Por Una Recuperacion De La Historia Africana

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Por una recuperación de la historia africana f

De Africa a H aití a Ga^a

Jacques Depelchin

Por una recuperación de la historia africana De Africa a H aití a Gaza

oozebap Faham u

T ú u lo original: Rcclaiming Aírican H istory © Jacques D epekhin, 2010 © oozebap, para su publicación en castellano, 2011 & Pam bazuka Press para su publicación en ingles, 2011 Traducción: Oscar Escudero. M anuel M anrique Gil, D ídac I*. Lagarriga M aquetación: Jesús H ita Hidalgo Fotografía de portada: |o Fxpósiio Im preso en Barcelona ISB N : 978-84-614-3803-7 D epósito legal: B -13.823-2011 O bra coeditada en castellano por oozebap (Barcelona) w-wwoozebap.org y en ingles por Fahamu (Ciudad del C abo, Dakar, Nairobi y Oxford) www-.pambazukaprcss.org - www.fahamubooks.org - w w w.pam bazuka.org •»ozcbap Aptlo. 9142. Barcelona 08080 'vww.oozcbap.org zooebap(tt'oozebap.org Faham u. 2nd floor, 51 C ornm arket Street. O xlórd 0X 1 ?I 1A, UK. F aham u Kenya, IX) Box 47158, 00100

c;PO, N airobi, Kenya. Fahamu Scnegal, 9 C ité Sonatel 2, POB 25021. D akar-Fann, Dakar. Senegal. lah am u South Al rica, c/o 2 7A F.sher Si. C larem ont, 7708, Cape Town, South Africa.

ÍNDICE Introducción, 9 1. Para salvara la humanidad debemos tomarnos en serio la historia africana, 11 2. En solidaridad con Cité Soleil/Site Solev en H aití, 33 3. Posibilidades y rutas de una subversiva globalización Sur-Sur: Africa y Brasil, 53 4. El recorte de las libertades: de H aití a Sudáfrica, 67 5. Historia del miedo a la emancipación en la República Democrática del Congo. De Kimpa Vita a Lumumba a las mujeres de Panzi, 73 6. Hambre de voz: la crisis alim entaria, el mercado y la desigualdad socioeconómica, 81 7. De Africa a H aití a G aza: permanecer fieles a la humanidad, 109 8. El hijo bastardo del genocidio que nació para vivir a su costa, 115 Epílogo. 127

/I m is d ifu n tos padres Suzanne N yabyinshi

D epelchin (1921-1960) y R obert D epelchin (1908—2006) quienes nos criaron seguros, sanos y enteros en una época depredadora y divisoria A m is herm anos Jean, Louis, Anne-Marie , M oni­ que, Thérése y Raymond q u e m antuvieron m i entereza en m om entos delicados .4 K aidi y Chadi, nuestros hijos

A P auline Wynter, m i com pañera en la vida, que me inspira con tranquilidad, p a cien cia y persis­ tencia para segu ir adelante dejando atrás e l ego

INTRODUCCIÓN Estos ensayos aparecieron, en una primera versión, como artículos en

Pambazuka News. Aquí los presentamos por orden de publicación desde el año 2007, salvo el primero, que lo escribí a modo de introduc­ ción al presente libro. En ellos intento explicar cómo se podría escri­ bir la historia de un modo que ayudase a liberar la historia africana, rehén (conscientemente o no) de los marcos intelectuales europeos y norteamericanos. No obstante, los capítulos pueden leerse en cualquier orden. Todos surgen de una mism a preocupación: demostrar que la historia africana es múltiple en el sentido que, en ella y a través de ella, es posible reconectar todas las historias de los que fueron desconectados. Esta rcconexión a la hum anidad sólo será efectiva si, mediante las his­ torias africanas, podemos entender las historias de los pobres, las de los “H aitís”, los “Abahalis”. En definitiva, las de quienes se han visto obligados a mirar atrás con un espejo roto, deliberadamente aplasta­ do para que sea imposible divisar algo. Las historias de Africa y los africanos deben entenderse en todas sus complejidades, de H aití a Gaza a las favelas y los barrios de cha­ bolas. En estos escritos también podemos encontrar, en un segundo

plano, la certeza de que esta “reclamación” no es sólo por el bien de Africa, sino por el bien de todos aquellos que hacen lo posible para enterrar la historia africana. [acques D e p elc h in

S a lva d or d e Bahía, Brasil, abril d e l 2010

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1. PARA SALVAR A LA HUMANIDAD DEBEMOS TOMARNOS EN SERIO LA HISTORIA AFRICANA M i libro Silencesin African History: Between the Syndrom esof D iscovery and A bolition , publicado en el 2005, finalizaba con un epílogo en memoria de Ken Saro-W iwa y sus compañeros. Al final de esta intro­ ducción a los ensayos que aparecieron en Pambazu^a News, revisare­ mos el Delta del N íger como un modo de continuar homenajeando, recordando y destacando a quienes van m ás allá de las palabras para continuar siendo fieles a la humanidad. Lo que ahora estáis leyendo no es una introducción como tal, sino la continuación de una búsque­ da para encontrar una forma de expresar aquello qu e debe expresarse para responder a la em ergencia con la que nos enfrentamos. En los últimos meses, la llam ada “crisis económica” (un poco más abajo hablaremos de ella) ha reforzado la siguiente convicción: el capi­ talismo ha desatado, a veces conscientemente, a veces no, la m áquina más letal en la historia de la humanidad. La capacidad destructiva de esta m áquina -q u e deberíamos llamar un estado m ental- no puede determinarse, pues reside en la conciencia hum ana. El sistema geno­ cida al que me refiero en uno de mis capítulos ha fragmentado la con­ ciencia humana de una manera tal que recuerda a la división del átomo

mostrada gráficamente por los físicos. De forma hipotética, esta divi­ sión sería sim ilar al proceso de conquista en el corazón de la progre­ sión capitalista: una división sistemática e implacable hasta el punto de generar otros elementos o, para decirlo de forma más brusca, des­ truir lo que ha creado. Destruye la humanidad y la reem plaza por robots. De este proceso afirmamos, contrariamente a las historias (crí­ ticas o no) del capitalismo, q ue las cosas han empeorado. Como me dijo una vez un anciano de aq u í, en Salvador de Bahía, la mayoría de la humanidad de hoy en día es peor que durante la época de la escla­ vitud atlántica/oriental. En la raíz de esta afirmación (que podemos calificar de axioma) reside la comprensión de que cuando los crímenes contra la hum ani­ dad no se reconocen, las consecuencias de esta negación dan paso a intensificar otros crímenes contra la humanidad, del mismo modo que un ladrón impune estará tentado a cometer un golpe mayor en su siguiente robo. Una conciencia callada por el crimen, la descriminalización de los crímenes y la crim inalización de sus indeseables vícti­ mas sólo pueden engendrar una conciencia muerta. Las víctimas indeseables son muchas, indeseables porque resistieron V denuncia­ ron el sistema criminal como lo que es. Los indeseables son los descendientes de quienes fueron esclaviza­ dos, tanto por el sistema como por los individuos y/o las estructuras que promueven la discriminación por cuestión de religión, creencias culturales, género, raza o apariencia física. Algunas de las certezas ide­ ológicas que surgen en el proceso de resistencia y denuncia contienen elementos letales que debemos evitar si queremos lograr el proceso de curación1. ; Podrá la siguiente invocación contribuir a un proceso como este?

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Recuperarse de una historia del mundo Construida por autodecretados inexistentes Es hacer frente a esta historia Sin miedo, con persistencia y paciencia, Hacer frente a una historia del mundo Construida por autodecretados invisibles Es enfrentarse a esta historia Sin miedo ni vergüenza Por temor a la vergüenza y el dolor La conciencia atemorizada y vergonzosa De enfrentarse a los que han decretado Inútil por lo que valen Incalculable y no sólo porque es incalculable Ha sido la riqueza generada Hacer frente a esa pérdida con dignidad y respeto Es la llamada de una historia que pide respeto Dignidad, seriedad, implacable dedicación Para la labor de curar a los peor heridos Las sanguijuelas, los genocidas y los liquidados Liberado de venganza Liberado de violencia Liberado de hábitos inculcados Mediante la tortura Mediante los crímenes contra la humanidad La recuperación por un crimen tan negado Reparándolo de m anera creativa al margen de la Caridad humanitaria Con solidaridad Requerirá un extraordinario

Cambio de mentalidad De la deificada barbarie de las llamadas Leyes del mercado y sus letales Industrias y accesorios Judiciales, políticos, culturales, religiosos Publicitarios Tomando en serio la historia de uno mismo Podría ayudar, si se toma en serio, A sanar la conciencia de un mundo Que ha perdido el juicio La decisión a reciclar la barbarie Diciendo firmemente no Se ha hecho eco a través de los siglos Los Kimpa Vitas: , Boukm ans’, Zumbis'1, Gerónimos’, tíeloveds 6, MLKs', Nehandas", Hermanas y hermanos Desde todos los rincones del Planeta La labor no ha cambiado Pero el cuerpo, la mente y el alm a cansados Nos apacigua y nos hace dudar de que Tal vez, sólo tal vez. Los ecos de la sanación estaban equivocados Tal vez las interferencias provocaron malas escuchas Pensar que la violencia es correcta Que podría ser la mejor forma de avanzar Sin mirar Quién quedó atrás Cuánta sangre ha costado

Convencidos los genocidas de su victoria Hiroshima y N agasaki no se repitieron Pero cómo decimos I^o que es peor de algo mejor Lluvia negra de lluvia ácida de lluvia regular Nube de hongo de una normal Que nos impide Ver, sentir lo malo Que realmente ha sido Esperando las consecuencias Cielo despejado Saber si nos dirigimos Hacia el final de la humanidad O su despertar Pronunciando las mismas palabras Escuchadas una y otra vez De un crimen al siguiente Cómo pueden los seres humanos Causar tanto sufrimiento A otros seres Todavía no escuchan Se niegan a escuchar Debido a que no está expresado En la último idioma de Colón Y' peor, no lo pronunció Un descubridor certificado Escribo esta introducción en el contexto de lo que se ha venido en llamar “crisis económica” (en el último de los idiomas de Colón).

[nicialm ente, no se llamaba así. Tenía nombres diversos: “restricción del crédito”, “crisis de créditos y de liquidez”, “crisis alimentaria”, etcétera. Desde el principio, hubo también un debate sobre si era una burbuja, como ya había pasado anteriormente. Además, se especu­ laba sobre si se trataba de una recesión, cuán profunda sería y, últi­ mam ente, si se parecería a la de 1929 y, en consecuencia, si se podía em plear el término “depresión”. Lo q u e tenían en común todas estas preguntas era su renuncia a remontarse más atrás de los recientes años en la búsqueda de las cau­ sas. Asimismo, los analistas no estaban interesados en hurgar más allá de lo necesario. L a hipótesis utilizada en este libro es que la crisis es mucho más seria de loque jam ás hemos vivido en los últimos 500 años. Además, nos sería útil, en esta coyuntura, mirar 5.000 años atrás para obtener una mejor perspectiva de cómo, por qué y dónde la humani­ dad se ha equivocado11. ¿Qué necesitamos para salir del borde del abis­ mo? Para responder de un modo adecuado son básicos dos pasos. El primero es la necesidad de cuestionar los marcos o mentalida­ des dominantes, política e ideológicamente, que obligan a que todas las historias estén orientadas hacia el capitalismo. Las divagaciones caprichosas y mortíferas de este último se presentan como la única columna vertebral que une y da sentido a todo. Este tipo de presenta­ ciones o afirmaciones terminan siendo verdad o, para ser más preci­ sos, una obviedad. Habiéndose convertido en la encarnación del capitalismo, un único país (y sus aliados más poderosos) se ha apropiado de todo lo que es positivo y, por consiguiente, se ha convertido en el autoproclamado vigilante de la seguridad del mundo. El segundo paso, que es una con­ secuencia del primero, está relacionado en el modo en que enmarca­ mos la historia africana en general (existen excepciones), como si se

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tratara de una réplica menor de unas historias mayores, dominantes y dominadoras. Este libro asume que, salvo que la historia africana no se reconsidere (tomándola en serio) con el deber de sanar a la humanidad de todas las prácticas de los victoriosos, el género humano continuará el camino hacia la autoaniquilación10. Asistimos al proceso de una historia que, con el propósito de tomarse en serio a sí misma, pretende distanciarse del modelo de todas las historias de terror. En especial, en el momento de m irar atrás y cuestionar determinadas certezas expresadas de distintos modos, y que podemos sintetizar de esta forma: “Nosotros (Estados Unidos) somos los mejores, nunca nos hemos equivocado, el mal siempre está en el otro bando, el mercado siempre tiene la razón, la violencia es correcta y, como somos la nación m ás poderosa, tenemos el derecho divino a gobernar el resto del mundo, somos los que mejor sabemos de democracia, nuestro sistema político es el mejor y nuestra seguri­ dad nacional es sagrada, aunque por ella amenacemos la seguridad de la humanidad” 11. Desde el fin de la Segunda Guerra M undial, Estados Unidos ha publicitado e implementado estos lem as de varias formas, desde el uso de la violencia extrema a las estrategias y tácticas más “suaves” para ganarse los corazones y las mentes. El objetivo nunca ha sido otro: dominar totalmente el planeta y el espacio que lo circunda. Cuando lanzaron las bombas atómicas sobre H iroshim a y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, marcaron de forma rotunda y sin tapujos el nacim ien­ to de una nueva era. Pero, en realidad, no fue más que la continuación de un crimen contra la humanidad a otra escala. Cómo entró, se anunció y finalizó esa nueva era, no lo hemos entendido realmente hasta hoy día. De la forma más ruda, el lanza­ miento de las bombas atómicas sobre Japón (y no sobre Alemania) no

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sólo significaba castigar a los japoneses por lo de Pearl Harbour, sino también mostrar a cualquier futuro atacante cómo sería la respuesta. Que fuera un crimen contra la hum anidad no le importaba ni al pre­ sidente Truman ni a sus consejeros. Lo que más les preocupaba era demostrar quién estaba al cargo y qué le ocurriría a todo aquel que se atreviera a desafiarlos.

¡Cómo obtenemos las lecciones? ¡De quién y para quién? De forma más importante, la mentalidad que lleva a dividir el átomo y, por consiguiente, a la segmentación de la humanidad, funcionaba mucho antes de que los físicos se embarcaran en el estudio y la cons­ trucción del arma más poderosa de destrucción masiva. En lo que denominaron “descubrimiento” y después “esclavitud” va se había lle­ vado a cabo la destrucción masiva. Esta destrucción, y sus consecuen­ cias, no terminamos de comprenderla, pues significó la división de la humanidad, la partición de su concienciación y su conciencia. El pro­ ceso divisorio ni siquiera ha finalizado: se intensificó, lejos de miradas indiscretas. No sólo eso, sino que, además, se presenta como “progreso”. Cier­ tamente, progresión ha habido, pero lo que se ha intensificado es la destrucción de la vida, por lo que cabe preguntarse si no sería mejor emplear un término como “regresión”, mucho más acertado. El arse­ nal a disposición de la mentalidad dominante va mucho más allá del armamento: abarca, en diferentes grados, todos los campos del cono­ cimiento y las artes, entre ellos el arte de vivir. En el arte y la ciencia de obligar a que los demás estén de acuerdo contigo, la tortura ha tomado más relevancia que nunca.

Precisamente sobre la tortura practicada por Estados Unidos, Noam Chomskv llamaba la atención sobre el hecho de qu e, en ese país, tiene m ucha más tradición de lo que muchos estadounidenses piensan12. Entre las razones que llevan a limpiar el historial de Estados Unidos, encontramos la noción del “excepcionalismo norteamericano”. Para algunos, como el periodista británico Godfrey Hodgson, se trata tan sólo de un mito; para otros, como el columnista Roger Cohén, Estados U ni­ dos nació de una idea, como una ciudad en la cim a de una montaña. Chomskv traza este concepto hasta John Winthrop, que lo acuñó en 1630. Una ciudad en la cim a fue la imagen que se convirtió en el sello oficial de la colonia de Massachusetts Bay, donde también se ve dibu­ jado a u n indio con la siguiente inscripción en un papiro que sale de su boca: “Por favor, ven y ayúdanos”. No resulta difícil imaginar qué inde­ leble impresión dejó una imagen así en el im aginario délos norteame­ ricanos, generación tras generación: desde los tiempos de los colonos británicos, los americanos, como todos los colonizadores, se consideran a sí mismos benévolos humanitarios. En definitiva, Chomsky se refiere a este proceso histórico de lim ­ pieza como “amnesia”, peligroso no sólo porque deteriora la integri­ dad moral e intelectual, sino también -m ás importante desde mi punto de vista- porque sienta las bases de futuros crímenes. Siguien­ do este punto, cqué pasaría si la prensa analizara la actual crisis eco­ nómica como la consecuencia de un crimen cuyos orígenes radican en Estados Unidos y en cómo se ha convertido en la nación más rica del mundo occidental?¿Acaso no existen motivos para pensar que, preci­ samente por su culpabilidad, continuará haciendo todo lo posible para seguir apareciendo como un benévolo humanitario? Hablando de forma estructural, y con el riesgo de repetirse, quieren saberse indispensables para resolverla crisis. Pasaron unos cuantos siglos 1191

hasta que los “descubrimientos” de Colón se llamaron de otro modo. Afortunadamente, no pasarán siglos para rebatir la denominación de la actual crisis y centrarnos, en su lugar, en cómo se preparó y ejecutó este crimen -con el aparente consenso de muchas de sus víctimas—. Un cri­ men contra la humanidad no siempre tiene que contener elementos de anteriores crímenes. Hiroshima quizá no fue Auschwitz, pero sí su modernización1\ Así, abrió el camino a nuevos crímenes, cometidos no tanto por los científicos nucleares como por los ingenieros financieros que inventaron instrumentos lucrativos más allá de la imaginación de los gestores de Wall Street. Los historiadores discuten el asunto ad infinitum desde todos los ángulos posibles, salvo el que debería poner a Estados Unidos en el Tribunal de Nuremberg. Como el actual juicio está organizado, estructurado y dirigido por los victoriosos, es imposible la im parciali­ dad. Dicen que las bombas iban dirigidas a la Unión Soviética, para demostrar a sus líderes que Estados Unidos no dudaría en em plear el arm a contra cualquier enemigo futuro. Pero este razonamiento no encaja de forma satisfactoria con la cuestión siguiente: ¿es aceptable recurrir a un crimen contra la humanidad para poder llegar al fin de una guerra que causó el Holocausto?14 Desde el punto de vista de Estados Unidos y sus aliados, las leccio­ nes obtenidas de la Segunda Guerra M undial se han explicado de una forma tan brutal como han podido: EE.UU. e Israel no pertenecen a la comunidad internacional, pero dictan lo que constituye dicha comunidad. C ualquier país opuesto a sus objetivos será tratado igual que Hiroshima y N agasaki. Nada, desde entonces, demuestra que esto no es así. Con esta política buscan asegurarse de que la muerte siempre ocurra en el otro bando, y que cualquier cosa que perciban como amenaza sea 1201

tratada con esta violencia extrema para desalentar cu alq uier intento de im itarla. En una narrativa del siglo XX, que empieza con la victoria de Estados Unidos y sus aliados en la Segunda Guerra M undial, podría parecer incongruente referirse a EE.UU. como los perpetradores de un crimen contra la humanidad. Sin embargo, para que la humani­ dad se recupere por ella misma de esta negación contradictoria e ide­ ológicamente impulsada, debemos reconocerlo lo más rápido posible. :Q ué haremos una vez reconocido? En mayo del 2001, Francia, una de las naciones esclavistas, decla­ ró la esclavitud “crimen contra la humanidad”, aunque reconocerlo significó algo más que un problema. Eos legisladores responsables de redactar la declaración (conocida también como Ley Taubira) y pre­ sentarla en la Asamblea Nacional, tuvieron que soportar la oposición de historiadores reconocidos como Pierrc Nora, ofendidos con la posi­ bilidad de que la historia la escribieran legisladores1’. Sería más fácil aprobar la declaración de que la esclavitud fue un crimen contra la humanidad si se considerara como el crimen que abrió el camino para delitos mucho más horrendos. Los ciudadanos del mundo quizá prestarían más atención a los crímenes actuales si pudieran ver el vínculo con aquellos crímenes del pasado que todavía permanecen sin reconocimiento. Es comprensible que los historiadores del bando ganador protes­ ten cuando padecen la intromisión de la legislación y de los descen­ dientes de quienes sufrieron el desarrollo del crimen. Durante el paso de simple propuesta a ley, la resistencia ha sido incisiva y continúa siéndolo. Al bando ganador, que siempre cree tener la razón y que está acostumbrado a ganar, le resulta imposible reconocer que estu­ vo mal y aceptar que la época donde siempre gana llega a su fin"’. Y

mucho más cuando empieza a surgir qu e el delito no afectó tan sólo a la narrativa nacional de corte político, sino que cimentó su base eco­ nómica. Declarar la esclavitud un crimen contra la humanidad en un país que ha enterrado los restos de Napoleón Bonaparte en el Panteón de París resulta, a primera vista, una traición. Napoleón, junto a otros esclavistas de toda Europa, incluso restauró la esclavitud tras haber sido abolida por la Convención. La forma en que lo hizo llevó a Claude Ribbe a describirlo como el precursor de H itler1'. Revisar y replantear la historia francesa debe retroceder más atrás de 1789. Alrededor del tráfico de esclavos en el Atlántico, su desarrollo y la riqueza que generó se ha erigido una zona prohibida difícil de traspasar: ocurrió y ya no podemos evitarlo... No obstante, al califi­ carlo de crimen contra la humanidad, esta zona impenetrable desapa­ rece y nos abre la vía al debate. Lamentablemente, los legisladores franceses pensaron que podían presentar la ley especificando que no implicaba la obligación jurídica de compensación, sino sólo un deber moral de memoria y, por consiguiente, disminuyeron el impacto de la ley, como bien señala Louis Sala-Molins en su libro Le Code Noir ou le calvaire de Canaan l8. Si bien el texto original de Sala-M olins se publicó en 1987, la intro­ ducción a la reedición veinte años más tarde, reafirma su principal argu­ mento, es decir, que ningún filósofo de la Ilustración denunció las atro­ cidades permitidas en el Code Noir (Código negro)19. M ontesquieu, Voltaire o Rousseau reflexionaron y escribieron sobre leyes, historia, filosofía y la condición hum ana como si desconocieran el Code N oir o, si lo conocían, decidieron tratarlo como una materia irrelevante. Por ejemplo, cuando Rousseau escribe sobre la esclavitud, es evidente que nunca tiene en mente lo que legisló Luís XIV en 168521.

Como ya se ha dicho, lo fundamental respecto a los filósofos de la Ilustración, y sus herederos intelectuales de hoy, es si los africanos cuentan igual o no en la escala de la humanidad. Los esclavos todavía existen, pero tras el tráfico atlántico, surgió algo peor que esto: el refuerzo constante de un imaginario anclado en la idea de que con el poder y la riqueza acumulados gracias a la esclavitud, la impunidad de los criminales es la norma mientras puedan perseguir, juzgar y sen­ tenciar, por ejemplo a través del Tribunal Penal Internacional, a quie­ nes califiquen como la oveja negra de turno. Las formas de esclavitud han cambiado, pero las relaciones de poder entre quienes controlan la riqueza y los pobres permanecen tan difíciles de subvertir como cuando los esclavos se enfrentaban a los negreros21. La lógica de la clase propietaria de esclavos, con el paso de los años y los siglos, se ha reproducido y reforzado mientras su rique­ za continua generándose a través del control, sin restricciones, de las vidas de cientos de millones de personas22. Asimismo, este control cada vez es más anónimo, pasando (o eso parece) de los responsables políticos a manos del mercado. Los herederos de los propietarios de esclavos podrían afirmar que el mercado ha democratizado las relaciones entre los propietarios de riqueza y aquellos que, sin su trabajo, no existiría tal riqueza. Ideo­ lógicamente, van más allá: sin ellos (su iniciativa, inteligencia, competitividad, etcétera) los trabajadores no existirían. ¿Un eco de los tiem­ pos de la esclavitud? La importancia del malentendido o, tal vez, el rechazo a compren­ der cómo la hum anidad transcurrió de crimen en crimen contra ella misma, no se puede exagerar. Podría ser que, como el ladrón que huye del delito, creen que la única forma para q ue no te atrapen es correr más rápido. O dicho de otro modo: desde la época cuando una de las 12 3 1

raíces del capitalismo se alimentaba a sí misma de un crimen idéntico contra la humanidad, siguen reproduciéndose ocultando las pistas del modo más eficaz"’.

Mendieión ' y sanación entre Gaza y Haití: el Delta del Níger Existen muchas Gazas, muchos Haitís y mucho entre ambos, históri­ ca y geográficamente. Nuestra atención se centra sólo en la última catástrofe. I^os muros no sólo se construyen de cemento, sino también en nuestras mentes. Proliferan no sólo en Palestina o Sudáfrica, sino allí donde el exceso de riqueza trata de impedir que las víctimas vean los privilegios conseguidos gracias a ellas. Si durante los siglos ha existido una memoria viva en la tierra (que lo ha registrado todo,como las cajas negras de los aviones), ¿acaso lo que representaría o ilustraría mejor la naturaleza y esencia del capitalismo, en todas sus fases, no seria el tráfico de esclavos atlántico? El Delta del N íger sería un fuerte competidor. Generación tras generación, los habi­ tantes de esta región han vivido con los horrores de la extracción de recur­ sos, primero de personas, luego del aceite de palma y ahora del petróleo. La literatura, en cada una de estas depredadoras etapas, es voluminosa, pero para conectarlas en la historia y la ficción, las siguientes obras, publi­ cadas recientemente, son un buen puntode partida: Where VulturcsFcast: Shell, Human Rights, and Gil, de Ike Okonta y Oronto Douglas (Verso, 2003); Curse o fth e Blac/( Gold: 50 Y earsof Oil in the Níger Deltu, fotogra­ fías de Ed Kashi, editado por M ichael Watts (Powerhouse Books, 2008); H alfofaY ellow Sun,de Chim am anda Ngozi Adichie, Knopt, 2006. (Tra­ ducción al castellano: M edio sol am arillo , Mondadori, 2007.)

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Como sugiere el título del ensayo del historiador G. Ugo Nwokeji2’

-S lavcships to oil la ncen (De los barcos de esclavos a los pozos de petró­ leo)—las cosas no han cambiado desde el punto de vista estructural: la riqueza continúa extrayéndose con una proporción colosal y de una forma terrible. Podemos com parar el Delta del N íger con una mini República Democrática del Congo porque está sufriendo el hecho de poseer un recurso anhelado por las multinacionales, pero también lo podemos comparar con Gaza, donde el Gobierno Federal Nigeriano sería Israel. Los habitantes de ambos lugares padecen el mismo trato: pauperización, humillación, ataques militares contra civiles desarma­ dos y el severo deterioro del sistema sanitario y educativo. Como en Gaza, resulta peligroso vivir en el Delta del Níger. No sólo por las constantes incursiones del ejército nigeriano, sino también por las condiciones ambientales, inaceptables para los seres humanos. Las fotografías de Ed Kashi en su libro Curse o f the Ulac\ Guld hablan de sobras, aunque al mismo tiempo parece que incluso las fotografías no logran explicar al detalle la historia de lo que les ha ocurrido a los miembros de la humanidad que viven en esa zona. De la historia de ficción de Kaine Agary, A/y blessing, m y curse , uno se encuentra cara a cara con la realidad, que no es sólo exclusiva del Delta del Níger, cuando un hijo no da con mejor solución a sus proble­ mas que la de ayudar a un gángster para capturar a su madre. Ante la desconcertada pregunta déla madre sobre porqué su hijo la está matan­ do, la respuesta desconcierta: “M amá, lo hago porque te quiero”2'. Uno se queda atónito ante lo que sólo podemos calificar de ilustra­ ción de cómo la conciencia hum ana se está disecando hasta el punto de haber perdido la capacidad de alimentar algo tan fundamental como el amor2". En situaciones como estas, las comparaciones no son demasiado útiles, porque no existe algo así como la escala de Richter

del sufrimiento humano, pero tendríamos que alimentar la concien­ cia para asegurarnos de que no quede atrapada en la legitimación per­ petua de la violencia. El relato de Kaine Agary es ilustrativo del esta­ do donde hemos llegado. La humanidad se ha ido degradando a sí misma sin ser conscien­ te de ello, pero con una ayuda determinada del bando que legitima siempre el uso de la violencia. El proceso de perder la consciencia está mucho más avanzado de lo que parece. AI mismo tiempo, ha ido per­ diendo su concienciación*''. ¿Cómo nos recuperaremos de este largo y tortuoso descenso hacia la firme autodestrucción de nosotros mismos, del principio de la vida? Las advertencias van en aumento de la mano de quienes se basan en las imágenes de cómo se está acabando la vida del planeta (por ejemplo Una verdad incóm oda de Al Gore o H ome de Yann Arthus-Bertrand). Sin embargo, estos avisos han ido apareciendo con los años, con los siglos, provenientes de las propias víctimas de este proceso: mujeres, niños, amerindios, arahuacos, indios, nativos norteamericanos, africa­ nos, pigmeos, sans sudafricanos, nómadas del desierto, dalits, etcéte­ ra. Las peticiones de todos estos grupos nunca recibieron la misma atención que la prestada a los que ahora consiguen ser escuchados por los ricos y poderosos. Los poderosos escuchan a la naturaleza porque no miente y, al fin y al cabo, tiene mucha más fuerza que ellos. De todos modos, estos piensan que saben mejor que nadie cómo dictar lo incorrecto. En este momento, como siempre, los ricos y poderosos creen que todavía pue­ den comprar el tiempo, pero el reloj de la naturaleza, ciego e insensi­ ble a la corrupción, no se detiene. Yann Arthus-Bertrand ha repetido en varias entrevistas que la única forma de salir de la actual crisis ecológica es decrecer bajando el 12 6 1

consumo, si bien algunos de quienes le apoyan creen que debemos consumir más y m ás... aunque “diferente" Las heridas del planeta están por todos lados y en todos sus habi­ tantes, animales, plantas y humanos, pero los ricos y poderosos sólo quieren ver las heridas en el medioambiente, especialmente si esas personas pertenecen a lugares como Africa. Escuchar cómo se expre­ sa la naturaleza en boca de los q u e han sido heridos, torturados o ase­ sinados en el proceso de destruir una forma de vida es un ejercicio hum illante que debería conllevar a la sanación, como por ejemplo queda patente en la imprescindible película de Abderhamane Sissako

Bama!{oix. Para los ricos y poderosos, reconocer que estaban equivocados podría ser el principio de un cambio real en la relación entre nosotros, la naturaleza, el pasado, el presente y el futuro de la humanidad. La solución a la actual crisis no vendrá del imaginario basado en las solu­ ciones tecnológicas o económicas. Saldrá de una reordenación de las prioridades y de una transformación radical de la relación entre los seres humanos, de forma solidaria y no caritativa.

NOTAS 1. Muchas gracias a Andrcw Lichterman por darme a conocer el escrito “Relocating energy in the social commons" de John Byrne, C ecilia Martínez y Colin Rugero publicado en Bulletin o f Science, Technology and Society, vol. 29, n. 2, Abril 2009, http://ceep.udel.edu/publications/2009_pe_BSTS_relocating_emcrgy_social_ commons_Byrne_Martinez_Ruggero.pdt. último acceso 9 diciembre 2009. El artícu­ lo es excelente en el diagnóstico, pero se queda corto en sus propuestas porque no señala el hecho de que, mientras la mayoría de las sociedades occidentales (y occidentalizadas) han abandonado las prácticas relacionadas con los bienes comunes, otras sociedades, especialmente las esclavizadas y colonizadas por Occidente, todavía

mantienen luertes conexiones y prácticas con los bienes públicos y la naturaleza. Pero la clase dirigente de Occidente, como con la abolición, no está dispuesta a reconocer que se equivoca. El sociólogo francés Edgar Morin, en un articulo de opinión apare­ cido el 12 de junio del 2009 en Le Monde, sigue la misma tendencia: “Cambiar la relación del hombre con la naturaleza sólo es el principio ’. Occidente es quien mejor comprende lo que es positivo para el resto del mundo. 2 . Kimpa Vita (1682-1706), conocida también como Beatriz del Congo o Dona Bea­ triz, puso todo el empeño para liberar a su pueblo de la influencia portuguesa. Sus prédicas, afincadas en las raíces religiosas y africanas, recibieron progresivamente el apoyo popular hasta gestar un movimiento basado en San Antonio, quien se le apa­ recía por las noches. Acusada de brujería, fue sentenciada a la hoguera y murió a la edad de 24 años, quemada viva y acompañada de su hijo en brazos. (N. del T.) 3 . Dutty Boukman fue capital en la revolución de los esclavos en Haití, tras liderar una ceremonia como sacerdote que catapultó el levantamiento. Los Iranceses lo ase­ sinaron en 1791, poco antes del inicio de la insurgcncia. (N. del T.) 4 . Zumbi (1655-1695) es sinónimo de resistencia en Brasil tras liderar la resistencia contra los portugueses en el Quilombo de Palmares (ver Capítulo 111, Nota 13). En Recife, su cabeza fue cortada y expuesta en la plaza pública, buscando desmentir la creencia popular sobre su inmortalidad. (N. del T.) 5 . Gerónimo (1823-1909), indio apache, protagonizó varios episodios de resistencia e insumisión al gobierno de Estados Unidos, convenciendo a los indios para que no vivieran en reservas. En 1886. después de una fuga más de Gerónimo, se dio la orden de búsqueda y captura, enviándose 5.000 soldados (la tercera parte del ejército esta­ dounidense de la época) y ofreciéndose una recompensa de 2.000 dólares. Tras ser capturado y pasar algunos años en la cárcel, vivió recluso en una reserva de Oklahoma alejado de su pueblo y donde murió a los 84 años. (N. del T.) 6. Be/ored hace referencia a la novela de Toni Morrison (ver Nota 28 de este mismo capítulo), publicada en castellano con el mismo título por DeBolsillo, Barcelona, 2001. (N. del T.) 7. MLK son las siglas de la figura clave de la lucha por los derechos africano-ameri­ canos Martin Luther King. (N. del T.) 8. Mbuya (Abuela) Nehanda se convirtió a temprana edad en uno de las figuras reli­ giosas más influyentes de Zimbabue. Con la ocupación británica de 1896, Nehanda y otros líderes declararon la insurgcncia. conocida como la Primera Chimurenga. Nehanda fue capturada, juzgada y ajusticiada en abril de 1898. Un siglo después de su muerte continúa siendo considerada uno de los personajes más importante de Zimbabue. (N. del T.) 9 . Muchas gracias a E. Wamba dia Wamba por haberme introducido en el trabajo de Jacques Camatte y, en especial, a sus Gloses, donde sugiere que el futuro de la 12 8 1

humanidad es mucho más pesimista de lo que la mayoría de la gente está dispuesta a admitir. Véase www.aaargh.codoh.com/blog/rcvifr/, último acceso 9 diciembre 2009. El argumento más fuerte de Camatte en contra del capitalismo es que este no podrá resolver sus propias contradicciones y, en consecuencia, arrastrará a la humanidad hacia la autodestrucción. Mi posición en este libro es que la humanidad, o bien des­ pierta y se recupera, o continua hacia el abismo. 10. Tal lectura ha sido realizada por los académicos, científicos y artistas. Uno de los más destacados, especialmente en su persistencia, es el novelista de Ghana Ayi Kwci Armah. 11. Cuando la emplean los líderes de EE.UU., la segundad siempre implica el uso de fuerza m ilitar y/o económica. Véase John Perkins (2004) Confessions o f Ati Economic Hit Man, San Francisco, CA, Berrett-Koehler. 12. Noam Chomsky (2009) ‘The torture memos and historical amnesia’, TheNation, 19 mayo, www.thenation.com/doc/20090601/chomsky, último acceso 8 diciembre 2009. 13. Algunos de los ensayos que van en esta dirección se pueden encontrar en Robeit S. Frey (ed) (2004) The Genocidal Temptation: Auschwitz, Hiroshima, Rwanda and Beyond, Lanham, MD, University Press of America. Ver también Darrell f. Fasching (1993) The Ethical Challenge o f Auschwitz and Hiroshima: Apocalypse or Utopia?, Albany. NY, State University of New York Press. 1A. La importancia de cómo esto se ha racionalizado no debe enfatizarse demasiado, como leemos en el estudio de Robert Jay Lifton sobre el concepto de “desdoblamien­ to” en The Nazi Doctors: Medical K illin g and the Psychology o/Genocide. Con “desdo­ blamiento’’, la gente común termina por racionalizar los actos más malvados. La pre­ gunta es: durante la Segunda Guerra Mundial, fueron los médicos quienes usaron este desdoblamiento para poder matar, pero ¿podría ser que se propagara y haya afec­ tado a los científicos sociales que, hoy día, impulsan los programas de ajuste estruc­ tural del Banco Mundial en los países llamados "en desarrollo" ■ 15. Picrre Nora, historiador e intelectual, discípulo de March Bloch, uno de los fun­ dadores de la Escuela de ios Annales, parece haber olvidado una de las advertencias de Bloch en su libro La extraña derrota , que escribió para comprender por qué Francia había sido invadida (derrotada), sin demasiada oposición, en los inicios de la Segun­ da Guerra Mundial. Tras repasar una larga lista de todos aquellos que consideraba responsables, Bloch concluye que la magnitud de la derrota fue tal que todo el mundo tuvo su parte de responsabilidad. 16. F.I tipo de negación es bastante parecida a la convicción de que los africanos escla­ vizados en Santo Domingo no podían pensar en la libertad y, si lo hicieron, no podrí­ an lograrla. I.a diferencia entre el pasado y el presente es que todo se dirige a que estos “contratiempos”, como los ocurridos en Santo Domingo (o en Cuba un siglo y medio después), no vuelvan a repetirse. 12 9 1

17. El motivo de la comparación de Ribbc se debo a que e n c e r r a b a n en las bodegas de los barcos a los que se habían rendido y después quemaban ácido su J asfixiarlos. Era la manera más rápida de matarlos. Como escribo esto des e rasi . referencia es de la traducción portuguesa (2008): Os Crimes de Aapolcáo . trocí que influenciaran, Hitier. Río de Janeiro. Editora Record Ida. especia mente pp. 146-51. Ver también Yves Bénot (1992), La D émence colon,ate sous \apoleon. aris. 1 8 . Louis Sala-Molins (2007) Le Code Noirou le calvaire de Canaan. Quadrige/ resses Universitaircs de France. Este es el comentario completo de Sala N o i i A vés de un salto mortal, el legislador condena en beneficio de la audiencia o que absuelve a través de la ley, limitándose al cargo de conciencia cuando c. a go q incumbe al tribunal. Lo traslada al terreno de la moral, donde no participa, cuan en realidad pertenece al marco legal, donde sí tiene soberanía. No olvidemos palabras de Tocqucville en 1884, durante la abolición de la esclavitud. Si os negiro tienen derecho a ser libres, sin ninguna duda los colonos tienen derecho a no que arruinados por la libertad de los negros”’ (Sala-Molins, 2007. p. 277. que recoge a cita de Tocqueville, De l ’émancipation des esclaves, OC, t. 3, p. 105). 1 9 . El Code noir (Código negro) es un conjunto de textos que r e g u ló a esclavos en las islas colonizadas por Francia, promulgado durante el reinal o c XIV en 1685. Si bien en 1794, con la Revolución Francesa, una comision decreto la abolición de la esclavitud, en 1802 Napoleón Bonapartc la volvió a establecer y repu­ so el Code Noir. Hasta el año 1848 no lúe de nuevo abolida y anulado definitivamente el Código. (N. del T.) 20. Sala-Molins (2007) pp. 237-54. . 21. Pensemos en la diferencia de trato que reciben, por ejemplo, los t'|CCU' banco y un trabajador en una fábrica u oficina, o simplemente el duda an p 22. Desde esta perspectiva, podemos argumentar que hay más persona das" hoy en día que durante la esclavitud. 23. Esto se consiguió de una forma que los responsables de la propagan! .i ' podían soñar, gracias a, por un lado, los esluerzos combinados de Ij Pu ’ ,CK >’ industria del ocio y, por el otro, la industrialización de las prácticas seculare , ^ y culturales. Resultó crucial en la victoria el hecho de negarse a considerar a o. mer' deres del sistema del mismo modo que lo hizo Jesús cuando los expulsó < ■' temp o 2*. M endtáón hace referencia al MEND. Movement for the Emanctpation ot the Niger Delta (Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger)- Para corT1pr der cómo surgió el MEND, véase Michael Watts. ‘Sweet and Sour. ° fem edi, ‘ Ñero s Folly’ y la entrevista de Tom O Neill a G r a n d Comman er del MEND), todo elío en Curse o fth e Black Gold: 50 Years o f 0,1 in the S tger Delta, c Michael Watts (ed) y fotografías de F.d Kashi (2008). Brooklvn. NX Books, pp. 36-47,190-191 y 196-197.

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2 5 . Watts (2008) pp. 62-5. 2 6 . Waus (2008) pp. 153-4. 27 . Watts (2008) p. 153. 2 8 . En la novela tic Toni Morrison tíeloved . la madre fugitiva (esclava) que da a luz a una niña mientras escapa decide matarla cuando está a punto de ser descubierta, pues no soporta la idea de que su hija crezca bajo la esclavitud. Aunque aquí podemos considerarlo un acto de amor, no diremos lo mismo del hijo que ayuda al gángster a degollar a su madre. Sin embargo, en ambos casos se ilustra el tipo de transformación que, bajo unas circunstancias extremas, altera la conciencia del ser humano. 2 9 . Además de las pruebas mencionadas anteriormente, los signos de cómo este pro­ ceso se está desarrollando también lo encontramos en los trabajos de Nicholas Carr, por ejemplo en “Is Google making us stupid?. What the Internet is doing to our brains”, publicado en The Atlantic M agazine, julia/agosto 2008. 3 0 . En “Arthus-Bertrand, l’image de marque”, de Michcl Guerrin y Nathaniel Herzberg. Le M onde. 4 de junio del 2009. 31 . Abderrahmane Sissako ha sabido captar muy bien el momento en el que vivimos. Al final de una mesa redonda sobre su película Life on Earth (1998), Sissako denun­ cia lo peligroso en que se ha convertido el mundo donde, si el dinero es virtual, el pla­ neta puede autodestruirse “virtualmente”. Véase http://video.google.conv'videoplav? docid=-6311553641487110218, último acceso 9 de diciembre del 2009. En otras pala­ bras, si las armas eran básicas para una destrucción física, la ingeniería económica extrema de hoy día hace posible una destrucción real del mundo mediante la especu­ lación financiera virtual. En este tipo de mundo, la nación más poderosa puede con­ vertirse en la más débil.

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2. EN SOLIDARIDAD CON CITÉ SOLEIL / SITE SOLEY EN HAITÍ En la era de la globalización, ¿por qué no vemos, a escala mundial, muestras de solidaridad con ciudades como Cité Soleil (H aití), Abalhali en Durban (Sudáfrica) y Ndjili en Kinshasa (RDC)r Estos luga­ res, como las favelas de todo el mundo, rebosan juventud y creatividad al mismo tiempo que se enfrentan a condiciones de vida insalubres, aunque fáciles de erradicar. ¿Por qué Sun City en Sudáfrica, ya que se llam a igual, no se soli­ dariza con la más pobre de entre las pobres del presunto país más pobre del hemisferio Norte? Puede sonar pueril e ingenuo, pero, ¿no deberíamos esperar un gesto inminente de una ciudad situada en un país que se deshizo del apartheid gracias, en parte, a la labor desinte­ resada de millones de personas de todo el mundo? De los habitantes de estos lugares, debería surgir un grito, al que sumarnos todos: Fidelidad a Haití, 1804. Al margen de las ideologías del estado nación, al margen y en contra de los modelos corporativos de acumulación, este grito tiene en sí mismo todo el potencial para salvar a la humanidad, alzándola al nivel con el que muchos soñaron mientras combatían el apartheid sudafricano. \ ü \

Sun City es conocida en Sudáfrica como la capital del juego, donde enormes fortunas desaparecen tras la esperanza de aumentar­ las. Los que prefirieren visitar Sun City en Sudáfrica antes que Cité Soleil en Port-Au-Prince, entienden la pobreza como algo de lo que huir, indigna de abrazar. Aunque esa misma gente se asegurará de que su admiración por aquel que personificó la pobreza, Francisco de Asís, se conozca y esté bien publicitada. ¿No deberían llevarnos estas con­ tradicciones a preguntar por qué más y más gente es cada vez más pobre, mientras unos pocos acum ulan riqueza? Desde el fin del apartheid, Sudáfrica, al igual que otros países afri­ canos, cuenta con multimillonarios negros. ¿No es posible preguntar­ se qué pasaría si la mentalidad que impulsa el juego se volcara a erra­ dicar las diferencias entre Cité Soleil y Sun City? C ité S oleil significa Sun City en francés, y fue allí donde el pre­ sidente Jean-Bertrand Aristide se instruyó, fuera del alcance de la m entalidad de la élite haitiana y lejos de las lecciones de amor de los sem inarios burocratizados, los cuales esterilizan a la vez que enseñan. A través de sus muestras de solidaridad con la gente pobre de H aití, y no sólo con los de Cité Soleil, Aristide rompió las cómodas y consoladoras cadenas de la caridad. Por eso también el elenco de teó­ ricos políticos, teólogos e ideólogos de todo signo, y de bandos opues­ tos, no saben, o eso aseguran, dónde colocarlo. ¿Por qué, podemos escuchar de esa gente, está junto a los perdedores? A los admiradores de Francisco de Asís podríamos preguntarles lo siguiente: ¿si vuestro ídolo regresara a la Tierra, por ejemplo a Haití, dónde es más probable que buscara hospitalidad? ¿Acaso no es la con­ dena de la pobreza, por parte de quienes poseen millones en riqueza y propiedades, el modo más seguro de intensificar la pobreza y engrosar

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las filas de los desposeídos? Canonizado, Francisco podrá sentirse bien al tener a alguien de su pane. La mentalidad que condujo a los dueños del capital a tratar a los seres humanos como medio de enriquecimiento está tan arraigada como siempre: reina el supremo capital, no sólo a través de sus pro­ pias estructuras corporativas, sino también a través de los estadosnación subordinados, que han llegado a ser tan sumisos que se están disolviendo voluntariamente ante él; y no sólo en los países donde los programas de ajuste estructural del Banco M undial y del FMI fueron pioneros, tales como el Zaire de Mobutu. Aunque inventada por militares para fines m ilitares, la guerra de baja intensidad contra la pobreza se puede gestionar mejor utilizando tanto armas económicas y financieras como reales, especialmente si, como en el caso de Cité Soleil, se realiza mediante soldados contrata­ dos desde lugares como Sri Lanka, Brasil, Jordania y Nigeria. La vio­ lencia del negro con el negro siempre ha sido más fácil de defender y de ignorar ideológicamente que la del blanco con el negro, especial­ mente en Haití.

De Haití a Sudáfrica: 1804-1994-2004 Durante trece años, de 1791 a 1804, personas de diferentes partes de Africa —alrededor de medio millón, la mitad de las cuales habían naci­ do en Africa-, decidieron que la esclavitud era inhum ana. Mejor que vivir bajo su yugo estaba luchar contra ella, incluso morir llegado el caso. Sin generales entrenados en academias militares, sin ayuda externa de ningún tipo. Los Condenados de la Tierra dieron una lec­ ción durante trece años de organización, disciplina y solidaridad con l»|

el objeto de alcanzar la igualdad, la fraternidad y la libertad. Lo hicie­ ron sin la ayuda de los derechos humanos, si bien, como se ha señala­ do en ocasiones, esta trasgresión masiva y exitosa jugó un papel cru­ cial en el desencadenamiento de los derechos humanos como los conocemos en la actualidad: una torma caritativa de ayudar, evitando al mismo tiempo el tipo de solidaridad exigido en el lema revolucio­ nario “igualdad, fraternidad y libertad”. Los esclavos fueron más allá de lo que los filósofos de la Ilustra­ ción creían posible. Fueron más lejos de lo que los líderes de la Revo­ lución Francesa estaban dispuestos a llegar en 1789. No fue hasta 1792-1794, durante el periodo de la Convención (también conocido como del Terror) que finalmente se abolió la esclavitud. Los esclavos habían hecho lo improbable, lo imposible, lo prohibido. En definiti­ va, se habían superado a sí mismos y, en el proceso, también habían trascendido. Hoy en día, el derrocamiento de la esclavitud todavía resulta difí­ cil de comprender. No encaja fácilmente en las narrativas ideológicas, ni de la derecha ni de la izquierda. Aparte del libro Los jacobinos Negros1de C.L.R. James, que supuso una hazaña excepcional dado la época y la probabilidad de éxito, la abolición de la esclavitud no ha recibido la atención que merece de historiadores, filósofos y teóricos. Al mismo tiempo, recibe una persistente atención negativa por parte de los poderes en forma de imposición del pago de la deuda (la famo­ sa indemnización para los propietarios de esclavos y tierras), de inva­ siones y ocupaciones, del secuestro internacional de un presidente electo, de prisión, tortura y castigo colectivo a todas las personas, de todas las clases, cuyo único crim en es su fidelidad a 1804. Con el actual exilio involuntario en Sudáfrica del presidente JeanBertrand Aristide, no es difícil exam inar la relación entre la lucha

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contra la esclavitud y la lucha contra el apartheid, dos luchas que se desarrollaron en momentos diferentes, bajo condiciones distintas, ambas con el objetivo común de alcanzar la libertad. Habida cuenta la situación de semiarresto domiciliario al que está sometido Aristide en Sudáfrica, ¿es razonable preguntarse cómo ven los líderes políticos sudafricanos su papel en la lucha para devolver a H aití al lugar donde debería haber estado desde 1804? ¿Podría ser que Mbcki viese su papel igual de razonable que Aristide para dar cabida a las demandas de quienes hoy están a cargo del mundo? La pregun­ ta puede sonar injusta e irracional. Pero, ¿lo es? Después de todo, Mbeki fue el único jefe de Estado africano presente en el 200° aniver­ sario de la independencia de Haití, en el 20U4. La totalidad de la pren­ sa sudafricana blanca se opuso rabiosamente a ello. Muchas preguntas que deberían ser planteadas no se plantean. ¿Por qué hubo un silencio ensordecedor cuando Sudáfrica le conce­ dió el asilo al presidente Aristide? ¿Podría ser que estos dos siglos de castigo, infligidos a H aití, hayan mermado el entusiasmo de los que estaban tentados a solidarizarse? U na últim a cuestión: ¿cómo puede un país, y mucho menos uno africano, prestar sus servicios a un pro­ ceso que incluye el secuestro de un presidente elegido democrática­ mente? Ello guarda similitud con lo ocurrido doscientos años atrás, cuando Toussaint L’Ouvcrture, el líder de la Revolución H aitiana, fue capturado por el país conocido en la historia mundial por su Revolu­ ción de 1789. Por entonces, en 1802, se hizo todo lo posible para an u ­ lar lo que habían logrado los africanos. ¿Podría ser que los dirigentes de Sudáfrica se hayan subordinado a los poderes fácticos (Estados Unidos, Francia, C anadá, el Vaticano) hasta el punto de ser vistos como un colaborador servicial en una operación con reminiscencias de los tiempos en que Steve Biko2 fue arrestado?

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Dentro de nuestra historia colectiva, debemos fijarnos en la simi­ litud entre el papel jugado por el liderazgo de Sudáfrica y el jugado por Tshobe en Katanga3, cuando Occidente necesitó deshacerse de Lumumba.

De la invasión ai castigo (1825-1938/46) Con el ascenso de Napoleón empezó el proceso del castigo colectivo. Los intentos militares para revertir las victorias de los africanos en H aití fallaron. Los africanos fiieron capaces de repeler a los tres mejo­ res ejércitos del momento: el francés, el español y el inglés. Sin embar­ go, en 1825 el gobierno de H aití fue obligado por Francia, con la ayuda de Estados Unidos, Canadá y el Vaticano, a pagar una compen­ sación a los propietarios de esclavos y plantaciones a cambio de ser reconocido como Estado. Los pagos por la libertad de los primeros esclavos se realizaron hasta 1938, según unos, y hasta 1946, según otros. Habiendo perdido la fuerza m ilitar y política, los propietarios de los primeros esclavos procuraron reafirmar su autoridad en el ámbito internacional, donde su control era incuestionable. Tenían que demostrar que la emancipación de los esclavos, en sus propios térmi­ nos, era inaceptable, al margen de que este término (emancipación) figurase en los principios ideológicos de esclavistas y terratenientes. El severo castigo colectivo que aplicaron en 1804 fue coherente con el síndrome del descubrimiento, que puede enunciarse del siguiente modo: los descubridores siempre serán descubridores, V si los descubiertos descubren algo, especialmente algo universalmente aceptable como la emancipación, los descubridores los volverán a poner en su lugar. Dos siglos después de aquel acontecimiento, la 138 1

venganza virulenta de la respuesta no ha terminado. De hecho, el arsenal se ha hecho más grande, m ultidirigido y más sofisticado. Quienes se oponen a la erradicación de la esclavitud aun están en el regazo de Estados Unidos, guardián de los tesoros y recursos acu­ mulados a través de sus descubrimientos: Francia, Canadá, el Vatica­ n o... y no son los únicos. El recurso a las medidas punitivas políticas y financieras mencionadas arriba, combinado con la ortodoxia ideoló­ gica religiosa y secular, estaban destinadas a dividir al pueblo haitiano. Como se ha observado en numerosas situaciones del postcolonia­ lismo, una pequeña élite privilegiada se considera la única digna de los haitianos. El síndrome del descubrimiento se ha mantenido tan virulento como siempre: los esclavos no deben ser libres; la pobreza no debe desaparecer. Por definición, los pobres de Cité Soleil, según la élite, no deben tener voz, salvo la filtrada o reformulada por los medios de comunicación controlados por dicha élite.

De ios plenos derechos a ios derechos humanos Los esclavos querían ser tratados como seres humanos con los mismos derechos que sus dueños. En su lucha no había un plan B, ni un camino intermedio hacia la libertad. Desde el acontecimiento de 1804, aquellos que siguen sufriendo injusticias, estructurales y circunstan­ ciales, han expresado el mismo mensaje una y otra vez: sólo los des­ cubridores pueden descubrir las soluciones a las injusticias. Mientras que los esclavos luchaban por sus plenos derechos, sus descendientes en H aití y el resto del planeta vienen asegurando que la forma de salir de la opresión y la explotación sólo puede darse a través de un giro caritativo de los Derechos Humanos. C ualquier ciudadano puede ver,

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por sí solo, que al acontecimiento de 1804 le han seguido procesos ins­ titucionalizados dirigidos a esterilizar todas las posibles consecuencias que podría tener librarse de las cadenas creadas por el capital acumu­ lado a través de la esclavitud, las tierras robadas en Norteamérica y la ocupación colonial. A pesar de los mantras piadosos que proceden de los centros de poder religiosos y financieros, la mayoría de la humanidad sigue escla­ vizada por un sistema económico dominante que se nutre de la pobre­ za. Cuando el secretario de defensa estadounidense dejó el Pentágono por el Banco M undial tras la debacle de Vietnam, se comprometió a erradicar la pobreza en una década. Los dueños de los esclavos, los propietarios de las plantaciones y sus aliados, al haber perdido, hicieron lo posible para garantizar que el proceso de cambio no estuviera determinado por la mayoría que había sufrido la deshumanización. En el caso de Haití, Napoléon Bonaparte envió sus mejores tropas para reinstaurar la esclavitud, y la mentali­ dad de teóricos políticos como Tocqueville permaneció completamen­ te inalterable cuando señaló, entre otras cosas, que ‘‘Francia no quiere acabar con la esclavitud y sufre al ver los arruinados blancos abando­ nando las colonias mientras los negros se hunden en la barbarie”'*. Los cien años siguientes de pagos por indemnizaciones impidieron que los haitianos tuvieran la capacidad de invertir en su futuro. Lo mismo ocurrió en Estados Unidos, cuando la abolición de la esclavi­ tud llegó de la mano de medidas expresas para que los antiguos escla­ vos no creyeran que podían alejarse de sus amos. Angela Davis, en Are Prisons O bsolete?, destacó lo que otros autores habían visto antes: la abolición dio paso a la introducción de una legislación dirigida a man­ tener los antiguos esclavos bajo control, liderando a la perfección lo que se conoce como el Complejo Industrial de Prisiones. En el sur, la 1401

m ayoría de la población carcelaria, casi en una noche, pasó del blan­ co al negro. Costó un siglo que los antiguos esclavos obtuvieran el derecho al voto, y cuando llegó, lo hizo con toda clase de límites i nconstitucionales. Durante el régimen colonial en la República Democrática del Congo, el fin del colonialismo sólo se podía concebir a medias. Los súb­ ditos coloniales fueron obligados o adoctrinados para pensar a través del prisma legal, administrativo, social y político de los avasalladores. En definitiva, debería quedar claro lo siguiente: siempre existirá una distancia brusca e infranqueable entre ricos y pobres, del mismo modo que la habrá entre el colonizador y el colonizado. Las señales visibles e invisibles de “prohibido el paso” están en todas partes, con el resultado de que los pobres son más pobres y los ricos más ricos.

De Kongo a Haití a la República Democrática del Congo: 1706-1757-2007 El modo en cómo los vencedores han escrito la historia del mundo tenía un requisito previo: asegurar que los vencidos no tuvieran n in ­ guna duda de su estatus de vencidos. No es sólo que los mismos ep i­ sodios tengan nombres diferentes (por ejemplo la Ilustración, la C ivi­ lización, la Guerra Fría, el Desarrollo, la Globalización). Es, sobre todo, la anulación de la memoria de los que, contra todo pronóstico, se negaron a someterse a la deshumanización, no sólo en nombre pro­ pio, sino en nombre de toda la comunidad, incluidos los que los des­ humanizaban. Si finalmente el gobierno francés ha aprobado una ley reconocien­ do que la esclavitud ha sido un crimen contra la humanidad, entonces

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¿por qué los que han luchado contra ella no han sido reconocidos como héroes, heroínas, santos? No sólo en Francia, sino también en otros países. ¿Porqué la jerarquía de la Iglesia Católica no ha conside­ rado la canonización de Kimpa Vita (Dona Beatriz), quemada en la hoguera por denunciar a un reino del Kongoque permitía la continua­ ción de la trata de esclavos? ¿Qué impide al actual gobierno congole­ ño declararla heroína, y explicar en detalle por qué se trata de una figu­ ra nacional? En 1757, en Haití, un hombre llamado M akandal fue capturado y, un año más tarde, quemado en la hoguera, acusado de matar, por envenenamiento, a numerosos propietarios de esclavos. Una genera­ ción posterior, en 1791, otro esclavo, Boukam, tuvo un papel crucial en el ritual considerado como el inicio del alzamiento que condujo a la victoria de 1804. Estos nombres son bien conocidos, pero por encima de ellos, millones de personas anónimas combatieron la deshumaniza­ ción, a menudo cayendo bajo la violencia deshumanizadora, pero abrazando la convicción de que la esclavitud era un crimen contra la vida, contra la humanidad. ¿Por qué no vemos escuelas, institutos de investigación y hospitales, desde Mozambique hasta Ciudad del Cabo, que lleven estos nombres como una forma de restablecer su forma de pensar y luchar dentro de nuestra conciencia colectiva? Las élites de H aití, generalmente con pocas excepciones, han ter­ minado por alinearse con los descendientes de los dueños de esclavos, y son estas élites las que han trabajado con ahínco para cumplir con los pagos. Teóricamente, Aristide era un prometedor miembro de la élite, aunque se apartó de esta y de la jerarquía de la Iglesia Católica para seguir un curso del reverendo Beyers Naude en Sudáfrica, cuan­ do se negó a acompañar a la Iglesia Reformada Alemana que apoya­ ba el apartheid. La virulencia con la que algunos miembros de la élite 1421

haitiana han atacado a Aristide lleva a preguntarnos si es menor el cri­ men de la discriminación de los pobres en Haití que el crimen de la discriminación de los negros en Sudáfrica.

De Toussaint L'Ouverture a Lumumba a Machel Estos tres líderes son héroes nacionales en su propio país. Al mismo tiempo, no resulta difícil comprobar que las élites actuales prefieren mantener cierta distancia. En los tres casos, los estados responsables de sus muertes han renunciado a ir más allá de la disculpa formal. En el caso de Francia y Toussaint, Ix>uis Sala-Molins sugirió que el pleno reconocimiento de responsabilidad y disculpa, pronunciado en 1989 durante el bicentenario de la Revolución Francesa, se podría haber resuelto con la colocación de los restos de Toussaint junto al sar­ cófago de Napoleón en el Panteón de París. Más tarde, el estado fran­ cés se concedió otra oportunidad para hacer exactamente eso, procla­ mando la esclavitud un crimen contra la humanidad. Todavía estamos esperando. Tras el libro de Ludo de Witte El asesinato de L umum ba’’ , llegó el de Adam Hochshild El fantasma del rey Leopoldo*, y el estado belga exhibió la misma clase de cobardía. Una vez más, no cuesta encontrar las razones: temor a que la gente busque venganza. Este fue también el pensaminto de los sudafricanos blancos, que impidió su apertura durante mucho tiempo: si ellos —los negros- ganan, nos arrojarán al mar. Pero al mismo tiempo, como en H aití, ha surgido una élite negra sudafricana que se halla más cerca de los que siempre han difamado la talla de L’Ouverture, Lumumba o Machel. Todo ello, por supuesto, mientras cantan alabanzas a Nelson Mandela.

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El caso de Samora Machel es el más interesante por ser el m á reciente. Su figura se encuentra en proceso de supresión de la concien cia histórica mozambiqueña. Tras haber muerto en accidente de aviói el 19 de octubre de 1986, el 20" aniversario tuvo una celebración dis creta. Y la razón de ello es obvia: Samora M achel nunca aceptaría k que ocurre actualmente en Mozambique.

Carta abierta a los ciudadanos del mundo Queridos amigos, Han pasado poco más de doscientos años desde que los esclavos d( Saint Domingue/Santo Domingo derrocaron la esclavitud contra lo: ejércitos más poderosos del momento. La hum anidad, y no sólo Ioí descendientes de los esclavos, debería celebrar este acontecimiento. Pero en lugar de eso, parece que se celebra lo contrario. Las tropas de la ONU en H aití están llevando a cabo, de forma regular, asesinato.' de bebés, mujeres y ancianos en Cité Soleil, uno de los barrios más pobres de Port-Au-Prince. Todos nosotros deberíamos hacer algo, en lugar de mirar para otro lado o protestar de vez en cuando. :'No debe­ ríamos cambiar de marcha en nuestra vida cotidiana hasta que se cumpla la promesa de que H aití es completamente libre, como se pro­ puso serlo en 1804 ? En lugar de solidaridad ultrajada existe un silencio masivo, salvo unas pocas voces que expresan su fraternidad en varias ciudades de todo el mundo. Tristemente, algunos de los líderes más famosos con­ tra el apartheid, dentro y fuera de Sudáfrica, se han mostrado ingenio­ sos para justificar tal apatía, la cual se reduce realmente a la negación de la solidaridad con los habitantes de una pequeña isla.

¿Por qué? Un conocido y valiente líder (no sudafricano) de la lucha contra el apartheid lanzó un comentario sencillo y genérico: “Hasta que H aití no reciba el apoyo de un partido como el ANC, no vale la pena hacer nada”. Luego han surgido los despiadados ataques contra Jean-Bertrand Aristide por miembros de la élite haitiana, que no tuvo reparos en publicar una carta en la prensa sudafricana propiedad de los blancos diciendo que Aristide no es Mandela. Bien, gracias a Dios. Porque incluso el propio M andela esperaría que hubiese otros, en el continen­ te africano y más allá, que llevaran adelante el punto alcanzado en Sudáfrica durante la lucha contra el apartheid. Al mirar la historia con retrospectiva, desde los extremos circun­ dantes de la riqueza y la pobreza, hasta los estupendos gastos en sis­ temas armamentísticos y la avaricia relativa al cuidado de las personas, es fácil preguntarse: ¿se abolió alguna vez la esclavitud, o mejor dicho, se liberó la mente del sistema? Cada vez se revela con más claridad que la esclavitud fue, simplemente, modernizada para desprenderse de los factores que no permitían abaratar el trabajo. Con Auschwitz e Hiroshima y N agasaki, no sólo se abarató la mano de obra. La vida perdió su carácter sagrado y se volvió pres­ cindible a escala masiva. Como dijo Einstein justo después de H iro­ shima y N agasaki, con la división del átomo (fisión nuclear) todo cambió completamente, excepto nuestra manera de pensar. Sin duda, amigos míos, es hora de cambiar nuestra forma de pensar si quere­ mos dejar atrás esta actitud. La m ism a preocupación se podría for­ mular de otro modo: ¿Cuándo em pezó a desaparecer la conciencia humana?

¡Quién define el terror? Desde el punto de vista de los descubridores, ei terror sólo es terror cuando se les aterroriza a ellos, a sus descendientes o a sus amigos. Nunca, o eso parece, están dispuestos a im aginar el terror experim en­ tado por una pareja anónima que, un día cualquiera del siglo XVIII, en algún lugar de una de las rutas atlánticas de los esclavos, fue arras­ trada y secuestrada en mitad de la noche por mercenarios armados surgidos de la nada, gritando y llorando al mismo tiempo. Su terror sólo puede compararse con el que discurrió después en la Segunda Guerra M undial, en Europa, cuando se sacaba a la gente a rastras de sus casas para meterla en trenes de ganado y enviarla a un destino desconocido. Los africanos fueron trasladados en buques, enlatados como sardinas. cCómo se podría documentar el terror que sufrieron? ¿M ediante números, costos, listas de embarque? Los archi­ vos que contienen el terror yacen en el fondo del Atlántico, y sólo se podrían recuperar con el objeto de servir para ceremonias de sanación. Tal terror, si pudiera recuperarse para estos fines curativos, ayudaría a que los monopolizadores del terror y la violencia vieran las raíces donde empezó todo. Tomar represalias contra el terror con más terror sólo puede signifi­ car el triunfo de la mentalidad del terror. Del terror como la mejor arma posible. Combatir el terror con el terror es otro modo de regresar a la mentalidad de la Guerra Fría, que no es sino la mentalidad que dom i­ naba la esclavitud. U na actitud que lleva directamente a la muerte. Una pareja anónim a fue separada rápidamente: las mujeres a un lado y ios hombres a otro. Su tranquila vida fue violada, pero lo que siguió superó lo que creían que unos seres humanos podían infligir sobre otros. Enseguida, la separación se completó cuando ella se

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encontró en un barco y él en otro. Sin embargo, como cualquier ser humano, ella empezó a mirar el lado positivo de las cosas: aun estaba viva, relativamente bien y. con una nueva vida en su vientre, conser­ vaba algo de su marido. Su deber era proteger esa nueva vida lo mejor que pudiese. Estar en paz en un contexto de violencia es una de las tareas más estresantes. En resumen, basta decir que el capitán del barco la localizó entre los demás pasajeros y comunicó a los marineros su intención de tener­ la como compañera de viaje. La cuestión es cómo y quién contará la historia de cómo fue violada repetidamente. Y cómo ella decidió qui­ tarse la vida arrojándose por la borda. En este sentido, ¿dónde y cómo curarse de las heridas masivas individuales y colectivas que resuenan, siglos después, en el seno de los descendientes?

IQuién define la pobreza? “H aití, el país más pobre del Hemisferio Norte", se lee en los lam en­ tables titulares de los medios occidentales. Como si H aití y su pobre­ za fueran una mancha sobre la imagen esperada que se proyecta hacia Occidente. ¿O un modo tortuoso de advertir a aquellos que puedan estar interesados en seguir el mismo camino? Serás aplastado tan miserablemente que nadie más tendrá la tentación de salirse del cami­ no trazado por descubridores y abolicionistas. Los así llamados pobres de Cité Soleil no se consideran a sí mis­ mos como los pobres sobre los que los humanitarios derraman sus lágrimas de cocodrilo. El triunfo de los esclavos en 1804 sucedió por­ que no ser mortificaron siendo esclavos. Lo mismo ocurre con los 1471

pobres, capacitados para derrocar la mentalidad de los que insisten en que sólo se puede salir de la pobreza gracias a los gestos de las organi­ zaciones caritativas. El fin de la pobreza, al igual que el de la esclavitud, sólo se logra mediante un gesto político. Pero como que todo se ha hecho y se con­ tinua haciendo por aquellos que no desean la liberación de los escla­ vos, la lucha contra la esclavitud y su historia continúan hasta hoy. Ello se extendió en el gobierno colonial, con el mismo mensaje: no traspasar nunca más los límites del poder. Si lo intentas, espera el peor de los castigos. De 1804 hasta hoy, la historia de H aití prosigue su desarrollo a lo largo de dos caminos distintos: por un lado, el que siguieron Toussaint y quienes derrocaron el sistema; el otro es el de los dueños de los escla­ vos, los propietarios de las plantaciones y sus aliados que nunca se fue­ ron, bajo el riesgo de perder algo más que sus posesiones. Con la globalización, el juego no ha cambiado: por un lado hay quien afirm a que los esclavos estaban equivocados. Que no supieron qué hacer con lo que lograron económica y políticamente. Heredaron la joya económica de las posesiones coloniales de Francia y la arruina­ ron. Los que habían perdido la batalla en Saint Domingue/Santo Domingo recurrieron a sus aliados para imponer condiciones en el nuevo estado, donde quedaba garantizado que todos los beneficios económicos de los antiguos esclavos se desviarían para quien reclama­ ra indemnizaciones. En el mundo actual, donde cada cual está llam ado a globalizar, o sea, en un sistema que se ha modernizado despiadadamente desde los días de la esclavitud atlántica industrializada, ¿no deberíamos estar orgullosos de tener entre nosotros personas que dicen no a esta llam ada? En estos tiempos de adicción a la búsqueda de la riqueza,

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¿no es admirable que gente, conocida y desconocida, se niegue a dejarse seducir por las promesas de un sistema, cuya capacidad de aniquilación, física y espiritual, ha alcanzado proporciones incon­ mensurables? Hoy en día nos enfrentamos al mismo sistema, entonces en su infancia, con igual escasez de probabilidades que los esclavos de H aití. ¿Acaso no es cierto que seguimos escuchando que la única forma de mejorar el destino de la humanidad es olvidarnos de nues­ tra humanidad para salvarnos después, de acuerdo con la mentalidad que nos ha conducido a este precario estado? ¿No es cierto que, indi­ vidual y colectivamente, nos piden que suprimamos nuestra capaci­ dad de pensar? ¿No es cierto que estamos siendo adiestrados para mirar con miedo y desconfianza a nuestros mejores instintos vitales no violentos? El proceso de destrucción de la humanidad de los últimos quinien­ tos años nunca cesó. De vez en cuando disminuyó pero, en general, de la trasgresión de la vida a la trasgresión viviente, el sistema que surgió de la glorificación contra la existencia de pruebas condenatorias ha alcanzado ahora un nivel de dominación sin precedentes. Pretendien­ do que un sufrimiento era peor que otro, pretendiendo que comparar el sufrimiento era insultante para los que se consideraban a sí mismos las peores víctimas, lo que parecía indivisible fue cortado a pedazos. De L a Española a Hiroshima, la mentalidad de la división no sólo afectó al átomo. Mucho antes de que a los físicos les llegara su turno, el proceso se había desarrollado, prácticamente sin oposición, contra los así llamados salvajes y bárbaros. Los nativos de las tierras de Am é­ rica fueron separados de ella, que es un modo de hacer diametralmen­ te opuesto a la división del átomo. De La Española a Saint Domingue, los arahuacos fueron eliminados y sustituidos por personas

robadas, aterrorizadas y lejos de sus hogares, de su tierra, de sus cam­ pos de África. Y sin embargo, en Saint Domingue el espíritu de negar­ se a ser separado de la humanidad se alzó otra vez y, contra todo pro­ nóstico, triunfó. Hasta que la venganza y el castigo colectivo volvieron a empezar.

¡Quién es el enemigo? El arsenal destinado a erradicar la humanidad es visible en todas par­ tes: la industria del armamento podría elim inar la vida del planeta, y el planeta mismo, varias veces. Sin embargo, continúa creciendo y modernizándose. ¿No hemos escuchado antes este argumento: si cerramos tal o cual fábrica, nos estaríamos llevando el empleo de la gente trabajadora? ¿Pero es justo tener una mentalidad que siempre está buscando enemigos, aunque tales enemigos sólo existan en la mentalidad de los beligerantes que procuran asegurarse que sus pro­ ductos tengan compradores? ¿Acaso no vivimos en un mundo dominado por la industria del entretenimiento y la publicidad, las cuales viven de los subproductos de la guerra? Se ha demostrado que la guerra librada con armas ha devenido obsoleta. Que es posible aniquilar a tu enemigo m anipulan­ do el mercado. ¿H a dejado la m entalidad triunfadora, tal como es, una única salida para los que buscan la libertad? ¿No nos hemos dado cuenta de q u e esa salida, elaborada por esta mentalidad tan letal, nos llevará a una variación de algo que ya hemos visto, sólo que mucho peor? ¿Podría ser que, poco a poco y por desgaste, la humanidad haya abandonado completamente su capacidad para pensar y su sentido del equilibrio, entre lo espiritual y lo m aterial, más allá del mercado?

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IHay algún interés en eliminar la pobreza? No es difícil comprobar que los pobres son los enemigos potenciales del sistema global, controlado por las corporaciones y sus desmenuza­ dos Estados aliados. Un sistema social, político y económico que ha prosperado a base de dividir, discriminando la muerte y alentando la competencia para reproducir más competencia y discriminación. Habrán convenciones contra la pobreza, como ha habido convencio­ nes contra el genocidio. U tilizarán las estructuras de beneficencia para repartir migajas, que además desgravan. El crecimiento del sistema ha generado todavía más pobreza aunque, ideológicamente hablando, se presenta como si quisiera hacer algo para acabar con ella. La moda abolicionista no funcionó con la esclavitud. No hay razo­ nes para pensar que funcionaría con la abolición de la pobreza, a menos que se fundara en la construcción de una mayor solidaridad entre todos los miembros de la humanidad. En resumen, la fidelidad a la humanidad, como se declaró en momentos de inflexión tales como el de 1804 en H aití, es el modo de zanjar, de una vez por todas, la pobreza. Esta fidelidad no se dará de la noche a la mañana, pero puede crecer en el proceso de curación iniciado por miembros de la hum anidad, lejos de corporaciones y estados.

NOTAS 1. Tocqueville (1987 y 2007), De l'ém anapalion des esclaves, Oeuvre Complete, t. 3, p. 105, citado por Louis Sala-Molins, Le Code Noir ou le calvaire d e Carinan. París. Presses U niversitaires de Francc/Quadrige. p. 277. (En castellano: Tocqueville, Escritos sobre ¡a escla­ vitud y e l colonialismo, CF.PC - Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 2009.)

2 . Steven Biko (Sudáfrica, 1946-1977) se convirtió en un símbolo del movimiento negro y por la igualdad de los derechos en la lucha contra el apartheid. Intelectual y activista, murió asesinado a manos de la policía sudafricana tras una detención. (N. del T.) 3. Joseph Kapcnd Tshombe (1919-1969), anticomunista y prooccidental, fue elegido presidente de la provincia congoleña de Katanga, en agosto de 1960, tras la proclama­ ción de la independencia del Congo con Patrice Lumumba como Primer Ministro. Un año después, colaboró en el asesinato de este. Perseguido por Naciones Unidas, contó con la complicidad del régimen franquista y se exilió en dos ocasiones en Espa­ ña a mediados de los años sesenta. (N. del T.) 4 . C.L.R. James, Los jacobinos negros: Toussaint L’Overture y la revolución de Haití, Turner, Madrid, 2003. 5 . Ludo De Witte, F.I asesinato de Lumumba , Crítica, Barcelona, 2002. 6. Adam Hochschild, El fantasma del rey Leopoldo, Ediciones Península, Barcelona, 2007.

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3. POSIBILIDADES Y RUTAS DE UNA SUBVERSIVA GLOBALIZACIÓN SUR-SUR: ÁFRICA Y BRASIL Casi todo el mundo sabe algo del fútbol brasileño, en especial sobre Pelé, pero es una apuesta casi segura que sólo un porcentaje minúscu­ lo de toda esta gente conoce a uno de los principales intelectuales bra­ sileños del siglo XX: Milton Santos (1925-2001). Ganador, en 1994. del premio Vautrin Lud al geógrafo más destacado (llamado a veces, el Nobel de Geografía), también le han descrito como el Noam Chomsky de Brasil. Podríamos seguir listando los galardones2. Gra­ cias a un reciente documental (dirigido por Silvio Tendler') sobre sus ideas, la reputación de Milton Santos ganará un mayor reconocimien­ to entre los brasileños a medida que comienzan a darse cuenta de lo revolucionario que fue su comprensión de la situación actual de la humanidad y los retos a los que se enfrenta. Este capítulo no es un ensayo sobre Milton Santos, sino un gesto de ánimo a aquellos que ya lo conocen y, para aquellos que no, un intento para que sepan algo de él. Es también una llam ada a quienes puedan contactar con el director para que le pidan que doble el docu­ mental a otros idiomas, incluyendo el kiswahili, ya que Santos dio 1531

clase en el Departamento de Geografía de la Universidad de Dar es Salaam , Tanzania, a mediados de los años setenta. La principal razón para escribir este ensayo es la de reflexionar sobre la creciente convergencia (económica, política y cultural) entre Brasil y Africa, que no está delimitada por sus fronteras físicas. Para­ fraseando la visión del mundo de Milton Santos: otro tipo de globalización no es sólo posible, sino necesaria si queremos que nazca una verdadera humanidad'1. Inexorablemente será ideada y liderada por los pobres, por “los condenados de la tierra", como lo preconizó hace tiempo Franz Fanón. ¿Se unirán a ellos los intelectuales africanos, o preferirán seguir imitando a Occidente?

limitar o pensar! 11804 ó 184? En una de las entrevistas del documental, Santos lamenta el hecho de que la mayoría de intelectuales brasileños estén más interesados en copiar lo que sucede en Europa o en Estados Unidos, en vez de pensar dónde se encuentran, de dónde han venido y a dónde les gustaría ir. Til­ dándolo de pereza intelectual, señala que resulta más fácil consumir que producir. Obviamente, no es el primero en señalar esto\ pero la cuestión para todos los pensadores africanos cuando entramos en la era del cincuenta aniversario de las Independencias, es la siguiente: ¿qué sucedió tras la Independencia? ¿Es algo que se pueda describir razona­ blemente como un acontecimiento6 que podía, o debería, haber suscita­ do fidelidad a lo que supuso? ¿Rompió la Independencia el proyecto colonizador, de la misma forma que una verdad deshace la mentira? ¿Surgió un sujeto emancipado en nuestras conciencias individuales y colectivas? ¿Qué tipo de conciencia ha pervivido en nuestros países,

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cincuenta años después? Podemos señalar a los héroes y heroínas que hicieron todo lo posible para mantener su fidelidad al sujeto emancipa­ do que emergió de ese evento. Cada lector puede rellenar los espacios en blanco. En H aití, hoy, 184 es el número de personas e instituciones que firmó una petición contra el Presidente Aristide, denunciándolo de forma parecida a la de los congoleños que se asociaron con las fuerzas externas para elim inar a Patrice Lumumba, allá por los años 1960-1961. :Podría este 184 convertirse en metáfora de lo que sucedió con 1804?7 ¿La libertad, la igualdad y la fraternidad conseguidas han ¡do reducién­ dose hasta llegar a un grupo de 184 deseoso de que nunca hubieran sucedido? ¿Ha ocurrido el mismo proceso en muchos países africanos, es decir, la reducción de la Independencia no a un acontecimiento, sino a una transición usada y abusada por una minoría que se ha enriqueci­ do, mientras la mayor parte de la población ha permanecido pobre o se ha empobrecido aún más? ¿Lo que le está sucediendo a cada uno de los haitianos hoy en día, como resultado de la transición de 1804 a 184, acaso no atañe a todos los seres humanos? El 12 de diciembre de 2007 se cumplen cuatro meses de la desapa­ rición de Pierre-Antoine Lovinsky8, aunque “secuestro” sea una pala­ bra más apropiada. ¿Cuántos (de entre los que le conocían) han reali­ zado un gesto, aunque sea simbólico, pidiendo a sus secuestradores que lo liberen? El secuestro supuso una de las maneras en que los africanos fueron arrancados del continente y arrastrados a los barcos de esclavos. Dondequiera que esté, Lovinsky podría preguntarse por qué no ha habi­ do mayores esfuerzos para que vuelva de donde está. Debe preguntar­ se, como muchos otros, por qué el gobierno brasileño, encabezado por un presidente que visitó Gorée y, más o menos9, se disculpó por la escla­ vitud, no hace nada para encontrar a Lovinsky. ¿O es que, como algu­ nos han especulado, forma parte de la agenda de la misión de la ONU 1551

en H aití (MINUSTAH) el silenciar, por completo, a todos los que se han comprometido a seguir pidiendo el regreso del Presidente Aristide a H aití? Es imposible reflexionar sobre el África de hace cincuenta años sin que, al mismo tiempo, se piense en la de hace quinientos, porque es mirando al período completo cuando empezamos a adivinar la mag­ nitud del crimen que se ha cometido con una inimaginable e im placa­ ble impunidad. Si el gobierno brasileño, a través de su presidente, que­ ría realmente disculparse por la esclavitud, c no debería pensar y actuar de un modo que tenga por objeto restaurar el H aití de 1804 en lugar de aliarse con los 184?

Brasil-África: ¿Sur-Sur o Sur-Norte-Sur? A medida que cada vez más africanos reclaman una mayor cooperación Sur-Sur, es alentador observar cómo el gobierno brasileño está dispues­ to a avanzar por dónde a su minoría poderosa no le gustaría ir. A esta minoría sólo le interesa la llam ada realpolitik, y no la construcción de un futuro planetario mediante procesos de reconciliación y emancipa­ ción, aunque sea el único cam ino viable, como por ejemplo para evitar el cambio climático. Esta m inoría está más interesada en adaptarse al mundo tal y como es, en lugar de intentar construir un hábitat diferen­ te donde la solidaridad con África (y Asia) sea una parte fundamental. Pero el mundo “tal y como es”, aquel que aparece en las reuniones del G8 y en lugares como Davos, no está interesado en la solidaridad con Áfricals objetivos no necesariamente pueden ser el acceso a ios recursos económicos, pero en el fondo, se trata de acabar con las personas con voluntad de ser libres, que se niegan a plegarse al dogma de la ideología fundamentalista, arraigada en la noción de que la libertad económica debe defenderse a toda costa sin importar el rastro genocida que ha dejado en su camino. Para los que pongan en duda la creencia de que el capitalismo es el “mejor sistema económico que ha inventado el hombre”, deberían leer el artículo de The Economist (18 de octubre del 2008) titulado “El capitalismo acorralado”. Como era de esperar, el subtítulo rezaba: “¿Qué se hizo mal, y aun más importante de cara al futuro, qué no se hizo?”. Al final del primer parágrafo, leemos: “Desde [hace ciento sesenta y cinco años] The Economist ha estado de parte de la libcnad económica”. Evidentemente, la libertad económica ha hecho maravi­ llas en todos aquellos que se han beneficiado mayoritariamente de ella, empezando por la esclavitud. En todas sus manifestaciones pos­ teriores y sus presuntos autoajustes, los que más se beneficiaron han mantenido el control sobre cómo se debería ejecutar, solo que permi­ tiendo a unos pocos el acceso al círculo privilegiado. Prim ar la libertad económica sobre todo lo demás supone un peaje que m antiene a raya a todos aquellos que desean calcular sus costes. 1761

¿Podría ser que el miedo se deba a lo que podrían encontrarse? El cál­ culo del sufrimiento humano es imposible. En el caso de Africa, el humanitarismo se ha utilizado para aliviar la conciencia de quienes se desviven por los frutos de la libertad económica. Como se ha compro­ bado en la crisis económica, la mentalidad dominante siempre encuen­ tra la manera de sacar provecho, aun cuando se podría pensar que es imposible. Las acrobacias de ingeniería financiera que ha provocado la crisis actual, se han empleado antes contra sectores de la humanidad que habían quedado fuera del gobierno de la humanidad. ¿Cuántos africanos saben, por ejemplo, que desde 1685 hasta 1848 Francia apli­ có el Código Negro como arma legal para tratar a los africanos5? La abolición de la esclavitud no cambió los hábitos que habían arraigado en la población que se beneficiaba de la esclavitud. Sería más apropia­ do hablar de la modernización de la esclavitud. Los ingenieros finan­ cieros de aquellos tiempos, con la ayuda de la m áquina de vapor, cal­ cularon que se podía obtener más dinero con la abolición de la esclavi­ tud y, por si fuera poco, entre ellos se concedieron reconocimientos morales por acabar con algo que no era moralmente sostenible. Nunca entró en la mente de los abolicionistas que quienes llamaban esclavos se consideraban a sí mismos como parte de la humanidad. Teniendo en cuenta lo que sucedió en la Conferencia de las N acio­ nes Unidas contra el Racismo y la Intolerancia en agosto y septiembre de 20014, la aceptación de Francia de considerar la esclavitud como cri­ men contra la hum anidad (al aprobar la Ley I'aubira) fue ciertam en­ te un paso positivo, pero también generó reacciones en contra, como la del historiador Fierre Nora5. Este desvío puede parecer irrelevante para lo que está sucediendo en el este de la RDC. No lo es, porque reve­ la lo difícil que es transformar la mentalidad de los genocidas (exter­ minio de las poblaciones indígenas en el Caribe y los Estados Unidos

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seguida de la caza de esclavos en Africa). Hay sectores de la humani­ dad que se han beneficiado enormemente de la esclavitud y de la trata de esclavos. En el caso de H aití, Francia y sus aliados fueron más allá e insistieron en el pago de una indemnización a los propietarios de esclavos y a los propietarios de las plantaciones. Dicha compensación se pagó desde 1825 hasta 1946. Cuando el presidente Jean Bertrand Aristide insistió en que el pago debía ser devuelto, Francia se opuso, incluidas algunas de sus más reconocidas voces liberales. A continua­ ción, hizo todo lo posible para acabar con Aristide. Afortunadamente, a diferencia de Toussaint L’Ouverture y Lumumba, este sobrevivió. Pero entre los que siguieron pidiendo su vuelta, como Lovinskv Fie­ rre-Antoine, la máquina de elim inar se puso en marcha. Lovinskv “des­ apareció" en agosto de 2007. Su crimen: valentía y fidelidad al verda­ dero proceso y deseo de un cambio en la situación6. Todavía no hemos aprendido las lecciones de lo que ocurre cuan­ do se viola a la humanidad (por ejemplo con el genocidio) y se rom­ pen los principios de la vida. Los correctivos, ya sea en Nuremberg o en Sudáfrica, siempre han estado muy por debajo de lo que se pide. Lo mismo ocurrió con el genocidio de Ruanda de 1994. Hasta la fecha, la extensión del feminicidio (destruyendo mujeres en su mayo­ ría vulnerables) en el Este de la RD C, las mutilaciones colaterales y el asesinato de niños, son la continuación directa de la negativa a prestar atención a lo que ocurrió, dentro y fuera de Africa. X por supuesto, esta negativa, a su vez, está conectada a otra negativa más amplia y profunda para hacer frente a los crímenes contra la hum a­ nidad, donde y cuando ocurran. El resultado se puede observar hoy en día, casi como un espectáculo. El inventario de atrocidades come­ tidas parece interminable, tanto en términos numéricos como en intensidad. 1781

El patrón de “acabar con’' no es privativo de la RDC. Hoy conti­ nua un deliberado “acabar con” personas, sean pigmeos, inmigrantes, mujeres, niños, discapacitados, trabajadores, pobres, campesinos... A una escala mayor y más profunda, el espectáculo de '“acabar con” en el planeta se está desarrollando con impunidad. Al llam arla crisis eco­ nómica, los líderes de la mayoría de las economías avanzadas designa­ ron, por la misma razón, a aquellos que deben sentarse alrededor de la mesa para discutir cómo salir del problema. Según los defensores de la libertad económica, todos los que han sido depositarios de sus estra­ gos durante siglos, deben quedar al margen de la discusión. En la conferencia convocada en Nairobi, nadie representa a las mujeres que han sido violadas de forma indescriptible, ni nadie repre­ senta a los niños. Las ONG’s presentes allí seguirán el protocolo dic­ tado por los modernizadores de la Conferencia de Berlín. Entonces, se trataba de repartirse el continente, entre los que se dieron cuenta. La perspectiva de Berlín en 1884-1885 con respecto a Africa no ha cam­ biado. Algún día lo hará. Tiene que hacerlo, si es que la humanidad quiere sobrevivir.

NOTAS 1. Vcase Ghosts o f R wanda , el do cum en tal sobre el gen o cid io de R u an d a, realizad o p o r Frontline en el 10° aniversario: www.dailymotion.com /video/ xlw j75_ p b s-fron tline-gh o sts-of-rw an da-l-o f_p eo p le. 2 . Véase, p o r ejem plo, el libro de A dam H ochschild El fantasm a del rey Leo­ poldo, op. cit. 3. V éase L o u is Sala-M o lin s, Le co d e noir ou le calvaire d e Canaan, op. cit. O bviam ente, no nos referim os a lo s académ icos, pero in clu so allí, saberlo y h acer algo a l respecto, son dos cosas diferentes.

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4. Como escribió Eduardo Tam ayo a propósito de esta reun ió n celebrada en D urban: "E sta Conferencia ha dem ostrado sobre todo la falta de voluntad política de los Estados para com prometerse en una seria lu ch a para acabar con la discrim inación racial”. V éase E. Tam ayo, “D urban: ¿C uánto sobre 10?”, Foro d e las Américas, 7 de septiem bre del 2001 en http://movimientos. org/dhplural/foro-racism o/noticias/show_text.php3rkey = 155. (N\ del T.) 4. Véase el artículo de Fierre N ora ‘Liberté pour l’histoire’ y la respuesta de C hristiane T aubira ‘M ém oire, histo ire et droit’ en Le M onde del 10 y 15 de octubre de 2008, respectivamente. 5. Tras el asesinato de Lum um ba, un proceso q u e podría calificarse de lim ­ pieza ideológica conllevó la elim inació n de aquellos considerados lum um bistas, in clu id as personas que procedían de la m ism a región de donde había nacido.

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6. HAM BRE DE VOZ: LA CRISIS ALIMENTARIA, EL MERCADO Y LA DESIGUALDAD SOCIOECONÓMICA* Para vivir, uno necesita comer; pero también necesita algo más que alimentos. En un mundo dominado por los discípulos del mercado, se ha convertido en algo comúnmente aceptado que los principios de justicia y solidaridad queden relegados a un segundo plano, tras todo lo demás. De hecho, este es el motivo por el cual, cada vez con más trecuencia, se diferencia entre justicia y justicia social -com o si, al reclamar la primera, no se cubriese automáticamente a aquellos más afectados por la creciente desaparición de la justicia y la igualdad-. Dada la actual mentalidad, dominada por la avaricia, el egoísmo y la caridad interesada, merecen recordarse unos cuantos principios que llaman a la cautela: cuidado con los nombres que se dan a un proble­ ma o enfermedad sin el consentimiento de la persona afectada. Recuér­ dese siempre a los arahuacos y aquellos que dieron la bienvenida a

* Escrito conjuntamente con Diamantino Nhampossa, Secretario General de la Unión Nacional de Agricultores de Mozambique.

Cristóbal Colón y su expedición en la isla que bautizaron La Españo­ la. I-os arahuacos murieron rápidamente de hambre y de enfermeda­ des tras dar la bienvenida a los europeos. Recuérdese, siempre, a aque­ llos que resistieron a la conquista de sus tierras porque estaban defen­ diendo mucho más que su tierra. El hecho de recordar persigue mucho más que el desentierro de recuerdos y archivos, se necesita escuchar con amorosa atención las voces que tienden a ser olvidadas, a los poe­ tas, a aquellos que murieron de hambre, a aquellos que les gustaría hablar por sí mismos tal y como son. quienes quiera que sean (pigme­ os, kung o hazabe). Como Wamba dia Wamba ha señalado, en tiempos como estos es crucial escuchar los pensamientos de la gente normal (como la que vive en selvas y desiertos), escuchar cómo entienden ellos la seguridad alimentaria. Por ejemplo, entre los kongo de la República Democráti­ ca del Congo, la tierra se considera un obsequio de comida y medici­ na enviado por Dios para que podamos hacer frente al hambre y a la enfermedad. Durante la época de la esclavitud (en EE.UU.) los pro­ pietarios de esclavos se preguntaban cómo sobrevivían los africanos sin acceso a lo que los dueños consideraban comida. No se les ocurría pensar que los africanos lograban inventar una comida mucho más nutritiva que la consumida por los propietarios. La crisis alim entaria no es sólo escasez de alimentos, también escasea la voluntad de comprender a la humanidad y su relación con la naturaleza. Cómo se enmarca o problematiza esta cuestión deter­ minará el proceso de reflexión hasta una solución satisfactoria, sobre todo, para aquellos que más han sufrido la naturaleza predadora del actual y triunfante sistema financiero. Para Wamba dia Wamba, “es la destrucción de la Madre Tierra y la construcción de muros entre nosotros y Ella lo qu e está en el centro de la crisis alimentaria. En el

camino, la Madre Tierra ha sido transformada, esterilizada v conver­ tida en la madre de beneficios para los ricos. Para las víctimas es impensable que los alimentos puedan destruirse para aum entar los precios, que el sufrim iento genere beneficios para los destructores de la Madre Tierra” 1.

Establecer parámetros L a actual crisis alim entaria, en medio de una crisis múltiple, debería servir como un toque de alerta para todos aquellos que intentan pro­ poner soluciones centrándose sólo en los alimentos. A simple vista, aparecen al menos dos narrativas contrarias: una establecida por q u ie ­ nes gobiernan el mundo y sus aliados, y la otra por aquellos de los que se espera que se sometan y acepten el mundo de los autoproclamados dueños. Formalmente hablando, los primeros dictan sus propias agen ­ das mediante, entre otros, el G8 y las reuniones de Davos. Aquellos de los que se espera el sometimiento se ven reducidos a las Naciones Unidas y a sus agencias especializadas y al Foro Social M undial. Pronto, el Consejo de Seguridad y sus miembros permanentes serán reformados, pero no tendrá importancia ya que el G8 y las cumbres de Davos se han asegurado que las decisiones q ue realmente les afectan ya no se tomen dentro del sistema de la ONU. Dicho de otro modo, no es sólo en la justicia, en la salud o, de forma más prosaica, en el transporte aéreo dónde se han impuesto las diferen­ cias entre clases; hay justicia y salud para los pobres y justicia y salud para los ricos. De hecho, si uno mira con atención, no es difícil detec­ tar que a los multimillonarios les gustaría separarse del resto. Pero no importa cuánto lo deseen: sólo hay una humanidad. Dividirla -cóm o 18 3 1

se fisionó el átomo—generaría peores resultados que el proceso que condujo a Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, más de cincuenta años después, ¿cuántos están dispuestos, como argumenta Dwight McDo­ nald, a considerar el lanzamiento de estas bombas atómicas como la modernización de Auschwitz y Dachau? Dado lo que sucedió en la Segunda Guerra Mundial (y más importante, en los siglos anteriores y que condujeron a ella), ;no debería uno preguntarse si las crisis actua­ les son el resultado de una misma mentalidad de "competición a muer­ te” que ha creado, en distintos países con economías avanzadas, lide­ razgos políticos que no han considerado negativo deshacerse, de una vez por todas, de cualquier grupo definido racialmente (sean africanos, asiáticos, armenios, pigmeos, judíos, tutsis, hutus)? Que formule esta pregunta no significa que tenga la respuesta. Cuando vemos que la mentalidad de esos tiempos genocidas es aún vibrante, sería irrespon­ sable no hacernos preguntas como esta: ¿quiénes son los esclavos, quiénes los judíos, quienes son los colonizados? Plantearnos estas pre­ guntas ayudará a descubrir, por el camino, cómo se crea la pobreza y el hambre, quién les dio ese nombre y por qué se califican de este modo. La mentalidad que ha pisoteado a la humanidad bajo distintos nombres —esclavitud, colonización, holocausto, apartheid- no ha retrocedido; ha crecido como un cáncer, destruyendo los principios que hacen posible la vida. Al mismo tiempo, intenta hacerse pasar bajo distintos nombres que esconden su naturaleza predadora, letal, como por ejemplo “biotecnología”, que se presenta como promotora de vida cuando está involucrada en el proceso de causar la muerte de forma brutal, de forma suave y de todas las formas intermedias. Bio­ tecnología es un nombre equivocado; dados sus antecedentes, debería llamarse “tanatotecnología”: vivir en el planeta tierra de acuerdo con los principios de la muerte. La cadena que lleva a la autodestrucción

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no tiene fin: violar, esclavizar, colonizar, buscar la solución final, bantustántizar, hacer lim pieza étnica en un país. La humanidad toda­ vía no conoce el fin de estas tendencias y secuencias genocidas. Bajo los anteriores procesos de sometimiento, la responsabilidad podía ser asignada a algún tipo de autoridad estatal, pero con el sometimiento a las reglas del mercado, la responsabilidad y la autoridad parecen estar, al mismo tiempo, en todas panes y en ninguna. Pueblos y naciones han sido esclavizados y colonizados por otras naciones, pero en el centro de este proceso han reinado de forma suprema las reglas del mercado. Estas han sobrepasado todos los ante­ riores mecanismos de conquista, esclavización y colonización. De hecho, de manera distinta a los imperios de la antigüedad, el mercado (guiado por los principios del capitalismo) ha modernizado (autom a­ tizado) los mecanismos de dominación hasta niveles que los poderes imperiales no podían imaginar. A través de los mecanismos del m er­ cado, unos cuantos antiguos esclavos o colonizados pueden convertir­ se en pane de los grupos dominantes, y, así, alejarse de las miserias del hambre y la pobreza. En tiempos en los que la denuncia de la corrup­ ción se ha convertido en un mantra perpetuo, los dulces murmullos del mercado y la promesa de conseguir mayores riquezas, a través de sus laberintos, am ordazan y acallan las voces q u e intentan cam biar de rumbo. Antes de restringir el análisis de la crisis alimentaria a las ú lti­ mas décadas y a los sospechosos habituales, se deberían revisar las his­ torias de aquellos que (desde la inauguración del capitalismo hace ya varios siglos) han muerto de hambre en tiempos donde etiquetas como “crisis alim entaria” ni se mencionaban2. O, al menos, no como se emplean en la actualidad. Cada vez más, los alimentos son sólo accesibles a través del m er­ cado, como lo son el trabajo, la educación, la salud, la justicia, el

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nacimiento, el derecho a existir, el derecho a respirar aire limpio, a beber agua potable... Todo lo que hace que la vida merezca la pena, que hace que un ser humano sea humano, es sólo accesible a través de mecanismos controlados por unos pocos y, sobre todo, por una mentalidad que no rinde cuentas a nadie. Los fundamentalistas del mercado dirán que esto es una exageración, que ellos están interesa­ dos en que la gente disponga de todo lo de arriba, como el resto. Como fundamentalistas que se han beneficiado del mercado, de forma entendible, su principal objetivo ha sido, es y será el mantener el prisma del mercado como el determinante clave para decidir el valor de la vida. Si la crisis alimentaria no se problematiza partiendo de esta situa­ ción, de las historias de los que quedaron hambrientos por ser quie­ nes eran (esto es, dispensables), entonces es posible que el ejercicio sólo ofrezca soluciones beneficiosas para los autodenominados descu­ bridores del hambre y las hambrunas. Históricamente, los descubri­ dores nunca se han visto a sí mismos, al menos inicialmente, como fuente posible y probable de los problemas socio-económicos que ahora afectan al 90% de la población mundial5. Discutiendo la crisis alim entaria desde la perspectiva de las últi­ mas décadas, estos analistas de cortas miras, consciente o inconscien­ temente, están diciendo que el problema es temporal y coyuntural. Pero no es ninguna de las dos cosas, sino que ha sido gestado a lo largo de mucho tiempo4. Aveces, como ahora, el período temporal en el que se centran incluso es más corto, dado el énfasis en las concomitantes crisis financieras, energéticas y ecológicas. En este ensayo intentare­ mos atender al problema de la crisis alimentaria actual desde una perspectiva que data, al menos, de 1491. Como Charles Mann ha señalado, elegir 1492 como inicio de una narrativa post-1492 da la impresión de que antes de 1492 no haya nada que merezca la pena

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recordar’. La mentalidad dominante que emergió de los así llamados descubrimientos, enfatiza sólo los aspectos positivos, excluyendo cual­ quier otro que pueda ensuciar su memoria6. La frase “conciencia del m al” ha sida empleada para describir lo que sucedió durante y después de la Segunda Guerra M undial. C in­ cuenta años más tarde nos hemos deslizado, despacio pero irresisti­ blemente, hacia una situación que comporta la erradicación de todo aquel que se encuentre en medio del cam ino que lleva al triunfo total y completo de la voluntad de los más ricos del planeta. Cuando los nativos americanos fueron expulsados de sus tierras, cuando perdie­ ron la base m aterial de su forma de vida, murieron de hambre y de enfermedades. Siglos más tarde, a una escala aún mayor, masas de personas están muriendo de hambre, mientras unos pocos comen hasta m orir': algunos, porque no comen la comida apropiada; otros porque sim plem ente comen demasiado, excitados, animados por interminables cam pañas publicitarias. Esta mentalidad asesina, con­ traria a la hum anidad, ha llegado a tal nivel de intensidad que las víctimas no comprenden que no tienen por qué someterse a ella. Todo lo necesario para resistir es afirm ar la humanidad y los princi­ pios de la vida.

El punto de vista de los hambrientos Si estamos dispuestos a prestar atención a los ecos históricos de aque­ llos que lucharon contra la deshumanización, escucharemos algo así: Cuando fueron castigados, dejándolos morir de hambre, protesta­ ron. Pero, ¿quiénes eran? Esclavos. Y ellos respondieron: No somos esclavos, somos africanos que hemos sido esclavizados. Por hablar, los

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mataron. Los seres humanos, en general, protestaron. Sus gritos se oyeron, pero eran los de un sujeto colonial. Un sujeto encarcelado, violado, enviado al exilio sólo por hablar, cuando se esperaba que per­ maneciera en silencio. Los seres humanos protestaron: bebés, niños, viejos y ancianos. Protestaron. Seguidos por los animales, los pájaros, la naturaleza. En vano. El mercado debe triunfar, sigue triunfando, se mantiene en su triunfo. Así lo dictaron los más poderosos. El hábito de no escuchar a los seres humanos menos poderosos. El hábito de violar con impunidad. Esto gestó el humanitarismo, un des­ cubrimiento dirigido a tapar los crímenes contra la humanidad. De aquellos que se habían negado a escuchar a su humanidad. Y quienes la perdieron. De Colón hasta el día de hoy, los descubridores no han cambiado. Cambiaron su discurso para reforzar su mentalidad, lo que lleva a preguntarnos: ¿fue su descubrimiento del humanitarismo una d is­ tracción, o una negación de su propia humanidad? ¿O están diciendo que existe la humanidad entendida, representa­ da o defendida -p o r ellos o sus agentes- a través del humanitarismo, de forma caritativa? ¿Afirman que existe una humanidad contra la que no debe cometerse ningún crimen? Se descubrieron a sí mismos como los mejores representantes de la humanidad. Pero están desconectados de esta. Nunca han conocido el hambre. Lo único que entienden es cómo hacer dinero con sus descu­ brimientos. C ualquiera que sea su nombre: tierra, esclavos, colonias, pobreza, miseria, hambre. La historia ha sido conocida desde hace mucho, pero sigue siendo desplazada, incluso cuando (especialmente cuando), logra liberarse de los grilletes de la mentalidad dominante. A una persona esclavizada |S8|

que se libera sin esperar la abolición decretada por el amo, o un pue­ blo colonizado que se descoloniza antes de que el colonizador lo con­ sidere adecuado, recibirá “una lección”. De Saint Domingue/Haití a Indochina/Vietnam, pasando por C uba, Kenia, la República Democrá­ tica del Congo y Mozambique, se ha repetido la lección utilizando todos los medios a disposición de la mentalidad dominante: de la vio­ lencia extrema a la extrema seducción. El objetivo es el mismo: asegu­ rarse de que el miedo y/o la vergüenza mantengan alejados a los des­ cendientes de aquellos que intentaron lo imposible (y lo consiguieron) del intento de liberarse por sí mismos.

Identificar y hacer frente a las causas más profundas Si la crisis alim entaria actual va a resolverse de forma satisfactoria para quienes se han visto más afectados, y de modo que estos participen en la forma de acabar con ella, entonces debe examinarse lejos de las esta­ dísticas, que no revelan sino lo obvio -los más pobres de entre los pobres1* se han empobrecido cada vez más en beneficio de los más ricos de entre los ricos- Durante todo el tiempo que ha existido la humanidad, los primeros se han levantado contra estos últim os, pero debemos resistirnos a la idea de que las políticas emancipadoras están destinadas a fracasar siempre. Con respecto a la historia más reciente, debemos también resistirnos a la tentación de aceptar que las reflexio­ nes de intelectuales altamente educados cuentan más que la de qu ie­ nes no tienen estudios, o la de los campesinos que apenas saben leer. No haber recibido una educación reglamentada no significa que uno no pueda pensar. Los africanos que acabaron con la esclavitud en Saint Domingue/Haití pensaban m ejor desde dentro de la situación

que quienes previeron que no podrían conseguir su objetivo. No es difícil imaginarse a los dueños de las plantaciones (y a los filósofos de la Ilustración) diciendo a todos aquellos que quisieran escucharles: ¿qué saben los esclavos de libertad? Y aún así, estas fueron las personas que precisamente, en contra de todas las probabilidades y predicciones de fracaso, nos dieron una lec­ ción de cómo conseguirla. Pero, de nuevo, las lecciones repetidas por los descubridores y sus descendientes y aliados siempre serán diferen­ tes de las contadas y recordadas por los, así llamados, “descubiertos” y sus descendientes y aliados. Con frecuencia, uno encuentra entre estos últimos las más extremas distorsiones de las historias y lecciones que emergen de las batallas contra los que defienden la sumisión a la men­ talidad dominante. Por ejemplo, escuchar la historia de H aití siendo recontada por C.L.R. James o, más recientemente, por Peter Hallward, no es lo mismo que escucharla de Alex Dupuyv. Los más ricos de entre los ricos tienen numerosos medios para hacer que su visión prevalezca, pero también los tienen los más pobres de entre los pobres, si están convencidos de que pueden, claro. Para cualquier ser humano, el sufrimiento puede llegar a niveles insoportables. Pero, al mismo tiempo, la gente ha demostrado, una y otra vez, la capacidad heroica para resistir y superar las formas más extremas de tortura, especialmente aquellas resistencias motivadas por una comprensión política de su situación. Desconectada de la idea de que sólo se gana a través de la mentalidad dominante del momento. De nuevo mirando la historia de H aití, es fácil entender por qué los dueños de los esclavos y las plantaciones intentaron demostrar que los africanos que acabaron con la esclavitud en Saint Domingue, nunca lo debían haber intentado: medios financieros, económicos, políticos, religiosos, culturales e intelectuales fueron utilizados para 1901

transm itir el mensaje de que los habitantes de Saint Domingue esta­ rían mejor si nunca se hubieran levantado contra la esclavitud. En pocas palabras, se ha hecho lo posible para que otros africanos escla­ vizados (o víctimas de cualquier otro sistema de esclavitud) no consi­ deraran las políticas emancipadoras como una opción viable. La historia de Haití es una de ias más ejemplares para ambos cam­ pos a cada lado de la verja ideológica, separando las políticas emanci­ padoras de las políticas de consenso/sumisión/abolición.

Miedo a la historia de uno mismo y miedo al hambre A través de distintos documentos históricos sabemos q ue el número de africanos que llegaban y morían en Saint Domingue fue muy alto. La oferta de esclavos era abundante y menos costosa que mejorar las con­ diciones que permitirían una mayor supervivencia. Era más barato hacerse con nuevos individuos y explotarlos hasta su muerte. La pro­ porción demográfica era también favorable a los africanos -tanto escla­ vos como libres-. Desde el comienzo hasta el final del siglo XVIII, el número de africanos creció de unos dos mil hasta el medio millón. En una situación como esta, debió haberse tenido en cuenta varias posi­ bilidades: mejorar las condiciones de trabajo y de trato, incluyendo mejores alimentos, o deshacerse del sistema por completo. Sin embargo, antes de continuar con este análisis, es importante conectar la historia de los africanos en Saint Domingue con uno de sus puntos de partida: el reino del Kongo. Solamente ochenta y cinco años (unas tres generaciones) separan dos eventos relacionados con el fin de la esclavitud. El 2 de julio de 1706, Kimpa Vita (también llamada Dona Beatriz) fue quemada en la hoguera por haber intentado convencer al

rey del Kongo de que pusiera fin a las actividades de los cazadores y comerciantes de esclavos. Este no fue, sin embargo, un movimiento de una sola persona. Aquellos que estaban de acuerdo con las denuncias que ella hizo, se agruparon en el llamado movimiento Antoniano, que recibió este nombre porque según Kimpa Vita fue San Antonio quién le reveló su mensaje. No se sabe mucho de este movimiento tras la muerte de Kimpa Vita, pero no es descabellado pensar que la memoria del movimiento sobrevivió y quizá influenció a los que, en 1791, en Saint Domingue, decidieron y prometieron poner fin a la esclavitud. Y tampoco sería injusto suponer que, en principio, la humanidad tiene genes alérgicos a cualquier tipo de esclavitud. Siempre existirán quienes exigen políticas emancipadoras. Los africanos que terminaron en Saint Domingue vivieron en con­ diciones horribles. Para entender su determinación de acabar con la esclavitud, debemos entender lo que esta significó"', aunque nos sea imposible pese a las descripciones disponibles, bien a través de testi­ monios históricos o con novelas y películas11. U tilizar un continente entero como coto de caza para esclavizar a gente es el tipo de abuso inhum ano que, al haber permanecido sin denunciar, abrió la puerta a más abusos, no sólo porque aumentase el número de gente mutilada, sacrificada y violada, sino porque reforzó aún más una mentalidad basada en la noción de que la competición a muerte, por cualquier medio, es la forma más eficiente de organizar cualquier economía. No nos cansaremos de enfatizar que, o se entiende la inmensidad de lo sucedido, o nunca solucionaremos los problemas actuales a los que se enfrenta la hum anidad12. De esta mentalidad ha crecido el hábito de m inim izar o elim inar lo q ue supuso la esclavización industrial de todo un continente. Paso a paso, se ha construido una mentalidad dirigida a minimizar, acallar o 1921

erradicar los esfuerzos de todos aquellos que - antes de que fuera pro­ clamado por los “descubridores”- se levantaron contra estos crímenes. Esto acaba por distorsionar cualquier intento de rebelarse contra algu­ nas de sus más dañinas consecuencias. La minimización de la esclavi­ tud y sus consecuencias también se ha repetido en cada transición pos­ terior (por ejemplo, con el fin del período colonial o del apartheid). Como ya dijim os, cuando el gobierno francés aprobó la Ley Taubira 13 se cuidó de exim ir a los que, colectivamente, se habían beneficiado de la esclavitud. ¿Cómo, si no fue así, se interpreta el comportamiento del gobierno francés con el presidente de H aití, Jean Baptiste Aristide, en el 2004? Su secuestro fue llevado a cabo por el ejército de EE.UU., con la colaboración de los gobiernos francés, canadiense y de sus alia­ dos, incluyendo la República Centroafricana. Todo el episodio recorda­ ba, más de 200 años después, al secuestro de Toussaint L’Overture. Quizá alguien se pregunte cuál es la relevancia de este largo reco­ rrido por la historia de H aití para afrontar la crisis alimentaria actual. Es relevante para resistir los intentos de enm arcar la crisis alim entaria en la perspectiva de aquellos que más se han beneficiado de ella. De manera simplista, la crisis alimentaria se está analizando y explicando mediante unos parámetros establecidos por una mentalidad dom i­ nante que hunde sus raíces en la pauperización de quienes acabaron con la mayor injusticia de aquellos tiempos. De hecho, la esclavitud fue más que un sim ple castigo, se trataba del embrión de lo que, dos siglos más tarde, se conoce como globalización. En aquel momento, los africanos entendieron su situación sin repre­ sentantes políticos o caritativos. A la comprensión de cómo escapar de la situación llegaron a través de la reflexión propia y, ciertamente, sin la ayuda de los filósofos de la Ilustración. La Revolución Francesa de 1789 había ya tenido lugar y esto dio fuerzas a la idea, al menos entre |93 |

algunos, de que si el lema “Libertad, Igualdad, y Fraternidad” tenía que cobrar algún sentido, debía conllevar la completa y total abolición d é la esclavitud. Sin embargo, se dedicaron grandes esfuerzos, no sólo desde Francia, sino también desde Inglaterra y España, para intentar revocar lo que los africanos habían empezado. La abolición de la escla­ vitud en los territorios controlados por Francia, no tuvo lugar hasta 1848, cien años antes de la Declaración Universal de los Derechos H um anos. Pero, como se ha señalado anteriormente, estos derechos se aplican de manera distinta si uno pertenece a la humanidad (pri­ mera clase) o a la humanidad-que-existe-a-través-del-humanitarismo (segunda y tercera clase). ¿Se resolverá la crisis alimentaria de acuerdo con la perspectiva dis­ criminatoria que hemos descrito arriba, o de acuerdo con la compren­ sión de que sólo existe una humanidad? En otras palabras, ¿plantearán la pregunta de cómo erradicar el hambre y la pobreza aquellos cuya men­ talidad ha generado precisamente hambre y pobreza, o serán los pobres y hambrientos los que formularán las preguntas y darán las respuestas sin los consejos humanitarios y caritativos de los “descubridores”? No resulta difícil comprobar que la crisis alimentaria está vincula­ da a otras crisis -económica, financiera, y al cambio climático-. Tam­ bién está claro que han sido movilizadas todo tipo de instituciones, desde aquellas con un conocimiento adecuado del asunto -esto es, la Organización de la Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimen­ tación (FAO), y los ministerios de los distintos gobiernos- a persona­ lidades, como el anterior Secretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan, que entienden la gravedad de la situación. Pero cuando todos estos especialistas se reúnen y deliberan, las voces de los campe­ sinos, las voces de aquellos que producen los alimentos, ya sea para ellos mismos y sus familias o para las empresas, son raramente (o

nunca) escuchadas. Y es más ccómo puede esperarse que personas cuya mentalidad es la causante de la crisis, proporcionen una solución satisfactoria? ¿Cómo pueden aquellos que no ven nada malo en su modo de pensar (y actuar) deshacerse, o al menos distanciarse, del imaginario que ha llevado a los habitantes del planeta a vivir en un desastre perm anente? El miedo que se encuentra en la mente de este último grupo no es el mismo que el de los habitantes más vulnerables. Una mente que no tiene por qué preocuparse por comer tres veces al día, ni de conseguir alimento para todos los miembros de su familia, puede estar tranqui­ la mientras aquellos que pasan hambre, día tras día, recurren al suici­ dio como solución a sus miserias d iarias14. Surge así una pregunta incómoda, no m uy distinta a la generada por la epidem ia del VIH/SIDA: ¿es posible que los más ricos de entre los ricos prefieran dejar morir a los hambrientos antes de hablar con ellos sobre la mejor manera de resolver la crisis?

Miedo y vergüenza: ¡conciencia del mal o conciencia de la vergüenza? Además del miedo, está la vergüenza. Mientras que los psicólogos han estudiado cómo detectar cuando alguien miente, ha habido m uy poco interés en tratar de averiguar por qué y de qué manera, de forma indi­ vidual y colectiva, los seres humanos intentan esconder todo aquello que sea vergonzoso. El miedo a que se revele un secreto vergonzoso genera una poderosa necesidad de ocultarlo1’. El modo en que una parte de la humanidad ha tratado a otra en el pasado puede desencadenar un sentimiento de vergüenza y el deseo |95|

de pedir perdón. Por desgracia, el mundo no opera en condiciones de igualdad: aquellos que saben, por su propio registro histórico, que han cometido actos vergonzosos no están impacientes por sacarlos a la superficie. Lo que se les hizo a los africanos y a los nativos america­ nos en nombre de una forma de pensar—una ideología, una religión— se ha sentido de forma muy desigual en distintas partes del mundo. En algunos casos, como el mencionado de Francia, se ha reconocido que fue un crimen contra la humanidad, pero poco más han avanza­ do para reparar las consecuencias directas e indirectas. De hecho, la disculpa tardía suele ser la fórmula más eficiente de preservar las ganancias adquiridas gracias a estos crímenes16. Una vez se traspasa un tabú es extremadamente difícil, si no impo­ sible, superar las consecuencias, tanto directas como indirectas. Con respecto a la cuestión alim entaria, en un mundo donde nadie debería pasar hambre, la gente no tiene qué comer precisamente porque se ha convertido en algo aceptable, en la mentalidad dom inada por un dic­ tatorial sistema del libre mercado, el hecho de que algunos vayan a morir de hambre. La norma aceptada, bajo el im aginario actual, es que el hambre no puede ser erradicada, no importa cuantos esfuerzos se dediquen a esto. Que la humanidad haya sido capaz de erradicar ciertas enfermedades, incluyendo las hambrunas, no es prueba sufi­ ciente para elim inar el hambre.

¿Por qué las historias de Saint Domingue/Haiti son más emblemáticas que nunca? En su autocomplaciente ascenso a la cima, los más ricos de entre los ricos siempre han temido la reacción de los más pobres de entre los 1961

pobres si estos llegaran a entender su situación sin interferencias del exterior. En su cam ino, este segmento de la humanidad ha recurrido, directa o indirectamente, a prácticas terribles para someter y/u obligar a aquellos que han tildado de inferiores a seres humanos17. El proce­ so de pauperización de H aití desde 1804 es pertinente para mostrar cómo debemos pensar la actual crisis alim entaria. H aití, por ejemplo, solía ser autosuficiente en la producción de arroz, mientras q u e la República Democrática del Congo solía expor­ tar mandioca y otros alimentos. Ambos países tienen ahora que importar gracias a un proceso que incluye la estrategia de liberalización defendida por los economistas del Banco M undial y del Gobier­ no de EE.UU. El proceso por el que economías autosuficientes se han convertido en dependientes ha sido documentado en multitud de oca­ siones11*. Las ayudas y la caridad se complementan como remedios a los extremos de depredación desatados por el dictatorial gobierno de la competencia19. Tener éxito donde no se esperaba, como el de los africanos en su erradicación de la esclavitud, hubiera asestado un serio golpe al siste­ m a A s í , aquellos que más se habían beneficiado de la esclavitud tuvieron que imponer su propio calendario: la abolición de la esclavi­ tud en Francia tardaría aún medio siglo. Esta pausa era crucial para apaciguar a los que pensaban, ya entonces, que la esclavitud constitu­ ía un crimen contra la humanidad. De nuevo, como con la abolición, el calendario para este reconocimiento tuvo q ue ser impuesto por aquellos que más se beneficiaron del crimen. Fue sólo en pleno siglo XXI que Francia aprobó la ley que reconocía la esclavitud como un crimen contra la hum anidad"1. Cuando trabajaba en Mozambique, entre 1979 y 1986, una vez col­ gué un cartel contra el apartheid: “El apartheid es un crimen contra la

hum anidad”. AI mirarlo, un visitante me preguntó por su significado. Me quedé sin saber qué decir, pensando que el póster no necesitaba explicación, cCuánto tiempo tardará el gobierno sudafricano en reco­ nocer el apartheid como un crimen contra la hum anidad? í O es que, en nombre de la Verdad y la Reconciliación, las múltiples raíces del cri­ men serán silenciadas? De 1962 a 1974, el Frente de Liberación M ozambiqucño (FRELIMO) logró con éxito, y contra todas las predicciones, poner fin a la colonización portuguesa. Este éxito, como en Haití, tuvo que ser revo­ cado. El contexto de Mozambique estaba dominado por la Guerra Fría. El FRELIMO había recibido apoyo de la URSS, la República Popular de China, Cuba, Vietnam y la República Democrática Ale­ mana, pero también de la población de países occidentales como Ita­ lia, H olanda y Suecia. Como H enry Kissinger declaró en una visita por Africa del Sur, en 1976, el comunismo tenía que ser derrotado en la región22. Poco después de este comentario, comenzó una virulenta guerra civil con el objetivo, según parece, de “darle una lección al FRELIMO”. Las consecuencias de la guerra han sido tan devastadoras que, en nombre de la paz conseguida en 1992, se ha preferido no hablar más sobre ella. Tanto es así que el silencio sobre la guerra civil comien­ za a extenderse a la guerra contra los colonizadores, como si ese fuera el conflicto que nunca debería haber tenido lugar. De nuevo, es difí­ cil no pensar en H aití y en lo que los africanos hicieron con la escla­ vitud. La élite haitiana de hoy actúa como si deseara que la esclavi­ tud no hubiese sido abolida, al menos no de la manera en que se hizo entre 1791 y 1804. La élite actual en Mozambique prefiere cen­ trarse en cómo hacerse lo m ás rica posible y de la forma más rápi­ da, y es incluso posible que algunos estén diciéndose a si mismos que, 1981

si no hubiera sido por el FRELIMO, actualmente estarían mucho mejor2'. Tanto H aití como Mozambique aparecen como ejemplos de países paupérrimos. Gracias a los donantes del exterior, los progra­ mas de reducción de la pobreza ayudan a los más pobres de los pobres a superar el hambre y otros problemas. Se entiende también que los q ue sufrieron las consecuencias de la guerra (especialmente la gue­ rra civil entre 1980 y 1992) no quieran enfrentarse de nuevo a esta situación. Sin embargo, surge una pregunta: ¿el miedo a lo que pasó durante el colonialismo, o después de este, debe alimentar un rece­ lo hacia la política o el miedo a pensar, por uno mismo, cómo salir de la situación? Más aún, ¿el hecho de q ue la Unión Soviética y sus aliados “perdieran” la Guerra Fría debe llevar a los mozambiqueños a la conclusión de que cualquier cosa que se parezca, directa o indi­ rectamente, al socialismo y/o al comunismo debe ser abandonada para siempre? El proceso de aplicar sólo un pensamiento único al período colo­ nial y a su fin ha seguido el mismo patrón que el observado en H aití: debe hacerse todo lo necesario para que no emerja una forma dis­ tinta de organizar la sociedad, la producción y la distribución. Las diferencias serán aceptables si no son contrarias al pensamiento dominante.

Césaire, poesía, política e historia Cuando Aimé Césaire falleció recientemente mucha gente se dio cuen­ ta, incluido yo, de q ue alguien muy especial había vivido entre nosotros y que no se le había escuchado o entendido como debía24. Esto ha suce­ dido con anterioridad y volverá a suceder. Tiem po después algunos lo |99 |

describirán como una voz profética. Él siempre insistía, sin decirlo exactamente así, que no era un político, que su política estaba en su poesía'’. A una pregunta de Frangois Vergés específicamente sobre la relación entre su poesía y su política, respondió lo siguiente: “Es la poesía la que revela el ser humano a sí mismo. Lo que se encuentra en lo más profundo de mí mismo, está en mi poesía. Porque incluso este “yo mismo”, lo desconozco. Es el poema el que me lo revela, inclu­ so la imagen poética26”. Utilizar datos estadísticos para demostrar la locura y las injusticias de la actual crisis alimentaria no hará mella en la conciencia de aque­ llos que son responsables de ella. Para alguien como Césaire —y Frangois Vergés tiene razón al enfatizar este aspecto''- la profundidad de la herida inflingida por un segmento de la humanidad a otro, a tra%'és de la esclavitud a la que posteriormente se añadió la colonización, nunca ha sido evaluada. Esta evaluación se evita de forma deliberada por el miedo y la vergüenza de lo que les sucederá a quienes sólo conocen una verdad, una historia: la historia y la verdad vista desde los ojos y la mente de aquellos que han esclavizado, que han coloni­ zado. La conmoción de descubrir todo lo qu e se ha escondido sería demasiado abrumadora para quienes no están preparados. Desde este tipo de narrativa histórica, la mentalidad dominante presentará el acceso a los alimentos, la sanidad, la educación y la justi­ cia como algo a lo que se puede acceder fácilmente siempre y cuando se desee. Parafraseando a Frangois Vergés, la mentalidad dominante (en Francia) está convencida de que la abolición de la esclavitud en 1848 fue un regalo de Francia a los africanos. Esta mentalidad paterna­ lista está tan profundamente arraigada hoy como en 1848. Una nueva esclavitud al sistema dominante está teniendo lugar por otros medios, pero los resultados son igual de devastadores para el conjunto de la 11001

humanidad. Las consecuencias directas e indirectas de la esclavitud y el colonialismo nunca se han subsanado. Como resultado, se siguen escuchando peticiones a los pobres para que cambien de actitud. Es muy fácil promover la idea de que son pobres porque quieren serlo. Igual de fácil resulta acusar a los campesinos de ser vagos. Nadie de los más ricos de entre los ricos acusa a los ladrones de tierras, los banque­ ros o los especuladores de ser vagos, incluso cuando, la mayoría del tiempo, dirigen sus atracos desde cómodos despachos2*. En la poesía de Aimé Césaire hemos escuchado, pero aún no aprendido, que vivir es un arte. Los que especulan con los alimentos, los financieros, los colonizadores, los esclavistas, todos aquellos que nunca han visto nada malo en su mentalidad, que viven en un ejerci­ cio de contabilidad permanente, pueden elogiar a Césaire e incluso citar su poesía, pero lo harán desde la mentalidad de la contabilidad, dispuestos a aceptarlo de forma paternalista, de la misma manera que aceptaron la abolición de la esclavitud en 1848. Como hemos señala­ do en el preámbulo, la crisis alimentaria es una de las múltiples mani­ festaciones de cómo la humanidad se dirige a un callejón sin salida. Cada vez más miembros de la humanidad comienzan a sentir que cuando los principios de la vida, marcados por los propios seres huma­ nos, comienzan a ser sustituidos por los principios determinados de forma anónima por una deidad llam ada Mercado, es que algo, en algún sitio, ha ido mal. Cuando alimentos como el m aíz se producen con otro objetivo que el de alimentar a la gente, es una clara señal de que la parte de la humanidad que promueve esto se ha modernizado exponencialmente, como sucedió durante la Segunda Guerra Mun­ dial. Por defender o promocionar esta mentalidad, masas de gente están siendo reducidas a un estatus de no-existencia.

Libertad sin igualdad ni fraternidad es libertad para aniquilar El mercado, sin ninguna restricción basada en la igualdad y la frater­ nidad de todos los seres humanos, sólo puede conducir a la aniquila­ ción de la humanidad. Esto no es una predicción. Es algo tan obvio como que se está derritiendo el hielo de los polos, tan seguro como el aumento del calentamiento global. ¿Cómo se da la vuelta a una m en­ talidad presente no sólo entre los especuladores, banqueros, líderes políticos y religiosos, sino también entre la gente corriente de todo el mundo? ¿Cómo se derrota la tendencia, fuertemente arraigada, de pensar que la quimera es imposible? En primer lugar, las voces que han denunciado lo mismo durante siglos deben ser escuchadas, y actuar en consecuencia. No es suficien­ te con decir que la humanidad es una si, al mismo tiempo, nos nega­ mos a escuchar algunas de sus voces, no importa con cjué pretexto. Cuando la crisis es tan seria como esta, da igual desde que ángulo se ataque. ¿No es inteligente aceptar que todos y cada uno de los m iem ­ bros de la especie humana tenemos algo que decir? :No deberíamos anim ar a las voces más insignificantes para que se alcen? ¿No es la opción más sabia aceptar, frente a la actual verdad incómoda, todas las verdades incómodas expresadas durante los siglos pasados por los más pobres de entre los pobres? Cuando nos enfrentamos con la negación sistemática de la hum a­ nidad, sólo hay una opción posible: sublevarse ante tal negación. Es crucial que esta resistencia contra la mentalidad dominante se elabo­ re con los principios dirigidos a crear una mentalidad distinta, firm e­ mente anclada en la solidaridad. La única fuerza que debe usarse es la fuerza del arte, la poesía y la ciencia al servicio de la humanidad. 1102|

Artistas, poetas y científicos también deben comer. La libertad por sí misma no alimenta, pero la libertad junto con la igualdad y la fra­ ternidad sí que pueden hacerlo. Artistas, poetas y científicos no deben reunirse en los lugares designados por los promotores del mercado. En los lugares de reunión, todas las voces serán escuchadas, siempre que respeten los principios básicos que se hayan acordado para insis­ tir en la necesidad de cambiar la mentalidad dominante. De entre los principios que se acuerden, podríamos considerar los siguientes: -Los productores de alimentos y los más pobres de entre los pobres deben ser escuchados con su propia voz. -L a multiplicidad de voces que demandan una política emancipadora debe ser aceptada. -N o se aceptará ningún tipo de representación. -Cada voz debe ser escuchada desde donde esté, tal y como es. Aunque estos, lógicamente, no son los únicos principios que podríamos destacar.

Recuperándonos del miedo y la vergüenza La transición desde el apartheid, incluso con la ayuda de la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, no ha cumplido las promesas anunciadas. Los recientes ataques (en mayo del 2008) contra los más pobres de entre los pobres por otros pobres de entre los pobres ha revelado, por un lado, las carencias de dicha comisión como panacea y, por otro, ha mostrado también las visibles carencias del Congreso Nacional Africano como partido de gobierno, en especial respecto a |i03|

la política de educar e informar a la población sobre el apoyo inter­ nacional, sin el cual el apartheid no hubiera sido derrotado. En ese proceso de información y educación, el papel jugado por los africa­ nos de a pie, que arriesgaron sus vidas y dieron generosamente todo lo que pudieron, también debería haberse resaltado. Asim ism o, parte del error es atribuible a la mayoría de los gobiernos africanos, dada su tendencia a ignorar el papel de la mayoría de la población en la construcción de las historias. Responsabilidad de omisión tam ­ bién en aquellos que, durante el apartheid, callaron y se beneficia­ ron de la situación. Como se ha denunciado, en ocasiones parece como si todo el mundo hubiera participado en la resistencia al apar­ theid de Sudáfrica. Al igual que en las transiciones anteriores importantes (de la escla­ vitud a la postesclavitud, del colonialismo al postcolonialismo), el bando derrotado se reorganiza rápidamente para minimizar las bajas. En este proceso, reciben la ayuda de sus anteriores enemigos (a los que ahora se refieren como adversarios). Como en el famoso lema de Nkrumah, el bando derrotado está convencido de que una vez que se ha alcanzado el reino político, llegará todo lo demás. Sin embargo, en lo que respecta a los asuntos sociales y económicos, súbitamente se alejan de los individuos y los colectivos que les ayudaron a lograr el objetivo, a la vez que se aproximan a sus anteriores enemigos. Estos últimos actúan dominados por la obsesión de mantener la economía funcionando tan bien como antes y tan rápido como sea posible, incluso más rápido que en la etapa anterior. En Sudáfrica, el miedo del nuevo gobierno le llevó a mostrar que las cosas en el país serían diferentes de lo que habían pasado en el resto del continente. Este miedo obligó a que los líderes del ANC se alejaran de la Carta de la Libertad (Freedom Charter), así como de los principios

creativos que dieran a los más pobres verdaderos beneficios y, más impor­ tante todavía, voz propia en la transformación política. Tener voz propia en esta transformación significaba, entre otras cosas, y como han señalado los miembros de AbahlalibaseMjondolo, hablar por ellos mismos y no ser representados por los políticos. Los más pobres de entre los pobres que viven en las chabolas de Durban, Johannesburgoy Ciudad del Cabo se consideran a sí mismos como los verdaderos defensores de los principios contenidos en la Carta de la Libertad. Democracia significa que todo el mundo piensa, que todo el mundo merece respeto y dignidad. Libertad debe significar que cuan­ do a los más pobres no les son proporcionadas unas condiciones de vida adecuadas y un alojamiento decente, ellos son los más cualifica­ dos para asegurarse de que sus voces sean escuchadas, sin traductores ni intermediarios -y a sean estos abogados, miembros del ayuntamien­ to, profesores universitarios o políticos29- . Los paralelismos entre lo que sufren los más pobres de entre los pobres y los campesinos alrededor del mundo, obliga a reclamar el refuerzo de los vínculos ya existentes y a compartir los relatos e histo­ rias de resistencia contra lo q u e Amit Bhaduri ha llamado “el síndro­ me TINA” (There Is No A ltemative - No Hay Alternativa [a la globalización])*". Este síndrome no es nuevo. La imposición del gobierno colonial se presentó como una empresa altruista que llevaría la civili­ zación a Africa. Los trabajos forzados se presentaron como un ejerci­ cio educativo. Las políticas emancipadoras deben ir de la mano de narrativas his­ tóricas emancipadoras. A su vez, deben distanciarse de las narrativas enmarcadas dentro de las llam adas “historias de éxito de la globalización”, contadas desde la perspectiva de las megacorporaciones y las instituciones financieras a su servicio. 11051

NOTAS 1. Comunicación personal con el profesor Emest Wamba dia Wamba, 27 octubre del 2008. 2. Una vez, durante su triunfante ascenso, el Imperio Romano intentó resolver su cri­ sis alimentaria conquistando Egipto. 3. La situación es claramente más compleja de lo que aquí señalamos. Por “descubri­ dor" no me refiero sólo a personajes como Colón, sino también a los esclavistas, los colonos, los participantes en la Conferencia de Berlín, los oficiales de las naciones más poderosas, las instituciones como Naciones Unidas, etcétera. 4. Femand Braudei. y muchos otros después de él, insistió de manera acertada en aproximarse a la historia desde una larga perspectiva. Desgraciadamente, este tipo de enfoque tiende a favorecer las cuestiones que surgen de la narrativa dominante. En el número 383 de Pambazuka News sobre la crisis alimentaria, la duración del tiempo incluso se quedó corta al limitarlo a la década de 1970. Si queremos encontrar el sen­ tido de la actual crisis alimentaria, a la vez que intentamos comprender otras crisis similares en el pasado (p.e. la hambruna por la patata en Irlanda en el siglo XIX), debemos enmarcar su desarrollo mucho antes, tan lejos como nos sea posible. 5. Charles Mann (2005), ¡491: New Revelations o f the Americas B efore Columbus, Nueva York, Alfred A. Knopf. 6. Por ejemplo, Howard Zinn en su libro A People's History o f the United States: 1492-Present sólo alcanza cierto punto al facilitar un inventario de la masacre de los nativos americanos y los africanos. Para él, 1776 todavía es un acontecimiento. X como indica el subtítulo, el punto de partida de su narración es 1492. 7. Véase Raj Patel (2007), S tuffed and Starved, The Hidden Battle fo r the World Food System. Londres, Portobello Books. (Edición española: Obesos y fam élicos: e l impacto de la globahzación en el sistema alimentario mundial. Los libros del lince, Barcelona, 2008.) 8. La histona de cómo los más pobres de entre los pobres alcanzaron este rango se ha desarrollado a través del planeta en un proceso de siglos y generaciones: los produc­ tores de comida fueron obligados a abandonar sus tierras y reducir su capacidad labo­ ral a un entorno donde sólo había trabajo para unos cuantos. 9. C.L.R. ¡ames, The Black, Jacobins (edición española: Los jacobinos negros: Toussaint L'Overtureyla revolución de Haití, Turner. Madrid, 2003); Peter Hallward (2007) Damm ing the Flood: Haití, Aristide and the Politics o f Containment, Verso; véase también la reseña de Peter Hallward sobre el libro de Alex Dupuy The Prophet and Power: Jean-Berirand Aristide, the International Community and Haití, Rowan and Littlelield, 2007, en http:/'/tinyurl. com/5rgyx6. 10. La importancia de esto no podemos exagerarla en vista a la tendencia, en la men­ talidad dominante, de m inim izar los horrores de la esclavitud. Véase J. Thornton [1998) Africa and Africans m the Ma^ing o f the Atlantic World, 1400-1800. Cambridge,

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Cambridge University Press. 11. En su libro Los jacobinos negros, C.L.R. James lo intenta. También los escritores de ficción lo han probado, desde Two Thousand Seasons de Ayi Kwei Armah a Beloved de Toni Morison. Haile Gerima, en su película Sankofa, presenta una visión amplia de cómo debió ser. Aún así, cuando todo queda dicho y hecho, me gustaría señalar que nadie, hasta ahora, y con gran respeto por los escritores citados, no se ha acerca­ do a mesurar lo que significó la esclavitud, tanto individual como colectiva, en espe­ cial, aunque no sólo, en términos psíquicos. Debo admitir que este tipo de medicio­ nes, no sólo en térmicos psíquicos, algún día será posible. Esta esperanza permanece, en parte, en la comprensión que alguien, en algún lugar, consiguió el imposible acto, pero que no fue registrado en la forma y/o en el lugar idóneo para darse a conocer. Existen excepciones, la más notable Aime Césaire. Véanse las entrevistas con Francoise Vergés bajo el título \:¿ greje suis, negre je resterai. Albín Michel, 2005, París, en par­ ticular páginas 52-56 y 102-106. 12. Un punto convincente expresado por Fran^oise Vergés en el libro de entrevistas a Césaire (2005). 13. Su publicación oficial empezó el 10 mayo del 21)04. 14. Véase Raj Patel, Obesos y fam élicos, op. cit. 15. Recientemente, se ha comprobado lo difícil que es aceptar que las personas con cargos de mucho poder puedan mentir. En épocas anteriores, H itler y sus acólitos entendieron que una mentira repetida mil veces terminaba siendo verdad. 16. Véase Pierre Nora, “Liberté pour l’histoire”, Le Monde, 10 de octubre del 2008 y la réplica, cinco días después, de Christiane Taubira bajo el título “Mémoire, histoire et droit" en el mismo periódico. 17. En mayo del 2008. los más pobres de entre los pobres de Sudátrica (los llamados "indígenas sudafricanos”), se sublevaron contra los más pobres de entre los pobres extranjeros. Este ha sido el ejemplo más reciente y evidente de cómo está de arraiga­ da la mentalidad competitiva. También revela las deficiencias estructurales de la tran­ sición tras el fin del apartheid, basadas en la errónea noción de que teñir de negro los más ricos de entre los ricos transformaría, radicalmente, los principios económicos del régimen anterior. 18. Uno de los relatos más interesantes lo ha dado John Perkins en sus Confessions oj An F.conomic Hit Man (2006) Plume (edición española: C onfesiones de un gángster econ óm ico : la cara oculta d el im perialism o am ericano, Urano, Barcelona, 2009). Véase tambicno Raj Patel, Obesos y fa m élicos, op. cit. 19. No tiene por qué ser así, pues hace mucho tiempo que se ha probado. Véase, por ejemplo, Marcel Mauss, Essai sur le don (1924) (edición española: Ensayo sobre el don: form a y fu n ción del intercambio en las sociedades arcaicas, Katz, Madrid, 2009), y la página web de Revue du MAUSS: www.revuedumauss.com. 11071

2 0 . Lo que se temía era el efecto que podría provocar en los africanos que desearan librarse de la esclavitud en otros países. 2 1 . En el año 2006, cuarenta miembros de la Asamblea Nacional Francesa pidieron la abrogación de la Ley Taubira. Véase http://tinyurl.com/69m675. 2 2 . Piero Glijcscs (2002), Conjhcting Missions: Havana, Washington, and Africa, 1959-1976, Chapell Hill, Univcrsity ofNorth Carolina Press. 2 3 . Este inaudible murmullo podría llegar incluso de la boca de los veteranos de buena fe de la lucha armada. Véase el libro de Duarte Tembe sobre Samora (2000). Samora: O Destino da Memoria, Maputo, Ndjira, p. 19. Y también la entrevista conce­ dida por Jorge Rebelo al semanario Savana (Ericinio Salema y Paola Rolletta) el 6 de julio del 2008. Puede consultarse en http://tinyurl.com/6jhq5c. 2 4 . Obviamente, existen excepciones a esta deficiencia. Hay una diferencia entre reconocer que alguien fue especial y comprender las verdades que emanaban de él. Véase, por ejemplo, Daniel Maximin, "Préface to Césaire" (2008) en Ferrements et autres poem es , Editions Points. 2 5 . Aimé Césaire (1996) ‘Calendrier laminaire’, en Laminaire Moi, Anthologie Poétiifiie, París, Imprimerie nationale, pp. 233—234; y Aimé Césaire (2005) Negre je suis, négre j e resterai, op. cit., págs. 47-50. 2 6 . Aimé Césaire (2005) p. 4/. 2 7 . Aimé Césaire (2005) pág. 111—136. 2 8 . Hay excepciones. Karl Marx es el referente más destacado con su “recorte de cupones capitalista" 2 9 . En una de sus recientes intervenciones. S’bu Zikode ha explicitado aún más esta política. Véase su discurso en el Diakonia Economic Justice Forum, 28 de agosto del 2008. en www.abahlali.org. 3 0 . Véase www.india-seminar.com/2008/582/582_amit_bhaduri.htm.

7. DE ÁFRICA A HAITÍ A GAZA: PERMANECER FIELES A LA HUMANIDAD Primero, aunque no exactamente, pero debemos empezar por algún punto Habían los arahuacos, los caribes y los amerindios Después sus tierras se convirtieron en La Española, En Santo Domingo/Saint Domingue, en la joya económica De las posesiones francesas de ultram ar Gracias a los africanos secuestrados, encadenados, embarcados Procesados, manufacturados y estampados como propiedad A pesar de que siempre supieron de que sólo Pertenecían a la humanidad Y a través de permanecer líeles a esta Convirtieron Saint Domingue en H aití Fraternidad, igualdad y libertad Su único lema Venciendo a los oscurantistas Filósofos de la Ilustración Durante treinta años, 1791-1804 11091

Sin apoyo De los abolicionistas humanitarios Venciendo a los ejércitos más poderosos de la época España, Inglaterra, Francia Permanecer fieles a la humanidad Su única bandera El Plan B era incuestionable La humanidad debía prevalecer Pero su declarado enemigo tenía otro plan: Con letal venganza Napoleón reinstauró la esclavitud Su lema, no tomar prisioneros X si es necesario, aplicar la pena capital, Contra los insumisos Del naciente capital que todavía no se llamaba Capitalismo, el aplasta-humanidad Con ejem plar brutalidad Mucho antes del nacimiento de la Gaza del Mediterráneo H aití se convirtió en la nación rnás pobre — la Gaza del Atlántico— Sencillam ente por haber osado Enfrentarse y dejar obsoleto El Código Negro de Luís XIV Normas de compromiso contra/para Los esclavos y compensar el terror, la tortura, el miedo, la muerte Asegurándose la permanencia de la esclavitud Más allá de la monarquía

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Gracias al autoproclamado emperador Napoleón Bonaparte el impostor El Plan B prosperó tan bien más allá De los sueños de Napoleón de reinstaurar la esclavitud Que nos obliga a preguntarnos, puerilmente ¿Si hubiera sabido que la forma en cómo trató a los africanos Inspiraría posteriormente el Holocausto nazi, Habría considerado a los africanos Como seres humanos y no como mera mercancía? No todos los franceses eran/son proclives a la restauración de la esclavitud: La Ley Taubira del 2001 declara Que la esclavitud es un crimen contra la humanidad ¿Sería posible que Francia Restaurara así su fidelidad a la hum anidad? Pero podría ser demasiado tarde cuando La humanidad o aquellos que con pretensión Hablan en su nombre rechazan conocer La diferencia entre Fuerza y derecho Bien y mal Caridad y solidaridad ¿Podría ser demasiado tarde cuando Los supervivientes y sus descendientes De un inimaginable crimen creen que

El mejor modo de luchar por la humanidad Es masacrarla/bombardearla De la forma más deliberada y brutal posible? ¿Podría ser demasiado tarde cuando La masacre de la humanidad Puede hacerse impunemente Gracias al pasado genocida Como si todo pudiera negociarse, borrarse, Comprarse, modificarse genéticamente Para encajar en el paraíso globalizado Donde nadie sabrá La diferencia entre La Gaza del Atlántico Y el H aití del Mediterráneo Salvo aquellos que juren Fidelidad a la humanidad? No podemos ver las obvias consecuencias de La violación impecable de lo humano Ahora ios palestinos, los africanos desde hace sigl< Hoy desplazados, refugiados, carne de cañón Para las misiones hum anitarias La versión moderna de los abolicionistas De una misión que no cam bia: Yriolar la hum anidad, Erradicarla si hace dem asiado ruido Pero Sabra y C hatila pueden oírse todavía

Los palestinos son miembros completos de la humanidad Sin tierra en su tierra, con la existencia negada Por todos los medios, constantemente buscando La última forma De echarlos de allí Su aniquilación no se llamará Un crimen contra la humanidad porque, Por definición, ha estado repitiéndose desde siempre, Sólo pasó en Auschwitz, y en otros Campos de concentración en una Guerra Mundial Los palestinos son como los nativos de América Cuyas tierras fueron usurpadas, cuyo genocidio Rechaza ser llam ado genocidio Palestinos, africanos, destinos intercambiables Expulsados de sus tierras, hacinados en barcos, Refugiados en franjas de terreno Esclavizados, encarcelados, menos que mercancía Sin embargo, todo esto no encaja en la definición De crimen contra la humanidad Palestinos, africanos, en el mismo barco Cuando empezó la historia sin fin de negar la humanidad Como africanos son procesados y etiquetados Listos para ser carne de cañón de las crisis humanitarias Porque lo que están haciendo No debemos llamarlo Un crimen contra la humanidad

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¿P o r m iedo a traspasar qué tabú?

A nadie le interesa llamar a la masacre de civiles En Gaza por su nombre: Un crimen contra la humanidad ¿Por miedo a traspasar cuál tabú? Desde la época de los arahuacos Violando, torturando, liquidando la humanidad impunemente Han ido aumentando los Crímenes contra la humanidad Ejecutados de forma diferente Preparando el mayor de los holocaustos Que haya conocido nunca la humanidad Y cuando ocurra, como antes. Escucharemos la habitual Lamentable y vil mentira «No lo sabíamos»

I !! 4 1

8. EL HIJO BASTARDO DEL GENOCIDIO QUE NACIÓ PARA VIVIR A SU COSTA El capitalismo ha sido y es genocida y, pese a los intentos para hum a­ nizarlo, no puede cambiar. Cómo surgió y cómo ha sido descrito (por admiradores y enemigos) a lo largo de los siglos, y en especial ahora, refuerza la idea de que no puede ser de otro modo. Cómo y dónde ha masacrado de forma masiva y terrorífica debe entenderse, sencilla­ mente, como la más pequeña manifestación de su origen genocida, y no sólo contra un grupo de personas, sino contra toda la humanidad. ¿Podría haber sido de otra formar Quienes están convencidos de que el capitalismo puede hum a­ nizarse responderán que sí. Desgraciadamente, los datos son tan enrevesados a su favor que argum entar lo contrario es un obstácu­ lo tan enorme como el reto que supuso para los esclavos de 1791 en H aití. Si la anterior pregunta debe ser debatida adecuadamente, el capitalismo y su historia no debe tratarse más como si. por defini­ ción, fueran inmunes al mal. La hipótesis es que los principios que lo sustentan, propagan la muerte. El capitalismo mata todo lo que toca, especialmente cuando asegura hacerlo de otra manera. Ha 1115!

inventado tantas formas de matar como número de devotos (cons­ cientes o no) tiene.

El capitalismo y cómo las víctimas del genocidio se convierten en asesinos Los autoproclamados certificadores del mal pueden, fácilm ente, permanecer ciegos a sus acciones. Para la ex secretaria de Estado M adeleine Albright, la muerte de m edio millón de niños en Iraq como resultado de las sanciones im puestas por Estados U nidos, son consideradas un daño colateral de una encomienda positiva. ;Por qué parece tan fácil de aceptar la descripción de un hutu con un machete como genocida? Ciertam ente, algunos epítetos y definicio­ nes sólo pueden ser relacionados con determ inadas personas. Ade­ más, las víctimas de un genocidio pueden convertirse perfectam en­ te en asesinos, y de forma mucho más fácil de lo que im aginam os. En su historia de imponer siempre sus principios, normas y leyes, el capitalismo finalm ente conocerá las prácticas que atribuye a sus enemigos. El capitalismo se bautizó a sí mismo, hace ya unos quinientos años, y ha continuado autoreproduciéndose, modernizando sus for­ mas y redetiniendo la forma de venderse. La actual ocupación de Iraq es una ilustración actualizada de cómo los amerindios fueron aniqui­ lados de sus tierras y cómo los africanos y asiáticos fueron expulsa­ dos de sus casas por lo que inicialm ente se conoció como El Sistema —que significaba la esclavitud y todo lo que esto conlleva— . Existe una tendencia, incluso entre las voces más críticas (por ejemplo en La otra historia de los Estados Unidos de Howard Zinn), |1I6|

en no ver las conexiones entre lo que podríamos describir como los desposeídos inaugurales am erindios y africanos, el lebensraum de H itler, los desposeídos de hoy en día en los países ricos del planeta y el mism o fenómeno en las calles de Fallujah, Palestina y Sudáfrica. Llegados aquí, ¿hasta cuándo la humanidad continuará llamando “casa” al planeta tierra? No digo nada nuevo. Muchas voces ya lo han denunciado, de forma más elocuente, enérgica e inspirada (por ejem plo Fredy Perlman, en Against History, Against Leviathan ; Bertram Gross, en Friendly Fascism). La tradición de resistir al sistema no empieza en el siglo XIX europeo, pues incluye a todos los pueblos que quizá no tenían escritura, pero gritaron y lucharon como nadie contra sus depredadores. Incluye a los supervivientes de los holocaustos, certifi­ cados o no. Debe incluir también a las voces que continúan siendo silenciadas porque su sufrimiento no se registra en la escala de Richter de la certificación genocida y continúa, obstinadamente, sin reco­ nocerse. La repetición, de diferentes maneras, es útil para fortalecer la resistencia al capitalismo, ya sea en sus formas más terroristas o en las atables. Por ejemplo, las secuencias del genocidio del siglo XX, muy conocidas, se han identificado (y certificado) para que, de repente, queden exentas de un examen a fondo del verdadero culpable.

El “nunca más” se aplica de un modo selectivo Si el famoso “nunca más” debe realmente aplicarse, es imprescindi­ ble m irar al capitalismo de forma menos benévola y oportunista sim­ plemente porque lo pilares del poder actual (militar, económico, polí­ tico, judicial, cultural y religioso) lo han moldeado para que aparezca, ¡117|

y se vea a sí mismo, angélico, triunfante y beneficioso. Una de las medidas (ni mucho menos la única) donde comprobar el triunfo total podemos observarlo, recientemente, en la administración norteame­ ricana. que obliga a los Estados a que firmen leyes medioambienta­ les e internacionales criminales, ya sea en Ginebra, Kyoto o Roma. Es cierto que el incumplimiento de las convenciones internacionales no es nuevo, como por ejemplo cuando se ignoró la Convención en Con­ tra del Genocidio (1948) por los propios signatarios. La globalización, caracterizada por el G8, se vende igual que en los últimos quinientos años: mediante una combinación de conquis­ tas militares, ocupación de tierras, mínimos programas humanitarios y sociales, corrupción y castigos severos para quienes se niegan a someterse (por ejemplo Haití, Cuba, Grenada, Nicaragua, L um um ­ ba, Malcolm X, M artin Luther King, Leonard Peltier, M um ia Abu Jamal, para mencionar sólo a unos pocos). Por definición, el capitalismo conlleva consigo una im placable necesidad por el control total, no sólo del mercado, sino de todo, vivo o muerto. No existe otra moralidad o ética, únicamente el triunfo del más poderoso. El “nunca más” no puede aplicarse sólo al holo­ causto de la Segunda Guerra M undial, sino que debemos vincular­ lo a las secuencias genocidas perpetradas por el capitalismo. Si no es así, nunca funcionará (o lo hará de forma tan selectiva como hoy en día). Desde la esclavitud hasta la actualidad, el sistema se ha ido actualizando. En tiem pos de crisis, cuando le es difícil ocultar su naturaleza real, el capitalism o toma la forma de un manto refor­ mista, como ocurrió durante la abolición de la esclavitud o en otras fases transitorias, como tras el fin del colonialism o o del apartheid en Sudátrica.

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A quienes afirman que lo que hoy sucede no difiere del proceso de otros imperios, con su establecimiento y posterior colapso, sólo podemos decirles que es la primera vez en la historia en que los humanos hemos dominado la capacidad de destruir instantáneamen­ te toda la vida del Planeta. Desde el final de la Segunda Guerra M un­ d ial. o de forma más precisa, desde Hiroshim a y Nagasaki, se han hecho esfuerzos para controlar la proliferación de armas nucleares. Estos esfuerzos han fracasado, están fracasando y continuarán fraca­ sando al menos que se miren sin complacencia las profundas causas que llevaron a la Primera y Segunda Guerra M undial, la Tercera (lla­ mada Guerra Fría), la C uarta (con los Programas de Ajuste Estruc­ tural mundiales que han significado el punto de partida para que Estados Unidos aboliera la seguridad social) y la Quinta (la actual, sin fin, contra el “terror”). Ahora ya podemos afirm ar que la energía nuclear es al mundo físico o a la naturaleza lo que el capitalismo es a la economía: incon­ trolable. La sumisión/integración al capital ha alcanzado ya un nuevo nivel: geográfico, político, ideológico, legal, cultural y religioso. En un análisis de la crisis de liderazgo político en la República Democrática del Congo, Ernest Wamba dia Wamba (2005) señalaba que el Estado (forjado en Africa por el capital, desde la época colonial a la postcolonial) aparece genéticamente modificado para permanecer al servicio del capital, sin importar sus fronteras geográficas1. El capital no tiene filiación ni escrúpulos, reescribiendo las leyes a la misma velocidad que las propaga y facilitando su infinita expansión. Todo, absoluta­ mente todo, cabe en su insaciable apetito. ¿Fue alguna vez emancipa­ dor, como se aseguró en algún momento? Lo que sí podemos respon­ der con seguridad es que, por como se ha desplegado, la humanidad |I19|

debe encontrar algún tipo de espacio emancipado donde tom ar aire, mientras evita caer en las mismas prácticas de lograr el poder cueste lo que cueste.

¿El mal ha permanecido siempre en el epicentro del capitalismo? Para extirpárnoslo definitivamente de nosotros mismos, necesitare­ mos aplicar el siguiente principio: resistir su expansión mediante la no violencia sistemática y constante a llí donde se manifieste. Afir­ mar la mortalidad del capital conservando la inmortalidad del ser humano. "Poco realista”, dirán algunos. Cuando millones de personas se enfrentan con menos de cinco dólares al día para vivir, la única posi­ ción realista debería esforzarse por cambiarlo lo más urgente posible. Quizá bajo la forma “Declaración contra el Capital por Genocida podríamos señalar el principio de una verdadera misión q ue convier­ ta en obsoleto al capitalismo y a las estructuras que lo mantienen. De todos modos, el carácter genocida del capital no se ve a simple vista, en mayor parte debido a las normas para identificar un genoci­ dio, redactadas de modo que este queda desvinculado y a salvo de cualquier responsabilidad. En este proceso, nociones básicas como justicia pierden su integridad universal porque el sistema se ha con­ vertido en un adepto extremo para adoptar y justificar lo más abe­ rrante, los crímenes más injustificables. La historia del holocausto en la Segunda Guerra M undial ha preferido centrarse en la personifica­ ción de los culpables mientras que, al mismo tiempo, intenta elim i­ nar o m inim izar todo lo posible la responsabilidad empresarial. Pero |120|

incluso a nivel de esta responsabilidad, personalizar el mal mediante la denuncia de las empresas que se beneficiaron del holocausto no resulta de m ucha ayuda para determinar, con el máximo de precisión posible, quién es responsable de la incapacidad, desgana y rechazo para identificar la mayor y más obstinada fuente de maldad. Resulta obvio por qué el capital, su historia y todas las estructuras que ha desarrollado no deberían ser consideradas como la últim a fuen­ te del mal en el mundo actual. Mucha gente, incluso los que más sufren el impacto del capital en el mundo entero, quieren otorgarle el bene­ ficio de la duda, e incluso muestran una lista de las “cosas positivas” asociadas a él. Pero si realmente encontramos una verdadera opción viable, la mayoría preferirá poder alim entarse sin pasar por la caridad. La convergencia y la concentración, mediante y gracias a las empresas y los poderes militares, económicos, políticos, científicos y religiosos en manos de unos cuantos individuos, no tiene precedentes. A veces parece como si la Segunda Guerra Mundial realmente no hubiera terminado, y la lucha por la supremacía internacional se reconfigurara para el beneficio de quien fuera capaz de aterrar al resto mediante un arsenal m ilitar capaz de destruir cualquier atisbo de vida en la faz de la tierra. Esta capacidad es fácil de entender cuando nos referimos a la industria armam entística nuclear y al militarismo en general, pero muchos defensores de la paz en la tierra no desean enfrentarse al sis­ tema que, según ellos, contiene tanto lo positivo como lo negativo. Debido a que la tácita suposición es que el capitalismo, por definición, no puede ser el mal personificado, no puede comportarse con tanta maldad. En consecuencia, instituciones diabólicas como el G ulag de ningún modo las podemos asociar con Estados Unidos, como Amnis­ tía Internacional sí hace al comparar en su último informe anual las

redes carcelarias norteamericanas y el G ulag soviético. Al establecer estas comparaciones, pensamientos e hipótesis deterioramos las bases donde reposa la historia triunfal que han escrito las llamadas “nacio­ nes avanzadas”. En ocasiones, la prueba de que algo ya no funciona necesita varios fracasos para aceptarlo, pero ¿qué ocurre si no hay forma de recono­ cer los errores del capital? El capital no se puede imponer m ás a tra­ vés de guerras y conquistas, incluso si algunos continúan pensando que poseer la mayor maquinaria m ilitar de la historia les da derecho a continuar conquistando el planeta, una y otra vez.

¿Biotecnología (vida) o tanatotecnologia (muerte)? El dominio norteamericano se ha convencido, a sí mismo y a una parte del mundo, que su monopolio de armas de destrucción masiva es la protección más segura contra el m al, incluso si la construcción de su supremacía, durante quinientos años, demuestra lo contrario. Y la situación cada vez es peor. Uno de los mayores indicadores de cuán letal es el capitalismo, es la privatización del ejército estadounidense y ei flujo de beneficios a las empresas. Este dominio de la industria m ilitar y del complejo penitenciario se complementa con el dominio en la industria del ocio/deporte (que incluye la industria alim entaria, la cinematográfica y la publicitaria). Esta tiene como principal función la de prohibir que los ciudadanos piensen, o mejor, la de convencerles con la ilusión de que piensan bajo el sedante de la industria del entretenimiento. Pensar fuera de lo establecido sólo tiene sentido si es para lograr beneficios y aum entar el consumo, no para resolver problemas sociales. 11221

Pensar fuera de lo establecido, actualm ente, significa hacerlo en un contexto mayor, pero igualm ente establecido y enm arcado. For­ talecer la configuración piram idal de la estructura del poder exis­ tente no ayuda, sino que reproduce la estructura cuando cree estar disolviéndola a favor de la esfera (como magistralmente muestra Ayi Kwei Armah en su novela KMT: In the House o f L ife, Per Ankh, 2002), donde el énfasis se aleja de la competición y la confronta­ ción y se centra en la cooperación y la armonía entre las personas y la naturaleza. El hincapié en la competición ha sido tan severo que ha trans­ formado, por ejemplo, el significado de palabras como '“m edicina”. Tal y como se practica hoy en d ía en Estados Unidos, la industria médica no quiere curar, sino qu e busca forrarse buscando (y ven­ diendo) el m ilagro médico o el procedimiento técnico milagroso. El mercado reina en la mente, colectiva e individual. Su impecabilidad ciega completamente a quienes deberían servir. Fia adquirido vida propia, como si no se pudiera hacer nada para am inorar o contro­ lar sus elementos más destructivos. Gracias a una hábil campaña publicitaria, cada vez somos menos conscientes de que una de las formas más efectivas para conservar una buena salud es lo que come­ mos y bebemos. La acumulación primitiva ya no separa a los productores de sus medios de producción, sino que an u la a los humanos la capacidad de pensar. Este mecanismo divisorio es tan refinado, está tan interioriza­ do, que los individuos, instintivamente, están más preocupados por la supervivencia del sistema que los está matando que no por la super­ vivencia de sus cuerpos.

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¿Qué camino seguir? Si se logra escapar de un crimen se termina por cometer otros, in clu ­ so más horrendos, para poder ocultar el primero, y eso es lo q u e ha ocurrido y está ocurriendo con el capitalismo. Como los crím enes nunca se han reconocido como tales, las secuencias de fuga del g en o ­ cidio empeoran a pesar de los progresos legales, las escuelas médicas y de negocios, y pese a la proliferación de organizaciones en defensa de los derechos humanos. Cuando el G8, y sus acólitos formales e infor­ males, prometieron luchar por Africa y hacer que desapareciera la pobreza, sonó como las previas promesas sobre la abolición. El origen de la pobreza es la codicia. El capitalismo prospera con la codicia, la pobreza, la violencia, la guerra y la injusticia. ¿Por qué no hacemos que desaparezca el capitalismo? Un sistema que ha sido genocida no es útil y se reproducirá a sí mismo a través de lo que percibe como “lo que funciona’ . Incluso si el precio cada vez es más elevado e inaceptable. Dado el sistema legal y financiero, la condena nunca ocurrirá, y sólo podrá emerger si la gente lucha por otro mundo basándose en unos principios sustentados por una ley elevada, una ley que no esté condicionada por los dictados del capital, sino por los de la solidaridad, la cooperación, la justicia y la paz entre todos los pueblos del Planeta. Cada año, el 6 y el 9 de agosto, los htbakusha (supervivientes de Hiroshima y Nagasaki), junto a los contrarios a la energía nuclear, intentan recordarle al mundo, con preocupación, que nadie debería sufrir lo que ellos padecieron. ¿No debería resultar obvio que los agentes triunfantes del capitalismo y sus millones y millones (genera­ ción tras generación) de víctimas desconocidas son hibakushas genéri­ cos, antes de su época, de un sistema extraviado?

La ansiedad en las voces de los hibakushas de Hiroshima y N aga­ saki pasa por preguntarnos qué ocurrirá cuando mueran. Pero, al mismo tiempo, vemos un halo de luz en la inexorable fidelidad de lo más positivo que reside en la humanidad, ejemplificado por los hai­ tianos de 1791 a 1804 y hasta hoy por los supervivientes del Holocaus­ to de la Segunda Guerra M undial que luchan a favor de los palesti­ nos, o por los militantes antiapartheid conscientes de que ahora se ha pasado a un apartheid global. Una lucha que continúa el combate de quienes, en el H aití de 1791, se enfrentaron a la peor de las posibili­ dades imaginables.

NOTA 1 . Wamba día Wamba, Ernest, 'Le Leadership et la Stabilité Politiquc en République Dcmocratique du Congo’, M bongi a Nsi, n°. 10, 7 junio de 2005.

EPÍLOGO Apreciado/a lector/a. No estarías leyendo este libro si no fuera por los esfuerzos de varias personas. Algunas de las cuales q u iz á olvide, sin querer, mencionar y agradecerles su generoso apoyo en la estimulación de ideas y reflexio­ nes que han alimentado estos escritos para que lleguen a un público más amplio. L a ¡dea de reunir estos ensayos en un mismo libro la mencionó en primer lugar Didac P. Lagarriga, quien me pidió si él y su organización, oozebap, podían traducir al castellano y publicar mis artículos aparecidos en Pambazu^a News. Por su publicación en Pambazuka (www.pambazuka.org), debo agradecer a su editor, Firoze M anji, y a todos sus compañeros que han sabido crear una plataforma para dar voz a los que suelen estar igno­ rados y/o callados. De todo el equipo quiero agradecer, especialmen­ te, a la editora Shereen Karmali por su generosa y eficiente paciencia en su contribución a lograr que estos escritos sean más fáciles de leer y comprender. A veces, cuesta más reconocer el apoyo de quienes están más pró­ ximos al proceso. Mi agradecimiento más sincero a los miembros de 1127|

Ota Benga Alliance (wwwotabenga.org), Suzie Lyon, Raj Patel, Pauline Wynter y a Pierre Labossiére, el difunto Padre Jean-fuste, Lovinsky Pierre-Antoine y M arilyn Langlois, todos vinculados al H aiti Action Committee, quienes actuaron varias veces como editores, cajas de resonancia y compañeros en las tormentas de ideas sobre la pertinencia de los temas. Le estoy muy agradecido a Ernest Wamba dia Wamba por sus generosas críticas y comentarios, en especial sobre la historia de la República Democrática del Congo y su insistencia constante y saluda­ ble de que la historia la realizan las masas y no quienes la escriben. Con respecto a poner en orden la historia africana, me he beneficiado de las diversas conversaciones con Ernest Wamba dia Wamba y Michael Neocosmos. Este último en particular ha reflexionado y escrito sobre el tema durante los últimos años. Como director de nues­ tra organización colaboradora en Kinshasa, Wamba dia Wamba me ha facilitado permanecer conectado a las realidades congoleñas. P auline Wynter y yo estamos muy agradecidos con Richard Pithouse y Vashna Jagarnath por organizar nuestra visita a Dur­ ban en abril y mayo del 2008 y poder conocer a miembros del Ken­ nedy Road Settlement (A bahlalibaseM jondolo - ABM ) y sus cola­ boradores de Mótala Heights. Sham ita Naidoo, tam bién miembro de ABM , organizó nuestra visita a Mótala Heights. Durante ese mismo viaje, nos reunimos dos veces con S ’bu Zikode que, a pesar de su cansancio, continua siendo elegido como presidente de ABM (ww w .abahlali.org). Sus reflexiones y análisis de la actual situación de Sudátrica se merecen una audiencia internacional. Mis más profundos agrade­ cimientos a todos ellos, tam bién a los que no he mencionado, por el impacto tan profundo en cómo debemos contemplar las historias |128|

de los más pobres de los pobres, los africanos del continente y de más allá. Aunque probablemente no sean conscientes de ello, los estudiantes a los que he dado clases en el Centro de Estudos Afro-Orientais (de la Universidad Federal de Bahía en Salvador, Brasil) me influenciaron en algunas ideas y reflexiones desarrolladas en argumentos. Mi presencia en Brasil (2007—2009) estuvo financiada por una beca de CAPESBrasil. Entre los que más me animaron para venir y enseñar historia africana en Brasil, me gustaría dar las gracias a Yusut Adam, Teresa Cruz e Silva (Universidad Eduardo Mondlane) y a Valdimir Zamparoni y Livio Sansone (ambos de la UFBA). De enero a agosto del 2007 y de enero a junio del 2008, en Maputo, Mozambique, mantuve varias conversaciones estimulantes con Alexandrino (osé (Universidad Eduar­ do Mondlane), con quien trabajé en un taller de historia con los difun­ tos Ruth First y Aquino de Brangancja en el Centro de Estudos Africa­ nos de esta universidad (1980-1986). Durante varias veces de este periodo, tuve que confrontar y aclarar expresiones que ahora han encon­ trado su camino en estos ensayos, en especial con Clairem ont Moore, Silvia Federici, George Caflfentzis y M amade Kadreebux. Me he beneficiado de los comentarios, preguntas, dudas y presen­ taciones en conferencias entre 2005 y 2009. Me gustaría dar un gracias colectivo a todos los que me han invitado a dar conferencias: Anna Maria G entili, H enning Melber, M ichael West y Bill M artin, Micere Githae Mugo, Arthur Paris, Frangoise Vergés, Teresinha Froés Burnham, W ilson Roberto de Mattos, Paulino de Jesús, Francisco Cardoso, Patricia Scherm ann, Alvxandra Nunes Gomes, Raquel de Souza, Alain Pascal Kaly. Para las siempre gratificantes y amables respuestas a mis peticiones bibliográficas me gustaría agradecer a Colin Darch (Universidad de I '291

Ciudad del Cabo), Phyllis Bishoff (Universidad de California, Berkeley) y Karen Fung (Universidad Stanfbrd). Muchas gracias a Diamantino Nhampossa, secretario general de la UNAC, Unión Nacional de Agricultores de M ozam bique (www.unac.org.mz), por invitarme a la 5a Conferencia de Vía Cam pe­ sina (Maputo, 2008). Sin su contribución, el capítulo sobre la crisis alimentaria no habría tomado la forma que tiene. Siguiendo a esa reu­ nión, un taller con los miembros más recientes del comité internacio­ nal de Vía Campesina tuvo lugar en Selinge (Mali, 2009), donde se me dio una nueva oportunidad para aprender y compartir conoci­ miento fuera del círculo académico. Y! por último, aunque no menos importante, doy las gracias a Kaidi. Chadi y Pauline Wvnter por su permanente presencia espiritual e inspiración. Pauline ha sido caja de resonancias constante, paciente y generosa, así como la primera editora. El capítulo Haití-G aza, en particular, le debe tanto que he intentado, en vano, referenciarla como coautora. Finalmente, mi agradecimiento más sincero a todos los que he olvidado en esta lista. Estoy seguro que el producto final no satisfará todas las expectativas. Prometo hacerlo m ejor la próxima vez. N ingu­ no de ellos es responsable de los errores restantes. [acques Depelchtn S alvador d e B ahía, Brasil, 17 d e a b ril d e l 2010

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Colección Pescando husmeos

n.° 1: fozé Bape (ed.), Fran^ois-Xavier Verschave, Jean-Marie Volet, André Ntonfo, Odile Tobner/ Mongo Beti: El bombera piróm ano. La

actuación crim inal de Francia en e l Africa contemporánea n." 2: Serge Latouche: La otra Africa. Autogestión y apaño fren te al

m ercado glob al n." 3: Firoze Manji y Siephen Marks (cds.): China en Africa. ¿Ayuda

o arrasa? n.” 4: Jon Abbink, Mirjam de Bruijn y Klaas van Walraven (eds.):

Apropósito de resistir. Repensar la insurgenaa en Africa n.0 5: Boubacar Boris Diop: Africa más allá d el espejo n." 6: Jacques Depelchin: Por una recuperación de la historia africana.

De África a Haití a Gaza n." 7: Ousmane Kane: Afnca y la producción intelectual no eurófona. Introducción al conocim iento islám ico a l sur d el Sahara.

Colección Asbab (vínculos) n." 1: Abdennur Prado: El islam anterior al Islam n.° 2: W AA.: La emergencia del fem in ism o islámico. S elección de ponencias del Primer y Segundo Congreso Internacional de Feminismo Islámico n" 3: Kudsi Erguner: Lafuente de la separaaón. Viajes de un m úsicosufi (Libro+-CD) n." 4: W A A : Múltiple yihad m últiple. Consideraciones islámicas en tom o al esfuerzo individual y la lucha colectiva www.oozebap.org [email protected]