóvenes, a las que reduce de tamaño con sus encantamien­ tos y lleva a su morada. Se presenta también com o un ena­ no de cabellos rojos y larga barba blanca. M uy conocido en la Laguna Ibera.

42

/y

9.

Huaillepenyú

O Huaillepén. Dios mapuche de la niebla, que vive en el borde de los ríos y lagos y en la costa del mar. Ser mascu­ lino al que se representa con cuerpo de cam ero, cabeza de ternero y la parte posterior de foca. Otras descripciones lo presentan con cuerpo de fo ca y patas de cam ero, siendo las delanteras cortas y torcidas y paralíticas las traseras, lo cual no obsta para que se lo tenga p or veloz, fuerte y bra­ vo. Sale a veces de noche para acoplarse con los animales domésticos, siendo sus crías tan deformes com o él, y con elementos ajenos a la especie de la madre. Tam bién se aco­ pla a las mujeres, y los hijos salen m itad hombre y m itad bestia. Se dice asimismo que las mujeres encintas que lo ven, sueñan con él u oyen su grito abortan o tienen hijos monstruosos. A causa de esta creencia, tanto los indios c o ­ m o los m estizos le atribuyen la paternidad de cuanto ser humano o animal contrahecho nace.

44

lO .

E l C a á -P o rá

Fantasmón del m onte. Ente fantástico del área guaraní. Se lo representa com o un hom bre de talla gigantesca, mons­ truoso y vellu d o , que fuma una pipa hecha con un cráneo y una tibia humanos, y devora a la gente chupándola. Sólo descarta Los intestinos, que deja desparramados por el sue­ lo . Bueno, ésta es la más terrible caracterización que se le conoce. En R io Grande do Sul se lo concibe com o una mujer, dueña y protectora de los animales del m onte. Si un cazador le cae bien, puede ayudarlo a conseguir una presa. De lo contrario, atajará a los perros, garroteándolos invisiblemente hasta que se revuelquen de dolor, perm i­ tiendo asi que los animales perseguidos se pongan a salvo. Se lo pinta asimismo com o un gigante veñudo y de gran cabeza, que vive en los montes y se come crudos a los ani­ males que el hom bre mata pero no encuentra, o huyen he­ ridos para m orir lejos del cazador. La leyenda que se conoce en Corrientes y Misiones lo presenta por lo regular com o un hom bre velludo que se aparece a los cazadores m ontado en el últim o pécari de la piara qué están exterm inando, para dejarlos idiotizados para siempre o traerles otras desgracias. Por eso muchos se cuidan de incurrir en tales exterminios. Esta leyenda, com o la de todos los dueños y p rotecto­ res de las distintas especies animales, apunta a la preserva­ ción de un recurso natural, y con ello del equilibrio e c o ló ­ gico. V A veces el Caá-Porá se convierte en simple Póra o fan­ tasma que se aparece en el m onte, con la form a de cerdo o perro que echa fuego por la boca y aterroriza así a los ani­ males.

11.

E l T o ro

S ú p a y

T o r o D ia b lo . C on ocid o en Santiago del Estero, especial­ m ente en lo s feraces m ontes del río Saladillo y el resto de la región saladina. R icardo Rojas lo describe com o de esta­ tura gigantesca, cabeza redonda, entre humana y taurina, el cuello erguido; y cola y nuca cerdosas. Echa hum o p o r las narices, y su boca parece una trom pa llena de bram i­ dos, Otras descripciones recogidas p or Bravo y Franco des­ tacan sus cuernos de oro. Protege a la hacienda, y le da un grado de prosperidad inalcanzable p o r m edios naturales. Pero es preciso para es­ to que el dueño de la misma haya realizado un pacto con el Súpay. A la muerte del dueño, éste n o sólo cargará su alma, sino tam bién la hacienda. A l amanecer del día si­ guiente, m ientras aún dure el velo rio , los corrales estarán vacíos.

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12.

El Curupí

D eidad masculina guaraní, m u y con ocida en Corrientes y M isiones. Carece de una representación u n ívoca. P o r sus caracteres dionisíacos A m b ro setti lo relaciona con el Y a síY a te ré . Es un personaje fortach ón y de baja estatura, de cara overa cortada p o r grandes bigotes, que anda p o r el m on te casi siempre a la hora de la siesta. O tra versión dice que cam ina a cuatro pies, arrastrando un exagerado m iem ­ bro viril con el que enlaza a sus víctim as. L a persona enla­ zada puede salvarse cortándoselo con un cuchillo, pues así dejará al C urupí in ofen sivo. Persigue preferentem en te a las m ujeres, sorprendiéndolas cuando van p o r leña. C on sólo verlo éstas se vuelven locas. A y a la Gauna lo describe com o un enano co b rizo , ro ­ busto, capaz de estrangular con sus poderosas manos, pero con un cuerpo to rp e, de una sola pieza (es decir, carente de coyu ntu ras) y los pies dirigidos hacia atrás. Es fácil burlar­ lo trepándose a un árbol, pues n o puede subir. T a m p oco puede nadar, o lo hace con mucha dificu ltad. En esta ver­ sión es a n trop ófa go, p refirien d o la carne de los niños y las mujeres. Fariña N ú ñ ez sospecha que con este m ito los guara­ n íes quisieron alejar a las mujeres de los peligros de la sel­ va, y especialm ente del rapto.

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13. Piliuclien

Tam bién Piguchen o Pihuechengu. Ser m ito ló g ico arauca­ n o al que se describe com o de cuerpo alargado cuál el de una serpiente y cubierto de plumas. Tiene alas, y a veces dos cabezas ofídicas. Puede m etam orfosearse en una rana alada y de ojos grandes cuya mirada aterroriza, o en un^ gallina enorm e con pico m u y largo y delgado y ojos salto­ nes, y con el lom o surcado p o r cerdas fuertes y espinosas. V u ela en la noche, silbando o em itiendo un chillido esca­ lofrian te. En los días de m ucho calor se adhiere a la co rte ­ za de los árboles y deja en ellas un rastro ro jo , p or la san­ gre que chupa a hom bres y animales hasta secarlos. Su sil­ b id o es seguro anuncio de m uerte, a m enos que se logre ver al horroroso animal antes de ser visto p o r éste. Pero se dice que para no escucharlo la gente se tapa los o íd os, y que para n o mirarlo se arroja al suelo.

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14. Teyú -Yagoiá

tam bién Teyú -Y egu á. le y e n d a difundida en Misiones y Pa ragú a y . Se lo representa com o un enorm e lagarto con rasgos de perro que provoca naufragios; tam bién com o un man rep til con siete cabezas de perro o de tigre que lanza aullidos o ladridos aterradores, y hasta cóm o un dragón de horrible aspecto al que sólo se calina con sacrificios huma­ nos. V ive en agnas profundas, en cavernas inaccesibles e incluso en los yerbales: Se dice que atrae a los hom bres con su alien to, para devorarlos. Su poder destructivo es in ­ vencible.

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15. El Ivunche

Llam ado tam bién Im bunche, Ivúm che o Ivúm K o fii. Ser m ito ló g ico araucano al que Bertha Koessler Ilg describe c o m o uri duende que tiene la cabeza vuelta hacia atrás y anda sobre una sola pierna v pues la otra le arranca de la nuca y no le sirve para la lo com oción . , A l parecer, son niños varones robados p o r los brujos a los seis meses o un año de edad, quienes les obstruyen t o ­ dos los o rificio s naturales del cuerpo y los pon en a su ser­ v ic io . Repugna con su aspecto a las mujeres encintas.

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16.

IS/Láy u p M a m a n

Tam bién M ayu M aman. M adre del R ío . D eidad de Santia­ go del E stero, que vive principalm ente en el R ío D ulce. F é lix C o lü ccio extiende su habitat a to d o el N oroeste, p e ­ ro esto resulta discutible. Se la representa com o una her­ mosa m u jer rubia que se peina' con un peine de o ro , cpn un gajo de ülúa o una ñajcha de pescado. C om o su m itad in ferio r tien e casi siempre la fo rm a de un p ez, se puede de­ cir que es una sirena fluvial. Se La ve p or lo general cabal­ gando la prim era ola de la creciente del R ío Dulce o hun­ diéndose y saliendo de sus turbias aguas, pero a m enudo tam bién colgándose de los árboles ribereños, en las noches de luna o siestas apacibles. Se cuenta que en sus grandes tinajas guarda la lluvia, y que anuncia a los hom bres buenos la llegada de las crecien­ tes y la fo rm a ció n de bañados. Para otros autores, se ocu ­ pa tam bién de cazar a las nubes y derramar sobre los cam ­ pos la ben d ición de la lluvia. En este ú ltim o caso se p re­ senta bajo la fo rm a de una serpiente gigantesca. P ero n o to d o es bondad en ella. Se dice que a veces arrastra a los hom bres al fo n d o de las aguas, ahogándolos. Bajo este m ism o nom bre se con oce asimismo una deidad maligna y fálica. Sus m últiples representaciones y elem entos parecen indicar que h ay varios m itos subsumidos en la leyen d a de esta sirena del r ío , desde los cautivantes h íbridos del M e­ diterráneo hasta dem onios indígenas de los que h o y p o co se sabe.

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1 7 .

C h o n c h ó n

Tam bién Chonchonyú. En su form a natural sería el S trix ruflpes, ave nocturna de la fam ilia de las Estrígidas que habita en la Patagonia austral, y tiene el tamaño de una paloma grande. L os brujos araucanos lo convierten (o se convierten) en un espíritu m aligno al que Vicuña Cifuentes representa con cabeza humana y enormes orejas que mueve com o alas. Se dice que revolotea alrededor de los enferm os, y que a veces, cuando los encuentra solos, los mata y absorbe la sangre. Se le reza para alejarlo o hacerlo caer; estas oraciones son cristianas, com o el M a g n íf ic a t o “ paganas” . Cuando oyen su grito, las mujeres se ponen m u y mal.

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18.

A £



-A ±



A n im a l m ític o de la región guaraní de terrible aspecto. Es semejante a una oveja pero de grandes garras, y devora a los que encuentra en el m on te. L a única salvación es subir­ se a una palm era, árbol sagrado que no se atreverá a p ro fa ­ nar. Si el perseguido se trepa a cualquier otro árbol, el A h ó -A h ó lo derribará cavando con sus potentes uñas, para devorarlo no bien caiga ai suelo. Sospecha A m b ro s étti que ésta leyenda fue difundida p o r los padres jesuítas en las m isiones del A lt o Paraná para evitar que los guaraníes se alejaran de las reducciones, p o r tem o r a que desertaran, se perdieran en el m onte o fueran victim ados p or los tigres ó los indios no reducidos, que siempre m erodéaban p o r los alrededores.

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19.

C o q u en a

D eidad diaguita-calchaquí p rotectora de las vicuñas, lla­ mas y guanacos. Es un enano de rasgos indígenas, vestido de casaca, calzón , escarpines y som brero de vicuña. Calza diminutas ojotas de duende. A n d a silbando p o r los cerros. Masca coca continuam ente, y procura ocultarse de la m ira­ da de los hom bres. V ig ila con celo el ganado que pace en el paisaje andino. Cuando se ve m overse a lo lejos las tr o ­ pas de animales sin que pastor alguno las conduzca, es que Coquena las arrea hacia sitios de m ejo r pasto. Tam bién se dice que durante la noche lleva rebaños cargados de plata y o ro extraídos de distintas minas c o rd i­ lleranas hacia el Sumaj O rko de P o to s í, para que sus riq u e­ zas no se agoten. L os bagajes van atados con víboras a gui­ sa de cuerdas. Es raro encontrarse con Coquena, pero si esto ocurre, se lo tom a co m o un presagio nefasto. Tal visión no dura más que un instante, porque de inm ediato se transform a en un espíritu. Castiga con dureza, pero tam bién sabe otorgar bienes. Sus víctim as son lps cazadores que d iez­ man a los guanacos y vicuñas con/armas de fu ego, y los arrieros que cargan demasiado a sus llamas. A los buenos pastores los prem ia con monedas de oro. Para F o rtu n y, el m ito de Coquena vendría a co n fu n ­ dirse con el del LÍastay, aunque más circunscripto a Salta y Jujuy, área en la que aún tiene bastante vigencia. E l p o e ­ ta Juan Carlos Dávalos le cantó.

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20.

Curé Ru

Es el padre de los cerdos salvajes de la región guaraní. Se diee que quien lo ve será desdichado el resto de sus días. Guárela alguna relación con el Caá-Porá, aunque el poder del Cure R u se lim ita a los animales que protege, castigan­ do a los cazadores que quieren exterm inar las tropas o pia­ ras. ' ' ; '

66

2 1 .

E l S a .c iiá y o j

Num en tutelar del bosque, de terrible fam a en Santiago del Estero, que es el territo rio de su leyenda. Se lo ve a m enudo p o r las selvas del r ío Salado, y sobre to d o en los alrededores de localidades com o T o ro , P o z o , L ilo V ie jo , L a Mesada y otras circunvecinas, donde parecen estar sus principales dom inios: grandes estancias con lujosas casas solariegas y abundante hacienda, y tam bién lagunas y arro­ yos de aguas cristalinas. Su figura es la de un hom bre cubierto de sajasta o bar­ ba del m on te que carga h idrom iel, lechíguana y mulitas o peludos, que obsequiará a los que tengan el coraje de acer­ cársele y aceptarlo. Otras veces se aparece com o un jin ete m on tado en una m uía negra enjaezada con brillantes y pla­ ta. Se alim enta de frutas y animales silvestres; Protege a los árboles de la voracidad humana. Sus gri­ tos rem edan el seco golpe del hacha, y suele atraer con ellos a los hacheros y m eleros que se internan en el m onte. Cruza en vertiginosa carrera las espesuras en que habita, y los perros que se atreven a perseguirlo no regresan. Parte de su leyenda tiende a confundirse con la del Súpay.

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22.

E l M a y u a to

D el quichua m ayu , r ío , y a toj, zorro. A n im a l m isterioso que parece lim itar sus dom inios a una ciénaga próxim a a Anim aná, provincia de Gatamarca. Se asemeja al z o rro del agua, del que tom a su nom bre, pero tiene manos de gua­ gua (n iñ o pequ eñ o) y patas com o de perro. Llora cual criatura. Carece de leyenda., pero tanto sus apariciones c ó ­ m o los enigm áticos rastros que deja en los alrededores de la ciénaga im presionan y hasta atem orizan a los campesi­ nos, excitan do a los perros..

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23.

N egros del A gu a

Se trata al parecer de una leyenda originaria del Brasil. Es indudable su parentesco con el Y -P órá, pero hay diferen ­ cias que im piden confundirlo con aquél. Los Negros de] Agua son enteram ente negros y calvos, y al parecer de m e­ nor tam año que el Y -P ora, por lo que se los llama también Negritos del Agua. Sus manos y pies tienen membranas in ­ terdigitales, com o las palm ípedas. Según una versión^ p o ­ seerían un solo ojo grande. Suelen andar en grupos, lo que es m u y raro entre los seres sobrenaturales. En las siestas ardientes ahogan a los niños que se acercan al agua, y al atardecer, o en las n o ­ ches de luna, a los navegantes, tum bando sus canoas. Se los ve con frecuencia em erger de una laguna, pero al p er­ catarse de que son observados se ocultan de inm ediato. Su habitat es el N oroeste Argentino. Paraguay y Sur del Bra­ sil .

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24.

E l B a g u a l

P o tro piafante de hermosa cola negra y largas crines, que echa espuma p o r la boca y fu ego p o r los ojos. Se aparece al caer la tarde en una localidad llamada justam ente E l Bagual, en el D epartam ento de Jim énez, Santiago del: Es­ tero . Varias veces, para reducirlo, se dieron cita los más fa ­ m osos pialadores de la zona. E l Bagual los dejaba acercar­ se, pero cuando ya los gauchos em pezaban a cantar v ic to ­ ria, huía de la form a más inesperada.

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25. Trauku

Tam bién Thrauku, Thrauco o P o m p ó n del M onte. E sp íri­ tu de la m ontaña entre los araucanos. Según Latcham , puede ser masculino o fem en ino, pareciéndose p or su fo r ­ m a y atributos a los súcubos e íncubos. M anifiesta su ¡pre­ sencia de m últiples maneras, pero com únm ente se lo p re­ senta cóm o un gigante que posee una barba de una legua de longitu d. Es un ser m aligno que desflora a las doncellas que vagan solas p o r la montaña, pero h ay quien afirm a que a veces puede hacer el bien. Según Francisco Cavada, en C h iloé se lo describe c o ­ m o un ser espeluznante, de pequeña estatura y pies sin ta ­ ló n ni dedos, cual in form es muñones. Su indumentaria, confeccionada con una enredadera llam ada quileneja, da una fo rm a cónica a su repugnante estampa. M olesta a los m oradores de una casa casi hasta enloquecerlos, y persigue a las mujeres. H abita en los troncos y en las copas de los árboles. Algunas fuentes añaden que su m irada es com o la del Basilisco, pues m ata a la persona que aún no ha repara­ do en él, la deform a o le tuerce el cuello de tal m o d o que muere antes de un año. Anuncia su visita a una casa en ­ viando sueños lúbricos a las mujeres, en los que se aparece com o un jo ven apuesto o un religioso.

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26.

Zapam- zucum

A gü ero V era nos habla de esta m ujer m orena, en la pleni­ tud de su vigor, de ojos y cabellos negros y voluminosos pechos que se m ueve al andar ¿produciendo el sonido onom a to p éy ic o del que deriva su nom bre. Con sus manos pe­ queñas y blancas ( o sea, de distinto co lo r que el resto de] cu erp o) acaricia a los niños que las mujeres dejan a la som­ bra de un árbol del m onte cuando salen a juntar algarro­ bas. Los cuida, íes quita el p o lvo de la cara y les da de ma­ mar. Pero tam bién protege á los algarrobos, y si el padre de la criatura hachó a uno de éstos, le robará el h ijo y no se lo devolverá nunca. Se ocupa tam bién de avivar los fu e­ gos que dejan encendidos los recolectores para ubicar el cam pam ento p o r el h u m o . A l parecer es un genio local, pues sólo se o y ó hablar de él en ía localidad riojana de Víchigasta. Un inform ante de ese lugar dijo en 1950 a Berta E. V id a l de Battini que la Capansucana o Capasucana (o tro s nom bres del mismo fan­ tasma, o de una variante) es una m ujer m u y grande y fea, de pechos colgantes, que sorprendía a los algarroberos en m edio de las fiestas que hacían a la sombra de los algarro­ bos. Su presencia era anunciada p or unos gritos que sona­ ban co m o “ capansucana” o “ capasucana” , por lo que es­ tos nom bres serían también onom atop éyicos. Se produ ­ cía entonces el desorden en la reunión, y la terrible h em ­ bra se echaba entre los senos a todos los paisanos que lo ­ graba sorprender, donde al parecer cabían varios.

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27.

KéronkeTJ-kerL

O K éron ken ken . Para Federico Escalada, K é ro l K én k . A n i­ mal m ític o de los tehuelches m eridionales sin una repre­ sentación esp ecífica, aunque suele describírselo com o un pájaro grande de cola negra, com o lechuzón, o un p o tro salvaje y artero, ve lo z com o el relám pago. Ser altamente m aligno, al que se considera em isario de un brujo. Dando vueltas de noche alrededor de una casa le va quitando la vida al hom bre que la habita, p o r lo que amanece enferm o y muere p o r la tarde. S iffred i n o descarta el probable o ri­ gen araucano de esta deidad, p o r su parecido al vam p írico Pihuchen.

80

2 8 .

J a e lia í

Entre los onas, e l espíritu de las piedras negras, de las ba­ rrancas oscuras cubiertas de liqúenes. Es m u v tem ido.

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29. Eleng'ásem

Padre o generador de la raza de los tehuelches septentrio­ nales, sim ilar al Nóshtej de los meridionales. Según o tro autor es de procedencia infernal, y se contrapone a los p o ­ deres celestiales. Se lo describe com o un ser a n trop o m o rfo de talla gigantesca, forrad o de piedra caliza y adornado con cáscaras de piche. En esta segunda versión sería autor d el vien to y de las pinturas rupestres.

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3O. Aj untsaj

Es el Carancho, h éroe salvador de los matacos.

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3 1 .

E l d iillu d o

Ser legandario de N eu qu én que se apareció p o r vez prim e­ ra en C o lo M ich i C o hacia 1950, según G regorio A lvarez. T a l lugar es co n o cid o p o r lo escabroso, y tiene piedras gra­ badas p o r los antiguos pehuenches. Se lo describe com o un h om bre grande, cu bierto de pelos, que corre y salta por laderas y cañadones; algo semejante al Y e t i u hom bre de las nieves del H im alaya. E l m uchacho que lo vio p erdió el ju icio.

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32.

Aí?uara-Tu rrpa

Litera lm en te, Z orro-D ios. D eidad chiriguana del m al, que cuenta con la picardía entre sus principales atributos. Siem pre lucha co n Tunpa, procurando destruir su obra. Aña-Tu n pa le encargó in trod u cir la guerra, la discordia, el ju eg o y la m uerte entre los hom bres. Una vez in cendió los cam pos y pastizales, con lo que murieron tod os los anima­ les que servían de com id a a los chiriguanos, p o r lo que es tos estuvieron a pu n to de perecer. Otra vez envió el Dilu v io con el m ism o p ro p ó sito , del que sólo se salvó una pare­ ja de niños navegando en un m ate, en el que llegó á Para guay para m ultiplicarse y regenerar la raza.

90

33.

Ketronamún

O Quetronam ún. Significaría “ pie de p a to ” , según Yerra Latcham. Para otros autores, “ pie tru n co” o “ un p ie” . M ito araucano de probable origen totém ico . Se lo repre­ senta com o un enano an tropom orfo con una sola pierna o pie, que camina dando saltitos. Raras veces se deja ver, y su aparición es m o tivo de desgracias. N o obstante, ha­ llar la huella de su pié en los alrededores de la casa es indi­ cio de que llegarán buenas noticias. Casamiquela lo iden ti­ fica con el Ivunche.

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34. Pira-Nú

Se traduce co m o Pez N egro . Fantasma del agua de la re­ gión m isionera. Se lo describe com o un pez de gran tam a­ ño, con cabeza semejante a la de un caballo, en la que se incrustan desmesurados ojos. D icen que se form a con los restos de las viejas canoas de tim b ó que se pierden en las correderas de los ríos.,N ada a flo r de agua, haciendo z o z o ­ brar a las em barcaciones para devorar a las personas y ani­ males que viajan en ellas.

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3 5 .

E p iin a J X L Ú ii

Ser m ito ló g ic o araucano. Literalm ente, “ dos pies” , y de ahí que su representante en los nguillatunes diera brincos con los dos pies ju ntos. Según G regorio A lvarez, sería de pies dobles, lo que equivaldría a cuatro pies. Y a Ercilla. habló de é l en La Araucana, diciendo que es el nom bre que daban al dem on io, y que juraban p o r él cuando se obligaban a cum plir una promesa. Tam bién que respondía a los magos y sacerdotes cuando lo in terro­ gaban sobre un acontecim iento futuro. Sería el dios de la guerra, cu yo nom bre rara vez se pronuncia para n o provocar ún co n flicto armado". A lg u ­ nas versiones lo presentan com o una tetralogía semejante a la de Nguenechén. Tendríam os así cuatro seres con n om ­ bre y apariencia distinta (H uenu R e y Ghau, Huenu R e y Ñulce, Huenu R e y Fuchá y Huenu R e y K u sh é) que in te­ gran una deidad única. Para Casamiquela sería el mismo Pillan, lo que resulta plausible si analizamos las características de este dios.

96

3S.

Yósi

Tam bién Y ó s e , o Joshil. Temibles., espríritus delbosqn e, para los onas. Según Á nn e Chapman, cuando los hombres pusieron térm ino al m atriarcado, matando o desterrando a las mujeres, muchos niños huyeron aterrorizados al bos-~ que, donde lograron sobrevivir alimentándose de hongos, raíces y bayas. A medida que pasaba el tiem p o, su cuerpo iba cubriéndose de úpelos. A l final perdieron la palabra, convirtiéndose en los Joshil. Aunque no faltan versiones que insisten en su ..transparencia (que perm itiría ver los ár­ boles a través de su cu erpo), se dice por lo común que tie­ nen la form a y el tamaño de,un hom bre, aunque1no son p or cierto hom bres. Las descripciones destacan su buena con form ación física y su largo pene. Aunque excesiva­ m ente lujuriosos, carecen de mujeres propias, lo que los lleva a raptar mujeres onas para satisfacer sus apetitos. Suelen sumir a la víctim a en un profu n do sueño, y se p o ­ nen a jugar entonces con sus órganos sexuales hasta dejarla estéril. A ndan p o r lo com ún desnudos, aunque se cubren a veces con una capa de p iel de zorro . Hablan bajo y con muchas señas. Se esconden en las cavernas y las quebradas montañosas, aunque para vivir prefieren la espesura del bosque. A m o n to n a n leña en e l suelo, pero nunca encien­ den fu ego, p refirien d o asomarse a los fogones de los soli­ tarios y hacerles com pañía. P ero otros son feroces y ace­ chan a los hom bres desde un tro n co hueco para saltar so­ bre ellos con. una fuerza extraordinaria, superior a la hu­ mana. Guando los indios o yen de noche rajarsé un árbol o quebrarse una rama dicen que ah í anda el Y ó s i. A los hom bres les gusta hablar de él con un acento burlón, alu­ diendo a su lubricidad, p ero las mujeres, p or pudor, ni siquiera lo m encionan cuando h ay hom bres delante .

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37.

L a , U m it a ,

Quiere decir “ cabecita” , en quichua. Ser legendario m uy co n o cid o en Santiago del Estero, y especialmente en los D epartam entos de Guasayán y Jim énez. Se lo describe co­ m o una cabeza humana de larga y enmarañada cabellera que vaga sola en la noche, rodando p or e l suelo o volando a ras de él, y produ ciendo al desplazarse un ru ido suave, co m o de trigal m ecido p o r el vien to. Tam bién co m o una gran cabeza de dura pelam bre, o una cabecita co m o de criatura. Suele aparecerse en las taperas o en los caminos viejos y abandonados en esa indecisa claridad en que cul­ m ina e l d ía , llorando y con el rostro bañado en lágrimas. A u qu e p o r lo com ún reduce su llan to a una simple expre­ sión de; amargura, hay veces en que im p lora piedad, o pide ayuda para salir de su angustiante situación. Siempre quie­ re contar al viajero su aflicción , p ero sólo logra aterrorizar­ lo con su presencia. Sin em bargo, muchos de los que la conocen n o le te ­ m en. Hasta afirm an que hacerse acompañar p o r ella en una travesía nocturna es una protección eficaz contra los m alos espíritus, aunque h ay que aguantar, claro, sus cons­ tantes quejas. D i L u llo subraya esta condición de numen tutelar, que advierte a los hom bres sobre los peligros que los acechan. D om in go Bravo nos cuenta que a m enudo los paisanos le dejan agua en un sitio apartado para que beba, pues sería la sed lo que la saca de su refu gio, llevándola a m e ro d e a rlo s ranchos. Pero tam bién hay versiones terribles de esta leyenda, que hablan de viajeros que se trabaron en tenaz lucha con ella hasta el amanecer, hora en que la vieron transformarse en to ro o tern ero, y confesar bajo tal apariencia e l error o la falta que está condenada a pagar. Pero el ven ced or no salió en esos casos bien librado, pues perdió e l habla. O sea, la palabra de la U m ita sólo suena para privar de su pa­ labra al desventurado o yen te. E l alba pone siempre fin a sus andanzas. 100

38.

Yasí -Y ateré

Tam b ién Y a c y Y a te ré. H erm oso enano rubio y barbudo que recorre el cam po desnudo, con un som brero de paja en la cabeza, y en la m ano un bastón de o ro que jamás abandona, p o r ser el arma que le perm ite Hacerse invisible y disponer de otros poderes sobrenaturales. Se {dice que en la parte superior de este bastón se halla el silbato que p ro ­ duce el estrem ecedor llam ado que advierte su presencia y deja sin dorm ir a las mujeres cuando lo escuchan de n o ­ che. O tros afirm an que el autor del silbido es un m isterio­ so pájaro, pero las descripciones que se hacen ¡del mismo son tan variables e imprecisas que sólo sirven para probar lo insostenible de la aseveración. Otras descripciones sostienen que lleva" los pies hacia atrás, que es v ie jo , rengo y fe o , que en vez de bastón lleva en la m ano una caña, vara o lazo, e incluso que tiene cua­ tro talones. En este ú ltim o caso sé llam a P ytá -Y ob a y. Se­ gún M artín ez Gam ba, los m byá no lo co n o c e n ’ Para León Cadogan, el origen de este m ito p od ría ser el Jakarendy de !os a d ié giiíiyaki". : / ;. . ■ Habita en la selva. Su guarida está en los troncos, de donde sale p o r las siestas; y a m en u do tam bién de noche, sobre to d o en las de luna llena. Riapta niños para jugar un tiem p o con ellos, lam erlos y abandonarlos luego en el m o n te , envueltos en enredaderas. Otras veces los ahoga en un a rroyo al que los conduce con engaños, o los retiene para enseñarles a robar niños. Tam bién secuestra mucha­ chas hermosas para satisfacer sus apetitos sexuales, nacien­ do de tales uniones criaturas qúe revelarán luego las m is­ mas inclinaciones dél padre . Los raptados p o r el Y a s í-Y a ­ teré sufren un ataque de epilepsia o algo semejante al cum ­ plirse un año del h e c h o . L e gusta la m iel silvestre. Tam bién mascar tabaco, p o r ío que algunos, para granjearse su amistad, alimentan su 102

v ic io , dejándole unas hojas en lós sitios que frecuenta. La ofren da puede consistir también en otra cosa de su agrado. * A los pocos días se mostrará al que así busca su com pañía, le hablará y se convertirá p ron to en su amigo fiel, que lo ayudará a salir airoso de las empresas más difíciles. P ero si se olvida una vez de dejarle e l regalo habitual, m ontará en cólera y se volverá su más encarnizado enem igo. Su leyenda está m u y difundida en Corrientes, M isio­ nes y Paraguay. En R io Grande do Sul se lo con oce com o Sacy. Se afirm a a llí que tanto el Sacy com o el Y a sí-Y a teré son guardianes de la selva, sím bolos de lo ú til y b ello que debe ser preservado de tod a destrucción insensata.

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39. La Muía Anima

Se la conoce tam bién con el nom bre de A lm a M uía, Mulánima, M ala M uía, M ujer M uía y Muía Sin Cabeza. L e y e n ­ da difundida en e l N o rte y Centro del país, que para F ortu ny sería derivación de la de la V iuda. Es una m ujer transformada en m uía p o r haber tenido relaciones am oro­ sas con un cura, o co m etid o incesto. Se la describe com o una muía de c o lo r negro o m arrón castaño y largas orejas qu corre de noche p o r los campos, echando fu ego p or la nariz y la boca, y destellos p o r los ojos. L a acompaña el crujir de su fren o de o r o , y de tanto en tanto lanza un triste rebuzno. Arrastra tam bién pesadas cadenas, com o otros seres condenados. Para R icardo Rojas es un ser in vi­ sible y alado, que vuela en la punta sonora del vien to. N o suele ser m u y discreta, ya que hasta atraviesa p o ­ blaciones im portantes de n och e, a la carrera y con tod a su parafem alia. D eben quedar tod avía en A tam isqu i, P rovin ­ cia de Santiago d el Estero, personas que la vieron p o r las calles, rebuznando en el vien to . A n te su cercanía, los p e­ rros ladran co m o enloqu ecidos. Corre a las ovejas. A l pare­ cer, se alim enta sólo de carne, cazando animales y tam bién niños. Se cuenta que el caudillo santiagueño F elipe Ibarra mandó una vez to d a una com isión a perseguir a una muía rosilla que ten ía am edrentada a una población. L a batida fue exitosa, pues se lo g ró capturarla en el m on te. L a lle ­ varon a la iglesia de Q u im ilío j j donde la ataron a un árbol y m o liero n a golpes. C o m o consecuencia de esto, la con ­ denada recuperó su fo rm a original y fu e a concluir sus días en L a Banda. Según versiones recogidas p o r Terrera, le gusta m ero ­ dear en las siestas calurosas y pesadas del verano las gale­ rías de las estancias antiguas y los patios de los ranchos. Quien ose m irarla perderá la vida, o será víctim a de una desgracia. Su rebu zn o, casi humano por el d o lo r y la an­ 105

gustia que llega a trasm itir, estremece a los que lo escu­ chan. E sto p robaría que sus hábitos no son exclusivam en­ te nocturnos, a m enos que se trate de una m o d ifica ció n in­ ten cion al de la leyenda destinada sólo a lim ita r las corre­ rías de los niños en la siesta, induciéndolos a dorm ir. R a fa el O bligado le dedicó un rom ance, referid o a la n ovia de un soldado que tu vo que partir a Chile en la gue­ rra de la independencia. A u nqu e la jo ven h abía dado pala­ bra de casam iento, en la larga espera se en redó con un cu­ ra “ para curarse de ausencias” , y claro, D ios la m aldijo, echando su alma a penar p o r desiertas quebradas. E l castigo es norm alm ente post-m ortem , pero suele darse tam bién esta transform ación en vida. Para Salvar él alma de esta condenada h ay que aguardarla en un sitio es­ tra tégico con un cuchillo, y cuando pase cortarle la oreja o tuzarle las crines. O tros, más cáusticos, hablan de un ha­ chazo en la oreja o en la fren te. Su sangre, al correr, opera­ rá co m o elem en to reden tor, rom piendo su encantam iento. Según Cáceres F reyre, quien recogió esta leyenda en La R io ja , sólo dos tajos en cruz pueden deshacer el encanto. Si se trata de una persona viva, ostentará al d ía siguiente una cicatriz en el lugar en que recibió la herida. Señala Terrera que al cortarle la oreja o las crines se con vierte en una bella y codiciada mujer. Si el gaucho se detien e a m irarla quedará prendado, y p o r ella abandona­ rá fam ilia, trabajo y am igos para seguirla en sus andanzas, y m orirá al p o co tiem p o , consum ido p o r la pasión. Este encantam iento p o r la m irada puede darse aunque el Alma M uía n o abandone su apariencia animal.

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40.

El Petey

Variante del Caá-POrá, tom ada de un relato que recogió A m b rosetti. Fantasma de la selva m isionera al que se des­ cribe có m o una especie de tron co cubierto de pelos, de rasgos im precisos tanto en su fa z anterior co m o posterior. Tam bién com o una b ola peluda que rueda entre los árbo­ les, chocando con ellos y girando a su alrededor. Se le apareció a un viejo que andaba cazando pécaris, quien para salvarsé tu vo que treparse a un árbol. Muchas horas estuvo a llí aterrorizado, hasta que vin o su h ijo y m a­ t ó al m onstruo de un lanzazo. A l abrirlo, en con tró que su corazón y demás visceras' estaban también llenos de pelos. Pero al regresar de esta aventura padre e h ijo extraviaron el cam ino, y luego de errar tres días p or el m on te llegaron al rancho de un v iejo que daba de com er a unos lechones, y que resultó ser el m ism o dueño de los pécaris. Reunió a éstos y les dio el más grande, recom endándoles que sólo mataran lo necesario para su sustento. A u n qu é les indicó bien el cam ino de vuelta, para que no pasaran p o r un p o ­ trero h abitado p o r M boi-M on é, una serpiente negra m uy peligrosa, fueron a dar al m ism o. H u yeron antes de encon­ trarse co n el terrible animal, p ero bastó que pisaran su p o ­ trero para que ellos y los perros que los acompañaban mu­ rieran p o c o después. L o curioso del caso es que se llega, a m atar al ser fan­ tástico, e incluso a eviscerarlo. D eb ía tratarse de una fo r ­ m a transitoria y caprichosa del Caá-Porá o e l Curé Ru. Claro que la supresión de tal envoltura cam al n o a fectó a la deidad,-com o lo prueba el hecho de que y a con la figu­ ra de un v iejo recibió a los cazadores de buen m o d o , con regalos y consejos. L a peculiar aparición p o d ía tratarse asimismo de un enviado de la deidad.

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41.

Huayrapuca

E n quichua, vien to co lora d o. M ito m últiple y m isterioso de los diaguita-ealchaquí. Es la iriadre de Shulcoí, el V ie n ­ t o ; prim a herm ana del Rem oH nó y pariente del R a y o . V ie ­ ne a ser la diosa o espíritu del aire. V iv e en las altas cum­ bres y en los profundo;^ abismos cordilleranos. J Según A d á n Q uiroga, es un ser bicéfalo o tricé fa lo . En un ex trem o de su cuerpo tiene una monstruosa cabeza de dragón, y - en e l o tro una; cábeza de serpiente. Tam bién puede tener cabeza de guanaco en una punta, y de rena­ cuajo en la otra. O ser su cabeza y cuello de guanaco, su cuerpo de avestruz y su cola de serpiente, en cu yo caso t o ­ m a e l nom bre de Tariga-tahga. Otras veces predom in a lo a n tro p o m o rfo , pues se dan monstruosas com binaciones con partes de distintos animales. Tam bién h ay versiones que la pintan co m o una herm osa m ujer de cabellos negros* cubierta con un m anto p o r lo général rojo, h ech o con el p o lvo que recoge en algunos cerros y gargantas. Según una versión, Huayrapuca puede hacer tan to el bien co m o el m al. Sus m alos sentimientos se m anifiestan cuando destruye las cosechas y se afana p or prolongar la sequía. Para conseguir esto ú ltim o $e traba en encarnizada lucha contra Puyuspa, el N u blado, su eterno enem igo, creador de la escasa hum edad am biente de esas regiones. P ero otros n o ven qué bien puede traer, siendo un ser casi antagónico a la torm en ta. R ecorre las llanuras absorbiendo la hum edad dé las plantas y secando la garganta de los ani­ males, qué m ugen lastim eram ente. V e la é l sol y barre las nubés. A n tes se trataba de desviar su furia con aterradores gritos, y para cam biar su dirección se hacían cruces de ce­ n iza en la puerta. Se dice que le gusta coquear, y su chuspa está llena de hojas que arrebata a los arrieros de la mano mientras p re­ paran el acullico.

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A I parecer Pacham am a ven ció, aunque tem poraria­ m ente, los instintos destructores de Huayrapuca, y p o r eso recibe ahora las ofrendas que antes se destinaban a ésta, relegándola así al o lv id o . A gü ero V era habla de una trilo g ía del vien to, que Huayrapuca integraría con Huayraritu y Huayrayana. Este últim o es el vien to n egro, sím bolo de la noche y la m u er­ te, que n o se ve y casi n i se siente. H uayraritu es el vien to blanco, el que arrastra la nieve de las cumbres.

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42.

El Lobisón

Según Cámara Cascudo, esta leyen d a arranca de la tradi­ ción greco-latina. Para T e ó filo Braga, su origen sería escan­ dinavo. Cervantes se refiere a ella en Persiles y Segismunda. Para los franceses ven dría a ser el Loup-G arou. Menéndez y P éla y o nos habla de su vigencia en San M iguel de los A zores, donde lo llaman Lobish óm en. N o obstante estos antecedentes forán eos, D aniel Granada insiste en que y a era con ocida en el Plata m ucho antes de la llegada de los españoles, lo que n o deja de resultar plausible dada la exis­ tencia de otros hombres-animales en e l área guaraní, com o el Y agu are té -A b á . Está m u y extendida en el L itora l, y es­ pecialm ente en Corrientes y Misiones. Tam bién se la c o n o ­ ce en R io Grande do Sul y otras regiones de A m érica, con nombres co m o L o b is o m e , L ob iso n e, L ob ison te, Lu bisón y Luisón. E l L o b isó n es siempre el séptim o h ijo varón seguido de una pareja, así com o la séptima hija m ujer seguida será bruja. Su representación más frecuente es bajo la fo rm a de un perro negro y corpu len to, de orejas desmesuradas que le cubren la cara y con las que produce un fuerte chasqui­ do. Sus patas se parecen a pezuñas, y sus ojos son fu lgu ­ rantes. Su co lor suele ser b a yo o negro, según la piel del individuo. Tam bién es com ún representarlo com o un ani­ mal en el que se com binan las naturalezas del perro y el cerdo. C on m en or frecuencia se lo describe com o un aguará-guazú (lo b o de crin), una oveja, un cerdo o una muía. L a transform ación n o ocurre en cualquier m o m en to , sino a las doce de la noche del viernes, y a veces tam bién del martes. U n tiem p o antes, el hom bre que padece esta “ en ferm edad” experim enta una sensación extraña, y luego una acuciante necesidad que lo lleva a apartarse de sus se­ mejantes y ganar la in tim idad del m on te, donde a la hora señalada se quitará la ropa y dará en el suelo tres vueltas “ ca m ero ” , de derecha a izquierda, mientras reza un credo 113

al revés. Se opera así la m etam orfosis, y sale entonces de correría hasta que el canto del gallo lo devuelva a su hu­ mana con d ición . Durante esa noche, los perros aúllan en­ loqu ecidos, advirtiendo su presencia. V a a los chiqueros, gallineros y corrales en busca de excrem entos, su más pre­ ciada com ida. Tam bién suele vérselo en los cementerios, revolvien d o tumbas en busca de carroña. D e tanto en tan­ t o , para balancear su inmunda dieta, com erá un n iño no bautizado. Parece despreciar la carne d é lo s adultos. Si alguien lo hiere con un cuchillo, el Lob isón reco­ brará su fo rm a humana, pero e l com ed ido redentor se e x ­ pone así a ser m u erto p o r el m onstruo. L o m ejor es m atar­ lo con una bala bendita. E l im pacto lo volverá a su form a humana, y será un hom bre m u erto lo que encontrará el t i­ rador. Si sólo lo hiere huirá p o r el m on te tratando de al­ canzar su casa. E l h om bre que se .convierte en L o b isó n suele ser alto, fla c o , escuálido. Se lo recon oce p o r el to n o am arillento de su rostro y su m al o lo r, que a veces llega a la pestilencia. Es descuidado en el vestir, y su carácter huraño, intrata­ ble. T o d o s los sábados cae en cama en ferm o del estóm ago, p o r las porqu erías que com ió en la noche.

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E l P u jlla y

Tam bién se escribe Pucllay. Espíritu del Cam aval; diaguitacalchaquí. Para A d á n Quiroga y otros autores se trata de una deidad, aunque n o faltan algunos, com o Eric Bom an, que le niegan su carácter de ser m ito ló g ic o , reduciéndolo a un m ero personaje del Carnaval. En to d o caso, esto últim o puede ser cierto en lá actualidad, co m o consecuencia de un proceso de desacralización. P orq u e en este caso, com o en m uchos otros, la representación h abría term inado abo­ liendo a la divinidad, convirtiéndose en algo con fin en sí m ism o, persona o personaje. P ero ¿quién se atrevería a n e­ gar seriamente que el antiguo dios de la chaya esté de al­ gún m o d o vivo bajo la ridicula apariencia del Pujllay? A gü ero V era lo pinta co m o un dios e fím e ro , que v ie ­ ne y se pone a llorar com o un ebrio sentim ental y líric o . Preside e l Carnaval, pero no con la solem nidad y el terror, arma de los dioses, sino con la farsa. Mas esta farsa, p o r la pasión y las lágrimas que la nutren, resulta dolorosa y p ro ­ fundam ente humana, com binación que n o encontrarem os en los him nos báquicos, por lo que no es acertado asem e­ jarlo a este dios del panteón griego. T am b ién se diferencia del espíritu bu rlón y m aligno del v iejo sátiro M o m o , con el que asimismo sé lo suele relacionar. E l Pu jllay es m enos m ordaz, presuntuoso y caricaturesco que éste, más simple y tam bién más h on d o . Pero del viejo dios no resta más que una piltrafa: un pobre m uñeco pintarrajeado y andrajoso m on tado en un burro o un ch ivo, de p elo blanco y am igo de la o rgía , al que se carga to d a culpa del Carnaval. Tam bién puede ser un hom bre disfrazado de viejo alegre, que divierte con sus chistes y bufonadas, com o un A rle q u ín de los indios. Las características que encarna este personaje son las del dios que representa y a sin saberlo: alegre, socarrón, im p erti­ nente, dicharachero, un p o c o truhán, p ero bonachón, hu­ m ilde y al servicio de los hum ildes, sin arranque alguno de 116

soberbia. D el viejo ritual queda el íd o lo , los coros, la vida! lita acom pañada de caja chayera y e l entierro cerem onial que bien p o d ía sim bolizar, en los tiem pos prehispánicos> el paso del solsticio de verano. ’ Su reinado es tan regocijante co m o e fím ero . Llega al com ien zo del Carnaval en jocosa cabalgadura, seguido de una m ultitud que ríe y canta al son de las cajas o tam bori­ les indios, echándole alm idón a la cara y azotándose el enharinado rostro con ramas de albahaca, mientras beben aloja y hacen estallar cohetes. Y el M iércoles de Ceniza, después de tres días de francachelas, lo llevarán en angari­ llas a enterrarlo en las afueras del pu eblo, entre mares de lágrimas n o tan fingidas, porqu e la tristeza es honda a esa hora. JEn su tum ba echarán frutos para que se los duplique el p róx im o añ o, gracia que se le pide a un dios y no a un m on igote.

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44. El Pombero

El Pom bero es el más popular de los duendes de la región guaraní. Según Carlos M artínez Gam ba, sería de origen brasileño, pues no se lo encuentra en la m ito lo g ía m byá. Su nom bre viene del verbo “ pom beriar” , que significa es­ piar. Se lo describe com o un hom bre a lto, delgado y vellu ­ do, que luce un enorm e som brero de paja. Otras versiones, que h o y parecen predom inar, ló pintan com o un petiso gordo, negro, peludo y fe o ; tam bién co m o un enano fo r ­ nido que camina con los pies hacia atrás, aunque con esta caracterización su figura tiende a fundirse a la del Y a síYateré. El Pom b ero es el genio p ro tecto r de los pájaros. R e c o ­ rre el m on te a la siesta con una caña en la m ano, y si en­ cuentra niños puestos en la tarea de cazarlos carga con ellos, para abandonarlos luego lejos de su casa, m uertos o atontados. Otras versiones, recogidas en Chaco, afirm an que les chupa la sangre hasta m atarlos, y los cuelga luego de un árbol. Claro que bajo tal amenaza los gurises procu ­ ran no alejarse mucho de los ranchos en estas horas de des­ canso. Tam bién puede secuestrarlos en la noche, cuando andan detrás de los cocuyos. N o hace ruido al caminar, ra­ zón p o r la cual en algunos sitios de Corrientes recibe el nom bre de Py-ragüé, o sea, pies con plumas o pies vellu ­ dos. Otras veces se presenta co m o Kuarahy-Yara o D ueño del Sol, y se lo describe entonces co m o un viejo co lor ro jo con un solo o jo en m edio de la fren te, dientes de perro, brazos largos y manos m u y grandes. Su fuerza es p o d e ro ­ sa, p or lo que nadie lo puede vencer. Según F élix Coluccio —p osición que adhiero—, el Kuarahy-Yara y el Pom bero se­ rían dos seres distintos, y no dos m odalidades de un m is­ m o ser. El Kuarahy-Yara estaría así directam ente vincula­ do al m ito m byá de Kuarahy, com partido por muchas par­ cialidades étnicas de la fam ilia lingüística tupí-guaraní. 119

El P o m b ero p ía, silba, remeda el canto de las aves. Puede tam bién m etam orfosearsé en in dio, tro n co o camalo te , nos dice Fariña N ú ñ ez, y hasta tom arse invisible pa­ ra entrar p o r el o jo de una cerradura. L e gustan los huevos frescos y la m ie l del m on te. Masca tabaco negro y suele dormir en lo s hornos. N o faltan los que celebran.1con él un pacto h e ro ic o , beneficiándose con su ayuda. P ero aunque le diviertan las transmutaciones, su representación esencial es an tropom órfica. Se habla de un P om bero que sólo aparece una vez al año, llam ado el “ D ueño de O ctubre” . V ien e el p rim ero de dicho mes co n su típ ic o som brero de paja, m unido con un rebenque con el que azota a to d o aquel que no com a en su honor hasta atragantarse En e l Chaco se cree que el Pom bero es un com pañero :invisible co n e l que se puede hacer tratos de camaradería. A com pañará entonces al amigo en los buenos y m alos m o ­ m entos, ayu dán dolo a sortear los peligros. Si se habla de é l p o r las noches, es preciso hacerlo en vo z baja para n o o fen d erlo . Conviene dejarle cerca del ran­ cho un p o c o de tabaco para que masque. Para ahuyentar­ lo, hay que pon er un diente de ajo en cada esquina de la casa E l área de difusión de esta leyenda com prende el Pa­ raguay, Sur del Brasil, y las provincias argentinas de C o ­ rrientes, M isiones y C h aco.

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El M ikilo

A n tigu a deidad diaguita, al parecer n o contam inada con elem en tos incásicos n i cristianos. Su leyenda es m u y cono­ cida en L a R io ja , y en m en or m edida en Tucum án, Santia­ go del Estero y Salta. Es un numen de la tierra, humilde y pro teifo rm e , cuyas representaciones son m últiples, com o los ju egos qué puede im provisar la lu z entre las arboledas y las peñas. n Es esquivo y p o c o sociable. Se lo con oce p o r su grito ululante, o p o r u n-extraño rum or que viene desde el cora­ z ó n de las tinieblas nocturnas, algo así com o e l eco de uní; lam en to hace m ucho extin gu ido. D eja huellas que no c o l rresponden a las de ningún animal co n o cid o , y que des­ conciertan a los m ejores rastreadores. A veces se parecen a la pisada de un ga llo, pero h ay señales com o de cerdas que se arrastran. O a las de una liebre de piernas emplumadas. En los valles del Fam átina y del V elasco sus pisadas son co m o las de un n iño recién nacido. Sean co m o fueren, .quien las ve h u ye, sabiendo que el M ik ilo lo espía con sus ojos redondos desde una roca o la copa de algún árbol. Más preciso, y en base a los relatos de algunos arrie­ ros, N e p ta lí T . B a ig orrí lo describé com o un animal dem o­ n ía c o , que tien e la m itad del cuerpo com o de gente, y la otra m itad co m o de p e r ro . Sus manos son de criatura y sus pies de gallo. Su cola, larga y cubierta de plumas. A taca a los hom bres. En C h ilecito dicen que es un pájaro gris, m aligno y bru jo , que en v e z de volar corre a ras de tierra, dejando rastros com o de lietíré. Asusta a la gente y m ata a los ani­ males, despeñándolos. L lo ra su soledad en la noche, con gritos que parecen ser el alma de la lejanía. Otras versiones ló muestran com o un n iñ o pequeñito que corre con in creíb le rapidez, apoyándose en pies y ma: nos. Su cuerpo está cubierto de pelos, y sus manos arma­ das de uñas co m o garfios. Tam bién com o un h om brecito

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m agro, de ojos grandes, redondos y fosforescentes, cabeza abultada y deform e y m anos dé gigante. Duerm e la siesta a la som bra de las higueras, y sus víctim as preferidas soif los niños, a los que roba. Esta Última semblanza corres­ ponde a los llanos de L a R io ja . En Trancas, Tucum án, se habla de un M ikilo anfibio del tam año del gato m on tés, de co lo r pardo negruzco y p elo áspero y duro, similar al cerdo, que llena el silencio de la noch e con su ch illid o característico, algo así como un “ güi-güi” .

46. El Súpay

Dos tradiciones se juntan para conform ar el Súpay o Zúpay. U na de ellas arranca del Incario, donde fue recon o ci­ do co m o principio o genio del m al que reinaba en e l Supaihuasin, infram undo situado en el cen tro ígn eo de la Tierra. Era la encam ación de los m isterios selváticos y cau­ sante de los m aleficios, pestes, inundaciones, sequías y t o ­ do cuanto hiere la im aginación y horroriza. La otra ver­ tiente fue la leyenda de origen oriental que en la Edad M e ­ dia el Catolicism o con virtió en verdad m ilitante y centro de innumerables especulaciones teológicas, y los heresiarcas en puntal de com plejas ceremonias y esotéricos cultos. M e refiero al D iablo, D em on io, L u cifer, L u zb el o el M a­ lign o, llam ado entre nosotros M alo o Malu. Señor de las Tinieblas que corporiza e l m ito de la ten ­ tación, que a su v e z causa la caída. M u ltiform e en su per­ sonificación, quizá p o r su mismo origen m estizo. Entre nosotros parece p referir la form a humana, y especialmente la de un gaucho rico y apuesto que viste ropa fina y negra, con chiripá del m ism o co lo r, lleva puñal, espuelas y reben­ que de plata y o ro , y m on ta un caballo retin to de largas crines y m u y enjaezado. Otras veces viste cueros de oveja, som brero aludo y una especie de túnica granadina, com o el Súpay de Copacabana, Santiago del Estero. Se ha p re­ sentado tam bién co m o un virtuoso payador que desafía a los más afamados practicantes del género (aunque en más de una ocasión salió derrotado de la contien da), com o un viejo filó s o fo de cam po o un negro ro to s o y hercúleo. Suele presentarse asimismo con la fo rm a de un animal con ocid o, o más com únm ente com o un h íb rid o de m acho cabrío y h om bre, con cuernos de chivatón, rostro de sáti­ ro de larga pera y bigotes requemados, cuerpo m u y vellu ­ do y piernas de ch ivo con impresionantes pezuñas, y con una capa negra. C on frecuencia se presenta tam bién com o un rem olin o, y hasta co m o un árbol. 125

Sus apariciones vienen precedidas p o r un ruido como de tiro o trueno, y se dan en me dio de una llamarada que im pregna el aire con un penetrante o lo r a azufre. Desapa­ rece tam bién entre una nube hedionda y amarillenta, tras cerrar el trato con el hom bre dispuesto a darle su alma a cam bio de riquezas, amores o habilidades. P refiere las noches de los martes y los viernes, que es cuando las almas y otros seres infernales salen a com eter fech orías. Su tem p lo es la Salamanca, gran cueva en la entraña de los cerros o subterránea en la que se dan cita las brujas y acuden otros iniciados en la práctica del m aleficio. Es5 que funciona a llí la universidad de las tinieblas, donde se enseña to d a suerte de mafia, destreza o habilidad, y sobre to d o el arte de dañar al p rójim o y arrastrar su alma a la perd ición . L o s animales del Súpay son los escuerzos, las víboras, los perros negros, los cerdos, los machos cabríos y las mulas. Sus cortesanas , las brujas, tanto viejas com o jóvenes.

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4 7 .

E l F a m ilia r

Se conoce al perro co m o el fie l am igo del hom bre, pero tam bién puede ser un eficiente em bajador del D iablo, el terrible guardián de los pactos que se celebran con él. Quién no o y ó hablar del m ític o Cancerbero, el de tres fau­ ces, ojos rojos, pelos negros y cerdosos y grandes uñas, que guardaba la casa de Hades. Si bien este m ito se rem on ­ ta a los más antiguos ¡estadios de la civilización greco-lati­ na, nuestro Fam iliar tien e rasgos propios que le dan plena ciudadanía en nuestra cultura. Entre nosotros, en su imagen más difundida, es tam ­ bién un perro negro (e l co lor de la m uerte y el pecad o), de refulgente m irada (h a y quien dice que echa fu ego por la boca y los o jo s ) y largas uñas, capaces de desgarrar a la víctim a en un santiamén, pero nunca de tres cabezas. A u n ­ que con m en or frecuencia, tom a asimismo la form a de otros animales, co m o cerdo, vib orón (c o m o el que había en una bodega de C a fayate), tigre, puma, oveja, burro, ca­ ballo y hasta de una m ujer. Su aspecto es siempre terrible, pero no se distancia m ucho de la naturaleza, sí exceptua­ m os el caso de una serpiente de dos cabezas que m erodea­ ba el campo santiagueño. Cualquiera sea la form a que asuma, el Fam iliar se ali­ m enta de carne humana. E l patrón de estancia o dueño de ingenio (a l parecer los únicos que prohíjan a este anim al) tendrá que suministrarle un peón al año, que es su ración m ín im a, aunque h ay pactos que establecen una dieta más nutrida. L a leyenda está m u y difundida en Tucum án, Salta y N oroeste de Catamarca, con irradiaciones a Jujuy y San­ tiago del Estero. Pero p o r el lugar que ocupa en la vida c o ­ tidiana de los campesinos, más que una leyenda parece una realidad. Cualquiera de ellos tendrá siempre mucho que contar respecto a esta encam ación dem oníaca. Dichos perros se m ultiplicaron demasiado hacia fines 128

del siglo pasado, con el auge de la industria azucarera. Los dueños de in gen io se enriquecieron de la noche a la mañaña, y la m entalidad popular encontró p ron to la explica­ ción. H a b ía ojos de fu ego que se paseaban p o r la noche del cañaveral. Espantosos ruidos de cadenas. Feroces y fu­ gitivas form as que dejaban al pasar un fu erte o lo r a azufre. Y peones golondrinas que desaparecían de p ron to, sin des­ pedirse de nadie. C orría entonces el rum or de que en los sótanos o en la chim enea del ingenio había un perro ne­ gro . A veces e l patrón lo soltaba para que eligiera la v íc ti­ ma de su gu sto , en correrías que en loqu ecían a los demás perros, y que sólo e l canto del gallo p o d ía interrum pir. En otros casos, el s o lícito industrial le llevaba con engaños al p eón , y se lo entregaba. Si el patrón faltaba al p acto, él m ism o iba a parar a. las fauces del diabólico animal. Y fue tal la difu sión de esta leyen d a, que el ingenio que n o tuvie­ ra un F a m iliar p o d ía considerarse de poca m on ta. N a d a le hacen al Fam iliar las balas ni el filo de los ma­ chetes. S ó lo retrocede ante la cruz del puñal. Es decir, ce­ de al p o d er del signo y n o del arma. H a y quien dice que se o p on e al progreso, citando com o ejem plo al y a fam oso Fam iliar del in gen io Santa A n a , de Tucum án, que se echó en las vías d el ferrocarril que unía esta fábrica a R í o Chico y la red nacional el m ism o d ía de su inauguración, im pi­ diendo e l paso del prim er co n vo y . Pero n o es le g ítim o sa­ car de un so lo caso una conclusión general, y más cuando resulta in ob jeta b le que fue el progreso econ óm ico lo que h izo crecer e l núm ero de estas bestias. ¿N o será el Fam i­ liar, p o r lo contrario, un sím b olo de la fa z carn ívora de ese progreso?

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48. Las Brujas

jjo es el ejercicio m aravilloso del m al, en virtu d de poderes recibidos del D em on io, lo que transforma a los hechiceros en seres sobrenaturales. Pero s í merecen este carácter las mujeres, p o r lo com ún viejas y feas, que parten a la m edia­ noche del sábado hacia las salamancas, convertidas en búhos, pájaros u otros seres alados, o volando en una esco­ ba. ( Las brujas han cavado h on do en la m entalidad de nuestro pu eblo, que supo amalgamar el aporte europeo con seres y fenóm enos semejantes de estas tierras, tan lle ­ nas de hechiceros terribles, capaces de m o d ifica r su apa­ riencia para salir a hacer un m al. E n la noche del viernes, dos o tres horas antes de que term ine el día, estas diligentes y sumisas servidoras del Súpay em piezan a frotarse de pies a cabeza con un asqueroso ungüento fabricado con las cenizas de varias sabandijas ponzoñosas, y a invocar al D iablo m ediante fórm ulas m á­ gicas. Hacia m edianoche se habrá ya operado la transfor­ m ación, y parten entonces a la misa negra que tendrá lu­ gar en la salamanca u o tro sitio tenebroso. En estos ritos, la o rg ía sexual se da la m ano con el sacrilegio, que el D ia ­ blo exige com o prueba de fidelidad (p o r ejem plo, escupir al cru cifijo puesto cabeza abajo en la entrada de la gruta). Para satisfacer la lubricidad desaforada del Señor de las Sombras suelen tom arse en jóvenes y bellas muchachas, capaces de las m ayores crueldades. Tam bién pueden co n ­ vertirse en asquerosos animales. Cuando canta el galló y él día se insinúa en e l h orizo n te em prenden el regreso, pa­ ra reincorporarse al orden natural. T o d o habrá sido en ton ­ ces co m o una pesadilla, una incursión al m undo de los sue­ ños terribles favorecida p o r e l ungüento, que posee ta m ­ bién un e fe c to afrodisíaco. Se dice en el N oreste que la séptima hija seguida de una pareja será bruja, así com o resultará L o b isó n el sép­ 131

tim o h ijo varón seguido. En la noche de los viernes saldrí convertida en un ave misteriosa a recorrer el vecindario provocando así reyertas y rupturas. Durante sus andanzas puede penetrar p o r cualquier rendija en la intim idad de las habitaciones m ejo r cerradas.

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4 9 .

E l B a s ilis c o

A n tigu a leyen d a de origen probablem ente oriental, in tro ­ ducida en E u ropa p o r los rom anos. Plin io habla ya del huevo del Basilisco, y varios artistas se ocuparon de su ic o ­ n ografía. Es un h íb rid o nacido de la fecundación de un huevo de culebra p o r un sapo, al que se describe a llí com o un animal verdaderam ente fabu loso, algo semejante al dra­ gón, con patas de gallina y cola de serpiente, una cresta en la cabeza y p o r lo com ún provisto de alas. Su aliento pu­ dre el aire, envenena las aguas y m archita to d o verdor. A u nqu e la leyen d a de este a borto de la naturaleza es entre nosotros m enos terrible, tien e tod a v ía una gran v i­ gencia, especialm ente en el N o ro este. Se dice que nace de un huevo dim inu to y estéril (sin yem a o h u ero), que de vez en cuando p on en las gallinas, sobre to d o las viejas y con espolones. Cuando en su n id o se encuentra un huevo v a cío , nace la sospecha de que ha n acido de é l este m alig­ n o animal. Se dice tam bién que nace de un huevo que p o ­ ne el gallo cuando esta m u y viejo o ha cum plido siete años. A n g e l L . L ó p e z lo describe co m o un escuerzo con pa­ tas m u y cortas y c o lo r pardo, de gran cabeza y ojos tam ­ bién grandes y lum inosos. En Santiago del Estero se lo re­ presenta con la fo rm a de un “ ch elk o ” o lagarto n egro, o de un enorm e gusano con un solo o jo en la frente. H u ye de la lu z del día, guareciéndose en los techos de las casas o en las som brías ranuras de las paredes, para fu l­ m inar desde a llí con su diabólica m irada a los desdichados que se dejan sorprender. Pero si se logra verlo antes, se lo m ata. Es tan h orrib le que ni él m ism o puede aguantar su propia im agen refleja d a en el esp ejo . D e a h í que ia m ejor manera de protegerse sea cubrirse la cara con uno de estos objetos, o colocarlos frente a la puerta o ventana p o r la que se supone que ha de entrar. 134

Se le atribuyen las muertes súbitas, provocadas por causas desconocidas, y tam bién una form a de histeria f e ­ m enina llam ada “ daño” , que suele complicarse con ep ilep ­ sia.

50. El Duende

G en io de gran popularidad en nuestro país, que algunos autores han com parado a los gnom os europeosl Se dice que son espíritus de criaturas que sus madres m ataron al nacer, nacieron muertas, fu eron abortadas o m urieron sin bautizar. Com únm ente se lo presenta co m o un enano con una m ano de fie rro y otra de lana, rostro magro y barburrucio, som brerete de copa en em budo y trajes de llam ati­ vos colores, entre los que predom inan el ro jo y el verde. Tam bién puede ser Un niño de pocos años, un v iejito gor­ do y barbudo de largas uñas y som brero de paja de alas an­ chas. En V illa Matará, Santiago del Estero, es negro y cres­ p o , y viste un hábito “ chejchi” (d e pintas coloradas sobre un fo n d o blanco, gris claro o cen icien to). V en d ría n a representar el dem on io de la tentación. Personaje esencialm ente travieso, socarrón, enam dradizo y p o r m om en tos grosero. V iv e en el m on te en los troncos de los árboles, de donde salé a la siesta para asustar a los n i­ ños y cortejar a las m ozas con regalos com o pañuelos, di­ nero, m elones, empanadas y golosinas. Si éstas rehúsan luego sus favores se venga, gastándoles m il travesuras y hasta haciéndoles daños m ayores. Sé aparece a ve'ces des­ nudo ante las mujeres m ayores y las escandaliza con grose­ ros gestos, deporte que no practica con las jóvenes. Según Juan Carlos Dávalos, se acerca a las pulperías los sábados a la noche para dar una tunda a los ebrios. Tam bién se enanca a los caballos, hurta pellones, trueca p o r carbones el pan de las alforjas, apedrea las casas, pudre los huevos, apaga el fu ego, vuelca la olla, corta la ropa. Para ahuyentarlo h ay que llenarse los bolsillos con al­ go que huela m u ch o .

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Segunda Parte

O TR OS SERES S O B R E Ñ A T U R A LE S

5 1 . A t r a t s a j —W u k

Entre los matacos, D ueño de los Chanchos Rosillos. Cuan­ do los cazadores se acercan en busca de estos animales sil­ vestres los arrea a su rancho para que no los encuentren. Tiene características de un ser m align o. Estaría subordina­ do a U n n atlelé.

52. Achaj Es el D orad o, Padre de los Peces entre los matacos. Tien e la fo rm a de un dorado, pero su tamaño es m ayor que el natural. Estaría subordinado a Chiláj.

53. Ajaklalhay Son los hom bres pájaros de los chulupíes, dueños de la llu ­ via, las nubes, el vien to y la torm enta, y productores del trueno, el relám pago y el rayo. En el tiem p o m ític o eran hom bres y vivían en la tierra, pero a causa de la maldad de las mujeres resolvieron inmolarse en una gran hoguera, de la que salieron convertidos en pájaros de distintas espe­ cies para volar al cielo y n o regresar más. Fu eron los auto­ res de la muerte de Cufalh.

54. Áját Entré los m atacos, espíritus generalmente dañinos o espí­ ritus de los m uertos, creados p o r Ajátáj para que le sirvie­ ran com o subordinados. H abitan el m undo subterráneo.

55. Ajatáj D eidad mataca. Fu e creado p o r N ilatáj. R eina en la región subterránea, habitada p o r enjambres de potencias de signo nefasto pará el h om bre, los A já t. Ajatáj suele ser asimilado a Satanás, y se dice que su poder es el m ism o que el del 141

D ios de los cristianos. Se trata jen realidad de un ser bas­ tante com p lejo. D e él dependen los dueños de los animales! del m on te. Es dueño de los shamanes, a los que otorga sus poderes específicos. Tam bién de las enferm edades. Su po­ der se extiende al m undo acuático.

56. Akáinik Es e l arco iris para los onas. D eidad hermanastra de Kra.

57. Alhué Es e l alma de los m uertos, entre los araucanos. Según Latcharri, los cuerpos vivos carecen de A lh u é. Este se gesta al m o rir la persona, y queda íntim am ente ligado al cadáver, sin alejarse m ucho de él. Para otros autores, el Alhu é vaga p o r el m undo co m o un fantasma in corp óreo o alma en pe­ na. L o s brujos suelen apresarlos en el m ism o m om en to de la m uerte, para em plearlos luego en sus hechicerías. Se puede im pedir esta captura realizando un conjuro o exor­ cism o eficaz. E l A lh u é no es e te rn o ; se disuelve al desaparecer tota l­ m ente el cadáver. 58. A ü h u én Ser legendario de los araucanos. Se lo representa com o un tron co de árbol seco con form a humana. Se aparece para anunciar tem pestades, y en ese caso se intenta calmarlo con un nguillatún o rogativa.

59. Alm a Perdida M u jer desnuda y de largas trenzas caídas que llora descon­ soladam ente en los apartados caminos de Santiago del Es­ tero , espantando al viajero. E x p ía de este m o d o un amor ilíc it o entre hermanos o cuñados. Se sabe de un hom bre que luchó con ella a brazo partido hasta que el canto del gallo la desvaneció.

60. A Imita A lm a que vaga p o r el m u ndo, no necesariamente penando. E m ite un silbido semejante ál del pájaro de ese mismo 142

nom bre, que habita en e l norte del país. A n d a sobre to d o de noche. En el día de lo s muertos suele arrimarse a las casas con su triste silbido, y se pasea p o r los alrededores de los cem enterios en que yace su antigua envoltura car­ nal. Las almas de los niños pían más fin ito .

61. Ananahahtrahmal Keneka Son los espi'ritus de los antepasados, entre los tehuelches septentrionales. M ediadores entre Gamakia y los hom bres, a los que se propicia con bebidas y yerba.

62. Anaukeneten Gaiau a Kéna D eidad maligna de los tehuelches septentrionales. Señor de los dem onios, los que se sujetan a sus órdenes.

63. Anchimalén :

Tam bién A n ch ü M allén, Anchim allén y Cherufe. M ito an­ tro p o m o rfo de los araucanos, que los cronistas asimilaron al D u en de. T ien e la fo rm a de un enano de sexo in determ i­ nado, con la altura y grosor de un n iño de pocos meses. D eidad m aléfica en sumo grado, sanguinaria y grotesca. Suele transformarse ¡en un fu ego tenue y fugaz que se ve en los caminos y llanuras, en los techos de las casas y ra­ mas de los árboles, o entre las patas de los caballos. A v e ­ ces este fu ego es ro jo y corre m u y rápido, virando su c o lo r hacia el am arillo. Para ahuyentarlo h a y que hacer ruidos m etálicos con las espuelas u otros o b jetos y cabalgar des­ nudo. Quien lo ve de m u y cerca se queda ciego o se en fer­ m a de la vista. A l l í donde aparece esta luz ocurre pron to una desgracia. Se transform a tam bién en pequeños re p ti­ les. Son a veces sirvientes de los brujos, cum pliendo m i­ siones que éstos les con fían . Se dice asimismo que los A n ­ chimalén son criaturas que crían los brujos para que les cuiden el ganado, a las que alimentan con leche, sangre y m iel que ponen a su alcance. Pero cuando llega la noche dejan de cuidar el ganado y se convierten en C herufe, que; es el fu ego errante. Según Casamiquela, este m ito que expresa los tem ores de la tiniebla sería un desprendim iento del de Anchim algén, al igual que K u yén . A q u é l ya n o existe h o y .

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64. Es la Luna, en su expresión más originariamente araucana, tam bién llam ada A m ch i M alghen, A n tü M alguén y Anchir malguen. M ujer de lu z, in tocable, amada de A n tü , el Sol. Se la representaba co m o una jo ven bella y bien ataviada que solía manifestarse bajo la form a de una llama errante o un aerolito. Según Latcham , debió ser un ser totém ico o pillan, pero otros autores le desconocen este carácter, con el argum ento de que ju gó un papel más im portante en la creencia de los antiguos araucanos. C om o la filia­ ción en esos tiem pos era m atrílineal, debía tener m ayor jerarqu ía que A n tü . Adem ás concentraba en sí el principio de la fecundidad, y era el ente tutelar de la generación. A nchim algén es una deidad claramente ben éfica, que n o revela las veleidadés y tendencias al m al de K u y é n , m i­ to m odern o que derivó de él. En vez de p rovocar desas­ tres, protege a los indios de los mismos. L o s m alos espíri­ tus huyen aterrorizados ante su presencia. Cuando Anchim algén se pone roja es que un gran je fe va a m orir.

6 5 . A ntü Tam bién Mareupuantü. Es el Padre Sol de los araucanos, m arido de K u yé n , la Luna, a la que siempre persigue por e l cielo , haciéndole señas para que detenga su lo ca carrera. H a y días en que A n tü amanece triste o co lérico. Cuando en su corazón palpita la fu ria verem os aumentar la violen ­ cia de sus latidos a m edida que avanza el día. D e su cuer­ p o brotan chispas m u lticolores y luminosas com o un re­ lám pago . Quiere alcanzar a K u y é n para echarle en cara lo ben evolen te que es con la tierra, los astros, las nubes y las aguas. T o d o s éstos la quieren p o r eso com o m adre y la ayudan a ocultarse de él. A firm a n varios autores que nunca los araucanos ado­ raron al sol n i lo tuvieron p o r dios, sino que fu e un simple m andadero del Ser Suprem o. Es decir, a lo sumo un perso­ naje m ític o , tra íd o o jerarquizado p o r la invasión incaica, lo que ex p licaría la semejanza del vocablo quichua “ In ti” , que designa al S ol, y ‘ ‘A n tü .

66. Añá Tam bién Añangá. Señor de las tinieblas de los guaraníes. 144

Reina en el Añá-retá, el vago país de los dem onios, situado en una lejanía indefinida, o bien en el Y b y a p y té , centro de la tierra. Se le atribuyen tod a enferm edad extraña, la locura y las muertes violentas. A veces tom a la form a de un insecto que hace un gran daño a la huerta, el añacuá. Es más un espíritu adverso a los vivos que un torturador del ánima de los m uertos, pero los m isioneros lo sincretizaron con el D ia b lo , y su reino pasó a parecerse al in fiern o cristiano. Su leyenda está m u y difundida en Corrientes, Misiones, Entre R ío s , Chaco y Farinosa, donde se lo in vo ­ ca más que a Tupá. Según Fariña N ú ñ ez, en Argentina sería de sexo fem e­ nino, mientras que en Paraguay masculino. Chase-Sardi sostiene que en este país es asimismo fem enino. A ñ á , entre los chiriguanos, es el ánima de los que tu ­ vieron una mala m u erte.

67. Añá-Tünpa Tam bién A ñ á Tu bích a. N om b re que recibe A ñ á entre los chiriguanos. Señor de tod os los añás o almas de los m uer­ tos, de naturaleza dem oniaca, conjunto de seres ten ebro­ sos al que se op on e el con cepto de áva, lo hum ano. Reina en el Añarentá, especie de in fiern o situado en el inframundo.

68. Araiya Dueña de la lluvia entre los guaraníes. T ien e la form a de un ave.

6 9 . Araparigua Ser m ític o de los chiriguanos. Fue el prim er hom bre de esa raza. Se salvó del diluvio universal gracias a la interven­ ción de Tunpa, quien lo llevó al cielo antes de que la tierra se hundiera. Cuando los pocos sobrevivientes se m u ltipli­ caron a q u í abajo, v o lv ió para disfrutar de los placeres de la carne. P o r sus abusos con las mujeres estuvo a punto de perecer asesinado, pero Tunpa lo salvó otra vez. Y a en el cielo, p id ió a Tunpa que destruyera a los hom bres, y éste accedió, extinguiéndolos. Fu e la segunda destrucción de la especie . Pero Tunpa se sintió luego solo y creó de nuevo al hom bre de barro. 145

70. Asieñt H éroe m ític o toba. Es el h ijo de las tinajas.

71. Barchila Según F o rtu n y , es un duende que se aparece en la iglesia parroquial de San Carlos, en la Provincia de Salta, y que debe su n om bre al género y co lo r de su indumentaria: de lana gruesa y a cuadros blancos y negros. En el N o rte de Tucum án, y especialmente en la loca li­ dad de Las Tacanas, se con oce tam bién al Barchila, al que se lo describe com o un h om b recito vestido con pantalón negro y un som brero alón que le cubre el rostro. A cech a a las m ozas, hace m il travesuras (c o m o apedrear la casa, v o l­ car las ollas, rom p er los platos, desordenar los roperos y pon er a los muebles patas arriba) y anda p or lo general —no siem pre— acom pañado p or un hom bre colorado y grandote, al que n o se le da nom bre, pero puede ser el m ism o Súpay.

72. Biahik Ser m ític o tob a , al que encargó L a p ich í el cuidado de los animales del bosque. M ora en este m edio. N orm a la caza, y es preciso in vocarlo para ten er éx ito en las expediciones de esta ín d o le. En buena m edida se superpone a N o w e t.

73. Boyguasu-Tunpa O Boyw ázu-Tunpa. Es el dueño de tod os los animales, en­ tre los chiriguanos. A ctú a p o r m andato de Aña-Tunpa, ya que es un añá. Se lo representa com o una serpiente. N orm a la cacería y castiga a los transgresores de sus leyes, atrave­ sándolos con flechas invisibles que les causan la en ferm e­ dad y la m u erte, a m enos que e l shamán intervenga a tiem ­ po.

74. Caá-Yarí D eidad de origen guaraní, que p o r m odificaciones sufridas en la época de las misiones jesuíticas redujo sus dom inios a la yerb a m ate. En e fe c to , actualm ente sólo frecuenta los yerbales correntinos y m isioneros, aunque el fu erte de su leyenda está en Paraguay. Sería una bella jo v e n transfor­ 146

mada en dicha planta p o r D io s, com o una fo rm a de asegu­ rarle la eternidad. Para A n íb a l Cambas, quien se apoya en relatos de trabajadores, sería una diosa p rotecto ra y dueña de los yerbales. A y u d a a los hom bres que pactan con ella. Para esto es preciso hacer vo tos ante una m ata de yerba de evitar rela­ cionarse en el fu tu ro co n otra m ujer, y dejar a llí un papel con su nom bre y la hora en que volverá con el p ropósito de verla. H a y que armarse de m ucho valor para com pare­ cer a la cita, pues para probar el am or del hom bre manda sobre él víboras, sapos, tigres y otros animales del m onte. Si no huye, se le aparece con la form a de una jo v e n her­ mosa y rubia. E l trabajador debe renovar entonces su jura­ m ento de fidelid ad, y desde aquel día, cada vez que va a cortar yerba cae en dulce sueño, y duerme mientras ella hace su trabajo. Es invisible para tod os, m enos para este hom bre. Si le es in fie l con otra m ujer, lo matará. P o r eso, cuando algún p eó n muere en e l yerbal, se dice que traicio­ nó a la C aá-Yarí y ésta se to m ó su venganza.

75. Calchona Ser legendario que se aparece en los caminos de laT egión cordillerana del N o rte de Neuquén bajo la form a de una m ujer desgreñada. Se sube al anca de los caballos y abra­ za p o r la espalda a los jin etes hasta hacerlos caer al suelo. En Chos M alal unos la pintan com o una oveja de largos m echones o calchas ( y de ah í C alchona), y otros com o una perra negra y lanuda que anda preferentem en te dé noche. Pasa sin hacer ruidos entre las personas, las que se asustan m u ch o, pese a saberla inofensiva. A lgu n os rasgos de su leyenda nos recuerdan a la Viuda.

76. Capiango Tam bién llam ado Tigre Capiango. L eyen d a de origen guara n ítico , según A m b rosetti, quien escuchó a L e o p o ld o Lugones contar una versión m u y difundida en C órd oba, San­ tiago del Estero y Tucum án. Se trataba de dos hermanos que vivían en el m o n te, y uno de ellos, sin que lo supiera el o tr o , se transform aba en tigre, echándose a la b oca unos granos de sal y revolcándose en la consabida p iel de este animal. Era m enos vulnerable que el Runa-Uturunco, pues cuando disparaban contra él erizaba los pelos y las balas le resbalaban. Tales metamorfosis., según se desprende del re­ 147

lato de Lugones, p o d ía n ocurrir a cualquier hora, pero otras versiones indican que se dan siempre al amparo de la noche. Suele tam bién caracterizarse al Capiango com o un animal im aginario de terrible aspecto, que tom a a veces la fo m a de un tigre para depredar. En otros relatos, “ capian­ g o ” parece ser un estado sobrenatural que un hom bre pue­ de obtener cultivando la ferocidad en la lucha y no mos­ trando am or p o r nadie. Usa para esto desde niño un peda­ z o de p iel de tigre en su indumentaria, y com e el corazón de este fe lin o . Tales prácticas le dan a la postre el poder de convertirse en tigre a ciertas horas y salir de caza, p refe­ rentem ente a m atar seres humanos.

77. C e m ik e Ser m ític o ona que en la tierra se llam ó Hásaps, y que al fin al, cuando sé tran sform ó en estrella, to m ó el nom bre de Cenu ke. V io le n to más allá de to d o lím it e , m ataba p or pu­ ro placer.

78. Ciraigo Es la Luna, entre los m o co b íes. Según Lázaro Flu ry, la le ­ yen d a la presenta c o m o una herm osa jo v e n , hija del caci­ que Ipenac, quien la casó con un capitanejo. Una tribu enemiga atacó la suya y dio m uerte a tod os, ex cep to a C i­ raigo. C om o se negó a ser la esposa del cacique enem igo, éste se propuso ten erla p o r la fuerza. Ciraigo p id ió en ton ­ ces auxilio a Cotaá, quien, para salvarla, la con virtió en un espectro blanco que ascendió al cielo, y a llí se quedó c o ­ m o Luna. Cuando crece es que rejuvenece, y el pueblo lo celebra con fiestas. Cuando decrece, es porque sus enem i­ gos le arrebatan pedazos de su cuerpo. Pero es inm ortal.

7 9 . C olo Colo Especie de da más en com o una puesto p o r

Basilisco araucano, según una leyen d a difundi­ Chile que en nuestro país. A lva rez lo describe rata cubierta de plumas. N ace de un huevo un gallo, y produce fiebre.

80. Cotaá Tam bién llam ado Y a gu ec. D eidad del bien de los m oco148

bies. Creador del m u n d o . H abita en el cielo. Mueve al Sol y la Luna, hace aparecer a las estrellas en el cielo y fru cti­ ficar a las plantas, según Lázaro Flu ry. L a actual existen­ cia de esta deidad viene a desmentir la enfática aseveración de algunos jesuítas de que los m ocob íes carecían de un ser supremo y de ritos que se refirieran al m ism o. V ive en lu ­ cha con N eep ec, la deidad maligna.

81. Cufalh Héroe m ític o chulupí, amigo de burlarse de la gente y de violar a las mujeres. Fue varias veces m uerto y descuartiza­ do en castigo de sus faltas, pero recuperaba pron to la vida reuniendo los pedazos dispersos. L u ch ó tam bién contra los tobas, produciéndoles innumerables bajas. A l final fue totalm ente deshecho p or un rayo que le enviaron los pája­ ros del trueno. .

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82. Curupírá Tam bién Curumpirá. G enio de las aguas y numen de la tormenta de la región guaraní.

83. Chámtaj Deidad chulupí, que trata de devorar a Shunkojla’i, p ro v o ­ cando así los eclipses. Probablem ente sea el jaguar m ític o .

84. Chancha con Cadenas R efiere C olu ccio que en el N o rte de Córdoba, especial­ m ente en Q u ilino, hay una chancha diabólica que se pasea arrastrando cadenas. Se aparece de noche en los alrededo­ res de la estación ferroviaria, y a veces echa a correr p or las vías, produ ciendo un infernal ruido con las cadenas. Es fácil o írla , pero n o verla, pues cuando se la busca desapa­ rece.

85. Cherruvé Tam bién Cherrufé. Genios araucanos que concitaban la aparición de com etas (piedras cam inadoras), m eteoritos (Cherruvé Cura) y estreUas errantes, hechos que se tom a ­ ban co m o presagios de pestes, ruinas y otras calamidades. Tienen la fo rm a de una serpiente con cabeza humana. Para 149

otros, los Cherruvé serían las mismas estrellas, que son los® espíritus de la gente antigua, la! que v iv ía antes del diluvio. A l parecer, este m ito está siendo absorbido p o r el d« i A n chim alén.

86. Chigohik Payak o espíritu dem oniaco tob a. Es el que n o habla. Pe­ netra en las personas en form a de lagarto, alacrán, etcéte­ ra, quedando a cargo del shamán la tarea de expulsarlo.

87. Chiláj Entre los m atacos, Señor del A gu a y de las especies ani­ males asociadas a este ám bito. D eidad masculina y antro­ p o m o rfa . Enseñó a los indios las técnicas para pescar con arco y flech a, y tam bién de cocer el pescado.

88. Chiqui D eidad de origen peruano que se arraigó entre los diaguitacalchaquíes. Según A gü ero V era , n o ten ía form a material ni íd o lo que lo representara. Era sólo un espíritu, un fan­ tasma, p ero disponía de un tem p lo para recibir su culto p ro p ic ia to rio : un gigantesco algarrobo a cu yo alrededor; apenas crecían pequeñas hierbas, alfom bra de su anfitea­ tro . A l l í llevaban los hom bres las presas obtenidas en la ca­ cería y las decapitaban, pues al C hiqui se le o frec ía n las cabezas. Si¿ cu lto nace así asociado al culto del árbol. E l C h iqu i sim boliza la fatalidad, la mala fortu n a, re­ verso del P u jíla y y la Pachamama. A u n qu e p o r lo común trae la desgracia, puede ser tam bién portad or de la buena suerte si se lo in voca antes de acom eter una empresa. Quien n o lo to m a en cuenta, sé expon e a que to d o le salga al re­ vés de lo deseado. L o que más se le pide es que mandé buenas cosechas de m a íz y algarroba, productos de funda­ m ental im portan cia para estos pueblos. : L a guerra y los tem blores, la seca, las pestes, los hura­ canes y la furia del rayo son obra del Chiqui. En su tiem po fu e e l padre de los sacrificios. L e consagraban cabezas ani­ males para que n o prolongase la sequía y dejase caer la lluvia. Dichas cabezas abundaban en sus fiestas, y según A d á n Q uiroga venían a sustituir a las cabezas humanas que se le habrían ofren dado en tiem p os antiguos. A l parecer, solía ex igir e l sacrificio de un n iñ o, al que enterraban vivo 150

y rodeado de regalos en una urna adornada con numerosas serpientes, sím b olo del rayo. E l cu lto al Chiqui aún ten ía vigencia en Andalgalá en 1859. H o y sólo permanece su recuerdo com o un terro r ar­ caico .

89. Chivosis Entre los chulupíes, una de las especies de espíritus m alig­ nos, causantes de las enferm edades, que pueblan el m undo subterráneo.

90. Chivositas Entre los chulupíes, otra de las especies de espíritus m alig­ nos, causantes de las enferm edades, que pueblan e l m undo subterráneo.

91. Danaik Dueño de los Avestruces, entre los tobas. N o perm ite a los cazadores m atar a estos animales sin una real necesidad.

92. Delgadxn Especie de Duende de los Valles Calchaquíes, que a las ca­ racterísticas de este personaje añade la circunstancia de cargar casi siempre una flauta de húm ero de cón d or, a la que arranca una música arm oniosa. Se refugia en los tro n ­ cos de los árboles, de donde sale para proteger a los ani­ males de la comarca y perseguir a alguna india atractiva. Para R osenberg, D elgadín ven dría a ser la fusión del D u en ­ de con el Chiqui, al que term inó absorbiendo. D e m a yor crueldad que el Duende com ún, al que se tem e co m o a un dem on io y se le tiene p or tal.

93 ^Élal H éroe m ític o y deidad masculina de los tehuelches m erid io ­ nales. Ser fu erte, sabio, b en éfic o , autor del cosm os, según B órm ida y S iffred i. Criado p o r su abuela Laucha, p o r ha­ ber m u erto su m adre. D e él derivan no sólo las cosas que h ay, sino tam bién el orden m oral. Su principal papel es el de héroe civilizador. L o s bienes cu ya creación se le atribu­ yen siguen siendo de vital interés para el grupo. H iz o los 151

animales, y con ellos los elem entos de la indumentaria. Ii¿ trodu jo el fu ego y las técnicas,' así com o la división del tiem p o en estaciones. Se en frentó a seres peligrosos y ma­ lignos que pon ía n en peligro la existencia de la especie hu­ mana. In stitu yó asimismo el m atrim on io, la prohibición del incesto, la m uerte y la división sexual del trabajo. Por oponerse cón m alicia a sus amores, en vió al cielo al Sol y la Luna, y al fin a l v o ló hacia el naciente m ontado en un cisne.

94. Estrauc D ios calchaquí del aire.

95. Euwan M ujer m ítica de los onas que ten ía su residencia en el cielo y pertenecía al tiem p o prim ordial de K en ós.

9-6. F is a f A y ich H éroe m ític o y padre de los chulupíes. V ive en una aldea vecina a la de las almas de los m uertos.

97. Fosha D ios ona del aire. V iv e en los bosques.

98 . Gáiau a Kena Seres m alignos de los tehuelches septentrionales, que se nutren del cuerpo y la sangre de la gente. Son dom inados p o r los brujos, quienes los azuzan para que entren en el cuerpo de tod os aquellos a los que G am akia retira e l alma. R ondan en la n o c h e .

99. G a m a k ia Ser Suprem o de los tehuelches septentrionales. Llam ado tam bién Anaukéné'tén ahwu (d o m in a d o r del c ie lo ) o Anaukénétén kéna (d om in a d or de la gen te). Resiste en el cielo y todas las divinidades le están subordinadas. Es el dueño del trueno, de la lluvia, del arco iris (c o n el que su­ je ta a esta ú ltim a) y tam bién de las almas de los hom bres, a las que retira del cuerpo cuando com eten una mala ac152

ción. L a m uerte es el castigo que manda a los m alos; a los buenos los conserva en la tierra. Rara vez se le ruega en form a directa, sino p or interm edio de los espíritus de los antepasados, que interceden p o r los vivos.

lOO. Gamakiaísém D eidad fem enina de los tehuelches septentrionales. Esposa de Gamakia. A ella rezan prim ero los cazadores cuando sa­ len de cacería. Tien e un hijo adoptivo al que se ruega en segundo térm ino en estos casos.

101. Gósgoe Literalm ente, “ ballena” . Personaje m ítico de los tehuelch.es m eridionales. Hermano de N ósh tej, el padre de Elal. Según Liaras Sanatier, devoraba a cazadores y criaturas.

102. Gualicho Tam bién llam ado Hualichu. G enio del mal arauco-patagó­ n ico, al que se refirió ya L u cio V . Mansilla en su célebre obra. L a palabra es de origen quichua, y opinan varios au­ tores que vin o a sustituir a H uekúfu, p o r lo que ambos té r­ minos designarían a un m ism o ser. Es invisible y no se le asigna una form a definitiva. Se le atribuyen tod os los m a­ les y desgracias. Cuando se sienten amenazados p o r una enferm edad o un peligro cualquiera, los hom bres se arman de hierros, bolas, lanzas, macanas y cuanto encuentran. M ontan entonces a caballo y prorrum piendo en gritos d e­ saforados arrem eten contra esta deidad incorpórea, echan­ do al aire furiosos tajos, estocadas, golpes y hasta puñeta­ zos, con la esperanza de acertarle. E l propósito es alejarlo de los to ld o s, p o r lo que sólo cesan cuando creen haberlo conseguido. L e gusta introducirse en las viejas, las que engualicha­ das padecen to d o s los males imaginables, razón p or la que antes se les daba m uerte. Adem ás de d olor de cabeza y vien tre, produce ceguera y parálisis en las piernas. Es p re­ ciso quedar bien con él, sacrificándole periódicam ente y e ­ guas, caballos, vacas, ovejas o cabras. C on la penetración cristiana fu e sincretizado con el D ia b lo .

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103. G uirajporú D eidad del área guaraní. Es lá reina de las aves.

104. Hashe Entre los onas, espíritu del árbol seco. T ien e ese color rojo oscuro característico de las plantas muertas. Su grito anun­ cia desde lejo s su venida, y al o írlo la gente huye despavo­ rida, abandonando el cam pam ento. R a to después entra Hashe en el m ism o y produce destrozos. Rara vez se deja ver, pero se o y e a m enudo que anda p o r el bosque.

105. Hija del Sol Personaje m ític o de los tehuelches m eridionales. N o via de Elal, e hija de S o l y Luna. Se la relaciona al fen óm en o de las mareas. Se fu e con E lal cuando éste ven ció la oposición de sus padres. A l llegar al m ar se con virtió en sirena p or su propia volu n tad, o fu e arrojada al agua p o r Elal con esta form a para que pudiera cum plir su m isión.

106. Huayra-Muyu Es el re m o lin o , al que A gü ero V era atribuye un carácter de hum anidad. Sería un espíritu b en éfic o , anunciador de inm inentes lluvias. En las horas de la canícula se lo ve al­ zarse en la distancia co m o extraña corporización de la c ó ­ lera de los elem entos, similar a una construcción colgada del cielo, o recorrer más m odestam ente los caminos cual un fantasm al via jero, alzando el p o lvo de los mismos.

107. Huekúfu Tam bién llam ados H uekufü o H uecuvu. Espíritus m alig­ nos y traviesos que hacen el m al asumiendo form as m u y variadas, según u n m ito araucano. Provocan enfermedades y accidentes, mandan plagas y tam bién lluvias cuando se éstá p o r levantar la cosecha. Son m u y tem idos. Se ensañan a veces con los niños tiernos para castigar a sus padres. Tam bién con los ancianos, a los que vuelven ciegos y tu lli­ dos. Otras versiones lo presentan co m o un dios m aligno, único e in visible, que habita preferentem en te en los char154

eos in fectos, lagos, casas abandonadas y árboles añosos. Este ú ltim o se habría absorbido y a en Gualicho. Según Latcham , los brujos los em pleaban com o ins­ trumentos para sus maldades. Eran una fu erza in form e a la que ellos im prim ían la form a más conveniente a su p r o p ó ­ sito. C on frecuencia se presentaban co m o vam piros que chupaban la sangre de la víctim a. Este m ito se fu n dió en buena m edida al de G u alicho, por lo que varios autores los tienen p o r un mismo ser.

108. Huen Pillán Tam bién Pillan o Huén Pillan. Era para los antiguos arau­ canos el Ser Suprem o, autor de todas las cosas. Se lo lla ­ maba asimismo Buta-gen, el gran ser; Thalcave, el Tonante, y V ilb e m v o e , Creador de T o d o . Es el dios de las tem ­ pestades, que maneja a su arbitrio las nubes, el vien to, el trueno y el ra y o. Habita en los volcanes y dom ina las fu er­ zas destructoras de la naturaleza^ p or lo que se le atribu­ yen todas las catástrofes y calamidades. Su form a es la de un m apuche, y lleva co m o cetro un hacha lítica , em blem a b élic o . Los guerreros m uertos en lucha son absorbidos p or Pillán o en Pillán, y se convierten en volcanes. Los simples guerreros se transform an en nubes. Según Bertha Koessler Ilg , sería e l alma de un antepa­ sado, que vive generalm ente en un volcán. A l parecer, en los tiem pos antiguos cada fam ilia ten ía su Pillán, p ero este siglo los halló y a unificados en una deidad que p o d ía ser protectora o vengadora, según el com portam ien to que se tuviera con ella. Se le tem ía y veneraba mucho. Se co m ­ praba sus favores con un sacrificio, y a sea humano o de un animal, que era a veces exigid o con urgencia. Pillán puede significar tam bién m ontaña, volcán, es­ píritu de las alturas. Según A gü ero V era, su cu lto dejó rastros en la región diaguita.

109. Huepen Mhen Entre los onas, espíritu de la m ontaña.

110. H ule hati alhuc O H uitranalgüe. Ser m ític o de los araucanos, que se o rigi­ na de las uñas, dientes y otras partes de un esqueleto. E l 155

brujo hace nacer en la noche dé estos despojos un nuevo esqueleto, que se transform a luégo en Huichanalhue. Per­ sonaje de im portancia en muchos relatos m ítico s, especial­ mente en los incidentes y asaltos de los que son víctimas los indios en la soledad de los caminos.

111. lesk á la u Deidad masculina de los tehuelches septentrionales. Encar­ gado de Gam akia en to d o lo referente a los animales de ca­ za, por cuya razón recib ía en tercer térm ino el ruego de los cazadores. V iv e al parecer en la tierra.

112. U rna Sátre Deidad masculina de los tehuelches septentrionales. Es el V ie jo del Sur. Adm inistra el Sur, recibiendo órdenes de¡ Gamakia. Reside al parecer en la tierra.

113. Iju á la D eidad mataca. Es el Sol. V iv ía antes en la tierra com o serhum ano, pero fue arrojado al cielo contra su voluntad. En venganza, m andó la muerte a los hombres.

114. Illa p a Deidad de origen peruano, con algún arraigó to d a v ía en los Valles Calchaquíes. Representa al rayo y to d o su poder destructor. Entre los Incas sim boliz aba asimismo el relám­ pago, el trueno y el rayo, y ten ia un aposento consagrado a él en el T em p lo del -Sol del Cuzco.

115. Im a j L a y a Según D i L u llo , espíritu m a léfico que suele aterrorizar a los habitantes de un lugar p ró x im o a V illa A tam isqu i, San­ tiago del E stero . Se lo con oce más bien p o r el estremecedor ruido que produce, similar a la reverberación de un trueno, o a una estampida de cientos de animales. A l escu­ charlo, la gente se sume en un religioso silencio, pues quien le contesta con gritos se condena para siempre.

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116. In ottlelé Señor del Cielo entre los m atacos, según Jorge N o v a ti e Ir ­ ma R u iz. Responsable del llam ado e iniciación de los shamanes del cielo. Parece supeditarse en buena m edida a N ilatáj.

117. Iwun-Chock Es la Llu via entre los m atacos, según Jorge N o v a ti e Irm a R u iz. Tien e cuatro casas. Se la identifica con un osito m e­ lero que cae a tierra durante la tormenta. E l shamán la ayuda a volver al cielo m ediante una canción.

118. ly a Entre los chiriguanos, genios tutelaras de un lugar.

119. Jaclmká Esposa de Ñam andu, el dios del Sol de los m byá. Creada pero n o engendrada p o r Nande Ru. A yu d a a su m arido a enviar las palabras-almas a los hombres.

1 2 0 . Jachyra Tam bién Charia, en algunos cantos sagrados. Es e l m enor de los G em elos en la m ito lo g ía guaraní. Según una fuente, habría sido creado p o r N an de R u Y c h a p y o Pa-pa M irí, Nuestro Padre que T o d o lo Sabe, generador de la nueva tierra. O tra versión afirm a que fue creado p o r e l mismo K uaray, el m a y or de los G em elos. Con el tiem p o se con­ vertirá en la Luna.

121. Jakaira Tam bién Jakaira R u E te. D ios de la prim avera entre los m byá, dueño de la neblina, poéticam ente denom inada en los tex to s ‘ l a Humareda vivifican te” . Creado pero no en­ gendrado p o r Nande R u para enviar las palabras-almas a los hom bres. Estos tendrán el carácter sagrado de dueños de la neblina, así com o sabiduría y p od er para conjurar m aleficios.

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122. Jalpeii T a m b ién G alpen o H alpen. Espíritu de las nubes, entre los onas. Esposa de Short. S im boliza a la nube y se lá repre­ senta co m o vistién do de blanco y con vuelo silencioso. T ien e bolsas sobre e l pecho para im itar los senos, y su ca­ beza se alarga m ucho hacia atrás.

123. Jive’kla Es la Lu na, para los chulupíes. Según Chase-Sardi, se trata del herm ano m en o r del Sol, que sé tran sform ó prim ero en luciérnaga y to m ó lu ego la form a de disco que tiene h o y . Produ ce el fr ío y la escarcha, y tod os los meses desflora a las mujeres con su largó pene, lo que explica la sangre m enstrual. -

124. Jósa Es e l Carancho de los chorotes. Ser m ític o que p rop o rcio ­ n ó las redes a los hom bres.

125. Juruparí Ser m aligno del área guaraní, que sim boliza los sueños afie­ brados. A p rie ta la garganta de sus víctim as hasta que el te ­ rror les hace saltar los ojos.

126. Kaehaipaya E sp íritu que preside el Carnaval de Santiago del Estero. Es e l m ism o Pu jllay, u otra deidad loca l altam ente influencia­ da p o r éste. A l igual que el Pu jllay, fu e desacralizado y con vertid o en un personaje p rofa n o. N o es a q u í un m uñe­ co, sino un hom bre vestido de andrajos y trozo? de pellón de oveja , con la cara pintarrajeada y una bolsa al h om bro. M o n ta un burro fla c o , un caballo viejo y defectu oso u otra p e o r cabalgadura. R o d ea d o de algunos com pinches, y por lo com ú n seguido p o r una turba dé chiquillos y curiosos, va de casa eh casa pidien do m iel, harina, quesillo o cual­ quier otra cosa que quiera dársele, que guardará en sus al­ forjas, para repartírselas con sus socios al fin al del recorri­ do. A ndará así al son de cajas, guitarras y violines hasta el M iércoles de Ceniza o e l dom ingo siguiente, d ía en que se­ rá enterrado sim bólicam ente, m etiéndose en una fosa y re­ 158

cibiendo algunos puñados de tierra, con lo que se da por term inado el Carnaval.

127. K a d a w á ík Entre los tobas, dueño de la caza m ayor. Transita p o r el bosque visitando a sus animales.

128. K a lk ’rro ik H aw oik , lo llam a Enrique Palavecino. D eidad lunar de los tobas. Curiosam ente, es un ser m asculino, aunque no usa su sexo, al igual que Nalah. Se lo representa com o un hom bre barrigudo, cuyos intestinos azulados se ven bajo la piel. Otras veces n o es gord o, pero sí corpulento y de an­ dar cansino. A lu m bra el m undo durante la noche, reco ­ rriendo e l cielo m ontado en un burro. Fue K ’atá quien lo puso a llí con esa m isión. A veces se m uere, pero resucita a los dos o tres días. Su m ujer no es Nalah, sino el Lu cero. Pese a su masculinidad, es menos poderoso que Nalah. D e noche tom a la fo rm a de un anciano y visita a las mujeres para anunciarles que al día siguiente tendrán sus reglas.

129. K a llfiim a lé n Literalm en te, “ niña azul” . U no de los espíritus malignos que manejan los brujos araucanos. L leva a la víctim a una gran tristeza, raptándole el alma y enferxúándola.

130. K a p a rilo Leyen d a de los m ontes de C o p o , en Santiago del Estero. C orp orización de tod os los ruidos extraños en un ser p o co d efin ido, que puede tom ar la fo rm a de un animal cual­ quiera y a veces la de una b o la de carne. Entre sus caracte­ rísticas está la de hacerse invisible, y tam bién la de m o d u ­ lar sus gritos de m o d o que se acerquen y alejen arbitraria­ m ente, sem brando m iedo y desconcierto. Suele rondar los ranchos cuando los hom bres se han ausentado.

131. K a r a í Tam bién K a ra í Ru Eté y K a ra í R u Eté M irí. Señor del Fu ego, del crepitar de las llamas, creado pero no engendra159

do p o r Nande Ru. Es uno de los cuatro dioses m b yá que en vían a los hom bres las palabras-almas, y los elegidos por él tendrán e l carácter sagrado de dueños de las llamas. Se le adjudican los truenos que se escuchan en el Oriente so­ bre to d o al com enzar la primavera, que inspiran mucho fervo r. K a ra í es uno de los héroes que por haber alcanzado la p erfecc ió n pudo llegar a la Tierra Sin M al sin necesidad de m orir. Es el p ro tecto r de la buena ciencia, y tam bién el creador del cerdo m ontés grande, p o r lo que se lo llam ó D u eñ o de los Cerdos.

132. Kárut Tam bién Káruteñ. D eidad poderosa de los tehuelches m e­ ridionales a la q\ie se le atribuyen los fenóm enos atm osfé­ ricos. A n d a p o r el cielo con Elal, y lanza desde a llí rayos para exterm inar a las personas que n o quiere ver en este m u n d o . M anda asimismo la lluvia. Tales potestades fueron al parecer transferidas luego a la figura de Elal.

133. K ’atá N u estro Padre o D ios del C ie lo . Ser Suprem o de los tobas, más p o d eroso que N o w e t. N adie con oce su figura. Desde arriba ve y o y e lo que sucede en el m undo. Se le dirigen ruegos en época de necesidad, hambre o sequía prolonga­ da. T a m b ién antes de salir de caza, para que proteja a los cazadores en el m o n te .

134. Katés Lokuetáj D eidad mataca. Es el lu cero de la tarde o Venus, al que consideran una estrella. B ajó a la tierra con la form a de una m u jer y enam oró a un hom bre para llevarlo al cielo.

135. K ati’ is • Entre lo s chulupíes, las estrellas. Son mujeres que a veces bajan a la tierra a seducir a los hom bres o raptarlos, lle ­ ván dolos a convivir con ellas en las alturas celestiales.

136. KLeeraguenkora Ser p o d eroso y m aligno del panteón de los tehuelches m e­ ridionales, que mata a la gente. 160

137. K e n ó s Servidor de Tem áukel. O bedeciendo sus instrucciones, con form ó y asignó la tierra a los onas, de cuya existencia fue causa inicial. P ro teg ió tam bién a esta raza para im pedir su extin ción . Fue el prim ero en ascender al firm am ento y convertirse en estrella. Se puede verlo en las mañanas de invierno.

138. Kerechú Señora del Fu ego, entre los m byá. Creada p o r Ñande Ru para esposa de K a ra í, al que ayuda a enviar las palabras-almas a los hombres.

139. KettermemEspíritu ona, h ijo de Short y Jalpen. Se acerca a las chozas a m irar a las mujeres, las que nó le tem en. Se lo describe com o de pecho saliente y llano, y cintura y piernas angos­ tas, con muslos gruesos. Es decir, el ideal de belleza mas­ culina de este pu eblo. Su traje es blanco y con líneas c o lo ­ radas.

140. Kiswet H éroe m ític o ch orote. D e su cuerpo se originaron algunas variedades de enredaderas típicas de la región.

141. Kom oón Ser m ític o tob a, al que L a p ic h í encargó e l cuidado de los animales del agua; N o rm a la pesca, y es preciso invocarlo para ten er é x ito en estas empresas.

142. K o ñ iia fk e n

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O K o ñ i L a fk en . Ser m ito ló g ic o de los lagos de la región araucana, y especialm ente del lago Lácar, al que Bertha K oessler Ilg equipara a las sirenas. Su leyen d a se relaciona al parecer con Jtiechos históricos precisos de Neuquén.

143. Kra Es la mujer-luna de los onas, esposa de K ran. Odia a los 161

hom bres. A veces m ata a alguno!furtivam ente y lo devora. Suele ser tanta su ira, que se tiñe! de ro jo . Sus manchas son heridas cicatrizadas de quemaduras. Con sus mutaciones (fases) pretende engañar a los hom bres. Se tiene a su eclip­ se co m o señal de m áxim a amenaza.

144. Kran Es el hom bre-sol de los onas, el que está ahora en el firm a­ m en to. A n tes m oraba en la tierra y era un cazador muy capaz. Después de librar una terrible batalla con K w ányip, subió al cielo detrás de K ra, la mujer-luna. A l l í lo espera­ ba Kranakhataix., su padre.

145. Kranakhataix D eidad ona. Es el padre del hom bre-sol. V iv ió siempre en el cielo , donde se reunió al fin al con K ran, su h ijo.

146. Kuaray Tam bién Kuarahy y P a ’í R e té Kuaray. Señor del cuerpo resplandeciente co m o el S ol, padre de la raza guaraní, se­ gún la m ito lo g ía m b yá. Fue engendrado p o r Nande R u en el vientre de Nande C y. O tros adjudican la paternidad de K u aray a Nande R u Y c h a p y o Nuestro Padre que T o d o ló Sabe, el creador de la nueva tierra. En otras m itologías guaraníes es el m a y o r de los G em elos, creador de su her­ m ano Jachyra, la futura Luna, así com o él sería luego el Sol. Según Fariña N ú ñ ez, n o se trata de un dios, sino de un prim er padre de la raza, más relacionado a una antropogénesis que a una cosm ogon ía.

147. Kuyén Personaje m ític o m apuche. Es la Luna. A unque es la espo­ sa de A n tü , el Sol, huye eternam ente de éste, sin dejarse alcanzar, y dando órdenes contrarias a las suyas a las nu­ bes y otros elem entos, según Bertha Koessler Ilg. Es hija de los lagos. Cada vez que se hunde en ellos provoca des­ bordes e inundaciones. Para seducir al S ol se cubre con una túnica cuadrada. U na vez A n tü , furioso p o r sus juga­ rretas, logró acercársele cuando dorm ía y propinarle un golpe en el rostro que le dejó las manchas que tod avía pueden verse. 162

Sería, al igual que Anchim alén, un desprendim iento del m ito antiguo de Anchim algén, provocad o acaso p o r la influencia de la cultura incaica, ya que varios autores han señalado la semejanza entre este vocablo y el quichua “ K illa ” , que designa a la Luna. Asum e tres fases: K u yén U lcha (luna doncella o nueva), K u yén Ñuque (lu na madre o embarazada, es decir, la luna llen a) y K u y é n Cushe (lu ­ na vieja o menguante, la que se va secando). Carece del carácter benigno m arcado para A n ch im al­ gén, o al menos las versiones n o lo destacan.

148. Kwányip Ser m ito lógico de tip o m aligno, m u y popular entre los onas. H a’is es su padre, y A k e lk w ó in , su m adre. Su herm a­ no m a yor se llam a A u km én t. Tu vo dos esposas, O krícen y su hermana O kelta. Parecen innumerables las hazañas de K w á n yip . Después dé una terrible lucha con Kran subió al cielo con tod a su fam ilia, y fo rm ó con ella una conste­ lación.

149. Laci D eidad del área guaraní. Madre de los vegetales.

150. Lapichí Tam bién D a p ith í y D apítch í. H éroe m ític o toba. H izo el agua y la lluvia, y trazó el curso de los río s abriendo un surco en la tierra con un palo m u y la rg ó . O riginó asimismo la helada y el gra n izo,-y difundió el aprovecham iento de estos fen óm en os para la pesca. Trajo semillas en un cánta­ ro y enseñó las técnicas de su cu ltivo . In stitu yó tam bién la m onogam ia. Adem ás de héroe civilizador, es p ro tecto r de las aves, y hasta pareciera que el dueño de las mismas én algunos sitios. A l fin al subió al cielo, form an do una cons­ telación que rige la maduración de las frutas silvestres.

151. Laucha A bu ela de Elal, a la qu é éste transform ó en dicho animal en castigo a su ten tativa de incesto.

152. Lepakal Payak o espíritu dem oniaco toba. 163

1 5 3 . Lunja

D eidad fem enina de los tehuelches m eridionales, lyiujer del Sol. Representa el ro l de una bruja m u y hábil y poderosa, dueña de seres m alignos com o el Guanaco M acho y el A vestruz M ach o, a los que manda atacar a los hom bres y darles m uerte. En tiem pos ya lejanos fu e un ser más benig­ n o , al que se veneraba y p ed ía clemencia. Fue enviada por Elal al cielo, p o r negarse con malicia a entregarle su hija.

154. L u z M ala A lm a que pena alguna culpa m ayor, o quiere dar aviso del sitio en que dejó enterrado un tesoro al m orir. Inspira res­ p e to y tem or, pero suele despertar tam bién ilusiones de riqueza. Sería e l fu ego fa tu o . Quien descubra un tesoro gracias a ella deberá encargarle varias misas para que deje de penar. Entre los guaraníes, el alma en pena es Pa Caá.

155. Llastay Tam bién Yastay. Entre los calchaquíes, dios tutelar de las aves. Su m ito , n o obstan te, es un tanto vago. L a fon e Queved o decía y a que, más que de las aves, ven ía a ser el numen de la llanura. Claro que aqu í e l térm ino “ llanura” equivale a altipampa. A gü ero V era afirm a que extiende su tutela sobre las llamas, vicuñas, guanacos, cóndores y otras aves. Es el genio p ro te c to r masculino, así com o Pachama­ m a, que reina en los cerros, es el genio p o rtecto r fem en i­ n o. Para V illafañ e Casal, el Llastay sería h ijo de la Madre del Cerro y herm ano del V ie n to . A lb e rto Franco lo describe com o un hom bre de larga barba. Luis L . Franco, más preciso, dice que es petiso y fo rn id o , y se viste al m o d o de los cabreros. Los ojos le bai­ lan bajo el aludo “ ch apeo” de lana. Calza ojotas. Se lo ve subir y bajar los cerros con inverosím iles brincos. Posee una flauta de húm ero de cóndor, cuya música desata la ale­ gría de la naturaleza. O tros sostienen que tom a la form a de un v iejo , de un jo v e n y de los animales que protege. Jijen a Sánchez añade que anda acom pañado p o r un perro negro. N o es enem igo de los cazadores, sino de los malos ca­ zadores, de los que depredan la fauna y matan las crías. Se lo invoca para tener é x ito en la cacería y n o apunarse en los cerros. L a o fren d a ritual con que se lo propicia se 11a164

ma c o c h o , com puesto preparado con harina de m a íz to s­ tado y p olvo de algarroba negra o azúcar. Tam bién se le ofrenda coca, llicta y tabaco. La ofren da se coloca en la raja de una piedra o en una apacheta, o se la entierra en un p o zo . Cuenta la tradición oral de Tinogasta (L a R io ja ) que en una aldea llamada Saujil vivió un jo ven pastor que se casó con la hija del Llastay, y tu vo con ella una hija. A l final ambas huyeron a causa de los m alos tratos del pas­ tor, transformándose en vicuñas. A l parecer, el m ito del Llastay fue parcialm ente ab­ sorbido por el culto a la Pachamama.

156. Llorona Fantasma del Sur de la Provincia de Buenos Adres, cuya leyenda es una derivación de la de la Viuda. M ujer vestida enteramente de blanco, sin cara y p or lo general tam bién sin pies, que se desplaza sóbre la tierra sin tocarla. A n d a siempre gim iendo en la noche, y de a h í su nom bre. Su llanto anuncia desgracia. A veces se acerca a una casa, lle ­ vando la enferm edad a los sanos y la muerte á los en fer­ mos. Suele cargar con los que encuentra en su cam ino, pa­ ra quitarles la vida o enfermarlos. A lza n d o la cruz del cu­ chillo o un cru cifijo de plata se la hace retroceder. L os perros se enloquecen cuando la oyen gemir. Esta es su caracterización específica. C om o derivación de la leyenda de la V iu da, hay versiones que dicen que im ­ plora ayuda y piedad, y que cuando un com edido se acer­ ca a socorrerla, le saca to d o lo que lléva encima, incluso la ropa. D eja de ser entonces un heraldo de la muerte y la enferm edad, para convertirse en salteadora.

157. Macachera A parición del área guaraní, que marcha adelante de los viajeros.

158. M adre del Cerro Deidad fem enina de los Valles Calchaquíes, de cu yo vien ­ tre habrían salido el V ie n to y el Llastay. Se la representa com o una india vieja. Cuida los tesoros que guardan los cerros, y p or lo general se resiste a entregarlos al hom bre. En el valle de Y o c a v il se le da este nom bre a la Pachama­ ma, diosa que term in ó absorbiendo a ésta y otras deida165

des del pan teón diaguita-calchaquí y de otros pueblos del N o ro este. 1

159. Mailín-Paya V ieja del bañado, llamada tam bién M ailín-M ayu. Según D i L u llo , antiguam ente se asustaba con ella a los niños de la costa del r ío Salado, en Santiago del Estero.

160. Máip D eidad de los tehuelches m eridionales, que en su acepción más com prensiva, según S iffre d i, puede asimilarse al Guali­ cho de los araucanos. En su acepción más pura, el M áip es sombra, espíritu , alma. Carece de una representación espe­ c ífica , pero asume las más variadas form as: pájaro, aguilu­ cho , lechuza, sojribra de un d ifu n to, hom bre vestido de negro, etcétera. Otras veces es invisible y sólo p o r su silbi­ do se percibe su presencia. Puede ser portador tan to de la desgracia co m o de la buena suerte. A l parecer, h ay un Máip de la Cordillera, siem pre nefasto, y un M áip de la Pam pa, p o rta d o r de la buena suerte.

161. Maipe Espíritu m aligno de los araucanos. Engendra los vientos. M en cionado p o r Lázaro F lu ry.

162. Marangigona Es el doble de la persona, en el área guaraní. Se le da las características de un ser sobrenatural.

163. Mati-Taperé Ser que representa los terrores nocturnos en las selvas de la región guaraní.

164. Mba’é Pochy Señor del m al de los m byás. Sus m isteriosos agenLes hieren furtivam ente a los hom bres e introducen males en su cuer­ po.

166

165. M b a ’é Y p y Son los Seres Prim itivos de la m ito lo g ía m b yá, los que m a­ taron a Nande C y, la madre de los G em elos, y se transfor­ m aron después en jaguares. L os avá-chiripá los llaman Añag.

166. Mboi-Tatá V íb o r a de fu ego. M ito recogid o p or A m b rosetti y difu n di­ do en Misiones y Paraguay, p o r el cual los com padres que faltan al sacramento sagrado que los une, ten iendo relacio­ nes sexuales entre sí, se convierten en grandes serpientes con cabeza de fu ego. Tam bién suelen convertirse en en or­ mes pájaros de ígnea cabeza. Bajo esta fo rm a lo s compadres tránsgresores pelearán to d a la noche entre sí, echando chispas y quemándose mutuamente hasta la madrugada, para vo lver a com enzar en la siguiente noch e, y así per sé­ cula seculorum, en la vida y en la muerte. En Brasil, según D aniel Granada, tom a el carácter de p ro tec to r de los bos­ ques .

167. Mehn Som bra de un m uerto entre los onas. Vaga p o r los bosques.

168. Meulén Tam b ién llam ado M euler. Es el dios mapuche de los vien ­ tos, torbellin os, trom bas y tifones. Ente superior y b e n é fi­ co . Se lo representa con la form a de un lagarto. Se dice que cuando se presenta co m o rem olino produce la m uerte a quien alcanza.

169. Mogonaló Es el A r c o Iris del pan teón toba. Se lo representa com o una tem ible serpiente que permanece debajo del agua mientras reina el buen tiem p o. Se levanta cuando com ­ prueba que un cazador ha viola d o las prohibiciones, y en­ tonces aprisiona a los seres humanos que logra rodear, arrastrándolos a las profundidades. Se dice que es pegajoso co m o la cera, y que la gente a la que toca queda pegada a él. Se lo describe co m o una “ polvareda de agua” , de form a redon da co m o una argolla. • 167

170. M o h se k Tam bién Lam oh. U na de las deidades chorotes que ceden el canto a los shamanes, según Jorge N o va ti e Irma Ruiz.

171. Moñai

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M onstruo horrible de la m ito lo g ía guaraní, m ortal para quien lo v e .

172. Mósek E n tré los chorotes, dueño ó padre de todas las especies animales. N orm a la cacería y castiga a los infractores de sus leyes conservacionistas. P o d ría ser el m ism o ser que M ohsek, pero la insuficiencia de las fuentes no perm ite la iden tificación .

173. Nakenacó Personaje m ític o toba. Es el h ijo de las tinajas.

174 . Nalah Es la deidad solar de los tobas. Para Cordeu, su nom bre es D ahewa. Se trata de un ser fem en in o, que tiene sexo de m u jer pero n o lo usa, “ com o una vieja” . N o se la conside­ ra m ujer de Luna. T ien e dos cabañas: una que deja cada amanecer, en el o rien te, y otra subterránea a la que des­ ciende por la tarde p o r una larga escala. A s í com o de día calienta la superficie, de noche lo hace en el infram undo, país de los m uertos. En el solsticio de verano es una joven , y en el de invierno una anciana que marcha penosam ente.

175. Nawaikalachiguí Según Palavecino, espíritu travieso de los tobas.

176. Neepec G en io del m al entre los m ocobíes.

177.

Nguenechén

E n tre los araucanos, D ios del C ielo A z u l. Es el Ser Supre168

rao de este pu eblo, también llam ado Guiñechén, Chachao, Chau, Fucha-Huentrú, Ftah-Huentrú, Cha Huentrú, Cacha Huentrú, Futa Huentrú o Futa Chau. Este ú ltim o es al pa­ recer el más usado por los mapuches de nuestro país. Nguenechén sería el V ie jo H om bre D ios, presentado a v e ­ ces bajo esta sola apariencia, aunque en realidad este pue­ blo tiene una visión tetranitaria de su m a yor d e id a d .O sea, se trata de un dios único con cuatro m anifestaciones: Padre V ie jo A z u l o R e y Chao, Madre V ieja A z u l o R e y Kushe, el Joven A z u l y la Joven A zu l, que vienen a ser las cuatro apariencias de lo hum ano. Se asegura n o obstante que ninguna de estas form as es visible. Para la versión no tetranitaria, Kushe Nuque sería su esposa, y los dos jó v e ­ nes los hijos de esta pareja. Su misma denom inación indica que vive en el cielo, pero h ay quien dice que m ora en los volcanes. E l trueno (tralcan ) sería la v o z de Nguenechén. E l relám pago, que espanta, es tam bién un atributo y p od er suyo. Es el genio del bien. Se le in voca en el Nguillatún y el Camaruco. P ro ­ tege a las personas, especialmente cuando andan de viaje.

178. Nguenemapu D eidad mapuche protectora de la tierra, relacionada al c i­ clo agrícola. Se le ruega para que mande buenas cosechas y p roporcion e a los animales suficientes pasturas, según A im é Parné. Para algunos no sería más que una de las form as que asume Nguenechén.

179. Nilatáj D ios m ataco. Para algunos autores sería el Ser Suprem o, el dem iurgo que fo rm ó la tierra original. N o con ten to luego con su obra, dio vuelta el m undo: el de arriba pasó abajo, y e l de abajo arriba. Los que habitaban la tierra en el tie m ­ p o anterior se convirtieron en estrellas. Sería N ilatáj el que m anda la lluvia, aunque según Siffr e d i su actuar quedó circunscrito a aquel tiem p o p rim or­ dial, pues una vez establecido el actual orden cósm ico se retiró definitivam ente al cielo, donde permanece inactivo.

180. Nogónalk Payák o espíritu dem oniaco tob a vinculado al shamanism o. 169

181. Nóshtiej Padre de Elal. Se lo representa c o m o un gigante m onstruo­ so. M ató a su m ujer ( y según algunas versiones se la co m ió ) y extrajo a Elal de su vientre. E l niño fue criado p o r la abuela, y al alcanzar la edad adulta le dio m uerte luego de una tenaz lucha.

182. N ow et Entre los tobas, Señor de los Anim ales Terrestres, que rige todos los espacios superficiales. Según unos, vive en las profundidades del m o n te, y según otros, en el m undo sub­ terráneo. A él obedecen tod os los dueños de las diferentes especies, y tam bién los de las distintas regiones en que se divide el espacio. Puede hacer el bien o el mal. Para algu­ nos autores, tien e las verdaderas características de un de­ m o n io . Se lo considera tam bién dueño de los fenóm enos atm osféricos y naturales, y de las enferm edades. Se lo re­ presenta co m o una constelación celeste, ó con fo rm a hu­ mana o animal. Se destaca su capacidad de m etam orfosis. C om o to d a deidad protectora del equ ilibrio natural, casti­ ga a los cazadores que matan más de lo necesario.

183. Ñamandu D ios del Sol. Creado pero n o engendrado p o r Ñande R u para enviar palabras-almas a los hom bres.

184. Ñande Cy O Nuestra M adre. M adre de los G em elos en la m ito lo g ía guaraní. Fue m uerta y devorada p ó r los M ba?e Y p y , los Prim itivos Jaguares o Seres Prim itivos. Según N im uendajú, aguarda en la Tierra Sin M al, y recibe a los m igran­ tes que la alcanzan.

185. Ñande Ru Tam bién Nam andu R u E te , Ñanderú Gatízú y N u estro P a ­ dre Ñam andu, el Prim ero. Es e l creador, D ios Suprem o de los mbyás de M isiones y Paraguay . Se creó a s í m ism o, sur­ giendo de la absoluta oscuridad en que luchaban los M u r­ ciélagos Eternos, y disipó las tinieblas con el resplandor de su cuerpo. Traía al surgir la vara-insignia de su poder. C reó 17 0

el lenguaje, futura esencia de las palabras-almas que se en­ vía a los hom bres. Creó tam bién la prim era tierra, susten­ tándola en cuatro columnas, varas-insignias que aseguran su estabilidad, y envió a ella a los hom bres y a la víb o ra , a la pequeña cigarra roja, la perdiz grande, el arm adillo y una especie de coleóptero. A l destruirse esa tierra original, los hom bres virtuosos se elevaron al cielo con su propia f i ­ gura, mientras los transgresores a la le y divina lo hicieron convertidos en seres irracionales.

186. Ñande Ru Ychapy L lam ado tam bién Pa-pa M ir í o Ñanderú M baé K u a ’ a, Nues­ tro Padre que T o d o lo Sabe o C on ocedor de las Cosas. Es quien creó la nueva tierra p or encargo de Jakaira R u Ete, su padre, luego de la destrucción de la tierra original, crea­ da p o r Nande R u. Es el com pañero inicial de este ú ltim o, al que com plem enta, según la ,versión binaria del alma hu­ mana de este pueblo. Padre de Jachyra y , según una fu en ­ te, tam bién de Kuaray, al que habría engendrado en el vientre de Ñande C y tom ando la form a de una lechuza y golpeándola coñ sus alas.

187. Okán Ser m aligno de los matacos. Es el D ueño de los Tigres, que enseñó a estos felinos a com er la carne humana y la de dis­ tin tos animales.

188. Oleming E spíritu del cíelo, para los onas. A n d a pin tado de manchas coloradas y blancas. Cura las heridas sin dejar cicatriz algu­ na, o tan sólo pequeñas señales. A tien d e especialm ente a los heridos p o r Short.

189. Orko Maman M adre del Cerro. D eidad santiagueña localizada principal­ m ente en la Sierra de Guasayán. Se la describe com o una m ujer rubia que peina sus cabellos de oro sentada en una roca, espejeándose en las aguas de una calma laguna. D e ella dependen los tem blores que conm ueven la tierra y t o ­ dos los m isterios que la selva encierra en sus espesas redes.

171

1 9 0 . Palorráo

Personaje m ít ic o c h o ro te , que antes que llegaran las m uje­ res a la tierra m antuvo relaciones sexuales con una de ellas, lo que dio o rige n a la m u erte.

191 Pampáyoj Dueño de las llanuras. Ser m ito lóg ico del N oroeste argenti­ n o, loca liza d o principalm ente en las desoladas regiones del centro de la Provin cia de Santiago del Estero. Su represen­ tación es variable. Suele tener la fo rm a de un pequeño guanaco, de un avestruz blanco u otro animal. Tam bién de un jin ete Vestido de blanco que m onta un caballo negro, con mucha p la tería o herrajes blancos encima. Se lo considera un num en p rotector de los animales del cam po, que hace señas a los cazadores de suris e im p i­ de su ex term in io , p o r lo que sólo in vocán dolo y ajustán­ dose a sus cód igos se puede tener éx ito . Bravo afirm a que suele actuar asimismo com o Fam i­ liar, dando fo rtu n a a quien cierra trato con él. Según se desprende de las versiones de algunos inform antes, h ay v e ­ ces en qúe co m e a los hom bres.

192. Pará Esposa de T y p á R u E té, el dios de la lluvia, e l trueno y el rayo de los m b yá . Creada pero no engendrada p o r íía n d e Ru.

193. Payak Tam bién Peyak. G en io rector de los espíritus del m al en­ tre los tobas, según Lázaro Flu ry. Se deleita absorbiendo la sangre de lo s enferm os, hasta matarlos. Cuando éstos se curan, se dice que el Payak se ha alejado, y e l alma ha re­ gresado a su sitio. Todas las muertes, salvó la? provocadas p o r la violen cia de las armas, son atribúidás a un Payak. Pero a veces su in terven ción puede ser positiva, com o en e l caso de la in iciación shámánicá. Sus características m o r fo ­ lógicas son humanas. U n vasto conjunto de personajes m ítico s tobas son definidos c o m o Payak. Entre otros, Biahik, K a m o ó n , L epakal y N o g ó n a ik ; este ú ltim o está m u y ligado al shaman ism o. E l presente m ito tiene asimismo una gran vigencia 172

entre los pilagá.

1 9 4 . Peg’ im Aloah Dueño de las Profundidades. Es el ser más poderoso del in fram undo tob a. Integra con Salamanca la Pareja Subterrá­ nea.

1 9 5 . Peine de O ro Sería la Mayu-Maman de la Laguna del Cerro B ayo, Tucumán.

196. Pejlaik Entre los matacos es la Torm enta, asociada al R a y o , se­ gún Jorge N o v a ti e Irm a R u iz. M ora en una de las cuatro casas que Iw un-Chock, la Lluvia, tiene en el cielo.

197. Pich ak ch lk Tam bién Araganak-Latec. Es la Madre de las V íb oras, per­ sonaje de la m ito lo g ía toba. Se la representa com o una m ujer de vientre grande y vulva dentada.

198. Pidinilek Personaje m ític o toba. H erm ano de Lapich í.

199. Pidinki Ser m ític o tob a, herm ano m enor de Lapich í.

2 0 0 . Piletlelé Señor del C ielo entre los matacos, según Jorge N o v a ti e Irm a R u iz. Responsable del llam ado e iniciación de los shamanes del cielo. Parece superponerse en buena m edida a N ila tá j.

201. Pilucho Personaje legendario de N euquén, del que habla G regorio A lv a re z . Se aparece en el paraje donom inado E l A gu a R i­ ca, entre la costa del r ío Curileuvú y el arroyo Tricao Ma173

lal. Se lo representa co m o un individuo que corre entera­ m ente desnudo p o r los campos. Sería la encam ación de un espíritu que anda penando. 2 0 2 . P ó -L a n a Es el Duende de manos lanudas, del que se habla en algu­ nas regiones del área guaraní. H ay quien dice que es el m ism o Pom bero.

203. Pollerita en Unco Joven m u y bella que anda vestida con una saya similar al “ unku” o túnica incaica. Lleva un h om b ro descubierto, lo que la hace más sensual. A l igual que la Muía A nim a, ex ­ p ía un am or incestuoso, sobrellevando un terrible castigo que la im aginación popular parece reservar sólo a la mujer, aunque para el hom bre este delito es igualmente grave. C o m o siempre anda buscando fugarse de su m artirio, suele treparse a las ancas de la cabalgadura de algún jin ete que atraviesa la noche. E l centro de esta leyen d a parece estar en La Zanja, localidad del D epartam ento de R ío H ondo, Santiago del Estero. Con frecuencia se aparece detrás de una retam a, justo en el sitio en que dos m ozos murieron pelean do p o r una m ujer.

204. Póra A n im a p o r lo general maligna y nefasta del pueblo guaraní. Se dice que el anga (a lien to , soplo o alm a) de los que m ue­ ren se transform a en póra y ronda, invisible, los sitios que le son fam iliares, co m o un alma en pena. Algunas picadas y otros lugares, y ciertos árboles, co m o la higuera, suelen ten er tam bién un póra, nos dice Fariña N ú ñ ez, especie de genius lo c i que los protege. Es p ro teico . En las noches tempestuosas divaga p or los alrededores de las tumbas, y asusta, p o r lo com ún sin dejarsé ver, en los senderos del bosque. E l Caá-Porá y el Y -P óra son ya representaciones visibles de este tip o de fantasmas.

205. Potakaé L u cero vespertino. D eidad toba a la que se representa c o ­ m o una m ujer de largos cabellos. L a p ic h í la puso en el si­ tio en que aparece p o r las tardes. 174

206. P o tsejalai D eidad de los matacos que favorece el desarrollo de los frutos silvestres. V ien e a ser el Pedinuka de los antiguos guaycurúes, según Coluccio.

207. Puyuspa D e “ pu yu ” , que es nube en quichua. Traducido litera l­ m ente co m o “ n u blado” o cielo cubierto de nubes, es en realidad una especie de D ios de la Llu via para los calchaquíes, creador de la humedad fecundante. Declarado en e­ m igo de Huayrapuca, quien procura alejarlo de los cam ­ pos que sé p rop o n e regar. Cuando está encolerizado, m an­ da la nieve. H o y es un dios casi olvidado, seguramente absorbido tam bién p o r Pachamama. L a p ob lación de habla quichua de Santiago del Estero usa esta palabra, pero para designar al fen óm en o atm osférico y no a una deidad.

208. Quemanta Espíritu ona del árbol vivo. Su traje se com pone de c o rte ­ zas y plantas vivas. A unque es in ofen sivo, las mujeres le t e ­ m en, y huyen cuando lo saben cerca.

209. Queronquenquén Espíritu m aligno de los araucanos, m encionado p o r L á z a ­ ro F lu ry.

210. Quiné Huenú Espíritu ben ign o de los araucanos. V iv e en el fo n d o de los valles y desde a llí advierte sobre los peligros que acechan al viajero con un canto triste y quejum broso.

211. Runa-Uturunco Tam bién co n o cid o co m o Runa-Uturungu, o sim plem ente U turunco o Uturuncu. Es el hom bre-tigre, en la versión del N o ro este argentino. Se trata p o r lo general de un in d io viejo que en horas de la noche se convierte en jaguar, re ­ volcándose sobre una p iel de este animal. Sus correrías du­ ran hasta el amanecer, hora en que recupera su form a hu175

mana. Quien le sigue las huellas para vengar una afrenta suele sorprenderse al com probar que las marcas de sus p e­ zuñas se convierten en pisadas humanas. Se lo conoce tam bién p o r su rastro, que es de cinco dedos, com o el del h o m b re, y n o de cu atro, com o el del tig re. Parece más vulnerable a las balas que su compañero nordestino el Y aguare té -A b á , y algo menos terrible que éste, aunque siempre se lo presenta com o más fe ro z que e l animal cu ya form a tom a. Se alim enta de carne cruda, y preferentem en te de los hom bres que elige com o víctim as antes de la transform ación. Según cuenta el -Padre T oscan o, había antiguamente m estizos en esa región que se disfrazaban de tigres para c o ­ m eter bajo esta apariencia to d a clase de fechorías, sirvién­ dose de la leyenda para sus turbios fines, y por cierto agrandándola.

212. Sáchap Maman D eidad fem en ina del m onte santiagueño, especialmente de la costa del r ío D ulce, de la que nos habla D om ingo B ravo. Espanta de noche en los cam inos, sin adoptar una form a precisa, o presentándose com o una señora qué camina ade­ lante del viajero sin dejarse sacar distancia. Más de un jin e ­ te , im p ed id o de ver detalles p o r la oscuridad, la cargó en las ancas de su caballo, perdien do el animal la vida a causa de esto, y quedando trastornado el hom bre durante un buen tiem p o . Su leyenda n o coincide con la del Sacháyoj, p o r lo que no se puede afirm ar que encama el mismo principio.

213. Sakai H ija del S ol, entre los tobas, a la que se refiere Cordeu.

214. Salamanca . Ser m ític o del infram undo tob a. Es la m ujer de P eg’im A lo a h ,co n el que integra la Pareja Subterránea. R ein a en las aguas, mandando a tod os los padres y madres de los peces y demás animales acuáticos. Las lagunas en que ha­ b ita n o se secan nunca. Se enoja cuando se matan peces que luego n o se com en, y en castigo manda a los culpables la enferm edad. Posee la capacidad de llamar y con ferir el canto a una de las tres clases de shamanes que conoce este grupo. 176

2 1 5 . Sésom Tam bién Seecho y Soychú. D eidad fem enina de los tehuel­ ches m eridionales que recibe a los m uertos, y si éstos no tienen en la muñéca el tatuaje tehuelche (sháin) los arroja al mar. A veces se refieren a ella com o “ la vieja del c ielo ” o K arunom (lo que llevó a algunos autores a equipararla a la Kushe Nuque de la tetranidad m apuche), que vive en el sector este del cielo , o en la lín ea del h o rizo n te , detrás del mar. Sésom es un espíritu bueno, poderoso, pero sin p o d er contra los brujos, según M oren o. Su poder fue trans­ ferid o a Elal.

216. Short D eidad masculina de los onas. Es el espíritu de las piedras blancas. Su traje es de este co lor, pero su cuerpo casi n e­ gro, y tiene dos cuernos en la cabeza. V a arm ado de un pa­ lo con el que castiga al que alcanza. C o m o no puede subir­ se a los árboles, se aconseja a los perseguidos p or él trepar­ se a uno de ellos para ponerse a salvo, aunque de ocurrir esto es probable que trate de derribarlo a pedradas. A nin­ gún o tro espíritu se le tem e más. Se lo describe com o m uy grueso y de len to caminar.

217. Shulco D eid a d masculina de los diaguita-calchaquí. Es el V ie n to , h ijo de Huayrapuca, quien lo engendró en las inmensas cuevas cordilleránas y trajo al m undo en laborioso parto, para valerse de él siempre que quiere em prender una ac­ ción m u y eficaz. Según A d á n Quiroga, madre-e h ijo serían un ser doble, de dos caras, y andrógino, p or reunir a s ilo s dos sexos.

218. Shunkojla’i Tam b ién Jmkukla’a y . Es el Sol, com o deidad chulupí. Se­ gún Chase-Sardi, era un hom bre m u y glo tó n , siempre ham­ briento de carne, que se con virtió en fu ego v ivo , arraigado en un tronco que corre librem ente p o r el cielo. Se dice que cuando se esconde tras el h orizon te entra en una cue­ va habitada p o r gente roja, y que p o r un túnel pasa hacia el o rien te, para resurgir a llí al amanecer.

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219. Sirena Ser m ito ló g ic o del M editerráneo, m itad m ujer y m itad pez, afincado en varios puntos de nuestra geogra fía , pero prin­ cipalm ente en los Valles Calchaquíes, de atenem os a los testim on ios de F o rtu n y y A dán Quiroga. L a m itad huma­ na es blanca, rubia, de ojos claros y largos cabellos que le caen sobre los hom bros. Subyuga al varón con su herm o­ sura y la fu erza de su mirada, y tam bién a veces con su canto irresistible. C ob ró fam a la Sirena de San Carlos, en Salta, que se aparece en las vertientes; ojos de agua y bañados, ofuscando con su belleza y el resplandor de sus jo ya s. Su cabeza es un sol, nos dice A d á n Quiroga. Sus manos echan chispas cuando tocan las aguas. V iste relu­ ciente traje de o r o , y se peina con un peine del mismo m etal. Cuando se peina caen perlas de su cabeza. En la Laguna de B realito, en M olinos, suelen darse cita las si­ renas, dejándose ver al m ed iod ía. En la ciénaga de Anim aná h ay otra más terrible, que se llevó y a a varios jóvenes con sus hechizos a su lodosa m orada, para n o devolverlos nunca.

220. Sitsé D u eñ o o padre de las especies animales entre los chulupí. Reglam enta la cacería y castiga a los transgresores de sus leyes conservacionistas.

221. Sol Personaje m ític o masculino de los tehuelches m eridiona­ les. P o r negarse con m alicia a entregar su hija a Elal, fue enviado p o r éste al cielo

222. S o la p a N o m b re que recibe un duende de Entre R ío s .

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223. Sombrerado

Duende m u y con ocid o en Catamarca y algunas provincias vecinas. Se dice que es bajo, algo rechoncho y bastante n e ­ gro. Usa un gran som brero, y de ah í su nom bre. R afael Ca­ no escuchó versiones que lo pintan vestido de sotana. Su com portam ien to travieso viene a ser el m ism o que el seña178

lado para el Duende.

224. S o m p a z H u é O Som palhué. D iablo crespo o ánima crespa. Es un duen­ de araucano de la región dé los grandes lagos. Representa­ do p or lo com ún co m o un hom bre dim inuto de color m o ­ reno o negro y p elo co rto o crespo. H abita en el fo n d o del lago, com o dueño del m ism o, y suele producir violentas tempestades. Su aparición se considera de m al agüero. L o s ribereños aplacan su ira sacrificándole gallinas y otras aves, que arrojan al agua.

225. So ñi di Entre los tobas, D ueño de los Peces.

226. Talé A ncian a m ítica de los matacos, a la que se atribuye e l o ri­ gen de esta y otras etnias del C h aco.

227. Támtan Ser m ito ló g ico ona. H ijo de Kran y K ra.

228. Tanicu Tam bién llam ado M úchay. Dios de la carestía, según Bra­ v o . Es p ro tecto r si se lo com place, pero castiga cuando se lo ofen de o n o se le rinde hom enaje. H a y cosas que n o de­ ben hacerse porqu e ,1o irritan m ucho, co m o m oler en m o r­ tero v a c ío , p o r ejem plo. Es que al o ír el ruido el Tanicu viene a juntar los granos que saltan dél m ortero, y al no hallar nada m on ta en cólera, y en castigo se lleva cuanta com ida halla en la casa y vacía las trojes. Pero si n o se lo irrita, y se celebra su fiesta el prim er dom in go de octubre (m es de la carestía), protegerá a la fam ilia para que n o le falte alimentos durante el año. En su fiesta la com ida debe sobrar. Para la misma se cocina alcucu, lo c ro , chanfaina, empanadas, pasteles y tortillas. Se bebe aloja u o tro licor y se baila. El centro de este culto es el D epartam ento de Salavina, en Santiago del Estero, aunque se lo conoce tam bién en otros sitios de la costa del río D u lc e . A l parecer, n o tom a una form a visible. 179

2 2 9 . Tanfci H éroe m ític o tob a, al que se le adjudican m últiples proe­ zas positivas. Entre ellas, la de robar el fuego a sus .dueños para llevárselo. A u nqu e su m o rfo lo g ía es humana, adopta a veces una form a alada. T ien e su equivalencia en el Takjuaj del panteón m ataco.

230. Taño D eidad fem enina de los onas. Hermana de Jalpen. Es m uy m ala. Se parece a su hermana en la form a, pero su co lor es ro jo . Vien e del m u n do subterráneo. Casi nunca se la ve, y los hom bres fingen tenerle m ucho m iedo.

231. Tapiatsol H éroe civilizador de la m ito lo g ía mataca. Enseñó a la gen­ te a hacer fu ego y asar la com ida. Tam bién a plantar semi­ llas de m elón , sandía, p o ro tos y otras especies cultivables que reconstruyó después del diluvio. D ifu n dió las técnicas para construir las viviendas e instituyó el m atrim on io monogám ico.

232. Tasitata D ios chulupí al que se atribuye el incendio del m undo, del que sólo se salvaron dos parejas de esta etnia.'Su teo fa n ía es de características confusas.

233. Tatá Hnjá Es la Muía A n im a de los guaraníes. Su leyenda es similar a la y a descrita.

234. Tatú-Tunpa E n tre los ohiriguanos, es el padre de los G em elos. Se lo re­ presenta co m o un quirquincho de gran tamaño.

235. Tcheimatakf Personaje m ític o ch orote, que p o r querer devorar a la L u ­ na provoca sus periódicas disminuciones de tapiaño y los eclipses. Cuando v iv ía en la tierra su cuerpo fu e quem ado, 180

y de sus cenizas salieron el tabaco, la m andioca, el m a íz y otras plantas.

236. Temáukel Tam bién Tim áu kel,Tem áu kel y Pim aukel o Pim aujil, aun­ que este ú ltim o es presentado a veces com o una deidad di­ feren te. Es el Ser Suprem o de los onas, creador del h om ­ bre, los animales, las plantas y to d o lo que hay. Su exis­ tencia es eterna. V ive detrás del cielo, más allá de las estre­ llas. Las almas van con él, allá arriba, y se quedan para siem pre.

237. Tinguiritas Enanitos de los bosques araucanos cuyas hazañas se cuen­ tan en las told erías, y que nos recuerdan a los gnom os eu­ ropeos. Son hijos de la N o ch e, y viven entre las rocas de las montañas. R ecorren las cavernas buscando metales, y sus andanzas mineras se oyen en la oscuridad nocturna, pues rom pen con m artillos las peñas.

238. Tlalac D ios calchaquí de las aguas, según V illafañ e Casal. Lleva en la m ano un cetro en form a de serpiente que representa a la lluvia, la fertilid ad y la primavera. N o deja de llamar­ nos la atención la semejanza de esta v o z con T lá lo c, el dios azteca de la lluvia y el rayo, ya con ocido en Teotihuacan y én épocas aún más remotas.

239. Tokjuaj H éroe m ític o de los matacos, que suele aparecerse bajo la form a de un perro m u y delgado y consum ido para poder burlar a la gente. Su ciclo es vasto y h eterogén eo. Sacó el semen con una espina del lo m o del sapo y se lo puso al hom bre para que pudiera procrear. C om o héroe civiliza­ dor, difu n dió enseñanzas sobre la recolección , la agricultu­ ra, la pesca y la caza. Entre las relativas a esta última figu ­ ra la dom esticación del perro, elem ento de fundam ental im portancia. Pero tiene tam bién su lado negativo. Trans­ gredió la proh ib ición dé Chiláj de flechar a A ch aj, el D ora­ do, y a causa de esto las aguas se salieron del yuchán y dis­ persaron p o r el m undo. Chiláj le ordenó que fuera a d ete­ 181

ner las aguas con una vara, p ero rio pudo. Para escapar a la inundación se transform ó sucesivamente en m últiples es­ pecies animales y vegetales. Con to d o , sucumbió al final a las aguas. Chiláj le extrajo algunos órganos que se trans­ fo rm a ron en vegetales silvestres y panales de m iel, pero de otras partes, de su cuerpo se originaron las víboras y los m osqu itos. In tro d u jo la poligam ia, la guerra, e l adulterio, el ro b o y la riña.

240. Trelque Huecufe Tam bién L a fq u en T rilqu e, Cuero o Cuero del Lago. Ser m ític o araucano que habita en los lagos y devora a la gen­ te que se acerca a la orilla de los mismos. Se desenrolla hasta aplanarse en el barro ribereñ o para acechar así a la presa. Tien e norm alm ente el c o lo r de la tierra, pero tam ­ bién suele ser verde o negro. Si es de otro co lo r, la arena depositada p o r el oleaje :1o hará pasar desapercibido. Quien lo pisa tiene de p ron to una sensación de m areo, y de estar parado sobre m usgo. D e inm ediato el Cuero levanta sus costados, m ostrando abundantes uñas afiladas com o gar­ fios, con las que aprisiona y desgarra a la víctim a , lleván­ dola al fo n d o del la g o . Otra versión dice que chupa p o r ca­ recer de uñas, y que prefiere a los niños. Se lo con oce tam bién en Chile, donde recibe e l n om ­ bre de Chueiquehuecuvú. Latcham lo describe com o una especie de pu lp o con uñas largas en la punta de los brazos.

241 Tren-tren O Ten-ten. Tam bién Treg-treg. Serpiente m ític a araucana jqu e sim boliza la tierra seca o sólida. M ortal enem iga de Cay C a y F ilu , con el que lu ch ó denodadam ente para im p e­ dir'' la extin ción del género hum ano. Cay C ay F ilu hacía crecer con su dilu vio el n ivel de las aguas, y Tren-tren ele­ vaba las m ontañas para que lo s hom bres no se ahogaran. M uchos de éstos se transform aron en peces antes de pere­ cer, fu ndando las especies que existen en la actualidad, ra­ z ó n p o r la cual los araucanos de la costa chilena se resisten a com er a estos animales. L o s que se salvaron en las altas cumbres se acercaron tanto al sol que su piel se h izo co b ri­ za, del to n o que tiene h o y . Según otras fuentes, sólo una pareja pu do salvar Tren-tren d el m encionado diluvio.

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242 . T u n p a Tam bién Tunpaete y Yan derú Tunpa. Es el verdadero dios de los chiriguanos. Ser b en éfic o que m ora en el cielo, en el Tunparenta. H acedor de todas las cosas, tan to visibles co ­ m o invisibles. E ntregó a los hom bres semillas y utensilios. Destruyó una vez a la hum anidad p or p ed id o de Araparigua* pero luego la re h iz o .

243. Tupá Ser Supremo de los guaraníes, creador de la tierra y el cie­ lo , de las aguas y _to d o s los seres. Se lo con oce tam bién con el nom bre de N am andureté, Nandeyará ( o Nuestro Se­ ñ or, nom bre que asumió después de la conquista espiri­ tu al) y Oreyará. Sería la personificación del espíritu del trueno, que los jesuítas sincretizaron con el D ios cristiano. Es la deidad americana que alcanzó el más vasto dom in io, al ser adorada p o r los caribes, tupíes., guaraníes, charrúas y qlierandíes, lo que im plica afirmar que su territorio iba desde el N o rte de L a F lo rid a, en Estados U nidos de A m é ­ rica, hasta la pampa argentina, por la franja oriental del Continente. Los m byá de Misiones y Paraguay lo conocen com o Tüpá R u E té, dios de la lluvia, el trueno y el rayo, creado pero no engendrado p o r Nande R u con el fin de mandar a los hom bres las palabras-almas. A lejandra Siffred i lo en contró en el panteón m ataco, tam bién com o dueño del trueno, el rayo y la lluvia, subordinado a Nilatáj . Sin duda un préstam o cultural, qué extien d e al Chaco el im perio de este dios.

244. Unnatlelé Entre los m atacos, Señor de la Tierra y e l M o n te, según Jorge N o v a ti e Irm a R u iz. Responsable del llam ado e in i­ ciación de los sham anes de la tierra.

245. Vanyará N u m en erótico del área guaraní* que reina sobre los peces.

246. Varaci D eidad del área guaraní. V en d ría a ser la M adre de la Lu z. Es tam bién una aparición de los ríos. 183

2 4 7 . V iu d á Canal F e ijo ó describe a la V iu d a com o una m ujer alta, del­ gada y cubierta con un m anto negro, que suele aparecerse en lo s caminos, puentes y lugares apartados. Se la ha visto tam bién en las calles de la ciudad de Santiago del Estero^ parada a m itad de cuadra, co m o ausente o en paciente es­ pera. Se insinúa a los hom bres con una sonrisa, pero esquU va con andar ligero a las mujeres, a las que aborrece. A l desplazarse, su m anto flo ta en el vien to. Sale siempre de n och e. A veces pierde e l recato y acompaña a los hombres un buen trech o, sin hacerles nada. Si bien tal versión urbana n o carece de poesía , las del cam po, que son las más, n o la presentan co m o un ser i n ri, fe n sivo . Tam bién se habla a q u í de una m ujer alta y enjuta, pero cubierta con una sábana blanca y trepada p o r lo c o ­ m ún en zancos, que se entretiene en desvalijar a los viaje­ ros, dejándolos sin nada en cim a. En Catamarca se destaca su cabellera desgreñada y la sensual blancura de sus pies, y se le añade un infernal detalle: el de echar fu ego p o r la b o ­ ca. Se dice que es una jo v e n que anda p o r la orilla del rió , tratando de encontrar al h ijo que arrojó en sus aguas para ocultar su falta. En castigo de su crim en, D ios la habría castigado a buscarlo eternam ente. Se ocupa asimismo de perseguir a los m ozos que andan en am oríos, subiéndose al anca de sus caballos y abrazándolos m ortalm ente. Los p ocos que lograron salvarse o zafarse de este terrible abrazo cuentan que sin tieron a sus espaldas el ruido de una bolsa de huesos o algo así. A l parecer, en algunas partes suele presentarse con la fo rm a de un p o trillo , tern ero y hasta de un perro negro. Esta leyenda tiene su equivalencia en otros países de A m érica. Se confunde casi con la de la L loron a.

2 4 8 . Warank Personaje m ític o toba. Es la madre de L a p ich í. Según Palavecin o, h izo a las m ujeres.

2 4 9 . Washí O Lagshí. Pequeñas mujeres m íticas de los tobas, que sir­ ven a N o w et.

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250. W é la D eidad mataca. Es la Luna. V iv ía antes en la tierra com o ser hum ano, pero fu e enviada al cielo contra su voluntad.

251 . W íra-T ian p a D ios chiriguano de los pájaros, al que se presenta com o un duende.

252. Yacumama Madre dél A gu a. A ntigua deidad diaguita, que según A g ü e ­ ro V era tien e aún vigencia en las localidades de Solea y Chuquis y sus zonas aledañas, en los llanos de La R io ja . V iv e en los manantiales. Se la representa com o una vie je ci­ ta vestida de blanco que se aparece p o r lo general al caer la tarde a las jóvenes que van p o r agua con sus cántaros. A veces la visión se reduce a dos enormes ojos glaucos y fo s ­ forescentes que observan desde el fo n d o del estanque o entre las penumbras del cañaveral. Para propiciarla, se r o ­ dea su aguada con un círcu lo de piedras blancas o de o tro co lo r vistoso. Existen tam bién oraciones y fórmulas m ági­ cas que sólo manejan algunos iniciados en su culto, y con las que se fu erza sus favores. A l parecer, este genio es p ro tecto r del hom bre con la luz del d ía , pero cuando caen las sombras asume las carac­ terísticas de los seres m aléficos, para volverse un celoso guardián de su m orada. Esta misma dualidad se observa tam bién en la Pachamama, el Chiqui y e l Llastay, entre otras divinidades de los diaguita-calchaquí, que tam bién tom an un aspecto terrible en la soledad de la n och e. P ero el térm in o “ Yacum am a” n o es p rop io de la zon a a la que nos hem os referid o, sino de los valles del Velasco y del Fam atina. Es tam bién a llí un genio de las vertientes, que cuida que n o se sequen y vigila la pureza de las aguas. Resulta b en éfico en la m edida en que se ocupa de regar las heredades.

2 5 3 . Yacy Tam bién Y a c í, o T y v y r y (H erm ano M en o r). Es la Lu na de los guaraníes, personaje m ito ló g ico masculino. H erm ano m en or de K u aray, el Sol, e hijo de Nande Cy. Otra ver­ sión, com ún entre los avá-chiripá, dice que Kuaray creó a 185

su p rop io herm ano. A m b o s son i conocidos com o los G e­ m elos o los Herm anos Celestiales. A unque participa de las características heroicas de K u aray, su ponducta suele ser torpe y hasta m al intencionada, lo que lo convierte en un espíritu am biguo. Se lo vincula con la existencia de la m uerte, así co m o con las cosechas y el m undo vegetal en general. L o s chiriguanos la llaman Yási.

254. Yaguareté-Yarí A b u ela de Los Jaguares. Tam bién conocida com o A buela de los A ñ ag o A b u ela de los M b a ’e Y p y en otras m ito lo ­ gías guaraníes. Y aguare té -Y ar í e s el nom bre que dan los chiriguanos a la que entregó a Nande C y a los Seres Prim i­ tivos para que la despedazaran, y crió a los Gem elos,

255. Yaguaróri M onstruo de los río s y arroyos misioneros al que cantó R afael O bligado. Socava las barrancas, provocando desm o­ ronam ientos que cobran muchas veces las vidas de h om ­ bres y animales. Despedaza a sus víctim as para com erles el pulm ón, despreciando el resto. N o se lo define con preci­ sión. Es grande, verdoso y de lo m o chato. Asom a sólo par­ te de su cuerpo a la superficie, y se revuelve en las aguas, alborotándolas.

256. Yarihi G enio tutelar guaraní relacionado a las plantas medicinales y los m edicam entos que de ellas se extrae. V ülafañe Casal se refiere brevem ente a él.

257. Yáwa Tam bién Y á g w a o Y a w a ró w i. Es el nom bre que recibe en­ tre los chiriguanos el jaguar m ític o de los guaraníes. Lucha contra la Luna para com erla.

258. Y in o o t Lhavoquei Entre los chulupíes, las mujeres del agua, que viven en el infram undo. Fu eron el origen de todas las mujeres, y se las considera madres de los actuales m iem bros de la etnia. En 186

el tiem p o anterior a los tiem pos, nos refiere Chase-Sardi, surgieron de las aguas más profundas, y luego de perder los dientes vulvares en una danza a la que los in citaron los antiguos hom bres, se unieron a éstos. Su aldea está b ajo el río P ilco m a y o.

259. Y-Póra Fantasma acuático de los guaraníes, que se aparece en río s, arroyos y lagunas. Es un duende negro que se lleva a los niños incautos a su guarida, y acecha tam bién a las d on ce­ llas, a las que suele raptar para satisfacer sus deseos sexua­ les. T o m a casi siempre la fo rm a de un negro un tan to lú ­ b rico.

260. Ysapy D iosa de la_ primavera de los m byá, creada pero n o engen­ drada p o r Nande Ru . Esposa de Jakaira, al que ayuda a en­ viar las palabras-almas a los hom bres.

261. Zich’es Entre los chulupíes, una de-las especies o espíritus m alig­ nos, causantes de las enferm edades, que pueblan el m undo subterráneo.

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R E L A C IO N G E N E R A L D E L O S SE R E S S O B R E N A T U ­ R A L E S D E L A C U L T U R A P O P U L A R A R G E N T IN A Y S U S A T R IB U T O S E S E N C IA L E S L a m ism a estructura del lib ro demandaba una lista única de los seres sobrenaturales a q u í descritos, armada según el alfabeto y c o n referencia al n ú m ero de orden para fa c ilita r su u b ica ción . Se consideró tam bién de interés añadir a la m en ción d el personaje un resumen de sus a tribu tos esen­ ciales, cod ifica d o s según letras a las qu e se les otorg a e l si­ g u ien te significado: A — D e l c ie lo o el aire B — D e l agua (m ar, río s lagunas, lagos vertientes, e tc .) C — D e la tierra (selva, m o n te , llanura) D — D e l infra m u ndo E — C on c u lto F — S in c u lto , o sin m en ción a l m ism o G — D e sexo m asculino H — D e sexo fe m e n in o I — A n d ró g in o , n eutro, de ambos sexos indistinta­ m e n te o de sexo sin especificar J — D io s cread or o dios p rin cip a l K — H é ro e civiliza d or L — D io s secundario, sim ple personaje m ít ic o o le­ gendario L L — S e r de naturaleza maligna, qu e envía m uerte, enfermedades, daños y otras desgracias M — Asesina a los hom bres, los devora JV — Sigue, seduce, rapta o viola a las mujeres N — Asusta, rapta o devora a los niños O — D e s crip ció n u n ifo rm e P — D e s crip ció n m u ltifo rm e , de fo rm a variable p o r d ecisión p rop ia o im precisa Q — A b s tra c to o n o descrito R — In v isib le R R — P r o t e c to r y b en efa ctor del h om b re S — P r o t e c to r de las especies animales T — P r o t e c to r d el m o n te y las especies vegetales U — C reador y j o p r o te c to r de un orden é tico 189

A lg u n o s a trib u to s fu e ro n deducidos a p a rtir de los da­ tos co n q u e se contaba, p o r n o surgir en fo rm a expresa de la fu en te. M u c h o s de los seres'señalados c o m o sin c u lto es p os ib le q u e lo tengan o lo hayan te n id o hasta hace p o c o , p e ro se p r e fir ió en este aspecto n o apoyarse en suposicio­ nes, sino en e l te x to expreso de las versiones. Se habla dé d escripción u n ifo rm e cuando lo esencial está claro, aun­ q u e queden dudas sobre un detalle. Tam bién cuando nada se d ice p e ro se en tien d e q u e se trata de un ser a n trop o­ m o rfo , c o m o suele o c u r r ir c o n los personajes m ític o s y los héroes civilizadores. A u n q u e los seres abstractos son p o r lo c o m ú n invisibles, n o se les re c o n o c e a q u í este carácter si la fu e n te rio lo indica. N o m b re

A bu tsaf- Wuk A chaj A guara-Tunpa A h ó -A h ó Ajaklalhay A já t A ja tá j A ju n tsa j A k á in ik A lh u é A lih u é n A lm a Perdida A lm ita A nanahahtrahm al K e n ek a A n a u ken eten Gaiau a K é n a A n ch im a lén A n ch im a lgén A n tü Añá A ñ á -T u n p a A raiya 190

N ° de orden 51 52 32 18 53 54 55 30 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68

A tribu tos

C -F -G -L -Q -S B -F -G -L -O -S c -f - g -l l - o C -F -G -L -M -O a -f - g -l -p D -I-L L -R D -F -G -L L -Q C -F -G -L -O -R R A -F - I-L -O C -F -I-L L -Q -R C -E -G -L -O C -F -H -L -O C -F -I-L -R C -E -I-L -R -R R G -L L -Q C -F -I-L L -P A -F -H -L -O -R R A -F -G -L -O E>-E -H -LL-P D -E -G -L L -Q -R A -H -L -O

N o m b re

N ° de orden

A trib u tos

Araparigua A sien Bagual ( E l) Barchíla

69 70 24 71

A -F -G -L -N -O C -F -G -L -Q C -F -G -L L -O C -F -G -L -N -O

Basilisco ( E l ) B ia h ík Boyguasu-Tunpa Brujas (L a s ) Cad-Porá Caá- Y a rí Cachirú ( E l ) Calchona Capiango Cenuke Ciraigo C o lo C o lo C oquena Cotaá Cufalh Curé R u C u ru pi ( E l ) Curupirá Chám taj Chancha c o n Cadenas Cherruvé C h ig oh ik Chiláj C h illu d o ( E l ) C h iq u i Chivosis Chivositas

49 72 73 48 10 74 4 75 76 77 78 79 19 80 81 20 12 82 83 84 85 86 87 31 88 89 90

C -F -I-L L -M -O C -E -G -L -Q -S C -G -L -L L -Q -S C -F -H -L L -Ñ -P C -F -G -L L -M -P -S C -E -G -L -O -R R C -F -I-L L -M -O C -F -H -L -P C -F -G -L -M -O A -F -G -L -M -O A -E -H -L -O C -F -G -L L -M -O C -E -G -L -O -S A -E -G -J -Q -R -R R C -F -G -L -N -O C -F -G -L -Q -S -U C -F -G -L L -N -Ñ -P B -G -L -Q A -F -G -L C -F -H -L -O A -I- L - P C -F -G -L L -Q B -E -G -K -O -S C F -G -L O C -E -G -L L -Q -R D - F -I-L L -Q D - F -I-L L -Q 191

Nombre

C h onchón jDanaik D elgad ín D u en d e ( E l ) E lá l Elengásem E punam ún Estrauc E -Y a ra Euw an F a m ilia r ( E l ) Fisa k ’A y ic h Fosha Gáiau a K én a Gamakia Gam akia tsén G ósgoe G u a lich o G u ira p orú Hashe H ija d e l S o l H uaillepenyú H uayra -M u yu H uayrapuca HueJcúfu H u e n P illá n H ü e p en M h e n H u ich a n á lh u e Ih n a S á tre Jjuála Illa p a Im a j L a y a 192

N ° de orden 17 91 92 50 93 29 35 94 8 95 47 96 97 98 99 100 101 102 103 104 105 9 106 41 107 108 109 110 112 113 114 115

Atributos

C -E -I-L L -M -O C -E -G -L -Q -S C -F -G -L -N -Ñ -O -S C -F -G -L L -N -Ñ -P A -E -G rJ -K -O -R R C -F -G -J -L L 7-0 C -E -G -L -P A -F -G -L -Q B -F -G -L L -M -P A -F -H -L -Q C -F -G -L L -M G -L -O -R R A -F -G -L -Q C -F -I-L L -Q A -E -G -J -Q -R R -U A -E -H -L -Q -R R C -F -G -L -M -Ñ -O C -F -G -L L -Q -R C -F -H -L -Q -S C -F -G -L -Q -P B -F -H -L -O C -F -G -L -L L ?-N -P A -F -G -L -O A -F - I-L L -P C -I-L L -Ñ -P C -E -G -J -Q -L L C -F -G -L -Q C -F -G -L -Q -S C -F -G -L -Q A -F -G -L -Q A -F -I-L -Q C -G -L -Q -R

Nombre

In o ttlé lé Iv u n c h e ( E l ) Iw u n -C h o c k ly a Jachai Jachuká Jachyra Jakaira Jalpen J iv e ’kla Josa J u ru p a rí 1Cacharpaya Kadaw aik K a i K a i F ilu K a lk ’r r o ik K a llfü m á lé n K a p a rilo K a ra í K á ru t K ’a tá K atés L o k u e tá j K a t i ’is K een g u en k on K ertós K e re ch ú K é ro n k e u k e n K e tro n a m ú n K e tte rm e m K is w e t K om oón K o ñ ila fk e n

N ° de orden 116 15 117 118 28 119 120 121 122 123 124 125 126 127 2 128 129 130 131 132 133 134 135 136 137 138 27 33 139 140 141 142

Atributos

A -E -L -Q C -F -G -L -O A -E -I-L -O -R R C E -I-L -Q C -F -G -L -Q C -F -H -L -Q -R R A -F -G -L -O A -F -G -J -Q A -F -H -L A -F -G -L -N -O C -F -G -K -O C -F -I-L L -Q rR C -F -G -L C -F -G -L -Q -S B -F -G -L -P A -F -G -L -O -R R C -F -H -L L -Q -R C -F -G -L -P A -F -G -J -Q -R R -S A -E -G -L -M -Q A -E -G -J -Q -R R A -F -H -L -O A -F -H -L -O C -F -G -L L -M -Q A -F -G -J -Q -R R A -F -H -L -Q -R R C -F -G -L L -P C -F -G -L L -O C -F -G -L -N -O C -F -G -L -O B -E -G -L -Q -S B -F -H -L -O

N o m b re

N ° de i orden

K ra K ra n K ranákhataix Kuaray Kuyén K w á n y ip Laci L a p ic h í La u ch a L ep a k a l L o b is ó n ( E l ) Luna L u z M ala Llastay L lo r o n a M acachera M a d re d é l C erro M a ilirt Paya M á ip M a ip e M arangigona M a ti-T a p e ré M a y u a to ( E l ) M á y u p M am an

143 144 145 146 147 148 149 150 151 152 42 153 154 155 156 157 15 8 159 160 161 162 16 3 22 16

M b a ’é P o c h y M bá é Ypy M b o i-T a tá M b o i- Yaguá M ehn M eulén M ik ilo ( E l ) M o g o n a ló

164 165 166 3 167 168 45 169

A trib u tos A -F -H -L -M -O A -F -G -L -O A -F -G -L -Q A -E -G -J -O A -F -H -L -O A -F - G -L L -Q C -F -H -L -Q T A -F -G -K -Q -S C -F -H -L -O C -F -I-L L -Q C -F -G -L L -M -P A -F -H -L L -a C -F -I-L C -E -G -L -P -R R -S C -F -H -L L -P C -F -H -L C -F -H -L -Q C -F -H -L -Ñ -O C -F -I-L -P C -F -L -L L -Q C -F -I-L -Q C -F -I-L -Q B -F -T -O B -F -H -L -L L ?-MP -R R C -F -G -L L -Q C -F -G -L -O C -F -G -L -O -U C -F -I-L -O C -F -I-L -Q A -F -G -L -O C -F -I-L L -Ñ -P A -F -I-L -O -U

N om b re

M oh sek M oñai M ósek M u ía A n im a (L a ) N a kenacó Nálah Naw aikálachigu í N eepec N e g ro s d el A gu a N gu en ech én Nguenernapu N gu ru vilu N ila tá j N o g ó n a ik N ó s h te j N ow et Ñam andu Ñ an de Cy N an de R u Ñ a n d e R u Ychapy Okán O lem in g O rk o M am an Pacham am a (L a ) P a lo m o P a m p á y oj Pará Payak P e g ’im A l o ah P ein e de O ro P ejla ik P etey ( E l )

N ° de orden 170 171 172 39 173 174 1 75 176 23 l 77 178 7 179 180 181 182 183 184 185 186 187 188 189 1 190 191 192 193 194 195 196 40

A tribu tos

A -F -I-L -Q C -F -I-M -Q C -E -G -L -G -S -U C -F -H -L L -Ñ -O C -F -G -L -Q A -F -H -L -O C -F -I-L -Q C -I-L L -Q , B -F ’- G -L -M -Ñ O A -E -G -J -P -R -R R - U C -E -G -J -Q -R R B -F -G -L -M -O A -E -G -J -Q C -F -I-L L -Q C -F -G -L -M -O C -F -G -L -P -S A -E -G -J -Q -R R C -F -H -L -O A -E -G -J -Q -R R A -F -G -J -Q C -F -G -L -M -Q -S A -F -I-L -Q -R R C -F -H -L -O C -E -H -J-O -R R -S - U A -F -G -L -Q C -F -G -L -M -P -S A -F -H -L -Q -R R D -F -G -L L -M -Q D -F -G -L L -Q B -F -H -L -O A -F -I-L -Q -R R C -F -G -L -O -S 195

N o m b re

N ° dte orden

P ic h a k c h ik P id in ile k P id in k i P ih u ch e n P ile tle lé P ilu c h o P ira -N ú Pó-JLana P o lle rita en U n co P o m b e ro ( E l) P ó ra P ota k a é Potseja la i P u k illa y ( E l ) Puyuspa Querhanta Q u eron q u en q u én Q u in é H uenú R u n a -U tu ru n c o Sáchap M am an S a ch á yoj ( E l ) Salcai Salamanca Sésom S h o rt S h u lco S h u n k ofla -i Sirena S iisé Sol Solapa. S o m b re ru d o

197 198 199 y, i 3 200 201 34 202 203 44 204 205 206 43 207 208 20 9 21 0 211 212 21 213 214 215 216 217 218 219 220 221 222 223

196

A trib u to s :

C -F - G -L -O -S ' C -F -G -L -Q C -F -G -L -Q C -F -I-L -P A -E -G -J -Q C -F -G -L -O B -F -I-L -M -O C -F -G -L -O C -F -H -L -O C -F -G -L -Ñ -P -á C -F -I-L -Q -R A -F -H -L -O C -F -I-L -Q -T C -E -G -L -O -R R A - F - G L -Q -R R C -F -G -L -O C -F -I-L L -Q C -F -I-L -Q -R R C -F -G -L -M -O C -F -H -L L -P C -F -G -L -P -T A -F -H -L -Q D -F -H -L L -O -S A -F -H -L -O -R R C -F -G -L -O a -f - g -l - q A -F - G -L -O B -F -H -L -O C -F -G -L -Q rS - U A -F -G -L -O C^F-G-L C -F -G -L -P

N o m b re Som paz H ué S o ñ id i Súpay ( E l ) Talé Tám tan Tanicu Tanki Taño Tapiatsol Tasitata Tatú H ujá Tatú-Tunpa T ch e im a ta k i Tem áu kel Tey ú - Yaguá Tinguiritas Tlalac T ok fu a f T o r o Súpay ( E l ) Trauku T re lq u e H u e cu fe Tren -tren Tunpa Tupa U cu m a r ( E l ) U m ita (L a ) XJnnatlelé Vanyará V a ra d Viuda Waránk Washí

N Q de orden 224 225 46 226 227 228 229 230 231 232 233 234 235 236 14 237 238 239 11 25 240 241 242 243 6 37 244 245 246 247 248 249

A trib u tos

C -E -G -L -O B -F -I-L -Q -S D -E -G -L L -P C -F -H -J-O A -F -G -L -Q C-E-G-L-Q-R-RJR. C -F -G -K -P D -F -H -L L -O c -f - g -k - q -r r C -F -G -L -Q C -F -H -L -O C -F -G -J -O A F -G -L -Q A -E -G -J -Q C -F -I-L -O D -F -G -L -O b - f - g -l - q C -F -G -K -P C -F G -L L -O C -F -I-L L -M -N -P c - f - g -l -m -ñ -p C -F -I-L - O -R R A -E -C -J -K -Q -R R A -E -G -J -Q -R R C-F-G-L-Ñ-JV~P C -F -I-L -L L ? O C -F -C -L -Q -T B -F -I-L -Q -S C -F -H -L -Q C -F -H -L -M -P C -F -H -L -O C -F -H -L -O 197

Nombre

Wéla W íra-Tunpa Yacum am a Y acy Y aguareté-Abá ( E l ) Yaguareté- Y a rí Yaguarón Y a rih i Y a s í-Y a té ré Yáwa Y in o o t L h a v o q u ei Yósi Y -P orá Ysapy Z a p a m -zu cu m Z ic h yes

198

N ° de orden

Atributos

250 251 25 2 253 5 254 255 256 38 257 258 36 259 260 26 261

A -F -H -L -O C -F -G -L -O S B -E -H -L -O -R R A -F -G -L -O C-F-G - l L -M -N -P C -F -H -L -O B -F -G -L -M -P C -F -I-L -Q -T C-F-G-L-N-JV-P- T C -F -G -L -O D -F H -L -O C -F -G -L -Ñ -P B -F -G -L -N -Ñ -O A -E -H -L -Q -R R c -f -h -l -m -ñ - o -k r -t \ D -F -I-L L -Q

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202

IN D IC E

P r ó lo g o

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9

P R I M E R A P A R T E : P E R S O N A J E S S E L E C C IO N A D O S P A R A S U C A R A C T E R IZ A C IÓ N IC O N O G R A F IC A / 25 SE G U N D A P A R T E : O TR O S SERES S O B R E N A TU R A ­ LES / 139 R e la c ió n general de los seres sobrenaturales de la cultura p o p u la r argentina y sus a tribu tos esenciales / 189 B ib lio g ra fía

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190

203

Esta ed ición d e 1 0 0 0 ejem plares se term in ó d e im prim ir en A .B .R .N . P rodu ccion es Gráficas S .R .L ., W en ceslao V illafañe 4 6 8 , Buenos A ires, A rgen tin a en julio de 2009.