Relación del reino del Nipón a que llaman corruptamente Japón 9783959550956

La Relación del reino del Nipón a que llaman corruptamente Japón es el testimonio único de un seglar en lengua española

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Table of contents :
Relación del Reino Nipón que llaman corruptamente Japón
Introducción
Datos biográficos
Obra
Bibliografía
Fuentes primarias
Diccionarios y obras de referencia
Bibliografía crítica
Nuestra edición
Sobre los nombres propios y sustantivos en japonés
Notas
Ilustraciones
Relación del reino del Nipón a que llaman corruptamente Japón
Capítulo 1. Del origen de los japones y descripción de la tierra del Nipón
1.1 De la fertilidad de la tierra y su gran riqueza.
1.2. Disposición, traza y costumbres de los japones.
1.3. Del traje particular de la gente
1. 4 De las casas de los japones
1. 5. Del orden de las poblaciones90
1. 6. Del gobierno de las repúblicas98
1.7. Del modo particular de contar el año y el mes
1.8. De la moneda, peso y medida. Comercio y otras cosas
1. 9. Del modo de comer
1. 10. De las cortesías del sacantzuqui
Capítulo 2. De la religión de los japones
Capítulo 3. Del gobierno antiguo de Japón y como se perdió y dividió el reino
Capítulo 4. Del modo en que se comenzó a restaurar el reino de Japón y como Mioxendono, señor del Xicocu, ganó la ciudad de Meaco. Quién fue Nobunanga y otras cosas
4.1. Extirpe del Taicosama y por cuáles medios subió a ser señor de la Tenca
4.2. Nobunanga parte para Meaco y la gana, y mata a Saquionon Daibundono y a Matzinanga
4.3. Quién fue Ucondono Justo y como Nobunanga le sujetó y trajo a su devoción
4.4. Determinado Nobunanga de pacificar y poner todo el reino debajo de su dominio, envía a Faximba Yechixem sobre el Mori, que le entró por sus tierras
4.5. Aquechi mata a su señor Nobunanga y a su hijo Jonosuquendono
4.6. Faximba Yechixem parte del Chungocu la vuelta de Meaco254
4.7. Faximba Yechixem llega a Meaco y es elegido de todos por capitán general para vengar a Nobunanga. Da la batalla al traidor y véncele
Capítulo 5. Recógese Faximba Yechixem con Sanxichindono a Meaco, donde nombran por rey al nieto de Nobunanga, hijo de Jonosuquendono, y eligen gobernadores y otras cosas, y finalmente Faximba se hace señor de la Tenca267
Capítulo 6. De las guerras que por estos años se levantaron en las partes del Ximo
6.1. El yacata de Satzima mueve guerra al tono de Fiunga. Taicosama baja al Ximo y los sujeta. Trátanse otras cosas
6.2. El padre Visitador Alejandro Valignano llega a Japón con embajada a Taico, al cual le nace un hijo. Muévese guerra contra Corai. Faranda da a Taicosama aviso de Manila. Trátanse otras cosas
6.3. Llegan a Japón los padres fray Agustín Rodríguez por comisario y el padre Marcelo de Ribadeneira y fray Gerónimo de Jesús. El sobrino de Taico se quiere levantar contra el tío y le hace cortar. Subceden otras cosas
Capítulo 7. Subceden en el Reino del Japón cosas notables en el año de noventa y seis. Llega el primer obispo de Japón. El galeón arriba a Tosa
Capítulo 8. El padre fray Pedro Baptista pretende hablar a Taico, y por que no lo haga, lo acusan de que predica la ley de los cristianos. Manda prender los padres y senténcialos a muerte
Capítulo 8.1. Llegados a Uracami los sanctos mártires, otro día los llevan a Naganasqui, a cuya vista los crucifican
Capítulo 9. Don Francisco Tello, gobernador de Manila, envió embajada a Taico y a pedir los cuerpos de los sanctos mártires
Capítulo 10. El obispo don Luis de Cerqueira llega a Japón. Muere Taicosama y el Yeyasu se hace señor del reino. Los religiosos del señor san Francisco vuelven a entrar en Japón, y luego otras religiones. Trátanse otras cosas383
Capítulo 11. André Pessoa viene a Japón por capitán del viaje. Desaviénese con Safioye y pónele mal con el rey de Japón, el cual manda Arimandono que le prenda o mate. Y finalmente se quema la nao y mueren muchos portugueses
Capítulo 12. Arriba al Japón la nao Robola el rey y subceden otras cosas
Capítulo 13. De la persecución general que se levantó en Japón por Daifu, año de mil y seiscientos y doce
13.1 Prosíguese la persecución en Yendo contra los cristianos por el príncipe de Japón
13.2. Quién fue Fachicuan Joaquín y su conversión
13. 3. Quién fue Apolinario, y de su prisión y muerte
13. 4. Quién fue Mibocu Juan, y de su conversión, vida y partes
13.5. Quién fue el sancto Sasanda Miguel, y de su glorioso martirio
Capítulo 14. Prosigue la persecución contra los cristianos de Yendo, en cuyo progreso subceden muchas cosas notables
14.1. De la gloriosa muerte del sancto Mibocu Juan y sus compañeros
14. 2. Dícese quién fue el sancto mártir Ventura, su conversión y martirio
Capítulo 15. Trátase otro martirio famoso que subcedió a este en la ciudad de Arima
15. 1. Hacen el lugar para martirizar a los sanctos presos y finalmente los sacan de la prisión y asan vivos
Capítulo 16. Goxosama, rey de Japón, y su hijo el xogun renuevan la persecución contra la iglesia
Capítulo 17. Muere el obispo dos Luis y prosigue la persecución contra la Iglesia
Capítulo 18. Del modo que el Demonio ha inventado en este reino para martirizar y hacer retroceder los cristianos agora nuevamente
18. 1. Del famoso martirio que por la fe de Cristo nuestro señor padesció Adán en la fortaleza de Xiqui
18. 2. Del martirio de Luis que por la confesión de la fe fue muerto en Fucafuri
18. 3. Trátanse otras cosas que subcedieron por este tiempo y las penitencias públicas y procesiones que hicieron en Nangasaqui
18.4. Quién fue el Toan, y hoy es, y lo que hizo en esta ocasión de la llegada de Faxengava Safioye, y otras cosas
18.5. Trátase el famoso martirio que padescieron los sanctos Miguel y su mujer Majencia, y Lino, en el reino de Bungo
18.6. De otras cosas que más subcedieron en este tiempo, y diligencias de Safioye contra los padres hasta los echar de Nangasaqui
18. 7. De lo que más subcedió después de echados los religiosos de Nangasaqui y como derribaron las iglesias
18. 8. Llegan los bunguios al Tacacu, donde prosiguen la persecución contra los cristianos
18.9. Gloriosa muerte del sancto Adrián, vecino de Ariye
18.10. De lo que subcedió en Cuchinoztu en prosecución desta causa
18. 11. De otro martirio que hubo en este tiempo en el dicho Tacacu en Umbama
Anexos
Martirio de Soter en la redacción de 1619, ms. 133r
Martirio de Majencia en la redacción de 1619, ms. P, 145r-153r
Fragmento de la redacción de 1610 que continúa la de 1615. Manuscrito la cual se le defiende con mucho valor
Juramento digno de ser reverenciado
Juramento del Findeyori al rey
Renueva el Daifu la guerra contra el Findeyori
Del famoso martirio de los benditos padres fray Pedro de la Asunción, del orden de señor San Francisco, y Juan Baptista de Távora, de la Compañía de Jesús
Del famoso martirio de los benditos padres fray Alonso Navarrete, vicario provincial del orden de señor sancto Domingo, y fray Hernando de San José, vicario provincial del orden de señor san Agustín
A los padres dominicos de Japón
Al padre fray Francisco de Morales, y al padre fray Apolinario Franco, y a todos los demás sacerdotes que están en Japón, y a los padres de san Agustín de Manila, grande nuestro señor
Al padre provincial y difinidores de la Orden de Predicadores de Manila
A los padres dominicos de Japón
Al convento de San Pablo de Valladolid de la Orden de Predicadores
Al padre viceprovincial de la Compañía de Jesús de Japón, un poco antes de la muerte
Al padre fray Apolinario Franco, comisario de San Francisco de Japón
Del padre fray Hernando de San José. A todos los padres ministros desta cristiandad de Japón
Del martirio del sancto Xirobioye Lino, bunguio de Omura
Del martirio del sancto Miyemon Juan
Del martirio que padescieron Pedro y Pablo en el reino de Chicungo
De otros famosos mártires que hubo en la ciudad de Cocura en el reino de Buxen este año de seiscientos y diez y ocho
De como vinieron a este reino del Japón otros religiosos después de la persecución de Arima, Cuchinotzu y Omura
Del martirio del sancto fray Juan de Sancta Marta del orden de señor san Francisco
De otras cosas que más subcedieron en este reino este año de seiscientos y diez y ocho
De las crueles muertes que dieron a unos cristianos por haber desembarcando del navío en que iba para Manila el padre Francisco, hijo del Toan, y por haberle hospedado en Nangasaqui
De lo que más subcedió en esta ciudad hasta la partida del bunguio Gonocu a la corte
Variaciones de la escritura de palabras japonesas
Nombres propios, cargos y oficios
Ciudades, provincias, lugares
Objetos
Expresiones
Otros
Notas
Noemí Martín Santo
Relación del reino del Nipón
Clásicos Hispánicos
Consejo de redacción
Consejo editorial
Relación del Reino Nipón que llaman corruptamente Japón
Introducción
Datos biográficos
Obra
Bibliografía
Fuentes primarias
Diccionarios y obras de referencia
Bibliografía crítica
Nuestra edición
Sobre los nombres propios y sustantivos en japonés
Notas
Ilustraciones
Relación del reino del Nipón a que llaman corruptamente Japón
Capítulo 1. Del origen de los japones y descripción de la tierra del Nipón
1.1 De la fertilidad de la tierra y su gran riqueza.
1.2. Disposición, traza y costumbres de los japones.
1.3. Del traje particular de la gente
1. 4 De las casas de los japones
1. 5. Del orden de las poblaciones90
1. 6. Del gobierno de las repúblicas98
1.7. Del modo particular de contar el año y el mes
1.8. De la moneda, peso y medida. Comercio y otras cosas
1. 9. Del modo de comer
1. 10. De las cortesías del sacantzuqui
Capítulo 2. De la religión de los japones
Capítulo 3. Del gobierno antiguo de Japón y como se perdió y dividió el reino
Capítulo 4. Del modo en que se comenzó a restaurar el reino de Japón y como Mioxendono, señor del Xicocu, ganó la ciudad de Meaco. Quién fue Nobunanga y otras cosas
4.1. Extirpe del Taicosama y por cuáles medios subió a ser señor de la Tenca
4.2. Nobunanga parte para Meaco y la gana, y mata a Saquionon Daibundono y a Matzinanga
4.3. Quién fue Ucondono Justo y como Nobunanga le sujetó y trajo a su devoción
4.4. Determinado Nobunanga de pacificar y poner todo el reino debajo de su dominio, envía a Faximba Yechixem sobre el Mori, que le entró por sus tierras
4.5. Aquechi mata a su señor Nobunanga y a su hijo Jonosuquendono
4.6. Faximba Yechixem parte del Chungocu la vuelta de Meaco254
4.7. Faximba Yechixem llega a Meaco y es elegido de todos por capitán general para vengar a Nobunanga. Da la batalla al traidor y véncele
Capítulo 5. Recógese Faximba Yechixem con Sanxichindono a Meaco, donde nombran por rey al nieto de Nobunanga, hijo de Jonosuquendono, y eligen gobernadores y otras cosas, y finalmente Faximba se hace señor de la Tenca267
Capítulo 6. De las guerras que por estos años se levantaron en las partes del Ximo
6.1. El yacata de Satzima mueve guerra al tono de Fiunga. Taicosama baja al Ximo y los sujeta. Trátanse otras cosas
6.2. El padre Visitador Alejandro Valignano llega a Japón con embajada a Taico, al cual le nace un hijo. Muévese guerra contra Corai. Faranda da a Taicosama aviso de Manila. Trátanse otras cosas
6.3. Llegan a Japón los padres fray Agustín Rodríguez por comisario y el padre Marcelo de Ribadeneira y fray Gerónimo de Jesús. El sobrino de Taico se quiere levantar contra el tío y le hace cortar. Subceden otras cosas
Capítulo 7. Subceden en el Reino del Japón cosas notables en el año de noventa y seis. Llega el primer obispo de Japón. El galeón arriba a Tosa
Capítulo 8. El padre fray Pedro Baptista pretende hablar a Taico, y por que no lo haga, lo acusan de que predica la ley de los cristianos. Manda prender los padres y senténcialos a muerte
Capítulo 8.1. Llegados a Uracami los sanctos mártires, otro día los llevan a Naganasqui, a cuya vista los crucifican
Capítulo 9. Don Francisco Tello, gobernador de Manila, envió embajada a Taico y a pedir los cuerpos de los sanctos mártires
Capítulo 10. El obispo don Luis de Cerqueira llega a Japón. Muere Taicosama y el Yeyasu se hace señor del reino. Los religiosos del señor san Francisco vuelven a entrar en Japón, y luego otras religiones. Trátanse otras cosas383
Capítulo 11. André Pessoa viene a Japón por capitán del viaje. Desaviénese con Safioye y pónele mal con el rey de Japón, el cual manda Arimandono que le prenda o mate. Y finalmente se quema la nao y mueren muchos portugueses
Capítulo 12. Arriba al Japón la nao Robola el rey y subceden otras cosas
Capítulo 13. De la persecución general que se levantó en Japón por Daifu, año de mil y seiscientos y doce
13.1 Prosíguese la persecución en Yendo contra los cristianos por el príncipe de Japón
13.2. Quién fue Fachicuan Joaquín y su conversión
13. 3. Quién fue Apolinario, y de su prisión y muerte
13. 4. Quién fue Mibocu Juan, y de su conversión, vida y partes
13.5. Quién fue el sancto Sasanda Miguel, y de su glorioso martirio
Capítulo 14. Prosigue la persecución contra los cristianos de Yendo, en cuyo progreso subceden muchas cosas notables
14.1. De la gloriosa muerte del sancto Mibocu Juan y sus compañeros
14. 2. Dícese quién fue el sancto mártir Ventura, su conversión y martirio
Capítulo 15. Trátase otro martirio famoso que subcedió a este en la ciudad de Arima
15. 1. Hacen el lugar para martirizar a los sanctos presos y finalmente los sacan de la prisión y asan vivos
Capítulo 16. Goxosama, rey de Japón, y su hijo el xogun renuevan la persecución contra la iglesia
Capítulo 17. Muere el obispo dos Luis y prosigue la persecución contra la Iglesia
Capítulo 18. Del modo que el Demonio ha inventado en este reino para martirizar y hacer retroceder los cristianos agora nuevamente
18. 1. Del famoso martirio que por la fe de Cristo nuestro señor padesció Adán en la fortaleza de Xiqui
18. 2. Del martirio de Luis que por la confesión de la fe fue muerto en Fucafuri
18. 3. Trátanse otras cosas que subcedieron por este tiempo y las penitencias públicas y procesiones que hicieron en Nangasaqui
18.4. Quién fue el Toan, y hoy es, y lo que hizo en esta ocasión de la llegada de Faxengava Safioye, y otras cosas
18.5. Trátase el famoso martirio que padescieron los sanctos Miguel y su mujer Majencia, y Lino, en el reino de Bungo
18.6. De otras cosas que más subcedieron en este tiempo, y diligencias de Safioye contra los padres hasta los echar de Nangasaqui
18. 7. De lo que más subcedió después de echados los religiosos de Nangasaqui y como derribaron las iglesias
18. 8. Llegan los bunguios al Tacacu, donde prosiguen la persecución contra los cristianos
18.9. Gloriosa muerte del sancto Adrián, vecino de Ariye
18.10. De lo que subcedió en Cuchinoztu en prosecución desta causa
18. 11. De otro martirio que hubo en este tiempo en el dicho Tacacu en Umbama
Anexos
Martirio de Soter en la redacción de 1619, ms. 133r
Martirio de Majencia en la redacción de 1619, ms. P, 145r-153r
Fragmento de la redacción de 1610 que continúa la de 1615. Manuscrito la cual se le defiende con mucho valor
Juramento digno de ser reverenciado
Juramento del Findeyori al rey
Renueva el Daifu la guerra contra el Findeyori
Del famoso martirio de los benditos padres fray Pedro de la Asunción, del orden de señor San Francisco, y Juan Baptista de Távora, de la Compañía de Jesús
Del famoso martirio de los benditos padres fray Alonso Navarrete, vicario provincial del orden de señor sancto Domingo, y fray Hernando de San José, vicario provincial del orden de señor san Agustín
A los padres dominicos de Japón
Al padre fray Francisco de Morales, y al padre fray Apolinario Franco, y a todos los demás sacerdotes que están en Japón, y a los padres de san Agustín de Manila, grande nuestro señor
Al padre provincial y difinidores de la Orden de Predicadores de Manila
A los padres dominicos de Japón
Al convento de San Pablo de Valladolid de la Orden de Predicadores
Al padre viceprovincial de la Compañía de Jesús de Japón, un poco antes de la muerte
Al padre fray Apolinario Franco, comisario de San Francisco de Japón
Del padre fray Hernando de San José. A todos los padres ministros desta cristiandad de Japón
Del martirio del sancto Xirobioye Lino, bunguio de Omura
Del martirio del sancto Miyemon Juan
Del martirio que padescieron Pedro y Pablo en el reino de Chicungo
De otros famosos mártires que hubo en la ciudad de Cocura en el reino de Buxen este año de seiscientos y diez y ocho
De como vinieron a este reino del Japón otros religiosos después de la persecución de Arima, Cuchinotzu y Omura
Del martirio del sancto fray Juan de Sancta Marta del orden de señor san Francisco
De otras cosas que más subcedieron en este reino este año de seiscientos y diez y ocho
De las crueles muertes que dieron a unos cristianos por haber desembarcando del navío en que iba para Manila el padre Francisco, hijo del Toan, y por haberle hospedado en Nangasaqui
De lo que más subcedió en esta ciudad hasta la partida del bunguio Gonocu a la corte
Variaciones de la escritura de palabras japonesas
Nombres propios, cargos y oficios
Ciudades, provincias, lugares
Objetos
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Noemí Martín Santo
Relación del reino del Nipón
Clásicos Hispánicos
Consejo de redacción
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Relación del reino del Nipón a que llaman corruptamente Japón
 9783959550956

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2

CRÓ NI CAS EU RO PEAS DE EXT REM O ORIENT E CO LEC CIÓN DI RI GI DA POR JA VIER YAGÜE BOSCH

3

RE LA CIÓN DEL REINO DEL NIPÓN QUE LLAM AN CO ‐ RRUPT AM ENT E JAPÓN BER NAR DINO DE ÁVILA GIRÓN EDI CIÓN DE NOEMÍ MAR TÍN SANTO CLÁ SI COS HIS PÁ NI COS (96) CRÓ NI CAS EU RO PEAS DE EX TRE MO ORIEN TE (1)

4

Clásicos Hispánicos, Noemí Martín Santo www.ClasicosHispanicos.com Madrid-Würzburg: Clásicos Hispánicos-More Than Books, 2019 ISBN ePUB: 978 39 59 55 09 56 ISBN Mobi: 978 39 59 55 04 51

Edición electrónica: José Calvo Tello Supervisión y revisión del texto: Javier Yagüe Bosch Diseño de cubierta: Gema Gómez Salas en colabora‐ ción con Bonzo Estudio Cubierta: Artista desconocido: Detalle de Southern Barbarians [Nanban byobu] (1625-1675). The Art Institute of Chicago. Obra bajo licencia Creative Commons BY-NC

5

IN TRO DUC CIÓN

6

7

DATOS BIO GRÁ FI COS Bernardino de Ávila Girón (f. 1619?) fue un mercader es‐ pañol que vivió entre Japón y Filipinas a finales del siglo XVI y principios del XVII. En 1583 partió de Sevilla hacia Nueva España,1 y de ahí a Manila, donde residió hasta 1594. Ese año el gobernador Pedro de Rojas le condenó a muerte a causa de un crimen, del que se libró marchándose a Japón. Se estableció en Nagasaki hasta 1598, cuando regresó a Manila y viajó por varias ciudades asiáticas. En 1607 regresó a Japón definitivamente hasta su desaparición el 28 de junio de 1619, fecha en la que se pierde su pista. Nos ha llegado muy poca información sobre su vida. Posi‐ blemente nació en Ávila, pero no se sabe a qué se dedicaba antes de llegar a Filipinas o cuáles fueron los propósitos de sus viajes (mencionados brevemente en la Relación). Sí hay datos sobre varios de los oficios que desempeñó: en Manila fue mercader, alférez y regidor para el cabildo secular. En Naga‐ saki fue notario al servicio de los misioneros, para los que cer‐ tificó reliquias de mártires. También negoció con tejidos, y hasta es posible que fuera espía.2 Parece que le fue bien, es posible que se hiciera rico, puesto que menciona que posee una casa y que tiene esposa, hijos e incluso esclavas. Como vecino de Nagasaki, vio la ruptura de las relaciones entre Japón y Europa, asistió al martirio de veinte japoneses y seis misioneros de 1597, participó en las procesiones organi‐ zadas por los japoneses cristianos en 1615 (un año después de la expulsión de los misioneros), posiblemente escondió a al‐ guno de ellos en su casa, y quizás fue descubierto y ejecutado por ello. Su interés por la sociedad en la que vivió le llevó a escribir la Relación del Reino del Nipón a que llaman corrupta‐ mente Japón, la única obra en español que refleja el testimonio 8

de un mercader sobre cristianismo japonés en los siglos XVI y XVII. Bernardino es el único seglar con un libro tan extenso y un conocimiento tan profundo de la sociedad japonesa, pero no el único escritor. Los misioneros llevaban mandando cartas, crónicas e informaciones a Europa desde la llegada de los pri‐ meros jesuitas. Las dos embajadas que los nobles nipones en‐ viaron hasta Roma se esperaban con gran anticipación.3 Estas dos visitas al Papa, así como los relatos de misioneros, merca‐ deres y embajadores, muestran una sociedad con una organi‐ zación política y socioeconómica demasiado compleja para ser considerada como “bárbara”. Bernardino se acerca a esta complejidad con una mirada peninsular, mirada que sufrió paulatina erosión y se desmoro‐ nó con la expulsión de los misioneros en 1614. Fue testigo de la decadencia del cristianismo que introdujeron en Japón el jesuita Francisco Javier y sus compañeros. En 1549, varios misioneros de la Compañía de Jesús comenzaron a predicar en tierras niponas, se ganaron la simpatía de Oda Nobunaga (primero de los grandes unificadores)4 y consiguieron la exclu‐ sividad de la misión japonesa mediante la bula Ex pastorali of‐ ficio que el Papa Gregorio XIII promulgó el 28 de enero de 1585. Sus actividades religiosas y comerciales despertaron las sospechas del segundo unificador, Toyotomi Hideyoshi, que en 1587 decretó su expulsión. Aunque tal expulsión nunca se llevó a cabo, los bateren (“padres” en japonés) vieron a partir de 1592 la llegada de misioneros de órdenes mendicantes (do‐ minicos, franciscanos y agustinos) con métodos de evangeli‐ zación diferentes. Los franciscanos comenzaron a predicar en contra de las órdenes de Hideyoshi y de los consejos de los je‐ suitas. Los resultados fueron devastadores, y el castigo ejem‐ plar. 9

En 1597, Hideyoshi mandó crucificar a seis misioneros franciscanos y a veinte japoneses cristianos. Los mártires fue‐ ron mutilados y paseados por pueblos y ciudades como adver‐ tencia para extranjeros y japoneses, y crucificados ante la mul‐ titud cristiana y gentil de Nagasaki. Aún se barajan los moti‐ vos de la severidad del castigo: el naufragio del galeón de Ma‐ nila San Felipe y la rapiña de su botín, o quizás la indiscreción del piloto Francisco de Olandia, que llevó a Hideyoshi a sos‐ pechar una posible invasión española.5 Ante las cruces, una tabla dejaba claro el motivo del castigo: los misioneros extran‐ jeros habían predicado el cristianismo en contra de su prohi‐ bición. Bernardino asistió a la crucifixión y escribió sobre ello y sobre muchas de las persecuciones de cristianos y martirios que siguieron. Estaba en Japón cuando comenzó el mandato del tercero de los unificadores, Tokugawa Ieyasu. Los Toku‐ gawa establecieron la capital en Edo (la actual Tokio) en 1603. Los caminos se hicieron más seguros, se desarrollaron la cultura popular urbana y las artes, al tiempo que se instau‐ raba la autarquía. Con la política de “país cerrado” o sakoku, el comercio con Europa se limitó al barco de la VOC holandesa en la isla de Deshima6 y se prohibió el cristianismo. De todo fue testigo Bernardino, que primero como obser‐ vador y después como notario retrata una sociedad que los es‐ pañoles no logran categorizar: los japoneses no son los “in‐ dios” de las Américas ni Filipinas, ni los “moros” enemigos de la cristiandad. Al principio escribe sobre el carácter “belicoso” de los samuráis, la compleja organización territorial y econó‐ mica, los elaborados rituales de la cultura marcial, las sofisti‐ cadas costumbres sociales, etc. En esa compleja sociedad par‐ ticipó (excepto entre 1598 y 1607, en que viajó por Asia) hasta 1619. En 1614, las autoridades espirituales tuvieron que 10

abandonar el territorio japonés y solamente quedaron los mer‐ caderes. Los misioneros que permanecieron comenzaron a predicar en la clandestinidad. Ante estas circunstancias, Ber‐ nardino necesitaba encontrar un referente para mantener viva su fe, y fueron los cristianos japoneses, que escogieron la tor‐ tura y la muerte a la apostasía, los que le demostraron que sus creencias seguían vivas. Sobre estos valientes cristianos escribe en su Relación. Los cristianos nuevos, porfiados hasta la muerte en la defensa de una fe extranjera, asombran a Bernardino, que comenzó a re‐ copilar toda la información posible sobre los mártires japone‐ ses, ya sea por cartas de misioneros o por su propia observa‐ ción y relaciones con cristianos japoneses. Su situación de se‐ glar le otorgó cierta libertad: pudo desplazarse por Nagasaki para comprobar si los milagros sobre los que se rumoreaba eran ciertos, o para conocer en persona a supervivientes de martirios. Mientras tanto, los europeos se iban marchando y los japo‐ neses iban muriendo o apostatando. En su soledad, Bernar‐ dino retrata a una gente que al principio es extraña y acaba convirtiéndose en heroica: samuráis cuyo martirio semeja un ritual de suicidio seppuku. Mujeres japonesas que al principio de su obra describe como naturalmente hermosas, y que como mártires soportan violaciones, torturas, y esclavitud sexual por no dejar de ser cristianas. Niños cristianos tan pequeños que han de ser llevados en brazos al patíbulo. Bernardino, deses‐ perado, se dirige a su dios para pedirle misericordia. Frente al silencio de los cielos, necesita formar parte del mundo cris‐ tiano en tierra. Certifica las reliquias arrancadas de los márti‐ res, firma un documento jurando que no albergará misioneros en su casa (posiblemente sí lo hace) y anota todo lo que ve, ya sean milagros, torturas o levantamientos contra las autorida‐ des. 11

Bernardino se convirtió en el único testigo que, por ser se‐ glar, no necesitaba esconderse. Hasta que ni su condición de mercader, ni su familia japonesa, ni su dominio del idioma ja‐ ponés le salvaron. La última noticia que tenemos sobre él es el testimonio de un franciscano, por el que suponemos que el 28 de junio de 1619 seguía vivo. Después de eso, Bernardino desaparece sin dejar rastro.7 Los primeros editores de su obra, los historiadores francis‐ canos Doroteo Schilling y Fidel de Lejarza, especulan que pudo albergar misioneros en su casa en contra de la prohibi‐ ción, y que fue descubierto y ejecutado por ello (1933, 497). El propio Bernardino asegura en la redacción de 1619 que acogería en su casa “a quien me pareciere y dello gustare”. Esto no aclara si lo hizo, y si al ser descubierto se ordenó su ejecución, a pesar de que eso es lo que sucedió a alguno de sus vecinos. Quizás futuras investigaciones puedan arrojar luz sobre cuál fue su fin.

OBRA La relación del reino del Nipón a que corruptamente llaman Japón es un texto complicado de definir. Los “hemisferios” en los que el hispanismo crea compartimentos estancos y deja fuera las obras que considera “imperfectas” relegan la Relación a los márgenes.8 No es una obra “histórica” ni “literaria”, a pesar de que contiene elementos comunes a ambas. Ni su contenido ni su extensión permiten encuadrarla en un género específico. Que se titule “relación” parece más una muestra de la humildad de un autor cuyo papel como escritor no está claro. El trabajo de Bernardino no es un informe con respues‐ tas a un cuestionario que elaboraban los conquistadores, ni una relación impresa de sucesos destinada al entretenimiento 12

del público urbano.9 Tampoco es una historia particular, ni una vida de santos al uso del siglo XVII. Bernardino ni si‐ quiera tuvo un oficio definido en Japón. Fue autorizado como notario de reliquias de mártires, pero este trabajo no es para un seglar,10 sino para un miembro del clero. Su nombramien‐ to parece responder a la urgencia de las circunstancias: no de‐ bían quedar muchos cristianos españoles en Nagasaki que pu‐ dieran recibir y copiar las cartas de misioneros que seguían practicando en la clandestinidad a partir de 1614. Bernardino, que tenía acceso a muchos documentos de mi‐ sioneros (como él mismo expresa), es quizás consciente de que se encarga de un trabajo que no le corresponde y refleja en el texto su práctica notarial en cumplimiento de las órde‐ nes de sus superiores. La escritura notarial está presente en expresiones y fórmulas a lo largo de toda la obra: “certifica”, “ante mí”, “un billete que yo vi”… El tono del texto desvela a un autor que sabe que su obra va a ser juzgada por sus supe‐ riores. Pero no por eso desconoce la importancia de su labor. Cuando los misioneros se marchan, Bernardino permanece como un testigo de vista que retrata lo que ve, porque no queda nadie más para hacerlo. Bernardino redactó tres veces la Relación: la primera en 1598, de la que no quedan copias, la segunda en 1615, de la que se conservan tres (o cuatro copias), y una tercera de 1619, que quedó incompleta, de la que hay tres copias. La segunda y la tercera son revisiones consecutivas de la primera. Se desco‐ noce en qué fecha exacta terminó la redacción de 1598 y cuá‐ les eran los contenidos, pero él mismo escribe que la redac‐ ción de 1615 “en substancia será lo mesmo” que la de 1598.11 De la única redacción completa de la Relación, la de 1615, se conservan tres manuscritos: el ms. 19628 de la Biblioteca Nacional de España (M); el ms. O-III-19 del Monasterio de 13

San Lorenzo de El Escorial (E), y los manuscritos que están divididos en los volúmenes Iaponica Sinica (Iap. Sin) 49 y Iap. Sin. 58 del archivo de la Compañía de Jesús en Roma (J). Este manuscrito es la copia personal del misionero jesuita Pedro Morejón, y su valor consiste en las anotaciones en los márgenes, que comentan (casi siempre muy duramente) el re‐ lato de Bernardino. En 1962 Ignacio Omaechevarría describe otra copia a la que no da nombre y aquí llamamos Y. Omae‐ chevarría asegura que estaba en el Archivo Yrizar, pero no ha aparecido hasta ahora. En el Instituto Jovellanos de Gijón había una copia más, pero se perdió en 1933.12 El contenido se puede dividir en tres partes: observación de costumbres, historia de Japón y vidas de mártires japoneses. Bernardino afirma que su primera redacción, la de 1598, “por manos de diversas personas, se vio en muchas partes”. Es todo lo que sabemos sobre ella. Cuando él partió de Japón ese año pudo llevar manuscritos con él, pero ¿qué sucedió con las redacciones de 1615 y 1619? Los historiadores franciscanos Doroteo Schilling y Fidel de Lejarza explican que Morejón ordenó copiar el ms. J de la redacción de 1615 en Manila, muy poco después de que Bernardino terminara de escribir su segunda redacción, pero no aclaran cómo salió esa redacción de Nagasaki (1933, 520).13 Los manuscritos de 1615 son de varios copistas, por lo que no sabemos si alguno de los fragmentos es autógrafo de Ber‐ nardino. De su letra solamente tenemos su firma en AGI y RAH y una fotografía del certificado de reliquias que rescató el historiador franciscano Lorenzo Pérez (AFIO 559/11). Los tres manuscritos de la redacción de 1619 (mss. P, P I y P II) están en AFIO, Madrid. Se han perdido los primeros folios. Carecen de la parte de observación de costumbres que sí contiene la redacción de 1615 y hay algunas variaciones en 14

el relato de los martirios (se señalan aquí en las notas). Relata sucesos y vidas de mártires acaecidos después del 15 de marzo de 1615, fecha en que Bernardino terminó la segunda redac‐ ción.14 La redacción de 1619 se interrumpe el 15 de marzo de 1619. No solamente no hay forma de averiguar en qué mo‐ mento Bernardino iba a terminarla, ni siquiera sabemos si le dio tiempo a plantearse cuál iba a ser el final, puesto que por el desarrollo parece que había decidido escribir hasta que pu‐ diera hacerlo. La narración se va convirtiendo en una recopi‐ lación de los hechos relacionados con la persecución, escrita casi como un diario en el momento en que Bernardino tuvo noticia de ellos. No sabemos qué sucedió después ni quién rescató los manuscritos, pero al menos uno de los textos de 1619 debió llegar a Manila, a manos del historiador francis‐ cano Miguel de San Bernardo.15 Es el ms. P, que San Bernar‐ do considera autógrafo de Bernardino. Schilling y Lejarza, que no están de acuerdo (1933, 524) indican que San Bernar‐ do utilizó el ms. P para la copia PI hacia 1740 (524).16 Tene‐ mos también una copia moderna, el ms. P III, que realizó Pérez a principios del siglo XX para su historia inédita sobre Japón (AFIO 216/9). Pérez, que había supervisado el traslado del archivo de Manila al Pastrana a principios del siglo XX, quizás tuviera más información, pero durante la Guerra Civil se perdieron muchos de los documentos de AFIO, por lo que solamente podemos reconstruir su trabajo mediante los frag‐ mentos que dejó.17 En conclusión, no sabemos cómo salió ninguna de las co‐ pias de la Relación de Nagasaki ni cuál fue el destino de su autor. Como la única edición hasta la fecha está incompleta, pocos investigadores han podido trabajar con ella, aunque se ha empleado en obras como fuente histórica desde el siglo 15

XVII. Ya se ha mencionado a Antonio de la Llave y la copia de Miguel de San Bernardo. En el siglo XVII, el misionero franciscano Marcelo de Ribadeneira escribe que Bernardino los acompaña en el barco de Manila a Japón (1947, 550). El cronista franciscano Francisco de Santa Inés utiliza fragmen‐ tos de la Relación para describir Japón y los sucesos que en torno al martirio de Nagasaki de 1587. Un siglo después, el cronista de su misma orden, Francisco de San Antonio, vuel‐ ve a usar el texto de Bernardino. El agustino Juan de la Con‐ cepción menciona su inteligencia y su “vasto conocimiento de Japón y los japoneses”. En el siglo XIX, el agustino León Pagés copia el fragmento de las procesiones cristianas de mayo de 1614 (1870, II, 430-37).18 La Relación recibió más atención en el siglo XX. En octu‐ bre de 1933 Schilling y Lejarza empezaron a publicarla por entregas en la revista franciscana Archivo Ibero-Americano (AIA). No les faltaban materiales para poder hacer un buen trabajo. Tenían a su disposición seis copias, tres de ellas de la segunda redacción y tres de la tercera. Contaban también con el apoyo de Pérez. Con los seis manuscritos a su disposición, Schilling y Le‐ jarza comenzaron lo que iba a ser la primera edición de la Re‐ lación. Desgraciadamente, la Guerra Civil Española acabó con este trabajo y con la publicación de AIA.19 Schilling tuvo que salir de España ese mismo año. Lejarza fue arrestado el 20 de julio de 1936 y liberado en mayo del año siguiente. Tres car‐ tas de Schilling a Lejarza demuestran su interés en continuar la edición de la Relación, pero carecemos de las respuestas de Lejarza. Schilling murió en 1950 y Lejarza en 1971.20 Tras el trabajo de Schilling y Lejarza, los estudios sobre la Relación han sido escasos y casi todos historiográficos. Ignacio Omeachevarría descubrió un manuscrito nuevo y desveló sus 16

oficios (1962). El hispanista Aida Yū traduce la edición de Schilling y Lejarza al japonés en 1965. Michael Cooper copia partes del fragmento de vida y costumbres de la redacción de 1615 (1965). Josef Franz Schütte la emplea para narrar la lle‐ gada de los frailes dominicos a Nagasaki (1975, 406). Emilio Sola advierte la necesidad de editar de nuevo la Relación (1980). José Luis Álvarez-Taladriz usa la Relación para narrar la historia de una poderosa familia de Nagasaki (1996). Ruiz de Medina lo considera “amigo de los religiosos de las dos ór‐ denes” (franciscanos y jesuitas) (1999, 167). En el siglo XXI, Abe Takao compara las observaciones de Bernardino con las de su coetáneo, el mercader británico Richard Cocks (2001). Inmaculada Alva da a conocer los negocios de Bernardino con tejidos en Filipinas (2004, 180). Marta M.ª Manchado López explica su presencia como testigo en un juicio matrimonial (2011, 89). Carla Tronu-Montané estudia sus descripciones de Nagasaki y su relación con los misioneros los motivos por los que Bernardino escribió la Relación (2012). Reinier Hesse‐ link apunta la interesante idea de que Bernardino pudo actuar como espía (2015, 115-118). En el campo de los estudios lite‐ rarios, Carmen Hsu se centra la Relación como una “creación artística” (2007).21 Es de esperar que esta edición sirva para continuar con los estudios del Japón de Bernardino.

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NUES TRA EDI CIÓN En esta edición se busca una lectura fluida y comprensible de la redacción de 1615. Con la intención de completar la labor que comenzaron Schilling y Lejarza, empleo el ms. M, con el que ellos trabajaron. En señaladas ocasiones se anotan las diferencias con los mss. E y J. También hay algunas dife‐ rencias entre las redacciones de 1615 y 1619. Quizás Bernar‐ dino decidió utilizar fuentes diferentes en el transcurso de los cuatro años. Si los cambios afectan al significado del relato, o incorporan información interesante, se apunta en las notas. El texto es de varios copistas y muchos de los términos apa‐ recen escritos de diversas maneras. Se intenta conservar for‐ mas comunes del siglo XVII, por lo que la modernización es parcial. El manuscrito carece casi de puntuación, que se repo‐ ne siguiendo la división de la estructura narrativa con criterios actuales sin alterar la sintaxis. Se conservan los conglomerados dellos, desto, etc. En el caso de questo, aquel, etc., el uso es mucho más irregular al tener el texto varios copistas, y no queda claro si la q simplemente está abreviada, por lo que se modernizan todos los casos (que es, que en, etc.). También se modernizan los casos de equivalencia fonológica (i/y, b/v, q/c) y se regulariza la doble s. La cedilla ç se sustituye por c, z o s. Las formas no consolidadas (estrañas, celebro) se conservan. No se modifican los grupos cultos de consonantes (sancto, sub‐ ceder), las apócopes (instable), ni las asimilaciones de conso‐ nantes líquidas (ponello). En escasas ocasiones hay palabras y letras perdidas que, si dificultan la comprensión, se restituyen y se señalan entre corchetes. Bernardino utiliza constantemente el estilo directo, que en ocasiones puede confundirse con su propio relato, por lo que se ponen comillas o se amplía el margen del párrafo para faci‐ 23

litar la comprensión de los cambios de los estilos indirecto a directo. En algunos casos se emplean paréntesis y signos de apertura de interrogación para facilitar la lectura. El texto consta de títulos y subtítulos marcados por calde‐ rones. Aquí se subtitulan con número de capítulo y número de subtítulo. El propósito de esta edición es ofrecer al lector actual un texto del siglo XVII sobre una cultura y un área geográficas que escapaban a la comprensión y el poderío militar del impe‐ rio español. Por este motivo, he tratado de limitar las anota‐ ciones sobre datos históricos a las glosas de Morejón y a suce‐ sos que los historiadores actuales han aclarado con la perspec‐ tiva del tiempo. No he podido resolver todas las incógnitas del texto (nombres de algunos personajes, lugares o sucesos). Así se expresa en las notas, esperando que futuros investiga‐ dores logren aclarar las dudas. Me parece importante incluir las anotaciones de Pedro Morejón que hay en los márgenes manuscrito J. Morejón fue el primer editor de la Relación, y sus comentarios ofrecen al lector una idea de las diferencias de opinión con respecto a la historia de Japón, así como el proceso que realizaban los cro‐ nistas que trabajaban con sucesos que para ellos era historia contemporánea. También ofrecen la variedad de puntos de vista entre un misionero jesuita de origen noble y un plebeyo afín a los mendicantes. Morejón, que en 1630 fue nombrado procurador para el examen de los mártires japoneses con el fin de llevar a cabo el proceso de beatificación por la Sagrada Congregación de Ritos del Vaticano (Nawata Ward, 2012, 122), muestra en las notas el cuidado en aclarar cualquier duda o error que pudiese cometer Bernardino, así como su desprecio por “un fulano de Ávila” con “poca noticia que tenía sobre Japón, aunque se precia que la tenía” (ms. J, 1r). 24

En el anexo III se incluye una transcripción parcial de la redacción de 1619, posiblemente comenzada a partir del 18 de marzo de 1615 (cuando está terminada y rubricada la se‐ gunda redacción). He utilizado el ms. P.

SOBRE LOS NOM BRES PRO PIOS Y SUS TAN TI ‐ VOS EN JAP ON ÉS En época de Bernardino la transliteración de palabras japo‐ nesas no era homogénea. Los copistas de la redacción de 1615 transcriben los nombres de personas, lugares y objetos de forma irregular. Aquí se conserva la forma más común en el texto, apuntando en el anexo todas las variaciones. En ocasio‐ nes se emplea la forma que usa Morejón, por la mayor simili‐ tud fonética con el nombre en japonés. Si la transliteración es homogénea, empleo y en lugar de i (Goquinay en lugar de Goquinai). La letra k no aparece en ningún momento, por lo que se emplean c o qu. Los sonidos representados por los símbolos しょうcomo en shōgun y し como en shiro, similares a la pronunciación sh en la palabra inglesa she aparecen en el texto como x o j. Aquí se escriben con x: xogun, xiro. La transliteración moderna, ya sea de la RAE o del uso común en textos en español, se pone en las notas. Se emplea el símbolo diacrítico macrón “¯” sobre las vocales de pronun‐ ciación larga, tal y como aparece indicado en la Historia de la lengua española de Rafael Lapesa. Gracias a Laura Asquerino Egoscozábal y a Yoshinori Ogawa por sus valiosos consejos. Se ha tratado de modernizar y anotar la transliteración mo‐ derna de todos los nombres propios que anota Bernardino 22. Los sustantivos en japonés van en cursiva la primera vez y en 25

redondilla las posteriores. Si así lo indica el DRAE, van acen‐ tuados. En ocasiones el sustantivo aparece solamente una o dos veces, y escrito de la misma manera, por lo que se conser‐ va como viene en el texto (dayquan). Los títulos honoríficos cambiaban, pudiendo cada noble ja‐ ponés llamarse de diversas maneras. Abunda el sufijo -nokami que añadido al nombre de un lugar significa “guardián” o “alcaide” (Murdoch y Yamagata, 1903, II, 29). En la mayo‐ ría de los casos se anota el nombre más común para cada uno de ellos, junto con las fechas de nacimiento y muerte. Los tí‐ tulos Taico, Daifu, Dairi se emplean como nombres propios, por lo que mantengo la mayúscula con la que aparecen en el texto. Los nombres propios van al estilo japonés: primero el apellido y después el nombre. Se han empleado varias fuentes para la traducción de las palabras en japonés. Jeffrey Niedermaier ha encontrado la versión moderna y la traducción de gran parte de los términos a partir del texto del misionero y traductor jesuita João Rodri‐ gues. Niedermaier ha utilizado la traducción japonesa moder‐ na de Doi Tadao y la edición de Kamei Takashi (facsímil de la edición portuguesa original, situada en la Bodleian Library de Oxford). León Pagés tradujo a Rodrigues al francés en 1862. Que yo sepa, no hay ediciones modernas de la traduc‐ ción española, realizada en Manila en 1630. En los casos en los que Bernardino da la traducción correcta, únicamente se anota la transliteración actual.

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NOTAS 1

Su nombre se menciona en “Otra [cédula] para que dejen pasar a la [Nueva España] a Bernardino de Ávila v[ecino] de la dicha ciudad dando información”. Orde‐ nanzas de la Casa de la Contratación, Archivo General de Indias, Registro: Sevilla de Partes. Indiferente L.2, (1952), 99v. 2 Francisco Colín lo llama “Bernardino de Ávila, mer‐ cader” en su transcripción de las actas de Manila (1900), II, 331. Firmas o menciones a Bernardino como vecino, alférez y regidor de Manila aparecen en documentos en el Archivo General de Indias (AGI) y la Real Academia de la Historia (RAH). En el Archivo Franciscano IberoOriental (AFIO) hay copias de certificados de reliquias firmados por él. 3 Embajadas Tenshō, de 1582 a 1590 y Keichō, de 1613 a 1620, nombradas así por el cómputo de eras japo‐ nesas. 4 Los tres unificadores son Oda Nobunaga (1534-82), Toyotomi Hideyoshi (1536 o 37-98) y Tokugawa Ieyasu (1543-1616). 5 Pedro Morejón narra el encuentro entre Olandia y Hideyoshi en su Relación de la persecución que hubo en la iglesia de Japón y de los insignes mártires, que gloriosamente dieron su vida en defensa de nuestra santa fe, el año de 1614 y 615. México, 1616, 4-5. La copia digitalizada por la biblioteca John Carter Brown, de Brown University, está disponible en línea (consultado el 21 de noviembre de 2018). 27

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Siglas de Vereenigde Oost-Indische Compagnie (Com‐ pañía Holandesa de India Oriental). Para las actividades de la VOC en Deshima, ver Geoffrey C. Gunn. World Trade Systems of the East and West. Leiden-Boston: Brill, 2018. 7 Escribe el franciscano Antonio de los Mártires el 28 de junio de 1619 que Bernardino es “notario autorizado de otros muchos religiosos de dicho Reino [Japón]” (Schilling y Lejarza, 1933, 493). 8 Mary Gaylord, “The True History of Early Modern Writing in Spanish: Some American Reflections”. Mo‐ dern Language Quarterly. 57.2 (1996), 213-225. 9 Walter Mignolo, “Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista”. Historia de la literatura hispanoamericana. Luis Madrigal, 1 (1992), 57-116; Víc‐ tor Infantes, “¿Qué es una relación? Divulgaciones varias sobre una sola divagación”. Las relaciones de sucesos en Es‐ paña: 1500-1750. Ed. Henry Ettinghausen, Universidad de Alcalá, 1996, 203-216. Ver también Carmen Hsu, 2007. 10 Ver María Luisa García Valverde. “Los notarios apostólicos de Granada a través de las legislaciones civil y eclesiástica”. Historia. Instituciones. Documentos 37 (2010), 87-108. 11 Tronu-Montané sugiere que las tres reacciones de la Relación se deben a tres eventos cruciales del cristianismo japonés: el martirio de Nagasaki el 5 de febrero de 1597; la prohibición del cristianismo del 27 de enero de 1614, seguida por la expulsión de misioneros de Nagasaki y el cierre de iglesias en 1615; y por último las persecuciones sistemáticas de misioneros ocultos y sus caseros. “Las re‐ laciones de los mercaderes como fuentes históricas: Na‐ 28

gasaki visto por un viajero castellano en el siglo XVII”. Itinerarios, viajes y contactos Japón-Europa. Eds. Pilar Garcés García y Lourdes Terrón Barbosa. Berna: Peter Lang, 2013, 934. 12 La fundación Sancho el Sabio adquirió el archivo Yrizar en 2008. El nombre completo es Archivo Yrizar (Bergara, Gipuzkoa) y Archivo Yrizar-Palacios (Azkoi‐ tia, Gipuzkoa). Según el Censo-Guía de Archivos de España e Hispanoamérica y por comunicación de la fun‐ dación, aún se encuentra en proceso de organización (Consultado el 10 de abril de 2018). Sobre la destrucción de la copia Jovellanos, ver Tronu-Montané, 2013, 933. 13 Morejón dejó Japón el 7 o el 8 de noviembre de 1614, como él mismo relata en su Relación (1616, 95) y llegó a Manila el 21 de diciembre de ese año. La segunda redacción de Bernandino se “cerró”, según el colofón, el 18 de marzo de 1615. Morejón no pudo llevar la segunda redacción consigo de Japón a Manila porque no estaba terminada. Tuvo que utilizar la primera redacción, que no se ha conservado, y completarla con las partes finales de la segunda redacción (solamente así se explica que in‐ cluyese todo lo escrito, hasta el colofón), o conseguir un manuscrito de la segunda redacción en Manila y allí co‐ piarla. Esto implicaría que una copia de la segunda re‐ dacción llegó a Manila entre el 18 de marzo y el 18 de junio de 1615, puesto que el jesuita partió desde Filipi‐ nas hacia Nueva España el 18 de junio de 1615. Sobre el viaje de Morejón, ver Haruko Nawata Ward, 2012, 117135 y Pedro Morejón, 1616, 91-98. 14 Una descripción más extensa de cada manuscrito se puede leer en la introducción de Schilling y Lejarza (1933, 517-527). 29

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Miguel de San Bernardo pudo saber información sobre Bernardino que no ha llegado a nuestros días. En la anteportada hay una nota de memoria, redactada por él, que afirma que Bernardino era gallego y que se casó en Nagasaki. En esta nota, niega la afirmación de Ber‐ nardino de que llegó a Filipinas en 1590 con el goberna‐ dor Gómez Pérez Dasmariñas (1539-93), pues escribe: “esto no pudo ser”. Una copia más debió llegar a Manila, porque la menciona el historiador franciscano Antonio de la Llave en su Chrónica de la apostólica provincia de san Gregorio que se conserva manuscrita en AFIO (B-401). 16 No especifican por qué están tan seguros de ello, pero probablemente conocían el trabajo de Lorenzo Pérez, incluidas varias fotografías que este tomó del cer‐ tificado de reliquias firmado por Bernardino. Es posible que también vieran el original que Bernardino firmó junto con los misioneros Alonso de Navarrete (15711617), Hernando de San José (1575-1617), Francisco de Morales (1567-1622) y Apolinario Franco (c. 1570622), de la que solamente se conserva una copia a mano (AFIO 25/30). Por desgracia, gran parte del archivo de Pérez fue destruido durante la guerra. Otros autores han cosiderado autógrafa la copia de El Escorial: así aparece en Códices del Escorial (1878, 326), de Augusto Llacayo y Santa María. 17 Cayetano Sánchez Fuertes. “El Archivo Franciscano Ibero-Oriental: origen, vicisitudes e importancia de sus Fondos Misionales”. Memoria ecclesiae, 5 (1994), 273-97. 18 Marcelo de Ribadeneira. Historia de las islas del Ar‐ chipiélago Filipino y reinos de la Gran China, Tartaria, Co‐ chinchina, Malaca, Siam, Cambodge y Japón. Ed. Juan Le‐ gísima. Madrid: La Editorial Católica, 1947; Francisco 30

de Santa Inés. Chronicas de la Apostolica Provincia de San Gregorio de Religiosos Descalzos de N.S.P.S. Francisco, Vol. II. Manila: 1676; Juan Francisco de San Antonio. Chro‐ nicas de la Apostolica Provincia de San Gregorio de Religio‐ sos Descalzos de N.S.P.S. Francisco, Vol. III. Manila: 1744; Juan de la Concepción. Historia General de Filipi‐ nas, III Manila, 1788-92. León Pagés. Histoire De La Religion Chrétienne Au Japon Depuis 1598 Jusqu’à 1651: Comprenant Les Faits Relatifs Aux Deux Cent Cinq Martyrs Béatifiés Le 7 Juillet 1867. Paris: 1869-70. Pagés transcribe de una copia que los franciscanos de Manila entregan a Bernard Petitjean (1829-84), el primer vicario apostólico de Japón del período de apertura en 1865. 19 Carmen Hsu, 2007, 228-29. 20 Rafael Mota Murillo. “Relación del reino del Nip‐ pon por Bernardino de Ávila Girón. Tres cartas del P. Doroteo Schilling. ”Archivo Ibero-Americano 49 (1989), 425-53. 21 Sobre sus oficios, ver Ignacio Omaechevarría, “Ber‐ nardino de Ávila. Un misionero seglar español en la an‐ tigua misión japonesa”. Boletín de la Sociedad Vascongada de Amigos del País 18 (1962), 333-40. José Luis Álvarez Taladriz, “Fuentes europeas sobre Mura‐ yama Toan (1562-1619)”. Kobe Gaidai Ronso: Kikan 17 (1966), 395-418. Josef Franz Schütte. Monumenta historica Japoniae I: Textus catalogorum Japoniae aliaeque de personis do‐ mibusque S.J. in Japonia informationes et relationes, 1549-1654. Roma: Monumenta Historica Societatis Iesu, 1975. Emilio Sola. Libro de las maravillas del Oriente Lejano. Madrid: Edi‐ torial Nacional, 1980. Abe Takao. “Secular Perspectives on the Roman Catholic Missions to Japan: Bernardino de ÁvilaGirón and Richard Cocks” The journal of Women’s Junior Co‐ 31

llege, Asahikawa University 31 (2001), 5-12. Inmaculada Alva “El cabildo de Manila”. España y el Pacífico. Legazpi (II). Ed. Leoncio Cabrero. Madrid: Sociedad Estatal de Conmemora‐ ciones Culturales, 2004, 165-202. Marta María Manchado López, “Estrategias familiares en una sociedad de frontera: Manila (1571- 1604).” Familias, poderes, instituciones y conflic‐ tos. Eds. Jaime Contreras y Raquel Sánchez Ibáñez. Murcia: Universidad de Murcia, 2011, 79-92. Los demás autores se mencionan en la bibliografía. Esta lista no es exhaustiva. Mu‐ chos autores que no se mencionan han utilizado el trabajo de Bernardino. Aquí se anota una selección para mostrar la va‐ riedad de oficios que tuvo y su participación en los sucesos de Manila y Nagasaki. 22 Se ha conservado la vacilación mayúscula o minúscu‐ la en muchos casos de nombres, apodos , adjetivos, etc. de carácter religioso (tipo “san”, “virgen”, etc.)

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ILUS TRA CIO NES

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Firma de Bernardino de Ávila (segunda a la izquierda) © Real Academia de la His‐ toria. España. Signatura RAH 9/3582, folio 315v.

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Manuscrito del Archivo Franciscano Ibero-Oriental (Imagen propiedad del Ar‐ chivo Franciscano Ibero-Oriental).

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Principio del texto en el manuscrito de la Biblioteca Nacional de España (BNE, MSS/19628).

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Nota de memoria de Miguel de San Bernardo (Imagen propiedad del Archivo Franciscano Ibero-Oriental).

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BER NAR DINO DE ÁVILA RE LA CIÓN DEL REINO DEL NIPÓN A QUE LLA MAN CO ‐ RRUPT AM ENT E JAPÓN

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Son tantas las variedades deste instable y lunático1 reino, que si todos los años se hiciere una relación de unas mesmas cosas, siempre habría que innovar y novedades en las cosas de que se trata, que más firmes parecen por los diversos subcesos que a menudo subceden, instabilidad de las cosas y desórde‐ nes que se siguen. Y aunque es cosa cierta que no puede haber estabilidad perfecta en las cosas deste mundo, en este reino más que en otra alguna parte se ve con evidencia la poca fir‐ meza y grande variedad suya. Y porque viene a propósito, el día que esto escribo en el original es veinte y uno de diciembre2 y está ventando viento sur con un bochorno como si fuera en agosto, y el miércoles y jueves próximo pasado, dieciocho y diecinueve deste mesmo mes, fue tanta la nieve que con viento noroeste cayó que no había, aun dentro de casa, ropa ni brasero que bastase a mo‐ derar el frío. Y agora estoy con las ventanas del aposento abiertas y en jubón blanco. Véase si hay más mudanza.3 El año de noventa y ocho hice en este mesmo lugar una co‐ piosa relación que, por manos de diversas personas, se vio en muchas partes.4 Y lo que en esta dijere y relatare en substancia será lo mesmo, aunque será más copiosa, porque acrecentaré algunas cosas que más han subcedido y otras particularidades, y quitaré algunas que puedan excusar, certificando a todos los que la vieren que no me aparto un punto de la verdad y certi‐ nidad en todo lo que tratare. Porque no es mi intento vender gato por liebre a los que la han de ver, que como cosas de tan remotas partes y de donde ya se esparcen por el mundo diver‐ sas fábulas, huelguen de la leer y oír. Y será gran sinrazón que haré gastar el tiempo en leer mentiras. Desto aseguro a todos, porque ni por curiosidad, ni por ignorancia, incertidumbre ni ociosidad diré más de lo que fuere pura verdad en todo. Y si en algunas cosas fuere prolijo, será por no poder ser menos, y 39

por parecerme que gustarán de oír cosas de tierras estrañas5 y que tan tarde han venido a nuestra noticia y frecuencia. Y si en otras pareciere corto, será por excusar prolijidad, y porque mi intento es complacer a todos.

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CA PÍ TU LO 1. DEL ORI GEN DE LOS JA PO NES Y DES CRIP CIÓN DE LA TIE RRA DEL NIPÓN El origen y principio de la gente deste reino del Nipón que corruptamente6 llamamos japones, llamándose niponjis y su tierra Nipón7 sabemos averiguadamente ser de China.8 La opulencia y magnanimidad de aquel famoso reino de China, su gobierno y su gran fertilidad ya es notorio, y su anchuroso sitio donde son las cosas tan abundantes, tan aventajadas y ex‐ celentes, que con lo ser todo sobra y no tienen necesidad de cosa alguna de otro reino, teniéndola otros muchos dél. Son las provincias que contiene trece,9 y destas las doce son de chinas10 verdaderos, todas de una lengua y traje, y la otra es de una gente que llaman chancheos, que son los que van a la ciu‐ dad de Manila y allá los llaman sangleyes, porque los naturales, o por mejor decir, aquellos tagalos que llaman moros, que son advenedizos, malayos y borneis, los llaman sanley11 y lo escri‐ ben con dos letras desta manera: Folio 2v (BNE, MSS/19628).

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Estos tienen muy diferente género de lengua, aunque la letra, traje y costumbres es todo uno, excepto que unas cape‐ ruzas que traen de sedas de caballo hechas de red de aguja las traen los chancheos más altas mucho. Pero son más robustos y guerreros, y más mal inclinados, traidores y muy soberbios, y tan diferentes que de los mesmos chinas son desamados y aborrecidos, y tienen por afrenta llamarlos chancheos. Esta provincia de chancheos está en la costa del mar de frente cuasi de la isla de Manila, y está a ciento diez leguas de la provincia de Cantón y doscientas y cuarenta deste reino, y es la más estéril de todas las otras de China, o por mejor decir, no hay otra que lo sea sino ella, parte por ocasión de la tierra y parte por ocasión de la gente, estos chancheos. Aun‐ que cuando los chinas por los años de ochocientos se recogie‐ 42

ron a su reino, desamparando a otros muchos que sojuzgaran, por ser señores de mucha parte de Asia y de la mayor parte de la India oriental, donde hoy hay muchas señales dellos. Que yo he visto algunas antiguallas, particularmente un pagode12 que está en Negapatan,13 que llaman hoy en día los naturales y portugueses “el pago[de] de los chinas”, que ha cerca de mil años que se hizo. Fueron señores de Pegu y de Patan y de Siam, y hoy en día el rey de Siam les tiene reconocimiento. Fueron señores de la famosa isla Taprobana, y por ello se llaman sus moradores chingalas. Señorearon a Bengala el Aracam y Tangu, y reco‐ giéronse, porque habiendo un edificio antiguo, hallaron una escritura que decía que el reino de China se conservaría y no reconocería a otro en cuanto no tuviese ambición de gobernar y señorear otros reinos. Pero aunque se recogieron y manda‐ ron que nadie navegase, si no fuese en las armadas del rey por la costa de su tierra, guardándola, los chancheos fueron los que nunca bien obedecieron, y así continúan con su navega‐ ción escondidamente aun hasta la India, y así ellos descubrie‐ ron la China a los lusitanos, y hubo entre ellos grandísimos corsarios. Y esto ha durado hasta agora, porque no ha treinta y seis años que Limahon -un gran corsario chancheo- quiso tomar la ciudad de Manila estando ella bien flaca y con poca gente, y la tomara si Dios no enviara al mariscal Gabriel de Rivera con una poca de gente que la socorrió, y el día del glorioso apóstol San Andrés se dio una batalla a los sangleyes en que murieron mucha cantidad dellos y huyeron desbaratados. Y por esta razón es hoy el sancto apóstol patrón de aquella ciudad.14 Luego pues cuasi que los chinas se recogieron a su reino y ordenaron sus leyes y determinaron no navegar ni señorear reinos estraños, se levantó un capitán general chancheo con 43

toda su armada y comenzó a robar por toda la costa de China a los chinas y aun a los amigos y naturales, y primeramente se recogía en la isla Hermosa.15 Después llegó adonde agora es Satzima, porque de Chancheo a Satzima no hay más de dos‐ cientas y quince leguas, y demora a lesnordeste de China.16 Y allí gobernaba, y allí salía y de allí volvía con las presas. Y como recibían tan grande daño dél, y los chinas son de tan gran gobierno, acudieron al remedio de manera que lo hubie‐ ron de pescar, mas él huyó. Y puesto en huida le dejaron, y después volvió a la costa de China mas acá de Chancheo, y fue robando muchas mujeres y niños y muchachos, y entró en la ensenada de Corai,17 en cuyas tierras hizo gran presa de mujeres y se vino aquí con todo. Llegando a estas islas, determinó no navegar más. Y así deshizo los navíos grandes y hizo barcos para pescar y navegar por la costa, y subiendo con ellos llegó a la isla del Cami18 y fundó la ciudad de Nara y después otras. Y por diferenciarse en todo de los chinas, mudaron costumbres, lengua y traje. Y así, primeramente cortaron la ropa grande y larga que los chi‐ nas principalmente traen con mangas muy largas que llaman cabaya hasta media pierna, y la manga hasta el cobdo o san‐ gradera del brazo, y la llaman quirimon, y la ciñeron con un cinto de dos varas de largo que sirve de cinto y de traer las ca‐ tanas.19 El china, aun siendo honrado, mercader o popular, como no sea pescador o de otro oficio bajo, no andará descalzo por ningún modo. Ellos no lo tienen por afrenta, y así se descal‐ zaron y comenzaron a usar solo de unas alparcas.20 Después inventaron los faquimonos o zoris21 de paja, de que se tratará luego. El china trae el cabello largo peinado y atado muy curiosa‐ mente, y cubierto con un gravin de sedas de caballo, hecha 44

una redecilla muy pulida, y encima desta, cuando van fuera, llevan una montera sin falda de un palmo de alto hecha de lo mesmo, pero los chancheos la usan muy más alta. Estos, pues, cortaron el cabello y dejaron de un palmo poco más, y rayeron a navaja la mitad de la cabeza por la parte delantera, dejando una corona calva. Y este cabello lo atan en el colodrillo con un cordoncillo de papel, y atado lo doblan, y queda como una la‐ zada como un rabo de puerco, hablando con acatamiento de quien lo leyere y oyere. Determinaron ejercitarse en las armas y usarlas, y así mejo‐ raron los alfanjes de su tierra y hicieron otros mejores, aunque casi de una hechura, y llamároslos catana, y a los enastados que los chinas usan para la soldadesca de guardia llamaron nanguinata.22 Y de modo se acomodaron y hicieron a las armas, ayudándoles el clima de la tierra y riqueza de sus en‐ trañas, que se hicieron belicosos en extremo. Usan arcos, pero no son buenos flecheros. La invención de la pólvora trajeron de China, a donde se inventó ha más de dos mil años, pero no usaban los japones della más que para regocijos, hasta que después fueron aprendiendo de los lusitanos. Comenzaron a corromper la lengua y salieron con ello, de modo que como sea china verdadero, no lo puede pronunciar perfectamente. Usan letras y caracteres casi de China, mas los chinas no usan dello ni los entienden más que las letras que llaman cobitas,23 que no quitaron nada. Y hoy en el palacio del Dairi24 está más en su punto la escritura china, y en la corte y los bonzos,25 que son sus padres, usan mucho estas letras y vocablos cobitos. Y finalmente tanto se desviaron de su natural y fueron convir‐ tiendo en otro género de gente, que no hay china que parezca japón, ni japón que quiera parecer china.26 Andando tiempos vinieron los mesmos chinas chancheos a tener alguna comunicación con la gente de Satzima, que es la 45

tierra más llegada a la China, y a los japones les pareció tener comunicación con ellos y con los demás chinas, y la comenza‐ ron a tener, y enviaron sus embajadas a la gran China y se pu‐ sieron casi a su obediencia.27 Pero como comenzasen a hacer daños y robos a que son inclinadísimos, quebraron con ellos y mandaron en todas las provincias que los tuviesen por enemi‐ gos capitales. Y hoy día en la ciudad de Cantón, que es donde los lusitanos van a hacer su feria para llevar haciendas a la India y a otras partes y traen aquí, está un padrón de piedra mármol en que se ven unas letras que dicen que en cuanto el sol y la luna dieren luz, no cubrirá un cielo a chinas y japones, ni beberán un agua. Y así los desaman y aborrecen como a los mayores enemigos, y si acaso algún navío dellos da en sus puertos o costas, a todos los matan cruelmente. Y con todo no dejaron de venir siempre algunos chancheos escondidamente a este reino con loza y con alguna cosa de algodón, y con me‐ dicinas o yerbas medicinales. Mas hoy vienen con gruesas ha‐ ciendas y mercaderías, y aunque en su tierra los castigan y matan, no faltan otros que vengan al olor de la plata. Es este reino de Japón muy fértil y las mujeres dél muy fe‐ cundas, por cuya causa se multiplicaron de modo que pobla‐ ron las dos islas principales, y después las otras comarcanas, y aún no cabían en ellas. Las dos principales son las que llama‐ ron Cami y Ximo, que significa Cami “cabeza” y Ximo “bajo”.28 La isla de Cami está de 34 para 43 grados de altura de polo y está echada de este a oeste hasta los 37 grados, y de allí corre al norte hasta 43, y esto no se ha sabido hasta agora, y la del Ximo esta de 30 y medio escasos hasta 34. Tiene la isla mayor llamada Cami 340 leguas de largo y de ancho 85, por donde más ancha es, y 50 por donde menos. La del Ximo tiene 70 leguas de largo y de ancho 38, y está muy junta con la del Cami. Divídelas un estrecho muy angosto que llaman por la parte de abajo Ximonoxequi, que está en 43 grados por la 46

de arriba, Caminoxequi, que está en 34 grados y medio.29 Hacia la parte del este desta isla del Ximo, está otra isla más pequeña que es de 88 leguas de ámbito llamada Tosa y por otro nombre Xicocu, que quiere decir “cuatro reinos”.30 Es tierra muy fértil, buena y muy poblada. Para la parte del noroeste confina este reino con el de Corai, que es en la Asia vecino al de China y Tartaria. Está de aquí solo sesenta y seis leguas, y en el medio está la isla de Tzuxima,31 habitada de japones. Al oeste veinte leguas demo‐ ra otra isla poblada de japones que llaman Goto, y a la parte del norte deste puerto de Nangasaqui, quince leguas, está otra isla llamada Firando,32 y a la parte del sur tiene muchas y di‐ versas islas y volcanes, y una cordillera hasta los Luquios que llaman, que ni son chinas ni japones, y de allí a Manila prosi‐ gue la cordillera de las dichas islas, de modo que de aquí a Manila se puede ir durmiendo todas las noches en tierra. Hacia la parte del sudeste deste reino demoran las islas Filipi‐ nas, y los Ladrones33 a la del sureste cuarta del sur.

1.1. DE LA FER TI LI DAD DE LA TIE RRA Y SU GRAN RI ‐ QUEZ A Después de haber tratado de descripción de la tierra, será bien tratar su temple, fertilidad y riqueza, que en todo es aventajada a otras muchas. No huelgan las tierras de los labra‐ dores como en otras partes. Todo el año están sembradas de trigo, cebada, legumbres y otras diversas cosas, y todos los años se siembran sin las dejar holgar, y lo mesmo es en las huertas de verdura. Son los japones grandes labradores, pero ruines agricultores de árboles, los cuales pasan muchos detri‐ mentos a causa de la instabilidad y poca firmeza de los tiem‐ pos, porque a las veces llueve mucho, y con esto se crían mu‐ 47

chos gusanos que comen la fructa y no se logra. Otras veces no llueve y sécase la flor. Otras vienen vientos que dan con todo por el suelo, dejando los árboles quemados. Y unos años subcede esto y otros no. Y cuando más plagas hay es ordinario en el año primero siguiente al bisiesto. Hay muchas fructas de la propia tierra, particularmente de árboles de espino, y de nuestra España hay dos géneros de higos, blancos y oñegales, y dos de uvas blancas y prietas, al‐ gunos géneros de duraznos y muy buenos albercoques, peras de muchos géneros y muy buenas castañas, muy mayores que las de España, porque las hay tamañas como un gran huevo de pato. Hay avellanas razonables, muy duras bellotas y muy ruines granadas, aunque son venidas de fuera.34 El año de no‐ venta y cinco trajeron un pie de oliva de dentro de México de que hay algunas hoy en esta ciudad, pero no acaban de acer‐ tarles con el temple, y es que las tienen en huertas, y no lo debe de requerir la calidad de la tierra. Yo no he visto veinte juntas en un árbol. Hay hoy mucho membrillo y danse muy bien, también vinieron de México por dicho año de noventa y cinco. Las rosas naturales no huelen en esta tierra, y todas las olorosas son forasteras o de Europa o China. Cuanto a la riqueza de la tierra, en breves razones se en‐ tienda que es una pella de oro y plata, porque estas son las Islas Ricas de Oro y Plata que Sebastián Vizcaíno anda bus‐ cando, y es disparate decir que hay otras, ni entenderlo es razón, que estas, y no hay otras. Y ya hubo quien en los tiem‐ pos antiguos las llamó Islas Platearias, y quien habla de Islas Ricas etc., destas trata, y buscarlas han de aquí a que se acabe el mundo, y no hallarán otras que estas.35 Hay en este reino mucha cantidad de minas de oro y plata, y hoy no las labra sino el rey. Pero en todas partes hay minas, y el metal es de mucha ley, y el del oro es tan rico, que de cada pico sacan un 48

pan de oro que tiene diez taes.36 Así mesmo hay mucha cantidad de cobre y de hierro, que con mucha facilidad sacan. Hay azogue y plomo. Es la tierra por la mayor parte agra, de muchos montes y serranías. Hace en ella grandes y descompasados fríos con grandes nieves, y duran los fríos muchas veces desde octubre hasta abril, en el cual mes nieva algunos años, y las calores comienzan desde julio hasta septiembre, y mediado él. Y son los días canicula‐ res que comienzan en seis de julio pestilenciales, insufribles. Y en esto tampoco hay orden cierta, porque unos años son más y otros menos. El modo de contar los japones su año es por las lunas, y todas las hacen de a treinta días y veinte y nueve, pero esto se dirá adelante. Tienen en los cuatro tiempos del año señalados unos días que llaman doyu, que son cada tres meses uno, y cada uno dura quince días por lo menos, y en estos hacen mu‐ danzas los tiempos y se hallan mal de salud. Por el mes de junio, en la luna gonguatz, hay otro tiempo señalado que lla‐ man nangaje37 que subcede haber en él tres mudanzas: empe‐ zar con sol el primer cuarterón y luego ventar el otro, y los dos acabar lloviendo un agua muy gruesa. Y tampoco en esto hay orden cierta, porque acontece llevar toda la luna lloviendo sin escampar, y aun tomar de la otra los días que le parece. Hay por todo el reino muchas gallinas, aunque las buenas son de casta de China que son las mejores que yo lo he visto, y hay otras que llaman quijinotori38 monteses, que los gallos son como perdices. Hay muchos venados y jabalís de carne muy gustosa, liebres y conejos muy grandes y otros géneros de caza y mucha volatería, ánsares, ansarones, fuines, patos de muchos géneros de muy sabrosas carnes, palomas comunes y torcaces, tordos pardos y otros diversos géneros. No hay víbo‐ ras ni serpientes ponzoñosas, ni tigre, ni león, ni osos, ni bue‐ 49

nos perros, ni gatos buenos, excepto los japones que lo son muy grandes de corazón.39 Los buenos han venido de fuera. No hay cabras ni carneros, y si hay algunas cabras, han venido de China y de Champa.40 Hay lobos, zorras y raposas, y unos hombrecillos marinos en los ríos a que llaman caguaro41 en que el Demonio se suele entrar para engañar los gentiles y cristianos. Hay muchas nutrias, muy grandes, y muchas an‐ guillas y otros géneros en la mar, muchas maneras de pescado, grandes ballenas y muy grandes atunes, y tan gordos, que no se puede comer la ijada, de lo cual todo matan en mucha abundancia y todo comen, y cuantas yerbas cría la mar. Hay muy buenas sabrosas y delgadas aguas, muchas fuentes perenales y ríos abundosos, y caudales y lagunas llenas de mucha volatería, mas no mata la caza sino el señor de las tie‐ rras o sus arrendadores, porque no hay cosa sin dueño. El pan que comen los naturales es arroz que llaman come cocido con agua de modo que queda el grano entero, y aunque hay mucho trigo que llaman comungui,42 cómenlo por fructa. Hay muchas vacas, de las cuales se sirven para arar la tierra y para carga, y las mujeres andan en los toros que los amansan,43 y si no les enseñan a hablar, hácenlos entender. Los japones no comían este ganado, y así cuando yo vine a este reino el año de noventa y cuatro,44 valía una vaca cuatro o cinco reales y daban por un mas treinta y cinco cates de vaca sin hueso que son cuarenta y tantas libras, y hoy no dan cuatro bien pesa‐ das.45 Y es que agora todos los deste pueblo comen vaca, y en aquel tiempo tenía esta ciudad tres mil vecinos y agora tiene mas de veinte mil, digo veinte y cinco mil.46

1.2. DIS PO SI CIÓN, TRAZA Y COS TUM BRES DE LOS JA PO ‐ NES

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Es la gente deste reino blanca, bien dispuesta, cabello negro y generalmente mal barbados, y cuando yo vine a él el año de noventa y cuatro, los que tenían barba se preciaban della, y agora rapan hasta los bigotes, nótese la mudanza. Mas no me admiro tanto dellos como de nosotros, que agora a lo menos en Manila no traen mas que el bigote y clavo, y todo lo demás rapado con una meaja en la barba, de modo que ya se pasó el tiempo en que juraban los hombres “por estas barbas de hom‐ bre honrado”. Son bien dispuestos y por la mayor parte de nariz ancha y baja, aunque hay muchos de buenas facciones y nariz afilada y ojos grandes, más en general, particularmente entre la gente baja, de ojos papujados.47 Las mujeres son albas y comúnmente de buen parecer, y muchas muy hermosas y de gentil parecer. Las casadas todas traen los dientes teñidos de negro con una corteza de un árbol. La doncella y viuda no los tiñen. No son zarcas ni ru‐ bias, ni se precian de eso. No se afeitan con aguas ni aceites, ni usan las suciedades que las señoras nuestras paisanas, que hay mujer que tiene más vidrios, redomas y alborinas de ba‐ dulaques48 que un boticario, y ni por eso tienen mejor tez que una mujer de Japón, que no hace más que lavarse el rostro con agua de cualquier charco. Aunque es verdad que las mujeres casadas por honra se solían poner un poco de albayalde49 des‐ leído con agua, sin haberlo menester, y una poca de color en los labios para encubrir la tinta que les queda en ellos cuando tiñen los dientes. Agora, las mujeres mundanas y de los chinas andan muy encaladas. Son de muy buen natural, muy piadosas, de cuán inhuma‐ nos son los varones, corteses y de menos vicios que yo he visto, porque la mujer más infame en Japón, cuando mucho, sea deshonesta y profana, y en parte lo es cuando viuda y muy rica, o cuando se dañó desde niña por pobreza, o porque la 51

entregó su padre por ser muy pobre o muy gran bellaco, o cuando se dejó engañar, como subcede de entre nosotros cada hora. Y cuando la mujer es de todo punto malísima, es cuan‐ do da en borracha, lo que no cae nunca sino en mujeres bajísi‐ mas. Esto del beber poco entiéndese en las mujeres, que los hombres todos son afrancesados. En siendo casada la mujer, bien pueden fiar della, porque no las hay más honradas en el mundo, ni de más lealtad, y la que yerra paga con la cabeza. Y han en esto mejor orden que entre nosotros, no porque las leyes de España no sean sanctas y buenas, pero algunos jueces las echan por donde quieren. Y esto sé yo muy bien por lo que me subcedió en Manila, que habiendo dado información bastante de siete testigos contestes y fidedignos, con que probé la traición que me co‐ metió mi enemigo muerto, quiso el licenciado Pedro de Rojas, Dios se lo perdone, dar lugar a que la parte con testigos falsos, que todos murieron por malas muertes, probase lo que quiso, y en mí no podía haber ni caber a fuerza de dinero, y me sentenció a muerte de que Dios, a pesar del dicho Pedro de Rojas, me libró.50 En hallando el japón a la mujer con algún hombre, aunque sea solo hablando, si estuvieren solos la puede matar y no ha menester de testigos, y con razón, por‐ que ¿qué más testigo que hallar un hombre en su casa a otro con su mujer? No son las mujeres estimadas como entre nosotros, por hermosas y ricas que sean, a lo menos de los maridos. Y ojalá se acostumbrara algo desto por allá. Ni el padre se desvela en buscar dote para la hija, porque no es costumbre dar con ella nada. Antes el marido le ha de enviar las arras a casa, y des‐ pués se entregan. Quien ha de tener dinero es el marido, y mientras no lo tuviere, no hallará mujer honrada, si no fuere a cierto lance. A los lusitanos y a nosotros dannos sus hijas más 52

porque son pobres que por otra cosa, y lo mesmo hacen con los chinas, aunque estos nunca hallan sino gente baja. Mas con el dinero son luego como los demás. No hay mujer hechi‐ cera, ni de otros vicios. Los niños son muy lindos y graciosos, y de tan grande en‐ tendimiento, que de seis y siete años tienen uso de razón. Pero el que es bueno no tiene que agradecerlo a su padre ni a su madre, porque ellos ni los castigan ni doctrinan. Agradéz‐ calo al buen natural que Dios le dio y a la catana del tono o señor51 que les hace andar derechos, aunque sean muy tuertos, porque en quebrando la ley, ha de morir, y no le valdrá ser menor de edad. Y por un rábano que hurte o coja de una huerta que esté en un monte sin cerca, o en el camino real, le cortarán la cabeza, luego ni es menester testigos ni informa‐ ción, ni ir al juez. El dueño o el hortelano, o su conocido, o cualquiera que lo ve puede cortar,52 y con todo eso no faltan ladrones. Esto no se entiende con nosotros, cuanto en este pueblo, donde los gobernadores cristianos son tan grandísi‐ mos ladrones y bellacos, que aunque vean que los japones nos roban, no nos quieren hacer justicia, aun en mandarnos pagar. Pero el gobernador gentil es mejor juez, y fuera de aquí no nos hacen sinrazón. Y en la corte, por cualquier cosa que nos hurten, los cortan si queremos, y aun hemos de rogar por ellos.53 Son los japones, y débelo de causar la prosperidad y riqueza de la tierra, aunque sean muy pobres, muy soberbios y arro‐ gantes, furiosos y determinados. Y Dios nos libre de su pri‐ mer ímpetu, el cual, si se los reprime con valor, pierden fácil‐ mente el brío. Pero si no le hallan, en el contrario, todo lo lle‐ van a barrisco.54 Son muy ingratos, en recibido el beneficio lo olvidan y esperan más. Son los más crueles y inhumanos ge‐ neralmente que hay, y comúnmente codiciosos y avaros, gente 53

en todas sus acciones tétrica55 y de poca ley y verdad, muy ex‐ tremados en todo y gente muy variable. Y así no hay que dubdar, sino que aquí, más que en otra clima, predomina y tiene su imperio la luna, más que otro planeta, y algún signo de semejante operación y otras conste‐ laciones semejantes, porque no hay cosa en él que no sea va‐ riable. Hoy es uno yacata o rey, tono o samurái,56 y mañana, si no le matan, le ven hecho limpiador de catanas o tabernero, que es oficio honroso en Japón, o usando otro oficio. Hoy señor de vasallos, y mañana criado de otro muy más inferior que él para sustentar su familia. Hoy es uno pobre y misera‐ ble, y mañana de los principales del pueblo. Digo que todo es variedad, como se verá más adelante y en el discurso de esta relación se notará. En todo son nuestros opuestos y sus costumbres al revés de las nuestras, hasta en las cortesías. Porque nosotros tenemos por descortesía sentarnos estando en pie la persona de calidad o huésped, y ellos por cortesía se sientan. Usamos descubrirnos la cabeza y ellos se descubren los pies y se descalzan. Todas las fructas comen verdes y el pepino maduro. Nosotros, cuando nos queremos acordar de una cosa, solemos darnos una palmada en la frente, y ellos se la dan atrás, debajo de las caderas. Para limpiarse los dientes con el palillo se ponen la mano delante, porque no les vean la boca, y tienen por cortesía andar delante de sus amos y señores, mostrando el lugar donde digo que se dan la palmada para acordarse de la cosa. Nosotros, habiendo comido vaca o gallina, que es ocasionada comida para quedarse entre los dientes, usamos un palillo muy pequeñito o una biznaguilla o una pajuela. Ellos acaban de comer un poco de arroz y un xiru57 de rábanos o de otras yerbas y toman un limpiadientes de un palmo, y a las veces mayor. Nosotros subimos a caballo por el lado izquierdo y ellos por el derecho. Gobernamos el 54

caballo con una mano y ellos con dos. Y destas pudiera decir muchas. Para hablar el criado se sienta y el amo está en pie, y dentro de casa no ha de estar sino asentado, y el vasallo delan‐ te de su señor no habla sino puestas las rodillas en tierra y las manos, asentados los empeines en el suelo de llano, y luego sentado sobre las plantas. Y el amo, si está sentado, cruza los pies como la mujer cuando labra, y si en esto entrare algún hombre de más calidad, se ha de poner del modo que su cria‐ do estaba o vasallo. Y porque son muchas las prolijidades que tienen en estas cortesías las dejo, aunque las tengo todas por escripto.58 Vuelvo a decir que son muy belicosos y usan de armas crue‐ lísimas y cortadoras, de tan refinados aceros que cortan el hie‐ rro con facilidad. Usan unos alfanjes que llaman catanas de dos palmos la cuchilla, y de más y menos, y la empuñadura de un palmo, y si es menester más, y si es más largo el hierro ha de ser el puño en proporción. Esta toman con ambas manos, y hieren de altibajo y de tajo con ella, y echándose de espaldas se reparan con ella, y según la ocasión se aprovecha, traen or‐ dinariamente en la cinta una catana pequeña cuyo hierro es de un palmo y cuatro dedos o seis o dos. Esta llaman vaquizaxi,59 y con él hieren de estocada. Cuando van fuera se ponen la ca‐ tana larga y con ambas van tan arrogantes que parece que no hay otros más en el mundo, mas si encontrare con alguno más honrado, todo aquel brío se viene en humildad, aunque sea fingida, de que son grandes maestros. Otra arma tienen más larga que este vaquizaxi, que llaman dara,60 que es de dos pal‐ mos o dos y medio, que suelen traer en lugar del vaquizaxi, o solo o con la catana. Con esta hieren de tajo.61 Estas catanas traen metidas por el cinto que usan, que es de seda o de hilo de algodón tejido al lado izquierdo, una que cae sobre el cua‐ dril, que es la grande, y la pequeña cruzada por delante. 55

La barriga con una destas catanas he visto cortar dos cuer‐ pos de un golpe, porque son tan crueles, que cuando por justi‐ cia matan a alguno, lo primero que hacen es cortar de un tajo la cabeza, que la llevan como si estuviera no por un cuello de pellejo, carne, nervios y hueso, sino por alguna tierna caña, y no la cortan con fuerza, sino con maña. Tan diestros son los fieros verdugos, que todos lo son, y quien dijo japón dijo sayón.62 En cortando la cabeza, toman el cuerpo difunto en menudas piezas y muchas veces estos pedazos los vuelven a usar y a cortar por la parte sana, por cuando los filos de sus descomunales catanas, y esto tienen por gallardía, y dicen que es crueldad castigar los hijos. Usan lanzas de afiladas y largas cuchillas, según quieren, que llaman yari63 y de unos alfanjes enastados que juegan como montantes. Estos tienen cuatro palmos de hierro y algunos menos y seis de asta. Llámanlos nanguinata, que es insignia de personajes, y así no la pueden todos llevar delante o detrás por sí ni por preciado, si no fuere con licencia de su rey o siendo titulado. Usan ya escopetas y son tiradores ciertos, pero muy sorneros. Usan de arco y fle‐ chas, mas no saben tirar, y tan bien ponen en la flecha al revés de nosotros, que la ponen por debajo del arco.64 Todas estar armas están de ordinario tan limpias que pueden servir de es‐ pejos, sin sombra de orín. Y los oficiales que las limpian, que nosotros llamamos espaderos, llaman ellos tongui.65 Son muy estimados. Usan armas defensivas de hierro: pectos, espaldares, grevas, brazaletes y morrones redondos, y celadas muy doradas y guarnecidas de seda, pero no valen nada en comparación de las nuestras. Tienen caballos de que usan con albarda y silla, pero son jinetes de burla, y gobiérnanlos con dos manos: toman de las riendas como se toma la falsa rienda del potro, y los caballos no son para nosotros buenos, porque el mejor de todo Japón puede acarrear leña. 56

1.3. DEL TRAJE PAR TI CU LAR DE LA GENTE Son los japones gente muy lustrosa y que se trata muy lim‐ pia y bizarramente y con mucha pulicia,66 así en el vestir como en el comer. Y si se dan tanta prisa en mostrar ostentación como se han dado de pocos años a esta parte, no terná cuenta su locura, porque desde que Taicosama67 quietó y sujetó este reino, que ha veinte y cuatro años, se han pulido más que en todos los tiempos pasados, y así no les basta cuanta seda viene de China y de Manila. Visten ropas largas, y así como ellos son varios en todas sus cosas, y lo son las de la tierra sin haber firmeza ni perpetuidad en alguna, así lo son los vestidos varios en colores. Y cada ropa, de muchas que sea, sea algodón, que de seda, de la cual gastan todos los años de tres mil a tres mil y quinientos picos en este reino. Y aunque es más, que este año ha valido a tres‐ cientos taes, y por pancada68 doscientos y cincuenta, y suele valer más, esta seda es seda blanca cruda muy fina, la cual ellos benefician maravillosamente y con mucha subtileza. Tejen la tela blanca y luego cortan los quimones o ropas, y cortados tornan a formar de los pedazos la tela, cosiéndolos, y dibujan las labores y rosas, pájaros y otras cosas, y vanlos pin‐ tando y tiñendo, engomando los que no quieren teñir por un arte muy curioso, y quedan muy vistosas las telas. Las colores son muy durables y hermosas. Sin esta seda, vienen muchos millares de piezas de terciopelos rasos y labrados, rasos, tafe‐ tanes, damascos, telillas y otras diversas. Y todo se vende todos los años y se gasta, hombres y mujeres. Todos andan con quimones pintados de diversas colores: mozas, doncellas, y casadas, aunque pasen de los cincuenta. Los hombres cos‐ tumbran, aunque sean mozos, en no queriendo usar las armas o quedar en mercaderes, raparse toda la cabeza. Y en rapán‐ 57

dose usan vestir quimones de una sola color: morados o azu‐ les, pardos, blancos o negros. Y estos no traen dos catanas, sino la más pequeña que llaman vaquizaxi. Usan calzones que llaman facama,69 los cuales son de gamuza pintada o de una color, otros de terciopelo y otros de lienzo y de manta. Son anchos de boca y abiertos a los lados hasta un palmo. Antes de la boca llegan a la garganta o el pie, y recogiendo el qui‐ mon dentro, porque en todo al contrario, los atan atrás. Estos no los traen de ordinario, sino cuando van a una visita o con‐ vite o a casa de un hombre superior, y los rapados no los pue‐ den calzar en ningún tiempo. El calzado es muy curioso y pulido, porque es un medio borceguí ancho que llaman tabi,70 abierto por delante y dividi‐ do el dedo pulgar. Es de una gamuza muy blanda y pintada con humos de diversas colores: amarillo, pardo, ceniciento, rojo y ambarino. Las cuales colores dan con humos de pajas y de hierbas que encierran en una hornilla de hechura de alam‐ bique, y dándole fuego respira el humo por un agujero que tiene en la coronilla, y la piel está encima extendida y tirante en un torno, a modo de una caja de a tambor, y en ella están puestas las rosas, pájaros, y otras cosas que quieren figurar, hechas de un papelón grueso de una vez para veinte años. Estas están hechas con un hilo grueso que también ayuda a la pintura, y andando con el torno, en un momento está pintada la piel. El tabi, como dije, es abierto por delante. Cálzase desta manera: calzado el pie derecho, dóblase a la izquierda sobre la pierna y luego se cubre con la derecha y ajustan muy bien, y se ata con dos cintas de seda de dos pal‐ mos y medio cada una. El pie izquierdo dóblase él a la dere‐ cha primera, y sobre ella la izquierda. Fuera de los venados que matan en este reino, vienen de Camboya, Siam y Manila más de seiscientos mil cueros todos los años. Queda dividido 58

el pulgar para con él asir el alparca que calzan sobre el tabi porque no se ensucie y se rompa tan de presto, lo cual es desta hechura. Folio 15r (BNE, MSS/19628).

Este calzado, aunque todo es de una hechura,71 es de diver‐ sas especies, porque lo común a los labradores y mozos de ser‐ vicio es de paja de arroz golpeada y torcida, hecha una cuerda della. Tejen la alparca entre los pies en un momento. Estos llaman faquimono, y llámanse por mejor vocablo zori. Otros son colchados72 y cubiertos con una esterilla muy fina, tejida de junquillos, y con suela de vaca cruda. Llámanse bicos.73 Otros hay que llaman xequinda, que son de cáscara de cogo‐ llos de cañas monteses tejidos y solados de suela cruda. Estos, 59

aunque los calza la gente baja, como tenga con qué los com‐ prar, también los usan los nobles, y los zoris también los usan los nobles y hidalgos, hombres y mujeres, a quien también son comunes los xequindas y bicos, que no importa que sean un dedo más largos que el pie, porque el calzado de la madre o padre calza un hijo de tres o cuatro años. Otro calzado hay que llaman jiquiri, que usan los bonzos y los religiosos cristia‐ nos. Son de cuero de vaca doblado, cosido con una cuera74 del mesmo y barnizadas de negro. Las mujeres nobles y honradas, y aun las mundanas y bajas en Nangasaqui tienen otro calza‐ do, (y este no lo calzan los hombres) que llaman congo,75 que es desta hechura. Folio 15v (BNE, MSS/19628).

Y es de un junquillo muy fino y con suela, y también usan 60

bicos cubiertos de terciopelo y brocado, y el arquillo retobado de lo mesmo y con suela cruda. Las damas de la corte y cami‐ samas,76 que son las mujeres de los tonos titulados, usan sobre los tabis un calzado que llaman bico, de la hechura del xe‐ quinda, bordado de seda floja de diversas colores, con el ar‐ quillo muy fino y pulido de un cordón sin torcer, de cáñamo cubierto como un torzal de seda, y la suela es de pellejo de ve‐ nado medio cruda. Son muy graciosos, y aunque propiamente es calzado deste género de gente, también lo usan las cabu‐ quis,77 que son las representantas y bailadoras, y otras mujeres como tengan con que los comprar o se las den de presente. El vestido que llaman quimon, que es una ropa que a las mujeres arrastra y a los hombres llega a media pierna, según la calidad de la persona, porque los honrados la traen más larga y los po‐ bres hasta donde pueden. Es común a hombres y mujeres que no se diferencia más de en tener la de la mujer la boca de la manga medio cerrada. Estos quimones o ropas son muy ricos los que lo son, porque son de finas telas de seda bien pintadas, doradas y bordadas. Son aforzados con una tela de una sola color que llaman catayro, y para debajo dellas usan de otras de manta o lienzo fino, blancos, que llaman catabira, si es tiempo de frío, vistiendo tres o cuatro si los tiene, porque aunque son aforzados, no tienen algodón sino un poco de borra que es una seda grosera, la cual cosida en capullo extienden de modo que cabe en la cabeza como caperuza. Vestido el quimon, do‐ blan la parte derecha sobre el cuerpo y sobre ella la izquierda, y luego se unen con un ceñidor que llaman umbi, que es para los hombres un cordón de seda o algodón tejido redondo de ocho palmos de largo con que se da las vueltas que puede y se ata en las caderas.78 El que se ponen las mujeres es del mesmo largor, y tan ancho como una cincha, gineta o pretal. Unos son de telilla, otros de tafetán llano, otros de terciopelo, otros dorados, otros bordados, y como quieren. La mujer no da más 61

que dos vueltas flojas y da dos lazadas al lado izquierdo o de‐ lante. Usan mantos con que van fuera, aunque sea muy cerca de casa, cubiertas las cabezas y los rostros si quieren, los cuales son de lienzo fino. Según la calidad y según la edad, los pin‐ tan. Son con mangas de la hechura del quimon o catabira. Si es para mujer moza, déjanle mucho blanco y las tintas son azul muy claro y otro poco muy obscuro, y las labores menu‐ das, y si es una niña de cinco a doce años, puede llevar algo de encarnado. Si es para mujer anciana, ha de ser de labores grandes y ha de llevar mucho azul, muy obscuro o negro. Las criadas no llevan manto, si no es alguna antigua muy querida que lo merezca, o alguna ama de leche, aunque las cristianas para confesar y comulgar todas van con mantos. Las mujeres usan de enaguas debajo, y Taicosama mandó que las doncellas no las trajesen, porque alguna vez se les pareciesen los cuerpos o parte dellos, y con eso las apeteciesen los hombres y excusa‐ sen la sodomía a que son muy dados estos mancebos. Los hombres usan de unos quimones cortos que les llegan a la rodilla y otros menos que llaman dobuco.79 Este traen suelto sobre todo y es su capa. No le traen en casa si no son los hués‐ pedes. Si no le quiere cubrir, llévalo un paje detrás, doblado y a la puerta de la iglesia o casa donde va lo cubre. Cuando van a visitar algún tono en alguna fiesta solemne, o la pascua, algún padre, parabién, no han de llevar dobuco sino calzones y catanguin,80 que es un cendal muy fino, hecho como sanbenito, metidas las orillas de delante y detrás dentro de los calzones. Este es el traje de todo japón, y no hay más. Menos sí, porque hay pobre que no alcanza de año [a] año un quimon de manta de a ocho reales de valor, y le trae roto y re‐ mendado de mil pedacitos.

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1.4. DE LAS CASAS DE LOS JA PO NES Son las casas de los japones comúnmente muy pobres, por‐ que la mayor parte son de paja, y las paredes son de paja y cañas, o de cañas y embarradas, y en muchas ciudades son de la mesma manera, y en otras son las delanteras de tabla y los lados de cañas embarradas y cubiertas de tajamanil.81 Mas de cualquier manera que la casa sea, ha de tener el suelo alto, digo hecho un tablado o cañizo de tres palmos, dos o cuatro de alto por toda ella, y es cubierta de tatamis de precio según la calidad y caudal del señor de casa. Particularmente, las casas de los tonos y señores y hombres ricos son casas soberbias, de ricas, limpias y curiosas, en que hay mucho que mirar y ver, puesto que no son de piedra ni tapia, y por la mayor parte son terreras, por acomodarse mejor. Y como por la mayor parte de los señores están en lu‐ gares altos y eminentes, pueden excusar los sobrados. La primera casa que vi en este reino curiosa fue en Arima el año de noventa y cinco, en la fortaleza del tono de allí, que entonces era don Protasio, que después se llamó Don Juan.82 Está esta casa dentro de la fortaleza y era morada del tono primeramente. Pues entramos un hermano de la Compañía y yo en un corredor levantado cuatro palmos del suelo, el cual era de ocho palmos de ancho y el suelo tablado, y aquí dejé las chinelas y quedé en un borceguí, porque iba prevenido. En‐ tramos luego en una sala que tenía veinte varas de medir de largo y de ancho diez. El suelo de esta sala estaba cubierto de tatamis muy finos guarnecidos de terciopelo carmesí. Tatami es un colchón de paja entera de arroz, cada uno de a ocho palmos de largo y cuatro de acho y de grueso cuatro dedos o tres. Este cosen muy bien con hilo grueso de cáñamo 63

y le entreponen entre la paja dos cañas labradas y llanas, de un dedo de ancho, para que no se doble. Y de tal manera lo aprietan que parece un tablón, y no se saldrá una paja por nin‐ gún caso. Ese aforran por la parte de abajo con una estera gruesa, y por la de arriba con una muy fina de un junquillo muy delgado, y parece tejida con tanta curiosidad que admira. Y queda tan justa y cosida por los lados y cabezas, de modo que parece haber nacido allí. Los dos lados guarnecen con dos tiras sin costura, tan anchas, quedando como ribete de dedo y medio o dos. Se remata en el suelo donde se cose, y la costura de encima no parece por las cabezas. No está guarnecido, mas llega la estera hasta el pie digamos, o hasta la estera de abajo donde se cose. Estas tiras o fajas son unas de lienzo de Japón o manta teñida de azul obscuro, o son de paño, o grana o ter‐ ciopelo, según el tatami y el caudal. Estos son los que llaman tatamis de Meaco,83 y en este tiempo que digo no los hacían buenos en otra parte. Agora ya les hacen aquí y valen más baratos, porque sin ribete valen cuatro mases cada uno, o con ribete de manta haylos de a más, y más y menos, pero baladís, y otros de paja que valen cuatro un mas, de que usan los pobres y los pescadores. Tam‐ bién los hay de a tael y de a veinte reales. Los desta casa eran de a diez reales cada uno y estaban puestos con tanta curiosi‐ dad que parecía toda la sala uno solo. El techo estaba aforrado a la llana de blanco ciprés, con mucha curiosidad, sin parecer juntura de tabla por ningún modo. Las paredes desta casa, por la delantera y por los lados, están en el corredor que dije que la corre toda ella, y son puer‐ tas corredizas de tablas, más las desta sala y otras, y las de las cámaras, son puertas corredizas de papel, armadas sobre ma‐ dera del tamaño del tatami, que es medida muy usada en Japón, y la llaman yquen.84 Estas paredes o puertas eran de oro 64

y azul muy fino, con mil rosas y unos lejos muy naturales, montes y sierras nevadas, en unas figurando el invierno, en otras el verano, en otras árboles muy naturales y en uno un águila, en otro un pájaro, en otras dos venados y entrellos unas yerbas muy naturalmente y con mucha gracia pintadas, y deste modo otras cosas, de modo que daba mucha gracia y re‐ creación. Corrieron las puertas de la sala, que eran veinte, y quedaron a una parte las diez y las diez a otra, y descubrieron otra sala muy más rica y hermosa del tamaño de la primera, pero de más riqueza. Y quedó una tan hermosa cuadra, que el mayor señor del mundo se pudiera con gusto servir della. Y corrien‐ do las puertas de la delantera pareció otra guardia muy más rica aun que esta, y allí salió el hijo del tono que se llama Mi‐ guel, niño muy gracioso y lindo, de edad de siete años para ocho, que agora es el tono. Su padre estaba entonces en Corai, y él nos recibió allí con mucha cortesía.85 Estaban con él dos hidalgos ancianos, ayos suyos y gobernadores de la ciu‐ dad, desviados sobre el corredor que allí también había. Desde esta sala se parecía la mar, y al lado derecho della esta‐ ba otra sala adonde nos llevó el niño, y caía sobre la niva,86 que es un jardín que acostumbran tener los japones dentro de sus casas para recreación. Este era muy gracioso y de mucha curiosidad, aunque pequeño, que sería de cuarenta varas en cuadro. Tenía muchos arbolitos pequeños, muy graciosos, y algunos dellos con flores, aunque esto era en marzo. En un estanque que tenía andaban nadando unos patillos pequeñitos que nunca crecen, cubiertos de plumas de diversas colores, leonadas, blancas, muy prietas, verdes y azules, tan mansos que se vienen a la mano. Y allí nos dio el niño el sacantzuqui,87 que es dar a beber vino en las ceremonias que adelante se dirán, cosa muy usada en este reino entre ellos, y la señal de más honra, amor y amistad que usan. Y no hay visita, despe‐ 65

dida, recibimiento ni cosa donde no se brinde, más para mos‐ trar familiaridad que por beber. Concluido con esto, dijo el hermano que me mostrase toda la casa, adonde vi muchos aposentos grandes y pequeños en que había mucha curiosidad y limpieza que ver. El cuarto de la camisama o mujer del tono caía también sobre la niva por uno de los cuatro lados, y era una casa bien grande a lo que parecía. De allí fuimos al chano‐ yu que llaman, que es una cuadra adonde reciben los huéspe‐ des, en la cual a un rincón están los aderezos con que se ade‐ reza la cha, que es una yerba seca,88 y hecha polvo se deslíe y tanto como media cuchara en un poco de agua caliente, y se da a beber al huésped. Es cosa entre los japones muy estima‐ ble y tenida en gran veneración, y tiene particular virtud, y principalmente para dolor de cabeza, y quitando el sueño, conforta el celebro. Vale un cate desta yerba un real y a las veces menos, pero no vale nada, que para ser buena ha de valer tres o cuatro mases, y hay la de a tael y de a dos más el cate, como la fina de Meaco. Esta yerba solo se coge en el mes de mayo, y en unas partes es mejor que en otras, y la mejor es el cogollito. Es el árbol donde se recoge una mata pequeña, copada de una hoja a modo de mirto, pero más obs‐ cura. Y por no enfadar no prosigo con muchas cosas que de allá hay que decir. En esta casa del chanoyu está de ordinario un hombre rapado que tiene cuidado con la barrer con una es‐ cobilla de puño largo, o servir la cha a los huéspedes. Desde esta casa se ve también la sobredicha niva, y de allí fuimos a ver la cocina, que no lo parecía, sino una taza de plata, y así lo parecían las ollas, que todas son de hierro, y así relumbraban como unos espejos de acero las parrillas de asar pescado, los asadores, que aunque los japones no los usan, este, por la comunicación de los padres, comía a nuestro modo muchas cosas. Todo colgado por su orden y concierto. Los fogones y braseros, tan pulidos y limpios que era contento 66

verlo. Los armarios con sus rejas y para el verano sus celosías por las puertas, para que entre el viento y no las moscas. Los pies en sus pilas de piedra para que las hormigas no suban a ellos. Los cuchillos, machetes, hachetas, cucharas, tenedores, todo colgado, limpio y aseado. Y si holgué de ver la cocina, no subcedió menos en ver la caballeriza, no por los caballos, que el mejor dellos no valía en Nueva España cien ducados, y del Topilejo a México andan otros mejores acarreando leña, mas la curiosidad della y limpieza, que ni señal de orina no había al pie de los caballos, ni mal olor, ni cosa que diese enojo. Aunque esta casa es hermosa y para ver, no tiene qué hacer con los palacios que después hizo el que digo que entonces era niño, que agora es el tono y casado con una que dicen que es nieta del rey de Japón. Y aunque son cosa muy rica y aunque hay mucho que ver de curiosidad y pulicia, es cosa de risa para las cosas que hay en Meaco, Yendo89 y otras partes. Tienen los japones mucha destreza en labrar y armar unas casas cuya traza hacen primero en una tabla pequeña, donde señalan solo el asiento de las columnas y pilares de la casa o iglesia, y por aquella traza van labrando la madera. Y después de estar labrada desde la primera columna hasta la postrera del techo, la arman y levantan sin errar un punto, y la vuelven a desarmar y la llevan a otro lugar, y a donde quieren que sirva.

1.5. DEL ORDEN DE LAS PO BLA CIO NES90 La orden que tienen en sus poblaciones es esta: si en la ciu‐ dad reside el tono o señor del reino o provincia, primeramente está la fortaleza, y alrededor, o junto con ella, están las casas de los hidalgos y samuráis, señores de renta y soldados de su obligación. Cada una de por sí cercada con su cerca y cava, y 67

luego un poco desviada está la ciudad donde residen los veci‐ nos, mercaderes y otros populares que llaman machiundos,91 que significa ciudadanos. Luego están los pescadores. Están las calles por su orden, porque en lo mejor están los más no‐ bles y luego por sus calles están los oficiales. En una o en más los mercaderes, en otra los plateros de oro y plata, en otra los tonguis, que son lo que entre nosotros los espaderos, en otra los carpinteros, en otra los herreros, en otra los que hacen bu‐ jetas y cosas semejantes, en otra los que hacen los tabis, en otra los que pintan las telas para los quimones, en otra los to‐ neleros, y por este orden todos los oficios tienen sus calles se‐ ñaladas. Y fuera del pueblo, en el más ruin arrabal, los que hacen el calzado y alparcas, bicos, xequindas, congo, los cuales son estimados en menos que los pescadores, y con ellos los que curten los pellejos de venado. Mas los que hacen los tabis y guantes y calzones de cuero de venado y gamuza son honra‐ dos. Y aunque hay estas calles señaladas para los oficiales, también por el pueblo hay, a trechos, tiendas dellos, particu‐ larmente de los taberneros, y plateros y cataneros. Todas estas calles tienen cada una su cabeza, que llaman otona,92 así las de los vecinos como las de los oficiales, que cada oficio tiene su cabeza y este es juez. Y si se van a quejar a él, es obligado a hacer justicia, y si el negocio es de mucha ca‐ lidad, da cuenta dél al ninguioje93 de su fuero, que es uno como oidor, de los cuales están puestos por los barrios. Algu‐ nos puestos son inferiores a otros que están en el riñón de la ciudad, a quien acuden si no determinan la causa los de fuera, y sobre estos ninguiojes de dentro hay uno o dos gobernado‐ res que llaman bunguios.94 Estas calles todas tienen sus puertas, que cierran todas las noches, y dejan un postigo abierto hasta las nueve o diez de la noche, que se cierra, mas junto de la puerta está una casita 68

donde se recoge la guarda para abrir y cerrar a quien quisiere entrar y ir de una calle a otra. Por todas las calles andan toda la noche dando voces, avisando que guarden el fuego y no se prenda en la casa. En habiendo algún ruido que sea de día, que sea de noche, luego cierran las puertas y postigos, y el de‐ lincuente queda preso, y si entran en alguna casa, el dueño della es obligado a prenderle, y le puede matar si se resistiere, y él ha de dar cuenta dél. Fuera del otona que tiene cada una destas calles, están todas las casas repartidas de doce en doce y a las veces más y menos y tienen otra cabeza que llaman cumi no oya,95 porque estas juntas llaman cumi y oya es cabeza o padre, y estos oyas tienen obligación a saber quien viene a morar en la calle. Y si no lo conocen por buen hombre, ha de dar fiador, y si hiciere algo mal hecho y se ausentare, pagara este fiador o el mesmo oya. Y de todo lo que pasa en la calle tienen obligación de dar cuenta al otona, y el otona si no lo remedia o averigua, avisa al ninguioje y este, si le subcede lo mesmo como está dicho, al bunguio, o si se apela ante él. Cada otona sin esto tiene un ministro que llaman nichinguio‐ je,96 o dos, o más. Este sirve de avisar lo que se ha de hacer a cada casa de por sí, llevar los recados y avisar cuando piden algún fuero o otras cosas. Los ninguiojes y bunguios tienen sus alguaciles que llaman yocumes,97 que sirven también de llevar sus recados y prender y cortar hombres, lo que hacen de muy buena gana. Las mujeres públicas tienen también sus calles señaladas, con otona hombre y mujer.

1.6. DEL GO BIERNO DE LAS RE PÚ BLI CAS98 Costumbran ciertos días en la semana hacer sus juntas o consejos entre los gobernadores y ancianos del pueblo, otonas 69

y ninguiojes, la cual junta llaman joria y yobanaxi o quxi.99 Allí se tratan los negocios que subceden y cosas de calidad, y allí dan cuenta los otonas de lo que pasa en su calle. Y en esto se procede con mucha puntualidad, porque aunque allí se acuse o culpe alguna persona, no se condena luego, mas en ausencia de aquel que lo culpó examinan la causa muy despacio, allí decretan lo que han de hacer. Y si aquel día no se concluye el negocio, señálanse otros hasta lo definir, y dan la orden a los otonas de que deben hacer y ejecutar. No usan de escribanos para cosas de justicia: verbalmente se averiguan las causas, y si lo son de muerte, se da por escrip‐ to la sentencia para que la pongan con las cabezas después de cortadas, para que escarmienten los que las vieren. Cada uno en su casa es justicia y puede castigar y matar a su criado o a quien le comiere su pan si lo mereciere, y al la‐ drón cualquiera lo puede matar sin pena. A los que quebrantan los mandatos del rey o príncipe, sus criados y soldados los pueden castigar o matar, y no ha mucho que subcedió en la ciudad de Yendo ir un rapaz contando una cantinela vedada, y un soldado le cortó la cabeza de delante de sus padres, y no hubo quien hablase palabra. Costumbran los señores de Japón, cuando son ya viejos, con sus hijos hombres, hacer ynquio,100 que es dejación del se‐ ñorío, cortarse el cabello y entregar el gobierno al heredero. Mas este rey de agora no quiere seguir ese estilo, porque el príncipe es ya hombre de más de treinta y cinco años, y no quiere dejar de gobernar.101 Todos los oficiales deste reino tienen obligación, por ley y gobierno, dar a su señor cada año doce días de servicio a su costa, y si el señor no los ha menester no los ocupa, mas queda el súbdito obligado a los dar cuando se los piden. Y es‐ críbese para esto el que sirvió o no, y así cuando el señor quie‐ 70

re hacer una obra, casa o fortaleza, avisan a los bunguios y juntan los oficiales que quieren, mil o más o menos, en breve espacio y con mucho cuidado. Y como se juntan de todos los oficios, en poco tiempo hacen la obra que quieren, sin que al que la manda hacer le cueste nada. El rey que hay agora es [en] Japón no tiene más que los cinco reinos de la Tenca que llaman Goquinay, y su reino de Micagua, de que era señor antes que se levantase con la Tenca y las minas de oro y plata,102 y la ciudad de Nangasaqui que le es de mucho provecho, y los presentes que le dan todos los años, particularmente el día Jonquatz,103 que es cosa innume‐ rable, porque todos le llevan plata, oro, seda y piezas ricas, y quien más le da más honrado es y mejor recibido. Los señores de Japón de todos los fructos de la tierra y de todo tienen renta, desde el arroz hasta la cebada, y otra cual‐ quier cosecha, y de las legumbres y del vino que se vende, y otras cosas. Y de cada diez fardos de simiente le dan los siete, y así cada señor, según la renta que tiene, es obligado a tener cierta cantidad de soldados y criados apercibidos siempre para lo que se ofrezca al rey. Y entre estos reparte las tierras de su estado, y hay señor destos que da diez mil ducados de renta a un samurái, o soldado, o hidalgo, y veinte mil, y treinta y cua‐ renta mil. Hay señor que tiene doscientos mil ducados de renta y un millón, y no por eso le sobran tesoros y muchas veces le falta, porque todas sus tierras tiene repartidas por tonos y samuráis. Y estos señores tienen obligación, los que no residen en la corte de Yendo o en Surunga,104 a sustentar los rehenes que allí tiene, sea hijo, hermano o sobrino. Y este ha de representar el estado del señor cuyo rehén fuere. Y si no tuvieran estos desaguaderos, no se averiguaría el Diablo con ellos. Y todos los señores de Japón tienen dados rehenes, si no es el yacata de Satzima105 que nunca los quiso dar ni se los 71

piden, porque saben que no ha de obedecer en eso. Por esta ocasión son los labradores y vasallos tan apremia‐ dos y tan pobres en este reino, que muchas veces venden los hijos para pagar el alcance que les hacen, porque no se fían dél en lo que dice que coge, pero tienen este modo: cuando la se‐ mentera está sazonada, van los yaconis o daicuan, que son los mayordomos de los señores con el caporal de los labradores de cada aldea, lugar o población a que llaman sangi,106 y con una cuerda de tantas brazas miden las sementeras de cada uno. Y medida, dice el yaconin: “aquí hay tantas brazas de sementera a que deben corresponder tantos fardos de arroz o cebada o lo que fuere, tanto os queda para comer y tanto para sembrar, y daréis tanto. Escribí escribano”. Acude el miserable del labra‐ dor diciendo: “señor, mirad que en toda la sementera no puede haber tanto, que no está bien granada y es muy peque‐ ña.” Responde el daicuan: “andad, que sois unos ladrones, y estáis vosotros ricos y vuestros amos pobres”. Ha de pagar lo que le asentaren, y si no bastase, la semen‐ tera se ha de empeñar y vender los hijos para contribuir, y si no, los matan a ellos, o los prenden y atormentan por que pa‐ guen, y usan con ellos muchas crueldades. Y yo vi en el año de noventa y cuatro, en el reino de Satzima, por dos fardos de momi, que es el arroz por trillar, que debían de valer en el tiempo tres mases, matar a un labrador y a su mujer y dos hijos. Si el labrador tiene una gallina y el señor o yaconin lo alcanza a saber, le pide más huevos que pone o la mitad de los pollos. Si tienen un árbol, antes que madure la fructa la cogen, porque si no, se la escriben, y no tocará a una pera, du‐ razno o castaña u otra cosa, aunque se le muera el hijo o le mueva la mujer el deseo de la comer. Pues en las ciudades, villas y poblaciones que llaman machis son tantas las imposiciones y fueros, tantas las derramas y cu‐ 72

yacus,107 que así llaman el servicio personal que manda hacer, como el de los oficiales y hombre que piden a cada casa para algún servicio del tono o del pueblo, que en diciendo cuyacu es cosa que no tiene remedio, sino que ha de cumplir, que no hay quien los soporte. Y así son los pobres muy pobres, y los ricos muy ricos, y el rey muy poderoso. Costumbran los japones mucho el dar presentes unos a otros que llaman meangues,108 porque si nosotros decimos que “dádivas quebrantan peñas”, ellos lo confirman. No se puede visitar ningún hombre principal a lo menos la primera vez, y cuando para algo le han menester, sin le llevar meangue sea de lo que fuere, y siempre la candela ha de ir delante. No es deshonra en Japón ser uno oficial de oficio honroso, y todos se tienen por artes y sciencia, excepto hacer alparcas y curtir pellejos, y corredores de vender esclavos y mujeres, por‐ que a estos también los tienen por infames. El herrero y carpintero, pintor y catanero que limpia las ca‐ tanas son muy estimados, y el platero y oficial de maqui, que es el barniz que usan en Japón, que es la más fácil y provecho‐ sa invención y de más dura y curiosidad que se sabe, como se han visto en esas partes, pues llevaron hartos este año y los pasados.109 Los taberneros son los más honrados entre los po‐ pulares, y aunque sea otona, ninguioje, o otro personaje, hace vino en su casa y lo vende, y pone ramo a nuestro modo a la puerta. Y si vinieren a comprar vino y acierta a no estar allí la moza, o está ocupada en algo, la señora de casa o la hija, por honrada que sea, se levanta y pesa la plata, y mide el vino y despacha a quien lo viniere a buscar. Consiste la honra entre esta gente en tener plata y qué comer, y teniendo esto, todos son honrados y estimados y el pobre no lo es, por muy noble que sea, y es muy aborrecible. Donde más se prueba esto es en esta ciudad de Nangasa‐ 73

qui, que es poblada toda de gente advenediza de todas las provincias de Japón, y hay en ella los mayores bellacos, desue‐ llacaras y cortabolsas que hay en todo el reino, y así mesmo son por la mayor parte ladinos, y muchos han estado en Macao y en la India, Manila y otras partes, donde han estu‐ diado. Y muchos destos fueron criados y captivos de portu‐ gueses, y son los mayores enemigos que tenemos. Entre estos veo algunos que les conocí marineros, otros mozos, criados y captivos de portugueses, y porque agora tienen dinero, son de los honrados del pueblo, y tal hay que es uno de los que go‐ biernan y mandan en él. También veo otros que les conocí los años pasados en sus tierras, ricos y poderosos señores de vasa‐ llos, y agora están aquí pobres, desterrados de su voluntad por no dejar la fe de nuestro señor Jesucristo. Y desto hay aquí muchos, porque como en este lugar aún no prohíben ser cris‐ tianos, los que en él residen acójense a él todos, y viven con mucha pobreza y miseria de que soy testigo de vista, porque veo padescer muchas y extremas necesidades a gente noble y honrada, que supo qué cosa era prosperidad, y están en tan miserable estado que perecen. Y bien cerca de mí mora una hija legítima del yacata que fue de Bungo,110 señor de tres reinos, y vive en tanta pobreza que se sustenta ella y su familia de la miseria que ganan con sus manos, y pudiera desto decir mucho. He aquí la miseria de Japón para el pobre, y así hacen mucho todos por no lo ser, y andan por tierras estrañas sir‐ viendo sea quien fuere y en lo que le quisieren ocupar, que a todo se bajan y humillan, y en teniendo cuatro reales no hay demonio como ellos tan soberbios.

1.7. DEL MODO PAR TI CU LAR DE CON TAR EL AÑO Y EL MES

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No son los japones astrólogos, matemáticos ni philósophos, y son poco liberales, aunque grandes mecánicos, y hacen toda obra de manos con gran perfección y flema, con ser tan coléri‐ cos. Pero con todo, tienen en el gobierno de sus repúblicas grande orden y concierto, y guardan sus leyes con tanta inte‐ gridad que por ningún acontecimiento izan contra cosa dellas. Y pluguiese a nuestra ventura la tuviéramos de los seguir en algunas particulares y buenas costumbres que tienen. Yo he visto y tratado muchas naciones, pero los chinas y estos hacen grandes ventajas a todas las de fuera de Europa. Tienen tan buen natural y entendimiento todos a una mano, que es ad‐ mirable cosa, y no intentan ninguna con que no salgan. Mue‐ ren por aprender y aprenden cuanto les enseñan, como vemos en los que cría la Compañía y las demás religiones, donde hay tan excelentes habilidades: latinos, cantores, en todo género de instrumento, grandes predicadores. Aunque por decirlo todo, entre muchos pocos que sean constantes,111 porque es el clima de la tierra. En la cuenta de sus meses, lunas y años tienen gran con‐ cierto y certeza,112 y aunque arriba se tocó algo desto, de los años conviene decir algo dello aquí, más por extenso, y tratar la cuenta dellos como lo usan los japones, porque es particu‐ lar, y ellos son en ella muy ciertos, de modo que siempre caen sus fiestas en un mes y día y aquellos cuatro tiempos que tie‐ nen en el año que llaman doyu, en que siempre hay mudanza notable. Siempre cae en un tiempo cierto de mes y día. Y otro tiempo que llaman nangaje, que son unos días muy pluviosos y de grandes vientos, siempre vienen en el mes que llaman gonguatz, que es el quinto. Costumbran cada cuatro años intercalar un mes, el cual lla‐ man yortzuqui,113 de modo que los tres años tienen a doce meses y el cuarto tienen trece, y el intercalar es en el cuarto 75

año, pero no siempre en un tiempo, porque a las veces lo ponen en acabando el tercero que llaman sanguatz114 y lo cuentan dos veces, y otras lo intercalan en el octavo mes, que también cuentan dos veces. En el último día del año se visitan todos llegando a la puer‐ ta muy depriesa, y diciendo una o dos palabras se van, y esta visita llaman saimatzu,115 y siempre es después depuesto el sol. Y en pasando cierta hora se hacen mudos y no hablan palabra hasta la mañana. Ha se de entender que esto es entre los gen‐ tiles. En el primer día del año, que es la fiesta del jonguazt, se vi‐ sitan y dan los buenos años diciendo yejonguatz ongozaro. Otros dicen oreymoxo. Otros oreymoxi masuru, otros oreymox mayti gozata.116 Es la fiesta que más regocijan y que más dura,117 porque los gentiles, por lo menos los quince días, los huelgan y se visitan y convidan. Y todo es regocijo y no com‐ prar ni vender, y el que no se provee de lo que ha menester para estos días, no lo halla después a comprar. Ponen a las puertas dos pinos o otros árboles, y esto así gentiles como cristianos. Estos hincan en el suelo y luego le hacen unos poyos de rajas de encina o roble, y los gentiles atraviesan un palo y forman una horca, el cual palo cubren de paja de arroz, que queda colgando como fleco. Y de allí cuelgan unos peda‐ zos de carbón grandes, y naranjas y bollos y otras cosas. Si el que viene a casa entra y se sienta, luego le convidan. Y prime‐ ramente le ponen delante una salva o plato de madera barni‐ zado en que viene arroz crudo y algunas naranjas, y esto no se come, pero ha de tocar allí la mano y luego ponerla sobre la cabeza. Esta ceremonia no la hacen los cristianos, pero la fiesta de jonguatz no se pudo hacer que la despidiesen, y así con gran acuerdo y consejo, que sobre eso hubo el obispo don Luis de 76

Cerqueira, segundo obispo de Japón,118 ordenó que en ese día del jonguatz se celebrase con mucha solemnidad la fiesta de Nuestra Señora de la Guarda. Y así como los cristianos deste reino tienen tan particular devoción con la virgen, nuestra se‐ ñora, celebrando los gentiles su fiesta del jonguatz celebran ellos esta de nuestra señora con grande aplauso, y realmente los gentiles no celebran en este día de ninguno de sus foto‐ ques,119 sino que regocijan su año nuevo, así como nosotros el nuestro. Llaman los japones al sol finichi y nichirin y así llaman el día finichi y firu. A la luna llaman tzuqui y al mes llaman qui y llámanle también guat. Al año llaman nen y toxi, y así dicen este año cotoxi, tonen, este mes conoqui, conguat, este día conofi, conichi.120 En la cuenta de los años de su edad siguen este orden: que si la criatura nace, aunque sea sino de dos días, antes de que se acabar el año en entrando año nuevo, la cuenta dos años de edad, y subcede de no tener año y medio y contarla de tres años. Cuentan por eras, y el modo que tienen es este: saben las que pasaron, que son muchísimas, según los varios casos y subcesos prósperos o adversos, fortunas y casos notables que han subcedido, porque de allí comienzan o allí fenecen, pero no saben la presente hasta cuando durará ni cuando comenza‐ rá la venidera. La pasada, llamaron bonrruco y la presente queicho.121 Estas las nombra el Dairi o por su voto, parecer o voluntad, o a pedimiento del cuambacu o capitán general, que delante del Dairi y en su comparación no tiene más dignidad el que nosotros llamamos rey de Japón, y aún le llaman empe‐ rador, porque como está dicho, el rey es el Dairi. Pues como adelante se verá, cuando el cuambacu Taicosama mató aquel su sobrino que llamaban tocuambacu122 por dignidad, como 77

quien se había librado de un riesgo tan grande, pidió al Dairi que mudase la era, y él lo hizo, y dio fin a la de bonrrocu y principio a la del queicho. Esto subcedió en el año de mil y quinientos y noventa y cinco, y este de seiscientos y trece pun‐ tualmente tienen los japones dieciocho de la dicha era y no saben cuando la mudarán. El mes primero llaman jonguatz y se cuenta por el orden si‐ guiente: 1. Jonguatz 2. Niguatz 3. Sanguatz A las veces intercalan aquí el mes que añaden, y entonces cuentan dos veces el sanguatz. 4. Xiguatz 5. Goguatz 6. Roguatz En este mes casi siempre el principal doyu cuyos días son quince, y los japones los temen mucho, porque tiene en ellos gran fuerza la canícula en este reino. 7. Xichiguatz 8. Fachiguatz 9. Cuguatz 10. Xuguatz 11. Ximozqui 12. Xiguatz Xiuasu123 Aquí cae otro doyu que dura diez y ocho días. Es tiempo muy enfermo.

1.8. DE LA MO NE DA, PESO Y ME DI DA. CO MER CIO Y 78

OTRAS COSAS

La moneda que corre en todo este reino generalmente es plata corriente acuñada, pero no amonedada. Córtase y o quiébrase y pésase. Corre en todo él una moneda de cobre que llaman zeni,124 cuya valía no es común en todas partes, porque en unas es más y en otras menos. En el reino de Satizma dan ciento por un mas de plata y en otras partes dan menos. En la corte de Meaco y de allí para arriba corren estos zenis de plata, y corren unas barrillas de oro de a seis ducados más y menos. Para lo que toca [a] la cuenta, siempre cuentan por cajas o zenis. Cuentan ciento por un mas y diez son un conde‐ rín de plata. Diez conderines un mas, diez mases es un tael (un peso de tepuzque que tiene siete mases y cuatro conderines de peso), y en China vale ocho mases y dos conderines de plata corriente buena.125 El peso con que pesan es de esta he‐ chura: Folio 31v (BNE, MSS/19628).

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La varilla es de madera o de marfil, o hueso. La balanza y romana de latón, y tomándose por la primera cuerda o cordón más llegada a los puntillos, se pesa desde un conderín hasta un tael, y por la segunda desde un tael hasta cinco, por la ter‐ cera desde cinco taes hasta cincuenta. Para más cantidad usan de balanzas, y para seda y otras cosas, de dachen o facari126 grande, de la hechura del pequeño de arriba, pero en lugar de balanza tiene un gancho como nuestras romanas. Cuanto al peso de plata, todos los japones que compran y venden lo traen consigo, y no hay casa sin él, porque siempre es menes‐ ter, aunque sea para comprar dos huevos y otra cualquier cosa. Todos los recatones, y aun otros de más calidad, tienen un peso falso para recibir y otro afilado para pagar, y no lo tienen 80

por poca consciencia, ni ser onceneros les pueden persuadir que es pecado, siéndolo tan grave. Que dice la ley doce, título veinte de la Primera Partida, que en la ley vieja se prohibía re‐ cibir ofrenda del logrero.127 Y la ley cuarenta, título once de la Cuarta Partida, dice que es engañar prestar dinero con pena de que si no pagare al plazo señalado pagara más tanto, y en este reino tratan los japones esto sin escrúpulo.128 Tiene comercio este reino principalmente con Macao, de donde viene una nao cargada de seda cruda, piezas de seda, oro y otras mercaderías de que los lusitanos solían tener gran‐ des intereses, y agora menos por causa de Manila, de donde vienen todos los años nuevas haciendas, y también por los chinas chancheos que vienen ya muy a menudo y con muchas haciendas, en perjuicio notable de ambas ciudades, Macao y Manila.129 También tiene comunicación con el reino de Siam, Camboya, Champa y Cochinchina, y por nuestros pecados le quieren tener con ellos holandeses y ingleses, de cuyo reino vino el año pasado de seiscientos y trece una nao muy hermo‐ sa con embajada a este rey, de quien fueron los herejes muy bien recibidos y tratados muy mejor que el embajador de Mé‐ xico y el de Manila, y les dio licencia para tener dos factorías, una en Firando y otra en Yendo o en Uragava.130

1.9. DEL MODO DE COMER Si no fuere este el propio lugar de tratar esta materia, per‐ donarme [ha]131 el curioso lector, que yo, como veo comer a cualquier hora, a esta que se me ha acordado pongo el modo de comer desta gente, que también es en todo diferente que el nuestro, así en la hora como en el modo. Porque ellos comen entre las ocho y nueve de la mañana y cenan a las cuatro de la tarde, y suelen también estar toda la noche comiendo y be‐ 81

biendo, y duermen todo el día. Y subcede aún no estar cocida una hornada cuando se entregan en otra, y sin soltar bien una zorra amarran otra con grandes cantares, los más desentona‐ dos y escabrosos que se oyeron en toda nación. Y nuestra mú‐ sica les parece mal, por no se conformar nosotros en nada. No alabo las comidas de Japón por buenas, porque no lo son, aunque más doradas vengan, mas trato de la curiosidad y limpieza con que se sirven. Usan generalmente comer cada uno en su mesa. Estas son de dos palmos por cada parte, cua‐ dradas, unas llanas y otras con cuatro piecitos de dos dedos de alto, y por cada lado tiene una tablilla de otros dos dedos de alto. Llámase esta mesa uxqui, y es barnizada de prieto o ber‐ mellón. Dentro della vienen cuatro vasijas de madera hechas a torno, barnizadas de barniz más fino que la mesa, que en la mayor cabe un buen cuartillo de vino, y caben tan bien una puesta en otra. Las otras tres, la mayor llaman goqui y en ella viene el arroz cubierto con tercera, que llaman caza,132 y en la segunda que llaman coan viene el guisado que usan que llaman xiro, cubierto con la cuarta vasija que llaman fanax. Esta mesa trae un paje o moza y la pone delante [de] su amo, de manera que el goqui del arroz le cae a mano izquierda y el xiro a la derecha. Los japones no usan de sillas, mas sobre los tatamis sentados como las mujeres que están en el estrado, no jugando sino con la almohadilla. Dentro desta mesa vienen dos palillos gruesos como un cañón de escribir de palmo y medio o menos, muy limpio, que llaman fax,133 y estos tómanlos con los cuatro dedos, y con ellos comen. Y un niño de cuatro años quita las espinas de una sardina con ellos. Dentro de la dicha mesa vienen a las veces un platillo o más con alguna sacana o gollería,134 todo cortado de manera que no tienen necesidad de llegar la mano a la comida. Y si vienen otros platos, pó‐ nense delante sobre el tatami. Todos estos platos y platillos no se sirven más de la primera vez, pero el arroz y xiro han de 82

servirse tres veces, porque es lo que satisface y replecta, y por‐ que se coma caliente en él. En el ir comiendo también hay orden, porque no se puede comenzar por donde quiera. Ha de tomar primero los punte‐ ros con una mano y para los emparejar ha de tocar con las puntas dentro de la mesa, y luego levanta el goqui y toma tres bocados de arroz. Y tórnalo a poner dentro de la mesa y no en otro lugar. Luego toma el coan del vino o cazuela y toma un bocado, y asiéntalo, y vuelve luego al goqui, y levantado toma dos bocados de arroz. Y torna a le asentar y levantar el coan y otro u otro bocado del xiro, y luego ha de tomar tercera vez el goqui de arroz, y tomar un solo bocado. Y entonces, si quisie‐ se, puede sorber del xiro y tomar de lo demás que hubiere, y ir salpicando y comiendo hasta no poder más o no tener qué. Los sirvientes siempre están de rodillas mirando lo que es menester a la mesa, y antes que de todo punto se acabe el arroz o el xiro, reciben el goqui y echan allí arroz y el coan en un plato de madera barnizado, y va a la cocina a traer xiro. La cual cocina, aunque no parece, siempre está cerca del zaxi‐ qui135 donde se come. A la media comida viene un paje con el vino caliente en una limeta, y no echa vino sin que el que come tome la taza en la mano, que allí no ha de ser otra que la caja con que vino cubierto el arroz. Y al recibir el vino, si hay huéspedes, tienen grandes cumplimientos sobre quien toma primero y bebe menos. El vino es de arroz, y es muy saludable y engorda, y a mí me dijo un flamenco que sin comparación era mejor que la cerveza de su tierra, y yo así lo entiendo, porque el otro es de cebada y este de muy lindo arroz, muy pilado. Llámase saque,136 que parece que le pusieron el nombre de pensado. Haylo de muchos géneros, y lo mejor es el que llaman de Meaco, y otro morofaconosaque, otro llaman miguara y otro 83

onomichi, otro nerisaque, y este es de diferente manera, porque es de la nata del arroz. Dura menos y vale más caro que otro. Y haylo de otros nombres. La bondad deste vino está en sabello sazonar y pilar bien el arroz, y echarle poco agua, y limpia, que no sea ni salobre ni de pozo. Después de haber bebido el vino, en que usan gran‐ des cortesías de que trataré luego, beben agua caliente en el mesmo goqui en que comieron el arroz. Y toman los palillos de limpiar los dientes, que con cualquier dellos pueden afren‐ tar todo un linaje, según son grandes. Esta agua caliente beben todo el año aunque sea verano, sobre la comida. Y hay muchos que nunca en toda su vida probaron agua fría, y háce‐ les gran provecho. Las mujeres comen en unas mesas de pie alto y más hondas que llaman ban.

1.10. DE LAS COR TE SÍAS DEL SA CAN TZU QUI Toda la cortesía y honra que en Japón se puede hacer, y todo el favor y amor que a una persona se puede mostrar, la pusieron y cifraron los japones en el dar el sacantzuqui a quien los visita, ceremonia tan usada entre ellos que no hay fiesta, recebimiento, despedida, concierto, ni cosa de conside‐ ración donde no intervenga.137 Y si cuando uno es visitado, sea quien fuere, no da el sacantzuqui, no holgó con la visita ni hizo cuenta del huésped. Y son tantas las cortesías que usan, que para cada género de gente es necesario saber darlo y reci‐ birlo, aunque los tonos y señores de Japón disimulan con no‐ sotros, como quien por ser forasteros y de estraña nación, di‐ ferentes costumbres, no puede saber las suyas. Mas entre sí son muy puntuales. Desto diré un poco, y con todo he de ser largo. Y conviene primeramente saber que sacantzuqui es la taza 84

con que beben, la cual es del tamaño deste círculo de abajo, y de la hechura de la que está dentro dél, llanita con su piecito. Es de madera hecha al torno, embar‐ nizada de colorado muy fino o leonado o negro, y el borde dorado, y en medio un ramo de oro o pájaro. Este se lava y no se limpia, sino así mojado se pone en su mesilla que para ello hacen, o en una salva de madera blanca, boca abajo. Folio 36v (BNE, MSS/19628).

Después de haber entrado el huésped, hace el señor de la casa una señal, a la cual acuden los pajes, y primeramente traen una mesita o en un plato alguna cosa para comer y sobre que beber que llaman sacana. Estos suelen ser fructa o maris‐ co crudo, salado, o fresco. Esta sacana se pone a la cabecera 85

de la sala o zaxiqui y otro paje, o el mesmo, trae el sacantzu‐ qui y el vino y se pone de rodillas, esperando que le haga su señor seña, y hecha se va con el sacantzuqui a poner de rodi‐ llas delante del huésped, al cual le da la taza. Y aunque el huésped sea tan honrado como el señor de casa o más, no ha de beber, pero toma la taza con la mesa así como viene, y le‐ vantándola sobre la cabeza, la vuelve a bajar y da al paje, y dice que la lleve a su señor, y aunque se la envíe otra vez no ha de beber en ninguna manera. Primero, en bebiendo el señor de casa, que digamos es un tono, recibe la taza y pónela como primero sobre la cabeza, y bajándola al tatami saca el sacan‐ tzuqui y vuélvelo a poner sobre la cabeza, y bésalo y pónelo sobre el tatami fuera de la mesa. Y poniendo las palmas de las manos en el tatami, se inclina al tono, y luego tomando la taza la vuelve a poner sobre la cabeza y recibe vino, y mirando al tono dice “tabe marsuru”, que quiere decir “bebo” .138 Res‐ póndele “o mexare o mexi o quicox mexare”139 si le quiere hacer mucha honra, o no respondiendo abajará un poco la cabeza, o extenderá la mano izquierda. Tómase el sacantzuqui con ambas manos, los dedos pulgares en el borde, y en bebiendo un poco asienta la taza, y pide al tono que reciba su sacantzu‐ qui. Pero para hacer esto, por lo menos ha de ser su igual, que si no, no asienta, sino pide que le echen más. Para concluir, entonces manda el tono que venga la sacana, y si le quiere honrar, él mesmo con los palillos la toma y se la da, y si no, pónesela delante y él la toma. Si es fructa, peras aparadas y cortadas, o otra fructa, con la mano se toma. Si es cosa de pescado, o jabalí o marisco, con los punteros, y si es fructa se recibe con los dedos de la mano derecha, acompañada de la izquierda, de modo que o queda debajo o llega a tocar a la muñeca. Si es cosa de pescado o marisco, o jabalí, no se puede recibir en los dedos, sino en la palma de la mano derecha, y luego la ha de poner sobre la cabeza y comer por lo menos la 86

mitad, y lo demás puede guardar en el seno, o nosotros en la faldiquera, pero no la ponen delante. Tomada la sacana, le‐ vantará el sacantzuqui y pedirá que le echen más vino, mas no se lo echarán sin beber lo que está en él. Ha de beberlo, y luego ha de recibir otra vez, y si fuere decencia convidar al tono, lo hará, y si no, dará muestras al paje que quite de allí el sacantzuqui o, si estuviere allí, otro compañero se lo dará. Si el tono lo quiere honrar y manda venir así el sacantzuqui, há‐ selo de agradecer mucho, y ya queda obligado a beber otra vez. Y si se descuida, le harán beber de manera que no se acierte a levantar. Yo que estoy en mi casa, si alguna persona me viene a visi‐ tar o trae algún presente, cosa muy acostumbrada traer dos li‐ metas de vino en que caben tres cuartillos, y alguna fructa o bollo de arroz que ellos llaman mochi,140 he de agasajar esta persona y poner el meangue delante de mi, y es gran descorte‐ sía mandarlo guardar. Luego ha de venir el sacantzuqui y vino de casa, y con él he de convidar al huésped, y si fuere hombre honrado no he de beber primero. Habiendo él bebido, tomaré la taza por la orden dicha y pediré de su vino y beberé, y a mi mujer y hijos convidaré con la fructa o mochis, y para él haré venir alguna sacana, y luego le convidaré con lo mesmo que él trajo. Si el visitante es muy familiar, no es necesario hacer cada día el sacantzuqui, salvo si fuere bebedor darle solo a beber, y entonces no tengo yo necesidad de beber más. Toma‐ ré la taza, y hecha cortesía conforme la persona fuere, tocaré con los labios, y haré que pido vino. Y en tocando la boca de la limeta, la torno a la boca haciendo que bebo, y la pongo en la mesilla. Yo la envío a él o la recogen, y con esto se acabó con este. Si fuere hombre común o bajo, y hubiere obligación, basta darle de beber sin ceremonia. Si el sacantzuqui viniere a mi 87

mano de alguna mujer honrada, helo de recibir con mucha cortesía, y levantarlo sobre la cabeza, y no lo besar, porque es gran descortesía, ni ella lo besará ni tomará con dos manos, por baja que sea. Si fuere mujer principal, tomará la taza con una mano y levantárala hasta el pecho, y cuando mucho hasta los ojos, y beberá una gota. Estas tazas ordinariamente son ocho dellas. Bien llenas hacen un cuartillo, pero los japones costubran muchas veces, por dar gusto al tono o convidante, comenzar a beber por la vasija que llaman fanax, que es la más pequeña de las cuatro de que arriba se dijo, y acaban por el goqui, y algunos pasan adelante y beben por la mesa que lla‐ man uxqui. Y no trato más del sacantzuqui, aunque me dejo mucho por decir.

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CA PÍ TU LO 2. DE LA RE LI GIÓN DE LOS JA ‐ PON ES141 Tiene gran dominio el Demonio,142 enemigo capital nues‐ tro, en este reino, donde es servido y venerado con tanto cui‐ dado, solicitud y puntualidad que es lástima. Y tan introduci‐ da está en él la idolatría, que para la extirpar es muy necesario el favor, poder y brazo divino. Su principal origen vino del reino del Siam, así de las sectas como de los ídolos que ellos llaman camis143 y fotoques. Trájo‐ la un hombre malo y vicioso llamado Xaca, con un su discípu‐ lo Amida, que permaneció más tiempo.144 Y así es más cono‐ cido y venerado este. Les dejó el libro que llaman Buppo,145 que es su biblia, lleno de mil disparates. Hizo su asiento prin‐ cipal en la ciudad de Nara, que está catorce leguas de Meaco y cae en el reino que llaman Yamato.146 Y esta ciudad fue por muchos años metrópolis de todo Japón, hasta que después se introdució Meaco por la fuerza de su falsa religión. Siempre quedó en Nara, donde hoy permanece con tanta multitud de soberbios templos a que llaman teras,147 que es cosa admirable su multitud, su grandeza y riqueza, y la infinidad de sacerdo‐ tes que llaman bonzos generalmente que tienen. Aquí acuden los gentiles de todo Japón a sus romerías, como nosotros a Roma. Tienen estudios formados y escuelas, a donde no sé qué diablos aprenden (que ellos no saben letras ni arte, ni son as‐ trólogos, ni aun philósophos), en el Cuanto148 que llaman. Allí es su París, Bolonia y Salamanca, y la cabeza de las sectas hoy.149 En el reino de Quinocuni150 está un monte muy grande y 89

espacioso, poblado todo de bonzos, donde por causa averigua‐ da se sabe haber más de dos mil teras y conventos, donde resi‐ den mas de cien mil bonzos, que viven muchos dellos en clau‐ sura, los cuales todos son nefandos y se sirven de muchachos. Y siendo los maestros que les enseñan a leer y escribir lo son de sus vicios, y se aprovechan dellos, lo que es notorio a sus padres. Y no solo usan de los que tienen de las puertas aden‐ tro, pero de los que van a aprender. Este mal tienen por honra los tonos y señores deste reino, desde el menor hasta el rey, y con ellos sus criados, los mercaderes y soldados. Los que menos lo usan son los labradores y gente pobre, porque no tienen lugar ni vicio de ociosidad.151 Aquí también enseñan el Buppo y doctrina falsa de Amida y Xaca, y las mentiras del Combodaxi,152 que fue un grandísimo bellaco de quien cuen‐ tan mil fábulas. Yo he estado dos veces en el reino de Siam, de donde digo que vinieron estas sectas y ídolos, y es verdad que solo se dife‐ rencian en la autoridad de los bonzos, que allá llaman talapuy, que en Japón tienen grande ostentación y aparato, y allá no. Aunque también están apoderados de lo mejor del reino y lo comen. Más estos bellacos de aquí son más malos, y comen y beben, visten, calzan y son respectados como reyes. En la ciudad de Meaco, que es la principal y metrópolis desde reino, aunque agora es la corte del rey en Surunga,153 más no permanecerá, tienen los bonzos gran postestad, y aquí están las cinco famosas teras que llaman Gonzan,154 donde re‐ siden los bonzos que llaman choros y tondos155 que son sobre todos, y en la principal y que es cabeza de ésas, reside el nan‐ ten sino ycho156 que es como obispo, que otros llaman thean.157 Es cosa para admirar la multitud de templos y monasterios que hay en esta ciudad, así de bonzos como de monjas que llaman bicunin.158 Son más de mil y quinientos,159 y en ellos 90

viven innumerable número de bonzos y bicunis que el Demo‐ nio les ha enseñado muchas cosas de nuestra sancta religión, porque en muchas se parecen en algo o en mucho. Estas monjas tienen particularmente tres monasterios famosos en Meaco que llaman el uno Ximxem y otro Miendo y el otro Fonoxi,160 cuyas monjas o abadesas llaman cumma y doxu,161 viven en clausura desde niñas y son tenidas en gran venera‐ ción. Y en ciertos días que les han señalado como jubileo van allá y llevan sus limosnas a que llaman fuxe162 y piden cédulas para ser recibidos en el Paraíso, y es así que en muriendo van derechos. Usan velos de papel muy subtiles y plegados, nunca salen fuera de sus monasterios, pero tienen criados que las sir‐ ven y un mayoral o síndico.163 Digo que en muchas cosas conforman con nuestra sagrada religión, entiéndese en ceremonias y algunos modos, y no es de maravillar, porque los que les dieron estas sectas eran hom‐ bres de Asia, y en la mayor parte della anduvo el glorioso Apóstol sancto Tomé, adonde predicó el sagrado Evangelio y hizo mucha cristiandad. Y así como es cosa notoria haber pre‐ dicado y enseñado en la India Oriental, adonde hoy día hay grande infinidad de cristianos que conservan su apellido (como yo he visto por mis ojos, y se llaman cristianos de sanc‐ to Tomé), de creer es que pasaría a Bengala y a Pegu, y aun a Siam y a la gran China. Y a lo menos en el reino de Corai164 hay hoy señales de haberse predicado en el sagrado evangelio, y no sé yo de otro apóstol que viniese a la India, sino el suso‐ dicho. Y como ha tantos años, han corrompido lo bueno y trocado a su voluntad, y en lo que importa menos parece con‐ formar a lo verdadero.165 Hay muchos géneros de bonzos, porque las sectas son mu‐ chas. Conviene a saber once o doce, que son las de los xenxus, icoxus, hoquexus, sendaixu.166 Los desta secta adoran al sol y 91

son de la secta principal de Xaca xingon xondoxu,167 que hoy está muy favorecida, y al mayor cabeza desta secta llaman thean, y otras así. Los principales con todo de todos son los que llaman xen‐ xus, y estos tienen las dichas cinco varelas más principales de Meaco, que como ya se dijo llaman Gonzan, y los superiores dellas llaman tondos o choros.168 Luego subceden los que lla‐ man jusas,169 que pretenden ser choros, y luego los zosus170 que son inferiores a estos xusas, pero viénenlo a ser. Luego vienen otros inferiores a los zosus que llaman fixas,171 y a estos siguen los que llaman xamon172 que son inferiores a todos. Y sobre todos, como se dijo arriba, es el nanten sino ycho.173 Estos bonzos que llaman xenxus son los más cabidos y más estimados de todo género de gente, y estos en todo lo que predican y enseñan se contradicen, predicando y enseñando la mentira por verdad y la verdad por mentira, porque ellos creen y tienen por así que no hay más vida que esta, y así lo enseñan al rey y a la gente principal, que los tienen por vicio‐ sos.174 Y a la gente común en quien sí tienen más virtud, les enseñan que hay otra vida, y que para gozar de los bienes della es necesario hacer buenas obras y dar limosnas. Y en esto en‐ tienden que mienten, predícanles que hay paraíso para los buenos a que llaman Gocuracu, y infierno que van los malos a que llaman Chingocu.175 Usan estos bonzos muchas ceremonias. Tienen coro y rezan sus horas con sus sobrepellices blancas sobre los vesti‐ dos,176 y en estas horas leen sus liciones y cantan y asisten con tanta devoción que parecen de veras. Reparten sus cuentas sin cruces, por donde rezan ciertas oraciones que les enseñan, y es lástima ver la devoción con que acuden hombres y mujeres a sus romerías, y visitar sus teras y adorar sus camis y fotoques, y las limosnas que ofrecen a estos que tan engañadores son. 92

Tienen muchas fiestas, en las cuales corren sus teras con mucha frecuencia. La principal de todas dura quince días. Entre los gentiles llámase jonguatz y es su Año Nuevo.177 Cae el primer día de la luna de febrero, hasta ser llena. Y tan cele‐ brada es, que aun los cristianos la celebran, y por eso el obis‐ po, don Luis de Cerqueira, con gran acuerdo ordenó que ese día se celebrase la fiesta de Nuestra Señora de la Guarda. Otra fiesta tienen muy celebrada dellos que llaman Toxi‐ toia, y otra que llaman Figan, y en su séptima luna, que es en agosto, tienen la fiesta del Bon,178 que dura nueve días y es la fiesta de sus finados. Y estos días dan de comer a las almas de sus parientes, poniendo arroz cocido y otras cosas, y vino a las puertas, y por los altares que todos los gentiles tienen con sus fotoques muy endiademados y cercados de rayos, que si hom‐ bre no advierte bien, entendiera que son sanctos. La soberbia de las teras, particularmente en Nara y en Meaco, es para admirar. En Meaco hay entre otros muchos un templo con su altar mayor, y en él sus tres ídolos muy grandes de bronce y cobre dorados. Pero el de en medio tiene tres varas de medir de espalda, y a los lados están muchas gra‐ das, en las cuales están en pie tres mil ídolos de cobre dora‐ dos, puestos por tal orden, que de cualquier parte se ven todos eminentes.179 Están puestos los bonzos en tanta reputación en este reino con los gentiles, que no hay entre nosotros religiosos más ve‐ nerados que ellos lo son, y la autoridad del nanten sino ycho180 que es su obispo, y del tean no hay en Europa obispo venera‐ do que la tenga. Y no respectamos nosotros más al pontífice sancto de Cristo que los gentiles a su Dairi, que es su papa, oro y plata, ni los comisarios y provinciales tienen más repu‐ tación que sus choros o tondos. Son hinchadísimos, y debajo de una fingida humildad tienen la soberbia de Lucifer. Trá‐ 93

tanse con grande ostentación, acompañamiento y aparato y, aunque sea un fixa o doxucu181 cualquiera, que son los menores de casa, no irá fuera de la suya sin criado o criados, muy lim‐ pio y aseado, así lo estuviera en lo interior. Los jusas nunca van a pie fuera del monasterio o tera. Los choros no dan paso a pie. Usan de norimonos, que es una litera pequeña cuanto cabe una persona, la cual llevan dos hombres al hombro, puesta una palanca de tres palmos de largo por dos argollas que tiene en el caballete. El que va dentro va sentado, viendo lo que pasa en la calle por debajo de las celosías que tiene, una enfrente y a cada lado la suya, y a él no le ve nadie. Destas usan las mujeres de los tonos, samuráis, y hombres ricos, aun‐ que en Nangasaqui no hay ramera que no tenga norimono.182 Estas literas son de diferentes precios, porque las hay llanas que valen veinte y cinco mases, y hay otras barnizadas, guar‐ necidas y chapadas con chatones de cobre dorado y de plata y de cobre prieto, que es más rica obra. En esta ciudad de Meaco hubo siempre un ídolo que lla‐ man Daibut, el cual año de noventa y seis se cayó con unos terremotos que hubo, y Taicosama hizo otro muy mayor, aunque el caído era tan grande que estando sentado tenía de alto más que un gran pino.183 Mas su mujer de Taico, que aún es viva, madre del príncipe Findeyori, que está en la fortaleza de Osaca como recluso184 y desposeído del reino por este ti‐ rano, ha hecho un ídolo de grandeza desemejable, que ha cos‐ tado de hacer más de tres millones.185 Está sentado y tiene de altura más de veinte y cinco brazas, y puesto un hombre de pies sobre uno de los hombros, extendido el brazo en alto con una vara de medir, no le alcanza al principio de la oreja. En la barriga moran cuatro bonzos, cada uno en su aposentillo de ocho palmos en cuadro. Es tan disforme, que por una de las ventanas de la nariz entró un español con espada y daga ceñi‐ 94

da. Y esto fue antes que de todo punto se acabara, porque aún estaban los andamios puestos.186 Hay unos bonzos contemplativos a que llaman tocas,187 muy grandes bellacos y engañadores. Y con esto me parece poner fin a estas materias y tratar de otras cosas.

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CA PÍ TU LO 3. DEL GO BIERNO AN TI GUO DE JAPÓN Y CÓMO SE PER DIÓ Y DI VI DIÓ EL REINO

Antiguamente todo Japón era un reino y obedecía a un único señor, el cual tenía su corte y asistencia en la famosa ciudad de Nara, que fue la primera metrópoli deste reino, la cual cae en el reino que llaman Yamato. Y de allí gobernaba su reino, que tenía repartido en algunas provincias, que según las más opiniones eran cuatro: la isla del Cami repartida en dos, y la del Ximo era otra, y la isla que llaman Xicogu otra. La principal era aquella donde es el reino de Yamato y la de Yamaxiro, donde está Meaco, y el reino de Cunocuni, y el de Cavachi, y el de Intzumi.188 Llamábanse y se llaman estos cinco reinos Goquinay, y hoy es el pie de la Tenca y monar‐ chía del Japón. Gobernábase este reino al modo del de China, y vivían en paz y tranquilidad, y como siempre esta traiga descuido, de‐ biolo de haber en el rey, de modo que algunos de los goberna‐ dores se levantaron con las provincias. Y queriendo poner re‐ medio en esto, se conjuraron contra el rey y le hicieron quedar solo con el Goquinay, y estos cinco reinos se concertaron y ju‐ raron de no se desavenir jamás, y así desde entonces quedaron juntos.189 Pero no paró aquí el negocio, porque de hoy a mu‐ chos años se levantó el gobernador de Yamaxiro, que residía en Meaco, y en una batalla prendió al rey natural de todo Japón, nieto de aquel contra quien primero se levantaron los gobernadores, y le trajo a Meaco, a donde le labraron unos palacios y en ellos le hizo recoger, dándole lo necesario para sus gastos y haciéndole cabeza de las teras de Japón, confesan‐ do que el reino que era suyo, mas que no tenía talento para le 96

gobernar. Y con esto tomó el nombre de Dairi. Entonces hizo metrópolis la ciudad de Meaco, y lo fue siempre hasta el año de seiscientos y uno, que Daifu mudó la corte para Surunga.190 Muerto este legítimo señor y rey de Japón en aquella clau‐ sura o reclusión, le subcedió un su hijo en la dignidad de Dairi, de quien comenzaron a recibir las honras y insignias los subcesores del tirano, que de tal manera se apoderaron del Goquinay, que nunca más el señor legítimo ni sus descen‐ dientes le empuñaron. Aunque siempre sustentaron la des‐ cendencia y todos le confiesan por rey legítimo, le obedecen y hanle afeminado, de suerte que más parece china que japón. El año de seiscientos y diez hizo el Daifu que agora gobierna renunciar la dignidad en un hijo de dicho Dairi de edad de quince años, y le casó con una su nieta, y el padre se quedó encerrado, como lo está el hijo y otros hermanos que tiene, que siempre hay dos o tres de aquella generación sin poder de armas.191 Es grande el estado que tiene y muy mayor el respecto con que le tratan, y es tenido de los japones en lo que nosotros el sumo pontífice.192 Cuando uno destos que se levantan con la Tenca comienza a gobernar, va a visitar al Dairi y recibe el nombre y investidura. Y así lo hizo Taicosama como adelante se dirá. Y este Daifu hizo lo mesmo, aunque de Nobunanga no he oído recibiese nombre dél, aunque de su cortesía se en‐ tiende no dejaría de le visitar, pues era tan cortés como se dice. Cuando van a le visitar, llévanle grandes presentes de oro y plata, y mientras él está en su trono y con sus insignias no puede, aunque sea el rey, llegarse cerca dél ni mirarle al rostro atentamente, ni estar sentado, mas siempre de brizas, con las manos en el suelo. Después de dar el nombre, convida el Dairi al que lo recibe solo, y para esto se desnuda y quita las insignias y entra en un zaxiqui adonde los hidalgos del Dairi 97

llevan al rey, y allí se hablan y le da el sacantzuqui. Y para que vean todos las honras que le hace, corren unas puertas y des‐ cubren la delantera del zaxiqui. Mas por grandes señores que sean los que allí estuvieren, ninguno no entrará dentro ni se bullirá de donde estuviere, si no es para desviarse, y eso ha de ser cuasi que a gatas.193 En el palacio deste Dairi no sirven hombres si no es en los zaxiquis de fuera, y así en semejante ocasión, pero dentro no entran sino niños de ocho a doce años, y algunos centenarios de doncellas hasta cuando él quiere, y estas le sirven. Y cuan‐ do envía al mensaje es por un paje que en la casa puerta194 toma los soldados que quiere para que le acompañen, según la calidad de la persona a quien va. Pero adviértase que este que agora llaman emperador no lo es, ni rey, ni osaron los tiranos sus predecesores tomar tal nombre, sino de capitanes genera‐ les. Y eso quería decir cuambaco, nombre de Taicosama. Y eso quiere decir xogun,195 nombre deste. Desta suerte y manera desposeyeron los tiranos a su rey y le reclusaron para dar color a su traición, y este se quedó con el Goquinay y Tenca, aunque no duró mucho en el ni sus here‐ deros, porque como todo es guerras y traiciones, no había cosa estable en un ser. Cada uno quería mandar y ninguno obede‐ cer, y cada día había levantamientos en todo el reino. Y así lo dividieron en sesenta y seis señores, y cada uno se llamó como quiso, y hoy está así.196 En la isla del Cami están los reinos siguientes, que son cua‐ renta y nueve comenzando desde la parte más baja de la isla del Cami, que es por el estrecho de Ximonoxequi, que está en treinta y cuatro grados y un tercio de altura de polo. Y adviér‐ tase que estos reinos están divididos en unas provinzuelas que llaman los japones cada una gun,197 para efecto de saber la renta que tienen y lo que dan y reparten por sus samuráis, 98

tonos y daimios, que son los hidalgos de Japón, y gente ilustre y de lustre. Y así, para que se vea la grandeza de cada uno, porné el nombre del reino y adelante por número los guns o gunes, que tiene desta manera: Nangato tiene 6 gun, y luego está Yvami que tiene 6, Suvo 6, Aqui 8, Bingo 14, Intzumo 10, Bichu 9, Bixe 8. En este reino se labraron y labran las mejores catanas de todo Japón, donde hay catanas que solo el hierro vale una ciudad, y el año de 611 presentó el Findeyori, que es el hijo de Taicosama, al rey una catana y un vaquizaxi apreciados en cien barras de oro de a seiscientos reales cada barra.198 Estos ocho reinos que dije arriba se llaman el Chungocu, y son los que fueron del Mo‐ rindono,199 de quien adelante se hace mención. Está pues el reino de Misaca 7, Foqui 6, Inaba 8, Quinocu‐ ni 7. En este cae el monte que llaman Coya, habitado de bon‐ zos. Farima 12, Tamba 5, Taxima 5, Tango 5, Vacassa 3. Ya‐ maxiro, este es uno de los reinos que llaman del Goquinay y de los mayores, y aquí cae la famosa ciudad de Meaco, de más de ciento y treinta mil vecinos.200 Está más Xetzunocuni 12, Inztumi 9, Cavachi 14, y estos tres también son del Goquinay, y en este cae la famosa ciudad de Osaca. Y la de Sacay cae la mitad en este Izunocuni y la mitad en el de Intzumi.201 Está luego Yamato, que es otra del Goquinay, y en él cae la antigua y gran ciudad de Nara. Está luego Yxe 13, Inga 4, Omi 24 Yechixem 12 Oari 8, Mino 18, Canga 4, Micagua 8. Deste fue señor antes que se levantase el que hoy vive rey de Japón, y por eso se llamó Micagua Yeya‐ su.202 Está más Finda 4, Noto 4, Totomi 13, Yechu 4, Cay 4, Xinano 12, Surunga 7. Aquí está hoy la corte del rey, y está a la más alta sierra que hay en todo el Japón, cuyas cumbres todo el año y la vida están llenas de nieve.203 Está más Ittzu 14, Sangami 8, Conzuque 14. De aquí es señor Conzuquen‐ 99

dono, secretario del rey.204 Está Yechingo 7, Musaxi 24. En este cae la famosa y gran ciudad de Yendo, donde reside el príncipe de Japón. Está Ava 4, Canzusa 14. Aquí se perdió la nao San Francisco el año de 609.205 Está Ximovosa 12, Fita‐ chi 11, Ximozuque 9, Deva 12, Oxu 54. Estas dos son de Da‐ tendono Masamune,206 que es el mayor señor deste reino. Está Oxu en cuarenta y dos grados de altura de polo. En la isla del Ximo están once reinos, aunque algunos dicen que son nueve, pero yo hallo hoy estos: Satzima 13, Osumi 8, Fiunga 7. Estos tres son de Ximantzsama,207 yacata de Satzima, y luego está Bungo 8, Buxem 8, Chicuzem 19. Destos fue señor el yacata de Bungo llamado don Francis‐ co.208 Está Fixem 12, Chicungo 10, Fingo 14. Está Omura, que nosotros llamamos Umbra, cuyo señor lo es de muchas tierras muy fértiles y pobladas. Y está el reino de Arima, que tiene todo lo dicho en abundancia.209 Estos señores y reinos hallo en el Ximo, y juntamente está la isla que llaman Xicocu, que está a vista las islas del Cami y Ximo y demora al este destas del Ximo. Tiene cuatro reinos, que son Iyo 14, Ava 9, Sanuqui 13 y Tosa 7. Aquí en este en el puerto de Urando se perdió la nao San Felipe el año de 1596, cuyas haciendas ro‐ baron los gobernadores del reino, y el rey con ellos. Hoy es señor desta isla un poderoso tono.210 Quince leguas desta ciudad de Nangasaqui, a la parte del norte, está la isla y reino de Firando, que tiene otras islas suje‐ tas como son Yquitzuqui y Ymari, que están muy cerca del dicho Firando. Y siete leguas dél está la isla que llaman Yxu, y veinte y dos desta, hacia el noroeste, está la isla de Tsuxima,211 y della al reino de Corai hay diez y ocho leguas. Entre la ensenada que llaman Arima, que está por mar tres leguas y por tierra una deste Nangasaqui, y el reino de Satzi‐ ma, está la fuerte, fértil y fresca isla de Amagusa, que tiene de 100

ámbito veinte y una leguas. Es muy poblada de gente labrado‐ ra, todos cristianos. Hoy es señor della un gentil llamado Xi‐ mano Camindono.212 Está a cinco leguas de Nangasaqui y de‐ mora al sur dél. A la parte del oeste desta ciudad Nangasaqui, veinte leguas está la isla de Goto, que reconoce al tono de Firando. Es muy poblada y en toda su costa se mata mucho pescado y hacen mucha sal en ella.213 Enfrente del medio, poco más alto de la isla de Cami, fron‐ tero del reino que llaman Yechingo, a la parte del nordeste, está una isla pequeña llamada Sando, cuyo señor es Sandono, ayo y secretario del príncipe Xogunsama.214 Y de aquí viene la plata que llaman acendrada que llaman faibuqui215 de Sando. En sesenta y seis reinos es fama estar dividida toda esta tierra, pero yo hallo todos estos que son sesenta y siete, y no cuento al tono de Izafay, que es señor de muchas tierras y no recono‐ ce más que al rey, ni cuento a la isla de Tzuxima.216 Todos estos reinos, ya que así los llaman, harían cuatro grandes reinos, porque la tierra es grande y muy poblada, que no hay paso en ella sin gente y dueño, todos japones de un traje y lengua que no diferencia sino en ser más o menos cortesana una parte que otra, según la gente que la habla.217 A la parte del sur tiene otras muchas islas pobladas que re‐ conocen al tono de Satzima y son japones. Y adelante, camino de Manila, en veinte y seis grados y medio, están los Luquios, gente de diferente traje, lengua y costumbres que los japones, y de mejor natural y condición. Son islas fértiles, donde se re‐ coge mucho trigo y arroz.218

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CA PÍ TU LO 4. DEL MODO EN QUE SE CO ‐ MENZ Ó A REST AUR AR EL REINO DE JAPÓN Y CÓMO MIOX END ONO, SEÑOR DEL XIC OC U, GANÓ LA CIUD AD DE MEACO. QUIÉN FUE NOB UN ANG A Y OTRAS COSAS Estando el reino así dividido, era cada uno señor de lo que tenía y podía conquistar. Subcedió pues que por los años de mil y quinientos y cuarenta y uno, un tono de la isla del Xico‐ cu llamado Mioxendono219 (hombre de mucho valor y de gran poder) determinó pasar al Cami y hacerse señor de la Tenca, y así lo hizo el sobredicho año, que pasó con mucha gente de pie y de a caballo. Y con mucha presteza cercó la ciudad de Meaco, cuyo señor y de la Tenca era Foscaguandono, al cual venció y mató y sujetó la ciudad. Y sujeta, le obedeció todo el Goquinay y quedó absoluto señor de la Tenca, y el más pode‐ roso de todo el reino. Y lo gobernó hasta que murió, dejando por heredero un hijo llamado Saquionon Daibundonono,220 que le subcedió en el Goquinay y en el Xicocu. Y cuando más seguro, respectado y temido estaba, se levantó contra él un su vasallo llamado Matzinanga, gobernador de uno de los reinos del Goquinay, y le vino a cercar a Meaco. Pero el rey, que era valeroso, le resistió y puso en términos de se perder.221 Retirose, aunque con campo formado, el traidor, y visto que no había podido salir con la suya, ni esperaba permanecer, ni poderse sustentar contra su señor, determinó por lo menos echarle a perder, ya que no había podido señorearse de la Tenca. Comenzaba entonces la fama de Nobunanga, señor de Oari,222 y determinó escribirle para que se viniese a apoderar de aquel reino, que de todos era más codiciado que el de Ná‐ poles lo fue. Para lo cual es de saber que no muy distante de la 102

ciudad de Meaco, a la parte del este, está un reino que llaman Oari. Deste fue señor un tono valeroso por nombre Danxo no Chundono, el cual tuvo dos hijos, llamados el mayor Canju‐ rondono y el menor Nobunanga, el cual era de los tonos, dai‐ mios y samuráis muy más amado y estimado que Canjuron‐ dono por su condición, magnanimidad y valor, que desde muy pequeño mostró.223 Y así el padre tenía deseo de le dejar el reino, pero por no disgustar a la mujer, que quería mucho al hijo mayor, cuando murió le dejó al dicho Canjurondono con harto pesar de Nobunanga, que nunca entendió quedar sin él, pero disimuló con mucha sagacidad. Pero el hermano, que le conocía por animoso, y sabía que le amaban sus vasallos, prendiole dentro de su mesma fortaleza y púsole guardas.224 No mostró Nobunanga mucho sentimiento por esto, antes con alegre rostro se conformó, a lo menos en lo exterior, con la voluntad de su hermano. Y de ahí a un mes o dos se fingió enfermo, y cayó en cama. Los tonos le visitaban a menudo, y los amigos le animaban, aunque no había menester. Los hijos, que ya tenía dos, y la mujer le visitaban algunas veces y conso‐ laban en su mal, que tenían por mayor de lo que era, aunque no fue pequeño para Canjurondono, el cual no le visitaba per‐ sonalmente, aunque por criados siempre, puede ser que deseando verle muerto. Estuvo en la cama un año entero, y púsose tan desfigurado, que los médicos le desahuciaron. Vino la madre, que al fin lo era, y él mostró holgarse con su visita y díjole que se moría, y que pues eran sus nietos, que le encomendaba mucho a sus hijos. Y lo mesmo a su mujer, pues era su madre. Alborotose la madre y comenzó a llorar, muy enternecida. Abrió Nobunanga los ojos y díjole: Madre, no lloréis mi muerte, pues no por eso se remedia. Y yo os digo con verdad que no siento tanto el morir como la crueldad que mi hermano ha usado conmigo, y ver que un 103

hermano que solo tengo en este tiempo me desampare y no se digne de me ver. ¿Qué ocasión le he dado para que en el dis‐ curso de una tan prolija enfermedad no me haya querido ver? Si lo ha hecho para con esto me abreviar la vida, ya estará contento, pues ella no durará mucho. Ruégoos mucho, seño‐ ra, que por mi consuelo me prometáis de le decir el senti‐ miento que llevo, y que pues otra cosa se le estima, no tengo que le dejar en memoria de amor, reciba esta catana que en tanto sabe estimaba nuestro padre. Estaba el hermano a la puerta del aposento, adonde había venido a ver si estaba Nobunanga tan al cabo como le habían significado. Y como oyó las palabras tan tiernas que a la madre decía, entró dentro y la madre se fue para afuera. En‐ trado que fue Canjurondono, aunque no amaba mucho al hermano, como le vio tal los ojos sumidos, la color pálida, el semblante mortal, y ya como embelesado con las ansias de la muerte, no dejó de se arrepentir, a mi parecer, de haberle sido tan esquivo, según lo significó con las palabras que le dijo, si no fueron tan falsas como la enfermedad del hermano. Pre‐ gúntale cómo está, llámale por su nombre dos veces y tres, y él, con gran pena al parecer, levanta los ojos y, rodeando con ellos todo el aposento, los fija en el hermano. Y mostrando una nueva alegría, da muestras de se esforzar. Y habla a Can‐ jurondono desta manera: El consuelo que me habéis dado con vuestra vista225 os pague, hermano y señor, el gran Amida por mí. Agora muero consolado y sin queja, que nunca yo la di de vos, ni con razón la debo ya dar, pues al fin os acordáis de mí, y así las pocas horas de vida que me quedan las quiero gastar en agradeceros esta visita y en rogaros miréis por mi mujer y vuestros sobri‐ nos, y a ninguno dellos quiero dejar esta catana, sino a vos, porque tal pieza no todos la merecen. Y aunque nuestro padre 104

a mí me la dejó, tampoco lo merecí, pues la gocé tan pocos días, que me faltan al mejor tiempo para con ella os servir. A vos la dejo, y os ruego la aceptéis, para que siempre que la pongáis en la cinta os acordéis de mí.226 Pidió a un su pajecillo, que allí estaba bien lloroso, la cata‐ na, el cual la puso con mucha cortesía en manos de Canjuron‐ dono, que como en ellas la tuvo, con grande veneración, pues‐ to a su usanza medio de rodillas, la levantó sobre la cabeza. Y luego la puso junto a Nobunanga. Y agradeciéndole mucho la gracia que della le hacía, le dijo la dejase a su hijo Jonosu‐ quendono,227 que era ya mancebo. Esforzándose Nobunanga todo que quiso, o por mejor decir, desmayándose, se medio sentó en la cama y pidió a su hermano que la quisiese aceptar por darle gusto. Volviola a tomar Canjurondono después de muchos cumplimientos y cortesías, y pidió se la dejase ver, porque fuera a su modo gran descortesía desenvainarla sin su licencia. Respondió el enfer‐ mo que la viese, pues era suya. Sacola de la vaina Canjuron‐ dono, y haciendo que se admiraba (costumbre suya), con gran veneración y atención la miraba y contemplaba, no sabiendo que tenía en sus manos el cuchillo que con tanta brevedad le había de degollar. Diola al hermano, diciéndole que se anima‐ se a vivir y a gozar della. Habíase Nobunanga recostado a la cabecera de la cama y estaba con los ojos cerrados, y a estas palabras los abrió y como más pudo disimular, recibió la cata‐ na y comenzola a contemplar. Y no sé lo qué a la memoria le ocurrió, que comenzó a derramar algunas lágrimas. Volvió la catana al hermano diciendo “agora, hermano, quedo consola‐ do, y gano esta catana por os la entregar a vos, que sabéis lo que vale. Recibidla, hermano. Amida os la deje gozar”. Y va Canjurodono a la tomar con mucha cortesía, y al tiempo que extendía la mano para la recibir, apretó Nobunanga los puños, 105

y trocó las muñecas de los brazos, y con una increíble y no imaginada presteza, brío y ligereza, le dio a Canjuro un golpe con el cual le cortó la cabeza, de modo que le cayó en su mesma cama.228 El paje, aunque era niño, no se alteró ni mudó de su lugar. Levantose Nobunanga y, con mucha brevedad, tomó el qui‐ mon y se ciñó, y limpiando la catana la puso en la vaina y luego en la cinta. Con un vaquizaxi y con un arco en la mano, salió del aposento a un ala donde estaban algunos hidalgos que los mas dellos eran amigos, los cuales, como le vieron, quedaron admirados y comenzáronse a mirar unos a otros. Habloles Nobunanga y quiso que nadie se alborotase. Hizo correr unas puertas corredizas y la madre, que estaba en aque‐ lla otra sala con la mujer del muerto, y otras mujeres de tonos y samuráis, y la del mesmo Nobunanga, que venían a verle, y otros muchos hidalgos, así como vio a Nobunanga, cayó en lo que había pasado, mas no como ello fue, porque culpó a los que estaban en la sala. Mas llegada a la cámara de Nobunan‐ ga, y así comenzó a dar voces y preguntar por su hijo, dicién‐ doles por qué le habían muerto. Dio Nobunanga una voz y dijo: Oídme todos. Canjurondono es muerto: veis aquí su sangre. Tan vuestro señor soy como él. Los que fueren mis amigos lo manifiesten, y los que no, todos se corten, luego nadie le mató sino yo. Y llamando al paje, le mandó que contase lo que había pa‐ sado, el cual lo hizo muy puntualmente, que los muchachos deste reino son de gran discreción. Llegose la madre a Nobu‐ nanga ydíjole: “¿es posible que mataste a tu hermano?”. “Posi‐ ble es,” respondió él, “y merecido muy bien, pues si yo no fuera tan prudente, me mataran las sinrazones que me hizo, y 106

adverti[d] que no tenéis más hijos que a mí. Y si me perdéis, quedáis perdida”.229 Los que estaban presentes no hablaban ni se bullían de un lugar. Y la madre, que no tenía otro hijo sino aquel, aunque amaba mucho al Canjuro, vio que no tenía ya remedio su muerte, y así le pareció que lo mejor era pacificar que alterar y incitar a venganza, pues cuando se tomase, era de su sangre. Y así, con muchos ruegos, pidió a todos que se quietasen y reci‐ biesen por su señor a Nobunanga, pues lo era. Fuéronse lle‐ gando a Nobunanga muchos de los más principales, y incli‐ nando las cabezas, le dijeron que sentían mucho la muerte de Canjurondono, pero que habiéndole él muerto, que qué ha‐ bían ellos de hacer. Que mirase por su salud, que ellos no te‐ nían otro señor a quien obedecer sino a él. Esto hicieron unos y otros. Se salieron y fueron a sus casas, de donde después en‐ viaron a pedir los tuviese por suyos o los mandase matar, y a todos recibió con mucho amor. Otros pocos se cortaron allí230 y otros, cortados los cabellos en señal de tristeza, se pusieron a los pies de Nobunanga, que estaba recostado al arco, viendo con altivo semblante lo que pasaba. La mujer de Canjuro se fue a él con un niño en los brazos, y le dijo con muchas lágri‐ mas que no vengase en aquel inocente las sinrazones del padre, a quien Nobunanga con mucha cortesía trató. Entraron los gobernadores y pidieron a Nobunanga se re‐ cogiese al interior de la fortaleza, que no estaba bien allí, y el entregáronle dos niños y una niña, hijos suyos que traían. Él se lo agradeció, y se recogió acompañado de todos, llevando consigo su madre y cuñada. Hizo una elegante y señoril pláti‐ ca a los gobernadores, tonos y samuráis y entregoles sus hijos, diciendo que no tenía necesidad de rehenes. Ellos escribieron a las ciudades y poblaciones, de donde le vinieron a visitar con mucha alegría. Hizo quemar el cuerpo del hermano como lo 107

costumbran hacer, con mucha honra, y juntáronse en Oari muchos mensajeros de diversas partes. De muchos señores enviáronle a dar el parabién en breve tiempo. Tuvo perfecta salud y con ella fue mal a algunos, porque juntando con mucha brevedad un ejército de buena gente, entró por ese reino de Mino, su circunvecino, y le sujetó y puso a su querer. Y como era de afable condición, acudían de diversas partes muchos a servirle, así samuráis como otros soldados y gente lúcida. Y él se recogía y acomodaba a todos, y hacía tal trata‐ miento, que volaba su fama por muchas partes del reino.231 Y por estar en medio de ambos reinos, hizo en la ciudad de Guifu, que cae en el de Mino, una famosa fortaleza cual no se había visto en Japón hasta entonces, porque el mayor señor del mundo la podía tener por morada, recreación y fortale‐ za.232 Estaba en un cerro muy alto al cual se subía por qui‐ nientos escalones, hechos de tal manera que se subía a caballo con toda priesa por ellos sin pena. El palacio era muy grande, con tantos zaxiquis, camas y aposentos de paredes doradas y de finas colores, que con facilidad se perdían en ellos, por lo cual, y para atinar a entrar y salir, había sus letras, señales y fi‐ guras unas semejantes a otras, y otras diferentes. En la niva había mucho que ver, cuyo suelo estaba cubierto de piedras menudillas muy lisas de diversos colores: blancas, prietas, azu‐ les, verdes y coloradas, entremetidas con un limo muy verde y gracioso, entrepuestas con mucha gracia, con mil verduras. Unos arbolitos de hoja muy menuda, unos que siempre están manando agua, otros llenos de una niebla natural, otros carga‐ dos de fructa, otros de flores de muchas maneras, unos pinos pequeños verdes y frescos, unos cipreses pequeños, retorcidos, otros derechos pequeñitos que nunca crecen, otros copados. Destos y dotros arbolitos hechas unas figuras de toros, caba‐ llos, pavones y otras aves y animales. Muchas fuentes y caños de dulcísimas aguas que corrían por maravillosa invención. 108

Otros se veían salir de las mesmas piedras naturalmente. Las tejas de que estaba cubierta la fortaleza eran de tal forma que, asentadas, cubrían por el hueco, y por de fuera quedaban unas rosas muy hermosas, unas doradas, otras ver‐ des, azules, coloradas, y de otras colores que parecían muy bien. Alrededor tenía todo el monte una gran cerca y cava, con su puente levadiza que se levantaba con cadenas de hierro con unas ruedas grandes y fuertes, y alrededor deste monte es‐ taban las casas de sus tonos, samuráis y daimios, cada una de por sí apartadas y con su cerca, cava y puente, aunque no leva‐ diza, tan grandes y hermosas que en la menor podía morar un príncipe. Aquí tenía su asiento, y aquí le vino en la embajada de Matzinanga, que se había en este tiempo levantado contra su señor Saquionon Daibundono, como arriba se tocó.233 Y como Nobunanga era valeroso y codicioso de honra, y tenía mucha y buena gente y consigo, a quien hacía muchas merce‐ des, y tratado del caso con quien le pareció, a todos dio volun‐ tad de ir sobre Meaco y de ver a Nobunanga señor de la Tenca. Comenzose a apercibir con mucha diligencia, nom‐ brando capitanes y dándoles de sus rentas a ellos y pagando soldados. Y con esto le acudía cada día mucha gente. Avisó a Matzinanga que le esperase, porque con la brevedad posible sería con él.

4.1. EX TIR PE DEL TAI CO SA MA Y POR CUÁ LES ME DIOS SUBIÓ A SER SEÑOR DE LA TENCA En este tiempo había en los confines del reino de Mino un labrador rico, que entre otros muchachos criados tenía uno llamado Toquichiro,234 mancebo de mediana estatura, muy diligente y buen entendimiento, pero no debía de ser de los de 109

mucha cuenta, pues tenía en casa por oficio traer con otros del monte leña a cuestas para quemar en casa.235 Y en este oficio se ocupaba, cuando un día tuvo con otros criados cierta dife‐ rencia sobre el armar de los tizones, que parece ser que gasta‐ ban más leña de la que quisiera él, que la traía a cuestas. Oyó el amo lo que pasaba y luego le quitó aquel oficio y le puso en otro, que fue yaconin del vino que en casa se hacía: “que no fuera honrado, sino fuera tabernero”. Toquichiro tenía cuidado de mandar la gente que en esto se ocupaba, de dar el arroz para lo pilar, de lo hacerlo lavar, cocer, enfriar y poner en sus tinas, a liudar con una cierta le‐ vadura que le echan del mesmo arroz. Y después de haber hervido quince días, entalegarlo y ponerlo en el lugar donde se aprensa y destila. De tomar, finalmente, el caldo, echarlo en sus balsas o tinas grandes, y guardarlo. A todo acudía con mucho cuidado, sin ser necesario apremiarle ni mandarle más de una vez la cosa, y aun a las veces daba a su señor la orden de lo que se había de hacer. Teníale su señor afición y tratábale bien, y decía en su casa en su ausencia: “este Toquichiro sin dubda es hijo de algún hombre honrado, porque su proceder, su agradecimiento y su arte y brío no es de hombre bajo”. Habiéndole servido algún tiempo, se halló obligado, y de‐ terminó darle un consejo de amigo. Y así, llamándole un día, le dijo que estaba muy satisfecho dél y muy agradecido a lo bien que le servía, mas que porque le querer bien, le quería aconsejar una cosa que hiciese, porque veía en él muestras de ser más aficionado a oficio de soldado que al que en su casa tenía, puesto que había dado buena cuenta de todo. Y así que le aconsejaba fuese a buscar su vida y ventura a donde y como mejor le pareciese, que él, aunque no le debía nada de su sala‐ rio, le quería dar diez mil xenis para sus gastos hasta que se 110

acomodase, y una de sus catanas con su vaquizaxi, y así que todas las veces que quisiese, le daría de prometido. El mance‐ bo Toquichiro, que tales razones oyó a su señor, sospechó que habían tenido en casa algún disgusto dél, y que por esto se las decía, y así se lo dijo por su amo y ama, los cuales le satisfacie‐ ron y dijeron que si disgusto les hubiera dado, que con echarle de casa se acababa todo sin hacerle bien alguno. Asegurado desto, agradeció mucho la oferta y la recibió, y luego buscó un criado. Y comprando una lanza, se la entregó. Y aderezada su persona, limpia y honestamente se despidió de su amo, diciendo se iba a buscar a quién servir de soldado, y que particularmente iba en busca de Nobunanga y probar si le quería recibir en su servicio. Y así se partió y fue camino de Guifu, a donde llegó. Y como era determinado, fuese a la for‐ taleza con sus catanas en la cinta y paje de lanza. Y quiso su buena suerte que encontró con un criado de Nobunanga, que le preguntó qué buscaba y de dónde era, a lo que él respondió que del confín de aquel reino, y que venía a pedir a Nobunan‐ ga le recibiese en su servicio, y que pues su ventura le había encontrado con él, que le rogaba mucho le presentase ante su señor, y que en él ternía siempre un criado. Habló este con su señor Nobunanga, el cual respondió que le quería ver, y así le llamó, y puso en presencia de quien deseaba. Y así como No‐ bunanga le vio, que le preguntó de dónde era y cómo se lla‐ maba, y él le respondió, le cobró afición y le dijo que quedase en su servicio. Era entonces Toquichiro de edad de veintiocho años, poco más o menos, y pareciole a Nobunanga muy brioso y de gran viveza. Quedó en su servicio, en el cual Toquichiro se esmeraba y procuraba que no fuese necesario mandarle lo que había que hacer. Y no solo acudía a lo que le competía, mas a todo lo que le era servicio de su señor, aunque no le tocase. Y sobre todo procuraba no hacer falta ni ausencia. Y así, cuando los 111

otros dormían o se iban a pasear, Toquichiro se desvelaba por suplir las faltas de todos. Y lo que los otros rehusaban hacer o por dificultad o pereza, lo hacía con mucha diligencia y cuida‐ do. Y cuando finalmente todos estaban cansados, le hallaba su señor a él muy a punto, de modo que llamando por otro cual‐ quiera, él era el que primero acudía. Esta diligencia, solicitud y cuidado comenzó a engendrar en algunos mucha y maliciosa invidia, particularmente viendo que Nobunanga mostraba quererle bien, y en ausencia favorecía, y les daba a ellos en rostro con su cuidado o servicio, llamándoles perezosos, dor‐ milones, cosa que él aborrecía mucho, por ser tan valeroso. Pues como la virtud siempre en el que falta y en el invidioso críe enemistad, fueron creciendo en algunos destos, que no la amaban, deseosos de le quitar de delante de sí y revolverle con su señor en alguna manera, no pudiendo sufrir que uno de ayer venido a casa les hurtase la bendición. Y como ellos lo podían desear, se les ofreció ocasión en que, a su parecer, po‐ dían vengar del que no les había ofendido en nada. Andaban ya, como está dicho, apercibiéndose para ir sobre Meaco. Y acordándose Toquichiro de su madre, le pareció irla a ver, que había muchos años que no sabía della, y dejarle algunos taes de plata que tenía, pues él no los había menester. Y para esto pidió licencia a su señor, diciendo que volvería dentro de cuatro días o cinco. Diósela Nobunanga, aunque de mala voluntad, porque le había menester, aunque tenía mu‐ chos criados. Partió por la posta a ver su madre, y luego los enemigos se conjuraron contra él en este modo: tomaron una rica catana guarnecida de oro que Nobunanga llevaba siempre en la cinta cuando iba fuera, y escondiéronla.236 Pues como él quisiere otro día ir fuera, pidió la catana, y trajéronle otra. Dijo al paje que cuanto había que le servía. “Señor, ha tantos años.” “Pues no basta un mes para saber la catana que llevo fuera,” dijo él. Replicó el paje que la catana que pedía no esta‐ 112

ba en el lugar donde siempre se guardaba. Fueron otros pajes y criados dentro y, como no estaba en casa, no la hallaron. Disimuló Nobunanga y fue adónde iba, y cuando volvió, hizo pesquisa sobre su catana, que la estimaba en mucho. Y dijo a todos que luego pareciese la catana, porque no la quería per‐ der. Dijo uno de los criados, que debiera saber della, que podía ser haberla llevado Toquichiro, entendiendo como cria‐ do nuevo que no cometía culpa en ello. Pareciole a Nobunan‐ ga que podía ser así, y si no se lo pareció, mostró a lo menos, diciendo que aquel era un atrevido y que la habría llevado en la cinta. Entre estos criados del tono, tenía Toquichiro uno que le era muy grande amigo, el cual, como le vio culpar, al cuarto día en que había prometido de volver Tochiquiro subió en un caballo y solo se fue andando por el camino que él había de venir. Y quiso la ventura de Toquichiro que a dos leguas an‐ dadas le encontró, que venía muy alegre. Y de priesa contole lo que pasaba todo, y como Nobunanga no había más hablado sobre la catana. Y que fulano, otro criado de casa, había desa‐ parecido por dos días y que ya había vuelto, y que cuando vol‐ viera, le había preguntado por Toquichiro. Pidiole Toquichiro que se volviese, porque tenía una diligencia que hacer, y que le rogaba no dijese a nadie que le encontrara. Y así lo hizo. No se alteró con esta nueva, porque estaba libre, y le pareció que no era aquel negocio que se podría encubrir mucho, y que si su señor algo sospechara dél, que luego lo enviara a buscar. Hizo un buen discurso luego, y pareciole que quien quiera que hubiese tomado la catana no la había de tener en su poder sin desbaratar guarnición que tenía, que era muy conocida, y la empuñadura de oro y otras guarniciones que tenía. Y que para desbaratarla era necesario platero, y que este no había de ser en la ciudad donde el tono residía, ni tampoco había de ser muy lejos. Acordose que aquel criado que su amigo le había 113

dicho era de una ciudad llamada Quiosu,237 distante de Guifu cuatro leguas. Partió para ella luego, y llegado se aposentó en una casa dónde dejó el caballo, y fuese a la calle de los plate‐ ros, a dónde empezó a preguntar por un mancebo de tales y tales señas, y no faltó quien le dijo quel tal había dos días que estuviera en tal casa, y mostráronsela. Entró dentro y pregun‐ tó luego al dueño de casa que si había de volver allí un mance‐ bo que el día antes había venido su casa. “¿Por qué?” respon‐ dió el platero. “Es mi amigo”, replicó Toquichiro, “y díjome que le aguardase aquí”. “No entiendo que volverá”, dijo el pla‐ tero, “porque ya concluyó a lo que vino”. “¿Cuánto pesó el oro de la catana?” dijo Toquichiro, “me decid por amor de mi”. “Yo no lo pesé”, respondió el oficial, “mas paréceme que ter‐ nía tres taes poco más de peso, que yo lo fundí”. “Pues her‐ mano”, respondió Toquichiro: Esa catana es de Nobunanga, mi señor, y ese ladrón la hurtó, por que os advierto que si fuereis llamado, que habéis de decir la verdad, y no os llevo conmigo agora por no os hacer mal, y porque no conviene, pero dadme un fiador de que no os ausentaréis. Quedó el mísero platero muerto, echose a sus pies y rogole no le culpase, pues no lo merecía, que como vio aquel mance‐ bo tan bien tratado, entendió que la catana podía ser suya. Diole luego dos vecinos por fiadores, y prometiendo Toqui‐ chiro no le hacer mal, se partió muy de priesa para Guifu y pareció ante su señor, que le preguntó cómo había tardado tanto. Toquichiro respondió: Señor, tuve noticias estando dos días ha cerca de esta ciudad de que habían hecho un hurto en la cámara de vuesa merced de que me culpaban a mí contra toda razón, y por hacer alguna averiguación del caso, me he detenido. 114

“¿Y que habéis hallado acerca de eso?” “Señor, ya sé quién es el que le hizo”. Llamole Nobunanga muy cerca de sí y pre‐ guntole quién era, y él se lo dijo sin errar. Holgó mucho No‐ bunanga no tanto en saber quién era ladrón como porque es‐ tuviese libre Toquichiro, de quién él tenía mucha confianza. Y díjole que matase al ladrón como fuese fuera de su palacio. Habida tal licencia, Toquichiro juntó algunos amigos. y esa mesma noche fue a casa del ladrón y le mató. Abrieron una caja adonde estaba el oro y la catana, con el cual y con la cabe‐ za pareció Toquichiro otro día muy de mañana delante de su señor, que holgó el extremo de le ver tan animoso, cuanto fiel y verdadero. Alabole, delante de muchos tonos que presentes estaban, de fiel y diligente. Y dijo que le querían sus criados mal, porque era a su gusto y más apto y suficiente que todos, y que siendo así, que era justo antes premiarle que aborrecerle. Y con esto le dio y señaló renta para que pudiese servir mejor y tuviese criados, armas y caballos. Supo Toquichiro merecer esto y poner deseos a su señor para le hacer estas mercedes y otras mayores, porque a la partida para Meaco le hizo capitán de mil hombres. Y privaba ya tanto con el tono, que quien quería alcanzar algo dél le llevaba por padrino, en lo que él se había con tal cautela y prudencia, que a todos contentaba y a su señor no disgustaba. Y así iba subiendo cada hora a más cumbre. Y hacía tanta cuenta dél que le llamaba en secreto y le pedía consejo, y algunas veces por ver lo que en él había, le decía lo que quería hacer, no como lo tenía determinado, sino de manera que no acertaba, y en ello había inconvinientes, los cuales Toquichiro luego declaraba y le decía claramente su pa‐ recer. Y entonces quedaba Nobunanga más satisfecho, uno por haber elegido bien, y otro por conocer la prudencia de Toquichiro.

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4.2. NO BU NAN GA PARTE PARA MEACO Y LA GANA, Y MATA A SA QUIO NON DAI BUN DONO Y A MAT ZI NAN GA Llegose el tiempo de la partida para Meaco, y entrando por las tierras de la Tenca, llegaron a un río muy grande, donde hallaron gran resistencia al vado. Envío a decir a Toquichiro que franquease el paso, y él con su gente tomó el avanguardia. Y, a pesar de los enemigos, fue pasando, y todo el ejército con él, haciéndolos huir con mucho vilipendio. Y llegando des‐ pués a Nangafama, fortaleza antes de Meaco, en un estrecho y peligroso paso fueron cometidos los enemigos por Toquichi‐ ro, con tanto valor que los hizo huir y ganó la fortaleza, la cual Nobunanga le dio para él con todas sus tierras. Y le mudó el nombre y llamó Faximba Yechixem, y le hizo capitán general de todo el ejército.238 Llegando Nobunanga cerca de Meaco, le salió al encuentro el mesmo Saquionon Daibundono con un grueso ejército de buena gente. Y cometió a Nobunanga, y hubieron una recia batalla. Mas por el valor de Nobunanga y ardides de Faximba Yechixem, fue desbaratado Saquionon y puesto en huida. En‐ traron en la ciudad y tomaron los palacios, y con esto mandó Nobunanga a Faximba Yechixem que no se quemase nada de la ciudad ni la saqueasen, y así se hizo. Y como los soldados se pacificaron, todo quedó quieto, y Nobunanga por señor de Meaco, que fue año de 1567. Viendo Saquionon Daibundono su desgraciado subceso, se vino a presentar a Nobunanga, el cual, por no tener un enemigo tal, le mató, y lo mesmo hizo del traidor de Matzi‐ nanga, que no merecía menos. La gente de la ciudad estaba cansada y deseosa de paz, y así todos holgaron con ella; y los tonos de todo el Goquinay vinieron luego a visitar y dar obe‐ diencia a Nobunanga, y hacer el rei, que dicen que es lo 116

mesmo, a quien él recibió con mucha benevolencia.239 Había en el reino de Omi,240 cerca de Meaco y uno de los del Goquinay, en unas montañas muy grandes, gran multitud de bonzos de quien Nobunanga no era muy amigo, y ellos que lo entendieron levantáronse y comenzaron a inquietar la tie‐ rra, de tal manera que fue necesario ir allá Faximba Yechixem. Y el maldito abad vino a batalla con él, con mucho brío que le valió poco, porque fue desbaratado y muerto con más de doce mil bonzos. Y los que huyeron fueron seguidos hasta Fienoya‐ ma, que era el monasterio principal, el cual quemaron con más de otras tres mil casas y monasterios dellos que había en aquel territorio, con más de cincuenta mil bonzos.241 Concluido con esto se volvió a Meaco, donde fue bien reci‐ bido de Nobunanga, que le hizo muchas honras y dio el reino de Yechixem, con otras muchas rentas y señoríos, con que le hizo muy poderoso. Pues como Nobunanga se viese señor de la Tenca y de otros reinos, y su bélico ánimo no se satisficiese con eso, y se entendiese a más conociendo su buena fortuna, determinó poner todo el reino debajo de su dominio, como puso la mayor parte dél. Y por esta razón llamaron emperador a este valeroso príncipe, que lo mereció, pero no la vaca que agora lo tiene tiranizado y sujeto no por su valor, que él es un codicio‐ so mercader, sino por los rehenes que tienen, y porque quie‐ ren contemporizar con él, esperando la hora en que lo ha de llevar su dueño. Hizo su asiento en la ciudad de Meaco, y en ella unos pala‐ cios maravillosos. Y sin dubda lo fueron, porque siendo señor de dos reinos, hizo la fortaleza dicha en Guifu, que había en Meaco cuando tenía más poder, más ánimo y saber. Y mandó a todos los tonos y señores de Japón que allí hiciesen su asien‐ to principal para sí o para algún hijo o pariente más cercano, 117

porque a todos quería tener presentes. Y así lo cumplieron los que ya le obedecían y fueron dando obediencia. Hizo venir a su hijo mayor llamado Jonosuquendono a Meaco, y envío a Faximba Yechixem sobre Tosa o el Xicocu, donde se había le‐ vantado un gobernador de Saquionon Daibundono, como le vio ocupado con guerras. Mas túvole mal provecho, porque fue muerto y destruido, y toda la isla pacífica. Sujetó a Tamba, y diole a un su criado llamado Aquechi. Conquistó a Minasaca, Foqui, Inaba, Taxima, Tango, Yxem, Inga, Vomi, Yechixem (que dio a Toquichiro) Finda, Totomi, Noto, Yecu, Cay y Canga.242

4.3. QUIÉN FUE UCON DONO JUSTO Y CÓMO NO BU NAN ‐ GA LE SUJ ET Ó Y TRAJO A SU DEV OC IÓN Habiendo Nobunanga sujetado el Goquinay y los reinos dichos, prosiguió su intento de ponerlo todo a su devoción y que no hubiese en todo el reino señor que no le reconociese. Y porque conviene para adelante haber claridad en lo que se trata, porné en este lugar lo siguiente: pocas leguas de Meaco está el reino que llaman Cavachi, y en él estaba una fortaleza de grande importancia y muy fuerte, que era llave del dicho reino y tenía muchas tierras y poblaciones. El señor que a la sazón era deste reino se llamaba Ucondono Minabinobo, y era cristiano y llamábase Justo, el cuál se entró en una muy famo‐ sa fortaleza que se llamaba Taca Yama que significa “monte alto”, y así le llamaban también Taca Yamandono.243 Fue No‐ bunanga en persona sobre este reino, y como había de pasar por ahí con mucha brevedad y gente, cercó la fortaleza y re‐ quirió a Justo que se la entregase, a lo que él respondió con gran valor que no haría tal en cuanto le durase la vida, que él no le conocía. 118

Hizo Nobunanga muchas diligencias, dio muchos asaltos y correrías, pero por el valor de Justo todos se defendían, de modo que antes perdía Nobunanga que ganase, lo que visto por él le envió a rogar y a hacer muchas promesas si le entre‐ gase a la fortaleza o se pasaba de su parte, haciéndose su amigo. Pero a nada respondió a propósito. Tenía en sus tie‐ rras el Justo algunos padres de la Compañía, y entre ellos es‐ taba el padre Organtino y el padre Sebastián González, los cuales, o que no se pudiesen recoger a la fortaleza, o que salie‐ sen después a algunas confesiones, no lo sé, pero él tuvo noti‐ cias dellos y los hizo traer a su presencia, y les dijo que, pues Justo era cristiano y tan sujeto a ellos, que le rogasen le entre‐ gase aquella fortaleza. Respondió el padre Organtino, que era el rector, que no podía hacer aquello, porque no era negocio que les competía, y que si Justo les tenía respecto como el decía, que sería en lo que tocaba a su alma, de la cual los pa‐ dres tenían cuidado, mas no de las cosas temporales. Y que también, aunque ellos se lo dijesen, que no lo había él de hacer.244 Callose Nobunanga y enviole a decir a Justo que le entre‐ gaste la fortaleza, porque si no, que los padres se lo habían de pagar. Respondió que mirase, que los padres no tenían que ver con eso, pues eran religiosos y estranjeros, con quien no convenía usar de sinrazones. Y así que le pedía que no les hi‐ ciese mal. Pero Nobunanga, muy bravo, mostró querer matar los padres, y finalmente envío a decir a Justo que se determi‐ nase en le entregar la fortaleza, porque sino se la entregaba que delante de sus ojos le había de matar los padres, y que le daba de término para pensar en su negocio aquel día y noche, y que por la mañana le enviase la resolución de lo que deter‐ minaba hacer. De tal modo se lo envío a decir, que Justo se congojó gran‐ 119

demente y sintió la determinación de Nobunanga. Y como le tenía por determinado, y al fin era gentil y vencedor, que no tenía a quién dar cuenta, no pudo dejar de entender que los mataría, lo que para él era una cosa terrible. Y así, con gran sentimiento, se fue a donde su padre y su madre estaban, y les dijo lo que pasaba, y que sería una cosa de mucha deshonra y abatimiento para él subceder semejante caso, y grande lástima morir sin culpa aquellos padres que tanto valían, y de quien Dios le había de pedir cuenta. Y así que él quería ir a se poner en poder de Nobunanga. Y que no le sufría el corazón que fuese otro día sino luego, esa noche, que no solo quería que no muriesen, pero que aun de estar un momento por su causa con pena y trabajo lo tenía por grande culpa suya. El padre le respondió que tenía mucha razón y obligación de sentir aquel caso, y procurar no solo que los padres no muriesen, pero no dar lugar a que pasasen algún trabajo. Y así que antes se per‐ diesen todos que perder a los padres que tanta falta hacían. Luego Ucondono Justo245 escribió una carta al padre Or‐ gantino en que le daba el pésame de su prisión, y prometía li‐ bertar a costa de su vida y honra, y así que otro día determina‐ ba ponerse en manos de Nobunanga. Envió esta carta con dos criados suyos, respondiendo con él uno a Nobunanga, y pi‐ diéndole libertad para los dichos padres. Holgó tanto Nobu‐ nanga con este recado, que luego envío a se lo agradecer y prometer grandes mercedes. Amaneció otro día, y dejando Justo su fortaleza, se vino al campo de Nobunanga, que le re‐ cibió con mucha honra y le prometió grandes mercedes, como se las hizo después. Y entregándole los padres, le dio el sacan‐ tzuqui y le dijo se volviese a su fortaleza, donde él iría luego. Y tanto se confió Nobunanga deste valeroso cristiano, porque lo era, y por su valor, que con poca gente fue luego a la forta‐ leza, adonde Justo le pudiera matar si quisiera.246

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Luego que se supo que Ucondono era de la parte de Nobu‐ nanga, no hubo quien le resistiera, y así sujeto otros reinos con mucha facilidad. Y porque el invierno venía entrando a gran priesa, se recogió a Meaco, victorioso y ufano. Acompa‐ ñole Ucondono, y después con su licencia se volvió a sus tie‐ rras lleno de muchas honras y riquezas que Nobunanga le dio, muy satisfecho de su valor y fidelidad.

4.4. DE TER MI NA DO NO BU NAN GA DE PA CI FI CAR Y PONER TODO EL REINO DE BA JO DE SU DO MI NIO, ENVÍA A FAX IMB A YEC HIX EM SOBRE EL MORI, QUE LE ENTRÓ POR SUS TIER RAS Quedábanle por conquistar a Nobunanga en la isla del Cami algunos señores, como lo era el señor de Micagua, lla‐ mado Yeyasu, y el Date, señor del gran reino de Oxu, que es el último de Japón por la parte del norte y el este, y quedábale el Mori, señor de Chungocu, y quedábale por conquistar la isla del Ximo toda. Y por concluir con lo que restaba de Meaco hasta el estrecho de Ximonoxequi, envió a Faximba Yechixem sobre el Mori con un ejército de más de sesenta mil hombres. Partió Faximba y, llegando a las primeras márgenes de su reino, le envío una embajada en nombre de su señor Nobunanga, rogándole con la paz si le obedeciese por señor y fuese a hacer rei. Pero como el Mori era poderoso, determinó resistirle, y no respondió a propósito, lo que visto por el gene‐ ral Yechixem, le entró por las tierras, haciendo algún daño, porque naturalmente no era cruel. Y después de haber tomado algunas fortalezas y quemado algunas poblaciones, pareciéndole que estaban amedrentados, envío segunda embajada al dicho Mori, rogándole con la paz con las condiciones dichas. Pero como los señores de Japón 121

tienen poco amor a sus vasallos, quiso este verlos antes des‐ truir que obedecer, y así no quiso responder. Con esto se en‐ cendió en ira el Yechixem, y fue entrando con gran furia por el reino de Bijem, y lo conquistó todo.247 Y luego pasó al de Bichu y hizo lo mesmo. Y entrando por el de Itzumo, le salió el Mori al encuentro con más de ciento y veinte mil hombres, pero fue desbaratado y puesto en huida, siguiendo el alcance por más de tres leguas. Y el Mori se recogió al reino de Bingo, y Faximba fue prosiguiendo la guerra. Y en fin de dos años le conquistó los cuatro reinos de ocho que tenía, de lo cual, avisado Nobunanga, para abreviar la guerra y pasar al Ximo, mandó a todos los señores que le obedecían que cada cual le acudiese dentro de un breve tiempo señalado con tantos mil hombres, según la renta que gozaba, para ir sobre el Mori en persona. Y con esto se comenzó a recoger mucha gente en Meaco, la cual luego Nobunanga mandaba pasar camino del Chungocu. En este tiempo tenía Faximba Yechixem cerca de la fortaleza principal del reino de Bingo. Y el Mori le cometió paces, y él aviso dello a Nobunanga, que no le respondió por la causa que luego diremos.

4.5. AQUE CHI MATA A SU SEÑOR NO BU NAN GA Y A SU HIJO JON OS UQ UEND ONO Arriba se dijo cómo había dado Nobunanga a un criado suyo llamado Aquechi el reino de Tamba. Conviene pues saber que este Aquechi fue paje de Nobunanga desde antes que fue señor de Oari, y como él era colérico, por un enojo que le dio el paje, le dio un puntapié en la barriga o en los pe‐ chos, de que él quedó muy corrido y sentido, aunque lo disi‐ muló, y desde luego propuso vengarse como mejor pudiese. Y 122

para efectuar su dañado propósito, no se fue de su casa, mas comenzó a servir de tal suerte a su señor que se arrepintió muchas veces de haberle lastimado, porque era muy agradeci‐ do, natural condición de hombre generoso y de valor. Y así como el traidor Aquechi propuso vengarse, propuso él hacerle mercedes y así se las hizo, porque le dio el reino Tamba y otros dos con él, y le había antes desto casado de su mano, y una hija que tenía la casó con un su sobrino llamado Xichi‐ bioye, de modo que no solo le hizo señor, sino su pariente.248 Todo esto olvidó el malvado Aquechi. Y así, habiendo venido a Meaco con un ejército de gente muy lúcida por mandado de su señor, habiéndole dado muestras della, le mandó que pasa‐ se de largo porque él partía otro día. Y así pasó, dejando es‐ pías en Meaco para que le avisasen de lo que su señor hacía, y él asentó su campo cerca de la ciudad. Estaban en Meaco algunos señores para acompañar a No‐ bunanga, y uno dellos era Justo Ucondono, señor de Canga, hombre cristiano muy querido de Nobunanga, y de quien hacía mucha cuenta, y no la tuvo buena en mandarle que tam‐ bién se fuese había ya dos días, porque por excusar vejaciones a la ciudad, luego los mandaba marchar, y así estaba con poca gente.249 Había convidado a Nobunanga el abadesa de un monaste‐ rio llamado Fono Oxi de bicunis, de las que llamaban foque‐ xus,250 y fue a recibir el convite la tarde del día qué había pasa‐ do Aquechi, de quién él poco se acordaba. Y el traidor fue avisado dello. Y luego, sin dilación, volvió a la ciudad, y con brevedad no imaginada, cercó el convento por todas partes y le puso fuego. Avisaron a Nobunanga de como Aquechi le tenía cercado. Y dicen que puso el dedo en la boca y dijo: “yo me he dado a mí mesmo la muerte”. Retrajose en un aposento fuerte a donde de segunda vez fue cercado, y como no pudie‐ 123

sen entrar, pusiéronle fuego, adonde fue quemado con algu‐ nos de los suyos. Entonces el malvado y traidor fue al palacio del hijo heredero, que estaba bien descuidado. Y entrando dentro lo mataron. Y el traidor quedó hecho señor del pala‐ cio, lo cual subcedió año de mil y quinientos y ochenta y uno, habiendo reinado Nobunanga en Meaco catorce años.251 Recogido Aquechi en la fortaleza, y apoderado della, pro‐ curó que le diesen la obediencia los señores de Japón que allí había, pero ellos no respondieron. Antes se juntaron todos y enviaron un mensajero a Faximba Yechixem con una carta, pidiéndole viniese a socorrer a Meaco, y dándole cuenta de lo subcedido, el cual correo, alcanzando a Ucondono, le avisó, y así mesmo a los que iba alcanzando, y ellos todos se fueron volviendo a Meaco con determinación de vengar a su señor.252 Había Nobunanga, pocos días había, dado la isla Xicocu a su hijo Sanxichindono, y enviádole con doce mil hombres a tomar posesión della, y a este tiempo estaba en Sacay. Avisá‐ ronle los tonos que estaban en Meaco de lo que había subcedi‐ do, y pidiéronle viniese a vengar la muerte de su padre y a tomar posesión del reino. Oído por él, dio la vuelta y vínose a Osaca, en cuya fortaleza estaba Xichibioyendono, sobrino de Nobunanga, yerno de Aquechi. Y en compañía tenía un hom‐ bre de mucho negocio llamado Gorozaymon, del bando de Nobunanga, el cual no se llevaba bien con Xichibioye. Esto supo Sanxichi, y determinó hacerse señor de la fortaleza. Y carteose con Gorozaymon, que le halló muy propicio, y luego escribió a su primo, diciéndole que, si quería ayudarse de aquella gente que traía para defender aquella fortaleza, que le diese entrada, que mejor estarían juntos para cualquier acon‐ tecimiento respecto del que sabía que no estaba bien con Go‐ rozaymon. Diole entrada luego Xichibioye. Había avisado ya Sanxichi a Gorozaymon, y pedido que, entrando él dentro, 124

matase al primo. Y así fue que entrando con su gente del dicho Sanxichidono, saliéndole a recibir el primo, le dieron con una bala. Cayó luego allí, y Sanxichi fue muy recibido de todos los tonos y samuráis amigos de su padre y de todos los demás. Juntos partieron para Meaco, donde fueron muy bien recibidos.253

4.6. FA XIM BA YE CHI XEM PARTE DEL CHUN GO CU LA VUELT A DE MEACO254 No se durmió en las pajas el mensajero que enviaron a Fa‐ ximba Yechixem. Antes, con mucha brevedad llegó al reino de Bingo, adonde estaba el ejército alrededor de la fortaleza. Y diciéndose tzukay,255 que es “mensajero”, que venía de Meaco con carta para Faximba Yechixem. Luego le llevaron a su tienda, y así como le vio en el triste semblante que traía, entendió que había alguna novedad. Y haciéndole entrar a lo interior, mandó que no entrase nadie allá. Tomó la carta y, como no sabía leer, abriola y pasó los ojos por ella una y otra vez. Y doblándola, hizo llegar cerca de sí al correo y díjole que por extenso le contase lo que había en Meaco, y que a quién había encontrado en el camino. Díjole: Señor, cuando partí de Meaco, no había subcedido más que haber muerto Aquechi a Nobunanga y a Jonosuquendono, y Aquechi quedaba en la fortaleza, y los señores principales quedan esperando por ti. Y otros que venían acá que yo alcan‐ cé volvieron a Meaco con gran priesa. Puso la mano a la catana Faximba y cortole la cabeza, por‐ que de otra manera no guarda secreto el japón. Y luego envió un recado al capitán de la fortaleza y a decirle que si quería que toda su gente se salvase, que se cortarse él la barriga, y luego todos se podrían ir en paz. Aceptó el capitán el partido 125

y dijo que se lo agradecía mucho, y luego, sin más recado, salió de la fortaleza solo, con algunos pajes y con dos catanas en la cinta. Y llegando al margen del campo, halló dos tatamis tendi‐ dos en el suelo y un recado de Faximba Yechixem, y un sa‐ cantzuqui y vino. Pusiéronse sobre los tatamis el capitán y el que trajo el recado y, quitándose la catana grande el capitán, la puso cerca del otro. Y luego vino el paje del sacantzuqui, el cual tomaron los dos, y los pajes del capitán. Y hecho esto, dijo al mensajero que dijese al general que le agradecía mucho haber querido dar la vida a toda su gente a tan poca costa como la suya, la cual él se quitaba de muy buena gana, a true‐ que de que sus amigos y soldados viviesen. Levantó la mano izquierda a los de la fortaleza diciendo tres veces “saraba”256 y, puesto de rodillas a su modo, sentado sobre los talones, sacó el vaquizaxi y se lo metió por el lado izquierdo. Y tirando la mano hacia el derecho, se cortó la barriga por medio, y cayó sobre los tatamis, y uno de los pajes suyos puso mano a su ca‐ tana y cortole la cabeza. Y al paje se la cortó el criado o solda‐ do de Faximba. Y con esto envió a tomar posesión de la forta‐ leza, dejando ir fuera toda la gente que era muchísima, porque de propósito hacen estas fortalezas tan grandes, que de la pri‐ mera cerca adentro caben muchas mil personas. Entrado que fue en la fortaleza envió a pedir habla al Mori, el cual le envió su secretario con cartas de creencia. El cual, venido a la fortaleza, fue recibido con mucha benignidad.257 Y retraídos ambos en un aposento, le dijo Yechixem lo que pa‐ saba: que él se volvía a Meaco a vengar la muerte de su señor, que le dijiste al Mori cómo le dejaba todo lo que de sus tierras había ganado, libres y sin embargo.258 Que le rogaba mucho fuese su amigo y se acordase de aquel servicio, y que le diese algunos arcabuceros para aquella ocasión. Admirose el secre‐ 126

tario de aquella liberalidad, y dijo que de parte de su señor se la agradecía mucho, y que quería ir a darle cuenta de eso y a prevenir la gente. Fue el secretario a su señor, que no poco se admiró del caso, y luego le volvió a enviar a dar las gracias, y a ofrecerse por su amigo, y a llevar ocho mil arcabuceros. Juntó Faximba los capitanes y gente principal del ejército, y díjoles como convenía partir luego para Meaco, porque No‐ bunanga, su señor, era muerto por Aquechi, y debían todos morir en la demanda o vengar una muerte tan injusta. Diole la carta de los señores de Meaco al secretario, que la leyó en voz alta a todos, que quedaron con gran sentimiento en la oír, y todos juntos le pidieron quisiese luego partir. Y así lo hicie‐ ron, enviando Faximba diversos recados por las fortalezas del Chungocu ganadas para que, sin hacer daño alguno, las deja‐ sen y se recogiesen al Meaco con toda brevedad, a donde él iba derecho. Y así se hizo.

4.7. FA XIM BA YE CHI XEM LLEGA A MEACO Y ES ELE GI ‐ DO DE TODOS POR CA PI TÁN GE NE RAL PARA VEN GAR A NOB UN ANG A. DA LA BAT AL LA AL TRAID OR Y VÉNC EL E Despachado este recado a todos los capitanes que tenían las fortalezas, se envió Faximba Yechixem a despedir del Mori con muchos agradecimientos y cortesías de parte a parte, que esto tiene el japón, que se precia mucho de cortés. Y luego se partió para Meaco, a donde llegó con mucha brevedad. Y Aquechi a este tiempo había mandado venir de sus tierras mucha gente. Y se habían puesto de su parte, aunque con di‐ simulo, el Yeyasu y otros que aún no obedecían. Y teniendo noticia de la venida de Faximba Yechixem, visto que los seño‐ res que en Meaco había todos le querían mal y ninguna cuen‐ ta hacían dél, se había salido de la ciudad y estaba junto della 127

con su campo, en que tenía mucha gente. Así como llegó Faximba Yechixem, no hubo señor que no le diese la obediencia, y hasta el mesmo Sanxichindono se puso debajo della, tanta era la reputación que con todos tenía, y buena estrella en su favor, que más confianza hacían de su ventura, esfuerzo y ardid, que de todos sus ejércitos.259 Fue en busca del traidor, que le dijeron le estaba esperando en orden de batalla, mas no le osó esperar. Fue tras él y alcanzolo cua‐ tro leguas de Meaco junto a una punta de un monte que lla‐ man Yamazaqui.260 Y allí hizo rostro y se presentó batalla en la cual, por el valor de Faximba Yechixem y de Ucondono, que iba por maese de campo, digamos, fue vencido y destrui‐ do. Fueron siguiendo el alcance hasta la fortaleza de Sacamo‐ to que está seis lenguas de Meaco, adonde llegados, y cercada la dicha fortaleza, se puso a la ventana de la torre de la puerta Yafenxi,261 yerno de Aquechi, el cual dijo que su suegro no es‐ taba allí, que qué querían, y que allí no había quien hiciese re‐ sistencia ni más que él, con su mujer,262 y la mujer de Aquechi y otros hijos suyos. “Pues todos sois culpados,” dijo Ucon‐ dono, “y todos habéis de morir si no entregáis a Aquechi.” “No está aquí,” respondió él. Y luego pusieron fuego a la for‐ taleza y se cortaron unos a otros. Y así murieron cuantos den‐ tro había. Había Aquechi dejado el camino de la fortaleza y entrado por un barbecho, adónde unos labradores le mataron y le ro‐ baron las armas y caballo. Y un su criado que le iba siguiendo le cortó la cabeza y la llevó a una ermita de bonzos, donde dio una limosna y la hizo enterrar. Pero como anduviesen en busca suya, hallaron el cuerpo y no faltó quien por aquí dijese que era él y adónde estaba la cabeza, la cual trajeron. Y con el cuerpo llevaron a Faximba Yechixem, que la mandó poner en una cruz en el camino de Meaco con una tabla en que estaba 128

escrita su traición y muerte. Buscaron todos sus parientes hasta el cuarto grado y, a los que pudieron hallar, todos mata‐ ron. Mas, con todo, quedó un sobrino o nieto o no sé quién deste que vive hoy en cierta parte del Cami.263 Fue la muerte del gran Nobunanga muy sentida de todos por su valor, generosidad y nobleza de ánimo. Fue hombre de buen cuerpo, alto y bien proporcionado, de ojos grandes, nariz levantada, de color trigueña, nervudo, enjuto y velloso, gran soldado y llano enemigo de muchas ceremonias. Era costum‐ bre en Japón los yacatas y grandes señores no poder poner los pies en el suelo ni ir a pie, pero este belicoso rey decía que el rey y señor había de ser soldado y no dama encerrada.264 Y así andaba a pie por la ciudad y a caballo con algunos zoris o fa‐ quimonos de paja. Y cuando hacía alguna fortaleza o palacio, en llegando a la obra se apeaba y tomaba un pellejo de tigre y lo ceñía por las caderas. Y cuando tenía necesidad o conve‐ niencia, se sentaba sobre el suelo. Y no solo acudía a ver sus obras, pero holgaba de ver las casas que hacían sus tonos y criados, y pedía a la traza. Y lo que le parecía bien, aproba‐ ba,265 y de lo que no era tal, burlaba y lo enmendaba. Era mortal enemigo de bonzos y los desamaba, y era muy amigo de cristianos, y así hacia muchas honras a los padres de la Compañía, que en este tiempo ya había treinta años que esta‐ ban en Japón.266 Y el padre de Gregorio de Céspedes le comu‐ nicó y me dio a mí mucha relación dél, y fue muy amigo suyo. Y si no le atajara la muerte, se tenían grandes esperanzas de que había de favorecer los cristianos.

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CA PÍ TU LO 5. RE CÓ GE SE FA XIM BA YE CHI ‐ XEM CON SANX IC HIND ONO A MEACO, DONDE NOMB RAN POR REY AL NIETO DE NO ‐ BUN ANG A, HIJO DE JON OS UQ UEND ONO, Y ELI ‐ GEN GOB ERN AD OR ES Y OTRAS COSAS, Y FI ‐ NALM ENT E FAX IMB A SE HACE SEÑOR DE LA TENCA267 Tomada justa, aunque no bastante venganza del traidor Aquechi, volvió a Meaco Faximba Yechixem con Sanxichin‐ dono y los demás tonos y señores, amigos y vasallos de Nobu‐ nanga, satisfechos de la venganza, pero tristes por la falta de su señor, a quien de corazón amaban (cosa nueva en esta gente, que no tiene amor a sus señores, aunque a veces tienen razón). Llegados a Meaco, entraron en consejo y hallaron que no debían dar la obediencia al dicho Sanxichidono, aunque de los hijos vivos de Nobunanga era el mayor, respecto de haber quedado un niño de edad de dos años hijo de Jonosuquen‐ dono, hijo mayor de Nobunanga, que mató el traidor aquel día. A este dijeron pertenecer el reino y monarchía, y así acor‐ daron de no se la quitar, y que a Saxichindono y a otro su her‐ mano menor llamado Gofonjo268 les diesen Oari y Mino, reinos que fueron de su padre, con otros tres o cuatro, y así lo hicieron. Pues como el niño era tan tierno, nombraron cuatro gober‐ nadores para que en su nombre gobernasen la Tenca, y pusie‐ sen freno a quien quisiese enojarle. El uno destos gobernado‐ res fue Faximba Yechixem. Otro se llamó Yquedandono, otro Xibatandono y el otro Gorozaimon.269 Hicieron grandes capi‐ tulaciones sobre que serían conformes en el gobierno, y no harían cosa en que todos no consintiesen, y que particular‐ 130

mente no levantarían fortaleza sin voluntad de todos cuatro. El más poderoso, estimado, brioso, sagaz y aun codicioso de mandar, aunque gran republicano y celoso del bien común, era Faximba Yechixem, y fue el primero que quebró el con‐ cierto y capitulaciones, pareciéndole que eran muchos gober‐ nadores y que cada cuál tiraba a su interés propio. Concertose pues con dos de los gobernadores que holgaron de ser sus amigos, porque vieron que tenía buen celo y gran poder, por‐ que aun se estaba con ejército formado y grandes compañías de samuráis, a quien honraba mucho. Estos fueron Gorozay‐ mon y Yquedandono, a los cuales prometió muchos favores. Hecho esto, fue tomando rehenes de todos los señores princi‐ pales, y luego, con mucha priesa, mandó levantar una fortale‐ za cerca de Meaco. Y sin hacer caso de Xibatandono, el otro gobernador, mandó publicar unos edictos y fatos. Viendo pues Xibantandono el poco caso que Faximba Yechixem hacía dél, y que sus compañeros no le contrariaban, temió algún mal subceso sobre su cabeza, y fuese adonde estaba Sanxi‐ chindono, quieto y gozando de sus reinos. Inquietó de modo al mancebo, que le hizo venir sobre Meaco con un grande ejército de gente, lo que sabido por Yechixem, con aquella gente que tenía disciplinada en la guerra, le salió recibir y en‐ contró en los confines de los reinos de Omi y Yechixem, donde les dio la batalla y venció, y fue persiguiendo tres días.270 El Xibatandono se encerró en una fortaleza, la cual cercaron con mucha presteza, y obligó al Xibatandono que se cortase271 con la gente más lúcida que tenía consigo. Y los que quedaron vivos pusieron fuego a la fortaleza y se quemaron. Concluido con esto, fue siguiendo a Sanxichindono, que se había recogido en la famosa fortaleza de Guifu, que con tanto gusto había hecho su padre Nobunanga, y allí le cercó y tenía en gran aprieto, lo que sabido por Gofonjo, el menor her‐ mano, a quien este había pedido socorro, pareciéndole que 131

concluido con Sanxichindono, habían de dar sobre él. Propu‐ so confirmarse en amistad con Faximba, a quien veía favore‐ cer la fortuna a todo andar, aunque fuese a costa de su her‐ mano, a quien ya había perdido. Y así le escribió una carta y envió a decir que no le podía enviar el socorro que le pedía, porque lo había menester para sí, mas que le parecía que se vi‐ niese a la fortaleza de Oari, y que allí se defenderían mejor. Tomó Sanxichindono su consejo, y saliendo por una puerta falsa una noche, tomó el camino de Oari con algunos pocos criados, cerca de donde encontró un recado del hermano en que le decía que por cuanto él era amigo de Faximba Yechi‐ xem, a quien ambos dos debían mucho, que no le podía reco‐ ger consigo, más antes se contase la barriga antes de llegar a verle. Visto por el mancebo mal aconsejado el recado del her‐ mano, y que no podía hacer menos, luego se cortó, y los sol‐ dados que le dieron el recado le cortaron la cabeza y se la lle‐ varon a Gofonjo, el cual la envió a Faximba Yechixem, avi‐ sándole de lo que había subcedido, y él se fue en su segui‐ miento. Y llegado a Guifu, le salió Faximba Yechixem a reci‐ bir, y con mucha honra dio obediencia como a su señor, y lo mesmo hicieron todos los señores que allí estaban por su mandado, y le dijo quería llevarle a Meaco para le entregar el señorío de la Tenca. Y así se partieron con mucha brevedad dejando en Oari y Mino gobernadores de confianza. Llegados que fueron a Meaco, fueron de todos muy bien recibidos, y holgaron de ver al Gofonjo, a quien amaban por su buena naturaleza y por su padre. Mandó luego Faximba juntar todos los tonos que obedecían, y dioles a entender que todo esto que hacía era porque la Tenca se sustentase y en ella los que eran de la sangre de Nobunanga su señor, a quién él particularmente tanto debía, y que si Sanxichindono era muerto, que había sido la culpa suya en haberle venido a in‐ quietar cuando él y todos estaban pacíficos. Díjoles que allí les 132

había traído al Gofonjo, hijo de Nobunanga su señor, que les rogaba le diesen la obediencia y recibiesen por su rey, porque él así lo había de hacer. Todos dijeron que holgaban mucho dello, y hicieron lo que les mandó con mucho contento, pun‐ tualidad y alegría.272 Y luego en la luna nueva de febrero, que es su fiesta princi‐ pal que llaman Jonguatz, todos le hicieron rei, que es dar obe‐ diencia. Habíase Faximba Yechixem recogido en la fortaleza de Sacamoto, y allí estaba con mucha gente que siempre le se‐ guía como a capitán general y gobernador. Y Gofonjo, des‐ pués de pasadas las fiestas, pareciéndole que todas aquellas honras había recibido por orden de Faximba, y que le tenía grande obligación, quiso mostrarse grato y ir a verle, y darle las gracias de lo que por él había hecho. Y así lo puso en efec‐ to, y partió de Meaco con mucho acompañamiento, hacién‐ dole saber su ida, con la cual mostró holgar mucho Faximba Yechixem, y le recibió con grande honra y aparato. Trataron de muchas cosas, y el mancebo le dio mil gracias por el beneficio recibido, agradeciéndole la memoria que tenía del amor que su padre Nobunanga le mostrara, y pidiole que siempre sea su amigo y le aconseje lo que viere convenir para el gobierno de aquellos reinos, que por su favor espera gozar. Diole Faximba un banquete a él y a los señores que con él fueron, que duró tres días, y por postre le dio treinta mil du‐ cados en barras de oro y plata. Después de haber reposado, al tiempo que se quiso volver a Meaco, le habló en secreto el Faximba a Gofonjo, y le dijo que por parecerle convenía así a su bien y al común, le quería dar un consejo. Y era que, considerando su poca edad, la mucha variación de voluntades de aquellas gentes, las muchas revueltas pasadas y las que esperaban habría, y otras cosas mu‐ chas, que dejaba a su entendimiento le parecía que cediendo 133

en él el reino, mando y señorío en que ya estaba puesto, ser recogiese a vivir a Oari y Mino, reinos que fueron de su padre, donde había de ser querido y estimado mucho más que en Meaco. Y que con esto escogiese de los más cercanos dos o tres o los que quisiese, y que le prometía de serle siempre amigo y padre en todo. Y que desta manera viviría más quieto y siguro. Gofonjo, que no tenía otras fuerzas más de las que el Faximba le había dado, y no tenía confianza en otro tanto como en él, pareciéndole que aquella eran palabras de hombre ya determinado como prudente. Hizo de la necesidad virtud, y con alegre semblante le respondió que aquello mesmo le pa‐ recía a él, y que sin haber comenzado a gobernar el reino esta‐ ba ya recelando el trabajo en que se podría ver y otras muchas cosas. Y así que todo lo que le decía le parecía muy bien, y quería hacer como a él le pareciese, y así que viese como que‐ ría que se ordenase y que se pusiese en efecto. Luego díjole el Faximba, después de un largo razonamien‐ to, que fuese a Meaco y delante de todos propusiese dejar el señorío de la Tenca, y que le enviase a mandar, digo llamar,273 delante de todos, a su casa, donde él en Meaco estaría. Le dio la orden de todo y el mancebo, aunque con gran pesar, se lo prometió, y se fue a Meaco donde otro día antes que algún señor de aquellos se fuese a su reino. Les propuso todo lo consultado como que solo salía de su libre albedrío. Alterá‐ ronse mucho todos los más, y dijeron que no tratase de tal ne‐ gocio, que no era cosa justa ni lo habían de consentir. Mas él volvió a repetir y dijo que no había que haber otra cosa, y que en su lugar les dejaría una persona tal que con él les fuese mejor que consigo, y que esta era Faximba Yechixem. Como él nombró a Faximba, todos callaron, porque le temían enojar a causa de su gran valentía y poder, porque tenía cincuenta mil hombres de guerra si luego los quisiese. Y hubieron de conceder con lo que decía Gofonjo, el cual envió a llamar a 134

Faximba, que vino al momento, y le dijo que desde luego cedía en él el reino, y que no le pedía lo gobernase bien ni mal, porque por tener dél la opinión que tenía, se lo dejaba, y que se querían recoger a Oari a vivir. Hubo muchos dares y tomares que dejo, por ser prolijidad tratar de los cumplimientos desta gente, y finalmente el Fa‐ ximba fue levantado por rey y señor de la Tenca, y Gofonjo se partió para Oari y Mino, donde vivió quieto. Esto subcedió el año de mil y quinientos y ochenta y cuatro. Y luego Faximba determinó tomar nombre y investidura del Dairi, pontífice máximo de los japones, a quien fue a visitar con un gran pre‐ sente de barras de oro y plata. Y el dicho Dairi le dio la inves‐ tidura y le llamó por nombre Taico, y así de allí adelante dijo Taicosama. Luego que comenzó a gobernar el dicho año, reformó mu‐ chas cosas a mejor uso que tenían, porque era gran republi‐ cano. Y nuestro señor, que tiene en la mano los corazones de los reyes, le dio a este, que había sido un miserable leñador, un corazón tan noble, tan real y valeroso que fue extremo. Y hoy dicen los japones que Taicosama que fue un milagro y maravilla nunca vista que Dios envió a Japón. Era con ser va‐ leroso y esforzado, de grande ingenio y saber, y a lo que él decía o hacia, nadie ponía ni hallaba tacha. Algunos le impor‐ taron de cruel, y no lo era, sino justiciero. Este nombre Taico que tomó este rey no fue acaso, sí con gran prudencia, porque Taico significa “cosa u obra de mucha estima a la cual se le recela algún peligro”. Nótese si era pru‐ dente quien se lo puso y quien se contentó con él.274 Acordándose pues de aquel labrador su amo, le hizo llamar, y venido le agradeció el beneficio pasado y hizo gran tono con mucha renta a él y sus hijos.275 Y así mesmo hizo bien a otros conocidos y amigos. De su madre y parientes no hay que tra‐ 135

tar, que claro está se había de acordar. El nieto de Nobunanga, que en este tiempo era de edad de cuatro años o cinco, se criaba con mucho cuidado, y él lo que‐ ría mucho, aunque como tuvo un sobrino que le inquietó y después un hijo que hoy vive, no le hizo príncipe como había determinado. Y no me espanto que le venciese la ambición de mandar. Hizo y estableció leyes rigurosas con que corregir y atemorizar los temerarios japones, porque aunque era tan be‐ licoso era muy amigo de paz y de virtud, y no quería que se hiciese mal a nadie. Antes que él gobernase no había quien pudiese caminar ni navegar sin mucha guarda por la gran can‐ tidad de ladrones que había, y después iba un hombre solo cargado de oro por todo el reino y no había quien le perjudi‐ case. Porque por un rábano que uno hurtase, tenía pena de muerte, la cual se ejecutaba con mucho rigor. El que era cabe‐ za de ladrones moría frito y toda su generación crucificaban.276 En poniendo mano a cualquier arma y sacando una gota de sangre, había de morir el delincuente o ambos. En los puertos se hacían grandes tiranías y robos, y muchos navíos no que‐ rían entrar en ellos por no pagar los excesivos derechos que les hacían pagar. Él los franqueó y mandó que ningún tono ni señor cobrase derechos de ancorage de ningún navío de cual‐ quiera cosa y tierra que fuese o viniese, de natural ni forastero. Nunca este reino gozó de la tranquilidad que hubo en tiempo deste rey como todos dicen, y yo vi parte dello, porque el año de mil y quinientos y noventa y cuatro, que vine a él, y todo era paz y quietud que duró hasta el de mil y quinientos y noventa y ocho, en que él murió. Trato en el reino, que fuera en Corai guerras hubo, como luego se dirá. Pues como estuviese ya de posesión del reino, comenzáron‐ le a venir a dar la obediencia muchos señores que aún faltaban por darla a Nobunanga, y quedábale solamente en las partes 136

de arriba el Date, que agora llaman Masamune, y Yeyasu.277 Y queriendo ir sobre ellos, se levantó en Osaca, ciudad famosa, un bonzo maligno que le dio harto en que entender. Había en Osaca un bonzo principal cabeza de la secta Icoxu, llamado por nombre Rochundono, tan poderoso, que se levantó con la ciudad contra Taicosama y le negó la obediencia, y fue nece‐ sario acudir él mesmo en persona, y en fin lo rindió. Y unos dicen que lo quemó vivo, a él y otros muchos bonzos, pero otros dicen que no, sino que hubo la ciudad por concierto, y que este bonzo, con todos los suyos, se fue a Meaco.278

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CA PÍ TU LO 6. DE LAS GUE RRAS QUE POR ESTOS AÑOS SE LEV ANT AR ON EN LAS PART ES DEL XIMO Todo lo dicho y otras muchas cosas pasaron en el Cami, cuando en el Ximo no holgaban. Ya está dicho lo que es la isla del Ximo y los reinos que contiene, y como Arima es uno dellos. Este reino de Arima solía ser muy grande el señor dél que llamaban yacata, mas no era yacata de prosapia, sino por merced. Residía en Arima, en el Tacacu, y tenía un goberna‐ dor que gobernaba el reino de Fixen y otro a Izafay, a quien Fixem se levantó el gobernador que lo regía y se hizo señor dél, de modo que no le pudo restaurar, más antes perdió tam‐ bién a Izafay.279 Este yacata de Arima tuvo un hijo que fue cristiano, llama‐ do Protasio, y en tiempo deste, un hijo del traidor del Fixem llamado Tacanonbo le quiso hacer tributario, y le envió a decir que si no le reconocía, que le había de ir a tomar el Ta‐ cacu, mas el de Arima determinó resistirle. Determinado pues Tacanonbo de ir al Tacacu, comenzó a marchar por tierra, y vino a Izafay, y pasó a este reino de Umbra, cuyo señor era don Bartolomé, el cual, no le queriendo dar pasaje por sus tie‐ rras, no le quiso ver. Mas al fin, visto que no se lo podía estor‐ bar, se le dio. Después de haber el Tacanondono entrado en las tierras de Umbradono, determinó hacerse señor también de aquel reino, y así le envió a visitar y pedir que se viesen. Era Umbradono primo hermano del padre de Arimandono, hombre anciano y muy buen cristiano, y quiso ir a verse con el Tacanonbo, porque no dijese que por temor le dejaba de ver.280 Mas sus hidalgos no quisieron, y así se envió a excusar, de lo que indignado el traidor, le envió amenazar si no venía. 138

Mas no quisieron dejarle ir los suyos, diciendo que Tacanom‐ bo le enviaba a llamar para lo matar con los hidalgos que con él fuesen, y que muerto él y ellos, le sería muy fácil tomar el reino. Y así que no había de ir. Respondieron a Taconobo que no se cansase, que no ha‐ bían de dejar ir allá al tono. Enviada esta respuesta, comenzá‐ ronse apercibir para recibir al enemigo y morir todos. Reco‐ giéronse en la fortaleza de Sacanguchi,281 donde confesaron los que pudieron. Oída por Tacanobo la respuesta, luego mandó marchar camino de Sacanguchi, de lo cual luego fue, aviso que los puso a todos en cuidado. Y en después marchan‐ do el campo, llegaron a vista de un cerro redondo pequeño, donde un labrador rico se había recogido por no caber en la fortaleza, y habiéndosele llegado cerca de mil personas entre hombres y mujeres. Y estaban allí fuertes, con muchas esco‐ petas. Los gentiles comenzáronles a llamar que bajasen al llano a pelear. Ellos respondieron que eran pocos para hacer esa prueba, mas que subiesen ellos allá si eran tan valientes. Como se preciaban, comenzaron los gentiles a injuriar a los cristianos, y ellos a responder, y arremetieron más de dos mil, a los cuales recibieron con tanto ánimo, que fueron más de cuatro mil en su socorro. Y de tal manera se defendían y ofen‐ dían, que ya los gentiles tomaran haber pasado en paz. Era tanta la matanza que hacían en ellos, que corrían arro‐ yos de sangre por el otero abajo como si arriba estuvieran de‐ gollando millares de vacas. Y tan valerosamente lo hicieron los pocos cristianos, que echaron los gentiles el cerro abajo, quedando más de tres mil muertos. Lo que visto por el Taca‐ nonbo, envió un nuevo socorro de más de otros cuatro mil, que como los pobres cristianos estaban tan fatigados y no eran socorridos, aunque desde la fortaleza los veían, por amor de no tener poder para romper con todo el campo del enemigo, 139

lo comenzaron a pasar mal. Ya eran muertos más de la mitad, y los que quedaban tan cansados, que muchos peleaban sentados. Y subcedió estando ya en el suelo uno, herido y muriendo, venir el enemigo a le cortar la cabeza, y cortarle los brazos y luego la suya, y morir ambos allí. A pie quedo combaten los pocos que quedaban delante de los hijos y mujeres que tenían en medio, en la co‐ rona del cerro. Y la rabia de los gentiles era tanta, que aunque morían, no escarmentaban los que quedaban, ni se corrían de ver aquel valor. Allí andaban ya todos desfigurados, bañados en la propia y enemiga sangre, y así prosiguieron hasta no quedar ninguno en pie. Comenzó la noche a cerrar con una tempestad tan grande, que cansados los gentiles, apenas se pudieron bajar con claridad a lo llano, donde estaba el campo, lo que fue dar vida a las mujeres y niños que había, porque nadie se acordó de robar cosa, por donde se declara bien cuá‐ les quedaron. Visto por Tacanonbo que una gente tan poca y sin fortaleza le había resistido y muerto tanta de la suya, determinó de re‐ cogerse antes que los de Umbra se juntasen. Y así lo hizo esa noche, con determinación de ir al Tacacu por mar, y así envió adelante a apercebir embarcaciones para pasar. Pues Ariman‐ dono, que había sabido cómo Tacanonbo iba sobre él por Umbra, y se vio muy inferior, determinó valerse del tono de Satzima, a quien envió un mensajero pidiéndole favor contra el traidor, el cual tono le envió cuatro mil soldados, que valen por ocho mil de otra parte con ellos. Y con la gente que pudo juntar de Cuchinotzu, Ariye y de otras partes, se fue camino de Ximanbara,282 (que está tres leguas de allí), donde supo lo que había pasado en Umbra. Mas otro día vieron venir grande multitud de embarcaciones de la parte del Fixem, y como las vieron venir a surgir a Mye, fueron allá. Y aunque procuraron 140

estorbar el desenbarcar, no fue posible. En fin vinieron a batalla, donde fue nuestro señor servido de ayudar a los cristianos y darles la victoria contra Tacanon‐ bo, que allí quedó muerto y todos los suyos destruidos y pues‐ tos en huida, muertos y captivos la mayor parte dellos, en tanta manera que por muchos días estuvieron los campos lle‐ nos de muertos, hasta que porque no mataran a los vivos, en muy grandes cavas los enterraron y otros muchos quemaron. Con esto quedó Arimandono quieto en sus tierras, que eran la décima parte de lo que poseyeran su abuelo y antepasados.

6.1. EL YA CA TA DE SAT ZI MA MUEVE GUE RRA AL TONO DE FIUN GA. TAI CO SA MA BAJA AL XIMO Y LOS SU JE TA. TRÁT ANS E OTRAS COSAS Entre los reinos que cuentan en la isla del Ximo hubo tres más señalados que fueron Satizma, Bungo y Fixem, cuando era de Arimandono, porque tenía todo el Fixem y a Izafay, y el Tacacu.283 Mas cuando el padre de Tacanombo se levantó, todo lo perdió, y quedó arrinconado en el Tacacu, donde está Arima, como ya se dijo arriba. Estos tonos de Bungo y de Arima eran cristianos, porque el año de mil y quinientos y cuarenta y nueve entró aquel sancto y famoso padre maestro Francisco Javier en este reino de Japón, y estuvo en Satizma y en Meaco y en este Ximo, y particularmente en Bungo, cuyo yacata le hizo muchos favores. Y aunque el susodicho padre se fue a Meaco, donde falleció,284 este yacata fue baptizado des‐ pués por el padre Francisco Cabral,285 primero viceprovincial de Japón, y se llamó Francisco. De modo que por este tiempo entró en este reino esta sagrada y famosa religión de la Com‐ pañía de Jesús a labrar la viña del Señor y predicar su sancto evangelio, donde han hecho cosas tan maravillosas, altas y tan 141

dignas de memoria, que para hacer dellas relación era necesa‐ rio mucho tiempo, mucho talento y muchas resmas de papel. Y porque todo me falta y por no agraviar tan alta religión, no trato de sus hazañas. Que mirando sin pasión con justo celo y claro entendimiento lo que estos varones han trabajado, gas‐ tado, parecido, sufrido y enseñado en este reino, todo ha sido un discurso sancto y heroico, digno de se loar y estimar en mucho. Por el año pues de mil y quinientos y ochenta y siete286 fue el yacata de Satzima sobre el tono de Fiunga, que es comar‐ cano a Bungo, con poderoso ejército, el cual pidió favor al ya‐ cata de Bungo, su pariente, que le fue a socorrer con mucho poder de gente. Y después de muchos debates y batallas que se dieron, el Satzima fue echado de todo el reino de Fiunga, siguiéndolo el de Bungo, hasta pasar un caudaloso río que está en el reino de Onsumi, y allí asentó su real y campo con pro‐ pósito de entrar por las tierras del de Satzima, y para el efecto envió a Bungo a sacar más gente. La tierra es fértil y abundosa, llena de muchos vicios. Ellos estaban por señores della y fuéronse desmandando por el reino dicho de Onsumi, de manera que tuvieron los enemigos ocasión de se aprovechar dellos. Y mientras andaban derra‐ mados por diversas partes, vino el de Satzima en persona, y con mucha y buena gente de aquellos satzimas, que son tan li‐ geros como venados, dio en el mal apercibido yacata de Bungo287 con tanto ímpetu, que apenas pudo escapar con al‐ gunos tonos que se echaron al río con él, y se fueron a la ligera a Fiunga y de allí a Bungo, por que el de Satzima pasó el río y fue en su seguimiento, y sujetó a Fiunga sin hallar resistencia. Y luego fue entrando por Bungo, adonde hizo grandes cruel‐ dades. Era el rey Francisco en su tiempo muy viejo, y así se retiró 142

a una fortaleza que está tres leguas de Usuqui, camino de Ca‐ nayama, que se dice Tzucumi, adonde murió, y quedó por señor del reino su hijo mayor, llamado don Constantino Yo‐ ximune,288 el cual, viendo que no podía resistir la furia del Satzima, a fama de las hazañas de Taicosama y de su valor, determinó valerse dél. Y así le envió una embajada y a pedir favor, prometiéndole obediencia. Esta nueva fue para Taico‐ sama de mucho gusto, porque deseaba mucho ser señor del Ximo, y que los del Cami gozasen de las riquezas de la nao de Macao, que desde el dicho año, poco antes de mil y quinien‐ tos y cincuenta, que venía a este reino.289 Cuando llegó esta nueva, se apercibía para ir sobre Masa‐ mune, que es señor de Oxu, y sobre el Yeyasu, señor de Mica‐ gua, que no le querían obedecer. Pero dejó por entonces aque‐ lla jornada y determinó pasar al Ximo, y luego despachó dos capitanes generales que fueron Minondono, primo suyo, y Chozongami con cuarenta mil hombres que socorriesen a don Constantino, los cuales luego se partieron y fueron a Bungo pasando el estrecho por Caminoxequi. Y él se partió luego por mar desde Osaca en una armada muy grande, cuyo general era don Agustín Tsunocami. Y del ejército que traía en ella lo era para en tierra Cuambioyendono, muy poderoso señor de cinco reinos, también cristiano, lo que el Taico hizo de indus‐ tria por saber que en el Ximo había muchos cristianos. Partió del Cami dejando gobernadores de confianza en él, y pasando el estrecho de Ximonosequi, fue corriéndolo todo sin hallar resistencia. Fue al Fingo, que era entonces sujeto a Satzima, y hizo en él grandes destruiciones en la gente de dicho reino, y en fin le sujetó y dio todo aquel reino a dos criados suyos que fueron don Agustín Tsunocami y Canzuye. Recogiose a una fortaleza del reino de Chiquexe llamada Naxima.290 Los capitanes que Taicosama envió delante a Bungo echa‐ 143

ron dél con mucha facilidad a los de Satzima, cuyo tono envió a pedir paces a Taico, y a visitarlo a Naxima, donde se había puesto, y adonde acudieron a visitarle todos los tonos del Ximo: don Protasio de Arima, don Bartolomé de Umbra, Doca y Ynfuin de Firando, y otros, que no faltó sino don Juan, señor de la isla de Amagusa, que no quiso acudir a darle obediencia, cosa que bien caro le costó después, y el de Satzi‐ ma, aunque este le envió a visitar.291 Esto subcedió el año de mil y quinientos y ochenta y nueve,292 y en el mesmo año, día del apóstol Santiago, deste‐ rró Taicosama por público edicto a los padres de la Compañía de Jesús, cuyo viceprovincial era el padre Gaspar Coello,293 y les mandó salir de sus reinos mandando que nadie los admi‐ tiese, amparase ni ocultase en sus tierras, pena de vida y per‐ dimiento dellas y bienes. Y envió al capitán de la nao de China, que era Domingo Montero, que los llevase todos con‐ sigo en su nao, y mandó que de allí adelante nadie fuese osado a predicar en sus tierras ni enseñar la ley de los cristianos, pena de vida. La causa que le movió a Taico a desterrar los padres fue falsas relaciones que le dieron contra ellos y contra los cristia‐ nos los malditos y nefandos bonzos de los gentiles, que de in‐ vidia de ver las honras que les hacía, les pareció que si perma‐ necían en aquel favor, que se podría Taico convertir a nuestra fe, y ellos perderse. Y el Demonio, que no duerme, guio esto como ellos lo quisieron. De modo que, proponiéndole la pru‐ dencia y habilidad de los padres, la sagacidad con que proce‐ dían con los japones, y el modo en que los sabían traer a su ley, la fidelidad de los cristianos de aquel tiempo, el amor que se tenían unos a otros, le dieron a entender que vuelto él para el Cami, se le podían levantar con este Ximo, cosa que si los padres imaginaran, no pasara Taicosama a él. Porque, hablan‐ 144

do claro, ellos dicen que aconsejaron a don Constantino que le pidieses favor. Y si tal pensamiento en ellos hubiera, no lo quisieran acá. Mas como no había de qué les calumniar, dije‐ ron aquello que al rey más podía encender y airar contra ellos.294 Y por no dar a entender que le movía pasión, no comenzó por los padres, sino por los mesmos japones. Y llamando mu‐ chos dellos que sabía ser cristianos, de los que había traído consigo, y a don Constantino, el señor de Bungo, que ya lo tenía por criado suyo, comenzó por Ucondono Justo, que por ser tan gran señor, le pareció que ponía espanto a los demás con ellos. Y díjole que, lo mucho en que lo estimaba, le hacía desear no le perder, lo cual recelaba por ser como era cristiano y él gentil, lo cual era gran inconviniente para haberle de ser‐ vir. Y así que si holgaba de estar en su servicio, como lo había estado en el de Nobunanga su señor, que había de ser dejando la ley de los cristianos y tornándose gentil, y que no se deter‐ minando en lo hacer así, que desde luego se tuviese por deste‐ rrado y fuera de su gracia.295 Respondiole Justo con mucho ánimo, con tanto valor y celo, que dio un notable ejemplo a toda la cristiandad, dicien‐ do que cuando él se había hecho cristiano no había sido acaso ni por novedad, ni por interés, ni por causa humana, más de que, habiendo oído alabar la ley de los cristianos, reparó en lo que decían y quiso informarse de raíz de todas las circunstan‐ cias della. Y que habiendo hecho sobre esto la diligencia posi‐ ble, había echado de ver y alcanzado que había otro mundo donde habían de ir a gozar a Dios todos los que se salvasen, y que no había otra ley alguna en que los hombres se pudiesen salvar sino la de los cristianos, porque las sectas de los bonzos todo era burlería, mentira y falsedad. Que habiendo hecho este discurso, se hizo cristiano había muchos años, en cuya ley 145

había vivido y vivía muy contento y en ella se esperaba salvar. Y así que sería muy gran liviandad dejar la ley que le prometía vida perdurable con gloria eterna por tornar a una secta que le había de llevar a infierno perpetuo, por donde determinaba, aunque se viese desterrar y perseguir, y finalmente deshonrar y matar, no dejar de ser cristiano. Y que para prueba de aque‐ llo ofrecía su catana para que con ella le cortasen la cabeza. Mucho sintió Taico la libertad con que Justo le respondió, y luego lo hiciera matar, si no mirara lo mucho en que había sido estimado de Nobunanga, y lo bien que le había servido a él. Mas, templando la ira, con mucho rigor le dijo que se fuese de su presencia. Y así desde entonces anduvo desterrado y pe‐ regrinando este valeroso cristiano, padesciendo muchos traba‐ jos hasta hoy. Visto pues lo que con Justo le había pasado, no quiso Taico tratar la causa con mucho rigor. Mas allá, con ciertas palabras equívocas, preguntaba y se daba por respondido, de modo que se satisfacía dando a entender que hacían lo que él quería, lo cual consentían algunos por no entender la malicia suya ni al‐ canzar, por no ser teólogos, lo que meramente debían respon‐ der. Y como no debían de consentir más claramente, hubo pocos que dejasen de fe. Uno de los que blandearon dicen que fue don Constantino, como mancebo, por complacer a Taico, a quien se hallaba obligado, quedándole en el pecho todavía la fe. Y en ella murió no ha muchos años, aunque desposeído de sus tierras y desterrado por el mesmo Taico.296 Los padres de la Compañía no salieron de Japón ese año ni otro, aunque fueron tres o cuatro a China. Mas los demás, que eran más de treinta,297 quedaron ocultos en este Ximo, en Arima, Umbra, Amagusa y otras partes, pasando grandes tra‐ bajos por amor de Dios. Muy indignado estaba Taicosama contra el tono de Ama‐ 146

gusa, y determinó ir en persona a le castigar su rebeldía. Y si allá fuera Taico, puede ser que le subcediera mejor de lo que le fue después. Mas no fue, porque le avisaron de una traición que le tenía urdida el Mori a la vuelta del Ximo para el Cami, en el estrecho de Ximonoxequi, lo que sabido por él hizo [con] mucha diligencia apercibir cinco embarcaciones ligeras, todas de un tamaño, de una suerte y manera y todas muy lige‐ ras. Y dando cuenta a Minondono solo, y a los generales de tierra y mar, se metió en una dellas sin que los que en ella iban supiesen a quién llevaban, y partió para Meaco, a donde llegó con mucha brevedad.298 Llegado a Meaco, envió a Minondono, su primo,299 orden de lo que había de hacer, y escribió a todos los señores que allí estaban que luego subiesen arriba, porque tenía una jornada que hacer, y lo mesmo hizo a Morindono, diciéndole que con las más gente y más lúcida que pudiese, se fuese a Meaco cuando pasase la armada por Ximonoxequi, de lo cual el Mori quedó admirado, porque lo hacía todavía en el Ximo.300 Y por disimular lo que en el pecho tenía, fue con mucha puntuali‐ dad al llamado de Taico. Y con su llegada y la de más gente se partió luego para Mi‐ cagua en busca del Yeyasu con más de ochenta mil hombres con que le sujetó y hizo obedecer, venciéndole en batalla cam‐ pal junto a Surunga, aunque señor tan poderoso. Y luego pasó sobre Datendono, que después llamaron Masamune, al reino de Oxu, que es el señor más poderoso, más rico y valiente de todo Japón, al cual también sujetó después de muchos con‐ trastes. Y a él y al Yeyasu, que después fue señor de la Tenca, trajo consigo a Meaco de quien tomó rehenes, y hizo hacer casas en la dicha ciudad para su habitación.301 Y esto fue el año de mil y quinientos y noventa y uno, con que dio fin a la guerra, porque lo de la isla de Amagusa no cosa era de consi‐ 147

deración para él no estar el reino conquistado. Y así luego dio la dicha isla a don Agustín Tsunocami, a quien así mesmo había dado en el Fingo muchas tierras, con las ciudades de Gotoi, Yatzuximo y otras muy poderosas. Y mandole que luego partiese a la conquistar y que no le quedase hombre principal vivo.302 Partió Tsunocamindono con una gruesa armada, aunque de navíos no muy fuertes, y vínose sobre Amagusa, la cual es una isla de grandor de veinte y dos leguas, o veinte y cuatro poco más o menos, en circuito, tierra áspera y montuosa, y con todo muy fértil y de muchos bastimientos. Está de Nangasa‐ qui cuatro leguas, y de Satzima la divide un pequeño estrecho, de modo que tiene una canal por donde en siendo una embar‐ cación algo grande, no puede pasar si no es de pleamar, y terná este canal de largo ocho leguas, y de ancho por partes un tiro de escopeta, y por otras de cañón o de medio sacre. Tiene por la parte del norte tres puertos, uno llamado Xiqui y otro Sachinotzu, tres leguas deste, y otro llamado Oxibuca, el cual es tan cerrado que en entrando en él no hay viento que le ofenda. Es pequeño y con boca muy estrecha. El de Xiqui es para galeras y naos maravilloso, aunque algo descubierto al sureste. El de Oxibuca es también muy bueno para todo. Una legua de Xiqui tiene otro descanso o puertecito muy bonito llamado Futaye. Por la parte contraria, digamos a las espaldas destos, pueden surgir naos y galeras en diversas partes, y par‐ ticularmente a la salida del brazo de mar, viniendo de Satzi‐ ma, tiene una bahía, río y puerto que llaman Xequia, que no tiene comparación su bondad. Toda ella es un castillo, tenien‐ do artillería.303 Llegado pues don Agustín a esta isla, fue sobre Xiqui, y después de haber muerto la mayor parte de la gente y perdido mucha de la suya, la tomó, y quemó y derribó la fortaleza, y 148

cercando por mar a don Juan, fue a Fondo,304 ciudad que esta‐ ba en la canal que divide la isla de Satzima yendo a Arima o Cuchinotzu, y aquí pelearon hasta morir todos. Y muertos los hombres, las mujeres hicieron su caudillo una hija del tono de allí, que era pariente de don Juan o hermano, y pelearon hasta morir todas.305 En fin don Agustín conquistó la isla y recibió a don Juan por su vasallo, y lo dejó bien deshecho. Y si fuera con menos poder y fuera otro tiempo, no lo hiciera mal, quie‐ ro decir en tiempo que le socorrieran sus parientes, y el de Arima y Umbra.306 Mas estos no se atrevieron por no enojar a Taico, que tanto temían todos. No hubo más guerra en Japón que esta y no se levantó jamás tono alguno, ni desobedeció a este valeroso rey en cuanto vivió.

6.2. EL PADRE VI SI TA DOR ALE JAN DRO VA LIG NANO LLEGA A JAPÓN CON EM BA JA DA A TAICO, AL CUAL LE NACE UN HIJO. MUÉV ES E GUER RA CONT RA CORAI. FA ‐ RAND A DA A TAIC OS AM A AVISO DE MAN IL A. TRÁT ANS E OTRAS COSAS Ya se dijo cómo Taicosama había desterrado los padres de la Compañía del reino de Japón, y cómo se habían embarcado tres o cuatro solamente y los demás se habían ocultado.307 En la nao pues de Domingo Montero, escribieron al Padre Visitador de la Compañía, que entonces era Alejandro Valig‐ nano,308 el subceso, para que lo remediase y viese lo que de‐ bían hacer. Tomole esta nueva en la ciudad de Goa,309 y dando cuenta dello al virrey de la India que entonces goberna‐ ba, fue acordado que el dicho padre viniese a Japón como que no sabía nada de lo pasado, y trajese una carta del dicho vi‐ rrey, en que pedía a Taico favoreciese los padres que estaban 149

en su reino, y así se hizo.310 Y llegó aquí el dicho padre el año de mil y quinientos y no‐ venta y dos, en julio, y luego subió al Meaco con un presente para el rey, que le recibió con mucha honra, aunque no le des‐ pachó bien, porque le dijo que volviesen al Ximo, adonde le enviaría la respuesta, la cual después fue que se embarcase para la India y no quedase en Japón. Y así el Padre Visitador se embarcó para allá luego, sin osar quedar en este reino.311 Este año de noventa y dos le nació al Taicosama un hijo con que sumamente holgó, porque no tenía otro, [y aun‐ que]312 tenía un sobrino adoptado, no era muy a su gusto, por ser cruel y de aviesas costumbres.313 Este año dicho fundó Taicosama la famosa ciudad de Fuxi‐ me, junto a la de Meaco, y mandó a todos los señores de Japón que hiciesen en ella casas muy ricas para su habitación, y así a porfía comenzaron a las hacer. Y tanto se esmeraron en ello, que no había casa destas principales en cuya portada no se gastasen de veinte mil ducados arriba, habiendo algunas en que se gastaron a más de cincuenta mil. No había teja de las con que estaban cubiertas que no estuviese dorada, y eso era a lo menos, que había que ver en las casas. La ciudad cercaba un río toda casi alrededor, para lo cual hizo una zanja muy honda y ancha alrededor, y la hizo empedrar para que no se abriese más, de piedras muy grandes y parejas por ambos lados, y luego echó por allí el río que pasa por Meaco, con que quedó la ciudad hermosa y fuerte.314 Pues como Taicosama hubiese conquistado todo el reino de Japón, así por engrandecer su nombre y eternizar su fama, como por dar en que entender a los japones y que no estuvie‐ sen ociosos, determinó conquistar el reino de Corai, que son cinco provincias en la Asia que demoran a la parte del noroes‐ te y confinan con China y Tartaria. Fingieron no sé qué es‐ 150

cándalo recibido en años antiguos, y mandó a los tonos del Ximo que se apercibiesen para ir allá a lo conquistar. Y así lo hicieron a gran priesa, y para dar mas calor a la cosa, se vino él en persona. Y en un lugar que llaman Nangoya fundó en cuatro días una famosa ciudad con la gente que consigo trajo, que fueron los señores todos del Cami, y luego se juntaron los del Ximo.315 Y así, el año de mil y quinientos y noventa y dos, despachó la primera armada, en que envió más de cincuenta mil hombres de guerra con dos capitanes generales: uno dos Agustín Tsunocami y otro, un gentil su competidor llamado Canzuye, señor de Camamoto y Cavaxira, en el Fingo.316 Fueron don Constantino, el de Bungo, don Protasio de Arima, don Sancho de Umbra y otros, y el de Fixen, Firando, don Juan de Amagusa, un hijo del tono de Satzima, y otros. Desta ambición de mandar y ser obedecido que se sintió en Taicosama, tomó ocasión un japón llamado Faranda Quie‐ mon317 de hacernos el mal que nos hizo en dar noticia de Ma‐ nila a Taico. Fue este Faranda cristiano, y ya era retrocedido. Llamábase Paulo y había sido mercader rico, y por haber gas‐ tado y alardeado más de lo justo, había quebrado, y vivía po‐ bremente. Era de grande inteligencia, astuto, malicioso y sagaz, y no sé cuál demonio le dio noticia de Manila y le movió el corazón a que determinase hablar con Taico y le in‐ formase en cómo a la parte del sudeste deste reino había unas islas pobladas de gente prieta a quien tenían sujetas unos hombres que llamaban castellanos, a cuyo rey los naturales destas islas pagaban tributo de cera, oro, mantas y otras cosas, y que estaban muy cerca deste reino, que si su alteza le daba licencia, que se obligaba a ir a las dichas islas y hacer que le viniesen a hacer rei. Holgó mucho Taico con esta nueva, y díjole que fuese y 151

llevase una carta suya para el que allí fuese cabeza de parte de los castellanos. Tomó la carta el Faranda y vino esta ciudad de Nangasaqui, adonde fue aconsejado que no le pasase por ima‐ ginación ir a Manila, porque podía ser que los españoles lo ahorcasen y en lugar de ir por lana volviese trasquilado. En‐ tonces él se fue a Satzima y de allí despachó un su criado lla‐ mado Gaspar con la carta, diciendo que le enviaba el mesmo Taicosama.318 Esto no pudo ser el año de noventa y dos, porque yo me acuerdo haber visto este japón en Manila el año de noventa y uno, que fue el siguiente en que Gómez Pérez Dasmariñas, con que yo pasé a aquel reino, vino a gobernarlo.319 Y ese año, habiendo visto el dicho Gómez Pérez la carta y soberbia del rey de Japón, y teniendo tan poca defensa como tenía y la ciu‐ dad aún por cercar, envió al padre fray Juan Cobo320 de la orden de sancto Domingo, y al capitán Lope de Llanos, con embajada a Taico y a ofrecerle amistad de parte de nuestro rey y señor, los cuales vinieron a Satzima y fueron a vistar allí a Taico, que los recibió muy bien y despachó con mucha honra. Y partiendo de Satzima el año de noventa y dos no llegaron a Manila, y ya entonces dejaban a Taico en Nangoya. Y Gas‐ par, el criado de Faranda, que se embarcó en su navío, fue ese año a Manila, y como con él escribió el padre el despacho de Taico, que fue bueno. Despachó otra vez a Gaspar que fue la segunda, y diole una cadena de oro para él y otras cosas. Visto por Faranda que a su criado Gaspar había hecho en Manila tantas honras, y que traía de allá cadenas de oro que le daba el gobernador y otras cosas, determinó ir él en persona, y diciéndole a Taico que quería ir a ver aquella tierra, Taico le dijo que fuese, y le dio otra carta para el gobernador. Llegó Faranda a Manila en abril de noventa y tres, donde yo le vi, y como dijo que iba por embajador de un señor tan poderoso 152

como el emperador del Japón, que no sé quién le dio este nombre, fue recibido con mucha honra, y así finalmente des‐ pachado en junio del dicho año. Y este fue el que trajo consi‐ go los religiosos del señor san Francisco, enviados por Gómez Pérez por embajadores, que fueron el sancto comisario fray Pedro Baptista, fray Bartolomé y fray Francisco de San Mi‐ guel, y fray Gonzalo García, estos dos hermanos legos, y el fray Gonzalo, gran lengua de Japón, porque siendo criollo de la India Oriental se había criado en este reino en la Compa‐ ñía.321 Cuando llegó el sancto comisario a Japón estaba Taicosama en Nangoya, despachando otra armada para Corai, y allí le vi‐ sitó y dio su embajada, de la cual haré alguna conmemora‐ ción, porque hace al caso. Y esto fue el año de noventa y tres. Lo primero que Faranda dijo a Taico fue que el yacata de Manila, llamando así al gobernador, le enviaba hacer rei y un presente que, aunque de poco valor, era señal y reconocimien‐ to de vasallo, y que pedía que por tal le tuviese, y con esto otras cosas que hacían a su propósito. Vino en compañía del padre comisario un hombre portugués [casado]322 en Manila, llamado Pero Gonçalez de Carvallais, y nosotros llamábamos‐ le de Carvajal. A este pedió Faranda doscientos pesos presta‐ dos, sin él caer en la malicia. Y al tiempo de dar el presente, que no era de consideración, entre otras cosas puso sin que los viesen estos dineros en las salvas, para dar a entender por ellas la grandeza del reino de las Filipinas, que él hacía feudatario del de Japón, a donde corría tan rica moneda como eran aque‐ llos xenis, que así llaman en Japón una moneda de cobre que corre, como arriba se dice. Señalado pues el día y hora en que Taico había de recibir la embajada de Manila, fue a darla el padre comisario, y halló al rey acompañado de toda la grandeza de Japón, donde no 153

había poco que ver, según yo lo veo agora. El que allí hablaba y el que todo lo trasegaba y muñía era Faranda Quiemon, como quien solo atendía a su negocio, y así dijo a Taico que allí presentaba aquel embajador, que era un hombre religioso de gran autoridad, y a quien el yacata y todos los españoles hacían mucha honra, el cual venía a hacerle rei de parte de dicho yacata y del rey de España, y que en señal de lo cual y de que le pedía misericordia, enviaba a su alteza aquel caballo y presente. El hermano fray Gonzalo, que estaba muy atrás de Faranda, y detenido por los bunguios de la sala o porteros, dí‐ jole al padre comisario lo que oía, y fuese adelantando, a pesar de todos que con violencia le quisieron detener, hasta que el mesmo Taico mandó que le dejasen llegar. Entonces él se puso muy cerca del tribunal donde el rey solo estaba y le dijo: Señor, cuando partimos de Manila no fue a lo que dice Fa‐ randa a darle obediencia, hacer rei ni hacer parias323 de nues‐ tro rey, porque él no las paga jamás a nadie, antes las cobra de muchos señores. A lo que el padre que ves aquí viene por em‐ bajador es a ofrecerte amistad, como otras veces ha hecho el gobernador de Manila en nombre suyo y de su rey. Y para señal della y de amor por cuantos le informaron que se acos‐ tumbraba así en su324 reino, te envía un caballo muy hermoso, un espejo que ves aquí, y estos vestidos. Nosotros de su parte, en nombre de nuestro rey, te pedimos que, pues somos aquí vecinos, nos tengas por amigos, y dice el gobernador que ya ha escrito al rey de España sobre este caso, y que siempre le avisará de la buena vecindad que nos haces. Pídete más, que des licencia a tus vasallos para que vayan allá con harinas y otras cosas, las cuales se les pagarán como fuere razón, y si algún navío suyo, de cualquier manera que sea, aportare a tu reino, no permitas que le sea hecho daño. Con esto le dijo otras cosas con mucha liberalidad, que 154

Taico oyó con mucha admiración, y quiso saber quién era. Y luego delante de todos le preguntó del rey de España muchas particularidades, a que él fue respondido con mucha puntuali‐ dad, y el rey quedó tan contento que dijo a voces: “digo que quiero ser de hoy en adelante amigo de tu rey, y así se lo di a tu compañero, y andad, id a descansar, que luego os despa‐ charé”. Y con esto no se dio lugar a que Faranda replicase, que parece que fue permisión divina, según él había ordenado las cosas. Fuese el padre comisario, y otro día fue llamado de Taico y metido en un aposento donde el mesmo Taico vino y se sentó junto dél, y le hizo decir por fray Gonzalo que, siendo hom‐ bre tan principal y tan estimado como le había dicho Faranda, que por qué se trataba tan pobremente, que tenía vergüenza de le ver remendado y descalzo, y así que le quería dar algunos quimones.325 Y así con esto, batiendo las palmas de las manos tres veces, parecieron allí muchos pajes a quien habló, y ellos trajeron en unas grandes salvas algunos quimones. Díjole Gonzalo que ellos no podían en ningún modo vestir otro ves‐ tido más que aquellos que traían o otros como ellos, porque eran religiosos y profesaban aquello. Admirose mucho Taico y preguntole muchas cosas de su regla, y preguntó al padre co‐ misario que cuándo se quería volver a Manila. Él respondió que antes quisiera quedarse en Japón, si su alteza le diese li‐ cencia para se quedar, para con su presencia confirmar más aquellas amistades que habían venido a tratar. Respondiole Taico que no consentiría tal, porque entendería el gobernador que él le había detenido, y así que se fuese, que cuanto las amistades, que no había que tratar más dellas, que él y los suyos eran y habían de ser amigos siempre de los de Manila. Díjole sigunda vez el padre que todavía holgara de quedar en su reino, porque así lo traía por orden del gobernador, y que aquel hombre secular que allí venía tornaría con la respuesta, 155

de lo cual mucho más holgaría el gobernador. Respondió Tai‐ cosama que como quisiese, y que él le daría rentas con que se sustentase, pues eran tan pobres. Respondió el padre que tampoco había menester renta, que con un poco de arroz que les diesen para comer se contentaban, y un sitio para hacer una casa y iglesia. Concedióselo todo, y dijo que por cuanto él estaba allí muy ocupado en despachar aquella armada para Corai, se subiesen a Meaco, que allá los acomodaría personas a quien él escribi‐ ría, y que le daría una chapa326 para si fuese necesario por algún acontecimiento o por caso fortuito venir alguna enbar‐ cación de Manila a Japón, que no les perjudicasen. Finalmen‐ te despachado Pero González por el padre comisario, para su tiempo él se partió para Manila en marzo del noventa y cua‐ tro, habiendo el dicho padre antes [desto]327 subido a Meaco, a donde esperó por Taico, que no tardó mucho. Llegado que fue, le visitaron, y adonde quiso el padre, le dio un solar muy grande y espacioso en medio de Meaco, donde hicieron una iglesia y casas para morar, y dos hospitales, uno de sancta Ana y otro de san José, y allí residieron, haciendo muchos servicios a nuestro señor, hasta que subcedió lo que adelante se dirá.328 En este tiempo ya la guerra de Corai andaba muy rota y habían pasado allá más de cien mil hombres de guerra, y traían aquí muchas embarcaciones llenas de cautivos que va‐ lían bien baratos, como yo vi. Este año murió Gómez Pérez, dejando ya cercada a Manila.

6.3. LLE GAN A JAPÓN LOS PA DRES FRAY AGUS TÍN RO ‐ DRÍG UEZ POR CO MI SA RIO Y EL PADRE MAR CE LO DE RI BA ‐ DEN EIR A Y FRAY GER ÓN IM O DE JESÚS. EL SOB RINO DE TAICO SE QUIER E LEV ANT AR CONT RA EL TÍO Y LE HACE 156

COR TAR. SUB CE DEN OTRAS COSAS

El año de noventa y cuatro vinieron de Manila cuatro reli‐ giosos del señor san Francisco que fueron fray Agustín, fray Marcelo de Ribadeneira, fray Gerónimo de Jesús. Fray An‐ drés de san Antonio329 murió en el camino, y este año vine yo a Japón en el mesmo navío, y surgimos en Firando en veinte y siete de agosto. Los padres subieron a Macao y visitaron a Taico, que los recibió muy bien, y el mesmo año de noventa y cuatro, en diez y ocho de diciembre, se vino a esta ciudad de Nagasaqui el padre comisario fray Pedro Baptista, y trajo consigo al padre fray Gerónimo. Aposentáronse en la compañía de Jesús por sus padres así lo querer.330 Y de allí, con beneplácito del viceprovincial, que era el padre Pedro Gómez,331 se fueron a residir en pasando Navidad a la iglesia de san Lázaro, que después llamaron (como hoy se llama) san Juan Baptista, aun‐ que de allí fueron compelidos a entrar en el machi, adonde en mayo del mesmo año les hicieron en una casa una iglesia, donde estuvieron hasta que a los que en ella se acertaron a ha‐ llar el año de noventa y siete los embarcaron en la nao de Ruy Méndez de Figueredo, en la cual fueron llevados a Macao, como luego se dirá. El año de noventa y cinco, en junio, hubo en Japón una re‐ vuelta que a no la remediar con tanta prevención Taicosama durara mucho, y aun costara harto. Ya se ha dicho cómo Taico tenía un sobrino al cual, por no tener hijo y por serlo él de una hermana, había adoptado y tenía ya con tanto estado como si verdaderamente fuera príncipe heredero. A este había hecho unos palacios en la ciudad de Fuxime mucho más aven‐ tajados que los suyos, muy grandes y con tantos jardines y cosas [de recreación],332 que fuera dellos todo era tristeza. 157

Tenía cuatro puertas principales y cada una devenía por una calle muy ancha, llana y de igual casería, y todas las casas muy hermosas, ricas y vistosas, y de gente honrada, rica y principal. Mandó venir de todos los reinos de Japón muchas y hermosas doncellas, y entre todos los más altos señores le hizo escoger las más hermosas hijas que quiso, y a cada una dar cincuenta destas doncellas para le servir en su cámara solamente. Hízole caballerizas limpias, ricas y grandes, de tanto aparato que podía ser morada de hombres nobles, cuanto más de caballos, de los cuales se las hinchó de los más hermosos que pudo ha‐ llar, y finalmente no hubo cosa en que le pareciese que le podía honrar, dar gusto y engrandecer, que no se la buscase y diese. Llamábanle Tocuambaco, nombre de grande majestad y tan venerado como el mesmo Taicosama.333 Es de parecer que por su soberbia, crueldad y otras causas, y juntamente por invidia, no era bien visto de muchos de los grandes del reino, y besaban muchos dellos manos que holga‐ ran de ver, como dicen, cortadas. Pues como le naciese a Tai‐ cosama, como dicho es, el año de noventa y dos un hijo, dié‐ ronle a entender al mancebo algunos de sus enemigos interio‐ res que Taico no le había de dejar el reino cuando muriese, por tener ya hijo. Y así que lo bueno era, con tiempo, hacerse señor dél. Esto le dijeron en gran secreto algunos de los más poderosos, y cada uno de por sí, dándole a entender que le fa‐ vorecerían, habiendo en que todo a fin de que ambos, tío y sobrino, se destruyesen y algunos dellos en la revuelta hacerse señor de la Tenca. El incauto mancebo, juntando súbitamente más de veinte mil hombres, quiso dar sobre el tío, el cual estaba avisado, y juntó más de ochenta mil hombres de guerra. Avisado el To‐ cuambaco, envió a pedir favor a los que le habían prometido, y a todos los halló fríos. Quiso Taico ir sobre él, y dijéronle 158

que si allá iba, que había de ser causa de destruir la ciudad, que se sosegase, que su sobrino no había de hacer más de lo que quisiese. Y con esto se quietó. Fueron al sobrino y dijé‐ ronle que qué hacía, que se recogiese a su palacio y despidiese aquella gente y no indignase a su tío, que le quería mucho y le pesaba de verle inquieto. Hizo lo que le dijeron y recogiose a su palacio, y dando cuenta dello a Taicosama, enviole a decir que se cortase el cabello. Él sacó el vaquizaxi, y cortóselo. Luego le vino otro recaudo en que le mandaba se recogiese a la Coya, que es un monte que cae en el reino de Quinocuni habitado de bonzos, como ya se dijo arriba, lo que él hizo luego, sin consentir fuese con él gente más que nueve mance‐ bos criados suyos muy honrados, que no le quisieron dejar.334 Como él se recogió a la Coya y cortó el cabello, todo quedó pacífico, y Taicosama le envió a decir que, pues tan mal agra‐ decido había sido a lo mucho que por él había hecho, que se cortase luego la barriga. Oyó el recaudo del tío con mucho ánimo y, pidiendo el sacantzuqui, luego que le trajeron el vino, tomó la taza en la mano y habló con los criados, despe‐ diéndose dellos. Mas todos le dijeron que antes que él murie‐ se se habían de cortar todos delante dél. Tomó entonces la taza, y bebiendo un trago de vino, diola a uno dellos, el cual tomándola bebió. Y escurriéndola muy bien según su usanza, la puso sobre la cabeza y la dio al paje que servía y, descubriéndose un poco, desnudó el quimon por el brazo derecho. Y sacando el vaquizaxi, se cortó la barriga. Y luego Tocuanbacu, dando el sancanzuqui a los demás, uno a uno se cortaron hasta el octavo. Quedaba un niño de doce años, muy más noble que todos los otros, al cual dijo: “vos quiero que quedéis vivo para que me cortéis a mí la cabeza y se la llevéis a mi tío”. Y con esto, dándole de beber, se cortó la barriga el dicho Tocuanbaco, y 159

cayó de bruces, aún vivo. El muchacho que lo vio embistió con él y, sacándole la catana con que él había cortado a mu‐ chos, le cortó la cabeza y luego se cortó a sí. A este espectáculo había estado presente el hidalgo que trajo el recaudo y el bonzo mayor de la casa, y acabado, el bonzo se cortó y el hidalgo tomó la cabeza de Tocuambacu y fue a dar cuenta a Taico de lo pasado, el cual mandó luego se‐ crestar la hacienda del sobrino, que tenía un gran tesoro. Y a catorce mujeres de las que él más quería, hizo prender, y puestas en un carro, fueron llevadas por las calles de Meaco, y delante la cabeza del sobrino, la cual iba parando a cierto tre‐ cho. Y vuelto el rostro al carro, se levantaba una de aquellas mujeres, y hacíale cuatro reverencias a su modo y luego era degollada, y desta manera lo fueron todas catorce. Las casas, jardines y todo cuanto en el circuito dellas había con todas cuatro calles, fueron desbaratadas y echadas por el suelo de modo que no quedó señal de nada. Pusieron la cabe‐ za a una puerta de la ciudad con una tabla donde decía la causa de la muerte, donde estuvo hasta que el tiempo la con‐ sumió. No hubo quien hablase ni quien dijese bien ni mal sobre la justicia, más de que todos quedaron escarmentados y él más temido que hasta allí.335 Hacía este rey grandes castigos en los ladrones, los cuales le aborrecían en gran manera. Y con ser que en Japón se usa cor‐ tar por sus propias manos los hombres, nunca cortó él ningún hombre por las suyas, si no fue en batalla peleando. Este año de noventa y cinco subcedió que se juntaron en Miaco una cuadrilla de ladrones, los cuales hacían mucho daño, porque por cortar cualquier bolsa, mataban los hombres, y así amane‐ cía todos los días muchos muertos por las calles de Meaco, Fuxime, Osaca y Sacay. Tantas diligencias hizo, que se descu‐ brió ser unos japones que andaban de día en hábito de merca‐ 160

deres honrados, y de noche daban en lo que de día espiaban. Prendieron algunos, y con tormentos estos descubrieron quin‐ ce capitanes de ladrones, cada uno con su cuadrilla de a trein‐ ta y a cuarenta hombres, de modo que eran un campo. A los quince capitanes frieron vivos y a sus mujeres y hijos, padres y madres, hermanos y parientes hasta la quinta generación cru‐ cificaron, y lo mesmo hicieron de los ladrones, con toda su generación de chicos y grandes, para que336 la ley los avisaba, y no la temieron.337

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CA PÍ TU LO 7. SUB CE DEN EN EL REINO DEL JAPÓN COSAS NOT AB LES EN EL AÑO DE NO ‐ VENT A Y SEIS. LLEGA EL PRIM ER OBISP O DE JAPÓN. EL GAL EÓN ARRIB A A TOSA En el año de noventa y seis subcedieron en este reino cosas admirables y dignas de anotar, y sobre que hubo mucho que escribir. Primeramente vino un embajador del rey de China enviado a tratar de paces de parte del reino de Corai. Trajo unas insignias a Taicosama con que holgó mucho, más llega‐ do a tratar de paces, le envió a pasear y despidió desabrida‐ mente. Este embajador dicen que dio ponzoña a Taico en unos granos que traía, diciendo que era medicina para vivir mucho, de los cuales el china tomó y comió, de que dicen que después murió en su tierra. Y hizo esto porque el rey le pro‐ metió hacer grande a un su hijo, como lo hizo.338 En veinte y dos de junio pareció un cometa a la parte del oesnoroeste cuya cola miraba hacia Meaco, que es al esnor‐ deste. No sé si se vio en otras partes, más en todo Japón sé que la vieron.339 Este año de noventa y seis, en agosto, llegó a este reino el primer obispo de Japón, llamado don Pedro Martínez,340 reli‐ gioso de la compañía de Jesús, hombre docto y de mucha vir‐ tud y santidad. A veinte y seis de agosto, a mediodía, se vio llover en la ciudad de Meaco sangre, que si fue agua almagrada, como suele acontecer, no lo sé ni lo vi, porque yo estaba en Nanga‐ saqui. Mas dicen que como sangre tenía, y que lo que mojaba hedía, y juntamente a vueltas della llovió arena en gran canti‐ dad.341 162

A cuatro de septiembre342 comenzó un temblor muy recio que duró algunas horas. Luego, amansando y arreciando, y duró algunos días, de modo que poco que mucho, no dejaba de temblar todos los días o noches. Fue temblor general en todo Japón, aunque en unas partes más recio y dañoso que en otras, porque en el reino de Fiunga se anegó una ciudad llama Humfama de modo que no quedó della rastro de casería, y luego se hizo un lago hasta la mar, de modo que se navegó y navega por él.343 En Meaco y aquellas partes del Cami fue el terremoto tan grande, que cayeron la mayor parte de las casas y fortalezas. Cayó el palacio de Taicosama que había poco que lo había acabado, el cual era cosa para ver. Tenía una sala donde había cien tatamis (aunque otros dicen que mil, pero téngolo por in‐ cierto), que servía para recibimientos, fiestas y saraos. Y el rey currió mucho riesgo y le tuvieron por muerto, mas subcedió haberse recogido a un aposento fuerte, donde quedó en un balcón por maravilla. Cayó el ídolo Daibut, que era de increí‐ ble grandeza, y cayeron muchos templos de gran riqueza y muy suntuosos, particularmente en Meaco, Osaca, Fuxime, Sacay, Nara y otras ciudades famosas. Fue el estrago increíble, porque no quedó cosa con cosa, ni la gente sabía adónde acu‐ dir ni adónde se guarecer, y andaban todos pasmados, mirán‐ dose unos a otros sin hacer cuenta de hacienda, mas de cada uno como podía y adónde hallaba comodidad de guarescer la vida, la cual perdían muchos donde más seguros entendían te‐ nerla, como subcedía en los templos y casas principales, las cuales con grandísimo daño caían y cogían debajo millares de gente. Y como las ciudades dichas, particularmente Meaco, son tan grandes y las casas están tan juntas, era el daño mayor sin comparación, y así se iban al campo a guarecer, donde no los 163

dejaba el mal, porque la tierra se abrió por muchas partes, y en algunas de modo que no se podía pasar por los caminos usa‐ dos, por haber quedado dividida la tierra. Y no fue esto lo de más espanto, pues se vieron muchas peñas por las tierras par‐ tidas y hendidas de alto abajo.344 Y si esto no me lo certificara un religioso de mucha autori‐ dad, verdad y sancta vida, no lo creyera aunque me lo dijeran millares de japones. Mas el padre fray Gerónimo de Jesús, del orden de san Francisco, me certificó haberlo visto en muchas partes, y que por muchos lugares se habían modado los cami‐ nos por no se poder pasar las cavas quel terremoto había hecho. Y el agua del río dicen que así andaba saltando y em‐ pinándose, y saliendo fuera como acontece la de una artesa cuando con violencia la bullen, de modo que se hallaban peces por las calles y casas de las que estaban cercanas al río. Taicosama escapó, como dicho es, en un balcón de su pala‐ cio, y de allí salió y se fue al jardín y después al campo sin ser conocido, y se metió en una casa de paja donde estuvo más seguro que en su ciudad famosa, donde podía hacer un buen discurso si tuviera lumbre de fe. De allí se fue desde que pasó el terremoto, que no duró menos de veinte y cuatro horas, aunque el temblor en muchos días no cesó de todo punto, a casa de un señor muy amigo y poderoso adónde le tenían ya por muerto, y avisando a otros, fue con alegría visitado de todos.345 En este subceso se vio una no pequeña maravilla, y fue que habiendo caído tantos palacios, templos y casas fuertes, que‐ dase en pie la iglesia de san Francisco, dormitorio de los pa‐ dres, y hospitales de los pobres, y sin recibir daño notable. No fue el daño solo en tierra de Japón, pues alcanzó ese tiempo y terremoto al galeón San Felipe, que había este dicho año partido de Manila para Nueva España, el cual corrió tan 164

gran tormenta, que deshecho sin árboles, velas ni timón, arri‐ bó a este reino, y llegando en paraje de la isla de Tosa que lla‐ man Xicocu en diez y ocho de octubre, salieron algunas funes346 a ella, que como la reconocieron les ofrecieron puerto. Y a pesar del piloto mayor, Francisco de Olandia, y aun el ge‐ neral don Matías de Landecho, tomaron puerto en la ciudad que llaman Urando, en cuya barra tocó la nao en un banco de arena que había en tres brazas y media.347 Yéndola remolcando las funes de los japones, vinieron luego muchas más y sacaron toda la ropa y artillería sin, que‐ dar en ella nada. Toda esta ropa pusieron en almacenes, o en un almacén grande cercado con una cerca de palos gruesos, y avisó el tono a Taicosama y a los gobernadores del reino antes de los españoles lo poder hacer, porque de propósito los detu‐ vo Chozongami, señor de Tosa. En fin, el general despachó un presente que valía veinte mil ducados a Taico con don An‐ tonio Malaver y Cristóbal de Mercado, los cuales llegaron a Meaco a tiempo que ya estaba nombrado Uyemonojo, uno de los cuatro gobernadores del reino y alcaide de la fortaleza de Fuxime para ir a entregarse de la hacienda de la nao, porque el tono había escrito que había dado a la costa con temporal deshecho, y que si él no socorriera con sus embarcaciones, que todo se perdiera y se ahogaran los que en ella venían. Y llegados que fueron a Meaco estos dos españoles, fuéron‐ se derechos a buscar al padre comisario fray Pedro Baptista, para que como embajador que era del rey nuestro señor, ha‐ blase con Taico y le pidiese les favoreciese para poder sacar la nao y aderezarla. Fue el padre con ellos en casa de Xinomoxo, que era el principal de los cuatro gobernadores. Y dando cuenta de lo que pasaba y a lo que venía, entendiendo el ne‐ gocio ser diferente de lo que había sabido por carta de Cho‐ zongami, determinó engañarlos y hacer como no perder tan 165

gran bocado como aquel. Díjoles que qué presente traían. Di‐ jerónselo y dijo que lo llevasen a su casa, y así lo hicieron, y luego les dijo que él hablaría con Taicosama y que todo se haría como lo pedía, mas que convenía que uno dellos fuese a Urando con Uyemonojo, que iba a ver la nao y aquella ha‐ cienda. Fue entonces don Antonio, y Cristóbal de Mercado se aposentó en las casas del mesmo Chozongami que allí tenía.348 Llegado Uyemonojo a Uranda, lo primero que hizo fue, un día de mañana, mandar recercar muy bien el almacén y hacer una puerta y encerrar a todos cuantos en la nao vinieron, ne‐ gros y blancos, dentro, y luego hacerlos salir desnudos y pal‐ pándoles muy bien, porque aun entre las piernas no sacasen algún oro. Y luego se apoderó de todo sin les dejar por enton‐ ces ni una manta para comprar pescado. Asentó por escrito todo lo que la nao había traído, y entregándolo a guardar que para ello trajo. Después de bien sellado, llevando el oro que era una gran suma, por delante se volvió a Meaco, donde viendo los gobernadores del reino el gran tesoro que en aque‐ lla nao había venido, luego propusieron robarlo y quedarse con ello ellos y el rey, para efecto de lo cual, ante todas cosas, estorbaron que el rey no fuese visitado porque no le informa‐ sen de Mercado ni del padre comisario fray Pedro Baptista, que mucho lo procuraba porque no hiciesen algún agravio a los españoles, cosa que siempre receló. Lo segundo que hicie‐ ron fue certificar al rey de lo que el tono de Tosa había escrito que la nao había dado a la costa, negando haberla ellos queri‐ do meter por fuerza en el puerto donde dio en el banco.349

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CA PÍ TU LO 8. EL PADRE FRAY PEDRO BAP ‐ TIST A PRET END E HAB LAR A TAICO, Y POR QUE NO LO HAGA, LO ACUS AN DE QUE PRED I ‐ CA LA LEY DE LOS CRIST IAN OS. MANDA PREND ER LOS PAD RES Y SENT ÉNC IAL OS A MUERT E Visto pues por el padre comisario el intento de los gober‐ nadores y trabajo que a los españoles se apercibía, puso mucho calor en ver a Taicosama. Y viérale, y fue de mucho efecto. Mas entendido por los gobernadores y por otros interesados, procuraron estorbarlo por un medio diabólico, que fue tener modo en como los padres fuesen acusados por quebrantadores de las leyes de Japón y de los camis y fotoques tratando que, contra todos los expresos mandatos del rey, habiendo venido de Luzón con título de embajadores, y estaban en su reino predicando y enseñando la ley que él había prohibido riguro‐ samente. Y que después de eso procuraban con grande instan‐ cia que aquella hacienda que había dado a la costa de su reino, y había guarecido por sus ministros se tornase a los españoles que decían ser vasallos de su rey. Indignado Taicosama de oír decir que había en su reino quien osase quebrantar sus leyes, mandó luego en el punto prender y matar los padres todos, y con ellos a Faranda Quie‐ mon, porque los había traído de Manila, y a Fonguendono, su casero antiguo, y a quien fueron por el mesmo Taico enco‐ mendados. Y así fueron luego a lo ejecutar. Tenía este Fon‐ guendono un hijo llamado Faxengava, criado del rey, y era su paje de catana, y muy querido y estimado de Taico, el cual mancebo, viendo el peligro en que su padre estaba, pospuesto todo temor y recelo, con mucha liberalidad, aunque con mo‐ 167

destia y humildad, dijo al rey: Señor, tú mandas matar a mi padre injustamente, porque él no tiene culpa en lo que le imputan a estos hombres. Tú se los encomendaste mucho tiempo ha y estuvieron en su casa. Y después se mudaron para la tera que con tu consentimiento hicieron, adónde él no sabe lo que ellos hacían o no, por donde señor, te suplico que no muera el que en eso es inocen‐ te. Páguenlo ellos si lo merecen, y no quién no lo debe. Pareciole al rey que no le faltaba razón, y mandó que deja‐ sen estar a Fonquen y Faranda y que los padres fuesen presos, y así fue hecho en tantos días de diciembre de mil y quinien‐ tos y noventa y seis. Y para hacer justicia más a su salvo, mandó a Ximonoxo, que como ya está dicho era el más prin‐ cipal de los gobernadores, que hiciese información de la vida de aquellos frailes.350 Fue llevada esta nueva al sancto comisario fray Pedro Bap‐ tista, que le recibió con mucho gusto y alegría. Y siendo luego cercado el monasterio y puesto guardas rigurosas a las puertas, ellos aderezaron los altares de blanco y dieron muchas gracias a nuestro señor por la merced que les hacía. Y con mucho ánimo esperaron lo que fuese servido de hacer dellos. Fueron los presos en Meaco el padre comisario fray Pedro Baptista y el padre Francisco Blanco, el hermano fray Francisco de San Miguel y fray Gonzalo García, legos, y el hermano fray Felipe de las Casas o de Jesús, que había venido en la nao San Felipe y estaba allí en la ciudad de Osaca. En el convento de Nuestra Señora de Belén estaba el padre fray Martín de la Asunción, al cual también fueron puestas guardas.351 Esta prisión como digo fue antes de Navidad, en diciem‐ bre, y por este tiempo llegó allí el padre fray Gerónimo de Jesús, que venía de Nangasaqui a ser guardián de Osaca. Y como llegó allí entró en la iglesia y habló con el padre fray 168

Martín, el cual le dio un billete del padre comisario, que yo vi después, en que le ordenaba que hiciese mucho para se ocul‐ tar, de modo que no le prendiesen, porque así convenía al ser‐ vicio de Dios nuestro señor. El dicho padre dijo misa allí la Nochebuena, y estuvo en compañía del padre fray Martín, y avisó al padre comisario de su llegada y le pidió le dejase manifestarse y no permitiese perder aquella ocasión, a lo que el padre comisario le respon‐ dió que no convenía. Y tornando este dicho padre fray Geró‐ nimo a insistir en su demanda, le escribió el padre comisario y mandó, por tercera obediencia, que en todo caso se ocultase de modo que, aunque le buscasen, procurase no ser hallado, porque él tenía noticia que todos los presos habían de morir, y luego decían que Taico había de perseguir los cristianos. Y que siendo así, en tal caso le mandaba que entonces pareciese y se manifestase con su hábito mesmo y que muriese con los cristianos. Entonces se ocultó este padre como adelante se dirá. Y doy fe que vi dos o tres billetes del padre comisario. Presos pues los dichos padres en Meaco, mandó el rey hacer información del modo que vivían aquellos padres y en que entendían, y juntamente que listasen todos los cristianos que había en la ciudad, entendiendo atemorizar con eso y que no hubiera quien confesase tal ser. Mas subcedió muy dife‐ rente, porque comenzando los para el efecto señalados y con ellos Ximonoxo a correr la ciudad y preguntar por los cristia‐ nos, luego que fue sabido lo que pretendían, fue tan grande el número de los que concurrieron, así mujeres como hombres, grandes y pequeños, cuales con las cuentas al cuello y cuales con imágines en las manos, declarando a voces sus nombres de cristianos, que no se daban mano a escribir los escribamos que a eso iban. Y en breve espacio escribieron mas de tres mil. Y entre ellos muchos hijos de hombres principales, lo que visto por Ximonoxo, determinó dar cuenta dello a Taicosama 169

y se la dio, diciéndole que por aquel estilo entendía que se despoblaría la ciudad. Que lo que le parecía era que no se pro‐ siguiese lo comenzado, mas que los padres y los japones que estaban presos muriesen si hubiese de morir alguien, porque de otra manera era lastimar todo el reino. Que muertos los frailes, como no tenían quien les enseñase aquella ley, luego se olvidaría.352 Pareciole al rey bien tomar este consejo y mandó que se hi‐ ciese la información dicha. Y así se hizo, y lo que por ella pa‐ reció fue el virtuoso modo de su proceder con que los gentiles mesmos se admiraban. Porque como estos benditos padres no procuraban más que labrar la viña del Señor, y los materiales y armas que para eso trajeron y las que usaron siempre fueron humildad, amor para con los prójimos, paciencia en las adver‐ sidades y injurias que recibían de muchos gentiles, una cari‐ dad grande con que en dos hospitales que hicieron, uno de sancta Ana y otro de san José curando los leprosos, tan abo‐ rrecidos de los japones que los padres aborrecen a los hijos y los hijos a los padres. En el de san José recogían los niños re‐ cién nacidos que las crueles madres, o por no los poder criar o por necesidad, arrojaban por las calles, puertas y ríos. Con estas armas y con la ordinaria oración peleaban estos sanctos frailes, y con estas predicaban la ley de Dios en Meaco, entre tanta infinidad de ministros del Demonio de quien, aunque murieron, quedaron vencedores. Y porque se vea lo que podía su verdad y lo que obraban con su caridad, diré aquí lo que subcedió en la ciudad de Meaco, adonde si yo me hallara, pu‐ diera escribir muchas cosas notables y subcesos graves dignos de ser sabidos que subcedieron a estos religiosos. Subcedió que, pasando un tono gentil por la calle donde tenía su habitación, vio la iglesia y hospitales, y llegando a la puerta del de sancta Ana, reparó en el modo de la casa y quiso 170

saber quién moraba allí. Fue informado de un cristiano que acertó hallarse presente de como allí moraban unos padres de Luzón. El tono había oído ya tratar dellos, y entonces diole deseo de los ver, y dijo al cristiano si podría él hablar con ellos. Dijo el cristiano que sí. Entraron dentro y fue el caso que en aquel instante estaba el padre fray Marcelo de Ribade‐ neira lavando los pies a un leproso. El cual padre era muy gentil hombre, de linda y agraciada persona, rostro y aspecto hermoso y venerable, de modo que no había quien no se le alegrase de ver. Era entonces de treinta y cuatro años de edad y había leído cinco años teología, y en el alma era muy más agraciado, sabio y hermoso, porque era ejemplo de toda vir‐ tud. Pues como el tono viese el padre, estuvo considerando entre sí un poco, y viendo un hombre mancebo y tan lindo puesto de rodillas ante un vil y hediondo leproso que ellos tanto aborrecen, tomó el abano que llevaba en la mano dere‐ cha y con él dio dos o tres golpes en la contraria, diciendo en su lengua: Sate, sate, sate (que es como si dijésemos “Jesús, Jesús, Jesús”), qué es esto, verdaderamente estos hombres otra vida esperan gozar mas que la presente, porque para vivir en este mundo y por las cosas dél no tenían necesidad de hacer esto. Estaba admirado, y también lo estaban todos sus criados de ver lo que veían, y preguntó al cristiano si hacía siempre aque‐ llo. “Sí”, respondió él, “todos los días”. Y preguntó si era el tzucasa,353 comisario o provincial. Dijo que no, mas que el tzucasa también hacía aquel oficio. Acabó el padre de lavar su pobre, y limpios los pies, se los besó con mucha admiración del gentil que estaba esperándole, lo que visto por el padre se fue a él, que luego conoció que era honrado y había oído algo de lo pasado. Hízole su cortesía, y el gentil se puso de manos 171

en el suelo inclinando con mucha cortesía la cabeza, y luego le dijo lo que le había movido a entrar allí y que quería hablar con el padre, el cual le llevó al zaxiqui, donde nuevamente le recibió y satisfizo algunas preguntas de que el tono quedó muy contento. Y le dijo que era natural de un reino allí cer‐ cano y que venía allí a un negocio, que despachado que fuese, tornaría a verle. Y así lo hizo, y se hizo cristiano con toda su familia.354 Y por no dilatar, corto aquí la historia, pues basta lo dicho para mi intento, que es decir lo que los padres hacían en Japón y las herramientas con que labraban la viña del señor, y lo mucho que con ellas hacían. Que para decir verdad no son menester para ella invenciones humanas ni medios imperti‐ nentes, mas de aquellos que Cristo nuestro señor dejó a sus discípulos por san Mateo, capítulo diez, o por san Lucas, ca‐ pítulo diez también.355 No dice que llevan pertrechos para predicar, armas ni impertinencias, ni que hagan promesas ni se aprovechen de medios humanos. Armados de fe los quiere el Señor y desnudos de embarazos del mundo, que son grande estorbo para los negocios del cielo, el que ganaron estos di‐ chosos frailes por su virtud y gracia del Señor, que se la dio para vencer todas las dificultades que se les ofrecieron, y al fin los llevó con tanta honra para sí.356 Pues como los padres hubiesen ya estado presos desde el dicho día, determinó el rey mandarlos matar. Y así se dio sen‐ tencia de muerte contra ellos y contra los japones que estaban presos con ellos, que eran quince, y el hermano Michi Paulo de la Compañía con dos doxucus que recibieron después. Fueron dieciocho y uno que se entró en la prisión diecinueve, y otro que después prendieron en el camino veinte, y el sancto comisario fray Pedro, fray Martín, fray Francisco Blanco, fray Francisco de San Miguel, lego, fray Felipe de Jesús y fray 172

Gonzalo García. Los nombres de los japones son estos: Pablo Zuquissi, pre‐ dicador; Gabriel, doxucu; Cinuya Juan; Tomé, predicador; Francisco, predicador; Joaquín; Tomé, doxucu; Ventura, pre‐ dicador; León, predicador; Matías; Antonio, doxucu de trece años de edad; Luisico, de diez; Juan, doxucu de la Compañía de Jesús; Pablo Ibariqui, predicador; Michi Paulo, hermano de la Compañía de Jesús, japón de nación; Quisay Diego, do‐ xucu de la Compañía; Cosaqui Miguel; Juquisira Pablo; Cosme, predicador; Francisco Gayo.357 Ya habían traído al padre fray Martín de Osaca y al her‐ mano Michi Paulo, que prendieron en la iglesia de la Compa‐ ñía de Jesús, que allí estaba aunque oculto, porque como el primer mandato del rey fue que matasen todos los padres, así como fueron a san Francisco fueron también a la casa de la Compañía, adónde residía el padre Organtino, al cual no ha‐ llaron en casa y prendieron al dicho hermano y a dos doxucus que después fueron recibidos por hermanos el día que los cru‐ cificaron.358 Día pues de la Epifanía, año del señor de mil y quinientos y noventa y siete, fueron a la prisión y sacaron della al sancto comisario fray Pedro Baptista y a sus dichos compañeros pa‐ dres, hermanos y japones, que por todos eran veinte y cinco. Y es de saber que en todo este tiempo no estuvieron los pa‐ dres más que con guardas de gente armada.359 Y lo que algunos dicen con malicia no hay lugar para se creer, y es que los padres luego fueron presos y robados, y que a vuelta de lo demás robaron la custodia del sagrario donde estaba el sanctísimo sacramento, lo cual es falsedad. Porque lugar hubo, y mucho, para lo consumir, pues antes que los prendiesen fueron avisados, y puestas las guardas quedaron en libertad dentro de su convento para lo demás. Y de hombre 173

tan sancto, prevenido y celoso de las cosas de Dios como era fray Pedro Baptista, no se debe presumir descuido, y aun en cosas de menos importancia. Esto es la verdad y yo lo sé, por‐ que lo averigüé muy de veras. Y no solo no vino a poder de los gentiles el sanctísimo sacramento ni lo violaron, mas la custo‐ dia nunca apareció, por donde entiendo que la fundieron, o por menos mal enterraron donde nunca pareció.360 Sacaron los dichos padres y compañeros amarradas las manos, con sogas al pescuezo como a malechores. Y en unos carros que para eso estaban aparejados los subieron, primero al sancto comisario como capitán, y luego los demás. Y con grande acompañamiento de gente de armas, los fueron llevan‐ do por las calles de la ciudad, llevando delante una tabla de ci‐ prés en que iba escripta la sentencia del tenor siguiente. SENTENCIA Por cuanto estos hombres de Luzón vinieron a mi reino con título de embajadores, y se quedaron en él predicando y enseñando la ley de los cristianos que yo había prohibido re‐ gurosamente los años pasados, mando que por el caso referido sean llevados a Nangasaqui, donde sean crucificados con los japones que hubieran convertido. Y todos veinte y cuatro361 queden en las cruces, levantados, donde nadie los quitará, para escarmiento de otros. Y de nuevo prohíbo con rigor que nadie ose jamás de aquí adelante predicar esta ley ni ser su autor, sob pena de morir con toda su generación, aunque uno solo la quebrante. Al cabo del sancto comisario seguían los demás, en que iban sus compañeros, en cuyo seguimiento iba tanta gente gentil y cristiana que no cabía en las calles. Y a las voces del pregonero acompañaban muchos alaridos de mujeres que es‐ trañamente se compadescían de ver un espectáculo jamás visto entre ellos y ejecutado en hombres estranjeros, y de quien tan‐ 174

tas virtudes sabían, y oído y visto. Yendo pues por una calle, acertó a oír el ruido una valerosa mujer llamada María, que lo era de Cosme, síndico de casa. Preguntó lo que era, que no lo sabía ni creyera que a tal llegara. Salió a la calle, y como vio al sancto comisario, como una mujer privada de su juicio natu‐ ral, pospuesta toda su autoridad, embiste con el carro sin lo poder impedir los soldados y, abrazada de donde pudo alcan‐ zar, comenzó a llamar al sancto comisario y decir: ¿Dónde te llevan, mi padre, dónde vas sin mí? ¿Es posible, señor, que no te acordaste de me avisar para que te fuera acompañando en este camino que hiciste, padre? ¿Porque así te maltratan? ¿Lo que yo hago has de pagar tú? Y con esto, otras palabras de mucho sentimiento, que no se las dejaran decir si no fuera por ser conocida por mujer de quien era, que era principal y honrado. Procuraron por bien apartarla del carro y, como no hubiese remedio, en fin por fuerza la quitaron, aunque con la mayor cortesía que fue posi‐ ble, que fue mucho haberla en gente de tan poco respecto como son verdugos en Japón. Iba la noble matrona hinchien‐ do de querellas la calle y oídos de los que la veían, con tanto sentimiento que movía a compasión a todos. Llegaron a un templo de gentiles en cuyo puesto suelen ejecutar las justicias ejemplares, y allí les cortaron a cada uno una parte de la oreja siniestra.362 Y luego fueron prosiguiendo por las espaciosas ca‐ lles de aquella famosa ciudad, que entonces lo era más que agora, porque residía en ella la corte. Al anochecer encerraron a los sanctos mártires en una casa donde, como se vieron otra vez juntos, y cada uno ya con aquel hierro y señal que les ha‐ bían puesto, por el cual ya podían ser conocidos por mártires de Jesucristo, pues habían comenzado a derramar su sangre por su amor, fue estraño el gozo y la alegría que entró en sus almas. Fuéronse todos al sancto comisario, que no cabía del 175

gozo. Ellos se ponen a sus pies, y él los levanta y se derriba a los suyos, y todos juntos dan muchas gracias al Señor por las mercedes tan señaladas que les hacía. Los japones, era cosa para alabar a Dios, ver el ánimo y contento con que estaban. Y todos juntos pasan la noche en alabanzas del Señor con gran alegría por verse en tal estado, y aunque estaban así, no lo acababan de creer. Otro día fueron llevados a Fuxime y paseados por todas sus calles, y otro día a caballo fueron llevados a la ciudad de Osaca, a donde llegaron a tiempo que había llegado también Taico, y entrado en la fortaleza de la cual venía a dar posesión a su hijo Findeyori. De modo que, estando las calles de aque‐ lla famosa ciudad pobladas de gente que se había juntado de muchas partes para ver al rey y príncipe, que había entrado con gran majestad, entró esta sancta procesión. La entrada del rey fue en esta forma: entraron primero diez o doce mil hidalgos, todos ellos señores de vasallos, a caballo, cada uno solamente con tres criados, un hombre de armas que le llevaba delante una nanguinata, un paje y un mozo de caba‐ llos. Luego iban seiscientos hombres de armas, cubiertos de‐ llas, con sus nanguinatas doradas y catanas. Puestos en orden seguían a estos docientos maceros con sus mazas gruesas en las manos, y en la cinta largas catanas. Luego seguían los ar‐ queros, que eran dos mil, y luego quinientos bastoneros vesti‐ dos de carmesí. A estos seguían treinta caballos [muy hermo‐ sos y costosamente engarzados. Llevaban]363 cada uno cuatro japones vestidos de unas como almillas carmesí, que les llega‐ ban solo a la cintura, y embragados con sus paños, y lo demás descubierto y al aire. Luego venía un norimono cubierto de oro y azul con un quitasol muy rico en que venía el príncipe, que era entonces niño de cinco años. Alrededor deste nori‐ mono iban los cuatro gobernadores descalzos y arremangados, 176

y con ellos otros muchos señores de los principales del reino, y otra gran suma de gente de los criados del príncipe. Luego venía el ejército de gente de a caballo y a pie donde venía Taico, el cual se recogió dentro de la soberbia fortaleza. Luego asomó el campo de los sanctos mártires, que aunque de tan pocos caballeros, había mucho que ver en él, y no fue poco notado. A este tiempo ya estaban en Osaca el general don Matías de Landecho y el padre fray Diego de Guevara y el hermano fray Juan Pobre, Diego de Valdés y otros algunos españoles que habían venido a ver si podían hablar al rey, mas no pudie‐ ron. Y en fin vieron este acto y se vinieron aquí a Nangasaqui robados, y se fueron a Manila los más dellos ese año, habién‐ doseles quitado todo cuanto la nao trajo, excepto algunas mantas mojadas y medias dañadas que no valió lo que les die‐ ron: mil ducados. De aquí de Osaca trajeron a los sanctos mártires camino de Nangasaqui con mucha incomodidad, por ser tiempo de frío y venir entregados a gentiles de poca piedad, lo cual todo sabía‐ mos nosotros aquí por menudos avisos que cada hora tenía‐ mos.364 Halláronse en esta ciudad en el convento de señor san Francisco a este tiempo el padre fray Agustín, que era guar‐ dián, y fray Bartolomé Ruiz. Y estaba el padre fray Marcelo de Ribadeneira, que había venido de arriba por estar muy en‐ fermo de un frío que se le había congelado en el pecho. Pues cuando hubo nuevas de que venían ya cerca los sanctos márti‐ res, el bunguio que aquí estaba, que era Gompe,365 a todos tres embarcó en la nao de Ruy Méndez de Figueredo, que de Meaco había venido. No sé por cuya orden esto se hizo, por‐ que no fue mandado de Taicosama, y así mesmo prendieron en la dicha nao al hermano fray Juan Pobre, que había venido 177

en la nao San Felipe a Urando. Y de allí aquí con el general don Matías de Landecho, el cual llegó a esta ciudad con algu‐ nos compañeros, como fueron el padre Diego de Guevara, de la orden de san Agustín, Diego de Valdés, y otros.366 A cuatro de febrero, el cual día en la noche llegaron los sanctos mártires a Uracami, una aldea que está una legua de aquí, de donde por mandado de Fuanzambro vino recado en que mandaba hacer luego veinte y seis cruces para crucificar los presos que traía. Este Fuanzambro era hermano de Xima‐ nocami, gobernador destos reinos del Ximo, que residía en Nangoya y cuya era esta ciudad, a quien fueron entregados en la fortaleza y él envió a este su hermano al efecto.367 Viniendo por el camino había el sancto comisario pedido a este gentil le concediese dos cosas que ninguna dellas era contra la orden que traía, y eran la una que los crucificasen en viernes y la otra que los dejasen comulgar primero, y ambas se las había conce‐ dido.

CA PÍ TU LO 8.1. LLE GA DOS A URA CA MI LOS SANC TOS MÁRT I RES, OTRO DÍA LOS LLE VAN A NA GA NAS QUI, A CUYA VISTA LOS CRUC IF IC AN Luego, el miércoles antes de amanecer, les hizo poner el dicho Fuanzambro en camino, y acordándole el sancto comi‐ sario lo que le había prometido, y pidiéndole los dejase a lo menos comulgar, respondió que no podía, que le perdonase. Y así fueron puestos en camino a pie. Y desta manera llegaron a un repecho que está a vista de toda esta ciudad, lugar adon‐ de crucificaban los malechores. Y allí fueron a los ver los por‐ tugueses que aquí se hallaron, a los cuales no se les impidió como a los japones, que a bastonadas los hacían arredrar con mucha riguridad. 178

En este tiempo el hermano fray Juan Pobre se salió de en casa de Antonio Garcés, un portugués honrado que había hospedado al general y a sus compañeros, y se fue hacia donde le dijeron que venían los padres con intento de morir con ellos, mas fue buscado y traído por fuerza a casa, o fue de allí llevado a la nao. Era cosa para ver la gente que se había junta‐ do a ver esta jamás vista en Japón de matar estranjeros, y más religiosos. Y aunque no llegaban cerca los japones, había mu‐ chos a la vista. Y unos procuraban llegar mientras apaleaban a los otros, y con andar muchos ministros con bastones y lan‐ zas, no se podían averiguar con ellos. Los padres y japones es‐ taban rodeados de nosotros, atadas las manos con sogas a las gargantas, y asido cada uno de dos sayones, que nunca los vi más naturales que lo son estos. Y tengo por cierto que por lla‐ mar sayones los llaman corruptamente japones. Comenzaron con mucha presteza a hacer los hoyos para hincar las cruces, y hacíanlo en el mesmo lugar que ponían los malechores, que es a mano derecha camino de Umbra, lo que viendo algunos piadosos portugueses les pareció pedir al juez que los pusiese a mano izquierda del camino, y esto por pare‐ cérseles que podía por tiempo subceder hacer allí alguna igle‐ sia. Pidiéronselo, y él luego concedió con ello con mucha cor‐ tesía, diciendo que así como podía hacer aquello, quisiera también poder no los matar. Y esto decía él con mucho senti‐ miento, con ser que era el más cruel gentil que yo vi. Y con todo, este día derramó muchas lágrimas. Acabados de hacer los hoyos fueron poniendo en frente de cada uno una cruz, las cuales son de esta hechura. Folio 114v (BNE, MSS/19628).

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Y cada una tiene cinco argollas, una que coge el pescuezo y dos en los brazos de arriba que cogen las muñecas de las manos, y otras dos en el brazo de abajo que cogen las gargan‐ tas de los pies. Y entre los dos brazos está una estaca sobre que se sienta el padesciente. Hecho esto, fueron llegando los sanctos padescientes cada uno a su cruz, a la cual hora fue tanto el estruendo de voces, lloros, sollozos y gemidos de todos los presentes, que retum‐ baban muy lejos de allí. Y aunque no dejaban llegar los japo‐ nes por un cerro en cuya falda está este repecho, había tanta gente, hombres y mujeres, que era un copioso número. Y de la ciudad estaban mirando desde los tejados otras infinitas gentes, que era lo granado del pueblo, cuyos alaridos subían al 180

cielo y retumbaban los ecos por todas aquellas calles, montes y cañadas, encontrándose las unas a las otras, y todo era un do‐ loroso grito. Comenzáronlos a desatar, y nosotros a llegarnos a los sanc‐ tos y pedirles la bendición, y ellos que los encomendásemos a Dios. Tendiéronlos sobre las cruces, y clavados, cuasi que a un tiempo levantaron veinte y seis estandartes en el segundo Cal‐ vario, primero de Japón. El primero que pareció en el aire fue el sancto fray Pedro, como capitán valeroso. Y quedó en aquella cruz con una majestad que admiraba, y luego a la mano derecha le pusieron sus cinco hijos. Conviene saber: el primero el sancto fray Martín y luego fray Felipe, fray Gonza‐ lo, fray Francisco Blanco, fray Francisco de San Miguel y luego Matías, japón. León y Ventura, Tomé, Joaquín, Fran‐ cisco, Tomé, Juan Cinuja, Gabriel, Pablo Jusiqui, que era el último de la punta que corría hacia oeste. A la mano izquierda del sancto comisario estaba primeramente Antonio, de trece años de edad, y luego Luisico, de diez, años y luego Juan. De la Compañía de Jesús, Pablo Ibariqui, Michi Pablo y Diego Quisay de la dicha Compañía; Miguel, Pedro, Cosme, Fran‐ cisco Gayo, que era el último de a mano izquierda y punta que estaba al oriente. La tabla de la sentencia estaba allí delante del juez, en manos de un japón que la tenía levantada en el aire, y él esta‐ ba con un bastón en la mano en medio de la carrera de las cruces, que como vio que ya estaban todas arboladas, llaman‐ do algunos de aquellos sayones que andaban allí muy listos y arremangados, cuatro dellos se fueron para los sanctos. Y lle‐ gando primeramente a la punta más cercana al camino, los dos comenzaron por Gayo, y los otros segundos fueron a la otra parte y comenzaron a los alanzar, dando a cada uno dos lanzadas desde el un costado, atravesando el cuerpo de modo que, entrando la lanza por el costado siniestro, salía al hombro 181

derecho, dejando hecha en cada uno una cruz en lo interior del pecho. Todos cuatro vinieron a parar al pie de la cruz del sancto comisario, que había estado con los ojos fijos en el cielo, el rostro derecho. Y haciendo una seña el Fuanzambro, le dieron dos lanzadas, con que estremeciendo todo el cuerpo en la cruz dio el alma al señor, y quedó de la mesma manera con los ojos y rostro en el cielo. Aquí fue el llanto, aquí los so‐ llozos, aquí las lágrimas de todos, y hasta del mesmo juez, que volvió las espaldas a ellos por no ver tanta crueldad. Cincuen‐ ta y dos arroyos de sangre comenzaron a correr de los sanctos mártires, de los cuales cogieron los portugueses y algunos ja‐ pones que, a trueco de muchas bastonadas, se metieron por entre los mesmos sayones y portugueses, y con paños cogían la sangre que podían, revuelta con muchas lágrimas. Aquí subcedió que un hombre, italiano de nación, por nombre Juan Baptista Bonasina, viendo correr un río de san‐ gre deste sancto fray Francisco Blanco, aparó el sombrero para la coger y le cayó en él un buen golpe. El cual, llegado a su posada, la echó en una limeta de China y en ella la llevó a Macao cuando se fue en marzo, a donde queriendo parece ser ver si se había corrompido la dicha sangre, tomó la dicha li‐ meta y vio que la sangre bullía en meneándola, y que estaba olorosa y fresca como el día en que la había cogido. Admirose mucho desto y mostrola a algunos amigos, y ellos y él lo dije‐ ron a otros, y de mano en mano fue a oídos del obispo de China, que se decía don Leonardo, el cual envió a llamar al dicho Juan Baptista, y le preguntó por el caso. Y como él lo afirmase, le mandó llevar ante sí la dicha limeta con la sangre que en ella estaba y, haciendo juntar sus clérigos y a otras mu‐ chas personas, recibió juramento en forma del dicho Juan Baptista, y le preguntó cuya era aquella sangre que tenía en aquella limeta. Él declaró ser del dicho mártir fray Francisco Blanco, y que la había cogido en cinco días del mes de febrero 182

del presente año en Japón, en la forma arriba dicha. Trajeron una fuente de plata y el mesmo obispo tomó la limeta y vació la sangre del sancto mártir, de quien se dice por cosa cierta que era virgen, tan fina como si en aquel momento se derra‐ mara de su cuerpo sin olor malo, antes olía muy bien, por lo que el obispo y todos dieron muchas gracias a nuestro señor, sobre lo cual hizo el dicho obispo hacer un auto que autorizó para perpetua memoria.368 El año siguiente de noventa y ocho fui yo a la ciudad de Macao, adónde me informé del dicho caso, y el dicho Juan Baptista vino en este dicho año a esta ciudad de Nangasaqui, adónde yo también volví. Y estando haciendo unas octavas en loor de los dichos mártires, para tratar la cosa con más certe‐ za, quise ver la dicha sangre. Y por estar yo preso en mi casa,369 envié un recado al dicho Juan Baptista, que era mi amigo, y le rogué me la mostrase, lo que él hizo de muy buena voluntad, yendo por la limeta y trayéndola debajo de la capa, porque no la fiaba de nadie. Y esto fue el dicho año en sep‐ tiembre. Tomela en la mano y, meneándola, sentí que bullía. Abrila y, metiendo una paja, saqué una gota de sangre viva y colorada que eché en un lienzo, que después di en la India a un mi amigo. Este año que los crucificaron, en el día del jueves sancto, tres de abril, cincuenta y siete días después de crucificados, se vio correr sangre del sancto fray Martín de la Asunción, y fue a verlo mucha gente, o por mejor decir todo el pueblo, japo‐ nes y portugueses. Y uno dellos, llamado Salvador de Figuere‐ do, yendo por dentro de la cerca y estacada que luego se hizo alrededor, se llegó al sancto mártir para le besar los pies. Y queriendo le arrancar una uña de un pie que le pareció estaba salida, mucho tiró della, y no pudo arrancarla sin poner fuerza y en fin la sacó. Y sacada, comenzó a correr gran golpe de 183

sangre viva del dedo, que era el menor de todos. Tomó él en‐ tonces un lienzo de caza, que me acuerdo porque él lo dio después al embajador Diego de Sosa, que partió conmigo la mitad, el cual se hinchó todo de sangre de la que corrió del dicho dedo. Esto no vi yo, porque en el dicho tiempo me hallé en Cu‐ chinotzu, adonde había ido con el general don Matías de Landecho, que se fue de allí a embarcar para Manila. Mas ha‐ lleme presente a los siguiente: un viernes que fue diez y ocho de abril, a las dos de la tarde, sesenta y dos días después del sagrado martirio, subcedió que estando mucha gente arrodi‐ llada rezando delante de los sanctos mártires (como lo tenían por devoción), particularmente en tal día súbitamente comen‐ zó a correr sangre del cuerpo del sancto comisario fray Pedro Baptista de las lanzadas que le habían dado, en tanta cantidad que vino por el cuerpo abajo y por el pie de la cruz, de suerte que la bañó hasta el suelo. Quedaron admirados los japones que presentes estaban, y muchos dellos vinieron a la ciudad a dar la nueva. Y como fue tal cosa oída en un momento, se al‐ borotó el pueblo, de tal suerte que no hicieran más a decirles que venían muchos enemigos sobre la ciudad. Y hombres y mujeres comenzaron a acudir al sancto calvario en tanta mu‐ chedumbre, que más de cuatrocientos pasos antes de llegar allá no se podía romper por el camino, aunque era ancho como la más ancha calle. Fue avisado el bunguio, que enton‐ ces era Gompe, por algún hijo de Satanás, y mandó poner unos yocumes junto a donde agora es la iglesia de san Juan, que entonces se decía de san Lázaro, y estos hallamos allí Francisco Martínez de Aguiar y yo cuando llegamos, los cua‐ les no nos consintieron pasar. Pero las devotas mujeres, que entonces no las había tan corruptas en Nangasaqui, viendo que los yocumes les vedaron el paso, subiéronse por el monte arriba. Y por detrás de la dicha iglesia, que tenía y tiene una 184

grande arboleda, aunque entonces mayor, se subieron. Y fue‐ ron allá un gran número dellas, y luego dejando el camino real, lo hicieron por el monte dicho, lo que visto por los yocu‐ mes, enviaron aviso al bunguio, que los mandó recoger, por‐ que el ponerlos allí fue por cumplimiento. Esta mesma tarde volví allá, y vi que estaba el sancto comi‐ sario con el rostro muy hermoso y como si estuviera durmien‐ do, y tenía el lado derecho y todo el costado descubierto por haberle cortado el hábito para reliquias, y tenía todo aquello que de sus sagradas carnes se parecía tan blanco y tan hermo‐ so, que daba particular alegría mirarlo. Estaba todo el pie de la cruz bañado de sangre, y de color tan hermoso, que no pa‐ recía sino un rosicler. Cosa para admirar, que a cabo de tantos días se refrescase aquella sancta sangre y sin haber de antes corrido, excepto el día del martirio corriese en copiosa vena, y que esto fuese en un día señalado viernes día de pasión, y en que el sancto comisario había deseado padescer, y que tanta gente había junta que lo viese. Cuando subcedió este sancto martirio destos veinte y seis famosos mártires, estaba aquí en Japón el obispo que entonces era llamado don Pedro Martínez, primero obispo de Japón, y habitaba en Todos los Sanctos. Y habíale dicho la noche antes que los sanctos mártires habían llegado a Uracami, pero que no habían de padescer hasta el viernes. Y estando él bien des‐ cuidado en su aposento, entró Francisco Rodríguez Pinto370 con el cordón del sancto comisario que había rescatado de uno de los sayones diciendo: “ya señor están gozando de Dios los sanctos mártires. Ya acabaron su jornada”. “¿Qué márti‐ res?” preguntó el obispo. “Los frailes franciscos”, replicó él, “y he aquí el cordón del sancto comisario”. No preguntó más el obispo ni dijo más que “venga conmigo, señor Francisco Ro‐ dríguez”. Y fue saliendo por la puerta solo con un bordón en 185

la mano, que por el camino le vinieron los criados vistiendo el roquete y muceta. Llegó al sancto y segundo calvario, y al pie de la cruz del sancto comisario se puso de rodillas, diciendo “Beate Petre, ora pro me”. Y hecha oración, luego se fue al sancto fray Martín, que estaba a su mano derecha y hizo lo mesmo, y sucesivamente a todos los demás hasta el sexto. Y luego se levantó y fue mirando a todos los sanctos mártires ja‐ pones hasta el fin de las cruces, y vuelto prosiguió hasta esta otra punta. Y luego volvió a los sanctos frailes con los ojos lle‐ nos de piadosas lágrimas y dijo, hablando con el glorioso san Felipe de Jesús: “oh bienaventurado mártir y muy dichoso, mejores órdenes son esas que os ha dado el rey del cielo que las que os negué yo, su indigno obispo”.371 Es de saber que este mártir sancto era corista y, habiendo venido en aquella nao San Felipe que como arriba se dice, subió a Meaco, adónde estaba este dicho obispo que había ido a visitar a Taicosama, al cual pidió le ordenase de órdenes mayores, y no lo quiso hacer por no sé qué razones que dio, y por esto dijo agora lo que le dijo. En la ciudad de Macao dio este dicho obispo una certifica‐ ción muy amplia y testimonio auténtico a los padres francis‐ cos en aprobación del sancto martirio. Y aunque él no la diera, no carecían de justicia los sanctos mártires para dejar de ser tenidos por tales. Y basta la prueba de la sentencia, pues si por otra causa, como dicen los maldicientes, los hubieran muerto, bien pudiera el rey ponerla, y aun lo que demás le pa‐ reciera, quien le había de ir a la mano. Pero como no la hubo, permitió Dios que aun aquel infiel tirano no les hiciese en eso agravio, sino que llanamente dijese la verdad en la sentencia: que los mataron por predicar y enseñar la ley de los cristianos que él rigurosamente había prohibido y desterrado de Japón los años precedentes. 186

Los que contradijeron con invidia este sancto martirio fue‐ ron tres o cuatro, y ya están en el otro mundo, adónde los ha‐ brán desengañado. Mas lo demás del reino, todo por mártires sanctos los tuvo, tiene y terná, y como tales fueron visitados de todos cuantos cristianos había en Japón. Y de las más re‐ motas y apartadas ciudades vinieron en romería a los venerar, y para esto sin dubda los guardó Dios en las cruces tanto tiempo, que fueron siete meses sin que dellos faltase miem‐ bro. Admíranse los japones desto, porque los malechores que crucifican, a los cuatro días no hay quien soporte el hedor que dellos sale, y a los ocho o diez los lobos y perros monteses los hacen pedazos. Mas notose que en estos sanctos mártires no fue así, porque estuvieron desde cinco de febrero en las cruces, y en diez de agosto partí yo para el puerto de Firando y los dejé todos enteros, aunque de ahí a pocos días faltaron las ca‐ bezas del sancto comisario y el hermano Michi Paulo de la Compañía, las cuales se entiende que se tiraron por orden del viceprovincial Pedro Gómez.372 Los padres que quedaron vivos en Japón, que fueron fray Gerónimo de Jesús, este ya se dijo arriba como quedaba ocul‐ to. Y también se ocultó, que arriba no le pudieron descubrir, mas desto trataremos luego, el padre fray Marcelo de Ribade‐ neira, que estaba aquí en Nangasaqui. Y el padre fray Agus‐ tín, y fray Bartolomé Rodríguez, los cuales, y el hermano fray Juan Pobre, que fueron puestos en la nao de China, en la cual fueron llevados a Macao, en ella fueron, y de Macao a Mani‐ la. En este lugar me parece advertir que en este reino ya antes desto habían subcedido otros dos martirios, conviene saber: en Izafay, ciudad aquí cercana cinco leguas, el año de mil y quinientos y setenta y cuatro mandó el tono degollar dos cris‐ tianos naturales de Umbra llamados el uno Lucas y el otro 187

Matías. Porque los acusaron los bonzos que eran cristianos y no quisieron retroceder, fueron degollados.373 En el reino de Bungo subcedió que, sabiendo Yoximane Constantino,374 hijo del buen rey Francisco, que estaba en cierto lugar un japón cristiano que, después de echados de allí los padres, tenía cuidado de enterrar los difuntos y baptizar los niños que nacían, y ayudar a bien morir los cristianos, en‐ viole a persuadir que no acudiese más a hacer aquello, mas que se volviese gentil, apercibiéndole que si no lo hacía, que le haría matar cruelmente. Llamábase este buen hombre Joran, y era muy entero en las cosas de la religión cristiana, y propuso de allí adelante acudir a servir a nuestro señor con mayor soli‐ citud. Y predicaba y enseñaba a los desconsolados cristianos con mucho amor y caridad, ocupándose en estas cosas mejor que de primero lo hacía. Tuvo noticia el tono Constantino desto, y envió unos criados suyos a que le matasen. Llegaron a su casa una noche y, entrando en el patio que tenía delante, llamaron a la puerta y preguntó quién era, y respondiéronle que eran criados del tono. Luego entendió lo que era sintien‐ do el ruido de las armas, y díjoles: “esperaos un poco, cuanto tomo mis armas”. Ellos que lo oyeron, entendiendo otra cosa, apercibieron muy de propósito, y él tomó una sobrepeliz que tenía y vistiola. Púsose al cuello una imagen de un crucifijo y luego el rosario, y en una oreja [colgó]375 o ató una cuenta bendita, y tomó otra en la boca. Y hecha oración, con una cruz en la mano, abrió la puerta y salió fuera diciendo: “aquí está Joran, ¿qué es lo que queréis?”. Dijéronle que le venían a matar porque era cristiano. Respondió que holgaba de morir por tal ocasión. Púsose de rodillas y, estando rezando, le cor‐ taron la cabeza en el año de mil y quinientos y ochenta y nueve. Y el mesmo tono confesó después haberle hecho matar por no haber querido retroceder. 188

CA PÍ TU LO 9. DON FRAN CIS CO TELLO, GO ‐ BERN A DOR DE MA NI LA, ENVIÓ376 EM BA JA DA A TAICO Y A PEDIR LOS CUERP OS DE LOS SANC ‐ TOS MÁRT IR ES El agosto siguiente al sancto martirio, que fue el mesmo año de noventa y siete, llegó al puerto y ciudad de Firando, que está quince leguas desta, el capitán don Luis de Navarrete Fajardo por embajador de la ciudad de Manila, enviado por don Francisco Tello, gobernador de aquel reino. En su com‐ pañía vino Diego de Sosa para quedar en su lugar si muriese, y así le subcedió después. Trajo un elefante al rey y un retrato del dicho gobernador, y otras cosas de precio. Llegado a Fi‐ rando, con mucha brevedad se partió para la corte y llegó a Osaca a tiempo que Taico estaba en la ciudad de Sacay, y así como supo de la llegada del dicho embajador, se partió para donde estaba y sin ningún detenimiento. Así como llegó a la fortaleza, mandó que le llamasen el embajador de Manila, cosa que admiró a todos, porque no así fácilmente recibía los que le iban a vesitar, aunque mejor lo hacía que este tirano de agora. Pero Taico gobernaba, y este es gobernador ante todas cosas.377 Pusieron el elefante en la calle, animal no visto jamás en Japón, porque aunque es verdad que el rey de Camboya envió uno muchos años ha al tono de Bungo, don Francisco, murió luego y no le vieron más que en algunas de sus tierras. Y así acudió tanta gente a le ver, que a bastonadas no se podían apartar, y fue necesario venir muchos criados del rey con cien bastoneros para hacer calle, y costó algunas muertes. Llegados a la fortaleza, salieron a la puerta los gobernadores Ximonoxo y Guenifoin y otros señores que recibieron a don 189

Luis, que iba bien flaco y enfermo de cámaras. Fueron en‐ trando y llegaron al primer zaxiqui. Y allí, por ver el elefante, salió Taico con su hijo Findeyori por la mano, que tenía en‐ tonces seis años. Don Luis, Diego de Sosa, y los cuatro com‐ pañeros que traía, se fueron para él, y a nuestro modo le hicie‐ ron la cortesía que fueron tres reverencias y se quedaron en pie, y lo mesmo hizo el rey. Y habló al embajador con mucha benignidad, y preguntó a Lorenzo, intérprete, qué hombre era Diego de Sosa, y él se lo dijo. Y él también le habló, y dijo que fuesen bienvenidos. Y fuese llegando para donde el ele‐ fante estaba, que así como vio que venía, por mandado del cornaca,378 puso las rodillas en tierra tres veces, y levantando la trompa sobre la cabeza, dio un gran bramido. Admirose el rey y preguntó a Lorenzo que qué era aquello, el cual le respondió que había conocido a su alteza y por eso había hecho aquella cortesía. Admirose mucho y preguntó si tenía nombre. Dijéronle que se llamaba don Pedro. Llegose más sin bajar al suelo, sino estando en el zaxiqui, y díjole dos veces: “don Pedro, don Pedro”, y el tornó hacer la mesma cor‐ tesía, con que se alegró tanto, que dio muchas palmadas muy apriesa diciendo: “o sate, sate, sate”. Estaban presentes todos los señores de Japón, excepto los que estaban en Corai, y no había uno que estuviese en pie, sino todos sentados, las cabe‐ zas bajas. Preguntó qué comía. Dijéronle que cuanto le die‐ sen. Trajeron luego dos fuentes de melones y duraznos y tomó uno él mesmo y dióselo, y él lo cogió con la trompa y puso sobre la cabeza, que es la mesma cortesía que usan los ja‐ pones, y luego lo comió. Y poniéndole el resto delante, en un momento, sin hablar palabra, se comió melones y duraznos sin echar pepita ni güeso fuera. No se hartaba el rey de le ver y de oír el entendimiento que le decían tener un animal tan feo. Recogióse a otro zaxiqui 190

adónde trajeron fructas y algunas cosas de Japón, y vino ca‐ liente, con que convidó al embajador y compañeros. Y hacién‐ doles muchas caricias lo despidió, diciendo que fuese a des‐ cansar, que la carta de la embajada quería ver en Meaco. Con esto se fueron a su posada y otro día los convidó en su palacio y hizo mostrar la fortaleza, que es famosa como está dicho. Y otro día partió el rey para Meaco y dejó ordenado que los llevasen a Fuxime, y allí los convidó Uyemonojo, gobernador y alcaide de aquella ciudad y fortaleza. Y otro día partieron para Meaco, a cuya entrada, por orden del rey, los convidó un bonzo provincial de una secta de Japón en cuya casa, templo, o tera, jardines y otras muchas cosas tuvieron mucho que ver.379 De allí fueron aposentados por mandado del rey, y otro día los convidó otra vez y dijo al embajador que descansase, que allí no le faltaría nada. Y de allí a cinco o seis días los tornó a convidar y fue a cenar, y después de la cena hubo sarao, y bailes de mujeres, y mucha fiesta, después de lo cual dijo que quería ver la carta del gobernador, la cual ya estaba allí escripta en su mesma lengua, a la cual dijo que responde‐ ría. Y por cuanto una de las cosas que el embajador traía por orden que pidiese era los cuerpos de los sanctos mártires, esos mandó luego que se le entregasen. Y a lo demás respondió como quiso. Despachó a don Luis enviando otra carta y un presente de dos caballos y de lanzas, catanas y otras armas.380 Esta nueva de haber el rey concedido las reliquias vino luego aquí, y dio ánimo a algunos para hurtar mucha parte dellas, como lo hicieron. De modo que cuando llegó aquí don Luis, la menor parte estaba en las cruces, adonde los sanctos cuerpos habían quedado enjutos, y allí los despedazaban y lle‐ vaban de noche. Y particularmente un Pablo Bartolo, francés de nación, recogió gran parte dellas y llevó después a la India las cabezas del sancto fray Martín de la Asunción. Y esta 191

sancta cabeza está con su corona cuasi que entera donde hoy, y está en Goa. Y la del sancto fray Gonzalo que llevaron a Ba‐ zabin,381 adonde había nacido, ciudad que cae de Goa para el norte. Llegado don Luis a Nangasaqui, otro día envió la carta que traía para este efecto de le ser entregadas las dichas reliquias a Gompe, el cual envió a un su hermano para que se las entre‐ gasen. Y luego mandó quitar las guardas, más como hallaron los cuerpos despedazados, fuéronselo a decir al don Luis, y el envió a Gompe a decirle que cómo era aquello, que Taicosa‐ ma mandaba que le diesen los cuerpos enteros, cómo faltaba tanta parte dellos. Respondió que él no sabía que faltase nada, que le dijese si sabía quién había tomado lo que faltaba, y que él lo había dar. No quiso don Luis recoger lo que había, por‐ fiando que le habían de dar todos los cuerpos enteros, y el bunguio no hizo caso dello, y entretanto se entregaron los go‐ losos de tal manera, que cuando acordó no halló ni aun cru‐ ces. Murió don Luis día del apóstol san Andrés, y presentando Diego de Sosa una provisión que traía de don Francisco Tello, se vio que era embajador, el cual puso mucho calor en recoger lo que pudo, y hubo a las manos muchas de las santas reliquias. Y puestas en una caja las embarcó para Manila el año de noventa y ocho, pero no llegó allá, que en el camino se perdieron, y no hubo memoria de ninguno dellos. Antes desto subcedió que, por un riguroso pregón que se echó en Meaco, Fuxime, Osaca y Sacay, que el padre fray Ge‐ rónimo de Jesús se había venido aquí a Nangasaqui, adonde el bunguio Gompe le depositó en una casa. Y embarcó en octu‐ bre de noventa y siete para Manila en un navío en que iban unos españoles de los de la nao San Felipe que habían queda‐ do aquí, cuyo capitán era Cristóbal de Mercado. Mas el navío, 192

con temporal que hubo, fue a Macao y de allí fue Manila y llevó los tres padres que digo habían embarcado aquí en la nao, que eran fray Marcelo, fray Agustín, fray Bartolomé y el hermano fray Juan Pobre, y al padre fray Gerónimo de Jesús, el cual el año de noventa y ocho tornó a este reino y trajo con‐ sigo al padre fray Luis Gómez. En la nao en que vinieron fue a tomar puerto a Cuchinotzu, siete leguas de aquí, y allí des‐ embarcaron y se fueron al Fingo, a donde quedó el padre fray Luis Gómez. Y el padre fray Gerónimo pasó a Meaco, a donde se ocultó de modo que no pudo ser descubierto, aun‐ que fue bien buscado. Mas al padre fray Luis Gómez hallaron y trajeron aquí preso, y le pusieron un gudon382 en la calle de Ximachi, donde le embarcaron para Manila en un navío que fue a Malaca.

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CA PÍ TU LO 10. EL OBIS PO DON LUIS DE CERQ UEI RA LLEGA A JAPÓN. MUERE TAI CO ‐ SAM A Y EL YEY AS U SE HACE SEÑOR DEL REINO. LOS REL IG IOS OS DEL SEÑOR SAN FRANC ISC O VUELV EN A ENT RAR EN JAPÓN, Y LUEGO OTRAS REL IG ION ES. TRÁT ANS E OTRAS COSAS

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El año de mil y quinientos y noventa y ocho, en cuatro de agosto, llegó a este puerto de Nangasaqui el obispo don Luis de Cerqueira,384 segundo obispo de Japón, hombre de grandes virtudes y letras. Y en doce deste dicho mes y año llegó nueva de que Taicosama era muerto, cosa que todos sentimos mucho, porque era nuestro padre. Y dejado aparte el haber martirizado los padres y tomado aquella hacienda, no nos hizo nunca mal. Antes, nos defendía de todos, y no consentía que nadie nos agraviase. Y sobre eso hizo grande castigo en japones. Dejó por ayo del príncipe su hijo un tono que llamaban Ye‐ yasu, con cuya nieta el niño era casado. El cual Yeyasu se le‐ vantó poco a poco con el reino, lo que visto por algunos afi‐ cionados a Taico, determinaron meter en posesión de la Tenca a Findeyori, que estaba en Osaca. Y así se conjuraron y conspiraron contra él [el] tono de Satzima y Arimandono, don Agustín, que había venido de Corai con los demás que allá estaban en muriendo Taicosama, Canzuyendono, señor de Fingo, Ximonoxo y otros. Y subcedió que el Yeyasu, que ya se llamaba Daifu, fue a pacificar unas tierras suyas que se le habían alzado, y estando él allá determinaron de no le dejar volver a empuñar la Tenca.385 Y así mataron alguna gente suya 194

que había dejado en el gobierno del Meaco386 y se levantaron, lo que sabido, vino con poderoso ejército sobre Meaco contra los conjurados que apellidaban el nombre de Taico y de su hijo. Y aunque estos tonos tenían mucha gente, como eran muchas cabezas, se desavinieron, dicen que por culpa de Ari‐ mandono,387 y así los desbarató el Daifu. El Satzima se reco‐ gió con su gente, burlando dél, y se vino a su reino. El Arima quedó en gracia, porque fue traidor a sus amigos. El de Fingo se reconcilió. Prendieron a don Agustín y matáronle, [y cruci‐ ficaron a Ximonoxo la cabeza abajo],388 y con esto se pacificó este tirano y no tuvo más guerras con nadie, y tiranizó el reino todo. Y el Findeyori está todavía en Osaca en su fortaleza, que nunca salió della hasta el año de seiscientos y once, como adelante se dirá, que fue a Fuxime a visitar al Daifu. La tierra quedó pacífica y desde entonces comenzó [hacer mudanza todo en este reino y nos]389 comenzó a ir mal. El rey es tirano, mercader y codicioso. Comenzó su reino desde el año de noventa y nueve podemos contar, aunque el alzamien‐ to o conspiración dicha fue el año de mil y seiscientos. En‐ trando en el gobierno Yeyasu y llamádose Daifu, no quiso mostrarse perseguidor de la cristiandad como Taico, aunque lo ha sido muy mayor sin comparación, como adelante se dirá. Y así, sabiendo que estaba en Meaco escondido el sobredicho padre fray Gerónimo, le envió a llamar. El padre, que enten‐ dió era para le matar, dio muchas gracias a nuestro señor y fue ante él, que le recibió con muy alegre semblante y le dijo que no tuviese temor, que no le quería hacer mal (miren el mal que fuera hacerle mártir). Antes, le daba licencia para que es‐ tuviese en Japón, y que le quería enviar a Manila con embaja‐ da al gobernador para congratularse con él, y que le pidiese de su parte enviase una nao con mercaderías allá arriba, que en sus tierras había puertos muy buenos donde poder entrar, y que serían muy bien recibidos. Y si él quisiese volver y traer 195

algunos compañeros, que lo podía hacer.390 No dejó de alegrarse el padre con lo que oía al Daifu, pare‐ ciéndole que por allí se habría otra vez camino para entrar sus hermanos a labrar la viña que tanta sangre de sus compañeros le costaba ya. Y así le dio las gracias por la merced que le hacía y prometía, y dijo al rey que estaba allí para le servir, y así se despidió dél. Y realmente esta fue obra de nuestro señor que quiso mover el corazón de un tirano, aunque fuese por su interés, para que volviesen a proseguir sus siervos la obra co‐ menzada. Y así desde entonces hubo paz y tranquilidad, hasta después que se turbó, como luego diremos. Yo en este tiempo no estaba ya en este reino, porque el año de noventa y ocho había ido a Manila, y de allí fui a Camboya el de noventa y nueve, y de allí al reino de Siam, de donde fui a la China. Y ese mesmo año de noventa y nueve pasé a Ma‐ laca, y de allí el de mil y seiscientos me embarqué para la India oriental, por donde anduve hasta que volví a la China el año de mil y seiscientos y cuatro.391 Y de allí fui a Siam otra vez, y vine aquí en seis de julio de seiscientos y siete. Mas cónstame, y sé muy cierto, que por esta vía entraron la segun‐ da vez en este reino los religiosos de señor san Francisco. Cuando el dicho año de seiscientos y siete volví a este reino, hallé las cosas de la cristiandad muy favorecidas, y los dichos religiosos tenían iglesia pública en la gran ciudad de Yendo, y ellos y los de la Compañía las tenían en Meaco y Osaca y en Fuxime, y en otras diversas partes, y todas públi‐ cas, entre la gran multitud de las teras de los gentiles. En el reino de Satzima habían ya entrado los religiosos del señor sancto Domingo, cuya venida fue por los años de mil y seis‐ cientos tres, que tenían su residencia en Quiondomari, que es puerto de mar. Y en el reino de Fixem tenían también una re‐ sidencia en el dicho año que yo volví a este reino. Los religio‐ 196

sos del doctor de la iglesia Agustino entraron también por este tiempo que los dominicos en este reino a predicar el sancto evangelio. Y hicieron su asiento en la ciudad de Usi‐ qui392 en el reino de Bungo. Pues aunque la cristiandad estaba con esta tranquilidad por parte del rey, no dejaba de haber persecuciones por algunos señores gentiles. Y así, en este año de mil y seiscientos cuatro, subcedió en el reino de Fingo en la ciudad de Yatsuziro un fa‐ moso martirio de algunos cristianos muy nobles y principales, que fueron Gofeoye Juan y Taquenda Simon. Cortáronles las cabezas por mandado del cruel Canzuye, señor del reino de Fingo, después de muchas persecuciones sobre que retroce‐ diesen. Y desengañado de que no lo habían de hacer, los mandó degollar en dicho año de seiscientos y cuatro en di‐ ciembre. Muertos estos valerosos cristianos, mandó el tono retroceder a Inés, mujer de Taquenda Simon y a Magdalena, mujer de Gofeoye Juan, y a Juana, madre del dicho Simon, y a Luis, ahijado suyo o hijo adoptivo. No quisieron las honradas mujeres dar oídos a sus ruegos ni promesas, pues se las hacía grandes si retrocediesen, y así las crucificaron y a Luis con ellas en el mesmo año y mes.393 El año mesmo de mil y seiscientos y cuatro fue degollado en Yamanguchi, en el reino de Chicuxem, un famoso predica‐ dor llamado Damián, ciego de nación, por la fe.394 Y el año de mil y seiscientos y ocho subcedió a tres cristia‐ nos que hacían el oficio de xifiacos,395 cuyos nombres son Joa‐ quín, Juan y Miguel, que por mandado de Canzuye, tono del dicho Fingo que había martirizado los dichos Taquenda Simon y sus compañeros, fueron presos. Y habiendo estado espacio de tres años en una cárcel muy estrecha, sucia y abo‐ minable, murió en ella el sancto Matanabe Joaquín, año de mil y seiscientos y ocho. Y quedaron Miguel y Juan, los cuales 197

fueron degollados después, año de seiscientos y nueve, ha‐ biendo padescido en la prisión cuatro años.396 Sentenció el tirano cruel juntamente a muerte dos niños, uno llamado Tomé, de edad de diez a once años, hijo de Mi‐ guel, y otro de edad de cinco años llamado Pedro, hijo de Juan.397 Pues cuando sacaron estos sanctos de la prisión, fue‐ ron algunos sayones por los niños a sus casas. A Tomé halla‐ ron a la puerta de la suya jugando con otros niños a la pocilla con xenis de cobre. Dijéronle los yocumes que lo venían a lla‐ mar y él, como lo oyó, metió la mano en el seno y sacó las monedas o xenis que en él tenía, y repartiolas con los otros niños. Y luego entrose en su casa y dijo a su madre que le diese un quimon limpio y un calzado nuevo, lo cual la madre luego le dio. Y vestido que fue, tomó el calzado y despidiose de la madre. Con mucho ánimo salió de casa y comenzó a ca‐ minar para el lugar del suplicio, que era fuera de la ciudad. Y cuando allá llegó, ya estaban degollados los sanctos Juan y Miguel. Y sin recibir ningún pavor, se puso de rodillas junto a su padre Miguel. Y levantando las manos y rostro para el cielo con mucha devoción, fue degollado. Y en esto llegó el niño Pedrico en el hombro de un japón que, por venir más presto, le había recogido en él. Púsolo en el suelo, y sin ninguna turbación, con el ánimo que lo pudiera hacer un hombre muy valeroso y de perfecta edad, se puso de rodillas encima del regazal del sancto Xingoro Juan, su padre. Y levantando las delicadas manecitas en alto, los ojos en el cielo, admirando a cuantos millares de hombres le miraban, esperaba el golpe del verdugo. El cual, con mucho ánimo y fanfarria, se fue para el inocente sanctito, que como un corde‐ rito estaba, sin estar atado, más seguro que una peña. Y lle‐ gando cerca, arrancó con gran furia la afilada catana, y levan‐ tando los brazos en alto, los volvió a bajar. Y mirando a los 198

circunstantes, se fue desviando como un hombre corrido, pas‐ mado y avergonzado, lo que visto por otro gentil, degollándo‐ le primero en sus entrañas, se fue hacia él, y sacando con más furor la catana, escarmentado en lo que había subcedido al otro, levantó los nervudos brazos, y de tal manera se cortó que, como fuera de sí, se fue desviando, diciendo que no tenía fuerzas, ánimo ni corazón para matar tan maravilloso niño. Admirábanse desto los bunguios y todos los circunstantes, y mucho más, y con razón, de ver la paciencia y ánimo de una criatura de cinco años con tanto valor. Mas no lo hubo en nadie para le ayudar con ruegos ante el juez ni tono que lo mandaba matar, porque de su fiereza no se esperaba virtud. En fin, estando el sancto niño esperando que le despedazen, un mancebo de nación corai, de compasión, se fue para él y, sacando de la vaina la catana, le dio un golpe con tanta turba‐ ción que le erró el cuello y le hirió por debajo del hombro de‐ recho. Y el niño, llamando por la virgen María, cayó en el suelo, adónde otro hombre le cortó la cabeza que el corai no pudo, por la mucha turbación con que quedó. Por este tiempo, el dicho año subcedió en el reino de Satzi‐ ma otro martirio famoso en esta forma: en una población que llaman Firassa había un tono, alcaide y gobernador de la for‐ taleza que allí hay y sus tierras, el cual se llamaba Canganoca‐ mi Saigo, el cual mandó por un edicto que hizo publicar que todos los cristianos que hubiese en su jurisdicción retrocedie‐ sen. Y aunque él no era señor absoluto del reino, fuelo en mandar y hacer obedecer en esto, porque no faltó quien, por temor de perder hacienda, honra y vida, retrocedió como flaco. Y otros hubo que determinadamente dijeron que no ha‐ bían de obedecer tal mandato, y así hubo muchos desterrados, y por esta ocasión desposeídos de cuanto tenían, que no es poco mal el que con esto hacen a los pobres. 199

Los que entre estos más se señalaron fueron tres cristianos llamados Pablo y León, y un mancebo soldado que solo había cuatro meses que era baptizado llamado también León, y deste solo diré, porque los demás no murieron, aunque no quisieron retroceder.398 Enviaron los bunguios que para a esto fueron señalados a llamar a León, el cual pareció ante ellos y fue preguntado si era verdad ser cristiano. Respondió que sí. “Pues manda Caganocami que vos, y todos los que lo fuereis, retrocedáis, y no os llaméis de tal nombre de aquí en adelan‐ te”, replicó uno de los bunguios. “Pues yo”, dijo León, no puedo obedecer a ese mandato, porque después que soy cris‐ tiano y hallé el camino de mi salvación, lo estimo en tanto que lo no dejaré, aunque sobre ello me quiten cuanto tengo, y mis hijos, y mujer, y con ellos la vida. La obligación que tengo debe de ser a mi señor. Bien la sé, y que le debo servir en todo lo que pudiere. Mas en llegando a este punto, y tocando a dejar el camino de mi salvación, no debo obedecer. Y así, tened por entendido que aunque en los demás estoy dispuesto a obedecer a mi señor, que en esto no lo debo de hacer, aun‐ que me cueste la vida. Alteráronse grandemente los bunguios, y mucho más el tono Canganocami, desta respuesta, y tomola por muy atrevi‐ da. Pero disimulando el enojo que había concibido y rabia, dio orden como los amigos y deudos destos tres cristianos les persuadiesen a que obedeciesen su mandato, poniéndoles mu‐ chas cosas por delante de amenazas y trabajos que les podían subceder, y finalmente el perder la vida. Mas como ellos mos‐ trasen poco temor a estas amenazas y mucho ánimo para no se dejar vencer, determinó el tirano concluir con la causa, y así los sentenció en esta manera: a Pablo y a León el viejo, por cuanto no eran sus vasallos, desterrolos, y a León el mancebo sentenció a muerte, la cual sentencia el valeroso mancebo oyó con buen rostro. 200

Y luego se comenzó a disponer para la recibir, poniéndose en oración larga y devota el domingo en la tarde, que se en‐ contraron dieciséis de noviembre de mil y seiscientos y nueve años. Habiendo alcanzado licencia de las guardas que tenía para ello, se salió de su casa y fue camino de un lugar llamado Sendai, que está de allí un cuarto de legua, donde supo estar un religioso de la orden de sancto Domingo, con el cual habló y se aconsejó sobre el modo en que había de haber en aquel paso. El padre le animó y consoló, y dio a entender la merced que nuestro señor le hacía el concederle aquella tan deseada de tantos sanctos. Y después de haber platicado sobre esto un largo espacio, y haber tenido otro de oración, allí en la mesma casa se despidió del padre y volvió a la suya, adonde acudieron de nuevo sus deudos y amigos a darle otro nuevo combate y batería, persuadiéndole con muchos géneros de palabras que quisiera dejar la ley de los cristianos y volver a la de los genti‐ les para gozar de sus hijos y su mujer. Mas el sancto mártir no mudó su parecer, ni le pudieron hacer perder el ánimo para responderles lo que un buen cris‐ tiano decía. Y aunque trabajaron mucho en eso, fue todo en vano y sin hacer efecto sus muchas persuasiones, porque le tenía el Señor escogido para su ciudadano, y le había fortale‐ cido el corazón para que con tan prolijos combates y ruegos y amenazas no se dejase convencer. Y aunque cristiano tan nuevo, pues apenas había cuatro meses que lo era, de tal ma‐ nera se le había sentado y imprimido la fe nuestro señor en el corazón, que no se la pudieron desarraigar. Luego el lunes, que fueron diecisiete del dicho mes de no‐ viembre, envió el tono tres soldados a casa del sancto mártir para que le cortasen la cabeza, los cuales llegaron a su casa. Y quedándose los dos a la puerta del aposento adonde estaba re‐ cogido, el uno entró a darle el recado último diciendo a lo que venían, lo que él oyó con muy alegre continente, y respondió 201

que allí estaba su querer y voluntad, las manos cruzadas, lo que oyendo los dos, entraron dentro y dijéronle que pues que‐ ría morir, que no fuese por mano ajena sino por la suya pro‐ pia, como lo acostumbran los valerosos soldados. Y así que le rogaban que se cortase la barriga. Y lo mesmo le aconsejaron sus deudos y amigos, a los cuales respondió el sancto mártir que, aunque a él no faltaba brío y valor para hacer aquello que le aconsejaban, que no lo había de hacer, porque era cristiano y no lo permitía su ley. Llamó a su mujer, que aún era gentil, y rogole que procurase hacerse cristiana, para lo cual se fue a Quiondomari, donde los padres dominicos residían, y que les sirviese en todo lo que pudiese. Y a su hijo mayor le persuadió lo mesmo con muchas amonestaciones, y pidió que otro menor que tenía llevasen a la dicha población y lo entregasen a los padres dichos, para que allí se criase y les sirviese. Dijeron los soldados a León que en qué lugar quería recibir la muerte, y él respondió que en una encrucijada que está junto a su casa, que en lengua de Japón se llama Jumonsi,399 que quiere decir “cruz”. Pidioles que le dejasen llegar a la po‐ blación de Sendai un negocio que le importaba, que era hablar al padre, pero no se lo concedieron. Y así no fue. Y dijo: “pues así lo ordena Dios. No importa ir a donde pretendía”. Vistiose luego un catabira blanco, y púsose sus dos catanas en la cinta, y salió de su casa. Y llegando a la encrucijada donde había dos tatamis tendidos en el suelo, quitose las catanas y diolas a uno de los que allí estaban, y se puso de rodillas sobre los dichos tatamis. Y tomando en una mano el rosario y en la otra un crucifijo estampado en un papel, comenzó a rezar con mucho sosiego y grande admiración de los que presentes estaban, que eran un copioso número de gente, admirados de ver lo que no vieran jamás, que era ofrecerse un soldado mancebo y valiente a morir, dejando su hacienda, mujer e hijos y parientes por no dejar la ley que tan poco tiempo había que profesaba. 202

Así estuvo media hora, cuando uno de los soldados dichos desenvainó la catana y le fue a herir con ella, lo que sintiendo el sancto mártir le dijo que esperase un poco. El soldado se apartó dél, y el sancto prosiguió con su oración con mucha devoción por un largo espacio, y luego tornó el rosario y lo envolvió al brazo derecho. Y tomando con ambas manos la imagen y contemplándola con mucha devoción, la adoró y llegó a su rostro, y extendió el cuello. Levantó el soldado la catana y descargó el golpe, y de dos le cortó la cabeza. Los gentiles enterraron el cuerpo a su modo, que no consintió el tono que lo diesen a los padres, aunque le pidieron. Mas den‐ tro de tres días lo desenterraron los cristianos y lo llevaron a los padres, los cuales lo trajeron después aquí a Nangasaqui, donde hoy está. Después de lo cual, el tono de Satzima echó los dichos reli‐ giosos de sancto Domingo de su reino, los cuales se vinieron aquí este año de mil y seiscientos y nueve, y con licencia hicie‐ ron su iglesia y casa, donde hoy residen. Y los padres de san Francisco habían ya el año de mil y seiscientos y siete venido de Meaco, y hicieron su asiento a vista desta ciudad. Y des‐ pués el año siguiente entraron en esta ciudad, adonde hicieron su iglesia. Y esto fue con particular licencia y chapa del rey de Japón. Los padres agustinos que residían en Bungo hicieron aquí en Nangasaqui también iglesia el año de mil y seiscientos y doce, de modo que por este tiempo había en este reino cinco religiones de nuestra sancta fe a gloria y honra de nuestro Dios.400 Y aunque subcedió después, quiero poner aquí el martirio de algunos cristianos que murieron por la fe católica en diver‐ sas partes. Primeramente, después de lo susodicho mandó el tono de Firando matar a un cristiano por no querer retroce‐ 203

der, y a su mujer y a un hijo suyo. Llamábanse Gaspar, Úrsula y Juan el hijo. Fue año de seiscientos y diez. En Osaca mataron por la fe en el año de seiscientos y doce a León.401

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CA PÍ TU LO 11. ANDRÉ PES SOA VIENE A JAPÓN POR CAP IT ÁN DEL VIAJE. DESAVIÉN ES E CON SAF IOY E Y PÓN EL E MAL CON EL REY DE JAPÓN, EL CUAL MANDA ARIM AND ONO QUE LE PREND A O MATE. Y FIN ALM ENT E SE QUEMA LA NAO Y MUER EN MUC HOS PORT U ‐ GUES ES En este año de mil y seiscientos y nueve, en veinte y nueve de junio,402 llegó a este puerto de Nangasaqui André Pessoa, capitán del viaje de China para el Japón, con el cual luego se encontró Safioye,403 gobernador desta ciudad, hombre gentil y soez, y gran enemigo de los cristianos, el cual, así como la nao surgió, envió a visitar al capitán André Pessoa y a poner guar‐ das para que no desembarcase nada. Envió André Pessoa a decir al bunguio que mandase en su casa y dejase la ajena, que aquella nao era suya y las haciendas que en ella venían de los vecinos de Macao, y no suyas dél. Y con esto mandó levar las áncoras para se ir fuera del puerto, a otro de otra jurisdicción. Y pluguiera a nuestro señor lo hiciera que no subcediera, puede ser, lo que vimos. Supo esto luego Safioye y, disimu‐ lando la rabia que tenía, le envió a rogar se quietase y no se fuese a otra parte. Envió al señor obispo a hablar y ablandar al capitán, y en fin dejose estar. Habían los portugueses muerto en Macao con legítima causa algunos japones por muchas insolencias que siguieron en aquella ciudad en que quisieron matar al corregidor della (o oidor general, como allá lo llaman), y escapó huyendo heri‐ do de una lanzada en una pierna. Hicieron información de todo los portugueses, y enviaba la ciudad a Daifu para que viese la causa y justicia con que se habían movido. Pero llega‐ 205

da la susodicha nao, y sabido por el bunguio lo que allá había pasado, examinó los japones que en la nao habían venido, que eran muchos y muy grandísimos bellacos, y así mesmo los compañeros de aquellos que mataron, que como veremos claro está que habían de decir aquello que peor estuviese a los nuestros, y con que ellos quedasen disculpados. Sobre esta piedra determinó el Safioye fundar su intención y sacar della el cuchillo con que degollar los portugueses, a quien propuso destruir. Para esto se fingió muy amigo del ca‐ pitán. Tratose de enviar luego a visitar al rey, y comunicando con el dicho Safioye el modo que se había de tener, y mos‐ trándole la carta y información que de allá venía, dijo a los pa‐ dres de la Compañía que no convenía por ningún caso dar cuenta a Daifusama de los japones que se habían muerto en Macao, porque era cosa de que había de recibir grandísimo escándalo y pesar, y no había de haber causa ni excusa que bastase a le satisfacer. Que él tomaba su cargo y cuenta en cu‐ brir eso, de modo que no lo supiese jamás.404 Y así que aquella carta que de China había venido (que era una hoja batida de un pan de oro, y las letras de plata encaja‐ das en ella por modo muy subtil, y venía esta carta en un co‐ frecito de oro muy curioso), que no se enviase, pero que se es‐ cribiese otra que tratase lo que aquella, excepto de las muertes de los japones. Y que puesta en el cofrecito en que venía aquella, se llevase al rey. Así se hizo, y despachó al embajador portugués, que fue Mateo Leiton405 con el presente al rey. Holgó mucho con la nueva de la nao y con la carta, y mucho más con el presente, y despachó a Mateo Leiton muy bien y con todo lo que le pidió concedido, lo que sabido por el Safio‐ ye, comenzó a urdir su tela. En esta manera vino aquí a Arimandono (don Juan), cuyos dos criados habían muerto en Macao entre los demás, y este y 206

Safioye se concentraron de dar con los portugueses al través. Y así dijo Safioye al de Arima que se fuese a quejar al rey de lo que los portugueses habían hecho, y que estando él en la corte le avisaría de lo que había. Así lo hizo Arimandono, y luego se partió para el Cami.406 Llego aquí Mateo Leiton muy contento con las chapas y buen despacho que traía, y con orden para que no les hiciesen molestia ni agravio, y para que vendiesen todas las haciendas excepto la seda, que esta había de ser por pancada. Volviose a desavenir con el capitán el Safioye, y envió un su sobrino lla‐ mado Gonoque al rey quejándose dél y de los portugueses, y enviole la información que había hecho de las muertes de los japones y de mil falsedades. Y hizo algunos agravios al capi‐ tán, entre los cuales fue uno tomar el batel cargado de azúcar prieto y petacas de presas de seda del capitán, diciendo que no había de sacar de la nao sin su licencia. Y trató de prender al capitán, el cual fue avisado y se recató y determinó subir a la corte a hablar al Daifu. Con esto volvió el Safioye a raposear, y trató con los padres de la Compañía, que le dijesen que no fuese, y prometioles mil cosas falsas, y engañolos como trai‐ dor. Y el señor obispo y ellos, entendiendo que acertaban, lo detuvieron y hicieron con que no fuese, y al cabo todos se en‐ gañaron. Llegó a la corte el sobrino del Safioye, y dio las cartas al rey y a los secretarios Cozuque y Gotoxo Zambro407 y los papeles que llevaba, a tiempo que ya Arimandono había hablado al Daifu, que había sentido grandemente el no le haber los por‐ tugueses dado cuenta de lo que en Macao habían hecho. Y dijo que, pues lo encubrían, ellos tenían la culpa, que eran gente mala los portugueses, y de ruin trato. Con la llegada de Gonoque, se acabó de dar a los diablos y mandó [a] Ariman‐ dono que viniese aquí y prendiese al capitán o le matase, y to‐ 207

mase la nao. Y así partió luego al de Arima para Nangasa‐ qui.408 Sabiendo André Pessoa que el rey tenía noticia de las muertes de los japones, y que estaba quejoso de no le haber avisado dellas, despachó luego a Mateo Leiton con la carta que habían enviado de Macao, y con orden que si el Daifu le preguntase cómo no la habían llevado primeramente, que di‐ jese la verdad, que Safioye no lo había consentido. Pero fue tarde Mateo Leiton, porque ya estaba eso remediado y Safio‐ ye tenía su negocio de manera puesto que no lo quiso ver el Daifu y fue mal recibido de Gotoxo Zambro, y maltratado el intérprete y deshonrado Mateo Leiton, y todo echado por ahí. Arimandono llegó a sus tierras, y luego se vino aquí en prime‐ ro de enero, diciendo venía a dar la pancada de la seda por orden de Daifu. Envió a visitar al capitán André Pessoa y a darle cuenta cómo venía a eso y, engañando al obispo, le pidió le convidase en su casa para que allí se tratase de las amistades entre él y Safioye, y de dar la pancada respecto de cual el capi‐ tán no quería ir a casa de Toan409 ni de nadie a verse con nin‐ guno dellos. Envió el obispo a tratar esto con André Pessoa, y él se dio por convidado. Esto fue un sábado dos de enero, y el convite había de ser domingo a tres, y así estaba ya concertado, y Ari‐ mandono determinado de prender allí delante del mesmo obispo al capitán, o matarle. Pero Dios nuestro señor no permitió tal, y así subcedió que ese mesmo día, sábado, cerca de media noche, llegó a la nao una carta enviada de las tierras mesmas de Arimandono por un hombre que acertó a se hallar en esta ocasión allá. Y vía venir para esta ciudad muchos hombres y armas, el cual cayó en lo que era, y avisó a André Pessoa cómo Arimandono no venía a dar pancada en la seda, sino en la nao. Que no se fiase 208

dél, porque la venía a tomar. Luego se puso en armas la nao, y el capitán avisó a muchos de los que estaban en tierra que se embarcasen luego, que convenía así.410 Embarcáronse algunos y los otros lo dejaron para otro día, y otros determinaron que‐ darse en tierra, entendiendo ser todo [o] nada. Venida la mañana del domingo, se embarcaron, como digo, algunos. Y como los japones costumbran comer a las ocho de la mañana y a lo más tarde a las nueve, enviaron a llamar a los convidados. André Pessoa envió a decir que comiesen muy en hora buena, que él estaba indispuesto, pero que vernía des‐ pués de comer a tierra. Acabaron de comer y, entendiendo Safioye que vernía el capitán, en comiendo se recogió a su casa para dar lugar a la traición del de Arima. Y al salir por la puerta de la casa del obispo, desde donde se vía la nao, vio gran revuelta en la marina y muchas embarcaciones que anda‐ ban recogiendo el tajamanil de la casa, que en la nao costum‐ bran hacer por amor del agua y frío en el combés. Cayó luego el Safioye en lo que era, y avisó a Arimandono, y mandó que no dejasen embarcar a ninguna persona en la nao, lo que así se hizo. Luego corrió un fato por todas las calles que ningún casero dejase embarcar su güésped. Y saliose Arimandono de casa del obispo hecho un demo‐ nio de cólera, y fuese a casa de Toan, adonde vino Safioye, y allí se acabó de declarar, y dijo que había de prender al capi‐ tán, o matarle, o tomar la nao, que le diesen favor. Para ello mostró una chapa de Daifu en que así se lo mandaba, y ellos obedecieron. Ya en este tiempo habían llegado de Arima más de tres mil japones soldados y muchas embarcaciones, con la cual gente y otras muchas más deste pueblo fue esa noche sobre la nao, la cual tenía el viento contrario para salir del puerto. Mas a esta hora, que era como a las nueve de la noche, que la acometieron disparando algunas piesas, con que hizo 209

mucho daño en los enemigos. Dio el trinquete y velas, y no pudo salir más que hasta un lugarcillo que está en una caleta del mesmo puerto que llaman Tomachi, adonde surgió media legua de aquí, a vista deste pueblo. Luego el lunes en la noche le quisieron cortar las amarras, las cuales hallaron cubiertas de cadenas de hierro, y con un halcón411 mataron algunos de los que fueron a las cortar. Luego el martes en la noche les echaron muchas embarcacio‐ nes llenas de leña, tea, paja y resina para les quemar la nao, pero no hicieron nada. El miércoles, día de Reyes, acabaron de hacer un castillo de tres sobrados, de madera fuerte, arma‐ do sobre dos muy grandes embarcaciones. Y este día, que el noroeste aplacó un poco, dieron a la nao tantos remolques, que la traspusieron detrás de una punta que está al oeste de donde estaba surta, lugar por donde ella y las demás entran y salen. A este punto serían las cuatro de la tarde cuando las funes del castillo partieron de aquí y se pusieron detrás de una punta, encubiertos hasta la noche. Iban solo de Arima mu‐ chos millares de japones con escopetas, lanzas, arcos y flechas y otras armas, así en el castillo como en otra gran multitud de embarcaciones que de allí vinieron y aquí les dieron. Y deste pueblo fueron muchos más, unos a ver, otros a pelear y otros a robar, y estos acertaron mejor. Al anochecer tuvo la nao un poco de buen viento con que dio la vela, y luego le calmó, y fue salteada de la fune del castillo que le fue por la popa a remo, sin que la nao la pudiese ofender en cosa alguna. Fue la nao cercada de gran multitud de embarcaciones, de donde llo‐ vían tantas balas que no había quien pudiese resistir. Y así luego mataron, de los pocos que había, más de la mitad.412 Y los otros, aunque peleaban, no se podían defender. Tiraban muchas olletas y sacos de pólvora a las embarcaciones. Y des‐ tos sacos, cuando les daban la cuchillada para los arrojar, cayó mucha pólvora en el combez y plaza de armas. 210

Y subcedió que teniendo un soldado una olleta de pólvora para la arrojar a una embarcación, las cuerdas encendidas, dié‐ ronle un balazo en la mano derecha, de donde la tenía, y ca‐ yole en el combez y quebrose, y pegose fuego en ella y en la pólvora que ya estaba derramada. Quemó al soldado y a cuan‐ tos allí había y, prendiendo el fuego en la vela, comenzó la nao a arder de modo que fue forzoso retirarse al castillo de proa. No entraron en la nao más de dos japones, los cuales mató André Pessoa por sus manos, y fue en el corredor de popa. Pues como André Pessoa viese venirse ardiendo la nao en la cual ellos no tenían guarida, y que los japones la habían de entrar y apagar el fuego, y aprovecharse de todo cuanto dentro tenía, supuesto que ya no había remedio y que la muerte, principalmente a él, estaba cierta, llamó al condestable y man‐ dole que pusiese fuego al pañol de la pólvora, de que estaba bien proveído. A esto le dijo Pedro Estorci, el fator: “no sé si en consciencia vuestra merced puede mandar eso”. No res‐ pondió nada el capitán, mas poniendo la espada sobre un ca‐ marote, y con ella el escudo, tomó un crucifijo en la mano y se fue de allí. Y luego, de ahí a nada, la nao tomó fuego con un estruendo y tronido, tan grande, que tremió toda esta ciudad por un espacio. El primer movimiento que hizo la pólvora fue hacia arriba y echó por el aire mucha cantidad de cestos de seda, y muchos cajones de plata que estaban en los camarotes de encima del alcázar de popa, y otras cosas. Y con este movimiento se su‐ mergió la proa de la nao y quedaron encima del agua cuantos había en ella. Estaba allí el padre fray Juan Damorin,413 predi‐ cador de la orden del glorioso padre san Agustín, el cual el ca‐ pitán mayor André Pessoa había encomendado el zarangui de la nao, que es el contramaestre de los marineros arabios y 211

bengalas que andan en estas naos. Y el dicho zarangui, con al‐ gunos lascares, que así los llaman estos marineros,414 lo llevaba a tierra, pero los japones cristianos los mataron a crueles cata‐ nadas. El segundo movimiento que la pólvora hizo fue hacia bajo, y fue con tanto ímpetu, que llevó la nao consigo y la des‐ pareció y sepultó en treinta y cinco brazas de agua, donde quedó hasta hoy, que aunque Safioye hizo muchas diligencias y gastos por sacalla, no pudo. Pero todo aquello que la nao echó de sí, todo lo subieron así él como los deste pueblo, que muchos quedaron ricos y deseosos de ver otro semejante sub‐ ceso. No se quedó alabando el de Arima deste, porque le costó muchos centenarios de hombres, aunque por su honra lo encubrieron. André Pessoa no pareció más, muerto ni vivo. Todos los más que escaparon de las balas y flechas mataron después en el agua con mucha crueldad, de modo que queda‐ ron muy pocos [vivos].415 Y los que no se quisieron embarcar, o no tuvieron lugar para ello, fueron robados. Y las haciendas de aquellos que se embarcaron quedaron en las casas. Todos fueron robados con grandísima codicia por el bunguio Safio‐ ye, por sus criados, por los dos intérpretes.

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CA PÍ TU LO 12. ARRI BA AL JAPÓN LA NAO ROB O LA EL REY Y SUB CE DEN OTRAS COSAS Este año mesmo de mil y seiscientos y nueve se hizo peda‐ zos la nao San Francisco en el reino de Ava, junto a Canza, la cual era de setecientas toneladas. Había partido de Manila, y iba en ella don Rodrigo de Vivero,416 gobernador que había sido en las Filipinas y iba para Nueva España. Todas las ha‐ ciendas que salieron a tierra, que fueron muchas, tomó el rey y dio por ellas lo que quiso, y subiéronlo de tomar por no lo perder todo, que un tirano hace cuanto puede.417 El año de mil y seiscientos y diez partió don Rodrigo para México en una nave que hizo allí un inglés, piloto de una nao que por los años de seiscientos se perdió en este reino. El cual inglés, llamado Guillermo Adán418 nos ha echado grandísimo mal en muchas falsedades que ha dicho al rey contra el rey nuestro señor y cristianos. El año dicho de mil y seiscientos y nueve vinieron una nao y un patax de holandeses a este reino y tomaron puerto en Fi‐ rando, adonde tienen alhóndiga y fatoría.419 El año de seiscientos y once en abril bajó el rey de Japón a Meaco, adonde le fue a visitar el príncipe Findeyori y le llenó de presentes: trescientas barrillas de oro que cada una vale seiscientos reales de plata420 y un montante de gran precio, una catana y vaquizaxi apresciada en veinte barras de oro de las dichas, dos piezas de paño negro fino. Llevó el Daifu con‐ sigo dos hijos, y cada uno dio cien barras de oro de las dichas, y a las mujeres algo menos. El Daifu le dio primeramente dos halcones y diez caballos, cinco en pelo y cinco enjaezados y una catana y vaquizaxi. 213

Este año renunció el Dairi su oficio en un hijo de edad de trece años, el cual casó el Daifu con una su nieta niña.421 Este año el mes de diciembre subcedió en el reino de Umbra en un lugar que llaman Quiro422 que un japón retroce‐ dió. Tenía un árbol que lleva una fructa que llaman caqui (de los buenos, que esta fructa llamamos nosotros higos de Japón, y haylos de muchas suertes), los cuales el traía siempre aquí a vender, o se los iban a comprar allá. Sucebdió que el año de seiscientos y nueve no le dio fructa ni el siguiente, y él dijo “pues yo os prometo que si otro año no dais fructa, que os he de cortar”. No se la dio y el cumplió su palabra, y cortole el de seiscientos y diez. Y el de seiscientos y once, queriendo del tronco derecho y principal hacer una canal grande que ellos costumbran poner en la corriente de dos casas, fue labrando y cortando el madero y dando de dos a dos palmos unas cuchi‐ lladas y muescas grandes. Y queriendo sacar una astilla gruesa, dio un golpe y otro en medio de dos destas, y hizo saltar una raja lejos de sí. Fue por ella allá donde cayó, y tomándola en la mano, quedó admirado, porque vio en la madera amarilla desta raja (que así le tienen estos árboles), encajada una cruz parda obscura, muy bien hecha, con su título encima muy proporcionado, que no le faltaba más que las letras, como yo vi después. Fue a ver el madero y vio en él la mesma señal, no negra ni parda, sino que parecía que allí había estado encaja‐ da, y de allí se había sacado, que acá en la astilla mostrábase algo eminente y levantada. Entrose en su casa y no se pudo abstener de no contar lo le había subcedido, y mostró el astilla a su mujer y a otros que allí estaban. Entonces fueron todos adonde estaba el madero de donde se había salido la astilla, que era detrás de casa, la cual tomaron y encajaron en él. En‐ tráronse en casa, y aunque caídos como flacos, puestos de ro‐ dillas adoraron la cruz.

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Juntose luego mucha gente y fue la nueva a la ciudad de Cuxima,423 que es donde el tono tiene agora su fortaleza, y dieron cuenta de que pasaba a una hermana del tono retroce‐ dido don Sancho, la cual envió allá por ella. Y con ser el tono retrocedido, consintió traerla con gran concurso de gente. Y con ser poca la distancia del camino, que no hay dos leguas, tardaron cuasi un día entero en venir a la fortaleza. Después la trajeron aquí a Nangasaqui, a donde yo la vi. Y cuasi por el mesmo modo se halló otro el mesmo año en Todos los Sanc‐ tos, iglesia y colegio de los padres de la Compañía, que está a vista desta ciudad. El año de noventa se halló otra cruz en un lugar del Tacacu que llaman Umbama424 y hallose en un árbol del mesmo géne‐ ro, por cuya causa estos de agora en que se hallaron estas cru‐ ces [se hicieron en muchas astillas para ver si había mas cru‐ ces]425 en ellos, pero no se halló ni en otros muchos que se cortaron y despedazaron. Realmente digo verdad, que me ha pasado por la imaginación y no muy de paso, sino que he re‐ parado en ello, si por ventura es este árbol del género de aquel con cuya fructa pecaron nuestros primeros padres, porque la deste es muy gustosa. No dejaron de causar admiración estas señales.

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CA PÍ TU LO 13. DE LA PER SE CU CIÓN GE NE ‐ RAL QUE SE LEV ANT Ó EN JAPÓN POR DAIFU, AÑO DE MIL Y SEISC IENT OS Y DOCE Gozaba la militante iglesia de Japón de tranquilidad y so‐ siego cuando, al principio del año de seiscientos y doce, el Demonio enemigo suyo, invidioso de su bien y de la gloria y honra de Dios, la perturbó por sus ministros. Y digo que go‐ zaba desta paz porque aunque había tenido algunos enemigos, eran de poco momento, y el señor de la Tenca y reino no se mostraba contrario a ella. Ya se dijo cómo Arimandono había hecho aquel estrago cruel el año de seiscientos y diez en los míseros portugueses, cuya inocente sangre, clamando y reclamando ante el acata‐ miento divino, pedía justa venganza, la cual no se dilató mucho. Porque este tono, elevado en vanagloria por el in‐ digno hecho, pretendió mercedes del rey. Y parece ser que trató con un criado del rey grande su amigo llamado Daifa‐ chi426 (don Pablo), cristiano común, que quería pedir al rey le hiciese dar las tierras del Fixem, Izafay, y otras que habían sido de sus antepasados. El Daifachi le facilitó el negocio y prometió favor con el rey, y aun decírselo y acabarlo como él quisiese, pero que como era tan codicioso, que era necesario hacerle algún meangue de plata. Díjole Arimandono que le daría cuanto quisiese. Y con esto le comenzó a dar grandes presentes, de modo que se empobreció, pareciéndole que del cuero saldrían después las correas. El Daifachi comía y bebía y gastaba largo, y nunca daba puntada en la obra de Arimandono, trayéndole engañado de hoy como dicen a mañana, hasta que el de Arima le envió decir que le tornase más de veinte mil ducados que le había 216

dado, o le alcanzase la merced que le había prometido alcan‐ zar del rey. Y como Daifachi no le respondiese, a propósito fue al rey y contole todo lo que pasaba, de lo que se alteró de tal manera que mandó luego prender al Daifachi y averiguar si aquello era así verdad. Y como lo era, confesó luego de plano, pero no le hallaron cosa ninguna de plata que había recibido, tirando algunas catanas y otras piezas de servicio y aparato de casa. Dijo el rey que aquello no era cosa que hacían los japones, mas que aquel lo había hecho por ser cristiano, y así ninguno le había de quedar en su casa. Y haciendo examen de los que lo eran, halló catorce constantes todos en la fe, los cuales des‐ terró y mandó que no le sirviesen más. Y les envió a decir que, por haber sido criados en su casa con él, no los mataba, pero que luego al momento se fuesen donde más no los viese. Qui‐ toles las rentas y echolos desta manera, enviando tras dellos un fato en que mandaba que no los acogiesen ni diesen entra‐ da en ninguna ciudad ni villa. Desterró juntamente a Julia, una dama de su palacio, y envió a una isla deshabitada, Fachi‐ xono Xima427 donde residen algunos pocos pescadores.428 Y allí está hoy, pasando muchos trabajos y necesidades. A Dai‐ fachi hizo quemar vivo que lo estuviese viendo su mujer, y luego hizo matar un hijo que tenía. Y mandó Arimandono que se cortase la barriga, lo que él dijo que no había de hacer porque era cristiano, mas que mandase el rey le matase, que él allí estaba, aunque no merecía tal pena. Mas en fin murió por manos de un su criado, que así lo usan hacer los japones. Esto subcedió en el mes de mayo [o] abril del año de 612. Y como si nuestra fe fuera la culpada y ella mandara hacer semejantes cosas, empezó a abominarla y aborrecerla, y pro‐ puso de la perseguir y desterrar de su reino. Y desde este punto se levantó una persecución notable contra ella. Y, a 217

imitación del rey, todos los tonos del Japón hicieron lo mesmo, y comenzaron a perseguir los cristianos en todas las partes que los había. Mandó el rey derribar las iglesias que había arriba, particularmente la de Yendo de los padres fran‐ ciscos, diciendo querer cortar una calle por donde ella estaba, y mandó escribir los cristianos que había y retroceder a todos. Y mandó que ninguno se hiciese cristiano pena de muerte, y particularmente a don Miguel, hijo de Arimandono, que sub‐ cedió a su padre, el cual lo hizo luego y se vino para sus tie‐ rras, de donde luego echó los padres de la Compañía que le habían criado, podemos decir. Y les tomó todas las iglesias y cuanto en ellas tenían, cosa que no usasen los tonos gentiles, porque si echaron padres de sus tierras, dejáronles sacar las iglesias que deshicieron, y la madera de que todas ellas son la vendieron y trajeron aquí. Mas este enemigo de casa, de más de treinta iglesias que tenían los padres en sus tierras, ningu‐ na, ni cosa de sus casas los dejó sacar. Y fuera desto les tomó más de cinco o seis mil ducados, y hizo mil males. Comenzó luego a mandar retroceder y, aunque lo hicieron algunos de sus criados, los demás cristianos dijeron claramen‐ te que no querían. Y así mató por esta ocasión a algunos y desterró a otros. Y aunque él es mal inclinado, cruel, hácele serlo más el Safioye, gobernador deste Nangazaki, enemigo capital nuestro, y que le desea mucho subceder en el estado, y le anda siempre a la espuela. Este le dio un bonzo por nombre Banzuy429 para que trajese consigo a Arima para que con sus sermones pervirtiese los cristianos. El cual, queriendo predi‐ car, nadie le quiso nunca ir ni hacer cuenta dél, si no fueron aquellos criados y criadas de la mujer o amiga que es gentil. Porque este, por agradar al rey, echó la legítima mujer y caso‐ se con una moza que el rey hizo sobrina suya, que con esta cautela tiene enmarañados muchos tonos de Japón, dándoles mujeres, diciendo que unas son sus hijas, otras sus nietas y 218

otras sus sobrinas, para que le estén obligados. Esta segunda Jezabel ha hecho hacer mil desórdenes al tono y él, que es no muy bien inclinado, todo se junta.430

13.1. PRO SÍ GUE SE LA PER SE CU CIÓN EN YENDO CON TRA LOS CRIST IAN OS POR EL PRÍNC IP E DE JAPÓN Derribadas las iglesias de todo el Cami, si no fue la Osaca y Fuxime, quedaron por entonces en pie las demás, y las deste Nangasaqui, que son las que más desea derribar Safioye. Mas por el interés de la nao que viene de Macao, no hace con el Daifu que las mande derribar.431 Subcedió este presente año [de seiscientos y trece]432 lo si‐ guiente: habiendo el Xogunsama, príncipe de Japón, manda‐ do quitar la tera de señor san Francisco en la ciudad de Yendo, y mandado salir de la ciudad todos los dichos religio‐ sos (como subcedió el año pasado de seiscientos y doce), los pobres leprosos que residían en un lugarcillo fuera de Yendo media legua, llamado Asacusa,433 como ya no había iglesia ninguna, quisieron en su hospital levantar una ermita para tener un lugar donde hacer oración, y quizá que también para que si fuesen allí algunos cristianos, les diesen alguna limosna para ayuda de pasar su miseria. Y para ello pidieron favor al padre fray Luis Sotelo434 del orden de señor san Francisco, que estaba allí. Y con su ayuda y un poquillo de dinero que ellos tenían y que les dieron de limosna, se levantó una peque‐ ña ermitilla que tenía de largo cinco tatamis y de ancho dos y medio, tan pobre que la cubrieron de paja. Y aunque pequeña y pobre, limpia y aseada, la cual se acabó día de san Pedro y san Pablo, veinte y nueve de junio.435 Cuando trabajaban en ella los cristianos, un muchacho que 219

también lo era trató mal a un hijo de un gentil, por cuya oca‐ sión su padre se fue a unos soldados de su señor y les dijo que los cristianos de Yendo habían hecho en Asacusa una tera, y que acudía a ella mucha gente principal, como eran samuráis y daimios, cuyos criados los trataban mal, y aun que amparaban en ella los forajidos. En cierta manera, fue llamarla cueva de ladrones. Los soldados se lo dijeron a su señor, y de mano en mano llegó la falsa nueva a palacio, y le dijeron al príncipe que la tera de Dios que había en Asakusa era muy grande y rica, y cubierta de teja, y otras cosas más. De la gente común no hacía tanto caso el príncipe, ni se le daba mucho que fuesen cristianos, y por eso había mandado que ningún principal, daimio ni samurái se hiciese cristiano, ni tono, ni soldado. Y esto se mandó en el primer fato que se puso. Pero el año pasa‐ do mandó que nadie lo fuese ni se pasase a la cristiandad. Y como agora le dijeron que se aumentaba mucho y que entre ellos había ya muchos samuráis, daimios y soldados, indignose grandemente y dijo: “desta manera se guardan mis fatos y prohibiciones con los cristianos, que no ha año que se publicó. Pues en verdad que se ha de remediar”. Preguntó qué frailes había en la ciudad y dijéronle que había uno francisco. ‘‘Pues ese padre, siendo pobre, no podía levantar tera, y más en tan breve tiempo sin la ayuda y limosna de los principales. Hágase xenxagu436 y averígüese”, La consideración del príncipe era buena y el fundamento fuera verdadero, porque el padre era pobre y la gente común deste reino es pobrísima en extremo, que los tonos y samuráis lo tienen todo tiranizado. Y así había colegido bien en decir que, si habían levantado tera rica, que los ricos le habían ayu‐ dado a levantar. Pero como el fundamento era falso, así lo salió la resolución. Pero como estos señores, particularmente 220

japones, quieren que sus mandatos uno por uno se cumplan, así fue este. La primera diligencia que hicieron en razón desta averigua‐ ción fue que el bunguio desta ciudad y de Yendo un domingo en la tarde, veintiuno de julio, envió a llamar a Canda Tomé, cristiano antiguo, y a Gregorio, doxucu de los padres de san Francisco, entrambos muy grandes cristianos, devotos y muy fervorosos, y por ello muy conocidos de todos los cristianos y amados dellos.437 Venidos a su presencia, que les preguntó lo primero que si eran cristianos, a lo que respondieron con mucha humildad que sí que lo eran. Preguntoles que dónde habían recibido la fe. Respondieron que habían baptizado en aquella ciudad, y así lo confesaban y decían, con cuya respues‐ ta se indignó grandemente el juez y los mandó luego amarrar, y mandó que fuese muy fuertemente (lo que saben hacer los japones, que sirven desto mejor que otra nación y engordan con ello. Así, quién tuviese necesidad de verdugos y sayones, envíe a Japón, donde todos parece ser que nacieron para serlo). Ellos con gran alegría extendieron los brazos y dieron las manos, diciendo “cataxiqui nongozaru”,438 palabras de mucho agradecimiento, con las cuales se indignó más el juez, y mandó que les apretasen más los cordeles, y maltrataron y hízolos llevar a la cárcel. El otro día de mañana los mandó traer ante sí, y venidos les preguntó sobre la tera recién hecha y quien la había levantado, pero como respondiesen la verdad, y que era una pobre casa hecha de limosna que tenía el hospital de los leprosos, y de catorce taes que entre los cristianos se habían recogido. Pre‐ guntó que cuántos destos conocían ellos. Respondieron que ninguno, ni sabían que otros cristianos más que de unos pocos que eran de su cumi y que estaban a su cuenta. Pero él los amenazó, diciendo que los había de atormentar porque no le 221

decían la verdad. Pero ellos, con mucho valor respondieron “ni por tus amenazas mentiremos ni por tus ruegos dejaremos de decir la verdad”. Tomó el juez la lista que tenían de los de su cumi y cofradía que habían acudido a levantar la tera, y con esto los volvió a mandar a la prisión.439 Agravio se hará a dos valerosos cristianos, cabezas de cofra‐ días, si no hacemos relación del hecho que hicieron en esta ocasión. Es pues de saber que estos dos capitanes de Cristo se llamaban el uno Vicente y el otro León, los cuales eran oya no cumi.440 Y sabiendo de la persecución presente, y que el bun‐ guio deseaba mucho saber de los cristianos y andaba haciendo pesquisa, por quitarle de trabajo de que la hiciese dellos, se fueron con mucho ánimo y determinación al bunguio, y le di‐ jeron que ellos eran cristianos y del cumi, que qué era lo que les quería o qué deseaba saber dellos. Enviolos el juez a la pri‐ sión de muy buena gana, y ellos fueron de muy mejor. Había en Yendo un hidalgo principal llamado Sasanda Mi‐ guel, que fuera mayoral de la iglesia de san Francisco en Yendo,441 la que habían derribado como ya se dijo. A este hi‐ dalgo envió a llamar el bunguio, y a todos los demás que tenía por lista. Y sacados los nombres de otros cristianos cuyas listas les pidió, los mandó poner en sus casas en guarda, encargando al otona de la calle que los tuviesen a buen recaudo. Deseaba mucho el padre fray Luis Sotelo informar al bun‐ guio de lo que había acerca de aquella famosa tera que al prín‐ cipe habían dicho, y decirle la verdad de cómo era una pobre ermita cubierta de paja. Y hallando comodidad un día que se halló en su casa, lo quiso hacer, mas el bunguio, que ya sabía lo que era, porque la había visto y se había desengañado, no le quiso oír, diciendo que él era forastero y xuque de nanban,442 que no tenía que ver con él, pero que si había alguna persona que estuviese a su lado, que se la enviase para le preguntar 222

ciertas cosas. Levantose entonces de detrás del padre Itacura Lorenzo,443 que aunque era casado, asistía de ordinario en la iglesia, y dijo que él estaba siempre al lado del padre y sabía muy bien todo lo que deseaba saber. Preguntole lo que a los demás, y preguntole también que adónde está un libro que tenía el padre, adonde asentaba los que se hacían cristianos en Yendo, que dijese al padre que lo entregase y cesaría aquella inquisición. Entones el padre le dijo que acerca de aquella averiguación que hacía de aquella tera, que estuviese cierto como ya lo estaba de que no era tera como le habían informado, sino una pobre ermita cubierta de pajas, que por ser lugar de pobres leprosos de que ellos hacen tanto asco y tan apartado, le pareció que no había de haber quien hiciese caso della, ni aun quien se acordase de ir allá, cuanto más de sentirlo tanto. Y que si en esto había culpa, el principal culpado era él, pues había persuadido a los cristianos que ayudasen con sus limosnas. Y por tanto, le suplicaba que perdonase a los cristianos, pues no tenían culpa, o que toda se la pusiese a él, que era el principal actor, y que el libro que le habían dicho estaba en su poder no era así, porque él no esta‐ ba allí de asiento sino de paso, y que así como a hombre es‐ tranjero que no sabía las cosas de la tierra, le perdonase esta falta. Respondió el bunguio que pues no se le entregaba el libro, que él haría diligencias con que supiese de todos los cristianos sin que se le escondiese ninguno. Y así lo hizo, porque su pre‐ tensión no era averiguar lo de la tera, que como dicho es ya él la había visto y que era como se dijo siempre, sino saber los cristianos que había, y la tema era contra la cristiandad y no contra la tera. Y así luego envió a llamar al huésped del padre fray Luis, que era un hombre corai de nación, viejo y muy honrado cristiano y cumi no oya, llamado Fachicuan Joa‐ 223

quín.444 Venido que fue a su presencia, le preguntó que con qué orden había tenido y hospedado al padre en su casa, a lo que respondió Fachicuan que con la de Sandono. Calló el juez y no le dijo más nada, y mandó que le tuviesen preso en su casa. Este Sandondono es criado antiguo del rey, ayo y secretario y gran privado del príncipe, y es padre de Conzuquendono. Y para averiguar lo que había en este negocio, se fue a ver con el dicho Sandondono, y le preguntó si había él dado licencia a Fachiquan para tener al padre en su casa. Dijo Sandondono: “Fachicuan me pidió licencia para tener y curar en su casa al padre que estaba en Urangava,445 que estaba malo, y yo se la di”. “Pues so color de eso”, respondió el bunguio, Fachicuan ha hecho tera de Dios su casa, y cada semana se juntan en ella los cristianos, un día que ellos llaman domingo, y allí predican y se hacen muchos cristianos, y son muchos más los corondas que se levantan, y la culpa os la echan a vos y a vuestra licencia, de que Uyesama está muy enojado.446 Esta última palabra sintió mucho Sandondono y con gran enojo dijo: Este corai es un mal hombre, engañador, y hasta aquí le tuve por hombre bueno y sencillo, y por eso le tuve afición, pero pues que me ha engañado, pague su maldad.

13.2. QUIÉN FUE FA CHI CUAN JOA QUÍN Y SU CON VER ‐ SIÓN

La conversión deste honrado viejo Fachicuan es digna de no pasar en silencio. Fue en esta manera: parecer ser que, to‐ cado de Dios, un día fue al convento de señor san Francisco 224

en Yendo, adonde acertó estar el padre fray Alonso de la Madre de Dios,447 religioso de muy sancta vida. Y encontró con él, y trabando plática vino a decir al padre que como él no era japón ni china, sino que era corai de nación, reino que confina con China. Y dijo más: En mi tierra, padre, el rey y los señores y gente principal no adoran a ídolos ni fotoques que fueron hombres, como aquí en Japón adoran, aunque la gente común y de poco entendi‐ miento les hace adoración. Pero el rey y la gente principal de entendimiento adoran a Dios, que crio el cielo y la tierra. Y en los palacios del rey está pintado este Dios, que es Padre y Hijo y Espíritu Sancto. Y al Espíritu Sancto pintan en figura de paloma, porque la paloma no tiene hiel. Y así el Espíritu Sancto no la tiene, que es todo dulzura. Y yo tampoco adoro estos ídolos de Japón, sino al criador del Cielo y de la Tierra. Quedó el padre admirado de oír aquello, y de ver que tuvie‐ sen en Corai no solo noticias del verdadero Dios, si no tam‐ bién conocimiento tan claro del misterio de la santísima Tri‐ nidad. Y esto no es fábula, es así. Y yo me acuerdo que el año de mil y quinientos y noventa y siete, cuando Taicosama hacía guerra al reino de Corai, trajeron a este de Japón mucha can‐ tidad de corais cautivos, en especial mujeres. Y con ellos mu‐ chos despojos de allá, vasos de cobre y azófar, vestidos que son muy diferentes que los de los japones… Y en una tienda en este pueblo estaban a vender unos libros y hojas de papel de ocho palmos en cuadro, de las cuales compré dos. Y mirando los libros, vi que entre ellos estaba uno de dos palmos de largo, antes más que menos, y de ancho tenía más de dos jemes,448 encuadernado y abierto. Vi que era impreso y tenía muchas figuras, y en una hoja estaba el Infierno y en otra estaba el Juicio, cuasi de la manera que nosotros lo pinta‐ mos. Y en otra estaba el Purgatorio de la manera que nosotros 225

le pintamos, con la Gloria encima, donde había tres personas en un asiento, y la de medio mostraba más ancianidad. Y cerca de allí, una mujer cercada con gran resplandor, y luego a una y otra parte muchas figuras, en lugar más inferior, de hombres y mujeres. Y del Purgatorio estaban como que salían algunos, y otros medio salidos, y otros más sumidos en las que parecían llamas, y todos con las manos levantadas. Estaba más otra figura muy resplandeciente que parecía la Resurrectión. Y en otras hojas estaban unos jueces martirizando hombres y mujeres, y de los que hacían pedazos y cortaban las cabezas. Mostraban luego arriba las almas que entraban en la Gloria. Yo tenía este tiempo en mi casa cinco mozas corais, mis es‐ clavas, las tres dellas muy ladinas en lengua japona. Llamelas, y las dos riéronse y miráronse la una a la otra, y llamaron a otra más pequeña que se llamaba María, y comenzaron a disputar sobre la significación de las figuras. Y en fin dijeron que aquel libro era de los sanctos que en su tierra veneraban, y que aquellos tres eran Dios, por que su ley y nuestra que casi todo era una. Y aquella mujer era la que reverenciaban sobre todos los sanctos. Y con esto dijeron tanta cosa que me admi‐ ré. Tenía el libro mucha escritura, y parece ser que era de la nación de las figuras. Y finalmente en él había cosas que mos‐ traban tener aquella nación lumbre del verdadero Dios, y así el buen Fachicuan no engañaba al padre. Y por lo que yo vi en este libro, yo creyera aun que lo dijera un soldado mancebo, cuanto más un viejo honrado y que Dios traía allí a buscar su salvación.449 El padre fray Alonso deseó mucho de se la procurar, mas como él hablaba poco la lengua de Japón y no había en la tera quien supiese la suya, quedose por entonces así. Vínose el dicho padre a Meaco y subcedió tornar otra vez a Yendo. Y 226

estando allí, volvió el buen Fachiquan a hablar al padre, y dí‐ jole que le rogaba mucho le hiciese cristiano, porque ya había oído los sermones del catecismo, que un hombre cristiano de su tierra se los había predicado y instruido en las cosas de nuestra fe. Y lo mesmo había hecho a su mujer, la cual quería también hacerse cristiana. Holgó el padre notablemente y hizo que le volviesen a predicar sobre ello, y estando bien ins‐ truido en las cosas de nuestra fe, los baptizó el padre y a él puso por nombre Joaquín y a su mujer Ana. Cuenta el dicho padre fray Alonso que no cabía del gozo y alegría. Y el buen viejo Fachiquan, después de haberle baptizado, que procedía en su vida con tanta devoción y edificación, que más parecía un antiquísimo cristiano que hombre baptizado de cuatro días. Acudía a la iglesia muy a menudo, oía sus misas con gran devoción, daba sus limosnas, visitaba los padres muy a menudo, y era un sancto en su vivir. Y cuando les derribaron la iglesia y echaron los padres de Yendo y nadie los quería hospedar, los recogió él. Y con mucho amor servía y regalaba, y ordenó su casa de modo que había lugar muy decente para decir misa y acomodar los cristianos que venían a oírla sin ser vistos. Y a todos cariciaba de manera que mostraba quererlos meter en el corazón. Estos fueron los principios deste sancto y venturoso varón. Y cuales fueron sus principios, tales fueron sus fines y medios de cuatro años que vivió después que recibió la fe, el cual be‐ neficio estimó, y agradeció tanto que nunca jamás le olvidó. Y fue el que en los trabajos y destierros que los religiosos tuvie‐ ron más los amparó, recogiéndolos en su casa, sin el temor y cobardía que otros lo hacían. Pues prosiguiendo con la dañada intención del bunguio, digo que mandó a todos los de la calle que tuviesen cuenta con Fachicuan, que estaba en su casa preso. Y así el otona le puso guardas y mandó echar por todas las calles un pregón en 227

que mandaba a todos los otonas dellas que hiciesen diligente pesquisa de todos los cristianos que había en la de cada cual, y por memoria se los trajesen sin exceptar a nadie. Y como hi‐ ciesen esta pesquisa con diligencia, empadronaron más de tres mil y sietecientos, dejando a muchos de fuera. Y entregaron los padrones al inicuo juez, que estaba sediento y deseoso de derramar sangre de cristianos, por serles poco aficionado. Y así de los cristianos que se hallaron, que fueron muchos, mandó que se entregasen los gentiles de la calle adonde vi‐ vían. Y fue cosa maravillosa que hasta niños tiernos se mani‐ festaron y acudían a las casas de los otonas a pedir y rogar que los asentasen en el padrón.450 En esta ciudad donde era esta persecución ya está dicho que no hay iglesia, porque el año pasado se derribó. Pero los cristianos tenían por iglesia la casa del sancto Fachicuan, donde acudían a misa y a se confesar. Y en este tiempo fue tanto el alborozo de los cristianos, que con un fervor grandísi‐ mo no hacían más de entrar unos y salir otros con una fre‐ cuencia como si fuera un jueves sancto. Unos a orar, otros a se confesar y comulgar, otros a se aconsejar con el padre fray Luis Sotelo, que ya estaba preso en su posada con guardas, todos disponiéndose para morir. A los pobres lázaros de Asacusa los prendieron en su hospi‐ tal que está dicho tenían, y les pusieron guardas para que no les entrase nada, de modo que a esta razón todos los cristianos estaban presos en sus casas teniendo los de cada calle cuenta con los que en ella había, lo cual ellos sintieron por gran mo‐ lestia.451 Y así se fueron al bunguio y le dijeron que ellos esta‐ ban todos ocupados con aquellos cristianos, y que les daba grande trabajo y recelo el guardarlos, pues si se fuesen los ha‐ bían de buscar y entregar. Que les diese algún medio más aco‐ modado. Respondioles que les hiciesen a todos retroceder, y 228

para eso les hiciesen cuanto mal y molestias quisiesen y pudie‐ sen, que fue hacerlos verdugos. Y como quien dijo japón dijo sayón, ejecutaron grades crueldades. Comenzaron a los persuadir con razones, ruegos, y amena‐ zas a que retrocediesen, mas viendo que no aprovechaba nada cuanto hacían y decían, usaron de otro modo diabólico, que apartaron a los cristianos cada uno de por sí, y apartado se juntaba contra él toda la calle. Y allí con nuevas palabras y fingidas lágrimas les aconsejaban que siquiera exteriormente delante del gobernador dijesen que retrocedían, aunque les quedase otra cosa en el corazón, porque de aquella manera se librarían de muerte a que todos, con sus mujeres y hijos y her‐ manos, estaban condenados por ser cristianos. Y que con solo decir aquello o darlo por escripto, se libraban así sus parientes y amigos de muchos trabajos, y que después se podrían arre‐ pentir y confesar su pecado. Y a los que no querían oír y obe‐ decer sus malditos consejos, daban cruel trato, amarrándolos y quitándoles la comida y bebida, mudando los ruegos en cruel‐ dad y tormentos inhumanos, sin perdonar padre a hijo, her‐ mano a hermano, ni amigo a amigo, antes el que más perse‐ guía y martirizaba al cristiano más le parecía que le amaba, y así se lo decía. En otras persecuciones suele haber un juez y verdugo o un tirano, pero aquí, para cada pobre cristiano solo, desampara‐ do, amarrado y aprisionado, había una calle de cien hombres, y todos sus amigos y deudos que le habían de favorecer, por contrarios, por verdugos y sayones, ejercitándose cada cual como mejor le parecía en le molestar, que licencia tenía para todo. Y no sé cómo árboles tan tiernos en la fe pudieron con tantos tormentos perseverar, sino que los favoreció nuestro señor, en quien pusieron su confianza y en cuyas manos se pusieron. 229

Y como tenían tan buena raíz, túvolos firmes, para que ni lágrimas ni cuitas de deudos, ni de mujeres ni hijos que, tor‐ ciéndose las manos, se lamentaban por desventuradas si les faltaba el padre o el marido, ni razones tan repentidas con tanta apariencia de bien, ni promesas ni amenazas. Y lo que más es que un castigo tan prolongado y duro no les hiciese blandear siquiera una palabra exterior, aunque no saliese del corazón, solo con decir: “yo dejo la fe”.

13.3. QUIÉN FUE APO LI NA RIO, Y DE SU PRI SIÓN Y MUERT E Uno de los que en esta prisión merecieron padescer por la fe, y a quien nuestro señor hizo merced de coronar con corona de martirio, fue un japón por nombre Apolinario,452 cuya con‐ versión y subceso fue en esta manera: era un mancebo de buena disposición y muy dado a las cosas de su salvación, y entendía algo del Buppo de las sectas de Japón. Y como en ellos no hay cosa cierta ni de verdad, no debía de estar muy contento y satisfecho con la secta que profesaba. Y así, un día fue a la iglesia de san Francisco y pidió le instruyesen en nues‐ tra fe, y oyó los sermones del catecismo. Y aunque le pareció bien la ley de Dios, con todo eso no acababa de percibir bien ni entender los secretos que en sí tiene la inmortalidad del alma racional, en que hallaba mucha dificultad. Y por esta razón, estuvo casi tres meses sin se acabar de determinar, y los más de los días iba a la iglesia y se procuraba de entrar en todo, oyendo muchas veces los sermones y preguntando mu‐ chas dubdas y dificultades que se le ofrecían, hasta que nues‐ tro señor, viendo sus buenos deseos, le abrió los ojos del alma con los rayos de su luz y le satisfizo en todo. Baptizóle el padre fray Francisco Durán453 y fue su padrino el sancto Mi‐ 230

bocu Juan,454 de quien luego trataremos, que entonces era el predicador, que no quiso lo fuese otro. Y aunque era un pobre oficial, acudía con gran fervor a la iglesia todos los días, así entre semana como los de fiesta, dando siempre muestras de muy cristiano, como lo era. Subcedió porque el año pasado, cuando se levantó esta tan general persecución por ocasión de Daifachi, como arriba se dijo, los amigos y parientes de Apolinario y los de la calle le persuadieron de tal manera que, aunque comenzó a resistir con gran valor, al fin le vinieron a rendir y negó ser cristiano. Y dello dio un papel, y con él la alegría de su corazón, que‐ dando tan triste, pensativo y lleno de cuidados, que nunca más le vieron el rostro alegre, aun más, siempre suspirando. Que como él realmente no lo hizo de corazón, fue ocasión que le doliese más. No osaba salir de su casa ni parecer ante nadie, ni se dejaba ver de sus más allegados amigos, porque ya no los tenía por tales. Subcedió que la cuaresma pasada unos japones venidos de su mesmo mal, pero ya curados, que llaman corondas (de los cuales, aunque ha habido, muchos ha se de entender que muy pocos retroceden de corazón), le dijeron cómo estaba allí un padre de san Francisco al cual ellos habían visitado. Y confe‐ sando su pecado, él los había recibido. Abriéronsele los cielos con esto al buen Apolinario, y parece que cobró el espíritu he‐ rido, y al momento envió a decir al padre con los dichos japo‐ nes cristianos que él era el más malo y pecador de todos los hombres y el que más había ofendido a Dios, pero que desea‐ ba volverse a él, que si habría perdón para él. Respondió el padre que fuese allá y confiase en la misericordia de Dios, que le perdonaría. Fue allá y preguntó al padre que qué satisfac‐ ción debía hacer para que Dios le volviese a recibir en su gra‐ tia, porque estaba dispuesto a hacer todo lo que fuese necesa‐ 231

rio. Respondiole el padre: Lo primero que habéis de hacer es volver por la honra de la fe que habéis quitado. Y así, para la satisfacer, y el mal ejem‐ plo que habéis dado, conviene que vayáis a los de Uromachi y les digáis que, aunque el año pasado os hicieron hacer una cé‐ dula en que decís que retrocedéis, que entiendan que si la hi‐ cisteis fue por complacerles y no de corazón, por libraros de tantas molestias y inportunaciones. Y así que os digan si la dicha cédula la tienen en su poder o la han llevado al bunguio. Y a quién quiera que la tenga, le decid que vos que sois cris‐ tiano como antes, y que os habéis arrepentido de vuestro pe‐ cado. Fuese Apolinario a los del machi, y díjoles todo esto y más, y que así que cada y cuando que hubiese persecución contra cristianos, que le pusieran a él en el primer lugar. Y que si acaso ellos tenían la dicha cédula, que les rogaba mucho se la volviesen. Respondieron que tenían la cédula, pero que ni se la querían dar ni menos decir que era cristiano, porque todo les venía daño. Y viendo esto Apolinario, hizo de su mano dos cédulas, ambas de un tenor, en que decía que era verdadero cristiano y que protestaba de morir, si fuese menester, por la fe de nuestro señor Jesucristo, en cualquiera ocasión que se ofreciese. Dioles la una destas cédulas y quedose con la otra, y díjoles que aquella era su última y verdadera voluntad y deter‐ minación, y que quería presentar aquella cédula delante de un bunguio, porque con ella anulaba la pasada. Enojáronse grandemente todos desto, y quisiéronle deste‐ rrar de su calle, pero por sus deudos le dejaron. Hecha esta di‐ ligencia, se fue a la iglesia a casa de Fachicuan Joaquín y, des‐ nudándose la catabira, hizo una grande disciplina delante de muchos cristianos. Y mostrando grande arrepentimiento y con muchas lágrimas, confesó sus pecados. Y con grande edi‐ 232

ficación fue prosiguiendo como de antes. Pues como se levantó esta presente prosecución contra los cristianos, vinieron a él todos los de su calle y le pidieron que diese por buena la primera cédula que les había dado, y que con eso disimularían con él. Él les respondió que de haber dado la dicha cédula estaba muy arrepentido, y por eso la había revocado y anulado con la segunda, y que no le tratasen en aquella materia, porque se cansarían en vano. Indignáronse grandísimamente y lleváronle ante el bunguio, a quien menu‐ damente refirieron la historia. El cual, como es gran tirano y perseguidor de los cristianos, encendido en cólera, con una ira diabólica dijo: “este sí es verdaderamente malvado y perverso hombre, pues habiendo obedecido ya una vez el mandato del rey, lo volvió a romper”. Allí le tornaron otra vez a persuadir aquellos ministros de maldad que hiciese lo que le pedían, mas el sancto, con ánimo cristiano respondió: “yo no tengo más que una vida, y esa con mucho gusto y contento la ofrezco por Dios, que me la dio. Y quiero más perderla que perder su amistad”. Mandole el juez amarrar fuertemente y llevar a la cárcel pública, lo que los mi‐ nistros hicieron de buena gana por la tener grande de se en‐ tregar en él. Y con grandes empellones le llevaron luego y pu‐ sieron dentro y entregaron al alcaide, adonde por ser el lugar estrecho, sucio, obscuro y lleno de mil males, dentro de cuatro días dio su espíritu al señor, dejando muy grande opinión aun entre aquellos delincuentes de la cárcel, y grande olor de san‐ tidad. Y todos le cobraron en aquel breve tiempo tanto res‐ pecto, que le tenían en gran veneración, con ser una gentecilla diabólica y que con ella no hablaba la virtud. Y con todo habló la deste sancto mártir, y los dejó edificados. Mártir digo que es y confesor, y por tal le tienen los padres por morir por la ocasión que murió, confesando la fe. 233

Y en un lugar tan pésimo como son las cárceles deste reino, hechas solo para matar y atormentar, tan estrecha que de pies no caben en ellas, en invierno frías, en verano calientes, su‐ cias, húmedas y hediondas, llenas de inmundicias, gusanos y otras cosas graves. Y así son muchos los que acaban en ellas con mucha brevedad. Y luego que se supo de su muerte, fue‐ ron a la cárcel Mibocu Juan y Itacura Lorenzo, predicadores famosos y hombres de gran fervor, a pedir su cuerpo para lo enterrar. Pero en lugar del sancto cuerpo que iban a buscar, les dieron un centenario de palos bien duros y los quisieron amarrar. Diéronsele a su mujer, que era gentil, y un bonzo que fue con ella lo hizo llevar al campo junto a su tera, y allí lo quemó. Mas los cristianos que estaban a la mira, luego que se fue la gente, recogieron los huesos y cenizas y parte dellas re‐ partieron entre sí, y parte llevaron al padre. En este tiempo en que tantos cristianos había encarcelados y presos, movió Dios el corazón de Mibocu Juan, arriba nom‐ brado. Y olvidado de su poca salud de que andaba falto, alen‐ tándose lo mejor que pudo, se puso al cuello un rosario (que es la insignia pública de que usan los cristianos en Japón), y una cruz mediana al pecho, y fuese al padre fray Luis Sotelo a pedirle licencia y su bendición para ir animar y consolar a los cristianos afligidos y presos, y a darles buenos consejos, y ani‐ marlos en aquellos trabajos que padescían por amor de nues‐ tro señor. Preguntole el padre que qué le movía a pretender aquello. Él respondió que dos cosas principalmente: la una el deseo que tenía de que nadie faltase en la fe. Y la segunda que, aunque pecador, sería posible por ese camino hacerle Dios merced de que padesciese por su amor. Parece ser que le supieron bien los palos que le dieron sobre pedir el cuerpo del difunto en cárcel, pues pretendía ir a buscar a otros. Diole el padre la licencia que pedía y él, con mucha alegría, empezó a hacer su oficio de predicar con un celo gran de la honra de 234

Dios, como un apóstol, acudiendo a unas y a otras partes, adonde no podía de día, de noche, con mucha solicitud y pru‐ dencia, con una caridad muy grande, dando a todos consejos saludables, trayéndoles a la memoria las historias y vidas de los sanctos martirios que padescieron siendo hombres como ellos, los consuelos y mercedes de Él les hacía, y el premio tan grande que por tan pequeños trabajos alcanzaron, y el modo en que agora son de todos venerados en la tierra después de haber entrado con tanto triunfo en la gloria. Con esta y otras palabras, que con su elegante y modolosa lengua, a quien Dios había dado particular gracia para ello, les decía, hacía muy grande servicio a Dios y en la alma mucho fructo, no solo entre los tibios y flacos, mas aun en los ya des‐ mayados, esforzándolos y ayudándolos a levantar y que se do‐ liesen de sus pecados y que confiasen en la misericordia de Dios infinita, que les perdonaría en esto y otras semejantes cosas. Andaba ocupado el sancto predicador cuando subcedió que un jueves en la noche, víspera de la Porciúncula, como fuesen el dicho Mibocu Juan y Itacura Lorenzo su compañero, que también andaba bien ocupado en el mesmo oficio a visitar y consolar un cristiano que, con grande inhumanidad, tenía muchos días había amarrado sin piedad alguna las manos y brazos atrás y con una argolla de hierro al cuello, pidieron li‐ cencia a las guardas, que se la dieron. Y estando le consolando y animando con harta alegría suya, llegaron unos hombres del machi muy alborotados, diciendo a grandes voces: Esta es una gran traición y maldad contra el rey, que estan‐ do por su mandado preso este hombre para que retroceda de la fe, entrar vosotros a persuadirle que no lo haga. No es cosa que se puede disimular. Habéis de ser también amarrados y llevados a los bunguios. 235

Quisieron los llevar, mas por ser ya muy noche los llevaron a su posada, que era la casa del buen Fachicuan, donde el padre estaba. Alborotáronse grandemente los del machi por lo que los dos predicadores habían hecho, y juntándose todos, viniéronles a hacer un grande cargo, diciendo que habían hecho una cosa muy mala y con que no se podía disimular, que parece que no hacían caso dellos, y lo que peor y más grande de todo era menospreciar los mandatos del rey y de los bunguios. Respondió el sancto Mibocu Juan: “el principal amo y señor a quien yo sirvo es al criador del cielo y de la tie‐ rra, y haciendo su mandato, ni temo al Xogunsama ni a voso‐ tros, ni tengo más que hacer desto”. Se alborotaron más y condenaron la respuesta, por libertad y desvergüenza. Luego por la mañana se fueron a los bunguios y dieron cuenta de lo que había pasado, y aun añadieron lo que más quisieron, a lo que respondió: “pues ese hombre se huelga de padescer, cumplid de sus deseos y tratadle con crueldad, y a vosotros os le encomiendo y entrego”. A esta sazón, Mibocu Juan, que no se había descuidado, antes estaba muy preveni‐ do, y aquella noche había confesado y ganado el jubileo. Co‐ mulgado estaba, esperando lo que Dios fuese servido de orde‐ nar dél. Llegaron a casa del sancto Fachicuan los ministros del juez y amarráronle fuertemente los brazos y manos atrás, dando él las manos con grande suavidad y gusto. Y junto con eso echaron un fondaxi455 a los pies y también prendieron y amarraron a Gregorio, doxucu del padre, que aún hasta en‐ tonces había andado suelto. Y a entrambos los encerraron en un aposento adonde quedaron muy contentos, dando muchas gracias a Dios por tantas mercedes como les hacía, gastando lo más del día y de la noche en oración mental y vocal, y a ratos leyendo vidas de sanctos, y a ratos platicando cosas spiri‐ tuales a los gentiles que allí estaban y a los cristianos que los venían a ver. 236

Especialmente hacía esto Mibocu Juan, con su grande espí‐ ritu, tratando de las cosas de Dios y haciendo grandes dispu‐ tas con los guardas y con otros gentiles que de propósito ve‐ nían a hacer preguntas y aun a decir mal de las cosas de nues‐ tra fe. Duraban estas disputas a las veces muchos y largos ratos, y siempre los enviaba corridos y avergonzados y confun‐ didos, con las razones vivas y claras quel sancto predicador les daba, llenas de fervor y espíritu. Y porque este es su lugar, será justo tratar en él de su vida y conversión, que fue bien particu‐ lar.

13.4. QUIÉN FUE MI BO CU JUAN, Y DE SU CON VER SIÓN, VIDA Y PART ES Fue este dichoso sancto desde su niñez muy dado a las cosas de la salvación, y puso Dios en él un deseo muy grande de la buscar, a que él no resistía, mas antes obedecía con cui‐ dado tan grande, que en otra cosa no imaginaba de día de noche, y le traía desvelado. Conocía que aquello era lo que a él más importaba y convenía, y no sabía a dónde o cómo lo había de hallar o buscar. Así andaba de unas partes en otras, y en ninguna hallaba consuelo [y sosiego para su alma].456 Se fue a la Coya, que arriba dijimos que era un monte que tenía dos mil teras, y en ellas más de cien mil bonzos.457 Aquí fue por ser la parte donde le pareció que mejor podría hallar lo que buscaba, aunque estaba lejos de eso. Allí estuvo muchos días, y allí buscó lo que deseaba, pero aunque no lo halló, es‐ tudió y aprovechó mucho en las letras y doctrina del Buppo, que aunque ellos la tienen por su escriptura y Biblia, es llena de disparates y mentiras, aun contra philosophía natural, por‐ que tratando de los eclipses, dice que proceden porque un gi‐ gante muy grande se pone en un monte muy alto que está en 237

tal parte y pone la mano delante de la luna, y tapa con ella su claridad. Y con esto dicen otros disparates. Allí pues aprendió el buen Mibocu estas y otras muchas cosas que después les fueron muy provechosas a él y a otros. Salió de allí el mancebo y, con el mesmo deseo que entró, y aun mayor, comenzó a andar discurriendo y peregrinando por diversas partes, y fue a dar con una ermita que está tres leguas de Meaco llamada Atango, en la cual los bonzos y los que a ella van hacen tan rigurosa y penitente vida (que muchos dan las almas al Demonio en la demanda con ayunos y otras peni‐ tencias que hacen),458 en las cuales se ejercitó el buen Mibocu con mucho rigor, haciendo ventaja a otros muchos. Saliose de aquí y, yendo camino del Meaco, nuestro señor, que conocía sus deseos, le quiso consolar, y le deparó un hom‐ bre que había sido cristiano con el cual, trabando conversa‐ ción, le vino a descubrir su pecho y decir que deseaba mucho encontrar con el verdadero camino de la salvación, más que nunca le hallaba. Respondió al compañero: Mirad, de una cosa os quiero desengañar, que en el negocio de salvación no tenéis que os cansar con andar buscando de acá para allá, porque en todo el reino del Japón, aunque lo traseguéis todo de arriba abajo, no la hallaréis por ese camino. Mas si la queréis hallar, idos a Meaco o Osaca a la tera de Dios que allí hay, y toparéis con lo que buscáis, porque yo he estado allá y he sabido sus cosas muy por menudo, y verdade‐ ramente la hay allí. Aquí parece que resucitó Mibocu, y preguntole que cómo acertaría con aquellas teras. Él le dijo que en Meaco era cosa pública donde había en aquella razón dos teras, una de san Francisco y otra de los padres jesuitas. Fuese con mucho brío y ánimo a Meaco y acertó con la de san Francisco, a donde entró y encontró con un japón ciego llamado Tobías, gran 238

predicador, que con su doctrina ha dado vista de la fe a mu‐ chos que eran ciegos.459 Comenzó Mibocu a hablar con él, y declarole sus deseos y lo que le había dicho y asegurado, que allí había de hallar camino de salvación, cosa que tanto desea‐ ba saber. Que le hiciese en gran bien que le quisiese encami‐ nar y instruir. El buen ciego, que para semejantes cosas no lo era, ni sordo, luego que le oyó aviso al padre fray Luis Gómez, que allí residía entonces. Y con parecer de los dos, le hicieron quedar aquí por ocho o diez días, para que se ente‐ rarse de lo que pedía. Y en ellos oyó los siete sermones del ca‐ tecismo con tanta consolación espiritual, y tanto le cuadraron y asentaron en el corazón, que con grandes ansias pidió luego el sancto baptismo, el cual le dieron día del señor Juan Baptis‐ ta, y por eso le pusieron su sancto nombre. Luego otro día habló al padre y le dio las gracias por el be‐ neficio que le había hecho, y lo mesmo a Tobías, y les dijo: Padre y hermano mío, yo he hallado aquí cuanto deseaba y quería, y ya ni tengo más que desear ni que andar buscando fuera desto. No tengo quien me pueda estorbar ni detener porque no tengo padre, madre ni persona a quien dar cuenta de mí. Si me dais licencia, quiero me quedar aquí porque ¿adonde iré que más valga?, y así os pido por amor de Dios, ya que me habéis hecho tan gran bien como es enseñar y bap‐ tizarme, que me hagáis este que es el mayor que podré recibir. Holgó mucho el padre, y así se quedó en san Francisco. Y como era hábil, en breve tiempo aprendió a leer en nuestra lengua y letra. Diéronle un libro de fray Luis de Granada en nuestra letra y lengua de Japón para que se acabase de enterar en las cosas de la fe,460 y en él aprendía y leía mucho más con los ojos del alma que con los corporales. Y de tal manera se entregó en él, que viendo los padres su virtud y espíritu, le mandaron que predicase, de lo que él se excusaba con gran 239

humildad de que era dotado. Y acabado de se lo mandar ex‐ presamente, vino a predicar un día. Y fue con tanta gracia y espíritu, que todos los que lo oyeron quedaron maravillados, y en poco tiempo se hizo famoso predicador, porque tenía gra‐ cia y don particular en el hablar. Y aquí le aprovechó mucho lo que del Buppo había aprendido, no para seguirle, mas para contradecirle. Y así subcedió una vez que, estando en el reino de Quino‐ cuni en la ciudad de Guaca y coma,461 cuyo tono en aquel tiem‐ po favorecía mucho a los padres y cristianos, (aunque agora es como todos enemigo), acudía mucha gente a la iglesia a oír predicar. Una noche pues, subcedió que estaba predicando en un zaxiqui Tobías y oyéndole mucha gente, y en otro zaxiqui estaba predicando Mibocu Juan. Y entró un bonzo adonde es‐ taba Tobías. Y oyendo que reprobaba algunas cosas del Buppo, comenzóse a alterar y a dar voces con mucha soberbia y inquietar a Tobías y aun a los que le oían. Y dijo: “esto es una cosa muy mal hecha, que no hacen estos sino levantar mil testimonios al Buppo, diciendo lo que quieren, y luego dicen que en el Buppo lo hallan, no siendo tal”. El Tobías se turbó, y aun se angustió harto, porque aunque predicaba y contradecía el Buppo, no le había estudiado. Mi‐ bocu Juan fue avisado y, concluido con su sermón, se vino para el zaxiqui donde Tobías estaba y púsose junto dél, de que no holgó poco el que había sido su maestro y, volviéndose hacia el arrogante bonzo, le dijo: “aunque soy mozo como te pareciere, quiero responder a tu pregunta y a lo que dices, si lo has así por bien”. Respondió el bonzo que sí. Replicó Mibocu: “¿tú sabes el Buppo?”. Dijo que sí sabía. Pues no lo puedo creer ni es posible que le sepas, porque si le supieras no hablaras así, porque en tal parte y en tal capítu‐ lo donde trata desto y desto dice esto y esto, y si lo quieres 240

ver, trae tu libro y te lo mostraré allí, que el ciego como tú le llamas no te lo puede enseñar. Díjole más otras razones muy claras con que el bonzo quedó confuso y corrido, y el auditorio muy contento, acla‐ mando todos a voces, diciendo maqueta, maqueta,462 que quie‐ re decir “quedó vencido”. Otro día, no pudiendo el bonzo di‐ simular la matraca que le dieron, ordenó de se vengar, y para el efecto vino a la iglesia muy acompañado de japones solda‐ dos y otros bonzos y de gente ilustre, armados. Y pidió que llamasen al bonzo mancebo, que querían disputar con él. El padre que allí estaba rehusó la salida de Mibocu Juan, por ser muy mozo y no le conocer aún bien, mas el Mibocu dijo al padre que le diese licencia, porque con el favor de nuestro señor esperaba confundirlos a todos. Viendo el padre su buen ánimo, le dijo que fuese con Dios. Salió Mibocu al zaxiqui y en dos razones concluyó con todo, porque así como se sentó el bonzo, quiso comenzar su argu‐ mento, y Mibocu le fue a la mano y atajó diciendo: “ni has de hablar tú, ni yo he de pasar de aquí si no me confiesas prime‐ ro que lo que dije ayer es así”. Respondió el bonzo que era verdad. “Pues también me has de conceder otra cosa”, dijo Mibocu. “Y qué es”, replicó el bonzo. “Es”, dijo Mibocu “que aquello que dice Buppo en una parte lo torna a contradecir en otra, porque en tal parte dice esto, y en tal parte lo contradice desta y desta manera, y que la ley que se contradice es ley de mentira, y no puede ser buena ni se le debe dar crédito”. Comenzó el bonzo a tragar saliva y a hollarse de una parte a otra, y al fin dijo que decía muy bien y tenía razón. Tomó la mano el buen Mibocu, a quien Dios dio tanta gracia en el ha‐ blar acompañada con sabiduría, probando que no había más que un solo Dios y que todos sus fotoques, Amida y Jaca y Combodaxi habían sido enemigos de Dios, y hombres vicio‐ 241

sos y tiranos a quien ni se debía de creer ni honrar. Cuando el bonzo, fuera de sí, dijo: No quiero ya contigo más disputas, ni tampoco quiero tomar tu ley, porque no terné que comer si dejo el pedir, pero lo que siento es que, aunque no tuviera esta ley y otra verdad más que ver, que un muchacho que nació ayer me haya con‐ fundido y enseñe a mí, que ha treinta años que estoy harto de predicar, es bastante argumento, y que se debe notar. Y diciendo desto, haciendo muchas cortesías, se fue, y Mi‐ bocu Juan quedó dando mil gracias a Dios por la merced que le había hecho.463 Tenía este sancto una virtud particular entre otras que en él resplandecían, que era muy honesto y vergonzoso, y tan reco‐ gido, que aun predicar donde estuviesen mujeres rehusaba, y parecía delante dellas con mucho recato y honestidad, cosa para estimar en mucho. Y con estas y otras muchas virtudes y sanctos ejercicios le dispuso nuestro señor para alcanzar la co‐ rona de martirio, que alcanzó como diremos adelante.

13.5. QUIÉN FUE EL SANC TO SA SAN DA MI GUEL, Y DE SU GLOR IOS O MART IR IO Ya está referido cómo el bunguio gobernador de Yendo pidió a los oya no cumi, particularmente a Sasanda Miguel, que era como cabeza de cristiandad, las listas de los cristianos, y los mandó prender en sus casas. Este Sasanda Miguel era, como está dicho, mayoral de la tera de señor san Francisco que derribaron en Yendo, y era samurái, señor de renta de que se sustentaba, y la dejó toda por no dejar la fe.464 Y aunque el tono se la tornaba después, no quiso sino vivir en pobreza. Era muy devoto y buen cristiano, y tan celoso de la fe que, 242

aunque era muy manso y benigno, cuando se ofrecía ocasión de volver por ella, lo hacía con mucho ánimo. Y así subcedió que, queriendo en cierta persecución en Meaco quitar y es‐ conder las imágines de los altares, porque no pareciese a los gentiles tera, apresurándose más de lo que él quisiera los que hacían aquello, mostrando así en esto como en sus palabras turbación y temor, saliose el en medio de la capilla y, empu‐ ñando la catana, dijo con ánimo osado: Qué cobardía es esta? Muy pocas muestras dais de cristian‐ dad y de que si se ofreciese ocasión padesceréis por la confe‐ sión de la fe, pues tan sin causa os turbáis. Nadie pues llegue a quitar las imágines de los altares, porque no lo he de consen‐ tir. Así se han de quedar para honra y gloria de Dios, venga lo que viniere. Y no se quitaron. Agora pues, como él era persona de tanto respecto, los de la calle se le tenían. Y por quitarse de cuidados, fuéronse al bun‐ guio y dijéronle que Sasandadono era soldado y principal sa‐ murái, que no se atrevían a le guardar, que le mandase deposi‐ tar y poner en otra parte. Informose el gobernador del tono a quién había servido y supo dél quién era, la renta que tenía, y por qué causa se había salido de su servicio y ido a la tera a servir a Dios. Y como halló que era hombre principal, quieto y virtuoso, le mandó sacar de allí y poner en casa de un tono principal con un fondaxi en los pies y con guardas que no se apartaban dél de día ni de noche. Y de día le acompañaba un criado llamado Román, pero luego se le quitaron y prendieron en otra parte. Y enviaron los bunguios a decir a Sasanda Mi‐ guel que aquella lista que los días pasados habían dado de los cristianos que habían ayudado a hacer la tera de Asacusa, que era necesario que la firmase, cerrase y sellase y le pusiese este título: Memoria de los que juntaron zeni o dinero para la tera de 243

Asacusa. Respondió que lo que tocaba a firmarla y sellarla, que lo haría como lo mandaban, pero el ponerle aquel título, que en ninguna manera lo haría, porque no convenía ni era así, porque aquella no había sido allega ni derrama echada entre los cristianos, sino una limosna voluntaria que ellos dieron para levantar una pobre ermita. “Pues según eso”, dijeron, “qué título le daréis”. “El de la verdad”, respondió Sasanda Miguel, “que es memoria de la limosna que dieron los cristia‐ nos de su voluntad para hacer una ermita a los de lázaros de Asacusa”. “Poned como quisiereis”, dijeron ellos. Y él lo puso.465 Tomaron esta lista y las demás y presentáronlas al Xogun‐ sama, que las abrió. Y cuando vio la verdad se atajó y no se re‐ solvió hasta comunicar el caso con el rey, su padre, avisándole a Surunga. Y entendiose que, pues él de su natural era piado‐ so, aunque muy codicioso y no amigo de derramar sangre aun de delincuentes (aunque derramó la de los portugueses por los robar), que no llegaría a derramar la de cristianos, que hasta entonces había derramada poca. Pero tuvo nuestro señor Dios por bien de ennoblecer y hermosear a esta su iglesia con tanta cantidad de mártires, y regar su viña con sangre para que las tiernas plantas della tomasen fuerza y vigor, porque lo que re‐ sultó de la consulta fue que todos aquellos cristianos que eran cumi no oyas y más señalados de la cristiandad les cortasen las cabezas. Y así, en diez y seis días del mes de agosto deste año de seiscientos y trece, un viernes entre las diez y las once del día, envió el bunguio a llamar al buen Fachicuan Joaquín, huésped como está dicho del padre fray Luis Sotelo, y uno de los prin‐ cipales cumi no oya, y a Itacura Lorenzo, el cual aún no se ha dicho, es hijo de china,466 su predicador, los cuales estaban presos en su casa de Fachicuan. Ellos, que ya estaban con sos‐ 244

pechas de lo que podía ser, hicieron oración delante del altar con mucha devoción y lágrimas y salieron de su posada para la del bunguio. Mas en el camino encontraron quince soldados armados y con lanzas que los llevaron a la cárcel, adonde ha‐ llaron a Monjeno Juan, Canda Tomé, Canda Lucas, Vicente, Feyoye Antonio y León.467 Así como se vieron se enternecieron, arrasándoseles los ojos de agua, que eran todos muy conocidos y amigos. Consolá‐ ronse mucho y diéronse unos a otros el parabién, y animáron‐ se a padescer. Amarraron luego al venerable Joaquín, cuya presencia autorizaba toda la cárcel, y también a Itacura Lo‐ renzo, que los demás ya lo estaban, y preparados para morir. De allí a un poco llegó su buen caudillo y capitán cabeza de la cristiandad Sasanda Miguel, al cual mandó también traer el bunguio y llevar a la cárcel. Y subcedió que, al tiempo que les sacaban de casa del tono donde estaba preso, su criado Román, que también lo estaba, que le vio sacar sospechando lo que era, levantó la voz y le dijo casi las mesmas palabras que san Lorenzo dijo al sancto pontífice Sixto: ¿Y como, señor, habiendo hoy yo servido hasta agora fiel‐ mente tanto tiempo, así vuestra compañía?¿Agora en esta ocasión me dejáis solo en la cárcel y os vais a gozar de Dios? Bien veo que soy gran pecador y que no merezco seguiros, pero será razón que, ya que os he servido y acompañado en la vida y en la prisión, os acompañe en la muerte. Respondió el sancto Sasanda Miguel: “hijo, esto no está en nuestra mano sino en la de Dios. Sírvele tú con fidelidad y conserva la fe, que si con esto lo deseas, en tu oración él te lo dará”. Llegó a la prisión y, así como llegó quitaron a Itacura Lo‐ renzo y pusiéronlo en un calabozo, porque su padre se obligó 245

a hacerle retroceder. Pusiéronlos a todos ocho a caballo y lleváronlos por las ca‐ lles públicas con unas banderetas de papel cortado puestas en los caballos levantadas por sobre las cabezas, que es señal que ponen a los que llevan a matar, y los sacaron de la ciudad a un lugar que llaman Torico,468 que está entre el hospital de los lá‐ zaros y la ciudad, donde suelen justiciar los delincuentes, y adonde se habían juntado gran muchedumbre de gente que había acudido a ver este espectáculo, los cuales apartaron a bastonadas. Y hicieron ancha plaza, y fijando una asta en tie‐ rra, clavaron en ella en alto la sentencia, de modo que quedó patente a todos. Luego bajaron a los sanctos mártires de los caballos. Se pusieron todos de rodillas en tierra con grande alegría y espíritu, haciendo cada cual de sí a Dios voluntaria ofrenda y sacrificio con las palabras y muestras que más devo‐ ción tenía, cual en alta voz decían “en tus manos, señor, enco‐ miendo mi alma”. Y cual como verdadero cristiano que moría por la fe decía el credo, y cual levantando los ojos al cielo en oración los tenían fijos en él, contemplando, cual a gritos daba mil bendiciones y alabanzas a Dios que le hacía tanto bien. Desta manera estaban estos valerosos capitanes, disponién‐ dose con el último paso, esperando el agudo filo de la carnice‐ ra catana, a la cual extendiendo los cuellos, fueron con inhu‐ manidad cortados, y sus sanctos cuerpos hechos pedazos por los crueles verdugos que en vida los degollaban en el corazón. Las cabezas destos sanctos mártires pusieron clavadas en una tabla junto a la sentencia cuyo tenor es el que sigue: En japón469 Cono monondomo go fatoba somuqui padre no xuteini macari‐ nari sono vye cumingaxira uo tzucaimatzuri sono ainda cacunon gotocu nari xichiniguatz ichinichi. Estos hombres, porque han quebrantado el mandato de su 246

alteza y se han hecho de la ley de los padres, y sobre eso han sido cabezas de cofradías o juntas, son castigados desta mane‐ ra el primer día 7ª luna. Por espacio de siete días hicieron guardia a las santas cabe‐ zas de día y de noche, mas todas lo hubieron los cristianos, con la mayor parte de los cuerpos, y los sepultaron en lugar cómodo en el hospital de Asacusa. Y quedaban presos todavía Mibocu Juan y Gregorio, doxu‐ cu del padre, y Román, criado del sancto Sasanda Miguel, y otros con Itacura Lorenzo, de los cuales luego trataremos. Y es de saber que en un pueblo que está una legua de Yendo llamado Uxingome470 tuvo su residencia, después que Taicosama le quitó el reino, don Constantino, hijo de Fran‐ cisco, yacata que fue de Bungo.471 Y en este tiempo un su pa‐ riente, o por no ser cristiano, o por contemporizar con el rey, dio en perseguir los cristianos que había en aquel pueblo. Y hecha pesquisa de los que lo eran, hizo retroceder a muchos, y otros se salieron de su servicio, entre los cuales fue uno llama‐ do Marcos, cristiano de seis a siete años baptizado allá en Yendo, hombre muy buen cristiano de mucho fervor y espíri‐ tu y gran devoción, muy compuesto y grave en su persona, por cuya razón le solían llamar, como por gracia, el padre de Uxingome. Y realmente lo era, y padre espiritual de todos aquellos cristianos que, por su doctrina y ejemplo, y con sus sermones, los tenía a todos muy consolados. Y por su mano se han baptizado todos los más de aquel pueblo.472 Estando él pues, desterrado, enviáronle a decir de parte de su señor que bien se podía venir sin recelo de que le hiciesen mal. Oyó el recado de muy buena gana, por volver a ver a sus hijos que en el Señor había engendrado. Y con su venida se levantaron los cristianos y muchos caídos se levantaron, no solo de los recientes, sino de los antiguos. Y generalmente y 247

en particular vivían los cristianos de aquel pueblo como unos religiosos o como aquellos de la primitiva iglesia. Pues cuando subcedió esta persecución, como era uno de los que siempre habían acudido con sus limosnas a aquel hos‐ pital y a los pobres, y también a levantar la ermita, comenzóse a prevenir para lo que subcediese, y comenzó a salir a visitar y buscar los cristianos que tenía a su cuenta y eran de su cumi, animándolos, consolándolos y dándoles consejos de vida. An‐ dando en esto, llegó un yucume del bunguio a que a él y otros trece los prendiesen y tuviesen a buen recaudo hasta que avi‐ sasen de lo que habían de hacer. Y así se hizo, y de secreto co‐ menzaron a informarse de cuanto tiempo había que eran cris‐ tianos. Y como los del pueblo, con temor, dijesen que el año pasado habían todos tornado atrás, y que con la venida de aquel Marcos se habían vuelto a levantar, pusieron más rigor en su prisión, poniendo a cada uno en su casa, apartado con guardas, sin los dejar salir ni a la puerta de la calle. Pero allí estaban muy contentos, encomendándose a nuestro señor, muy de veras ocupados en rezar y en continua ocasión pidien‐ do a Dios su favor y gracia. El sábado siguiente al martirio del sancto Sasanda Miguel y sus compañeros, diecisiete de agosto, los envió a llamar el bunguio, y los llevaron a la cárcel pública, donde los amarra‐ ron y subieron a caballo y llevaron por las calles públicas como a los del día antes, donde oían grandes escarnios y afrentas de los gentiles y gente baja, de los cuales los sanctos no se afren‐ taban ni corrían, antes lo tenían por regalos que les hacían. Y iban por el camino y calles predicando, y otros a voces dicien‐ do que su muerte no por ser malhechores como lo eran otros que justiciaban en aquel lugar, que ellos que morían por ser cristianos y no querer dejar de serlo ni dejar la fe que tenían, que era adorar a un dios verdadero que crio el cielo y la tierra. Y que aunque deseaban vivir como ellos, que de muy buena 248

gana daban la vida por ganar otra mejor y más gloriosa. Otros, con los ojos en el cielo, decían cataxiqui non gozaru, “de más contento nos es morir que ser señores de un reino”.473 Otros rogaban a Dios por aquellos que los justiciaban. Llegados al lugar del martirio, los derribaron de los caba‐ llos, y con mucha ira los comenzaron a arrastrar por aquel campo, tirando de las cuerdas con que estaban amarrados, mientras otros apartaban la gente que se había juntado, que era mucha más que la del precedente día, la que había acudido no solo de Yendo, mas de toda su comarca a ver los que por ser cristianos morían con tanto placer. Plantaron la sentencia en una tabla escripta en tierra que decía así: Cono juniyonin monondomo no coyxem chistiam vonaasta men notoqui xueybo cayemoxi soro noyori ysazuuo itaxi angue matabxi tamni macrinay soroayonda cacunon jotocunari xichin guatz futz‐ ca.474 Quiere decir Estos catorce hombres, en la inquisición pasada que hubo contra cristianos, hicieron escritura que dejaban de serlo y la entregaron. Y porque después se volvieron a ser cristianos son castigados desta manera a los dos días de luna 7.ª. Así dice la sentencia, mas aunque había entre estos sanctos mártires algunos que, como flacos, habían el año pasado vuel‐ to atrás, no fueron todos sino los menos. Fijada la sentencia en tierra, los sanctos la estimaron y reverenciaron, porque decía que los mataban por haberse tornado a ser cristianos. Y puestos de rodillas delante della, repitiendo muchas veces el nombre dulce de Jesús María, extendieron con varonil y cris‐ tiano ánimo el cuello al cuchillo, que con brevedad a todos los cercenó. Cortadas las sanctas cabezas, luego las clavaron en una tabla en unas puyas de hierro y las fijaron a las espaldas de la sentencia, y los sanctos cuerpos fueron hechos migajas por 249

aquellos sayones carniceros. Algunos cristianos que se halla‐ ron presentes tomaron algunas reliquias, y los lázaros de Asa‐ cusa tomaron otras. Y en fin todas se recogieron, y luego las cabezas.

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CA PÍ TU LO 14. PRO SI GUE LA PER SE CU CIÓN CONT RA LOS CRIST IAN OS DE YENDO, EN CUYO PROG RES O SUBC ED EN MUC HAS COSAS NOT AB LES Desta manera se iba ordenando esta gallarda danza, que ya era de veinte y dos sanctos mártires, ocho el viernes y catorce el sábado, y el domingo señalaron otros veinte y tres para los entregar el bunguio a los ministros del Demonio cuando él mesmo, invidioso de tanto bien como enemigo del honra y gloria de Dios, movió al segundo gobernador para que acon‐ sejase al primero que sería mejor ir más despacio en aquel ne‐ gocio. Que llamase a los del machi y mandase con gran rigor que, o con tormentos, o con amenazas, o como mejor pudie‐ sen, hiciesen retroceder a los cristianos que estaban presos, y los que supiesen que lo eran. Porque si a todos los habían de matar, que era nunca acabar, fuerza de que había muchas mu‐ jeres y criaturas que lo eran. Pareciole bien, y mandaron venir su presencia todos los otonas, a quien rogaron, mandaron y pidieron con muy grande encarecimiento que pusiesen cuida‐ do en aquello, que convenía así para el bien común de la ciu‐ dad. Y para desengañar a Xogunsama, que hiciesen todas las diligencias posibles con los cristianos, aunque fuesen fingidas, para que retrocediesen, porque se acabasen aquellos trabajos. Los otonas oyeron, y de muy buena gana y de muy mejor lo pusieron en ejecución, porque los bellacos lo deseaban. Y con esto y con invenciones diabólicas, comenzaron a molestar a los cristianos y atormentarlos con tantos géneros de tormen‐ tos que no se puede explicar, a unos con unos y a otros con otros, y a veces a cada uno con todos, con que les hacían per‐ der la habla y sentidos.475 Y no para aquí la malicia, pero min‐ 251

tiendo los procuraba deshonrar, y les tomaba las manos por fuerza y ponía en ella la pluma, y hacían firmar que retroce‐ dían, y luego iban a los bunguios con las cédulas, diciendo que los habían vencido y con sus manos habían firmado. El padre de Itacura Lorenzo, llamado Socuan, como había prometido hacerle retroceder, fuese a la cárcel donde estaba, donde iba muchas veces a persuadir al hijo. Y como Itacura supiese la bellaquería que andaba, díjole a su padre en voz alta, que lo oyeron muchos: No me persuadan que deje de ser cristiano, que no lo he de hacer. Y adviertan y tengan por cosa cierta y averiguada que, con favor de Dios, de ninguna manera tengo de volver atrás. Y si alguno viese firma mía, no la crea, que no lo es, ni crea que yo dejé la fe si por mi propia boca y lengua no me la viere y oyere dejar. Y son grandes las esperanzas que se tienen deste buen con‐ fesor, porque ha dado grandes muestras de cristiano dejando padre, madre y hijos por no dejar la fe. Nuestro señor le dé su gracia para que persevere. Para proseguir esta historia y dar fin a este glorioso marti‐ rio, es de saber que en la ciudad de Yendo residía un tono principal llamado Furta Yamaxirondono, hijo de Olibet‐ dono,476 el cual había diversas veces oído las cosas de nuestra sancta fe y le era aficionado. Y no se hacía cristiano por no perder las tierras y andar pobre mendigando como lo andaban muchos hoy en Japón. Mas tenía muchos criados samuráis que lo eran, y él holgaba con eso y los persuadía a todos que lo fuesen. Y así todos los más lo eran, y dos otonas que tenía lo eran también, y gente devota, lo que era público. Y así fueron casi los primeros que acudieron a hacer la ermita de Asacusa con sus limosnas y ayudar a los pobres lázaros. Y por esta razón el sancto Sasanda Miguel, cuando comenzó esta perse‐ 252

cución, le envió a decir por un su otona que qué le parecía se hiciese en aquel caso, porque pedían la lista de los que habían dado limosna. Respondió que si no ponía en aquella lista al‐ gunos de sus criados y después se denunciase dellos por otra vía, que sería muy peor para todos. Y así, que pusiese seis de‐ llos. Y díjole al otona que echase suertes entre los mejores cristianos y a los que les cupiese la suerte, pusiesen en la lista. Echáronse y cayoles a los mejores, mas no asentaron que a cinco. Luego que los bunguios vieron la lista avisaron a Ya‐ maxirondono que los tuviese a buen recaudo. Él al principio estaba favorable, y persuadíales que no dejasen la fe y que mu‐ riesen por Dios antes que dejarla, pero los infernales bun‐ guios, que debieron de tener aviso desto, enviáronle a decir que hiciese en todo caso retroceder aquellos sus soldados, por‐ que si Uyesama sabía que se servía de cristianos, después de haber el año pasado mandado lo contrario, que corría riesgo su jinxo477 o renta. Atemorizose de tal modo el Yamaxiro‐ dono, que como un león se volvió contra los suyos, persua‐ diéndoles que retrocediesen. Y los prendió y particularmente apretó con algunos, y les hizo dar cédulas por fuerza de cómo retrocedían, y otras hizo él de su mano y las envió a los bun‐ guios. A uno de los que retrocedieron, que era de los princi‐ pales, quiso hacer en un banquete para con aquella honra decir a los demás que retrocediesen, y así lo hizo. Era casado este samurái con una mujer cristiana llamada María, natural de Fuxime y hija de padres cristianos la que, sabiendo lo que pasaba, olvidando su autoridad se fue luego a casa de Yamaxirondono, que actualmente estaba en el furu‐ may.478 Y entrando dentro del zaxiqui, con ánimo varonil se puso junto a su marido y con grande amargura y lágrimas le dijo: ¡Ay de mí, desventurada mujer, que entendiendo que sería 253

tenida por mujer de un mártir, me hallo que lo soy de un de‐ monio! ¿Y quien así te engañó, desventurado, que has trocado la vida eterna por esta miserable, y la obligación que tienes a tu criador has antepuesto a la de tu señor temporal? ¿Debes, por ventura, más a Yamaxirondono que a Dios, de quien has recibido tan grandes bienes, o piensas que porque agora esca‐ pas de la muerte que has de escapar del juicio y manos de Dios, y del castigo tan grande que has de haber por haberle dejado? Despertó el marido a los gritos de la mujer como el tierno y recién nacido león a los de la madre, y la voz della le fue lo que la del gallo a san Pedro. Y luego, tocado de Dios y arre‐ pentido, respondió: “pues qué tengo que hacer, que tiene el tono una cédula firmada de mi nombre”. “No importa”, repli‐ có ella, “que un papa hubo que cayó y adoró los fotoques, pero después se arrepintió y vino a ser mártir. Hazlo tú así y serás dichoso”. Oyendo él las razones de la mujer heroica, acabó de volver en sí y determinarse. Y, levantándose de donde estaba, se puso más cerca de su señor y le dijo: Ya ves lo que pasa. Vuélveme mi firma, que yo estoy deter‐ minado de tomar el buen consejo de mi mujer, y dejarte a ti antes que a Dios. Y si no me la das, me tengo de ir a los bun‐ guios y les he de decir cómo esa firma me la tomaste por fuer‐ za. Como es verdad, porque yo soy cristiano. Quedó el tono atónito y confuso de oír lo que pasaba. Y por una parte se enternecía viendo el acto de la valerosa mujer, y por otra, temiendo de lo que el marido le dijera de irse a los bunguios y lo que ellos le habían enviado a decir, es‐ taba perplejo, no sabiendo determinarse en este caso. Y en fin, indignado contra la varonil María, la hizo echar con violen‐ cias de delante de sí y del marido, diciendo que había sido muy descortés. Mas ella, con mucho ánimo, dijo cuando la 254

llevaban: Hágame el tono cuanto mal quisiere, pero mire quel día del juicio le ha de pedir Dios cuenta desto que hace agora, y que se han de trocar las suertes a mí en bien y a él en mal. Ella se fue y su marido, perseverando en su propósito, con mucha instancia pedía su cédula, la cual el tono le dio y él, en su presencia y de todos, la hizo pedazos y sin hablar palabra se fue a la cárcel, donde estaban otros muy contentos. Llamábase este venturoso varón Quionda Simón.479 No estoy certificado si es este uno delos cristianos quel dicho Yamaxirondono martirizó, aunque lo tengo por cosa cierta respecto de entrarse en la prisión y no tratar de que lo soltasen de aquellas cédulas que hizo. Yamaxirondono envió a los bunguios supieron dos samu‐ ráis llamados el uno Gofeoye Gregorio, baptizado por el padre fray Luis Sotelo y el otro Mangobioye Paulo.480 Fué‐ ronse estos al tono y dijéronle que habían sabido aquello que había hecho, lo que no era razón, porque ellos eran cristianos y no habían dado tales cédulas ni pasaban por tal, por lo cual le avisaban que se habían de ir a los bunguios y decirles cómo aquellas cédulas y firmas eran falsas, y ellos verdaderos cristia‐ nos como de antes, y por ello estaban dispuestos a perder las vidas. Que en otras cosas tenían obligación a le obedecer, mas en las del alma que no había que tratar, que por cuanto habían no la querían perder. Él les propuso persuadir con razones para que pasasen por lo hecho, pues no era más de por librarse él del mal que le podía venir si Uyesama supiese que se servía de cristianos, que ley era de Dios respectar y obedecer los criados a sus amos, y no le procurasen mal ellos. Ellos respon‐ dieron que el primer mandato de Dios era amarle a él sobre todas las cosas, y que cumplido este, tenían lugar los demás, pero no destruyéndole como le destruirían si tuviesen más 255

amor a su amo que a Dios. Viendo que no aprovechaban razones con ellos, los mandó prender en un aposento y echarles fondaxis a los pies y poner guardas. Y recelando no hiciesen lo que le habían dicho, ganó por la mano y avisó a los bunguios que de los cinco criados suyos se habían arrepentido los dos y vuelto cristianos como de antes. Que viesen lo que dellos se había de hacer. Respon‐ diéronle que los tuviesen a buen recado hasta que le avisasen.

14.1. DE LA GLO RIO SA MUER TE DEL SANC TO MI BO CU JUAN Y SUS COMP AÑ ER OS En esta ocasión los del machi fueron a preguntar a los bun‐ guios qué habían de hacer de Mibocu Juan y de Gregorio, que estaban presos y les era muy molesto estar los guardando de día y de noche. Respondiéronles que los hiciesen retroceder, porque Xogunsama mandaba los dejasen libres, aunque fuese estando para los matar, si dejasen de ser cristianos. Replicaron ellos que eso era por demás y cosa imposible, porque antes procuraban persuadirlos a ellos todos que fuesen también cris‐ tianos, y que de día y de noche no hacían más que predicar a las guardas y a cuantos iban y venían. “Aunque así sea”, dije‐ ron los bunguios, tornadlos a persuadir. Y si no pudiéredes hacer nada, por lo menos le decid esta gracia que usa con ellos Xogunsama”. Fueron los de machi con esta embajada, y Mibocu les dijo que para responderles era necesario que le oyesen primero todo lo que él tenía que les decir. Respondieron que sí oirían. Empezó entonces él muy de propósito a predicarles desha‐ ciendo las cosas del Buppo y las sectas de Japón, tratando de las cosas de Dios y de nuestra sancta fe con grande eficacia de razones y fervor de espíritu, y al fin trató del castigo con que 256

Dios eternalmente castigará a los que no le adoran y obede‐ cen, y del galardón y premio con que honrará a los que le aman y sirven, particularmente a los que por defender su honra y su sancta ley padescen trabajos y persecuciones en esta vida, y la perdieren en servicio. Y remató diciendo: A vosotros pongo agora, jueces desta casa, para que veáis si siendo esto que os he dicho verdad, como lo es, más clara que la luz del sol. Y estando nosotros agora en víspera de recibir por estos pequeños trabajos descanso y contentos infinitos, y en lugar desta vida corta y incierta, que aunque agora no la perdamos, es fuerza que se acabe una vida eterna dichosa y llena de toda felicidad y alegría. Y habiendo recibido de Dios tantas mercedes, esperando agora otras mucho mayores y el colmo dellas, si será justo volverle la espalda, y estándonos él llamando abiertas las puertas del paraíso, dejarle y entrarnos en el infierno. Mejor será que juntándoos con nosotros vamos todos juntos a gozar de tanto bien en tan buena ocasión, como agora Dios nos ofrece por su misericordia. Pues no sa‐ béis si se os ofrecerá otra en que tan barato y con tan poco trabajo gocéis del cielo casi de balde. Visto esta, los del machi unos dellos se admiraron y otros se indignaron grandemente, mas otros decían que tenía razón y que eran bienaventurados, y otros confusos desearon y desean ser cristianos. Y en particular un japón llamado Chobioye se resolvió de lo ser, y venirse a tierra de cristianos y serlo. Y siendo hasta allí uno de los perseguidores y ministros del bun‐ guio, de allí adelante fue el que acudió al padre fray Luis So‐ telo en sus necesidades hasta que se fue a embarcar para Mé‐ xico.481 Con esta respuesta volvieron los de la calle a los bun‐ guios que, oyendo el caso, dijo uno dellos llamado a Cambio‐ yendono:482 “para certificarnos deso, andad y traed un escripto de su mano y firmado de su nombre de si quieren retroceder o 257

no”. Fuéronselo a decir a Mibocu Juan y él, tomando papel y tinta, escribió: Nuestro señor Dios, que crio cielo y tierra y todas las demás cosas, que gobierna y provee las deste mundo, y las eternas y tocantes a la salvación, para salvar a todoslos hom‐ bres nació de una señora siempre virgen. Verdadero salvador Jesucristo, por redimir nuestros pecados se puso en un cruz. Por amor deste señor, aunque nos den vuestras mercedes muy cruel y terrible muerte, agora ni nunca jamás retrocederemos. En testimonio desto damos este rescripto en los trece días de la luna 7ª. Mibocu Juan, Gregorio. A los dos señores gober‐ nadores de los machis. Esto fue a los trece del xichinguatz,483 que fue día del glo‐ rioso S. Agustín, veintiocho de agosto. Y escribe el padre fray Luis Sotelo, en una carta que yo vi, enviada al obispo don Luis de Cerqueira, de dónde es todo esto. Que como oyó decir que pedían el dicho papel al buen Mibocu Juan, que se fue a él y le dijo: “¿qué es esto, Juan, hacéis escriptura para el cielo, o por ventura os queréis quedar otro poco en este mundo?”. “Ya está hecho”, respondió él. “¿Y qué es lo que contiene?” dijo el padre. Y leyéndolo, dice que no pudo con‐ tentar las lágrimas del consuelo que recibió, y alegría en ver lo que vía considerando cuán llena estaba aquella alma de la gra‐ cia del señor, y a los dos tan contentos y alegres, que parecía que ya estaban transmutados en otros nuevos hombres. Pidiole el padre a Mibocu que le diese un traslado de aquel rescripto firmado de entrambos, lo que él rehusó con humil‐ dad. Pero apretándole el padre sobre ello, se le dio, y el padre lo guardó, dice que para su consuelo y ejemplo de los cristia‐ nos. Tornaron los del machi el rescripto y lleváronlo a los bunguios, y visto, dijo Fioxinnondono,484 uno dellos: “estos sí son verdaderos cristianos, y a estos más bien les está el morir 258

que vivir”. Aquel día había junta o consejo de los ancianos del pueblo que llaman qunji485 adonde fueron los dichos bunguios y presentaron los rescriptos, y ese día a las dos de la tarde salió decretado del dicho consejo que los prendiesen en la cárcel pública, lo que sabiendo ellos luego rompieron los fondaxis y se fueron donde el padre estaba, y oyeron vísperas y completas con mucha devoción. Y rezando la estación del cordón, co‐ mieron un bocado, y el padre les dio el sacantzuqui al modo de Japón por despedida. Y luego Mibocu Juan delante de muchos gentiles y algunos cristianos, postrándose delante del padre con mucha humil‐ dad, pidió perdón del mal ejemplo que había dado y de las veces que había salido de la tera diciendo que él haber llegado a aquel estado de perder la vida por Dios era pura misericor‐ dia suya, que usaba con él para salvar su alma, en cuya corres‐ pondencia quisiera tener mil vidas para ofrecérselas todas por su amor. Pero pues no tenía sino una, no tenía por servicio el lo ofrecerla, sino solo por penitencia de sus pecados, y que de cualquier suerte daba muchas gracias a nuestro señor, y junta‐ mente a quien por su amor le había enseñado las cosas de la fe. Consolose mucho el padre oyendo estas tan humildes cuanto devotas palabras, y animole a padescer aquella muerte de que tanto bien se le había de seguir. El dicho Gregorio en este tiempo, como un manso cordero, no hacía sino reír y ala‐ bar a Dios con una alegría del cielo. En fin, dando las manos a los verdugos, los ataron y llevaron a la cárcel. Por todo el ca‐ mino fue Mibocu Juan predicando a grandes voces la cegue‐ dad en que todos están metidos, adorando a hombres muer‐ tos, no conociendo el verdadero Dios, criador y salvador, y vi‐ viendo tan descuidados de los tormentos eternos que les están preparados. 259

Era aquel día entre los gentiles el primero del Bon, día de mucha devoción y de sus finados, y en que sus sacerdotes les hacen creer que corriendo teras y dando limosna ganan un ju‐ bileo muy grande. Esta mesma fiesta celebran los cristianos,486 diciendo ellos que en memoria de la esperanza que tienen de que han de resucitar. Y a esta ocasión andaban muchos bon‐ zos por las calles, y encontraron con una copia dellos junto a una puente que llevaban un fotoque en procesión. Parose delante dellos y hízolos parar, y con un celo héroe, hizo un breve razonamiento delante de gran multitud de gente que se juntó y iba con todos, alegando autoridades del Buppo con que se condenaba aquello mesmo que hacían, di‐ ciéndoles que para qué engañaban el pueblo enseñando lo que no saben, que mejor les estuviera aprender oficio y sustentar la vida por otro modo, y no por aquel que era tan dañoso para ellos y para otros. Viendo los verdugos que se detenía, tiraron dél y él, volviéndose a los que lo llevaban les dijo: Yo no voy atado a morir por delictos que haya cometido, sino solo por ser cristiano y por persuadir a otros que lo sean. Y pues muero en esta demanda, dejadme gozar un poco de la ocasión, pues a la última en que poder hacer mi oficio. Y volviendo a tratar de los camis y fotoques, llegose al que llevaban los bonzos, y escupiole en los hocicos. Y dijo a sus compañeros que hiciesen lo mesmo, que pues les había mos‐ trado claramente ser todo aquello uso del Demonio para en‐ gañar sus almas y llevarlas a padescer los tormentos que él pa‐ descía. Cosa fue espantosa que ni los bonzos ni persona algu‐ na de aquella multitud que lo vio le dijo mala palabra ni le ri‐ ñeron por ello, mas espantados todos y enmudecidos, oían con gran atención lo que les decía. Hasta que los sayones, que no sé cómo esperaron tanto, si Dios no lo permitiera, porque es gentecilla diabólica, tiraron dél y le llevaron adelante, no 260

dejando él de predicar. Llegados a la cárcel del bunguio, menores tenientes de los dos que son nombrados, que estaban esperando, sabiendo que se habían detenido tanto por haber predicado, mandaron a los presos que los maltratasen, lo que ellos hicieron de buena gana. Quitáronles al entrar las cruces y rosarios que llevaban al cuello, y juntándose allá dentro todos los mantearon, levan‐ tándolos en alto y dejándolos caer en el suelo. Y haciéndoles otras injurias y vejaciones los pusieron en las secretas, en el peor lugar que había allí. Hallaron a Itacura Lorenzo, que es‐ taba muy afligido por haber seis días que le habían quitado el agua sin le querer dar una sola gota, porque no hacía de día ni de noche sino predicar y persuadir a los presos y a cuantos iban a la cárcel. Y quiso nuestro señor que no fuesen sus trabajos en balde, porque entre los que habían oído sus sermones, uno fue toca‐ do eficazmente de la gracia del Espíritu Sancto y, con la veni‐ da de Mibocu Juan, acabó de oír los sermones y le baptizó. Y juntamente predicaba a todos, de los cuales algunos que no gustaban de oírle le acusaron al alcaide, que les dijo que le aporreasen hasta que no pudiese hablar. Ellos lo hicieron una vez, mas después, viendo su paciencia y alegría, y las razones tan vivas y encendidas que les decía, le cobraron mucho res‐ pecto y oían de buena gana lo que les decía. Visto esto por el alcaide, fuelo a decir a los bunguios, los cuales a los veinte y dos del dicho xichinguatz, enviaron a decir a Yamaxirondono que enviase sus dos samuráis a la cár‐ cel y él los envió, y fue en seis de setiembre, viernes este día, en el yobanaxi487 o qunji sacaron los bunguios el rescripto de Mibocu y Gregorio y le mostraron al xogun que estaba allí, el cual lo hizo leer dos o tres veces y dijo “estos, murini“488 (que es “sin necesidad). “Quieren morir, mátenlos”. 261

Parece que en alguna manera le cumplió Dios sus deseos al sancto Mibocu, el cual dice el padre Sotelo diversas veces había dicho que tenía lástima del príncipe y deseaba oyese las cosas de Dios. Pues oyó lo substancial, y lo que bastara para que abriese los ojos en oír lo que contenía el escripto. Dijé‐ ronle los bunguios cómo los dos Mibocu y Lorenzo habían predicado en la cárcel. Dijo que todos los que se tuviesen por cristianos en ella los matasen también. Dijéronle el senti‐ miento que Jocuan hacía por su hijo Itacura, por ser solo que le perdonase. Respondió que le perdonaba si retrocediese. Con este mandato, luego el sábado siguiente a medio día, víspera de la natividad de la virgen nuestra señora, fueron a la cárcel para ejecutarlo los ministros de justicia, de donde saca‐ ron a los cuatro. Conviene saber: Mibocu Juan, Gregorio y los dos samuráis de Yamaxirondono. Y en voz alta dijeron: “todos los que se tuviesen por cristianos salgan agora”. Salió entonces el recién baptizado por Mibocu Juan. Dijo: “yo soy cristiano”. Y aunque había otros, no salió más que él. Luego los amarra‐ ron, y llamando a Itacura Laurencio le dijeron: “Xogunsama ha sabido que habéis retrocedido, y os hace merced de la vida, pero queremos lo oír de vuestra boca”. El respondió que no solo no había hecho tal cosa ni la imaginaba hacer, pero que estuviesen muy ciertos de que aunque Xogunsama matase o desterrase cuantos padres y cristianos en Japón, si él solo que‐ daba con vida, mientras le durase y pudiese menear la lengua no había de hacer otra cosa que predicar la ley de Dios y pro‐ curar hacer a todo el Japón cristiano, si pudiese. Oído esto le volvieron a poner en la cárcel, maltratándole. Pusieron a caballo a Mibocu Juan, Doxucu Gregorio, Go‐ feoye Gregorio, y a Mangobioye Paulo, y al bienaventurado que se baptizó en la cárcel y lleváronlos camino del Torico. Y Mibocu Juan animó a los demás, y con gran alegría desde la cárcel fue predicando hasta salir de la ciudad. Y allí, cerrando 262

los ojos y levantando el rostro al cielo, iba como fuera de sí. Y en callando que él calló, comenzó a predicar Mangobioye Paulo con grande espíritu, de suerte que los gentiles se admi‐ raban de oírle. Los demás iban rezando, y así llegaron al puer‐ to donde padescieron los demás, adonde los verdugos, con gran crueldad, los derrocaron de los caballos y ellos, con mucha humildad, se pusieron de rodillas con gran devoción. Y levantando los rostros y ojos al cielo fueron degollados, y sus sanctos cuerpos hechos pedazos con grande inhumanidad, los cuales los cristianos recogieron después y enterraron allí. Junto las cabezas pusieron en una tabla clavadas con su sen‐ tencia delante, y en el fin una de un gentil que mataron por ladrón, a la cual luego los cuervos sacaron los ojos. Y escribe el dicho padre fray Luis Sotelo que hasta enton‐ ces no habían llegado a ningún de los sanctos mártires los cuervos, y su carta es de veinte y tres de setiembre, de modo que había diez y siete días, y dice que no está poco admirado deste caso toda aquella gentilidad, y que acudió mucha multi‐ tud de gente a ver aquel espectáculo, y todos quedaron admi‐ rados en ver el alegría y contento con que los gloriosos sanctos iban a padescer y murieron. Sea el señor loado, porque hasta en los oídos del rey príncipe y sus jueces ha caído, y está hoy notando el modo en que todas estas cosas han subcedido. La sentencia es la siguiente: “estos hombres, por ser de la ley de los padres y por no querer mudarse della o dejarla, son castigados en la forma presente a los 23 de la 7ª luna“. Quedan agora presos Itacura Lorenzo y Román, un criado de Sasanda Miguel que no se sabe hasta hoy, catorce de di‐ ciembre deste año de seiscientos y trece, lo que ha sido de‐ llos.489 Este fue el martirio destos gloriosos veinte y siete sanctos mártires que con tanto fervor dieron sus vidas por la fe de 263

nuestro señor, que ha sido servido de regar esta viña con su sangre, cosa de que tenía mucha necesidad, porque sin ella no se pueden arraigar las raíces ni echar hermosos pámpanos y pimpollos.

14.2. DÍ CE SE QUIÉN FUE EL SANC TO MÁR TIR VEN TU RA, SU CONV ERS IÓN Y MART IR IO En este lugar, aunque subcedió primero, pues fue el año pasado de seiscientos y doce, quiero poner otro sancto mártir que padesció en un lugar que está yendo de Meaco para Yendo, cuya conversión fue notable, y su fin glorioso y de ventura, como él se llamaba. Para lo cual es de saber que este año de seiscientos y trece hizo tres años que vino a la ciudad de Meaco un caballero o tono criado del emperador llamado Onabia Jubiondono,490 adonde enfermó de una grande enfer‐ medad. Y acertó a se encontrar con él un hermano religioso de san Francisco llamado fray Nicolás, que entiende mucho de medicina, y así curaba en el hospital que los dichos religio‐ sos allí tenían, adonde acudían a curarse muchos japones.491 Curó pues el dicho hermano a este tono, y sanole mediante Dios, y juntamente con le sanar el cuerpo le curó el alma, por‐ que por medio de un predicador que siempre consigo llevaba de propósito cuando le iba visitar, le dio a entender las cosas de nuestra sancta fe. Aquel tono se aficionó, y finalmente se baptizó y hizo cristiano, y con él algunos criados suyos, y en particular un su mayordomo privado suyo quien él se fiaba mucho. Baptizolos el padre fray Luis Gómez, y puso al tono por nombre Francisco y a su mayordomo Ventura. Estuvieron después de esto algunos meses en Meaco, y acudían a la iglesia con mucho fervor y devoción, y daban sus limosnas a los padres, y acudían ayudar a lo que era necesario 264

de la fábrica de la iglesia. Volviose el tono a su casa muy con‐ tento, y a persuasión suya se baptizó su mujer con dos hijos que tenía. Y en muestras de que ya no eran del gremio de los gentiles, hizo cerrar una ermita que tenía de cerca de su casa, porque no fuesen los del pueblo más allá como iban adorar los fotoques que estaban allí, de manera que en la casa que solía ser venerada de los camis y fotoques todos eran ya, o los más, cristianos, y andaban con sus rosarios al cuello y adoraban al verdadero Dios. Volvió el virtuoso caballero a enfermar de ahí a poco más de un año y murió con grandes muestras de cristiano, porque diciendo su padre que estaba presente cuando estaba para ex‐ pirar, qué le dejaba encomendado que hiciese por él, respon‐ dió: Lo que más pena me da es lo poco que he servido a Dios. Y lo que pido y quiero es que me entierren conforme los usan los cristianos, y me haga el entierro mi criado Ventura, que sabe mi corazón. Y a él dejo por mi albacea y tutor de mi alma y de mis hijos. Murió, y cumpliose su última voluntad y entierro por Ven‐ tura, como se lo había encomendado su señor. Y para cumplir lo demás que había ordenado en su testamento, que fue dos mandas, una para la iglesia de san Francisco, y otra para una mujer en quien tuviera dos hijos que estaba en Meaco, la cual de todo punto dejó cuando se baptizó. Mas por tener en ella los dichos dos hijos, les dejó una manda con que pudiesen todos vivir moderadamente. A cumplir pues estas mandas vino el buen Ventura a Meaco como cuidadoso albacea y acordándose de su señor, mostrando el amor que le había tenido en vida, y siéndole verdadero amigo. Mientras el sancto Ventura andaba en esto, en Meaco subcedió la persecución que hemos tratado. Y luego 265

al principio, a instancia y petición de su padre, cayó la mujer del buen Francisco y con ella sus hijos, y luego los labradores abrieron la sobredicha ermita y tornaron a sus ídolos. Pues como Ventura volviese de Meaco y supo lo que pasaba y como habían abierto la ermita, sintiolo mucho. Y con mucha tristeza y con libertad cristiana se fue a su señora y la reprehendió ásperamente, diciendo que aquel no era hecho de mujer de samurái haber dejado así tan fácilmente la fe que su marido tanto le había encomendado. Y que si era verdad que había retrocedido, que las reliquias y cruces que su señor le había dejado que no estaban bien en su poder, que se las diese para los dos niños sus hijos, pues aquella era la voluntad de su padre. No le supo bien esto a la señora y luego comenzó a querer mudar plática, y con caricias que le hizo entonces y después, le quiso aplacar y traer a su parecer. Diole el sacantzuqui por favor y hízole otros regalos, porque le había menester, que era el gobierno de su casa. Pero el sancto varón más cuidado le daba la honra de Dios, porque no quedaba en aquella casa ya quien volviese por ella. Y así, con muchos ánimos y valor y celo de buen cristiano se fue a la ermita, y dando con los ído‐ los en el suelo, la derribó y amenazó a los labradores que la habían abierto y aderezado, diciendo que en alguna cosa le habían de pagar aquello adelante. Y que entendiesen que no había de ser con ellos como hasta allí, que ya conocía cuán malos y ingratos eran, pues tan mal pagaban las buenas obras que de su señor y dél habían recibido. Los labradores, que comúnmente en Japón son ruin gente (trato estos que cavan y aran), fuéronse a su señora, en quien ya habían conocido favor y odio contra el buen Ventura, y di‐ jéronle muchas cosas contra él, y que era un mal hombre so‐ berbio que los maltrataba y hacía muchas molestias. Mas que 266

eso no era tanto como lo que había hecho, en derribar la er‐ mita y dar con los fotoques por el suelo y hollarlos con los pies. Que no sabían cómo de semejante hombre podía ella fiar su hacienda y hijos, los cuales si él estaba en casa irían más malogrados que su padre, que tan mozo había muerto por castigo que los camis habían hecho en él, por estar enojados a causa de haberse hecho cristiano. La señora, como mujer flaca y moza, y que no debía de tener tanto valor como otras que hay en este reino, y tenía al lado una madre grande idólatra y que estaba ya no muy bien con él, mandó a llamar a su padre, que era poco devoto de cristianos. Y él, que había hecho retroceder a todos, quejose a él muy en forma de su mayordomo Ventura, diciendo que a ella y a sus criados maltrataba y amenazaba. Y contole todo lo susodicho y otras cosas más por que él se indignó mucho. Andaba Ventura como cristiano y que se preciaba dello con su rosario al cuello, para ser conocido por tal. Ya este suegro de su señor le había antes desto enviado a decir que no lo tra‐ jese más. Él dijo a quien le trajo el recado: Andad, que mi señor no debe de hablar conmigo, que yo no soy cristiano de burlas, que ni tengo de volver atrás ni de dejar estas insignias. Que yo soy cristiano desde el tiempo de mi señor, y la fe que recibí con él no la he de dejar, aunque deje la vida en todas sus acciones. Tuvo este sancto este fervor y valor y muy grande espíritu. Queríale el suegro de su señor bien, porque lo merecía el amor que tuvo en vida a su yerno, pero como la hija492 dio en cruel y le pidió venganza dél, húbola que contentar. Y así le envió a llamar, y venido a su presencia le pidió la catana, la cual él entregó luego a dos criados del viejo maldito, que mandó luego prenderle en un aposento con un fondaxi a los pies. Y así estuvo más de quince días, porque pretendía apla‐ 267

car la hija, que se estaba con su tema. Preso que fue el sancto Ventura, que barruntó luego en lo que aquello había de parar, se comenzó a preparar. Y porque allí no tenía imagen, hizo una cruz pequeña de madera ante la cual se puso de rodillas con mucha devoción, orando de día y de noche. Y aunque su ama le había dejado, su señor faltado, retirádosele los amigos, no le faltó Dios, pues en la prisión le daba tanta gracia, que sin tener persona humana que le acon‐ sejase ni amonestase, tanto cuidado tenía de se encomendar a él como a quien solo tenía de su parte. Pero la señora su ama, que le debía detener por obstáculo, no llevaba bien que dilatasen tanto el castigo que deseaba se volviese en el inocente. Y así envió a decir a su padre que si no le castigaba y acababa con él, que se lo había de enviar a decir a Uyesama. Temió el padre, y díjole que quería que hiciese dél. “Si dejare la fe”, dijo “¿perdonarle he?”. Respondieron madre y hija que sí, que si dejase la fe de los cristianos, que luego le soltasen. Enviole luego un recado el viejo diciendo que porque le quería bien le había detenido aquellos días en la prisión, y que con este mesmo amor le aconsejaba lo que le importaba hacer, que en todo caso él había de morir o dejar la fe de cristiano que tenía. Este fue el punto más substancial de la gloria y corona deste mártir. Oyó el recado, y con el fervor del cielo y consue‐ lo que al pie de la cruz tenía, respondió muy sereno y sin tur‐ bación alguna que en todo lo que le mandaste le obedecería y serviría como a su señor, porque a él y a su casa se le tenía desde niño. Pero en lo que tocaba a su salvación, que en nin‐ guna manera le obedecería, ni por ningún caso dejaría la fe que profesaba. Y que hiciese lo que por bien tuviese, que más la quería que la vida. Sacáronle luego de la cárcel con los grillos a los pies y ata‐ 268

das las manos atrás como malhechor. Y pusiéronle en un no‐ rimono para llevarle al lugar donde lo habían de degollar, que estaba apartado fuera del lugar. Pero en saliendo fuera, rogó a los que le llevaban que lo dejasen ir a pie, que ya que iba a morir quería ir por sus pies. Salió del norimono y comenzó a caminar con mucho aliento, y tan apriesa que se admiraron todos de lo ver. Y llegándose a él vieron que de los tobillos y gargantas de los pies le corría mucha sangre y se degollaba. Tuvieron dél tanta compasión que le hicieron entrar en la li‐ tera. Llegado que fue al lugar adonde había de morir, lo primero que hizo fue pedir a los que le llevaron que, por ser la postrera que les pediría, y por haber sido compañeros, le concediese en una cosa que sería muy gran merced para él, que era que le enterrasen como a cristiano, pues lo era, y no le despedazasen, contentándose con le cortar la cabeza, y que le enterrasen ca‐ beza y cuerpo todo junto. Ellos se lo concedieron y prometie‐ ron, y el sancto se lo agradeció. Y luego, con rostro muy se‐ reno, dijo a un su hermano menor que allí estaba “aquí a esta parte harás mi sepultura honda y pornás para aquella parte la cabeza y allí los pies desta y desta manera”. Luego le dijo que le hincase un palo allí delante en el suelo, y hincado que fue. Dijo que le quitaste del cuello la cruz que había hecho en la prisión y la colgase allí. Colgola el hermano, y luego el sancto se puso de rodillas ante ella y hizo devota oración por un es‐ pacio. Luego pidió una imagen de un Cristo crucificado pin‐ tado en un papel que de su casa le habían traído. Entonces su hermano pidió que se la llegasen a la boca, que con las manos no la podía tomar, por tenerlas atadas atrás. Besole muchas veces y luego le asió de los pies con los labios, y así colgado de la boca se quedó en oración, encomendando en manos de aquel señor el alma, que él le tenía en su boca de los pies. Y cuando le pareció que ya era tiempo y que se enfadarían 269

de le esperar con este devoto espectáculo de tener a Dios con la boca de los pies, se preparó hasta la hora del padescer. Y entonces bajó un poco el cuello y el verdugo, que estaba a las espaldas, bajo la afilada catana, y de un golpe se le cortó, y la cabeza cayó en el suelo diciendo “Jesús”. Y entonces soltó la imagen y expiró, dejándola salpicada de su sangre, con que pagó la suya con nuevo modo al Señor, porque el Señor vertió la sangre por él y él la vertió en Él, por el que le dejó ensan‐ grentado, llevando esta ventaja a los demás sanctos y mártires, que ellos se acogen a las manos de Dios, y el Señor dice que están en sus manos y que no los soltará. Pero este glorioso mártir tiene a Dios en su boca, y tan por el pie, que no le sol‐ tará si no es soltando la cabeza. Entonces le soltó, y dejó el alma con tan buen dejo como es el dulcísimo nombre de Jesús, que muy claro pronunció sin tener a la cabecera quien cuando expiró le dijese a voces: “hermano, decir Jesús”, pues no se lo diría el suyo, que era gentil, pero diríaselo Dios, que hablaba en él. Él le quiso dar tal dejo que bastaba para endul‐ zar cualquier sinsabor.493 Nótese las maravillas de Dios y las mercedes que nos hace de que veamos en estos tiempos estas en que hay tanto que considerar, pues no paran aquí, porque aún falta mucho por decir. Y nos quedan otros famosos sanctos mártires de que tratar, que padescieron en esta ciudad de Arima en octubre, como luego diré. Los nombres destos gloriosos mártires son los siguientes, y del primero pornemos a Ventura, pues pades‐ ció primero que todos.494 1. Ventura 9 ✓ Apolinario ✓ Sasanda Miguel ✓ Fachiquan Joaquín 270

✓ Monjeno Juan ✓ Candano Tomé ✓ Cajame Lucas ✓ Vicente ✓ Yayefeoye Antonio ✓ León 14 ✓ Marcos Quisayemon ✓ Ficosayemon Simón ✓ Fuanzambro Antonio ✓ Jobizo Jacobe ✓ Sacunay León ✓ Toxuto Juan ✓ Cusque Marcos ✓ Guenzaymon Joaquín ✓ Yanzo Miguel ✓ Xingoro Matías ✓ Sosuque Damián ✓ Yoxiro Diego ✓ Guenay Joaquín ✓ Goyemon Tomé 5 ✓ Mibocu Juan ✓ Doximba Gregorio ✓ Mangobeoye Paulo ✓ Gofeoye Gregorio ✓ Y el gentil baptizado en la cárcel Acerca de Itacura Lorenzo, que quedaba en la cárcel preso, es de saber que en once deste mes de marzo de seiscientos y catorce llegó una carta del padre fray Pedro Baptista, que en Yendo está oculto, en que da cuenta cómo está preso todavía, perseverando en su buen propósito de no dejar la fe católica, 271

por muchas persuasiones y ruegos y trabajos que ha tenido. Y dice el susodicho padre que muchos de aquellos presos que sacan para justiciar mueren pronunciando los dulces nombres de Jesús María, por lo que entienden que el dicho Laurencio les predica y los baptiza allí en la cárcel. La mujer deste buen confesor parece muchos trabajos y necesidades, porque tiene dos niños que criar y sustentar, y está desamparada de los sue‐ gros, que a ella ni a su hijo Itacura no les quieren ver. Román, el criado de Sasanda Miguel, cansado de le persua‐ dir, lo soltaron, y está hecho esclavo sirviendo como tal, y lo mesmo están las mujeres de aquellos sanctos mártires, las que son mozas que las ancianas. Después de las robar, las echaron de sus casas, y andan mendigando. De aquella valerosa Julia, desterrada por ser cristiana, solo diré cuatro palabras: está todavía en aquella isla yerma y mise‐ rable, habitada de algunos pocos de pescadores, tan pobres que perecen. Allí echaron a la que había sido tan regalada cuanto gallarda, y tan gallarda, que daba autoridad a aquel pa‐ lacio real y corte del rey de Japón, donde no falta bizarría. No llevó consigo aquellos bizarros quimones que usaba en pala‐ cio, como quien consideraba que no los había menester para el yermo donde iba. Y así, antes de embarcar los dejó entre los pobres, de quién era muy conocida, y ella los conocía bien. Llevó solo una moza consigo, y esa acertó a ir preñada, y parió en la isla adonde no tenía Julia otro servicio. Y así, por‐ que hiciese alguno y por caridad, le ayudaba a criar el hijo que parió y la enviaba al monte por leña. El monte está lejos y ella también es delicada, porque se ha criado con su señora, de modo que venía de noche y con poca leña. A su señora le era necesario ir por agua para ambas. Y escribe con mucha gracia la sancta mujer que también el lugar donde la había es lejos, y que no tenía en qué traerla sino una bacía tal que, cuando lle‐ 272

gaba a la pobre cabaña, había quedado poca en ella y venía con los vestidos todos mojados. Y dice más, que con pasar muchos trabajos y necesidades, está muy consolada y más contenta que nunca por padescer por amor de nuestro señor, que le da ánimo para ello. El remedio humano tiene esta se‐ ñora muy lejos, si le ha de venir del tirano, porque se remoza en perseguir los cristianos, y con los que han sido de su casa está peor y a estos persigue más.495 Y así, es cosa lastimosa lo que padescen catorce hidalgos ilustres que echó de su servicio porque juntamente con esta mujer se manifestaron por cristianos, los cuales desterró de su casa y corte con sus hijos y mujeres, y mandó que no los hos‐ pedasen en casa alguna de ciudad ni villa. Y así andan de casa en casa dos años, adonde unos los reciben por piedad y com‐ pasión y luego, por el riesgo que corren, si fuese sabido los echan. Y andan que es lástima corridos, pobres y miserables, los hijos llorando de frío y hambre, los padres traspasados de dolor por no los poder socorrer y remediar. Las madres que los parieron, consideren lo que sentirán. Nuestro señor que puede los consuele, y a ellos y a todos nos de su gracia para le servir.

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CA PÍ TU LO 15. TRÁ TA SE OTRO MAR TI RIO FAM O SO QUE SUB CE DIÓ A ESTE EN LA CIU ‐ DAD DE ARIMA Ocho leguas desta ciudad de Nangasaqui, a la parte del sur‐ este della, está la que llaman Arima, más famosa por sus anti‐ guos señores que fueron llamados yacatas y por la bondad, fertilidad y disposición de la tierra que por su grandeza, por‐ que ni es grande en demasía, ni en ella hay algún trato o co‐ mercio que la enriquezca, ni es puerto de mar, aunque está si‐ tuada en la costa y playa della, respecto de ser costa llana, larga y baja. Y así, para llegar a la población, es necesario ser pleamar, y si no, por muy pequeña que la embarcación sea, no puede llegar a la primera casa de la playa. Mas de pleamar se llega no solamente a las casas, mas por un arroyo arriba se desembarca al pie de una fortaleza antigua. Y dos leguas de allí está la ciudad de Cuchinotzu, que goza de un famoso ce‐ rrado y seguro puerto a donde ya fueron muchas veces navío de Macao y de otras partes. El abuelo de dicho tono que agora es de Arima, que se lla‐ maba don Miguel antes que retrocediera como lo hizo agora dos años, fue yacata, que era suprema dignidad en Japón des‐ pués del antiguo reyes. Mas hoy ya no hay este nombre en Japón, si no es en la de Satzima, no porque él se lo llame, mas en llegando en cualquier parte a tratar dél, luego por grandeza dicen “el tono de Satzima es yacata”. Y el padre de don Prota‐ sio fue señor del Fixem, Izafay y del Tacacu, mas todo lo per‐ dió y quedó con lo menos, aunque bueno, que es el Tacacu donde tiene la ciudad de Arima, adonde siempre residieron los yacatas sus predecesores. Y tiene Ariye, Cuchinotzu y Xi‐ manbara, y a Miye, y la villa de Canzuca y otras muchas po‐ 274

blaciones pequeñas. Y adviértase que este Tacacu que solía ser solo un gun del Fixem.496 Desta tierra del Tacacu y de Arima desea mucho ser señor Safioye, principal gobernador deste Nangasaqui. Y como sabe traer y llevar el agua a su molino, ha ido bordeando las cosas de modo que está a pique de lo ser. Él aconsejó al rey que lo casase con esta que quiso hacer su nieta no lo siendo, y des‐ pués de haberle hecho renegar por su orden, también le ha hecho matar dos hermanos que tenía y matar algunos hom‐ bres de importancia.497 Mandó degollar año de mil y seiscientos y doce a un famo‐ so samurái porque no quiso retroceder llamado Feybeoye Tomé, y con él hizo matar por la mesma razón a su madre Marta, y un su hermano llamado Matías, y dos hijos del dicho Tomé, uno de trece años llamado Justo y otro de diez llamado Jacobe. Mató también por la mesma causa y por la fe otros tres cristianos llamados Miguel y Matías y Quitano León y otros, y a él le procuró matar por medio de un su criado que dio al dicho Arimandono para que le sirviese, aunque no salió con ello.498 Y como tiene este deseo, mira por las cosas de Arima con más cuidado que quisiera su dueño. Y cuando retrocedió este dicho Arimandono, aunque desterró y mató a muchos de sus criados porque no quisieron retroceder ni seguir sus pisadas, no quedó contento el Safioye, porque los quisiera ver a todos renegados. Lo cual no será así, con favor de nuestro señor. Y así, cuando fue el año de seiscientos y doce a la corte, que también fue el de Arima a hacer rei a Uyesama, aconsejole el Safioye al rey que mandase a Arimandono que pusiese bonzos en sus tierras, porque de otra suerte no dejarían de ser cristia‐ nos sus vasallos. Pareciole bueno el consejo al rey, tal sea su salud. Y de su mano le dio uno dél muy estimado y de gran 275

reputación, y tal que le pareció que con su doctrina no queda‐ ría cristiano a vida, a lo menos con su consejo, muy venerado por sus letras y virtud, tal como la suya. Le dijo que lo diese de su mano a Arimandono y lo estimase en mucho. Así lo hizo. Y Safioye, cuando el Arimandono se quiso venir a sus tierras, le entregó esta excomulgada pieza llamado Banzui. Y él, que le plugo o no, lo trajo consigo y le dio una buena renta.499 Llegado el padre, hijo de Satán, a Arima, quiso empezar a sembrar su maldita secta de Amida y pervertir los cristianos de Arima y Cuchinotzu, criados desde niños con la ley del sa‐ grado evangelio. Y para esto empezó por las gentes de la casa del tono, adonde hubo quien, por complacer a su señor, dejó a Dios, que verdaderamente lo era y padre de misericordia, y recibió cuentas de su mano. Y otros, que por no venir a eso se desterraron. Y hubo mujer que le dio a su patrinidad con las cuentas en la cara, y aun le escupió en ella delante del tono y camisama, su mujer. Pues como el Banzui vio que no le querían los cristianos oír sus oficios, ni aun verle, y que no solo no hacían caso dél, mas antes parecía que aun con su venida habían cobrado ánimo y firmeza en la fe, dijo a Safioye que su venida a Arima más fue para descrédito suyo que para ganar honra, por razón de Ari‐ mandono no hacer un castigo ejemplar en algunos de sus hombres principales, que si lo hiciera los demás se rendirían y dejarían de ser cristianos. Todo esto y mucho más dijo Safioye a Arimandono, por lo cual él se determinó de hacer un ejemplar castigo en aquellos que mejor le habían servido a él y a su padre, y de quién más necesidad tenía. Mas por la gran multitud de cristianos que de todas las partes del Tacacu en Arima se ajuntó, temiendo Sa‐ fioye que hubiese algún motín, lo disuadió deso, y así no hubo 276

por entonces nada. En principio del octubre que pasó del año de seiscientos y trece, sucebdió que estando Safioye, gobernador de Nangasa‐ qui, de partida para la ciudad de Surunga, envió un recado y carta a Arimandono en que le decía que era informado de cómo en la corte del Uyesama se dijera poco había dél que aún era cristiano, y que no había dejado aún de ser de cora‐ zón, y en señal desto no hacía volver atrás los suyos, antes más que nunca los favorecía, honraba y hacía buen tratamiento. Y como él estaba de camino para la dicha corte, y en llegando allá infaliblemente Uyesama le había de preguntar el estado en que quedaban las cosas de Arima, a lo que si él le respon‐ diese y dijese la verdad corría mucho detrimento su estado, y si no se la decía que ponía a riesgo el suyo. Por lo que le pare‐ cía que debía dar algún medio para que entrambos se librasen de peligro, y poner todas sus fuerzas para que algunos de sus vasallos principales retrocediesen, y cuando no, fuesen áspera‐ mente castigados. Grandemente se espantó Arimandono de oír tal recado, porque tenía por cosa muy cierta, como yo entiendo lo es, que era manifiesto aun allá en la mesma corte haber él retrocedido y hecho extremos, como los hizo, para que los suyos hiciesen lo mesmo, matando y desterrando a muchos con pérdida no‐ table de su casa y estado. Mas como Safioye, de quien depen‐ día, le tocaba tan en lo vivo y podía perjudicarle informando al rey de lo que le pareciese, resolviose para conservar su esta‐ do en cortar por sí y por los suyos. Y así, hizo llamar a ocho hidalgos de los más principales de su reino que tenía, para que visto por los demás que no eran de tanta calidad ni cuenta ni tan llegados a él lo que con estos hacía, no dubdasen en le obedecer. Y así, venidos ante él, mandó que leyesen la carta de Safioye, y como se hizo. Y leída, les dijo, mandó y persua‐ dió y rogó quisiesen volver atrás y retroceder. Mas todos ocho 277

le respondieron que por ningún caso lo habían de hacer. Con esta respuesta los despidió, y otro día siguiente que fue primero de octubre los mandó llamar. Y a cada uno de por sí pidió y rogó que por amor dél y para conservar su estado qui‐ siesen retroceder, aunque no fuese más de por una hora de es‐ pacio en lo exterior, la cual hora pasada volviesen a proceder como cristianos y lo fuesen como primero. Trájoles muchas y diversas razones para los persuadir, diciéndoles que si en esto no le obedecían, que no solo a ellos y a todos los nobles había de perseguir con todo rigor hasta los matar con crueldad no vista, mas que aun hasta los populares mercaderes y labradores habían de ser perseguidos, y los había de obligar a retroceder. Mas que si ellos hacían lo que él les rogaba, a los demás deja‐ ría vivir en paz como cristianos. Y que no debían hacer tanta resistencia a una cosa tan fácil y de que luego se podían arre‐ pentir y alcanzar perdón, pues Dios era tan lleno de miseri‐ cordia y clemencia, que habiéndole negado [como le negó]500 san Pedro, que tres veces negó a su maestro, por la contrición y penitencia alcanzó perdón, y que aun a los que matan por sus delitos los perdona Dios no una vez sola, sino siete. Y a muchas estas y otras razones, que con muchas lágrimas el tono les decía, se rindieron los cinco de los ocho. Y uno de‐ llos fue con condición y palabra (que el tono le dio de se lo consentir y haber por bien) que de allí a una hora había de pa‐ recer ante él con un agnus al cuello y con el rosario en las manos en señal que era cristiano, y si los tres que quedaban por retroceder fuesen muertos el día siguiente, que había de morir con ellos. Los tres fuertes pilares, que como tales y más que marmó‐ reas columnas quedaron en pie y firmes, fueron con mayores fuerzas combatidos, así por el tono como por los gobernado‐ res de la ciudad. Mas nada provechó con ellos, que los tenía el 278

Espíritu Sancto llenos de su gracia. Llamolos el tono, que sentía mucho perder tales hombres, y con muchas lágrimas unas veces les representaba el peligro que le ponían su estado por no le querer obedecer por espacio de unas horas, otras les traía a la memoria los beneficios que de su casa ellos, sus pa‐ dres y abuelos habían recibido, otra finalmente les decía que era cosa muy fácil arrepentirse del pecado y alcanzar perdón. Mas con todo cuanto les dijo, no hizo en ellos ningún efecto, ni mostraron señal de que se podrían rendir, dando a todo tan propias razones y tan acomodadas a todo lo que les decía, que el tono, desconfiado de las poder rendir, y cansado de los per‐ suadir, los dejó. Y luego se partió para aquí a dar cuenta a Sa‐ fioye de lo que pasaba. Recogiéronse a sus casas los valerosos soldados de Jesucris‐ to, muy alegres por haberles nuestro señor hecho merced de dar victoria con un combate tan recio, o por mejor decir, bata‐ lla de tantos combates y asaltos. Comenzáronse luego a dis‐ poner para morir, pidiendo a Dios nuestro señor les diese gra‐ cia para perseverar hasta el fin de la jornada, porque sin dubda esperaban la muerte. Confesáronse con un padre de la Com‐ pañía de Jesús, que había ido de aquí luego que se tuvo noticia de que el tono apretaba a estos hidalgos, el cual confesó y animó a todos, que estaban muy conformes con la voluntad del Señor, esperando lo que de su mano les viniese, deseando dar la vida por su amor y fe. Y alcanzaron lo que deseaban, porque volviendo Ariman‐ dono de aquí, de Nangasaqui a Arima por consejo de Safioye, se resolvió a los quemar vivos. Y así mandó que los prendiesen con sus mujeres y hijos, por que habían de morir. Fue esto domingo seis de octubre. Y luego a medio día les notificaron la orden del tono, la cual ellos oyeron y aceptaron con grande alegría, y se fueron luego sin tardar, por estar ya de antes apercibidos a entrar en la prisión en el lugar que les determi‐ 279

naron, que fue en medio de la calle principal de Arima, en la población de los populares. Y entrando dentro, quedaron li‐ bres, sin prisión alguna ni ser amarrados como es costumbre, mas con gente de guarda a la puerta y alrededor de la casa. Los presos fueron ocho. Conviene saber: los tres hidalgos y las mujeres de los dos, y sus hijos, cuyos nombres son: Tacafa‐ xi Mondo Adrián y su mujer Juana; Fayaxinda Suquyemon León y su mujer Marta, y un hijo de once años de edad por nombre Jacobe, y una hija doncella que había hecho voto de castidad por nombre Magdalena, de edad de diez y siete años. El otro fue Taquendo Micanemon León y Danemon Pablo, su hijo, de edad de veinte y cuatro años.501 Con estos valerosos capitanes se entraron en la prisión, en‐ tendiendo participar del mesmo deseado bien y corona, un hermano menor de Suquyemon León llamado Sansuque y otro cristiano. Mas como no estaba en la lista que dio el tono, no los quisieron matar. La mujer de Canemon León, llamada Mónica, y una hija suya de nueve años, no fueron presas por esta razón: moraba Canemon en un lugar fuera de Arima, cuanto un cuarto de legua, donde también los dos compañeros moraban, y cuando le dieron el recado de parte del tono que se fuese a poner en la prisión, dijéronle de propósito que las mujeres y hijos de los tres no habían de morir. Entendió Canemon que era así ver‐ dad, y así se salió de su casa solo con su hijo Canemon Paulo, despidiéndose de su mujer y hijos. Pero viniendo ya por el ca‐ mino, encontró con un su amigo que dijo: “los dos compañe‐ ros con sus mujeres estaban ya en la prisión“. Envió entonces con grande alegría apriesa a decir a su mujer que con su hija se viniese a entrar con él en la prisión, porque habían de morir todos. Ella, que era honrada y devota, amaba a su marido. Y obedeciendo su mandato sin dilación alguna, tomando la hija 280

por la mano, se fue en seguimiento del marido con mucha alegría. Mas en el camino encontró con unos criados y gente de Camondono, tío del tono, que por su orden las llevaron a su casa por fuerza, lo que Mónica sintió estrañamente, y que les estorbasen morir por Jesucristo. Y así con muchas lágrimas pedía que la dejasen ir donde estaba su marido. Era Mónica hermana de leche de un hermano menor suyo de Camondono. Por esta razón la quisieron librar, cosa que ella agradeció poco, porque más estimaba la muerte en tal ocasión. Mas por muchos extremos que hizo, no la dejaron salir de casa. Estando así, ocurriole que por el corral se podía ir. Y así lo hizo, que esa noche saltó una barranca que había, y con grande ánimo se entró en casa de un vecino, de donde envió un recado a un mayordomo principal de las cofradías, de como estaba allí escondida, esperando le enviase alguna gente que la acompañase hasta la prisión y la defendiese de los criados de Camondono si otra vez la encontrasen. Juntáronse luego algunos cristianos y vinieron para el efecto, mas cuando llegaron, ya la gente del dicho Camondono, con fuerza de armas, había dado en casa de dicho vecino. Y poniendo a Mónica en una litera de hombro, o norimono, la llevaron a su señor. Y por esta causa, si Dios no tiene otra oculta, no murió, aunque el tono la mandaba matar. Arriba se dijo [como]502 cinco destos hidalgos se rindieron a las lágrimas y ruegos del tono y retrocedieron los cuatro. Pues viendo que los tres estaban presos y a pique de recibir una tan gloriosa muerte, y que por una pequeña renta que por cristianos dejaban en la tierra, habían luego en breve espacio de ir y gozar de tantos bienes que para siempre habían de durar, después de dejar en el mundo una fama tan grande como dejaban, y que ellos por su cobardía la habían perdido, arrepentidos grandemente de su pecado y con dolor dél, se 281

fueron a los gobernadores y les dijeron que ellos no habían vuelto atrás mas que por un breve espacio del tiempo, venci‐ dos de los ruegos del tono, de que estaban muy arrepentidos porque habían hecho una cosa muy mala, mas que de allí en adelante supiesen que eran cristianos y estaban dispuesto para morir con sus compañeros. Y dicho esto, se fueron adonde los tres estaban presos, y quisieron entrar dentro de la prisión, pero las guardas se lo impidieron, diciendo que Arimandono no los había dado a ellos en la lista, pero que si deseaban morir con los tres com‐ pañeros, que se recogiesen en otra casa allí vecina hasta saber la voluntad del tono. Y así lo hicieron. El día en que retrocedieron estos hombres, mandoles el tono que, juntamente con el bonzo, invocasen diez veces el nombre de Amida, ceremonia que hacen los de aquella secta cuando la reciben. Y así lo hicieron, y recibieron cuentas de gentiles. Agora pues, los mayordomos de las cofradías les di‐ jeron que convenía en todo caso volverse a desdecir delante del bonzo. Dijeron ellos que de muy buena gana, porque esta‐ ban dispuestos para dar toda la satisfacción necesaria hasta morir. Y así, tomando el papel y tinta, le escribieron una carta en esta forma: “nosotros, un día destos, por cobardía tomamos una secta. Mas por el poco caso que della hacemos, nos des‐ decimos. Entended que somos cristianos como de antes”. Firmaron la carta todos cuatro y quisieron la enviar al bonzo, mas pareciendo a los que los persuadían que era excu‐ sado, vista su resolución, tomaron la carta y guardáronla. No habían aún bien entrado los tres nobles cristianos y su compa‐ ñía en la prisión, cuando la casa estaba ya por todas partes cercada de gente que no cabía, y todo lo restante del día y la noche, no solo sino venir gente desamparando las villas y lu‐ gares de todo el Tacacu. Y era tanta la gente, que no cabía, no 282

solo en la calle donde estaban presos, mas en toda la ciudad no había casa que no estuviese llena della, y aun al mesmo Arimandono desampararon por acompañar a los que él se‐ guía, ni tuvo soldado que le velase la fortaleza, sino algunos pajes. Pues como el bonzo supo lo que pasaba, despachó aquí a Nangasaqui un su discípulo a decir a Safioye que se levanta‐ ban los cristianos de Arima contra su señor, y le querían cer‐ car la fortaleza. Quedó Safioye turbado con esta nueva, cre‐ yendo que sería así, y hizo llamar los cuatro otonas principales deste machi y díjoles lo que pasaba, a lo cual respondió Mori Juan, uno dellos, que no se recelase nada de tal cosa, porque los cristianos de Arima no habían de tomar armas por seme‐ jante caso, aunque los matasen a todos. Y díjolo cierto, por‐ que entre toda esta multitud de gente que se juntó, no hubo uno que trajese lanza ni catana ni un pequeño cuchillo, con ser tan acostumbrados los japones a traer armas, que yo los he visto arar la tierra y cavando y arando y aquesta leña y otras cosas con las catanas en la cinta. Juntáronse pues más de veinte mil almas, y todos venían con deseos de morir si los quisiesen matar. Y viose claro ser así cuando corrió un rumor que el tono había enviado a llamar todos los soldados para venir en persona a echallos particular‐ mente de la calle donde estaban los presos, que determinaron y propusieron no solo no se defender, pero no se mudar del lugar donde cada uno estuviese, aunque lloviesen balas y fle‐ chas y los matasen a todos. Toda la noche estuvieron en vela sin dormir no solo los de la dicha calle, pero toda la ciudad, y no había casa a cuya puerta no estuviese una lanterna ardien‐ do, y por toda la calle muchas candeladas, y todos rezando con sus rosarios en las manos. Y los mayordomos y hermanos de las cofradías discurrían por todas partes, exhortando a todos que rogasen a Dios por los presos que otro día habían 283

de martirizar por la fe de Jesucristo. Los cuales sanctos presos no estaban en este tiempo ocio‐ sos, porque como eran ya particularmente escogidos por el Espíritu Sancto, que les tenían llenos los corazones de su gra‐ cia, estaban muy conformes con la voluntad del señor. Y todo aquel día y noche pasaron en dulces coloquios y disciplina, que a menudo tomaran, encomendándose muy de corazón a Dios nuestro señor y a la virgen gloriosa, su bendita madre. El niño Jacobe, que era oya no cumi de los niños de su edad, lle‐ gaba algunas veces a la puerta de la calle a ver la muchedum‐ bre de gente que había, y en pareciendo que lo vían, levanta‐ ban todos las voces llamándolo, diciendo “Jacobedono, Jaco‐ bedono, roga por nosotros allá en el cielo”. Y estas y otras pa‐ labras repetían muchas veces con las manos levantadas en alto, como si hablaran con un sancto canonizado, que por tal lo reverenciaban. Y el sancto niño, lleno de vergüenza hones‐ ta, les decía que aún no era tiempo de le hacer semejante honra ni le pedir aquello, lo que atribuyendo ellos a humildad, y viendo la fortaleza y ánimo que mostraba, con mayor fervor mucho más se le encomendaban, y muchos dellos con muchas lágrimas se lo pedían.503

15.1. HACEN EL LUGAR PARA MAR TI RI ZAR A LOS SANC ‐ TOS PRES OS Y FI NAL MEN TE LOS SACAN DE LA PRI SIÓN Y ASAN VIVOS Luego que los sanctos mártires fueron presos, comenzaron en una playa grande y espaciosa, no muy lejos de la ciudad, a preparar el lugar donde los habían de quemar. Y en medio della hicieron una cárcel fundada sobre ocho pilares o brama‐ deros de seis palmos de grueso cada uno, y ella tenía diez y seis palmos en cuadro504 de esquina a esquina, cercada de 284

palos de buen tamaño a modo de reja. Pusieron luego dentro al pie de cada pilar mucha leña menuda y gruesa, mesturadas con ella muchas astillas de tea, paja y serojas y cañas secas para que la leña ardiese con más brevedad, y esta en altura de cinco o seis palmos. Y porque la gente no pudiese llegar, pu‐ sieron alrededor una estacada de palos gruesos. El lunes por la mañana, siete de octubre, vinieron los go‐ bernadores a sacar los sanctos presos y llevarlos al sobredicho lugar donde habían de padescer, los cuales ya estaban, hasta las mujeres, vestidos con calzones y jubones, por honestidad, y encima el mejor vestido, y luego una túnica blanca que cos‐ tumbran ponerse los cofrades de nuestra señora en sus proce‐ siones y fiestas solemnes, y cuando comulgan, y cuando acompañan algún difunto. Estas les pidieron quisiesen vestir y honrar aquella solemne procesión. Y todos los cofrades esta‐ ban con ellas y con velas y rosarios en las manos. Tenían al‐ canzado ya los mayordomos de las cofradías licencia de los gobernadores para acompañar los dichos presos desde la pri‐ sión hasta el lugar donde habían de padescer, sin que se entre‐ metiesen los ministros de justicia. Mas al salir de casa, excep‐ to al niño Jacobe y las mujeres, los demás, que eran cuatro, fueron amarrados las manos atrás, manos por cierto valerosas y dignas de más acatamiento. Salieron pues de casa los sanctos presos con los rostros gra‐ ves y serenos, no como quien iba a padescer y muerte tan es‐ pantosa, sino a algún regalado banquete. En primer lugar Mondo Adrián, y luego dos de los mayordomos le recibieron en medio de sí con sus velas encendidas en las manos. En el segundo lugar Canemon León. Tercero Suqueymon León. Cuarto Jacobe. En el quinto Danemon Paulo, hijo de Cane‐ mon. En el sexto Juana. En el séptimo Marta. En el octavo Magdalena. Cada uno de los dichos iba en medio de dos co‐ frades, y al niño Jacobe llevaba un cristiano en el hombro, ca‐ 285

ballero, con dos velas encendidas, en cada mano la suya, y todos los cofrades las llevaban también. Y así fueron en proce‐ sión, camino del sobredicho lugar, acompañándolos gran multitud de cristianos. Y uno dellos, llamado Francisco, can‐ tando las letanías de nuestra señora en voz alta, y los demás respondiendo en la mesma manera. Y con ser que son las calles muy anchas, apenas había lugar para pasar, que todas estaban tomadas desde la noche prece‐ dente, y llenas de gente desde la prisión hasta un brazo de mar que está fuera de la ciudad un espacio por ver este glorio‐ so espectáculo, de unos por ser amigos y por despedirse de los sanctos mártires, de otros para conocer los que con tanto valor morían y luego habían de adorar por mártires, otros para les pedir intercediesen por ellos en el cielo. Llegó la solemne pro‐ cesión con sus sanctos capitanes al susodicho brazo de mar, que es estrecho y de bajamar nada el agua a la rodilla, y allí es‐ taban ya dos barcos apercibidos, en los cuales pusieron los bienaventurados, llevándolos los cristianos en brazos, los hombres en una y las mujeres en otro y al niño Jacobe, así como venía en los hombros del cristiano. De Danemon Paulo se dice que desde el lugar de la prisión hasta este donde des‐ embarcaron no quitó los ojos del cielo, llevándolos fijos en oración. Después de embarcados, fueron tantos los que trabaron de los barcos, que parecía llevarlos en el aire. Y pudo muy bien ser y pasar toda aquella multitud de gente por ser veinte y tres de luna y no hinchir mucho la marea. Pasado que hubieron y desembarcados, fueron prosiguiendo hasta el lugar donde ha‐ bían de parecer con la orden que vinieron hasta allí. Llegados que fueron al susodicho lugar determinado, el primero que entró en él fue Mondo Adrián, al cual desataron las manos luego y le amarraron a uno de los ocho bramaderos que se dijo arriba tener la casa cárcel. 286

Pues como los cristianos vieron que ya uno de los valerosos mártires, a quien como a sanctos y aún en vida adoraban, se les había escapado de las manos sin dél tomar alguna reliquia, determinaron entregarse en los demás. Y así lo hicieron, que llegándose a Canemon y a Suqueyemon los dejaron casi des‐ nudos, tanto que obligó un cristiano a quitarse el dobucu o capa505 y cubrir alguno dellos. Pero tampoco quedó segura, porque apenas se la habían puesto en los hombros cuando se la quitaron, y la hicieron allí migajas, y el que llevaba una se tenía por dichoso. Y al niño dichoso desnudaron con mucha cortesía el quimon de encima, dejándole en calzón y jubón, y él muy alegre como un mansito cordero se estaba quedo. Amarráronle a un bramadero y atáronle las manos, a él y a los demás, con cuerdas de caña verde, y luego muy bien embarra‐ das porque no se quemasen de presto. Así como desataron las manos a Canemon León, y aún co‐ ronado, entró. Y con un ligero vuelo, echando mano de una de las llaves de la cárcel, se puso encima eminente, que lo vie‐ ron todos. Y dando dos o tres palmadas, significando que le diesen auditorio, volviose a la parte donde estaban los gober‐ nadores. Y extendiendo la mano izquierda en alto, con ánimo varonil y cristiano y con mucha autoridad, dijo en alta voz: “por honra de Dios nuestro señor moriremos de esta manera. Esta es la fe de los cristianos de Arima, la cual fielmente han de mostrar muchas cosas”, dijo el sancto León. Pero como la gente era en tanta muchedumbre y todos es‐ taban rezando en voz alta, no se entendió bien lo demás que dijo. Bajose luego al pie del palo o bramadero, donde sacó una imagen del seno que le estimaba, y pidió la entregasen a su mujer Mónica. Amarráronlo al pilar y luego pusieron fuego a las serojas por cuatro partes. Y por ser el viento algo recio, en un momento ardieron, de modo que parecía un gran horno. 287

Comenzáronse a quemar aquellos sanctos cuerpos, cuyos co‐ razones tenía el espíritu sancto inflamados. Y dentro de las llamas no se oían ni se oyeron otras voces, quejas ni alaridos, sino pronunciar los dulces y santísimos nombres de Jesús María, acompañándolos con los mesmos desde fuera los que los oían. Quemáronse las cuerdas de las manos del sancto niño Jaco‐ be, habiéndose el fuego apoderado del jubón y calzones y ca‐ bellos. Y con el dulce nombre de Jesús en la boca, se llegó a su madre, que le dijo que mirase el cielo. Y luego allí dio el alma en manos de su criador. A Canemon León se le quemaron también las ligaduras, y hizo la señal de la cruz y espiró. Y la gloriosa virgen y mártir Magdalena, que también se le que‐ braron las ligaduras, bajose al suelo o al fuego sobre que esta‐ ba, y tomando con ambas manos de aquellas brasas y serojas encendidas, las puso sobre la cabeza diciendo: “Ytadanquimar‐ suro”, como si dijese “sobre mi cabeza las adoro”, y luego envió el alma a su celestial esposo a quien había ofrecido su virginidad desde muy niña.506 Los demás, abrazados con los bramaderos sin movimiento alguno indecente ni queja, dieron a su alma también al Señor, que la crio para su gloria. De Suqueymon León se dice en es‐ pecial que desde que le ataron al palo, abrazado con él puso los ojos en el cielo, y no los quitó hasta que espiró. Este fue el dichoso fin destos ocho valerosos mártires, honra de la cristiandad no solo de Arima, pero de todo este reino, y gloria de los que la cultivan, insignes en la confesión de la fe y valerosos en sufrir el tormento. Y como tales, no solo en la vida, mas en la muerte, causaron en muchos grande osadía, confianza y deseos de semejante martirio, porque los cristianos, desde aquella hora, fueron tan fuertes y cobraron tanto ánimo, que de propósito traen los rosarios al cuello y en 288

las manos para mostrar que son cristianos y se precian dello. Honran mucho el lugar de su martirio, y cuando pasan por cerca dél, los que van a caballo se apean y todos hacen ora‐ ción. Pues como vieron que ya todos estaban muertos, rompieron la estacada y cerca primera y luego la otra, y entraron dentro de romanía sin tener cuenta con el fuego, y sacaron fuera los sanctos cuerpos medio asados. Y adorándolos con mucha re‐ verencia y devoción, llevando los que pudieron algunas reli‐ quias los pusieron en sus ataúdes que para el efecto tenían aprestados, y finalmente los trajeron a esta ciudad adonde están en la Compañía.507 Los cuatro que arriba se dice que retrocedieron, viendo que no los habían querido matar, esperaron a que se concluyese todo y enviaron un recado al tono, diciendo que ellos eran cristianos y estaban dispuestos para confesar la fe y morir por ella como murieron sus compañeros. Respondioles el tono que él no los determinaba matar, que hiciesen lo que quisie‐ sen y fuesen cristianos muy enhorabuena. Saliéronse de Arima con sus mujeres y hijos y desterráronse. Y hoy viven con gran sentimiento por haber perdido aquella ocasión tan buena. Y si ellos la llevan con paciencia, tienen una cruz bien meritoria en la pobreza que padescen y padescerán, porque como es costumbre en Japón, cuando uno se destierran, llevan solamente la persona y dejan cuanto tienen al tono. Hiciéron‐ lo así aquestos hidalgos, y están que es compasión. Y perece‐ rán si no los socorren los padres de la Compañía, como hacen a otros muchos semejantes, en que así ellos como el obispo don Luis de Cerqueira gastan mucho caudal. En veinte y nueve de octubre deste mesmo año mandó el tono dicho matar a Tomé, cambo de una iglesia, porque no quiso renegar.508 289

Con esto, y con decir como Masamune, señor de Oxu, hizo una nao muy hermosa y grande en que Sebastián Vizcaíno se embarcó y fue para México, pornemos fin a este año de seis‐ cientos y trece. Partió la dicha nao en veinte de octubre de un puerto llamado Izuquino Ura y en ella fueron el padre fray Luis Sotelo, fray Ignacio, y otros más de la orden de san Francisco.509

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CA PÍ TU LO 16. GO XO SA MA, REY DE JAPÓN, Y SU HIJO EL XOGUN REN UEV AN LA PERS EC U ‐ 510 CIÓN CONT RA LA IGLES IA Fue tan grande la admiración en que puso así al tirano viejo Daifu Goxosama como al príncipe xogun la resistencia que los de Arima hicieron al mandato de dejar la fe de Cristo que profesaban, y la constancia con que aquellos valerosos cristia‐ nos se dejaron asar vivos, y la determinación con que los que‐ rían, deseaban y pretendían acompañar en el padescer tanta multitud de cristianos, que tuvieron mucho en quedar a tomar por muchos días. Y como no faltase a quien pareciese cruel‐ dad lo que en su muerte se había hecho, pues con morir dego‐ llados bastaba, y notasen a Faxengava Safioye por cruel por lo haber consentido, quiso volver por sí y infamar a los cristianos de hombres porfiados, contumaces y no obedientes, soberbios y en quien cabían muchas maldades, diciendo que viesen lo que se había trabajado con aquellos pocos de Arima para que obedeciesen y no lo habían querido hacer, y con cuanta porfía por ello se habían dejado asar vivos, y lo que poco que lo sen‐ tían ellos y los demás, pues en menosprecio del castigo que por su rebeldía se les hacía, se ofrecían todos a morir antes que querer obedecer. Y que entendiesen que si no se remediaba y cortaba el hilo a sus designios, que no había después quien con ellos se valie‐ se, y que desto tenían la culpa los padres, pues les aconsejaban que desobedeciesen en este precepto a sus señores ni al mesmo rey, en lo cual y en todo eran los dichos padres tan obedecidos, estimados, y estaban tan acreditados, que no había cosa que dijesen a los cristianos que no la creyesen y hi‐ ciesen, y que a estos que por su rebeldía mataban por no que‐ 291

rer tornarse gentiles, después de muertos los adoraban y po‐ nían entre sus sanctos, como habían hecho a los de Arima, que apenas estaban asados cuando ya estaban hincados de ro‐ dillas adorándolos, y aquel que alcanzaba una migaja de su vestido se tenía por rico y por dichoso, con lo cual los que quedaban vivos deseaban ser muertos más que vivir. Y si alguno obedeciendo retrocedía, quedaba tan batido, aniquilado y tenido por tan infame, que no había quien hicie‐ se cuenta dél hasta que volvía a se levantar, y haciendo peni‐ tencia pública, le recibían otra vez en el cumi, de donde por haber corondeado, había sido testado. Por estas y otras cosas que este enemigo común del nombre de Cristo dijo, con aquella rabia interior que el demonio en él tiene infusa y por otra que, según dicen, dijeron los ingleses, holandeses y japones malos cristianos contra los padres, se re‐ solvieron padre y hijo de concluir lo que habían propuesto ya mucho había, que era extirpar y de todo punto extinguir la ley de Cristo señor nuestro.511 Y determinaron echar todos los padres y religiosos de todo el reino de Japón, porque no había otro remedio para atajar este daño, aunque no faltó quien dijo que mejor era disimular porque no había de aprovechar, y que los cristianos eran como el trigo o arroz, que por un grano que arrojaban por el suelo y soterraban adonde nunca más parecía, salía una espiga llega de muchos granos. Quiso este decir que por una cabeza que cortaban a la hidra remanecían siete. En fin se resolvió el tirano de ejecutar este propósito, y mandó finalmente que ninguno le quedase en su reino, no solo religioso, pero aun hasta los cristianos antiguos y coayu‐ dantes devotos y aficionados, hasta las mujeres naturales que no quisiesen retroceder, los cuales fuesen todos particular‐ mente en Meaco y Osaca listados. Y luego envió por todo el reino a todos los tonos de cualquier calidad, estado y condi‐ 292

ción que fuesen, que en sus ciudades, villas y aldeas, y en todas sus tierras tuviesen algún padre o supiesen dél, que luego lo enviasen a Nangasaqui, lo cual hiciesen y cumpliesen sin réplica, dubda, embargo ni contradicción, desde que a aquella letra y orden viesen hasta todo el mes llamado jon‐ guatz del decimonono año de la era del Queicho,512 que es la primera luna de la dicha era. Y que salidos de sus tierras los dichos religiosos, derribasen todas las iglesias que hubiese y luego hiciesen retroceder a todos los cristianos, de modo que no quedase en todo el reino persona que lo fuese, haciéndolos morir a tormentos, lo cual todo se ejecutó puntualmente. Y para que después de juntos los religiosos fuesen embarcados y echados, nombró un poderoso señor llamado Sanganocami‐ dono513 para que viniese aquí a Nangasaqui a lo ejecutar con otras más órdenes que traía, el cual partió de la corte y llegó a Meaco en cuatro de febrero.

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CA PÍ TU LO 17. MUERE EL OBIS PO DOS LUIS Y PRO SI GUE LA PER SE CU CIÓN CON TRA LA IGLES IA Y para mayor tribulación desta tierna cristiandad, subcedió en el diez y seis de febrero de seiscientos y catorce llevar nues‐ tro señor para su gloria al buen sancto y virtuoso obispo de Japón don Luis de Cerqueira. Perdimos todos en él padre, porque lo era, de los pobres. Era varón sancto muy celoso de la honra de Dios nuestro señor y de vida muy perfecta y loa‐ ble. Eligieron los clérigos presbíteros por su vicario y gober‐ nador al padre provincial Valentín Carvallo,514 el cual tomó posesión en veinte y cinco del dicho mes de febrero. Y este día partió para la corte el padre Diego de Mesqui‐ 515 ta a avisar al Daifu sobre esta persecución, entendiendo poder negociar alguna clemencia, mas era excusado, porque el negocio venía ya de pensado y estaba la sentencia dada irrevo‐ cablemente. Último del dicho febrero llegó nueva de cómo habían echado de la ciudad del cami a todos los padres de la Compañía y todos los demás, y aquellos mandaban traer a este Nangasaqui para de aquí los embarcar para Manila y Macao, y con ellos todos los europeos.516 Y en once de marzo llegaron al dicho puerto a las diez de la noche ocho funes grandes en que vinieron los dichos religio‐ sos acompañados de los bunguios principales con soldados y armas. Y en diez y ocho del dicho marzo llegó nueva cómo Sanganocami, que venía a ejecutar este destierro y persecu‐ ción, estando en Meaco le habían querido matar por orden del tirano por cosas que le habían levantado, y que estaba en desgracia, y fue ocasión de muchos señores del reino se dis‐ 294

gustaron con el rey y nacieron discordias entre ellos.517 Y hubo muchas cosas que no hacen a nuestro menester, pero porque se efectuase su dañada intención, nombró por bunguio a un tono anciano y poderoso llamado Yamanguchi Surungandono y a un su hijo llamado Mamiya Gozayemon y al Safioye, que se nombra Faxengava.518 Y de un infame y vil pechero,519 no por su virtud, mas por enemigo nuestro, ha subido a ser uno de tres que gobiernan en reino. Y con ser este Surungadono tan gran señor, vino remitida a él la orden y resolución principal de la persecución contra los padres y cris‐ tianos, que fue cruel y pestilencial. Revolviose el reino, albo‐ rotáronlo todo. No perdonaron a vivos ni muertos, estado, sexo ni edad, y como fuese cristiano o cosa de cristiano, sensi‐ ble o insensible, que en todo no pusiesen cruda mano. Todo lo contaminó su furia con tanto estruendo y rabia, solicitud y coraje, que a todos amedrentaba y ponía terror y espanto. Que no dejó de haber cosas en este tiempo que se tuvieron por prodigiosas y notables, porque en tres de febrero, que fue la noche antes del día en que llegó Surunganocami a Meaco, fuera de tiempo sobrevino en esta ciudad y comarca, y por muchas leguas alrededor una tan grande, espantosa y no vista tempestad de agua, truenos, vientos y relámpagos que a todos puso un general temor, porque en tal tiempo no truena ni hay semejantes tempestades en esta tierra.520 Y destos collados, sierras y quebradas vinieron tan grandes avenidas de agua, que se llevaron no solo todas las puentes que había en el río y di‐ versas partes de la ciudad, pero muchas casas della. Y trastor‐ nó, embrozó y anegó muchas embarcaciones, cuyos marineros y entrantes desaparecieron por muchos días, de los cuales mu‐ chos fueron hallados muy lejos de aquí, ya deshechos y desfi‐ gurados.521 Y hubo muchas personas de experiencia que dije‐ ron ser ruin señal aquella para lo futuro. Y en este mesmo 295

tiempo vio el padre Diego de Mesquita, que lo dijo y no se le dio poco crédito, una lignia que partía el cielo por medio de norte a sur, tan clara como una lumbre, y también se notó. Y luego llegó la nueva de la nueva persecución, y subcedió a diez y seis de la muerte del sancto obispo. Ya en este tiempo habían llegado los religiosos de san Agustín,522 que residían en Bungo, que fue en quince del dicho marzo, de modo que si no fue algún padre o dos que quedaron disfrazados, todos los demás ya estaban aquí, y entre ellos el padre Juan Baptista de Baeza,523 que residía en este reino de Canga, adonde estaba aquel famoso cristiano Justo Ucondono que Taicosama comenzó a perseguir el año de mil y quinientos y ochenta y nueve, como arriba se dice.524 Y agora también lo destierran y mandan traer aquí, no sabe‐ mos para qué,525 de modo que son con esta tres las persecucio‐ nes que ha tenido por no dejar la fe. Llegó aquí último de abril. En este tiempo martirizaron en la ciudad de Facata dos cristianos con mucho rigor, porque los tuvieron colgados de los pies tres días enteros, y les cortaron las cabezas.526 El padre Diego de Mesquita llegó a Osaca y no desembar‐ có ni pasó de allí. Escribió a Safioye como iba a visitar a Daifu y rogarle a él intercediese por los padres, pero que sin su licencia, que no se atrevía a pasar de allí hasta saber su vo‐ luntad. Respondiole Safioye que había hablado al rey, pero que no le había respondido a propósito, por donde le parecía que se volviese a Nangasaqui, adónde él había de venir con brevedad. Determinó el padre desembarcar y así lo hizo, y tomó casa en tierra, lo que sabido por el gobernador de aque‐ lla ciudad le envió a visitar y ofrecer si había menester alguna cosa. Visitole el padre y el gobernador le hizo mucha honra. Tuvo noticia desto el Findeyori, hijo del Taicosama, y enviole 296

a visitar con un presente de barras de oro y plata y a dar el pé‐ same de los trabajos suyos y de los demás padres, y ofreciole lo que dél hubiese menester. Visto por el padre Diego de Mesquita que no había remedio para pasar de allí ni allí hacía nada, se volvió a Nangasaqui y así lo hizo, y llegó aquí en once de abril. Y en este tiempo ya habían llegado a manos de Toan cartas de Safioye por las cuales había avisado cómo los padres estaban todos desterrados del reino, y que en todo caso mandaba Daifu que los hiciesen embarcar en octubre deste año.527

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CA PÍ TU LO 18. DEL MODO QUE EL DE MO ‐ NIO HA INV ENT AD O EN ESTE REINO PARA MART IR IZ AR Y HACER RET ROC ED ER LOS CRIST IAN OS AGORA NUEV AM ENT E Aunque en este reino ha habido otras persecuciones con que los ministros del demonio han afligido la viña del Señor, esta es muy diferente de todas, porque han sido de pensado y de acierto, tomado para ello de propósito, con rabia y rencor, y ha durado mucho. Y el enemigo capital del género humano ha enseñado modos diabólicos para martirizar, perseguir y abatir los cristianos, plantas tiernas, y no costumbrados a ver semejantes crueldades, afrentas y escarnios. Antiguamente, al cristiano que no quería retroceder, o le crucificaban o le cortaban la cabeza, o desterraban para otro reino o ciudad.528 Pero en esta persecución, como vieron el ánimo y valor con que se ofrecían a la muerte y morían, y como los cristianos, sin valer sus diligencias, tomaban sus reli‐ quias y las honraban principalmente, como vieron lo que sub‐ cedió en los mártires de Yendo, y oyeron lo que pasó en Arima, y la voluntad con que se ofrecieron más de treinta mil cristianos a morir con aquellos sanctos mártires, los tormentos que padescieron los dos de Facata, que padescieron en quince de marzo deste año de mil y seiscientos y catorce y otros así, y las honras que les hacemos a todos (como es razón), después de muertos, determinaron no los matar con tanta facilidad. Y así, lo que procuraron hacerlos retroceder a puros tor‐ mentos y de cualquier modo que sea. Y para esto encargaron a los de la calle y los parientes y amigos gentiles y corondas, y danles comisión cumplida y bastante para todo cuanto ellos quisieren con toda crueldad ejecutar. Y así estos los amones‐ 298

tan, molestan, ruegan, persuaden, maltratan y hacen padescer muchos males. Al japón cristiano que tiene hijos, maltrátan‐ selos delante de sus ojos, y a su mujer con ellos. Al cristiano que tiene padre y madre, o lo que fuere, hácenles lo mesmo delante del hijo. Con esto acude el hijo al padre o al hermano, o acuden al hijo el padre y la madre con tiernas palabras, los persuaden y procuran traer a lo que quieren. Desampáranlos, huyen dellos como de gente contaminada, y cuando no pue‐ den las razones y los ruegos, acuden a las manos y hacen en ellos mil inhumanidades, agravios y afrentas. Pónenlos en casas529 de paja de los que lo fueron de arroz, y allí muy bien liados los cuelgan como a la vergüenza por las calles y lugares públicos, con las cabezas fuera, como hicieron en Meaco y Osaca ese año a hombres y mujeres, apartando los maridos de las mujeres, a las madres de sus hijos. Pónenlos desnudos a la vergüenza a vista del pueblo, amarradas las manos atrás a hombres, y [a] mujeres espernáncalas y con tenazas y garfios las abren y escudriñan y arrancan los miembros genitales y ve‐ néreos, danles tratos de cuerda espantosos. Los cuales dichos martirios y otros más han sufrido muchos cristianos y tiernas y honestas mujeres con ánimo varonil. Y si han caído algunos, no me admiro.530 Subcedió en Facata prender unos cristianos, y mandados retroceder, dijeron que no lo habían de hacer. Mandaron traer unos carretones de ruedas bajas y dijeron que en aquellos pu‐ siesen las mujeres desnudas y echadas y atadas vientre arriba, de manera que no se pudiesen defender, y fuesen llevados estos carretones por los mesmos maridos que también habían de ir desnudos y amarrados, y luego habían de ir unos bellacos enmascarados y ensuciándolas con deshonesto trato. Esto se les notificó, y como aún resistiesen, trajeron luego las mujeres y desnudáronlos a ellos, y unciéronlos a los caballos y fueron poniendo las honestas, hermosas y mozas mujeres en los ca‐ 299

rretones. Pudo tanto este horrendo, endiablado y afrentoso espectáculo, que se rindieron estos miserables, y no lo hicieran sin falta a la muerte, ni se rindieran si entendieran que los ha‐ bían de matar después, pero sabían entonces de soltar afrenta‐ dos, los que ellos no se atrevieron a sufrir.531 Nótese si pudo otro que el mesmo Diablo inventar de se‐ mejante maldad, nunca oída jamás entre los más bárbaros del mundo. A otros les quitaron las rentas, como hemos dicho arriba, y cuanto tienen, y mandan que no los recojan en parte alguna. Y es lástima cosa ver andar los padres con sus hijos y mujer de pueblo en pueblo, y de calle en calle, y de puerta en puerta, y no haber quien los osase recoger, porque ni aun a la puerta mandan que no los consientan estar. Y así andan por los montes y despoblados, pereciendo de hambre y frío, y a su tiempo asados de sol.532 Si de alguna ciudad han echado algu‐ nos cristianos por no querer retroceder, en sabiendo el tono donde están, avisan al gobernador o señor del lugar, y de parte del rey, piden y protestan, los echan fuera, y así se hace luego sin dilación ni piedad. Y aunque he dicho harto para dar a en‐ tender este rigor, entender sea mejor por los martirios si‐ guientes que me pareció poner aquí, pues subcedieron al tiempo que esta historia se escribe. Habiendo echado de la ciudad de Taqueta en el reino de Bungo por mandado del rey al padre Pero Paulo y otro que allí residía533 el tono de aquella ciudad y fortaleza, luego derri‐ bó la iglesia como los demás habían hecho y comenzó a perse‐ guir los cristianos. Apretó con un famoso samurái llamado Yangobioye Diego, el cual ya otras veces había sido persegui‐ do, mas con gran valor resistió como buen cristiano, y agora mejor. Cansado el tono, le dejó y no le mató porque le quería mucho, y no se atrevió a servirse dél por temor del rey, y así le desterró.534 300

Persiguió a otros que retrocedieron con los malos tratos y afrentas que les comenzaron a hacer. Envió a llamar el tono a Benito, cambo que había sido de la iglesia, y mandole retroce‐ der, lo que él no quiso oír, cuanto más hacer. Intentó le des‐ viar de su buen propósito con muchos ruegos y miedos y ame‐ nazas. Mandó le amarrar los brazos y llevar a una casa preso adonde le hiciesen muchas molestias. Amonestaron a la mujer y dos hijos que tenía por otra parte a que dejasen la fe, mas ellos no lo queriendo hacer, fueron presos en diferentes luga‐ res. Volvieron a persuadir a Benito, pero él estaba tan fuerte, que amonestaba y persuadía a ellos a que se hiciesen cristia‐ nos. Tenía Benito al cuello un rosario y un toquiri, que es un ba‐ rrilillo de barro grueso en que tenía agua bendita, y en él un hisopillo con que sacaba del agua y echaba a los que conocía ser cristianos.535 Quitáronle el rosario y fuéronse a los hijos, que estaban en otra parte presos cada uno de por sí, y dijéron‐ le al menor: “¿qué hacéis vos, o que determináis? Vuestro padre ya es coronda, veis aquí su rosario, que bien lo cono‐ céis”. Y mostrándole un escripto falso le dijeron: Veis aquí un papel hecho y firmado por él en que confiesa. Manda el tono que retrocedáis, y si no queréis, que os traigan a la vergüenza a vos y a vuestro hermano y a vuestra madre, y finalmente os corten a todos tres en menudas piezas. Quedó el pobre mozo espantado de lo que de su padre oyera, y creyendo ser así, cayó. Fuéronle luego al hermano mayor, que era de diez y ocho años, y mostrándole el escripto falso del padre y del hermano y los rosarios, y con las mesmas palabras le hicieron caer. Fuéronse a la triste madre de ambos y dijéronle que mandaba el tono que, pues su marido y hijos habían retrocedido, que hiciese ella lo mesmo, mostrándole los rosarios y reliquias suyas. Dijéronle mil mentiras, hicié‐ 301

ronle muchas amenazas con que la pobre mujer quedó atónita y admirada de lo que del marido y hijos oía particularmente. Y como estos son tan sagaces en persuadir y saben fingir en una mentira estrañamente, hiciéronle creer lo que quisieron, y engañáronla de modo que vino a decir: “pues si mi marido y hijos, que son hombres y fuertes, han hecho eso, quiéroles yo seguir”. Tomáronle el rosario y un relicario en que tenía un poco de agnus y otras reliquias, y fueron adónde estaba Beni‐ to. Y mostráronle los rosarios de la mujer y hijos. Le dijeron como todos eran caídos, que hiciese él lo mesmo, a lo cual el valeroso cristiano, con mucho ánimo, respondió: Yo no creo que mi mujer y hijos hayan dejado la fe de Jesu‐ cristo, pero si así es, será por culpa de mis grandes pecados, mas no por eso he yo de caer en semejante yerro. Y con favor de mi Dios espero sufrir con mucho esfuerzo y ánimo cuantos males me quisiereis hacer, y agora tengo más razón de lo hacer. Y no sé porqué no comenzáis a hacer vuestro oficio como yo hago el mío. Y con esto les empezó a predicar con mucho fervor, lo que visto por ellos, avisaron al tono lo que pasaba, el cual mandó que lo matasen. Fueron a la prisión los ministros de justicia y los sayones, con su costumbrada crueldad, le amarraron los brazos después de haberle desnudado. Y porque él dijo que no le quitasen el cantarillo o barrilillo del agua bendita, amarrá‐ ronselo al cuerpo con tanta fuerza y inhumanidad que le que‐ braron con él dos costillas. No perdió Benito o Bendito el ánimo con el dolor, antes le quedó tan entero que se le acre‐ centó muy mayor. Y tomando en la mano una gruesa discipli‐ na de cinco ramales, se comenzó con ella a herir fuertemente. Sacáronlo de la prisión y llevaron por todas las calles con una soga a la garganta y pregonando que le mandaban matar por ser cristiano. Estaban las calles de la ciudad de Taqueta 302

llenas de muchas gentes, así vecinos della como de toda aque‐ lla comarca, que es muy grande y poblada. Estaban en diver‐ sos puestos y lugares por donde había de pasar el sancto már‐ tir por verle después de haberle traído por diversas partes, no solo por las calles, sino por algunos lugares allí cercanos, mal‐ tratándole, y sobre la voluntaria disciplina dándole muchos palos con un leño, los cuales el recibía de tan buena gana que de propósito se paraba y decía que le diesen, porque si no le herían, que no andaría. Y decía a quién lo oía “muy bien”, y le daba muy mejor. Llévanle a cortar la cabeza y mandáronle a volver a la prisión, adónde murió otro día que fueron seis de abril de seiscientos y catorce. Hicieron su sancto cuerpo pedazos y dijeron los japones: “quememos este cuerpo, porque la sangre destos cristianos nace y crece como trigo y arroz debajo de tierra y en buena se‐ mentera”. Tomaron entonces los pedazos y quemáronlos todos. Y después de quemados con las cenizas y cuanta tierra les pareció coger, echaron en un río que pasa por allí llamado Iguando, de donde no dejaron los cristianos con todo eso de sacar algunas reliquias.536 En la ciudad de Facata, como arriba se tocó, hubo una cruel persecución de la cual resultó para gloria y honra de nuestro multiplicarse dos sanctos mártires, cuyo martirio bre‐ vemente es como se sigue. Llamábanse estos sanctos gloriosos uno Sinden Joaquín y otro Batanabe Tomé. Mandolos el bu‐ guio del tono parecer ante sí después de haber hecho retroce‐ der otros muchos, y preguntoles que por qué eran tan obstina‐ dos, que habiendo otros obedecido su mandato y dejado la ley de los cristianos, ellos no querían hacerlo. Respondieron que aquellos que habían caído iban por un camino y ellos por otro, y que se desengañase, que no habían de dejar de ser cristianos aunque más los importunase ni procurase amedrentar con cas‐ 303

tigos y amenazas, porque tenían un dios tan bueno y tan po‐ deroso que no los había de desamparar en los tormentos. Hízolos luego desnudar en carnes y colgar en lugar público de los pies, cabeza abajo. Comenzaron ellos a dar gracias a nuestro señor y predicar y hacer grandes exhortaciones a los cristianos. ¡Misericordia de Dios nuestro señor!. Estuvieron tres días naturales en este tormento, y cansados los ministros de los ver y oír, les mandaron cortar las cabezas, que fue en quince de marzo deste año de mil y seiscientos y catorce, veinte y dos días primero que el martirio de Benito.537 Por este mesmo tiempo en Aquintzuqui fue martirizado un famoso cristiano llamado Xichirobioye Matías por la confe‐ sión de la fe.538 Y por este tiempo comenzó el martirio del fa‐ moso Adán en Xiqui, que subcedió desta manera.

18.1. DEL FA MO SO MAR TI RIO QUE POR LA FE DE CRIS ‐ TO NUEST RO SEÑOR PA DES CIÓ ADÁN EN LA FOR TA LE ZA DE XIQUI En la isla de Amagusa, que está a cuatro leguas deste Nan‐ gasaqui en un lugar della que llaman Fucuro, junto a donde fue la ciudad de Xiqui y su famosa fortaleza que destruyó don Agustín Tzumocami, solía residir el padre García Garcés539 de la Compañía de Jesús, hombre de mucha importancia por su grande virtud, y por ser uno de los mejores lenguas de Japón que hay en este reino. Aquí tenía el dicho padre una iglesia de la vocación de Nuestra Señora de la Concepción, y en otras partes tenía otras visitas. Esta isla de Amagusa es de cristianos desde luego que los dichos padres de la Compañía entraron en Japón, y lo fueron los tonos della. Aunque después, como parece por el discurso desta historia, la conquistó don Agus‐ 304

tín, a quien Taicosama le dio, siempre fueron cristianos. Des‐ pués de muerto don Agustín, en cuyo tiempo también murió don Juan, último tono della, dio el Daifu la isla a Ximano Ca‐ midono, que por otro nombre llaman Tarasava, hombre rene‐ gado, nefando y malo, y él la tiene hoy. Y aunque este es tal, por sus particulares intereses consentía en ella los padres, y así había alguno, aunque después no quedó más que el susodicho García Garcés. Pues como por mandado del tirano común echaron a un igual tiempo a todos los religiosos de todas las órdenes de todas las partes y residencias donde asistían, corrió el dicho padre la carrera que los demás. Echáronle de Xiqui, derribá‐ ronle la iglesia, y enviaron aquí al pobre padre, medio robado por los ministros gentiles. Y como se hizo en las demás partes a contemplación del tirano, comenzaron a perseguir a los mí‐ seros cristianos y hácenles mil males, befas y escarnios porque retrocediesen. Comenzaron a caer los pobres, aunque por cumplimiento, porque pocas veces llegaban a dejar la fe los que la reciben sin interés.540 Tenía el padre en la iglesia en la casa de la cha un hombre que, residiendo en la villa de la Canzusa, le llevó nuestro señor allí (para lo que veremos luego) llamado Adán, y hacía el oficio de cambo.541 Llaman cambo en Japón al que tiene cuidado desta casa cuando ella es de religiosos, cuyo oficio es tener cuidado con los que vienen a la portería donde esta casa o aposento está, lleva los recados adentro, trae la respuesta cualquiera que sea, barre la iglesia, muele la hierba cha, tiene cuidado del agua caliente que siempre ha de haber allí para la beber, tiene allí sus escudillas y porcelanas, y finalmente él ad‐ ministra este menester. Llamaron los bunguios al buen Adán y dijéronle que había de retroceder en todo caso y dejar la ley que profesaba, o aper‐ 305

cibiese para recibir muy grandes tormentos. Respondió Adán, con una blandura natural que tenía, que ha veinte años que le conozco, que él había mucho tiempo que era cristiano, y que nunca tanto estimaba serlo como entonces, que cómo había de hacer tal cosa cuando estaba tan enterado de ser una ley la que profesaba tan sancta y tan buena. Que les desengañaba, desde luego que no lo había de hacer, aunque le matasen a tormentos crueles. Hiciéronle una plática muy larga con pro‐ lija arenga de que son costumbrados y pagados, todo a fin de le persuadir su necedad, lo que querían, y él aborrecía más. Por fin de todo les respondió que no se cansasen, que no oía ni entendía aquellos sermones, porque sus oídos van acostum‐ brados a oír otros muy diferentes, los cuales tenía muy en el corazón. Y así, que mientras tuviese el corazón en el cuerpo, siempre había de confesar la fe que profesaba. Riñeron con él los ministros, y diciéndole muchas y duras palabras, le maltra‐ taron. Y entendiendo todavía mudarle, le enviaron a una casa en son de preso. Todo lo sufrió él por amor de nuestro señor, a quien se encomendó muy de veras y pidió favor para no ser vencido en una tan dura batalla. Era el buen Adán hombre de muy buen entendimiento y de una condición muy afable, muy cortés, alegre y comedido. Era de mediana estatura, enjuto de carnes, moreno y muy ve‐ lloso, y muy buen cristiano, criado mucho tiempo en la igle‐ sia. Sería cuando murió de edad de sesenta años, y como los gentiles le vieron viejo, entendieron vencerle luego, no consi‐ derando la fortaleza de su alma, aunque en el cuerpo notasen flaqueza. Tornáronle a dar otro combate muy más recio que el pasa‐ do, con mucha blandura, diciéndole el bunguio que él le que‐ ría mucho y holgara de no le maltratar. Y así que le aconseja‐ ba que solo lo exteriormente mostrase conceder con lo que le mandaba para cumplir con Ximano Camidono. Traen estos 306

gentiles luego este falso consuelo para que los simples cristia‐ nos les crean, pareciéndoles que no hacen nada en decir, aun‐ que sea con fingimiento, que dejan de ser cristianos. Pero Adán, que con favor de Dios supo entender este engaño mejor que nuestro primero padre, el de Eva y Satanás, res‐ pondió que ni de veras ni burlando haría tal, porque el buen cristiano no había de hacer ni decir cosa tal. Y como aunque le persuadieron mucho no se pudo acabar con él, lo que deseaban, mandaron le amarrar fuertemente y prender. Acudieron los del pueblo a le aconsejar y persuadir, los amigos con lágrimas, los que no lo eran con amenazas, pero todo valía poco. Y pareciéndole al bunguio que en un hombre honrado y viejo y cuasi que religioso pornía temor una afrenta vergonzosa, enviole a decir que lo haría de desnu‐ dar y poner en medio de una encrucijada a la vergüenza. Res‐ pondió que lo sentiría mucho si tal hiciese por algún pecado suyo, pero que como no era así, sino porque lo quería él pa‐ descer por amor de Dios, que le rogaba mucho lo mandase luego poner como decía. Era esto por marzo y hacía todavía insoportable frío, por‐ que particularmente este año fueron los fríos grandes y dura‐ ron mucho. Sacaron al sancto mártir a la calle desnudo en carnes, los brazos amarrados atrás, y juntamente las manos. Salió con alegre rostro y mucha paciencia y fue puesto en un lugar cual le habían protestado, adonde estuvo hasta las diez de la noche que le recogieron. Otro día muy de mañana le volvieron a sacar y le pusieron en el susodicho lugar, adonde acudía mucha gente a verle, así del pueblo como forastera que pasaba por aquel puerto. Estaba el sancto mártir los ojos puestos en el cielo, diciendo muchas palabras de mucha edifi‐ cación a los que le hablaban. Pero los gentiles, que vieron lo poco que se le daba por aquella afrenta con que tan creído tu‐ vieron vencerle, después de le haber tenido allí algunos días le 307

llevaron a la mar y pusieron dentro del agua, en pie, de modo que le llegaba el agua a la garganta. Tenía dos bramaderos, uno cerca de la playa para cuando inchía la marea y otro más dentro para cuando bajaba. Y allí le tenían desnudo desde que amanecía hasta la noche. En este martirio estuvo Adán mu‐ chos días padesciendo grandes tormentos, con los cordeles que le tenían los brazos desde las muñecas hasta los molledos cortados. De noche, cuando le sacaban del mar, no le ponían en casa, sino amarrábanlo a un pino de muchos que hay en una playa enfrente de la población. Y no era esto lo que él sentía tanto, como las continuas baterías que le daban y los escarnios que le hacían, y lo que persuadían a María, su mujer, sobre que re‐ trocediese. La cual, amenazada de que la pornían como al marido, al fin cayó, lo que sabido por el sancto Adán la envió a llamar. Y con graves palabras, la reprehendía lo mal que había hecho en dejar la ley en que tantos años viviera por temor de una pequeña afrenta que le podían hacer. Las cuales palabras y otras oyó María con muchas lágrimas, diciendo que ella era cristiana dentro de su corazón, aunque era verdad que había dicho que no por temor de aquella afrenta que la habían querido hacer, pero que estaba muy arrepentida y prometía de ser siempre cristiana. Desto sintió mucho el bunguio, y por no se cansar más, determinó de matarle. Y así lo mandó ejecutar, cortándole la cabeza, y luego le hicieron el cuerpo pedazos y los echaron en la mar en un saco, porque no pareciesen en medio de la ensenada. Fuéronse a una playa y echaron en la fune mucha arena y lavaron toda la sangre, de modo que no quedó señal della, todo a fin de que los cristianos no venera‐ sen aquellas sanctas reliquias. Subcedió el fin deste glorioso martirio en cinco de junio deste año de mil y seiscientos y ca‐ torce. María su mujer vive hoy en Canzusa, cristiana.542

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18. 2. DEL MAR TI RIO DE LUIS QUE POR LA CON FE SIÓN DE LA FE FUE MUERT O EN FUC AF UR I Antes deste martirio del famoso Adán subcedió, a veinte y nueve de mayo del dicho año, otro en un lugar llamado Fuca‐ furi, que está una legua pequeña desta ciudad de Nangasa‐ qui.543 En este pueblo residía entre otros un mancebo llamado Luis, el cual fue persuadido con mucha instancia del tono de allí que dejase de ser cristiano como otros lo habían hecho, y él no quiso dar oídos a sus ruegos, miedos ni amenazas, y es‐ taba en su casa esperando cuándo le habían de venir a matar. Llegó el día de Corpus Christi y el buen Luis sabía que estaba ya sentenciado, y antes de amanecer entrose en una fune suya con algunos amigos y vínose aquí a Nangasaqui, adonde con‐ fesó y comulgó, y volviose a su casa. Luego ese día le mandó el tono poner en una fune y llevarle lejos de allí, que por en‐ tonces no se supo adónde más de que le cortaron la cabeza y echaron con muchas piedras a la mar.544 Fueron los cristianos escondidamente la noche siguiente a buscar el sancto cuerpo hacia donde habían tenido noticia que le habían echado, y no le hallaron esa noche ni otras, aunque le buscaron con harta diligencia con redes y ganchos, arando el mar. Volviéndose una noche muy desconsolados a su pue‐ blo, vieron los que habían ido a buscarle una luz muy resplan‐ deciente en la cumbre del monte, y mirando todos atenta‐ mente en ella, vieron que se mudaba, y notando más la cosa viéronla levantar en el aire, y del monte se puso en la mar a sus espaldas dellos. Estuvieron suspensos, mirándose unos a otros, y uno dellos dijo: “¿si sería posible hacernos Dios tan gran merced que sea esta el alma de Luis, o el ángel de su guarda que nos viene a mostrar su cuerpo?”. Tuvieron tanta fe que volvieron allá. Y la 309

lumbre se estaba queda, hasta que llegando cerca se levantó en el aire y despareció, y en el mesmo lugar hallaron luego el sancto cuerpo en veinte y tantas brazas, y con piedras y todo le levantaron arriba. Faltaba la cabeza, y mirando el cuerpo vieron que le habían abierto los costados y metido la cabeza dentro del pecho, y de allí la sacaron. Y todo lo trajeron aquí a san Pablo, adonde está este sancto cuerpo.545 Sea el Señor loado, que es servido de nos hacer ver estas maravillas para que por ellas le bendigamos. Alabado sea y bendito eternal‐ mente y glorificado su cristiano nombre.546 Aunque adelante he de tratar cosas que subcedieron antes desto, me ha parecido ponerlo aquí por no entremeter entre estos sanctos martirios otras cosas. supuesto que todo va por la cuenta del tiempo en que subcedió.

18.3. TRÁ TAN SE OTRAS COSAS QUE SUB CE DIE RON POR ESTE TIEMP O Y LAS PE NI TEN CIAS PÚ BLI CAS Y PRO CE SIO NES QUE HIC IER ON EN NANG AS AQ UI Desde principio de mayo deste año de seiscientos y catorce, no hacía Safioye sino embiar aquí cartas a Toan, y en ellas muchas amenazas contra los religiosos, y que se habían de embarcar en octubre en todo caso, y que había de derribar las teras sin que dellas quedase piedra sobre piedra, y otras cosas con que le parecía molestaba los padres. A vueltas desto venían otras nuevas a los cristianos, dicien‐ do que habían de los atormentar, matar y destruir, y que Sa‐ fioye se había ofrecido a hacerlos retroceder a todos. Tomaron los cristianos por caso de honra, y juntáronse todos en un cuerpo, uniéronse en ciertas juntas, y escribiéronse y firmaron de sus nombres y prometieron de no dejar la fe por trabajos, 310

adversidades y afrentas que les diesen, moviesen y causasen. Y fue cosa para ver que tiernas mujeres y niños delicados hacían esto con tanto ánimo y fervor como los robustos hombres. Y hecho esto comenzaron a pedir misericordia y perdón de sus pecados y fuerzas, ánimo y valor para cumplir lo prometido a nuestro señor con muchas y rigurosas penitencias pública‐ mente por las calles desta ciudad de día y de noche, haciendo muchas procesiones. La primera procesión fue viernes en la noche un nueve de mayo en que hubo más de trescientos penitentes de sangre, hombres y mujeres, la cual procesión corrió todas las iglesias desta ciudad. Y esto fue sobre haber pregonado la cuaresma pasada que no se disciplinase nadie sob pena de grandes penas.547 El sábado siguiente en la noche hubo también muchos pe‐ nitentes, pero el lunes doce de mayo salió del lugar de Todos los Sanctos548 una procesión solemne en que iban más de tres mil personas,549 hombres y mujeres, unos de sangre, otros con cruces a cuestas, otros con los brazos atados fuertemente en un madero largo que llevaban sobre los hombros, de modo que iban hechos una cruz, otros con grandes piedras a cuestas y a los cuellos, otros con mordazas y cadenas ceñidas fuerte‐ mente a los cuerpos y por las bocas, y muchos vestidos con sacos de paja muy apretados con gruesas cuerdas, y otros ata‐ dos con sogas desde los pies a la cabeza, muy fuertemente ce‐ ñidos. Otros muchos atados los brazos atrás, muy recio, con sogas gruesas a los cuellos, de las cuales otros les iban tirando, otros los iban azotando en las espaldas, que llevaban desnudas con disciplinas y azotes de cañas hendidas en menudas rajitas. Otros, después de atados los cuerpos y brazos fuertemente, llevaban unos cestos hechos de caña a modo de nasa, vestidos y luego otra vez amarrados. Las tiernas y delicadas mujeres 311

iban amarradas las manos atrás, otras luego por los cuellos, unas a otras azotándose, otras con devoción puestos los ojos en Cristo y imágines que en las manos de los amarrados bra‐ zos llevaban. Y finalmente, con otros modos, penitentes que movían a devoción, lástima y compasión.550 No era cosa fuera de propósito ni acaso salir los cristianos en estas procesiones con estos instrumentos de cruces, sacos y nasas vestidas, rodeados de cuerdas, y otras amarradas las manos fuertemente y llevando cual una sierra de palo, cual una cruz, y cual otra insignia arbolada, porque lo hicieron res‐ pondiendo a las amenazas de los tiranos y modos con que en Meaco y Osaca con terrífico fervor habían comenzado a per‐ seguir a los cristianos. Y como quien dice: Si por ser cristianos nos habéis de martirizar y atormentar, veis aquí las armas, instrumentos con que lo podéis hacer eje‐ cutar, las cuales desde luego abrazamos, adoramos y besamos, y confiamos en Dios nuestro señor, que nos dará fuerzas para perder las vidas,551 las que le ofrecemos por su fe. Miércoles catorce de mayo hubo siete procesiones, todas de día, hombres y mujeres. Y en una particularmente, que era de más de mil penitentes, iba mucha gente honrada, así mujeres como hombres. Y en esta iba Justa, la mujer de Toan, descal‐ za y con un crucifijo en las manos, amarrados los brazos atrás por los molledos, con una corona de espinas en la cabeza, y con ella sus dos hijas y cinco hijos. De la mesma suerte salió esta procesión de San Juan, y pasó por mi puerta a Sancta María. Delante de todo llevaban una talla grande de ciprés le‐ vantada en un palo, en la que iban escriptos los nombres de todos los que ordenaron aquella procesión y iban allí, y luego decía: “y por cuantos somos pecadores y flacos, pedimos a Dios nuestro señor gracia para hacer penitencia de nuestros pecados y para conformemente morir por la fe deste señor a 312

quien hemos ofendido, lo cual todos prometemos con su gra‐ cia”. Luego venía una cruz grande, y en ella puesto un sudario teñido de colorado a manchas, como sangre, y luego seguía un Cristo, y allí cantando las letanías muchos niños y doncellas de sancta María. Fue esta procesión a Sancta Cruz y de allí a sancto Domingo, y pasando por la puerta de san Francisco fue por la de la Misericordia a la Compañía de Jesús, y de allí fue a san Agustín, y luego a san Antonio, y de allí a san Pedro, y se recogió a San Juan. Fue cosa para mover a devoción y compasión lo que este día pasó, porque hubo más de diez mil penitentes entre día y noche. Y como entre estos hay tantos que, aunque son cristia‐ nos, no saben aún bien todas las cosas en que pecan y que en consciencia no las pueden hacer, subcedió este día caer en muchos yerros. Porque uno se hizo amarrar fuertemente las manos y brazos y liar todo el cuerpo, habiéndose primero atravesado por el muslo una catana, y así iba en procesión hasta que, llegando a sancto Domingo, avisaron dello al padre fray Tomás del Espíritu Sancto, que se le hizo quitar, y él dijo que le había parecido que no pecaba, sino que antes sería pe‐ nitencia agradable a Dios. Este murió otro día, y murieron tres o cuatro de las penitencias que hacían.552 Avisáronles los padres y advirtieron nuevamente de lo que no podían hacer y de lo que era más lícito. Luego el jueves quince del dicho [mes] hubo tres procesiones de día en que hubo muchos penitentes de sangre y de otros modos, y el viernes hubo otras tres de día y otra de noche, y el sábado no faltaron penitentes, porque hubo más de quinientos. El lunes, segundo día de pascua del Espíritu Sancto553 salió de sancto Domingo una procesión solemne en que hubo más de tres mil penitentes de sangre, hombres y mujeres, que se 313

azotaron lo más inhumanamente que vi. Iban más de dos mil mujeres, de las más honradas y ricas y nobles de Nangasaqui, descalzas, vestidas [de] túnicas y catabiras blancas, cubiertas las cabezas y hasta medio cuerpo con velos negros, y mantos y coronas de espinas, clavos y púas en las cabezas, todas con cristos y imágines en las manos. Acompañó esta procesión el Toan con todos sus hijos. Pasó por la puerta de San Francisco en esta orden: iba delante una cruz levantada de cobre dorado muy rica, y cantando las letanías muchos niños. Luego iba un crucifijo mediano, y después a trechos otros, y últimamente un Cristo grande cubierto con un velo negro y luego la Vir‐ gen, nuestra señora, en unas andas cubierta de luto, y detrás los religiosos de sancto Domingo, san Agustín y san Francis‐ co, cantando las letanías. Revestido y con capa, el prior de san Agustín, fray Hernando de san José, y allí el Toan y sus hijos. Fue a la Compañía por la puerta de la Misericordia, de la Compañía a San Pedro, y de allí a san Juan y luego a sancta María, y recogiose por sancta Cruz, adonde había salido. Luego el martes, veinte de mayo, salió de San Agustín otra procesión de sangre y cruces, las cuales llevaban penitentes vestidos de túnicas moradas, de los cuales hubo cuatrocientos y ochenta y cuatro entre hombres y mujeres. Hubo mil y tan‐ tos penitentes de sangre y quinientos de disciplina seca, aun‐ que estos también se sacaron harta sangre.554 Esta procesión se hizo con más aplauso y orden que la de sancto Domingo, y así se hallaron en ella muchos más religiosos, y particularmen‐ te seis de la Compañía. Salió primeramente una cruz alta y luego tras ella los penitentes de sangre y disciplina seca, y luego iba una trompeta tocando muy bien y luego un estan‐ darte, pendón morado de seda, y en su seguimiento muchos niños vestidos de morado con sus cruces a los hombros, y luego las mujeres, que también llevaban unas cruces. Luego iban cuatro angelitos con las insignias de la pasión, muy lin‐ 314

damente aderezados, y luego iba el Cristo nazareno con la cruz a cuestas, vestido de una ropa de picote morado, muy de‐ voto y admirable, puesto en sus andas que llevaban a los hom‐ bros. Delante dél iban ardiendo ocho blandones, y detrás iban trece padres revestidos. Y el uno, que era el padre Francisco, clérigo presbítero hijo del Toan, llevaba capa y en las manos un sancto relicario de plata de muchas reliquias. Iban cantan‐ do las letanías con tono alto, y aquí iba el Toan, y luego iban los hombres nazarenos con sus cruces a cuestas, que eran otros tantos poco más o menos que los de delante. Luego iba la Virgen, nuestra señora, en unas andas, cubierta de luto, y de‐ lante cuatro blandones ardiendo. Aquí iban muchas velas de cera que llevábamos nosotros, y luego venían muchos doxucus y el resto de los padres, tres de los cuales venían con capas. Y el de enmedio, que era el padre Pedro Pablo de la Compa‐ ñía,555 traía en las manos una sancta y venerable cruz, llena de muchas y santas reliquias, que es la mejor pieza que en este reino tienen los padres de la Compañía. Aquí iban los hijos del Toan con mucho acompañamiento de gente. Todas las calles por donde la procesión pasó estaban colga‐ das y llenas de muchos retablos, oratorios y imágines, excepto cuatro que luego le diré cuáles eran. Salió pues de San Agus‐ tín, cuya puerta principal está en la calle que llaman Furca‐ guamachi, y pa[sa]ndo un río por una puente,556 entró en la que llaman Humquyamachi, y por detrás de la Misericordia entró en su calle, y pasando por su puerta fue por la de Xi‐ manbara, y luego derecho a Bunchimachi, y saliendo al table‐ ro de la puerta de San Pablo, entró por la puerta menor y salió por la principal y fue entrando por Fucafurimachi. En San Pablo estaban tres padres revestidos, esperando la procesión que recibieron con mucho aplauso, tocando antes que llegase las campanas.

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De Fucafurimachi entró la procesión557 por Omuramachi, y estas cuatro calles son las que no colgaron ni mostraron recibir la procesión con devoción y alegría, porque aunque son las más antiguas y nobles de Nangasaqui y de gente más honrada y rica, viven en ella los principales gobernadores de la ciudad, y no se atreven a favorecer públicamente las cosas de los cris‐ tianos.558 De Omuramachi fue por Humfacatamachi a la calle de Coxem, y pasada abajo por Bungomachi a Congavamachi, y entró por Bamachi y llegó a Sancta María. Y entrando por una puerta, salió por otra y fue a sancto Domingo, y de allí pasó por la puerta de San Francisco, y entró por atrás de Gu‐ yamachi y por Daicumachi, adonde está San Antonio. Y pa‐ sando por su cementerio, salió a Inomachi y fue otra vez a Humcuyamachi por una traviesa. Y de allí a San Agustín salió a las dos y media de la tarde y recogiose a las seis. Era la gente que la acompañaba mucha, pero la que había por las bocas de las calles, por las puertas de las casas, y por las ventanas y teja‐ dos eran más de cincuenta mil almas.559 Fue de mucho gusto y devoción para todos, y si se hizo bien o no, no lo sé, mas sé que a los padres de la Compañía les cuadró. El jueves veinte y nueve de mayo, día de Corpus Christi, hubo en la Compañía una procesión solemne, y para Japón de mucha autoridad, porque iba en ella mucha gente, y primeramente cincuenta niños japones muy ricamente vesti‐ dos, con velas de cera en las manos. Y luego iban doscientos y dieciséis hermanos doxucus (que estudian para ser padres), con sus velas en las manos y con sus sobrepellices. Iban luego cuatro angelitos muy lindos y ricamente vestidos, y luego iban unas andas doradas y colgadas de muchas cadenas, pomas de ámbar y relicarios y otras diversas joyas, y en ellas iba un niño Jesús muy hermoso y lindo. Delante dél iban ocho blandones de cera ardiendo, y seguíale un coro de cantores. Luego se‐ guían cincuenta y tantos padres de la Compañía con sobrepe‐ 316

llices y estola, y veinte dellos con capas. Luego venía un gran estandarte pendón en que venía de una parte un cáliz con una hostia, y de la otra parte un vene‐ rable Abraham con un alfanje levantado sobre el humilde Isaac, que estaba sobre la leña y ara. Este llevaba un honrado portugués, que llevaba un ropón de damasco carmesí vestido. Luego iban otros cuatro ángeles con velas en las manos, y aquí delante iba otro coro de cantores. Iban luego doce blan‐ dones de cera puestos en unos ciriales560 de barniz colorado, que cada uno tenía una muy hermosa rosa de latón por cazue‐ leja, y en la hasta un palmo abajo de la dicha rosa tenía un Jesús de oro, y estos iban también de carmesí. Luego iba el santísimo sacramento puesto en una muy rica y grande custo‐ dia de oro de muy rica obra. Llevábale el padre provincial Va‐ lentín Carvallo puesta en un descanso pequeño de tabla afo‐ rrado de damasco, y el diácono y subdiácono ayudaban cada uno por su lado, de modo que iban muy cómoda y decente‐ mente. Iba cubierto con un muy rico y costoso palio de tercio‐ pelo bordado que llevaban con ocho varas los hombres más principales del pueblo, también con sus ropones de carmesí. La vuelta que dio o paseo fue muy pequeña, porque los re‐ gidores del pueblo rogaron a los padres que, porque no se ai‐ rase más de lo que estaba este luciferino enemigo por quien cada hora esperaban que llegase a echarlos de la tierra, no fuese la procesión por las calles, y así no fue más de por el ta‐ blero de la iglesia. La gente fue tanta, que ni en la iglesia, ni fuera, ni por los patios y tablero, no se podía romper, y las tres calles que vienen a dar a esta iglesia estaban todas llenas. Recogiose y quedó el Señor por tres días descubierto, y ese día se juntaron los hermanos de la Misericordia y del apóstol Santiago,561 y en procesión solemne fueron a san Pablo a ado‐ rar el Señor, que como digo estaba descubierto. Estuvieron 317

allí una hora entera en oración, y recogiose con muy buena orden otra vez. No dejaban los cristianos deste pueblo de proseguir con sus devociones secretas y publicar ayunos y penitencias, porque sacados los domingos, todos los demás días había disciplinas de muchas personas, con tanto fervor que era para dar gracias a nuestro señor, congregándose y aunándose para padescer con conformidad por amor de Dios. En todo este discurso no cesaban con la oración de las cuarenta horas, y no había día ninguno que no se hiciese en muchas casas particulares del pueblo con gran devoción y silencio, repartiéndose los vecinos de las calles por su orden para que no faltase número de gente siempre en la dicha oración, armando sus altares en lugar se‐ creto, limpio y honesto con mucha orden y concierto, con harta confusión nuestra, que por nuestros pecados nos hemos hecho, como a las veces decimos, tan de casa, que aun apenas vamos a misa un día de entre semana, y nos parece que hace‐ mos mucho en oír misa los días de precepto. Y si el sacerdote no es en ella, muy breve luego le ponemos una señal para huir dél, buscando misa, como el otro dijo, de cazador.

18.4. QUIÉN FUE EL TOAN, Y HOY ES, Y LO QUE HIZO EN ESTA OCA SIÓN DE LA LLE GA DA DE FA XEN GA VA SA FIO ‐ YE, Y OTRAS COSAS En este punto estaban las cosas de la cristiandad en este reino, y esto pasaba en esta ciudad de Nangasaqui, adonde es‐ tamos por horas esperando la llegada de Safioye, que hoy once de junio supe yo de cierto estar en una población llama‐ da Teray del reino de Fixem, situada en la orilla del río y mar, la cual está de aquí poco más o menos ocho leguas. Dicen que desde allí envió a llamar a Miguel, el tono de Arima, el cual 318

no quiso ir. No sé lo que quería, pero para quien con tanta braveza escribió aquí tantas cartas, mucho espacio y blandura es la que trae. Entre tanto que él viene (nunca acá llegue) quiero tratar, porque será injusticia no lo hacer, lo que en estos días hizo el Toan, señor y gobernador que de muchos años a esta parte ha sido de Nangasaqui por el Daifu.562 Para mejor declaración de lo que pretendo decir, conviene saber que este Toan es natural de la ciudad de Facata en el reino de Chicuxem, y vino a esta ciudad muchos años ha, muy pobre. De su prosapia es humilde, y nació con dos dientes en la parte delantera de arriba. Llámase Murayama Anto. Con su buen entendimiento y diligencia, y mediante un portugués llamado Francisco Centeno, vino de levantar cabeza y adqui‐ rir amigos y dinero, los cuales él supo manejar de tal manera que se hizo riquillo. Compró una casa en la calle de Facata‐ machi el viejo, en la cual moraban otros de su tierra de Facata, y por eso le quedó el nombre hasta hoy. Casó con una mujer moza y honrada llamada Justa, en la cual tuvo primeramente un hijo que llamaron André Xirofachi y otro Francisco, que hoy es clérigo de misa y vicario de S. Antonio, y luego otro llamado Juan. Y hoy tiene desta mujer ocho hijos o nueve y dos hijas, que son los mayores muy honrados y buenos cristia‐ nos, y los menores muy lindos y graciosos.563 El año de noventa y cuatro, que fue el que yo pasé a este reino, subcedió un cierto trabajo a los otonas y cabezas deste pueblo. Ya algunos mercaderes que habían comprado y vendi‐ do ciertos tibores o cantarillos de barro destos que vienen de Manila, en que guardan la yerba cha, que ha habido tibor des‐ tos que ha valido en ochenta mil ducados.564 Era cabeza de los otonas de un viejo honrado llamado Omura Bartolomé, y este y los otonas de ocho calles principales y algunos mercaderes fueron llamados por Taicosama, y entre ellos fue el Toan (que 319

aún se llamaba entonces Murayama Anto o Antonio) como mercader, que había vendido y muy bien algunos tibores que le habían venido de Manila el año de noventa y tres. Ellos fueron a Meaco, y antes de llegar a la ciudad los prendieron en una cárcel muy pequeña, adonde estuvieron muchos días bien temerosos de morir. Mas finalmente, por buenos padri‐ nos que tuvieron y porque Taico se informó no tener culpa (como en efecto no la tenían en lo que les imputaron), los hizo soltar libremente, queriendo ellos después agradecer este beneficio a Taico y visitarle y pedirle licencia para se venir a sus casas.565 Hicieron su cabeza para que hablase en nombre de todos a Murayama Anto por muy plático, agudo y determinado. Y tan en gracia le cayó al rey, que le hizo miel (merced) de cier‐ tas cosas, y queriéndole dar un nombre,566 le preguntó por el suyo de cristiano, y le dijo que se llamaba Anto.567 Díjole Taico entonces “pues volved al revés ese nombre y llamaos Toan”. Así lo hizo, y así se llamó hasta hoy.568 Vueltos a Nan‐ gasaqui los que fueron para morir contentos y honrados hicie‐ ron muchas fiestas, y comenzaron a hacer mucha más cuenta que primero hacían de Toan, pero no mandaba en cosa del pueblo, mas de que se aconsejaban siempre con él, particular‐ mente en cosas de mercancías. Era la principal cabeza, terciaba en el dar la pancada en la seda, oro, plomo y azogue, y en todo tenía gran mano y de todas partes se aprovechaba. En este estado le dejé en el fin del año de noventa y ocho, que fui de aquí a Manila. Y vi‐ niendo de la India oriental569 a Macao [el año] de seiscientos y cuatro supe cómo Toan, muerto el otona Bartolomé, cabeza de los otonas, fue el dicho Toan elegido en su lugar. Y el año de mil y seiscientos y cinco le dio Daifu el señorío de Nanga‐ saqui, y así estaba ya en el año de seiscientos y siete que yo 320

vine de Siam aquí.570 Súpose dar tal y tan buena maña, que se hizo muy poderoso y rico. Y como semejantes pujanzas suelen ordinariamente traer desórdenes, subcedió que este hombre se estragó en su vivir mucho con grande nota, particularmente dándose desen‐ frenadamente a mujeres, sobre que tenía con la suya y sus hijos muchos debatimientos. Gastaba con ellas pródigamente y tenía muchas repartidas por diversas partes, y no le hicieron tan buen provecho con le sabían, porque de la corte trajo mu‐ chas bubas, y tan finas que tuvo que curar muchos meses con harto riesgo de su vida, y aún no estaba muy bueno dellas. El año de seiscientos y doce, sobre una mujer de las que aquí tenía, hizo crueldades estrañas en un mancebo571 y al cabo le vino a matar, y luego mató a su suegro y suegra y pa‐ rientes pasadas de diez personas, porque estando en casa del suegro, el yerno la requebraba. Después, sobre una bellaquería que le hicieron unos criados suyos, castró siete u ocho dellos y mató a otros.572 De todo esto no se le pidió cuenta, porque a la usanza de Japón, el criado y el que come el pan ajeno por cualquier cosa tiene la causa perdida. Sobre otra mujer tuvo con su mujer y hijos el mesmo año grandes pasiones y disgustos, porque le llegaron a ponerse armas los hijos, todos por defender la madre que tenía en su poder esta dicha mujer, y la favorecía contra el Toan, que la quería tener por fuerza. Y estuvieron muchos días muy mal hasta que el año pasado los hizo amigos el mayor enemigo que ellos tienen, que es Safioye. El Toan se estaba en su lugar de Mongui, una legua de aquí, y allí no le faltaban mujeres, antes estaba con un turco en el serrallo.573 Y en este estado le cogió la persecución presente y destierro de los padres, y no faltó quien entendió que habría con él poco trabajo en hacerle dejar la fe, porque él apenas daba 321

muestras de cristiano. Pero él nos ha desengañado a todos y mostrado que, aunque como flaco tenía todas estas lacras, que estimaba con todo la salvación de su alma, y que no la quería perder. Y ojalá que todos diéramos las muestras que él, que sin dubda son interiores. Pues como él se certificó y supo que echaban los padres de Japón y que perseguían los cristianos allá en Meaco, lo prime‐ ro que hizo fue echar de su casa todas las mujeres que tenía que le eran impedimento para su consciencia, dándoles a todas muy buen remedio para se casar y vivir bien. Despidió algunos criados que le habían servido en llevar y traer, dándo‐ les más de lo que les debía. Puso su casa en concierto y orden, confesó con grandes muestras de dolor y arrepentimiento, ví‐ nose a su casa, confirmose en amistad con su mujer y hijos, hizo cuentas sus mayordomos para saber lo que tenía en plata, oro, joyas, preseas y otras cosas de precio. Dispúsose para recibir lo que nuestro señor fuese servido de ordenar dél, dispuesto a dejar cuanto tenía y la mesma vida por la fe que profesaba. Comenzó a hacer muchas penitencias, y en la primera procesión que se hizo, que salió de Todos los Sanctos, fue en ella con una cruz bien pesada y que le degolló los hombros hasta correr mucha sangre dellos, y en las demás que se hicieron se hallaron él, su mujer y hijos, pública o se‐ cretamente con mucha devoción y satisfacción. Y hoy está muy quieto y humilde, y tan otro del que solía, que nos admi‐ ramos y damos gracias a nuestro señor que tan poderoso y lleno de misericordia es.574 Y quince de junio575 supe cierto haber llegado Safioye a Arima, adonde envió a Cuchinotzu, Ariye, Mye, Canzusa y Ximanbara a llamar las cabezas de aquellas poblaciones como las más principales del Tacacu,576 diciendo tenía ciertas cosas que les proponer. Fueron de Cuchinotzu seis personas, de 322

Canzusa cuatro, de Ariye seis y seis de Ximanbara y seis de Mye, y con estos se juntaron doce de Arima y parecieron ante Safioye,577 que con una larguísima arenga les dio a entender lo mucho que debían hacer por no caer en desgracia del Daifu, el cual mandaba expresamente que todos renegasen y recibie‐ sen bonzos en sus tierras y pueblos. Con la mesma sorna y larga arenga le respondieron todos en nombre de todos los pueblos, aldeas y casares que no lo habían de hacer por nin‐ gún modo. Alterose el tétrico y zafio enemigo, y dijo que vie‐ sen muy bien lo que elegían, porque aquello no lo mandaba él, que era voluntad expresa del rey. “Sea lo que fuere, si vos lo mandáis a vos os lo decimos, si lo manda el rey con él habla‐ mos”. “Mirad”, replicó él “que se lo he de escribir luego”. “Como quisieres, lo haced antes hoy que mañana”, dijeron ellos. Y todos nosotros daremos por escripto esto que decimos, y nos firmaremos de nuestros nombres. Y en lo que toca servirle en lo que fuere justo al rey y a nuestro tono, hacerlo hemos como siempre, que no nos llevó ventaja nadie hasta agora en eso. Pero en lo que toca a nuestras almas y salvación, no nos han de mudar de lo que viéremos que conviene. Cristianos somos, en esta ley hemos vivido.578 Noqueremos dejarla, ni ver bonzos, ni recibir otra que esta ley verdadera, y fuera della no hay cosa buena. Con tanto brío dijeron estas y otras razones los fieles cris‐ tianos, que el carpintero Safioye quedó hecho un basilisco, pero calló la boca con decir que forzosamente había de avisar al Daifu. Y así lo hizo, y lo que subcedió se dirá adelante. En veinte y tres de junio llegó a esta ciudad Safioye con harto pesar de todos, y luego en veinte y cinco del dicho fue‐ ron579 por su mandado el nengioje y principales otonas, y un criado del dicho Safioye a la Compañía de Jesús. Y de parte 323

del Daifu notificaron al provincial della, que es el padre Va‐ lentín Carvallo, que sin réplica alguna se apercibiesen él y los demás padres para en octubre se embarcar para Macao, con apercibimiento que por ningún acontecimiento quedaría al‐ guno en la tierra. Y lo mesmo se notificó con mucha puntua‐ lidad a todos los religiosos en sus monasterios, con que no poco cuidado pusieron a cuantos aquí estamos, porque se en‐ tendió de cierto cuán de veras iba la rabia deste contra los cristianos. Luego otro día que fue en veinte y seis, a las tres horas de la tarde, llegó un navichuelo de Macao que venía cargado de ja‐ pones echados de aquella ciudad por perjudiciales,580 y por mandado de los chinas, el cual trajo nueva que dejaba la nao cerca de aquí, con la cual se alegraron todos estrañamente, y Safioye mostró holgar. Otro día a las ocho de la mañana surgió la dicha nao en un puerto cerca de aquí llamado Fimi,581 y finalmente llegó a este de Nangasaqui en siete de julio, donde surgió, con cuya veni‐ da entendimos que se remediara la persecución, y que fuese el interés que della tiene (así a Safioye como al mesmo Daifu y todo su reino) lenitivo para ablandar la dureza de su tétrico corazón. Pero no fue así, porque de ahí a pocos días envió a decir, a los padres de la Compañía particularmente, que no por la venida de la nao entendiesen que habían de quedar en la tierra, porque ninguna cosa hacía al caso su venida para esto, por lo que se apercibiesen para el plazo señalado, y que no tratasen de hacer alguna intercesión, porque sería excusa‐ da. Luego que la nao llegó, se trató quel capitán della, llamado Juan Serrao Dacuña582 fue a la corte a visitar al Daifu y Xo‐ gunsama su hijo, y a rogar revocase la sentencia dada en ma‐ teria de salir los padres de Japón, pues siendo así cumplida, 324

era grande inconveniente para la nao venir a este reino. Sobre esto se [ha] tratado y dado y tomado, y el Safioye ni lo con‐ tradice ni lo aprueba, ni se ha concluido hasta hoy, trece de agosto. Y ayer doce llegó aquí Yamanguchi Surungandono con gran aparato y acompañamiento de gente. Y aunque dicen diversas cosas de su llegada, sin dubda viene contra la iglesia, y no a otra cosa. En principio deste mes de agosto tuvimos nueva de cómo en la ciudad de Meaco se habían removido algunos cristianos, que aunque en lo exterior habían retrocedido y dado ciertas cédulas, volvieron sobre sí. Estos fueron ocho, a los cuales ciertos bonzos enviaron maliciosamente a convidar para que se hallasen en cierta fiesta que en una de sus teras hacían a su fotoques, a lo que los cristianos respondieron que ni lo podían hacer ni querían, por cuanto ellos eran cristianos muy de cora‐ zón, y conocían con mucho arrepentimiento que habían hecho muy mal en dar las cédulas que habían pasado a Itacu‐ randono,583 más por importunaciones y ruegos de sus parien‐ tes y amigos que por voluntad. Que supiesen [que se desde‐ cían]584 y de allí en adelante los tuvieran por cristianos. Los bonzos, que tal oyeron, fueron al gobernador Itacurandono y relataron el subceso con grande furia y encarecimiento, repi‐ tiendo que aquello era hacer poca cuenta de los camis y foto‐ ques y del mandato del señor de la Tenca, y que para ejemplo y terror de otros se debía castigar con mucho rigor. Envió Itacurandono a llamarlos, y venidos a su presencia les preguntó si era cierto aquello que le habían dicho. Res‐ pondieron que sí. “Luego sois cristianos”, dijo él. “Sí somos”, replicaron. Indignose grandísimamente el gobernador, y tra‐ tolos ásperamente de palabra. Y con mucha ignominia los hizo llevar desnudos y amarrados a la cárcel, para donde ellos partieron con mucha alegría. Y en el camino se juntaron con 325

ellos gran número de cristianos que a voces publicaron serlo, y que habían de pasar por el mesmo rigor y pena que los ocho. Y así los fueron acompañando hasta la prisión adonde preten‐ dieron ser puestos, de lo cual avisaron al gobernador. Y él mandó que los ocho prendiesen y que luego avisaría al Daifu de todo que pasaba, y así lo hizo.585 Y por ver todavía si podía desviar los ocho de su buen pro‐ pósito y atemorizar a los demás, mandó llevar las mujeres de los presos a la calle pública de las meretrices y entregarlas al padre dellas para que las diesen a cuantos quisiesen pecar con ellas, cosa que aun al mesmo padre de rufianes pareció mal. Y viendo que dellas unas se cortaban los cabellos, otras se arran‐ caban y despedazaban los rostros, y todas con muchas lágri‐ mas lamentaban con gran sentimiento aquella afrenta que les mandaban hacer, las consoló y aseguró, y hizo recoger con su mujer en lugar adonde no estaban los viandantes.586 En este tiempo llegó aquí nueva de cómo en Cocura había el tono mandado a un famoso cristiano samurái que allí esta‐ ba, llamado Faeton Diego, que retrocediese, aunque era más honrado y rico de cuantos en sus tierras tenía, a lo quel vale‐ roso samurái respondió que a él no se le mandaban semejantes flaquezas, que cristiano era y había de lo ser hasta morir. Pro‐ curó el tono por muchas vías y modos traerlo a su querer, pero no pudo. Y así lo sentenció a muerte por ganar tierra con el Daifu, más que por voluntad de matar a quien tanto quería y había menester, porque este hidalgo era muy querido y esti‐ mado de todos los demás, y en su casa y servicio tenía más de doscientas personas cristianos.587

18.5. TRÁ TA SE EL FA MO SO MAR TI RIO QUE PA DES CIE RON LOS SANC TOS MI GUEL Y SU MUJER MA JEN CIA, Y LINO, EN 326

EL REINO DE BUNGO

En este tiempo hubo en el reino de Bungo tres mártires fa‐ mosos cuyo martirio subcedió así: residía en una poblacioncita pequeña llamada Qibaru, que es sujeta al tono de la fortaleza y ciudad de Taqueta, que por otro nombre llaman Nangu,588 un hombre anciano y honrado por nombre Clemente, cabeza del lugar, el cual teniendo hijos varones llamados el mayor Miguel y otro Lino,589 subcedió que un bunguio del tono de Taqueta, a quien estaría encomendado el hacer retroceder los cristianos, envió entre otros a llamar a Clemente. Y venido, le dijo que Uyesama mandaba que retrocediesen todos los cris‐ tianos. Que por cuanto sabía que él lo era, le mandaba y amo‐ nestaba que dejase de lo ser, y hiciese con sus hijos y gente de su cargo que hiciesen lo mesmo, por que si no, que habían de ser presos y martirizados cruelmente. Pero si él y sus hijos re‐ trocediesen, que disimularía con los demás. Respondió Cle‐ mente que le mandaba una cosa muy fuerte y que no podía ser. “Andad”, replicó el bunguio, “que esto ha de ser así. De‐ cidlo a vuestros hijos”. Fuese Clemente muy triste para su casa y contó a los hijos lo que pasaba, los cuales le dijeron que eran cristianos y que no habían de volver atrás. Pero Clemen‐ te su padre, en esto no muy clemente, recelando perder los hijos y ver inquietos los cristianos, sin lo ellos saber hizo una lista en que se puso así a sus hijos y a toda su familia, diciendo que retrocedían, obedeciendo el mandato de Uyesama. Y lle‐ vándola al bunguio, quedó contento y quieto. Supieron los hijos desto que su padre había hecho, y quejá‐ ronsele muy en forma, diciendo que les había hecho muy grande agravio y sin razón en dar sus nombres al bunguio, di‐ ciendo que negaban la fe de los cristianos que ellos tanto esti‐ maban, y que entendiese que luego habían de ir a se lo decir, porque ellos eran cristianos verdaderos. Procuró el viejo di‐ 327

suadirlos de aquella intención, diciendo que no fuesen, pero que disimulasen con el negocio, pues no lo habían ellos hecho, sabido ni entendido, ni él había dado sus nombres porque quería que volviesen atrás, sino por estorbarles trabajos que habían de resultar, a ellos y a muchos, de querer porfiar y resistir al mandato del bunguio o del mesmo rey. Que él tam‐ bién era cristiano, pero que le parecía por entonces hacer aquello. No pudieron estas ni otras muchas razones doblar los áni‐ mos de los hijos, que con una honrada indignación contra lo que su padre había hecho, estaban muy escandalizados. Y así se fueron a la fortaleza, luego que supieron que el bunguio es‐ taba de partida para la corte. Llegados allá, hallaron que el bunguio estaba ocupado encerrado en lo interior de la casa, de modo que no le podían hablar, lo que visto por Miguel escri‐ biole en nombre de ambos, diciendo que por cuanto les de‐ cían que estaba muy ocupado y apercibiéndose para la corte, que le avisaban de aquel negocio luego y con tiempo.590 El cual era que habían sido informados que su padre Clemente había dado una lista a su majestad en la cual estaban sus nom‐ bres escriptos, y decía que habían dejado de ser cristianos, lo cual no era así ni habían sabido de tal. Y que eran cristianos él y sus hermanos y mujer y hijos, sin haber jamás dejado de serlo, y que así se lo certificaban. ¡Oh, poderoso señor, la cólera y rabia que se apoderó deste gentil que iba muy contento a dar cuenta al tirano de cómo no quedaba cristiano en toda su jurisdicción! Salió para fuera hecho un león, preguntoles que cómo era aquello, que por qué lo habían engañado. Respondió Miguel que él no había hecho engaño alguno, porque era cristiano y no había nunca dicho otra cosa. Mandoles luego prender en un zaxiqui de la fortale‐ za, adonde vino luego su padre Clemente, y se entró con ellos, 328

y vino también Majencia, mujer de Miguel, muy alegre y re‐ gucijada por ver a su marido preso por aquella ocasión. Envió el bunguio a llamar a Clemente, y díjole que aconse‐ jase a sus hijos que diesen por buena la lista que él había dado, pero él dijo que no lo había de hacer. Envioles a decir por di‐ versas veces que retrocediesen, si no que los haría matar con crueles tormentos, a lo que respondieron que aunque los hi‐ ciese pedazos, no habían de mudar su firme intento de morir por la fe que profesaban. Y porque Majencia dijo que su mari‐ do, aunque más le hiciesen y dijesen, no había de dejar de ser cristiano, y otras cosas de mujer varonil, la amenazaron y mandaron retroceder. Y como no lo quisiese hacer, la desnu‐ daron excepto las naguas interiores y la metieron en un saco de arroz vacío, pero en él muchas aristas punzantes de arroz y de las ásperas camisillas del grano. Y desnuda con las naguas solamente la entraron dentro, quedando la cabeza de fuera, y allí estuvo sin la sacar hasta el seteno día, y esto fue a los siete de junio. El marido Miguel y su hermano Lino estuvieron presos todos estos días, y en ellos fueron muy persuadidos por el bunguio, rogados y amonestados para que dejasen la fe de nuestro señor Jesucristo. Y visto que no había remedio, les amenazó de nuevo, pero no hizo en ellos ninguna impresión toda su diligencia, y siempre les hallaban más fuertes. En este tiempo de prisión pasaron muchas cosas dignas de memoria entre estos sanctos mártires y sus amigos presentes y ausentes, a quien escribían muchas cartas llenas de grande espíritu, por las cuales se vía bien la gracia que del Señor tenían llenos sus corazones y almas. Enfadado pues el maligno bunguio, quiso abreviar el nego‐ cio y envioles de nuevo a requerir le obedeciesen y los soltaría libremente, a lo que ellos respondieron que eran cristianos y 329

lo habían de ser hasta morir. Notificáronles que habían de morir quemados vivos. Respondieron que era gran merced y beneficio que les hacían en ello. Mandó el bunguio que saca‐ sen los dos hermanos y los llevasen al lugar del suplicio, que señalaron entre la fortaleza y Quibaru, y que llevasen por otro camino a Majencia para que estuviese presente al espectáculo y muerte de su marido y cuñado. Así se hizo, y en trece de julio sacaron de la fortaleza a los dos hermanos. Y a Clemente, su padre, enviaron a su casa porque quedase quien la gobernase y no se destruyese en todo punto aquella familia.591 Sacaron de la prisión así mesmo a Majencia, y por diferente camino la llevaron adonde iban su marido y cuñado, pero antes de llegar a un río que habían de pasar por una puente se encontraron todos tres, adonde con mucho amor y alegría se hablaron y fueron en conserva592 hasta el lugar adonde habían martirizado al sancto Benito, quien arriba se ha tratado en el ¶1 deste capítulo. Allí se pu‐ sieron de rodillas, y le pidieron les alcanzase favor de nuestro señor para padescer por su amor aquella muerte que les que‐ rían dar, la cual estimaban en mucho y esperaban sufrir por su amor. Fueron prosiguiendo su camino, y llegando al lugar del su‐ plicio, vieron hincados tres maderos apartado uno de otro dos pasos y alrededor de cada cual mucha leña, tea, cañas y sero‐ jas. Fuéronse a ellos y pusiéronse de rodillas al pie de cada uno, y allí estuvieron por espacio de una hora, orando con mucha devoción, estando dos bunguios que con muchos sol‐ dados y gente de armas venían a ejecutar esta justicia. Y esta‐ ban también muchos cristianos parientes y conocidos de los sanctos mártires, entre los cuales estaba Martina, hermana suya, y otras personas devotas. Salieron de entre aquellos ministros algunos determinados 330

sayones, y unos se fueron para Majencia y la quitaron por fuerza de aquel lugar y desviaron aparte, teniéndola bien asida. Otros se fueron a los dos hermanos, y con sogas de caña verde, los amarraron fuertemente cada uno a su bramadero. Porque no se quemasen muy apresto, las ataduras las emba‐ rraron con barro. Hecho esto, pusieron fuego a la leña, que prendió con mucha presteza, y comenzó a arder levantando las llamas hasta las nubes. Y los sanctos mártires, sin hacer notable movimiento, abrazados a los maderos sin quejarse, gemir ni dar voces, ahogados de la devoradora llama, enviaron sus dichosas almas al Señor, por quien sufrieron una tan te‐ rrorífica muerte. Había visto Majencia el horrible espectáculo bastante y su‐ ficiente para amedrentar un robusto pecho y ánimo héroe, pero el suyo se turbó tan poco, que con gran porfía pugnaba por se soltar de los que la tenían con cuidado tan bien asida, que no pudo desasirse para se ir a entrar en la ígnea cama donde su amado marido y cuñado veía padescer. Lleváronla después dellos ser muertos a una casa allí cercana, adonde de nuevo la persuaden los bunguios a que retroceda si quiere quedar con vida, por que de otra manera ha de ser justiciada por el tenor que su marido. Respondió a estas y otras muchas razones que le decían que era cristiana y no había de dejar de lo ser jamás. Volvieron de nuevo a decirle que no quisiese ser tan inhumana madre que dejase huérfanos y desamparados siete hijos que tenía, dignos de más piadosa madre. Que con‐ siderase que muerta ella, quedaban sin amparo alguno, pues su padre era muerto, su abuelo viejísimo, y que no sabían si también había de morir. Que no hiciese lo que le mandaba el tono por ella, sino por aquellos hijos que había parido y cria‐ do. Respondió ella: Digo que no he dejar de ser cristiana, y esto no es inhuma‐ nidad. Los inhumanos sois vosotros y no yo, pues soy madre y 331

me costaron mucho de criar mis amados hijos. Yo no los desamo, mas mi dios, debajo de cuyo amparo ellos y yo naci‐ mos, y no he de negar a este señor. Soy cristiana y he de lo ser, y fuera desto no me tratéis en cosa, que ni temo muerte ni daño que me hagáis, ni vuestras amenazas. Cansados los bunguios después destas y otras muchas razo‐ nes, persuasiones y amenazas, la mandaron llevar a la hoguera y que allí cerca la degollasen y luego quemasen el cuerpo. Lle‐ váronla los sayones, y llegando al lugar dicho púsose de rodi‐ llas. Y en esto llegó Martina, su cuñada, y otras personas, y en señal de amor y por despedida le dieron el sacantzuqui, y ella le recibió con mucha alegría y sin turbación alguna, y le volvió a dar.593 Y encomendando a Martina a sus hijos, se despidió della y de los demás que allí estaban. Y levantando los ojos y manos al cielo, se puso en oración, y de ahí a un poco de tiempo se fue para ella un arremangado verdugo, el cual, des‐ nudando el brazo derecho, puso mano a la afilada catana y se fue llegando. Y alzando el brazo, le dijo: “¿no quieres retroce‐ der, Majencia?”. Tomó ella el cabello y descubriendo bien el cuello lo ató sobre la mollera y respondió: “no he de retroce‐ der. Soy cristiana”. Repitió esto el sayón dos veces, y como ella respondiese alto “no”, descargó el golpe y cercenole el ala‐ bastrino y sancto cuello, estando repitiendo el nombre dulce de Jesús y el de su madre sanctísima, y subió su alma gloriosa a gozar lo que creía por fe. Tomaron luego su sancto cuerpo, y juntándolo con los dos de su marido y cuñado, que aún no estaban consumidos, pu‐ sieron de nuevo mucha leña sobre ellos y quemáronlos hasta estar despedazados y divididos y hechos carbón y ceniza, las cuales reliquias cogieron luego con mucha diligencia. Y con la ceniza de la leña, hasta raspar el suelo, las echaron en unos sacos de paja con muchas piedras, y los llevaron al río. Y en lo 332

más hondo que hallaron los lanzaron, por que los cristianos no las tomasen y venerasen, que es cosa que les da mucha pena a estos enemigos. Es cosa notoria, que la vieron muchas personas y está averi‐ guada por verdad, que por diversas veces vieron muchas lum‐ bres en este lugar donde echaron los huesos y cenizas destos gloriosos mártires. Y viéronse también en la fortaleza adonde estuvieron presos encima del mesmo zaxiqui donde los tuvie‐ ron, y en otras diversas partes. Y subcedió que un japón vio en el dicho río abajo, un trecho largo de donde habían anegado las sanctas reliquias, una grande lumbre encima del agua o cerca della, y con sentido de que habría allí abajo alguna cosa, fue allá y entró en el río. Y derecho de donde vio la lumbre, halló un pedazo grande de caxco de cabeza, y como sabía que habían quemado los sanctos cuerpos, pareciole ser muy gran‐ de. Y entendiendo que no era dellos, los hizo pedazos y los echó en el río. y dentro de pocos días en diferente lugar vol‐ vieron a ver otra semejante lumbre en el mesmo río, y sospe‐ chando ser algo de lo que tratamos, fueron a buscar. Y en‐ frente de donde de la lumbre había parecido, hallaron los pe‐ dazos del susodicho caxco, habiéndolos arrojado el japón muy desviado uno de otro, por lo cual los guardaron y tuvieron y tienen por de los susodichos sanctos mártires, con cuya muer‐ te se han animado grandemente aquellos desamparados cris‐ tianos de los cuales, aunque muchos como flacos y otros como ignorantes han retrocedido exteriormente, hay muchos que son cristianos de corazón. Y si han caído los que cayeron no me admiro, que son grandes las persecuciones, prolijas las molestias y martirios, crueles los ministros, perpetuos los tra‐ bajos en que los ponen, y como se puede ver por el progreso desta historia, extraordinarias las invenciones que el Demonio ha inspirado en estos ministros suyos. Sea el Señor loado, que nos deja ver en tiempos calamitosos 333

tantas maravillas, como lo son que unas tan nuevas plantas con la leche en los labios, sin padres ya ni ministros que los animen, estén tan fuertes, como está visto lo están estos glo‐ riosos mártires y otros dichosos ellos. Dichosos los ministros que cultivaron tales plantas de quien tales flores y sazonado fruto ven en la viña del señor. En nueve días deste dicho mes de agosto vino a despedirse deste Safioye el tono de Arima para se ir a Fiunga, para donde se partió dentro de pocos días. Y el Safioye envió al Tacacu sus chapas y provisiones, y es hoy señor de aquellas tierras, cosa bien deseada dél, que ha salido con todo lo que pretendía hasta agora, aunque puede ser que le haga mal pro‐ vecho. Cuando llegó aquí el de Surunga, por las informaciones que Safioye había dado, entendió hallar esta ciudad alborota‐ da y puesta en armas, porque había dicho que había treinta mil hombres, y que eran los cristianos hombres soberbios, y que se habían de unir y defender. Y como aquí hubo aquellas procesiones y rogativas, y se escribieron y firmaron de morir antes que dejar de ser cristianos, temieron más. Visto por el de Surunga la quietud de la gente y la humildad cristiana, ad‐ mirose y avisó al Daifu de lo que había, y que los padres esta‐ ban muy obedientes y los cristianos quietos.594

18.6. DE OTRAS COSAS QUE MÁS SUB CE DIE RON EN ESTE TIEMP O, Y DI LI GEN CIAS DE SA FIO YE CON TRA LOS PA DRES HASTA LOS ECHAR DE NANG AS AQ UI En trece deste dicho mes de agosto subcedió en la pobla‐ ción de Xiqui que un cristiano, por nombre Xiyemon Diego, había retrocedido. Y tocado de nuestro señor, vino aquí a Nangasaqui y confesó su pecado con mucho arrepentimiento, 334

y protestó de vivir y morir en la ley de Cristo nuestro señor. Díjole el padre que convenía volver a Xiqui y decir al tono o sus bunguios como era cristiano, y que lo tuviese por tal. Res‐ pondió que así lo haría y partiose luego para Xiqui, y llegado fuese al bunguio y díjole cómo él, por hacer la voluntad [del] tono, había dicho que dejaba la ley de los cristianos, en lo que había hecho muy mal y dello se arrepentía, y le hacía saber cómo él era cristiano. Y llegándose al fuego, tomó unas barrillas de hierro que lla‐ man fibax595 con que atizan y juntan las brasas y carbones, y púsolas en las ascuas. Y después de estar calientes, tomolas en la mano y dijo al bunguio que le estaba reprehendiendo: “esto es así, y para señal de que soy cristiano y que me ofrezco a morir por la fe de los cristianos, me hago esta señal”. Y con esto se hizo en la frente una cruz con los hierros ardiendo. Mandole el bunguio entregar a los de la calle hasta que viniese el tono, que había ido fuera. Y el cristiano, dando un fiador de que volvería dentro de tres días, se vino a esta ciudad, adonde yo le vi con la dicha señal en la frente. Confesó, recibió su pe‐ nitencia y volviose a Xiqui, y hasta agora no sabemos lo que más subcedió, mas infaliblemente morirá, por lo mucho que sienten estos tiranos semejantes cosas.596 En diez y nueve deste dicho mes de agosto envió el Safioye al nengioje y yocumes a apercibir a todas las órdenes y clérigos que se embarcasen en octubre deste año, de modo que a los quince de la luna nueva que llaman cuguatz habían de estar enbarcados. Un día antes habían partido para la corte con el presente. Fuele a llevar el escribano de la nao llamado Fran‐ cisco de Sosa. Este día diez y nueve de agosto llegó un samurái de Satzi‐ ma con nueve funes de gente de armas, pero luego se volvie‐ ron, quedando solo el samurái con sus criados, el cual también 335

se fue dentro pocos días a Arima. En veinte y uno deste dicho mes de agosto hubo aquí un huracán temporal deshecho que hizo mucho daño en la tierra y en la mar, y alcanzó a una fune de Arimandono que iba para Fiunga, en que iban veinte y ocho damas de su Jezabel rene‐ grecidas,597 las cuales todas se ahogaron miserablemente es‐ tando la fune surta junto a tierra cuatro leguas de aquí. En ocho de septiembre, en la noche, llegó un mensajero de la corte con cartas para Surungadono y Safioye, y dicen que por ellas llamaba el Daifu a este y al hermano y sobrino, de los cuales el hermano y Mataxiro (un grandísimo bellaco criado de Safioye) partieron otro día por la posta.598 En diez deste mes de septiembre envió Surungadono un recado a la ciudad de Arima, haciéndole saber que Daifusama les hacía gracia y daba licencia de que cada cual viviese en la ley que quisiese y fuesen cristianos los que lo quisiesen ser.599 Y luego en trece deste dicho mes de septiembre envió Sa‐ fioye otra vez apercebir a todos los religiosos que buscasen en que se embarcar luego si no lo habían buscado. Respondieron los padres de sancto Domingo, los de san Francisco y san Agustín que ya lo habían buscado y tenían navío para se ir. Preguntaron que cuál, y replicaron que el de Esteban de Acosta. Y con esto se fueron. Este día apercibieron a Minamimoto Justo para que con su mujer y hijos y gente se fuese fuera de Japón, y también aper‐ cibieron a los padres de la Compañía que habían de llevar las bicunis que vinieron de Meaco.600 Y respondiendo que no te‐ nían comodidad para las llevar por ser el navío pequeño, dije‐ ron con mucha desvergüenza que las amarrasen a los bordes por la parte de fuera. Así mesmo apercibieron todos los deste‐ rrados que vinieron de Meaco y Osaca. En este tiempo llamó el bunguio Safioye a los otonas de 336

dentro del machi y les pidió a cada uno de por sí y a todos juntos un papel firmado de sus nombres en que se obligasen, pena de la vida y perdimiento de haciendas, hijos y mujer, de que ninguno dellos ni de sus calles ocultaría ningún padre ni hermano, ni le daría favor para se quedar en Japón. Y así lo hicieron, y mandaron que lo mesmo hiciesen los cumi no oyas o cabezas de juntas, y así se hizo. Y luego corrió un pregón general por todas las casas de toda esta ciudad por mandado de Safioye, en que decía y mandaba a cada uno lo mesmo, y a mí me lo notificaron. Y así andaban todos los religiosos en este tiempo fatigadísi‐ mos con su partida, y los que más lo andaban eran los de la Compañía, como de quien penden tantas cosas. Y es verdad cierta que vez ninguna va hombre a aquella casa que no salga lastimado en ver lo que allí pasa, porque como la Compañía fue la primera religión que entró en este reino, y ha trabajado y gastado tanto en él con los cristianos en el discurso de tantos años, y los ven agora echar, y en ella muchos honrados y prin‐ cipales tienen hijos y sobrinos, nietos y hermanos y otros pa‐ rientes, otros sus confesores y padres espirituales, otros sus bienhechores, el desterrado por la fe que no le había quedado otro remedio sino el que los padres le daban y administraban para su sustento, la viuda y el huérfano, los hijos, hermanos y mujeres de muchos mártires… Todos acuden agora, unos a despedirse, otros a llorar sus males y su ausencia, otros condo‐ lidos de ver ir así después de viejos y cansados los que vieron venir mancebos florecientes y recios enseñarles el camino de la verdad, y quedar ellos como ovejas y corderos en las bocas de crueles lobos enemigos capitales del nombre de Cristo… Cierto es cosa de gran compasión, y no pasa menos por las demás iglesias y religiones, que todas están de la mesma suer‐ te llenas de cristianos, y es tanto el concurso de la gente a confesar y comulgar que no bastan los padres, a los cuales 337

piden de su devoción y celo. Apretábalos cada día más Safioye con molestos recados sobre las dichas notificaciones, y los padres se daban priesa a su partida. Y los de la Compañía le entregaron las huertas que fuera de la ciudad tenían, de que él siempre estuvo invidioso. Y en este tiempo, en veinte y siete o en veinte y ocho de sep‐ tiembre, llegó un hijo de Surungandono a dar priesa a la par‐ tida de los padres, aunque su venida fuera bien excusada, pues el Safioye lo tienen bien a su cargo.601 Y en este tiempo hacía tres días habían quitado el retablo de nuestra Señora de la iglesia de sancta María, porque es una pieza de mucha estima, y de que los gentiles están muy cobdi‐ ciosos. Y en este tiempo llegó nueva de cómo en la ciudad de Osaca habían querido matar al Findeyori, hijo de Taicosama, con ponzoña, por mandado y orden del tirano, el cual cohe‐ chó a un hombre anciano, ayo antiguo del dicho Findeyori y de quien se fiaba mucho. Y como en estos hay tan poca fideli‐ dad, subcedió que haciendo un banquete solemne al Findeyori y a su madre, él mesmo por su mano echó la ponzoña en la escudilla del xiro y luego se fue a sentar cerca del Findeyori. Venida la mesa, salva uxqui primera, donde venía el goqui del arroz y coan del xiro para el Findeyori (a quien Dios guarda él sabe para qué y le ha librado de otras fuera desta), hizo que la pusiesen en su ayo por honrarle. Él no consintió, se excusó con mucha cortesía, pero el Findeyori insistió, de modo que la aceptó y hubo de comer. Y había el traidor cargado la mano de modo que luego le penetró el tóxico. Y como era ya viejo, dio muestras dello y luego cayó.602 Alborotose el palacio, la madre del mancebo embistió con el hijo y quitole la bandeja de delante para que no comiese, entendiendo que a todos alcanzaba el daño. Prendieron los 338

cocineros, mayordomos y maestresalas, y en esto el viejo murió y un criado suyo muy privado descubrió la traición. Halláronle en un escriptorio la ponzoña enviada por el tirano con ciertas cartas, que aunque no decían cuyas eran, descu‐ brían la maldad. Pacificose luego esto con matar a muchos criados del ayo y poner más recato en la persona del príncipe, y de modo que no come cosa que no pase por mano de su madre y hagan la salva en todo primero que lo pruebe. En once de octubre envió el Safioye a decir a los religiosos todos que el jueves siguiente, que eran diez y seis y catorce por buena cuenta de la luna, se habían de embarcar en todo caso. Respondieron los padres que estaban apercibidos, y que no esperaban sino los navíos que aún no estaban aderezados, que como lo estuviesen no estarían una hora en tierra. Luego el martes siguiente que fueron catorce de octubre, los religiosos de sancto Domingo arrancaron las cruces que tenían en el patio del claustro y en la huerta, y hechas rajas las consumieron en el fuego. Y como esta persecución fue tan ge‐ neral que hasta los muertos inquietó, acudieron al cementerio cada uno por los huesos y cuerpo que le tocaba de su mujer, hijo, hermano o pariente, para los trasladar a donde los genti‐ les no los maltratasen, lo que ya en este tiempo habían hecho los padres de la Compañía. Y habían desenterrado y guardado las reliquias de los sanctos mártires que tenían en la iglesia de Todos los Sanctos, y en San Pablo el cuerpo del señor obispo y padres difuntos, por la certeza que tenían que los gentiles se habían de apoderar particularmente de aquella iglesia que ya una vez había sido destruida. Miércoles quince consumieron en Sancto Domingo el sanctísimo sacramento, con tantas lágrimas y sentimiento de los cristianos de que estaba llena la iglesia. Tantos alaridos, sollozos y gemidos que movía a compasión y obligaba a los 339

acompañar. Acabada la misa, quitaron luego el sagrario, a que no menos rumor hubo, descolgaron la lámpara, apagáronla y lleváronla para dentro, quedando todos tan desconsolados que no nos consolaremos tan presto. Los padres de la Compañía quitaron el señor algunos días después. Aquí yo no me hallé presente, porque no supe el día que había de ser, y morar muy lejos de allá. En veinte y cinco deste dicho mes, día sábado, envió el Sa‐ fioye a decir a todas las religiones que en todo caso el lunes si‐ guiente se saliesen de Nangasaqui y se embarcasen. Respon‐ dieron que lo cumplirían como lo mandaba, pero que los na‐ víos no estaban aún aderezados. Replicaron el ninguioje y los que traían el recado que mandaba Safioye que los que tuviesen el navío ya aderezado se embarcasen en él, y los que no, que se saliesen de casa y se fuesen a Fucunda. Y así el domingo salie‐ ron muchos de los padres de la Compañía y se fueron al dicho puerto de Fucunda.603 Y llegado el lastimoso y execrable día lunes, veinte y siete deste dicho mes, acabadas las misas en todas las iglesias, des‐ compusieron de todo punto los altares, espectáculo que no se pudo ver sin muchas lágrimas, considerando como aquellas iglesias habían de ser profanadas por los gentiles, y como pa‐ descían ya llenas de bonzos, de los cuales ya habían venido al‐ gunos. Y así mesmo, la huerfanidad con que quedábamos sin padres, sin iglesias, sin misas, y cuán acompañados de desven‐ turas. Porque si el mayor consuelo que hombre tiene aun en su patria y donde está con descanso son los religiosos y el acu‐ dir a las iglesias y oír los oficios divinos, en esta, donde todo falta, faltando esta, ¿qué será de nos?. Era lastimosa cosa ver los pobres cristianos por esas calles de iglesia en iglesia, tristes, llorando, suspirando y gimiendo, no habiendo dado muchos días había lugar ni hora de descan‐ 340

so a los padres con frecuentes confesiones y comuniones, con una devoción grandísima muy mayor que nosotros, a lo menos que yo. Finalmente, estos siervos de Dios y sanctos re‐ ligiosos salieron todos este día, excepto el padre provincial Valentín Carvallo, que no pudo y quedó para el martes (en‐ tiendo que con dos padres más), y el miércoles se fue a Fu‐ genxi.604 Este día fui yo a la Compañía muy de mañana y hallé la portería ocupada con soldados y bastoneros, y me dijeron estar el dicho padre todavía allí, pero que aquella noche pasa‐ da habían ya entrado los gentiles dentro y aun metido caba‐ llos. Luego el lunes salieron tras los padres más de dos mil hom‐ bres de guerra y se fueron unos a Fucunda y otros a Quimba‐ chi,605 lugar entre Fucunda y Nangasaqui y otros a Fucafuri, para que no desembarcasen de las funes los padres, ni se au‐ sentasen.606 Quedámonos embelesados, absortos y sin sentido, viendo una cosa tan lastimosa y para llorar un mal tan excesivo. Vál‐ game nuestro señor, váleme señor, y habed misericordia de mí, que realmente estáis muy airado, pues tal permitís. Pero no quiero pasar de aquí, que son vuestros juicios grandes y se‐ cretos, y no hacéis cosa injusta. Plegue a vos señor no tengan la culpa de alguna parte desta persecución algunos ministros vuestros que ya son pasados de tan presente vida a daros cuenta de algunas cosas y diligencias que pudieran excusar.607 Déjolo a vos, señor, que yo soy un ignorante y no me toca esto, aunque también a veces me debe tocar volver por vuestra honra.

18.7. DE LO QUE MÁS SUB CE DIÓ DES PUÉS DE ECHA DOS LOS REL IG IO SOS DE NAN GA SA QUI Y CÓMO DE RRI BA RON 341

LAS IGLE SIAS

Echados que fueron los religiosos desta ciudad de Nanga‐ saqui, luego ese mesmo día se aposentaron como dicho queda los gentiles en las iglesias. En la de la Compañía, el tono de Firando con muchos criados suyos, de los cuales allí mesmo mató algunos por un hurto de poca importancia que hicie‐ ron,608 y en la de san Juan Baptista el de Omura, que también mató un mozuelo porque cogió un caqui, que es fructa casi que como los chicozapotes de Nueva España. Y día de Todos los Sanctos, mandó Safioye juntar los otonas y principales desta ciudad y les propuso en que, como Daifusama mandaba que todas las iglesias della, que ya no había otras en todo el reino, fuesen derribadas, que convenía se pusiese por obra luego, pues los padres ya estaban fuera dellas y de la ciudad. Quedaron perplejos los otonas con tal proposición, pero luego sin dilación respondieron que era necesario darles licen‐ cia para tratar de aquel negocio con otros que faltaban, y así la pedían. Diósela el bunguio, y dijo que otro día le trajesen la resolución. Y con estos fueron, y tratando sobre la respuesta, volvieron con ella otro día. Y fue suplicarle que, por cuanto la gente toda de la ciudad estaba pobre y cansada, hubiese por bien mandar a otros que hiciesen aquello. Bien entendió el Safioye la excusa, pero disimulando dijo que estaba bien y te‐ nían razón, que él mandaría a venir quien derribase las igle‐ sias, pero que no se alterasen si viesen hinchir la ciudad y sus casas de gente. Y con esto mandó avisar a los tonos del Fixem y de Izafay que enviasen gente para este efecto, y lo mesmo avisó a los tonos que aquí estaban. Y de diversas partes vino gran núme‐ ro della, y en tres de noviembre comenzaron a destejar la her‐ mosa iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que era de la 342

Compañía, vengando en ella el rencor que el tono de Firado, abuelo del que agora es, tenía en contra los padres. Y con mucha diligencia, a los ocho del dicho mes dieron con toda aquella hermosa en otro tiempo, y acabada máquina en tierra, de la cual mucha parte fue consumida en el fuego.609 El tono de Omura tomó a su cargo derribar la iglesia de sancta María en cuyo barrio yo moraba, y estoy en la mesma calle doscientos pasos della poco más.610 Comenzó esta per‐ versa ejecución en cinco del dicho noviembre y a los ocho, en dos días naturales, nos quitaron de delante los ojos aquella tan hermosa, cuan limpia, aseada y frecuentada iglesia, que con tanto gusto había acabado el obispo don Luis Cerqueira, y dicho en la de pontifical la primera misa. Fue grandísimo el sentimiento que los devotos cristianos hicieron al derribar particularmente esta graciosa y devota iglesia, los llantos de las devotas mujeres y lágrimas que sin poderlas retener derra‐ maban todos. Pues aunque con tanto estruendo y aparato, y con tan visi‐ bles diligencias el Safioye, como principal ejecutor, echó los religiosos de Nangasaqui para que se embarcasen luego y par‐ tiesen, el tiempo no dio lugar a que fuese tan presto como él deseaba, y estuvieron los navíos en el puerto hasta seis de no‐ viembre, que partieron el de Manuel González para Macao, y otro en que iban los padres clérigos para Manila, y otro que iba para Siam, en que también iban algunos padres para se quedar en China, donde habían de pasar. Este partió en ocho del dicho, y el del capitán Domingo Francisco, en que fue Es‐ teban Dacosta, partió en nueve, pero todos estos navíos se fueron y los padres se quedaron acá, gracias a nuestro Señor. Y si no quedaron todos, quedaron muchos, cosa que no espe‐ rábamos ni creyéramos, porque quien viera el alboroto y ruido, prevenciones y diligencias deste enemigo de Cristo, 343

que creyera tal, aunque se lo dijeran por cosa cierta. Y no acabo de entender los designios deste, porque sin dubda consintió en la quedada de los religiosos, porque si no, hiciera los listar mucho antes y mandara visitar los navíos o entregar a los tonos de Omura y Firado y contar todos al em‐ barcarlos, y fueran acompañando los navíos hasta pasar de Satzima y Goto, siquiera una fune cada uno que bastaba, pero no hubo nada desto. Digo que le cegó Dios, o lo que de pro‐ pósito, o trajo orden del tirano para ello, por le parecer mal echarles y no revocar lo ya mandado. Sea como fuere, noso‐ tros tenemos muchos religiosos que nos dicen misa, y luego diremos los que se quedaron para que sean conocidos en todo el mundo, aunque no menos lo merecen los que se fueron, pues no fue en su mano el quedar. El mesmo día nueve de noviembre comenzaron los de Omura con gran furia a destejar la iglesia del señor san Juan Baptista y otras (la de san Agustín), y a once la de san Anto‐ nio de Padua, y a doce la del apóstol san Pedro y la de sancto Domingo, las cuales todas arrasaron con gran lástima nuestra, hasta catorce del dicho. Y luego quince comenzaron por la del seráfico padre san Francisco y la del apóstol Santiago, cuyo fundador el padre Diego de Mesquita falleció en estos días antes de partir los navíos, habiendo trabajado muchos años en esta viña del señor con gran ejemplo de virtud y santidad, la cual iglesia el mesmo día, por ser pequeña, arrasaron.611 Ese mesmo día, lunes diez y siete del dicho mes, dieron con la iglesia de san Francisco por tierra, con tanto daño de los gentiles de Fixen que la derribaron, que quedó debajo della por la capilla mayor una parba y escuadra dellos, en pago de las risas y escarnios que hacían cuando la derribaban. Y fue cosa notable que en todas las iglesias murieron muchos con trabajar con gran recato, los cuales ellos escondían porque no 344

los viésemos teniendo por mengua suya, porque Surungan‐ dono no tuviese mucha razón de decir la blasfemia que dijo a Cufan Liam,612 uno que fue hermano de la Compañía y agora es casado que le dijo “no sé qué hace agora el dios de los cris‐ tianos que no acude por ellos. Tiempo era ya de que hiciese algún castigo de los que dicen que suele hacer en los que los persiguen”. Dentro de catorce días, cosa lastimosa, derriba‐ ron, destruyeron, quemaron y consumieron todas estas nueve iglesias, torres de campanas y relojes, que en toda la ciudad no quedó en pie si no fue la de la Misericordia, que está cerrada y dentro della los tatamis, puertas corredizas y otras cosas ma‐ nuales que de las otras iglesias allí juntaron por mandado de los bunguios, de lo cual no dispusieron porque el tiempo no les dio lugar, como luego se dirá. Concluyendo con esto, luego partieron para el Tacacu los bunguios Surungandono, su hijo Mamiya Gozaimon y Safio‐ ye muy depriesa, apretados de una nueva que para les aguar sus gustos y tolerar sus dañosos designios llegó aquí puntual‐ mente en ocho de noviembre, día en que habían derribado las dos primeras iglesias, la de la Compañía y de sancta María. Partieron pues con gran aparato de gente y armas en diez y siete del dicho noviembre.

18.8. LLE GAN LOS BUN GUIOS AL TA CA CU, DONDE PRO ‐ SIG UEN LA PER SE CU CIÓN CON TRA LOS CRIS TIA NOS Con la partida destos bunguios para el Tacacu, quedó en silencio esta ciudad, y sus moradores con los oídos y sentidos en las nuevas que de allá venían, porque aunque habían disi‐ mulado bien, entendían la rabia que particularmente Safioye llevaba contra los cristianos de aquella provincia. Y como vían ir tan de propósito un hombre tan señalado como Surunga‐ 345

dono y su hijo, y con ellos un tan cruel enemigo de cristianos como Safioye (que aunque menos señalado, más se señalaba) no dubdaban lo que podía subceder. Y con esto cada cual echaba la barba en remojo, por ser tan vecino. Llegaron pues los susodichos al Tacacu y primeramente a Cuchinotzu, adonde mandaron notificar a lo que venían y decir de parte del Daifu que todos retrocediesen. Y como quien dejaba la ley de los cristianos, entregasen luego los rosa‐ rios, cuentas, cruces, imágines y reliquias que tenían, sob pena de que se procedería contra ellos. Y que ante todas cosas en‐ tendiesen que mandaba Daifusama que ninguno muriese, pero que serían atormentados con diversos géneros de tor‐ mentos, porque los que no obedeciesen apalearían, y maniata‐ dos los brazos atrás, los descoyuntarían a tormentos. Que les cortarían los dedos de los pies y manos, narices y orejas, y des‐ nudos los traerían a la vergüenza por las calles, y finalmente los habían de dejarretar y poner tales que no quedasen para hombres, y que así los dejarían vivos porque no consiguiesen el nombre de mártires que tanto les habían hecho estimar los padres.613 Y que a sus mujeres, hermanas y hijas pornían en las casas de las públicas rameras, adonde fuesen deshonradas. Y a las que por viejas y feas no fuesen para eso, harían con sus hijos pequeños esclavos. Y que desto no escaparía nadie. Este pregón se echó por todas las poblaciones del Tacacu, primeramente en Cuchinotzu, Canzusa, Arima, Zucagua, Ariye, Ximanbara y Mie, y otros diversos lugares, poblaciones y aldeas. Muchos vecinos de Cuchinotzu se habían ausentado con sus mujeres y hijos. Otros se habían quedado para morir y otros para vivir y otros cedieron, firmados en una lista. Y las cabezas del pueblo que entonces eran dijeron a Safioye que contra aquellos procediese, que los demás obedecían. Tomó la lista y pasó a Arima, adonde por medio de un su criado o pa‐ 346

niaguado llamado Caya Mataxiro, hizo hacer diversas cruces de hierro para con ellas herrar las frentes de los cristianos, y otros pertrechos y instrumentos para los atormentar. Y que‐ dándose Surungandono y Safioye en la fune, que no osaron ir a tierra, desembarcaron Mamiya Gozaimon y Mataxiro, que fue de parte de Safioye, el cual Mataxiro había prometido de solo él hacer retroceder todos los cristianos. Siempre entendió el Safioye que los cristianos así de Nan‐ gasaqui como de Arima hicieran alguna resistencia a su ejecu‐ ción, y para eso trajo orden del tirano para que le ayudasen con gente los tonos de Satzima y los demás de este Ximo, como lo hicieron. Y así por orden dél fueron a Arima muchos soldados del Fixem, y en Ximanbara y Mie estaban con mucha gente tres bunguios de Satzima llamados uno Qui Iri Izu No Cami y otro Ynxuin Fanemon, y el otro no le sé el nombre,614 con comisión de ejecutar en los cristianos cuantas crueldades quisiesen hasta los hacer retroceder. Y como llegó el pregón y bando susodicho, luego un jueves que fueron vein‐ te del dicho noviembre, comenzaron la ejecución desde Mie hasta Arima con gran rigor y estruendo. Y sin que aceptasen razón ni respuesta, maltrataban a los míseros cristianos, dán‐ doles muchos y recios palos tan a menudo como llovidos, y ellos [a] mesmas grandes voces y alaridos decían “ya retroce‐ dió este, esta casa y toda esta calle”. De aquí llevaron presos cuatro cristianos a Arima, de los cuales después degollaron los dos y junto estos con Mamiya Gozaimon y Mataxiro comenzaron su ejecución.615 Y como no faltasen muchos valerosos cristianos que, menospreciando las pregonadas, amenazas, tormentos y deshonras, se mostra‐ sen firmes y constantes y no hiciesen cuenta de sus bravezas, y pusiesen en mano de los jueces una larga lista firmada de sus nombres en que decían que estaban dispuestos de morir pa‐ 347

desciendo todos aquellos tormentos antes que dejar la fe que profesaban, mandaron luego los jueces prender a muchos. Y viernes veinte y uno del dicho noviembre fueron los susodi‐ chos al puesto y sitio donde había sido la iglesia principal en Arima, que es junto al río, entre de la fortaleza. Y enviando por los presos y por muchos de aquellos honrados y principa‐ les vecinos y ciudadanos, les amonestaron de uno en uno y en común que obedeciesen los mandatos de Uyesama y dejasen de ser cristianos, pues era una cosa tan fácil de hacer, a lo que ellos respondieron que no podían en aquello obedecer, aunque lo hacían y harían siempre en lo demás que se les mandase. Pero que en aquello los perdonasen, que no podían obedecer, aunque les diesen muchos tormentos y los deshonrasen y los matasen, lo cual todo padescerían por amor de nuestro señor Dios, por no dejar su ley que profesaban. Y como respondiesen esto una vez y muchas, comenzaron los jueces a dar voces a los verdugos y criados y gente suya, los cuales comenzaron con una furia infernal a darles muchos bastonazos, con que los tendían en el suelo. Y luego los des‐ nudaban en carnes y entre dos viguetas cuadradas les que‐ brantaban las espinillas de las piernas. Y como en este tor‐ mento perseverasen, amarrados los metieron en un almacén que había sido de los padres que estaba en la primera iglesia, y finalmente los mandaron degollar y hacer pedazos con mucha crueldad. Y con mucha priesa se partieron para Cuchinotzu, por las nuevas de Osaca, que se habían renovado. Entre estos fuertes cristianos que con tanto valor padescie‐ ron por amor de nuestro señor, y murieron por su fe católica que profesaban, se señalaron mucho un Ocumura Tomé a quien yo conocía muy bien, un hijo suyo llamado Ocumura Xiuzque Domingo, y un sobrino llamado Nacamura Sozque Juan, y un hermano llamado Quiuyemon Adrián, los cuales todos cuatro murieron animándose unos a otros, mostrando 348

gran constancia y alegría en los tormentos que les daban, hasta que finalmente los degollaron a todos. Señalose mucho entre todos Tacacuyu Caymon Juan, natu‐ ral de Meaco y vecino de Rioconxi en el Fixem, el cual, con un su hermano llamado Cosme se fue a ofrecer al martirio. Los nombres de los valerosos cristianos son los siguientes: Ocumura Yosaymon Domi Tomé, Ocumura Xiyuzque Domingo, su hijo. Ocumura Quiuyemon Adrián, su yerno. Nakamura Sozque Juan, su sobrino. Omemoto Quizaymon Pedro, Nixi Xichroymon Miguel, Tacoya Mangoyemon Mar‐ tín, Acafox no Miguel, Xinxiro Andrés, Andachi Yaquichi Domingo, Mazsuxima Xeyemon Luis, Maztaqui Fiongo Do‐ mingo, Yanfagui Xoxiro Domingo, Araqui Sanquichi Adrián, Mazsuxima Caqunai Tomé, Quyuyemon Miguel, Tacaya Quiuzayemon Juan y su hermano Tacaya Xibioye Cosme, los cuales fueron de Nangasaqui a morir a Arima, Goto Yemon Luis y su hermano Goto Xichiro Caymon Pedro.616 Estos veinte fueron atormentados, despedazados y muertos, y en los dos últimos hubo dubda de ser mártires, porque dije‐ ron a los bunguios que habían obedecido, y así los pusieron aparte.617 Pero como ellos viesen matar a los diez y ocho, y que a ellos los dejaban, dieron voces diciendo que ellos eran también cristianos como siempre habían dicho, que por qué no los mataban. Y entonces les cortaron las cabezas y despe‐ dazaron. Esto subcedió viernes veinte y uno de noviembre de seiscientos y catorce, y sábado veinte y dos mataron a un bun‐ guio del tono de Arima Tayu llamado Riemon Juan, y dicen que retrocedió.618

18.9. GLO RIO SA MUER TE DEL SANC TO ADRIÁN, VE CINO DE ARIYE 349

Prendieron en la población de Ariye, que está una legua de Arima, un hombre honrado llamado Adrián, al cual habían mandado retroceder como otros habían hecho.619 Pero él, lleno de gracia del Señor, respondió a grandes voces que todos lo oyesen que era cristiano y que no había de retroceder. Amarráronle, dándole primero muchos y recios palos, pre‐ guntándole siempre si retrocedía, y él respondiendo a altas voces que no, y llamando por los dulces nombres de Jesús y María. Dejáronle así amarrado y fueron a maltratar a otros. Y entre tanto los parientes y amigos, hijas y sobrinas, le persua‐ dían con grande instancia que retrocediese y no fuese perti‐ naz, y permitiese que por amor de él los maltratasen a ellos. Mostrábanle las hijas a los nietos, las hermanas los sobrinitos pequeños, pedíanle y rogaban que se compadesciese dellos y no les dejase desamparados, y permitiese que por su causa fuesen despedazados y ellas deshonradas.620 Con estas y otras palabras que decían derramaban muchas lágrimas para le mover a hacer lo que le rogaban, pero el sancto varón, lleno de la gracia del señor, con gran esfuerzo respondía que no había de dejar la fe de Cristo que profesaba y decíales: Cada uno mire por sí y haga lo que yo hiciere. Y si no me quisiere seguir, no me de consejo tan malo, y si porque yo no lo quiero oír os mataren, no me da cuidado, que yo soy obli‐ gado a mí más que a vosotros, y pues yo quiero morir por no retroceder, porque sin dubda es mejor perder la vida que la fe. Haced lo mesmo vosotros, y no lo perdáis todo. Yo no tengo aborrecida mi vida, que sin dubda huelgo de vivir. Pero por granjear vida para el cuerpo que le ha de durar muy poco, no he de matar mi alma para siempre negando al Señor que la crio, no quiero vivir. “No habéis de morir, Adrián”, replicaban ellos, “que os han de atormentar con diversos tormentos y desmembrar, y habéis 350

de quedar afrentado, hecho pedazos y vivo”. “Pues muy mejor”, decía él, “que entonces viviré con mayor gusto, y pasa‐ ré esa vida por amor de Dios con mucha alegría”. En esto había por la población un ruido, voces y alaridos que todo lo confundían, porque los gentiles andaban por todas las calles, casas y rincones dellas. Y aquellos que callaban, que no decían a voces que corondeaban, los apaleaban con mucha crueldad y furia, hasta que caían en el suelo sin habla o concedían con ellos. Y finalmente llegaron los ministros y sayones que habían dejado amarrado al sancto Adrián, y con mucha ira le pregun‐ taron si retrocedía, a lo cual él tres veces, una tras otra, a gran‐ des voces, parece ser que porque no le infamasen, respondió diciendo “ya, ya, corobmaigen”,621 “no, no he de retroceder”. Embisten con él como viles carniceros, y con una rabia infer‐ nal le comenzaron a maltratar, dándole muchos duros y crue‐ les palos, y preguntándole “¿pues queréis corondear?”, “no, no”, respondió él. Y entonces otro sayón, por mandado de los ministros, le cortó las narices. Y desatándole los brazos, le volvieron a preguntar, y como respondiese como siempre que era cristiano, pusiéronle la mano derecha sobre un madero y encima de los cuatro dedos parejos, un agudo machete. Y de dos golpes se los cortaron, y luego de uno el pulgar. Y prosi‐ guiendo con sus malditas y prolijas preguntas, que al sancto mártir mucho más dolían que el tormento que le daban. Le desmocharon la mano siniestra y luego los pies, y deste modo determinaron llevarle a Arima para le pasear por las calles de aquella ciudad y poner con su vista pavor antes sus vecinos, que no holgaban a este tiempo. Y así le pusieron en camino, llevando también amarrada una mujer beata llamada Cura María, natural de Ariye, que con mucho ánimo se ofreció al martirio.622

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Pero antes le llevaron por todas aquellas aldeas, mostrándo‐ le a los vecinos dellas y pregonando que así les habían de poner a ellos si no retrocedían. Desta manera llegaron a un lugar llamado Tzucagua, que está entre Ariye y Arima, y allí entraron los ministros y soldados, que eran más de treinta a descansar, y el casero le dio al sancto mártir una estera para que se sentase, parece ser que porque no le ensuciase los tata‐ mis, la cual toda se hinchó de sangre muy espesa, cual yo vi después. En el dicho lugar y casa aquí estaba este mártir, que era de sesenta y un años de edad, diciendo a voces el credo y la confesión, y otras oraciones con mucho ánimo y serenidad de rostro. Lo cual viendo los ministros le preguntaron si le dolían aquellas heridas, a lo que respondió que sí, que era hombre, y particularmente entonces, que las tenía ya frías, le dolían mucho. “¿Pues cómo estás tan alegre, por ventura tie‐ nes esperanza en alguien, esperas algún fructo deste trabajo?”, le replicó uno dellos. Y el sancto mártir respondió: Sí tengo y sí espero, porque sé que hay Dios en el Cielo, premiador de los trabajos que por él se pasan, del cual señor, aunque os diga mucho, como no le conocéis, no lo entendéis. Y deste Dios y señor espero recibir gran premio si lo merecie‐ ren mis pequeños servicios. En esto llegó recado de Arima en que le mandaban dego‐ llar, y así le sacaron fuera de aquella casa. Y al salir le dijo el dueño della, que se llamaba Sanpachiro Pedro,623 el cual había retrocedido, aunque exteriormente, “Adrián, ruega a Dios por mí”, a lo cual el sancto con mucha humildad dijo: “no son mis servicios aún tales que pueda yo ser intercesor, hermano mío”. Lleváronle allí cerca, y con mucho ánimo se puso de rodillas y se santiguó con la cortada mano. Y poniendo los ojos en el cielo, en un momento le cortaron la cabeza y hicieron el sanc‐ to cuerpo veinte y ocho piezas, y si bien las contamos, fueron 352

cuarenta y nueve con los veinte dedos y narices.624 Sufrió esta muerte el sancto mártir Adrián con mucho ánimo, valor y ale‐ gría, llamando muy a menudo por Jesús y María, y pronun‐ ciando tan dulces nombres. Le cortaron la cabeza en veinte y dos de noviembre de seiscientos y catorce.

18.10. DE LO QUE SUB CE DIÓ EN CU CHI NOZ TU EN PRO ‐ SEC UC IÓN DESTA CAUSA Muchos cristianos de Cuchinotzu se hallaron en Arima que vieron lo que allí pasó. Y unos, temorizados de lo que vieron, y otros, deseosos de padescer otro tanto, partieron para sus casas con mucha brevedad, antes que los bunguios llegasen, que supieron iban allá como unos leones. Y con mucha priesa hinchose la ciudad de estruendo, entró el miedo en figura de un grande y espantable jayán.625 Tocó la fama su resonante trompa y esparció con lo que su voz sonó público, y dejó un helado sentimiento por los huesos, entrañas y venas de los que más fuertes, animosos y bravos en aquella ciudad se habían mostrado, que no quiere Dios presumpciones ni confianzas propias. Y de aquellos que se habían dado por lista, aún unos se ausentaron, menos mal. Y otros esperaron, con intención de no morir de aquella vez, aunque fuese a cosa de un caxico‐ mata,626 con que quedaban libres de los bunguios terrenos ne‐ gando al emperador del cielo. Y otros, con ánimo varonil y particular gracia del Espíritu Sancto, más fuertes que marmóreas columnas, esperaron a que hiciese en ellos batería aquella tormentosa furia, teniendo esperanza en Dios de que les daría ánimo, fuerzas y valor para sufrir todos los tormentos y dolores que les diesen. Y hubo muchos que, como se pusieron627 en manos del señor, queda‐ ron con lo que desearon y alcanzaron lo que quisieron, porque 353

son manos poderosas que no saben soltar lo que en ellas se pone, antes lo reciben y aprietan de modo que, por mucho que aprieten en sacarlo dellas, no lo sacarán, ni ellas lo solta‐ rán. Y así no pudieron sacar a estos valerosos cristianos, aun‐ que los apretaron con recios cordeles y los apretaron con duras piedras y entre pesadas vigas, y los estiraron, desmembraron, y desemejaron, de modo que no los conociera sino aquel en cuyas manos estaban. Muchos de los religiosos que quedaron en este reino ocul‐ tos acudieron en esta ocasión al Tacacu con intención de morir en tan honrosa ocasión, ayudando a los cristianos, como fueron el padre Hernando de San José, prior del convento de san Agustín, que juntamente con el padre fray Alonso Nava‐ rrete, de la orden de sancto Domingo, habían desparecido desta ciudad desde veinte y uno de octubre, porque como vie‐ sen la persecución tan general y que las cosas iban con tanto rigor, siempre se entendió que listarían los religiosos y no quedaría acá ninguno. Por cuya causa partieron con tiempo, antes tomasen los pasos desparecieron en el dicho tiempo, con harta nota de algunos que se meten en lo que no entienden ni deben.628 Y así anduvieron por donde nosotros no sabíamos, peregrinando y pasando muchos trabajos y peligros, con ries‐ go notable de su vida. Y estando en la isla de Amacusa en esta ocasión del marti‐ rio de Arima, o por mejor decir en una isleta allí cercana lla‐ mada Xenxu Cuxima, partió para allá, pero ni en Arima ni Cuchinotzu no pudo entrar por causa de las muchas guardas que había, que a todos registraban con mucha diligencia y cuidado con todo rigor. Y lo mesmo subcedió al padre comi‐ sario de san Francisco, fray Pedro Baptista, y el padre fray Apolinario Franco, fray Pedro de la Asunción, fray Juan de Sancta Marta de la orden del seráfico padre y al padre fray Ja‐ 354

cinto Orfanel, y a fray Juan de los Ángeles, ambos del orden de sancto Domingo.629 Llegan los sedientos bunguios y mandan con mucha priesa llamar todos los que contenía la lista presentada ante Safioye, que pasaban de ciento y veinte, adonde todos estaban firma‐ dos, cuyas firmas de algunos parecieron, pero ellos no, y otros parecieron y las borraron con obedecer al dicho precepto. Otros confirmaron susodicho, pronunciando el nombre de cristiano, y otros hubo que sin se haber firmado parecieron ante los jueces diciendo “somos cristianos, qué es lo que man‐ dáis”. Lleváronlos al sitio donde había estado la iglesia, en cuyo cementerio alto y eminente, adonde se sube por una escalera bien larga de piedra, y a donde están algunos árboles que nunca entendieron los que les plantaron que jamás llevasen tal fruto, como subcedió. Porque a muchos de aquellos famosos cristianos, después de muy apaleados los ataban con las manos atrás y los colgaban de aquellos dichosos árboles, y luego les cogían los pies y, atados con otra soga, los estiraban, dejando al sancto mártir boca abajo. Y luego le cargaban de pesadas piedras, dándole voces y requiriendo que retrocediesen. Y como no lo concediesen, cortaban la soga y caían en el suelo con toda aquella máquina a cuestas, y luego los sangui‐ nolentos verdugos embestían con ellos, unos con las cruces ar‐ diendo de hierro y después de frías en las frentes, adonde se las ponían. Les cortaban los dedos de pies y manos, otros em‐ bestían y los desnudaban y dejaban en vivas carnes a la vergüenza, otros dejarretaban por las corvas a los sanctos pa‐ descientes, a otros no hacían más de darles tantos palos, y tan a menudo, que no dejaban hablar al pobre padesciente y de‐ cíanle “retrocede, retrocede”, y sin el otro ser oído decían ellos mesmos “sí, sí, ya este retrocedió”, y con esto le echaban infa‐ 355

mándole por la escalera dicha abajo. Y si reparaba y decía “yo no retrocedo”, envestían con él de tropa muchos juntos de aquellos carniceros, y a pesados bastonazos le echaban por la escalera con una grande algazara dando voces, “retrocedió, re‐ trocedió”. Y como le veían ir de aquella manera, quedaba por retrocedido y aun vituperado de la valerosa mujer, madre o hermana, que le estaba esperando muerto o descepado. Y no contentos con esto, después de cortados los dedos de pies y manos, tomaban unas viguetas de roble cuadradas, y puestas las piernas entrellas y luego levantadas sobre un grue‐ so madero o piedra, y caballeros sobre las dos cabezas o pun‐ tas, jugaban a baja levanta, columbiando, y les tronchaban los huesos y dejaban medio muertos, y finalmente los degollaban. Uno de los que muchos se señalaron en este martirio fue Uto Paulo, que fue el primero por quien comenzaron los mi‐ nistros de crueldad, al cual habiendo persuadido con mucha instancia los ministros, como no le pudieron vencer, le lleva‐ ron delante los bunguios, porque esta orden tenían: que pri‐ mero los amenazaban acá en el patio donde estaba la iglesia primero y cementerio, adonde tenían a todos recogidos, cer‐ cados de mucha gente de armas. Y como no quisiesen retroce‐ der, los pasaban por una estrecha puerta a otro cementerio adonde estaban los padres y hermanos y otras personas parti‐ culares. Y aquí estaban los jueces Mamya Gozaimon y el inicuo Mataxiro, y los bunguios de Satzima estaban en el patio acá de la iglesia. Pues como llevasen al buen Uto Paulo delante de Gozai‐ mon y dijesen “este no quiere retroceder”, a una voz que dio el Mataxiro comenzaron a llover sobre el valeroso cristiano mu‐ chos bastones con que lo derribaron en el suelo, y luego le preguntaron si retrocedía. Y como dijese que no por muchas veces, pusiéronle en la frente una cruz de hierro ardiendo. Y 356

luego lo desnudaron en carnes y le amarraron los brazos atrás, y le colgaron de un árbol de los que allí estaban. Y luego le le‐ vantaron de otro los pies, de modo que quedó boca abajo. Y luego le pusieron en las espaldas una grande losa que allí esta‐ ba, que con trabajo la levantaban dos hombres y comenzáron‐ le a decir: “pues no queréis corondear”, “no quiero”, respondió él en alta voz, “que soy cristiano”. Dieron con él en el suelo y cortáronle los dedos de las manos con un machete, y tornándole a preguntar si retroce‐ día. Y respondiendo que no, le cortaron los de los pies, y luego le dejarretaron las corvas con un cuchillo, y así le echa‐ ron fuera rodando, y luego por la escalera abajo sin le querer matar. Y como él era robusto y fuerte y no le dejarretaron con la catana como luego hicieron a otros, no murió, aunque pa‐ desció todos estos tormentos y tardó mucho en sanar, porque yo le vi en nueve de febrero ya cuasi sano de pies y manos y de las corvas, pero tullido dellas que no podía levantarse de la cama, adonde estaba con mucha alegría y contento. Y decía que por ser gran pecador no había merecido morir con los demás, pero que no le daba mucha pena, pues tenía así más tiempo para hacer penitencia de sus pecados. Y realmente él tiene mucha materia en que se ejercitar, porque después de estar, como dicho queda, demochados los dedos de pies y manos y señalado en la frente y dejarretado, está muy pobre y con mujer y hijos, que es otro mal no menor.630 No embárganse que tenían por cosa cierta los vecinos desta ciudad que había de haber en ella una gran persecución en volviendo Safioye de Arima, como en efecto hubiera, a no haber venido las nuevas que de arriba llegaron en ocho de no‐ viembre. Con todo, hubo algunos cristianos que se quisieron ir a ofrecer allá, entre los cuales fue un samurái llamado Taro‐ bioye George y por otro nombre le llamaban Acafoxi, que 357

quiere decir “resplandeciente estrella”, porque como tal se se‐ ñalaba en la batalla, pero muy más reseñado aquí, donde mejor mereció tan famoso renombre.631 Subió arriba adonde estaban los carniceros jueces, y algunos de aquellos ministros que le vieron dijéronle qué quería y quién era. “Quiero ver lo que aquí pasa”, dijo él. “¿Sois cristiano?”. “Sí soy”, respondió. “Oh mal hombre, venid acá”. Entró dentro, y los bunguios preguntaron quién era. “Es un descomedido”, respondieron los sayones, “que osa llegar aquí no siendo llamado. Y más dice, que es cristiano”. “No importa, que dirá luego lo contra‐ rio”, dijo uno de los bunguios. Mandáronle llegar cerca, y como le conociesen, preguntáronle que si buscaba alguna cosa. “Sí busco”, respondió él, “porque sabiendo esto que aquí pasa vine a verlo por mis ojos”. “¿Sois cristiano?”, le pregunta‐ ron. “Sí, muchos años ha”. “Pues no sabéis lo que Uyesama manda, que es a todos los que fueren, retroceder. Pues vos también habéis de hacer”. “No haré”, dijo él, “que no vine a eso acá, sino para por la mesma razón morir, porque los que una vez toman esta ley de cristianos, si tienen honra y vergüenza, no la dejan jamás”. Comenzaron muy despacio a le amonestar y persuadir que hiciese lo que le aconsejaban, y dijéronle: “ora mirad que esto os conviene. No querríamos llegar con vos a lo veis que hacen a otros. Id a vuestra posada y tomad vuestro consejo, y volved con la determinación de lo que os decimos”. “No tengo”, respondió él, “consejo que tomar en este caso, mas de que estoy resuelto en no retroceder. Mas porque no vengo apercebido ir, si me dais licencia a lo hacer, y luego vol‐ veré”. Diéronsela, y saliendo de allí se fue a preparar o hacer algo que le convenía, de modo que a una voz dicen todos los más de aquella población de Cuchinotzu, a donde yo me informé 358

menudamente de todo, que fue y volvió luego, y entró en la sangrienta palestra y sancta estacada.632 Y los bunguios que le vieron, entendiendo que venía muda‐ do, le llamaron cerca de sí y le preguntaron si había tomado buen consejo. Respondió que sí, porque venía a padescer y morir por no dejar la fe de cristiano. Y así que allí estaba, que hiciesen lo que quisiesen. Encendiose en ira el Mataxiro y mandole amarrar, pero uno de los bunguios de Satzima, lla‐ mado Qui iri izu no cami, dijo que no le amarrasen. Llamole junto a sí, y con muy corteses palabras, porque le conocía, le comenzó a persuadir dejase aquella ley cristiana y corondease, que le prometía no solo otorgarle la vida, pero se le llevar con‐ sigo a Satzima y alcanzarle del yacata una gran renta con que viviese como quien era. “No dejo”, respondió él, de agradece‐ ros mucho, señor, esa merced que me ofrecéis, y quedo obli‐ gado a la voluntad que me mostráis, pero no quiero mayor honra, riqueza ni estado que morir por Dios. Y en me mandar matar me haréis mayor bien que en lo que me prometéis, por‐ que lo estimaré en más que ser señor no de una pequeña renta, mas de todo este mundo. Soy cristiano ha muchos años, no os canséis en vano, porque aunque para me atormen‐ tar inventéis otros nuevos tormentos, y con ellos y estos me despedacéis, con favor de Dios no he de dejar su ley.633 Visto que no había remedio para por bien le traer a lo que pretendían, y que no aprovechaban ruego, consejo, ni prome‐ sas para le vencer, ni mostraba tener temor a los tormentos, mandáronle cortar la cabeza. Levantó el sancto mártir varón los ojos y manos al cielo y dio gracias al Señor con mucha de‐ voción, y vuelto a los bunguios, les pidió le diesen un espacio de tiempo para hacer oración. Concediósele, y haciéndoles cortesía, se levantó con mucho ánimo y fue allí a un lado. Y dejando los xequindas que llevaba, se puso en medio del patio 359

de rodillas, y levantando las manos con devoción, comenzó a encomendarse al Señor. Y luego uno de aquellos gladiadores se le puso a las espaldas, muy arremangado y desenvuelto con ánimo de beberle la sangre, cuanto más de cortarle la cabeza. Y arrancando la catana, levantó el brazo. Y el sancto mártir que le sintió, le rogó esperase un poco. Y habiendo concluido parece ser con devoción, levantó un poco la mano izquierda, a cuya seña el verdugo esgrimió la derecha. Y de dos golpes cortó la sancta cabeza y envió aquella dichosa alma a descan‐ sar y gozar las rentas celestiales. Mandó el bunguio de Satzi‐ ma que no despedazasen el sancto cuerpo, sino que allí con la cabeza lo enterrasen, como se hizo luego.634 Cuentan deste valeroso cristiano muchas cosas. Qué pasó con los jueces, qué respondió, dijo y trajo a propósito, aproba‐ ción y defensa de la fe que profesaba, con que a los cristianos que le oían edificara y a los gentiles confundía. Realmente él era valeroso y buen cristiano, y dello había dado grandes muestras por diversas veces, porque estando en el Fingo go‐ zando una muy buena renta, viendo cuán poco efecto era Canzuye, el señor de allí a los cristianos, se disgustó con él y se fue de sus tierras, lo que sintió mucho Canzuye, pero no le pudo volver a su servicio. Acogiole Ximano Camidono y diole renta en Caratzu,635 donde él reside, y allí estaba cuando llegó la furia de la persecución, que el tono le dijo que ya vía lo que mandaba Daifusama, que qué determinaba, a lo que respon‐ dió que ser cristiano y no dejarlo de ser, aunque le costase la vida. Y finalmente, desterrado por su voluntad, se vino aquí y aquí se halló en las procesiones arriba dichas, y fue a Cuchi‐ notzu a gozar de tan feliz suerte. Señalose también aquí Diego, que también fue desta ciu‐ dad de Nangasaqui, al cual cortaron las narices y herraron y cortaron los dedos de las manos, y sabiendo que era de aquí, 360

le dejaron vivo para le traer a pasear por las calles y luego ma‐ tarle.636 Otro de los que mucho se señalaron fue Corai Miguel, al cual con mucha ira maltrataron con muchos tormentos, los cuales él sufrió con grande ánimo sin hablar ni quejarse, y fi‐ nalmente le dejarretaron con una vaquizaxi de que murió luego desangrado.637 Y después de muerto le hicieron pedazos a cuchilladas, cuya cabeza yo he visto aquí en Nangasaqui. Este sancto mártir dicen por cosa cierta y averiguada que tres días antes de su martirio había sembrado un poco de trigo, y de ahí a cincuenta días después de su dichoso fin, que fue en veinte y ocho de diciembre, en una noche espigó, es‐ tando el trigo y cebada de las otras sementeras que se había sembrado el mesmo día, y antes más de seis, aparrado con el suelo.638 De las cuales espigas trajeron a esta ciudad muchas, y en seis de enero de seiscientos y quince vi yo una, y la tuve en la mano ya granada, y fui otro día siguiente por los campos desta ciudad a ver si había en alguna sementera alguna espiga de cebada o trigo, pero aunque corrí muchas no vi tal, ni señal de querer espigar, como en efecto no espigaron hasta el mes de.639 Después de lo cual me enviaron a mí del dicho Cuchinotzu una espiga cuya caña tiene cuasi una vara de medir, y la tengo guardada por cosa milagrosa.640 Y más dicen por cosa cierta que el día antes estuvo la mujer deste sancto mártir Corai Mi‐ guel con un hijo chiquito suyo en la dicha sementera llorando la ausencia de su marido, aunque no le pesa que haya muerto como murió, y estaba aún el trigo pequeño, y otro día le fue‐ ron a decir que estaba espigado, lo que ella no quiso creer, y fueron otros a lo ver, y trajeron las espigas. Padesció también con grande ánimo y valor Naraya Ichie‐ mon Juan, el cual estaba recogido en casa de un japón honra‐ 361

do llamado Gaspar, adonde había posado Surungadono cuan‐ do fueron de aquí de Nangasaqui, y por este respecto no lle‐ garon a su casa. Y en ella se habían recogido algunos cristia‐ nos y muchas mujeres, y estando allí el dicho Juan con la suya, llamada María da Costa, le dijeron que le llamaban los jue‐ ces.641 Y aunque pudiera negarse o excusarse, no quiso, pero muy contento fue allá. Y como le preguntasen si quería co‐ rondear y dijese a grandes voces que no, diéronle crueles bas‐ tonazos y desnudáronle en carnes, y colgáronle las manos atrás de un árbol, y luego por los pies, de modo que quedó boca abajo. Y luego le pusieron una grande losa encima de las espaldas. Y como le preguntasen de nuevo si retrocedía y dije‐ se que no, dieron con él en el suelo y herráronle en la frente, y luego con mucha crueldad le cortaron los dedos de las manos. Y le volvieron a persuadir que retrocediese, y él dijo a grandes voces que no quería, y que era cristiano. Cortáronle los dedos de los pies y mandaron que se pusiese en pie. Y puesto, uno de aquellos verdugos se fue a él, y con una catana mediana que llaman vaquizaxi, le dejarretó ambas corvas con gran crueldad, de modo que cayó el sancto mártir en el suelo, lla‐ mando por la Virgen nuestra señora. Y como le echasen ro‐ dando de allí hasta el pie de la escalera, luego se desangró y espiró, encomendándose a Dios de todo corazón, según dicen muchos que lo vieron. Los nombres destos sanctos mártires son los siguientes: Acafox Tarobioye George, Naraya Ichiemon Juan, Yenga‐ mi Domingo, Nangano Tomé y Xinda Pedro, Corai Miguel, Mootare Paulo, Ucui Tomé, Tadeo Miguel, Araqui Mateo, Uçui Mateo, Nangano Domingo, Faximoto Pedro, Nenda Matías, Xinco Pedro, Caenxi Tomé, Soter Fulano. Estos mu‐ rieron y los mataron luego entre el sábado y domingo veinte y dos y veinte y tres de noviembre. Y después algunos días mu‐ 362

rieron de los mesmos tormentos Fisanzume Luis y Ishinda Miguel, habiendo estado penando con mucha paciencia hasta que murieron. Y Uto Paulo, Xifia Matías, y Bernabé y Diego estaban aún vivos, los tres harpados y dejarretados, decepados y atormentados, y Diego cortadas las narices y los dedos de pies y manos.642 En esto entendían los bunguios en el Tacacu, cuando el mesmo día domingo veinte y tres del dicho mes, y aún el sá‐ bado veinte y dos, llegó a esta ciudad la nueva de lo que pasa‐ ba, que causó tanto alboroto en muchos que no sabían tomar consejo. Y súbitamente se comenzó a despoblar la ciudad de muchos. Otros enviaban las mujeres y hijos fuera, y quedaban esperando lo que viniese. Otros de propósito se apercibían para morir, y destos había muchos hombres y mujeres casa‐ das, viudas y doncellas que tenían aparejados paños interiores y jubones para ofrecerse al martirio. Y otras hubo que se cor‐ taron el cabello y pusieron en traje de hombre para salir al en‐ cuentro y morir en tan honrada demanda con ánimo valeroso, de las cuales yo vi algunas, y soy verdadero testigo dello. Otros animosos cristianos, como fueron Xifioyendono, cu‐ ñado de Toan y Quiuyedono y otros, fueron de aquí a gran priesa a llamar los religiosos que sabían estaban en el Tacacu, pidiéndoles viniesen a les ayudar, porque estaban muy ciertos de que había de haber grandes diligencias y crueldades en Nangasaqui por premisas que dello tenían, en que ninguna dubda ponían. Y acá no sabían de otros, y así se vinieron aquí todos, de modo que cuando los bunguios vinieron, ya estaban aquí ellos, unos en traje de japón y otros en el nuestro, y otros como podían, venciendo con sus astucias las del inicuo Safio‐ ye, que tan cruelmente les había perseguido por cuantas vías pudo, haciéndoles diversas molestias cada hora con una rabia interna. 363

Llegaron pues aquí los bunguios en veinte y cinco de no‐ viembre, martes, y luego el miércoles entraron en consejo sobre lo que debían hacer de Nangasaqui, y hubo grandes dares y tomares y diversos pareceres. Surungandono y los bunguios de Satzima decían que no era bien tocar más en los cristianos, particularmente de Nangasaqui. Su hijo decía que lo mejor era acabar con todo, pues habían venido a eso, y no dejarlos riendo. Hubo voces, hubo porfías y gritar y dar y tomar, y los cristianos a gran priesa a confesar y armarse con‐ tra el Demonio, con gran determinación de morir por el señor y Dios que adoraban. Y finalmente el Safioye, que tuvo noti‐ cia de lo que pasaba y la determinación de los cristianos, y que tenían muchos religiosos a sus lados y otras cosas, pareciole que si se tocaba en la ciudad, que le había de caber parte, y sin dubda cupiera, porque si los padres se descubrieran pública‐ mente, le costara la cabeza. Y realmente ellos habían de parecer, porque no con menos ánimo y valor que nos apóstoles estaban todos esperando, la piedra en la mano. Pero no hubo ocasión, ni nuestro señor permitió por entonces que en esta ciudad hubiese sangre. Y así el Safioye finalmente se resolvió en que no se tocase a nada de Nangasaqui, diciendo no tenía comisión para ello, pero mintió, que sí tenía, mas no se atrevió. Y cuando partió del Tacacu con determinación venía de hacer aquí maravillas, y de propósito dejaron vivos algunos de los de Cuchinotzu para los traer aquí a mostrar, para primeramente con esto atemori‐ zar los cristianos. Pero nuestro Señor, él sabe porque no lo permitió, que sus secretos son grandes y no los podemos al‐ canzar. Y así escribo puntualmente lo que subcedió por su orden, y no me entremeto por agora en más. Trajeron los bunguios del Tacacu la bicuni natural de Ariye, que se había ofrecido al martirio, para aquí le martiri‐ zar y espantar con ella las almas de Nangasaqui, que dijeron a 364

los bunguios que estaban muy animosas. Y luego este mesmo día la trajeron al patio de la casa del Safioye, y encendiendo primeramente una gran hoguera, comenzaron a echar en ella gran cantidad de rosarios, imágines y reliquias que habían quitado a los cristianos del Tacacu. Trajeron luego dos cajas en que estaban los instrumentos con que habían martirizado en el Tacacu a los cristianos. Comenzaron a persuadir a la mí‐ sera mujer, que había estado más constante que una peña. Amenazáronla con todos aquellos tormentos y con otros más, y no la pudiendo vencer, embistieron con ella los sayones y con gran ira la quisieron quitar un rosario que tenía al cuello y unas reliquias, y aunque eran tres o cuatro, a ello tuvieron bien que hacer. Al fin se le quitaron, y visto que no había remedio para que retrocediese, determinaron comenzarla a atormentar, y dijé‐ ronle que la habían de quemar allí viva. “Aunque me que‐ méis”, dijo ella. Mandó entonces Mataxiro, que asistía allí con otro lugarteniente de bunguio, que no le hiciese nada, sino que primero la desnudasen, y desnuda en vivas carnes, las manos atadas atrás la llevasen por todas las calles de Nangasa‐ qui para que fuese vista de todos, particularmente de las ho‐ nestas mujeres. “Y cuando volváis de hacer esto”, dijo el mal‐ vado: Le haréis esto y esto, y entregaréis a estos padres de las pú‐ blicas mujeres (de los cuales había allí cantidad, apercibidos para la llevar) para que la lleven y se aprovechen della, y des‐ pués la atormentaremos con estos tormentos, pues se muestra tan valiente. Embistieron con ella luego los deseosos verdugos, y quisié‐ ronla desnudar, lo que sintió tanto la miserable mujer, que poniendo las manos en los pechos, concedió lo que pedían y negó, con que luego le dejaron, llevándola a una casa de 365

donde la enviaron después al Tacacuu. Y encontrando con ella en Mongui, lugar aquí cercano y puerto, el padre fray Juan de Sancta Marta que allí estaba, a quien ella se fue muy triste y arrepentida le dijo que se viniese a desdecir delante de Safioye, y ella con mucho pesar quiso venir, pero no la dejaron, y así la embarcaron para el Tacacu. Tuvieron noticia particularmente los padres fray Hernando de San José, fray Alonso Navarrete de cómo este día había de comenzar el zamatangui643 o persecución de Nangasaqui, por‐ que como vieron encender la hoguera, sacar las cajas de los instrumentos, y estar en cónclave los jueces, fuéronselo a decir. Y cómo comenzaban por la bicuni, y deseosos uno de ayudarla en aquella ocasión y a los demás cristianos, y a vuel‐ tas de eso llevar algo de la feria. Y con ese propósito, salieron de sus posadas vestidos en nuestros trajes, y fueron a la casa del mesmo bunguio, a donde había muchos españoles, portu‐ gueses y castellanos, y estaban quemando los rosarios que dicho queda, y había pasado lo de la bicuni. Pues como viese el susodicho padre fray Alonso estar que‐ mando los rosarios, no se pudo abstener, deseoso de haber uno dellos. Y por escaparle de las llamas, llegándose a la ho‐ guera asió del uno, el cual estaba preso con otros muchos, de modo que por mucho que tiró, no le pudo desasir. Y estando en esta porfía, y uno de los sayones que allí andaba con un largo bastón revolviendo los tizones y rosarios para que ardie‐ sen, sin limpiar el palo y sin le avisar le sacudió tres tan duros como un roble. Y otro bellaco, su compañero, fue embidando, de modo que dieron con el buen padre en el suelo bien mal‐ tratado, lo que él llevó con mucha paciencia.644

18.11. DE OTRO MAR TI RIO QUE HUBO EN ESTE TIEM PO 366

EN EL DICHO TA CA CU EN UM BA MA

Antes que subcediese el martirio de Arima, había seis meses que el tono Sayemo Tayu había persuadido grande‐ mente a cuatro samuráis suyos, todos señores de renta, que dejasen la fe de cristianos y retrocediesen. Llamábanse estos valerosos cristianos el uno Firao Fachirindono Salvador y el otro Firao Fanzayemon Juan, y los otros dos Babano Gozos‐ que Germán y Firao Joyemon Miguel, todos cuatro casados con mujeres y hijos, soldados valientes, mancebos y de gentil traza y disposición, y no menos buenos cristianos.645 Y así, con mucho valor, resistieron a las muchas persecuciones del incau‐ to tono, que sin saber lo que hacía, perseguía a los que con fi‐ delidad le servían. Ellos le respondieron que no habían de dejar la fe que profesaban aunque los matasen por ello. Indig‐ nado el tono, los desterró y mandó se fuesen donde nunca más los viese. Hiciéronlo ellos así, y dejando cuanto tenían en sus casas, con sus mujeres y hijos se salieron de Arima deste‐ rrados por su voluntad, porque si no quisieran retrocediendo, los estimara el mal aconsejado tono en más. Pues como supiesen que eran desterrados y el tono manda‐ ba que a los tales nadie los hospedase ni favoreciese, andaban los míseros cristianos con sus pequeños hijos y mujeres de aldea en aldea y de casa en casa, peregrinando sin los dejar en alguna reposar. Y viéndose así perseguidos, se fueron a un dis‐ trito que cae en la ensenada de Arima llamado Umbama, en cuyos montes hicieron su habitación en unas pequeñas chozas de paja que hicieron entre unas peñas, adonde se sustentaban de la caza que con sus escopetas mataban. Y así pasaban su trabajosa vida, hasta que habiendo el malvado Safioye y demás perseguidores de la iglesia concluido con lo de Arima y Cuchinotzu, enviaron al dicho distrito, que es poblado de muchas aldeas, un bunguio llamado Zazanno Gonzqe y otro 367

llamado Cofioye, naturales de Firando, a que hiciesen retro‐ ceder los cristianos del dicho distrito.646 Adonde llegados, se dieron tal maña con las amenazas que les hicieron, y lo que habían oído decir pasaba en Arima y Cuchinotzu, que de vo‐ luntad, o lo que es lo más cierto exteriormente, todos retroce‐ dieron. Y algunos acusaron a los cuatro samuráis que estaban en el monte, en un puesto que llamaban Cochi, y les dijeron como eran de los desterrados por Arimandono, lo que sabido por los bunguios avisaron a Safioye. Los de Obama como villanos, y Safioye como es soez y bajo, enemigos todos de la extirpe noble y generosa sangre hi‐ dalga, los unos los acusaron y el otro dio sentencia contra ellos, y envío a decir a los dichos bunguios que los atormenta‐ sen por la vía ordinaria si no quisiesen retroceder. Recibido el recado, mandaron juntar los vecinos de los lugares comarca‐ nos y mandáronles que fuesen en busca de los dichos samuráis y que los persuadiesen con mucha instancia a que retrocedie‐ sen, porque no había de quedar ningún cristiano en toda aquella jurisdicción. Fueron allá obra de treinta hombres con sus armas, los unos adonde estaban los dos hidalgos Germán y Miguel, y los otros adonde estaban Salvador y Juan, a los cuales todos per‐ suadieron con muchos ruegos que quisiesen retroceder, por‐ que si no lo hacían, que les había a ellos de afligir y maltratar, porque decían los bunguios que ellos los consentían allí. A lo que todos cuatro respondieron que no se cansasen, porque no lo habían de hacer, y qué cosa era persuadirles de lo tal, cuan‐ do sabían que habían ellos dejando sus haciendas, casas y des‐ canso por no retroceder y dejar de ser cristianos. Que no lo habían de hacer por ningún caso, aunque entendiesen que los habían de hacer diversas piezas a cada uno, pero que porque no les viniese a ellos algún mal, que tomasen las armas y hi‐ 368

ciesen dellos lo que quisiesen y los llevasen presos. Con esto prendieron a los dos Miguel [y] Germán y los amarraron. Y a Salvador y a Juan llevábanlos los que los fue‐ ron a buscar sueltos y desamarrados, lo que viendo ellos les dijeron que los amarrasen, pues sus compañeros iban de aque‐ lla manera. Pero porfiando los labradores a los llevar así suel‐ tos, ellos mesmos tomaron las cuerdas y se las echaron al cue‐ llo y pidieron los acabasen de amarrar, lo que finalmente hi‐ cieron. Y los llevaron al lugar llamado Faquia, y en dos casas diferentes los pusieron presos y avisaron a los bunguios como estaban allí, los cuales informados de todo lo que pasaba y cuan enteros estaban en la fe, mandaron que de nuevo los per‐ suadiesen, porque si no que los habían de atormentar. Esto subcedió en veinte y ocho de noviembre de mil seis‐ cientos y catorce. Y como los valerosos cristianos estaban bien firmes en su propósito sancto, en treinta del dicho los manda‐ ron llevar a todos cuatro cerca de la playa, adonde ellos fue‐ ron. Y mandaron encender una hoguera y poner en ella dos cruces de hierro con las cuales primeramente los señalaron en las frentes, y luego les cortaron todos los dedos de manos y pies, y luego les cortaron las narices y los arrojaron bañados en su sangre en la mesma playa entre muchas y grandes piedras que allí hay, mandando que nadie les diese de comer ni beber, ni visitase. Todos estos tormentos padescieron estos valerosos cristia‐ nos con mucho valor y ánimo y con mucha paciencia. Y luego al siguiente día de puro desangrado murió el sancto Firao Juan, y al tercero día murió Firao Fachiro Salvador, que dicen era de veinte y un años de edad. Dicen los vecinos de aquel lugar de Faquia que cuando martirizaron aquestos sanctos mártires, que no mostraron tristeza ni se quejaban, mas antes estaban con muy alegre continente. Y que particularmente el 369

sancto Firao Salvador dijo, de muy gana y voluntad: “ofrezco a mi Dios estos veinte dedos y narices que me han cortado así como los meses pasados le ofrecí mi pobre hacienda y cuanto tenía”. Por cierto que los dos que quedaron vivos están muy contentos. Quedaron las mujeres destos sanctos mártires la una con cuatro hijos y la otra, que era muy moza, llamada María, con uno, pasando muy grandes necesidades, depositadas y entre‐ gadas a los labradores de aquel distrito de Umbama, en dos lugarejos llamado el uno Faquia y el otro Fimchi, a donde yo vi todos los vivos. En este distrito es donde el año de noventa se halló una cruz muy bien hecha en el corazón de un árbol. Yo he visto la cruz y he estado adonde se halló, que no hay distancia de cuatro mil pasos de donde fue el martirio que acabo de tratar, adonde ella fue hallada. Concluido que hubieron los bunguios con lo que tenían que hacer, aunque dejando muchas cosas por la priesa que les daban las nuevas de Osaca, se partieron para el Cami en tres de diciembre. Después de lo cual tuvimos aquí noticia de cómo en la ciu‐ dad de Surunga, por el mesmo tiempo que fue el martirio de Arima y Cuchinotzu por mandado del tirano perseguidor de la iglesia, fueron martirizados algunos cristianos por el mesmo tenor que los de Cuchinotzu, algunos de los cuales murieron luego, y otros quedaron vivos. No sé hasta agora por las re‐ vueltas del reino quiénes sean y cuantos, y por eso queda esto en jerga hasta su tiempo. Mas sé que entre ellos fueron marti‐ rizados algunos de aquellos catorce samuráis criados del ti‐ rano, que con tanta crueldad fueron desterrados de su casa y corte el año de seiscientos y doce, cuando también lo fue Julia. Y uno dellos, llamado don Juan Faramondono, capitán de ar‐ cabuceros del príncipe, que comía ocho mil ducados de renta, 370

escapó vivo, cortados los dedos de manos y pies, y señalado en la frente con la cruz de hierro ardiendo.647 El reino está aún revuelto, y hoy último de febrero no tene‐ mos aún nueva cierta de quién quedó por señor dél, aunque se dice que lo será Findeyori, hijo de Taicosama.648 Será Dios nuestro señor servido de que así sea, y para mayor honra y gloria suya y augmento desta afligida cristiandad, cuyos mi‐ nistros están al presente, todos cuantos se quedaron ocultos, unos en traje de japón y otros en el nuestro, haciendo grandes maravillas.649 De los de la Compañía de Jesús se quedaron muchos, y entre ellos el padre rector Gerónimo Rodríguez, hombre de mucho valor y suerte, el cual cuando se desembar‐ có fue a Firoxima, que es en el Chungocu, que llaman tierras y señorío de Tayundono, y en doce de febrero llego aquí a Nangasaqui. Y aunque hay otros religiosos de la Compañía en esta ciudad, yo no he visto más que al padre Juan Baptista de Tavora, aunque el padre Gaspar de Castro dicen que está en la nao, y a veces el padre Carlos.650 De los de San Francisco quedaron el padre Pedro Baptista, que quedó por comisario, el padre fray Apolinario Franco, el padre que era presidente fray Pedro de la Asunción y el padre fray Juan de Sancta Marta. Y en Osaca quedó, sin que bajase nunca acá, el padre fray Luis Gómez, y después subió el padre fray Diego de San Francisco.651 De los padres clérigos presbí‐ teros quedaron el padre Miguel, vicario de mi parroquia Sancta María, hombre muy virtuoso y de pocas y buenas con‐ versaciones, el padre Francisco, hijo del Toan, gobernador de Nangasaqui, el padre Clemente y el padre Juan, todos japones y hombres de mucha virtud.652 De los religiosos de Sancto Domingo quedaron el padre fray Tomás del Espíritu Sancto, vicario provincial, el padre fray Francisco de Morales, el padre fray Alonso de Mena, el 371

padre fray Alonso de Navarrete, arriba nombrado, el padre fray Jacinto de Orfanel, y el padre fray Juan de los Ángeles. Y arriba en Meaco está el padre José. Y quedó, como arriba se dijo, el muy reverendo padre fray Hernando de San José, prior del convento que aquí hubo de san Agustín, religioso de gran valor y virtud, el cual partió de aquí para Osaca en diez y nueve de febrero deste año de seiscientos y quince.653 Los padres de la Compañía de Jesús que yo sé quedaron este reino son los siguientes: el padre rector Gerónimo Rodrí‐ guez, N. de Fonseca, padre Ángeles, Juan Baptista de Baeza, Juan Baptista Porro, Juan Baptista de Távora, Pero Paulo Lopo Fernández, padre Carlos Gaspar de Castro, Francisco Luis N. de Torres, el padre Benito, el padre Julián, Sebastián, Luis, Mancio, todos cuatro japones, y otros que yo no sé. Y de los padres clérigos quedó también el padre Laurencio de la Cruz, vicario de San Pedro con los arriba dichos.654 Esta relación cerré hoy, miércoles diez y ocho de marzo de mil y seiscientos y quince años en la ciudad de Nangasaqui. Bernardino de Ávila Girón.

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ANEXOS MAR TI RIO DE SOTER EN LA RE DAC CIÓN DE 1619, MS. 133R En este lugar cabe poner lo que subcedió en esta población de Xiqui a un buen cristiano llamado Soter, y es que, así como mataron al sancto Adán, envió el bunguio a decirle que había de retroceder, como los otros habían hecho, que se determi‐ nase a lo hacer luego. Era Soter hombre anciano y honrado, respetado y estimado, y entendíase muy bien, como parecerá por su fin. Y porque no le achacasen inobediencia, que es lo que muchos estos sienten, respondió con muy corteses pala‐ bras en resolución, que aunque en todo lo demás obedecería al tono, que aquello que no lo podía hacer, porque era un desacato muy grande contra nuestro señor. Que le perdonase y no le mandase tal cosa. Volviéronle a persuadir infinitas veces, y visto que no aprovechaba, enviole el bunguio el últi‐ mo recado una noche con dos soldados armados, los cuales llegaron a la puerta de Soter. Y estaba lloviendo, y llevaban sus quitasoles de mano por no mojarse. Y como son estos de papel, y el agua era recia, sintió el ruido Soter, y que estaban a la puerta, y luego conoció quién podía ser. Y como no habla‐ ban, entendió que lo iban a matar, y con este pensamiento púsose en oración y brevemente se encomendó a nuestro señor. Y llegándose a la puerta, preguntó que quién estaba allí, y que si le buscaban a él. Respondió uno dellos: “soy fu‐ lano, abrid”. Conociole luego, y abrió la puerta, y desviándose un poco, le dijo: “señor, seáis bienvenido, hacedme merced de decirme, sin me lo negar, si me venís a matar, y siendo así, 373

dadme un poco de tiempo para me preparar”. Respondió el soldado, que era de los más señalados del tono: “no vengo re‐ solutamente a os matar, que primero me mandan haga otra cosa, y así os digo de parte del tono mi señor, que os resolváis luego esta noche en hacer lo que tantas veces os ha enviado a decir, porque está ya muy enfadado, y cansado de ver la poca cuenta que dél hacéis. Y así aquí ha de quedar esto conclui‐ do”. A todo esto estaba el otro compañero a la puerta, y era más grave que este, y el buen Soter, con mucha cortesía, le dio las gracias por el trabajo de venir a tal hora, y con tal tiempo a su casa. Y finalmente le dijo que si le quería matar, que allí es‐ taba, cruzadas las manos, pero que él era cristiano, y no lo había jamás de dejar de lo ser. Levantose el soldado y díjole: “no ha de haber otra cosa”. “No la habrá”, replicó Soter. Lle‐ gose el gentil a la puerta, y salió fuera, y habló con el otro, que en la calle estaba. Y habiendo hablado lo que Dios y ellos saben, volvió a entrar y dijo a Soter que si estaba siempre de aquel propósito. Respondió que sí, y levantó los ojos y las manos al cielo, esperando el golpe de la catana. Pero el solda‐ do, que traía otra orden, le dijo: “señor Soter, conviene que luego a esta hora os embarquéis en una fune y os vais de este lugar desterrado”. “Caxicomata, obedezco, y así lo haré”, dijo él. Fue luego un mozo del soldado a buscar una fune, que como era cosa del tono, lloviendo y tronando, y cayendo rayos del cielo, la había de hallar luego con marineros. Y así la trajo, y en ella se embarcó el buen Soter, y despedido de los solda‐ dos, se fue la vuelta de Canzusa adónde dio a Domingo, com‐ padre mío, la nueva del martirio de su padre, y le dio un reca‐ do, que el sancto Adán le encomendó cuando le querían cor‐ tar la cabeza. De Canzusa se fue Soter a la población de Cu‐ chinoztu, que está una corta media legua de allí, adonde des‐ pués alcanzó la corona del martirio en veinte y dos de no‐ viembre, como a su lugar se verá adelante. 374

MAR TI RIO DE MA JEN CIA EN LA RE DAC CIÓN DE 1619, MS. P, 145R-153R En fin tanto le dijeron el tono, amigos y parientes, que al flaco viejo le turbaron, y vino a hacer un horrendo disparate: porque por librar a sus hijos de una ley tan rigurosa, que era pena de la vida, muchos tormentos, confiscación de bienes et‐ cétera, y porque no se acabase la casa, se fue de secreto a los jueces que ejecutaban el mandato, y dioles firmado cómo él, sus hijos y nuera estaban prontos y aparejados para todo lo que sus ministros le mandasen. Sabido de allí a dos días por ellos lo que su padre había hecho, sintiéronlo mucho, y jun‐ tándose los tres en una iglesia que tienen en su casa, y el señor en medio dellos, como lo tiene prometido a los que se junta‐ ren en su nombre, allí de común consentimiento determina‐ ron de volver por la honra de nichi vomoi catzubequi jenjivo axitani noburu nacare (el buen pensamiento, que Dios te diere hoy, no lo difieras hasta mañana), “y por eso me he dado tanta priesa, porque he entendido que de aquí a dos días suben los jueces a la corte y no sé cuando volverán, y no quie‐ ro quedar con esta carga”. Acabado pues el escrutinio de la casa, el que venía por cabeza de aquella gente, llamando a Mi‐ guel y Lino al cual fueron a buscar que estaba ausente, co‐ menzoles a preguntar por orden que traía del tono si pensa‐ ban llevar adelante lo comenzado. Respondieron con toda re‐ solución y Clemente su padre se desdijo allí valerosamente, confesando lo mal que había hecho en dar la firma. Entre tanto que esto pasaba, la Majencia andaba recogiendo apriesa las imágines, las cuales, con el Guía de pecadores, metiéndolo todo en un cesto lo envió a esconder fuera de casa. A las cua‐ tro de la tarde llevaron presos a los tres, Miguel, Lino y Cle‐ mente, estando lloviendo a cántaros. Aquel mesmo día, ya 375

después de puesto el sol, llevaron a Majencia y los niños, y al otro día, por la mañana a su suegra Mencía. Parecieron todos ante los jueces, y como respondiesen con toda resolución, mandáronles meter en la cárcel. En este mesmo tiempo sub‐ cedió que el tono principal hubo de subir a la corte, y hubie‐ ron de ir con él los dos jueces, por lo cual quedó encargado dellos otro llamado Candono, el cual tomó tan a pecho hacer‐ les renegar, que mil veces les hubiera hecho perder, si no fuera por la mano del Señor, que les sustentaba. Porque con título falso o verdadero de que les quería bien y deseaba librar, si bien querer se puede decir del que les quería perder el alma. No dejó medio que no intentase para conseguir sus intentos, porque unas veces les combatía con respetos de amistad y mundo, grandes ofrecimientos para delante, y otras cosas se‐ mejantes que suelen corromper, trastornar el juicio aun a los más fuertes si no están bien en los estribos y tienen desechado de sí todo respecto de carne y sangre. Pero estos buenos cris‐ tianos teníanlos olvidados, de manera que, preguntando un religioso a sus padres que dijeron o hicieron cuando se vieron apartar de sus hijuelos, le respondieron que con ser que les amaban estrañamente, como si hubieran vuelto de piedra no hicieron más sentimiento que con mucha alegría decir: “el Señor nos los dio, volvémoselos. Si agora no mueren, en sus manos quedarán mejor que en las nuestras”. Y así como solo estribaban en Dios fueles fácil reírse de los halagos y promesas del tirano, el cual, viendo que por este camino no aprovecha‐ ba, echaba luego por rigor y amenazas. Luego pues que se vido el nuevo juez con el cargo, les mandó traer a su casa de dos en dos y de uno en uno para examinarlos. Trajeron pri‐ mero a Miguel y su madre Mencía, y mientras salía el juez, estuvieron esperando en una sala cosa de media hora. En el ínterin, el Miguel se apartó a una ventana, y arrodillándose, puestas las manos sobre el antepecho y la frente, encima dellas 376

estuvo en oración, adonde certifica su madre, mientras oraba súbitamente se cubrió de sudor, de manera que quedó todo hecho un agua, con el agonía que sentía, quizás con la consi‐ deración de que presto se había de ver llevar con sus padres, mujer y hijos desnudos por las calles de la ciudad, porque eso era lo primero que se hacía a lo menos en este reino con los que no querían renegar, lo cual sentiría él más que la mesma muerte. Así, por ser gente honrada como decimos, no retro‐ cediese alguno con la gran vergüenza y empacho que él como capitán cuidaba y acudía a todos, y agora en la oración debía de pedir a Dios que si era posible pasase dellos aquel cáliz, o si no, que se hicieses su divina voluntad. Pero el Señor, que solo reservó para sí ni admitir consuelo en aquella hora, para que fuese más copiosa nuestra redemptión, y después le hallaran los sanctos mártires en sus agonías y aprietos, quiso dársele a este su siervo, ordenando su divina providencia que se les olvi‐ dase a los gentiles, o por otras razones lo dejasen, y solo fuese la pelea dentro de casa, porque como veremos no lo ejecuta‐ ron. En esto salió el juez, y después de hecho, le dio potencia para que renegase. Y viendo que era por demás, les mando volver a la cárcel, y lo mesmo hizo de los demás a cada uno en su lugar por sí, para poder mejor negociar. Y el viejo Clemen‐ te con ellos, que ya, como dije arriba, había vuelto en sí y es‐ taba fuerte en no querer renegar. Puestos en la cárcel, luego los metieron desnudos dentro de unos sacos de paja de arroz, embutiéndolos de aristas de trigo secas, de suerte que no saca‐ ban más de la cabeza, apretando el saco con unas cuerdas alre‐ dedor, sin sacarlos ni aun para sus necesidades naturales. Y allí, de día ni de noche no les dejaban sosegar ya amigos ya enemigos ya el mesmo juez en persona, y otros que les envia‐ ba para persuadirles. A veces les mandaba sacar de los sacos y lavar el cuerpo con agua tibia para que, recreados con aquel regalo, se les hicieses de mal volver a las aristas. Bien veo que 377

esto de los sacos no es muy gran tormento, que lo más debe de ser la pesadumbre de no poder salir de allí a sus necesida‐ des, y la vergüenza de estar allí sacando solamente la cabeza, pero considérese que pasaba todo esto por las manos de aque‐ llos ministros de Satanás, cuyo juicio tenían todo puesto en cómo les harían renegar, que hasta las buenas obras, si alguna les hacían, sabrían a la mano. A Lino pusieron una mordaza porque rezaba y decía a voces que no había de renegar. A Ma‐ jencia sacaron una vez para que diese leche a Ignacio, su hi‐ juelo de un año, a mi parecer no de lástima del niño sino para que viéndole la madre y compadesciéndose dél, ablandase. Pedro, el hijo mayor, que era de quince años, también estaba en su saco. A la hija mayor, que estaba ya casada y fuera de casa de sus padres, no le dijeron nada. Los viejos Clemente y Mencía con los niños estaban en otra parte, aunque sin tor‐ mento, como tampoco le dieron a Miguel, que solamente le tuvieron en la cárcel, aunque su corazón le debía de sentir mayor qué todos juntos, con el cuidado de que no retrocediese alguno, aunque nunca le faltó el ordinario, de los que conti‐ nuamente le estaban persuadiendo que renegase. Una vez entre otras se puso muy de propósito el juez a argüir y mofar de la Majencia, estando metida en su saco, y decirle que cómo era tan necia en querer padescer tantos trabajos, y los demás que se le esperaban, por una ley incierta. “Dime qué certi‐ dumbre tienes”, le decía, “de tu salvación. ¿Por ventura has visto las cosas de la otra vida? A lo cual respondió ella: “las cosas de la salvación no se ven con los ojos corporales, sino con los de la alma, ilustrados con la lumbre de la fe. Pero como vos no la tenéis, y vivís a oscuras, mofáis agora de mi. Algún día lo sabréis, y no tendrá remedio”. Pasaron otras cosas, con que la dejó y se fue. Finalmente, viendo que era perder tiempo, condenó a los tres, es a saber, Miguel, Lino y Majencia a quemar vivos, y a los demás soltó. 378

Y así, a trece de junio, domingo a las nueve del día, salieron de la fortaleza a pie y descalzos, porque yéndoles a dar al salir sendos pares de alpargatas un criado suyo, el Miguel le apartó, diciendo: “quita, que hoy no es día de ir calzados”. Salieron pues desta manera para el lugar del martirio, que está dos le‐ guas de allí junto a su mesmo pueblo, quizá con intenciones de si por ventura viendo su tierra y lugar donde habían nacido habría en ellos alguna mudanza, que hasta este punto usaron de trazas para perderlos. Íbanlos acompañando los dos bun‐ guios arriba nombrados, Candono que los condenó, y Naca‐ gavadono, y dejando lo que pasó en el camino, cuando llega‐ ron cosa de treinta pasos del lugar del martirio y vieron pues‐ tos por orden tres palos hincados en el suelo y mucha leña al‐ rededor, arrodilláronse los tres, la Majencia en medio, y besa‐ ron la tierra y luego pasaron adelante, y en llegando junto a la leña, se tornaron a arrodillar, y estuvieron en oración un gran rato, hasta que los verdugos, asiendo de Miguel y Lino, co‐ menzaron a atarlos cada uno a su palo, a Miguel al de en medio y a Lino al que caía hacia poniente, quitándose prime‐ ro ellos por sí los vestidos de encima, dándolos a un criado suyo, quedando con los de bajo blancos como una nieve, que de propósito tenían hechos para aquella hora. Visto esto por la Majencia, y que a ella no le decían nada, fuese ella mesma, y arrimose al otro palo, de donde luego la quitaron, con inten‐ to de que como a mujer la podrían vencer, atemorizada de ver quemar a su marido y cuñado. Pero ella, que no lo deseaba menos que los dos, y así dicen que con ese deseo, vino todo el camino ella delante, viendo agora una tan estraña novedad, y que la privaban de tanto bien, puestos los ojos en el palo que ya le tenían determinado, al cual había cobrado un entrañable amor como a su fiel y único compañero, para aquel último y feliz viaje. Íbansele los ojos tras dél, y no sabía que se decir, mas de quedar como atónita y quejarse del juez que tan cruel‐ 379

mente le trataba, y así decía con ansias del corazón, viéndose apartar del palo: “señor, ¿cómo me hacéis tan grande agravio, por ventura habéis visto en mí alguna muestra de venir en lo que me pedís? ¿Por ser mujer tengo de ser tan desgraciada?”. Y diciendo esto, comenzó a arder la leña y levantar el fuego la llama, y los dos sanctos mártires en voz alta a decir el credo, lo cual, visto por la Majencia, como otra santa Apolonia, con particular moción que tendría del Espíritu Sancto, según es de creer se iba con toda determinación a meter en las llamas; pero acudiendo de presto la detuvieron, y apartada cosa de ocho pasos, se estuvo arrodillada, las manos juntas y enclavija‐ das delante del pecho, de frente a los sanctos mártires, miran‐ do el cruel espectáculo, y participando también harto del calor del fuego, por estar tan cerca. Y ya que estuvieron muertos y medio consumidos, y el fuego en lo mejor de su furia, como el ciervo herido que no se puede contener viendo la fuente del agua, otra vez se iba a meter en las llamas. Detuviéronla tam‐ bién, y para asegurarse della, de presto le echaron una soga al cuello, la cual tenían asida por detrás por que no se arrojase. Quemados ya los sanctos mártires, comenzaron de nuevo los gentiles a combatir a la sancta mujer. ¡Qué cosas no hicieron!¡De qué invenciones no usaron para turbarla! Verdaderamente que se recrea el espíritu de ver aquí la fuerza de la gracia en una mujer flaca y sola, la cual a brazo partido peleaba con el mundo, carne y Demonio, y tantos mi‐ nistros suyos, que puestos bajo los pies les hacía berrear. ¡Qué no dieran por vencerla! Ya usaban con ella de blandura, ya de rigor, ya le ponían de mil dificultades delante, y cuando más no podían, decíanle que no entendiese si moría en aquella ocasión que sería mártir, que ya no la mataban sino por por‐ fiada y pertinaz, que ya los gentiles sabían esto de mártir o no mártir, a lo cual ella no respondía otra cosa más que decir que no quería renegar. Un cristiano de los que andaban por allí es‐ 380

condidos entre los gentiles, movido de compasión, viéndola como ovejuela metida entre tantos lobos, y combatida por tantas partes, temiendo no la turbasen y hiciesen enflaquecer, se llegó allá, y como pudo le dijo: “señora, no perdáis el ánimo ni creáis eso que os dicen, que si morís en esta ocasión, muy grande mártir seréis, que por más que digan, no os matan por otros delictos sino porque no queréis renegar”, lo cual ella le agradeció mucho, y pidiéndole la encomendase a Dios, le dijo que no tuviese pena, que bien les entendía sus trazas. Porfia‐ ron todavía los gentiles gran rato en ver si podrían sacar algo della, y viendo que no tenía talle, determinaron de llevarla a una casa que está un tiro de arcabuz de allí para de propósito combatirla y llamar para eso mujeres conocidas suyas, con quien pensaron que se entendiera mejor. Pero ella, viendo que trataban de apartarla de aquel lugar que ya había escogido para su descanso, hacíasele muy de mal y era arrancarle el alma quitarla de allí, y así comenzó a reusar y no querer ir, y también porque sabía ella que en llevarla allá no solo preten‐ dían los gentiles hacer que renegase, sino que ya que no pu‐ diesen vencerla, soltarla con algún achaque y echar fama que había renegado, como habían hecho con otros, por no quedar vencidos de una mujer, y así ella no quería oír nada en secreto ni por rincones, siempre les respondía en público y decía “no uséis conmigo de trazas y engaños soltándome para publicar que he renegado, que os doy mi palabra que tengo de ir por todo Japón publicando la verdad. Si me queréis soltar libre‐ mente, yo os lo agradeceré”. Cuentan todos los que se halla‐ ron presentes que nunca vieron en ella rastro de flaqueza, antes bien cuanto más le decían y amenazaban, más fuerte es‐ taba. Lleváronla pues a la casa quedándose los jueces allí espe‐ rando, y como iba tan de mala gana, llevábanla medio arras‐ trando. Lo cual, visto por el cristiano que antes le había ha‐ blado, le dijo también agora que fuese, que no importaba, y 381

así fue. Llegada allá, salió luego la señora de la casa con otras mujeres honradas, y cogiéndola en medio con muchas lágri‐ mas y extremos, comenzaron a persuadirle que si quiera diese alguna señal de venir en lo que el tono le pedía, pues con tan poco se contentaba. “Ya el marido y cuñado están muertos”, le decían, “ya eso no tiene remedio, no queráis echar la soga tras el caldero. Mirad si quiera por siete hijos que dejáis, casi todos niños, ¿qué ha de ser dellos, faltando vos?” Finalmente dijéronle tantas cosas que yo no pienso detenerme en escribir‐ las, basta decir que la media hora que estuvo allí toda la gasta‐ ron ellas en sus persuasiones, de las cuales se reía la Majencia, y a lo de los hijos respondía que en buenas manos quedaban de Dios, que él hiciese su divina voluntad, que ella ni por ellos ni por todo el mundo no pensaba renegar de Jesucristo. El dueño de la casa, viendo que las mujeres no aprovechaban, quiso él tomar la mano con otros. Estando comenzándola a persuadir, llegó un recado de los jueces que decía que si no había aún dado alguna muestra de retroceder, que se la torna‐ sen a enviar, que quería concluir con ella. Oyolo ella, y como cuando sueltan un río que está represado, dejándoles con la palabra en la boca, sin responderles se levantó de presto. Y sa‐ liendo como un rayo por la puerta, a paso muy apresurado se volvió a su tan deseado lugar, quedando los gentiles que ve‐ nían detrás pasmados de ver lo que pasaba, diciendo que no habían visto otra cosa tal en su vida. No sé yo lo que causará esto en los ánimos de quien lo oyere, pero de mí sé decir que me consuela y esfuerza grandemente mi flaqueza ver el ánimo y determinación grande desta valerosa mujer, la cual cuando llegó cerca desde el camino, se comenzó a aflojar la cinta y quitar el vestido de encima, dándole a un criado suyo llamado Benito que siempre anduvo a par della, y quedó con uno blan‐ co al modo que su marido y cuñado. Aquí tornaron a comba‐ tirla, y de nuevo procuraron ver si podrían sacar algo della, 382

aunque no fuese más que el menear de un ojo, para con esto soltarla, por no quedar confusos y avergonzados. Pero ella les tornó a hablar claro como otras muchas veces había hecho, y dijo “no entendáis que ando porfiadamente por morir, que si me dejáis cristiana, yo os lo agradeceré mucho que me conce‐ dáis la vida”. Entonces le dijeron que enhorabuena viviese cristiana, pero que a lo menos en lo exterior diese alguna muestra de que venía en lo que le pedían, a lo cual respondió ella que no lo haría por todo el mundo. Y así, visto por los jueces que era perder tiempo, mandaron que le cortasen la ca‐ beza, aunque ella siempre entendió que la habían de quemar, y así lo tuvo tragado. Puesta, pues, de rodillas veinte pasos del lugar de los dos sanctos mártires, hacia oriente, juntas las manos, comenzó a rezar. Y en esto llegó Martina, su cuñada, y otras personas. Y en señal de amor y por despedida, le die‐ ron el sacantzuqui, y ella le recibió con mucha alegría y sin turbación alguna, y le volvió a dar. Y encomendando a Marti‐ na sus hijos, se despidió della y de los demás que allí estaban, y levantando los ojos y manos al cielo, se puso en oración y de ahí a un poco de tiempo se fue para ella un arremangado ver‐ dugo, el cual, desnudando el brazo derecho, puso mano a la afilada catana y se fue llegando. Y alzando el brazo, le dijo “¿no quieres retroceder?”. Majencia tomó ella el cabello, y descubriendo bien el cuello, lo ató sobre la mollera y respon‐ dió “no he de retroceder. Soy cristiana”. Repitió esto el sayón dos veces, y como ella respondiese alto, “¡no, no!” descargó el golpe y cercenole el alabastrino y sancto cuello, estando repi‐ tiendo el nombre dulce de Jesús y el de su madre sanctísma, y subió su alma gloriosa a gozar lo que creía por fe. Tomaron luego su sancto cuerpo, y juntándolo con los de su marido y cuñado, que aún no estaban consumidos, en otro lugar cerca de las primeras hogueras, pusieron de nuevo mucha leña sobre ellos, y quemáronlos hasta estar despedazados y divididos, y 383

hechos carbón y ceniza, las cuales reliquias cogieron luego con mucha diligencia y con la ceniza de la leña, hasta raspar el suelo las echaron en unos sacos de paja con muchas piedras y los llevaron al río, que estaba un cuarto de legua de allí, y en lo más hondo que hallaron, los lanzaron porque los cristianos no las tomasen y venerasen, que es cosa que les da mucha pena a estos enemigos.

FRAG MEN TO DE LA RE DAC CIÓN DE 1610 QUE CON TI ‐ NÚA LA DE 1615. MA NUS CRI TO AL CUAL SE LE DE FIEN DE CON MUCHO VALOR Pensamientos tuve de pasar en silencio por este lastimoso subceso, y si fuera cosa que se pudiera hacer sin notable falta, lo hiciera, movido por una parte de compasión, y por otra por no tratar un caso en que tan grande nota de bárbara, infame, pusilánime, traidora e ingrata ha dado esta nación, tan alaba‐ da de muchos, y de algunos subida hasta las estrellas. Y aun por mis pecados yo he dicho algo que no debiera. Para princi‐ pio de tratarlo, es necesario saber, como arriba queda dicho, que el que llaman algunos, aunque sin causa, razón ni funda‐ mento, emperador de Japón, no llamándose él mesmo sino capitán general, y ése es el título y honra que le dio el Dairi, que como se ha dicho es por lígnea recta señor y rey legítimo verdadero del Japón. Y eso significa Goxo. Este pues llamado Daifu por otro nombre tenía tiranizado y tiene dos veces este reino, la una al Dairi, y la otra al Findeyori, hijo heredero del famoso Taicosama, el cual aunque tampoco fue rey legítimo por herencia, fuelo por su valor. Y sacándole de poder de be‐ llacos y traidores, que lo tenían arruinado, tiranizado, y echa‐ do perder, lo sujetó y puso, como queda dicho, debajo de su dominio, y redujo la gente de la paz y concordia, y a mejor y 384

más seguro, urbano y doméstico trato, haciendo leyes con que hizo a todos temer y ser temido, de modo que nunca este reino gozó de la paz y tranquilidad y sosiego que en el tiempo que él gobernó, ni de más prosperidad y justicia. Cuando Taicosama se vio con heredero, luego dio orden en como lo fuese de lo que había ganado y adquirido por su ven‐ tura, valor, y brazo, aunque él mesmo decía que no había su hijo de ser rey de Japón si quedaba niño, cuando él muriese. Pero como sabio, que lo era, y de gran prudencia y gobierno, dio para eso el mejor medio que halló. Y así, primeramente edificó y fortaleció la fortaleza de Osaca, la cual ganó por su valor con inmenso trabajo, y largo cerco de Rocundono, bonzo que la tenía tiranizada, y hízole muy altas cercas y mu‐ rallas con muy anchas y profundas cavas y fosas en el río, de los cuales podían navegar naos de a mil toneladas, con puen‐ tes seguras y levadizas fuertes y vistosas. El campo desta forta‐ leza era muy grande y espacioso, y tanto que era una famosa ciudad capaz para aposentarse en ella más de cuatrocientos mil hombres de guerra. Hizo dentro palacios soberbios, her‐ mosos, ricos y famosos. Particularmente en lo interior desta famosa máquina estaban las moradas del príncipe Findeyori, que para no ser prolijo, diré solo que tenía una sala adonde había mil tatamis extendidos, porque tenía cuarenta y cinco tatamis de largo y veinte y cinco de ancho, y todos estos de cinco taes cada uno, de modo que solo el suelo valía más que otros buenos palacios. Toda esta sala, que era maravillosa‐ mente labrada y obrada, era por de fuera retodabada, plan‐ cheada, aforrada y guarnecida de planchas de cobre, de modo que por ningún acontecimiento por fuera no podía ser que‐ mada, y todo lo que parecía por fuera y dentro era subtilísi‐ mamente labrado y dorado, como lo eran las sierpes, bestiones salvajes, y diversas carrancas que por los altos esquinas y caba‐ lletes parecían. ¿Pero qué era esto, cuando todos sus hidalgos 385

y criados de nombre tenían casas dentro de la mesma fortale‐ za, en cuyas por todas se gastó a diez mil, a quince mil, y a veinte mil ducados? Los jardines y recreaciones que dentro había es impertinencia tratarlo, porque parece que adivinó el sabio rey que no había su desdichado hijo de ver otro mundo, ni otra recreación, ni había de salir de allí con vida, y en efecto le labró casa y sepultura. No puede llamarse señor de la Tenca quien no lo fuere de Osaca y de su fortaleza, y así el año de mil y quinientos y no‐ venta y siete, como arriba queda dicho, en principio de enero, entregó esta fortaleza al susodicho Findeyori, siendo de cinco o seis años, con grande aplauso de todos los señores de Japón que actualmente le acompañaron desde Meaco, como arriba se dice en el capítulo, y en ella le dejó, y por su ayo a este ti‐ rano que era su consuegro, como queda dicho, casado con su nieta. Y cuando le ciñeron la daga o vaquizaxi, fue con grandes ceremonias, y fue su padrino el tono de Satzima, pareciéndole a Taico que siendo tan aprimorado moriría por su hijo. Pero póngase de lodo, que tan bellaco, desvergonzado es él como los demás. Pues cuando se vio morir, llamo al Daifu, que en‐ tonces se llamaba Micagua Yesasu, y a su modo le tomó de‐ lante de todo los señores de Japón rigurosisímo juramento y él lo prometió cumplir, y gobernar el reino en nombre del prín‐ cipe hasta que fuere de edad de quince años, y que entonces se le entregaría sin contradicción, embargo, ni dilación. Y así lo prometió a los cuatro gobernadores que dejaba Taicosama nombrados, que eran hechuras suyas todos, y al fin murieron por él. Estas y otras prevenciones hizo y ordenó el prevenido rey, pero fueron trazas humanas, que no se cumplen ni aprove‐ chan contra lo que ordenan las divinas. El cómo se hizo este 386

absoluto señor y tiranizó el reino, ya queda dicho, y lo mucho que reina en él la codicia de oro y plata o aquello que lo vale y el ambición de reinar. Pues como viese que el Findeyori era ya hombre de más de diez y siete años, y se hallase ajeno de vo‐ luntad para cumplir la palabra y juramento hecho, determinó matarle, y para este fin hizo lo que arriba se dice, cuando con todos sus hijos subió a Meaco el año de seiscientos y once y le obligó a que lo fuere a visitar, lo que el mancebo hizo, persua‐ dido de Fucuxima Tayundono, su tío, y de Canzuyedono, señor del Fingo, y de otros criados y amigos de su padre, los cuales todos él después mató con ponzoña, y a Tayundono re‐ clusó en Yendo sin le dejar salir de allí más, porque con su prisión se hallaba seguro de muchos inconvenientes, como podía tener con la libertad de un tan valeroso hombre, y tan cercano pariente de aquel a quien deseaba acabar la vida para tener la suya segura. Trazas de un tirano sin ley ni fe, vergüenza ni verdad, contra su señor, hijo de quien solo por‐ que le fuera leal después de su muerte le había en vida sufrido mil soberbias y honrado más que a otro de su reino. Pero ¿que no hará un Japón codicioso de dinero? Aconsejado el Findeyori particularmente de su madre, de‐ terminó de reedificar el ídolo llamado Daibut, bestia de dis‐ forme grandeza que está en Meaco, y en que gastó por lo menos cuatro millones. Hízolo y acabolo, y con él el remate de sus días, y no principio de su reinado. Como los malditos bonzos lo habían persuadido a la triste de su madre, hizo una campana famosa en la cual puso el día, mes, año y era en que había sido acabado, y por quién, y estándose apercibiendo para con grande majestad ir a hacer la primera adoración al endiablado ídolo, llegole una tan atrevida como injusta emba‐ jada de parte de Daifu, por la cual se mostraba muy indigna‐ do, y en ella le mandaba absolutamente cuatro cosas: mostrá‐ base agraviado por haber mandado hacer aquella campana en 387

su nombre y haber puesto en ella el suyo, pues viviendo el que era señor de la Tenca no se permitía. Decíale que para se pur‐ gar de un tan grande atrevimiento, había de hacer cuatro cosas: la primera, deshacer la campana y quitarle aquel título. La segunda, que se había de salir de la fortaleza de Osaca, y irse a morar a otra que él le señalaba. La tercera, que de allí adelante le había de ir todos los años a visitar y dar obedien‐ cia. La cuarta, que había de enviar a su madre a la ciudad de Yendo en rehenes, y cuando no quisiere hacer esto por bien, que le haría guerra. Esta embajada, cartas y recado trajo Ichinocami, goberna‐ dor de Osaca, criado antiguo de Taycosama, y agora traidor, y el que ya había procurado matar al mancebo. El cual, recibido por el Findeyori, luego le hizo echar de la ciudad, y respon‐ diendo al Daifu, dijo que de muy buena voluntad desharía la campana, y quitaría el letrero, pues tanto le había ofendido, pero que lo demás que mandaba, que mientras viviese no lo haría. Y con esto se puso en armas, lo cual subcedió en octu‐ bre de seiscientos y catorce. Y la nueva deste alboroto llegó aquí, como arriba se dijo, en ocho de noviembre, que fue lo que hizo que los perseguidores de la iglesia y ejecutores del impío mandato se apresurasen tanto. Sabido por el tirano, y vista la respuesta, luego se puso ca‐ mino para Osaca, como quien estaba apercibido. Y con cua‐ trocientos y quince mil hombres se vino a poner cerco a la fortaleza, de cuyos habitadores fue tan bien recibido que ha‐ cían escarnio dél y de su gente, porque la había dentro mucha y buena. Los trances que en esta guerra pasaron fueron mu‐ chos, muchas las escaramuzas, y diversas las salidas de los de dentro, y siempre quedaban mejorados. Pero tantas las menti‐ ras que comenzaron a discurrir, y las cartas que los ociosos fingían con desordenadas nuevas, que certeza ninguna se tenía de lo que allá pasaba, y no solo no la había aquí, pero dos le‐ 388

guas de Osaca no se sabía cosa cierta de lo que subcedía. Fi‐ nalmente el tirano, vista la resistencia, con sus artes en que es muy diestro, traiciones y engaños, comenzóse a cartear con los de dentro, prometiendo grandes reinos y señoríos a quien le diese la cabeza del pobre príncipe, que aun de aquella estrecha vida no le dejó gozar. Comenzaron con esto a inquietarse más y a no se fiar nadie de sí mesmo, porque el tirano estaba odiado, y pocos había fuera de los suyos que no tomaran verle muerto, y al mancebo puesto en el supremo lugar. Y como de su parte, aunque de secreto, había muchos en el campo del Daifu, hubo de sentir algo. Y para se certificar de lo que sospechó o le dijeron, usó de una estratagema diabólica, y fue la siguiente: hay entre los demás bonzos de Japón unos que muy familiarmente hablan con el Diablo, llamados yamanbuxis. Hizo pues llamar a uno destos de los más principales que le pareció, y encargoles con mucho secreto y promesas el negocio, y dándoles una carta de creencia firmada del Findeyori y de su secretario Onoxiurin‐ dono, o contrahechas tan natural y propiamente, que parecían tales las firmas, les dijo que corriesen todo su campo, fingien‐ do ser amigos y de su parte, pero que procurasen escudriñar y saber si había algunos de la parte del Findeyori mostrándose muy sus aficionados, y que hallándolos, se los llevasen por es‐ cripto en una carta en blanco que también les dio, firmada del dicho mancebo, aunque falsa. Para todo tienen habilidad los japones, que son subtiles y de agudeza estraña. Pero para una traición, para un fingimiento, no hay en el mundo su igual, porque jamás les verán en el rostro lo que tienen en el cora‐ zón. Y otra cosa notable, que por la mayor parte los hombres de mejor catadura y rostro son peores, que los no tales, y así es incierto entre ellos lo que entre nosotros muy usado, que deci‐ mos que el hombre de buen rostro, donde quiera que va, lleva una carta de recomendación. Dice el japón de sí que tiene tres 389

corazones: uno común para con todos, otro para con los ami‐ gos, y otro para consigo solo. Y dicen verdad con una raposía pues diabólica y vieja. Fueron los bonzos a lo que se les encargó, y hicieron su ne‐ gocio de suerte que llevaron una lista al Daifu en que iban fir‐ mados muchos tonos y señores de los más principales del campo, y no se teniendo por seguro, luego trazó otra estrata‐ gema, y con repentino acuerdo cometió paces al mancebo con unas condiciones tan honrosas y tan a propósito al Findeyori que las oyó. Enviole estos capítulos firmados de su nombre y con su sangre y jurados a su modo solemnemente.

JU RA MEN TO DIGNO DE SER RE VE REN CIA DO 1. Que no pedirá el rey que Fucurosama vaya a Yendo en rehenes. 2. Que no pedirá que Findeyori despida sus criados. 3. Que tampoco mandará que despida los ronines. 4. Que no se entremeterá en las diferencias que hubiere entre los criados, y gente del Findeyori. 5. Que no le dará pesadumbre en adelante, antes será muy su amigo. 6. Que la renta que goza, la posea, y que no habrá mudanza en ello. 7. Que si cegare los fosos, y derribare el muro de la fortale‐ za, le dará los reinos que quisiere.

JU RA MEN TO DEL FIN DE YO RI AL REY Que si el rey cumple la palabra, jura de no faltar en lo que 390

se sigue. 1. Que si le pidiere que dé criados en rehenes, que no se cumplirá lo jurado. 2. Que si le mandare que entregue la fortaleza, que no cumplirá el juramento hecho. Pero que por honra suya y de su suegro el Xogun que allí también estaba, le había de conceder él también algo, y era cegar dos fosos y derribar un muro de la fortaleza. Parecioles a los de dentro que aunque se derribase el muro y cegasen los fosos, que con los que quedaban en pie y abiertos se podían defender de todo el mundo, y no se engañaron, si fueran otros. Pero japones traidores tan infames, que con los hacer el mancebo tan buen tratamiento y tener abiertos sus tesoros para todos, le querían vender. Lo que descubierto, cortó un día más de cuarenta cabezas, y aceptó las paces, dejando el cumplimiento dellas para pasada la fiesta del año nuevo suyo, cuyas vísperas esto era. Luego el tirano, con mucha brevedad, dio rehenes, y con diligencia no esperada se partió y puso en la fortaleza de Surunga a tener el año nuevo, por no perder los infinitos presentes que le rinde siempre. Quedó en Osaca el Masamune para derribar el muro y cegar los fosos de la fortaleza, lo cual se hizo, y quedaron los de dentro recogidos en lo interior, lugar tan fuerte y tan capaz, que cabían holgadamente y con gran comodidad dos‐ cientos mil hombres, que tantos tenía dentro cuando la se‐ gunda guerra, y que comer para seis años.

RE NUE VA EL DAIFU LA GUE RRA CON TRA EL FIN DE YO RI Pasada la fiesta del Jonguatz y su año nuevo, entrado el vi‐ gésimo año de la era Queicho, viendo el Findeyori algún res‐ 391

friamiento en el Daifu, comenzó a requerir el cumplimiento de los capítulos y partes. Fue el Daifu entreteniéndole y aper‐ cibiéndose, cortando algunas cabezas, engañando a otros con nuevas mercedes, disimulando con otros y urdiendo nueva traiciones. Pareciéndole al Findeyori acertado, mandó hacer en la fortaleza alarde de la gente que tenía, y hallando mucha della inútil, y qué había sido recibida más por necesidad que por merecerlo, toda está hizo despedir, quedándose con la más lucida, y que todos eran soldados o hijos de soldados. Pues como el Daifu estuviese ya determinado de volver sobre Osaca, y tuviese todo apercibimiento y gente preparada, quiso remover al Findeyori y buscar nueva ocasión para no cumplir lo prometido, y hizo a su secretario Conzuquendono que le escribiese como de sí, el cual lo hizo. Y en principio de mayo le envió un recado y a decir por sus cartas que él sentía en el rey algún disgusto por haberle informado que tenía mucha gente de guerra y capitanes. Y que así como quien le deseaba servir le avisaba y aconsejaba que despidiesen todos los más que pudiese, pues no le servían más que de le comer sus tesoros, pues Daifusama, de toda manera, como con hijo había de cumplir lo que le había prometido. No le pareció al mancebo muy bien esta carta y aviso, y así dijo que de qué servía avisarle a aquello, pues él no salía de los límites del con‐ cierto. Y que aquellos capitanes, que no podía dejar de los tener consigo, pues unos solo eran criados antiguos suyos y de su padre, y otros que se le habían encomendado. Que no había que andar en invenciones, sino estar por lo capitulado y jurado por el Daifu, y aun firmado con su sangre. Y que pues uno de los capítulos era que no había de bullir con su gente, que ya mostraba no se los querer cumplir. Y no fue incierto este pensamiento, porque el tirano no quería sino buscar algún achaque. Y así envió a llamar a Onoxiurindono, secreta‐ rio, consejero y brazo derecho del Findeyori, para tratar con él 392

el cumplimiento de lo capitulado, aunque no era sino para matarle. Lo que sospechando la madre del dicho Onoxiurin, dijo que por ningún caso convenía ir su hijo al llamado de Daifu, porque sin dubda era engaño, pues ahí no había nego‐ cios que tratar, sino cumplir lo prometido. Y así, que ella que‐ ría ir a Surunga y ver lo que mandaba o quería Daifusama, y que si la prendiese o matase, poco se perdía en ello, pero en matar o prender a su hijo iba mucho a decir. Y así, se partió con grande acompañamiento con otras dos mujeres principales. Y llegada que fue a la corte, dio sus dis‐ culpas de parte del príncipe de que aquella gente que tenía era poca y no para remover guerra, sino que la tenía por no la poder con primor y honra suya despedir por entonces, y que le suplicaba hubiese por bien de acrecentarle alguna más renta. A lo que el viejo respondió que él había de volver a Meaco muy presto, y que allá daría la respuesta. Y con esto, mandó detener las mujeres que no se volviesen. Ellas entonces avisa‐ ron al príncipe que de secreto se apercibiese, porque no le co‐ giesen descuidado. Procuró el mancebo apercibirse mejor de lo que estaba, aunque con silencio mandó que nadie comprar‐ se armas. Y por no hacer ruido, no quiso hacer paga de su gente, con que todos andaban malcontentos. Con todo el poco ruido que el mancebo hacía, lo hizo tan grande el vulgo, que ya decían que trataban de ir a quemar a Meaco y a Fuxi‐ me, lo cual movió al viejo a que mandase tres grandes capita‐ nes con mucha gente, para que asistiendo en Fuxime los dos guardasen aquel paso. Y el otro, que era el tono de Quinocu‐ ni, que estuviese apercibido para lo que se ofreciese, como señor de un gran reino y muy cercano a Sacay y Osaca. Tam‐ bién por mar puso guardas, y no dejaba entrar bastimentos mi gente ninguna en Osaca. Con esto se iban cada día enconan‐ do las cosas y iban subcediendo otras que les obligaban a rom‐ per descubiertamente. 393

Los principales capitanes que tenía el Findeyori, o por mejor decir, maeses de campo, porque cada cual destos tenía un tercio grande de muchos millares de soldados con muchos capitanes, eran cinco: Sananda Xinamondono, Acaxcamon (cristiano con quien estaban los más de los cristianos desterra‐ dos), Goto Matabioye (retrocedido) y otros dos. Estos tenían a su cargo toda la gente de guerra que no eran criados anti‐ guos del Tayco y de su hijo, y ellos mandaban, ordenaban, ha‐ cían y deshacían todo lo que era conveniente, y hacíanlo muy bien y con mucho valor, prudencia y osadía, pero eran pocos para la multitud de enemigos que tenían fuera y aun dentro de la fortaleza. Y que fuese por invidia, o por recelo o por cohe‐ cho, no siempre consentían hacer al Sananda lo que quería, aunque veían claramente que acertaba en todo. Era este Sa‐ nanda un gran tono, soldado viejo, y que en tiempo de Taico‐ sama peleó por veces contra este Daifu, y él fue el que le ven‐ ció en campal batalla cuando el Taico le sujetó, y agora de propósito se vino a meter en Osaca a servir al Findeyori, y hizo en el discurso de la guerra cosas maravillosas, y más temía el Daifu a él solo que a los demás juntos. Y aunque a la segunda venida del Daifu sobre la fortaleza aconsejó al man‐ cebo que se anticipase y fuese a Meaco y tomase del Dairi la investidura de Cuambaco, que es la suprema dignidad que da, y de Tencandono, no lo consintieron otros que había en la fortaleza. Cuando el Findeyori vio que el Daifu le volvía a cercar, en‐ tendiendo que su mujer holgaría, podía ser, de irse con su padre, el príncipe, llamándola en presencia de Fucurosama, su madre del dicho mancebo, le dijo que por cuánto le parecía que habían de llegar a todo rompimiento su padre, abuelo y él, en el cual podría ser quedar vencido y ella correr peligro de la vida, que si quería irse a Yendo, que la enviaría bien acom‐ pañada. Ella sintió esto grandemente y comenzó a enterne‐ 394

cerse, pero disimulando, dijo que tomaría su consejo. Entrose en una cámara, y llamando una ama que la criara, le dio cuen‐ ta de lo que pasaba y le dijo: ‘‘yo ya no puedo vivir con honra, pues Findeyori así me quiere echar de su presencia”. Pidiole un cañivete para limpiar las uñas, y levantándose por él, se fue a Fukurosama, y le contó lo que pasaba, la cual entró luego donde la nuera estaba y envío a llamar al Findeyori. Ella, como los vio en su presencia, no pudiendo más contener las lágrimas, derramando muchas por su rostro les dijo que ella no conocía a Xogunsama ni a su abuelo el Goxo, ni se acorda‐ ba siquiera haberlos visto. Que a ella la había siempre tenido por madre y a su hijo por marido y por señor. Y que así que sentía mucho tener della tan poca confianza que quisiese de‐ jarlos en aquella ocasión. Lo cual no haría, porque si no la de‐ jaban quedar en su compañía, que se había de cortar antes de salir de la fortaleza. Estimaron mucho el sentimiento que mostraba, y con palabras de mucho amor, le dijeron que lo que le habían dicho no era por echarla de su compañía, sino por desviarla del peligro y pensar que gustaría dello; pero que pues esta otra era su voluntad, que se lo agradecían mucho, y así se quedó con ellos. Pues como el viejo era tan astuto, todo su cuidado era en cómo le podría quitar al mancebo los consejeros y capitanes. Y una de las trazas que para ello dio, fue que sobornando a al‐ gunos hombres y dándoles cédulas de que les daría grandes rentas, los envió a Osaca a que entrasen a servir aquellos capi‐ tanes, y que los fuesen matando. Y el que más encargo iba era el principal gobernador que dije arriba, llamado Onoxiuri, el cual, como una noche saliese del palacio y se pusiese a orinar cerca de la puerta primera en cuclillas, como ellos lo usan, un poco apartado de sus criados, rompió por medio dellos un mozo. Y llegándose a él, le metió una daga por el cuerpo. Fue la herida un poco al soslayo, de suerte que no fue peligrosa. El 395

que le hirió dio luego a correr, y sus criados del gobernador, dando tras él, le alcanzaron y hicieron pedazos. Y cogiendo el cuerpo, le pusieron luego el día siguiente dentro de una esta‐ cada arrimado a un palo con guardas, y junto a él, cincuenta barras de oro para entregar a quién diese noticia de quién era, que parientes o amigos tenía. Vale cada barra de oro cien du‐ cados poco más o menos. En ese mesmo día se descubrió que este agresor era enviado de un soldado que estaba en compa‐ ñía de un hermano del gobernador Iquinocami, y en yendo a prenderle, él se fue retirando con un su hijo y otro criado a su casa. Y los dos culpados, padre y hijo, viéndose perdidos, pe‐ garon fuego a la casa. Pero apagose luego, porque andaba in‐ finita gente por los tejados y por de dentro, y los dos sacaron sus dagas y se dieron uno a otro de estocadas y se mataron, di‐ ciendo el padre cuando hacía esto: ‘‘un reino me valía, si salía con ello”. Un criado que se había metido en una tinaja grande que allí había fue sacado y amarrado, y de aquí se supo que había otros sobornados para procurar matar los más principa‐ les capitanes, por lo cual ya cada uno vivía con mas recato, y se comenzó a recibir gente públicamente y a dar paga a todos, para lo cual fue infinito el oro que el mancebo sacó. Porque a cada soldado de caballo daban, al que menos, dos barras de oro, que eran doscientos ducados. Y a los aventajados, según sus ventajas, y ya los capitanes más graves, a mil y a más ba‐ rras. En abriendo puerto a recibir gente, fue infinita la que entró a servir, y muchos los caballos y armas que iban a ven‐ derse. Y aunque de parte del viejo había rigurosas guardas para que de Meaco no metiesen armas, el interés lo rompía y corrompía todo, y los negocios estaban ya en término, que por los fines de mayo ya de Osaca habían puesto guarniciones y cuerpos de guardia por todos los caminos que les podían en‐ trar. Por parecerles a los de la fortaleza que así convenía, salió 396

luego un campo de más de veinte mil hombres a desbaratar al señor de Quinocuni y estorbarle que no entrase en Sacay. Era el capitán deste ejército Onondoque, hermano de Onoxiurin‐ dono, el secretario arriba nombrado tantas veces. Y aunque él no era muy valiente, según fama, hizo recoger al tono de Qui‐ nocuni, perdiendo el mejor capitán que había salido con él de la fortaleza. Quemó entonces la ciudad famosa de Sacay, al‐ macén de todo el reino, la cual dicen que había más de sete‐ cientos años que no se había quemado, por muchas guerras que hubo en Japón, y las tuvo a su puerta. Pero, llegándole su hora, fue convertida en ceniza. No se perdió mucha hacienda, porque ya se había sacado y llevado a otras partes, y el Finde‐ yori les dio tres días de término para que de nuevo sacasen lo que quisiesen. La vez pasada que el Daifu vino sobre Osaca fue solo con la gente de arriba, pero esta, o que él lo mandase, o ellos sin ser llamados fuesen, todos acudieron, y de los deste Ximo no quedó ninguno, porque como el tono de Satzima se movió, no quedó quien no le siguiese. Pero ninguno pasó de Osaca, ni en la guerra puso mano a catana. Antes les mandó el Daifu que estuviesen en un cierto puerto hasta él dar orden de lo que habían que hacer. Solo estaban con el Daifu el señor de Chicuxem, Cocura y Fixendono. El Daifu llegó a Meaco en el mes de mayo, y de allí co‐ menzó a solicitar los capitanes del Findeyori y a ofrecerles grandes reinos y mercedes, pero particularmente a Sananda y Acaxcamon. Y por mucho que hizo, no pudo alcanzar dellos ni aun respuesta, porque eran honrados y fieles. Los de la fortaleza no deseaban cosa más que venir a las manos con el enemigo, y de aquí nasció todo su daño, porque el Daifu que lo supo, trató con otros que en saliéndose levan‐ tasen ellos dentro, y de tal manera lo trazaron los unos y los 397

otros que se conformaron. Y el Daifu, que no recelaba cosa más que venir a pelear y se estaba fortificado entre Meaco y Fuxime, luego levantó su campo y comenzó a marchar muy despacio y por el orden que se avisasen los de la fortaleza que sin lo sentir los capitanes arriba nombrados estaban confede‐ rados con el tirano, maldad jamás oída. En fin él vino y se puso a vista de Osaca. El día de la Ascensión, que fue a los veinte y ocho de mayo, salió el príncipe Findeyori a dar una vista a sus ejércitos, que estaban extendidos por sus puestos en los campos de Osaca, que son muy espaciosos y llanos. Fue una vista muy apacible, que los ejércitos de los japones más son para vistos que para temidos, porque son muy copiosos de gente y muy llenos de banderas, pues fuera de las banderas grandes que tienen cada maese de campo, que son muchas y grandes, pues tiene un hombre harto que llevar una. Y no hace otra cosa en la guerra que tener aquella bandera, que esta es una vanidad grande desta gente, que se ocupa mucho en tener estas banderas, y no son los que las tienen de los soldados de menos importancia. Demás destas banderas, todos los soldados sin faltar uno lleva cada uno la suya en las espaldas más pequeña, aunque algunas son bien embarazosas. Estas les sirven de insignias para ser cada uno conocido, y en estas hay insignias diferentes, que no todos pueden llevarlas, si no los que por privilegios o por ha‐ zañas hechas pueden traerlas. Y como son de tantas colores y de diversas pinturas hacen una muy buena vista. Salió el prín‐ cipe con grande acompañamiento. En su delantera iban mu‐ chísimos arcabuceros, que es la gente de menos importancia entre ellos del ejército. Tras ellos iba alguna gente de caballo, y en medio dellos algunos a caballo que eran sus cabos y capi‐ tanes. Tras destos iba el estandarte real que fue de su padre Taicosama, el cual es una calabaza de cuello toda dorada, la boca abajo puesta sobre una asta, y abajo puesta una banderi‐ 398

lla como los catavientos que ponen sobre las casas de España, esta también dorada. Desde aquí iban unos mocetones bien dispuestos y bien aderezados en dos hileras con unos como montantes muy curiosos desnudos. Dicen ser el número desta guardia de doscientos. En medio dellos venía el príncipe en un buen caballo y un criado al lado le cubría con un tirasol. Era el príncipe de edad de veinte y cuatro años poco más o menos. Bien dispuesto iba el mancebo, mostrando a todos un semblante risueño con que les llevaba el corazón y voluntad. Tras él venía una literilla marchetada por si quisiese ir a hom‐ bros y dos caballos de diestro. Después se seguían tres hom‐ bres a caballo que eran sus privados y gobernadores, y tras estos venía una selva de lanzas que llevaban hombres de a pie, que eran tantos que parecía un gran monte de arboleda. Luego se concluía con mucha gente de a caballo sin orden. En todos los puestos por donde podían entrar enemigos a Osaca estaban guarniciones de soldados, pero porque todo el campo enemigo daba muestras de acometer por todas partes, la una por la entrada que hay de Meaco a Osaca, y la otra donde estaba la mayor parte del ejército por la entrada que hay de Sacay, por ser llamada más capaz y de menos estorbos, que el otro camino es algo hoyoso y empantanado. Estaba todo el ejército del viejo tendido por unas laderas que estaban enfrente de Osaca, que parecían manadas de langostas, y íbanse llegando poco a poco, hasta que un martes dos de junio acometieron a los de Osaca por estas dos partes que he dicho. En la entrada de Meaco estaban dos maeses de campo, uno demasiado de animoso llamado Nangato y otro demasiado de tímido llamado Chozongami. Estaban con otros pocos más de seis mil hombres, y los contrarios les acometieron con tal brío que los desbarataron. Mataron a un gran soldado, el principal capitán de los de Chozongami, gran cristiano. Murió también el maese de campo Nangato, mancebo de 399

grandísimas esperanzas, y que en el cerco pasado había alcan‐ zado gran nombre. Todos los demás que escaparon se vinie‐ ron huyendo a Osaca, y el enemigo también se retiró. Ese mesmo martes al amanecer acometió por el camino que está a la entrada de Sacay el peso del ejército, y el primer maese de campo que estaba en la vanguardia era un soldado viejo y de experiencia y fama llamado Goto Matabioy. Ternía tres o cuatro mil hombres. A este mataron, y a su gente toda desba‐ rataron. Tras él tenía su puesto el maese de campo cristiano nombrado Acaxcamon. Este estaba con ocho mil hombres pocos más o menos, Y peleando un gran rato con mucho valor y brío, dicen sería casi dos horas, le mataron alguna gente, y a él hirieron, aunque cosa muy poca. Y teniéndole apretado, el tercero maese de campo, que era el famoso Sananda, grande amigo de Acaxcamon, acometió con su gente, que aunque no era mucha, pues eran pocos más de cinco mil hombres, era gobernada por un gran capitán. Este, viendo que traían a mal‐ traer a su amigo, acometió, y metiéndose en medio dio con tal fuerza en los enemigos que los hizo ir retirando a la falda de un monte. En el ínterin, Acaxcamon retiró su gente y se vol‐ vió a poner en orden. El Sananda, después de haber peleado valerosamente y perdido algunos de sus soldados y después de haber hecho recoger a los contrarios, se quedó por más de una hora en su puesto con su gente en orden, aguardando si los enemigos volvían a salir. Y viendo que no salían, se fueron re‐ cogiendo todos a Osaca, que estaría poco menos de una legua de allí. Dicen algunos que si cuando Sananda hizo recoger aquella parte del ejército, acometiera todo el campo de Osaca, pues estaba allí junto, que sin dubda les hicieran huir, pero esto es post bellum machinas, como lo es el decir otras cosas. Pero parece que todo lo erraron. Dios sabe porque lo permitió así. Teniendo de costumbre los japones en sus batallas luego 400

que matan al enemigo cortarle la cabeza y ir a mostrarla a su capitán, consideró Sananda que siendo su gente poca, si se embarazaba en cortar las cabezas y traérselas a mostrar, corría mucho riesgo. Mandó, sob pena de la vida, que ningún solda‐ do cortase cabeza, sino que matasen y dejasen atrás, y que él ternía cuenta con premiar a los que bien lo hiciesen. Y así dicen que después fue loando a cada uno lo bien que lo hizo, como si no atendiera sino a mirar a uno solo. Al fin este día, aunque los de Osaca llevaron lo peor, por haberles muerto al‐ gunos capitanes y soldados, pero hubo alguna traza de pelear, y no lo hicieron tan vilmente como el día siguiente. El miércoles siguiente ordenaron al maese de campo Acax‐ camon que fuese con su tercio a ponerse de guardia a la boca del río, porque se iban llegando por mar todos los señores destas tierras, de abajo con sus gentes. Y luego se fueron todos los enemigos llegando en orden a Osaca. Salió la gente de la fortaleza, que no debiera, cada maese de campo con su tercio, y el Findeyori envió su estandarte fuera por animar su gente, que el pobrecillo no osaba salir por recelo de alguna traición. Salieron también muchas banderas que eran prietas y colora‐ das, divisa por cierto discreta, pues todo fue allí sangre y fuego y tinieblas, humo y muerte, y todas con él se pusieron en un montecillo que allí cerca estaba, hecho por los enemigos el año pasado para batir los palacios del príncipe. Los dos ejércitos estaban a una vista menos de una milla uno de otro, puestos en su bárbara orden. Y habiéndose pues‐ to el estandarte con las banderas del príncipe en un altillo junto a la puerta de la fortaleza, para que mejor las viesen, co‐ menzó el sol a arder, porque sería medio día, y los del Daifu a llegarse. Venían en la delantera Catosama, señor de Yo, en la isla de Tosa, y el tono de Facata, llamado Fixendono, valeroso soldado y capitán, Masamune y su hierro, Canzasama, hijo del Daifu, que no pocas esperanzas tiene de ser rey de Japón. 401

Estaba Sananda en la delantera del ejército, y luego hacia todo el campo dos cuernos. Pero los enemigos, que conocie‐ ron a Sananda como a principal nervio de todo el ejército, le acometieron, y él les salió al encuentro con lindo ánimo, de‐ jando un cerrillo que tenía ocupado a que llaman Chauz Yama. La mayor parte del campo del viejo cargó allí, y como llegó a tiro de arcabuz, dio priesa Sananda a sus capitanes y cabos que mandasen disparar, y ellos lo hicieron. Pero como se vieron acometer de tanta multitud de ejército, cortáronse, y de tal manera se turbaron, que no acertaban a disparar. Vien‐ do esto el valeroso Sananda, arremetió en persona con sus ca‐ pitanes y samuráis, con tanto ímpetu a los contrarios, que aunque en tanta cantidad eran, más los llevó retirando por un espacio, sin que los demás maeses de campo le siguiesen, antes se estuvieron todos mirando lo que pasaba, sin acometer ni ayudarle. Volvieron todos los enemigos sobre Sananda, con tanto ímpetu y en tanta multitud, que allí le hicieron piezas con sus samuráis y capitanes, de modo que nunca más le vie‐ ron. Y luego el resto de su gente, con la falta de su señor y ca‐ pitán, volvieron las espaldas, y con ellos todo el ejército, con la mayor infamia, desorden, y menos vergüenza que se vio, oyó, mi imaginó jamás. Y quien viera un tan grande y poderoso ejército con tal brevedad ser vencido y destruido, no puede dejar de entender que fue particular providencia del cielo, y que allí anduvo la mano de Dios. Como los de Osaca estaban confiados con el ejército que tenían y con su fortaleza, y tenían por casi cierta la victoria, y vieron venir huyendo todo el campo, y que en lugar de cerrar las puertas las pusieron de par en par, y que los que tenían el estandarte real lo habían bajado, y cogido las banderas huían a la ciudad, y que dentro de la fortaleza había ya fuego, cada uno como mejor podía procuraba su remedio. Andaba la gente corriendo de una parte a otra, huyendo de un recelo y 402

cayendo en las manos de la muerte. Los que quedaron en la fortaleza comenzaron, visto tanto tal perdición, a poner fuego en los palacios y casas particulares, que había muchas y muy ricas. La puerta del Fonmaro, que era lo interior y el riñón donde estaban los palacios del Findeyori, se cerró y pusieron fuego, parece ser que sería después de haberse cortado el mancebo y su madre, y comenzó todo a arder. No fue cosa lastimosa, en el grado que esta, lo que cuentan Virgilio y otros de la destruición de Ilión en Troya. No había aquí hijo para padre, y lo que más es, ni padre ni madre para hijo, y lo que aun mucho más, que hasta la codicia se menos‐ cabó, porque por las calles y orillas del caudaloso río había muchos talegos de plata, y aún debía de haber harto oro, pues corría entonces mucho por la tierra. Llegaban las afligidas madres al río y a su puente, mientras no se la tomaron los enemigos, y viendo el peligro patente y poco remedio de esca‐ par de muerte o de prisión, que a las veces es peor, y más dura, arrojaban los hijos en lo más profundo que podían, y otras muchas a sí mesmas. Otras, viendo venir cerca el enemi‐ go, se mataban con vaquizaxi que para esto llevaban, y cual abrazada con el marido y hermano le rogaba que le quitarse la vida por no se ver captiva y deshonrada, y muchas de señoras hechas siervas. Los gritos, llantos y alaridos, el llamar unos por otros era admirable y compasiva cosa de ver. Entran los enemigos y comienzan a robar y matar sin moderación, lásti‐ ma ni compasión, llevándolo todo a barrisco, sin perdonar ca‐ lidad, sexo, ni edad, que bien sabían los pobres de quien huían. No había a medio día viento ninguno, pero como el sol fue declinando, se levantó tan grande, que en un momento levan‐ tó la llama por toda la ciudad, de modo que parecía que todo el mundo se ardía. Las casas eran todas de madera, pero había muchas grandes, ricas y costosas, de gruesas maderas, pero 403

como tan secas y curadas, ardían a maravilla. Dentro de la fortaleza parecía haber reventado infinidad de volcanes según los truenos, estallidos, y disonantes ruidos andaban, o por mejor decir, parecía el juicio final y fuego venido del cielo. No se vía hasta donde subían las llamas y humareda. En esta furia no cesaban los crueles enemigos de buscar a quien matar, y quien no encontraba con los vivos rendidos y mancillados, en los cuerpos y a por otros muertos ejecutaban su furia. Y como dicen, “a moro muerto gran lanzada”, atravesaban los que es‐ taban ya sin alma y aun desfigurados, sin brazos, sin narices, y otros sin cabezas, que esto tiene esta gente por valentía, cortar por medio un cuerpo muerto, y después de cortado muchas veces lo cosen muy despacio para lo volver a cortar, que a mi parecer es una de las mayores y bárbaras crueldades que se vieron y oír puede. Acabada la furia mayor del fuego, paso lo restante del ejér‐ cito del tirano por una gran puente que estaba junto la que había sido fortaleza, y ya entonces sepultura o urna de cenizas de tantos millares de gentes, hombres, mujeres, doncellas, niños y mancebos, que si no nacieron, como no nacerían, en un signo, a lo menos murieron en él. Fue el ejército cercando todos los campos de Osaca porque no le escapase nada, y prendieron a muchos capitanes y tonos, en los cuales hizo el tirano ejecutar diversas crueldades, particularmente en Cho‐ zongami, hijo del Chozongami, señor que en tiempo de Tayco había sido de la isla de Tosa, el cual era uno de los principales. Y habiendo a las manos vivo, le hizo traer por las calles de Meaco a caballo. Y miembro por miembro, comen‐ zando por las narices, le deshicieron. Y también quemaron al maese de campo Onondoque, el que quemó a Sacay. Pero esto no fue tanto como la crueldad que uso el tirano vencedor con un hijo del Findeyori, de siete años de edad, al cual hizo hacer piezas menudas, aunque sabía que su padre 404

era muerto. Y porque no parecía el capitán cristiano Acaxca‐ mon muerto, aunque a la verdad murió peleando, hizo gran‐ des diligencias no solo en el campo, pero en Meaco y Fuxime, Y por todo el reino, y aquí en Nangasaqui se trasegaron todas las casas del pueblo por dos veces y aun tres. Este fue el fin lastimoso del infelicísmo príncipe Findeyori, hijo del famoso Taicosama, digno por cierto de otro más próspero y humano, el cual todos se deseaban por las muchas esperanzas que dél tenían, y las que particularmente daba de favorecer la cristiandad ha que mostraba ser afecto, y había dado no pequeñas muestras dello. Era blando, y de menos brío que le convenía, como criado al fin entre mujeres toda su vida, pero no de tampoco ánimo como algunos le hacen. Lo que le echó a perder fue la poca experiencia y menos fidelidad de los suyos, y muy menos primor de todos los señores de Japón en general, y en particular del tono de Satzima, el cual solo que se pusiera de su parte, le diera la victoria. Pero deseándolo todos, y aborreciendo al tirano, parece ser que por permisión de Dios todos le desampararon. Y sabiendo los que tenía consigo, que todos sabían de morir si no le guardaban a él la vida, se cortaron de temor los que aún fueron leales, de tal modo que antes de ver al enemigo, ya estaban rendidos. Fue un caso tan inesperado, que aún no se cree y parece sueño, pero no lo fue. Afirman que cuando el Daifu partió de Meaco que ya tenía la victoria cierta, por los tratos que con los más de la fortaleza tenía, adonde había muchos criados suyos secretos en servicio del Findeyori. Concluida la guerra con la brevedad dicha, sin que le que‐ dase al tirano enemigo descubierto ni de quien sabidamente se recelar, aunque encubiertos no debía de tener pocos alrede‐ dor de sí, hizo apagar las cenizas de la fortaleza, poniendo muchas guardas para que no le hurtasen algo de gran tesoro que dentro había, que tan inquieto le hizo vivir hasta que mi‐ 405

tigó con él algo de su insaciable sed, porque de todo punto ni con el del gran Chino, que es el mayor que posee, señor cris‐ tiano, moro ni gentil en el mundo, todo no la mitigara. La cantidad de oro y plata que halló fue grande, pero la certeza de lo que fue no la sabe nadie de los de fuera de la casa del rey, y los que señalan cantidad hablan a tiento. Debió de ser grande, pues tan contento dejo a un hambriento orco, y por lo estar mandó hacer grandes fiestas y regocijos sin cuidado de guerra, que no la temía. Antes quedó tan quieto y confiado, soberbio y arrogante, que nunca tal se entendió dél, de modo que descubrió parte del corazón secreto y para sí de los tres que el japón sin mentir dice tener. Mando mudar la era del Queicho, que ya corría en veinte años y comenzó la de Genua, desde la octava luna de Japón, que fue en septiembre deste año de seiscientos y quince. Y fuese a Surunga muy des‐ pacio, cazando y holgando, a donde llegó en tantos de julio de 615. De la forma y manera dicha subcedió esta vil y más que civil guerra, y a el destrozo de Osaca se hallaron presentes al‐ gunos religiosos, y aun costó la vida dos por lo menos. Y los que escaparon fue milagrosamente, particularmente el prior de San Agustín, fray Hernando de San José, que vio por sus ojos el destrozo y incendio, y vio la puerta del Fonmaro, que era la última muralla donde estaban los palacios del Findeyori cerrada por dentro, y de la parte de fuera muchos cuerpos muertos. Y estuvo más de ocho días, y aun diez, en el río de Osaca después deste día, y de allí se vino a esta ciudad de Nangasaqui donde era ya llegado el padre fray Apolinario Franco, que también había escapado del fuego. Y ninguno de‐ llos dubdó de la muerte del dicho Findeyori, ni los japones la dubdaron. Pero con todo, agora dicen que escapó, y que está vivo en el reino de Satzima, y con él su madre y su mujer, y 406

Sananda Onoxiuri y Acaxcamon y otros, lo cual yo no quiero agora creer. Dicen pues agora que teniendo noticia el Finde‐ yori de que estaba vendido, determinó aprovecharse del con‐ sejo del yacata y señor de Satzima, que se carteaba con él y persuadía a que huyese y salvase la vida, pues no le sentía otro remedio. Y así que con su favor se salió por el postigo de puertas de hierro que la fortaleza tenía, por la parte del río, y que con gran suma de oro se embarcó y dio consigo en Satzi‐ ma, a donde está con los que consigo quiso sacar, y que los que quedaron en lo interior del palacio pusieron fuego por orden suya para que no acudiese el ejército enemigo, más que allí entendiendo que estaba todo rematado. Y por esta razón no parece el montante, que ellos llaman Conendo, que fue de su padre Taico, y de los precedentes Cuambacus, ni la cabeza del dicho Findeyori, por lo cual el Dairi aún hoy resiste en darle la investidura de Cuambacu que el Daifu demanda tan en forma, que a eso, aunque se fue ya por octubre a Surunga, dicen que volverá a Meaco. Pero el Dairi, que es muchacho agora, y casado con nieta del Daifu, aconsejado de su padre a quien a fuerza los años pasados como arriba se dice hizo re‐ nunciar el oficio, está en morir con su generación toda antes que darle la investidura, nombre y dignidad de Cuambacu. Y porque mi principal intento es dar noticias de las cosas de la cristiandad deste reino, y de los mártires que en él han padescido y padescen por la fe católica que profesamos, más habré de volver a proseguir con ello. Y así conviene saber que por el mesmo tiempo que en el Tacacu, en Arima y Cuchi‐ notzu y Umbama se ejecutó el martirio de que arriba se hace mención, mandó el Daifu martirizar, y sus bunguios lo hicie‐ ron, a seis cristianos, entre los cuales fue, como arriba se dice, don Juan Faramondono, capitán de arcabuceros del príncipe Xogunsama, y uno de los catorce del palacio real que cuando Julia fueron desterrados. Los tormentos fueron los mesmos 407

que los que parecieron los de Arima y Cuchinotzu, y dellos murieron luego los dos. Y de los cuatro que quedaron vivos el uno fue el dicho Faramondono, cortados los dedos de pies y manos y las narices, dejarretado por las corvas, y herrado en la frente con la susodicha cruz. El dicho año, en veinte y seis de diciembre, segundo día de la Navidad, martirizaron en la ciudad de Fuxime un famoso cristiano llamado Fiozaemon Joan, al cual primeramente le dieron muchos bastonazos. Y porque estuvo firme en la fe, le envararon el cuerpo con muchas cañas gruesas hendidas, lián‐ dole fuertemente de modo que se le entraron por las carnes. Y viendo que aunque le tuvieron así por gran espacio de tiempo, no quería retroceder, finalmente le degollaron. Y porque los cristianos no tomasen su cuerpo y lo adorasen, lo lanzaron en un hondo foso. Pero de allí le sacaron y guardaron con gran veneración. De los religiosos que se quedaron escondidos en este reino, cuando el año pasado de seiscientos y catorce con tanto rigor echaron de todo él, los que fueron uno el padre fray Diego de San Francisco, del orden del seráfico padre, el cual desapare‐ ció de aquí y se subió a Meaco, y de allí fue llevado por los cristianos a la ciudad de Yendo, adonde le tenía oculto un buen cristiano llamado Sanbioye Simón, mayordomo de Ca‐ tondono arriba nombrado, señor de Yo, en la isla de Tosa. Pues estando allí el sancto religioso, que lo es, y de mucha vir‐ tud y caridad, consolando a los cristianos que había muchos que sabían dél, y estaban contentísimos con le tener allí para sus necesidades espirituales, les quitó el enemigo del género humano este bien por medio de un su ministro gentil, criado también del dicho tono, el cual denunció delante su señor, di‐ ciendo que Sanbioye tenía un religioso en casa, y que enton‐ ces actualmente estaban juntos allá muchos cristianos y el padre rezando, y es que estaban en misa. Fueron allá algunos 408

criados del tono, y hallando ser así verdad, volvieron con la respuesta al amo, el cual dio aviso a los gobernadores, ante quien fue llamado y preguntado si era verdad que tenía aquel padre en su aposento, porque la casa era del tono, de dos que tenía en Yendo, la menor que sirve de estado y almacén. Res‐ pondió que sí. ‘‘¿Pues por qué le tenéis allí?”, dijo el bunguio. ‘‘¿No sabéis la ley que en prohibición de eso ha puesto Goxo‐ sama? ¿Por qué razón le hospedasteis?”. ‘‘Sí sé”, respondió Simón, pero como me pidiese posada y yo soy cristiano, no se la pude negar”. “Cristiano sois? No puede ser” (dijo uno de los gobernadores), “que el año pasado hice yo retroceder a cuan‐ tos había en Yendo’’. “No sé nada de eso”, replicó Simón. “Sé decir que no se hallara que yo retrocediese jamás, y que soy cristiano”. “Pues condenado estáis por vuestra boca”, dijo el bunguio. Y con esto le mandaron llevar a la cárcel. Esto sub‐ cedió martes sancto, catorce de abril de seiscientos y quince, diez y siete de luna. Y haciendo llamar al padre, le pregunta‐ ron que de dónde había venido y dónde había estado, y por qué no se había embarcado con los demás padres. Respondió que cuando los demás religiosos fueron echados estaba él tan enfermo que no se pudo embarcar, y que después de eso, ha‐ llándose ya mejor, había determinado irse a Oxu a las tierras de Masamune, a esperar la nao suya, que de Nueva España había de venir para en ella se ir, y que así había llegado a aquella ciudad, adonde estaba de camino. Admitieron la respuesta por buena, pero hiciéronle poner en guarda, y luego en veinte y uno del dicho mes le llevaron a la cárcel pública juntamente con Luis y Tomás, doxucus. Y a las veinte y dos que fue el día siguiente, cortaron la cabeza al bienaventurado Sabioye Simón, que murió con mucha alegría por ser por aquella ocasión. En el reino de Omura, en veinte y cuatro de Junio, pren‐ dieron también otro religioso de san Francisco, llamado fray 409

Juan de Sancta Marta, el cual andaba por los montes y aldeas de aquella provincia, perseguido no solo de los ministros del tono, sino de los nefandos bonzos que aquel renegado tiene en sus tierras, los cuales le habían acusado por veces ante el tono, pero él aunque tal disimulaba. Pero así como fue sabida la destruición de Osaca, que fue gloria particular para ellos, luego se fueron al tono y le dijeron que si aquel xuque de nan‐ ban, por el padre, había de residir en aquella tierra, que ellos no tenían allí que hacer, y así que les diese licencia para se subir a Meaco. Bien entendió el tono a los bonzos, y que aquella era una manera de amenaza, y así, mostrando gran enojo por contemporizar con ellos, dijo que dónde estaba aquel padre, que nunca él había sabido de tal. “Nosotros le mostraremos”, dijeron los bonzos, y así fueron luego algunos ministros del tono. Y hallándole en casa de un cristiano, le llevaron a una casa sin le tocar, aunque los bonzos persuadían que lo amarrasen: no se contentaron los enemigos con que es‐ tuviese allí libremente, porque se fueron al tono otra vez y le persuadieron a que lo mandase amarrar y meter en la cárcel, porque había ido contra las leyes y mandato del rey, que los había desterrado de todo Japón. Mandolo el tono amarrar y a gran priesa hacer una, cárcel que debió de ser bien pequeña, adónde le pusieron. Esto subcedió en veinte y cuatro de junio, y avisando el tono a su hijo que estaba en la corte, el dio aviso a Safioye, y finalmente en diez y ocho de agosto, por su orden, fue llevado a Meaco, donde le pusieron en la cárcel pú‐ blica. Y allí está, haciendo cristianos los presos que están con él. La nao de Masamune, que partió de Itzuqui no Ura para Acapulco el año de seiscientos y trece, volvió a este reino, y llegó a Urangava en diez y seis de agosto de seiscientos y quince. Vinieron en ella 3 religiosos del orden de señor san Francisco, y trajeron un presente y embajada a este rey, y al 410

príncipe su hijo, el cual hizo tan poca cuenta del presente, embajadores y de quien los envió, que no los quiso ver, ni oír, ni recibir la embajada. Antes los tiene reclusos en una casa, y con ellos al padre comisario fray Pedro Bautista, que de aquí fue allá aún antes que se tuviera nueva de la venida de la nao dicha. Dicen por cosa cierta que vuelven a enviar la nao a Nueva España, y en ella los religiosos que vinieron, y el dicho padre comisario, y los dos presos. Y según estos son de sober‐ bios y aun desvergonzados, no dubdo lo hagan. Muchos años ha que avisé primeramente al gobernador don Francisco Tello de como estos bárbaros tan soberbios como perjudiciales trataban de conquistar la isla Hermosa, y juntamente avisé que lo podían hacer fácilmente y que sería un muy ruin vecino. Así mesmo traté la facilidad con que po‐ dían ir a la costa de esa isla, pues si es tanta que todas las no‐ ches pueden dormir en tierra. Y con esto, otras cosas muy im‐ portantes y verdaderas. Esto avisé cuando tenía menos expe‐ riencia desta gente y ellos tenían menos abiertos los ojos que agora los tienen, por nuestro mal. Escribí que sería muy acer‐ tado, antes que ellos lo hiciesen, meter el pie en la dicha isla. No se hizo caso ni cuenta alguna de mi dicho. Ya no tiene re‐ medio. El que hay es fortificar la tierra y hacer navíos ligeros al modo de la India, o galeotas ligeras con remos de una mano que corran la costa, porque los japones no se han de contentar con lo primero que intentaren si con ello salen. Este tirano, después que destruyó a su señor el Findeyori, según se entiende por consejo de Safioye, nombró al Toan gobernador antiguo desta ciudad, dueño de más de doscientos mil ducados, para que fuese a conquistar la isla Hermosa, y así se lo mandó lo pusiese por obra. Y el dicho Toan lo avisó luego a esta ciudad a sus hijos, y envió delante dos que allá tenía, llamados Ychizo Chua Joan y Quixino Manuel para que apercibiesen lo necesario, y así lo hicieron. El mesmo 411

Toan llegó aquí el mes pasado de febrero, muy favorecido del tirano, y trajo consigo alguna gente, y aquí le va viniendo mucha. Tiene hechas y va haciendo muchas funes de cubierta con timones a nuestro modo, de a veinte y veinte y cinco y treinta remos por banda. El Toan no va allá. Envía por capi‐ tán general al dicho Ychizo Joan, su hijo, con otros capitanes muy bravos, aunque nunca mataron moros ni los vieron de sus ojos, y con todo dan ya la isla por conquistada. Partirá la ar‐ mada mediado abril. A lo que dicen sobre la pretensión y de‐ signio del Daifu en enviar a conquistar esta isla, se echan va‐ rios juicios. Lo que yo digo es que una por una no es sobre nuestro provecho, y ninguno nos ha de venir desta empresa, porque como esta isla está solamente cuarenta y cinco leguas del cabo de Bojeador, han de ir a la costa de Manila muchas veces, si la primera no les quiebran la cabeza. Las islas de los Babuyanes han de ser suyas, y las han de poblar con todas las circunvecinas. No se haga poca cuenta desto, que es infalible. Han de estorbar que vayan a Manila los navíos de los sangle‐ yes y hacer que se vuelvan a su tierra o vengan a Japón. Esto harán una vez o dos, y si los chinas por este respecto estorba‐ ren que no salgan navíos de su tierra, queda todo perdido. Es verdad que puede el china con mucha facilidad echarlos de la isla Hermosa y destruirlos, pero no sabemos si se querrá meter en eso. Estos pretenden vivir sin Manila y sin Macao, y si salen con esta empresa, nos han de ser molestos enemigos. Arriba se dijo cómo el padre fray Diego de San Francisco habían preso dos criados suyos, el uno llamado Tomás y el otro Luis. Es de saber que estos dos y otro japón llamado Vi‐ cente fueron martirizados. Vicente primero, en dos de febrero de seiscientos y diez y siete, y luego Tomás y Luis el mesmo año, y así mesmo murió en la cárcel el famoso mártir Itacura Lorenzo, que arriba queda nombrado, este mesmo año de seiscientos y diez y siete, habiendo padescido grandísimos tra‐ 412

bajos en prisión.

DEL FA MO SO MAR TI RIO DE LOS BEN DI TOS PA DRES FRAY PEDRO DE LA ASUN CIÓN, DEL ORDEN DE SEÑOR SAN FRANC ISC O, Y JUAN BAPT IST A DE TÁV OR A, DE LA COMP A ‐ ÑÍA DE JESÚS Ya está dicho con el rigor que el año de seiscientos y cator‐ ce fueron derribadas todas las iglesias desta ciudad de Nanga‐ saqui y de todo este reino, y desterrados los religiosos que en el había, aunque como está dicho muchos se quedaron escon‐ didos. El uno de los cuales fue el padre fray Pedro de la Asunción, religioso de señor San Francisco, el cual era muy gran siervo de Dios y todo el tiempo que estuvo en Japón, que fueron diez años, administró esta cristiandad con muy buen ejemplo de vida y doctrina, de tal manera que antes de ser mártir era ya sancto y tenido por tal así de los religiosos como de los demás cristianos. Estuvo este bendito religioso después que derribaron las iglesias hasta el presente año de mil y seis‐ cientos y diecisiete aquí en Nangasaqui, confesando y admi‐ nistrando los sacramentos a los cristianos, y animándolos para que perseverasen en la fe y estuviesen firmes en la persecución que los tiranos hacían contra esta cristiandad. Después que cesó esta persecución, fuéronse publicando los religiosos que estaban aquí en Nangasaqui, y esto llegó a oídos de los bun‐ guios o gobernadores de la corte, y por esto dieron una re‐ prehensión al sobredicho tono de Omura, porque no había puesto diligencia en echar y desterrar a todos los padres. Ví‐ nose el tono de la corte a su tierra, y con miedo de que no le quitasen la vida, o por lo menos la renta, procuró de buscar a los religiosos, y envío ministros por diversas partes para pren‐ derlos. Y en esta ocasión estaba el padre fray Pedro en un 413

pueblo llamado Quiquintzu en la jurisdicción de Omura, tie‐ rras del sobredicho tono. Y así luego le descubrieron, siendo vendido por un renegado, el cual entró donde estaba el dicho padre confesando a los cristianos, y le ofreció una limosna de una poca de plata, pidiéndole una misa por un difuncto. Y el siervo de Dios le respondió que diría la misa y encomendaría a Dios al difunto, sin tener respecto aquella plata, porque el decía las misas por amor de Dios. Y así, si él quería dar aque‐ lla limosna por amor de Dios sin tener respecto a la misa, que la recibiría, lo que dejaba a su voluntad. El renegado respon‐ dió que avisaría a su amo dello, y el recado que dio fue avisar a los criados del tono como allí había un padre de San Francis‐ co que estaba confesando a los cristianos, que viniesen luego, que allí le hallarían. Venidos los bunguios adonde estaba el siervo de Dios confesando, le dijeron: “padre, el tono de Omura, nuestro amo, nos ha mandado que te llevemos preso porque te quedaste en Japón contra el mandato del rey, y an‐ dáis predicando la ley de los cristianos que él tiene prohibida. Y así, vente con nosotros preso”. Fue grande el contento que el bendito fray Pedro recibió, oyendo decir que por dilatar la ley de Dios le mandaban pren‐ der. Y preso le llevaron a donde estaba el tono, el cual, sabien‐ do la prisión del religioso, le mandó poner en una cárcel que de nuevo había hecho para los religiosos que prendiesen. Viéndose puedes el siervo de Dios en la cárcel preso por mi‐ nistro del Evangelio, arrodillado con un crucifijo en las manos dijo con mucha devoción: “señor mío Jesucristo, cuando me‐ reció este miserable pecador estar preso por vuestro amor, pues a mi padre san Francisco aun no le fue concedido esto, aunque lo deseó mucho”. Y volviéndose a la virgen sanctísima, le rogó intercediese por él para perseverar en la confesión de la fe. Y con esto se puso a cantar psalmos y alabanzas de Dios. El tono le mandó 414

poner muchas guardas y que de ninguna manera le dejasen vi‐ sitar ni recibir cartas ni recados ni comida alguna. Otro de los religiosos que también se quedaron ocultos fue el padre Juan Baptista de Távora, de la Compañía de Jesús, religioso de mucha virtud y valor, el cual andando ocupado en su oficio confesando y administrando los cristianos, hallándo‐ se en la isla de Goto, veinte leguas desta ciudad de Nangasa‐ qui, un mal cristiano, sabiendo de ciertos bunguios de Omura que andaban en busca de algunos padres, se fue a ellos y les dijo que le diesen alguna cosa y les mostraría un padre. Dicen que le dieron veinte taes, y él les mostró con el dedo al padre, al cual prendieron los bunguios con un doxucu suyo llamado León, y a entrambos los llevaron a Omura, y pusieron en la cárcel a donde estaba el buen padre fray Pedro de la Asun‐ ción, que viéndose juntos, dieron muchas gracias a Dios y se consolaron por verse presos por predicar su ley. Después, pa‐ sados algunos días que estuvieron presos, un día de la Trini‐ dad en veinte y uno de mayo deste presente año, dijeron misa. Y después de haber dado gracias, dijo el bendito fray Pedro a su compañero: ‘‘padre, paréceme que esta será la última misa, porque no sé qué impulso me siento de que nos han de matar luego”. Y respondió el padre Juan Baptista: “yo también sien‐ to lo mesmo”. Y dichas estas palabras de allí a muy poco les vinieron a notificar la sentencia de muerte. Y ése mesmo día al anochecer los sacaron de la cárcel y los llevaron al lugar del martirio, al cual se quiso hallar presente el mesmo tono. Y puestos de rodillas los dos bienaventurados religiosos con sus crucifijos en las manos estuvieron un rato en contemplación. Y dos verdugos, desnudando sus catanas, haciendo a una el golpe, el del Sancto fray Pedro, como más diestro, le cortó la cabeza de un golpe. Pero el otro, como no acertase el golpe, le hubo de dar al sancto Távora dos o tres catanazos hasta cor‐ tarle la cabeza. Y desta manera, aunque primero murió el 415

sancto fray Pedro, los dos gloriosos mártires en muy poca di‐ ferencia de tiempo volaron sus almas juntamente al cielo a gozar del premio que Dios les tenía aparejado. Subcedió este sancto martirio en el veinte y dos de mayo, día de la reina sancta Helena, y la nueva llegó a esta ciudad a veinte y tres del en dicho mes, y causó no pequeño rebullicio en muchos, y en otros admiración, considerando el modo por donde van guia‐ das las cosas desta cristiandad de Japón, que los secretos de Dios son admirables. Tomaron los que presente se hallaron (después de ido el tono, que se partió luego a su fortaleza) así cristianos como renegados, toda la sangre que pudieron en paños y lienzos, y en papel de que ellos usan para limpiarse el rostro y narices, y los sanctos cuerpos pusieron a cada uno en una caja, de las que ellos usan para guardar sus vestidos, y puestos así los en‐ terraron y pusieron guardas para que no los hurtasen. El do‐ xucu del sancto Joan Baptista de Távora, llamado León, que arriba digo que con él prendieron, quedó en la cárcel por en‐ tonces, y esto es en sustancia el subceso deste sancto martirio con que tan honradas quedaron las religiones de señor san Francisco y de la famosa Compañía de Jesús.

DEL FA MO SO MAR TI RIO DE LOS BEN DI TOS PA DRES FRAY ALON SO NA VA RRE TE, VI CA RIO PRO VIN CIAL DEL ORDEN DE SEÑOR SANCT O DOM ING O, Y FRAY HERN AND O DE SAN JOSÉ, VIC AR IO PROV INC IAL DEL ORDEN DE SEÑOR SAN AGUST ÍN Era en este tiempo vicario provincial de los religiosos de sancto Domingo, en este reino, el padre fray Alonso Navarre‐ te, que arriba queda nombrado, religioso de tanta virtud, pru‐ dencia caridad y sciencia, que quisiera yo tener tan buen en‐ 416

tendimiento que con él pudiera haber comprehendido sus ex‐ celentes partes y singulares virtudes. Pero aunque le comuni‐ qué ciertos años, no digo esto tanto por lo que alcance con mi poco talento como por la voz del pueblo, porque grandes y pequeños, buenos y malos como yo, no hubo quien no le amase por su bondad, nobleza, santidad, charidad grandísima. Pues como el religioso padre considerase el estado en que es‐ taba esta cristiandad, particularmente aquella de Omura que comienza desde los arrabales desta ciudad, y puede ser que hubiese oído, por muchas veces, que los japones (y aun yo lo oí a otros que no lo eran) murmuraban y decían que los pa‐ dres sabían dar muy buenos consejos, y a ellos les amonesta‐ ban que no rehusasen el martirio porque era la cosa más exce‐ lente que se podía desear, pero que ellos se andaban escon‐ diendo por temor, puede ser, de la muerte, y considerando otras cosas, ardiendo en un fuego vivo que en su pecho traía de sancta charidad, deseaba grandemente enviar un religioso de su orden a la dicha provincia a confesar los que eran en ella cristianos, levantar los renegados, que muchos había, que con el sancto martirio de los sanctos fray Pedro y Joan Bautista de Távora, se habían alentado grandísimamente. Mas como en materia de administrar sacramentos y procurar el bien de las almas, siempre el bendito padre era el primero, agora que jun‐ tamente se ofrecía ocasión de parecer y morir por cristiano, el se quiso llevar la delantera. Y víspera del Corpus Christi, que fue día de la traslación de nuestro padre sancto Domingo, veinte y cuatro de mayo, determinó ir él mesmo a Omura, lo cual era ofrecerse por lindo modo al martirio, porque si el tono había hecho buscar con tanto cuidado a los ministros, y a los que halló, luego los mando matar, yendo agora a su tierra este bendito padre sin esconderse, probable era que no le de‐ jarían libre y que haría con el lo que con los primeros, aunque en primer lugar el ayudar a los cristianos era lo que se preten‐ 417

día, dejando lo demás a la divina providencia, y el modo que se tuvo fue este. Este mesmo día que se determinó el bendito padre, hizo llamar a un criado suyo, llamado Pablo, que servía de catequi‐ zar y enseñar. Y por rodeos, tratole de la ida, diciendo: “ya sabes, Pablo, que pocos días ha martirizaron en Omura a los benditos padres fray Pedro de la Asunción y Juan Bautista. ¿Serás hombre para ir allá y traerme los cuerpos?”. Y respondiendo él muy denodadamente que iría aunque por ello perdiese la vida, llevole delante de un altar. Y hincán‐ dose de rodillas, delante dél hizo el sancto oración. Y echán‐ dole agua bendita y dándole la bendición, díjole desta manera: Mira Pablo, que no descubras a nadie lo que agora quiero a decirte. Yo estoy determinado de ir a Omura para ayudar a aquellos cristianos y dar buen consejo al tono, lo cual entiendo será de provecho para esforzar estos cristianos de Nangasaqui, que también están temiendo. ¿Tú, hermano, quieres ir con‐ migo? Atreverte has a salir delante del tono. Darasle el recado que yo te dijere, dirasle que el martirizar a los benditos padres en gentiles fuera gran pecado, y en el que es baptizado es un delito atrocísimo, y que si no hace penitencia, sin remedio se irá a los infiernos. Y diciendo él que iría, y que estaba presto para hacer y decir todo esto, se holgó mucho. Y viéndole con grandes de‐ seos del martirio le dijo: Mira, Pablo no pongas agora el pensamiento en ser mártir, que esa es dignidad a que no alcanzan nuestras fuerzas. Pro‐ cura hacer algún servicio a Dios, y aparéjate a dar la vida por su amor en satisfacción de tus culpas. Y en lo demás, haga Dios lo que fuere servido. Y estando bien instruido Pablo, díjole que se confesarse y comulgase como lo hizo, el día siguiente, y que se aparejase 418

para la ida. Esta determinación no quiso el bendito padre de descubrir a otros, porque no le impidiesen, pero todavía su casero, lla‐ mado Gaspar Ficojiro, sospechó algo, y llegándose a su ben‐ dito huésped, le dijo que aunque no lo sabía de cierto, enten‐ día que quería ir a Omura a ofrecerse al martirio. Y siendo así, le suplicaba le llevase consigo, que le quería seguir por mar o por tierra, donde quiera que fuese, y que diría como era su ca‐ sero. “Y si por ello”, decía, “me quitaren la vida o hacienda, dichoso yo, y hartos días ha que estoy aparejado para eso, y así no se me hará cosa nueva”. Viendo el sancto vicario la determinación de su casero, hol‐ gose sobremanera, y díjole se aparejase. Y también él se iba aparejando, y dejó escrita la carta siguiente.

A LOS PA DRES DO MI NI COS DE JAPÓN Jesús sea en el alma de vuesas reverencias mis padres, y les dé su sancto espíritu. Ya sus reverencias ven cómo esta cris‐ tiandad se va acabando poco a poco. Y así, es menester dar buen ejemplo a estos cristianos, por lo cual pido a vuesas reve‐ rencias, por las entrañas de nuestro buen Jesús, procuren ser hijos de nuestro padre Sancto Domingo: y procuren tener mucha paz y hermandad con las demás religiones. Yo voy a Omura a confesar y consolar aquellos cristianos, porque agora es buen tiempo, pues con la sangre fresca de los mártires esta‐ rán más animados. Plegue a su divina majestad sea de algún servicio suyo mi ida, y porque podría ser que me pusiesen en la cárcel, dejo en mi lugar al padre fray Francisco de Morales. Y si acaso me quitaren la vida, podrán vuestras reverencias nombrar un vicario provincial que los gobierne como dispo‐ nen las constituciones. Y perdónenme, por amor de Dios, el 419

mal ejemplo que les he dado cuando súbdito y prelado. Dios nuestro señor quede con vuesas reverencias, que los llevo en el alma, y no se olviden de mí en sus oraciones y sacrificios. Pido a vuesas reverencias muy encarecidamente que a la mujer de Pablo y a su hijo sustenten, pues él va conmigo para ayudar a los cristianos, y podría ser le martirizasen. La obra de los niños perdidos encomiendo mucho hoy día de la translación de sancto Domingo, a veinte y cuatro de mayo. Fray Alonso Navarrete Este negocio y determinación tan sancta trató el buen padre fray Alonso Navarrete con el padre fray Hernando de San José, vicario provincial del orden de San Agustín, que po‐ saba casa en medio del dicho padre fray Alonso, el cual al principio no se determinaba, hasta que el mesmo miércoles se puso en manos del bendito padre fray Alonso, diciendo que aunque había consultado esta ida de Omura, y hallaba muchas y muy buenas razones para ir a ayudar a los cristianos que con el nuevo martirio estaban conmovidos, pero que con todo eso no se atrevía determinar por su propio parecer en cosa tan grave. Que si tuviera prelado, por él se rigiera, pero que como no lo tenía, no le quedaba otro remedio sino ponerse en sus manos, pues era su confesor (como se ponía). Y en nombre de Dios le daba la obediencia en ir o quedarse, y que como a su propio prelado le obedecería en este viaje y mientras durase. El sancto fray Alonso no quiso responder luego, pero enco‐ mendándolo a Dios aquel día y el siguiente, que era del Cor‐ pus Cristi en la misa de la cual salió, como dicen los que le vieron, con particular fervor y espíritu. Y mandole que fuese en virtud de sancta obediencia, la cual el sancto prelado y nuevo súbdito aceptó, y se comenzó a aparejar, dejando escri‐ ta esta carta donde dice lo mesmo.

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AL PADRE FRAY FRAN CIS CO DE MO RA LES, Y AL PADRE FRAY APOL IN AR IO FRANC O, Y A TODOS LOS DEMÁS SA ‐ CERD OT ES QUE ESTÁN EN JAPÓN, Y A LOS PAD RES DE SAN AGUST ÍN DE MAN IL A, GRAND E NUEST RO SEÑOR Jesús. María. José. Habiendo en Omura martirizado al padre fray Pedro de la Asunción del orden de san Francisco, y al padre Juan Bautista de Távora de la Compañía de Jesús a los veinte y dos de mayo deste año de mil y seiscientos y diez y siete, estando tratando con el padre fray Alonso de Navarre‐ te, vicario provincial del orden de sancto Domingo, sobre si sería bien ir a ayudar los cristianos de Omura en esta ocasión, que con el nuevo martirio estaban conmovidos, y dando y to‐ mando en el caso, por término de dos días, hoy día del Cor‐ pus Christi, el padre fray Alonso dijo que después de enco‐ mendado a Nuestro Señor, y vistas algunas razones que se le ofrecían, era de parecer que fuésemos a Omura. Yo después de algunas razones que hallo al propósito, la principal para hacer este viaje es que ayer, cuando lo tratamos, dije al dicho padre que por cuanto yo no tenía aquí prelado por quién po‐ derme gobernar, pues él era mi confesor, yo le daba en nom‐ bre de nuestro señor la obediencia para caso, y así, que como a mi propio prelado le obedecería en ir o quedarme. Y habién‐ domelo hoy mandado en virtud de sancta obediencia, voy con el favor de nuestro señor a lo que su divina majestad quisiere disponer de mí. Y por si me prendieren o mataren, dejo esta memoria y suplico a los padres a quien queda se sirvan de cumplirla. Lo primero y lo que más atravesado llevo en el alma es el mal ejemplo que a vuesas reverencias ya toda esta cristiandad he dado. Y así pido humildísimamente y con lá‐ grimas en los ojos cuando escribo estas letras que vuesas reve‐ rencias me perdonen y pidan en mi nombre perdón de la 421

suerte que fuera posible a los que pudieren. Los ornamentos y libros que se hayaren en casa de mi huésped y un cáliz de plata que está en casa de Manuel González se enviara a la provincia de Manila, y este papel en que a nuestro padre pro‐ vincial y a todos los padres del orden de nuestro padre San Agustín pido perdón por no haber en esta tierra tratado nues‐ tro sancto hábito con la decencia y ejemplo que debía, y no haber acudido a lo que la orden me tenía mandado con las veras que debía. Y pido humildísimamente envíen a esta nueva conversión ministros de tal vida y ejemplo que volvien‐ do por la honra de Dios edifiquen lo que yo miserablemente tengo desedificado. Y nuestro señor guarde a vuesas reveren‐ cias como este menor hijo desea de Nangasaqui. Día del sanc‐ tísimo Sacramento, veinte y cinco de mayo de mil y seiscien‐ tos y diez y siete. Aunque yo estaba determinado de no decir ninguna razón de las que nos movieron a ir, porque la principal que a mí me movió era la obediencia que digo, tengo dada en este caso. Pero quiero dar una. Y es que algunos cristianos habían mur‐ murado que los padres les persuadían a ellos que fuesen már‐ tires, y ellos huían las ocasiones. Pues para quitarles ese error. Y que entiendan que no tememos los peligros, por su bien vamos a meter en ellos. Fray Hernando de San José. Como consta por estas cartas y por lo dicho, con grande fervor y priessa se determinaron los benditos padres a hacer una obra tan heroica como esta. Y después de determinados, dentro de un día la pusieron por obra, que fue el del sanctísi‐ mo Sacramento. Luego que se entendió en Nangasaqui su partida, salieron muchos cristianos tras ellos. Y aquella noche, que fue viernes a veinte y seis de mayo, llegaron a una aldea que está de allí dos leguas llamada Yquiriqui, y confesaron 422

muchos y animaron la gente. Y a la mañana, diciendo misa los comulgaron. Y por ser muchas las confesiones y lo que había que hacer se detuvieron en esta aldea dos días. Entre los que se confesaron fue uno el Sanxi de aquel distrito, que algu‐ nos días antes había prendido al sancto fray Pedro y agora se arrepintió y levantó, que estaba renegado. Ya se comenzaba a ver el fructo desta sancta determinación y alta empresa, por‐ que antes estaban temblando en estas aldeas y nadie se atrevía a decir que era cristiano ni a dar posada al religioso, y agora todos les ofrecían sus casas y de otras partes les venían a lla‐ mar sin reparar en castigo ni en peligro de muerte, el cual antes tenían. Y por huir de la gente que venía de Nangasaqui y de otras partes, se fueron a una aldea pobre que estaba a trasmano, y allí también le siguieron, por lo cual pasaron más adelante y fueron a otra población llamada Nangaye, que era el embarcadero para la ciudad de Cuxima, adonde el tono re‐ side, que está de allí tres leguas por mar. Principalmente el bendito fray Hernando predicó un día destos en Nangaye con grande espíritu. Aquí fue tanta la gente que acudió así de Nangasaqui como de las aldeas circunvecinas, que fue menes‐ ter hacer ramadas en el campo para decir misa, de suerte que la pudiesen oír todos, porque en ninguna casa ni calle cabían. Y como eran tantos los que se querían confesar y levantar, por acudir a la necesidad de devoción de todos, hacían tanto los benditos padres que quedaron cansados y molidos. Y con todo, no podían acudir a todos los que venían, porque como los de Omura, por sus temores, había mucho que no querían admitir ningún padre, eran muchos los renegados. Había mu‐ chas confesiones de cuatro, y de seis y de diez años, había mucho que desenredar en materia de matrimonios, y mucho en que entender, por lo cual el sancto vicario fray Alonso envío a llamar otros dos de su orden para que acudiesen a todo, los cuales fueron luego después de su dichosa muerte 423

con evidente peligro de la vida. Y como en otra parte se dirá, hicieron muchísimo fructo. En llegando a Nangaye, como vieron los benditos padres tanta publicidad, que es lo que el tono aborrecía, entendieron que presto vendrían a prenderles. Abriéronse las coronas y pusiéronse sus hábitos con gran consuelo y alegría, porque había ya tres años que andaban unas veces en traje de japón, otras en el nuestro. ¡Qué diremos del alegría que los cristianos recibieron cuando vieron los padres en sus hábitos! Fue tan grande, que como si no los hubieran visto acudieron, y con gran devoción los abrazaban por los pies con gran ternura, de‐ rramando muchas lágrimas sobre ellos. Oyeron decir los de Nangaye que los benditos padres que‐ rían pasar adelante. Y viendo que la gente que había venido a buscarles era mucha, y que si no se confesaban, quedarían desconsolados, suplicáronles se detuviesen, y así lo hicieron. Quedáronse allí aquel día, que fue a veinte y nueve de mayo, y todo él se ocuparon en confesar, baptizar y levantar algunos renegados. Tuvo el tono de Omura noticia de cómo estaban en sus tierras estos sanctos religiosos, y recibió dello grandísi‐ mo pesar. Hizo llamar sus bunguios y consejeros, y tratando de los enviar a buscar, dijéronle cómo estaban a la puerta de casa, en la población de Nangaye. Airose grandísimamente y luego envió por lo menos cinco bunguios a los prender. Son los japones hábiles y mañosos para todo, pero para esto de ser verdugos y sayones llevan la palma a todas las naciones. Y así, partieron de Cuxima con grande aparato de gente y armas, como si no fueran a prender a dos corderos que por la honra de su criador se venían a ofrecer al ara del sacrificio. Estaban los benditos padres tratando del modo y lugar a donde el día siguiente se diría misa para que aquella multitud de cristianos la pudiese oír, cuando por la mar los del lugar 424

vieron venir tres embarcaciones con muchas hachas y lenter‐ nas encendidas, las cuales llegadas a tierra, los que en ellas ve‐ nían dieron luego muestras de su intención, y fueron a avisar a los dichosos padres, que como supieron de su venida, quien puede explicar el alegría que recibieron, la cual mostraron bien en el semblante que tenían. Llegando pues los sacrílegos bunguios a la casa donde estaban recogidos los benditos pa‐ dres, ellos los salieron a recibir, haciéndoles mil cortesías, y ellos como eran cristianos, aunque renegados, se inclinaron, poniendo manos y cabeza en el suelo. Y hablando uno por todos, con gran sumisión de palabras dijo: “padres míos, mucho nos pesa de venir a lo que venimos, pero somos man‐ dados y no podemos hacer otra cosa, sob pena de perder nuestras rentas y la vida. Nuestro señor, el tono de Omura, manda que os llevemos presos”. Oyendo esto los circunstantes, lloraban mucho, pero los benditos padres les reprehendieron, diciendo: “no lloréis, hijos, mas antes os debéis alegrar, porque no hay mejor nueva en el mundo que esta”. Y volviéndose a los bunguios, el sancto fray Hernando dio a uno en albricias un sombrero que él había traído, y el sancto fray Alonso dio a otro, que era el principal, seis candelas de cera blanca y otro regalo con una carta que tenía escrita para el tono, diciendo: “esta carta en‐ tendía enviar al tono, pero pues habéis venido acá, recibidla y dádsela de mi parte en sus manos, que en ello me haréis gran cortesía”. La carta decía desta manera: El superior del orden de san Agustín y el superior del orden de sancto Domingo, andando escondidos, ayudan‐ do a esta cristiandad, supimos como habíades hecho martirizar a dos padres, de lo cual quedamos muy mara‐ villados, porque semejante pecado en los gentiles es muy 425

grave, y en los que son baptizados es gravísimo, por lo cual, teniendo lástima, señor, de vos, y de vuestros vasa‐ llos, hemos venido aquí para amonestaros que tengáis dolor deste tan gran pecado y que os confeséis dél y que deis lugar y procuréis que vuestros vasallos se levanten y conviertan, porque donde no, os iréis al infierno sin re‐ medio, y primero quise enviar esta carta delante, para que sirva de aviso. Recibió este papel el bunguio, y dijo que le daría. En esto salió Gaspar, el casero del padre fray Alonso, y dijo a los bunguios estas razones: Señores, yo soy de Nangasaqui, y he tenido tres años a este padre escondido en mi casa, el cual con los demás fue desterrado de Japón cuando derribaron todas las igle‐ sias, por lo cual confieso haber ido contra las leyes y mandato del rey, y si por ello me quisiéredes quitar la vida, aparejado estoy. Haced lo que quisiéredes. Bien entendía Gaspar que con esta su declaración le corta‐ rían la cabeza, como se la cortaron en Yendo al casero del padre fray Diego de San Francisco, que por unos pocos días lo había tenido en su casa. Pero como esta persecución no era contra los japones, sino contra los religiosos, no se dieron por entendidos, y el buen Gaspar porfiaba, pidiendo que le deja‐ sen ir con su bendito padre, que le quería seguir adónde quie‐ ra que fuese, pero resueltamente le respondieron que no traían orden de eso, y que no podían condescender con lo que pedía. Movidos también con el deseo del martirio, Pablo, de quien arriba dijimos, y otros muchos, pidieron al bunguio les dejasen acompañar a los benditos padres; pero el bunguio, re‐ sueltamente, no quiso dar licencia sino a dos. El uno fue Juan, criado del sancto fray Alonso, y el otro fue Tomás, mancebo de poca edad que desde niño se había criado en la iglesia de 426

sancto Domingo y ayudaba a misa, el cual también lo había pedido con instancia grandísima. Los benditos padres, aunque de tan buena gana iban al martirio, todavía pidieron al bunguio les esperase hasta la media noche, porque deseaban decir misa (la cual entendían sería la postrera) para comulgar a muchos que se habían con‐ fesado aquel día, pero él no se lo concedió, diciendo tenía orden de su señor que les embarcase luego. Y así, les mandó fuesen el embarcadero, lo cual el sancto fray Alonso hizo con grande alegría. Y salió el primero, como él en una carta suya dice. Y luego tras él salió el sancto fray Hernando. Lo que aconteció desde la casa donde estaba hasta el em‐ barcadero, ¿quién podrá explicarlo? Estaba toda la playa llena de hombres y mujeres de toda suerte de gente. Y así como vio aquella multitud de gente que los sanctos se iban a embarcar, y entendieron que no les verían más, lloraban y se afligían ex‐ traordinariamente, dando gritos y alaridos. Todos deseaban y procuraban llegarse a los sanctos para besarles las manos o el hábito. Y fue tanto el aprieto de la gente, que ya corrían peli‐ gro los benditos padres y no dejaron de lastimar con el aprieto grande sin querer a los que querían más que a sus vidas. Bien procuraban los soldados hacer camino y apartar la gente. Y así, a unos atropellaban y daban con ellos en el suelo, a otros daban de palos, a otros llegaban con hachas encendidas a la cara. Pero los devotos y fervorosos cristianos decían que que‐ masen o apaleasen, que por todo pasarían. Y diciendo y ha‐ ciendo, se entraban por los palos y por el fuego, y se llegaban a sus padres amantísimos. Los que no pudieron llegar, que fueron muchos, cuán desconsolados y tristes quedaron. Pero los que pudieron llegar ya se tenían por la más dichosa gente del mundo, y ellos de su propia mano tomaron la paga del trabajo que en llegar habían tenido, porque con las manos y con los dientes, cortando, rasgando, o mordiendo, cogían del 427

hábito para reliquias, con que se daban por bien pagados de las molestias que habían recibido. Y tan buen saco mano die‐ ron a los hábitos, que les quitaron la figura y dejaron hechos nesgas, por lo cual el sancto vicario fray Alonso envío por otro vestuario, porque de la capilla abajo todo el escapulario le ha‐ bían cogido, y la saya no le cubría la mitad del cuerpo. Otros se contentaban con besarles la mano o el hábito, tocarles o al‐ canzarlos a mirar, o ser vistos dellos, y los que más cerca pu‐ dieron llegar, sin reparar en cortesía, abrazándose de los ben‐ ditos padres quisieran estorbarles la ida si fuera posible, aun‐ que les costase la vida. Ellos a todos acudían. A unos ponían la mano sobre la cabeza, a otros echaba la bendición, y a todos consolaban con su vista y palabras dulces, diciendo se alegra‐ sen, porque no hay mayor dignidad en el suelo que padescer y morir por Cristo. Oyendo muerte, y entendiendo que no los habían de ver más, era el sentimiento y llanto grandísimo, pero al entrar los benditos padres en la barca, allí fue el gran sentimiento de la gente, y levantaron todos a una el grito, de suerte que parecía se rompían las naves. Y sin saber lo que se hacían, olvidados de sí mesmos, hombres y mujeres se entra‐ ban por el agua, deseosos de seguirles, sin reparar en que se les mojasen o echasen a perder los vestidos. Otros de tropel saltaron en la embarcación en que iban, aunque más se lo es‐ torbaban los de dentro, y tantos entraron, que se iban anegan‐ do, y así los pasaron a otra embarcación de las tres que habían venido con solos los dos mozos que les habían dado para su compañía. Y así como iban saliendo, se iba la gente por la playa adelante dando gritos y alaridos que los ponían en el cielo. Fue este espectáculo admirable y de mucho sentimien‐ to, y en que los japoneses mostraron gran devoción y espíritu, porque por grandes rato se quedaron allí en la playa. Como suspensos y llorando hablaban, ya con los sanctos, ya consigo, ya con el tono y ministros de la justicia, ya con la embarcación 428

que los llevaba, ya con la mar por dónde iban. Y decían: ¡Oh, sanctos mártires (que como a tales los trataban en vida), para vosotros es la dicha que con tantas ventajas vais a gozar de Dios para siempre, cuitados de nosotros! Si se nos van los pastores, ¿cuales quedaremos enmedio de los lobos carniceros? Oh, Omuradono, qué tal mandas, ¿no te acuerdas que recibiste el agua del baptismo y que eres hijo de la Iglesia? Pues ¿cómo te has hecho tan cruel contra tu madre mesma? ¿Dónde los lleváis, sacrílegos ministros, y por qué no nos lle‐ váis en su compañía o embarcación? ¡Que los llevas al puerto de la claridad eterna, oh mar, que has de ser sepultura de tan preciosos cuerpos! ¡Oh Dios omnipotente, y cuánto amáis esta cristiandad, pues la regáis con sangre tan excelente! ¡Oh, sagradas ordenes, y cuánto os debemos, pues tanto os cuesta el cultivar esta viña! Estando llorando y diciendo estas y otras razones, no apar‐ taban los ojos de la embarcación. La cual, viendo que se para‐ ba, y entendiendo allí sería el martirio, tornaron a levantar los gritos, que los ponían en el cielo. Pero el pararse no fue sino para tratar donde los llevarían aquella noche y cómo podrían hacer para no ser vistos. Y para hacer esto mejor y deslumbrar la gente de la playa, apagaron las luces de la embarcación y tornaron a navegar sin que nadie pudiese echar de ver dónde iban. Pocos días había que andaba buscando Omuradono religio‐ sos con tanto cuidado, como queda dicho al principio. Y agora, viendo venir a estos benditos padres a su reino, parece que se había de holgar mucho y que luego los prendería. Pero no fue ello así, antes quedó muy triste con su venida. Y si le fuera posible, disimulara y no los prendiera, y así tardó en en‐ viar por ellos, como queda visto. También ya que les prendió parece que luego se había de determinar de matarlos como a 429

los primeros. Pero no fue así, mas antes no acababa de deter‐ minarse ni sabía que hacerse. La causa de su perplejidad y dis‐ gusto era porque como a este tono fue encomendado que echase de Japón a los padres y aunque él puso la diligencia po‐ sible, se quedaron muchos. Sabiendo el rey que había religio‐ sos en la tierra, aunque no entendía que eran tantos, hízole dar una gran reprehensión por el descuido que había tenido, y mandáronle que los buscase y matase algunos, pero que no hubiese ruido ni concurso de gente. En cumplimiento desto, hizo muchas diligencias para buscarlos, y a los dos primeros que halló luego los mandó matar. Y entendiendo que con aquello los demás se había de recoger por temor de la muerte, quedó muy contento. Pero todo le salió al revés, porque luego tras los primeros salieron estos dos benditos padres ofrecién‐ dose a la muerte. Pues aquí fue su confusión y sentimiento de verlos (decía): Predicar y confesar públicamente en el tiempo que el man‐ dato de echarlos de la tierra se ha renovado y tan rigurosa‐ mente, y a mí me han hecho ejecutor. Es imposible, pues ma‐ tarlos es de degollarme a mí mesmo, porque luego saldrán otros de nuevo, y tras ellos otros. Y sabiéndose por este ca‐ mino los que hay en la tierra, todo ha de cargar sobre mí, y de necesidad tengo de perder el estado y la vida. ¡Oh desdichado de mí, por todas vías suelen los hombres cuando pecan tener algún provecho o contento, pero yo hago este enorme sacrile‐ gio deshaciéndome las entrañas de pura pena! ¡Y el provecho no puede ser otro sino que me quiten la vida, fuera del castigo de Dios que me espera el día de la cuenta! Y no se sabiendo determinar, llamó a los de su consulta. Y unos decían que no los matase, porque tras ellos vendrían otros y por este camino se descubriría los que había en la tie‐ rra, y que esto era destruirse. Otros decían que muriesen. Otros, que los echase en la cárcel y allí les tuviese mucho 430

tiempo. Otros decían que si quedaban vivos aunque estuvie‐ sen en la cárcel, serían tantos los que viniesen a verlos que se haría grande ruido. Pero en fin se determinó que muriesen, pero de tal suerte que los cristianos no concurriesen porque no hubiese ruido. Y por esta causa mandó poner guardas en los caminos y que no alquilasen barcas ni dejasen llegar las que viniesen a sus puertos. Pero con todo eso, salieron por mar y por tierra en busca de los benditos padres muchísimos. Luego, otro día que fue martes al amanecer, a treinta de mayo, llegaron los benditos padres a una isla despoblada lla‐ mada Usuxima, que está hasta cuatro leguas del puerto donde salieron, donde hay un monte alto y hermoso. Y entendiendo que allí había de ser el martirio decían palabras muy devotas y muy tiernas. El sancto fray Alonso decía: “¡Oh, qué lindo monte Calvario! ¡Oh, qué buen lugar para el sacrificio¡ De aquí nos ha de venir el auxilio divino”, etc. Y el bendito fray Hernando decía otras cosas semejantes a estas. Luego se supo cómo estaban en aquella isla, y aunque había grandes prohibi‐ ciones, fueron muchos a verlos y a confesarse con ellos. Y es‐ taban ya tan rendidos y cansados de las muchas confesiones y del mal tratamiento del camino y malas y pocas comidas, que no sabían que hacerse. Entre los demás fue la abuela del tono, llamada Magdalena, y una tía suya llamada Marina en sus embarcaciones, con grande acompañamiento. Confesáronse y consoláronse mucho estas devota señoras y su gente. Y el ben‐ dito fray Alonso a petición de Marina le prometió una ima‐ gen de Nuestra Señora de mina que tenía al cuello, diciendo que con ella moriría y dejaría dicho al bunguio que en mu‐ riendo se la quitase y llevase, como se hizo. A los demás ya no tenían que dar, y ellos tomaban del hábito para reliquias, a los cuales los benditos padres al principio resistían, pero después dejábanse llevar de la devoción de la gente. Y decíales Juan, el que los servía: 431

¿Qué hacéis, hermanos? ¿No veis que quedan mis padres como una ave sin plumas, agora que van a ver a Dios? Quisie‐ ra yo engalanarlos y vestirlos ricamente, y vosotros los desnu‐ dáis y ponéis desta manera. ¿No veis que es crueldad y muy gran descortesía? Y con esto cesaron, porque no quedasen indecentes. De aquí, como se juntaba mucha gente, los llevaron a otra isla llamada Amegora, que está apartada de la ciudad de Cu‐ xima, porque estaba más solitaria y más a trasmano. Aquí el sancto fray Alonso pidió licencia par salir a espaciarse, pero a lo que se entiende no fue sino para ver si había alguno que confesar o levantar. Y quedándose su bendito compañero en la embarcación, porque se sentía cansado, se subió por un monte arriba de muy áspero camino. Iba cantando y echando la voz cuanto podía. Y llegando a la cumbre, hizo una cruz lo mejor que pudo de unos palos que allí había. Y habiéndola hincado en tierra y arrimándole al pie algunas piedras a modo de calvario, hincose de rodillas para adorarla. Y diciéndole pa‐ labras muy dulces, quedose en contemplación, la cual parece fuera larga. Pero el bunguio le envió a llamar para embarcarse y mudar lugar, porque venía ya gente. El cual, levantándose, luego dijo: “bien quisiera estar yo aquí un día, pero vamos, que no faltarán allá cruces”. De aquí fueron a una ensenada de la mesma isla, la cual, aunque a los bunguios parecía que era lugar escondido, ya por tierra venían a confesarse, de lo cual tuvo algunas sospechas el bendito fray Alonso. Y pidiendo li‐ cencia para saltar en tierra, rodeó un poco la ladera de un monte cuanto se perdió de vista la embarcación, y confesó y consoló algunos cristianos que allí estaban esperando, escon‐ didos. De aquí fueron a otra isla llamada Conguqui. Y vinien‐ do la noche, dijeron la salve y las letanías, como lo hacían otras veces. Y de ahí a poco llegaron a este lugar otras embar‐ caciones en que venía nuevos buguios con gente de acompa‐ 432

ñamiento y muchas armas, lanzas y arcabuces, y traían los cuerpos de los dos sanctos mártires primeros que habían des‐ enterrado (porque acudía mucha gente al sepulcro) y a un mancebo llamado León, que servía al bendito padre Juan Bautista de Távora de catequizar y ayudar a misa, el cual tam‐ bién venía a padescer martirio. Viendo pues los benditos pa‐ dres las embarcaciones de lejos, sospecharon lo que era, y pu‐ siéronse en contemplación hasta que llegaron cerca, y enton‐ ces preguntaron los nombres, qué gente eran y a qué venían. Y diciendo eran de Omura, no querían responder más, por hacérseles de mal dar nuevas de la muerte. Pero los benditos padres les daban mucha prisa y decían: “¿no entendéis, seño‐ res, que nos habéis de dar pena? Decirnos a lo que venís clara‐ mente”. Y como tanto los apretaban, uno de los bunguios que era cristiano, aunque renegado, haciendo grandes cortesías, con palabras de grande comedimiento, dijo: “padres míos, el tono os manda cortar las cabezas. Por tanto, aparejaos que ha de ser presto”. “Y no puede ser menos”, dijo el sancto fray Hernando, con mucha alegría. “¿Pues eso rehusáis decirnos? ¿Hay más alegre nueva en el mundo?. Y el sancto fray Alonso, diciendo lo mesmo, añadió también con grande regocijo: “¿cómo os llamáis, señor?”. Respondió él: “llámome Yoye‐ mon”. “Qué buen nombre, por cierto” (yoi, en japón, quiere decir “bueno”). “Buenas nuevas, buen recado, todo bueno. ¿Qué os daré yo en albricias?”. Y como no tuviere otra, diole una frazada de su cama, que casi estaba nueva, y el sancto fray Hernando le dio un cobertor de Japón. Y con esto, se comen‐ zaron a aparejar para el martirio, y luego rezaron por el bre‐ veario debían de ser mártires. Con estos bunguios venían también tres verdugos, a los cuales los benditos padres hablaron con grande amistad, y ellos también, que eran cristianos, aunque renegados, habla‐ ban con gran reverencia y cortesía. “Ya sabemos hermanos 433

que venís a cortarnos las cabezas, no entendáis que por eso os queremos mal o tenemos alguna queja, pero decidnos quién viene determinado para cada uno” Y ellos, aunque lo rehusaban por ser muy importunados, lo dijeron, y cada uno se hizo muy camarada de su verdugo, y mandando sacarles de beber dijo el padre fray Alonso: “no es este buen vino, porque era de lo ordinario de la tierra para tan gran fiesta. Saquen del vino de misas, que ya no las diremos más, y beban por el trabajo sendas veces”. Y levantando la taza, al uso de la tierra, la envió a su matador, y lo mesmo hi‐ cieron el sancto fray Hernando y el bendito León con sus ver‐ dugos. Hecho esto, se pusieron a escribir algunas cartas, lo cual hicieron con grande trabajo, porque tenían falta de papel y no tenían sino una pluma, las cuales escriptas, repartieron algunas pobres alhajas que tenían, cuentas, y algunos libros, entregándolos a Juan y a Tomás para que aquí lo diesen a quien les nombraron. Y llegándose ya la hora del martirio, porque el bunguio traía orden que ninguno de fuera se hallase presente, ni querían que cogiesen las reliquias, hizo pesquisa de todos los que se habían embarcado sin licencia, y hallando algunos, a ellos y a los dos criados, Juan y Tomás les mandó pasar a otro navío, y envió a la ciudad de Cuxima, los cuales se despidieron llorando. Pero los benditos padres los consola‐ ban y decían: “no lloréis, hijos, que esta muerte es camino para alcanzar la vida eterna”. Por más que los ministros de maldad hicieron, se quedaron algunos cristianos, los cuales de propósito se habían alquilado por marineros para esconderse mejor y hallarse al martirio. A uno de los cuales dijo el sancto fray Alonso: “hermano, ya he dado un crucifijo que tenía, hazme una cruz de palo para morir con ella, lo cual él hizo, y salieron de la embarcación a tierra, donde ya estaban los bunguios con los verdugos. Y po‐ niéndolos por orden, es a saber: al sancto fray Alonso en 434

medio, y al sancto fray Hernando a un lado, y al sancto León a otro, hincáronse de rodillas. El sancto fray Hernando tenía en la mano una candela encendida, el cual preguntó dónde es‐ taba la catana con que le habían de cortar. Y dándosela, la besó y puso sobre la cabeza. Y volviéndose a los presentes, dijo: Señores, oídme atentamente. Nosotros venimos, como sa‐ béis, de lejanas tierras, dejando padres y parientes, no a buscar reinos ni riquezas sino a enseñaros el camino del Cielo. No entendáis que somos tontos, estimamos la vida sobre todas las cosas, y el perderla agora de nuestra voluntad no es otra cosa sino que por este camino esperamos alcanzar bienes innume‐ rables y eternos. Volveos a Dios, hermanos, y entended que todo lo demás es risa, y sabed que esta muerte que padesce‐ mos es una carta viva firmada con nuestra sangre, que va a España y a Roma a pedir ministros para esta tierra. Y por cada uno que matáis tened por cierto que han de venir aquí ciento. Y habiendo acabado estas razones, dijo que le dejasen con‐ templar un poco, y que en acabando levantaría la mano, que entonces hiciesen lo que quisiesen. Y haciéndose así, de un golpe le cortaron la cabeza. El sancto fray Alonso tenía en una mano la cruz que había mandado hacer y en otra la candela, y estaba muy recogido desde el principio en profunda contemplación. Y como tam‐ bién había dicho que haría señal, en levantando la mano para hacerla, levantó el verdugo la catana, y errando el golpe, en lugar de dar en el pescuezo, le dio tan terrible cuchillada en la cabeza que se la partió, entrando desde el colodrillo hasta las orejas, de la cual, aunque cayó en tierra, levantó los ojos como quien está en contemplación, mirando al Cielo. Y pareciéndo‐ les que no estaba del todo muerto, luego le dieron otra cuchi‐ 435

llada, de la cual sin dubda acabó de morir. Pero porque no se acabó de cortar el pescuezo, le dieron la tercera, con que le llevaron el cuello y cayó a un lado la cabeza. Y luego cortaron la cabeza al bendito León de la primera. Fue jueves, a primero de junio, octavas del Corpus Christi de mil y seiscientos y diez y siete, poco más de medio día, ocho días después que salieron al martirio. El día del Corpus Christi salieron de Nangasaqui y el día de la octava entraron en el Cielo, llenos de honras y de premios, y en estos pocos días alcanzaron más que otros en muchos años de trabajos in‐ mensos. Aunque los bunguios eran renegados y habían hecho una maldad tan grande, todavía tenían en mucho a los sanctos mártires, y tomando paños y papel de que los japones suelen traer para su limpieza una o dos manos en el seno, mojáronlo todo muy bien en aquella preciosa sangre, y cortando de los hábitos, todo lo juntaron y guardaron para reliquias, teniendo esperanza, según decían, que por ellas algún día se converti‐ rían. Hecho esto, para cumplir en todo el orden de su amo, abriendo los ataúdes de los sanctos mártires primeros, que como queda dicho traían consigo, los acomodaron desta ma‐ nera: el cuerpo del sancto fray Alonso con el del sancto Juan Baptista, y el del sancto fray Hernando con el del sancto fray Pedro. Y desta manera los echaron en la mar, amarrando a los cajones muchas piedras. Y aunque el modo desta combinación de parte de los bun‐ guios fue muy acaso, pero de parte de Dios parece fue todo intentado para un fin de grandísima importancia, que es para hacer todas cuatro religiones de Japón muy hermanas y ami‐ gas. Ya la religión de san Francisco se había hermanado con la de la Compañía, cuyos religiosos habían muerto juntos, y se 436

había enterrado en una mesma sepultura, y también la de sancto Domingo y la de san Agustín estaban hermanadas, pues los prelados destas dos órdenes juntamente habían salido al martirio, y gloriosamente le habían padescido. Y agora, con esta combinación última, quiso Dios se hiciese hermandad en sancto Domingo y la Compañía, y entre san Agustín y san Francisco, para que como estaban los cuerpos de los sanctos mártires juntos y abrazados en los ataúdes, así las religiones estuviesen unidos en vínculo de amor y de paz en un mesmo espíritu. Y en común quiso Dios esta vez tomar las manos de todas cuatro religiones para que fuesen muy grandes hermanas, pues en una mesma persecución, en un mesmo reino, por una mesma causa, pues fue por ser predicadores del Evangelio, hubo de cada una dellas un mártir. Y todos cuatro cuerpos fueron lanzados en la mar en un mesmo sitio, y en el mesmo, echaron de por sí el cuerpo del bendito León envuelto en unos sacos de paja amarrado con unas piedras. Y porque me parece que serán de gusto, porné aquí algunas de las cartas que estos sanctos mártires escribieron a la hora de su muerte, y para que se vea el fervor con que recibieron la muerte, las cuales son las siguientes.

AL PADRE PRO VIN CIAL Y DI FI NI DO RES DE LA ORDEN DE PRED IC AD OR ES DE MAN IL A Jesús sea en el alma de vuesas reverencias. Esta escribo un poco antes que me corten la cabeza, y por faltarme recado, no seré largo. Solo pido a vuesas reverencias no desamparen esto de Japón, por parecer que es de gran costa para la provincia, porque hasta agora bien poco ha gastado, que lo que envía or‐ dinariamente lo dan de limosna los españoles. El fructo es 437

grande y no es bien que se repare el gasto. También quiero advertir a vuesas reverencias que ordenar en capítulo cosas para que se guarden en Japón no puede ser, porque corren por diferente rumbo. Y con tanto a Dios mis padres y nos veamos en el Cielo de Japón, hoy jueves, a primero de junio de mil y seiscientos y diez y siete. Fray Alonso Navarrete.

A LOS PA DRES DO MI NI COS DE JAPÓN Jesús. Mis padres, a Dios. Ya nos han notificado la senten‐ cia de muerte. No nos olvidaremos de vuesas reverencias. Sir‐ van muy de veras a un tan buen Dios que usa tan grandes mi‐ sericordias. Hoy jueves, primero de junio. Fray Alonso Navarrete. Fray Hernando de San José.

AL CON VEN TO DE SAN PABLO DE VA LLA DO LID DE LA ORDEN DE PRED IC AD OR ES Jesús. Mis padres, no puedo olvidarme del bien tan grande que en esa casa recibí, a donde me dieron el hábito y me pre‐ cio de hijo della. Dios la prospere con bienes espirituales. Estos renglones escribo del reino de Japón adonde hoy, pri‐ mero de junio me han sentenciado a muerte con otro padre agustino por la fe de Jesucristo. Sea él bendito por siempre. Año de mil y seiscientos y diez y siete. Fray Alonso Navarrete

AL PADRE VI CE PRO VIN CIAL DE LA COM PA ÑÍA DE JESÚS DE JAPÓN, UN POCO ANTES DE LA MUERT E 438

Bien se ve, mi padre viceprovincial, que quiere nuestro señor que todos seamos hermanos, pues de todas cuatro órde‐ nes nos traen a morir a Omura, y pues Dios lo quiere, no an‐ demos nosotros divididos y procurando no entren los unos a donde los otros han puesto el pie. Muy necesitada está esta cristiandad, y así el que primero se hallare a mano, la socorra. Fray Alonso Navarrete

AL PADRE FRAY APO LI NA RIO FRAN CO, CO MI SA RIO DE SAN FRANC ISC O DE JAPÓN A Dios, mi padre y amigo, de quien espero ha de hacer grande fructo esta cristiandad, y a Dios, mi hermano fray Ga‐ briel, y Dios le haga un ángel. Ya nos han notificado la sen‐ tencia de muerte. Sea Dios bendito. Fray Alonso Navarrete

DEL PADRE FRAY HER NAN DO DE SAN JOSÉ. A TODOS LOS PAD RES MIN IST ROS DESTA CRIST IAND AD DE JAPÓN Jesús. María. José. Carísimos padres en Cristo, bien cer‐ cano a la muerte escribo estos renglones a todas vuesas reve‐ rencias, y despidiéndome de todos, y pidiéndoles perdón del mal ejemplo que les he dado, considerando tan señalada mer‐ ced como Dios ha hecho a un hombre que tantas y tan graves ofensas ha cometido contra su divina majestad. Y buscando alguna causa desto, no hallo otra sino la que dijo Cristo en nombre del padre de familias contra los que murmuraban de la gran paga que daba a los que habían trabajado poco: an non licet mihi facere demeo quod volo. “Suyo es todo, y dalo a quien quiere y como quiere”. Supuesta esta como causa total y prin‐ 439

cipal podría ser que hayan ayudado dos cosas que diré para gloria de Dios, y para que quizás alguno se aproveche. La pri‐ mera es el haber tenido particular amor a todas las religiones que están en Japón, y sentir mucho cualquiera agravio que les hiciesen o quisiesen hacer, y el oír murmurar de cualquiera dellas, o oír tratar dellas con poca afición y voluntad. La se‐ gunda, la mucha devoción que he tenido a las ánimas de pur‐ gatorio a quienes con el ayuda de Dios he dicho y he hecho decir después de sacerdote más de tres mil misas, y de algún tiempo a esta parte, no sé si a dos o más años, haberles aplica‐ do en casi todas las misas que he dicho todo lo satisfactorio de la misa, sin tomar para mí nada, y de algunas que he dicho por limosna les daba por lo menos mi parte de satisfacción: porque me hacía esta consideración. Aunque mis pecados son infinitos, el purgatorio que por ellos merezco, muy largo el tormento terrible, no quiero se descuente de la parte satisfac‐ toria que a mí me cabe de la misa, sino darlos de limosna a las ánimas, y padescer yo más tiempo en purgatorio, pues por mucho que se ha de acabar y el premio que se me ha de dar, por esta limosna que hago no ha de tener fin. Y agora veo ha dispuesto nuestro señor las cosas de manera que no sea nece‐ saria satisfacción ninguna por los pecados, y hállome con toda esta limosna hecha que me la pagara muy bien quien me ha hecho tanta sin deber nada. Bien sé que si pusiera Dios los ojos en mis pecados, ni estas ni otras muy mayores razones no fueran bastantes, no digo a hacerme algún bien, pero ni aun a estorbar un gran castigo, pero ésa es la inmensa bondad suya y el gran amor que nos tiene, que apartando los ojos de las ofensas que contra él se hacen, se paga de unas niñerías que por él hacemos, siendo como es todo lo más suyo. Lo que yo pido a vuesas reverencias por esta misericordia y amor es gran hermandad y gran conformidad de voluntades, mucho amor entre sí, pues tanto nos lo pide y manda nuestro maestro y 440

señor, que habiendo esto, yo fío que esta cristiandad irá muy adelante, y los ministros harán en ella mucho servicio a nues‐ tro señor, que guarde a vuesas reverencias y les conceda su gracia, como este hijo de vuesas reverencias desea. En esta fune, hoy jueves después de media noche y después de haber‐ nos dicho como nos mandan matar. Primero de junio de mil y seiscientos y diez y siete. Fray Hernando de San José Este fue el dichoso fin destos sanctos varones, que aunque tuviera más lenguas que la Fama y más sciencia y ethimología que Cicerón, y Tito Livio, no me fuera posible decir sus virtu‐ des, porque eran como es notorio, muchas y excelentes. Antes de la persecución que comenzó el año de seiscientos y doce eran amiguísimos, y desde el de seiscientos y catorce, tirado aquellos días que el sancto fray Hernando estuvo en Osaca, siempre estuvieron juntos. Y a por mar y a por tierra ocupados en lo que tocaba a su oficio, haciendo grandes servicios a nuestro señor con grandísimo ejemplo desta cristiandad, no perdonando ocasión en que lo pudiesen hacer, por trabajo, necesidad, o peligro. Y véase si es así, pues en la primera oca‐ sión se determinaron a un hecho tan heroico y digno de ala‐ banza. Y fueron a amonestar, reprehender, y aconsejar al tira‐ nejo renegado, cosa que hasta entonces, a lo que entiendo, nadie había hecho. Y si él no los enviará a prender, no pararan hasta llegar a su presencia, que la carta que el sancto fray Alonso Navarrete tenía escrita y después le envío era por si subcediera lo que subcedió. Ya queda dicho cómo el sancto mártir fray Alonso Nava‐ rrete propuso desde las aldeas enviar a llamar dos religiosos de su orden y así lo hizo, para que confesasen, levantasen y ayu‐ dasen aquellos cristianos, porque ellos humanamente no po‐ dían acudir a tanto y porque querían pasar adelante. Fueron 441

pues el padre fray Tomás del Espíritu Sancto y el padre fray Juan de los Ángeles con mucho secreto por hacer algo, y lo más que pudieron antes de ser presos. Y fue también el padre fray Apolinario Franco, comisario del orden de señor San Francisco, cada uno por su parte. Y andando por las aldeas de Omura, ocupados en su oficio, prendieron por mandado de tono el veinte y tantos de julio al padre fray Apolinario Fran‐ co y a Francisco, Matías, doxucus suyos, y a Pablo, Juan y Yaco Paulo, todos del convento, Tomachi Juan, y otro Juan, que de aquí fueron con él, y a otros cristianos, que por todos eran diecisiete. Y luego prendieron al padre fray Tomás, creo que fue el veinte y tres. Y a veinte y cuatro prendieron los que con él es‐ taban, que habían ido de aquí de Nangasaqui, que el uno era su casero, llamado Sandayun Benito, hombre honrado y prin‐ cipal. Prendieron más a Pablo, el que había ido con el sancto Fray Alonso Navarrete, y a Mancio, su doxucu. Y a Andrés, Diego y Tomás, vecinos desta ciudad. Pusiéronlos a todos en la cárcel, en una aldea dos leguas de la fortaleza de Cuxima llamada Susta, y allí están hasta agora. En veinte y uno de agosto prendieron en esta ciudad a los dichosos caseros de los sanctos mártires fray Alonso Navarrete y fray Hernando de San José, llamados Andrés y Ficojiro Gaspar. Pusiéronlos en la cárcel pública desta ciudad, que es bien estrecha, y secrestáronles hasta las ollas de la cocina, cria‐ dos y criadas, que ambos tenían de comer, y casas muy bue‐ nas. No recibieron los dichosos presos ninguna pena con esta prisión; antes con muy buen semblante y alegre corazón, daban gracias a nuestro señor por los haber traído a tal estado. Finalmente, último de septiembre deste presente año, los sa‐ caron de la prisión y llevaron en un embarcación a un isleo llamado Tacambucu, que está media legua desta ciudad, sin consentir que fuese ningún cristiano con ellos. Y allí les corta‐ 442

ron las cabezas, y a lo que se entiende echaron en la mar los sanctos cuerpos porque no pareciesen. Y luego, el siguiente día prendieron a Chuy Joan y a otros siete con él, los cuales, con los dos benditos caseros susodi‐ chos, se habían firmado en un papel protestando morir por la fe de nuestro señor Jesucristo que profesaban. Pusiéronlos en la cárcel, adonde están al presente, y secrestáronles los bienes, como a los mártires pasados. Antes desto prendieron en Omura a un japón físico, llama‐ do Tomás, que de aquí había ido. Prendiéronle, entendiendo que era clérigo, pero aunque después supieron que no lo era, no por eso le soltaron. Después de pasado el sancto martirio de Omura, y presos los benditos padres fray Apolinario Franco y fray Tomás del Espíritu Sancto, se fue el tono a la ciudad de Meaco a visitar al rey y darle obediencia, como es costumbre en Japón, el cual volvió a Omura en catorce de octubre. Llegado que fue así de los bonzos como de algunos malsines, luego fue informado de cómo en ausencia suya había habido en Omura grandísima reformación en los cristianos, porque se habían levantado mu‐ chos caídos, y confesáronse cuasi todos en general. Así mesmo le dijeron que ordinariamente había habido y había en la cárcel donde los padres estaban presos grandísimo concurso de gente, así de Nangasaqui como de sus tierras todas, y que de día y de noche no entendían en otra cosa los dichos padres más que en confesar y predicar y enviar billetes y cartas a di‐ versos cristianos y particularmente a los cabezas de las cofra‐ días, así de señor san Francisco como de señor sancto Domin‐ go del Cordón y Rosario, que estas son las que hacen la gue‐ rra a los malditos bonzos y a sus secuaces, por cuanto todos los cofrades dellas están repartidos de diez en diez, y destos diez el de mejor fama y obras es cabeza y tiene cuidado de 443

alentar a los demás, hacerlos confesar y comulgar, cuando hay ocasión darles buenos consejos, visitar los enfermos y otras obras de charidad que los bonzos llaman muy a mal. De todo tuvo noticia el tono. Y puede ser que, más por temor que por voluntad, mandó, con mucho rigor, estrechar a los padres la prisión, doblarles las guardas, y tomarles los pasos y caminos por donde los podían ir a visitar. Hizo llamar a un cristiano llamado Yamanguchi Domingo, que siendo re‐ negado supo haberse levantado con toda su familia. Mandole renegar de nuevo, y como no lo quisiese hacer, le desterró. Pero de ahí a pocos días le hizo llevar con sus hijos y mujer de aquí de Nangasaqui, adónde se había venido. Y requiriéndole de nuevo que renegase, los criados del tono, porque no lo quiso hacer, le cortaron la cabeza en una aldea junto desta ciudad llamada Nixi Mura, de jurisdicción de Omura, junto con un su hijo por nombre Tomé, en primero de noviembre deste presente año. Los benditos cuerpos mandó el tono es‐ conder porque no viniesen a poder de los cristianos.

DEL MAR TI RIO DEL SANC TO XI RO BIO YE LINO, BUN GUIO DE OMURA Habiendo Mimbundono, tono y señor de las tierras de Omura, mandado martirizar a los sanctos cuatro religiosos arriba dichos y al doxucu del sancto Juan Bautusta de Távora, uno dellos llamado León, y habiendo preso a los arriba dichos padres fray Apolinario Franco y fray Tomás del Espíritu Sancto, fuele necesario ir a la corte del rey de Japón a dar cuenta a los gobernadores de la Tenca de lo que había hecho, y así lo hizo, dejando en su ausencia por gobernador principal un gran privado suyo, llamado Tomonanga Xirobioye Lino, el cual había algunos años que había renegado, como el mesmo 444

tono y los demás principales. Pero aunque el tono no lo sabía, ocultamente se había levantado y hecho penitencia con sancto fray Pedro de la Asunción, de la orden de nuestro padre san Francisco, al tiempo que estuvo preso en aquella tierra. Antes de su martirio fuese con esto el tono y estuvo en la corte el emperador mucho tiempo, en el cual los tiranos todos acudían a la cárcel. Los renegados se levantaban y hacían penitencia con muchas veras, y los que no lo eran se animaban, de suerte que parecía ya aquella tierra un paraíso, aprovechándose todos de la disimulación del gobernador y aun del regalo y amor que mostraba los padres, aunque presos. Pasados más de dos meses volvió el tono principal a su tierra, y luego los bonzos acudieron con mil quejas del gobernador y dijeron mil males dél. El tono, como renegado enemigo de Dios, lo uno con temor que si el emperador lo sabía le había de castigar a él, y lo otro por espantar más a los otros cristianos, como renegado fino que era, llamó a un criado honrado llamado Cozasa Mangosacu y enviole con un recado a Xirobioye Lino con estos capítulos que se siguen: Si era verdad que había tenido padre escondido en una aldea que se llamaba Yquino Ura, que era hacienda del dicho Lino. Si los criados del mesmo tono que estaban renegados en su ausencia con su consejo y permisión habían tornado a levan‐ tarse y ser cristianos como antes, hablando de los criados hon‐ rados del mesmo tono principal llamado Mimbundono, de los cuales muchos con permisión y aun consejo del mesmo Xiro‐ bioye Lino se habían levantado con los Padres que estaban en la cárcel. Por qué no había acudido en su ausencia a las fiestas que los bonzos hacían a sus ídolos que llaman figan, ni tampoco a las honras que a su padre se hicieron el día de su muerte, el 445

cual había acabado renegado, por más que dicen historiadores nuevos como Antonio de Herrera y Luis de Babia y otros, que había enviado al sumo Pontífice a un sobrino suyo llamado Miguel Chinjiva a darle la obediencia, o primero que él, su padre llamado don Bartolomé, con otros tres embajadores de otros señores de Japón, que ellos ponen a su gusto, o de quién los informó. Si es verdad que había dicho que el que no era cristiano no era hombre ni tenía que ver con eso. Si era verdad que había ido a ayudar sacar los cuerpos de los cuatro padres que habían sido muertos por causa y manda‐ to del mesmo tono y los había mandado echar en la mar donde no pareciesen, y si era verdad qué había mostrado mucho amor a los padres que estaban presos y los había reve‐ renciado y favorecido mucho. Si era verdad que con su favor y ayuda habían ido algunos a la cárcel a hacerse cristianos, y otros capítulos desta suerte. A todo respondió el sancto Xirobioye Lino que así era. Pasados tres días le mandó llamar el tono, teniendo consigo otros tres hombres principales como jueces. Llegando a su presencia le tornó a preguntar lo referido en presencia de los tres y de otros que los acompañaban, a lo cual el sancto res‐ pondió de la mesma suerte que lo había dicho delante del criado que le envió tres días había a su mesma casa. Tornole a replicar el tono si era verdad que en todas sus tierras y en todos los pueblos y lugares habían andado los cristianos muy libres y sueltos en las cosas de la cristiandad, a lo cual respon‐ dió el sancto que así era, que milagrosamente hasta sus mes‐ mos criados principales se habían levantado con gran fervor y tornado a ser cristianos. Enojose el tono estrañamente, y tor‐ nole a preguntar si él era hombre, pues decía que los que no eran cristianos, que no lo eran. Dijo el sancto, después de mu‐ 446

chas réplicas, que antiguamente no había conocido más de los padres de la Compañía, pero que aquellos frailes había poco los conocía y que le parecían excelentes órdenes, pues sin guardar las vidas ni meterse en cosa deste mundo, se ofrecían con tanto peligro por el bien de los cristianos, y que lo tenía aquello por gran milagro. Replicó entonces el tono: “paréce‐ me que tú te has vuelto cristiano, según me han dicho y tus palabras lo muestran”. A lo cual respondió el sancto Xirobioye que así era. Replicole el tono con grande espanto que cómo o de qué manera había sido aquello, a lo cual el respondió que cuando había martirizado los dos primeros religiosos (porque el sancto fray Pedro de la Asunción le había confesado y le‐ vantado). Mandole entonces el tono con rigor que luego rene‐ gase, a lo cual él respondió con toda libertad que no le conve‐ nía, y así que no lo haría. Tornole el tono a replicar con gran‐ de ira y enojo que renegase, y él a responder no haría tal. Y como por más promesas y amenazas que le hicieron no se mo‐ viese, mandó el tono a un criado suyo llamado Fiozo que lo matase allí luego, y con esto se salió el tono de la sala, y el sancto Xiriobioye se encomendó a nuestro señor, y luego lo mataron a catanazos, diciendo una y otra vez “Jesús, María, José”, y encomendándose a él muy de veras. Después de eso, para espantar más los cristianos y por com‐ placer a los bonzos, mandó el tono que por toda su tierra se pregonase cómo había mandado matar su gran privado Xiro‐ bioyedono sin haber otra causa alguna más que ser cristiano, y ayudar a los cristianos. Como tal, que cada uno mirase por si había ya años que este señor no trataba de su salvación, sino antes vivía como gentil renegado, pero con todo pudo la mano de Dios sacarle de la boca del león y hacerle escogido suyo, como está dicho.

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DEL MAR TI RIO DEL SANC TO MI YE MON JUAN Este dichoso varón fue un soldado de mucho brío y de quien todos los tonos que le conocían hacían mucho caudal, y particularmente era de obligación de Tomo, Nanga, Xiriobio‐ ye Lino, el mártir glorioso de quien acabamos de tratar. Lla‐ mábase Miyemon, y el gobernador Lino le era muy aficionado por su buen entendimiento y modo de proceder, y deseaba mucho verlo cristiano, pero no se atrevía a tratarle desta mate‐ ria, porque le veía muy aficionado a su secta. Pero un día, ha‐ llando buena ocasión, le trató de cómo holgaría verle cristiano y otras cosas convenientes a este fin. Oyó el dicho Miyemon lo que le dijo el gobernador, más por complacerle que por vo‐ luntad de hacer lo que le trataba. Pero con esta ocasión, el go‐ bernador, como le había ya descubierto su pecho por algunas veces hallándose a solas con él, le trataba de cosas de nuestra fe católica, y con estas pláticas se dispuso el buen Miyemon de tal manera que vino a poner por obra aquello de que al principio tan ajeno estaba, y así se vino a esta ciudad de Nan‐ gasaqui. Y en casa de un gran amigo suyo llamado Xiemon Juan, mayordomo de Toan, quiso oír los sermones del catecis‐ mo despacio. Y poniendo muchas dificultades y argumentos, quedando satisfecho de todo, se determinó de ser cristiano. Y en la mesma casa le baptizó un clérigo japón que estuvo en Roma mucho tiempo llamado Araqui Toma. Tornose a Omura y hízose grande amigo de los dos padres que estaban en la cárcel, tratando y aprendiendo más cada día. Y fue tanto el fervor que cada día más y más mostraba, que era ya ejemplo de todos. Y como los padres tenían hechas sus cofradías para que unos a otros se animasen y rezasen el rosario de nuestra señora con sus meditaciones, que era cosa fácil por más que hubiese persecución, viendo el fervor deste mancebo, aunque 448

cristiano tan nuevo, le señaló el padre fray Tomás por cabeza de la cofradía del Rosario para que animase a los demás, como lo hizo siempre con grande rabia de los gentiles y en particu‐ lar de los bonzos que le conocían ayer por suyo y agora le veían tan contrario. Pero el sancto cada día iba adelante con más fervor en el amor de nuestro señor, animando muy de veras a los demás cristianos. Vuelto el tono de Meaco, a donde había días que estaba, aunque algunos que parecía fervorosos amansaron harto, en particular con la muerte del gobernador que arriba queda refe‐ rida, el sancto Miyemon Juan siempre fue adelante con gran fervor y espíritu, por más amenazas que le hacían. Finalmen‐ te, dos días antes de Navidad, el beto de la calle, que es la ca‐ beza de los que en ella moran, le envió a llamar estando algu‐ na gente junta en su casa, a lo cual respondió que iría luego, estando él leyendo en un libro devoto. Pero como se detuviese algún tiempo, leyendo, tornó el mensajero a llamarle depriesa. Él entonces púsose de rodillas delante de una imagen de nuestra señora, pidiéndole su favor y ayuda, que bien sabía poco más o menos para qué lo llamaban. Y habiendo enco‐ mendado sus cosas a la reina de los ángeles, se fue con el mensajero a casa del beto. Y en llegando, le cogieron entre al‐ gunos bellacones que allí estaban y le amarraron con una cuerda por los brazos y el pescuezo desnudos, con tanta cruel‐ dad que la sangre le salía por las narices y ojos. De la mesma suerte le amarraron por todo el cuerpo con grandísima cruel‐ dad. Y teniéndole así algunas horas le estuvieron dando mil consejos malditos para que renegase. Pero el sancto, como quien no hacía caso de todos ellos, ni respondía, ni hacía cosa alguna más que encomendarse a Dios muy de veras. Entre otros que le persuadían esto era uno llamado Yazayemon, di‐ ciéndole era el mayor bestia de todo Japón, pues se perdía así tan bestialmente y hacía perder la honra a todo su linaje, a lo 449

cual respondió el sancto con mucha paciencia, diciendo que era cosa ridícula cuanto le decía, que no le diese tales consejos, que aunque le diese todo el imperio de Japón, no solo no re‐ negaría ni dejaría a Dios, pero que ni haría cosa que fuese contra su santa voluntad por pequeña que fuese. Y con esto pasó aquel día. El siguiente, que fue día de la Navidad de nuestro señor Je‐ sucristo, echaron pregón por las calles que todos fuesen a ver la justicia que se hacía de Miyemon Joan. El sancto en todo este tiempo daba muy buenos consejos a unos y a otros. Y tra‐ yéndole allí un libro de la pasión, derretido en lágrimas daba mil gracias a nuestro señor, que le hacía tantas mercedes. Salió al fin de casa para el lugar del martirio, dando a todos muchos consejos, y animándolos grandemente a los trabajos con la esperanza en Dios. Puesto en el lugar del martirio, tomó una cruz en la una mano, y en la otra un rosario. Y estándose encomendando a Dios, un rato los renegados no hacían sino darle voces que re‐ negase. Pero el sancto ni respuesta les daba, ni aun daba a en‐ tender que oía alguna cosa. Llegando entonces un hombre honrado, aunque renegado, a su oreja, le dijo un poco alto: Cualquier hombre que esté en este puesto en las manos de la muerte, por más porfiado y recio que haya sido, se muda y hace lo que le dicen, porque le pueden perdonar, rindiéndose al superior. Tú no seas tan porfiado. Reniega y haz lo que te mandan, que no morirás. No quiso responder el sancto a este disparate tan grande, sino hízole señas que se fuese de allí. Y metió los dedos en las orejas por no oír otros disparates semejantes. A un gentil que estaba allí y era de su tierra, aunque le quiso hablar algo, no le quiso responder, sino con tinta le escribió allí que se baptizase y fuese buen cristiano, que no había otro camino de salvación. 450

Llegándole a decir que aparejase el pescuezo para morir, mostró grandísimo contento, encomendándose más de veras a Dios. Y con esto, de tres catanazos le cortaron el dichoso cue‐ llo. En tan buen día como Cristo, nuestro señor, bien bajó a este mundo por nuestro bien, en el mesmo subió este valeroso soldado a verlo y gozarle para siempre jamás, amén, este año pasado de mil y seiscientos y diez y siete. Advierto que el tono, por quitar la honra a este sancto, echó fama, cuando vio que no le había podido hacer renegar, que le había muerto por deudas que le debía. Pero quien viere algunas réplicas de las que aquí van escritas, conocerá fácil‐ mente la verdad, y el sancto antes desto había concluido y sa‐ tisfecho las cosas de sus deudas, como tenía obligación.

DEL MAR TI RIO QUE PA DES CIE RON PEDRO Y PABLO EN EL REINO DE CHIC UNG O Entre otras sectas que en este reino de Japón están por los gentiles recibidas, hay una que llaman [espacio en blanco en el ms. P, 218r], la cual profesan un género de bonzos llama‐ dos yamanbuxis, casados y seculares, los cuales en particular sirven al Diablo y son grandes hechiceros. Y en muchas partes deste reino de Japón tienen sus superiores a quien obedecen en montes principales y conocidos, y suelen estos tales hechi‐ ceros echar los demonios de los cuerpos humanos, y sanan otras enfermedades, al parecer por virtud del Demonio, o em‐ buste, que algunas veces permite el Señor estos engaños. Pero adviértase que para echar al Demonio del cuerpo huamano, donde está, primero hacen una cruz y dicen estas palabras: “rinquio tuxa cay xintay”, etc., haciendo la señal de la cruz, a la cual Dios quiere honrar en todas partes. Traen estos yaman‐ buxis unas borlas al cuello que llaman quesa y un bonetillo que 451

llaman toquin, y unos como cascabeles atados en un palo con que llaman al Diablo cuando hacen alguna hechicería, y de estos eran estos dos sanctos, Pedro y Pablo. Llamábanse el uno Buxubo y el otro Xozubo, hombres mozos y al fin esclavos del Demonio. Eran del reino de Chi‐ cungo, y andando pidiendo limosna para el Diablo y para su sustento, llegaron al reino de Satzima el año de mil y seiscien‐ tos y diez y seis, cuando la nao que venía de México para Ma‐ nila arribó a aquel reino. Y llegando ellos a aquel puerto, y viendo la nao y los españoles, en particular algunos padres de san Francisco que en ella venían, parecioles buena gente, y desearon irse de Japón con ellos. Pero como no eran cristia‐ nos, díjoles uno de la tierra que era imposible ir si no es bapti‐ zándose, a lo cual ellos respondieron que no deseaban otra cosa, porque al fin conocían lo que era el Diablo. Y llegándose a un español que por allí andaba, le rogaron los llevase consi‐ go, el cual los regaló y prometió de ayudarles en todo. Y aun‐ que los deseaba baptizar, como no había quien los entendiese, llevolos a algunos padres de san Francisco, los cuales tampoco sabían la lengua, como recién venidos de México. Pero por mostrar ellos mucha gana, les pusieron nombres de cristianos. Al Buxubo le llamaron Pedro, y al Xozubo Pablo, y con esto ellos iban y venían a la nao, y por señas procuraban entender algo. Y al fin dejaron luego las borlas que traían en señal de su dignidad y comenzaron a mostrarse cristianos en lo que po‐ dían. Los yamanbuxis de la mesma secta que había en el reino comenzáronles a aborrecer y a tratar muy mal dellos, diciendo que eran de los huidos de Osaca, y que por eso se querían ir a otros reinos. Y finalmente por esta causa los amarraron y em‐ prensaron las piernas, y dieron otro tormento de agua, y al cabo, no pudiendo sacar nada dellos avisaron al tono, el cual mandó que los enviasen luego al tono de Chicungo, de donde eran, para que él hiciese a su voluntad dellos. Enviáronlos al 452

reino de Chicungo, de donde eran naturales, y luego los jue‐ ces de aquel reino comenzaron a hacer gran pesquisa de sus vidas, y si acaso habían estado en Osaca al tiempo de la gue‐ rra, cuando el rey había destruido su fortaleza. Y en este tiem‐ po los tuvieron en la cárcel pública, bien guardados, donde ellos vieron el cielo abierto, porque entre los presos hallaron algunos cristianos que por la fe había muchos días que estaban allí, en particular un sancto varón llamado Tarobioye Pablo, que los enseñó y doctrinó con mucho espíritu. Baptizose pri‐ mero el Pedro con tan gran devoción que después era ejemplo y fortaleza a los demás cristianos que estaban en la cárcel y confusión a los gentiles, que estaban espantados. Era de edad de veinte y un años. El Pablo se detuvo un poco más, porque las persuasiones de los otros yamanbuxis, compañeros suyos, y la mala costumbre, tan arraigada que no acababa de echarla. Pero con la ayuda de Dios y buenos consejos de su sancto compañero, se rindió, y al cabo de un mes se baptizó, aunque primero el Diablo hizo todo lo que pudo, y no pudo nada, porque aunque muchas veces se pegaba con él y le trataba muy mal, su sancto compañero no hacía sino rezar por él y hacerle la cruz, y encomendarle a Dios. Y los demás cristianos lo mesmo, de suerte que al fin se baptizó como el compañero con el mesmo cristiano llamado Tarobioye Pablo. Entendido ya de cierto que los dos se habían baptizado y que como tales estaban muy fuertes en la fe, determinaron las cabezas de los yamanbuxis de apedrearlos si perseveraban, y así se juntaron del reino de Chicungo y de Fingo y Fixem y Chicuzen inmensidad dellos para apedrearlos si perseveraban. Mandó el tono de Chicungo que los entregasen a los yaman‐ buxis para que hiciesen dellos a su voluntad, y enviaron las ca‐ bezas hasta treinta de su secta para que los llevasen a juicio, los cuales llegaron a la cárcel con gran tropel y furia, tañendo todos unas trompetas que ponen espanto el oírlas. El sancto 453

Pedro dijo: Parece que el Señor es servido que seamos entregados en las manos de los ministros del Diablo, pero buen amigo Pablo, que si de su parte está el Demonio y todo el Infierno, de la nuestra está por capitán nuestro buen Dios y la Virgen sancta María, su madre, con el coro de los sagrados apóstoles y sanctos mártires, y otra multitud de sanctos y ángeles. Y postrado en tierra pidió al Señor a voces que fuese servi‐ do de ponerle, aunque indigno, entre tan sancta compañía. Con esto los dos se despidieron con gran contento de los demás presos que en la cárcel quedaban, y luego los demás ya‐ manbuxis los amarraron fuertemente con cordeles, riéndose ellos con grandes muestras de placer y alegría. Y entonces dijo el sancto Pedro: “también mi señor Jesucristo fue amarrado por mis pecados, y atado a una columna, y azotado”. Y al compañero persuadió que en aquel tiempo tuviese aquella meditación tan buena y a propósito, y que no la soltase de la imaginación. Sacáronlos de la cárcel, y la madre del sancto Pedro salió al camino con algún regalo de comida, enternecida de ver a su hijo en aquel puesto, pero el sancto le dijo que no tuviese nin‐ guna pena, pues iba él muy contento y seguro del buen pago que había de tener, que el lugar de su muerte estaba muy cerca y que para tan poco camino no tenía necesidad de comi‐ da. Que solo le pedía por lo mucho que la quería que se pro‐ curase hacer cristiana y salvase su alma, pues para eso no había otro camino. Finalmente los llevaron al lugar del martirio, donde tenían hechos dos hoyos muy hondos, como sepulturas, y en cada una pusieron el suyo, y luego los yamanbuxis comenzaron a descargar piedras sobre ellos, estando ellos siempre rezando y encomendándose a Dios nuestro señor. Y allí los dejaron, cu‐ 454

biertos de piedras, sin parecer nada dellos. Este sancto Taro‐ bioye Pablo, que había baptizado a estos dos sanctos mártires, dicen que también después los acompañó, siendo martirizado por mandado del tono arriba dicho, por verle tan perseverante en la fe.

DE OTROS FA MO SOS MÁR TI RES QUE HUBO EN LA CIU ‐ DAD DE COC UR A EN EL REINO DE BUXEN ESTE AÑO DE SEISC IENT OS Y DIEZ Y OCHO En el reino de Buxen, que es uno de los nueve que ponen en esta isla del Ximo, había los años pasados más de ocho mil cristianos, pero con las persecuciones pasadas todos los más, con grande mengua, habían retrocedido. Pero después acá con las grandes diligencias que han hecho así los religiosos de señor sancto Domingo como de señor San Francisco y de la Compañía de Jesús, ha sido nuestro señor servido que hayan vuelto tan en sí, que no pudiendo los bunguios de aquel reino, así de la ciudad de Cocura, que es la principal, como de otras poblaciones, disimular el negocio, porque no les cayese a cuestas, dieron cuenta al tono y señor de la tierra, el cual muy airado hizo matar algunos y prender a muchos, de los cuales aún están presos muchos, pero los que murieron que fue por el febrero de este presente año de seiscientos y dieciocho fue‐ ron los siguientes: Nacamura Guenxiquiendono. Un hijo suyo llamado Simón de edad de 16 años. Onono Gozayemon Simón. Un hijo suyo de edad de 12 años llamado Pablo. Cuba Matayemon Joan. Un hijo suyo de edad de 16 años llamado Fiacu Mosuque, cuyo nombre de cristiano no lo sé. Cuchitaxi Xenzayemon Tomé. Un hijo suyo cuyo nombre no sé. Cavaya Quifioye Juan. Marta, su mujer. Este, teniendo abrazados dos hijos suyos, niños de teta, a ellos y a ella también los mataron. 455

Tabaco León y su mujer Marta. Toquinoqui Chunxi, cuyo nombre de cristiano no sé. Xirocaneya Goroyemon León. Osuque Paulo. Fira Curo Zayemon León. Un hijo suyo lla‐ mado Quixiro Jacobo. Miyanari Quiusquindono. Todos estos murieron con mucho ánimo y grandes mues‐ tras de cristianos, confesando la fe que profesaban, por la cual los hicieron pedazos. Fuera de los cuales aún están presos al‐ gunos. Dicen que algunos destos han renegado. No tengo hasta agora relación cierta de otros que en otras partes es fama que han sido martirizados, por lo cual no prosigo.

DE CÓMO VI NIE RON A ESTE REINO DEL JAPÓN OTROS RE LIG IO SOS DES PUÉS DE LA PER SE CU CIÓN DE ARIMA, CU ‐ CHIN OTZ U Y OMURA Bien entendió el tirano, perseguidor de la iglesia de Dios, que con las persecuciones que intentaba hacer en la cristian‐ dad y destierro de sus pastores amedrentaría a los unos y a los otros, de manera que ni los primeros osasen nombrarse tales, ni los segundos volver los ojos a la tierra de donde eran impe‐ lidos con tanto rigor. Pero en todo se engañó, porque los cris‐ tianos cobraron más brío y fuerzas que tenían antes de ser perseguidos, y los religiosos más ánimo, deseo y voluntad de acompañar a los que vían sentir tanto su ausencia. Y así mu‐ chos se quedaron, como arriba queda dicho, y otros se volvie‐ ron después a buscar sus amadas ovejas, como subcedió a los padres Mateo de Coros y otros de la Compañía de Jesús, y a los padres fray Ricardo de Santa Ana y fray Francisco Gálvez del orden de señor san Francisco, que el uno de Manila, y el segundo por Macao, vinieron el año pasado de 617. Pero con maravilloso ejemplo, el padre fray Diego de San Francisco, arriba nombrado, que después de haber padescido 456

en aquella sepultura de vivos, que aun más terrible se puede llamar la cárcel de Yendo, fue embarcado en la nao de Masa‐ mune el año de 616, y llevado a Nueva España de donde quiso volver a este reino y volvió. Y llegó a esta ciudad de Nangasaqui en trece de agosto deste presente año de 618 por comisario de su religión. Y vinieron con él el padre fray Anto‐ nio de Buenaventura, así mesmo religioso de señor san Fran‐ cisco, y vino el hermano fray Martín de Pineda. Del orden de señor san Agustín vinieron el padre fray Bartolomé Gutiérrez, que fue desterrado del año de 614. Y vino el padre fray Pedro de Zúñiga, varón de menos años y canas que prudencia, vir‐ tud, y valor. Y vinieron los padres fray Juan Cano y fray An‐ gelo del orden de Sancto Domingo, y otros. Y de la Compa‐ ñía de Jesús vinieron también religiosos, pero no sé cuántos. Mas sé que viene el Padre Visitador, hombre de mucha virtud y prudencia. Todos estos virtuosos religiosos, y otros muchos, así frailes como de la Compañía de Jesús, andan ocupados en labrar esta famosa viña del Señor. ¿Y qué fuera de ella con nuestro mal ejemplo, si no fuera socorrida destos sanctos obreros?

DEL MAR TI RIO DEL SANC TO FRAY JUAN DE SANC TA MARTA DEL ORDEN DE SEÑOR SAN FRAN CIS CO Arriba queda dicho cómo el año de 615, en veinte y cuatro de junio, prendieron en las tierras de Omura al padre fray Juan de Sancta Marta, Y que en diez y ocho de agosto del dicho año le llevaron a Meaco y pusieron en la cárcel pública, adonde estaba pasando muchos trabajos y haciendo mil servi‐ cios a Dios, nuestro señor, predicando, convirtiendo nuestra sancta fe y baptizando a muchos gentiles. Es pues de saber que en esta rigurosa prisión estuvo hasta este año de 618, que 457

en diez y seis de agosto, después de haber estado tres años y cincuenta y tres días preso, le sacaron de las asperísima prisión en que tanto había padescido y le llevaron por treinta calles de la ciudad con una soga a la garganta y con dos cabos della amarrados los brazos y manos atrás, en el cual camino iba el sancto varón predicando en voz alta y persuadiendo a los gen‐ tiles que se hicieran cristianos si se querían salvar. Y aunque el gobernador había procurado que esto se hiciese con todo se‐ creto, no por eso dejó de acudir gran número de cristianos, los cuales le iban acompañando. Y el sancto varón, dejando de predicar, comenzó a cantar el salmo Laudate Dominum omnes gentes etc. Llegado al lugar del suplicio, vio a un doxucu que conoscía, al cual llamó. Y él se llegó con mucha cortesía al sancto mártir, el cual le pidió le encomendase mucho a todos los religiosos y amigos y conoscidos. Y porque le daban priesa los verdugos y bunguios, pidió li‐ cencia para orar un poco. Y puesto de rodillas, habiendo esta‐ do un rato en oración, hizo señal y luego le cortaron el sancto cuello. Y apenas era cortado cuando los cristianos embistieron con el cuerpo y lo tomaron, pero el bunguio, enojado con ellos, mandolos apalear, lo que hicieron los verdugos de buena gana, que son hombres bien mandados. Y tomando cinco de los que más habían porfiado en llevar el sancto cuerpo, los lle‐ varon preso a la cárcel de donde habían sacado al sancto már‐ tir. Y haciendo el cuerpo en menudas piezas, le dejaron a los cristianos, que le recogieron y guardaron. Y la cabeza pusieron en un alto palo con guardas porque no la hurtasen y al pie la sentencia que estaba escripta como costumbran en una tabla la cual decía desta manera, vuelta del japón en nuestra lengua: “a este padre, por haber subido de Nangasaqui al Cami y ciu‐ dad de Meaco, y persuadido a los hombres se hagan cristia‐ nos, es justiciado desta manera a los cuatro años de la era Genua”. Este fructo cogió de sus trabajos este glorioso sancto, 458

cuya vida había sido un vivo ejemplo de perfecto religioso.

DE OTRAS COSAS QUE MÁS SUB CE DIE RON EN ESTE REINO ESTE AÑO DE SEISC IENT OS Y DIEZ Y OCHO Al presente está esta cristiandad con grandes recelos de una general persecución, en particular en esta ciudad de Nangasa‐ qui, por las temas, vueltas y revueltas que se renovaron entre el Toan Murayama y Fezo, antiguos enemigos, para lo cual es de saber que aunándose en un cuerpo todos los enemigos del Toan, determinaron derribarle y quitar el gobierno de Nanga‐ saqui y la fama, hacienda y vida. Y así armaron a Fezo contra él con caudal para que le persiguiese, el cual subió a la corte adonde el Toan estaba ya mucho antes. Pareció Fezo ante los gobernadores del reino y presentó muchas quejas contra el dicho Toan, y dijo de las rentas que cobraba de Nangasaqui, Todos los Sanctos Uracami, Inasa, y Nixindomari, usurpaba gran parte y tiranizaba a los labradores y vecinos desta ciudad, los cuales todos estaban mal con el por sus tiranías y cruelda‐ des. Que le diesen a él el gobierno de Nangasaqui y que se obligaba a pagar cinco mil taes de renta (dos mil más que el dicho Toan). Oyeron los gobernadores estas razones, y otras, y informaron al rey, el cual hizo llamar al Toan para hacelle cargo destas cosas, de lo cual todo se descargó maravillosa‐ mente. Y en cuanto a lo de la renta, respondió que él pagaba al rey tres mil taes todos los años, los cuales escasamente co‐ braba, y así ponía de su casa gran parte fuera de los presentes y gastos que hacía siempre que subía a la corte. Y así que Fezo no podía pagar no solo cinco mil taes, pero ni aun los tres mil sin hacer notables agravios, porque era pobre y no tenía con qué suplir las faltas y menoscabos que hubiese en las rentas, ni sustentar el estado y ostentación que requería su cargo. 459

En fin, como estos tiranos son tan codiciosos, quitó el rey el gobierno de Nangasaqui al Toan, y diolo al Fezo por aque‐ llos dos mil taes más que ofrecía. Determinó Toan dar patas arriba con su enemigo, y fue avisado cómo el Fezo tenía hecha una petición de muchos capítulos criminales contra el dicho Toan, con propósito de la presentar ante el rey lo que sabido por el Toan, desistió de contradecir la pretensión de su enemigo y no hubo mas por entonces. Llegó aquí a Nangasa‐ qui la nueva desto y generalmente pesó a todos, excepto a sus enemigos. Juntáronse los otonas de todo el Fucamachi (que es la ciudad que sea ha acrescentado de quince, o diez y seis años a esta parte, que contiene 46 calles y las antiguas son 19), y parecioles que el gobierno del Fezo era para destruición de todos y propusieron a avisar al rey y suplicarle no permitiese fuese quitado el gobierno al Toan, al cual todos tenía por padre, y que el prometer Fezo cinco mil taes era señal de que‐ rerlos destruir a todos. Escribieron estas y otras cosas y firmaron de sus nombres y despacharon la carta la corte. Pero llegó tarde, y el Fezo vino aquí y tomó posesión del gobierno, y cobró las rentas y no pudo, por mucho que hizo, pasar de los tres mil taes, por lo cual se vio afligidísimo y sin consejo. Pero pareciendo a los émulos del Toan que si el Fezo no cumplía lo que había pro‐ metido y aun algo más, que todos quedaban destruidos, pues infaliblemente había el Toan de volver a gobernar y había de atropellar a todos. Determinaron (pues) de sustentar el partido del Fezo y su‐ plir los dos mil taes, los cuales le dieron, y un costoso presente para el rey y gobernadores. El Fezo subió arriba y fue muy bien recibido. Y el Toan, no pudiendo sufrir el agravio que en esto sentía hacérsele, sacó las manos de las conchas y a apretó con su enemigo. Y teniéndole ya rendido, revistesole el De‐ monio en el cuerpo al Fezo, y presenta la petición que arriba 460

queda dicho había hecho, la cual, vista por el rey y por los go‐ bernadores, quedaron atónitos en ver a qué había llegado la maldad y ambición del Fezo, porque aunque eran capítulos tan graves los que contenía la dicha petición, estaba el Toan muy bien recibido. Y era por sus buenas partes, prudencia, valor y generosidad, muy acepto a todos. Acusábanle de que habiendo el rey (padre del presente) desterrado todos los reli‐ giosos de todo el reino de Japón, el dicho Toan, contra ese mandato, dejó escondidos en su casa religiosos de san Fran‐ cisco y sancto Domingo, y lo mesmo hizo su hijo Tocuan. Acusole de que fingiendo enviaba a Manila al padre Francis‐ co, clérigo presbítero hijo suyo, lo hizo desembarcar y quedar en Nangasaqui, al cual después envío a Osaca en favor del Findeyori, con gente y armas y municiones, adonde murió. Acusole de que, por amor de cierta mujer amiga suya, había en esta ciudad muerto quince o diez y seis personas. Acusole más: de que en las procesiones que los años pasados se hicie‐ ron en esta ciudad, como arriba se dice, se había hallado pre‐ sente con todos sus hijos. Y juntamente le acusó de otras cosas, pero estas fueron las más criminosas. Mandaron parecer al Toan y que se descargase de aquellos cargos que le ponía el dicho Fezo. A lo cual, el Toan, sin tur‐ bación alguna, respondió que en cuanto lo que tocaba a las personas que había muerto en esta ciudad por amor de la mujer que decía, que era verdad, porque no lo podía negar ni quería. Y que los había muerto porque todos eran sus criados y comían su pan, y le habían hecho traición y aun le habían pretendido dar ponzoña. Y en cuanto a su hijo Francisco, que Fezo no decía verdad en cuanto le acumulaba, y que era cosa pública y notoria que el dicho su hijo no le era obediente ni corría con él tres años había, antes del destierro de los padres. Más que con todo esto, como era público y notorio, él le había comprado un navío para en que fuese a Manila, le hizo 461

embarcar y dio un piloto portugués llamado Domingo Leal para que fuese mejor, y que sin él lo saber se desembarcó y quedó en la tierra. Y que si fue a Osaca o no, que él no lo sabe ni supo hasta después de ser muerto, lo cual a él no le conve‐ nía decir ni hacía al caso, pues había pagado con la vida. Y que si pareciese cosa rigurosa no obedecerle su hijo, que no era de admirar, pues en aquella ocasión sus hijos, sus criados, parientes y amigos eran los que le hacían guerra, como se podía ver en aquel Fezo que estaba presente, pues era tío y padre adoptivo de la mujer de su hijo Tocuan, aquel que aca‐ baba de acusar. Y en cuanto a decir que había dejado padres en su casa, que no era verdad ni tal se le probaría. De todo lo demás se limó maravillosamente, aunque hubo muchos dares y tomares. Preguntaron al Toan qué significaba aquello de las procesiones que Fezo decía que habían hecho en Nangasaqui, y que él las había acompañado. Respondió, como católico cristiano, lo que se debía responder, lo cual oído por los go‐ bernadores, el uno dellos llamado [en blanco en el folio 223v, bis] dijo cuanto eso no fue en ofensa de la Tenca ni del rey. Preguntáronle si era cristiano. Respondió el Toan que sí. Hi‐ cieron la mesma pregunta al dicho Fezo, y dicen que respon‐ dió que no. Levantó la voz un mancebo que fue criado en la Compañía, el cual había sido llamado por el dicho Toan, y dijo: “oídme, señores, que en todo lo que este hombre dice miente y no dice verdad, porque yo le vi acompañar las dichas procesiones. Y en cuanto no ser cristiano, así lo es como cuantos hay. Y como yo lo soy, sois un cristiano”. Le preguntaron. ‘‘Sí soy, gracias a Dios” respondió él. “¿Sois padre?”, le replicó uno de los gobernadores. “No soy padre”, respondió él, “porque no todos los cristianos tienen ese nombre y dignidad, porque padre es lo que entre los gen‐ tiles xuque, y estos padres nos enseñan la ley que profesan, y nos baptizan y hacen cristianos, y uno de esos cristianos soy 462

yo”. Finalmente, después de muchos dares y tomares, le fue confirmado el gobierno al Fezo, el cual dicen que prometió los gobernadores de venir a Nangasaqui y prender o hacer prender cuantos padres viese. Y para saber si era verdad lo del padre Francisco, enviaron a esta ciudad por su casero que lo hospedó cuando se desembarco del navío en que lo había em‐ barcado su padre el Toan para Manila, llamado Yfioye Joran. Y así mesmo por el escribano del dicho navío, llamado Xizo Sancho, y a por el zunday o contramaestre, llamado Andrés, y por un china llamado Paulo Garcés, ladino casero que fue del padre Mateo de Coros, y por otras personas los cuales fueron a la corte. Y al dicho Paulo Garcés en la primera audiencia dieron por libre, porque preguntado si era verdad haber hos‐ pedado padres en su casa, sabiendo que era defendido por la Tenca respondió que sí, porque viniendo la nao de Macao, vino en ella un padre muy enfermo conocido suyo, el cual le había rogado lo llevarse a su casa a curar y convalecer, lo cual él lo había hecho. Y después de sano y convalescido, se em‐ barcó en la nao y se fue a Macao. Riéronse los gobernadores de la simplicidad (a su parecer dellos, o que se lo hiciese pare‐ cer cierto presente que dicen habían recibido primero, que no debió de ser tan simple como les parecieron sus razones). Di‐ jéronle que era extranjero y que había sido mal acusado, que se volviese para su casa. Y así lo hizo. Y porque es cosa notable, no pasaré de largo por lo que vimos en esta ciudad cuantos en ella estamos. Primeramente, en seis de noviembre de seiscientos y diez y ocho, a los diez y nueve de la luna novena de Japón, a las cinco horas de la ma‐ ñana, pareció un cometa a la parte del esudeste, largo y angos‐ to con mucha claridad, y una estrella muy resplandeciente en el pie. Este cometa saliendo del esudeste iba corriendo al sud‐ este, y llegando a nuestro cenit volvía la cola a modo de un 463

ramo de palma, al nordeste. Este cometa dicen muchas perso‐ nas fidedignas que los primeros días que se vio parecía modo de una estrella negra, y después de color sangre, y luego res‐ plandeciente. Después deste, algunos días se vio, entre las cinco y las seis de la mañana, salir por la parte del este otro cometa en esta forma, una estrella grande y muy resplande‐ ciente de la cual salía una coma no muy gruesa, mas en el pie un poco delgada, y luego iba engrosando y ensanchándose hasta obra de braza y media, y luego iba adelgazando con mucha proporción hasta otra braza y media al parecer, fenes‐ ciendo en una punta aguda. Esta coma, cola o ramo, o como le quisieren nombrar, es muy resplandeciente, y cuando el cielo está no muy claro parece plateada, pero siempre viva y resplandeciente. Pero estando el cielo claro echa unos rayos encendidos, y el pie que sale de la estrella a las veces paresce que está centelleando. Esta vi yo hasta hoy, dos de diciembre a las seis de la mañana, con esta demostración, y otras veces en la forma dicha. Y este día o mañana no vi más que obra de veinte brazas de la que digo haber parecido primero, que aun‐ que la segunda pareció, o la vimos, como digo, algunos días, después bien puede ser que saliesen en un día, aunque a dife‐ rentes horas. La coma deste comenta no se declina a parte ninguna, sino que saliendo por el horizonte, va derecha como una saeta hasta que con la luz del día la perdemos de vista. Cosa es sobre que hay muchos juicios, pero Dios nuestro señor sabe lo que significan. Sé decir que comienzan ya estos niños de Nangasaqui a esparcir de las que suelen, que ellos han menester poco motivo para comenzar a mentir largo y tendido. Duraron 60 días y viéronse otras señales. Hay mu‐ chas personas que dicen que vieron tres, pero yo escribo lo que vi. En este tiempo eran ya llegados Gonoqundono y Fe‐ zondono de la corte, y subcedió lo siguiente.

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DE LAS CRUE LES MUER TES QUE DIE RON A UNOS CRIS ‐ TIAN OS POR HABER DES EM BAR CAN DO DEL NAVÍO EN QUE IBA PARA MAN IL A EL PADRE FRANC ISC O, HIJO DEL TOAN, Y POR HAB ERL E HOSP ED AD O EN NANG AS AQ UI Ya se dijo arriba la enemistad que el Demonio había puesto entre el Toan, gobernador desta ciudad de Nangasaqui, y Fe‐ zondono, vecino della, y lo que entre los dos había subcedido en la corte del rey de Japón, acusaciones que se hicieron uno a otro, y otras cosas. Resta agora decir lo que resultó destos en‐ redos y marañas, y lo que se espera aún resultará. Primera‐ mente conviene saber que el Toan (particularmente por el cri‐ men de su hijo, el padre Francisco, de haberse quedado en Japón y entrado en la fortaleza de Osaca, adonde lo mataron) fue desterrado de la corte y mandado que no volviese a Nan‐ gasaqui, para lo cual lo entregaron a un tono poderoso llama‐ do Oquedandono, señor del reino de Ozumi, ocho o diez len‐ guas de Yendo, y el Fezondono, su contrario, volvió por go‐ bernador. Pero antes que él viniese, llegó Gonocundono (so‐ brino de Faxengawa Safioye, el gobernador y justicia principal que fue desta ciudad en 26 de octubre, el cual Gonocu vino con el mesmo cargo que su tío). De ahí a algunos días llegó Fezo y vinieron los cristianos que habían sido llamados arriba por la acusación de Fezo contra el Toan, sobre su hijo, que fueron el zunday o contramaestre del navío en que se embarcó el dicho padre Francisco, llamado Andrés, y el escribano del dicho navío llamado Xizon Sancho, y el casero que lo hospe‐ dó, llamado Joran Yfioye, los cuales fueron luego puestos en la cárcel pública. Y en sus casas pusieron guarda a sus mujeres y hijos, los cuales ya de la corte venían sentenciados. Pero aunque lo venían hubo en la Joya (que es la casa del Gonno‐ gundono) de nuevo grandes consejos y pesquisas. Y finalmen‐ 465

te después fue notificado que todos habían que ser quemados vivos los hombres y sus mujeres y hijos. Esta sentencia reci‐ bieron con mucho ánimo todos, y se prepararon de nuevo para morir, confesándose. Y las mujeres, como estaban en sus casas, pudieron confesar y comulgar. Finalmente un domingo 25 de noviembre deste presente año de 618 fueron sacados de la cárcel los tres arriba dichos, Joran, casero que fue del dicho padre Francisco, Xizon Sancho y Zunday Andrés, y trajeron de sus casas a sus mujeres y hijos. Conviene saber: Isabel, mujer del dicho Joran, casero del dicho padre la cual estaba preñada de seis meses, una hija de nueve meses, la mujeres de Xizon Sancho, llamada Seraphina, de 36 años de edad, la cual estaba para parir, un hijo suyo de 11 años llamado León, y dos hijas, una de 4 años llamada Marta y otra de dos años (la madre de Xizon Sancho, de 80 años, fue perdonada), Isabel, mujer de Andrés Zunday, y dos hijas, Marta y Juana. Juntos que fueron los pusieron a todos, hombres y mujeres, a caballo, excepto las dos niñas pequeñas que las llevavan en brazos. Y así los pasearon por las más principales calles de la ciudad. Iban todos con alegre semblante, porque la causa por‐ que morían era honrosa. Y todos los miraban con piedad. Iba el niño León muy alegre y diciendo en alta voz: “yo soy hijo de Xizondono, y me llamo León”. Y con esto besaba muchas veces una cruz de palo que llevaba al cuello. Pasaron de pro‐ pósito dos veces por la puerta del Toan, y el pregonero iba di‐ ciendo en alta voz que aquellos hombres y mujeres los manda‐ ban quemar vivos por hospedar y guardar un padre en su casa. Sacáronlos fuera de Nangasaqui, camino de Uracami, adelan‐ te un largo trecho de donde crucificaron el año de 97 los sanc‐ tos mártires fray Pedro Baptista y sus compañeros, Y en el lugar del suplicio estaban once bramaderos de madera emba‐ rrados. Y en ellos amarraron los animosos cristianos, hombres y mujeres. De las dos niñas más pequeñas pusieron la más pe‐ 466

queña a los pies de su madre Seraphina, y allí la ataron. La otra, de cuatro años, amarraron a un bramadero con su her‐ mano León. Amarrados que fueron con mucha brevedad, les pusieron fuego. Y particularmente las mujeres no hicieron mudanza alguna, ni el niño León. Solo la niña de cuatro años llamó algunas veces por su madre. Había acudido a ver el te‐ rrible espectáculo infinita gente, hombres y mujeres, y cuantos europeos había en la ciudad. Y el mesmo Gonocu lo quiso ver y se halló presente. Abriendo pues puesto el fuego, fue tan grande el alarido, llanto y voces de los circunstantes, que rom‐ pía los cielos. Y todos llamaban por los nombres de Jesús y de María. Acudieron los cristianos a unas casillas que estaban cerca de allí de unos leprosos, y deshaciéndolas, en un instan‐ te dieron con paja, cañas, y madera en los fuegos para que con más brevedad muriesen. Las mujeres acabaron más presto, y los hombres luego. Y después de muertos todos, y bien asados, mandó Gonocun‐ dono que los quitasen de donde los habían muerto, y a todos juntos los quemasen hasta los convertir en ceniza. Y así se hizo, la cual hasta la tierra los devotos cristianos recogieron para reliquias, porque los tienen por mártires, sobre lo cual yo no digo nada, ni he visto religiosos a quien preguntar lo que en esto hemos de tener, porque ayer subcedió y hoy escribo esto. En esta ocasión había unos malhechores que justiciar, par‐ ticular una mujer mundana que dicen han de quemar viva. Y pidieron con mucha instancia al bunguio gobernador que no la quemasen en aquella ocasión, pues no era justo que muriese aquella mujer de ruin título con los que morían por otro caso más honroso.

DE LO QUE MÁS SUB CE DIÓ EN ESTA CIU DAD HASTA LA 467

PAR TI DA DEL BUN GUIO GO NO CU A LA CORTE

Estaba después de lo susodicho Gonocundono como una cautelosa raposa, muy disimulado, entendiendo en negocios y pleitos de entre partes, dando a entender que no había venido a más de a ejecutar la sentencia que se dijo arriba, cuando en trece de diciembre, día de Santa Lucía, entre las once y doce de la noche, salieron de la Joya cuatro o cinco escuadras de gente armada, así yocumes como criados del bunguio, y con lanzas y otras armas y con muchas linternas. Los cuales, re‐ partidos por diversas partes y a un mesmo tiempo, dieron en diversas casas para ver si en ella sabía algún religioso. Una de las cuales fue la de Domingos George, en Bunchimachi, que llegando a la puerta sin hacer ruido, desde fuera, levantando con un cuchillo la aldabilla del postigo, entraron dentro y se hicieron señores de la casa, de modo que cuando despertaron a lo menos el dicho Domingos George, ya habían trasegado toda la casa, en la cual estaba el padre Carlos Espinola, pro‐ vincial pasado de la Compañía de Jesús, y el hermano Am‐ brosio Fernández. Amarráronlos a todos tres y lleváronlos a la Joya, y encerrados en la caballeriza del bunguio les comenza‐ ron a dar que merecer. Dieron así mesmo en casa de Cosme, en Congavamachi, a donde hallaron a los padres fray Juan Cano y fray Angelo Fe‐ rrer, del orden de señor sancto Domingo, que el año pasado de 618 habían venido de Manila, a los cuales y a su casero Cosme, y a Tomás, mancebo de poca edad (aquel que arriba queda dicho que en Omura no quisieron martirizar los años pasados) amarraron y llevaron a la Joya y pusieron en la dicha caballeriza. Y aunque dieron en otras casas, no hallaron reli‐ gioso alguno. Hízolos llamar el bunguio a todos los presos, y a cada uno de por sí examinó, preguntando quién era y cómo y de dónde viniera, y donde estuviera, y otras cosas, a todo lo 468

cual cada uno le respondió como convenía. Y finalmente, por‐ que para eso debe solo de traer orden, envió a Omura a decir al tono que enviarse por los dichos padres, el cual envío tres bunguios renegados como él con gran compañía de otros tales bellacos, que llegaron a esta ciudad el sábado siguiente a ama‐ necer, que fueron quince de diciembre. Y ese día a las tres horas de la tarde entregaron en la Joya los padres y al her‐ mano Ambrosio Fernández y a Tomás, doxucu de Sancto Domingo y a Juan, criado del padre Carlos Espinola. A los bunguios dichos, para que los llevasen a Omura, hicieron traer caballos para en que fuesen hasta Yamangui, pero fue tan grande el concurso de gente que acudió, así españoles como japones, que mudaron de propósito en llevarlos por tie‐ rra desde allí, y así los llevaron por mar un trecho desta ciu‐ dad. Estaban los padres todos en sus hábitos, pero no quisie‐ ron que fuesen con ellos, y así se los quitaron y hicieron vestir en traje secular. Y con espadas, capas y sombreros los embar‐ caron en una fune y llevaron camino de Uracami. Un amigo y yo estábamos esperando por ellos en el lugar adonde el año de 97 fue crucificado el sancto comisario fray Pedro Bautista y sus sanctos compañeros, y como los vimos pasar para Uraca‐ mi, fuímoslo siguiendo por el camino real los dos no con pe‐ queño trabajo, no por ir a pie y corriendo, sino por la mucha gente que iba, que era tanta, así hombres como delicadas mu‐ jeres, niños y niñas, que en algunas partes apenas podíamos romper. La fune en que los padres iban, y el hermano y To‐ masico, y los dos criados llegó a un lugar antes de llegar a Uracami que los japones llaman Xicu. Y allí los desembarca‐ ron y pusieron a caballos, con tanto sentimiento de la multi‐ tud de los cristianos que enterneciera a un durísimo mármol las palabras que decían y los extremos que hacían por llegar a los padres, no reparando en la fiereza y liberalidad con que los renegados sayones repartían multitud de bastonadas sin algún 469

género de cortesía mi piedad. Llegose Tomé, el que servía el sancto mártir fray Alonso Navarrete, a hablar a Tomás, que iba siguiendo al hermano Ambrosio Fernández (que fue el que primero comenzó andar en el caballo en que le pusieron) y uno de aquellos verdugos le asentó, uno tras otro, tres bastonazos que cualquiera dellos bastaba para derrengar un elefante, cuanto más un muchacho delicado. Pero no fue parte este daño para que dejase de ir en su seguimiento, hablando con él por un espacio. Y entonces muy alegre se despidió de Tomás y se hizo un lado. Los pa‐ dres fueron un pedazo por la playa hasta dar en el camino real, y llegando a un repecho que está luego allí, antes de una poblacioncilla, le salió al encuentro muchísima gente que se había adelantado, así hombres como mujeres. Allí los dejamos ir por ser ya noche y nos volvimos a la ciudad, ya muy oscuro viniendo bien acompañados de gente, lloros y suspiros en tanta manera que nos obligaban a los acompañar en lo mesmo. Llevaron los dichos padres a Nangaye, y allí los em‐ barcaron para Omura, a donde los pusieron en la cárcel de Susta, con los padres fray Tomás del Espíritu Sancto y fray Apolinario Franco, con quien sumamente se consolaron. A Tomasico y Juan, doxucu del padre Carlos, no los pusieron por entonces en la cárcel, si no dejáronlos fuera amarrados a dos bramaderos, al agua, granizo y nieve, y otras inclemencias del cielo. A Domingo George, casero del padre Carlos, hom‐ bre portugués casado y con dos hijas, pusieron en la cárcel pú‐ blica (que está en la calle que llaman Cruzmachi, adonde está preso el hermano Leonardo de la Compañía de Jesús desde el año de 616 por decir que favoreció a un cristiano hijo de Acaxcamon para que se embarcase para Macao. Y así mesmo están los del cumi de los caseros de los sanctos fray Hernando de San José y fray Alonso Navarrete), y allí está muy conten‐ to. Secuestráronle hasta los vestidos de su mujer. A Cosme, 470

casero de los padres Juan Cano y Angelo Ferrer pusieron en la cárcel que está junto a San Juan Baptista, camino de Omura. Después de lo susodicho, primero de enero deste año de 619, prendieron a Tomé, casero antiguo de los padres fray Pedro de la Asunción y fray Ricardo de Santa Ana, al cual fueron a buscar la mesma noche en que prendieron al padre Carlos y él había ido a una confesión, y así no le hallaron. Prendieron así mesmo el dicho día de enero a un fulano Uchibor, casero del padre Laurencio de la Cruz, clérigo pres‐ bítero cura qué fue de la parrochia de san Pedro. Pero a estos dos cristianos hizo soltar de ahí a algunos días Gonocu. Tenía Tomé, el que acabo de decir, en el corral de su casa una más pequeña aunque de sobrado a donde se recogían los religiosos que a su casa iban, que era (y aún es) muy a menudo, y allí de‐ cían misa y administraban los sanctos sacramentos a los cris‐ tianos. Esta casa mandaron derribar, y así con mucha presteza la pusieron por tierra, mas no por eso el buen Tomé quedó amedrentado, ni menos devoto, ni falta en su casa voluntad y lugar para tener religiosos. Desearon mucho Gonocu y Fezo descubrir siquiera dos re‐ ligiosos más para tapar las voces a los que decían haber en Nangasaqui más de cuarenta padres, como lo dijo en la corte un bellaco renegado. Y realmente, que cuanto a Gonocu, que hacía estas diligencias más por ser mandado y por temor de ser acusado que por voluntad. Y así me consta que él mesmo mandó un su criado llamado Yzquindayu que avisase a algu‐ nos que habían sido malsinados de que tenían padres en sus casas, y al fin, aunque hicieron muchas diligencias, no hubo descubrir padre ni hermano. Y no porque faltaban, que a todos los tenía los cristianos, y los tienen. Una de las diligen‐ cias que hicieron fue que habiendo puesto luego que llegó Gonocundono de la corte, una tabla en que estaban fijas treinta barras de plata (de amas de cincuenta reales cada una) 471

a la puerta principal de esta ciudad, camino de todos los sanc‐ tos, para descubrir ladrones con una tabla más en que dice que quien manifestare a alguno se le darán las dichas treinta ba‐ rras. Pusieron más: que a cualquiera que así mesmo manifes‐ tase algún religioso, se le darían las dichas barras. Conviene saber que esta tabla con las dichas barras se pone allí en amaneciendo en un poste y la tabla escripta en otro, y junto a las dichas tablas, en pie, sendas lanzas con centinela que apuesta del sol recogía las dichas tablas. La guarda destas barras pertenecía al capitán o otona de la calle de Cruzmachi por estar en ella, el cual otona se llama Paulo. En cuanto las barras estuvieron para descubrir ladrones, hizo Paulo su ofi‐ cio, como debía, que era bien común. Pero como pusieron lo que tocaba a descubrir religiosos y vio adulterada la tabla, hí‐ zose afuera y dijo: “guarda a Judas con eso, que yo no lo soy ni lo quiero ser”. Fuese a la Joya y dijo que hasta entonces había guardado aquellas barras había muchos días, pero que de allí en adelante no se atrevía a lo hacer, y así que suplicaba a Go‐ nocundono mandase nombrar otra persona que ejerciese aquel oficio o le quitase el suyo de Otona. Admiráronse de oír las razones de Paulo, y Gonocu le llamó cerca de sí y le preguntó que por cuál razón decía que no quería hacer aquel oficio, pues le tocaba a él como a Otona de la calle, y qué siéndolo, que no se podía mandar ejercer a otro, pues era deshonra suya. “Pues por esa razón”, respondió Paulo, “pido a vuestra se‐ ñoría que me quite el oficio, porque siendo yo cristiano no lo puedo ejercer en consciencia”. “Pues hasta agora”, dijo Gono‐ cu, “¿cómo guardasteis o mandasteis guardar esas barras?”. “Guardelas” respondió Paulo, Porque se pusieron para descubrir ladrones. Y agora que están para descubrir padres, que nos enseñan el camino de la 472

salvación, no las quiero guardar. Y habeisme hecho un nota‐ ble agravio, teniéndome por tan cristiano que os parecía que había que hacer yo una cosa semejante. Admirose Gonocu de ver el ánimo con que Paulo explicaba sus razones, y no se alterando, le respondió con blandura que por amor dél, pues era su amigo, no se enojase ni dejase de hacer su oficio, y que por entonces se fuese a su casa y tomase mejor consejo, y que el siguiente día esperaba por él. Y con esto le dijo muchas cosas con mucha modestia. Pero Paulo, que también es japón, y vio que aquello era por le engañar, fuese diciendo que otro día vernía con la mesma determina‐ ción. Enviole Gonocu a persuadir a su casa, y a rogar que no volviese a la Joya si no había de hacer lo que le rogaba. Pero él a nada dio oídos, Y así otro día fue allá, y por más persuasio‐ nes que le hicieron, ruegos y amenazas, no hubo remedio de querer doblar ni desistir de no querer guardar las dichas ba‐ rras. Y finalmente le llevaron amarrado a la cárcel, a donde le pusieron con mucho gozo suyo, como si hubiese vencido un famoso enemigo, aunque la verdad es que venció a muchos. Esto sucedió en veinte de enero de 619. Y en veinte y siete partió desta ciudad para Yendo Gono‐ cundono, trece de la última luna de Japón. Y último deste mes de enero prendieron por mandado de Fezo a un ciego llamado Ambrosio porque predicaba los cristianos y enseñaba a rezar. Por este tiempo hemos tenido nueva cierta de cómo en Yendo y en Meaco han preso veinte y tantos cristianos, y es‐ tamos por momentos esperando de la corte algún nuevo sub‐ ceso a esta cristiandad de Nangasaqui. Remédielo nuestro señor que puede, como padre de misericordia. Antes de partir Gonocu, mandaron él y el Fezo que todos los vecinos desta ciudad diesen un escripto firmado de su nombre en el cual dijesen que no guardarían ni hospedarían 473

en casa padre, hermano ni criado de la iglesia, pena de morir quemado vivo y perdimiento de bienes, y lo mesmo toda su familia. Este papel dieron generalmente todos, japones y eu‐ ropeos y chinas, como tuviesen casas en esta ciudad, que a los que no las tienen no les obligaron a darlo. Y así lo hicimos los extranjeros, por nos parecer que en ello no pecábamos, y a mí, a lo menos hasta agora, no me remuerde la consciencia por haberlo hecho, porque este papel más se hizo por atajar la persecución y aplacar al tirano que irritarle, y con este disimu‐ lo quedo yo (y todos los demás) más dispuesto y apto para hacer lo que siempre he hecho, y tener en mi casa a quien me pareciere y dello gustare que primero lo estaba, pues la pena es tan terrible a los ojos de los que la pusieron, que les pone espanto el poder haber quien la quebrante. Y así por esta razón y por otras que dejo, y principalmente por me parecer y nos parecer que convenía al bien de la cristiandad y a su quie‐ tud, me firmé y nos firmamos los casados extranjeros desta ciudad, y quien en ella tiene casas, porque con hacerlo así mostramos obedecer y consentir a la pena, mas no con propó‐ sito de no hacer lo que debo a cristiano porque ¿cuál será aquel de todos nosotros que niegue su casa, hacienda y cora‐ zón a un religioso, sea cual fuere, particularmente teniendo el premio tan cierto y seguro?. Que sé decir que el haber firma‐ do, que pasara incurriendo en ello por la pena de ser quemado con sus hijos y su mujer, ha dado tanto ánimo a algunos (y será a muchos que yo no sé), que ya holgara a ver quién se le viniera a meter en casa. Y vemos que fuera tampoco fructo para descubrir dos o tres padres, o si quiera uno que tanto el bunguio deseaba, así esta diligencia como las treinta barras de plata que puso la puerta de la ciudad, que se fue sin le poder descubrir, y los padres se quedaron más seguros que primero, hasta que haya algún Judas, que no es posible que falte. Después de la nueva de la prisión de los cristianos que del 474

Meaco llegó, no tenemos otra cierta más de que dicen que estos cometas y señales que han parecido en el cielo han cau‐ sado grande admiración en todos, por haber sido tantos y tan continuos, y en tiempo señalados. En el tiempo que pareció aquel cometa principal que parecía por Oriente, subcedió que en la ciudad de Yendo se encendió una de las más principales teras o templos que había en aquella famosa ciudad sin se poder saber de dónde vino el fuego, y de ella saltó a otra de las más famosas que estaba muy desviada, y toda se ardió, y desta segunda saltó a otra tercera, que lo estaba muy más desviada, y todas tres se ardieron. Y aunque había muchas casas alrede‐ dor, no se quemó alguna. El tirano, según dicen y afirman personas que de la corte han venido, ha tenido algunos prodigios dentro de su palacio. Primeramente (cosa nunca acontecida) hallaron en una maña‐ na ahogadas en el foso de la fortaleza dos mujeres mozas y hermosas y ricamente vestidas. Y aunque hicieron muchas di‐ ligencias, no pudieron ser conocidas, ni se echaron menos en palacio ni en otra parte alguna. Yendo el tirano saliendo de su cámara una mañana, en llegando al primer zaxiqui, dio con una pierna de hombre cortada por el muslo corriendo sangre en abundancia. Así como la vio, dio dos o tres pasos atrás y comenzó a llamar pajes, de los cuales llegaron algunos y luego muchos, y muy alterado preguntó que quién había echado allí aquella pierna, que la quitasen luego. Respondieron todos, turbados en verla, que no sabían. Y como fuesen a asir della para la quitar de allí, desapareció, dejándolos a todos espanta‐ dos, y no menos al tirano, que tiene más de gallina que de león, aunque de uno ni otro come. Dicen más, que afirman muchos de su palacio que por di‐ versas veces han sido inquietados de noche con grandes ruidos de armas que muy a la continua han oído en la cocina (que es un palacio en que puede morar un príncipe), y en otras partes, 475

a lo cual, acudiendo, no hayan cosa alguna. Con esto dicen otras mil cosas que dejo por no me alargar. Sé decir que están todos disgustosos del tirano, y que el Date y otros señores afirman que están unidos contra él. El quince deste febrero próximo, pasado que fue el Año Nuevo de los japones, prime‐ ro de la luna Jonguatz, en que comenzaron a contar cinco de la era de Genua, se vieron tres columnas de fuego en el cielo, una al Oriente y otra al Occidente, y la tercera a la parte del norte, cosa que causó, por ser en semejante tiempo, grande pavor en los naturales, particularmente gentiles. Y nos dejamos de considerar que semejantes cosas no son sin ocasión. Lo que significan, sábelo el Señor que todo lo or‐ dena. Lo que afirmo es que están todos los deste reino con tanto deseo de guerras que no se puede encarecer, y para que la cristiandad tenga paz, así conviene, y con sus desavenen‐ cias, echará raíces hondas, porque después quede pacífico todo, y que se acuerden de la perseguir otra vez, y otras que tenga fuerzas espirituales con que poder resistir las tentacio‐ nes de los tiranos. Después de la partida de Gonocundono para la corte, y preso el ciego Ambrosio, quedó esta ciudad al parecer algo quieta, pero como estaban ahí aquellas treinta barras de plata arriba dichas, y en esta ciudad, como en las demás del mundo hay muy grandísimos bellacos, uno dellos, japón mancebo ve‐ cino desta ciudad, residente en la calle que llaman Yocoxiro‐ machi, y él se llama Cusari Juan, hijo de Damián, fue a la Joya y denunció de un padre religioso de señor sancto Domingo, pidiendo el premio prometido. Apercibiéronse los sayones, y con grande aparato y diligencia, siguieron a la maldita espía, que los llevó a la calle que llaman Cuyamachi, de la otra parte del río, no muy lejos de donde yo moro, y porque se sepa por extenso el acto desta prisión, conviene saber que los que fue‐ ron a la ejecutar eran más cristianos que gentiles, porque de la 476

Joya se halló a ella un gentil (que puede ser que fuese más por cumplimiento que por voluntad) llamado Yatzu Yemon, y de los cristianos fueron el mesmo gobernador de Nangasaqui arriba nombrado Fezo, y juntamente Sacuyemon, el hijo de Rioca Luis, que es este año el principal de los cuatro otonas del machi, que tiene tanto mando y poder como el Fezo. Tanto puede la ambición de gobernar y mandar que han veni‐ do estos dos antiguos cristianos, porque de niños se baptiza‐ ron, a cometer esta maldad. Pues estos tres, con sus criados y yocumes, llegaron a la casa que la guía les mostró, la cual cercaron por el corral y por la puerta entraron de rondón, y hallaron dentro al buen padre fray Alonso de Mena, que estaba haciendo colación, porque era en esta Cuaresma. Y fue el jueves próximo pasado, catorce de este mes de marzo de seiscientos y diez y nueve. Amarraron al padre las manos y brazos atrás, y a un su cria‐ do y al casero, llamado Xozayemon. Y a todos tres los llevaron a la Joya, y luego prendieron a todos los del cumi o junta. Dieron tratos otro día de mañana el criado del padre, pregun‐ tándole por los demás padres, y como mozuelo y frágil, dicen que dijo mil disparates. Pero sea lo que fuere, si confesó o no, no me hallé presente, que a ninguno de nosotros dejan entrar allá. Pero este dicho día, viernes quince de marzo, dieron en la casa de Tocuan, hijo mayor del Toan, y hallaron dentro a nuestro buen padre fray Francisco de Morales, vicario provin‐ cial en este reino, al cual el susodicho Yatzuyemon, con mucha cortesía, dijo las siguientes razones: Mucho me pesa de venir, oh padre mío, a ser ejecutor de vuestra prisión, pero soy mandado hacer esto y no puedo dejar de obedecer según costumbre de Japón, y así os ruego mucho, padre mío, que me perdonéis, y que no quedéis mal conmigo por hacer lo que soy mandado. 477

Estaba ya el padre fray Francisco de Morales muchos días había apercibido y esperando esta ocasión, y así cuando vio este hombre y oyó el recado que le daba, sintió en sí un alivio grandísimo y un gozo espiritual. Y vuelto el rostro, que tenía algo pálido, en un color sonroseado, con muy alegre continen‐ te (según dicen los que presente se hallaron), respondió al gentil en esta forma: No solamente, Yatzuyemondono, no quedaré mal con vos por lo que decís que venís a hacer, aunque no fuerais manda‐ do, cuanto y más siéndolo, pero antes os lagradezco mucho y quedo en mucha obligación, porque mi profesión de religioso me lo niega, y también me lo niega el ser cristiano, que cual‐ quier persona siéndolo debe hacer lo mesmo. Por lo cual aquí estoy. Haced de mí lo que quisiereis. Replicó el gentil: “pues padre, mándanme que os lleve ama‐ rrado, conforme la costumbre del Japón”. “Sea en muy en buena hora”, respondió el padre. “Dadme licencia para entrar en este aposento, que luego vuelvo”. Entró el padre con esto para dentro, y de ahí a un poco salió vestido con su hábito y escapulario, con tanta autoridad y con un rostro tan alegre, que se admiraron todos los que presentes estaban, que eran muchos de le ver. No estaba Tocuan en su casa cuando el gentil entró, pero Martasama, su mujer, le envió a buscar y avisar de lo que pa‐ saba, y como le hallasen y se lo dijesen, vino luego. Y puesto ante el gentil, que le conocía muy bien, le dijo que fuese bien‐ venido, porque el con su llegada holgaba mucho. El gentil, después de muchos cumplimientos (vanidades de japones, que siempre dan confites de ahorcados), le dijo que le perdonase, porque había de ser amarrado. Respondió él que mal pareciera no acompañar a quien siempre le había acompañado, y a él ya su mujer podía amarrar y llevar presos para ser quemados 478

vivos, y que el mayor agravio que se le podía hacer era no hacer esto. Finalmente, a las tres horas de la tarde, poco más, llegaron los sayones, y con mucha cortesía, aunque recio, amarraran al buen padre fray Francisco de Morales al son de tantos lloros, lágrimas y suspiros, que era un espectáculo lastimoso. Y por mucho que el padre les rogaba y pedía que no mostrasen aquel sentimiento, porque era agravio que le hacían, y mostrar que les pesaba de la manera que nuestro señor era servido de hacerle, nada aprovechaba ni aprovechó. Amarraron a To‐ cuan, pusieron guardas en las casas, y a su mujer y hijos, y sa‐ caron fuera al dicho padre y a su huésped. Y era tanta la gente que había en la calle, y la que fue acudiendo, que a pura bas‐ tonada no podían los sayones hacer camino para pasar. Iba delante Tocuan rodeado de muchas guardas, y luego el padre de muchas más, porque no llegasen los cristianos a él. Y era tanta la multitud de hombres y mujeres que pugnaban por lle‐ gar, y muchos llegaban, sin hacer caso de voces, gritos, ame‐ nazas y despiadados palos que les daban, que era un caso digno de notar. Llegaron a la Joya, a dónde estaban esperando mas de dos mil almas por ver al padre y a que no pudiesen lle‐ gar a le tocar siquiera el hábito, lo que costó su sangre a algu‐ nos, y a muchos muy grandes dolores, porque a diestro y a si‐ niestro, con bastones largos y a dos manos, repartían de su fructo sin ningún sabor. Al fin, puestos dentro, cerraron las puertas, sin dejar entrar a nadie, español ni japón, y aquel que entraba, en brazos, o arrastrando, lo echaban fuera bien moli‐ do.

VA RIA CIO NES DE LA ES CRI TU RA DE PA LA BRAS JA PO NE ‐ SAS

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NOM BRES PRO PIOS, CAR GOS Y OFI CIOS Bonzos, bonços Cufan Liam, Qufan Liam Daifu/sama, Dayfu/sama Daimio: daymio/s, daimio/s, daymeo/s Dairi, Dayri Date Masamune: Datendono, Dathe, Mazamune, Maçamune Dojuku o doshuku: doxicu, doxucu, doxinga, doju‐ cu Gohojo: Gofonxo, Gofonjo Iemon-no-jō: Uyemonojo, Uyemonoxo, Yemanojo Inaba Jubyōe: Onabia Jubiondono, Ynaba Izu-no-kami?: Qui Yritzumo Cami, Qui iri izu no kami Jibunoshō o Ishida Mitsunari: Ximonoxo, Viemo‐ noxo, Vyemonjo Jō-no-suke: Jonosuquendono, Xono Suquendono Kanjurō-dono: Canxurondono, Canjurondono, Canjuro Kanpaku: Guanbacu, Quanbacu, Cuambacu Maeda Munehisa: Guenifoin, Guinofuin Mamiya Isasada Gonzaemon: Mamia, Mamiya Matsunaga (Hisashide): Matzinanga, Matçunanga Miboku Juan: Mimbocu, Myncubu, Mimboqu Mōri Terumoto: Morindono, Moridono Murayama Toan: Toan, Thoan Okamoto Daihachi Paulo: Dayfachi, Daifachi Ryuzōji Takanobu: Tacanombo, Tacanonbo, Taco‐ nobo, Tacanodono Saga-no-kami: Sangano Camidono, Sanganocami, 480

Sangumidono. Samurái/s: samurai/s, zamuray/s, Sado-no-kami: Sandondono, Sandono Sakyō-no-Daibu: Zaquionon Daybundono, Çaquionon Daybundono, Saquionodaibu Shima-no-kami: Simano Camindono, Ximano Ca‐ midono, Simanocami Sogún (shōgun): xogun/sama, xongun/sama, jon‐ gun/sama Shuso?: jusa, xusa Taikō/sama: Thayco/sama, Thaico/sama, Taico/sama Takayama Ukon: Hucondono Justo, Ucondono Justo, Taca Yamandono Teian?: Thean, Tean Terazawa Hasaburō: Fuanzambro, Fuan Zambro, Fanzambro, Juan Zambro Tōdō: todos, tondos Tōkichirō: Toquichiro, Thoquichiro Tokugawa Ieyasu: Yeyasso, Yyeyasu, Yoyasu, Yeya‐ so, Yeyasu, Reiasso Tono: Tono/s, thono/s Toyotomi Hideyoshi: Faximba Yechixem, Ychizen, Chicuzendono, Chicujendono Zenshū: jenxu, xenxu, zenxu

CIU DA DES, PRO VIN CIAS, LU GA RES Amakusa: Amaguça, Amacusa, Amagusa Bizen: Bixem, Bijen Camboya, Camboja Chūgoku: Chungoqui, Chungoqu 481

Corea: Coray, Corai, Coria Echigo: Yechigo, Yechingo Echizen: Yechijen, Yechixem Faquia, Faquiay (nombre actual sin identificar) Honnōji: Fonoxi, Fonooxi, Fonnoxi Gōtō: Goto, Gotto Hida: Finda Hizen: Fixem, Fijen Ikitsuki: Yquitzuqui, Yquiçuqui Inaba: Inaba, Innaba, Ynaba Isahaya: Izafay, Içafay, Yzafay Izu: Izu, Aizu Izumi: Inzumi, Inztumi Izu-no-kuni: Inzunocuni Kami: Cami, Camy Kanzusa: Cansusa, Cançusa Kinokuni: Quinoquno, Quinocuni, Quinoquni Kawachi: Cavachy, Cavachi Kōri: Quiro, Quri, Cori Kōzuke: Concuque, Cozuque Kuchinotsu: Cuchinotzu, Cochinotzu, Cuchinotzu Kyodomari: Quiondomari, Quiondo Mari Mie: Mie, Mye Mikawa: Micava, Micagua Mimasaka: Mimasaca, Misaca Miyako: Meaco. Morejón escribe Miaco Nagasaki: Nangazaqui, Nangaçaqui, Nangasaqui Nara: Nara, Narra Ōsaka: Osaca, Ozaca, Usaca, Boçaca, Vozaca, Uzaca Osumi: Vosumi, Onsumi, Onçumi Owari: Oari, Voari Satsuma: Satçuma, Satzma, Satzima 482

Setsunokuni: Xettzunocuni, Xettçu Shimabara: Ximbara, Ximabara, Ximanbara Shimōsa: Ximobosa, Ximovosa Shimozuke: Ximoçuque, Ximozuque Shikoku: Xicogu, Xicoqu, Xicocu Suō: Subo, Suvo Suruga: Surunga, Zurunga Takaku: Tacaqu, Tacacu Tenka: Tenca, Thenca Torikoe: Atorico, Torico Tosa: Toca, Toça, Thoça Totomi: Totomi, Totomy Tsunokuni: Zunuquni, Tzunoquni Tsushima: Tzuxima, Tçuxima, Tsuxima Wakasa: Bacassa, Vacasa Yamazaki: Yamazaqui, Yamaçaqui Yamato: Yamato, Yamatto Zukawa: Zucagua, Çucagua

OB JE TOS Katabira: catabira o catavira Kimono: quimon, quirimon Hakimono: faquimones, faquimonos Mas: mas/es, maz/es, maç/es Sake: çaque, saque Shiru: xiru, xiro. Tera: tera/s, thera/s Wakizashi: guaquizaxi, vaquisaxi, vaquiçaxi, vaquizax Zashiki: zaxiqui, çaxiqui Zeni: xeni/s, zeni/s 483

vaqizaxi,

Zori: zori, zore

EX PRE SIO NES Saraba: saraba, çaraba Katajikenō gozaru: cataxiqui non gozaru, cataxi quenon gozar O rei mōshi maite gozatta: oreymox mayti goçata, oreymox mayti guçata, oreymox mayti gozara

OTROS Buppō: Buppo, Bupu, Bupo Gōgatsu: jonguatz, xonguatz Kuji o kōji: qumji, gunxi Sakazuki: scantzuqui, zacantzuqui çancutzuqui, çantzuqui Véase también el artículo de Kawaguchi. Stemma de la Relación del reino del Nipón a que llaman corruptamente Japón

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NOTAS

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1

“El loco, cuya deméncia no es contínua, sino por in‐ tervalos que proceden del estado en que se halla la Luna: cuando está creciente se ponen furiosos y destemplados, y cuando menguante pacíficos y razonables. Es voz Lati‐ na Lunaticus, i.” (Diccionario de Autoridades, a partir de ahora DA). 2 Según esta fecha, Bernardino debía estar escribiendo en 1613. En la copia de Pedro Morejón, sobre el título se lee: “fue compuesta por un fulano de Ávila y contiene muchos yerros por la poca noticia que tenía sobre Japón, aunque se precia que la tenía” (ms. J, 1r). Todos los co‐ mentarios del manuscrito J son autógrafos de Pedro Mo‐ rejón. 3 “La alteración esencial, o transformación accidental de una cosa en otra. Latín. Mutatio. Immutatio” (DA). 4 Como se advirtió en la introducción, no quedan co‐ pias conocidas. 5 “Estraño, es el que no es nuestro: y algunas veces se toma por el no es dentro de nuestra casa, o de nuestra fa‐ milia, o de nuestro lugar, y otras por el forastero, el no conocido, el de otro Reino” (Tesoro de la lengua castellana o española, a partir de ahora Tesoro, 387r). 6 Según el Tesoro, una de las acepciones de corromper es “corromper las letras, falsarlas” (242v). 7 A pesar de esta insistencia, en el resto de la Relación el nombre aparece como “Japon” (sin acento, aunque en esta edición se añade) y no como “Nippon” (con dos p, aquí se simplifica con una). Nippon es una pronunciación alternativa de Nihon (Frédéric, 2002, 717). Nihon es la pronunciación japonesa del chino Riben (“origen del sol”), designando el Este, nombre de las islas de Japón 487

desde el año 671 (ibíd., 707). Nipponjin significa “japo‐ neses” (del diccionario en línea Jisho.org, a partir de ahora Jisho). 8 Donald F. Lach explica que las primeras referencias a Japón en Europa se encuentran en el libro de Marco Polo, que vivía en la corte mongola cuando se planeaba la invasión de Japón. Marco Polo escribe sobre un lugar llamado “Cipangu”. Para las primeras noticias de Japón y su relación con China, ver Lach, Asia in the Making of Europe, Vol. 1. Chicago y Londres: University of Chica‐ go Press, 1965, 651-729. 9 Morejón anota que “son quince, con las dos de Pa‐ quin (Pekín) y Nanquin (Nanquin)” y que “es falso decir que los chancheos son diferentes de los chinas en nación” (ms. J, 1v). A menos que se indique otra obra, todas las anotaciones de Morejón son del manuscrito J. 10 El uso de “china” como gentilicio es común entre los autores de la época. Ver, por ejemplo, la Historia na‐ tural y moral de las Indias, de José de Acosta, quien expli‐ ca que durante el viaje de Magallanes, “se habían visto en la mar del Norte pedazos de navíos que usan los chinas, lo cual no fuera posible si no hubiera paso de la una mar a la otra” (Corpus diacrónico del español, a partir de ahora CORDE). 11 Schilling y Lejarza añaden que el gentilicio se apli‐ caba a los habitantes de la provincia de Fukien (1934, 7). Fukien o Fujian está en el sureste de China, frente a Taiwán. Sangleyes es el término con el que los manileños denominaban a los chinos. Marcelino Foronda y Corne‐ lio Bascara lo interpretan como la pronunciación españo‐ la de Sangley o Xang Lai, cuyo significado original es “hemos venido a comerciar”. En Manila. Madrid: MAP‐ 488

FRE, 1992, 110. Manel Ollé propone que viene de la palabra china Changlai, literalmente “los que asiduamen‐ te vienen” (2002, 224). Bernardino parece confundir a los tagalos con los musulmanes, ambos presentes en Fili‐ pinas antes de la llegada de los españoles. Para la clasifi‐ cación de los grupos prehispánicos (a los que los españo‐ les llamaban indios) y los musulmanes (moros), ver Birgit Tremml-Werner, 2015, 93-99. Bernardino reproduce en el manuscrito el término en escritura baybayin, empleada por los tagalos. Gracias a Victorino Mapa Manalo por la aclaración. Para la relación entre chinos y españoles en la colonia, ver también Juan Gil, Los chinos en Manila. Si‐ glos XVI y XVII. Lisboa, Centro Científico e Cultural de Macau, I.P., 2011. 12 Pagoda. 13 Nagapattinam. Ciudad al sur de India, en el estado de Tamil Nadu. Pegu es una ciudad al sur de Birmania, capital de la división administrativa de Bagu. Taprobana se llama hoy Sri Lanka. Chingalas o cingaleses es el gen‐ tilicio los naturales de Sri Lanka. Arakán es el nombre antiguo de Rakhine, estado al este de la República de Myanmar o Burma (Encyclopedia Brittanica, a partir de ahora EB). Tangu quizás es la región controlada por la dinastía Toungō, en Myanmar (EB). Morejón asegura que los chinos “ni es cierto que dominaron tanto, ni la historia del sepulcro, sino que se recogieron por vía de estado” (ms. J, 2r). 14 Lin Feng atacó Manila en 1574 (Ollé, 2002, 258). 15 La isla Hermosa es la Formosa portuguesa, hoy Tai‐ wan. Para la organización política de las regiones japone‐ sas, ver el capítulo 3. Para las variaciones de los nombres, ver el anexo. 489

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“Lesnordeste en los mss. E (3v) y J (2r). En el ms. M, “lernoste” (folio 3v). Morejón afirma que “toda esta historia de este corsario que dice haber dado principio a Japón es falsísima, porque esto había de ser, según él dice, después de los años de 800, y los japones tienen sus reyes más de 600 años antes desto” (ms. J, 2r). 17 Corea. En el texto aparece como Coria y Corai. a partir de ahora se escribirá Corai. 18 Bernardino llama “isla del Cami” a Honshū, la mayor del archipiélago. Según Schilling y Lejarza, Kami es como los europeos de los siglos XVI y XVII designan las provincias situadas cerca y al Nordeste de Kioto (1934,10). 19 Cabaya podría ser una “túnica larga con mangas am‐ plias que se utiliza en el Este”. Ver Sebastião Rodolfo Dalgado y Xavier Soares Anthony, trad., Portuguese Vo‐ cables In Asiatic Languages, Baroda: Oriental Institute, 1936, 60. Quirimon es el kimono o quimono: “prenda tra‐ dicional de forma envolvente, de mangas anchas y rec‐ tangulares, usada por hombres y mujeres y sujetada por un fajín u obi” (Sakura, 142-43); Katana o catana: “sable cuya hoja tiene más de 60 cm y que suele llevar el filo hacia arriba” (ibíd., 136). 20 Quizás Bernardino utiliza aquí el nombre portu‐ gués: “calzado de lona con suela de esparto o cáña‐ mo, que se asegura por simple ajuste o con cintas (DRAE). Del árabe hispánico alparḡát, pl. de párḡa”. 21 Zōri: “sandalias planas con una correa de tela o cuero entre el dedo gordo y el segundo dedo” (Sakura, 293). Hakimono aparece como “calzado” en Rodrigues (1980, 207). A menos que se indique de otra manera, Niedermaier ha transliterado y traducido todas las entra‐ 490

das de Rodrigues. 22 Naginata. “Alabarda japonesa con mango de madera y hoja de cortar curva en el extremo que usaba como arma principal la infantería entre los siglos XI y XV” (Sakura, 184). 23 Según Niedermaier, podría ser kohitsu (escritura an‐ tigua). Rodrigues escribe “cofit” (1980, 139). 24 Dairi: “palacio reservado para el emperador y, por extensión, un nombre para el mismo emperador” (Frédé‐ ric, 2002, 144). 25 “Monje budista” (DRAE). 26 En la redacción de 1619, Bernardino añade este pá‐ rrafo: “Dicen sus escripturas y libros antiguos, que ha mas de dos mil y doscientos y setenta años que comenzó a reinar el primer rey de Japón, llamado Jimmno Tenuo, y aunque tienen catálogo de todos los reyes que han reinado, no le pongo aquí porque me parece excusado” (ms. P, 4r). Jimmu Tenno es, según la tradición, el pri‐ mer emperador de Japón. Ver Kidder, Cambridge History of Japan, a partir de ahora CHJ, 2008, 1, 48. 27 “Nunca los japones dieron la obediencia a los chi‐ nas, ni los chinas se fiaron de los japones” (ms. J, 3r). 28 Según Schilling y Lejarza, “Shimo designa en las re‐ laciones de los europeos de los siglos XVI y XVII la parte oeste de la isla Kyūshū, al sur de Japón (1934, 12). 29 Shimonoseki es antigua capital de la provincia de Nagato (Frédéric, 2002, 862). El estrecho “no se divide sino por Acaxi o Avagi, 6 leguas adelante” (ms. J, 3v). 30 Schilling y Lejarza apuntan que Tosa es una de las cuatro provincias de la isla de Shikoku (1934, 13). Hoy día es parte de la prefectura de Kochi (EB). 491

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Tsushima. Archipiélago de cinco islas al norte de Kyūshū (Frédéric, 2002, 1002). 32 Hirado. Puerto de la costa noroeste de Kyūshū en la prefectura de Nagasaki (Frédéric, 2002, 314). 33 Las islas Ryūkyū están entre Kyūshū y el noreste de Taiwan. El viajero portugués Tomé Pires llama Liu Kiu a las islas de Lequios o Lequeos en su Suma Oriental de 1512-15 (128-31). En España, Juan López de Velasco ofrece una breve descripción de las islas de Lequios en la segunda parte de su Geografía y descripción universal de las Indias de 1574 (599-600). En 1668, misioneros jesuitas cambiaron el nombre de Islas de los Ladrones a Islas Marianas en honor a Mariana de Austria (EB). 34 Morejón asegura que las granadas “son de la tierra y haylas muy buenas en Cavachi” (ms. J, 4r). La antigua provincia de Kawachi forma parte hoy de la prefectura de Ōsaka (Frédéric, 2002, 496). 35 El ms. E omite lo siguiente: “porque estas son las Islas Ricas de Oro y Plata” (6v). El ms. J tiene más va‐ riantes: “cuanto a la riqueza de la tierra es, en breve, una pella de oro y plata, y estas son las islas ricas de oro y plata que Sebastián Vizcaíno busca, ni hay que buscar otras, y así antiguamente las llamaron platarias islas” (4r). La nota en el margen afirma “encarecimiento”. Mo‐ rejón solamente utiliza esta expresión cuando expresa su disconformidad con el texto de Bernardino. Para la mi‐ sión de Sebastián Vizcaino, ver Juan Gil, 1991, 268-383. El mito de las islas Rica de Oro y Rica de Plata se re‐ monta a la geografía antigua: las mencionan Plinio en su Historia Natural, Pomponio Mela, San Isidoro de Sevi‐ lla, Beato de Liébana y Francisco Javier, entre otros au‐ tores. En el Theatrum orbis terrarum de Abraham Orte‐ 492

lius aparece la isla de Plata encima de Japón. Ver Gil, Mitos y utopías del descubrimiento: II. El Pacífico. Madrid: Alianza Editorial, 1989, 39-67. 36 No solamente el rey tiene minas de oro: “otros seño‐ res tienen algunas ordinarias”, asegura Morejón (ms. J, 4r). Tae o tael, del malayo tail: “Antigua mone‐ da china que también se usaba en Filipinas” (DRAE). Para la conversión de moneda, ver Hesselink, 2015, 31, Frédéric, 2002, 135 y Gunn, 2018, XVIII. Para una des‐ cripción del sistema monetario japonés del siglo XVII, ver Nomikos Vaporis, Voices of Early Modern Japan. Londres: Taylor and Francis, 2012, 5. 37 Doyō es el período de transición desde el final de una estación hasta el principio de la siguiente. (Rodri‐ gues, 1980, 190). Gogatsu es el quinto mes del calendario japonés. Mangaje o nangaje es posiblemente nagase, un término específico para la estación de lluvias (Rodrigues, 1980, 441). 38 Kijinotori: “perdiz” (Rodrigues, 1980, 496). 39 Corrige Morejón que los conejos “son liebres” y sí hay víboras (ms. J, 4v). 40 Antiguo reino localizado en el centro y el sur del ac‐ tual Vietnam (EB). 41 Morejón asegura que los kawarō son “monos” (ms. J, 4v). Kawarō es uno de los nombres de la criatura mito‐ lógica kappa. Ver Michael D. Foster, Pandemonium and Parade: Japanese monsters and the culture of yōkai, Berke‐ ley: University of California Press, 2009, 227. 42 Kome: “oryza sativa, subespecie japonica. Arroz japo‐ nés” (Sakura, 153). Komugi: trigo (Jisho). 43 Esto sucede “rarísima vez”, según Morejón (ms. J, 493

4v). 44

Francisco de San Antonio relata el viaje de Bernar‐ dino a Japón junto con los misioneros franciscanos a Marcelo de Ribadeneira, Agustín Rodríguez, Gerónimo de Jesús y Andrés de San Antonio (1744, III, 209). Sobre sus motivos para embarcarse desde Manila a Japón, ver Hesselink, 2015, 115-117. 45 Mas es moneda china. Kate, en Gunn catty, medida de peso asiática (2018, XVIII). 46 Bernardino se refiere a Nagasaki. En el ms. E: “y en aquel tiempo tenía esta ciudad tres mil vecinos y agora tiene más de veinte mil, digo veinte y cinco mil (8r). En ms. J: “y es que este pueblo agora todo lo come y en aquel tiempo era de 3 mil vecinos y agora de mas de 25 mil”. En una nota entre líneas, Morejón añade que “no eran tantos” (ms. J, 4v). Según Schilling y Lejarza, Ber‐ nardino toma la palabra vecinos en el sentido de habi‐ tantes y no en el de familias, mientras que Morejón le da la acepción de familias, y por este motivo considera la cifra de Bernardino exagerada (1934,17). Para el desa‐ rrollo de Nagasaki, ver Tronu-Montané, 2012, 69-74. 47 Papujado/a: “Abultado, elevado o sobresalien‐ te y hueco” (DRAE). 48 “Afeite compuesto de varios ingredien‐ tes, que se usaba en otro tiempo” (DRAE). 49 “Carbonato básico de plomo, de color blanco, em‐ pleado en pintura y, antiguamente, en medicina y como cosmético” (DRAE). 50 No he encontrado documentos referentes a esta condena. El licenciado Pedro de Rojas sirvió al gobierno de Manila entre los años 80 y 90 del siglo XVI, llegando 494

a ejercer el cargo de gobernador entre la muerte de Gómez Pérez Dasmariñas y la toma de posesión del cargo de su hijo Luis Pérez Dasmariñas (f. 1603). Ver John Newsome Crossley, The Dasmariñases, Early Go‐ vernors of the Spanish Philippines. Oxford: Routledge, 2016, 178-81. 51 Tono, o de sufijo –dono: “señor” (Rodrigues, 1980, 661). 52 “Encarecimiento falso”, según Morejón (ms. J, 5v). 53 “Falso”, contradice Morejón (ms. J, 5v). 54 “En conjunto o sin distinción” (DRAE). 55 “Triste, demasiadamente serio, grave y melancólico” (DRAE). 56 Yakata: “cierta dignidad de señores principales… Castillo o por extension el noble que administra desde allí” (Rodrigues 1980, 805). Samurái: “’Servidor’: guerre‐ ro; miembro de la elite militar del Japón premoderno surgida de las provincias hacia el s. X o antes y que fue abolida en la década de 1870” (Sakura, 219). 57 Shiru: “sopa, caldo” (Jisho). 58 Estas diferencias ya aparecen en el Tratado que en 1585 escribió el misionero jesuita Luís Fróis. Quizás Bernardino se refiere a que tenía una copia de la que sacó estas contradicciones. 59 Wakizashi: “sable corto cuya hoja es de 30 a 60 cm y que forma pareja con la katana” (Sakura, 280). 60 Dara: “espada larga” (Rodrigues, 1980, 182). 61 El ms. E añade “y de revés y de estocada y de altiba‐ jo” (11v). Morejón añade: “con que hieren por todas ma‐ neras, tajos, reveses” (ms. J, 6r). 495

62

“Verdugo que ejecutaba las penas a las que eran con‐ denados los reos” (DRAE). 63 Yari: “lanza; jabalina”. Sakura, 285. 64 Para la práctica del tiro al arco ver Vaporis, 2012, 177-180. 65 Togi: “pulir, moler, afilar” (Jisho). 66 Bizarría: “vale gallardía, loçanía … no solo se mues‐ tra en el vestido, pero también en el semblante, y en la postura de la barba, y bigotes” (Tesoro, 139v). Pulicia: “lo mismo que policía; policía: vale también cortesía, buena crianza y urbanidad, en el trato y costumbres” (DA). 67 El título taikō significa regente imperial retirado (Berry, 1982, 168). 68 “Contrato de vender las mercaderías de por junto y en montón, especialmente las menudas, por personas diputadas a este fin. Es muy usado en Indias, donde le dan este nombre” (DA). 69 Hakama: “falda pantalón con pliegues que se lleva en ocasiones formales” (Sakura, 90). 70 Borceguí: “especie de calzado u botín con soletilla de cuero, sobre que se ponen los zapatos o chinelas” (DA). Tabi: “calcetines de suela reforzada y espacio pro‐ pio para el dedo gordo usados con la indumentaria japo‐ nesa tradicional” (Sakura, 255). 71 En el ms. E, “aunque todo es uno y de una hechura” (14r). En el ms. J, “deste calzado, aunque de una forma, hay variedad para labradores que son de paja de arroz golpeada” (7r). 72 Los mss. E (14r) y J (7r) añaden “de paja”. 73 Bikō-kutsu, “calzado de China que utilizan los bon‐ zos” (Rodrigues, 1980, 55). Cooper translitera xequinda 496

como sekida, (1965, 212). Es una sandalia de cuero (Jisho). No he encontrado la definición de jiquiri. 74 “Correa” en los mss. E (14v) y J (7r). 75 Kongō: “calzado de paja” (Rodrigues, 1980, 146). 76 Kamisama: “esposa de un hombre de alto rango” (Jisho). 77 Kabuki es una de las formas más importantes del teatro japonés, que se dice que fue creada por la bailarina Izumo Taisha u Ōkuni alrededor de 1603 (Frédéric, 2002, 441-442). Por extensión, los artistas de kabuki. 78 Katairo: “tela fina de Japón” (Rodrigues, 1980, 109). Katabira: “vestido simple, abierto por la mitad” (ibíd.,105). Obi: “fajín largo que ciñe el kimono” (Sakura, 195). 79 Dōbuku: “especie de hábito o ropa corta” (Rodri‐ gues, 1980, 184). 80 Katabin: túnica sin mangas (Rodrigues, 1980, 106). 81 Tejamanil: del náhuatl tlaxamanilli “quebradizo”. “Tabla delgada y cortada en listones que se colo‐ can como tejas en los techos de las casas” (DRAE). 82 Morejón asegura que “no vio el autor más que esta casa, pero muy ordinaria en Japón, ni fue a corte alguna, por donde apenas sabe las aldeas alrededor de Nangasa‐ qui” (ms. J, 8r). Sus anotaciones no dan más indicaciones acerca de como conocía las andanzas de Bernardino. Arima Harunobu (1567-1612) se bautizó en 1579 to‐ mando el nombre de Juan Protasio (Frédéric, 2002, 44). 83 Miyako: literalmente, “capital”. En la actualidad es la ciudad de Kioto (Vaporis, 2012, 62) 84 Ikken: “el espacio entre dos pilares”. Ken es la medi‐ 497

da del tamaño de una sala. Ik- es una unidad (Kojien, 892). 85 Arima Harunobu acompañó a Toyotomi Hideyoshi en su intento de conquista de Corea en 1592 y 1597 (Frédéric, 2002, 44). Su hijo Miguel o Arima Naozumi (1586-1641) renunció al cristianismo y comenzó a perse‐ guir cristianos al casarse con una hija de Tokugawa Ieya‐ su (Frédéric, 2002, 44). 86 Niwa: “jardín” (Jisho). 87 Sakazuki: “taza o copa” (Jisho). Es una taza ceremo‐ nial para el vino de arroz sake. También una costumbre social, como explica Bernardino más adelante. 88 Cha: té. El ms. M omite “la cual molida” (19r). Chano-yu, ceremonia del té (EB). 89 Edo o “entrada a la bahía” nombre de la actual Tokio entre 1180 y 1868 (Frédéric, 2002, 167). 90 Morejón apunta que “esto todo en Nangasaqui, que lo demás vio poco” (ms. J, 9v) 91 Machūdo: “habitante, residente del pueblo o ciudad” (Rodrigues, 1980, 377). 92 Otona: “cabeza de distrito” (Gunn, 2018, XVI). 93 Nengyōji otona, el oficial encargado de los asuntos diarios del año (Hesselink, 2015, 166). 94 Bugyō: “funcionario de la administración del Japón premoderno” (Sakura, 52). 95 Rodrigues traduce kumi-no-oya como “cabeza de un gremio de mercaderes” (1980, 165). Ruiz de Medina lo traduce como ‘‘responsable de un grupo de cristianos” (1999, 366). 96 Nichigyōji: la descripción de Bernardino parece la 498

correcta. Niedermaier encontró la transliteración en Ma‐ kishima Akitake, Wakan onshaku shogenji kōgō ruidai set‐ suyōshū (Kioto, 1717). Acceso en línea via the JapanKno‐ wledge database, diciembre de 2017. 97 Yokome: “agente” o “inspector” (Rodrigues, 1980, 824). 98 Morejón asegura que “no vio ninguna república y así habla de oídas, aunque en algunas cosas acierta” (ms. J, 10r), pero por el contexto de la narración, parece que Bernardino simplemente se refiere a la organización ad‐ ministrativa, no a un estado organizado con el significa‐ do que parece inferir Morejón. 99 Yoriai: “reunión”. Yobanashi: “reunión nocturna”. Kuji o kōji: “asuntos de gobierno”, “operaciones políticas” (Jisho). Para la transliteración del término, ver Kawagu‐ chi Atsuko, “Abira Hiron Nihon ōkoku-ki shohon to nihongo no hyōki Chinchon hōkoku-sho to no hikaku o tōshite” (“Libro de Ávila Girón Relación del reino del Nippon y anotación japonesa: a través de la comparación con la relación Chinchón”), Daigaku Nihon gogaku bun‐ gaku, 28 (2017), 1-10. El artículo está en japonés, pero contiene una lista de palabras de la Relación en alfabeto romano moderno. Ver también Sánchez Fuertes, “Rela‐ ciones de Diego de Chinchón OFM sobre la persecución de los cristianos de Edo (Tokio) y Arima (1612-1614), Archivum Franciscanum Historicum, 108 (2015), 485554. 100 Inkyo, “reclusión: práctica tradicional japonesa por la que el cabeza de familia emprende una vida retirada” (Sakura, 107). 101 Se refiere a Tokugawa Ieyasu y a su hijo, Tokugawa Hidetada (1579-1632). 499

102

Tenka, “reino”. Ver Asao Naohiro, CHJ, 2008, 4, 80. Gokinai: las cinco provincias alrededor de Kioto: Ya‐ mato, Yamashiro, Settsu, Kawachi e Izumi (Boxer, 1965, 523). La provincia de Mikawa es hoy parte de la prefectura de Aichi, al suroeste de Tokio (Frédéric, 2002, 629). 103 Shōgatsu: el día de año nuevo (Jisho). 104 La antigua provincia de Suruga está hoy en la pre‐ fectura de Shizuoka, al suroeste de Tokio (Frédéric, 2002, 916). 105 Satsuma: provincia que agora forma parte de la pre‐ fectura de Kagoshima, en la isla de Kyūshū (Frédéric, 2002, 829). 106 Yakunin: “oficial gubernamental” (Jisho). Daikan: “administrador local [intendente] en el Japón premo‐ derno” (Sakura, 61). Sangi: songi, “asamblea local” (Jisho). 107 Machi: “barrio, bloque, vecindario” (Jisho). Kuyaku: “administrador del gobierno central” (Rodrigues, 1980, 176). 108 Miyage: “regalo” (Jisho). 109 En la técnica maki-e se emplea oro molido en el barniz (Elena Bargués, “El arte japonés desde la mirada de los misioneros de la Compañía de Jesús durante el Siglo Ibérico en Japón (1543-1640)”. Japón y España, acercamientos y desencuentros (siglos XVI y XVII). Ed. María Jesús Zamora Calvo. Gijón: Satori, 2012, 60. 110 La provincia de Bungo es ahora parte de la prefec‐ tura de Ōita, en la isla de Kyūshū, al sur de Japón (Fré‐ déric, 2002, 90). Bernardino se refiere prosiblemente a una hija de Ōtomo Sōrin Yoshishige (1530-87) o don Francisco de Bungo, como le llamaban los misioneros 500

(Frédéric, 2002, 764-65). 111 Morejón apunta aquí que “sola la Compañía tuvo seminarios de ellos ni las demás religiones les enseñaron nunca latín”. En el interlineado asegura que “hay mu‐ chos” japoneses constantes en el estudio (ms. J, 12r). 112 Morejón lo confirma: “el cómputo y calendario es cierto, y es traído de la China, del cual tienen muchos li‐ bros, aunq[ue] con muchas fábulas” (ms. J,12r). 113 Urutsuki. William Corr escribe uru-tsuki y emplea este párrafo de Bernardino. Ver Adams the Pilot, London and New York: Routledge, 2012, 216. 114 Sangatsu: tercer mes del calendario japonés. 115 Saimatsu: fin de año (Jisho). 116 Shōgatsu u O-shōgatsu es la fiesta de Año Nuevo (Frédéric, 2002, 761). Las fórmulas de cortesía que es‐ cribe Bernardino son: Go shōgatsu de gozaru: “feliz Año Nuevo”; O rei mōsu: “ofrecer palabras de respeto, gratitud o buenos deseos”; O-rei mōshimasuru y O rei mōshi maite gozatta. Tienen significado similar, en distintos grados de cortesía. 117 Morejón apunta que “va errado el Japón” (ms. J, 12r). 118 Luis Cerqueira (1552-1614), de la Compañía de Jesús. Para el establecimiento de celebraciones cristianas, ver Tronu-Montané, 2012,164-169. 119 Hotoke significa “buda”, pero los familiares falleci‐ dos también se veneran como hotokes. Para el culto de hotokes, ver Bitō Masahide, CHJ, 2008, 4, 373-424. 120 Hi, nichi y nichirin (en los tres manuscritos fi y nichi aparecen juntas como una sola palabra); hiru, tsuki, ki, gatsu, toshi, kotoshi, konnen, konoki, kongatsu, konohi, kon‐ 501

nichi. 121 El cómputo anual japonés o nengō. Bunroku en el calendario gregoriano, desde 1592 hasta 1595 (CHJ, 2008, 4, XVIII). Keichō: 1596-1615 (ibíd., XVIII-XIX). Morejón añade que “tienen también otro modo de con‐ tar los años, que es una circulación de 60 años en la cual no dan mudanza ni yerro a que llaman yeto, xican (jikan)” (ms. J, 12v). Para una lista completa de las eras o nengō, ver Frédéric, 2002, 704-705. 122 Kanpaku: “canciller imperial o regente de un empe‐ rador adulto” (Sakura, 130). Tokanpaku: se refiere a To‐ yotomi Hidetsugu (1568-1595). 123 La transliteración moderna es: shōgatsu, nigatsu, sangatsu, shigatsu, gogatsu, rokugatsu, shichigatsu, hachigat‐ su, kyūgatsu, jūgatsu. Bernardino escribe los meses undé‐ cimo y duodécimo shimotsuki y shiwasu, con la forma del calendario kyūreki o “calendario viejo”. Ver Frèdèric, 2002, 99. Gracias a Keith Vincent, David Morales y Meo Doki por la ayuda con la traducción. 124 Zeni: “moneda redonda con un agujero en el cen‐ tro” (Jisho). 125 Morejón niega que haya barrillas de oro a seis du‐ cados: “falso, que no corre, aun[que] por fiesta hicieron alg[un]as p[ara] el xogun”, añadiendo que “la moneda de cobre crece y me[n]gua conforme al uso, y la del oro conforme al valor q[ue] tiene el oro” (ms. J, 13r). El peso de tepuzque, que describe Bernal Díaz en la Historia ver‐ dadera de la conquista de la Nueva España, es de “oro bajo” (en CORDE). Para el significado de tepuzque y su valor en Nueva España, ver Manuel Vilaplana, Historia del real de a ocho, Murcia: Editum, 1998, 69-70. 126 Dachen: balanza de acero cuyo nombre viene “del 502

malayo daching, que a su vez tiene su origen en chino táching”. Nota de Ricardo de la Fuente Ballesteros en el Tratado de Luís Fróis, 2003, 123. Hakari: “balanza” (Rodrigues, 1982, 272). 127 Recatón: “que vende al por menor” (DRAE). Pare‐ ce que “oncenero” significa “usurero”. Vocabulario de re‐ franes y frases proverbiales (1627) de Gonzalo Correas: “el asturiano llama onzenero al renovero” (CORDE). “Re‐ novero” y “logrero” son sinónimos de “usurero” (RAE). Para más sobre la recepción de ofrendas, véase Las siete partidas, I, XII, XX. He utilizado la edición digitalizada de Las siete partidas del Rey Don Alfonso el Sabio, cotejadas con varios códices antiguos por la Real Academia de la Histo‐ ria, (a partir de ahora, LSP) Centro Virtual Cervantes (a partir de ahora, CVC). 128 Como ya señalaron Schilling y Lejarza, Bernardino se equivoca al copiar las Partidas. Para más sobre la usura, LSP, V, XI, XL. Ver también la anotación de Schilling y Lejarza, 1934, 41-42. 129 Morejón asegura que “el tener los japones trato con estos reinos fue culpa de algunos españoles q[ue] los lle‐ varon en sus navíos y les enseñaron a hacer juncos, fundir artillería, y agora naves para la Nueva España. Véase quién los hizo hacer” (ms. J,13v). 130 Hirado: ciudad portuaria al noroeste de Nagasaki (Frédéric, 2002, 314-15). Uraga: puerto situado en la bahía de Tokio (ibíd., 1016). Sobre las licencias a los in‐ gleses, Morejón señala que “esto no es más q[ue] licencia para tener una casa ordinaria, sin modo de fuerte” (ms. J, 13v). Sobre la llegada de los ingleses y holandeses a Japón, ver Gunn, 2018, 99-121. 131 Omitido en el ms. M (32v). 503

132

Oshiki: “bandeja de madera lacada” (Jisho). Goki, kasa, kowan y hanachi son recipientes, como explica Ber‐ nardino. 133 Hashi: “palillos para comer” (Sakura, 94). 134 Sakana: “comida ligera que se toma con sake y otras bebidas alcohólicas; pescado” (Sakura, 218). Gollería: “manjar exquisito y delicado” (DRAE). 135 Zashiki: “alfombra de tatami” (Jisho). 136 Los tipos de sake que enumera Bernardino son: Morohaku-no-sake, Migawa-sake, Onomichi-zake, Neriza‐ ke (transliteración de Niedermaier). 137 Morejón añade que “son infinitas las cerimonias que en esto y en banquetes, fiestas, etc., tienen” (ms. J, 14v). 138 Como ya señalaron Schilling y Lejarza, tabemasuru no significa “bebo”, sino “como” (1934, 47). 139 O meshi wo kikoshimesare. Fórmula de cortesía: “que aproveche” (Niedermaier). 140 “Pastel de arroz” (Sakura, 176). 141 Morejón apostilla que “tiene muchos yerros en este capí[tulo], alg[un]os apuntaré.” (ms. J, 17r). Efectiva‐ mente, Bernardino escribe los nombres, cargos y órdenes de forma muy desordenada. Aquí se da la transliteración moderna, y de ser posible, el significado, utilizando va‐ rias fuentes. No he podido identificar todos los términos. Gracias a Esther Molina, que consultó a varios monjes budistas en Kamakura, Yokohama y Tokio. 142 El ms. M omite “el Demonio” (39r). 143 Kamis. En el shintō (la religión autóctona de Japón), los kami son espíritus divinos, considerados su‐ periores a la condición humana (Frédéric, 2002, 461). 504

Ver también Takeshi y Goodwin en CHJ, 2008, 1, 317358. 144 Shaka. Morejón anota que “Amida fue muchos años más antiguo que Xaca”, añadiendo que “ni Xaca ni Amida vinieron a Japón, ni cuando ellos fueron había memoria de Japón” (ms. J, 17r). Amida es el nombre ja‐ ponés de Amitābha, Buda supremo del Paraíso Occiden‐ tal (Frédéric, 2002, 28). Shaka es la pronunciación japo‐ nesa del nombre Shakya, el clan de Shiddarta Gautama, fundador del budismo (Helen Baroni, The Illustrated Encyclopedia of Zen Buddhism, Nueva York: Rosen Pu‐ blishing, 2002, 289). 145 Buppō. “Ley budista” (Brown, CHJ, 2008, 1, 520). Morejón añade que “el Buppo es de Xaca” (ms. J 17r). 146 La antigua provincia de Yamato, actual prefectura de Nara. También era el nombre de un reino al sur de Nara. Es, además, otro de los nombres de Japón (Frédé‐ ric, 2002, 1046). 147 “Templo budista” (Jisho). 148 Kantō. Región en el este de la isla de Honshū que abarca las prefecturas de Tokio, Chiba, Kanagawa, Sai‐ tama, Gumma, Ibaraki y Togichi (Frédéric, 2002, 478). 149 Morejón comenta que “solo el estudio de sus letras o caracteres es infinito, y tienen muchos otros estudios”. Sobre la importancia de Kantō, asegura que “ya no es casi nada. Allá era Axicanga (Ashikaga) y otros templos” (ms. J, 17v). La ciudad de Ashikaga, en la actual prefec‐ tura de Togichi, fue un importante centro budista entre los siglos XI y XIV (Frédéric, 2002, 53). 150 La provincia de Kī-no-kuni está en la actualidad entre las prefecturas de Wakayama y Mie. Schilling y 505

Lejarza añaden que Bernardino se refiere al monte Kōyasan (1934, 260). Morejón apunta que “ni casas no son tantas y los bonzos verdad[eros] muchís[imos] menos”, añadiendo en otra nota “no reside allá sino bon‐ zos o gente rapada” (ms. J, 17v). 151 El jesuita Francisco Javier escribe casi lo mismo: “tienen estos bonzos en sus monasterios muchos mini‐ nos, hijos de hidalgos, a los quales enseñan a leer y escri‐ bir, y con estos cometen sus maldades.” Ver Richmond Ellis, 2012, 33-36. 152 Kōbō Daishi o Kūkai (774-835) es el fundador de la secta budista Shingon (Baroni, 2002, 193 y 200). 153 Morejón corrige que “en Yendo es lo principal agora del estado, mas de los bonzos está en el Miaco y Nara” (ms. J, 18r). 154 Gozan o “cinco montañas” es un grupo de templos budistas en Kamakura (Frédéric, 2002, 265). 155 Chōrō es el abad de un monasterio y tōdō el abad re‐ tirado (Baroni, 2002, 338 y 202) 156 No he encotrado un cargo con este nombre. Schi‐ lling y Lejarza sugieren Nanzenji no Ichō. Nanzenji es uno de los templos principales de Kioto (Frédéric, 2002, 698). 157 Sobre estos nombres y categorías, Morejón añade que esto es “falso, como se verá más abajo” (ms. J, 18r). Tampoco he encontrado “Tean” como cargo budista. Quizás Bernardino confunde el cargo con el nombre: Teian, también llamado Kyōrensha Shōyo, era un líder budista para quien Nobunanga construyó el templo Saikōji, en Azuchi (Elizabeth Ten Grotenhuis, Japanese Mandalas: Representations of Sacred Geography. Hawaii: 506

University of Hawaii Press, 1998, 133). 158 Bikuni: “monja budista”. Adaptación en japonés del nombre en sánscrito bhikkuni (Baroni, 2002, 22-24). 159 Morejón asegura que esto es “encareci[mien]to falso, que ni quinientas hay dentro, y alrededor del Miaco ni aun la mitad” (ms. J, 18r). Schilling y Lejarza dan la razón a Bernardino, basándose en los escritos de misioneros franciscanos como Juan Pobre (f.1614-15) y Fray Martín de la Ascensión(1934, 261). Para un análisis profundo de la relación de las bikuni con los misioneros, ver Nawata Ward, 2009, 109-192. 160 Shinzenkoji, Mieidō y Honnōji. Morejón subraya esta palabra y añade que “más son las más nobles y pa‐ rientas del rey, está en el Camiguio” (ms. J, 18r). Schi‐ lling y Lejarza explican que Kamigyō es la parte superior de Miyako (1934, 262). 161 Morejón asegura que “no hay clausura, q[ue] van fuera cua[ndo] quieren (ms. J, 18r). Schilling y Lejarza lo transcriben como kuma y dōshu (1934, 262). No he encontrado cargos de monjas con estos nombres. Dōsu es el supervisor de los monjes zen en entrenamiento y dōshu el monje encargado de la enfermería del monasterio (Ba‐ roni, 2002, 75). 162 Fuse, “limosna u ofrenda” (Jisho). 163 Morejón explica que el velo “no es sino de seda, mas a las veces ellas y seglares traen ciertos vestidos de papel”, que las monjas “salen como quieren, y lo del sín‐ dico es imaginación” (ms. J, 18v). 164 Morejón apunta que “es muy falso esto de la Corai por muy q[ue] él lo diga en otra parte por dicho de sus mozas, esclavas ignorantes” (ms. J, 18v). 507

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Morejón asegura que “más antiguas son estas sectas en Siam, China etc., que la ida de sancto Tomé a la India, ni es cierto que sancto Tomé llegase a más q[ue] a la India. En Japón ha ya mil años q[ue] fueron estas sec‐ tas y que murió Xaca más de 2560” (ms. J, 18v). Shid‐ darta Gautama murió alrededor de 486 a.d.C. (Berkeley Center for Religion, Peace and World Affairs, George‐ town University. Consultado el 31 de octubre de 2018). 166 Shū signfica “secta” (Jisho). Zen-shū, Ikkō-shū, Hokke-shū, Tendai-shū son nombres de sectas budistas. 167 Shingon Jōdo-shū. 168 Morejón anota que “estas órdenes van trocadas” (ms. J, 19r). 169 Morejón corrige en el interlineado: juxas (ms. J, 19r). Podría ser shuso, segundo en rango después del abad (Baroni, 2002, 338), que también se llama jōza (ibíd., 2002, 166). 170 Zōsu es el bibliotecario jefe de un monasterio bu‐ dista zen. Ver Baroni, 2002, 51-52 y 390. Ver también las posiciones de los monjes de un monasterio (ibíd., 2002, 338). 171 Bernardino escribe fixas en los tres manuscritos: (M, 41v; E, 35v y J, 19r). “Son escribanos”, según More‐ jón (ms. J, 19r). Schilling y Lejarza lo aceptan y transcri‐ ben como shisha (1934, 263). Pero Bernardino podría re‐ ferirse a jisha, que son los monjes jóvenes asistentes del abad (Baroni, 2002, 162). 172 Shamon. Según Morejón, son cualquiera q[ue], ra‐ pada la cabeza, deja el mundo” (ms. J, 19r). Ver Baroni, 2002, 291 y 309. 173 Morejón asegura que “es nombre fingido del autor” 508

(ms. J, 19r). 174 Según Morejón, “la secta de los xenxus no predi‐ can, que su enseñar es por vía de meditaciones”. Más abajo apunta que “el mayor vicio que reprenden es matar cosas” (ms. J, 19r) 175 Morejón corrige “Chingocu” por “Gingocu” y “Gi‐ gocu” (ms. J, 19r). Gokuraku y Jigoku. Ver Baroni, 372 y 159. 176 Morejón explica que “no hay tal, antes los coromos o capas son como redecitas muy delgadas negras o mora‐ das” (ms. J, 19r). Es una túnica monástica (Baroni, 2002, 196). 177 Morejón añade que “no es fiesta de ídolos, sino de Año Nuevo” (ms. J, 19v). 178 No he encontrado referencias a una celebración lla‐ mada así. Toshi-no-se o Toshi-no-ichi son las celebracio‐ nes de final de un año y principio del siguiente. Quizás Bernardino se refiere a la celebración Toshigoi-no-Matsu‐ ri. Se celebra el cuarto día del segundo mes para pedir a los kami la protección de las semillas (Frédéric, 2002, 989). Higan-e: rituales budistas que se celebran en Japón en los equinoccios de primavera y otoño. Ver Baroni, 2002, 129. O-bon es la versión japonesa del festival bu‐ dista de los difuntos que se celebra en toda Asia (ibíd., 246). 179 Según Morejón, “no son sino mil, de palo dorados y llámanse Sonjuzsanguen (ms. J, 20r). Schilling y Lejar‐ za dan la transliteración actual de este templo de Kioto: “San-jū-san-gendō” (1934, 264). Tiene 1001 estatuas de la deidad Jūichimen Kannon (Frédéric, 2002, 787), y 28 de Nijūhachi Bushū, sus acólitos (ibíd., 712).

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Morejón insiste en el interlineado que “no hay tal nombre de persona ni oficio” y en al margen que “todo esto es falso, por[que] Teian no es sino un predicador ordi[nari]o, y es nombre de persona, y no de oficio, el cual es jodoxunanten. Es nombre de un templo llamado Nanjenji (Nanzen-ji) y el sino icho es nombre fingido del autor y las dignidades de bonzos son otras, q[ue] llama[n] monjenquis, y la honra que le hace es la que no‐ sotros a un canónigo grave o una dignidad de una iglesia o superior de un convento grande o provincial. Al mon‐ jequi o bonzo de Osaca adóranle los icoxus como a Amida vivo, q[es] su ídolo y es casado, mas es secta de los labradores. Lo del Dairi es verdad q[ue] le estiman la dignidad mas nunca sale fuera ni se deja ver, sino de po‐ quísi[mos] q[ue] tienen cierta dignidad, y es tanto como un ídolo de palo” (ms. J, 20r). 181 Dōjuku o dōshuku, “acólito o catequista” (Boxer, 1965, 522). 182 “Es falso” que los sacerdotes no salgan solos y que vayan siempre montados en norimono, “q[ue] yo vi sin fin ir a pie”. “En todo Japón puede tener de quien quisie‐ re” norimono, asegura Morejón (ms. J, 20v). 183 Morejón asegura que esto “es falso, porq[ue] el Daibut que se hendió en el terremoto, q[ue] era de barro dorado, fue el q[ue] hizo Taico, y antes de él no le había en el Miaco, sino en Nara, ocho leguas del Miaco o diez, y en Camacura, y el q[ue] después se hizo fue por orden deste xogun a cosa de Findeyori, hijo de Taico, de cobre dorado, y se acabó el año de 1614” (ms. J, 20v). El Dai‐ butsu (estatua del Gran Buda) de Nara se labró en bron‐ ce y se erigió entre 749 y 752. El de Kamakura, en 1252. El de Kyoto, en 1587. El terremoto de 1596 lo destruyó; 510

se sustituyó en 1612 por otro de bronce, que también fue destruido en el terremoto de 1622 (Frédéric, 2002, 137). 184 La concubina de Hideyoshi era Yodogimi (15671615). Ella y su hijo Hideyori (1592-1615) moraban en el castillo Ōsaka en el tiempo en que Bernardino escribe esto. Ambos se suicidaron el 4 de junio de 1615. 185 “Con la casa y todo lo demás”, añade Morejón (ms. J, 20v). 186 El Daibutsu no medía veinticinco brazas, sino vein‐ te, según Morejón. Sobre la longitud “con la mano, sin vara, alcanza, si es de mediana estatura”. Acerca del ta‐ maño “Es muy grande y en proporción q[ue]si estuvieran en pie fuera de 40 brazas. Lo de los aposentos pudiera ser, mas no los hay, ni mora nadie dentro” y “cabe un hombre, mas sin espada” (ms. J, 20v). 187 Morejón anota que “estos son de los mesmos xenxu” (ms. J, 20v). 188 Anota Morejón que “en el reino de Yamato prime‐ ro estuvo el rey en otras muchas partes y mucho después en Nara, y desde el año de 780 se mudó la corte al Miaco desde Nara, adonde ha estado hasta agora” (ms. J, 21r). Como corrigen Schilling y Lejarza, la corte no se mudó a Miyako (por entonces Heian-kyō) hasta 794 (1934, 267). Sobre las provincias, Morejón afirma que “esta di‐ visión de provincias es falsa. Fue dividido en siete prov[incias] o caminos y en 33 Reinos, y después en 66 reinos lo cual ha más de 600 años, digo el nombrarse 66” (ms. J, 21r). Para una descripción de la organización te‐ rritorial japonesa, ver Kiley, “Provincial administration” en CHJ, 2008, 2, 236-340. Para un listado de antiguas provincias y modernas prefecturas, ver Frédéric, 2002, 780. La transliteración moderna de los lugares que men‐ 511

ciona Bernardino es: Kami, Shimo, Shikoku. Yamashiro es el nombre de Kioto entre 784-94 (Frédéric, 2002, 1045). En el interlineado, Morejón apunta que Shikoku “es la mesma isla del Cami” (ms. J, 21r). Los “reinos” son Tsunokuni, Kawachi e Izumi. Para la división de provin‐ cias entre 1542 y 1651, ver el mapa de Murdoch y Ya‐ magata, “Map of Japan in Provinces in time of Iyeyasu” en A History of Japan during the century of early foreign in‐ tercourse (1542-1651). Michigan: University of Michi‐ gan, 1903. Otros mapas de interés se encuentran en el sitio web Geographic Information System de la Univer‐ sidad de Harvard: https://sites.fas.harvard. edu/~chgis/data/japan/ (consultado el 27 de octubre de 2018). 189 Morejón explica que “esto es lo q[ue] llaman Go‐ quinay, q[ue] son cinco reinos en el centro de la isla grande alrededor del Miaco, y así dicen Goquixichido”. Goki-shichidō significa “cinco provincias y siete circui‐ tos”. Según Morejón, el acuerdo entre los cinco reinos “es falso, que nunca tal concierto hubo, antes eran con‐ trarios Nara y el Miaco” (ms. J, 21r). 190 Sobre esta batalla Morejón escribe que Bernardino “oyó cantar y no sabe adónde, y así toda esta historia es falsa” (ms. J, 21v). En cuanto al nombramiento religioso, “también es falso, que el ser el cabeza de los camis lo tiene por generación y casta, y de los fotoque es desde el principio, ha mil años”. Afirma que “los Dairis de Japón ha que residen en el Miaco desde el año 780 de Cristo nuestro señor” y que “desde el año antes de Cristo de 660, nunca se acabó la línea de los reyes de Japón, con‐ forme a sus historias, y esto de dar las dignidades fue desde el principio” (ibíd., 21v). Con esta fecha, Morejón 512

parece referirse al emperador Tenji, que gobernó entre 668 y 672 (Brown, CHJ, 2008, 1, XXII). El emperador Kammu estableció Kioto como capital en 794 (Frédéric, 2002, 585). Sobre la sucesión linear de emperadores, ver también Brown, “Linnealism” en CHJ, 2008, 1, 505521. Surunga era la provincia de Suruga. El Daifu o “mi‐ nistro del interior” (Jisho), es Tokugawa Ieyasu. 191 Morejón corrige: “prometió que casaría”, y “son 10 hijos o más” (ms. J, 21v). 192 “Es adorado como cami”, según Morejón (ms. J, 22r). 193 Los regalos son “alguna cosa, que lo bueno lleva el xogun”. Acerca de las ceremonias y reverencias: “el xogun y cuanbacudono y otros no hacen tantas cerimo‐ nias, sino a la entrada, sus cortesías ordinarias … Esto es conforme a las dignidades que cada uno tiene” (ms. J, 22r). 194 Igual en los mss. E (39r) y M (46r). En el ms. J, aparece la misma expresión, pero “casa” está tachada, y corregida en el interlineado como “en la puerta de la casa” (22v). 195 Corrige Morejón que “cuanbacu no es nombre de capitán general, sino de dignidad, como de chanciller mayor o cosa semejante. Y taico es nombre de quien en‐ tregó el oficio de cuanbacu a algún pariente suyo”. Mo‐ rejón explica que “xogun es otra dignidad diversísima, la 1ª de paz, la 2ª de guerra, y este es el capitán gene‐ ral”(ms. J, 22v). Sogún (shōgun): “título de los persona‐ jes que gobernaban el Japón, en representación del em‐ perador” (DRAE).El puesto de kampaku, o regente, fue creado en 884. El título de taikō fue otorgado a Hideyos‐ hi en 1592 (Frédéric, 2002, 924). Sobre la legitimidad 513

del título, ver Berry, 1982, 168-171. 196 Morejón explica que “esta división hicieron los mesmos Dairis y reyes de Japón, cuando estaban en su mayor prosperidad, como queda anotado” (ms. J, 22v). 197 Gun: “distrito, condado” (Jisho). 198 Nagato, Iwami, Suō, Aki, Bingo, Izumo, Bitchū, Bizen. Las catanas “mucho mejores se labraron en Ca‐ macura, Miaco, y otras muchas partes … Y de mucho más valor las hay” (ms. J, 23r). 199 Chūgoku. Morejón afirma sobre el señor de Mōri que “Bizen no fue suyo, mas fuéronlo los otros que se si‐ guen: Mimasaca, Foqui, Inaba” (ms. J, 23r). 200 Mimasaka, Hōki, Inaba, Kinokuni, Arima, Tanba, Tajima, Tango, Wakasa. Sobre Yamashiro, Morejón anota: “es de los más pequeños, apenas no tendrá mil, mas muy pequeñas” (ms. J, 23r). El monte es Kōyasan. 201 Setsunokuni, Izumi, Kawachi, Ōsaka, Sakai, Izu‐ nokuni. 202 Ise, Iga, Ōmi, Echizen, Owari, Mino, Kaga, Mika‐ wa. 203 Hida, Noto, Tōtōmi, Etchū, Kai, Shinano, Suruga. Sobre la nieve, asegura Morejón “que en la 6ª luna, en julio o agosto, van muchos en romería a lo más alto, y yo le vi sin punta de nieve bien de veces” (ms. J, 23v). 204 Izu (Aizu), Sagami, Kōzuke. Morejón anota que es “falso” (ms. J, 23v), pero no especifica si el señor de Kōzuke reside allí o si es el secretario del rey. 205 Echigo, Musashi, Awa, Kanzusa. 206 Shimōsa, Hidachi, Shimozuke, Dewa, Ōshū. El daimio es Date Masamune (1567-1635). “Es muy falso, que el Masamune no tiene más que una parte del reino 514

de Oxu, y no solo en Japón hay otros mayores que él, mas adentro del mesmo reino de Oxu, como son Camo‐ fidadono, nieto del xogun viejo”, según Morejón (23v). 207 Satsuma, Osumi, Hyūga. Morejón aclara que “no son sino nueve reinos” y que “Fiunga no es del yacata de Satzuma” (ms. J, 23v). El yakata es de la familia Shimat‐ su. Ver Turnbull, 1998, 78-79 208 Bungo, Buzen, Chikuzen. El yakata de Bungo “fuélo también de Fingo, Chicugo, y Fizen le pagaba pa‐ rias y guerreaba sobre Fiunga” (ms. J, 23v). 209 Hizen, Chikugo, Higo. Corrige Morejón que “ni Arima ni Omura son reinos, sino parte del reino de Fizen” (ms. J, 23v). 210 Iyo, Awa, Sanuki, Tosa, Urado. “No son sino cua‐ tro tonos, o seis”, apunta Morejón (ms. J, 24r) 211 Nagasaki, Hirado, Ikitsuki, Imari, Iki, Tsushima. Morejón anota que Tsushima “llaman reino, y no es su‐ jeto a Firando, ni lo fue”, añadiendo que “Firando no es reino, sino parte del de” Hizen (ms. J, 24r). 212 Amakusa. Shima-no-kami-dono es Terazawa Hi‐ rotaka (1563-1633). Ver Hesselink, 2015, 101. 213 Gotō. Morejón contradice a Bernardino: “falso, ni lo es ni lo fue sujeta” (ms. J, 24r). 214 Echigo y la isla Sado. “Ni fue suya, ni nunca lo fue, sino solo el nombre, como los Toledos etc.” (ms. J, 24v). Sandono, o Sado-no-kami-dono es Honda Masanobu (1538-1616). En Ōta, 2011, 43. Bernardino emplea el título de Hidetada (shōgun) como nombre propio, aña‐ diéndole en ocasiones el sufijo de respeto -sama. 215 Haifuki(ho). Es la purificación de plata por cupela‐ ción (Rodrigues, 1980, 198). 515

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“Es falso” en el interlineado. Añade en el margen que “faltóle Avagi y Tenxima y Xima, aunque algunos no admitan a Tsuxima (ms. J, 24v). Izafay es Isahaya. 217 “Encarecimiento. Lo de sin dueño es verdad” (ms. J, 24v). 218 Islas Ryūkyū. 219 Como critica Morejón, Bernardino generaliza la historia de Japón, por lo que comete errores e incon‐ gruencias que dificultan la identificación de los señores en guerra. El tono no era señor “sino del reino de Ava” (ms. J, 24v). Mioxendono y Foscaguandono podrían ser Miyoshi-dono, o Miyoshi Chōkei (1522-64) y Hosoka‐ wa Harumoto (1514-63). 220 Como ya explicaron Schilling y Lejarza, en esta época el titulo lo ostentaba Miyoshi Yoshitsugu (c.155173). Sakyō-no-Daibu es el comisario o inspector encarga‐ do de la parte este de Kioto (en el glosario de Royall Tyler en The Tale of Genji de Murasaki Shikibu, Nueva York: Pinguin, 2003, 1676). Según Morejón, el llamado Foscaguandono “no era señor del Miaco, sino goberna‐ dor y criado del Cubosama, el cual quedó en el Miaco como de antes y Mioxendono como su ayo y señor de Cavachi y otras partes, mas no de todo el Goquinai como antes era Foscaguandono” (ms. J, 25r). 221 Matzinanga es Matsunaga Hisashide (1510-77). El sogún muerto era Ashikaga Yoshiteru (1535-65). Según Morejón, “todo esto es falso. Saquionodaibu y Matzi‐ nanga, su ayo y principal, cercaron y mataron en el Miaco al Cubosama o xogun, que era señor de todos, aunque mal obedecido, y esto fue el año de 1565”. Cu‐ bosama no se defendió con éxito: “el mesmo día fue muerto y un hermano suyo, bonzo de Nara, huyó, y este 516

fue el que después pidió ayuda a Nobunanga para que le metiese en su estado, como lo hizo el año de 1568” (ms. J, 25r). 222 Oda Nobunaga (1534-82), señor de Owari. 223 Danjō-no-Chū o Danjō-no-Jō, título de Oda No‐ buhide (c.1510-51). Ver Ōta, 2011, 51. Morejón afirma que “no fue sino señor menor de la 4ª parte” de Owari (ms. J, 25r). Kanjurō-dono era Oda Nobuyu‐ ki (c.1536-57). Morejón cuenta que Oda Nobuhide “tuvo muchos hijos y Nobunanga era mayor que Canxiroxidono. Este Musaxidono es el mesmo que Canjurondono. Su padre, que murió el año de 1543, dejó a ambos a dos en dos diversas fortalezas y con diversos capitanes, y aún no tenían ambos más que la 4ª parte del reino o menos” (ibíd., 25v). 224 Para Morejón, el relato de Bernardino “es falso, porque Nobunanga desde este tiempo se fue apoderando de mucha parte del reino de Oari y nunca fue preso de su hermano, antes le era sujeto Canjurodono o Musaxi‐ dono. Y algunos años después de la muerte de su padre, sabiendo Nobunanga que su hermano se unía con sus enemigos y que le hacía traición, avisado de los mesmos criados dél, fingióse enfermo, y llamóle a su fortaleza como que le quería entregar su herencia y estado, y en‐ trando a visitarle, tres que para esto estaban diputados, le mataron el año de 1557. Lo demás es florear. Esto es sa‐ cado de su historia, escrita de sus mesmos japones y im‐ presa” (ms. J, 25v). En el folio siguiente, en el que Ber‐ nardino sigue contando la historia, Morejón apunta que “todo es falso y florear” (ibíd., 26r). 225 “Vista” en los mss. M (51v) y J (26v). “Visita” en el ms. E (53v) 226 Explica Morejón que “esta catana no la mostró a su 517

hermano, ni hizo plática alguna, mas dióla a Cavaxiri Dogay, uno de los tres que cuando entraba en la sala, lo mataron con ella” (ms. J, 26v). Cavaxiri es Kawajiri Yohyōe Hidetaka (1527-82). 227 Akita Jō-no-suke es Oda Nobutada (1557-82). Ver Ōta, 2011, 498. 228 “Falso, que no fueron sino Cavaxiri y otros dos”, corrige Morejón (ms. J, 27r). 229 “Todo es falso, porque los dos tenían otros muchos hermanos, de los cuales aún en el año de 1614 eran vivos dos. Eran, por todos, ocho o diez” (ms. J, 28r). 230 “La historia no dice que se cortó ninguno, sino que Nobunanga salió a la guerra poco después” (ms. J, 28r). 231 Asegura Morejón que Bernardino “florea en algu‐ nas cosas, porque ni aun con esto quedó señor de todo el reino de Oari, mas poco a poco lo ganó, y al de Mino, que fue el año de 1562, cuatro años después de la muerte del hermano” (ms. J, 28v). 232 Gifu “no está en medio” de Owari y Mino, aclara Morejón (ms. J, 29r). Según Morejón, la fortaleza no era para tanto: “encarecimiento, fue hermosísima fortaleza, aunque otra mucho más excelente hizo en Azuchi el año de 1576” (ibíd., 29r). 233 “Falso, porque tres capitanes del Miyoxidono esta‐ ban en guerra contra Matzinanga, porque había sido muy privado y ayo de Saquionodaibu, y contra estos tres fue Nobunanga, rogado del hermano del Cubosama, muerto como dije, y Matzinanga no era enemigo de Sa‐ quionodaibu, ni se hace en la historia memoria dél, sino de sus capitanes” (ms. J, 29v). 234 Kinoshita Tōkichirō. 518

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“No es cierto sino que lo servía en casa, y pagándole bien su servicio. Como el tiempo era de guerra y él era mozo brioso, se puso, como otros, a servir a Nobunanga, y así vino a crecer tanto” (ms. J, 30r). 236 “Lo que dice que era muy servicial y esta historia de la catana es verdad” (ms. J, 31v). 237 Kiyosu. 238 La marcha hacia Miyako fue “el año de 1568”. La conquista de la fortaleza de Nangahama “fue mucho des‐ pués” (ms. J, 34r). Sobre el cambio de nombre de Hide‐ yoshi, ver Berry, 1982, 244. 239 Rei significa “inclinarse” o “hacer reverencia” (Jisho). En el texto se escribe con y: rey. Lo pongo con i para evitar la confusión con la palabra española que de‐ signa a un monarca. Sobre la victoria sobre Miyako, Mo‐ rejón explica que “todo esto es falso, porque de Saquio‐ nodaibu no se hace mención, y la guerra era contra tres capitanes parientes dél, ni hubo casi batalla, sino que sin resistencia entró en el Miaco y sujetó los reinos de Ya‐ maxiro, Tennocuni y Cavachi, y tornóse a su reino de‐ jando entronizado en el Miaco al hermano del Cubosa‐ ma muerto. Solo hubo guerra en el reino de Omi con otro señor dél que no quería dar paso, y poco más ade‐ lante … Quien se sujetó no fue Saquionodaibu, sino Yvanari, uno de los tres, al cual perdonó y honró, y a ninguno mató esta vez, y a Matzinanga tomó por amigo y diez años después, el de 1587, se hicieron enemigos y Matzinanga cortó la barriga en su fortaleza de Xingui” (ms. J, 34v). Yvanari podría ser Iwanari Tomomichi (f. 1578). 240 Ōmi. 241 Según Morejón, “esto era en Fiyenoyama [Hiei519

no-yama], universidad, y por se haber unido con sus enemigos los destruyó, y en esta guerra no fue nada Chi‐ cuzendono, y esto fue el año de 1571, tres años después de la entrada en el Miaco. Ni en la historia se hace men‐ ción en este asalto de Chicuzendono, antes se dice que estaba en otra parte, en Odami, de presidio … No hubo tantos bonzos, ni poderse defender, sino que los destruyó sin quedar rastro” (ms. J, 34v-35r). En el monte Hiei “antiguamente eran tres mil casas de bonzos como de clérigos, mas ya no eran la mitad” (ibíd., 35r). Sobre la participación de Hideyoshi en el ataque al monasterio Enryaku-ji, fundado en el monte Hiei en el siglo VIII, ver Berry, 1982, 45-48. Chicuzendono es Hashiba Chi‐ cuzen-no-Kami, otro de los títulos de Hideyoshi (ibíd., 244). 242 Según Morejón, Nobunaga “no se estableció en Miaco, sino en el reino de Omi, doce leguas al oriente, y en el Miaco ni aun casa hizo para sí, y esto fue mucho después, el año de 1576, y en el Miaco no había más que unas casas que hizo en Niguio para el Cubosama mucho antes. Tampoco entregó Echizen a Hashiba: “nunca dio Nobunanga a Chicuzendono más quel reino de Farima, y esto fue el año de 1577”. No “fue al Xicocu solo, el 3º hijo de Nobunanga el año de 1582 iba allá, y sabiendo que era muerto su padre, se volvió. y así ni entró en él ni le sujetó nunca” (ms. J, 35r-v). Aquechi es Akechi Mit‐ suhide (1526-82). Los lugares son Mimasaka, Hōki, Inaba, Tajima, Tango, Ise, Iga, Ōmi, Echizen, Hida, Tōtōmi, Noto, Etchū, Kai y Kaga. 243 “Esto no fue en el reino de Cavachi, sino de Tzu‐ nocuni, y Justo no era señor del reino sino de la fortaleza de Tacatzuqui y no de Tacayama, el cual era su sobre‐ 520

nombre” (ms. J, 35v). Se refiere a Takayama Nagafusa, también llamado Takayama Ukon o Justo Ukondono (1553-1615). Ōta ya cuenta las artimañas de Nobunaga para ganar la fortaleza de Takatsuki utilizando a los je‐ suitas (2011, 298). 244 “No fue Nobunanga directamente contra Justo, sino contra Araqui, ni le cercó ni dio asalto, mas deseó mucho por tratos traerlo a sí”. Sobre los jesuitas, añade Morejón que “estos padres estaban en el Miaco y otras partes, y particularmente el padre Sebastián González, en 25 años que estuvo hasta morir en Japón, no fue a las partes del Miaco (ms. J, 36r). Araqui podrí ser Araki Murashige (1535-86). Los misioneros son Organtino Gnecchi-Soldo (1533-1609) y Sebastião Gonçalves (c.1555-1619). 245 En el ms. M se lee “Nobunanga” en lugar de “Ucondono Justo” (65v). En el ms. E también, pero el nombre está tachado y sobre este se ha escrito “Ucodono Justo” (54v). Como los misioneros estaban presos en poder de Nobunanga, la versión en el ms. E es la correc‐ ta. 246 “Nunca entró en su fortaleza, mas pasó de largo” (ms. J, 37r). 247 Morejón añade que “el hijo de Yeyasu era yerno de Nobunanga”. Más abajo explica que el relato de Bernar‐ dino es “falso, que Yeyasu, que agora es señor de Japón, desde sus principios fue muy favorecido de Nobunanga y su consuegro, y a sombra de Nobunanga, siendo señor de sola una fortaleza, quedaba ya señor de dos o tres reinos, y le ayudó siempre en las guerras”. Date Masamune, “no era entonces sino muy mozo, ni era señor sino de una parte de aquel reino, y así no tenía casi nombre” (ms. J, 521

37v). Bitchū “no fue conquistado, porque era de Uquin‐ da Navo Yye, amigo de Chicuzendono” (ibíd., 38r). Uquinda Navo Yye es Ukita Naoie (f. 1592). Morindono es Mōri Terumoto (1553-1625). 248 Oda Nobuzumi (c.1555-82), también llamado Tsuda Shi chib yōe No bu zu mi o Tsuda Bō. Ver Ōta, 2011, 387. 249 Mistuhide no pasó de largo, “sino que de repente saltó en el Miaco con su ejército al amanecer, y así no había entrado primero en el Miaco con su ejército, y des‐ pués salídose mañosamente” (ms. J, 38v). Nobunaga tenía pocos hombres consigo porque “residía entonces en el reino de Omi, en la fortaleza de Azuchi, y vino al Miaco con su hijo mayor a hacer que cada uno de su tie‐ rra fuese a la guerra, y así no tenía ningunos señores con‐ sigo. Justo Ucondono no era señor del reino de Canga, sino de la fortaleza, y tierra de Sacantzuqui en el reino de Tçunocuni, seis días distante el uno del otro, y a él había enviado Nobunanga por visitador del ejército, y tornaba ya de allá” (ibíd., 39r). 250 El monasterio es Honnō-ji (Papinot, 1, 1910, 177). Fo que xu es Hok ke-shū. (ibíd., 172). “Es falso, que no era sino un templo de bonzos y no de bicunis, y era lugar donde él posaba, por no tener en el Miaco la fortaleza tan rica que pintó el autor, y el príncipe estaba en las casas que fueron del Cubosama” (ms. J, 39r). 251 Nobunaga “se cortó la barriga y se puso fuego”. Su muerte “no fue sino el año de 82, y no se apoderó del pa‐ lacio del Meaco, que no le había, mas fuese a Azuchi, al reino de Omi, y después tornó al Miaco” (ms. J, 39r). 252 Morejón explica que Mitsuhide no encontró aliados porque “no había en el Miaco dichos señores, mas envió 522

recaudos a los circumvecinos y ninguno se unió a él” y Justo “tornaba de visitar el ejército por orden de Nobu‐ nanga, y oyendo su muerte, fue el primero que envió a avisar a Chicujendono, y tomó la avanguardia porque su fortaleza era la más cercana al Miaco” (ms. J, 39v). 253 El hijo de Nobunaga es Oda Nobutaka, también llamado Kanbe Sanshichi (1558-83). Gorozaymon es Ko re zu mi Gorōzae mon, o Niwa Na gahi de (1535-85). Ver Ōta, 2011, 490 y 56. “Esta historia es verdadera”, confirma Morejón (ms. J, 39v). El primo “era hijo del hermano sobredicho de Nobunanga, a quien él hizo matar haciéndose el enfermo” (ibíd., 40r). 254 En el margen del ms. J, “este capítulo, aunque en algunas cosas acierta, es verdadero en lo sustancial por‐ que lo oyó al padre Gregorio de Céspedes” (43r). El je‐ suita Gregorio de Céspedes (1551-1611) fue el primer misionero europeo en Corea. Ver Park Chul, “Gregorio de Céspedes, primer visitante europeo de Corea”, Revis‐ ta Española del Pacífico, Año 3, N. 3 (enero-diciembre 1993), 139-146. 255 Tsukai. 256 “Adiós” o “que así sea” (Jisho). 257 “Lo cierto es que con engaños hizo paces con Mo‐ rindono antes que se supiesen las nuevas y tomó sus rehenes y seguridad, y así se tornó victorioso al Miaco … Quien hizo los conciertos fue un tío de Morindono” (ms. J, 40v-41r). 258 “Libres y sin embarazo” en el ms. P (22r). 259 “Yeyasu, como dije, era muchos años atrás amigo, y deste tiempo había venido a visitar al Nobunanga. Se huyó a sus tierras con otro señor, el cual fue muerto de 523

ladrones en el camino, y el Yeyasu escapó con la vida”. Los demás señores “no le dieron la obediencia, sino que él con otros muchos por una parte, y por otra los hijos de Nobunanga, fueron a vengar su muerte” (ms. J, 41v 42r). 260 Yamazaki. Morejón apunta que “la avanguardia llevó Justo, y él fue el primero que rompió y desbarató a Aquechi, que Chicujendono no se halló en la batalla, antes estaba en Ibaraqui, 5 leguas del lugar de la batalla” (ms. J, 42r). 261 Schilling y Lejarza proponen que Yafenxi es un sa‐ murái llamado Yahenshi (1934, 415) Podría ser Miyake Yaheiji (c. 1536-82), que tomó el nombre de Akechi Hi‐ demitsu al casarse con una hija de Akechi Mitushide. También se le llama Akechi Samanosuke o Mitsuharu. 262 “Con su mujer y hijos” en el ms. E (60v). 263 “No quedó sino una hija, casada con el señor que agora es del reino de Bujen, y cuando él escribía esto ya había años que era muerta” (ms. J, 42v). 264 Morejón asegura que el no ir a pie “solo es del Dairi o rey na[cion]al, que como se dice está como un ídolo, pero todos los demás señores eran como Nobunanga” (ms. J, 42v). 265 “Aprobaba” se omite en el ms. M (74r). En el ms. E, 61v. En el J, 43r. 266 “33” (ms. J, 43r). Los jesuitas entraron en Japón en 1549. 267 “Este capítulo, aunque algunas cosas acierta, es ver‐ dadero en lo sustancial porque lo oyó al padre Gregorio de Céspedes” (ms. J, 43r). 268 Gohonjo es uno de los apodos de Oda Nobuo 524

(1558-1630). Ver Cooper, 1965, 306. 269 Ya se men cio nó a Ko re zu mi Gorōzae mon, o Niwa Nagahide. Los otros son Ikeda Tsuneoki (1536-84) y Shibata Katsuie (1530-83). 270 “No dio batalla, sino que sabiendo Chicujendono que el hijo de Nobunanga se unía con Xibatandono, él, con mucha presteza, antes que se pudiesen juntar hizo poner cerco al hijo de Nobunanga, y dejándole así salió sobre Xibata y le venció en el reino de Yechijen, y tornó luego sobre le dicho hijo de Nobunanga” (ms. J, 44v). 271 “Concertase” en el ms. M (76r). 272 “No fue tanto como pinta, sino que como ya tenía rehenes de todos y acabaron los dos sobredichos, para engañarlos mejor dio muestras de querer favorecer a Go‐ fonjo y gobernar a su sombra, y luego se descubrió clara‐ mente, y sin se le hacer contradicción, quedó mandado” (ms. J, 45r). 273 Así en manuscrito M (78v). 274 “Esto es ignorancia, porque tomó dignidad de cuanbacu, y el de Taico no es nombre de persona, sino de oficio de quien dejó de ser cuanbacu, y así muchos el tu‐ vieron y tienen agora y se ve en sus listas” (ms. J, 47r). Kanpaku significa “regente imperial” y taikō, “regente imperial retirado” (Berry, 1982, 286 y 291). Pero taikō en otro contexto también significa “cosa grande, elevada, de consideración” (Pagés, 1868, 743). ¿Confundiría Ber‐ nardino los términos? 275 “No le dio sino muy poca cosa” (ms. J, 47r). 276 “Una sola vez hizo esto, el año de 94” (ms. J, 47v) 277 “No quería ir contra el Date, que aún no tenía nombre, y había otros mayores que él al oriente, sino 525

contra Gofonjo, hijo de Nobunanga, que estaba unido con Yeyasu”. Ōsaka “ya era desde el tiempo de Nobu‐ nanga tomada el año de 1586, y el bonzo que dice estaba en el reino de Quinozuqui en los nengoros, y contra ellos fue” (ms. J, 48r). Negoro-ji es un complejo de templos situado en la prefectura de Wakayama. Ver Lach, 1965, 716. 278 “Destruyó los nengoros y al bonzo le envió con honra al Miaco, y aún es vivo. Llámase Xinmonjequi” (ms. J, 48r). Schilling y Lejarza transliteran el nombre como Rokujōdono y Shimmonzeki (1934, 423). Berry narra brevemente el ataque a Negoro-ji (1982, 83-84). 279 Arima “no es sino una parte del reino de Fijen … Arimandono era de familia muy noble y antigua, y por‐ que sus antepasados y agüelos fueron señores de la mayor parte del reino de Fijen y no reconocía superior en Japón se llamaba rey lato modo” (ms. J, 48v). 280 Tacanombo es Ryuzōji Takanobu (1530-84). Omura Sumitada (1532-87), bautizado como Barto‐ lomeo (Turnbull, 1998, 71) era “primo de Arimandono” (ms. J, 48r). 281 Sakaguchi. “No fue tan cruda batalla como él pinta, aunque algunos murieron” (ms. J, 49r). 282 Los lugares son: Omura, Kuchinotsu, Arie, Shima‐ bara y Mie. 283 Satsuma, Bungo e Hizen fueron importantes, pero “tanto y más fueron en sus historias Fingo y Chicuzen”. El señor de Arima “No era todo, sino buena parte” de Hizen (ms. J, 50v). 284 Francisco Javier (1506-52) “no fue sino a la India, y tornando el año siguiente a la China murió en la isla de‐ 526

sierta de Sanehoan, que entonces no había Macao” (ms. J, 51r). 285 1529-1609. 286 “86” (ms. J, 51r). 287 “Era Yoximune, gentil a quien ya el rey Francisco había entregado sus reinos” (ms. J, 51v). 288 Los lugares son Usuki, Kanayama y Tsukumi. Francisco es Ōtomo Yoshishige (1530- 87). Constantino es Ōtomo Yoshimune (1558 - 1605). Morejón asegura que Francisco no murió entonces: “falso, que fue mucho después”. Morejón afirma que no fue Constantino el que pidió ayuda: “el rey Francisco en persona fue a pedir ayuda al Cuanbacu a Osaca, y no murió hasta el año de 87, después de ver vencido el de Satzima”. Según More‐ jón, Constantino “nunca se quiso hacer cristiano sino después que le vino el segundo socorro de Cuanbacu‐ dono, y aun esto casi por fuerza, a persuasión del capitán general Condera Simeón (ms. J, 51v). 289 “La nao de la China comenzó a venir, aunque no tan formadamente como va agora, dos años antes de la venida del bendito padre Francisco Xavier” (ms. J, 52r). Según Elisonas, los portugueses comenzaron a utilizar el puerto de Hirado en 1550 (CHJ, 2008, 4, 304). 290 Morejón explica que Hideyoshi iba a la guerra “contra Jongendono, señor del Cuanto o de Odavara” (ms. J, 52r). El señor de Kantō y Odawara era Hōjō Uji‐ masa (1538-90). El primo de Hideyoshi es Hashiba Na‐ gahide o Hidenaga (1540-91). En el interlineado, More‐ jón corrige “Minondono” como “Minoncamidono” (ibíd., 52r). Chosongami es Chōsokabe Motochika (1539-99). Sobre esto, Morejón afirma que “no fue sino Chosogami, señor del reino de Tosa, y fue el que tomó 527

el Galeón San Felipe, y Xengocubioye, los cuales fueron maltratados del de Satzima” (ms. J, 52r). Xengocubioye es Sengoku Hidehisa (1552-1614). Agustín es Konishi Yukinaga (c.1556-1600), llamado por los cristianos Agustín o Agostinho Tsunokamidono. Cuanbioyendono es Kuroda Yoshitaka (1546-1604), apodado también Kuroda Josui o Kodera Kambyōe. Se bautizó como Si‐ meón Kondera en 1583 (Frédéric, 2002, 578). Morejón explica que “Cuanbioye, en todo el tiempo del Taicosa‐ ma, nunca tuvo un reino, sino medio, porque, aunque era grandísimo capitán, enojóse con él por ser cristiano y haber hecho baptizar mucha gente noble al tiempo de la guerra, y así es falso que tenía cinco reinos”. En la si‐ guiente nota añade que “fue Condera Simeón, cristiano, por general, que es el que llama aquí Cuanbioye, y don Agustín no era sino capitán de los navíos, que no fue a Bungo” (ms. J, 52r). Canzuye es Katō Kiyomasa, Kazueno-kami (1562-1611). Chiquexe y Naxima son Chiku‐ zen y Nashima. Morejón explica que “no le dio sino a Sasamatçunoami, y mucho después, cortado este la barri‐ ga por falsas acusaciones, le dio a estos dos, habiendo to‐ mado 1º la posesión dél Asano Danjo” (ibíd.,52v). Sassa Mutsu-no-kami es Sassa Narimasa (1539-88) y Asano Danjō es Asano Nagamasa (1546-1611). Ver la nota de Schilling y Lejarza, 1934, 428-29 donde se referencian todos los nombres. 291 Ynfuin es Matsuura Shigenobu (1549-1614), que se ordenó sacerdote en 1589 tomando el nombre de Sōsei-Hōin (Frédéric, 2002, 620). Doca es Matsuura Dōka Takanobu (1529-99). En Maria Grazia Petrucci. Cast in Silver: The Rise and Demise of Kyūshū Corsairs in a Unifiying Japan, 1540-1640. Tesis: University of British Columbia, 2017, 155. Don Juan de Amagusa podría ser 528

Juan Amakusa Hisatane (f. 1600) o Juan Shiki Rinsen (no he encontrado sus fechas de nacimiento y muerte). Turnbull cuenta el ataque a Higo en “The ghosts of Amakusa: localised opposition to centralized control in Higo Province, 1589-1590”, Japan Forum 25, N. 2 (2013), 191-211. 292 “Falso, que no fue sino el de 1587” (ms. J, 52v). 293 1531-90. 294 “No hubo hablarse en esto del Ximo, sino que como se hacían muchos y eran tan unidos entre sí y con los padres, podría ser que hubiese lo que hubo en otras leyes de japones. Y consta porque, si tal temiera, o pusie‐ ra guardas que ejecutasen la sentencia, o no dejara allá tantos señores cristianos a quien él había irritado” (ms. J, 53r) 295 “A Justo y a los demás les envió recaudo, y no les habló inmediatamente” (ms. J, 53r). 296 Morejón cuenta la historia de estos dos nobles de otra manera: “no fue sino que, no se atreviendo los que llevaron el recaudo de Taico a dar la respuesta resoluta que Justo les daba, él se levantó diciendo que la daría presencialmente, aunque le costase la cabeza, y que no dijesen otro de lo que él decía, y así fue desterrado con esto, con la virtud y constancia que todo el mundo sabe” (ms. J, 53v). Justo no se marchó de su presencia porque “no estaba delante dél” y Hideyoshi “no hizo más pre‐ guntas inmediatamente a nadie”. Constantino “como se había hecho cristiano el mesmo año, porque Quanbioye‐ dono Simón le dijo que si no se hacía cristiano, no le había de ayudar. Formalmente retrocedió, aunque des‐ pués de perdido el reino el año de 600 se redujo, y algu‐ nos años después murió desterrado muy santamente” 529

(ibíd.., 54r). Takayama Ukon se exilió a Manila con los misioneros en 1614 y murió en 1615 (Turnbull, 1998, 81). Ōtomo Yoshimune Constantino murió en 1605 (ibíd., 72). 297 “Muchos más” (ms. J, 54r). 298 La traición “nunca la quiso hacer, porque ni aun caso hacía de él, y el conquistarle después don Agustín y Canzuye fue en el principio del año de 90, tres años des‐ pués” (ms. J, 54r). El viaje de Hideyoshi “fue tan sabido, que su navío dio en una piedra junto a Cocura y se per‐ dió y Saixodono, sobrino y prodigado del Mori, le ayudó con su navío y así pasó de priesa al Miaco” (ms. J, 54v). 299 “No, sino hermano”, explica Morejón en el interli‐ neado (ms. J, 54v). 300 “Es falso por lo susodicho” (ms. J, 54v). 301 “No venció a Yeyasu, antes estando unidos Gofon‐ jo, hijo de Nobunanga y Yeyasu, envió contra ellos a To‐ cuanbacu, su sobrino, con su suegro y otros capitanes. El suegro quedó muerto y el yerno tornó huido, y después se concertó Taicosama con ellos”. Taikō no marchó con‐ tra Date Masamune, “sino contra Fojondono, señor de Odabara y del Cuanto, que era yerno de Yeyasu, y el mesmo Yeyasu fue ayudando a Taico sama en esta gue‐ rra”. Sobre los rehenes de Ieyasu, “si fue en esta guerra en servicio de Taicosama, mal le podría haber como pri‐ sionero, y contra el Date no fue Taicosama, mas envió alguna gente, y contra otros tan grandes como él, y no vino al Miaco de allí el Masamune” (ms. J, 54v). Fojon‐ dono es Hojō Ujimasa. En estos párrafos, Bernardino mezcla el sitio a la fortaleza de Odawara (Berry, 1982, 93-96) con la toma de Amakusa (Turnbull, 2013, 191211). Como explica Morejón, Date Masamune y Ieyasu 530

ayudaron a Hideyoshi. 302 “Esta conquista fue al final del año de 89 y princi‐ pio de 90, antes de la guerra del Cuanto ya dicha, y no después como él dice” (ibíd., 55r). 303 Los lugares son Shiki, Sakinotsu, Ushibuka, Futae y Sekiya. 304 Hondō. 305 Era la viuda de Kiyama Danjō (Turnbull, 2013, 201). No he encontrado su nombre. 306 “Estos fueron los que le combatieron juntos con D. Agustín” (ms. J, 55v). 307 “Fue un padre enfermo que luego murió allá, y otros hermanos estudiar y a ordenarse” (ms. J, 56r). 308 1539-1606. 309 “No tomó esta nueva al padre Visitador sino en el puerto de Macao, viniendo de la india el año de 88” (ms. J, 56r). 310 “No fue sino que, tornado el padre a Japón con los cuatro caballeros japones que fueron a Europa, y tenien‐ do nuevas de los grandes favores que hacía a los padres, con esta ocasión se le enviaba la embajada y presente para hacer más fruto” (ms. J, 56r). Se refiere a la embaja‐ da Tenshō. Ver López-Vera, “La Embajada Tenshō (1582-1591), adolescentes japoneses en la Europa del siglo XVI”, HistoriaJaponesa.com, 2018 (consultado el 27 de octubre de 2018). 311 Como señalan Schilling y Lejarza, la versión de Bernardino es errónea. Morejón da la suya: “no fue sino el de 90, dia de la Magdalena, habiendo estado en Meaco dos años, por no haber habido viaje por culpa de don Juan de Gama”. Sobre la recepción de Hideyoshi, 531

Morejón explica que “no mandó tal, sino que dio res‐ puesta y presente honrado para el virrey de la India. Y porque el Padre Visitador había visitado la provincia y hecho congregación provincial, se tornó él al 3º año” (ms. J, 56v). 312 “Y aunque” omitido en el ms. M (91v). En el ms. E, 76v. En el ms. J, 56v. 313 “Cruel era en gustar de matar los condenados para probar las catanas, mas en lo demás muy cortés y buen príncipe y amigo de los cristianos, cuanto era su tío enemigo, mas tuvo enemigos y el mayor fue el recién na‐ cido” (ms. J, 56v). 314 Afirma Morejón que “las grandezas destos edificios no fue sino el Juracu en el Miaco, porque lo bueno que después hubo en Fuximi fue después, en el año de 95, habiendo ya muerto a Tocuanbacu su sobrino, que hizo mudar las portadas y casas del Juracu del Miaco a Fuxi‐ me”. Sobre los tejados dorados, Morejón afirma que “es falso, que no eran sino las puntas de las tejas de los teja‐ dos o de las veras” (ms. J, 56v). En cuanto al río, “no es el que pasa por el Miaco, sino otro que viene de la laguna de Omi y pasa por allí cerquita, el cual hizo pasar por de‐ lante de la ciudad, y lo que él dice que hizo empedrar o hacer parecer de piedra no fue lo del río, sino las cavas y losas de la ciudad, lo cual fue cosa grandiosa” (ibíd., 57r). Juracu es el palacio de Jurakudai, construido en 1586 (Frédéric, 2002, 438). 315 Nagoya se fundó en “muchos días y meses” (ms. J, 57r). 316 Schilling y Lejarza escriben Kumamoto y Kawashi‐ ri (1934, 496) 317 “Este Faranda era mercader, y volviendo de Manila, 532

dijo a Taicosama por vía de Faxegawa Fongen que era su privado, que si enviase una provisión real haciendo algún fiero al gobernador de Filipinas, se le sujetaría y vendría a dar la obediencia. Esto como digo fue invención de Fa‐ randa y fiero de Taicosama” (ms. J, 58r). Faranda es el mercader Harada Kiemon (1555-99). Faxengava es Ha‐ segawa Hōgen o Sōnin (1539-1606). 318 Gaspar es el nombre cristiano de Harada Magoshi‐ chirō, sobrino de Kiemon. Las cartas están en línea en el Portal de Archivos Españoles (a partir de ahora, PARES), signatura FILIPINAS,18B, R.2,N.12 (consul‐ tado el 6 de noviembre de 2018). También en Gil, 1991, 40-41. 319 Harada Gaspar sí fue a Japón en 1592. Ver Gil, 1991, 39 y Sola, 199, 33. Además, Bernardino no llegó a Manila en 1590, sino que estaba allí desde al menos 1586. Ver Hesselink, 2015, 103 y Martín Santo, 2016, 20. 320 El barco en el que Juan Cobo (1547-93) regresaba desde Japón a Manila naufragó y Cobo no regresó a Ma‐ nila (Gil, 1991, 48). 321 Pedro Bautista (1542-97), Bartolomé Ruiz (c.1500-c.1600), Francisco de San Miguel (f. 1597), Gonzalo García (c.1557-97). Según Morejón, Gonzalo García “no sabía sino muy poco” japonés. “Era hijo de padre y madre indios, y en Japón sirvió a la Compañía de mozo despensero sin los padres tener intento de que podía ser religioso” (ms. J, 59r). 322 “Casado” se omite en el ms. M (94v). En el ms. E, 79r. En el ms. J, 59r. 323 “Tributo que pagaba un príncipe a otro en recono‐ cimiento de superioridad” (DRAE). 533

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“Tu reino” en los mss. E (79v) y J (60r). 325 “Es orden en Japón a quien trae embajada o presen‐ ta alguna cosa corresponderle con vestidos de seda, o ca‐ ballos, o armas” (ms. J, 60v). 326 “Chapas” es el nombre en fuentes españolas de las daban a las licencias otorgadas por Hideyoshi desde 1587. Ver Iaccarino, 2017, 80. 327 “Desto” omitido en los mss. M (96v) y E (81r). En el ms. J, folio 61r. 328 Morejón tiene tanto que corregir que numera las glosas: “1. Es verdad que pidieron licencia para se quedar de asiento en Japón y Taico no quiso darla, porque no quería que promulgasen la ley, y así le pidieron licencia para ir a ver los grandes edificios del Miaco y de su corte del Juracu para los contar en sus tierras, lo cual les conce‐ dió, encomendándolos a Faxegava Fonquen, que era el que tomó sobre sí las cosas de Japón. Y de la iglesia, ni hablaron ni lo concedió. 2. En el Miaco estuvieron en casa de Fonquen muy apretados, y el visitar a Taicosama no fue sino que le salieron en una calle, porque Fonquen no quería que fuesen delante del Taico, el cual les dijo si aún estaban allí. Ellos pidieron una casa donde pudiesen estar, poruque esperaban por la respuesta de Manila. Él los cometió al gobernador del Miaco, Guenifoin, el cual les dio un campo fuera del Miaco, avisándoles que no hi‐ ciesen templo, que Taicosama no lo consentiría. Los hospitales eran apéndices y pobrísimos, pegados a la iglesia” (ms. J, 61r). Guenifoin es Maeda Gen’i, Mim‐ bukyō Hōin, o Maeda Munehisa (1539-1602). 329 Marcelo de Ribadeneira (f.1610?), Agustín Rodrí‐ guez (f.1613), Gerónimo de Jesús (f. 1601), Andrés de San Antonio (f. 1594). 534

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“Fue falso, que los padres no les dieron tal iglesia. Era la de la Misericordia, mas ellos la tomaron por la fuerza” (ms. J, 62r). 331 C.1535-1600. 332 Omitido en el ms. M (97v). En el ms. E, 82r. En el ms. J, 62v. 333 Según Morejón, Hideyoshi no le hizo palacios a su sobrino: “no fue así, sino que le había entregado el Juracu o fortaleza y cosas riquísimas del Miaco en que él mora‐ ba, que los de Fuxime del sobrino él mesmo los había hecho para sí en la forma que los demás señores, y los que él aquí pinta no fue fue sino del Juracu”. Sobre las doncellas, “todo esto es falso, que no hizo sino mandar que se casase con una hermana de Iquenda Sanzaimon‐ dono, y las demás criadas y mancebas, él se las buscó”. En cuanto a las caballerizas, “todo esto no lo hizo para el sobrino, sino que eran casas que hizo para sí, y después, con la dignidad de Cuanbacu, se las entregó” (ms. J, 62v). Iquenda es Ikeda Sanzaemon-no-jō Terumasa (1564-1613. Ver Jonh M. Rogers, “Arts of War in Times of Peace: Swordmanship in Honchō Buguei Shōden, Chapter 6”. Monumenta Nipponica 46, 2 (1991), 173-202. 334 Sobre este relato, Morejón clarifica que “solo la crueldad de preciarse de cortar hombres le podían opo‐ ner, y la invidia de dos o tres le hicieron mal que bien. Quisto de todos era, y gobernaba muy bien. Mas esto, y el desear que su hijo le subcediese, le hizo tratarle mal. Y lo de la traición nada se le probó, ni hubo indicios cla‐ ros”. En cuanto a la rebelión: “1. No juntó ni un solo hombre, que estaba entonces en el Miaco. 2. Tampoco juntó gente ni ejército, mas tenía su gente ordinaria en 535

Fuximi y en Osaca, y otra que estaba concertado una for‐ taleza seis leguas de allí de propósito para si fuese nece‐ saria gente, mas no se juntó ejército. 3. Ni Tocuanbacu envió a pedir socorro a sus amigos, porque todos estaban en sus tierras, que Taico los había de propósito enviado allí. Antes luego se fue a Fuximi solo a dar razón de sí. 4. Nunca salió de su palacio sino para ir solo a dar razón de sí, y como no trataba traición, ni despidió gente alguna como no la había juntado” (ms. J, 63r). Tampoco fue al monte Kōya: “esto no fue sino en Fuximi, que en llegan‐ do allá, confiado en su inocencia, Taicosama le envió este recaudo” (ibíd., 63v). 335 Morejón matiza que el niño “era su pajecillo ordi‐ nario”, que el bonzo “no era bonzo de allí, sino del Miaco, que le había acompañado, y este se cortó primero que Cuanbacu, ni se llevó entonces la cabeza”, que el te‐ soro “ya estaba todo secuestrado”, que las mujeres “fue‐ ron 29, y tres hijos”, que “no llevaron tal cabeza por las calles, y así no hubo reverencias”, y que la cabeza expues‐ ta “fue de Quimura Fotachi, un su criado muy ordinario, no de Cuanbacudono” (ms. J, 64r). Sobre la decisión de Hideyoshi, “harto mal se dijo della” (ibíd., 64v). Berry cuenta la caída de Hidetsugu empleando fuentes japone‐ sas del siglo XVII (1982, 219-23). Quimura Fotachi po‐ dría ser Kimura Hitachi-no-Suke Higekore (f. 1595). 336 “Para que” en el ms. M (100r). “Porque” en los mss. E (84v) y J (65r). 337 “Esto fue el año de 94, en el verano, y los fritos no fueron sino Ixicava Goyemon con su familia, nueve o diez personas, y estos andaban como soldados, y algunos, de 10 a 20, crucificaron” (Morejón, 64v). Ixicava es Ishi‐ kawa Goemon (1558-94). 536

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Morejón asegura que “fue falsa esta historia de la ponzoña, y Yuguenqui murió mucho después en la China, que era el garante destos conciertos. Era muy viejo, que los embajadores eran otros” (ms. J, 65v). Schi‐ lling y Lejarza transliteran el nombre como Yugeki (1934, 516). Sobre Chin Yugeki, ver Yoshi Kuno, Japa‐ nese Expansion on the Asiatic Continent, Berkley: Univer‐ sity of California Press, 1937, 329. 339 Es el cometa C/1596 N1 (Crossley, 2018, 205). 340 1542-98. 341 Morejón explica que la lluvia de sangre “no fue sino cenizas que se entendió eran de un volcán del reino de Yxe llamado Asama. Decían que llovió algunos cabellos, como raíces delgadas de cebollitas, mas de sangre no hubo tal, y esto fue el día de la Magdalena, 22 de julio, que yo lo vi” (ms. J, 65v). En 1596, el volcán Asama hizo erupciones entre los meses de mayo y septiembre. Ver “Asamayama” en el sitio web del Global Volcanism Pro‐ gram, National Museum of Natural History, Smithso‐ nian Institution (consultado el 7 de noviembre de 2018). 342 “Diciembre” en el ms. M (100v). “Septiembre” en los mss. E (85r) y J (65v). El terremoto sucedió en sep‐ tiembre. Ver Minoura et. al., “Aftereffects of Subduc‐ tion-Zone Earthquakes: Potential Tsunami Hazards along the Japan Sea Coast”, The Tohoku Journal of Expe‐ rimental Medicine, 237 (2015), 2, 91-102. Morejón anota “el primero fue el 7 y el segundo a 14” (ms. J, 65v). 343 Anota Morejón que el terremoto: “no fue sino en Miaco al oeste y por al leste”. La ciudad no estaba en el reino de Hyūga, “sino el de Bungo, y no se llama así, y fue que entró allí la mar” (ms. J, 66r). Schilling y Lejarza anotan la ciudad como Uehama (1934, 518). No he en‐ 537

contrado referencias a esta ciudad. 344 El palacio que cayó “fue el de Fuximi y no del Miaco”. La sala “o casa de mil tatamis era de Osaca, muy rica, y es cierto que era de mil y que cayó”. Hideyoshi “estaba en Fuximi, escapó saliéndose al patio, que no había balcones en sus casas … No cayó templo ninguno conocido, y el Daibut se hendió solamente, por ser en‐ tonces de tierra, barnizado y dorado” (ms. J, 66r). Tam‐ poco cayeron casas principales, “porque sacada la primera noche, no se sabe que cayese más casa o templo, y quien menos mal recibió fue el Miaco. Mayor fue en Fuximi, Osaca y Sacay, adonde la primera noche murió mucha gente, pero después ninguna”. La tierra se abrió en “al‐ gunas calzadas y caminos junto a los ríos”. Sobre las peñas, “alguna que cayó se hendiría, que yo vi todos estos lugares” (ibíd., 66v). 345 El relato de los peces por las calles y las casas es “encarecimiento” falso. El terremoto “no duró sino menos de tres horas”. Hideyoshi no estaba en un balcon, sino “en su patio”, y no fue al campo, “que no salió de la fortaleza de Fuximi”, y es “falso” que fuese a casa de un amigo suyo (ms. J, 67r). No hubo maravilla en las igle‐ sias cristianas “fue lo mesmo de todos, y las casas y tem‐ plos de poco porte y peso, y mucho más en el Miaco, donde fue menor el tremor” (ibíd., 67v). 346 Fune: “embarcación” (Jisho). Sobre el naufragio, ver Emilio Sola, Libro de maravillas, 1980, 105-138 y el ar‐ tículo de López-Vera “El incidente del San Felipe y los mártires de Nagasaqui” en HistoriaJaponesa.com, 2015. Consultado el 9 de noviembre de 2018. Sobre Matías de Landecho, ver Gil, 1991, 74, y la reproducción de la re‐ lación sobre la “Arribada del galeón San Felipe al Japón y 538

martirio de frailes franciscanos”. A.G.I., Filipinas, Leg. 79, No 28 [1597], en Reyes Manzano, 2014, 163-176. También relata el naufragio el franciscano Juan Pobre, que iba de pasajero en el galeón en Historia de la pérdida y descubrimiento del Galeón “San Felipe”. Ávila: Institu‐ ción Gran Duque de Alba de la Excma. Diputación Pro‐ vincial de Ávila, 1997. 347 Comenta Morejón que “el terremoto fue mucho antes de la tormenta” (ms. J, 67v). 348 Chozongami es Chosokabe Motochika (f. 1599), Uyemonojo es Iemon-no-jō o Masuda Nagamori (15451615), Ximonoxo es Jibunoshō o Ishida Mitsunari (f. 1600). Masuda fue nombrado gobernador “después de‐ llos llegados … ni era alcaide de Fuximi” (ms. J, 68r). Morejón atribuye a estos tres el saqueo de la nao, “por confiarse ellos mucho de las provisiones que decían tener de Taicosama, diciéndole los tres que aquella hacienda y vida habían de ser perdidas en la mar, y el cielo los trajo a Japón para con aquellas riquezas rehacer las pérdidas del terremoto y guerra de la Corai, y que a los españoles no les hacía agravio, pues les dio su reino la vida, habién‐ dola perdida en la mar, que harta merced les hacía en darles la vida” (ibíd., 68v). 349 Hideyoshi ordenó “que no le visitasen los españo‐ les, que los demás libre entrada tenían” (ms. J, 69r). 350 Según Morejón, “Yemanojo, después de tomar la hacienda de la nave, tomó la carta de marear y preguntó al piloto Landia cómo habían tomado los españoles las Filipinas, Malucas, Nueva España, Perú, etc. Y el piloto, pensando con esto ponerles miedo, dijo que iban a con‐ tratar por todo el mundo, y si les recibían bien eran ami‐ gos, y si lo hacían mal les tomaban los hierros. Yemanojo 539

holgó mucho de oir esto, y replicó: “para eso deben de venir los frailes”. Respondió él que sí. Este dicho recibió Yemanonjo a Taicosama en Osaca, y como no deseaba más que alguna buena razón para tomar la hacienda, hizo grandes fueros que había de matar los frailes espa‐ ñoles etc”. Sobre la condena de Harada y Hongen, dice que “Faranda y Fonquen habían dado consejo a los reli‐ giosos que procediesen con más recato estando en tierra ajena, como hacían los de la Compañía, diciendo que ellos tenían enemigos entre los privados de Taicosama, y temían que por hacerles mal a ellos, acusasen a los frailes (cuya protección tenían ellos) de que quebraban las leyes del rey, y los frailes les respondieron con aspereza, y por eso Faranda y Fonquen estaban mal con ellos. Por esto dijo agora este hijo, llamado Ufioye que ellos no tenían culpa, sino los frailes, que no querían oír sus consejos, sino de unos pobres japones con quien estaban unidos, los cuales tenían en lista” (ms. J, 70r). Hideyoshi “no se trató de matar a Fonquen ni a Faranda, aunque este ya estaba en desgracia por las muchas mentiras en que le cogieron, ni él hubo otra entrada con Taico, sino por el negocio de Filipinas”. Tampoco mandó Hideyoshi infor‐ mación, “sino después deste Ufioye hacer la lista que quiso, la entregó a Jibunojo como a juez ordinario” (ibíd., 70v). Los Hasegawa mencionados son Hongen y su hijo Ushiōye, (Schilling y 1934, 525 y Murdoch y Yamagata, 1903, II, 292). 351 Francisco Blanco (c.1557-97) y Felipe de Jesús (1573-97). Los demás se han mencionado anteriormen‐ te. 352 Vuelve a insistir Morejón en que “no se hizo más pesquisa de la vida de los padres que la dicha, ni se hizo 540

otra lista que la dicha”. En cuanto a información sobre cristianos y las cifras que da Bernardino, “ni hubo tanta pesquisa, ni había entonces en el Miaco la tercia parte destos cristianos, ni se puso más lista que la dicha arriba” (ms. J, 72r). Sobre el resto del relato, escribe Morejón que “había poco antes el obispo de Japón, don Pedro Martínez, visitado a Taicosama y héchole muchas honras el Taico, y como su intento era tomar alguna capa para tomar la hacienda de la nave, y esta fue el dicho del pilo‐ to, el mesmo Taico dijo que no era su intento tocar en los portugueses ni en los padres de la Compañía, que ya eran conocidos y le habían visitado muchas veces, y por eso no se procedió contra todos” (ibíd., 72v). 353 Tsukasa: “oficial” (Jisho). 354 “No se sabe qué tono era este tan celebrado, porque ninguno había baptizado por los padres franciscos que fuese reconocido o tono entonces” (ms. J, 74v). 355 Schilling y Lejarza anotan los versículos: Mateo, 810 y Lucas, 4 (1934, 533). 356 “Ninguno hizo otras promesas a los japones sino los padres de san Francisco, de viajes a Philipinas y Nueva España, como consta de las embajadas hechas etc., y que les darían grandes ganancias con el trato de Nueva Espa‐ ña, enviaría mineros y ingenieros, y lo demás se vería en España en las embajadas” (ms. J, 74v). 357 Juan Ruiz de Medina se basa en relatos de la época, entre ellos el de Bernardino, para anotar los nombres de los mártires. La transliteración moderna de los nombres es: Pablo Suzuki, Gabriel Jusuke, Kiuya Juan, Dangi Tomás, Francisco (no se dan apellidos), Sakakibara Joa‐ quín, Kozaki Tomás, Ventura (no se dan apellidos), Ka‐ rasumaru León, Matías (no se dan apellidos), Antonio 541

(no se dan apellidos, pero apunta Ruiz de Medina Anto‐ nius Deyan (1999, 291), Luis Ibaraki, de doce años, no diez (ibíd., 291), Gotō Juan, Ibaraki Paulo, Miki Paulo, Kisai Diego, Kozaki Miguel, Sukejirō Pedro (Pablo en el ms. M, 109r, Pedro en los mss. E, 92r y J, 75r), Takeya Cosme y Kichi Francisco (ibíd., 287-297). 358 Organtino “no residía sino en el Miaco, y allá esta‐ ba” (ms. J, 75r). 359 “No estuvieron en la cárcel hasta un día antes del paseo, sino en sus casas, con guardas a las puertas” (ms. J, 74v). 360 Parece que el colocar el ostensorio en el altar mayor fue motivo de crítica. Sobre su desaparición, asegura Morejón que “no se dijo tal, mas el año antes le habían puesto en el sacrario, y por más instancia que se les hizo del gravísimo peligro que había de alguna irreverencia entre tanta gentilidad, nunca le quisieron quitar. Hubo fama que una noche entraron ladrones. Lo que hicieron no se sabe de cierto, mas de que desde el dia siguiente no le pusieron más. Lo demás, ellos sabían”. Añade que “el autor se muestra muy averiguador y se ve lo poco que averiguó, pues era manifiesto que hacía cerca de un año que no tenían el santísimo sacramento en el sacrario, lo que se dijo fue del año atrás” (ms. J, 75v). Sobre esta desaparición, ver Marcelo de Ribadeneira (1947, 38688). 361 Bernardino escribe veinticuatro, pero son veintiséis. 362 “No fue delante de templo de gentiles” (ms. J, 76v). Según Sola, Matías de Landecho consiguió que no les cortasen la nariz (1999, 54). 363 Este fragmento se omite en el ms. M (112r). En el ms. E, 94v. En el ms. J, 77v, añadiendo Morejón que 542

“fue entrada con mucha gente noble, como él costum‐ braba ir” y que “no hay tal modo de arqueros ni bastone‐ ros”. 364 “Cartas hay de ellos mesmos que por todo el Chun‐ gocu fueron muy bien tratados, y que no iban atados, mas en guardas” (ms. J, 78r). 365 No he encontrado información sobre este bugyō. Schilling y Lejarza lo llaman Gompei y afirman que es Terazawa Hirotaka y remiten a la obra de Anesaki Ma‐ saharu A Concordance to the History of Kirishitan Missions. Tokio: Office of the Academy, 1930. (1934, 543). Pero en este trabajo solamente se menciona que Terazawa era el gobernador de Nagasaki entre 1592 y 1602, no que su nombre fuera Gompe o Gompei. Morejón explica que los religiosos fueron embarcados “por orden de Ximan‐ dono, gobernador de Nagasaqui, y de sus ministros (ms. J, 78v). Ximandono es Shimadono, es decir, Shima-nokamidono, que es Terazawa Hirotaka. 366 Diego de Guevara (f. 1612). No he encontrado fe‐ chas sobre Matías de Landecho ni de Diego de Valdés. 367 Terazawa Hasaburō, bautizado Juan. No he encon‐ trado fechas de nacimiento y muerte. Ver la edición de Cummins de Sucesos de las islas Filipinas de Antonio de Morga, Londres: Haklyut Society, 1970, 234. 368 Leonardo Fernandes de Sá fue obispo de la diócesis de Macao entre 1578 y 1599. Marcelo de Ribadeneira asegura que el milanés llevó la sangre a China, y que dos padres dominicanos, un padre y un hermano jesuitas y seis franciscanos (entre ellos, él mismo) y otros testigos entre ellos un médico vieron la sangre “liquida, y sin nin‐ gún mal olor” (1947, 553). Por su parte, Alessandro Va‐ lignano conoció a Buonacina en Macao y vio la sangre, 543

afirmando que no se trataba en absoluto de un milagro, y dando una explicación de por qué se conservaba líquida: “recogida la sangre en un paño y exprimida después, per‐ manecería naturalmente líquida porque la parte coagula‐ ble se quedaría adherida al tejido” (Notas de José Rizal a su edición de Sucesos de las Islas Filipinas de Morga, 1890, 83-4). 369 Bernardino parece evitar dar información sobre sí mismo. No da detalles sobre sus viajes ni especifica los motivos por los que estuvo preso. 370 Pedro Martínez (1542-98). Sobre el converso por‐ tugués Francisco Rodrigues Pinto (n.1551), ver Lucio de Sousa, “The Jewish Presence in China and Japan in the Early Modern Period: A Social Representation”. Eds. Manuel Pérez García y Lucio de Sousa. Global History and New Polycentric Approaches. Singapur: Palgrave Mac‐ Millian, 2018, 204 371 Morejón asegura que “no consta que el obispo dije‐ se tal, y no le ordenó por saber poco y no estar entonces las cosas de Japón quietas, y él muy depriesa para ir a Nangasaqui, ni hubo témporas para ello, porque luego en llegado al Miaco fue preso” (ms. J, 84r). 372 “Aunque para quien muere por la fe o virtud no son necesarios milagros, el obispo de Japón en juicio com‐ probó con sustancia y muchos testigos que los milagros que se publicaron de lumbres, de los cuervos, incorruptos etc., no fueron verdaderos, sino imaginación o piedad desnecesaria para con Dios, que puede hacerlos cuando ve que conviene” (ms. J, 84v). Morejón, nombrado pro‐ curador para el examen de los mártires japoneses con el fin de llevar a cabo el proceso de beatificación por la Sa‐ grada Congregación de Ritos del Vaticano en 1630 (Na‐ 544

wata Ward, 2012, 122), es cuidadoso con la mención a milagros. La investigación concluyó el 3 de febrero de 1599 con el veredicto de que no hubo milagros (se dete‐ rioraron lentamente a causa del frío y los animales no los atacaron porque había guardias vigilándolos). Ver Lucio de Sousa 2018, 204 y Michael Cooper. Rodrigues, o In‐ térprete. Lisboa: Quetzal, 2003, 177-78. Para los cam‐ bios en beatificaciones y canonizaciones a partir de la Contrarreforma, ver R. Po-Chia Hsia, El mundo de la re‐ novación católica, 1540-1770, Madrid: Akal, 2010, 157174. 373 Lucas y Matías de Suzuta (Ruiz de Medina, 1999, 280-81). 374 Sobre el martirio de Nakama Joran, ver Ruiz de Medina, 1999, 282-283. 375 Falta en el ms. M (121r). En el ms. E, 103r. En el ms. J, 85v. 376 Envió en el ms. M (121r). Envía en el ms. E (103v) y J (86r). 377 Sobre la visita de Navarrete y Sosa, ver Gil, 1991, 74 y Reyes Manzano, 2014, 348-50. 378 “Del portugués cornaca, y este del cingalés kūruneka. Hombre que en la India y otras regiones de Asia doma, guía y cuida un elefante” (DRAE). 379 “No hay estas provincialidades en Japón entre los bonzos” (ms. J, 87v). 380 “Del efecto se verá como recibió la embajada, y lo que ellos dicen que cuanto más mal tratamiento hacen a los españoles, tanto más se les sujetan” (ms. J, 87v). 381 Vasai-Virar (EB). 382 Anotan Schilling y Lejarza que “gudon o mejor 545

gudão es una palabra asiática que estaba en uso entre los portugueses que residían en Asia, y significa almacén subterráneo” (1935, 108). Luis Gómez murió en 1637. Ver José Sicardo, Cristiandad del Japón III, 1696, 437. 383 El número del capítulo está marcado como X en los mss. M (125v) y J (89r) y 10 en el ms. E (106v). 384 1598-1614. 385 “No fue sino contra uno de los gobernadores de Japón que dejó Taicosama con el mesmo Daifu, llamado Canguecatsu, y Sataquedono” (ms. J, 89v). Canguecatsu es Uesugui Kagekatsu (1555-1623), y Sataquedono Sata‐ ke Yoshinobu (1570-1663). 386 “En Fuximi” (ms. J, 89v). 387 “Es falso, que no fue sino de otros” (ms. J, 89v). 388 Este fragmento solamente aparece en el ms. J. Mo‐ rejón añade que “es falso, que no fue sino que le cortaron la cabeza, como a don Agustín, y Ancocuji, bonzo de Morindono” (90r). Ancocuji es Ekei Ankokuji (f. 1600). Ieyasu obtuvo el poder tras la batalla de Sekigahara el 20 de octubre de 1600 (Frédéric, 2002, 838-39). 389 Esta parte se omite en el ms. M. En el ms E, 107v. En el ms. J, 90r. 390 “El dicho padre se negoció con unos mercaderes, prometiéndoles dichos viajes del Cuanto” (ms. J, 90r). 391 Puede que en algún momento de ese año regresara a Manila, porque firma varias cartas junto con otros miembros del Cabildo. Ver “Carta del Cabildo secular de Manila sobre comercio, japoneses…etc” en AGI, sig‐ natura FILIPINAS,27, N. 48. Para otros documentos, ver la bibliografía en Martín Santo, 2016, 198-201. 392 El nombre del puerto es Kyodomari, y la ciudad 546

Usuki. Los frailes regresaron a Japón vía Manila en 1602 (Gil, 1995, 94 y Sola, 1999, 73). 393 En Yatsuhiro, 8 y 9 de diciembre de 1603. Los mártires son Minami Gorozaemon Juan y Takeda Gohyōe Simón. Las mujeres son Takeda Inés, Minami Magdalena, y Takeda Juana. El ahijado es Minami Luis (Ruiz de Medina, 1999, 297-300). 394 “No es sino de Suo” (ms. J, 92r). Damián aparece como “ciego de nación” en todos los manuscritos (mss. J, 92r; E, 109v; M, 129v). Schilling y Lejarza lo corrigen como “de nacimiento” (1935, 114). Damián no murió en 1604, sino en 1605 (Ruiz de Medina, 1999, 300-301). 395 Xifiaco: jihiyaku o jifiyaku: “oficial de cofradía” (Na‐ wata Ward, 2009, 356). 396 Watanabe Jirōzaemon Joaquín, Hattori Juan y Mit‐ suishi Miguel (Ruiz de Medina, 1999, 306-307). 397 Mitsuishi Tomé y Hattori Pedro (Ruiz de Medina, 1999, 312-13). 398 Schilling y Lejarza lo llaman Saigo Kaga-no-kami (1935, 116), Ruiz de Medina Hongō Kaga-no-kami (1999, 309). No he encontrado referencias a este noble de Hirasa, ni sobre los cristianos Pedro y León martiri‐ zados. El samurái cristiano es León Saisho Shichiemon. Ruiz de Medina fecha el martirio el 17 de noviembre de 1608 (1999, 309). 399 Jūmonji. 400 “No hubo tal chapa o provisión del rey” para que los misioneros se instalasen en Nagasaki, y las religiones (órdenes) “no eran sino cuatro, si no es que llame reli‐ gión los clérigos japones” (ms. J, 96r). 401 Los miembros de la familia son: Nishi Genka Gas‐ 547

par, Nishi Úrsula y Nishi Mataichi Juan (Ruiz de Medi‐ na, 1999, 313-14). León podría ser Kaemon León (ibíd., 315-16). 402 Quizás llegó el 26 de junio. Ver Hesselink, 2015, 151. 403 Hasegawa Sahiōye Fujihiro (1567-1617) fue gober‐ nador de Nagasaki entre 1606 y 1614. Ver Charles Boxer, The Affair of the Madre de Deus. Londres, Nueva York: Routledge, 2011. 404 “Dijolo a los portugueses … no dijo sino que ya vía que fuera culpa de los japones, mas porque no se desgus‐ tase el xogun y se descubriese que sin su licencia habían ido navíos a Macan, que no tratase desto” (ms. J, 97r), 405 Mateo Leitão. 406 ‘‘1. La carta se entregó como iba, y la información de las muertes era papel aparte. Este llevó Mateo Leiton a petición de Safioye, no lo entregó en la corte por lo mandar así el capitán mayor. 2. Las causas de Safioye romper con los portugueses fueron dos. La primera por‐ que quería poner guardas en la nave y que la hacienda se depositase toda en una como aduana, y todo se vendiese por su orden, lo cual el capitán no consintió. La otra, porque en todo caso quería enviar navíos de japones a Macao y hacer el trato inmediatamente con los chinas, y porque supo que el xogun había esta vez dado provisión a Mateo Leiton para que no fuesen navíos de japones a Macau, porque los chinas no lo consentían. Entró en grande furor, hizo la información dicha, y determinó de hacer lo posible por destruirlos. 3. Los autores desta trama fueron Safioye y Toan, los cuales, para que Ari‐ mandono entrase en la trama, le amenazó Safioye que, si no se quejaba por la muerte de sus criados y entraba en la 548

liga, le habían de acusar de algunas cosas que sus criados habían hecho fuera de Japón” (ms. J, 97v). 407 Gonoque es Hasegawa Gonroku Fujimasa (f. 1630). Cozuque es Honda Kozuke-no-suke Masazumi (1566-1637). Gotoxo Zambro es Gotō Shozaburō (1571-1625). 408 El obispo “no hubo más que pedir a unos y a otros que se concertasen entre sí, sin ir el negocio más adelan‐ te”. En cuanto a los secretarios, “a ellos también había dado parte de la verdad Mateo Leiton, enviándoles la verdadera información que vino de Macau, aunque ellos cohechados de Safioye no parece dieron” (ms. J, 98r). 409 Bernardino describe en el capítulo 18 quién fue Murayama Toan (1562-1619). 410 “Ya estaba avisado de lo que pasaba, o se sospecha‐ ba con todo secreto” (ms. J, 98v). 411 Quizás se refiere a la pieza de artillería. Ver la ima‐ gen de la Biblioteca Virtual del Ministerio de Defensa “Falcón pedrero español. Pequeña pieza de artillería montada sobre horquilla. (Principios del siglo XVI)”. Consultado el 9 de noviembre de 2018. 412 “Muy pocos murieron antes, sino cuando se hundió la nave, porque mucha parte de los mercaderes estaba en tierra” (ms. J, 99v) 413 F. 1610. 414 Schilling y Lejarza traducen este término como sa‐ rangue, del persa sarhang: “comandante” (1935, 127). También ‘‘piloto”. Su fuente es Sebastião Rodolfo Dal‐ gado, Glossário Luso-Asiático, II, 294. Lascar(es): del persa lashkar, “general, comandante” (ibíd., I, 514). 415 Esta palabra se omite en el ms. M (142r). En el ms. 549

E, 117v. En el ms. J, 100v. 416 Rodrigo de Vivero y Aberrucia (1564-1636). El lugar es Kazusa. Gil anota la relación de Vivero sobre el naufragio y las peripecias posteriores (1991, 160-207). 417 “Del modo de escribir del autor, se ve qué funda‐ mento tuvo la embajada primera que vino en aquel navío, y como querría paz quien quien admitía en su tie‐ rra, holandeses y ingleses, y trataba tan bien los portu‐ gueses y castellanos, y si era este tiempo para le ofrecer al xogun que se diese licencia para que si abriese trato con Nueva España tendría grandes ganancias y le irían bien muy insignes mineros y ingenieros para beneficiar las minas” (ms. J, 101r). 418 William Adams (1564-1620). Sobre su llegada a Japón, ver Corr, 1995, 37-41. 419 “Patax o patache, embarcación de guerra” (DRAE). Una imagen del permiso otorgado a los holandeses para establecerse está bajo el título “Beginning of Exchange between Japan and the Netherlands”, en Japan - Nether‐ lands Exchange in the Edo Period, en el sitio web de la Bi‐ blioteca Nacional de la Dieta, Japón. Consultado el 9 de noviembre de 2018. 420 Según Morejón, no bajó, sino que “subió”. Las ba‐ rrillas de oro “no fueron sino doscientas de Yendoban que valen a sesenta y ocho reales poco más o menos por‐ que crece y baja el precio de ellas” (ms. J,101r). 421 18 años, según Morejón, y ‘‘prometió que casaría” (ms. J, 101r). El emperador es Go-Yōzei (1586-1611) y su sucesor Go-Mizunoo (1611-1629). La nieta es Toku‐ gawa Masako (1607-78). 422 Kōri. 550

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Kushima. 424 Obama. 425 Omitido en el ms. M (144v). En el ms. E, 119v. En el ms. J, 101r. 426 Okamoto Daihachi Paulo (f. 1612). Ruiz de Medi‐ na relata el suceso (1999, 142-46). 427 En el ms. P (77r). Se omite el nombre en la redac‐ ción de 1619. Mss. M (146r), E (120v) y J (102v). Schi‐ lling y Lejarza transliteran Hachijō-jima (1935, 218). 428 Sobre Ōta Julia, ver Nawata Ward, “Women Martyrs in Passion and Paradise,” Journal of World Chris‐ tianity 3, 1 (2010), 47–66 y Juan Ruiz de Medina “His‐ to ria y Fic cion de Ōta Julia,” Hispania Sacra, 41 (1989), 529-543. 429 Banzui’i, llamado también Enrensha Chiyo Kyo’a (1554-1623). Ver Hajime Nakamura, History of Japanese Thought, London: Kegan Paul, 2002. 430 Sobre este suceso comenta Morejón que Ieyasu: “1. Siempre se mostró muy averso, y desde sus principios tenía mandado que ningún soldado ni señor noble se hi‐ ciese cristiano, y solo por codicia del trato disimulaba con los padres. En algunos lugares había hecho lo posi‐ ble porque Arimandono y otros dejasen la fe, y otros se‐ ñores echaron sus padres de sus tierras. 2. Es verdad que Arimandono, habiéndole dicho los gobernadores que, pues el xogun le daba su nieta o bisnieta por nuera, la cual había tenido un reino de Japón llamado Yechigo, le daría rentas con que la sustentase honradamente, y con este título procuraba que le diesen lo que fue de sus ante‐ pasados, y en ello fue engañado. Gastó algo, mas no tanto como se dice. 3. El hijo de Arimandono fue el que 551

habló con Conzuquedono y otros sobre esto, solicitado de Safioye para destruir a Daifachi y a su padre y tomar‐ les el estado” (ms. J, 102r). Ieyasu “ya hacía años que tenía mandado que ninguno de los suyos fuese cristiano, sob pena de perder sus rentas y aun la vida”. Arima-dono “fue desterrado por capítulos que contra él dio Safioye, y su mesma nuera e hijo. Y después de casi dos meses, por nuevas acusaciones que dieron fue adonde estaba con mucha contrición, ánimo y paciencia”. La iglesia de los franciscanos en Edo “ya estaba esta derribada cuando fue lo de Daifachi, y el xogun había hecho ley que nadie se hiciera cristiano por mal ejemplo de unos y acusaciones de los gentiles” (ibíd., 102v). A los jesuitas no les quitó tanto dinero: “es falso, que ni tal teníamos, ni tomó más que las casas mondas, sin alhajas de casa, que ya eran lle‐ vadas a Nangasaqui. Solo tomó lo que eran puertas, este‐ ras de las casas o cosa propia de ellas y alguna madera”. Esta Jezabel es Kunihime (1595-1649), que “era bisnieta del xogun y de Nobunanga, hija de una hija de Sanbu‐ rondono, hijo mayor del xogun y de Vocazaquidono, hija mayor de Nobunanga” (ibíd. f. 103r). Kunihime era en realidad nieta de Honda Tadakatsu (1548-1610) y fue adoptada por Ieyasu. Para el relato de Morejón sobre Kunihime ver Nawata Ward, 2012, 117-135. Sanburon‐ dono es Tokugawa Nobuyasu o Matsudaira Nobuyasu (1559-1579), señor del castillo de Okazaki. Vocazaki‐ dono es Tokuhime (1559-1636). 431 Según Morejón, no quedaron iglesias en pie sola‐ mente en Ōsaka y Fushimi: “consta que dio el xogun provisión particular para que quedase en el Miaco sola la iglesia de Gogio, de la Compañía, y se publicó por el Miaco que los cristianos anduviesen a ella, porque desde el año de 600 tenía patente real y no otra, y a los padres 552

franciscos los enviaron a Fuximi. En Osaca también te‐ níamos la mesma patente, y así no tocaron a ella y a sombra de esto quedaron en pie” (ms. J,103r). Schilling y Lejarza transliteran “Gogio” como Gojō (1935, 220). 432 Falta la fecha en el ms. M (147v). En el ms. E, 121v. El el ms. J, 103r. 433 Asakusa. 434 1574-1624. 435 Sobre la presencia de Luis Sotelo, explica que “como el xogun había mandado que no hubiese iglesias ni hacerse cristianos en su corte, a todos parecía que no era bueno estar este padre en ella, y sus superiores así se lo mandaron, y antes tomaron el misal para que no diese allí misa, y le irritase con concurso de cristianos, mas él no solo no desistió, antes hizo esta capilla y se procedió de modo que hubo esta persecución. Quien le hizo tomar el misal fue su superior, fray Pedro Bautista, que fue a quitarle de allí y de negociar que se hiciese nave en Japón para ir a Nueva España” (ibíd., 103v). 436 Sensaku: ‘‘investigación” (Jisho, transliteración de Kawaguchi, 2017, 8) 437 “Tomé y Gregorio”, anota Morejón (ms. J,103v). Kanda Tomé. No se da el apellido de Gregorio (Ruiz de Medina, 1999, 319 y 324). 438 Schilling y Lejarza transliteran como katashiki no gozaru (1935, 222). Doi (1980, 107) y Pagés (1802, 109), escriben katajikenō zonzuru, traduciendo a Rodri‐ gues. Hepburn escribe katajikenō gozaimasu (1872, 221). En Jisho está la forma katajikenai. Ver John O’Neill, A First Japanese Book for English Students, Londres: Harri‐ son & Sons 1874. La traducción es “estar agradecido” o 553

“estar en deuda” de forma muy cortés. 439 Morejón critica a los otonas por entregar la lista al juez: “nótese por imprudencia entregar la lista de la co‐ fradía y de los cristianos” (ibíd.,104r). 440 Los dos kumi-no-oya son Sakunai León y Vicente (no se da el apellido). Ver Ruiz de Medina, 1999, 319 y 366. 441 Sasada Miguel “era un hidalgo pobre que hacía años andaba desterrado, mas buen cristiano” (ms. J, 104r). Sobre él, ver Ruiz de Medina, 1999, 319 y 321. 442 Shukke: “monje”. Nanban: “bárbaro del sur” (Jisho). 443 Sobre Itakura Lorenzo, ver Ruiz de Medina, 1999, 367. 444 Hachikan Joaquín. En Ruiz de Medina, 1999, 31920. 445 Uragawa. 446 Koronda, del verbo korobu: ‘‘caer” o “renunciar”. “Apostatar, abadonar el cristianismo y convertirse al bu‐ dismo” (Boxer, 1965, 355-56). Bernardino escribe coron‐ da y el verbo corondear. Uesama es uno de los títulos de Ieyasu (Berry, 1982, 271). 447 F. 1638. 448 Jeme: “distancia que hay desde la extremi‐ dad del dedo pulgar a la del índice, separa‐ do el uno del otro todo lo posible” (DRAE). 449 Morejón duda de la descripción de las imágenes re‐ ligiosas coreanas: “si esto dijo Fachicuan o el autor no lo sé, mas sé cierto que no hay tal cosa en todo el Corai y China, porque en la China hay muchos de la Compañía 554

y en Japón algunos en el seminario, corais de nación y que saben muy bien sus leyes, que son las mesmas que en China y Japón, y dicen que no hay tal noticia”. Sobre la descripción que dan las esclavas de Bernardino, afirma que “tan falso o más es esto que lo primero, porque si sus esclavas tal dijeron, o él no las entendió a ellas, como es‐ clavas y gente baja no sabía las cosas de Corai, cuyos bonzos tuvimos los padres en nuestras casas y dicen que no hay tal … Lo del Infierno, Juicio y Gloria conceden ellos, y otras cosas, que parecen asimilarse, mas son dife‐ rentes como del ser al no ser, y esto que dice del libro se‐ rían varias cosas que no le supieron explicar” (ms. J, 105r). Hachikuan “sabía poco de Japón y el fray Alonso nada por ser ya viejo, véase cuán concepto harían en‐ trambos” (ibíd.,105v). 450 Morejón considera que los cristianos empadrona‐ dos no pudieron ser los que apunta Bernardino: “es im‐ posible tal número, porque ni había tantos, ni todos los que había se pusieron en la lista” (ms. J, 106r). 451 En Asakusa “no había hospital, mas cada uno tenía, desde que eran gentiles, su casita o choza de paja” (ms. J, 106v). 452 No se da el apellido. Ver Ruiz de Medina, 1999, 319-20. 453 F.1612. 454 Miboku Juan (Ruiz de Medina, 1999, 324). 455 Hodashi: ‘‘grilletes” (Jisho. Transliteración de Kawa‐ guchi, 2017, 8) 456 Este fragmento no está en el ms. M. En en ms. E, 134 r. En el ms. J, 110v. 457 “Ya dijimos que es excesivo. Encarecimiento” (ms. 555

J, 110v). 458 “Encarecimiento” (ms. J, 110v). Bernardino quizás se refiere a uno de los templos del monte Atago, al no‐ roeste de Kyoto. 459 Francisco Javier bautizó a un niño, ciego de naci‐ miento, llamado Tobías, que acabaría siendo predicador y autor de baladas cristianas que cantaba con música de laúd japonés. En Charles E. O’Neill y Joaquín M. Do‐ mínguez, Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, III. Roma: Institutum Historicum, 2001, 2421. Bernar‐ dino podría referirse a este Tobías. No he encontrado fe‐ chas sobre él. 460 La Compañía de Jesús imprimió la parte Quinta de la Introducción al símbolo de la fe de Fray Luis de Granada en Amakusa en 1592. En 1599 imprimió una traducción abreviada de la Guía de pecadores. En 1600, la Doctrina cristiana en Nagasaki. Ver Jesús López Gay, La liturgia en la misión del Japón del siglo XVI, Roma: Libreria dell’Università Gregoriana, 1970, 145. 461 Wakayama. 462 Maketa. Del verbo makeru, ‘‘perder”, ‘‘ser derrota‐ do” (Jisho). 463 Sobre los diálogos entre cristianos y budistas, ver Joan Pau Rubiés, “Real and imaginary dialogues in the Jesuit mission of sixteenth-century Japan”. Journal of the Economic and Social History of the Orient, 55 (2012), 447494. 464 Repite Morejón que “ya se dijo de él que era un soldado muy ordinario, y hacía mucho que andaba des‐ honrado y no por la fe, cuanto es a los principios. Des‐ pués no lo sé” (ms. J, 112v). 556

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Sobre los listados de cristianos, asegura Morejón que “de entregarse estos libros se siguió mucho mal y son muchos los que blandearon en la fe” (ms. J, 113r). Insiste en que “no había tal hospital [de leprosos] como ya se dijo (ibíd.114r). 466 En el interlineado, Morejón anota “al Lorenço” (ms. J, 113v). 467 Monzen Juan, Kanda Tomé, Kanda Lucas, Tanae Vicente, Yahyōe Antonio y Tarōsaku León (Ruiz de Medina, 1999, 319-321). 468 Torikoe. Ver Ruiz de Medina, 1999, 323-24. 469 Añado la transliteración, modernizada por Schi‐ lling y Lejarza: “kono monodomo go hato wo somuki padre no shūtei ni makari nari sono ue kumigashira wo tsukai matsuri sōrō aida kaku no gotoku nari. Shichini‐ gatsu ichi nichi” (1935, 388). 470 Ushigome. 471 Afirma Morejón que Ōtomo Yoshimune Constan‐ tino no era su hijo, sino “nieto y heredero, mas desterra‐ do” (ms. J, 114v). 472 Hay dos samuráis llamados Marcos decapitados en esa fecha: Kizaemon Marcos y Kozuke Marcos (Ruiz de Medina, 1999, 321-22). Asegura Morejón que “la mayor parte [de los cristianos de Ushigome] eran más antiguos cristianos que él desde Bungo, hijos de la Compañía” (ms. J, 114v). 473 Bernardino traduce esta frase, pero ya explicó ante‐ riormente su significado. 474 Schilling y Lejarza transliteran: “kono jūyonin no monodomo kono izen kirishitan wo aratame no toki shūtei wo kae mōshi sōrō ni yori issatsu wo itashi age, 557

mata kirishitan ni makari nari sōrō aida kaku no gotoku nari shichigatsu futsuka” (1935, 390). 475 “Más fueron ruegos y amenazas que tormentos” (ms. J, 116r). 476 “Oribedono”, apunta Morejón (ms. J, 116v). Es Furuta Oribe o Shigenari (f. 1615). El nombre del hijo es Furuta Shigehiro (f. 1615). 477 Jinshō: “fortuna, posesiones” (Jisho, transliteración de Kawaguchi, 2017, 8) 478 Furumai, del verbo furumau, “entretener” (Jisho). 479 Podría ser Kiyota Bokusai Simón (f. 1620), pero la esposa se llamaba Magdalena. Ver Ruiz de Medina, 1999, 425-26. 480 Yohyōe Gregorio y Magobyōe Paulo (Ruiz de Me‐ dina, 1999, 324). 481 Podría ser uno de los miembros del séquito del sa‐ murái cristiano Hasekura Tsunenaga en la embajada Keichō. Ver María Cristina Barrón Soto. “La participa‐ ción de fray Luis Sotelo y los japoneses de la Misión Ha‐ sekura”. México y la cuenca del pacífico, 3(7), 2014, 43-65. 482 Escribe Ainhoa Reyes Manzano que Cambioyen‐ dono “poseía dos terceras partes de la provincia de Bugen y que Tokugawa, en reconocimiento a su lealtad, le trocó su pedazo de provincia por las tierras de Chikugen” (2014, 438). Este Cambioyendono podría ser Sebastián Kambiōye o su hijo. Schilling y Lejarza transliteran como Kabyōe (1935, 396). 483 Shichigatsu no es agosto, sino julio. Agosto es hachi‐ gatsu. 484 Schilling y Lejarza transliteran Hyōshinodono (1935, 397). No he encontrado referencias a este bugyō. 558

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Kōji o kuji, “asuntos de gobierno, actos políticos” (Jisho, con la transliteración de Kawaguchi, 2017, 7). 486 En el ms. M (183r). En los mss. ms. J, (120r) y E, (150r) no pone “cristianos”, sino “chinas”. 487 Yobanashi, “charla nocturna” (Jisho, con la translite‐ ración de Kawaguchi, 2017, 9). 488 De muri, “irrazonable, imposible”, entre otras acep‐ ciones (Jisho). 489 Itakura Lorenzo murió en la cárcel en marzo de 1617 (Ruiz de Medina, 1999, 367). 490 De Ventura no se dan apellidos, el tono es Inaba Jubyōe Francisco. Morejón lo llama “Ynaba” (ms. J, 122v). Ver Ruiz de Medina, 1999, 315. 491 Nicolás Velázquez (f.1624). Ver Claudia Von Co‐ llani, “Healtcare in the Franciscan Far East Missions (17th-18th Centuries)”, Archivum Franciscanum Histori‐ cum, 107 (2014), 61-116. 492 “1. Hijo prohijado” y “2. Nuera”, corrige Morejón (ms. J, 124r). 493 Morejón explica que “lo cierto es su conversión como es dicho, y que muerto el señor los labradores abrieron el camino para el ídolo por dentro de casa, lo cual sintió mucho Ventura. Y porque reprehendió esto y el abrirse por dentro de casa con libertad y aspereza, la señora lo sintió y los labradores le acusaron bravamente de duro y áspero, y que había dicho que si le hacían mucho, mataría a la señora y niños, y él se mataría, y que este pago le darían los ídolos (todo esto era falso, según dicen), más causó grande odio y temor en la señora, y por esto le hizo prender. Después, para aplacar a la seño‐ ra, le tuvo preso Inaba Tacumi, que era padre adoptivo 559

de su amo Jubioyedono, y suegro de esta señora. Y para aplacar con alguna cosa la dicha señora, envió a decir a Ventura que dejase de ser cristiano y que podría ser que la señora con aquello se aplacase. Él respondió que no había tal, y así murió muy santamente, como quien dice. La prisión derechamente no fue por ser cristiano, sino por la libertad que procedió y por la acusación de los la‐ bradores, en lo cual entraba el odio que tenía a la fe y miedo dél, mas interviniendo el partido que le ofrecía Tacumidono, y él no quiso aceptar, quedar el negocio más justificado (ms. J, 124v). 494 1. Ventura 9: Apolinar, Sasada Miguel, Hachikan Joaquín, Monzen Juan, Kanda Kibyōye Tomás, Kanda Lucas, Tanae Vicente, Yahyōe Antonio, León (sin ape‐ llidos, podría ser Tarōsaku León). 14: Kizaemon Mar‐ cos, Hikozaemon Simón, Hazaburō Antonio, Oda Heibyōe Jacobo, Sakunai León, Toshirō Juan, Kozuke Marcos, Genzaemon Joaquín, Yazō Miguel, Shingorō Matías, Sōsuke Damián, Yoshirō Diego, Gennai Joa‐ quín, Kiemon Tomé. 5: Miboku Juan, el dojuku Grego‐ rio, Magobyōe Paulo, Yohyōe Gregorio y el gentil (Anó‐ nimo). En Ruiz de Medina, 1999, 319-24. Bernardino certifica por escrito la autenticidad de los huesos de Ven‐ tura (AFIO 25/27). 495 Es curioso que Morejón no anote en esta parte, porque conoció muy bien a Julia: la bautizó él en 1596. Julia fue expulsada consecutivamente a las islas Ōshima, Niijima y Kōzushima, al sur de la bahía de Sagami, en la zona central de la isla principal de Honshū (Nawata Ward, 2010, 61-62). 496 Yakata “no es suprema dignidad, que hay otras mucho mayores entre ellos, de cuges y de buque hay san‐ 560

quanrei” (ms. J, 127r). Kuge es un término que original‐ mente se aplicaba a la residencia del emperador, y más tarde a todos los burócratas y nobles de alto nivel, opues‐ to a buke, o familias guerreras”. (Frèdèric, 2002, 570). Sankan es el término que agrupa las tres familias nobles Hosokawa, Shiba y Hatakeyama (ibíd. 819). Sobre el señor de Arima “ya se ha dicho que no fue sino de buena parte del reino de Figu en que entraban el Tacacu, Iza‐ fay, Omura, Firando y Fata, más esto era el agüelo de don Protasio, y así agüelo de Fayenondono” (ms. J, 127r). 497 La pariente de Ieyasu (Tokuhime) “es su bisnieta y de Nobunanga, porque es nieta de Sanburondono, hijo mayor del xogun y de Vocazaquindono, que aún es viva, hija de Nobunanga y hija de una hija destos dos, que está casada con Fondaminocami, señor de Cuvana en el reino de Yxe” (ms. J. 127v). Fondaminocami es Honda Tada‐ masa o Mino-no-kami (1575-1638). 498 Sobre los cristianos degollados en 1612, los niños Justo y Jacobe “uno era de 11 y otro de 9” (ms. J, 127v), añadiendo que “todos estos estaban muy cerca de Nan‐ gasaqui y tenían cosas muy insignes que tocar de ellos, de su fe y constancia, y no toca nada, sino de los de más lejos y mayor distancia, gente de Yendo” (ibíd. 127v). Morejón, que normalmente critica a Bernardino por sus errores, lo hace aquí por la elección de sus relatos. El sa‐ murái cristiano es Oda Heibyōe Tomé, y su familia Oda Justo, Oda Heibyōe Jacobo, Oda Shōkurō Matías y Oda Marta. Los Itō son Miguel Ito Sodai y su hermano Itō Kōichi Matías. Quitano León es Kita Kyōzeamon León (Ruiz de Medina, 1999, 316-18). 499 El bonzo Banzui’i “no lo dio el xogun, sino Safioye” 561

(ms. J, 128r). La persecución de Arima comenzó a causa de la de Yedo: “como tuvieron nuevas de que ya el xogun había martirizado los cristianos en Yendo, tomaron ánimo para hacer públicamente lo mesmo en Arima, que antes no se habían atrevido a hacerlo públicamente por esa causa” (ibíd. 128v). 500 Falta en los tres manuscritos de la redacción de 1615. En el ms. P, 113r. 501 Takahashi Mondo Adrián, Takahashi Juana, Ha‐ yashida Sukemon León, Hayashida Marta, Hayashida Diego (no Jacobe), Hayashida Madgalena, Takedomi Kanemon León, Takedomi Danemon Paulo (Ruiz de Medina, 1999, 325-26). 502 Se omite en el ms. M (201r). En el ms. E, 166r. En el ms. J, 130v. 503 Aquí, anotando entre paréntesis “(continuará)”, se interrumpe la edición de Schilling y Lejarza. AIA 18 (1935), 417. 504 “De modo que tenía sesenta y cuatro de circuito” (ms. P, 117r-v). 505 Dobuku: “prenda sin mangas para el torso” (Dan‐ ford et. al. en la edición al Tratado de Luís Fròis, 2014, 41). 506 Vale la pena apuntar la versión del ms. P: “Quemá‐ ronse las cuerdas con que el sancto niño Jacobo estaba amarrado, así por la cintura como por las manos, habién‐ dose el fuego apoderado de los calzones, jubón y cabe‐ llos. Y con el dulce nombre de Jesús en su boca se llegó a su madre, que aún estaba viva, y con tanto ánimo, y sen‐ tido, que le dijo: «Jacobo, mira al cielo». Y luego el sanc‐ to niño, llegándose más, expiró, y dio el alma en manos 562

de su criador. A Canemon León se le quemaron también las ligaduras, y como se vio sueltas las manos, hizo la señal de la cruz y expiró. Y la gloriosa virgen y mártir Magdalena, que también se le quebraron las ligaduras, bajóse al suelo, o al fuego sobre el que estaba. Y tomando con ambas manos de aquellas brasas y serojas encendi‐ das, las puso sobre la cabeza diciendo: Ytandaqui marsu‐ ru, como si dijese, «sobre mi cabeza las estimo, venero y adoro». Y luego envió el alma clara a su criador y celes‐ tial esposo, a quién había ofrecido su virginidad desde muy niña” (119r –v). Apunto la diferencia entre las re‐ dacciones de 1615 y 1619 porque me parece importante la labor de traducción que Bernardino realiza al explicar el término “itadakimasu” que significa, entre otras acep‐ ciones, “poner sobre la cabeza” o “levantar en ofrenda a un superior” (Kojien, 118). Implica una relación entre un sujeto que recibe o entrega humildemente un objeto a al‐ guien de categoría o estatus social superior. El significa‐ do que posiblemente le dio Magdalena Hayashida es muy similar al que dice Bernardino. Agradezco a Anna Zielinska-Elliott la ayuda con la traducción. 507 “A dónde los tenían los padres de la Compañía de Jesús” (ms. J, 163r). 508 Kawakami Tomé (Ruiz de Medina, 1999, 327). Kanbō: “encargado de una iglesia”. Ver Abe Takao, The Jesuit Mission to New France: A New Interpretation in the Light of the Earlier Jesuit Experience in Japan, Leiden, Boston: Brill, 2011, 143. Sobre el uso del término, ver John W. O’Malley et. al., The Jesuits II: Cultures, Sciences, and the Arts, 1540-1773, Toronto: University of Toronto Press, 2016, 640. Bernardino explica el término más adelante, en el relato del martirio de Adán Arakawa. 563

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Anota Morejón que “desto se ve si quien iba deste‐ rrado del xogun podía ir por su embajador, y si en Japón se sabía de esta embajada de Masamune, y si era tiempo en que podía pedir padres, pues había tantos y los perse‐ guía, y a los cristianos el xogun y su hijo” (ms. J, 134v). Sobre la embajada Keichō, ver Iaccarino, 2017, 218-55 y Gil, 1991, 385-425. 510 Este capítulo no va numerado. Ōgoshosama es el tí‐ tulo de Ieyasu, ya retirado de sus funciones como shōgun. 511 Sobre las relaciones entre ingleses, holandeses, es‐ pañoles y portugueses, ver Corr, 1995, 60-86. 512 1615 del calendario gregoriano. 513 “Sangamidono” (ms. J,135v). Es Ōkubo Tadachika, Sagami-no-kami (1553-1628). 514 Valentin Carvalho (1560-1631). 515 Diogo de Mesquita (1553-1614) 516 Morejón anota que a finales de febrero echaron del Kami a los jesuitas, “y a los de san Francisco de Fuximi y Osaca” (ms. J, 136r). 517 En el ms. J hay otra versión: “Y en diez y ocho del dicho marzo llegó nueva en como Sanganocami, que venía a ejecutar este destierro y persecución, estando en Meaco le habían querido matar por orden del tirano, por sus cosas que le habían levantado, y que sabiéndose la verdad por estar inocente, le concedió la vida, y estaba retirado. Pero la verdad es que fue con engaño sacado de su fortaleza, por le desposeer della, y enviado con esta fama a que si pudiese se entrase en Osaca. Pero no sub‐ cedió como desearon, y fue ocasión de que muchos seño‐ res de los más poderosos del reino se disgustasen con el Daifu, y naciesen discordias entre ellos” (136r). 564

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Morejón aclara que Saga-no-kami “no fue sino que de propósito le había enviado con este título de los cris‐ tianos para desterrarle, ni se trató nunca de matarle, y el enviar a Yamaguchi Surungadono fue mucho después y por otra causa” (ms. J, 136r). Surungandono es Yamagu‐ chi Suruga-no-kami Naotomo (1546-1622). Ver Hesse‐ link, 2015, 166. Mamiya es Mamiya Isasada Gonzae‐ mon. No he encontrado las fechas de nacimiento y muerte. Hasegawa Sahiōye “no tiene dicho mando más que sobre Nangasaqui y estas mercancías, y vino remitida a Safioye la ejecución porque era el gobernador de allá, y Surungandono no venía a más que a ayudarle y defen‐ derle” (ms. J, 136v). 519 “Úsase comúnmente contrapuesto a noble” (DA). 520 “Ni tal jamás en veinte años, que ha que la conoz‐ co” (ms. J,136v). 521 El relato de la tormenta, según Morejón, es “enca‐ recimiento” (ibíd., 136v). 522 “Dos”, anota Morejón (ms. J, 137r). 523 C. 1557-1626. 524 Hideyoshi no empezó la persecución el año de 1589, sino “de 87” (ms. J, 137r). 525 En la redacción de 1619 se añade que el misionero llegó “para que con los padres vaya desterrado fuera de la tierra” (ms. P, 122v). 526 Sobre los cristianos martirizados colgados boca abajo, critica Morejón que “esto también fue cosa muy insigne y no la toca más que desta manera, y las de Yendo que las encarece tanto” (ms. J, 137v). Quizás Ber‐ nardino no tenía más información en ese momento, por‐ que hay más detalles en el ms. P: “en este tiempo marti‐ 565

rizaron en la ciudad de Facata dos cristianos por no que‐ rer retroceder. Ellos padescieron con mucho ánimo de voluntad. Llamábanse estos sanctos el uno Gorobioye Joaquín, y el otro Vatanabe Tomé, que visto por el bun‐ guio que tenía a su cargo allí hacer retroceder los cristia‐ nos, que estos dos particularmente por mucho que los persuadían no lo querían hacer, sino que antes con mucho fervor predicaban y amonestaban a otros que es‐ tuviesen firmes en la fe que profesaban los cristianos, los mandó sacar fuera de la ciudad a un pinal que en salien‐ do della está, y que de uno de aquellos pinos los colgasen por los pies cabeza abajo, y así se hizo, de modo que col‐ gado el uno, luego encima dél colgaron al otro. Esto sub‐ cedió jueves trece de marzo, y así estuvieron hasta el sá‐ bado, que los descolgaron y cortaron las cabezas” (ms. P, 124r). Son Shindon Joaquín y Watanabe Shōzaemon Tomé (Ruiz de Medina, 1999, 327-29). 527 Mesquita, “envió una persona grave a tratar los ne‐ gocios a Surunga en intento de ir él luego con benepláci‐ to o no repugnacia de Safioye por así convenir, más él no quiso por ningún caso que el padre fuese allí”. En Ōsaka, Mesquita “visitó al gobernador y por su vía al Findeyori, él no envió barra de oro, sino cosa de cuarenta o cin‐ cuenta ducados en recompensa, mas hizo muchas ofer‐ tas” (ms. J, 137v). 528 “Provincia o ciudad”, en el ms. P, 125r. 529 “Casas” en el ms. M (214v). Sacos en los mss. E (175v) y J (138v). Es la tortura llamada tawarazume (Nawata Ward, 2009, 79). 530 Según Morejón, “esto fue al tiempo de la persecu‐ ción mayor, porque o no muriesen o no fuesen desterra‐ dos, no por odio de la fe que hubiesen, mas por causa del 566

xogun”. El relato de las torturas sexuales es “falso, que nunca tal se hizo, lo más que llegó fue a alguna otra mujer ordinaria ponerlas desnudas, y esto fue en Bungo y Amagusa y aldeas sin otra indecencia”. Sobre la violación pública, “no hubo tal, solo corría para amedrentarles, jamás que habían de desnudar las mujeres y llevarlas a los lugares públicos, mas en Facata no se llegó ni aun a mentar esto” (ms. J, 138v). La parte de los destierros “fue ficción del autor o de quien se lo contó, que nunca se llegó a tal más de lo que he dicho” (ibíd., 139r). Sobre la desnudez, ver Ruiz de Medina, 1999, 330-31 y Nawata Ward, 2012, 127. 531 Señalo solamente la diferencia mayor en este párra‐ fo: “Pero sabían que los habían de dejar vivos para mayor afrenta y vilipendio, lo que ellos no se atreviesen a sufrir” (ms. P, 126r) 532 “Y así a poco tiempo, los que primero eran nobles, delicados, bien parecidos, y las mujeres albas, hermosas, sin ruga ni fealdad, con las inclemencias del cielo y se‐ mejantes trabajos, andan prietos, arizados, tostados los rostros, desemejados, pero con hermosas almas, que su‐ fren estos trabajos con gran paciencia, amor, caridad y voluntad por amor de nuestro señor. Hablo como testigo de vista, que he visto y veo grandes cosas” (ms. P, 126r). 533 Sobre Pedro Paulo, ver la última nota. 534 La expulsión de las ciudades “ha acontecido algunas veces, mas no siempre, y es cuando los desterrados son nobles” (ms. J,139r). Yangobiōye Diego “era de Fiunga y no de Tacata” (ms. J, 139r). 535 Podría ser tokuri: “botella hecha de cerámica, metal o cristal que se utiliza para guardar sake, salsa de soja o vinagre de arroz” (Jisho). 567

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Benito “no era sino de otro districto que el pasado y no le llamó el tono, que estaba más de 200 leguas de allí, sino los gobernadores”. La historia de la apostasía de los hijos y la mujer de Benito “no está fielmente. Lleváronles a la vergüenza, enpacáronlos, él fue disciplinándose todo el camino y después así, ensacado y amarrado, viendo que se movia, le desataron. Y luego murió santamente, como dice él” (ms. J,139v). Sobre Benito de Izumo, ver Ruiz de Medina, 1999, 331. 537 Morejón asegura que Joaquín y Tomé no fueron desnudados: “vestidos estuvieron siempre” (ms. J, 141r). Sobre Shindon Joaquín y Watanabe Shōzemon Tomé, ver Ruiz de Medina, 1999, 328-29. 538 Shichirōbyōe Matías, de Akizuki (Ruiz de Medina, 1999, 330). 539 1558-1628. Sobre este jesuita, ver José Blanco Pe‐ rales, “La Pintura como Testimonio: La intertextualidad entre el cuadro de los martirios de Nagasaki de 1622 y la crónica de 1625 de García Garcés”, Mirai, 1(2017), 291306. 540 “Tomáronles las mujeres, hijas y hermanas, y juntá‐ ronlas en una casa, y dieron licencia con pregones, que todos los que quisiesen fuesen allí a las gozar, escarnecer, y deshonrar. Y así lo que no pudo acabar el rigor de todos los tormentos con que los amenazaron antes desto, acabó y concluyó esta afrenta. Y así cuasi todos cayeron luego, y dieron firmas, por si y por terceras personas, de como retrocedían. Aunque esto fue por cumplimiento, porque pocas veces llegan a dejar la fe los que la reciben sin interés” (ms. P, 129r-v). 541 Morejón explica que Adán no era kanbō: “no es sino de sacristán que tiene cuidado de la iglesia cuando 568

no está el padre” (ms. J, 141v). Sobre Arakawa Adán, ver Ruiz de Medina, 1999, 332. 542 Morejón también añade detalles: Adán “estaba atado a unos palos, extendidos los brazos, y en pie”. Es‐ cogieron la playa “por ser lugar más público. Le pusieron desnudo en la playa atado a unos palos sin le tocar el agua … No lo sacaban [del mar] … le metían en casa porque no querían que muriese en el tormento … No consta que la mujer retrocediese ni se hace mención della, ni la tenía como mujer muchos años había”. La ca‐ beza se la cortaron “muy de noche a oscuras” y “no hicie‐ ron tal” al cortar el cuerpo: “es verdad que se la cortaron, mas ni tal cosa de su mujer se oyó ni fue por esto, sino por su grande fortaleza después de grandes diligencias, y tratarlo con los demás gobernadores de Simodono” (ms. J, 143r-v). Anoto las diferencias con el ms. P: “después que le tuvieron allí muchos días, le quitaron y colgaron por los pies de un alto pino, así desnudo, amarrado, y la cabeza abajo. Y a su mujer, llamada María, de nación china, la pusieron en la casa señala‐ da para que fuesen a ella a la forzar, amenazándola si no re‐ trocedía y persuadía a su marido. La cual, teniendo aquella vergüenza, retrocedió. Estuvo el sancto Adán algunos días allí colgado, pero de noche le bajaban, y recogían y hacían comer, porque no muriese de priesa, porque su intento era temorizar con él a todos y ver al fin si lo podían vencer. Envió a llamar a María, su mujer, la cual vino, y así como la vio, enmudeció de dolor, pero vuelto en si, con grandes palabras, la reprehendió lo mal que había hecho en dejar la ley en que tantos años vi‐ viera por temor de una pequeña afrenta que le podían hacer. Las cuales palabras, y otras, oyó María con muchas lágrimas, diciendo que ella era cristiana dentro de su corazón, y que es‐ 569

taba muy arrepentida, y prometía de ser siempre cristiana. Cansáronse de colgar y descolgar al mártir, y así por esto, como por se vengar de su porfía y tesón, le mudaron el tor‐ mento, que no era pequeño. Lleváronle a la mar, adonde esta‐ ban puestos dos bramaderos, uno cerca de la orilla, para cuan‐ do era la pleamar, y otro más adentro, para cuando bajaba la marea. Y allí le pusieron de modo que en pie siempre tenía el agua de la cinta a la garganta. Allí le tenían desde que ama‐ nescía hasta que era de noche. En este martirio estuvo el pobre, o por mejor decir rico y bienaventurado Adán muchos días, padesciendo grandes tormentos con el frío y con los cor‐ deles que le apretaban y cortaban los molledos y muñecas de los brazos (131r-v). Adán murió “habiendo durado ochenta y tantos días” (131v). En el ms. P, el contenido se alarga tras la muerte de Adán: “María, la mujer del sancto mártir Adán vive hoy cristiana en Canzusa, seis leguas deste Nangasaqui, donde tiene hijos y nietos, que del uno dellos soy yo, Bernar‐ dino de Ávila, padrino de baptsimo. Y tengo en mi poder una camisa de manta azul que el sancto Adán traía debajo del qui‐ mon, y una cuenta de su sancto rosario, por donde rezaba, lo cual estimo en más que si fuera de oro. Otras muchas cosas dicen y han escrito de este sancto mártir, que yo no pongo aquí, porque no las he oído, aunque tengo hecha diligencia necesaria” (132r). 543 Mine Luis, de Fukahori (Ruiz de Medina, 1999, 331-32). 544 “No fue sino algunos días antes. Después de estar preso en su casa por cárcel, fue de noche con sus herma‐ nos … El mesmo gobernador fue en ella [la fune] y le mandó degollar porque dijo que no quería dejar de ser cristiano” (ms. J, 144r). 545 “A Nangasaqui” (ms. J, 144v). 570

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“Sanctísimo nombre” en el ms. P, 134r. 547 “Sob pena de miedo” (ms. P, 134v). 548 “Que es hasta donde por una parte llega una calle de esta ciudad” (ms. P 134v) 549 “Penitentes” en lugar de “personas” en el ms. P (135r). “No fueron mil”, rectifica Morejón (ms. J, 145v). 550 En el ms. P se añade este párrafo: “dentro de esta procesión iba un niño con un Jesucristo pequeño levanta‐ do en alto, el cual niño en alta voz iba diciendo de cuan‐ do en cuando con un lastimoso tono: señor, por vuestra pasión santísima, habed misericordia de nuestros peca‐ dos” (135r). 551 En el ms. P se añade “por su amor” y “y no será, oh Safioye, lo que tú dices y prometes, ni por tus miedos dejaremos a nuestro verdadero dios” (135v). 552 “Desde el principio de las penitencias hasta el fin, por todas habría este número”. Estas penitencias, según Morejón, “interpretaban los gentiles que era soberbia y despreciar al xogun y a los suyos y irritarlos”. Parece que estas demostraciones y las firmas de los cristianos “fue‐ ron la causa de indignar mucho más al xogun y de enviar a Surungadono y mucha gente a ver si había quien le hi‐ ciese resistencia cuando echase los padres y tomase las Iglesias” (ms. J, 146v). 553 “Diez y nueve del dicho mes de mayo” (ms. P, 136v). 554 “Tantos fueron la mitad o más”, calcula Morejón (ms. J, 147r). 555 Pedro Paulo Navarro (1563–1622). 556 “Que por haber llevado una avenida la que tenía, se hizo de propósito por mandado del Toan” (ms. P, 138r). 571

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“Vía recta” (ms. P, 138r). 558 “Esto es falso, porque son los mejores de Nangasa‐ qui, mas eran de parecer que se hiciesen las penitencias ordinariamente con humildad para mover a Dios a mise‐ ricordia, y no con invenciones de modo que se irritase el xogun y cerrase la puerta a los ruegos y peticiones que con humildad se debían hacer, como quien está en tierra ajena. Y se decían que era bien morir con título de cris‐ tianos y no de amotinados, desobedientes o descorteses a los padres (ms. J, 148r). 559 En conversación por email los días 7 y 8 de agosto de 2018, Carla Tronu-Montané ofrece la transliteración de las calles: Furukawa-machi, Hon-Kon’ya-machi o Moto-Kon’ya-machi, Shimabara-machi, Bunchi-machi, Hokaura-machi, Omura-machi, Hon-Hakata-machi, Kozen-machi, Bungo-machi, Ogawa-machi, Uwa-ma‐ chi, Goza-machi, Hon-Daiku-machi o Moto-Daikumachi, Uono-machi. Ver también Jurgis Elisonas, ‘‘The Early Years of an Early Modern Japanese City”, en Por‐ tuguese Colonial Cities in the Early Modern World, Liam Matthew Brockey, ed., New York: Routledge, Taylor and Francis Group, 2016, 63-104 y Tronu-Montané, 2012, 162-197. Para la situación de las iglesias, ver Tro‐ nu-Montané, 2012, 162-201. 560 En la redacción de 1619, Ávila añade que los ciria‐ les eran “de seis palmos de alto, y gruesos, que hinchían bien la mano” (ms. P, 139r). Sobre la procesión del Cor‐ pus Christi, anota Morejón que “se hacía todos los años, así que no con tanta solemnidad hízose este año, así con la oración de las cuarenta horas, con muchos sermones que se hicieron y devoción de los cristianos”. Sobre la vestimenta, “los ropones que dice y los blandones eran el 572

ornamento ordinario de los de las cofradías del Sanctísi‐ mo Sacramento y de hoy, que nada se hizo de nuevo” (ms. J, 148r). 561 “Hospital del apóstol Santiago” (ms. P, 139v). 562 Para Morejón, Murayama Toan es menos impor‐ tante de lo que afirma Bernardino: “el gobierno de Nan‐ gasaqui entregó el xogun años ha a Toan con otros cua‐ tro otonas o regidores. Él se fue haciendo cabeza dellos, mas no lo es, ni menos es señor. Es verdad que él es arrendador de las tierras y terrenos que están fuera de la ciudad” (ms. J, 149v). 563 Álvarez-Taladriz escribe el árbol de familia de la familia Murayama. Los hijos de Toan y Justa son: Ji‐ rohachi Tokuan André, Francisco Antonio, Shuan o Choan Juan, Antonia, Manuel, Pablo, Pedro, Diego, Miguel y una hija de la que no se da el nombre. Ver “Fuentes europeas sobre Murayama Toan (1562-1619)” Kobe Gaidai Ronso: Kikan 17 (1966), 395-418. Ver tam‐ bién Ruiz de Medina, 1999, 424-25. 564 Tibor: “vaso gran‐ de de barro, de China o el Japón, por lo regu‐ lar en forma de tinaja, aunque los hay de varias hechuras, y decorado exteriormen‐ te” (DA). Morejón afirma que el precio de los recipientes es menor: “ni son ochocientos los que vinieron de Manila ni ninguno de los que en Japón había llegó a tanto desde hacía mucho” (ms. J, 150r). 565 Explica Morejón que el encarcelamiento “fue causa deste trabajo que ciertas personas ofrecieron desde Ma‐ nila unos dellos, que no eran buenos, y enfadóse Taico‐ sama. Dijeron ellos que los japones mesmos, entre mu‐ chos que había les dijeron que eran estos los mejores, por 573

ello mandó prender a todos los que los habían vendido y comprado, aunque muchos se perdieron” (ms. J, 150r). 566 “Cosa muy estimada en este reino” (ms. P, 141r). 567 “Porque así lo pronuncian ellos” (ms. P, 141r). 568 “Así le llaman hoy en todas partes, aunque él se firma Mura Yama Antonio” (ms. P, 141r). 569 “Adónde pasé el año de noventa y nueve” (ms. P, 141r). 570 “No dio tal, sino como dicho está arriba en la mar‐ gen, folio 49 p.2” (ms. J, 150v). 571 “Aunque él es verdad que fue atrevido” (ms. P, 141v). 572 “Todas estas muertes y crueldades fueron así y con‐ tra justicia justa y verdad, por esto quebró con los padres de la Compañía, que no le sufrían dichos desórdenes. No fue después en todo su enemigo, habiendo sido en he‐ chura injusto lo justo como todos saben” (ms J., 150v). 573 El nombre de la población es Mogi. “Por estas crueldades y desórdenes, y por tener una fortaleza en Mongui, y otras culpas y esa fama que el Safioye le pro‐ curaba la muerte, y el xogun estaba mal con él. Y él pro‐ curó que todos los de Nangasaqui hiciesen grandes unio‐ nes y firmas entre sí con título de que defenderían la fe para así mostrar al Safioye como tenía muchos por sí, pero los demás regidores decían que no eran necesarias invenciones y que era bueno morir por cristianos, y no con títulos ruines de motines, ni de estar unidos con Toan, que tan infamado estaba” (ms. J, 151r). 574 “Aquí se ve como Toan y los suyos fueron causa de aquellas invenciones y penitencias extraordinarias sobre que escribieron los criados de Safioye a la corte que 574

estaban las cosas ya perdidas y los cristianos amotinados, las cuales cartas fueron a manos del xogun, con que se acabó de enojar y resolver del todo a destruir los cristianos y iglesia de Nangasaqui, y por eso envió a Surungadono y gente de gue‐ rra” (ms. J, 151r). 575 “Deste presente año de seiscientos y catorce” (ms. P, 142v). 576 En el ms. P se añade Chinxigua (Chijiwa). La re‐ dacción es diferente, pero el significado es el mismo. “Y tres (personas) de Chinxigua (142v). 577 Morejón asegura que “solos fueron los de Arima y luego los de Cuchinoztu” (ms. J, 151v). 578 “Muchos años ha desde antes de Nobunanga, Tai‐ cosama y Goxosama” (ms. P, 143r). 579 “Y en veinte y cinco le fueron a visitar todos los pa‐ dres prelados de las religiones que había en Nangasaqui, y los recibió el traidor muy bien, y les hizo las mayores honras que jamás les había hecho. Y apenas estaban en sus conventos y casas de vuelta, cuando les envió por el nenguioje” (ms. P, 143r). El resto del párrafo continúa igual. 580 ‘‘Que venía cargado de la más mala hacienda que hay en el mundo, y por tal se envió a su tierra. Venía lleno de japones echados de aquella ciudad por perjudi‐ ciales y bellacos” (ms. P, 143v). 581 Himi. “Que está una legua de aquí por tierra y cinco por mar” (ms. P, 143v). 582 João Serrão da Cunha. Ver Hesselink, 2015, 261. Sobre el incidente de la nao, Morejón explica que “trató de ir el capitán a petición de nuestro padre provincial a la corte poniéndolo todo a riesgo, mas Safioye le dijo que 575

sería de ningún efecto, que si quisiera enviase algún padre por su embajador y él le ayudaría con cartas. Por esto se envió embajador, porque se vía que había de haber probablemente efecto si fuese contra su voluntad, antes corría peligro de subceder lo que André Pesoa, to‐ mando o quemando la nao con falsas acusaciones” (ms. J, 152r). 583 Podría ser Itakura Katsushige (1542-1624). 584 Falta en los tres manuscritos de la redacción de 1615, pero está en la de 1619 (ms. P, 144r). 585 Sobre este suceso, Morejón explica que “no se me‐ tieron es esto los bonzos ni tal dijeron, sino los vecinos, y por miedo del gobernador. Los cristianos “no fueron desnudos”. Sobre esto insiste: “no fueron tal ni los lleva‐ ron luego a la cárcel, sino a la vergüenza, atados por las calles” (ms. J, 152v). 586 “No fue sino que los cristianos, pagándolo bien, las depositaron en otra casa apartada” (ms. J, 153r). 587 “Nunca tal dijo el tono ni le condenó a muerte. A un su yerno lo dijo, mas respondiendo él muy bien le dejó estar. Y Faeton Diego estaba a más de 300 leguas de allí, en las afueras de Yendo” (ms. J, 153r). No he en‐ contrado referencias a Faeton Diego. 588 “La del tono de Usuqui, Inabadono” (ms. J, 153r) El tono de Usuki era Inaba Kazumichi. No he encontra‐ do fechas sobre él. Los lugares son Kibaru y Taketa. Tampoco he encontrado el nombre Nangu en la actual prefectura de Ōita, antigua provincia de Bungo. 589 “El cual, diciéndolo cierto, era ya la cabeza del lugar, pero como era vivo aún el padre, que también lo era, llamáronlo a él” (ms. P, 145v). Sobre el martirio de 576

Clemente, Shōbyōe Miguel, Torōsaemon Lino y Majen‐ cia ver Ruiz de Medina, 1999, 332-34. 590 El bugyō “no estaba tal ni había de ir a la corte … No fue más que decir que él no les podía dar licencia por ser cristianos, que lo trataría con los demás gobernadores del tono” (ms. J, 153v). 591 A Majencia “no la desnudaron”. La tortura de los sacos “fue junto con Lino y con un hijo della”. A Cle‐ mente “no le enviaron, sino estuvo aún algunos días preso con su nieto hasta después del martirio algunos días” (ms. J, 154r). 592 Ir o caminar en conserva: ‘‘juntarse algunos en compañía, para ir resguardados y a cubierto de los riesgos y contratiempos que pueden acaecer” (DA). 593 “No hay tal en la historia, ni es verisímil, en cuanto que esa ni tal se usa” (ms. J, 155r). 594 “Era lo que dije, que tras las informaciones de Sa‐ fioye, habían llegado al xogun muchas cartas de los fer‐ vores y procesiones de Nangasaqui, diciendo que todo estaba amotinado y de las firmas que habían de cristia‐ nos. (ms. J, 155v). 595 Hibashi (Jisho). 596 “Él de su voluntad se fue a hacer este sacrificio antes de irse a confesar” (ms. J, 156r). 597 “Renegadas” en el ms. P, 154v. 598 “No es sino mercader de Miaco, privado del xogun porque su padre fue casero suyo cuando era tono particu‐ lar el que agora es el xogun” (ms. J, 156v). Mataxiro es Chaya Matashirō (f. 1622). 599 “Pero con falsedad, para los asegurar” (ms. P, 154v). 577

600

Minamimoto Justo es Takayama Ukon Justo, que eligió el exilio antes que la apostasía. Sobre el exilio de las bikuni, ver Nawata Ward, 2009, 78-102. 601 “No tenían más que una huerta los de la Compa‐ ñía” (ms. J, 157r). 602 Anoto la redacción de 1619: “Y en este tiempo llegó nueva de como en la ciudad de Osaca habían queri‐ do matar al Findeyori, hijo de Taicosama, con ponzoña, por mandado y orden del tirano, el cual cohechó a Ichi‐ nocami, gobernador de Osaca, y cuasi que ayo del dicho Findeyori, de quién él se fiaba mucho. Y como en estos hay tan poca fidelidad, subcedió que en un banquete so‐ lemne que hizo al Findeyori y a su madre, le dieron pon‐ zoña en unos bollos de harina de trigo y azúcar y antzu‐ que, que es una legumbre de Japón, los cuales él no comió, o por ser avisado, o porque lo permitió así nues‐ tro Señor, que le guarda para lo que su majestad divina sabe, librándole desta, y de otras que le ha librado. Mu‐ rieron, por lo menos, dos hombres principales. Y por di‐ simular el mismo gobernador, que presto le descubrieron por reo y por traidor, hizo grandes averiguaciones y mató a algunos, que pagaron lo que él debía, que así lo suelen hacer estos tiranos por colorar y dorar sus obras. Hallóse en un escritorio, que le dan mil dueños sin certificar la verdad de cuyo era o dónde fue hallado, una poca de ponzoña con ciertas cartas, que sin decir cuyos eran, ni para quién, prometían grandes cosas si mataban al suso‐ dicho Findeyori” (ms. P, 156r). Antzuque es adzuki, una variedad de judía (Jisho). Morejón anota que: “1. Esta historia es falso rumor, porque el ayo era Ichinocami, y el que murió fue Cayuquedono, hermano de Nobunanga y tío de la madre de Findeyori, viejo y enfermo, que murió 578

dentro de dos días. No es cierto que fue ponzoña, ni hubo los cumplimientos que dice. 2. La madre ni era convidada ni estaba presente, sino muy lejos, porque nunca sale delante de los hombres. 3. No hubo tal confe‐ sión ni cartas, y esto es cierto. Es verdad que un cocinero suyo de miedo de tormentos, ni entonces se mató nadie. 4. Estos dos días era que el comisario de san Francisco anidaba conseguir que dispusiese el padre provincial, sin delación, puesto de administrador del obispado. (ms. J, 157v)”. En el interlineado, Morejón apunta que todo lo que Hideyori comía pasaba por mano de su madre. “Mucho tiempo que hace esto” (ibíd., 157v). Ichi-no-ka‐ mi es Katagiri Katsumoto (1556-1615). Ver Murdoch y Yamagata, 1903, II, 507. No he encontrado referencias a un hermano de Nobunaga que muriese por envenena‐ miento, pero entre el séquito de Hideyori se encontraba Oda Yuraku o Nagamasu (f. 1622), como explican Mur‐ doch y Yamagata (ibíd., 515). 603 Fukuda. 604 Fugeshi. 605 Kibachi. 606 “No tantos, mas mucha gente, pero no estaban junto a las casas o chozas donde los padres estaban apo‐ sentados sino algo lejos” (ms. J,158v). 607 “No se entiende por quién dice esto, si por la mala vida que ellos hacen y mal ejemplo que dan” (ms. J, 158v). Quizás Bernardino se refiere a los enfrentamien‐ tos entre jesuitas y mendicantes. 608 “Eran las pesas del reloj, que mandaron quedase en casa” (ms. J,158v). 609 “Tenía odio el tono señor de Firando, porque ha‐ 579

biendo él desterrados tres capitanes y señores grandes, muchos por ser cristianos compadres les acogieron y sus‐ tentaron (ms. J, 159r). 610 Según esto, Bernardino vivía cerca del monte Tate‐ yama. Ver Tronu-Montané, 2012, 186. 611 Sobre la muerte de Mesquita, solo y enfermo en una cabaña de pescador, ver Ruiz de Medina, 1999, 335336. 612 No he encontrado registros sobre este apóstata. Hesselink, que lo nombra Dufan Lian, apunta que po‐ dría ser de origen chino (2015, 173). 613 “De la Compañía, que todo este Tacacu fue con‐ vertido y doctrinado, de solos los padres de la Compa‐ ñía” (ms. J, 161r). 614 No he logrado averiguar los nombres de estos dos. 615 “Solo uno de Ariye se sabe martirizase. Era de Sat‐ zuma, llamado Adrián, que luego se verá” (ms. J, 161r). 616 Okumura Dōmi Tomás, Okumura Shōsuke Do‐ mingo, Okumura Kyūemon Adrián, Nakamura Sōsuke Juan, Umemoto Kyūan Pedro, Nishi Shichirōemon Mi‐ guel, Takaya Magoemon Martín, Akahoshi Miguel, Yo‐ kozu Jinshirō Andrés, Adachi Yakichi Domingo, Mat‐ sushima Zen’emon Luis, Matsutake Hyōgo Domingo, Yahagi Shōjirō Domingo, Suga Sankichi Adrián, Mats‐ hushima Kakunai Tomé, Koganemaru Kyūemon Mi‐ guel, Takaya Kyūzaemon Juan, Takaya Shōbyoye Cosme, Gotō Jiemon Luis, Gotō Shichirōzaemon Pedro (Ruiz de Medina, 1999, 336-342). Bernardino certificó la autenticidad de las reliquias de Akahoshi Miguel junto con el Provisor y Vicario General del Obispado de Japón (sede vacante). AFIO 25/27 “Compulsa del certificado 580

de reliquias de Santa Isabel de Manila”. 617 “Nunca tal dijeron, como consta por testigos” (ms. J, 162r). 618 El tono es Saemon Tayū. Ruiz de Medina emplea la Relación como fuente, pero no he menciona a este Riemon Juan (1999, 336-42). 619 Kidō Hanzaemon Adrián (Ruiz de Medina, 1999, 342-43). 620 Morejón corrige partes del relato: “no dice la histo‐ ria que tal lo persuadiesen, sino que antes de ser preso le habían pedido se ocultase, por ser ya viejo” (ms. J, 162v). 621 “Carobi maraxenu” en el ms. J, 163r. Posiblemente “ie, ie, korobimasen”. Korobu significa “apostatar” (Jisho). 622 No he encontrado información sobre esta bikuni. 623 Zanpachirō Pedro (Ruiz de Medina, 1999, 342). 624 “No cortaron todos los dedos de las manos, sino al‐ gunos … No tocaron a los pies, y así anduvo algunas las leguas después a pie, que cortado no pudiera ser” (ms. J, 163v). Pero durante esta época Bernardino fue notario de reliquias y quizás certificó las de Adrián, de ahí el cui‐ dado en apuntar las cantidades. 625 ‘‘1. Persona de gran estatura, robusta y de mu‐ chas fuerzas. 2. Persona vulgar y grosera en sus dichos o hechos. 3. Rufián respetado por todos los demás” (DRAE). 626 “Obedecer respetuosamente las órdenes” (Hepburn, 1872, 218). Ruiz de Medina lo traduce como “me con‐ formo” (1999, 343). 627 ‘‘Y hubo muchas que como supieron, digo que como se pusieron en manos del señor” (Ms. M, 259r). 581

628

Bernardino parece referirse a las críticas que des‐ pertaron entre los contemporáneos las decisiones de Alonso de Navarrete y Hernando de San José. En la re‐ dacción de 1619 se pueden leer las cartas de despedida y el viaje hasta el martirio de ambos misioneros. Ver Ruiz de Medina, 1999, 369-70. En su Historia y relación de lo sucedido en los reinos de Japón y China de 1621, Pedro Morejón describe que en Nagasaki algunos pensaban que era “retirarse y tener paciencia, mientras pasaba esta cruel borrasca, para no irritar más a los enemigos, y causar mayor tormenta; y así lo pedían los más celosos, y expe‐ rimentados cristianos” (91v-94r). 629 Junto a los mendicantes, afirma Morejón que “aquí estaba un padre de la Compañía que los había confesado y por orden de los regidores del pueblo estaba en una embarcación” (ms. J,165r). “Otros dos padres de la Compañía estaban en el Tacacu, y los demás repartidos por los reinos de Japón” (ibíd., 165v). “Y aunque irían otros, yo no lo sé, y por es no los nombro” (ms. P, 167r). Pedro Bautista Porres y Tamayo (f. 1630), el único de este grupo que no murió martirizado. Ver Eufemio Lo‐ renzo Sanz et. al., Los castellanos y leoneses en la empresa de las Indias, Junta de Castilla y León, 1993, 32-33; Apoli‐ nar Franco. Ver Ruiz de Medina, 1999, 467; Pedro de la Asunción (f. 1617), ibíd., 368; Juan de Santa Marta (1578-1618), ibíd., 394-95; Jacinto de Orfanel (15781622), ibíd., 448; Juan de los Ángeles (f. 1626), ibíd., 548. 630 Morejón corrije a Bernardino: “él mismo dice luego que quedó dejarretado” (ms. J. 167r). Uto Paulo de Higo sobrevivió (Ruiz de Medina, 1999, 343). 631 Akahoshi Tarōbyiōe Jorge (Ruiz de Medina, 1999, 582

348). 632 Morejón matiza que “no fue la historia así, sino que 1º fue y le echaron por fuerza sin le conocer, y después le llevaron preso y atado desde su casa … No pidió él tal li‐ cencia, antes mandándole que se volviese, no quería, por no perder tan buena ocasión” (ms. J, 167v-168r). 633 “Destas promesas no consta en su historia, que de ser que fuesen las que le hizo 1º el criado de Ximandono, y él entendió Ximandono” (ms. J, 168v). 634 “No fue sino un principal criado de Surungadono que le mató” (ms. J, 169r). 635 Karatsu. “Es falso, que después que Canzuyadono muerto le desterraron los gobernadores de su hijo Tora‐ jujo, y así ni él se salió del servicio del padre ni lo sintió mucho” (ms. J, 169v). 636 “La historia dice que solo los dedos” (ms. J, 170r). 637 No se dan apellidos. Ver Ruiz de Medina, 1999, 345. 638 “No se dice cuántos días antes” (ms. J, 170r). 639 Bernardino deja un espacio en blanco sin escribir el mes en todas las copias de las redacciones. 640 “Y más, que después desto fui yo al Tacacu, y en la población dicha de Cuchinotzu averigüé a ver la mitad de la dicha sementera espigado una noche, y la otra mitad que no ha aparrado con el suelo; y acudiendo la gente a verlo, teniéndolo por milagro, cercaron aquella mitad, y acudiendo después gran multitud de gente de toda la comarca, arrancaron toda aquella mitad que esta‐ ba espigada, de modo que no quedó nada; y otro día amaneció espigada la otra mitad, que no había espigado antes, y esto hubo en este caso” (ms P, 171r). 583

641

Naraya Ichiemon Juan (Ruiz de Medina, 1999, 347). 642 Akahoshi Tarōbyōye Jorge, Naraya Ichiemon Juan, Nagano Yoichi Domingo, Nagano Niemon Tomás, Is‐ hida Kyōzaemon Pedro, Corai Miguel, Mōtari Ryōei Paulo, Usui Hikosaburō Tomé, Araki Hachiōjirō Mateo, Fukushima Shinemon Mateo, Nagano Yōichi Domingo, Ichizaemon Pedro, Neda Jinzaburō Matías, Jinkurō Pedro, Kaize Mataemon Tomé, Kudō Paulo So‐ tero. Los que murieron en días posteriores son Hisazumi Luis y Miguel Ishida. Los que sobrevivieron son: Uto Paulo, Terano Zensai Matías, Bernabé (no se menciona el apellido) y Toyoshima Diego (Ruiz de Medina, 1999, 343-349). No he encontrado referencias sobre Tadeo Miguel, podría ser Koganemaru Kyūemon Miguel (ibíd., 340). 643 No he encontrado la transliteración moderna de este término. 644 Esta escena se retrata en la comedia Los mártires del Japón, atribuida a Lope de Vega o a Mira de Amescua, pero Alonso sale de la hoguera triunfante (Lee, 2006, 123-32) 645 El tono es Saemon Tayū y los samuráis Hirao Ha‐ chirō Salvador, Hirao Hanzaemon Juan, Baba Gorōsuke Germán y Hirao Tōemon Miguel (Ruiz de Medina, 1999, 350-51). 646 No he podido averiguar los nombres de estos dos bugyō. 647 “No es cierto lo deste don Juan ni el porqué” (ms. J,178r). Es Sawai-Fushin Hyōzaemon Juan. Murió de‐ capitado (Ruiz de Medina, 1999, 352). 584

648

Hideyori “no fue”, escribe Morejón (ms. J, 178v). Cuando Morejón anota la Relación ya se debían conocer las noticias de la muerte del hijo de Hideyoshi. 649 Los nombres de los religiosos difieren en las redac‐ ciones de 1615 y 1619. En el manuscrito P: Gerónimo Rodíguez. Padres de misa: Juan Bautista de Baeza, Juan Bautista de Tavora, Juan Bautista Porro, Pedro Paulo N. de Fonseca. Padre Ángeles podría ser Gerónimo de An‐ gelis, Pero Paulo Lopo Fernández, Carlos Francisco, Luis Gaspar de Castro, Mancio, Julián, Sebastián y Luis, estos cuatro últimos japoneses. Franciscanos: Pedro Bau‐ tista, Apolinario Franco, Pedro de la Asunción, Juan de Santa Marta, Luis Gómez, Diego de San Francisco. Clérigos prebíteros: Miguel, Murayama Francisco, Cle‐ mente y Juan, los cuatro japoneses. Dominicos: Tomás del Espíritu Sancto, Francisco de Morales, Alonso de Mena, Alonso Navarrete, Jacinto de Orfanel, Juan de los Ángeles Rueda, José. Agustino: Hernando de San José (177r-v). 650 Gerónimo Rodríguez fue Padre Visitador en Macao entre 1619 y 1621, y 1622 y 166 (Boxer, 1965, 446). Juan Bautista Machado de Távora, 1580-1617 (Ruiz de Medina, 1999, 367-69). Gaspar de Castro, 1560-1626 (ibíd., 551). No tengo suficiente información para identificar al padre Carlos. 651 Ya se ha mencionado a estos misioneros. Luis Gómez Palomino, 1562-1634 (Ruiz de Medina, 1999, 725). Diego de San Francisco desapareció en 1632, ver Lorenzo Pérez, “Relaciones de Diego de San Francisco”, AIA 2-5, 1914, 2. 652 Murayama Francisco fue descubierto durante el ataque al castillo de Ōsaka y ejecutado (Tronu-Montané, 585

2012, 229). No he podido identificar a los otros clérigos. 653 Tomás del Espíritu Santo Zumárraga, 1577-1622 (Ruiz de Medina, 1999, 466). Francisco de Morales, 1568-1622 (ibíd, 1999, 451). Alonso de Mena, 15781622 (ibíd., 449-50). No he logrado identificar al padre Joseph. Los demás se han mencionado. 654 N. de Fonseca se llama Pedro Paulo N. de Fonseca en el ms. P (177r). No he encontrado este nombre, pero podría referirse a uno de estos misioneros: Juan de Fon‐ seca, 1572-1620 (Ruiz de Medina, 1999, 423) o Pero Paulo Navarro, 1560-1622 (ibíd., 1999, 476-77). Padre Ángeles podría ser Gerónimo de Angelis 1568-1623 (ibíd., 481-82). Juan Bautista de Baeza, 1558-1626 (ibíd., 1999, 550). Giovanni Batista Porro apostató en 1638 o 9 y murió en 1643 (Boxer, 1965, 447). Gaspar de Castro, 1560-1626 (ibíd., 1999, 551). Francisco Luis N. de Torres, 1560-1626 (Ruiz de Medina, 1999, 552-53). No he podido identificar a los demás. Morejón añade una larga nota al final: “nótese que en lo que toca a los ministros que había en esta cristiandad de Japón al tiem‐ po desta persecución: de la Compañía había 117 religio‐ sos entre padres y hermanos de gente criada en los semi‐ narios que o ya ayudaban a la cristiandad y conversión o estaban estudiando, más de otros tantos sin otros mu‐ chos que se habían despedido o depositado por no se poder tener y sustentar en tiempos tan apretados. Las iglesias y casas que por este discurso se perdieron propias y de visita fueron sin número. Había dos seminarios or‐ dinarios, uno de mayores y menores en Arima, y otro de los más provectos, unas veces en Nangasaqui, otras en el Miaco, y estaban los padres en Japón desde el año 1549. Cuanto a las demás religiones, entre san Francisco que 586

fueron a Japón el año de 1593, y los padres de sancto Domingo y los de san Agustín, que fueron los unos el año de 1602, y los otros el año siguiente no había más que 22 sacerdotes entre todos ellos, y cuatro son colegos, algunos doxucus que les servían, mas ningún seminario. Digo que destas tres más religiones no había más que 22 padres y 5 hermanos, que lo que toca a los cristianos el mayor golpe dellos fueron en el estado de Arima, de Omura, de Nangasaqui y Izafay, de las islas de Amacusa, de Firando y Goto, y del reino de Bungo, adonde eran en grandísimo número. En todas estas partes nunca es‐ tuvieron religiosos otros sino de la Compañía, si no fue en Nangasaqui, que entraron en él muy tarde, y los demás religiosos aun muchos más, y en Bungo tenían los padres de san Agustín desde el año de 603 una iglesia en el puerto de Usuqui sin entrar la tierra adentro, ni tener más que apenas uno o dos que podrían hacer el catequis‐ mo, y estos de los echados debían ser sustentados. Los demás nueve reinos del Ximo tampoco estuvieron las demás religiones como estuvo la Compañía. En el de Fingo, Chicugo, Satzima, Chicujen, Buzen, Fiunga, solo los padres de sancto Domingo estuvieron un poco en el Satzuma, mas luego fueron dél desterrados, y los cristia‐ nos de allí se pasaron a dos o tres aldeitas en el reino de Fijen junto a Nangasaqui, adónde había poquísimos cris‐ tianos, como ellos mismos lo dirán. Y los padres de san Agustín tenían otro convento en el de Fiunga por un año o dos, de modo que en tres lugares había tres religiosos de san Agustín y un novicio, y esto cuando estaban dila‐ tados. En los reinos del Chugocu hasta el Cami ni en los del Xicocu, o por mejor decir en todos los demás reinos de Japón, ni los padres de san Agustín ni los de sancto Domingo estuvieron nunca. Solo de sancto Domingo 587

poco antes de esto habían tomado una casa en el Miaco, adónde estaban encubiertos y sin iglesia, mas luego o poco después fueron echados. Los padres de san Francis‐ co tuvieron una casa en el Miaco, otra en Osaca, otra en Fuximi, otra en Sacay, mas ninguna con provisión real del xogun. En el reino de Quinocuni y puerto de Vaca‐ yama tuvieron una casa con ocasión de un navío que aportó allí de Manila y de curar al señor de aquel reino, que estaba buboso y leproso. Mas fue poco tiempo, que los cesó luego el año de 612. Aquí, ni en Sacay ni en Fu‐ ximi hubieron sino poquísimos cristianos. En Miaco y Osaca hubieron algunos más, pero casi ninguno noble y principal. En Yendo, corte del príncipe, hubieron más, por ser corte donde acudían los cristianos de todas par‐ tes, y por justos respectos no quiso ir allí la Compañía, la cual tuvo casas y muy muchos cristianos en el reino de Nangato, Suo y Yamaguchi, Aqui y Bingo. Y en el Xico‐ cu y en Bijen y Mimasaca, aunque no tuvo casas de asiento, tuvo muchos cristianos y muy nobles, y lo mesmo en Satzima y Ava, yendoles a visitar muchas veces. Tuvo casas en Acaxi, Tzunocuni, Cavachi, Tanba, Yechi, Canganoto, Omi, Mino, Oari, Surunga, y en todos estos reinos en diversos enojos les fueron deshe‐ chas innumerables iglesias. Y fuera desto, en otros mu‐ chos lugares había de visita algunas iglesias y cristianos. Cuanto a los mártires, solo los tres hermanos de la Com‐ pañía sabidos fueron muertos, porque consta que los ja‐ pones dicen no quieren tocar en los padres por ser es‐ tranjeros y religiosos, y que dejándolos estar en la tierra, no pueden dejar de hacer su oficio, pues no tienen otro. Lo que hizo Taicosama con estos hermanos y con los pa‐ dres de san Francisco fue conocidamente para tener capa para tomar la hacienda del galeón San Felipe, con decir 588

que predicaban la ley que él prohibió, y hizo capa de eso pretendían el reino los españoles. De los japones que murieron mártires, de cerca de 190 que ha habido, uno fue baptizado y cultivado cinco o seis meses de los padres de sancto Domingo en Satzima, digo cultivado que aun una vez se había confesado. De los que murieron con los padres franciscos y mártires, que fueron 17, la mitad o poco más fueron baptizados de los padres de san Fran‐ cisco, y de 28 que murieron en Yendo, los dos tercios fueron baptizados por los mesmos padres, y todos los demás fueron hechura de los padres de la Compañía, y particularmente todos cuantos murieron en Arima, Fingo, Firando, Cuchinotzu, Tacacu, Facata, Bungo, eran hijos de los padres de la Compaña. De los que fue‐ ron desterrados a Tsubaru, donde fueron de Miaco, Osaca y del reino de Canga, algunos ochenta y algunos, gente muy noble y rica, y. los que fueron desterrados a Philipinas y Macao fueron todos baptizados de la Com‐ pañía, sacando dos o tres mujeres y cuatro viejas que fue‐ ron de los padres de san Franciso, y fueron con los demás a Manila (ms. J, 179v-180r).

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NOEMÍ MAR TÍN SANTO Noemí Martín Santo es Docto‐ ra en Lengua y Literaturas Hispá‐ nicas por la Boston University y Profesora Asistente de lengua y li‐ teratura española en HampdenSydney College, Virginia. Sus in‐ tereses se centran en los encuen‐ tros culturales entre Asia e Iberia en la Edad Media y el Siglo de Oro.

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RE LA CIÓN DEL REINO DEL NIPÓN La Relación del reino del Nipón a que llaman corruptamente Japón es el testimonio único de un seglar en lengua española sobre la gente de Nagasaki, las persecuciones religiosas y el valor de los cristianos japoneses, algunos de ellos amigos suyos, sobre los que escribe mostrando una honda y sincera admiración. Este viajero español del siglo XVII sabe que cier‐ tos temas están reservados para misioneros y conquistadores, escritores más autorizados que él. Su condición de plebeyo le permite narrar con libertad temas que sabe asombrarán a un público urbano en el otro extremo del mundo. Redactada en tres momentos diferentes (1598, 1615 y 1619), no conserva‐ mos la primera y solamente sabemos, de forma incompleta, el itinerario de una de las copias de la segunda. En 1933 los his‐ toriadores franciscanos Doroteo Schilling (1886-1950) y Fidel de Lejarza (1901-1971) comenzaron la primera edición en la revista Archivo Ibero-Americano, que abandonaron a causa de la Guerra Civil Española. La presente es la primera edición completa de esta obra.

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Con la llegada de las lluvias primaverales, entre abril y mayo del 2019, se terminó de editar la curiosa historia de Bernardino de Ávila. «… me he quedado como vacía. No sé si es bueno contar o no las cosas. No lo sé. Quizá haya historias que no deben contarse…» Luis Landero, Lluvia fina

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EDI CIO NES DE CLÁ SI COS HIS PÁ NI COS 1 Debate de Elena y María, ed. José Manuel Querol 2 Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre, ed. Javier Maldonado 3 Luis de Soto, Recibimientos a Fernando el Católico, ed. Víctor Infantes 4 Hernán López de Yanguas, Triumphos de Locura, ed. Javier Espejo Surós y Julio F. Hernando 5 Francisco de Quevedo, El Buscón, ed. Pablo Jauralde Pou 6 Diego de la Cueva y Aldana, Fábula de la ninfa Ca‐ lixto y el dios Júpiter, ed. Javier Álvarez 7 Álvaro Cubillo de Aragón, Ganar por la mano el juego, ed. Simón Sampedro 8 Francisco de Trillo y Figueroa, Epitalamio en las feli‐ císimas bodas de los señores don Francisco Ruiz de Vergara y Álava, y doña Guiomar Venegas de Córdoba y Aguayo, ed. Almudena Marín 9 Leopoldo Alas “Clarín”, Pipá, ed. Francisco Caudet Roca 10 Miguel de Cervantes, El licenciado Vidriera, ed. Elena del Río Parra 11 Joaquín Benegasi, Composiciones epistolares, ed. Pedro Ruiz 12 Francisco de Enciso, Diálogo de verdades, ed. Javier Fernández 13 Miguel Sánchez de Lima, El arte poética en romance castellano, ed. Alejandro Martínez Berriochoa 593

14 La maraña, comedia de Sepúlveda, ed. Julio Alonso Asenjo 15 Cristóbal de Castillejo, Sermón de amores, ed. David López del Castillo 16 Fray Luis de León, El Cantar de los cantares, ed. Jorge Aladro 17 Francisco de Quevedo, Libro de todas las cosas y otras muchas más, ed. Pablo Jauralde Pou 18 Antonio Enríquez Gómez, “El pasajero”, de Acade‐ mias morales de las musas, ed. Jaime Galbarro 19 José de Cañizares, La ilustre fregona, ed. Marco Presotto 20 ¿Lope de Vega?, El arca de Noé o El mundo al revés, ed. Aurelio Valladares Reguero 21 Lope de Vega, El castigo sin venganza, ed. María Grazia Profeti 22 Juan Valera, Pepita Jiménez, ed. James Whiston 23 Miguel de Cervantes, La gitanilla, ed. José Monte‐ ro Reguera 24 Mercedes Cabello de Carbonera, La novela moder‐ na. Estudio filosófico, ed. Remedios Mataix 25 Agustín Moreto, El Santo Cristo de la Cabrilla, ed. Aurelio Valladares Reguero 26 Rubén Dario, Azul…, ed. Miguel Ángel García 27 La historia de la linda Magalona y del muy y esforçado cauallero Pierres de Provença, ed. Aurelio Vargas DíazToledo 28 Leonor López de Córdoba, Memorias, ed. Sandra Álvarez Ledo 29 Sebastián de Córdoba, Las obras de Boscán y Garci‐ 594

laso trasladadas en materias cristianas y religiosas, ed. Au‐ relio Valladares Reguero 30 José García de Villalta, El golpe en vago, ed. José Enrique Laplana Gil 31 Miguel de Cervantes, Poesías, I: Poesías de La Gala‐ tea, ed. José Luis Fernández de la Torre 32 Hernán López de Yanguas, Diálogo del mosquito, ed. Javier Espejo Surós y Julio F. Hernando 33 Luis Vélez de Guevara y Francisco de Rojas Zorri‐ lla, También tiene el sol menguante, ed. Piedad Bolaños Donoso 34 Juan de Robles, Diálogo entre dos sacerdotes, ed. An‐ tonio Castro Díaz 35 Miguel de Cervantes, Poesías II: en las Novelas ejemplares, ed. José Luis Fernández de la Torre 36 ¿Miguel de Cervantes?, La tía Fingida, ed. Alfredo Rodríguez López-Vázquez 37 Miguel de Cervantes, La fuerza de la sangre, ed. Frederick de Armas 38 Benito Pérez Galdós, La batalla de los Arapiles, ed. Denise Dupont 39 Lope de Vega, Las bizarrías de Belisa, ed. Nathalie Peyrebonne 40 Cristóbal de Castillejo Las tres fábulas mitológicas, ed. Blanca Periñán 41 Francisco de Quevedo, Carta de calidades de un ca‐ samiento, ed. Delphine Hermés 42 Antología de la poesía española. Siglos XVI-XVII, ed. Pablo Jauralde Pou 43 Lope de Vega, La selva sin amor, ed. Marcella Trambaioli 595

44 Tres utopías ilustradas: Viaje al país de los Ayparchon‐ tes, La isla y La utopía de Zenit, ed. María Dolores Gi‐ meno 45 Lope de Vega, Huerto deshecho, ed. Ignacio García Aguilar 46 Miguel Hernández, Cancionero y romancero de au‐ sencias, ed. Pablo Jauralde y Pablo Moíño 47 Tirso de Molina, La mujer por fuerza, ed. María Elena Garcés Molina 48 Miguel de Cervantes, Tragedia de Numancia, ed. Gaston Gilabert 49 ¿Miguel de Cervantes?, La conquista de Jerusalén por Godofre de Bullón, ed. Alfredo Rodríguez López-Váz‐ quez 50 Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Qui‐ jote de la Mancha, ed. Luis Gómez Canseco 51 Miguel de Cervantes, Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, ed. Luis Gómez Can‐ seco 52 Juan Bautista Diamante, Cumplirle a Dios la pala‐ bra, ed. Aurelio Valladares Reguero 53 Miguel de Cervantes, Poemas en Los trabajos de Per‐ siles y Sigismunda, ed. José Luis Fernández de la Torre 54 Poema de Fernán González, ed. José Manuel Querol 55 Lope de Vega, Fuenteovejuna, ed. Gaston Gilabert 56 Garcilaso de la Vega, Sonetos, ed. Aldo Ruffinatto 57 José Zorrilla, Don Juan Tenorio, ed. Elena Perulero 58 Galateo español, ed. Pilar Egoscozábal 59 Antonio Martínez Meneses, Los Sforzias de Milán, ed. Elena Martínez Carro 596

60 Manuel Reina, Andantes y alegros, ed. Enrique Ortiz Aguirre 61 Juan de Palafox y Mendoza, Diálogo político del Es‐ tado de Alemania, ed. María Soledad Arredondo 62 Andrés de Claramonte, El valiente negro en Flan‐ des, ed. de Ana Ogallas Moreno 63 Antonio de Solís, Eurídice y Orfeo, ed. M. Mar Pu‐ chau 64 Benito Pérez Galdós, Tormento, ed. James Whis‐ ton 65 Lope de Vega, El bobo del colegio, ed. Javier San José Lera 66 Juan Francisco Masdeu, Arte poética fácil, ed. José Domínguez Caparrós 67 Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor, ed. Steven Kirby [no disponible] 68 Jorge de Bustamante, Las Metamorfoses, o Transfor‐ maciones del muy excelente poeta Ovidio, ed. María Jesús Franco Durán 69 Francisco de Quevedo, Poema a Cristo crucificado, ed. Manuel Ángel Candelas y Mónica Molanes Rial 71 Gustavo Adolfo Bécquer, Libro de los gorriones, ed. Luis Gómez Canseco 72 Miguel de Unamuno, Abel Sánchez, ed. Concha D’Olhaberriague 73 Alfonso de Valdés, Diálogo de Mercurio y Carón, ed. Jordi Aladro Font 74 Romances, I. El primer siglo del romancero en el papel: c. 1421-1520, ed. Giuseppe Di Stefano 75 Federico Garcia Lorca, Impresiones y paisajes, ed. Ramón Asquerino 597

76 Martín de Córdoba, Tratado de la predestinación, ed. Sandra Álvarez Ledo 77 Miguel de Cervantes, Poesías VI: poemas en El Qui‐ jote, ed. José Luis Fernández de la Torre 78 Garcilaso de la Vega, Poesías II, ed. Maria Rosso 80 Eugenio Gerardo Lobo, Antología poética, ed. Javier Álvarez 81 Miguel de Cervantes, Poesía en obras dramáticased. José Luis Fernández de la Torre 82 Gabriel Miró, Dentro del cercado ed. Concha D’Ol‐ haberriague Ruiz 84 Miguel de Unamuno, Tres novelas ejemplares y un prólogo, ed. Concha D’Olhaberriague 85 Tirso de Molina, El burlador de Sevilla y convidado de piedra, ed. Alfonso D’Agostino 86 Diego de Torres Villarroel, Vida, ascendencia, naci‐ miento, crianza y aventuras, ed. Jordi Bermejo 87 La Celestina (Tragicomedia de Calisto y Melibea), ed. José Luis Canet 88 Antología de la poesía española. Siglos XVI y XVII, ed. Pablo Jauralde Pou, Segunda edición revisada y co‐ rregida 89 Juan Ruiz de Alarcón, La verdad sospechosa, ed. Lola Josa 90 Bartolomé Cairasco de Figueroa, Templo militante (antología), ed. José María García Linares 96 Bernardino de Ávila, Relación del reino del Nipón a que llaman corruptamente Japón, ed. Noemí Martín Santo 99. Juan de la Hoz, El villano del Danubio y el buen juez no tiene patria, ed. Guillermo Carrascón 598

PRÓ XI MAS EDI CIO NES 70 Miguel de Cervantes, Viage del Parnaso, ed. José Luis Fernández de la Torre 79 Miguel de Cervantes, Poesías de circunstancias, ed. José Luis Fernández de la Torre 83 Miguel de Cervantes, Poesías, supercherías y atribu‐ ciones, ed. José Luis Fernández de la Torre 91 San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, ed. Lola Josa 93 Andrés de Claramonte, El honor en la sangría y mé‐ dico de su honra, ed. Alfredo Rodríguez López-Vázquez 94 ¿Mateo Alemán?, Vida de los pícaros, ed. Alfredo Rodríguez López-Vázquez 97 Carlos Piera, Antología, ed. Javier Gil y Ana Gorría 100. Antonio Machado, Campos de Castilla, ed. Pablo Jauralde

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CLÁ SI COS HIS PÁ NI COS Carlos Fernández González (director) Helena Bermúdez Sabel (editora electrónica) Gema Gómez Salas (diseño de cubiertas) Pedro C. Rojo y Mercedes Sánchez (comunicación) Laura Hatry (web) Shihua He (archivo y gestión)

CON SE JO DE RE DAC CIÓN Pablo Jauralde Pou — José Calvo Tello — Tibisay López — Laura Rodríguez — Gaston Gilabert — Ana Garriga Es‐ pino — Enrique Ortiz Aguirre — Diana Eguía

CON SE JO EDI TO RIAL Juan Escourido — Pilar Egoscozábal — Delia Gavela — Dolores Noguera — Víctor Sierra Matute — Sofia Simões

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ÍNDICE Relación del Reino Nipón que llaman corrup‐ tamente Japón Introducción Datos biográficos Obra Bibliografía Fuentes primarias Diccionarios y obras de referencia Bibliografía crítica Nuestra edición Sobre los nombres propios y sustantivos en japonés Notas Ilustraciones

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Relación del reino del Nipón a que llaman co‐ 38 rruptamente Japón Capítulo 1. Del origen de los japones y descripción de la tierra del Nipón 1.1 De la fertilidad de la tierra y su gran riqueza. 1.2. Disposición, traza y costumbres de los japo‐ nes. 1.3. Del traje particular de la gente 1. 4 De las casas de los japones 1. 5. Del orden de las poblaciones90 1. 6. Del gobierno de las repúblicas98 1.7. Del modo particular de contar el año y el mes 601

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1.8. De la moneda, peso y medida. Comercio y otras cosas 1. 9. Del modo de comer 1. 10. De las cortesías del sacantzuqui Capítulo 2. De la religión de los japones Capítulo 3. Del gobierno antiguo de Japón y como se perdió y dividió el reino Capítulo 4. Del modo en que se comenzó a restaurar el reino de Japón y como Mioxendono, señor del Xi‐ cocu, ganó la ciudad de Meaco. Quién fue Nobunan‐ ga y otras cosas 4.1. Extirpe del Taicosama y por cuáles medios subió a ser señor de la Tenca 4.2. Nobunanga parte para Meaco y la gana, y mata a Saquionon Daibundono y a Matzinanga 4.3. Quién fue Ucondono Justo y como Nobu‐ nanga le sujetó y trajo a su devoción 4.4. Determinado Nobunanga de pacificar y poner todo el reino debajo de su dominio, envía a Faximba Yechixem sobre el Mori, que le entró por sus tierras 4.5. Aquechi mata a su señor Nobunanga y a su hijo Jonosuquendono 4.6. Faximba Yechixem parte del Chungocu la vuelta de Meaco254 4.7. Faximba Yechixem llega a Meaco y es elegi‐ do de todos por capitán general para vengar a Nobunanga. Da la batalla al traidor y véncele Capítulo 5. Recógese Faximba Yechixem con Sanxi‐ chindono a Meaco, donde nombran por rey al nieto de Nobunanga, hijo de Jonosuquendono, y eligen go‐ 602

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bernadores y otras cosas, y finalmente Faximba se hace señor de la Tenca267 Capítulo 6. De las guerras que por estos años se le‐ vantaron en las partes del Ximo 6.1. El yacata de Satzima mueve guerra al tono de Fiunga. Taicosama baja al Ximo y los sujeta. Trátanse otras cosas 6.2. El padre Visitador Alejandro Valignano llega a Japón con embajada a Taico, al cual le nace un hijo. Muévese guerra contra Corai. Fa‐ randa da a Taicosama aviso de Manila. Trátanse otras cosas 6.3. Llegan a Japón los padres fray Agustín Ro‐ dríguez por comisario y el padre Marcelo de Ri‐ badeneira y fray Gerónimo de Jesús. El sobrino de Taico se quiere levantar contra el tío y le hace cortar. Subceden otras cosas Capítulo 7. Subceden en el Reino del Japón cosas no‐ tables en el año de noventa y seis. Llega el primer obispo de Japón. El galeón arriba a Tosa Capítulo 8. El padre fray Pedro Baptista pretende hablar a Taico, y por que no lo haga, lo acusan de que predica la ley de los cristianos. Manda prender los pa‐ dres y senténcialos a muerte Capítulo 8.1. Llegados a Uracami los sanctos mártires, otro día los llevan a Naganasqui, a cuya vista los crucifican Capítulo 9. Don Francisco Tello, gobernador de Ma‐ nila, envió embajada a Taico y a pedir los cuerpos de los sanctos mártires Capítulo 10. El obispo don Luis de Cerqueira llega a 603

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Japón. Muere Taicosama y el Yeyasu se hace señor del reino. Los religiosos del señor san Francisco vuel‐ ven a entrar en Japón, y luego otras religiones. Trá‐ tanse otras cosas383 Capítulo 11. André Pessoa viene a Japón por capitán del viaje. Desaviénese con Safioye y pónele mal con el rey de Japón, el cual manda Arimandono que le pren‐ da o mate. Y finalmente se quema la nao y mueren muchos portugueses Capítulo 12. Arriba al Japón la nao Robola el rey y subceden otras cosas Capítulo 13. De la persecución general que se levantó en Japón por Daifu, año de mil y seiscientos y doce 13.1 Prosíguese la persecución en Yendo contra los cristianos por el príncipe de Japón 13.2. Quién fue Fachicuan Joaquín y su conver‐ sión 13. 3. Quién fue Apolinario, y de su prisión y muerte 13. 4. Quién fue Mibocu Juan, y de su conver‐ sión, vida y partes 13.5. Quién fue el sancto Sasanda Miguel, y de su glorioso martirio Capítulo 14. Prosigue la persecución contra los cris‐ tianos de Yendo, en cuyo progreso subceden muchas cosas notables 14.1. De la gloriosa muerte del sancto Mibocu Juan y sus compañeros 14. 2. Dícese quién fue el sancto mártir Ventura, su conversión y martirio Capítulo 15. Trátase otro martirio famoso que subce‐ 604

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dió a este en la ciudad de Arima 15. 1. Hacen el lugar para martirizar a los sanc‐ tos presos y finalmente los sacan de la prisión y asan vivos Capítulo 16. Goxosama, rey de Japón, y su hijo el xogun renuevan la persecución contra la iglesia Capítulo 17. Muere el obispo dos Luis y prosigue la persecución contra la Iglesia Capítulo 18. Del modo que el Demonio ha inventado en este reino para martirizar y hacer retroceder los cristianos agora nuevamente 18. 1. Del famoso martirio que por la fe de Cris‐ to nuestro señor padesció Adán en la fortaleza de Xiqui 18. 2. Del martirio de Luis que por la confesión de la fe fue muerto en Fucafuri 18. 3. Trátanse otras cosas que subcedieron por este tiempo y las penitencias públicas y procesio‐ nes que hicieron en Nangasaqui 18.4. Quién fue el Toan, y hoy es, y lo que hizo en esta ocasión de la llegada de Faxengava Safio‐ ye, y otras cosas 18.5. Trátase el famoso martirio que padescieron los sanctos Miguel y su mujer Majencia, y Lino, en el reino de Bungo 18.6. De otras cosas que más subcedieron en este tiempo, y diligencias de Safioye contra los padres hasta los echar de Nangasaqui 18. 7. De lo que más subcedió después de echa‐ dos los religiosos de Nangasaqui y como derri‐ baron las iglesias 605

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baron las iglesias 18. 8. Llegan los bunguios al Tacacu, donde prosiguen la persecución contra los cristianos 18.9. Gloriosa muerte del sancto Adrián, vecino de Ariye 18.10. De lo que subcedió en Cuchinoztu en prosecución desta causa 18. 11. De otro martirio que hubo en este tiem‐ po en el dicho Tacacu en Umbama Anexos Martirio de Soter en la redacción de 1619, ms. 133r Martirio de Majencia en la redacción de 1619, ms. P, 145r-153r Fragmento de la redacción de 1610 que conti‐ núa la de 1615. Manuscrito la cual se le defiende con mucho valor Juramento digno de ser reverenciado Juramento del Findeyori al rey Renueva el Daifu la guerra contra el Findeyori Del famoso martirio de los benditos padres fray Pedro de la Asunción, del orden de señor San Francisco, y Juan Baptista de Távora, de la Compañía de Jesús Del famoso martirio de los benditos padres fray Alonso Navarrete, vicario provincial del orden de señor sancto Domingo, y fray Hernando de San José, vicario provincial del orden de señor san Agustín A los padres dominicos de Japón 606

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fray Apolinario Franco, y a todos los demás sa‐ cerdotes que están en Japón, y a los padres de san Agustín de Manila, grande nuestro señor Al padre provincial y difinidores de la Orden de Predicadores de Manila A los padres dominicos de Japón Al convento de San Pablo de Valladolid de la Orden de Predicadores Al padre viceprovincial de la Compañía de Jesús de Japón, un poco antes de la muerte Al padre fray Apolinario Franco, comisario de San Francisco de Japón Del padre fray Hernando de San José. A todos los padres ministros desta cristiandad de Japón Del martirio del sancto Xirobioye Lino, bunguio de Omura Del martirio del sancto Miyemon Juan Del martirio que padescieron Pedro y Pablo en el reino de Chicungo De otros famosos mártires que hubo en la ciu‐ dad de Cocura en el reino de Buxen este año de seiscientos y diez y ocho De como vinieron a este reino del Japón otros religiosos después de la persecución de Arima, Cuchinotzu y Omura Del martirio del sancto fray Juan de Sancta Marta del orden de señor san Francisco De otras cosas que más subcedieron en este reino este año de seiscientos y diez y ocho De las crueles muertes que dieron a unos cristia‐ 607

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nos por haber desembarcando del navío en que iba para Manila el padre Francisco, hijo del Toan, y por haberle hospedado en Nangasaqui De lo que más subcedió en esta ciudad hasta la partida del bunguio Gonocu a la corte Variaciones de la escritura de palabras japonesas Nombres propios, cargos y oficios Ciudades, provincias, lugares Objetos Expresiones Otros

Notas

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Noemí Martín Santo Relación del reino del Nipón Clásicos Hispánicos Consejo de redacción Consejo editorial

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