Salta tu sombra, 2da Edición

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Es un libro escrito con inteligencia y anim osidad vibrante, lleno de ideas motivadoras, qu e se introducen en los problem as laborales-vitales d e nuestros días con soluciones prácticas. H ace pensar p a ra luego actuar, con unos cánones cjue llevan a u na laboriosidad felicitarla. Juan A n to n io Sagardoy C ate d rático d e U n iv ersid ad y M ie m b r o d e la Real A ca d em ia d e Ju risp ru d en cia y L eg isla ció n .

N o es muy frecu en te encontrarse con un título qu e «enganche» tanto, y tan enseguida: Salta tu som bra. N o se m e ocurren m ejores m aneras d e describir un cierto estado d e ánim o, u n a determ inación, u na actitud para afrontar los retos d e nuestra existencia. Porque, en efecto, la vida es maravillosa, pero no ca b e du da d e qu e ca d a d ía nos p lan tea un nuevo desafío. A l fin al, y este m ensaje es el q u e h e captado yo en este libro, la m anera d e en carar estos desafíos es lo q u e m arcará la d iferen cia entre u na existencia fe liz y satisfactoria y otra d esdichada y negativa, d e lo que no siem pre som os capaces. D ejém onos acon sejar y g u iar p o r la ejem plar historia d e los protagonistas d e esta estupenda obra qu e M an el Reyes y M an u el T allada h an escrito con un estilo am en o y lleno d e fuerza. Ferran Adriá C h e f d e elB u lli

Todos deseam os una vida feliz. Pero no siem pre som os conscientes de las situaciones no buscadas y no queridas, au n qu e consentidas, qu e nos llevan a una existencia poco satisfactoria. Salta tu som bra, tus atadu ­ ras, tus m iedos y atrévete a ser feliz. C on decisión, valentía y calidad de pensam iento busca e l cam in o propio, e l tuyo, q u e te conduzca a la mejor form a d e vida: la qu e te h a rá sentir fe liz y vivo. Valorar las cosas pequeñas, qu erer lo q u e somos, lo q u e tenemos y lo q u e hacem os, en am oram os d e la vida y llen arla d e sentido, d e nuestro sentido, es la «fórmula» q u e proponen M a n el Reyes y M anuel T allada en este libro cuya lectura atrapa p or su sencillez y su fu erza. M.a Josefa P eralta D e c a n a d e la F acultad d e C ie n c ia s E c o n ó m ic a s y E m p resariales (IC A D E ) U n iv ersid ad P o n tificia C o m illa s

Salta tu S om b ra h a ce p en sar sobre el d ía a d ía y sobre aqu ello qu e persigues en la vida. Esta lleno d e mensajes sencillos q u e desordenan los propios pensam ientos p a ra ponerlos en orden después. D evuelve la im portancia a las pequ eñ as cosas y el a q u í y ahora. N os recuerda qu e som os dueños d e nuestro destino, qu e antes d e cam in ar hay qu e elegir el cam in o y qu e estar fe liz es una decisión propia. Anselm van den Auweland C o n se je ro D ire cto r G en era l del G ru p o C o rte fie l

A través d e la historia d e cuatro personajes este libro nos introduce en el cam ino d e la vida. D e una m anera ágil y am en a, casi sin dam os cuenta, nos h a ce reflexionar sobre nuestras propias inseguridades y las adversida­ des d é la s qu e está llena la vida. El libro contiene un m ensaje muy claro: cada uno d e nosotros tenemos el p od er d e cam biar nuestra vida y p or tan­ to d e saltar nuestra propia som bra... ¿estamos dispuestos a hacerlo? G em a Aznar D ire cto ra G en era l d e M a ry K ay S p ain

Contándonos cuatro vidas complicadas, Tallada y Reyes convencen de que algo tan básico com o m arcam os objetivos, asum ir riesgos, disfrutar de las pequeñas cosas, romper con la rutina y pensar con optimismo m arcan la diferencia. S e lee deprisa, aunque algunas observaciones requieren algo más d e reflexión. Sobre todo si se establecen analogías con las propias expe­ riencias durante la lectura. Salta tu som bra puede ser una ayuda m ás para que la voluntad se imponga sobre las circunstancias, para vivir con sentido. C ésar G onzález Bueno D ire cto r G en era l d e IN G D IR E C T

Pocos descubrim ientos tan lum inosos se pueden h acer en la vida com o que podem os elegir. Que, d e hecho, elegim os a cad a instante. Incluso cuando elegim os no elegir y nos d ejam os llevar p o r la corriente. Los au to­ res nos recuerdan qu e este descubrim iento es en orm em en te poderoso y que nos perm ite asum ir la tarea m ás apasionante: tom ar e l control d e nuestro propio destino. Y cuanto antes, mejor. Jo sé M aría Terol Esteban Presid en te y C o n se je ro D ele g a d o d e M A ZD A A U TO M O V IL ES ESPAÑA

SALTA TU SQMBAA

SALTA TU SQMBAA

M an el Reyes M an u el T allada

PEARSON

M a d rid - L o n d res - N u e v a Y o r k - S an F ran cisco - T o ro n to - T o k y o - S in g a p u r - H o n g K o n g - París - M ilá n - M u n ic h - M é x ic o D .F. - S an ta fé d e B ogo tá - B u en o s A ires - C aracas

Salta tu som b ra M an el Reyes y M a n u e l T allad a

Todos los derechos reservados. Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, com unicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sg ts. Código Penal).

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Ulll

Contenido D e d ic a to ria s .................................................................

XI

In tro d u c c ió n ....................................................................XVII I Parte. Los p r o ta g o n is ta s ......................................

1

II Parte. La e n tre v is ta ...............................................

49

III Parte. La s o m b r a ..................................................

95

IV Parte. Em pieza la e l e c c i ó n ..............................

105

V Parte. A lgún tiem po d esp u és............................

159

IX

G r a c ia s ... A E len a, p o r tu apoyo in c o n d ic io n a l en todo lo q u e h ag o. A A lb a y a Luna p o r record a rm e a d ia rio lo q u e es rea lm en te im p ortan te... A M a n o lo , m i socio en esta p eq u e ñ a aven tu ra, p o r tu crea tiv id ad y g e n e r o s id a d ... A l resto d e m is socios y a m ig o s en M R C , p o r vuestro en tu siasm o y vuestro talento. A m i fa m ilia y am igos, p o r h a b eros em p eñ a d o en h a c e r d e m í u na bu en a person a... A todos vosotros, d e los q u e h e ap ren d id o en e l a u la ... . . . a todos os p er ten ece un trocito d e esta h is to ria ...

Este libro n o h a b ría sid o p osib le sin la ay u d a d e u n a serie d e personas. Vayan m is m ás sin ceros ag rad ecim ien to s: a m i socio en B arcelon a, M a n e l Reyes, q u e h a sid o ca p a z d e d esarrolla r u n a id ea y con su trabajo h a h e c h o p o sib le p o d er d isfru tar d e este libro. A todos m is com p añ eros d e M R C T R A IN IN G , q u e m e h an d em ostrad o q u e en la inda p u ed es se r un f i e l a m ig o y un in estim a b le co m p a ñ ero d e trabajo. A m is padres, q u e m e tran sm itieron sus valores d e ética , h u m ild ad , a m o r a l trabajo, asu n ción d e riesgos y sobre todo optim ism o. A m is herm anos, q u e m e h an id o ayu dan do estos añ os con su ejem plo. A m is tres hijos, íñ ig o, C elin a y M an u el, a los q u e d eseo q u e este libro les a y u d e a eleg ir bien su cam in o. Y a m i socia p o r ex c elen cia en esta vida, C elin a, q u e con su ap o y o y com pren sión está h a cien d o m arav illoso este v ia je q u e em p ren d im os ju n tos h a c e m u chos años.

Nuestra som bra nos acom paña siem pre, nos persi­ gue constantem ente. Recuerdo que de n iñ o in ten ta­ ba saltar o correr m ás que ella, só lo era un juego o una excentricidad que nunca h e com partido con nadie y que seguram ente sim b o lizab a algo más co m p lejo de lo que en aquel m o m en to parecía. Nuestra som bra representa nuestro lastre, siem pre está ah í y resulta im p o sib le h u ir de ella. Es oscura, es deform e, no tien e rostro. En ocasion es es u na y otras veces son varias, pero siem pre está presente. Da m ie­ do porque ella m ism a es el m iedo, ese m iedo que nos m an tien e aferrados a la tierra p or los pies y que m odela nuestro com p ortam ien to protegiéndonos de los peligros que nos acechan, o b lig án d o n o s a p erm anecer en lugares seguros donde to d o está b ajo control.

¿Han probado alguna vez a saltar su sombra?

INTRODUCCIÓN

El lunes, 8 de enero de 2007, a las 2 3 :3 0 horas, cua­ tro personajes se van a acostar. Aunque no se conocen entre ellos, les unen una serie de circunstancias que hicieron que su vida cambiase.

Jordi encendió su D ucados en la sem ioscuridad del b alcón de su casa con la sensación de quien se deba­ te entre el im pu lso irrefrenable de u na nueva dosis de nicotin a y la absurda adicción a algo que ya no producía en él el m ás m ín im o placer. H acía frío. Una pareja joven se besaba a la puerta de un portal escondiéndose sin éxito de las m iradas curiosas de los vecinos. El cam ión de la basura h ab ía pasado hacía un m om en to y aún perm anecía el rastro de su presencia en el am biente. El ú ltim o autobús a Barce­ lona, com o siem pre casi vacío a aqu ellas horas, lo h abía h ech o aproxim ad am ente m edia hora antes, en su retiro cotid ian o hacia quién sabe dónde. La pare­ ja se separó ante sus o jo s y m ientras ella entraba en aquel portal, él desaparecía com o devorado p o r la oscuridad. Ya n o se veía a nadie p or la calle y el silen ­ cio producía un efecto sobrecogedor, entre agrada­

que se m ezclaba con su propia respiración y la paz de una noch e gélida de p rin cip ios de enero. A cabó el cigarrillo y decidió irse a dormir.

In t r o d u c c i ó n

ble y fantasm al. D isfrutó in h alan d o aquel hu m o

Luisa se había quedado dormida una noche más fren­ te al televisor. Cuando despertó, se encontró ante la continuación del programa que estaba viendo. Se trataba de uno de esos debates que giran alrededor de la vida de los demás, que se obsesionan por ver quien la dice más gorda y cuya función principal radica en su propio carácter idiotizador de quien los sigue. Es com o si cum pliesen la función terapéutica de hacer olvidar a la gente sus problem as mientras perm anecen anclados en los de los demás. Se horrorizó a sí m ism a de estar tan atenta a tan esperpéntico espectáculo. Aun así, fue incapaz de desengancharse a los com entarios y entrevistas sobre los im plicados en una tram a que, ha­ da unos meses, se había descubierto en M arbella, y que estaba salpicando a num erosos empresarios y políticos. Sin perder hilo del debate, se dirigió a la cocina donde cogió una barra de chocolate con leche por em pezar y un paquete de galletas. Había encontrado en el acto de comer, con ham bre o sin ella, un consuelo eficaz ante los acontecim ientos de las últim as semanas. D ejándo­

que de am bos paquetes sólo sobrevivió el envoltorio. Triste y demasiado cansada para poder conciliar el sue­ ño deddió apagar la tele y marcharse a la cama.

In t r o d u c c i ó n

se hipnotizar de nuevo por el televisor, no paró hasta

M iguel cerró su novela en la m ism a página que la h abía encontrado hacía, m ás o m enos, una hora. Se sorprendió cuando su reloj le evidenció que había pasado los ú ltim os sesenta m inutos em belesado ante la m ism a página y sum ido en u n os pensam ientos que p oco tenían que ver con el transcurso de M au­

ricio o las Elecciones Primarias, la últim a novela de Eduardo M endoza, autor a quien M iguel tenía una devoción m uy especial. Hacía ya bastantes años que leyó La ciudad de los Prodigios, la cual consideraba su obra m aestra y con la que nació la adm iración por quien, en su op inión , era u no de los m ejores escrito­ res del m om ento. Su infúsión, a quien había dado una prórroga p or exceso de tem peratura, se había quedado fría, consiguiendo así su indulto, sin que ni siquiera hubiera sacado la b olsita, ni puesto los dos terrones de azúcar. Q uiso pensar dónde h ab ía estado su m ente la últim a hora, pero só lo encontró algunas escenas sueltas de su vida cotidiana cargadas de tris­ teza, m elancolía y nostalgia de otros tiem p os en los

encontrar un h ilo conductor que diese sentid o a aquel m an o jo de pensam ientos destartalados, cerró el libro con indiferencia y decidió irse a dormir.

In t r o d u c c i ó n

que había tantas cosas que le llenaban. Incapaz de

XXIII

Ana apuró el ú ltim o sorbo de su g in to n ic con la m irada perdida en un p u nto in d efin id o de aquella pared cargada de v iejo s pósters enm arcados de actuaciones m usicales. C arm en ya h ab ía acabad o su segunda copa hacía algunos m in u tos y buscaba, una vez m ás, recuperar la m irada extraviada de A na. H abían estado m an ten ien d o distintas conversacio­ nes sob re tem as triviales que h ab ían enlazado u no tras otro sin saber realm en te cóm o. Llevaban m ás de dos horas en aquel bar, en el que las dos am igas se reunían cada lunes p or la noche. Se co n o cían desde el colegio donde, tras u n os m eses de rivalidad entre am bas, decidieron h acer las paces y hacerse in sep a­ rables. Los m o m en to s y situ acion es que com partie­ ron desde entonces crearon un fuerte lazo de am is­ tad entre am bas. H ablaban p or teléfon o a m en ud o y seguían el ritual de cotillear y to m ar u na copa juntas tod os los lunes. El cam arero las con o cía b ien y sabía que en aquella conversación faltaba un ingrediente que solía abun d ar entre ellas. Echando de m en os sus carcajadas, se les acercó con u na prudente sonrisa y les preguntó si les apetecía tom ar algo m ás. Ana

despidió de C arm en con dos b esos y un abrazo car­ gado de ternura, salió del b ar preocupada y cam inó dos m anzanas hasta su casa.

In t r o d u c c i ó n

tom ó la in iciativa de rechazar el ofrecim ien to. Se

xxu

I PARTE

LOS PROTRGONISTRS

El lunes, 8 de enero de 2 0 0 7 , a las 2 3 :3 0 horas, Jordi, Luisa, M iguel y Ana se van a acostar. A unque no se conocen entre ellos, les u nen u na serie de circuns­ tancias que van a hacer que su vida cam bie. N unca tuvieron clara su meta. Siem pre se dejaron llevar. No encuentran sentid o a su vida. Las Navidades que h an pasado h a n sido las más

Ana han tom ad o la m ism a decisión. Les tiem bla el pulso m ientras acarician el gatillo de la pistola que toca su sien. Los cuatro van a ap retarlo ...

p r o t a g o n is t a s

madrugada, al m ism o tiem po, Jordi, Luisa, M iguel y

L os

A las 4 horas, 2 2 m inu tos y diez segundos de la

I Pa rte.

tristes de su vida.

3

Jordi nació en Sabadell hace 4 2 años. N unca le gusto estudiar, lo cual só lo preocupó a sus padres re­ lativam ente. H ijo de u na fam ilia de inm igrantes extrem eños que proyectaban sob re sus h ijo s la im portancia de colocarse, cuanto antes, en u na bu e­ na empresa para conseguir un contrato fijo y la co n ­ siguiente estabilidad económ ica.

A los 18 años em pezó a trab ajar en u na em presa del sector qu ím ico y desde en to n ces siem pre h a rea­

anteriorm ente h ab ía desem peñado algunas tareas

grandes lujos. Repartió LA VANGUARDIA a d om ici­ lio de m adrugada, ejerció de cam arero en el b ar de su tío, trab ajó durante un añ o y m edio en un tren de

p r o t a g o n is t a s

tivas de sus padres y cuyos ingresos no le perm itían

L os

m ás o m en os precarias que in cu m p lían las expecta­

I Pa rte.

lizado el m ism o trab ajo. Em pezó con ilu sió n ya que

5

so m bra

bajab a m ucho y tenía que aguantar a u n os jefes que siem pre eran u n os au ténticos tiranos.

S alta

tu

lavado de coches. En tod os ellos cobraba p oco, tra­

A pesar de tod os aqu ellos in convenien tes, el tiem ­ po que pasó en el tren de lavado fue la etapa más feliz de entre todas sus pequ eñas in cu rsion es en el m undo laboral. Sabía que n o era el trab ajo de su vida. Ni siquiera se lo p lan teab a. Pero pod ía acari­ ciar a diario y co n tem p lar m uy de cerca tod o tip o de coches. M ás de u na vez h ab ía soñ ad o en poseer algu­ nos de aqu ellos vehícu los que caían en sus m anos durante un rato. Más de u na vez los h ab ía cond uci­ do u n os instantes. A Jordi le apasion aba cualquier artilugio que llevase un m otor y desde pequeño siem pre exploraba en el in terio r de cualquier ob jeto que produjese algún tip o de m ovim iento. De joven, su adm iración p or las m áqu in as se trasladó hacia los coches y las m otos.

Sabía algo de m ecánica, que h ab ía aprendido en libros, revistas y en la práctica. D isfrutaba m ientras desm ontaba repetidam ente su m o to para sus cuida­ dos y m an ten im ien to o para au m entar ilegalm ente su cilindrada. b

Todo el interés que no h ab ía puesto en su paso por el colegio lo dedicaba a lo que m ás le gustaba. Po­ seía u na m em oria prodigiosa para recordar marcas, m odelos, p oten cias y hasta las m ás pequ eñas carac­ terísticas de tod os los vehícu los que h ab ía en el m er­ cado.

Sus padres no veían con b u en o s o jo s las horas que pasaba encerrado en el garaje de su am igo Rafa y le censuraban que no dedicase m ás tiem po a bu scar un trab ajo con futuro.

C uando Rafa le com en tó que Q U IM IC P estaba reclutando personal para su alm acén le costó deci­ dirse. R enunciar a estar cerca de sus o b jeto s de culto, aunque sólo fuese para e n jab o n arlo s con delicadeza, no era fácil. T om ar la decisión le costó tres días, algunos con sejos de su m adre y algunas bron cas con su padre. Fin alm en te to m ó u na decisión que se fu n­

p or no dar un nuevo disgusto a sus padres, decidió

Sus padres vieron con m uy b u en o s o jo s la m adu­ rez de la decisión de su h ijo . Era el m en or de cuatro

p r o t a g o n is t a s

tado.

L os

acudir a la entrevista que su am igo le h ab ía concer­

I Pa rte.

dam entaba m ás en la cabeza que en el corazón y,

7

so m bra

herm anos y el ú n ico que h ab ía aban d on ad o los

tu

bles, la posibilidad de trab ajar en Q U IM IC P suponía

S alta

una excelente oportunidad que no debía d ejar es­

estudios tan joven. Así qu e entre las op ciones p osi­

capar.

A quella prim era entrevista no la olvidará jam ás. Era un m artes 2 7 de enero y hacía un frío húm edo que calaba los huesos. Su padre, qu e esa sem ana hacía turno de tarde, se ofreció a acom pañarle y am bos subieron al SEAT 1 2 7 que les h ab ía de llevar hasta G ranollers. Era un trayecto de u n os treinta m inutos, pero ellos salieron u na hora antes para tener con trolad o cualquier tip o de im previsto. Nun­

ca se puede llegar tarde a una entrevista de trabajo fue­ ron todas las palabras que su padre le dedicó en el cam ino. C on el frío que hacía, al 1 2 7 le costó coger la tem peratura e h iciero n m ás de la m itad del trayec­ to hasta que la calefacción em pezó a soltar un poco de aire caliente que convirtió aquel h ab itácu lo m inúsculo en un lugar confortable.

Jordi estaba nervioso, no estaba convencido de que éste fuese el trab ajo de su vida, pero las expec­ tativas eran altas. Su am igo Rafa ya trab ajab a a llí desde h acía dos años y se le veía con ten to. N o ha-

8

b iaba m u ch o de su trab ajo, de h ech o no h ab la b a m ucho de nada. Era la persona m en os h ab lad o ra que h ab ía con ocid o. A pesar de ello, era su m ejo r colega.

Llegaban a las in stalacion es de Q U IM IC P aquel m artes frío de enero u na m edia hora después de h a ­ ber salido. El lugar era agradable, un am p lio jardín les daba la bienvenid a m ientras avanzaban h acia un edificio m odernista que conten ía las oficinas. A am ­ b o s lados se u b icab an sendas naves donde, aparen­ tem ente, se fabricab an las m aterias prim as. Se apre­ ciaba m ucha actividad y todas las personas con que se cruzó Jordi en su cam ino h acia el edificio de ofici­ nas le saludaron con u na sonrisa.

Su padre le deseó suerte y le esperó en el coche h o jean d o el SPORT.

cuenta años que parecía form ar parte de la decora­

ante

un

aparato

con

m últiples

teclas

que

cam b iab an de co lo r cada vez que las apretaba con el objetivo de derivar la in fin id ad de llam adas que reci­ bía sim ultáneam ente. Entre llam ada y llam ada le

p r o t a g o n is t a s

ra

L os

ción rancia de aquel lugar. Se desenvolvía con soltu ­

I Pa rte.

Nada m ás entrar, encon tró u na señora de u n os cin ­

9

situaba ju sto a su espalda.

S alta

tu

so m bra

atendió y le hizo pasar a u na pequeña sala que se

Los quizá cinco m in u tos que pasó hasta que entró el G erente se le h iciero n eternos. En algún m om en to pensó «pero que hago yo en un lugar como éste». C o n ­ trariam ente, otros p ensam ientos le afirm aban que, llegado a aquel punto, el trab ajo h ab ía de ser suyo. Le h ab ía costado tan to to m ar la decisión de in ten ­ tarlo que ya no cabía volverse atrás.

El Sr. Joan Ribas era el actual propietario de aque­ lla com p añ ía. Representaba la tercera generación de una fam ilia de em prendedores que h ab ían in iciad o el negocio, que en la actualidad era la principal em ­ presa quím ica de la C om arca del Vallés y u na de las más im p ortan tes de España. Su actividad principal consistía en la fabricación, envasado y distribución de productos para la lim pieza, tan to del h o gar com o de la industria.

Era un señ o r elegante, alto y de aspecto agrada­ ble. Se dirigió a Jo rd i con m u ch a ed u cación , le dio la m an o cord ialm en te, se p resen tó de form a se n ci­ lla y le explicó algunos aspectos cu riosos de la em presa.

xa

Jordi estaba em ocionado, m ientras escuchaba a aquella persona hablan d o con tanto entusiasm o de su trabajo y de su gente. Ya daban ganas de ponerse a trabajar. Las preguntas que le hizo fueron sencillas y a los p ocos m inutos le anunció que el trabajo era suyo.

Jordi vibraba de alegría p or dentro au nqu e no que­ ría exteriorizar tod o lo que sentía. Agradeció y se despidieron con un «hasta el lunes».

Los prim eros años en la em presa fueron los m ejo ­ res. En ellos consiguió aqu ellas cosas que se esperan de un ch ico de su edad. U n coche, u na novia y la entrada de un piso.

Se llevaba b ien con to d o el m undo y tod os le apre­ ciaban. N unca daba problem as, y si alguien los bus­ caba seguía sabiam en te los co n sejo s de su padre y los evitaba en lugar de afrontarlos.

acudido en el au tobús que la empresa p o n ía a dis­ p osició n de sus trabajadores y que h acía el trayecto entre la fábrica y el centro de Terrassa.

p r o t a g o n is t a s

cuando le acom p añ ó su padre a la entrevista. H abía

L os

guía h acien d o tan to frío com o una sem ana antes

I Pa rte.

C uando entró a trab ajar aquel lunes de febrero, se­

11

so m bra

dirigió al alm acén que estaba entrando a la derecha, entró y preguntó p or M an olo.

S alta

tu

Siguiendo las instrucciones que le h ab ían dado, se

En el alm acén se veía m ucha actividad y h ab ía bas­ tante ruido. Estaba b ien ilu m in ad o p or la luz natu­ ral, y p or aquellas ventanas los rayos del sol se m ez­ claban con el h u m o que soltab an los cam iones m ientras las carretillas elevadoras los cargaban y descargaban. El o lo r a gasoil era evidente au nqu e no m olestaba en exceso.

M an o lo podría tener treinta y tan tos años, vestía una bata azul, era calvo y fum aba Rex. Siem pre tenía un cigarrillo en los lab io s y cara de p ocos am igos. Recibió a Jordi sin dem asiado entusiasm o, le explicó educadam ente lo que debía hacer y le exigió que, sobre todo, n o le diese problem as.

Su prim era tarea en Q U IM IC P consistió en in te n ­ tar que tod o estuviese lim p io y recogido. Sus prim e­ ras herram ientas u na escoba, un recogedor y una carretilla de m an o un p oco oxidada que servía para m over u n os trem en dos bidones.

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C on el tiem p o fue adquiriendo m ayores responsa­ b ilidades que fueron enriqu eciendo su bagaje y ali­ m entand o su experiencia. D entro del alm acén desa­ rrolló varios trab ajos y se convirtió en una pieza im portante y apreciada en aquel equipo. Siem pre ponía interés, hacía lo que le pedían y, sin protestar, seguía las instrucciones al pie de la letra. A prendió a seguir las directrices de su jefe y a no dar problem as. C on el tiem po se convirtió en un excelente ejecutor de órdenes que otros le daban. A nte cualquier m alentend ido o discrepancia prefería dar la razón al otro, aun en contra de su prop io p u nto de vista. En algún m o m en to hu b iese estrangulado a M an o lo y a sus im pertinencias. Pero no lo hizo.

Se casó con Julia en la primavera de 1 9 8 9 , am bos tenían v einticinco años. Fue un día m uy feliz a pesar de que él h u b iese esperado, al m en os tres años más

su futura suegra lo tenían tod o organizado. C om o

Siem pre acababa pensan d o que si aqu ellas personas habían decidido aqu ello es porque debía ser lo m e­ jo r para él.

p r o t a g o n is t a s

acuerdo, que terceras personas organizasen su vida.

L os

en tantas otras ocasion es aceptó, sin m ostrar des­

I Pa rte.

para casarse. C uan do quiso darse cuenta su novia y

13

tu

ponsabilidades en aquella empresa con ju gab an per­ fectam ente con sus obligaciones fam iliares. Para

S alta

so m bra

Su trab ajo se convirtió en parte de su vida y sus res­

ello, h ab ía ten id o que renu nciar al tiem po que dedi­ caba a lo que de joven tan to le h ab ía llen ado. N un­ ca fue excesivam ente feliz realizando aquel trabajo aunque jam ás se p lan teó buscar un nuevo reto pro­ fesional.

Al añ o y m ed io de h ab erse casado n ació su pri­ m er h ijo qu e acabó sien d o b au tizad o co n el n o m ­ bre de su ab u elo m atern o. Toda una trad ició n en aquella fam ilia, y to d o un disgusto para él qu e de tod os los n o m b res p o sib les para p o n e r a un n iñ o ése le parecía el m en os atractivo. C uando in te n tó protestar p o r lo qu e co n sid erab a u na falta de res­ peto h acia su persona, su suegro le a co n se jó con cierto aire de resig n ació n , qu e esos asu n tos eran cosas de m u jeres y qu e los h o m b res no se debían in m iscu ir en ellos. Q u e los h ijo s s o n de las m adres y qu e so n ellas qu ien es to m a n d eterm inad as deci­ sion es.

Los años ib an p asand o sin que nada especialm en­ te extraordinario aconteciese. Su vida em pezó a ser una pura rutina basada en un proceso que se repetía

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día tras día, sem ana tras sem ana. Jordi sentía que se estaba convirtiendo en u na persona gris y que no estaba h acien d o nada para rem ediarlo.

Siem pre h ab ía alguien que tom ab a u na decisión por él. A prendió a sobrevivir en un contexto to tal­ m ente previsible donde to d o sucedía según lo espe­ rado, y si ib a b ien te conform abas, y si ib a m al te aguantabas.

En la fábrica su vida se volvió cóm oda y con for­ table; el tiem po y algunos com p añeros le llevaron a aprender que es arriesgado tener in iciativa y que resulta m ucho m ás seguro esperar a que alguien ven­ ga, te diga lo que tien es que hacer y seguir estricta­ m ente sus instrucciones.

Sus otros dos h ijo s n o tardaron en llegar y a los treinta y dos años ya era padre de fam ilia num erosa.

convertido en aqu ello que siem pre h ab ía odiado y

gar a casa, se convirtió en u na form a de terapia. D os cañas y cuatro risas resultaban u na co m b in ació n

p r o t a g o n is t a s

Parar en el b ar a la salida del trab ajo y antes de lle­

L os

em pezó a h u ir de sí m ism o.

I Pa rte.

A los treinta y cinco se dio cuenta de que se h ab ía

1E

so m bra

ideal para aquel ritual diario. Al p rin cip io era un

tu

llevar los p roblem as a casa.

S alta

m odo sen cillo de desconectar del trab ajo para no

D urante algún tiem po, Julia no veía m al algo que conseguía que Jordi apareciese en casa a u na hora prudente, de bu en h u m o r y con u na b u ena predis­ posición a b a ñ a r a los n iñ o s y a p on erles el pijam a m ientras ella preparaba la cena.

Pero aquella situ ación que tan b ien equ ilibraba las o b ligacio n es y esfuerzos de am b o s fue cam b ian ­ do casi de m anera im p ercep tib le hasta derivar en la form a ideal de evitar, precisam ente, tod as las res­ p on sabilid ad es fam iliares. Era m ás cóm od o llegar a casa co n los n iñ o s durm iendo, la cena en la m esa y su m u jer agotada. No debía ser tan m alo si sus com pa­

ñeros tam bién lo hacían, se decía in tern am en te a dia­ rio en un in te n to superfluo de ju stificar aqu ello que no era justificable. Lo que durante un tiem p o con ­ sistió en u na sencilla cerveza con los com p añeros antes de m archarse a casa, y un m o m en to para la d isten sión y la b rom a, se fue tran sform an d o en un prem aturo, y después consu m ado, alco h o lism o que em pezó a pasar factura a su salud y a sus relaciones en casa. ífa

A sus cuarenta y dos años aparentaba al m en os cin ­ cuenta, h ab ía perdido la ilu sió n p or aqu ello en que consistía su vida, detestaba a tod o aquel que le dije­ se que se estaba h acien d o daño a sí m ism o y a su entorno, se h ab ía vuelto irritable y, en m uchas oca­ siones, agresivo.

A partir de entonces, los acon tecim ien tos se suce­ dieron m uy deprisa. Julia, in cap az de sop ortar a un m arido que llegaba cada n o ch e borracho a casa y que en m ás de u na ocasión le h ab ía puesto la m ano encim a, escapó un día con sus h ijo s. Se refugió en casa de sus padres previa denuncia a la p olicía por m alos tratos.

En aquel m om en to, Jordi era con scien te de que su m u jer y sus h ijo s le tenían m iedo, que h ab ía destrui­ do a su fam ilia, que vivía au toengañándose con stan ­ tem ente, que h ab ía sido in cap az de vencer a los

del tercer cubalibre de Larios.

I Pa rte.

acontecim ientos y de que só lo se sentía feliz a partir

L os p r o t a g o n is t a s

17

tu

una fam ilia hu m ilde. D esde m uy p eq u eñ a tuvo que sop ortar el co n stan te desprecio al q u e se veía so m e­

S alta

so m bra

Luisa nació en M óstoles h ace 3 7 años en el seno de

tida su m adre. Su padre, n ieto de m ineros, co n stan ­ tem en te iro n izab a con sarcasm o que las m ujeres sólo sirven para la casa y qu e h asta en eso son in ú ti­ les. A sí que el em p eñ o de su m adre fue d em ostrar a su m arid o que la valía de u na m u jer era p or lo m en os igual a la de un h o m b re y decidió qu e su h ija p equ eñ a Luisa debía ten er éxito p ro fesio n al­ m ente.

C onsiguió convencerla de que estudiase u na carre­ ra trad icion alm en te m asculina. En su paso p o r el colegio y el institu to h ab ía obtenid o u nas califica­ ciones destacables, así que su m adre se em p eñ ó en que se m atriculase en la Escuela de Ingenieros de M inas en O viedo. El m otivo de la elección no aludía a ninguna causa en especial, m ás allá de entregarla a un cam po de b atalla óp tim o para la consecución de su p rop io objetivo, en la pugna psicológica que m antenía con su m arido. Luisa se convertía u na vez más en m oneda de cam b io de una relación cond e­ nada al fracaso desde qu e com enzó. Ella, p or propia iniciativa, nunca hu b iese escogido esa carrera.

XB

N o fueron años fáciles los que pasó en la facultad. Siem pre rodeada de h o m b res que se em p eñ aban en fijarse en ella com o un chico más. En un principio echaba de m en os el p u nto de vista fem en in o de las cosas, aqu ellos m atices que h acen que m ujeres y h o m b res vean las m ism as cosas de m odos distintos. C on el tiem p o se d ejó llevar, quizá in co n scien te­ m ente, p or un am bien te p len am en te m asculinizado y em pezó a adop tar costum bres y la form a de enten­ der la vida que los chicos tien en a los veintip ocos años.

Luisa nunca fue agraciada físicam ente, pero tam ­ p oco se pod ía decir que fuera fea. Lo cierto es qu e su propia con d ición física u n id o a su poca habilidad para sacar el m áxim o partido de su m ediocridad estética, la convertían en u na m u jer p oco o nada atractiva. En su paso p or la facultad esto fue quizá

cas m onas, co h ib ió a Luisa de acercarse a ellas. Y a ellas de solidarizarse con quien podría significar la ruptura de aquel triángulo tan arm ón ico de belleza.

p r o t a g o n is t a s

más en toda la facultad, form asen un grupo de ch i­

L os

El h ech o de que sus pocas com pañeras, sólo tres

I Pa rte.

más una ventaja que un in convenien te.

19

tu

clase no se fijaran en ella com o mujer, sin o qu e la acogiesen com o un com pañero m ás, facilitó el que

S alta

so m bra

Por otro lado, el h e ch o de que sus com p añeros de

se centrase en lo qu e realm en te im p ortab a y su ren­ d im iento en los estudios durante toda la carrera fue­ ra francam en te espectacular.

Poco a p o co y casi sin darse cuenta, siguió con su propia m etam orfosis y adoptó tam b ién la form a de vestir de los chicos, su m anera de h ab lar e incluso algunos gestos. En un in ten to de acercam iento in ten tó m im etizar con un colectivo que nunca abrió sus puertas del tod o a Luisa. Resultaba difícil para ellos ver un h o m b re donde sabían que h ab ía una m ujer y u na m ujer donde físicam ente parecía que había un hom bre.

En aqu ellos años Luisa se sintió m uy sola. La socie­ dad que se desarrollaba entre aquellas cuatro pare­ des era, au nqu e nad ie lo recon ocía abiertam ente, trem endam ente m achista y conservadora.

D u ran te to d o aquel tiem p o su frió varios altib a jo s en su re n d im ie n to y estuvo ten tad a en ab an d on ar la carrera en varias ocasion es, esp ecialm en te entre el segundo y el tercer año. A quellas conversaciones

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con su m adre en los m o m e n to s en que to d o aqu el esfuerzo parecía no ten er sen tid o siem p re acab a­ b an con un reco rd ato rio de aqu el «vamos a dem os­

trar a tu padre que las mujeres valem os más de lo que él pien sa...». Luisa siem p re volvía a la facu ltad c o n ­ vencida de que lo debía hacer p or su m adre, p or la dignidad de las m ujeres o p or la in to le ran cia de los hom bres. N unca volvía p en san d o que entre tod as las razon es p osib les ta m b ié n lo estaba h acien d o por sí m ism a.

C uando se licen ció no le faltaron algunas buenas ofertas de trabajo.

Luisa h ab ía estado pensan d o durante los últim os m eses en la facultad que una vez acabase le encanta­ ría tom arse un año sabático para pod er descansar y desconectar de un m undo totalm en te alejad o de su auténtica vocación. D arle form a a esta idea h ab ía

cuando parecía que sus fuerzas se estaban agotando.

I Pa rte.

significado su ú nica fuente de energía e ilu sió n

L os

bién de ingenu a, así que explicó, en casa, con cierto orgullo y con el objetivo de alim en tar su prop io ego, que le h ab ían h ech o algunas ofertas de em pleo.

p r o t a g o n is t a s

Todo lo que Luisa tenía de in teligen te lo tenía tam ­

21

tu

decisión de Luisa de tom arse un añ o sabático al ter­ m inar la carrera. Veía en esta circunstancia u na am e­

S alta

so m bra

Su m adre nunca h ab ía visto con b u en o s o jo s la

naza a la continuidad del éxito de su h ija, m ás que la oportunidad de reconciliarse con ella y de que tuvie­ se tiem po para tom ar u na decisión m ucho m ás refle­ xionad a sobre su futuro.

U na vez m ás, de una m anera tan in teligen te com o perversa, logró que Luisa renu nciase a sus propios proyectos y a sus conviccion es personales, y aceptase una de aqu ellas ofertas de em pleo.

La empresa que le ofreció las m ejores condiciones fue una im portante ingeniería con sede central en Madrid e im plicada en proyectos m ineros en distintos países.

El trab ajo era acorde con su situ ación actual y con su especialidad. El sueldo que le ofrecieron no esta­ ba equilibrado con el interés qu e la em presa dem os­ tró p or Luisa desde que tuvieron el prim er contacto. O tros m otivos la m ovieron a aceptar aquella oportu ­ nidad. En prim er lugar la in sisten cia de su m adre y en segundo la oportunidad de volver definitivam en­ te a M adrid después de u n os cuantos añ o s h acié n ­ dolo sólo p or vacaciones.

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En un principio desem peñó tareas m ás o m enos m tinarias y durante los tres prim eros años el talento que depositaba en cada u n o de aqu ellos proyectos en los que participó siem pre se lo acababa atribuyendo alguien que tenía m ás galones que ella, m ás tiem po en la empresa o, sencillam ente, m ás caradura.

A pesar de participar en algunos trab ajo s interesan­ tes y de m uchísim a com plejidad, su lab o r en la empresa nunca consiguió robarle el corazón. Por este m otivo careció de aspiraciones concretas que le p lan ­ teasen retos m ás atractivos. Su trab ajo se lim itab a a p on er su talento y su im agin ación allá donde le pe­ dían y a ejecutar en el tiem po estipulado. Todo esto no pasó desapercibido a su jefe de departam ento que observaba con preocu pación que su entusiasm o no acom pañase a su talen to. Siem pre creyó que Luisa, que ya lo estaba haciendo m uy bien, podría hacerlo aún m ucho m ejor. Y que su m eticulosidad y su enfo­

lidades significativas a la hora de dirigir un equipo.

I Pa rte.

que siem pre constructivo de las dificultades eran cua­

L os

viviendo en casa de sus padres y m an ten ien d o sus am istades en M óstoles. Por aquel entonces, la rela­ ción entre sus padres era m ucho m ás tran quila y

p r o t a g o n is t a s

Luisa llevaba una vida personal tranquila, seguía

23

so m bra

basada en la in d iferen cia. Aquella relación carecía

tu

estrictam ente necesarias. Este h ech o en sí m ism o

S alta

suponía tod o un avance para el am bien te dom ésti­

totalm en te de com u n icació n excepto para las cosas

co. Era m en os v io len to ver a dos personas sentadas delante del televisor sin decir nada, que dos perso­ nas discutiendo tod o el santo día. El padre de Luisa era ahora m ucho m en os gruñón, su m adre decía que era porqu e am bas le h ab ían dado u na cura de h u ­ m ildad. Luisa p ensaba que, sencillam ente, se estaba hacien d o mayor.

D esde que era m uy joven, Luisa dedicaba algunas tardes entre sem ana y tod os los sábados del año a colab orar en un centro de acogida de n iñ o s huérfa­ nos. Esta din ám ica só lo estuvo interrum pida parcial­ m ente durante su exilio en O viedo ya que aquellos años ú n icam en te participó en las actividades qu e se realizaban en verano.

La verdadera Luisa, su entusiasm o, su fantasía, su dulzura y su am or p or el p rójim o, reaparecían cuan­ do entraba p or la puerta del C entro. Era com o si una bocanad a de aire fresco invadiera aquel recinto. Los n iñ os corrían au tom áticam en te hacia ella, la rodea­ ban y la abrazaban im p id ién d ole el paso hasta que

ZH

abría el b o lso y repartía aquel m o n tó n de caram elos que ellos siem pre esperaban.

C uando su Jefe le planteó que h ab ía pensado en ella para la D irección de Proyectos Internacionales no supo cóm o reaccionar. H abía entre sus em o cio­ nes algo de ilu sión p or el reconocim iento a su traba­ jo que suponía el ofrecim iento. C on aquella ilu sión tam bién coh ab itab an ciertos m iedos. Era consciente de que el m otivo que había h ech o renunciar a sus predecesores había sido el alto desgaste personal que suponían los innu m erables viajes. D ebía viajar por tod o el m undo, pero especialm ente p or Latinoam éri­ ca. N inguna de aqu ellos desplazam ientos b ajab a de las tres sem anas. Todo ello suponía alejarse m ucho de su fam ilia y sobre tod o de los niños del Centro.

Aceptó el cargo d ejánd ose seducir p or la cifra que su jefe an o tó en un papel y le acercó de m anera casi

tal esfuerzo durante un m áxim o de tres años.

I Pa rte.

indiscreta. Se dijo a sí m ism a que sólo se perm itiría

L os

m anera ejem plar, consiguiendo con éxito participar en proyectos de gran envergadura. A um entó sus ingresos de m anera espectacular, lo cual le perm itió

p r o t a g o n is t a s

Los siguientes años Luisa ejerció su fu n ción de

25

so m bra

comprar, dando una b u ena entrada y con la ayuda de

tu

costaba u na fortuna y que esperaba ocupar en cuan­

S alta

to tuviese tiem po para am u e b la ry decorar a su gusto.

la correspondiente hipoteca, un piso céntrico que

Pasaban las sem anas sin que acudiese al C entro y en la correspondencia que se in tercam b iaban siem ­ pre se echaban de m enos.

Llevaba dos años y m ed io ejerciendo su nueva fu n­ d ó n y ya estaba negociand o su regreso definitivo a M adrid y un nuevo puesto dentro de la Organizad ó n cuando se enteró p or la prensa, en u n o de sus viajes, que su empresa h ab ía sido absorbida p or su principal com petidor. Las restantes dos sem anas que pasó en Venezuela fueron una auténtica agonía pues p or teléfo n o su jefe se em p eñaba en decirle que es­ tuviese tranquila, que tod o continu aría igual que hasta entonces. Para Luisa, aquellas palabras tran­ quilizadoras entraban en contrad icción con el m odo en que se las decía. Su ton o de voz delataba que no le estaba diciendo toda la verdad.

C uando regresó a M adrid sus sospechas se h iciero n realidad. Su jefe fue el encargado de darle la noticia. Su puesto ib a a ser am ortizado.

2b

M iguel es fu n cio n ario y lleva doce añ o s trab ajan d o en un p eq u eñ o A yuntam iento en la zon a norte de Segovia. Fu ncion ario m ás p o r vocación fam iliar, que n o personal, ya que su padre, abu elo, b isab u e­ lo y varios fam iliares m ás tam b ién lo fueron o lo eran. D esde p eq u eñ o su padre le persuadió de que en la vida hay que m irar p or la seguridad y que ésta te la da u na op o sició n . Toda la edu cación que reci­ b ió desde su a m b ien te fam iliar se orien tó h acia una alta d isciplina escolar. Su ren d im ien to en los estu­ dios nunca fue espectacular. M iguel no era el n iñ o prodigio que sus padres h a b ía n plan ead o, así que sus carencias se veían, de alguna m anera, com p en ­ sadas con sesion es in term in ab les de estudio que ellos, p or turnos, se encargaban de fiscalizar.

Cuántas veces sus am igos del barrio vinieron a bus­ carle para jugar en la calle y se tuvieron que marchar ante la negativa, una vez más, de «Miguelito no puede

de principios de verano, p or la ventana abierta de su

Miguel fue aprobando las asignaturas com o quien cam ina descalzo p or un cam ino em pedrado. Esfuerzo

p r o t a g o n is t a s

chicos que corrían sudorosos tras un b alón en la plaza.

L os

habitación convivían la brisa cálida y las voces de los

I Pa rte.

que está estudiando». Durante el resto de aquellas tardes

27

so m bra

y dedicación fueron sus aliados, a la vez que sus ene­

tu

ron de contar con él para sus alineaciones en la plaza.

S alta

migos, en una infancia difícil en que sus am igos deja­

Sus padres se sentían orgu llosos y reforzaban el es­ fuerzo de M iguel con regalos que siem pre perm itían un estudio m ás confortable. Carpetas, diccionarios, un nuevo escritorio, lápices y bolígrafos que nunca faltaban.

M iguel se debatía entre el respeto y la credibilidad de u n os padres que sólo querían lo m ejor para él, y sus ganas de ser n iñ o , de jugar, de hacer travesuras y, p or qué no, de pavonearse ante las n iñ as com o sus am igos ya em pezaban a hacer. P or aquel entonces tenía 13 años.

El paso al Institu to siguió u na din ám ica parecida a los años anteriores en la escuela. El grupo de los que h ab ían sido sus am igos y com p añeros de aula se dis­ gregó y sólo u na parte dieron el salto al Bachillerato. A lgunos se orien taron m ás hacia la Form ación Pro­ fesional y otros pasaron directam ente al m undo laboral. Todos ellos u n os futuros perdedores desde el retrógrado p u nto de vista de los padres de M iguel, que seguían alen tán d ole que un proyecto de futuro

2B

b ien diseñado pasa necesariam ente p o r conseguir un trab ajo en propiedad para el resto de tu vida.

M iguel veía a sus padres felices y contaba con u nos referentes sólid os, un contexto fam iliar b ien estruc­ turado y u na estabilidad económ ica. Así qu e seguía confian d o casi p len am en te en el criterio y las elec­ ciones que desde fuera se h acían para él. N unca echó de m enos, quizá porque no lo tuvo, el que alguno de ellos le preguntase qué le apetecía hacer o ser en la vida.

En el segundo año del Instituto co n o ció a Lucía. Era guapa y vestía de u na m anera un tan to extrava­ gante. C oin cid ieron en la m ism a clase y desde el pri­ m er día ella se fijó en él. M iguel ign oró durante un tiem po el interés qu e despertaba en ella.

Se h ab ía estirado y su figura se h ab ía estilizado.

regordete de cabello lacio y m irada perdida, a un ch i­

pañeros de clase. Era com o si tod os estos cam bios que su cuerpo experim entó durante aqu ellos m eses le hu biesen pasado p or com pleto desapercibidos.

p r o t a g o n is t a s

saba al m en os en un p alm o a cualquiera de sus com ­

L os

co de constitu ción atlética y u na altura que sobrepa­

I Pa rte.

Casi sin darse cuenta h ab ía pasado de ser aquel niño

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do en su propia intim idad y en sus libros.

S alta

tu

so m bra

Seguía siendo el chico de la m irada perdida encerra­

Precisam ente fue esta m ezcla de fortaleza física y debilidad de espíritu, esa m irada in cap az de aguan­ tar dos segundos otra m irada, esa tim id ez que le incap acitaba en la m ayoría de sus relaciones, lo que hizo que Lucía se fijase en él.

Pasaron algunos m eses hasta que, alertado por Julián, el fo llo n e ro nú m ero u n o y u na de las m entes más privilegiadas de clase, se dio cuenta de que la chica m ás atractiva de segundo de BUP, y puede que de tod o el Instituto, se estaba fijan d o en él.

D urante un tiem p o se dedicaron m iradas furtivas que producían en M iguel sen sacion es contradicto­ rias entre vergüenza, ilu sió n y m iedo. Aquel in icio de primavera, Lucía se le acercó y le pid ió u na cita.

M iguel no sabía dónde m eterse, y m iraba a su alre­ dedor con tem p lan d o cóm o el resto de la clase aten­ día disim u lad am en te cuál sería el desenlace de tan in có m od a situación. Lucía que se acogió al principio de que «quien calla, otorga» to m ó su silen cio com o un sí y le ofreció un lugar y una hora.

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El resto de aquella tarde, la clase de quím ica, M i­ guel la experim entó dentro de su prop io cuerpo.

Acudió a aquella prim era cita com o quien está a p u nto de com eter su prim er delito. Intuía que sus padres nunca verían con b u en o s o jo s que sacrificase una tarde de estudio para salir a divertirse, especial­ m ente cuando se acercaban los exám enes de la ú lti­ ma evaluación. Les h ab ía m entido dicien d o que pa­ saría la tarde en la b iblioteca.

A quella tarde fueron al cine, com ieron palom itas, y a la salida pasearon m ientras se contaron algunos aspectos sobre aqu ello que acontecía en sus vidas fuera del Instituto.

M iguel estaba em o cion ad ísim o y p or la n o ch e no durm ió, in ten tó estudiar para recuperar el tiem po perdido y reconciliarse con su m ala con cien cia por

das en los que Lucía y M iguel vivieron un rom ance adolescente que, evidentem ente, acabó repercutiendo en los resultados de sus exám enes. Nada les im portó

p r o t a g o n is t a s

curso fueron un recopilatorio de m entiras y escapa­

L os

Los m eses que separan la Sem ana Santa del final de

I Pa rte.

m entir a sus padres, pero no pudo.

31

so m bra

m ientras aquello duró. Y a pesar de que el sentido de

tu

hizo que se reuniesen a estudiar ju n tos algunas tardes

S alta

de fin de sem ana, la práctica es que, aquellos encuen­

la responsabilidad que se tiene a los qu ince años, les

tros de primavera, la efervescencia horm on al siem pre podía más que el latín o las m atemáticas. Los padres de am b o s fueron llam ad os a filas p or la tutora de la clase, una señora b ajita y regordeta que siem pre estaba de m al hum or. Se llam ab a Margarita aunque se hacía llam ar M argaret y era la profesora de Inglés. A llí se con o cieron am bas parejas de progenitores con sus correspondientes h ijo s irresponsablem ente enam orados. Fu ncionario del Estado y Señora, y T eniente de la Guardia Civil y Señora, se entendieron de m aravilla tras escuchar la versión de los h ech o s de M argarita y acordaron, sin escuchar qué o p in ab an sus h ijo s de los argum entos expuestos, que aquella relación no podía con tin u ar y qu e Lucía y M iguel no se volverían a ver fuera del Instituto. D e un m odo tan autoritario com o perverso y tom an d o com o aliad o el alejam ien to forzoso que

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provocaban las vacaciones de verano, la relación se enfrió durante aqu ellos m eses. Lucía no ingresó de nuevo en el Instituto ya que un traslado inesperado del T eniente les alejó definitivam ente.

Aquel verano sus vidas tom aron cam in os separa­ dos y aqu í acabó la ú nica historia de am or que M iguel decidió guardar entre sus recuerdos. M iguel aprobó en septiem bre p or la m ínim a.

C om o aquellas h istorias que a pesar de acabar per­ m anecen escondidas en algún lugar de nuestra m en­ te m ás inconsciente, M iguel no m ostró, en ningún m om en to, resen tim iento h acia sus padres. Se volcó una vez m ás en com placer las expectativas y espe­ ranzas que h ab ían depositado en él. Siem pre escon­ didas tras el prop ósito de que pretendían lo m ejor para su futuro.

dad fueron tiem pos de calm a y com placencia.

merecer. Sus calificaciones cada día eran m ejores aunque siem pre acom pañadas de m uchísim as horas encerrado en su cuarto o en la b ib lio teca.

p r o t a g o n is t a s

nicas de estudio estaban dando los frutos qu e creía

L os

M iguel veía cóm o su alta disciplina y sus propias téc­

I Pa rte.

Los años de Bachillerato y el acceso a la universi­

33

tu

el tiem p o estipulado. Sus padres estaban encantados y creyeron que M iguel m erecía un bu en regalo.

S alta

so m bra

Se m atriculó en D erecho y sacó su licenciatura en

Aquel día heredó el flam an te RENAULT 12 S que su padre guardaba, oro en paño, en el garaje.

A partir de aquí, el tiem p o pasó m uy deprisa, M i­ guel ya tenía 2 3 años, m edía 1 ,8 5 . Sus in fin itas h o ­ ras sentado ante los libros, y la ausencia de ejercicio físico h ab ían pasado factura a su m orfología. H abía engordado y se estaba quedando calvo. Todas estas secuelas de la inactividad se in crem entaron el año que pasó preparando las oposiciones.

A probó con b u ena nota y M iguel se consagró com o el p rototip o de h ijo que sus padres h ab ían m eticulosam ente diseñado a lo largo de los años.

M iguel consiguió su plaza de adm inistrativo en el A yuntam iento y a llí trabaja desde h ace seis años encargándose de la recaudación de los im puestos m unicipales.

Vive só lo acom p añad o de sus libros y sus rutinas. N unca se volvió a enam orar y se considera u na per­ sona infeliz.

34

Ana nació en 1 9 6 4 en un pu eblo agrícola de Sevilla y es psicóloga. T iene un h erm an o, Javier, cinco años m ayor que ella que es in geniero agrón om o y que se ha convertido en el relevo generacion al de su padre en la explotación de las tierras que la fam ilia posee desde h ace tres generaciones. El b isabu elo que h ab ía trabajad o

duram ente

com o

jorn alero

consiguió

ganárselas a su patrón en u na reñida partida de car­ tas que duró u na n o ch e entera y varias b o tellas de vino. D esde entonces, aquella finca pasó a prop ie­ dad de la fam ilia Jim énez.

Ana nunca se sintió atraída p or el cam po y siempre renegó de lo vulgar del m undo rural. Tuvo una in fan ­ cia fácil cargada de caprichos consentidos. Asistió a un bu en colegio, se relacionó con otras niñas pertene­ cientes a las fam ilias adineradas de la com arca. Creció en un entorno excesivamente permisivo donde obtu ­ vo lo que deseó cuando lo quiso. Vestía a la m oda y

los dieciocho, nunca faltaba dinero en su cartera ni un

Un bu en día, b ien entrada ya en la adolescencia, se dio cuenta de que cada vez que se encaprichaba con

p r o t a g o n is t a s

y conversaciones propias de u na vida sin necesidad.

L os

m on tó n de am igos con los que com partía m om entos

I Pa rte.

siempre de marca, tuvo m oto a los catorce y coche a

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Pero n o le dio m ayor im portancia.

S alta

tu

so m bra

algo, cuando lo conseguía, dejaba de darle valor.

Tenía frecu entem en te discusiones tan to con su h erm an o com o con su padre respecto a esta visión tan p oco m adura de la vida. Ellos h ab ían trabajado duro para convertir aquellas tierras en un negocio próspero y rentable. H ab ían apostado p or algo que de entrada prom etía poco, h a b ía n arriesgado y se h ab ían dem ostrado a sí m ism os que en esta vida las oportunidades cuando aparecen hay que aprove­ charlas, y que con esfuerzo y predisposición se pue­ den conseguir grandes cosas. Ellos no enten d ían que Ana no diese valor a tod o ello y se lim itase con stan ­ tem ente a renegar de su origen agrícola y a u tilizar la econom ía fam iliar, con el apoyo de su madre, en fines exclusivam ente lucrativos.

«No le deis importancia», m ediaba la m adre en aquellas discusiones, en un afán de p roteccion ism o. Ana se refugiaba en esos m om en tos tras la figura m aterna interpretando a su m odo y reforzándose a sí m ism a en determ inadas actitudes.

Ana fue desde pequ eña indecisa y lo dem ostró especialm ente en su juventud.

3b

Su m ejor amiga era Carmen. Se habían conocido en el colegio y eran inseparables. Era una chica de fam ilia acom odada que poseía toda la madurez y seguridad en sí m ism a que a Ana le faltaba. Eran totalm ente com ­ plementarias. Ana encontraba en Carm en la terapia a sus propias carencias, sus com plejos y sus m iedos.

Ana decidió estudiar Veterinaria porque era la carrera que h ab ía elegido C arm en siguiendo la lla­ m ada de su prop ia vocación. Era u na gran am ante de los anim ales.

Ana detestaba a los an im ales y ab an d o n ó la carre­ ra antes de acabar el prim er curso. Su m adre la ju sti­ ficó aludiendo a que tod o el m undo tien e derecho a encontrar su cam ino, y que no siem pre se elige el co­ rrecto desde el prim er m om en to.

Aquí se separaron lo s cam in os académ icos de las

m en abría las puertas a su propia libertad. Creía h ab er encontrado la vocación p or la abogacía en las series de la televisión.

p r o t a g o n is t a s

ya no estar cond icionad a p or la trayectoria de Car­

L os

Ana decidió m atricularse en D erecho. El h ech o de

I Pa rte.

dos amigas, au nqu e no p or ello su am istad.

37

tu

caciones m uy satisfactorias. Estaba conten ta y en su casa tam b ién . Parecía, p or fin, que estaba m aduran­

S alta

so m bra

A cabó el prim er curso con éxito y con u nas califi­

do y que em pezaba a saber lo que quería. Su madre aprovechaba para justificar an te su m arido y su h ijo , tod os los añ o s de apoyo in co n d icio n a l que h ab ía dado a Ana, en un alarde de dem ostrar que h ab ía ga­ nado u na apuesta que nunca nadie hizo.

Aquel in icio de verano su padre sufrió un infarto m ientras conducía el tractor. Se dirigía a casa para com er, tras u na m añana de trab ajo b a jo un calor insoportable, y cayó fulm in ad o con un in ten so do­ lor en el pecho.

H abía gozado siem pre de u na salud de hierro. Siem pre presum ía que la últim a vez que h ab ía ido al m édico, h ab ía sido de la m an o de su madre. Creía recordar que entonces tenía siete años.

Lo inesperado de la situ ación les cogió totalm en te desprevenidos. Sab ían lo que era prepararse para la m uerte de un ser querido y lo h ab ían experim entado tras la larga enferm edad que sufrió el abu elo. En aquella ocasión frieron m u chos m eses de convivir con la agonía y el sufrim iento de u na persona cuyo

38

desenlace estaba m ás que anu nciad o. H ubo m ucho tiem po para asum ir que el abuelo les dejaba y para entender que, en su situ ación, lo m ejo r era que suce­ diese cuanto antes.

Ana decía que el tiem p o les h ab ía jugado esta vez una m ala pasada.

A quel m ism o día, durante el desayuno, padre e hija h ab ían tenid o u na discusión. Lo que em pezó siendo un p equ eñ o in tercam b io de p u ntos de vista sobre una de las no ticias que un grupo de tertulia­ nos debatían en la radio, fue ganando en intensidad y se convirtió en un airado enfrentam iento verbal. Ana lo acabó solu cion an d o del m odo habitu al, especialm ente porque sabía que su padre no lo so­ portaba y lo consideraba de m uy m ala educación. Se levantó de la m esa y se m archó tras un fuerte porta­ zo que dejó a su padre con la palabra en la boca.

m irada de aquel chico que algo grave h ab ía pasado y corrió hacia el despacho de conserjería y hacia el teléfon o qu e le facilitaron. La voz entrecortada de su

p r o t a g o n is t a s

debía llam ar a casa urgentem ente. Ana leyó en la

L os

la facultad interrum pió la clase y an u n ció que Ana

I Pa rte.

A prim era hora de la tarde u n o de los conserjes de

39

so m bra

herm an o le cayó com o u na losa encim a. El prim er

tu

teléfon o fue el episodio de la m añana en el desayu­

S alta

no y la cara de su padre cuando Ana se dispuso a dar

pen sam ien to que le vin o a la cabeza tras colgar el

p or acabada la discusión. El sen tim ien to de culpabi­ lidad que experim entó en aquel m om en to la dejó paralizada m ientras se odió a sí m ism a.

El sh ock qu e sufrió la fam ilia afectó a sus em o cio ­ nes, a su convivencia y a su estructura, que quedó gravem ente resentida. El padre representaba un refe­ rente im p ortan te y el principal canalizad or en m uchos aspectos. H u bieron de pasar algunos m eses hasta que los nuevos roles que tuvieron que asum ir consiguieron equilibrar de nuevo la convivencia.

Ana se encerró en casa tras volver del entierro m ientras se dejaba con su m ir p or un recurrente p en ­ sam iento que n o paraba de golpear su m ente y que le im p o sib ilitab a volver a hacer u na vida dentro de la norm alidad. Estaba convencida de que si n o h u ­ biesen discutido aquella m añana, su padre seguiría vivo.

Aquel nuevo curso no volvió a la universidad. Inten­ tó hacerlo en varias ocasiones, pero con sólo acercarse

40

se le aceleraba el corazón y se le dificultaba la respira­ ción hasta el punto de tener que salir corriendo inca­ paz de aguantar la opresión que sentía en el pecho.

Em pezó a ten er m iedo de que, lo que su m édico diagnosticó com o crisis de ansiedad, se pudiera repetir en otras circunstancias. D ejó de cond ucir y al tiem po de salir.

Desde la seguridad que ofrecían las cuatro paredes de su casa em pezó a interesarse p or com prender qué era lo que le estaba pasando. Así em pezó su prim er contacto con la p sicología. Poco a p oco su interés fue aum entando y ayudada p or los libros de la b ib lio te ­ ca que C arm en le llevaba a casa se fue apasionando con una ciencia que conseguía atraerla cada día más.

Entendió que existen determ inados p rocesos psi­ cológicos que h acen que las personas asociem os

sensaciones, em ociones, etc. Supuso qu e en el m o­

lugar en que se p rod ujeron y que éste podría ser el m otivo p or el cual al acercarse a la facultad se m a­ nifestaban sus ataques de ansiedad. C onclu yó que

p r o t a g o n is t a s

seguram ente sus sensaciones quedaron u nidas al

L os

m ento que le com un icaron la m uerte de su padre,

I Pa rte.

in co n scien tem en te personas, m om entos, lugares,

41

tu

gún otro lugar y no ten ían p or qu é suceder y que quizá era su prop io m iedo a que pasase lo que en

S alta

so m bra

ciertam ente las crisis no se h ab ían producido en n in ­

realidad provocaba que sucediese.

Todas estas reflexiones nacidas de sus lecturas y corroboradas en su m ayor parte con su terapeuta le aportaron cierta dosis de tran qu ilid ad au nqu e no le dieron la fuerza suficiente para atreverse a h acer una vida n orm al.

H abiend o ab an d on ad o definitivam ente el D ere­ cho, se m atriculó en Psicología p or la Universidad a D istancia. Esto le perm itía estudiar p or prim era vez algo qu e parecía apetecerle realm ente, cubriendo el objetivo de m antenerse en un entorno que le apor­ taba seguridad.

Los m eses fueron pasando y Ana fue aproband o asignaturas. C on m ucho esfuerzo p or su parte y la insistencia p rin cip alm ente de C arm en em pezó a salir de casa a lugares no m uy lejanos, y siem pre acom pañada de alguien de su entera confianza. Sus m iedos fueron rem itiendo con el pasar del tiem po al no producirse ninguna nueva crisis de ansiedad. A um entó la confianza en sí m ism a y su grado de

42

au tonom ía. T anto su fam ilia, com o C arm en, esta­ ban encantad os de ver sus progresos y orgullosos de que Ana hu biera superado algo que la h ab ía im p o si­ b ilitad o durante m ucho tiem p o.

Los ú ltim os dos cursos de la carrera los acabó asis­ tiendo a clases presenciales. N unca se atrevió a acer­ carse al edificio de la Facultad de D erecho. S ó lo p en ­ sar en él le producía taquicardia.

Ana lleva los dos ú ltim os años in ten tan d o conse­ guir una plaza de psicóloga clínica en algún centro no dem asiado alejado de Sevilla. Ha realizado diver­ sos trab ajos tem porales en diferentes hospitales. Se viene presentando a todas las op o sicio n es que sur­ gen. La últim a la term inó en diciem bre del añ o pasa­ do y la sem ana pasada se enteró de que la h ab ían vuelto a tumbar.

p eor nunca se decepcionaba y esto le h ab ía ayudado

peranza distinta. La no ticia del suspenso h izo aflorar pensam ientos y sensaciones que h acía tiem po no ex­ perim entaba.

p r o t a g o n is t a s

pendido. Sin em bargo, en esta ocasión tenía una es­

L os

a sobrellevar las veces anteriores que la h ab ían sus­

I Pa rte.

Ú ltim am en te h ab ía aprendido que pensan d o lo

43

Jordi h ace m eses que le da vueltas a su cabeza. Su vida no tien e sentido, h a perdido lo que m ás quiere en este m u n d o sólo porque él no h a sabid o en co n ­ trar nuevos alicientes. H oy h a to m ad o la decisión de acabar con to d o su sufrim iento. Son las 4 horas, 22 m inutos y diez segundos, y se decide a apretar el ga­ tillo. Se oye el ruido seco de la b a la ...

Luisa no h a conseguido recuperarse de la noticia. Su Jefe, que tan to la h ab ía apoyado, y qu e represen­ taba para ella un referente im p ortan te la h a defrau­ dado totalm ente. Lleva u na sem ana encerrada en su piso aún p or am u eblar entre la frialdad de sus cuatro paredes y acom pañada só lo p or las cosas m ás b ási­ cas. N o sabe cóm o pagará ahora su hipoteca. C on si­ dera que tod o su esfuerzo no h a valido para nada. Son las 4 horas, 2 2 m inu tos y diez segundos. En ese instante decide disparar. U n in m en so alivio recorre su cuerpo.

lectura que tan b u en o s m o m en to s le h ab ía h ech o pasar. Esa n o ch e su dosis de som n íferos h a sobrep a­ sado en orm em en te la prescripción de su m édico. A

p r o t a g o n is t a s

parece tener sentido. Ni tan siquiera su afición a la

L os

una depresión desde h ace 4 meses. Nada le llen a ni

I Pa rte.

M iguel no sabe qué hacer. Arrastra, sin saberlo,

45

so m bra

pesar de ello no consigue dormir. Son las 4 horas, 2 2

tu

Todo ha acabad o p or fin.

S alta

m inu tos y diez segundos cuando decide apretar.

Ana no sabe cóm o decirles a su m adre y a su her­ m ano que la h a n vuelto a suspender. N o puede so­ portarlo. Su autoestim a está p or los suelos y em pie­ za a sentir u na opresión en el p ech o y com o le falta la respiración. Está m uy asustada y cree que será in ­ capaz de pasar de nuevo p or esa situ ación. Ha to m a­ do la decisión. N o quiere seguir siendo un lastre pa­ ra su fam ilia. Son las 4 horas, 2 2 m in u tos y diez segundos y decide acabar de una vez. Siente que se han acabad o tod os sus m ales.

46

A las cuatro horas, 2 2 m inu tos y 11 segundos los cuatro despiertan tem blan d o. Les suda la piel. Un escalofrío recorre sus cuerpos m ientras in ten tan vol­ ver a la realidad y descubren que tod o h a sido una terrible pesadilla. U n sueño tan real que aún sienten el frío m etal de la pistola aferrado a su sien.

N o pueden volver a dormir, m ientras siguen tu m ­ bados en la cam a repasando su pasado, recordando su vida y todas las circunstancias que les h an llevado al pu nto de so ñ ar que acababan con su vida.

En un in ten to de rom p er con aqu ellos p en sam ien ­ tos decidieron encender la radio y, com o un capri­ cho del destino, aquellas voces arm oniosas eclipsa­ ron op ortun am en te la aten ció n de Jordi, Luisa, M iguel y A na. Se sintieron atraídos p or las explica­ ciones que em ergían de la radio y que consiguieron evadirles aparentem ente de las secuelas de sus pesa­ d illas...

II PARTE

LR ENTREUISTR

Buenas noches amigos oyentes. Recientemente se ha publicado un estudio en el cual se preguntaba a personas que han pasado de los setenta años que si tuviesen una segunda oportunidad y pudiesen rebobinar su vida como una cinta de vídeo, ¿QUÉ CAMBIARÍAN?

Los resultados del estudio ofrecían conclusiones muy curiosas ya que la gran mayoría de los encuestados daban respuestas muy homogéneas. M uchos de ellos contestaban que si tuviesen la oportunidad de volver a vivir sus vidas, sin lugar a dudas:

L a Eí

«H abrían disfrutado m ás de las pequeñas cosas»

II P a r t e .

«H abrían asum ido m ás riesgos»

«H abrían sido m ás provechosos» «HABRÍAN ELEGIDO MEJOR»

sx

tu

ma de Raúl P. y Carlos V. ambos exdirectivos de em­ presas importantes y jubilados desde hace varios años.

S alta

so m bra

Esta noche contamos con la presencia en el progra­

Actualmente ejercen como asesores externos en algu­ nas compañías. Con ellos pretendemos debatir esta cuestión. Buenas noches, señores. ¿A qué creen que se deben estas respuestas?

Resulta fra n ca m e n te cu rioso el h e c h o de q u e las p erson as vivam os u n a vida llen a de op o rtu n id ad es perdidas en la qu e co n sta n te m e n te n o s d am os cuenta de h a b e r d ejad o

pasar las cosas só lo

cuando ya so n irrecu p erab les. C o n sid eram o s qu e el estud io p o n e de m an ifie sto la necesidad de to m ar d e cisio n e s im p o rta n te s en la vida cuando éstas aú n p u ed en p asar a fo rm a r p arte de nuestras acciones.

Existe un p u nto crítico en la conducta h u m an a que está m arcado p or el h ech o de «en qué m om en to» una persona decide pasar de la in te n ció n a la acción. S o m o s seres privilegiados que vivim os en una tierra llena de oportunidades donde con stan tem en te nos

52

llen am os de bu en as in ten cio n es que pocas veces se convierten en acciones.

¿Por qué opinan que somos seres privilegiados?

A fortunadam ente para nosotros, au nqu e lam en ta­ b lem en te para otros, la m ayoría de las personas que estam os en estos m o m en to s escuchando este pro­ grama p od rem os considerarnos personas privilegia­ das. ¿Por qué? La respuesta es b ien sencilla h em o s nacido en un país civilizado, h e m o s recibid o una educación adecuada, h e m o s pod ido desarrollarnos com o personas en un en to rn o seguro y h em o s p od i­ do acercarnos a un ideal de persona que h em o s ido forjand o a lo largo de nuestro paseo p or la vida. Todos tenem os la oportun id ad de tener éxito en la vida.

¿Qué entienden ustedes por tener éxito en la vida?

des no significa evocar el v iejo sueño am ericano tan

m ente patente aqu ello de «el éxito a cualquier precio»,

L a Eí

desgastado p o ru ñ a sociedad donde resulta especial­

II P a r t e .

A firm ar que vivim os en la tierra de las oportun ida­

sino porque cuando h ab lam o s de éxito, enten dem os que la palabra con tien e m uchas m ás con n otacion es

53

fam a o el dinero.

S alta

tu

so m bra

que trascienden a la pura con secu ción del poder, la

El éxito, en nuestra form a de entender, es todo aquello que acerca u na persona a su prop io ser ideal. Siem pre que lo deseem os nos pod em os convertir en protagonistas de nuestro p rop io destino.

¿Qué quieren decir?

D e las p eores cosas que nos pueden pasar en la vida, u na de ellas es p en sar qu e ya h em o s alcanza­ do la plen itu d o que ya no p o d em o s cam biar. C uando u na persona se dice a sí m ism a «es qu e yo soy así» se está cerrando a sí m ism a la puerta de su prop ia evolución. T odos d isp o n em os de u na im a ­ gen prop ia o autoim agen. Es la m anera en que nos vem os a no so tros m ism os. Al m ism o tiem p o, tod os d isp onem os de u na im agen ideal que sim b o liza el «cóm o nos gustaría ser». La distancia p o r recorrer entre nuestras dos im ágenes representa u n o de los m ejores regalos qu e nos da la vida. Ésta es la p o si­ bilid ad de cam b io, de evolución, de desarrollo, de m e jo ra ... En definitiva, la p osib ilid ad de sentirn os vivos.

BH

¿Y qué papel juegan en esto las circunstancias perso­ nales?

En to d o ese largo cam in o p or la vida, n o s vam os enfrentando a circunstancias que nos sitúan ante el dilem a de tener que decidir entre u na dirección u otra, enten d iend o qu e la decisión siem pre aportará un riesgo y tendrá u na repercusión sobre nuestro futuro in m ed iato o en el largo plazo. Aquí es conve­ niente realizar u na diferencia de m atiz entre los niños y los adultos.

Todos h em o s sido n iñ o s y h em o s recibido una educación p or parte de nuestros padres. Q uizá hayan pasado ya m uchos años y quede m ás cercano en el recuerdo el h ech o de h ab er participado o estar participando en la educación de nuestros h ijo s. Si hasta eso queda alejado en el tiem po, observem os cóm o nuestros h ijo s educan a nuestros nietos. En

m os u na historia que se repite con stan tem en te gene­

sólo estarán justificados p or aqu ellos factores tem ­

L a Eí

ración tras generación. Los cam b ios qu e p ercibim os

II P a r t e .

este proceso de observación seguram ente apreciare­

porales que h a n convertido nuestra sociedad en un lugar diferente al que era años atrás.

55

so m bra

cuando som os adultos, tam b ién está la libertad de decidir sobre ellas.

S alta

tu

Las circunstancias siem pre están presentes, pero

¿Y cuando existen contradicciones entre nuestro pro­ pio ser ideal y el que otros esperan de nosotros?

D etrás de cada proceso de educación en la infancia con tin u am en te verem os cóm o los padres nos orien­ tan hacia el ideal de persona que ellos h an creado para nosotros. Siem pre con la m ejo r de las in te n cio ­ nes, au nqu e ign oran d o que, en algunas ocasiones, el proyecto de persona que h a n diseñado para n o so ­ tros, nace de sus propias frustraciones.

Llega un m om en to en que las personas em pezam os a ser influenciados p or otros factores existenciales que am plían nuestra visión del m undo y nos em piezan a dotar de cierto criterio sobre la elección de nuestro propio futuro. Em pezam os entonces a forjar una im a­ gen que nos atrae con m ucha m ás fuerza. Es una visión de la persona que se basa casi siem pre m ás en criterios em ocionales que racionales. Aquí suelen apa­ recer las prim eras contradicciones entre lo que nues­ tros progenitores esperan de nosotros y lo que nos­ otros deseam os. Es una lucha generacional de lo más

5b

habitual, p or la que tod os hem os pasado de alguna m anera y una etapa en la que los padres continúan aferrándose a lo que consideran u na reflexión m adu­ ra respecto al futuro de los hijos, m ientras que ellos se rebelan contra algo que se aleja de sus deseos.

¿Es ley de vida?

Efectivam ente, pero tam b ién es un m o m en to para el respeto y la com p ren sión p o r am bas partes en la que se vuelve prioritaria una negociación ganarganar. Si alguien decide im p o n er su criterio a la otra parte, el conflicto estará servido p or ser vivido com o una situ ación tú ganas-yo pierdo. Es u na situación en la que suele aparecer el ch an taje em o cion al, los sen tim ien tos de culpa y especialm ente la desorien­ tación.

¿Qué entienden por desorientación en la vida?



im p o rtan cia de d isp o n er de m etas claras. C uan d o

La

o algo p arecid o, decía Sén eca, para referirse a la

P a rte .

«Para el b arco sin ru m b o n o sirve n in gú n v ien to»,

II

D e so rie n ta ció n es la au sen cia de un ru m b o claro.

so m o s capaces de o rie n tar n u estra b rú ju la h acia un d estin o co n cre to , resu lta m ás fácil id e n tificar

57

que d eb em o s evitar.

S alta

tu

so m bra

o p o rtu n id ad es qu e nos h acen avanzar y o b stácu lo s

Lewis Term an dem ostró en un grupo de niños, que los que h ab ían conseguido sus m etas cuando llega­ ron a la edad adulta lo h ab ían h ech o gracias a su perseverancia, a la seguridad en sí m ism os, pero especialm ente p or la tend en cia a fijarse objetivos.

C uando las personas divagam os esperando que las oportunidades aparezcan d ejam os nuestro destino al azar. C uando salim os a bu scar oportunidades sa­ biend o claram en te qu é estam os buscando las en­ contram os con m ucha m ás facilidad. Si em pezam os a tom ar decisiones sob re nuestras vidas, el futuro cobrará u na d im ensión distinta y casi siem pre m u­ cho m ás atractiva pues deja de ser «lo que h a de ve­ nir» y se convierte en «lo que vam os a buscar».

EL FUTURO NO ES LO Q UE HA DE VENIR, SINO AQUELLO Q U E VAMOS A BUSCAR

La opción que ustedes defienden es interesante aun­ que quizá no apta para cualquiera. ¿Q ué opinan?

58

El p ro b lem a es qu e m uchas p erson as vivim os sum ergidos en nuestras prop ias ru tinas y esto nos convierte

en

espectadores

pasivos

de

nuestras

vidas.

¿Están en contra de la rutina?

N o exactam ente. Existen m uchísim as rutinas sanas en nuestra vida que nos aportan estabilidad y sensa­ ción de control de las situaciones. A esto se le suele llam ar estar dentro de la propia «área de confort» y representa aqu ellas situ aciones donde las cosas suce­ den según lo previsto. Al m ism o tiem po, si analizá­ sem os nuestro com p ortam ien to diario, tam b ién en­ contraríam os un m o n tó n de h áb ito s o rutinas que son porqu e se h a n creado así, pero si no lo fuesen, tam p oco pasaría ab solu tam ente nada. U na vida pre­ visible es cóm od a pero aburrida, porqu e no deja lu­ gar a la sorpresa, a la incertidum bre o al m iedo.

del tiempo llenar nuestra vida de rutinas?

h ab er m u chos m otivos qu e lo justifiqu en, au nqu e el más evidente parece ser la necesidad de creación de

L a Eí

Es u na pregunta difícil de respond er porqu e puede

II P a r t e .

¿Por qué motivo las personas decidimos con el paso

so m bra

un entorno lo m ás con fortab le y seguro p osible. Lle­

tu

al azar es u na especie de m uerte en vida.

S alta

nar nuestra existencia de rutinas donde nada quede

N os p od em os referir de nuevo a los resultados del estudio para observar qu e h u b o m uchísim as perso­ nas qu e respond ieron algo parecido a «m e hu biese atrevido más» o «habría asum ido m ás riesgos». Ante estas o p in io n es basadas en la experiencia y con todo el respeto hacia ellas, qu é triste resulta tener que lle­ gar a los setenta para darnos cuenta de que hay cosas que deberíam os h ab er hech o y no hicim os.

¿Invitan ustedes a que las personas salgamos de nuestra área de confort?

Salir de nuestra zon a de con fort im p lica atrevi­ m iento, incertidum bre y m iedo. Pero este precio resulta barato cuando lo com p aram os con los b en e­ ficios qu e prop orciona

a nuestra propia salud

m ental.

¿Es saludable atreverse a romper con la rutina?

N aturalm ente, nuestro cerebro actúa com o un m úsculo que necesita ejercicio constante y cuando

faO

carece de él tien e tendencia a atrofiarse. La sobred osis de rutinas es una m ala m ed icación para un órga­ no que fu n cion a m ejor cuanto «m ás caña» le das.

Es excitante preguntarse qué pasará, preparar p osi­ bles alternativas, contar con el factor sorpresa, m eter la pata de vez en cuando, aprender de lo s propios errores, soñar con el giro de u na situación.

La vida resulta

m ucho

m ás aburrida

cuando

h em os generado un lugar tan confortable, que las cosas siem pre suceden del m ism o m odo.

¿Qué papel desempeña la sociedad en todo esto?

V ivim os en u na sociedad que nos en cam in a a la idiotez. La televisión está llen a de ejem p lo s eviden­ tes y las cotas de audiencia de determ inados progra­ m as dem uestran que las personas estam os entrando en ese juego perverso. A lejarnos de nuestra propia

otros, se h a convertido en u na práctica habitu al.

L a Eí

En las em presas pasa exactam ente igual. La ausen­

II P a r t e .

vida, convirtiénd onos en espectadores de la vida de

cia de talen to es consecuen cia directa del exceso de rutinas. Aun en dem asiadas ocasion es se considera

til

so m bra

que un bu en sueldo y u nas bu enas cond iciones

tu

ción de los em pleados. Es un error. Si la gente no

S alta

puede aportar sus ideas, si no saben a qué contribu ­

laborales son suficientes para conseguir la im p lica­

yen, si tien en m iedo a com eter errores, si sienten que les pagan para trab ajar y no para pensar, se rodearán de bu enas rutinas donde tod o esté b a jo control y no quede lugar a lo im previsible. «Arrimarán su h o m ­ bro» a diario, pero n o pon d rán en juego su entusias­ m o ni sus ideas.

¿Algún otro ejemplo?

A hora está de m oda in stalar en nuestro vehículo un apara tito llam ad o navegador qu e nos dice «gire usted a la izquierda» in clu so cuando h acem o s nues­ tro recorrido h abitu al a casa. Sin pretender p o lem i­ zar con los avances tecn ológicos y sin dudar de la utilidad de un dispositivo que n o s puede ayudar a llegar con facilidad a lugares desconocidos. ¿D ónde queda la capacidad ancestral de orien tarnos en el espacio, de buscar referencias, de aprender el cam i­ no para saber después regresar? Toda esa gim nasia m ental ayuda a ejercitar el fu n cio n am ien to de nues­ tro cerebro. Y h e m o s afirm ado que eso es b u en o . La falta de ejercicio m ental nos atrofia y nos idiotiza.

faZ

¿Sería usted capaz de recordar con facilidad en estos m om en tos la tabla de m ultiplicar? Por favor, em p ie­ ce p or la del siete y la del ocho.

No me pongan ustedes en un compromiso así ante mis oyentes... ¿Q ué opciones nos quedan cuando nos volvemos tan pasivos?

En este caso só lo quejarnos. C uántas personas co­ noce qu e se quejan con stan tem en te de sus circuns­ tancias y no h acen nada p or cam biarlas. Personas que se qu ejan de su em presa, de la tarea que de­ sem peñan, del jefe a quien reportan y no to m an la decisión de cam b iar de trabajo. Personas que se la­ m entan de su estado físico y no h acen nada por m ejorarlo. Personas que se qu ejan de las in ju sticias del m undo y no aportan su granito de arena. Perso­ nas qu e se qu ejan de la p olítica de su país y n o acu­ den a las urnas. Personas qu e ven cóm o se destruye el planeta y n o deciden practicar h áb ito s m ás ecoló­

mas de tráfico y no deciden coger el transporte pú­

quejicas qu e so m o s y de lo m ucho que llegam os a

L a Eí

b lico . P odríam os seguir detallando ejem p lo s de lo

II P a r t e .

gicos. Personas que se qu ejan cada día de los p ro b le­

preocuparnos de las cosas sin darnos cuenta de que la solu ción pasa p or atrevernos a coger la palabra

fa3

so m bra

«preocuparnos» y sen cillam en te qu itarle el prefijo

tu

m os a ocuparnos. La vida sería m ás salu d able si to ­

S alta

dos siguiésem os un p o co este con sejo.

«pre». Es decir, dejem os de preocuparnos y em pece­

¿Q ué dirían a las personas que opinan que esto es arriesgado y que ya están bien como están?

Q ue si están b ien com o están que sigan así, pero si se sienten in cóm od as en esa situación, anim arles a cam biar teniendo en cuenta que el cam bio siem pre com porta riesgo y hay que estar dispuesto a asum irlo.

Einstein definía la locura com o «pretender conseguir

resultados distintos haciendo las mismas cosas». Todos estaríam os un p o co locos desde el atrevido p u nto de vista de Einstein, porque nos pasam os la vida espe­ rando que las cosas cam bien a nuestro alrededor m ientras no so tros in sistim o s en convivir con ellas de la m ism a m anera. Toda persona quiere cam biar el m undo pero nad ie quiere cam biarse a sí m ism o. ¿Por qué? Porque nos da m iedo asum ir el riesgo de perder el control de la situación, sin entender qu e el control se nutre del descontrol, que cam b iar una realidad p or otra m ás apetecible requiere h ab er saboread o el tem o r del «qué pasará».

«Las cosas se ven de un modo distinto desde aquí, atré­ vanse a cam biar...», pedía R obin W illians a sus alum ­ nos en El club de los poetas muertos m ientras les anim a­ ba a subirse u no a u no sobre la m esa del profesor y m irar a su alrededor. «No arriesgar equivale a fracasar» afirm aba en una entrevista en prensa el creador de un im perio empresarial español que partió de cero.

EN ESTA VIDA HAY Q U E ASUMIR RIESGOS

¿Cuál es el punto de partida para un cambio como el que ustedes proponen?

«Quien tiene un porqué para vivir encontrará casi siem ­ pre un cómo», decía N ietzsche. La m ism a existencia lleva consigo m om en tos en la vida en que las cosas parece qu e dejan de tener sentido. N o es necesario hab er experim entado u na circunstancia traum ática para experim entar u na sensación com o ésta. En oca­

pasada y nos coloca en un estado en el que las cosas

lo h iciero n . El p u nto de partida es recuperar el senti­ do de la vida, tener un «porqué». C uando lo conse­ guim os aparecen ante no so tros los «cóm o».

L a Eí

dejan de m otivarnos com o quizá en otro m om en to

II P a r t e .

siones nuestra propia quím ica nos juega u na m ala

vida?

S alta

tu

so m bra

¿Es muy frecuente la pérdida del sentido de la

En nuestra sociedad m ás de lo que nos parece. La m áxim a expresión de la falta de sentid o de la vida es «la depresión». Se trata de la epidem ia de la m oder­ nidad y del desarrollo, porqu e es relativam ente nue­ va y su m áxim a in cid en cia se produce en los países desarrollados. Q u ien h a experim entado u na depre­ sión cuenta que no hay d olor parecido al d olor del alm a. Resulta alarm ante y nos da una idea del sufri­ m iento que conlleva el que u na persona, afectada en su fase m ás profunda, llegue al p u nto de plantearse el acabar con su vida.

Pero, resulta que los países y las socied ad es d o n ­ de m ás carencias se so p o rta n a d iario, falta de ali­ m en tos,

de agua p otable,

de m ed ica m e n to s y

m ed ios de su b sisten cia en general, so n p recisa­ m en te qu ienes n o co n o ce n el estad o de falta de sen tid o de la vida. Y aqu ellos, entre los qu e nos e n co n tram o s los p resentes, d on d e de lo m ás b á si­ co no nos falta de nada, so m o s los que co n d em a­ siada facilid ad caem os en estados an ím ico s alte­ rados.

bb

¿Por qué es así?

Si se nos perm ite una óptica egocéntrica, pod em os afirm ar que vivim os una vida dem asiado fácil, en la que las personas hem os de buscar nuestras m otiva­ ciones en cuestiones m ás o m enos sofisticadas y dan­ do la espalda, co n dem asiada frecuencia, a circuns­ tancias vitales m ucho m ás sim ples que son las que realm ente otorgan un sentido a nuestra existencia.

V íctor E. Frankl en su obra m aestra El hom bre en

busca de sentido, narra de m anera ejem p lar su propia vivencia com o víctim a de los nazis durante la Segun­ da Guerra M undial. Su lib ro h a tenid o m últiples edi­ ciones, h a sido traducido a casi todas las lenguas y ha sido citado en m u chísim os otros libros. Pero pa­ rece im p o sib le escribir o h a b la r sobre el sentid o de la vida sin citar a Frankl. El valor fun d am en tal de su obra, desde nuestra form a de entenderla, radica en la sim bio sis que representa el propio dram a perso­

la conducta h u m an a. Su con d ición de psiquiatra es

L a Eí

el valor añad ido de su obra.

II P a r t e .

nal cuando el narrad or es un experto observador de

Resulta muy interesante. Cuéntenos algún detalle más...

67

tu

de detalles del com p ortam ien to h u m an o llevado a circunstancias m uy extrem as y donde tod o gira en

S alta

so m bra

Es com o un laboratorio donde describe in fin id ad

torno a la capacidad de las personas a encontrarle sentido a toda aquella locura. Encontrar sentid o a la vida cuando tod o estaba diseñado para conseguir lo contrario, era lo ú n ico que m otivaba a querer sob re­ vivir día tras día. Resulta im p resion an te im aginarse cóm o u na persona h am b rien ta renu nciaba a com er su trozo de pan en el m om en to que se lo daban y lo guardaba en su b o lsillo , sustituyendo la necesidad de alim en to p or un deseo m ucho m ás fuerte que era la libertad de elegir el m o m en to en que com érselo. Encontrar un reducto de libertad era u na m anera de sentirse vivo. El ejem p lo de personas que h a n sido capaces de encon trar un sentid o a sus vidas cuando han experim entado u na situ ación en que lo más razon able h ab ría sido perderlo tien e que hacernos reflexionar.

Afortunadamente la Segunda Guerra Mundial queda muy lejana en el tiempo. Por favor, detallen algún ejem­ plo de circunstancias más cotidianas en la actualidad.

D ecir que la vida tien e que tener sentid o es una cuestión dem asiado com pleja para ser tratada de un

faB

m odo tan superficial. Pero si lo trasladam os a cir­ cunstancias m ás concretas de nuestro día a día, o b ­ servam os que la historia se repite con m ucha fre­ cuencia. M uchas veces los desencadenantes de la pérdida de un sentid o más glo bal nacen de u na au­ sencia de sentid o de las pequ eñas cosas.

Im agín ese que usted fuese aficion ad o al tiro con arco. Es un deporte qu e practica desde n iñ o y h a ido p erfeccion an d o su técnica a lo largo de los años. Siem pre le h a m otivado m ucho, pues le h a ayudado a desarrollar u na personalidad tran qu ila y reflexiva. G racias a su deporte se h a convertido en u na perso­ na acostu m brada a to m ar distancia de las cosas an ­ tes de actuar sob re ellas y a to m ar d ecision es va­ lientes. Esto le h a ayudado en su tra b a jo pues su resp onsabilid ad requ iere qu e no se p recip ite en de­ term inad as d ecisiones al m ism o tiem p o qu e se le exigen respuestas y actu acion es im p ortan tes. El eq u ilib rio entre visión , reflexión y d ecisión lo ha



y a aliviar las ten sio n es del trab ajo para llegar a casa

La

ayuda a m antenerse en form a física y m en talm ente,

P a rte .

ticán d o lo tres días p o r sem an a com o m ín im o . Le

II

aprendido del tiro con arco. Usted con tin ú a prac­

sin ellas. T am b ién contribu ye m u ch ísim o en su afán de su p eración pues la m ejora con tin u a de sus

fa9

nuevos desafíos.

S alta

tu

so m bra

resultados le ayuda a sentirse m otivado para aceptar

Si h a sido capaz de im aginarse vivam ente la situa­ ción, in clu so si h a encontrado algún tip o de parale­ lism o con el deporte que practica, im agín ese ahora un p equ eñ o cam b io en la situ ación. A partir de a h o ­ ra, nunca conocerá en qué zona de la diana se clavan sus flechas. C uando haya apuntado y u na vez la fle­ cha se separe del arco u na cortina le im pedirá ver dónde im pacta. Y así una tras otra.

Usted se podrá seguir ejercitando físicam ente, los días a la sem ana que desee y las horas que requiera, podrá seguir trab ajan d o su tem ple calcu lad or y su tom a de decisiones. Se podrá relajar antes de llegar a casa para filtrar las ten sio n es del trabajo.

¿C uánto tiem p o cree que tardará en d ejar de prac­ ticar su deporte favorito? Si su respuesta es «poco», pregúntese: ¿por qué? La contestación es fácil: tirar con arco h a dejado de tener sentid o para usted.

Im agínese una persona trabajand o en u na empresa y h ab ien d o participado con m ucho esfuerzo y entu­ siasm o en un proyecto concreto. Im agine que esta

70

persona, acabada su participación y u na vez entrega­ do el trabajo, d esconoce el resultado y la repercusión que su con tribu ción h a tenid o para el b ien com ún. Esto es m ucho m ás h abitu al de lo que parece. El individuo en cuestión necesitará en con trar sentid o a tod o su esfuerzo au nqu e es p o sib le que nad ie se lo dé. Es p rob ab le que se diga a sí m ism a: «se supone que fue b ien porque nad ie m e dijo nada». En ade­ lante, cada vez que se haya de enfrentar a situaciones parecidas lo hará cada vez con m en os entu siasm o y p rob ab lem en te con m en os talen to, hasta que su contribu ción en los proyectos futuros se base en la mera ejecu ción de lo que otros le pidan que haga.

C uando las cosas dejan de tener sentid o nos abu­ rren y las aband on am os. Pero n o tod o en la vida es tan fácil de ab an d on ar com o la práctica de un depor­ te o un hobby. ¿Q ué pasa cuando se pierde el senti­ do del propio día a día, del trab ajo que realizam os, de nuestra relación de pareja o de la vida en general? II P a rte .

LA VIDA HA DE TENER SENTIDO

La e:

,

Resulta muy interesante pero ¿cómo recuperar el sentido cuando se ha perdido?

71

tu

cosas es rescatar el sentid o de las p equ eñ as. Lo ideal es m an ten erlo a diario para no perderlo pues

S alta

so m bra

La m anera de recuperar el sen tid o de las grandes

resulta m u ch o m ás d ifícil la vuelta atrás. A m bas co ­ sas requ ieren ejercitar a diario el p en sam ien to p o si­ tivo. Pensar en positivo es la m e jo r m ed icin a que existe.

¿Es saludable pensar en positivo?

Sin lugar a dudas. El laboratorio farm acológico m ás im p ortan te del m undo tien e seis m il cuatro­ cientos m illo n es de p lan tas de producción. El anal­ gésico m ás p oten te que existe, las endorfm as, lo ge­ nera nuestro organism o y sus precursores son el ejercicio físico y el p ensam iento positivo. Pensar en positivo es la base de la felicidad.

¿En qué consiste la felicidad?

Perm ítanos u tilizar los argum entos de un experto en la m ateria. M artin Seligm an explica que la felici­ dad se puede p lan tear m atem áticam ente com o el producto de sum ar un rango fijo , nuestras circuns­ tancias y nuestra volu ntad.

72

Todos n acem os con un rango fijo de felicidad que p od ríam os decir que está escrito en nu estros genes. Es el que, de entrada, nos h ace ver la b o tella m edio llena o m edio vacía. Es un valor fun d am en tal que prop orciona una parte de nuestra felicidad y hacia donde tod os tend em os a volver. N o se puede co n ­ trolar, h em os nacid o y m orirem os con él. Si un acontecim iento en nuestra vida nos p rop orcion a un «subidón» de felicidad, com o p or ejem plo el n aci­ m iento de un h ijo , enam orarse, la ad qu isición de un b ien m aterial, un recon ocim ien to p ú blico o la co n ­ secución de un reto im portante, esa sensación p la­ centera tien e fecha de caducidad pues llegará un m om en to en que dejará de m otivarnos y volverem os a nuestro rango fijo de felicidad. Si h em os vivido una circunstancia dram ática en nuestra existencia com o puede ser la pérdida de un ser querido o un fracaso personal, tend rem os un «b ajón» de felicidad y nos sentirem os desdichados e in ju stam en te trata­ dos p or la vida. Poco a poco, y con un tiem po que

asignada de felicidad.

L a Eí

T am bién contribuyen a la felicidad nuestras cir­

II P a r t e .

varía según cada persona, volverem os a nuestra cota

cunstancias vitales. N o las p od em os cam biar a dia­ rio au n qu e sí de vez en cuando. Por lo tan to , se nos

73

tu

usted no es feliz en su entorno laboral, no puede cam biar cada día de trabajo, pero sí lo puede hacer

S alta

so m bra

abre u na pequeña ventana a la libertad de elegir. Si

cada cierto tiem p o . Si usted es in feliz en su relación de pareja, no puede cam biar de pareja cada día, pero sí puede tom ar u na decisión de cam b io cuando se convence fin alm en te de que no fu n cio n a. D e todos m od os no to m e una decisión precipitada sin contar con el tercer parám etro que contribuye a nuestra feli­ cidad que es la voluntad de serlo.

La voluntad es un factor p oten tísim o porque nos ofrece la libertad de escoger a diario cóm o interpre­ tar nuestra existencia.

¿Qué dirían a una persona que opina aquello de «es que yo soy así»?

Le ayudaríam os a que descubra que quizá no es de las personas que, p or naturaleza, ven la b o tella m e­ dio llena, tal vez sus circunstancias del m o m en to no le ayudan, pero puede elegir verla m edio llena.

A pesar de tod o ello, resulta francam en te com p li­ cado ver la vida de un m odo para el que n o estam os program ados, especialm ente si las circunstancias no

74

le apoyan. Ver la b o tella m edio llena sim boliza el optim ism o y verla m edio vacía el p esim ism o. O lo que es lo m ism o la tend encia al p en sam ien to p ositi­ vo, o al p ensam iento negativo.

Todos lu cham os de alguna m anera contra nuestros prop ios p en sam ien to s cuando som os abordados por lo negativo. El problem a radica en que la estra­ tegia de optim ista es distinta a la del pesim ista. El pesim ista trabaja p red om in an tem en te con la nega­ ción del p en sam ien to negativo para erradicar su in flu encia sob re sí m ism o. Es un error de estrategia la negación de lo negativo pues en lugar de hacerlo desaparecer lo alim enta. El optim ista utiliza una estrategia distinta.

Resulta difícil de entender. ¿Podrían poner algún ejemplo?

Ha h ab id o h ace p oco u na cam paña de publicidad



en este m om en to. P or favor, n o piense en un coche

La

rojo» plan teab a el anu ncio. Haga usted el esfuerzo

P a rte .

llan tem en te este concepto. «No pienses en un coche

II

de una conocid a m arca de coches que u tilizaba b ri­

r o jo ... D ediqu e qu ince segundos a in ten tar conse­ guirlo.

75

tu

cosas. O que n o haya conseguido quitárselo de la cabeza y, p or lo tan to, lo haya visto cada vez m ás n í­

S alta

so m bra

En estos m o m en to s pueden h a b e r pasado dos

tido, con m ás detalles o m ás grande. O que haya conseguido que desaparezca de su p en sam ien to . Si usted es de los segundos, felicidades, pues quizás sin saberlo está utilizando la estrategia del optim ista. ¿Qué h a h ech o para conseguirlo?

Por favor, díganmelo ustedes...

Es m u y co m p licad o sab er qu é h a h e ch o , pero ca­ si seguro lo qu e no h a h e c h o h a sid o decirse a sí m ism o «n o q u iero p en sar en un co ch e ro jo » . En tod o caso h a d ecid id o pensar, p o r e je m p lo , en un coch e azul, o am arillo , o verde, o un elefante, o un b a rc o ...

S ó lo un p ensam iento saca a otro p en sam ien to . Por tanto, la ú nica m anera de sacar un p en sam ien to de la cabeza es sustituirlo p or otro. La única m anera de sacar un p en sam ien to negativo de la cabeza es susti­ tuirlo p or otro, en este caso positivo. La ú nica m ane­ ra de dejar de ver la parte de la b otella llena de aire es ver la que está llen a de líqu ido.

7b

¿Q ué le h ace m ás feliz, que a la b o tella de su güisqui favorito só lo le quede la m itad o que aún le que­ de la m itad?

Afirman con mucha seguridad que se puede elegir ser feliz.

La felicidad en m uchísim as de nuestras circunstan­ cias vitales es u na pura elección. U na b u ena am iga nos contaba una vez que un jefe que tuvo, en este caso m u jer tam bién , le dijo u na vez: «dentro de vein­ ticin co años vas a tener arrugas, pero tú puedes ele­ gir si las quieres tener aq u í (m ien tras señalaba la co­ m isura de sus lab io s y la parte exterior de sus o jo s) o aquí (m ien tras señ alab a su entrecejo)». Si no lo ha com prendido, pruebe a d ibu jar una sonrisa ante el espejo y observar qué m úsculos se ten sio n an . Luego ponga cara de enfadado o am argado y observe igual­ m ente su m usculatura.

II

¿Y cuando alguien sufre realmente por algo?

P a rte .

La afirm ación de que la felicidad m uchas veces

La

consiste en u na pura elección n o pretende contrade­



cir el derecho a sentir tristeza cuando la vida nos tra­ ta in ju stam en te. La afirm ación só lo busca p o n er de

77

tu

sentim os desdichados sin que haya ninguna circuns­ tancia real que provoque ese sen tim ien to. ¿Se ha

S alta

so m bra

m anifiesto el peligro de las m uchas veces que nos

descubierto usted a sí m ism o dem asiado serio sin tener ningún m otivo para estarlo?

Las personas nos interrogam os constantem ente, y sin darnos cuenta, sobre el m u n d o que n o s rodea y aq u í en con tram o s personas y circunstancias. Pero la calidad de nuestras preguntas influye directam en­ te en la calidad de nuestras vidas. N o siem pre pode­ m os escoger nuestras circunstancias, pero siem pre pod em os elegir nuestras preguntas.

¿La cultura influye en todo esto?

La sociedad en la que nos h a tocado vivir no nos predispone en absoluto al p en sam ien to positivo, pues vivim os en un lugar y un m o m en to donde esta­ m os con stan tem en te b om b ard ead os p or m ensajes negativos. C oja usted la prensa un día cualquiera y haga un recuento de cuántos titulares ofrecen una noticia negativa y cuán tos u na positiva. Seguram en­ te las prim eras ganarán p or goleada a las segundas. Pero aún hay algo m ás curioso. In tente im aginar, p or favor, qué titulares le encantaría encontrar

78

im presos en la edición de m añana en su periódico favorito.

Puede h ab er im agin ad o m en sajes del tip o «Se aca­ b aron las guerras», «se erradica el h am b re en el m un­ do» o «Se h a ganado la batalla contra el cáncer». Todos ellos tien en un fon d o positivo, pero ¿no le sorprende nada? Piense no en el fond o, sin o en la form a. Estam os tan contagiados p or los m ensajes negativos que u tilizam os form u lacion es y palabras negativas h asta para pensar en ideas positivas. ¿Qué le parece esta nueva form u lació n para sus titulares? «Se consigue la paz en el m undo» «alim entos para todos» o «aum enta la esperanza de vida gracias al descubrim iento de la vacuna contra el cáncer». ¿Sor­ prendido?

Si entre sus titulares estaba el de que le h a tocado la lotería, felicidades.

vencer la adversidad y localizar siem pre la parte

suerte y nos vem os ob ligad os a lu char con stan te­

L a Eí

b u ena de las cosas. O tros no h e m o s tenid o tanta

II P a r t e .

Hay personas cuya naturaleza les h a dotado para

m ente contra un m undo que nos presenta, de entra­ da, su cara m ás negativa. Por tan to, el p en sam ien to

79

so m bra

vida pero para algu nos requiere m ucho m ás esfuer­ zo que para otros.

S alta

tu

positivo es p o sib le en la m ayoría de m o m en to s de la

Si, como afirman ustedes, la calidad de nuestras vidas es consecuencia directa de la calidad de nues­ tras preguntas, ¿por qué no elegimos las preguntas buenas?

Elegir h acia dónde querem os que se dirija nuestro pen sam ien to es cuestión de voluntad, esfuerzo y entren am ien to.

Lo sorprendente es que la persona in feliz verá esto com o un im p o sib le porque su vida le evidencia y justifica a diario sus m otivos de in felicid ad . La per­ sona feliz lo verá com o un p osib le porque su vida le evidencia y justifica a diario sus m otivos de felici­ dad. Estas dos personas pod rían ser la m ism a en dos m om en tos vitales distintos.

¿Por qué sucede así?

¿Ha estado alguna vez interesado p o r un m odelo de coch e determ inado y a partir de ese m o m en to lo ha em pezado a ver p or todas partes? ¿Ha paseado

so

con su esposa em barazada y sólo h a visto em baraza­ das y bebés?

C uando algo así nos ocurre siem pre nos sorpren­ de, pues parece que es casualidad que suceda. Lo cierto es que usted n o está participando del nuevo «baby boom », ni tod o el m undo h a decidido co m ­ prar el coche que a usted le gusta. Todo ello se pue­ de explicar desde un proceso llam ad o «atención se­ lectiva» y consiste en u na elección in co n scien te de in form ación que nuestra m ente hace. Es un proceso inteligente pues del in fin ito nú m ero de estím ulos que p od ríam o s captar cada in stan te a nuestro alre­ dedor nuestra m ente decide captar sólo una parte ya que som os in cap aces de procesar la totalidad. ¿Y qué in form ación decide seleccion ar de m anera au tom á­ tica nuestra m ente? Precisam ente aquella que es acorde con los esquem as m entales que ten em o s en aquel preciso m om en to. Por tan to, si usted está vi­ viendo una circunstancia determ inada encontrará II

evidencias p or donde vaya.

P a rte . La

¿Y esto vale también para la felicidad?



C on la actitud ante la vida pasa exactam ente igual. Un m o m en to de tristeza creará en usted un m arco

81

tu

tem ente evidencias de su estado aním ico. C on toda seguridad las encontrará y usted se sentirá cada vez

S alta

so m bra

de negatividad donde su m en te buscará in co n scien ­

m ás triste. El antídoto, en este caso, es m ucho más fácil de explicar que de llevar a la práctica, pero pasa sin lugar a dudas p or que luche de m anera con scien ­ te contra su fu n cio n am ien to m ental in co n scien te. O lo que es lo m ism o, se interrogue abiertam ente sobre cuáles son las cosas que le h acen feliz en ese preciso m om en to.

Resulta fácil de entender pero parece difícil de prac­ ticar...

¿Le apetece que hag am os un ejercicio jun tos? Intente,

p or

favor,

encon trar

m otivos

en

este

m o m en to para ser in feliz y díganos qué aparece en su m ente.

Veo una prueba nuclear de Corea del Norte desa­ fiando al mundo entero y a las Naciones Unidas, pue­ do ver violencia de género, un número espectacular de fallecidos en las carreteras este fin de semana, el euribor que ha subido por cuarta vez consecutiva y que disparará una vez más el importe de mi hipoteca... Mejor no seguir pues podría llegar a deprimirme.

82

¿Q ué tal se siente usted con sus pensam ientos? Además, tengo que decirle que durante estos segun­ dos que ha pasado con sus p ensam ientos su lengua­ je corporal h a cam biado. Su postura en la silla ha dejado de ser lo relajada que estaba siendo hasta ese m om en to y su m usculatura facial se h a ten sio n ad o . El p en sam ien to tien e u na in cid en cia directa sobre nuestro cuerpo.

Sí, pero sería tonto negar que toda esta descripción de acontecimientos no es real y que no nos ha de preo­ cupar...

T iene usted razón, au nqu e con un m atiz. Las cosas que pasan en el m undo que nos rodea nos van a afectar pero no so tros elegim os si nos deben preocu­ par. C uando n o p od em os influir, en el transcurso de determ inados acon tecim ien tos es m ejo r tom arlos con cierta cautela. N o se trata de plantear la estrate­ gia del avestruz, esconder la cabeza y negar la reali­

realm ente pueda ser útil.

L a Eí

Por ta n to , lo s p en sam ien to s negativos provoca­

II P a r t e .

dad sin o aprender a em plear nuestra energía donde

dos p or cosas en las que no p o d em o s in flu ir son un lastre en nuestra vida. U n desgaste in ú til de energía.

83

so m bra

¿Y cóm o p rescind ir de esos p en sam ien to s? Sen ci­

tu

positivos. Pruebe ahora a preguntarse qué le hace

S alta

feliz en este preciso m o m e n to y verá có m o recupe­

llam en te su stitu y én d olo s p o r otros, evidentem ente

ra el b ien estar qu e h a perdido.

CALIDAD DE PENSAMIENTO ES IGUAL A CALIDAD DE VIDA

Y esto que parece tan sencillo, ¿por qué es tan poco frecuente?

Permita que le contem os algo. En cierta ocasión corría p or internet la historia de una niña de cinco años a quien su padre descubrió envolviendo un rega­ lo. La niña había cogido, sin perm iso, un rollo de lazo dorado m uy b o n ito y m uy caro que su padre guarda­ ba celosam ente para adornar regalos m uy especiales. La niña, con la destreza propia de su corta edad, esta­ ba m algastando aquel lazo m ientras intentaba rodear aquella caja enorm e con sucesivas vueltas. Su padre se enfadó m uchísim o ante aquel derroche y le reprochó de m ala m anera que lo hu biese cogido sin su perm i­ so. Cuando descargó toda su ira contra su h ija se mar­ chó m olesto dando p or perdido el rollo de lazo.

B4

Al cabo de un rato, y aún con las señ ales q u e las lágrim as h a b ía n d ejad o en sus m ejillas, la n iñ a se acercó a su padre con aq u ella caja en sus m a n o s y le o freció el regalo a su papá. A su padre le dio un v u elco el co razó n an te el recuerdo de su in ju sto co m p o rtam ie n to

anterior.

Le

p id ió

disculpas,

m ientras le ab razaba y le secab a los resto s de lágri­ mas con ternu ra. Pero cu an d o lo ab rió, se so rp re n ­ dió al ver que la caja estaba to ta lm e n te v acía. En ese m o m e n to m iró a su h ija , de nuevo c o n desp re­ cio, y le d ijo «Se supone, señorita, que cuando regalas

algo a alguien d ebería haber alguna cosa dentro». Su h ija le m iró, co n aqu ella m irad a que p o n e n los n iñ os cuando no e n tien d e n a lo s m ayores y m ie n ­ tras b ro ta b a u n a nueva lágrim a en u n o de sus o jo s le d ijo : «no está vacía, papito, le estuve poniendo besi­

tos para ti toda la m añ an a hasta que la llené hasta arriba»

e:

m ente clara.

La

detallar ya que la esencia del m en saje está suficiente­

P a rte .

continu aba y tenía un fin al trágico que no vam os a

II

La historia, tal com o la en con tram o s en internet,

Han conseguido emocionarme...

85

tu

que tenem os ante nuestros ojos, precisam ente porque las tenem os ante nuestros ojos. Solem os m irar pero

S alta

so m bra

D ejam os de prestar atención a las cosas im portantes

no ver, al igual que es frecuente oír pero no escuchar.

M e he visto identificado. ¿Por qué sucede?

N o sólo som os espectadores de u na versión negati­ va de la vida, com o veíam os con anterioridad, sino que vivim os en una sociedad que nos lleva a dar más valor a lo que n o tenem os que a lo que tenem os.

C uentan las personas que h a n participado en los program as de in tercam b io que se han h ech o con niños del Sahara, que era im p resion an te ver cóm o estos n iñ o s pod ían literalm ente alu cinar ante un gri­ fo m ientras veían lo que ocurría al girarlo en un sen­ tido y en otro. ¿A quién de no so tros im p resion a el h ech o de abrir un grifo y disponer de agua corriente? Seguram ente a nadie, porque cuando algo form a parte de lo cotid iano d ejam os de darle valor.

Hasta que nos falta...

Efectivam ente. Im agín ese que usted se d isp one a to m ar u na ducha para asearse después de h ab er

Bfa

sudado m ientras cortaba el césped de su jard ín y antes de asistir a un evento im portan te. En ese m o ­ m en to se da cuenta de qu e le h a n cortado el su­ m inistro de agua. ¿Tom aría el agua im p o rtan cia pa­ ra usted?

V ivim os en u na sociedad que nos h ace dar más valor a lo que no ten em o s que a lo que tenem os. ¿No le parece un p oco in ju sto?

¿C uándo nos acordam os de lo que significa tener buena salud? Evidentem ente cuando nos encon tra­ m os m al. Y el día que no nos duele nada, ¿tam bién p ensam os en ello? ¿Q uién se alegra tod os los días de lo que significa ten er un trabajo? ¿Preguntam os en la oficina de em pleo? ¿Q uién le da valor a ten er dos piernas que fu n cion en b ien ? ¿Ya no se acuerda cuan­ do se lesion ó y cam in ab a con m uletas?

H ace p o co h e co n o cid o al co n se rje de u n a im p o r­

B arcelon a. Es u na p erso n a de esas que siem p re te

sa desde d en tro de su garita. Una vez m e acerq u é a

L a Eí

dan los b u en o s días m ien tras te regalan u na so n ri­

II P a r t e .

tan te em p resa de tran sp orte u rgente co n sede en

él y le d ije que daba gusto llegar a la em p resa só lo por ser re cib id o co n u na actitu d tan positiva. Salió

87

tu

bía v isto de cuerpo en tero, y m e d ijo sin p erd er ni un m o m e n to su so n risa: «Es que a mí, cuando me

S alta

so m bra

de la garita cam in an d o co n dificu ltad, nu n ca le h a ­

cortaron la pierna m e cam bió la vida». Im p resio n an ­ te, ¿no?

Realmente hay que ser muy fuerte para tomarse la vida de ese modo. ¿Q ué hace que esto sea tan difícil?

Hay quien op ina que la vida es com o un tren de tres vagones qu e sim b o lizan futuro, presente y pasa­ do. Todas las personas pasam os tod os los días un tiem po determ inado en cada u n o de ellos. En el fu­ turo con nuestros proyectos, en el pasado con nues­ tros recuerdos y en el presente con nuestro día a día. Es bu eno que así sea, ya que nos ofrece la p o sib ili­ dad de disfrutar del presente, so ñ ar con el futuro y aprender del pasado. Pero ¿se h a parado alguna vez a pensar cuánto tiem po pasa usted en cada u n o de ellos? ¿Ha observado cóm o se relacion a em o cio n al­ m ente con cada uno?

Ciertamente nunca me lo había planteado...

Si le h a sorprendido la pregunta, es p osib le que le sorprenda m ás la afirm ación siguiente. V ivim os en

BB

una sociedad tan fácil que pasam os dem asiado tiem po lam en tán d o n o s del pasado y preocupados p or el futuro. O lo qu e es lo m ism o, añ oran d o aque­ llo qu e pudo h ab er sido y no fue, y con d icion an d o nuestra felicidad a los proyectos que algún día pue­ de que lleguen. C o m o consecuencia de tod o ello, pasam os m uy p oco tiem p o en el vagón central, el del presente, que es donde se encuentra la auténtica felicidad. Las cosas del vagón del futuro no nos hacen felices, sólo nos ilu sio n an y es b u en o que ocurra así.

Tom Cruise en su película Collateral interpreta a un asesino a sueldo que rapta a un taxista en San Fran­ cisco y le obliga a acom pañarle a com eter sus crím e­ nes. Si h a visto la película, recordará al taxista qu e en su parasol del coche guardaba una foto de u na isla paradisíaca de arena blanca y palm eras preciosas. Esa foto tenía un sentid o especial para él, pues repre­ sentaba el lugar donde se quería ju b ila r y pasar los

to llegaba, decía que, m ín im o diez veces al día, pa­

alguna m anera situaba la foto en el vagón del futuro

L a Eí

saba u nas vacaciones de cinco m inu tos en su isla. De

II P a r t e .

ú ltim os años de su vida. Pero m ientras ese m o m e n ­

y eso le daba fortaleza e ilu sión , pero en realidad la situaba m uchas m ás veces en el vagón del presente,

B9

so m bra

pues eso le ayudaba a evadirse m en talm ente com o

tu

m ente.

S alta

terapia contra tod o aqu ello que le alteraba negativa­

¿Quieren decir que no disfrutamos el presente?

Si quiere hacerse una idea de qué es realm ente vivir el presente, im agínese form an d o parte de un m undo real en el que alguien se diga a sí m ism o: «Ni siquie­

ra me acuerdo si com í ayer, ¿comeré mañana? Ni me lo planteo. Lo importante para m í es a ver qué narices como hoy». Eso es realm ente vivir el presente. Recuerdo una am iga que m e decía un día: «Yo en la playa y con

un libro en mis manos soy la persona más feliz del mun­ do». A m í m e alegró m ucho este com en tario m ientras pensaba lo fácil que lo tenía, ya que las playas están abiertas a tod o el m undo y las b ib lio tecas tam bién .

Ustedes afirman que la auténtica felicidad se en­ cuentra en las cosas no materiales, ¿cierto? «Los grandes placeres de la vida son gratis» narra Hunter en su novela La Paradoja m ientras se refiere a as­ pectos com o la am istad, el am or, escuchar el sonido del mar, oler un b osqu e en primavera, contem plar una puesta de sol o el nacim iento de un nuevo día.



Joaqu ín Sabina dedicó una canción a Cristina O nasis que em pezaba diciendo «era tan pobre que no

tenía más que dinero». Por tan to, ¿ acu m u lar riqu eza no nos h a c e m ás f e ­ lices? Si se im agina usted diez años atrás y se com para con la actualidad, es posible que ahora tenga m uchas más cosas del orden de lo m aterial, cosas que le han ilu­ sionado m ientras ha luchado p or ellas y le h an hecho felices al conseguirlas. Pregúntese si el hecho de h a­ ber acum ulado m ayor riqueza le h a convertido en una persona más feliz de lo que lo era cuando no las tenía.

Seguramente no, pero ustedes están contradiciendo aquello por lo que la mayoría de las personas lucha­ mos toda la vida...

P a rte .

de nuevo co m p licad a cuando la so cied ad nos lleva

II

A prender a valorar lo qu e u n o tie n e es u na tarea

a estar co n sta n te m e n te an sian d o aq u ello que nos

La

p o sicio n a en un estatus superior. C om p licad a pero



p osib le, pues en ningú n m o m e n to estam o s p ro p o ­ n ien d o nad ar co n traco rrien te en un siste m a en el

91

so m bra

que ser a m b icio so y lu ch ar p or o b ten er p restigio y

tu

p o n e m o s es qu e u na vez que hay am os consegu id o

S alta

las cosas, sigam os d án d ole el v alo r que se m erecen .

calidad de vida es un valor. Lo que n o so tro s p ro­

Y en te n d ie n d o que el v alo r que se m erecen las cosas que se consig u en co n d in ero es m uy p eq u e­ ño resp ecto al de las qu e no d ep end en de lo e co ­ n ó m ico .

A prender a dar valor a lo im p ortan te es u n o de los grandes retos que tenem os en esta sociedad in ju sta en la que estam os prorrogando con stan tem en te una felicidad que nunca llega. «Cuando acabe la carrera se­

ré feliz», «cuando consiga un buen trabajo seré feliz», «cuando me case seré feliz», «cuando tenga hijos seré f e ­ liz», cu an do... cu an do... cu an do... N unca llega por­ que cuando h em o s conseguido algo p or lo que h e­ m os lu chado casi no lo disfrutam os, porque nos h em o s m arcado u na nueva m eta lejana.

U n bu en am igo com ún em pezó u na conferencia ante un am p lio grupo de D irectivos de grandes em presas preguntando: ¿Son ustedes felices... en su

trabajo...? Cuenta cóm o se h izo un silencio en la sala que nad ie se atrevió a rom per.

92

¿Se h a parado alguna vez a observar las caras de las personas que cogen un avión a prim era hora de la m añana un día entre sem ana? Se su p on e qu e son personas qu e tien en un trab ajo de responsabilid ad, que v iajan porqu e so n requeridas en lugares leja­ nos, que h acen negocios im portantes. Haga la prue­ ba y se encontrará con un m o n tó n de individu os cu­ yas caras n o son distintas a las que se observan a prim era hora de la m añana en u na estación de m e­ tro de un barrio obrero.

La felicidad n o depende de lo que u n o tiene, ni de lo que u no es, sin o de lo que u n o piensa qu e es.

HAY Q U E DAR A LO IMPORTANTE EL VALOR Q UE SE MERECE

Caballeros, ha sido un placer conversar con ustedes, y me encantaría seguir durante horas, pero la progra­

La

nos han transmitido.

P a rte .

antes permítanme resumir las principales ideas que

II

mación nos va a obligar a dar paso a las noticias. Pero

Eí 93

so m bra tu

S alta

EL FU TU RO N O ES LO Q U E HA D E VEN IR, SIN O AQUELLO Q U E VAMOS A BU SCAR * * * * * * * * * *

EN ESTA VIDA HAY Q U E A SU M IR R IE SG O S *********** LA VIDA HA D E TEN ER SEN TID O * * * * * * * * * * *

CALIDAD D E PENSAM IENTO ES IGUAL A CALIDAD D E VIDA * * * * * * * * * * *

HAY Q U E DAR A LO IM PORTANTE EL VALOR Q U E SE M ERECE

Muchas gracias y hasta pronto...

M uchas gracias a usted, p or h ab ern o s brindad o estos m inu tos y en h orabu en a p or su capacidad de sintetizar nuestras ideas.

III PARTE

LR SÜMBRR

Los cuatro protagonistas perdieron la oportunidad de conseguir su propio éxito personal, sen cillam en ­ te porqu e fueron incap aces de ser dueños de su pro­ pio destino. Jordi, Luisa y M iguel fueron víctim as de los proyectos de sus padres. Ana fue víctim a de la carencia de proyectos.

Los padres de Jordi no pararon hasta lograr que consiguiese un contrato en una buena em presa que le aportase seguridad y futuro. Pasó m uchos años su­ cum biendo a las elecciones que otros hacían para él. El caso m ás flagrante fue su no participación en la III P a rte .

elección del nom bre de sus h ijos.

La m adre de Luisa u tilizó a su h ija com o m oneda

La

de cam b io para dem ostrar a su m arido aqu ello que

so m b ra

ella no le h ab ía pod ido demostrar. N o paró hasta

97

so m bra

tuvo que realizar u na carrera que no le apetecía y un trabajo que n o le llenaba.

S alta

tu

conseguir el objetivo que se h ab ía m arcado. Luisa

M iguel se vio forzado a convertirse en lo que la tra­ dición fam iliar esperaba de tod os sus m iem bros. Nunca nad ie tuvo en cuenta su criterio ni sus prefe­ rencias. Se eligió para él con stan tem en te lo que era bu eno y lo que le perjudicaba.

Ana pasó m ucho tiem po huyendo de un m undo que detestaba sin encon trar un cam in o claro. Estu­ dió porqu e era lo qu e su entorno esperaba de una chica de su edad y p osició n social. Toda su lucha se centró en separarse de lo que le desagradaba sin tener clara u na m eta.

Los cuatro fueron renu ncian d o a sus prop ios pro­ yectos para com p lacer siem pre a alguien que h ab ía decidido p or ellos.

Jordi apartó de su vida su pasión p or la m ecánica, Luisa dejó de asistir al Centro para com partir m om en­ tos con los niños, M iguel perdió a la chica que podría haber sido el am or de su vida y Ana divagó sin rum bo intentando encontrar su propia vocación.

9B

Todos ellos, o no contaron con m etas claras o alguien las diseñó para ellos. Fueron incap aces de ser felices porque no participaron en la elección de sus propias circunstancias.

Ana, Jordi, Luisa y M iguel nunca saltaron su so m ­ bra, nunca se atrevieron a nada. Fueron incap aces de p lan tar cara a un entorno o a u nas personas que es­ taban decidiendo p or ellos. Llegaron a conform arse y a convivir en u na situ ación donde la com odidad de n o tener que elegir ganó la partida a la in co m o d i­ dad de vivir la vida de otros.

Ana tien e una vida fácil que la so m ete a u na am b i­ güedad constante, estudia u na carrera porque es lo que se esperaba de ella, pero n o tien e claro qué quie­ re hacer en la vida. Sufre las secuelas que le dejaron los sen tim ien tos de culpa p or la m uerte de su padre. C uando parece qu e encuentra lo que podría ser su auténtica vocación, ésta se ve eclipsada p or u na serie

dejado de tener sentido.

P a rte .

replantea m uchas cosas au nqu e parece qu e tod o ha

III

de fracasos en su búsqueda de trabajo. Ana se

La

nu nció a lo que le gustaba p or com p lacer a sus

so m b ra

Jordi siem pre ha eludido el enfrentam iento, re­

99

so m bra

padres. Se d ejó llevar p or u na situ ación p rofesional

tu

teccion ism o. Su fam ilia le m antuvo al m argen de las

S alta

decisiones im portantes. Se fue encerrando en sí m is­

que no h izo m ás que alim en tar su prop io autopro-

m o y encon tró un aliad o en la bebid a, lo cual afectó a su carácter. Su fam ilia le aband on a. Su vida deja de tener sentido.

Luisa h a aban d on ad o m uchas cosas para participar en un proyecto de vida que no era el suyo. Fue u tili­ zada constan tem en te p or su m adre que le som etió a un con tin u o ch an taje em ocional. Renuncia a sus prop ios proyectos para no defraudar a otros. C uan­ do parece que tod o el esfuerzo quizá sí que h a valido la pena, resulta ser la víctim a de u na circunstancia em presarial en que las personas pasan a un segundo p lan o ju sto detrás de lo econ óm ico. En ese m o m en ­ to cree que en esta vida no sirve de nada esforzarse p or las cosas porque de un día para otro to d o cam ­ bia. Nada tien e sentido.

M iguel se h a encerrado en sí m ism o, es consciente de que han pasado los años y se h a dejado m uchas cosas en el cam ino. Cosas que van con la edad, y una vez superada nunca son recuperables. N o tien e am i­ gos, no tien e pareja, tien e un trab ajo qu e le parece

100

aburrido y triste. Todo lo que tiene en esta vida es una o p o sición y un puesto de trab ajo en propiedad. Ni siquiera la lectura le m otiva últim am en te. Se sien ­ te realm ente deprim ido y ve su vida com o u na espe­ cie de túnel oscuro donde n o se aprecia el fin al. No tiene sentid o seguir viviendo en estas cond iciones.

Los cuatro personajes, Ana, Jordi, M iguel y Luisa se encuentran en una situ ación parecida. Cada u n o de ellos parte de un rango fijo de felicidad que nad ie va a cam biar, pero están viviendo u nas circunstancias vitales que no les son satisfactorias y que de m o m e n ­ to no h an decidido cam biar. Por tanto, la calidad de sus vidas es acorde con la calidad de sus p en sam ien ­ tos y esto les sitúa en u na tesitura de negatividad donde poca fuerza les queda para trab ajar su propia voluntad de ser felices.

En ese m arco de negativism o sus m entes buscan abiertam ente una explicación a lo que les ocurre y

de los demás, un trab ajo que no le m otiva, una

so m b ra

una vida sin em ociones, u na dependencia siem pre

La

Jordi busca explicaciones a su tristeza y encuentra

P a rte .

estado.

III

claram ente encuentran los m otivos que explican su

101

del a lco h o l que le h ace sen tir rechazo de sí m ism o.

S alta

tu

so m bra

fam ilia que le h a ab an d on ad o y u na dependencia

Luisa busca explicaciones de su tristeza y encuentra algunas personas que le h a n defraudado, u na vida en la que h a renunciado a lo qu e consideraba im p ortan te siem pre p or com p lacer a los dem ás, un esfuerzo que no h a valido para nada y u na hip oteca que n o sabe cóm o pagará.

M iguel busca explicaciones de su tristeza y encu en­ tra soledad, aspiraciones insatisfechas, pérdida de interés p or cosas que en el pasado le h ab ían m otiva­ do y un proyecto de vida que él no h u b iera elegido.

Ana busca explicaciones de su tristeza y encuentra sen tim ien tos de culpabilidad p or la m uerte de su padre, el no h ab er tenid o nunca una m eta clara y una autoestim a p or los suelos.

Si A na, Jordi, Luisa y M iguel buscasen en estos m o m en to s m otivos de felicidad, seguram ente tam ­ bién los encontrarían. Todos ellos pod rían ver que aún son jóvenes para dar un nuevo ru m b o a sus vidas, que pueden in flu ir en sus circunstancias si se atreven a cam biarlas, que h a llegado el m om en to de

102

ap rend erá decir «no» a m uchas cosas, qu e están bien de salud, que cuentan con la experiencia y los erro­ res com etidos para h ab er aprendido de ellos y no volver a caer.

Tanto las razones de infelicid ad com o las de felici­ dad son reales, pero ¿cuáles creen que ayudarán a Ana, Luisa, M iguel y Jordi a dar un giro a sus vidas?

Luisa, A na, Jordi y M iguel se encuentran en ese gru­ po de personas incap aces de darse cuenta del p o ten ­ cial que aún les queda, invadidas p o r un sen tim ien ­ to de nostalgia del tiem p o perdido y ante un futuro m uy incierto.

IV PARTE

EMPIEZR LR ELECCION

Jordi n o pudo volver a co n ciliar el su eñ o m ientras las palabras que h ab ían salido de la radio daban vueltas y vueltas en su cabeza. C uanta razón tenían aquellas dos personas al afirm ar todas aqu ellas co­ sas. En algún m o m en to pensó que estaban narrando la historia de su propia vida.

No recordaba la últim a vez que había dedicado un tiem po a reflexionar sobre su propia existencia. Quizá

reportaje en que él m ism o era el protagonista y donde

de su vida en que se había equivocado. Se sintió doli­

preguntado de niño cóm o le gustaría ser de mayor.

e l e c c ió n

m uy diferente al que hubiese im aginado si le hubiesen

la

do de encontrar dentro de sí m ism o a un individuo

E mpieza

una voz en «off» le iba m ostrando todos los m om entos

Pa r t e .

un bu en rato, se había convertido en espectador de un

IV

nunca lo había hecho. En aquel instante, y desde hacía

107

tu

vez, una señal de alivio. Cada u na de aquellas p ala­ bras en la radio ofrecía a la vez u na alternativa espe-

S alta

so m bra

Todo el d olor que sentía p or dentro producía, a la

ranzadora.

Jordi dio un salto de la cam a con u na energía que sólo recordaba de su etapa adolescente. Se in co rp o ­ ró con la sensación de que acababa de tom ar la deci­ sión m ás im p ortan te de su vida.

El o lo r del café que se estaba preparando in u n d ó la cocina. Le pareció m ás delicioso que nu nca. C on su taza llen a de un deseado café con leche se dirigió al b alcó n para encender su prim er ducados. In haló aquel h u m o con placer entre sorb o y sorb o m ientras su presencia allí arm onizaba a la perfección con los son id os de u na ciudad que com en zaba a desper­ tarse.

Se sin tió esperanzado p or prim era vez en m ucho tiem po y repleto de ganas de p on erse en m archa para asistir al segundo acto de su vida.

Jordi se dirigió com o cada m añana a QUIM ICP, ese día no quiso u tilizar el autobús de la em presa y se acercó con su coche particular. Se h ab ía acicalado xas

para la ocasión y vestía un traje algo pasado de m oda que h ab itab a en el arm ario desde que lo u tili­ zó la últim a vez para la co m u n ió n de su sobrino.

Se dirigió directam ente al edificio de oficinas pasando de largo su lugar de trab ajo m ientras salu­ daba orgu llosam ente a sus com pañeros que le dedi­ caban m iradas desconcertadas. Pidió h ab lar con el Sr. Joan Ribas que le h izo esperar, p or estar reunido, más de u na hora y m edia. Todo ese tiem po le ayudó a reafirm arse aún m ás en la decisión que acababa de tom ar.

El Sr. Ribas le recibió sorprendido en su despacho y le ofreció asiento. Jordi h izo un resum en detallado de los acon tecim ien tos que le h ab ían llevado a tom ar la decisión de dejar la em presa com o el pri­ m er paso para dar un giro a su vida y recuperar a su

m ism o, que estaba tom an d o u na decisión im p o r­

pleo. El Sr. Ribas le deseó suerte y le dijo qu e si más

e le c c ió n

m ás de su in d em n ización , pudiese cobrar el desem ­

la

C on sin tió en arreglar las cosas para que Jordi, ade­

Em pieza

tante, lo cual le prod u jo adm iración.

P a rte .

di, vio ante él a un h o m b re v alien te y seguro de sí

IV

fam ilia. El Sr. Ribas, que escuchó atentam ente a Jor­

1Q9

ría abierta.

S alta

tu

so m bra

adelante deseaba volver, la puerta de Q U IM IC P esta­

Se despidió de sus com pañeros sin dar explicacio­ nes de los m otivos de su decisión. Ellos lo m iraban desconcertados m ientras se alejaba hacia el aparca­ m iento.

A su vuelta a Terrassa localizó, a A lcoh ólico s A nó­ nim os y pid ió una cita. Le ofrecieron incorporarse aquella m ism a tarde a un grupo de terapia. El resto de la m añana lo dedicó a arreglar los papeles en el INEM.

N o sabía qu é sería de su vida los próxim os meses, pero esa in certid u m bre no le daba m iedo. Por pri­ mera vez en su vida se sentía seguro de sí m ism o y de la decisión que h ab ía adoptado. Era consciente de lo arriesgado de su situ ación pero el co lch ó n que le ofrecían u n os p equ eñ os ahorros y la p osibilid ad de cobrar el paro aportaban seguridad a su idea de con ­ vertirse en una persona nueva y de recuperar a su fam ilia.

Sabía que no pod ía pedir u na segunda oportu n i­ dad a Julia hasta qu e ella viese en él a un h o m b re

110

nuevo. P or ello, sabía que el prim er paso era dejar com pletam en te la bebid a.

Llegó qu ince m inu tos antes de la hora acordada al piso que A lcoh ólico s A n ó n im o s tenía en Terrassa. C inco m inu tos antes de las siete de la tarde le h icie­ ron pasar a u na sala donde aquel terapeuta llam ado Alfredo le dio la bienvenid a y le ofreció sentarse en una de aquellas sillas que, form an d o un círculo casi perfecto, esperaban ansiosas a las personas que las ocuparían. El resto de personas llegaron enseguida y la sesión em pezó puntualm ente.

El grupo lo form aban, sin contar a A lfredo, dos m ujeres y cuatro hom bres. Todos de distintas edades y, delatadas p or sus aspectos, de diferentes co n d icio ­ nes sociales.

aquellas personas en rehacer u nas vidas que el alco­

puestos de trab ajo perdidos, secuelas físicas tras

bebida h ab ía traído consigo.

e le c c ió n

fín de desgracias personales que la ad icción a la

la

accidentes, negocios em bargados, d eu d as... U n sin ­

Em pieza

hol h ab ía destrozado. Fam ilias desestructuradas,

P a rte .

venida. Jordi quedó adm irado de la entereza de

IV

Felicitaron a Jordi p or estar allí y le dieron la b ie n ­

111

tu

no al grupo de terapia con la sensación cada vez más fuerte de h ab er elegido el cam in o correcto. Era com o

S alta

so m bra

Su vida durante las siguientes sem anas giró en tor­

si tod o en su vida hu biera recobrad o sentid o.

Felipe era un se ñ o r de cincuenta años qu e ya lleva­ ba casi un año en terapia. Estaba en u na situación personal y finan ciera m uy com plicada. Viudo y sin h ijo s se h ab ía refugiado en la beb id a tras el acciden­ te de tráfico que él m ism o provocó y donde m urió su mujer. A quella noche, en u na cena de am igos, él h ab ía b eb id o en exceso pero in sistió en cond ucir su coche. D ecidió ahogar sus penas en JB con cola y esto le h izo perder de vista su p equ eñ o negocio que poco a p oco fue perdiendo a una clientela que le había sido fiel. U n p equ eñ o taller m ecánico donde la gente del barrio siem pre decía dejar sus coches en buenas m anos. Era de d o m in io p ú b lico que Felipe tenía un don especial para p o n er un coche a punto.

Jordi tuvo un v ín cu lo especial con Felipe desde el prim er m om en to, in clu so antes de co n o cer los deta­ lles de su vida. Era u na persona cuyos o jo s azules producían u na atracción especial. U na m ezcla de tristeza, fortaleza y sabiduría que invitaban al acer­ cam iento.

112

C on form e fueron pasando las prim eras sem anas el vínculo entre ellos se fue fortaleciendo. H ablaban de m uchísim as cosas y se reunían algunos días fuera del grupo. Jordi co n o ció los detalles ju d iciales del negocio de Felipe, y éste la afición p or la m ecánica y los coches que Jordi h ab ía ab an d on ad o en su ju ­ ventud.

H abían pasado ya dos m eses y Jordi no h ab ía vuel­ to a probar el alco h o l. N o h ab ía sido fácil y alguna vez h ab ía estado tentado de pedir en un b ar una copa, traicio n ad o p or el sen tim ien to de «lo tengo do­

minado, por una no pasa nada». N o lo h izo, pues sabía que su futuro dependía de vencer esas pequ eñas ten ­ taciones.

Por aquel entonces h ab ía quedado en tres ocasio­ nes con Julia y sus h ijo s. La tercera fue para pasar un

pero su m ujer necesitaba aún m ás tiem po para deci­

él y reabrir el taller. Sabía que su am igo estaba sin un

e le c c ió n

en su cabeza. Q uería p ro p o n e ra Felipe asociarse con

la

Jordi em pezó a dar form a a u na idea que rondaba

Em pieza

dir volver a intentarlo.

P a rte .

m erendero en Las Planas. Todo ib a p or bu en cam ino

IV

día entero jun tos, costillas a la brasa incluidas, en un

113

so m bra

duro y que la ú nica p osibilid ad pasaba p or qu e él

tu

ner las m áqu in as que el em bargo se h ab ía llevado.

S alta

Por suerte, a Felipe todavía le quedaba el local que

consiguiese el dinero para pagar las deudas y repo­

era propiedad de su madre. C uando le an u n ció su in ten ción a Felipe le saltaron las lágrim as y durante varios m inu tos no supo qué decir. Al cabo de un rato le dio la m an o con firm eza y le dijo «vale».

Para conseguir lo s setenta m il euros que aproxim a­ dam ente se necesitaban para reabrir el taller de nue­ vo al pú blico, Jordi rehip otecó su casa.

Aquel 2 3 de abril, día de S an t Jordi, Terrassa estaba preciosa, repleta de puestos de rosas y libros. Julia fue a la firm a del n otario con recelo pues sabía que en la operación se jugaba tam bién u na parte de su patrim on io. C uando el n otario dispuso, am b o s fir­ m aron. D espués se m iraron a los o jo s con u na atrac­ ción que creían h ab er olvidado. A la salida Jordi le regaló u na rosa y le invitó a com er.

La reform a del taller duró aproxim ad am ente un m es y abrió a fin ales de ju n io. La gente del barrio se alegró de ver a Felipe y a su nuevo socio relu cien­ tes con sus m o n o s azules esperando recobrar la

1X4

confianza de aquella gente. M ientras tan to Jordi fue aprendiendo, con m u chísim o interés, tod o lo que su m aestro le podía enseñar.

Los coches no tardaron en llegar y el m es de ju lio fue realm ente b u en o . Todo el m undo quería p o n e r a p u nto su coch e para sus vacaciones, así que em peza­ ron com o nunca h u biesen soñad o.

En la actualidad Jordi es coprop ietario de un nego­ cio que fu n cion a b ien , trabaja en lo que le apasiona, ha vuelto con su fam ilia y se considera un ser afortu­ nado de este m undo.

Recuerda con cautela su pasado y op ina que la vida le ha regalado la p osib ilid ad de haberse equivocado varias veces. Jordi es feliz.

Luisa perm aneció varias horas in m óvil con la sen­ sación aún presente de que aquella pistola seguía apuntando a su sien. No acertaba a com prender el significado de u na pesadilla tan desagradable. H abía estado a p u nto de p o n er fin a su vida y eso le preo­ cupaba. Era u na persona aprensiva a la que cual­ quier m olestia física le h acía pensar que pod ía tener alguna cosa m ala. Esta vez no se trataba de nada físi­ co, sino de u na im agen tan nítida que la h ab ía deja­ do totalm en te paralizada.

La voz de aquellas personas de la radio era agrada­ ble y nada m on óton a. Penetraba en su cerebro de una m anera fluida, casi arm oniosa, com o un deto­ nante de recuerdos aparentem ente olvidados. No decía nada que Luisa no supiese, pero la con tu n d en ­ cia de sus afirm aciones los convertían en una especie de portavoces del sentid o com ún. Luisa escuchaba

propia historia. E n contró sem ejanzas con aspectos

m ientos m ás recientes. Vio reflejados a sus padres

lucha de pod er de am bos, el m ach ism o enferm izo

e l e c c ió n

relación carente de am o r de sus progenitores, la

la

m ientras sentía u na m ezcla de em ociones. Vio la

E mpieza

de su niñez, de su adolescencia y de sus aconteci­

Pa r t e .

m o tiem po, ib a encon trand o paralelism os con su

IV

aquellas reflexiones con aten ció n m ientras, al m is­

117

tu

vio utilizada com o m oneda de cam bio. Se vio d eján­ dose llevar víctim a de la perversidad y del ch an taje

S alta

so m bra

de su padre y los deseos de venganza de su madre. Se

em ocional. Sin tió pena de sí m ism a cuando se im a­ ginaba de niña, sin tió rabia cuando se vio adoles­ cente, sin tió vergüenza cuando se vio adulta. Una m ujer in cap az de rebelarse contra u na arquitectura personal con evidentes defectos de form a. Se h ab ía dejado llevar p or la situ ación y ésta le h ab ía desbor­ dado hasta el p u nto de ya no h ab er vuelta atrás. Has­ ta el p u nto de aceptar su situ ación com o un m eca­ nism o de defensa que actuaba com o catalizador para negar el h ech o de h ab er sido tratada in ju sta­ m ente. Siguió sum ida en aqu ellos pensam ientos durante varias horas con la in qu ietu d de h a b e r pre­ senciado su p rop io suicidio. M uy co m p lejo debía de ser lo que pasaba en el in terior de su cabeza y que le había llevado a p o n er fin a su vida.

C on la m irada perdida en las cajas de IKEA, asistió indiferente al nacim iento de un nuevo día. A quellos m uebles aún p or desem balar esperaban im pacientes el m om en to m ágico de su resurrección. El m om en to en que dejarían de ser piezas sueltas de m adera y m etal para alcanzar la plenitud ocu pando rincones, decorando paredes, alo jan d o discretam ente o b jeto s;

118

en definitiva, cum pliendo con la m isión para la que su creador los h ab ía diseñado. Poco im agin aban ellos m ientras observaban en silencio a Luisa sentada en un rin có n que su destino estaba a pu nto de dar un giro definitivo. Luisa veía su futuro con resignación e incertidum bre. H abía puesto m ucha ilu sió n en su nuevo piso. Era precioso, am p lio y con espacios m uy b ien apro­ vechados. Entraba luz p or todas partes y esto le daba un encanto especial a aqu ellas paredes blancas. Resultaba fácil im aginárselo decorado con m uebles sencillos que tratasen con m ucho respeto aquella arm onía entre espacio y luz. Ahora Luisa le daba vueltas a la cabeza m ientras pensaba cóm o sería capaz de tirar adelante. La in ­ dem nización que la empresa le ofrecía era cu an tio­

de frustración

que sentía. Aquel dinero

aseguraba su supervivencia durante algunos m eses

estaba preparada para em pezar de nuevo h acien d o

preparada para otro golpe parecido.

e le c c ió n

un bu en día a especular con su vida. Luisa no estaba

la

lo m ism o en otro lugar m ientras alguien se decidía

Em pieza

m ientras conseguía un nuevo trab ajo. Pero Luisa no

P a rte .

sación

IV

sa, pero no com pensaba lo m ás m ín im o la sen­

119

tu

m ente en el m o m en to oportuno en que ella necesi­ taba u na inyección de positivism o. U na sonrisa leve

S alta

so m bra

La im agen de los chicos del C entro acudió a su

se d ib u jó en su rostro m ientras revivía en su im agi­ nación aqu ellas m uestras de am or gratuito. C o m o la prim era b o can ad a de aire tras u na in m ersión en el mar, Luisa fue abordada p or la idea de cuál sería su siguiente paso.

Se in corp oró con contu n d encia sintiend o el dolor propio de su larga estancia en el suelo. Se sorprendió de que n o lo hu b iese sentid o hasta ese m om en to pese h ab er pasado varias horas sentada sob re una superficie tan dura y sin cam biar de postura. Era com o si sus sentid os se hu b ieran abierto a la vida de golpe. Sin tió dolor, sin tió calor y em pezó a escuchar los ruidos que provenían de la calle. Percibió p or pri­ mera vez el sol que entraba ya p or su ventana desde hacía un bu en rato.

Se dirigió al lavabo, se m iró al espejo y le dijo a su im agen «si tu estás b ien , yo estoy b ien ». Lo repitió varias veces hasta que n o pudo reprim ir u na carcaja­ da. Se duchó, se puso su vestido m ás b o n ito y salió a la calle en busca de su peluquera de confianza. Pasó la m añana en aquel salón de belleza dedicándose izo

algunos m im os personales que tenía m ás que olvi­ dados. D espués de casi cuatro horas som etida con total confianza a las m an os h áb iles de su am iga salió de a llí sin tién d ose u na persona nueva. U n par de zapatos b o n ito s y un vestido de Pedro del Hierro com pletaron con éxito la m etam orfosis de Luisa.

Se sentía b ien p or prim era vez en m uchos días y con u na seguridad en sí m ism a que añoraba desde hacía m u ch o tiem po.

Estaba convencida de h a b e r tom ad o la decisión correcta cuando entró en aquella in m o b iliaria y pidió que le tasaran su piso para su posterior puesta a la venta. Al m ism o tiem p o em pezó a fijarse en algunas otras alternativas de com pra m ás asequibles para la nueva vida que h ab ía decidido em prender.

com pró y la operación de venta y com pra de otro

en un negocio redon do.

Em pieza

in m u eble en un lugar m en os cotizado se convertía

P a rte .

valor en los m eses que h ab ían pasado desde que lo

IV

Resultó para su sorpresa que su piso h ab ía ganado

la

ten im ien to cotid ian o de sus n iñ o s siem pre con un

e le c c ió n

Luisa con tin u ó asistiendo al C entro para el entre­

121

so m bra

puñado de caram elos que h acían las delicias de los

tu

la puerta. A quellos n iñ o s se co n form aban con m uy

S alta

poco para ser felices. A lgunos caram elos y un p o q u i­

chicos que corrían hacia ella en cuanto aparecía por

to de am or era suficiente para deleitar a aquellos pequ eñ os seres a los que la vida estaba tratando in ju stam en te desde m uy tem prano.

El piso de Luisa se vendió con rapidez y en tan sólo dos sem anas h ab ía liqu idad o u na deuda pend iente y se h ab ía m etido en otra m ucho m ás asequible.

El nuevo p iso que com pró era de segunda m an o y estaba situado en un barrio no tan céntrico. N o a ñ o ­ ró lo m ás m ín im o la entrega de llaves del anterior, de alguna m anera to d o aqu ello form aba parte de un pasado que Luisa h ab ía decidido guardar m uy en el fond o de su baú l de lo s recuerdos.

Su nueva vivienda era pequ eña pero m uy acogedo­ ra. Luisa dedicó m uchas horas a convertir aquel lu­ gar en un h o gar confortable; y p or fin tod os aquellos m uebles, durante tan to tiem po olvidados, ab an d o ­ naron sus respectivos em balajes para cum plir alegre­ m ente con su fu n ción .

122

Luisa no tenía claro cuál sería el desenlace de su futuro, pero tam p oco se lo plan teaba de m anera urgente. N o tenía nada claro lo que haría definitiva­ m ente, pero estaba convencida de lo qu e no quería. N o volvería a trab ajar en u na ingeniería.

Se estaba dedicando un tiem po a sí m ism a en el que necesitaba reorganizar su vida. Aquel añ o sabá­ tico qu e se h ab ía propuesto en su época de estu­ diante, y qu e su m adre nunca perm itió, h ab ía apare­ cido ante ella com o puesto a llí p or el azar.

Su colab oración en el C entro se seguía desarrollan­ do de m anera totalm en te altruista y era lo que le m antenía aferrada a un m undo que valía la pena vivir.

H abían pasado seis m eses desde que se vio en

sí m ism a y otro a los dem ás. Vivía con fortab lem en te

Em pieza

en su piso y h ab ía con o cid o ya a m uchas personas del barrio. Era un barrio con vida, a Luisa le gustaba

e le c c ió n

nostalgia le invadía de vez en cuando.

la

pasear p or la calle, saludar y ser saludada. Le recor­ daba su in fan cia con sus padres en M óstoles y cierta

P a rte .

quila en la qu e se dedicaba tod os los días un ratito a

IV

situación de desem pleo. Luisa llevaba u na vida tran­

123

tu

pequeña crisis de recursos. El edificio era antiguo y el deterioro, p or la falta de m an ten im ien to, de su

S alta

so m bra

En aqu el m o m en to el C entro estaba pasand o una

estructura obligaba a reform as in m in entes.

Ante la incapacidad de afrontar la fin an ciació n de las reform as necesarias se vieron obligad os a desalo­ jar las zon as afectadas y a reajustar espacios para alo ­ ja r a tod os los chicos. Todo ello con la in co m od id ad de tener que convivir las m ism as personas en un espacio b astan te m ás pequ eñ o.

Luisa estaba preocupada p or la nueva situ ación y propuso a Elena, la directora del Centro, realizar un estudio de los desperfectos y los recursos necesarios para su reparación. La directora sentía p or Luisa un aprecio especial que se h ab ía id o forjan d o durante los años en que ésta se h ab ía dedicado a colaborar con ellos de m anera to talm en te desinteresada. Le agradeció la in iciativa que h ab ía to m ad o y se brindó a ayudarla. El b alan ce de los daños suponía de entra­ da reform ar to talm en te el tejado del ala sur, cam biar los bajantes, arreglar las paredes y pin tar de nuevo. Los presupuestos que solicitó a diferentes em presas oscilaban entre los noventa y los ciento cinco m il euros.

1ZH

Elena, qu e apreciaba la proactividad que Luisa estaba dem ostrando, era pesim ista respecto a la co n ­ secución rápida de tan astronóm ica cantidad. El Centro contaba con un presupuesto ajustado que con esfuerzo conseguía cubrir los gastos norm ales del mes. A quella sum a sup onía un extra de fin an cia­ ción que no p od ían perm itirse.

Luisa consiguió, después de in sistir m uchísim o, una entrevista con el técnico m un icipal qu e le reci­ b ió u na m añana a últim a hora casi p or com p rom i­ so. Escuchó a Luisa durante qu ince m inutos, le echó un vistazo rápido a la d ocu m entación que traía y le p rom etió que estudiaría el caso y ya le diría algo.

Salió bastante defraudada de aquella entrevista y con la certeza casi absoluta de que el interés que el técnico pondría en su propuesta era poca o nula. Lo que en

significó un golpe de efecto que despertó en ella la

correspondencia electrónica los ú ltim os años y que

e le c c ió n

facultad. Personas con las que h ab ía m antenido

la

Luisa conservaba algunas antiguas am istades de la

Em pieza

necesidad de em pezar a elaborar un plan alternativo.

P a rte .

va agresión a su delicada autoestim a en esta ocasión

IV

otros m om entos pasados hubiese significado una nue­

125

tu

rrió que quizá en alguna de esas com p añías en co n ­ traría alguna persona a quien la situ ación de aque­

S alta

so m bra

estaban trab ajan d o en distintas em presas. Se le ocu­

llos n iñ os le llegase al corazón.

Em pezó a enviar correos a tod os los colegas que sabía que trab ajaban en M adrid o sus alrededores, pid iéndoles una cita para presentarles un proyecto. En aquel m om en to no dio los detalles.

Casi tod os ellos aceptaron. U nos le propusieron reun ión en su despacho y un par acordaron la cita en un restaurante con com ida incluida.

Fue francam en te agradable volverse a reunir con tod os sus com p añeros de fatigas en O viedo. Los años de facultad h ab ían quedado atrás y la m ayoría estaban b ien colocad os en em presas de renom bre. Luisa presentó el proyecto con ganas y entu siasm o y tod os se adm iraron de descubrir la cara m ás h u m a­ na de aquella chica que se vestía de ch ico en el pasa­ do. Todos acabaron la cita dejando claro que era m uy difícil que sus em presas aceptasen esponsorizar el proyecto. Luisa se despedía de to d o s ellos con agradecim iento p or h ab erle dedicado su tiem p o y triste p or convencerse de la evidente existencia de un

126

m undo que m ovía grandes cantidades de dinero, y era in cap az de aportar u na pequ eña parte a quien realm ente lo necesitaba. Lejos de defraudarse se co n ­ venció aún m ás de su decisión de no volver a traba­ jar en ese tip o de em presas.

Acudió a su últim a cita esperanzada de qu e sin lugar a dudas toda su in sisten cia debía dar algún día sus frutos. Era en un b o n ito restaurante en la calle Alcalá. C uando llegó ya le estaba esperando Rufino, que estaba saborean d o una caña m ientras conversa­ ba con alguien p or su m óvil. Sus m iradas se cruza­ ron y Luisa le id en tificó enseguida. Él no acertó a reconocerla en la prim era im presión, pues tenía gra­ bada la versión m asculinizada que Luisa h ab ía exhi­ bido en la facultad. Luisa tuvo que hacerle un gesto con la m an o para que R ufino se diese cuenta de su presencia. Se saludaron con cariño y él le expresó su

los ú ltim os años. R ufino era h ijo del propietario de

ingeniería de m inas en un golpe de rebeldía juvenil

e le c c ió n

do un crecim iento espectacular. Él h ab ía estudiado

la

una constructora que en los ú ltim os años h ab ía ten i­

Em pieza

vino m ientras se explicaron los acon tecim ien tos de

P a rte .

Saborearon varios p latos regados con un bu en

IV

adm iración p or lo guapa que la encon traba.

127

so m bra

ante su padre. Al acabar, su sentid o de la responsabi­

tu

Rufino h ijo era quien dirigía el negocio.

S alta

lidad le ob ligó a ir a trab ajar con él. En la actualidad

D espués de h a b e r disfrutado u na com ida d elicio­ sa, y de h ab er escuchado atentam ente la exposición de Luisa, Rufino separó la taza de café de sus labios, la m iró y d ijo: «déjame hablar primero con mi padre,

pero cuenta con ello. M e quedo la documentación. Te lla­ m aré para ir a hacer una visita». Luisa no sabía cóm o agradecer el gesto tan h u m a­ no que Rufino le b rind aba. Q uiso pagar la com ida pero él se lo p ro h ib ió . Se despidieron con dos besos, gracias y hasta p ronto.

A fin ales de esa m ism a sem ana le llam ó y progra­ m aron una cita para la siguiente.

Las reform as duraron un mes. U n b a ta lló n de ope­ rarios desem barcaron en el C entro y se pusieron m a­ nos a la obra hasta que lo acabaron. Luisa propuso a Elena que pod rían bautizar el ala sur con el n o m b re de la constructora y así lo hicieron. Los n iñ o s volvie­ ron felices a ocupar un espacio m ucho m ejo r aco n ­ dicionado.

12B

Justo después del verano Rufino llam ó a Luisa y le pidió, sin darle m ás explicaciones, si podía ir a verlo. Ella apareció en su despacho con la incertidum bre de n o saber b ien a qué venía tan to m isterio.

Rufino le dio las gracias p or h ab erle perm itido par­ ticipar en u na experiencia inolvidable. Le dijo h ab er­ se sentid o m uy especial contribuyendo a u na buena causa y dedicando sus recursos a un fin com o aquél. Le com en tó que algunos de sus trabajadores tam b ién se h ab ían sentid o m uy especiales y que le h ab ían de­ m ostrado su adm iración p or un gesto tan b o n ito .

Todo ello le h ab ía h ech o pensar m ucho durante las vacaciones y h ab ía decidido que aquél no podía ser un h ech o aislado.

H abía decidido crear un D epartam ento de A cción

trabajan para los que m ás lo necesitan. Buscaba una

po. Esa persona sólo pod ía ser Luisa.

Em pieza

persona para dirigir el D epartam ento y crear el equi­

P a rte .

m anera altruista en proyectos con in stitu cion es que

IV

Social capaz de valorar situ aciones e intervenir de

la

lo que la vida le h ab ía h ech o en m u ch o tiem po.

e le c c ió n

Ella n o dudó un segundo en aceptar el m ejo r rega­

129

tu

m ado p or seis personas, a los que h ab ría que añadir los operarios que participan en cada obra. H an par­

S alta

so m bra

En la actualidad Luisa dirige un D epartam en to for­

ticipado en algunos proyectos interesantes en Espa­ ña. Van a participar en la construcción de dos escue­ las y un ho sp ital en Congo.

Sigue visitan d o a sus n iñ o s del C entro todas las se­ m anas. Vive en su piso y cuando puede participa en los eventos del barrio.

Todos los días se alegra del día en que u na horrible pesadilla le ob ligó a convertirse en una persona dis­ tinta.

130

M iguel pasó los tres días siguientes sin salir de casa. Ni siquiera llam ó al trab ajo para avisar de su ausen­ cia y cuando del A yuntam iento le in ten taron lo cali­ zar para saber de su paradero n o cogió el teléfo n o . De h ech o , el teléfo n o so n ó en repetidas ocasion es y varias voces llen as de preocu pación dejaron su m en­ saje en aqu el contestador. M iguel ni siquiera se pre­ ocupó de quién le h ab ía llam ado ni le im p ortó lo m ás m ín im o que le estuvieran echand o de m en os.

Sentad o en un sofá pasó tres días con la m irada perdida en su b ib lio teca repleta de las m ejores nove­ las de los ú ltim os años. Aquel conglom erad o de colores, texturas y letras ofrecía un lugar ideal donde perder la m irada y alo jar p ensam ientos. M iguel sen­ tía com o si su alm a se hu b iese separado de su cuer­ po y desde la altura observase a un individu o vacío p or dentro y desconocido a sí m ism o. Sentía pena de

colía del que n o conseguía escapar. M iguel estaba

para levantarse y salir de casa, para ir a trabajar, para

y cóm o su dedo índice acariciaba suavem ente el

e le c c ió n

H abía soñ ad o cóm o una pistola apuntaba a su sien

la

saludar a sus vecinos, para co n fiar en sí m ism o.

Em pieza

enferm o de tristeza, u na tristeza que le incap acitaba

P a rte .

lógenos del techo. Se debatía en un m ar de m elan ­

IV

aquel personaje cuya calva reflejaba la luz de los h a ­

131

so m bra

gatillo m ientras le aplicaba cada vez m ás presión

tu

acercaba p or m om en tos. Im aginaba cóm o aquella

S alta

bala penetraba en su cerebro an u lan d o su sufrim ien­

convencido de que el fin al de sus p reocu paciones se

to y provocando alivio en su alm a. C uando M iguel despertó de la pesadilla, no sin tió m iedo sólo tris­ teza.

M iguel recapituló su vida m ientras buscaba expli­ caciones a lo que sentía desde h acía m u ch o tiem po. No creía en sí m ism o, no tenía am igos, su vida era una en orm e rutina, no hacía nada nuevo, to d o ocu­ rría com o era de esperar, n o sentía alegría, n o discu­ tía con nadie. H acía m ucho tiem p o que sentía cóm o la vida transcurría m ientras le observaba con in d ife­ rencia, com o si sólo fuera u na pieza de decoración en un escenario fabricado para la ocasión .

H abía perdido m uchas cosas en los ú ltim os años y ahora se daba cuenta de que lo ú n ico que le queda­ ba en este m undo era la herencia que sus padres le h ab ían dejado en vida. U n trab ajo en propiedad pa­ ra siem pre. O d ió a sus padres p o r m om en tos, por aquella in fan cia perdida. D espués sin tió pena por ellos y les exim ió del pecado de no h ab erle pregun­ tado nunca qué sentía y qué necesitaba.

132

M iguel pasó tres días sin com er, prácticam ente sin beber, sin lavarse y con una debilidad que in u n d aba su cuerpo in cap acitán d o le para levantarse. Su m ira­ da se volvía borrosa en aquel fon d o m u lticolor m ientras diapositivas de su vida revivían en su m em oria. D espués reenfocaba su m irada sobre algu­ na de aquellas joyas de la literatura recordando per­ fectam ente cuándo y dónde las disfrutó. A cada u no de sus lib ros le pertenecía un trocito de la vida de M iguel. U na m ancha de soledad se adhería página tras página.

Allí p erm aneció durante horas perdido en sus p en ­ sam ien tos m ientras las palabras em ergidas de la radio se aferraban a sus entrañas para evocar sensa­ ciones de odio h acia sí m ism o p or tantas op ortu n i­ dades perdidas.

IV

C uando sin tió cóm o alguien introdu cía u na llave

más de él, disponía de ese privilegio. Su m adre abrió

guel con u na sensación de alivio p o r h ab erlo en co n ­

madre y pedirle ayuda.

e le c c ió n

nó em ergiendo de su m elan colía para abrazar a su

la

trado y preocu p ación p or su estado. M iguel reaccio­

Em pieza

rep entinam en te la puerta del salón y observó a M i­

P a rte .

en su cerradura pensó en la ú nica persona que, ade­

13 3

tu

se duchaba le preparó u nas tostadas con m antequ i­ lla y un vaso de leche b ien caliente com o sabía que

S alta

so m bra

Ella le obligó a levantarse y m ientras se afeitaba y

le gustaba. M iguel salió del cuarto de b a ñ o con aspecto de ser u na persona distinta. En su rostro seguían siendo evidentes las secuelas de su tristeza.

Tom ó la leche a regañadientes m ientras negociaba con su m adre el ab an d o n o de sus tostadas. Al cabo de un rato, am bos salieron de casa en dirección a la consulta del m édico.

Su m éd ico de cabecera, después de un recon oci­ m iento superficial, creó su propio diagnóstico pero lo guardó para sí m ientras rellenab a el volan te co­ rrespondiente para la visita urgente al psiquiatra. Aquella m ism a m añana m adre e h ijo recibieron la noticia de que M iguel sufría u na depresión.

Su m adre le ob ligó a instalarse en el d om icilio m aterno para asegurarse de que seguiría escrupu­ losam ente el tratam iento que el psiquiatra le pres­ cribió.

La m edicación actuó con rapidez y devolvió en pocos días el equilibrio qu ím ico a Miguel. Seguía

13H

siendo víctim a de su propia tristeza pero ya conseguía hacer una vida algo más norm al. A los quince días convenció a su m adre para volver a su casa. Ella acep­ tó con la condición de que iría a verlo cada tarde.

M iguel estaba de b aja laboral m ientras in ten tab a recobrar un estado de án im o que le perm itiese ejer­ cer su trab ajo sin tener que m archarse al lavabo a llo ­ rar en silencio. Pasó varios días en casa donde apro­ vechó para p o n e r orden y lim pieza a un lugar que h abía perm anecid o dem asiado ab an d o n ad o . Hacia el m ediodía salía a dar un paseo p or el parque que h abía a dos m anzanas de su casa. Por las tardes su madre aparecía con pastitas para la m erienda.

Aquella m añana, m ientras trataba de pod er orden en la b ib lioteca, a la vez que liberaba sus lib ros de una fina capa de polvo, se encon tró entre sus m anos IV

con 2 0 .0 0 0 Leguas de Viaje Submarino y recordó su

tras in ten tab a no rascarse los picores que provocaba

Em pieza

su varicela. M ientras acariciaba La Sombra del Viento, apareció el recuerdo de la m uerte de su padre ahora

la

y centella en m ano, entre aqu ellos ejem plares y

e le c c ió n

hacía dos años. Siguió m anejánd ose, trapo de polvo

apareció ante él 1 9 8 4 de George Orwell. En aquel

P a rte .

infancia durante la sem ana en que lo devoró m ien ­

13 5

tu

sentidos y un nítid o recuerdo apareció en su m em o ­ ria. Acudió a su m ente que fue el ú ltim o libro que le

S alta

so m bra

m o m en to u na m ezcla de sen sacion es saturaron sus

hicieron leer en la asignatura de literatura en segun­ do de BUP. El día que Lucía le pid ió la cita él oculta­ ba sus nervios, sin saber qué decir, agarrando con fuerza aquel libro hasta el p u nto de arrugar leve­ m ente u na de sus esquinas. Las m arcas de ese m o­ m ento aún perm anecían. Aquel libro fue el cóm ­ plice silen cio so

de aquel rom an ce m ientras les

acom pañaba en sus escapadas a escondidas. Se con ­ virtió en coartada de am b o s si eran descubiertos. Provocó entre ellos conversaciones interesantes so­ bre si sería p osib le algún día el m undo que Orwell creó. M iguel estuvo sum ido en sus pensam ientos durante un bu en rato m ientras acariciaba el libro recordando em o cion ad o las escapadas, protegidas p or m entiras y aquel b eso tan deseado que nunca llegó. Recordando quizá el ú n ico m o m en to de su vida en el que se h ab ía sentid o realm ente libre y fe­ liz. Se preguntó en to n ces qué sería de Lucía.

La dirección y el teléfon o actuales de Lucía apare­ cieron tras una escrupulosa labor detectivesca de M i­ guel. Ella vivía actu alm ente en Toledo. Se le h ab ía m etido en la cabeza que quería saber de su vida.

13b

Encontrarla aunque sólo fuese para charlar con ella un rato se convirtió en esos días en la terapia que se h abía autoim puesto. Todo el tiem po dedicado a p en ­ sar en cóm o habría cam biado, cóm o se sorprendería, si se alegraría o se enfadaría de que la hu b iese busca­ do, conseguía expulsar de su cabeza otros pensa­ m ientos m ucho m ás perjudiciales en ese m om en to.

A unque tenía su teléfon o, la idea de llam arla le parecía dem asiado arriesgada. La in certid u m bre de no saber quién contestaría le producía pán ico.

O ptó p or una vía m ás tradicional, au nqu e no por ello m en os arriesgada, y decidió enviarle u na carta.

La carta era sim ple y p o co com prom etedora donde sin evocar sen tim ien tos del pasado le plan teab a que le apetecía saber de su vida. C uando dejó la carta en

supo que ya n o h ab ía vuelta atrás y se sin tió recon­

nas sin qu e Lucía diese señales de vida. En aquel

e le c c ió n

te del bu zón de su casa a diario. Pasaron dos sem a­

la

D urante los siguientes días M iguel estuvo p en d ien ­

Em pieza

fortado.

P a rte .

rrecto. C uando el sob re se desprendió de sus m anos

IV

el bu zón de correos, dudó si estaba h acien d o lo co­

137

tu

b ajo . Se sentía m ucho m ejo r físicam ente au nqu e se seguía sin tien d o in cap az de recuperar la ilu sió n por

S alta

so m bra

m o m en to M iguel ya h ab ía em pezado a volver al tra­

las cosas. H abía vuelto a su rutina, a su trabajo, a su casa, a sus libros y a su soledad, y to d o ello no era el m ejor alim en to que pod ía recibir u na persona que necesitaba

u rgentem ente

com pensar

em o cio n al­

m ente lo que la m ed icación ya h ab ía conseguido. La esperanza de encon trar a Lucía se h ab ía diluido con el pasar de los días.

A quella n o ch e M iguel se disponía a saborear unas suculentas jud ías verdes con patatas regadas adecua­ dam ente con su correspondiente cerveza. N o h ab ía com enzado su cena cuando so n ó el teléfon o. No solía recibir llam adas a esas horas así que se sor­ prendió. Por algún m otivo d esconocido, su corazón se aceleró m ientras cogía el auricular para contestar.

C uando aquella alegre voz fem enin a se identificó com o Lucía se quedó paralizado sin saber qué decir. Ella tuvo que recuperar su aten ció n con un ¿Miguel,

estás ahí? Tuvieron u na con v ersación de m ás de u n a h o ra cargada de recuerdos divertidos de la época del

138

in stitu to . Ella le p id ió discu lpas p o r h a b e r tardad o tan to en con testarle y le p rop u so que ap rov ech an ­ do u n d esp lazam ien to a M adrid p o d ía n verse para com er ju n to s.

A la m añana siguiente M iguel entró en el Ayunta­ m iento acom p añad o de u na sonrisa. Sus com p añe­ ros se sorprendieron agradablem ente de ver a un M iguel que de un día para otro h ab ía rejuvenecido.

El día del encuentro M iguel estaba en A tocha m edia hora antes de la hora fijada. Lucía apareció u nos m in u tos después tras la llegada de su tren. Estaba im presionante, los años le sen tab an de m ara­ villa y su sonrisa seguía siendo la protagonista de su rostro. Se saludaron con dos besos y se m iraron sin saber qué decirse. C om o era de esperar ella to m ó la iniciativa y le propuso cam inar. El paseo duró casi P a rte .

nativam ente tod o aqu ello que form ab a parte de sus historias personales.

Em pieza

Lucía se h ab ía casado con M arcos, un ten ien te del

la

veintidós años. Era un aventurero y u na b u ena per­

e le c c ió n

ejército del que se enam oró locam ente cuando tenía

sona. Su ú n ico defecto era qu e sus obligaciones le

IV

tres horas que pasaron volan d o. Se explicaron alter­

13 9

so m bra

hacían pasar dem asiado tiem p o fuera de casa. En un

tu

irse a realizar labores hu m anitarias a A fganistán.

S alta

M arcos fue víctim a de un atentado y m urió. Lucía

m o m en to dado decidió presentarse volu ntario para

asistió al funeral de su m arido de la m an o de su h ijo m ayor y em barazada de o ch o m eses del pequ eñ o. Por el b ien de sus h ijo s Lucía decidió reponerse cuanto antes del golpe recibid o. Lloraba só lo cuando podía hacerlo a escondidas. N unca se volvió a ena­ m orar y llevaba u na vida tranquila sin grandes lujos.

Era sorprendente ver a u na persona narrando su prop io dram a personal m ientras lo hacía con una sonrisa. M iguel pensó que toda su d ebilidad de espí­ ritu, en Lucía era fortaleza.

M iguel creyó estar pasando el día m ás b o n ito de su vida. Al paseo siguió u na com ida en un bu en restau­ rante que se p rolon gó hasta b ien entrada la tarde entre recuerdos y risas.

En algún m o m en to M iguel se quedó m irando a Lucía m ientras se dejaba h ip n o tizar p or u na m ezcla de entusiasm o, ternura y belleza. M iguel se d ijo, con una seguridad que desconocía en sí m ism o, que si ella se lo perm itía haría lo p o sib le p or recuperarla.

1HÜ

A aquella cita siguieron otras. Pasaron de verse durante un rato a pasar días enteros jun tos, luego fines de sem ana. N orm alm en te él se desplazaba de Segovia hasta Toledo. Al tercer encuentro se u n ieron los h ijo s de Lucía qu e aceptaron sin dem asiado entusiasm o a M iguel com o el señ or de quien su m adre ú ltim am en te les h ab ía h ab lad o tan to. Los sen tim ien tos de am istad fueron derivando p oco a poco en u na atracción m ucho m ás profunda. El beso tan esperado llegó en una de aquellas citas.

Pasó un añ o entero de encu entros regulares cuan­ do en u n o de ellos M iguel pidió a Lucía en m atri­ m onio.

En la actualidad M iguel com parte su vida con Lucía m ientras participa activam ente en la educa­

las dos opciones. Sigue trab ajan d o en el Ayunta­

m en d am en te feliz. Recuerda, de vez en cuando,

por las cosas que u n o considera im portantes.

e le c c ió n

que hay que atreverse a luchar, pese a los obstáculos,

la

aquel op o rtu n o program a de la radio cuando decían

Em pieza

m iento convertido en u na persona distinta. Es tre­

P a rte .

al contrario. M iguel h u b iese aceptado cualquiera de

IV

ción de los chicos. Ella decidió ir a vivir con él y no

141

A na siguió paralizada m u ch o tiem po m ientras las reflexiones que h ab ía oíd o en la radio aparecían y desaparecían en su m ente. Para ella, tod o aquel in ­ tercam bio de p u ntos de vista representaba com o si alguien le h u b iese puesto un espejo delante y le h u ­ biese p ed id o: «siéntate que ahora vas a ver lo que realm ente eres». Se dio cuenta, p or prim era vez en su vida, de cosas que m uchas veces en su casa le h ab ían dicho y nunca h ab ía h ech o caso. Seguram ente gra­ d as al escudo p rotecto r qu e su m adre h ab ía confecd o n ad o para ella.

Ana se dio cuenta de que nunca se h ab ía sentido una persona privilegiada, ni h ab ía dado valor abso­ lutam ente a nada de lo que tenía. N unca tuvo claro, ni siquiera se plan teó, un ideal de persona ni un pro­ yecto de futuro. Algo a lo que aspirar y p or lo que luchar. N unca tuvo u na orien tación clara en casa, P a rte .

jo. Lo que quería lo conseguía casi de in m ed iato. No corrió riesgos, vivía una vida con fortab le basada en

Em pieza

el «lo quiero, lo tengo».

e le c c ió n

lectivo de los nuevos id iotizad o s a lo s que les en­

la

En algún m o m en to se vio form an d o parte del co ­

cantan los program as sensacionalistas y el cotilleo

IV

sencillam ente se le dejó h acer y deshacer a su an to ­

1H3

tu

pero co n o cía m u ch ísim o sob re las vidas de otros. Estaba p en san d o in stalarse un navegador en su co­

S alta

so m bra

m orb o so . N o se h ab ía p lan tead o nunca su vida

che sólo p o rq u e sus am igas lo tenían sin haberse parado a pensar si ella necesitaba realm en te aquel aparato. Se q u ejab a con stan tem en te de tod o pero nunca decidía h acer nada para cam b iarlo . Practica­ ba h á b ito s p oco respetuosos con el m ed io am b ie n ­ te com o desperdiciar con stan tem en te el agua, o no reciclar sus residuos porqu e era m ás fácil m eterlo tod o en la m ism a bolsa. Se aburría con stan tem en te de las cosas en cuan to las conseguía. C uando p en ­ saba en su vida siem p re lo h acía desde u na óptica negativa y prestando especial aten ció n a lo que no tenía y nunca a lo qu e tenía. C uando alguno de esos pen sam ien to s negativos le m olestab an , siem pre in ­ tentaba prescindir de ellos con el sen cillo acto de negar su existencia. M uchas veces b u scaba explica­ cion es a sus m o m e n to s d ifíciles y las encon traba con m ucha facilidad. N unca le dio im p ortan cia a lo que tenía y siem p re se com paraba con aq u ellos que tenían m ás.

Ana quedó to talm en te abatida tras este repertorio in acab ab le de errores que h ab ía com etid o repetida­ m ente y sin darse cuenta. Y se quedó pensativa

144

m ientras se decía a sí m ism a «com o h as p od id o ser tan tonta».

H abía salido el sol y la vista de Sevilla desde la terraza de su casa ofrecía u na im agen espectacular del barrio de Triana arropado p or el G uadalquivir, llev ab a viviendo en aquel piso desde hacía algunos m eses y era la prim era vez que la im agen le pareció tan b o n ita. M iró al cielo qu e ofrecía un azul pre­ cioso, insp iró profu nd am ente y se d ijo: «bienvenida al in icio de m i nueva vida».

Ana se puso u na ropa cóm oda, salió de casa y se dirigió a la panadería de la esquina. Al acercarse sin ­ tió un o lo r a pan recién h ech o que agudizó sus sen­ tid os y abrió su apetito. C om pró u na barra que aún quem aba cuando se la dieron. M ientras, la dependienta la m iraba sorprendida com o si se tratase de

do un delicioso pan con m an tequ illa y m erm elada

para sí m ism a un m o m en to tan m ágico y se sintió

e le c c ió n

cuerpo con dulzura. Era la prim era vez que creaba

la

m ientras h o je a b a el periód ico y el sol acariciaba su

Em pieza

A quella m añana desayunó en su terraza sabo rean ­

P a rte .

acercó al quiosco y com pró el diario.

IV

una persona distinta a la que co n o cía. D espués se

145

so m bra

bien p or ello. P ensó que cóm o era p osib le que fuese

tu

lam entarse p or no h ab erlo h ech o antes, sin o p lan ­

S alta

tearse que a partir de ahora lo haría cada vez que fue­

la prim era vez que hacía algo así, pero decidió no

ra posible. El resto del tiem p o qu e estuvo allí in ten ­ tó disfrutar in ten sam en te segundo tras segundo.

Ana cogió el teléfono y llam ó a la radio para pregun­ tar por las personas que habían participado en aquel coloquio. No tuvo problem as para que le contaran que se trataba de dos personas jubiladas del m undo empre­ sarial que asesoraban a una Consultora que tenía su sede en Madrid. N o le pudieron facilitar el teléfono de los tertulianos pero sí de la Consultora. Ana se había propuesto contactar con aquellas personas.

C uando llam ó no supo p or quién preguntar, así que se presentó diciendo que h ab ía escuchado el program a de madrugada, que le h ab ía im pactado m ucho y que quería conocerles. Le pusieron en espe­ ra y al cabo de u n os segundos u na joven voz m ascu­ lina se presentó con el n o m b re de D aniel y preguntó en qué le pod ía ayudar.

Ana sorprendida p or la facilidad y la rapidez en que le h ab ían atendido, dudo de sí m ism a m ientras

lHfa

se preguntó qué estaba h acien d o realm ente. Ese p equ eñ o acto dubitativo h izo qu e D aniel, com o si de un h o m b re acostum brado a enten d er los silen ­ cios se tratase, esperara pacientem ente. C uando Ana reaccionó

pensó

que

ante

sem ejan te

situación

em barazosa no cabía otra cosa que dejarse llevar por la sinceridad m ás absoluta. Así, u na vez se h u b o pre­ sentado narró tal com o h ab ía sucedido qué era lo que le h ab ía llevado hasta allí. Resum ió, de m anera ejem plar, un trocito de su vida y cóm o, las reflexio­ nes que h ab ía escuchado p or la radio en aquel pro­ grama, le h ab ían h ech o , p or prim era vez en su vida, replantearse m uchos aspectos de su com plicada existencia. Al m ism o tiem p o com en tó, que llevada p or no sabía b ien qu é im pu lso h ab ía decidido coger el teléfon o y llam arles. D aniel que era u na persona que creía p oco en el azar au nqu e sí en el destino le dijo qu e existía un proverbio budista qu e dice que

tada. D aniel le dijo «hay que tener m u ch o coraje

nuación le com en tó que la sem ana siguiente tenía

Em pieza

para hacer lo que h as h ech o , enhorabu ena». A con ti­

P a rte .

do». Ana, al oír aquella reflexión se sin tió reconfor­

IV

«el m aestro aparece cuando el alu m n o está prepara­

la

si le apetecía, él estaría encantado de invitarle a un café para conocerla.

e le c c ió n

que v iajar a Sevilla para u n o de sus sem in arios y que

1H7

tu

Una voz in terior le seguía diciendo «pero qué estás buscando realm ente» m ientras otra le anim aba «an­

S alta

so m bra

Ana estaba paralizada y no supo qué contestar.

da ton ta, dale tu teléfo n o y queda con él». Ana hizo caso a su segunda voz y aceptó la p rop osición . Por prim era vez en su vida saboreó la sensación del «qué pasará».

A quella sem ana n o visitaron su cabeza la m ayoría de los p ensam ientos autodestructivos que ú ltim a­ m ente h ab ían tom ad o el p rotagonism o en su día a día. En cam bio, un agradable cosqu illeo recorría su estóm ago cada vez que recordaba que se acercaba el m om en to de tan m isteriosa cita.

D aniel la citó en la cafetería de un h o tel céntrico de Sevilla a las siete de la tarde, ju sto después de fin ali­ zar su sem in ario.

Ana llegó puntual a la cafetería y la encon tró llena de gente. M iró a su alrededor con la esperanza de reconocer, en alguna de aqu ellas personas, al D aniel que se h ab ía im aginado. Se decepcionó un p oco al no encontrarlo al m ism o tiem po que enten d ió que su p lan team ien to era, u na vez, m ás erróneo. M ien­ tras seguía estudiando detenid am en te a cada u n o de

148

aquellos h o m b res in ten tan d o detectar algún rasgo que pusiera de m anifiesto su identidad, sin tió a sus espaldas u na voz que la saludó p or su nom bre. Al girarse rep entinam en te se encon tró con D aniel que no era para nada com o se lo h ab ía im aginado. Le invitó a sentarse y le dijo si le apetecía tom ar algo. Ana pid ió un té con lim ón .

C on

u na

sonrisa

que

no

perdió

en

ningún

m o m en to se m ostró encantado de h aberla conocid o y le dio las gracias p or h ab er venido a verle. Ana p en ­ só que en tod o caso las gracias las debía dar ella, pero lo aceptó com o un acto de hum ild ad p or su parte.

D aniel le explicó el v ín cu lo que u n ía a su C onsu l­ tora con las dos personas que h ab ían participado en IV

el program a de la radio. Se trataba de los expertos

P a rte .

que fo rm ab an el «C om ité de Sabios» a los que su em presa pedía asesoram iento con tin u o para ofrecer

h abía form ad o en el pasado parte del equipo. C o n ­

fesionalid ad y realism o en su empresa.

e le c c ió n

sejos de aquellas personas aportaba un plus de pro-

la

sideraban que contar con las experiencias y lo s co n ­

Em pieza

m ayor calidad en sus p lan team ien tos. U no de ellos

1H9

tu

m iento los detalles de su vida, desde su in fan cia h as­ ta sus treinta y un años actuales. Se re co n o ció com o

S alta

so m bra

A con tin u ación , Ana narró con m u ch o m ás deteni­

una niña m im ada, consentida y envidiosa que h ab ién d o lo tenid o tod o n o h ab ía dado v a lo ra nada.

Le contó que h ab ía sido víctim a, durante bastante tiem po, de los sen tim ien tos de culpabilidad p o r la m uerte de su padre. Q ue tod o ello h ab ía derivado en una crisis de ansiedad que la h ab ía im p osib ilitad o una larga tem porada, pero que con ayuda ya lo h ab ía superado. Q ue estaba in ten tan d o rehacer su vida para independizarse totalm en te de su fam ilia. Q ue estaba buscando trab ajo y la suerte no le acom ­ pañaba. Q ue su autoestim a estaba p or los suelos y su m otivación tam bién . Le contó el sueño que tuvo y que gracias a él despertó y puso la radio.

D aniel escuchaba atentam ente sin in terru m p ir y anim ando constan tem en te a que siguiera. Era com o si fuese un bru jo que in ten tab a explorar en lo más profundo; pero para encon trar la esencia necesitaba que saliese prim ero tod o lo que no le dejaba ver.

Ana notaba que D aniel era u na persona que invita­ ba a sincerarte con él, a ponerte en sus m anos, a dejar­

150

le indagar en tu interior. Hacía preguntas que obliga­ ban a pensar y que ayudaban a encontrar respuestas. Cosas que estaban ahí pero habían pasado durante m ucho tiem po desapercibidas. Cuando Ana se queda­ ba en silencio, él lo respetaba y le dedicaba una m ira­ da que decía «continúa sin m iedo que aún hay más».

A quella conversación donde prácticam ente h u b o un m on ólog o acabó, después de u na hora y m edia, cuando D aniel an u n ció que debía coger el AVE para volver a Madrid. Ana se quedó con u na sensación de desconsuelo, se le h ab ía pasado el tiem po volan d o y se sentía com o quien vive u na em o ción in tensa que sabe a poco. C uando se estaban despidiendo, D aniel le m iró fijam en te a los o jo s y le dijo que al cabo de diez días tenía otro sem in ario en Sevilla y que si le apetecía asistir estaba invitada. M ientras Ana reac­ cionaba a la inesperada propuesta, D aniel entró en

pareció indiscreto pedir su núm ero de m óvil, au n­

y se alegró de su decisión.

e le c c ió n

que le devolviese la llam ada. Él la llam ó p or la tarde

la

que lo hu biera deseado, así que dejó la nota para

Em pieza

una respuesta afirm ativa pero n o le encon tró. Le

P a rte .

Al día siguiente Ana llam ó a su oficina para darle

IV

su taxi y desapareció ante sus ojos.

151

tu

el b ar de costu m bre y le co n tó lo sucedido. C arm en se m ostró m uy conten ta de ver a su m ejo r am iga con

S alta

so m bra

Esa noch e Ana llam ó a Carm en, quedó con ella en

un án im o m ilagrosam ente reconstruido y en un m om en to de la conversación le preguntó que de qué iba el sem inario al que le h ab ían invitado. Ana se quedó en silen cio m ientras se dio cuenta de que no tenía ni idea de qué es lo que sucedería allí.

Estuvo conviviendo dos días m ás con aquella incertidum bre hasta que n o pudo m ás y decidió lla­ m ar de nuevo a D aniel.

Para su sorpresa esta vez D aniel se puso al teléfono y se alegró de volverla a oír. A nte la pregunta de Ana, respond ió que era u na sorpresa y que no le podía dar m ás in fo rm ació n .

La n o ch e antes del sem inario Ana no durm ió. Es­ tuvo viend o la tele un rato con el prop ósito de ven­ cer la tentación de evitar los program as del corazón que acostum braba a ver. In tentó leer un rato pero no logró concentrarse. D espués de dar vueltas y vueltas en la cam a sin conseguir con ciliar el sueño, decidió salir a su terraza. H acía u na tem peratura m uy agra­ dable para ser enero. El cielo estaba estrellado y

ís z

Triana reflejaba sus luces en el río ofreciendo una im agen de u na belleza increíble. Ana decidió prepa­ rarse un gin ton ic y disfrutar p lácid am en te el m o­ m ento. C uando se fue a d orm ir ya era m uy tarde.

A la m añana siguiente llegó al hotel m edia hora antes de la cita y encontró a Daniel en la cafetería disfrutan­ do de un zum o de naranja recién exprimido mientras hojeaba atentam ente un periódico. Se saludaron am i­ gablem ente y le preguntó si estaba preparada. Ana son ­ rió ante la ironía de la pregunta y no contestó.

D aniel le explicó en to n ces que en su consultora estaban investigando m étodos de trab ajo con perso­ nas que necesitaban au m entar la seguridad en sí m ism os y que sabían de cierto que p o sicio n ar a estas personas an te sus p rop ios m ied os era de gran ayuda. D entro de ese program a, que disponía de varias IV

fases, h ab ía u na que era enfrentarles a u n o de los

no. En ese m om en to él la m iró con una sonrisa

taba dónde se h ab ía m etido.

Em pieza

m ientras ella le escuchaba horrorizada y se pregun­

P a rte .

m iedos reconocid os m ás im p ortan tes del ser h u m a­

la

este tipo, la sacó de la duda dicién d ole que el m iedo

e le c c ió n

D aniel, acostum brado a provocar situ aciones de

15 3

tu

partían de la teoría que cuando u na persona con si­ gue d om in ar la com u n icación ante un grupo, des­

S alta

so m bra

al que se refería es el m iedo a h ab lar en pú blico. Que

pués se desenvuelve m u ch o m ejor en el cara a cara.

Ana, lejo s de relajarse ante la aclaración, quiso salir corriendo sin despedirse. Pero el m ism o m otivo que le h ab ía h ech o depositar su confianza en él, le o b li­ gó a quedarse.

Progresivam ente fueron llegando el resto de parti­ cipantes y se p rod ujeron las oportunas presenta­ ciones.

El sem in ario transcurrió con norm alid ad y el gru­ po de asistentes fue trab ajan d o con distintas técnicas que perm itían un d o m in io cada vez m ayor de la si­ tuación. Al acabar el día, Ana estaba encantada de hab er experim entado algo a lo que nunca se h ab ía enfrentado y de h ab er visto sus progresos en tan sólo unas horas. Agradeció enorm em en te a D aniel h ab er­ le ofrecido aquella oportunidad m ientras se despe­ dían con un in d efin id o «hasta pronto».

Así fue cóm o D aniel descubrió en Ana algo que ella desconocía p o r com pleto, y era una h abilid ad

1BH

especial para la oratoria. A na, pese a su nerviosism o, se desenvolvía con gran soltura en u na situ ación en la qu e la m ayoría de las personas se sienten desbor­ dadas. Vocalizaba m uy b ien , m iraba a tod o el m un­ do de u na m anera totalm en te dem ocrática, gesticu­ laba

de m anera

que sus palabras gan aban

en

intensidad y claridad. Intercalaba preguntas en sus m ensajes que ayudaban a m antener la aten ció n y hacían su voz m ucho m ás agradable. Realm ente todo un portento para la com u n icació n que n o era fácil encontrar.

A la sem ana sigu iente el teléfon o de Ana sonó cuando ella estaba visitan d o a su m adre y a su her­ m ano. D aniel, co n el m isterio que le caracterizaba y sin darle m ás explicaciones, le dijo que si pod ía ir a M adrid a verle. Ana, dejándose llevar p or el m agne­ tism o de aquel h o m b re y sin saber realm en te el

D aniel que le recibieron com o si ya la con o cieran

pero estaba encantada de estar a llí charlan do con

e le c c ió n

N o sabía cuál era el ob jetiv o de aqu ella reu n ión

la

de antes. Era evidente que ya h ab ía h ab lad o de ella.

Em pieza

Ana co n o ció en aquella reu n ión a los so cio s de

P a rte .

hora.

IV

m otivo de la cita, aceptó y acordaron un día y una

155

so m bra

aqu ellas personas que d o m in ab an p erfectam ente el

tu

dable conversación, donde p red om in aron las expli­

S alta

cacion es de cóm o h a b ía n creado la em presa, a qué

arte de la palabra y la escucha. D espués de u na agra­

se dedicaban y cóm o fu n cio n ab an in ternam en te, le co m en taro n que D an iel les h ab ía h ab lad o de sus dotes com unicativas. A co n tin u ació n le ofrecieron si le apetecía trab ajar con ellos.

Ana no acababa de enten d er lo que le estaba pasando. Llevaba m eses buscando un trabajo que no aparecía pese a los sucesivos fracasos a los que se h ab ía ido enfrentando. Su autoestim a h ab ía estado a la altura de la suela de sus zapatos. En este m om en to, sin esfuerzo, sin dedicación, sin preten­ derlo, las personas que tenía ante ella, personas a las que h ab ía em pezado a adm irar u na n o ch e sin enten­ der aún realm ente el porqué, le estaban diciendo que h ab ían descubierto en ella u na h abilid ad espe­ cial para la oratoria. U n p u nto fuerte que al parecer no era fácil de encontrar. Algo de lo que ella m ism a no era consciente. Y no sólo le estaban h acien d o un regalo a sus oíd os y a su autoestim a, sin o que ade­ m ás le estaban p rop on ien d o u na m anera de desa­ rrollar esa supuesta capacidad in nata. Ana se sentía desbordada p or sus p ensam ientos, que de m anera

IS ti

arrolladora aparecían y desaparecían com o siendo los portadores de la ú nica explicación verdadera de lo que en aquel m o m en to estaba pasando. Sus p en ­ sam ientos se agolpaban u n o tras otro y golp eaban la puerta del lugar donde Ana celosam ente guardaba sus em ociones. Toda u na experiencia para sus senti­ dos que seguían despertando p oco a p oco del letar­ go en que se h ab ían visto sum id os durante bastante tiem po.

Ana pasó cuatro años dedicándose, con m ucho éxito, a im partir diferentes sem inarios p or España y Latinoam érica. Se estuvo enfrentando constan te­ m ente a nuevos retos qu e le obligaron a superar sus m iedos.

Toda esta trayectoria p rofesional le aportó una gran dosis de seguridad en sí m ism a que le ayudó a

ojos, lo que aqu ellas personas h ab ían h ech o p o r ella

im p lan tación de un sistem a educativo para n iños.

e le c c ió n

p oblad o en el C ongo. C olabora con una O N G en la

la

En la actualidad Ana lleva tres años en un pequeño

Em pieza

y decidir ab an d on ar la C onsultora.

P a rte .

La últim a de ellas fue agradecer, con lágrim as en los

IV

seguir tom an d o d ecisiones im p ortan tes en su vida.

15?

so m bra

Se fue un verano con su am iga C arm en para una

tu

gresar. Se h a convertido en u na persona trem en da­

S alta

m ente positiva que busca siem pre la parte b u ena de

colab o ració n durante dos meses. Ana decidió no re­

las cosas. Valora cada día lo que tien e y es feliz ayu­ dando a los que lo necesitan.

1S B

V PARTE

RLGÚN TIEMPO DESPUÉS...

Ana y Luisa se co n o cieron en el Congo. Luisa super­ visaba la constru cción de u na escuela que su em pre­ sa h ab ía esponsorizado. A na era su in terlocutora en la O N G que h ab ía participado en el proyecto. Desde el prim er día qu e se vieron no taron qu e existía entre ellas u na sin ton ía m uy especial. Se entendieron m uy b ien durante los tres m eses que trab ajaron ju n tas y se generó una am istad que todavía se m antien e.

am bas dirigen la escuela. Todos los habitantes del p o ­ blado las tienen m ucho aprecio y los niños las adoran.

dos, u na terrible pesadilla h izo que sus destinos quedaran sellados para siempre.

d e s p u é s ..

9 de enero a las 4 horas, 2 2 m inu tos y diez segun­

tiem po

N unca supieron que algunos añ o s atrás, un m artes

V P a r t e . A lgún

En la actualidad Ana y Luisa son inseparables. Entre

tfa i

Jordi y M iguel, con sus respectivas esposas, co in ci­ dieron en un v iaje a Pisa, Florencia y Venecia. A m bas parejas estaban encantadas de h ab er estado entre los afortunados ganadores del sorteo que h ab ía organi­ zado su entidad bancaria. C oin cid ieron en la m ism a fila del avión el prim er día y ya no se separaron en todo el viaje. Lo pasaron estupendam ente y al regre­ so se in tercam b iaron los teléfo n o s y prom etieron visitarse m utuam ente. En la actualidad los cuatro m antienen u na b o n ita am istad, se ven de vez en cuando y organizan sus vacaciones de verano ju n tos.

N unca supieron que algunos añ o s atrás, un m artes 9 de enero a las 4 horas, 2 2 m inu tos y diez segun­ dos, sus destinos quedaron sellados para siem pre.

V P a r t e . A lgún tiem po d e s p u é s ..

163

Si desea contactar con los autores: saltatu so m b ra@ m rctrain in g .co m

SALTA TU SOMBRA "S o lt o tu so m b ro ho ce p e n so r so b re el d io o d io y so b re o q u e llo q u e p e rsig u e s e n lo vida. Está lle n o de m e n sa je s se n cillo s q u e d e s o rd e n a n lo s p ro p io s p e n s a m ie n t o s po ro p o n e rlo s e n o rd e n d e sp u é s. D e vu e lve lo im p o rto n c io o lo s p e q u e ñ o s c o s o s y ol o q u í y a h o ra . N o s re cu e rd o q u e s o m o s d u e ñ o s de n u e stro d e stin o , q u e o n te s de c o m in o r h o y q u e e le g ir el c o m in o y q u e e sto r fe liz e s u n o d e cisió n p ro p io ."

Anselm v a n den A u w e la n t

C o n se je ro D irector G e n e ra l del G ru p o Cortefiel

"T o d o s d e s e o m o s u n o vid a fe liz. Pero no sie m p re s o m o s c o n sc ie n te s de lo s situ a c io n e s no b u sc a d o s y n o q u e rid o s, a u n q u e c o n se n tid o s, q u e n o s lle va n o u n o e xiste n cia poco satisfa cto ria . S o lt o tu so m b ro , tu s o to d u ro s, tu s m ie d o s y otréve te o se r fe liz. C o n d e cisió n , v o le n tío y colido d de p e n so m ie n to b u sc o el c o m in o p rop io , el tu yo , q u e te c o n d u z c o o lo m e jo r fo rm o de vid a: lo que te h o ra se n tir fe liz y vivo . V o lo ro r lo s c o s o s p e q u e ñ o s, q u e re r lo que so m o s, lo q u e te n e m o s y lo q u e h o c e m o s, e n o m o ro rn o s de lo vid a y lle n a rla de se n tid o , de n u e stro se n tid o , e s lo fo rm u lo qu e p ro p o n e n M o n e l R e y e s y M o n u e l Tallad a e n este libro c u y o le ctu ra otropo p o r su se n cille z y s u fu e r z o ."

N T Jo se fa Peralta

D e c o n o de lo Facu lto d de C ien cias Ec o n ó m ico s y E m p re sa ria le s (IC A D E ) U n iv e rsid a d P o n tificio C o m illa s