Primer siglo cristiano de la Isla de Pascua: 1864-1964. Nueva edición de Karl Kohut 9783964567543

Sebastian Englert (1888-1933) fue misionero en la isla de Pascua. Incluye fotos e ilustraciones.

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Spanish; Castilian Pages 164 Year 2019

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Table of contents :
Indice
Prólogo del editor
La Isla de Pascua. Una introducción etnológica
El Padre Sebastián Englert, rey sin corona de la Isla de Pascua
Primer siglo cristiano de la Isla de Pascua. 1864-1964
El Padre Sebastián Englert O.F.M.Cap. (1888-1969) y su forma de comprender la actividad misional. Epilogo teológico
Rev. P. Sebastián Englert
Publicaciones del Padre Sebastián Englert
Indice de Ilustraciones
Ilustraciones
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Primer siglo cristiano de la Isla de Pascua: 1864-1964. Nueva edición de Karl Kohut
 9783964567543

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Sebastián Englert

Primer siglo cristiano de la Isla de Pascua 1864-1964

aDuQ^CPÚGaDDa Editado por Karl Kohut y Hans-Joachim König

Publikationen des Zentralinstituts für Lateinamerika-Studien der Katholischen Universität Eichstätt Serie C: Texte, 3a Publicaciones del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Católica de Eichstätt Serie C: Textos, 3a P u b l i c a r e s do Centro de Estudos Latino-Americanos da Universidade Católica de Eichstätt Série C: Textos, 3a

Sebastián Englert

Primer siglo cristiano de la Isla de Pascua 1864-1964 Edición de Karl Kohut con una introducción etnológica de Horst Cain apuntes biográficos sobre Sebastián Englert de Luis B. Riedl y un epílogo teológico de Johannes Meier

Frankfurt • Madrid 1996

Título del original Primer siglo cristiano de la Isla de Pascua 1864-1964 [Santiago de Chile, 1964] Notas al texto de S. Englert: Traducción al español de los textos de H. Cain, de L. B. Riedl y de I. Daumoser: Traducción al español del texto de J. Meier: Supervisión del texto de S. Englert: Tipografía: Ilustraciones:

Hermann Holzbauer

Mercedes Colomer Barba Raul Torres Mercedes Colomer Barba Sonja M. Steckbauer Jutta Spreng Ignaz Oslander

Impreso con el apoyo de la Diócesis de Eichstätt y del Seminario Episcopal de Eichstätt Die Deutsche Bibliothek - ClP-Einheitsaufnahme

Englert, Sebastián : P r i m e r s i g l o c r i s t i a n o d e la Isla d e P a s c u a : 1 8 6 4 - 1 9 6 4 / S e b a s t i á n E n g l e r t . E d . d e Karl K o h u t . C o n una introd. e t n o l ó g i c a d e H o r s t C a i n , a p u n t e s biogr. s o b r e S e b a s t i á n E n g l e r t d e L u d w i g B. Riedl y un e p í l o g o t e o l ó g i c o d e J o h a n n e s Meier. - F r a n k f u r t a m M a i n : V e r v u e r t ; M a d r i d : I b e r o a m e r i c a n a , 1996 (Americana Eystettensia : Ser. C, Textos ; 3a) ISBN 3-89354-974-9 (Vervuert) ISBN 84-88906-48-X (Iberoamericana) NE: Kohut, Karl [Hrsg.]; Americana Eystettensia / C

© Vervuert Verlag, Frankfurt am Main 1996 © I b e r o a m e r i c a n a , M a d r i d 1996 c/Amor de Dios, 1 E - 2 8 0 1 4 Madrid Reservados todos los derechos Diseño de la portada: Michael Ackermann Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro. Impreso en Alemania: Hubert & Co, Göttingen

EI P. Sebastián Englert

Imagen de la Isla de Pascua tornada desde un satélite (Fotografía de la NASA)

INDICE

Prólogo del editor La Isla de Pascua Una introducción etnológica Horst Cain

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Características físicas 13 — El origen de los isleños 15 — Las ideas religiosas de los isleños 16 — La comunidad de los isleños 22 — La vida cotidiana en la Isla de Pascua 28 — Bibliografía 35

El Padre Sebastián Englert, rey sin corona de la Isla de Pascua Luis Beltrán Riedl

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En la misión de la Araucanía 42 — La Isla de Pascua 43

Sebastián Englert Primer siglo cristiano de la Isla de Pascua. 1864-1964

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Prólogo 47—1. Hacia la conquista para Cristo 49 — II. Heroico comienzo del apostolado, en 1864 59 — III. Ejemplar evangelización de una isla pagana. 1866-1870 73 — IV. Calamitosos sucesos y sus consecuencias. Una visita pastoral de importancia. 1870-1888 85 — V. Largos años de abandono eclesiástico. 1888-1911 97— VI. Tuición espiritual de la Vicaría Castrense. 1911-1937 105 — VII. Jurisdicción eclesiástica del Vicariato Apostólico de la Araucanía. 1937-1964 113 — Epílogo 131

El Padre Sebastián Englert O.F.M.Cap. (1888-1969) y su forma de comprender la actividad misional Epílogo teológico Johannes Meier

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Rev. P. Sebastián Englert Artículo necrológico del superior regular de la Araucanía Innozenz Daumoser

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Publicaciones del Padre Sebastián Englert Matthias Buschkühl

147

Indice de ilustraciones

151

Ilustraciones

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Prólogo del editor Se dice que la Isla de Pascua o, en el idioma de sus habitantes, Rapa Nui, es el lugar más solitario de este mundo, separado por miles de kilómetros de la próxima población humana, sea en isla o en tierra firme. El problema del origen de sus habitantes, muy controvertido por mucho tiempo, parece hoy solucionado: la gran mayoría de los etnólogos pone a los isleños en el ámbito étnico y cultural de la Polinesia, mientras que la hipótesis de un origen sudamericano es defendida tan sólo por una minoría. Esta isla perdida en la inmensidad del Pacífico, no fue descubierta sino en 1722. Después de medio siglo de semiolvido, el virrey del Perú mandó dos barcos que fondearon en la isla en 1770. Sin embargo, esta empresa no tuvo mayores consecuencias, y habiendo caído otra vez en el olvido, la isla quedó a merced de comerciantes y piratas. Fue tan sólo en 1888 que Chile la anexó, y a partir de entonces forma parte políticamente de América Latina. El descubrimiento tardío y el aislamiento espacial explican el retraso en el establecimiento de la misión. Las directivas de la corona española al virrey del Perú, en 1771, que ordenaban enviar misioneros a la isla no se cumplieron, y fue tan sólo en 1864 que empezó la evangelización sistemática y continua de sus habitantes. En la corta historia de su evangelización, el padre capuchino Sebastián Englert ocupa un lugar de honor. Había venido a Chile, desde su Baviera natal, en 1922, para trabajar en la misión de los mapuches. Desde el principio se interesó por la lengua y la cultura de sus feligreses, lo que lo llevó a estudios comparados de índole etnológica y lingüística que llamaron la atención de los departamentos respectivos de la Universidad de Chile. Así nació el proyecto de estudiar la historia y la cultura de los isleños que lo llevó a Rapa Nui, donde llegó a fines de noviembre de 1935 para una estadía prolongada de 14 meses, estadía que iba a decidir su vida futura. Sebastián Englert se dio cuenta de que el tiempo no era suficiente para llevar a cabo sus investigaciones. Sin embargo, su empeño científico pasó a segundo lugar ante la evidencia de las carencias religiosas de los isleños. A sus instancias, en 1937 fue nombrado párroco misionero residente en Rapa Nui, donde permaneció hasta su muerte en 1969. Durante más de tres decenios dedicó todas sus fuerzas al sacerdocio y al estudio de la historia y la cultura de los isleños. De este modo, Sebastián Englert merece — como escribe Horst Cain en este volumen — "un puesto de relieve en el discurso científico actual de la historia de la civilización, de la etnología y de la filología de Rapa Nui". Es esta doble actitud, de sacerdote y de científico, que permite comparar — guardando todas las distancias — la obra de Sebastián Englert con los grandes misioneros españoles de la época de la conquista, Bartolomé de las Casas y Bernardino de Sahagún. Sobre todo en el contexto del Vo Centenario, prevalecieron las voces críticas para con los misioneros españoles del siglo XVI, lo que coincidió con la crítica generalizada a las misiones en nuestro siglo. Es cierto que la historia de las misiones está cargada de errores, pero también es cierto que muchos misioneros, y los ya mencionados Bartolomé de las Casas y Bernardino de Sahagún son tan sólo los más conocidos de un número mucho

10 mayor, fueron llevados por un interés sincero en la cultura de los pueblos que habían venido a evangelizar, e hicieron mucho para conservar su cultura que de otro modo habría desaparecido. La historia de la misión de Rapa Nui, escrita por Sebastián Englert a pedido del Vicario Apostólico de la Auracanía, tiene el mérito de replantear esta problemática en un contexto nuevo, por lo que su interés va mucho más allá de una historia local de la misión de la isla. Es este interés que motivó esta nueva edición, cuya iniciativa se debe al director de la Biblioteca de la Universidad Católica de Eichstätt, Hermann Holzbauer. Sin embargo, una reedición de esta obra agotada desde hace mucho no podía limitarse a la mera reproducción del texto. La doble dimensión de la obra — misionera y etnológica — exigía su valoración desde la perspectiva de la Teología misional y de la Etnología. Por lo demás, esta historia representa tan sólo una pequeña parte de las publicaciones científicas del autor, entre las que habría que destacar la gramática y el diccionario del idioma de la isla, una historia y etnología de la misma, y una colección bilingüe de leyendas. Sebastián Englert vivió, en su juventud, en Eichstätt, donde su padre fue director del Liceo Clásico. Por una curiosa coincidencia, uno de los sucesores del padre Sebastián Englert como párroco de la isla en los años 1985-1992, el padre capuchino Luis Beltrán Riedl, estuvo relacionado también con Eichstätt, en tanto que cursó aquí sus estudios de Teología. Es así que se explica que la biblioteca de la universidad posea una colección preciosa sobre la Isla de Pascua o Rapa Nui. Son muchos los que hicieron posible esta edición. En primer lugar, quiero agradecer a Hermán Holzbauer sin cuya iniciativa y empeño continuo no habría podido realizarse el proyecto. Igualmente, deseo expresar mi gratitud a la hermana menor de Sebastián Englert, María Eustochium, religiosa benedictina en el convento de Frauenwörth en Baviera, al Consejo Provincial de los Capuchinos Bávaros en Munich, y al Seminario Episcopal San Willibald en Eichstätt. Esta edición reproduce el texto original del autor con enmiendas mínimas. Sólo se corrigieron faltas de tipeo obvias, faltas en el uso de preposiciones y, en algunos casos, el orden de las palabras. De este modo, la edición conserva el tono original de la obra. El 14 de septiembre de 1996, María Eustochium Englert cumple noventa años, y el 21 de diciembre, el Vicario Apostólico de la Araucanía, Sixtus Parzinger, los 65 años. A ellos va dedicada esta obra. Eichstätt, en julio de 1996

Karl Kohut

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La Isla de Pascua Una introducción etnológica Horst Cain

Características físicas Situación geográfica — Formación de la isla — Clima — Flora — Fauna La Isla de Pascua fue llamada Te Pito o Te Henua por sus colonizadores bajo el mando del legendario Hotu Matu'a1 de la mítica Land Hiva, que en su lengua materna polinesia quería decir "El Fin de la Tierra", o, metafóricamente, "El Ombligo del Mundo". Entretanto en polinesio se la llama Rapa Nui, es decir, "Tierra Grande". Forma un triángulo de una superficie de 166 km.2 y está situada a 21° 09' de latitud sur y 109° 26' de longitud oeste y, por lo tanto, fuera de los trópicos. Con sus tres arrecifes que se extienden cerca de 1 km. en la costa suroeste, Motu Kaokao, Motu 'Iti y Motu Nui, representa el ángulo suroeste del triángulo polinesio y el punto de la tierra más alejado de cualquier otro lugar habitado, es decir, el lugar más solitario del mundo. La distancia que la separa de Santiago, la capital de Chile, país al que Rapa Nui políticamente pertenece desde 1888, así como de Tahití es de unos 4.000 kms.; 2.200 kms. la separan de Pitcairn, la isla habitada más cercana en el noroeste; y a 415 kms. al este está la isla de los pájaros Sala y Gómez o Motu Motiro Hiva. Rapa Nui debe su aparición a la actividad de sus tres volcanes, ya apagados, Mauga Terevaka, Poike y Rano Kau, de los cuales el Mauga Terevaka, de S i l ms. sobre el nivel del mar, es la elevación más alta de la montañosa isla. Su clima es subtropical, con temperaturas que van desde los 15,5°C hasta los 27,3°C y una temperatura media anual de unos 20°C. El invierno austral, de junio a agosto, se ve determinado por los vientos del nornoroeste, mientras que durante el resto del año está bajo la influencia del viento alisio del sureste. En Haga Roa, actualmente el único lugar habitado de la isla, la pluviosidad anual es de 1.130 mms., oscilando sin embargo de año en año hasta un 30 %. Mientras que en la actualidad las vastas llanuras de Rapa Nui están cubiertas sobre todo de praderas interrumpidas en algunas zonas por plantaciones de eucaliptus resultado de las medidas de reforestación de la Corporación Nacional de Fomento (CORFO) y de la Corporación Nacional Forestal (CONAF), antiguamente el paisaje y la flora de la isla eran mucho más variados y ricos en

*EI autor utiliza la escritura moderna estandarizada de la lengua de la Isla de Pascua, de Rapa Nui.

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especies, aun siendo en general pobres en especies por su aislada situación. En zonas protegidas crecían helechos, musgos y liqúenes y, según lo que sabemos por análisis de polen, se daban bien varios árboles y arbustos hoy desaparecidos, como por ejemplo una palmera autóctona (Paschalococos disperta), que según parece está emparentada con la palmera chilena (Jubaea chilensis), así como varios árboles y arbustos de la especie Coprosma y diversas especies de ámelos. Plantas endémicas que antes habían sido comunes y de las que hoy se dan solamente pocos ejemplares son, por ejemplo, el toromiro (Sophora toromiro), una especie de mimosa de hasta tres metros de altura, el hauhau (Triumfetta semitriloba), un pequeño árbol cuya corteza proporcionaba fibras para cuerdas y redes de pescar, el gaoho (Caesalpinia major), un arbusto espinoso de perfumadas flores amarillas, el poporo (Solanum forsteri), un matorral pequeño y velloso de bayas comestibles y semillas con las que producían collares, y el púa nakonako (Lycium carolinianum), un matorral de grandes bayas rojas comestibles. La mayoría de estas plantas eran utilizadas de forma múltiple, tanto en medicina y técnica como en el mundo del arte. De las plantas silvestres autóctonas que han sobrevivido la influencia del hombre cabe destacar el gaatu o caña-totora (Scirpus californicus) y el tavari o espérgula (Polygonum acuminatum), que crecen en los lagos de los cráteres del Rano 'Aroi en el Mauga Terevaka, del Rano Kau y del Rano Raraku. Asimismo se encuentra también una convolvulácea, tánoa (Ipomoea pes-caprae) que produce unas flores entre blancas y violetas y que crece sobre todo en la costa de Togariki. De las plantas introducidas por el hombre en Rapa Nui, aparte de las especies solamente cultivadas — a las que vamos a volver más adelante —, cabe mencionar las siguientes, de las cuales hoy en día aparecen sólo pocos ejemplares o han desaparecido ya completamente: ti (Cordyline terminalis), un lirio en forma de maza, cuya azucarada rizoma se comía hervida y cuyas hojas proporcionaban la pintura para los tatuajes, mahute (Broussonetia papyrifera), la morera de papel, cuya intercorteza se utilizaba para la producción de tapa, marikuru (Sapindus saponaria), el jaboncillo, cuyas frutas se usaban como detergente, mako'i (Thespesia populnea), un hibisco que proporcionaba color amarillo y buena madera de tallar, ñauñau (Santalum sp.), el sándalo, y púa (Curcuma longa), la cúrcuma, que se utilizaba para teñir.2 De una pobreza similar a la de la flora autóctona de la Isla de Pascua era su fauna autóctona. Dejando aparte la fauna marina, entre la que figuran numerosas especies de moluscos, 126 especies de peces, tortugas marinas, octópodos, langostas y delfines, hay que mencionar sobre todo algunas especies de aves marinas, como el ruru (Macronectes giganteus), seguramente el albatros, el makohe (Fregata minor), fragata cinta, el tavake (Phaeton rubricauda), colirrojo tropical, el kena (Sula dactylatra) o piquero blanco, kuma (Puffinus nativitatis), fardela de Pascua, kakapa (Pterodroma neglecta y Pterodroma arminjoniana

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Métraux 1940, 12ss; Zizka 1989, 30ss.; Charola 1994, 17, 19.

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heraldica), fardela negra de Juan Fernández y fardela heráldica, el íua'o (Anous stolidus pileatus), gaviotín de San Félix, el tavi (Procelsterna cerúlea skottsbergii), gaviotín de San Ambrosio, el kiakia (Gylgis alba royana), gaviotín albo, así como las dos aves de paso marinas llamadas manu tara (Sterna fuscata y Sterna lunata), que conocemos bajo la denominación de charrán real y gaviotín pascuense. Debido a las perturbaciones constantes de su incubación y a la caza por parte del hombre, éstas últimas se han ido volviendo cada vez más escasas. Gracias a excavaciones arqueológicas sabemos que en la antigüedad existían como mínimo seis especies de aves terrestres: garzas, dos especies de rascones, dos especies de papagayos y lechuzas. En cuanto a animales terrestres, si dejamos aparte los insectos, sólo hay dos "especies de lagartijas", el moko uruuru kahu (Lepidodactylus lugubris), un chacón, el moko uriuri (Ablepharus boutonii), lagartija, así como la rata polinesia (Rattus concolor) llamada kio'e, que con el tiempo fue exterminada por la introducida rata (de cloaca).3 El origen de los isleños Las diferentes teorías — El enfoque de la investigación de Sebastián Englert Cuando el Padre Sebastián Englert tomó posesión de la parroquia de la Isla de Pascua el 10 de diciembre de 19374, aceptó para el resto de su vida un pueblo y su cultura, que, desde su integración en el concepto del mundo de los europeos a través del marino holandés Jacob Roggeveen el Domingo de Pascua de 1722, han estimulado la imaginación de todos los visitantes por su carácter enigmático en todos los aspectos. Enigmáticos eran al principio, y todavía lo son, en lo que atañe a las circunstancias exactas y a los detalles, el origen del pueblo, las razones de su migración, su historia interna y las causas de su decadencia cultural. A lo largo de la segunda mitad del siglo XX la cuestión del origen de los colonizadores de la Isla de Pascua se ha ido convirtiendo en una sólida controversia entre unos pocos, no obstante obstinados defensores de la tesis de que la isla fue colonizada desde América — fundamentalmente Heyerdahl y sus seguidores — y la predominante mayoría de los científicos de todas las especialidades que defienden la colonización desde el oeste, desde Polinesia y al final desde el sureste de Asia, basándose en datos objetivos. Durante este tiempo, los problemas de la evolución cultural y política de Rapa Nui se han ido matizando, observándose y discutiéndose con lógica. Tal como saben los europeos que desde el siglo pasado se interesan por la cultura de la Isla de Pascua, se trata aquí de una llamada memory culturé, es decir, de una

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Métraux 1940, 18s.; Zizka 1989, 26ss.; Charola 1994, 17, 19. Englert 1964, 82s., 87, 89s.; en la presente edición págs. 116s. Compárese Holzbauer 1988, 27. 5 Barthel 1974, 9. 4

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cultura que ya no está intacta sino que debe su carácter fragmentario actual a un vago recuerdo de una cultura que se ha ido manteniendo ya desde el siglo pasado tan sólo como rudimento. Es por ello que el grado alcanzable de su comprensión por parte de la ciencia depende en gran medida del complejo estudio de todos sus aspectos. Sebastián Englert, que no fue a Rapa Nui como científico ni por razones científicas, sino ante todo como predicador de su fe católica, llevó a cabo dos trabajos científicos de un valor inestimable que le garantizan un puesto de relieve en el discurso científico actual de la historia de la civilización, de la etnología y de la filología de Rapa Nui. De todos los que han analizado las manifestaciones culturales de los habitantes de la Isla de Pascua, el Padre Sebastián es hasta hoy no sólo uno de los genios más originales, sino que de todos los investigadores, él es el que tiene el ímpetu científico más amplio. Lo más frecuente era y todavía es más bien la unilateralidad de los intereses personales y de las orientaciones y actividades científicas con respecto a la Isla de Pascua. Así, unos centraban sus investigaciones casi exclusivamente en torno a la arqueología y otros de modo igualmente imparcial en torno a la etnografía, o mejor dicho, a uno u otro aspecto de la etnología, y ello, encima, sin respetar el contexto cultural y geográfico. En cambio, Sebastián Englert dirigió su atención imparcialmente a todo ello y, además, como en ningún otro caso, a la investigación y conservación de la lengua, hasta ahora el bien cultural más vivo de Rapa Nui. Con ello Sebastián Englert demostró tener más prudencia con la complejidad de la cultura que la mayoría de los científicos profesionales que a lo largo de los últimos casi 150 años se han aventurado en la clasificación, la interpretación y la comprensión de la cultura de Rapa Nui. Considerando nuestras propias investigaciones en la Isla de Pascua, y también en el resto de Polinesia, si no compartimos en todo la misma opinión de Sebastián Englert es debido sobre todo a que los trabajos anteriores sobre los que se pudo basar dejaban mucho que desear metódica y sistemáticamente. Sin embargo él no dio, o no pudo dar cuenta de ello ni de las etnocéntricas conjeturas que allí constaban, por un lado porque él mismo pensaba de modo etnocéntrico y por el otro porque profesaba demasiado respeto por las ciencias que se ocupaban de Rapa Nui y por los representantes de ellas. Tomemos de entrada el campo más propio de Englert, la religión de Rapa Nui. Las ideas religiosas de los isleños La divinidad Makemake — El culto a los muertos — La veneración de los antepasados — La religión como parte integral de la cultura global Ya desde los primeros contactos de los europeos con los Rapa Nui se dieron malentendidos, errores y falsas interpretaciones en cuanto a las ideas religiosas de los isleños. Los europeos creyeron varias veces haber oído una palabra, que no habían identificado acústicamente con claridad, pero que sonaba algo así como Makemake. Los primeros investigadores de la segunda mitad del siglo

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pasado se enteraron de que seguramente era un nombre, y precisamente, el del Ser Supremo y Dios Creador de los isleños.6 Los europeos no dudaron en que creían en un "dios" supremo y que lo trataban con toda sumisión, pues, como cristianos que eran u observadores acostumbrados a la religiosidad cristiana, esta postura no les era extraña y les parecía adecuada. De todos modos, los isleños, que no eran cristianos sino precisamente paganos, según los europeos adoraban a un "dios" falso, que en su concepto era igual al Dios bíblico, pero no real y por ello falso. Así, Makemake parece haber sido la primera divinidad poderosa conocida, que, como era nombrada tantas veces, tenía que ser la mayor, si no la única de los Rapa Nui. Si realmente era así, lo que tuvieron que hacer los primeros misioneros cristianos fue sustituir Makemake, que en verdad era un "dios", eso es, su nombre genérico siendo 'atua o 'etua, por el Dios de la Biblia al que los cristianos a su vez habían aprendido a llamar 'atua en polinesio, es decir en tahitiano para ser exacto. Como sabemos entretanto, o como mínimo podríamos saber, el término 'atua y sus variantes oceánicas quiere decir "el viejo" o "el antepasado", un significado que es válido implícitamente en toda Polinesia y naturalmente también en la Isla de Pascua.7 La eliminación del nombre propio, Makemake, daría lugar, de ser así, al Dios bíblico, que de ese modo para los polinesios es el viejo, eso es, el antepasado. No obstante, cada viejo o ancestro en Polinesia tema su nombre propio y así el pez religioso hubiera podido morderse la cola indefinidamente. Sin embargo, los habitantes de la Isla de Pascua, como todos los polinesios, eran de mentalidad utilitaria, y, dicho duramente pero sin querer criticarlo, se comportaban según la ética europea conforme al principio: aquél loar debemos cuyo pan comemos. Como consecuencia no les importó en absoluto cambiar el 'atua Makemake por cualquier 'atua más eficiente, con más mana. Seguramente se extrañaron de que los cristianos, especialmente los misioneros, no quisieran nombrar a su 'atua por su nombre, pero ¡en cada tierra su uso y en cada casa su costumbre! Lo principal era que el nuevo 'atua tenía mucho mana (véase también la pág. 22s.) y que respondía de los que lo seguían. Y que realmente lo hacía, lo veían por el hecho de que privilegiaba más a los extranjeros en cuanto a su patrimonio cultural material que a ellos mismos. Para ser partícipes de los mismos bienes culturales, aceptaron entonces al nuevo 'atua sin nombre, y como los misioneros así lo deseaban, lo adoraron como su único dios, según la doctrina cristiana. Sin embaigo ello no les impedía de ningún modo reconocer la existencia de otros 'atua de los que sabían el nombre, respetar de modo adecuado sus propias tradiciones, ni, en caso de necesidad, reclamar como antes su benevolencia y su ayuda. De ese modo pues fue revalorizado el concepto de 'atua, que era tan sólo uno de los muchos existentes para designar a los parientes difuntos, ascendientes o antepasados (Routled-

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Corney 1908, 100. Compárese Barthel 1957, 60s.; Mellén Blanco 1986, 161, 285. Bierbach & Cain 1996, 62ss. Compárese ibid. 1988a, 414s.; Cain 1979, 17ss.

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ge 1919, 236). Todos los otros conceptos como akuaku, várua, ivi 'atua y kuhane se conservaron y siguieron designando a los parientes difuntos de cada uno de los grupos de descendencia o unidades sociopolíticas, que debían su carácter divino exclusivamente a la deiñcación por parte de la familia de los ñnados.8 Heyerdahl califica al 'atua Makemake de totalmente inpolinesio y lo atribuye a la inmigración más antigua de origen americano.9 Métraux lo indentiñca con el llamado gran dios polinesio Táne,10 lo cual es rechazado por Barthel en pro de su equiparación a Tiki.u Englert lo califica de "true god"12, pero de hecho no es otra cosa que un antepasado difunto, 'atua, de un grupo de descendencia concreto que se volvió mítico. Si se prescinde de criterios de definición cuantitativos como grande, pequeño, alto, bajo, superior, inferior, etc., Makemake aparece como 'atua entre otros, en el mejor de los casos como primus ínter pares, que debe su puesto especial a su pertenencia al grupo de descendencia de los Miru. A este grupo pertenecía el 'ariki mau o 'ariki henua más antiguo que se recuerda, Hotu Matu 'a, el soberano de toda la población de la isla reconocido de forma general, y todos sus sucesores sacrales. El epíteto "mítico" implica en este contexto una edad genealógica relativamente alta, de ningún modo una edad cronológica absoluta. Según cuenta la leyenda, el 'atua Makemake fue traído por Hotu Matu 'a y los inmigrantes que vinieron con él de su tierra Hiva. La gran mayoría de los investigadores identifican la tierra mítica de Hiva con las Marquesas del noroeste de Rapa Nui.13 El nombre de Makemake no tiene nada que ver con la divinidad o con las funciones del 'atua en la Isla de Pascua, sino que corresponde a la costumbre común en toda Polinesia de dar a las personas nombres conmemorativos o, respectivamente, descriptivos, que luego se hicieron genealógicos y, de acuerdo con la costumbre llamada pi'i en Tahití también conocida en otras partes de Polinesia, tapu en su significado para el uso diario de la lengua.14 Se ha perdido el significado original de makemake o ma 'ema 'e, que es muy común en las Marquesas pero que se ha convertido en obsoleta, y que es la reduplicación de ma'e o *make (es decir, "saliva, eyección", "mucosidad")15. Sin embargo, su significado original corresponde, tal como hemos destacado con Annette Bierbach, al de la

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Bierbach & Cain 1996, passim; compárese ibid. 1988a, 409, 415; Cain 1990, 12. 'Heyerdahl 1961, 489, 534; 1975, 57, 62, 84, 191, 248. Compárese Bierbach & Cain 1988a, 413s. 10 Métraux 1940, 314. Compárese Bierbach & Cain 1988a, 409. "Barthel 1957, 70, 80s.; 1990, lOlss. Compárese Bierbach & Cain 1988a, 411. 12 Englert 1970, 64. Compárese Bierbach & Cain 1988a, 407. 13 Brown 1924, 44; Buck 1938, 509; 1972, 100, 151; Barthel 1974, 35ss. Compárese Bierbach & Cain 1988a, 400ss. 14 Davies 1851, 196; Andrews 1944, 119. Compárese Aitken 1930, 97ss.; Handy 1923, 86ss.; Stokes 1955, 323, 325. Bierbach & Cain 1988a, 430ss. IS Dordillon 1904,171; 1931, 247: "crachat, pituite, glaires, mucus" y "mucus, mucosité, glaires, crachat muqueux." Compárese Bierbach & Cain 1988a, 423s.

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palabra tare o taretare, también muy extendida en Polinesia y que en Rapa Nui aparece asimismo como nombre de un 'atua, concretamente del 'atua supremo de las tribus de la federación de los Tupahotu que rivalizan con los Miru.16 Según nuestra interpretación Makemake es el nombre descriptivo de una enfermedad, es decir, de hau, que se asocia con mucosidad y eyección como en el nombre de "dios" de las Marquesas, Haumakemake", eso es, enfermedad mucosa. Así pues, esta interpretación nuestra gana todavía más en plausibilidad gracias a los significados de ambos nombres de los compañeros inseparables de Makemake y de Tare, Háua y Rapahago. Las dos palabras se refieren a dificultades patológicas del habla. La palabra háua significa precisamente "(estar) afónico", "afonía" y el componente hago de Rapahago designa un habla "nasalizada", "como un graznido", que debe de haber sido característica de 'atua, akuaku, várua, etc.18 Debido a los significados sinónimos en todos los lugares de Polinesia, en nuestra investigación sobre Makemake hemos llegado a la conclusión de que Makemake y Tare, o Taretare, como 'atua son idénticos, y que en Rapa Nui fueron reclamados por un lado por los Miru y por el otro por sus rivales, los Tupahotu, como sus propios 'atua de Hiva, es decir, de las Marquesas, especialmente Hiva 'Oa (Bierbach & Cain 1988a, 412, 427). El antepasado de las Marquesas, 'etua, se supone que era el Makemake jefe de Atuona, en Hiva 'Oa, de donde seguramente vinieron los colonizadores de Rapa Nui bajo el mando de Hotu Matu'a. Makemake como 'atua de los Miru de Rapa Nui no era el "dios" supremo de un panteón jerárquico conocido, reconocido y respetado en toda la isla, sino que era, para decirlo de alguna manera, el padre fundador de la tribu de los Miru, quienes, a pesar de colocar el 'ariki mau o 'ariki henua de Rapa Nui desde el más remoto pasado, habían perdido el poder político real desde hacía tiempo. Como el término 'atua desde la llegada de la misión cristiana en el año 1864 se utilizaba como apelativo del Dios bíblico, dejó de ser la denominación genérica de los fenómenos numinosos autóctonos. Eso llevó a que los europeos dieran por supuesto de manera etnocéntrica que 'atua desde siempre había significado "dioses" o "true gods", según Englert, mientras que términos como akuaku, várua, ivi 'atua y kuhane se habían referido a los "espíritus" de los difuntos o, mejor dicho, a "espíritus" de menos importancia en general, que en la era cristiana habían sido calificados despectivamente como tátane, palabra derivada del francés "satan". La palabra akuaku es la reduplicación de aku y en Mangareva, en las Marquesas, en las Islas Cook y en Tonga quiere decir "fino", "delgado",

16

Bierbach & Cain 1988a, 412. Compárese Brown 1924, 110; Métraux 1940, 318. Dordillon 1904, 134; 1931, 155; 1932, 577 "Haumakemake. Dieu de la rage, des grandes colères, anthropophagie [...]." 18 Bierbach & Cain 1988a. 429. Compárese Métraux 1940, 139s., 317, 324s. 17

20 "flaco", "de apariencia miserable", "enfermizo", "débil", etc.19 Tanto aku como varu quieren decir en toda Polinesia "raspar", "rascar", "frotar", "pulir", "pelar", "eliminar", etc. Así, ambos conceptos, akuaku y várua, participio de varu, son originalmente descriptivos para manipulaciones de cadáveres, tal como era normal en toda Oceanía (Bierbach & Cain 1996, 2ss., 7ss., 16ss.). En Polinesia también se practicaba el secado de cadáveres, que en la Isla de Pascua se denominaba pápaku, cadáver, y en las islas polinesias del este también tüpápaku y las variantes de la palabra "espíritu de los muertos" (ibid., 32ss.). Las manipulaciones de cadáveres teman como objetivo su conservación reduciéndolos a los huesos, lo cual está documentado en Rapa Nui con el concepto registrado por Englert de ivi 'atua, ivi = hueso, para fenómenos numinosos20, y también con su apariencia material en forma de esqueletos (Englert 1974, 66s., 70). A eso hay que añadir además la palabra kuhane, que en Mangareva aparece como ku'ane, en las Marquesas del noroeste como kuhane, y en las Marquesas del sureste y en Hawai'i como 'uhane, en lugar de 'aitu o aitu que aparece de forma documentada en el resto de Polinesia como designación de "espíritu de los muertos". Ambas palabras, 'aitu y kuhane, es decir, hane más el prefijo ku- respectivamente 'u- que confirma el sentido de la palabre base, se excluyen mutuamente en Polinesia y etimológicamente derivan del protoaustronesio original *'anitu' o *hanitu, es decir "alma separada"21. Ambas están documentadas en toda Oceanía, así como en Indonesia y en las Filipinas (Bierbach & Cain 1996, 43ss.). De ese modo, la religión de Rapa Nui se corresponde con la del resto de Polinesia o, dicho de manera más amplia, en todo el territorio lingüístico austronesio. Eso significa que se basaba en las creencias comunes a todos los grupos de descendencia, pero que no disponía ni de un canon ni de un culto organizado. Cada grupo de descendencia de la isla tenía sus propios numina que los pertenecientes a otros grupos no conocían ni tenían en cuenta ni mucho menos adoraban. Normalmente el vínculo entre ellos y sus parientes vivos era establecido o mantenido por el pater familias, o los cabeza de familia en general a través de oblaciones y libaciones o de oraciones, y solamente en épocas de crisis era establecido por iniciativa del akuaku o 'atua a través de médiums, tagala taku o koromaki, o por iniciativa de personas vivas interesadas a través de magos, 'ariki paka o tumu ivi 'atua. Como en Rapa Nui no existía una división social del trabajo, los habitantes desconocían también los llamados dioses de incumbencia válidos en toda la isla para sus ocupaciones o actividades cotidianas como por ejemplo la pesca, la labranza, la construcción de las viviendas y de los botes, la guerra, etc. Para estas y todas las otras circunstancias, cada grupo de descendencia se dirigía a los numina que

19 Tregear 1899, 7; Janeau 1 9 0 8 , 2 1 ; Dordillon 1 9 3 1 , 1 0 2 ; Churchward 1 9 5 9 , 1 6 ; Colomb 1890, 36; Savage 1962, 54. 20 Englert 1938, 61; 1974, 135ss. Compárese Bierbach & Cain 1996, 3, 21, 110. 21 D e m p w o l f f 1926, 48; 1938, 15, 62. Compárese Bierbach & Cain 1996, 4 6 s . , 151.

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le correspondían, que no eran otra cosa que los parientes difuntos que seguían viviendo después de la muerte. Y eso lo hacían a través de su jefe, 'ariki o tagala hónui, o a través de un mago, tagala taku, koromaki o tumu ivi 'atua. Aparte de que la comunicación entre los habitantes de la Isla de Pascua y sus muertos deificados podía tener lugar y realmente tenía lugar en cualquier momento y en cualquier sitio, había unos lugares especialmente adecuados y previstos para ello, los llamados ahu, es decir, plataformas de piedra, sobre las que cada grupo de descendencia daba sepultura a sus muertos y donde se reunían con sus numina para discutir con los muertos o en su presencia todo lo que para ellos era de importancia. Encima de muchos de los ahu, que se conservan todavía en grandes cantidades, había gigantescas estatuas de piedra, que se llamaban mo 'ai ma 'ea, y a nuestro parecer eran fetiches en los que se invocaba a los antepasados. En un estudio que he llevado a cabo junto con Annette Bierbach hemos llegado a la conclusión de que la palabra mo'ai está emparentada con el tahitiano mahoi o mehoi en sus significados "the essence, or soul of a god" y "the substance of an image representing a god; the power and dignity of a god"22, con el Tuamotu mahoi, "a ghost, apparition of the dead; as an ancestor", que "appears only in one's sleep or dreams", y "the mind" o "the spirit, soul" o hoi "to appear, show oneself; as an apparition, god" (Stimson & Marshall 1964, 151; Tregear 1894, 118), o con el marquesano mokai o *mo'ai, "puissant, qui a du pouvoir" (Dordillon 1904, 189). Además la palabra mo 'ai fue aplicada de modo metonímico en sentido pars pro tolo conjuntamente a la estatua como fetiche y a su numen inmanente. Aparte de los mo'ai ma'ea, los Rapa Nui también elaboraban pequeñas estatuillas de madera que eran calificadas de mo'ai kavakava o mo'aipa'apa'a según sus características externas. Mientras que la palabra kavakava, usada de modo atributivo, designa las costillas o el tórax de un ser humano, la palabra tahitiana pa'apa'a corresponde a pakapaka de Rapa Nui y significa "seco" o mejor dicho "secado". Por consiguiente, ambos conceptos hacen de nuevo alusión por un lado a la apariencia en forma de esqueletos de los muertos presentados como mo'ai y por el otro al hecho de que fueron secados sus cuerpos sin vida. Como ya se ha mencionado, en la Isla de Pascua no había ningún panteón que tuviera importancia en toda la isla, sino que había, por así decirlo, una serie de panteones que al principio acogían a todos los isleños fallecidos pero que en la práctica sólo eran para los difuntos recordados. Sin embargo, para la población de Rapa Nui la suma de todos los numina era irrelevante, pues cada uno de los grupos de descendencia o tribus o clanes, como también se los llama y de los cuales debe de haber habido diez o doce, conocía o tenía en cuenta sus respectivos numina propios. Incluso es bien posible que según su rango o

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Davies 1851, 125, 142. Compárese Jaussen 1949, 146, 151.

22 importancia sociopolítica un muerto deificado no fuera conocido ni siquiera en todo un mata, sino solamente en las unidades más pequeñas, llamadas ure o pa'ega. Por lo que se ha dicho hasta aquí es evidente que la religión dentro de la cultura de Rapa Nui no formaba ningún sector sacral separado que se pueda o deba observar aparte de los ámbitos profanos. Al contrario, la religión era una componente integral de toda la cultura en general, que no merece una distinción entre aspectos profanos y sacrales. Las ideas religiosas, que eran simples pero lógicas, posibilitaban que la sociedad de los vivos formara un sistema social integrado con la de los muertos, cuyas instituciones se correspondían e influían recíprocamente asegurando su existencia. La comunidad de los isleños Mana y tapu como principios reglamentarios de la convivencia social y política — Colonización de la isla — Tipo de vida de los isleños — El culto al hombrepájaro — Otras costumbres y prácticas Esta sociedad funcionaba basada en dos principios correlacionados entre sí: el del ya mencionado mana y el de su correlativo tapu. Para comprender su carácter y cómo funcionaba de modo adecuado, hay que librarse de la idea de que se trata fundamentalmente de fenómenos religiosos o sobrenaturales, o dicho de otro modo de fenómenos avalados de forma sobrenatural, como generalmente viene presentado amplia pero incorrectamente en la literatura sobre Rapa Nui y Polinesia. Debido a la falta de leyes fijadas por escrito, los habitantes de la Isla de Pascua regulaban su convivencia política y social, como todos los polinesios, con la ayuda de tapu, de los que había permanentes y temporales. Estos determinaban el comportamiento de todos los individuos y grupos sociopolíticamente relevantes entre sí de acuerdo con las costumbres, de manera que todo lo que no era tapu, es decir, todo lo que no estaba fijado o mejor reglamentado, no estaba sometido a ningún tipo de limitaciones, leyes y prohibiciones, y por consiguiente era noa (Roussel 1908, 28; Chunchill 1912, 233s., 277). Los tapu eran válidos tanto para los vivos como para los miembros deificados de la sociedad de Rapa Nui, o sea que no habían sido impuestos por los 'atua o akuaku exclusivamente a los vivos, tagala ora, y por ello no señalaron tampoco ninguna sacralidad ni, todavía menos, santidad. Pero como toda ley codificada requiere un poder que garantice su cumplimiento, también necesitaba todo tapu una garantía así. La potencia garantizadora se llama mana, que Firth define para toda Polinesia de manera muy acertada como "efficacy", "be efficatious", esto es, eficacia, ser eficaz (Firth 1940, 506) y cuya existencia se manifiesta exclusivamente con el éxito de una misión o de una actividad o con la eficacia de un tapu. Todo lo que hacía un Rapa Nui, como pescar, cultivar sus jardines y plantíos y recoger la cosecha, construir viviendas y botes, hacer la guerra, etc., sólo podía salir bien si disponía de mana. Dicho de otro modo, todo lo que realizaba con éxito era prueba de que poseía mana.

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Evidentemente esto también sucedía con los tapu que alguien infligía y su violación sin riesgo. Un tapu que podía ser violado sin consecuencias no estaba avalado por ningún mana o por un mana demasiado débil, es decir, el mana del que lo había infligido era menor que el del que lo había violado. La misma situación se daba cuando un lugar u objeto ocupado por un tapu, que estaba bajo la protección del 'atua o akuaku de los propietarios, no era respetado por vecinos, enemigos o por sus akuaku, ya fuera sin querer o con buena o mala intención sin consecuencias negativas para la salud y la vida del contraventor y de sus familiares. El mana del mismo violador del tapu o el de su protector deiñcado era tan fuerte que las fuerzas que garantizaban el tapu no le podían oponer resistencia y el tapu no hacía efecto. Por otro lado, toda enfermedad, toda desgracia y naturalmente la muerte eran considerados consecuencia directa de un comportamiento en contra de las costumbres o de violaciones del tapu por la persona directamente afectada o por uno de sus familiares, tanto si se había cometido una infracción como si no. En todo caso el remedio consistía en una compensación en forma de regalos o, en caso de sufrir bajo la influencia de mana enemigo sin tener la culpa, la mobilización del mana de los propios numina a través del mago o tumu ivi 'atua. En muchos sitios se puede leer que mana era una fuerza sobrenatural de los "dioses" que se la pasaban a los hombres o se la volvían a quitar, pero esta teoría es totalmente errónea, ya que mana era una fuerza que tenían o no tenían tanto los hombres como los numina por igual y sobre cuya procedencia no se especulaba. En épocas anteriores a las misiones la población de Rapa Nui se había establecido por toda la costa de la isla. Según Routledge había 10 mata, que él llamaba clanes23; sin embargo según Englert sólo había 12 de ellos, que coincidiendo con Métraux denominaba tribus24. Todos los mata tenían sus propios territorios, que, según cuenta la leyenda, en un principio fueron repartidos por Hotu Matu'a a sus hijos. Káiga era la denominación del territorio habitado conjuntamente por un mata o por un grupo de parentesco más pequeño, ure o ivi, o pa'ega o mahigo. A través de bodas, adopciones y guerras se llegó a una fuerte segmentación de los territorios lo cual tuvo como consecuencia la distribución de los familiares de mata por toda la isla. Los mata representaban las unidades mayores. Abarcaban a los ure, que seguramente eran lo mismo que los ivi o lineages y que consistían en varios pa'ega, que a su vez posiblemente correspondían a los mahigo o familias. En Rapa Nui no había ningún 'ariki, excepto con los Miru, la llamada tribu real cuyos miembros se llamaban 'ariki paka y cuyo jefe era el 'ariki mau o 'ariki henua. El resto de los mata estaban formados por los llamados hurumanu o comunes, es decir, gente que no descendía del primogénito de Hotu Matu'a (Englert 1938, 135; Fuentes 1960, 354, 878),

23 24

Routledge 1919, 221 ss. Compárese Bierbach & Cain 1993, 135. Englert 1974, 44s.; Métraux 1940, 120. Compárese Bierbach & Cain 1993, 135.

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y sus jefes no eran llamados 'ariki, sino tagala hónui o simplemente hónui, y eran notables guerreros o matato'a25. Los estudios de Englert y de Métraux sobre la pericia y la división del trabajo de la sociedad de Rapa Nui son altamente contradictorios. Primero Englert escribe que cada tribu estaba dividida en diferentes clases sociales y profesionales, y menciona a los matato'a o jefes guerreros, a los tumu ivi 'atua y a los timo rara ika que se dedicaban a realizar ritos religiosos concretos, a los paoa o vigilantes, a los ma'ori rogorogo que practicaban y enseñaban el arte de la lectura y escritura de los kohou rogorogo o tablas escritas, a los ma'ori aga haré o constructores de casas, a los ma'ori aga mo'ai y a los ma'ori aga ahu que dirigían la elaboración de estatuas y la construcción de ahu, a los tagata kehukehu henua o labradores y a los tagata tere vaka o pescadores (Englert 1974, 45. Compárese Bierbach & Cain 1993, 136). En cambio Métraux distingue solamente dos grupos de oñcios, el de los matato'a o guerreros, no sólo jefes guerreros como dice Englert, y los tagata ma 'orí aga mo'ai ma'ea, el gremio o clase de los picapedreros bajo la vigilancia de un tagata hónui ma'ori. Por otro lado Métraux también cree posible que los matato'a no sólo fueran un grupo de oficio, sino incluso una tribu propia, es decir que podían haber formado mata (Métraux 1940, 137s. Compárese Bierbach & Cain 1993, 136). Englert contradice a Métraux y se contradice a sí mismo afirmando con relación al ahu: They do not appear to have been the producís of a publicworks-minded island-wide authority [...]. Thus the monuments would seem to have been built independently by local kin groups in the territories where they were located. This would suggest that the builders of any one structure were [...] rather a relatively small group of kinsmen (Englert 1970, 104). Sobre los ahu en sí, de los que contó 245, dice que teman forma semipiramidal, rectangular o de bote, y que había de dos tipos: los que tenían mo'ai ma 'ea y los que no. En los llamados avaga o nichos de los ahu cada grupo de descendencia daba sepultura a los restos mortales de sus fallecidos (Englert 1974, 257. Compárese Bierbach & Cain 1993, 135). Las casas de los isleños eran más bien pobres y servían, más que como vivienda, como refugio en las noches frescas. Las cabañas eran óvalos prolongados y tenían forma de botes con las quillas dirigidas hacia arriba. Su construcción era totalmente sencilla. Su planta la formaban bloques de basalto colocados en el suelo con agujeros, en los que se introducían gruesas ramas de árbol que luego se doblaban por la mitad. Este marco se cubría de caña de azúcar, hojas de palmera o de bananos y hierba larga. Las medidas de este tipo

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Rouledge 1919, 224, 241; Englert 1938, 42. Compárese Bierbach & Cain 1993, 135.

25 de cabañas llamadas haré pa 'ega, que se reducían cada vez más hacia sus dos extremos, eran por término medio de 10 a 15 ms. de largo, de 2 ms. de ancho, así como de 1 ó 2 ms. de alto. Algunas pocas alcanzaban incluso una longitud de hasta 40 ms.26. Aparte de estas cabañas, que no ofrecían mucha protección, los isleños aprovechaban la abundancia de la isla en cuevas naturales, que o bien habitaban permanentemente, o, como los kio, es decir, los derrotados, durante las frecuentes luchas entre sí arreglaban como refugios seguros y en parte prácticamente inexpugnables por su situación estratégica. Estas cuevas se llamaban 'ana o haré kioga. Las cuevas habitadas permanente o temporalmente que todavía se conocen son las 'ana havea, 'ana o keke, 'ana more mata puku, etc. Parece ser que la llamada 'ana kai tagala o cueva de los caníbales era una cueva para ceremonias y estaba situada en el suroeste de la isla, entre Haga Piko y Mataveri. Fuentes enumera una gran cantidad de cuevas que hoy en día tienen todavía nombres y que servían para cualquier uso.27 Todos los poblados permanentes conocidos de Rapa Nui estaban situados en la costa. Las relativamente pocas aldeas interiores que también había y de las que los arqueólogos han hallado restos, son en cambio presentadas como residencias temporales (Charola 1994, 21). El pueblo de 'Orogo era un lugar especial. Estaba situado a orillas del mar, al borde exterior del cráter del Rano Kau, casi enfrente de los acantilados Motu Kaokao, Motu 'Iti y Motu Nui del suroeste de la isla, de modo que los Rapa Nui podían divisarlos desde allí. Consta de un complejo de 49 casas de piedra ovaladas de diferente tamaño que no eran denominadas haré, es decir casas, sino 'ana, cuevas. Para llegar a las habitaciones había que arrastrarse por túneles horizontales. Estas eran de 1 a 2 ms. de alto y de 6 a 12 ms. de ancho y estaban pintadas con motivos de pájaros (Bahn & Flenley 1992, 187s.). Sin embargo el pueblo de 'Orogo no era ninguna población habitada normalmente, sino que era una construcción para ceremonias a la que sólo iban a residir allí una época del año, aproximadamente desde principios de julio hasta finales de septiembre, para celebrar el llamado culto al hombre-pájaro. Esta era la época de las migraciones anuales de los gaviotines pascuences llamados manu tara, que iban de la isla de las aves Motu Motiro Hiva situada al este-nordeste a su lugar de incubación en las cuevas de Motu Nui. La regularidad de este acontecimiento hizo que se convirtiera en una especie de señal para los hombres, que tomaron como motivo para elegir con un campeonato al hombre-pájaro, llamado tagata manu. Con motivo de este campeonato los jefes de todos los mata de la isla se concentraban en 'Orogo y mandaban a los mejores nadadores de cada tribu, que en esta ocasión se llamaban hopu manu, a Motu Nui, donde espera-

26 Rouledge 1919, 215; Métraux 1940, 192ss; Englert 1974, 173ss.; Charola 1994, 20s.; Bahn & Flenley 1992, 95s. 27 Rouledge 1919,215; Métraux 1940,192ss.; Englert 1974,176ss., 182ss., 189ss.; Bahn & Flenley 1992, lOls. Compárese Fuentes 1960, 162, 697.

26 ban a que uno de los pájaros pusiera el primer huevo de la temporada. En cuanto un hopu manu lo descubría, lo cogía y se lo llevaba a nado a 'Orogo, donde lo entregaba intacto a su 'ariki o hónui. Así el ganador era el hopu manu que conseguía apresar el huevo y llevárselo a su jefe sin romperlo. Entonces este jefe era proclamado hombre-pájaro, el llamado tagala manu, en principio para un año. Todo el acto tenía carácter de festival con cantos, bailes, juegos, deportes y grandes cantidades de comida y estaba dedicado al 'alúa Makemake. Su representante, el 'ariki mau o 'ariki henua, estaba presente de forma amistosa en toda la ceremonia, pero no participaba personalmente en la competición. El tagala manu recién elegido tomaba posesión del dominio terrenal de toda la isla para un año, que en el siguiente festival de 'Orogo bien pasaba a un sucesor, bien podía prolongar en el caso de que uno de sus hopu manu volviera a ganar. Los suyos le escoltaban entonces triunfalmente hacia abajo, hacia Mataveri, bailando y cantando. Al mismo tiempo sus parientes pasaban a llamarse 'ao porque estaban en posesión de la autoridad llamada 'ao simbolizada con el remo ceremonial de piragua o el remo de baile. Con ello empezaban un gobierno déspota basado en crímenes, homicidios, robos y violaciones, que para una parte de la población, para los kio, acababa en una especie de "esclavitud". Al tagata manu mismo se le cortaba el pelo al rape antes de que se fuera para un año a una cabaña en el Rano Raraku en estricta y aislada clausura. La competición del hombre-pájaro se organizó desde mediados del siglo XVI hasta la segunda mitad del siglo XIX, y nosotros estamos convencidos de que tenía el objetivo concreto de establecer un gobierno terrenal efectivo, ya que el del 'ariki mau o 'ariki henua a lo largo de la historia se había ido convirtiendo en un poder exclusivamente sacral, sin poder político eficiente (Bierbach & Cain 1988b, 37ss., 47). Aunque el llamado culto del hombre-pájaro representaba un acontecimiento eminentemente sociopolítico, sin lugar a dudas su organización era también la fiesta de más importancia de la Isla de Pascua. Aparte de ello había también una serie de actividades recreativas y competitivas, como deportes y juegos. Métraux menciona en primer lugar el garu, según Barthel de forma más completa hakaeke garu, o deporte de acuoplano, que todavía se practicaba en los años 30. Era el deporte favorito de los jóvenes. Otro tipo de deporte practicado por éstos y por los niños era el pe'i o luge desde las numerosas pendientes de las montañas. Para ello se utilizaban las hojas del arbusto ti o las hojas, la corteza y el tronco del bananero. Por lo visto también se organizaban competiciones de luge, pues en algunas pendientes se podían ver huellas paralelas todavía en la época de Englert. Como entrenamiento bélico y también como diversión para niños y adultos, en las ñestas se organizaban aparentes combates en los que los luchadores se lanzaban mutuamente puntas de caña de azúcar y también peligrosos venablos y jabalinas con puntas de obsidiana. En este juego se trataba de parar el lance del enemigo sin ser tocado. Este ejercicio según Métraux se llamaba tuna y

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según Englert tauhaga. Otro tipo de juego bélico era el puke mimiro que consistía en que unos muchachos de unos 12 a 13 años de edad corrieran alrededor de una montañita de tierra al tiempo que los hombres les lanzaban puntas de caña de azúcar o mukomuko. También en este juego se trataba de que los niños pararan los lances sin ser tocados. Si a pesar de todo sucedía, eso era tenido por un mal presagio para el futuro guerrero.28 Los mako 'i o peonzas de diferentes materiales y los juegos con hilos eran juguetes infantiles que tenían mucho éxito sobre todo entre los jóvenes que, de forma tradicional y temporalmente, eran mantenidos encerrados en clausura y que recibían el nombre de poki hitru haré o neru. Para uno de ellos se utilizaban las cápsulas de semillas del mako 'i (Thespesia populnaea) que por lo visto en Rapa Nui se llamaba como la peonza. Para construir un mako'i ñau opata se llenaba de arena la cápsula de semillas y por el medio se le introducía una barra de torsión de punta reforzada al fuego. Otra peonza, el mako'i 'o'one, se hacía de tierra arcillosa y el jugo de la caña de azúcar como pegamento, y se ponía a secar al sol. Los juegos de hilo, kaikai, gozaban también de gran popularidad entre niños y adultos. Tanto los juegos de hilo como con la peonza se acompañaban de declamaciones de versos, llamadas pata'uta'u. Especialmente en relación con los kaikai, estos páta'uta'u, que a menudo eran de contenido sexual y escatológico, tenían seguramente la función de medio de transmisión mnemotécnico. Cada uno de los kaikai representaba partes del cuerpo o utensilios, así como ñguras de mitos y leyendas caracterizados en los cantos correspondientes. Otra diversión popular entre jóvenes y mayores era la elevación de cometas que se llamaban manu hakarere o pájaros que se hacen volar, o manu kohou rogorogo si tenían forma de carácter de letra. El marco se hacía de tallos de un tipo de hierba llamada toroko, mientras que el revestimiento era de mahute, es decir, de tapa. Además de los juegos infantiles y las competiciones deportivas con juguetes y armas, había también otras fiestas en las que se exhibían niños o jóvenes por su belleza física o por sus conocimientos adquiridos, ante la alegría de los adultos y de los padres en especial. Así por ejemplo había presentaciones del ya mencionado poki huru haré o neru, a cuya piel se le daba gran importancia al haber palidecido con tanto tiempo de clausura. En esta fiesta niños y niñas representaban te hikiga kauga, bailes rítmicos acompañados de sus cantos correspondientes. También eran un motivo festivo las representaciones de los llamados poki manu, es decir los niños-pájaro, de los que formaban parte los recién tatuados y los que se estrenaban en el arte de recitar las llamadas kohou rogorogo o "tablas escritas". Con motivo de la fiesta del hombre-pájaro de 'Orogo, el 'ariki henua efectuaba la inspección de los tatuajes y juzgaba la capacidad de recitar. Según Métraux y Englert, koro era la denominación

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Métraux 1940, 351ss.; Barthel 1961, 27ss.; Englert 1974, 103s„ 226ss.

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general de las ñestas que se celebraban en las plazas delante de los ahu en memoria de un acontecimiento concreto o en honor a una persona. Consistían en muestras de canto y baile combinados con grandes repartos de comida. Según las mismas fuentes algunos koro también se llamaban paina pero no está claro en qué consistía su carácter especial, excepto que durante su celebración se utilizaba una muñeca hueca de juncos y tapa llamada paina, como vestimenta-máscara de los organizadores y oradores (Englert 1974, 226ss.; Métraux 1940, 343ss.). Aparte de los juegos y las competiciones deportivas que se organizaban en cualquier momento o en ñestas, la rutina diaria de los Rapa Nui estaba marcada por la preocupación por el propio bienestar y el de los familiares. La mayor parte de la vida de los isleños, como es natural, la ocupaban la producción o búsqueda de alimentos, así como el suministro de agua potable.

La vida cotidiana en la Isla de Pascua El suministro de agua — Alimentación — Indumentaria — Escritura En cuanto al suministro de agua potable así como de agua dulce para regar sus jardines y plantaciones, los habitantes de Rapa Nui no podían prescindir del agua de la lluvia por falta de fuentes de agua dulce, ríos y riachuelos. Por un lado la recogían y guardaban directamente en calabazas o depósitos naturales o artificiales y por otro lado la que se ñltraba por el suelo para salir a la superficie en un lugar adecuado como fuente o en forma de arroyuelo o de piscinas denominadas puna, es decir fuente. Según Métraux estos lugares con agua se hallaban a menudo cerca de las costas y a poca altura sobre el nivel del mar, de modo que a menudo se inundaban de agua de mar y sólo contenían agua salobre. Por eso en algunos lugares se habían construido murallas para impedir que el agua dulce se mezclara. Antiguamente cerca de los poblados se habían cavado también agujeros rectangulares para guardar agua (Métraux 1940, lis.). Englert, que es el que estudia más a fondo el suministro de agua, demuestra en un principio que antes los isleños sólo necesitaban agua dulce esencialmente para beber. Para la higiene corporal les bastaba normalmente el agua del mar y el guisado de las comidas se hacía en un horno de tierra o umu totalmente sin agua. Los lagos de los cráteres del Rano Kau, del Rano Raraku y del Rano 'Aroi eran reservas de agua dulce que no se agotaban nunca. El problema del agua potable no era la falta de ella, sino su transporte en trayectos laigos, ya que como recipiente sólo tenían calabazas relativamente pequeñas. Además los lagos de los cráteres también proporcionaban su agua dulce a través del suelo a los alrededores más cercanos o lejanos, donde salía a la superficie en forma de fuentes y arroyuelos o se podía extraer en cavernas subterráneas (Englert 1974, 216ss.). En suma, el suministro de agua potable de la población en

29 tiempos remotos no parece haber sido especialmente precario, excepto en las frecuentes guerras que limitaban la libertad de movimiento. En lo concerniente a la forma de regar jardines y plantaciones, no se informa sobre ningún sistema de regadío de gran envergadura. Los cultivos más pequeños, que se podrían denominar jardines, se plantaban seguramente en excavaciones de unos 30 cms. y más, en los llamados manavai, donde se podía acumular el agua y las nuevas plantas crecían protegidas del viento que soplaba casi constantemente.29 Como en épocas casi históricas, es decir después de 1722, aparte de la gallina no tenían ningún otro animal doméstico, y el único mamífero terrestre que vivía salvaje en la isla era la rata polinesia, kio'e, tenían que cubrir su consumo de proteínas con la rica oferta marina en moluscos, crustáceos y peces. De todos modos no parece haber sido siempre así, pues, gracias a excavaciones arqueológicas recientes sabemos que antes de la llegada de los europeos había también perros en la isla que por lo visto fueron exterminados. En el caso de que hubiera habido también cerdos, que habrían sido importados de otras islas, deben de haber sido consumidos todos antes de que pudieran multiplicarse. Lo que ciertamente parece dudoso es que las reservas de perros y cerdos fueran lo suficientemente grandes como para desempeñar un papel importante en la alimentación de la población de la isla. En la época de antes de las misiones la pesca era para los Rapa Nui de gran importancia. Sin embargo fue fuertemente dificultada por diferentes factores geográficos y etnográficos. El hecho de que Eyraud subrayara el mínimo significado de la pesca se debe seguramente a estos factores. Como la Isla de Pascua está situada fuera de los trópicos, no tiene ningún arrecife de coral, de modo que no hay ninguna laguna protegida ni para los peces ni para los pescadores. Los lugares donde abundaban los peces cerca de las costas eran por un lado relativamente pobres en peces y por el otro especialmente agitados y peligrosos. La zona más rica en peces eran los fondos cercanos a los acantilados de Motu Kaokao, Motu 'Iti y Motu Nui. Aparte de eso, la pesca en los meses de invierno (julio» agosto y septiembre) era tapu porque los peces, sobre todo el kahi o atún, aparentemente eran venenosos. Durante esta época sólo salía a la pesca la piragua del 'ariki mau, el vaka vaero. El atún que se cogía durante esta época estaba reservado para el 1 ariki mau y para los tagala hónui, y todos los que comían pescado en este tiempo también eran considerados tapu, incluso sus excrementos. A pesar de las difíciles condiciones y de su improductividad, en la época antigua la pesca en la costa, practicada esencialmente por las mujeres, era muy importante y estaba muy extendida precisamente porque había muy poca madera adecuada para la construcción de botes. Sin embargo, a pesar de esta insuficiencia, había

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Métraux 1940, 157s.; Bahn & Flenley 1992, 100; Charola 1994, 21.

30 también otros lugares de pesca de profundidad, aparte de aquéllos de cerca de los tres acantilados, llamados hakanonoga, que incluso tenían nombres propios. Los pescadores se llamaban rava ika y según nuestro informante Felipe Pakarati, que era pescador él mismo, no gozaban de muy buen prestigio. Los expertos en pesca eran los ma'ori rava ika o rava ika má. Había tres métodos de pesca: con caña, con redes y con antorchas. Fundamentalmente los Rapa Nui conocían dos tipos de anzuelo: los de una pieza, magai o rou, y los formados por varias piezas, magai verevere. Se les llamaba según el material o según el pez que se pescaba con ellos. Así pues, había magai ma'ea, anzuelo de piedra, magai ivi, anzuelo de hueso, magai kahi, anzuelo de piedra para atún, etc. Además tenían también nombres especiales, como rou, anzuelo de piedra grande, o piko, los anzuelos de piedra especialmente pequeños. Debido a la escasez de mamíferos, el único material para la elaboración de anzuelos era, aparte de la piedra, los huesos humanos, sobre todo de pescadores muertos, y los huesos de aves. Pese a que Métraux siguiera sólo un poco de cerca la pesca con redes, consiguió descripciones detalladas de toda una serie de diferentes redes de pescar de la edad antigua y los métodos de pesca practicados con ellas. Alguna que otra red pudo ser vista todavía en uso por los primeros visitantes de la Isla de Pascua. La denominación general de red de pescar es kupega, una variante del nombre general polinesio de las redes de pescar. Entre los 12 tipos de redes de Rapa Nui que menciona Métraux, hay redes con plomadas, redes de arrastre, redes redondas y esparaveles, que se diferenciaban según la especie marina para la que estaban pensadas. Las publicaciones cientíñcas sobre el tema han identificado estas especies de forma bastante insuficiente. De ese modo había redes con forma de saco de diferentes tamaños, kupega ature, kupega koreva y kupega ura, para pescar ature, pequeños peces de cebo, koreva (Pseudomonocanthus paschalis) y ura, langostas. El kupega tuku o kupega tukurua era una red de arrastre de unos 10 ms. de largo caigada de pesas que era transportada a la superficie del agua por seis hombres y que se tensaba entre dos postes. Otra red de este tipo provista de flotadores y pesas tenía una longitud de incluso 25 ms. y se llamaba kupega maito porque se usaba para la pesca de maito. Redes similares de mallas de diferente tamaño eran utilizadas para la pesca de ihe, o agujas, y de matiro, que no ha sido identificado todavía. Con la ayuda de la red de arrastre denominada kupega viri, que era idónea para la pesca nocturna en calas, se cercaban bancos de peces enteros, es decir viri. Además también se conocían las redes redondas que se lanzaban con la mano derecha desde cerca de la orilla acertando sobre bancos de pececitos. La pesca con redes se realizaba tanto desde los botes en aguas profundas como desde la costa en el bajío. Finalmente hay que mencionar también la pesca de langosta con antorchas, el llamado ika puhi, así como la búsqueda de moluscos, conchas, etc., y la pesca con jabalina, que eran practicadas por las mujeres. La pesca de langostas

31 se llevaba a cabo en la oscuridad con ayuda de antorchas hechas de corteza de banano retorcida y bañada en aceite de pescado. En las costas las mujeres cogían, con la ayuda de ruruki, pequeñas lanzas, peces pequeños como paroko, patuki, tuamigo, mahaki y raemea. Además también se dedicaban al hahaki, o búsqueda de cangrejos, pikea, de erizos de mar, hatuke, pequeños caracoles marinos, pipi, moluscos, takatore y puré, así como de trépano, pipiri. Aparte de sus herramientas, los pescadores tenían también amuletos de forma de pez o de pájaro, o cubiertos con motivos de peces y pájaros. Estos amuletos los recibían del 'ariki mau o de los 'ariki paka y los guardaban en pequeños cestos. La pesca se repartía según reglas concretas. El kahi o atún estaba reservado para el 'ariki mau y para los matato'a o guerreros importantes. En épocas más recientes se le daba el atún al propietario del bote, mientras que sus ayudantes se contentaban con pe'i, un pez parecido al atún, de como máximo un metro de largo.30 En una leyenda de Roussel que cuenta la obra de Métraux sobre la época de la colonización de Hotu Matu'a, los colonos trajeron cerdos, gallos, taro, boniatos, bananas de ñame, toromiro, gaoho, mahute, caña de azúcar, etc. Sin duda alguna la mayoría de estas plantas crecía ya en la isla antes de que llegaran los colonos. Puede sin embargo que fuera introducida alguna de las variedades. Una planta alimenticia importante de Rapa Nui es la misteriosa kumara (Ipomoea batatas) o boniato, que es originaria de América del Sur y de la cual Knoche contó 25 especies en 1912. Es misteriosa esta planta porque su proveniencia de América del Sur y la derivabilidad de su denominación isleña de la voz quechua cumar dio origen a que algunos científicos y la mayoría de los laicos la consideraran como prueba de la colonización de la Isla de Pascua desde América. En verdad no hay nada que objetar contra el origen americano de esta planta alimenticia tan importante en Rapa Nui, ni tampoco contra el hecho de que su introducción en Polinesia, no necesariamente en la Isla de Pascua, fue llevada a cabo por hombres, pues de otro modo no se podría explicar el nombre quechua en las zonas de cultivo polinesias. De todos modos, para explicar el nombre de kumara no es necesario aceptar enseguida una colonización llevada a cabo por indios sudamericanos. Otra planta alimenticia muy importante en Rapa Nui, así como en todas las islas polinesias, es el taro (Colocasia esculenta), de la cual se comían hervidos sus feculosos tubérculos. Métraux reunió 24 denominaciones diferentes de taro que posiblemente designaban variedades de la misma. En la historia de la creación registrada por Thomson se menciona kape (Alocasia macrorrhiza), que guarda afinidad con taro. El ñame, denominado uhi (Dioscorea sp.) en Rapa Nui, era antes una planta alimenticia muy importante de la que, según Martínez, existían 41 variedades en la isla, pero que en la actualidad no se valora mucho y apenas se

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Métraux 1940, 172 ss. Compárese Geiseler 1883, 37; Thomson 1891, 460; Eyraud 1866/67, 126; Englert 1974, 193ss.; Blixen 1977, lss.

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cultiva. Los isleños comían los tubérculos ricos en fécula del uhi. La banana, imprescindible tanto antaño como ahora, era conocida en Rapa Nui bajo el nombre de maika (musa sapientium) y en el pasado se cultivaba en grandes superficies, así como en los manavai y cerca de los habitáculos. En 1934/35 Métraux registró 10 variedades, de las cuales algunas eran viejas pero otras eran importaciones recientes de Tahiti y de Samoa. Para proteger del constante viento al arbusto platanero así como a otras plantas, como por ejemplo al mahute o morera de papel, se rodeaban los profundos manavai con adicionales murallas de piedra que raras veces eran sobrepasadas por los árboles y las plantas. Del toa (Saccharum officinarum), la caña de azúcar, los isleños bebían el dulcísimo zumo que también ofrecieron a los primeros visitantes europeos. Al igual que la banana, la caña de azúcar era también una planta cultivada de muchos usos. Aparte de la fruta y de la corteza del arbusto bananero, su blando tronco era también utilizado como una especie de simple trineo, tal como vimos. Las hojas, al igual que las de la caña de azúcar, eran un material excelente para cubrir las viviendas. El dulce zumo de la caña de azúcar fue también utilizado como pegamento y como loción para fijar los colorantes de las pinturas faciales. El arbusto ti (Cordyline fruticosa) o lirio de maza proporcionaba un rizoma carnoso, que contenía hasta un 20% de azúcar y que se comía hervido. De las hojas se sacaba además el colorante para tatuar, garahu, que se introducía en la piel del cuerpo y de la cara con la ayuda de finas agujas hechas de huesos. Finalmente hay que mencionar todavía una planta que también formaba parte de la alimentación de los Rapa Nui. Se trata de la maranta de Tahití, llamada pia (Tacca pinnatifida o Tacca leontopetaloides), que sin embargo no es mencionada por los primeros visitantes de la isla. Según Métraux tenía un rizoma que contenía fécula y que se cocía al horno de tierra. De la fécula se obtenía un colorante blanco por el mismo procedimiento que de la púa (Curcuma longa) o cúrcuma, o sea azafrán de Oceanía. Realmente no se dice que también se comieran los tres tipos de calabaza que en la época antigua había en Rapa Nui y que eran conocidas entre los habitantes con el nombre de hue (Lagenaria siceraria o Lagenaria vulgaris), pero como eran comestibles se puede suponer que también se las comieran. Sea como fuere, con estas frutas se construían pequeñas vasijas redondas y botellas y por eso hoy en día hue también quiere decir olla. En las vasijas de calabaza grandes, llamadas kaha, los isleños ablandaban la corteza de morera de papel para producir mahute y también guardaban allí boniatos guisados.31 Para preparar guisados calientes, los Rapa Nui tenían sólo un método que se servía del llamado umu pa 'e u horno de tierra. Un umu pa 'e consistía en cinco o siete piedras rectangulares, talladas y medio introducidas en la tierra. Forma-

31 Métraux 1940, 61, 151ss. Compárese Zizka 1989, 31ss.; Bahn&Flenley 1992,43, 53, 91ss.; Knoche 1925, 134; Martínez 1913, 37; Corney 1908, 123; Thomson 1891, 321, 520; Roussel 1926, 3; Englert 1974, 210s.

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ban una cavidad más o menos redonda de unos 60 cms. de diámetro. También había hornos de tierra con tejados como protección contra el viento y la lluvia; se conocían con el nombre de umu pa 'epa 'e. Los alimentos que se tenían que guisar se iban colocando sobre las piedras ardientes siguiendo un orden concreto según el cual las distintas capas eran separadas unas de otras por más piedras calientes y con hojas de taro y de platanero. De ese modo se cubría todo el umu para que no pudieran escaparse el calor y el vapor. Al cabo de unas dos o tres horas se había terminado el proceso de cocción. Está claro que de ese modo no se podían preparar sopas, ni caldos, ni salsas. Aparte de pescado y vegetales, los indígenas comían también la carne y los huevos (maman) de gallinas (moa), de las que tenían muchas y que por la noche guardaban en pequeños gallineros de piedra, en los llamados haré moa. En la época antigua se alimentaban también de la carne de la rata polinesia (kio 'é) y posiblemente de carne de perro (paihega) y humana. De todos modos, Englert subraya que el canibalismo en Rapa Nui no se practicó desde el principio, sino que fue con el curso de la historia, precisamente después de Hoíu Matu'a, y además no de forma general, sino más bien en casos excepcionales. Había casas, las llamadas haré kai tagala, en las que se entregaban al canibalismo, y otras en las que se rechazaba con absoluto pánico. Según eso, había una libertad de decisión más o menos individual por o contra el canibalismo. Es imaginable que solamente se diera en épocas de lucha y quizás como venganza. Contrastando con la pesca, la caza de aves desempeñó un papel muy poco importante en la alimentación de los Rapa Nui. Cazaban principalmente las aves que anidaban en Motu Nui y que cada año ponían sus huevos allí. Comer ave era, con seguridad, un placer poco común así como completamente dudoso, ya que estos animales tenían un sabor aceitoso, de modo que se preparaban y comían con algas marinas, 'auke, que contenían sal y yodo y por eso eran muy importantes como condimento (Zizka 1989, 32s.). Aunque parezca al principio que la alimentación de los Rapa Nui fuera más bien insuficiente, al observarla más de cerca queda demostrado que de ninguna manera era así. Los recursos en proteínas eran suficientes y, junto con los vegetales, aseguraban una alimentación globalmente equilibrada de la población. La manera de vestirse de los Rapa Nui, que al igual que las viviendas estaba determinada por el clima, se puede calificar más bien de insuficiente hasta la llegada del primer misionero Eugène Eyraud en el año 1864. A lo laigo de la evangelización los Rapa Nui fueron observando poco a poco las ideas morales cristianas, lo cual produjo un cambio progresivo en su modo de vestir, sobre todo una ampliación de su variedad. Según los informes de los antiguos navegantes europeos, la vestimenta de los hombres consistía esencialmente en un cinturón de cabellos de mujer en el que se metía un manojo de hierba o una malla de modo que los genitales quedaran tapados. De las mujeres dicen que iban vestidas de manera muy parecida y que además llevaban también un paño desde la cintura hasta las rodillas. Según las informaciones que recibió Mé-

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traux, había dos tipos de maro de los hombres: el llamado hami huki, que se ataba fuerte y aguantaba fijo el pene, y el hami toe que colgaba suelto sin cogerlo. La mayoría de las veces se llevaban cinturones con trozos de corteza de árbol entre las piernas. La parte superior del cuerpo, tanto de los hombres como de las mujeres, se cubría en la época antigua con capas de tapa pintada, pero las llevaban más las mujeres que los hombres. Con el tiempo, sin embargo, su producción se fue haciendo tan complicada que sólo las personas distinguidas podían permitirse estas capas. Los tocados de todo tipo tenían mucho éxito. Antes del contacto con los europeos, los hombres distinguidos llevaban diademas de plumas o gorras principalmente de forma circular, de media luna o coniformes, mientras que las mujeres llevaban sombreros de junco. En la época posterior a los contactos se nos informa de los sombreros más grotescos hechos de basura de civilización. Así, los isleños se ponían en la cabeza zapatos viejos, cubos, cadáveres de pájaro, calabazas, flores, etc. (Métraux 1940, 216 ss.). Todavía habría muchas cosas que decir sobre aspectos culturales relativamente típicos de los Rapa Nui, como por ejemplo, sobre lo que algunos científicos denominan la "escritura" de los isleños y que otros estudiosos, sin embargo, consideran más bien símbolos y dibujos mnemotécnicos. Barthel estaba convencido de que los dibujos eran caracteres de escritura y pasó gran parte de su vida gastando su capacidad intelectual para descifrarlos. En cambio Guiart, por ejemplo, cree que estos "caracteres de escritura", al igual que otros "glípticos", "grafemas" y otros por el estilo, no representan otra cosa que "una sucesión de personas y de lugares relacionados con estas personas cuya posición se recuerda dentro de una línea genealógica para justificar de ese modo la posición genealógica y social, así como el derecho a tierras de sus descendientes". Además sobre este concepto demuestra: "Intentar traducir palabra por palabra con la esperanza de encontrar construcciones de frases es una empresa inútil." (Guiart 1989, 134ss.) Visto el controvérsico estado de la discusión entre tan pocos aficionados y especialistas, preferimos prescindir de meternos aquí con todo detalle en el tema. De modo parecido nos sentimos frente a los numerosos petroglifos, que representan todo tipo de elementos reales y mitológicos de relevancia cultural y que hasta la fecha y en la mayoría de los casos sólo han sido interpretados con toda precisión artística y estéticamente, es decir, principalmente de manera etnocéntrica, mientras que hasta ahora se negaron, igual que los "caracteres de escritura" de las tablas de madera, kohou rogorogo, de ser descodificados en cuanto a su contenido. Una consecuencia dolorosa de acontecimientos históricos irreversibles, tanto dentro de la población de Rapa Nui como también impuestos desde fuera, que no hay que cansarse de lamentar, es la comprensión irremediablemente fragmentaria que compartimos nosotros con los isleños de su cultura y de ellos mismos. Ni ellos ni nosotros llegaremos jamás a saber qué medios y modos

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cognitivos para la comprensión de su cultura han llegado a destruir los isleños al trabajar de modo típicamente humano para hacerla inconfundible con otras. Según todo lo que sabemos, ya en el siglo pasado la cultura de la Isla de Pascua era un organismo con fuertes señales de decadencia. Su golpe mortal lo recibió en el año 1862 cuando los cazadores de esclavos peruanos capturaron sin escrúpulos a casi la mitad de la población, haciendo así para siempre de la cultura de la Isla de Pascua un fenómeno del pasado. La población total de la isla, que en un momento era de sólo 111 personas, y sus descendientes no pudieron superar la pérdida. No tienen ninguna cultura. Sólo tienen un recuerdo doloroso y muy incompleto y una superflua nostalgia de lo que ellos creen que es su cultura.

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40 Thomson, William J. 1891. Te Pito te Henua, or Easter Island. From the Report of the National Museum, 1888-1889. Smithsonian Institution, United States National Museum. Washington: Government Printing Office, 447552. Tregear, Edward. 1894. A Paumotuan Dictionary. II. En: The Journal of the Polynesian Society (Wellington, N.Z.) 3: 1-8, 51-58, 118-120, 179-186. —. 1899. A Dictionary of Mangareva (or Gambier Islands). Published under the authority of the Board of Directors of The New Zealand Institute. Wellington, N.Z. Zizka, Georg. 1989. Naturgeschichte der Osterinsel. En: 1.500 Jahre Kultur der Osterinsel. Schätze aus dem Land Hotu Matu'as, 21-38. Mainz: Verlag von Philipp von Zabern. Zumbohm, Gaspard. 1879/80. Lettres du R.P. Gaspard Zumbohm au Directeur des Annales sur la Mission de l'Ile de Pâques. En: Annales de la Congrégation des Sacrés-Coeurs de Jésus et de Marie, vol. 5/46: 660-667 (oct. 1879); vol. 6/50: 117-131; vol. 6/52: 231-242; vol. 6/54: 377-385 (févrierjuin 1880). Paris.

El Padre Sebastián Englert, rey sin corona de la Isla de Pascua Luis Beltrán Riedl*

En octubre de 1956, cuando el conocido investigador noruego Thor Heyerdahl aterrizó en la Isla de Pascua para realizar excavaciones durante unos meses, apuntó en su libro Aku-Aku la siguiente nota: Cuando descendimos del avión y llegamos a la colina estaba todo negro de nativos. Entre ellos sobresalía una ñgura blanca y solitaria, con su traje ondeando al viento. En seguida me di cuenta de quién estaba frente a mí: el hombre más poderoso de toda la isla, el Padre Sebastián Englert, quien por cierto también ha escrito un libro sobre la Isla de Pascua. Ya en Chile se había dicho que él era el rey sin corona de la isla. Si se le tema como amigo se le abrían a uno todas las puertas, pero, ¡ay del que no le gustara! Así me habían avisado. Ante un profundo cielo azul como telón de fondo estaba él ahora ante mí, derecho y ancho de espaldas, con su blanca túnica y un cordón en la cintura. Debajo llevaba grandes y relucientes botas. Con la cabeza descubierta, con una melena echada hacia atrás y con una barba ondeando al viento, parecía un apóstol o un profeta. Observé un rostro enrojecido por el viento, con ojos escrutadores e inteligentes arrugas faciales, y le extendí la mano. "Bienvenido a mi isla", fueron sus primeras palabras.1 Chile se encuentra lejos de Alemania y la Isla de Pascua es la isla más solitaria del mundo, en el Océano Pacífico. Es natural que este "rey sin corona" de la Isla de Pascua, a unos 16.000 kms. de Alemania, sea un gran desconocido en

*E1 Padre Luis Beltrán Riedl nació el 29 de junio de 1909 en Inkofen (término municipal de Markt Schierling; comarca de Ratisbona; aproximadamente 25 kms. al sureste de Ratisbona). Tras su ingreso en la orden de los capuchinos estudió Filosofía y Teología en Eichstätt, y en el año 1934 fue ordenado sacerdote por el obispo Konrad Graf von Preysing. Desde 1937 hasta 198S el Padre Luis Beltrán ejerció de padre espiritual, de rector de un seminario de sacerdotes y de jóvenes, de superior de la misión de la zona de la Araucanía en Chile (habitada principalmente por mapuches). Impartió clases como profesor en la Universidad Valdivia y en la Escuela Superior de Filosofía y Teología de San José de la Mariquina. De 198S a 1992 fue sacerdote de "Santa Cruz" en Hangaroa, en la Isla de Pascua (Chile). El 4 de febrero de 1995 le fue concedida la orden más alta de la República de Chile, la "Orden al mérito Bernardo O'Higgins". Falleció en San José de la Mariquina el día S de febrero de 1995 (nota de Hermann Holzhauer). 'Thor Heyerdahl: Aku-Aku: Das Geheimnis der Osterinsel. Berlin: Ullstein. 1957, 47.

42 este país a pesar de que fuera alemán. Nació en Dillingen, a orillas del Danubio, el 17 de noviembre de 1888; su padre fue el Dr. Sebastián Englert, profesor de Lenguas Clásicas en el liceo clásico, y de su esposa Berta, Prechter. Fue bautizado con los nombres de Franz Anton y realmente honró la memoria de San Francisco y de San Antonio ya que, inmediatamente después de haber concluido el bachillerato en el Liceo Clásico, en 1907 ingresó en la escuela de San Francisco, en la orden de los capuchinos, estudiando desde 1908 hasta 1912 en la Escuela Superior Universitaria de Teología y Filosofía de Dillingen. Durante sus estudios fue un ejemplo de talento y aplicación, como San Antonio, su patrón bautismal. Al ingresar en la orden, quedó patente la gran estima de la cual su padre gozaba en la misma, pues le dieron el nombre de Sebastián con el que lo conocemos actualmente. En el año 1908 Englert padre fue ascendido a director del Liceo Clásico de Eichstätt. El día 25 de julio de 1912 el Padre Sebastián fue ordenado sacerdote en Dillingen por el obispo de Augsbuigo, Maximilian von Lingg, iniciando en los años siguientes su actividad sacerdotal en Altötting y Múnich. Durante la guerra fue llamado al frente como capellán castrense, donde permaneció hasta 1918 ofreciendo a los soldados fuerza espiritual y consuelo con sus palabras y con los Santos Sacramentos. Tras la guerra regresó a su puesto en Múnich. En 1920 se retiró su padre. Su madre, quien, con una fidelidad y abnegación ejemplares, había dado a luz a 17 hijos, murió en la gracia de Dios en el año 1922. El padre, puesto que estaba solo y con sus hijos ya adultos, decidió seguir a su hijo, el Padre Sebastián. Estudió Teología, fue ordenado sacerdote el día que cumplía 70 años (el 13 de julio de 1924) y ejerció como tal hasta su muerte, el 6 de junio de 1933. El Padre Sebastián, a su vez, en el año en que falleció la madre, se fue a Chile a la misión de los mapuches, donde trabajan los capuchinos bávaros desde el año 1895. Abandonó padre y patria, hermanos y amigos para llevar a Cristo, su verdad y misericordia a gentes que no tenían sacerdotes. En la misión de la Araucanía Tras 11 años de labor sacerdotal en su tierra natal y en el frente, empezaba ahora para el Padre Sebastián la vida en el Nuevo Mundo, en primer lugar 12 años con los araucanos. De 1923 a 1926 se fue acostumbrando a los caballos que le llevaban a lo largo de la preciosa playa del Pacífico y por numerosas colinas hasta las cabanas de los indios. Allí se vio obligado a aprender la lengua de los indios, lo cual no le resultó nada difícil gracias a sus excelentes dotes por las lenguas. Pronto se familiarizó tanto con sus lenguas que empezó a realizar estudios comparativos entre la lengua de los mapuches y el aymará y el quechua, lenguas de los indios de Bolivia y del Perú. Después de trabajar cuatro años como colaborador, en 1927 fue llamado a ejercer como sacerdote de la misión de Villarrica, que antes era una parroquia extremadamente extensa y que hoy en día está dividida en cuatro parroquias.

43 Está ubicada alrededor del gran Lago Villarrica y antes llegaba hasta la frontera argentina. En el año 1930 el obispo de la misión, Guido Beck, separó la parte este fundando así la misión de Pucón. En este momento el Padre Sebastián se puso al frente de esta misión, que de todos modos era lo suficientemente extensa como para permitirle al misionero adentrarse a caballo por los más remotos valles de montaña de los Andes, donde vivían los grupos de indios más alejados y solitarios de todos. Sin embargo, en invierno estas visitas no se podían realizar por los largos períodos de lluvia y porque los caminos estaban llenos de lodo y en gran parte inundados. Por ello el padre disponía de tiempo y tranquilidad para dedicarse a sus investigaciones y publicaciones lingüísticas y etnológicas. En este momento la gran universidad estatal de Chile, en Santiago, se fijó en este genio oculto e invitó al Padre Sebastián a participar en un viaje de investigadores a la Isla de Pascua. La Isla de Plascua Con la bendición del obispo de la misión, Guido Beck, el Padre Sebastián aceptó esta invitación, llegando a la Isla de Pascua el 25 de noviembre de 1935. En aquel momento estaba habitada por 453 nativos que vivían principalmente en el pueblo de Hangaroa. Desde su conversión, que tuvo lugar entre los años 1864 y 1871, no habían tenido ningún sacerdote permanente. Sólo raras veces pasaban misioneros por allí. Un catequista formado en Tahití, un lego casado llamado Nicolás Pakarati, se hizo caigo de la parroquia desde 1888 hasta su muerte en 1927, es decir, durante 39 años: fue él quien celebró la misa de los domingos, enseñó la doctrina católica, veló por el cumplimiento de las leyes de la iglesia y administró el agua de socorro de una manera tan ejemplar, que el Padre Sebastián se encontró al llegar con una población totalmente abierta a la fe, como lo ha seguido siendo hasta hoy. Por esto se quedó aquí con sus amigos y cuando se le instó al obispo de nuestra misión a que incluyera la Isla de Pascua en su circunscripción, fundó la parroquia Isla de Pascua y nombró a nuestro Padre Sebastián primer sacerdote de la isla, a finales del año 1937. Este se integró de tal modo entre la gente como padre espiritual, que cuando le visitó Heyerdahl le aseguró que "no cambiaría la isla ni por millones." Además le fue fiel hasta su muerte, el día 8 de enero de 1969. Como muestra de lo que científicamente y con incansable afán elaboró, tenemos por un lado sus publicaciones y, por el otro, el reconocimiento internacional que se ganó y del que dan fe los siguientes galardones: la Orden al mérito Bernardo O'Higgins, de Chile, la Orden del Rey Olaf de Noruega y la Cruz Federal del Mérito alemana. En la Isla de Pascua no se ha olvidado la labor sacerdotal del Padre Sebastián y sus exigencias pastorales conservan todavía su fuerza moldeadora de la conciencia. En 1956 Thor Heyerdahl organizó una excursión escolar durante la cual, en un accidente trágico, se ahogaron dos chicas y el maestro y además alguien robó un reloj. Cuando Thor se reunió con el Padre Sebastián

44 lamentando la muerte de los ahogados, comentó el Padre Sebastián: "El hecho de que hayan robado el reloj es mucho peor todavía". — "¿Qué dice usted?", preguntó Thor. El Padre Sebastián respondió: "Todos tenemos que morir, pero no tenemos que robar". Esta observación le causó una impresión tal a Heyerdahl, que escribió: De repente me di cuenta de que me encontraba quizás ante la mayor personalidad que había conocido en mi vida, un hombre para quien la fe era un fervor vivo y no tan sólo la inspiración de bonitas palabras de consuelo a utilizar dentro de la iglesia. Lo que pedicaba a los demás lo creía realmente.2 El Padre Sebastián Englert era teólogo y sacerdote, y como tal dejó una magníñca siembra que todavía da frutos hoy en día. Como científico era un autodidacta. Todo lo que realizó como investigador en el campo de la lengua, de la historia, de la etnografía y de la arqueología y lo que le dió el reconocimiento internacional hay que agradecérselo a su enorme afán por la ciencia y la verdad y a su insuperable diligencia, que le mantenía activo en todo momento y le llevaba a irse lejos, de modo que la muerte le sorprendió en el extranjero, en los Estados Unidos de América, cuando estaba dando una gira de conferencias. Sus restos mortales fueron transportados a expensas del Estado chileno primero a Santiago y desde allí a la Isla de Pascua, a su segunda patria; la primera no la había vuelto a ver nunca más. La tercera patria, el cielo, con la salvación eterna y la contemplación divina, es ahora su ubérrima recompensa.

2

Heyerdahl (nota 1), 132s.

PADRE SEBASTIÁN ENGLERT O.F.M.CAP.

PRIMER SIGLO CRISTIANO DE LA ISLA DE PASCUA

1864-1964

Prólogo La publicación de este libro se debe a un encargo que nos hiciera el recordado Vicario Apostólico de la Araucanía, Monseñor Guido Beck de Ramberga, fallecido en Villarica en 1958. 1 Cuando el autor de este trabajo hizo, en los últimos dos meses del año 1956, un viaje al Continente y pasó algunos días en el Convento San Francisco, en Valdivia, recibió una carta del Obispo pidiéndole hiciera una publicación sobre la historia eclesiástica de la Isla de Pascua. Contesté que lo haría con gusto, pero que consideraba que sería preferible esperar hasta el año 1964 en que se celebraría el centenario cristiano de la isla. El Obispo aceptó la idea "aunque, decía, no sabemos si Ud. y y o estaremos e n vida todavía". La vida del Obispo — cargada de incesantes trabajos apostólicos — llegó a su término poco tiempo después; sentimos no poder presentarle esta publicación de la que él tiene la iniciativa, pero en el cielo no ignorará que su encargo se ha cumplido. Gracias a la Divina Providencia, que le concedió vida y salud, ha podido preparar el autor esta publicación y la hizo con gran cariño de su corazón. 2

'Guido (Benedikt) Beck O.F.M.Cap. nació el 9-XD-1885 en Ramberga (aprox. 35 kms. al suroeste de Kaiserslautern; Diócesis Espira); en 1910 recibió las órdenes sacerdotales en Eichstätt; en 1912 fue mandado a la misión de Chile; a partir de 1924 fue Gobernador Apostólico de la Araucanía (Chile); a partir del 28-QI-1928 fue Obispo Titular de Mastaura di Aria y Vicario Apostólico de las misiones de la zona de la Araucanía; falleció el 5-IÜ1958 (nota de Hermann Holzbauer, en lo sucesivo aparecerá abreviada con la sigla H). 2 EI autor quedaría muy agradecido por toda colaboración que pudiera recibir para completar y rectificar datos en una segunda edición del libro, sobre todo en lo referente a los primeros períodos del siglo cristiano de la isla [P. Sebastián], En su Crónica de la Parroquia de la Isla de Pascua anotó el Padre Sebastián con fecha del año 1964: "El día 23 de enero de 1964 llegó el barco 'Presidente Pinto' en su segundo viaje. Con él llegó también el Superior Regular Padre Innozenz [Padre Dr. Innozenz Daumoser, nacido en 1910 en Oberholz (actual Haag de la Alta Baviera)] para realizar la visita canónica [...]. Durante los seis días de estancia del barco allí trabajé todos los ratos libres posibles para terminar el manuscrito Primer siglo cristiano de la Isla de Pascua. Desgraciadamente y por falta de datos más concretos, el intervalo que va de 1911 a 1937 (vicaría castrense) tan sólo pudo ser documentado de forma incompleta. De esa manera pude acabar el manuscrito y entregárselo al Padre Superior para su impresión. La catequista Sor Francisca lo pasó a máquina. Una vez hubo partido el 'Pinto' y antes de la llegada del 'Esmeralda' me quedaban dos trabajos urgentes por hacer: El Obispo Coadjutor de Nueva York y Director de la Sociedad para la Propagación de la Fe, Fulton J. Sheen, me había pedido un artículo sobre nuestra misión para su revista World Mission. Pero todavía más urgente me pareció la preparación de la segunda edición de la primera parte (sobre la historia y la etnología) de la obra La tierra de Hotu Matu'a, que está agotado. Por suerte, antes de que llegara el 'Esmeralda' pude terminar los dos trabajos. Sor Francisca, que desciende de una familia inglesa, pasó a máquina en inglés mi artículo para World Mission, así como una traducción resumida de la obra Primer siglo cristiano de la Isla de Pascua." (Extracto de la Crónica de la Parroquia de la Isla de Pascua, escrita por el Padre Sebastián Englert, pero desaparecida desde el año 1969. El extracto fue elaborado por el Padre Dr. Innozenz

48 Al entregar estas páginas a la impresión siente el vivo deseo de dedicarlas a la memoria de los grandes misioneros de antaño, principalmente: los Catequistas Hermano Eugenio J. Eyraud y Pakarati Ure Potahi, los Padres Roussel, Zumbohm y Montiton, los Obispos Rafael Edwards y Guido Beck; y a la benevolencia del actual Vicario Apostólico de la Araucanía, Monseñor Guillermo Hartl, que en su corazón de Pastor siente un gran cariño por esta Isla. El Autor

Daumoser en el año 1964 con motivo de una visita canónica realizada por encargo del Obispo Wilhelm Hartl. Reproducido en Matthias Buschkühl: Historia de ¡a Misión de la Isla de Pascua. En el 100 aniversario del nacimiento del Padre Sebastián Englert (1888-1969). Eichstätt 1988 (=Documentos de la Biblioteca Universitaria de Eichstätt, tomo 13), 35-90; aquí 83s.) (H).

I CAPÍTULO HACIA LA CONQUISTA PARA CRISTO

51 En la lápida que cubre la sepultura del Hermano Eugenio Eyraud, al lado de la iglesia parroquial de Hangaroa, se lee la siguiente inscripción: LA ISLA DE PASCUA AL HERMANO EUGENIO J. EYRAUD SS.CC. QUE DE OBRERO MECANICO HECHO OBRERO DEL EVANGELIO LA CONQUISTO PARA JESUCRISTO. NACIO 5-II-1820 MURIO 19-VIII-1868. Tarde comenzó la obra de conquista espiritual de Rapa Nui o Isla de Pascua; 142 años después de su descubrimiento por el navegante holandés Jacobo Roggeveen3, en 1722. Durante este largo lapso, de casi un siglo y medio, los nativos presenciaron una sola vez un acto religioso cristiano: el día 20 de noviembre de 1770. Por encargo del Virrey del Perú habían salido del puerto del Callao los buques "San Lorenzo" y "Santa Rosalía", bajo el comando de Felipe González y Antonio Dumont, para ubicar nuevamente esta isla que, después de su descubrimiento por Jacobo Roggeveen, había sido en vano buscada por los navegantes en sus viajes por el Pacífico. Después de haber anclado los dos buques españoles en la isla el día 15 de noviembre, se organizó para el quinto día de su estada, una procesión hacia la cumbre de los tres cerritos sobre el promontorio Poike, llamados Maúnga Parehe, Maúnga Teatea y Maúnga Vai a Heva. Los capellanes de los buques subieron a ellos escoltados por marineros y acompañados de un gran número de nativos. Estos últimos ayudaron gustosos a llevar las tres cruces que iban a ser levantadas en las tres cumbres, y casi comprendiendo que se trataba de un acto religioso hicieron ofrendas, algunos hombres de sus capas de tela de mahute y las mujeres de sus aves; mezclaron sus voces con las de los españoles imitándolos en el "Ora pro nobis" de las letanías, pero invocando también su propia

3

Jacob Roggeveen (1659-1729), jurisperito y navegante holandés. Un Domingo de Pascua, el día 5 de abril de 1722, descubrió la isla de Rapa Nui, llamada "Paasch-Eiland" ("Isla de Pascua") por los holandeses en recuerdo del día del descubrimiento (H).

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divinidad Makemake; aún, tomaron parte en la adoración de las cruces, aunque eran éstas naturalmente, signos desconocidos para ellos. Carlos III, Rey de España, recomendó en el año siguiente (1771), al Virrey del Perú un pronto envío de misioneros a la isla, con el fin de ganar a los nativos, "usando medios discretos y suaves, para el conocimiento del verdadero Dios y la profesión de nuestra religión católica", pero esta obra de cristianización no se llevó a efecto y hubieron de pasar noventa y cuatro años hasta que llegase un mensajero de Cristo, en la persona del Hermano Eugenio4 Eyraud SS.CC., a explicar el significado de las cruces que dominaran la isla desde el Poike y conquistar esta parte de la raza polinésica para Jesucristo. Al leer los informes de los españoles sobre su visita en 1770 y el relato del Hermano Eugenio sobre su estada en 1864, se percibe la impresión de que en este transcurso de tiempo, de casi un siglo, se había producido un gran cambio, y que los nativos a quienes se dedicó el Hermano en su labor de catequista eran muy distintos de los de antes, mucho menos respetuosos y más salvajes. Esto no nos causará extrañeza si tomamos en cuenta el hecho de que en el último siglo de la era pagana se había producido una rápida decadencia moral de la raza que en gran parte se debía, indudablemente, a la influencia perniciosa de "civilizados" que visitaron en esa época la isla y dieron ejemplos de salvajismo, matando a aborígenes o tratando de llevar a esclavos. A la pacífica edad de oro en que florecían las obras de arte, las gigantescas estatuas de piedra llamadas moai y las monumentales sepulturas, llamadas Ahu,

4 Eugenio [Eugène] Eyraud nació el 5-II-1820 en Saint Bonnet en Champsaur, Département Hautes Alpes, Francia, y el 6-V-1865 ingresó en la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y de la Adoración Perpétua de la Santísima Eucaristía ("Congregatio Sacro rum Cordium Jesu et Mariae necnon adorationis perpetuae Sanctissimi Sacramenti Altaris", abreviado: SS.CC.; también se la llama "Congregación Picpus" por su antigua sede e la calle Rue de Picpus de París). Falleció el día 19 de agosto de 1868 en Hangaroa, en la Isla de Pascua. Cf. Jean Eyraud: Notice sur le Frère Joseph Eugène SS.CC., premier catéchiste de l'Ile de Pâques. En: Annales des Sacrés-Coeurs 6, 1880, 804-816; Eugène Eyraud: Lettre du Frère Eugène Eyraud au T.R.P. Supérieur général et Lettre du Frère Eugène Eyraud de la Congrégation des Sacrés-Coeurs de Jésu et de Marie au T.R.P. Supérieur général de la même Congrégation des Sacrés Coeurs de Picpus. En: Annales de la Propogation de la Foi 38, 1866, 52-72, 124-138; en cuanto a la evangelización de las Islas de Pascua, cf. François Dederen: L'évangelisation de l'Ile de Pâcques par les Frères de la Congrégation des Sacrés Coeurs de Picpus. En: Bruno Illius y Matthias Laubscher (eds.): Circumpacifica. Festschrift fiir Thomas S. Barthel (Circumpacifica. Homenaje a Thomas S. Barthet) 2 tomos, Francfort del Meno 1990. Tomo II: 103-123; en especial sobre Eyraud, cf. 123 y la ilustr. 5 de la pág. 119; Reiner Jaspers: Die missionarische Erschließung Ozeaniens (El desarrollo de la evangelización de Oceania) Münster 1972, 166ss., 210-223. Para las existencias del archivo "Isla de Pascua" del Archivo General de los misioneros Picpus en Roma cf. André Mark: A Bibliography of the Rapa Nui Material in the General Archives of the Fathers of the Sacred Hearts (Picpus). En: Easter Island Studies. Ed. de Steven Roger Fischer. Oxford 1993, 67-70 (H).

53 siguió la era de las violencias con continuas peleas y guerras cada vez más sangrientas entre las diversas tribus. Según los datos que recogió el R. P. Hippolyte Roussel5, primer misionero sacerdote en la isla, la decadencia moral había llegado en este último período, anterior a la cristianización de la isla, a un grado extremo. Entre los guerreros vencedores había quienes torturaban a sus víctimas con una crueldad tal que el Padre no teme caer en exageración al decir: "Todo lo que la barbarie pagana podía inventar de más cruel era puesto en práctica contra las indefensas víctimas de toda edad, de todo sexo, de toda condición". Por instinto de venganza eran también devastados los campos de los enemigos vencidos y como consecuencia se produjeron escasez de víveres y hambruna que, en parte, condujeron al canibalismo. Para colmo de desgracias recibió la cultura polinésica de la isla su golpe final cuando, entre 1850 y 1862, llegaron repetidas veces buques de piratas que, con engaño o a la fuerza, llevaron a muchos nativos — probablemente más de mil — a las islas guaneras y minas del Perú. Gracias a las gestiones del Vicario Apostólico de la Oceanía Oriental, Monseñor Tépano6 (Esteban) Jaussen, de Tahití,7 fueron repatriados unos cien nativos que no habían sucumbido durante los años de su esclavitud; 85 de ellos murieron en el viaje de repatriación, y los 15 sobrevivientes trajeron el contagio de enfermedades, especialmente de la viruela y la tuberculosis, que no tardaron en causar una gran mortandad. La población que, según un cálculo probable, había sido anteriormente de 4 a 5 mil personas se redujo a unas 1.800 en el año 1864. La miseria moral y física que había resultado del contacto con el mundo exterior fue grande; pero, según los planes de la Providencia de Dios, ya se acercaba la hora en que debía llegar a su fin la era pagana con sus calamidades y comenzar la era moderna y cristiana.

S

EI Padre Hippolyte (Basile) Roussel nació el 22-III-1824 en La Ferté-Macé, Département Orne, Francia; falleció el 25-1-1898 en Mangaréva (Islas Gambier). Sobre P. Roussel cf. F. Jaffuel: Le R. P. Hippolyte Roussel. Apôtre de l'Ile de Pâques. En: Annales des SacrésCoeurs N.S. 5, 1898, 269-274. H. Roussel: Vocabulaire de la langue de l'Ile de Pâques ou Rapa Nui. En: Le Muséon. Etudes Philologiques, Historiques et Religieuses. N.S. 9, 1908, 159-254, ed. I. Alazard; H. Roussel: Vocabulario de la lengua de la Isla de Pascua o Rapa Nui. Santiago de Chile: Impr. San José 1917, traducido del francés por F. Jaffuel (H). t é p a n o (Etienne Florentin) Jaussen (1815-1891). En 1848 fiie nombrado Obispo Titular de Axieri y Vicario Apostólico de Tahití. Tépano Jaussen: L'Ile de Pâques. Historique, Ecriture, Répertoire des signes des Tabletes ou Bois d'hibiscus intelligents. Ouvrage posthume, rédigé par le R.P. Ildefonse Alazard SS.CC. d'après les notes laissées par le Prélat. En: Bulletin de Géographie n° 2, 1893; también en tirada aparte. París 1893. Cf. la ilustr. 6 en Dederen (nota 4), 119 (H). 7 Monseñor Tépano permaneció en Tahiti desde el 15 de febrero de 1849 hasta el 9 de septiembre de 1891. El 5 de mayo de 1884 cedió la dirección del Vicariato a su Coadjutor Monseñor Verdier, el cual había llegado a Tahití el 5 de noviembre de 1883. Monseñor Verdier visitó la Isla de Pascua y administró la Confirmación a 124 indígenas el 8 de abril de 1888 (Noticia de Monseñor Paul Mazé, Vicario Apostólico de Tahití).

54 En 1862 pasó por la isla el capitán de fragata Lejeunne, del barco francés "Cassini", en viaje al puerto de Valparaíso. Al ver acercarse el buque los nativos no se mostraron tan hostiles como en ocasiones anteriores de visitas de otros buques, y el capitán quedó, felizmente, bien impresionado de la isla y de su gente. Llegando a Valparaíso conversó con los Padres de los SS.CC. y les insinuó la idea de comenzar la evangelización de la Isla de Pascua. La idea fue aceptada. El Provincial de la Congregación en Chile, M. R. P. Pacomio Olivier, decidió enviar misioneros y fletó, a principios de 1863, la goleta "La Favorita" en la que se embarcaron el P. Albert Montiton8 (nacido en 1825, y durante largos años celoso apóstol de las islas Paumotu), el P. Rigal (de 67 años de edad) y el Hermano lego Eugenio J. Eyraud, el único de los tres que habría de llegar a Rapa Nui destinado, por la Providencia de Dios, para el comienzo de la conquista espiritual de la isla. Eugenio Eyraud era oriundo de la pequeña aldea Saint-Bonnet, en la Dauphiné de Francia. Hijo de una familia muy cristiana se distinguió en su infancia y juventud por su obediencia y piedad y dio, en especial, muestras de aquella virtud que más tarde, en la Isla de Pascua, había de practicar en heroico grado: la paciencia. Le habría gustado hacerse sacerdote, porque sentía el deseo de dedicar su vida a la salvación de las almas; pero como su hermano menor, Juan, ya aspiraba al sacerdocio y no era posible hacer gastos de educación para los dos, Eugenio renunció, con generosidad y caridad fraternal, a su deseo y se ofreció a entrar de aprendiz en el oficio de mecánico para poder ayudar, con sus futuras ganancias, a su hermano. Después de haber trabajado varios años en Francia Eugenio emigró a la Argentina y de ahí se vino a Chile, ejerciendo su oficio en Santiago, Valparaíso y Copiapó. Fiel a su promesa envió varias veces sumas de dinero, fruto de su trabajo, a sus familiares en Francia, principalmente para su hermano Juan, quien, en 1847, recibió la orden sacerdotal y pronto se consagró a la vida de misionero en China. Al recibir esta noticia Eugenio sintió, de nuevo, un vivo deseo de consagrarse también enteramente a Dios y a la obra de propagación de la fe en países de paganos. Escribió una carta a su hermano ofreciéndose para ir a China y ayudarle en sus trabajos de misionero. Su hermano le contestó que en las misiones de China no podría encontrar un campo propicio de acción. Este fue un aviso evidentemente providencial, pues Dios lo tenía escogido para otro campo de trabajo apostólico. Un día que Eyraud vio pasar a dos Padres de los SS.CC. cerca de su taller en Copiapó, los llamó a fin de conversar con ellos. Fue éste el principio de relaciones de amistad con los Padres de la Congregación y no tardó mucho en madurar en su alma la resolución de entrar en ella como Hermano lego. Mas,

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E1 Padre Albert (Auguste Théodore) Montiton nació el 20-VÜ-1825 en Sourdeval (Département Manche, Francia) y murió el 25-11-1894 en Miranda de Ebro (España). Cf. Dederen (nota 4), 120 e ilustr. 7 de la pág. 119 (H).

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habiendo empezado el noviciado en la casa de los SS.CC. en Valparaíso, no pudo terminar su año de probación. En su conciencia de deber filial se sintió obligado a interrumpirlo para hacer un viaje a su casa paterna en Francia donde se encontraba moribunda su madre. No alcanzó a encontrarla viva; pero el viaje le sirvió para arreglar definitivamente asuntos de familia, despedirse para siempre de todos sus parientes y volver al Convento de Valparaíso donde deseaba reanudar sus ejercicios espirituales de novicio. Fue en ese entonces cuando el R. P. Pacomio Olivier tomó la resolución de enviar misioneros a la Isla de Pascua para el comienzo de su evangelización. El novicio Eugenio — que no era Hermano profeso todavía — pidió ser del número de los que irían a ese nuevo campo de apostolado. Hay que considerar como un caso muy excepcional el hecho de que el Padre Provincial haya accedido a la ferviente petición del novicio y permitido acompañar a los dos sacerdotes misioneros antes de terminar el tiempo de su probación religiosa; indudablemente se trata de una intervención directa de la Divina Providencia que tenía escogido al Hermano para un destino singular. La goleta en que se habían embarcado los tres misioneros no tomó rumbo directo a la Isla de Pascua, sino primero a Tahití; pues, la misión que se iba a establecer en Rapa Nui dependería de la jurisdicción eclesiástica del Vicariato Apostólico de Tahití, que se extendía sobre todas las islas de la Oceanía Oriental. En 1825 la Congregación de Propaganda Fide había pedido al M. R. P. Coudrin9, fundador y superior general de la Congregación de los Sagrados Corazones, que destinara misioneros para una gran parte de la Oceanía. A fines de 1826 se embarcaron los primeros misioneros para Hawai; en 1834 llegaron otros a las Islas Gambier; en 1838 a las Islas Marquesas y, después de varias tentativas que fueron frustradas por incesantes intrigas y hostilidades, pudieron, al fin, establecerse definitivamente, en 1841, los primeros misioneros de Tahití. En 1848 llegó ahí el Obispo Tépano Jaussen, haciéndose cargo del Vicariato Apostólico de Tahití, cuya jurisdicción abarca algunas islas Sotavento al oeste de Tahití, las Marquesas, las Tubuai, el numeroso grupo de las Paumotu (o Tuamotu) y el archipiélago de las Gambier que son las más cercanas a Rapa Nui o Isla de Pascua.

9 E1 Padre Pierre Joseph Coudrin nació el 1-III-1768 en Coussay-les-Bois (Diócesis Poitiers, Francia) y murió el 27-IH-1837 en París. Desde 1817 hasta su muerte en 1837 fue Superior General de la Congregación Picpus fundada por él en 1800 (la confirmación papal fue en 1817). La primera Prefectura Apostólica de las islas de Polinesia fue fundada por el Papa León XII (1823-1829) en 1825 en la Isla Sandwich; cf. Jaspers (nota 4), 152ss. La evangelización o, mejor dicho, la asistencia espiritual la puso en manos de los padres de la Congregación Picpus. Canónicamente hablando, la Isla de Pascua perteneció algo más tarde, junto con las Islas Manihiki, las Islas Australes, Tahití, Tuamotu, las Marquesas, Gambier y Pitcairn a la Prefectura Apostólica del Sur de Oceanía, fundada en 1833 por el Papa Gregorio XVI; cf. Jaspers (nota 4), 176-185 (H).

56 El día 11 de mayo de 1863 llegó la goleta "Favorita" con nuestros tres misioneros a Papeete, capital de Tahití y sede del Vicario Apostólico, pero Monseñor Jaussen estaba ausente. El Reverendo Padre Fouqué, Superior de los Misioneros del Vicariato, les comunicó la mala noticia de que el año recién pasado los piratas habían repetido sus incursiones a la isla y, por lo tanto, no parecía haber llegado el momento propicio para arriesgarse a establecer una misión. Todavía era mejor esperar. Además, no estando el Vicario Apostólico ¿qué otra cosa se podría hacer por el momento? Pero, el Hermano Eugenio, deseosísimo de comenzar la obra del apostolado, suplicó con tanta instancia y tanto feror al P. Fouqué que le dejara ir solo a Rapa Nui a preparar el campo, como precursor de los futuros misioneros, que el padre accedió y fletó una goleta, llamada "Suerte", para que llevase al Hermano y repatriase también a unos pascuenses que se encontraban en Tahití. El 9 de diciembre zarpó la goleta del puerto de Papeete y llegó, primero, a Mangareoa (la principal de las Islas Gambier) donde se embarcó también un nativo de nombre Daniel como segundo piloto de la goleta y con la idea de ayudar al Hermano en su trabajo de catequizar a los paganos de Rapa Nui. En toda la travesía se aplicó el Hermano a aprender, con la ayuda de un Catecismo tahitiano y de los pascuenses que estaban a bordo, especialmente de un tal Pane a Paohu10, las oraciones y la doctrina cristiana. A más de algunos catecismos en lengua tahitiana traía el Hermano varios objetos muy útiles: maderas para poderse construir una pequeña casa, cajas con herramientas y clavos, unas pocas ovejas, semillas de verduras, un barril de harina, ropa y colchón de cama y una campana que habría de servirle para llamar diariamente a sus futuros catecúmenos. A los 24 días de navegación desde el puerto de Papeete avistaron los futuros misioneros, el día 2 de enero, Rapa Nui, la ansiada Isla de Pascua y llegaron frente a la bahía de Anakena". Como Pane a Paohu, con quien Eyraud se había hecho amigo, era de la región de Anakena, el Hermano deseaba que desembarcara éste ahí, que se encontrara con sus familiares y les explicara que no tenían que temer de este barco, porque no venían piratas, sino personas con fines

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En el relato del Hermano Eugenio sobre su primera estada en la isla habla de "Pana", pero indudablemente se trata de un error de transcripción. En la tradición se recuerda el nombre de Pane a Paohu, lo que significa "Pane, hijo de Pauohu". "Bahía de Anakena, al norte de la isla (H).

57 pacíficos; pero el capitán de la goleta no quiso desembarcar a nadie en Anakena y siguió en la tarde de ese m i s m o día hasta la bahía de Hangaroa 12 . Al día siguiente, domingo, 3 de enero de 1864, el Hermano Eugenio pudo finalmente desembarcar c o n Pane a Paohu y los otros nativos en Hangaroa. Es éste un día memorable para la historia de la isla, pues el intrépido misionero pisa por primera vez la tierra de Rapa Nui para conmenzar su labor de catequista y misionero.

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Bahía de Hangaroa, al noroeste de la isla. La distancia por vía marítima de Anakena a Hangaroa es de unos 20 kms.; cf. Heide-Margaret Esen-Baur y Christian Walter: Die Osterinsel heute (La Isla de Pascua, hoy). En: 1500 Jahre Kultur der Osterinsel. Schätze aus dem Land der Hotu Matu'a (1.500 años de la cultura de ¡a Isla de Pascua. Tesoros de la Tierra del Hotu Matu'a). Maguncia 1989, 160-166 e ilustr. de las págs. 64 y 65 en este volumen. En cuanto al tráfico marítimo hacia la Isla de Pascua entre 1722 y 1900, cf. Grant McCall: Rapanui and Outsiders: The Early Days, especialmente el capítulo: "Register of Visitors to Easter Island, 1722-1900". En: Illius & Laubscher (nota 4), 165-225, esp. 176-219 (H).

II CAPÍTULO HEROICO COMIENZO DEL APOSTOLADO, EN 1 8 6 4

61 La goleta del Hermano Eugenio ancla frente a Hangaroa. Desde la playa se oye la gritería confusa de una multitud de gentes. Su alboroto es comprensible, pues ¿quiénes serán los que han venido en este barco? ¿Acaso serán hombres como los del año pasado que bajaron a la playa y tirando regalos por el suelo, amarraron a los que los recogían y los llevaron por fuerza, como esclavos a bordo? Con el fin de tranquilizar los ánimos se conviene en que bajen primero a tierra los nativos repatriados. El joven Daniel de Mangareva los conduce en la primera lancha a la playa: son cuatro hombres, una mujer y un niño que vuelven desde Tahití a su isla. Como hemos dicho, Daniel venía con la idea de quedarse con el Hermano Eugenio para ayudarle en su labor catequista. Muy útil parecía ser su cooperación, ya que la lengua de Mangareva tiene mucha analogía con la de Rapa Nui; pero aquí, en la playa de Hangaroa, cambia Daniel de idea, porque la impresión que recibe es horrorosa. Vuelve a bordo y dice al Hermano: "No volveré a tierra ni por mil francos. Son las gentes más horribles de ver y están armados con lanzas, en actitud amenazante. En su mayoría andan desnudos y las pinturas y plumas con que adornan su cuerpo, junto con sus gritos salvajes, les dan un aspecto horrendo. La viruela hace estragos entre ellos. La epidemia traída del Callao, se ha extendido por todas partes, menos por Anakena". Insinúa también al Hermano la idea de no quedarse entre esa gente. "El capitán, le dice, os volverá gratuitamente a Tahití; ir ahora a tierra sería exponerse a perder la lancha y contraer también la enfermedad". Pero al hablar así no comprende que dirige sus palabras a un hombre con alma de apóstol que no siente otro deseo sino el de consagrar el resto de su vida a la evangelización de esta raza en decadencia, y no tiene más que conducirlo en el segundo viaje de la lancha a la playa. Llegando ahí convienen en que la goleta desembarcaría al día siguiente los efectos del Hermano en la playa de Anakena hacia donde debería dirigirse por tierra. En seguida regresa Daniel a bordo, para no bajar más. A fines de este mismo año de 1864 vuelve a Valparaíso el Hermano Eugenio, escribe una extensa carta al Superior General de la Congregación de los Sagrados Corazones relatando sus labores, aventuras y sacrificios durante los primeros nueve meses de su estada en la isla.13 Ateniéndonos a la finalidad de esta publicación, en la que deseamos dar a conocer su heroica labor misionera y evangélica, entresacamos de esa carta detalles de interés religioso. Vuelto Daniel a bordo, el Hermano Eugenio se encuentra solo en tierra. Dice en su carta: "La tarea de Daniel tocaba a su término, la mía iba a comenzar. Estaba en medio de mis huéspedes. Se debía perdonar a Daniel el haber tenido miedo. Una multitud de hombres, mujeres y niños, que podían ascender

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La carta "Valparaíso, décembre 1864" está publicada en: Annales de la Propagation la Foi. Lyon, 38, 1866, 52-71, 124-138; cf. también la nota 4 (H).

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62 a 1.200, no ofrecía ninguna garantía. Aquéllos estaban armados con unas lanzas compuestas de un palo largo rematado por una piedra cortante". Buscando con sus ojos entre aquella multitud sus compañeros de viaje — los nativos repatriados — echó de ver que ellos estaban casi tan perplejos como él mismo y que los compatriotas no se preocupaban de celebrar su vuelta, sino que tenían por más urgente echar mano de sus efectos. Gran deseo tenía el Hermano de verse distante de la ruidosa reunión de gente que le rodeaba como una masa compacta y de irse con Pane a Anakena. Cada vez que intentaban escaparse Ies echaban las manos al cuello. "Cansado de una lucha inútil y sin esperanza de deshacerme de mis vigilantes guardas, quise hacer signos al barco. Agité mi sombrero, mi pañuelo, grité como pude ¡trabajo perdido! Quisimos huir, ocultándonos detrás de una roca, pero había ahí algunos individuos que, dejando pasar a Pane, me condujeron nuevamente al medio del gentío". Al fin después de comer algunas batatas cocidas en curanto14, que le ofreció Pane, pudo ponerse con él en marcha y llegar a la mañana del día siguiente a Anakena. La larga caminata, de unas seis horas15 a pie, resultó en extremo molesta, por esos caminos "hechos para desconcertar a unos pies europeos", expresa el Hermano, "el terreno de la isla es todo volcánico, mostrándose por doquier las puntas de las rocas". Al acercarse a la playa de Anakena hizo (el Hermano) señas al buque, esperando que éste le desembarcara sus efectos, pero en vano. El buque se alejó de la isla y se perdió de vista. "Fue un momento de profunda tristeza para mí, dice en su relato, cuando me vi abandonado en esta isla, sin recursos de ninguna especie y privado por mucho tiempo quizás de los medios de poder hablar de religión a estos infelices indígenas. Que el barco lleve mis efectos, pase; mas lo que era para mí una pérdida irreparable y la causa de un total abatimiento era verme desprovisto del solo objeto que había podido consolarme de la pérdida de todo lo demás, quiero decir, de un catecismo tahitiano que me era indispensable para enseñar a los nativos las oraciones y primeras verdades de la religión". Felizmente, y a Dios gracias, estaba el Hermano en un error cuando pensaba que el barco se había alejado sin desembarcar su carga. Estaba en estas tristes reflexiones cuando llegó Pane con algunos otros nativos, probablemente venidos recién de Hangaroa, que le avisaron que ahí había desembarcado el capitán sus efectos y que la gente de esa bahía ya se había apoderado de ellos. Había, pues, necesidad urgente de volver a Hangaroa para no perderlo todo. No era posible ponerse esa misma tarde en marcha. Dice que tenía los pies desollados y una dislocación en la rodilla como efecto de la caminata de la

"Modo de preparar los alimentos a base de huesos, sirviéndose de piedras calentadas que se colocan en un hoyo en la tierra cubierto de placas de basalto. Los alimentos se envuelven con hojas y así se cuecen sobre las piedras calientes. Cf. Cain, pág. 32 en este volumen (H). "El trayecto de Hangaroa a Anakena es de unos 16 kms. de terreno intransitable (H).

63 noche anterior. Era preciso esperar hasta la mañana del día siguiente. Se sirvieron batatas cocidas en curanto. Después pasó, por primera vez, una noche en una cabaña indígena, en la cabaña de Pane a Paohu, pero debido al calor excesivo que reinaba en ella y a la conglomeración de gente que cantaba y lloraba para celebrar la llegada de Pane no pudo conciliar el sueño. En la mañana se puso de nuevo en camino para ir a Hangaroa, a pesar de la fatiga producida por los días pasados. Llegando, se vio otra vez rodeado de un gentío bullicioso que cubría la playa. Ya le habían quitado parte de sus efectos: "Uno se había calado mi sombrero, dice, otro había tenido bastante maña para meterse mi levita. Todo lo que no estaba bajo llave había desaparecido. Quedábanme, empero, mis cofres y los montantes de cabaña que había preparado en Tahití". El Hermano sentía un vivísimo deseo de construir su pequeña casa para poder estar solo por lo menos en la noche. Pero la cosa no era tan fácil, porque primero no querían entregarle las maderas pensando que serían destinadas para hacer una barca. Al fin pudo coger un martillo y unos clavos y comenzar a armar las maderas. Por primera vez vieron los nativos construir una casa. Muchas veces lo interrumpían, queriendo imponérsele, pero el Hermano, ejercitando mucha paciencia, logró concluir su obra y tuvo el consuelo de dormir solo y retener bajo llave en su casa todo lo que no le habían robado. La pequeña casa del Hermano estaba en una altura que se levanta sobre la caleta de Apiña16, porque hasta ahí habían conducido durante su ausencia, desde la playa de Hangaroa, sus cofres, materiales y demás efectos. Desde la pequeña altura de Apiña se tiene una bonita vista sobre el mar. A poca distancia de la casa estaba la choza de un tal Torometi, el tirano del Hermano durante su primera estada en la isla. Por ser vecino y, probablemente, por haberse construido la nueva casa en su terreno, Torometi se consideró como dueño del Hermano y de sus haberes. "Poco después de mi desembarco, dice el Hermano en su carta, Torometi considerándose como propietario de lo que yo había traído concluyó por apoderarse de todo lo que no estaba bajo llave. Al día siguiente me fue preciso abrir mis cofres en su presencia, mostrarle los objetos que encerraban y explicarle su uso. Desgraciadamente no se contentaba con mirar. Advirtiendo una pequeña hacha, al punto se apoderó de ella, lo que fue materia de nuestra primera discusión; resistí lo mejor que pude, mas no logré que me la devolviese. Era la única hacha de la isla y él tenía gran interés en hacer su adquisición. Además, decía, yo te la prestaré. Desde entonces nunca Torometi se ha separado de esta arma y de ella se ha servido para quitarme sucesivamente todo lo que codiciaba".

"Llamada generalmente "Apiña Nui", para distinguirla de otra más chica "Apiña Iti". Apiña Nui está aproximadamente a igual distancia de Hangaroa y Hangapiko. Apiña Iti está más cerca de Hangaroa [S. Englert]. Sobre Torometi cf. también Jo Anne van Tilburg: Easter Island. Londres 1994, 33 con ilustr. n° 21 (H).

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Poblados de la Isla de Pascua 1866-1988

66 Torometi se ha separado de esta arma y de ella se ha servido para quitarme sucesivamente todo lo que codiciaba". Habiendo caído bajo la férula de su vecino Torometi, el Hermano recibía de él todos los días su ración de batatas cocidas, su único alimento diario en nueve meses. Nunca recibió otro alimento. Al anochecer de ese mismo día en que el Hermano terminó la construcción de su pequeña casa, un nativo llamado Te Manu vino a ofrecerle tres gallinas pero al verlas, se le acercó Torometi para guardarlas y cocerlas. Las guardó para siempre. Una sola ventaja significaba la actitud dominante de Torometi para el Hermano: la de estar libre de la preocupación de buscar y prepararse alimentos y poder consagrar todo su tiempo a la instrucción catequística. Así dice en su carta al Superior General: "Aquí me tenéis definitivamente establecido en mi nueva patria. Estoy aceptado y reconocido por toda la isla o al menos no tardaré en estarlo. Mi residencia va a ser el punto de reunión de todos los curiosos, esto es, de todos los habitantes. Soy el 'papá', el extranjero a quién se querrá conocer, a quién se querrá ver trabajar y, sobre todo, a quién se aplicarán a explotar. Torometi me considera como su propiedad, a mí y a mis efectos. En esta inteligencia me dará todos los días mi ración de batatas cocidas; se encargará de alimentarme. De este modo podré consagrar todo el día a la instrucción de los indígenas: es lo que he podido hacer desde mi llegada hasta mi partida". "Tres veces al día la campana anunciaba las oraciones. Cuando la gente estaba reunida recitaba la oración que los asistentes repetían, palabra por palabra: era la oración propiamente dicha. Luego venía la clase en que se repetían las oraciones, les enseñaba el catecismo y aprendían a leer. En nueve meses y unos días, como podéis imaginar, no he creado doctores; pero en fin, varios nativos, tanto muchachos como muchachas, han aprendido bastante bien las principales oraciones y los misterios esenciales de la religión. Muchos han comenzado a deletrear y hay cinco o seis que leen regularmente. Estos resultados no parecerán brillantes, pero se debe tener presente que estas pobres gentes no tenían la más leve idea de las cosas que debía enseñarles, que su lengua carecía de las palabras necesarias para designarlas, y que me era preciso aprender su lengua, lo que es más difícil de lo que se piensa... " "Para conseguir estos mínimos resultados era menester estar a cada instante a la disposición de estos niños, grandes y pequeños. Estéis pronto, o no, Señor profesor o Hermano catequista, he aquí que los alumnos llegan: golpean la puerta, y si salgo inmediatamente buena señal, se comenzará la clase sobre la yerba, en frente de la casa, pero si tardo un poco, o si creyendo advertir entre los discípulos más ganas de divertirse que de aprender y los despido para más tarde, no desperdician la ocasión. Después de haber golpeado la puerta llaman también alrededor de la casa; en seguida se sientan a distancia y se entretienen en tirar piedras, al principio pequeñas, después mayores, para sostener el interés. Esté el catequista de buen humor o no, preciso es que se presente.

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Salgo entonces, armado con mi catecismo, y sentándome en la yerba les digo: Vamos a ver ¡aproximaos! que vamos a aprender las oraciones. No, responden los discípulos, acércate tú, ven acá. Lo más simple es ir. Entonces todos se sientan sobre la yerba y repiten las oraciones, preguntas y respuestas del catecismo con más o menos atención y con un tono más o menos satisfactorio. Al cabo de cierto tiempo llegan nuevos discípulos. Los que se fastidian primero se levantan y se van; los últimos llegados no tardan en seguirlos; pronto queda el sitio libre y el profesor puede ocuparse en otra cosa, con la condición, no obstante, de volver a comenzar cuando a estos caballeros se les antoje de nuevo reanudar el ejercicio. Si no es hoy, será mañana. Estad listo, pues aquí hay pocas ocupaciones, pocas distracciones, y pronto llamarán a la puerta del 'papá' diciendo: 'Enséñanos a orar'." El Hermano consideraba necesario tener una capilla, y a eso se puso a la obra en los cortos ratos que le dejaba la enseñanza del catecismo y las oraciones, pero el éxito no fue muy satisfactorio: "No cabía elección para los materiales de construcción: no tenía a mi disposición más que tierra mezclada de paja y secada al sol. Como estábamos en estío, hube de contentarme con el agua de mar para mojar la tierra y con yerbas secas en lugar de paja. A pesar de todo hubiera podido hacer algo más que regular si las lluvias de invierno no hubiesen venido a detenerme, y si hubiese tenido vecinos más escrupulosos. Por más que yo cortase yerba y la pusiese a secar Torometi encontraba lo más simple del mundo emplearla para el servicio de su curanto, y cada día yo no hacía más que volver a comenzar. Lo más que he podido hacer en tres meses ha sido un principio de capilla, de ocho metros de largo por cuatro de ancho y las paredes tienen apenas un metro treinta de altura. Las lluvias no me han permitido continuarla y Torometi, a quien había hablado para que me ayudase, me declaró muy en alto que no quería una casa de barro. Abandoné, pues, mi trabajo de albañil para ocuparme únicamente de la enseñanza del catecismo". Animado de celo apostólico el Hermano deseaba no solamente enseñar a la gente que venía a su sitio en Apiña, sino también a los que vivían en regiones distantes y aún hacer la visita general de la isla. Con el fin de preparar los ánimos quiso hacer algunos presentes a los jefes que debía visitar. Cuando manifestó su designio a Torometi, éste por de pronto se opuso, pero después pareció aprobar la idea. Llegó a la casa de Te Manu, en la región de Anakena, comenzó a hacer el catecismo y se alegró al ver las buenas disposiciones de sus oyentes, pero a los pocos días le anunciaron que Torometi se había aprovechado de su ausencia para apoderarse de todo su ajuar. Volvió de Anakena, acompañado de un grupo de nativos. Torometi, al ver al Hermano, manifestó gran sorpresa. Dijo que era incapaz de causar el menor peijuicio y aseguró que la ventana forzada y la desaparición de la mayor parte de los objetos que había en el interior de la casa era efecto del viento.

68 A causa del resultado de esta su primera excursión, y también por haber empezado la estación de invierno con lluvias más frecuentes, prefirió el Hermano esperar y no salir tan pronto a otra excursión misionera. Se acercaba el mes de septiembre en que se celebraban fiestas en Mataveri, como preludios de la búsqueda del primer huevo anual del pájaro manutara17 en el islote Motunui y de la ceremonia de investidura del jefe elegido "hombrepájaro" en Orongo (la agrupación de casas subterráneas en la altura del volcán Rano Kau, frente a los tres islotes). Fue en esa época cuando Torometi le quitó nuevamente vestidos y otros efectos al Hermano so pretexto de guardárselos en un lugar seguro. La situación se ponía cada día más difícil y poco menos que insoportable pues también se oponía y poma dificultades cuando el Hermano salía a bautizar moribundos que, enseñados ya en la religión, imploraban esa gracia. Uno de ellos fue su compañero de viaje, Pane a Paohu, quien, a pesar de haber estado algún tiempo en Tahití, no se había presentado todavía para el bautismo. Deseoso de sustraerse a las exigencias de Torometi el Hermano hizo un intento de fuga, pero fracasó. Se fue, en ausencia de Torometi, con un menguado bagaje a Hangapiko donde en apariencia las gentes se mostraban complacientes con el famoso "papá", pero no eran sinceros tampoco pues contaban con desnudarlo quitándole lo último que tenía. De repente se presentó ahí Torometi acompañado de algunos hombres, y por fuerza llevaron al fugitivo nuevamente a su casa. Poco después llegó desde Mataveri a Apiña un tal Tamateka, enemigo de Torometi, acompañado de muchos amigos. Se reunieron en el sitio entre la choza de Torometi y la casa del Hermano Eugenio. Los ánimos estaban exaltados; todos hablaban y la discusión se enardecía. Torometi no se atrevía a hacer nada contra esa multitud hostil y se quedó impacible y sentado cuando arrancaron la paja del techo y prendieron fuego a su choza. El Hermano temía que su casa corriera idéntica suerte, pero felizmente nada sucedió; al contrario, algunos nativos que también estaban armados de lanzas, se pusieron a hacer guardia alrededor de la casa del Hermano evidentemente para protegerlo. Después del incendio de su choza se dispuso Torometi a alejarse del teatro de su infortunio. Se dirigió hacia Mataveri y llevó consigo al Hermano, pero no pudieron hacer solos el trayecto: "La multitud compacta y agitada nos acompañaba, dice el Hermano. Hallábame en medio de este gentío, apretado por todas partes y atolondrado por el tumulto. Mi turno llegó. Repentinamente sentía que me cogían el sombrero, y en el mismo instante dos o tres brazos vigorosos me desembarazaron de mi

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La isla Motu Nu¡ está a unos 1,5 kms. de la tierra firme de la Isla de Pascua. Sobre ello, cf. Heide-Margaret Esen-Baur: Untersuchungen über den Vogelmann-Kult auf der Osterinsel {Estudios sobre el culto del hombre-pájaro en la Isla de Pascua). Wiesbaden 1983; y Cain, págs. 25s. en este volumen (H).

69 paleto, de mi chaleco, de mis zapatos, etc., y los redujeron a pedazos. Encontróme vestido poco más o menos como mis vecinos. Cuando pude echar una ojeada en mi derredor y vi a mis saqueadores adornados de mis despojos, el uno llevaba mi sombrero, el otro los retazos de mi paleto, y los que habían echado mano de mi catecismo y de mis libros de oraciones buscaban la manera de hacer entrar estos objetos en su adorno. La marcha no se había suspendido por estos incidentes. Tomé el paso como los demás y llegamos a una casa que se trataba de incendiar, pero no hubo acuerdo para ello y la multitud se dispersó poco a poco. Creíme entonces en el término de mis peregrinaciones y, a pesar de las emociones del día, me consolé con la esperanza de pasar la noche en este punto pero Torometi quiso que volviésemos a mi casa: su intención era ir a buscar varios objetos que se hallaban en ella". Hablando de esta caminata hasta su casa, agrega el Hermano que fue el peor momento de la jornada. Estaba muy oscuro ya, y como andaba descalzo se desollaban los pies a cada paso. Como le habían robado sus llaves, con los vestidos, no pudo abrir la puerta de la casa y tuvo que entrar por el techo. Entregó a Torometi todo cuanto codiciaba y se tuvo por dichoso de poderse calzar con un mal par de zapatos y embozar su cuerpo a la romana con una manta vieja. Tomaron en seguida nuevamente el camino a Hangapiko para pasar la noche en la choza del hermano de Torometi. No sabemos si fue en ese mismo día de tantas injurias y contrariedades o en una ocasión anterior que un hombre malévolo — según la tradición de una familia que se llamaba Vevete — empezó a tirar piedras contra el Hermano. Aunque algunas personas aplaudieron, con sus risas y burlas, ese acto criminal, otros felizmente se opusieron e impidieron que se le diera la muerte. Con su espíritu de caridad pasa el Hermano en silencio ese hecho que nos lo refiere el P. Roussel. Al fin se produjo un cambio de la situación. Desde la choza de Hangapiko condujo Torometi mismo, en la mañana del día siguiente, al Hermano Eugenio al otro lado de la isla, a la costa de Vaihú, que dista unos cuatro o cinco kilómetros. ¿A qué se debía la resolución de Torometi de llevar al buen Hermano a otra región? Se sentía tal vez responsable por su seguridad, y se puede pensar también que en su alma tan típica mezcla polinésica en que los extremos — los sentimientos bajos y nobles — se tocan, se haya producido un inesperado cambio de pensar. Llegado a Vaihú, encontró el Hermano gentes más afables, más dóciles, más deseosas de instruirse que en otras partes. Dice: "Me puse a hacer el catecismo con nuevo ardor". ¡Qué palabra tan hermosa, tan admirable, tan típica de su celo apostólico! Para cualquier otro, la situación en la isla en esas circunstancias habría parecido desesperante e insoportable; pero el Hermano Eugenio, que en la costa de Hangaroa y Apiña había sido despojado de todo, que ya no tenía su propia pequeña casa, que para cubrir su frágil cuerpo tenía sólo una vieja manta, para calzar sus pies sólo un par de viejos y miserables zapatos, para alimentarse sólo unos pocos camotes diarios, para beber un

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poco de agua de lluvia, que carecía de toda clase de comodidades que nosotros — por pocas que sean nuestras exigencias —, consideramos indispensables para la vida, este hombre, verdaderamente hombre de Dios, se sentía feliz de poder reanudar con más tranquilidad su trabajo de catequista. "Con nuevo ardor" empezó este apóstol del Evangelio su labor, pero, sin que lo esperara, se acercaba la hora en que debía terminar su soledad: había apenas pasado ocho días en la región de Vaihú enseñando a la gente, a grandes y chicos, cuando muchachos que asistían a una de sus clases exclamaron "buque" señalando con sus dedos un punto negro en el horizonte. Era la goleta "Teresa Ramos", fletada por el P. Provincial, R. P. Pacomio Olivier, en ella venían el R. P. Bernabé Castán18 y el Hermano Hugo Delpech19 encargados de buscar al Hermano Eugenio y llevarlo al continente. El viaje había sido muy duro: un mar agitado había cubierto frecuentemente al pequeño velero. El capitán cayó enfermo en el trayecto, el cronómetro se descompuso por varios días, el barco navegaba a la deriva. El día nueve de octubre, domingo, el capitán, restablecido de su enfermedad, declaró que si no podía tomar la posición, al día siguiente volvería a Valparaíso. Muy entristecido por este anuncio el P. Bernabé se puso a rogar a Dios con fervientes súplicas y le ofertó el sacrifìcio de su vida. He aquí que, al día siguiente, diez de octubre, a las once de la mañana, divisó el capitán nuestra isla desde la altura del mástil. El Hermano Eugenio vio pasar en la tarde el pequeño barco con dirección hacia el sur, hacia el Rano Kau, pero le prestó poca atención pensando que pasaría de largo, como otros barcos que en ese año se divisaron en el horizonte y desaparecieron después de un rato. Se acostó sin acordarse más del barco. Pero, en la mañana siguiente, llegó un niño enviado por Torometi para darle la noticia de que el barco estaba frente a Hangaroa. El Hermano partió deprisa, en ayunas, y se encontró con Torometi que venía a su encuentro. Como la goleta enarboló la bandera francesa, el Hermano tranquilizó a los nativos que temían fuese un barco pirata y antes de que una lancha se desprendiera del buque varios nativos, hombres y mujeres, se lanzaron al agua para acercarse nadando. El P. Bernabé les hizo señas para que subieran, sin temor, a bordo. Una mujer fue la primera que llegó arriba. Nunca había visto a un sacerdote pero inmediatamente se dirigió hacia el Padre y, a guisa de saludo, hizo delante de él la señal de la cruz y recitó el Padre Nuestro, el Ave María y el Credo. Otros nativos detrás de ella hicieron lo mismo. El Padre les preguntó: "¿Quién os ha enseñado estas palabras?". Todos respondieron: "El papá". "¿Dónde está

"El Padre Barnabas [Bernabé] (Pierre Jean) Castan nació el 19-IX-1808 en Trédou (Département Aveyron; Diócesis Rodez, Francia), y murió el 31-VII-1902 en Papeete, en Tahiti. Cf. Dederen (nota 4), 117 e ilustr. 2 de la pág. 118 (H). "Fray Huges [Hugo] Delpech nació el 8-Ü-1821 en Varayre (Département Lot; Diócesis Cahors, Francia) y murió el 25-11-1881 en Santiago de Chile. Cf. Dederen (nota 4), 117 (H).

71 el papá?" Todas las manos señalaron la pequeña casa en la costa cercana, cons traída sobre Apiña Nui. Esta escena, tan espontánea, fue evidente prueba del fructuoso trabajo del heroico catequista. Aunque muchos en verdad, se habían portado en forma poco respetuosa con el "papá" y lo habían despojado aún de sus efectos, todos demostraron en ese momento que no en vano le habían pedido: "Enséñanos a orar". La simiente de la palabra de Dios, sembrada entre salvajes y con tantos sacrificios, ya había empezado a dar su fruto, a lo menos en una parte de la población. Deseosos de encontrarse con el Hermano Eugenio, el P. Bernabé y Hermano Hugo bajaron a la chalupa para dirigirse a la playa de Hangaroa. Torometi cogió entonces al Hermano Eugenio y sobre sus hombros lo condujo hasta la chalupa, donde cayó en los brazos de sus cohermanos. La chalupa volvió al barco en donde vistieron al Hermano y le dieron de comer. Vestido de nuevo y confortado por el alimento el Hermano gustoso habría vuelto a tierra para continuar su labor catequista, pero el P. Bernabé lo convenció de que era preferible regresar por una temporada al continente. ¿Quién mejor que él podría ayudar en los preparativos para el pronto establecimiento de una misión en la isla? Y así, la goleta zarpó de inmediato para regresar a Valparaíso. Nos imaginamos al Hermano Eugenio mirando desde la cubierta con un escozor de nostalgia la isla hasta que los últimos contornos de sus montañas se perdieron tras la implacable línea del horizonte. Era ya "su" isla por la cual se había sacrificado y quería sacrificarse hasta el fin. ¡Animo, valeroso y fiel heraldo de Cristo! La isla se pierde de tu vista, pero tu ausencia no será larga, pronto volverás para consagrarle todo el resto de tu vida!

III CAPÍTULO EJEMPLAR EVANGELIZACIÓN DE UNA ISLA PAGANA

1866-1870

75 Los fervientes deseos del Hermano Eugenio no tardaron mucho en cumplirse. Vuelto a Valparaíso, prosiguió su interrumpido noviciado. En consideración a sus excepcionales méritos, sus Superiores, haciéndole valer siete meses anteriores a su probación religiosa, le permitieron profesar el día 8 de mayo de 1865 como Hermano Coadjutor de la Congregación de los SS.CC. Al imponerse del informe que le diera el Hermano sobre la isla, el Provincial, R. P. Pacomio Olivier, juzgó que no se debía perder más tiempo y establecer allí una misión cuanto antes; le encargó los múltiples preparativos para tal empresa al Hermano Eugenio mismo ya que con la experiencia adquirida en los nueve meses anteriores y su sentido eminentemente caritativo y práctico sabía mejor que nadie lo que debía llevarse para abastecerse y socorrer a los nativos, levantar algunos edificios, etc. Personas caritativas ayudaron generosamente para la adquisición de tantas cosas en Valparaíso. Como primer sacerdote misionero de Rapa Nui destinaron los Superiores a un apóstol experimentado en la persona del R. P. Hyppolyte Roussel, quien se había venido de Francia en 1854 para dedicarse a la evangelización de los nativos de las islas Tuamotu y Gambier (Mangareva). Terminados los preparativos se embarcaron los 2 misioneros y llegaron hacia fines del año 1865 a Papeete, sede del Vicario Apostólico Mons. Stephan Jaussen; se calcula que se quedaron 2 ó 3 meses allí y que en febrero de 1866 un velero de 2 mástiles que tenía el bello nombre de "Notre Dame de Paise" los condujo a Mangareva, la isla donde el eminente misionero P. Honoré Laval20 hizo excelentes trabajos de evangelización y civilización que hicieran decir a Laprace, comandante de un buque francés: "No hay nada más hermoso, los misioneros hacen milagros allí, los mismos protestantes dicen que las Islas Gambier son un paraíso terrestre". Tres nativos de Mangareva, Arari, Aeraki y Papetati se ofrecieron espontáneamente para acompañar a los misioneros y cooperar en su futura labor, ofrecimiento que fue aceptado. Continuando su viaje, el "Notre Dame de Paise" hizo su entrada en la bahía de Hangaroa el 23 de marzo. Tal como ocurriera dos años atrás, en la primera llegada del Hermano Eugenio, se juntó en la playa una multitud de nativos pintarrajeados y armados de lanzas y se oía un gran griterío. El Padre Roussel una vez en tierra no se dejó intimidar por su feroz aspecto y siguiendo el consejo de un nativo que quería protegerlo se puso encima de la piedra alta de un ahu y desde este lugar considerado tapú (sagrado) bendijo la tierra de Rapa Nui y habló a la gente, usando la lengua de las Islas Tuamotu que había aprendido. Debido a la similitud de la lengua de Tuamotu con la de Rapa Nui pudieron entenderse. Inmediatamente empezó el desembarque de la variada carga: efectos personales de los misioneros, víveres, materiales de construcción, herramientas,

20

Sobre el Padre Honoré Laval, cf. Jaspers (nota 4), 126, 183ss., 205-211 (H).

76 objetos de uso litúrgico, etc. No se podía perder tiempo porque la goleta iba a quedarse solamente 5 días y la carga era mucha; no era fácil la faena del desembarque y a pesar de la continua vigilancia del P. Roussel se cometieron muchas raterías. Los objetos de mayor valor quedaron pronto en lugar seguro y cuando el 28 de marzo la goleta zarpó, el Hno. Eugenio había levantado ya dos casas de habitación con la ayuda de los 3 jóvenes de Mangareva, una para los 2 misioneros y la otra para sus ayudantes. Durante los primeros meses los misioneros tuvieron que ejercer la virtud de la paciencia hasta un grado un poco heroico porque eran el blanco de agresiones hostiles de un grupo de nativos que, no pudiendo apoderarse de sus cosas, se vengaban molestándolos día y noche, rodeando las casas con gritos salvajes y tirando piedras contra las paredes. "Imposible, dice el P. Roussel, cerrar los ojos de día y de noche: era necesario cerrar todo herméticamente y encender las lámparas en pleno día". Calmándose poco a poco los ánimos, los misioneros pudieron al fin comenzar a dedicarse a sus trabajos: el Padre a salir a visitar a los enfermos y a bautizar moribundos, previa instrucción religiosa, y el Hno. Eugenio ayudado por los mangarevos a construir otros edificios y cultivar un terreno, huerta y jardín. El primer edificio debe haber sido el de la iglesia ubicada en la playa de Hangaroa y más tarde trasladada a una distancia de aproximadamente 500 mts. más arriba (probablemente a principios de 1868, después de haber adquirido el P. Roussel un terreno para la misión en octubre de 1868). No habían cesado todavía todas las manifestaciones agresivas, cuando un día en que el Hermano trabajaba excavando un profundo pozo con el objeto de encontrar agua, llegó un hombre insolente, bajó y exigió que le entregara sus vestidos, bajo amenaza de sepultarlo vivo. Felizmente llegó en ese momento crítico el P. Roussel, quién amenazándolo con su bastón, obligó a ese individuo a retirarse. En general se notaba ya un cambio en la situación: muchos de los nativos comenzaron a comprender la labor de los misioneros y a la llamada de la campana acudían cada vez grupos más numerosos de gente para asistir a la instrucción religiosa del Padre y de sus ayudantes de Mangareva, siempre deseosos de aprender la doctrina cristiana y hermosos cantos religiosos. Pronto la iglesia se llenó en domingos y días festivos con gente que asistía a la Santa Misa, que acompañaban con oraciones y cánticos. Así pasaron siete meses; en octubre de ese mismo año de 1866 llegaron dos misioneros más a bordo del velero "Tampico": el Rvdo. P. Gaspar Zumbohm21

2I

E1 Padre Kaspar [Gaspar; Gaspard] (Theodor Wilhelm) Zumbohm nació el 7-IV-1823 en Südkirchen (actualmente localidad perteneciente al término municipal de Nordkirchen, aprox. 30 kms. al suroeste de Münster/Westf.; Diócesis Münster) y murió el 21-VIII-1887 en Quito (Ecuador). Cf. Dederen (nota 4), 122 e ilustr. 9 de la pág. 119 (H).

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y el Hno. Teodulo Escolán22. Ellos tuvieron la grata sorpresa de ver que el trabajo paciente y abnegado de los misioneros ya empezaba a dar fruto: una bulliciosa multitud los esperaba en la playa, pero no ya en actitud hostil, y cuando la lancha que se acercaba a la playa se quedó a cierta distancia de tierra debido a la marea baja, robustos nativos se lanzaron al agua y se ofrecieron para traer sobre sus hombros a los misioneros a fin de que no se mojaran. "Llegados a tierra, dice el P. Zumbohm, nos vimos cercados de una multitud que nos dirigía un sinnúmero de preguntas, no pude entender palabra porque no conocía aún su idioma, pero comprendí sin embargo los cariñosos saludos de estas buenas gentes porque sus gestos eran para nosotros más expresivos que sus palabras. Cuando poco después se tocó la campana, al instante entraron los nativos corriendo a la iglesia y empezaron oraciones y cantos; fue un espectáculo verdaderamente admirable, todos rezaban con tanto recogimiento". El capitán del Tampico quedó admirado, pero este capitán, J. Onezime Dutrou-Bornier23, cambió de actitud unos 3 ó 4 años después y se convirtió en enemigo de los misioneros, como veremos más adelante. En una carta que después de este viaje escribe al P. Superior de los Misioneros de SS.CC. en Valparaíso se expresa así: "He quedado maravillado al ver lo mucho que han conseguido dos hombres con su paciencia y su trabajo en tan pocos meses; aquí donde pensaba encontrar sólo una cabaña desmantelada, he visto edificios bien construidos, rodeados de murallas y rejas, una capilla adornada de vistosas flores, un galpón con su jardín al lado, y en los alrededores los terrenos cultivados y plantados. No sé qué debo admirar más, si el trabajo inteligente del Hno. Eugenio o la angelical paciencia del P. Roussel; he visto la iglesia llena, he contemplado a esos mismos salvajes que antes habían recibido a pedradas a los extranjeros rezar de rodillas nuestras más hermosas oraciones y cantar en lengua nativa, en francés y latín". Durante los primeros 2 ó 3 años que se quedaron el P. Zumbohm y el Hno. Teodulo en la Misión de Hangaroa acompañando y ayudando al P. Roussel y al Hno. Eugenio, ayudaron en la edificación de la iglesia y la escuela en la

22

Fray Teodulo [Théodule] (Jean-Marie) Escolán nació el 25-XI-1818 en Cadroc (Département Ille-et-Vilaine; Diócesis Rennes, Francia) y murió el 22-VIÜ-1904 en Papeete (Tahiti). Cf. Dederen (nota 4), 120 e ilustr. 4 de la pág. 118. Las cartas del Padre Zumbohm al "Directeur DES ANNALES" están publicadas en: Annales de la Congrégation des SacrésCoeurs de Jésus et de Marie. París, vol. 6/46 (oct. 1879), 660-667; vol. 6/50 (1880), 117131; 6/52 (1880), 231-242; 6/54 (février-juin 1880), 377-385 (H). "En abril de 1868 aterrizó en la Isla de Pascua el aventurero francés Dutrou-Bomier, quien cerró un pacto con un inglés, un tal John Brander, para explotar la isla. Como los misioneros se negaron a legitimizar con su firma su "contrato de compra", Bornier destruyó en 1870 las estaciones de la misión y sus campos, prendiéndoles fuego a las cabañas y disparando contra el Padre Roussel. Los misioneros se vieron obligados a abandonar la isla. En 1876 Bornier fue asesinado por un nativo. También el Padre Sebastián Englert informa sobre ello (cf. en esta edición el capítulo IV, págs. 85 ss.) (H).

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región de Vaihú, cerca de Hangatee en la costa sureste, para extender el campo de labor misional y facilitar a la gente de ese lado la asistencia a los servicios religiosos. Es probable que haya sido en 1869 cuando el P. Zumbohm adquirió terrenos para la Misión en esa región. En una carta que él escribió en octubre de 1868 al P. Gral. de la Congregación, hemos encontrado interesantes datos sobre la labor de los cuatro misioneros: se dedicaron a la instrucción de la juventud, conversión de los adultos, cuidado de los enfermos y ayuda material a la nueva cristiandad que vivía en verdadera indigencia, labor ejemplar de evangelización. Para hacer una obra durable era de primordial necesidad dedicarse a la instrucción y educación de la juventud. Con este fin edificó el Hno. Eugenio, en el primer recinto de la Misión, en la playa de Hangaroa dos casas de asilo — podríamos llamarlas "internados" — para jóvenes de ambos sexos, en especial para los numerosos huérfanos cuyos padres habían sido llevados por los piratas a la esclavitud. La gente les dio a estos dos grupos de asilados el nombre en rapanui de pukuranga, lo que significa: séquito, grupo de alumnos, de adictos. El P. Gaspar Zumbohm tuvo el cuidado de los jóvenes que al tiempo de su llegada eran 45, el P. Hyppolyte Roussel tomó a su cargo la vigilancia y enseñanza de las niñas. Estas dos casas de internado eran pobres, pero con sus murallas de piedras talladas y sus ventanas contrastaban ventajosamente con las chozas bajas y oscuras de los nativos. Además, tenían los pukuranga camas, verdadero lujo para ellos que no se conocía en las chozas. De un largo cable dejado por un barco y encontrado en la playa se desprendieron hilos de acero y con ellos se hizo una centena de somieres. Las horas del día se pasaban reglamentariamente entre trabajos, oraciones y algunas enseñanzas: en la mañana se daba la señal para levantarse y comenzar el día con una invocación al Corazón de Jesús, luego iban todos a la iglesia para las oraciones, la Santa Misa y una breve instrucción religiosa; después de un frugal desayuno todos se dirigían a sus diversas ocupaciones: algunos de los jóvenes trabajaban bajo la dirección del Hno. Eugenio, otros plantaban batatas, ñames24 y taro23, otros preparaban la tierra para poder sembrar maíz y frejoles. Este último trabajo se podía hacer en muy pequeña extensión de terreno, porque faltaban aún bueyes e implementos agrícolas y era necesario usar solamente los puntiagudos palos a la manera rapanui antigua. Cuando estaba el mar en calma algunos salían también a la pesca para mejorar el rancho, acompañados de un pescador de profesión; en la tarde había también alguna instrucción religiosa, clases de lectura, escritura, cena, juegos y la oración de la noche. Bien preparados de esta manera varios de los pukuranga recibieron ya en el año 1867 el sacramento del bautismo e hicieron su primera comunión. Otros la hicieron más tarde, pero antes de que fuesen admitidos los adultos. En

24

Cf. también Cain, pág. 31 en este volumen (H).

"Cf. también Cain, ibid. (H).

79 su carta dirigida al Rev. Padre General de la Orden dice el P. Zumbohm que 30 alumnos ofrecieron la Santa Comunión en la misa en las exequias del difunto Hermano Eugenio el día 21 de agosto de 1868, y que el 17 de octubre hicieron otros 16 de sus pukuranga la primera comunión. "Treinta, otros y varías niñas que la habían hecho antes los acompañaron a la Santa Misa. Fue una hermosa fiesta y los nuevos cristianos asistieron en gran número con religioso recogimiento". De los adultos fueron bautizados antes del año 1868 solamente los moribundos; los misioneros consideraban su deber preparar bien a sus catecúmenos dándoles una sólida instrucción para que, de paganos que habían vivido en un medio ambiente de decadencia moral, se convirtiesen en cristianos, no sólo de nombre, sino de verdad. Se les exigía asistir con constancia y fervor a las catequesis y misas dominicales. Debe haberles hecho también una gran impresión presenciar las solemnes ceremonias de una misa con diácono y subdiácono, a principios de 1868, pues fue en esa época que el Obispo de Tahití hizo un especial gasto para que el buque en que iban los tres misioneros P. Ropert, futuro Obispo de Hawai26, P. Eich27, gran misionero de Moorea y el Hermano Fritzen, del continente, hiciera escala en Rapa Nui. Por fin parecía haber llegado el tiempo para bautismos colectivos de catecúmenos adultos. Dice el Padre Zumbohm que se vieron obligados a ceder a las repetidas instancias de ellos que a gritos pedían ser admitidos al bautismo. El primer grupo de 380 adultos fue bautizado el día 14 de febrero; otros grupos recibieron este sacramento en la vigilia de Pascua de Resurrección, en vísperas de Pentecostés, en los dos días precedentes a la fiesta del Corazón de Jesús; un numeroso grupo en la vigilia de la fiesta de la Asunción de la Virgen María, 14 de agosto, día en que comenzaron las sagradas ceremonias a las 6 de la mañana para terminar a las 2 de la tarde. Un último, pequeño grupo de sólo siete personas, fue bautizado el 4 de octubre. En la mencionada carta expresa el P. Gaspar Zumbohm su viva alegría por la conversión de la población, expresando el deseo de que "todos los habitantes de la isla se hagan tan valientes soldados del reino de la luz, como antes lo eran del de las tinieblas, pues hace poco tiempo nomás que nuestros queridos indígenas han querido levantar el velo del

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EI Padre Gulstan (François) Ropert nació el 30-VID-I839 en Kerfago, St. Gildas de Rhuys (Département Morbihan, Francia) y murió el 4-1-1903 en Honolulú (Hawai). En septiembre de 1867 se fue a la misión de Hawai. En junio de 1892 fue nombrado Obispo Titular de Panopolis y Vicario Apostólico de las Islas Hawai. Cf. Dederen (nota 4), 122 (H). 27 E1 Padre Georg [Georges] (Peter Joseph) Eich nació el 17-V-1845 en Kärlich (actualmente localidad perteneciente al término municipal de Mülheim-Kärlich, aprox. 8 kms. al noroeste de Coblenza; Diócesis Tréveris). Tras sus estudios de Lovaina se fue a la misión de Tahití, llegando a Papeete el 22 de marzo de 1868. En 1904 fue nombrado Obispo Coadjutor de Möns. Verdier (cf. nota 33) con derecho a sucesión en el Vicariado Apostólico de Tahití y Obispo Titular de Sétif; sin embargo, falleció ya el 6-111-1905 en Papeete, Tahití. Cf. Dederen (nota 4), 117 e ilustr. 4 de la pág. 118 (H).

80 silencio sobre la historia de los horrores y atrocidades del pasado: el canibalismo, las guerras y devastaciones desde una bahía a otra por codicia y manía; el considerar como honroso y heroico matar de un golpe de matáa28 (obsidiana) al prójimo por pertenecer a otra tribu; la poligamia; el desprecio de la vejez; el abandono en que se dejaba a los enfermos por juzgar que no volverían ya a la salud; el maltrato de las mujeres. Gracias a Dios el paganismo con sus horrores está sepultado, y tenemos la dulce y bien fundada confianza de que, con la ayuda de los Sagrados Corazones, ningún individuo piense volver al paganismo". Refiriéndose a los neófitos adultos dice el Padre que, si continuaban con sus buenas disposiciones y la asistencia a la instrucción catequística, un grupo de ellos podría hacer su primera comunión a fines de la próxima cuaresma, en 1869. En especial hace mención de dos individuos, que de temidos y conocidos antes como los más violentos y pendencieros de la isla, dieron el ejemplo de completa conversión al cristianismo: un tal Roma y el famoso tirano del Hermano Eugenio, Torometi. De Roma se dice: "El que hizo temblar a tanta gente y llenaba de espanto a tantos corazones, se ha vuelto dócil y dulce; antes tan celoso de sus antiguas costumbres y tan interesado en mantenerlas, abomina hoy el paganismo con sus costumbres viciosas y reprime con severidad la menor tentativa de malicia en el individuo; no puede sufrir que se le llame por su antiguo nombre. Antes yo era Roma, dice, pero ahora soy Tépano (versión tahitiana de Esteban) y tantos méritos ha hecho para ser investido con las insignias de gendarme que en ello maravilla y pone todo su empeño para mantener el orden con un ardor que más de una vez ha sido menester decirle que debe ser moderado". A Torometi lo alaba diciendo que "igualmente no deja nada que desear, es ordenado, trabaja y planta él mismo, no humilla ya a nadie, ya no apoca ni le pega a su mujer desde que es cristiano, por lo que ella está muy contenta". A las expresiones de alegría y optimismo por la conversión de la isla, siguen sentimientos de tristeza en la carta del buen misionero; pues, recuerda con gran afecto al Hno. Eugenio y habla con profundo pesar de la mortandad que amenaza acabar con la nueva cristiandad. El Hno. Eugenio murió víctima de una epidemia de tisis que desde algunos años hacía estragos entre la población nativa. Probablemente había contraído la enfermedad el año 1864, a consecuencia de su muy deficiente alimentación durante esos penosos nueve meses de su primera estada. Vuelto a la isla en 1866 se mostró incansable en sus múltiples actividades de constructor de edificios, carpintero y hortelano, pero tampoco tenía siempre suficiente alimentación. Además hubo épocas de escasez de víveres en la Misión debido a la

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Punta de lanza hecha de lava vidriosa (H).

81 necesidad de alimentar a los numerosos pukuranga y a las malas cosechas de camotes, que eran el alimento principal. En abril de 1868 pasaron por la isla misioneros que venían de Valparaíso en viaje a otras islas. Trajeron víveres y, gracias a la mejor alimentación, el Hno. parecía recuperar su salud, pero no fue más que una mejoría transitoria. En julio de ese año cayeron grandes lluvias que resultaron funestas para el enfermo, que tenía incesantes ataques de tos. El 2 de agosto, domingo, día de sol, el Hermano hizo un paseo, el último, con el Padre Zumbohm. Fueron a Apiña, donde estuvieron sentados en el pasto, cerca de la costa. El Hermano hizo recuerdos de su primera estada en ese lugar. Para llevarle a reminiscencias más gratas, el Padre le hizo recordar los apacibles años de su infancia. De Apiña siguieron camino hasta Mataveri donde conversaron con el Sr. Dutrou-Boraier que por entonces era amigo todavía de la Misión, y volvieron en la tarde a Hangaroa. Desde el 12 de agosto tuvo que guardar cama. En la vigilia de Asunción, después de terminar la larga ceremonia de los bautismos, el P. Zumbohm fue a ver al Hermano y éste le preguntó si todos los paganos habían sido bautizados. Cuando el Padre le dijo que todos, menos unos pocos que no habían podido venir pero que pronto recibirían también el bautismo, el Hermano le replicó: "Dios sea loado", pasando un rayo de alegría sobre su rostro. Con pleno conocimiento recibió ese mismo día los santos sacramentos y el día 19 de agosto a las 11 de la noche, entregó su alma a Dios. Casi todos los habitantes de la isla, incluso el Sr. Dutrou-Bornier, asistieron a la misa exequial y entierro del fundador de la Misión de Rapa Nui. Los pukuranga rezaron mucho por su querido bienhechor. La epidemia de tisis — una especie de phtisie contagíeme como la llama el P. Zumbohm — causó terribles estragos en la población nativa. Dice en su carta: "Si Dios no la hace cesar acabará con nuestros indígenas dentro de cuatro o cinco años. En los últimos dos meses — agosto y septiembre de 1868 — hemos enterrado 37 muertos". Mortandad verdaderamente alarmante en una población que, en ese año, era sólo de 930 almas. No es de extrañar que, según el censo del P. Roussel, en el año siguiente no quedaran más de 650 personas. La enfermedad se declaró también en los internados de pukuranga de ambos sexos. A mediados de 1867 pidió el P. Zumbohm a un jefe de la región de Vaihú que le cediera una choza larga que tenía, cerca de Hanga Pou Kura, para instalar ahí un grupo de niños enfermos. El jefe accedió gustoso y el Padre mandó hacerle ventanas para la ventilación y una división en el centro para separar en esa "enfermería" a los que visiblemente estaban atacados del mal, de los casos todavía dudosos. Deseando hacerles agradable la estada en esa especie de sanatorio, el Padre les compró caña de azúcar y batatas, les dio útiles de pesca para que en días de calma pudiesen salir al mar, y los visitaba casi diariamente mostrándose lo más risueño posible, como dice en su carta, aunque tenía el corazón apesadumbrado por la triste situación. Sus esfuerzos para

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salvar a sus queridos huérfanos resultaron casi enteramente infructuosos: con excepción de muy pocos, murieron todos víctimas de la terrible epidemia. El buen misionero, que quería a todos los huérfanos con un cariño verdaderamente paternal, lamentaba en especial perder a algunos cuya conducta permitía esperar que servirían de modelos de cristianos. Tenía entre los enfermos de gravedad, y sin esperanza de recobrar la salud, a un niño de 14 ó 15 años que en el bautismo recibió más tarde el nombre de Eutimio. Era el más inteligente de todos, y en materia de religión era el más piadoso. Ya antes de ser bautizado acompañaba al Padre a lugares distantes para ayudar a enseñar el catecismo, pues sólo en 1869 vinieron los nativos en su casi totalidad a vivir en los pueblos de las regiones de Vaihú, Vinapú y Hangaroa. Eutimio le sirvió mucho al Padre para aprender el idioma, y cuando éste le dio vestidos para que se los pusiera en las salidas al campo y en los días festivos se mostró feliz. "Tú eres mi padre y mi madre, le dijo al misionero, no tengo otros, los míos han muerto". "Lo sé, le contestó el misionero, y levantando los ojos al cielo agregó: tú tienes un Padre infinitamente mejor". "Sí, respondió el niño, nuestro Padre que está en los cielos". Admirable era el gusto de este niño, pagano todavía, para las cosas sagradas. Al acercarse el día de su bautismo, el 15 de agosto, se aplicó con todo fervor a aprender a servir a la Santa Misa. Después de su bautismo se sentía feliz de poder recibir la Santa Comunión y se preparaba para ella siempre con gran piedad. Cuando se sentía todavía con un poco de fuerza se hacía útil enseñando a los más pequeños a leer y hacer trabajos manuales, así como el Padre lo había enseñado a él. Sabía que le quedaba poca vida, pero decía con perfecta conformidad con la voluntad de Dios: "Mi vida y muerte están en manos de Dios". Esta conformidad era, según el Padre Zumbohm común a todos. "Nuestros enfermos, dice, mueren todos con una resignación admirable; una vez muy adelantada la enfermedad no desean otra cosa que ir al cielo y parecen no sentir tener que separarse de la vida". Lo que dice el Padre lo podemos afirmar también respecto de los enfermos de hoy. La llegada del sacerdote a su lecho no les causa temor alguno; al contrario, ellos mismos piden la extremaunción y el viático, y aún sucede que piden permiso para morir pronto. Habiendo sido la falta de alimentos una de las causas porque el contagio de la tisis produjo tanta mortandad, trataron los misioneros de contrarrestar el mal. "También cuidábamos de sus necesidades materiales que no eran pocas, dice el P. Zumbohm. Para evitar la falta de alimentos de la que padecían periódicamente les aconsejábamos que cultivasen sus tierras de la mejor forma posible. Nosotros mismos les dábamos el ejemplo". Esto sólo no era suficiente. Se necesitaba urgentemente una ayuda pronta, más eficaz. Por eso se embarcó el P. Zumbohm — parece haber sido a fines de 1869 — en un barco que pasó a las Islas Gambier y a Tahití. De allí llegó a Valparaíso, donde se hizo mendigo a favor de sus isleños. Lo acompañó un

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joven nativo, Petero (Pedro) Toroveri, que según expresa el Padre con su ejemplar conducta servía de predicación viviente y edificaba a la gente del continente. Al ver en este nativo el fruto de la labor de los misioneros en una isla que tenía reputación de muy feroz, muchas personas dieron gustosamente su ayuda. Familias católicas y comunidades religiosas rivalizaron en confeccionar vestidos para los neófitos de Rapa Nui. A más de víveres, se reunió una colección de animales domésticos. Tal como un arca de Noé el buque regresó a la isla con caballos, asnos, vacas, 190 ovejunos, cerdos, aves y aún gatos para cazar los muchos y muy dañinos ratones que, desde la llegada de los primeros buques extranjeros, habían invadido los campos de la isla. Sintiendo satisfacción justificada y abrigando la esperanza de que al fin empezaría una época de mejor situación material para sus queridos isleños, se embarcó de nuevo el P. Gaspar Zumbohm. No podía sospechar que durante su corta ausencia nubarrones negros habían obscurecido el cielo de Rapa Nui.

I V CAPÍTULO CALAMITOSOS SUCESOS Y SUS CONSECUENCIAS UNA VISITA PASTORAL DE IMPORTANCIA

1870-1888

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Apenas hubo llegado el P. Zumbohm con su valiosa carga, se impuso de los lamentables acontecimientos que habían empezado a perturbar la paz en la isla y a producir un triste cambio de la situación entre la nueva cristiandad. Cuando la semilla de la palabra de Dios, esparcida por el campo de Rapa Nui, parecía justificar las más bellas esperanzas de un mejor porvenir, el enemigo de toda obra empezó a sembrar la cizaña de la discordia, siguiendo la divisa "divide et impera" y se valió de la persona del excapitán de alta mar, Jean Baptiste Onézime Dutrou-Bornier, más conocido simplemente por su segundo apellido Bornier, y por los nativos por su apodo "Te Pitopito". Hacía sólo tres años que, en 1866, se había expresado en términos tan encomiásticos de la labor de los misioneros, P. Roussel y Hermano Eugenio, y durante esa época trató a todos los misioneros de amigos y compatriotas, pero bastó muy poco tiempo para que cambiara completamente de actitud. Viendo que los nativos, antes tan feroces y agresivos, se habían convertido y vivían bajo la apaciguadora y benéfica influencia de las enseñanzas del Evangelio, pretendió adjudicarse un dominio absoluto de ellos. Sin temor a fuertes oposiciones quiso constituirse en una especie de rey de la isla y hacerse una fortuna. Aunque tenía familia en Tahití le quitó por fuerza su mujer a un nativo que se llamaba Hotu Tini y vivía en Rapa Oteo, cerca del Ahu Akapu. Ella se llamaba Ko Reta Púa Akurenga y era hija de Kai Ika Mata de la tribu de los Tupahotu, de la región de Maunga Teatea (Poike). Se la llevó a Mataveri y la proclamó Reina de la Isla de Pascua. Con la intención de recuperar una fortuna que había perdido en el juego y en malos negocios, resolvió explotar a los nativos usando de la astucia y la violencia. Hizo un viaje a Tahití donde se asoció con un inglés acaudalado, Mr. John Brander, y formó con él una compañía comercial llamada Sociedad Bornier-Brander que perseguía un doble fin lucrativo: adquirir en la isla grandes extensiones de terrenos pertenecientes a los nativos que habían sido diezmados por las recientes epidemias y trasladar grupos de nativos de Rapa Nui a Tahití, a las plantaciones de John Brander en Haapape, al noreste de Papeete, como trabajadores. Vuelto de este viaje se valió de toda clase de medios, aún los más reñidos con la justicia, para adquirir terrenos. "Por unas brazadas de género, dice Monseñor Jaussen, compró a los incautos nativos grandes extensiones de tierra fijando él mismo los límites de su nueva propiedad. A los que tenían la osadía de reclamar les señalaba su rifle como argumento decisivo". Existe un certificado de venta — hecho el día 10 de junio de 1869 e inscrito más tarde, en noviembre de 1880 en los registros de Papeete —, en que no aparece firma alguna de otros testigos sino sólo la de él mismo y las cruces que pusieron cuatro nativos que no sabían firmar y declaran "haber vendido a Mr.

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Dutrou-Bornier las tierras de Kohipa, situadas en Hotu Iti y alrededores" y que esas tierras son pagadas con la suma de 150 francos en mercaderías.29 Invitado a sancionar con su firma la compra de los terrenos de "Hotu iti y alrededores", hecha por Bornier, estimó el P. Roussel que en conciencia debía negarse a ello. Este desacuerdo entre los dos fue la causa de violentas recriminaciones por parte de Bornier, quien desde ese instante se convirtió en acérrimo enemigo de los misioneros. En otro contrato de venta de terrenos hecho posteriormente, con fecha 9 de mayo de 1873, figura Ko Reta Pua Akurenga con el presuntuoso título de "Reine de l'île de Pâques", junto con tres dueños que vendían sus tierras de la región de Maunga Teatea a Bornier. Con astucia trató de ganarse las simpatías de un grupo de nativos y sustraer a sus adeptos de la influencia de los misioneros. Excitó las rivalidades de los diversos grupos y logró encender antiguas discordias intestinas en dos lugares de la isla: primero, en la región entre Mataveri y Hangaroa, y después en la de Vaihú. El grupo de sus partidarios era reducido, en comparación con los que permanecieron fieles a los misioneros, pero se componía de individuos más audaces. Como triste figura principal aparece ahora de nuevo en el escenario nuestro bien conocido personaje de Torometi que, de malévolo vecino del Hermano Eugenio, se había convertido en manso cordero y tan buen cristiano que mereció gran elogio del P. Zumbohm. Ahora volvía a su ferocidad de antes, jugando un rol que haría honor a un film-star, el de cabecilla de bandoleros. La ambición de Torometi era dominar a los demás nativos y reducirlos, como fiel ejecutante de los planes de su amigo Bornier; a una especie de esclavitud. Con ese fin se instalaron en Mataveri, en los alrededores de la casa de Bornier. Protegidos y armados de fusiles por él, se dedicaron a la rapiña, saliendo continuamente hacia las plantaciones de la gente de Hangaroa, robándoles sus productos y aves. Usando la represalia, gentes de Hangaroa fueron a saquear los ñames de la plantación de Torometi el 15 de abril de 1870.30 Empezó en seguida una lucha encarnizada entre los dos bandos que duró hasta fines de julio. Los adeptos de Bornier y Torometi incendiaron varias chozas de la gente de Hangaroa, dispararon con sus fusiles y pronto se oyó también una detonación fuerte cuando Bornier mismo disparó con su cañón desde Mataveri sobre los habitantes de Hangaroa. Estos últimos se dirigieron a Mataveri con intención de apoderarse del cañón, pero no lograron hacerlo.

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Los misioneros también compraron terrenos a los nativos, entre Hangaroa y Vaihú, pero con distinto fin; no para explotarlos sino con la intención de beneficiarlos ya sea haciendo plantaciones para la alimentación de los pukuranga y gente menesterosa, ya pastando los animales que para el bien de la isla y su población había traído el P. Zumbohm. "Aunque hoy día no quedan sino escasos recuerdos de esos sucesos, todavía se sabe donde tenía Torometi su plantación de ñames; pues, un lugar, al lado izquierdo del camino que va de Hangaroa a Mataveri, al pie de la pequeña cuesta que sube hacia Moeroa (Radio Estación), se llama aún "Ko te Uhi a Torometi" (los ñames de Torometi).

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Despedazaron, sí, un bote de Bornier e incendiaron una de las chozas. Torometi disparó con su fusil sobre sus propios dos hermanos, sin alcanzar a herirlos, pero algunos días después mató a otro nativo, un tal Mini, que lo había amenazado con herirlo con su arma de obsidiana. Durante los meses de junio y julio continuaron los partidarios de Bornier y Torometi sus actos de saqueo. El 7 de julio fue profanado por ellos, en presencia de Bornier, el nuevo cementerio cristiano que los misioneros habían instalado a poca distancia de la plaza de Hangaroa, y aún tuvieron la osadía de profanar la sepultura del Hermano Eugenio. El 10 de julio dio Bornier la orden de incendiar todo lo que había quedado de las viviendas de Hangaroa. El 22 de ese mes disparó sobre el P. Roussel a quien, afortunadamente, no alcanzó a herir. Los deplorables sucesos que acabamos de referir tuvieron como triste consecuencia el retiro de los misioneros y la interrupción de la obra misional a favor de la naciente cristiandad de la isla. Primero se fue, a fines del año 1870, el P. Gaspar Zumbohm. Estaba seriamente enfermo, pero, más que las dolencias físicas, lo agobiaban la aflicción interna y el dolor de su alma al ver los incesantes atropellos. Se temía ya que pronto sucumbiría cuando, inesperada y providencialmente, llegó el buque de guerra inglés "Chanticler" y echó anclas en las aguas de Rapa Nui. El estado de la quebrantada salud del misionero conmovió a la oficialidad y el comandante se ofreció gentilmente para llevarlo al puerto del Callao. El misionero aceptó y las bondadosas atenciones de que fue objeto durante la travesía y los solícitos cuidados que recibió en Lima no tardaron en reponer su salud. Habiéndose alejado el bondadoso P. Zumbohm quedaron iglesia, escuela misional y feligreses de la región de Vaihú sin su pastor. El P. Roussel, ayudado por el Hermano Teodulo, prosiguió su obra apostólica y pacífica en Hangaroa esperando que con el tiempo cambiaría la actitud hostil del capitán y sus secuaces. ¡Vana espectativa! Desgraciadamente recibió aprovisionamiento de pólvora de una nave chilena de guerra, dice el obispo de Taihití en carta del 6 de septiembre de 1871 al P. Sup. de Valparaíso, y con eso los combatió más intensamente. Informado por nativos que habían llegado a Tahití sobre lo que pasaba en Rapa Nui, pidió el Vicario Apostólico Mons. S. Jaussen a Brander que obligara a su socio a cambiar de actitud y a poner fin a una situación insostenible. Brander llegó a la Isla de Pascua a fines de enero de 1871, el P. H. Roussel le prestó caballo y salió con él para mostrarle las ruinas de las viviendas incendiadas, pero desgraciadamente Brander no se atrevió a reprochar a su socio por su conducta y mostrando prisa en embarcarse de nuevo no remedió nada. En este viaje se llevó a unos 70 isleños para sus plantaciones en Tahití. Dice Mons. Tépano Jaussen: "Escribí al Sr. Brander, comerciante de Aqui (Tahití) y patrón si no asociado, del Sr. Jean Onézime Dutrou-Bornier; el Sr. Brander recibió mi carta en Valparaíso cuando repatriaba a Arena y su mujer,

90 el Sr. Brander pasó por Rapa Nui y no remedió nada y allí tomó como a 70 indígenas". En esta carta desde Tahití más adelante agrega: "Sin embargo, apenas llegó acá no ha pensado más que en enviar a buscar aún más trabajadores a la Isla de Pascua. Yo le he propuesto el traslado a Gambier de aquellos que no tome a su servicio y él ha transportado en consecuencia a Tahití 100 trabajadores más y a Gambier 150 personas distribuidas por todos lados". De los 170 isleños que seducidos por falaces promesas se habían trasladado a Tahití, muchos murieron al cabo de pocos años, a causa de enfermedades, de trabajos penosos a los cuales no estaban acostumbrados y probablemente también por los efectos de la nostalgia. Todos ellos recibieron en sus últimos momentos los auxilios religiosos y tuvieron una muerte edificante, lo que demuestra la labor de los primeros misioneros, que, aunque discontinua por fuerzas adversas, dio frutos de valor eterno. Después de la visita de Brander, Dutrou-Bornier incendió también las viviendas de nativos en la región de Vaihú y Mons. Tépano decidió ordenar al P. Roussel que abandonara la isla, llevándose a todos los nativos que quisieran adherirse a él y aún ordenó que, antes de irse, quemara las 2 iglesias para evitar su profanación, pero, como el mismo Obispo dice en una carta dirigida posteriormente al Superior de la Congregación en Valparaíso, el Padre no se creyó obligado a dar cumplimiento a esta orden en conciencia porque las iglesias no podían ser consideradas como edificios sagrados pues no habían sido terminadas por falta de madera y por lo tanto no estaban consagradas. El 4 de abril de 1871 se embarcó el P. Roussel con el Hno. Teodulo para Mangareva, la principal de las Islas Gambier; todos los nativos con poquísimas excepciones, deseaban embarcarse con ellos pero Bornier no quería quedarse sin trabajadores y exigió al capitán del barco que dejara gran parte de ellos en Rapa Nui, quedándose 175 isleños a merced del inescrupuloso aventurero. Aunque privados de la tuición espiritual de sus misioneros, no perdieron estos pocos habitantes su vida religiosa; había entre ellos algunas personas muy piadosas, tanto hombres como mujeres, que mantuvieron los ejercicios de piedad en la iglesia de Hangaroa y en sus casas, y se dedicaron a la labor catequística y enseñanza de niños y adultos. De Tahití había llegado, no sabemos en qué año, un nativo llamado Puká que se quedó aquí dedicándose a la enseñanza; entre sus alumnos estuvieron Pakomio Maori Urekino, su mujer Angata Veritahi, Napoleón Tepihi a Vehi y Nicolás Pakarati Ure Potahi; todos ellos se desempeñaron muy pronto también como maestros y catequistas. El joven Ure Potahi, discípulo muy estudioso, estaba destinado por la Providencia de Dios para ejercer en los futuros años un ministerio de suma importancia para la conservación de la vida religiosa de la isla. Gracias a las iniciativas de este grupo de bien inspiradas personas no se extinguió la Fe cuando la isla quedó sin sacerdotes. El día 3 de enero de 1872

91 llegó el Contralmirante De Lapolin, comandante de la fragata francesa "La Flore" y tuvo la sorpresa de ver "ese pueblo ignorante y salvaje posternado ante el altar en profundo recogimiento, cantando en alta voz en su idioma". Bornier, el famoso "Te Pitopito", tenía ahora mano libre para explotar a los nativos, pero su reinado duró solamente cinco años más. Creyendo que podía satisfacer impunemente sus caprichos, secuestró a niñas menores pero vengando estos actos unos isleños le dieron muerte el día 6 de agosto de 1876. Algunos aún hasta querían matar a las hijas que tenía de Ko Reta — Marta y Carolina — pero otros se opusieron y las pusieron a salvo escondiéndolas en cuevas. Volvió a reinar la paz en la isla, pero la población se encontraba muy reducida, tanto que en 1877 Alfonso Pinard, comandante del buque de guerra francés "Seignelay" no encontró más que 111 habitantes. Cuenta Pinard que Ko Reta lo llevó a la tumba de Bornier, en una pequeña altura entre Mataverí y la subida al Ranu Kao y le pidió que plantara allí una cruz. Le presentó a sus hijas Marta, que más tarde se casó con Paoa a Hitaki (que es madre, abuela y bisabuela de los actuales Paoa) y a Carolina, que se casó con Juan Araki Aro Purunga (madre y abuela de los actuales Araki, muerta a los casi 90 años). Ko Reta Púa Akurenga, que aún después de la muerte de Bornier era presuntuosa, "nos dio a entender, dice Pinard, que su hija mayor, niña de unos 5 ó 6 años, de cabellos largos ceñidos con una diadema dorada, es ahora reina." Más tarde llevó Ko Reta una vida retirada y dedicada a la piedad y murió, muy anciana, en el año 1917. Los misioneros franceses del Vicariato Apostólico de Tahití, aunque se habían retirado de la isla, no la olvidaron y la visitaban cuando se ofrecía una ocasión. En 1885 pudo el P. Roussel venir a ver a sus antiguos feligreses y ejercer entre ellos, probablemente por pocos días, su ministerio sacerdotal. No existen datos precisos sobre esta visita; solamente un apunte del P. Albert Montiton que en un cuaderno que dejó, nombra a algunas personas que en 1885 "lors de la visite du Pére Roussel" fueron admitidas a la Santa Comunión. Por fin se cumplió también el deseo del mismo Padre Montiton de venir a Rapa Nui. Veintitrés años habían pasado desde que hizo el viaje de Valparaíso a Tahití con la intención de venir a Rapa Nui y comenzar su evangelización, lo que entonces no fue posible hacer. En febrero de 1886, el P. Montiton31 viaja de Tahití a Valparaíso con objeto de imprimir un libro de cánticos religiosos en idioma tahitiano. La goleta, bajo el mando del capitán Vini Brander, hace escala en la isla del 6 al 13 de febrero y es así que en esta primera y corta estada bendijo el Padre seis matrimonios: tres el día domingo 7 de febrero y otros tres el 12 de febrero, día del embarque. Uno de estos tres matrimonios fue el de la hija de Bornier, Carolina, con Juan Araki Aro Purunga, que ya hemos mencionado más arriba.

J,

Cf. Dederen (nota 4), 112s.f 120s. (H).

92 La segunda vez se quedó seis meses aquí. Vino en la goleta "Paloma" en que el capitán de corbeta Policarpo Toro hizo viaje a Tahití para finiquitar, por encargo y a nombre del Gobierno de Chile, las gestiones de adquisición de derechos de particulares — sucesión Bornier-Brander y Vicariato Apostólico de Tahití — sobre terrenos de la Isla de Pascua. En el informe que el Cap. Policarpo Toro envió después del viaje al Ministro chileno de Hacienda don Agustín Edwards, dándole cuenta de sus gestiones, le dice: "Con fecha de 30 de septiembre (1887) zarpé de Valparaíso a bordo de la goleta alemana 'Paloma' con rumbo a Pascua. A los 19 días desembarcamos ahí a un padre misionero perteneciente a la Misión de Tahití, el cual quedó en la isla preparando a los indígenas para recibir la confirmación que debía suministrarles el Señor Obispo de Tahití, quien con ese objeto pensaba ir a la isla en el mes de febrero". Es evidente que el padre misionero era el Padre Alberto Montiton — llamado "Apereto" por los nativos, según forma tahitiana de su nombre — quien se quedó aquí desde el 19 de octubre de 1887 hasta el 20 de abril de 1888. Durante esos seis meses bendijo el P. Montiton cuatro matrimonios, hizo 10 bautismos, el último de éstos el 1° de abril que era Domingo de Resurrección; impuso en los meses de enero y febrero a 34 personas el santo escapulario32; introdujo el pago del dinero del culto, obligación con que cumplieron más de 100 nativos que pagaron en su mayoría entre 1 y 3 francos. Hizo también trabajos de restauración en la iglesia y el cementerio como también en la tumba del Hermano Eugenio. Finalmente, fue administrado el día 15 de abril el Sacramento de la Confirmación por Monseñor José María Verdier33, sucesor de Monseñor Jaussen, a 63 personas. Uno de los principales objetos de esta visita pastoral era el de anunciar a los nativos dos importantes cambios: que en un futuro muy próximo el Gobierno

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La palabra escapulario (scapulare = vestido por sobre los hombros) designa en principio una tira ancha de tela que cuelga sobre el pecho y la espalda hasta los pies, que llevan algunas órdenes, como la de los benedictinos y la de los dominicos, como parte del hábito religioso. En el caso presente se trata de un tipo reducido de escapulario, consistente en dos pedazos de tela cuadrados que se llevan colgados del cuello en el pecho, el escapulario para legos. Los misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María (SS.CC.), como el Padre Montiton, llevaban un escapulario rojo (H). 33 E1 Padre Marie-Joseph (Maxime Justin) Verdier nació el 23-111-1835 en Châteauneuf (Département Lozère; Diócesis Mende). En 1883 fue nombrado Obispo Titular de Mégare y Coadjunto de Mons. Jaussen (cf. nota 6). En 1884 sucedió a Mons. Jaussen como Vicario Apostólico de Tahití. Abandonó su cargo el 26 de febrero de 1908 y falleció en Papeete, Tahití, el 17-1-1922. Cf. Dederen (nota 4), 121s. (H).

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de Chile tomaría posesión de la isla34, y que, consecuentemente, ésta ya no dependería de la jurisdicción eclesiástica del Vicariato de Tahití, sino que quedaría incorporada a la del Arzobispado de Santiago de Chile. Cabe agregar que Monseñor Tépano Jaussen y más tarde su coadjutor y sucesor, Monseñor José María Verdier, se habían dirigido por carta al Arzobispo de Santiago, Monseñor Casanova33, expresándole que estaban dispuestos a cederle, con el consentimiento de la Santa Sede, sus derechos de jurisdicción sobre la Isla de Pascua. Este cambio de jurisdicción eclesiástica fue, efectivamente, aprobado y ratificado por dos Decretos de la Santa Sede: uno de fecha de 2 de enero de 1889 y otro, de 8 de julio de 1892. Al despedirse de los nativos, les pidió Monseñor Verdier que aceptaran la soberanía de Chile, y les dio la esperanza de que, en cuanto al servicio religioso, estarían en lo futuro atendidos con más regularidad, conforme prometía el gobierno chileno en la persona del Cap. Policarpo Toro. Mons. Stephan Jaussen fue el gran promotor de la colonización de la Isla de Pascua y ya desde 1871 había estado recomendando a la Congregación en Chile al intervenir ante las autoridades eclesiásticas y civiles chilenas para que Chile tomara posesión de esta isla, opinión que se refleja en su correspondencia con Chile, especialmente con el Revdo. Padre Superior de la Congregación en Valparaíso. A este respecto podemos anotar de entre sus numerosas cartas los siguientes párrafos: Tahití, 6 de septiembre de 1871: "Yo os ruego, mi Rvdo. Padre, y os doy poderes para vender nuestras propiedades al Gobierno de Chile. Me parece que la República no puede dejar escapar esta ocasión de apropiarse muy legítimamente de un punto importante sobre sus costas; esta isla es buena para llevar allí deportados, pero la utilidad más grande que puede Chile obtener de ella es el impedir, en un caso de guerra, que una nación extranjera instale allí un pequeño barco a vapor, que saliendo en crucero detenga los barcos comerciales que se dirijan del Perú a Valparaíso. Las bahías de Rapa Nui no son buenas pero un pequeño navio a vapor puede allí atracar siguiendo los vientos y es posible hacer una construcción para resguardarse. Le agradecería, mi Rvdo. Padre, ocuparse de esta pequeña negociación que me inclino a creer será un servicio para las dos partes interesadas. M. Brander es dueño de poco todavía en Rapa Nui y él no tiene más que un contrato en

^Por presión sobre todo de Mons. Tépano Jaussen, Vicario Apostólico de Tahití, en 1888 la República de Chile se anexionó la Isla de Pascua, por medio del capitán Policarpo Toro Hurtado, declarándola dominio nacional suyo. El día 9 de septiembre de 1888 fue izada la bandera chilena en la plaza de al lado de la iglesia de Hangaroa (H). 35 Mons. Marianus Jacobus Casanova nació el 25-VII-1833 y murió el 16-V-1908; de 1887 a 1908 file Arzobispo de Santiago de Chile (H).

94 regla y como las adquisiciones del Sr. Dutrou-Bornier eran completamente injustas, los misioneros han rehusado firmarlas y esta negativa ha sido una de las causas de las dificultades". Tahití, 30 de septiembre de 1871: "Le he escrito hace algunos días vía California y os he enviado más detalles que en esta carta. Nos haría Ud. un gran servicio al vender a la República de Chile nuestras propiedades en Isla de Pascua. Os doy en la presente carta una estimación bastante razonable ya que la Misión y el Hno. Eyraud juntos han gastado más que esto y estaríamos felices de poder entrar en posesión de una parte solamente de nuestras pertenencias. Hemos querido vender al Sr. Brander pero él no tiene gran necesidad de nuestras construcciones y no ha querido darme $ 2.000.- 36 , o mejor dicho $ 3.000.- ya que él descontaba $ 1.000.- por haber transportado a 100 nativos a Gambier. No he encontrado su oferta razonable y prefiero, antes de cerrar trato con él, ver cuáles son las disposiciones de Chile. Me parece que la República haría bien mal en dejar escapar esta ocasión de tomar posesión de una isla de 10.000 has. de buena tierra y desde donde un enemigo puede peijudicar enormemente su comercio un día... Podemos más tarde negociar una venta entre la República y los naturales transportados acá para la cesión de sus tierras pero lo esencial para nosotros es vender lo que nos pertenece, por lo que os pido, Padre, aportar a esto toda su preocupación". Tahití, 16 de febrero de 1872: "Desde la fecha anterior, hice un viaje a las Islas Gambier, donde vi a los pascuenses; ellos me han autorizado a vender sus tierras y tendré probablemente la misma autorización de los que están en Tahití y el Padre Gaspar tiene otra de los que quedan todavía en Rapa Nui, que venden a condición de que los traigan a Tahití". Mons. Marie Joseph, sucesor de Mons. Jaussen, prosiguió estas negociaciones y en carta al Rvdo. Padre Provincial decía: Papeete, 30 de septiembre de 1887: "Con el Sr. Toro, capitán de la Marina chilena, he escrito a Mons. el Arzobispo de Santiago37 para decirle que estoy totalmente dispuesto a cederle, con el acuerdo de la Santa Sede, mis derechos de jurisdicción sobre Isla de Pascua. El Gobierno de Chile puede tomar posesión de esa isla y colonizarla transportando allí desde campos chilenos familias enteras; le ruego entonces entenderse con Mons. Casanueva sobre los servicios religiosos de esta isla. No pudiendo enviar allí a uno de nuestros religiosos para residir solo largo tiempo, Ud. podría enviar uno con un velero del Estado, él permanecería allí unos tres

M

Se trata aquí del peso sudamericano-español (información proporcionada por gentileza del Dr. Dietrich Klose. Colección Numismática Nacional. Munich) (H). "Mons. Casanova (cf. nota 35) (H).

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meses, volvería a Valparaíso en otro barco del Estado y más tarde regresaría a la Isla de Pascua por un período semejante".

V CAPÍTULO LARGOS AÑOS DE ABANDONO ECLESIÁSTICO

1888-1911

99 Las esperanzas del Vicario Apostólico de Tahití asegurando a los isleños que al pasar la isla a la jurisdicción eclesiástica del Arzobispado de Santiago, quedaría espiritualmente mejor atendida, resultaron frustradas; comenzó por el contrario un período de abandono que duró 23 largos años, pues desde 1888 hasta 1911 recibieron los isleños solamente dos breves visitas de sacerdotes misioneros de Tahití, que aprovechando la escala que hicieron sus goletas por unos pocos días de paso hacia o desde Valparaíso, ejercieron aquí su ministerio. Se vió entonces cuan providencial, feliz y previsora había sido la idea de los misioneros de Tahití de formar a un joven nativo de Rapa Nui en la escuela de catequistas de ese Vicariato en Moorea; era el joven Ure Potahi, quien en el bautismo había recibido el nombre de Nicolás Pancracio. Su segundo nombre de pila se usó primero con la pronunciación tahitiana de Panakarati, más tarde se transformó en Pakarati y finalmente substituyó el original y verdadero apellido de Ure Potahi, siendo sus descendientes conocidos por la familia Pakarati. Hablando de él se usa generalmente la costumbre de llamarlo el "catequista Pakarati", siendo su nombre completo original el de Ure Potahi a Te Pihi ya que era hijo de Te Pihi. Su abuelo y bisabuelo paternos eran respectivamente Ure a Toro y Pu Revareva, todos de la tribu de los Tupahotu y domiciliados en la región de Mahatua, viviendo al pie del Poike, en la subida hacia el cerro Maunga Parehe. La madre de Ure Potahi era de la tribu de los Marama, de la región de Hangapiko y se llamaba Te Oho a Neru. Era de las últimas Neru, o sea, de las niñas que vivieron por algunos años en estricto aislamiento en la cueva Ana O Keke en el abrupto barranco del Poike. Esta era una costumbre de origen obscuro porque no se sabe si tenía origen de carácter religioso o solamente por objeto conservar la tez blanca, a lo que se daba mucha importancia en los tiempos antiguos. Es de suponer que Te Oho a Neru, al salir de su aislamiento de Ana O Keke, conoció al joven Te Pihi, se casaron y al acercarse el tiempo del nacimiento de su primer hijo regresó a su tierra natal de Hangapiko, donde tuvo a Ure Potahi en una choza, en una altura sobre el puerto de Hangapiko. Te Pihi murió y Te Oho se casó de nuevo, con Mata Kauvaé, y se fue a vivir con su hijo en la región de Matatoa, al noroeste de Hangaroa. Ure Potahi guardó toda su vida tristes recuerdos de sus años de niñez, de los horrores causados por los brutales partidarios de Dutrou-Bornier, quienes en ese entonces atacaron a la gente de Hangaroa y quemaron las chozas hasta mucho más allá de ese lugar. No escapó del incendio la choza en que vivía Te Oho con sus hijos y la gente tuvo que refugiarse en otras partes y Ure Potahi, quien tenía en ese entonces entre 10 y 15 años, llevó en esa huida a su hermanastro menor sobre sus espaldas hacia la región de Vaihú. Este hermanastro era Aarón a Mata Kauvaé.

100 Hemos visto que los misioneros fueron obligados a abandonar la isla, pero la semilla de la palabra de Dios que habían sembrado no se perdió, dio sus frutos en las almas de muchas personas como también en la de Ure Potahi. Bien instruido, piadoso e inteligente, mostraba ya cuando adolescente el espíritu de celo apostólico y dedicó su vida a la enseñanza catequística cuando la isla quedó sin misionero residente. En un censo de la población efectuado en febrero de 188638, uno de los pocos documentos que de ese tiempo existen en el archivo parroquial, se le menciona como "ex Oromatua Hapii" (ex maestro de enseñanza religiosa), porque ya había ido a Tahití y como en ese mismo año hizo el R. P. Roussel una breve visita parece probable que él lo haya llevado o enviado a Papeete para presentarlo como candidato para catequista a Mons. Jaussen. Luego Ure Potahi pasó a Moorea, hermosa isla a poca distancia de Tahití, donde el activo misionero P. Georges Eich había levantado una monumental iglesia de 2 torres en Haapiti, costa suroeste. En Haapiti, un hermoso sendero que atraviesa el terreno que posee allí el Vicariato, conduce a la montaña, a Varan, lugar de soledad muy propicio a la formación de los futuros catequistas; de la escuela que funcionó allí durante 40 años se ven ahora solamente los escombros de su fundamento pero los jóvenes aspirantes a catequistas llevaban en ese lugar una vida reglamentada, provechosa y feliz. Estudiaban, cultivaban el terreno misional, bajaban a las funciones religiosas a la iglesia y salían a pescar. Después de perfeccionar sus conocimientos de religión estuvo Ure Potahi acompañando algún tiempo al misionero P. José María Verdier, futuro Vicario Apostólico de Tahití y sucesor de Monseñor Jaussen. La idea de los misioneros de Tahití era, desde el principio que Ure Potahi volviera a su tierra para desempeñarse como catequista y enseñara a su gente, al tomar Chile posesión de la isla y aceptar el Arzobispado de Santiago la jurisdicción eclesiástica.

38

Las cifras de población de la Isla de Pascua desde 1862 hasta 1965, según Esen-Baur (nota 13), 163: año

isleños

extranjeros

año

isleños

extranjeros

1862

aprox. 4.500

1917

266

29

1868

900

aprox. 15

1922

303

8

1870 1871

600

aprox. 15

1936

474

20

275

aprox. 5

1946

625

26

1877

111

1954

845

50

1886

157

11

1958

938

115

1888

178

aprox. 15

1960

1030

125

1900

213

14

1965

974

172

(H)

101 Como estos cambios se iban a efectuar pronto, el Obispo Jaussen envió al joven Ure Potahi, a principios de 1888, a las islas Paumotu para que se buscara una buena compañera de vida. La encontró en la isla Makemo y se casó el 17 de junio. El capitán Policarpo Toro, al terminar en Tahití las gestiones que hemos mencionado en el capítulo anterior, zarpó el día 20 de agosto en el buque "Angamos" del puerto de Papeete. En esta oportunidad se embarcaron los recién desposados y algunos otros pascuenses residentes en Tahití que querían volver a su tierra. Llegaron el 8 de septiembre a la costa de Vaihú y al día siguiente izó la joven esposa de Ure Potahi — en la ceremonia de la toma de posesión — la bandera chilena en el altozano al lado de la iglesia. En ese día, tan memorable para la historia civil y eclesiástica de la isla, empezó la labor catequística de Nicolás Pakarati Ure Potahi que duró 39 años, hasta su muerte, ocurrida el día 12 de octubre de 1927 y que resultó ser de vital importancia para que no se perdiera la vida religiosa de la isla durante los largos años en que hubo muy pocas visitas de sacerdotes misioneros. La isla tiene en verdad un deber de gratitud para con su catequista Nicolás Pakarati Ure Potahi, así como lo tiene para con sus abnegados primeros misioneros. Por eso descansan ahora sus restos mortales al lado de la nueva tumba del Hermano Eugenio.39 Estos fueron trasladados, en 1960, desde el antiguo cementerio, cumpliéndose una visión que él mismo tuviera estando moribundo. Sus hijos cuentan que les encargó que dejaran su cuerpo en un ataúd — no de madera sino de metal — para cuando se cambiara el lugar de su sepultura. La labor del catequista Nicolás Pakarati Ure Potahi se distinguió en todo tiempo por las virtudes de la piedad, celo y perseverancia. Todas las mañanas rezaba oraciones de misa — la misa de lejos — con la gente, con más numerosa asistencia los domingos y días de fiesta; en las tardes reunía a los niños para recitar con ellos, y con personas adultas, el santo rosario; enseñaba el catecismo a la gente, en la iglesia y también en algunas casas particulares; administraba el bautismo de agua a los niños recién nacidos; unía en matrimonio a los novios; exhortaba y amonestaba con mucha insistencia a los que no llevaban vida conforme a la moral cristiana; asistía con oraciones y consejos a los enfermos y moribundos. Los sábados en la tarde se hacían ensayos de cantos religiosos — de estos mismos hermosos cantos con textos en idioma tahitiano que hoy día aún se cantan en la iglesia — en dos casas, una en Hangaroa, otra en Moeroa (en el camino a Mataveri). Pakarati dirigía los cantos en Hangaroa, pero a veces iba también a Moeroa para ver si se hacía bien el ensayo allá.

39

Las tumbas (de norte a sur) de Nicolás Pakarati (fl927), del Padre Eugenio Eyraud (ti868) y del Padre Sebastián Englert (ti969) se encuentran una al lado de la otra en el rincón suroeste de la iglesia de Hangaroa. Sobre Nicolás Pakarati y su familia, cf. también Jo Anne van Tilburg: Easter Island. Londres 1994, 33, 35ss. e ilustr. n° 25, 26 (H).

102 Pasaron así más de nueve años de esta labor del catequista, sin que esta pequeña cristiandad tuviera la visita de un sacerdote y pudiera recibir los sacramentos de la Confesión, Extrema Unción y Eucaristía. Al fin llegó, en los últimos días del año 1897 el P. Georges Eich en una goleta que hizo escala de 4 días aquí y como fácilmente se comprende fue muy grande la alegría de la gente, en especial del catequista y su esposa. "¡Cuántas exclamaciones y lágrimas de alegría! — dice el mismo Padre hablando en una carta de esta su visita —. Todos corren a la iglesia, se prepara el altar, yo celebro la misa y después me dedico a mis queridos feligreses. Tanto tiempo, dicen, que no tuvimos la dicha de poder comulgar". El Padre pone a 65 infantes óleo y crisma y suple las demás ceremonias del bautismo; administra los Sacramentos de la Confesión y Comunión a personas adultas, lleva el viático a la casa de enfermos y la gente lo acompaña en procesión, recitando el santo rosario. Incansable en su ministerio durante 4 días y 4 noches administra el buen Padre consuelos espirituales a la gente. Naturalmente sintió el Padre una verdadera satisfacción viendo como el exalumno de Varari en Moeroa había cumplido en forma tan ejemplar sus funciones de catequista. "Es notable, dice, el celo, la abnegación y la buena conducta de Pakarati y su mujer. Es él quien ejerce las funciones de catequista en la isla. Todos, tanto chilenos como nativos, lo quieren y le tienen aprecio. Todos saben el catecismo de memoria. Los días miércoles, viernes y domingos recitan todos juntos tres capítulos del catecismo, supliendo así la falta de un sermón". Las encomiásticas palabras que el Padre tiene para el catequista Pakarati son, en realidad muy merecidas. Si pensamos en la lamentable ignorancia religiosa que existe en muchas partes del mundo cristiano y católico quisiéramos formular el deseo que Dios nos dé más hombres de su temple. Por el P. Eich supieron los nativos que había muerto el P. Albert Montiton, así como él lo había predicho. Este buen misionero, durante su última estada en la isla, en 1888, hizo varios trabajos de restauración en la iglesia y de hermoseamiento del cementerio. Alrededor de la sepultura del Hermano Eugenio levantó una cruz de piedra en el centro del cementerio y dijo a los nativos: "Cuando viereis caerse esta cruz, tened por cierto que ha muerto el P. Alberto". Esta predicción se cumplió: El día 25 de febrero de 1894 se derrumbó la cruz a causa de un ciclón y los nativos tomaron esto como anuncio de la muerte de su querido pastor; el catequista Pakarati reunió a la gente en la iglesia para ofrecer oraciones por el difunto P. Alberto Montiton, el Padre Apereto, como lo llamaban según la forma tahitiana de su nombre. El P. Georges Eich les verificó que, en realidad, ese mismo día, el 25 de febrero de 1894, había fallecido en Miranda de Ebro, en España, el R. P. Albert Montiton. También les trajo el P. Eich un postrer saludo del gran misionero de Rapa Nui, el P. Hippolyte Roussel quien en esos mismos días de fines del año 1897

103 estaba gravemente enfermo en Mangareva, falleciendo el 2 de enero40 del año siguiente. Se fue el P. Eich y tres años más tarde recibieron los nativos la visita de otro padre misionero de la Congregación de los SS.CC., el P. Isidore Butaye41, que llegó en un velero el 27 de enero de 1901. Reinaba completa calma en el mar en esos días, y por falta de viento el velero no pudo zarpar antes del 2 de febrero y de este modo el Padre pudo quedarse siete días entre los isleños. Dice el P. Butaye en una carta: "Encontré 231 habitantes en la isla, de los cuales son 213 indígenas — 64 hombres, 64 mujeres, 44 niños, 41 niñas — 12 chilenos, 2 ingleses, 1 francés y 1 italiano. Hubo 110 confesiones de adultos, 138 comuniones, 3 casamientos, 15 primeras comuniones. Esa pobre gente parecía muy afectada por mi partida. Corrían lágrimas y yo mismo tenía el corazón muy apenado; pues, durante los días que había pasado en medio de ellos había conocido sus penas y miserias y sabía en qué estado de abandono los dejaba, víctimas de enormes dificultades y sin esperanza de poder venir en su ayuda ni espiritual ni económicamente. Lamentable era, en realidad, la situación de los nativos en aquellos tiempos; tratados con poca benevolencia por personas continentales que se creían poco menos que dueños absolutos de la isla, mal pagados por sus trabajos, insuficientemente alimentados, privados de atención social y médica, es comprensible que sintiesen descontento. En esa situación no era fácil para el catequista mantener la moral de su gente. Perseveró, sin embargo, en su puesto desplegando su celo apostólico con admirable constancia; perseveró, cuando se alejó el Padre Butaye, sin saber cuando iba a tener otra vez la confortante visita de un sacerdote. Diez años, diez largos años, tuvieron que pasar para que al fin terminara el abandono eclesiástico con la primera llegada de un capellán de la Armada de Chile, el recordado presbítero don Zósimo Valenzuela.

^Dederen (nota 4), 121, por su parte, menciona el 25 de enero de 1898 como fecha de su defunción (H). 41 El Padre Isidore (Henri René Auguste) Butaye nació el 15-X-1849 en Stavele (Diócesis Brujas, Bélgica) y murió el 7-VII-1924 en Valparaíso (Chile). Cf. Dederen (nota 4), 116 e ilustr. 1 de la pág. 118 (H).

V I CAPÍTULO TUICIÓN ESPIRITUAL DE LA VICARÍA CASTRENSE

1911-1937

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El día 13 de abril de 1911, día jueves de la Semana Santa de ese año, la corbeta "General Baquedano", buque escuela de la Armada de Chile, hizo su entrada en la bahía de Hangaroa. Con este viaje, bajo el mando del Comandante Arturo Swett, y con un capellán, se inicia, afortunadamente, un nuevo período en la historia eclesiástica de la isla: el de la tuición espiritual y benéfica de la Vicaría Castrense bajo los auspicios de Monseñor Rafael Edwards42, nombrado Vicario Castrense en 1911, consagrado Obispo en 1915. Su nombre ha quedado indeleble en los anales de Rapa Nui, por lo mucho que hizo para mejorar la situación material y espiritual de los nativos guardando para ellos cariño de verdadero Pastor hasta su prematura muerte en 1938. Fue una feliz sorpresa para los nativos cuando ese día, 13 de abril, vieron bajarse de la lancha de la "Baquedano", al capellán del buque, el Presbítero Zósimo Valenzuela; ya habían pasado 10 años desde que por última vez un sacerdote pisara esta tierra. Como en el alfabeto de la antigua lengua rapanui no existían la letra y el sonido de la "s" y "z", acomodaron el nombre de pila del capellán a su manera de pronunciar y lo llamaron "Tótimo". Por muchos años y muy merecidamente quedó el recuerdo de "Tótimo" en la isla, pues en los once días de su permanencia se dedicó con gran celo sacerdotal a la atención espiritual de los isleños. Los días 14 y 15 de abril enseñó a la gente en la iglesia e hizo reparto de ropa entre las personas más pobres que andaban semidesnudas; también visitó varias casas y se impuso del estado de pobreza en que vivían muchas familias. El día 16, fiesta de Pascua de Resurrección, celebró Misa en la iglesia a la que asistieron los nativos "muy arreglados y limpios". Fue un gran acontecimiento, pues hacía tantos años que las campanas de la iglesia de Hangaroa no habían llamado a misa. En la mañana se efectuaron 26 bautismos y en la tarde otros 20 más. De lunes a jueves tuvieron las actividades del capellán poca variedad, dedicados principalmente a la enseñanza y a preparar a la gente a la confesión y comunión. El viernes 21, se llevaron a efecto 15 matrimonios. Entre los novios había dos muchachas de 15 años de edad que se habían fugado de sus casas, escondiéndose en el campo con sus novios, porque sus padres no les dieron permiso para casarse. Intervino en este asunto el juez nativo, Juan Tépano, que había estado varios años en el continente, haciendo servicio

42

Rafael Edwards Salas nació en 1878 en Santiago de Chile; en 1915 fue ordenado Obispo Titular de Dodonda; fue Obispo Coadjutor de Santiago de Chile y Obispo Castrense de Chile. Falleció en 1939. Escribió una biografía del primer misionero de la Isla de Pascua: Rafael Edwards: El Apóstol de la Isla de Pascua José Eugenio Eyraud, hermano de la Congregación de los Sagrados Corazones. Documentos sobre la vida del Hermano Eugenio y su apostolado en la Isla de Pascua. Santiago de Chile: Impr. Cervantes 1918, 55 págs.; y publicó las impresiones de sus dos viajes pastorales a la Isla de Pascua: Rafael Edwards: La Isla de Pascua. Consideraciones expuestas acerca de ella por mons. Rafael Edwards, obispo y vicario castrense que la visitó en julio de 1916 y junio de 1917. Santiago de Chile: Impr. San José 1918, 28 págs.; cf. ilustr. pág. 157 en este volumen (H).

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militar en el regimiento de infantería Maipo, de Valparaíso; mandó buscar a estas parejas para que pudiesen contraer legítimo matrimonio y todo se arregló. El día sábado hubo viento muy fuerte y mar agitado; pero, felizmente consiguió el capellán que lo mandaran dejar en la playa. De esta suerte pudo llegar a la iglesia y celebrar una misa en que comulgaron 33 personas; para la mayoría de ellas fue la primera comunión. Durante la noche amainó el viento y el mar volvió a su calma anterior. Al llegar el capellán en la mañana del día domingo encontró la iglesia limpia y adornada de flores frescas y a la gente con sus mejores ropas y sombreros de fibra adornados. Dice que los hombres ostentaban trajes de marinos ingleses, franceses y norteamericanos. A las 8 de la mañana, la iglesia ya se había llenado de gente. En la misa hicieron 25 personas más su primera comunión y comulgaron otras 25. Se efectuaron 8 bautismos en la mañana, 64 en la tarde y fueron bendecidos 23 matrimonios. Hubo también reparto de víveres del buque a la población, a la que se le donó harina, pan, azúcar, arroz y legumbres. Los oficiales y marineros se mostraron generosos regalando a los nativos mucha de su ropa personal al ver la miseria reinante. La despedida fue muy emotiva: cuando al día siguiente, 24 de abril, zarpó el buque para comenzar su viaje de regreso, los nativos lloraron y algunos de ellos subieron a última hora a bordo rogando al comandante que dejara al "Padre Tótimo" en la isla. El mismo capellán se sentía emocionado, y dice en su relato sobre esta visita: "Nuestro Señor me había dado estos hijos por unos pocos días y en tan pocos llegué a quererlos tanto que sentía pena bien grande al dejarlos anegados en lágrimas de profunda tristeza". Para bien de la población volvió muchas veces a la isla la corbeta "Baquedano", trayendo siempre un capellán, quien durante la estada del barco atendía a los feligreses y visitaba a los enfermos recluidos en el leprosario. Su gratitud la expresaron los nativos al barco con un canto cuyas primeras palabras eran "Nehenehe te Baquedano", que significa: "Bonita, simpática la Baquedano". El año 1913 volvió el barco y el capellán Ismael Chávez hizo, durante su corta estada, 4 bautismos y bendijo 3 matrimonios. Aunque dependía todavía la isla canónicamente del Arzobispado de Santiago, era Monseñor Edwards, Obispo de Dodona y Vicario Castrense de Chile, su Prelado ordinario. Su corazón bondadoso no se contentaba con enviar anualmente a uno de sus capellanes, él mismo sentía un gran deseo de visitar la isla y traer consuelo espiritual y material a sus hijos; con tal propósito hizo dos viajes: a fines de 1916 vino en la corbeta "General Baquedano", acompañado del capellán Zósimo Valenzuela. Permaneció tres semanas aquí, resultando su visita muy útil en todo el sentido de la palabra: bendijo 15 matrimonios, celebrados anteriormente ante testigos, en ausencia de todo sacerdote; bautizó solemnemente a 51 infantes a quienes el catequista Nicolás Pakarati había puesto agua anteriormente; administró 144 confirmaciones el día 3 de agosto,

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otras 38 más el 6 de agosto, celebró todos los días la Santa Misa ayudado por el capellán Valenzuela, oyó las confesiones de la casi totalidad de la población, distribuyó muchas comuniones y visitó a los enfermos del leprosario. El 8 de agosto, último día de su visita Pastoral, dejó en el libro de la iglesia estampados sus afectuosas palabras de despedida y paternal consejo: "Hemos permanecido durante tres semanas en medio de vosotros y estamos muy agradecidos y contentos del respetuoso amor y de la fiel docilidad con que habéis acogido nuestra persona y nuestras enseñanzas". Agrega útiles consejos con respecto a la organización cristiana de la familia, a la educación de los hijos, el buen ejemplo que deben los padres a los miembros de su familia, al respeto que se debe a la propiedad ajena, y termina diciendo: "Ya creemos poder decir que esta isla es de Pascua de Resurrección, porque vuestras almas han resucitado a la vida de la gracia. Dejamos constancia de que Nicolás Pakarati ha merecido bien de la Religión, por el celo con que desempeña su cargo de Fiscal de la Iglesia de Pascua, en el cual lo confirmamos ad nutumAi". Habiéndose impuesto de las más urgentes necesidades de la isla, emprendió Monseñor Rafael Edwards a su regreso al continente una enérgica campaña en defensa del dominio del Gobierno de Chile y de los derechos de los nativos, a veces víctimas de abusos cometidos por los concesionarios de los terrenos. De los varios beneficios que resultaron de esta campaña a favor de la isla nos interesa en esta publicación en especial la construcción de una casa para los enfermos de lepra. Según contaba la señora Elisabeth Ranguitaki, esposa del catequista Nicolás Pakarati, en septiembre de 1888 en el barco en que volvió Policarpo Toro de Tahití, llegó el primer leproso a esta isla; era un nativo oriundo de Aqui, un tal Esteban Rutirangui, que habiendo vivido varios años en Tahití contrajo allí la enfermedad. Al contagiarse varias personas, vivieron primero aisladas en Taraheu, muy cerca de Hangaroa, a poca distancia de Tahai. Después fueron trasladados a unos tres kilómetros más allá y vivieron en una casa que era demasiado pequeña. Monseñor Edwards consiguió que se le exigiera a la Compañía que edificara una casa mejor y más grande y los materiales llegaron en junio de 1917, cuando volvió el obispo, a bordo de la "Baquedano". En esta segunda visita pastoral estaba acompañado del Padre Bienvenido de Estella44 y del Hermano lego, Fray Modesto de Adiós45, ambos de la Orden Capuchina. Al llegar la corbeta, se comenzó con la construcción del lazareto; llegaron también calaminas para el techo de la iglesia en que caían muchas goteras por estar podridas las tejuelas de madera con que estaba techada. Como era de esperar, Monseñor Edwards había conseguido muchos beneficios para sus queridos hijos de Pascua.

•"Confirmación ad nutum: Confirmación propuesta por deseo del Superior con derecho a concesión, de acuerdo a la libre orden de regreso del ministro confirmado. "Padre Bienvenido de Estrella (1877-1938) (H). 45 Fray Modesto de Adiós (1878-1966) (H).

110 Fue una satisfacción para el Obispo el haber podido traer ayuda material para los nativos y se sintió complacido al ver que ellos no se habían olvidado de los buenos consejos que les había dado el año anterior. Al terminar su visita, escribió en el libro de la iglesia con fecha 30 de junio, estas palabras: "Nuestra segunda visita a la Isla de Pascua nos deja muy complacidos de la actuación verdaderamente apostólica y cristiana de Nicolás Pakarati. Dejamos constancia del celo ejemplar de los misioneros que nos han acompañado, R. P. Bienvenido de Estella y Fray Modesto de Adiós, de la Santa Religión de los Menores Capuchinos". El Padre Bienvenido ya se había encariñado de la isla durante su corta estada de junio, 1917. Era hombre de alma de apóstol y sentía deseos de volver acá. No tardaron mucho en cumplirse estos deseos, pues, en abril del año siguiente, se vino en la "Baquedano", acompañado del P. Domingo de Beire46. Los dos se quedaron ocho meses aquí mientras el buque-escuela hacía un viaje de instrucción hasta Australia. Durante esos ocho meses llevaron una vida muy activa, atendiendo el servicio religioso en la Iglesia, enseñando a los niños en la escuela haciendo plantaciones, alquilando hombres para varios trabajos de arreglo de calles y hermoseamiento de la población. El P. Bienvenido se dedicó también a recopilar algunas tradiciones populares y vocablos del idioma rapanui. A su regreso al continente publicó dos libros: Los misterios de la Isla de Pascua (1920) y Mis viajes a Pascua (1921).47 En el año 1920 estuvo nuevamente un sacerdote unos ocho meses: el P. Nicolás Correa, de la Orden de Santo Domingo; en los siguientes años de 1921 a 1923 hicieron visitas Capellanes de la Vicaría Castrense con ocasión de viajes de la Baquedano. Otra vez pasaron unos años sin que viniera un sacerdote; por eso se alegró mucho el catequista Nicolás Pakarati cuando en febrero de 1927 vino un Padre Misionero de Tahití. Esta visita fue posible gracias a dos veleros tahitianos: en agosto de 1926 llegó uno con el objeto de dejar combustible de reabastecimiento para un avión que haría escala en la isla durante su vuelo por el Pacífico. Varios nativos se aprovecharon de la ocasión para embarcarse e ir a Tahití al zarpar este velero en su viaje de regreso. Como se desistió del proyectado vuelo, otro velero viajó en enero-febrero de 1927, para llevarse el combustible y los nativos que habían ido a Tahití regresaron contentos de llegar otra vez a su tierra. Vino también un misionero de Tahití para hacer una visita Pastoral. El velero permaneció una semana aquí, de manera que la estada del sacerdote fue un consuelo para los feligreses, sobre todo para el catequista. Sintiéndose

^El Padre Domingo de Beire O.F.M.Cap. escribió: Die Insel der Geheimnisse (La isla de los misterios). En: Seraphisches Weltapostulat des hl. Franz von Assisi {Apostolado universal seráfico de San Francisco de Asís). Altötting, 3, 1927, 193-198 (H). 47 Los libros fueron publicados en Santiago de Chile por la imprenta Cervantes, Moneda, 1170 (H).

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ya enfermo de gravedad rogó al Padre que hiciese gestiones para que viniese a establecerse un misionero de Tahití. El Padre le hizo ver que esto no era posible, ya que la isla pertenecía a otra jurisdicción y que era menester esperara que de Chile llegara otra vez algún capellán o misionero. En efecto, volvieron en los años siguientes los de la Vicaría Castrense de Chile a visitar la isla. Fue ese mismo año de 1927 que falleció el catequista Nicolás Pakarati Ure Potahi. Sintiendo que se aproximaba el fin de su vida encargó a su hijo mayor, Timoteo, que desempeñara en adelante el oficio de catequista. El día de su muerte, 12 de octubre, se reunió toda la familia alrededor del lecho del moribundo, quien se despidió de todos y les dio sus últimos consejos. Poco antes de entregar su alma a Dios pidió a su esposa que le trajera agua bendita y él mismo se administró lo que podemos llamar "Extrema Unción de deseo", haciendo la señal de la cruz sobre los ojos, nariz, boca, manos y pies rodándolos con gotas de agua bendita. Pronto después expiró entre las oraciones y piadosos cantos de su familia y otras personas amigas. Su cuerpo fue sepultado en la misma sepultura y al lado del ataúd del Hermano Eugenio Eyraud. Fiel al encargo de su difunto padre, ejerció Timoteo las funciones de catequista. En el año 1933 hubo una grave epidemia de la que fueron víctimas más de 30 personas. Al caer enfermo Timoteo lo reemplazó primero su hermano Santiago, y al enfermarse éste, Matías Hotu, nativo muy serio, muy piadoso y de ejemplar conducta moral. Todos los años venía otra vez en el barco de la "Compañía Explotadora de la Isla de Pascua" un capellán para atender espiritualmente a la población nativa durante los días de la estada del barco, pero, a Dios gracias, terminó el período de la tuición eclesiástica de la Vicaría Castrense con la permanencia prolongada de un sacerdote de otra diócesis. Habiéndose formado en la Universidad de Chile una "Comisión de Estudios sobre la Isla de Pascua" se proyectó, para los primeros meses del año 1935, una expedición científica en que sus miembros, una treintena, estudiarían en la isla diversas fases de su historia y etnología. El proyectado viaje no se llevó a efecto, pero fueron designadas dos personas para viajar en noviembre de ese año en el barco de la Compañía: el Sr. Humberto Fuenzalida, para estudiar durante la permanencia del barco el aspecto geológico, y el P. Sebastián Englert, misionero capuchino de la Araucanía, para que, quedándose hasta la llegada de otro buque, se dedicase detenidamente al estudio del idioma rapanui. Al saber de esta designación universitaria, vio Monseñor Edwards gozoso que se le ofrecía la ocasión de procurar nuevamente a sus queridos pascuenses una prolongada atención espiritual. Se dirigió inmediatamente a Monseñor Guido Beck de Ramberga48 y consiguió que autorizara al Padre a prestar sus

""Vicario [Obispo] Apostólico de la Araucanía (1828-1958), cf. nota 1 (H).

112 servicios en un campo de acción, en ese tiempo tan ajeno todavía, al Vicariato de la Araucanía. Llegado a la isla, a fines de noviembre de 1935, se dedicó el Padre a su doble labor de carácter pastoral y científico. En el mes de febrero del año siguiente llegó el buque petrolero "Maipo" de la Armada de Chile a la rada de Hangaroa, en su viaje a California. Se le ofreció al Padre la oportunidad de volver, si así lo deseaba, a su campo misional de la Araucanía pero, al mismo tiempo, recibió al llegar a bordo una carta de Monseñor Edwards quien, entre otras cosas, le decía: "Desearía el Obispo que escribe que V. R. prolongase su estada en Pascua hasta el próximo viaje de otro barco, es decir dos meses más. Bien lo merecen y necesitan nuestros buenos hijos de Pascua que han vivido en tan grande abandono espiritual". Por halagadora que parecía la idea de emprender, vía California, el viaje de regreso, estimó el Padre que debía quedarse en la isla, por dos poderosas razones: debido a la brevedad del tiempo no había avanzado lo suficiente en sus estudios lingüísticos, y sobre todo porque había verdadera necesidad de continuar la obra espiritual, ya que muchos de los niños y jóvenes de la población no habían hecho todavía su primera Comunión. Decidió, pues, prolongar su permanencia por unos dos meses más, como lo deseaba Monseñor Edwards. Luego después de la visita del "Maipo", preparó a varios grupos de niños y adolescentes, un total de 90, para que hiciesen su primera Comunión antes de quedar la isla sin sacerdote. El barco a que se refería Monseñor Edwards no llegó, sino que pasaron diez meses más hasta que el día 1° de enero de 1937, arribó el barco anual de la Compañía. De esta manera tuvieron los nativos — que a fines de 1935 eran 453 almas en total — un sacerdote que durante 14 meses les prestaba sus servicios bajo la jurisdicción de la Vicaría Castrense. Como se celebraba Misa diaria algunos de los fíeles se acostumbraron a recibir todos los días la Santa Comunión, otros comulgaban los domingos y días de fiesta; se administraron cerca de tres mil comuniones durante este período. El Padre dio semanalmente clases de religión a los alumnos de la escuela; bautizó a 17 infantes, bendijo varios matrimonios; asistió a los enfermos y moribundos; visitó periódicamente a los enfermos en el leprosario, celebrando en ese recinto la santa misa también. Así pasaron los meses del año, sin que hubiese visita de un buque ni noticia alguna del mundo exterior, porque en esa época no existía todavía estación de radio naval en la isla. Este prolongado aislamiento produjo un inesperado efecto en el ánimo del misionero de la Araucanía, pues en los últimos meses de ese año empezó a echar raíces en la tierra de Rapa Nui y, pensando en su futuro regreso al continente se sentía halagado por la vaga esperanza de poder volver alguna vez, por una temporada, a esta isla y continuar su labor.

V I I CAPÍTULO JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA DEL VICARIATO APOSTÓLICO DE LA ARAUCANÍA

1937-1964

115

El primero de enero del año 1937 fue día de albricias para el Padre Sebastián pues, al subir a bordo del buque mercante "Allipén", llegado en la madrugada, recibió una cariñosa carta de Monseñor Rafael Edwards que, con fecha del 12 de diciembre de 1936, le comunicaba lo siguiente: Mi querido Padre: Su sacrifìcio ha sido premiado por Dios con un gran favor para mis queridos pascuenses. La isla ha sido desmembrada del Arzobispado de Santiago y agregada al Vicariato Apostólico de la Araucanía. Ya ha llegado el documento correspondiente a la Nunciatura. Siento con toda el alma dejar a mis hijos de Pascua, pero me alegro verlos colocados en tan buenas manos como son las de ustedes, mis queridos hermanos. Me he apresurado a darles la noticia a los pascuenses, por intermedio de V. R., cuando aún la ignoran el Señor Arzobispo49 y el Señor Obispo Guido50. He querido también dársela a V. R. para que estudie lo que se puede hacer y pedir para el mejor éxito de la Misión. Dios lo bendecirá, y a los Padres no les faltará la ayuda de todos los buenos. Disponga V. R. en todo momento del agradecido afecto de su hermano en S. Francisco que se encomienda a sus oraciones y lo bendice. tRafael Edwards Sintiendo en su corazón paternal el vivo deseo de procurar a sus queridos hijos de Pascua permanente atención espiritual, Monseñor Edwards había conversado, durante el año 1936, con el Vicario Apostólico de la Araucanía, y logrado que con previo consentimiento de la Santa Sede, aceptara la jurisdicción eclesiástica de la isla. Este cambio de autoridad espiritual no encontró, en un principio, favorable acogida por parte de jefes navales. Debido a una ley especial del 29 de febrero de 1917 quedó la isla "sometida a las autoridades, leyes y reglamentos navales" y estimaban que los capellanes de la Armada debían ser sus pastores espirituales; pero con el transcurso del tiempo quedó de manifiesto que el cambio, patrocinado por Monseñor Rafael Edwards, significó indiscutibles beneficios para los habitantes de Rapa Nui. El primer beneficio fue la estada permanente de un sacerdote. El P. Sebastián volvió al Continente en enero del año 1937 pero en ese mismo año tomó Monseñor Guido la magnánima resolución de proveer la isla de un párroco

49

Orazio Campillo, Arzobispo de Santiago de Chile (1931-1939) (H). ^Vicario [Obispo] Apostólico de la Araucanía, Padre Guido Beck O.F.M.Cap. (19281958), cf. nota 1 (H).

116 misionero residente. El Vicariato Apostólico de la Araucanía, aunque no dispone de un excedente de personal, sufre en menor grado que otras diócesis chilenas la escasez de sacerdotes; esto se debe gracias a dos factores: el seminario que, con sabio espíritu de previsión, había ya en 1925 Monseñor Guido fundado en San José de la Mariquina y a la frecuente llegada de sacerdotes y aspirantes al sacerdocio alemanes que desean trabajar en campo misional. Al acercarse la fecha del viaje anual que hacía el buque de la Compañía Explotadora a la isla, firmó Monseñor Guido el Decreto por el cual erigió la isla en Cuasi-Parroquia51 y nombró al mencionado Padre Misionero "primer párroco de ella con todos los derechos y obligaciones inherentes a este cargo". Este decreto marca el comienzo del último período en el primer siglo cristiano de la isla: el de la continuidad en su pastoración.

Nómina de los párrocos-misioneros A fines de noviembre de 1937 se embarcó de nuevo el P. Sebastián para tomar bajo su cargo la C. Parroquia durante los siguientes dos años, hasta diciembre del año 1939. En el año 1940 lo reemplazó en este cargo otro misionero del Vicariato de la Araucanía, el R. P. Melchor52, de la misma Orden Capuchina, sacerdote joven y emprendedor. En noviembre de 1940 vuelve nuevamente el mencionado Padre a la isla donde aún permanece, salvo dos interrupciones: durante el año 1948 prepara en el continente la impresión de su libro La Tierra de Hotu Matu'a y es reemplazado por el Sr. Presbítero y misionero del Vicariato, don Humberto Toro, quien trabaja con gran celo por el incremento de la vida religiosa de la isla y en los meses de noviembre y diciembre de 19S6 lo reemplaza el Capellán de la Armada, Sr. Pbro. Miguel Cadieux, quien tiene la gentileza de quedarse durante ese período y facilitar al Padre un viaje al continente donde consigue los materiales necesarios para la construcción de la nueva iglesia. Desde fines de abril del año 1959 el párroco misionero cuenta con la asistencia de un Vicario-cooperador; en 1959 y nuevamente desde enero de 1961, el R. P. Ricardo Rainer53, de la Provincia Capuchina del sur de Tirol; dunnte el año 1960, el R. P. Miguel Luna, de la Provincia Capuchina de Colomtia.

"Estatus canónico de una parroquia de una Vicaría Apostólica (H). "Padre Melchior Schwarzmüller O.F.M.Cap. (1909-1986), en 1940 y de 1969 a 9 7 0 sacerdote de la Isla de Pascua (H). 53 E1 Padre Richard O.F.M.Cap. nació el 29-V-1911 en Rabenstein (Passeier, su- del Tirol); en 1959 y desde 1961 hasta su muerte el 17-XI-1965, fue capellán en la Isla de Pascua (H).

117

Mientras se encontraba el Padre solo en la isla, recibió cortas pero gratas visitas de los siguientes sacerdotes34: 1938, abril y junio: 1943, diciembre: 1945 y 1946, diciembre: 1950, enero: 1951, enero: 1952, 1953, 1954, 1955,

diciembre: enero: enero y noviembre: febrero:

1956, febrero: 1957, enero: 1957, julio: 1958, enero: 1959, enero:

Capellán — ahora Vicario Castrense y Monseñor — Francisco Gilmore, Capellán Manuel Valderrama, Capellán Sr. Miguel Cadieux, Capellán Sr. Ramón Velázquez, R. P. Guillermo Hartl — ahora sucesor de Monseñor Guido Beck, R. P. Carlos Friebe, Palotino, R. P. Edmundo Stockings SS.CC., Capellán Sr. Mateo Silva, R. P. Teófilo, misionero del Vicariato Apostólico de la Araucanía, R. P. Carlos Friebe y Pbro. Sr. Wolfgang Wallisfurth, Pbro. Sr. Salvador Marzana, Capellán Sr. Francisco Gilmore, R. P. José Matías Ramershoven, Palotino, y P. Edmundo Stockings SS.CC., R. P. Remigio, Superior de los Capuchinos del Vicariato Ap. de la Araucanía; R. P. Renato Vio Valdivieso SS.CC.; R. P. Víctor Barros S. J., y Sr. José Manuel Barros, curapárroco de la Parroquia de "Los Santos Angeles Custodios", Santiago.

Acontecimientos de mayor importancia fueron para la parroquia de la isla las visitas pastorales de los Vicarios Apostólicos. Monseñor Guido Beck de Ramberga, fallecido el 5 de marzo de 1958, visitó dos veces la isla; la primera vez, del 10 al 17 de diciembre de 1938, la segunda vez, en enero-febrero de 1952, en esta ocasión permaneció casi dos semanas aquí.

54

Sobre los sacerdotes que permanecieron en la Isla de Pascua desde 1911 hasta 1937, cf. Dederen (noto 4), 114s. (H).

118 Su sucesor, Monseñor Guillermo Hartl55 de Laufen, hizo su visita pastoral durante 9 días en el mes de enero de 1962.

Aumento del movimiento parroquial Gracias al celo del catequista Nicolás Pakarati y de su hijo Timoteo, fallecido en junio de 1959, no se había extinguido la vida religiosa durante aquellos años en que, por falta de sacerdotes, quedaba vacío el tabernáculo de la iglesia de Hangaroa, pero la erección de la Cuasi-Parroquia, con estada permanente de sacerdotes, y las repetidas visitas pastorales de los obispos tuvieron naturalmente el efecto de notable aumento del movimiento parroquial, como lo demuestran las cifras de los sacramentos administrados desde diciembre de 1937, fecha de la llegada del primer párroco residente hasta el 3 de enero de 1964.

Bautismos Se han administrado 1.117 bautismos: 1.067 de éstos a hijos de madres nativas; 49 a hijos de familias continentales. Los nativos han conservado la costumbre, enseñada por los primeros misioneros, de traer a sus infantes recién nacidos pronto a la iglesia para el bautismo, las más de las veces dentro de una semana después del nacimiento; todas las madres casadas llegan, después de su alumbramiento, a pedir la bendición post partunf6. Cuando no había sacerdote el catequista les hacía aspersión con agua bendita, ahora reciben la bendición conforme al ritual. Sin embargo, es de lamentar el vergonzoso hecho del muy subido número de hijos ilegítimos. Debido a la racial veleidad polinésica y su propensión al sensualismo, ha habido siempre un número alto de hijos ilegítimos, como lo demuestran las siguientes cifras: 3 de los 34 hijos bautizados en 1938; 9 de los 45 en 1946; 5 de los 41 en 1952; pero existe mayor desproporción entre legítimos e ilegítimos desde que hay más frecuente contacto de la población nativa con gente del continente. De los 284 infantes, bautizados en los últimos cinco años, desde enero de 1959 hasta la fecha, 73 son hijos ilegítimos, lo que significa el casi 26 por ciento, cifra excesivamente alta.

55

E1 Padre Guillermo [Wilhelm] Hartl O.F.M.Cap. nació el 10-V-1904 en Laufen del Salzach; recibió las órdenes sacerdotales el 15-VÜ-1928 en Dillingen del Danubio; fue mandado a la misión el 2-XI-1929; en 19S7 fue Obispo Titular de Stratonicea di Caria; desde el 5-IÜ-1958 hasta su muerte, el 6-D-1977, fue Vicario [Obispo] Apostólico de la Araucanía (Chile) (H). "Bendición que recibe una madre el primer día en que va a la iglesia después de haber dado a luz. Existen documentos desde el siglo XI que dan fe de que este rito proviene de la tradición oriental. Hoy en día esta bendición es una parte más de la administración del Sacramento del Bautismo (H).

119

Confirmaciones Largo era el lapso de tiempo desde que en agosto de 1916 administrara Monseñor Rafael Edwards el Sacramento de la Confirmación; por eso, en la visita pastoral que, 22 años más tarde, hizo Monseñor Guido Beck de Ramberga, se presentaron 195 personas para la confirmación, 192 de ellas habitantes nativos de la isla, o sea, más de la tercera parte de la población que ascendía en ese entonces a 491 almas. Después de esa visita pastoral pasaron otra vez casi 12 años hasta que en enero de 1950 administrara el Capellán de la Armada, Pbro. Ramón Velázquez, a 224 personas la Confirmación. En lo sucesivo se administró este sacramento a intervalos menos largos. Fueron confirmados: en en en en en

enero 1952: febrero 1956 febrero 1958 febrero 1959 enero 1962:

27 personas por Monseñor Guido Beck, 97 personas por R. P. Carlos Friebe, 61 personas por R. P. José Matías Ramershoven, 33 personas por R. P. Remigio de Geinsheim, 108 personas por Monseñor Guillermo Hartl.

Son en total 748 confirmaciones administradas en este período: 732 a personas nativas de la isla, 13 a personas del continente.

Comuniones y vida religiosa en general El espíritu que, en general, es propio de una gran parte de los feligreses nativos se manifiesta en la frecuente recepción de la S. Comunión. Un reducido grupo de mujeres y hombres llegan diariamente a la misa y reciben la S. Comunión. Los domingos hay, por lo general, unas 100 y más comuniones, y en las fiestas principales de Natividad, Semana Santa, Domingo de Resurrección, Corpus Christi y las de la Stma. Virgen, muchos, a veces casi todos los feligreses, reciben el Sacramento de la Eucaristía. Durante el año 1938 el número de comuniones era de dos mil; gradualmente subió el número anual, hasta llegar a 24 mil en 1952, año de la segunda visita pastoral de Monseñor Guido y en que la vida religiosa de la isla llegó a su florecimiento máximo. Desde entonces ha declinado el fervor pero el número de comuniones se mantiene entre 19 y 20 mil anuales, número satisfactorio si se tiene en cuenta que actualmente no alcanzan a 800 los feligreses de más de siete u ocho años de edad. Es consolador ver que los padres de familias, sin excepción, desean que sus hijos hagan a temprana edad, entre los 7 y 9 años, la Primera Comunión y muchos aún ayudan con enseñanza particular en sus casas para que se celebre con debida preparación.

120 Aunque las personas del continente dan, en su mayoría, el ejemplo de indiferencia y frialdad, y no asisten, o sólo con irregularidad, a la misa dominical y no se acercan al comulgatorio, la vida religiosa de los nativos continúa todavía, a Dios gracias, en forma satisfactoria. Ellos asisten en su casi totalidad a las misas de precepto, siendo la inasistencia una excepción. Desde hace ya varios años, se celebra una misa dominical y festiva en el leprosario y dos en la iglesia parroquial de Hangaroa: la primera temprano, antecedida del rezo del rosario y seguida de una breve exposición del Smo. Sacramento, es la misa más frecuentada y en la que hay mayor número de comuniones, la otra a las 10 de la mañana, precedida de enseñanza catequística que hace el nativo José Fati a los niños, colaborando en forma activa a la labor del párroco desde el año 1952. Satisfactoria es también la asistencia de los feligreses a otras prácticas de piedad, como el rezo del Vía Crucis en los domingos de la Cuaresma, las ceremonias de la Semana Santa y la Novena de la Virgen del Carmen. Las inasistencias culpables a la Misa dominical, que en general son excepciones, se deben a un mal que, desgraciadamente, se ha introducido en los últimos años: las bebidas alcohólicas. Mientras unos 20 años atrás no se conocía otra manera de celebrar fiestas, sino la de hacer curantos a la manera antigua, han adoptado hoy día varias familias la costumbre de prolongar fiestas con comilonas y bebidas alcohólicas hasta muy avanzadas horas de la noche, entre sábado y domingo, con peijuicio de la vida religiosa y de la moral, costumbre copiada seguramente de la continentales residentes.

Matrimonios El total de matrimonios contraídos en este período es de 154. Según arraigada costumbre, se celebran grandes fiestas con ocasión de los casamientos, con derroche de comidas, y desde hace algunos años, de bebilas, traídas clandestinamente por algunos isleños y personal trasladado. Triste es confesar que después de tantos festejos, muchos de los desposados se han separado. Actualmente hay 30 casos de matrimonios separados; autque existe la esperanza que varios vuelvan a unirse, es un porcentaje excesivamente alto. Una de las causas de la desunión que se suscita entre cónyuges es el carácter inconstante, voluble y pendenciero de la raza polinésica. A menudo bastan motivos baladíes para que empiecen riñas que conducen a maltratos que inflige el marido a su mujer o a que ella abandone su hogar. La otra causa ha sido en años anteriores — y es todavía en algunos casos — la tradicional costumbre de los padres de familia o parientes de impone: su voluntad en la elección de futuras esposas. Por consecuencia se han concerado matrimonios sin amor, sin elección libre, que fatalmente han de termina* en separación.

121

Un típico, y a la vez trágico ejemplo, lo tenemos en el caso de los jóvenes Julio Hotu y Eufemia Teao. Estos, de 24 y 34 años de edad respectivamente, se fueron al mar, en la madrugada del día 16 de octubre de 1955, y nunca más se ha sabido de ellos. Julio Hotu se había enamorado de Eufemia, vivía con ella y deseaba contraer matrimonio. Los nativos de la isla son, en cuanto a matrimonios entre parientes, más rigurosos que la iglesia, que no niega sus dispensas. Como Eufemia era tía en segundo grado de Julio, los parientes en su casi totalidad se opusieron tenazmente al matrimonio. Esteban Hito, padrastro de Julio, se empeñó en convencerlo que debía casarse con otra joven. Aparentemente el joven consintió, probablemente cansado ya de tantas y tan molestas insistencias; y es así que el día 16 de agosto se celebró, con el acostumbrado derroche de comidas, el matrimonio de Julio con una niña que el padrastro le había escogido para futura esposa. Como era de temer, el joven abandonó pronto a su mujer y volvió a la casa de Eufemia. Naturalmente la atrajo esto una lluvia de reprensiones y encontrándose en una situación que parecía insoportable decidió huir con la ayuda de algunos amigos que le acompañaron hasta el último momento. Hizo clandestinamente preparativos para un proyectado viaje en el mar llevando, en la noche del 15 al 16 de octubre, amplias provisiones a su frágil embarcación en la caleta de Hanga Kao-Kao. Salieron con viento favorable; a los pocos días después empezó a rugir un temporal. Julio tenía muy poca experiencia en el gobierno de botes y su compañera Eufemia era mujer obesa que nunca había manejado un remo, por lo que es de creer que pronto terminó en una tragedia el romance de la infortunada pareja. En la isla se canta una canción que recuerda este suceso.

Defunciones Han ocurrido 294 defunciones en este período, 290 de nativos, 4 de personas continentales. De los 290 difuntos nativos, 163 eran infantes, menores de 7 años de edad; de los 127 adolescentes o adultos, 96 han recibido los auxilios religiosos y 18 pueden ser considerados como cuasi-auxiliados porque eran de comunión frecuente o diaria y poco tiempo antes de morir habían recibido los Santos Sacramentos de la Confesión y Comunión; así que serían 114 los auxiliados. De los 13 restantes, 5 recibieron solamente la Extrema Unción sub conditions1, por haberse llamado tarde al sacerdote; 8 no la recibieron por haber muerto accidentados en lugares distantes o por haberse avisado al sacerdote con mucho retraso.

S7

Bajo la condición si vivís, "si todavía vives", es decir, bajo la creencia de que la persona en cuestión experimenta todavía funciones vitales tras la muerte "apreciada externamente" (H).

122 Es de esperar que todos hayan muerto bien, aunque no hayan recibido los últimos auxilios; pues no existe aquí incredulidad ni verdadera irreligiosidad, y aún en los que se han desviado del buen camino y no viven en conformidad con la moral cristiana, no se extingue la práctica de hacer oración ni el deseo de reconciliarse con Dios. De las 4 personas continentales que han muerto en la isla, una ha sido auxiliada, una murió ahogada, una de muerte repentina y una era infante bautizada. Lo que el padre Zumbohm dice58, en la citada carta de octubre de 1868, de los moribundos de antaño, podemos repetir también hablando de los nativos enfermos de hoy día: "Nuestros enfermos mueren todos con una resignación admirable; no parecen sentir tener que perder la vida". Los que se sienten gravemente enfermos, desean que llegue el sacerdote para auxiliarlos y no es preciso ocultarles su estado de gravedad. Algunos tienen un deseo tan vehemente de morir que el sacerdote tiene que aconsejarlos que se conformen con la voluntad de Dios y esperen con paciencia y resignación la hora de la muerte. Ha sucedido también que enfermos de gravedad han pedido a sus padres el permiso para morir. Uno de estos casos es el de Elena Pakarati, hija de Timoteo Pakarati y de Victoria Atán, que en marzo de 1938 murió de tétano. Después de recibir los Santos Sacramentos, pidió a su padre el permiso de morir, diciendo: "He oho au?" (¿Me voy?). El padre meneó la cabeza, en señal de negativa. Repitió estas mismas palabras pero sin conseguir el permiso. Cuando lo pidió por tercera vez, su madre intercedió por ella ante su marido; entonces le dijo Timoteo: "Ka-oho!" (¡Vete!). En ese mismo instante inclinó Elena su cabeza y falleció. Cuenta Sor M. Margarita que en el año 1951 Josefina Tuki, joven de 18 años, estaba gravemente enferma en el leprosario y con el deseo de morir. Durante tres días esperó con ansias a su padre Moisés Tuki que viniera para poder pedirle el permiso. Al fin llegó en la mañana del día 8 de diciembre y luego después de conseguir el permiso de su padre, ella murió.

Los trasplantados Ilusionados por el muy humano deseo de ir a conocer lejanas tierras, salisron en el transcurso de 15 años, de 1944 hasta fines de 1958, cuarenta y un nativos, en pequeñas embarcaciones, con rumbo a Tahití; veintiuno de éstos ¿esaparecieron en la vasta soledad del mar.

38

Cf. págs. 80s. (H).

123

Desde que, hace ya varios años, la Armada de Chile da a los nativos amplia facilidad para viajar en el buque anual Transporte "Presidente Pinto" al continente, ha empezado un continuo y cada año más numeroso éxodo. Ya son varios centenares los que han abandonado su isla; muchos de ellos, indudablemente, para siempre. Aunque van a Chile, que políticamente es su patria, se les puede llamar "emigrantes", porque dejan su tierra natal donde tienen otra lengua materna y otra mentalidad racial que la gente del continente. Unos se van, inducidos simplemente por las ansias de cambiar la monotonía de la vida de la isla por las distracciones que ofrecen las grandes ciudades, Santiago y Valparaíso; otros, guiados por las más justificadas aspiraciones de mejorar su situación económica y sobre todo de ofrecer a sus hijos la posibilidad de proseguir sus estudios, después de haber cursado los seis años de escuela primaría de la isla, y de llegar a ocupar puestos fiscales o de instituciones de las Fuerzas Armadas. Es muy común este deseo de los padres que quieren que sus hijos suijan y lleguen a ser más que ellos, pero tiene la consecuencia que en la isla habrá menos agricultores en el futuro. Algunos de los emigrantes han tenido éxito pero la situación económica y moral de otros presenta el triste cuadro de los transplantados que, desarraigados de su tierra natal y sin el benéfico influjo de su medio ambiente, se pierden, víctimas de sus ilusiones. Hay personas en el continente que ejercen una influencia peijudicial sobre los nativos pero, gracias a Dios, hay otras también que les ofrecen ayuda moral y material, personalmente u organizando campañas a favor de los isleños. Entre estas últimas se destaca actualmente Max Puelma Bunster, quién no sólo ha conseguido becas con internado para estudios secundarios para algunos isleños egresados de la Escuela Primaría, sino que los vigila y los ha colocado entre personas amigas que han ofrecido actuar de Apoderados, en hogares bien constituidos. Igualmente, ha organizado a los isleños residentes en Santiago, quienes han sido invitados a asistir a la Santa Misa en la iglesia de "Los Santos Angeles Custodios", donde se reúnen el I o y 3 o domingo de cada mes. Es así como desde el 9 de septiembre de 1963 se reúne un buen número de isleños en esa parroquia a oír la Misa y cantar, tal como en su isla, gracias también a la cariñosa acogida del Rvdo. P. José M. Barros, quien actúa como Párroco de los isleños residentes, bautizando y administrándoles los Sacramentos. A través de algunas gestiones, el Sr. Puelma obtuvo también la ayuda y colaboración de Cáritas-Chile, que proporcionó alimentos y ropa a las familias ubicadas en Santiago, fuera de la cuantiosa ayuda que desde hace años remiten a la isla misma.

124

Atención del Leprosario, llamado ahora "Sanatorio Humberto Molina Luco" Una de las más hermosas obras de este período es la que se ha hecho en favor de los pacientes recluidos en el leprosario; como hemos visto en el capítulo anterior, Mons. Rafael Edwards se sintió conmovido por el estado de completo abandono en que se encontraban los enfermos y, vuelto al continente, hizo una enérgica campaña con el objeto de mejorar la situación de los nativos en general, y muy en particular de los enfermos. Consiguió que se construyera una casa para ellos, pero pasaron muchos años, antes que se produjera un cambio completo de la situación. Cierto es que desde que se erigió la Parroquia los enfermos recibieron más frecuentemente las visitas de los sacerdotes en el leprosario, quienes celebraban Misa al aire libre delante de la vieja casa y Ies traían también regalos de diversas especies, pero la casa de los enfermos, nunca refaccionada en el transcurso de 20 y más años, tenía ya un aspecto miserable. La obra de sustituirla por nuevos edificios fue iniciada por hombres inspirados por el noble ideal de ayudar a los abandonados, filántropos cuyos nombres merecerían quedar inscritos con letras de oro en la historia de la isla: los Sres. Humberto Molina Luco y Federico Felbermayer, quienes, después de haber venido a la isla en diciembre de 1946 y haber visto el miserable leprosario, formaron en Valparaíso la "Sociedad de Amigos de Isla de Pascua". Ayudados por un grupo de bien intencionadas personas, entre las cuales quisiéramos nombrar en especial a la anciana, pero muy activa Srta. Dora Martín, empezaron a organizar conferencias, rifas y fiestas con el fin de recolectar fondos, continuando esta actividad durante varios años con admirable tesón, sin escatimar sacrificios, y así se pudieron empezar las construcciones del primer pabellón para los enfermos a fines de 1947. Gracias a Dios fue esta iniciativa la aurora de un cambio radical y completo pues, mientras continuaban en 1948 lentamente los trabajos de construcción en la isla, Mons. Guido Beck de Ramberga tomó en el Continente la magnífica resolución de insinuar a la Superioridad de la Congregación de las Hnas. Misioneras Catequistas de Boroa39 la idea de hacerse cargo de la atención de los leprosos. El deseo del Obispo encontró favorable acogida y se inició la más noble de todas las obras de caridad registradas en los anales de la Congregación. Como primera de las futuras "Samaritanas" se embarcó hacia la isli en enero de 1949 Sor Margarita María, quien había estado ya en la isla dos veces; trabajando en la escuela, y apenas llegada, se instala en una de las casas nue-

"Congregación de las "Hermanas Misioneras Catequistas de Boroa", fundada en 192Spor el Padre Wolfgang (Karl) Emslander O.F.M.Cap. (1884-1956). La casa matriz le la congregación está en Boroa (Araucanía/Chile) (H).

125 vas, todavía ocupada por enfermos, y queda allí sola durante el año, dedicándose a la alimentación de los enfermos y trabajadores, y vigilando las obras de la construcción. Durante este año se hicieron en la parte del recinto dos edificios; una cocina con dos piezas adjuntas y una bodega para guardar víveres. A principios del año siguiente llegó Sor María Concepción para acompañar a Sor Margarita María y llegaron también los materiales para una casa-habitación, del tipo prefabricada, para las religiosas. Al quedar terminados los tres pabellones nuevos, pudieron ser aislados todos los enfermos que vivían en la población. En 1951 subió el número de los asilados a 33, en 19S2 a 40. Desde entonces hubo también servicio religioso los domingos y días festivos. El Padre misionero que hasta 1959 estaba solo al cargo de la parroquia, celebraba tres misas dominicales, dos en la iglesia y una en el leprosario. Las Hermanas Religiosas que han estado en calidad de Superiora a cargo de la atención del leprosario son: Sor Margarita María, Sor María Concepción, Sor Catalina, Sor Julia y Sor Tadea. En los últimos años ha bajado constantemente el número de los asilados; unos han muerto, otros han vuelto sanos a sus casas. Se puede decir que gracias a la mejor atención médica del leprosario por parte de Sanidad Naval de la Armada de Chile, y a los modernos y eficaces remedios, aportados por el Serv. Nac. de Salud, la lepra está en vías de extinguirse. En el leprosario que, en honor del gran bienhechor se llama ahora "Sanatorio Humberto Molina Luco", no quedan más que seis pacientes, pero las Hermanas Religiosas continuarán su obra de caridad hasta el último momento.

Incremento de la labor educacional La escuela de la isla no es particular, ni es mantenida por el Vicariato Apostólico de la Araucanía; es la escuela fiscal n° 72 de la Comuna de Valparaíso. Si hablamos de ella en esta reseña histórica de asuntos eclesiásticos es por la razón de que Hermanas Religiosas de Vicariato han trabajado en ella y contribuido en forma efectiva al incremento de la labor educacional en los últimos años. Cuando en diciembre de 1938 llegó Monseñor Guido en su primera visita pastoral, venían con él dos Religiosas de la "Congregación de las Hermanas Misioneras Catequistas del Divino Corazón de Jesús", cuya casa-madre está en Boroa, Provincia de Cautín: Sor Gertrudis Koetter, alemana y Sor Margarita María Lespay, chilena, las cuales se hicieron cargo de la enseñanza en la escuela fiscal. Desde entonces, Religiosas de esta misma Congregación han continuado esta labor. A principios de 1956 se retiraron de la isla, pero su ausencia no se prolongó por mucho tiempo, porque a pedido de autoridades navales, reanudaron en 1957 su labor educacional.

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En un comienzo se daba clase a las niñas en la mañana, a los niños en la tarde, pero, después de algunos años, cuando aumentó el personal docente se empezó la enseñanza diurna con los cursos mixtos. En el año 1950 se construyó un nuevo edificio escolar de tres salas de clase, gracias a la influencia del Sr. Humberto Molina Luco y su gran interés por el progreso de la isla. En el año 1960 llegaron tres casas prefabricadas más, completando así seis salas de clase para los seis cursos, que son bastante amplias y cómodas. Los directores de la escuela han sido: entre 1938 y 1956: en 1956 y 1957: de 1958 hasta fines de 1963:

Sor Margarita María, Sor Antonia Pflugbeil y Sor Mechtilde, el señor Enrique Cortés, Sor Margarita María, Sor Victoria Hurtado, Sor Purísima Letelier y Sor María Petronila Neira.

Los profesores laicos que han servido a esta escuela son: Señora Fresia de Kompatzki (1944 y 1945); el señor Lorenzo Baeza. quien murió en la isla ahogado con ocasión de un paseo escolar a Anakena, al tratar de ayudar a salvar unos niños que estaban en peligro; su esposa Adriana de Baeza (ambos desde 1953 hasta fines de 1955); las señoritas pascuenses Catalina Hey (1957 y 1958), Emilia Cardinali Pakomio (1961 y 1962), Lucia Tuki (1962 y 1963). El funcionamiento de esta escuela es perfecto: la matrícula del año 1963 era de 283 alumnos; la asistencia media diaria de 278 y los exámenes finales dieron un óptimo resultado. Existe un muy activo "centro de padres de familia", servicio de desayuno y almuerzo escolar y una bien surtida biblioteca, que ha ayudado a formar durante varios años el Sr. Max Puelma y a la cual últimamente ha contribuido también Radio Cooperativa La Voz de Chile con una campaña nacional. En suma, se puede decir sin exagerar, que gracias a los esfuerzos del personal docente, de los directores tanto laicos como de estado religioso, la labor educacional se desarrolla sin cesar, siguiendo una línea recta ascendente, para llegar al actual estado floreciente de este panel educacional primaro. Los jóvenes que han ido a estudiar en colegios secundarios en el continente han dado buen resultado como alumnos obteniendo buenas calificaciones (ei algunos casos las primeras de su curso) y la isla agradece a la Congregación de los Padres Salesianos por haber recibido a 2 alumnos en sus talleres, comc igualmente a la Congregación de los Rvdos. P. Mercedarios, que recibieron a 2

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alumnos en la Escuela Agrícola de Lo Espejo y a las Hnas. de la Caridad, que recibieron a 2 niñas en la Casa de Belén, entre otros establecimientos. Estos agradecimientos los hacemos extensivos también a los apoderados de estos alumnos, los Rotary Clubs de San Bernardo, Lo Espejo, San Miguel y Santiago Sur, quienes al imponerse de los problemas de la isla por las charlas del Sr. Max Puelma en los clubs rotados ofrecieron apadrinar a algunos de los niños.

Construcción de edificios Durante este período se hizo la construcción de dos edificios principales: en 19S3 se construyó una casa-habitación parroquial de 5 piezas, gracias a la generosidad del Gerente de la última de las llamadas Compañías Explotadoras de Isla de Pascua, el Sr. Carlos Daly, quien trató siempre con benevolencia, no sólo al Padre Misionero y las Hermanas Religiosas, sino también a la población isleña. En los años 1957 y 58 se construyó la nueva iglesia; la antigua era de madera y había sido construida en 1866 en la plaza de Hangaroa y transportada después al sitio actual de la Misión; era pequeña para la creciente población y no tenía revestimiento interior y en los últimos años ofrecía poca resistencia a los vendavales de invierno, de modo que se temía que se desmoronara con algún temporal. El Párroco recibió para la construcción de un nuevo, más amplio y más sólido edificio, substancial ayuda de parte de varías personas: el Sr. Ureta, propietario de la Maestranza Cerrillos, obsequió las estructuras de hierro para un edificio de 35 mts. de largo y 11 mts. de ancho; el explorador Thor Heyerdahl60, quien de noviembre de 1955 a abril de 1956 había dirigido los trabajos de la Expedición Arqueológica Noruega financiada por él, ofreció su generosa ayuda al recibir la noticia de que se empezaba con la construcción de una nueva iglesia y envió primero US$ 2.000.— y más tarde otros US$ 3.000.—. Además de ello, un norteamericano, el Sr. Albert Rankin, ayudó con US$ 400.- y el trabajo lo aportaron los isleños, colaborando como voluntarios en 1957 en la construcción de la primera parte de la iglesia, que se construyó sobre el jardín delante de la iglesia antigua; otros continuaron y terminaron la construcción entera, conformándose con salarios bajos. Leonardo Pakarati, hijo menor del fallecido catequista Ure Potahi, dirigió con diligencia y espíritu de colaboración estos trabajos; y otros isleños ayudaron con donaciones de víveres para los trabajadores y de cemento para la obra.

^ E n 1947 Thor HeyerdahI (*1914) navegó 97 días en una balsa ("Kon Tiki") desde el Callao por el Pacífico hasta Tahití, para demostrar su (científicamente criticada) tesis según la cual la cultura polinesa viene del Perú antiguo (H).

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La nueva iglesia, cuya bendición se efectuó el 28 de septiembre de 1958, es un edificio de concreto con estructuras metálicas, sin belleza arquitectónica y consta de una simple sala suficientemente amplia para un crecido número de feligreses. A principios de 1959 fueron reemplazados los bancos rudamente elaborados en 1957, por buenos asientos con reclinatorios hechos en los talleres de carpintería de la Misión Capuchina de Padre Las Casas61. En 1960 se construyó una capilla abierta para la Virgen de Fátima, y posteriormente un campanario al lado de ésta, trasladándose los restos del Hno. Eugenio Eyraud y del Catequista Pakarati al espacio que quedaba entre la iglesia y la capilla abierta. En enero de 1962 llegó — Finis coronal Opus62 — una imagen de Cristo Redentor de 2 mts. de alto, que fue colocada sobre el campanario durante la visita Pastoral de Mons. Guillermo Hartl. Iluminada en las noches es como un símbolo de bendición sobre los habitantes de la isla.

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Estación misionera de la Araucanía (Chile), cerca de Temuco (H). "El fin corona la obra" (H).

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Carta del excmo. Sr. obispo de Tahiti, Monseñor Paul Maze63 al R. P. Sebastián Englert con ocasión de clebrarse el primer centenario de la evangelización de Rapa Nui Roma, 2 de diciembre de 1963. Vicariato Apostólico de Tahití (Polinesia Francesa). Reverendo y muy querido Padre Sebastián: El 3 de enero se cumplirán 100 años desde la llegada del querido y venerable Hermano Eugenio Eyraud a la ribera de la isla salvaje de Rapa Nui. Ud. celebrará este centenario que, en efecto, es la fecha de entrada del cristianismo en aquella tierra hasta entonces salvaje y antropófaga. Este humilde laico (aún no pertenecía a ninguna orden religiosa64) es en realidad el primer apóstol de esta isla. Habiendo sufrido un percance al desembarcar y viéndose despojado de todo, lo único que sentía muchísimo fue la pérdida del libro de Catecismo que para él había sido un instrumento de gran importancia en su apostolado. Con la ayuda de este libro, bajo peligros y dificultades inimaginables, él mismo aprendería los primeros elementos fundamentales del idioma polinés y enseñaría las oraciones más comunes y las verdades de la fe a los niños, más tarde a los adultos que quisieran venir a escucharlo. Al llegar 10 meses más tarde el Reverendo Padre Bernabé63 a Rapa Nui, la primera persona que subió a bordo era una mujer que lo saludó haciendo la señal de la Cruz. Luego recitó el Padrenuestro, Ave María y Credo. El misionero, lleno de admiración, le preguntó: "¿Quién les ha enseñado palabras tan bellas?" A esto respondió: "El Papaa". Ese mismo "papá" que lo había enseñado a ella y a todas las demás personas fue el Hermano Eyraud. Por lo tanto fue el primer misionero de Rapa Nui. Diez meses más tarde volvió trayendo nuevos ayudantes: el Rvdo. Padre Roussel66 y 3 personas de Mangareva67. No era fácil establecerse allí, una existencia rodeada de peligros los aguardaba, pero poco a poco la dulzura y

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EI Padre Mazé nació el 4-IV-1885 en Pleyben (Département Finisterre; Diócesis Quimper, Francia); de 1938 hasta su resignación en 1966 fue Vicario Apostólico de Tahití con sede en Papeete; falleció en 1976 (H). M EI Hermano Eugenio Eyraud no ingresó en la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María hasta 16 meses después de su llegada a la Isla de Pascua, el día 6-V-1865 (cf. también nota 4) (H). " P a d r e Bernabé Castan (cf. nota 18) (H). ^ P a d r e Hippolyte Roussel, cf. nota 5 (H). 67 Cf. págs. 75 ss. de este volumen (H).

130 perseverancia de los misioneros ganaron los corazones de los habitantes. La palabra de Dios y la gracia del bautismo hicieron el resto. No obstante, las privaciones de los primeros 10 meses agotaron las fuerzas del buen Hermano Eugenio Eyraud. Había contraído una tuberculosis. El 12 de agosto tuvo que guardar cama. Unos pocos días después perdió el conocimiento. Después de 4 días de delirio tuvo un momento de lucidez y preguntó: "¿Están todos bautizados?" "Sí, todos están bautizados", fue la respuesta. Un último rayo de alegría iluminó el rostro del apóstol. Al día siguiente, 19 de agosto, entregó el fundador de la Misión de Rapa Nui su noble alma a Dios. Su obra, la obra de su vida, estaba consumada.68

Mi Reverendo y querido Padre: Con justa razón va a celebrar Su Reverencia la fundación que comenzó con el desembarque del Hermano Eugenio Eyraud en Rapa Nui el 3 de enero de 1864. Pero la pequeña comunidad de Rapa Nui ha pasado por muchos sufrimientos. ¡Cuántos años estuvo sin sacerdote! Sin embargo, hace 29 años que Dios la favorece. La pequeña grey ha encontrado en Su Reverencia un buen pastor y un excelente sacerdote que olvidándose de sí mismo, no piensa sino en ella. Por sus queridos pascuenses Ud. ha soportado la soledad y aislamientos más completos. Ud. ha sabido interesar a su Orden por el bienestar corporal y espiritual de sus feligreses. A su gran celo apostólico y cariño por sus fíeles se debe tanto la llegada de Religiosas maestras para la niñez y juventud como de Religiosas enfermeras para los leprosos. Durante estos 29 años le tocó recorrer un sendero lleno de privaciones tanto bajo el aspecto material como espiritual. Pero Dios ha bendecido su trabajo. En gran parte se debe a su labor apostólica el poder contemplar hoy día una población en vías de crecimiento, crecimiento en cantidad y sobre todo en calidad. Rapa Nui le debe su mayor gratitud. El Señor sabrá recompensar a su fiel servidor. Mi corazón y mis pensamientos acompañarán a Ud. al celebrar el Centenario de la Evangelización de Rapa Nui. Con estas palabras sencillas quiero expresar mi mayor consideración y aprecio, su hermano en Cristo. firma Paul Mazé Vicario Apostólico de Tahití

^Cf. págs. 81 ss. de este volumen (H).

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Epílogo Palabras de despedida, al terminar el primer siglo cristiano de Rapa Nui, el dia 3 de enero de 1964 Con esta fecha de hoy, comienza el segundo siglo cristiano de la isla. Acompañado de un grupo de fíeles que asistieron a la misa y recibieron la Santa Comunión, nos hemos dirigido esta mañana a la tumba del Hermano Eugenio, para rezar a él, no por él, porque estamos segurísimos de que goza, desde su tránsito de la tierra a la eternidad, de las delicias de la contemplación de Dios. Con ferviente súplica le hemos pedido que ruegue por nosotros, por esta isla y sus habitantes; pues, al pensar en el porvenir, en tantos cambios y tantas innovaciones que, junto con progresos de la civilización, traerá este segundo siglo de la era cristiana, no podemos negar que surgen sentimientos de temor en nuestra alma. Ruega, Venerado Hermano Eugenio, por nosotros, sé protector de esta tierra que amaste y por la cual sufriste; ruega: que en lo futuro no se extinga el resplandor de la fe que como primer apóstol e infatigable catequista has traído a los padres y abuelos de la presente generación; que los habitantes de esta tu querida tierra de adopción, al tener mayor contacto con el mundo exterior, no sean víctimas de espejismos, de ilusiones y funestas influencias; que, junto con ser respetuosos hijos de la patria chilena, no pierdan, por asimilación de costumbres ajenas, las cualidades de su raza, su lengua, su naturalidad polinésica, ni el amor a su tierra natal; que en medio de los cambios que produce la modernización de la vida, conserven intacta la herencia espiritual y de valor eterno que les han dejado los grandes misioneros del siglo pasado iniciadores de la era moderna. El Autor

El Padre Sebastián Englert O.F.M.Cap. (1888-1969) y su forma de comprender la actividad misional Epilogo teológico Johannes Meier En los años cincuenta, el conocido arqueólogo noruego Thor Heyerdahl manifestó que su encuentro con el párroco de la Isla de Pascua, Sebastián Englert (1888-1969), le había dejado claro "que se encontraba frente a la personalidad más grande que había conocido en su vida, un hombre cuya fe era de una viva severidad y no solamente motivo de inspiración de hermosas y edificantes palabras para ser pronunciadas dentro de las puertas del templo" (1957, 133). A fines de los años setenta, Paul Frings, colaborador durante largos años del programa de desarrollo de las Naciones Unidas (UNDP), llamó al padre capuchino de origen bávaro un "auténtico siervo de Dios [...], desprendido, ejemplar y comprometido con su pueblo"; "con el padre Sebastián Englert ha desaparecido una generación de misioneros de la antigua escuela" (Frings 1980, 87). Con ambas apreciaciones estará de acuerdo quien lea hoy día el pequeño libro de Englert sobre el "primer siglo cristiano de la Isla de Pascua". Esta obra, claramente articulada y fácilmente comprensible, da testimonio, en forma verdaderamente clásica, de aquella natural obviedad de la misión cristiana y de sus representantes que predominaba en el período comprendido entre los dos concilios vaticanos (1869/70-1962/65) en la Iglesia Católica Romana. En la época poscolonial y frente al horizonte de la teología más reciente, sin embargo, mucho en ello se ha vuelto cuestionable. No obstante, la vida y la obra de algunas personalidades misioneras individuales como Sebastián Englert no pueden menos que provocar el respeto que le han rendido Thor Heyerdahl y Paul Frings. Entre los rasgos que caracterizan la espiritualidad de tales misioneros hay que distinguir, en primer lugar, el valor, la decisión y la certeza de la fe que, si bien muchas veces sin apoyo ajeno, los capacitan para hazañas notables, incluso heroicas. En su exposición de la historia de la misión de la Isla de Pascua, Primer siglo cristiano de la Isla de Pascua, nos muestra Sebastián Englert tales cualidades ya desde el principio en la figura del lego Eugenio Eyraud1 de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María2.

'Sobre Eyraud cf. también Métraux 1957, 39-44.

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Englert subraya que Eyraud perseguía desde la niñez con tan gran paciencia su tarea misional, que ya en 1864, esto es, antes de profesar como novicio, pudo convertirse en el primer apóstol de la fe cristiana en la Isla de Pascua; atestigua su acción, realizada "con alma de apóstol", "animado de celo apostólico" (61 y 67)3 y encuentra palabras de suma admiración para el fructífero trabajo de nueve meses que realizó el "heroico catequista" (71). Tras concluir su noviciado y profesar anticipadamente, Eyraud parte nuevamente hacia la Isla de Pascua "para consagrarle todo el resto de su vida" (71); puesto que ahora lo acompaña un sacerdote, se dedica obviamente a las tareas subordinadas de un lego. En agosto de 1868, cuando Eyraud cuenta con cuarenta y ocho años, muere de tuberculosis, padecimiento que probablemente contrajo durante su primera estancia. Englert describe la muerte de Eyraud sobre el fondo de una comunidad nativa que ha surgido entre tanto gracias a la catequesis y a la obra sacramental de los misioneros: la semilla que sembró "el fundador de la Misión de Rapa Nui" (81, 130) ha germinado ya, y él merece vivirlo todavía antes de su muerte y alabar a Dios por ello. Otra ñgura que encarna el ideal misionero de la entrega de la vida por la causa de Cristo la descubre Englert en el catequista lego Nicolás Pakarati Ure Potahi, quien de 1888 a 1927 mantuvo viva la vida religiosa en la Isla de Pascua mediante la catequesis, la preparación de los Sacramentos, horas de meditación y oración, la asistencia a los moribundos, etc. Los misioneros se habían tenido que retirar ya en 1870 de la Isla de Pascua, cuando un colono blanco comenzó a adueñarse de la isla y a recrutar mano de obra barata con ayuda de un ejército particular, situación que llevó a enfrentamientos y actos de violencia. A pesar de la salida de los religiosos y del acoso de los blancos, la comunidad cristiana no se extinguió. Fue mantenida por legos y gracias a la dedicación de Pakarati se pudo ir consolidando desde 1888: Englert la llama una "pequeña cristianidad" (102). Destaca sobre todo la constancia de Pakarati, su celo y su piedad, pero también su apoyo a los sacerdotes que en 1897 y 1901, así como después de la anexión de la Isla de Pascua al vicariato militar chileno (1911), visitaron la comunidad en cortos intervalos. Aun cuando finalmente Englert no sepa referir muchos detalles, la repercusión de la obra de Pakarati es tan grande, que no duda en otorgarle a este lego y a los cristianos

2 "Congregatio Sacrorum Cordium Jesu et Mariae necnon adorationis perpetuae Sanctissimi Sacramenti Al taris". Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María, y de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento del Altar; conocida en Alemania también como Arnsteiner Patres [Padres de Arnstein], que derivan su nombre del Monasterio premonstratense de Arnstein an der Lahn, adquirido por la Congregación de los Sagrados Corazones en 1919. 3 En lo sucesivo se referirán los números de página a la presente edición.

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nativos el mismo rango en la historia eclesiástica de la Isla de Pascua, que a Eugenio Eyraud.4 La tercera personalidad misional sobresaliente de la Isla de Pascua es la del Padre Englert mismo. Desde luego él no lo dice, sino que se esfuerza por describir sus múltiples actividades de la manera más objetiva. Bajo su égida la Isla de Pascua se convierte en una parroquia regular, adjudicada desde 1937 al Vicariato Apostólico de la Araucanía. A Pakarati atribuye Englert la longevidad de la obra; con Eyraud tiene en común el hecho de que no es un nativo, pero que, no obstante, como él claramente dice, comienza pronto a echar raíces en la isla (112). Englert da un panorama exacto de la estabilización institucional del servicio pastoral y de la oiganización de las actividades de la iglesia bajo su dirección. Una carta del Vicario Apostólico de Tahití — originalmente la evangelización había comenzado en el marco de la jurisdicción de esta diócesis — valoriza estas realizaciones y atestigua en Englert "celo apostólico y cariño por sus fieles" y, de nuevo, "labor apostólica" (130). Estas tres personas, el Hermano Eugenio Eyraud SS.CC., el lego Nicolás Pakarati Ure Potahi y el sacerdote P. Sebastián Englert O.F.M.Cap. encarnan los comienzos, la profundización y la exitosa conclusión de la misión católica de la Isla de Pascua entre 1864 y 1964. En cuanto a la misión católica están los tres evidentemente de acuerdo, si bien, por haber vivido en diferentes épocas, nunca pudieron constatarlo personalmente.3 Común a todos ellos es el convencimiento de que extra ecclesiam nulla salus: fuera de la iglesia, esto es, de la Iglesia Católica Romana, no hay salvación. A partir de ahí se explica el enorme significado que le atribuyeron al Bautismo. El trabajo catequético al comienzo de la misión se concentra en el Bautismo. De ahí la importancia también de las visitas a los enfermos: quien recibe el Bautismo antes de morir salva su alma. Cuando en 1868 es bautizada casi la totalidad de la población de la isla en una serie de ceremonias, el entonces misionero, Padre Gaspar Zumbohm expresa en una carta su alegría de que del "reino de las tinieblas" hayan pasado al "reino de la luz" (79). También en tiempos posteriores, la catequesis del lego Pakarati tendrá como meta siempre el Bautismo, y el Padre Englert, inmediatamente después de entrar en funciones, llevará un registro minucioso de los bautizos administrados, así como también de los otros sacramentos, en especial de la Extremaunción. Con satisfacción y completamente en el espíritu de un perfecto sacerdote en la tradición de los preceptos pertinentes del Concilio de Trento y de las ventajas del derecho canónico, anota que, durante el tiempo que duró su

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Esto queda claro especialmente en la descripción de la muerte de Pakarati y su inhumación junto a los restos de Eyraud (111). 'Respecto a la conformidad mental de los misioneros y en especial de los sacerdotes entre ellos, son significativos los pensamientos de Englert sobre la retirada de los misioneros de la Isla de Pascua en 1870; habla de sus sentimientos de dolor y de tristeza como si fueran los suyos propios (89).

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cargo, de un total de 127 decesos de adultos, 114 sucedieron tras haber tenido lugar la asistencia sacramental; en cinco ocasiones se administró la Extremaunción sub conditione y sólo a ocho moribundos no les pudo ser administrada, ya fuera porque se accidentaron en lugares muy apartados o porque el párroco fue avisado demasiado tarde (121s.). La salvación de las almas es pues un rasgo típico de su pensamiento misional. Con ello se introduce una orientación estadístico-cuantitativa. Los éxitos misionales son mensurables en números, el crecimiento de la iglesia es una meta misional. Las comuniones impartidas anualmente subieron de 2.000 en 1938 a 24.000 en 1952; de este último año se habla como de aquél en el que la vida religiosa de la isla llegó a su "máximo esplendor". Después descendió este número a 19.000 ó 20.000, lo que Englert, en vista de los apenas 800 creyentes admitidos a la Comunión, consideró completamente satisfactorio (119s.). Otro elemento de esta comprensión misional es el concepto de iglesia concentrado en el sacerdocio. Sin sacerdotes la iglesia se encuentra incompleta. Es cierto que el trabajo de los legos es descrito con benevolencia, no obstante, una cosa es cierta: se trata de una solución provisional. A través de una actividad llena de sacrificios, Pakarati da, entre 1888 y 1927, una estructura sin sacerdotes a la comunidad. En la exposición de Englert se designa esta época como los "largos años de abandono eclesiástico" (hasta 1911) (97ss.); el período a partir de 1911 recibe en su libro el título de Atención espiritual del vicariato militar. La existencia de una comunidad lega bajo la dirección de un nativo, tan notable desde un punto de vista moderno, no representa para él la característica principal de estos decenios; más bien basa su organización en un sistema jerárquico que tiende paso a paso a la incorporación de la Isla de Pascua en las estructuras de la iglesia universal. De ahí que dé tanta importancia a las visitas episcopales (p.ej. 1916 y 1917) (107ss.). Cuando finalmente toma él mismo la parroquia en 1937, se hace mucho más detallado el punto de vista. La Isla de Pascua aparece ahora como una comunidad católica normal: junto a la propagación de la fe y la impartición de los sacramentos aparecen los campos de trabajo Cáritas/Asistencia a los enfermos — la comunidad hermana de Boroa (cf. Noggler 1973) se establece en 1949 en la Isla de Pascua y se dedica, entre otras cosas, a la asistencia a los leprosos —, así como Escuela/Educación; en los años cincuenta, finalmente, se construye una nueva parroquia y una nueva iglesia (126ss.). En una comunidad de tal manera europeizada naturalmente tienen vigencia también las normas de la iglesia universal, lo que obviamente trae consigo problemas. A este respecto, Englert aborda sobre todo la doctrina moral católica sobre el matrimonio y la familia. Lamenta la existencia de treinta matrimonios separados en su comunidad, señalando como razón principal de ello el carácter impredictible y veleidoso de la raza polinesia, aunque algunos casos deben atribuirse a los arreglos matrimoniales hechos por los padres, sin una decisión libre de los contrayentes, que aún tienen lugar de vez en cuando

137 (120s.). Englert ve también con desagrado el número de nacimientos ilegítimos, cuya causa para él hay que buscarla en el carácter antojadizo de los nativos y en su tendencia a la voluptuosidad; aclara, sin embargo, que el contacto cada vez más frecuente de los habitantes de la Isla de Pascua con los chilenos continentales jugó también un papel en el aumento de estas cifras (118s.). La conducta de estos últimos la critica igualmente con relación a su asistencia a la misa dominical, si bien en este caso, por lo demás, se alegra de que ese mal ejemplo no haya tenido repercusiones negativas en la asistencia a la iglesia por parte de los nativos (120). Además de todo esto, pone de relieve la sólida fe de sus feligreses. Incluso aquellos que no viven de acuerdo con la moral católica se mantienen firmes en la oración y en su deseo de reconciliarse con Dios, "pues no existe aquí incredulidad ni verdadera irreligiosidad" (122)". Con abierta admiración cuenta el Padre Englert acerca de la actitud tranquila y confiada de los moribundos frente a la muerte. Lo impresionaron especialmente dos muchachos quienes, a pesar de una grave enfermedad, esperaron para morir impávidos hasta el momento en el que le pudieran pedir permiso a sus padres para ello, otoigado el cual, murieron. Estos ejemplos simbolizan a sus ojos algo de la autenticidad y veracidad de los fieles de su comunidad en la forma de ver la vida, sintiendo evidentemente por estas cualidades suyas una gran simpatía (121). Sebastián Englert era un hombre de fe. En momentos decisivos de la historia de la misión de la Isla de Pascua vio obrar a Dios mismo o a la Divina Providencia, como por ejemplo en la insólita elección del novicio Eugenio Eyraud para su destino misional, o en el caso de la feliz idea de los sacerdotes de Tahití de instruir al joven Nicolás Pakarati como catequista (90). Pero también conoce la acción del diablo en esa historia; la opresión de los nativos y la expulsión de los misioneros por orden del colono blanco Jean Baptiste Onézime Dutrou-Bornier en 1870 son interpretadas por él como un acto del enemigo; Englert alude en este caso a la parábola bíblica de la cizaña entre el trigo (Mt 13, 24-30, 36-43) (87). De manera especialmente impresionante da testimonio de su fe cristiana y de su amor a la Isla de Pascua y a sus habitantes en el suceso que narra en el epílogo de su pequeño libro. La mañana del 3 de enero de 1964 — fecha en la que daba comienzo el segundo siglo cristiano de Rapa Nui — se dirigió, después de la misa, acompañado por una multitud de fieles, a la tumba del Hermano Eugenio Eyraud para rezarle "a él, no por él", en el convencimiento de que el Hermano Eugenio, desde su partida de este mundo, gozaba en la eternidad de la dicha de la contemplación de Dios. Sea el Hermano Eugenio abogado "para nosotros, para esta isla y para sus habitantes" a la vista de tantos cambios por venir, sea patrono de esta tierra a la que amó y por la que sufrió. El Padre Englert formula a continuación cuatro peticiones: que no se extinga el resplandor de la fe que el Hermano Eugenio trajo como primer apóstol e incansable catequista a los padres y abuelos de la generación actual; que los habitantes de la Isla de Pascua, por el fuerte contacto con el

138 mundo exterior, no sean víctimas de engaños, ilusiones y de malas influencias; que los nativos, no obstante el debido respeto por la patria chilena, no pierdan, adaptándose a costumbres extrañas, las excelentes cualidades de su raza, su lengua, su natural polinesio ni tampoco el amor a la tierra donde nacieron; y que, en medio de las transformaciones de la vida moderna, conserven intacta la herencia espiritual de valor eterno que les llevaron los grandes misioneros del siglo pasado, iniciadores de la época moderna (133). Cinco años después, el 18 de enero de 1969, murió Sebastián Englert después de un viaje de conferencias a los Estados Unidos de América. Los últimos años de su vida transcurrieron en una época en la que, no en última instancia a partir de las propuestas del Concilio Vaticano II, se volvió a ser consciente de la "acosante ambivalencia" de la historia de las misiones.6 Una relación menos prejuiciada de parte de la Iglesia Católica Romana con las otras culturas y religiones se abrió paso desde entonces, una mirada autocrítica a la carga ideológica de la misión tradicional, a su autoritarismo, a su fusión y superposición del Evangelio en intereses ajenos a él. Es un elemeto esencial de la doctrina católica contenido en la palabra de Dios y anunciado siempre por los Padres, el que el hombre deba responder libremente a Dios a través de su fe, por lo que, de acuerdo con ello, nadie puede ser obligado contra su voluntad a aceptar la fe (Rahner/Voigrimler 1969, 669). Se llegó a un replanteamiento de la misión de la Iglesia: no se trata, en el proceder misional, de anunciar simplemente al hombre una salvación situada más allá de la historia y de la que la Iglesia está segura. Se trata más bien de coadyuvar en la liberación integral del hombre; esto significa para la Iglesia, para los misioneros, servir a la vida según el ejemplo de Jesús, para que los hombres "tengan vida en abundancia" (Jn 10, 10). De un modo de anunciar la salvación deductivo-jerárquico, se pasó a una búsqueda inductiva del Evangelio en la propia vida.7 Con ello se transformó no sólo la situación de la Iglesia frente al mundo, sino también las relaciones de las iglesias entre sí: Cada una de las experiencias individuales que se van haciendo con el Evangelio deben ser expresadas en un contexto concreto, de tal manera que aparezcan como parte de la cultura de cada pueblo. Esto, sin embargo, sólo puede lograrse cuando cada una de las iglesias locales pueda cumplir con su responsabilidad de dar testi-

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Cf. Gensichen 1971, 16. Acerca de esta temática en general (con abundantes indicaciones bibliográficas), cf. Collet 1984. 7 A este giro en la comprensión de la actividad misional contribuyeron muchas experiencias, entre otras, el experimento del "sacerdote-obrero" en Francia y el método "verjuzgar-actuar" de la Juventud Obrera Cristiana fundada por Joseph Cardijn, que, a su vez, fue adoptado por la iglesia latinoamericana.

139 monio del Evangelio en su propio lugar, sin que una iglesia local "prescriba" a la otra de qué modo debe hacerlo. Antes bien, debe partirse del hecho de que cada iglesia local es capaz, en función del espíritu que se ha prometido a todas, de llevar a cabo la necesaria inculturación del Evangelio. En esta tarea, cada iglesia local debe animar y apoyar a la otra, de tal manera que pueda contar con una solidaridad efectiva en el caso de precisar de ayuda externa (Collet 1994, 158s.). Durante siglos la práctica misional siguió una senda de dirección única: aquí, el occidente cristiano enviado allá, al mundo pagano que había de recibirlo. Esta relación de dependencia va cediendo a un mutuo reconocimiento de las iglesias locales dentro de la comunidad de la iglesia universal. La actividad misional no es ya autoritaria ni doctrinal. Ha comprendido que no se puede hacer nada por el otro sin él mismo; el otro puede no convertirse a Dios, Padre (y Madre) de todos nosotros, hasta el momento en el que deje de tenerlo yo bajo mi tutela y deje de quererlo cambiar. Con ello adquiere una extraordinaria importancia nuestro testimonio misional de vida (Concilio Vaticano II, Decreto sobre la actividad misional de la Iglesia Ad gentes, 11). La anunciación de la palabra depende de una esfera de experiencia constituida por humanidad, confianza, ayuda, participación, afirmación personal y solidaridad vivida [...]. Presencia y testimonio, encuentro y compañía son por ello el fundamento de toda actividad misional. Nuestra presencia misional es una forma de dar testimonio de la fe, testimonio que habla a través de nuestra propia vida. Nuestro mensaje no puede ser separado de nuestra vida, antes bien, se hace accesible y transparente en nuestra práctica. Confiamos en que nuestra presencia dé testimonio y conduzca por sí misma a la anunciación de la palabra de acuerdo con la escritura: "Estad siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza" (1 Petr 3, 15). Nosotros comprendemos la anunciación como respuesta a las preguntas que resultan de nuestro intento de vivir como cristianos.' No cabe, pues, la menor duda de que este intento de vivir cristianamente fue también, en el horizonte y bajo las circunstancias de una época hoy ya pasada, la preocupación más profunda de Sebastián Englert.9

'Documento final del capítulo general de la "Sociedad Suiza de Misiones Belén" (Immensee 1993), 5, 6 y 9. 'En la comprensión de los aspectos teológico-misionales de la obra del Padre Sebastián Englert me fue de gran ayuda y estímulo la conversación con Michael Sprünken (Essen); reciba aquí mi agradecimiento.

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Bibliografía Collet, Giancarlo. 1984. Das Missionsverständnis der Kirche in der gegenwärtigen Diskussion. Mainz: Matthias-Grünewald-Verlag. —. 1994. Missionarchisches Handeln. En: Edmund Arens (Hg.). Gottesrede — Glaubenspraxis. Perspektiven theologischer Handlungstheorie. Darmstadt: Wiss. Buchgesellschaft, 150-163. Englert, Sebastián. 1964. Primer siglo cristiano de la Isla de Pascua 18641964. Santiago: Escuela Lito-Tipogràfica Salesiana "La Gratitud Nacional". Frings, Paul. 1980. Pater Sebastián Englert (1888-1969). Die Botschaft Christi auf der Osterinsel. En: Zeugen des Glaubens in Lateinamerika. \bn der Entdeckung bis zur Gegenwart. Hg. v. Emil L. Stehle. Mainz: MatthiasGrünewald-Verlag, 84-87. Gensichen, Hans Werner. 1971. Glaube ßr die V<. Theologische Aspekte der Mission. Gütersloh: Gütersloher Verlagshaus Mohr. Heyerdahl, Thor. 1957. Aku-Aku: das Geheimnis der Osterinsel. Berlin: Ullstein. Métraux, Alfred. 1957. Die Osterinsel. Stuttgart: Kohlhammer. Noggler, Albert O. 1973. Vierhundert Jahre Araukanermission. 75 Jahre Missionsarbeit der bayerischen Kapuziner. En: Neue Zeitschrift für Missionswissenschaft (Schöneck/Beckenried). Supplemento XX: 404-406. Rahner, Karl & Herbert Vorgrimler (Hgg.). 61969. Kleines Konzilskompendium. Freiburg: Herder.

Rev. P. Sebastián Englert *17-XI-1888 - Ordenes sacerdotales, 25-VII-1912 — 18-1-1969

Artículo necrológico del superior regular de la Araucanía Innozenz Daumoser1 El 13 de noviembre de 1968, correspondiendo a la insistente invitación de sus amigos americanos, el casi octogenario Padre Sebastián Englert (faltaban exactamente cuatro días para su 80 aniversario) emprendió todavía un vuelo a los Estados Unidos de América. A base de conferencias quería promover su estimada isla y despertar interés por la conservación de sus tesoros arqueológicos. Una vez concluido ya su programa, de sólo dos meses de duración, con su pasaje de vuelta ya reservado, sintió de repente la llamada del Fundador de toda vida a una tarea todavía más grande y preciosa: la glorificación del Creador, cuya grandeza se reflejaba en todas sus obras. El Padre Sebastián enfermó de pronto muy gravemente cuando se encontraba en casa de la noble admiradora de la Isla de Pascua, Miss Mary Helen Steib, en Nueva Orleans. De noche se vio obligado a despertar a su anfitriona ya que los dolores eran insoportables. Esta misma noche fue operado en el hospital de la vesícula biliar. Desgraciadamente los médicos constataron un cáncer ya muy avanzado. Era imposible salvarlo. El padre mismo pidió que se le administrara la extremaunción. El 31 de diciembre solicitó al superior del monasterio de capuchinos que le concediera la bondad de dejarle confesar una vez más. Quería estar bien preparado. Cada día pudo recibir todavía la Sagrada Comunión, hasta que el Señor se lo llevó el 8 de enero de 1964 a las cuatro y media de la madrugada. Una gran vida humana, ricamente colmada, había llegado a su fin. No fue hasta la muerte del Padre Sebastián que se demostró el gran aprecio que se le profesaba a este sencillo misionero capuchino y científico en la lejana Isla de Pascua. Todos quisieron colaborar para satisfacer el último deseo del estimado finado: ser enterrado en la Isla de Pascua, al lado del primer gran misionero de la isla, el Padre Eugenio Eyraud. Bienhechores y amigos americanos se hicieron caigo de los gastos de la operación, de la estancia en el hospital, de la adquisición de un costoso féretro de metal y, finalmente, del transporte hasta

'Artículo necrológico de: Provinzbote der Bayerischen Kapuziner {Mensajero Provincial de los Capuchinos Bávaros), 43. München 1969, 183-187. Reproducido aquí con la amable gentileza del Provincialado de los Capuchinos Bávaros, Munich, en versión ligeramente acortada (H). El Padre Dr. Innozenz Daumoser O.F.M.Cap. ('1910) ejerció de superior regular de la Araucanía de 1963 a 1972 (H).

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Miami, desde donde, a cargo del estado chileno, los restos mortales del meritorio misionero fueron trasladados en avión primero a Santiago de Chile y desde allí hasta la Isla de Pascua. Para recibir los restos mortales estuvieron presentes en el aeropuerto de Santiago el obispo de la misión de la Araucanía, Wilhelm Hartl de Laufen, el obispo diocesano de Osorno, Francisco Valdés-Subercaseaux, representantes del gobierno y habitantes de la Isla de Pascua. El féretro fue llevado inmediatamente a la Iglesia de los Capuchinos de Santiago, donde se celebró una primera misa de réquiem. El miércoles día 15 de enero Möns. Wilhelm Hartl celebró el solemne réquiem de despedida, en presencia del Sr. Cardenal Silva Raúl Henríquez, del obispo militar Francisco Javier Gilmore Stek, de representantes de la Embajada de Alemania y del gobierno chileno y del superior regular de la Araucanía, Padre Innozenz Daumoser. El obispo de la misión alabó extensamente la obra que había llevado a cabo el difunto, que era el cuarto de 17 hermanos y había crecido en el seno de una familia profundamente religiosa. De su padre, director durante muchos años del Instituto de Bachillerato de Letras (Humanistisches Gymnasium) de Eichstätt, había heredado el amor a la ciencia y un fantástico talento para las lenguas. El obispo mencionó brevemente el curriculum del misionero, quien durante 47 años había servido a la misión de forma desinteresada y altruista, quien había permanecido 33 años en la solitaria Isla de Pascua en el Océano Pacífico y quien había cuidado con amor de franciscano a los pobres leprosos. En 1951 el Padre Sebastián le pidió a su antiguo superior de la orden, al obispo misional actual Sr. Hartl, que, al terminar su cargo, se pusiera al frente de la parroquia de la Isla de Pascua; él mismo quería encerrarse para siempre con los 37 leprosos para vivir y morir con ellos. El Padre Sebastián era científico con toda su alma, pero más aún misionero y sacerdote. Con verdadero celo alemán y con perseverancia alemana estudió la lengua de este pueblo isleño, que hoy cuenta con unos 1.200 habitantes, investigó y profundizó su historia y cultura para poder hacer de todo para todos. Los habitantes de la Isla de Pascua que encontraron trabajo en Santiago embellecieron el oficio de la misa con sus melódicos cantos en la lengua de Rapa Nui. A las 12 de la noche llevaron el féretro al aeropuerto, acompañado por los nativos de la Isla de Pascua, amigos de Santiago, entre ellos el hermano2 del difunto que está casado en Santiago desde hace muchos años. A las 2 el avión cuadrimotor de las FACH (Fuerzas Aéreas de Chile) emprendió el vuelo en dirección a la Isla de Pascua. Acompañaron el féretro el Obispo Misional Hartl, su secretario y chófer Hermano Onofre3, el superior regular Padre Innozenz, y sobre todo el Ministro de Educación Sr. Máximo Pacheco

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Paul Englert ("9-VII-1904), empresario en Santiago de Chile, desde el 6-VI-1933 casado con Esther Rórquez (H). 3 Hermano Onofre Reichard ('1914) (H).

143 con su hijo Sr. Enrique Garjado, embajador de Chile, diversas altas personalidades e isleños que regresaron así a la isla. Antes de aterrizar y en honor al difunto, el avión dio una vuelta entera alrededor de toda la isla. El recibimiento fue muy solemne. El ministro y las altas personalidades que lo acompañaban llevaron el féretro del avión al coche. Destacamentos de la aviación, de la marina y del ejército de tierra, el gobernador de la isla, Sr. Fernando Silva, el alcalde Sr. Alfonso Rapu, los dos sacerdotes del lugar, las hermanas de la orden con los escolares y los feligreses, todos ellos dieron al difunto párroco un recibimiento realmente afectuoso. Rezando en silencio fueron pasando todos por la iglesia parroquial, donde pudieron contemplar una vez más a su pastor en cuerpo presente hasta el sábado por la mañana. El sábado día 18 de enero, tras un solemne réquiem celebrado por el obispo de la misión en concelebración con el superior regular y los dos sacerdotes del lugar, el Padre Vicente4 y el Padre Viktor5, le fue dada santa sepultura al Padre Sebastián al lado del primer misionero de la Isla de Pascua, el Hermano Eugenio Eyraud. Ante una gran comitiva fúnebre, el Obispo Hartl resumió una vez más la vida del tan estimado párroco. Este solemne funeral adquirió una nota extraordinaria con las delicadas palabras del ministro, que despidió al difunto en nombre del gobierno con palabras muy emotivas. El gobernador, fiel amigo del finado, se vio obligado a interrumpir su discurso embargado por la emoción. El alcalde, con la cara llena de lágrimas, expresó en la lengua de Rapa Nui sus últimas palabras de agradecimiento al estimado difunto. Lo mismo se podía observar en las caras de los habitantes de la isla. El Presidente de los Amigos de la Isla de Pascua, el embajador de Chile, Sr. Gaijardo, dedicó al difunto cálidas palabras de despedida y de agradecimiento, al igual que la superiora general de las Hermanas Boroa, que, desde 1948, trabajan en la isla como maestras y enfermeras de los leprosos. Igual que en el recibimiento, también en el último réquiem estuvieron presentes destacamentos honoríficos militares. Un disparo de mortero de la marina durante el entierro hizo que las mujeres se sobresaltaran asustadas: era el último saludo militar a su antiguo capellán. Entonces el féretro fue introducido en una tumba de obra, donde el estimado difunto espera la resurrección. Con la muerte del Padre Sebastián terminó una época de la historia de la isla. Con tan sólo pocas interrupciones había ejercido allí de párroco bienhechor, de "rey sin corona" de la isla, durante casi 33 años. Mientras tanto los tiempos han ido cambiando. La isla ha salido de su aislamiento. Cada vez se va abriendo más al turismo, que impulsan eficazmente los amigos americanos de la isla, como por ejemplo el Sr. Lindblad. Desde que existe una

"Padre Vicente Amrehn (1896-1987) (H). 'Padre Viktor Leonardelli ("1921) (H).

144 pista de aterrizaje de 2.200 mts. de longitud pueden aterrizar los aviones cuadrimotores sin ninguna dificultad. La isla es el lugar ideal para hacer escala entre Chile y Tahití. Por todas partes se nota el progreso. La carretera principal dispone de un alumbrado público "Mercurio" excelente. El abastecimiento de agua, el problema más grande de la isla, ha sido solucionado también hace poco. A base de perforaciones se ha abierto un acceso a las lagunas del cráter del volcán Rano Kao, que están a hasta 250 m de profundidad. Este cráter tiene un ruedo de S kms. y una diagonal de 1 km. El Ministro de Educación pudo facilitar a los isleños la edificación de la nueva escuela primaria de ocho grados, construida en metal, que es considerada una de las mejores del país. Dispone de instalaciones higiénicas modernas y de un gimnasio cubierto. A modo de aclaración hay que añadir que la construcción en metal es necesaria por las termitas, que agujerean todo tipo de madera y la pulvorizan. Con una nueva época se hace patente la creación de una administración civil propia. Yo estuve negociando con el señor notario, con el juez, con el agente de banca y con la directora de Correos. Asimismo el Ministro de Educación dispuso que se construyera un museo arqueológico, que inmortalizará el nombre de Sebastián Englert, para dar un marco digno a los grandes tesoros arqueológicos y artísticos. En este museo, de acuerdo con el último deseo del Padre Sebastián, serán guardadas todas las obras científicas sobre la Isla de Pascua. Las obras del Padre Sebastián podrán ser examinadas allí.6 El Padre Sebastián no sólo era científico; era todavía más: era sacerdote. Lo que en los 33 años de su trabajo ha construido en esta isla tan aislada del mundo en medio del Océano Pacífico lo apreciará realmente su sucesor en el caigo. A todo visitante de la Isla de Pascua le llama la atención el fervor religioso existente allí: el 90 - 95 % de los isleños van regularmente a misa los domingos; los sacramentos son recibidos a menudo; se reza mucho, sobre todo el rosario. El paso del tiempo exige nuevos métodos, pide una profundización en la fe para poder seguir existiendo con el asalto de una época amenazadora. La obra puede ser continuada y completada por jóvenes trabajadores. Uno siembra, el otro cosecha. Al Padre Sebastián le gustaba el trabajo y el orden. Se acostaba a las 8 de la noche y se levantaba a las 4 de la madrugada. Era un hombre caraterizado por la fe y la energía. En una fotografía del año 1918, donde se le ve recién llegado del campo, se puede leer con su característica letra (él nunca utilizó una máquina de escribir): "No temáis. Soy yo". El Padre Sebastián sentía y vivía con su pueblo isleño. Preparó maravillosamente a un chico, que tenía lepra, para el horrible momento de ser llevado a la soledad de la residencia de leprosos. En aquella época todavía no se conocían los modernos

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Cf. M.Buschkühl: Publicaciones del Padre Sebastián Englert, en este volumen págs. 147ss. (H).

145 medicamentos que pueden curar la lepra en su primer estadio. Vivir a la sombra de este gran hombre no fue precisamente una tarea fácil en los últimos tiempos para los dos sacerdotes que le fueron concedidos al padre para que le ayudaran. Esta pequeña debilidad humana, sin embargo, no disminuye de ninguna manera la gran obra del padre. De verdad que se ha acabado una valiosa vida humana, abundantemente llena de aplicado trabajo, infatigable celo y gran abnegación. Como cuarto de 17 hermanos estaremos siempre obligados a agradecérselo. El embajador alemán le expresó su agradecimiento mandando depositar una enorme corona de flores sobre su féretro. Dillingen, su ciudad natal, puede estar oigullosa de su gran hijo, que hablaba siete idiomas, que mantenía una fluida correspondencia con cientíñcos y amigos de todo el mundo, y que aportó un gran reconocimiento a la ciencia alemana. La Iglesia puede mirar con agradecimiento a este misionero que como pocos aceptó el duro esfuerzo de crear las condiciones necesarias para un apostolado fructífero, estudiando a fondo la lengua de los nativos, la cultura e historia de este pueblo. La orden de los capuchinos puede estar contenta de este fiel hijo franciscano, que, a pesar de sus grandes logros, siempre ha sido un modesto discípulo de la pobreza de Asís. ¡Que su espíritu siga influyendo en la lejana isla del Pacífico y en el mundo entero!

Publicaciones del Padre Sebastián Englert* Matthias Buschkühl Monografías Entronización de la Santa Cruz en la ruca araucana. (1930). Unveröffentlichtes Ms. Provinzarchiv der Bayerischen Kapuziner, München. Novena a San Sebastián. Glorioso mártir y protector de la nación chilena. [1* ed.] Padre las Casas [Chile]: Impr. San Francisco 1931. Diccionario rapanui-español. 1938.

Santiago de Chile: Ed. Universidad de Chile

Tradiciones de la Isla de Pascua en idioma rapanui y castellano. Padre las Casas [Chile] : Impr. San Francisco 1939 (Publicaciones de la Comisión de Estudios sobre la Isla de Pascua, Universidad de Chile). La tierra de Hotu Matu 'a. Historia, etnología y lengua de la Isla de Pascua. [I a ed.] Padre las Casas [Chile]: Impr. San Francisco 1948. 2a ed., corr. y aum. Santiago de Chile: Ed. Universidad de Chile 1974. 3a ed. 1983. 4" ed. 1988. Novena a San Sebastián. Glorioso mártir y protector de la nación chilena. 2a ed. Padre las Casas [Chile]: Impr. San Francisco 1954. Primer siglo cristiano de la Isla de Pascua 1864-1964. [Santiago de Chile]: Escuela Lito-Tipogràfica Salesiana "La Gratitud Nacional" [1964]. Pfarrchronik der Osterinsel von der kanonischen Errichtung der Pfarrei Santa Cruz in Hangaroa (11.11.1937) bis 1966. 2 Bde. Hangaroa [1966] Ms. (Bd. I: Dez. 1937-31.12.1958, 191 S.; Bd. II: 1962-31.03.1966, 34 S.). [La crónica ha desaparecido desde la muerte del P. Sebastián en 1969. Con motivo de una visita canónica a la Isla de Pascua organizada por el Obispo Wilhelm Hartl, el Superior Regular P. Dr. Innozenz Daumoser O.F.M.Cap. elaboró un resumen del mismo en 1964 que está imprimido en: Matthias Buschkühl: Historia misional de la Isla de Pascua. Al Padre Sebastián Englert O.F.M.Cap. (1888-1969) en el centenario de su nacimiento. Eichstätt 1988 (Documentos de la Biblioteca de la Universidad de Eichstätt, vol. 13) 35-96].

*Se agradece profundamente la valiosa información proporcionada por el Sr. Vicario Apostólico de la Araucanía, P. Sixtus Parzinger O.F.M.Cap., Villarrica, por la Biblioteca Nacional de Chile (Sr. Justo Alarcón R., Jefe Sección Bibliografía y Documentación), Santiago de Chile, y por el P. Jorge José Falch Frey, Seminario Pontificio, Santago de Chile.

148 Outlines of Easter Island's ancient history. [Manuscrito de la conferencia dada por el P. Sebastián Englert en diciembre de 1968 con motivo de la colocación de un Moai ante el edificio de la Unión Panamericana en Washington; copia en la Biblioteca de la Universidad de Eichstätt, Legado Sebastián Englert (NL 88)]. Island at the Center of the World. New light on Easter Island. Transí, [from the Spanish] and edited by William Mulloy. New York: Scribner 1970. London: Hale 1972. Diccionario rapanui-español. Reprint from the ed. of 1938. New York: AMS Press 1977. Idioma rapanui: gramática y diccionario del antiguo idioma de la Isla de Pascua. 21 ed. Santiago de Chile: Ed. Universidad de Chile 1978. [Esta edición contiene la gramática que ya había aparecido anteriormente como tercera parte de "La Tierra de Hotu Matu'a", así como el diccionario que también había sido publicado antes bajo el título "Diccionario rapanuiespañol" (cf. en este volumen, pág. 149)]. Leyendas de Isla de Pascua: textos bilingües. Santiago de Chile: Ed. Universidad de Chile 1980 (Publicaciones de la Vicerrectoria de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile). Artículos Umsonst — und doch nicht umsont. En: Seraphisches Weltapostolat des hl. Franz von Assisi. Altötting 1925, vol. 1, 344ss. Zwei Kranke. En: Seraphisches Weltapostolat des hl. Franz von Assisi. Altötting 1925, vol. 1, 343s. Das Missionsideal der seraphischen Jugend. En: Seraphisches Weltapostolat des hl. Franz von Assisi. Altötting 1926, vol. 2, 33ss. Indígenas, a la Misa-Nguillatún! El 18 de diciembre, en San José de la Mariquina. En: El Araucano. Para los indígenas de Chile y sus amigos. San José de la Mariquina 1928, vol. 3, cuad. 24, 5. Die Indianerseele. Plaudereien eines Chile-Missionars. En: Ewige Anbetung. Altötting 1929 (diciembre), vol. 31, 81-96. Indianerhütte und Missionskolleg. En: Provinzbote. Anregungen und Nachrichten aus der Bayerischen Kapuzinerprovinz. München 1930, vol. 10, 183-187. La Eucaristía en la historia de Valdivia. En: El Mensajero del Santísimo Sacramento. Santiago de Chile 1931, vol. 16, 80.

149 Vom Eucharistischen Kongreß in Valdivia. En: Provinzbote. Anregungen und Nachrichten aus der Bayerischen Kapuzinerprovinz. München 1931, vol. 11, 84-87. Erklärung einiger Ortsnamen aus der Gegend von Pucón. En: Deutscher Sonntagsbote. Padre las Casas [Chile] 1933, vol. 10, 727ss., 758-762, 788-794, 1114ss. Ketchua und Lehnwörter unserer chilenischen Umgangssprache. En: Deutscher Sonntagsbote. Padre las Casas [Chile] 1933, vol. 10, 1117s. Mapuche und Cunza. Versuche einer phonetischen Sprachvergleichung. En: Deutsche Monatshefte för Chile. Concepción [Chile] 1933, vol. 14, 294300. Araucano y Rapanui. Ensayo de comparación lingüística. En: Anales de la Facultad de Filosofia y Educación. Santiago: Universidad de Chile 1934, vol. 1, cuad. 1, 28-35. Los elementos derivados del Aymará y Quichua en el idioma Araucano. En: Anales de la Facultad de Filosofía y Educación. Santiago: Universidad de Chile 1934, vol. 1, cuad. 1, 5-27. El finado don José Dolores Carrasco. En: Atenea: revista mensual de ciencias, letras y artes. Universidad de Concepción. Santiago de Chile 1934, vol. 110, 293-305. Eine Nacht im Urwald. En: Seraphischer Meßbund. Altötting 1935/36 (Jahresgabe), 12-18. [Brief vom 2. Dezember 1935 von der Osterinsel (Rapa Nui) an den Provinzial.] En: Provinzbote. Anregungen und Nachrichten aus der Bayerischen Kapuzinerprovinz. München 1936, vol. 16, 58s. Lengua y literatura araucanas. En: Anales de la Facultad de Filosofia y Educación. Santiago: Universidad de Chile 1936, vol. 1, cuad. 2-3, 62-109. Einiges über die Araukanersprache. En: Provinzbote. Anregungen und Nachrichten aus der Bayerischen Kapuzinerprovinz. München 1937, vol. 17, 103-109. Die Erforschung der Araukanersprache. En: Provinzbote. Anregungen und Nachrichten aus der Bayerischen Kapuzinerprovinz. München 1937, vol. 17 145s. Plauderei über die Osterinsel. En: Provinzbote. Anregungen und Nachrichten aus der Bayerischen Kapuzinerprovinz. München 1937, vol. 17, 95-103. Gedanken zur Indianererziehung. En: Seraphischer Meßbund. Altötting 1937/ 38 (Jahresgabe), 13-16.

150 Un Aspecto Psicológico de la Raza Araucana. En: Aníhropos. Internationale Zeitschrift für Völker- und Sprachenkunde. Fribourg, Schweiz 1938, vol. 33, 944-951. Die Probleme der Osterinsel. En: Seraphisches Weltapostolat des hl. Franz von Assisi. Alötting 1938, vol. 14, 23-27. He huru o Rapanui: costumbres de la Isla de Pascua. En: Revista Chilena de Historia y Geografía. Santiago de Chile 1939, vol. 86, 184-215; 1939, vol. 87, 202-247. Crítica de la Nueva Teoría del Origen de los "Moai". En: Revista de Marina. Valparaíso [Chile] 1957, vol. 73, 539-544. Ein Sonntag auf der Osterinsel. En: Provinzbote. Anregungen und Nachrichten aus der Bayerischen Kapuzinerprovinz. München 1958, vol. 32, 140-143. Aventuras Marinas de Nativos del Rapa-Nui. En: Revista de Marina. Valparaiso [Chile] 1960, vol. 76, 465-475. Novedades Arqueológicas de Isla de Pascua. En: Revista de Marina. Valparaiso [Chile] 1961, vol. 77, 57-60. Inmigraciones a la Isla de Pascua. En: Revista de Marina. Valparaiso [Chile] 1962, vol. 78, 431-437. Easter Island and Its First Century of Christ. En: Worldmission. New York 1965, vol. 16, 40-55. [Versión reducida de "Primer siglo cristiano de la Isla de Pascua 18641964" traducida al inglés]. und Ricardo Cruz-Coke: Estructura Genealógica de la Población Tribal de la Isla de Pascua. En: Revista médica de Chile. Santiago de Chile 1975, vol. 103, 340-343.

Indice de Ilustraciones

El P. Sebastián Englert [De: Legado Englert, Biblioteca de la Universidad de Eichstätt (UBEI) NL 88]

5

Imagen desde un satélite de la Isla de Pascua (fotografía de la NASA) [De: Georg Zizka: Naturgeschichte der Osterinsel. En: 1.500 Jahre Kultur der Osterinsel. Schätze aus dem Land Hotu Matua. Mainz 1989, 22. Reproducción autorizada por gentileza de la Sociedad Germano-Iberoamericana. Frankfurt a.M.]

6

La situación de la Isla de Pascua en el Océano Pacífico [De: Georg Zizka: Naturgeschichte del Osterinsel. En: 1.500 Jahre Kultur der Osterinsel. Schätze aus dem Land Hotu Matua. Mainz 1989, 21. Reproducción autorizada por gentileza de la Sociedad Germano-Iberoamericana. Frankfurt a.M.]

11

Los dos mayores grupos de lenguas austronésicas de la zona oceánica. [De: Waldemar Stöhr: Lebensraum Ozeanien. En: 1.500 Jahre Kultur del Osterinsel. Schätze aus dem Land Hotu Matua. Mainz 1989, 40. Reproducción autorizada por gentileza de la Sociedad Germano-Iberoamericana. Frankfurt a.M.]

12

Vista General de la Isla de Pascua [De: Easter Island Studies. Ed. de Steven Roger Fischer. Oxford 1993, XVI. Reproducción autorizada por gentileza de Mrs. Georgia Lee, Ph. D. y Alan Drake, Los Osos, CA, U.S.A.]

64

Poblados de la Isla de Pascua 1866-1988 [De: Heide-Margaret Esen-Baur y Christian Walter: Die Osterinsel heute. En: 1.500 Jahre Kultur der Osterinsel. Schätze aus dem Land Hotu Matua. Mainz 1989, 161. Reproducción autorizada por gentileza de la Sociedad Germano-Iberoamericana. Frankfurt a.M.]

65

152

Rafael Edwards Salas, en * 1878 en Santiago de Chile, en 1915 ordenado Obispo Titular de Dodonda, Obispo Auxiliar de Santiago de Chile y Obispo Militar de Chile, f l 9 3 9 [De: Legado Englert, UBEI, NL 88]

155

Eichstätt, aprox. en 1901: los hermanos Englert, fila posterior de izda. a dcha.: Ferdinand (*1886), Hans (*1882), Anton (*1888); fila anterior de izda. a dcha.: Josef (*1892), Georg (*1898), Maria (*1884), Margareta (*1896), Alfons (*1890), Franz (*1891) [De: Legado Englert, UBEI, NL 88]

156

Eichstätt, 25-VII-1912: el misacantano P. Sebastián Englert [De: Legado Englert, UBEI, NL 88]

157

Bélgica/Francia, 1918: el P. Sebastián Englert (centro) con uniforme como sacerdote de hospital militar con dos compañeros [De: Legado Englert, UBEI, NL 88]

158

San José de la Mariquina, Chile, 1956: el P. Sebastián Englert conversando con el P. Ludwig Bertrand Riedl, el futuro sacerdote de la Isla de Pascua (de 1985 a 1992) [De: Legado Englert, UBEI, NL 88]

159

Isla de Pascua, 1957: el P. Sebastián Englert con la Orden de San Olav, que le fue concedida por el Rey Haakon VI de Noruega [De: Legado Englert, UBEI, NL 88]

160

Isla de Pascua, enero de 1962: el Obispo Wilhelm Hartl (19041977) Obispo Titular de Stratonicea di Caria, desde el 5-III-1958 Vicario Apostólico de la Araucanía/Chile, en su visita pastoral a la Isla de Pascua con el P. Sebastián Englert [De: Legado Englert, UBEI, NL 88]

161

ILUSTRACIONES

ILUSTRACIONES

155

Rafael Edwards Salas, en *1878 en Santiago de Chile, en 1915 ordenado Obispo Titular de Dodonda, Obispo Auxiliar de Santiago de Chile y Obispo Militar de Chile, t i 9 3 9

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160

Isla de Pascua, 1957: el P. Sebastián Englert con la Orden de San Olav, que le fue concedida por el Rey Haakon VI de Noruega

161

Isla de Pascua, enero de 1962: el Obispo Wilhelm Hartl (1904-1977) Obispo Titular de Stratonicea di Caria, desde el 5-III-1958 Vicario Apostólico de la Araucanía/Chile, en su visita pastoral a la Isla de Pascua con el P. Sebastián pnglert

americana eystettensia Publicaciones del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Católica de Eichstätt

A. ACTAS 1. Benecke; K. Kohut; G. Mertins; J. Schneider; A. Schräder (eds.): Desarrollo demográfico, migraciones y urbanización en América Latina. 1986 (publicado por la editorial F. Pustet de Ratisbona como vol. 17 de Eichstätter Beiträge) 2.

Karl Kohut (ed.): Die Metropolen in Lateinamerika — Hoffnung und Bedrohung för den Menschen. 1986 (publicado por la editorial F. Pustet de Ratisbona como vol. 18 de Eichstätter Beiträge)

3.

Jürgen Wilke/Siegfried Quandt (eds.): Deutschland und Lateinamerika. Imagebildung und Informationslage. 1987

4.

Karl Kohut/Albert Meyers (eds.): Religiosidad popular en América Latina. 1988

5.

Karl Kohut (ed.): Rasse, Klasse und Kultur in der Karibik. 1989

6.

Karl Kohut/Andrea Pagni (eds.): Literatura argentina hoy. De la dictadura a la democracia. 1989. 2a ed. 1993

7.

Karl Kohut (ed.) en colaboración con Jürgen Bähr, Ernesto Garzón Valdés, Sabine Horl Groenewold y Horst Pietschmann: Der eroberte Kontinent. Historische Realität, Rechtfertigung und literarische Darstellung der Kolonisation Amerikas. 1991

7a. Karl Kohut (ed.) en colaboración con Jürgen Bähr, Ernesto Garzón Valdés, Sabine Horl Groenewold y Horst Pietschmann: De conquistadores y conquistados. Realidad, justificación, representación. 1992 8.

Karl Kohut (ed.): Palavra e poder. Os intelectuais na sociedade brasileira. 1991

9.

Karl Kohut (ed.): Literatura mexicana hoy. Del 68 al ocaso de la revolución. 1991. 2a ed. 1995

10. Karl Kohut (ed.): Literatura mexicana hoy II. Los de fin de siglo. 1993 11. Wilfried Floeck/Karl Kohut (eds.): Das moderne Theater Lateinamerikas. 1993 12. Karl Kohut/Patrik von zur Mühlen (eds.): Alternative Lateinamerika. Das deutsche Exil in der Zeit des Nationalsozialismus. 1994 13. Karl Kohut (ed.): Literatura colombiana hoy. Imaginación y barbarie. 1994

14. Karl Kohut (ed.): Von der Weltkarte zum Kuriositätenkabinett. Amerika im deutschen Humanismus und Barock. 1995 15. Karl Kohut (ed.): Literaturas del Río de la Plata hoy. De las utopias al desencanto. 1996

B. MONOGRAFIAS, ESTUDIOS, ENSAYOS 1. Karl Kohut: Un universo cargado de violencia. Presentación, aproximación y documentación de la obra de Mempo Giardinelli. 1990 2.

Jürgen Wilke (ed.): Massenmedien in Lateinamerika. Erster Band: Argentinien — Brasilien — Guatemala — Kolumbien — Mexiko. 1991

3.

Ottmar Ette (ed.): La escritura de la memoria. Reinaldo Arenas: Textos, estudios y documentación. 1992

4.

José Morales Saravia (ed.): Die schwierige Modernität Lateinamerikas. Beiträge der Berliner Gruppe zur Sozialgeschichte lateinamerikanischer Literatur. 1993

5.

Jürgen Wilke (ed.): Massenmedien in Lateinamerika. Zweiter Band: Chile — Costa Rica — Ecuador — Paraguay. 1994

6.

Michael Riekenberg: Nationbildung, Sozialer Wandel und Geschichtsbewußtsein am Rio de la Plata (1810-1916). 1995

7.

Karl Kohut/Dietrich Briesemeister/Gustav Siebenmann (eds.): Deutsche in Lateinamerika — Lateinamerika in Deutschland. 1996

8.

Jürgen Wilke (ed.): Massenmedien in Lateinamerika. Dritter Band: Bolivien — Nicaragua — Peru — Uruguay — Venezuela. 1996

C. TEXTOS 1. José Morales Saravia: La luna escarlata. Berlin Weddingplatz. 1991 2.

Carl Richard: Briefe aus Columbien von einem hannoverischen Offleier an seine Freunde. Reeditado y comentado por Hans-Joachim König. 1992

3.

Sebastian Englert, O.F.M.Cap: Das erste christliche Jahrhundert der Osterinsel 1864-1964. Neu herausgegeben von Karl Kohut. 1996

3a. Sebastian Englert, O.F.M.Cap: El primer siglo cristiano de la Isla de Pascua. 1864-1964. Edición de Karl Kohut. 1996

D. POESIA 1.

Emilio Adolpho Westphalen: Die "Abschaffung des Todes" und andere frühe Gedichte. Hg. von José Morales Saravia. 1995.