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Religión y Filosofía en el Mundo Antiguo Tomo II Cristianismo: La Historia Olvidada
Marco Robles
Tomo II. Cristianismo: la historia olvidada. Marco Robles López. 2010.
Diseño y Diagramación: Luis ALfredo Muñoz Impresión: Talleres Gráficos Universidad de Cuenca Tiraje:300
Derechos de Autor: Cue - 000252 ISBN:
Impreso en Ecuador – Printed in Ecuador.
PRÓLOGO. Si Dios es yo y el prójimo, ¿qué garantiza, entonces, mi existencia propia?. Si la creación ha de ser continua, permanezco siempre en suspenso entre una existencia distinta y una fusión panteísta en el Ser Creador. Si la creación es un acto original y si me he encerrado contra Dios, nada garantiza ya a Dios mi existencia, pues ya no está unido a mi sino por una relación de exterioridad, como el escultor a la estatua terminada y, una vez más no puede conocerme sino por imágenes. En tales condiciones, la noción de Dios, a la vez que nos revela la negación de interioridad como el único nexo posible entre conciencias, patentiza toda su insuficiencia: Dios no es ni necesario ni suficiente como garante de la existencia del otro. Jean – Paul Sartre. El Ser y la Nada. En el mundo actual, cuando el mismo extinto jefe de la Iglesia católica, Juan Pablo II, la rama más importante del cristianismo, ha reconocido la teoría de la evolución (frustrante para quienes siguen aferrados a los mitos del Génesis vétero-testamentario), cuando la clonación descubre los arcanos de la vida y las extraordinarias posibilidades de perpetuar las especies tanto del mundo animal como del vegetal, cuando las naves que surcan recónditos espacios siderales indagan indicios de vida en otros mundos, quienes se dedican a investigar los orígenes del cristianismo ya no corren el riesgo de experimentar, como hasta el siglo antepasado, las acciones del oscurantismo. Recordemos que el eminente teólogo alemán David Frederic Strauss, así como el destacado investigador francés Ernesto Renán, pagaron
su audacia con sus cátedras universitarias. Ni se diga lo que sucedió con decenas y aun centenares de miles de víctimas durante la “santa” Inquisición, la más temible y exitosa institución de tortura y muerte que haya existido alguna vez, engendrada por una de las religiones llamadas monoteístas, cuando por la mínima sospecha de herejía, brujería, blasfemia o de alejarse de los dogmas, eran apresadas, torturadas, sometidas al escarnio público, despojadas de sus bienes o condenadas a morir en las hogueras, luego de sufrir atroces suplicios. Esos tiempos de oscuridad y terror, recordados en parte y con maestría singular por Umberto Eco en su célebre novela “El nombre de la rosa”, definitivamente han quedado atrás. Actualmente se llevan a cabo amplias investigaciones en diferentes lugares del mundo, a fin de conocer los verdaderos orígenes del cristianismo, lo que existe de verdad en el nacimiento de Jesús, su labor profética y la muerte en la cruz. El estudio de los evangelios apócrifos, de las cuestiones histórico-filosóficas del gnosticismo de los primeros años de la nueva religión, del contenido de los rollos del Mar Muerto, del llamado evangelio “Q”, de los manuscritos coptos de Nag-Hammadi y de los mismos trabajos de Tácito, Plinio el Joven y Suetonio; la confrontación de todas estas obras con lo que se dice en el Antiguo y Nuevo Testamentos, arrojan nuevas luces sobre la figura de Jesús y el surgimiento del cristianismo, permitiendo descifrar no pocos misterios. Hace un par de décadas, fruto de la consulta e investigación de unos 200 trabajos especializados, tuve la oportunidad de publicar una obra en dos tomos: “Fuentes y Mitos del Cristianismo”, edición que se encuentra agotada, en la que expuse algunas cuestiones poco conocidas en nuestro medio sobre los mitos y orígenes del cristianismo, que igualmente en los últimos años se dan a conocer en obras serias y bien documentadas provenientes de Europa Occi
dental y de nuestro continente, una vez que parece que se han superado ciertos vetos y prejuicios que existían hasta no hace mucho. Ahora, disponiendo de nuevos datos, hemos considerado procedente elaborar el presente volumen, con un enfoque diferente, concretándonos en lo posible a lo estrictamente histórico, precisando, conforme a las más recientes investigaciones llevadas a cabo en este campo, la vida de Jesús y los principales enigmas del cristianismo. Cabe señalar que sobre el Nuevo Testamento se ha determinado con bastante aproximación las épocas en las que fueron redactados cada uno de sus libros componentes, así como también se ha determinado que hubo interpolaciones, mutilaciones y alteraciones de los textos originales, a cargo principalmente de los monjes copistas de la Edad Media; algo similar sucedió con las obras de Tácito, Plinio el Joven, Flavio Josefo o Suetonio, que contienen valiosos testimonios sobre Jesús y el primitivo cristianismo. Sin duda todo esto es importante que conozca el lector, para que despeje dudas y se aproxime a la realidad de lo que fue la nueva religión y la figura de su fundador, un profeta rebelde de su tiempo, “de carne y hueso”, como cualquiera de nosotros, como suele decirse en casos semejantes, con sus aspiraciones, vicisitudes, reveses y triunfos. Se trataría de un profeta excepcional por su talento singular y la hondura de su mensaje, por sus virtudes de conductor y por su trágica e ignominiosa ejecución en la cruz, a quien después de muerto se le mitificó y divinizó en beneficio del poder de una Iglesia que canonizó dogmas y convirtió la vida de Jesús en una historia fabulosa, según sus conveniencias. Prueba de lo que manifestamos es lo que León X (Juan de Médici), pontífice entre 1513 y 1521, en carta al cardenal Pedro Bembo (1470-1547), prelado y humanista italiano, le expresa algo profundamente revelador: “¡Desde tiempos inmemoriales es sabido cuán provechosa nos ha resultado esa fábula de Jesucristo!”.
Dicha carta pudo ser rescatada para la posteridad, gracias a la cita que de ella hace en una de sus obras Pico de la Mirandola, otro gran humanista italiano, quien igualmente fue condenado por la curia romana a causa de sus ideas progresistas. Conocer algo de los personajes que tuvieron un papel protagónico en el surgimiento y formación del cristianismo y de los principales hechos que ocurrieron hace ya dos mil años, será aproximarnos a la verdad, superando “prodigios” religiosos que no son otra cosa que mitos y fábulas. También será una manera de no defraudar a Clío, la musa de la Historia. Para dar término a esta introducción, me permito señalar que la persona creyente vive aferrada, quizás sin percatarse de ello, a mitos que en gran parte surgieron hace ya veinte siglos y no se ha preocupado de someter los mismos a la reflexión inquisitiva, aceptándolos tal como se le han presentado, como artículos de fe que no requieren de ninguna explicación. Y esto ocurre no solamente con el ciudadano común, sino también con el intelectual. De ahí el indudable desconocimiento de estos temas, a pesar de que hemos dejado atrás el segundo milenio y de que en estos últimos años se han logrado grandes avances en el campo de las investigaciones históricas. Los adeptos de esta fe, incluidos no pocos teólogos, leen los escritos del Nuevo testamento como si se tratara de verdades irrefutables o de testimonios inapelables de una palabra divina, cuando en el trasfondo lo que se encuentra es una creación en varios aspectos desproporcionada y mitificada de algunos hechos ocurridos en las provincias orientales del Imperio romano, particularmente en Palestina; creación que con el correr del tiempo se canonizó y oficializó. El personaje central de la nueva religión, en este caso Jesús, siendo histórico, fue cubierto por la aureola del mito y con él todo el credo que surgió en tierras de Judá e Israel. Ahora veremos esos enigmas.
INTROITO EXEGETICO. A veces la historia oficial es patraña canonizada. M. R. L. El apelativo del maestro y profeta rebelde de los inicios del cristianismo, Jesús, forma griega del hebreo Jehosua o Yesua, que se entiende como “Yahvé salva”, en arameo es messiah, es decir “ungido”, que tenía un significado exclusivo en el judaísmo: signar al soberano o sacerdote con óleo, para denotar el carácter de su dignidad; en español se traduce mesías, derivado del latín messias. En griego ungido o mesías pasó a ser khristos, proveniente del vocablo khrió, que asimismo quiere decir untar o ungir. En español es Cristo, adjetivo verbal del que se derivó el nombre de la religión cristiana, que nació primordialmente bajo el ascendiente del judaísmo, del que asimiló multitud de elementos, aunque también cuenta con otras fuentes, como la religión del antiguo Egipto, el mitraísmo que surgiera en los últimos siglos antes de nuestra era en Persia (actual Irán) y determinados elementos tomados del paganismo prevaleciente en Roma. En la migración Cristo, como calificativo heráldico del esperado reino mesiánico, gradualmente perdió su original significado de ungido y empezó a interpretarse como un nuevo nombre de la divinidad, hijo de Dios y Dios mismo; es decir ¡se sustantivó el apelativo original! Y al fusionarse con el auténtico nombre Jesús, se formó otro que respondía al mundo anhelado de los cristianos de esos tiempos, que imaginaron su mito como historia: Jesucristo, que entrañaba una significación dual inherente a muchos mitos religiosos: la humana, Jesús y la divina, Cristo. Es muy importante señalar una realidad irrefutable al
respecto: en el curso del desarrollo de la nueva fe, el nombre Jesús fue ampliamente superado por el apelativo Cristo, del que en fin de cuentas derivó la denominación de esta religión: cristianismo. En estas circunstancias, los escritores del Nuevo Testamento lo que primordialmente hicieron fue inventar un Jesús que muy poco tenía que ver con el verdadero - precisamente esa fabulosa versión canonizada por la Iglesia oficial, es la que logró consolidarse en gran parte del mundo -, en tanto que los seguidores del profeta contestatario, empezaron a llamarse cristianos por primera vez en Antioquía, capital de la provincia romana de Siria, ¡pero recién en el siglo II de nuestra era! Extraña historia ésta del nombre de la nueva religión: no debió llamarse cristianismo, derivado del adjetivo verbal griego Cristo, sino mesianismo, conforme el apelativo o título original de su fundador, o jesusismo, de acuerdo con su nombre, uno y otro provenientes del arameo. Y tampoco debió tener su sede en Roma, sino en Jerusalén. Pero, ¿quién puede contra las paradojas de la historia y la fascinación de los mitos?
I PARTE.
ENTRE LA HISTORIA Y LA FÁBULA. Quantum nobis notrisque que ea de Christo fabula profuerit, satis est om nibus seculis natum. ¡Desde tiempos inmemoriales es sabido cuán provechosa nos ha resultado esa fábula de Jesucristo. León X (Juan de Médicis), en carta al Cardenal Bembo.! I. EL MUNDO DE LOS TIEMPOS DE JESUS. Son muchos los que trafican con engaños y milagros simulados, embaucando a la multitud necia; y, si nadie desenmascarase sus subterfugios, se impondrían a todo el mundo. Leonardo da Vinci. Hace dos mil años en la región del Mediterráneo, en donde surge el cristianismo, reinaba el esclavismo. Roma había conquistado Palestina, Siria y otras naciones del Cercano Oriente, a las que había sometido convirtiéndolas en sus provincias. El régimen esclavista fue extremadamente inhumano, no brindaba derecho alguno al esclavo y su vida dependía totalmente de la voluntad del amo.
La esclavitud surgió a fines del IV milenio y principios del III antes de nuestra era en el sur de Mesopotamia, actual Irak, así como en Egipto. Posteriormente, en el segundo milenio y principios del primero antes de nuestra era, el esclavismo se extendió a Siria, Palestina, a determinadas regiones del Asia Menor (Hititas), Persia, India y China. Este régimen social prácticamente no se conoció en lo que fue la extinta Unión Soviética, sobre todo en Rusia, Ucrania, Bielorusia y otros países eslavos; tampoco se conoció entre los germanos, árabes y mongoles; en América precolombina no existen testimonios irrefutables de que la esclavitud haya estado difundida, si se exceptúa la cultura azteca que sí tenía esclavos adscritos a la tierra, y la inca con sus yanaconas, más próximos al régimen de servidumbre que al esclavista. En Europa, con las salvedades anotadas, el esclavismo se hizo presente entre los siglos VIII – VI a. n. e. en Grecia, y a partir de los siglos V – IV a n e en Roma. De acuerdo al estudio de un prestigioso historiador, en el vasto territorio de la cuenca del Mediterráneo, de una población de 800 millones, ¡solamente unos 5 millones eran ciudadanos libres y se consideraban personas! En cambio la nueva religión fue introducida en América a poco del llamado descubrimiento por Cristóbal Colón, debiéndose señalar, aunque sea brevemente, que el negocio de la compra – venta de esclavos fue uno de los más degradantes de todos, pues barcos de cristianos negreros conducían en horrorosas condiciones, encadenados, arrumados como carga, a las infelices víctimas, desde el continente africano hasta América. Muchos morían en la larga travesía por las inhumanas condiciones de subsistencia. Por supuesto que esto no es todo: los misioneros cristianos nunca se limitaron a difundir la nueva fe, sino que también bendijeron las conquistas, a pesar de que en la gran mayoría de Cf. E. Shtaerman; B. Sharevskaya. El régimen esclavista. Editorial: Fondo Social Suramérica, Bogotá, 1997, p. 5. Cf. Ïbidem. P. 6. Cf. Sergei Tokarev. Problema Periodizatsii Reeligí. En: Voprosy Naúchnovo Ateísma. Moscú, URSS, 1976, p. 81.
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los casos entrañó verdaderos genocidios y la destrucción más fanática de las culturas precolombinas. Por esta y otras razones, que no viene al caso detallarlas, estoy firmemente convencido que el Vaticano, así como hace pocos años (con Juan Pablo II) pidió perdón por las injusticias cometidas contra los judíos durante casi dos mil años, también tiene la ineludible obligación de pedir perdón, a nombre de la religión católica, a los negros y a los aborígenes americanos, por todos los horrores que significó la conquista y colonización de nuestro continente. Ciertos grupos protestantes, proclives al fundamentalismo y racistas violentos, como el que representa el pastor evangélico estadounidense Pat Robertson, deberían hacer igual, a nombre propio y de sus antecesores, por las matanzas de aborígenes que desataron en Norteamérica y por las brutales represiones y el esclavismo que practicaron sobre todo en el sur de Estados Unidos contra la población afro-americana. La esclavitud en el mundo romano tiene particular interés para esclarecer las condiciones económico - sociales y políticas en las que surgió el cristianismo. El imperio romano tuvo una duración aproximada de cinco siglos, desde el año 30 a n e., hasta el 476 d. n .e. Bajo el dominio del imperio habían caído todos los pueblos de la cuenca del Mediterráneo, incluido el país de Jesús. El mundo del imperio romano fue extremadamente cruel, no solamente para los esclavos, sino también para los pobres, libertos y artesanos: fuertes cargas tributarias, singularmente por concepto de la tierra destinada al agro, impuestos al artesano, dura explotación a los pueblos subyugados para mantener el ejército. Fueron las condiciones en las que se sustentaba el sistema. El saqueo a las provincias era inmisericorde de parte de las autoridades romanas, así como de los comerciantes y usureros. Quienes se endeudaban y no podían pagar los prés11
tamos, se convertían en esclavos, con la excepción de los ciudadanos romanos, que no podían ser convertidos en tales por dicha causa. El emperador era todopoderoso: en sus manos reposaba el mando supremo del ejército, se ocupaba de los asuntos civiles, nombraba a los jefes militares y a los gobernadores, tenía potestad para disponer del tesoro público, dictaba las leyes. De adehala, era el sumo sacerdote. Precisamente de la religión pagana de Roma, como sabemos, tomó el cristianismo el término pontífice con el que suele designarse al Papa. En estas condiciones el esclavismo que ya existía en Roma desde el siglo V a n e., conforme se ha visto, con el tiempo se consolidó, pues los esclavistas del vasto imperio acabaron formando una sola clase social. La vida de los esclavos fue desdichada: era el esclavo un auténtico paria, carecía de cualquier propiedad, ocasionalmente el amo le entregaba algunos de sus bienes, el “peculio”, que podía retornar a sus manos en cualquier momento; no tenía familia reconocida legalmente, lo que explica que una ley romana sentenciaba que “Entre los esclavos puede haber vida en común, pero no matrimonio”. Las leyes eran implacables con relación a ellos: si se producía la muerte violenta del amo, todos los esclavos que le pertenecían podían ser ejecutados por no haber auxiliado a su señor; en otros casos podían ser deportados a islas desiertas, lo que ya era una concesión. Siglos antes decía Platón despectivamente que “Los esclavos jamás serán amigos de los señores”. Los dueños de esclavos con frecuencia los encadenaban y en casos extremos, si habían querido fugarse o si se habían rebelado contra los abusos del patrón, podían ser entregados al circo para pasto de las fieras. Los historiadores generalmente concuerdan en señalar al siglo II de nuestra era como al de esplendor del imperio romano, sobre todo por las conquistas territoriales: 12
Arabia, Dacia, Armenia, Mesopotamia; las fronteras avanzaron a Escocia, al legendario Nilo, al golfo Pérsico; pero esos mismos historiadores con frecuencia olvidan destacar que también este fue el siglo cimero del esclavismo, del que solo vendría el declive. Un autor da cuenta cómo las haciendas se trabajaban para el mercado, por lo que los propietarios hacían insoportable la explotación a los subyugados; su vida se volvía un martirio insufrible, pues por la menor culpa se les recluía en las cárceles, trabajaban encadenados, se les golpeaba violentamente o eran ejecutados. La explotación de la mano de obra servil alcanzó su más grande desarrollo con el Imperio, razón por la cual Varrón llegó a definir al esclavo como “instrumento parlante” (así distinguía al ser humano esclavo de los animales de trabajo, los “instrumentos mugientes” y “mudos”). Como la explotación era despiadada, muchos esclavos morían a temprana edad. Los que trabajaban en las propiedades dedicadas al agro constituían el grupo más numeroso, pero también había importantes grupos de esclavos dedicados a las labores extractivas en las minas, canteras, molinos, panerías, talleres de cerámica y textiles y en los palacios de los ricos. Un autor describe con bastante detalle la situación de los esclavos: “La economía minuciosa de las parcelas, gracias a lo que se quitaba a los esclavos, además de la plusvalía, una parte de la producción necesaria para su existencia, constituía una forma suplementaria de explotación. Se les mantenía así perpetuamente hambrientos; la ración mensual de un esclavo era, por término medio, de 25 a 30 kilos de espelta (4 a 4,5 modios), que machacaban ellos mismos en un mortero y con lo que unas veces hacían pan y otras comían en forma de sopa, de un sextario (0,5 litro) de aceite de oliva y un litro de sal (Catón, De re rustica, 56-59). Como bebida Cf. A. Z. Manfred et al. Historia Universal. 2 tomos. Editorial Progreso, Moscú, 1977, Tomo 1, p. 102.
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recibían mosto de uva agrio mezclado con mucho agua, que se hacía hervir durante cinco días moviéndolo constantemente con un palo (Ibid., p.104). Dábase al esclavo por toda vestimenta una túnica cada año y un manto corto cada dos años, siéndoles por otra parte retirados sus viejos harapos para hacer mantas con los mismos. También recibían unas sandalias de madera cada dos años...”. Asimismo se relata que en los molinos a los infelices esclavos se les colocaba una especie de collares de madera, a fin de que no puedan llevarse a la boca un puñado de harina durante el agotador trabajo (Plauto, Captivi, 357). Trabajaban por igual los varones y las mujeres y el rebenque, los puñetazos en el rostro, que con frecuencia hacían saltar los dientes, constituían el trato corriente. A quienes se les sorprendía robando algo, se les quemaba las manos con hierro candente, igual que a los charlatanes la lengua; a los fugitivos también se les marcaba con hierro al rojo vivo las letras FGV. Por fin había las ergástulas para los indóciles y la crucifixión para los condenados a la pena capital, aunque muerte tan infamante por lo general no se aplicaba a los ciudadanos romanos. El negocio de esclavos era uno de los más lucrativos de esos tiempos. Se vendía y se compraba esclavos como en nuestra época ganado vacuno, porcino o equino. Prosperaban los grandes centros del siniestro negocio: Masilia en la desembocadura del Ródano, Aquilea en el Septentrión Adriático y las ciudades del Queroneso Táurico. Uno de los principales mercados era el de la isla de Delos, en donde, según Estrabón, se vendía en ciertos días ¡hasta 10.000 esclavos!. Por supuesto que en la misma Roma había un notable mercado de esclavos en la denominada Vía Sacra, al pie del Capitolio. Toda esta situación inhumana y de insoportable es En: V. Diakov. Historia de la Antigüedad. Roma. Editorial Grijalbo, S. A., México, D. F., 1966, p. 138. Cf. Íbidem . pp. 136-137.
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carnio, llevó a numerosas insurrecciones de los esclavos en el vasto imperio romano. Los más célebres levantamientos se registraron en Sicilia (137 – 132 a. n. e.), contra Demófilo, esclavista tristemente célebre por su extremada crueldad; el movimiento estuvo al mando de Euno, a quien sus camaradas proclamaron rey. A él se unió el griego Ajceo, quien en breve tiempo armó a 6.000 esclavos; Cleón, otro esclavo, reunió a 5.000 y fue el segundo jefe luego de Euno. El ejército de los rebeldes esclavos llegó a constituirse de ¡200.000 hombres! Cinco años resistieron a las poderosas legiones romanas, hasta que finalmente cayeron derrotados, luego del asedio de la fortaleza de Tauromenia, en donde se habían refugiado los rebeldes. Los esclavos apresados fueron torturados y arrojados a un precipicio. ¡20.000 desdichados murieron crucificados, mientras que el legendario Euno fue arrojado a una prisión subterránea, en donde moriría en medio de horribles torturas! En la misma Roma, acaudillada por los hermanos Tiberio y Cayo Graco, en el 132 a.n.e. Tiberio y 300 de los suyos, que representaban un amplio movimiento democrático, fueron muertos y sus cadáveres arrojados al Tíber; su hermano Cayo, que quiso llevar más profundamente las reformas que en su tiempo no pudo hacerlas su hermano, al fin fue derrotado por el poder romano y tres mil de los suyos fueron ajusticiados por los vencedores, relatándose que Cayo Graco se hizo matar por un esclavo para no caer en manos de sus enemigos. Fue el año 121 a.n.e. Con todo, la semilla de los hermanos Graco no cayó en suelo estéril y significó el inicio de un poderoso movimiento de los pobres, de los campesinos desheredados, de los esclavos, que aspiraban a una vida menos desgraciada. Pero la rebelión más famosa del mundo antiguo, fue la del inmortal Espartaco, que comenzó en el año 74 antes de nuestra era y concluyó en el 71. Todo comenzó en una escuela de gladiadores de Capua, que se conjuraron E. Shtaerman; B. Sharevskaya. Op. Cit., pp. 90-92. Cf. A. Z. Manfred. Op. Cit., Tomo I, p. 88.
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en virtud de la insoportable situación que sufrían. Develada la conjura huyeron al Vesubio y eligieron como jefe a Espartaco, oriundo de Tracia, quien se destacó por su arrojo, capacidad de liderazgo y talento organizador. Espartaco y los suyos vieron aumentar su ejército de pocos hombres hasta alcanzar los 120.000 combatientes, con los que se hizo fuerte en el Norte de Italia, en Mutina, en donde obtuvieron un gran triunfo sobre los romanos. Alentados por la victoria, avanzaron a Roma; asustado el Senado por el avance de las huestes de Espartaco, invistió de poderes extraordinarios a Licinio Craso, rico esclavista y hombre público romano, quien no le enfrentó a Espartaco en Roma, ya que éste había decidido avanzar por el Sur de Italia. La batalla decisiva tuvo lugar el año 71 a. n. e. El combate sería a muerte, sin cuartel, tanto que 60.000 bravos esclavos regaron con su sangre el campo de batalla. Pero la mejor organización de los esclavistas, ciertas desavenencias en las filas del ejército de Espartaco, así como algunas defecciones, contribuyeron a la derrota de los rebeldes. Se relata que el mismo Espartaco cayó en el campo de batalla y fue prácticamente descuartizado. Una vez derrotada la más grande rebelión de esclavos del mundo antiguo, los crueles vencedores ¡condenaron a seis mil esclavos a morir crucificados en maderos clavados a lo largo del camino de Capua a Roma! Siglos después se diría que Jesús o más propiamente el divinizado Cristo, triunfó porque perdió Espartaco. Consideramos acertado el razonamiento. -o-o-o-o- “9.Mas como viese Sara que el hijo de Agar la Egypcia se burlaba de su hijo Isaac y le perseguía, dijo a Abraham: 10. Echa fuera a esta esclava, y a su hijo: Que no ha de ser el hijo de la esclava heredero con mi Hijo Isaac. Génesis, XXI, 9-10. 16
(Interrogante: ¿Y, cómo dicen que no había inequidades ni el cruel esclavismo en el “Reino de Jehová”? M. R. L.). -0-0-0-0-0Se calcula que unos diez millones de personas sucumbieron ras la despiadada evangelización del cristianismo, principalmente de la religión católica, luego del denominado descubrimiento de América. ¿Cuál fue la concepción del mundo y de su sistema que tenían los pensadores en el esclavismo?; ¿particularmente qué pensaban sobre la esclavitud los representantes de las clases dominantes?. En general sentían desprecio, no solamente por los esclavos sino también por los libertos, campesinos, pobres de las ciudades; el desdén y la arrogancia fueron la tónica con la que los romanos trataban a los representantes de las clases marginadas y a los habitantes de las colonias. Marco Porcio Catón (234- 149 a. n. e.), llamado el Censor, autor de un tratado sobre la agricultura y de una historia de Roma, fue un explotador cruel y uno de los principales esclavistas de su tiempo; Séneca, a quien algunos autores mal informados consideran un dechado de virtudes, sin embargo era un gran hipócrita que predicaba que el verdadero filósofo debe permanecer insensible a cualquier ofensa. “El mismo Séneca miraba con desprecio al artesanado y a los artesanos –se anota en una documentada obra- y negaba con decisión que los sabios pudieran ocuparse de invenciones técnicas, pues esto les asemejaría al más humilde de los esclavos” . El filósofo Favorino aconsejaba a las madres dar de lactar personalmente a sus hijos, porque con la leche de las nodrizas esclavas, podrían adquirir las características de los esclavos10. Plutarco, que legó para la posteridad una obra tan Cf. E. M. Shtaerman; M. K. Trofimova. La esclavitud en la Italia Imperial. Editorial Akal, España, 1979, p. 204. 10 Cf. Íbidem. P. 205.
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brillante como es “Vidas Paralelas”, sin embargo creía que la glotonería era propia del esclavo y cuenta que los pobres tenían mucho miedo de que sus hijos no pudieran recibir una correcta educación, haciéndose parecidos a los esclavos, por lo que preferían no tener más hijos11. Y en cuanto a Catón, Plutarco reconoce su crueldad y el desprecio que sentía para los esclavos, cuando señala: “Solamente aquello de valerse de los esclavos como de acémilas, y deshacerse luego de ellos y venderlos a la vejez, para mi no puede ser sino de un hombre cruel y que no se cree enlazado a otro hombre sino con el vínculo de la utilidad”12. Donato, a su vez, no se quedaba atrás y decía que los esclavos son la peor especie de seres humanos. Y volviendo a Séneca, para él el orden existente era ineluctable, pero hay que advertir, además, que él no fue ningún humanista, “menos una persona amante del pueblo y democrático. Al contrario, fue un ‘patricio’ en mayor medida aún que Catón y más aristocrático que cualquiera de los ‘descendientes de Eneas’ de tiempos de la república”13. Séneca, que pregonaba las virtudes morales, que hablaba de la bondad y la abnegación, paradójicamente fue un ambicioso usurero, dueño de haciendas y de una notable fortuna, por manera que en su ser luchaban el desprendido y el avaro, el que pensaba como un generoso y el que practicaba el agio. Por esto en su obra más conocida, “Tratados Morales”, es muy claro con relación a lo que piensa sobre los esclavos: “Decís que el sabio no puede ser esclavo, y no negáis que puede ser vendido, y que ha de obedecer a su amo haciendo todos los ministerios serviles; con lo cual, levantando un alto al sobrecejo, venís a caer en lo mismo que los demás, y sólo mudáis los nombres a las cosas”14. Inclusive la situación de sometimiento e inferioridad 11 Cf. Plutarco. De amore Proles, 5. (En: E. M. Shtaerman; M. K. Trofimova. Op. Cit.). 12 Cf. Plutarco. Vidas Paralelas. Editorial Alba, Madrid, 1997, Marco Catón, V. 13 Cf. Íbidem. P. 218. 14 Cf. Séneca. Op. Cit., Libro IV, Cap. III.
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de la mujer, lo considera natural, cuando compara al sabio estoico con otros sabios: “No sin razón me atreveré a decir, oh amigo sereno, que entre los filósofos estoicos y los demás profesores de la sabiduría hay la diferencia que entre los hombres y las mujeres; porque aunque los unos y los otros tratan de lo concerniente a la comunicación y compañía de la vida, los unos nacieron para imperar y los otros para obedecer”15. Ante esta situación, las primeras comunidades cristianas rechazaron las riquezas “terrenales”, a las que contraponían los “bienes espirituales”. Pero, además, propusieron la sumisión y obediencia al poder existente, en nombre de la liberación espiritual, lo cual era una peculiar forma de expresar su descontento por el orden y por el sistema de valores prevalecientes. En los escritos de los evangelistas: Mateo V, 27-28; VI, 12; 14-15; Lucas XVII, 3-4, problemas tan contrapuestos como el de la riqueza y la pobreza, la libertad y la esclavitud, se transfirieron al plano del tratamiento espiritual; en lugar de condenar al “pecador” se le perdonaba sus “pecados”, aunque no falte el reproche a los valores y normas morales vigentes. Además, confiriendo la aureola de la gloria no a la victoria de Jesús sobre sus adversarios, porque se supone que no hubo tal, sino sobre sus padecimientos, así como a su muerte ignominiosa en la cruz, las primeras comunidades cristianas lo que hicieron fue expresar el fatalismo del que fueron presa ante la imposibilidad de vencer a Roma y a la injusta opresión de las castas dominantes de los connacionales, incluido el poderoso sacerdocio, que en fin de cuentas se aliaron al imperio romano. Tanto más si las rebeliones armadas de quienes antecedieron al profeta, habían fracasado ruidosamente, con miles de crucificados a lo largo y ancho del imperio. Por esta razón poderosa y convincente, se señala, la resignación cristiana conquistó el corazón y 15 Séneca. Íbid. Libro IV, Cap. 1.
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la mente de los subyugados, inclusive después, cuando la nueva fe se transformó en instrumento de dominio de los poderes eclesiástico y político16. Lo más atractivo del primitivo cristianismo, fue la aproximación a un Dios que había adquirido una forma humana, que se había antropomorfizado. Sobre todo si consideramos que ese “hijo de Dios”, él mismo Dios y tercera persona de una “sola divinidad verdadera”, hijo de una mujer virgen que no había conocido a su esposo al momento de concebir a Jesús por obra del “Espíritu Santo” (un mito muy parecido se encuentra en la teogonía egipcia, en la que los faraones suelen ser hijos de la divinidad Amón- Ra, sin que falte la Trinidad Osiris – Isis - Horus), había sufrido horribles experiencias, había sido escarnecido, traicionado y finalmente crucificado como se hacía con los más depravados delincuentes, con los esclavos que habían cometido algún desafuero, o con los líderes políticos y religiosos de las colonias sometidas que atentaban contra el imperio. Este mito convertido en historia, tuvo una extraordinaria atracción para las gentes de esos tiempos –y aún la sigue teniendo para las gentes de los tiempos actuales, a pesar de que hace siglos la conciencia racional se deslindó de la mitológica-, pues en sus vidas llenas de sufrimientos y humillaciones, se sentían identificadas con el “hombre-Dios”. Sobre todo si consideramos que ese hijo de Dios y de una mujer virgen (al estilo de los dioses y héroes de la mitología griega) que no había conocido a su verdadero y legal esposo (al desdichado José la tradición le sometió a prematuro envejecimiento, se le relegó, además, al triste papel de putativo impotente, de parte de los ideólogos oficiales del cristianismo, sin duda porque en esos tiempos no había algo similar al prodigioso “viagra”) al momento de engendrar a Jesús de aquél Espíritu Santo (en este aspecto, permítaseme la reiteración: el mito cristiano es extraordinariamente similar a los mitos de otras religiones antiguas, particular16 E. Shtaerman; M. K. Trofimova. Op. Cit., p. 310.
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mente al del antiguo Egipto, en el que los faraones suelen ser hijos de reinas terrenales y del dios Amón – Ra), él mismo Dios había sufrido horribles experiencias, fue escarnecido, vilmente traicionado por míseras treinta monedas ¡que es lo que se pagaba al dueño de un esclavo o de una esclava, heridos por un buey!- y finalmente crucificado como el más despreciable de los delincuentes o de los esclavos sediciosos de ese imperio. Lo señalado tuvo una extraordinaria atracción para las gentes de esos tiempos -e inclusive para las de la actualidad, particularmente en el Hemisferio Occidental, dominado por el cristianismo, sea de la rama católica, protestante u ortodoxa-, pues sus vidas llenas de sufrimientos y humillaciones, sin una real alternativa para librarse de las injusticias, se identificaron con la tragedia del hombre-Dios, sin dejar nunca de mantener la esperanza de una vida mejor en ultratumba, aunque la maldita y maldecida cruz no fue aceptada inmediatamente como símbolo de la nueva religión, sino cuatro siglos después. Pero hay que precisar, asimismo, que afirmando la aureola de gloria no a la victoria de Jesús sobre el injusto sistema económico - social reinante y sobre los ejecutores de su ignominiosa muerte en la cruz, sino a sus sufrimientos, las primeras comunidades cristianas expresaron su fatalismo, su imposibilidad de vencer por medio de las armas a Roma y cambiar el injusto orden existente. Así, el cristianismo oficializó dos valores ético-religiosos, sobre todo el de la resignación por todos los sufrimientos, injusticias, pobreza y humillaciones en este mundo, con la promesa de una recompensa en el mundo del “más allá”, en un paraíso celestial. Así también, se explica la gran difusión que tuvo el cristianismo primitivo entre los pobres, desheredados, marginados y vilipendiados. Y de igual manera se explica que una vez que el cristianismo triunfó y se convirtió en religión oficial de numerosos Estados del llamado Viejo Mundo, la tal conformidad se convierta en instrumento de la “explotación 21
eclesiástica y estatal”17. ¿O acaso el poder de los hombres del Vaticano y de la jerarquía de la Iglesia católica radica en la “pobreza franciscana”? ¡Ni imaginarlo! De esta manera, los ofendidos y humillados de la disímil organización social de ese mundo en el que señoreaba el sistema esclavista, encuentran la posibilidad de una revancha contra la crueldad del orden en la resistencia pasiva (que luego la redescubrirá, en nuevas condiciones y con otras perspectivas, Gandhi, frente al protervo dominio del imperialismo británico que periclitaba indefectiblemente), en la promesa de una futura recompensa en la vida de ultratumba y en encontrar un sentido a sus vidas en ese infierno terrenal. Por supuesto que la Iglesia, ya consolidada institucionalmente y su doctrina convertida en ideología oficial de la Europa medieval, también utilizó el asunto de la resignación, pero con otros fines menos celestiales y mucho más terrenales: para reprimir cualquier movimiento disidente, cualquier protesta y para justificar la conservación de las desigualdades sociales, económicas y la opresión. Caso contrario, ¿habría sido posible la “Santa Inquisición”, que persiguió, despojó de sus bienes, torturó , maldijo y llevó a las hogueras a miles y miles de inocentes víctimas, acusadas de haber cometido los más absurdos delitos?. Por supuesto que no. Entonces, la doctrina de la conformidad o resignación ante los inexorables “designios divinos” (Espartaco perdió y por ello triunfó el cristianismo, suelen argumentar algunos autores), no tuvo una asimilación unívoca, sino dual: de parte de los sectores económico – políticos y sociales que detentaban el poder y querían mantener a toda costa el statu quo, y de parte de los adeptos pobres de la nueva fe, que entendían esa resignación en otro sentido, como una forma de triunfo sobre las injusticias, la pobreza y las humillaciones.
17 Íbidem., p. 310.
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II. LA PALESTINA NEO-TESTAMENTARIA. Los cristianos no eran el único pueblo que creaba mitos. La literatura de la época es famosa por sus mundos fantásticos y sus exploraciones imaginarias de figuras legendarias. Pero fueron los cristianos los que lograron la mitología que la cultura occidental aceptó finalmente como propia. Burton L. Mack. El Evangelio Perdido. Si era difícil y con frecuencia insoportable la situación de los esclavos y pobres en el Imperio romano, y si los pensadores más relevantes admitían, salvo honrosas excepciones, como algo natural la esclavitud y el trato despótico a los subyugados, ¿qué sucedía en esos mismos tiempos en la Palestina de Jesús, convertida en provincia romana? Primeramente veamos algunos aspectos geográficos y sociopolíticos. Palestina, que originalmente traduce “País de los Pilistim, nombre arameo de los filisteos y que no consta en el vocabulario bíblico, se encuentra ubicada en la costa oriental del Mediterráneo y ha sido patria del pueblo judío hasta la diáspora, forzada por los romanos. Actualmente forma parte de los territorios de Israel, Jordania, Líbano, Siria y la Palestina propiamente dicha. Para la época de Jesús el territorio palestino estuvo dividido en tres regiones bien delimitadas: 1. Al norte Galilea, con lugares históricamente importantes como Cafarnaúm, Genesaret, Magdala, Caná y Nazaret, el pueblo en donde se ha supuesto que nació Jesús, aunque esto resulte improbable, porque dicho pueblo ¡no existía en tiempos de Jesús!, razón por la que no consta en la lista de ciudades galileas elaborada por Jesús Navío; tampoco se la menciona en las obras del competente historiador Flavio Josefo, menos en 23
el Talmud. Por ello es razonable pensar que Nazareth surgió más tarde. También el denominado “Mar de Galilea” y la fortaleza de Tabor; 2. Al centro se encontraba Samaria, con poblaciones como la misma Samaria, Ginae, Sebaste, Sicar, Antipátride y las fortalezas de Ebal y Gerizim; 3. Al sur estaban Judea e Idumea, destacándose la ciudad de Jerusalén, así como Betania, Emaús, Jericó, Arimatea, Belén, Hebrón, Efraín, Bersabé y las fortalezas de Chipre, Herodión y Masada, esta última célebre en la historia de la resistencia heroica del pueblo hebreo al cerco y asalto de las huestes romanas. Galilea y Samaria se incluían dentro del reino de Israel, mientras que Judea e Idumea pertenecían al reino de Judá. Conozcamos brevemente el entorno palestino. Al norte y noroeste de Palestina se encontraban Fenicia y Siria, respectivamente; más abajo, pero también en posición nor-occidental, estaba Batanea, considerada igualmente antigua región de Palestina. Esta al norte de Galaad, región de Transjordania; luego tenemos la Decápolis, que asimismo se consideraba palestina y que agrupaba en el norte de Perea, alrededor del lago de Tiberíades y a orillas del Jordán a las diez ciudades –de ahí su nombre- helenísticas: Escitópolis, Pela, Gadara, Dion, Hipo, Filadelfia, Gerasa, Cánata, Damasco y Abila. Perea, en griego Peraia, traduce el “País del más allá” y fue un antiguo país amorita, al este de Jordán, denominado así en época de los Asmoneos. Finalmente Nabatea fue un antiguo pueblo del noroeste de Arabia. Su principal centro era Petra, vieja capital de los edomitas. Sus habitantes llegaron a dominar el comercio de las caravanas que transportaban la mirra y especias de Arabia y el betún del Mar Muerto. Alcanzó el cenit en la época helenística. 24
A los hebreos se les considera como los antiguos habitantes de Palestina. Se trata de un pueblo semita de origen mesopotámico, que estuvo constituido de un grupo de tribus semi nómadas, que hacia el segundo milenio antes de nuestra era (a. n. e.) migró desde los márgenes del desierto sirio – árabe y desde su país de origen, hacia la tierra de Canaán, donde se establecieron. Canaán es la región palestino – fenicia, antiguo nombre de la “Tierra prometida” o Israel. No hay que confundir Canaán con Caná, la antigua ciudad de Palestina, en Galilea, donde, de acuerdo a S. Juan, Jesús hizo su primer milagro, en un banquete de bodas, las famosas “Bodas de Caná”. Finalmente por judío (adjetivo y nombre procedente del latín “iudaeum”), se conoce al individuo perteneciente a una comunidad étnica, cultural e histórica procedente de la antigua Palestina18. En la historia de los judíos se suele distinguir dos etapas generales: 1. De la unidad e independencia política, el “Pueblo de Israel”; 2. De la “Diáspora”, término que equivale a dispersión, que sufrieron los judíos a partir del año 70 de nuestra era, a consecuencia de la conquista de Palestina por los romanos y que acabó con su independencia, cuando los soldados romanos destruyeron el segundo templo de Jerusalén y prohibieron que los judíos residan en dicha ciudad. Es decir la diáspora significó para el pueblo hebreo una expatriación masiva. De manera que teniendo una similitud los nombres hebreo y judío, este último resulta más específico para designar al pueblo que actualmente forma el Estado de Israel. Desde luego, el origen del pueblo hebreo o judío y su radicación en Palestina, todavía se encuentra sujeto a discusión. Según ciertos autores, Israel surgiría en territorio de 18 Cf. Gran enciclopedia Larousse. Tomo XIII, pp. 6166-6167.
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Canaán hacia el siglo XII a. n. e., época que se relaciona con la unión de sus doce tribus en una anfictionía religiosa19. Los patriarcas bíblicos en esencia fueron jefes de pastores amorreos semi-nómadas, pertenecientes a una sociedad patriarcal que ya tenía sus esclavos y siervos (recuérdese a Abraham con sus esclavos que le servían). Los amorreos, según la Biblia, no eran otros que los cananeos. Otra hipótesis habla de un pasado histórico común: los nómadas hapiru, de raíces semita- cananeas, incursionaban en Palestina provocando saqueos, durante el siglo XIV a. n. e. Y una de sus bifurcaciones serían los hebreos. Luego surgiría el sistema monárquico, cuando Saúl fue elegido rey –melek-, consolidándose el carácter monárquico con Salomón (961-922 a. n. e.), pues el sistema patriarcal había entrado en crisis y se desintegró, dando paso al régimen monárquico con un fuerte contenido teocrático, que logró legitimarse ante el pueblo teológicamente, por cuanto la realeza como “institución sagrada”, fue protegida por Yahveh, según pregonaba la casta sacerdotal. La vida cotidiana. Palestina fue un pueblo de agricultores y ganaderos, preferentemente. En el sur palestino, sobre todo, se criaba el ganado menor: ovejas y cabras, en grado más moderado el vacuno; en el norte vivían del cultivo de granos, del olivo y la legendaria higuera. En cuanto a las artesanías, los principales oficios, el comercio y la usura tenían una antigua tradición, prácticamente desde la época del legendario Abraham. La célula social fundamental del mundo palestino era la comunidad o “eda”, al frente de la cual se encontraba un anciano, conocido como “nashi” (es curioso que una palabra de similar grafía y fonética en el idioma ruso, “nashi”, signifique nuestros). Para la época de Jesús la sociedad en Palestina ya no era comunitaria, la igualdad había desaparecido a la par con la antigua organización basada en los clanes. 19 Cf. A. Kajdán. Historia de la Antigüedad. Oriente. Editorial Grijalbo, S. A., México D. F., 1966, pp. 254-255.
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La monarquía surgió temprano, en época de Saúl y se consolidó con Salomón, como ya vimos. Entonces, en tiempos de Jesús la situación era muy diferente: había gentes ricas, poseedoras de notables hatos de ganado cabrío, lanar y asnos, lo que explica la presencia de estas especies domésticas en los “nacimientos” cristianos que prevalecen hasta nuestros días; también desempeñaban un importante papel en la economía de la época los artesanos y los siervos de ambos sexos. En el otro polo se encontraban los esclavos, los pobres que subsistían a duras penas merced al trabajo cotidiano, o que terminaban convirtiéndose en esclavos de los usureros al no poder cancelarles sus deudas, o en el mejor de los casos en asalariados al ser sometidos a los procesos de pauperización, frecuentes en esos tiempos. Como se trataba de una sociedad con fuerte influencia de la casta sacerdotal y con un régimen que nos recordaba las teocracias de esa región, no pocos profetas contestatarios estuvieron al frente de los movimientos populares, condenando las riquezas y las ambiciones desmedidas de los sectores dominantes. De esos tiempos proviene el “año jubilar” que preveía la restitución al cabo de un período, de las tierras enajenadas20. Desde luego, hay que señalar que la todopoderosa casta sacerdotal, particularmente la de Jerusalén y Samaria, siempre contó con un amplio poder y defendió en primera instancia los intereses del clero y la monarquía, luego de los reyezuelos y en tercer lugar los del imperio romano. El peso del clero era francamente ominoso, particularmente en Jerusalén, ciudad a la que podríamos considerar un genuino Estado teocrático, a la manera del tibetano del Dalai Lama de nuestros tiempos. En efecto, se ha considerado que la casta sacerdotal, sin contar con los levitas encargados de los servicios del templo, representaba entre el ¡13,3% y el 16% de la población total!. 20 Cf. Cf. A. Kadján. Ibidem.
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1. Tierra de conmociones. En el siglo I de nuestra era, Palestina no era un oasis de paz ni cosa parecida, sino una región de hondos conflictos de diferente naturaleza: violentas confrontaciones dinásticas, lucha entre facciones político-religiosas intransigentes e inclusive fanáticas, enfrentamientos muchas veces sangrientos contra el conquistador romano. Un medio siglo antes del nacimiento de Jesús, Palestina cayó en poder de las huestes de Pompeyo, por lo que la ocupación y el consiguiente gobierno de Roma se hicieron amarga realidad. Desde luego, Roma impuso reyezuelos en la región que gobernarían bajo su égida. La línea de estos “soberanos” fue la herodiana, árabe mas no judía y el primero de ellos fue Antípater, quien reinó desde el 63 a.n.e. Cuando muere en el 37 a n e., le sucede Herodes el Grande, que reinó hasta el año 4 de nuestra era. Dos años después el país fue dividido en una provincia y dos tetrarquías, de manera que Herodes Antipas pasó a gobernar la Galilea, mientras que Judea, la capital espiritual, se mantuvo adscrita al gobierno romano y era administrada por un procurador que tenía su centro no en Jerusalén, como podría suponerse, sino en Cesárea. Aunque en los testimonios de los evangelios, poco históricos y más apologistas, no se habla mayor cosa de la situación social de Palestina con relación al dominio del imperio romano, lo cierto es que Roma ejerció un poder violento, cruel e irrespetuoso con las creencias del pueblo hebreo. Suficiente es indicar que cuando se dispuso del control directo de Judea, “más de tres mil rebeldes fueron crucificados sumariamente”21. A más de esta masacre el templo fue profanado y saqueado, se grabó con fuertes impuestos a la población, se torturó a muchos judíos, algunos de los cuales prefirieron suicidarse, antes que soportar un ignominioso yugo. Poncio Pilatos, que fue gobernador del 26 – 36 d. n. 21 M. Baigent, R. Leigh, H. Lincoln. El Enigma Sagrado. Editorial Martínez Roca, S. A. Colección: Enigmas del Cristianismo, Barcelona, 1985, p. 296.
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e. y que tendría directa participación en la condena y ejecución de Jesús, se destacó por ser un político cruel, ambicioso y sin escrúpulos, bastante diferente a la imagen más o menos bonachona con la que hipócritamente se le describe en los evangelios. Así que la situación fue extremadamente crítica en esos tiempos. 2. EL ENTORNO POLÍTICO ECONÓMICO. El contexto socio-económico y político en el que se estima que Jesús había vivido y desarrollado su corta pero intensa actividad político-religiosa, fue muy singular: Judea, como se ha anotado ya, era provincia romana y al frente de la administración estuvo Poncio Pilatos; Herodes Antipas, uno de los hijos de Herodes el Grande, fue tetrarca y gobernó Galilea, de donde se considera que era oriundo Jesús, la pequeña ciudad de Perea, perteneciente a la Decápolis; el poderoso templo de Jerusalén estuvo controlado por el clero judío, especialmente por el sacerdote supremo Caifás, y como este templo simbolizó un estado con signos teocráticos, el sacerdocio constituido especialmente por saduceos y fariseos, poseía una enorme influencia en la población. Un cuarto elemento era la corriente nacionalista, exaltada, insumisa, capaz de acciones violentas, temerarias, conformada por los zelotes y su expresión más radical, los sicarios, que atacaban tanto a los romanos, como a los miembros de la casta sacerdotal y a las autoridades entregadas al imperio. En el grupo de Jesús no faltaron estos elementos. Por ejemplo ¡constan Simón el Zelote y Judas el Sicario! Digno de preguntar: ¿qué hacían estos rebeldes intransigentes, si el grupo de Jesús era exclusivamente de pacíficos predicadores, como se ha dicho? ¿Y alguien se ha detenido a meditar quiénes verdaderamente fueron crucificados junto con Jesús? Pues ¡dos miembros del grupo zelote!, mas no un par de ladrones, como ha sostenido durante siglos la historia oficial, falseando burdamente la verdad., cuestión 29
que de una manera evidente se desprendería del hecho de que Jesús mantuvo relación con los integrantes de dicho movimiento subversivo, como los nombrados Simón el Zelote y Judas el Sicario. Por lo mismo, debió participar activamente en la lucha política, rechazando la ocupación romana, como haría un patriota, y esta sería la principal causa de desavenencias con la élite de la aristocrática casta sacerdotal, que se había conformado con la situación reinante, se revelaba permisiva con los abusos del imperio e incluso colaboraba con éste. Sobre estas cuestiones volveremos a referirnos en la segunda parte. Por lo demás, un aspecto sumamente importante se produjo en la vida económica en tiempos de Jesús: de la sociedad de pastores y labriegos, de campesinos, gradualmente se pasó a una sociedad más comercial y a un avance de la urbanización, merced a la helenización que experimentó toda la región, aunque las manifestaciones de la sociedad patriarcal y de un incipiente esclavismo, vigentes desde la época del legendario Abraham, persistían y al mismo tiempo se vislumbraba el régimen de servidumbre. Por esta suma de causas el tiempo de los antiguos profetas periclitaba lentamente, eran situaciones nuevas, Palestina se había helenizado notablemente, tanto que en Jerusalén existía una sinagoga en la que los servicios religiosos se realizaban en griego y en el entorno de Palestina se contaba con la Decápolis, es decir ¡diez ciudades!, de signo griego. Jerusalén experimentaba una gran asimilación cultural y también religiosa, especialmente helénica, aunque seguía siendo una sociedad patriarcal, que todavía cargaba a sus espaldas el pesado fardo de la herencia machista, discriminadora de la mujer y polígama del viejo judaísmo. Lo cierto es que por la influencia helénica, los más tempranos evangelios, que sin duda se redactaron en arameo, poco tiempo después ¡fueron vertidos al idioma griego!, aunque sea imposible afirmar que la traducción respetaría el sentido original de los manuscritos. 30
Este fue el entorno de los tiempos de Jesús, que con frecuencia se soslaya al emprender el estudio histórico del Rabí de Galilea. 3. ALGUNAS ORGANIZACIONES POLITICO- RELIGIOSAS. Ninguna otra religión exige (excepto la cristiana. M. R.) que sus partidarios digan que creen en su mito. Burton L. Mack. El Evangelio Perdido. (¡Y conste que quien afirma esto, Burton L. Mack, es doctor en religión y estudios bíblicos en la Universidad de Goettingen, Alemania y profesor de Nuevo Testamento en la Claremont School of Theology! M. R. L.) En Palestina había un verdadero mosaico de organizaciones político- religiosas, que reflejaban los intereses y el estado de ánimo de los diferentes estamentos sociales de ese país. Pero lo que verdaderamente llama la atención de los investigadores, es el hecho de que en el Nuevo Testamento no se menciona para nada a dichas comunidades y organizaciones tan próximas al cristianismo, en cuanto a concepciones ideológicas, creencias, tradiciones y ritos. Veamos brevemente algunas de dichas organizaciones. 1. Los esenios. Constituían una secta judía que floreció entre los siglos II a. n. e. – I d. n. e., constituida por comunidades que en general llevaban una vida ascética. Su nombre probablemente deriva del arameo “asiya”, que traduce servidores de Dios o santos. De esta organización se llegó a conocer merced a los testimonios del historiador Flavio Josefo, del filósofo Filón de Alejandría y del también historiador Plinio el Viejo. Actualmente estos testimonios se han ampliado y se cuenta con datos más concretos, gracias a los manuscritos de Qumran. Es evidente que el movimiento esenio influyó en no31
table medida en la formación del primitivo cristianismo, así como en sus concepciones y la organización de sus ritos. En efecto, parece que entre los esenios se desconocía la propiedad privada, se condenaba la esclavitud, un elemento infaltable era el trabajo físico y en no pocas de sus comunidades se prohibía el comercio. Según los testimonios de Plinio el Viejo, los esenios vivían aislados del mundo, entre ellos no había mujeres, rechazaban el amor carnal –aunque se considera que no era ésta una norma inexorable- y no conocían el dinero22. Los esenios tomaron activa participación en la sublevación anti romana de Judea del 66 – 73, a consecuencia de lo cual, una vez que triunfaron los romanos, fueron sometidos a cautiverio y a crueles torturas23. La mayoría de científicos de la actualidad considera que los kumramitas pertenecían al grupo religioso – político de los esenios, quienes eran reconocibles por utilizar ropa blanca, como la que portaban aquellas personas descritas en el Gólgota, al pie de la cruz de Jesús y luego al pie de su sepulcro. No son ciertamente figuras sobrenaturales, no se trata de misteriosos ángeles sin sexo, venidos de un ignoto paraíso, como han imaginado los fantasiosos apologetas, conjeturándose más bien que precisamente se trata de los legendarios esenios, entendidos en cuestiones médicas, que se habrían ubicado allí para verificar lo que sucedió con el cuerpo del profeta. Filón de Alejandría hablaba de ellos como de la “hermandad” de los “puros”, en tanto que Flavio Josefo en su “Guerra de los judíos”, ve en ellos a místicos al estilo de los pitagóricos. Los esenios con su ropa pulcra, efectivamente se encuentran descritos en uno de aquellos pasajes del Apocalipsis, como vestidos de “larga ropa blanca”: 22 Cf. Plinio el Viejo. Historia Natural, V, 17, 73. 23 Cf. Flavio Josefo. Guerra de los judíos y destrucción del templo y ciudad de Jerusalén. “ tomos. Tomo II, L. VII, XXI.
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“13. Y en respuesta, uno de los ancianos me dijo: ‘Estos que están vestidos de la larga ropa blanca, ¿quiénes son y de dónde vinieron?’ 14. De modo que le dije inmediatamente: ‘Señor mío, tú eres el que sabe...”24. De acuerdo a los testimonios del mismo Flavio Josefo, ellos se reunían durante las mañanas, para saludar con oraciones la salida del astro rey, como si oraran para presentarse ante él. Aunque a los esenios se les considera pacifistas (se cree que era una forma de demostrar el rechazo al dominio y ocupación romanos), sin embargo tomaron activa participación en la guerra contra Roma que se prolongó del 67 al 73, como ya anotamos brevemente y que estuvo dirigida por el esenio Juan. Pero a pesar del heroísmo con el que lucharon, sufrieron una aplastante derrota. Se conoce que los romanos les sometieron a torturas atroces para que declaren en dónde reposan los libros, obras religiosas y tratados de magia, pero no obtuvieron respuesta alguna. Después de esta sublevación, la comunidad esenia prácticamente periclitó y desapareció del escenario histórico. Hugh Schonfield, un cristiano erudito en este tema, en la parte introductoria de su obra advierte la iniciativa en el siglo II a n e del llamado “Maestro de la Rectitud” y la asimilación de su visión –a través de la interpretación de sus fieles- que ulteriormente harían sus supuestos sucesores, primordialmente san Juan Bautista y Jesús de Nazaret. Igualmente expone los evidentes vínculos entre el primitivo cristianismo y los esenios25. Ese “Maestro de la Rectitud”, Mareh-zedek, según H. Schonfield se presentaría como el enigmático Melquisedec, Rey de la Rectitud, según la interpretación de H. Schonfield (Cf. Op. Cit., p. 21); sin embargo, en el Nuevo Testamento consta como “Rey de Justicia”: 24 Cf. Nuevo Testamento. Apocalipsis, Cap. VI, 13-14. 25 Cf. Hugo Schonfield. El Enigma de los Esenios. Editorial EDAF, S. A., Madrid, España, 2001, Introducción.
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“7 Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió al encuentro de Abraham cuando este volvía de la matanza de los reyes, y los bendijo, 2/ y a quien Abraham repartió el décimo de todas las cosas, es primeramente, según se traduce ‘Rey de Justicia’, y después también es rey de Salem, es decir, ‘Rey de Paz”26 Consideramos que una de las limitaciones del estudio de H. Schonfield radica en que estima que los esenios fueron los precursores del cristianismo, pero ¡no menciona siquiera a los zelotes!, lo que obedecería al hecho de que este autor, siendo un cristiano, soslaya cualquier papel de esos rebeldes que sí estuvieron vinculados al movimiento que dirigía Jesús. Otro aspecto que debe tomarse con las debidas reservas es su tesis sobre lo que titula en el Capítulo X de su libro “El legado de los esenios”. En efecto, plantea que a comienzos del siglo I d n e “floreció en Egipto un retoño de esenios bajo el nombre griego de terapeutas y atrajo el interés y la aprobación del filósofo judío Filón de Alejandría”, señalando más adelante que entre los manuscritos de los esenios que se encontraron en el siglo IX constaba el libro del “Alejandrino”, que se refería a Filón27. La cuestión radica en que no se puede identificar directamente con el mundo esenio a Filón el Alejandrino (nacido hacia el último cuarto del siglo I a n e en Alejandría y muerto hacia mediados del siglo I d n e, en la misma ciudad) con las primeras sectas cristianas (propiamente judeo-cristianas); él fue efectivamente un filósofo judeo-helenista cuyo sistema partía de dos principios: la absoluta trascendentalidad de Dios y el sistema estoico-platónico sobre las ideas. La divinidad en Filón es superior a lo único y el bien platónicos y se revela el verdadero ser sobre el cual el ser humano conoce solamente que él existe pero no conoce cómo es. A su vez con relación a la concepción de las emanaciones estoico-platónicas, Filón pregonaba el logos como la 26 Epístola a los Hebreos, Capítulo VII, 1-2. 27 Cf. H. Schonfield. Op. Cit., Capítulo X. El legado de los esenios.
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más elevada y perfecta creación de Dios, gracias a la cual la divinidad al principio crea las criaturas más semejantes a él, los ángeles y después el mundo de las cosas y el hombre. Lo cierto es que las ideas de Filón en una serie de aspectos, como los de las emanaciones, se diferencian notablemente de las cristianas, pero en otras –en mayor gradofueron próximas y aseguraron la popularidad de Filón en la Patrística28. Por lo expuesto, se deduce que fueron los primeros autores cristianos quienes tomaron algunas de las tesis de Filón de Alejandría y mal pudo esperarse una “aprobación” de este filósofo con relación a la secta esenia, como afirma H. Schonfield. 2. Los fariseos. Como tales (del antiguo hebreo “perushim”, y éste del vocablo “paras”, separar) se conoce a una secta igualmente judía, que ostentaba rigor y austeridad en sus prácticas religiosas. En el libro I de los Macabeos (2,42), se habla de un partido llamado de los Hasidim, palabra hebrea que traduce piadosos. Es importante retener este nombre. Después de las guerras macabeas ya no se menciona a dicho partido y se conjetura, no sin fundamento, que tanto los esenios como los fariseos, que aparecen posteriormente, ¡fueron reagrupaciones político – religiosas de los originarios hasidim!. Los fariseos fueron poderosos hacia el año 125 a n e. y si bien posteriormente su influencia declinó, todavía era considerable su presencia en tiempos de Jesús, hasta fines del siglo II, cuando definitivamente desaparecen del escenario histórico. Ellos lograron aglutinar en su seno a las capas medias de las comunidades judías, se destacaron como muy celosos practicantes y observadores de las normas y prescripciones religiosas, pregonaban la doctrina sobre la vida de ultratumba, sentían una franca animadversión con relación a la cultura helena y se distinguieron por sus ostentaciones de devoción religiosa, por lo que justamente se 28 Cf. Filón de Alejandría. En: Diccionario Filosófico Enciclopédico. Moscú, URSS. 1989, p. 695 (Edición en idioma Ruso).
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les calificó como hipócritas y el mismo término fariseo, que originalmente tenía otro significado, como vimos, empezó a identificarse con hipocresía y así ha llegado hasta nosotros. No obstante lo dicho, los fariseos tenían otros rasgos que pueden considerarse como positivos: fueron nacionalistas intransigentes, contrarios al dominio herodiano y de Roma y fieles a la ley y al código sacerdotal. La severa fidelidad a los ritos y dogmas judaicos, entre los que se destacaba justamente el de la resurrección, así como su convencimiento de ser los mejores, sirvió de argumento para que el pueblo comenzara a motejarles de “fariseos”, es decir de “separados”, el significado original, como hemos dicho. Esta secta tuvo un papel histórico importante, poco o nada destacado por los apologetas e historiadores oficiales del cristianismo y judaísmo, pues fue la que salvó a la religión israelita de la total influencia del helenismo que predominaba en esa época en el mundo del Mediterráneo; la celosa actitud que demostraban, así como su sentido de la potestad divina y el sometimiento a su Dios, fueron contribuciones que no podrán negarse a los fariseos. Además, los miembros cultos de esta secta se considera que fueron padres espirituales de los rabinos, incluido el Rabí de Galilea. Paulo de Tarso originalmente fue fariseo, aunque después renegara de esa filiación y la considerara un error. 3. Los saduceos. Del nombre “Sadoc”, el fundador de la dinastía de los primeros sacerdotes del templo de Jerusalén, igualmente constituyeron un grupo político – religioso en Judea, que existió a la par con los fariseos y que se extendió desde el siglo II a.n.e., constituido principalmente por la aristocracia clerical y los ricos terratenientes que colaboraban con el poder romano. Esta secta cerrada defendía las posiciones de la cúspide gobernante esclavista, con la que se encontraban enlazados por comunidad de intereses; en el aspecto religioso reconocían el Pentateuco y rechazaban (en los primeros tiempos) el surgimiento de ideas mesiánicas y escatológicas, así como la vida de ultratumba, pero se 36
mostraron simpatizantes del helenismo, que en tiempos de Herodes el Grande y todavía antes, se encontraba muy difundido en toda Palestina29. Es decir que en cuanto a la ideología religiosa tenían marcadas diferencias con los fariseos. 4. Los ebionitas (del hebreo “ebion”, pobre), fue una de las primeras “sectas cristianas”30 de los siglos I y II de nuestra era. Desde luego no constituyeron una comunidad homogénea: unos eran ortodoxos, fieles a la ley judía; otros agnósticos y unos terceros en cuanto al aspecto religioso no admitían la divinidad de Cristo. Con todo, los ebionitas pueden considerarse como uno de los más tempranos grupos cristianos que moraron en Palestina. De acuerdo a la tradición, durante la guerra judía (66 – 73), se trasladaron al otro lado del Jordán, probablemente para eludir el acoso de los soldados romanos. ¿Qué distinguía a los ebionitas en cuanto a religión? Observaban los ritos judáicos, consideraban a Jesús hijo de José (cabe señalar que en las primeras representaciones del esposo de María, se le presenta joven. La figura de anciano y la representación de simple padre “putativo”, vino después) y María y sobre quien había descendido el Espíritu Santo. También enseñaban que en el mundo transcurre una lucha entre las fuerzas del bien y del mal, que debe terminar con el establecimiento del “Reino del bien”, idea que igualmente se encuentra en el mitraísmo y que sin duda fue asimilada por el cristianismo de estas originales fuentes. Algunos grupos de ebionitas sobrevivieron en el Cercano Oriente, ¡hasta bien entrada la Edad Media!31. De acuerdo al autor E. Royston Pike32, los ebionitas aceptando a Jesús rechazaban a Pablo de Tarso, por considerarlo un apóstata de la ley mosaica, cuestión que no 29 Cf. M. Robles L. Apogeo y Declinación del Helenismo. [En: “Cabeza de Gallo”. Revista de la Asociación de Profesores de la Universidad de Cuenca, Nº 15, Cuenca, 2006). 30 G. E. L. Op. Cit., tomo VIII, p. 3490. 31 Cf. Ateisticheskiy Slovar. Editorial POLITIZDAT, Moscú, URSS, 1986, p. 497. 32 Cf. R. Pike. Diccionario de Religiones. Editorial: Fondo de Cultura Económica, México, D. F., 1966, p. 163.
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carece de fundamento si se conoce la veleidosa trayectoria religiosa y política del principal ideólogo del cristianismo primitivo. Además, conservaban el rito de la circuncisión y celebraban el sábado y el domingo. 5. Los terapeutas. Del griego “terapeutés”, curanderos al servicio de Dios, constituyeron una comunidad religiosa asceta, vinculada en notable grado a los esenios e inclusive representante de una de sus vertientes, que se había radicado en Egipto, en los alrededores del pequeño lago Mareotis (actualmente llamado Mariutis) y en las proximidades de la famosa ciudad de Alejandría, centro cultural del mundo heleno. Se diferenciaban de los esenios ortodoxos en el hecho de que en sus comunidades sí se admitía a las mujeres33. Efectivamente, se considera que poseían conocimientos para curar las enfermedades, de donde les procede la denominación de terapeutas. Rechazaban la esclavitud, la propiedad privada, despreciaban los placeres sexuales y pregonaban la paz. El principal bien, según los terapeutas, era la continencia, por lo que en sus comunidades se tendía a mantener el celibato. 6. Nazareos. El término procede del antiguo hebreo “Nazar”, que traduce “reprimirse”. Fueron miembros de una comunidad ascética en la antigua Judea. El signo externo por el que se reconocía la pertenencia a esta comunidad era el pelo largo, así como su rechazo a la utilización del vino. Se cree que Sansón perteneció a los nazaritas, que todavía existían en la época de Jesús. En cambio los nazarenos o nazareos, término que se aplicaba a Jesús, hacía alusión a una secta. Lo cierto es que en los últimos siglos antes de nuestra era, los nazarenos se fundieron con los esenios y de estos círculos surgieron las primeras comunidades judeo-cris33 Cf. Ambrosio Donini. U Istokov Jristianstvo (En las Fuentes del Cristianismo). Editorial: POLITIZDAT, Moscú, 1979, p. 36; Diccionario Enciclopédico UTEHA. México, 10 Tomos, 1953, Tomo IX, p. 1266.
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tianas. 7. Kumranitas. Este nombre alcanzó merecida connotación entre los estudiosos durante los últimos años, luego de los descubrimientos de importantes manuscritos redactados en hebreo y arameo, conservados en las cuevas de Qumran, el año 1947. Los kumranitas eran miembros de una comunidad religiosa, aunque no se puede descartar el indudable ingrediente político- social que les vinculaba, tanto o más importante que el religioso, que vivieron entre el siglo II a. n .e. y el I d .n .e., en la región de Qumran, situada en las orillas del denominado Mar Muerto, perteneciente actualmente a Jordania. Esta comunidad practicaba el judaísmo, aunque no reconocía el poder de los primeros sacerdotes y, merced a las nuevas investigaciones, se ha determinado que los “qumranitas” se identificaron con una de las corrientes más militantes del primitivo cristianismo. Igualmente, vale la pena aclarar que la denominación de kumranitas es formal y de nuestro tiempo, pues ellos conocían a su organización como “Nueva alianza”, teniendo en consideración la “alianza con Dios”, mientras que a sí mismos se calificaban como “hijos de la luz”, “pobres”. Los kumranitas, que por su militancia radical y su rechazo a la ocupación romana, pueden identificarse con los zelotes, estuvieron convencidos que habrá una batalla decisiva entre los “hijos de la luz” y los “hijos de las tinieblas” y que el mal en el mundo será definitivamente derrotado. Precisamente en espera de este acontecimiento los kumranitas vivían en una organización muy aislada que tenía sus singularidades: practicaban la comunidad de bienes, el trabajo conjunto, condenaban el esclavismo (a diferencia de Pablo, que impuso su ideología en el cristianismo sin condenar el sistema esclavista, como veremos con detalle oportunamente). Al interior de la comunidad kumranita existía una disciplina muy severa: a la cabeza de la organización estaban 39
los sacerdotes del culto, luego venían los miembros “viejos” y en tercer lugar los “jóvenes” o “menores”, quienes no habían pasado todas las experiencias y la formación requerida, por lo que debían someterse a la autoridad de los “ancianos”. Además, al frente de cada 10 miembros se encontraba un sacerdote, un “mevaker”, que podría considerarse como una especie de capataz o epíscope y un consejo de ancianos que regía la vida de la comunidad. Se ha considerado como el fundador de la comunidad a un cierto “maestro de la justicia”, probablemente ejecutado en la cruz, que sería el prototipo del Jesús mitologizado y habría muerto perseguido por el “sacerdote impuro”. Ellos creían que su maestro retornaría a este mundo. Desde luego, el exaltado estado de ánimo con relación a la cruz y al mismo tiempo su asimilación como símbolo de la nueva fe, pudo surgir únicamente en los confines de Palestina, es decir en la emigración (la denominada diáspora) hebrea, en pueblos en los que durante siglos semejante medio de castigo correspondía a los infelices esclavos, privados de todo derecho, a los delincuentes incorregibles, así como a los sediciosos34. Consignamos como un interesante dato que en Palestina la crucifixión aplicada por los conquistadores, tuvo lugar durante la rebelión de los Macabeos, bajo el gobierno de Antioco IV, después durante los Asmoneos, en el gobierno de Herodes y finalmente durante la ocupación romana. Pero a diferencia de lo que sucedía en la capital del imperio, Roma, en donde la ejecución en la cruz era rigurosamente prohibida para los ciudadanos romanos y en general para las personas libres, así hayan cometido los más execrables delitos, en Palestina ese mismo poder romano ¡recurría a la crucifixión para sembrar el terror entre las capas más altas de la sociedad, que luchaban contra los partidarios del poder considerado pagano, o para reprimir las sediciones, lo que explicaría en notable medida la crucifixión de Jesús. Los kumranitas con frecuencia se revelaron como 34 Cf. A. Donini. Op. Cit., p. 38.
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una bifurcación de los esenios, ya mencionados en líneas anteriores, pero estuvo más identificada con los zelotes, como hemos anotado. La comunidad fue trágicamente liquidada durante la sublevación contra los romanos (66 – 73 d. n. e.), aunque debemos señalar que la ideología, ideas y el estado de ánimo de esta singular organización tuvo una innegable influencia en la formación del primitivo cristianismo. Finalmente cabe indicar que los manuscritos de Qumran, conforme al actual estado de las investigaciones, pueden dividirse convencionalmente en tres grandes grupos: I. Los textos del Antiguo Testamento, redactados en antiguo idioma hebreo, así como una traducción en griego y arameo; II. Los textos Apócrifos, escritos exclusivamente en los idiomas hebreo y arameo; y, iii. Composiciones propias de los kumranitas. 8. Los zelotes. Fue el nombre que se dio a los patriotas judíos fogosos y radicales, responsables de la sublevación de Judea bajo la dominación de Tito y que concluyó en la devastación de Jerusalén. Se trataba de una secta político – religiosa, cuyo origen se remonta a la época de los Macabeos .(Estos últimos proceden de una familia hebrea, cuyos miembros constituidos del progenitor Macabeo y sus 4 hijos, dirigieron en los años 60 del S. II a. n. e. la sublevación contra el dominio de los Seleúcidas). Los zelotes se distinguieron por ser estrictos observadores de la ley mosaica y de la independencia nacional. La aristocracia judía y los funcionarios sospechosos de haber conciliado y pactado con los romanos, generalmente fueron objeto de violentos ataques de parte de los zelotes. El nombre de zelote procedería del griego Zélótai35, que se traduce como “defensor”, aunque también puede entenderse como “adepto” e incluso “secuaz”. Otros autores hacen derivar la denominación del tér35 Cf. Ateisticheskiy Slovar. Op. Cit., p. 189.
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mino Lestai, nombre con el que les conocían los romanos36. Además, según modernas investigaciones, “Judas Iscariote” ¡provendría de “Judas el sicario”!, en donde sicario ¡era otro término que igualmente significaba zelote!37 Se conjetura que Barrabás también fue un zelotai o un lestai. Entonces, los sicarios que ajustaban siempre sus cuentas con el efectivo puñal que portaban en su cinto, constituían una elite de las filas de los zelotes. Como quiera que sea esta historia, lo cierto es que esta facción político – religiosa con sus acciones rebeldes, influyó poderosamente en el estado de ánimo sedicioso de los primeros cristianos. Actualmente de parte de varios estudiosos se considera la posibilidad de que Jesús haya estado relacionado con este grupo. De ahí que el profesor Brandon diga lo siguiente: “El silencio de los evangelios respecto de los zelotes... debe indicar sin duda una relación entre Jesús y estos patriotas, una relación que los evangelistas prefirieron no revelar”38. Más propiamente, entre los seguidores de Jesús es posible que se haya contado con algunos elementos zelotes, esenios, fariseos. Juan el Bautista, por ejemplo, parece que fue un esenio que dirigía a sus propios adeptos. Y el mismo Jesús, cuando expulsa del templo –en ese tiempo se trataba de la sinagoga judía, ¡no templo cristiano, porque todavía no existía!- a los mercaderes a latigazos, revela de manera indiscutible que actúa como un zelote, no como el miembro pacífico de alguna otra comunidad. En varios pasajes del Nuevo Testamento asimismo se recuerda a compañeros zelotes de Jesús, como “Simón el zelote”. No obstante en los evangelios prevaleció la idea de omitir estas relaciones, es decir hubo un meditado ocultamiento de la verdad. ¿Por qué razón? A todas luces precisamente por las estrechas relaciones de Jesús con algunos 36 Cf. M. Baigent, R. Leigh, H. Lincoln. Op. Cit., p. 339. 37 Cf. M. Baigent, R. Leigh, H. Lincoln. Op. Cit., p. 340. 38 Cf. Brandon. Jesús and Zelots, p. 327.
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representantes de estas sectas e inclusive por compartir con ellos muchos puntos de vista. Esto llevó a los autores de los evangelios a ignorarlos, a fin de que exclusivamente la versión de Pedro y sobre todo la de Paulo de Tarso, sean reconocidas como oficiales. Señalemos de paso que entre los moradores de Qumran había no pocos esenios y miembros radicales de la facción de los zelotes, que defendieron hasta morir la fortaleza de Masada. Por eso en la historia se habla de los “Zelotes de Masada” Pero la cuestión que conviene dilucidar radica en que los zelotes, más que una secta o comunidad religiosa, ¡era una facción política! que muy bien pudo haber reclutado para sus filas a gente proveniente de los esenios, igual que de los fariseos, que también combatían al imperio romano. En estas condiciones, de verdadera efervescencia de grupos y sectas político – religiosas, de encontrados intereses entre ricos y pobres, entre la poderosa casta sacerdotal, cuyos miembros en su gran mayoría se aliaron a los pudientes connacionales y a los representantes del yugo opresor y el gran número de fieles marginados, las relaciones de ninguna manera podían ser idílicas en la pequeña Palestina. Todo lo contrario, esos años la vida estuvo marcada por la tragedia y el dolor, la muerte irremediable y las injusticias sin término, pues la mayoría de la población vivía soportando el despiadado yugo de los romanos, los abusos y el desprecio permanentes de los reyezuelos propios y de los procuradores extranjeros, la venalidad del clero, con frecuencia entregado al servicio de los conquistadores, el terror de determinadas sectas y las no raras sangrientas “vendettas” de los humillados y ofendidos. Miles de víctimas inocentes sucumbieron crucificadas por orden de las autoridades romanas. La Palestina que antes del dominio romano ya fue abigarrada y dividida en lo geográfico, étnico, histórico, social y religioso, fue fragmentada todavía más cuando los romanos dispusieron el gobierno en ese nuevo dominio me43
diante el establecimiento de cuatro tetrarquías a la muerte de Herodes el Grande. Sin duda la anarquía y el desconcierto se volvieron incontrolables, y en semejante atmósfera los miembros más enardecidos de los judíos llevaban a cabo terribles represalias, igual que los samaritanos. El pueblo entero estuvo desunido e inclusive fraccionado por las sectas: los fariseos que en mayor grado que otros conservaban las tradiciones e ideas sobre el mesías judaico, creían fanáticamente en la pronta venida de su mesías que les libraría del yugo romano; los zelotes, más facción política que secta religiosa, como ya hemos señalado, eran implacables en su lucha contra el conquistador, la aristocracia tránsfuga y parte de la casta sacerdotal entregada al imperio, estaban dispuestos a morir antes que rendirse, como lo demostraron trágica y heroicamente en Masada; los esenios, muy próximos a los kumranitas y probablemente idénticos, también lucharon valerosamente contra los ocupantes en la guerra de los años 67 – 73 y derrotados desaparecieron para siempre del escenario histórico. En este punto cabe una precisión: la lucha no fue de uno u otro grupo, sino de toda Judea contra el poder de Roma, a tal punto que solamente en Cesárea ¡20.000 judíos murieron a manos de los ocupantes!39. Por fin los sicarios, odiados y temidos, quienes ajustaban cuentas con el puñal (la definición de “esenios asalariados” que se les da en algunos diccionarios, no corresponde enteramente a la verdad), declaraban la muerte a los romanos y a aquellos connacionales que colaboraban con ellos. 4. UN VIEJO ANTISEMITISMO. “En 1242, tras asegurar que el Talmud inducía a los judíos a engañar y asesinar a los cristianos, las autoridades de la Iglesia habían ordenado la quema de todos los ejemplares talmúdicos. En 1443, el papa Eugenio IV promulgó una bula que prohibía a los judíos estudiar el Talmud y, un siglo más tarde, 39 Cf. M. Baigent, R. Leigh, H. Lincoln. Op. Cit., p. 297.
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en 1553, el papa Julio III decretó que el Talmud era blasfemo y ordenó que todos los ejemplares fueran confiscados y quemados. En el Rosh Hashanah, el Año Nuevo judío, de 1553 se erigió una enorme pira en medio del Campo dei Fiori de Roma, el mismo lugar donde medio siglo más tarde Giordano Bruno sería quemado vivo por orden de la Inquisición. Se lanzaron a la hoguera gran número de ejemplares del Talmud y varios libros en lengua hebrea confiscados de los hogares de los judíos del gueto romano. Al mismo tiempo, el Santo Oficio instó a los dirigentes civiles y eclesiásticos de toda Italia a buscar ejemplares del Talmud y prenderles fuego”. David I Kertzer. Los papas contra los judíos. (Lástima muy grande que las autoridades judías de estos tiempos hayan seguido el pernicioso ejemplo de quienes desencadenaron el Holocausto, aplicándolo contra el martirizado pueblo palestino. M. R.) -o-o-o“El campo de más triste renombre fue el de Jasenovac, donde los croátas mataron a 200.000 judíos, serbios, y gitanos. Cuarenta mil de ellos perecieron durante el reinado insólitamente cruel del ‘Hermano Satán’, el fraile franciscano Miroslav Filipovic-Majstorovic. Ni a él ni a los demás sacerdotes verdugos de Croacia Pío XII les reprochó nada ni les castigó después de la guerra. Por el contrario, el Papa apoyó ese régimen de asesinos en masa” Daniel Jonah Goldhagen. La Iglesia Católica y el Holocausto. Una Deuda Pendiente. (¡Y después dicen que no se puede encontrar afinidad alguna entre Pío XII y Hitler! ¡Y después dicen que está muy bien que a este papa se le haya enviado a los altares! M. R. L.) Por lo demás, vale la pena aclarar que un cierto sen45
timiento antisemita ya estuvo presente en el mundo mediterráneo hace dos mil años, sobre todo en una base social, aunque el sobrenombre “judío”, procedente del latín iudaeum (adjetivo y nombre, igual que el españolizado judío), para señalar a un individuo perteneciente a una comunidad étnica, cultural e histórica originaria de la antigua Palestina40, todavía no tenía el significado despectivo que luego adquirió en la tradición cristiana. Pero posteriormente, con la absurda e infame acusación a los judíos por la ejecución de Jesús, el anti judaísmo de la teología cristiana sentó sus siniestras bases por dos largos milenios. Es necesario conocer que precisamente a partir de la I Epístola a los tesalonisenses, atribuida a Saulo de Tarso, quien renegó del judaísmo por rencores personales, se cimentó el implacable antisemitismo que se prolongaría hasta la Edad Media e incluso hasta nuestros tiempos: “14. Porque ustedes se hicieron imitadores, hermanos, de las congregaciones de Dios que están en Judea en unión con Cristo Jesús, porque ustedes también empezaron a sufrir a manos de sus propios compatriotas las mismas cosas que ellos también [están sufriendo] a manos de los judíos, /15 los cuales mataron hasta al Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos persiguieron...” (Lo destacado en negritas es nuestro. M. R.)41. La pérfida acusación, como puede deducirse, cayó en suelo fértil, con los resultados conocidos: siglos de fanático odio a los judíos y ¡ninguna acusación al imperio romano por todos los horrores cometidos en esos tiempos! Terror durante la Inquisición de la Edad Media que no solamente llevó a las hogueras a miles de judíos, sino a todo sospechoso de brujería, de pactos con el demonio, de blasfemias, y el genocidio desatado por el nazismo en los tiempos modernos. Con este deslinde imprescindible, diremos que aquél fue el escenario en el que vivió y predicó Jesús, el rabí de Galilea. 40 Cf. G. E. L. Op. Cit., tomo XIII, pp. 6166-6167. 41 Cf. Nuevo Testamento. La Primera (Epístola) a los Tesalonisenses, Cap. II,14-15.
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III. LOS EVANGELIOS SE ESCRIBIERON EN GRIEGO. Cristo fue judío y vosotros quemáis a los judíos; Vivió pobre y vosotros sois ricos; pagó tributo, Vosotros sóis poderosos; iba a pie, vosotros en Carroza; comía lo que se le daba, vosotros no os priváis de la carne ni en viernes; prohibió a Pedro usar la espada y vosotros poseéis un ejército; por lo tanto, haciendo lo contrario que Cristo, sois el Anticristo. Voltaire. -o-o-o-o-oLos milagros, junto con las reliquias, son una de las supuestas pruebas irrefutables de la existencia de un poder divino. La curia se niega a aceptarlos, pero muchos de sus estandartes de la fe han caído en picada; cayó su Sábana Santa, que supuestamente envolvió el cuerpo de Cristo; como es de suponer que hiciera también la otra, que se halla en Oviedo. Cayó también la sangre de san Genaro y por simpatía la de san Pantaleón, ya que un grupo de científicos, siempre esos “diabólicos” científicos, descubrió que podía estar compuesta por sustancias de un tono rojizo que producirían la licuación gracial al movimiento. J. Blaschke, J.M. Ibáñez, P. Palao Pons. La caída del Imperio Vaticano. 47
El Nuevo Testamento constituye la segunda parte importante de la Biblia y esencialmente se vincula al cristianismo, en tanto que el Antiguo Testamento tiene que ver más con el judaísmo, del que en gran medida se nutrió la nueva religión. Conviene aclarar que los historiadores de ese tiempo y de esa geografía: griegos, romanos, hebreos, no nos han dejado ningún testimonio verídico sobre la vida de Jesús, por esta razón necesariamente hay que operar para nuestras disquisiciones en la rica literatura contenida en el Nuevo Testamento y en los Evangelios Apócrifos no reconocidos por el canon, aunque ampliamente utilizados por la Iglesia para explicar algunos misterios. Entre estos llamados Apócrifos se encuentran el Evangelio de Tomás, creado en la primera mitad del siglo II d. n. e., el Evangelio de los Judíos, el Evangelio de Jacobo, el Evangelio de Tomás el Bienaventurado, el Evangelio de Filipo, el Evangelio de María Magdalena, etc., etc.42. En su orden, el Nuevo Testamento consta de 27 libros: cuatro evangelios, de Marcos, el más antiguo, Mateo, Lucas, llamados sinópticos, porque son similares entre sí, y el de Juan, que difiere de esos tres; los Hechos de los Apóstoles, 21 Epístolas, cuya autoría se atribuye a Pablo de Tarso, Jacobo, Pedro, Juan y Judas, y finalmente las Revelaciones de Juan el Bautista o Apocalipsis. Debemos advertir que toda esta literatura es primordialmente teológica antes que histórica. ¿Cuándo se escribió esta literatura? Hasta la actualidad no existe un criterio único con relación al tiempo en el que fueron creados sus diferentes componentes, aunque en general prevalece el criterio de que surgieron a partir de los años 50 de nuestra era, hasta el 120 en que concluye este proceso de creación. La parte más antigua del Nuevo Testamento no es el Evangelio según san Marcos (este sí es el primero de los 4 42 Cf. Los Apócrifos y otros Libros Prohibidos. Versión española; Apokrifi Drevnij Jristian (Apócrifos de los Antiguos Cristianos) Versión rusa.
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evangelios canónicos, conforme señalamos), como a veces anotan algunos bibleistas, ni el Apocalipsis, con relación al cual F. Engels43 conjeturaba que fue creado entre los años 68 – 69, sino la “Epístola a los Tesalonisenses”, de Pablo de Tarso, escrita con mucha probabilidad hacia los años 50 o 54, es decir aproximadamente unos 16 o 20 años después de la crucifixión de Jesús, que según la tradición habría acaecido en el año 30 de nuestra era. Por supuesto que entre los científicos también existe el criterio de que los primeros escritos de las parábolas y sentencias atribuidas a Jesús, así como otros evangelios tempranos que no entraron a formar parte del Nuevo Testamento, aunque fueron ampliamente utilizados por los autores de los evangelios canónicos, se crearon a comienzos de nuestra era en arameo, ¡la lengua popular hablada en la Palestina de esos tiempos! En este punto cabe señalar, igualmente, que la ciencia nunca ha podido establecer a cabalidad si Jesús dejó algo escrito personalmente, y si lo hizo fue en ese arameo, o en griego, por cuanto tampoco se conoce y quizás nunca se llegue a dilucidar si Jesús conocía el griego y si también hablaba en hebreo, a más del arameo, aunque de aceptarse que es verdadera la versión del juicio que se instauró en su contra y que le condujo a morir crucificado, entonces no se descarta que el diálogo mantenido con Poncio Pilatos habría sido en griego, idioma ampliamente difundido en toda la región44 En este punto cabe recordar una cuestión muy importante, no siempre advertida por la historia oficial: el griego se convirtió en la lengua común no solamente de los habitantes de Italia, sino de amplias capas de la plebe y de los migrantes del mundo heleno que había periclitado, y en general de las gentes del Cercano Oriente que trabajaban en calidad de artesanos y esclavos en las ciudades y grandes 43 Cf. F. Engels. Sobre la historia del cristianismo primitivo, Versión rusa. (En: C. Marx, F. Engels, V. I. Lenin. Sobre la Religión). 44 Cf. M. Robles L. Apogeo y Declinación del Helenismo. En: “Cabeza de Gallo”. Revista de la Asociación de Profesores de la Universidad de Cuenca, Nº 15, 2006.
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propiedades agrícolas del imperio. Por esta razón Juvenal (60 – 140, aproximadamente), el poeta romano, se quejaba de que en la ciudad capital del imperio, Roma, era imposible vivir: ¡estaba atestada de griegos! Tan notable era este proceso, cuanto que en las tumbas de los esclavos y libertos de esos tiempos, los arqueólogos han encontrado con frecuencia nombres en griego, antes que en romano45. No existe duda, entonces, de que los primeros ideólogos y apologetas del cristianismo hablaron y escribieron en griego. Además, únicamente en el siglo IV Jerónimo (340 – 420), tradujo el Nuevo Testamento al latín, traducción que es conocida como “Vulgata”. Pongo dos ejemplos, tomados de fuentes originales, que demuestran de manera irrefutable que el griego en ese tiempo era el idioma dominante: El legendario militar y hombre de Estado Julio César, quien murió apuñaleado, víctima de una conspiración política, se habría dirigido en griego a uno de sus victimarios, según el relato del historiador Suetonio: “…Recibió veintitrés heridas, y sólo a la primera lanzó un gemido, sin pronunciar ni una palabra. Sin embargo, algunos escritores refieren que viendo avanzar contra él a M. Bruto (se trata de Marco Bruto, uno de los conjurados, reclutado por Casio. M. R.), le dijo en lengua griega: ¡Tú también, hijo mío!46 También Flavio Josefo, en tiempos de Nerón, relata sobre esta cuestión en los siguientes términos: “…A su vez, los sirios principales de Cesárea persuadieron con la entrega de grandes sumas de dinero a Burro, que en aquel entonces era copnsejero de Nerón tras haber ocupado el cargo de secretario encargado de escribir las cartas en lengua griega, a que consiguiera de Nerón una carta quie invalidara el decreto por el que los judíos habían 45 Zenón Kosidovskiy. Skazania Evangelistov. Moskvá, URSS. Editorial POLITIZDAT. 1979, p. 26. Cf. También R. Ambelain y otros. 46 Cf. Suetonio. Los Doce Césares. Cayo Julio César, LXXXII. Ediciones ORBIS, S. A., Barcelona, España, 1985.
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obtenido igualdad de derechos políticos que ellos.”47 Con este necesario deslinde, retomemos el tema principal. Vale, asimismo, no crear falsas ilusiones en esto de los manuscritos [con la excepción, por supuesto, de los manuscritos de Qumran, en general de los del Mar Muerto y de Nag Hamadi, descubiertos en los últimos años y que han escapado a las alteraciones]: la historia del cristianismo ¡no cuenta con un solo manuscrito auténtico del Nuevo Testamento!, sino solamente con copias, no pocas de ellas sometidas intencionalmente a alteraciones, interpolaciones o mutilaciones, porque los copiadores en su afán por difundir sus propias concepciones, puntos de vista y creencias, frecuentemente sin ningún remordimiento modificaban párrafos enteros de las “sagradas escrituras”48, procedimiento nada edificante ni ético, que reeditarían a escala mucho mayor los monjes copistas de la Edad Media, a fin de que pase a la posteridad exclusivamente aquello que no contradecía el dogma oficial. Con todo, a fines de la XIX centuria se descubrió en Egipto unos papiros que contenían textos sumamente interesantes, relacionados con el Nuevo Testamento. Algunos de ellos datan de los siglos III y II de nuestra era, siendo prácticamente dos siglos más antiguos que los Códices del Vaticano y Sinaítico, que datan del S. IV. Resulta que el científico alemán Constantino von Tischendorf (1815 – 1874), quien además fue un teólogo protestante que realizó numerosos viajes de investigación por Europa y que estuvo por varias ocasiones en el monasterio de Sinaí (concretamente en 1844, 1853 y 1859), fue quien descubrió y editó el Códice Sinaítico, así como es el autor de una edición crítica del texto griego del Nuevo Testamento49. Quiso la suerte que a sus manos llegaran, además, 47 Cf. Flavio Josefo. Antigüedades judías, II tomo, Libro XX, 8, 2 y ss. 48 Cf. Z. Kosidovskiy. Íbid., p. 27. 49 Diccionario Enciclopédico UTEHA, Unión Tipográfica Editorial Panamericana, México, D. F. 1953. 10 tomos, Tomo X, p. 118.
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amplios fragmentos del Antiguo Testamento y un texto muy antiguo ¡pero completo!, del Nuevo Testamento, que precisamente databa del siglo IV. Tischendorf, una vez que trabajó en la interpretación de estos manuscritos, especialmente del Códice Sinaítico, entregó los mismos al zar de Rusia, Alejandro II. Los manuscritos de Sinaí se editaron en San Petersburgo, en un tiraje muy limitado de 300 ejemplares, que se enviaron a los principales institutos científicos del mundo. Luego vendrán los descubrimientos de Osiris. En 1897 se realizaron excavaciones en un antiguo pueblo ubicado a 180 km al sur del Cairo, actual capital de Egipto, encontrándose papiros que contenían siete sentencias desconocidas de Jesús, lo que se explicaría por cuanto entre los siglos IV y V, existía en ese lugar una comunidad cristiana grande y muy influyente. El mismo año estas máximas o sentencias se publicaron bajo el título de “Logia Iesu” (“Palabras de Jesús”). Actualmente se cuenta con aproximadamente ¡4000 antiguos manuscritos completos sobre el Nuevo Testamento y unos 25.000 fragmentos! ¿Conocen algo de esto nuestros teólogos y dirigentes religiosos? No lo sabemos. Pero bien: ¿Cuándo surgió el primer documento escrito sobre la vida de Jesús? Aunque pueda parecer extraño, ¡únicamente 40 años después de su supuesta muerte en la cruz! (cuestión de la que hablaremos con detalle más adelante), y hasta ese período prevaleció la tradición oral. Esto, desde luego, no tiene absolutamente nada de admirable, si tomamos en consideración que en ese tiempo entre los pueblos del Cercano Oriente, prevalecía la tradición oral, no el documento escrito. Al respecto, un autor muy competente en este asunto, dice lo siguiente, que me permito traducir directamente del ruso, lo más fielmente posible: “Los acontecimientos heroicos del pasado, los mitos religiosos, los relatos y leyendas populares, transmitidos por innumerables generaciones de cantantes, narradores y predicadores, he ahí la fundamental herencia espiritual de 52
aquella época”50. Por lo demás, agrega dicho autor, probablemente Jesús no escribiría él personalmente, igual que Sócrates, ni una sola palabra, si se exceptúa algunos signos que dibujó en la arena, según el Evangelio de Juan. Entonces, es razonable suponer que en las primeras décadas después de la muerte del Rabí de Galilea, sus enseñanzas se difundieron exclusivamente merced a esa tradición oral, no siempre confiable. Los propagandistas de la nueva religión, que para ese tiempo ya estuvo notablemente separada del judaísmo, fueron, varios de ellos, una especie de maestros y predicadores vagabundos, quizás sin mayor bagaje cultural y en su mayoría anónimos. Desde luego, no solamente obedece a la fuerza de la tradición oral el hecho de que en las primeras décadas no se cuente con material escrito, sino también a otra causa que por lo general pasa desapercibida para los historiadores de Occidente: los primeros partidarios de la doctrina de Jesús, ¡no rompieron de manera categórica con el judaísmo, que constituye la principal fuente del cristianismo!, si exceptuamos a ideólogos como el apóstol Pablo, que se separó del judaísmo y acabó convirtiéndose en un mortal enemigo de la antigua religión, pero primordialmente por motivos personales antes que doctrinarios. Por estas circunstancias la mayoría de los seguidores de Jesús observaron todos los mandatos y prescripciones de la ley mosaica, con absoluta regularidad visitaban los templos y sinagogas del judaísmo e incluso seguían aferrados a la creencia en el mesías – salvador, que hundía sus raíces en las antiguas profecías vétero-testamentarias. Por fin, cabe también destacar que no hubo testimonios escritos hasta cuatro décadas después de la supuesta crucifixión de Jesús, en virtud de que entre los miembros de las primeras comunidades judeo - cristianas prevalecía un estado de ánimo dominado por la exaltación religiosa en50 Cf. Z. Kozidovskiy. Op. Cit., p. 31.
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gendrada por la creencia en la inminente venida de Jesús, para juzgar a quienes habían quebrantado la ley y para crear el reino divino aquí en la Tierra. Esto es así, tanto que en el Evangelio según san Mateo, Jesús anuncia a sus discípulos en los siguientes términos: “27. Porque el Hijo del hombre está destinado a venir en la gloria de su Padre con los ángeles (es una de las primeras referencias a las criaturas celestiales sin sexo. M. R.), y entonces recompensará a cada uno según su comportamiento. 28. En verdad les digo que hay algunos de los que están en pie aquí que de ningún modo gustarán la muerte hasta que primero vean al Hijo del hombre viniendo en su reino” 51. Por supuesto que esta promesa del pronto retorno de Jesús a la tierra en donde reinaría eternamente, se aplazó hasta las calendas griegas y a los cristianos les asistía toda la razón del mundo para sentir amargura, desilusión y sobre todo la sospecha por ese ofrecimiento nunca cumplido. Entonces fue cuando se comenzó a crear la biografía del Profeta, más apológica que histórica, más mítica que verdadera, describiendo sus innumerables prodigios, su fantástico nacimiento –el nacimiento del “pobre carpintero de Nazaret”, no es otra cosa que una leyenda para consumo popular- , su martirizante, cuanto infamante muerte en la cruz y su resurrección, asimismo fantástica. Fue un mito que de manera inexorable e incluso violenta, se obligó a que sea admitido como historia. De esta manera, la mentalidad de los cristianos moldeada en el mito durante casi 20 siglos, no permite la vigencia de lo que puede ser histórico en cuanto a la vida de Jesús y a los primeros años del cristianismo. Es que lo apológico que surgió por primera vez en Siria y en las comunidades paulinas, arraigó profundamente en el pensamiento de la cultura del mundo occidental. Más precisamente hablando: los partidarios del “mensaje” mitologizado de Jesús, triunfaron amplia y 51 Cf. El Evangelio según San Mateo. Cap. XVI, 27-28.
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definitivamente sobre los partidarios de su estirpe real. Pero prosigamos. Una autoridad innegable en cuanto a la biografía de Jesús y su doctrina, fue sin duda la comunidad nazarena de Jerusalén, a la cabeza de la cual estuvo, según la tradición, Jacobo, hermano carnal de Jesús y muerto mediante lapidación, esta sí ejecución propia de los judíos, el año 62, por orden del sumo sacerdote Ananías. Después de la trágica muerte de Jacobo, se puso a la cabeza de la comunidad el primo - hermano de Jesús, Simón, hijo de Cleofás, quien a su vez era hermano de José, el carpintero, padre de Jesús e injustamente convertido en impotente por los tempranos fabuladores de la historia cristiana, como ya señalamos. Según la tradición, Simón fue un longevo al que crucificaron en tiempos del emperador Trajano (96 – 117). Después de Simón la comunidad estuvo dirigida por los nietos de Judas, el también hermano de Jesús, Jacobo y Soquer. De manera que entre los líderes de la comunidad nazarena, había parientes de Jesús, es decir la línea de la estirpe que fue derrotada. Pero no desaparecieron de la historia sin dejar huellas: ¡ellos tenían su propio evangelio en arameo, la lengua popular de Palestina!. El grupo nazareno de Jerusalén sobrevivió hasta el año 132, cuando estalló la rebelión judía al mando de Bar – Kohba contra Roma, siendo aplastada y Jerusalén convertida en escombros52. Destruida Jerusalén, una gran parte de los adeptos de la nueva fe huyó a Pella, antigua ciudad hoy en ruinas, que fue capital de Macedonia en tiempos de Filipo II y de Alejandro Magno. Pero este éxodo masivo y forzado por las inexorables circunstancias, constituiría una especie de hito que dividiría la historia del cristianismo en dos períodos: judaico y judeo – helenístico53. No obstante, no fue solamente 52 Puede consultarse al respecto: Z. Kosidovskiy: Skazania Evangelistov, pp. 30-36; también: M: Baigent, R. Leigh y H. Lincoln. El enigma Sagrado. Editorial Martínez roca, 1993, Colombia; R. Ambelain. El hombre que creó a Jesucristo. Editorial Martínez Roca, Colombia, 1987; W. Weddig Fricke. El juicio contra Jesús. Editorial Martínez Roca, Buenos Aires, Argentina, 1994. 53 Cf. Z. Kosidovskiy. Op. Cit., p. 34.
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Pella el lugar al que se desplazaron, sino también a otros lugares como Antioquía, Efeso, Tarso, Corinto, Alejandría y por supuesto a Roma. Así surgió la diáspora en donde se consolidaron los nuevos centros del flamante movimiento religioso, fuertemente influenciado por la cultura helena, particularmente por sus misterios fundados en los mitos sobre la muerte y resurrección de los dioses, conforme ya vimos en la primera parte de este estudio. Será en las postrimerías del siglo I de nuestra era, cuando la tradición oral cristiana propiamente dicha, termine por separarse de sus raíces judaicas y comience su existencia independiente. Pero ya en la época de Paulo de Tarso, conforme anotamos en el II capítulo de este trabajo, se cimentó no solamente el antisemitismo (o anti-judaísmo) sino también esa separación del cristianismo, de su matriz judaica. En estas singulares condiciones, surgió una literatura asaz heterogénea, contradictoria e incluso fantástica, ulteriormente asimilada por la Iglesia, para conformar el Nuevo Testamento. Se entiende que estas obras constituidas por evangelios, epístolas, relatos, etc., muchos de los cuales no fueron oficializados y por consiguiente no entraron en el canon, se sometieron a interpolaciones, mutilaciones, nuevas redacciones e interpretaciones arbitrarias, de acuerdo a los intereses del dogma oficial. Por manera que no existe, en absoluto, una tradición cristiana verdadera única, como asegura la Iglesia, menos todavía que se haya resuelto de manera definitiva sobre la autoría de los textos. Como quiera que sea todo esto, el nacimiento del cristianismo propiamente tuvo lugar, más que en Palestina, en el mundo de la emigración, que era un mundo helenizado, como sabemos, en donde los hebreos constituían una décima parte de la población total del imperio: unos siete millones de 65 – 70 millones de la población total. Su unidad y cohesión en el seno del imperio sería posible por tres elementos fundamentales: el monoteísmo, la sinagoga y el festejo del día sábado54. En estas circunstancias, era lógico 54 Cf. Ambrosio Donini. U Istokov Jristianstva. Editorial POLITIZDAT, Moscú,
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que el Nuevo Testamento sea redactado en griego, no en hebreo, lo que constituye una prueba fehaciente de cuanto manifestamos. Pero bien: los teólogos y los historiadores cristianos siempre han afirmado, aunque sin esgrimir ninguna prueba fidedigna, que la tradición neotestamentaria es genuina, por cuanto supuestamente fue redactada por los apóstoles y discípulos contemporáneos de Jesús, pero esto no es así, definitivamente, pues muchos de los evangelios, epístolas, Apocalipsis, ya sean apócrifos o canónicos, atribuidos a Mateo, Jacobo, Pedro, Pablo, Lucas, etc., en realidad pertenecen a la pluma de redactores y compiladores anónimos, que recogieron la tradición oral que sobre Jesús y su nueva religión prevaleció en las primeras décadas. Inclusive esos desconocidos redactores aceptaron sin ningún criterio histórico, todos los rumores, leyendas y narraciones fantásticos que circulaban en esos lejanos tiempos sobre la vida del Rabí. Esto es tan evidente e irrefutable, cuanto que los científicos consideran que de los 27 libros o composiciones del Nuevo Testamento, ¡19 no pertenecen a la pluma de aquellos autores a los que la tradición cristiana les atribuye la autoría!. 1. ¿QUIÉNES FUERON LOS EVANGELISTAS?. Sus consideraciones (se refiere a la Iglesia. M.R.) sobre la virginidad, la abstinencia y el matrimonio son sencillamente asquerosas. Responsables de nuestros prejuicios en religión y en moral, han fijado las normas de la estupidez y han multiplicado las restricciones que paralizan aún nuestros instintos. E. M. Ciorán. La Tentación de Existir. Todos los aspectos bellos del cristianismo se vinculan a Jesús, y todo lo más desagradable a Pablo. Era la persona menos indicada para entender a Jesús. A los condenados, ese fanático quiere verlos entregados “al poder de Satanás”, es decir, reos de muerte. 1979, pp. 43-44.
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F. C. Overbeck, el teólogo amigo de Nietzsche. Primeramente digamos que en su significado original, la palabra griega “evangelio” significa “buena nueva”, razón por la que en las representaciones de los creyentes, particularmente de los cristianos de los primeros tiempos, evangelio se ligaba siempre con el nombre del mesías: Jesucristo. Prueba de lo dicho es que el Evangelio según Marcos, comienza así: “1. [El] principio de las buenas nuevas acerca de Jesucristo...”55; en cambio canon, también de origen griego, traduce ley, norma. Por lo mismo se considera que lo canónico es algo fidedigno. El canon más antiguo corresponde a las postrimerías del siglo II y recibió la denominación de “Canon Muratoriano” o “Canon de Muratori”, ¡publicado recién en 1740!, por su descubridor: Ludovico Antonio Muratori (1672 – 1750), quien lo encontró en un antiguo códice de Bobbio (ciudad y monasterio benedictino del siglo VII, que poseía importantes manuscritos antiguos y palimpsestos), atribuido, según unos, a Caio, presbítero romano del siglo II y que había sido escrito originalmente en griego, aunque hasta nosotros ha llegado la versión latina. Lo cierto es que en el Canon de Muratori consta una lista de escritos cristianos considerados “sagrados”, entre los cuales se incluyen 22 de los 27 escritos que conforman el Nuevo Testamento, así como algunos apócrifos o no aceptados por la Iglesia56. Con estos antecedentes necesarios, veamos la antigüedad de los evangelios. MARCOS, EL MÁS ANTIGUO De Marcos, el autor del evangelio canónico más antiguo, se dice que fue compañero de Pablo de Tarso y Bernabé, durante la primera parte del primer viaje misionero de Pablo a Chipre y Asia Menor. Algunos autores lo consideran 55 El Evangelio según San Marcos, Cap. I, 1. 56 Cf. Jacob Abramovich Lenzman. Sravnivaya Evangelia (Comparando los Evangelios). Editorial POLITIZDAT, Moscú, 1967; J: Lezman: Los Orígenes del Cristianismo, Editorial Grijalbo, S. A., México 1965; E. Royston Pike. Diccionario de Religiones. Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1960; Z. Kosidovskiy. Skazania Evangelistov; Ambrosio Donini. U Istokov Jristianstva.
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discípulo y colaborador de Pedro. Lo que no está en duda es que el evangelio que se le atribuye a él, redactado en griego hacia el año 70 de nuestra era, a poco de la destrucción de Jerusalén y el feroz saqueo de su templo por los romanos, es el más antiguo de los cuatro reconocidos auténticos por el cristianismo y que se ha determinado que fue utilizado por Mateo y Lucas para escribir sus respectivos evangelios. Se cree que Juan Marcos (este segundo nombre con el que se le identifica en el Nuevo Testamento, es de origen romano) en los tiempos de escribir su evangelio, fue un hombre joven y procedía de una familia acomodada, se le conjetura persona ilustrada que probablemente dominaba el griego y el latín. Es interesante considerar que el viaje que Marcos hiciera con su pariente Bernabé y con Pablo, terminó en desavenencias entre los viajeros. En efecto, según se conoce, en Pánfilo Marcos se disgustó con Pablo, inesperadamente suspendió el viaje y retornó a Jerusalén. Ellos nunca más volvieron a ser amigos. Asimismo se conjetura que en la casa de María, madre de Juan Marcos, no solamente pernoctó alguna vez Jesús, sino también Pedro, aquél que según la leyenda negaría tres veces a su maestro antes de que cante el gallo. (Digo: conforme la leyenda, porque gallos, como veremos con mayor detalle más adelante, ¡no existieron en tiempos de Jesús!) Pues bien: en “Hechos de Apóstoles” se deduce que Pedro fue recibido afectuosamente: “12. Y después de considerarlo fue a la casa de María la madre de Juan (Marcos. M. R.) el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos y orando. 13. Cuando tocó a la puerta de la entrada, una sirvienta de nombre Rode vino a atender a la llamada...”57. Transcurrido un poco más de 10 años, durante el reinado de Nerón (54 – 68), dio la casualidad que Pedro y Mar57 Hechos de Apóstoles, Cap. XII, 12-13.
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cos nuevamente se encuentren en Roma, en donde para aquel tiempo ya existía una numerosa colonia de hebreos. Se dice que en dicha ciudad Marcos se ofreció de traductor a Pedro, pues éste no conocía otro idioma que el arameo, en tanto que Marcos, como ya vimos, hablaba con fluidez el griego y el latín. Entonces, fruto de esta colaboración surgiría el Evangelio que Marcos habría escrito después de la muerte de Pedro. Hasta aquí, según la tradición cristiana. Pero, ¿es realmente Marcos el autor del evangelio más antiguo que se le atribuye a él? Harto difícil pronunciarse al respecto, aunque Pedro llame a Marcos su hijo: “12. Mediante Silvano, un fiel hermano, según lo considero yo, les he escrito en pocas [palabras], para dar estímulo y un testimonio sincero de que esta es la verdadera bondad inmerecida de Dios; en la cual, estén firmes. 13. La que está en Babilonia, escogida igual [que ustedes], les envía sus saludos, y también Marcos mi hijo...”58. El problema al respecto es que no pocos investigadores dudan de la autenticidad de esta epístola atribuida a Pedro, e igualmente no existe acuerdo en cuanto a la determinación de la fecha de creación del evangelio de Marcos, aunque una mayoría de científicos considera como muy probable que efectivamente fue escrita entre los años 50 y 70, no antes. En lo que sí tienen razón los historiadores católicos, es en que el Evangelio según Marcos fue creado en Roma. Efectivamente, de la atenta lectura de esta composición, se deduce sin dificultad que la misma estuvo destinada para los adeptos de origen pagano, mas no para los judeo – cristianos. Así, en el texto se encuentran expresiones tomadas del arameo y traducidas al griego, igual que costumbres y ritos vinculados al judaísmo, que Marcos tiene la necesidad de explicar, lo que habría sido innecesario tratándose de cristianos de origen hebreo. Sirva el siguiente ejemplo: “41. Y, tomando la mano de la niñita, le dijo: ‘Thalitá 58 Cf. La Primera de Pedro. Cap. V, 12-13.
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kumi’, que traducido, significa: ‘Jovencita, te digo: ¡Levántate!” 59; también: “33. Cuando llegó a ser la hora sexta, una oscuridad cayó sobre toda la Tierra hasta la hora nona. 34. Y a la hora nona Jesús clamó con voz fuerte: ‘Elí, elí, ¿lamá sabakhtaní?’, que, traducido, significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”60. Procede preguntar: ¿Se habría empeñado en traducir estas palabras y textos, si el evangelio hubiera estado destinado para cristianos o judeo – cristianos de origen hebreo? Por supuesto que no. Por otra parte, en cuanto a si fueron en verdad pronunciadas estas palabras, el autor Robert Ambeláin tiene una interesante hipótesis, que la exponemos resumidamente: Igualmente el Evangelio de Marcos revela que se trata de una compilación en base a diferentes fuentes orales y probablemente escritas, que no tienen una intencionalidad biográfica sobre Jesús, sino más bien doctrinaria, con evidente influencia paulina. En efecto, bajo dicha influencia, el Evangelio de Marcos trata de demostrar que Jesús es un enviado de Dios y que de buena voluntad aceptó los sufrimientos y la muerte en la cruz para expiar los pecados de la humanidad. Por otra parte, es muy interesante anotar que en el Evangelio de Marcos, ¡todavía no se perfila nítidamente la idea de la resurrección de los muertos!, tanto que en el texto original se conoce solamente que luego de su muerte Jesús ya no se encuentra en la tumba y que él debe encontrarse con sus discípulos en Galilea: “6. El (un joven vestido con ropa larga blanca. M. R.) les dijo: ‘Dejen de aturdirse. Ustedes buscan a Jesús el Nazareno, que fue fijado en un madero. Fue levantado; no está aquí. ¡Miren! El lugar donde lo pusieron.7. Pero vayan, digan a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de ustedes a 59 El Evangelio según San Marcos, Cap. V, 41. 60 Íbid., Capítulo XV, 33-34.
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Galilea; allí lo verán, así como les dijo”61. El lector deducirá, sin ninguna dificultad, que Marcos ¡ni siquiera menciona la palabra resurrección! El fragmento que en algunas versiones de la Biblia se agrega a manera de conclusión del Evangelio según Marcos, a partir del versículo 9 hasta el 20 del mismo capítulo XVI, “conclusión larga” (“9. Después que él [Jesús, M.R.] muy de mañana, el primer día de la semana...”), y “conclusión corta” (“Pero todas las cosas que se habían mandado les relataron brevemente a los que estaban alrededor de Pedro...”), los científicos lo consideran simplemente como una interpolación agregada al texto original, ¡considerablemente después de haber sido redactado el Evangelio! En la Biblia, versión protestante, inglesa, traducida al español62, existe por lo menos el escrúpulo de advertir al lector profano, al fin del versículo “8”, que “Ciertos manuscritos (ACD) y versiones (VgS y cr) antiguos añaden la siguiente conclusión...”; en cambio en la llamada edición ecuménica (texto de la edición impresa en 1884, traducida de la Vulgata latina), la versión católica ¡sin ningún escrúpulo ni aclaración incluye los versículos 9 al 20 del señalado capítulo XVI! Así es como se interpreta las “sagradas escrituras”, y me permito invitar al inteligente lector para que coteje lo que manifiesto en estas líneas. En resumen, una respetable mayoría de investigadores contemporáneos considera que en realidad el autor del Evangelio canónico más antiguo, el de Juan Marcos, bien pudo ser un personaje de este nombre, ¡pero no necesariamente aquél Marcos que figura en Hechos de Apóstoles, menos en las epístolas del apóstol Pablo!. Por último, hay que agregar que el evangelista de nombre Marcos, de ninguna manera pudo ser un testigo presencial de los acontecimientos que describe, sino que para redactar su evangelio 61 Íbid., Capítulo XVI, 6-7. 62 Cf. Al respecto lo siguiente: Para la primera Biblia, versión inglesa (New World Translation Comitee) y traducida al español (1987), para la segunda, véase la llamada edición ecuménica (texto de la edición impresa en 1884, traducida de la Vulgata Latina).
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se limitó a utilizar el material de la tradición oral existente, es decir realizó una compilación de diferentes fuentes, entre las que pudo contar con algunos elementos originarios de Pedro. ENTRE LOS APOSTOLES PEDRO Y PABLO. Al evangelista Marcos se le ha relacionado tanto con Pedro como con Pablo. En cuanto se refiere al primero, se dice que Marcos fue su secretario y que en su evangelio expuso el pensamiento del apóstol, razón por la que entre algunos bibleistas se habla de su obra como del “Evangelio de san Pedro”. Esto no ha sido aceptado por la ciencia, considerando que el contenido del Evangelio según Marcos, revela todos los signos de esa compilación ya referida, es decir que se encuentra fundamentado en diferentes fuentes orales y escritas. Además, no olvidemos que a Pedro, conforme a innúmeras obras, se le representa como un anciano candoroso, lleno de sencillez, pescador de Galilea, digno de respeto por sus canas, pero carente de alguna formación intelectual. Estas serían las razones para que los nazarenos de Jerusalén no le eligieran como su jefe, designación que recayó en el hermano de Jesús, san Jacobo. Además, Marcos de ninguna manera reflejó en su evangelio el pensamiento de Pedro, por la sencilla razón de que éste ¡se mantuvo fiel hasta sus últimos días al judeo – cristianismo!, lo que incluso sería la causa de los desencuentros y mutuos celos con Pablo, el hombre que realmente imprimió un profundo viraje al primitivo cristianismo y que en fin de cuentas creó la imagen de Cristo (o del Mesías) que ulteriormente se impondría en todas las corrientes de la nueva religión. Esto es así, cuanto que Marcos por la influencia de Pablo se esfuerza por demostrar que Jesús es el enviado de Dios, aceptando voluntariamente su martirio y muerte para expiar los pecados de la humanidad. Considerando este aspecto, se puede razonar sobre ese hecho consumado, que resultó inútil e incluso que se revela absurda la “traición” de 63
Judas. Para Marcos lo que le sucedió a Pedro con relación a Jesús (la negación por tres veces a su maestro), su falta de entereza y lealtad, no deja de ser una desgracia personal a consecuencia de su débil carácter: “67 y, viendo a Pedro que se calentaba, lo miró directamente y dijo: ‘Tú también estabas con el Nazareno, este Jesús’. 68 Pero él lo negó, diciendo: ‘Ni lo conozco ni entiendo lo que dices’, y salió fuera al vestíbulo. 69 Allí la sirvienta, al verlo, comenzó de nuevo a decir a los que estaban de pie por allí: ‘Este es uno de ellos’. 70 De nuevo lo negaba. Y otra vez, después de poco, los que estaban de pie por allí se pusieron a decir a Pedro: ‘Ciertamente eres uno de ellos, porque de hecho, eres galileo’. 71 Pero él comenzó a maldecir y a jurar: ‘No conozco a este hombre de quien hablan’. 72 E inmediatamente cantó un gallo por segunda vez; y Pedro recordó el dicho que Jesús le había hablado: ’Antes que un gallo cante dos veces, me repudiarás tres veces’. Y, abatido, rompió a llorar” 63 En el pasaje trascrito sin duda existe una notable dosis de fantasía. ¿Por qué? En primer lugar por cuanto se relaciona la traición de Pedro con el canto del gallo. Sin embargo, las investigaciones serias dan cuenta que el gallo fue conocido en el Antiguo Egipto mas no en Palestina, y en aquel país tuvo singular importancia en tiempos de los faraones, al extremo que ¡se practicaba la incubación artificial de huevos de estas aves en toscos hornos!64 También practicaban este tipo de incubación chinos y persas. Esta ave, que procede del Gallus Bankiva, “reside principalmente en las altas montañas y no baja de los 1000 m poco más o menos”65, es originario de la India, desde Ca63 El Evangelio según San Marcos, Capítulo XIV, 67-72. 64 Cf. M. E. Ensminger. Zootecnia General. Editorial El Ateneo, Buenos Aires, Argentina, 1980, p. 661. 65 Cf. L. Bertin. La vida de los Animales. Editorial Labor, S. A., 2 tomos, Barcelona, España, 1970, Tomo II, p. 171.
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chemira hasta Cochinchina66 y según Ch. Darwin, las primeras aclimataciones en Europa datan del S. IV a n e, tanto que los romanos ya poseían 6 o 7 razas distintas del G. Bankiva. Finalmente los autores Jacopo Fo y Laura Manucelli, ratifican lo expuesto y son concretos: “El gallo canta dos veces en la noche de la Pasión, Pero no había gallos en Palestina. Se importaron más tarde”67 Así que no hubo tal negación del pobre Pedro, presentado ante la historia como un veleta. Resulta insólito, además, que los apóstoles, según el relato de Marcos, le dejen abandonado en el huerto de Getsemaní y ni siquiera hayan decidido a presentarse en el lugar de la crucifixión, una vez que el amado maestro había muerto, tanto que son otras personas, tres mujeres, las que se hallan presentes en esos supremos momentos de tragedia y dolor, y es otro personaje, José de Arimatea, quien se preocupa de reclamar el cadáver de Jesús para darle sepultura: “50 Y todos lo abandonaron y huyeron”...”40 Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas María Magdalena, así como también María la madre de Santiago el Menor y de José y Salomé,/ 41 las cuales acostumbraban acompañarlo y distraerle cuando estaba en Galilea”...”/42. Entonces, como ya era una hora avanzada de la tarde, y puesto que era Preparación, es decir, la víspera del sábado,/ 43 vino José de Arimatea, miembro estimable del Consejo, quien también esperaba, él mismo, el reino de Dios. Cobrando ánimo, entró ante la presencia de Pilato y pidió el cuerpo de Jesús”68
Primeramente conviene reflexionar con relación a
66 Cf. Historia Natural. Instituto GALLACH, 12 Tomos, Barcelona, España, 2003, p. 40. 67 Cf. Jacopo fo, Laura Malucelli. Op. Cit., Manon Troppo, Barcelona, España, 2003, p. 40. 68 El Evangelio según San Marcos. Capítulos: XIV, 50; XV, 40, 41, 42, 43.
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las mujeres y algún otro personaje, que según este relato se encuentran en el Gólgota y asisten a la inhumación del cadáver de Jesús: diríamos que en esos últimos momentos no se encuentran las multitudes que escuchaban embelesadas las palabras del Mesías, sino unas contadas personas ilustres, notables –unas cuantas celebridades, diríamos en nuestro tiempo- y por supuesto las mujeres que le lloraban. Estas son las tres Marías, nombre que proviene no solamente del arameo Marian, es decir “señora del mar”, sino también de la raíz hebrea Mari, que significa “amargura”, “tristeza”, porque así llamaban con frecuencia en Oriente a las plañideras69. Cabe agregar a esta interesante nota, que en todo pueblo antiguo existían las plañideras que lloraban a los muertos, sobre todo cuando estos en vida habían sido personajes importantes. En la cultura precolombina Cañari, por ejemplo, también existían las plañideras y alguna vez pude constatar personalmente sobre este asunto; en general en los pueblos de la región interandina, no faltaban estas mujeres. Solamente es suficiente recordar que cuando Atahualpa fue injusta y bárbaramente ejecutado por los crueles y fanáticos conquistadores españoles, muchas personas le lloraron y una mujer palta expresó: “Chaupi punchapi tuta yacta”, es decir: “Anocheció en mitad del día”. En segundo lugar, hemos de manifestar que no parece que fue tan simple este proceso de la detención y condena de Jesús, siempre que partamos del supuesto que efectivamente le buscaron y le siguieron los pasos para detenerle, someterle a juicio y condenarle a la pena capital; sino que hubo una verdadera convulsión y un choque entre los seguidores de Jesús y los soldados romanos. En efecto, de acuerdo a Lucas, Jesús ordenó que cada uno de sus discípulos y compañeros ¡lleve consigo una espada la noche en la que fue capturado!. Entonces, resulta lógico de decir que todos sus seguidores o, por lo menos la mayoría se encuentraba bien armada: 69 Cf. Nastol’naya Kñiga Ateista. (Libro de cabecera del ateo). Editorial: Politizdat, Moscú, URSS, 1978, pp. 319-320.
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“Señor, ¿heriremos con la espada?/ 50 Y uno de ellos hirió a un criado del príncipe de los sacerdotes y le cortó la oreja derecha”70. Lo descrito nos lleva a suponer que se trataba de un respetable grupo de zelotes, radicales e intransigentes, que siempre llevaron una lucha sin cuartel contra los ocupantes romanos, pero igualmente contra sus connacionales provenientes de los sectores pudientes y de la casta sacerdotal, que habían claudicado y se habían entregado al poder del imperio. Únicamente conviene advertir que en la cita de Lucas existe una inexactitud manifiesta, quizá intencionalmente elaborada por quienes copiaron los manuscritos evangélicos, porque no fueron los hombres del Sanedrín quienes apresaron a Jesús, ¡cuanto los centuriones de la cohorte romana, bien armados y en el número de 300 o más, que además portaban antorchas porque se movilizaron por la noche para detener al rebelde líder zelote! Y todavía un asunto más: al leer cuidadosamente el Evangelio según Marcos, no se menciona en ningún momento el nacimiento de Jesús, menos los pormenores de fenómenos extraordinarios que supuestamente acompañaron este suceso. En esto realmente se explayan Mateo y primordialmente Lucas. Esto lleva a pensar, como ya veremos con detalle más adelante, que todo el relato del nacimiento de Jesús, concebido por el “Espíritu Santo”, de mujer virgen, no es otra cosa que una auténtica leyenda popular ¡que surgió algo posterior al Evangelio de Marcos y que por lo tanto era desconocida en Roma, cuando el enigmático Marcos escribió su obra!. Por último, señalemos que el Evangelio de Marcos, siendo el más antiguo de los cuatro canónicos, es el más sencillo, su autor no demuestra tener una gran experiencia en el oficio literario, revelando más bien un estilo que podríamos considerar como no muy pulido. Así y todo, este Evangelio siempre será una composición atractiva por su primicia entre los libros canónicos del 70 Cf. El Evangelio según San Lucas. Cap´. XXII, 49-50.
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Nuevo testamento.
MATEO, RECAUDADOR DE IMPUESTOS. En el Nuevo Testamento Mateo figura primero, antes de Marcos, pero ya hemos explicado que fue posterior. Sobre la vida misma de este autor es poco lo que se conoce: las tradiciones hagiográficas, generalmente desprovistas de sustento histórico, señalan que Mateo ejerció su apostolado después de Pentecostés, en Palestina y ulteriormente en Persia. En los evangelios de Marcos y Lucas, a Mateo se le llama Leví y se conjetura que un tiempo antes de su misión apostólica se habría desempeñado como recaudador de impuestos. Por la tradición que ha logrado imponerse, podemos deducir que Mateo fue una personalidad fuera de lo común en el círculo jesucristiano, pues prefirió seguir a su maestro, dejando la vida muelle de recaudador de impuestos. No obstante, debemos recordar que este tipo de funcionarios, igual que en nuestros días, no gozaban precisamente de la simpatía de los sectores pobres y explotados, e incluso se les consideraba como voraces violadores de la ley divina. Al respecto, en el Evangelio de Marcos se dice lo siguiente: “14. Mas al ir pasando, alcanzó a ver a Leví [hijo] de Alfeo sentado en la oficina de los impuestos, y le dijo: ‘Sé mi seguidor’. Y levantándose, le siguió. 15 Más tarde sucedió que estuvo reclinado a la mesa en casa de éste, y muchos recaudadores de impuesto y pecadores estaban reclinados con Jesús y sus discípulos, porque había muchos de ellos, y le seguían. 16 Pero los escribas de los fariseos, cuando vieron que comía con los pecadores y recaudadores de impuestos, se pusieron a decir a sus discípulos: ‘¿Come él con los recaudadores de impuestos y pecadores?’ 17 Al oír esto, Jesús les dijo: ‘Los fuertes no necesitan médico, pero los que se hallan mal sí. No vine a llamar a justos, sino a pecadores” 71. 71 Cf. Mateo. Capítulo II, 14-17.
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Según la Iglesia Mateo fue un hebreo de cepa que se desenvolvía con toda soltura y seguridad en las complejas tradiciones y nociones judaicas. Por lo demás, no se discute el hecho de que Leví – Mateo emplea con certeza la terminología vétero-testamentaria y se revela un buen conocedor de los asuntos judiciales de su época, tanto que distingue correctamente el juicio común del sanedrín. Previamente establezcamos algo sobre el idioma en el que originalmente fue elaborado el Evangelio según Mateo. Suele considerarse que se escribió en arameo y ulteriormente se tradujo al griego; sin embargo, las modernas investigaciones filológicas y de ciencias afines, permiten determinar que no fue redactado en aquel idioma, sino justamente en griego, tanto que importantes citas que se refieren a la ley mosaica o a prescripciones rituales, fueron tomadas por el traductor ¡directamente de la Septuaginta!, la traducción griega del Antiguo Testamento, escrita en Alejandría para los hebreos de la diáspora, que en el extranjero habían olvidado el idioma nativo. Se estima, asimismo, que Mateo fue uno de esos hebreos que vivía lejos de su tierra y que redactaría el evangelio para los adeptos que como él hablaban exclusivamente en la lengua dominante del imperio: la griega. En la tradición cristiana se suele afirmar que Leví – Mateo fue uno de los 12 apóstoles, que conoció personalmente a Jesús, con quien pasaría un buen tiempo durante su apostolado. Mateo, en las remembranzas sobre su maestro le diviniza. No obstante esta circunstancia, la historia determina otra cosa: el Evangelio según Mateo, ¡no es original, es obra de segunda mano!, tanto que los científicos han determinado que cronológicamente es posterior al de Marcos y por esta razón indiscutible, contiene ¡600 fragmentos o pasajes tomados de Marcos, 500 de otras fuentes y únicamente 436 se considera que son de su autoría! De todo lo expuesto se deduce que el Evangelio según este autor, de ninguna manera es original sino que se trata de una compi69
lación, o si hemos de ser más radicales en nuestros juicios, se trata de un plagio. Además, esta compilación Mateo no la ha elaborado muy escrupulosamente que digamos, al extremo que en su Evangelio ¡relata dos veces los mismos sucesos! Por Ej la fantástica narración de que Jesús dio de comer a las muchedumbres mediante la multiplicación de los panes, se repite en un corto fragmento de tiempo; igualmente dos veces se describe que el Rabí expulsa a los espíritus maléficos de los endemoniados y dos veces relata que los fariseos acusan a Jesús que este “milagro” lo hizo con la ayuda de Belcebú. Veamos por lo menos el primer caso en sus dos versiones: “16. Pero Jesús les dijo: ’No hay necesidad de que se vayan; ustedes denles de comer’. 17 Ellos le dijeron: ‘No tenemos nada aquí sino cinco panes y dos pescados’. 18 Él dijo: ‘Tráiganmelos acá’. 19 Luego, habiendo mandado a las muchedumbres que se reclinaran sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos pescados, y, mirando al cielo, dijo una bendición, y, después de partir los panes, los distribuyó a los discípulos , y los discípulos a su vez a las muchedumbres. 20 De modo que todos comieron y quedaron satisfechos, y recogieron el sobrante de los trozos, doce cestas llenas. 21 Sin embargo, los que comieron fueron unos cinco mil varones, además de mujeres y niños”. Esto se describe en el capítulo XIV, versículos 16 – 21. Luego en el siguiente capítulo, XV, versículos 32 – 38, se repite algo muy similar: “32 Pero Jesús llamó a sí a sus discípulos, y dijo: ‘Me compadezco de la muchedumbre, porque hace ya tres días que se han quedado conmigo y no tienen qué comer; y no quiero despedirlos en ayunas. Posiblemente desfallezcan en el camino’. 33 Sin embargo, los discípulos le dijeron: ‘¿Dónde, en este lugar solitario, vamos a conseguir panes suficientes para satisfaces a una muchedumbre de este tamaño?’. 34 Entonces Jesús les dijo: ‘¿Cuántos panes tie70
nen?’. Ellos dijeron: ‘Siete, y unos cuantos pescaditos’. 35 Luego, después de mandar que la muchedumbre se reclinara sobre el suelo, 36 tomó los siete panes y los pescados y, habiendo dado las gracias, los partió, y los iba distribuyendo a los discípulos, y los discípulos a su vez a las muchedumbres. 37 Y todos comieron y quedaron satisfechos, y como sobrante de trozos recogieron siete cestas de provisiones llenas. 38 Sin embargo, los que comieron fueron cuatro mil varones, además de mujeres y niñitos”. Quien lea atentamente el Evangelio según Mateo, con sentido crítico, encontrará también francas contradicciones. Así, con relación a la misión jesucristiana, el Profeta dice, por boca de Mateo, lo siguiente: “17 ‘No piensen que vine a destruir la Ley o los Profetas. No vine a destruir, sino a cumplir; 18 porque en verdad les digo que antes pasarían el cielo y la tierra que pasar de modo alguno una letra diminuta o una pizca de una letra de la ley, sin que sucedan todas las cosas”72. En cambio en otro capítulo73, se dice algo totalmente contrario: “34 No piensen que vine a poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada 35. Porque vine a causar división, y estará el hombre contra su padre, y la hija contra su madre, y la esposa joven contra su suegra. 36 Realmente, los enemigos del hombre serán personas de su propia casa. 37 El que le tiene mayor cariño a padre o a madre que a mi, no es digno de mi; y el que le tiene mayor cariño a hijo o a hija que a mi no es digno de mi”. ¿Cómo entender estas flagrantes contradicciones e incoherencias de neta “inspiración divina”? ¡Ni cómo! Por lo demás, este Evangelio según Mateo, igual que el de Marcos, tampoco tiene nada común con una biografía o semblanza histórica de Jesús y se destaca mas bien por 72 Cf. El Evangelio según San Mateo. Capítulo V, 17-18. 73 Íbid. Capítulo X, 34-37.
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su desdén, si cabe el término, a la cronología y el testimonio histórico. Inclusive el famoso “Sermón de la montaña”, sin duda una brillante exposición de la ética cristiana de aquellos tiempos, que se puede encontrar precisamente en Mateo y en Lucas, y que ha servido de inspiración para poetas, pintores y escritores, no es otra cosa que el fruto de la imaginación, un trabajo literario, puesto en boca del mitificado Jesús. Podríamos concluir manifestando que el Evangelio según Mateo, es un trabajo relativamente bien pensado, compilado con menos cuidado y redactado por una persona que conocía los secretos del arte de escribir, pero no más que eso, porque en seguida surge la interrogante: ¿Podía un simple recaudador de impuestos de Cafarnaum dominar el estilo literario con el que apologéticamente se habla del Profeta? La respuesta la tiene el lector. Además, no olvidemos que esta es una obra escrita prácticamente 40 años después de la infame ejecución del Rabí en la cruz y también algunos años después que fuera redactado el Evangelio de Marcos. Por todo esto, la mayoría de científicos que se dedican a dilucidar estas cuestiones, a la pregunta de quién mismo fue Mateo, responde sin dubitación que no saben, y en cuanto a la época en que fue escrito este evangelio, estiman que debió ser después del año 70 de nuestra era, es decir después de la destrucción del templo de Jerusalén, entre el 85 y el 110. LUCAS MÉDICO, PINTOR, ABOGADO. Se estima que este evangelista, al que también se le considera el autor de los Hechos de los apóstoles, probablemente griego oriundo de Antioquía, fue un leal amigo de Pablo. Su nombre original sería Lukios o Lukaris, pero sus correligionarios prefirieron llamarle Lucas y así ha pasado a la posteridad. Lucas habría ejercido la medicina en Antioquía, Siria, en aquellos lejanos tiempos uno de los centros más pres72
tigiosos de la cultura griega y de los cultos religiosos helenos74, pero también se habría desenvuelto con algún éxito en la pintura y en el ejercicio de la abogacía. De lo que parece no existir dudas es que Lucas en su condición de griego converso, profesó y propagó el cristianismo con celo en Antioquía, lugar al que se trasladaba con alguna frecuencia Pablo de Tarso. Lucas pronto estableció una estrecha relación con quien se convertiría en el principal ideólogo del cristianismo, sintiéndose singularmente atraído por este interesante personaje, poseedor de un verbo convincente, apasionado, que pronto le conquistó para su causa. Si se acepta la tesis de que existen los elementos históricos y los testimonios necesarios para considerar que Lucas realmente es el autor del evangelio que se le atribuye, ¿en qué época fue escrito? Cotejando algunos datos y hechos, sobre todo la referencia que Lucas hace a futuro sobre la destrucción de Jerusalén, entonces no hay duda alguna que este evangelio no pudo ser redactado antes del año 70 de nuestra era, por cuanto el saqueo y destrucción de dicha ciudad, incluyendo su templo, a manos de los romanos, según la absoluta mayoría de los historiadores, tuvo lugar en esa época. Dice Lucas al respecto: “20. Mas por lo que toca a la ruina de este pueblo, cuando viereis a Jerusalén estar cercado por un ejército, entonces tened por cierto que su desolación está cerca” 75. Además existe otra circunstancia: en el texto según Lucas, se aprecian alusiones a las persecuciones a los cristianos durante el reinado del emperador Domiciano. Y como éste reinó del 81 al 96 d. n. e., entonces lo más probable es que este evangelio según Lucas haya sido creado y difundido alrededor del año 90, ¡no antes!, como se cree de parte de ciertos autores. De hecho, para ese tiempo, Lucas debió ser un anciano. El papel de Lucas al escribir su evangelio, fue de74 Cf. Zenón Kosidovskiy. Op. Cit., p. 52. 75 Cf. El Evangelio según San Lucas, Capítulo XX, 20.
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mostrar que los cristianos, rechazados en el seno del imperio romano (pero no solamente en la ciudad de Roma, que con el tiempo se convertiría en la capital del mundo católico, desplazando para siempre a Jerusalén, que debió ser el centro del mundo cristiano) por no reconocer el carácter divino del emperador, e incluso sometidos a esporádicas persecuciones76, si exceptuamos las de Domiciano, que efectivamente serían sistemáticas e inexorables, no eran enemigos de Roma y no estaban en contra de este poder. Lucas en este punto refleja que la naciente Iglesia cristiana, todavía no sometida a los cismas que después la dividirían en tres grandes vertientes: católica, ortodoxa y protestante, se distanció totalmente de la línea farisea del judaísmo, de la misma religión judaica en cuyo seno se engendró, y resolvió conciliar con el poder del imperio romano, a pesar de que los fariseos fueron una de las fuentes que nutrieron al primitivo cristianismo y de que a Jesús no le molestaba en absoluto que le llamaran Rabí. Pero esto, que se aprecia singularmente con Pablo de Tarso y con su discípulo Lucas, obedecía a que las primeras sectas cristianas gradualmente penetraban en los diferentes estamentos y capas sociales del imperio, incluyendo los burócratas y altos funcionarios del estado imperial, y la mejor manera de asegurar su presencia, era congraciarse con Roma, todavía poderosa. En el evangelio de Lucas es evidente la influencia de su maestro, Pablo de Tarso, tanto que pone en boca de Jesús increpaciones a los judíos que resultan más que dudosas (Cap. VII, 31 – 35), unas supuestas blasfemias de los mismos y la reprensión que el Rabí hace de los fariseos (Cap. XI, 29 – 32; 37 – 47). En este evangelio es posible apreciar con claridad no solamente los reproches que se endilgan a los judíos, particularmente a los fariseos, sino también los intentos de Lucas por congraciar al cristianismo con el imperio romano, los inteligentes esfuerzos por demostrar que los cristianos de 76 Cf. Z. Kosidovskiy. Op. Cit., p. 53.
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ninguna manera son enemigos del Estado romano, ni de sus instituciones y dioses; a favor de esta tesis Lucas argumenta que Pilatos estuvo convencido de que Jesús fue un hombre inocente y no constituía amenaza alguna para el imperio. En este afán llega al extremo de sugerir que si en la valoración del papel que tuvo Jesús surgió algún malentendido, de esto ¡los culpables no eran otros que los judíos, que le condenaron a la muerte en la cruz!, con lo que reitera el pérfido argumento de su maestro, Pablo de Tarso, ¡sin advertir que tan judío era Jesús, como sus coterráneos, gratuitamente acusados de su ejecución en la cruz!: “13. Habiendo pues Pilato convocado a los príncipes de los sacerdotes, y á los magistrados, justamente con el pueblo, /14 Les dijo: Vosotros me habéis presentado este hombre como alborotador del pueblo, y he aquí que habiéndole yo interrogado en presencia vuestra, ningún delito he hallado en él de los que le acusáis./ 15. Pero ni tampoco Herodes: puesto que os remití a él, y por el hecho se ve que no le juzgó digno de muerte./ 16. Por lo tanto después de castigado le dejaré libre. “17. Tenía Pilato que dar la libertad a un reo cuando llegaba la celebridad de la fiesta de la Pascua. “18. Y todo el pueblo a una voz clamó, diciendo: Quítale a éste la vida, y suéltanos a Barrabás;/19. El cual por una sedición levantada en la ciudad y por un homicidio, había sido puesto en la cárcel. /20. Hablóles nuevamente Pilato, con deseo de liberar a Jesús./21 Pero ellos se pusieron a gritar: Crucifícale, crucifícale”77 . Aquí, intencionalmente, ¡se presenta a Pilato como un hombre bondadoso!, empeñado en salvar a Jesús de la muerte, cuando por la historia conocemos que fue un hombre cruel, ambicioso y sin escrúpulos, que persiguió e hizo ejecutar a judíos, que profanó el templo de Jerusalén y cometió innumerables exacciones; en segundo lugar, el poder romano aparece absolutamente libre de responsabilidad en 77 El Evangelio según San Lucas. Cappítulo XXIII, 13-21.
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la muerte de Jesús y todo la culpa se carga a los judíos, lo que demuestra hasta que punto este evangelio tergiversó la realidad, para, servilmente, quedar bien con Roma, tratada como la “Gran ramera de Babilonia” en el Apocalipsis. Además, analizando desde otro punto de vista este evangelio, se aprecia los afanes de su autor por demostrar que el cristianismo no es una secta (como efectivamente era en esos tiempos), tal como lo presentaban sus adversarios, sino una verdadera religión que tenía un carácter universal. Para Lucas Jesús es el maestro, pero también el médico que siente amor por todo el género humano, el “salvador” de todos los pueblos y no solamente de Israel: “29. Ahora, Señor, ahora sí que sacas en paz de este mundo a tu siervo, según tu promesa./30 Porque ya mis ojos han visto al Salvador que nos has dado:/31 Al cual tienes destinado para que, expuesto a la vista de todos los pueblos, /32 Sea luz brillante que ilumine a los Gentiles, y la gloria de tu pueblo de Israel”78. Jesús, según Lucas, igualmente da a entender que aceptó el martirio y resucita para bien de todas las naciones, a través del perdón de los pecados: “46 Y les dijo: Así estaba ya escrito, y así era necesario que el Christo padeciese, y que resucitase de entre los muertos al tercer día:/ 43 Y que en nombre suyo se predicase la penitencia y el perdón de los pecados a todas las naciones, empezando por Jerusalén” 79. Hay que advertir, igualmente, que el Jesús de Lucas se revela amigo de los pobres y humillados, severo juez de los poderosos y ricos. Al menos eso es lo que nos dan a comprender los relatos sobre Lázaro o el joven rico. Pero no debe pasarse por alto que el principal objetivo y mensaje del evangelio según Lucas, es poner de manifiesto que el reino de Jesús no es el de este mundo, sino el de la “otra vida”, el celestial, tanto que aquella célebre sentencia que hace referencia a lo que es potestad del César y de la que tanto 78 Íbid., Capítulo II, 29-32. 79 Íbid, Capítulo XXIV, 46-47
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gustan hacer referencia para ejemplificar sobre la separación del poder político y religioso nuestros políticos y curas, aunque sin entender la verdadera intención de dicho pasaje, lo que inequívocamente sugiere Lucas, ¡es la lealtad que prima de parte de Jesús y de los adeptos de la nueva fe, con relación al imperio romano!: “22.¿Nos es lícito a nosotros pueblo escogido de Dios el pagar tributo a César, ó no? “23. Mas Jesús, conociendo su malicia, les dijo: ¿Para qué venís a tentarme?/24 Mostradme un denario. ¿De quién es la imagen e inscripción que tiene? Respóndenle: De César./25 Díjoles entonces: Pagad pues a César lo que es de César; y a Dios lo que es de Dios”80. Por lo demás, este pensamiento que Lucas pone en boca de Jesús, resulta más que dudoso que haya sido pronunciado por el Rabí de Galilea, conociéndose que era un profeta contracultural de su tiempo, que jamás podía estar de acuerdo con la situación reinante en su patria: la ominosa ocupación y explotación de las que era objeto su pueblo por parte de Roma. En cambio este pensamiento muy bien pudo pertenecer a Lucas, sobre todo si su evangelio, notablemente influenciado por las ideas de Pablo de Tarso, habría sido escrito hacia los años 90 de nuestra era, como vimos en líneas anteriores, cuando el cristianismo ya había penetrado en las filas de no pocos burócratas del imperio, de ricos mercaderes, agiotistas, etc., y consiguientemente ya se había separado de su matriz, el judaísmo, para ulteriormente convertirse en religión oficial del decadente imperio, por lo que a los autores del Nuevo Testamento les convenía mostrar la lealtad de los creyentes de la nueva fe al poder romano. Analizado desde otro punto de vista, el Evangelio de Lucas tiene una indudable virtud, destacada por muchos estudiosos serios del Nuevo Testamento: a diferencia de los evangelios de Marcos, Mateo o incluso del de Juan, el de Lucas es un evangelio de ternura, de lirismo y amor a su mitificado y divinizado maestro, que enseña y cura las dolen80 Íbid. Cap. XX, 22-25.
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cias de sus semejantes, operando sobre todo en el amor. Por supuesto que vale la pena recordar que los tres evangelios de Marcos, Mateo y Lucas, tienen en sí mucho de común: la figura de Jesús en estos autores, a pesar de los numerosos mitos, fantasías y leyendas que contienen sus textos, nos revela una figura que puede considerarse real, humana; además, en los tres autores se encuentra numerosas analogías, aunque esta semejanza en su contenido no tiene necesariamente un valor histórico. Por estas razones los estudiosos acordaron en llamar a los tres evangelios señalados como “sinópticos”, término que significa no otra cosa que ¡”punto de vista común”!, justamente porque coinciden entre sí en la mayoría de sus descripciones sobre Jesús y su misión apostólica. En cambio el Evangelio según Juan, aunque adelantemos algunos aspectos, es radicalmente diferente, no tiene prácticamente nada común con los sinópticos y la figura de Jesús se presenta completamente ¡mitologizada y divinizada!, apreciándose que a Juan no le interesa para nada la historicidad de Cristo, sino demostrar, con un fanatismo tenaz, su origen divino, lo que veremos en su oportunidad. Pues bien: en el Evangelio según Lucas, el amor y la bondad predicados por Jesús, también se hace extensivo a los niños y a las mujeres, lo que consideramos un aporte original y altamente positivo de Lucas, particularmente con relación al sexo femenino, conociéndose que en esa época el discrimen contra la mujer era muy marcado y si sabemos que el maestro de Lucas, Paulo de Tarso (San Pablo), revela en sus escritos un desprecio fanático con relación al sexo femenino, quizás porque pasó por la dolorosa circuncisión a los 32 años para casarse con la guapa hija del sacerdote Gamaliel y fue rechazado, o porque antes de convertirse al cristianismo, fue un fornicador, como la mayoría de los varones herodianos, línea genealógica de la que procedía. El Jesús de Lucas reconoce el derecho de la mujer a la vida espiritual y cuando se pretende impedir la llegada de niños a 78
Jesús, éste pronuncia una frase que resume toda la sabiduría y el amor del Rabí de Galilea con relación a los niños: “15. Y traíanle también algunos niños, para que los tocase ó les impusiese las manos. Lo cual viendo los discípulos, lo impedían con ásperas palabras./16. Mas Jesús llamando a sí los niños dijo a sus discípulos: Dejad venir a mi los niños, y no se lo vedeis: porque de tales como estos es el reino de Dios./17. En verdad os digo, que quien no recibiere el reino de Dios como un niño, ó con la sencillez suya, no entrará en él” 81. Por supuesto que este evangelio no está exento de las fábulas y ficciones que tanto abundan en la Biblia, en general, pues nos revela una inusitada cadena de milagros a cargo de Jesús y el nacimiento mismo del Profeta está plagado de actos prodigiosos, bastante más numerosos que en los evangelios de sus predecesores, Marco y Mateo, lo que se explicaría porque en el proceso que ya se inició con Paulo de Tarso, esto es la mitificación de la personalidad jesucristiana, con el culto Lucas tomó mayor impulso todavía y llegará a su más alta expresión en el evangelio según Juan. No obstante lo expuesto, diremos que no solamente por esta razón Lucas incluye en su evangelio numerosas fábulas y leyendas llenas de ingenuidad, difundidas originalmente de boca en boca por las gentes sencillas y privadas de ilustración de aquellos tiempos, sino probablemente porque la belleza y al mismo tiempo la llaneza de dichas leyendas populares, producía esperanzas e ilusiones en aquellas multitudes pobres, marginadas y desdichadas del imperio, que no tenían otro consuelo para su suerte que soñar un poco. Este estado de ánimo sin duda captó con magistral sutileza Lucas y fue otra de las razones para que incluya los mitos y leyendas en su evangelio, contribuyendo a sancionar como si fuera algo histórico y real mundo de sueños y esperanzas. En resumen, desde los más tempranos tiempos los mitos empezaron a ser aceptados como si se tratasen de hechos 81 Íbid., Cap. XVIII, 15-17
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verdaderos. 2. JESUS EN TRES VERSIONES DIFERENTES. Dos clases de humanos, los cristianos y los judíos. La luz y las tinieblas. Pecadores, homicidas, basura revuelta. “San” Agustín, Dr. de la Iglesia y ¡… símbolo de la bondad! Algo que no ha sido advertido por los historiadores oficiales y exégetas del cristianismo, es el hecho de que Lucas se apropió casi en su integridad del evangelio de Marcos, con el propósito de hacer más claro y asequible el mensaje. Esto resulta indudablemente cierto, pues cotejando los dos evangelios, se aprecia que el evangelio de Lucas con relación al más antiguo de Marcos y el siguiente de Mateo, suaviza, por decirlo así, el estilo “áspero” de sus predecesores y además elimina todo aquello de uno y otro que por su ingenuidad e incoherencia, podía provocar escepticismo entre los lectores con mayor formación intelectual y mejor informados, que por supuesto sí había en esos tiempos. Por Ej., veamos el pasaje relacionado con la higuera, pero previamente nos permitimos hacer un reparo al punto de vista del investigador polaco Zenón Kosidovski, quien en su obra “Skazania Evangelistov” (“Relatos de los Evangelistas”)82, confunde el contenido de los pasajes sobre la higuera de Marcos y Mateo, pues presenta el relato del primero como más recio, absurdo e inconsecuente, y a quien en alguna medida enmienda y mejora Mateo, tanto que en el relato de Marcos, según Kosidovski, la imagen de Jesús sería la de un “hechicero iracundo e injusto”. La realidad es todo lo contrario, pues en este fantástico relato de la higuera, no es Marcos el más recio, peyorativo y absurdo, sino Mateo. Y para demostrar lo dicho, nos permitimos cotejar a estos dos evangelistas y ulteriormente 82 Cf. Zenón Kosidovskiy. Op. Cit.Cap. II. Noviy Savet i evo Predpolagaemie Abtori. (El Nuevo Testamento y sus supuestos autores).
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transcribiremos cómo nos presenta este episodio Lucas. Marcos se expresa en los siguientes términos: “12.Al otro día que salieron de Bethania, tuvo hambre./ 13. Y como viese a lo lejos una higuera con hojas, encaminóse allá por ver si encontraba en ella alguna cosa: y llegando, nada encontró sino follaje: porque no era aún tiempo de higos./14. Y hablando a la higuera, le dijo: Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti. Lo cual oyeron sus discípulos” 83. Si bien puede resultar absurdo lo que Marcos pone en boca de Jesús –aquello de que nunca más alguien coma de la higuera, exclusivamente porque no la encuentra con frutos, por la poderosa razón de que ¡”no era aún tiempo de higos”!- , no obstante en Mateo el relato luce todavía más insensato y rudo: “18. La mañana siguiente, volviendo a la ciudad, tuvo hambre./19. Y viendo una higuera junto al camino, se acercó a ella: en la cual no hallando sino solamente hojas, le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y la higuera quedó luego seca” 84. Cualquier persona que haya leído con atención uno y otro pasaje de este relato sobre la higuera, puede darse cuenta que el de Mateo se presenta más grotesco, absurdo e injusto que el de Marcos, pero en uno y otro caso efectivamente se le presenta a Jesús como una especie de hechicero que se siente muy molesto porque se da cuenta que una infeliz higuera no tiene frutos y a la que, llevado por las iras, la maldice y la deja inutilizada -marchita- para siempre. Por lo mismo, es este relato el que contradecía totalmente la concepción y la forma de presentar a Jesús de parte del culto Lucas, que consideró inconveniente incluir semejante pasaje, tal como estaba concebido por Marcos y Mateo, por lo que cambia radicalmente la absurda descripción de los dos evangelistas y se limita a explicar, mediante 83 Cf. El Evangelio según San Marcos. Cap. XI, 12-14. 84 Cf. El Evangelio según San Mateo, Cap. XXI, 18-19.
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una parábola, lo inútil que considera una persona -¡ya no el propio Jesús!-, mantener en su huerto un árbol que no da frutos. Pero aquí ya no hay reproches ni maldiciones en contra de la planta. Veamos: “6. Y añadióles esta parábola: un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y vino a ella en busca de fruto, y no le halló./7. Por lo que dijo al viñador: Ya ves que hace tres años seguidos que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no le hallo: Córtala, pues: ¿para qué ha de ocupar terreno en balde?. Pero él respondió: Señor, déjala todavía este año, y cavaré alrededor de ella, y le echaré estiércol, /19. a ver si así dará fruto; cuando nó, entonces la harás cortar” 85. En todo caso, el Corán, el libro sagrado del Islam, resulta más consecuente con relación a la higuera, porque se jura por este árbol de frutos comestibles, por el olivo, por el monte Sinaí y por la Meca, de la creación del hombre hermoso86. En conclusión, sin duda rectificando a Marcos y a Mateo, Lucas suavizó, idealizó e incluso ennobleció la imagen de Jesús (en esto tiene la razón Kosidovski), que en el pasaje de sus dos predecesores aparecía francamente absurdo y desafortunado, lo que al mismo tiempo le permitía rechazar los ataques de los que eran objeto las primitivas sectas cristianas y ganaba adeptos para su causa entre griegos y romanos. Debemos reconocer, además, que Lucas no era ningún ignaro o mediocre apologeta, como equivocadamente puede suponerse, sino todo lo contrario: hombre talentoso, de elevada cultura y refinado escritor –personalmente él, sobre cualquier otra consideración, se reputaba historiador -, su estilo es sutil, tinoso y revela un notable conocimiento 85 Cf. El Evangelio según San Lucas, Cap. XIII, 6-9. 86 Cf. El Corán. Sura XCV, 1-5.
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histórico de los hechos que describe. En efecto, comienza el capítulo III con la siguiente narración: “1. Era en el año quince del imperio de Tiberio César. Siendo Poncio Pilato procurador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, y Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de la Tetraconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene,/ bajo el pontificado de Anás y Caifás, vino la inspiración de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto” 87. Hay que reconocer que Lucas en este relato cronológico es bastante acertado: el año 15 del gobierno de Tiberio César, corresponde al 29 d n. e. y Anás y Caifás desempeñaron sucesivamente la función de sumo sacerdote, desde el año 6 hasta el 36 de nuestra era y aproximadamente en este lapso gobernaron los tetrarcas que nombra Lucas: Herodes, Filipo y Lisanias. UNA FANTASÍA NADA ORIGINAL. Por último existe un asunto sumamente interesante en el evangelio de Lucas, que no podemos pasar por alto y que se refiere al relato que hace de la niñez de Jesús, en contraste al absoluto silencio que sobre este aspecto guardan Marcos, Mateo y Juan. Lucas no solamente refiere que Jesús crecía y se desarrollaba, “llenándose de sabiduría”, sino que incluso relata que cuando cumplió los doce años de edad, se quedó en el templo de Jerusalén “en medio de los doctores”, escuchándoles y también haciéndoles preguntas; en suma discutiendo sobre problemas de enorme complejidad, cuestión que únicamente podía hacerlo un niño prodigio: “42. Y cuando cumplió los doce años, fueron allá (a Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua. M. R.) todos en peregrinación según costumbre en aquella fiesta./43 Una vez transcurridos los días, cuando ya volvían a casa, el niño 87 Cf. El Evangelio según San Lucas, Cap. III, 1-2.
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Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres se diesen cuenta de ello./44 Creían ellos que vendría en la caravana; y así hicieron un día de camino; luego lo buscaron entre los parientes y conocidos;/45 y al no dar con él, se volvieron a Jerusalén, sin dejar de buscarlo./46 Al cabo de tres días lo hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciendo a la vez sus preguntas”./47 Todos los que le escuchaban estaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba” 88. El relato es bastante paradójico: por una parte demuestra el enorme descuido de los progenitores con relación al mozuelo de 12 años, Jesús, pues no se dan cuenta de su ausencia sino transcurrido un buen tiempo (“Una vez transcurridos ¡los días!”); por otra, se revela el excepcional talento, realmente portentoso, del adolescente, al extremo que con los “doctores” del templo dialoga animadamente sobre temas profundos y responde a las preguntas con una sabiduría que francamente deja atónitos a cuantos presencian semejante escena. Decíamos que otros evangelistas no hacen la más remota alusión a este prodigioso suceso que ni siquiera consta en la tradición oral y que ha sido causa para que los científicos se devanen la cabeza tratando de descubrir de dónde tomó Lucas este fantástico relato. Por fin los historiadores, sobre todo G. Skonfild, luego de meticulosas, cuanto agotadoras investigaciones, lograron descubrir que los orígenes del relato de Lucas se encuentran nada menos que ¡en la autobiografía de Flavio Josefo, denominada “Vida”!, en donde este historiador se auto elogia, manifestando que ya a los 14 años fue un muchacho de privilegiada inteligencia y erudición. Como lamentablemente no disponemos de la versión en idioma español de esta obra de Flavio Josefo 88 Íbid., Cap. II, 42-47.
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“42. Y lacuando losdedoce años, fueron allátomó (a Jerusalén, durante la fiesta de la científicos se devanen cabezacumplió tratando descubrir de dónde Lucas este fantástico R.) todos ensobre peregrinación según costumbre aquella fiesta./43 relato. PorPascua. fin losM.historiadores, todo G. Skonfild, luego de enmeticulosas, cuanto Una vez transcurridos los días, cuandodescubrir ya volvían el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin agotadoras investigaciones, lograron quea casa, los orígenes del relato de Lucas se quenada sus menos padres que se diesen de ello./44 CreíanJosefo, ellos que vendría en“Vida”!, la caravana; y as encuentran ¡en la cuenta autobiografía de Flavio denominada en (síhicieron disponemos de susluego dos más importantes: un díasedeauto camino; loobras buscaron yfueconocidos;/45 donde este historiador elogia, manifestando queentre ya alos losparientes 14 años Antigüeun muchachoy al no da dades Judías yyGuerra de los judíos destrucción delde templo con él,inteligencia se volvieron a Jerusalén, sin lamentablemente dejar de ybuscarlo./46 Al cabo tres lo hallaron en de privilegiada erudición. Como no disponemos de ladías versión y ciudad de Jerusalén), nos permitimos reproducir el pasaje templo, desentado en medio de Josefo los doctores, escuchándoles haciendo a la vez sus en idiomaelespañol esta obra de Flavio (sí disponemos de susy dos obras más pertinente de Todos laJudías versión en rusa: preguntas”./47 losyque le lengua escuchaban estaban asombrados de suy talento importantes: Antigüedades Guerra de los judíos y destrucción del templo ciudad y de las 88 respuestas que daba”reproducir . de Jerusalén), nos permitimos el pasaje pertinente de la versión en lengua rusa: «...Когда мне было 14 лет, -читаем мы в этой El автобиографиияpor relato es bastante paradójico: una автобиографииparte demuestra elяenorme descuido de los «...Когда мне было 14 лет, -читаем мы в этой progenitores всеовщим con relaciónуважением al mozueloпоdeпричине 12 años,моей Jesús, puesкno se dan cuenta de su пользовался любви науке, ausencia sino transcurrido un buen tiempo (“Una vez transcurridos ¡los и уважение это достигало такой степени, что самые почтенные días!”); por otra, se revela el excepcional portentoso, del adolescente, священники и учение talento, городаrealmente Иерусалима приходили ко мне, al extremo que con los 89 “doctores” del templo dialoga animadamente temas profundos y responde a las чтобы посоветоваться различним правовымsobre проблемам» preguntas con una sabiduría que francamente deja atónitos a cuantos presencian semejante escena. al español significa lo siguiente: Traducido Traducido español significa lo siguiente: Decíamos quealotros evangelistas no hacen la más remota alusión a este prodigioso “Cuando yo tenía 14 años, gozaba la estimación suceso que ni siquiera consta en la tradición oral de y que ha sido causa para que los general a causa de mi amor a la ciencia; y esta estima alcancientíficos se devanen la cabeza tratando de descubrir de dónde tomó Lucas este fantástico 88 Íbid., Cap. II, 42-47. zó tal grado, que los más respetados sacerdotes y sabios de relato. Por fin los historiadores, sobre todo G. Skonfild, luego de meticulosas, cuanto 89 Cf. Иосиф Флавий. Автобриография. Политиздат. Москва, СССР. 1978. laagotadoras ciudad de Jerusalén venían mi para sobre investigaciones, lograron adescubrir queaconsejarse los orígenes del relato de Lucas se diferentes jurídicos”. encuentran problemas nada menos que ¡en la autobiografía de Flavio Josefo, denominada “Vida”!, en donde este historiador se auto elogia, manifestando que ya a los 14 años fue un muchacho Lucasinteligencia que eray personaje delamentablemente buena ilustración, in- de la versión de privilegiada erudición. Como no disponemos dudablemente conoció la obra del historiador judío Josefo, en idioma español de esta obra de Flavio Josefo (sí disponemos de sus dos obras más muy popularAntigüedades en esos tiempos del Imperio romano y decidió importantes: Judías y Guerra de los judíos y destrucción del templo y ciudad utilizar este pasaje sobrereproducir su adolescencia, a findede relataren lengua rusa: de Jerusalén), nos permitimos el pasaje pertinente la versión que Jesús también fue un muchacho sapientísimo, no ya a los 14 años, como describe en-читаем su obra jactancioso Flavio я «...Когда мне было 14 лет, мыelв этой автобиографииJosefo,пользовался ¡sino apenas a los 12! Así, a fuerza de fantasías всеовщим уважением по причине моей любвиyк науке, de la aproximación a biografías se rellenaba los и уважение это достигало такойajenas, степени, что самые почтенные vacíosсвященники de la historia de Jesús sobre todo de su niñez и учение города Иерусалима приходили ко мне,y 89 juventud. ¿Quién se atreveразличним a decir, entonces, la historia чтобы посоветоваться правовымque проблемам» que despeja misterios y revela leyendas, no es fascinante y “subversiva”? Traducido al español significa lo siguiente:
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Íbid., Cap. II, 42-47. 89 89 Cf. Иосиф Флавий. Автобриография. Политиздат. Москва, СССР. 1978.
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JUAN, DISCÍPULO DE JESÚS Y DE JUAN BAUTISTA. “12. Dio pues David la orden a su gente, y los mataron; y cortándoles las manos y los pies, los colgaron junto al estanque de Hebrón: pero la cabeza de Isboseth la pusieron en el sepulcro de Abner en Hebrón. II Reyes, c. IV, 12. (Diremos al respecto: de crueldades espeluznantes se encuentran llenas las “sagradas escrituras”. M. R.). El evangelio según Juan, del cual quizás nunca sepamos a ciencia cierta quién mismo fue, se diferencia radicalmente de los evangelios sinópticos (del griego “sinopsis”, que traduce “punto de vista común”, como ya anotamos en líneas anteriores) de Marcos, Mateo y Lucas. El asunto que más categóricamente diferencia a los sinópticos de Juan, es el relacionado con la figura de Jesús, que en este último evangelio se presenta completamente diferente, a tal punto que si se cotejan meticulosamente entre sí, no se sabe si es el rabí descrito por Marcos, Mateo y Lucas el auténtico, o en su defecto es el de Juan el verdadero. El profeta de los sinópticos, aunque sumamente “milagroso”, como en Lucas, no deja de ser un personaje real, con todos los rasgos inherentes a un ser humano, que no es muy proclive a hablar en primera persona del singular, que se revela discreto cuando debe pronunciarse explicando si él es o no el mesías. ¡Pero qué diferente el Jesús de Juan!. En efecto, en este evangelio Juan Bautista inmediatamente le reconoce a Jesús como el hijo de Dios, razón por la cual él, se asegura, no es digno ni de aflojarle la correa de sus sandalias:mundo” 89. 86
“24. Algunos de los enviados eran del partido de los fariseos;/25 y volvieron éstos a preguntarle: ¿Por qué, pues, bautizas si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?/26. Yo bautizo con agua, respondió Juan. Entre vosotros está el que vosotros no conocéis;/ 27 el que viene después de mi. Yo no soy digno ni de soltar la correa de sus sandalias”90. Aparte de que este pasaje no refleja la realidad con relación a la manera de ser de Juan Bautista, de que resulta asaz inverosímil que él haya pronunciado semejantes palabras, conociéndose que él también era un líder religioso de firme personalidad, un profeta con sus propios puntos de vista que los defendía con franqueza e incluso arrostrando serios peligros (como los que le llevaron a la muerte a manos de Herodes Antipas) y que tenía sus seguidores; es indudable que en este relato se aprecia el total desinterés del evangelista Juan por presentarnos un Jesús histórico, sino otro: mitificado, divinizado, completamente extraño a lo terrenal. De ahí que unas líneas más adelante, al relatar el encuentro con Jesús, declare que él es el “cordero divino”: “29. Al día siguiente vio a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: He aquí el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo” 91. Y con alguna frecuencia, el mismo Jesús, de acuerdo a este evangelista, proclama que él es el hijo de Dios, el pan de la vida, el que ha descendido del cielo. Es decir no existe en él nada de la modestia o humildad que suele atribuírsele: “0s lo digo con toda verdad: Moisés no os dio el pan del cielo; mi Padre sí que os da el pan del cielo, el verdadero pan./22 Porque el pan de Dios es el que ha bajado del cielo y da vida al mundo./34 Señor, le dijeron, danos siempre ese pan./35 Jesús les respondió: Yo soy el pan de la vida; el que a mi venga, no tendrá más hambre; y el que en mi cree, jamás tendrá sed...” 92. 90 Cf. El Evangelio según San Juan, Cap. I, 24-27. 91 Íbid. Cap. I, 29. 92 Íbid, Cap. VI, 32-35
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Pues bien: el evangelio de Juan no solamente que se diferencia de los sinópticos en esto de la ausencia de referentes históricos, sino también en el hecho de que Juan (el autor de este evangelio) se esfuerza con una tenacidad digna de mejor causa, por demostrar el origen divino de Jesús, lo que en resumidas cuentas constituye un recio cuestionamiento a los otros escritores del Nuevo Testamento, que con exuberante fantasía hablan de la genealogía jesucristiana a partir de David, es decir ¡nos hablan de una estirpe absolutamente terrenal y humana!. El Jesús de Juan dona a la humanidad la vida eterna, por cuanto él es “Hijo de Dios” que da vida eterna a sus ovejas (Juan, Cap. X, 28) y respectivamente: es “una sola cosa con su Padre” (J. X, 30); “Hijo de Dios consagrado por el Padre y enviado a este mundo” (J. X, 36); la “puerta por donde entran y salen las ovejas” (J. X, 7-9); la “vid verdadera y su padre el viñador” (J. XV, 1).; la “luz del mundo”; el “buen pastor”; el “pan de la vida”, porque él “no es de este mundo”, aunque también es bendito por ser el “Rey de Israel” (J. XII, 13), a quien en tiempos dichosos y de gloria le reciben en Jerusalén gritándole “hosanna”. Por supuesto que no siempre le creyeron sus coterráneos, tanto que según el mismo Juan, alguna vez le reprocharon por blasfemo, porque siendo hombre como ellos, se hace pasar por Dios93. Jesús, en su orden, les señala como “hijos del diablo”, por pretender quitarle la vida94, lo que, por otra parte, evidencia que la tendencia antijudía de las primeras sectas cristianas, ya había tomado fuerza en esos tiempos, al mismo tiempo que la mayoría de los autores de los evangelios y de las epístolas se congraciaban abiertamente con el poder romano. Lo cierto es que Juan, con una buena dosis de fantasía, utilizó con fines propagandísticos estas exaltadas expresiones de algunos miembros de las antiguas comunidades cristianas, y muchas de ellas, con todo desparpajo, 93 bid. Cap. X, 34. 94 Íbid, Cap. VIII, 44.
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las puso en boca de Jesús, todo esto con el único objetivo de ¡nimbarlo de divinidad! De manera que la gran mayoría de los episodios de la vida de Jesús contenidos en el evangelio según Juan, a diferencia de los sinópticos que intentan demostrar que los mismos son auténticos y dignos de interpretarse como hechos históricos, en aquel evangelista únicamente constituyen un argumento para mitificar a Jesús, plantear alguna inquietud teológica o ética. Definitivamente, leyendo a Juan no estamos ante un relato histórico, ni remotamente hablando, sino ante una colección de sentencias alegóricas, de sucesos mitificados, de un Jesús remoto de las cosas terrenales. Así, cuando Jesús dialoga con los hebreos –sus coterráneos, no se olvide-, una vez que les expulsa del templo a rebencazos, por haberlo convertido en mercado, recurre a la más profunda alegoría: “14 y dentro del templo encontró gente, que vendía bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas, que estaban sentados en sus puestos./15 Hizo entonces un azote con unas cuerdas y empezó a arrojar a todos del templo junto con sus ovejas y bueyes, tiró por tierra el dinero de los cambistas, y derribó sus mesas...”... “18 Intervinieron los judíos para preguntarle: ¿Qué señal nos das que justifique lo que haces?./19. Jesús les respondió: Destruid este templo y yo lo levantaré en tres días./20 Cuarenta y seis años costó la edificación de este templo, le respondieron los judíos, y ¿en tres días lo vas tu a levantar?/21. Pero él se refería al templo de su propio cuerpo./22 Y después que resucitó de entre los muertos, los discípulos se dieron cuenta de lo que había dicho y comprendieron el pasaje de las escrituras y las palabras de Jesús” 95. He ahí una fantasía que supera cualquier límite y sobre todo una diestra operación mental, merced a la cual la profecía sobre la destrucción del templo de Jerusalén, ¡se transforma en una alegoría que predice la resurrección de Jesús, el mesías, al tercer día de su crucifixión!. Desde lue95 Íbid, Cap. II, 14-15; 18-22.
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go, como ya lo habrá notado el inteligente lector, es una alegoría que contiene ¡una predicción de hechos consumados!, por la sencilla razón de que el evangelio según Juan, de acuerdo a la mayoría de los científicos, fue escrito entre los años 95 – 100 de nuestra era, es decir aproximadamente 65 – 70 años después de la admitida muerte de Jesús, cuando Juan, si él en realidad es el autor de este cuarto evangelio reconocido por la Iglesia, frisaba entre los 85 – 95 años de edad. Lo que significa que era un hombre sumamente anciano. También es importante destacar lo siguiente: en los sinópticos Jesús es el buen maestro, médico y taumaturgo, o si se quiere milagrero, que cura a los enfermos y lisiados y resucita a uno que otro muerto, como Lázaro, guiado exclusivamente por su bondad y amor al prójimo. En estos evangelios la figura de Jesús es la del típico profeta hebreo que deambulaba por aldeas y ciudades de Judea y Galilea. En cambio el Jesús de Juan es otro completamente diferente, se trata de un ser extraterrenal, ajeno a las cosas de este mundo, que tiene un origen divino, que habla con elocuentes metáforas que constituyen verdades inapelables. Es que la figura terrenal que en un principio tuvo Jesús, pacientemente pensada y presentada a los primitivos adeptos de la nueva fe por los autores de los evangelios sinópticos, aunque con algunos vislumbres de misterio y divinidad, cambia radicalmente en Juan y se convierte exclusivamente su imagen representación divina, casi absolutamente privada de rasgos humanos, porque a este evangelista no le interesaba para nada el contenido histórico de la figura del Profeta. En los sinópticos es indudable que ya se relata cómo Jesús hace portentosas curaciones; Lucas, por Ej., nos hace conocer sobre la resurrección del joven hijo de la viuda de Naín (Cap. VII, 11 – 17), y todos tres describen que Jesús resucitó a la hija del jefe de la sinagoga, de nombre Jairo (Marcos, Cap. V; Mateo, Cap. IX; Lucas, Cap. VIII). Pero lo extraordinariamente interesante en este caso, radica en 90
que en todos los tres evangelios Jesús dice categóricamente, que ¡la muchacha no murió sino solamente dormía!. Y aunque cansemos al lector con estas citas, conozcamos las propias palabras de estos evangelistas: “La niña no está muerta; está durmiendo” (Marcos, V, 39); “Retiraos (a los flautistas y plañideras. M. R.), que la niña no ha muerto; está dormida” (Mateo, IX, 24); “Jesús les dijo: no lloréis. La niña no está muerta. Está dormida” (Lucas, VIII, 52). ¿Qué puede deducirse con relación a este episodio en el que coinciden los tres evangelistas?; ¿se trata efectivamente de que la hija de Jairo no estaba muerta sino que pudo encontrarse en estado de catalepsia y letargia, como conjeturan algunos investigadores y que en el primer caso (catalepsia) se caracteriza por un estado de pérdida momentánea de la contractibilidad voluntaria de los músculos, con hipertonía que se opone a cualquier intento de movilización del tronco y miembros; en tanto que en el segundo tiene que ver con un sueño profundo y continuo, que habla cuando se le despierta?96. Es posible, pero de lo que no hay duda es que este “milagro” de Jesús en los sinópticos se lleva a cabo de una manera bastante natural, sin complejidades ni escenas extraordinarias. En cambio la resurrección de Lázaro, ¡que únicamente consta en Juan!, tiene caracteres verdaderamente prodigiosos: el cadáver en descomposición por los cuatro días que lleva enterrado, despide olores nauseabundos (las células nerviosas del cerebro, por el tiempo transcurrido deben haberse destruido irreversiblemente) y Jesús clamando al cielo pide el milagro, para que quienes le rodean crean que es su padre el que le ha enviado a este mundo. Así, logra resucitar al putrefacto Lázaro: 96 Cf. Alberto Merani. Diccionario de Psicología, pp. 22, 91 (En: Enciclopedia de Psicología. 7 Tomos, Editorial Grijalbo, S. A., México D. F. 1979.
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“39. Quitad la piedra, mandó Jesús. Respondióle Marta, la hermana del muerto: Señor, ya hiede; que lleva 4 días./ ¿No te he dicho, le dijo Jesús, que si crees, verás la gloria de Dios?./41 Quitaron, pues, la piedra; y Jesús, levantando los ojos al cielo, exclamó: Padre, te doy gracias por haberme escuchado./42. Yo bien sé que siempre me escuchas; pero lo he dicho por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado./43 Y dicho esto, profirió en voz alta estas palabras: Lázaro, sal fuera./44 Y el muerto, atado como estaba de pies y manos con fajas, y con el rostro envuelto en un sudario, salió fuera. Soltadlo, mandó entonces Jesús, y dejadlo andar”97. Juan, con esta descripción fantástica, de devolver la vida a un cuerpo en descomposición, pretendía demostrar el poder del que se encontraba investido Jesús y que él verdaderamente era el hijo de Dios. Porque de no ser un ser divino, entonces ¿cómo podría realizar semejante prodigio? Ni cómo. Pero aquí surge una cuestión espinosa: esta descripción que no consta en los otros evangelios canónicos, más antiguos que el de Juan, nos señala una circunstancia que no puede soslayarse: toda esta historia de la muerte y resurrección de Lázaro, no es otra cosa que un embuste, una ficción de principio a fin, tanto más si recordamos que el instruido y perspicaz Lucas, que describe el enternecedor encuentro de Jesús con Marta y María, hermanas carnales de Lázaro, sin embargo ¡desconoce absolutamente que aquellas tenían un hermano de este nombre!. Por otra parte, ¿cómo es que la escena de Lázaro resucitado no consta en Marcos, el más antiguo, tampoco en Mateo ni en Lucas? ¿Es que fueron capaces de olvidar o intencionadamente no hacer constar este prodigioso suceso todos los tres sinópticos? Muy difícil, por no decir imposible y tendrá que admitirse que en este caso nuevamente nos encontramos ante una macanuda fantasía y no ante la realidad. 97 El Evangelio según San Juan, Cap. XI, 39-44.
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UNA FRANCACHELA DE RICOS. En este mismo aspecto de los “milagros” portentosos, vale recordar aquel pasaje de la conversión del agua en vino, que también relatan los sinópticos, como ya vimos. Jesús, según el fantasioso Juan, con motivo de unas bodas en Caná de Galilea, en donde también estuvieron invitados su madre y los discípulos del Rabí, al acabárseles el vino, ordenó que le trajeran seis tinajas de piedra destinadas a las purificaciones de los judíos, en cada una de las cuales cabían de 80 a 120 litros (es decir entre ¡480 y 720 litros!). Dispuso que estos envases llenaran con agua que se convirtió en buen vino98 El suceso referido nos permite un par de reflexiones: el festín sin duda fue suntuoso y se había escanciado tanto vino, que una vez acabado el mismo, había necesidad de que Jesús hiciera el milagro de convertir en esta bebida el agua de las tinajas. No hay duda que la francachela fue de la gente rica de Palestina, que se bebió tanto, al extremo que el maestresala, apenas hubo probado el nuevo vino, señala: “Todos sirven al principio el vino mejor; y, después que los convidados han bebido bien, entonces sirven el más flojo. Tú (se refiere al novio. M. R.), al contrario, has tenido guardado hasta ahora el vino mejor”99 En segundo lugar, la forma como se dirige Jesús a su madre es indudablemente despectiva, aunque algunos exégetas, llevados por el obnubilante fanatismo, digan que sus palabras deben ser entendidas “... dentro de un marco coloquial, en el que alcanzaban papel preponderante el tono de su voz, la expresión de su mirada, los detalles de su gesto”100. En efecto, así se dirige Jesús a la autora de sus días: “...3. Como no tuviesen ya vino, porque se les había acabado el traído para la boda, se dirigió a Jesús su madre para decirle: No tienen vino./4. Mujer, le dijo Jesús, ¿qué 98 Íbid, Cap. I, 1-10. 99 Íbid. Cap. II, 10. 100 Cf. Nuevo Testamento. Edición: Verbo divino, Estella, 1971, Navarra, España.
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tienes que meterte en mis cosas? Mi hora no ha llegado todavía101. Creemos que por muy “coloquial” en el que hayan sido expresadas las palabras transcritas, por muy “sugestivo” que haya sido el tono de la voz del profeta, así como los detalles de su gesto, la rudeza es inocultable e innegable. Salvo para los dogmáticos y obtusos de cacumen. Y como razonan algunos autores, la escena de la transmutación del agua en vino, en las bodas de Caná, con la presencia de María, su madre, bien podría hacer relación a las propias bodas de Jesús, aunque es verdad que en ningún pasaje de los evangelios sinópticos se hace la más mínima referencia al estado civil del Profeta: “Hay en los evangelios un silencio total en lo que se refiere al estado civil de Jesús... Semejante estado de cosas es suficientemente insólito en la judería antigua como para propiciar nuevas investigaciones” 102. No obstante algunos de los discípulos de Jesús, por lo que se deduce de la atenta lectura de los evangelios, estuvieron casados; el mismo Jesús nunca proclamó el celibato y los rabíes –téngase presente que a Jesús se le conoce como Rabí de Galilea- generalmente se casaban y tenían sus hijos. Mateo es muy explícito al respecto: “4. Jesús les respondió (a los fariseos que le preguntaban al respecto, M. R.): ¿No habéis oído que el Creador los hizo desde un principio varón y mujer,/5 y que dijo: Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y vendrán a ser los dos una sola persona?/6 Así que ya no son dos, sino una sola persona. Por lo tanto, no debe separar el hombre lo que Dios ha unido”103. Entonces, por los testimonios con los que se cuenta, puede deducirse lo siguiente: Jesús jamás recomendó el 101 El Evangelio según San Juan, Cap. II, 3-4. 102 Cf. Geza Vermes. Jesús the Jew, p. 99 (En: M. Baigent, R. Leigh, H. Lincoln. El Enigma Sagrado, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, España, 1993, p. 301). 103 El Evangelio según San Mateo, Cap. XIX, 4-6.
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celibato, que fue obra posterior de la Iglesia para disponer, entre otras cosas, de los bienes de quienes optaban por la lucrativa profesión de frailes, que de diferentes maneras hacían dinero e incluso amasaban fortunas, y también de los de sus familiares. Por lo tanto, esa boda –la de Caná- sí pudo ser la del mismo Jesús, considerando que el celibato, excepto para algunas comunidades esenias, no era bien visto en aquellos tiempos. Consideremos igualmente otra cuestión importante: en tiempos de Jesús la tradición, cultura, costumbres y normas que prevalecían, ¡eran judías, no cristianas!, en virtud de que la nueva religión ni siquiera se vislumbraba. Entonces, no era bien visto el varón que llegaba a mayoría de edad sin tener esposa. Al solterón se le acusaba de kelobites, que traduce homosexual. R. Hervás, autor de “Jesús o el gran secreto de la Iglesia104, igualmente señala este asunto, aunque equivocadamente cita como referencia el libro II de los Reyes, en donde supuestamente se menciona este asunto. Sin embargo, no es en 2 Reyes en donde consta el pasaje aludido, sino en el ¡Deuteronomio! Para cerciorarnos, transcribamos textualmente la cita pertinente: “17. Que no haya prostituta de entre las hijas de Israel, ni prostituto de entre los hijos de Israel. 18 No lleves a la casa de Yavéh ni la merced de una ramera ni el precio de un perro (es el kelobites o prostituto. M. R.) para cumplir un voto, que lo uno y lo otro es abominación para Yavéh, tu Dios” (Cf. Deuteronomio, XXIII, 17-18). Asimismo cabe agregar que en esos tiempos la prostitución (tanto femenina como masculina) sagrada, estuvo ampliamente difundida, especialmente en relación a los antiguos cultos. Retomando el tema de la boda de Caná, se nos ocu104 Cf. Ramón Hervás. Op. Cit., Ediciones ROBIN BOOK, Barcelona, España, 2004, 38.
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rre otras interrogantes: ¿Por qué se encuentran su madre y sus discípulos en esa boda?; ¿por qué razón María, la autora de sus días, se preocupa personalmente de que se solucione el problema de la falta de vino y toma parte activa en este asunto, si ellos supuestamente eran simples invitados?; ¿quién sería esa mujer, esposa de Jesús, si aceptamos que esta conjetura es lógica y totalmente factible? Consideramos que podría tratarse de María Magdalena o María del pueblo de Migdal o Magdala, en Galilea; o podría tratarse de María de Betania, hermana de Marta y de Lázaro, quienes tienen magníficas relaciones con Jesús y pertenecen a los estamentos sociales aristocráticos de ese tiempo, a juzgar por la posesión de una tumba en su casa, es decir la familia de María de Betania poseía un cementerio particular. Nosotros, luego de sereno análisis, nos inclinamos a creer que mayores posibilidades de ser la esposa tenía María Magdalena, antes que María de Betania, por las siguientes consideraciones: en los evangelios apócrifos, versión rusa, y concretamente en el “Evangelio de Filip” (en español Felipe), se encuentra un pasaje extraordinariamente revelador, que me permito traducir al español: “55. Sofía a la que se llama estéril, madre de los ángeles. Y la acompañante del Hijo es María Magdalena. El señor amaba a María más que a todos los discípulos, y él con frecuencia la besaba en la boca”105 Téngase presente que solamente cuando existe una íntimo sentimiento de afecto se besa en la boca a la persona objeto de dilección, no en otros casos. Sin embargo, leyendo con la debida atención la voluminosa obra Los Apócrifos y Otros Libros Prohibidos106, versión española, nos encontramos con la desagradable sorpresa de que este pasaje de Felipe ¡no consta, ha sido intencionalmente mutilado! ¿Por qué razón? Creemos que por el más puro prejuicio 105 Cf. Apokrify Drevnij Jristian (Apócrifos de los Antiguos Cristianos) Editorial “Mysl” (Pensamiento), Moscú, 1989, p. 282. 106 Cf. Los Apócrifos y otros libros prohibidos. Editado por: José María Kaydeda, Grupo de Libro, Madrid, España, 1992, p. 528.
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religioso, porque en la historiografía oficial del cristianismo acabó imponiéndose la corriente que proclama la imagen impoluta de Jesús y en el caso del amor y del sexo, pues a él jamás podía presentársele como sintiendo amor por una mujer como cualquier mortal, sino indiferente a estas cuestiones “mundanas” y además ¡asexuado!, igual que los seres angelicales que pululan en el paraíso celestial, que, a propósito de población, en los actuales tiempos sufre de una peligrosísima explosión demográfica, no solamente por tanto ángel, querubín y serafín, sino también por las miríadas de santos y beatos, algunos tan “virtuosos” y “justos”, como el que fuera jefe del Opus Dei, don Escrivá de Balaguer, conocido por sus ideas racistas y por haber sido ferviente partidario de las feroces dictaduras de Franco, en España y de Pinochet, en Chile, y sin embargo elevado a los altares por el finado papa Juan Pablo II. Razones habrá tenido el máximo jerarca del catolicismo para semejante decisión. (Tampoco me cabe la menor duda que el actual papa, Joseph Ratzinger, cuando le llegue la hora, ascenderá a los cielos, no obstante que este retardatario vicario de Cristo, ¡fue miembro de las juventudes nazistas! Si alguien duda de mis palabras, pido que lean lo que dice el diario cuencano “El Tiempo”, de fecha lunes 29 de mayo, del año 2006, en su página A8). También hay otro pasaje, en Juan, que abona al criterio de que Jesús efectivamente tenía una relación afectuosa íntima con una mujer, sea María Magdalena o María de Betania, o se trate de que las dos sean una y la misma persona: “Y había un enfermo, llamado Lázaro que era vecino de Betania, patria de María y Marta, hermanas suyas./2. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con sus cabellos...” “...19 habían venido muchos judíos a consolar a Marta y María por la muerte de su hermano./ Marta, pues, en cuanto oyó que Jesús venía, salió a recibirlo, mientras María se quedaba sentada en casa...”107. 107 El Evangelio según San Juan, Cap. XI, 1-2; 19-20.
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La explicación por la que María no salió a recibir a Jesús, como sí lo hizo su hermana Marta, radicaría en que estuvo “sentada en shiveh”, es decir, “sentada de luto”108 y en tales circunstancias, según la ley judaica de la época, de ninguna manera podía salir de casa, sin orden expresa o el consentimiento de su esposo. Ese no era el caso de su hermana Marta, por lo que sin ningún problema sale a recibirle. Pero lo que consideramos más importante radica en lo que se relata en el versículo 2 del capítulo XI, del mencionado Evangelio: ¡María ungió al “Señor” (Jesús. M. R.) con perfume! Y sobre todo, le ¡”enjugó los pies con sus cabellos”! Esto solamente podría permitirse o una esposa o una esclava. No existe término medio ni una tercera razón. Por lo expuesto, existen sólidos elementos de juicio que obligan a pensar que Jesús tuvo una esposa y el pasaje de las bodas de Caná, relatado por Juan, este autor probablemente lo tomó de las más antiguas tradiciones cristianas, que podrían tener un germen racional y sobre todo histórico, porque efectivamente sacerdotes y representantes del culto religioso en Palestina, como fue el caso de Jesús, eran casados. 3.¿QUIÉN FUE EL VERDADERO AUTOR DEL CUARTO EVANGELIO? Y llegamos a una cuestión decisiva: ¿quién mismo fue el autor del cuarto evangelio? Por supuesto que en la antigüedad se consideraba que no era otro que el apóstol Juan, oriundo de Galilea, pescador como su padre y sus hermanos, en el lago Tiberíades. ¿Por qué aseguran esto los escritores cristianos, particularmente los católicos? En virtud de que tanto a Juan, como a su hermano mayor Jacobo, Jesús les motejó de “boanerges”, que en nuestra lengua significa “hijos del trueno”. Efectivamente, en Marcos leemos lo siguiente: “17 a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de 108 Cf. M. Baigent, R. Leigh, H. Lincoln. Op. Cit., p. 307.
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Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno”109. ¿A qué venía este mote? Según la tradición, a que tanto Juan como su hermano Jacobo tenían un carácter violento y fácilmente entraban en cólera. Pero si admitimos que en realidad el apóstol Juan fue un pescador, surge otra cuestión espinosa: resulta muy difícil admitir que él, a diferencia de Lucas, por ej., pudo tener alguna educación, tanto que la leyenda le retrata como un sencillo pescador, poco o nada ilustrado. ¿Podía entonces, con educación tan modesta, discurrir sobre temas complejos que requieren versación filosófica y amplia cultura en disciplinas humanistas, como es el caso del logos? Lo consideramos extremadamente improbable. Lo cierto es que la leyenda dice que luego de muchos viajes, Juan se radicó finalmente en Éfeso y se dedicó ya en edad muy avanzada a componer sus obras, incluyendo el evangelio, circunstancias en las cuales adolecía de falla de la memoria. Los partidarios de la tesis de que él fue el autor del cuarto evangelio, argumentan además que fue hebreo y que no pocas citas del Antiguo Testamento, las toma directamente de los antiguos textos originales judaicos, aunque para nosotros resulta innegable la enorme influencia de la filosofía griega en su evangelio, cuestión que se explicaría por los largos años de residencia del autor de este evangelio en Éfeso. Sin embargo, no todos han creído a pie juntillas esta versión y conforme a las más modernas investigaciones, crece el número de científicos que ponen en tela de juicio la tradicional versión de que el autor del 4º evangelio haya podido ser un simple pescador, con una educación muy limitada. Para precisar, señalemos que el 4º evangelio fue redactado, según modernas investigaciones, entre el 95 – 100 d. n. e., es decir después de unos 65 – 70 años de ocurri109 Cf. El Evangelio según San Marcos, Cap. III, 17.
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da la muerte de Jesús. ¿Qué edad tenía en ese tiempo el apóstol Juan? Haciendo números, tendríamos que sí Juan frisaba los 20 – 25 años cuando se conoció –supuestamente- con Jesús y se convirtió en su discípulo, entonces puede deducirse que escribió el evangelio cuando ya era una persona anciana de 90 – 95 años. ¿Podía redactar una obra compleja, pletórica de alegorías y lucubraciones teológicas un simple pescador, en el atardecer de su existencia? Difícil, por no decir imposible, porque por su avanzada edad y su incipiente educación, no le ayudaba ni la lucidez mental, ni la ilustración requerida. Al respecto debemos tener presente que la idea del logos, de lo que hemos discurrido con algún detalle en otro trabajo, entraña una honda concepción cosmológica que pretende descubrir el nexo entre el espíritu y la materia, el bien y el mal. Resulta insólito que el semi-analfabeto de Juan, que a lo mucho pudo discurrir sobre cuestiones de la pesca, se desenvolviera con soltura sobre un tema que requiere no solamente inteligencia, indudable capacidad de abstracción, ¡sino sobre todo cultura filosófica!, tanto que el enigmático autor ¡ incluso se encuentra familiarizado con el lenguaje platónico! Y ocasionalmente hasta recurre a su método dialéctico. Que me perdonen los exégetas cristianos, pero es prácticamente imposible que un pescador de tan limitada ilustración, como se supone fue Juan, haya podido desenvolverse en estos temas abstractos, asaz intrincados. Desde luego las falacias no terminan en esto. En efecto, en el evangelio de Juan se dice que precisamente su autor es el amado discípulo de Jesús y por consiguiente el “auténtico testigo”. “24. Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero...”110 . El pasaje transcrito, para desilusión de los apasionados creyentes, no resiste las pruebas de la historia y se 110 El Evangelio según San Juan, Cap. XXI, 24.
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derrumba estrepitosamente, pues actualmente se conoce que este versículo (el nº 24), ¡constituye una interpolación bastante posterior, llevada a cabo por el desconocido (o desconocidos) redactor del cuarto evangelio! Y de ninguna manera sirve como testimonio histórico. Así que del autor del último evangelio canónico y por lo tanto oficialmente reconocido por la Iglesia, la ciencia no puede decir quién fue y quizás nunca se descubra su enigma, que probablemente yazga sepultado en los restos de la otrora famosa ciudad de Éfeso, cuna del filósofo Heráclito, junto con las ruinas del templo a la gran divinidad griega Artemisa, hija de Zeus y de Latona, considerada virgen y pura, como María, la madre de Jesús y en su época de esplendor tan popular como la actual Madre del Dios – hijo. O también podría yacer en la misma Éfeso, junto a las ruinas del templo a Cibeles, la diosa de la tierra, esposa de Cronos y madre de Zeus, quien hace más de dos mil años gozaba de enorme popularidad en toda Grecia y Asia Menor. Pero todo esto no constituye obstáculo alguno para que los sencillos prosélitos del cristianismo, que no conocen límite a su fantasía e ingenuidad, continúen creyendo profundamente en todos estos “milagros” y “prodigios” del Nuevo Testamento. O podría existir una explicación racional al enigma del cuarto evangelio: el versado autor Hugo J. Schonfield en su obra “El Nuevo Testamento Original”111, citado por Pepe Rodríguez (que sufrió el tenaz acoso del Vaticano por su libro “Mentiras Fundamentales de la Iglesia Católica), considera que el autor de este evangelio fue hombre culto y griego de origen: “…El Jesús del Evangelio de Juan, en cambio, emplea las más de las veces un lenguaje totalmente distinto, el de un no judío, y a menudo un estilo pretenciosamente extranjero. Al referirse a la Ley dada a Moisés, dice ‘vuestra Ley’, en lugar de ‘nuestra Ley’, y declara: ‘Todos los que 111 Cf. Hugo J. Schonfield. El Nuevo Testamento Original (1990), Barcelona, Martínez Roca. En: Pepe Rodríguez. Mentiras Fundamentales de la Iglesia Católica. Ediciones Grupo Zeta, Barcelona, España, pp. 103-105.
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vinieron antes de mi fueron ladrones y salteadores’ Incluso alude a Dios identificándolo consigo mismo, al decir: ‘Yo y mi Padre somos uno’ “Es evidente que todo ese material relativo a Jesús fue compuesto por un griego cristiano, y, si comparamos el lenguaje y estilo, hay buenas razones para estimar que a él se debe también la redacción de la Primera Carta de Juan (Juan el Anciano). Este Juan aún vivía hacia el año 140 d. C., en la región de Asia Menor y Papías de Hierápolis lo menciona como alguien capacitado para relatar cosas dichas y hechas por Jesús. Esta fecha es claramente demasiado tardía para que siguiera en vida cualquier discípulo inmediato de Jesús. ¿A qué reminiscencias, pues, tuvo acceso este Juan? “La respuesta es que un discípulo directo de Jesús, como sabemos, estuvo viviendo en Éfeso hasta principios del siglo II, y allí Juan el Anciano pudo haberse encontrado con él. Este discípulo se llamaba también Juan. En su Historia eclesiástica, Eusebio comenta que en Éfeso se hallaban las tumbas de los dos Juanes. La información le venía de una carta escrita por Polícrates, obispo de Éfeso, a Víctor de roma. Polícrates hacía esta importante declaración: ‘Por lo demás, Juan, que descansó en el seno de nuestro Señor y fue sacerdote, llevando la insignia sacerdotal, testigo y maestro, reposa también en Éfeso’. El ‘discípulo querido’ se revela así como sacerdote judío, lo cual es coherente con lo que se dice en el cuarto Evangelio, donde deja entrever su oficio sacerdotal en los recuerdos que forman parte del texto. Sus referencias al ritual judío y al culto del templo son exactas, como también cuando habla de los sacerdotes que no entran en el pretorio de Pilato para evitar la impureza. Él mismo no penetrará en el sepulcro donde Jesús había sido depositado hasta que sepa que no hay ya allí ningún cadáver. Pertenecía a una distinguida familia sacerdotal judía y lo conocía personalmente el sumo pontífice. Poseía una casa en Jerusalén, y después de la crucifixión hospedó en ella a 102
la madre de Jesús. Naturalmente conoce bien la topografía de Jerusalén, y asimismo introduce y explica palabras arameas. Hay que deducir que la casa de Juan el Sacerdote, con su amplia estancia superior, sirvió de escenario a la Cena Pascual o “Última Cena”, donde el ‘discípulo querido’, como dueño de la casa, ocupó el puesto de honor junto al de Jesús y pudo así apoyarse en el pecho del Mesías, como relata el Evangelio. Asistieron, pues, a la Cena, catorce personas. “La tradición refiere que el “discípulo querido” vivió posteriormente en Éfeso hasta una edad muy avanzada (Jn 21, 22-23), y allí lo persuadieron a que dictara sus memorias acerca de Jesús. Éstas parecen haber pasado a constituir el cuarto Evangelio, jalonadas por una serie de indicaciones para establecer que Jesús es el Mesías (…) Tenemos así la prueba de que el Evangelio de Juan, tal como lo conocemos, es un documento de composición heterogénea. Su base son las memorias de Juan el Sacerdote, quien aparece inicialmente como discípulo de Juan el Bautista (Cf. Jn I, 35-40) lo que lo vincula con los esenios. El que Juan el Sacerdote fuera un estudiante provecto de mística judía ayuda a explicar el atractivo de su obra para ‘el Anciano’ griego. El Evangelio encierra en sus partes narrativas muchos elementos característicos del autor de la Revelación, mientras que ésta, en sus Mensajes a las Siete Comunidades y otros lugares, contiene mucho material típico del autor de la mayoría del texto del presente Evangelio”. Así que se dilucida el arcano: Juan el Anciano, autor del texto del cuarto Evangelio, se basó en los datos del judío Juan el Sacerdote para elaborar dicho texto. Más adelante veremos el Apocalipsis.
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IV. DE LAS EPÍSTOLAS AL SUDARIO. La historia no es una ciencia: es el arte de mostrar una cara limpia y esconder un culo siniestro. Leopoldo Marechal, escritor argentino contemporáneo. -o-o-o“70. Jesús les contestó: ’Yo les escogí a ustedes, a los doce, ¿no es verdad?. No obstante uno de ustedes es calumniador” Juan, VI, 70. (¿El “hombre – Dios” escoge tan mal a sus discípulos? ¡Increíble!. M. R.). -o-o-oUbaldo, obispo de Montane, estaba afligido de una úlcera horrible en el ano, debida a sus actos de sodomía. Había consultado a todos los doctores de Italia y nadie lo pudo curar, sólo sanó milagrosamente cuando el papa Gregorio le aplicó la mitra en el ano. Paúl, canónigo regular del Cap. De Berneried, en Baviera, al escribir la historia de este papa.
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1. “SAULO EL INCENDIARIO” Y SUS CARTAS. “Todos vivimos del pasado y nos vamos a pique con él” Joham W. Goethe. -o-o-o-o“Costobaro y Saulo tenían también consigo gran número de guerreros, y el hecho de que fueran de sangre real y parientes del rey (de Herodes el Grande y su linaje. M. R.) les hacía gozar de una gran consideración. Pero eran violentos y siempre estaban dispuestos a oprimir a los más débiles”. Flavio Josefo. Antigüedades judías. -o-o-o-o“El fanatismo de Saulo iba acompañado, lógicamente, de un comportamiento violento.”. Pepe Rodríguez. Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica. -o-o-oUn respetable grupo de historiadores considera que Saulo de Tarso es el personaje que verdaderamente creó la mítica figura de Jesucristo, desentendiendose de los exiguos testimonios históricos con los que cuenta la vida y quehacer religioso del Profeta o Rabí de Galilea, como también se conoce al fundador del cristianismo. Con esta puntualización necesaria indicamos que, de acuerdo a las investigaciones filológicas, paleográficas, históricas y de otros géneros, se ha determinado científicamente que de las 14 epístolas que se le atribuye a Saulo de Tarzo o San Pablo, elevado a la categoría de Apostol (el 105
décimo tercero) y santo, por la Iglesia, solamente una parte de las mismas de acuerdo a las investigaciones filológicas, paleográficas, históricas y de otros géneros, de las 14 epístolas que se atribuyen a este autor, quien es el personaje que realmente creó a Jesús – Cristo y el más importante ideólogo del cristianismo primitivo, solamente una parte de las mismas se puede considerar auténtica y algunos eruditos estiman que fue autor únicamente de cinco: A los Romanos, A los Corintios (2), A los Gálatas y A Filemón112. Otros autores estiman que fueron 7 las epístolas autoría de Pablo: I a los Tesalonisenses; A los Gálatas; I a los Corintios; II a los Corintios; A los Romanos y A los Filipenses113. En nuestra época estos criterios se han comprobado en base a investigaciones efectuadas gracias a sistemas de computación y cálculos matemáticos indiscutibles, determinándose que la unidad del lenguaje y el estilo relaciona a las mencionadas cinco (o cuando más a las siete) epístolas, como creadas por una misma persona. Dichas cartas habrían sido escritas (o expresándonos más correctamente, dictadas, porque Pablo, sobre todo en el atardecer de su vida, había perdido la vista en notable grado) por una misma persona: Pablo, Paúl o Shaúl de Tarso. Las otras serían seudo epigráficas, esto es escritas por otra (u otras) persona y suscritas por Pablo. Pero, ¿quién fue en realidad Pablo?; ¿coincide, en alguna manera, la versión oficial de la Iglesia sobre su vida y obra, con la que tiene la ciencia histórica? HERODIANO, ANTES QUE JUDÍO. Primeramente acabemos con una leyenda que no tiene ningún sustento real, sobre el origen de Saulo de Tarso, el principal ideólogo del cristianismo primitivo y quien creó 112 Zenón Kosidovskiy. Skazania Evangelistov. Editorial POLITIZDAT.Moscú, 1979. 113 Pepe Rodríguez. Mentiras fundamentales de la Iglesia católica. Editorial Grupo Zeta, Barcelona, España,1998.
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la doctrina de Jesús – Cristo, en los marcos del misticismo judaico Maaseh Bereshith, ¡en el que era un iniciado! Y que versaba sobre el “Hijo del hombre” (el “Hombre Celestial” o “Mesías de Arriba” se encarna en el “Mesías de Abajo”, que no es otro que Jesús, lo que veremos con algún detalle más adelante), mas no como un Dios encarnado en un ser humano, menos como la segunda persona de la Trinidad, que eso vendrá posteriormente. Resulta que él, Saulo de Tarso, no fue un judío de pura cepa, aunque estuvo íntimamente emparentado con el pueblo hebreo, por cuanto por línea paterna era de origen idumeo y por línea materna asmoneo, de comunes raíces semitas. Pero por esta circunstancia de su origen idumeo, ¡no fue circunciso!, un detalle de indudable importancia en su vida, como veremos oportunamente. Idumea, la tierra de los ancestros de Saulo, es el nombre que se aplicaba al país situado al sur de Palestina, habitado hace algo más de dos mil años atrás por los descendientes de Edom (Esaú); los idumeos eran seminómadas y la capital se encontraba en Sela, la llamada Regem de los arameos y la Petra de griegos y romanos. Saulo y más propiamente Shaul, nombre que latinizado será Paulo y españolizado Pablo, no nació en Idumea sino en Tarso, ciudad de Asia Menor en Cilicia, sur – este de Turquía (fue conquistada el año 333 a. n. e. por Alejandro Magno y posteriormente sometida a Roma por Pompeyo), por lo que tenía ciudadanía judía y tarsiota, un privilegio en aquellos tiempos. Igualmente era asmoneo por cuanto sus ancestros por línea materna, procedían de la ciudad de Asmón, en Palestina y que correspondía al nombre que se daba a la familia de los Macabeos, originarios de dicha ciudad. Así que Flavio Josefo114 tiene razón al señalar que Saulo y Costobaro eran de linaje aristocrático y emparentado con el rey. En fin de cuentas, era un árabe idumeo por su bis114 Flavio Josefo. Antigüedades Judías, XX, 8.
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abuelo paterno y árabe nabateo por su bisabuelo materno115. Según R. Ambelain, que entre otras fuentes se apoya en Flavio Josefo, siendo idumeo Pablo y hermano de Costobaro, sus progenitores no eran otros que Antipater II y Cypros II, hija esta última de Herodes el Grande y de Mariamna, un detalle que, como otros sobre la vida de Pablo, no se encuentra en las obras oficiales de la historia del cristianismo. En cambio en la excelente biografía novelada de Gerald Messadié, “Saulo el Incendiario. La vida secreta del Apóstol Pablo”116, los padres de Saulo fueron Antipater II, efectivamente, pero la madre no fue Cypros sino Berenice I. Nos parece que en esta cuestión la obra de Messadié se encuentra mejor documentada, por lo que nos atenemos a su versión. Tanto Saulo como su hermano Costobaro II eran nietos de Salomé, hermana carnal de Herodes el Grande, así que eran sobrinos-nietos de este rey. La línea idumea sería la siguiente: Herodes de Ascalón, sacerdote de Apolo, es el ascendiente más lejano conocido; de él proviene Antipater, epimeleta de Palestina, que contrajo nupcias con Cypros I; de esta pareja descienden Herodes el Grande, Fazael I, José, Feroras y Salomé I, casada por tres ocasiones con: José, Costobaro I y Alexas. Del matrimonio de Salomé I y Costobaro I, proceden una hija cuyo nombre no registra la historia, casada a su vez con Calleas, hijo de Alexas, Berenice, que se casó con Aristóbulo, hijo de Herodes el Grande y de Mariamna. Así que Saulo de Tarso, de acuerdo a esta versión, vendría a ser ya no sobrino-nieto sino nieto de Herodes el Grande. Del matrimonio de Antipater II con Berenice I (o Cypros II, según R. Ambelain), proceden Cypros III, casada con Alexias Helsius, Shaul (el original nombre semita), Saulo o Paulo y Costobaro II. 115 Cf. Robert Ambelain. El Hombre que creó a Jesucristo, p.71. 116 Cf. Gerald Messadie. Op. Cit. Editorial Martínez Roca, España, 1992.
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Flavio Josefo en su obra “Guerra de los judíos”, nos da algunas pistas esclarecedoras al respecto: “Tuvo éste (Antipater, M. R.) por esposa una mujer de Arabia llamada Cipria (Cypros I, M. R.), de la cual hubo cuatro hijos, Fasela (Fazael I), Herodes, rey, Josefo Ferora, y una hija, llamada Salomé (Salomé I, M. R.)117. ¿Por qué son importantes estos detalles genealógicos? Porque nos permiten explicar, en un notable grado, algunos hechos de la vida y la conducta de Pablo de Tarso. En efecto, Paulo de temible agente del Sinedrón y vehemente fariseo, inexplicablemente se pasa al lado de los nazarenos, aunque nunca dejó de ser un defensor de lo judío. ¿A qué obedecieron estos cambios radicales?; ¿por qué el perseguidor de los cristianos se convirtió en su más entusiasta representante y teórico? Buen idumeo, en consecuencia buen árabe, de la estirpe herodiana, en su niñez tuvo una formación religiosa no estrictamente judía sino mas bien pagana, en virtud de que la tierra de sus ancestros, Idumea, igual que Nabatea, ¡no eran partidarias del judaísmo sino del paganismo! Por estas circunstancias también recibió una buena educación griega. Se estima que ya joven fue enviado a estudiar con Gamaliel el Rabino118* de Jerusalén y reputado “doctor de la Ley”, fariseo, aprendiendo con él la exégesis de la Biblia. La tradición que ha llegado hasta nosotros nos indica que cuando frisaba las tres décadas de edad, se enamoró perdidamente de la hija de Gamaliel y para poder casarse se sometió a la exigencia de la circuncisión. Pasó por esa dolorosa prueba por el apasionado amor que sentía por la hija del rabino, pero no le sirvió de nada semejante sacrificio, pues en fin de cuentas fue despreciado. Algunos autores estiman 117 Cf. Flavio Josefo. Guerra de los judíos y destrucción del templo y ciudad de Jerusalén. 2 Tomos. Tomo I, VI. 118 En hebreo “rabino” significa maestro y era el título que en Palestina se confería a los doctores de la ley en tiempos de Jesús. Los rabinos, igual que lo hacen los popes hasta la actualidad, en la Iglesia ortodoxa cristiana, se casaban y tenían hijos. A Jesús se le llama con frecuencia Rabí y por esta circunstancia hay para considerar que realmente fue casado.
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que esta humillación que sufrió de parte del rabino Gamaliel y de su entorno, fue una de las razones fundamentales que le llenó de rencor contra el judaísmo y los fariseos119, convirtiéndose en judeo – cristiano (recordemos que el cristianismo en la época de Saulo de Tarso, todavía no había logrado separarse definitivamente del judaísmo) y le impulsó a una campaña llena de odio fanático contra los judíos120**. Que lo sepamos, Saulo en su juventud no había llevado una vida decorosa, sino mas bien libertina; era un fornicador cuya conducta si bien pudo desentonar con la de los tiempos en los que le tocó vivir, no lo hacía en mayor grado, considerando las costumbres reinantes: en el imperio romano, singularmente en Roma, la prostitución no solamente fue considerada atribución religiosa sino protectora del hogar; en Esparta, la homosexualidad de uno y otro sexos , no fue mal vista, igual podría decirse que era el caso en toda Grecia, y lo más importante y directamente vinculado para el caso que nos ocupa, radica en el hecho de que en la sociedad judía de tiempos de Jesús y de Saulo de Tarso, la poligamia era consentida, prácticamente lícita. A su vez la prostitución, siendo formalmente reprochada, se la toleraba y estuvo ampliamente difundida. El mismo Paulo de Tarso, en una de las epístolas, reconoce paladinamente que fue un libertino, un irresponsable y concupiscente: “Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencia y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros”121. Únicamente cabe aclarar que esta epístola, según ha determinado la ciencia, fue escrita en la segunda mitad 119 Cf. Z. Kosidovskiy, op. Cit.; P. Rodríguez, Op. Cit., pp. 108-109. 120 ** Esto del frustrado proyecto de Shaul o Saulo, de casarse con la hija del rabino Gamaliel, demuestra asimismo de manera palmaria e inobjetable, que los rabinos o rabíes, como lo fue Jesús, se casaban y tenían hijos, como en cualquier sociedad. No obstante, la Iglesia inventó el celibato con el objetivo de apropiarse de las riquezas de los frailes, a la muerte de estos. 121 Cf. Epístola de Pablo a tito, III, 3.
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del siglo II de nuestra era y por lo tanto ¡no pudo redactarla Pablo!, quien murió a inicios de la segunda mitad del primer siglo, probablemente el año 67. Incluso en otra epístola, A Filemón122, considerada una de las siete que realmente fueron de inspiración paulina, reconoce que tuvo un hijo, Onésimo, engendrado cuando estuvo en prisión: “9 mas bien te ruego por amor, siendo como soy, Pablo ya anciano, y ahora, además, prisionero de Jesucristo;/10 te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones...”. Por supuesto que en la Epístola I a los Tesalonicenses, escrita hacia el año 51 de nuestra era y por lo mismo el documento escrito más antiguo que se conoce del Nuevo Testamento, Pablo hipócritamente condena la fornicación: “3 pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación;/4 que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor”123. En un lenguaje sectario, dominado por la animadversión y las aberraciones, Pablo nos da igualmente una pista de las costumbres depravadas de la época: “26 Por esto Dios les entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza”124. Sin embargo, como el motivo de esta obra no es exponer minuciosamente la vida y obra de Pablo, solamente haremos una descripción somera de este importante personaje del cristianismo primitivo, remitiendo al lector a trabajos especializados en el tema, como los de R. Ambelain, G. Messadié, ya citados y otros en los que también se encuentran detallados importantes datos y referencias del controvertido fundador del cristianismo y el ideólogo más destacado de su temprana Iglesia125. 122 Epístola de Pablo a Filemón, 9-10. 123 I. Epístola de Pablo a los Tesalonicenses, IV, 3-4. 124 Cf. Epístola de Pablo a los Romanos, I, 26. 125 Cf. P. Rodríguez. Op. Cit., Subtítulo: “Juan Pablo el judío ‘advenedizo’”; Z. Kosidovskiy. Op. Cit.; Ambrosio Donini, Op. Cit.; Flavio Josefo. I. Antigüedades judías;
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Veamos, entonces, algunos aspectos dignos de destacar, con relación al apostolado de Pablo. Primeramente procede preguntarnos: ¿cómo era su aspecto físico? Por supuesto no respondía a la imagen estilizada que nos presentaron los pintores del Renacimiento y que se ha consagrado en los tiempos actuales. Según los Hechos de Pablo, se le describe de la siguiente manera: “...hombre de pequeña estatura, calvo, de piernas arqueadas, de buen estado de salud (esto no es tan cierto, por lo que se verá. M. R.), cejijunto, de nariz más bien grande, lleno de gracia”126. Parece que en cuanto a estatura, no superó el 1,5 m y su aspecto era feo, patizambo, la nariz ganchuda y rostro y cuerpo marcado por las huellas de una enfermedad infecciosa. Esto resulta evidente, tanto que el mismo describe con algún detalle sus deficiencias físicas y su deteriorado aspecto, en una de sus epístolas (v. Infra). 2. ¿EPILEPSIA, NEUROSIS O SÍFILIS? “Lo peor, lo peor verdaderamente, es la gangrena que se ha manifestado en los últimos días y ese horror sin explicación ni nombre del que se habla en secreto por palacio, es decir, los gusanos que infestan los órganos genitales de la real persona y que, esas sí, le están devorando la vida. Los gritos de Herodes atruenan los salones y galerías...” José Saramago. El evangelio según Jesucristo. - El autor, Premio Nobel de Literatura, describe brillantemente el mal contagioso que afectó a la estirpe herodiana, a la que pertenecía Saulo . Por supuesto que sobre estas cosas nada dice la historia “oficial” M. R.- “morbus divinus” -o-o-o
¿Cuál fue el mal que atormentó a Pablo gran parte
II. Guerra de los judíos. 126 Cf. R. Ambelain. Op. Cit., p. 98.
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de su vida y que sin duda influyó notablemente en su comportamiento y en su manera de pensar?. Para Gerald Messadié127, el mal de Paulo no es otro que la epilepsia, por lo demás frecuente en aquellos tiempos y considerada enfermedad sagrada (la padecieron en la antigüedad, entre otras personalidades, Julio César y Mahoma) y conocida como “morbus sacer” o “morbus divinus” Pepe Rodríguez128, también considera que puede tratarse de epilepsia, insolación, sobre todo relacionada con el suceso del “camino a Damasco”, en donde supuestamente se le aparece Jesús y le reprocha su conducta, un brote psicótico o una reacción histérica (neurosis de conversión). De aceptar una de estas hipótesis, la neurosis de conversión, admitiríamos que las visiones de Saulo serían la reacción de su atormentada conciencia que se sentía culpable por las manifestaciones de odio y violencia que desató contra los cristianos, a muchos de los cuales hizo asesinar, llevado por su temible fanatismo. No obstante lo expuesto, nos parece más convincente la tesis de Robert Ambelain, quien señala que Paulo padecía de sífilis, enfermedad infecto – contagiosa producida por un microorganismo patógeno, la espiroqueta Treponema pallidum y que clínicamente presenta un curso de 4 etapas: primaria, secundaria, latente y avanzada. Sucintamente descritas estas etapas, tenemos el siguiente cuadro general: En la primera se presenta el chancro primario, una úlcera indolora en el sitio de la infección: pene, vulva, vagina o cérvix uterino; en la segunda el síndrome es un tipo de influenza con exantema ligero (irritación de la piel). En ocasiones se revelan lesiones anulares (circulares) cubiertas por una costra; las membranas mucosas de la boca y las estructuras genitales pueden presentar lesiones que contienen grandes poblaciones de espiroquetas. La tercera etapa, latente, puede prolongarse hasta 20 años o más. Se anota que en un 33% de las personas afectadas que no se curan, 127 Cf. Gerald Messadie. Op. Cit. 128 P. Rodríguez, Op. Cit.
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se presentan lesiones del sistema cardio – vascular y en menor proporción del sistema nervioso central (corresponde a la neuro-sífilis). Las lesiones conocidas como “gomas”, que anota Ambelain, caracterizan a la sífilis avanzada (cuarta etapa), presentándose principalmente en la piel, hígado, huesos y bazo129. En una de sus epístolas Saulo manifiesta lo siguiente: “13 Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo os anuncié el evangelio al principio;/14 y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo Jesús”130 La tesis de R. Ambelain parece más consistente en este caso y revela mayor fundamento, por cuanto nos recuerda también el mal que afectó a Herodes el Grande, ancestro de Saulo de Tarso y que asimismo podría considerarse sífilis. La descripción de los últimos momentos de Herodes se encuentra en la obra de Flavio Josefo, Antigüedades judías, que me permito transcribir: “Sufría una fiebre lenta que no manifestaba tanto su ardor al contacto con la mano como en el interior de los tejidos que destrozaba. Experimentaba asimismo unos violentos deseos de tomar alimentos, y era imposible no condescender. Añádase la ulceración de los intestinos, y en especial del colon, que le causaba atroces sufrimientos. En los pies, una inflamación húmeda y transparente, y lo mismo alrededor del abdomen, luego la gangrena de las partes genitales, que engendraba gusanos. La respiración era fatigosa cuando estaba incorporado, y era desagradable por la fetidez de su aliento y lo precipitado del hálito. Por último, sufría con129 G. Claude E. Villec et al. Biología. Editorial Interamericana. Mc Graw-Hill, México, D. F. 1992, pp. 518, 1110, 1111. 130 Cf. Epístola de Pablo a los Gálatas, IV, 13-14.
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vulsiones espasmódicas, de una violencia insoportable” 131. Este cuadro patológico parece responder, efectivamente, a la temible sífilis que en ese tiempo debió estar muy difundida por las condiciones de promiscuidad que reinaban en amplios sectores de la población del Oriente Próximo (y no solamente de esta región), la falta de higiene y otras causas predisponentes. Herodes el Grande fue un individuo promiscuo y según la historia tuvo numerosas esposas y concubinas, entre ellas Doris de Jerusalén, Miriam la Asmonea (I), Miriam (II), hija de Simón, sumo sacerdote, Malthace, la samaritana, Cleopatra de Jerusalén, Pala, Fedra, Elpis132, etc. Siendo Saulo nieto (o sobrino – nieto) de este rey, es muy posible que haya portado la tara sifilítica y al mismo tiempo que haya adquirido este mal por su vida licenciosa. Los tratados de medicina describen a la sífilis justamente como una infección heredosifilítica, que puede transmitirse de una persona a otra por contacto sexual (la forma más frecuente), por simple contacto físico o al feto a través de la placenta de la mujer gestante. Si heredó la sífilis a través de su madre, se supone que estuvo marcado por los trastornos y afecciones psíquicas, como las alucinaciones, el estrabismo ocular y las malformaciones de sus extremidades inferiores: tibias en forma de “hoja de sable” (patizambo), a más de la nariz ganchuda y la calvicie prematura. Además, el mismo Saulo fue un libertino desenfrenado y en los progromos contra los enemigos del dogma y en las aventuras con Costobaro II, su hermano, dio rienda suelta a sus apetitos sexuales, por lo que pudo adquirir la sífilis por este medio, así que el mal le vendrá por doble vía: hereditario y adquirido. Cabe señalar que en los períodos secundario y terciario de la enfermedad, a más de los problemas patológicos en diversas vísceras (esplenomegalia – hipertrofia del bazo), 131 Flavio Josefo. Antigüedades judías. VII, 6. 132 Cf. Gerald Messadie. Op. Cit. Pp. 340-341.
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se presentan ulceraciones dérmicas de diversa intensidad y afecciones en la mucosa bucal, complicadas con un aliento repugnante. Recuérdese que él mismo dice: “...puestos a prueba por mi enfermedad, no me despreciasteis ni hicisteis ascos de mi...” (Epístola a los Gálatas, IV, 13 – 14). Pero lo más importante radica en que a más de estos trastornos orgánicos, también se presentan alteraciones psíquicas, primordialmente en los períodos tercero y cuarto, por afección directa del encéfalo y meninges. Estas patologías precisamente determinan las alucinaciones, visiones, delirios en los que el enfermo puede considerarse mensajero de Dios, sufre trastornos auditivos y cree oír voces extraterrenales. Ahora bien: en la literatura médica de décadas pasadas, prevalecía el criterio de que la sífilis es originaria de nuestra América y fue llevada a Europa por los primeros conquistadores y expedicionarios que acompañaron a Cristóbal Colón en sus viajes al Nuevo Mundo. Esto refuta con pruebas convincentes R. Ambelain133, quien señala que no fue llevada a Europa por los marineros del gran navegante genovés, sino que mas bien fue al revés: fue introducida por ellos a nuestro continente. Brevemente expuestos, sus argumentos son: I. Carlos VIII, rey de Francia, partió en su primera campaña de Italia en 1493 y se prolongo hasta 1496. Numerosos soldados ya retornaron contaminados por la enfermedad, especialmente de Nápoles, que fuera tomada en 1495. Igual sucedería con las tropas de Luis XII (campaña de 1499 – 1504); II. El 3 de agosto de 1492 parten Cristóbal Colón y su tripulación en tres naves, de Palos de Moguer (Andalucía) y retorna a Lisboa, Europa, el 4 de marzo de 1494. Otra vez viajan al 133 Cf. Robert Ambelain. Op. Cit., p.182.
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Nuevo Mundo el 25 de septiembre del mismo año y no regresan sino hasta 1496. Con justa razón Ambelain pregunta: “¿Cómo habrían podido, en solo seis meses que duró su regreso, contaminar los marinos de la Santa María, la Pinta y la Niña, primero desde Lisboa, luego desde Madrid y por último desde Barcelona, a tan gran cantidad de gente en Italia, donde jamás pusieron los pies durante ese período y simultáneamente a la expedición francesa?”134. Hasta aquí la cita de Ambelain. Ahora finiquitemos, desde otro punto de vista (médico), el problema del origen de la sífilis, descrita ya en la antigüedad en el Viejo Mundo, aunque no con el nombre que actualmente tiene. Este diferente enfoque, con el auxilio de las ciencias veterinarias, nos permitirá ampliar la argumentación de Ambelain y afirmar, sin ninguna duda, que esta patología de carácter infeccioso, efectivamente se originó en Eurasia y Africa, regiones desde las que se difundió a otras latitudes, como América, mas no fue llevada de nuestro continente a Europa, como todavía se afirma equivocadamente en algunas obras de medicina. Resulta que los treponemas que provocan una serie de enfermedades en varias especies de mamíferos, incluido el ser humano, son conocidos también como espiroquetas y se caracterizan porque son bacterias en forma de espiral. En el Homo sapiens sapiens, la sífilis es producida por el Treponema pallidum, que tiene una forma parecida a un tirabuzón. En los chimpancés, originarios de Africa, y en el ser humano, la enfermedad llamada “pinta”, una especie de tifus, es provocada por otra espiroqueta, el Treponema carateum, lo que demuestra de manera irrefutable, que estas enfermedades no son originarias de América precolombina, por la simple y contundente razón de que no se ha conocido la existencia de chimpancés en nuestro continente. Pero hay más: el Treponema paraluis – cuniculi, ¡es el causante de una espiroquetosis venérea benigna en los 134 Cf. R. Ambelain. Íbid., p. 182.
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conejos!, con lesiones moderadas en los genitales y ocasionalmente en labios y párpados, conociéndose la enfermedad como ¡sífilis del conejo!135. El Treponema hyodysenteriae, se considera causante de una grave infección gastro-entérica en los cerdos, que no rara vez desemboca en la muerte de los animales136. Es muy importante señalar en este asunto, lo siguiente: se ha comprobado que el conejo doméstico proviene del conejo de monte que había hace milenios en Europa y Asia. Se desconocía en tiempos de Aristóteles (S. IV a. n. e.), por lo que el célebre filósofo solamente habla de las liebres. En tiempos de César (S. I a. n. e.) el conejo de monte ya es citado por todos los autores latinos. Se relata que las legiones romanas le encontraron en España, razón por la que Catulo denomina a este país “Cuniculosa”137, es decir “Tierra de conejos”. Posteriormente se difundiría por toda Europa. En su orden los cerdos descienden de los jabalíes del Viejo Mundo, que desde tiempos inmemoriales deambulaban por sus praderas y bosques. Los cerdos, ya domesticados hace unos 9000 años138, vinieron a nuestra América durante los viajes de C. Colón. Por lo expuesto se deduce, de manera incontrastable, lo siguiente: - Una forma de sífilis hubo desde tiempos remotos en el Viejo Mundo; - De allá se introdujo en América a partir de su conquista y colonización; - Otros treponemas son causantes de enfermedades infecciosas en animales salvajes y domésticos de Europa, Africa y Asia; 135 Cf. D. C. Blood; Virginia P. Sttudert. Diccionario de Veterinaria. Editorial Interamericana- Mc Graw-Hill, Madrid, España, 1993, p. 1081. 136 Cf. D. C. Blood; J. A. Henderson; O. M. Radostis. Medicina Veterinaria. VI Edición Interamericana, México, D. F. 1988, pp. 751-755. 137 L. Bertin. La vida de los animales. Tomos I-II, Editorial Labor, S. A., Madrid, España, 1970, Tomo II. 138 Cf. G. Childe. Los Orígenes de la Civilización. Breviarios Nº 92. Edición: Fondo de Cultura Económica, México, D. F, 1982, p. 282.
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- Saulo de Tarso, herodiano promiscuo, por las manifestaciones de sus dolencias, sus trastornos orgánicos, afecciones visuales y auditivas, deformación de las extremidades inferiores, alucinaciones, etc., descritos por él mismo y por Flavio Josefo, así como por el mal que afectaba a sus antepasados de la línea de Herodes, con mucha probabilidad portó el mal sifilítico. Sin embargo, los historiadores oficiales del cristianismo son más que discretos para señalar estas cuestiones del creador de la nueva fe, porque suponen que una enfermedad como la sífilis, que nosotros la consideramos como cualquiera otra, puede empañar la imagen supuestamente impoluta que se quiere dar a “san” Pablo. Ni siquiera se admite que pudo ser un epiléptico, como Julio César. Nada de eso. 3. AUTORES Y CRONOLOGÍA DE LAS EPÍSTOLAS La ciencia actual ha demostrado fehacientemente, como ya vimos en líneas precedentes y para desilusión de los apasionados exegetas de las llamadas sagradas escrituras, que los autores de los evangelios nunca fueron testigos directos y presenciales de los acontecimientos que relatan, sino cuando más ¡compiladores! que en notable medida elaboraron sus relatos tomándolos de antiguas tradiciones orales en boga, del folclore popular y de las creencias de las primitivas comunidades judeo – cristianas, que se mezclaron con no pocas leyendas y fantasías. No siendo testigos de los acontecimientos, no describen en sus obras quién fue Jesús antes de convertirse en Cristo o Mesías, menos cómo transcurrió su vida y su obra en la tierra. Pero en el Nuevo Testamento tenemos no solamente los cuatro evangelios canónicos, ya analizados con algún detenimiento en capítulo anterior, sino también obras como Hechos de los Apóstoles, Apocalipsis, Epístolas de Pedro, Pablo, Jacobo y Judas, cuyos autores, todos ellos, elevados 119
a los altares y en consecuencia declarados santos, que gozan para eternas memorias en la corte celestial. ¿Con tanto santo, beato, las miríadas de ángeles, arcángeles, querubines y serafines, no tiene el paraíso problemas de explosión demográfica? Pues bien, comencemos por la controversial figura de Pablo, Paúl o Shaul de Tarso, autor de unas siete epístolas y de quien se duda que haya elaborado otras seis o siete. Resumiendo lo que hemos expuesto en anterior capítulo, podemos manifestar lo siguiente: En general los diferentes libros constituyentes del Nuevo Testamento, se formaron entre los siglos I-II de nuestra era-d n e. Sin embargo, una es la cronología que al respecto presenta la tradición religiosa y otra la que brinda la ciencia histórica. Así tenemos que de acuerdo a la Iglesia, el Evangelio más antiguo es el de Mateo, considerado uno de los 12 apóstoles, quien escribiría su Evangelio para los hebreos el año 42 d n e; el segundo sería el de Marcos, discípulo de Pedro, que habría compuesto para los romanos entre el 5657 d n e; el tercero, correspondería al apóstol Lucas, cuyo Evangelio estuvo destinado a los griegos, redactado el año 55. Estos tres son llamados sinópticos, es decir similares. Finalmente el apóstol Juan el Bautista, considerado el preferido de Jesús, según la Iglesia, autor del cuarto Evangelio y al mismo tiempo del Apocalipsis, no sinóptico, porque difiere radicalmente de los tres precedentes, habría escrito posteriormente a los tres, a fines del siglo I. Conforme a los datos de la ciencia la cronología varía notablemente: La elaboración de los evangelios efectivamente se correspondió en el tiempo con el gradual proceso de formación de los mitos sobre el Jesús-Mesías, una vez que se reveló el enviado de Dios a la Tierra, en condición de Dios-hijo, engendrado en el vientre de la Virgen María. Primeramente cabe aclarar que estos Evangelios tu120
vieron una tradición oral, al pasar el tiempo algunos elementos de los mismos fueron redactados en base a las prédicas atribuidas a Jesús y a los relatos sobre la vida del Rabí de Galilea. En consecuencia estos evangelios se formaron en un período comprendido entre mediados del siglo I d n e y los 80 del siglo II d n e. Pero de los 4 evangelios canónicos, es indiscutible que el más antiguo corresponde al de Marcos, no obstante que a este ¡le precedió un conjunto de escritos sobre leyendas y prédicas! Hechos de los Apóstoles, según la Iglesia, habría sido redactado por Lucas, el mismo autor del tercer evangelio y discípulo de Pablo de Tarso, el año 63 d n e, en Roma. De acuerdo a la historia, Hechos de los Apóstoles es el escrito más tardío del Nuevo Testamento. El autor es desconocido, aunque algunos historiadores sí admiten que pudo ser el mismo Lucas. En cuanto a la fecha de elaboración, se estima que fue redactado a fines del S. II d n e, con lo que se descartaría que el autor fue Lucas. Asimismo no se soslaya el hecho de que fuera redactado con el ánimo de crear una “historia” sobre el primitivo cristianismo. En cuanto a las Epístolas, tenemos lo que sigue: La Epístola de Jacobo, “hermano del Señor”, según la Iglesia, habría sido redactada entre el 42 – 55 de nuestra era, en Jerusalén; la I de Pedro, se atribuye al apóstol de este nombre, escrita entre 63 – 64, en Roma; la II de Pedro y I de Juan, corresponderían al período 65 – 66, la primera, efectivamente elaborada en Roma, y la segunda sería autoría del apóstol de este nombre, uno de los 12. 97-98 del siglo I en Éfeso. La II de Juan sería redactada a fines del siglo I, igualmente en Éfeso; la III de Juan, en la misma fecha y en el mismo lugar. La Epístola de Judas -¡no del aborrecido “Iscariote, por supuesto!, sino del bueno), habría sido creada entre el 63-65 del S. I, en Palestina. 121
En cambio la historia señala lo siguiente: estos monumentos literarios judeo-cristianos correspondientes al temprano cristianismo aparecieron a fines del siglo I y comienzos del II de nuestra era. Todas estas epístolas se intercambiaban las comunidades judeo-cristianas que habían surgido ese tiempo. Lo importante radica en que a los delegados de estas primeras comunidades religiosas se les llamaba apóstoles, lo que significa “mensajeros”. Dichos “mensajeros” o “enviados” con frecuencia entraban en éxtasis y “profetizaban”, presentándose supuestamente “a nombre del mismo Dios”, o de su Mesías Jesús (por cuanto en ese tiempo ¡todavía no se había consolidado el mito de Jesús-Dios!), a quienes se les habría revelado en sus visiones. Por lo tanto, de esta situación surgió ulteriormente la leyenda de que ellos fueron los apóstoles del mismísimo Cristo, Mesías o Ungido, no lo olvidemos. Del ideólogo del cristianismo. Las epístolas de Pablo, conforme a la versión de la Iglesia, tendrían la siguiente cronología: la dirigida a los Romanos, se habría elaborado el año 59 de nuestra era, durante su tercer viaje; la I a los Corintos, correspondería al año 58; sobre la II no tiene precisión cronológica la Iglesia; la Epístola a los Gálatas correspondería al año 56, redactada durante la primera prisión; la destinada a los Éfesos habría sido redactada el año 63. La Epístola a los filipenses la iglesia calcula que también fue escrita el año 63, durante el segundo viaje de Paulo; la Epístola a los Colosenses, asimismo sería elaborada el 63; la I a los Tesalonicenses, correspondería al año 53 y la II al año siguiente. La I a los Timoteos la Iglesia asegura que fue creada el año 65 d n e, después de la liberación de Pablo de la cárcel; la II a Timoteo, el año 67; la carta a Tito, el 64; la Epístola a Filemón, el año 63, durante la primera prisión; a los Hebreos, el año 65, luego de su liberación. La historia tiene otra lectura: 122
Las investigaciones efectuadas con calculadora electrónica en Suecia, confirmaron las conclusiones de los científicos, de que ¡únicamente las primeras cuatro o cinco epístolas pueden ser atribuidas a Pablo! En cuanto a las restantes, se considera documentos que pertenecen a la pluma de otros autores. Dichas epístolas que tratan cuestiones de fe, moral, administrativas y de mutuas relaciones con el poder, con el judaísmo, intercambiaban entre sí las aisladas comunidades judeo-cristianas y cristianas. En las mismas se puede apreciar la gradual separación del temprano cristianismo de su matriz judaica, las luchas internas en las comunidades y entre sus dirigentes (ese es el caso de los agrios desencuentros y disputas entre las comunidades de Palestina, más fieles al legado de Santiago, y las de Roma, que seguían la línea paulista), así como las búsquedas sobre compromisos de clase con el poder del Imperio romano. Además, se precisa que las epístolas más tempranas de Pablo son: A los Romanos; I y II A los Corintios; A los Gálatas, en su orden, fue elaborada en las postrimerías del siglo I d n e. Las demás se calcula que fueron redactadas entre los años 30 – 40 del siglo II, con exclusión de la Epístola a los Hebreos, que habría estado dirigida a una secta relacionada con los esenios de Qumrán, según la documentada obra “Nastol’naya Kñiga Ateista”139, o con los zelotes qumranitas, según investigaciones más recientes, y que habría sido redactada antes del año 132 d n e, fecha histórica que corresponde a la sublevación de Bar Kohba.
4. ¡LOS DOCE FUERON TRECE!
Según la tradición religiosa –porque en estos asuntos no estamos propiamente ante la historia, cuanto frente a leyendas- los apóstoles, discípulos y compañeros de Jesús, fueron 12, exactamente igual al número de tribus de Israel, 139 Cf. Op. Cit. Editorial de Literatura Política, Moscú, URSS, 1978, pp. 310-312.
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pero con el tiempo el número se incrementó a 13, e incluso a más, lo que demostraría que en las escrituras sacras también se realizan enmiendas y precisiones. De los doce apóstoles, once se corresponden y coinciden en todos los textos oficiales, y solamente uno varía y cuenta con dos versiones diferentes. He aquí esos 12 legendarios: 1. Simón, conocido en Arameo como Cefas, que traduce “piedra”, a quien la tradición católica le reconoce como el primer pontífice, aunque no existe un auténtico testimonio de esta cuestión en el Nuevo Testamento.; 2. Andrés, considerado hermano del anterior, sin un papel relevante en el desarrollo del cristianismo; 3. Joaquín y 4. Juan, ambos hijos de Zebedeo, llamados “Boanerges”, es decir “Hijos del trueno”, porque se supone que fueron gente de armas tomar, provenientes del grupo radical de los zelotes; 5. Felipe; 6. Bartolomé, estos dos apóstoles no han dejado mayor huella en la historia; 7. Tomás, llamado ulteriormente Dídimo, que en griego significa “gemelo”, a quien se considera que realmente fue hermano de Jesús; 8. Mateo, identificado a veces por Marcos y Lucas como Leví, es decir recaudador de impuesto e hijo de Alfeo, de acuerdo al Evangelio según Marcos; 9. Jacobo, también hijo de Alfeo, por lo que se cree que fue hermano del predecesor; 10. Simón el Cananeo (¡es decir ¡zelote!), identificado como ¡Cananita en la Biblia ortodoxa!, sin duda uno de los miembros zelotes del selecto grupo de Jesús; 11. Tadeo, conforme a los Evangelios de Marcos y Mateo, o Judas (Tadeo), hijo de Jacobo, de acuerdo con el Evangelio de Lucas y de Hechos de los Apóstoles. 12. Finalmente Judas Iscariote, con toda probabilidad 124
Judas el sicario o zelote, al extremo que en Hechos de los Apóstoles se dice: “24 Orando, dijeron: Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra a cual de estos dos escoges 25 para ocupar el lugar de este ministerio y el apostolado de que prevaricó Judas para irse a su lugar. 26 Echaron suerte sobre ellos, y Cayó la suerte sobre Matías, que quedó agregado a los once Apóstoles”.140 En primer lugar, apréciese lo que ya hemos señalado, que el número de apóstoles era 12; en segundo lugar, que Judas Iscariote para la fecha de este relato, había muerto –o más propiamente ¡le habían dado muerte!, porque en Hechos de los Apóstoles se describe que se precipitó de cabeza, “reventó y todas sus entrañas se derramaron” [Hechos de los Apóstoles, I, 18]; ¡entonces no se ahorcó, como afirma la tradición neo-testamentaria, pues es absurdo suponer que un ahorcado se “reviente” al caer y, lo más insólito, que sus entrañas se derramen, salvo que previamente se le haya abierto el vientre con un cuchillo! - y en líneas anteriores se da a entender que este desdichado apóstol, víctima de un inexorable destino y de los designios divinos, ¡ineludiblemente debía traicionar a su maestro para que se cumpla la profecía y para que el género humano pueda salvarse con el sacrificio del Mártir del Gólgota! Téngase en consideración al respecto una cuestión, que generalmente ha sido soslayada por algunos investigadores: ¡Judas Iscariote es el único apóstol extraño a Galilea, él solo es de Judea, mientras todos los demás son coterráneos de Jesús!, por lo que no es descabellado considerar la circunstancia de que en él se concentró la desconfianza y animosidad contra todo aquello que representaba la antigua religión, el judaísmo, una vez que comenzaron a separarse las primeras comunidades cristianas de su antigua matriz, luego de la derrota definitiva de Palestina a manos del Impe140 Cf. Hechos de los Apóstoles, I, 24-26.
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rio romano, así como por la franca conciliación con el poder imperial de parte de los dirigentes del flamante credo, en razón del ingreso a su seno de altos burócratas del Estado, ricos mercaderes, jefes militares, dueños de latifundios. Esto puede explicar que todo el odio se haya vertido contra Judas el sicario (Iscariote) y que haya pasado a la historia como un vil traidor, mientras paradójicamente la figura de Poncio Pilatos, el auténtico responsable de la ejecución de Jesús (¡con el visto bueno de la casta sacerdotal judía, servil al poder romano!), sea descrito como la de un hombre bondadoso, reacio a ejecutar al Rabí de Galilea. Por fin Paulo (Pablo, Saulo, como consta en “Antigüedades judías” de Flavio Josefo, o Shaúl, en el original hebreo) de Tarso, el antiguo perseguidor de cristianos, vinculado a actos de bandidaje y feroces represalias contra los insumisos al Sanedrín, en unión de su pariente Costobaro, como puede deducirse de los relatos de Flavio Josefo (citamos al respecto una vez más a este historiador, por la importancia de su relato y por cuanto sobre el mismo la historia oficial suele callar: “Asimismo, Costóbaro y Saulo reunieron en torno a sí, de una manera independiente, bandas de malvados, y aunque eran miembros de la realeza y contaban con el afecto de Agripa por su parentesco con él, eran violentos y prestos a robar los bienes de los más débiles. El resultado fue que a partir de ese momento sobre todo nuestra ciudad empezó a descomponerse y a marchar las cosas de mal en peor”141), entre otros autores antiguos, y de los mismos textos evangélicos; de linaje herodiano, hemos de insistir, nieto, igual que dicho Costobaro, de Salomé I, hermana de Herodes el Grande142, originalmente no fue un apóstol, nunca figuró en la lista de los 12, que hemos citado, pero ya conocemos que la Iglesia, experta en malabares, le convirtió en uno de los principales, junto a Simón o Pedro, 141 Cf. Flavio Josefo. Antigüedades judías, 2 tomos. Editorial AKAL Clásica, Madrid, España, 2002, Tomo II, Libro XX. 142 Cf. Robert Ambelain. El hombre que creó a Jesucristo. La vida secreta de San Pablo. Ediciones Martínez Roca, S. A. Barcelona, España, 1987, p.53.
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por lo que sería el apóstol número trece, olvidando su escabroso pasado y en consideración a los méritos que tuvo para con el poder emergente de la Iglesia, que señoreará prácticamente en toda la Edad Media. 5. ENREDOS DE LA “SÁBANA SANTA” Y VARIACIONES DEL MANTO DE LA VERÓNICA. Comencemos recordando que el Vaticano, en fecha posterior al reinado del Papa Juan XXIII, a quien motejaban “Rojo”, sin duda por ser menos fantasioso y supersticioso que varios de los Papas que le precedieron y le sucedieron (¡razón de peso para que no se haya pensado en su rápida santificación, como se hizo con el “inefable” Pío XII!), puso en tela de juicio la autenticidad de una y otra reliquias. Sin duda existe una amplia literatura sobre el llamado Santo Sudario, Manto, Lienzo Sagrado, Manto de Turín o Sábana Santa, y el Manto de la Verónica, además de que en algunas publicaciones, aparentemente científicas, se continúa insistiendo en cuestiones prodigiosas de dichas telas, conservadas como reliquias en diferentes iglesias de Europa, porque se cree que son las mismas con las que se amortajó el cadáver de Cristo o se limpió su rostro. Por manera que persiste determinado desconcierto en personas que de buena fe creen que se trata de genuinos objetos relacionados con la martirizante muerte e inhumación de Jesús. Sin embargo, ante la evidencia de las pruebas científicas esgrimidas en contrario, esto es que no se trata de verdaderas reliquias, especialmente en cuanto al Santo Sudario de Turín y al Manto de la Verónica, la Iglesia católica oficialmente declaró el año 1988 que la primera ¡era falsa! Y la segunda, ¡producto de leyendas!, aunque admitía la veneración de las mismas, considerando que eran objeto de culto de los fieles143 . En general, estos objetos hacen referencia a la tela (o telas) que supuestamente utilizó José de Arimatea para 143 Cf. “Gran Enciclopedia Larousse”, 26 tomos. Editorial Planeta, Barcelona, España, 1990, Tomo XXIII, p. 10043.
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cubrir el cadáver de Jesús, una vez que fuera descendido de la cruz. Pero debemos destacar que en las narraciones evangélicas de Marcos144, Mateo145 y Lucas146 se habla de una sola “sábana”, en tanto que Juan difiere radicalmente de los sinópticos, pues dice lo siguiente: “40 Tomaron pues el cuerpo de Jesús [una vez muerto, M. R.], y bañado en las especies aromáticas, le amortajaron con lienzos, según la costumbre de sepultar de los Judíos” (Juan, XIX, 40). Uno de los evangelistas debe tener la razón. ¿Cuál? Imposible saberlo, pero cualesquiera de ellos, echaría por tierra el asunto del “Santo Sudario”. A propósito de esa costumbre de la que nos habla Juan, señalemos que la circunstancia de que se haya solicitado a las autoridades romanas -¡concretamente a Poncio Pilatos!- que se entregue el cadáver de Jesús a sus deudos para darle sepultura en el huerto o jardín que poseía José de Arimatea en su casa, quien habría sido su discípulo y pariente (esto último según las tradiciones medievales, que incluso lo han considerado custodio del Santo Grial), demostraría que el Rabí de Galilea perteneció a una clase acomodada de su tierra, pues únicamente la gente pudiente disponía de un camposanto particular. Dicha conjetura se reforzaría todavía más, si tomamos en consideración que el cadáver de Jesús previamente fue rociado con sustancias aromáticas. Al judío común y corriente, ¡simplemente se le depositaba en un foso cavado en el suelo, se le cubría con tierra y se colocaba en el túmulo alguna señal de identificación, que no era la cruz, porque como símbolo de la nueva fe ésta fue aceptada solamente algunos siglos después. Además, existe otro asunto muy enigmático, no dilucidado hasta el presente: resulta que conforme la ley romana de la época, a un crucificado ¡le estaba absolutamente 144 Cf. El Evangelio según san Marcos, XV, 46. 145 Cf. El Evangelio según san Mateo, XVI, 59-60. 146 Cf. El Evangelio según san Lucas, XXIII, 53.
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negado toda forma de entierro!, dejándose el cadáver suspendido del madero para que sea sometido a la acción destructora de las aves carroñeras y de los elementos naturales. Así que si aceptamos el hecho de que fue enterrado, previo amortajamiento, significa que el pérfido y corrupto Pilatos, fue sobornado por alguna suma de dinero y únicamente después de esto permitió cumplir con el rito judaico, entregando el cadáver de Jesús a José de Arimatea. Igualmente nos encontramos frente a otro arcano: en el Evangelio según Marcos, versión original griega (a propósito, en el museo del monasterio católico de Echmiadzin, de Yerevan, capital de Armenia, tuve la oportunidad de conocer una de las más antiguas ediciones de la Biblia, ¡manuscrita!), José de Arimatea pide a Pilatos el soma, ¡es decir el cuerpo vivo de Jesús!, mientras que Pilatos, creyendo que Jesucristo ya había expirado, ¡recurre al vocablo ptoma, que en griego también significa cuerpo, pero muerto! Esto es tan evidente, cuanto que “soma” ha pasado al español con el mismo valor semántico original, mientras que de “ptoma” deriva el actual término ptomaina (tomaína), un alcaloide tóxico proveniente de la descomposición de las materias orgánicas y de los cadáveres. Por último estas singulares circunstancias plantean incógnitas todavía indescifrables: que José de Arimatea pida el cuerpo de Jesús a Pilatos para sepultarle en la tumba de su huerto, y que en una versión original de Marcos, le solicite entregarle el soma, es decir el cuerpo vivo y no el cadáver, ha servido de fundamento para que algunos investigadores planteen la tesis de que Jesús no murió en la cruz, sino después, tuvo descendencia y en este caso el Santo Grial, Sang Raal, no sería otra cosa que la “sangre real”, es decir el linaje jesucristiano, cuya custodia habría sido encargada a los enigmáticos Templarios (no obstante admiten que terminó triunfando la línea del “mensaje” y no la de la “estirpe” del Mesías); también el Corán (Cf. Op. Cit., IV, 157), dice: “No lo mataron, ni le crucificaron, sino que creyeron hacerlo”. 129
Por supuesto que otro grupo respetable de especialistas, considera que Jesús, efectivamente fue crucificado por los romanos y murió en esa forma. Con relación al tema central de la época desde la cual fueron venerados los sudarios, es importante señalar que aproximadamente en el siglo VII se encuentran ya algunas referencias a estas reliquias, objetos de culto en lugares como Istanbul, Compiegne, Besacon y especialmente Turín. En cuanto al Manto de la Verónica, según la tradición, se trataría de un paño con el que una piadosa mujer de dicho nombre enjugó el rostro de Jesús en el camino del Calvario, quedando impresos los rasgos faciales del Mártir del Gólgota en aquella tela. Pero en realidad no existe ninguna referencia concreta sobre este particular en los Evangelios, por lo que se ha considerado que dicho relato, engendrado en la fantasía, surgió posteriormente, como producto de una conjunción de algunas leyendas, siendo la principal aquella sobre una supuesta carta redactada por Jesús y enviada a Agbar, rey de Edesa, quien habría sufrido del temible mal de esa época: la lepra. Milagrosamente curado por Jesús, se cuenta que en reconocimiento al prodigio Abgar envió a un famoso pintor para que haga un retrato del Maestro. A la imagen muy pronto se le atribuyó propiedades milagrosas y empezó a circular la versión de que no otro que el mismo Jesús había impreso sus rasgos faciales en el velo o manto. Dos Reyes, dos Edesa. En este punto surge la primera inexactitud histórica: resulta que Abgar fue el nombre de varios reyes de Edesa, desde el siglo II a n e, hasta el S. III de la era actual; pero el relato en su conjunto, que carece de todo sustento histórico, ¡descansa en una tradición originada en Eusebio, quien se tomó la licencia de relatar esa legendaria correspondencia epistolar entre Abgar V, del siglo I y Jesús! Decimos legendaria, porque la ciencia histórica ha determinado de 130
manera fehaciente e irrefutable, que dichas cartas, ¡no son auténticas, no corresponden a la verdad y no encajan cronológicamente con los hechos, pues la conversión al cristianismo del pueblo del reino de Edesa, incluido su soberano, tuvo lugar en tiempos de Abgar IX, es decir a principios del siglo III d n e!, cuando el paganismo sufría las últimas implacables ofensivas del cristianismo triunfante. ¿Pero, qué fue de Edesa, en realidad? Se trata del nombre de dos pueblos: el más antiguo era una ciudad y centro de caravanas de la Mesopotamia septentrional en tiempos remotos, que a partir del siglo II hasta el X se constituyó en centro de la civilización y lengua siríacas, habiendo recibido su nombre de Seleuco I (355-280 a n e), sátrapa babilónico fundador de la dinastía de los seléucidas; a este pequeño reino alude la tradición; en cambio la segunda Edesa, que nada tiene que ver con el relato que reseñamos ni con la dinastía de los Abgar, fue un pequeño estado armenio (república de la extinta URSS). Lo cierto es que agotada la anterior versión, que no pudo asimilarse correctamente en la tradición cristiana por los evidentes desencajes que revelaba con relación a historia y cronología, surgió otra interpretación sobre este mismo manto: ya no sería el rey Abgar ¡sino una princesa!, Berenice, quien recibió la imagen, identificándose a ésta con la mujer del flujo de sangre, curada por Jesús: “20 Y, ¡mire! Una mujer que llevaba doce años padeciendo de flujo de sangre, vino por detrás y tocó el fleco de la prenda de vestir de él…” (Mateo, IX, 20). Transferida a Roma la leyenda, se convirtió en aquella que hace relación a la curación de Tiberio, gracias a una imagen similar que poseía una mujer y que después sería enviada al Papa Clemente. Así se explicaría la presencia de una imagen bizantina de Jesús en Roma, a la que se deno131
minará “Vera Icon”, que traduce ¡“Verdadera Imagen”! Lo cierto es que de Verónica imagen se terminó haciendo una mujer de carne y hueso. La leyenda se amplió todavía más, cuando a dicha mujer le convirtieron en esposa de Zaqueo, a quien supuestamente habría acompañado hasta Quercy (región en la cuenca de Aquitania) y a Rocamadour (actualmente Departamento de Francia, Municipio de Lot, en el alto Quercy), muriendo posteriormente en Soulac-sur-Mer (del Distrito francés de Burdeos). La verdad es que la antigüedad –ya lo habíamos manifestado- desconocía toda esta leyenda historiada, al extremo que el nombre de la Verónica ni siquiera consta en el martirologio romano. En las postrimerías del Medioevo los artistas concibieron a una Verónica sosteniendo con sus manos el manto en donde se habría impreso, prodigiosamente, el rostro de Jesús. Esta es la historia, y también la leyenda, del celebrado Manto o Lienzo de la Verónica. Polémica por el Sudario de Turín. Si el Manto de la Verónica ha suscitado polémicas, el denominado Santo Sudario de Turín ha provocado las más encendidas disputas en el mundo científico, entre los defensores e impugnadores de su autenticidad. Y esto, a pesar de que la mismísima Iglesia católica declaró en 1988 que el Sudario no era auténtico, como ya señalamos en capítulo anterior Resulta que el año 1986 el Vaticano, luego de un acuerdo entre tres laboratorios y la Academia de Ciencias Pontificia de Turín, consintió en que se llevasen a cabo pruebas de radio-carbono 14, para determinar de una manera bastante precisa la antigüedad del Sudario. Los resultados de datación, luego de exhaustivas pruebas que se prolongaron durante meses, finalmente se dieron a conocer a fines del año 1988, justamente el año en 132
el que la Iglesia admitió que el Sudario era falso, demostrándose que había tenido su origen entre los años 1260 y 1390 (¡con una seguridad del 95%!). Con estos fundamentos científicos, prácticamente irrecusables e irrefutables, sobre la antigüedad de la tela, el profesor Teddy Hall, del Oxford Research Laboratory, declaró: “Alguien adquirió simplemente un lienzo, lo falsificó y azotó. Yo no creo que el sudario de Turín tenga ya mucho interés”147. Pero, ¿cuál es la naturaleza de la tela con la que se construyó esta famosa falsificación? Se trata de un lino de 4x4 m x 1,9 m y 0,3 mm de espesor, tejido en esa época y por lo mismo nunca producida en Palestina en tiempos de Jesucristo. No obstante las vicisitudes –llamémoslo así, por el momento- de la Sábana Santa, han sido innúmeras, pues el Dr. Max Frei, un criminalista célebre, encontró residuos de polen en la tela, que serían, según él, procedentes de Europa, de Palestina y de Turquía, por lo cual concluía que el Sudario alguna vez “peregrinó” por esas regiones, distantes entre sí. Desde luego, estas conclusiones de M. Frei no merecieron el crédito de la comunidad científica, por la sencilla razón de que el mencionado investigador fue el mismo que por esa época autenticó una famosa patraña: ¡los “diarios de Hitler”! Los diversos rostros de Jesús relacionados con la eyenda del “Manto de la Verónica” y con representaciones de la Edad Media. ¿Cuál corresponde a la verdad?
147 Cf. The Independent, Gran Bretaña,, 14 de octubre de 1988.
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Arriba a la izquierda (1) : Manto de la Verónica de la Iglesia de San Bartolomé, en Génova. Abajo a la derecha (2): Otro Manto de la Verónica de la Iglesia de San Silvestre, en Roma. ¿Cuál mismo es el original? ¡Ambos y ninguno!
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Arriba, a la derecha (3), representación de Cristo, elaborada conforme a la piadosa leyenda del evangelista Lucas. Museo del Vaticano. Abajo a la izquierda (4), El Salvador, icono del S. XII. Ciudad Nóvgorod, Rusia.
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Adviértase que, aunque el original de El Salvador (4) revela tener ojos claros, es la representación que menos se alejaría de la de un judío, como fue Jesús, por la forma de los ojos, cejas y el pelo algo ensortijado. [Permítaseme una digresión al respecto: hay similitud de los “diarios”, con el burdo montaje del caso Roswell y la autopsia a la pobre muñeca “extra terrestre”. Los rollos de película “Kodak” utilizados en la filmación de la autopsia, si bien habían sido fabricados en 1947, jamás se demostró científicamente que habían sido utilizados el mismo año para filmar el proceso, Por eso se dice en la revista “Muy Interesante”: “El caso Roswell es el fetiche por excelencia de quienes creen en las visitas alienígenas a la tierra a bordo de rancias naves espaciales”148]. La primera referencia fundamental del Sudario arranca de 1389 y en una carta del obispo de Troyes, Pierre D’Arcis al papa Clemente VII, ¡se denuncia que se trata de una impostura! Sin embargo, a pesar de este antecedente, la oficialización de la tela como representación del “Sudario de Jesús”, por esa necesidad irrefrenable de parte de los ideólogos de la Iglesia oficial, de contar con reliquias y fetiches para embaucar a los creyentes, se debe al papa Sixto IV –Francisco de la Rovere-, pontífice entre 1471-1484, quien presentó la supuesta reliquia como auténtica en su libro “Sobre la sangre de Cristo”, escrita en 1464 y publicada en 1471. Por lo expuesto sucintamente, queda demostrado que siempre hubo polémica y sobre todo un manejo poco escrupuloso sobre este asunto. ¿Pero, existe alguna referencia sobre el sudario en el Nuevo Testamento? Quien lea con detenimiento el mismo se llevará una gran sorpresa y desilusión, pues no contiene ninguna. Por esta razón los investigadores L. Picknett y C. Prince, señalan lo siguiente:
148 Cf. Op. Cit., Año 11, Nº 124.
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“El único objeto sagrado mencionado en toda la Biblia es el arca de la alianza, y hay buenas razones para creer que los judíos, que rodearon a Jesús, nunca se desviaron de su mentalidad tradicional”149 Si no consta en los relatos del Nuevo Testamento y si algunas voces autorizadas de la Edad Media ya apuntaron a que no es auténtico, surge la pregunta: ¿Quién realmente creó (o forjó) el sudario y con qué fines?150 Algunos destacados autores, en base a sólidas investigaciones científicas, no descartan que pudiera ser uno de los más grandes genios que ha tenido la humanidad, Leonardo Da Vinci, personalidad multifacética realmente asombrosa: ocultista, alquimista, científico, pintor, líder de una organización religiosa secreta que veneraba a María Magdalena, esta última considerada la compañera sentimental de Jesús. Veamos esta cuestión. Leonardo y el sudario. Como resulta prácticamente imposible sintetizar todo lo que se ha escrito y se ha planteado en numerosas publicaciones científicas sobre el enigma del sudario de Turín, nos limitaremos en esta obra a realizar un muy rápido enfoque de las cuestiones que consideramos más importantes que atañen a este tema, así como el papel que se atribuye a Leonardo Da Vinci. El inteligente lector podrá sacar las conclusiones pertinentes. 149 Cf. L. Picknett y C. Prince. El enigma de la Sábana Santa. La revelación de una verdad escandalosa. Edición: Martínez Roca, S. A. Barcelona, España, 1996, p. 55. 150 En este punto me permito rectificar un pasaje del estudio “Grandes Temas Históricos”, que semanalmente publiqué en la revista de El Tiempo, “La Pluma”, desde el sábado 14 de diciembre de 1996 hasta el sábado 12 de julio de 1997 (en total, 20 entregas). En el Nº XIV, con el título “Enigmas de los Sudarios. Polémica por el Sudario de Turín” (Sábado, 3 de mayo de 1997), pregunto: “¿Quién falsificó el sudario y con qué fines?” Lo correcto debió ser: “¿Quién creó ese sudario?”, en virtud de que el mismo se considera la obra del intelecto e imaginación del insigne Leonardo.
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Para empezar, diremos que lo primero que se había advertido en la imagen impresa en el sudario era el hecho de que la figura de la cabeza no encajaba correctamente con relación al tamaño del cuerpo, porque aparecía notablemente pequeña y el conjunto daba la impresión de ser una imagen compuesta artificialmente. Ariel Aggieman, que realizó el año 1935 una reproducción del enigmático personaje del sudario, escribiría en el reverso de una postal con el retrato de Leonardo Da Vinci, lo siguiente: “Está usted contemplando una pintura con … la faz sagrada de Jesús…tomada del santo sudario de Turín”. ¿Por qué pensó así Aggieman? ¿Qué fue lo que le obligó a discernir de semejante manera? Probablemente la circunstancia de que él conoció que el sudario ¡era un autorretrato de Leonardo! Pero, de aceptarse esta tesis, ¿cómo explicarnos la manera en que logró hacer esto el genial pintor siglos atrás? Se ha investigado y se ha reflexionado profundamente al respecto, determinándose que Leonardo conoció los secretos que permiten captar una imagen del natural, es decir fue un precursor de la moderna fotografía. Por supuesto que en esos tiempos entrañaba un enorme riesgo poseer semejantes conocimientos, razón por la cual los experimentos relacionados con la óptica y las propiedades de la luz se llevaban a cabo en el más riguroso secreto. Esto no es una exageración si recordamos solamente un caso entre muchos, en el que la Iglesia católica reprimió implacablemente los más leves desvíos del dogma: los desdichados cátaros o albigenses (secta cristiana que existió primordialmente en Europa Occidental desde el siglo XI al XIV), acusados de heréticos, quizá, sobre todo, porque practicaban la equidad sexual y el vegetarianismo, porque creían en una forma de reencarnación, en la doctrina dualista de los dos orígenes: el bueno (Dios) y el malo (el demonio), que negaban el dogma sobre la muerte y resurrección de Jesús-Cristo y consideraban inútiles la cruz, los íconos y templos, fueron objeto 138
de una feroz cruzada por el Papa Inocencio III, siendo brutalmente exterminados el año 1244, a excepción de unos pocos, en lo que algunos autores consideran como el primer genocidio en Europa. Pues bien: se ha considerado que efectivamente fue el genio de Leonardo el que inventó el método denominado de “impresión natural”, consistente en presionar objetos pintados sobre un papel debidamente preparado. De acuerdo a Josef María Eder151, en su History of Photography, Leonardo recomendaba utilizar un papel con una mano de negro humo y “aceite dulce” sobre el que se presionaba una hoja de albayalde, obteniéndose una imagen negativa. Por lo demás, ya en el siglo I el poeta Estacio habría escrito sobre la conservación de imágenes en espejos chapados de plata y oro, mientras que Vitruvio (siglos I a n e – I d n e), ya conocía que el cinabrio o sulfato de mercurio reacciona a la luz, por lo que no se recomendaba utilizar en exteriores. Retornando a Leonardo, se ha determinado que este extraordinario artista fue el primero en utilizar la cámara oscura, pues el “Codex Atlanticus” contiene un diagrama que indica ¡el funcionamiento de dicha cámara! Y Cardán, poco después (1550) lograba aumentar la luminosidad de la imagen mediante el uso de una lente colocada en el orificio de la cámara oscura.152 Con estos antecedentes necesarios se concluye que Leonardo utilizó su propio rostro para crear la imagen del Sudario, en tanto que el cuerpo fue de otra persona (lo que explica la diferencia entre el gran tamaño del cuerpo y la menor dimensión de la cabeza), sometiéndolos a un proceso fotográfico. Todo esto llevará a los investigadores a señalar que el sudario de Turín es un trabajo de un excepcional ingenio, que debe haber ocupado mucho tiempo y un gran secreto al genial maestro. 151 Cf. J. M. Eder. Columbia University Press, 1945. En: L. Picknett y C. Prince. Op. Cit., p. 217. 152 Cf. Gran Enciclopedia Larousse. Op. Cit., Tomo X, p. 4513.
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Definitivamente, la Iglesia primitiva no conoció ningún sudario. Además, el Nuevo Testamento no ofrece en absoluto alguna descripción del aspecto físico de Jesús, pero si leemos los Apócrifos, de esa lectura podemos deducir que Jesús no era como estamos acostumbrados a verlo en las representaciones de Occidente: de elevada estatura, buena contextura física, un rostro ciertamente bello, barba y cabello rubios, como si se tratara de un nórdico, cuando él fue un semita, asunto que se trata con más detalle en otro capítulo. Esta, entonces, es una imagen simplemente creada por la imaginación de artistas que así imaginaron que debió ser Jesús, y en lo que debió influir no poco el retrato del sudario de Turín. Pero hemos manifestado que de la lectura de los Apócrifos, se deduce que el Profeta no era alto, sino mas bien de estatura mediana y un tanto cargado de espaldas, nada de rubio, ojizarco ni cosas por el estilo. Esto, asimismo, contradice totalmente la imagen de la sábana santa, pues en la misma el cuerpo que se ha proyectado tiene una longitud –es decir una estatura- nada menos que de ¡203 centímetros por la parte delantera y 208 por la posterior! Esto es así, porque Leonardo habría creado la imagen del sudario, Para ello debió juntar la imagen de su propio rostro y el cuerpo de otra persona, como ya hemos manifestado. Pero no se trata de pintura, sino de una composición fotográfica o la proyección de una imagen mediante el uso de la luz y sustancias químicas que el genial maestro conoció en su tiempo. Por todo lo expuesto, el Vaticano, hace casi dos décadas (en 1988), cuando todavía no estuvo penetrado por tan exacerbado misticismo y conservadorismo, como actualmente, admitió que la sábana santa era falsa, pero lo que faltaba era conocer quién la hizo y por qué razón. Esto último quizá tenga su respuesta en un pensamiento categórico del mismo Leonardo Da Vinci:
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“Son muchos los que trafican con engaños y milagros simulados, embaucando a la multitud necia; y, si nadie desenmascarase sus subterfugios, se impondrían a todo el mundo”. V. UN LIBRO DE ANATEMAS Y VISIONES. “Comerás pan de cebada, que cocerás en rescoldo de excrementos humanos (es decir ¡en brasa de excrementos humanos!) y a la vista de esas gentes. 13. Y me dijo Yavé: Así comerán los hijos de Israel su pan inmundo en medio de las gentes a las cuales les arrojaré”. Ezequiel, XII, 12- 13. (¡Qué coprológica disposición del buen Yahvé! M. R. L.) -0-0-0-0“Una vaga vida había primero flotando en el agua, y aprendió a unirse haciéndose célula. La vida es asociación. La habilidad de los organismos para asociarse: el progreso de la vida” Ernesto Cardenal. Cántico cósmico. 1. Antiguas revelaciones. Las profecías no son particularidad del Nuevo Testamento. Se encuentran varias de ellas en el Antiguo Testamento y han servido de “testimonio” o “antecedente”, no solamente de las profecías neo-testamentarias, sino de otros sucesos –prodigios, milagros- que se relatan en este libro. Sin embargo, procede aclarar que en la antigüedad muchas de las llamadas profecías y revelaciones, como el 141
Apocalipsis de Juan, frecuentemente correspondían a visiones (sueños) en las que se reflejaban los anhelos, esperanzas, temores o supersticiones de las gentes, generalmente privadas de cultura, muchas de ellas analfabetas y por lo tanto fácil presas de esas creencias. En efecto, cuando las gentes de esos tiempos no conocían la causa de muchos de los fenómenos de la naturaleza, ni tampoco los límites entre los sueños y la realidad, entonces creían en ese mundo de seres y sucesos extraterrenales, fabulosos e incomprensibles. En el Nuevo Testamento los sueños-revelaciones no faltan. Por ejemplo las revelaciones se le presentaron a José, el progenitor de Jesús, durante el sueño, si hemos de creer a Mateo (I, 18-21); en ese sueño un ser sobrenatural –un ángel- le aconseja que no repudie a su esposa María, a quien se podría considerarla que incurrió en adulterio al encontrarse embarazada de alguien que José, su esposo, no conoce: “18. La concepción de Jesucristo fue así: Estando desposada María, su madre, con José, antes de que conviviesen, se halló haber concebido María del Espíritu Santo. 19 José, su esposo, siendo justo, no quiso denunciarla y resolvió repudiarla en secreto. 20 Mientras reflexionaba sobre esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido de ella es obra del Espíritu Santo…” (A propósito de esta situación: aunque María, esposa ante la ley de José, haya tenido relaciones carnales con el Espíritu Santo, a consecuencia de lo cual queda embarazada, el hecho no deja de ser adulterio). En el mismo Mateo, quien revela tener una fecunda fantasía, se describe el sueño de los reyes – magos de no presentarse ante Herodes: “12. Advertidos en sueños de no volver a Herodes, se tornaron a su tierra por otro camino” Cf. Mateo, II, 12). Otro sueño-visión recomienda a José huir a Egipto: 142
“13. Partido que hubieren, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo ‘Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo” –Mateo, II, 13). A la par con estas supersticiosas maneras de entender e interpretar los sueños, en los que intervenía diligentemente el ser supremo Yahvé –por cuanto el cristianismo con su Trinidad todavía se encontraba en la “infancia” en esos tiempos-, también se hacían presentes alucinaciones, autosugestiones, estados de éxtasis, que se entendían como auténticas profecías. Las “profecías” y “revelaciones” del Nuevo Testamento se asimilaban displicentemente a partir de aquellas del Antiguo Testamento. Por ejemplo el sacerdote hebreo Ezequiel, habla sobre la invasión de los escitas en los siguientes términos: “Fueme dirigida la palabra de Yavé, diciendo: 2. Hijo de hombre vuelve tu rostro a Gog, de la tierra de Magog, príncipe soberano de Mesec, de Túbal y profetiza contra él, 3 y di: Así habla el Señor, Yavé: Heme aquí contra ti, príncipe soberano de Mesec y Túbal; 4 yo te atraeré y pondré freno en tus mandíbulas, y te sacaré a todos tus ejércitos, caballos y jinetes, de todo en todo equipados, muy gran muchedumbre con rodelas y escudos, todos con su espada…”153 En seguida se alude a la inminente invasión, propiamente dicha. Pues bien: ¿a qué se refiere en estos pasajes Ezequiel, considerado personalidad histórica? ¡A la invasión de los escitas –de la región de Magog-154; por esta razón se dice Gog, “de la tierra de Magog”, que moraban en ese tiem153 Cf. Ezequiel (Antiguo Testamento), XXXVIII, 1-4. 154 Fueron un pueblo originario de Asia Central, que se desplazaron hacia Occidente en los siglos VIII – VII a n e. Luchadores aguerridos, vencieron a los cimerios y se apoderaron del Cáucaso y las llanuras al norte del Mar Negro; ulteriormente penetraron en Asia Menor, siendo expulsados de allá por los Medos. Prácticamente desaparecieron del escenario histórico entre los SS. IV – II a n e. Cf. La Enciclopedia SALVAT, Bogotá, Colombia, 2004, Tomo VII, p. 5345.
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po en Oriente Próximo. Sin embargo, los posteriores redactores de las “escrituras sagradas”, alteraron este relato y ¡lo convirtieron en profecía! Pero hay algo todavía más interesante y más insólito: aproximadamente 6 siglos después de este suceso, el autor del Apocalipsis, por desconocimiento de la historia, ¡describe a Gog y Magog ¡como dos personajes que se presentarán en el juicio final!. Justamente por estas inconsistencias en el Apocalipsis leemos: “7. Cuando se hubieren acabado los mil años, será Satanás soltado de su prisión y saldrá a extraviar a las naciones que moran en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y Magog, y reunirlos para la guerra, cuyo ejército será como las arenas del mar…” (Cf. Apocalipsis, XX, 7). Reiteramos: la confusión y la falta de conocimientos histórico-geográficos es tan evidente, que el autor de Apocalipsis, describe a Gog y Magog como los personajes que se rebelarán al fin del mundo, es decir cuando “se hubieren acabado los mil años”. Por todo esto confunde a Magog, denominación del país de los escitas, como dijimos y a Gog, el representante o gobernante de dicho pueblo, ¡convirtiéndolos en dos naciones! Por lo expuesto, se demuestra que la “profecía” no tiene absolutamente el mínimo sustento racional, porque se ha construido en base a un relato mal entendido o interpretado del Antiguo Testamento. 2. Anatémico, escatológico, alegórico. Concretamente hablando del Apocalipsis, nos remitimos, con las indispensables precisiones introducidas en estos últimos tiempos, a lo que escribimos hace 20 años al hablar sobre el cristianismo155. 155 Cf. M. Robles López. Fuentes y Mitos del Cristianismo. 2 tomos. Editorial: Universidad de Cuenca, 1986-1987, Tomo II, 2. El Apocalipsis, ¿premonición del futuro?.
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De un estilo alegórico, visionario y escatológico, la Iglesia estima que esta obra fue escrita por el apóstol y evangelista Juan el Bautista, uno de los 12 apóstoles, el año 68 de nuestra era, en la isla de Patmos, ubicada cerca de la costa occidental del Asia Menor, frente a Mileto, la patria del primer filósofo, Tales. Sobre esto aseveran Ireneo, Clemente de Alejandría, Orígenes y San Jerónimo. De acuerdo a otras versiones igualmente cristianas, esta obra se compuso entre los años 41 -54 d n e156, o entre 96 – 98 d n e157. Para la ciencia histórica toda esta cronología es inconsistente. El Apocalipsis que tanto gustan citar nuestros políticos y moralistas, aunque algunos de ellos no sepan de qué mismo se trata ni cómo se originó, constituye la primera obra del Nuevo Testamento. Científicamente se ha determinado que la parte fundamental fue escrita entre el 9 de junio del año 68 del siglo I d n e y el 15 de enero del mismo siglo. La obra se constituye de 22 capítulos y 431 versículos. De acuerdo a las investigaciones filológicas, al estilo utilizado, a las cuestiones cronológicas que contiene, a las referencias y datos que se brinda, se concluye que el Apocalipsis de ninguna manera pudo ser escrito por el autor del Evangelio de San Juan, por el apóstol de este nombre, como aseveran los teólogos e historiadores cristianos. Por otra parte, quien escribió el Apocalipsis, indudablemente fue un personaje de gran autoridad entre las primitivas comunidades cristianas, incluso es factible que se llamara Juan. Pero la ciencia histórica no puede agregar nada más a esto. ¿Por qué y cómo surgió el Apocalipsis? ¿Es acaso un libro de inspiración divina, un texto sagrado que profetiza el futuro, como afirman teólogos y exegetas bibleístas? En realidad, la verdad no es ni la una ni la otra. En primer lugar el Apocalipsis fue engendrado por las ilusorias exigencias de los creyentes, especialmente de los pobres y discriminados que en aquella época fueron víctimas de innumerables re156 Según: Nastol’naya Kñiga Ateísta. Editorial POLITIZDAT, Moscú, 1978, p. 312. 157 Según: La Sagrada Biblia, Versión Nácar-Calunga.
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veses no solamente militares, sino de la vida cotidiana, que, por otra parte, les fue pródiga en privaciones y sufrimientos. Por ello que desesperados, dirigieron sus miradas a lo que consideraban la última esperanza: la venida del mesías, ya anunciada reiteradas veces en los libros del predecesor judaísmo. Recuérdese, a propósito, que los textos de los profetas mayores y menores del Antiguo Testamento, como ya vimos al comienzo de este título, se encuentran saturados de visiones y también de motivos apocalípticos, de profecías, de mensajes futuristas. Particularmente la literatura profética de dicha obra, escrita exclusivamente por judíos, constituye el germen del que fueron tomados modelos, ideas y leyendas del Apocalipsis cristiano. Esta literatura profética se encuentra, valga la insistencia, en los libros de Esdras, del profeta Isaías, del profeta Ezequiel, ya mencionado, del profeta Daniel y en algunas otras producciones similares. En dichos trabajos lo más característico es el tono futurista, la particular visión del mundo a través de extraños acontecimientos escatológicos. Exegetas modernos como el religioso protestante estadounidense J. Smart158 o Lee Tan Paul159, han pregonado francamente la “actualidad” de las profecías bíblicas e incluso no ocultan el carácter parasitante del miedo de las personas frente al futuro que es inherente a un sistema en el que prevalecen las injusticias y los anacronismos. Especialmente en el Eclesiastés se ponen de relieve las contradicciones de los acontecimientos que se producen, su mutua dependencia, todo lo cual se interpreta desde un plano religioso muy pesimista y mediante la intervención de fuerzas sobrenaturales:
“Todo tiene su tiempo, y todo cuanto se hace debajo
158 Cf. J. Smart. The Old Testament in dialogue with modern man. Philadelphia, 1964 (En: Gonchenko, P. G. Kritica religioznij konceptsii o “kontsé mira”. Editorial: Visshaya Shkola, Kiev, Ucrania, 1979, p. 32). 159 En. P. G. Gonchenko. Op. Cit., p. 32.
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del sol tiene su hora/ 2. Hay tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado;/3. Tiempo de herir y tiempo de curar, tiempo de destruir y tiempo de edificar…”; “10. Yo he mirado el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que en él se ocupen/ 11. Todo lo hace El apropiado a su tiempo, y ha puesto además en el alma la idea de la perduración, l sin que pueda el hombre descubrir la obra de Dios desde el principio hasta el fin…”; “14. Conocí que cuanto hace Dios es permanente y nada se le puede añadir, nada quitar, y hace así Dios que se le tema/ 15. Lo que es, eso fue ya, y lo que fue, eso será, y Dios vuelve a traer lo que ya pasó”160 En el libro del profeta Daniel, junto con otros que no se incluyeron entre los canónicos del Antiguo Testamento, se aprecia con evidente claridad un ulterior desarrollo de las concepciones escatológicas de esta primera parte de la Biblia. Allí igualmente se habla del mesías que después será simple y llanamente plagiado por el autor de las Revelaciones: “Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y vi a un anciano de muchos días, cuyas vestiduras eran blancas como la nieve y los cabellos de su cabeza como lana blanca. Su trono llameaba como llamas de fuego y las ruedas eran fuego ardiente/ 10. Un río de fuego procedía y salía delante de él y le servían millares de millares y le asistían millones de millones. Sentose el juez y fueron abiertos los libros…”; /13. Seguía yo mirando en la visión nocturna, y ví venir en las nubes del cielo a un como hijo de hombre, que se llegó al anciano de muchos días y fue presentado a éste/ 14. Fuele dado el señorío, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio es dominio eterno que no acabará nunca, y su imperio, imperio que nunca desaparecerá”161 ¿Existen mayores diferencias entre estos libros proféticos del Antiguo Testamento y el Apocalipsis neo-testa160 Cf. Eclesiastés, III, 1-3; 10 – 11; 14 – 15. 161 Daniel. VII, 9-10; 13-14.
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mentario? No, ciertamente. Posteriormente, este personaje “a un como hijo de hombre”, se identificó como el mesías judaico y en el Nuevo Testamento se asimilará su modelo ideológico-fisonómico para formar el mesías-Jesús o Jesucristo, al extremo que en Mateo existe una trascripción casi literal de este párrafo del Antiguo Testamento, lo que, por otra parte, prueba de manera fehaciente la casi total asimilación de los textos del Nuevo Testamento a partir de los judaicos. “Te conjuro por Dios vivo; di si eres tu el Mesías, el hijo de Dios/ 64. Díjole Jesús: Tú lo has dicho. Y yo os digo que un día veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Padre y venir sobre las nubes del cielo”162. En los otros libros del Antiguo Testamento que nos permitimos mencionar, se pueden observar similares situaciones que sirvieron de base para la elaboración del Apocalipsis. Únicamente es necesario manifestar que su bien informado autor no profetizó el fin del mundo ni cosa por el estilo, como afirman desaprensivamente no pocos exegetas de la Biblia, cuanto ¡pronosticaba la caída del Imperio romano y la liberación del pueblo hebreo del odioso yugo extranjero, así como de la casta sacerdotal y de las élites aristocráticas entregadas al poder romano! Eso era todo. Por lo demás, el Apocalipsis ha sido, en esencia, para no pocos jerarcas del Vaticano y de las otras ramas del cristianismo, ni más ni menos que una obra sediciosa e incluso herética, que tuvo que ser canonizada y aceptada por el oficialismo religioso, en razón de que la masa de creyentes aprobaba su contenido rebelde que desenmascaraba y fustigaba a los gobernantes déspotas y aseguraba la venida del siglo de oro. Léase al respecto la valiosa obra del historiador inglés A. Robertson.163. En cuanto a la época de redacción de esta obra, el 162 El Evangelio según san Mateo. XXVI, 63-64. 163 Archibal Robertson. Proisjozhdenie jristianstva. (Orígenes del cristianismo) Editorial Inostrannoy Literatura. Moscú, URSS, 1959.
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asunto no deja de ser interesante. Resulta que en el capítulo XVII, se relata sobre una visión de una gran ramera de siete cabezas, sentada sobre una fiera, que nos permitimos trascribir en su integridad: “Llevóme en espíritu al desierto, y vi una mujer sentada sobre una bestia bermeja, llena de nombres de blasfemia, la cual tenía siete cabezas y diez cuernos/ 4. La mujer estaba vestida de púrpura y grana y adornada de oro y piedras preciosas y perlas, y tenía en su mano una copa de oro, llena de abominaciones y de las impurezas de su fornicación./ 5 Sobre su frente llevaba escrito un nombre: Misterio: Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra…” “Aquí está el sentido, que encierra la sabiduría. Las siete cabezas son siete montañas sobre las cuales está sentada la mujer…”164. Cabe señalar que este alegórico lenguaje no constituía ningún misterio para los antiguos cristianos y no cristianos del Imperio romano. ¿Por qué? Por cuanto una sola ciudad de ese tiempo y de ese entorno geográfico del Mediterráneo, Roma, estaba sentada “sobre siete cabezas que son siete montañas”. Pero surge una interrogante: ¿Por qué el autor la denomina “Babilonia la grande, la madre de las rameras…” y no por su propio nombre? Esto obedecía a que Roma todavía era muy fuerte y condenarla abiertamente habría significado por lo menos la cárcel o, en el peor de los casos, la crucifixión o decapitación. Entonces, el autor se ve obligado a recurrir a la alegoría, a la representación simbólica, denominando a Roma como Babilonia, ciudad esta última que, dicho sea de paso, hace siglos que yacía en ruinas. ¿Cuándo fue redactado este texto? La misma Biblia nos ayuda en esta tarea: “10. Y son siete reyes, de los cuales cinco cayeron, el único existe y el otro no ha llegado todavía, pero cuando venga permanecerá poco tiempo”165 164 Apocalipsis, XVII, 3-9; 9. 165 Íbidem. XVII, 10.
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Previo a la explicación de este pasaje, debemos señalar que Federico Engels, el ilustre compañero de Carlos Marx, fue quizá el primero que dilucidó esta cuestión en sus trabajos “Bruno Bauer y el cristianismo primitivo”, “El libro de las Revelaciones” (1883), “Sobre la historia del cristianismo primitivo”. El asunto es el siguiente: antes de tornarse imperio, durante mucho tiempo Roma fue república. Y los soberanos, denominados Césares, aparecieron al caer la República, en vísperas y aurora de nuestra era. Los cinco que cayeron fueron: Augusto, que surge al terminarse el segundo Triunvirato y al desaparecer definitivamente la mencionada república, por obra principal de Cayo Julio César, asesinado en los Idus de marzo (15 de marzo) del año 44 de nuestra era, en pleno Senado, por un grupo de conjurados; luego Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. “El uno existe”, no se refiere a otro que a Servio Sulpicio Galba, que corresponde al sexto rey o César y que gobernó a los 72 años de edad, solamente 7 meses, falleciendo trágicamente en una conspiración preparada por Otón. El otro que “no ha llegado todavía” es uno de los romanos que se disputaba el poder a la muerte de Galba: Salvio Otón, que le dio muerte sobornando a los pretorianos, y el general Aulo Vitelio, igualmente proclamado César por las legiones del Rin. Al fin, Otón resulta el séptimo, que realmente gobernó poco tiempo. “La bestia que era y ya no es, es también un octavo, que es de los siete, y camina a la perdición”166. Este pasaje se refiere a la sublevación del falso o seudo Nerón, en el Oriente del Imperio y justamente a este personaje se alude con los epítetos de la “bestia”, el “anticristo” y así por el estilo. 3. El Anticristo. “11 Yo seguía mirando a la bestia a causa de as grandes arrogancias que hablaba su cuerno, y la estuve 166 Cf. Apocalipsis, XVII, 11.
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mirando hasta que la mataron, y su cuerpo fue destrozado y arrojado al fuego para que se quemase.12/ A las otras bestias se les había quitado el dominio, pero les había sido prolongada la vida por cierto tiempo! Daniel. Visiones proféticas, VII, 11-12. -o-o-o“19 Y vi a la bestia, y a los reyes de la tierra, y a sus ejércitos reunidos para hacer la guerra al que montaba el caballo y a su ejército. 20 Y fue aprisionada la bestia, y con ella el falso profeta que hacía señales delante de ella, con las cuales extraviaba a los que habían recibido el carácter de la bestia y a los que adoraban su imagen; vivos fueron arrojados ambos al lago de fuego, que arde con azufre. 21 Los demás fueron muertos por la espada que le salía de la boca al que montaba el caballo y todas las aves se hartaron de sus carnes”. Apocalipsis. XIX, 19-21. En este punto vale mencionar el famoso Anticristo. Este es, según esas visiones y creencia apocalípticas, el temible enemigo que comanda el ejército de las tinieblas contra los soldados de Cristo, en la más famosa batalla que antecederá al surgimiento del Reino mesiánico de los mil años. Los partidarios de las interpretaciones apocalípticas identificaron al anticristo con el monarca asirio Antíoco Epifanes, que persiguió a los judíos de manera despiadada y ordenó erigir un altar a Júpiter Olímpico en el mismo Templo de Jerusalén (168 a n e)167. Tiempos después, el candidato a Anticristo sería el depravado y ciertamente feroz Calígula; otros creían ver a la “Bestia” apocalíptica y su número (666) en el odiado Nerón. Durante el Medioevo también algunos pontífices, como Rodrigo Borgia, llamado Alejandro VI (Játiva, 1431 – Roma, 1503) se hicieron merecedores a semejante “galardón”. Re167 Cf. Royston Pike. Diccionario de Religiones. Op. Cit., pp. 27-28.
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cordemos que Alejandro VI fue un papa degenerado, concupiscente, cruel, experto en envenenamientos, de quien se dice que incluso tuvo sus relaciones incestuosas con su hija Lucrecia Conforme a las representaciones del Apocalipsis de Juan el Anticristo sería efectivamente el adversario de Cristo, que se presentará para la última batalla contra la Iglesia, antes del fin del mundo y la segunda venida de Cristo. El resultado de esa batalla será la victoria definitiva de Cristo. Este mito sobre el Anticristo ha sido inescrupulosamente utilizado tanto por la Iglesia, como por los gobiernos fundamentalistas del imperialismo estadounidense para denigrar a los adversarios del Vaticano y del imperialismo. Por ello en tiempos de la guerra contra Irak, durante los gobiernos de Bush padre e hijo, el Anticristo se ha identificado con el dictador Saddam Hussein, que alguna vez ¡fue aliado del imperialismo! Pero a nadie en Occidente, absolutamente a nadie, se le ha ocurrido imaginar que Bush hijo bien podría ser el Anticristo, a pesar de que primordialmente él y su equipo gubernamental son los responsables de un atroz genocidio en Afganistán e Irak, que no tiene parangón en la historia de los últimos años. Especialmente en este último país, a consecuencia de la invasión y la criminal guerra desatada, con la vil mentira de que Irak tenía armas de destrucción masiva, químicas y biológicas, mantenía relaciones con la red terrorista Al Qaeda y que querían implantar la democracia en esa desdichada nación, pero en realidad todo fue para apoderarse, cual piratas modernos, del petróleo, del gas e instalar bases militares en esa región; como resultado, se ha causado la muerte de ¡más de 600.000 personas! -1’500.000, según estudios de las mismas universidades de EE. UU.!-, la mayoría de ellas provenientes de la población civil, centenares de miles de mutilados, despojados de sus bienes, sometidos al terror, la miseria y a vivir en condiciones mucho más desastrosas que las que se vivía en tiempos del ex dictador. Lo indigno e in152
fame es que el Vaticano, con el pontífice a la cabeza, se ha comportado como una auténtica tapadera, pues nada ha dicho de los horrores desatados por el gobierno de EE UU en esa región del globo. Mientras tanto Ben Laden, el otro antiguo socio del clan Bush, también fue señalado como el Anticristo. En tiempos de la Revolución de Octubre y la guerra civil encendida por sus adversarios en la extinta URSS, el clero ortodoxo declaró que las transformaciones que se producían testimoniaban la inminente venida del Anticristo. El Anticristo de Friedrich Nietzsche, es completamente diferente, pues se trata de un trabajo filosófico cuyos aguzados dardos lanza contra los tres grandes “negadores del instinto de la vida”: la razón socrático-platónica; el judaísmo y el cristianismo, este último calificado como “rebaño de los oprimidos”. Con un singular estilo aforístico, una prosa incomparable, este filósofo “vitalista”, de ideas muy conservadoras y anti-positivistas, condena cáusticamente el cristianismo y a Pablo, su principal ideólogo: “Lo que el Salvador era en sí, su doctrina, su muerte, hasta lo que siguió a su muerte, nada de esto se mantuvo intacto, nada conservó el menor parecido con su realidad. San Pablo traslada sencillamente el centro de gravedad de la existencia detrás de esa existencia, poniéndole la mentira de Jesús resucitado. Él no podía valerse, en realidad, de la vida del Salvador, necesitaba la muerte en la cruz y todavía le era indispensable otra cosa. Dar crédito a la sinceridad de un San Pablo, que venía de la sede principal del racionalismo estoico, cuando por medio de una alucinación se preparó la prueba de la supervivencia del Salvador, a dar crédito al relato de que fue él quien tuvo esa alucinación, sería una verdadera sandez en un psicólogo: San Pablo quería el fin, luego quería también los medios. Lo que él mismo no creía, lo creyeron los imbéciles entre los cuales lanzó su doctrina. Lo que él buscaba era el poder: No podía valerse más que de ideas, de enseñanzas, de símbolos que tiranizan a las 153
multitudes y hacen de ellas rebaños. ¿Qué fue lo que Mahoma tomó después del cristianismo? Aquello de que San Pablo fue impúdico inventor, su procedimiento de tiranía sacerdotal para formar rebaño: la fe en la inmortalidad, es decir, la doctrina del juicio final”168 Por manera que no procede confundir el Anticristo constante en Revelaciones del Nuevo Testamento, obra mística, de supersticiones y visiones escatológicas, con El Anticristo, Maldición del cristianismo (es el título completo que no siempre se encuentra en las obras de este autor) de F. Nietzsche, un filósofo idealista, que anatemiza vehementemente el cristianismo, pero desde su particular concepción conservadora, que ensalza al aristócrata, que cree en la moral de los amos, del “súper hombre”, y que desprecia al plebeyo, al débil, al miembro del “rebaño”. Por lo expuesto, ninguno de los dos anticristos me convence. 4. Arde la “gran ramera Babilonia” F. Engels en su medular investigación igualmente demostró que el Apocalipsis fue elaborado entre la segunda mitad del año 68 y los inicios del 69, y en base a estos datos pudo descifrar el sentido del “número de la bestia”: 666, que identificaba al emperador Nerón, a quien la historia oficial ha acusado injustamente del incendio de Roma, pero como expusimos detalladamente en una publicación anterior169, él no fue el autor, pues los datos de los que se dispone actualmente y el estudio concienzudo del Apocalipsis, señalan que los autores fueron cristianos fanáticos. En efecto, el autor de la Revelación al referirse al espantoso incendio de Roma, ¡habla en tiempo pasado y recurriendo al participio del verbo caer!: “…Ha caído, ha caído Babilonia (se entiende que se refiere a Roma, de manera embozada, por las convincen168 Cf. Friedrich Nietzsche. Obras Inmortales. 4 Tomos. EDICOMUNICACIÓN, S.A. Barcelona, España, 2003, Tomo I, El Anticristo, XLII. 169 Cf. M. Robles López. El Mundo Político Grecorromano. Publicación de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Cuenca, 2003.
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tes razones ya señaladas. M. R.), la gran ciudad, porque ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación…”170 ; “Ví a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la ví, quedé asombrado y con gran asombro…”171 ¿Cómo puede ser esto profecía, cuando se trata de una alusión evidentísima al incendio de Roma y la consiguiente maldición por la represalia de la que fueron objeto los fanáticos pirómanos? Por esto mismo Juan dice: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas (¿Qué plagas? ¡Pues el incendio, con todos sus horrores! M. R.); 5/ porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y dios se ha acordado de sus maldades. 6/Dadle a ella como ella os ha dado, y pagadle doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó la bebida, preparadle a ella el doble”172 En este pasaje se revela el rencor que anida en el corazón de Juan, por lo que incita a la venganza, a aplicar la ley del talión, es decir a que Roma sufra como castigo un daño igual al que causó como represalia a los incendiarios. Por esto mismo el Apocalipsis intelectualmente se encuentra más próximo al judaísmo con su sistema de valores inexorable, antes que al mensaje éticamente más indulgente que se encuentra en varios pasajes de los Evangelios. Incluso se describe la tragedia por boca de quienes observan el dantesco espectáculo desde lejos: “Y los reyes de la tierra que han fornicado con ella, y con ella han vivido en deleites, llorarán y harán lamentación sobre ella, cuando vean el humo de su incendio,/ 10 parándose lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay!, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu juicio..”. 170 Apocalipsis, XIV, 8. 171 Íbidem, XVII, 6. 172 Íbidem. XVII, 4-6.
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“Y todo piloto, y todos los que viajan en naves, y marineros, y todos los que trabajan en el mar, se pararon lejos; /18 y viendo el humo de su incendio dieron voces, diciendo: ¡Ay, ay de la gran ciudad en la cual todos los que tenían naves en el mar se habían enriquecido de sus riquezas; pues en una hora ha sido desolada”173. ¡Irrefutable!: se trata del incendio de Roma. Por ello se dice que ubicándose lejos del flagelo, ven el humo del incendio; pero, además, ¡habla de pilotos, de pasajeros y mercaderes, de naves y marineros! ¿Podía esto referirse a babilonia? Definitivamente no, porque esa antigua ciudad carecía de puerto y hace más de 2000 años ya había entrado en irreversible declinación. ¿Entonces? Se describe el siniestro ¡desde el puerto de Ostia! (Ostia Antica), de gran importancia para Roma en la antigüedad, para el abastecimiento de mercadería, alimentos –primordialmente trigo- y diversos productos que ingresaban a través de ella, provenientes de las colonias. (Para mayores detalles véase: M. Robles L. El Mundo Político Grecorromano. Op. Cit.). 5. El antiguo culto al cordero. En el Apocalipsis asimismo se hace alusión con frecuencia al “cordero”, en razón de que todavía no estuvo conformado en este primitivo monumento literario del cristianismo, el modelo antropomórfico de Jesús: “Pelearán con el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el señor de señores y el Rey de reyes, y también los que están con El, llamados y escogidos, y fieles”174. ¿Por qué justamente el “cordero” para referirse al Mesías? La cuestión estriba en que la oveja, que es uno de los más antiguos animales domesticados por el hombre y que tiene como su remotísimo antepasado al muflón o musmón, desde los tiempos más remotos y en los pueblos más apartados y variados del Viejo Mundo, fue objeto de culto, divinizada, íntimamente relacionada con el totemismo, una 173 Apocalipsis. XVIII, 9-10; 17-18. 174 Íbidem. XVII, 14.
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de las formas tempranas de religión, conforme ha vimos en el primer tomo. De esta manera, casi todos los pueblos de la antigüedad veneraron a la oveja: en Egipto fue uno de los animales sagrados que se consagraban al Dios Amón; en la antigua Grecia a la divinidad protectora de la fauna y la ganadería, Hermes, hijo de Zeus y de la pléyade Maya, se le representaba frecuentemente con un cordero sobre sus hombros; en Roma, en honor a Fauno, se realizaban las festividades denominadas “lupercales” (de Luperea), en las que se ofrendaba al Dios Fauno vacunos y ovinos, y de las pieles de cabras se hacían cinturones con los cuales los sacerdotes del culto pagano recorrían la Colina Palata, asestando rebencazos a las mujeres que encontraban en el recorrido, quienes aceptaban de buen grado, porque creían que así se libraban de la esterilidad. En Babilonia, igualmente en el templo de la divinidad Anu se sacrificaba anualmente 50 carneros, 8 corderos, 2 toros, 1 ternero, 4 jabalíes, aves y se brindaba gran cantidad de pan. La antigua fiesta hebrea de la pascua se realizaba a base del sacrificio del cordero en la primavera, época en que generalmente paren los animales. Para aplacar a los dioses y espíritus, sacrificaban a los corderos, con su sangre rociaban las tiendas de los hebreos y se servían la carne. Además, a los corderos se les quemaba, porque creían que a través del fuego el “dios-antepasado” –el cordero-, retornaba a la vida. Posteriormente en el cristianismo sus fieles comenzaron a tomar el pan y el vino que “simbolizaba” el cuerpo y sangre de su dios, el Mesías-Cordero, todo lo cual es un rito absolutamente mágico. También la Trinidad cristiana, en los tiempos más tempranos, se representaba en forma de Dios-padre, un anciano de aspecto bondadoso (diferente al feroz Yahvé), en cuyo hombro descansa una paloma, el Espíritu Santo, y en las rodillas del anciano, el Cordero, entregado como sacri157
ficio en aras de la salvación de la humanidad. Por manera que el cordero simboliza, en este caso, al Dios-hijo JesúsCristo o Jesús-Mesías (el Ungido). Todo lo brevemente expuesto, demuestra que el cristianismo no es original en esto del cordero como símbolo de una divinidad. Por lo tanto, cualquier especulación en el Apocalipsis como un libro que profetiza el futuro, no pasa de ser eso, por que los investigadores ya han determinado que entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento existe una sucesión retroactiva. En otras palabras: No es el Antiguo Testamento el que predice los acontecimientos del Nuevo Testamento, y en su orden éste se revela como ejecutor de aquél, sino todo lo contrario: los redactores de los textos del Nuevo Testamento cristiano encontraron y utilizaron los textos del Antiguo Testamento judeo-cristiano, que según ellos pudieron referirse al mesías, formando así la “historia” de Jesús175 , es decir que el mito convirtieron en historia. Podemos concluir señalando, entonces, que en el Apocalipsis no tanto existen profecías (a más del “fin del mundo”, el “reino de los mil años” o el “juicio final”, propiamente ideas escatológicas sobre el destino final del mundo y la humanidad, que tuvieron la influencia de las correspondientes ideas del zoroastrismo, de la antigua religión egipcia y primordialmente del mesianismo judaico), cuanto un encendido discurso de protesta y maldición, primordialmente contra Roma, porque el nuevo credo todavía no había conciliado con la “Gran Ramera de Babilonia”, e igualmente sus maldiciones se lanzan contra el orden injusto, contra la descomposición moral. Pero este libro neo-testamentario también nos permite descubrir el espíritu que animaba a los dirigentes y adeptos del nuevo credo en ese viraje del mundo antiguo que entraba en su declinación.
175 Cf. Nastol’naya Kñiga Ateísta. Op. Cit.,p. 322.
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II. PARTE. DE BELÉN AL GÓLGOTA -Develando los mitos-
I. EN GRUTAS Y CUEVAS NACEN LOS DIOSES. “Cuando te hayas liberado de los dioses del cielo y de la tierra, […]¡oh hermano!, saldrás del infierno y alcanzarás tu cielo”. Sebastián Faure. Doce pruebas que demuestran la no existencia de Dios. La historia nos enseña que no únicamente el Jesús mitificado, sino también otros dioses, como Hermes, Dionisos, Horus, Zeus, y desde luego el principal contendor de Jesús en los primeros tiempos, Mitra, igualmente nacieron en cuevas. M. Robles L. ¿Cuándo realmente comenzó el nuevo milenio?; ¿fue el 1 de enero del año 2000, el 31 de diciembre del mismo año o el 1 de enero del 2001? Los entendidos no se pusieron de acuerdo, por cuanto el problema no es tan simple, como podría creerse. Es que en su comprensión, al menos en este Hemisferio Occidental en el que vivimos, no solamente intervienen factores puramente cronológicos y matemáticos, sino también arraigados ritos y creencias religiosas en los que tiene un papel determinante la fuerza de la tradición. 159
1. En diciembre hace mucho frío
Primeramente señalemos que la noción de la era actual y del nuevo milenio se vincula primordialmente con el nacimiento de Jesús o Jesucristo (esta última denominación corresponde al nombre y apelativo unidos del fundador de la nueva religión de esa época), a partir del cual se calcula la nueva era en Occidente. Pero el problema comienza precisamente con Jesús. En efecto, sobre su nacimiento, en el Nuevo Testamento escriben únicamente los evangelistas Mateo y Lucas que, cronológicamente, son el segundo y el tercero, aunque en la Biblia se señale que Mateo es anterior a Marcos y por consiguiente el primero. Pero bien: Mateo correlaciona su relato del nacimiento de Jesús con la “matanza” de los niños menores de dos años en Belén, supuestamente por orden del cruel Herodes el Grande, al no encontrar a Jesús, el futuro rey, que subrepticiamente habría sido llevado a Egipto. En efecto, Mateo dice lo siguiente: “16. Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que habían en Belén y en todos sus alrededores, conforme el tiempo que había inquirido de los magos”176. Únicamente procede señalar al respecto que Herodes el Grande nació en Ascalón el año 73 a n e, falleciendo en Jericó el año 4 a n e; según consideran algunos autores, como Flavio Josefo, a consecuencia de una infección venérea, pues se trataba de un promiscuo incorregible. Lucas difiere totalmente de Mateo (así que las “sagradas escrituras” no son tales, menos todavía pueden catalogarse de precisas) y no comunica nada con relación a la huida a Egipto de Jesús y sus progenitores, María y José, menos todavía sobre la fantástica muerte de los infantes; pero en lugar de este suceso relata sobre el traslado de la sagrada familia a Belén con relación al censo de población 176
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Cf. Mateo II,
que habría tenido lugar en Judea, por disposición del procurador romano en Siria, Cirenio (o Quirino), conforme al edicto promulgado por Augusto César, de que todo el mundo sea empadronado. Citemos esta referencia: “2. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria./ 3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.4/ Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David…” 177 Estas dos versiones referenciales del natalicio de Jesús, son absolutamente incompatibles y contradictorias entre sí. En efecto, si hemos de creer a Mateo, Jesús nació bajo el reinado de Herodes, quien, como testimonia la historia, ¡falleció en el año 4 antes de nuestra era (a n e)! Esto significaría que el macabro “degollamiento de los infantes” ordenado por Herodes, tuvo lugar antes de la muerte de Herodes y por consiguiente el pequeño Jesús debía haber contado entre unos meses a dos años de edad. Por lo tanto, resultaría que Jesús no nació precisamente el 25 de diciembre del año 1 de nuestra era, sino posiblemente ¡5 o 6 años antes de nuestra era!, muriendo probablemente de 35 a 36 años de edad, durante el gobierno de Poncio Pilatos, representante del Imperio romano. Sin embargo, si aceptamos la versión de Lucas sobre el empadronamiento, entonces tenemos que conforme a fuentes históricas fidedignas dicho censo o empadronamiento tuvo lugar en el año 6 o 7 de nuestra era, ¡no antes! Esto significaría que Jesús para esa fecha debió tener un año de edad y en consecuencia su nacimiento debió ocurrir el año 5 o 6 de nuestra era (d n e) y su muerte en la cruz sería antes de cumplir los 30 años. Por lo demás, existen muy serios y fundamentados cuestionamientos con relación al supuesto degollamiento de niños ordenado por Herodes I el Grande, y todo parece indicar que semejante relato debe ser ubicado en el campo de las fábulas, por lo siguiente: en primer lugar, es verdad 177
Cf. Lucas, I, 2-4.
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que Herodes el Grande fue considerado un libertino violento, aunque no exento de capacidad: ordenó la ejecución de numerosos de sus parientes, principalmente de su esposa, de su suegra e incluso ¡de sus tres hijos!, Filipo, Herodes Antipas y Arquelao, al conocer que uno de ellos preparaba un complot en su contra. Esto probablemente dio lugar al surgimiento de esa leyenda sobre la muerte masiva de los niños, ¡solamente varones!, desde recién nacidos hasta los 2 años de edad. Por estas razones, un historiador serio, meticuloso y competente como Josefo Flavio, que aborrecía sin reserva alguna a Herodes el Grande y que no silenciaba ningún delito cometido por él, no obstante ¡no escribe una sola palabra sobre la fabulosa matanza de los infantes! Es que semejante barbaridad, nunca tuvo su realización. Asimismo se considera que la fuente de esta leyenda se encuentra en el Antiguo Testamento, y en esto coinciden varios autores: Moisés se salva de las pérfidas intenciones del faraón, de eliminar a los recién nacidos si son varones hijos de hebreos, gracias al temor que las parteras sentían por el Dios [verdadero] si cometían semejante acto: “16 sí, llegó al extremo de decir: “Cuando ayuden a las hebreas a dar a luz y de veras las vean en el asiento para partos, si es hijo, entonces tienen que darle muerte; pero si es hija, entonces tiene que vivir” 17 Sin embargo, las parteras temían al Dios [verdadero], y no hacían como les había hablado el rey de Egipto, sino que conservaban vivos a los varoncitos” (Cf. Éxodo, I, 16-17); también porque Moisés es salvado por el especial celo y preocupación de la hija del Faraón, que encarga el cuidado del infante luego de que este fuera salvado en un arca de papiro (Éxodo, II, 1-10). Otra referencia más cercana se encuentra en el relato de Jeremías, que prácticamente se lo entiende como el cumplimiento de una profecía: “En Ramá se está oyendo una voz, lamentación y llanto amargo; Raquel que llora a sus hijos. Ha rehusado ser consolada acerca de sus hijos, porque ya no son” (Jeremías, XXXI.15). 162
La versión de Lucas tampoco resiste la crítica: en primer lugar si se acepta la tesis de que el empadronamiento fue en Judea, ¡no pudo llevarse a cabo por disposición de los romanos en territorio gobernado por Herodes! ¿Por qué razón? Por cuanto Herodes fue formalmente un gobernante (rey o reyezuelo, si se quiere) soberano y amigo de Roma. Entonces, en esas condiciones, Roma no podía ordenar semejante censo en territorio regido por su aliado. La situación pudo cambiar únicamente a su muerte, cuando su hijo Arquelao, que le sucedió, fue privado del sillón soberano, por manera que recién entre el 6 y 7 de nuestra era, Judea se convirtió en provincia del imperio romano. Por otra parte, ¡no se trataba de un censo poblacional sino de bienes!, lo que demuestra de manera evidente el desconocimiento y los errores en los que con frecuencia incurrieron los redactores del Nuevo Testamento. En efecto, Tito Flavio Josefo en su afamada obra “Antigüedades Judías”, señala lo siguiente: “También Cirenio se presentó en Judea, al haber sido agregada ésta a la provincia de Siria, para llevar a cabo el censo de las propiedades judías y para vender los bienes de Arquelao. Y los judíos, aunque al principio no querían en absoluto oír hablar de catastro, fueron cediendo en lo más de su oposición, al convencerlos el Sumo Sacerdote Joazar, hijo de Boeto. Y ellos, haciendo caso de los consejos de Joazar, censaban sus bienes, sin dudarlo lo más mínimo. Pero un hombre, concretamente Judas, perteneciente a la región de Gaulanítide y oriundo de la ciudad de nombre Gamala, con la colaboración del fariseo Saduco los incitó al levantamiento, por un lado diciéndoles que el censo no comportaba ninguna otra cosa más que una evidente esclavitud…”178 Evidente: era un censo de bienes, para gravar con mayores impuestos a la población y por eso se justificaba la resistencia a dicha medida. En tercer lugar, tenemos otro craso error histórico: 178 Cf. Flavio Josefo. Op. Cit. Editorial AKAL Clásica. 2 volúmenes. Madrid, España, 2002, Tomo II, Libro XVIII, 1-3 (pp. 1078-1079).
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si Cirenio dispuso el censo, tenía que ser en Judea, región que dependía directamente de Roma, ¡pero no en Galilea, en donde gobernaba Herodes Antipas!179 Por lo demás, que todos tengan que trasladarse a su lugar de nacimiento para ser empadronados, como asegura Lucas, no corresponde a la realidad: los romanos no tenían para qué exigir semejantes desplazamientos de la población, porque sencillamente procedían a censar o registrar a los habitantes en el lugar en el que residían al momento de llevarse a cabo el proceso. En cambio los hebreos sí exigían que se cumpla con este requisito, porque siempre fueron fieles a las tradiciones, como aquella que tiene que ver con las 12 tribus; entonces, no solamente se esforzaban por determinar el número de habitantes, sino también su procedencia, su lugar de origen180 . Lo indiscutible es que no se conoce fecha cierta del nacimiento de Jesús ¿Y el mes y día? Mucho menos. Entonces, ¿cómo es que el cristianismo, en general, asegura que fue en la noche entre el 24 y 25 de diciembre del año 1 de nuestra era (la Iglesia ortodoxa es una excepción, pues conmemora la Natividad el 6 de enero, fiel a la antigua tradición vinculada al calendario juliano, mas no gregoriano)? Se trata de una fecha absolutamente arbitraria, que no tiene ningún fundamento histórico y que ¡fue apropiada del paganismo! Previamente señalemos que en relación a la Natividad, Navidad o nacimiento de Jesús, pueden establecerse tres períodos marcados: el primero, en el que no se festejaba el natalicio, que se prolonga desde los comienzos del cristianismo hasta mediados del siglo IV; el segundo, en el que prevalecen motivos cristianos con evidentes influencias paganas. En realidad, el cristianismo con relación a muchos ritos, creencias y tradiciones, ¡jamás se despojó totalmente del legado pagánico!; el tercero, que es el actual, con un 179 Cf. Weddig Fricke. El juicio contra Jesús. Editorial Martínez Roca. Serie: Enigmas del cristianismo. Buenos Aires, Argentina, 1994, p. 80 y ss. 180 Cf. Zenón Kozidovskiy. Skazania Evangelistov. Moscú, Editorial POLITIZDAT, 1979, p. 152.
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contenido notablemente deformado y vinculado a una sociedad de consumo, de enormes inequidades, en las que los privilegiados derrochan y hacen ostentación de sus riquezas, mientras los pobres, que son mayoría, pasan hambre y necesidades. La fiesta de la natividad no entró de inmediato en el culto cristiano. Las primeras comunidades judeo-cristianas y cristianas, no conocían esta festividad, como ya señalamos, razón por la cual no conmemoraban natalicio alguno. ¡Únicamente a partir del tercer siglo se comenzó a festejar en el mes de enero una fiesta de triple contenido: el nacimiento, el bautizo y la revelación de Dios-Jesucristo! Es tan evidente esta cuestión que anotamos, que hasta el tercer siglo la Iglesia cristiana no estuvo interesada en las circunstancias en las que nació Jesús, cuanto que en una de las primeras y más antiguas representaciones de Jesús infante, encontrada en la catacumba de San Sebastián (Roma, Italia), que corresponde al S. IV de nuestra era, ¡se le representa envuelto en pañales, a la manera egipcia, con una aureola alrededor de la cabeza!, junto a José y María, un toro y un asno. Semejante composición resulta claramente inspirada en el culto de Isis y en los evangelios apócrifos del Nuevo Testamento. 2. Los predecesores: el “Sol Invencible” y el divino Mitra. ¿Por qué resolvió la Iglesia católica, de manera definitiva, conmemorar el 25 de diciembre el nacimiento de Jesús? Por cuanto cada 25 de diciembre, en esas latitudes, se produce el solsticio de invierno, cuando la duración de los días empieza a prolongarse (esto es muy notable en el Hemisferio Norte) y se incrementa gradualmente la fuerza calórica del astro-rey. Entonces, en esa fecha en los cultos inmemoriales se rendía veneración a la divinidad que hacía posible la vida, el sol y se festejaba el renacimiento de la flora, vital para las sociedades antiguas, que dependían pri165
mordialmente del agro para su existencia. Para esa época, además, el cristianismo ya había logrado consolidarse en Roma, centro del imperio más poderoso de la antigüedad y a donde llegaban gentes de todos los confines. Concretamente, en esta fecha los romanos festejaban el nacimiento del “Sol invencible” – “Dies natalis Solis invicti”, como respetuosamente le llamaban sus fieles. Los festejos eran muy célebres y a lo grande: bailes, festines, copiosas libaciones, intercambios de regalos, igual que en nuestros tiempos; la vida económica y política prácticamente se paralizaba, las instituciones y oficinas no laboraban, las escuelas, que ya existían en aquella época, se cerraban e incluso los esclavos, último estamento social de ese mundo injusto y despiadado, tenían asueto para divertirse y conmemorar libremente el singular acontecimiento. Una segunda gran razón fue que en el mismo corazón del Imperio romano, una divinidad muy popular, de una antigua religión llegada de Oriente Medio, competía exitosamente con el nuevo credo procedente de Palestina, aunque en fin de cuentas fue derrotada. Nos referimos a Mitra, la divinidad principal del mitraísmo, dios de los persas y de remoto origen hindú, que encarnaba la luz, salud, fecundidad, sabiduría y santidad, reputado adversario del mal, opuesto al pecado y las tinieblas. En consecuencia, coincidía en estas importantes creencias con el naciente cristianismo. Cabe destacar que los mismos escritores de Occidente admiten que llevado al Asia Menor, centro de civilización en tiempos pasados, el mitraísmo ulteriormente se difundió, en gran parte gracias a las legiones del imperio, por todo el mundo romano y fue uno de los principales obstáculos para la consolidación del flamante credo cristiano. Pero bien: en la antigüedad, cuando todavía no surgía el cristianismo y en los primeros tiempos de éste se conmemoraba tanto el natalicio de Mitra, como el del “Sol invencible”, ¡el 25 de diciembre de cada año!, en las grandes fiestas 166
que se realizaban en su honor ¡tomaban activa participación los primeros grupos de fieles de la nueva religión! Entonces, los antiguos dirigentes del culto cristiano, comprendiendo lo difícil que resultaba para ellos convencer a los adeptos del flamante credo que se abstuvieran de participar en aquellas fiestas paganas, resolvieron conmemorar el natalicio de Jesús, que originalmente no tenía ninguna tradición. Así surgió la fecha del 25 de diciembre (6 de enero para la ortodoxia) para recordar que Jesús había nacido en esa fecha en la aldea de Belén, lo que se resolvió ¡recién en el siglo IV, después del año 313, fecha del Edicto de Milán, cuando se oficializa la nueva religión, y concretamente el año 354 de nuestra era, en tiempos del emperador romano Constantino el Grande, es decir cuando ya habían transcurrido por lo menos 358 o 348 años del nacimiento del mesías!, si hemos de seguir las nada coherentes y convergentes versiones de Mateo y Lucas, respectivamente. Incluso en una obra enciclopédica muy difundida en los países hispano-hablantes, se señala algo similar: “Es posible que los papas, al celebrar el 25 de diciembre el nacimiento de Cristo, quisieran apartar a los fieles de la solemnidad pagana del solsticio de invierno. En 345, el día de Navidad era fiesta en Occidente; el Oriente, que celebraba la Navidad el 6 de enero, adoptó el 25 de diciembre por influencia de San Juan Crisóstomo y de San Gregorio Nacianceno”181. El nacimiento de Osiris, Adonis, Tamuz y otros dioses de la antigüedad, igualmente se festejaba con toda pompa, muchos siglos antes que el nacimiento de Jesús182 Sin embargo, esas divinidades que en su tiempo fueron muy veneradas por centenares de miles e incluso de millones de fieles, hace mucho que perdieron su vigencia y de ellos so181 Cf. Gran Enciclopedia Larousse, Tomo XVI, p. 7697. 182 Cf. A. Bélov. Rozhdetsvo Xristovo (Nacimiento de Cristo) Editorial POLITIZDAT, Moscú, URSS, 1975; Ambrosio Donini. U istokov jristianstva (En las fuentes del cristianismo) E. POLITIZDAT, Moscú, 1979; Zenón Kozidovskiy. Skazania Evangelistov (Relatos de los evangelistas) E. POLITIZDAT, Moscú, 1979, etc.
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lamente queda un vago recuerdo. En general, sobre la vida, obras y muerte de esos seres sobrenaturales solamente sabemos por los mitos que se han conservado. Algo similar sucede con el nacimiento de Jesús, pero el culto de este suceso no fue establecido de inmediato, como ya hemos anotado, razón por la cual la literatura cristiana de los siglos I y II de nuestra era, ¡no revelan ningún dato, absolutamente ninguno, con relación a la festividad del natalicio!. Haciendo algunas precisiones manifestamos que hacia la segunda mitad del siglo II solamente se conmemoraba la resurrección y la pascua, una y otra antiguas celebraciones de cultos paganos y del judaísmo (sobre todo la pascua). ¿Por qué no se conmemoraba el prodigioso nacimiento del “Hijo de Dios” engendrado en el vientre de una “virgen” terrenal? Por la sencilla razón de que en esos tiempos los primitivos cristianos ¡no conocían nada sobre la fecha del nacimiento y menos sobre las condiciones “milagrosas” en las que había sido engendrado el Mesías o Ungido!, en virtud de que el mito todavía no se había elaborado y por lo tanto estaba muy lejos de convertirse en historia oficial. Por tal razón, ¡no hay fecha de nacimiento de Jesús en los Evangelios, se trate de canónicos o apócrifos (u ocultos)! Pasó el tiempo, las primeras sectas judeo-cristianas y después solamente cristianas, se multiplicaron, el número de adeptos a la nueva religión ya era grande en la mayoría de regiones del Imperio romano y en consecuencia el nuevo credo competía dificultosamente con los cultos paganos que todavía gozaban de acogida y revelaban notable presencia en Oriente Próximo y Medio, Egipto, Grecia y, por supuesto, en la capital imperial, Roma, en donde el culto al Dios-Sol y a Mitra convocaba a grandes multitudes, como ya anotamos, tanto que fue el principal competidor del cristianismo. Por tal motivo, hacia mediados del siglo IV el natalicio del futuro Mesías empezó a conmemorarse, ¡pero en 168
los primeros días de enero!, como actualmente acostumbra la Iglesia ortodoxa. Finalmente en el año 354, en Roma, la conmemoración fue trasladada de principios de enero al 25 de diciembre, como ya anotamos, razón por la cual uno de los llamados Padres de la Iglesia, Juan Crisóstomo, durante el sermón de Navidad del año 386 manifestó: “No son más de diez años que el día del nacimiento del Salvador nos es conocido”183 Entonces, cuando el cristianismo prácticamente triunfa sobre sus concurrentes, particularmente sobre el mitraísmo y es declarado religión oficial del decadente Imperio romano en esos tiempos de Constantino, fácilmente asimiló a su culto la popular y famosa fiesta del Dios Sol invicto, tanto más que los apologistas ya habían logrado consolidar la mitificación de Jesús-Cristo, presentado como “…el único y auténtico “sol de la salvación”184 Por lo expuesto, reiteramos en señalar que la fecha oficial no corresponde a la verdad. Queda por aclarar un asunto: en el inmenso imperio zarista, la fiesta de la Navidad se implantó ¡únicamente en el siglo X, una vez que se llevó a cabo la cristianización de esa vasta región; en su orden, en el Nuevo Mundo este proceso se puso en marcha ¡recién a partir de 1492, con el denominado “descubrimiento” y colonización! Algo admirable e insólito que una fecha tan trascendental, como es el nacimiento de un ser divino, ¡no haya sido conocido, menos festejado por gran parte de la humanidad durante siglos! Lo señalado se ratifica con el tema de la adoración de los reyes magos a l recién nacido: originalmente no había el componente de estos personajes en la Navidad y ya a partir del siglo IV, unas veces se representaban tres reyes magos, otras veces, cinco e incluso doce. Pero el asunto de fondo radica en que al principio no se hacía referencia a estos personajes, sino a cinco sabios y sus nombres que 183 Cf. A. Belov. Op. Cit. , p. 33. 184 Cf. Ambrosio Donini. En las fuentes del cristianismo (edición rusa) Editorial “Mysl”, Moscú, 1978, p. 63.
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han pasado a la posteridad: Gaspar, Melchor y Baltasar, ¡tienen raíces persas!, en virtud de que esta emotiva leyenda se nutre de uno de los argumentos que se encuentra en el Antiguo Testamento, que tenía en cuenta que el rey persa Ciro ¡libró a los hebreos del yugo babilónico y les ayudó en la restauración del templo de Jerusalén! Por lo demás, en los siglos I y II, período que puede considerarse como de florecimiento de la literatura cristiana en la región del Mediterráneo, igualmente prosperó en el Imperio romano la influencia de los cultos de Oriente y de Egipto, singularmente el de Mitra, ya señalado. De ahí que los servidores del culto de esta divinidad ¡se transformaron en los magos-sabios!, que supuestamente adoraron a Jesús, con lo que se lograba consolidar la leyenda de que al mesías judeo-cristiano, incluso de parte de los servidores y sacerdotes de una religión rival tan poderosa, como era el mitraísmo, ¡se le reconocía como Salvador! Esto precisamente puede apreciarse leyendo con detenimiento y sin prejuicios ni dogmas obnubilantes el evangelio según Mateo: “1. Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del oriente a Jerusalén unos magos, 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle…” 185 Evidentes dos cuestiones importantísimas: 1 ¡Los “magos” de Oriente no son otros que los sacerdotes del culto del dios Mitra!, convertidos, por obra de los fabuladores y mistificadores, ¡en adoradores del recién nacido rey hebreo!; 2 En el culto de la flamante religión todavía no se consolidaba la creencia del dios-hombre, ¡por ello Mateo pregunta sobre el rey de los judíos, no sobre el rey de los cristianos!. Además, en este caso muy particular el indisoluble “cordón umbilical” de la nueva religión con el paganismo anatemizado y encarnizadamente perswguido, resulta irrefutable, por cuanto en la matriz principal 185 Cf. El Evangelio según san Mateo. I, 1-2.
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del cristianismo, el judaismo, ¡jamás se ha registrado el navimiento de su dios Yahvé (o Jehová), como tampoco existe la creencia en la muerte dedios, por consiguiente ni la resurrección menos la famosa Trinidad! En cambio en los antiguos cultos paganos sí se registra todo esto. 3. ¡La vida calculada desde el coito! Se trata de una interesante historia: como en esos tiempos de mitos y leyendas el comienzo de la vida del ser humano se calculaba a partir de su engendramiento (es decir desde el instante en el que el varón deposita su semen en el útero de la mujer y se produce la fecundación por la unión íntima de espermatozoide y óvulo), mas no a partir del nacimiento, entonces el día de la encarnación de Jesús debía considerarse el 25 de marzo o en su defecto el 6 de abril, mientras que la fecha de nacimiento, transcurridos los 9 meses del engendramiento, corresponde al 25 de diciembre o al 6 de enero, ¡fechas solemnes del antiguo culto solar en las religiones de ese mundo que precedió en siglos al cristianismo! Por manera que, como Jesús había sido engendrado no por el engañado José, a quien la Iglesia le ha conducido al sumidero de la historia al calificarle como padre putativo, ¡sin considerar que este término tienen un significado peyorativo tanto para el “engañado” José, como para la “engañadora” María!, porque putativo significa que alguien es ¡reputado padre sin serlo!186, sino por el Espíritu Santo -mito asimilado del paganismo y al que la Iglesia considera como “misterio divino”-,tercera persona de un solo Dios (Padre, Hijo, Espíritu Santo), es decir ¡por sí mismo!, entonces se entiende que ese Espíritu Santo sedujo a la doncella María, quien le entregó su inocencia al fogoso Espíritu y entonces se consumó el coito; el “etéreo” eyaculó cuando llegó al orgasmo y depositó su divina semilla en el útero de María, quien habrá experimentado ese inefable indiscriptible orgas186 Cf. Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española, Vigésima Segunda Edición, Tomo 8.
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mo, ¡”precisamente” un 25 de marzo o un 6 de abril! Vaya a saber usted, amigo lector, cuándo mismo fue la fecha precisa de semejante “prodigio”. Por otra parte, la virginidad de María, mito ampliamente difundido en la antigüedad, ha sido refutado de manera inapelable en este caso, por la investigación histórica: los escritos en hebreo original cuando se refieren a la madre de Jesús, utilizan la palabra ¡almah!, que no significa otra cosa que “mujer joven”, ¡no virgen!, mientras que el vocablo hebreo que se refiere de manera concreta a virgen, es decir a la mujer que no ha tenido relaciones sexuales con varón, es betulah. El asunto radica en que los traductores que pasaron al griego estas creencias y leyendas muy arraigadas en el pueblo, utilizaron equivocadamente el término griego parthenos, que efectivamente traduce virgen y así se consolidó el equívoco y de hecho el mito, porque lo que originalmente quería indicarse era que Jesús nació de mujer joven, ¡no de virgen! 4. La leyenda del pesebre. Los numerosos mitos y religiones de la antigüedad nos relatan que dioses como Dionisos, Hermes, Horus, Zeus y por supuesto Mitra, igualmente nacieron en cuevas o grutas, como Jesús. Entonces, la adoración de los “reyes magos”, leyenda que alude e incorpora al mito cristiano a los sacerdotes del dios persa Mitra, enormemente popular en los primeros tiempos del cristianismo en el vasto Imperio romano, particularmente en Roma, no es otra cosa que el afán de convertir en historia y simbolizar la supuesta veneración de esos sacerdotes del culto iraní a la más grande divinidad rival de Mitra, Jesús, una vez que se consolidó la la mitificación del Profeta judío. M. R. L.
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El cuento del pesebre (o de la cueva, gruta, caverna) en el que supuestamente nace Jesús, igualmente tiene su explicación racional: el poder del clero después de Constantino el Grande, quiso demostrar la existencia de la famosa cueva, por lo que hacia el año 400 d n e, conforme testimonio de San Jerónimo187, se descubrió dicha “cueva del nacimiento” en Belén, pero con una macanuda curiosidad que los expertos clérigos tramoyistas no tomaron en consideración: en esa supuesta cueva del nacimiento del niño-dios, muchos siglos atrás ¡se había levantado un pequeño templo dedicado a Atón (también conocido como Tamuz), el “Salvador” de los cultos místicos orientales. Esto resulta a tal grado inobjetable, que un destacado estudioso cristiano, San Jerónimo (h. 342 – 420 d n e), quien vivió sus últimos años en Belén, según nos relata Michael Jordán en su documentado libro188, da cuenta en una misiva que ha logrado conservarse, que la tal cueva del nacimiento de Jesús no fue un simple refugio de piedra para el ganado, sino ¡un santuario pagano dedicado a Tammuz, lo que señalamos en líneas precedentes! Como bien sabemos, este popular dios de Oriente Próximo muere y renace. He aquí un extracto de la carta de San Jerónimo: “Belén, que ahora pertenece a nuestra fe y es uno de los lugares más sagrados del mundo entero, se extendía antiguamente a la sombra de una arboleda dedicada a Tammuz, que viene a ser lo mismo que Adonis, y la mismísima gruta donde el niño Jesús profirió sus primeros gritos resonaba antiguamente con los lamentos a propósito del amante de Afrodita”189 Considerando este interesantísimo dato de San Jerónimo, M. Jordán señala que, de ser verdadera esta información, resulta difícil imaginar que la decisión de María de dar a luz en un templo pagano haya sido fruto de una mera 187 Cf. A. Donini. U istokov jristianstva. Op. Cit., p. 62. 188 Cf. M. Jordán. La Virgen María. Biografía no autorizada. Ediciones “B”, Grupo ZETA, Barcelona, España, 2002, pp.189-190. 189 Cf. San Jerónimo. Patrologie Cursus Completus, XXII, Col. 581 (En M. Jordán, op. Cit.,p. 190).
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coincidencia. En seguida agrega: “Resulta de lo más significativo que el lugar no aparezca en los textos canónicos, lo cual indica que los autores de los Evangelios de Mateo y Lucas decidieron no divulgarlo o que unos editores anónimos se apresuraron en suprimirlo. La correspondencia privada de Jerónimo revela que el asunto estaba en conocimiento de al menos una parte de los cristianos de su época, pero el hecho de que la suya sea la única fuente que ha sobrevivido da pie a la probabilidad de que los primeros Padres de la Iglesia decidieran eliminar información delicada acerca del lugar del nacimiento”190 Nada admirable esta estratagema de los ortodoxos cristianos, pues actualmente, en pleno siglo XXI, los religiosos de la Orden Franciscana no obstante que ya tienen un gran templo en Azogues, ¡con la venia del Instituto de Patrimonio Cultural! y del indigesto disimulo de quienes administran el Núcleo del Cañar de la CCE “Benjamín Carrión”, resolvieron levantar un faraónico monumento a María en la cima del Abuga-Huacañan, (este segundo término quichwa precisamente traduce “Camino de adoratorio”) la montaña del santuario de la religión cañari, vinculada con la leyenda del diluvio y en cuya cúspide, según la tradición, una pareja de guacamayas, con rostros de mujer, se unió con dos hermanos cañaris que sobrevivieron al diluvio y así perpetuaron la estirpe. Desde luego, el nacimiento de Jesús en una cueva, no es el único que registra la historia de los mitos y religiones: mucho antes que el mesías cristiano, igualmente nacieron en cuevas Dionisos, Horus, Zeus, Hermes y, por supuesto, el célebre dios Mitra191. Procede ampliar un poco más el conocimiento y discusión sobre la supuesta fecha del nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, de un año nunca determinado. En el vasto Imperio romano el nacimiento del dios-sol se festejaba en esa fecha, como ya anotamos, por concretas razones: ese día, particularmente en el Hemisferio Boreal, una vez que el solsticio de hiemal, que corresponde al invierno, había 190 M. Jordán. Op. Cit., p. 190. 191 Cf. A. Donini. Ibid., p. 62.
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tenido lugar del 21 al 22 de diciembre, el 25 de diciembre comienza a prolongarse el día, casi imperceptiblemente y aumenta notablemente el calor del astro rey. El dios-sol propiamente “nacía” una vez más. También se festejaba, como ya anotamos, el nacimiento de Mitra, íntimamente vinculado al culto solar y declarada divinidad suprema y protectora de Roma por el emperador Aurelio.
El divino salvador infante pagano Osiris-Dioniso, que durante buen tiempo se confundió con Jesús (Fuente: Losmisterios de Jesús. T. Freke y P. Gandy) . 175
Lo cierto es que el desplazamiento y consiguiente suplantación de las festividades relacionados con el nacimiento de las divinidades del Sol y de Mitra, por la de Jesús, con sus dificultades, al fin se logró, tomando en consideración, a más de las semejanzas conocidas entre Mitra y Jesús, el hecho de que la “biografía” de aquél resultaba sumamente parecida a la que fantasiosamente crearon sobre el nacimiento e infancia del futuro Rabí de Galilea los autores de los evangelios, más interesados en la apología del mitificado personaje fundador de la nueva religión, antes que en relatar su verdadera historia. En efecto, en el antiguo mito de Mitra se relataba que después de su permanencia en la tierra, él ascendió al cielo para prolongar su lucha contra el dios del mal. Los adeptos del mitraísmo creían que en fin de cuentas vendrá el fin del mundo y entonces cada persona recibirá según sus méritos: los pecadores sucumbirán devorados por el fuego eterno, mientras los justos alcanzarán la inmortalidad en el paraíso. ¡Qué extraordinario el parecido de esta leyenda con el mito cristiano de la recompensa o castigo en el juicio final!, con la importante diferencia que el mitraísmo le antecedió en algunos siglos al cristianismo. Por manera que la historia sí se repite. En esta cuestión del natalicio de Jesús, el mes y día del suceso no tenían mayor importancia para las primeras comunidades cristianas, como ya manifestamos, por cuanto en la primitiva liturgia lo fundamental no era el nacimiento, cuanto la muerte y resurrección del Mesías. Esto explica que los primeros Padres de la Iglesia propusieran únicamente en los comienzos del siglo IV el nacimiento de Jesús el 25 o 28 de marzo, el 2 o 19 de abril e incluso el ¡29 de mayo! Y si se lee atentamente el Evangelio según san Lucas, la escena con los pastores que pasaron la noche bajo un cielo despejado, cuidando de su ganado, es imposible que haya sido en diciembre (la noche entre el 24 y el 25 de diciembre), cuando el clima en el Hemisferio Norte es 176
muy riguroso, hace intenso frío, que cala los huesos y hasta puede acompañarse de nieve el proceso, sobre todo en países situados bastante al norte, como Suecia, Noruega, Finlandia, parte de Rusia, etc. Por lo mismo, esa escena, indudablemente idílica, bien pudo darse en primavera, pero nunca en invierno. Veamos el texto del Evangelio según Lucas: “7 Y dio a luz a su hijo, el primogénito, y lo envolvió con bandas de tela y lo acostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en el lugar de alojamiento. 8 También había en aquella misma zona pastores que vivían a campo raso y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños…” 192 ¿En esa temporada de riguroso invierno, se encontraban unos pastores a campo raso, incluso durante las frías noches? Absurdo. Lo cierto es que nunca hubo acuerdo total en esto de la fecha del nacimiento de Jesús. El mundo católico, ya lo manifestamos, conmemora el natalicio el 25 de diciembre, mientras que la Iglesia ortodoxa, lo hace el 6 de enero. Y todo porque los ortodoxos, rusos, ucranianos y bielorrusos, incluidos, se basan en Lucas, quien afirma que Jesús tenía alrededor de 30 años cuando comenzó su vida pública: “3. 23. Además, Jesús mismo cuando comenzó [su obra], era como de treinta años, siendo hijo, según se opinaba, de José…”. Entonces, los popes (así se les conoce a los sacerdotes de la Iglesia ortodoxa) y teólogos ortodoxos, ¡corrigiendo a Lucas!, dedujeron que Jesús, en cuanto a edad tenía no aproximadamente, sino ¡exactamente 30 años cuando murió!, calculando no desde el día del nacimiento, sino ¡desde el de la concepción virginal! Y como se estimaba que había muerto un 6 de abril, correspondiente a la semana de la pascua hebrea, entonces añadieron los 9 meses de gravidez de su madre María, con lo que resolvieron que nació el 6 de enero del año uno de nuestra era. 192 Cf. El Evangelio según san Lucas. II, 7-8.
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Lo cierto es que, como en esos antiguos tiempos el comienzo de la vida del ser humano se estimaba desde el momento de su engendramiento, mas no de su venida al mundo, entonces la fecha del natalicio debía calcularse considerando los nueve meses que pasó en el claustro materno, con lo que se obtiene el 6 de enero para el mundo ortodoxo y el 25 de diciembre para el católico. Pero cuando se consolidó el mito de que Jesús había sido engendrado ya no por José sino por el Espíritu Santo, el inicio de la vida resultaba cuando ese “Espíritu Santo” se ayuntó con la virgen María. En consecuencia, el día de la personificación o encarnación (de Jesús) debía ser el 25 de marzo o el 6 de abril y el día del alumbramiento ese 25 de diciembre (catolicismo) o 6 de enero (ortodoxia). Resumiendo: el poderoso influjo de las festividades de Mitra y del Sol Invictus, fue imposible evitar, no obstante todas las estratagemas que emplearon los primeros sacerdotes del culto cristiano, por manera que en el 25 de diciembre continuó expresándose, aunque sutilmente, la significación de esos antiquísimos cultos del mundo pagano: en el calendario romano se relacionaba dicha fecha con el solsticio de invierno, ya señalado, festejado con gran entusiasmo tanto en Oriente como en el mundo Mediterráneo. Esto es irrefutable, como indiscutible resulta que el fantástico relato, ya oficializado por la Iglesia dominante, cambió la representación del recién nacido: ¡de niño-humano, se volvió niño-Dios, por haber sido engendrado por el “Espíritu Santo”!, una de las “tres personas distintas de un Dios único”. Entonces, ¿en qué queda el reconocimiento hecho público del antecesor de Benedicto XVI, y desde luego de la Iglesia católica en general, con relación a la teoría de la evolución?; ¿no es aplicable a Jesús ni a María, pero sí al viejito impotente de José, solamente “padre putativo” del niño-Dios? No sabemos la respuesta, aunque sí conocemos que en el mundo humano las personas de sexo opuesto se atraen mutuamente, se enamoran, hacen el amor y así per178
petúan la especie. Los dioses, en cambio, así hayan sido engendrados en úteros de vírgenes terrenales, no requieren de este complicado proceso y, como los extraterrestres imaginados por ciertos ufólogos charlatanes, simplemente inseminan a mujeres mortales vírgenes, sin que estas conozcan el inefable placer de una experiencia génito-afectiva. Por lo demás, desde el instante en que al creyente se le impone el dogma de que Jesús fue engendrado por el “Espíritu Santo” en el útero de la doncella María, esposa del engañado José, ineludiblemente se plantean ciertas interrogantes que se quedan sin respuesta: ¿Fue Jesús engendrado por dos personas distintas de un solo Dios, es decir del Padre y el Espíritu Santo?; ¿Éste y aquél resultan al mismo tiempo ¡progenitores de esa Sagrada Trinidad!? ¡Qué asunto tan escabroso para los encargados de esclarecer estos absurdos dogmas y misterios! 5. Mitos similares. Conforme antiguas tradiciones, el dios frigio Attis nació de su madre virgen, la diosa Nama. Según otra leyenda, de similar manera vino al mundo el divino hindú Buda. En el remoto mito egipcio sobre el nacimiento de Osiris, una poderosa voz anunció desde el cielo que venía el rey del mundo, igualmente de virgen santa, un 25 de diciembre. Y no solamente el nacimiento de Jesús acaece en una cueva. Asimismo en parecidas circunstancias, conforme los viejos mitos, nacen Mitra, Adonis, Zeus. Para las gentes del mundo antiguo, el 25 de diciembre era día singular por el solsticio de invierno, ya explicado, cuando el sol parece detenerse en su descenso y comienza a elevarse nuevamente al firmamento; los días comienzan a alargarse casi imperceptiblemente y renace la esperanza por el advenimiento de la primavera193. Lo cierto es que persas y egipcios, fenicios, sirios, griegos y romanos, hindúes 193 Cf. Royston Pike. Diccionario de Religiones. E. Fondo de Cultura Económica, México, D. F., 1960, p. 335.
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y otros pueblos (mayas, aztecas, cañaris, incas, etc., en el mundo precolombino, conmemoraban el magno acontecimiento, ¡pero en junio!, porque son países que carecen de cuatro estaciones marcadas), ¡celebraban aquel día el parto de la Reina de los cielos, la virgen celestial y el nacimiento de su hijo, el Dios solar! Dionisos o Baco, al que los griegos llamaban el Salvador, asimismo nació de una virgen el 25 de diciembre, igual fue el caso de Hércules y de Adonis. Una explicación adicional a esta cuestión: la leyenda cristiana sobre el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, resultó difícil inculcar a los nativos americanos, tal como se ha consagrado esta fecha en Europa, primordialmente en razón de que el comienzo del ciclo vital, principalmente de la flora, y con relación a la cual surgieron los más antiguos mitos sobre el nacimiento y resurrección de los dioses, en nuestras tierras no tiene su realización en diciembre, como en el Hemisferio Norte europeo, sino a mediados de junio (verano allá), razón por la que fiestas tan profundamente vernáculas, de la antigua cultura andina, como el Inti Raymi – Fiesta del Sol, continúan realizándose en junio y no en diciembre. Por lo expuesto, queda demostrado irrefutablemente que el 25 de diciembre, según la Iglesia católica y el 6 de enero, conforma la Iglesia ortodoxa, consideradas como fechas del nacimiento de Jesús, son absolutamente arbitrarias y corresponden al mundo de las fantasías, por manera que no pueden servir de referentes para ser consideradas como el inicio de la era actual.
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II. LA MUERTE Y LA PASCUA. Actualmente, nos parece inconcebible que un hombre pueda llegar a ser dios y que un dios pueda morir, pero la antigüedad clásica admitía sin esfuerzo alguno estas representaciones. Sigmund Freud. Tótem y Tabú. Por la orilla del río del Tiempo, la triste procesión de las generaciones humanas camina lentamente hacia la tumba; en el apacible país del Pasado, la marcha finaliza: ahí se quedan los cansados vagabundos, y todos sus llantos se enmudecen. B. Russell. Ensayos filosóficos. Nosotros matamos el tiempo, pero él nos entierra. Kart Spiteteler, escritor suizo. El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. Jorge Luis Borges. Aunque para la cronología del nuevo milenio no tiene la misma trascendencia la muerte de Jesús que su nacimiento, no obstante constituye un importante referente saber calcular la fecha aproximada de su fallecimiento. ¿Cuándo murió Jesús? Previamente conviene señalar que en los denominados evangelios canónicos o reconocidos por la Iglesia, no existe ningún dato concreto y preciso sobre el año (solamente constituye una orientación sobre el mes la referencia a la crucifixión vísperas de la pascua), menos sobre el día y hora de la muerte. Es más: ninguno de los 4 relatos es digno de crédito, por la sencilla razón de que 181
¡son contradictorios entre sí!, contienen numerosos errores históricos y cronológicos y, sin embargo, paradojas de la historia –o mejor dicho, del mito y la leyenda-, en la muerte en la cruz y subsiguiente resurrección, se fundamenta la mayor parte de la doctrina del cristianismo, antes que en cualquier otro suceso. Aclaremos también que en tiempos de Jesús y particularmente de su corto apostolado, la situación en Palestina era indudablemente tensa, las confrontaciones se dieron con alguna frecuencia entre los romanos y el pueblo subyugado, la mayoría de la población había caído en la desesperación, al considerar que no se vislumbraba una salida para su desdichado destino. Estas condiciones fueron propicias para que se difunda un ánimo exaltado, místico, de creencias escatológicas que pulularon con los profetas errantes que vaticinaban la inminente venida de un salvador del pueblo hebreo, de la casa de David. Se ha determinado que hasta la destrucción de Jerusalén, ocurrida en el año 73 d n e, hubieron aproximadamente unos 30 profetas194, varios de los cuales han sido olvidados y entre los cuales constaban los dos más célebres: Juan el Bautista y Jesús. El pueblo excitado por las profecías, se sublevó varias veces contra el yugo opresor romano y otras tantas fue cruelmente reprimido. Como respuesta a la represión, generalmente sangrienta, el grupo de zelotes, intransigentes y temerarios, convocó a una lucha a muerte contra los romanos, pero también contra los gobernantes títeres y los miembros de la casta sacerdotal venal, marcada por el estigma de la felonía y entregada al Imperio. En ese tiempo los zelotes, que ahora se llamarían terroristas y con los que sin ninguna duda habían estado estrechamente relacionados Jesús y el grupo de sus compañeros (apóstoles), como veremos más adelante, ¡tanto que en el Nuevo Testamento se da cuenta de dos apóstoles, Simón y Judas Iscariote, provenientes de esta secta! (posteriormente Saulo de Tarso imprimió 194 Z. Kozidovskiy. Skazania Evangelistov. Op. Cit., p. 196.
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un viraje, conciliador con el imperio), fueron motejados por los romanos de “sicarios”, es decir “acuchilladores”, porque siempre pretendieron resolver la situación a puñaladas. Precisamente los zelotes desataron una furia salvaje, asesinando en montoneras a los conquistadores romanos y a sus incondicionales seguidores hebreos. Para el tiempo de la ejecución de Jesús, se desempeñaba como procurador de Judea, Poncio Pilatos, descrito por los historiadores serios como un individuo grosero, ambicioso, sin escrúpulos, cruel y, lo que diríamos en los tiempos actuales, un burócrata obtuso, que estuvo lejos de comprender el estado de ánimo exaltado y el hondo resentimiento de la población hebrea, a causa de las exacciones y abusos de los ocupantes extranjeros. Además, una población orgullosa de sus tradiciones y costumbres de siglos, de su credo religioso, era también inexorable y no admitía el mínimo desvío de sus creencias, revelando un fanatismo en las cuestiones de fe, un chovinismo en los asuntos de su nación y un ánimo subversivo. Vale la pena recordar que Pilatos, que gobernó desde el año 26 de nuestra era hasta el 36, cuando entró con su ejército en Jerusalén, portaba en sus estandartes las representaciones del águila real del Imperio y las imágenes del emperador romano, lo que provocó el rechazo e indignación de la población, porque la religión judía prohibía categóricamente toda representación de personas, así sean los emperadores. Entonces, lo que hicieron Pilatos y su soldadesca se consideró como una ofensa al templo de Jerusalén y a sus creencias más respetadas, por lo que los enardecidos hebreos exigieron retirar esos símbolos. En fin de cuentas se impusieron y Pilatos tuvo que ceder para evitar problemas mayores, incluyendo quejas a Roma que le habrían significado su anticipado ocaso político.
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1. Muerte y resurrección de Baal. Por el estudio de las mitologías y religiones del Antiguo Egipto, de Palestina, mesopotámica y grecorromana conocemos que el culto de Baal (Tammuz) en la antigüedad, siglos antes del surgimiento del cristianismo, gozaba de enorme popularidad y sus festividades eran realmente famosas. A comienzos del otoño el dios de la muerte, Mat, secuestraba a Baal conduciéndole al reino subterráneo y con ello se producía la muerte de la naturaleza y el surgimiento de la estación invernal. El pueblo cananeo lloraba a su dios fallecido y demostraban su dolor rasgándose las vestiduras. Pero en la primavera la diosa Anat (adviértase que, al menos en estas cuestiones religiosas, entre los pueblos de la antigüedad, no había lugar para el machismo), personificación de la naturaleza femenina, en un enfrentamiento con Mat le vencía y rescataba a su amado esposo Baal, conduciéndole otra vez a la superficie de la tierra. Entonces el pueblo, en honor al dios de las vendimias organizaba festivas procesiones, que siglos después serán reeditadas por el cristianismo, cantaban himnos y danzaban al son de tambores. Así se festejaba la resurrección del divino Baal. El pueblo de Israel, que no siempre fue monoteísta, en tiempos remotos también veneró a Baal o Tammuz. Por esta razón en el Antiguo Testamento existe un testimonio irrecusable al respecto: “14. Me condujo a la entrada de la puerta de la casa de Yavé del lado norte, y estaban allí dos mujeres sentadas, llorando a Tammuz…”195. Pero más asombroso es la frase expresada con relación a Mitra, la divinidad que tuvo una amplísima difusión en el imperio romano y que en los primeros tiempos del cristianismo fue su principal concurrente: “El que no coma de mi cuerpo y beba de mi sangre de modo que se confunda conmigo y yo con él, no obtendrá 195 Cf. Ezequiel, VIII, 14.
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la salvación…” 196. En cambio, de acuerdo a la versión del Evangelista Juan, Jesús habría expresado: “En verdad, en verdad os digo que, si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día. 55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida…”197 2. Juicio y muerte en el Gólgota. Conforme a la versión de los evangelios, cargados de fantasías, imprecisiones cronológicas, históricas y geográficas, todo lo que sucede en las horas previas a la ejecución de Jesús es insólito: ante el Sanedrín se le acusa no porque se atribuye el título y dignidad de rey de Israel, sino que ¡se le juzga por cuanto abiertamente se proclamó “hijo del hombre” que se sienta a la diestra de Dios en el paraíso celestial! El sumo sacerdote consideró esto un horrible sacrilegio, tanto que públicamente se rasgó las vestiduras, mientras que los otros miembros del Sanedrín resolvieron condenarle a Jesús a la pena capital, acompañando su sentencia de escupitajos y bofetadas. De esto se deduce que ¡el proceso no fue político, cuanto religioso! Y en este punto precisamente surgen las incoherencias, afloran los embustes y fantasías en que resultan pródigos los evangelios: La legislación hebrea –si nos tomamos la licencia de denominar así esas normas vigentes- facultaba a sus autoridades el derecho de pronunciar sentencia, ¡pero por asuntos religiosos!, en tanto que la condena a muerte se llevaba a cabo ¡únicamente después de su confirmación por la autoridad competente, en este caso por el procurador romano! En 196 Cf. Martín Vermaseren: Mitra, p. 86. En: R. Ambelai. Jesús o el secreto mortal de los Templarios., Editorial Martínez Roca, Barcelona, España, 1997, p. 189. 197 Cf. El Evangelio según San Juan, VJ, 53-55.
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el asunto de Jesús resulta que, si hemos de creer lo que nos relatan los evangelios, sucede algo realmente inverosímil e ilógico: en lugar de gestionar ante Pilatos para confirmar la sentencia del Sanedrín, los hebreos complican el asunto sin ninguna razón válida, porque ¡incriminan al Rabí de Galilea de un delito eminentemente político! De esta manera traman un nuevo juicio y, sobre todo, exigen de la autoridad romana una sentencia particular, que ¡no tenía ninguna relación con la sentencia original –teológica- del Sanedrín. Pero lo más reprochable de esta “historia”, en razón de la indudable dosis de hipocresía con la que se encuentra concebida, radica en que los evangelios nos describen a Pilatos como un individuo indulgente, sumamente condescendiente, un juez humanitario, que con una increíble benevolencia pregunta a Jesús y luego concluye declarando que es inocente, haciendo todo lo posible para protegerle de la violencia de los judíos. ¡El soberbio e implacable representante de Roma, convertido en un ser todo bondad y dulzura, candidato a los altares! Y para que se compruebe hasta la saciedad lo que afirmamos, escuchemos a Lucas: “Levantándose entonces toda la muchedumbre de ellos, llevaron a Jesús a Pilatos 2. Y comenzaron a acusarle, diciendo: a éste hemos hallado que pervierte a la nación, y que prohíbe dar tributo a César, diciendo que él mismo es el Cristo, un rey. 3. Entonces Pilatos le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole él, dijo: Tú lo dices. 4. Y Pilatos dijo a los principales sacerdotes y a la gente: Ningún delito hallo en este hombre -- -- 7. Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes (es decir de Galilea. M. R.), le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén. 8. Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque 186
hacía tiempo que deseaba verle; porque había oído muchas cosas acerca de él, y esperaba verle hacer alguna señal. -- -- 11. Entonces Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilatos. -- -- 13. Entonces Pilatos, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo/ 14 les dijo: Me habéis presentado a este como a un hombre que perturba al pueblo; pero habiéndole interrogado yo delante de vosotros, no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de los que le acusáis”198 El absurdo de este relato de Lucas es indiscutible, porque se acusa a Jesús de un delito considerado gravísimo contra el emperador romano, que se conocía como “crimen laese maiestatis”, es decir “crimen de lesa majestad”; no obstante, insólitamente el procurador romano, es decir Poncio Pilatos, sorpresivamente y sin que haya ninguna investigación, ¡no le encuentra culpable de ninguna trasgresión de la ley! Como bien anota el historiador Kozidovskiy199, semejante conducta no podía tenerla ni el más bondadoso representante del poder romano, mucho menos Poncio Pilatos. Incluso se argumenta lo siguiente: si desde el punto de vista del derecho romano Jesús no era culpable, entonces conforme el procedimiento vigente, Pilatos debió entregarle a las autoridades judías, para que procedieran a ejecutarle, conforme a sus leyes y costumbres, es decir lapidado, colgado por una cuerda, decapitado o quemado en la hoguera, ¡siniestra forma de matar esta última, que heredó el cristianismo de su matriz el judaísmo, y que la aplicó am198 Cf. El Evangelio según Lucas. XXIII, 1-4; 7-8; 11; 13-14. 199 Cf. Zenón Kosidovskiy. Relatos de los evangelistas. Editorial: POLITIZDAT, Moscú, URSS, 1979, p. 201 y ss.
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pliamente y con ferocidad sobre todo durante la “santa” Inquisición! Pero, además, sucede lo increíble: Pilatos es sometido a evidentes presiones e incluso amenazas de parte de la indignada multitud de judíos que exigen la cabeza de Jesús y en fin de cuentas el Rabino es condenado a la pena de muerte, ¡pero mediante la crucifixión, típica forma de ejecución romana, que se aplicaba contra los esclavos acusados de cometer graves delitos y contra los responsables de crímenes políticos, incluyendo los actos de traición!, pero que no eran ciudadanos romanos, porque se consideraba que aquella forma de ejecución era demasiado infamante (Para los romanos la pena era el suicidio mediante el corte de las venas o la decapitación, como esto se hizo con Saulo de Tarso, que gozaba de doble ciudadanía: romana y judía), heredada de los cartagineses y que en tiempos pasados también se aplicó en el mundo fenicio, babilónico, persa. Pero bien: con este incidente, no concluyen las incoherencias y contradicciones En efecto, que Poncio Pilatos el representante del Imperio romano haya tenido directa participación –diríamos incluso determinante- en el juicio de Jesús, en la condena a muerte mediante la crucifixión, contradice flagrantemente lo que aseguran las “sagradas escrituras”, es decir los Evangelios, en el sentido de que la iniciativa y exigencias para que se condene a muerte a Jesús, ¡provenían de sus coterráneos! ¿Creeremos, siguiendo a los Evangelios, que los judíos fueron en verdad los responsables del trágico fin de Jesús, o que en realidad fueron los romanos, como se deduce del estudio de la historia e indica la sana lógica? Así, Marcos y Mateo, que en esto de narraciones no les piden favor a los más inspirados novelistas, relatan que hubo dos procesos para el juzgamiento: el primero tuvo su realización la tarde y el segundo, durante la mañana. En cambio Lucas y Juan solamente recuerdan que hubo un solo proceso, por la mañana. Los historiadores expertos en estos 188
temas indican que conforme al derecho judaico, el proceso del Sanedrín después de la puesta del sol, especialmente vísperas de la pascua, cuando los sacerdotes se encuentran completamente ocupados en la preparación para esa gran fiesta, era imposible que se realizara. 3. La pascua y la remota “comida totémica”. ¿Pero, qué fue y qué es la Pascua? Desde que se consolidó el cristianismo, constituye su fiesta principal, porque recuerda la supuesta “milagrosa” resurrección de Jesús-Cristo, ejecutado en la cruz. No obstante, la pascua tiene raíces mucho más antiguas: se trata de una fiesta de origen judío, de las tribus de ganaderos trashumantes y más tarde agrícolas, que originalmente tenía por objetividad aplacar a los espíritus y obtener su ayuda en la época primaveral, cuando nacen los corderos y terneros y ulteriormente para el inicio de las cosechas. En consecuencia, en sus más remotos orígenes tenía evidentes raíces totémicas y mágicas, pues las pellas preparadas para la ocasión, ¡personificaban el cuerpo de los espíritus! Esto es así, cuanto que el famoso médico y psiquiatra fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud, al discernir sobre la comida totémica en uno de sus estudios más brillantes, manifiesta lo que sigue: “La comida totémica, quizá la primera fiesta de la humanidad, sería la reproducción conmemorativa de este acto criminal y memorable, [la muerte del padre ancestral] que constituyó el punto de partida de las organizaciones sociales, de las restricciones morales y de la religión”200 Pues bien: cuando los hebreos se sedentarizaron, luego de la conquista de Palestina o Canaán, hacia el siglo XIII a n e, esta costumbre gradualmente sustituyó a ritos más antiguos, vinculados con los tiempos de los primitivos ganaderos que ofrendaban a los espíritus del desierto el primer cordero (¡el pascual!). 200 Cf. S. Freud. Tótem y Tabú. Ediciones Esquilo LTDA, Colombia, 2002. La “comida” totémica.
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De aquellos lejanos tiempos se conservó entre los judíos la costumbre de preparar en la pascua una especie de pellas horneadas, de masa de harina no leudada, que se daba en los días religiosos de pascua, en lugar del pan cotidiano. En ruso esta especie de pella o pan ácimo se conoce como matsa. Con el desarrollo y consolidación del culto a Yahvé, la fiesta de Pascua se empezó a relacionarla en el judaísmo con la legendaria salida de Egipto del pueblo hebreo, dirigido por el legendario Moisés, así como con la esperada venida de un mesías o ungido. Por último, de acuerdo a los relatos evangélicos que hablan de la ejecución y resurrección de Jesús-Cristo en los días de la pascua judía, en tiempos del primitivo cristianismo, todavía vinculado por innúmeros nexos con su religión matriz, los fieles del nuevo credo conmemoraban esta fiesta ¡simultáneamente con la pascua del judaísmo y únicamente el año 325, en el Concilio Universal de Nicea, la Iglesia cristiana –que todavía no estuvo dividida en las dos grandes ramas: católica y ortodoxa-estableció oficialmente que esta fiesta debe realizarse el primer domingo después del plenilunio (o luna llena) que tiene lugar inmediatamente luego del equinoccio primaveral (el 20/21 de marzo, mientras el de otoño sucede el 22/23 de septiembre y se caracterizan en uno y otro caso porque los días son iguales a las noches por hallarse el sol sobre el Ecuador), separándose así de la festividad judía! Se trata, por lo expuesto, de una fiesta móvil, que hunde sus raíces en inmemoriales ritos y ceremonias de la prehistoria. En la Pascua, a más de ese pan ácimo, ya en tiempos del judaísmo se comía carne del cordero pascual, que se llevaba la víspera al templo, como ofrenda a Yahvé y se tomaba vino. El “cordero divino”, en su orden, hace referencia a Jesús, que según la tradición se convirtió en la víctima ofrendada a Dios, su padre, para expiar los pecados de la humanidad. Por lo expuesto, algunos expertos bibleístas inclu190
so dudan que se haya llevado a cabo juzgamiento alguno a Jesús en tales condiciones -¡vísperas de la fiesta de la Pascua!- y además advierten que las contradicciones, incoherencias, errores históricos, cronológicos y de otra índole, de los Evangelios, demuestra de manera irrefutable que sus autores –Marcos, Mateo, Lucas, Juan- al redactar sus evangelios recurrieron a testimonios ¡por lo menos de segunda mano! Existe un dato interesante que proviene del cuarto evangelista, no sinóptico, Juan, quien relata que a Jesús le arrestaron no solamente los judíos ¡sino también los romanos! Asimismo recordemos que el sumo sacerdote Caifás, manifestó que era preferible que una sola persona sea sacrificada, antes que todo el pueblo. Veamos cada una de estas versiones: “47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre (Jesús, M. R.) hace muchas señales. 48 Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. 49 Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; 50 Esto no lo dijo por si mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación…” “12 Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron, 13 y le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año. 14 Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo…”201 De lo expuesto, se deduce con toda evidencia que 201 Cf. El Evangelio según Juan, XI, 47-50; XVIII, 12-14.
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a Juan, de manera inesperada se le soltó la lengua y reveló aquello que ocultaban los otros evangelistas: ¡el arresto de Jesús no obedeció a motivos religiosos sino a políticos! Pero, además, la casta dominante de sacerdotes -¡no olvidemos que durante un buen tiempo Israel fue un estado teocrático!- que concentraban en sus manos el poder y la riqueza, sentía terror solamente pensando en la posibilidad de que se produzcan conmociones sociales, procesos sediciosos, motines palaciegos, que podían servir de pretexto para que el “inefable” Poncio Pilatos de los Evangelios reprima violentamente a la población y, sobre todo, ponga en inminente peligro las riquezas y privilegios de esa casta sacerdotal, generalmente servil y entregada a los conquistadores. Pero los modestos testimonios históricos de los que se dispone, los indicios que son posibles encontrar en los Evangelios, así como aquellos fragmentos de las obras de autores antiguos, como Flavio Josefo, Tácito o Suetonio, que de alguna manera escaparon a las interpolaciones y mutilaciones, nos revelan que Jesús no era el prototipo del profeta pacífico que nos pintan los escritos neo-testamentarios. Todo lo contrario: más afinidad es posible encontrarle con los zelotes que con los representantes de otras sectas, tanto que entre los mismos compañeros del Nazareno ¡se menciona a dos zelotes, como ya señalamos! El relato que se describe en el Evangelio de Juan, expulsando a los mercaderes del templo a latigazos, tampoco corresponde a la imagen de un líder pacífico: “13. Pues bien, se acercaba la pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 14 Y halló en el templo a los que vendían ganado vacuno y ovejas y palomas, y a los corredores de cambios en sus asientos. 15 Por consiguiente, después de hacer un látigo de cuerdas, expulsó del templo a todos aquellos junto con las ovejas y el ganado vacuno, y desparramó las monedas de los cambistas y volcó sus me192
sas. 16 Y dijo a los que vendían las palomas: ‘¡Quiten estas cosas de aquí! ¡Dejen de hacer de la casa de mi Padre una casa de mercancías!’”202 Del relato trascrito se deduce: primero que Jesús estuvo identificado con la facción más radical de las sectas de su tiempo, la de los zelotes; segundo, que para expulsar a los mercaderes del templo, junto con el ganado, debió contar con la ayuda de sus compañeros; tercero, que no debió propiamente desparramar las monedas, cuanto confiscarlas para su causa. 4. La acusación a los judíos. ¿Pero, quién fue el primero o uno de los primeros autores del temprano cristianismo en alterar la verdad de los hechos y sobre todo de echar toda la culpa por la muerte de Jesús en la cruz a los judíos? No otro que Pablo de Tarso, el antiguo fariseo y perseguidor de cristianos, quien manifiesta en la Epístola 1 a los Tesalonicenses, considerada el trabajo más antiguo del Nuevo Testamento, redactado hacia el año 51 de nuestra era (d n e), que fueron los judíos los que mataron a Jesucristo: “14 Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas cosas que ellas padecieron de los judíos, 15 los cuales mataron al Señor Jesús y a sus propios profetas, y a nosotros nos expulsaron; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres…”203 Por manera que el precursor de las feroces represiones contra los judíos a través de los siglos, de parte de la Iglesia católica, primordialmente y luego en tiempos de los nazis, cuyos más encumbrados jerarcas contaron con la culposa connivencia de ese Papa inmoral, Pío XII, no fue otro 202 Cf. El Evangelio según Juan, II, 13-16. 203 Cf. Pablo de Tarso. 1 Epístola a los Tesalonicenses. II, 14-15.
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que el apóstol “san” Pablo, espinoso asunto que los jerarcas de la anquilosada Iglesia, sobre todo del Vaticano, siempre han soslayado. Sin embargo, el proceso de juzgamiento, tal como ha llegado a nosotros a través de los Evangelios, constituye la elaboración literaria vertida al Nuevo Testamento, del estado de ánimo de los miembros de las primeras sectas cristianas que se revelaron agresivas contra los judíos, una vez que empezaron a separarse de su antigua matriz, el judaísmo y sobre todo después de la destrucción del templo de Jerusalén, acaecida el año 73 d n e, lo que provocó la nueva diáspora, por lo que las confrontaciones entre los adeptos de las dos religiones se tornaron radicales. Por otra parte, el cristianismo de secta desdeñada, en fin de cuentas fue preferida por el decadente Imperio romano que lo declaró su religión oficial en tiempos de Constantino el Grande. Pero así y todo: ¿Por qué se dio este viraje tan radical? No solamente por la innegable plasticidad del temprano cristianismo para asimilar de los antiguos credos paganos y del judaísmo numerosos elementos de culto, ritos, ceremonias y creencias, cuestiones de las que prefieren callar los historiadores oficiales; sino también en virtud de que las sectas cristianas que habían llegado a Roma, como a otras ciudades del Imperio, gradualmente cambiaron su composición: si al principio se constituyeron de gentes sencillas, pobres, de los estamentos marginados, de la masa de esclavos, campesinos y artesanos que buscaban con desesperación un consuelo a su desdichada suerte; en la capital del Imperio empezaron a ingresar en sus filas individuos ricos, mercaderes, altos políticos, cortesanos influyentes, por manera que ya no era una secta despreciable. Por esto mismo, si el Apocalipsis al principio condenaba recia y violentamente a Roma, lapidariamente calificándola “La gran ramera de Babilonia”, en cambio en los Evangelios más tardíos se aprecia la conciliación con el imperio y con el injusto orden 194
existente; incluso en la Epístola de Pablo a los romanos, es evidente la actitud indulgente y contemporizadora con el Imperio y el anatema fanático, demencial y lleno de odio contra los judíos: “9 Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu en el evangelio de su Hijo, de que sin cesar hago mención de vosotros siempre en mis oraciones” 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. 24 Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, 25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén”204 Tampoco falta la sanción a favor del cruel sistema vigente: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. 2 De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para si mismos”205 Por esto mismo, con relación a la inhumana muerte de Jesús en la cruz, ¡no se acusa a los romanos, los verdaderos responsables! , aunque no faltó la tenaz instigación de la venal casta sacerdotal para que se ejecute al rebelde zelote, sino al pueblo judío, alterando la historia de una manera increíble. Entonces, el cristianismo rompió definitivamente con el judaísmo y luego, reiteramos, se convirtió en religión de los poderosos, de los ricos, de los esclavistas y mercaderes, 204 Cf. Epístola de Pablo a los Romanos. I, 9; 23-25. 205 Cf. Íbidem. XIII, 1-2
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de los influyentes burócratas del decadente Imperio y así, ya transformado rotundamente en una respetable organización de miles y miles de adeptos y consolidado su poder político-económico y religioso, el flamante credo avanzará desde las postrimerías del Mundo Antiguo para reinar durante casi toda la Edad Media y su ideología se revelará inexorable e implacable. Pero esta es otra historia que debe ser conocida en su oportunidad. 5. Crucifixión y resurrección. De todos los relatos de la vida y obra de Jesús, lo que realmente se presenta más convincente o goza de mayor crédito, es su muerte en la cruz. En esto coinciden los más destacados estudiosos de los orígenes del cristianismo y de la vida de su fundador, aunque no faltan autores que dudan que haya muerto en el Gólgota. ¿Qué razones se esgrimen para sustentar la tesis de que Jesús murió crucificado? En primer lugar el hecho de que la crucifixión fue una de las formas más crueles de ejecución que se aplicaban en el mundo antiguo, particularmente en Roma. Recordemos que en la cruz ejecutaban a los delincuentes los babilonios, persas, fenicios y cartagineses. Los romanos que aprendieron esta forma de ejecución de los cartagineses, crucificaban a los esclavos, a los criminales comunes, a los delincuentes políticos culpables de sublevaciones, como fue el caso de Espartaco y sus compañeros, o a los traidores a la patria. Pero esta forma de pena de muerte no se aplicaba a los ciudadanos romanos, salvo excepcionales casos, porque era considerada sumamente infamante. También hemos señalado, más de una ocasión, que los judíos no aplicaban esta forma de pena capital, sino otras, como la lapidación, ahorcamiento, decapitación o las hogueras. La tormentosa ejecución en la cruz provocaba en el pueblo un verdadero terror y aborrecimiento. Por eso Cice196
rón diría que la crucifixión es la más cruel de las formas de asesinato, mientras Séneca señalaba, horrorizado, que de los desdichados crucificados la vida se escapaba lentamente, gota a gota. Por estas irrecusables consideraciones, durante los primeros años del cristianismo los adeptos de la nueva fe experimentaron una profunda e insuperable aversión a la cruz como símbolo religioso. Ni siquiera Pablo de Tarso con su cristología, pudo convencer a los feligreses de su época, de que la cruz era el símbolo de la salvación de la humanidad y únicamente a partir del siglo V (algunos autores precisan que fue en el siglo IV), la cruz se convirtió en símbolo, ¡pero una vez que Constantino el Grande anuló la ejecución mediante la cruz! Es decir que a partir de esa época, esta infamante y cruel forma de ejecución entró en el olvido y dejó de provocar el terror. De lo expuesto se deduce que la muerte en la cruz , no pudo ser una leyenda inventada por los evangelistas, como proponen algunos escépticos, porque no es posible suponer que los autores del Nuevo Testamento pudieran crear toda una detallada historia sobre una muerte tan infamante, propia de “malditos”, como dice Paulo de Tarso en su Epístola a los Gálatas, y en virtud de que para las gentes de aquella época la crucifixión no era precisamente un acontecimiento glorioso, digno de conmemorarse, sino desgraciado, cruel e infamante, que merecía ser lamentado. Por lo mismo, si hicieron constar el trágico fin de Jesús crucificado, ello obedecía a que realmente tuvo lugar el hecho y únicamente transcurridos cinco siglos o un poco más, semejante muerte se mitificó y la crucifixión, con el paso del tiempo se transformó en una profunda concepción escatológica. En cambio sí existen diferencias en cuanto a los detalles de la crucifixión. Para empezar, en ninguno de los escritos evangélicos se afirma que Jesús fue sujeto a la cruz mediante clavos. Este detalle se aprecia, aunque parezca 197
insólito, ¡únicamente en uno de los evangelios apócrifos, rechazados por lo mismo por la Iglesia oficial, que es el de Pedro! En el mismo se dice lo siguiente: “1 Entonces los judíos quitaron los clavos de las manos del Señor y lo depositaron en tierra”206 En Hechos de Apóstoles, la versión es completamente diferente: ¡fue colgado a un madero!, como era una de las variantes de crucificar: “30 El Dios de nuestros antepasados levantó a Jesús, a quienes ustedes mataron, colgándolo de un madero”207 Finalmente en la Epístola a los Gálatas, Pablo anota igual procedimiento, es decir la crucifixión: “3. Oh gálatas insensatos, ¿quién los puso bajo mala influencia, a ustedes ante cuyos ojos Jesucristo fue abiertamente representado fijado en el madero?” Más adelante, se reitera esta forma de ejecución: “13 Cristo, por compra, nos libró de la maldición de la Ley, llegando a ser una maldición en lugar de nosotros, porque está escrito: ‘Maldito es todo aquel que es colgado de un madero’”208 De estas importantes citas se deduce tres cuestiones evidentes: primero, que la muerte por crucifixión era de lo más infamante y en los tiempos del temprano cristianismo la cruz no pudo ser aceptada como símbolo de redención; segundo, que no hay testimonios, excepto el evangelio apócrifo de Pedro, que hemos citado, que se refiere al uso de clavos en las manos, de que también haya sido clavado por los pies; tercero, que se comprueba una vez más que la denominada sábana santa de Turín, no es auténtica, pues la misma presenta señales de clavos y sangre en el lugar de los pies en donde se supone que fueron incrustados aquellos, ¡en condiciones cuando los escritos del Nuevo Testamento no hacen constar en absoluto este detalle! En este punto también cabe señalar que el relato so206 Cf. Los Apócrifos . El Evangelio de San Pedro, VI, 1. 207 Cf. Hechos de Apóstoles. V, 30. 208 Cf. Hecho de Apóstoles, III, 1; 13.
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bre los clavos en los pies, lo debemos a Justiniano, quien en el siglo II se permitió la libertad de decir que Jesús ¡había sido clavado por los miembros inferiores! La fantasía no ha faltado en estos casos. 6. Enigmático destino. “51 La cortina del templo se rasgó de arriba abajo en dos partes, 52 la tierra tembló y se hendieron las rocas; se abrieron los monumentos, y muchos cuerpos de santos que dormían, resucitaron, 53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Él, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos…” El Evangelio según Mateo, XXVII, 51-53. Sobre el destino de Jesús crucificado se han tejido las más diversas versiones: unas producto de exhaustivas investigaciones; otras, pletóricas de fantasía. Este último es el caso de los autores Emmanuel Evsing, “La Gran Impostura. Jesucristo o la historia falsificada” (Editorial Martínez Roca, S. A., 1981, Barcelona, España) y Fida Hassnain, “La otra historia de Jesús” (Editorial Robinbook, S. L. 1995, Bogotá, Colombia). Antes de discernir sobre lo que plantean dichos autores, procede hablar sobre la leyenda de la resurrección. Del pasaje de Mateo, los extraordinarios sucesos que supuestamente se producen en Jerusalén a consecuencia de la muerte del Mesías, pueden extraerse dos conclusiones, difícilmente refutables: 1. Resulta inaudito que ningún historiador serio, absolutamente ninguno, se haya hecho eco de semejante acontecimiento, como es un terremoto que sacudió la tierra de Palestina, el hecho extraordinario que los monumentos se hayan abierto, que los cuerpos de los “santos”, luego de haber sido devorados por los gusanos y las bacterias, hayan 199
resucitado abandonando sus tumbas. ¡Nadie, absolutamente nadie da noticia sobre suceso tan colosal!; el prodigio se queda en las cuatro paredes de Jerusalén y es olvidado rápidamente. Esto simplemente demuestra la gran fantasía del autor de dicho Evangelio, que se imaginó cosas que nunca sucedieron; 2. Como según Mateo los cadáveres de los santos resucitaron ¡antes que Jesús!, entonces se deduce que la doctrina de la resurrección se desploma irremediablemente, porque en esos mismos evangelios se afirma categóricamente que los muertos resucitarán ¡únicamente después de la resurrección de Jesús! Macanudo lío para los exegetas bíblicos. Resulta que todos o casi todos los detalles de la condena y muerte de Jesús, como la pérdida o desaparición de su ropa, la bebida de vinagre, la ausencia de rotura de las coyunturas, la herida en un costado por la punta de una lanza, se basan en citas en el Antiguo Testamento209. Esto significa que en todo el drama relacionado con el juzgamiento, vejación, torturas y muerte de Jesús simplemente se cumplieron las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. En consecuencia, los romanos resultaron únicamente ejecutores de esos inexorables designios y por esta razón Pilatos, el directo responsable de la órden de ejecución a Jesús, aparece como un hombre bondadoso, prácticamente contrario a la crucifixión del Rabí. De hecho, se presenta otra “historia”, que en esencia niega la versión anotada, por cuanto en el Nuevo Testamento se revela que la responsabilidad por los martirios y ultrajes que sufre Jesús, de ninguna manera corresponde a los romanos, ¡cuánto exclusivamente a los judíos! ¿A qué obedece este absurdo y tamaña inconsecuencia de los autores de los Evangelios? A que en esos años en que se redactaron los diferentes evangelios (desde aproximadamente la segunda mitad del siglo I de nuestra 209 Cf. Al respecto el documentado libro de A. Donini, varias veces citado, pp. 79 y ss.
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era, hasta las postrimerías del siglo II), las comunidades cristianas comenzaron a separarse tajantemente del seno de las hebreas, es decir de su principal matriz, el judaísmo, primordialmente las sectas cristianas que pululaban en Roma y sus zonas de influencia. Esto se volvió realmente imperioso después de la definitiva derrota de los judíos el año 135 de nuestra era, a manos del ejército romano. Por estas circunstancias se puede apreciar esa posición inconsecuente y sobre todo claudicante de los autores de los evangelios, con relación al Imperio romano, tanto más que ya había dado el “buen ejemplo” el ilustre Tito Flavio Josefo, quien traicionó a su pueblo y se puso al servicio de los conquistadores, después de la derrota que sufrieron en el año 67. Luego tenemos la famosa crucifixión (una vez que se conocen los detalles del apresamiento y juzgamiento de Jesús). Nadie puede asegurar que Jesús fue fijado al madero por medio de clavos. ¿Por qué razón? Por cuanto este detalle no consta en los Evangelios canónicos, sino ¡únicamente en el apócrifo de Pedro, en donde se dice que mediante clavos fueron sujetas las manos! Veamos este pasaje. “Entonces los judíos quitaron los clavos de las manos del Señor y lo depositaron en la tierra. Y la tierra tembló y un gran temor se extendió entre el pueblo”210 Con el paso del tiempo este relato enriquecido con nuevas leyendas, se amplió, razón por la cual el apologista Justino, en el siglo II agregó un nuevo detalle: ¡también los pies habían sido fijados mediante clavos! Esto era el producto de la fantasía de Justino, porque de acuerdo a Hechos de los Apóstoles, ¡irrefutable por ser parte de las “sagradas escrituras”!, Jesús solamente fue colgado de un madero: 210 Cf. Los Apócrifos y otros libros prohibidos. (Edición a cargo de José María Kaydeda), El Evangelio de Pedro, VI, 1.
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“29 Respondiendo Pedro y los apóstoles dijeron: ‘Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres. 30 El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros habéis dado muerte suspendiéndole de un madero...” (Cf. Hechos de los Apóstoles, V, 29-30). Adviértase que se dice, sin sombra de duda o inseguridad, que Jesús ¡fue suspendido en un madero, no sujeto con clavos! Y en la Epístola a los Gálatas, el conocido Paulo de Tarso, aquel que en sus delirios o alucinaciones producidas, o por la sífilis en su fase nerviosa, como supone Robert Ambelain211, o por epilepsia, como considera Pepe Rodríguez212, ve y oye a Jesucristo en su camino a Damasco, que no hace referencia a la ciudad de Siria, ¡sino al sitio de Qumran, en donde estuvieron los zelotes!; digo que ese Paulo de Tarso, verdadero ideólogo del cristianismo, también señala claramente igual forma de ejecución de Jesús. Oigámosle: “Cristo nos redimió de la maldición de la Ley haciéndose por nosotros maldición, pues escrito está: “Maldito todo el que es colgado del madero” Epístola a los Gálatas, III, 13. No olvidemos que esta forma de sujetar a la cruz, mediante cuerdas, también fue una manera de ejecutar a los condenados, de parte de los romanos. Y si esto realmente fue así, como se asegura tanto en Hechos de los Apóstoles, como en Epístola a los Gálatas, uno y otro importantes componentes de las “sagradas escrituras”, entonces ¡resulta que la crucifixión con clavos pierde cualquier sustento, credibilidad y además se refuta totalmente la existencia de la famosa Sábana Santa, que supuestamente tiene las huellas de los clavos en los pies! 211 Cf. R. Ambelain. El hombre que creó a Jesucristo. Op. Cit. 212 Cf. P. Rodríguez. Mentiras fundamentales de la Iglesia católica. Op, cit.
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¿Qué sucedió en realidad? Que los detalles humanos de ese proceso de mitificación (y deificación) de Jesús, en su condición de Salvador del género humano mediante su muerte tormentosa, perdió toda importancia, porque lo único que interesaba era crear una “historia” sobrenatural con relación a la muerte y retorno a la vida de Jesús. No olvidemos al respecto que Osiris, Tammuz, Adonis, Mitra y otros dioses, igualmente mueren como el divinizado Mesías judío y después resucitan. Por último, si leemos con detenimiento los 4 Evangelios canónicos, vamos a comprobar que ¡en ninguno de ellos se describe, de manera cabal, la resurrección de Jesús!. Ni Marcos, el más antiguo, menciona sobre este prodigio. Entonces, ¿de dónde se tomó este relato? Nada menos que de algunos de los escritos apócrifos, desdeñados por la historia oficial, pero que para construir el mito sí son muy útiles. Especialmente el Evangelio de Pedro es esencial en este asunto: “¿Por qué habéis venido? ¿A quién buscáis? ¿Al crucificado? Resucitó y se fue. Y si no lo creéis, y ved que no está ya en el lugar en que se le depositó. Porque se ha levantado de entre los muertos, y se ha ido a la mansión de donde se le había enviado” (Cf. El Evangelio de San Pedro, XIII, 2. En: Los Apócrifos y otros libros prohibidos. Editor José M. Kaydeda, 1992, España). He ahí que estas cuestiones fundamentales para el cristianismo, como la crucifixión y resurrección de Jesús mitificado, ¡se sustentan casi íntegramente en los libros apócrifos, no en los canónicos! Pero continuemos: en determinadas comunidades cristianas, simplemente se creía que Jesús no murió, por cuanto había escapado de la crucifixión. 203
Y en la I Epístola a los Corintos, al hablar de la resurrección, no se oculta la enorme preocupación que se tenía por el hecho de que este mito no había sido aceptado por algunos fieles: “12 Pues si de Cristo se predica que ha resucitado de los muertos,¿cómo entre vosotros dicen algunos que no hay resurrección de los muertos?. 13 Si la resurrección de los muertos no se da, tampoco cristo resucitó. 14 Y si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, vana nuestra fe…” Cf. 1 Corintos,XV, 12-14. Lo cierto es que según A. Donini213, casi con las mismas palabras el sacerdote del divino Mitra persuadía al nuevo convertido o adepto, untándole con el sagrado bálsamo: “Creed: tu Dios resucitó; sus sufrimientos garantizan tu salvación” El asunto radica –creo que en alguna otra publicación ya señalamos algo al respecto- en que la creencia en la resurrección de los dioses era común en la antigüedad. Más concretamente: la posibilidad de que no solamente los seres divinos sino también el ser humano puede levantarse de su sepulcro (“en cuerpo y alma”, como suele decirse), es una de las más antiquísimas ideas escatológicas. Y de acuerdo con Z. Kosidovskiy214, la creencia de que el ser humano puede levantase físicamente desde la tumba, no fue algo extraordinario en esos tiempos; pero la influencia más directa en la conciencia de los primeros cristianos tuvieron en este caso las ideas de Egipto, Persia y de algunas sectas del judaísmo que se remontan a esos antiguos credos. 213 Cf. A. Donini, op. Cit., p. 82. 214 Cf. Zenón Kosidovskiy. Op. Cit., pp. 220-221.
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Y en cuanto a los autores mencionados al principio de este capítulo, tenemos lo siguiente: E. Evsing es acertado cuando destaca que los judíos no crucificaban a sus condenados en esa época ni tampoco después, argumentando que caso contrario no habrían lapidado a Esteban (Op. Cit., p. 72) Y sobre la concepción del más allá, luego de la muerte, considera que esta creencia hunde sus raíces en la tradición asirio-babilónica, antes que en la egipcia, de la que se habría impregnado la religión judía. Existe un germen de verdad en esto, si se recuerda un pasaje del libro de Daniel, del Antiguo Testamento, en el que por primera vez se menciona esa idea, influencia iraniana: “Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para el oprobio y el horror eterno”215. Si se acepta o no estas tesis de Evsing, en cualquier caso con la mayor consideración, no resulta lo mismo con la obra de F. Hassnain, pues en la misma existen afirmaciones sobre el juicio y la crucifixión que francamente contradicen la historia y el sentido común. Por ejemplo en el pasaje sobre la supuesta traición de Judas, el autor anota que Jesús dirigió una especial oración a Dios para que le salvase de la muerte y que esta contradicción que le intrigaba, solamente pudo aclararla con las observaciones que Mirza Ghulam Ahmad plantea en su tratado sobre la vida oculta de Jesús (Jesús in India. Kadian, India, 1944): “Era necesario que escapase a la muerte en la cruz, porque está escrito en los libros sagrados que es maldito el hombre al que cuelgan del madero. Y sería una blasfemia cruel e injusta el atribuir una maldición a persona tan eminente como Jesús, el Mesías”216 Solamente señalamos que si nuestro autor hubiera leído la Epístola a los Gálatas, de Paulo de Tarso, no habría tenido ninguna necesidad de que este asunto le aclare Mirza Ghulam, aparte de que resulta extremadamente difícil desen215 Cf. Daniel, XII, 2. 216 Cf. F. Hassnain. Op. Cit., p. 116.
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trañar los elementos históricos en los relatos sobre la Pasión jesucristiana, porque los escritos de los evangelios, que muy poca relación guardan con la historia y aún la contradicen en varios aspectos, difieren radicalmente de lo que relatan testigos idóneos de esa época, como Filón Alejandrino o Flavio Josefo. Luego, incurre en un error muy notable al señalar que los fariseos, una de las sectas del judaísmo, “deseaban matar a Jesús cuanto antes”217Es decir que según este falaz criterio, que no tiene ningún sustento histórico, algunos autores contemporáneos, igual que los de los primeros tiempos del cristianismo, pretenden librar a los romanos de toda responsabilidad en la muerte de Jesús, cargando la culpa a los judíos, como ya vimos en capítulo anterior. Este autor asimismo asegura que en el año “décimo séptimo” del emperador Tiberio, en Jerusalén habían dos “sumos pontífices Anás y Caifás, encargados de los sacrificios del pueblo de Dios…”, y que el veredicto fue dictado por Caifás, aunque quien promulgó la pena capital fue Pilatos218 También en esto Hassnain incurre en ligerezas, por cuanto en ningún momento hubo simultáneamente dos sumos sacerdotes que dirigieran el Sanedrín; resulta que Anás fue pontífice o sumo sacerdote desde el año 6 hasta el 15 de nuestra era (¡no en el décimo séptimo!), fecha en la que es destituido por la autoridad romana, siendo sustituido por Caifás, que era su yerno. Los historiadores coinciden en que Anás, aunque ya no era sumo sacerdote, tenía un notable ascendiente en las decisiones del Sanedrín y efectivamente aparece junto a su yerno en el proceso instaurado contra Jesús, si hemos de creer a Lucas (III, 2) y Juan (XVIII, 13-24). Aclaremos, asimismo, que los hebreos, más concretamente el Sanedrín, tenían el derecho a juzgar por asuntos religiosos, pero la condena a muerte se cumplía ¡únicamente después de ser confirmada por el procurador romano!219, 217 Cf. F. Hassnain. Op. Cit., p. 117. 218 Cf. F. Hassnain. Op. Cit., pp. 118-119. 219 Cf. Zenón Kosidovskiy. “Relatos de los Evangelistas”, Editorial POLITIZDAT, Moscú, 1977, p. 200 (Edición en ruso).
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¡no obstante la pena era por lapidación, colgamiento, en las hogueras o por decapitación!. Suficiente recordar a Holofernes que muere decapitado, a manos de Judith o Esteban (aunque bajo este nombre se ocultaría la verdadera víctima: ¡Santiago, el hermano de Jesús y partidario de la línea auténtica del Nazareno!), lapidado, con la intervención de Pablo de Tarso. Luego Hassnain manifiesta que Jesús no murió en la cruz, curó de las heridas mediante el bálsamo prodigioso llamado “marham-i-Issa” y en todo esto tuvo un papel protagónico José de Arimatea. Recuperado de la terrible prueba, iniciaría un largo periplo hacia Oriente, pasando por Babilonia (no entendemos a qué pueblo se refiere el autor, pues Babilonia en tiempos de Jesús prácticamente había desaparecido junto con el conjunto de la cultura sumerio-acadia), Persia, hasta llegar a Cachemira, hacia el 55 de nuestra era (Cf. Op. Cit., p. 198), habiendo vivido unos 125 años. ¿Qué hay de verdad en todo esto que escribe F. Hassnain? Creemos que una buena dosis de fantasía, tanto que otro autor, Andrés Faber-Kaiser, en su artículo “Jesús Vivió y Murió en Cachemira”220, más cauto y ponderado, anota lo siguiente: “A fuer de ser sinceros, no hay datos históricos que avalen su muerte (la de Jesús, M. R.) en la cruz, como tampoco existe ni un solo testimonio de su resurrección”. También el autor argentino Antonio Las Heras, Psicologo social y periodista, en su obra....hasta. como hemos demostrado a lo largo de estas páginas. 7. Los rostros de Jesús. Alguna vez me permití publicar algunos datos y reflexiones sobre esta cuestión. En esta ocasión quiero señalar que en los Evangelios, ni se diga en las Epístolas neotestamentarias, no se mencionada para nada este asunto. No se dice si fue alto o pequeño, fornido o enjuto, ni de qué color eran sus ojos, su pelo, tampoco se explica si fue trigue220 En: “Jesús de Nazaret”, Revista “Más allá de la ciencia. Monográfico Nº 7, Barcelona, España)
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ño, blanco o de rasgos asiáticos. Así que las imágenes en las que Jesús consta alto de cuerpo, pelo rubio, ojos azules, como un europeo nórdico, apuesto, lo debemos al intento de los autores cristianos y a los pintores del Renacimiento, de presentar al Rabí como un ario, blanco, no obstante que él fue, de lo que se conoce, de raza judía y en consecuencia de piel morena, nada de rubio ni blanco. Desde luego que los autores de los Evangelios, como ya se manifestó, no mencionan esta cuestión de la fisonomía del Galileo, por una razón irrefutable: ¡ninguno de ellos fue testigo presencial de los sucesos relacionados con la vida y el corto apostolado de Jesús! Es que esos autores, de los que solamente conocemos sus nombres y en algunos casos escuetos datos de sus vidas o de la profesión que tenían, no vivieron ni redactaron los Evangelios en Palestina, en donde Jesús, de acuerdo a las “sagradas escrituras” vivió y en donde sus coterráneos y compañeros igualmente vivieron y sin duda le conocieron.
A la izquierda la antigua divinidad griega Zeus, a la derecha el Dios supremo cristiano. El parecido es notable. 208
Así y todo, ciertos detalles constantes en los evangelios, si los tomamos con las reservas del caso, pueden brindarnos alguna pista sobre la fisonomía de Jesús. ¿Cuáles, por ejemplo? Cuando Judas el sicario en el huerto de Getsemaní se acerca a Jesús para darle un beso en la mejilla, con el fin de que los soldados romanos y los agentes del Sumo Sacerdote puedan identificarle, si esto es verdad, ¿qué nos sugiere? ¡Que Jesús era un judío común y corriente, como sus connacionales!, por lo que no se destacaba en la multitud y era necesario que alguien le identifique. Entonces, podemos suponernos que el Rabí no fue de elevada estatura, ni fornido, ni se distinguía por rasgos peculiares de sus compatriotas. ¿Cómo se imaginaban a Jesús las gentes creyentes del temprano cristianismo? Como la vida es inagotable en sus paradojas, el testimonio sobre esta espinosa cuestión le debemos a uno de los más radicales adversarios de la nueva fe de aquellos tiempos. Nos referimos al filósofo Celso (s. II), ecléctico y de orientación platónica. Celso fue uno de los primeros autores antiguos críticos del cristianismo, autor de la obra anticristiana “Palabra verdadera”, que lamentablemente no ha llegado hasta nosotros y que la conocemos en unos pocos fragmentos gracias a que es citada por el autor cristiano Orígenes, quien escribió una obra para refutar al filósofo: “Contra Celso”. Lo cierto es que en “Palabra verdadera” el pensador “pagano” trata de demostrar la insostenibilidad de la mitología y teología cristianas, así como plantea la superioridad del politeísmo. Al no disponer de la obra de Orígenes, que intenta refutar a Celso, me permito transcribir de la obra del historiador Zenón Kosidovskiy, “Relatos de los Evangelistas”221 (en la versión rusa) el pasaje en el que Orígenes menciona a Celso con relación a su crítica al cristianismo y a la fisonomía de Jesús: Si el espíritu de Dios realmente hubiera descendido sobre él (Jesús), entonces él debió destacarse de los demás 221 Cf. Z. Kosidovskiy. Op. Cit., Editorial POLITIZDAT, Moscú, 1979, p. 143.
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por la belleza de su rostro, su magnífico cuerpo, así como por su elocuencia. Pues no es posible creer que aquel, en cuyo cuerpo había algo de divino, no se distinguiera en nada de los demás. Mientras tanto, las gentes relatan que Jesús fue de mísera (Por pequeña. M. R.) estatura y con un rostro tan feo, que provocaba aversión” (Lo destacado en negritas nos pertenece. M. R.). Tengamos presente que este escueto dato lo expone un filósofo –Celso- que vivió en el segundo siglo de nuestra era y que debió disponer de referencias dignas de crédito que le permitieron dar a conocer su criterio sobre el fundador del cristianismo. ¿Y cómo se representaban a Jesús sus primeros partidarios? Resulta que ¡no diferían mayor cosa de la descripción que nos ha legado Celso, a través de su rival Orígenes! A tal grado, que el autor cristiano Tertuliano en sus polémicos diálogos con los partidarios de Pablo y el adversario del Antiguo Testamento, Marción, describe a Jesús, en quien creía ciegamente este autor en los siguientes términos: “Su rostro estuvo privado de cualquier belleza y encanto…”222 Conste que Tertuliano creía en Jesús como ser divino, razón por la cual en un pasaje de su “Apologético”, anota: “Vino, pues, el que Dios anunciaba que vendría para renovar y dar esplendor a esta ley: Cristo, el Hijo de Dios”223. Pero lo más importante de este asunto radica en que quienes veneraban a Jesús en esos ya lejanos tiempos, Tertuliano incluido, estuvieron profundamente convencidos de que las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías, ¡se cumplieron en Jesús! Por esto mismo el autor de “Apologético”, describiendo los rasgos exteriores de Jesús, ¡se fundamenta en uno de los pasajes de la profecía de Isaías, 222 Cf. Z. Kosidovskiy. Op. Cit., p. 144 . 223 Cf. Tertuliano. Apologético. A los Gentiles. Biblioteca Clásica GREDOS, Madrid, 2001. p. 116.
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constante en la Biblia!: “ 2. Sube ante él como un retoño,/ como raíz de tierra árida./ No hay en el parecer, no hay hermosura para que le miremos,/ ni apariencia para que en él nos complazcamos.3/ 3 Despreciado y abandonado de los hombres,/ varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento,/ y como uno ante el cual se oculta el rostro,/ menospreciado sin que le tengamos en cuenta…”224 Así que en ese tiempo, los autores que describían los rasgos fisonómicos de Jesús, o se apoyaban en las profecías del Antiguo Testamento, como la citada, o en su defecto reflejaban las representaciones de lo que la tradición había conservado del Mesías. Sine embargo, con el paso del tiempo, de los siglos, otra semblanza de Jesús empezó a configurarse, ya no la del Mesías ordinario, carente de atractivo, que no era apuesto y que reflejaba al semita de tez morena, pequeño, de ojos oscuros, sino aquel que se correspondía con el de un personaje extraído de la fascinante mitología grecorromana. Y como para ese tiempo el mito ya se había consolidado y había calado profundamente en la mente de los creyentes, Jesús-Cristo ya no era más el simple Mesías o ungido, sino un Dios, con todos sus maravillosos atributos y cualidades, por lo tanto no podía parecerse, ni remotamente, a un judío ordinario sino a un ser de bellas facciones, de porte noble, consecuentemente blanco, de pelo y barba rubios, ojos azules, alto de cuerpo. Así se le pinta en el Renacimiento, sobre todo. En esta cuestión ayudó no poco la “Carta de Léntulo” (se trata de Lucio Cornelio Léntulo, que se desempeñó como autoridad romana en Palestina a mediados del primer siglo de nuestra era), falsa íntegramente, creada en el S. XIIII y publicada en 1474, que supuestamente contiene el informe del procónsul de este nombre, dirigida al Senado romano. He aquí lo más notable que se dice en ese documento espurio: Jesús es de estatura media, de buena presencia, de 224 Cf. Antiguo Testamento. Isaías, LIII, 2-3.
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rostro magnífico, noble. Su aspecto infunde afecto y temor al mismo tiempo; la frente amplia, el rostro sin arrugas ni manchas, la mirada penetrante, ojos verdiazules, brillantes y vivaces. En resumen, la incomparable fantasía hará decir que Jesús poseía el “más hermoso semblante de todos los hijos de los hombres”. El célebre humanista italiano, Lorenzo Valla (o della Valle) (h. 1407-1457), que condujo una lucha consecuente contra el dogmatismo y autoritarismo de la Iglesia, que sometió a duda la “inspiración divina” de la Biblia, que criticó valientemente las instituciones del monacato y papado y que dedicó la mayor parte de su corta pero fecunda existencia a la investigación filológica, demostró que esa carta o misiva era una pura ficción, una farsa, pero las gentes ingenuas siguen creyendo que Jesús fue así: rubio, ojizarco, alto de cuerpo, esbelto, de piel blanca, como lo “describió” el anónimo autor que tomó el nombre del alto burócrata del Imperio romano Léntulo, y como lo imaginaba el colectivo creyente europeo, en donde había echado hondas raíces la religión del judío Jesús. Pero en abril del 2001 científicos británicos, despejaron las dudas e hicieron luz en la oscuridad del tema, cuando diseñaron mediante sistema de computación el posible rostro jesucristiano, operando para ello con las medidas craneales de un judío de hace 2000 años, a fin de obtener los datos necesarios sobre el cabello y el color de la piel. Los investigadores se auxiliaron con los frescos que contenían rostros de judíos pintados en el siglo III de nuestra era. Pues bien: el trabajo científico brindó resultados sorprendentes: Jesús aparece con un rostro ‘macizo’, nariz grande y gruesa, cabellos rizados, piel morena, estatura pequeña, como la de un judío o árabe corriente de esos tiempos, conforme puede apreciarse en la reproducción elaborada por los investigadores y difundida por Associated Press a través de Internet, que insertamos en este trabajo. Cuatro años antes de esa publicación, en 1997, yo me permití exponer algunas 212
reflexiones en un artículo de una serie de 20 que publiqué en la revista cultural “La Pluma”, de El TIEMPO, con el título general “Grandes Temas Históricos”. En ese artículo decía, entre otras cosas, lo siguiente: “…Además, el Nuevo Testamento no ofrece en absoluto ninguna descripción del aspecto físico de Jesús, pero si leemos los Apócrifos (que no significan falsos, como erróneamente creen algunos autores, sino simplemente secretos, pero que no fueron aceptados por la Iglesia oficial), de esa lectura podemos deducir que Jesús no era como estamos acostumbrados a verlo en las representaciones de Occidente: de elevada estatura, buena contextura física, un rostro ciertamente bello, barba y cabellos rubios, como si se tratara de un nórdico, cuando él fue un semita, posiblemente trigueño o de piel morena…”, agregando en seguida: “Pero decíamos que de la lectura de los Apócrifos, se deduce que el profeta no era alto, sino mas bien de estatura mediana y un tanto cargado de espaldas, nada de rubio, ojos azules ni cosas por el estilo…” 225. Lo cierto es que aunque no se cuenta con una descripción fidedigna del rostro ni del cuerpo de Jesús, porque los Evangelios pasaron por alto esta cuestión y dejaron a la fantasía la descripción de la figura del Mesías, es altamente probable que Jesús debió ser de pequeña estatura, como el judío medio de su tiempo, de tez morena, pelo algo ensortijado, algo cargado de espaldas y con un rostro poco atractivo, como señalaba Celso.
225 Cf. M. Robles López. Grandes Temas Históricos. Nº XV, EL TIEMPO, La Pluma, sábado, 17-05-1997, p. 6.
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De izq. a der. y abajo: La Trinidad de Jesús, Siva y Visnú.
8.¿Del Gólgota a Languedoc?. Primero unos antecedentes. Digamos que la orden de los templarios no fue fundada en Europa, como a veces se cree, sino en Jerusalén, y la mayoría de los autores coincide en que la fecha fue el año 1119226. En segundo lugar, cabe anotar que Jerusalén antes de que entren en escena los Templarios, fue tomada por los cruzados el 15 de julio del año 1099, después de un ataque implacable, feroz, en el que se derramó sangre de inocentes, no solamente de combatientes. Un año antes, el 3 de 226 Cf. Gran Enciclopedia Laraousse, 26 tomos, 1990, Madrid, España, Tomo XXII, p. 10683; R. Pike. Diccionario de Religiones, Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 1966, p. 437; Ateisticheskiy Slovar. POLITIZDAT, Moscú, 1985, p. 435 y otros.
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junio de 1098, Bohemundo de Tarento entraba con su ejército en Antioquia, derrotó a los seléucidas, la ciudad pasó a manos de los cruzados y ¡todos sus habitantes no cristianos, fueron degollados! Así que las guerras de las cruzadas nunca fueron muy santas que digamos. Sin embargo, a poco de este triunfo cruzado, el emir de Mosul sitió la ciudad con su poderoso ejército, los cruzados tuvieron que mantenerse a pan y agua, y presas de la desesperación huían en pequeños grupos; aprovechando las sombras de la noche se deslizaban por las murallas de Antioquia con cuerdas que llegaban hasta la orilla del mar y así alcanzaban las naves fondeadas en las proximidades de la costa. Por esta razón esa fuga se denominó de los “fugitivos de la cuerda”227. Poco tiempo después, recuperando fuerzas y reorganizando el ejército, los cruzados lograron vencer al ejército de Kerbuga y a fines de 1098 Mosul fue definitivamente derrotado, el campamento de Kerbuga completamente saqueado y la población liquidada con el frío e implacable acero filudo. En efecto, un cronista relata que los devotos cristianos ¡”no hicieron ningún daño a las mujeres que encontraron en el campamento, aparte de que las traspasaron con las espada el vientre”!228 Bueno sería, digo yo, que sobre estas cuestiones también relaten los a veces ponderados y probos narradores de “The History Channel” o de “Discovery Channel”. Pero no es factible, porque eso equivale a “pedir peras al olmo” y porque quienes representan la historia oficial no siempre le hacen concesiones a la verdad. Por manera que la liberación del “santo sepulcro” para los campesinos que acompañaron a los caballeros cruzados, estuvo vinculado al anhelo de alcanzar su libertad y conseguir un pegujal en donde poder vivir y trabajar, mientras que para los caballeros los proyectos terrenales, la expansión de los dominios feudales, el acceso a nuevos mercados y rutas, la apropiación de nuevas riquezas y bienes, de ninguna manera contradecía los objetivos religio227 Cf. M. Zaborov. Historia de las cruzadas. Editorial Akal, Madrid, España, 1979, p. 100. 228 Cf. Cf. M Zaborov. Op. Cit., p. 105.
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sos de rescatar los lugares santos de manos paganas, tanto más si todo esto fue organizado por el papado, la Iglesia y los poderosos señores feudales, todos interesados en los bienes terrenales. Estos fueron algunos de los antecedentes que desembocaron en el surgimiento de la Orden de los Templarios, fundada por el caballero champañés Hugo de Payns. Los templarios fueron instalados por el rey de Jerusalén, Balduino II, en un palacio próximo al legendario templo de Salomón. Confirmada oficialmente la orden en 1128, se convirtió rápidamente en una organización con una férrea disciplina, un indudable poder político y sobre todo económico, todo lo cual acabó despertando el celo y animadversión de los rivales. En 1148 el Papa les entregó un hábito que sería famoso por esos tiempos: manto blanco y cruz roja, y a partir de esa fecha la orden se enriqueció incesantemente, merced a múltiples donaciones. Poseía una red de fortalezas en Palestina, disponía de tal caudal, que prestaba dinero a los soberanos y cuando los cristianos perdieron Palestina y otros lugares del Próximo Oriente, los templarios simplemente se replegaron a Chipre, así como se trasladaron a Occidente, sobre todo al Sur de Francia y a España, en donde tenían numerosos dominios. En 1307, preocupado por el creciente poder de la Orden –llegaron a ser ¡15.000 caballeros armados!- y con la intención de apoderarse de sus riquezas, el pérfido y cruel Felipe IV el Hermoso, resolvió liquidar a la misma. En efecto, con la venia del Papa Clemente V, que tampoco era un santo, hizo arrestar a la mayoría de los principales dirigentes templarios y consiguió que la siniestra Inquisición católica les inicie un proceso en el que se les acusaba de negar a Cristo, escupir en un crucifijo, adorar a imágenes como la de “Bafomet”, practicar vicios contra natura y otras aberraciones. En 1310, 54 caballeros templarios fueron torturados y quemados vivos, como herejes empedernidos. En 1314, 216
Jacques de Molay, gran Maestre y Geoffroi de Charnay, Preceptor de Normandía, ¡”fueron quemados vivos, a fuego lento”!229. Pero, dos años antes, el Papa Clemente V dispuso la anulación de la Orden, para facilitar la carnicería. A pesar de toda esta terrible tragedia que sufrieron los templarios, debemos señalar que no todos perecieron y un buen número secretamente se desplazó a lugares más seguros, sobreviviendo a las persecuciones implacables de Felipe IV y de los mastines de la Inquisición. Operando en esta historia y en el hecho de que los Templarios estuvieron en Jerusalén, conocieron el “santo sepulcro”, que posteriormente muchos de ellos se radicaron en el sur de Francia y que guardaban un conocimiento sobre el denominado “Santo Grial” en el más profundo secreto, algunos investigadores han considerado que efectivamente estos desdichados caballeros estuvieron muy bien enterados sobre el destino de la tumba de Jesús, y sobre todo de su estirpe, que se vincularía a la dinastía merovingia. Esta tesis anularía, de hecho, la conjetura sobre la existencia de una tumba de Cristo en Cachemira. Por todas estas reflexiones, búsquedas e hipótesis, no pocos autores han recurrido a los manuscritos de Nag Hammadi, sobre lo que alguna vez ya hemos discurrido. Es que ahí se encuentra una intrigante disputa entre Pedro y Magdalena, que conduciría a plantear una hipótesis que nada tendría de descabellada: el conflicto entre los “partidarios del mensaje” y “los partidarios de la estirpe”, que se resolvió con el triunfo inapelable de los primeros, lo que al decir de los autores de “El Enigma Sagrado”, determinó “el rumbo de la civilización occidental”. Pero continuemos: En la reveladora obra de R. Andrews y P. Schellenberger, “La Tumba de Dios”230, se propone tres hipótesis sobre el destino de la crucifixión, que en una u otra variante también se lucubra de parte de otros investigadores: 229 Cf. M. Baigent, R. Leigh, H. Lincoln. “El Enigma Sagrado”, p. 69. 230 Cf. Op. Cit., Editorial Martínez Roca, Barcelona, España, 1996, p. 398.
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1.
Jesús sobrevivió a la ejecución en la cruz y viajó personalmente a Languedoc, sur de Francia; 2. Su cuerpo embalsamado (recuérdese los aromas, áloe y plantas conservantes, que según los evangelios llevó José de Arimatea a la tumba de Jesús crucificado, para someterle a un proceso de curación o embalsamamiento) fue conducido a dicha región de Francia, por familiares y amigos; 3. El lugar en donde fue sepultado Jesús en Jerusalén, habría sido descubierto por los enigmáticos Templarios y, en consecuencia, ellos habrían trasladado los restos mortales al sur de Francia. Con relación a la primera hipótesis se toma en consideración el hecho de que en los primeros años de nuestra era, ¡ya se había establecido en el sur de Francia una colonia de judíos, y la familia de Herodes igualmente había terminado sus días en Languedoc! Por lo tanto, Jesús curado de las graves heridas producidas por la flagelación y la crucifixión, habría viajado a esa región, en donde se estableció con su familia. Si esto no había sido posible con Jesús vivo, entonces la segunda versión, que en notable medida se fundamenta en una tradición que no pudo ser sometida al olvido, considera que el traslado fue con el cuerpo embalsamado, es decir con el “ptoma” (no con el “soma”). Finalmente, si se descarta esta segunda hipótesis, entonces queda la tercera, según la cual los Templarios habrían recuperado el cadáver (embalsamado) o los restos del sepulcro localizado en Jerusalén. Recuérdese que la Orden llegó a cabo misteriosas excavaciones en el lugar que se suponía estuvo la tumba de Jesús e incluso elaboró un mapa de la famosa ciudad de Palestina, con un mensaje cifrado 218
y operando en la geometría secreta, accesible únicamente para unos cuantos iniciados, mapa que vincularía la tumba vacía de esa ciudad palestina ¡…con el nuevo sepulcro de Jesús en el monte Cardou, de Languedoc! Así que esta tercera hipótesis tampoco procedería descartarla ipso facto, como descabellada. De cualquier forma, si Jesús realmente murió en el Gólgota o si sobrevivió a la crucifixión y luego terminó sus días viejo y de muerte natural, hipótesis ésta sin duda menos probable que la primera, queda la posibilidad de que su cadáver haya sido sometido a embalsamamiento, costumbre muy difundida en esa época. En Egipto, por ejemplo, no solamente se embalsamaba a los faraones, sacerdotes y altos magistrados, sino también a animales considerados sagrados, como el cocodrilo, gato, ibis, etc. En nuestra América precolombina los incas y otros pueblos, como el cañari, igualmente conocían el arte de embalsamar, razón por la cual en una tumba cañari de Pilaloma (Ingapirca), se encontró el cuerpo de una mujer con su atuendo, en buen estado de conservación, por el proceso de embalsamamiento al que fue sometida. Sin duda se trataba de una sacerdotisa del culto de esta gran nación. En cambio es mucho menos probable que los Templarios hayan dado con la tumba de Jesús en Jerusalén. ¿Por qué decimos esto? Por lo siguiente: Recordemos previamente lo que ya hemos manifestado en alguna ocasión: la crucifixión fue una de las formas más inhumanas y espantosas de ejecución inventadas por el ser humano. La vida del condenado se apagaba lentamente, en medio de insoportables sufrimientos y angustias. En la cruz ejecutaban a los reos los babilonios, persas, fenicios y cartagineses. Griegos y egipcios no aplicaban este bárbaro castigo; tampoco los hebreos, que entre otros tipos de pena de muerte preferían la no menos cruel lapidación, para ajusticiar delincuentes y réprobos. Pero fueron los romanos los campeones en crucificar 219
y sobre todo durante el imperio decenas de miles de esclavos, delincuentes comunes, criminales feroces, individuos acusados de sedición contre el Estado o de crímenes de “lesa majestad”, murieron crucificados, previamente flagelados. Sin embargo a los ciudadanos romanos se les aplicaba este temible castigo excepcionalmente. Por ello Saulo de Tarso no fue crucificado, sino decapitado En segundo lugar, la antigua colina del Gólgota (Calvario), ubicada en los extramuros de Jerusalén, vocablo derivado del arameo Gulgultha, justamente significa calavera, por cuanto en ese lugar, antes de ser avasallados por los romanos, los hebreos ejecutaban a los delincuentes y en consecuencia allí abundaban las calaveras insepultas. ¿Qué sucedió, entonces, con el Gólgota? ¡Física y materialmente se transformó para siempre, una vez que las huestes de Tito, que acompañaba en las campañas militares a su padre, Vespasiano, el año 70, tomaron Jerusalén, la convirtieron en escombros y nivelaron (sin recurrir a tractores y otros aparatos, como en nuestro tiempo) la colina de los martirios y ejecuciones!, desapareciendo la original forma del Gólgota. Actualmente en ese sitio se levanta la Basílica del Santo Sepulcro. Y en cuanto a Jerusalén, sobre sus ruinas y cimientos se levantó una nueva ciudad, ya en tiempos de Adriano, quien reinó de 117 a 138, soberano que ordenó recubrir el antiguo Gólgota con un terraplén y allí se plantó un bosque sagrado, dedicado a la divinidad Afrodita (Venus)231. Por manera que Afrodita, esplendorosa diosa del amor y de la belleza femenina, nacida de la espuma del mar, se tomó un respiro y recuperó su “inmortalidad”, hasta que fue eliminada definitivamente, junto con su eterno compañero, su amado vástago Eros, al hundirse el mundo pagano. Pero lo importante y la razón central de estas reflexiones: los Templarios difícilmente habrían encontrado la tumba de Jesús, en las ruinas de Jerusalén, transcurridos poco más 231 Cf. Robert Ambelain. Jesús o el Secreto Mortal de los Templarios. Editorial BOOKET, Madrid, España, 1997, Capítulo XXI: La ejecución de Jesús.
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de mil años, por los motivos expuestos. Siglos antes de estos sucesos vinculados con los Templarios, también el emperador romano Flavio Claudio Juliano (Constantinopla, 331 – Mesopotamia, 363), calificado de impío y apóstata por la Iglesia oficial, en su carta a Fotino232 nos recuerda la afrentosa muerte y sepultura de Jesús: “A éste (se refiere a Diodoro de Tarso, detractor de Fotino, por motivos religiosos. M. R.), si nos fueran propicios los dioses y las diosas todos y las Musas y la fortuna, lo mostraremos débil y violador de leyes, doctrinas y misterios paganos (advierto al lector que esta expresión de “paganos” constituye una burda interpolación, porque Juliano jamás podía calificar con ese término despectivo, utilizado por los cristianos, ¡el credo del cual él era partidario! Lo correcto habría sido que se refiera a “doctrinas y misterios helenos. M. R.), así como de los dioses infernales, y a aquel su nuevo dios galileo (en este caso se refiere a Jesús. M. R.), al que en sus cuentos anuncia como eterno, desprovisto de la dignidad imaginada por Diodoro, merced a sus poco dignas muerte y sepultura”233. Por otra parte, Bárbara Thiering, en su obra “Jesús the Man”234, afirma sin dubitación alguna, aunque sin una prueba convincente, que Jesús sobrevivió a la cruz y que vivió hasta edad avanzada, una vez que abandonó Jerusalén con su familia y que muy bien pudo encontrar refugio en el sur de Francia, ¡”…en propiedades herodianas, dando así origen a la leyenda del Grial”!235 Otros autores tampoco han descartado la posibilidad de que “llegó a Languedoc con María Magdalena embarazada, estableciendo allí una descendencia que más tarde llegaría a ser la dinastía merovingia y que persiste hasta el 232 Este personaje de la Antigüedad tardía fue obispo de Sirmium y condenado por negar la naturaleza divina de Cristo. 233 Cf. Juliano. Contra los Galileos. Cartas y Fragmentos. Testimonios. Leyes. Biblioteca Clásica GREDOS, Madrid, España, 1982. Carta a Fotito, 90. 234 Según: R. Andrews y P. Schellenberger. Op. Cit., p. 401. 235 Cf. B. Thiering. En: Op. Cit., p. 401.
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día de hoy”236 En “El Enigma Sagrado”, al que no le falta su buena dosis de imaginación (y también de equívocos y prejuicios, cuando se refiere al marxismo), igualmente se hace referencia a esta circunstancia. Pero lo que no puede llamarnos la atención es que Jesús haya tenido su compañera, sea esta María Magdalena u otra, porque el solterón y ni se diga si éste era un Rabino, como era el caso de Jesús, si hemos de creer a las “sagradas escrituras”, era imposible que se mantenga en tal estado, sin formar familia, porque era muy mal visto en la sociedad judía de ese tiempo. Por estas mismas razones, los sacerdotes del catolicismo originalmente ¡fueron casados!; la prohibición a estos de contraer nupcias, fue impuesta en los Concilios de Letrán I, del año 1123 y II, de 1139 y asimismo la ordenación de mujeres no estuvo negada sino cuanto tuvieron lugar esos concilios. Por lo tanto, hasta ese tiempo, ¡la gran mayoría de eclesiásticos estuvieron casados, incluyendo siete pontífices!237 Pero como el dogmatismo y la mojigatería cobraron inusitada fuerza a partir del siglo IV, cuando el catolicismo en su condición de religión oficial sometió a una represión implacable a los últimos vestigios de paganismo, el Concilio de Elvira que tuvo su realización en el año 306 prohibió a los curas dormir con sus esposas antes de dar misa. Y el obispo de Hipona, San Agustín, ilustre filósofo aunque dominado por los dogmas y el oscurantismo, como era sumamente conservador en cuestiones de fe, tuvo una influencia negativa, realmente retrógrada, con relación al matrimonio de los curas y aportó perniciosamente a la actitud misógina de la Iglesia, al extremo que señaló que nada envilece más al espíritu de un hombre que las caricias de una mujer. ¡Y conste que Agustín tuvo su concubina! Por manera que el celibato, si leemos con atención los escritos del Nuevo Testamento, ¡jamás fue promovido por Jesús! 236 Cf. B. Thiering. Op. Cit., p. 402. 237 Cf. J. Blaschke, P. Palao, J. M. Ibáñez. Historia oculta de la Iglesia. E. ROBINBOOK, Barcelona, España, 2005, p. 202.
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III. LA TUMBA DE LA SAGRADA FAMILIA “Salomé dijo: “¿Y tú quién eres, hombre? ¿De quién has salido para haberte metido en mi cama y haber comido en mi mesa?” Y Jesús le dijo: “Yo soy aquél que se ha producido de Aquél que es su igual. Me han dado lo que es de mi Padre” Y Salomé respondió: “¡Soy tu discípula!... ” Evangelio de Tomás, LXV (Manuscrito copto del siglo IV, descubierto en Khenoboskion, Alto Egipto, en 1947, traducido al ruso. Constante en: “Apócrifos de los antiguos cristianos”, Editorial “Muysl”, Moscú, ex URSS, 1989). 1. Asombrosos hallazgos. Pero bien: retomando el asunto de la muerte y sepelio de Jesús, el extraordinario descubrimiento de estos días, de lo que podría ser la tumba conteniendo los restos óseos del Rabino y de miembros de su familia, incluyendo los de su compañera María Magdalena, echaría por tierra las tesis y conjeturas de Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln (El enigma sagrado), de Richard Andrews y Paul Schellenberger (La Tumba de Dios. El Cuerpo de Jesús y la solución a un Misterio de 2000 años), de Robert Ambelain (Jesús o el secreto mortal de los Templarios), con relación al destino del Nazareno, después de la crucifixión, así como a la deleznable tradición sostenida por la Iglesia, sobre la compañera de Jesús, María Magdalena. Resumidamente nos permitimos exponer al respecto lo siguiente: El documental del cineasta James Cameron, del productor Félix Golubev y del director Simcha Jacobovici .(www. discovery.com) que se presentó el domingo 29 de abril, por la noche, de este año, en Discovery Channel, revela entre las cuestiones más importantes las que señalamos a continuación: Un año después de la muerte de Jesús, se prepara223
ron los restos del Rabí para la ceremonia fúnebre definitiva, es decir la sepultura, junto con los restos de María, su madre, sus hermanos y María Magdalena, para depositarlos en osarios que habría sido colocados en un nicho de la tumba familiar. En las excavaciones llevadas a cabo el año 1980, en el lugar correspondiente al apartamento Talpiot, ubicado en Jerusalén, se pudo descubrir una tumba que tenía 2.000 años de antigüedad, con una especie de lápida en forma de un triángulo y con una concavidad circular en el centro. En el sector se habían descubierto seis cavidades profundas, con 10 pequeñas urnas (osarios) que fueron guardados para un nuevo entierro, una vez que fueran analizados por los especialistas. Cabe indicar que ese año 1980 se habían encontrado en el sitio numerosos osarios, pero lo que llamó poderosamente la atención de los especialistas, era que únicamente unos pocos tenían inscripciones. Merece destacarse que la costumbre de guardar los restos de las personas fallecidas en osarios solamente duró unos 100 años, aproximadamente desde el año 70 a n e, hasta el 70 d n e. En la tumba descubierta había un nombre en antiguo hebreo: Ieshua bar Iosif, esto es: Jesús hijo de José, lo que de hecho refutaría la tesis de Robert Ambelain, en el sentido de que José no era su padre sino otro personaje: Judas. Semejante punto de vista fue inducido, suponemos nosotros, porque a José se le representaba anciano, prácticamente impotente, pasando por alto que el relato de los evangelios sobre matrimonio tan desigual entre un hombre senil, José y una doncella, María, era inadmisible en la sociedad judía de esos tiempos, por lo que dicho relato sirvió únicamente para consolidar la tesis de los exegetas sobre el hijo unigénito, de madre virgen antes, en y después del parto. Este extraordinario hallazgo se relaciona con las apócrifas Actas de Felipe, descubiertas en Grecia, en las 224
que María Magdalena ¡ostenta el título de apóstol! En ese manuscrito antiguo María Magdalena o María de Magdala, es considerada como predicadora y dispensadora del bautismo, lo que igualmente descalificaría la tesis de la Iglesia, de que no había mujeres dedicadas al sacerdocio en aquellos tiempos, tesis sectaria a la que todavía se aferra el caduco pensamiento que señorea en el Vaticano. Para cerciorarse de la identidad de los restos óseos contenido en la tumba, en la que constan las inscripciones de Jesús, sus familiares y María Magdalena, particularmente del primero y de la tercera, se decidió aplicar la prueba del ADN238 a dichos restos. Inicialmente se optó por la investigación del ADN nuclear, tomado de las células óseas, y luego del ADN mitocondrial, a fin de determinar si Jesús tenía la misma progenitora que María Magdalena (o Mariamne) o no.
238 El ADN y el ARN, son los ácidos nucleicos de desoxirribosa y ribosa, respectivamente, responsables del código genético de los organismos vivos. “El análisis de huellas digitales de DNA (siglas en inglés del ADN. M. R.) es un tipo de análisis RFLP (polimorfismos de longitud del fragmento de restricción, M. R.) que ha surgido rápidamente como herramienta para la investigación genética en muchos y variados contextos. Así como cada persona tiene un conjunto único de huellas digitales, el DNA de cada persona produce un conjunto único de fragmentos de restricción. La distribución de estos fragmentos crea una ‘huella digital de DNA’ única que permite identificar a un individuo” (Teresa Audesirk, Gerald Audesirk, Bruce E. Byers. BIOLOGÍA. La Vida en la Tierra. VI Edición. Editorial: Pearson Educación, México, D. F., 2003, p. 251).
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Fuente: www.tudiscovery.com, La tumba de Jesús en Jerusalén, el descubrimiento más sensacional de los últimos tiempos.
No pudo trabajarse con el ADN nuclear de las células, pero sí se logró estudiar el mitocondrial; además se clonaron y compararon las frecuencias de los restos óseos, determinándose dos frecuencias: uno de cada individuo con polimorfismo, que revela una diferencia entre los restos de los dos individuos (Jesús y María de Magdala). La conclusión a la que se llegó es que por el estudio genético realizado, 226
los dos individuos no se encuentran relacionados genéticamente entre sí, es decir no son parientes y como esos restos investigados científicamente proceden de la misma tumba, entonces se deduce como lo más probable que Jesús y María Magdalena guardaban una relación marital, caso contrario no habría razón para que los restos de dos personas extrañas se encuentren en una misma tumba. Esta circunstancia se cotejó, asimismo, con la presencia durante la crucifixión de Jesús, conforme el relato de los Evangelios, de mujeres, una de ellas María Magdalena, por lo que se refuerza la tesis de que pudieron estar casados, como se infiere del estudio del ADN investigado de cada resto, de la tumba de Talpiot. Además, hacia 1980, Oded Golán, un coleccionista de antigüedades árabe, había adquirido un osario, pero no se imaginó que el mismo ¡pertenecía a un pariente de Jesús, Santiago! Se trata de uno de los hermanos carnales de Jesús, que había dirigido la comunidad cristiana en Jerusalén y que fue ejecutado mediante lapidación, por orden del Sumo Sacerdote, Ananás. Santiago fue personaje muy conocido en su tiempo y Flavio Josefo le menciona varias veces en su obra Antigüedades judías, incluso más que a Jesús. En efecto, en el tomo segundo de Antigüedades judías, este autor se refiere en los siguientes términos a Santiago: “Pues bien, Anán (se trata del Sumo Sacerdote, M. R.), dado su carácter, como creyó disponer de una ocasión pintiparada por haber muerto Festo y encontrarse Albino todavía en camino, instituyó un consejo de jueces, y tras presentar ante él al hermano del llamado Jesucristo, de nombre Santiago, y a algunos otros, presentó contra ellos la falsa acusación de que habían transgredido la ley y, así, los entregó a la plebe para que fueran lapidados…”239. De este pasaje de Flavio Josefo, apréciese, en primer lugar que este historiador judío-romano reconoce sin dubitación alguna a Santiago, como hermano de Jesús; en se239 Cf. Flavio Josefo. Op. Cit., Tomo II, Libro XX, 9.
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gundo lugar, se demuestra fehacientemente lo que nosotros hemos señalado múltiples ocasiones: ¡los judíos ejecutaban a sus reos por lapidación, no mediante la crucifixión! Todo esto, a más de los argumentos que ya nos permitimos exponer al respecto en capítulo anterior, asimismo liquidaría la leyenda de la Sábana Santa, hábilmente explotada por la clerecía para embaucar ingenuos. Por otra parte, se decidió investigar una pátina del osario de Santiago, para cotejarla con muestras tomadas de los demás osarios; se estudió de manera concienzuda, sin soslayar ningún detalle importante, el espectro de la muestra de pátina y los rastros de material de la tumba de Santiago, determinándose que ¡concuerdan con los de la tumba que se encontró bajo las construcciones del apartamento Talpiot! La conclusión fue: la tumba de este lugar realmente contenía los restos de Jesús de Nazaret y de su familia.
Fuente: www.tudiscovery.com, Plano de distribución de las tumbas.
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Por último, en ese revelador documental se planteó un aspecto no menos importante: el trágico final de los parientes de Jesús, concretamente la muerte de sus hermanos, cuestión que históricamente consideramos muy valiosa y a la que lamentablemente los historiadores oficiales del cristianismo no le han brindado la merecida atención, quizá para mantener vigente la falsa tesis del Jesús unigénito, hijo de virgen, ajeno, además, a un movimiento rebelde, contestatario, que fue dirigido por él y que tuvo el apoyo de sus hermanos y de algunos grupos político-religiosos de Palestina, como el de los zelotes. En primer lugar, los nombres que se indican en la tumba, son los de Simón, quien murió crucificado; Santiago, lapidado, como ya tuvimos la oportunidad de anotar; uno y otro hermanos carnales de Jesús, de padre y madre; Juan el Bautista, su primo, quien fuera decapitado. Como quiera que sea la realidad y aunque en los últimos tiempos ha tenido un peso considerable entre algunos investigadores la tesis sobre la existencia del sepulcro de Jesús en Languedoc, por supuesto antes de descubrirse la tumba en el apartamento Talpiot, lo cierto es que las ideas y creencias sobre el destino final del legendario Profeta han dividido a los creyentes en dos posiciones irreconciliables, desde los mismos tiempos del surgimiento del cristianismo: los partidarios de Paulo de Tarso y del Nuevo Testamento, creían apasionadamente en la resurrección corporal del Maestro, corriente que en fin de cuentas acabó por prevalecer tanto en el seno de la Iglesia católica como en el de las protestante y ortodoxa, ¡porque el mito se convirtió en historia!, no por otra cosa, y ahora todo el cimiento ideológico sobre la supuesta resurrección de Jesús, en cuerpo y alma, ahora se desmorona ante los aportes irrefutables de la ciencia; los cristianos gnósticos, en cambio, nunca aceptaron este punto de vista y han señalado que siendo Jesús hijo mortal de María, era su espíritu el que había abandonado el cuerpo al momento de morir, para retornar al infinito Cosmos. 229
La ciencia, en cambio, como señalamos, ha develado estos arcanos y demuestra que la historia de Jesús tiene sus raíces terrenales, nada del otro mundo. En esta cuestión, el descubrimiento de la tumba de Jesús en el apartamento Talpiot de Jerusalén, conteniendo sus restos óseos, los nombres en hebreo antiguo del Profeta, de su madre, de sus hermanos y de María Magdalena, puede ser el aporte histórico definitivo para esclarecer la muerte del Nazareno y para demostrar que fue sepultado en su tierra. Pasemos revista a las ilustraciones.
Fuente: www.tudiscovery.com., A la Izq. trascripción del nombre María, inscrito en arameo, en uno de los lados de uno de los osarios.
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Fuente: www.tudiscovery.com., A la Izq. trascripción del hebreo “Matia”, Mateo, Visible en uno de los lados del osario ubicado a la derecha.
Fuente: www.tudiscovery.com., El apelativo “Yose”, correspondiente a José, El padre de Jesús.
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Desde luego esa idea de la inmortalidad, íntimamente vinculada a la creencia en la resurrección corporal de JesúsCristo, más o menos como la del dios del antiguo culto egipcio Osiris, la principal divinidad de la Trinidad de esa religión, o de Mitra, el dios persa que personificaba la luz y el bien, en lucha permanente contra el dios que encarnaba el mal y la oscuridad (¡Osiris resucitó!, proclamaban entusiasmados sus creyentes y los festejos por tan magno suceso eran célebres en la antigüedad, así como fueron fastuosamente celebrados el natalicio de Mitra el 25 de diciembre {¡fecha de la que se apropió el cristianismo para festejar la Natividad de Jesús!} y su resurrección después de muerto) ¡terminó constituyéndose en una esperanza de inmortalidad para los creyentes cristianos! Es que nadie quiere desaparecer sin dejar rastro. Es decir si el Mesías mitificado, precisamente en base a la comprensión y asimilación del apelativo Cristo, en español –del griego Cristos, equivalente al hebreo Messiah, Mesías en nuestro idioma, que significa exclusivamente “ungido”, ¡no más!- y no del nombre Jesús –Ieshua, en hebreo, entonces la resurrección en cuerpo y alma del creyente, virtualmente se encuentra asegurada, no importa que al bienaventurado feligrés le haya devorado un escualo, le haya consumido el temible cáncer o haya sido pulverizado por una carga de dinamita, o que el desdichado réprobo sufra eternamente los tormentos en el infierno. En todo caso se trata del desesperado rechazo a la desaparición, al olvido y la afirmación del ser. Por esto, asimismo creer en la inmortalidad para el cristiano resulta obligatorio. Lo contrario, es decir la negación de la resurrección del Mesías o Ungido, equivale a un delito grave o pecado mortal, porque la negación implica también negar al Ungido. Y en cuanto a los millones de adeptos de esta religión monoteísta, que sin embargo tiene sus ¡“Tres personas distintas y un solo Dios verdadero”!, nunca asimilaron la 232
“simple” inmortalidad del espíritu o alma, porque les resultaba altamente abstracta dicha concepción, en condiciones cuando cada cristiano se interesa ¡por su perennidad, por la prolongación de su existencia en el mundo de ultratumba, es decir por su eternidad! Así que la “resurrección de la carne”, haya sido devorado o no el cuerpo por los pérfidos gusanos, por muy celestial que sea, por muy sobrenatural que se la piense, por mucho que se la subjetivice, nunca pasó de ser un anhelo, un sueño en plena vigilia y el espejismo desaparece con el descubrimiento de esa tumba. En este punto vale nuevamente recurrir a los evangelios gnósticos de Nag-Hammadi, cuya traducción directa del copto al ruso hemos tenido la oportunidad de estudiar240. Sencillamente es revelador lo que se deduce de la lectura de esos antiguos documentos: muchos cristianos de aquellos tiempos, sobre todo los que se establecieron en Alejandría, Damasco, Éfeso, Antioquia y otros centros con fuerte influencia de la cultura helena y de antiguos cultos paganos, no optaron por el catolicismo romano y durante los siglos II y III la Iglesia oficial libró contra ellos una enconada lucha sobre todo en el plano ideológico, pero también en el armado y finalmente triunfó, imponiendo, prácticamente a sangre y fuego, la creencia en Cristo resucitado en cuerpo y alma.
240 Cf. M. K. Trofímova. Problemas Histórico-Filosóficos del Gnosticismo, Moscú, URSS, 1979.
233
Fuente: www.tudiscovery.com., Reproducción del nombre de Jacobo inscrito en arameo: “Yaakov bar Yosef a khui d’ Yeshua”, es decir: “Jacobo, hijo de José, hermano de Jesús”.
Inscripciones en la tumba de los tres nombres más Famosos: de Jesús, María y Judas, el hijo.
Fuente: www.tudiscovery.com, “Yeshua bar Yosef”, esculpido en arameo. Traduce: “Jesús hijo de José”.
234
Fuente: www.tudiscovery.com., Mariamne, “Mariamene e Mara, en griego. Traduce “María, conocida como la del maestro”
Fuente: www.tudiscovery.com., “Yehuda bar Yeshua”, en arameo. Traduce: “Judas, hijo de Jesús”.
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2. Triunfo paulino, derrota gnóstica. Previo al desarrollo del tema, me permito transcribir un interesante pensamiento sobre Paulo de Tarso, del emperador Juliano, calificado como apóstata y vilipendiado permanentemente por los intransigentes representantes de la ortodoxia cristiana, aunque según Amiano Marcelino, contemporáneo suyo, Juliano fue hombre de excepcionales virtudes241. “Moisés dice que el creador del universo eligió al pueblo hebreo, y a él sólo hace caso y en él piensa y de él sólo tiene cuidado. De los demás pueblos, de qué manera o por qué dioses son regidos, no hace la más mínima mención, a menos que alguien admita que les asignó el sol y la luna (Deuteronomio, IV, 17). Pero sobre este tema volveré un poco más adelante. 242Sólo mostraré que él es el dios de Israel sólo y de Judea, y que los hebreos son su pueblo elegido lo afirma el propio Moisés y los profetas posteriores, y Jesús el Nazareno, y también el más extraordinario mago y embaucador que jamás haya existido en lugar alguno, Pablo” Por manera que las críticas contra Pablo, por su comportamiento sinuoso y su evidente sectarismo, no son nuevas: ya las expresó el “impío” Juliano en el siglo IV de nuestra era. Ahora prosigamos. El evangelio apócrifo de Tomás tiene para los estudiosos de las divergencias entre los paulinos (oficiales) y los cristianos gnósticos (disidentes), un precioso testimonio, cuya lectura me permito recomendar en la versión española, de la que transcribo un fragmento medular que dice lo siguiente: 241 Dice Amiano Marcelino: “Hombre digno de ser contado verdaderamente entre los espíritus heroicos, distinguido por el brillo de sus hechos y por su innata majestad. Pues habiendo, según definen los filósofos, cuatro virtudes principales: templanza, prudencia, justicia, fortaleza y, fuera de ellas, otras que les son afines como el conocimiento del arte de la guerra, la autoridad, la buena suerte y la generosidad, todas y cada una de ellas las cultivó con decidido afán…” (En: Retrato de Juliano por Amiano Marcelino. Apéndice de: Juliano: Contra los Galileos,. Cartas y Fragmentos. Testimonios. Leyes). 242 Cf. Juliano. Contra los Galileos. Op. Cit., 100ª.
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“12. Los discípulos dijeron a Jesús: ‘Sabemos que nos abandonarás. ¿Quién va a ser nuestro líder entonces?’ /Jesús les dijo: ‘No importa dónde residáis; debéis acudir a Jaime el Justo, por cuya causa nacieron el cielo y la tierra”243 En este punto puede prestarse a confusión el hecho de que en la obra “La Tumba de Dios” el personaje mencionado por Jesús sea Santiago (Ob. Citada, p. 405), en tanto que en la versión rusa de los manuscritos de Nag-Hammadi, el nombre sea Jacobo. Es decir se pensaría en tres personajes distintos. Pero no se trata de ningún error o imprecisión, pues en español Yago, Jaime, Jacobo y Diego, ¡son equivalentes de Santiago!244, igual que Jacobo – Iakov, en ruso245. Lo que sí se requiere es precisar a cuál de los dos Santiago se refiere el relato: si al llamado Mayor o al Menor. El asunto tiene que ver con el Menor, al que algunos historiadores le consideran hermano menor de Jesús, quien organizaría lo que posteriormente sería la Iglesia de Jerusalén y que se había destacado como líder de la comunidad judeo-cristiana, cuestión que demuestra el germen racional y fiable del relato apócrifo de Tomás. Sobre su muerte acaecida en el 62 hay dos versiones: una de Flavio Josefo, el fariseo romanizado, que dice que Santiago fue lapidado por instigación de Ananías, cuya cita nos permitimos transcribir; la otra, también de aceptación entre los eruditos, de que fue arrojado desde los muros del templo de Jerusalén, por orden del Sanedrín. Con esta aclaración indispensable, retornemos al asunto principal: de la atenta lectura de los renglones apócrifos, y siempre que aceptemos la posibilidad de que corresponden a lo que pensó o dijo Jesús y fue recogido por sus más fieles seguidores, repararemos en que su voluntad en 243 Cf. Los Apócrifos y Otros Libros Prohibidos (Editor: José María Kaydeda) Edición: Grupo Libro 88, S. A., Madrid, España, 1992, Dicho XII, p. 1008. 244 Cf. Gran enciclopedia Larousse. Op. Cit., Tomo XX, p. 9877. 245 Cf. M. K. Trofimova. Op. Cit., p. 161; también: Apokrify Drevnij Jristian (Apócrifos de los antiguos cristianos) Editorial MYSL, Moscú, URSS, 1989, p. 251.
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este asunto era que la comunidad de la nueva fe, ¡debía dirigirla Santiago, su hermano y no otra persona! Pero la historia, como conocemos, le jugaría su pasada al legado jesucristiano, porque Paulo de Tarso y no Santiago fue el que tuvo un papel protagónico en cuanto a la ideología y organización de la naciente religión, al menos allende la frontera de la tierra en donde surgió el cristianismo, Palestina. Pero en esta cuestión hubo una lucha enconada entre la Iglesia cristiana fiel al legado del Nazareno, que no pudo prevalecer, y la de Pablo, que finalmente se impuso. Procede aclarar este asunto. Asimismo cuando al Rabí le preguntan por la muerte que les espera, les da una respuesta que puede considerarse excepcional por lo reveladora: “¿Habéis descubierto ya el principio, que ahora podéis buscar el fin? Pues donde el principio está, allí el fin estará./ Bienaventurado el que está en el principio: ese no conocerá el fin, y no probará la muerte”246 En la versión rusa de los “Apócrifos de los antiguos cristianos” y de los “Problemas histórico-filosóficos del gnosticismo”, se encuentra una diferencia que consideramos determinante y estimando que es más exacta su traducción por ser tomada directamente del copto, como ya anotamos, nos permitimos transcribirla lo más fidedignamente posible: “19. Los discípulos le dijeron a Jesús: Dinos a nosotros: ¿cuál va a ser nuestro fin? Jesús dijo: ¿Descubrieron el comienzo para buscar el fin? Pues en el sitio en donde está el principio, allí estará el fin. Bienaventurado aquél que está en el principio: y él conocerá el fin y él no probará la muerte. (Lo subrayado nos pertenece. M. R.)247. La diferencia con la versión española radica en lo siguiente: en ésta se dice: “…ése no conocerá el fin y no probará la muerte”; en la versión rusa: “…y él conocerá el fin y él no probará la muerte…”. 246 Cf. Los Apócrifos y Otros libros Prohibidos. Op. Cit., Dicho XVIII, p. 1009. 247 Cf. Obras citadas (versión en ruso).
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Esto significa que en el un caso se da a entender que aquél que se encuentra al comienzo, no conocerá el término (de la existencia), o lo conocerá (versión rusa), pero en uno y otro caso no experimentará la muerte. Queremos señalar que una y otra cita constituyen formas de lucubrar sobre la perennidad, pues se destaca por sobre todo, lo imperecedero y absoluto de aquello que pertenece al mundo suprasensible, al dominio de lo espiritual. En segundo lugar, se deduce algo no menos importante: quien logre conocer la esencia de ese mundo suprasensible, asegura su inextinguibilidad, es decir la inmortalidad del espíritu, ¡pero de ninguna manera se habla de la resurrección del cuerpo!, como enseña la doctrina paulista, sin duda totalmente mística y que en fin de cuentas logró imponerse. Por lo expuesto, este mensaje proveniente de los evangelios apócrifos de los cristianos gnósticos, fue implacablemente combatido como herético, ignorado durante siglos y sometido a sepulcral silencio. De hecho, la posibilidad de la existencia de los restos mortales de Jesús, tenía que convertirse en el tema más explosivo de todos cuantos ha tenido que afrontar la anquilosada doctrina oficial de la Iglesia cristiana, lo que ha llevado a los autores de “La tumba de Dios” al siguiente raciocinio: “Hubiesen intervenido o no los Templarios en la obra de ocultación, el mapa indicaba con claridad que el cuerpo de Cristo no está en los cielos sentado a la derecha de Dios Padre, sino en el Languedoc, en una ladera del monte Cardou”248 Estos autores asimismo pedían que se abra esa tumba, pero jamás tuvo respuesta su petición, porque los celosos custodios de los petrificados dogmas temen a la verdad más que al mismísimo Satanás. Entonces, a Jesús ejecutado en la cruz o muerto 248 Cf. Richard Andrews y Paul Schellenberger. “La Tumba de Dios”. Editorial Martínez Roca, S. A. (Colección Enigmas del Cristianismo), Barcelona, España, 1996, p. 204.
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años después, de manera natural, le habrían interpretado conforme la concepción paulista, que asumió el legado espiritual del singular Profeta, ¡un rebelde zelote!, pero ¡cambiando sustancialmente la verdadera figura jesucristiana y su mensaje!, a tal grado, de ser radicalmente diferente e inclusive contrario en muchos aspectos a todo aquello que relatan los manuscritos del Mar Muerto, Qumran, NagHammadi, Evangelio “Q” y otros, quienes aportan con datos sumamente interesantes e incluso desconocidos sobre esa historia, confundida con leyendas y mitos, que por lo mismo continuará fascinando a los millones de creyentes en seres sobrenaturales y prodigios, más allá de nuestro tiempo.
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IV. QUMRAN, MASADA Y LOS ZELOTES. “…A la postre todos se sujetaron a la muerte, y quedando uno, el último, viendo la muchedumbre de los muertos, para que no quedase por ventura, o acaso, alguno que pudiese tener necesidad de sus manos, cuando entendió que todos eran muertos, puso fuego al palacio; y pasándose toda su espada, con gran fuerza, por todo su cuerpo, murió encima de los suyos. Así fueron estos muertos, creyendo que ninguna ánima quedaba sujeta a los romanos…” (Sobre el suicidio colectivo de los zelotes en la fortaleza de Masada. M. R.) Flavio Josefo. Guerra de los judíos y destrucción Del templo y ciudad de Jerusalén. Tomo II, libro XII. En primer lugar señalemos que el descubrimiento casual de los documentos de Qumran y en general de esa región del Mar Muerto, a partir del año 1947, produjo una verdadera conmoción y el Vaticano a través de sus voceros oficiales –primordialmente el religioso R. de Vaux- se apresuró a manifestar que los textos de dichos manuscritos, supuestamente ¡no aportan nada a lo que ya se conoce sobre el origen del cristianismo y su Iglesia; asimismo se afirmaba desaprensivamente que los textos se refieren a una comunidad esenia pacífica y de vida anacoreta. Incluso el religioso Atanasio, del monasterio sirio San Marcos, perteneciente a la comunidad sirio-cristiana de Jerusalén, que compró a los beduinos los manuscritos de Qumran en la irrisoria suma de 50 libras esterlinas, al principio esgrimió la versión falaz de que los manuscritos ¡habían sido descubiertos en la Biblioteca de dicho monasterio!249 249 Cf. Iosif D. Amusin. Hallazgos en el Mar Muerto (versión en ruso). Editorial “Naúka”, Moscú, URSS, 1965, p. 6.
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Sitios de los hallazgos de los manuscritos en el desierto de Judea. Tomado de J. M. Allegro, 1960.(Versión en ruso).
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¿Es verdad esta versión? Aunque algunos autores de Occidente han hecho suya esa tesis del Vaticano, debemos señalar que no corresponde a la verdad. Pero previo a reflexionar y exponer nuestro punto de vista sobre esta cuestión, recordemos que en la Palestina de esos tiempos, ocupada y convertida en provincia oriental del Imperio romano, la situación no era nada pacífica, predominaba un ánimo exaltado, de inocultable animosidad, sobre todo contra los conquistadores, aunque también contra las autoridades connacionales y la poderosa casta sacerdotal que, en fin de cuentas y salvo excepciones, se habían convertido en sumisos instrumentos del Imperio. 1. Un “padre” y un “tío”. “Si de todas maneras miramos a Jesús en la perspectiva que nos ofrecen los rollos (de Qumran, M. R.), podemos trazar una nueva continuidad y, por fin, comprender algo el drama que culminó en el cristianismo. El monasterio [de Qumran]… es tal vez, más que Belén o Nazaret, la cuna del cristianismo”. Edmund Wilson. The Scrolls from the Dead Sea. (En: M. Baigent y R. Leigh. La Conspiración del Mar Muerto) En segundo lugar recordemos que las ideas y representaciones del cristianismo a comienzos de la nueva era, de las que ulteriormente se desarrolló su sistema de fe e ideología, fueron motivo de honda investigación de parte de Bruno Bauer (1809-1882), uno de los más destacados jóvenes hegelianos de izquierda, durante toda su vida. Una de las conclusiones a las que llegó Bauer, conforme nos relata F. Engels, fue que el hebreo Filón de Alejandría, que en los años 40 de nuestra era todavía vivía, aunque ya muy anciano, es el verdadero padre del cristianismo, mientras 243
Séneca sería el tío. Este importante dato consta en la obra de F. Engels “Bruno Bauer y el cristianismo primitivo”250. Algunas reflexiones de Engels al respecto, no han perdido actualidad y vale la pena referirlas: En todas las religiones existentes hasta ese tiempo, dice nuestro autor, lo principal fue el rito. Solamente la participación en las ofrendas y procesiones, y en Oriente, además, la observancia de las especialísimas prescripciones relativas a la toma de alimentos y lavado de manos, podían demostrar su pertenencia a determinado credo. Mientras Roma y Grecia manifestaban tolerancia en esta cuestión, en Oriente se ensañó un sistema de prohibiciones religiosas que en alguna medida posibilitó su caída. Las gentes de dos diferentes religiones: egipcios, persas, hebreos, caldeos, no podían beber ni comer juntos, no podían cumplir de común acuerdo ni un solo asunto cotidiano; apenas podían conversar un rato. Y este divorcio de una persona de otra, fue una de las causas para que sucumba el Antiguo Oriente. El cristianismo [en cambio] no conoció ningunas separaciones por ritos, incluso no conoció los sacrificios y procesiones de la antigüedad clásica251. Adviértase que al hablar de gentes de religiones diferentes, Engels precisa sobre aquellas que señorearon en Oriente (Próximo y Medio), no en Grecia, en donde no existió semejante intolerancia ni dogmatismo tan cerrado. En cuanto a otro aspecto –el de la separación por dogmas- no es exactamente así, por cuanto el nuevo credo ¡heredó multitud de ritos y creencias del judaísmo, de la religión egipcia, del mitraísmo, que fue su principal concurrente, de los cultos mesopotámicos! Lo que sucede es que a la par con esa separación o divorcio entre personas, la causa fundamental para el colapso del mundo antiguo fue el sistema esclavista que agotó sus posibilidades históricas. 250 Cf. Frederick Éngels. Op. Cit. En: C. Marx, F. Engels, V. I. Lenin. Sobre religión. Editorial POLITIZDAT, Moscú (URSS), 1975, p. 46. 251 Cf. F. Engels.. Bruno Bauer y el cristianismo primitivo. Op. Cit. , p. 77.
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Lo cierto es que Engels, como anotamos al comienzo de este capítulo, popularizó en su tiempo la tesis de Bruno Bauer, en el sentido de que el cristianismo tuvo dos “creadores”: el hebreo Filón de Alejandría, considerado el verdadero progenitor, mientras el estoico romano Séneca fue considerado el tío252. Sin duda alguna Séneca fue más filósofo moralista y político que religioso; Filón se reveló tanto teólogo, como místico y filósofo. Por lo expuesto, aquél, sin tener una directa relación con el naciente cristianismo –si exceptuamos el nexo que pudo guardar con Pablo de Tarso, por algunos indicios con los que se cuenta, como el hecho de haberse encontrado juntos en la conspiración de Pisón para eliminar a Nerón- y considerando que fue un eximio representante del estoicismo, hemos de admitir que su concepción teórica del mundo sí influyó en la formación del nuevo credo. Por ejemplo en una de sus cartas, dice lo siguiente: “Aún no podemos resistir al cielo más que de lejos. Contempla pues, intrépidamente, cómo se acerca aquella hora decisiva: no es la postrera para el alma, sino para el cuerpo. Todas las cosas que yacen en torno tuyo debes contemplarlas como desechos de tu asilo: es menester pasar más allá: la Naturaleza desnuda al que sale, tanto como al que entra” ----“Ese día, que te asusta tanto por ser el último, es el natalicio del día eterno. Deja tu carga ¿Por qué vacilas, como si no hubieses nacido primero con este cuerpo, habiendo abandonado otro en el que estabas escondido?”253. Estas ideas de Séneca sobre el más allá, el destino del ser y la inmortalidad, no solamente revelan que el filó252 Cf. F. Engels. Ïbidem., pp. 46 y ss. 253 Cf. Séneca. Cartas morales a Lucilio. 2 tomos. Editorial ORBIS, S. A., Barcelona, España, 1984, Tomo II, Carta II, De la inmortalidad.
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sofo estoico se aleja en alguna medida de la concepción politeísta grecorromana, todavía vigente en su tiempo, sino que también lucubraba sobre la perecibilidad del cuerpo y la perennidad del alma. De estas reflexiones de Séneca surgieron las ideas de una moral ascética que proclamaba que el cuerpo era un fardo y un castigo para el alma. Luego tenemos que Engels estimó que numerosas obras atribuidas a Filón de Alejandría, efectivamente surgieron de la conjunción alegórica y racionalista de las nociones e ideas de las tradiciones hebreas con las griegas y más concretamente con la filosofía estoica. Esta “reconciliación” de concepciones de Oriente y Occidente, porta ya toda la representación esencial del cristianismo: el pecado original del ser humano; el logos, la palabra, que es en Dios y que es Él mismo, intermediario entre éste y al ser humano; el arrepentimiento, no por la vía de las ofrendas de animales, sino mediante la entrega de su propio corazón (el amor) a la divinidad; finalmente, aquel rasgo sustancial de que la nueva filosofía de religión trastorna el antiguo orden de cosas reclutando sus adeptos entre los pobres, desdichados, esclavos –aunque Pablo de Tarso no condenará el injusto sistema vigente- y parias, desdeñando a los ricos, poderosos, disponiendo su desprecio a todos los placeres terrenales y a la mortificación de la carne, caló hondo en los millones de marginados. Solamente faltaba –anota F. Engels- el último ladrillo y todo el [edificio] del cristianismo estaría listo: la encarnación que ubicó al hombre en Logos, en determinada personalidad y su expiación en la cruz para salvar a la humanidad pecadora. Engels se plantea la interrogante sobre cómo se veía el cristianismo en su forma primitiva, y se responde que se puede tener una representación del mismo merced a la lectura de la llamada Revelación de Juan (el Apocalipsis). Un fanatismo implacable, los dogmas solamente en gérmenes y en cuanto a la llamada moral cristiana, únicamente la mortifi246
cación de la carne, numerosas visiones y profecías. La formación del dogma y de la ética pertenecerían a un período posterior, cuando fueron redactados los evangelios y las denominadas epístolas de los apóstoles. Y en esta cuestión fue utilizada con todo desparpajo la filosofía estoica y, más concretamente, la de Séneca. B. Bauer demostró, dice Engels, que las epístolas casi textualmente constituyen una copia de Séneca, lo que fue advertido incluso por los cristianos ortodoxos, aunque ellos afirmaron que esto fue al revés: ¡Séneca copió el Nuevo Testamento, cuando todavía no había sido elaborado! Cabe señalar que los filósofos de esos tiempos, como Séneca o Epicteto, sencillamente se ganaban la vida como maestros de escuela, en el mejor de los casos, o en el peor, como bufones en las mansiones de los ricos. ¿Qué sucedía con ellos, se pregunta nuestro autor, cuando los asuntos les iban bien? Lo demuestra el mismo Séneca: este estoico que proclamaba las virtudes y la moderación, fue el primer intrigante en la corte de Nerón y las cuestiones no se arreglaban sin servilismo. Séneca obtenía de Nerón regalos, dinero, palacios, jardines y pregonando la pobreza evangélica de Lázaro, fue un ricacho de la misma ralea254 El estudio del ilustre compañero de Carlos Marx, al que nos hemos referido con algún detenimiento y que no es mencionado siquiera por ningún autor que en estos últimos tiempos se ocupa de estos problemas, como Baigent y Leigh, R. Ambelain, G. Messadié, B. Mack y otros, quizá porque los prejuicios ideológicos resultan insuperables, no obstante resulta esclarecedor y contribuye en notable grado a comprender cómo se formó ese primitivo cristianismo en cuanto a su sistema ideológico y de creencias. Sin embargo cabe advertir que en tiempos de Engels todavía no se disponía de ningún conocimiento sobre los manuscritos del Mar Muerto ni de Nag Hamadi. Por esta razón, si bien el estudio de Bruno Bauer que le sirvió a Engels para caracterizar a Filón de Alejandría como el “padre” 254 Cf. F. Engels. Op. Cit., pp. 47-48.
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y al estoico hispano-romano Séneca, como “tío” del cristianismo, contiene no pocos planteamientos y reflexiones valiosos, todavía vigentes, en cuanto al argumento de que Filón y Séneca fueron los “progenitores” del nuevo credo, no es así, en realidad. Posiblemente a Séneca podría seguir considerándosele el “tío”, pero Filón no sería el “padre”, cuanto el precursor, ¡en razón de haber sido el creador del método alegórico de interpretación de la Biblia!, cuando en su tiempo todavía el naciente cristianismo no se separaba del judaísmo. Actualmente se conoce que el verdadero ideólogo de la nueva religión y quien mitificó casi completamente a Jesús, convirtiéndolo en Jesucristo, fue Pablo de Tarso, el antiguo fariseo y perseguidor de los miembros de la nueva fe, mientras que el “padre” y el “tío” sin duda hicieron su aporte sustancial en el plano de las creencias e ideas. 2. La verdad oculta y una institución mentirosa. “Quantum nobis notrisque que ea de Christo fabula profuerit, satis est ómnibus seculis Nahum…” “¡Desde tiempos inmemoriales es sabido cuán provechosa nos ha resultado esa fábula de Jesucristo!” León X (Juan de Médicis). Carta al cardenal Bembo. A lo largo de los siglos el Vaticano ha sido una institución construida por y para los varones, símbolo del machismo más anacrónico e intolerante, que ha hecho y hace apología de a desigualdad contra la mujer, porque se ha constituido en un patriarcado recalcitrante que vive anclado a un pasado oscurantista e injusto. M. R. L. Los casuales hallazgos de antiguos manuscritos cor248
respondientes a los principios de la era cristiana y algunos más antiguos todavía, en la ribera del Mar Muerto que se extiende frente a Jerusalén, Belén, Herodium y el desierto de Judea, especialmente en Qumran, a partir de 1947, produjo una enorme conmoción en el seno de la Iglesia católica, primordialmente en la Congregación del Santo Oficio para la Doctrina de la Fe –antigua “Santa Inquisición”-, organización extremadamente conservadora, anacrónica y anquilosada, cuyo máximo representante fue Joseph Ratzinger, el implacable brazo ejecutor de las políticas represivas del finado Papa Juan Pablo II, contra la Teología de la Liberación y en general contra toda manifestación progresista en el seno de la Iglesia. El hecho es que en esta cuestión con relación a la cual se cuenta con algunos estudios bastante bien documentados, la historia oficial ha pretendido cubrir la realidad con el velo del misterio, se ha opuesto a la ciencia, porque esos manuscritos contienen elementos realmente reveladores de los comienzos del cristianismo muy diferentes a la versión oficial. Afortunadamente, en Occidente, en los últimos años, investigadores despojados de prejuicios han logrado despejar algunos enigmas, aunque otros valiosos documentos continúan celosamente guardados por el Vaticano, atentando contra la verdad. Entre esos investigadores se encuentran: Michael Baigent y Richard Leigh, ya mencionados, autores de la importante obra “El escándalo de los Rollos del Mar Muerto”, 1992, originalmente publicado en inglés, en 1991, con el título: “The Dead Sea Scrolls Decepcion” (Public. Jonathan Cape, Londres, 1991); 14 años después a cargo de Ediciones Martínez Roca, se reedita en español con el título “La Conspiración del Mar Muerto”; Neil Asher Silberman da a luz una obra igualmente interesante: “La Guerra de los Rollos del Mar Muerto” (Ediciones Martínez Roca, S. A., 1995), que en inglés se editó un año antes, con el título “The Hid249
den Scrolls: Cristianity, Judaism, and war for the Dead Sea Scrolls”, 1994. Este autor cita otras obras referentes al tema, editadas anteriormente: “The Dead Sea Scrolls in English”, por Geza Versus (Penguin Books, 1962, 1965, 1968, 1975, 1978); “The Messiah at Qumran”, por Michael O Wise y James D Tabor, Biblical Archaeology Review – Noviembre/Diciembre 1992); “The Hubris of Antichrist”, por David Flusser, 1980; Robert Ambelain, con un libro muy sugerente: “Jesús o el Secreto Mortal de los Templarios”, primera edición en 1970, Editorial BOOKET, Barcelona, España, 1997 (edición original en francés, con el título: “Jésus ou le mortel secret des Templiers, Editions Robert Laffont, 1970). Por último vale la pena citar la obra “Los Manuscritos del Mar Muerto”, autoría del investigador español Felipe Sen Moreno (EDIMAT Libros, S. A., Madrid, España, 2002). Nos hemos permitido esta enumeración de libros sobre el tema de los manuscritos, aun a riesgo de aburrir al lector, para que se compruebe que Baigent y Leigh no son los primeros que dedicaron sus estudios a la dilucidación de este apasionante asunto. Desde luego, no vamos a detenernos mayor cosa sobre las conclusiones a las que llegan estos autores en “El escándalo de los Rollos del Mar Muerto”, porque en notable grado las compartimos, aunque en otras cuestiones no estamos de acuerdo. Pero lo que sí queremos señalar es que en Europa Oriental, concretamente en la antigua Unión Soviética, Polonia, Hungría, los historiadores igualmente aportaron con interesantes investigaciones, que en Europa Occidental han pasado desapercibidas. Por ejemplo, son dignos de mencionar los libros “Hallazgos en el Desierto Judaico”, de Sergei Kovalov y Mijail Kublánov, publicado el año 1960 (Editorial Estatal de Literatura Política, Moscú); “Hallazgos en el Mar Muerto”, de Iosif Amusin, 1965 (Editorial “Ciencia”, Moscú). Además, el año 1967 se editó la obra “Tesoro de los Rollos de Cobre” (“The Treasure of The Copper Scrolls, 250
en el original), de John Marco Allegro, uno de los más conspicuos miembros de la Comisión Internacional que estudio los manuscritos de Qumran, aunque no compartió las tesis oficiales.
Fragmento de los “Rollos de Cobre”, hebreo antiguo, con trascripción por renglones y traducción al ruso. (J. M. Allegro, 1960)
Entonces, ¿cuál es el problema o la novedad al respecto? En primer lugar, en estas obras de autores soviéticos que precedieron en 32 años (la de Kovalev y Kublánov) y 27 años (la de I. Amusin) a la de Baigent y Leigh, ¡ya se expone y se reflexiona sobre el contenido de los manuscritos del Mar Muerto y su relación con los orígenes del cristianismo! Kovalev y Kublánov destacan que entre esos hallazgos de Qumran, los de mayor importancia son los manuscritos encontrados en las cuevas II y III, de las que se rescató numerosos escritos en griego, antiguo hebreo y arameo. Primera interrogante, a propósito: ¿La inscripción –INRI- en el madero en el que habrían crucificado a Jesús, en el Gól251
gota, realmente pudo ser en latín, como consta en los evangelios canónicos? Asaz dudoso por lo señalado. Luego, el cotejo de los rollos (o pergaminos) con las variantes de la Biblia, conducen en una serie de casos a resultados inesperados. Así, Kovalev y Kublánov advierten que en el texto tradicional hebreo del libro de Habacuc (II, 5) se encuentra una frase no muy clara, pero neutral: “Y el vino engaña y el soberbio no conoce la compasión”. Pero en la Biblia edición ecuménica, traducida de la Vulgata latina al español, con notas aclaratorias del místico Torres Amat, ¡el texto es similar!: “Mas así como el vino engaña al que le bebe, así será el hombre soberbio, el cual quedará sin honor…” (La Profecía de Habacuc, II, 5). Y en la Biblia versión traducida del inglés, consultada en los antiguos textos hebreo y griego, se lee: “Y, realmente, porque el vino trata traidoramente, un hombre físicamente capacitado, es soberbio; y no alcanzará su meta…” (Op. Cit., II, 5). Sin embargo, resulta que en el texto de los manuscritos de Qumran, en su más antigua variante, ¡este pasaje tenía un significado completamente diferente!: “Y el rico (o ricachón) engaña y el soberbio no conoce la compasión”255 El ilustre historiador Ambrosio Donini irónicamente señalaba al respecto lo siguiente: ha sido suficiente cambiar posteriormente la palabra HWN, que traduce riqueza, por la letra HYYN, que significa vino, para salvar a los bienaventurados ricos de la severa condena del antiguo profeta bíblico (Habacuc, M. R.)256 Quiero advertir que esta es una de las numerosas demostraciones de cómo se han alterado las “sagradas escrituras” y la razón fundamental para que la Comisión Bíblica, sometida al Vaticano y de la que nos hablan Baigent y Leigh, ¡haya escamoteado de la manera más inescrupulosa 255 Cf. Sergei Kovalev, Mijaíl Kublánov. Op. Cit., p. 31. 256 Cf. S. Kovalev, M. Kublánov. Ibidem, p. 31.
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e irresponsable la verdad y todavía oculte, en buena parte, los documentos de Qumran! Un gran interés de otro manuscrito, el “Documento de Damasco”, sobre el que Baigent y Leigh discurren ampliamente, radica en que efectivamente hace mención a un “Maestro de la Verdad” o “Maestro verdadero”, presentado como enviado de Dios para conducir a las gentes por el camino de la verdad. Se trata de un Mesías, de un ungido divino. A este Maestro justo o verdadero se contrapone el “Sacerdote impío” (o falso, o deshonesto), quien en unión de sus seguidores a quienes el autor de los manuscritos llama “Traidores de nuevo tipo” o simplemente “traidores”, incurrieron en culpa ante el “Maestro justo”. Lo más asombroso: el “Sacerdote impío” persiguió al “Maestro verdadero” y a consecuencia de su incontenible violencia le mató257 Cabe señalar al respecto que autores competentes, como John Marco Allegro, consideran que el Maestro Verdadero o Justo efectivamente fue víctima de muerte violenta. Posteriormente veremos cuál es este enigmático “Maestro Verdadero”, así como el “Impío sacerdote” y el llamado “Maestro Mentiroso”. Con relación al estudio arqueológico y epistolar de los materiales de Hirbert Qumran, Kovalev y Kublánov se refieren a los esenios como portadores de ideas, ritos y relatos que se convirtieron con el tiempo en el cristianismo “inspirado en Dios”258. Acto seguido citan a Flavio Josefo en la obra “Antigüedades Judaicas”, para destacar que efectivamente este autor describe tres “corrientes filosóficas” (se trata de las sectas religiosas de ese tiempo) en Judea, durante la época de dominio romano: saduceos, fariseos y esenios, de los cuales los más afamados son estos últimos. Debemos anotar que nuestros autores (S. Kovalev y M. Kublánov) se fueron a la tumba, llevándose consigo estos errores de interpretación 257 Cf. Comentador (del manuscrito), XI, 4-6. En S. Jovalev y M. Kublánov, p. 39. 258 Cf. Kovalev, Kublánov, Op. Cit., p. 53.
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en cuanto a los grupos religiosos y comunidades vivientes de la época, porque prescindieron de otro grupo que tuvo un papel protagónico innegable en las luchas contra la ocupación romana y en los orígenes del cristianismo: ¡los zelotes!, de los que el mismo Flavio Josefo describe ampliamente en su otra obra: Guerra de los judíos. Pero al citar estos pasajes pertinentes, debemos ser cautos en el análisis de la obra de Flavio Josefo, cuando el asunto se refiere al primitivo cristianismo, por dos razones: I. Sus obras, como también las de Filón de Alejandría, fueron sometidas a interpolaciones, mutilaciones y alteraciones por los representantes de la línea cristiana ortodoxa que finalmente triunfó. Igual sucedió con las obras de Tácito, como Anales y sobre todo de Suetonio, Los doce césares. Con relación a Flavio Josefo la mayor parte de eruditos conviene en que su obra “Antigüedades Judías” fue objeto de interpolación de algún cristiano (tengamos presente que los suplantadores por lo general no dejan estampada su firma en el documento objeto de la adulteración), en los capítulos 63 y 64 del libro XVIII, que contiene el llamado Testimonium Flaviarum (sobre Jesús). Lo cierto es que esta obra del controvertido Josefo, que tomó el prenomen y el nomen de la aristocrática familia de los Flavios –de ahí lo de Tito Flavio que agregó a su nombre judío original-, como gratitud por los favores recibidos de los emperadores Vespasiano, padre y Tito, hijo, una vez que al ser derrotado en la rebelión judía del año 67, Josefo se entregó a los romanos, señala algo que era inadmisible que lo hubiera pensado y redactado el judío Josefo: “Testimonium Flaviarum. 3. Por estas fechas vivió Jesús, un hombre sabio, si es que procede llamarlo hombre. Pues fue autor de hechos extraordinarios 254
y maestro de gentes que gustaban de alcanzar la verdad. Y fueron numerosos los judíos e igualmente numerosos los griegos que ganó a su causa. Este era el Cristo. Y aunque Pilato lo condenó a morir en la cruz por denuncia presentada por las autoridades de nuestro pueblo, las gentes que lo habían amado anteriormente tampoco dejaron de hacerlo después, pues se les apareció vivo de nuevo al tercer día, milagro éste, así como otros más en número infinito, que los divinos profetas habían predicho de él. Y hasta el día de hoy todavía no ha desaparecido la raza de los cristianos, así llamados en honor a él”259 Igualmente nos permitimos indicar que el texto en ruso de este pasaje, varía muy poco, en cuanto a forma, pero no en cuanto a contenido, de la versión española.
Fragmento del manuscrito “Comentarios de Habacuc” (S. I. Kovalev y M. M. Kublanov., 1960) 259 Cf. Flavio Josefo. Antigüedades Judías. 2 tomos. Editorial AKAL Clásica, Madrid, España, 2002, Tomo II, Libro XVIII, Capítulos 63-64.
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Pero lo sustancial. Una primera falsedad: ningún investigador serio y que conoce estas cuestiones, puede avalar algo que no corresponde a la verdad, es decir aquella de que “igualmente numerosos griegos” hayan sido los que Jesús ganó para su causa, por cuanto si bien en esa época Palestina estuvo bajo el influjo de la cultura helénica e incluso Jerusalén contaba con una sinagoga en la que se oficiaban los actos religiosos judaicos en griego, ¡jamás se ha conocido que Jesús predique para pueblos de otras latitudes, entre ellos los griegos!. Su misión se concretó, por lo que se conoce del estudio de autores no cristianos de esos tiempos que brindan algunos escuetos datos sobre el Rabí de Galilea y su labor apostólica, y sobre todo de los evangelios –estos últimos no siempre confiables históricamente, porque son más que nada apologísticos y por cuanto contienen una serie de errores cronológicos, geográficos, fábulas como aquella que habla de la “degollación de los inocentes” o fechas contradictorias en cuanto al nacimiento de Jesús-; decíamos que su labor se concretó a difundir el credo religioso ¡entre sus connacionales, pero en gran medida fundándose en los textos contenidos en el Antiguo Testamento, porque él, personalmente, jamás se declaró creador de una nueva religión!. Quien sí difunde el flamante credo, con un contenido diferente al del judaísmo, entre los gentiles, es Paulo de Tarso, el antiguo fariseo. Otra falsedad. Se pone en boca de Flavio Josefo algo que él no podía decir con relación a Jesús: “Este era el Cristo”, en virtud de que para este historiador judío, ya romanizado, que vivía en la capital imperial, aunque continuó relacionado con el judaísmo, porque fue preparado en esa estricta tradición religiosa al proceder de una familia aristocrática, 256
cuyos miembros pertenecieron a la casta sacerdotal; decíamos que para este historiador judío romanizado, el Mesías o Cristo (no olvidemos que este último apelativo procede del griego y significa igual que Mesías –Messiah-, término hebreo que en su orden traduce ungido), ¡no fue otro que Vespasiano, su protector!260 Tercera. Eso de la “raza de los cristianos”, peregrina denominación que se pone en boca de Flavio Josefo, no tiene ningún sustento histórico, por cuanto en tiempos de este historiador, todavía no se encontraba en circulación este término utilizado para designar a los adeptos de la nueva fe, tomado no del nombre del “fundador” del cristianismo, como ya anotamos, cuanto de su ¡apelativo!, cuestión que no se advierte en las historias oficiales. ¿Entonces, cómo se les llamaba en esos tiempos a los cristianos? Sobre todo ebionitas, palabra procedente del antiguo hebreo ebionim, que significa pobres, término que estuvo difundido ampliamente en Palestina y también en Siria, entre los adeptos judeo-cristianos, ¡desde el siglo I hasta el siglo IV de nuestra era! Asimismo se les identificaba como galileos, nazarenos, etc. Pero el asunto es más interesante todavía: los ebionitas consideraban a Jesús el primogénito de María y José, que recibió de Dios la misión de redentor de “su pueblo”. Ellos, como otros grupos del primitivo cristianismo de Palestina (por ejemplo los esenios), rechazaban y condenaban el “paulinismo”, es decir la orientación religiosa que se basaba en los escritos de Pablo de Tarso. Jerónimo, uno de los antiguos autores cristianos, consideró que los ebionitas utilizaron los evangelios en idioma hebreo, que posteriormente fueron traducidos al griego. Por lo expuesto, Flavio Josefo, que era un hombre culto 260 Cf. Ambrosio Donini. U istokov jristianstva. Ed. POLITIZDAT, 1979, Moscú (URSS), p. 50.
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y bien informado, además un judío que conocía a fondo la religión de su pueblo, no solamente que era imposible que considerara a Jesús como divinidad y como Cristo, porque eran ideas ¡completamente ajenas a su credo religioso!, menos que se refiera a los cristianos como una raza, cuando realmente todavía no se les identificaba así a los miembros del nuevo credo. Flavio Josefo pudo ser un tránsfuga, un desleal con su patria, pero no un ignorante, por lo que estimamos que ese pasaje es una burda interpolación. El historiador A. Donini incluso calcula la fecha en la que pudo llevarse a cabo la intercalación de todo este parágrafo, que nos presenta a un Jesús-Cristo en pleno proceso de mitificación: entre fines del siglo III y comienzos del IV de nuestra era, considerando que Orígenes, el autor de la obra “Contra Celso”, de la primera mitad del siglo III, no menciona en absoluto a Cristo, mientras que Eusebio de Cesárea, historiador cortesano de Constantino, que vivió a comienzos del siglo IV, ¡más de una ocasión recuerda el episodio que hemos citado! II. Luego tenemos la otra evidente interpolación en la obra de Suetonio, “Los doce césares”, con relación a la cual expuse algunas reflexiones en anterior publicación261, y me permito transcribir el pasaje en donde consta dicha alteración: “Puso límites al lujo (el autor se refiere a Nerón. M. R.): las comidas que se daban al pueblo quedaron convertidas en distribuciones llamadas Sportula; prohibió que se vendiese nada cocido en las tabernas exceptuando legumbres, siendo así que antes se vendían en ellas toda clase de manjares. Los cristianos, clase de hombres llenos de supersticiones nuevas y peligrosas, fueron entregadas al suplicio; 261 Cf. M. Robles L. El Mundo Político Grecorromano. Publicación: Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Cuenca, 2003.
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puso freno a la licencia de los aurigas, quienes en su vida vagabunda creían que todo les estaba permitida, y que tenían convertido en juego el engaño y el robo”262 La intercalación del tema sobre los cristianos es evidente, revela que el mismo no se relaciona para nada con el asunto que le precede, menos con el que le sucede. Advierta el lector que la continuación o serie del discurso inicial –sobre límites al lujo y prohibición de que “se vendiese nada cocido”-, ¡se fractura abruptamente y la correspondencia del tema y del estilo de redacción, se pierden! A Suetonio se le hace escribir sobre verduras y manjares, y a que “puso freno a la licencia de aurigas”, ¡intercalando un pasaje postizo sobre suplicios a los cristianos! III. Con relación a los zelotes, conviene señalar que han pasado a la historia como simples bandidos, salteadores de caminos y fanáticos intolerantes, siempre dispuestos a blandir el puñal contra los ocupantes romanos y sus connacionales entregados al imperio. ¿Eso mismo fueron ellos y a quién debemos esa lapidaria identificación? Primeramente recordemos que en griego zelotai traduce celoso. El grupo más radical de los zelotes era conocido como sicario, –así fueron calificados por los romanos- por cuanto sus miembros portaban al cinto un puñal corto, la “sica”, temible arma con la que luchaban y saldaban cuentas con los romanos y con los miembros de la cúpula sacerdotal y los reyezuelos sumisos al Imperio. Sin embargo, algunos autores no hacen diferencia alguna entre sicarios y zelotes. En cuanto al calificativo de bandidos con el que han pasado a la posteridad, se debe a Flavio Josefo, 262 Cf. Suetonio. Los doce césares. Biblioteca de Historia. Ediciones Orbis, S. A., Barcelona, España, 1985, Nerón Claudio, XVI.
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quien en “Antigüedades Judías” se expresa de la siguiente manera: “Y en lo que respecta a los llamados sicarios (también estos eran bandidos), fue entonces cuando más abundaban. Utilizaban puñales de tamaño parecido al de las dagas persas, pero sin ser curvos, sino iguales a las llamadas sicas (puñales) por los romanos, de donde tomaron el nombre los bandidos que asesinaron a multitud de personas…”263 Con relación a esta forma de presentar a los zelotes o sicarios, de parte de Flavio Josefo, debemos señalar lo siguiente: El problema radica en que Flavio Josefo fue fariseo (también fue en su tiempo saduceo e incluso esenio) y los fariseos propiamente no eran revolucionarios, cuanto ortodoxos, defensores a ultranza de los dogmas y ritos del judaísmo; en otras palabras, partidarios de la literalidad de los textos religiosos. Por dicha razón Flavio Josefo nos relata que ellos son los más ordenados y en general no tiene términos peyorativos en su contra; en cambio los zelotes o sicarios sí eran revolucionarios e intransigentes con quienes habían hollado el suelo patrio, pero también se revelaron inexorables contra los miembros de la casta sacerdotal, especialmente contra su élite y las autoridades civiles, unos y otros condescendientes y títeres del Imperio romano. Todo esto puede explicar la aversión de Flavio Josefo a los zelotes, que lucharon heroicamente en Masada, contra los romanos. Pero existe otro problema que no siempre se ha explicado correctamente: Flavio Josefo traicionó a los suyos y se entregó a los romanos (¡y sin embargo, aunque este es un hecho histórico comprobado, Flavio Josefo no ha pasado a la historia con esa siniestra fama de traidor, como Judas, que supuestamente fue desleal a su maestro y compañero!), razón por lo que no podía esperarse otra reacción que sus severos juicios en contra de los rebeldes zelotes o sicarios, 263 Cf. Flavio Josefo. Op. Cit., Tomo II, Libro XX, 185.
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como consta en su obra mencionada, aunque en honor a la verdad debemos advertir que no perdió del todo la objetividad, pues nos relata con su elocuente pluma los trágicos momentos del asalto de la fortaleza Masada por los romanos, en donde resistieron heroicamente los zelotes, hasta que se suicidaron colectivamente -¡en número de 960¡- para no caer en manos de los implacables conquistadores, quienes les habrían sometido a la esclavitud y en el caso de las mujeres incluso a menesteres más infamantes. Por otra parte, la acusación de bandidos que les endilga Flavio Josefo, se presenta asaz sospechosa, porque se conoce que en el círculo más íntimo de Jesús, ¡hubo por lo menos dos zelotes plenamente identificados: Simón y Judas, discípulos del llamado Mesías e integrantes de los 12 apóstoles, y durante los dramáticos momentos de la crucifixión, el “buen” ladrón y el “mal” ladrón, igualmente son zelotes! Podemos comprobar lo primero que señalamos en Marcos, Mateo y Lucas. Veamos Marcos, el más antiguo de los evangelistas canónicos, aunque la historia oficial arbitrariamente coloca a Mateo en primer lugar: “14. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar” … “16 a Simón a quien puso por sobrenombre Pedro (¡adviértase que en lengua original significa “Roca” o “Piedra”; ¿fue otra manera de designar a un zelote? Es muy probable. M. R.); 17 a Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del Trueno (¿Por qué este significativo alias? ¿No sugiere el mismo que también fueron parte de los revolucionarios zelotes? M. R.); 18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Simón el cananista (cananista fue otra forma de identificar a zelote. M. R.), y Judas Iscariote (he ahí Judas el sicario, M. R.), el que le entregó”264 En Lucas también se destaca a los zelotes: “Mateo, Tomas, Jacobo, hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote, 264 Cf. El evangelio según San Marcos, III, 14, 16-18.
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“16 Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote que llegó a ser el traidor”265 3. La línea de Jesús. Cabe indicar que el mismo Rabino actúa como un zelote cuando expulsa a los mercaderes del templo de Jerusalén, ¡la sinagoga, por acaso!, porque en ese tiempo no existían templos cristianos, nada menos que a latigazos. Eso jamás habría hecho de ser un apacible esenio. “13 Estaba cerca la pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén, 14 y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. 15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas…”266 ¿Y en que corriente religiosa ubicar a Jesús, cuando en Mateo expresa su “nueva instrucción a los apóstoles”, cargada de belicosas intenciones y amenazas de recurrir a la espada contra aquellos que intenten desviarse del camino señalado?: “34 No penséis que he venido a poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada. 35 Porque he venido a separar al hombre de su padre, y a la hija de su madre, y a la nuera de su suegra, 36 y los enemigos del hombre serán los de su casa. 37 El que ama al padre o a la madre más que a mi, no es digno de mi; y el que ama al hijo o a la hija más que a mi, no es digno de mi; 38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mi, no es digno de mi”267. 265 Cf. El Evangelio según San Lucas, VI, 15, 16. 266 Cf. El Evangelio según San Juan, II, 13-15. 267 Cf. El Evangelio según San Mateo, X: 34-38.
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El pasaje trascrito de Mateo, no significa que se pregona el amor paternal, maternal, filial o fraternal, menos demuestra mansedumbre o cosa parecida. Retomando el tema principal, se deduce que la mala fama de los zelotes proviene de Flavio Josefo, talentoso e ilustrado judío, pero políticamente tránsfuga e incluso un desleal con su patria y los suyos, quien en otras cuestiones sí se revela un afamado e imparcial historiador, pero en esta cuestión empaña su relato con los prejuicios y la inevitable carga ideológica al haber claudicado frente al poder romano. Y en cuanto a los evangelios, por las citas que hemos tomado, también se aprecia el trato brumoso sobre lo que realmente representaron los zelotes. Por lo tanto, ¿era posible que Jesús acepte en su grupo a personas apacibles y benignas o, todo lo contrario, a despreciables bandidos, salteadores de camino? Creemos que ni lo uno ni lo otro. El principal grupo que estuvo con Jesús, conjeturamos que fue de rebeldes, de combatientes contra el imperio romano, que se inspiraban en una tradición religiosa-nacionalista militante. Por esto mismo la condena de Jesús a la pena capital mediante la crucifixión, no emanó de las autoridades judías, aunque la casta sacerdotal preocupada con la actitud rebelde del Rabí de Galilea, haya incitado al Procurador romano a tomar la radical medida, cuanto de este. ¡Es que para los representantes del Imperio en Palestina, se trataba de un delito político el que había cometido Jesús, y sus seguidores, sobre todo los zelotes, se revelaban sediciosos a los ojos de Roma. Por eso mismo ellos, los “celosos” o rebeldes, sucumbieron en esa masiva autoeliminación en Masada, mientras los evangelios y la historia oficial han brindado un trato sesgado o han aplicado la conspiración del silencio al papel de los zelotes, a lo que representó Qumran y Masada.
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4. ¿Qué mismo fueron los zelotes? En “Guerra de los judíos y destrucción del templo y ciudad de Jerusalén”, Flavio Josefo nos relata sobre el prolongado asedio de parte de los romanos a la fortaleza de Masada, en donde se encontraban los zelotes, el asalto final a la misma, después de una resistencia verdaderamente heroica de aquellos judíos rebeldes y la decisión fatal de suicidarse colectivamente, para no caer en poder de los romanos. Pues bien, en esa obra Flavio Josefo, quien se pasó al lado de los romanos, más de una vez califica a los zelotes como “matadores”, “gente mala”, autores de todo género de perversidades: “…pero pensaban que les nacía gloria muy esclarecida y muy grande si mostraban su crueldad contra sus mismos naturales. Los idumeos imitaron el loco furor de esta gente, porque aquellos malvados, llenos de toda impiedad, después de haber muerto a los pontífices, para que no pudiese conservarse parte de religión para con Dios, acabaron de cortar todo lo que de bueno quedaba en la ciudad, y desterraron toda la justicia, haciendo que reinase la injusticia solamente, en la cual se mostró más aquél linaje de hombres que llamamos zelotes, los cuales quisieron comprobar sus nombres con sus hechos; porque todo género de maldad cometieron, sin dejar de imitar cuantas maldades se retienen en memoria haberse cometido en tiempos pasados…”268 Flavio Josefo, que sin duda guardaba franca aversión a Herodes el Grande y a los zelotes, como estuvo al servicio de Roma, como fue un desleal e inconsecuente, explica el triunfo de los romanos en Masada sobre sus compatriotas, ¡con el argumento de que los romanos tuvieron el favor de Dios! : “Como, pues, los romanos tuviesen en su ayuda y favor a Dios, volvíanse a su campo alegres todos, determi268 Cf. Flavio Josefo. Op. Cit., Tomo II, Libro Séptimo, XVIII.
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nados a dar el asalto al castillo luego por la mañana, y hacer aquella noche mayor guardia para que ninguno de los judíos pudiese huir o salvarse en la noche”. Por manera que los temerarios zelotes se suicidaron para no caer en poder de los romanos, que supuestamente contaron con la ayuda del Dios judeo-cristiano, según Flavio Josefo. Pero en lo que queremos insistir es que en estos relatos de Flavio Josefo con relación a los zelotes, odiados por los romanos, por la casta sacerdotal y por los reyezuelos y altas autoridades sumisos al poder romano, se califica a los mismos como bandidos, malvados, delincuentes. Y es esta manera de identificar y calificar a estos guerrilleros la que ha pasado a la posteridad. Michael Baigent y Richard Leigh, que han estudiado pacientemente las obras de Flavio Josefo, al referirse a este tema en su libro ya mencionado, “El Escándalo de los Rollos del Mar Muerto” (o “La conspiración del Mar Muerto”, título de su última edición del año 2006), afirman que en la segunda obra de Flavio Josefo, “Antigüedades judías”, que efectivamente fue redactada en fecha posterior a Guerra de los judíos (entre 79 y 93 d n e), se dice que Judas y Sadduc “…se volvieron celosos”, “dando a entender que habían sufrido algo equivalente a una conversión: una conversión en alguna actitud o estado mental reconocidos. Su movimiento, dice, constituía ‘la cuarta secta de la filosofía judía’, y los jóvenes de Israel ‘estaban celosos por ella’” 269 Esto no es así. En este pasaje tomado de Flavio Josefo existe una interpretación caprichosa de los autores, por cuanto aquel mantuvo invariable su criterio peyorativo con relación a los zelotes. Citamos textualmente esta parte de “Antigüedades judías” que nosotros igualmente hemos tenido la oportunidad de leer con detenimiento: “Se ve así que la alteración y modificación de las normas tradicionales propende enormemente a perder a quienes intervienen en ello, como lo demuestra el hecho de 269 Cf. M. Baigent y R. Leigh. Op. Cit., Capítulo XIV.
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que Judas y Saduco, tras discurrir e introducir en nuestro pueblo una cuarta escuela de filosofía y procurarse numerosos adeptos, no solo llenaron de inquietud a la población en la fecha en cuestión, sino que además sembraron la semilla de las calamidades que posteriormente hicieron presa de la nación judía en razón del carácter insólito y nunca antes visto del sistema filosófico, del que quiero hablar un poco, habida cuenta sobre todo de que el Estado judío fue a la ruina por el fanatismo del que los jóvenes fueron imbuidos por estos agitadores”270 Aprecie el lector que Flavio Josefo mantiene el criterio negativo sobre los zelotes, expuesto en Guerra de los judíos, y no hay ese simple celo de los jóvenes judíos por dicha secta, sino expone una verdadera preocupación. Además, este no es el asunto de fondo que plantea Flavio Josefo, sino que los zelotes al imbuir en los jóvenes esa militancia radical, el Estado fue a la ruina. Algo completamente diferente a la versión que presentan sobre el tema los autores aludidos. Lo que sí es evidente y M. Baigent y R. Leigh lo plantean con claridad, es esa afinidad entre los zelotes y los primeros cristianos seguidores de Santiago, el hermano de Jesús (¡no de la secta de Pablo!), que se encontraban en Jerusalén, en Palestina, en general, en Siria y otros lugares aledaños, mientras que la corriente paulista, que operaba en un Mesías completamente mitificado, hijo de Dios y él mismo Dios, se difundirá sobre todo en Roma y la vasta zona de su influencia, factor que le permitirá superar plenamente a la línea de Santiago. Más concretamente señalamos que los centros del nuevo movimiento religioso después de la total destrucción de Jerusalén el año 135, fueron Antioquia, Tarso, Corinto, Alejandría, Damasco, Listra, Iconia (actual Kenya, en el centro-sur de Turquía), Atenas y, por supuesto, Roma, la capital del decadente imperio. Todos estos lugares fueron importantes centros de la diáspora. 270 Cf. Flavio Josefo. Op. Cit., Tomo II, Libro XVIII.
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En las comunidades judeo-cristianas ingresaron griegos, sirios, egipcios, romanos, representantes de otras nacionalidades, así como también penetró el helenismo, con sus corrientes filosóficas, especialmente el estoicismo y con sus antiguos misterios religiosos tan atrayentes, sustentados en los mitos sobre los dioses que mueren y resucitan. Se estima que hacia fines del S. I, el cristianismo empezó a llevar una existencia bastante independiente, libre de sus raíces judaicas, aunque jamás se despojó del legado del paganismo del Antiguo Egipto, de Babilonia, Persia, principalmente. Caso contrario, el mito de la resurrección de Jesús-Cristo nunca habría triunfado. Así se comenzaron a escribir los sueños, anhelos y fantasías de centenares de miles de nuevos prosélitos de Jesús, a quien ya se le había cubierto con un ropaje mítico, era ya no un simple mesías o ungido (Cristo, en griego), a la manera de los reyes y sumos sacerdotes del judaísmo, cuanto un ser sobrenatural todopoderoso, omnisciente e inmortal, mentalmente alejado dee su cuna judaíca, pero que mantenía un nexo con el mundo terrenal al haber sido engendrado en el vientre de una mujer humana que nada tenía de divina, nada menos que por el Espíritu Santo, quien era, haciendo abstracción de las hipóstasis, ¡él mismo!, por aquello de las tres personas distintas y un solo Dios verdadero. En todo este complejo proceso influyeron algunas cuestiones, unas más importantes que otras: los miembros de la diáspora, diseminados en todas las ciudades que hemos mencionado, llevaban una activa tarea misionera, conforme nos relata Flavio Josefo en “Guerra de los judíos”. Por esta razón muchos de los llamados paganos, ganados para el primitivo credo, observaban el sábado como día de descanso y recogimiento, el ayuno, compartían la creencia en el dios único de los hebreos, hacían su vida conforme a la ley mosaica e ¡incluso se sometían a la dolorosa circuncisión!. 267
5. Otros ya lo señalaron. Reflexiones similares, desde luego, son anteriores a las de estos dos autores y conviene mencionarlas. En primer lugar Ambrosio Donini, en su obra “U Istokov Xristianstvo”, 1979 (“Storia del Cristianésimo”, 1977, en italiano) ya nos relata que Judas de Gamala, con sus partidarios, fueron motejados en griego como Zelotes o Celosos guardianes de la ley hebrea; en su orden los romanos les denominaron sicarios, en razón de la corta daga con la que atacaban a quienes habían subyugado a su patria (los romanos), así como a sus altos funcionarios cómplices. En seguida Donini agrega que los zelotes se convirtieron en los principales inspiradores de la guerra contra los romanos después del año 67 y resistieron durante 3 años después de la caída de Jerusalén el año 70, ocultándose en la fortaleza de Masada. Ellos prefirieron morir –nos dice este autor- junto con sus mujeres e hijos, antes que entregarse al enemigo. Pero lo más importante es lo que nos relata este talentoso historiador marxista con relación a los descubrimientos de los manuscritos del Mar Muerto: En los últimos tiempos se han encontrado importantes vestigios arqueológicos de la desesperada resistencia [de los zelotes]: “Uno de los apóstoles de Jesús, Simón, apodado el Cananeo (cananeo en arameo justamente significa “zelote”) debió pertenecer a este grupo, aunque su figura en los evangelios ha quedado en la sombra”271 Reiteramos una vez más: lo expuesto nos demuestra, de manera inapelable, que los zelotes no fueron simples bandidos, como los presenta insidiosamente Flavio Josefo, cuanto auténticos guerrilleros y los Evangelios, históricamente poco confiables, ocultaron este importante detalle ¡porque como triunfó la línea paulista del nuevo credo, comprometida con el poder romano e indulgente con el injusto sistema imperante, entonces no querían presentar a las primeras colectividades cristianas, sobre todo de Palestina y 271 Cf. Ambrosio Donini. Op. Cit., p. 70 (versión rusa).
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su entorno, como lo que realmente fueron, rebeldes! Uno de los primeros en advertir sobre esta cuestión fue el historiador soviético Iosif Davidovich Amusin, quien en su obra “Hallazgos en el Mar Muerto” (1965), señala lo siguiente: “Finalmente los hallazgos en Masada, ciudadela de los sicarios, de manuscritos de origen qumranita, coloca nuevamente en el tapete de la discusión el importantísimo problema de la mutua relación de los miembros de la comunidad de Qumran con los elementos más revolucionarios del país: los zelotes o sicarios, en el curso de la sublevación anti romana de los años 66 -73, y el problema sobre la participación de los qumranitas en este levantamiento”.272 En su orden, John Marco Allegro en su revelador libro “The Treasure of the Copper Scroll (Doubleday and Company, Inc. Garden City, New Cork, 1960), en el capítulo VIII: ¿”Quién ocultó el secreto?”, manifiesta lo que sigue sobre los difamados zelotes: La agrupación judía de zelotes que actuaba en Jerusalén durante la guerra con los romanos, fue quien, por lo visto, controló esta estratégica e importante posición. Con su denominación (del griego Zelotai – El griego Zelotai corresponde al antiguo hebreo qannâ’îm, ‘celosos’, ‘diligentes’. Nota del traductor al ruso, G. M. Bauer) esta parte de los patriotas judíos fue vinculada exclusivamente con la celosa ejecución en la tierra, de la voluntad de su líder celestial. En aras de alcanzar este objetivo, ellos, como todos los fanáticos religiosos, antes y después de ellos, no se detenían ni ante el derramamiento de sangre en nombre de Dios. Los zelotes jugaron un papel sumamente importante en la primera sublevación judía (66-70 d n e), levantando a las masas en la guerra sagrada contra los amos-paganos 272 Cf. Iosif D. Amusin. Op. Cit., Editorial “Naúka” (Ciencia), Moscú, URSS, 1965, p. 99 (La traducción del ruso corresponde al autor de este estudio).
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(se refiere a los ocupantes romanos. M. R.). Preparados ellos mismos a morir en aras de este objetivo, condenaban a cualquiera de sus compatriotas que intervenían en su contra. Y si su nombre se convirtió únicamente en sinónimo de crueles asesinos y de insaciable sed de poder, si sus criterios religiosos fundamentales frecuentemente no se tomaban en consideración, esto se debe en considerable medida a Flavio Josefo, analista del movimiento zelote del primer siglo de nuestra era273 De la traducción que me he permito hacer del libro de J. M. Allegro, se deduce que efectivamente él fue uno de los primeros investigadores que se percató del carácter revolucionario de los zelotes, ¡en 1960!, año de la publicación en inglés de su obra, que fue traducido al ruso en 1967. Nosotros, que también hemos estudiado las obras de Flavio Josefo (así como las de Suetonio, Tácito, Porfirio, Clemente de Alejandría y otros), compartimos el criterio de este autor y nos explicamos el concepto peyorativo del historiador judío-romano, en virtud de que él, en su condición de judío renegado, estuvo al servicio de las autoridades romanas. J. Allegro, reconociendo que los zelotes eran patriotas, no niega su fanatismo religioso. ¿Qué conclusiones pueden obtenerse de todo esto? 1. Que los miembros de la Comisión Internacional que investigó los manuscritos del Mar Muerto, particularmente los de Qumran, afín a los intereses del Vaticano, con la excepción de John Marco Allegro, todo este tiempo sometieron a un trato sesgado, manipularon y ocultaron el contenido de esos documentos, comprometedores para la versión de la ortodoxia religiosa; 2. Que Michael Baigent y Richard Leigh, autores del “Escándalo de los Rollos del Mar Muerto”, 1992 (“La 273 Cf. John Marco Allegro. Op. Cit., pp. 126-127. La traducción del ruso nos corresponde. M. R. L.
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Conspiración del Mar Muerto”, 2006), de ninguna manera son los primeros autores que investigaron este tema, menos todavía quienes llegaron a la conclusión del real papel que tuvieron los zelotes en los primeros tiempos del cristianismo; 3. El autor marxista Ambrosio Donini, ya se refirió a los zelotes como rebeldes –guerrilleros- en su obra “Storia del Cristianesimo”, publicada en Italia en 1977 y en Moscú, en lengua rusa, en 1979, por lo que consideramos que sí pudieron conocer este libro M. Baigent y R. Leigh; 4. Más antes todavía, ¡en 1965!, el autor soviético Iosif Amusin, igualmente planteaba la relación entre los miembros de la comunidad de Qumran con los elementos más radicales del país, que luchaban contra la ocupación romana: los zelotes o sicarios, mientras que John Marco Allegro se refiere con mucha propiedad a los zelotes ¡en 1960!, les califica de revolucionarios, patriotas, pero también de fanáticos religiosos. M. Baigent y R. Leigh están familiarizados con las obras y la investigación de este talentoso autor. Podemos concluir este capítulo manifestando que si se aceptara el estudio y análisis de los manuscritos de Qumran en su integridad, al margen de interpretaciones arbitrarias, gran parte de la historia del cristianismo quedaría despojada de esa multitud de adiciones mitológicas que deformaron radicalmente su contenido; por otra parte, tendría ineludiblemente que revisarse los orígenes de la nueva fe y en consecuencia los cimientos de esa ortodoxia quedarían trisados, por cuanto el mito cristiano, en general, se obligó a creer como historia a innumerables generaciones de adeptos, muchas veces a sangre y fuego (¡no olvidemos que la 271
Inquisición fue la maquinaria de torturas y muerte más temible que hubo en el Medioevo!), cuestión que no sucedió con los mitos de otras religiones.
Comentario al libro de Habacuc, columnas V-VI. Hebreo antiguo. (Iosif Amusin, 1965)
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III PARTE. RECAPITULACIÓN, REPAROS Y PRECISIONES FINALES. I. LA VERDAD EN LA TELARAÑA “En cuanto a los dioses no puedo saber si existen o no existen ni la forma que tienen, pues muchos son los factores que impiden su conocimiento, entre ellos la oscuridad del tema y la brevedad de la vida humana”. Protágoras. Fragmentos. “El papado es considerado por muchos, incluidos teólogos brillantes, como una institución del pasado, un residuo de tiempos supersticiosos en los que la religión tenía más de magia que de otra cosa. El papado forma parte de una historia cruenta, llena de errores, dirigida por papas que fueron auténticos criminales, que mataron a protestantes franceses, judíos, cátaros, albigenses, infieles y científicos. Aunque también cabe decir que entre todos aquellos papas también hubo unos pocos santos y hombres con buenas intenciones” Jorge Blaschke. El último Papa y el fin de la iglesia.
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Esta tercera parte efectivamente constituye una recapitulación de lo estudiado en este segundo volumen, pero igualmente contiene unos últimos e indispensables reparos y precisiones a la historia oficial de la religión cristiana, que siempre se ha preocupado por presentar el texto más conveniente a quienes no solamente aspiran a la bienaventuranza en el mundo de ultratumba, sino que ya disfrutan del “reino de este mundo”, de un poder no exclusivamente político sino primordialmente económico y, de adehala, se consideran dueños de la verdad, aunque a ésta la mantienen cautiva en la viscosa trampa de una telaraña. Los más recientes estudios e indagaciones nos han puesto frente a esta tarea. Al respecto, cabe recordar, tratando de no incurrir en exageraciones, que en las últimas cuatro o cinco décadas se ha investigado y descubierto más que en los dos últimos siglos precedentes, con relación a los orígenes del cristianismo, la vida y muerte de Jesús en la cruz, su entorno familiar, el papel realmente protagónico de los zelotes, hasta hace poco archivado y sometido a la confabulación del silencio, por ser el grupo judío más radical en su lucha contra el imperio romano, la casta sacerdotal y las autoridades civiles –reyezuelos, tetrarcas, procuradores- al servicio de los poderosos, y sumisos a Roma. Como hemos podido apreciar del contenido de capítulos precedentes, numerosos manuscritos encontrados a orillas del Mar Muerto, en cuevas, así como en Nag Hamadi, Egipto, los sorprendentes descubrimientos de la tumba y osarios de Jesús y su familia en Talpiot, Jerusalén, han despejado el velo que ocultaba muchos hechos del profeta, su papel tanto político como religioso. En estas circunstancias, no habría sido honesto que nosotros también nos sumemos al pelotón de esos celosos guardianes de fosilizados dogmas, leyendas y mitos, ocultando la verdad. Lo cierto es que merced a las últimas investigaciones y descubrimientos realizados en este campo, se proyecta la noción de un mesías más próximo a la realidad y más libre 274
de esa coraza mística que ha sofocado su figura todos estos siglos. Esto es bueno para la historia. 1. ROMA Y SUS PROVINCIAS DE ORIENTE PRÓXIMO. “Ya en el siglo II a. e. c. la ciudad de Jerusalén se jactaba de poseer su propio gimnasio, donde los judíos estudiaban el idioma griego y practicaban las habilidades atléticas que después demostraban en juegos al estilo de los de Olimpia. No sólo insistían en competir desnudos, en imitación de las tradiciones de la antigua Grecia, sino que algunos de ellos recurrían a una variedad primitiva de cirugía plástica para ocultar el hecho de que estaban circuncidados, acto que los rigoristas consideraban la traición última al Dios de Israel”. Jonathan Kirsch. Dios contra los Dioses.
Un año clave. Nos encontramos en el año 4 antes de nuestra era (a n e), en Palestina, subyugada por el más poderoso imperio del mundo antiguo, el romano. Paradójicamente, eran tiempos cuando la cultura helénica había conquistado arrolladoramente, sin necesidad de armas ni derramamientos de sangre, toda la vasta cuenca del Mediterráneo, incluyendo la legendaria Mesopotamia, cuna de grandes civilizaciones y en donde surgió el judaísmo con su fabuloso Edén, entre el Éufrates y el Tigris, igual que Oriente Próximo, tierra del cristianismo, tanto que en tiempos de Jesús existía en Jerusalén una sinagoga en donde se celebraban los oficios religiosos a Jehová en griego, mientras que la Decápolis, las diez ciudades griegas situadas al norte de Palestina, era el 275
testimonio irrefutable de la gran influencia del helenismo. Pero asimismo fueron tiempos privados de humanismo y solidaridad, en los que predominaba el sistema esclavista en amplias regiones de ese mundo, por lo que la vida de los seres humanos no tenía mayor importancia, valía muy poco, especialmente la de los esclavos, parias y marginados. En Israel prevalecía, desde la lejana época de Saúl, ungido rey por el profeta Samuel, según el relato contenido en el Antiguo Testamento (Samuel, IX, 1), un régimen monárquico-teocrático en el que el soberano y el alto clero concentraban un desmesurado poder y la mayor parte de las riquezas. Este sistema injusto y violento, nada idílico como nos pintan los novelistas de la historia, se prolongó algunas centurias, hasta cuando el pueblo judío fue conquistado por Roma y las injusticias, inequidades y abusos se reeditaron en nuevas condiciones, sin duda más implacables. Concretándonos a Palestina, en aquel mismo año 4 a n e, el antepasado de Paulo de Tarso, Herodes el Grande, hombre cruel, promuisco, aunque no exento de cierto talento, muere consumido por la sífilis; también estalla una revolución de los judíos contra el yugo romano y Arquelao, el sucesor de Herodes. Se conoce que murieron algunos miles de civiles. Aquél marchó a Roma y en su ausencia se produce otra revuelta; sobre todo en Galilea la sedición adquiere grandes proporciones. Asedian a las fuerzas romanas y aparece un líder que deja su huella, Judas de Galilea, mencionado ya por Flavio Josefo en su obra “Antigüedades judías”.El palacio de Herodes en Jericó, acabó devorado por las llamas. Los romanos, sedientos de venganza, con sus legiones y regimientos de caballería se lanzaron a una contraofensiva feroz: más o menos unos 2.000 judíos, incluidos los jefes de la revuelta fueron crucificados por rebeldes, es decir por incurrir en actos políticos prohibidos contra del poder romano. Recordemos que aproximadamente 70 años antes, 276
el legendario gladiador y líder de los esclavos, Espartaco, de origen tracio, mantuvo en jaque al ejército romano por un buen tiempo, cuando acaudilló una gran sublevación (73 a n e – 71 a n e) contra el cruel imperio esclavista, aunque finalmente fue derrotado, murió descuartizado y sus compañeros de armas, en el número de 60.000, igualmente tuvieron un desdichado fin: después de combatir heroicamente ¡fueron exterminados por la espada, a manos de un adversario muy superior militarmente y en número de combatientes! Además, a seis mil esclavos que cayeron prisioneros, se les ejecutó mediante la siniestra crucifixión y sus cadáveres quedaron expuestos a lo largo de la vía de Capua a Roma (Cf. E. Shteerman y B. Sharevskaia. El Régimen Esclavista. Fondo Editorial Suramérica, Bogotá, Colombia, 1977, pp. 99-100 y ss). Pero prosigamos: ese mismo 4 a n e, César Augusto, el “divino”, había resuelto dividir Judea entre los hijos de Herodes el Grande: Arquelao recibió la mitad del reino, incluidas Samaria y Judea, en condición de etnarca; la otra mitad pasó a manos de Herodes Antipas y Filipo, que gobernarían como tetrarcas. El primero tuvo a su cargo la insumisa Galilea y los dominios del otro lado del Jordán, lugares todos de tantas leyendas, tradiciones e historias bíblicas. Según los estudios históricos más competentes, se conjetura que Jesús, en ese tiempo -4 a n e- tendría unos dos años de edad, cuando más, circunstancia que nos conduciría a considerar que de los dos evangelios que describen el nacimiento del futuro mesías, Mateo y Lucas, el primero es quien más se aproxima a la realidad, porque señala: “Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron de Oriente a Jerusalén unos magos, /2 diciendo ¿Dónde esta el rey de los judíos que acaba de nacer?” (Cf. El evangelio de San Mateo, II, 1-2). En cambio Lucas, menos próximo a la probabilidad, relaciona el nacimiento con un censo de bienes que tuvo su realización en el año 7 de nuestra era, aproximadamente. En su orden, la Na277
tividad del 25 de diciembre, como sabemos, es totalmente arbitraria, copia de la fecha del natalicio del dios solar Mitra, cuyos fieles festejaban ese venturoso suceso todos los años en dichos día y mes. Por otra parte, adviértase que Mateo escribe: “¿Dónde esta el rey de los judíos que acaba de nacer?”. ¡No dice rey de los cristianos! Y asimismo este evangelista, que cronológicamente es el segundo, después de Marcos, aunque en la Biblia erróneamente consta en primer lugar, revela que Jesús es un infante de la nobleza judía, no un humilde hijo de carpintero, un detalle que generalmente suele soslayar la historia oficial, a fin de consagrar la ridícula tesis del origen plebeyo del mesías, no obstante que la alta jerarquía clerical, sea católica, ortodoxa o protestante, nunca ha dejado de ser un poder económico e incluso político. Pero bien: lo que importa destacar es que la infancia de Jesús transcurre en una tierra convertida en campo de furiosos enfrentamientos y luchas sin tregua de los judíos contra el poder romano, que responde con represalias todavía más implacables. Y lo singularmente importante: alrededor del año 6 de nuestra era, se gestó el movimiento de los zelotes o sicarios, los “celadores de la Ley”, según sutil insinuación de Hechos de los Apóstoles (XXI, 20), pero “bandidos y criminales”, de acuerdo a Roma, que sin duda formaron parte del movimiento liderado por Jesús y, después de la muerte del profeta, continuaron con su lucha armada contra el Imperio y la casta sacerdotal y autoridades aliadas de Roma
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“Virgen y el Niño”, del “Divino Morales” (Museo del Prado) El legado pagano es indiscutible.
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II. ¿ES COMPATIBLE EL NACIMIENTO CON LA INMORTALIDAD? “No es Dios quien ha creado al hombre a su imagen y semejanza, sino el hombre quien lo ha creado a la suya”. L. Feuerbach. La esencia del cristianismo. -o-o-o“El hombre sigue siendo rehén del trasmundo porque los predicadores del más allá le han robado la muerte” F. Nietzsche. Así habló Zaratustra. La cuestión sobre el nacimiento de Jesús, nos lleva a una reflexión insoslayable: la esencia de Dios. Para la religión del antiguo mundo griego y en general para las religiones politeístas, la característica fundamental de sus Dioses fue la inmortalidad y también la bienaventuranza. Sobre todo interesa el tema de la inmortalidad, porque ésta significa que Dios o los Dioses no pueden morir, como tampoco el alma, según planteaba el filósofo idealista Platón. Por lo expuesto, inmortalidad es concepto que compete tanto a la filosofía como a la teología. Bienaventuranza, que significa goce de Dios en el cielo, corresponde más al campo religioso. Por lo brevemente expuesto al principio de este capítulo, se deduce que la idea de la inmortalidad ¡no es originaria del cristianismo!, tampoco lo ha sido de su matriz principal, el judaísmo, sino de credos mucho más antiguos, señalados como paganos: egipcio, asirio, babilonio (procede señalar que de la religión babilónica se tomó igualmente la idea de los ángeles), caldeo, hindú, mitraísmo, japonés, chino, etc. En las mitologías y religiones más antiguas la inmortalidad era una cualidad fantástica que se atribuía a los seres sobrenaturales, así como a personajes mitológicos que 280
surgen en el curso del desarrollo del mundo o que fueron creados por la divinidad, como los espíritus, los ángeles, los dioses tribales. Y en las religiones llamadas monoteístas, como el judaísmo, cristianismo e islam, la inmortalidad es propia de su Dios, que ¡tampoco tiene principio o nacimiento!, porque caso contrario la inmortalidad ya no sería cabal. Pero bien: haciendo algo de historia, tenemos que en la religión griega se depuró la manera de entender el alma, a la que se la entendió como esencialmente inmaterial, que a la muerte del cuerpo emprende viaje a su morada, conducida por el barquero de los infiernos, Caronte, hijo de Erebo y de la Noche, a través de la laguna de Estigia, cuyas aguas conferían invulnerabilidad a quienes se bañaban en ellas. Además, el alma en el mito y religión griegos no estaba sujeto a la perecibilidad, por consiguiente se le consideraba inmortal. Por esto el gran Epicuro armó todo su arsenal filosófico para combatir esa creencia de la inmortalidad, que engendraba temores e incluso pavor. En el cristianismo esta creencia se tornó extrema, dominada por la pedagogía del miedo, por tanto ha marcado perniciosamente el sentimiento y la mundivivencia del creyente, porque si el individuo ha incurrido en algún delito o maldad, quedará expuesto para siempre a los más espantosos tormentos del infierno, a terribles castigos, incluidas las aterradoras llamas, aplicados por seres maléficos que pululan en los infiernos. Por esto Epicuro, como ya manifestamos, combatió la antigua idea de la inmortalidad; al fin y al cabo la mortalidad solamente es la nada. Pero, ¿existe la nada? He ahí otro complejísimo tema de eternas disquisiciones. Lo cierto es que las religiones monoteístas heredaron estas ideas de la inmortalidad y bienaventuranza (el cristianismo, además, heredó del politeísmo la creencia sobre la Trinidad) de los credos antiguos y agregaron atributos ontológicos de los que carecían los dioses precedentes; es decir del “ser en tanto que ser”, como sostenía el legendario Estagirita (Cf. Aristóteles. Metafísica, Libro IV). 281
Pero lo fundamental en el esclarecimiento teológico de la esencia del ser divino, sea este Jehová, el Padre Eterno de la Trinidad cristiana o Alá, refiriéndonos a los dioses de las religiones monoteístas, radica en que Dios es el ser supremo, es decir que nadie puede igualarse con él, menos superarlo (por esta “razón” la llamada Virgen María, madre de Jesús mediante la misteriosa fecundación de la que es objeto de parte del “Espíritu Santo”, ¡carece de los atributos de una diosa!, solamente posee la virtud de la pureza o castidad). Esta divinidad es creadora y con relación a sí misma es increada, es decir ¡es causa de sí misma! Y en este punto precisamente se presenta el problema ontológico con relación al Dios del cristianismo, que heredó la creencia en la Trinidad del “despreciado” paganismo, primordialmente egipcio: Dios padre, Dios hijo y Dios espíritu santo, las tres hipóstasis (del griego “hypòstasis” – esencia, fundamento), es decir la creencia de que Dios existe en tres personas (distintas), según caprichosa resolución del Concilio de Constantinopla, ¡recién el año 381 de nuestra era, porque tal dogma no consta en ninguna parte del Nuevo Testamento bíblico! El cristianismo al heredar esta creencia de la antigua religión egipcia, introdujo en su dogma, “inalcanzable para la razón humana”, una variante que revela con irreprochable elocuencia su viejo e injusto machismo, porque la Trinidad de la religión egipcia, herencia a su vez de más antiguas creencias, de los tiempos del paleolítico superior, ¡cuando las primeras divinidades eran femeninas, no masculinas!, consta de Dios padre, Osiris; Diosa madre, Isis y Dios hijo, Horus, mientras que en la Trinidad cristiana las “tres personas distintas” de “un solo Dios”, ¡son varones!. Así que, de ese período de transición del politeísmo al monoteísmo, de ese eslabón que entraña la Trinidad cristiana, entre los varios dioses del paganismo y el dios único del monoteísmo, pasó dicha Trinidad al nuevo credo (tengamos en consideración que el judaísmo no tiene Trinidad, 282
tampoco el islam), pero con la herencia machista del judaísmo, porque, reiteramos, Jehová, el dios vengativo, punitivo, de pasiones y rencores, ¡es un macho a cabalidad! Luego otra cuestión espinosa: si Dios es increado, el Jesús mitificado resulta un dios que no cumple con este requisito fundamental, ¡porque fue engendrado por una de las tres personas del Dios único, el Espíritu Santo, cuando en un etéreo tálamo nupcial éste depositó su divino semen en el útero virginal de María! El pobre José, engañado, ¡se resignó a semejante deshonra! 1. Antiguos Niños-Dioses. Pero lo que sucede es que, otra vez, las fuentes de este misterio, creencia y dogma, se encuentran en los remotos cultos pre-cristianos. En efecto, esto del nacimiento de un dios a partir de una virgen humana, nunca fue original del cristianismo. Así tenemos que en el Antiguo Egipto, se conmemoraba solemnemente el día del nacimiento del dios Osiris el 6 de enero de cada año. Como sabemos, Osiris fue el esposo de la diosa Isis y ambos, progenitores del niño Dios Horus. En esa misma fecha, en la Grecia Antigua se festejaba con toda pompa la natividad de Dionisos; a su vez el 25 de diciembre, como ya hemos anotado en otros estudios, se conmemoraba el natalicio del divino niño-dios Mitra, de la antigua religión persa. Su “nacimiento” coincidía con el solsticio de invierno, que se vinculaba con el comienzo del retorno a la primavera en esos países de cuatro estaciones marcadas. En general, el nacimiento de esos dioses se asociaba con el “renacimiento” primaveral de la naturaleza. Por ello que en los inicios del flamante credo, el nacimiento de Jesús se recordaba el 6 de enero y solamente en el S. IV se optó por el 25 de diciembre, como un recurso para combatir la gran popularidad de la que gozaba el culto a Mitra en el vasto Imperio romano, sin duda el más peligroso rival del primitivo cristianismo, así como las fastuosas conmemoraciones en honor a su nacimiento, pues los festejos eran 283
generales, las puertas de las casas se adornaban con guirnaldas, había música, danzas, se bebía copiosamente vino, el descanso era oficial en las instituciones públicas; incluso la desdichada masa de esclavos participaba de los festejos. Pero lo más interesante radicaba en que las comunidades cristianas, ¡también tomaban entusiasta participación en estas conmemoraciones! Por lo expuesto, arbitrariamente, sin ningún sustento histórico, se oficializó el 25 de diciembre como el natalicio de Jesús. Entonces, el problema se complicó totalmente: el nacimiento del niño-Dios cuestiona todos los antiguos dogmas religiosos, revela que el Dios hijo fue engendrado en útero de mujer, que nació, creció y luego murió en la cruz para salvar a la humanidad del pecado original. Una misión que ha fracaso. Por si todo esto fuera poco, ¡los “auténticos” dioses son eternos, increados!, por lo mismo no requieren de desarrollo en el tiempo, como el resto de seres, incluidos nosotros los humanos; en consecuencia, no están sujetos a nacimiento, desarrollo, reproducción y muerte. Pero ahí tienen a Jesús, la segunda persona de la Trinidad, engendrada por el “Espíritu santo”, tercera persona de esa Trinidad; eso significa que ¡Dios se engendra a sí mismo!, pero merced a que dicha tercera persona o tercera hipóstasis, es la que tiene la dicha de copular con la Virgen terrenal, cuando tal acto génito-afectivo ¡debió ser consumado, respetándose el orden jerárquico, por la primera persona o primera hipóstasis de la “Santísima Trinidad”, es decir por el Diospadre! ¡Y después dicen que este absurdo y esta aberración es un misterio inalcanzable para la razón humana!
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III. COMBATE A MUERTE. Durante el conflicto entre Santiago (el hermano de Jesús, M. R.) y Pablo, la aparición de lo que llamamos cristianismo estuvo en una encrucijada. Si la línea central de su evolución se hubiese ajustado a las enseñanzas de Santiago, no habría existido el cristianismo, sino una especie particular de judaísmo que podría o no haber llegado a ser dominante. Pero como resultaron las cosas, la línea central del nuevo movimiento se consolidó poco a poco, durante los tres siglos siguientes, alrededor de Pablo y sus enseñanzas. Así, para indudable horror póstumo de Santiago y sus compañeros, nació una religión completamente nueva: una religión que cada vez tuvo menos que ver con su supuesto fundador”. M. Baigent y R. Leigh. El escándalo de los Rollos del Mar Muerto. Las rebeliones, protestas y conjuras se prolongaron, casi ininterrumpidamente, en una primera oleada, hasta la guerra del 66 - 73, cuando Josefo comandaba las fuerzas rebeldes en Galilea. Nerón, denigrado más de la cuenta por la historia oficial, envió a Vespasiano, el futuro emperador, para que se haga cargo de la situación y él y su hijo Tito, condujeron las acciones militares. Josefo fue capturado en el 67 en Jotapata y terminó pasándose al bando enemigo. En el curso de esa guerra, catastrófica para los judíos, sobre todo para los zelotes, se destruyó el templo de Jerusalén y la ciudad misma quedó convertida en escombros. La mayor tragedia, realmente espeluznante, tuvo lugar el año 73, en la fortaleza Masada, cuando masivamente se suicidaron ¡960 zelotes!, para no caer en manos de los vengativos ro285
manos, que habrían convertido a los varones en esclavos o gladiadores y a las mujeres y niñas las habrían sometido a la prostitución, con lo que, según sus creencias, quedaría negada la resurrección y la vida de ultratumba. Es que ellos tenían ideas algo parecidas a las de los fundamentalistas de la “Guerra Santa” islámica, la YIHAD: al morir juntos, resucitarán igual, en el paraíso. Por eso los zelotes combatientes se suicidaron en unión de sus mujeres e hijos. La lejana profecía de Ezequiel, cargada de promesas mesiánicas y escatológicas, retumbaba en sus angustiados corazones y mentes: “Yo abriré vuestros sepulcros y os sacaré de vuestras sepulturas, pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel…” (Ezequiel, XXXVII, 12) La otra gran guerra se inició el 131 con el triunfo pasajero de los judíos y concluyó el fatídico 135, cuando Simón Bar Kokba, el “Hijo de la Estrella”, que condujo a las fuerzas patriotas, murió valerosamente; la rebelión fue sofocada con inusitada violencia y Judea retornó al poder romano. En las ruinas abandonadas de las proximidades de Emaus, a medio andar de Jerusalén, anónimos héroes defensores de su nación quedaron sepultados vivos para siempre, en las galerías que los romanos sellaron con rocas. Por manera que cuando el Rabí de Galilea llega a la edad adulta y se convierte en jefe indiscutible de ese movimiento rebelde, Galilea es el principal bastión de los levantamientos “sediciosos”, como desdeñosamente los califica el ilustre historiador Flavio Josefo –no lo olvidemos: para esos tiempos, ¡Josefo ya estuvo al servicio de Roma y dio las espaldas a su pueblo, es decir lo traicionó!- en sus “Antigüedades judías”, “Guerra de los judíos y destrucción del templo de Jerusalén”, “Contra Apión” y “Autobiografía”. Desde luego, el autor M. Baigent en su último libro plantea la curiosa hipótesis de que Josefo sentía animadversión por los zelotes, a consecuencia de que originalmente ¡él también fue un miembro de esta secta! y estuvo a cargo de los galileos, el “centro neurálgico de los zelotes, al comienzo 286
de la guerra contra los romanos” (Cf. M. Baigent. Las Cartas privadas de Jesús., p. 59). Tesis muy discutible, por doble razón: primero por cuanto Flavio Josefo en su “Autobiografía”, dice textualmente que pertenece al linaje sacerdotal, y los zelotes, como conocemos a través de la historia, en su condición de rebeldes, desdeñados por dicha casta, nunca pudieron tener acceso al poder del clero. Leamos al jactancioso Flavio Josefo: “Mis orígenes no son oscuros, sino que provengo de casta sacerdotal. El distintivo de nobleza varía según los pueblos y, entre nosotros, el formar parte del clero es prueba de la más ilustre raigambre” (Flavio Josefo. Autobiografía. En: “Sobre la antigüedad de los judíos” (“Contra Apión”). “Autobiografía”. Clásicos de Grecia y Roma, Alianza Editorial, Madrid, España, 2006). Imposible que Flavio Josefo, de “ilustre raigambre sacerdotal” haya sido también un “sedicioso” zelote. Segundo argumento: en Antigüedades Judías, se expresa en los peores términos con relación a los zelotes, sus adversarios ideológicos y de “clase”, en virtud de que él fue fariseo. Veamos cómo califica a los zelotes: “Entrada en escena de los sicarios. A la llegada a Judea de Festo (se trata del procurador nombrado por Nerón, en reemplazo de Félix, como vetemos más adelante. M. R.) ocurrió que este país era asolado por los bandidos, que incendiaban y saqueaban todas las aldeas. Y en lo que respecta a los llamados sicarios (también estos eran bandidos) [igualmente así se les conocía a los zelotes. M. R.], fue entonces cuando más abundaban. Utilizaban puñales de tamaño parecido al de las dagas persas, pero sin ser curvos, sino iguales a las llamadas sicas (puñales) por los romanos, de donde tomaron el nombre los bandidos que asesinaron a multitud de personas. En efecto, entremezclándose en las fiestas, como ya dijimos anteriormente, con la población que afluía a la ciudad procedente de todas partes para dar culto a Dios, asesinaban con to287
tal facilidad a quienes querían. Y multitud de veces incluso, tras presentarse armados en las aldeas de los enemigos, las saqueaban e incendiaban” (Cf. Flavio Josefo. Antigüedades judías. 2 tomos. AKAL Clásica, Madrid, España, 2002, Tomo II, Libros XII-XX, libro XX). Tercer argumento: Probablemente sea el más categórico, en virtud del valioso dato, por preciso y esclarecedor, que nuevamente nos brinda Flavio Josefo sobre quiénes realmente podían pertenecer a la máxima representación sacerdotal: “De ahí que es un precepto tradicional que no puede recibir el nombramiento de Sumo Sacerdote nadie más que aquél por cuyas venas corra sangre de Arón, mientras que uno de otra familia, ni aunque sea rey, conseguiría el rango de Sumo Sacerdote” (Cf. Flavio Josefo. Op. Cit., Tomo II, Libro XX, 10). Concluyendo, nos permitimos preguntarnos: ¿cómo, entonces, Flavio Josefo podía ser un zelote, como erróneamente supone M. Baigent, conociéndose hasta la saciedad, que los zelotes ¡eran aborrecidos por la casta sacerdotal y en general por los grupos más privilegiados y conservadores de esa sociedad teocrática, y al mismo tiempo un conspicuo representante del clero? Sencillamente imposible. Por manera que esta tesis de M. Baigent, por las contundentes razones expuestas, queda definitivamente descartada.
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La visitación de “El Pontorno” (Iglesia de Carmignano). El estado de gravidez de María y su prima Isabel es evidente. En ese tiempo, al menos entre los artistas, parece que no había esa gazmoñería de hoy al tratar estos temas.
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IV. NERÓN Y EL APÓSTOL CONTROVERTIDO. “Entonces, como Festo hubiera accedido a su petición, enviaron a entrevistarse con Nerón a los diez principales de ellos, más el Sumo Sacerdote Ismael y Helcias, el tesorero del templo. Y Nerón, tras escucharlos, no sólo les perdonó lo que habían hecho (levantar una pared para que no se contemple desde la azotea del palacio de Agripa los oficios del templo, M. R.), sino que incluso les concedió que dejaran como estaba la pared edificada, por complacer a su esposa Popea…” Tito Flavio Josefo. Antigüedades Judías, Tomo II. Tengo una objeción concreta al último libro de M. Baigent274: en la página 68, al enumerar los sucesos más notables del siglo I de nuestra era, textualmente anota: “64 d. C. Nerón incendia Roma. Se arresta a los cristianos”. Esta es una afirmación que la considero gratuita, carente de todo fundamento histórico, tanto que historiadores modernos como Philipp Vandenberg, Robert Ambelain o Gerald Messadié la rechazan en base a sólidos argumentos y pruebas prácticamente incontrastables. Robert Ambelain en su original estudio “El hombre que creó a Jesucristo. La vida secreta de San Pablo”, textualmente señala: “Y aquí, puntualicemos. No deja de ser curioso que este incendio se produzca precisamente en el momento en que Menahem, nieto de Judas de Gamala, en hebreo ‘el Consolador’, está poniendo de nuevo a Judea a sangre y fuego. También es curioso que Nerón, deseoso de contem274 Cg. Michael Baigent. Las cartas privadas de JESÚS. Últimas Investigaciones y Documentos Reveladores Sobre la Muerte de Cristo. Ediciones Martínez Roca, S. A. Bogotá, Colombia, 2007.
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plar un gran incendio para componer mejor un poema que celebrara el de Troya, se marchara a Antium en lugar de quedarse, si no en Roma, al menos bien cerca, en Ostia por ejemplo, para contemplar el espectáculo. Es, en verdad, extraño que unos romanos, y el propio Nerón, tan supersticiosos, aceptaran cometer sacrilegios tales como la destrucción de los templos de los dioses, y sobre todo los de los más sagrados, ligados a la vida oculta de Roma” (Cf. R. Ambelain.”El hombre que creó a Jesucristo. La vida secreta de San Pablo”, Editorial Martínez Roca, S. A., Barcelona, España, 1985, pp. 236-237). Philipp Vandenberg, otro destacado historiador, después de desechar los puntos de vista de Tácito, Dion Casio, Suetonio, por deleznables, señala: “Como vemos, la escena preferida de los directores de Hollywood se basa en una leyenda inconsistente. La leyenda del emperador cantante en Roma incendiada tiene una explicación: el helenófilo Nerón, más afín al arte y la cultura de los griegos que a la romana, podría haber comparado la metrópoli en llamas con la Troya incendiada en la Ilíada de Homero”… “Uno o dos decenios después de la muerte de Nerón, de cualquier modo con anterioridad a Tácito y Suetonio, el obispo romano Clemente escribió una carta a los cristianos de Corinto que se querellaban por la destitución de los sacerdotes. Habla en ella de Pedro, a quien llegó a conocer personalmente, y de las persecuciones de cristianos durante el mandato de Domiciano. Pero el lector busca en vano una referencia a la culpabilidad de Nerón en el origen del incendio” (P. Vandenberg. “Nerón. El emperador artista”. Editorial VERGARA, Barcelona, España, 2005, p. 186). Gerald Messadié, un periodista con indudable talento para la investigación histórica, en su obra “Saulo, el incendiario. La vida secreta del Apóstol Pablo” (Ediciones: Círculo de Lectores, Santa Fe de Bogotá, 1994, p. 410), señala lo siguiente: “Los historiadores actuales rechazan unánimemente 291
la leyenda de que fue Nerón quien provocó el incendio. En primer lugar, Nerón se hallaba a orillas del mar, a unos cincuenta kilómetros de Roma, en su ciudad natal de Antium, la actual Anzio; si hubiera querido, como tan a menudo se ha dicho, ‘admirar’ el incendio, podía hacerlo desde una de las numerosas villas que poseía en parajes de la ciudad. Además, perdió bienes considerables y que le eran muy caros, como la Domus Transitoria, recientemente concluida, que había llenado de obras de arte. Las residencias imperiales del Palatino fueron las primeras en derrumbarse. Consúltese, a este respecto la excelente puntualización de Catherine Salles, ‘Nerón et l’ incendie de Rome’, (L’ Histoire, nº 133). Y quien haya leído con detenimiento Hechos de los Apóstoles, lo que parece que lamentablemente no lo hacen los creyentes cristianos, incluido el acucioso investigador M. Baigent, puede apreciar que Pablo, el antiguo fariseo, no considera a Nerón un emperador desquiciado, inhumano, ni cosa por el estilo, tal como le ha consagrado maliciosamente la historia oficial, al extremo que con relación a la acusación que a él le hacen sus coterráneos, ¡apela al César! Pero previamente aclaremos un par de cuestiones pendientes al respecto: En Hechos de los Apóstoles, efectivamente se hace referencia a la apelación ante el César, de parte de Paulo de Tarso; pero lo que los exegetas del Nuevo Testamento no han precisado nunca, es que el César de ese tiempo ¡no era otro que Nerón! En efecto, cuando Paulo de Tarso tiene problemas por asuntos religiosos y políticos, con sus connacionales, quienes incluso piden su cabeza, Porcio Festo es el Procurador romano que sucedió a Félix en dichas funciones el año 62 del siglo I de nuestra era; en ese mismo año se dan los incidentes que involucran a Paulo, a quien Festo verdaderamente le ampara y protege de la persecución y acoso de los judíos, cuestión que consta en los capítulos XXV y XXVI de Hechos de los Apóstoles. En su orden, Claudio César Nerón, nacido en el 37 y muerto en el 68, apenas 292
a los 31 años de edad, se desempeñó como emperador desde el 54 hasta cuando se suicida, por lo que ese año 62 se encuentra en pleno reinado. Por lo expuesto, ¡la apelación de Paulo de Tarso es ante Nerón!, cuestión que siempre han soslayado los novelistas de la historia. Esto, por otra parte, demuestra que Paulo prefería ventilar su delicado asunto directamente con el César –Nerón-, antes que con sus compatriotas. Y lo más importante: ¡Paulo de Tarso cuenta con la protección del poder romano! ¿Por qué razón? ¿Acaso en esos años se desempeñaba como agente al servicio de Roma? Quizá nunca se logre descubrir el arcano, pero la sombra de la sospecha perseguirá permanentemente a la figura de Saulo de Tarso, por su pasado inconsecuente y violento: la muerte por lapidación de Esteban (o de Santiago, el hermano de Jesús, como consideran algunos autores), en la que tomó parte, los actos de bandidaje que hacía con su primo Costobaro, según relato de Flavio Josefo (“Asimismo, Costobaro y Saulo reunieron en torno a sí, de una manera independiente, bandas de malvados, y aunque eran miembros de la realeza y contaban con el afecto de Agripa por su parentesco con él, eran violentos y prestos a robar los bienes de los más débiles…” Cf. Flavio Josefo. Antigüedades judías. Tomo II, 211), las persecuciones contra los primeros cristianos, ¡para lo que cuenta con el respaldo del Sanedrín! ¿Alguien se ha detenido a meditar por qué Saulo un tiempo tiene el respaldo del Sanedrín y otro el del poder romano? Pero antes de continuar con el tema central, vale la pena aclarar el linaje de Saulo, cuestión que la historia oficial asimismo suele pasar por alto: Según Gerald Messadie (Op. Cit., p. 360) Saulo es uno de los hijos de Antípater, hijo a su vez de Herodes el Grande, y su madre, de nombre desconocido, hija del último de los asmoneos. Se conjetura que nace entre 11 a 9 a n e, es decir es un poco mayor a Jesús (entre 7 a 9 años). En el año 4 ane, su progenitor es ejecutado, huér293
fano es adoptado por su tía Glafira, viuda desde 7 a n e del hermanastro de Antípater, Alejandro, quien igualmente morirá ejecutado. En 3 a n e, Glafira se traslada a África del Norte, para casarse con Juba II. Entre 1 a n e y 1 d n e, Glafira separada de Juba II, retorna a Capadocia para casarse con Arquelao, hijo de Herodes el Grande. Saulo tiene en ese tiempo unos 10 años y retorna a Palestina. ¿Por qué no mencionan estas cuestiones los historiadores oficiales? ¿Quizá para no relacionar a Saulo con el promiscuo y cruel Herodes el Grande? Podría ser, pero lo que deberían tener en consideración es que nadie escoge a los parientes. También R. Ambelain se ocupa del árbol genealógico de Paulo de Tarso, aunque con alguna imprecisión con relación a su ancestro Herodes el Grande (Cf. Al respecto la obra ya citada: El hombre que creó a Jesucristo. La vida secreta de San Pablo), razón por la que hemos preferido para este asunto puntual el trabajo de G. Messadié. Una tercera cuestión: No podemos negar que Nerón tuvo sus momentos de crueldad y sus excesos, entre ellos algunas muertes insensatas; sin embargo, no fue propiamente un sanguinario ni un monstruo de depravación sexual, como ha pasado a la historia. Yo creo que personajes realmente sanguinarios, que abusaron terriblemente del poder fueron Calígula, Tamerlán, Torquemada o Hitler, para no citar sino unos pocos nombres. En consecuencia, el hecho de que en el Nuevo Testamento conste ese pasaje de Paulo pidiendo que se le lleve ante Nerón para exponer su asunto y apelar, echa por tierra toda esa falacia construida por los historiadores oficiales y mantenida durante siglos, en el sentido de que fue un emperador despiadado, depravado y sobre todo el autor del incendio de Roma. Inclusive en una obra enciclopédica en la que se trata con indudable circunspección temas como el presente, “Gran Larousse Universal” (37 tomos), en una de sus últi294
mas versiones, 1996, no se da mayor crédito a la acusación contra Nerón: “Aunque Nerón dictó rápidas medidas para socorrer a los damnificados (¿cómo es esto, me pregunto yo, que el “incendiario” y “feroz” emperador se preocupó por socorrer a las víctimas del flagelo? M. R.), el rumor popular le acusó de ser autor de la catástrofe. La hipótesis es poco verosímil y el incendio debió ser provocado muy probablemente por un accidente” (Cf. Op. Cit., Tomo XXV, p. 9010). ¿Habrá reparado el ilustrado Michael Baigent en estas obras? Lo dudamos, caso contrario no se aferraría a esa vieja falacia de que Nerón le puso fuego a Roma. Finalmente, de la atenta lectura de los capítulos XIX – XXVIII, de Hechos de los Apóstoles -a los que, desde luego, no les falta sus incongruencias y errores- se puede apreciar claramente la serie de contradicciones en las que incurre el autor de este libro, el supuesto Lucas, así como la conducta errática y poco consecuente de “san” Pablo. Veamos. En Efeso, al encontrarse con sus discípulos, Paulo les pregunta si han recibido el Espíritu Santo “al abrazar la fe” (cristiana, M. R.). Ellos le responden que ni siquiera han oído si existe el Espíritu Santo; probablemente –suponemosporque fueron bautizados por Juan (Cf. Hechos de los Apóstoles, XIX, 1-3). Esto tiene una explicación evidente e irrebatible y no hace falta romperse la testa para ello: el mito del Espíritu Santo todavía no había sido cabalmente elaborado y en consecuencia no fue asimilado por las comunidades judeo-cristianas de aquella época. Por eso los conversos al flamante credo ¡ni siquiera han oído del Espíritu Santo, el engendrador de Jesús! Luego, se describe milagros asombrosos de Dios (Yavé, M. R.) “por mano de Pablo”, a tal grado que algunos exorcistas judíos “llegaron a invocar sobre los que tenían espíritus malignos el nombre del Señor Jesús, diciendo: Os conjuro por Jesús, a quien Pablo predica” (Cf. Hechos de los Apóstoles, XIX, 11-13). Esto tiene toda la manifestación de una falsedad, 295
porque esos judíos exorcistas, en lugar de invocar el nombre de su antigua divinidad, Jehová, ¡insólitamente invocan el de un personaje que todavía no se encontraba completamente deificado, Jesús! Asimismo, en Efeso, se produce la quema de libros en tiempo de Pablo, ¡en su presencia y con su aquiescencia!, y aunque en los manipulados Hechos de los Apóstoles se relata como un acto voluntario de judíos y griegos que habían confesado sus prácticas supersticiosas, el suceso oscurantista revela que desde los mismos comienzos del cristianismo la intolerancia fue la norma del flamante credo: “…venían, confesaban y manifestaban sus prácticas supersticiosas; 19 y bastantes de los que habían profesado las artes mágicas traían sus libros y los quemaban en público, llegando a calcularse el precio de los quemados en cincuenta mil monedas de plata; 20 tan poderosamente crecía y se robustecía la palabra del Señor” (Hechos de los Apóstoles, XIX, 18-20) Con relación al pasaje citado, precisemos una cuestión: en la versión bíblica de los protestantes, “Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras”, en ningún momento se dice que “…se robustecía la palabra del Señor”, que sin duda se presta para interpretaciones antojadizas, como por ejemplo que “…se robustecía la palabra de Jesús”, sino que, de una manera tajante y concreta se anota lo siguiente: “20. Así, de una manera poderosa, la palabra de Jehová siguió creciendo y prevaleciendo” (Hechos de los Apóstoles, XIX, 20). Advierta el lector que entre el indefinido “Señor” y el concreto “Jehová”, existe una enorme diferencia. Pero aquí existe otra incoherencia, y de bulto, porque en versículos posteriores, se relata sobre un motín en dicha ciudad, contra las prédicas de Pablo y se reconoce que la ciudad de Efeso es el centro más importante del culto a Artemisa: “35 Habiendo logrado el secretario calmar a la muchedumbre, dijo: Efesios, ¿quién no sabe que la ciudad de Efeso es la guardiana de la gran Artemisa y de su esta296
tua bajada del cielo? 36 Siendo esto incontestable, conviene que os aquietéis y no os precipitéis” (Hechos de los Apóstoles, XIX, 35-36). No nos queda sino exclamar: ¡Qué paradojas evangélicas!: en un caso se describe la “voluntaria” quema de libros, por parte de los paganos de Efeso; en otro, se reconoce que esta ciudad es ¡centro del culto a Artemisa!, sin duda la más famosa divinidad de esa región, diosa de los bosques, de la fertilidad de las mujeres y del parto. Su inmemorial culto prehelénico se encontraba en Peloponeso. En el capítulo XXIII, Paulo hace una declaración que revela su incoherencia religiosa: “Conociendo Pablo que unos eran saduceos y otros fariseos, gritó en el sanedrín (adviértase, por lo pronto, que en esos tiempos no había nada de la llamada iglesia cristiana. M. R.): Hermanos, yo soy fariseo e hijo de fariseos. Por la esperanza en la resurrección de los muertos soy ahora juzgado. (Hechos de los Apóstoles, XXIII, 6). ¿Qué se deduce de este pasaje? ¡Que el dios de los padres de Paulo de Tarso era Jehová; es decir la divinidad más importante del judaísmo!; en segundo lugar, que esa divinidad jamás pudo ser Jesús, porque éste, cuando vivían los progenitores de Paulo, o no nacía todavía o era un infante. En tercer lugar, el judío Paulo cuando declaraba que es fariseo, hijo de fariseos, ¡ya estuvo convertido al cristianismo!, pues en el capítulo IX se da cuenta de su conversión a la nueva fe, mientras que en el posterior capítulo XXIII, como hemos anotado, dice que pertenece al dios de sus mayores. Este comportamiento de Paulo con relación al judaísmo, en cualquier parte se llama inconsecuencia, deslealtad, o incluso apostasía. ¿Cómo es esto que los teólogos e historiadores cristianos nunca se han percatado de estas incoherencias? Yo he anotado algunas de estas cuestiones en “El Mundo Político Grecorromano” y en “Cristianismo: unos reparos y preciciones a su historia”, una separata del presente 297
tomo, que se publicó en Cuenca, en mayo del 2008.
“Descendimiento de Cristo”, del Giotto, Capilla de los Scrovegni (Padua). El amor y la pena se funden en el abrazo de María Magdalena a Jesús. Se nota que esos pintores conocían bastante bien los libros Apócrifos.
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V. INDISCRETOS MANUSCRITOS. “Por desgracia, el evangelio cristiano no parece ser de gran ayuda, pues lo que ha generado ha sido la visión mesiánica de un poderoso súper héroe que deshace los entuertos del mundo. Con semejante héroe en mente no resulta fácil pensar con claridad sobre el poder y la necesidad de restringirlo cuando empieza a irse de las manos. Estamos por cierto horrorizados de los muchos hombres poderosos que han matado a los inocentes de nuestra época. Pero en cuanto a una alternativa, todavía nos maravillamos de la imagen del Llanero Solitario con su bala de plata. Esta figura de Cristo apenas disfrazada, que lleva la salvación desde todas partes a una sociedad incapaz de resolver sus problemas, no es una imagen útil para tener en mente al elegir a nuestros presidentes…” Burton l. Mack. El Evangelio perdido. Los hallazgos de los rollos de Qumran, en especial, han contribuido a esclarecer muchas cosas ocultadas deliberadamente durante siglos, sobre todo cuando en 1991 la Biblioteca Huntington, de California, hizo públicas las fotografías de los manuscritos del Mar Muerto, en general. El Vaticano, siempre expedito en estas cuestiones espinosas para el dogma, cerró filas para evitar la difusión y el estudio de esos documentos, guardó “bajo siete candados” antiguos rollos, manipuló la información, pero la verdad se ha filtrado por los resquicios. Asimismo fue importante la publicación de los manuscritos de Nag Hamadi (Egipto), los escritos gnósticos de comienzos de nuestra era y los Evangelios apócrifos de los antiguos cristianos. Estos dos últimos tuve la oportunidad de estudiarlos en su versión en idioma ruso. 299
Los trabajos de investigadores marxistas igualmente han sido fundamentales para el mejor conocimiento de los orígenes del cristianismo y no pocas de las “novedades” que se publican actualmente en Occidente, con relación al nacimiento de Jesús, el surgimiento de los evangelios canónicos, apócrifos, las interpolaciones y mutilaciones de obras de escritores antiguos, como Tácito, Suetonio, el mismo Flavio Josefo, el proceso de mitificación de los principales personajes del flamante credo, ya fueron expuestos hace varias décadas atrás, pero no tuvieron ni la difusión ni la credibilidad debidas en nuestros países, por prejuicios ideológicos y por cuanto la “guerra fría” también atrapó a estas cuestiones eminentemente históricas. Pero todas estas pacientes investigaciones llevadas a cabo en diversas latitudes, han superado barreras que se creía infranqueables y han permitido develar muchos arcanos, hacer luz en la historia de María, la madre de Jesús, de María Magdalena, su posible compañera, de la crucifixión, de las sectas que pululaban en tiempos del primitivo cristianismo, conocer que los moradores de Qumran eran mesiánicos y en su mayoría ¡zelotes!; algunos autores igualmente han advertido que Jesús provenía de un núcleo mesiánico judío ya existente, que incluso utilizaba la expresión “Hijo de Dios”, ¡que de ninguna manera fue exclusiva, menos acuñada por el posterior cristianismo! Por lo demás, el hecho de que ulteriormente el cristianismo, en general, una vez consolidada su estructura ideológica, haya convertido en dogma dicha frase e idea, no es otra cosa que la reiteración absurda de un supuesto, porque si se acepta que el Dios cristiano, con su infinito poder creó a todos los seres –humanos y animales-, a la flora y la infinita diversidad de cosas inanimadas de este mundo, entonces ¡no hay ninguna razón para destacar que exclusivamente Jesús, el hebreo, es el hijo de Dios!, sino la humanidad en su conjunto, incluyendo individuos como Torquemada, Hitler, Franco, Stalin, Pío XII, José María Escrivá de Balaguer 300
-este “santo”, cuando vivo, colaborador, a través de algunos miembros del Opus Dei, de la dictadura de Francisco Franco y defensor de las dictaduras de derecha más feroces-, el sanguinario Pinochet, George Bush Jr. -reiteramos una vez más-, el mayor genocida de nuestro tiempo, tanto que solamente en Irak, a consecuencia de la guerra e invasión contra este país, según la organización Amnistía Internacional, que tiene su sede en Londres, se ha causado la muerte de ¡650.000 personas!, la gran mayoría inocentes civiles, etc., etc. Sin embargo –y que el amable lector me perdone por este deslinde que lo considero insoslayable- la doble moral que se practica en medios de comunicación como la CNN o en afamados programas de televisión internacional, como Discovery Channel, The History Channel, resulta inadmisible, pues únicamente destacan, hasta el cansancio, el atentado del 11 de septiembre del año 2001, principalmente en Nueva York y también en Washington (2700 muertos), de parte del grupo terrorista de Ben Laden, que sin duda fue una atrocidad, digna del rechazo unánime; pero nada dicen -o si lo dicen, previamente ya han tergiversado y maquillado la verdad- de esa política criminal del imperialismo estadounidense y sus aliados, contra los pueblos de Afganistán, Irak y otros, infinitamente más atroz, más devastador y que ha cobrado un número de víctimas inocentes incomparablemente mayor, amén del saqueo de los recursos naturales estratégicos de esos países, como el petróleo y el gas, la destrucción de pueblos y ciudades, las cárceles secretas, las torturas inhumanas, el caos y las desdichas causadas a millones de civiles. ¿Y qué ha dicho al respecto el papa actual, ex miembro de las juventudes hitlerianas? ¡Nada!. Pero prosigamos con el tema central: ¿Y por qué se niega que José y María sean los progenitores de Jesús? ¿Por qué se recurre a un mito nada original, pues está presente en religiones mucho más antiguas que el cristianismo (únicamente el origen de Semíramis, la 301
legendaria fundadora del imperio asirio, rompe la tradición del progenitor Dios y la progenitora mujer, vigente estos últimos milenios: ¡ella es hija de una Diosa y de un humano, es decir un simple varón mortal!), para afirmar que el mismísimo Dios interviene en el asunto del engendramiento de Jesús y mediante su hipóstasis, el Espíritu Santo, deposita en el útero de María el semen divino, mientras el desdichado José se resigna al papel de cornudo? Lo cierto es que con el Espíritu Santo en escena, se anula el inmemorial culto a las divinidades femeninas, pues María, con todo su poder y fama, solamente es madre virgen, nada más. No se descarta que el mismo Santiago, hermano de Jesús, cruelmente lapidado por la casta sacerdotal servil al Imperio, hacia el año 44 de nuestra era, a la muerte de su hermano se hubiera identificado con el movimiento rebelde. Eusebio de Cesárea (263 – 339), por su parte, apologista y autor, entre otros trabajos de “Vita Constantini“ (Vida de Constantino), “Demonstratio evangelica” (contra los judíos) y “Apología de Orígenes”, da cuenta que la primera comunidad cristiana, mesiánica en esencia, abandonó Jerusalén y luego de atravesar el Jordán se instaló en Pela, una de las ciudades de la Decápolis helénica. Siendo mesiánica, ¡podemos suponer que estuvo vinculada con los zelotes! Recordemos, a propósito de Orígenes (h. 184- h. 253), que este autor cristiano, llevado por su fanatismo religioso, decidido a superar para siempre la “horrenda tentación de la carne”, ¡procedió a castrarse de manera cruenta! Este desdichado eunuco, por voluntad propia, pero ilustre teólogo y exegeta cristiano, intentó una refutación a Celso (S. II) –“Contra Celso”, se llama su libro-, filósofo de orientación platónica, quien escribió una de las primeras críticas fundamentadas contra el cristianismo, “Palabra verdadera”, en la que intentó demostrar la insostenibilidad de la mitología y teología del credo cristiano de esos tiempos; además señala 302
la ignorancia en el plano filosófico de sus contemporáneos cristianos, ironiza con relación a la supuesta divinidad de Cristo y su misión expiatoria; pero Celso también condenó el antropocentrismo y amoralismo del Antiguo Testamento275. Sin embargo, la obra de este autor pagano, que creía en la superioridad del politeísmo, acabó destruida y solamente conocemos fragmentos de dicho trabajo por las citas y referencias que del mismo hace precisamente su principal adversario, Orígenes.
“Cristo cargando la Cruz”, de El Bosco, Gante, Museo de Bellas Artes. Los rostros fieros, deformes, como el del “mal ladrón” y sus captores, o atemorizados, como el del “buen ladrón”; la enigmática sonrisa, apenas esbozada, de la Verónica, figura apócrifa, reflejan esa pedagogía del miedo y los castigos atroces que fomentó la Iglesia a lo largo de los siglos. 275 Cf. Ateisticheskiy Slovar. Editorial POLITIZDAT, Moscú, URSS, 1985, p. 483.
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VI. UN LÍDER POLÍTICO-RELIGIOSO. “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María, y sus hermanos Santiago y José, Simón y Judas? Sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros?” El Evangelio de San Mateo, XIII, 55-56. Los recientes descubrimientos arqueológicos en Talpiot, Jerusalén, de osarios y tumbas que corresponderían a los restos óseos de Jesús y su familia, asimismo contribuyen a develar enigmas y esclarecer verdades escamoteadas durante centurias. El ingrediente político es otro elemento que se ha sacado arbitrariamente de contexto, con relación al Profeta y su movimiento. Es necesario tener presente que las diversas sectas de ese tiempo no fueron religiosas “químicamente” puras, estuvieron marcadas por lo político, hicieron política a su manera, unas veces apoyaron al gobernante y a la casta sacerdotal, otras, en su mayoría, les combatieron, porque en ese tiempo, como más antes, dominaba un régimen con claros matices teocráticos, como ya manifestamos. Este es el caso de los fariseos, saduceos, los mismos esenios y, por supuesto, los zelotes, que, como ya vimos, combatieron sin tregua a quienes invadieron y conquistaron su patria, los romanos, pero también a la casta sacerdotal venal y a los reyezuelos títeres de los conquistadores. El caso de Jesús con relación al César es demostración altamente elocuente de que el ingrediente político siempre estuvo presente, fue insoslayable y únicamente los prejuicios de quienes precisamente han acaparado un poder político-religioso espurio durante siglos, les han compelido a negar esta evidencia. Mateo, en el capítulo XXII, versículos 17-21 de su Evangelio, relata el diálogo entre los fariseos y el Profeta en los siguientes términos: “¿Es lícito dar tributo a César, o no?./ 18 Pero Jesús 304
conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis hipócritas?/ 19 Mostradme la moneda del tributo y ellos le presentaron un denario/ 20 Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción?/ 21 Le dijeron: de César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. Hasta aquí la cita textual de uno de los capítulos del Evangelio según san Mateo, componente de las “sagradas escrituras”. El pasaje que acabo de citar, en el que los estudiosos de estos temas no han reparado debidamente (desde luego, la explicación que da M. Baigent sobre este asunto, nos parece completamente deleznable: “En aquella época y en aquel lugar –dice este autor- no fue tan solo una réplica inteligente y aguda –el equivalente judaico de una frase con gancho actual-, sino un desafío a los zelotes provocador e indignante” Cf. Su último libro, ya mencionado, “Las cartas privadas de Jesús”, pp. 150-151), merece la siguiente reflexión: si es verdad lo que se pone en boca de Jesús (porque también se puede rechazar de plano, considerando que los evangelios antes que material histórico constituyen obra apologética, plagada de incongruencias, equívocos y fantasías), se demuestra dos cosas: en primer lugar que el Profeta ¡no estuvo enterado correctamente de la existencia del monarca del Imperio romano que subyugaba a su pueblo, lo que significaría un lamentable desconocimiento, para todo un Hombre-Dios omnisciente, del mundo político y los personajes de su tiempo!; en segundo lugar, lo más insólito, se resigna a que su pueblo honre la imagen del soberano de Roma ¡divinizado!, constante en dicha moneda, ¡igualmente una cuestión inadmisible para el mandamiento divino judeocristiano y para el sentimiento religioso del pueblo “elegido”!. En efecto, en Éxodo, constante en el Antiguo Testamento, se dice así: “No debes tener otros dioses contra mi rostro /4 No debes hacer una imagen tallada ni una forma parecida a cosa alguna que esté en los cielos arriba o que esté en la 305
tierra debajo o que esté en las aguas debajo de la tierra/ 5 No debes inclinarte ante ellas ni ser inducido a servirlas, porque yo Jehová tu Dios soy un Dios que exige devoción exclusiva, que trae castigo por el error de padres sobre hijos, sobre la tercera generación y sobre la cuarta generación, en el caso de los que me odian…”. Por lo tanto, más razonable que el punto de vista de M. Baigent consideramos la siguiente explicación: el Evangelio según Mateo, en la forma como actualmente lo conocemos, sea en la versión católica, ortodoxa o protestante, de acuerdo a los datos científicos habría sido elaborado hacia mediados del siglo II, cuando ya en el seno de las primeras comunidades propiamente cristianas, una vez que marcaron distancias y se divorciaron de su matriz judaica, habían ingresado importantes gentes del Imperio romano, decadente, aunque todavía poderoso: ricos mercaderes, burócratas, cortesanos, usureros, terratenientes, militares, mujeres de la nobleza, algunas personas de notable cultura, incluso uno que otro filósofo idealista y neoplatónico. Entonces, ya no era una secta desdeñable, constituida exclusivamente de esclavos, campesinos desarraigados, artesanos, libertos pobres, parias, en su mayoría sin educación, analfabetos, y en esta nueva situación habría sido asaz imprudente mantener una actitud hostil contra Roma, razón por la que el evangelista se toma la licencia de poner en boca de Jesús palabras conciliadoras, ¡que revelan una evidente claudicación con relación a la otrora aborrecida “Gran Ramera de Babilonia” [Roma]! ¡Incluso expone juicios que flagrantemente contradicen el Antiguo Testamento!, un comportamiento prácticamente inadmisible en un personaje como Jesús. Pero así y todo, lo que queremos destacar es que ahí está lo político, sin tapujo alguno. Por otra parte, eso de que los hijos del “pueblo elegido de Jehová” no deben tener “otros dioses”, demuestra fehacientemente que en aquellos tiempos del judaísmo, más antiguos todavía que los del cristianismo, no se consolidaba 306
el monoteísmo, pues se encontraba vigente el politeísmo. Asimismo no pocos historiadores, cotejando antiguos documentos, consideran muy probable una relación afectuosa, sentimental, por lo demás completamente normal, entre Jesús y María Magdalena, que bien pudo dejar descendencia, porque hasta los dioses y semidioses hacen el amor, a diferencia de los ángeles, querubines y criaturas similares, que son endiabladamente asexuadas. Recordemos que en la sociedad judía de esos tiempos, los jóvenes necesariamente tenían que contraer matrimonio para gozar de plenos derechos y ser aceptados a cabalidad en su colectividad. El solterón era muy mal visto y si se mantenía así, se le acusaba de kelobites, degradante calificativo que significaba homosexual Los rabinos –a Jesús se le trata en varios textos religiosos como el “Rabí de Galilea”-, con mayor razón, debían estar casados. Por fin sobre la muerte en la cruz, una puntualización: una vez que triunfó la línea paulista, el proceso de convertir a Jesús en un profeta exclusivamente pacífico, pleno de mansedumbre e inocuo, preocupado únicamente de las cosas “celestiales”, corrió a cargo de los manipuladores de su “biografía”, o más propiamente hablando, de sus apologistas. Pero la realidad no fue así: se trataba de un rebelde, de un profeta contracultural, podríamos decir, en el sentido de que impugnaba la estructura del poder político-religioso de su nación (prevengo: ¡no en el sentido de “contra-ilustración” o “postmodernismo”! corriente de pensamiento y actitud conservadora, aferrada al pasado), que estuvo vinculado con el movimiento zelote, tanto que una vez, si hemos de creer a los evangelios, expulsó de la sinagoga -el templo en donde se oraba y veneraba a Jehová, el dios judaico - a los mercaderes ¡a latigazos! Eso no hace una “mansa paloma” ¿Y acaso el apelativo o sobrenombre Iscariote, de Judas, uno de los apóstoles y compañeros de Jesús, que supuestamente le traiciona, no es una alteración de Sicario, como también se conocía a los zelotes? Por supuesto que sí. 307
¿Y, quiénes se encuentran a su lado en esos momentos dramáticos de la ejecución en la cruz? ¿Quiénes comparten su infinita desdicha? ¡Dos compañeros zelotes!: Dimas, llamado el buen ladrón por la Iglesia y por lo tanto honrado como santo, ubicado a su diestra, de acuerdo a la tradición, y Gestas, llamado el mal ladrón, a su izquierda, por lo tanto un réprobo condenado al tormento de las llamas eternas. A estos desdichados compañeros, se les quiebra las coyunturas de sus piernas, para acelerar la muerte: “32 Vinieron, pues, los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que estaba crucificado con Él; 33 pero llegando a Jesús, como le vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, 34 sino que uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua” (Cf. El evangelio según San Juan, XIX, 32-34) Desde luego, también algunos historiadores han especulado en el sentido de que Jesús no murió en la cruz, sino posteriormente. Esa es la hipótesis, entre otros, de Richard Andrews y Paul Schellenberger (La Tumba de Dios. El cuerpo de Jesús y la Solución a un Misterio de 2000 años. Editorial Martínez Roca, Barcelona, España, 1996), de Mariano Fernández Urresti (La cara oculta de Jesús. De Egipto al sur de Francia, tras la pista de su vida secreta. Edición: NOWTILUS, Madrid, España, 2002), un obra, desde luego, menos original que la anterior, de M. Baigent, y su libro ya mencionado, pero el encuentro de las tumbas de Jesús y su familia en Talpiot, Jerusalén, refutaría ese punto de vista que consideramos poco convincente. No pocas de estas cuestiones de aquel lejano pasado, en el que se cruzan y confunden historias y leyendas, fábulas y mitos, puede conocerse en los libros de escritores de esos tiempos, que han llegado hasta nosotros, como Flavio Josefo, ya mencionado; ciertos indicios se encuentran en Tácito, autor de “Anales”, en Suetonio, que escribió la interesante obra “Los doce Césares”, Apuleyo, “El Asno de Oro”, Juliano el “Apóstata”, “Contra los Galileos”, etc., y, mo308
dernamente, datos más medulares y concretos en Michael Baigent, conocido ya por “El Enigma Sagrado” y “El legado mesiánico”, en unión de M. Leigh y R. Lincoln, quien acaba de publicar una obra bien documentada: “Las cartas privadas de Jesús. Últimas investigaciones y documentos reveladores sobre la muerte de Cristo” (E. Martínez Roca, S. A. Madrid, España, 2007); Robert Ambelain, autor de “Jesús o el secreto mortal de los Templarios” y “El hombre que creó a Jesucristo”; Weddig Fricke, que escribió un original libro: “El juicio contra Jesús”; Burton Mack, “El Evangelio Perdido”; Yakov Lenzman, “Los orígenes del cristianismo”, “Comparando los evangelios”; Zenón Kosidosvki, “Relatos de los evangelistas”; Ambrosio Donini, “En las fuentes del cristianismo”; Jorge Blaschke, Pedro Palao y J. M. Ibáñez, “La caída del Imperio Vaticano” e “Historia Oculta de la Iglesia”; Gerald Messadie, “Saulo el incendiario”, entre los estudios más importantes por su profundidad investigativa y sólido respaldo documental. Modestamente, señalo, algo de esto también puede encontrar el lector interesado en estos temas sobre los orígenes y primeros tiempos del cristianismo, en el presente trabajo, específicamente en los dos primeros volúmenes (de tres) que se refieren al paganismo y al cristianismo.
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Una aproximación a la fisonomía que pudo tener el judío Jesús. Retrato de J. Méndez. (Fuente: Jesús de Nazareth, Rev. Más Allá, Monográfico Nº 7, 1993, España).
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VII. HISTORIZAR MITOS NO ES BUENO. “Los Titos, los Trajanos, los Antoninos, los Decios, no eran bárbaros. ¿Puede creerse que privasen sólo a los cristianos de una libertad de que gozaba toda la tierra? ¿Se hubieran atrevido a acusarlos de tener misterios secretos, mientras que los misterios de Isis, los de Mitra, los de la diosa de Siria, extraños todos al culto romano, eran permitidos? Es preciso que la persecución tuviese otras causas, y que los odios particulares, sostenidos por la razón de Estado, hayan derramado la sangre de los cristianos”. Voltaire. De los mártires (Tratado de la tolerancia). -o-o-o-o“Excomulgamos, maldecimos y separamos a Baruch d’ Espinosa, con el consentimiento de Dios bendito y con el de toda esta comunidad; delante de estos libros de la Ley, que contienen trescientos trece preceptos, lo excomulgamos con la misma excomunión que Josué lanzó sobre Jericó, con la maldición que Elías profirió sobre los niños y con todas las maldiciones escritas en el libro de la Ley, maldito sea de día y de noche; maldito sea al acostarse y cuando se levante; maldito al salir de casa y cuando a ella regrese, que Dios no le perdone jamás; que la airada cólera de Dios se inflame contra tal hombre y le envíe todas las maldiciones que en el libro de la Ley hay escritas… ”. Fórmula de expulsión de la sinagoga a Baruch Spinoza, acusado de blasfemo, por sus correligionarios judíos. 1656 (En: Baruch Spinoza: Tratado teológico-político. Introducción de Antonio Alegre Gorri) 311
La principal diferencia entre las creencias de las religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e Islam, en ese orden cronológico de aparición, y las grandes religiones antiguas de Oriente Lejano, que prevalecen hasta la actualidad: hinduismo y budismo primordialmente, radica en lo siguiente: Los preceptos fundamentales en el caso del judaísmo, se refieren a que Israel es el “pueblo elegido” de Jehová, que el mesías, ser providencial, enviado por dios, vendrá al mundo para establecer un nuevo orden, por lo que no se acepta el Nuevo Testamento, eminentemente cristiano. Consideran a Abraham su fundador y pregonan que Moisés recibió la ley (Torá) de manos del mismísimo Dios. Esto para el adepto del judaísmo no es simple creencia sino ¡verdadera historia! En el credo cristiano el mesianismo es todavía más concreto y radical, porque se lo vincula con Jesús, hijo de Dios-Padre. Por lo tanto, con esta nueva religión se produce un punto de quiebre en la concepción teológica, en virtud de la firme creencia en que hace dos mil años y un poco más ¡Dios se reveló al mundo en forma de ser humano, Jesús, en Oriente Próximo!; luego muere crucificado y finalmente resucita. Este artículo de fe se sometió a un proceso de historización, que no tiene antecedentes en la historia de las religiones, razón por la que ha tenido profundas consecuencias, sobre todo negativas, como la intolerancia, en virtud de que a los fieles cristianos se les ha obligado a creer en un ser humano divinizado, ¡en base a un mito convertido en historia! El tercer caso es similar, aunque con ciertas diferencias: Alá es el único Dios (No tiene el Islam Trinidad, ni Virgen Madre de Dios-Hijo, ni ese inmenso ejército de bienaventurados beatos y santos que supuestamente gozan eternamente en el Paraíso celestial) y Mahoma su máximo profeta y representante (el Corán, libro sagrado de los musulmanes, sí reconoce la figura de Jesús, ¡pero exclusivamente como un profeta!, jerárquicamente menor a Mahoma y que no muere 312
en la cruz). Alá, de acuerdo a sus más radicales creyentes dictó el Corán en árabe. Igualmente consta que Jehová una primera vez le entregó a Moisés los 10 mandamientos, redactados en dos “tablas” de piedra, y como Moisés era un semita, se supone que su Dios le dio esos mandamientos en hebreo o arameo; pero el legendario profeta y legislador indignado por las infidelidades de sus coterráneos, ¡hizo pedazos las sagradas tablas! –horrendo delito, pensamos nosotros-, por lo que el paciencioso Jehová en nuevas tablas volvió a escribir esos mandamientos: “Entonces me dijo Yavé: ‘Hazte dos tablas de piedra como las primeras, y sube a mí a la montaña; haz también un arca de madera; 2 yo escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban escritas sobre las primeras que tú rompiste, y las guardarás en el arca’…” (Deuteronomio, X, 1-2). Por último el Dios-Padre cristiano, identificado plenamente con aquel Dios judaico, asimismo debió dictar el Nuevo Testamento en una de estas dos lenguas y ulteriormente se vertería al griego. Digo yo: ¡Qué privilegiados estos pueblos y qué discriminado y desdeñado el resto del mundo, de parte de estos Dioses! Pero lo más importante radica en que estas tres religiones, cada una a su debido tiempo, transformaron en historia sus respectivos mitos. En su orden, las grandes religiones de Oriente, como el hinduismo , brahmanismo y el budismo, ni se diga el confucianismo, que es más concepción ética y pedagógica que religiosa, nunca se atrevieron a infundir una dimensión histórica a sus respectivos credos. Y lo que consideramos singularmente interesante: aunque conservan la tradición sobre la vida y obra de sus fundadores, incluidos milagros, sea el legendario Buda o el no menos prodigioso Brahman o Espíritu Universal –Shiva y Visnú no son sino manifestaciones de ese Espíritu-, jamás han obligado a creer en los relatos sobre esos seres supra-naturales. En este caso, la tradición, la leyenda y el mito, a diferencia de las religiones 313
monoteístas, ¡no se convirtió en historia! Por lo expuesto, estos antiguos credos son más teológicos que las tres primeras y de hecho menos historicistas. Precisamente por esta circunstancia especial, innegable, lo filosófico en relación con las religiones señaladas, fue más libre en Oriente que en Occidente y en el mundo del Islam. Otra cuestión importante: como consecuencia de ese historicismo, de ese fundamento “histórico” severo e inapelable, las tres religiones, cada una en su tiempo, practicaron la intolerancia, lo que ha significado desdichas para muchos inocentes, aplicaron los dogmas que han frenado el vuelo filosófico o la investigación de la ciencia. Recordemos los macabros castigos y venganzas de Jehová contra quienes supuestamente se apartaron de su fe, las intransigencias del judaísmo, cómo sometieron al anatema a su más ilustre hijo, Baruch de Spinoza; cómo el cristianismo ya consolidado y declarado religión oficial del imperio romano, destruyó mucho de la cultura del paganismo; cómo los cruzados sembraron el terror y la muerte, con el pretexto de rescatar los lugares santos; cómo la siniestra Inquisición desató ríos de sangre y sembró el terror en sus largos años de dominio. También el Islam fue feroz, temible: cazó a los negros de África como fieras y les sometió al yugo de la servidumbre más humillante. Igual hicieron los cristianos con los africanos y con la población nativa cuando conquistaron y colonizaron nuestra América. En cambio nada parecido se dio con el hinduismo, el budismo o confucianismo. Por último, sobre todo el cristianismo, la religión que se caracteriza por el sentido “histórico” más militante y categórico, al convertir en historia un gran número de leyendas y mitos, ¡cayó víctima de su propia celada!: cuando empezaron a estudiarse científicamente los evangelios, los datos sobre Jesús, Paulo de Tarso, la real historia de los zelotes; cuando se descubrieron y descifraron en parte los manuscritos de Qumran, cuando se conoció a cabalidad los 314
evangelios Apócrifos, ese “sentido de la historia”, esos mitos historizados no pudieron resistir los embates de la ciencia y han ido a dar al museo de la historia en donde se conservan las antiguallas. De lo expuesto se extrae una severa lección: la historia jamás debe servir para sacramentar mitos, fábulas y leyendas, caso contrario el descubrimiento de la verdad largamente camuflada u ocultada, suele tener una fuerza demoledora que desenmascara a los falaces, por encumbrados que se encuentren en el poder.
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SALE A LUZ LA VERDAD -A manera de conclusión“Decimos, pronunciamos, sentenciamos y declaramos que tú, el mencionado Galileo, por las cosas deducidas en el proceso y confesadas por ti como consta más arriba, te has hecho para este Santo Oficio vehementemente sospechoso de herejía, a saber, de haber mantenido y creído una doctrina falsa y contraria a las sagradas y divinas Escrituras: que el Sol es el centro de la Tierra y que no se mueve de oriente a occidente, y que la Tierra se mueve y no es el centro del mundo, y que se puede sostener y defender como probable una opinión después de que haya sido declarada y definida como contraria a la Sagrada Escritura, y consecuentemente, has incurrido en todas las censuras y penas impuestas y promulgadas por los sagrados cánones y otras constituciones generales y particulares contra semejantes delincuentes…” De la Sentencia y condena de la Congregación del Santo Oficio contra Galileo. 22-06-1633. -o-o-o“Constantino inició la cacería en el año 330, al romper con los filósofos Nicágoras, Hermógenes y Sopatros, ejecutados por brujería, mientras los escritos del neoplatónico Porfirio eran lanzados a la hoguera. Se sucedieron los autos de fe parecidos: en una oportunidad fueron quemadas las obras de Nestorio; en otra, la de los eumonistas y los montanistas, las de Arrio, desde luego. En las calles de Alejandría, Hipatia, la neoplatónica, experimentó en carne propia el amor al prójimo de los cristianos: fue perseguida, asesinada y descuartizada por los monjes, 316
arrastraron su cadáver por la calle y calcinaron sus restos…” Michel Onfray. Tratado de ateología. Una antigua sentencia latina enseña: “Magna est veritas et praevalebit”. Es decir: La verdad es una gran fuerza y ella triunfará. Del estudio del cristianismo (denominación de la nueva religión tomada del apelativo, mas no del nombre de su figura más descollante, Jesús-Cristo o Jesucristo), en el que se considera primordialmente a su rama más poderosa, doctrinal, política y económicamente hablando, el catolicismo, pero también al protestantismo y la ortodoxia, podemos concluir unas pocas cuestiones: 1 Dicho credo, difundido en gran parte del planeta, en los últimos años, paradójicamente, en razón de sus posiciones sectarias, intransigentes y anacrónicas, así como por los incuestionables avances de las ciencias, que despejan muchos enigmas e incógnitas, se revela sensiblemente erosionado en cuanto al grado de aceptación y número de adeptos, a tal grado que actualmente ¡más de mil millones de personas no practican ninguna religión; me incluyo en este grupo!; 2 El cristianismo representa un peldaño, al igual que otras religiones, en el desarrollo de la conciencia social, como manifiesta con certeza el historiador Zenón Kosidovski276. Pero procede una puntualización a este planteamiento: siendo un peldaño, esto se refiere sobre todo a las religiones conocidas como “universales” y “monoteístas”, que llegan a su última expresión en el Islam, algo más perfeccionado ideológicamente, tanto que no cuenta con una Trinidad, como en el cristianismo, el legado del antiguo paganismo, aunque en la cuestión del fundamentalismo se descubre más militante y más machista, porque no cuenta con una virgen, reconocida en el catolicismo y la ortodoxia. Por lo expuesto, a partir de la religión de Mahoma, no creemos 276 Cf. Z. Kosidovskiy. Op. Cit., p. 243.
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que surjan nuevos credos religiosos de envergadura mundial, por cuanto en los actuales tiempos se han agotado sus posibilidades históricas. En otras palabras, con el cristianismo y sobre todo con el Islam, que tienen la misma matriz principal, el judaísmo, así como antiguas fuentes “paganas”, se ha llegado a la máxima expresión, después de las cuales no es factible encontrar nuevas corrientes religiosas “universales”. 3. La evolución del cristianismo fue condicionada por determinados factores político-económicos y sociales que hemos anotado brevemente a lo largo de este estudio. Y podemos señalar que el “triunfo” de esta religión (Z. Kosidovskiy), efectivamente ha significado la culminación de una prolongada evolución de los cultos de esa región del mundo en donde surgió el cristianismo, a tal grado que en su composición se pueden detectar elementos del judaísmo, del mitraísmo, de la religión egipcia, de los cultos mesopotámicos e incluso de los credos de la India. 4. La biografía de Jesús, por lo que hemos visto, es realmente indigente, llena de incoherencias y lo relatado en el Nuevo Testamento, contiene, a la par con contradictorios e incluso erróneos datos cronológicos, a lo más escuetos elementos históricos, pero en esencia no es otra cosa que un libro apologético y una completa mitificación de su figura y de su doctrina, lo que hemos querido demostrar en este trabajo. En este aspecto consideramos que el descubrimiento de la tumba de Jesús, constituye la más recia refutación al “misterio” principal en el que se ha sustentado esta religión: la resurrección. Por lo tanto, que todavía millones de fieles continúen creyendo en esa figura mitificada, es otro problema, primordialmente de educación y no será el anquilosado Papado, menos los patriarcas de la ortodoxia o los pastores del protestantismo (cuyas obedientes huestes, maceradas cerebralmente por los ideólogos que trabajan a favor del imperialismo y de su aliada, la religión, deambulan por ciu318
dades y pueblos, Biblia y “Atalaya” en mano, “conquistando almas para el Paraíso”), quienes contribuyan al progreso de una humanidad libre de prejuicios, oscurantismos y temores infundados; 5. Como quiera que se ha presentado esta historia, canonizada y santificada por la historia oficial, lo más relevante de todo es el hecho indiscutible de que se desploman esos viejos paradigmas que han servido de sustento para consagrar intolerancias, aplicar la violencia de diferentes maneras, desde los anatemas lapidarios, despojo de bienes, persecuciones, encierros en mazmorras, hasta las horrorosas torturas y piras “purificadoras del mal” contra todo género de disidentes, insumisos y contestatarios, a lo largo de siglos, así como para borrar de su genuino escenario histórico a quien nació, vivió y murió como judío –Jesús-, a quien, sin duda, nunca se le pasó por la cabeza crear una nueva religión con toda esa rígida y corroída jerarquía monárquica, sus nociones del pecado con aterradores castigos y tormentos, y ese fosilizado aparato burocrático excluyente de las principales funciones, ritos y ceremonias a la mujer, y a quien no le fue indiferente la lucha liberadora de su pueblo, menos las confrontaciones políticas de su tiempo y de su medio; no hay remedio: ahora esos arquetipos supuestamente sempiternos, atrapados por la carcoma, poco a poco se desmoronan; el vetusto edificio ideológico, sin poder resistir las certeras demostraciones de la ciencia, ni los grandes cambios que experimentan las sociedades en estos últimos tiempos, así como la diferente forma en la que se percibe la realidad, se cae a pedazos; el buen “comején” de la historia cumple su cometido a cabalidad: liquida lo descompuesto y apolillado, lo pulveriza, para que la verdad comience a tomar forma y se asome a la vida, cual mariposa que emerge de la crisálida. Con razón, hace muchos siglos una máxima oriental, plena de sabiduría, advertía: “¿Damos alcance a la verdad o reventamos los caballos?”. 319
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POST SCRÍPTUM El jueves 8 de mayo del 2008 se realizó la presentación de mi libro “Cristianismo: unos reparos y precisiones a su historia”, que en lo principal constituye una síntesis del presente volumen, en la Sala de Conciertos del Núcleo del Azuay de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”. Comentaron: el destacado biógrafo, periodista y escritor, Dr. César Augusto Alarcón Costta, en una estupenda pieza oratoria improvisada, de la que lamentablemente no se cuenta con la versión escrita; de inmediato el Dr. Alberto Ordóñez Ortiz, distinguido jurista, poeta y periodista, armado de pluma incisiva y certera, brindó un magistral discurso leído, que fue escuchado con gran atención por el público presente. Me correspondió cerrar el acto con una intervención más o menos detallada sobre las grandes religiones, haciendo hincapié en el cristianismo, el credo más difundido en nuestro continente. Por lo expuesto, para que quede constancia de lo que se dijo en ese memorable acto, considerando que los medios de comunicación, grandes o pequeños, no suelen brindar mayor atención al pensamiento contestatario, pues prefieren dejarlo abandonado en el insondable mar del olvido, he considerado un deber y una necesidad agregar las dos intervenciones a la presente obra. Que el lector de su veredicto.
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Dr. Alberto Ordóñez Ortiz. COMENTARIO SOBRE LA OBRA “CRISTIANISMO: Unos Reparos y Precisiones a su Historia” Heme aquí, de cara a la más importante obra de investigación científica sobre el cristianismo, escrita en esta mal llamada “franciscana” ciudad, cuyo trascendental impacto –el del revolucionario libro, por supuesto- rebasa el ámbito regional, nacional y se inserta en el vasto mundo cristiano. De inicio, debemos advertir, que la misa, el principal culto que el cristianismo rinde a su Dios, es rito de contenido inasequible y superfluo, más todavía si el lenguaje empleado durante el mayor tiempo de su historia fue el inalcanzable latín, donde, en suma, y más allá de su invaluable valor folklórico, terminaba y termina con un público acto de canibalismo: la comilona del cuerpo y la sangre de Cristo, simbolizada por una hostia, de suyo, ordinaria e idolátrica si se considera lo que pretende representar. Si al tirabuzón o suero de la verdad de las confesiones nos referimos, bien sabemos que no pasan de ser sino actos de espionaje de la vida del prójimo y sobre todo de las prójimas, inagotable cantera de las denominadas “Hijas de María”, que cogidas en sus “faltas”, son destinadas vía penitencia a purgarlas con su obligada integración a ese dudoso y a la par sombrío grupo. Si a lo dicho agregamos que en general todos sus actos son usualmente concursos de 330
modas, y sobre todo el espacio para el lucimiento de quien es capaz de golpearse en público, con mayor contundencia el pecho, tendremos una visión casi acabada del repertorio de un cristianismo que va resultando decadente frente a las nuevas visiones científicas del mundo y del universo. No podemos olvidar por ningún concepto que Lucrecia Borgia, la única papisa del cristianismo, dio a luz en pleno trono de San Pedro, según respetables crónicas de la época, y algo más reciente: Que el actual Papa fue miembro activo de las juventudes hitlerianas, según informes que han circulado profusamente en los principales medios de comunicación, sin ser jamás desmentidos. Su apego a la tradición, resulta patético en un mundo que hoy se ha tomado por asalto –en paráfrasis a Pawels- al infinito. Pretender revertir una disposición anterior que suspendió el uso de ese idioma en las misas, y emitir en la actual página de Internet del Vaticano, sus versiones, en latín, resulta incómodo e insufrible. Algunos mal pensados –podrían asegurar- que tanto la lengua de los papas, generalmente con más de ochenta años a cuestas, y el latín, son lenguas muertas. De esa vertiente, proviene –posiblemente- la intención de revivirla a como de lugar. La calentura no está en las sábanas sino en las lenguas vivas, capaces de ser entendidas –y aunque mal paguen- de hacerse entender. De vuelta al tema central, diré que: Así como el camino al infierno está signado por las buenas intenciones, el camino al cielo, lo está, por el exhibicionismo, y más aún si de por medio hay una donación significativa a favor de la Iglesia –que coja la barriga, como se dice vulgarmente-. En este caso, el viaje al cielo no es a pie o en los lentos y antiguos trenes, sino en cohete de punta y directo al proscenio en el que hallaría sentada la Santísima Trinidad en actitud contrita y con posibles mataduras, porque los siglos de los siglos de estar en esa incómoda posición, causan usualmente esos estragos. Bueno ¡todo sea por el cielo prometido! A propósito del tema, no hay en la lírica cuencana, 331
cuarteto más demoledor que el de Alfonso Moreno Mora, quien en el siglo XIX tuvo el coraje de decir en versos de impecable factura: “Las horas en la aldea resbalan lentamente, como un carro repleto de basura y dolor; el mismo aspecto siempre, la misma luz, la gente, grávida de hipocresía, de Cristo y de rencor”. Para qué más adjetivaciones si todo está dicho, y ¡de qué modo!: “…la gente grávida de hipocresía, de Cristo y rencor”; aquella gente, que según Philip Agee –ese ex agente de la CIA- fue la que colocó bombas en la iglesia de San Alfonso para culpar a los pocos comunistas de entonces, reducidos hoy a la mínima expresión: La verdad es que así ha funcionado la derecha ultrista: Sobre la base de la hipocresía, el enredo y de la mentira burda y erizada de amenazantes peligros. Aquí en esta “franciscana ciudad”, se indujo, bajo el más cruel ensañamiento de que se tenga memoria, a que la poetisa Dolores Veintimilla de Galindo terminara en un arrebato de impotencia, por suicidarse. La execrable acción estuvo dirigida y propiciada –según fuente digna de todo crédito- por Fray Vicente Solano, ese alto representante del cristianismo de toga y manto. Aquí en esta misma ciudad, se asesinó frente a la turba inconsciente y ávida de sangre, azuzada por un clero que no daba la cara, pero que estaba allí con su inconfundible olor a sacristía, a escapulario acedado, a odio desmedido, a incienso encubridor; se asesinó –digo- al Coronel Luis Vargas Torres. Su delito: ser partidario del más ilustre ecuatoriano: Eloy Alfaro, quien –como todos sabemos- fue también víctima de parecida y monumental inmolación. Sin embargo, para su gloria y honra, el joven coronel Vargas Torres, dispuso frente al pelotón de fusilamiento que se le quitara la venda con que taparon sus ojos, actitud heroica que hizo que el poeta Eugenio Moreno Heredia, dijera en inimitables versos: 332
“No le cubran los ojos, que quiere ver llegar al viento de su muerte, desde los desvelados campanarios del odio, que quiere ver llegar al viento de su muerte… Retiradle mortajas y pañuelos, el joven coronel quiere fusiles, El joven coronel quiere clarines, Y un relincho gozoso, Para volver alegre, Desde la honda quebrada de la muerte”. Aquí en la década de los sesenta se pretendió levantar nuevamente a la turba ciega y delirante en contra de Carlos Cueva Tamariz, Luis Monsalve Pozo, Gerardo Cordero y León, Hugo Ordóñez Espinosa, y otros nombres que se me escapan, por ese otro delito mayor: el de ser socialistas. Por ventura la sangre no llegó al río, pero la turba al menos coleteó como serpiente en celo. Varios jóvenes estuvimos en las casas de las posibles víctimas, desarmados, empero, listos a vender caras nuestras idealistas vidas. Los episodios reseñados, demuestran, objetivamente, que el título de “franciscana”, asignado a nuestra ciudad, es una expresión lírica gratuita y trasnochada. Si a cuenca y a los cuencanos pretendemos valorarlos, debemos acudir a Benigno Malo, Manuel J. Calle, Honorato Vázquez, Luis Cordero Crespo, César Dávila Andrade, Eugenio Moreno Heredia, Manuel Muñoz Cueva, Agustín Cueva Tamariz, Saúl T. Mora, Hugo Ordóñez Espinosa, Oswaldo Moreno Heredia, Tomás Ochoa, y una extensa pléyade de valores trascendentes y trascendentales, y desde luego, a su condición de bastión cultural de la Patria y a su impar belleza paisajística y arquitectónica. Bien, y ya más allá de los cumplidos de ocasión, con los que no comulgo ni comulgaré, porque jamás he proferido –ni lo haré- adjetivos calificativos a favor de quien no los merezca, debo decir en voz alta, clara y sonora: como para que se la lleve la rosa de los vientos, que MARCO ROBLES LÓPEZ, es uno de los escritores ecuatorianos de mayor relevancia, cuya severa, serena y en veces explosiva pluma, forjada en la excelsitud de una cultura de hondos 333
contenidos, que excede los rangos históricos y filosóficos, en los que obtuvo sendos doctorados, de sus dotes de periodista magistral, lúcido, lucido, sin renuncias o cesiones ante nadie ni nada, de investigador a tiempo completo, en cuyo mortero ha producido más de una piedra filosofal, cuya iridiscente luz nos ha iluminado y nos iluminará permanentemente. No obstante, hombre sin poses. Alejado como el que más de la grandilocuencia, esa propiedad exclusiva de los mediocres de tomo y lomo. Afable, y a la vez inteligente como pocos. Apasionado como yo –discúlpenme, el yo- en la defensa de su ideología y de sus causas. Cáustico en la diatriba, sobre todo cuando coloca los puntos sobre las íes de los marxistas que todavía oyen furtivamente misa a las cinco de la mañana, o de los que continúan haciendo la revolución en los cafetines. Retomando el tema, forzosamente he de decir que los daños causados por el cristianismo en el destino de la humanidad, son graves y harto severos, a tal punto que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, a varios siglos de los crímenes de lesa humanidad que ha cometido en la “Santa Inquisición”, se haya visto obligada –en otro acto de faraónica hipocresía- a dar disculpas al mundo, como si con ellas los millones de muertos que causó, pudieran recuperar sus preciosas e irrepetibles vidas. De una iglesia que tuvo que aceptar como válida –so pena de desaparecer- la evolución de las especies, sustentada por Darwin, hace un par de siglos. De una iglesia que suscribió un pacto de no agresión con Hitler, probablemente el mayor genocida de la historia. De una iglesia que creó el mito de que la Tierra era el centro del universo y de que estuvo a punto de colocar en la pira al gran Galileo, por el delito de sostener que la tierra era redonda y giraba alrededor del sol. De una iglesia que alteró a su antojo los Manuscritos de Qumran, acondicionándolos a sus intereses. Básteme un 334
ejemplo: En tales manuscritos no había por ningún lado el espíritu santo, al extremo de que el gran Voltaire, dijo textualmente “que los dioses de la iglesia católica fueron en su inicio un simple dúo y que luego, por esos artilugios de las interpolaciones, terminaron convertidos en un trío” (Textual). Antes de concluir con la presentación de este libro antológico, tanto por sus sustentos, por su profundidad y proyecciones; libro en el que, por fin Cristo recupera su condición puramente humana, sin nada de falsos aditamentos, y que por eso mismo, lo eleva sobre sus congéneres, sobre su tiempo, y sobre todas las épocas, porque su postura altiva y revolucionaria contra el yugo romano de la época, colocan a Cristo en la misma y sagrada línea de Lenin, del Che y de Fidel; y decir Lenin, Che y Fidel, es decir más que bastante. Antes de concluir –insisto- he de repetir lo que al referirme al espíritu santo dije en uno de mis artículos que sábado a sábado publico en Diario “El Mercurio”, donde – permítaseme la redundancia- dije: que el espíritu santo tal como nos pintaron, es el autor de la inseminación artificial, a lo que solo me resta agregar lo que se me acaba de ocurrir en este mismo instante: Que la virginidad de la virgen María es parte integrante de los misterios dolorosos y por supuesto… gozosos. Libro señero, desfacedor de entuertos, como diría y digo, parafraseando a Cervantes. Libro para ser leído y releído. Libro que coloca a Cristo sin nada de agregados ni inventados mesianismos, esto es, como lo que en realidad fue: Un ser de carne y hueso, humano, altivo y patriota, al punto que en el mismo, Marco Robles dice: “Lo cierto es que merced a las últimas investigaciones y descubrimientos realizados en este campo, se proyecta la noción de un Mesías más próximo a la verdad y más libre de esa coraza mística que ha sofocado su figura durante todos estos siglos”. 335
Libro sólido por sus fundamentos, libre de prejuicios y que sobre la exclusiva base de investigaciones incontrovertibles, aborda científicamente y descarnadamente a un cristianismo falsificado. Controversial, y sobre todo ético, porque pone la luz de la verdad por encima de la falacia elevada arbitrariamente a evangelio. Libro en el que por último la mítica estrella que en la fábula cristiana guió a los reyes magos, es precisamente –en sentido figurado, por supuestola que ilumina y destella a raudales en el libro que hoy me honro en presentar. Señoras y Señores. -o-o-o-o-
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Marco Robles López.
DIVERSO DESTINO DE GRANDES RELIGIONES. NACIERON EN ORIENTE. Oriente ha sido cuna de las grandes religiones antiguas, se trate de Oriente Próximo, Medio o Lejano. En efecto, en determinados centros urbanos y culturales del continente asiático, surgieron el hinduismo, budismo, confucianismo, taoísmo, mazdeísmo, mitraísmo, judaísmo, cristianismo e islam. Las siete primeras se formaron en la Antigüedad; el cristianismo, en la alborada de nuestra era y el islam en el siglo VII. El destino de estas grandes corrientes religiosas ha sido diferente, espacial y cronológicamente hablando: la mayoría de ellas se consolidó en Asia, con excepción del mitraísmo, que habiendo surgido en la antigua Persia (Irán), floreció en Roma y en sus vastos dominios, difundido por los soldados romanos, cuando el cristianismo recién surgía en una colonia del imperio, allá en Palestina. En su orden esta religión, originalmente constituida de pequeñas sectas judeo-cristianas, avanzó a Occidente, en donde actualmente cuenta con el mayor número de fieles. 337
En cuanto al mazdeísmo, prácticamente desapareció del escenario histórico, igual que las antiguas religiones de Egipto, Caldea, Asiria, Babilonia, Fenicia, Grecia, Roma. SOBREVIVENCIAS Y EXTINCIONES. Cuando el cristianismo se vislumbraba en Judea, convertida en colonia del Imperio romano, igual que Samaria y Galilea, su más peligroso competidor, el mitraísmo, se encontraba en su apogeo, gozaba de enorme popularidad en Roma y en otras ciudades y pueblos del Imperio, y cada año, el 25 de diciembre, fecha de la que se apropió el cristianismo para festejar la Natividad de Jesús, se conmemoraba fastuosamente el natalicio del divino infante Mitra. Sin embargo, el mitraísmo acabó periclitando, mientras el nuevo credo triunfaba definitivamente. ¿A qué obedeció el diferente destino de estas dos grandes religiones que se encontraron en un momento de la historia? Entre otras causas, a que el mitraísmo fue una religión de la antigüedad, surgió y se desarrolló durante el sistema esclavista, que igualmente revelaba sus estertores agónicos. Pero, ¿por qué el budismo, que igualmente surgió en la antigüedad, no corrió igual destino?; ¿por qué el hinduismo tampoco sucumbió? En primer lugar, porque en esa lejana época se produjo una honda renovación religiosa en el curso de algunos siglos, considerando que toda religión, como fenómeno de la conciencia social que se encuentra más alejada de su base material, suele tener una prolongada existencia, resiste los cambios sociales, incluso los procesos revolucionarios, se adapta a dichos virajes históricos, mientras que la conciencia colectiva se aferra al legado y a la tradición en cuanto se refiere a creencias y sentimientos religiosos. Por esta razón los credos nacionales, como el judaísmo, matriz principal del cristianismo, o internacionales, como el hinduismo, del que en notable medida derivó el budismo, no carecen de una mayor o menor longevidad; asimismo es bastante difícil que el creyente cambie de mundivivencia, de cosmovisión, que se despoje de determinado 338
credo que se transmite de generación en generación y que se le inculca desde la cuna hasta cuando se encuentra al borde de la muerte, porque no resulta fácil para el ser humano despojarse de determinados esquemas mentales. Sin embargo, las religiones tienen su nacimiento, desarrollo y expansión, por lo que en determinado momento agotan sus posibilidades históricas y después de una existencia de siglos, entran en un proceso de extinción. Esto es lo que ha sucedido con numerosos credos de la antigüedad. Pero esa renovación que hemos mencionado, fue inaplazable y tuvo su realización en el antiguo judaísmo, con la aparición de los Profetas, el primero de ellos Isaías, cuya misión se habría iniciado en el año 740 a n e, a la par con la centralización del antiguo culto tribal a Yahvé, que significó el gradual paso del politeísmo al monoteísmo; en Persia este proceso tuvo lugar con el mazdeísmo, fundado por Zaratustra o Zoroastro (h 660 - 583 a n e), natural de Azerbaiyán; su doctrina fue la de los dos eternos principios: el del bien y el del mal; en Grecia el cambio se inició con el orfismo, la religión mistérica por excelencia, surgida entre los siglos VII – VI a n e, sus fieles creían en la inmortalidad del alma, en la reencarnación y practicaban ritos expiatorios (Pausanias, [Magnesia, h. 150 a n e - ¿] el geógrafo griego, escribió su Arcádicas o Itinerario de Grecia, en donde relata que en los templos de Eleusis se flagelaba tanto a los penitentes como a los iniciados, rito que siglos después fue introducido en numerosas iglesias cristianas). Correspondientemente, otra renovación religiosa tuvo lugar en la India con el budismo, fundado, según se considera, por Budha (560-480 a n e), “el Iluminado”, nombre que se dio a Sidhartha Gautama. De acuerdo al credo budista, el Nirvana, la máxima bienaventuranza que puede conquistar el ser humano, se logra con la continencia, la recta vida moral, la abstinencia de bebidas alcohólicas y una meditación permanente sobre la insustancialidad de los deseos; en China la renovación se dio con el confucianismo, la doctrina de Confucio, más filósofo 339
y educador que líder religioso, quien aspiraba a sustituir los antiguos preceptos religiosos por valores morales, como un sustento para el orden socio-político y asimismo pretendió detener la decadencia de la dinastía Chou, mediante la aplicación de reformas políticas; y con el taoísmo, fundado por Lao Tse, coetáneo y rival de aquél, cuyo principio filosófico primordial, el Tao, se entiende como la fuerza sustancial del universo y la razón de ser de todas las cosas. Uno y otro surgieron poco más de medio milenio antes de nuestra era. Esos pretéritos tiempos se correspondieron con el devenir de la sociedad esclavista, que gradualmente reemplazaba a la anterior formación social, primitiva y sin clases, y se caracterizó porque sometió a grandes privaciones a las masas populares, a una situación desesperada a millones de esclavos, parias y desarraigados. Baste considerar que de los aproximadamente 800 millones de habitantes de la gran cuenca del Mediterráneo, según da a conocer un destacado historiador, Ambrosio Donini277, solamente unos tres o cuatro millones fueron libres, los demás no se consideraban personas en el cabal sentido del término y las más viejas religiones, igual que las que les sucedieron, santificaron ese orden inhumano, pero con un agravante: los dioses de los tiempos más antiguos fueron divinidades casi exclusivas de los amos, de los señores, de quienes tenían en sus manos el poder político, económico y religioso, mientras al pueblo apenas se le permitía la participación en el culto. Por ello en el Antiguo Egipto, la posesión del “Libro de los Muertos” y la momificación de los cadáveres, fueron privilegio de las élites; y en otra religión, más antigua todavía, la cretense-minoica, formada en la frontera del tercer y segundo milenios a n e, los primeros cultos ulteriormente constituyeron la base de la antigua religión de la Hélade. Se dieron pasos dirigidos a la transformación de esos primiciales cultos relacionados
277
Cf. A. Donini. Raffaele Pettazzoni e gli studi storico-religiosi Italia. Bologna, 1961, p. 64,66. En: C. A. Tókarev. Problemas de periodización de la historia de la religión. Cuestiones de Ateísmo Ceintífico, Nº 20, Editorial “Mysl”, Moscú, URSS, 1976, pp. 62-87 (Edición en ruso).
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con la espontánea veneración a las fuerzas de la naturaleza, en una religión políticamente organizada. Dos importantes cultos se registraron en esos tiempos: el de la gran DiosaSierpe, cuya devoción totémica fue la culebra, y el del Dios generador de la fuerza, con la veneración totémica representada por el toro. Lo más importante radica en que a medida que se desarrollaba la sociedad cretense y se consolidaba el antiguo Estado, la divinidad teriomórfica (que tiene figura de un animal) masculina se fundía con la veneración al soberano y los mismos reyes cretenses comenzaron a insertar su genealogía en la veneración a dicha divinidad, pretendiendo una exclusiva dirección del culto. Se avanzó en este proceso de identificar la divinidad con el soberano, por lo que se hicieron esfuerzos para conferir un carácter teocrático al régimen. Por estas circunstancias el palacio real, residencia del soberano, al mismo tiempo termina ¡convirtiéndose en lugar del culto a la divinidad!, es decir esos ritos adquieren exclusividad para la nobleza y los poderosos. Las otras ceremonias, en las que sí tiene participación el pueblo, consisten en procesiones solemnes, fiestas con el toro totémico y finalmente las ofrendas sacrificiales. Por esta razón, precisamente a mediados del último milenio que antecedió a nuestra era, punto de inflexión de la historia en el Viejo Mundo, surge otro tipo de religiones: nacionales, credos de cultos secretos, como el de Eleusis, ya mencionado, en el que estuvieron iniciados grandes personajes de la antigüedad, como el ilustre filósofo Platón, religiones en cuyos cultos y ceremonias tenían una participación menos restringida vastas masas privadas de derechos, que soñaban en alcanzar una vida mejor, aunque sea en el mundo de ultratumba, porque fue evidente que el esclavismo, un sistema inhumano e inexorable, había surgido para un largo reinado, hasta el derrumbe del Imperio romano y el fin de la Antigüedad. Sobre todo el budismo, muy brevemente comentado, apareció en una época de grandes cambios, conmociones 341
y virajes, hace 25 siglos; prácticamente se desprendió del antiguo hinduismo-brahamanismo, religión que respondía a uno de los más injustos sistemas de castas, y en esas condiciones la flamante fe pudo adaptarse a las nuevas situaciones económico-sociales del norte de la India, cuna de dicha religión, fue un avance y se difundió por todo el territorio de esa nación, alcanzando una serie de países del sur, sur-oriente y centro de Asia. Además, el budismo que significó un notable avance con relación a las religiones que le precedieron, reveló una gran adaptabilidad, notablemente mayor que la del cristianismo, asimilando diversas creencias religiosas y cultos de los diferentes países y fraccionándose en múltiples corrientes y sectas, como el lamaísmo tibetano, desde luego mucho menos hostiles e intransigentes entre sí, que lo que esto se ha podido apreciar entre las confesiones y sectas del cristianismo. Por todo esto, el budismo sobrevive en nuestros días y logró el status de universal, junto con el cristianismo y el islam, aunque no se le considera una religión monoteísta, como estas. El hinduismo asimismo logró sobrevivir igual que la conciencia social de las generaciones de sus creyentes, preferentemente en la India, en donde las tradiciones y creencias han tenido un fuerte arraigo. Pero, por ello mismo no se ha difundido ampliamente a otros pueblos, no logró mundializarse, aunque sus adeptos se cuentan en millones, y se ha conservado como una religión nacional, a la manera del judaísmo, pero sin ese fuerte componente nacionalista ni esa idea mesiánica de “pueblo elegido de Dios”. ¿Y por qué sucumbió el mal llamado paganismo, término sin duda peyorativo y carente de sustento científico, con el que la historia oficial se refiere sobre todo a las religiones griega y romana, y también a las diferentes expresiones religiosas de América precolombina? Por razones similares a las señaladas con relación al mitraísmo, pero también por la implacable persecución a la que les sometió el cristianismo, cuando este se convirtió en religión oficial del Imperio 342
romano, en tiempos de Constantino, llamado el Grande, y siglos después, cuando se produjo ese fenómeno histórico de la conquista y colonización de nuestra América, signado por la violencia y eufemísticamente denominado como encuentro de dos mundos. Por lo expuesto, en el Viejo Mundo “oficialmente” el paganismo se extinguió el año 325, aunque todo ese grandioso proceso cultural de la Antigüedad que significó el helenismo, del que formaba parte aquél, inaugurado con Alejandro Magno, sucumbió un poco más tarde, el año 529 de nuestra era, cuando otro monarca cristiano, Justiniano, inteligente, dotado de notable cultura, pero intolerante e implacable con todo lo heterodoxo, dispuso la clausura de las academias y escuelas paganas, se prohibió enseñar a los maestros del paganismo, y así se puso término a lo que ya se había iniciado implacablemente tiempos atrás; los templos y monumentos del paganismo, en su mayoría, fueron reducidos a escombros, removidos desde sus cimientos, sometidos al fuego y muchos de los testimonios culturales, incluidos las obras de grandes pensadores, igualmente sufrieron la destrucción, como esto aconteció con los estudios filosóficos de Epicuro, con los de la insigne filósofa neoplatónica y matemática Hipatia de Alejandría, ella misma violada, asesinada y su cadáver arrastrado por las calles de Alejandría el año 415 de nuestra era, por una turba de cristianos fanáticos que incluyó monjes, instigados por el obispo Cirilo, insólitamente elevado a los altares en calidad de santo; igual sucedió con esa famosa Biblioteca de Alejandría, la antigua Serapeum, la mayor del mundo antiguo, que según los testimonios de los historiadores contaba con unos 600.000 o 700.000 volúmenes y sufrió la destrucción parcial de unos 300.000 por un incendio casual, provocado por un soldado romano, en tiempos de Julio César, el primer amante de Cleopatra. Pasó poco tiempo y se recuperó esa pérdida, gracias a manuscritos de pergamino y papiro que Marco An343
tonio adquirió en Pérgamo, como una reparación por ese enorme daño fortuito y como una prueba de dilección a la bella e inteligente Cleopatra, su amor grande, trágico y definitivo, pues juntos fueron abrazados y perennizados por la muerte; pero después, en tiempos del emperador cristiano Teodosio I el Grande, el año 391, a causa del fanatismo y la intolerancia, se destruyó otros 300.000 ejemplares y un califa árabe, Umar b al-Jattab (Omar) liquidó lo que se había salvado: aproximadamente 60.000 volúmenes. Así, el más grande tesoro de la ciencia antigua, contenido en tablillas de arcilla, papiros y pergaminos, despareció para siempre, por obra de credos intolerantes. El mismo edificio fue convertido en escombros, porque la Biblioteca, así como el Templo de las Musas, construidos en tiempos de Soter Primero (323 a n e – 285 a n e), fundador de la dinastía de los Ptolomeo, llevaban la “maldición” del paganismo. Tómese en consideración que todo esto tuvo lugar un poco más de medio milenio antes del surgimiento de la temible Inquisición. DE ORIENTE PRÓXIMO A OCCIDENTE. El cristianismo, que tiene un interés especial para nosotros, porque es la religión más difundida en el Hemisferio Occidente, aunque su principal rama, el catolicismo, ha sufrido una enorme erosión estos tiempos, constituye una de las últimas tres grandes corrientes religiosas vigentes, que surgió hace dos mil años en Oriente Próximo, más concretamente en Judea, en aquella época subyugada por el Imperio romano, desde donde se difundió primordialmente a Europa, en los primeros siglos de nuestra era. Cabe recordar que a Rusia el cristianismo ortodoxo llegó una vez que transcurrieron diez siglos y a nuestro continente, todavía bastante más tarde: a partir del primer viaje de Cristóbal Colón, en 1492, convoyado por el feudalismo, en su reedición más inexorable, e incluso por manifestaciones del antiguo esclavismo y de la “santa” Inquisición, la máquina de exterminio 344
más perfecta de esos tiempos. Por lo tanto, realmente resulta difícil comprender por qué a la sabiduría divina cristiana se le ocurrió someter a semejante dilatoria -¡milenio y medio!- el conocimiento de su fe (acompañada de esas cosas “inefables”) a los pueblos del Nuevo Mundo. Siete siglos después del nacimiento del cristianismo, en la gran península de Arabia, ubicada en el sur-oeste asiático, igualmente nació el islam, difundiéndose en gran parte de Asia, en varios países africanos y modestamente en Occidente. Desde esa época, ya lejana para nosotros, no se ha registrado la aparición de nuevas religiones de carácter internacional o, como más comúnmente suele decirse, aunque incorrectamente, universales. Sin duda nuestros tiempos ya no son propicios para ello, principalmente a consecuencia de los avances de la educación, del desarrollo de las ciencias, de la profundización de los conocimientos en los campos de la biología, ingeniería genética (clonación incluida), astronomía, química, arqueología, historia, que develan arcanos antaño inexplicables, el terreno más apto para mitos y leyendas; de la revolución del conocimiento y la difusión masiva y oportuna de importantes logros científicos, así como por una notable proyección de las sociedades a formas de gobierno más democráticas y justas. En esta cuestión nuestra época se diferencia notablemente de la de la Antigüedad y del Medioevo, porque es la de las ciencias y la filosofía. Con relación a los credos que surgieron a comienzos de nuestra era (cristianismo) y siglos después (islam), sabemos que tanto el primero, como el segundo, tienen una matriz principal, el judaísmo de antes de nuestra era, que asimismo tuvo sus orígenes en Oriente Medio, en la legendaria Mesopotamia, el “país entre ríos”, como la conocían los griegos (allá se ubicaba el Edén del Antiguo Testamento; igualmente allá se encontraron los testimonios relatados en tablillas de arcilla, del prototipo del diluvio judaico); se trata del territorio que actualmente corresponde en gran parte a la república 345
de Irak, que –permítaseme esta única digresión- merced a argumentos falaces, a mentiras infames, como aquella de que esa nación tenía armas de destrucción masiva, que nunca las encontraron, o que el ex dictador Saddam Hussein, antiguo aliado de EE UU, guardaba nexos con la red terrorista Al Qaeda, lo que asimismo jamás pudo comprobarse, fue sometida a una brutal guerra de saqueo y destrucción, y su población ha sido víctima del más espantoso genocidio de los últimos tiempos, ¡poco más de un millón de muertos, algunos millones de desplazados y refugiados!, especialmente niños, amén de cárceles secretas, de presos mantenidos en condiciones inhumanas, como en Guantánamo, de sospechosos sometidos a atroces torturas, como en Abu Grahib, todo esto obra macabra del imperialismo estadounidense, ávido de petróleo, de gas, ansioso por apropiarse de las riquezas de ese país, como las innumerables piezas arqueológicas que han sido pirateadas de sus museos, de instalar nuevas bases militares en su territorio para ejercer su política de gendarme; en fin, de someter a nuevos pueblos a su férula y representado por el “demócrata” y “buen cristiano”, que ¡dizque habla con su Dios!, George Walker Bush Jr. y su equipo de guerreristas desaforados, como Dick Cheney. Pero, retomemos el asunto central. Lo importante del proceso histórico del flamante credo, radica en que éste surgió cuando el helenismo se encontraba vigente, atravesaba por una etapa de esplendor y eso le permitió una amplia difusión en el mundo Mediterráneo. La línea del primitivo cristianismo, representada por el antiguo fariseo y perseguidor de cristianos, Pablo de Tarso, de linaje herodiano y reconocido por la Iglesia como uno de los apóstoles, el décimo tercero, acabó triunfando sobre las otras sectas y corrientes, como la de Santiago, el hermano de Jesús, y se consolidó en Roma, todavía poderosa, aunque ya revelaba evidentes signos de decadencia y se aproximaba su colapso. 346
Cabe recordar que las conquistas de Alejandro Magno, tres siglos antes del surgimiento del cristianismo, condicionaron el florecimiento de la cultura helénica en el mundo esclavista, permitiendo que ésta se proyecte más allá de los límites de Grecia, difundiéndose a Roma, en primer lugar y también a Oriente Próximo, Medio e incluso a una parte del Lejano Oriente. Por tal razón, en tiempos del Jesús histórico, no solamente que en la gran cuenca mediterránea el idioma común era el griego, sino también que en el norte de Palestina había la Decápolis, es decir las diez ciudades griegas y en Jerusalén se disponía de una sinagoga judía que brindaba sus servicios religiosos en griego, y no es descabellado suponer que el Rabí de Galilea haya conocido este idioma. DE LO PREDICATIVO A LO SUSTANTIVO. En cuanto a las creencias de la Grecia Antigua asimismo ingresaron en el ocaso unos siglos antes, pero en diferentes circunstancias. Resulta que en la hermosa mitología y religión de la polis griega, sus dioses y héroes externamente antropomorfizados278, dotados de nobles atributos, como el bien, el valor, la sabiduría, la bondad, pero igualmente de pasiones negativas, de odios, celos y venganzas, sin embargo ¡no eran personas en el estricto sentido sicológico y carecían de vida interior propia!. Por tanto, esos credos ya no se encontraban en capacidad de responder a los desafíos del helenismo, que formó un nuevo panteón de divinidades, en un proceso sincrético excepcional que hermanó a dioses y diosas de Oriente y Occidente, mientras en lo político-social los cambios superaron a la antigua estructura de las ciudades-Estado para dar paso a los reinos, a autocracias, una diferente organización social que surgió como consecuencia de las conquistas de Alejandro Magno y la decadencia de la polis, por lo que los súbditos reemplazaron a los ciudadanos. Así que, a propósito de la historia lineal, ésta fue refutada en este punto, porque las manifestaciones
278
Cf. I. S. Kon. El Descubrimiento del Yo. Ediciones Directa, Buenos Aires, Argentina, 1984, p. 128.
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cosmopolitas constituyeron un avance, pero los cambios políticos, un retroceso. Por lo demás, los dioses griegos, como señala un competente autor279, ¡tenían un valor predicativo! ¿Por qué? Por cuanto el griego se sentía profundamente impresionado, incluso asombrado, por los diversos fenómenos y cosas de la vida y la naturaleza que le causaban temor o confianza, tristeza o placer, desconsuelo o alegría. Entonces, creían que Eros es Theos, es decir el Amor es un Dios; el poder encarnado en Zeus Olímpico, igualmente era un Dios; Atenea, la sabiduría, era una Diosa; Eolo, un Dios. Se brindaba prioridad al predicado, al atributo. Justamente en el “Banquete” de Platón se aprecia claramente este particular: “En primer lugar, pues, como digo, habló Fedro –según dijo Aristodemo-, iniciando su discurso con esta consideración poco más o menos: que el Amor era un dios grande y admirable entre los hombres y los dioses, aparte de otras muchas razones, sobre todo por su origen”280. Asimismo en la Metafísica aristotélica, se anota que el Amor es el más antiguo y hermoso de todos los dioses: “Este dice –se refiere a Parménides. M. R.-, en su explicación de la formación del Universo: “Él creó el Amor, el más antiguo de todos los dioses”. Y continúa: “Hesíodo, por su parte, se expresa de esta manera: “Mucho antes de todas las cosas existió el Caos; después la Tierra espaciosa. “Y el Amor, que es el más hermoso de todos los Inmortales”281 En su orden el cristiano avanzó en otra dirección porque primero afirmaba y afirma la existencia de un ser supremo –igual que de los ángeles y otras criaturas de la corte 279 Cf. Wilamowitz. En: William K. C. Guthrie. Los Filósofos Griegos. BREVIARIOS, Fondo de Cultura Económica, México, D. F., 2005, p. 17 y ss. 280 Cf. Platón. El Banquete. 177 E – 178 B. En: El Banquete, Fedón, Fedro. 281 Cf. Aristóteles. Metafísica. Editorial Austral. Ciencias y Humanidades. Madrid, España, 2007, Libro I, capítulo IV.
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celestial y de la infernal- y luego destaca sus atributos, lo que significa que el Dios cristiano, igual que el islámico, tiene un valor sustantival, antes que predicativo. En consecuencia, dice: Dios es todopoderoso, Dios es omnisciente, Dios es amor infinito; o también: el Demonio es el mal; los ángeles son guardianes, etc. Es decir, primero es la sustantividad. Y a propósito de credos en la Hélade, recordemos que si Sócrates y Platón todavía creían en los dioses antiguos, Aristóteles ya no creía en ellos y su divinidad era un ser altamente intelectualizado. Finalmente señalemos que las antiguas religiones que sobrevivieron o se internacionalizaron, lograron estas condiciones merced a que consolidaron su sistema de cultos, su aparato ideológico, dogmático. Por esta razón todavía tiene vigencia, aunque a nivel nacional, el judaísmo, que cuenta con sus libros sagrados el Torá (la Ley), que comprende el Pentateuco o los 5 primeros libros del Antiguo Testamento, el Talmud, que comprende la recopilación de la tradición oral judía y constituye tanto el código religioso como el civil, y la sinagoga para el culto; el hinduismo también cuenta con sus textos sagrados, los Vedas, en primer lugar y luego los Upanisads, el Mahabarata y el Ramayana; el budismo, con la doctrina de la realidad supra-temporal del Nirvana; el cristianismo, con el libro sagrado La Biblia, su rama principal el catolicismo cuenta con una rígida organización clerical sustentada en un celibato anacrónico (la ortodoxia sí permite que los popes se casen y tengan familia), cerrada para las mujeres y su poderosa estructura político-ideológica y económica, concentrada en el Vaticano; el islam, con su libro sagrado el Corán y los ulemas o doctores de la ley. El ETERNO “VALLE DE LÁGRIMAS” Y EL “PARAÍSO” PERDIDO. Para la formación del cristianismo, igualmente, y sobre todo para su consolidación, que entrañó algunos siglos de depuración de creencias, de creación de dogmas, de un 349
aparato ideológico, de otro de control, con el que a lo largo de centurias ha aplicado diferentes grados de represión a los disidentes, herejes y desviados de los dogmas, y también de una vigorosa estructura burocrático-económica, pues debemos tener presente que aunque a los reinos religiosos se les suele ubicar en el mundo del más allá, no obstante hunden sus raíces en este atormentado planeta y requieren de bienes materiales para vivir; entonces, el período que le precedió le sirvió de sustento imprescindible. En efecto, tomemos en consideración que aquella remota aspiración de disfrutar de una vida verdaderamente justa y buena en un ignoto paraíso, siendo una de las creencias más importantes que significa y promete la liberación y salvación del ser humano en el “mundo de ultratumba”, de la “inmortalidad”, de la “eterna bienaventuranza”, en gran medida ¡fue condicionada por la existencia desdichada de millones de esclavos y pobres, de campesinos desarraigados, de parias y marginados de ciudades, de pueblos avasallados por el imperio, así como por las reiteradas derrotas de los subyugados que se sublevaron contra los esclavistas; por la enorme decepción en la posibilidad de librarse de un yugo despiadado en este mundo real, que para el caso concreto de las primitivas sectas judeo-cristianas no era otro que el Oriente Mediterráneo, colonizado por el invencible imperio, desde donde el flamante credo se desplazó y se expandió, primordialmente en dirección a Roma y a sus colonias. Para ello la secta triunfante reveló una excepcional plasticidad y capacidad de adaptación. Pero hoy, después de dos mil años de existencia del cristianismo, muy poco es lo que ha quedado de esa primitiva fe, porque nada escapa a los cambios. Recordemos asimismo, aunque brevemente, que las violentas represiones y sobre todo las derrotas de los pueblos de Oriente Próximo y Medio, del mundo Mediterráneo, especialmente en Judea, engendraron la idea y sentimiento de la imposibilidad de lograr la liberación del yugo extranjero 350
mediante las propias fuerzas, aquí en la tierra, entonces se empezó a depositar sus anhelos y esperanzas en la acción taumatúrgica de un mesías, que en fin de cuentas fue asimilado por el naciente cristianismo. Así, en el seno de un mundo injusto que se extinguía lentamente en medio de convulsiones traumáticas, en base a esas antiguas creencias y como resultado de esas derrotas frecuentes de los subyugados, fue tomando forma la idea de una vida mejor, más humana, menos injusta, menos cruel, pero en un mundo supra natural, ignoto; sin embargo, en ese mundo imaginado se reproducía fantásticamente la existencia terrenal, particularmente con relación al mesías: ese ser que originalmente correspondió al ungido con óleo, en el judaísmo, esencialmente profetas, sumos sacerdotes y reyes282, se convirtió en providencial y de doble naturaleza, divina y humana, entre los primeros cristianos, todavía vinculados con la religión matriz y con otros credos de Oriente por una multitud de nexos míticos, creencias, ritos y ceremonias; deificado relativamente temprano, pero –insistimos- sin perder su esencia humana, aunque a su verdadero padre se le haya relegado al modesto papel de putativo, ¡sufre las mismas injusticias y desdichas de los ofendidos y humillados del imperio, que asimilaron el mito!; es sometido a los mismos tormentos, soporta todos los escarnios y torturas que los que sufrían en carne propia los combatientes contra el yugo romano, los esclavos, los marginados, los parias y termina sus días flagelado y crucificado, igual que aquellos miles y miles de rebeldes y esclavos que fueron dirigidos por el inmortal Espartaco, cuando se sublevaron contra el Imperio romano al que le tuvieron en jaque durante un buen tiempo, 70 años antes del nacimiento de Jesús, hasta que finalmente cayeron derrotados, ¡60.000 fueron exterminados por la espada y seis mil leales compañeros del legendario líder, que acabó descuartizado, sin que se conozca el destino de sus despojos mortales, murieron clavados en cruces a lo largo de la vía que conducía de Capua a Roma, como una 282 Cf. Pomazannik. En: Ateisticheskiy Slovar, POLITIZDAT, Moscú, 1985, p. 347.
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temible advertencia para que se abstengan de sublevarse nuevamente contra el Imperio esclavista283. Alguien diría que Jesús triunfó, con su credo, porque perdió Espartaco, con las armas. En resumen, es altamente factible que Jesús haya experimentado similares desdichas a las que sufrieron tantos otros sublevados, en virtud de que fue un profeta rebelde, contrario al yugo romano en su tierra, que condenó a la casta sacerdotal judaica, por venal, que reprochó a los reyezuelos, tetrarcas y altos burócratas, convertidos en títeres del imperio; tampoco se descarta que en la antigua colina del Gólgota (afueras de Jerusalén), el “lugar de la calavera”, así llamada en arameo porque antiguamente, mucho antes del surgimiento del cristianismo, ahí se ejecutaba a los condenados a muerte por graves delitos y las calaveras quedaban expuestas a las acciones del medio y de las aves carroñeras; reitero que tampoco se descarta que en ese lugar haya sido crucificado, y luego sometido a un proceso de mitificación que le permitió resucitar, como muchos dioses antiguos: Osiris, Adonis, Zeus, Mitra, etc. Sin embargo, cabe advertir que la pena de la crucifixión –cuestión que no es un simple olvido de la historia oficial cuando se soslaya la correcta explicación de este asunto¡jamás fue una forma de ejecución judía sino romana! Por lo expuesto, entre los cristianos de esos primeros tiempos, provocaba un hondo rechazo la imagen de la cruz, en su condición de infamante instrumento de ejecución de los condenados a muerte, por lo que aquella no se convirtió de inmediato en símbolo de la nueva fe, ¡sino únicamente cuando ya habían transcurrido tres siglos desde la aparición del cristianismo y oficialmente se había prohibido la pena capital mediante la crucifixión!; es decir cuando se había borrado de la memoria colectiva de las comunidades cristianas el amargo recuerdo y el sentimiento de rechazo que producía ese símbolo de tortura y muerte. 283 Cf. E. Shteerman y B. Sharevskaia. El régimen Esclavista. Fondo Editorial Suramérica, Bogotá, Colombia, 1977, pp. 99-100 y ss.
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Un detalle digno de ser tomado en consideración, por su indudable valor histórico, y del que, sin embargo, se suele prescindir en la historia oficial. Pero lo que más debe preocupar al creyente, cristiano en este caso, radica en que ese antiguo “valle de lágrimas”, continúa vigente, aunque en otras condiciones político-económicas y sociales: las del capitalismo “salvaje”, de la “aldea global”, del “fin de la historia” y la supuesta consagración del “mundo unipolar”; de los nuevos desheredados de la tierra, que ya no mueren crucificados, pero sí ejecutados por el terrorismo que practican algunos Estados, la narco-política, los fundamentalismos religiosos, los extremistas políticos, o sucumben consumidos por el hambre y las enfermedades; de la nueva “gran ramera de Babilonia (se refiere a Roma, porque Babilonia la verdadera, para ese tiempo ya era solamente un recuerdo M. R.)”, infinitamente más feroz, más despiadada, más avasalladora, que aquella a la que hacía alusión el autor del escatológico Apocalipsis; de un nuevo vicario de Cristo -es decir no del representante del profeta humano, Jesús, cuanto del mitificado “hijo de Dios”, dicho Cristo, engendrado en útero de mujer- con un pasado realmente vergonzoso y estremecedor: ¡fue miembro de las juventudes hitlerianas y se lleva de maravillas con el genocida que mora en la Casa Blanca, Washington!; del catolicismo, la corriente mayor del cristianismo, cuantitativamente hablando, en el que su máxima estructura y poder político, económico e ideológico, el Vaticano, ¡antiguo lugar de veneración de las divinidades paganas!, representa una monarquía absolutista, conservadora, de estilo medieval, de dogmas petrificados y de un machismo decrépito. ¿Y el ignoto paraíso celestial (el Edén procede del antiguo hebreo EDEM, el lugar de residencia de los justos después de la muerte), prometido infinidad de veces a los feligreses de la nueva fe por los “pastores de almas”? Nunca ha dejado de ser una quimera, una fantasía, como el lim353
bo, el purgatorio o incluso el mismo terrorífico infierno; una promesa reiteradamente aplazada, una visión fantasmagórica que para este caso significa la nada, porque aquello que vanamente se ha ofrecido durante siglos a los pobres y ofendidos de la tierra, simplemente nunca ha existido. O, como dice el filósofo contemporáneo André Comte-Sponville284: “Paraíso. Es el lugar de la felicidad [félicité], que nunca tiene lugar. Así, el paraíso no es nada real: no es más que un mito o una necedad” En este asunto puntual compartimos sin reservas el ilustrado criterio de este filósofo, aunque procede una aclaración: la categoría filosófica de la nada, es otra cuestión, tiene otra comprensión para la dialéctica materialista, pues aquella –la nada- no está presente en su sistema de categorías y rechaza toda interpretación idealista al respecto. Que esto quede claro. Señoras, Señores.
284 Cf. A. Comte-Sponville. Diccionario filosófico. Editorial PAIDÓS, Barcelona, España, 2005, p. 390.
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Í N D I C E. PRÓLOGO...........................................................................3 INTROITO EXEGÉTICO......................................................5 I. PARTE. ENTRE LA HISTORIA Y LA FÁBULA. I EL MUNDO EN LOS TIEMPOS DE JESÚS......................7 II. LA PALESTINA NEO-TESTAMENTARIA.......................16 1. Tierra de conmociones...................................................19 2. El entorno político-económico........................................20 3. Algunas organizaciones político-religiosas....................21 4. Un viejo antisemitismo...................................................30 III LOS EVANGELIOS SE ESCRIBIERON EN GRIEGO.......................................................................32 1.¿Quiénes fueron los evangelistas?.................................38 Marcos, el más antiguo......................................................39 Entre los apóstoles Pedro y Pablo.....................................42 Mateo, recaudador de impuestos.......................................45 Lucas médico, pintor, abogado..........................................48 2. Jesús en tres versiones diferentes.................................53 Una fantasía nada original.................................................55 Juan, discípulo de Jesús y de Juan el Bautista.................56 Una francachela de ricos...................................................61 355
3 ¿Quién fue el verdadero autor del IV evangelio?............64 IV. DE LAS EPÍSTOLAS AL SUDARIO.............................68 1. “Saulo el incendiario” y sus cartas.................................68 Herodiano antes que judío.................................................69 2. ¿Epilepsia, neurosis o sífilis?.........................................73 3. Autores y cronología de las epístolas..........................77 4. ¡Los doce fueron trece!.................................................80 5. Enredos de la “Sábana Santa” y variaciones del Manto de la Verónica....................................................82 Dos reyes, dos Edesa........................................................85 Polémica por el sudario de Turín.......................................86 Leonardo y el Sudario........................................................89 V. UN LIBRO DE ANATEMAS Y PROFECÍAS...................92 1. Antiguas revelaciones....................................................92 2. Anatémico, escatológico, alegórico................................94 3. El anticristo.....................................................................98 4. Arde la “gran ramera de Babilonia”..............................100 5. El antiguo culto al cordero............................................102 II PARTE. DE BELÉN AL GÓLGOTA. -Develando los mitosI: EN GRUTAS Y CUEVAS NACEN LOS DIOSES..........104 1 En diciembre hace mucho frío......................................104 2. Los predecesores: el “Sol Invicto” y el divino Mitra......108 3 ¡La vida calculada desde el coito!............................... 111 356
4. La leyenda del pesebre................................................ 112 5. Mitos similares............................................................. 117 II. LA MUERTE Y LA PASCUA......................................... 118 1. Muerte y resurrección de Baal.....................................120 2. Juicio y muerte en el Gólgota....................................120 3. La Pascua y la remota “comida totémica”....................123 4. La acusación a los judíos.............................................126 5. Crucifixión y resurrección.............................................127 6. Enigmático destino.......................................................129 7. Los rostros de Jesús....................................................135 8. ¿Del Gólgota a Languedoc?........................................140 III. LA TUMBA DE LA SAGRADA FAMILIA......................146 1. Asombrosos hallazgos.................................................146 2. Triunfo paulino, derrota gnóstica..................................155 IV. QUMRAN, MASADA Y LOS ZELOTES......................158 1. Un “padre” y un “tío”.....................................................160 2. .La verdad oculta y una institución mentirosa..............163 3. La línea de Jesús........................................................172 4. ¿Qué mismo fueron los zelotes?................................173 5. Otros ya lo señalaron...................................................176 III PARTE. RECAPITULACIÓN, REPAROS Y PRECISIONES FINALES. I. LA VERDAD EN LA TELARAÑA...................................180 1. Roma y las provincias de Oriente Próximo..................181 Un año clave ...................................................................181
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II. ¿ES COMPATIBLE EL NACIMIENTO CON LA INMORTALIDAD?..............................................184 1. Antiguos Niños-Dioses.................................................186 III. COMBATE A MUERTE................................................187 IV. NERÓN Y EL APÓSTOL CONTROVERTIDO............191 V. INDISCRETOS MANUSCRITOS.................................197 VI. UN LÍDER POLÍTICO-RELIGIOSO............................201 VII. HISTORIZAR MITOS NO ES BUENO.......................206 SALE A LUZ LA VERDAD A manera de conclusión..................................................210 BIBLIOGRAFÍA................................................................213 POST SCRÍPTUM............................................................228
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