Polifuncionalidad, polisemia y estrategia retórica: Los signos discursivos con base atributiva entre oralidad y escritura 9783110281248, 9783110281187

Polysemy and polyfunctionality are key components in the motivational structure of discourse markers. In this study the

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Spanish; Castilian Pages 446 [448] Year 2012

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Table of contents :
Prólogo
Introducción
Primera Parte: Teoría, metodología y análisis cuantitativo
1. El plan de investigación
1.1. Terminología e hipótesis
1.2. Base empírica
1.3. Reflexiones metodológicas
2. Análisis cuantitativo general
2.1. La delimitación de la muestra
2.2. Panorama general de los signos discursivos
2.3. Los atributos enunciativos con forma de adjetivo
2.4. Los adverbios atributivos enunciativos en -mente
2.5. Los adverbios atributivos enunciativos con forma simple
2.6. Los adverbios no atributivos con forma propia
2.7. Los adverbios enunciativos sintagmáticos
2.8. Conclusión
Segunda Parte: Los signos discursivos atributivos
Introducción a la Segunda Parte
3. Claro, bueno, bien, igual, total, cierto - relaciones subyacentes, técnicas discursivas y polifuncionalida
3.1. Claro y la construcción cooperativa ofensiva de la comunicación
3.2. Bueno y la construcción cooperativa defensiva de la comunicación
3.2.1. El análisis de Travis (2005)
3.2.2. Las funciones intradiscursivas de bueno
3.2.3. La naturaleza bicefálica del marcador del discurso bueno
3.2.4. Las funciones interdiscursivas de inicio de turno y recogida de turno
3.2.5. Tipo de comunicación, papel comunicativo y poder comunicativo
3.3. Bien - entre aceptación y retorno al rigor argumentativo
3.4. Igual - polisemia y polifuncionalidad
3.4.1. Los tres significados de igual
3.4.2. De la sincronía actual a la conjetura diacrónica
3.4.3. El continuo funcional de igual en la dinámica comunicativa
3.4.4. Igual — un marcador discursivo pasado por alto
3.5. Total - marcador coloquial de recapitulación somera y conclusión
3.6. El hispanoamericanismo cierto
3.7. Las técnicas de discursivización y subjetivización
3.8. El signo discursivo y su perfil de uso
3.8.1. La perspectiva lexicológica ante el determinismo lingüístico
3.8.2. De la lexicología a la lexicografía
3.8.3. Perfil de uso de claro
3.8.4. Perfil de uso de bueno
3.8.5. Perfil de uso de bien
3.8.6. Perfil de uso de igual
3.8.7. Perfil de uso de total
3.8.8. Perfil de uso de cierto
3.9. Conclusión
4. Incluso, solo, justo, cierto, puro, mero, mismo, único, propio y la modificación determinativa
4.1. Planteamientos generales
4.2. Incluso - marcador de enfoque y conector discursivo
4.3. La discursivización de solo
4.4. Justo y el enfoque enfático de la referencia
4.5. El regionalismo puro
4.6. El regionalismo mero
4.7. Cierto y la modificación determinativa alusiva
4.8. Mismo y el énfasis referencial
4.9. Propio y el contraste entre propiedad y comportamiento
4.10. Único y el énfasis referencial
4.11. Preciso y el enfoque enfático de la referencia
4.12. Los perfiles de uso
4.12.1. Perfil de uso de incluso
4.12.2. Perfil de uso de solo
4.12.3. Perfil de uso de justo
4.12.4. Perfil de uso de puro, mero, cierto, mismo, propio, único y preciso
4.13. Conclusión
5. Exacto, horrible, mejor y la cuestión de la productividad de los atributos enunciativos
5.1. Exacto y otros atributos enunciativos afirmativos
5.1.1. Exacto y el saber o poder comunicativos
5.1.2. Lógico, obvio, perfecto, el estrato social y el habla culta
5.2. Fijo - un atributo afirmativo en boga
5.2.1. Fijo y el camino de la polifuncionalidad
5.2.2. Fijo y la función de intensificación
5.2.3. Fijo - un marcador discursivo en boga divulgado por Internet
5.3. El paradigma productivo y sustitutivo de los atributos enunciativos afirmativos
5.4. ¿ ...y dónde están los atributos enunciativos de negación?
5.5. Horrible y los atributos enunciativos valorativos
5.6. Los atributos enunciativos valorativos, los adjetivos destacados y las construcciones absolutas
5.7. Mejor y la función deóntica
5.8. Los atributos enunciativos cultos inclusive, exclusive, máxime, independiente
5.9. Conclusión
Conclusión de la Segunda Parte
Tercera Parte: Dos signos discursivos no atributivos: o sea y entonces
Introducción a la Tercera Parte
6. O sea - conector de coherencia argumentativa inferencial con base sintagmática conjuntiva
6.1. Las funciones de o sea según Travis (2005)
6.2. Las funciones discursivas de o sea en el Corpus Kluge
6.3. Significado conceptual y funciones de o sea
6.4. Motivación y función discursiva
6.5. Polifuncionalidad y homonimia sintáctica
6.6. La supuesta relación de equivalencia expresada con o sea
6.7. Las funciones fáticas y el uso como muletilla
6.8. Acerca de la relevancia comunicativa de las muletillas
6.9. O sea con función de cierre
6.10. Elementos de la sociolingüística de o sea
6.11. Perfil de uso de o sea
6.12. Conclusión
7. Entonces- conector secuencial-consecuencial con base adverbial temporal
7.1. El punto de vista de Travis (2005)
7.2. La hipótesis de una ruptura homonímica diacrónica
7.3. Los datos del Corpus Kluge
7.3.1. Significado temporal y secuencia narrativa
7.3.2. Secuencia temporal y consecuencia lógica
7.3.3. Secuencia temporal, secuencia lógica y secuencia narrativa: una red motivada
7.4. La hipótesis de una ruptura homonímica como artefacto metodológico
7.5. La metáfora secuencia-consecuencia y la semántica de entonces
7.6. De la motivación semántica a la conjetura diacrónica
7.7. La discursivización de entonces y el tiempo presente
7.8. El perfil de uso de entonces
7.9. Conclusión
Conclusión de la Tercera Parte
Cuarta Parte: Elementos de variación lingüística
8. Los adverbios enunciativos en -mente y la variación diamésica
8.1. Los adverbios enunciativos en -mente entre escritura y oralidad
8.1.1. La variación diamésica como problema metodológico
8.1.2. La frecuencia de los adverbios en -mente orales y escritos
8.1.3. Formalidad e informalidad en el uso de los adverbios en -mente
8.1.4. La tradición escrita panrománica
8.1.5. Conclusiones
8.2. La delimitación de los adverbios enunciativos en -mente
8.3. Origen diacrónico y frecuencia sincrónica
8.4 Los atributos enunciativos en -mente del Corpus Kluge
8.4.1 Solamente - un equivalente de solo con frecuencia excepcional
8.4.2. Realmente - intensificador enunciativo epistémico
8.4.3. Simplemente - mitigador enunciativo
8.4.4. Generalmente - circunstancia enunciativa delimitativa .
8.4.5. Definitivamente, efectivamente, precisamente, probablemente, seguramente
8.5. Discursivización, intensificación / mitigación y cuantificación
8.6. Conclusión
9. Elementos de variación lingüística sincrónica y diacrónica
9.1. La competencia diasistemática de los atributos
9.2. Convergencias y divergencias diasistemáticas en la función atributiva
9.3. La variación idiolectal
9.4. Los atributos enunciativos en la expresión oral y la expresión escrita
9.5. El caso de los atributos con función de respuesta afirmativa
9.6. Los adverbios en -mente y la cortesía
9.7. Hacia una diacronía de la variación diafásica
9.8. El caso de los modificadores determinativos
9.9. Variación diastrática y nivel educacional
9.10. La variación diatópica
9.11. La variación diacrónica
9.12. Conclusión
Conclusión de la Cuarta Parte
Quinta Parte: Lexicalización y gramaticalización en los atributos enunciativos
10. Atributos enunciativos y construcciones copulativas ¿una relación genética?
10.1. ¿Hipótesis o lugar común?
10.2. ¿Bueno < está bueno / bueno está?
10.3. Bueno y bien
10.4. ¿Claro < está claro / claro está?
10.5. Mejor, total e igual
10.6. Resultado del análisis sincrónico-funcional
10.7. Los atributos enunciativos en la mímesis literaria del habla oral
10.8. Conclusión
11. Los marcadores del discurso con base atributiva - ¿un caso de gramaticalización?
11.1. Gramaticalización: discursivización, pragmatización y oracionalización
11.2. Diacronía y sincronía en la gramaticalización de los marcadores del discurso
11.3. El nivel cero de la gramaticalización (gramaticalización0)
11.3.1. Los tipos de gramaticalización0
11.3.2. Las propiedades lineales, graduales y variacionales de la gramaticalización0
11.4. El nivel 1 de la gramaticalización (gramaticalización1)
11.5. El nivel 2 de la gramaticalización (gramaticalización2)
11.6. Los marcadores discursivos atributivos invariables - ¿un caso de gramaticalización por adverbialización o neutralización?
11.7. La gramaticalización de total que
11.8. O sea - ¿un caso de gramaticalización oral por ósmosis del habla escrita?
11.9. Uso y abuso de los índices de gramaticalización
11.10. Conclusión
Conclusión general
Bibliografía y abreviaturas
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Polifuncionalidad, polisemia y estrategia retórica: Los signos discursivos con base atributiva entre oralidad y escritura
 9783110281248, 9783110281187

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BEIHEFTE ZUR ZEITSCHRIFT FÜR ROMANISCHE PHILOLOGIE BEGRÜNDET VON GUSTAV GRÖBER HERAUSGEGEBEN VON GÜNTER HOLTUS UND WOLFGANG SCHWEICKARD

Band 374

MARTIN HUMMEL

Polifuncionalidad, polisemia y estrategia retórica Los signos discursivos con base atributiva entre oralidad y escritura Acerca de esp. bueno, claro, total, realmente, etc.

De Gruyter

9HU|IIHQWOLFKWPLW8QWHUVWW]XQJGHV)RQGV]XU)|UGHUXQJGHU ZLVVHQVFKDIWOLFKHQ)RUVFKXQJ

ISBN 978-11-028118-7 e-ISBN 978-11-028124-8 ISSN 0084-5396 Library of Congress Cataloging-in-Publication Data A CIP catalogue record for this book is available from the Library of Congress. %LEOLRJUD¿VFKH,QIRUPDWLRQGHU'HXWVFKHQ1DWLRQDOELEOLRWKHN Die Deutsche Nationalbibliothek verzeichnet diese Publikation in der Deutschen NationalbiblioJUD¿HGHWDLOOLHUWHELEOLRJUD¿VFKH'DWHQVLQGLP,QWHUQHWEHUKWWSGQEGQEGHDEUXIEDU ‹:DOWHUGH*UX\WHU*PE+%HUOLQ%RVWRQ *HVDPWKHUVWHOOXQJ+XEHUW &R*PE+ &R.**|WWLQJHQ ∞*HGUXFNWDXIVlXUHIUHLHP3DSLHU Printed in Germany www.degruyter.com

Para Sandra, y nuestros hijos … y al signo lingüístico (el lector comprenderá por qué, espero)

Índice general

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XV Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

1

Primera Parte: Teoría, metodología y análisis cuantitativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

5

1.

El plan de investigación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 1.1. Terminología e hipótesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 1.2. Base empírica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 1.3. Reflexiones metodológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16

2.

Análisis cuantitativo general. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.1. La delimitación de la muestra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.2. Panorama general de los signos discursivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.3. Los atributos enunciativos con forma de adjetivo . . . . . . . . . . . . . . . 2.4. Los adverbios atributivos enunciativos en -mente . . . . . . . . . . . . . . . 2.5. Los adverbios atributivos enunciativos con forma simple . . . . . . . . . 2.6. Los adverbios no atributivos con forma propia . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.7. Los adverbios enunciativos sintagmáticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.8. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

23 23 25 27 28 29 29 30 31

Segunda Parte: Los signos discursivos atributivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 Introducción a la Segunda Parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 3.

Claro, bueno, bien, igual, total, cierto – relaciones subyacentes, técnicas discursivas y polifuncionalidad . . . . . . . . . . . . . . . . 37 3.1. Claro y la construcción cooperativa ofensiva de la comunicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 3.2. Bueno y la construcción cooperativa defensiva de la comunicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 VII

3.2.1. 3.2.2. 3.2.3. 3.2.4.

3.3. 3.4.

3.5. 3.6. 3.7. 3.8.

3.9. 4.

El análisis de Travis (2005) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las funciones intradiscursivas de bueno . . . . . . . . . . . . . . . La naturaleza bicefálica del marcador del discurso bueno . . Las funciones interdiscursivas de inicio de turno y recogida de turno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.2.5. Tipo de comunicación, papel comunicativo y poder comunicativo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bien – entre aceptación y retorno al rigor argumentativo . . . . . . . . Igual – polisemia y polifuncionalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.4.1. Los tres significados de igual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.4.2. De la sincronía actual a la conjetura diacrónica . . . . . . . . . 3.4.3. El continuo funcional de igual en la dinámica comunicativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.4.4. Igual – un marcador discursivo pasado por alto . . . . . . . . . Total – marcador coloquial de recapitulación somera y conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El hispanoamericanismo cierto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las técnicas de discursivización y subjetivización . . . . . . . . . . . . . El signo discursivo y su perfil de uso. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.8.1. La perspectiva lexicológica ante el determinismo lingüístico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.8.2. De la lexicología a la lexicografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.8.3. Perfil de uso de claro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.8.4. Perfil de uso de bueno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.8.5. Perfil de uso de bien . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.8.6. Perfil de uso de igual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.8.7. Perfil de uso de total . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3.8.8. Perfil de uso de cierto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Incluso, solo, justo, cierto, puro, mero, mismo, único, propio y la modificación determinativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.1. Planteamientos generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.2. Incluso – marcador de enfoque y conector discursivo . . . . . . . . . . 4.3. La discursivización de solo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.4. Justo y el enfoque enfático de la referencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.5. El regionalismo puro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.6. El regionalismo mero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.7. Cierto y la modificación determinativa alusiva . . . . . . . . . . . . . . . . 4.8. Mismo y el énfasis referencial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.9. Propio y el contraste entre propiedad y comportamiento . . . . . . . . 4.10. Único y el énfasis referencial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.11. Preciso y el enfoque enfático de la referencia . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.12. Los perfiles de uso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . VIII

45 47 54 62 70 74 79 80 83 86 89 91 96 100 108 108 111 113 116 118 119 121 122 123

131 131 135 142 147 148 149 150 152 154 154 155 155

4.12.1. 4.12.2. 4.12.3. 4.12.4.

Perfil de uso de incluso. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Perfil de uso de solo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Perfil de uso de justo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Perfil de uso de puro, mero, cierto, mismo, propio, único y preciso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4.13. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.

155 156 157 158 158

Exacto, horrible, mejor y la cuestión de la productividad de los atributos enunciativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.1. Exacto y otros atributos enunciativos afirmativos . . . . . . . . . . . . . . 5.1.1. Exacto y el saber o poder comunicativos . . . . . . . . . . . . . . 5.1.2. Lógico, obvio, perfecto, el estrato social y el habla culta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.2. Fijo – un atributo afirmativo en boga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.2.1. Fijo y el camino de la polifuncionalidad . . . . . . . . . . . . . . . 5.2.2. Fijo y la función de intensificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.2.3. Fijo – un marcador discursivo en boga divulgado por Internet . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.3. El paradigma productivo y sustitutivo de los atributos enunciativos afirmativos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.4. ¿ …y dónde están los atributos enunciativos de negación? . . . . . . 5.5. Horrible y los atributos enunciativos valorativos . . . . . . . . . . . . . . . 5.6. Los atributos enunciativos valorativos, los adjetivos destacados y las construcciones absolutas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.7. Mejor y la función deóntica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.8. Los atributos enunciativos cultos inclusive, exclusive, máxime, independiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.9. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

161 161 161 163 164 164 166 167 167 169 169 173 176 178 181

Conclusión de la Segunda Parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183

Tercera Parte: Dos signos discursivos no atributivos: o sea y entonces . . . . . . . . . . . . . . . . . 191 Introducción a la Tercera Parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193 6.

O sea – conector de coherencia argumentativa inferencial con base sintagmática conjuntiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6.1. Las funciones de o sea según Travis (2005) . . . . . . . . . . . . . . . . . 6.2. Las funciones discursivas de o sea en el Corpus Kluge . . . . . . . . . 6.3. Significado conceptual y funciones de o sea . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6.4. Motivación y función discursiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6.5. Polifuncionalidad y homonimia sintáctica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

195 195 196 199 202 204

IX

6.6. 6.7. 6.8. 6.9. 6.10. 6.11. 6.12. 7.

La supuesta relación de equivalencia expresada con o sea . . . . . . . Las funciones fáticas y el uso como muletilla . . . . . . . . . . . . . . . . . Acerca de la relevancia comunicativa de las muletillas . . . . . . . . . O sea con función de cierre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Elementos de la sociolingüística de o sea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Perfil de uso de o sea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

207 208 212 213 215 216 218

Entonces– conector secuencial-consecuencial con base . . . . . . . . . . . . . adverbial temporal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7.1. El punto de vista de Travis (2005) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7.2. La hipótesis de una ruptura homonímica diacrónica . . . . . . . . . . . . 7.3. Los datos del Corpus Kluge . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7.3.1. Significado temporal y secuencia narrativa . . . . . . . . . . . . . 7.3.2. Secuencia temporal y consecuencia lógica . . . . . . . . . . . . . 7.3.3. Secuencia temporal, secuencia lógica y secuencia narrativa: una red motivada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7.4. La hipótesis de una ruptura homonímica como artefacto metodológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7.5. La metáfora secuencia-consecuencia y la semántica de entonces . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7.6. De la motivación semántica a la conjetura diacrónica. . . . . . . . . . . 7.7. La discursivización de entonces y el tiempo presente . . . . . . . . . . . 7.8. El perfil de uso de entonces . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7.9. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

221 221 221 223 223 224 227 228 232 234 238 240 242 244

Conclusión de la Tercera Parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247

Cuarta Parte: Elementos de variación lingüística . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249 8.

Los adverbios enunciativos en –mente y la variación diamésica . . . . . . . . 251 8.1. Los adverbios enunciativos en –mente entre escritura y oralidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251 8.1.1. La variación diamésica como problema metodológico . . . . 251 8.1.2. La frecuencia de los adverbios en –mente orales y escritos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 252 8.1.3. Formalidad e informalidad en el uso de los adverbios en -mente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 254 8.1.4. La tradición escrita panrománica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 256 8.1.5. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 258 8.2. La delimitación de los adverbios enunciativos en -mente . . . . . . . . 262 8.3. Origen diacrónico y frecuencia sincrónica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 264 X

8.4

9.

Los atributos enunciativos en –mente del Corpus Kluge . . . . . . . . 8.4.1 Solamente – un equivalente de solo con frecuencia excepcional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8.4.2. Realmente – intensificador enunciativo epistémico . . . . . . . 8.4.3. Simplemente – mitigador enunciativo. . . . . . . . . . . . . . . . . . 8.4.4. Generalmente – circunstancia enunciativa delimitativa . . . 8.4.5. Definitivamente, efectivamente, precisamente, probablemente, seguramente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8.5. Discursivización, intensificación / mitigación y cuantificación . . . . 8.6. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

264

Elementos de variación lingüística sincrónica y diacrónica . . . . . . . . . . . 9.1. La competencia diasistemática de los atributos . . . . . . . . . . . . . . . . 9.2. Convergencias y divergencias diasistemáticas en la función atributiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9.3. La variación idiolectal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9.4. Los atributos enunciativos en la expresión oral y la expresión escrita . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9.5. El caso de los atributos con función de respuesta afirmativa . . . . . 9.6. Los adverbios en –mente y la cortesía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9.7. Hacia una diacronía de la variación diafásica . . . . . . . . . . . . . . . . . 9.8. El caso de los modificadores determinativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9.9. Variación diastrática y nivel educacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9.10. La variación diatópica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9.11. La variación diacrónica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9.12. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

279 279

264 269 271 272 272 274 275

282 284 290 296 306 310 315 316 321 322 324

Conclusión de la Cuarta Parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 325

Quinta Parte: Lexicalización y gramaticalización en los atributos enunciativos. . . . . . . . . . 329 10. Atributos enunciativos y construcciones copulativas – ¿una relación genética? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10.1. ¿Hipótesis o lugar común?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10.2. ¿Bueno < está bueno / bueno está? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10.3. Bueno y bien . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10.4. ¿Claro < está claro / claro está? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10.5. Mejor, total e igual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10.6. Resultado del análisis sincrónico-funcional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10.7. Los atributos enunciativos en la mímesis literaria del habla oral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10.8. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XI

331 331 333 337 339 345 347 349 356

11. Los marcadores del discurso con base atributiva – . . . . . . . . . . . . . . . . . ¿un caso de gramaticalización? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11.1. Gramaticalización: discursivización, pragmatización y oracionalización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11.2. Diacronía y sincronía en la gramaticalización de los marcadores del discurso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11.3. El nivel cero de la gramaticalización (gramaticalización0) . . . . . . 11.3.1. Los tipos de gramaticalización0 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11.3.2. Las propiedades lineales, graduales y variacionales de la gramaticalización0 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11.4. El nivel 1 de la gramaticalización (gramaticalización1) . . . . . . . . 11.5. El nivel 2 de la gramaticalización (gramaticalización2) . . . . . . . . 11.6. Los marcadores discursivos atributivos invariables – ¿un caso de gramaticalización ‹local› por adverbialización o neutralización?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11.7. La gramaticalización de total que . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11.8. O sea – ¿un caso de gramaticalización oral por ósmosis del habla escrita? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11.9. Uso y abuso de los índices de gramaticalización . . . . . . . . . . . . . . 11.10. Conclusión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

359 359 359 361 362 365 369 371 374

383 394 397 399 404

Conclusión general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 407 Bibliografía y abreviaturas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 413

XII

Índice de los Esquemas y de las Tablas

Esquema Esquema Esquema Esquema Esquema Esquema Esquema Esquema

1: La red motivada de las funciones discursivas de bueno . . . . . 2: La polisemia de entonces . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3: La diacronía diafásica de los atributos preferidos . . . . . . . . . . . 4: Las subclases de la gramaticalización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5: Cadena diacrónica lineal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6: Desarrollo y coexistencia paralela sincrónica . . . . . . . . . . . . . . 7: Coexistencia diacrónica de desarrollos lineales . . . . . . . . . . . . . 8: Desarrollo genético . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

60 237 312 360 374 376 377 380

Tabla 1: El Corpus Kluge . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tabla 2: Frecuencia absoluta de los signos discursivos por orden de frecuencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tabla 3: Frecuencia absoluta de los signos discursivos por orden alfabético . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tabla 4: Los atributos enunciativos con forma de adjetivo . . . . . . . . . . . . . . Tabla 5: Los adverbios atributivos enunciativos en -mente . . . . . . . . . . . . . . Tabla 6: Los adverbios enunciativos no atributivos con forma propia . . . . . Tabla 7: Los adverbios enunciativos sintagmáticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tabla 8: Significados y funciones discursivas de bueno según Travis (2005) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tabla 9: Significados y funciones discursivas de o sea según Travis (2005) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tabla 10: Significados y funciones discursivas de entonces según Travis (2005) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tabla 11: Frecuencia de las funciones de los adverbios en –mente en el Corpus Kluge . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tabla 12: Frecuencias absolutas de los marcadores discursivos por hablante Tabla 13: Frecuencias relativas redondeadas en ocurrencias por 10 000 palabras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tabla 14: Los atributos afirmativos con función de respuesta independiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tabla 15: Los modificadores determinativos con base atributiva . . . . . . . . . .

14

XIII

25 26 27 28 29 30 46 195 222 253 285 287 298 315

Prólogo

Esta monografía tiene una prehistoria peculiar. Nunca se me había ocurrido escribir un libro sobre unidades tan extrañas y asustadoras como lo son los marcadores del discurso, ante los ojos del lingüista acostumbrado a navegar en las aguas tranquilas de la gramática tradicional, con sus barreras protectoras. Todo cambió cuando empecé lo que era destinado a constituir un capítulo del libro que estaba preparando sobre el conjunto de las funciones atributivas en un corpus del español oral chileno (Hummel (en preparación)). Había dejado para el final las unidades atributivas enunciativas, no tanto definidas intensionalmente, sino delimitadas extensionalmente por su estatus sintáctico extrasintagmático o extraoracional. Conforme iba creciendo el tamaño del capítulo, acercándose a las dimensiones de un libro, tomaba conciencia de que el enfoque categorial del tema de los marcadores del discurso podría enriquecer la discusión al respecto, en la que predominaban los estudios efectuados esencialmente desde las perspectivas discursiva, conversacional y pragmática. Y así nació este libro, como hijo del otro. La perspectiva del libro niño por nacer continuaba naturalmente la del libro «padre», examinando cómo las funciones discursivas se relacionaban con las propiedades semánticas y gramaticales de las unidades base, mejor dicho, cómo las funciones discursivas podían entenderse como prolongación de las propiedades del lexema base. Ante la polisemia y polifuncionalidad de los marcadores discursivos, la perspectiva genético-funcional nos hizo descubrir las redes motivadas que unen la función gramatical atributiva con la polisemia y polifuncionalidad de los marcadores discursivos. Las redes motivadas se ven enriquecidas, además, por la diversidad formal, funcional y semántica de la atribución que se manifiesta, por ejemplo, en la coexistencia de variantes del tipo cierto, ciertamente y por cierto, todas con función discursiva. Al mismo tiempo, mi perspectiva genético-funcional no era ajena a la de la llamada gramaticalización o discursivización, con la que se concluirá este volumen. Por encima de todo, la óptica adoptada en los dos libros, y en otras publicaciones más (v. resumen en Hummel (2010a)), intenta aclarar las relaciones que mantiene la expresión oral con la escrita, y viceversa, en la diacronía y en la sincronía variacional de las unidades con función atributiva. Ello constituye un aporte novedoso frente a las perspectivas en ocasiones demasiado monolíticas de los caminos de gramaticalización propuestos en la bibliografía, que son particularmente problemáticos en el caso de los marcadores discursivos. Espero que no tarde demasiado la publicación del libro «padre», casi terminado, pensaba yo entonces, XV

a la hora de empezar este. Pero después uno se da cuenta que a veces uno es padre sin tener la madurez necesaria, que el hijo vio la luz sin que el padre estuviera lo suficientemente preparado. Esto es lo que me ha pasado, porque la perspectiva discursiva iba incorporándose también a algunas de las unidades intraconstitutivas tratadas ya en los capítulos del libro «padre». Así, los cuantificadores, que pueden funcionar como partículas de foco, y los adjetivos adnominales antepuestos del tipo un gran hombre entraban también en el enfoque de la constitución de una perspectiva subjetiva por el discurso. En una palabra, los resultados del libro «niño» iban cuestionando los del libro «padre», como sucede cuando el ya adolescente pone en tela de juicio lo que el padre tenía por garantizado. Me queda pedir comprensión al lector por todo lo que se deba al ímpetu adolescente, que pretende a la madurez. Empezando, tenía la impresión de que nadaba a contracorriente, que me comportaba como un tradicionalista obstinado al que no se haría caso. Terminando, me percaté, especialmente por la contribución de María Antonia Martín Zorraquino al volumen colectivo coordinado por Óscar Loureda Lamas y Esperanza Acín Villa, y los estudios reunidos por María-José Rodríguez-Espiñeira (ed.) (2010) en Adjetivos en discurso, en particular el valioso artículo de Ricardo Maldonado, que hay cada vez más autores que toman el mismo rumbo. Desde el punto de vista metodológico, Concepción Company Company aprovecha, en sus publicaciones más recientes, los datos variacionales para la reconstrucción diacrónica (2012b). Aschenberg / Loureda Lamas (edd.) (2011) y Hancil (ed.) (2011) fueron publicados cuando el libro ya estaba en vías de publicación. El ritmo de las publicaciones en el campo de la construcción del discurso es tan acelerado, actualmente, que uno tiene la impresión de participar a una carrera todo terreno. Me doy cuenta de que algunos aspectos teóricos, como la relación de los significados conceptuales y procedimentales, la gramaticalización, la relación entre sintaxis discursiva y funciones discursivas, y otros más, hubieran merecido más detenimiento y atención. Sin embargo, no me pareció oportuno alejarme demasiado del hilo conductor, quizá por miedo de empezar algo que pudiera convertirse … en libro «nieto». No tengo edad para tanto. No quisiera terminar esta parte preliminar sin expresar mi profunda gratitud a los colegas y amigos que tan generosamente me ofrecieron su ayuda. Bettina Kluge me regaló su valioso corpus del habla oral chilena, sin el cual no hubiera sido posible realizar este trabajo de investigación. Es también un recuerdo muy bonito de nuestra cooperación fructífera en la Universidad de Graz. María Pilar Garcés Gómez, Stefan Schneider y Wiltrud Mihatsch leyeron el manuscrito y me ayudaron con sus comentarios y sugerencias, poniendo de evidencia lo importante que es ver las cosas desde perspectivas y experiencias distintas. Wiltrud me indicó el corpus COLA que podría servir en el futuro para contrastar la oralidad estándar popular del Corpus Kluge con la oralidad urbana subestándar. Adrian Chircu ha sido un fiel compañero en todos los asuntos relacionados con el rumano y los adverbios en romance. Wolf Dietrich me llamó la atención sobre los paralelos que se observan en la diacronía de los atributos entre el latín, las lenguas romances y el griego. Con Utz Maas se ha entablado un rico diálogo sobre lo que XVI

llama «Sprachausbau», es decir, los procesos naturales y culturales de elaboración de una arquitectura de la lengua a largo de su historia. Mi querido colega chileno, Alfredo Torrejón, cuya madre es originaria de Quilleco (Chile), me hizo el favor de controlar las citas del Corpus Kluge. Rafael Martín hizo la corrección de estilo, no como hubiera correspondido a un trabajo (mal) pagado, sino como persona dedicada a la tarea que acabó por ser amigo mío y del libro. Tampoco quisiera silenciar el apoyo técnico que he recibido. No recuerdo haberme desplazado a la biblioteca para buscar o pedir bibliografía puesto que mis ayudantes cumplieron sin fallas con esta tarea, especialmente Madeleine Heinrich, Christina Rekelj, Arnika Scharzenberger, Katharina Tez y Sabrina Turker. Del mismo modo, el responsable de las lenguas romances en nuestra biblioteca, Klaus Schachner, compró toda la bibliografía que le iba pidiendo, siempre con la mayor prontitud y amistad. Finalmente, quisiera expresar mi gratitud a los muchos autores cuyas obras he podido consultar. Crecí en una cultura científica en la que la crítica es una señal de consideración y respeto, con tal de que se justifique con datos y argumentos. Consciente de la vigencia de otras tradiciones en las que se evita la crítica para no poner en peligro las relaciones humanas, les pido comprensión a los que se hayan visto objeto de críticas. Espero haberlo compensado con la mención de los aportes que me ayudaron a entender mejor el objeto de investigación.

XVII

Introducción

El objetivo del libro Hummel (en preparación) era analizar el empleo de las unidades atributivas, definidas como modificadores en sentido amplio (con o sin nexo verbal), en el corpus oral chileno de Bettina Kluge, con excepción de las variantes adnominales (una chica feliz, un gran hombre) que considerábamos, entonces, como suficientemente analizados y poco interesantes. Los resultados del análisis de algunas de las funciones atributivas ya fueron publicados en artículos monográficos. Habíamos empezado con el análisis de las funciones intrasintagmáticas de los atributos del verbo (correr rápidamente, correr rápido) (Hummel (2007)), de la predicación secundaria (Ella llega cansada) (Hummel (2008b)) y de los cuantificadores (hablar demasiado, demasiado grande, demasiado mal, demasiadas casas) (Hummel (2010b)), alejándonos ya del criterio intrasintagmático en (Hummel (2009)), dedicado a los circunstantes de lugar y de tiempo con base atributiva. No disponemos todavía del análisis de las construcciones copulativas y de los adjetivos destacados, porque el estudio de los atributos con función discursiva nos detuvo a mitad de camino. Además, los resultados del libro que introducimos ahora nos hicieron cambiar de opinión respecto al interés de los adjetivos adnominales, ya que su anteposición conlleva efectos subjetivizantes muy pertinentes para la construcción de un discurso que desarrolla una perspectiva subjetiva sobre los hechos relatados. Además, resulta empíricamente imposible separar el análisis de los adjetivos adnominales del de los adjetivos destacados en datos orales, ya que las técnicas de separación penetran de forma muy sutil en la combinación de sustantivos con adjetivos. Una vez publicados los primeros resultados, emprendimos el análisis de las unidades con funciones enunciativas y discursivas. Adoptábamos así una perspectiva bastante común en los análisis tradicionales y que va de lo oracional a lo extraoracional (cf., por ejemplo, González García (1997)). Así, inevitablemente, los atributos enunciativos, de los que nos ocupamos aquí, dieron en constituir algo así como un cajón de sastre de las funciones atributivas, lleno de unidades extrasintagmáticas de las que no sabíamos si podríamos atribuirles alguna coherencia funcional. El hecho de haber elaborado el respectivo capítulo a los atributos enunciativos hasta llegar a la monografía presente, demuestra que acabamos por encontrarlo posible. Sin duda, nuestro corpus contiene unidades atributivas que muchos autores no calificarían como marcadores del discurso, sino quizá como adverbios enunciativos tradicionales o adverbios de foco. Por otro lado, si el enfoque no se limita a crite1

rios estrictamente formales, sino que intenta cernir las unidades que intervienen en la perspectivación subjetiva de los hechos por el discurso del hablante, fuerza es constatar que la dinámica discursivizante penetra hasta en las funciones intrasintagmáticas, como, por ejemplo, en los cuantificadores que sirven para efectos de intensificación, mitigación y enfoque. En este sentido, mantendremos que la coherencia del grupo estudiado aquí se debe al uso de algunas técnicas de discursivización claramente definibles, cuyos resultados pueden limitarse a una función enunciativa específica, o acabar por crear la polifuncionalidad característica de los marcadores discursivos más frecuentes. Así las cosas, la coherencia que pretendemos sacar a la luz, no es la de una clasificación material de las unidades, sino la coherencia de una dinámica de técnicas que permiten a las unidades atributivas la realización de una serie de funciones discursivas. Aparte el interés portado por el aprovechamiento de las unidades atributivas para distintas funciones enunciativas y discursivas, el presente estudio se insiere en el marco de nuestra teoría sobre la diacronía de la función atributiva en las lenguas romances. De hecho, el motivo principal que nos había impulsado a emprender Hummel (en preparación) fue la comprobación o refutación de nuestra teoría en un corpus oral actual. Según esta teoría, la historia de las lenguas romances cuenta con dos sistemas atributivos formales fundamentales. El primero radica en usar la misma unidad atributiva para las funciones adjetivales y adverbiales: (1a) (1b)

La mujer rápida (adj.). La mujer corre rápido (adv.).

Lo denominaremos sistema monocategorial porque la distinción de adjetivo y adverbio no se hace a nivel de la categoría formal, sino en la sintaxis. Este sistema pertenece a la tradición oral que se remonta directamente al latín vulgar. Dardel (2009, 8) confirma que el uso del adjetivo-adverbio, no marcado formalmente, en el habla oral, y del adverbio marcado por morfemas flexivos o sufijos, era ya una característica del latín, es decir, del protorromance frente al latín escrito. El segundo sistema consiste en separar formalmente el adjetivo del adverbio: (2a) (2b)

La mujer rápida (adj.). La mujer corre rápidamente (adv.).

Lo llamamos sistema bicategorial. Se trata del sistema canonizado por la norma culta. El sistema bicategorial nació con la tradición escrita y pertenece a ella, encontrándose en una situación de ósmosis con el sistema monocategorial de la tradición oral. El sistema monocategorial predomina, a su vez, en las lenguas y variedades romances poco afectadas por las normas de la tradición escrita, como lo son el rumano, el sardo, los dialectos del sur de Italia, las variedades del Nuevo Mundo, como el francés de Acadia o Luisiana, o las variedades americanas del español y del portugués. La relación osmótica de los sistemas monocategorial y bicategorial marcó la diacronía de la función atributiva de las lenguas romances, y sigue 2

marcando sus variantes y variedades. Hemos escogido una muestra del español oral semi-informal diatópicamente confinado a Chile, para ver si el impacto del sistema monocategorial es mayor en una variedad cuya tradición oral fue menos afectada por las intervenciones normativas, especialmente de la escuela, que en la Península Ibérica. Consideramos la coexistencia diasistemáticamente diferenciada de dos sistemas formales para expresar las funciones atributivas como rasgo fundamental de la «arquitectura» (Coseriu (21992, 294)) de las lenguas romances. El hecho de no tenerlo en cuenta limita considerablemente el valor explicativo de la mayoría de los trabajos sobre el tema. Remitimos a nuestras publicaciones al respecto, resumidas en Hummel (2010a). Nuestra página web, «The Interfaces of Adjective and Adverb in Romance» (http: //sites.google.com/site/rsgadjadv/), informa sobre el estado actual de la investigación. En los marcadores del discurso con base oral, los hechos observables se corresponden con esta teoría. De hecho, los marcadores del discurso con base atributiva de la oralidad informal tienen la forma simple del sistema monocategorial: bueno, claro, igual, total, fi jo, etc. Sabemos, además, que estos marcadores no se usan en la expresión escrita, a no ser que esta intente imitar lo oral. En contrapartida, los adverbios en –mente son muy poco frecuentes en la oralidad informal, a diferencia de la expresión escrita, donde abundan los adverbios enunciativos de este tipo. De esta forma, y a nuestra propia sorpresa,1 los marcadores del discurso con base atributiva confirman de forma muy clara nuestro planteamiento teórico. La invariabilidad de los marcadores atributivos con forma simple (del tipo claro, bueno, total, etc.) es considerada a menudo como marca de su naturaleza adverbial. De ser así, se trataría de otra variante del proceso de conversión de adjetivo a adverbio, denominado con el término adjetivos adverbializados, que suele admitirse en los atributos del verbo (correr rápido) y que también se observa en los cuantificadores (demasiadas casas, demasiado bonito, hablar demasiado, demasiado bien). Con todo, en un sistema monocategorial no tiene sentido hablar de conversión, puesto que el término presupone el cambio de una categoría morfológica a otra. Pasando de la mujer rápida a La mujer corre rápido, no cambiamos en nada la forma categorial. En un sistema monocategorial, la determinación de lo que es una función adjetival o adverbial es sintáctica. La invariabilidad no es un contraargumento. Por motivos semejantes, Salazar García ((2007, 321); (2008)) prefiere el término flexibilidad categorial a conversión. Desde el punto de vista categorial, rápido es una forma flexiva. Lógicamente, la flexión se da solo cuando tiene sentido. Si el atributo se refiere a un verbo, rápido conserva la forma neutra. Podemos decir que es invariable en esta función sintáctica, pero el lexe-

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En las perspectivas tradicionales presentes en la gramaticografía, los adverbios en –mente suelen servir para ilustrar las funciones enunciativas en los capítulos sobre el adverbio. Más recientemente, se suelen añadir capítulos sobre los marcadores discursivos, sin aclarar muy bien cómo se separan los llamados adverbios enunciativos de los marcadores discursivos con base atributiva.

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ma rápido sigue siendo flexivo desde el punto de vista categorial. Dicho de otro modo, el atributo rápido pertenece a una categoría flexiva, pero la flexión no se produce cuando la función sintáctica no presenta condiciones para ello. Mantendremos que los mismos principios valen también para los marcadores discursivos con base atributiva, ya que la referencia a un «argumento» (no en sentido sintáctico sino discursivo) conlleva automáticamente el uso de la forma neutra del atributo (cf. capítulo 11). En la Primera Parte, trataremos los problemas metodológicos (capítulo 1) y presentaremos un panorama cuantitativo de las unidades analizadas (capítulo 2). La Segunda Parte se propone realizar el análisis lexicológico individual de los atributos enunciativos con forma de adjetivo. En la Tercera Parte, analizaremos, a título de ejemplo, las oposiciones funcionales de los atributos enunciativos con dos marcadores del discurso no atributivos, o sea y entonces. La Cuarta Parte se ocupará de algunos aspectos variacionales, esencialmente diamésicas, es decir, referentes a la variación oral-escrita, en el caso de los adverbios en –mente (capítulo 8), pero también idiolectales, diacrónicas y diastráticas (capítulo 9). Ocasionalmente, haremos referencia a sintagmas que contienen un atributo y que compiten con los atributos simples y sufijados (por ejemplo: en general vs. generalmente, total vs. totalmente vs. en total, en efecto vs. efectivamente, etc.). La Quinta Parte incluirá los resultados en los enfoques teóricos de la lexicalización y gramaticalización.

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Primera Parte Teoría, metodología y análisis cuantitativo

1.

El plan de investigación

1.1. Terminología e hipótesis Todos los signos discursivos morfemáticos, con excepción de unidades como ejm, hm, etc., provienen genéticamente de una categoría base tratada por las gramáticas tradicionales. Esta categoría puede corresponder a un atributo (bueno, naturalmente), a un sintagma preposicional (o sea) – eventualmente con atributo (por cierto, en total) –, un adverbio de tiempo (entonces), un sustantivo (hombre), y otras unidades más. Pese a ello, el estudio de la relación que une los signos discursivos a su categoría base suele efectuarse muy de paso en la bibliografía especializada. Pensamos, sin embargo, que no carece de interés profundizar en el tema, al menos en una óptica diacrónico-genética, pero quizá también en la perspectiva sincrónica, ya que lo genético tiende a dejar sus huellas en el funcionamiento sincrónico, razón por la cual se habla a menudo de rasgos genético-funcionales. Centraremos nuestro enfoque en el conjunto de las unidades discursivas que tengan una base atributiva. De esta forma, esperamos aclarar las redes relacionales que se observan en las funciones discursivas realizadas a partir de la misma categoría base. Entendemos por atribución la modificación de un constituyente por el significado conceptual de la palabra atributo, como la función de verde en el árbol verde o de tranquilamente en hablar tranquilamente, pero también en los casos en los que el constituyente corresponde a unidades de rango superior, como los enunciados o el discurso, o parte de ellos (ej. Lógicamente, no le va a gustar). Utilizamos el término comunicación (oral y escrita) como hiperónimo para sobrepasar la tradicional separación de discurso (eje monologal) y conversación (eje interactivo), que termina por ser lastimosa a la hora de explicar el conjunto de funciones realizadas con un marcador discursivo. Como Loureda Lamas / Acín Villa (2010, 20–21), consideramos que los términos marcador del discurso y partícula discursiva (cf. Briz (2009) y Martín Zorraquino (1992)) son potencialmente equivalentes. Pensamos, sin embargo, que la tradición fijó el primer término en los signos discursivos (generalmente muy frecuentes) que sirven para estructurar y desarrollar el discurso, si se adopta la perspectiva de la producción del discurso, o que se ofrecen como ‹guías› desde el punto de vista de la reconstrucción por el receptor, en tanto que el segundo término presenta un concepto más abierto que incluye, además, las funciones de focalización, intensificación, subjetivización y modalización, que son esenciales para transformar los contenidos proposicionales en un discurso personal, con su 7

visión subjetiva de los hechos relatados. No es ajeno a esto que los trabajos lexicográficos, preocupados por dar una documentación exhaustiva, tiendan a optar por el término partículas discursivas. En este sentido, el término partículas discursivas se ofrece como término genérico de gran utilidad (cf. Martín Zorraquino (2010, 104)). De hecho, la sistemática de las partículas propuesta por Hentschel / Weydt (1989) corresponde bastante bien a lo que abarcaremos aquí, es decir, a la extensión de las unidades y funciones que hay que tener en cuenta a la hora de explicar la construcción de un discurso emanante de una perspectiva personal subjetiva. Con todo, los marcadores del discurso constituyen el núcleo duro de los signos más discursivizados, es decir, fuertemente regidos por los imperativos del discurso y menos por las relaciones que inciden directamente en los constituyentes de un enunciado. Por imperfecta que sea la distinción, la combinación de una perspectiva estrecha, centrada en los marcadores discursivos prototípicos, con una perspectiva más amplia, que tiene en cuenta otros hechos de presentación subjetiva de los contenidos proposicionales, nos parece adecuada, metodológicamente, para cernir la dinámica discursiva como actividad subjetiva de los (inter)locutores. Además, no son incompatibles las funciones estructurizantes y subjetivizantes, por ejemplo, cuando usamos el adjetivo valorativo horrible como inciso o respuesta (cf. Martín Zorraquino (2010, 134–140)), razón por la cual preferimos una visión dinámica sobre una visión clasificadora que divide las unidades en modalizadores, operadores, conectores, etc., por útil que sea. Lo único que quisiéramos invocar en contra del uso del término partícula discursiva como término genérico son las limitaciones del término partícula, que se va sustituyendo al de adverbio en lo tocante a la función de cajón de sastre, a veces sin mejores razones, a no ser que resulte más moderno. Cuesta aceptar la denominación de partícula para las funciones discursivas de geográficamente y lógicamente, la de los adjetivos destacados o de las respuestas semánticamente transparentes del tipo claro. Contrariamente a la postura de numerosos autores, que alegan el vacío semántico de las partículas discursivas, quisiéramos insistir por parte nuestra en su plenitud como signos lingüísticos. Que predomine el significado conceptual o el funcional-procedimental no los desquita de su cualidad de signo lingüístico en términos saussurianos, es decir, como unidad de forma y contenido (cf. Waltereit (2006a, 8)). Por eso, el título de nuestro libro alude a los signos discursivos como designación genérica de las unidades que contribuyen a la construcción de una perspectiva subjetiva en, y por el discurso. Nos hemos planteado, en algún momento, la alternativa de emplear el término señales discursivas, en analogía con su equivalente italiano, ya bien arraigado en los estudios sobre los marcadores y partículas discursivas (it. segnali discorsivi). Sin embargo, el término insiste demasiado en la simple capacidad apelativa de un signo lingüístico, bien definida en el modelo semiótico de Bühler (1982, 28). Ahora bien, por fuerte que sea la función apelativa en los signos discursivos, no podemos reducirlos a esta función. En el ámbito de nuestro enfoque dirigido hacia las unidades con función atributiva, hablaremos más concretamente de marcadores del discurso con base atribu8

tiva, o simplemente atributivos, y de signos discursivos atributivos. Recogeremos, además, el término atributos enunciativos,1 que hemos utilizado en el estudio del que procede este libro, en analogía con atributo adnominal (la casa blanca, la blanca nieve), atributo adadjetival (bastante grande), atributo adverbal2 (hablar tranquilo / tranquilamente) y otro términos del mismo tipo, destinados a abarcar la totalidad de las unidades atributivas en el corpus estudiado. El término atributo enunciativo se reanuda con los análisis sintácticos tradicionales, por ejemplo, con el grupo de los adverbios enunciativos con base atributiva tematizados en las gramáticas tradicionales, que es un subgrupo de los atributos enunciativos. Estos comprenden, por ejemplo, los adjetivos destacados, también llamados ‹incidentales› (cf. Lapesa (2000, 259–263)). De esta forma, el término atributo enunciativo representa una perspectiva complementaria, necesaria desde nuestro punto de vista, que invierte la perspectiva que parte onomasiológicamente de las funciones discursivas, representada por los términos marcadores discursivos y partículas discursivas, para estudiar semasiológicamente cómo las unidades que pertenecen a una determinada clase de palabras llegan a extender su potencial semántico y funcional para desempeñar las funciones discursivas. La imagen asociada al término adverbio enunciativo (u oracional) es la de los adverbios en –mente epistémicos, de perspectiva, de opinión, etc., en conformidad con los ejemplos que predominan en las gramáticas. El término atributo enunciativo incluye, además, los atributos con forma de adjetivo, bien sean no flexionados en sus funciones discursivas (como claro, bueno, etc.), bien sean flexionados, como es el caso de los adjetivos destacados cuya función enunciativa no es menos evidente. Es a partir de esta perspectiva semasiológica, que recoge las funciones básicas de las unidades, que vamos a buscar aquí el diálogo con las tradiciones que se ocuparon de las mismas unidades atributivas a partir de otras perspectivas. Pensamos que un estudio científico puede ubicarse en una sola tradición, pero en algún momento habrá que buscar la confrontación y el diálogo, porque tanto la perspectiva sintáctica tradicional, como también, por ejemplo, el análisis conversacional, llegan a un punto en el que el avance explicativo decisivo pasa por la apertura de las fronteras, por seguras y cómodas que parezcan. Los términos mencionados son muy útiles en este diálogo porque representan una perspectiva específica, y no tanto un grupo de unidades específicas. Son, en primer lugar, formas de enfocar de distinta manera un conjunto de unidades en gran medida idénticas. El cruce de las perspectivas provoca inmediatamente preguntas interesantes, como, por ejemplo, la de saber si los atributos enunciativos siguen siendo atributos en (todas) sus funciones discursivas, o si, al contrario, la función básica

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Martinell (1993, 50–52) reseña los términos en uso. Sentimos añadir otra variante más. Utilizamos el término adverbal para referirnos a la posición sintáctica de juxtaposición al verbo (ad verbum), en analogía con adnominal. Adverbal se distingue asimismo de adverbial, que se refiere a funciones relacionadas con la clase de palabras de los adverbios.

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queda en un segundo plano, frente a la discursiva, o si se pierde completamente en los marcadores del discurso con base atributiva, como bueno, claro, igual, etc. Travis (2005) insistió, con razón, en las relaciones semánticas que mantienen los marcadores del discurso con la unidad base, planteando asimismo el problema de la polisemia u homonimia en los marcadores.3 Su trabajo nos servirá de punto de referencia no solo teórico sino también empírico, en la medida en que analizaremos, entre otros, tres de los cuatro marcadores del discurso estudiados por ella. Así, de los cuatro marcadores analizados por la autora, bueno entra naturalmente en nuestro grupo por ser atributo, mientras que entonces y o sea nos servirán de recurso metodológico contrastivo para desprender las propiedades distintivas de los marcadores con base atributiva. El cuarto marcador, pues, no será tratado aquí, ya que entonces es un representante de la misma categoría de los adverbios de tiempo. La investigación de Travis (2005) presenta, además, la ventaja de explorar un corpus oral informal del español colombiano que se presta a la comparación con nuestra base empírica, proveniente del español hablado en Chile. Travis (2005, 4) recurre a la definición clásica de la polisemia como sema o conjunto de semas compartidos por los significados polisémicos, que se constituye en núcleo semántico de la polisemia: «items are considered polysemous if they have a demonstrable shared component of meaning». Ahora bien, esta definición conlleva problemas teóricos y metodológicos serios. En efecto, la definición excluye los significados metonímicos, que no comparten un sema con el significado base, y también, en menor medida, los significados metafóricos, que funcionan con relaciones de similitud entre rasgos, no a base de su identidad. Con todo, la relación que mantienen dichos significados con el significado base es claramente motivada. Habrá que incluirlos, pues, en el concepto de la polisemia. Veremos que las relaciones metonímicas son particularmente importantes en los signos discursivos, tanto en el eje semántico de la polisemia como en el eje de la polifuncionalidad.4 Notemos, además, que no es suficiente insistir en la simple existencia de rasgos comunes. Tales rasgos compartidos pueden observarse también en las relaciones metonímicas. Así, por ejemplo, en beber un vaso el objeto «vaso» y el objeto «líquido», que se dice beber por metonimia, comparten de forma demostrable el rasgo ‹inanimado›. No obstante, este rasgo, objetivamente compartido, no tiene ninguna función motivadora en la relación metonímica. Por eso, la existencia de rasgos compartidos es un criterio posible, con tal de que se exija que

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Para los aspectos más generales véanse Fischer (2000; 2006) y Hansen (1998b). La postura de Hansen (2006, 28) resulta algo más abierta en lo que atañe a la inclusión de la metonimia en el análisis polisémico de los marcadores discursivos. Compárese también el análisis sistemático de la función de la metonimia en la construcción del discurso por Kern (2010) a partir de un corpus escrito compuesto por ejemplos del Nouvel Observateur. En el trabajo no aparecen los marcadores discursivos, pero la teorización general del papel discursivo de la metonimia nos permite situarlos en la misma perspectiva. Así, la definición de la metonimia como ‹activación simultánea con una palabra de dos conceptos relacionados› (2010, 12) se aplica sin problemas a la metonimia lexicalizada de bueno (v. 3.2.3). Cf. también Ferrari / Ricci (2011).

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tengan, además, una función motivadora en la polisemia. En su análisis detallado y convincente de las funciones discursivas de claro, Maldonado (2010) defiende la hipótesis según la cual el significado de base del atributo ejerce una fuerza de cohesión en las funciones polifacéticas que se observan, afirmando incluso que «el significado de base como adjetivo epistémico determina la configuración del resto de sus valores »(pág. 66). Contrariamente al interés que despierta la polisemia en la bibliografía más reciente (v. la reseña en Travis (2005, 3–7, 46–47)), poco caso se hizo de las relaciones funcionales con la categoría base. Por cierto, hay que decir también que, en la bibliografía, la referencia a la llamada polifuncionalidad o multifuncionalidad de los marcadores es muy común. Véase al respecto la breve presentación de algunos marcadores discursivos del español bajo el aspecto de su polifuncionalidad en Casado Velarde (1993, 38–41) y Landone (2009, 99–108). En este sentido, Travis considera, no sin razón, que «the multifunctionality of discourse markers has been widely discussed» (2005, 3). No obstante, no existe ninguna definición coherente del término polifuncionalidad. Generalmente, la noción se refiere a distintas funciones discursivas de un mismo marcador, fundamentándose básicamente en la evidencia intuitiva del término. Habitualmente, estas funciones no son definidas a partir de un marcador discursivo concreto, sino que corresponden a funciones discursivas universales, como la reformulación, la corrección, el cierre, el cambio de turno, etc. De esta forma, los marcadores discursivos se distinguen esencialmente por una combinación específica de rasgos discursivos universales que tanto se encuentran en marcadores con base atributiva como en marcadores con otras categorías base. En consecuencia, quedan al margen tanto las propiedades semánticas que podrían contribuir a diferenciar los signos discursivos con la misma base, por ejemplo bueno y claro o claro y claramente, como las propiedades gramaticales que pueden intervenir en las diferencias funcionales de unidades con base categorial distinta, como bueno, o sea y es decir. Ahora bien, no parece descabellado pensar que las diferencias que se observan entre el uso de bueno y el de claro como marcadores discursivos podrían tener algo que ver con el significado conceptual de los adjetivos base. Por eso, Travis indaga con provecho en la polisemia. Por otro lado, también tiene sentido pensar que las funciones categoriales básicas intervienen en sus funciones discursivas, distinguiendo este tipo de marcadores de otros, no atributivos, como o sea, entonces, pues y otros tantos. La función básica categorial capaz de influir en el uso de los marcadores es la función atributiva, que comparten bueno, claro y también claramente. La hipótesis de una intervención de la función categorial atributiva en las funciones discursivas nos hace pensar que sería conveniente escoger como hipótesis de trabajo una definición del término polifuncionalidad que sea análoga a la del término polisemia. En los dos casos, se trata de definir las interrelaciones, que son semánticas en la polisemia, y funcionales en la polifuncionalidad. De esta forma, la función categorial básica constituiría el equivalente del núcleo semántico de una polisemia. Dispondríamos entonces de dos términos complementarios. A partir de esta polifuncionalidad categorial, fundamentada en la clase de palabra 11

o la categoría funcional de un sintagma, podemos analizar la polifuncionalidad relacionada con la movilidad sintáctica, tanto oracional como discursiva, que caracteriza la mayor parte de los signos discursivos. La vinculación de la movilidad sintáctica con la semántica, posiblemente polisémica, de los signos discursivos fue analizada por Hansen (1998a, b), ya desde una postura que intenta relacionar la polisemia con la polifuncionalidad (sintáctica). Según veremos, el análisis separado de la dimensión semántica, y más concretamente la cuestión de saber si los marcadores discursivos son polisémicos o manifestaciones contextuales monosémicas (cf. Waltereit / Detges (2007, 64)), no tiene respuesta satisfactoria si no se incluye la relación que mantiene lo semántico con lo funcional, por ejemplo, la polisemia con la polifuncionalidad. Nuestro concepto de polifuncionalidad tiene la ventaja adicional de hacer el puente entre el análisis gramatical tradicional y el análisis de las funciones enunciativas y discursivas. En efecto, no es aceptable, desde el punto de vista teórico, que las disciplinas lingüísticas se constituyan en universos explicativos cerrados con terminologías que ocultan sus interfaces. Si bien es cierto que el análisis del discurso tiene que «liberarse del todo del corsé impuesto por la sintaxis oracional» (Narbona Jiménez (1991, 193)), no podemos pasar por alto el hecho fundamental de la emergencia de las unidades discursivas a partir de categorías y funciones de la sintaxis oracional (Gülich (2006, 15–16); Martín Zorraquino (1998, 51–53)), o eventualmente también el caso contrario (cf. igual como adverbio epistémico, mejor como adverbio deóntico, o total que como conector en 3.4, 5.7 y 11.7). En este sentido, la perspectiva oracional adoptada en Hummel (en preparación) tiene el inconveniente de haber legado a este trabajo un cajón de sastre con unidades atributivas extraoracionales, pero también la ventaja de dotarnos de un buen conocimiento de las relaciones polifuncionales observables en el conjunto de las relaciones atributivas. Insistiendo en la naturaleza motivada de la polifuncionalidad en los signos discursivos, adoptamos también una postura que se opone a la tendencia de los análisis sintácticos oracionales a considerar las distintas funciones de una misma unidad o categoría morfológica como funciones homonímicas (v. 6.5). Pensamos que se habla a menudo de homonimia funcional simplemente para no perturbar la pureza del enfoque sintáctico que intenta vincular las funciones exclusivamente con las posiciones en la oración. En este sentido, el término de polifuncionalidad o relación entre distintas funciones sintácticas pone en tela de juicio la sintaxis tradicional. Utilizamos el término polifuncionalidad para referirnos a la motivación funcional que subyace a las funciones discursivas realizadas por un marcador del discurso. Estamos enteramente de acuerdo con las conclusiones de Martín Zorraquino (2010, 96–97), que se cruzaron con las nuestras a la hora de terminar el manuscrito: A pesar de que los elementos que estudiamos cumplen una función de naturaleza eminentemente semántico-pragmática, he tratado de recordar que se trata mayoritariamente de signos: de palabras, simples o complejas, y que, por ello, sus propiedades se ajustan esencialmente a las de las clases léxicas a las que pertenecen, aun admitiendo que pueden sufrir modificaciones o deslizamientos en su estatuto gramatical y léxico. En una

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palabra, he intentado reivindicar la importancia y el interés del análisis más puramente lingüístico de dichas unidades, cuyas propiedades gramaticales y semánticas son determinantes para su comportamiento en el discurso […].

Si bien nuestro enfoque insistirá claramente en la motivación conceptual y funcional de los signos discursivos desde su base léxica, no quisiéramos proponer un análisis unilateral. No cabe duda de que las funciones discursivas nacen directamente de los objetivos comunicativos. Por consiguiente, no es la base léxica y categorial la que impulsa las funciones discursivas, sino que tenemos que considerar las funciones discursivas como origen del aprovechamiento de las propiedades básicas de una unidad lingüística. Así, desde un punto de vista onomasiológico, varias unidades se usan como reformuladores explicativos: es decir, o sea, esto es, a saber, etc. (cf. Garcés Gómez (2008b, 205)). Del mismo modo, podemos usar sí, exacto, claro, perfecto, y muchos lexemas más, para ocupar la función de respuesta afirmativa. Y donde los españoles dicen ¡Vale!, en rioplatense se dice ¡Dale! Por la misma razón, la relación con la unidad base puede debilitarse hasta llegar a la homonimia. Mantenemos, sin embargo, que en la mayoría de los casos los lexemas son responsables, al menos parcialmente, de las diferencias conceptuales, funcionales y variacionales que se observan en las series de signos discursivos que ocupan la misma función discursiva general.

1.2. Base empírica Hemos escogido como base empírica un corpus del habla oral semi-informal de una variedad hispanoamericana: la chilena. El corpus está compuesto por nueve entrevistas con empleadas domésticas, de 24 a 52 años. El tema de las entrevistas es la biografía relacionada con el origen, la migración a la capital y la condición de la mujer. Por este motivo, el discurso de las personas entrevistadas es marcado por largos trechos narrativos de tipo monologal (cf. Koch / Oesterreicher (2007, 109–116)). Las entrevistas se hicieron en Santiago de Chile en el Instituto Luisa Cardijn, que ofrece cursos de formación y diplomas escolares especialmente destinados a las empleadas domésticas. Las grabaciones fueron realizadas en 1995 y transcritas por Bettina Kluge (parcialmente publicadas en Kluge (2005a y b). Las mujeres entrevistadas son oriundas de las zonas rurales del sur de Chile, de donde migraron a Santiago para trabajar como empleadas domésticas internas («puertas adentro») que viven día y noche en la casa de los «patrones», de clase medio alta y alta. Las empleadas crecieron mayoritariamente en estructuras campesinas sin infraestructura moderna, muchas veces sin electricidad, agua corriente ni transporte público. No obstante, el material lingüístico recogido no refleja directamente el uso dialectal del sur de Chile. Aunque nacieron en un ambiente dialectal campesino, las mujeres se adaptaron al estándar nacional a través de su formación escolar básica o media y, posteriormente, por su vida en la capital en casa de familias de clase alta. Así, una de las personas entrevistadas le dice a Kluge que no está hablando con ella como en su casa del sur, sino como suele hablar con los niños 13

de sus «patrones» que deben aprender a hablar correctamente (Marta, 1361–1382). A pesar de ello, los textos pertenecen a un registro oral informal que se acerca a lo que podríamos denominar el estándar coloquial nacional popular, sin duda algo adaptado a los parámetros comunicativos de una entrevista semi-dirigida (cf. Koch / Oesterreicher (2007, 29)). Teniendo en cuenta la importancia de los flujos migratorios hacia los grandes centros urbanos en todos los países de América Latina, las personas entrevistadas responden además a un tipo de biografía y de aprendizaje lingüístico muy representativos de las tendencias actuales del español. Diacrónicamente, Chile pertenece a una zona mucho menos afectada por el influjo escolar que España, es decir, podemos suponer que la tradición oral sigue siendo más auténtica que en España, especialmente en lo tocante al uso de los llamados adjetivos adverbializados. Según nuestra hipótesis, el uso preferencial del sistema monocategorial debería manifestarse claramente bajo estas condiciones, en detrimento de los adverbios en -mente del sistema bicategorial. Las entrevistas duraron entre 25 y 180 minutos, con un promedio de 64 minutos, totalizando 9 horas y 25 minutos de grabación. La parte del texto que corresponde a la producción lingüística de las empleadas suma unas 70 000 palabras aproximadamente. La ficha técnica reúne a continuación los detalles de cada entrevista: Tabla 1: El Corpus Kluge Entrevistadora: Bettina Kluge, 25 años, alemana, estudiante universitaria Año de la entrevista: 1995 Hablantes entrevistadas5 de6

Seudónimo Edad Años Años Discurso hablante Discurso hablante escolaridad en Santiago (Letras sin espacio) (Palabras) Adela Graciela Irina Julia Marcela Marisa Marta 5 6

7 8 9 10 11 12

46 24 26 25 34 39 52

9 6 6 9 6 11 3

197 28 810 6 1,5 6 13 (10+3)

18 000 18 6009 9 40011 55 000 40 250 9 40012 60 900

4 235 4 690 2 345 12 710 9 350 2 260 14 550

Se encuentran más informaciones sobre algunas de las empleadas y las entrevistas en Kluge (2005), donde se usan los mismos seudónimos. En Chile, la escolaridad primaria y secundaria abarca doce años. En el campo, sin embargo, en muchos casos se pueden hacer apenas los primeros seis a ocho años (en los años sesenta solo cuatro). Pasados estos años de escolaridad, los alumnos tenían como única la opción los colegios internos. Interrumpidos por cinco años de empleada en La Unión (X Región). Dirigente campesina del sindicado. Habla también Mapudungún. Antes había trabajado como empleada doméstica en Curicó durante tres años. Entrevista parcialmente transcrita. Antes había trabajado como empleada doméstica en Chillán durante tres años. Entrevista parcialmente transcrita. Entrevista parcialmente transcrita.

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Hablantes entrevistadas Seudónimo Edad Años de Años Discurso hablante Discurso hablante escolaridad en Santiago (Letras sin espacio) (Palabras)

Raquel Sandra

29 31

Total Promedio Para la transcripción äh @ , .. ... ...(1) & (XXX) [...] [] letra cursiva (palabra) palABra pala: bra palabuna=palabra ((comentario)) + ([ ]) QUOTE: / \ -/ -\ /\ \/ --

8 12

613 13

36 600 53 550

8 720 12 200

301 700 33 522

71 060 7 896

se usan los símbolos siguientes: Morfema de duda [İ: ] (según la ortografía alemana) Risa Pausa. Los puntos indican la duración. Entre paréntesis se indican los segundos. Sucesión inmediata, sin pausa apreciable Incomprensible. Se indican las sílabas con X. Omisión por nuestra parte Solapamiento del discurso de dos hablantes Destacado por nosotros Texto probable Las mayúsculas indican una entonación marcada o enfática Alargamiento vocálico Corte de palabras Unión de palabras Comentario metalingüístico Fin del alcance de un comentario (ej. «((riendo)) palabra palabra +») Transcripción fonética aproximativa Introduce una cita Entonación ascendente Entonación descendiente Entonación levemente ascendente Entonación levemente descendiente Entonación ascendente-descendiente Entonación descendiente-ascendente Entonación de suspensión

Las peculiaridades fonéticas fueron parcialmente transcritas, como, por ejemplo, la realización de /s/ como [h] o su elisión completa, la elisión de la /d/ intervocálica como en casá (= casada), etc. Los nombres de las personas son seudónimos. Los ejemplos se citan con el seudónimo seguido de la línea en la que empieza la cita, por ejemplo, (Julia, 345). «B:» introduce el discurso de la entrevistadora Kluge. Los nombres de los pueblos pequeños fueron reemplazados por PUEBLO, la indicación de las calles por CALLE, y algunos nombres de otras personas por

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Antes unos meses en Temuco, Valdivia, trabajando como empleada y modista, entre otras cosas.

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NOMBRE. Ante la importancia de la prosodia para la determinación de las funciones discursivas efectivamente realizadas por un signo discursivo en un enunciado concreto, hay que advertir que la transcripción de los datos orales en el Corpus Kluge nos permite tener en cuenta, de forma bastante sistemática, la prosodia de distancia, en la que incluimos tanto las pausas como los acercamientos o aglutinaciones.14 Por otro lado, el sistema de transcripción no capta todos los rasgos de entonación, con excepción de la intensificación ocasional indicada con letra mayúscula (ej. clAro) y de los alargamientos (ej. cla: ro). Obviamente, es imposible no aludir a los efectos de entonación, pero nuestras indicaciones al respecto son intuitivas y constituyen, si se quiere decirlo así, una carencia evidente de nuestro análisis, como en la mayoría de los estudios (cf. el estado de la cuestión en Hidalgo Navarro (2010)).

1.3. Reflexiones metodológicas En un corpus del habla oral no resulta fácil, por no decir que resulta imposible, determinar donde empieza o termina una oración. Debemos incluso renunciar, como bien sabido es, a escoger la unidad sintáctica de la oración como base del análisis, refi riéndonos antes a la unidad pragmática del enunciado, o, acercándonos todavía más a la realidad empírica, una unidad de discurso o unidad de entonación. Recordemos, en este contexto, la definición de los marcadores del discurso a partir de «units of talk» en el estudio fundante de Schriffrin (1987, 31). No obstante, la delimitación del grupo de los signos discursivos atributivos no resulta tan arbitraria. En efecto, las mismas dificultades que se observan en el enunciado no tienen por qué repetirse necesariamente en el análisis de sus componentes funcionales. Así, por ejemplo, la mayoría de los signos discursivos atributivos tiene un estatus extrasintagmático marcado por pausas, la dislocación sintáctica con respecto a las posiciones canónicas de los atributos, y la entonación. Los criterios resultaron bastante operacional en nuestro análisis empírico. Los signos discursivos atributivos aparecen a menudo al principio o al final de un enunciado, y otros vienen a ser destacados por una pausa de la oración nuclear: (3a) (3b) (3c)

Lo miró curiosamente. Curiosamente, no lo miró. Lo miró, curiosamente.

A diferencia de (3a), donde curiosamente es un adverbio de manera ‹con curiosidad›, el mismo lexema funciona en (3b) como un atributo enunciativo que expresa la opinión del hablante parafraseable con ‹es curioso que›. De ello se desprende

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Cf. la crítica de Deulofeu (2009) a los análisis que solo tienen en cuenta los efectos de distancia, sin ver que se observan también procesos de vinculación.

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que el cambio de la posición sintáctica es un factor importante para la descripción funcional de los atributos enunciativos. Además, basta con usar una pausa para convertir el adverbio de manera de (3a) en adverbio enunciativo, sea con el significado ‹es curioso que›, sea con la función de un comentario adicional que mantiene el significado de base (3c) (cf. Kovacci (1992, 157–158)). Notemos, sin embargo, que el análisis sintáctico tradicional ilustrado con ejemplos como los que acabamos de citar, dispone de poco más que de la indicación de la posición sintáctica y de las comas para reproducir una realidad oral mucho más compleja, donde las pausas son más o menos largas, simétricas o asimétricas, y donde interviene la entonación. Con todo, los ejemplos (3a,b,c) ponen de manifiesto la importancia de la posición sintáctica y del estatus extrasintagmático. Evidentemente, la delimitación del grupo de los signos discursivos atributivos depende de la definición de lo que es una función discursiva. Los atributos cuantitativos del tipo bastante importante, que no suelen ser considerados como marcadores del discurso, tienen un papel importante en la construcción subjetiva del discurso. Pese a ello, los atributos cuantitativos aparecen perfectamente integrados en los sintagmas respectivos. Por lo cual los trataremos en el libro padre (Hummel (en preparación)), pero sin pasar por alto los vínculos funcionales que mantienen con la construcción del discurso. La clasificación, que es necesaria, pero siempre algo arbitraria, no debe conducirnos a no ver las relaciones funcionales con las unidades clasificadas de otra manera. En este sentido, nos parece importante no aplicar ciegamente el criterio de la independencia sintáctica, por útil que sea. La perspectiva discursivo-funcional integra necesariamente una serie de factores cuyo peso depende de la función analizada. Otro factor que afecta la delimitación del conjunto de los signos discursivos atributivos es el grado de lexicalización de la función discursiva. El atributo curiosamente, por ejemplo, suele actualizar en el habla oral el significado ‹es curioso que›, que corresponde a su uso como adverbio enunciativo. En el corpus oral C-Oral-Rom (Cresti / Moneglia (2005)), que refleja el uso de la Península Ibérica, todas las 12 ocurrencias de curiosamente actualizan el significado ‹es curioso que› (cf. Kraschl (2008)). De esta forma, la expectativa de interpretación de los oyentes considerará, en primer lugar, la función enunciativa, que es la más probable. En tal caso, el hablante puede renunciar a las marcas formales posicionales y prosódicas del adverbio enunciativo o debilitar su fuerza. Es posible que se observen casos de uso oral, en los que las marcas formales del adverbio enunciativo son apenas perceptibles: (4)

No lo miró curiosamente. (‹me parece curioso que…›)

Aunque no podemos descartar por completo la interpretación de curiosamente como adverbio de la manera ‹de manera curiosa› en un ejemplo como (4), es más probable, por razones de sentido comunicativo, que el hablante quiera expresar su extrañeza ante el acto de no mirar la persona (cf. Barrenechea (1979, 42)). En tal caso, el destaque del atributo enunciativo es simplemente semántico, sin marca sintáctica o prosódica, y posibilitado por un proceso de lexicalización. De esta 17

forma, los fenómenos de discursivización acaban a veces por eclipsar las funciones básicas que los fundamentaron, según decíamos en el Prólogo.15 La debilitación de las marcas formales, mejor dicho, la posibilidad de renunciar a ellas, se observa sobretodo en casos como curiosamente, caracterizados por un alto grado de lexicalización y frecuencia de la función enunciativa. Hay atributos enunciativos lexicalizados en los que la tendencia a interpretarlos como tales es tan fuerte que hace falta un contexto muy claro para volver a usarlos como adverbios de manera (cf. Martín Zorraquino (1994a, 559)): (5a) (5b)

Lo dijo justamente. Lo dijo realmente.

En (5a) es todavía posible la interpretación de adverbio de manera, aunque también se concibe sin problemas su interpretación como atributo enunciativo, pero realmente en (5b) se usa siempre como atributo enunciativo de refuerzo epistémico que insiste en la realidad / veracidad de algo y no en la manera de decirlo (realmente importante, etc.). En el ejemplo siguiente del Corpus Kluge, realmente pertenece claramente al sintagma verbal: (6)

para: .. para la hemorragia (que me XX todo) .. y: .. no (es que no venía a loh otroh que me dieron realmente, que se exigía), no tenía nada (Sandra, 713)

No obstante, su función no es ‹de manera› sino discursiva. El alcance no es el mismo que en Realmente, no me importa, donde realmente se refiere al enunciado completo, pero la función es la misma. Por eso, el criterio de la posición extrasintagmática de los signos discursivos no es determinante en los signos discursivos lexicalizados, si bien es cierto que se confirma en prácticamente todos los casos del Corpus Kluge. Los procesos de lexicalización o gramaticalización (v. capítulos 10 y 11), tienden a debilitar esta marca, abriendo a los atributos enunciativos el acceso a posiciones sintácticas y entornos prosódicos que ya no los destacan de otras funciones atributivas. El correlato natural de este proceso es la gran movilidad sintáctica, sobre la que Bosque llama la atención con el ejemplo incluso (1996, 26; cf. Barrenechea (1979, 49)). La movilidad recuerda la de los cuantificadores poco, bastante, etc. Compárense, por ejemplo, hablar poco, poco importante, poco deprisa y pocas casas. En suma, el desarrollo que afecta a los adverbios en –mente mencionados corresponde a la descripción que da Company Company (2008, 17) de los procesos de gramaticalización: la difusión o actualización del cambio sintáctico-semántico opera a través de un continuum evolutivo, o canal de gramaticalización, y sigue una jerarquía, mediante la cual las innovaciones lingüísticas se inician en contextos que son sintáctica y semánticamente muy afines al significado de la forma innovadora – aunque inusuales o muy marcados para el comportamiento gramatical general de la forma en cuestión – y, de manera gra-

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Según Ricca (2008), la reducción del uso como modificadores del verbo es una tendencia diacrónica general en los adverbios epistémicos (y evidenciales) del italiano.

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dual, avanzan a contextos que les son cada vez menos favorables, hasta el punto de que la forma innovadora puede llegar a apropiarse, aunque no necesariamente, del ámbito gramatical que correspondía en los inicios a la forma etimológica o conservadora. La forma innovadora se vuelve progresivamente menos dependiente del contexto circundante o, en otras palabras, el contexto adyacente se hace prescindible, de manera que la forma innovadora empieza a aparecer en contextos más diversos, pierde, por tanto, privilegios de ocurrencia, y gana en abstracción y en significado más gramatical, al mismo tiempo que aumenta su frecuencia de empleo y, en consecuencia, adquiere generalidad e, incluso, obligatoriedad de uso […].

La única crítica que habrá que hacer a esta bonita síntesis es, según veremos, la ausencia de los parámetros variacionales que destruyen, sobre todo en el caso de los marcadores del discurso, la visión hermética de canales de gramaticalización que se abren caminos a modo de un túnel en una sola montaña, además de monolítica. En el caso que nos interesa, la intervención de la variación diamésica, es decir, la coexistencia de tradiciones orales y escritas, ambas en plural, es esencial para explicar los procesos diacrónicos observables. De hecho, Company Company (2008) va a dedicarse al influjo del género discursivo en el desarrollo diacrónico, llegando a la conclusión de que «un cambio lingüístico en un canal de gramaticalización es un hecho multidimensional en el que la estructura lingüística está en dependencia de factores sociales, culturales y textuales» (2008, 46). En sus trabajos más recientes, de los que tuvimos constancia a la hora de terminar el manuscrito, Company Company profundiza con razón la vinculación diacrónica de los adverbios en –mente con la tradición escrita (2012b y en prensa). Del mismo modo, las técnicas de argumentación a las que se ven sometidos los marcadores del discurso dependen también del tipo de discurso (cf. Amossy (2009)). Volveremos a la cuestión en la Cuarta y Quinta Parte de este libro. La única manera de tener en cuenta todas las facetas de uso de los atributos enunciativos es la perspectiva lexicológica. El análisis gramatical intenta, por naturaleza, clasificar los atributos enunciativos en grupos sintáctico-funcionales. De manera análoga, el análisis discursivo los reúne en grupos discursivo-funcionales. No obstante, hay que tratarlos también como unidades del léxico y someterlos a un análisis lexicológico individual para describirlos como lexemas polisémicos y polifuncionales. De no combinar la perspectiva lexicológica con la gramatical, el lingüista empieza un rompecabezas sin solución. La muy fina sistematización de los atributos enunciativos en grupos funcionales propuesta por Kovacci (1999) en la Gramática descriptiva de la lengua española, por ejemplo, solo es posible con la técnica gramaticográfica de los ejemplos ilustrativos que descarta deliberada o intuitivamente los casos ambiguos, y el hecho de que las unidades puedan integrar varias funciones discursivas. Por supuesto, el sugerido método del tratamiento individual de las unidades es lexicológico por naturaleza y, por ende, insuficiente para una gramática que tiene que generalizar, estableciendo reglas y formar grupos y categorías. Así las cosas, parece imperativo dar un tratamiento a la vez lexicológico y gramático-discursivo a los signos discursivos, como de hecho se observa en los últimos tiempos con los diccionarios de signos discursivos. 19

La única manera metodológicamente aceptable de conformar tales grupos, es la que toma como punto de partida el análisis lexicológico de cada lexema para observar después cuál es la faceta sacada de la polifuncionalidad y polisemia del lexema, que le permite al gramático clasificarla en un grupo, dejando muy claro que existen otras facetas que justifican también su presencia en otros grupos (cf. Landone (2009, 102, 104)). Se puede decir incluso que el hecho de pertenecer también a otro(s) grupo(s), al menos desde un punto de vista genético, es constitutivo del grupo de los signos discursivos polifuncionales, como, por ejemplo, el adverbio ahí que se usa como adverbio de lugar, de tiempo (por metáfora) y como atributo enunciativo de consecuencia o estructuración del discurso. Tampoco es posible, empíricamente, separar siempre lo temporal de lo locativo, o lo temporal de lo discursivo en los ejemplos del corpus, como es frecuente en las polisemias dinámicas vivas. Nuestra clasificación de los atributos enunciativos en grupos tratados en un capítulo, corresponde a la exigencia metodológica de conformar grupos funcionales a partir del análisis individual, dejando muy claro que la opción por otros criterios conduciría a otros grupos coherentes en función de los criterios aplicados. Ante la necesidad de un análisis lexicológico, que tiene en cuenta todas las funciones de un lexema, sean discursivas o no, hemos decidido no separar las distintas funciones de un lexema en capítulos distintos. Así, por ejemplo, un sintagma como solamente tres, donde el atributo es un cuantificador intrasintagmático, debería ser analizado en Hummel (en preparación). Sin embargo, lo analizaremos aquí porque también se observan variantes de uso discursivizados, como, por ejemplo, solamente que. Ello nos permitirá analizar mejor el impacto de las dinámicas de discursivización en un lexema. En este sentido, la anteposición de solamente en solamente tres no es inocente, ya que es un motivo para considerarlo desde el punto de vista de su función discursiva como recurso de enfoque, énfasis o subjetivización. Para no romper la unidad lexicológica y los lazos que abarcan sus funciones, hemos optado por tratar en este libro todas las unidades atributivas que se usan también con funciones enunciativas, en lugar de tratarlos parcialmente en Hummel (en preparación) y parcialmente aquí. En concreto, tratamos aquí todas las ocurrencias del atributo enunciativo, incluidas las intrasintagmáticas (solamente tres), siempre que la unidad conoce una extensión discursiva de sus funciones en algunas de sus ocurrencias. De esta forma, hemos adoptado la posición contraria a la selección muy restrictiva que proponen los autores del Diccionario de partículas discursivas del español (DPDE): En éste [el DPDE] no han quedado incluidas las formas conjuntivas (pero, y, si, o, porque, aunque), ni la mayoría de los adverbios en –mente (aparecen, por ejemplo, fi nalmente, paralelamente, propiamente dicho, fijadas en la mayoría de casos como partículas discursivas). Así pues, no estamos negando que funcionen ocasionalmente como partículas discursivas, sino más bien afirmando que los criterios para establecer dicha funcionalidad son menos seguros. En el caso de las conjunciones porque dichas formas están más vinculadas o integradas en la proposición y, en el caso de esos ad-

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verbios largos porque están menos fijados funcionalmente como partículas discursivas, esto es, que unas veces actúan como tales («felizmente, todo ha acabado») y otras no («todo ha acabado felizmente») (Briz (2009, 573)).

Cada opción tiene ventajas e inconvenientes. No obstante, no basta con decir que felizmente tiene también otras funciones, puesto que el uso de bueno, claro, igual, etc. como adjetivos adnominales tampoco es descomunal. Aplicando el mismo criterio, habría que excluir casi todas las partículas del diccionario de partículas. Según veremos en el capítulo 2, la única solución metodológicamente aceptable es la referencia a una base empírica. Como en el Diccionario del español usual en México de Lara (1996 y 22009), podría fijarse una frecuencia mínima de las funciones discursivas de una unidad como criterio de lematización. De esta forma, los adverbios en –mente con función discursiva entrarían en el diccionario si su frecuencia lo justificara. Es más, en C-Oral-Rom, por ejemplo, los adverbios en –mente con mayor frecuencia son todos enunciativos o discursivos (Kraschl (2008, 57)). No resulta difícil, pues, seleccionar los atributos enunciativos usuales con criterios de frecuencia. Llegados a este punto, hay que tener en cuenta un problema metodológico mayor. Si el corpus, que constituye la base empírica del diccionario, es oral informal, los adverbios en –mente con función discursiva son marginales. Con todo, habría que documentarlos tal y como aparecen en la oralidad, al menos a partir de cierta frecuencia. Si, al contrario, un diccionario de partículas discursivas se fundamentara en una base empírica escrita, ya no hay manera de eludir el papel primordial de los adverbios en -mente enunciativos, ya que las partículas discursivas con forma adjetival son casi ausentes en los textos escritos. Dicho de otro modo, las partículas que son frecuentes en la oralidad no suelen serlo en la expresión escrita, y viceversa. Si Briz se fundamentara en la expresión escrita, claro y bueno no entrarían en el diccionario, a no ser por sus variantes sintácticamente integradas (está claro que). Esto crea un problema lexicográfico importante. La mejor solución sería combinar un corpus escrito con un corpus oral, posiblemente diferenciados internamente según el tipo de texto o discurso, o proponerse redactar diccionarios dedicados exclusivamente a la expresión oral o escrita. En efecto, el grupo de Briz recomienda como base empírica la combinación del corpus (esencialmente) escrito CREA con el corpus oral Val. Es.Co. (Portolés Lázaro (2004)). De esta forma, los artículos del diccionario podrían tener en cuenta las importantes diferencias diamésicas que se observan en el uso contemporáneo de las partículas, indicando, por ejemplo, que tal adverbio en –mente está lematizado por su frecuencia elevada en los textos escritos. Ahora bien, la doble base empírica entra en contradicción con los criterios de lematización mencionados en la cita (v. supra). Es preferible aceptar felizmente en el diccionario a partir del momento en que la frecuencia de sus funciones discursivas, sea en los datos orales, sea en los escritos, lo justifique. Conviene, además, organizar la microestructura de las entradas de tal forma que sea posible dar cuenta de las posibles relaciones que existen entre el lexema base feliz y la partícula discursiva felizmente. 21

Acabamos de exponer los problemas metodológicos que tienen que ver con la propia naturaleza de los atributos enunciativos. Nos queda por tratar los que tienen que ver con nuestra manera de abordarlos. El análisis del conjunto de las funciones atributivas en un corpus bien definido tiene ventajas metodológicas importantes, ya que no hay manera de pasar por alto los casos dudosos, ni de trabajar con ejemplos ‹ilustrativos›, ni de analizar una función atributiva aisladamente, como en muchos trabajos sobre la predicación secundaria o los adverbios en -mente, en los que no se tratan a fondo sus relaciones con otros grupos funcionalmente vecinos. Por otro lado, el análisis lexicológico completo de cada una de las unidades que se observan en nuestro corpus nos obligaría a recurrir a otros corpus también, sea para compensar la escasa frecuencia de algunas de ellas, sea para tener en cuenta la diversidad de su uso en otros tipos de texto (cf. Gil (1995)), orales o escritos, y en situaciones comunicativas diversas. De ello se desprende que, limitándonos a nuestro corpus, solo podemos pretender a adoptar una perspectiva lexicológica al lado de la gramatical, sin querer efectuar un análisis lexicológico completo. Utilizaremos, en la medida de lo posible, las informaciones adicionales contenidas en diccionarios u otras fuentes para completar la información lexicológica.

22

2.

Análisis cuantitativo general

2.1. La delimitación de la muestra No tendría sentido analizar las frecuencias de los signos discursivos atributivos sin tener en cuenta la importancia que tienen dentro del conjunto de los signos discursivos. Ahora bien, la delimitación empírica del grupo de los signos discursivos no es una tarea fácil, ni tampoco la del grupo algo más limitado de los marcadores del discurso (cf. Christl (2006, 238–243)), sobre todo porque las funciones discursivas emergen sutilmente a partir de funciones gramaticales básicas (cf. Travis (2005, 46)), mejor dicho, las funciones discursivas se apoderan de las funciones básicas. Así las cosas, resulta importante explicitar la selección de las unidades que conforman la muestra. En nuestro caso, por ejemplo, no hemos incluido los signos discursivos de afirmación y negación, sí y no, esencialmente a raíz de su alta frecuencia. Tampoco hubiera sido posible efectuar un simple cálculo electrónico de su frecuencia, ya que aparecen en muchas variantes de transcripción («n…», «no, no», etc.). Esto incide evidentemente en el peso relativo que tienen las unidades a la hora de cuantificar sus ocurrencias, en la medida en que la proporción de su uso sería menor si los signos de afirmación o negación mencionados entraran en la lista. Tampoco fueron considerados las interjecciones fáticas no morfemáticas del tipo ejm, hm, etc. (cf. Montes (1999)). De hecho, todos los estudios sobre los signos discursivos se distinguen considerablemente según las fronteras que se establecen. Por eso indicaremos a continuación todas las unidades tenidas en cuenta para situar mejor las unidades con base atributiva que constituyen el centro de nuestro interés. Pese a estas dificultades generales de delimitación, la reseña exhaustiva del subgrupo de las unidades atributivas con funciones discursivas no ha causado problemas, debido al enfoque categorial formal que presupone la presencia de un adjetivo en la categoría base. Resulta más difícil separar las funciones discursivas de otras funciones dentro del conjunto de ocurrencias de una misma unidad. La polisemia y polifuncionalidad de las unidades atributivas con función discursiva conlleva problemas de subdivisión interna en los lexemas, puesto que las funciones discursivas se sobreponen a menudo a otras funciones. Las ocurrencias de entonces, por ejemplo, suman las funciones básicas de adverbio temporal ‹en ese tiempo› y ‹secuencia temporal de eventos› a su función de conector consecutivo. En muchos ejemplos, se observa además la transparencia motivada de la metáfora ‹secuencia temporal ĺ consecuencia lógica›, es decir, existen casos de ambigüedad que son perfectamente funcionales pero difíciles de clasificar. De forma más sutil, el adverbio temporal después puede 23

conservar su función y su significado de base, y empezar a la vez a estructurar el discurso por una simple dislocación sintáctica al inicio de un enunciado. La diversificación funcional de cada unidad conlleva tanto analogías como diferencias de uso con las otras unidades, por ejemplo, cuando el marcador polifuncional claro se usa también como signo afirmativo sin pertenecer exclusivamente a este grupo, como es el caso, por ejemplo, del signo discursivo exacto, que es monofuncional con respecto a su función discursiva. Reuniendo los signos discursivos en subgrupos, hemos optado por privilegiar ciertos criterios en detrimento de otros. Dicho de otro modo, quisiéramos entender nuestros grupos formales y funcionales como convergencia de rasgos en el marco de una dinámica convergente y divergente a la vez. El caso más evidente demuestra los cuantificadores que dan lugar a clasificaciones como las de adverbio terciario, cuantificador, intensificador y focalizador. Conforme sea el enfoque adoptado, los centros categoriales más prototípicos se desplazan de unas unidades a otras sin que se pierda su motivación polifuncional. Hemos tenido en cuenta todos los atributos que realizan una función discursiva en al menos una de sus ocurrencias. Así, el atributo mejor entró en la lista, pese a que la frecuencia de su uso como signo discursivo sea mínima frente al restante de las ocurrencias de este lexema. De esta forma, intentamos enfocar los signos discursivos a partir de la dinámica de discursiva que los engendra. Nuestra decisión de tratar en este libro el conjunto de las ocurrencias de una unidad, a partir del momento en el que se observa un solo uso con función discursiva, tiene como consecuencia aumentar el número de ocurrencias tratadas. La decisión es problemática a la hora de dar cuenta de la importancia de los atributos enunciativos en términos cuantitativos, a la vez que presenta ventajas cuando se analiza, en términos cualitativos, cómo la dinámica de discursivización actúa sobre un lexema. Por eso, los cálculos de la frecuencia solo tendrán en cuenta las ocurrencias con función discursiva. Así las cosas, convendría optar por dos soluciones distintas: un cálculo restrictivo en el análisis cuantitativo, que excluye las funciones no discursivas, y un rastreo completo para el análisis lexicológico de cada lexema. De hecho, hemos procedido de esta forma, en los lexemas más afectados por la elevada frecuencia de su función básica: entonces, pues, ahí y ya. El análisis lexicológico individual de entonces se efectuará a partir de la totalidad de las 260 ocurrencias de entonces, pero en este capítulo, dedicado al cálculo de las frecuencias, solo entrarán las 199 ocurrencias con función discursiva. En el caso de pues, ahí y ya, solo aparecerán las ocurrencias como signos discursivos, ya que no los someteremos a un análisis lexicológico cualitativo. Las únicas unidades no atributivas que analizaremos desde el punto de vista lexicológico son entonces y o sea. En el segundo caso, todas las ocurrencias manifiestan funciones de marcador del discurso. No hemos encontrado ejemplos como sean tres, o sean cuatro. La situación es algo distinta en las unidades que más nos interesan aquí, en la medida en que veremos que resultaría difícil separar las ocurrencias discursivizadas de las no discursivizadas. La estructura interna de las funciones de solamente, por ejemplo, representa un gradatum de ocurrencias poco, algo o mucho afectados por procesos de discursivización. Por eso, no hemos intentado separar las funciones arbitrariamente, ya que esto tiene poco efecto en el cál24

culo cuantitativo, porque los atributos en –mente son poco frecuentes en el corpus. En lo referente a los atributos enunciativos simples bueno, claro, igual, etc., hemos excluido su uso como adjetivos adnominales o como predicados secundarios. Tampoco fueron consideradas las construcciones copulativas del tipo (está) claro que, que otros autores incluyen en sus cálculos de las funciones discursivas. Volveremos a esta cuestión en los capítulos 10 y 11, ya que se afirma a menudo una relación genética entre las construcciones copulativas y los marcadores del discurso en sentido estricto. Los atributos excluidos serán analizados en Hummel (en preparación).

2.2. Panorama general de los signos discursivos De no existir un conjunto de signos discursivos delimitable sin arbitrariedad (cf. Travis (2005, 44)), las frecuencias relativas de los marcadores del Corpus Kluge, que señalamos a continuación por orden de frecuencia (Tabla 2) y por orden alfabético (Tabla 3), indican simples tendencias de uso: 1 2 Tabla 2: Frecuencia absoluta de los signos discursivos por orden de frecuencia unidad (type) entonces claro bueno o sea igual no sé1 po solamente pues a lo mejor a ver realmente ya qué sé yo ahí incluso nomás simplemente de repente en realidad generalmente no sé po nomás po sí po no po solo cierto 1 2

ejemplos (tokens) 199 152 123 118 93 32 29 28 17 15 14 14 14 9 8 7 7 7 6 6 6 6 6 6 5 4 4

tal vez mejor justo total además así po bien en serio2 más que nada por suerte quizá / quizás seguramente también como bien de hecho definitivamente efectivamente exacto horrible la verdad lo mismo por lo menos precisamente probablemente seguramente vamos a ver ya po 53 types

4 4 3 3 2 2 2 2 2 2 2 2 2 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 980 tokens

Hemos tenido en cuenta el uso independiente como respuesta o inciso de duda, excluyendo enunciados como no sé si vendrá. Solo tenemos en cuenta el uso de en serio fuera del sintagma verbal, donde funciona como adverbio de manera.

25

Tabla 3: Frecuencia absoluta de los signos discursivos por orden alfabético unidad (type) a lo mejor a ver además ahí así po bien bueno cierto claro como bien de hecho de repente definitivamente efectivamente en realidad en serio entonces exacto generalmente horrible igual incluso justo la verdad lo mismo más que nada

ejemplos (tokens) 15 14 2 8 2 2 123 4 152 1 1 6 1 1 6 2 199 1 6 1 93 7 3 1 1 2

mejor no po no sé no sé po nomás nomás po o sea po por lo menos por suerte precisamente probablemente pues qué sé yo quizá / quizás realmente seguramente sí po simplemente solamente solo tal vez también total vamos a ver ya ya po 53 types

4 5 32 6 7 6 118 29 1 2 1 1 17 9 2 14 2 6 7 28 4 4 2 3 1 14 1 980 tokens

Si aceptamos como inevitables las imperfecciones de delimitación, de una manera u otra, podemos constatar que las 53 formas distintas (types) realizan 980 ejemplares (tokens), es decir, se trata de unidades muy frecuentes en el promedio. Si no hubiésemos clasificado por separado las formas clíticas no sé po, sí po, no po, nomás po, así po, más po y ya po, el número de formas distintas se habría reducido incluso a 49. Con todo, la frecuencia media bastante elevada de los types no refleja la repartición exacta de las frecuencias, en la medida en que más de la mitad de las formas ocurren tres veces o menos. Solo 13 formas tienen 10 tokens o más, totalizando un 87 por ciento del los 980 tokens. Además, solo 5 formas avecinan o superan una frecuencia de 100 tokens, llegando a representar el 72 por ciento de los tokens. Se trata de entonces, claro, bueno, o sea e igual, que son marcadores del discurso. De ello se desprende que el criterio de la frecuencia máxima identifica a la vez los marcadores polifuncionales prototípicos. Notemos que el criterio de 100 ocurrencias, que nos ha servido para delimitar el grupo de las 5 unidades más frecuentes, no resulta simplemente arbitrario, puesto que un hiato cuantitativo los separa del resto de las unidades, cuya frecuencia supera apenas las 30 ocurrencias. La ruptura confirma el interés que merece el grupo de las 5 unidades más frecuentes. Aunque no se puede decir que las tablas constituyan un inventario cerrado de formas que podríamos considerar como paradigma de los signos discursivos, 26

tampoco parece haber mucha productividad, puesto que casi todas las formas, simples o sintagmáticas, son usuales en la lengua española en general o en la variedad chilena, incluso las menos frecuentes. Las frecuencias objetivas observadas aquí, dicho sea de paso, son útiles para corregir las impresiones a veces muy engañadoras de la ‹captación al oído›. En el caso del español chileno, por ejemplo, ciertos modismos como po, de repente, cierto, nomás y sí po / no po sorprenden el observador acostumbrado al español ibérico, induciéndolo a sobreestimar su frecuencia real.

2.3. Los atributos enunciativos con forma de adjetivo Tabla 4: Los atributos enunciativos con forma de adjetivo unidad claro bueno igual incluso solo cierto justo mejor total exacto horrible 11

ejemplos 152 123 93 7 4 4 3 4 3 1 1 395

Los atributos enunciativos con forma de adjetivo constituyen el grupo más numeroso de nuestro corpus. Las 11 formas del grupo realizan el 40 por ciento del total de ocurrencias (395 de 980). Se confirma asimismo la importancia de los atributos simples en la comunicación oral. Se trata, pues, del grupo dominante en cuanto a la frecuencia token. Además, tres de las unidades más frecuentes (entonces, claro, bueno, o sea e igual) son atributos simples. De ello se desprende que los atributos simples son mayoritarios en el núcleo duro de los marcadores del discurso de nuestro corpus. En efecto, claro, bueno e igual son representantes típicos del grupo de los marcadores discursivos. Lo confirma el número importante de estudios dedicados a estas unidades, sobre todo a claro y bueno, y algo menos a igual, quizá porque se trata de un caso más difícil, con relaciones polisémicas y polifuncionales complejas entre sus distintas funciones. La alta frecuencia de estas formas corre parejo con su lexicalización y discursivización como marcadores del discurso (cf. capítulo 11). Los atributos enunciativos simples menos frecuentes de la Tabla 4 son bastante usuales en la lengua española en general, con la excepción de horrible, que no evoca inmediatamente ejemplos de uso como atributo enunciativo. A diferencia de los marcadores más frecuentes, se observa una especialización progresiva de las funciones discursivas conforme desciende la frecuencia token, como en el caso del 27

signo discursivo afirmativo exacto. Esto viene a decir que la polisemia y polifuncionalidad aumentan con la frecuencia de los signos discursivas, corroborándose la afirmación de Thompson / Mulac (1991, 314, 319), según la cual, la frecuencia token ejerce una presión sobre las estructuras lingüísticas en un texto. Parece que la presión se observa también a nivel de la frecuencia general, en las unidades más frecuentes, manifestándose como variaciones lingüísticas en el uso de una unidad.

2.4. Los adverbios atributivos enunciativos en -mente En el Corpus Kluge se observan los adverbios enunciativos en –mente que presentamos a continuación: Tabla 5: Los adverbios atributivos enunciativos en -mente unidad

ejemplos

solamente realmente simplemente generalmente seguramente definitivamente efectivamente precisamente probablemente

28 14 7 6 2 1 1 1 1

9

61

En términos de frecuencia type, las 9 formas equiparan casi la de los atributos simples de la Tabla 4, con 11 types. No obstante, con tan solo 61 ocurrencias (6 por ciento) frente a 395 (40 por ciento), los adverbios en –mente enunciativos distan mucho de ser tan usuales como los atributos simples. Una gramática del habla oral realmente descriptiva tendría que escoger los atributos claro, bueno e igual como representantes emblemáticos de los atributos enunciativos, en detrimento de los adverbios en –mente. Si bien solamente y realmente tienen una frecuencia superior a 10, su frecuencia dista mucho de la de las formas simples más frecuentes. Con 93 ocurrencias, igual es el marcador con forma adjetival menos frecuente del grupo principal. Aun así, supera tres veces la del adverbio en –mente más frecuente, solamente, con 28 ocurrencias. Además, estas ocurrencias comprenden las funciones de cuantificación y enfoque (solamente tres), que podrían motivar su exclusión del grupo de los signos discursivos y, a fortiori, del de los marcadores del discurso. A pesar de concentrar mucho menos tokens por type, las ocurrencias enunciativas de los adverbios en –mente no son productivas. Todos los atributos enunciativos en –mente son bien conocidos y lexicalizados como tales en la lengua española. No son menos lexicalizados o discursivizados que los atributos simples, aunque quizá sí menos polifuncionales desde el punto de vista de su funciones discursivas. 28

2.5. Los adverbios atributivos enunciativos con forma simple Tal vez parezca exagerado abrir un apartado para la única unidad que corresponde a este criterio en el Corpus Kluge. Se trata de bien, que ocurre 2 veces con función enunciativa. Podríamos haber incluido aquí mejor, el comparativo de bien. Hemos decido, empero, integrarlo en la Tabla 4, ya que también es el comparativo de bueno.

2.6. Los adverbios no atributivos con forma propia El grupo de los adverbios con forma propia no tiene ningún interés directo para la verificación de nuestras hipótesis. Sin embargo, los datos cuantitativos nos permiten cernir mejor el peso relativo de los grupos analizados antes: Tabla 6: Los adverbios enunciativos no atributivos con forma propia unidad entonces po pues ya nomás ahí tal vez además quizá(s) también 10

ejemplos 199 29 17 14 7 8 4 2 2 2 284

Con el 29 por ciento de los 980 tokens de la muestra total, las 10 formas constituyen el grupo más importante después del de los atributos simples. Notemos, sin embargo, que no hemos incluido los signos de afirmación / negación sí y no, que aumentarían en el peso de este grupo. El análisis cuantitativo sufriría un cambio más, si no separáramos las ocurrencias aisladas de po de su uso en no sé po, sí po, no po, nomás po, así po, más po y ya po, clasificados en el grupo de los adverbios sintagmáticos (v. 2.7). Debido a la pronunciación enclítica de sipo y nopo, podríamos incluir por lo menos las formas no po / sí po en el grupo de las formas simples que estamos analizando aquí. Preferimos dejarlos en el grupo que analizaremos seguidamente porque no resulta fácil aplicar este criterio que, además, valdría también para a ver, o sea y qué sé yo, por ejemplo. Hemos incluido aquí la forma nomás, a pesar de su carácter sintagmático todavía transparente (< no más), porque se usa claramente como adverbio sencillo que tiende a establecerse con la ortografía nomás. En todo caso, el problema de la separación de los grupos 2.6 y 2.7 no afecta las hipótesis que nos ocupan en este libro. Tampoco se trata de un problema teórico, 29

en la medida en que buen número de las formas simples actuales se remontan diacrónicamente a formas complejas. El pasaje de adverbios sintagmáticos analíticos al grupo de los adverbios simples (sintéticos) constituye una tendencia diacrónica panrománica (v. Chircu (2008)). Los adverbios también, tal vez, quizá(s) y además, que constan en la lista, pertenecen a la misma tradición. La dificultad de separar los dos grupos sincrónicamente en nuestro corpus, pone de manifiesto que la dinámica genética que une los dos grupos, y que marcó la diacronía de buena parte de los adverbios en las lenguas romances, sigue estando vigente, al menos en la expresión oral espontánea, probablemente a diferencia de la expresión escrita culta cuya normalización tiende a vedar este tipo de productividad. Es posible que el uso de pue(s), que tiene la misma raíz etimológica que po (< lat. post), refleje el influjo de la lengua estándar en el lenguaje informal con su forma tradicional no diptongada po (o pu(s), en otras variedades diatópicas).

2.7. Los adverbios enunciativos sintagmáticos Algunos atributos enunciativos conservan su origen sintagmático: Tabla 7: Los adverbios enunciativos sintagmáticos unidad o sea no sé a lo mejor a ver qué sé yo de repente en realidad no sé po sí po nomás po no po así po

ejemplos 118 32 15 14 9 6 6 6 6 6 5 2

unidad

ejemplos

en serio más que nada por suerte como bien de hecho la verdad lo mismo por lo menos vamos a ver ya po

2 2 2 1 1 1 1 1 1 1

22 types

238 tokens

Se trata del grupo más diversificado por su frecuencia type. Las 22 formas realizan el 24 por ciento de los tokens. Con todo, cabe no pasar por alto que las diferencias formales internas del grupo sintagmático son muy importantes, hasta el punto de poner en tela de juicio su tratamiento en el mismo grupo. La mayoría de los sintagmas tiene una preposición como constituyente nuclear: a lo mejor, a ver, en realidad, de repente, por suerte, de hecho, en serio, en total. El segundo grupo, que se usa como inciso, contiene un elemento verbal con fuerza predicativa: no sé, a ver, qué sé yo, creo, vamos a ver (cf. Schneider (2007)). El sintagma más frecuente, o sea, parte de la conjunción o. Usado como marcador del discurso, o sea se ha convertido en una unidad invariable (cf. Travis (2005, 128)). El resto de los sintagmas se forma a partir de adverbios: sí po, más que nada, así po, si exceptuamos la verdad que se explica, probablemente, por la reducción de un sintagma verbonominal. 30

2.8. Conclusión Si admitimos que el grupo sintagmático 2.7 pertenece a la misma dinámica genética y productiva que una parte del grupo 2.6, podemos concluir que los mecanismos principales que engendran los signos discursivos son la transposición directa de los atributos simples (adjetivos) a funciones discursivas (cf. 2.3), por un lado, y la fijación y posible reducción de las unidades sintagmáticas (cf. 2.6, 2.7), por otro. El grupo de los adverbios en –mente queda en último lugar. Se confirma asimismo su papel marginal frente a otros mecanismos en el habla oral informal chilena. Teniendo en cuenta que la situación se invierte cuando se miran los textos escritos, donde abundan los adverbios enunciativos en –mente y faltan los marcadores del discurso orales realizados con atributos simples, podemos además constatar que los atributos enunciativos simples del tipo claro y sufijados (claramente) conforman dos polos prototípicos de discursivización de los atributos separables diamésicamente por su vinculación con la tradición oral, en el primer caso, y escrita, en el segundo. Una gramática de la expresión oral tendría que dar destaque a los atributos enunciativos simples, como los marcadores del discurso bueno, claro, igual, total, etc., en tanto que una gramática de la expresión escrita se fijaría en los adverbios en –mente, como de hecho se observa en las gramáticas tradicionales. En consecuencia, la importancia que resta la gramaticografía tradicional a las formas sufijadas refleja su fundamentación en la expresión escrita. Por otro lado, no sorprende que los análisis del discurso, y especialmente el análisis conversacional, que usan materiales orales, se centren en el polo de los atributos simples. Efectivamente, los atributos enunciativos con forma adjetival pertenecen al núcleo prototípico de los marcadores del discurso (claro, bueno, igual), y los atributos en –mente suelen ser presentados como representantes típicos de los adverbios enunciativos en las gramáticas. De esta forma, la tradición de las disciplinas interviene en nuestra percepción del uso de los atributos con funciones discursivas. Las gramáticas que pasan por alto estas diferencias, erigiéndose en monumentos de una lengua unitaria, son necesariamente incoherentes al respecto. El tratamiento que reciben los adverbios enunciativos y los marcadores discursivos con base atributiva en la Gramática descriptiva de la lengua española editada por Bosque / Demonte sufre de esta incoherencia. Por el mismo motivo, nos parece adecuado fundamentar el Diccionario de partículas discursivas del español (Briz (ed.) (2009 y ss.)) en dos corpus, uno oral, otro escrito, con tal de que se tengan en cuenta los rasgos diamésicos diferenciadores en las entradas.

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Segunda Parte Los signos discursivos atributivos

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Introducción a la Segunda Parte

La Segunda Parte se dedica al estudio de los signos discursivos con base atributiva a partir de las unidades del Corpus Kluge reunidas en la Tabla 4 (cf. 2.3). Los atributos son palabras que modifican otra unidad lingüística, atribuyéndole su significado conceptual, que se trata de adjetivos que modifican un sustantivo, o de adverbios que modifican un verbo, adjetivo o adverbio. El término signos discursivos atributivos, que hemos escogido en el título de la Segunda Parte, se refiere a atributos que cumplen una función discursiva, como los marcadores del discurso bueno, claro, igual, etc. (capítulo 3), pero también a unidades con funciones de intensificación o focalización, como, por ejemplo, incluso, justo, solo (capítulo 4). El término incluye también el atributo adverbial bien, que es un atributo como bueno, solo que su categoría base es un adverbio atributivo. Los signos discursivos atributivos abarcan, además, los atributos enunciativos en –mente, que podemos denominar también adverbios atributivos enunciativos en –mente o atributos adverbiales enunciativos en –mente, según sea la perspectiva. Estos últimos serán estudiados en la Cuarta Parte a partir de una perspectiva variacional. Según Travis (2005), el núcleo semántico de los marcadores discursivos constituye el fundamento de la red polisémica de cada unidad (v. Introducción). En el caso de los atributos enunciativos, el significado nuclear proviene del adjetivo o adverbio base. Como en cualquier tipo de polisemia, los procesos de lexicalización pueden debilitar la relevancia comunicativa del significado nuclear, con la eventualidad de conducir a una situación sincrónica homonímica, resultado de un proceso diacrónico de desmotivación. De hecho, Travis considera que el marcador discursivo entonces es diacrónicamente polisémico, pero homonímico en la sincronía actual del habla colombiana estudiada (cf. capítulo 7). Suponemos, además, que el significado conceptual que distingue el adjetivo bueno del adjetivo claro, y de otros más, es el fundamento de los rasgos semánticos diferenciadores que se observan en su uso como marcadores del discurso. Dicho de otro modo, pensamos que los motivos de usar bueno y claro para construir la comunicación tienen que ver, al menos genéticamente, con las propiedades semánticas de los adjetivos base. A diferencia de Travis, nosotros incluimos las relaciones metonímicas en la polisemia por tratarse de relaciones motivadas. Según se desprende de nuestra definición del término polifuncionalidad, no son únicamente las propiedades semánticas de la unidad base las que influyen en las funciones discursivas, sino también sus propiedades funcionales. Las propiedades gramaticales de las categorías base codeterminan genéticamente las propie35

dades de su uso como marcadores del discurso. Si bien es cierto que los intentos de constituir los marcadores del discurso en clase de palabras propia fracasaron (Martín Zorraquino (2010, 93); Fuentes Rodríguez (2001)), su vinculación genético-funcional con clases de palabras básicas o funciones sintácticas básicas (p. ej., un sintagma conjuntivo en o sea) es una evidencia, hasta tal punto que esta misma vinculación nos parece explicar el fracaso de la constitución como clase de palabras sui generis. Más que separarse de las unidades básicas, emergen dinámicamente y gradualmente de ellas a partir de procesos de discursivización. En nuestro caso, la función básica subyacente corresponde a las propiedades de la clase de palabras de los atributos, que por cierto, conoce una subdivisión compleja en adjetivos, adverbios atributivos, habitualmente derivados de adjetivos (adverbios en -mente) y los llamados adjetivos adverbializados, sin hablar de su integración en sintagmas preposicionales (por cierto). Lógicamente, las propiedades categoriales básicas no distinguen entre ellos los marcadores con forma de adjetivo como bueno, claro, igual, etc. Por este motivo, la diferenciación funcional interna de este grupo de marcadores se apoyará esencialmente en sus diferencias semánticas conceptuales. Los rasgos compartidos por el conjunto de las funciones discursivas con base atributiva separan claramente este grupo del de los marcadores no atributivos como entonces, o sea, hombre, etc., que trataremos de forma ejemplar en la Tercera Parte. Llama la atención que en el único intento sistemático de relacionar las funciones discursivas con las categorías morfológicas y sintácticas subyacentes, Martín Zorraquino hable únicamente de adverbios, sin aludir al grupo de los marcadores discursivos con forma de adjetivo ((2010, 95); cf. Llamas Saíz (2010, 218–219)). Así pues, nos parece imperativo indagar más profundamente en las relaciones atributivas que sustentan las funciones discursivas.

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3.

Claro, bueno, bien, igual, total, cierto – relaciones subyacentes, técnicas discursivas y polifuncionalidad

En este capítulo reunimos los atributos enunciativos simples claro, bueno, bien, igual, total y cierto, poniendo de relieve la función compartida en la construcción de la comunicación, que es más compleja que la de incluso, solo, justo, etc., analizados en el capítulo 4. Insistiremos algo más en el análisis de bueno, por ser esta la unidad analizada por Travis (2005) en la óptica de su polisemia.

3.1. Claro y la construcción cooperativa ofensiva de la comunicación Claro suele servir como señal de afirmación que refuerza el valor de un argumento, presentándolo como evidencia. Martín Zorraquino lo clasifica como partícula de modalidad epistémica orientada hacia el discurso (no hacia la realidad extralingüística) que expresa una aserción por evidencia, juntamente con unidades como claramente, evidentemente, naturalmente, obviamente, por supuesto, etc. ((1999, 35–42); cf. Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4146) y Gaviño Rodríguez (2011)).1 Una síntesis de los análisis tradicionales de claro en gramáticas, diccionarios y manuales se encuentra en Pons Bordería (1998, 167–168). En el corpus rioplatense de Ocampo (2006a,b), compuesto por 2 horas de grabación de hablantes de clase media (frente a 9 horas 25 minutos en el Corpus Kluge), claro ocurre 208 veces (2006a, 309), incluido el único uso como adjetivo intrasintagmático (pág. 311). En el habla oral mexicana, Maldonado también encuentra un solo ejemplo de claro con el significado base (2010, 63). El autor tiene el cuidado de añadir datos escritos, en los que se detectan «32 instancias de claro como ‹luminoso› y 104 como ‹codificable, entendible›», que representan el 36 por ciento de la muestra escrita total, en la que siguen predominando los usos «pragmáticos», que corresponden al restante de la muestra. Freites Barros (2006, 266–267) reseña 397 ocurrencias de claro en el Corpus sociolingüístico de Mérida (Venezuela, oral) en 20 horas de grabación. El autor no alude a los usos no discursivos. Suponemos que se excluyeron desde el principio. Cf. tam1

Recientemente, suelen distinguirse los adverbios epistémicos propiamente dichos (cierto, ciertamente, difícilmente, probablemente, etc.) de los adverbios evidenciales (claro, claramente, evidentemente, naturalmente, obviamente). No tratándose de un estudio especializado, hemos adoptado la tradición de usar el término adverbio epistémico como hiperónimo que incluye los evidenciales.

37

bién el escaso peso estadístico de la función de adjetivo en el corpus de Fuentes Rodríguez (1993a, 123–126). En nuestro corpus chileno de diálogos entre entrevistador y entrevistado, claro asume su papel de afirmación principalmente cuando la entrevistada toma la palabra (92 de un total de 152 ocurrencias), sea como simple intervención en un intercambio (30 veces), como en (7), sea como respuesta independiente (8), marcador de turno o de recogida del mismo turno (62 veces, ejemplos 9 y 10), según los términos acunados por Briz (1998, 52–58): (7)

A: eh que, no, te digo que ehtaba como trabajAba ni: , en el taller este así que: .. y como se terminó .. pensé que voy a volver para=allá, me (he=)quedado me quedé trabajando=y ya (gano) mi plata y me vihto me=(o), me guhtaba comprarme mih cosa así=pB: ya, así que eran máh que nada razone económicah A: [claro] B: y eso no era posible ni=en osorno ni en ningún lugar A: hm/ (Adela, 182)

(8)

A: [hm, ta-] ehtaba con B: con la hermana& A: &claro& B: &ah: ya A: si=po con mi hermana ehtuvo .. tengo trEh hermana acá (Adela, 239)

(9)

B: ya ... y: uhted no puede: .. no puede decir nada=nada=nada eh algo como: ...(1) usted lo SAbe no=máh, y-& M: &claro .. claro, claro, claro .. si son lah- .. lah palA: bra: =que=la- .. lah cosah que nombran: ...(2) ((voz grave)) ay, como- ..((sorbe los mocos)) como le explicará+ ...(1) ((más alto)) al ehtilo campeSI: no no=más=así: + (Marta, 1301)

(10)

A: y=el: .. el aire puro ...(3) el aire puro de: ...(2) del sur ...(3) y la: , la rica lluvia ... @@@ B: ((riendo)) de repente la lluvia+ A: cla: ro .. porque, te imaginas que a vece en el invierno, tú ehtá aburrida ver tAnto ehmog, el viento el frío y todo encerrada así toda apretado, y: , allá LLUEve=pm- .. te sale y te mojas .. rico, ((voz baja)) @@ (Adela, 359)

La frecuencia elevada de los turnos indica que claro suele introducir un argumento nuevo. En posición inicial de una intervención y con función afirmativa, claro entra como competidor en la serie de los signos discursivos de afirmación evidente, evidentemente, exacto, lógico, natural, obvio, perfecto, sí, sipo, ya, etc. (cf. 5.1 y 9.5). A diferencia del signo discursivo de afirmación sí, que es el más generalmente usado y que puede expresar una afirmación que va en contra de la propia voluntad, el marcador claro señala una afirmación subjetiva, simpática, cooperativa, hecha de buena gana y abierta a más elaboración. De esta forma, claro expresa la voluntad de continuar la argumentación, elaborándola en el mismo sentido, a 38

no ser en posición final, donde sirve simplemente para confirmar. Por eso, es más exacto no hablar de afirmación sino de confirmación para referirse a la función discursiva conceptual de claro. Si admitimos que claro expresa una validación subjetiva, podríamos decir con Traugott (2010a) que claro sirve como estrategia de ‹intersubjetivización› de la veracidad de los argumentos (cf. Maldonado (2010, 67–69) y López-Couso (2010)). Podemos ir más lejos todavía, especificando la función semántica de claro como la confirmación por evidencia. Esta definición contiene el rasgo semántico que distingue claro de los signos discursivos sí, ya, bueno, bien, y otros más, cuando se usan para afirmar. El rasgo conceptual distintivo ‹por evidencia› no es casual. Muy al contrario, este rasgo proviene del adjetivo base claro que pone a la disposición de las funciones discursivas los significados ‹luminoso, transparente› y, por metáfora, ‹evidente› (cf. Maldonado (2010)). De esta forma, se confirma, en el caso de claro, la hipótesis de Travis según la cual las diferencias conceptuales que se observan en los marcadores, cuando se usan con la misma función discursiva, tienen que ver con el significado conceptual de la unidad base. Claro conserva, además, el rasgo categorial atributivo de la clase de palabras de la que procede, en la medida en que se dice de un argumento que está claro, atribuyéndole esta calidad, como verde en el árbol verde expresa una calidad de objeto «árbol». Se distingue al respecto de marcadores discursivos como o sea o entonces, que no establecen ninguna relación atributiva. Por este motivo, el análisis de las redes relacionales que intervienen en el uso de un marcador discursivo tiene que incluir también las propiedades categoriales (y eventualmente sintácticas) de la unidad base. El rasgo funcional distintivo de claro con función de signo discursivo frente al adjetivo base, nace genéticamente de la transposición del alcance atributivo de palabras a argumentos enteros o partes de ellos. Además, la inclusión de argumentos en el alcance atributivo puede realizarse a partir de distintas posiciones en el discurso, es decir, de la sintaxis discursiva, como lo son el inicio de turno, el cierre, el uso interactivo o monologal, etc., que constituyen la fuente de la diferenciación interna de las funciones discursivas de claro (cf. Pons Bordería (2011)). Por fuerte que sea esta diferenciación en el eje discursivo, las distintas funciones no dejan de apoyarse en las mismas propiedades semánticas y categoriales del lexema base, confirmando asimismo nuestra definición del término polifuncionalidad. Conviene añadir que otro tipo de oposición puede darse en los ejes variacionales de la lengua. En este sentido, los signos afirmativos obvio y exacto pertenecen preferentemente al habla culta, mientras que claro es de uso general, e incluso algo popular, según veremos en su momento. Del mismo modo, el signo discursivo cierto es más típico del habla americana, y evidentemente conlleva un mayor grado de formalidad, cortesía y distancia que claro. A pesar de servirse del mismo rasgo conceptual de evidencia que claro, evidentemente no conlleva el mismo grado de simpatía y cooperación cuando se usa como signo discursivo de afirmación. En consecuencia, habrá que extender la hipótesis semántico-conceptual de Travis a más ejes distintivos. Ante esta situación, la clasificación de los signos discursivos 39

en un mismo grupo, como la de claro bajo el rubro de de las partículas de modalidad epistémica en la Gramática descriptiva de la lengua española (v. supra), no puede ser más que el punto de partida para profundizar las diferencias funcionales y variacionales que caracterizan las unidades del grupo entre sí. En el Corpus Kluge, las hablantes recurren a menudo a la entonación (11) o a la reduplicación léxica (9) para reforzar la confirmación: (11)

y dicen- .. eh buena gente, siempre dicen eso B: @@@, y por eso: .. le importa o no si la identifican así N: NO: , no, (igual) que no .. no B: incluso la: , se la agrada/ & M: &CLAro B: @@[@@] (Marisa, 182)

El refuerzo es solo una de las posibles modulaciones realizables con la entonación, que permitiría también ser irónico, por ejemplo (cf. Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4067–4068, 4162)). El papel de confirmación por evidencia, estrechamente vinculado con el significado conceptual de claro, puede tanto dirigirse al discurso del interlocutor (60 ocurrencias), cuando el hablante introduce una intervención con claro, como a un argumento propio, al principio, interior o final de este. De hecho, claro tiene la misma función ‹cooperativa› de confirmación dentro del discurso propio, introduciendo, recogiendo, interrumpiendo o finalizando un argumento juzgado obvio: (12)

G: entonce yo tenía que esperar a que aquelloh niñoh chico que crecIEran B: ah G: para yo poder salir .. a estudiAR B: hm G: claro .. porque así ya los niños crEcen, y: van al colegio y en ese lapso yo .. podría sa-, podría salir a ehtudiar\ (Graciela, 108)

(13)

B: así que realmente eres como como una hija digamo, o más bien como /( .. ) G: / es que es que siempre que=sé=yo los empleadores que=sé=yo la mandan a hacer alguna cosa, le dicen esta es la ( ) hoy día o que=sé=yo les llega la hora de servir pero no se allegan a uno de que hablar con uno, de sentarse a sentarse a hablar con uno, a eso eso me refiero yo, que ella ya ella se siente y me habla: ndo en esa, me están saluda: ndo, siempre andan preguntando como estoy como me ha ido, y así claro, se preocupan por mí, claro (Graciela, 152)

(14)

I: todo lo que hay que hacer hay que ayudAR po en la casa en el campo eh así todoh loh trabajo: .. de la mujer lo hace, l- loh hombre, loh hombreh y la mujer igual osea: todo junto, claro (Irina, 32)

(15)

B: pero uhtedes en el sur .. tampoco, hablan como: .. uhted no: .. como adulto no dicen papú cuando no hay-, cuando no haya guagua M: n-=no .. no=po, no .. se dice auto no=máh po .. claro, y uno a lah guaguas la tiende así=a decir esas cosas .. pero no: , eso está mal dIcho porque: .. lo-, loh niñoh se van criando con esos [((riendo)) conceptos=y+] .. dehpué en vez de decir auto van a decir papÚ: .. no es .. claro, ve/ ... entonce eh una cosa así (Marta, 1368)

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De esta forma, la función intradiscursiva y la interdiscursiva se encuentran íntimamente relacionadas (cf. Travis (2005, 36)). Así, por ejemplo, en (15) «.. claro, y uno a lah guaguas la tiende así=a decir esas cosas ..» podría perfectamente constituir un cambio de turno pronunciado por la interlocutora, si esta perteneciera a la misma comunidad de habla. Cuando claro se refiere al discurso propio, el papel interactivo queda en un segundo plano, sin que se pierda por completo la función fática de cooperación. De hecho, claro confirma la propia argumentación y a la vez sugiere al interlocutor que la comparta por su evidencia (estrategia de intersubjetivización). A diferencia del uso interactivo de claro en respuestas, donde se usa simplemente para confirmar, su uso con referencia a los propios argumentos tiende a ser retórico, ya que el significado conceptual claro sugiere una evidencia que, como tal, debería resultar igual de evidente para el interlocutor, según pretende el hablante al usar claro. De esta forma, claro es un recurso retórico que tiende a presuponer o anticipar la conformidad del interlocutor, sin que el acuerdo exista necesariamente. De ser así, se trata de un marcador que contribuye activamente a implicar, promover e incluso imponer un acuerdo común, por presentar los argumentos como evidentes, es decir, argumentos irrefutables. Dicho de otro modo, con los términos acunados por Bühler (1982, 28), claro es tanto un síntoma de la actitud de hablante como una señal (apelo) dirigida al interlocutor en el marco de un intercambio cooperativo que se apoya en la fuerza pragmática sintomático-apelativa de claro. Se trata, pues, de un signo discursivo cooperativo de confirmación por evidencia. La función cooperativa de claro viene a ser confirmada por Pons Bordería (1998, 169), quien observa que la frecuencia de claro en los diálogos es tres veces más alta que en los monólogos. Claro (y mira) «manifiestan una clara tendencia hacia lo dialógico» (Pons Bordería 1998, 198). El papel fático de confirmación cooperativa se usa como apelo destinado a comprometer de forma simpática el oyente con la argumentación. La conservación de una función fática sintomático-apelativa en posición intradiscursiva constituye un factor muy importante, cuando un signo discursivo se convierte por frecuencia en muletilla de un discurso o idiolecto. Por subordinada que sea la función fática a una función intradiscursiva, el conjunto de sus ocurrencias impone su estampa al tipo de comunicación. De esta forma, el uso sistemático de claro tiene un papel interactivo macroestructural en la conversación (cf. Fuentes Rodríguez (1993a, 100, 109–110, 118); Martín Zorraquino (1999, 36–37); Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4147–4148, 4150, 4156); Christl (2006, 242–243)). La conversión por frecuencia en muletilla (cf. Cortés Rodríguez (1991, 72–73)) no desquita a claro de su función macroestructural de señalar un acuerdo recíproco buscado activamente. Así las cosas, cabe poner en tela de juicio los intentos de dividir los marcadores del discurso en conectores y operadores discursivos monologales (intradiscursivos), por un lado, y operadores conversacionales interactivos, por otro (cf., por ejemplo, Llorente Arcocha (1996, 13) o Fuentes Rodríguez (2009)). La polifuncionalidad de claro se apoya en una red de relaciones motivadas que no podemos 41

separar como si de funciones homonímicas se tratase. En este sentido, no carece de interés observar que la característica interdiscursiva de claro de servir, en la mayoría de los casos, como marcador de turno para introducir un argumento nuevo, se detecta también en sus funciones intradiscursivas, donde claro suele llamar la atención sobre un argumento nuevo, incluido en el alcance catafórico del atributo enunciativo. Que claro introduzca un argumento nuevo dentro del propio discurso o que sirva para recoger el turno del interlocutor es, en primer lugar, una cuestión de sintaxis discursiva. Evidentemente, tal cambio de la posición de claro en el discurso conlleva cambios funcionales que son constitutivos de su polifuncionalidad, pero no es por ello que claro deje de conservar su naturaleza como signo discursivo. Lo único que sucede es que se adapta al entorno y a las funciones que asume en el discurso, como sucede cuando se analiza la sintaxis oracional de un adjetivo, que tampoco deja de ser el mismo adjetivo cuando sus funciones y significados se adaptan a las condiciones sintácticas. Como en el caso de la sintaxis oracional, donde se ha podido hablar de esquemas sintáctico-semánticos, se observan esquemas sintáctico-discursivos más o menos usuales en un marcador del discurso. En este sentido, podemos considerar como esquema sintáctico-discursivo dominante el uso de claro en inicio de turno o, de modo más general, en posición inicial de un argumento. Llama la atención que haya dos ocurrencias de claro, en el ejemplo (13): la primera con alcance catafórico que intensifica el valor ‹consecutivo› de así; la segunda con alcance anafórico y valor confirmativo de cierre, como ocurre también en (14) (cf. Fuentes Rodríguez (1993a, 106–107); Cortés Rodríguez (1991, 72)). De ello se desprende que la función atributiva de claro se manifiesta tanto con alcance anafórico como con alcance catafórico. En la construcción sintáctica (está) claro que, la partícula completiva que implica un alcance catafórico. En sus funciones anafóricas, claro es conmutable con (está) claro pero no con (está) claro que. El uso de claro con alcance catafórico demuestra su implicación en la dinámica progresiva del discurso. En tal caso, claro se convierte en instrumento con el que el hablante intenta mantener el turno para elaborar la argumentación, sugiriendo además su evidencia. El alcance catafórico también se verifica en el uso ‹concesivo› o ‹restrictivo› de claro, que suele realizarse con la partícula de complemento que (cf. Cortés Rodríguez (1991, 66); Pons Bordería (1998, 174); Mancera Rueda (2009, 162–163)): (16)

M: &CERca ..ya, y, ten(e)mos que ir=por=allá lejo .. abajo a un ehtero, en bALdes .. en, cÁntaros, en cosas para=para ((más rápido)) tener agua para el día y+ .. (para dejar para) el otro dÍa ... y y lena, buhcar leña porque .. antes se hacía fuego en en fogón ... en=en en- .. la tIErra, ya entonce: .. era bien bonito eso sí .. ((más rápido, de un tirón)) claro=que=había=que trabajar=hArto+, ya& (Marta, 251)

Claro introduce una reserva de cierre que matiza los argumentos precedentes. En el momento de realizar la reserva introducida con claro, la hablante se da cuenta de que se ha dejado implicar en una dinámica de la argumentación que la obliga 42

a expresar una reserva ‹evidente›. La concesión tiene también la función de tornar más aceptable la argumentación (cf. Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4157–4158) y Domínguez García (2010, 393)). Conviene no pasar por alto la situación comunicativa peculiar de una entrevista semi-dirigida que expone las entrevistadas a las preguntas de una investigadora universitaria, como es el caso en el Corpus Kluge. En esta situación, la entrevistada se ve obligada a exhibir su faz, sintiendo incluso la necesidad de preservarla, por ejemplo usando un lenguaje correcto. Por la misma razón, no todas las personas suelen aceptar ser entrevistadas. Además, la temática biográfica de las entrevistas las conduce no solo a preservar sino a crear o construir una imagen frente a la interlocutora. Expresando con claro su voluntad de cooperar muy positivamente en la entrevista, la hablante desea crear una imagen positiva de sí misma (cf. Martín Zorraquino (1999, 37)) con la finalidad de recibir, como compensación, la aceptación de esta imagen por el interlocutor. En este sentido, claro se usa para crear y negociar una imagen frente al interlocutor. Veremos que esta imagen no es la misma con bueno, al menos en los casos en los que la hablante manifiesta una clara preferencia por uno de los signos discursivos. Con claro, la hablante adopta una postura abierta, activa y en cierto modo ofensiva, en la medida en que se permite sugerir la evidencia de sus argumentos a la interlocutora. Intenta asimismo convertir sus argumentos en argumentos compartidos. Claro se integra a menudo en secuencias de marcadores discursivos, en las que confirma una afirmación, destacando su evidencia o expresando que la hablante entiende el argumento, por ejemplo la pregunta en el ejemplo (17): (17)

M: mi mamá, sí .. pue-, o, eh, o .. o que hablaran biEn po, que pronunciáramo bien lah palabra o=sea a loh-, a mih hermano máh chico .. ((respira hondo)) eso era lo que: .. lo que máh (noh) podía ens-, decir po que- .. pronunciaran bien lah cosah B: hm, ya, así como .. con lah [v] M: äh, ((riendo)) s: Í, pue .. claro+ B: habla .. ((riendo)) animal+ (Marcela, 975)

(18)

B: le había preguntado si- .. si, tenía amigos o amigas, que: son de santiago mIhmo: M: ah .. sÍ .. ahí, ah ya ... claro, Eso y: , yo parece que le contehté que: =eran la familia de mi cuñado (Marta, 644)

(19)

M: & ((alto)) pero en el colegio .. en el colegio, el profesor+ .. le=äh, a loh niñoh le está enseñando .. äh .. äh ...l: – lo básico .. digamo, la silla la la mesa .. äh, todas esa cosa le van enseñando palabras .. ya, que hablen en, en mapuche .. así ((sorbe los mocos)) B: ya ...que puedan hablar con con los abue- abuelitos así& M: &Cla: ro, que sí=po .. sí ... sí, sí B: ah, ya ...(1) hm, pensaba que iba a ser utilizado un poquito más M: má: h, no es cierto/ .. no, no (Marta, 790)

Los ejemplos comprueban la existencia de diferencias semánticas entre los signos de afirmación, que se usan aquí para modular la afirmación. En (18), claro expresa a la vez el hecho de haber entendido la pregunta y la disposición a contestar de 43

buena voluntad (cf. Ocampo (2006a, 311)). Aunque se trate de un detalle, quisiéramos insistir en que no es la afirmación sí la que refuerza claro en «sí, claro», como lo pretende Fuentes Rodríguez (1993a, l00), sino, al contrario, es claro el elemento que refuerza la partícula precedente sí. Lo mismo vale para «ya, claro» (cf. Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4147)). En los dos casos, los hablantes se sirven del valor confirmativo de claro. En «claro, sí», el cambio de la posición sintáctica invierte la relación. Ahora es sí que sirve para afirmar de forma más objetiva la evidencia subjetiva sugerida por claro. Desde el punto de vista metodológico, tales secuencias afirmativas son muy interesantes para detectar las oposiciones funcionales sutiles que distinguen entre ellos los signos discursivos de un mismo grupo funcional. En claro que sí, la afirmación aparece como complemento de claro, que la incluye en su alcance catafórico, mientras que en claro, que sí=po en (19), la partícula se carga semánticamente, insistiéndose en la validez del argumento. Claro confirma la afirmación, creando una afirmación a la vez intersubjetiva (sí) y subjetivamente aceptada, con el sentido ‹Tienes razón. Es así. Entiendo tu punto te vista, entiendo lo que quieres decir, entiendo por qué lo dices o haces›. En este sentido, claro participa de una estrategia comunicativa que busca la inteligencia de los argumentos y la comprensión mutua, al paso que sí tiende a confinarse en el simple valor epistémico de una verdad intersubjetiva. Evidentemente, la entonación puede modular los matices fáticos de cada uno de estos signos discursivos. A veces, los miembros de tales secuencias reflejan de manera más o menos vaga los pensamientos que preceden a un enunciado: (20)

B: ((riendo)) ya, @@, bueno+ @ ... y: ... ya .. y: .. eso de-, de migrar a santiago\ .. entonce cómo lo hicihte ... primero te-, quedaste en la cas-, en la casa hasta que crecieran: –, & M: &ä: h& B: &loh chico M: claro o=sea .. sí=po, hasta que: B: ya M: sí, porque yo nUnca quise dejar=äh- .. eh=quis-, eh que con nosotroh en la casa .. äh, había problemah, con mi papá .. no sé, a lo mejor la julia ((más bajo)) también le contó algo+& (Marcela, 357)

En la secuencia claro o=sea .. sí=po, hasta que se observa una intervención de confirmación (claro), una señal reformulación (o=sea) que se convierte en marcador de duda porque la reformulación no se concreta, terminándose en una pausa (..), y una reafirmación de la confirmación inicial (sí=po). Esta última señal de afirmación es menos fuerte que claro, ya que introduce una restricción expresando ‹que sí, a pesar de todo›. A diferencia de los sintagmas del análisis sintáctico de tipo oracional, estas secuencias no contienen ninguna estructura jerárquica (cf. Martín Zorraquino (1994a, 565)). Su función es seguir el compás de la reflexión, de una manera algo comparable a la entonación de un enunciado. El término modulación secuencial sería más adecuado para describirla que el término jerárquico modificación. 44

En algunos casos, claro señala el final de una secuencia de duda, expresando a la vez el deseo de mantener el turno para concluir: (21)

si vah a bailar este sábado vas a bailar el Otro sábado, qué te deja salir a bailar .. como persona, como: –, en qué te enriqueces< ...(2) @@& B: &((voz baja)) (eso [de, XXXXX ] no entiendo+) J: [@, ((riendo)) no sé, son como alegrÍa] J: claro, son-, es como claro .. esos momentos bonI: tos y todoh, pero en el fondo: --, no=no .. no le dejan como: -B: hm J: no=sé, (van=a=ir-, como XX), yo siempre estoy viendo lo que me deje=en enseñAnza (Julia, 867)

(22)

S: dehpués cuando: =hm ((muy nasal)) .. ((pensativo)) tenía diez año: h .. una hermana tuvo un hijo solte: ra+ -- .. ((rápido)) lo dejó en la casa y lo tuvo que empezar a cuidar YO\ + B: ((sorprendida) @@ ((voz baja)) [a diez años+] S: [dehpués cuando-], cla: ro: .. depués cuando yo tenía doce añoh/ ... otro hermano tuvo otro hijo también lo tuve que criar YO-- .. mi madre ya ehtaba enfErma-/ .. tenía problemah de corazón-/ .. y: , reumatihmoh .. a loh, tobillos .. entonces sufría mucho de elloh\ .. y de ahí tuve que hacerme cargo de la casa yo\ (Sandra, 330)

3.2. Bueno y la construcción cooperativa defensiva de la comunicación 3.2.1. El análisis de Travis (2005) En el Corpus Travis del habla oral colombiana se desprenden seis funciones de bueno, reducidas por la autora a cuatro ‹significados› que giran en torno a un núcleo semántico: 2 [Bueno] also maintains a very clear link with its adjectival source, bueno ‹good›, as is reflected in its semantics. And we observe in bueno a strong correlation between the contexts in which it is used, the functions it carries and its underlying meanings. […] The discourse environments in which bueno occurs can be classified according to structural position (whether it occurs turn initially, responding to something someone else has said, or turn medially, responding to the speakers’s own speech) and prosody (whether it occurs with a continuing intonation contour, indicating that there is more to be said, or with a final contour, indicating the speaker has finished what they [sic] want to say). On the basis of the role played by bueno in these environments, six different functions have been identified. These are to mark acceptance; initiate a leave-taking; preface a dispreferred response; mark a reorientation in topic; mark a correction; and introduce direct speech. Through consideration of examples of use of each of these functions, I will argue that they represent four different meanings, with its use in

2

Breves reseñas de las descripciones tradicionales del marcador bueno se encuentran en Cortés Rodríguez (1991, 98–100) y Bauhr (1994, 80–82).

45

leave-takings and direct speech being treated as pragmatic extensions of other uses (Travis (2005, 77–78)).

Travis tiene razón cuando insiste en que una clasificación de las funciones de bueno según sus entornos discursivos no es suficiente para caracterizar su peculiaridad, en la medida en que, por ejemplo, no es el único marcador discursivo que se usa como inicio de despedida o en un cambio de tópico. El elemento que debería contener o del que debería emanar la peculiaridad semántica de bueno es el núcleo semántico que lo une con el adjetivo base. En 3.1, hemos podido confirmar esta postura en el caso de claro. Según Travis, el núcleo genético de bueno consiste en decir algo bueno de lo que precede. De hecho, el rasgo ‹está bueno› aparece en todas las definiciones que Travis propone para los cuatro ‹significados› principales de bueno, constituyéndose asimismo en núcleo semántico que motiva la polisemia del adverbio (2005, 76–123, adaptado): Tabla 8: Significados y funciones discursivas de bueno según Travis (2005) bueno1 (acceptance, pre-closing) Definición: 1. usted me dijo algo ahora 2. yo pienso que quiere que diga algo ahora 3. digo: «esto está bueno» Ejemplo: A: Yo encargo dos [@@@] B: [Ah bueno] @@ listo. bueno2 (dispreferred response) Definición: 1. usted me dijo algo ahora 2. yo sé que quiere que diga algo ahora 3. digo: «esto está bueno 4. quiero decir algo más sobre esto» Ejemplo: A: Sabes cómo le miden la edad a un árbol? B: Con .. el cárbono [sic] catorce? S: Bueno, también. No me acordaba de eso. bueno3 (reorientation) Definición: 1. alguien aquí dijo algo 2. yo digo: «esto está bueno 3. alguien aquí puede decir otra cosa ahora» Ejemplo1: A: Y hay primero, un .. ocho y treinta, y después, un -- El treinta borrado .. Bueno. B: Ah=.@@ No importa. Ejemplo2: A: Mira que, .. este señor, … Hm, parece que tiene es como -- .. un problema, o yo no sé. Bueno. … Estaba ahorita= -- así como, hablando .. solo? bueno4 (correction) Definición: 1. yo dije algo ahora 2. pienso que alguien puede decir: «yo no pienso lo mismo» 3. digo: «esto está bueno 4. quiero decir algo más sobre esto ahora» Ejemplo: A: Yo te decía que hay dos formas de pago. .. Una, … Bueno. Esto se puede pagar mensual, .. o semestral, .. o anual. .. Sí?

46

Según Travis, el último ejemplo citado bajo bueno4 no sería una corrección, sino una reorientación: «Thus, bueno indicates acceptance of her prior utterance (that there are two methods of payment), and that she is going to say something more about this (that there are in fact three different time periods)» (2005, 80). En rigor, se trata de una corrección, ya que el hablante acaba por afirmar que no son dos, sino tres los métodos de pago. Evidentemente, una corrección implica una reorientación. No resulta fácil separar estos cuatro ‹significados›, si es que de significados se trata. Pensamos que «acceptance, pre-closing, dispreferred response, reorientation, correction» siguen siendo funciones discursivas, no significados del marcador discursivo, ya que se trata de funciones generales y no de propiedades semánticas que caractericen especificamente el marcador discursivo bueno. De ser así, el único significado conceptual específico retenido por Travis es ‹está bueno›. Por cierto, no parece descabellado presentarlo de esta forma, ya que hemos visto con claro que su peculiaridad semántica y funcional tiene que ver con propiedades del adjetivo base. Con todo, hay que aclarar mejor la relación entre núcleo semántico-funcional y funciones discursivas (cf. Murillo Ornat (2010, 268)). En cuanto a la cuestión de saber si los marcadores discursivos son monosémicos o polisémicos (cf. Waltereit / Detges (2007, 64)), el análisis de Travis apunta hacia la manifestación de un contenido monosémico en distintos contextos. Dicho de otro modo, bueno sería polifuncional pero no polisémico, aunque la autora, que supone cuatro ‹significados›, sin duda lo negaría. Bueno parece ser usual en el habla oral espontánea en todos los niveles de educación (Travis (2005, 85–86)). De hecho, no se observa ninguna diferencia significante en la frecuencia total de bueno entre el Corpus Travis y el Corpus Kluge, pese a que predominan los hablantes cultos en el primero, a diferencia del segundo, en el que las hablantes tienen una formación elementar o media y pertenecen sin excepción al estrato popular. En el corpus oral de hablantes de clase media en Argentina analizado por Ocampo, bueno ocurre 97 veces en 2 horas de grabación (2006b, 233). Los datos canarios aducidos por Serrano (1999, 125), diferenciados según el sexo, la edad y el nivel social, confirman el uso general de bueno. 3.2.2. Las funciones intradiscursivas de bueno En el Corpus Kluge, y a diferencia de claro, el atributo enunciativo bueno no suele marcar cambios de turno, como en los ejemplos que Travis cita bajo bueno1,2 (v. Tabla 8). En 106 casos sobre 123, bueno aparece con función continuativa dentro del discurso de la hablante (función intradiscursiva), frente a solo 8 ocurrencias como marcador de turno en el sentido de Briz (función interdiscursiva). En 9 casos, bueno introduce una intervención que retoma un turno brevemente interrumpido por la entrevistadora. Evidentemente, hay que relacionar estos resultados cuantitativos con el tipo de comunicación analizado. De hecho, una entrevista orientada hacia lo que dice la persona entrevistada carece de una dinámica interactiva simétrica. Además, no se trata de entrevistas hechas por un periodista 47

a una persona sobre un tema de su especialidad, sino de indagaciones de una investigadora en la biografía de las hablantes con preguntas personales a veces difíciles de contestar. Por eso, no sorprende que predomine la función que Briz / Pons Bordería (2010, 344) relacionan de la manera siguiente con la posición: «en posición inicial de subacto en el interior del acto […], [bueno] se vincula a valores reformulativos que pueden ser […] de tipo correctivo». Desde el punto de vista formal, bueno con función intradiscursiva suele estar separado por una pausa de lo que se acaba de decir, formando una unidad prosódica con lo que sigue (23). En otros casos, viene intercalado entre pausas asimétricas (24) que lo acercan también más al argumento siguiente, del que le separa una pausa menos larga: (23)

B: ya .. y: , en ese mihmo lugar=en- .. en PUEBLO también: , pasó toda su niñez M: äh=hm, la=m- .. sí .. por la mayoría=de: –, casi toda la (mía niñez) porque: .. bueno a loh nueve A: ñoh .. yo, ((subiendo la voz)) a loh nuEve Añoh+ yo entré al colegio—(Marcela, 40)

(24)

A: ante de venirme ...(2) no sé, no: ...(2) no recuerdo que haya tenido alguna: .. que me: haya ilusionado con a: lgo de acá no=po nada B: hm A: uno llega y: .. bueno, ahí va conociendo de a poco, sí B: hm A: hay personas que no leh guhta=hm/, ((más rápido)) así que se devuelven+, a mí me guhtó=y-, me quedé=po (Adela, 206)

En otros casos, bueno viene precedido de señales de duda como äh que refuerzan la prosodia asimétrica: (25)

B: hm .. ya, ya,@ ... y cree que su vida en santiago ha producido algún cambio en su forma de ser en su personalidad A: sí B: ... cuáles serían A: cuáles serían ... soy más=äh: m ...(2) bueno .. a pesar de que yo era, más o meno así, pero me encuentro como máh lI: bre más=äh, más abierta para conversa: r B: hm (Adela, 295)

Las conjunciones introductorias tienden a respetar el mismo modelo. El esquema más típico es la secuencia «y … bueno + resultado de la reflexión», que aparece 20 veces. Compárese al respecto el uso de y bueno en el habla oral argentina (Christl (1992, 110, 164–166)). En el ejemplo (25), bueno marca el final de las dudas y la voluntad de contestar, como si de un turno dentro del turno se tratara, o al menos de una reorientación temática, para usar el término de Travis (v. bueno3 en Tabla 8). De hecho, las funciones se avecinan a las que se observan en el cambio de turno. No resulta difícil cambiar la situación y colocar el enunciado en el discurso del interlocutor: «B: bueno .. a pesar de que tú eres …». En consecuencia, nuestra clasificación de los datos bajo bueno ‹intradiscursivo› (3.2.2) y bueno ‹interdiscursivo› (3.2.4) no tiene la intención de presentar distintos ‹significados›, y las funciones tampoco 48

parecen ser completamente distintas en los ejes intra e interdiscursivos, según lo hemos observado también con claro. Notemos que sería más riguroso hablar, no de función intra e interdiscursiva, sino simplemente de posición intra e interdiscursiva en la sintaxis del discurso, ya que, conforme hemos visto con claro, el uso en posición intradiscursiva no excluye una función fática interdiscursiva, por secundaria que sea. Por eso conviene distinguir la marca formal de la posición sintáctica del análisis de las funciones que se efectúan a partir de esta posición. En una redacción primitiva de este capítulo, habíamos escogido el título bueno ‹continuativo› para 3.2.2, pero pronto nos dimos cuenta de su escasa pertinencia como criterio distintivo frente al uso interactivo. No es necesariamente menos continuativo el uso de bueno en los cambios de turno que dentro del turno, si no partimos del discurso de una persona sino de la conversación como actividad comunicativa esencialmente cooperativa, en la que la argumentación no termina con las intervenciones. Con excepción de su empleo como cierre absoluto, en términos conversacionales y no solo intradiscursivos, bueno es un marcador discursivo que señala la posible continuación de la argumentación, tanto en el eje intradiscursivo como en el interdiscursivo. Que le sigua a bueno una corrección, reorientación o simple elaboración parece secundario. De esta forma, bueno se comporta como claro, cuyo papel intradiscursivo no es completamente distinto de su papel interactivo. Por supuesto, podríamos también asumir que en (25) toda la secuencia «cuáles serían ... soy más=äh: m ...(2) bueno» marca el inicio del turno, con bueno como marcador discursivo final con el que la hablante señala que está pronta para contestar. Pero ello solo confirmaría la imposibilidad de dividir claramente las funciones de bueno según su posición en el discurso. Son facetas polifuncionales con la misma base motivadora. Según veremos con más detenimiento en 3.2.3, 3.2.4 y 3.2.5, los autores suelen insistir en la función de bueno como marcador de reserva, de divergencia y hasta de contraposición. En el corpus chileno de Kluge, y quizá de forma más general en América frente al uso europeo, la dinámica discursiva contrapositiva no es ni frecuente ni fuerte. Compárese la observación de Freites Barros (2006, 277) acerca del uso discursivo de claro: «en Venezuela el marcador claro rara vez se emplea en una respuesta con el sentido áspero o irónico de que lo dicho por el interlocutor sea tan evidente que resulta redundante. En cambio en España se perciben con ese sentido de cortesía negativa enunciados que en Venezuela se interpretan de un modo bastante más matizado». De hecho, los padrones de entonación no son los mismos, en España y en América, de tal suerte que la realización ‹más suave› en América (si se nos permite tal caracterización poco científica) corre el riesgo de una interpretación irónica, en España, posiblemente porque el padrón prosódico resulta muy marcado. La caracterización de ciertas realizaciones peninsulares como ‹ásperas› en la cita del autor venezolano corresponde a la percepción simétrica del uso peninsular por el americano, acostumbrado a una mayor dosis de empatía. En los ejemplos citados arriba, bueno no marca una contraposición, en la medida en que le siguen argumentos de simple elaboración y progreso. De ello se desprende que la caracterización de bueno como marcador concesivo es exagerada, 49

si se presupone la concesión como rasgo invariable. Por otro lado, bueno no suele limitarse a ratificar un argumento, sino que preludia a una elaboración presentada como necesaria y que puede ser más o menos divergente. En el ejemplo que citamos a continuación, bueno ocurre dos veces. La segunda vez, bueno expresa que la hablante se lo ha pensado otra vez, es decir: cambia el resultado de la primera reflexión que iba a formular después de la primera ocurrencia de bueno: (26)

M: ((mascullando, bajando la voz)) así que (XX canse no más)+ .. ((rápido)) no, XX acá no tengo problema porque acá son+ supercariñO: soh, loh niñoh muy .. o, (XX) eh muy dihTINto cambiar=el- ... yo creo que (cambiar=el: )-, el cien o=el-, bueno=el: , bueno si no el cien por lo menoh el- .. el noventa y tanto (porceaje), @[@@@] (Marcela, 544)

En el ejemplo (27), bueno sirve para matizar la respuesta afirmativa «äh, sí» que marca el inicio de la intervención y que acaba por parecerle algo precipitada a la hablante: (27)

I: creo que: , aprender a hacer lah cosah sola ...(1) sin la ayuda de nadie B: antes tenías .. ayuda I: äh, sÍ .. bueno siempre: .. ehtaba alguien dirigiéndome mi mamÁ: , y ... pero ahora nO, ahora yo hago lo que YO quiero .. hago lo que a mí me parece que ehtá biEn (Irina, 106)

La función de bueno en estos ejemplos consiste en aceptar de alguna forma el estado de la argumentación y de señalar la resolución de elaborarla, reservas y concesiones incluidas. Ello nos lleva a pensar que no conviene definir la función propia del marcador con los correlatos argumentativos que le preceden o que le siguen, ya que pueden ser tanto de elaboración como de corrección o concesión. Lo que sí se puede hacer es indicar la frecuencia de los tipos de correlatos. Desde este punto de vista, parece correcto afirmar, en términos generales, que bueno se usa con cierta frecuencia como nexo entre argumentos algo divergentes. El hecho de que los argumentos introducidos por bueno no constituyan elaboraciones libres o casuales, sino subjetivamente necesarias, conlleva automáticamente una implicatura textual (cf. Waltereit (2006b)) en el sentido de dejarnos suponer que el hablante va a introducir algún matiz en la argumentación. Ahora bien, en el Corpus Kluge la frecuencia de los argumentos divergentes se suma, como mucho, a 13 ejemplos para bueno intradiscursivo, con dos casos de expresión explícita de la divergencia o contraposición (o bueno y pero bueno). Parece incluso algo exagerado hablar de argumentos divergentes. Diríamos antes que se trata de matices, ponderaciones o reservas. Aun cuando se trata de un contraargumento objetivo, bueno lo presenta suavemente, acompañado de la disposición de la hablante a modificarlo: (28)

B: äh: m .. tu papá o tu mamá le daban mUcha importancia a la forma, como hablaban ustedes M: ...(1) y- .. si nos ponían atención/ .. ((voz aguda)) se=refiere/ +&

50

B: &si se les corregÍan M. hm: .. n: O: , bueno mi mamá/ ((a nasalizada)) .. ella sí, pero él, no .. nunca: , no: .. eh=que, eh=que era de campo, máh campes: Ino-- =y: .. gente: , ((más bajo)) quien+ .. en el campo eh máh- (Marcela, 957)

Con 15 ocurrencias, aproximadamente, el uso de bueno para introducir una simple reformulación lingüística, que escoge otra construcción sintáctica para expresar lo mismo, es más frecuente en nuestro corpus que la introducción de un enunciado divergente. De ello se desprende que bueno tiende a introducir una elaboración. Es más, incluso los contraargumentos o las reservas fuertes vienen a ser introducidos con bueno en un tono abierto y cooperativo, como elaboraciones no definitivas y (todavía) no compartidas por el interlocutor, como se supondría retóricamente usando claro. Si es que hay contraposición, la postura no es presentada como definitiva, sino con un espíritu dispuesto a continuar la elaboración de forma cooperativa. Por eso, el uso frecuente de bueno puede expresar cierta inseguridad argumentativa y una actitud más bien defensiva, especialmente en América, pero también en España (cf. ejemplos en Boyero Rodríguez (2002, 170–171)). Evidentemente, la baja frecuencia de los argumentos divergentes tiene que ver con el tipo de comunicación representado por el Corpus Kluge. A pesar de tratarse de una conversación, el tipo conversacional específico de la entrevista estimula la dinámica monologal de la construcción del discurso en detrimento de la dinámica interactiva. El uso de bueno para introducir un discurso citado dentro del discurso de la hablante, se detecta 8 veces en el Corpus Kluge: (29)

J: ä: h, no sé: , como eso de que: , se escuchaba que (es) tan-, no sé, que algo: , que era tan grAnde que había tantas cOsas y que (lo X) había mucha malDAD, ((riéndose tímidamente, continuando rápido)) no sé que=era=como-+, la gente mala\, y: … y como soy yo, ((mascullando)) bueno (cuando se daba) la=oportunidad (de)=que+ esta niña necesitaba yo=dije: > QUOTE: bueno\, me voy/ < B: ya\ J: así como: -- @ (Julia, 239)

(30)

J: ... por lo mihmo/, cuando yO: estudié peluquería\/, ((rápido)) que estudié peluquería por doh añoh/+ .. äh, lo hice, pensando en que: ...a mí me gustaba PUEBLO\, siEmpre, cuando a mí me (convenía) siempre me gustaba ese barrio\ .. ese=ese sector\ ...(1) y cuando ehtudié peluquería .. dije o=sea un día yo me caso y porque: , veía como muy lejoh la f-, la: , la posibilidad de ehtudia: r y todo eso/ ...(1) dije .. me vuelvo/, me vuelvo a PUEBLO-\, y si yo: --, tengo mi cAsa, m- me casAra (o que fuera) mi casa (XXX un sueldo)\ .. äh: , yo trabajaría en peluquería en MI casa, o=sea ya ehtoy=siendo una profesional\ B: hm J: y creo que ahí: --, (me rela-, me relajia3 [sic]) B: ya J: porque yo=digo=bueno\, ya--, tuve mih estudioh-/, si ya no (voy a) seguir trabajando en una casa yo sé que puedo trabajar en una: .. en en-, ((rápido)) o=sea si=-

3

Es posible que Julia use aquí el verbo relajar, captado al oído en Santiago. El verbo hace referencia a un tópico proveniente de las clases media y alta.

51

yo=no=puedo+ seguir trabajando en lo que estoy/, en=en-, en=lo=de asesora/ .. äh, sé que: , en mi casa voy=a=po(d)er=trabajAR=p B: hm-J: pero igual se necesita un poquito de=de diNEro y TOdo eso, porque: todo=lo de peluquería es caro\ B: hm-\ (Julia, 642)

Esta función, muy usual en el mundo hispanohablante (cf. Travis (2005, 117– 120); Cortés Rodríguez (1991, 113); Gregori Signes (1996, 164–165)), aprovecha la capacidad de bueno de marcar la resolución de decir algo, tras interrumpir el discurso anterior. Las características estructurales y relacionales del Corpus Kluge explican también la escasa frecuencia de ah bueno, que ocurre una sola vez, frente a 26 ocurrencias sobre un total de 92 en el Corpus Travis. Según Travis, ah bueno se usa para señalar la aceptación de un acto de habla del interlocutor (2005, 89). En nuestro corpus, la entrevistadora no suele producir actos de habla declarativos o respuestas que podrían provocar una reacción iniciada con ah bueno, ni tienen las entrevistadas el estatus para hacerlo frecuentemente, si la posibilidad se ofrece. En el único ejemplo del Corpus Kluge, ah bueno aparece como introducción de una cita, es decir, una posición que confirma este análisis: (30)

J: todo depende de una también , porque hay niñas que: , que salen de allá y dicen: .. ah bueno me sentí libre porque antes se sentía que sus papás la-, la dominaran mUcho, y se sienten libre=y, lo único que quieren es pasarlo bIEN .. pero: , muchas veces ahí (se hace guagua a las niña) y: , sucede (Julia, 427)

No se usa tampoco la combinación bueno, entonces en la que bueno marca la aceptación de lo anterior y entonces la progresión del discurso (cf. Travis (2005, 108)). Notemos, sin embargo, que el marcador de repente, que se usa en Chile, puede asumir este papel: (32)

J: […] que uno se trata y todo (yo=doy), a veces me doy cuenta en mis tíoh, tienen poca comunicación .. igual: , tienen como- -- ... como muchas veces no importa lo que le pasa al o: tro=o-, todo igual ((más alto)) igual se quieren harto+ ... pero=bueno, de repente: --, ((rápido y más bajo)) como que no le importa lo que le está pasando al=otro+ .. aparte de que (yo: se dicen así=y=todo), pero como: , una forma de respetarse (el=es=tú), o el- (Julia, 1126)

Finalmente, bueno intradiscursivo aparece a menudo como miembro de secuencias de marcadores discursivos que reflejan vagamente el compás de las reflexiones de la hablante antes de formular el nuevo argumento: (33)

A: […] río Bueno: X. región, la región de loh lagos, bonito, verde verde, eh natural todo, nada se riega, llueve mucho, hace un frío el verano bonito .. porque el verano es=äh, ((más bajo, más rápido)) como dijera yo+ eh la: , parte del: , del turIHmo, que se ... y, bueno qué máh te puedo decir (peque) B: ya, por ejemplo cuánt- cuántos habitANtes tiene, río bueno, o: , si tiene médico iglesia y todo& (Adela, 105)

52

(34)

S: y: , ((más rápido)) por lo tanto tuve que dejar de estudiar pero+ sIEMpre: quedé con lah gAnah como el resintimiEnto de no poder hacer=lo=que=querÍa, ((respira hondo)) .. y: .. y dehpuéh=ya, bueno: =hm …(1) cuando mi madre murió ((rápido)) cuando yo tenía dieciocho año y medio+, me tuve que i: r-- .. a trabajar, me vine acá a santiAgo-- .. a trabajar en casa particular/, como emplead(a): --, domÉhtica, ((mascullando, bajito, rápido)) asesora de hogar, se suele (decir)+++ .. y: …(1) y dehpúes: ((s final pronunciada)) .. ((rápido)) bueno, (empezaron) como+ doh año=y medio de=eso-/ .. tuve=a=mi hijo\ (Sandra, 148)

(35)

M: ((rápido)) no,=eso, lo hice allá+, ahora=(el-) .. pue, Eso mihmo, por- por eso yo=a mí me sirvió-.. como teníA: ((a muy nasalizada)) octavo .. me sirvió=de, de ir a ehto acÁ=po, o=sea .. ((más grave)) yo dehpué de haber hecho unoh+, (sobre todo noh vinimo) ((mascullando)) (me vine)+ a trabajAr primero que=nada- .. äh: .. dehp- .. de ahÍ: , ya=hm .. yo iguaL, venía el año=pa-, el año .. pasado cuando yO llegué .. yo venía con la julia .. a=ve-=äh . ((más alto, rápido)) máh que nada porque+, como=salían: , no=sé (otros hermano me venía-) .. ah: .. porque yo ehtaba: , eh-, bueno .. äh, total yo de-, (de=aprendí) de lo poco que yo sabía .. pero asÍ: .. sin-, yo no estaba matriculada ((mascullando)) ni NAda=porque-+ .. yo me-, me=pen-, pedía permiso y podía entrar (allá) a la sala y entraba\, escuchAR máh que na(d)a (Marcela, 121)

Merecería la pena dedicar un estudio a tales secuencias de modulación para ver, por ejemplo, si las series integradas por claro se distinguen de las de bueno.4 De todas formas, bueno sigue marcando la aceptación de la argumentación, el hecho de haber sacado una conclusión, y la resolución de seguir argumentando. Llama la atención que bueno aparezca a menudo combinado con el marcador de duda äh, independientemente de la posición en el discurso. Estos casos ponen de manifiesto que bueno no es un marcador de duda, sino justamente lo contrario, es decir, un marcador que sirve para llenar el tiempo de duda, anunciando ya, y de forma semánticamente específica, la continuación (Christl (1992, 176)). Dicho de otro modo, la función de muletilla para llenar el vacío comunicativo es solo un aspecto. Como dice Christl, «hay muletillas que son expletivas y comunicativas a la vez» (1996, 123). Por eso, es igual de falso considerar bueno como simple muletilla, como considerar que tienen razón los que le rechazan rotundamente esta propiedad. Aunque le de más tiempo al hablante y esté asimismo relacionado con fases de duda y reflexión, bueno sirve para una estrategia retórica de cierre de duda y de anuncio de un argumento nuevo. Por ello, la discusión acerca de si los marcadores son muletillas o no, que suele acabar por rechazar este término, parte de una base poco adecuada. No son incompatibles la función de muletilla expletiva para llenar un vació y el hecho de darle un sentido al vacío según la muletilla que se use. El verdadero problema ha sido el de reducir la definición del término muletilla a ‹unidad sin significado›. Se llegó incluso a equiparar la ‹pérdida› del significado base con la ausencia de significado: Con respecto a la ausencia de significado proposicional, entonces añade información en los casos en que funciona como adverbio, mientras que en o sea no se pueden encontrar restos de su significado originario. Tampoco bueno añade información en ninguna ocasión y claro sólo en una (Pons Bordería (1998, 196)). 4

Las secuencias detectadas en el Corpus Kluge son documentadas en 3.8.

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Pons Bordería confunde aquí significado proposicional y significado propio. El significado proposicional no es una entidad lexicológica. Por eso, no se puede hablar del significado proposicional de una unidad. El significado proposicional es una propiedad predicativa de un enunciado. El que entonces añada o no información propia no tiene nada que ver con su estatus proposicional. Otra cosa es atestarle que integra el significado proposicional cuando funciona como adverbio temporal y negárselo en sus funciones discursivas. Según Fraser ((1996, 169); (1999, 936)), los marcadores discursivos («pragmatic markers») no forman parte del significado proposicional. Con todo, no cabe duda de que el conector consecutivo entonces añade otra información sobre el tipo de conexión que el conector sin embargo. En consecuencia, no podemos poner en tela de juicio su cualidad de signos lingüísticos dotados de un significado conceptual y funcional. De todos modos, la conservación del significado original en las funciones discursivas, respectivamente su debilitación, pérdida o cambio, es un tema de investigación que no desaparece cuando el marcador discursivo no pertenece al núcleo proposicional. Ante la importancia de los papeles macroestructurales intra e interdiscursivos, resulta además problemático, desde el punto de vista metodológico, limitar el marco de análisis a los enunciados considerados aisladamente (cf. Cortés Rodríguez (1991, 29)). En teoría, el vacío semántico-pragmático de un marcador discursivo respecto de un enunciado, y los niveles enunciativos jerárquicos observables en él, no impide que tenga una función en vista del discurso en su acepción estrecha como entidad procesual dinámica, y del texto, entendido como resultado final del discurso. Una función es siempre algo semántico. En consecuencia, el hablante puede aprovechar un marcador discursivo para llenar un vacío enunciativo ‹local›, pero la probabilidad de que use al respecto un marcador discursivo que apoye su estrategia macroestructural hacia discurso y texto es sin duda más alta, excepto si priman otros aspectos, también funcionales, como las preferencias idiolectales o la manifestación sociolectal de su adhesión a un grupo (v. 6.7. acerca de la ‹generación o sea›). 3.2.3. La naturaleza bicefálica del marcador del discurso bueno La mayoría de los autores insisten en la implicatura de un acto de concesión o resignación en el uso de bueno (v. Jordan (1989a, 56); Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4166); Portolés (1993, 156); cf. la reseña de la bibliografía al respecto en Travis (2005, 82)), hasta el punto de nombrarlo «marcador de divergencia» (Gregori Signes (1996, 162)), cuando se usa como signo discursivo de aceptación, o «marcador de contraposición» (Serrano (1999, 118, 121–124)). Se puede hablar de una implicatura lexicalizada5 porque bueno puede conllevar de por sí la inferencia de una reserva, concesión o contraposición, según veremos 5

Company Company (2006, 101) habla de «conventionalized implicatures» (cf. Hansen / Waltereit (2009)).

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con mayor claridad en 3.2.4, ya que la contraposición suele expresarse en posición inicial de un argumento. De ser así, bueno estaría efectivamente encaminado hacia una polisemia en la que conviven la aceptación y la contraposición, para mencionar los extremos. El análisis de bueno propuesto por Travis (cf. 3.2.1), en el que los llamados ‹significados› no son significados conceptuales sino distintas funciones, nos ha conducido a asumir la hipótesis, según la cual bueno es un marcador discursivo cuyo contenido monosémico se manifiesta en distintas funciones discursivas. Dicho en otras palabras, se trataría de un marcador discursivo monosémico y polifuncional. La situación que acabamos de observar concierne al significado conceptual de bueno, en la medida en que el significado base se ve contaminado por la expectativa de una reserva que conlleva una valoración menos positiva de lo que el significado base de bueno nos hace esperar. Es más, ante la imposibilidad de identificar un sema motivador común que una los significados ‹aceptación› y ‹contraposición›, deberíamos asumir una tendencia no polisémica, sino homonímica. Así las cosas, este análisis nos conduce a resultados contrarios a los de Travis, que defiende la hipótesis de la polisemia. En realidad, ninguna de estas hipótesis corresponde a los hechos observables. Bueno es un marcador discursivo bicefálico que une una función anafórica de aceptación a una función catafórica de elaboración del discurso. En el caso extremo, la elaboración consiste en formular un contraargumento. Se trata de una relación de tipo metonímico (cf. el punto de vista divergente de Ocampo (2006b, 251)). Según decíamos, la metonimia es una relación motivada en la que la motivación se fundamenta en una situación de contigüidad objetiva o conceptual, y no en un sema motivador común (cf. Koch (2001), para los aspectos fundamentales de la metonimia). En los marcadores del discurso que sirven como conectores entre dos argumentos, la contigüidad de dos argumentos colindantes es una conditio sine qua non. Ahora bien, a diferencia de la metonimia léxica clásica del tipo beber un vaso, la motivación de la relación metonímica en el marcador discursivo bueno no se reduce a la simple dimensión cognitiva de la presencia simultánea de dos argumentos, sino que resulta de la voluntad retórica del hablante de aprovechar una señal de aceptación anafórica como recurso formal para ‹vender› otros argumentos suyos, incluso cuando estos contradicen el argumento antes aparentemente aceptado. De esta forma, la aceptación es solo aparente. En consecuencia, se trata de un tipo de metonimia peculiar, en el que se observa la intervención motivadora de una estrategia comunicativa retórica. Estas características de uso del marcador discursivo bueno corresponden a un principio fundamental de la Teoría de la argumentación de Anscombre / Ducrot (31997, 8), que consiste en «faire admettre» un argumento. Si bien esto caracteriza los enunciados en general, de forma implícita o explícita, los signos discursivos son las unidades con las que el locutor interviene más directamente y dirige el impacto perlocutivo de sus argumentos (cf. la aplicación de la Teoría de la argumentación a los marcadores discursivos en Portolés (1988)). Notemos que el uso concesivo de claro pone de manifiesto la vigencia de la misma fuerza retórica. Por eso, la naturaleza bicefálica de bueno no es un caso aislado en los marcado55

res con base atributiva. Se trata de una técnica discursiva que se manifiesta con mayor o menor impacto en muchos marcadores discursivos. Koch (2008, 190) va hasta el punto de afirmar que debería ser difícil encontrar un caso de gramaticalización o pragmatización de los marcadores discursivos que no sea metonímico. Este autor defiende una noción abierta de la metonimia que incluye las relaciones que se observan en un frame o script (2008, 171–172). Ante esta situación, resulta casi imposible dar una descripción unitaria de significado y función de estos marcadores, como se observa casi siempre en la bibliografía cuando se procura indicar el significado o los significados de un signo discursivo. No es posible reducir las relaciones semánticas complejas a una simple monosemia, polisemia u homonimia. Ocampo (2006b, 232), por ejemplo, distingue dos significados de bueno, nombrándolos «aceptación» y «límite que facilita una acción discursiva subsiguiente». No vemos cómo se pudieran separar tan fácilmente los dos significados, cuando la esencia del signo discursivo consiste en usar un significado para hacer el puente con el otro en el mismo contexto local. Notemos además, que el segundo significado propuesto por Ocampo es demasiado abstracto para definir las peculiaridades de uso de bueno, ya que correspondería asimismo a las funciones discursivas de bien, claro, o sea, etc., incluso quizá al conjunto de los conectores, cuya conmutación implica cambios conceptuales y funcionales que no se tienen en cuenta de esta forma. En definitiva, es más adecuado cernir las funciones semánticas de bueno en términos dialécticos de juego entre propiedades intrínsecas, técnicas discursivas e impactos contextuales que fundamentan su carácter bicefálico. Desde el punto de vista metodológico, el ejemplo demuestra la utilidad del análisis de las estructuras motivadoras subyacentes, en la medida en que este tipo de análisis permite describir con exactitud cómo y dónde se produce genéticamente la intervención de lo discursivo en lo léxico-gramatical. Podemos efectivamente describir el carácter bicefálico de bueno como resultado de la discursivización de una relación metonímica fundamentada en la contigüidad de los argumentos. La cara izquierda o anafórica del marcador discursivo bueno expresa la aceptación formal del argumento previo. La cara derecha o catafórica de bueno consiste en introducir argumentos que abarcan el continuo semántico-funcional, que va desde la simple elaboración hasta la contraposición total. Desde el punto de vista funcional, ninguno de estos tipos de argumento entra en el valor nuclear discursivo de bueno. Se trata de correlatos de la función discursiva nuclear. El estudio de los correlatos también es importante, en la medida en que la frecuencia de los correlatos de elaboración, reserva, divergencia y contraposición es característica del tipo de comunicación. En el Corpus Kluge, por ejemplo, predomina la elaboración, que añade con prudencia informaciones y matices. Cabe no pasar por alto que la relación metonímica que acabamos de describir no excluye la existencia de una red polisémica unida por un núcleo semántico común. De hecho, la polisemia mononuclear se observa también en bueno, pero solo en la cara anafórica de la aceptación, que presenta una vinculación motivada evidente con el significado del adjetivo base bueno. Es justamente esta fun56

ción motivada que la cara derecha aprovechará retóricamente para vender otros argumentos. La cara bicefálica del marcador del discurso bueno consiste, pues, en reunir un polo anafórico de aceptación basado en el núcleo semántico del adjetivo bueno con un polo contiguo metonímico de introducción de un argumento nuevo, que no tiene por qué compartir el núcleo común de aceptación. Remitimos al respecto a la caracterización bonita de Beinhauer (31978, 431–434), quien cita la fórmula «bueno… ¿y qué?» como representante emblemático de una construcción en la que bueno se usa para aceptar lo dicho por el interlocutor, ya no para agradar, sino para oponerse retóricamente.6 El error en el que incurren Travis y otros autores es confundir la naturaleza dialéctica y retórica fundamental del marcador discursivo bueno en significados y funciones unidos de forma monolítica por un núcleo semántico común («está bueno»), como si no fuera posible, en las estrategias discursivas, servirse de un pretexto para conseguir otra cosa. Así, el Diccionario de partículas discursivas del español de Briz ((ed.) (2009 y ss.)), consultado el 22 de junio de 2009, distingue tres ‹significados› de bueno: 1° uso continuativo, 2° acuerdo total o parcial, 3° desacuerdo marcado por la entonación. El ‹significado 1› no es un significado. Entre los significados 2 y 3 se observa la misma incompatibilidad conceptual que entre ‹aceptación› y ‹contraposición›, sin que se aclare el tipo de motivación que subyace a esta antonimia intrapolisémica. El reconocimiento de la naturaleza bicefálica retóricamente motivada nos da una descripción más adecuada de los hechos observables. Las características prosódicas de bueno, que lo separan de los argumentos que preceden y lo acercan a los que siguen (v. 3.2.2), confirman el impacto de la relación metonímica, al mismo tiempo que indican hacia donde apuntan las intenciones efectivas del hablante. En este sentido, formular una contraposición puede ser el motivo principal de uso de bueno. El núcleo semántico de bueno se reduce al simple hecho de expresar la aceptación de algo, sea realmente, sea retóricamente, para añadir otros argumentos que, en realidad, pondrán parcialmente en tela de juicio lo que se aceptó en apariencia (cf. Travis (2005, 93)). El grado de empatía que conlleva la función de aceptación de bueno depende de la entonación. Como la polisemia, la polifuncionalidad motivada por un núcleo común se ubica en el polo anafórico dirigido al argumento precedente. En efecto, la fuerza atributiva de bueno, que se mantiene en sus funciones discursivas, proviene de las propiedades categoriales de la clase de los adjetivos. La aceptación sincera o aparente del argumento precedente corresponde a su inclusión en el alcance atributivo anafórico de bueno. A diferencia de la cara ‹izquierda› de bueno, la cara

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Quizá valga la pena mencionar, en este contexto, que el adjetivo base bueno es muy propenso al uso irónico en la comunicación coloquial. Beinhauer (31978, 229–230) alude a ejemplos como ¡Buena la hemos hecho, Rafaelito! Si bien no vemos fundamento empírico que relacione el uso irónico del adjetivo directamente con el retórico-metonímico del marcador discursivo, el ejemplo demuestra que el juego con los valores del adjetivo bueno es característico del habla coloquial, del mismo modo que sucede con otros adjetivos valorativos como bonito, lindo, dichoso, menudo, y otros más (cf. 3.7).

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‹derecha›, orientada hacia un argumento nuevo, no aprovecha las propiedades atributivas de bueno. Por eso, no es posible parafrasear el enunciado Bueno, no te olvides que es peligroso con *Está bueno que no te olvides que es peligroso, (porque este tipo de aceptación cambia la orientación anafórica por la catafórica), sino solamente por Está bueno lo que has dicho. Lo acepto. Ahora, no te olvides que es peligroso. La función prospectiva de bueno no es conmutable por está bueno que, en ninguno de los casos del corpus. Bueno se distingue al respecto de claro, que sí admite un alcance atributivo catafórico parafraseable con está claro que. Recuérdese que el alcance atributivo del marcador discursivo claro puede ser anafórico o catafórico. Su sustitución por está claro que funciona solo en el segundo caso (cf. tb. 10.4). A diferencia de bueno, que puede ocupar una función concesiva sin que necesite otro signo discursivo que lo explicite (razón por la cual hemos hablado arriba de una implicatura lexicalizada), la función concesiva de claro, claramente minoritaria frente a la evidencial (v. 3.1), suele explicitarse en el entorno local, por ejemplo: claro, pero o pero claro (cf. Fuentes Rodríguez (2009, 68b)). En este caso concreto, claro mantiene su función atributiva epistémica anafórica, cediendo la introducción del contraargumento al conector pero. A diferencia de bueno, que no depende de un segundo conector para introducir una reserva, claro tiende a hacerlo, siempre y cuando su alcance atributivo sea anafórico. Efectivamente, la situación cambia con claro que, que es un conector típico de introducción de una concesión. En este caso, la evidencia se dirige catafóricamente hacia el contraargumento, como en claro que no. Lo mismo sucede cuando claro introduce una concesión sin la ayuda de un conector explícito: Claro, hay otros aspectos también. La evidencia no se dirige al argumento previo, sino al próximo. En este sentido, claro es un marcador discursivo monocefálico, incluso cuando introduce una concesión, puesto que tanto el alcance atributivo epistémico como la función introductoria de un argumento apuntan en la misma dirección. Ello subraya al mismo tiempo su dinámica ofensiva. No podemos negarle una naturaleza bicefálica por la implicatura de una discrepancia con los argumentos precedentes en los contextos discursivos concesivos, que son minoritarios, pero la coincidencia de la dirección atributiva con la formulación de la concesión le confieren una dinámica menos dialéctica y más ofensiva. En cambio, bueno mantiene el alcance anafórico de aceptación aparente cuando introduce un contraargumento. El sintagma *bueno que no, sin pausa interna, que corresponde formalmente a claro que no, no es usual, y quizá incluso agramatical, es decir, contrario al funcionamiento de este marcador discursivo. Así las cosas, no nos parece casualidad que claro se use a menudo con la partícula de complementación que, que implica un alcance catafórico, al paso que no se observa lo mismo con bueno, aunque se puede usar perfectamente en es / está bueno que. Concuerda con esto la caracterización de bueno como «partícula reactiva» (Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4194)). De esta forma, bueno es un elemento argumentativo más conservador que claro, más orientado a elaborar bien una argumentación, antes de lanzarse en un terreno nuevo, alegando una evidencia compartida, como es el caso con claro. Refiriéndose al uso 58

restrictivo, Cortés Rodríguez (1991, 104) opone nueve ocurrencias de bueno a diez de claro que. Por tanto, los dos marcadores tienen la misma función discursiva, si nos situamos en el nivel abstracto de las funciones restrictivas, distinguiéndose empero, entre otras cosas, por el uso de que. Ello viene a ser confirmado por el comentario del autor: «mientras que [claro que] introduce una secuencia restrictiva de todo el resto del enunciado, en el caso de bueno sólo se restringe una secuencia anterior». Según Christl, bueno (usado como marcador discursivo continuativo) atribuye al argumento anterior un estatus de tema, y al argumento siguiente el de rema (1992, 108). Todo apunta hacia la interpretación de bueno como marcador discursivo retórico de aceptación orientado hacia el estado de la argumentación inmediatamente anterior, pese a su vinculación prosódica con el argumento nuevo, en tanto que claro es un marcador discursivo retórico de conformidad compartida, real o supuesta, con alcance prospectivo o retrospectivo, que proyecta la supuesta evidencia tanto en el plano de los argumentos como en la relación interactiva. Donde claro trabaja en la imagen positiva de los interlocutores, bueno sirve para protegerla, en el marco de una estrategia defensiva, destinada a proteger hablante y oyente a la vez. Mancera Rueda (2009, 155) discrepa de este análisis, afirmando que bueno «se emplea para reforzar la imagen positiva del que habla y, al mismo tiempo, proteger la imagen negativa del oyente, al aceptar lo propuesto por el interlocutor». Ante el contraste con claro, hemos optado por un carácter defensivo doble. De todos modos, la entonación variable de bueno, que va desde la transmisión de sentimientos de empatía hasta el corte autoritario, sugiere cierta flexibilidad del análisis según el contexto.7 Ante la conservación manifiesta de la función de aceptación en la cara izquierda de bueno, resulta excesivo describir el uso de bueno como marcador discursivo en términos de «erosión léxica» «que posibilita que haya quedado desprovisto de toda función sintáctica y de cualquier otro significado que no sea el oracional y discursivo» (Serrano (1999, 118)). Antes al contrario, la vinculación semántica con el adjetivo bueno le permite ser un marcador discursivo claramente diferenciado de claro, bien, igual, total, etc. Si bien es cierto que los marcadores discursivos no suelen tener una función sintáctica intraoracional a consecuencia de su estatus destacado de la estructura de constituyentes sintácticos, bueno no abandona su fuerza categorial atributiva. Esto es así, dado que bueno no abandona nada al destacarse sintácticamente porque las propiedades categoriales de la clase de palabras que subyace no dependen de la sintaxis, ni se presupone una determinada estructura sintáctica, como lo asume Serrano en la cita. Que dicha fuerza atributiva quede en un segundo plano, desde el punto de vista de la finalidad discursiva de su uso, ya que suele ser más importante comunicativamente su función de introducción de un argumento que la de la aceptación del anterior, no quiere decir que ya no intervengan las propiedades subyacentes y que el marcador haya abandonado por completo la red semántica de bueno.

7

Véase Serrano (2004) acerca de los padrones de entonación de bueno.

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Resumimos en el Esquema 1 los factores que intervienen en el uso del marcador bueno: Esquema 1: La red motivada de las funciones discursivas de bueno

bueno

ARGUMENTO 1 + pausa larga

+ pausa corta + ARGUMENTO 2 DISCURSO

CONTIGÜIDAD DISCURSIVA

CARA IZQUIERDA aceptación (retórica) atribución anafórica

CARA DERECHA introduce argumento (divergente)

Relaciones subyacentes: base funcional (atribución) base conceptual (‹valoración positiva›) provenientes del adjetivo base bueno

POLO MONOSÉMICO-POLISÉMICO

POLO METONÍMICO

La metonimia retórica no es un estado o resultado, sino una dinámica que interviene e interacciona con el significado base, estando abierta a que sea el contexto el que decida su relevancia comunicativa, ya que puede tanto predominar la aceptación (signo afirmativo de respuesta) como la introducción de un argumento nuevo. De ello se desprende que sería peligroso considerar la metonimia en la teoría discursiva como rasgo binario que está o no está. Lo que se observa realmente es una dinámica funcional viva. Es más, la retórica discursiva, que aprovecha la aceptación para adoptar una contraposición, conduce a un tipo de metonimia muy fuerte, en la que el punto de partida, que es la aceptación, puede introducir un rechazo, que es la contraposición. Así las cosas, la falta de un sema motivador común no es casual sino motivada. El concepto de la polisemia propuesto por Travis no es adecuado para describir y explicar esta situación. Desde el punto de vista genético, no cabe duda de que la aceptación anafórica es la base de las funciones discursivas de bueno. De ser así, hay que preguntarse si todavía es posible y usual la actualización de la cara izquierda de bueno sin que sirva a la vez como elemento de conexión con un argumento nuevo. Ocampo (2006b, 244) llega a distinguir un significado base y dos significados vinculados con funciones discursivas. De hecho, Ocampo cita dos ejemplos en los que bueno se usa como signo discursivo de valoración positiva. En los dos casos, bueno aparece entre puntos de exclamación: ¡bueno! No parece ajeno a los resultados de Ocampo que los ejemplos provengan de textos literarios, uno de estos del Quijote. Según veremos en 10.7, la literaturización del marcador discursivo bueno opera a menudo un retorno al significado base del adjetivo, hecho que permite también la paráfrasis está bueno. Esta función no ocurre en los corpus de Travis y Kluge. Ocampo tampoco alude a ello con respecto a su corpus del español argentino 60

hablado. Con todo, basta optar por una entonación que se corresponde con los puntos de exclamación en los ejemplos literarios para ver que esta variante discursiva sigue estando disponible. Ahora bien, el hecho de hacer falta un determinado tipo de entonación para actualizar la función de aceptación plena demuestra que se trata de una variante marcada, a diferencia de claro que se usa frecuentemente como signo discursivo de afirmación. La combinación frecuente de bueno con ah para comunicar la aceptación plena es también una construcción marcada, en este caso por una interjección con una entonación que expresa admiración o agrado. Así, en un acto comunicativo que tiene el objetivo de pedirle algo al interlocutor, el hablante argentino MA expresa con ah, buenísimo su alivio de ver a su alcance la aceptación de su solicitud (García (2007, 160)): (36)

Vecino MA Vecino MA Vecino MA Vecino MA

Sabés que yo estoy dando clases de inglés Ah sí? Sí ah, buenísimo. Vos cuánto cuánto sabe de inglés? y bueno yo hice, o sea tengo el ( ) certificate= =ah= -y bueno o sea estudié eh como vos sabés en un colegio primaria y secundaria, estuve viviendo dos años en en Inglaterra ah, buenísimo

Notemos que el diálogo no proviene de la grabación de una comunicación espontánea, sino de una combinación de encuestas escritas con tareas de dramatización. No obstante, no cabe duda de que buenísimo se puede usar de esta forma. Si ponemos a un lado las dudas acerca del valor de los ejemplos escritos para pronunciarse sobre la lengua hablada, o para sugerir caminos de gramaticalización que no tienen en cuenta las diferencias observables en el código escrito y en el oral (cf. Ocampo (2006b, 234–235)), el caso de bueno nos permite dar una respuesta más diferenciada a la cuestión de saber si los marcadores discursivos son, de un modo generalizable, unidades monosémicas con manifestaciones contextuales polifuncionales o unidades polisémicas polifuncionales (Waltereit / Detges (2007, 64)). Según hemos visto con claro, la monosemia polifuncional es una de las posibilidades que se pueden concretar en un lexema que sirve como marcador discursivo. Veremos en el caso de igual que la polisemia polifuncional es otra posibilidad. En casos como bueno, se observan tendencias monosémicas y polisémicas a la vez. Mejor dicho, la división binaria en monosemia y polisemia es útil en el nivel metalingüístico terminológico, pero en los marcadores se observa una dinámica que presenta tanto tendencias monosémicas como polisémicas. En este sentido, el uso contrapositivo de bueno es algo que afecta a bueno en un sentido polisemizador, pero sin desquitarle de su base conceptual monosémica. En muchos casos, resulta empíricamente difícil decidir a partir de qué momento el uso de una unidad en una función discursiva peculiar empieza a afectarla conceptualmente. Lo mismo se observa en las unidades oracionales, por ejemplo la diferenciación 61

semántica que se da en el contraste el hombre grande ‹alto› vs. el gran hombre ‹importante›, sin que el mismo efecto tenga por qué darse en otros casos con las mismas características sintácticas, como, por ejemplo, el hombre pequeño ‹bajo› vs. el pequeño hombre ‹bajo›. En el segundo caso, la diferencia se limita al campo funcional, en la medida en que la anteposición conlleva una valoración más subjetiva y a veces enfática del mismo concepto de pequeño. 3.2.4. Las funciones interdiscursivas de inicio de turno y recogida de turno Es bastante probable que el llamado uso ‹concesivo› de bueno sea vinculado, en primer lugar, con su función interactiva en posiciones de cambio de turno/intervención, es decir, con referencia no a los propios argumentos, sino a los del interlocutor. Por lo menos, tal posición en el discurso puede contribuir a tornar más fuertes las reservas, aunque sea por el simple hecho de interrumpir. Sin embargo, según Briz / Pons Bordería (2010, 344), el uso de bueno en posición inicial «se asocia a la expresión del acuerdo (real o estratégico)». Pensamos que el reconocimiento de las propiedades bicefálicas nos permite conciliar las posturas de autores como Serrano, que insiste en el aspecto contrapositivo, y Briz / Pons Bordería, que subrayan la aceptación, en la medida en que los dos aspectos corren parejo. Es posible, además, que tanto la aceptación (retórica) como la contraposición sean reforzadas en inicio de turno. El papel de aceptación queda prácticamente eliminado cuando bueno recibe una entonación cortante (¡Bueno, no seas tonto!). Por eso, no resulta fácil estudiar aisladamente los efectos posicionales, por importantes que sean. Además, el papel de reformulador concesivo, que se observa en posición intermedia para introducir un «subacto», pone de manifiesto lo relacionadas y motivadas que son las facetas de uso de bueno que se manifiestan según su posición sintáctica. Recuérdese que Serrano (1999) propuso el término marcador de contraposición en un artículo intitulado «Bueno como marcador discursivo de inicio de turno y contraposición». Citemos uno de los ejemplos de Serrano, sacados de conversaciones coloquiales espontáneas en Santa Cruz de Tenerife (1999, 121): (37)

A: Es muy grato disfrutar del trabajo, ¿no? B: Bueno, el trabajo es solamente un medio de subsistencia desde un punto de vista físico … nada más.

Incluso en posición inicial y con la función discursiva de introducir una posición contraria, bueno no abandona su cara bicefálica que une la aceptación de lo que dice el interlocutor con la intención retórica de introducir un argumento nuevo, incluso divergente, como en (37). Bueno expresa asimismo la aceptación del interlocutor como persona, e incluso la amistad que mantienen los interlocutores. Si bien bueno no expresa ni afirmación (cf. sí), ni confirmación por evidencia (cf. claro), funciona como señal muy clara de la aceptación del argumento del interlocutor. Es a partir de la aceptación, digamos humana, del argumento, que el hablante se va a permitir expresar una posición contraria. Por eso, bueno no es simplemente 62

un marcador de contraposición, sino un marcador que une la aceptación de un argumento con un contraargumento. Resulta igual de simplista reducir la función de bueno a la de un signo discursivo de aceptación, como tiende a hacerlo Travis, como reducirla a un marcador de contraposición. Por supuesto, la entonación interviene fuertemente en el tipo de aceptación expresado por bueno y, por ende, en las discrepancias que se pueden manifestar entre el argumento aceptado y el introducido (cf. Hidalgo Navarro (2007, 567–568) y (2010); Martín Zorraquino (1998, 49–51) acerca de bueno y claro). De forma más general, es posible que el tipo de entonación sea el rasgo que más distinga el uso europeo, más abierto a una entonación cortante, del americano, más suave y propicio al alargamiento de la vocal tónica (cf. Bauhr (1994, 114–115)). Así las cosas, las funciones interdiscursivas de bueno no se presentan de forma completamente distinta de las intradiscursivas. Se observan efectos comunicativos que resultan de un proceso semejante al que hemos observado con claro, cuya función confirmativa interdiscursiva se mantiene debilitada en su uso intradiscursivo bajo la forma de un apelo fático (cf. Fuentes Rodríguez (1993b, 84–85)). Es normal que la interrupción del discurso del interlocutor con bueno contribuya formalmente a crear una expectativa de divergencia. De ser así, las posiciones y funciones discursivas actuarían sobre todo en el sentido de conferir mayor o menor relevancia comunicativa a los rasgos semánticos y funcionales de un marcador discursivo, que, sin embargo, no abandona completamente su carácter unitario por cambiar las posiciones y funciones. Por este motivo, es difícil, por no decir imposible, tratar las facetas de su uso sin insistir en los lazos polisémicos y polifuncionales que las unen. Un marcador discursivo nunca deja de ser interactivo, ya que se trata de un signo lingüístico en el que confluyen, según Bühler, las funciones representativa, sintomática y apelativa. Bueno conserva el papel fático de apertura a cambiar o modificar los argumentos en todas sus ocurrencias, aunque se suprima a veces voluntariamente en los cierres autoritarios, donde su supresión es la razón por la cual este uso se percibe como sumamente autoritario (v. 3.2.5). El papel interactivo tiene más peso en los cambios o recogidas de turno, y también en el cierre interactivo. Bueno puede usarse aisladamente como signo discursivo de aceptación independiente que constituye un turno entero, sin que introduzca un argumento ponderativo. Aun así, bueno «no es la manera más entusiasta de expresar la conformidad» (Bauhr (1994, 92); cf. Llorente Arcocha (1996, 235)). Bauhr (1994, 88–90) especifica que el marcador de aceptación bueno orientado hacia el discurso ajeno (cf. bueno1,2 de Travis en Tabla 8) puede limitarse a expresar la «ratificación» de lo dicho, es decir, el hablante acepta el argumento del interlocutor como tal, sin que la aceptación implique conformidad, aunque sí entendimiento o consentimiento (definido como aceptación para agradar, no por convicción). El ejemplo citado bajo bueno1, en la tipología de Travis (v. Tabla 8), confirma el análisis, en la medida en que el hablante puede pensar que es mucho «encargar dos». Sin embargo, lo entiende, acepta y consiente en que se haga porque respeta al interlocutor. Por eso, no es por pura casualidad que la reserva, que queda implícita en el ejemplo 63

de bueno1, se explicite en otros casos, justificando el término bueno concesivo o bueno reservado. De hecho, no es raro que siga una reserva, como en el ejemplo de bueno2. E incluso en el ejemplo de bueno1, la risa tiene un efecto semejante, en la medida en que la risa parece corresponder a un hiato de opinión o a implicaturas consabidas que separan el hablante del interlocutor. Parece que este valor de simple ratificación, más bien reservado, viene a menudo asociado con ah bueno (Bauhr (1994, 90); v. infra). Por este motivo, no parece que sea correcta la definición del significado 3 en el Diccionario de partículas discursivas (Briz (ed.) (2009 y ss.)) como «acuerdo total o parcial». Vemos difícil la expresión de un acuerdo total con bueno, a no ser con entonación exclamativa entusiasta. Como mucho, bueno expresa una aceptación (ratificación) ‹total› de un argumento, pero no un acuerdo. En la mayoría de los casos, bueno no tiene nada que ver con el contenido de los argumentos, sino que expresa simplemente que el hablante acepta formalmente el hecho de que se haya dicho algo, que lo entiende, pero muchas veces no coincide necesariamente con el interlocutor, o no se pronuncia al respecto. Por la misma razón, la conmutación de bueno con está bueno no es equivalente en términos semánticos. La construcción copulativa conlleva un retorno al valor adjetival de valoración positiva, si no se usa con alargamiento de la vocal tónica para tranquilizar (que sería otra función ‹humana›). En consecuencia, el núcleo semántico propuesto por Travis resulta algo forzado. Según Travis bueno «states simply I say: this is good, and not I think this is good» (2005, 93). A nuestro parecer, bueno ni siquiera dice que está bueno lo que se acaba de expresar. Dicho de otro modo, la tradición de uso acabó por afectar el significado conceptual del marcador del discurso, sustituyendo la valoración conceptual positiva de algo por su simple aceptación empática. Se trata de un proceso de tipo metafórico impulsado por el proceso de discursivización. Cuando Travis no insiste tanto en su núcleo semántico, la descripción de la función de bueno se acerca más a los hechos observables: «Expressing acceptance with bueno is a way for the speaker to indicate that this is not something that they receive with great pleasure but something that, having been offered, is accepted» (Travis (2005, 91)). Teniendo en cuenta la tendencia a implicaturar una reserva, que venga o no a ser explicitada después, la paráfrasis «esto está bueno», usada por Travis como invariable semántica de bueno1,2,3,4, insiste demasiado en la simple conformidad de los puntos de vista. La asociación frecuente de bueno con una actitud de consentimiento más bien reservada, no viene expresada con claridad en las definiciones de bueno2,3,4 propuestas por Travis. A pesar de funcionar en el discurso como señal positiva de cooperación con los interlocutores o de actitud constructiva hacia los propios argumentos, bueno suele implicar o posibilitar también una reserva, algo como ‹está bien, pero›, o una actitud de prudencia, que admite que pueda haber argumentos en contra. A diferencia del marcador de apoyo más ofensivo claro, el marcador defensivo bueno sigue expresando cierta prudencia o, incluso, cierto respeto hacia el interlocutor, para expresarlo en términos de cortesía. Donde claro presupone o impone un acuerdo mutuo, declarándolo ‹evidente›, aunque quizás tan 64

solo retóricamente, bueno lo está buscando o pidiendo con debida prudencia. De ello se desprende que el significado conceptual del marcador del discurso bueno se ha alejado del significado del adjetivo base, ya que no se usa para expresar simplemente que algo está bien. O, mejor dicho, el papel de ratificación de algo dicho antes, que se intenta explicitar con ‹está bueno›, ha sido socavado por la integración en una función discursiva de ponderación y reserva con orientación catafórica. Travis tiene razón al afirmar que bueno no implica necesariamente una concesión, pero la señal fática que emite es de apertura a eventuales concesiones, sean propias, sean del interlocutor. De ahí que Serrano llegue a caracterizarlo como «un marcador claramente negociador» (1999, 121). En suma, Travis tiende a subestimar lo que tradicionalmente se llamaría la función retórica del marcador. Comparte con los lingüistas cognitivistas la tendencia a centrarse en la relación entre dominio de origen y dominio de llegada, por ejemplo en los estudios cognitivistas sobre las metáforas, que no tienen en cuenta que estas resultan de largas tradiciones, no solo lingüísticas, sino también culturales. Las cargas históricas lingüísticas y culturales codeterminan el uso de una unidad, fruto de largas tradiciones de uso.8 El uso retórico de los marcadores presupone una carga lingüística basada no en la simple relación entre significado básico y su aplicación discursiva «está bueno ĺ acepto», o, dicho de modo más abstracto, «función semántica ĺ función discursiva». Bueno no suele simplemente expresar que lo que se acaba de decir está bien. Si bien lo expresa en apariencia, en la gran mayoría de los casos se trata de un consentimiento retórico que no se usa como tal, sino para expresar una reserva o marcar una reflexión que preludia a una elaboración. Según dice Bauhr (1994, 97), «el receptor acepta por razones tácticas lo que ha dicho su interlocutor, solo para formular en seguida una objeción». Es este esquema discursivo que predomina en la tradición, no él de la simple aceptación. En el Corpus Kluge, las funciones interdiscursivas de inicio de turno o intervención son poco frecuentes. Es posible que ello tenga que ver con la dinámica bastante monologal de las entrevistas en las que las hablantes describen los detalles de su vida y biografía. Según los datos del proyecto PILEI referentes al habla culta costarricense, Solano Rojas (1989, 146) destaca bueno como «el nexo de apertura más significativo», con 427 ocurrencias, en situaciones de tipo entrevista (cf. López Serena / Borreguero Zuloaga (2010, 448)). Ello demuestra que no debemos extrapolar la escasa frecuencia en el Corpus Kluge a todos los tipos de 8

Ello se ve claramente en el análisis cognitivo de los fraseologismos. En los fraseologismos basados en el cuerpo humano, tales como los fraseologismos con narices, hay que tener en cuenta una importante carga semántica cultural. Si la relación entre el campo de origen y el de llegada fuera directa, el extranjero no tendría dificultades en comprenderlo. Bastaría con movilizar una relación cognitiva universal provocada por la representación mental de una nariz. Ahora bien, ello no es el caso, por mucho que uno lo intente. Manda narices es incomprensible a partir del simple conocimiento del órgano humano. Lo mismo pasa con el uso de leche en los fraseologismos (cf. Olza Moreno (2011)).

65

entrevista. No obstante, las propiedades bicefálicas que acabamos de describir se ven claramente en los 9 casos del Corpus Kluge, en los que bueno introduce una intervención. Bueno sirve para retomar el turno interrumpido por la entrevistadora (cf. Travis (2005, 42, 49, 57–8, 60, 68, 70, 72, 75)): (38)

B: ya, hmhm ... así\ .. y-, pero tú no podrías salir por ejemplo: .. un jueveh cuan-=tú, cuando notah que: , te falta algo urgentÍsimo, no sé M: hm=n-, no sÉ .. a lo mejor, sÍ: .. pero eh que, eh que nunca se me presentaba la oportunidad de ((riendo)) de=eso+& B: &((riendo)) ah: , ya+, [@@@] M: [((riendo)) así que: +] .. creo que sí, igual lo podría hacer porque& B: &hmhm& M: &bueno, lo haría .. > QUOTE: señora, yo necesito .. Ehto< .. porque-, de de eso ((rápido, mascullando)) (como=que=no), no: , tengo problemas con (eso que)++ o quiero pedir permiso de=aLgo& (Marcela, 751)

Bueno tiene la misma función que en el interior de un discurso, es decir, marca formalmente la aceptación de algo, a la vez que expresa la resolución de añadir un argumento como consecuencia de una duda que surge, en este caso, de parte de la interlocutora. Se nota que no hace falta que la duda sea explícita. Basta que la hablante la intuya, en su propio pensamiento o en el de la entrevistadora. De este modo, bueno no marca realmente una concesión, sino que acompaña una actitud concesiva, abierta a ponderar bien los argumentos presentados o pensados, sean propios o ajenos, a partir de una postura retórica que acepta tal cual el estado de la argumentación, sin implicar necesariamente acuerdo o desacuerdo. En el Corpus Kluge, las entrevistadas se sirven 5 veces de bueno para ratificar la recepción de un mensaje: (39)

B: [no] ... puedes, dehcribirme un poquito lah cosah que haces/ ..(di-) M: que es lo que yo hago en mi trabajo/ B: sí: -\ .. un día normal, tí: pico M: de: .. bueno, s- .. en la mañana es levantarme a darle el desayuno a loh: , niñoh que se van al colegio B: ((voz baja)) hm+ M: al caballEro-/ .. a ella tam-, bueno a=ella (eh todo) .. dehpué=hacer, äh, ase- .. o=sea .. aseo no lo hago todoh loh días, algo- .. loh loh bAñoh qué sé yo .. ä: h: m .. lah cama ((voz baja)) o=sea+ por supuehto que lah ca: mah=dehp- .. (Marcela, 712, 715)

En tres de los cinco ejemplos, bueno viene precedido del marcador de duda äh [İ: ], a no confundir con el marcador de entendimiento ah [a: ]. De esta forma, bueno no acusa solo la recepción del mensaje, sino que dice también que la hablante lo ha entendido, que se lo ha pensado y que ha llegado a una conclusión. Tenemos la impresión que la combinación «aceptación + entendimiento» acompaña muchos usos de bueno, no solo en el sentido de haber entendido algo, por ejemplo una pregunta, sino también como señal de un entendimiento humano. Los 66

argumentos que siguen a bueno en el ejemplo no expresan una contraposición o divergencia, sino que presentan una elaboración necesaria. De ser así, el uso interactivo de bueno orientado hacia el interlocutor y el uso ‹monologal› orientado hacia los propios argumentos, no se distinguen en cuanto a la función, sino solo por su integración en distintos contextos y funciones discursivas. Lógicamente, los lingüistas que parten de los contornos funcionales llegarán a distinguir varias funciones o, incluso, ‹significados› de bueno, pasando asimismo por alto esta función constante del signo. En los 8 casos, en los que sirve de marcador de turno, bueno inicia la respuesta a una pregunta u otro tipo de invitación a contestar: (40)

B: ya ...(2) y: , bueno .. con ese trabajo ahora .. que pien-, qué cosas tienes que hacer durante un día normal de trabajo, podrías dehcribírmelo un poquito S: äh: m, bueno .. el-, lah cAmas, hace-, hacer lah ca: ma .. limpiar alfombras .. hacer baños .. recoger la ropa sUcia ((con ceceo)), ponerla a lavar .. äh, planchARla .. cocinAr .. äh, bañar una niñita: ..ayudar a vehtirla .. servIrle .. desayuno .. äh: m, la niña ((rápido)) (tiene bastante XX y me da macable)+ .. ahí le (daba) comida .. äh .. en la noche, tenerle la comida lihta a ellos ((s pronunciada)) y servirle .. äh, bueno, hay que limpiA: r, la cocI: na .. azulEjos, lavar la loza por supuesto: .. äh: , loh bAño li-, bien, limpios& (Sandra, 1074, 1078)

(41)

B: ya, y esto .. lo atribuye a vivir acá en santiago& M: &sí B: no a: ... no sé, su su maduraciÓ: n durante: ..[su separación] M: [bueno, también] .. también se (le) junta eso B: hmhm, ((voz baja)) me imagino+ ...(2) y: .. äh, ha tenido usted la: impresión de que: , por su manEra de ser la gente de santiago, le: .. identifica como procedente del campo, del sur/ (Marisa, 155)

Se trata de los únicos ejemplos en los que bueno está dirigido principalmente a la entrevistadora. No se detecta ningún ejemplo de contraposición en los cambios de turno. En el segundo ejemplo, la entrevistada acepta una observación de la entrevistadora y señala su entendimiento. A diferencia de claro, el marcador prudente bueno tampoco sirve para interrumpir activamente el discurso del interlocutor en el Corpus Kluge. Efectivamente, en los ejemplos que acabamos de citar, la entrevistadora invita a responder, razón por la cual en (40) bueno viene precedido de la señal de duda äh. De esta forma, la prudencia expresada con bueno corresponde perfectamente a la situación comunicativa, en la que la entrevistada se siente invitada, o incluso presionada, a contestar. De ahí que el uso frecuente de bueno pueda obedecer a una estrategia conversacional defensiva (función macroestructural), a diferencia del papel ofensivo de claro. Según decíamos, no hay por qué limitar tales estrategias interactivas a las posiciones discursivas directamente interactivas. La dimensión fática acompaña al marcador discursivo hasta en las funciones intradiscursivas, donde puede estar menos destacada que en los cambios de turno, pero sin duda presente. Los actos de pedido son particularmente sensibles al respecto. En los actos de pedido analizados por 67

García (2007) en el español argentino, bueno ocurre con frecuencia. Citamos a continuación un ejemplo en el que bueno se repite en un contexto bastante limitado: (42)

Vecino HA Vecino HA

Hola, qué hacés? Cómo andás, Diego? Ehh escucháme, bueno, ehh sabés que vivo en frente Sí, sí Eh o sea tengo un problema. Mi hermano o sea anda mal en el colegio bueno está en doble escolaridad, en la tarde le toca inglés y bueno no se lleva muy bien con él, pero quería pedirte por favor que le hicieras la gauchada de bueno darle clases (García (2007, 154–155); los puntos de interrogación corresponden al original; las cursivas son nuestras).

El análisis de un ejemplo de este tipo tiene ventajas metodológicas considerables. A diferencia de lo que sucede a menudo en el análisis de simples trechos conversacionales, el intercambio constituye una comunicación completa regida por el objetivo de pedir algo al interlocutor. Ante esta finalidad claramente reconocible, aparece con bastante claridad que el hablante HA usa bueno en el marco de una estrategia perlocutiva destinada a convencer al Vecino a aceptar la solicitud. En el caso de bueno, el hablante utiliza la función pragmática de prudencia de bueno. En términos de Bühler, bueno expresa una actitud de prudencia, no solamente respecto al contenido y la finalidad del acto de habla, sino también como síntoma de la actitud del hablante y como apelo al interlocutor. Bueno le hace sentir al interlocutor que HA se siente incómodo por tener que pedirle algo. Al mismo tiempo, bueno conlleva una función fática de apertura a concesiones que podría venir a formular el interlocutor. El papel pragmático prudente-concesivo corresponde también al imperativo de cortesía, que es muy fuerte en los actos de pedido en los que no entran factores de poder asimétrico. El ejemplo demuestra, además, que la repetición de bueno tiene la función macroestructural de conservar y confirmar la actitud prudente y concesiva del hablante. En contextos más largos se hablaría fácilmente de una función de muletilla. En este sentido, el ejemplo citado pone de manifiesto que las llamadas muletillas pueden tener una función fática importante en la negociación o argumentación. Determinan o codeterminan la tonalidad que se escoge para presentar los argumentos. O, si trocamos la alusión a la música con otra inspirada por la etimología, son efectivamente muletillas que le permiten al hablante avanzar. Que no se diga que no son necesarias y útiles. Si bien bueno suele servir como marcador de introducción de un argumento, también se observa con función de cierre. En el Corpus Travis, bueno ocupa una posición de final de entonación en 41 de los 51 casos, en los que expresa la aceptación de un argumento sin añadir otro argumento que lo matice (Travis (2005, 92)). Del mismo modo, la función de cierre puede prevalecer en posición intradiscursiva. En el ejemplo 2 para bueno3, citado arriba en la tipología de Travis (v. Tabla 8), bueno aparece entre pausas asimétricas que lo acercan al argumento anterior, constituyendo asimismo un tipo de cierre, aunque provisional, y que expresa la intención de continuar, pero también la disposición de admitir una intervención del 68

interlocutor.9 Resulta interesante ver que la función de cierre suele ser provisional y abierta tanto a una intervención ajena como a la continuación de la argumentación, por lo menos cuando la pausa asimétrica crea un vacío. En el ejemplo (33) del Corpus Kluge citado arriba, bueno no sirve como cierre absoluto sino que prepara el cierre de una secuencia de argumentos («y, bueno qué máh te puedo decir»). Se observa la misma actitud de apertura a elaboraciones, preguntas, críticas, etc. Si tenemos en cuenta que bueno sirve casi siempre para introducir un argumento, no puede sorprender que su función de preparación o introducción de cierre sea más frecuente que la de cierre absoluto (cf. Travis (2005, 94–96)). Hace falta una entonación autoritaria para usar bueno como cierre definitivo con el que el hablante no quiere ofrecer al interlocutor la posibilidad de decir algo más (v. 3.2.5). En las posiciones intradiscursivas en las que bueno separa dos argumentos, resulta empíricamente difícil o imposible separar claramente la función de preparación de cierre de su uso continuativo: (43)

A: ante de venirme ...(2) no sé, no: ...(2) no recuerdo que haya tenido alguna: .. que me: haya ilusionado con a: lgo de acá no=po nada B: hm A: uno llega y: .. bueno, ahí va conociendo de a poco, sí B: hm A: hay personas que no leh guhta=hm/, ((más rápido)) así que se devuelven+, a mí me guhtó=y-, me quedé=po (Adela, 206)

(44)

A: y la gente que trabaja alrededor de ehto, que son .. fundos, que son fundo, ya: de doscientah hectárea que loh rico tienen lecherÍ: a .. y tienen-, cualquier cantidad de anima: le .. otroh que se dedican a sembRA: r, y, bueno .. reciben a la gente de la: ... del: , fun-, de PUEBLO B: hm A: porque cada fundo tiene sus nOmbre, dihtinto, hay uno que=s- .. eh PUEBLO, de un señor NOMBRE, en loh otro es, PUEBLO (Adela, 152)

El primer ejemplo tiene un matiz de cierre más fuerte que el segundo, no porque se use bueno, sino porque se cierra con sí. El continuo que se observa entre la función de preparación de cierre y la simple introducción de un nuevo argumento tiene que ver con una función constante de bueno. En efecto, bueno sirve para aceptar un estado de argumentación, señalando entendimiento. La aceptación podría ser definitiva, pero la vinculación de bueno con la elaboración argumentativa o con la invitación a hacerlo es tan fuerte que no sorprende que ocurra más veces como preparador de cierre que como cierre absoluto (cf. Briz / Pons Bordería (2010, 346–347)). Dicho de otro modo, la función de preparación de cierre es solo una 9

Por eso habría que relacionar el estudio des las relaciones observables entre las posiciones sintáctico-discursivas de un marcador discursivo y las funciones discursivas efectuadas (cf. Briz / Pons Bordería (2010)) con la prosodia de distancia, es decir, tanto el acercamiento de los marcadores a trechos de enunciado como también su alejamiento por pausas.

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variante de la función general. Bueno tiende a no marcar directamente el cierre, sino que se aprovecha su función de aceptación de un estado argumentativo para conducir la argumentación hacia el cierre. Evidentemente, la entonación puede reforzar o suavizar los efectos de cierre. Del mismo modo, Cortés Rodríguez (1991, 110–111) observa que el uso de bueno en posición inicial aumenta con la extensión de la respuesta, mientras que su uso en respuestas breves resulta muy excepcional, confirmándose asimismo la tendencia de usar bueno para elaborar más, sea en inicio o final de turno. 3.2.5. Tipo de comunicación, papel comunicativo y poder comunicativo En los estudios empíricos sobre los marcadores del discurso se presta poca atención a las funciones que no se observan en el corpus analizado. Ahora bien, las funciones de un signo discursivo que no se detectan en un discurso no son menos significativas que las funciones observables. La comparación de distintos tipos de comunicación saca a la luz las diferencias específicas del uso. Así, los datos del Corpus Kluge no corroboran la hipótesis según la cual bueno se usaría como marcador de contraposición en los inicios de turno. Con todo, ello no quiere decir que Serrano no tenga razón también. Todo depende del corpus, más concretamente del tipo de comunicación analizado. Del mismo modo, los motivos de la escasa frecuencia de bueno ‹interactivo› en el Corpus Kluge residen en la naturaleza de la entrevista semidirigida, donde no se da una conversación de igual a igual. El papel de la entrevistadora radica esencialmente en estimular la elaboración de la argumentación de la entrevistada. Es normal que ello se refleje en las características de uso de bueno, independiente de su posición en la conversación. De hecho, son raros los casos en los que se da siquiera el esbozo de una discusión entre las dos interactantes de la entrevista. La frecuencia de la función de bueno como signo discursivo para iniciar el cierre de una argumentación depende también del tipo de comunicación. Es normal, por ejemplo, que esta función aparezca a menudo en un corpus telefónico que presupone una elevada frecuencia de las situaciones de despedida. Citemos un ejemplo sacado de un corpus ecuatoriano de 73 llamadas telefónicas: (45)

bueno Luchita le dejo que voy a me voy al mercado (Placencia (1997, 61))

Las situaciones de despedida se resumen a nueve en el Corpus Kluge, una por entrevista. De ahí que la probabilidad de que se observe la función de cierre de bueno sea mucho menor, pese a tratarse de un corpus mucho mayor. Resulta difícil o imposible separar el impacto que tiene el tipo de comunicación en el uso de un marcador discursivo del tipo de relación que entretienen los interlocutores. De esta forma, el papel interactivo de los interlocutores interviene también en las características de uso de un signo discursivo. En su análisis del habla oral chilena (Valdivia), Poblete llega a relacionar del uso de los marcadores de inicio de turno con el grado de seguridad, menor en los hablantes más jóvenes (1996, 180). De ser así, ciertas funciones de bueno aparentan una vinculación 70

fuerte con estrategias cooperativas defensivas y la inseguridad de la persona, al paso que otras funciones se observan en el discurso de la persona con más poder comunicativo. Si la inseguridad no es solo un rasgo de la comunicación en cuestión, sino una característica de la persona, puede darse la situación de una alta frecuencia de la funciones correspondientes de bueno en un idiolecto y la ausencia de la funciones autoritarias de bueno (cf. 9.3). La repartición del poder comunicativo es un aspecto particularmente interesante dentro del conjunto de las relaciones interpersonales. El uso de bueno en el marco de una estrategia comunicativa defensiva, tal y como se observa en el Corpus Kluge, tampoco es una característica generalizable, por típica que sea. Pronunciado con entonación autoritaria, bueno puede perfectamente servir para imponer un término a la argumentación del interlocutor. Si, por ejemplo, un profesor usa bueno como signo discursivo reactivo independiente con entonación cortante para aceptar la respuesta de un alumno, no lo hará porque esté enteramente de acuerdo o satisfecho con la respuesta, sino simplemente para ratificarla y terminar, incluso porque ya está harto de lo infructuosa que le resulta la respuesta de este alumno. De ahí la implicatura de una reserva o crítica. Usando bueno, se admite que podría haber más que decir (cf. Christl (1992, 189–191)). Pese a ello, la argumentación se da por terminada. Ello solo lo puede hacer el interlocutor que detiene el poder comunicativo, sin abandonar la base comunicativa común. Si lo hiciera el alumno, se saldría del marco interrelacional, infringiendo las normas de conducta y cortesía. Al suprimir las reservas sugeridas por el marcador bueno, el profesor obtiene un efecto retórico autoritario. Resulta sumamente autoritario o paternal usar bueno en tono imperativo para cerrar definitivamente, en la medida en que el hablante se permite dar por terminada la argumentación aunque sabe perfectamente que al interlocutor le apetecería decir más o que habría que decir más, señalándolo por añadidura, con bueno. No se obtendría el mismo efecto con de acuerdo, por seca que fuese la entonación. La estructura de una entrevista semidirigida implica también una repartición desigual del poder comunicativo. Si bien el poder comunicativo del que dirige la entrevista va a ser menor en una entrevista entre un periodista y un jefe de Estado, no cabe duda de que la relación de poder es asimétrica cuando la entrevistadora es una investigadora universitaria y la entrevistada una empleada doméstica, y aun en la entrevista con un jefe de Estado, el poder comunicativo de dirigir la entrevista está o debería estar en las manos del periodista. En el Corpus Kluge, las diferencias de estatus y la estructura de la comunicación crean un desequilibrio en el poder comunicativo que el carácter coloquial de la comunicación y la juventud de la entrevistadora pueden mitigar pero no borrar. De ello se desprende que el análisis de la ausencia de funciones de un marcador no debe limitarse al tipo de comunicación representado por los corpus comparados entre ellos, sino también a los discursos de los interlocutores de un mismo corpus. El poder argumentativo tiene una importancia especial no solo para el uso de bueno como signo discursivo de aceptación, sino también en las situaciones de cierre, en la medida en que la persona con más poder tiende a ser la que toma 71

la iniciativa de terminar la comunicación. La repartición asimétrica de la autoridad argumentativa en el Corpus Kluge no ofrece motivos a las entrevistadas para usar las funciones interactivas de cierre y de aceptación de bueno. En el Corpus Kluge, la situación de despedida ocurre una vez por entrevista. Teniendo en cuenta la posición de autoridad de la entrevistadora, parece más probable que sea ella quien inicia el cierre, aunque no está excluido que obligaciones externas motiven las entrevistadas a impulsar la despedida. Llegados a este punto, hemos decidido echar un vistazo al cierre de las entrevistas en el Corpus Kluge. Se observa efectivamente que hay que incluir el discurso de la entrevistadora, excluido de nuestro corpus base por tratarse de una hablante de lengua materna alemana, para descubrir el uso de bueno como recurso que inicia el cierre de la entrevista: (46)

R: así que uno para no ser en mEno, trata .. hay: que tratar de ser como ellos son acá B: hm, ya, así que no: se debería adaptar demasiado R: .. ((bajo, voz aguda)) no+ B: ((voz más aguda)) no+ .. ya, bueno ehto: , fueron fueron mi: h preguntas, y: para acabar .. hm, por favor, me podría leerme, ese texto (Raquel, 1448)

En las 9 entrevistas, Kluge recurre 6 veces a bueno y una vez al anglicismo equivalente okay para terminar. En las dos entrevistas en las que no se observa el uso de estos dos marcadores, surgen problemas técnicos. En un caso, el cierre coincide con un cambio de cinta, con lo cual la lectura del texto, que suele seguir al cuestionario, empieza sin haberse registrado la conversación precedente que termina la entrevista. En la otra entrevista se transcribió solo la primera parte. De esta forma podemos especificar que, en todos los casos en los que el cierre de la entrevista es observable, es la entrevistadora quien lo efectúa. Además, ella usa sistemáticamente los signos discursivos bueno u okay para iniciar el cierre. Esta función pasa necesariamente inadvertida, si el análisis se atiene exclusivamente al discurso de las personas entrevistadas. Del mismo modo, los datos chilenos de Cepada / Poblete (2006) provenientes de entrevistas clínicas a mujeres pacientes sacan a la luz importantes diferencias en el uso de los marcadores discursivos según la posición sintáctica y la persona que habla. Bueno y claro aparecen exclusivamente en posición inicial de turno y solo en el discurso de la profesional de salud, que dirige la entrevista. Las pacientes usan la función intradiscursiva del grupo sintagmático y bueno. Aunque las autoras no expliciten la polifuncionalidad de bueno, nos parece posible afirmar que, en este corpus, bueno y claro están relacionados con la autoridad profesional y el esfuerzo de mostrarse comprensivo y ‹maternal›, aceptando lo dicho y estimulando que la paciente continúe. Hay otros ejemplos más que ilustran la relación específica de las funciones del marcador discursivo con el poder comunicativo. En su análisis del habla oral culta de la Ciudad de México, Jordan (1989a, 56) destaca el uso ‹concesivo› de bueno en los cambios de turno. En el ejemplo citado, bueno aparece solo en el discurso del encuestador, es decir, en la persona con más poder comunicativo: 72

(47)

Informante: – […] en la cual… pues… estoy muy contento Encuestador: – Bueno; pero fíjate que … una cosa: A uno muchas veces le gustan muchas cosas, pero desde Secundaria no sabe qué es lo que va a estudiar, y tú sí.

Si bien el encuestador enuncia un contraargumento, se desprende del contexto más amplio que lo está haciendo en el marco de una estrategia cooperativa que reluce la imagen positiva del interlocutor, en un discurso algo paternal del que se resiente la postura de autoridad. En el segundo ejemplo citado, bueno pertenece de nuevo al discurso del entrevistador (1989, 55): (48)

Encuestador: -Bueno. ¿A qué te refieres cuando dices ‹sus valores asentados dentro del occidentalismo›?

Fuentes Rodríguez (1993b, 81) cita un ejemplo sevillano en el que se usa bueno en posición inicial para terminar la interacción argumentativa: (49)

E: Bueno, pues lo vamos a dejar aquí, que ya está bien la cosa.

El ejemplo, que ocurre en el discurso del encuestador, pone de manifiesto que es él quien dirige la entrevista y que tiene el poder de terminarla. Compárense al respecto las observaciones de Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4194) acerca del uso de bien y bueno con personas que tienen más poder (cf. 3.3). Bueno no se usa como «dispreferred response» en el Corpus Kluge, es decir, como respuesta que no cumple plenamente con la expectativa del que pregunta (cf. bueno 2 en la Tabla 8 y Travis (2005, 96–102)). Ello se explica por el poder asimétrico de la conversación y el hecho de que las preguntas de Kluge sean abiertas. Mencionemos a título de comparación que Cortés Rodríguez (1991, 108) cuenta 62 casos en su corpus peninsular. De modo más general, las funciones enunciativas activadas por las hablantes del Corpus Kluge se reducen a tres de las seis mencionadas por Travis: mark a reorientation in topic; mark a correction; introduce direct speech. No hemos tenido en cuenta el discurso de la entrevistadora alemana. Con ello excluimos artificialmente los usos de bueno que en una entrevista entre hablantes de la misma variedad del español aparecerían en el discurso de la entrevistadora. De esta forma, podemos afi rmar que las funciones que faltan en el discurso de las empleadas domésticas son las que presentan correlaciones positivas con el poder comunicativo: to mark acceptance, to initiate a leave-taking, to preface a dispreferred response. Las funciones de bueno que introducen una elaboración de la argumentación o señalan una actitud de apertura a posibles elaboraciones son las más frecuentes y típicas en el Corpus Kluge. Estas funciones corren parejo con una actitud prudente, defensiva e insegura de las hablantes. La situación cambia cuando se analiza el uso de bueno en otros tipos de comunicación con otras relaciones interpersonales, especialmente en las funciones de cierre absoluto, en tono autoritario o paternal, y de preparación de cierre. De ello se desprende que las funciones discursivas que conforman la polifuncionalidad del marcador discursivo man73

tienen correlaciones peculiares con factores como el poder comunicativo, el tipo de comunicación, la cortesía, etc.

3.3. Bien – entre aceptación y retorno al rigor argumentativo Llama la atención que casi no se usa el marcador bien en el Corpus Kluge. Podría tratarse de una peculiaridad diatópica o diastrática, pero también es posible que el tema y la estructura de la entrevista desfavorezcan el uso de este signo discursivo de aceptación. Los únicos dos ejemplos del corpus no dan ninguna pista: (50)

M: …compraban harta harina para todo el invierno, ((rápido)) porque como=le=digo el invierno era-+ .. es tAN dificil llegar que: , ((respira hondo)) .. prefi rieron=comprar-, que=s- .. compraban en cantidadeh .. (lo=)que se puede comprar en cantidadeh=un-, algunah personah ((voz grave)) lah que hacían (cansaban) máh=po+, ((respira hondo)) el azúcar, todo lo=lo máh: B: hm M: äh: ... ((voz aguda)) asÍ: , bien=[bien=bien-- +] B: [ya] M: ((más bajo)) sí=p, äh: + B: ya, y: puedes, dehcribirme=un día tÍpico de tu familia, que hacían uhtede/ .. (Marcela, 266)

(51)

M: [NO: , sí puedo sí, yo-] .. porque: ... por- .. (creo=que) hoy día, loh día marte yo sal-, igual salgo temprANO .. si (no), alcanzaría comprar algun-, algunah- .. nO=no=t-, siempre tiene que-, anda un poco apurado uno sí .. pero: .. el día domingo .. s-=si quiere-, a vEce uno ... puede hacerlo loh días domingo pero- .. a vECe me: .. me pongo a ehtudiAR, me (ando) donde lah chiquillas, bien- .. (e)mpiezo ehtudiar (mejor ahí) y no sAlgo (Marcela, 739)

En los dos casos, bien acepta y termina una argumentación (50), y así lo entiende la entrevistadora, o un argumento (51), al menos por un momento, pero sin el matiz ‹concesivo› y ‹negociador› que tiene bueno (cf. Fuentes Rodríguez (1993c: 210)). Por eso, tampoco preludia a correcciones o reformulaciones. Cuando le sigue un argumento, este marca un progreso en la argumentación, un paso hacia adelante o un retorno al rigor argumentativo. Por cierto, en (51) bien recoge el mismo argumento. Pero la finalidad es justamente la de poner fin a las divagaciones. Se expresa la voluntad de recoger el hilo argumentativo o, en el caso concreto, de contestar a la pregunta. De esta forma, bien se desmarca claramente de la función discursiva de bueno. Según Bauhr (1994, 101), bueno como rectificador «inicia una desviación de la secuencia en curso». Parece que bien expresa antes la voluntad de seguir recto la línea de argumentación, incluso el retorno al rigor en la exposición de los argumentos (cf. tb. Mancera Rueda (2009, 157)). De ser así, observamos una estructura funcional bicefálica también en el caso de bien, en la medida en que este signo discursivo une una función anafórica de aceptación con una función catafórica de retorno al rigor argumentativo. 74

Consecuentemente, el uso frecuente de bueno intradiscursivo produce la impresión de una argumentación más bien meandrinosa, como de hecho se observa en las entrevistadas con mayor frecuencia de bueno grabadas por Kluge. A diferencia de bueno, el uso de bien causa una sensación de rigor argumentativo e incluso de poder comunicativo, ya que el hablante puede intervenir con bien en la argumentación del interlocutor con el objetivo de poner fin a las divagaciones de este. Bueno, al contrario, resulta más «cordial» que bien (Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4194, 4197)), es decir, más cooperativo y negociador. En este sentido, bien se distingue claramente de bueno, si bien los dos marcadores parten de la misma función discursiva de aceptación. Ello demuestra nuevamente que las funciones discursivas universales como, por ejemplo, la aceptación, no son suficientes para captar el uso específico de un determinado signo discursivo. Las diferencias aparecen a veces más claras en el uso interdiscursivo. Tanto bueno como bien interrumpen la argumentación, por simple efecto de sintaxis y prosodia, pero la finalidad no es la misma, ni son idénticas las de bien y claro. Bien y claro no comparten el carácter prudente de bueno, pero solo claro presupone retóricamente una evidencia subjetivamente compartida con el interlocutor. No coincidimos, pues, con Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4165). Estos autores opinan que bueno «anticipa el acuerdo con el interlocutor». Esta caracterización corresponde mejor a claro, en la medida en que participa de estrategias que intentan construir argumentos, e incluso imágenes positivas, compartidos por hablante y oyente. En otras palabras, la fuerza perlocutiva de claro tiende a anticipar el acuerdo con el interlocutor. A diferencia de claro, bueno intradiscursivo es usado por el hablante para preservarse a sí mismo de efectos negativos en la imagen personal a raíz de los argumentos presentados. Su función de aceptación es más ‹humana› o ‹personal› que argumentativa. El uso interactivo de bueno como signo discursivo de aceptación expresa antes una ratificación relacionada con una reserva, con la misma función de protección personal, tanto respecto al interlocutor y de sus argumentos como en lo relativo al argumento divergente que se ve obligado a introducir (cf. Gregori Signes (1994, 165)). En suma, las dos caras del funcionamiento bicefálico sirven para proteger a los hablantes como personas. Desde el punto de vista de la cortesía, bueno puede expresar también cierta modestia que facilita la intervención de los locutores (cf. bueno3, ejemplo 1, en la Tabla 8), por ejemplo en la aceptación por modestia de una invitación quizá algo insistente: Bueno, me siento. En otros contextos, bueno indica una respuesta o acción no preferida, es decir, el hablante se sienta sin desearlo, cediendo a la presión del interlocutor (cf. Ocampo (2006b, 242)). En los dos casos, bueno conlleva una reserva: en el primer caso de cortesía, y en el segundo de mala gana (cf. Laguna Campos / Porroche Ballesteros (2011)). Fuentes Rodríguez ((1993c, 208–209); cf. Martín Zorraquino (1994b)) observa acerca de las propiedades semánticas de bueno, usado como signo discursivo de aceptación, que este marcador se distingue de bien por el hecho de presentar la aceptación como concesión o resignación, incluso hecha sin gran interés en colaborar, mientras que bien señala un acuerdo sin reservas: 75

(52)

– Te voy a castigar – Bien / bueno, castígame.

Ello podría explicar el que bien se combine a menudo con muy (Muy bien, castígame), pero no el marcador bueno (*Muy bueno, castígame), pese a que lo admita sin problemas en su uso adjetival adnominal (una carne muy buena). De hecho, el uso exclamativo de ¡Muy bueno! implica automáticamente la valoración de algo con el valor adjetival, excluyéndose ipso facto cualquier implicatura de reserva, si la entonación no es irónica (cf. Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4164–4165); Boyero Rodríguez (2002, 196)). Las observaciones de Fuentes Rodríguez ((1993c, 209); cf. Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4164)) acerca del uso peninsular apuntan también hacia un papel fático macroestructural distinto de bien frente a bueno dentro de la función compartida de aceptación. Basándose en el uso como signos discursivos de aceptación en el ejemplo: (53)

– La niña está que no puede con su cuerpo – Bien, que se siente.

la autora puntualiza La diferencia entre bien y bueno vuelve a estar en el valor más suave de este último. Parece una concesión de buena voluntad. Bien tiene más fuerza: no hay problemas, de acuerdo. Es una aceptación tras una reflexión. Con sí es la voluntad o conformidad pura. Con bueno parece manifestarse el deseo del hablante de ser condescendiente. Es un contenido o matiz modal que está muy unido a este elemento.

Fuentes Rodríguez alude además al valor básico de bondad contenido en bueno para explicar el fundamento semántico de las diferencias de uso con bien (1993c, 218). Notemos que la técnica de contraste paradigmático usada por Fuentes es un buen método para desprender las características de una unidad, demostrándose a la vez que hay que ir más allá de las categorías discursivas generales tales la reformulación, corrección, elaboración, etc., compartidas tanto por bien y por bueno, con las que demasiados autores se dan por satisfechos. El matiz de resolución y de retorno al rigor de la argumentación explica dos correlatos del uso de bien. Por un lado, se usa sobre todo en textos con un alto grado de planificación, o mejor dicho, para evitar las alusiones al concepto estático de la planificación en los textos escritos, en discursos que tienen una intención clara de conducir la argumentación oral con cierto rigor, planificándola progresivamente. Por otro lado, lo encontramos preferentemente en el discurso de hablantes con fuerte poder comunicativo. Estas características explican a la vez el escaso uso de bien en el discurso de las empleadas domésticas con la investigadora universitaria que observamos en el Corpus Kluge. En todos los ejemplos de bien citados en Fuentes Rodríguez (1993c) abundan los discursos de autoridad (decisión unilateral, mando, imperativos, etc.), como el siguiente del corpus sevillano, que pertenece al discurso del entrevistador ((1993c, 215); cf. también Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4197)): 76

(54)

– Nací en Sevilla, en el barrio de Santa Cruz. – Bien. Tú después me rellenas todas estas cosas que hacen falta aquí. Bien. ¿qué edad tienes?

En el ejemplo, bien se usa como signo bicefálico de aceptación y de introducción de una decisión. Por cierto, el signo discursivo de aceptación interdiscursiva bien tampoco implica necesariamente la aceptación del contenido de un argumento por el locutor. Bien comparte esta propiedad con bueno. Por eso, bien se distingue de bueno esencialmente por no conllevar tan sistemáticamente las mismas implicaturas de reserva y concesión. Es más fuerte la implicatura de rigor y de concentración como reflejo de una voluntad de ir al grano y de conducir la conversación. En otro corpus, bastante grande, de llamadas telefónicas con una radio local de Salamanca, bien aparece exclusivamente en el discurso de los periodistas, nunca en el de los oyentes que llamaban por teléfono (Llorente Arcocha (1996, 230)). En el corpus argentino de Christl, bien y muy bien aparecen solo en el discurso del profesor como signos discursivos de aceptación en situación de clase (1992, 196–197). Compárese al respecto el caso parecido de exacto / exactamente, que examinaremos en 5.1.1, incluso en la colocación Exactamente, muy bien. Fuentes Rodríguez (2009) da cuatro entradas a bien que reflejan su polifuncionalidad. Una entrada es calificada de ‹culto›, una de ‹coloquial culto› y dos de simplemente ‹coloquiales›. Ahora bien, los ejemplos citados por la autora son todos del registro culto, si bien algo más o menos formales. Es posible que el hecho de haber explorado el corpus CREA (1995–2007), que contiene sobretodo textos escritos cultos, haya producido el efecto de clasificar como coloquial algunas facetas de uso que no lo merecerían si se hubiera tenido en cuenta discursos orales coloquiales sin matiz culto. Así, por ejemplo, resulta sorpresivo que las cinco entradas que recibe bueno lleven el rasgo diafásico ‹coloquial culto›, si se tiene en cuenta que el habla popular tiene una preferncia clara por el uso de bueno. Es probable que ello se deba a las propiedades del corpus. Según se desprende del análisis del Corpus Oral de Marcos Marín (1992) efectuado por Waltereit / Detges (2007, 65–66), bien comparte con bueno la función contrapositiva en las respuestas. A diferencia de bueno, que puede remediar a malentendidos o divergencias menores, bien suele señalar una argumentación divergente de cierta envergadura, es decir, algo que no se puede explicar en dos palabras. Desde el punto de vista funcional, bien tiene las mismas características bicefálicas que bueno cuando sirve para introducir un argumento divergente: On the one hand, the answering speaker explicitly accepts and ratifies the question addressed to her. On the other hand, however, she does not provide an answer of the type projected in the question […] (Waltereit / Detges (2007, 66)).

El análisis de las estructuras motivadoras subyacentes resulta particularmente interesante en el caso de bien, en la medida en que bueno y bien pertenecen a distintas subcategorías de los atributos, los adjetivos, en el primer caso, y los adverbios atributivos en el segundo caso. Pese a ello, son competidores directos en sus funciones discursivas, distinguiéndose por una oposición funcional clara a 77

partir del sema conceptual común de ‹aceptación›. De ello se desprende que los dos marcadores del discurso se caracterizan por un cambio semántico frente al significado de la unidad base. El proceso de discursivización transformó los significados base de bueno ‹valoración positiva de algo› y bien ‹valoración positiva de la manera de hacer algo› en un valor discursivo de aceptación. La aceptación no incluye la valoración positiva del contenido de los argumentos, sino simplemente su aceptación, si bien la entonación puede dotarlos de este valor, especialmente en el caso de bien. Según Fuentes Rodríguez (v. supra), el matiz humano y empático de la aceptación expresada por bueno estaría relacionado con el mismo valor disponible en el adjetivo base. Dice el DRAE en la entrada bueno: «Que tiene bondad en su género». Ello explica también la mayor frialdad y distancia humana de bien frente a bueno. De ello se desprende, además, que la aceptación, más humana que epistémica, de los argumentos ajenos con bueno está estrechamente vinculada con el significado de base. No sería adecuado suponer como base motivadora del marcador discursivo bueno la aceptación epistémica con el adjetivo, ya que este suele referirse también al eje interactivo humano, según se desprende también de la función interactiva tranquilizadora de está bueno frente a la de aceptación con está bien. En cuanto a la polifuncionalidad motivada, el hecho de que sea posible parafrasear la función de bien con está bien apunta hacia un valor semántico subyacente que corresponde a las propiedades categoriales de un adjetivo, en contradicción con el estatus categorial de bien como adverbio atributivo. Por eso, la motivación de las funciones discursivas a partir de la oposición conceptual bueno ‹valoración positiva de algo› (adjetivo) y bien ‹valoración positiva de la manera de hacer algo› (adverbio), a la que acabamos de aludir, no parece ser adecuado. La función atributiva parece ser, en los dos marcadores discursivos, la de la ‹valoración positiva de algo›, es decir, de un argumento. De ser así, la motivación de los dos signos discursivos sería exclusivamente conceptual y no funcional. El hecho de que la fuerza atributiva de bien no se manifiesta como la de un adverbio de manera pone en tela de juicio nuestra hipótesis, según la cual las propiedades funcionales de la categoría base influyen en las funciones discursivas, al menos genéticamente. Desde esta óptica, podríamos estar tentados de explicar la discursivización de bien como proceso de desmotivación funcional. No obstante, bien no es un adverbio atributivo como otros. Es corriente su uso en está bien, en analogía con está bueno. De ello se desprende que sus propiedades funcionales básicas no son las mismas que las que se observan en los adverbios en –mente. Así, por ejemplo, no podemos usar *está evidentemente como constituyente sintáctico. Además, se sabe que bien se usa también como adjetivo en posición adnominal (una chica bien), por criticado que sea desde un punto de vista normativo, a diferencia de *una chica evidentemente, que solo sería aceptable si lo transformásemos en adverbio enunciativo epistémico destacado sintácticamente (¡Una chica! ¡Evidentemente!). Podemos concluir que el adverbio enunciativo simple bien se distingue de los adverbios en –mente por la facilidad de su transposición a funciones realizadas por adjetivos. Esto le da acceso a funciones muy 78

semejantes a las de bueno. De ello se desprende que la discursivización de bien no conllevó un cambio de su función básica, sino que seleccionó un valor atributivo ya disponible en la unidad base. Por la misma razón, hay buenos motivos para no restringir las funciones básicas de bien al ámbito de los adverbios de manera. Si bien no nos arriesgaríamos a clasificarlo como atributo monocategorial indiferente a la distinción de las funciones de adjetivo y adverbio, como en el caso de alto (una chica alta, hablar alto) o rápido (un chico rápido, hablar rápido), fuerza es constatar que la conversión directa del adverbio bien a funciones de adjetivo es una característica de su uso.

3.4. Igual – polisemia y polifuncionalidad Igual entra con claro y bueno en el grupo de los atributos enunciativos de muy alta frecuencia, separados por un hiato importante de las unidades de menor frecuencia. Se trata de un atributo enunciativo principalmente orientado hacia el discurso propio del hablante. A diferencia de claro y bueno, igual tiene un semanticismo bastante complejo. En el conjunto de las 93 ocurrencias, hemos encontrado 28 ejemplos en los que se le puede atribuir el significado contextual ‹de igual manera›. Los significados ‹quizá›, con 33 ocurrencias, y ‹a pesar de algo›, con 32, parecen haberse desprendido bastante de los significados disponibles en el adjetivo base. De ahí que igual nos ponga de cara con la cuestión crucial de la polisemia u homonimia de los marcadores. Para ser honestos, habíamos empezado el análisis de igual con cierto temor, ya que, antes de analizar los ejemplos, los significados de igual nos parecían conformar un conjunto borroso y contradictorio, y, por lo tanto, poco conformes con las hipótesis de polisemia y polifuncionalidad basadas en la conexión semántica y funcional. Contrariamente a lo que habíamos temido, el análisis empírico sacó a la luz un denominador común que ofrece una explicación sencilla de las variantes de uso de igual, en consonancia con los principios funcionales observables en otros signos discursivos. Por eso, el caso de igual fue el que más nos convenció, en nuestra experiencia subjetiva de investigación, de la importancia de la base semántica y funcional en los marcadores del discurso atributivos, y de la vitalidad transparente de la red semántica que une las variantes de uso. Basándonos en los datos de nuestro corpus, avanzaríamos la hipótesis según la cual igual tiene el significado general de establecer una relación de igualdad entre dos o más partes, por ejemplo entre dos objetos, dos personas o dos argumentos de un discurso. Este significado nos remonta al significado del adjetivo igual que presupone una relación de igualdad entre dos o más elementos. Las importantes diferencias semánticas que se observan entre el significado ‹de manera igual›, por un lado, y ‹quizá› / ‹a pesar de›, por otro, se deben al mismo principio de uso retórico que en los marcadores bueno y claro, solo que, en el caso de igual, la discursivización polifuncional acabó por afectar definitivamente al significado conceptual, subdividiéndolo en significados polisémicos. Esta subdivisión en 79

significados conceptualmente separables equivale a una desmotivación, parcial u completa, de la motivación genética. En consecuencia, una cuestión es la existencia de una motivación genética, otra la de su relevancia comunicativa sincrónica. 3.4.1. Los tres significados de igual El significado ‹de igual manera› (igual1), directamente transpuesto del adjetivo base, suele actualizarse cuando igual aparece después de un argumento, incluyéndolo en su alcance atributivo anafórico: (55)

J: […] o=sea hay-, hay más maldad que si todo el mundo los viEra=po, entonces ...(XX) es dificil ya que--, (XX) ahora es distinto porque ya muchas niñas por ejemplo mih herm-, mih herman(a)s chicos que ya-,(la XXX) tiene catorce ahora y el otro tiene diesiséis/, äh para poder estudiar/, bueno mi hermana igual una que tiene veinte, ((rápido)) para=poder=estudiar=si (así fuera)+, se fue a un internao ... lejos, se iba el día luneh, y: se regresaba el día viernes, o si (yo vivo) como en un lugar difícil de: , de llegar y todo/, [...] (Julia, 159)

(56)

J: […] pero=que son como: , tengO, por ejemplo amigoh hombres, que=son, de unos primos que viven acá pero suh papáh .. los papás de mis tíos (es=decir) eran del campo iguAL .. o sea (XXXX) mis primos nacieron en santiago pero: , B: ya J: ahí suh amigos .. de acá, pero no: , nunca he hecho un amigo que: , ((voz baja)) fuera de acá de santiago+ (Julia, 482)

En estos ejemplos, la omisión de igual cambiaría el contenido proposicional. No se observa ninguna pausa prosódica entre igual y el argumento al que se refiere. Según Fuentes Rodríguez (2011, 79), esto tipo de ejemplos presupone el paso de la relación comparativa original a la simple adición. Igual pasa a ser conmutable con también, preludiando asimismo su función de conector. Igual suele expresar el significado modal epistémico ‹quizá› (igual2) cuando viene antepuesto a un argumento incluido catafóricamente en su alcance atributivo:10 (57)

(58)

10

J: ((divertida)) de casarme y vivir en PUEBLO sí+, [@@@] B: [@@] J: ((voz baja)) (pero) no sé\ + .. con veinticinco años igual a los, veintiocho, treinta años no sé, cuando me case te digo [@@@] (Julia, 770) B: [en qué-] J: (XXX), siempre fui bien arreglado: ra y=todo\, pero: .. pero ahora no, igual digo: ... pero esa cosa como que uno veía: , una persona mayOR oh: , o ya porque se vestÍA mejOr/, una de esah personas tenía vergüEnza/\ B: hm (Julia, 388)

Cf. los planteamientos teóricos de Waltereit / Detges (2007) sobre las diferencias funcionales y la génesis de las funciones modales y discursivas. Cf. tb. Garrido (1993), quien ve las funciones conectivas relacionadas con las epistémicas.

80

La omisión de igual no cambiaría el contenido proposicional. Igual expresa la actitud epistémica del hablante hacia un argumento o el comportamiento denotado por este. El argumento introducido por igual2 ‹quizá› es una entre dos o más opciones posibles. En (58), igual está separado del argumento anterior, conformando una unidad con el argumento que introduce. En (57), no se observa ninguna pausa entre los dos argumentos. Por eso, debe de ser la entonación o la evidencia inferencial que lo unen al sintagma introducido. El significado conectivo ‹a pesar de algo› (igual3) suele darse también en anteposición. Este significado surge en la misma medida en que ciertos inconvenientes van adquiriendo más relevancia contextual, es decir, a partir de una inferencia textual. El ejemplo siguiente se distingue del anteriormente citado por la mayor relevancia de las inferencias adversativas, ya algo presentes en (58): (59)

J: ((riendo)) que lo ((el padre)) castigamos, @@ .. era muy malo con nosotros así lo castigamos, no=no en el fondo igual yo siento (el) cariño por é: l y todo, sé que él, por él estoy aquí, pero muchas veces como que no entiendo una parte de él, como que es muy: , [...] (Julia, 548)

La hablante rebaja retóricamente el peso de los inconvenientes. Aun así siente cariño. A consecuencia de las implicaturas adversativas, se observa a menudo la variante ‹a pesar de X + igual hago Y›. Igual contiene incluso un matiz de coqueteo. Es algo que el hablante se siente tentado a hacer. Pero sin comprometerse demasiado (Fuentes Rodríguez (2011, 85)). De ahí que se asocie igual con el lenguaje juvenil, donde se usa para plantear opciones algo menos convencionales o provocadoras. En este tipo de uso, igual une dos opciones que suelen ser evaluadas de distinta manera por los interlocutores o por el entorno social, por un lado, y el hablante, por otro, poniéndolas retóricamente a un nivel de igualdad. Igual3 conlleva también un matiz de concesividad, quizá más próximo, semántica y genéticamente, del valor de igualdad, y que podemos situar en un contínuum con la adversatividad. Desde el punto de vista diafásico, igual comparte con total (v. 3.5) una vinculación con la oralidad informal coloquial. Denominamos así un subtipo de oralidad informal, en el que la conversación es relajada, tanto por el contenido objetivo, como también en cuanto al tipo de relación en el que las posibles diferencias de estatus o poder no inciden comunicativamente. De esta forma, igual pertenece al registro informal coloquial al que se recurre según la situación comunicativa, o al sociolecto informal de grupos sociales, por ejemplo de grupos de jóvenes, donde ya no es la situación sino el grupo el que favorece la comunicación coloquial. La coexistencia de tres significados bien diferenciados tiene explicación, si admitimos que igual se usa para establecer una relación de igualdad entre las opciones, sea para expresar una igualdad real, sea aprovechándola con objetivos retóricos. Con igual1, la relación de igualdad es efectivamente constatada. En (55), mi hermana igual expresa que la hermana se comporta de la misma ma81

nera. Igual se acerca así a una función de adverbio de manera. Por eso, podríamos incluso excluir este significado de las funciones discursivizadas de igual. Por otro lado, la relación de igualdad conceptualmente establecida conlleva automáticamente un elemento de conexión que se traduce en (55) a una relación entre trechos del discurso. Consideramos por lo tanto que el concepto base de igual1 es un elemento clave que impulsó genéticamente las funciones discursivas. El hecho de que los rasgos semánticos y funcionales que se aprovechan para las funciones discursivas se encuentren ya en la unidad base justifica el uso del término signo discursivo. Si bien podríamos perfectamente excluir por definición el adjetivo igual1 y el adverbio epistémico igual2 del ámbito de las funciones discursivas, limitándonos al conector igual3. Fuerza es constatar que romperíamos al mismo tiempo la unidad del signo. Evidentemente, la sincronía puede caracterizarse por tales rupturas. Pero no nos parece ser el caso con igual, puesto que sus significados intervienen en la construcción de una perspectiva subjetiva sobre los hechos. Los significados igual2 e igual3 tienen la misma base genética, aprovechada para declarar retóricamente la igualdad de dos opciones y para introducir la opción preferida. Este efecto retórico tiene sentido, especialmente cuando la opción preferida no es la que otros preferirían. El hablante pone las opciones al mismo nivel de igualdad, de manera voluntarista. La equiparación retórica ‹voluntarista› aparece claramente en la colocación usual pero igual, que ocurre 11 veces: (60)

J: ((carraspea)) äh: m, no sé, era todo dist-, era como todo más formAL, esos horarios de traBA: jo, esas exigEncias, todos máh ... no sé era todo=como: , todo más perFECto, ((más bajo))) todo más perfecto+, pero igual, (una que sentía) esa obligación de (esa hora de) cumplir en su trabajo y todo\ .. y que era/, como en el fondo yo lo encontraba como lo más mAlo/\, ((más bajo))) porque: , perdón+ ((se suena)) (Julia, 337)

El mismo uso adversativo, que parte de una equiparación voluntarista, se observa con el verbo copulativo dar: Da igual, yo me quedo. A diferencia del alcance anafórico del significado ‹de manera igual›, el uso retórico combina la evaluación anafórica de los argumentos anteriores, que ‹dan igual›, con la introducción catafórica de un argumento nuevo, del mismo modo que el alcance anafórico de aceptación aparente de bueno es solo una cara de su dinámica discursiva, que lo implica en la presentación de argumentos nuevos. El uso específico de las técnicas prosódicas de separación puede romper la unidad de pero igual, que se observa en (60), tornando posible que igual adquiera el significado ‹quizá›, como en (61): (61)

B: y cómo te pareció/ J: ((voz baja)) no=sé bien como: +, era=era todo, todo lindo todo distInto, pero: ... igual como: no sé era como bien: , uno se sentía, era como si hubiese venido=de=allá a Santiago/\ @@@ B: @@ J: y ahora ya no, lo encuentro lo más fome, que=a=mí no me gustaba ninguno de: (Julia, 116)

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Igual indica una posible solución de la duda que precede, actualizando el significado ‹quizá›, apoyado por como, que le sucede a veces en esta función. El ejemplo pone de manifiesto que las técnicas discursivas prosódicas constituyen recursos dinámicos y productivos que intervienen directamente en las funciones discursivas efectivamente actualizadas. 3.4.2. De la sincronía actual a la conjetura diacrónica Ante la inaccesibilidad empírica directa de la diacronía oral, es metodológicamente necesario y lícito formular conjeturas genéticas a partir de la observación sincrónica de los hechos orales actuales. Obviamente, en la medida de lo posible, habrá que someter las conjeturas a una verificación empírica. En lo que se refiere a la relación genética que une las funciones de adverbio epistémico, como la de igual2, y la de conector, como la de igual3, suele pensarse que el adverbio epistémico precede a la función de conexión (cf. 11.5). Ahora bien, en el caso de igual, la lógica motivadora explica sin problemas el camino igual3 > igual2, pero no el camino igual2 > igual3, que corresponde al desarrollo generalmente postulado. En efecto, desde el punto de vista de la motivación semántica, nos parece más lógico que el uso adversativo igual3 ‹da igual›, que es una extensión retórica de la relación de igualdad, fuera anterior a igual2. Dicho de otro modo, el significado ‹quizá› sería un desarrollo del significado adversativo. Si bien igual3 marca una ruptura más fuerte en la argumentación, la motivación retórica de poner a un nivel de igualdad dos opciones conduce directamente a este significado. A diferencia del significado adversativo, igual2 ‹quizá› se usa como simple marcador de introducción de una opción, ya desmotivado con respecto a la imposición forzada de una igualdad entre dos posturas. A diferencia de igual1 e igual3, que se refieren a algo que ‹es igual› o ‹da igual›, el adverbio epistémico igual2 ya no conserva el rasgo categorial atributivo genéticamente subyacente. No es posible sustituir de forma equivalente Igual (‹quizá›) me quedo por Es igual que me quedo o De igual manera me quedo. La desmotivación es tanto conceptual como funcional (ya no es un atributo). En Igual (‹a pesar de algo›) me quedo, la motivación genética subsiste al menos como inferencia textual adversativa: ‹es / da igual lo que precede, yo hago…›. Evidentemente, habría que confirmar esta conjetura con datos diacrónicos. Pues tampoco queremos darla por evidente. En todo caso, la motivación íntima que une igual2 e igual3 está fuera de duda. El continuo inferencial que une los significados ‹quizá› y ‹a pesar de algo›, que se manifiesta en casos ambiguos como (58), confirma la relación motivada que une estos significados (cf. 3.4.3). Lo que no sabemos es, por un lado, si la motivación emana de un proceso lineal o, eventualmente, paralelo, ni cuál es la dirección en el caso del desarrollo lineal. La intuición sincrónica nos hace preferir la hipótesis de un desprendimiento gradual de la función adversativa a partir de la epistémica, ya que las inferencias adversativas en los ejemplos citados se desprenden de su base epistémica dubitativa según el contexto. Además, si bien no existen estudios diacrónicos, los colegas que se ocuparon de alguna forma con el caso nos comunican que igual3 ocurrió después de 83

igual2. En tal caso, habría que reconstruir la motivación subyacente que une igual1 a igual2, que nos parece faltar. Es importante, en este contexto, llamar la atención sobre un problema metodológico fundamental que podría corroborar artificialmente la hipótesis que asume un camino de gramaticalización general, que va de los adverbios epistémicos a las funciones de conexión. Según veremos con mayor profundidad en la Quinta Parte, la expresión escrita rechaza sistemáticamente las variantes de uso de los marcadores discursivos que implican un estatus sintácticamente autónomo. De ahí que no se encuentren, o casi, las variantes más frecuentes de los marcadores discursivos claro, bueno, etc. en los textos escritos. La tradición escrita prefiere claramente la integración sintáctica. Así las cosas, la ocurrencia previa del adverbio epistémico podría reflejar la tradición escrita, ya que esta, además, pasó de una actitud más clasicista y purista a actitudes más liberales de acogida de elementos orales informales en los siglos XIX y XX. Aun así, si tuviéramos que pronunciarnos sobre el habla oral actual exclusivamente a partir de los documentos escritos disponibles, las principales variantes de uso de los marcadores discursivos quedarían invisibles o muy marginadas, sobre todo si el tipo de documentos analizados corresponde al tipo de documentos reunidos en el CORDE para los siglos pasados (cf. en 5.2 el escaso reflejo que tiene el marcador discursivo reciente fi jo en un corpus como CREA). Podríamos invocar que tampoco parece probable que los usos independientes existentes no aparecieran ni una vez en un corpus escrito. Por otro lado, hay que tener en cuenta lo difícil que es encontrar los primeros ejemplos de uso de un marcador discursivo tan frecuente como bueno (cf. Ocampo (2006b)). ¿Será que no se usaba, o muy poco? ¿Qué hubieran hecho los autores con igual3? Volveremos a la cuestión en 11.5. De momento, quisiéramos dejar el análisis tal cual, ya que pone de manifiesto los problemas metodológicos de la reconstrucción de la diacronía oral. El proceso cognitivo que sustenta el desarrollo de un significado adversativo a partir de una relación semántica de igualdad parece ser bastante natural, si tenemos en cuenta que un desarrollo análogo se observa con lat. medesimo ‹yo mismo› > esp. mismo. En este caso, la adversatividad se fundamenta en una relación de identidad (Seco et al. (1999, s.v.)): (62a) Sus mismos hijos lo dicen. ‹a pesar de que ello no era esperable› (implicatura) (62b) Lo mismo no está muerto. ‹quizá› (62c) Lo mismo se creía que yo podía enamorarme de él, con esa facha. ‹quizá›, ‹a pesar de todo› (62d) A mí todas estas cosas me dan lo mismo. ‹me dan igual› (62e) Qué mismo da. ‹(regional) qué más da›

En español se observa incluso el mismo significado ‹quizá› en lo mismo que en igual2, y da lo mismo es sinónimo de da igual. En (62b) e (62c), nos parece ser posible inferir una implicatura adversativa.11 Con todo, según el análisis de Seco 11

Fuentes Rodríguez (2011, 97–101) se muestra más prudente en cuanto al desarrollo de de valores concesivos o adversativos.

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et al., el estándar nacional peninsular no recurre directamente a la función adversativa, a diferencia de lo que sucede en otras lenguas romances que disponen de formas plenamente gramaticalizadas, como el francés quand même ‹a pesar de›: (63)

cat. Aniré al cine mateixa que ploga ‹pese a que›12

(64)

fr.

(65)

port. Isso para mim é o mesmo ‹no importa, da igual› (Aurélio) o remédio não surtiu efeito, mesmo em doses variáveis ‹hasta› (Aurélio) Vamos de qualquer maneira, mas vamos mesmo ‹realmente (a pesar de todo)› (Aurélio) dá no mesmo / dá na mesma ‹da igual› (Aurélio) (estar) na mesma ‹igual› (Aurélio) Vamos na mesma à festa ‹a pesar de algo› (portugués europeo coloquial)

Il a même dit ‹hasta / incluso dijo› quand même ‹a pesar de› même si ‹hasta / incluso si› tout de même ‹empero› même que ‹incluso / hasta› y otras formas más

El predominio del semanticismo adversativo en las lenguas romances y la observación ocasional del significado ‹quizá› confirman, desde un punto de vista cognitivo fundamentado en la comparación de las lenguas, nuestra hipótesis de un desarrollo diacrónico igual3 > igual2 (o de un desarrollo simplemente paralelo), con una posible reinterpretación de la relación motivada en la sincronía actual, razón por la cual hemos optado por no seguir el orden diacrónico con los índices. En francés, las formas son fuertemente lexicalizadas, de tal manera que no hace falta citar ejemplos contextuados. Cabe añadir que las variantes citadas reflejan muy incompletamente el uso polisémico y polifuncional de los sucesores de lat. medesimo. Merecería la pena emprender un estudio histórico-comparativo y variacional (cf. Frederico (2008), para el portugués). Desde el punto de vista cognitivo, resulta interesante que el equivalente alemán de igual tenga también variantes adversativas, sea como construcción copulativa (al. (Es / das) ist egal, ich mache das trotzdem ‹es (da) igual, lo haré, a pesar de todo›), sea en el uso independiente (al. Egal, ich mache das trotzdem ‹lo haré igual›). Por eso, el significado adversativo podría ser cognitivamente más básico y más accesible que el de ‹quizá›. Los datos variacionales apoyan este análisis, en la medida en que el significado ‹quizá› no es usual en el español rioplatense (García Negroni / Marcovecchio (en prensa)). Reubicándonos en la sincronía actual, fuerza es constatar que la supuesta lógica genética hipotética ya no es completamente transparente, salvo en casos como pero igual o da igual. Es posible, incluso, que la conciencia lingüística sincrónica

12

Recojo el ejemplo del resumen de la ponencia de Emili Casanova en el Congreso CILPR 2010 de Valencia.

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haya invertido lo que, a nuestro ver, es la relación genética subyacente, y que va de ‹a pesar de› a ‹quizá›. En tal caso, el matiz adversativo sería percibido sincrónicamente como inferencia contextual que penetra con mayor o menor fuerza en el significado ‹quizá›, dotándolo de una fuerza adicional adversativa determinada por el entorno. Ello corresponde a una inversión de la relación motivadora de ‹a pesar de› ĺ ‹quizá› a ‹quizá› ĺ ‹a pesar de›. Pensamos efectivamente que la conciencia lingüística sincrónica favorece la percepción de igual3 como variante de igual2, en la que se infiere una relación adversativa según el contexto. Fue esta la razón por la cual hemos escogido, para el análisis del corpus sincrónico de Kluge, el índice «2» para el significado ‹quizá›, y el índice «3» para ‹a pesar de›. Insinuamos asimismo una conciencia lingüística sincrónica que tiende a interpretar el significado ‹a pesar de› como inferencia adicional del significado ‹quizá›, ya que el primero produce un contraste más fuerte que el segundo, alejándose asimismo del concepto básico de igualdad. Por eso, nuestra hipótesis genética puede sorprender. Pero hay que tener en cuenta que los marcadores del discurso con base atributiva tienen un funcionamiento bicefálico que consiste en combinar un uso aparente con funciones discursivas distintas. De esta forma, igual pudo desarrollarse como marcador a partir de la imposición retórica de una relación de igualdad. Con todo, ello no implica necesariamente que la relación genética siga siendo transparente y vigente en la polisemia sincrónica lexicalizada. De ser así, conviene incluso plantearse la hipótesis de la homonimia del significado ‹de manera igual›, por un lado, y de los significados ‹quizá› y ‹a pesar de›, por otro, al menos como tendencia de desarrollo. La intervención de procesos de lexicalización en los conceptos realizables con igual es evidente. Si se quiere hablar de polisemia, habrá que constatar al menos una polisemia claramente diferenciada con respecto a otros marcadores del discurso. Igual ha pasado por procesos de lexicalización que convirtieron los correlatos contextuales en significados polisémicos. Establecidos estos, la relevancia comunicativa es suficiente para actualizar uno de los significados. Además, el hablante escogerá el significado que más sentido tiene en la comunicación, dejándose incluso influir por la mayor frecuencia de los significados 2 y 3 en la comunicación oral informal. 3.4.3. El continuo funcional de igual en la dinámica comunicativa Dentro de la polisemia, igual2 e igual3 comparten el mismo continuo inferencial. Resulta muy difícil o imposible separar empíricamente los significados discursivos 2 y 3, excepto en los ejemplos ‹típicos›. En la realidad comunicativa se observa un continuo en el que el valor ‹quizá› se vincula más o menos fuertemente con inconvenientes, explícitos o implícitos. Véase al respecto la graduación sutil en los ejemplos (57, 58, 59). Desde el punto de vista explicativo, esto demuestra que los dos significados se corresponden genéticamente y que siguen siéndolo en la sincronía. No cabe duda de que existe una relación estrecha entre los dos significados, se haya invertido la relación motivadora genética o no. 86

En el ejemplo siguiente, igual tiene un alcance catafórico que dirige el significado al adverbio de lugar allá: (66)

B: dónde está tu [cor]azón J: [por-] J: como/, me considero/ .. m- más igual de allá, pero no: .. no que quiEro volver a eso\=a ese lugar\ ((carraspea)) .. no ...(1) volvER allá=no .. porque: , pero s-, äh: , no=no me siento: , santiaguina-\, que me robé valores de: , de santiago sí\, [...] (Julia, 561)

El oyente que interpreta el enunciado puede dudar entre los significados ‹a pesar de todo› y ‹quizá›, pero está excluido interpretar igual como adverbio de manera ‹de manera igual›. De esta forma, se observa un continuo semántico entre igual2 e igual3, pero no resulta difícil distinguir de estos el significado de igual1 ‹de manera igual›. Pese a ello, las hablantes realizan con gran facilidad las distintas funciones de igual en el mismo bloque enunciativo, sirviéndose, en lo posible, de la posición sintáctica y de la prosodia para distinguirlos. En el ejemplo siguiente, igual aparece dos veces: (67)

J: &era todo tan disTINto/\, además, äh, era como por ejemplo, en la cAsa que era con una, ventanales GRANdeh-B: Hm J: ((animada)) yo jamás había visto, una casa con ventanaleh grande+ o=sea (nadien aparte) que era tOda de vidrio B: @@ J: @ decía yo, llegué y no sé DONde B: @ J: y muchas cosas así por tan- tan novedosah que: , que una nunca lah había vihto ((carraspea)) B: hm=hm .. ya …(1) y te cohtó eso de aprender como: , no=sé, hacer=lah=CAmah por ejemplo: J: äh, no .. no porque como: … (eh decir que uno) casi lo sabÍa B: hm J: pero igual no=s .. tiene dihtintah formah acá=o-, o: … o son má: , más proLIjo=po …(1) queda=má … sin arrugUItas=sin náa ((tose)) ((voz baja)) oy, ehpera+ …(1) ((tose)) .. entonces era como un poquito difícil, pero no=no-/ B: hm J: y cocinar igual, era=f-, como hacer cosas mas fá: cileh que: .. que en mi caso se hacían como una cazuEla una carbona: da .. y cosah así (Julia, 324)

En el primer caso, igual precede a la opción y significa ‹a pesar de ello›, en el segundo, donde sigue al verbo cocinar, significa ‹con cocinar es la misma cosa›. Observamos, pues, que el alcance anafórico (o posposición sintáctica) de igual1 suele acompañar su uso propio ‹ser igual› (v. 3.4.1), en tanto que el alcance catafórico (o anteposición sintáctica) marca un paso más hacia papeles enunciativos más específicos y distintos del significado base. En el ejemplo siguiente igual precede dos veces al argumento, significando primero ‹quizás›, después ‹a pesar de todo›: (68)

J: porque muchas veces, por mi forma de ser/, (me hiciera) como a la antIgua, ((riendo)) (entonces X bien), le dije ((más bajo, pensativo)) no=no, no puede ser+ .. (y)

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igual me siento sí que soy bien como a la antigua=pero -/, como a las costumbres de allÁ, del campo, cosas así\ ((carraspea)) pero igual: .. (XXXX-), he cambiado hartas cosas-\, ((voz baja)) (X) eso de- + ... o sea las veo distIntas, a lo que: las veían allá\ .. por=ejemplo=en, que: donde yo vivía: , el hecho de pololear se oye con maldAD (Julia, 494)

En (69), igual tiene cuatro veces el significado positivamente connotado de ‹quizá›, ligeramente matizado por inferencias sugeridas por el contexto, adquiriendo paulatinamente el matiz ‹a pesar de ello› según progresa el discurso: (69)

J: [sí, sí también algo], porque como que la relA: ja a uno qué sé yo sal- .. por último el hecho de pasarlo bien de-, de bailAr o a lo mejor (bota una,) bota de atenció: n es-, qué sé yo, tantas cosas ... que igual ayuden\ .. pero: , yo=creo que igual uno si comparte tiene: , personah .. tiene amIgah .. que sean, buenas de=de-, de pensamiEnto de todo, e igual lo (van a) pasar bien: .. todo=lo van a pasar bien y XX feli(z), pienso yo .. ((rápido)) puede ser que (tiene) sus amigos que compartir un rato con Ellos, lo pasan bien .. ((voz aguda)) igual es rico++ B: hmhm, cierto .. hm, (pienso que) es mejor que ir a una discoteca (Julia, 896)

En (70) igual se repite cinco veces: (70)

J: ((carraspea)) ((rápido)) sí=por=ejemplo+ mi mamá, tiene un hermano que se llama ivÁn .. otra hermana que=se=llama jU: lia y jeannette, (y ya-) ivanci: to, la julita y el-, la jeannI: ta, la edita, no=ella se llama edit, y le dice edita\ B: hmhm J: ((rápido)) y los más chicos a mi mamá igual, la adelita+ B: @@ J: la lucita ((rápido)) una que se llama lucy le dicen así+ B: hmhm, obvio ... [@@@@@] J: [@@] ...pero iguAL: , hay cosas como que: .. por n- por muy bien que uno se trata y todo (yo=doy), a veces me doy cuenta en mis tíoh, tienen poca comunicación .. igual: , tienen como- -- ... como muchas veces no importa lo que le pasa al o: tro=o-, todo igual ((más alto)) igual se quieren harto+ ... pero=bueno, de repente: --, ((rápido y más bajo)) como que no le importa lo que le está pasando al=otro+ .. aparte de que (yo: se dicen así=y=todo), pero como: , una forma de respetarse (el=es=tú), o elB: ya .. qué interesANte, hm, @@ (Julia, 1117)

Igual aparece primero después del argumento con el significado ‹de igual manera›, después en sentido adversativo ‹a pesar de ello›. No obstante su proximidad discursiva, las últimas tres ocurrencias se distinguen semánticamente. Se nota el papel importante de las pausas que deciden si igual se usa anafórica o catafóricamente, o simplemente como inciso. En la segunda ocurrencia de las tres últimas, igual es usado anafóricamente con el significado ‹les da igual›. La última ocurrencia significa claramente ‹a pesar de ello›. Resulta más difícil concretar el significado en «.. igual: , tienen como». La pausa que precede igual le confiere una dirección atributiva catafórica. Por lo demás, todo depende del alcance que el oyente escoge para su interpretación. Puede significar ‹quizá›, si el alcance termina antes 88

del penúltimo igual, pero también cabe la posibilidad de que anticipe el último igual con el significado ‹a pesar de todo› (mejor dicho: el segundo recogería el primero).13 Evidentemente, el uso tan ‹denso› de las funciones de igual excluye prácticamente la hipótesis de su homonimia, en la medida en que los hablantes no tendrán la impresión de usar palabras distintas. Igual aparece antes como lexema unitario que se somete, de forma casi virtuosa, a todas las técnicas discursivas disponibles para realizar los efectos comunicativos intencionados, ateniéndose, sin embargo, a las limitaciones de su potencial semántico. 3.4.4. Igual – un marcador discursivo pasado por alto Resulta curioso que se haya prestado poca atención a las funciones discursivas de igual, a diferencia de bueno y claro, que, a final de cuentas, no son mucho más frecuentes. No hemos encontrado al respecto ningún trabajo monográfico. Igual no se menciona siquiera en Portolés (1998), Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999), Briz (1998) y en el Diccionario de partículas discursivas del español (Briz (ed.) (2009 y ss.)). Más recientemente, se documenta en el diccionario de Fuentes Rodríguez (2009), cuyos criterios de selección tienden a coincidir con los nuestros.14 Si descartamos rápidamente la idea de que pudiera no haberse analizado con la atención que se merece por tratarse de un atributo incómodo por su polisemia que avecina la homonimia, quedan algunos motivos objetivos que merecen detenerse en ellos. En primer lugar, con igual1 ‹de igual manera› la polisemia de igual incluye una función de adverbio de manera que no justifica un análisis bajo el rubro de sus funciones discursivas. Se comporta como los adverbios de manera en –mente que se refieren al verbo y que suelen ser excluidos de los diccionarios de signos discursivos, y a veces también de los diccionarios generales, cuando su significado y su función corresponden a lo que se desprende de la derivación productiva del adjetivo en adverbio en –mente (por ejemplo, tranquilo > tranquilamente). Sin embargo, el concepto ‹de igual manera› incluye una conexión entre dos elementos. Por eso, igual1 interviene a menudo en la estructura de la argumentación. Igual2 ‹quizá› entra en el grupo de los adverbios modales epistémicos, juntamente con seguramente, evidentemente o naturalmente. Ahora bien, los adverbios modales epistémicos suelen analizarse en las gramáticas como adverbios oracionales en los capítulos tradicionales sobre el adverbio. De hecho, igual no voy no 13 14

Cf. Travis (2005, 54–56) acerca del alcance indeterminado de los marcadores del discurso. En el momento de enviar el manuscrito a la editorial, hemos recibido el artículo de Fuentes Rodríguez (2011), donde la autora adopta también una perspectiva genética sincrónica, y el de Martín Zorraquino (2011). Fant (2011) se dedica al valor concesivo como técnica de modalización discursiva. Finalmente, se publicó el análisis diacrónico del adjetivo igual con sus construcciones derivadas (Fernández Alcaide (2011)), donde se anuncia la publicación de análisis complementarios. Con las primeras pruebas, hemos recibido, además, García Negroni / Marcovecchio (en prensa).

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justifica ser tratado como marcador del discurso. Ello podría explicar su ausencia en los inventarios especializados. Por otro lado, hay autores que consideran uno de los marcadores más reconocidos, claro, como marcador epistémico, sin excluirlo. Por cierto, claro suele tener un estatus sintáctico autónomo, a diferencia de igual en igual no voy. Si consideramos el despliegue de una perspectiva subjetiva sobre los hechos como elemento clave de un discurso, tanto claro como igual merecen la pena ser estudiados. Tampoco hay inconveniente en admitir que pueda haber unidades que sirvan para la construcción subjetiva del discurso, sin que lleguen al mismo grado de discursivización que claro o bueno, y que podrían tratarse tanto en los capítulos sobre adverbios como en los que vierten sobre las unidades discursivas. De todos modos, el uso de igual2 en posición inicial de un argumento le confiere una función de conexión. Podemos considerar que igual en Igual no voy es un adverbio enunciativo epistémico, pero ello no excluye una papel adicional en la organización del discurso. Igual3, finalmente, es un conector discursivo adversativo que sirve para construir la comunicación y el enfoque subjetivo de los contenidos proposicionales. A diferencia de igual1, la omisión de igual2,3 no cambia el contenido proposicional de los enunciados. No hay motivos que justifiquen la exclusión de igual3 del grupo de los conectores discursivos. En síntesis, los trabajos sobre los marcadores del discurso deberían tener en cuenta al menos igual3. Y si el análisis no se obstinase tanto en clasificar definitivamente, e intentase describir el funcionamiento de los marcadores del discurso como proceso dinámico caracterizado por la intervención de distintas técnicas discursivas, ya no resultaría tan fácil pasar por alto igual1 e igual2. Además, la discursivización de igual en la expresión oral informal ha llegado a un grado de lexicalización que empieza a afectar su uso como adverbio de manera, por ejemplo, cuando viene igual significa ‹viene a pesar de todo›. En este ejemplo, el uso discursivo, que suele manifestarse por anteposición, se ha apoderado de la posposición canónica del adverbio de manera. En definitiva, el caso de igual es un ejemplo perfecto para poner de evidencia la existencia, en la oralidad informal, de una categoría única de los atributos, que no separa el adjetivo del adverbio a nivel categorial, y que actualiza un continuo funcional que va de las funciones básicas a las funciones discursivas, cargándose de valores epistémicos y llegando a grados de lexicalización que afectan, a su vez, el papel de los mecanismos formales de posición sintáctica, pausa prosódica y entonación. La distribución de igual no es monoconceptual como en la serie hablar demasiado, demasiadas casas, demasiado grande, demasiado bien, sino policonceptual y polifuncional, como se ve por la serie un fenómeno igual ‹idéntico› (adjetivo), hablar igual (que yo) ‹de la misma manera› (adverbio de manera), mi hermana igual ‹también› (adverbio relacional), igual voy ‹quizá› (adverbio epistémico), igual voy ‹a pesar de todo› (conector adversativo), da igual ‹es lo mismo, por eso haré X› (construcción copulativa adversativa). Finalmente, cabe señalar que este funcionamiento altamente complejo es una propiedad casi exclusiva del habla oral informal. 90

Podemos decir, para concluir, que el habla oral informal dispone con bueno, claro e igual de un adjetivo enunciativo, bueno, que introduce, prudentemente, argumentos nuevos a partir de la aceptación formal de los anteriores, de otro adjetivo enunciativo, claro, que introduce, abiertamente, un argumento nuevo declarándolo retóricamente como evidente (y ‹evidentemente› compartido), y de un tercero, igual, para introducir un argumento como opción, sea tal cual, sea mal grado ciertos inconvenientes. En los tres casos, el mismo principio de conversión retórica les permite lograr el efecto comunicativo deseado. Se trata de unidades (parcialmente) bicefálicas, en las que la función atributiva básica se relaciona con sendas funciones discursivas que discrepan de la función atributiva, y que convierten al atributo enunciativo en recurso retórico de argumentación. En el caso de igual2, ya no se observa una conservación de la función atributiva de la categoría base. En conclusión, igual presenta un caso de polisemia y polifuncionalidad diferenciadas hasta el punto de acercarse a una situación de homonimia conceptual y funcional.

3.5. Total – marcador coloquial de recapitulación somera y conclusión Con tres ocurrencias, total es un recurso discursivo mucho menos frecuente que claro, bueno e igual – por lo menos en el Corpus Kluge. Aun así, se trata de un marcador llamativo que ha despertado el interés de muchos lingüistas. Total es un atributo enunciativo en boga en la oralidad informal (cf. Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4137)), pero ya presente en el habla popular madrileña a finales del siglo XIX (Seco (1970, 523)). Narbona Jiménez (1986, 255) da un ejemplo de la variedad andaluza coloquial. El carácter coloquial-oral de total se evidencia incluso en los textos escritos. Es muy ilustrativo, al respecto, el hecho de que todos los ejemplos literarios citados por Garcés Gómez (2008a, 141–142) ocurran en discursos directos en los que se usa el código escrito para imitar la oralidad. De ello se desprende también que total no suele ocurrir en el discurso narrativo de las obras literarias. La observación se confirma en el corpus oral-escrito de Vázquez Veiga (1994–1995, 372–373). Según nuestro cálculo, total ocurre 56 veces en C-Oral-Rom, 46 de las cuales corresponden a su uso como marcador discursivo. De estas 46 ocurrencias 44 aparecen en los textos informales y 2 en textos formales. Recuérdese que en C-Oral-Rom las proporciones de los textos formales e informales son casi idénticas. De ello se desprende que total pertenece, en el habla peninsular, al registro oral-informal. Proponemos la definición siguiente: Total marca una ruptura en el discurso, poniendo fin a ciertas vacilaciones o ponderaciones, explícitas o implícitas, diciendo que, en resumidas cuentas se puede decir lo que sigue o hacer lo que se va a decir: (71)

J: pero así como: -/ .. con precaucioneh, que (da) lo mismo porque a lo mejor yo cuando recién llegué: .. ä: h .. decía=yo >> QUOTE: ah\, total: , lo quiero pasar bien porque mis papá: h, (que) no me dejaron salIr=e, äh, voy a: =aprovechAR/> QUOTE: ((rápido)) pero como tú no puedes ehtar todo el tiempo (así) bien, no importa o=sea aquí trabaj-, acá en la casa+ QUOTE: bueno algún día será algún día< le decía yo pero eh=que yo no quiero- .. yo no quiero por ehto si- .. porque yo sÉ loh problemah que hay=acá eh=que ustede- .. eh que yo inclUso decía a las chiquillas nUnca yo- .. a veces n-, ni siquiera leh contABA loh problemah en la casa porque- .. yo no quería que se ehtuvieran preocupando--, porque iban a e(h)tar tranqUIla (Marcela, 379)

Tanto en (89) como en (90), el supuesto significado base de ‹inclusión› se ve metafóricamente transformado en ‹hasta›. El significado conceptual discursivizado se distingue claramente del significado base. En seis de los siete ejemplos del Corpus Kluge, incluso se encuentra al principio del argumento incluido en su alcance atributivo. En la muestra del español escrito contemporáneo analizada por Cuartero Sánchez (2002, 69), la anteposición se observa en el 97 por ciento de un total de 700 ejemplos. De ello se desprende que la anteposición, que contrasta con la posposición en (88), es una característica que acompaña las funciones discursivas y el mayor grado de subjetividad observable en ellas. La prosodia puede apoyar las funciones catafóricas de incluso. En (89) incluso viene precedido de una pausa, que lo acerca al argumento introducido. En (90), habría que examinar mejor la entonación para ver si la prosodia ayuda a marcar la anteposición. Por cierto que el alcance catafórico queda claro por el contexto. Sin embargo, la desambiguación contextual, tan importante en el análisis de los textos escritos, no tiene la misma fuerza explicativa en la oralidad espontánea porque el oyente no va a escuchar el enunciado entero y volver otra vez a escucharlo, como se hace en un texto escrito. Por eso, pensamos que la anteposición sistemática de incluso, que se observa en casi todas sus ocurrencias, actúa a su vez sobre las expectativas del oyente, sugiriéndole la interpretación catafórica como padrón estándar. Por ello, no es el alcance catafórico sino el anafórico el que exige marcas formales inequívocas. En todo caso, la entonación nos parece jugar un papel muy importante en el caso de incluso, y probablemente en el conjunto de los signos de enfoque. Desde una perspectiva genético-funcional, el concepto de inclusión constituye el significado base a partir del cual la discursivización produjo el significado ‹hasta›. En el discurso, el hecho de insistir explícitamente en la inclusión de algo debe de haber tenido un efecto enfático que después se convirtió en significado discursivizado. Esta función de enfoque y énfasis se ha lexicalizado en la sincronía actual, llegando a tal punto que es posible incluir algo que no está incluido lógicamente (cf. Fuentes Rodríguez (1987b, 163)). Prueba de ello es la posibilidad de enunciar algo 137

como Te doy dos, incluso tres. La inclusión sigue subyacente conceptualmente, pero no es el concepto predominante en el signo discursivo. De ser así, el nuevo significado ‹hasta› es el resultado del aprovechamiento retórico metafórico del concepto de inclusión. Desde el punto de vista genético, la implicación aparente de algo que no está implicado realmente por el argumento anterior es retórica por naturaleza (Te doy dos, incluso tres).1 En consecuencia, la discursivización de incluso lo llevó a funciones retóricas no abarcadas por sus funciones básicas. De ahí que incluso no se limite a funcionar como conector lógico de inclusión, sino que se convierte en marcador de énfasis y enfoque. El uso retórico de incluso tiende a desprenderlo de la relación semántica base para convertirlo en simple recurso de énfasis. Dicho de otra manera, las inferencias de relevancia comunicativa provocadas por la inclusión explícita de algo para darle más fuerza comunicativa se imponen sobre la motivación original, sin que esta pierda su transparencia y fuerza motivadora. En sus funciones discursivas, incluso ha adoptado el significado ‹hasta› que contrasta conceptualmente con el significado base ‹incluido›. Pese al predominio de las funciones de enfoque y énfasis, no nos parece acertado proceder a una clasificación definitiva de incluso como marcador de enfoque. Basta con comparar los ejemplos (89) y (90), sin hablar de (88), para ver que el hablante hace un uso diversificado de las técnicas generales de discursivización. Estas técnicas le permiten seleccionarlas unilateralmente o combinarlas. Incluso no es ni un simple «marcador de inclusión» ni un «operador» (Domínguez García (2007, 51–55)). Se trata de un signo discursivo polifuncional que refleja distintas facetas de la dinámica del discurso. Por lo que respecta al significado conceptual de incluso, nos inclinamos a considerarlo polisémico (y no homonímico), distinguiendo incluso1 ‹incluido› de incluso2 ‹hasta›. Incluso2 se distingue de incluso1 por su mayor grado de discursivización como recurso de enfoque. Semánticamente, incluso2 es una extensión de incluso1 subsecuente a su uso retórico, que parte del efecto de destaque producido por la mención explícita de algo que ya está implicado. Como en el caso de igual, la polisemia es la consecuencia de la polifuncionalidad que se produce cuando una transposición funcional acaba por afectar el significado conceptual de una palabra. A diferencia del marcador discursivo bicefálico bueno, donde la nueva función sigue anclándose en el significado base de aceptación, añadiéndole una nueva función de introducción que no produce un nuevo significado, el proceso que se observa en incluso se da dentro de su semántica, cambiando el significado ‹incluido› en ‹hasta›, en un proceso en el que sigue subyaciendo el significado ‹incluido›. La inclusión de incluso en el capítulo sobre la modificación determinativa no se justifica con los papeles de énfasis y enfoque, sino por el concepto básico subyacente de inclusión, especialmente transparente en casos como incluso las personas menos importantes. La imposibilidad de intercambiar las posiciones de incluso e 1

El ejemplo permitiría el mismo tipo de explicación mecánico-causal que la subjetivización (Maldonado) y los diminutivos afectivos (Coseriu). Remitimos a los contraargumentos expuestos en 3.7.

138

importante comprueba que incluso tiene otra función que la de un adjetivo valorativo (*las personas menos inclusas, *importantes las personas). Se mantiene la función de inclusión referencial, sea objetiva o retórica, a la que se añade la de enfoque enfático, más o menos fuerte según la entonación. Insistir en las funciones de énfasis y enfoque no es suficiente para describir las funciones discursivas de incluso, ya que el hablante dispone de una serie de signos discursivos con la misma función general. Según Travis (2005, 41), incluso «introduces an element that carries greater force than what precedes», añadiendo una crítica importante: «Does the different argumentative force fully distinguish between además ‹moreover›, incluso ‹even› and en todo caso ‹at any rate›?» ((2005, 42); cf. Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4075 y 4097–4098)). De hecho, hay que profundizar más para definir la función específica de cada signo discursivo. En concreto, incluso es un signo discursivo que sirve para llamar la atención, presentando el argumento como algo especial, que queda fuera de las expectativas, especialmente de las del oyente (cf. Fuentes Rodríguez (1987a, 56, 92–93); Cuartero Sánchez (2002, 86); Martí Sánchez (2009, 672); Domínguez García (2007, 52)). Con incluso se busca un efecto perlocutivo de sorpresa, que no es tan fuerte y sistemático en además y en todo caso, pero tampoco parece tener tanta fuerza comunicativa como hasta, al menos en los textos escritos que carecen de la técnica de entonación (Domínguez García (2007, 52–53); cf. Schwenter (2000 y 2001)). Según Portolés (2010, 309), incluso se distingue de también porque no se limita a una función focal, sino que le añade un mayor énfasis o fuerza comunicativa.2 Además, no es posible explicar el uso de estos signos de enfoque sin tener en cuenta el papel del significado conceptual subyacente, que sigue siendo transparente a pesar de estar dominado por las funciones discursivas. La existencia de un paradigma de signos de enfoque capaces de ocurrir en el mismo contexto sintáctico, como de hecho se observa con incluso, también, solo, además, hasta, etc., nos obliga a reconocer la contribución del significado conceptual a la función focal. Ante la importancia de las funciones de énfasis y enfoque, resulta problemático aceptar la opinión, a la que hemos aludido al principio, según la cual incluso sería un signo discursivo con funciones exclusivamente intradiscursivas. Si bien es cierto que ello caracteriza su sintaxis discursiva, no es posible concebir las funciones mencionadas sin juntarles una dimensión fática y perlocutiva que interviene en la dinámica interactiva de una conversación (cf. Garrido (1993, 8–9)). Las funciones de enfoque y énfasis sirven al hablante para captar y mantener el interés de los interlocutores. Los hablantes pueden servirse de la entonación para apoyar el efecto fático, como en el ejemplo (90). La técnica prosódica de pausas les permite, además, aumentar el suspense conversacional. En un ejemplo de uso catafórico, incluso viene separado por un enunciado en forma de inciso del argumento al que se refiere:

2

Habría que añadir que esta observación solo vale si el padrón de entonación es el mismo, ya que podemos aumentar la fuerza comunicativa pronunciando tamBIÉN.

139

(91)

B: ((voz más alta)) yo no noto tanto las diferencias+ J: no/ B: no, ni tanto J: no sé, pero (ay=) yo pienso que sí, ((voz más baja)) yo pienso que sí+, ((rápido)) porque uno mucha vece: h .. incluso: .. cuando LLAman para=allá, que llaman-, por teléfono, y, y a una la confUnden\ .. uno como que-, yo creo que igual como que copia: , copian la=la forma de expresarse de otra persona (Julia, 966)

Incluso abre un alcance atributivo inclusivo, pero la hablante no cumple inmediatamente con su promesa discursiva. Tanto la pausa posterior a incluso como el inciso aumentan el suspense. Evidentemente, hay que combinar los recursos prosódicos de entonación, que no puede ser de final de enunciado, y de pausas para asegurar la función de incluso, para señalar al oyente que el argumento todavía está por enunciarse. Según decíamos arriba, la posposición de incluso es un recurso marginal. En la muestra del español escrito contemporáneo analizada por Cuartero Sánchez (2002, 69), la posposición se da tan solo en el 3 % de un total de 700 ejemplos. Resulta interesante examinar la posposición porque no se observa exclusivamente con el participio flexivo incluso1 (cf. ej. 88). En el Corpus Kluge, hemos encontrado un único ejemplo, en el que incluso se refiere al argumento que precede: (92)

S: elloh me apoyaron para que estudiAra-- ... me-, me enseñAban, incluso .. porque yo no sabía dividIr, no sabía: .. casi nAda de eso porque llegue-, con quinto básico ((rápido)) cuando uno no (ordinaba) nada mÁS+ ...(Sandra, 232)

De ello se desprende que incluso sigue la regla general del uso antepuesto, pero el uso pospuesto no está excluido, sin que cambien significado y función. En el ejemplo, la posposición no convierte incluso en adjetivo o participio de inclusión objetiva, como en las hermanas inclusas. El hecho de no posponerse a un sustantivo facilita la desambiguación en (92). En una primera lectura, podríamos ser tentados de referir incluso a la subordinada introducida con porque pero el sentido del enunciado excluye esta interpretación. En este caso, la pausa que viene después de incluso no sirve para crear suspense, sino para indicar que pertenece al enunciado anterior. Según Seco et al. (1999, s.v.), incluso es una forma normalmente átona, pero «tónica siempre que va pospuesto a la palabra o sintagma a que se refiere», como, por ejemplo, en Lo ha dicho, incluso o (92), donde la posición de final de turno y la entonación correspondiente implican la interpretación anafórica. No solo la entonación sino también la pausa, que destaca, puede reforzar la intensificación (cf. Fuentes Rodríguez (1987a, 91); Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4098); Cuartero Sánchez (2002, 116)). En efecto, Sandra utiliza en (92) la técnica de las pausas asimétricas. La primera pausa, que separa incluso del argumento al que se refiere, destaca y refuerza el papel enfático anafórico; suponemos que acompañado de una entonación de final de enunciado. La pausa que separa incluso del enunciado siguiente es sensiblemente mayor. 140

Incluso constituye asimismo un ejemplo muy ilustrativo de la intervención de la lexicalización en los resultados de las técnicas de discursivización. El hecho de que incluso no se use como adjetivo flexivo pospuesto en la lengua estándar y coloquial (*las chicas inclusas vs. las chicas incluidas), crea condiciones especiales para las técnicas generales de destaque, en la medida en que torna posible la posposición intrasintagmática sin pausa con la misma función discursiva que la anteposición (el chico incluso). El uso de la misma técnica resulta problemático en los adjetivos enunciativos flexivos que se convierten asimismo en adjetivos adnominales (el chico bueno). Con incluso, la misma técnica no solo es viable, sino que sirve para destacar todavía más (incluso el chico vs. el chico incluso o el chico, incluso). Basta crear un entorno de pausa asimétrica (una pequeña, que lo acerque al argumento que precede, y otra grande, con entonación de cierre, que lo separe del argumento que posiblemente siga). De este modo, las propiedades individuales lexicalizadas de los signos discursivos repercuten directamente en el uso de las técnicas de inserción en el discurso. La acción combinada de las técnicas discursivas y del potencial semántico y gramatical del signo en cuestión produce su polifuncionalidad específica. Los ejemplos (89, 90) ponen de manifiesto que incluso no sirve solamente para añadir algo especial, sino que puede destacar un solo elemento de un enunciado, es decir, intervenir en la estructura de información interna. En efecto, el ejemplo (90) permite plantearnos las alternativas siguientes en la estructura de la información: Incluso yo decía. Yo incluso decía. Yo decía incluso a las chiquillas. De ello se desprende la importancia funcional de la anteposición formal del atributo enunciativo. Queda claro, al mismo tiempo, que la posposición es un recurso excepcional que se da bajo condiciones especiales, como lo es la escasa frecuencia de incluso como participio flexivo. Por supuesto, cabría estudiar también los padrones de entonación en los cambios de la estructura de información. En cuanto a la gran movilidad sintáctica de incluso, que se traduce en una distribución muy variada y una combinatoria «sin limitación categorial»3, recuérdese que los atributos cuantitativos tienen un comportamiento muy similar (Salazar García (2008); Hummel (2010b); Flores Treviño (2011)), por lo menos en cuanto a las categorías que sirven de objetivo a la atribución: (93a) bastante importante, bastante deprisa, bastantes casas, bastante se ha dicho, etc. (93b) incluso importante, incluso deprisa, incluso casas, incluso se ha dicho, etc.

A diferencia de los cuantificadores, incluso contrae además una serie de funciones discursivas de conexión en las que deja de pertenecer a un sintagma, asumiendo también funciones orientadas hacia los enunciados. En esta óptica, la función de enfoque y destaque de enunciados que hemos analizado arriba aparece como ex3

Martín Zorraquino (2010, 157); cf. Cuartero Sánchez (2002, 68), Garrido (1993, 13–14), Gutiérrez Ordóñez (1986, 170–171) y (1997, 241). Discrepamos de esta postura. No se trata de usos «sin limitaciones categoriales», sino de variantes sintácticos de la archicategoría de los atributos. Las series (93a,b) son manifestaciones sintácticas y morfológicas de la categoría de los atributos (cuantitativos).

141

tensión o, quizá mejor, como simple variante de la función general de marcador de enfoque antepuesto, documentado en la serie citada, con los mismos principios de acercamiento prosódico, anteposición y entonación. De ello se desprende que las funciones discursivas, que acercan incluso al grupo de los marcadores del discurso típicos, no nacen de la nada, sino que participan de un conjunto de técnicas cuyo uso va más allá de las que se observan en los marcadores del discurso. Por cierto, no debemos pasar por alto las diferencias con los atributos cuantitativos (cf. Cuartero Sánchez (2002, 110–111)), tales como la flexión de bastante, cuando se refiere a un sustantivo, o su uso como sustantivo en bastante se ha dicho. Según hemos visto arriba, las técnicas de uso dependen también de las propiedades categoriales de la unidad en cuestión. Por tanto, no puede sorprender que la movilidad sintáctica no produzca exactamente los mismos resultados en una unidad como bastante, cuyas propiedades adjetivales no se pierden por completo. La denominación de incluso como modificador determinativo se justifica tanto por la semántica de inclusión subyacente como por el enfoque de determinados referentes, sean objetos o argumentos (‹entre todos los argumentos, quiero llamar la atención sobre este›).

4.3. La discursivización de solo A diferencia de incluso, el atributo enunciativo solo no aparece en ninguna de las listas de los marcadores del discurso (Portolés (1998, 157); Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4200–4203); Diccionario de partículas discursivas del español (Briz (ed.) (2009 y ss.)), con la excepción notable del inventario más reciente de Fuentes Rodríguez (2009), donde aparece como «operador argumentativo» equivalente con solamente. De entrada saltan a la vista algunas analogías, por ejemplo con incluso. Si recogemos la serie de ejemplos con las combinaciones sintácticas de incluso (93b), no resulta difícil establecer una lista paralela con solo: (93c) solo importante, solo deprisa, solo las casas, solo se ha dicho, etc.

La serie con solo puede sonar menos aceptable, especialmente solo importante y solo deprisa, pero ello no se debe a sus propiedades gramaticales sino a que el significado conceptual restrictivo de solo no cuadre con los mismos contextos que el significado inclusivo de incluso. Basta con cambiar los sintagmas para encontrar ejemplos de uso perfectamente normales. La negación, posible con solo, permite construir oraciones más usuales como No solo importante, sino de sumo interés o No solo deprisa, sino a una velocidad alucinante. Además, frente a la imposibilidad de *bastante tres, son perfectamente usuales incluso tres y solo tres. Ello depende también del significado conceptual: no es posible intensificar la cifra objetiva tres con bastante, pero se puede especificar la determinación referencial con justo tres o exactamente tres, y, en el registro oral hasta con exacto 142

tres (Hummel (2010b)).4 Con todo, incluso, justo, exacto, solo, etc. no se limitan a operar una restricción referencial. Se les sobreponen efectos de énfasis y enfoque. Se confirma asimismo que los efectos subjetivizantes son casi inevitables cuando los atributos se anteponen. No hace falta considerar a solo como marcador del discurso, pero hay que tener en cuenta su papel en la discursivización de los hechos. En esta óptica, la inclusión de solo en el diccionario de Fuentes está plenamente justificada. Fuentes Rodríguez (2009) escoge la grafía sólo para señalar que solo tiene una base adverbial. Nosotros pensamos que solo fue y sigue siendo un miembro de la clase monocategorial de los atributos que realiza tanto las funciones adjetivales como las adverbiales. Las diferencias funcionales observables son de orden sintáctico. No hay dos palabras solo, una adjetivo, otra adverbio. Con su afán de separar claramente los adjetivos de los adverbios, la tradición normativa dotó las funciones adverbiales de solo de una hoja de parra ortográfica, fingiendo asimismo la existencia de sólo como miembro de la clase de los adverbios. Ahora bien, la distinción de las funciones se hace básicamente a través de la sintaxis (cf. 93c). De todos modos, en la expresión oral no se escucha el acento. No nos ayudaría usarlo. Se trata de un artificio ortográfico apropiado a la expresión escrita, cuyo uso es justificado en los casos ambiguos, pero injustificado si sirve para crear el espejismo de dos clases de palabra. La Ortografía de la Real Academia (2010, 269–270) acabó por renunciar completamente a la tilde de solo, no porque se reconozca que solo pertenece a una y no a dos o más clases de palabras, sino porque los casos de ambigüedad son considerados marginales y se pueden evitar con sinónimos como solamente y únicamente.5 Si bien no coincidimos con Fuentes Rodríguez en el detalle de considerar la clase de los adverbios como base de las funciones discursivas de solo, no cabe duda de que las funciones sintácticas subyacentes pueden ser de tipo adverbial, en términos tradicionales. Las funciones en la serie (93c) suelen ser consideradas, algo confusamente, como adverbiales, a diferencia del tipo adjetival en la chica sola. En consecuencia, las funciones discursivas de solo no emergen de la clase de los adverbios, sino que provienen genéticamente de las funciones sintácticas adverbiales del atributo. En efecto, solo es conmutable con solamente en todas las posiciones de la serie (cf. Carbonero Cano (1993, 16)). Por otro lado, la noción de adverbio es poco específica porque comprende un gran número de funciones gramaticales. La

4

5

La discusión de las propiedades distribucionales de incluso por Cuartero Sánchez (2002, 63–67), como en muchos análisis de misma índole de otros marcadores, presta poca atención al impacto del significado conceptual. Ahora bien, no se puede analizar la distribución con el objetivo de desprender las propiedades gramaticales de una unidad, sin tener en cuenta las restricciones simplemente semánticas. Así, por ejemplo, es correcto afirmar que bastante no se combina con numerales, pero se trata de una propiedad semántica y no gramatical, en la medida en que tres no permite una graduación (*bastante tres). Cf. Gómez Torrego (2011) para más información sobre la diacronía de los cambios ortográficos en solo.

143

única información que suele expresarse con la clasificación como adverbio es la de no haber flexión (cf. las críticas de Herrero Blanco (1987, 177) acerca de la clasificación de incluso como adverbio). En esta óptica podríamos decir que la caracterización de solo como atributo, que invierte su capacidad modificadora en la determinación referencial, según la posición sintáctica, explica mucho mejor su función en (93c). Frente a la posposición adjetival en un hombre solo / una mujer sola, donde solo significa ‹sin compañía›, la anteposición en un solo hombre / una sola mujer conlleva ya una función de determinación referencial y un cambio semántico a ‹único›, pese a que siga siendo usual la flexión. Dicha flexión se pierde en solo un hombre / solo una mujer. Nos parece superfluo imponer a estos cambios funcionales diferenciados por la sintaxis el esquema de la división en dos clases de palabras. De acuerdo con ello, la flexión es un recurso de actualización que se produce espontáneamente según la función sintáctica. En una sola mujer, la flexión depende de mujer e indica la coherencia de un sintagma nominal. La flexión se pierde en solo una mujer, donde hay que tener en cuenta dos variantes: Por un lado, solo puede ser atributo del numeral uno, identificado por la entonación: solo UNA mujer. Por otro lado, en la variante más discursivizada, solo se refiere a una unidad predicativa mayor, por ejemplo, Solo una mujer puede pensar eso. Dicho de otro modo, solo no pertenece al sintagma nominal una mujer, sino al sintagma nominal como miembro de un enunciado. La referencia a un enunciado conlleva naturalmente la invariabilidad. La invariabilidad es la consecuencia de la sintaxis. Recuérdese, en este contexto, lo infructuosos que resultaron los intentos de clasificar los atributos en predicación secundaria como adjetivos o adverbios. En realidad, los atributos en predicación secundaria se acercan al polo adjetival por la flexión de los atributos y al polo adverbial por su posición dentro del sintagma verbal. Además, por detrás de esta definición todavía bastante clara de la predicación secundaria, se esconde un verdadero continuo funcional, si se tiene en cuenta que en el mismo tipo de sintagma el atributo es invariable, cuando la atribución se dirige al verbo (Ella habla alto / rápido). Por añadidura, se observa la flexión ocasional en Ella habla rápida o Vamos derechos a casa. Por eso, conviene entender la predicación secundaria como fenómeno que emerge de la flexión ocasional de los atributos dentro del sintagma verbal en la oralidad espontánea, según las intenciones expresivas de los hablantes. En el Corpus Kluge se encuentran 4 ejemplos de solo con función determinativa: (94)

B: ya .. y=él también te consiguió ese, primer trabajo& S: &sí .. él me consiguió ese primer trabajo\ ... y dehpués cuando me echaron-/ .. äh, había una señora que iba a trabajar también puertah afuera solo=leh planchaba cosas así: ...äh, algunas veces en la semana ((rápido)) ella me me dijo dónde tenía que tomar una locomoción/+ … (Sandra, 618)

(95)

S: mi papá se-, äh=habla- äh: , pronunciaba äh: .. exigí(n)a, era muY exigente, solo con mi padre y yo en (doce) añoh .. esos (doce) añoh/, nos enseñó mucho .. nos enseñó a limpiar una cAsa, noh enseñó -- ... y=el: , deseo de luchar, por lo que queríamos (Sandra, 1240)

144

(96)

M: hace: , ya ... (1) hacíamoh charla de: –, noso- ..en=ese-, (a) nosotros no(h) hicieron: =hm: .. un doctor, tuvimoh de: ((e nasalizada))=äh: ...(1) ((más bajo))) ay+ .. de curs-, del: sIda, de enfermedades de tran(s)misión, sexual (en) ese tiempo-/ ..((más alto)) nosotro (doh XX) de lo que nosotroh+, a nosotroh noh enseñaron .. de eso lo.. le hacíamo a loh jÓvenes de-, äh: .. o=sea, no tan solo loh jóvene a la gente que quisieran: .. cursaron .. ((voz baja, riendo)) esah cosa+ … (Marcela, 867)

(97)

B: ya y a qué, edad comenzó uhted a ayudar a su papáh en la casa/ .. o tenía que cuidar a sus hermanitos por ejemplo/ & M: & CLAro, tenía que: –, íbamoh al colegio y: , en la tarde ya teníamoh que quedarnoh=a- .. a ayudarle, a la mamá=p- .. a cuidar, a loh hermanoh máh chicoh .. ya/ B: ya hm, y tenía como juego favoRI: to=o: M: ... äh .. ((voz muy aguda)) NO: +, ((más rápido)) solo=que en ese tiempo+ ... [äh=hm hm] B: [puro trabajo] M: era trabajA: R y: =hm ...(1) ((voz grave)) a vece jugaba pero ya=a- +, a LUche jugábamos nosotras (digo), ((riendo)) con los chico+ .. y: , los niños jugaban al trOMpo .. äh: .. un RAto ... dehpué ya, había que buhcar lEña para=hacer fuego .. äh, había que=bucar=agua porque: e- .. eso no habÍa\/ & (Marta, 238)

En los cuatro ejemplos, solo precede al enunciado o palabra a los que se refiere, presentándolos como opción restrictiva. Se confirma que la anteposición es un recurso de suma importancia en las unidades atributivas consideradas aquí. En un análisis de 3200 ocurrencias de solo en el español contemporáneo escrito, Hartmann (1999) destaca en primer lugar el papel del «fronting». La anteposición del atributo, que es un recurso marcado en las lenguas románicas, permite que una unidad abra una perspectiva prospectiva a lo que sigue. Es normal que esta perspectiva sea a la vez la que más rasgos de subjetividad reúna y que, por ende, sirva al hablante como técnica para explicitar su visión subjetiva de los hechos. La anteposición implica una visión de los hechos, mientras que la posposición va especificando lo dicho. Como incluso, el signo discursivo solo interviene en la estructura de información (cf. Hartmann (1999, 37)). Así, en (94) coexisten virtualmente las alternativas Solo les planchaba cosas así. Les planchaba solo las cosas así.6 Les planchaba las cosas solo así. He aquí otro rasgo que lo acerca a incluso y que permitiría incluirlos en un grupo de marcadores de enfoque valorativos. Resulta poco satisfactorio oponer el papel de «diminisher» de «sólo» al de «focuser» (Hartmann (1999, 29)), puesto que no hay contradicción entre las dos funciones. La primera emana del significado conceptual, la segunda se le añade según el contexto. El sintagma solo tres reúne asimismo las funciones de enfoque y de ‹disminución›, alegándose que tres es poco, a la vez que la escasez del número resulta de interés. La función enunciativa atributiva se combina con la función discursiva de destaque. Según Hart-

6

El enunciado no tiene mucho sentido, pero se puede sustituir por Les planchaba solo las camisas así.

145

mann, «sólo» sería un adverbio polisémico con los significados ‹exclusivamente› y ‹simplemente›. Hartmann (1999, 29) cita el ejemplo, Sólo el Creador, nuestro Dios […], está por encima, para ilustrar el primer significado. Ahora bien, un test de sustitución demuestra claramente que existe un continuo entre el significado mitigador ‹simplemente› y el enfocador ‹es el único que› (98a) Solo el Creador, nuestro Dios, está por encima ‹es el único que› (98b) Solo tres están por encima ‹simplemente› / ‹son los únicos que› (99a) Solo él sobrevivió ‹el único que› (99b) Solo uno sobrevivió ‹el único que› / ‹simplemente›

Este continuo semántico refleja el impacto variable de las técnicas de la discursivización en la unidad, que se deja llevar por ellas en mayor o menor medida. Se detecta a la vez cómo el efecto de las técnicas discursivas, en este caso el uso como enfocador, se puede traducir en la mente del hablante como polisemia, es decir, la convivencia de dos significados cognitivamente vinculados, ‹simplemente› y ‹exclusivamente›. El segundo significado nace del primero cuando su uso retórico como signo enfocador predomina. De hecho, la entonación juega un papel importante a la hora de distinguir la función de mitigación ‹simplemente› de la de énfasis ‹exclusivamente›. En efecto, solo no tiene la función de una disminución objetiva, como lo sugiere el término «diminisher», sino las funciones opuestas de enfoque y mitigación subjetivas posibilitadas por la entonación y el contexto. Solo comparte con incluso también la capacidad conjuntiva, aunque necesita un mayor apoyo construccional porque su significado conceptual no tiene implicaciones conectivas tan evidentes como las de incluso. De hecho, solo es un miembro fijo de una serie de construcciones: no (tan) solo … sino también (96), solo que (97), etc. cuya presencia en una muestra tan pequeña no es una simple casualidad. Hartmann menciona además la construcción con solo preservarlos (1999, 34). En los ejemplos funciona como conector sui generis, o como elemento que permite variar otros tipos de conexión. El uso de solo que demuestra su alcance prospectivo. No solo … sino también ocurre en 600 de los 3200 ejemplos de Hartmann (1999, 38). Incluso se distingue de solo por el hecho de usarse a menudo con pausas. De esta forma, se encuentra más involucrado por la técnica prosódica de vinculación y desvinculación. Ello explica probablemente porque incluso suele tenerse en cuenta en los estudios sobre marcadores del discurso, al paso que solo, ‹más sintáctico-oracional›, queda fuera. Admitamos finalmente que habría que emprender un estudio más amplio de las funciones de solo para llegar a una descripción completa. Volveremos a la cuestión en el apartado sobre solamente (v. 8.4.1), pero no es posible presentar un análisis exhaustivo con tan pocos ejemplos. El desarrollo diacrónico de lat. solum / sola mente es un caso interesante y complejo que merecería un estudio monográfico histórico-comparativo del conjunto de las lenguas romances. De momento, hemos tenido que limitarnos a la indicación de algunas hipótesis y perspectivas de análisis fundamentados en los principios sacados a la luz en el marco de nuestros trabajos sobre la función atributiva. 146

4.4. Justo y el enfoque enfático de la referencia Como incluso y solo, el atributo justo sirve para insistir en la relevancia comunicativa de algo. En el caso de justo, la focalización enfática se motiva a partir del concepto de la singularidad del referente (cf. Garcés Gómez (1999, 296)). A diferencia de solo y único, cuya motivación es conceptualmente próxima, justo conlleva una implicatura de coincidencia, es decir, la relevancia del referente se establece relativamente a las circunstancias. En (100), la coincidencia es una desgracia, en (101) una suerte: (100) R: y así (llegamo mal para acá entre nosotro), ((voz aguda)) ya+ le dije .. pero: .. no me guhtaba B: hmhm R: y máh (pero) era juhto un tiempo de=eso=añoh, bOMbah pa todoh loh lado y todo encerrado .. no me (dije yo no ese horror yo me voy) (Raquel, 449) (101) M: también de asesOra ((parece sorprenderse de que B no lo haya adivinado)) .. sí, ella=hacía(n) cuatro añoh que trabajaba acá y andaba de vacacioneh .. entonce jUsto se enfermó mi hermanito […] .. y: , y yo ehtaba contenta porque ((más rápido)) ya: iba=a empezar a trabajar al tiro=p + ...(1) y me iba=a quedAR ... en una parte segura .. para ver a mi hermano .. y: .. y: para ir lo ver (y le hacer co: sa) y todo=eso .. y juhto=el-, äh, mi patrón era pediatra .. ya, [de niños((s enfático))] (Marta, 411)

En (101), la entonación sirve para reforzar el énfasis. En un ejemplo sacado del corpus colombiano de Travis, la intensificación es reforzada con el sufijo –ico: (102) Y yo, a -- .. Justi=co a esa hora, tengo que estar en la empresa, para ver si -- .. Si recupero esa plata de María Elena Gómez (Travis (2005, 199))

Conforme al principio de anteposición, justo suele referirse a la palabra (justo él) o enunciado que siguen (justo un tiempo de esos años; justo se enfermó mi hermanito). Con todo, parece que la entonación y el uso de pausas permiten también la posposición, del mismo modo que lo habíamos observado con incluso: Lo dijo, inclUso. De esta forma, podríamos interpretar entonces jUsto en (99) como variante marcada de justo entonces. Habría que estudiar las características prosódicas del ejemplo para pronunciarse al respecto. En todo caso, si bien la función de enfoque puede incluir entonces, el alcance de entonces justo se extiende al conjunto del argumento introducido.

147

4.5. El regionalismo puro El atributo enunciativo puro, que no aparece en el Corpus Kluge, entra funcionalmente en el grupo de los atributos enunciativos estudiados en este capítulo. Navarro encontró una serie de ejemplos en el habla de la ciudad venezolana de Valencia (1997, 296–299): (103) (104) (105) (106) (107)

Me acosté a las tres de la mañana, puro hablando con mi tía, sin hacer nada más Y lo están haciendo son puro los representantes ... fútbol en la calichera, porque nosotros jugábamos puro en la tierra Hoy en día la Semana Santa la agarran es puro para eso, para ir a la playa María (personaje de telenovela) ahorita está trastornada; ella puro llama nada más a su hijo, que se lo robaron

Como otros atributos enunciativos del grupo estudiado aquí, puro precede a la unidad incluida en su alcance atributivo. Resulta más difícil pronunciarse sobre la prosodia a partir de estos ejemplos adaptados a la ortografía escrita, excepto en el primer ejemplo, donde puro viene separado por una coma del trecho enunciativo anterior. En los cinco ejemplos, puro sirve para destacar y enfocar, interviniendo asimismo en la estructura de información. En cuanto al significado conceptual, es sinónimo de solo, con el que es perfectamente conmutable. A diferencia de solo, que pertenece al habla oral en general con una fuerte penetración en el habla escrita, puro es una variedad oral subestándar que se encuentra en dialectos o variedades regionales vinculadas con estos. En este sentido, resulta interesante que Navarro haya sometido sus datos a variables sociolingüísticas. En cuanto al nivel de formación, el autor distingue tres niveles de escolaridad. El uso de puro disminuye conforme aumenta el nivel de escolaridad. Por el contrario, el uso de solamente aumenta con el nivel de formación escolar. Pensamos que ello es un índice de la vinculación de los adverbios en –mente con la implementación de la norma culta escrita, a la vez que la escolarización contribuye a marginar las formas simples sin sufijo. Pese a sus raíces rurales, las hablantes del Corpus Kluge no usan puro. Por el contrario, en el habla adolescente de Santiago de Chile, documentado en el corpus COLA, se detectan «estamos puro enojados» (scawm4j03), «ayer le pegué a una cabra [= una chica; M.H.] en mi colegio […] es que me estaba puro hueveando molestando» (scfob8j01), «la cabra quiere puro comerse al Luis» (sceab8g05). Parece que la nivelación culta ha llegado a eliminar el adverbio puro de la expresión oral informal en los estratos sociales bajos, al menos cuando se intenta hablar correctamente, como es el caso de las empleadas domésticas del Corpus Kluge. Los datos confirman la caracterización de los datos de Kluge como estándar popular oral. El caso y la suerte de puro cuadran perfectamente con nuestra teoría sobre la diacronía del sistema atributivo y la marginación progresiva del polo monocategorial frente al bicategorial, a consecuencia del impacto de la enseñanza escolar. En cuanto a la distribución diatópica, Kany encuentra puro sobre todo en las variedades regionales del español hablado en América, pero también en el español 148

regional peninsular ((1970, 57–63); recuérdese que la obra es de 1945). Insiste especialmente en su uso en Chile y México, pero cita otros ejemplos de Argentina, Uruguay, Bolivia, Colombia, Venezuela, Costa Rica y Guatemala. Los datos de Kany tienen validez suficiente para afirmar que puro pertenece al habla popular tradicional, que se trasladó como tal de la Península a América durante el proceso colonial, donde se mantuvo con mayor resistencia que en España frente a la fuerza nivelizadora de la norma culta, compartiendo su suerte con la de otras tantas palabras y construcciones hoy consideradas arcaicas, desde una óptica ibérica. El uso rural de puro ofrece todas las características de los atributos de la tradición oral popular que ejercen las funciones de adjetivo y adverbio. Así, Kany documenta también las vacilaciones flexivas típicas, como en de puro tonta, de pura tonta, de puros perversos, de puras brutas, de pura traviesa, en los que puro se acerca más a su significado conceptual adjetival de homogeneidad, abandonando ipso facto el campo en el que compite con solo. Desde el punto de vista de la diacronía del habla culta, el ejemplo demuestra que el habla culta se comportó de forma muy selectiva frente a la polifuncionalidad extrema que se observa todavía hoy en los dialectos. La eliminación de la larga gama de funciones populares de puro por la norma culta contribuyó a fortalecer la visión culta de una división categorial clara de las funciones de adjetivo y adverbio. Se conservan las funciones adjetivales flexivas de puro, al paso que las adverbiales son realizadas por puramente, solamente, únicamente, etc.

4.6. El regionalismo mero Según Kany (1970, 57–63), mero se usa como adjetivo en el sentido de mismo (cf. 4.8): ¡Ése mero era el amo don Inacio! En la mera esquina. A mí mero me lo dijo. Se usa, además, como hoy sigue usándose mesmo en portugués (port. mesmo mal ‹realmente malo›): Pedro es el mero malo. Después de esto viene lo mero bueno (cf. port. mesmo bom). Refiriéndose a México, Kany menciona ya mero como equivalente de ahora mismo: 7 -¿Cuándo nos casamos? – Ya mero, o merito ayer. Mero enfrente se usa como todavía hoy mesmo em frente en portugués. Adopta también el sentido de ‹casi›: Mero me caía. Se usa en el sentido de ‹solamente› en Es un mero cuarto bastante grande. Tan solamente truje seis platillos y meras tres tazas. No hubo sino un muerto y diez meros heridos. Desde el punto de vista semántico, el significado minimizador de mero llega a motivar la misma función enfatizadora que el significado aislante ‹el único› de solo, sin dejar de distinguirse de él en otras funciones. Es interesante al respecto el análisis de Kany (1970, 59) de mero con el significado ‹muy›: Adverbial en su función, concuerda como adjetivo con la palabra a la que modifica. Sandoval (II, 81) llama adverbio a este mero, haciéndole consiguientemente invariable en sus ejemplos: mero orgullosa, mero mujer, mero hombres, mero bien, etc. Los

7

Cf. ahora mismito en Arniches (Seco (1970, 215)).

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ejemplos siguientes demuestran, sin embargo, que en el habla popular mero concuerda frecuentemente en género y en número con la palabra que modifica.

En las citas literarias aparecen: andan meros tristones, mera güena, mera cargada, meras estrañas, mera bonita. Fuerza es constatar que mero, del mismo modo que puro y solo, es un atributo que funciona como categoría única. Los ejemplos de Kany ponen de manifiesto lo difícil que es clasificar sus ejemplos según las categorías de adjetivo y de adverbio. La diferencia entre adjetivo del adverbio se opera en la sintaxis, es decir, se trata de funciones sintácticas y no de funciones categoriales. Intervienen, además, los efectos de la flexión morfológica. Kany analiza correctamente la invariabilidad en los ejemplos de Sandoval como intervención normativa. Curiosamente, según Fuentes Rodríguez (2009, 17, 214–215) mero sería más frecuente en la expresión escrita y pertenecería al habla culta. Ello se explica sin duda por la naturaleza del corpus explorado, el CREA, que recoge el habla escrita y algo del habla oral culta. Consecuentemente, las variantes regionales y populares no tienen una representación suficiente. Sobra el uso canónico de mero, mucho menos polifuncional y ya algo rebuscado. Veremos en los capítulos 10 y 11 que el habla culta opera a menudo una selección restrictiva de variantes, que son más numerosas en el habla coloquial. Basta con leer los ejemplos de arriba para entenderlo. Se aceptará un mero accidente (Portolés (1988, 80)), pero no meras tres tazas.

4.7. Cierto y la modificación determinativa alusiva No hemos tenido en cuenta el atributo cierto con función de modificador determinativo en la selección de unidades analizadas en este libro. No es que no ocurra, pero seguíamos el criterio, quizá criticable, de analizar los atributos que ocupan funciones adverbiales, en términos tradicionales, es decir: funciones que conllevan su invariabilidad. Ahora bien, cierto con función de modificador determinativo se comporta como un atributo flexivo, a diferencia de incluso, solo y justo en incluso (solo, justo) ella, por ejemplo. En los cuatro ejemplos del Corpus Kluge, cierto cumple el papel de un modificador determinativo borroso y alusivo, que refleja a veces una actitud de prudencia e inseguridad de las hablantes: (108) J: como no asustarme decir >>Quote: ((voz aguda, imitando el pánico)) No: , (quedaré) soltE: ra+ medesimo > meísmo / meesmo > mismo). Si el sustantivo se refiere a una determinada persona, independiente del contexto, el efecto de énfasis se observa tanto en el mismo diablo como en el diablo mismo. El nombre diablo se comporta como un nombre propio que excluye por definición el significado ‹el mismo que otro›. Si el sustantivo se refiere por naturaleza a un solo objeto, por ejemplo en los nombres propios o sustantivos como padre ‹genitor›, la función de determinación referencial queda neutralizada, abriéndose nuevas posibilidades para producir efectos enfatizantes. Por eso, la anteposición queda disponible para efectos de énfasis. Desde el punto de vista de la discursivización, la determinación referencial de identidad en la misma persona constituye la base subyacente de los efectos discursivos. Como solo, el atributo mismo se merecería un estudio histórico-comparativo y variacional de las lenguas románicas. El uso invariable que se observa en otras lenguas romances (cf. los ejemplos (63, 64, 65) en 3.4.2) apunta hacia un proceso diacrónico de pérdida de algunas posibilidades de uso en el español estándar. Del mismo modo, no debe de ser ajeno al mayor grado de estandarización del portugués europeo el hecho de que la polifuncionalidad de mesmo sea mucho mayor en la variedad brasileña, sobre todo en el sentido de una discursivización polifacética (cf. las entradas de mesmo en el Dicionário Houaiss da língua portuguesa y en el Dicionário da língua portuguesa contemporânea de la Academia das Ciências de Lisboa). Fuentes Rodríguez (2009) no tiene una entrada para mismo, a diferencia de mismamente, que sí aparece. Curiosamente, el análisis del Corpus Kluge no saca a la luz ningún caso de uso adverbial invariable. Ocurre 26 veces la forma mismo y 83 veces mihmo, con sus respectivas variantes flexivas. Citamos a continuación algunas colocaciones, en las que usamos la grafía canónica: eso mismo, yo misma, mi mismo vocabulario, las mismas cosas, lo mismo, el mismo trabajo, la familia misma, mis mismos hermanos, le da la misma, me da lo mismo, mis mismos patrones, por lo mismo, 8

Algunos aspectos específicos de los efectos discursivos son analizados por Anscombre / Ducrot (31997, 57–67).

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ahí (allá, ahora) mismo, la misma, nosotras mismas, ese lugar mismo, ellas mismas, uno misma, por mí misma. Parece que las funciones adverbiales no son muy frecuentes en la lengua española y se vinculan con el sintagma nominal lo mismo hago algo ‹igual›, ‹a pesar de› (cf. 3.4.2). No hemos encontrado ningún ejemplo de este tipo en el Corpus Kluge.

4.9. Propio y el contraste entre propiedad y comportamiento Según se desprende de los ejemplos citados en Seco et al. (1999, s.v.), propio se usa en muchos contextos como adjetivo calificativo pospuesto: una casa propia, nombre propio, ser propio de, etc., con la implicatura de que existen casas que no son propias, nombres que no son propios, etc. En estos ejemplos, el significado de propio indica la pertenencia objetiva a una persona u objeto. La anteposición combina esta función de modificador con la determinación referencial para lograr efectos de énfasis y focalización: mi propio hijo, el propio padre, los propios enviados, etc. (cf. Fuentes Rodríguez 2009). En el último caso, propio indica que el evento en el que los enviados están implicados, es una acción que les pertenece, por sorprendente que le parezca al hablante ante la misión que tienen. No sería tan fácil decir las propias personas. De esta forma, propia conlleva la implicatura de una contradicción entre algo que es una propiedad, por ejemplo, los motivos de las personas que enviaron los enviados, y los actos de estos. Del mismo modo, se usará el propio padre cuando este se comporte de una manera que no hace honor a su papel de padre. Como cierto y mismo, el atributo propio no abandona el marco funcional caracterizado por la flexión.

4.10. Único y el énfasis referencial En Fuentes Rodríguez (2009, s.v.) se encuentra una entrada para único. Este atributo sirve para expresar una restricción determinativa, algo más fuerte que la de solo. A diferencia de solo, único se limita a las funciones en las que se usa como unidad flexiva: las únicas personas / *único las personas vs. las solas personas / solo las personas. De esta forma, las funciones adverbiales se realizan exclusivamente con únicamente, al paso que solo compite con solamente en las funciones adverbiales. En el Corpus Kluge, único ocurre 20 veces, en la mayoría de los casos en construcciones del tipo lo único que quiero o lo único bueno es, pero también con referencia a personas, como en soy la única que. En estas construcciones, único constituye el núcleo de un sintagma nominal. Hay un solo ejemplo de una función adjetival (la única película). No hemos tenido en cuenta a único en nuestra selección de unidades (cf. Tabla 2 en 2.2) porque no había casos que se podrían considerar adjetivos adverbializados.

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4.11. Preciso y el enfoque enfático de la referencia Fuentes Rodríguez (2009, s.v.) menciona también la posibilidad de usar preciso con la misma función que justo en sintagmas del tipo en este preciso momento. Como en el caso de único, se trata de una función en la que el atributo se flexiona: en esta precisa causa. Según indica la autora se observaría a veces preciso como variante de precisamente. No hay ejemplos para preciso en el Corpus Kluge (cf. precisamente en 8.4.5). 4.12.

Los perfiles de uso

4.12.1. Perfil de uso de incluso N=7 I. Significado conceptual y gramatical9 Núcleo semántico: Monosémico en sus funciones discursivas: incluso2 ‹hasta›. Polisémico, si se incluye el significado del adjetivo-participio: incluso1 ‹incluido›. Núcleo categorial: Atributo defectivo con forma de participio verbal sin función participial o adjetival en la comunicación informal y estándar. Alcance atributivo anafórico o catafórico intradiscursivo y, ocasionalmente también interdiscursivo. Uso endocéntrico (la unidad enfocada cae en el alcance atributivo). II. Rasgos formales Rasgos morfológicos: Invariable en todas sus funciones discursivas. Sintaxis: Posición inicial respecto de la unidad enfocada. Función sintáctica de modificador determinativo. Movilidad sintáctica que lo acerca al grupo de los atributos cuantitativos, con la peculiaridad de servir para conectar unidades argumentativas. Prosodia de pausas: Sujeto a técnicas de separación y acercamiento a los enunciados, trechos de enunciados o sintagmas (palabras). En las pausas asimétricas, incluso se acerca a la unidad enfocada (posición inicial o final). Posible uso independiente como respuesta-comentario (Portolés (2008, 192– 193)). Entonación: Intensificación (inclUso); entonación de apertura hacia la unidad enfocada. Combinatoria: sin datos Construcciones gramaticales: incluso + conjunción (cuando, porque, etc.)

9

Cf. la propuesta de Portolés (2008, 189–192).

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III. Funciones comunicativas discursivas y pragmáticas Función intradiscursiva principal: Enfoque y énfasis. Función interdiscursiva principal: Función fática dinámica de captación del interés de los interlocutores. Creador de suspense con uso de pausa. Posible muletilla textual o idiolectal que acompaña una actitud cooperativa de captación del interés (v. 9.3). Funciones microestructurales: – Polifuncional. – Conector discursivo de inclusión. – Marcador de enfoque en la estructura informacional de la conversación. Marcador de interés y suspense (presentación de algo inesperado). – Modificador determinativo que delimita una extensión referencial definida en el texto, con la finalidad de enfocar uno o varios elementos. IV. Rasgos variacionales Marcador de construcción de la comunicación de uso general en todas las variedades orales y escritas informales del español.

4.12.2. Perfil de uso de solo N=5 I. Significado conceptual y gramatical Núcleo semántico: Monosémico en sus funciones discursivas: ‹exclusivamente› Polisémico si se incluye el adjetivo base: ‹sin compañía› Núcleo categorial: Atributo determinativo con alcance catafórico esencialmente intradiscursivo. Uso endocéntrico (la unidad enfocada cae en el alcance atributivo). II. Rasgos formales Rasgos morfológicos: Variable o invariable según su función. Ortografía tradicional anticuada sólo, con tilde, frente al adjetivo flexivo solo. Sintaxis: Posición inicial respecto de la unidad enfocada. Función sintáctica de modificador determinativo. Movilidad sintáctica que lo acerca al grupo de los atributos cuantitativos, con la peculiaridad de servir para conectar unidades argumentativas. Prosodia de pausas: Técnica de acercamiento a los enunciados, trechos de enunciados o sintagmas (palabras), con los que forma una unidad. Entonación: – Combinatoria: – Construcciones gramaticales: solo que no solo … sino también pero solo porque con solo + infinitivo III. Funciones comunicativas discursivas y pragmáticas Función intradiscursiva principal: Enfoque y énfasis.

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Función interdiscursiva principal: El enfoque no transciende su orientación intradiscursiva en la misma medida que incluso. Funciones microestructurales: – Polifuncional. – Marcador de enfoque en la estructura informacional de la conversación. – Modificador determinativo que delimita una extensión referencial definida en el texto, con la finalidad de enfocar uno o varios elementos. – Varias funciones de conexión discursiva cuando se usa en las construcciones gramaticales mencionadas. IV. Rasgos variacionales Atributo enunciativo de uso general en todas las variedades orales informales y escritas del español, con tendencia a sustituirlo por solamente en la expresión escrita formal.

4.12.3. Perfil de uso de justo N=3 I. Significado conceptual y gramatical Núcleo semántico: Polisémico: justo1 ‹exactamente›, justo2 ‹a propósito / intencionadamente›. Núcleo categorial: Atributo determinativo con alcance catafórico intradiscursivo e interdiscursivo. Uso endocéntrico (la unidad enfocada cae en el alcance atributivo). II. Rasgos formales Rasgos morfológicos: Invariable en todas sus funciones discursivas. Sintaxis: Posición inicial con respecto a la unidad enfocada. Función sintáctica de modificador determinativo. Movilidad sintáctica que lo acerca al grupo de los atributos cuantitativos, con la peculiaridad de servir para conectar unidades argumentativas. Prosodia de pausas: Técnica de acercamiento a los enunciados, trechos de enunciados o sintagmas (palabras), con los que forma una unidad. Entonación: énfasis (jUsto) Combinatoria: (–) Construcciones gramaticales: justo + conjunción o adverbio (p. ej., justo entonces). III. Funciones comunicativas discursivas y pragmáticas Función intradiscursiva principal: Enfoque y énfasis de una unidad (palabra, sintagma, trecho enunciativo o enunciado). Función interdiscursiva principal: El enfoque no transciende su orientación intradiscursiva en la misma medida que incluso, pero quizá algo más que solo. Funciones microestructurales: – Polifuncional. – Marcador de enfoque en la estructura informacional de la conversación. – Modificador determinativo que delimita una extensión referencial definida en el texto, con la finalidad de enfocar uno o varios elementos.

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Marcador de enfoque en conectores (justo cuando, justo entonces, etc.). IV. Rasgos variacionales Atributo enunciativo de uso general en todas las variedades orales y escritas informales del español, con tendencia a sustituirlo por justamente en la expresión escrita formal.

4.12.4. Perfil de uso de puro, mero, cierto, mismo, propio, único y preciso No nos parece indicado sugerir perfiles de uso para las unidades no representadas en el corpus. Podríamos sacar informaciones de diccionarios, gramáticas y otras fuentes, pero el fundamento de un perfil de uso debería ser una base empírica sólida. Ya ha sido algo arriesgado idear perfiles de uso de los atributos enunciativos con frecuencia baja en el Corpus Kluge. Por eso, habrá que esperar que se realicen trabajos monográficos que se refieran, en lo posible, a un corpus representativo de las variedades diasistemáticas del español, incluida la perspectiva diacrónica.

4.13. Conclusión Todas las unidades atributivas analizadas en este capítulo intervienen en la determinación referencial. El efecto de su intervención puede ser restrictivo (solo, puro, mero, cierto), inclusivo (incluso) o especificativo (justo, mismo, propio, único). La modificación determinativa mantiene una motivación transparente con los conceptos básicos expresados por estos atributos. Así, solo se refiere a una existencia sin compañía, puro a la homogeneidad de algo en la que no entran sustancias ajenas (impuras) y mero a la escasez de algo, es decir, a algo que no es más que lo que es. Cada uno de estos conceptos implica la exclusión de algo. Justo se refiere a un punto exacto, del que no se desvía, mismo parte de la identidad y propio de la pertenencia. Los significados conceptuales intervienen asimismo en la diferenciación de las funciones discursivas a las que se ven transpuestos. La intervención de rasgos de exclusividad, inclusión explícita o especificación en la determinación referencial conlleva naturalmente un efecto de destaque del referente. En términos comunicativos, el referente recibe un enfoque especial, generalmente enfático, que se refuerza a menudo mediante la entonación. Sin embargo, el efecto básico no es el énfasis sino la subjetivización. Así, en ciertos hablantes se observa, en primer lugar, un distanciamiento subjetivo. Como en el capítulo 3, la subjetivización es el correlato natural de la anteposición sistemática de los modificadores determinativos, que contrasta con la posposición (solo habla vs. habla solo). El alto grado de lexicalización de las funciones discursivas, que predominan en términos de frecuencia, abre la posibilidad de actualizarlas también en posposición, según se observa también en casos como realmente, curiosamente (v. 1.3). Los modificadores determinativos con base atributiva, son recursos de subjetivización discursiva que no dependen del principio de la extraoracionalidad que rige en los marcadores del discurso típicos analizados en el capítulo anterior. En la gran 158

mayoría de los casos, los atributos de enfoque subjetivizante se integran perfectamente en los constituyentes sintácticos a los que pertenecen. La unidad que más veces parece usarse con pausas es incluso, que adquiere asimismo un papel más importante en la organización del discurso. Dicho en otras palabras, los atributos analizados en este capítulo son unidades polifuncionales que convergen en la modificación determinativa. La polifuncionalidad es más o menos extensa, según el caso. Así, por ejemplo, único y preciso no pierden sus características flexivas, es decir, no los encontramos en contextos como *único ella, mientras que solo ella es usual. La polifuncionalidad corre a menudo parejo con cambios conceptuales, como en incluso ‹incluido > hasta›. La mayoría de los modificadores atributivos se combinan con los determinantes, por ejemplo incluso / solo / justo las personas mencionadas…, al paso que cierto los excluye (*ciertas unas / las personas). Desde el punto de vista distribucional, los modificadores determinativos atributivos se acercan al grupo de los cuantificadores (cf. 93a-c). A diferencia de los cuantificadores, las unidades examinadas aquí ejercen papeles de enfoque y énfasis que sirven para estructurar la información (solo él plancha las camisas, él solo plancha las camisas, él plancha solo las camisas). Podríamos denominar los signos discursivos analizados en este capítulo con el término «rematizadores» propuesto por Contreras ((1978, 83–85); cf. Portolés (1993, 158) y (1998, 139); Fuentes Rodríguez (1991, 278); Herrero Blanco (1987)), pero nos parece poco específico y, además, difícilmente aplicable a casos como Ciertas personas no respectan las convenciones. Las unidades examinadas aquí sirven, en primer lugar, para dar un enfoque especial a distintos elementos del discurso, pero sin convertirlos necesariamente en rema. El enfoque conlleva, además, una señal fática fuerte hacia los interlocutores. En este sentido, son recursos retóricos con las que se intenta captar y convencer. Ante la diversidad y especificad de las funciones, resulta problemático aplicar una simple diferenciación binaria como la de adjetivos y adverbios. En realidad, lo único que se expresa cuando se habla de usos adverbiales es que la función en cuestión se caracteriza por el uso no flexionado del atributo. Las funciones efectivamente realizadas son más diversas y más específicas. De hecho, nuestra hipótesis, según la cual las unidades analizadas pertenecen al sistema monocategorial de tradición oral, cuyas funciones se concretan solamente en la sintaxis, con o sin intervención de la flexión morfológica, demuestra su valor explicativo en el caso estudiado. Resulta sumamente infructuoso preguntarse si y cuando solo es un adverbio o un adjetivo. Es simplemente un atributo que se usa en condiciones sintácticas diversas que pueden exigir o no la flexión, o simplemente permitirla o no. Somos conscientes de que las conclusiones que acabamos de sacar son provisionales. Por un lado, los datos extraídos del Corpus Kluge no son suficientes, cuantitativa y cualitativamente, para pronunciarse con objetividad sobre todas las facetas de uso, ya que para el estudio de puro, mero y mismo se necesitarían datos dialectales. Tampoco hemos profundizado la dimensión paradigmática, que se extiende de las unidades atributivas hacia unidades como hasta, también, etc. El alto grado de lexicalización polifuncional de la mayoría de las unidades exigiría un estudio histórico-comparativo del conjunto de las lenguas romances para entender mejor la 159

situación actual. Es sin duda posible describir la situación actual, pero entenderla es otra cosa. En este sentido, nuestra teoría sobre la diacronía de los sistemas atributivos en romance nos está ayudando constantemente a entender mejor los fenómenos sincrónicos. Por otro lado, la teoría general no es suficiente para entender la diacronía específica de los lexemas. Por evidentes que sean los rasgos que comparte mismo con otros atributos, mismo no deja de tener una diacronía específica como unidad del léxico. Quedaría por aclarar, además, la relación de los modificadores determinativos con los cuantificadores, por un lado, y los adverbios en –mente, por otro. Volveremos a esta última cuestión en 8.5, ya que cada uno de los atributos simples analizados aquí tiene un adverbio en –mente con la misma base adjetival que compite con él en las funciones llamadas adverbiales. En definitiva, pensamos que el tema de los modificadores determinativos merecería un estudio monográfico que incluyera las dimensiones diacrónica, variacional y paradigmática en una perspectiva panrománica.

160

5.

Exacto, horrible, mejor y la cuestión de la productividad de los atributos enunciativos

Fuentes Rodríguez (2009, 18) critica la percepción estática de las unidades con función discursiva. En efecto, los atributos enunciativos analizados en los capítulos 3 y 4 causan la sensación de un inventario cerrado conformado por unidades lexicalizadas, algo diferenciadas según criterios variacionales. Tampoco se ha prestado mucha atención en los estudios especializados a la innovación, a no ser en términos diacrónicos. Ahora bien, el análisis exhaustivo de un corpus nos hace descubrir algunos atributos enunciativos poco frecuentes que no tienen mucha probabilidad de constar entre los ejemplos ilustrativos de las gramáticas, o de recibir una entrada en los diccionarios. Cuanto más se observan los hechos desde el punto de vista de las técnicas de discursivización, mejor se desprende la productividad. Si no nos limitamos a buscar en el corpus un listado de formas establecido previamente, sino atributos (u otro tipo de unidad) que sean sujetos a técnicas de discursivización, detectamos casos como, por ejemplo, exacto y horrible, que ocurren una sola vez en el Corpus Kluge. Es posible que se tenga en cuenta la voz exacto a la hora de reunir los signos discursivos de afi rmación en una gramática, pero la discursivización ocasional de horrible escapará seguramente tanto a las gramáticas como a los diccionarios. De este modo se oculta artificialmente el uso productivo de las técnicas de discursivización. Miremos, pues, las unidades de la Tabla 4 (cf. 2.3) que nos quedan por analizar, para ver si nos dan pistas para entender mejor la vertiente productiva de la discursivización.

5.1. Exacto y otros atributos enunciativos afirmativos La función afirmativa es particularmente abierta a la variación y a la innovación. Volveremos al aspecto variacional en 9.5, en realidad casi inseparable del de la innovación. 5.1.1. Exacto y el saber o poder comunicativos El atributo enunciativo exacto ocurre una sola vez en el Corpus Kluge, con función afirmativa:

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(117) R: voy a tener un: baby, sí ... o=sea mi pareja ya no exihte digamo él: , se fue\ B: hm, ya ... cobarde ..[@@@] R: [((riendo)) sí: @@] .. exacto estudió hahta sexto en PUEBLO, aprobado vive y trabaja en CALLE (Raquel, 39)

La función de signo afirmativo interdiscursivo parece ser la única función discursiva de exacto. Se distingue en este aspecto de claro, que integra la misma función en su polifuncionalidad discursiva. Si bien exacto es mucho menos frecuente que claro, en todas las variedades orales de la lengua española, comparte con este marcador discursivo polifuncional el uso como especificador de la respuesta afirmativa sí, como en el ejemplo, sí, exacto (cf. sí, claro). Desde el punto de vista conceptual, claro ‹evidente› presupone una evidencia. Según hemos visto, claro expresa esencialmente una evidencia subjetiva. Con exacto, el hablante se convierte en él que sabe la respuesta exacta. Así pues, se observan diferencias semánticas entre los signos con la misma función discursiva. Exacto no indica simplemente que el hablante comparte la misma opinión o actitud, sino que lo dicho corresponde a una realidad que se presenta como objetiva y verdadera, desde el punto de vista subjetivo del hablante. Se usa sobre todo cuando el hablante conoce mejor la realidad en cuestión que el interlocutor, como en nuestro ejemplo, donde la entrevistadora hace un comentario sobre la vida de la entrevistada. Es muy revelador al respecto el estudio sobre el uso de exacto, exactamente, así es y efectivamente realizado por Muniz da Cunha Moreno (2000) a partir de los datos del Corpus Oral de Referencia de la Lengua Española Contemporánea (Marcos Marín (1992)). De entrada, la autora puntualiza (2000, 622): La diferencia […] radicaría, a mi juicio, en que mientras efectivamente y así es indican meramente factualidad, es decir, existencia real, verificada y por tanto no opinable, en cambio, exacto y exactamente, transmiten, además de esa factualidad, una evaluación de precisión.

Efectivamente, en los ejemplos de exacto / exactamente citados por la autora, los hablantes aparecen como detentadores de un saber especial: una profesora, una experta en flores acerca de un problema de su especialidad, el presentador de un concurso televisivo que hace preguntas a los interlocutores, siendo él el que tiene la respuesta correcta, el físico de un planetario que afirma la respuesta de una alumna de instituto («Exactamente, muy bien»), y dos veces un experto en materia de trenes. Podemos considerar este padrón de uso como frame comunicativo prototípico de exacto / exactamente. Como es evidente, el uso de estos atributos afirmativos no se limita estrictamente a las situaciones prototípicas. Exacto / exactamente ocurren también en el discurso de un contertulio de un debate sobre un tema político y en una conversación familiar. No obstante, incluso en estos casos, los hablantes pueden aprovechar las propiedades prototípicas de exacto para arrogarse la posición de la persona que más sabe. En este sentido, exacto puede participar de estrategias retóricas de negociación de los interlocutores con respecto al saber, el poder o el estatus de los 162

hablantes. Sería interesante reunir más ejemplos de uso de exacto para ver si se confirma su vinculación con el saber o poder comunicativo, incluso como característica idiolectal de ciertos hablantes. 5.1.2. Lógico, obvio, perfecto, el estrato social y el habla culta En el Corpus Kluge surgen también los atributos enunciativos afirmativos lógico y obvio. No constan en la Tabla 4 de los atributos enunciativos adjetivales en 2.3, porque se mencionan exclusivamente en comentarios metalingüísticos sobre el comportamiento lingüístico de otros grupos sociales: (118) B: y: si tú piensas en tu forma de hablar Antes de que=v-, te vi-, vi- vinieras a vivir acá-\ .. crees que hablas de la misma ma- manera que antes/, o: .. ha cambiado\ J: äh, he cambiado ... sí, he cambiado algún .. äh, hay máh: .. tengo más BAse .. ((más bajo))) tengo más base porque(=eh) mu(y)-+, osea ni tanto, ((riendo)) igual que (se combina) así+, ((respira)) pero: .. no, antes, (así) no se me decían: – ... ((más alto)) por ejemplo si me decían la palabra Obvio, no ent-, o lÓgico, como que no-, > QUOTE: qui es< .. o no=no tenía idea\ ... entonces com-, porque ahora ya, obvio que sí o lÓgico que sí, ((mascullando)) no=sé+ .. n- no sabía como que, que quería decir la palabra LÓgico, cosah-, cosas=así , [no sé (ahora ya se acabó ((sorbe los mocos))] (Julia, 946)

La migración a la capital de las hablantes entrevistadas y su contacto con personas de clase medio alta y alta les hace descubrir los atributos enunciativos afirmativos lógico y obvio, que no conocían o usaban antes. De ello se desprende que algunos atributos enunciativos sirven también para la diferenciación sociolingüística consciente o inconsciente de los estratos sociales. Adoptando atributos enunciativos como lógico, obvio, efectivamente, precisamente o defi nitivamente, el hablante se identifica a la vez con el estrato culto de la sociedad. Por eso, los signos discursivos afirmativos no entran únicamente en la negociación del poder y saber comunicativos, sino también en el del estatus social y comunicativo. Hemos encontrado los atributos enunciativos afirmativos perfecto y lógico en un ejemplo del habla oral colombiana: (119) A: Yo prefiero mensual. Ya -- ya lo pensé bien. S: Perfecto. S: Si no, imaginate, [sic: ¿voseo?] se va quedando obsoleto. A: Lógico (Travis (2005, 203–204)).

El adjetivo obsoleto indica que discurso pertenece al registro culto, como la mayoría de los datos de Travis. Es probable, además, que la cultura lingüística motive en los hablantes cultos un mayor afán de variación en los signos afirmativos. En lugar de recoger perfecto del discurso de S, el interlocutor A recurre a lógico. Es posible que las diferencias diastráticas sean menores en España (cf. Fuentes Rodríguez / Alcaide Lara (1996, 172–177 y passim)). Fuentes Rodríguez (1993a, 118) cita un ejemplo sacado del habla popular sevillana: 163

(120) Más juventud por la mañana, lógicamente, claro.

Briz (1993, 43) cita el ejemplo de un diálogo en una radio valenciana (España), en el que lógico sirve para reforzar el valor afirmativo de claro, incluso como variante del refuerzo por reduplicación: (121) Hablante 1: claro / claro Hablante 2: claro, lógico

El registro de la entrevista es coloquial, pero también algo formal por el ustedeo que se usa, cuya formalidad es muy marcada en España. La difusión de arriba hacia abajo se observa también en América. Así, los ejemplos venezolanos citados por Freites Barros (2006, 277) pertenecen a un hombre del estrato medio bajo, del segmento etario que va 31 a 45 años: (122) B.: Uno… ya está un poquito viejo… pero… sus hijos y su esposa ¿ve? A.: Claro, tiene que pensar en ellos, ¿verdad? B.: No, lógico. (123) A.: Todo el mundo debe pensar que… las cosas hay que pensarlas positivamente, pero claro, lógico, también yo digo, también sentarse analizar y dialogar con bastante… o intercambiar ideas con bastante… gente para uno después dar ese paso.

Finalmente, merece la pena citar un ejemplo de obvio que hemos encontrado en un comentario informal por email de una lingüista mexicana: (124) Sin duda, tal reflexión nos ayudará a crear nuevas formas de ‹preguntar› en el proceso de investigación (obvio, no solo a los hablantes, sino acerca de la realidad lingüística).

La comunicación en la Red, informal a pesar de escrita, ofrece nuevos canales de penetración a los signos discursivos orales. En el ejemplo, el uso de obvio es conceptualmente oral. En un texto escrito normativo se optaría por obviamente o es obvio que.

5.2. Fijo – un atributo afirmativo en boga La función discursiva afirmativa de fi jo es reciente. Está en boga en algunos grupos, mientras que la mayoría de los hablantes no la usa (¿todavía?). 5.2.1. Fijo y el camino de la polifuncionalidad En el Diccionario de partículas discursivas del español en línea de Briz ((ed.) (2009 y ss.)) consta fi jo (que) con función de marcador del discurso, sin duda porque Albelda le ha dedicado un trabajo monográfico, don164

de se encuentra la descripción de su uso que citamos a continuación (2002, 508): Desde el punto de vista sintagmático, la posición de fi jo en un enunciado es libre. Posee entonación propia. Puede aparecer en posición inicial (Fijo que hoy gana el Valencia), media (Viene fi jo esa señora a la una) o final (Si le das ese pastel, se lo come fi jo). También puede funcionar aisladamente, es decir, no acompañado de verbos. Generalmente aparece aislado en respuestas, p.e.: ¿Estudiarás? –Fijo. En estos usos aislados en respuestas fi jo se aproxima a los adverbios de afirmación. Cuando su uso se encuentra en posición inicial, va acompañado de que; es [sic] estos casos fi jo se focaliza por razones pragmáticas de efectividad y relevancia, de manera que se ha consolidado la estructura fi jo que {p }: Fijo que gana el Valencia. La posición de esta partícula nos da pistas acerca de su incidencia en el enunciado. Fijo no modifica al verbo que acompaña, sino a la modalidad. De ahí que se pueda colocar en distintos lugares del enunciado o convertir en estructura fi jo que {p }: viene fi jo esa señora a la una: fi jo que viene esa señora a la una. Por su significado, fi jo se acerca a los adverbios de afirmación; por su incidencia pragmática, es un adverbio oracional.

Fijo comparte con atributos enunciativos tales seguro, obvio, claro etc. el hecho de usarse como respuesta independiente y también, con el mismo valor epistémico, como atributo enunciativo modal intradiscursivo. Según dice Albelda en la cita, fi jo no se usaría como modificador del verbo. Ahora bien, Hummel ((2000, 385–386); cf. Garcés Gómez (1999, 293)) ha documentado sintagmas usuales como mirar fijo, trabajar fijo, vivir fijo, en los que fijo se usa como modificador del verbo. Seco et al. (1999) dan otros ejemplos de los dos tipos de uso. Fijo comparte este rasgo distribucional con muchos adjetivos enunciativos, por ejemplo igual, que se usa como atributo epistémico en Igual no habla y como atributo del verbo en No habla igual. Del mismo modo, el marcador del discurso polifuncional tradicional claro también se usa como atributo del verbo en hablar claro y otros sintagmas verbales. Evidentemente, Albelda tiene razón si nos atenemos a las funciones discursivas. Aun así, no mencionar el uso de la misma forma como atributo de un verbo, equivale a pasar por alto un elemento que puede ser importante a la hora de buscar una explicación genético-funcional de las funciones discursivas. En todo caso, no podemos excluir la función de atributo del verbo de la polifuncionalidad de fijo. Se trata de una función coloquial tradicional no directamente asociada con la boga reciente de usar fijo con funciones discursivas. Obsérvese, a propósito, que los sintagmas mirar fijo, trabajar fijo y vivir fijo se refieren al día a día de la vida. Sería interesante ver si la función de atributo del verbo precedió diacrónicamente a la función enunciativa. En los ejemplos Viene fijo esa señora a la una y Si le das ese pastel, se lo come fijo, este atributo aparece en posición postverbal, pero sin funcionar como atributo de manera del verbo. Ello indica la lexicalización de las funciones discursivizadas.

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5.2.2. Fijo y la función de intensificación Albelda (2002) analiza las funciones discursivas de fi jo bajo la índole de la «intensificación de la actitud». Según hemos visto en este libro, todos los recursos de destaque – anteposición, pausas prosódicas, entonación – tienden a producir efectos que llaman la atención. Por eso, no sorprende que abunden términos como enfoque, intensificación, rematización, énfasis, destaque, fuerza argumentativa, etc. en los análisis de las unidades que tratamos en este libro. El destaque es un efecto que naturalmente acompaña las técnicas de discursivización subjetiva. Ahora bien, estas técnicas son diversas y producen resultados también diversos. Basta con leer los ejemplos de fi jo citados por Albelda para darse cuenta de que la intensificación ofrece una explicación muy parcial y superficial de los hechos. En Viene fi jo esa señora a la una no se observa ninguna intensificación, a no ser por las propiedades conceptuales de fi jo, a diferencia de fi jo que viene, donde la intensificación es una consecuencia de la construcción gramatical. Pensamos que la posición postverbal va en contra de la intensificación, introduciendo antes un matiz de objetividad o de seguridad menos subjetiva. El recurso a la intensificación para explicar el uso de fi jo tampoco nos permite acceder a su significado ‹seguro›. En cambio, lo que sí se podría afirmar es que el simple uso de fi jo es muy llamativo a consecuencia de su carácter novedoso. Con fi jo, el hablante opta por un signo discursivo mucho más llamativo que seguro, claro, obvio, etc. Se trata de un efecto de registro, no del resultado de propiedades de intensificación. Sea dicho entre paréntesis que no coincidimos con Albelda cuando afirma que «es en la pragmática donde [el concepto de intensificación] presenta una mayor rentabilidad y se le da una mejor explicación» (2002, 506), ya que no vemos cómo se explicaría la intensificación sin tener en cuenta la morfología,1 la sintaxis, la prosodia y la entonación. La comunicación es un proceso que debemos considerar en su totalidad, si explicar se quiere. Sabemos que la mayoría de los autores, y contamos a Albelda entre estos, no se muestra tan radical a la hora de analizar los datos, pero hay que combatir el espíritu de castillo, que, digamos la verdad, nos permite a los lingüistas limitar nuestra formación y nuestro horizonte, justificándolo teóricamente. No es útil este tipo de credo gregario que sirve, en primer lugar, para crear una dinámica psicosocial de relaciones entre in-group y out-group científicos. Pensamos que la pragmática ha adquirido ya un reconocimiento general que debiera permitirle renunciar a los slogans para demarcarse de las disciplinas lingüísticas tradicionales.

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Por ejemplo la intensificación con los diminutivos ( fresquito, tranquilito). Pero no hay que pensar únicamente en los sufijos apreciativos, sino también en el uso ‹popular› de la flexión para intensificar, Me voy rapidita a coger el bus. Arniches ubica clarito y claritamente en el lenguaje popular de Madrid a finales del siglo XIX, del mismo modo que regularmente, regularcitamente, regularcillamente (Seco (1970, 215, 490)).

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5.2.3. Fijo – un marcador discursivo en boga divulgado por Internet Según Albelda, el uso de fi jo está limitado a las conversaciones orales coloquiales (2002, 507). Notemos que no nos consta su uso en las variedades hispanoamericanas, aunque tampoco podemos excluir tal eventualidad. Un rápido vistazo a las ocurrencias de fi jo que en Google, efectuado el 9 de agosto de 2009, ha dado un gran número de ejemplos pertenecientes al lenguaje joven y a la comunicación por Internet (uso de la letra k, etc.). Aunque los ejemplos pertenecen mayoritariamente a la variedad peninsular, el carácter global de muchas páginas web con miembros en todo el mundo no nos permite dar una respuesta clara. El hecho principal parece ser la propia vinculación de fi jo con este tipo de comunicación, donde aparece a menudo de forma emblemática en los títulos de las páginas web. De ser así, podemos asumir que se trata de un marcador del discurso en boga, y quizá el primero que se extiende mundialmente a través de la comunicación en la Red, con España como centro de difusión. Desde el punto de vista metodológico, el caso de fijo demuestra claramente que los corpus escritos no reflejan necesariamente el uso, especialmente en los marcadores del discurso que se desarrollan a partir de la oralidad informal. En CREA encontramos, como mucho, algunos ejemplos de fijo con cierta función enunciativa, pero el corpus no refleja ni mínimamente el desarrollo actual de fijo. Por eso, el hecho de documentar una ocurrencia en un corpus escrito no quiere decir que haya aparecido en este momento, sino simplemente que ha sido aceptado, por motivos que dependen de cada caso, por un autor en una variedad determinada de la expresión escrita. En consecuencia, toda la documentación diacrónica fundamentada en textos escritos expresa, en primer lugar, la aceptación de algo en la expresión escrita. La documentación depende también de las variedades del habla escrita existentes. Podemos preguntarnos, por ejemplo, qué hubiera sido de la Sintaxis hispanoamericana de Kany sin la corriente literaria del criollismo. Del mismo modo, la documentación de fijo aparecería en el CREA si se incluyeran textos publicados en los blogs, foros, etc. de la Red.

5.3. El paradigma productivo y sustitutivo de los atributos enunciativos afirmativos La variación léxica puede producir efectos diasistemáticos de intensificación por el cambio de registro o por el uso de signos discursivos novedosos. Ello constituye un motivo fuerte para introducir nuevas unidades en el grupo de los signos afirmativos. No sorprende, pues, que el paradigma de los signos afirmativos no sea cerrado y que sus miembros sean sujetos a bogas (cf. el listado más completo en 9.5). Como en los atributos cuantitativos, donde el deseo de intensificar es un motivo para introducir nuevas unidades (tremendamente, horriblemente, etc.), la modalidad afirmativa tiende a admitir nuevas unidades para aumentar la expresividad de la función. El deseo de intensificar la expresividad de una función 167

es asimismo un motivo importante que explica la productividad de la función afirmativa, en la que resulta difícil establecer un inventario cerrado de unidades, incluso si nos limitamos a los que tengan una base atributiva. Los significados básicos de los atributos afirmativos se fundamentan en conceptos claramente distintos: claro, cierto, seguro, exacto, obvio, perfecto, lógico, fijo, etc. Sin embargo, todos estos conceptos convergen en una misma función discursiva. Por eso, hay que describir y explicar el paradigma de los atributos enunciativos afirmativos como proceso en el que los conceptos básicos operan una diferenciación sutil dentro de la misma función discursiva. Comentando los ejemplos (122) y (123), Freites Barros (2006, 277) observa que «la irrebatibilidad de la evidencia no viene indicada por el marcador claro que aparece entre ellos, sino por la adición de lógico, que actúa como refuerzo». El papel primordial de la función discursiva, que constituye el motivo para movilizar los conceptos básicos, puede llegar a convertir los atributos en formas equivalentes relativamente a la función discursiva. En el caso de fijo, por ejemplo, parece que se puede sustituir por seguro en la mayoría de las funciones discursivas. Pese a sus diferencias conceptuales, los atributos que compiten en la función afirmativa comparten el rasgo de excluir la vacilación y la inseguridad, sea por evidencia, seguridad, exactitud u otros conceptos. Además, las diferencias diasistemáticas tienden a ser más importantes que las conceptuales. Así, obvio, lógico y exacto tienden a ser usados en el habla culta y/o por hablantes que se presentan como detentores de saber. Fijo, a su vez, se constituye, en primer lugar, como variante subestándar novedosa frente a seguro, ya bastante bien establecido en la oralidad informal. No hay necesidad conceptual o gramatical de sustituir seguro por fijo. Los motivos son variacionales. Desde el punto de vista funcional, llama la atención que los atributos enunciativos afirmativos extiendan con relativa facilidad su potencial funcional hacia las funciones modales epistémicas. Es más, es posible que la tendencia al neologismo en los signos discursivos afirmativos tenga efectos secundarios en los adverbios epistémicos. La extensión funcional de fijo parece ser un ejemplo reciente. En contrapartida, las mismas funciones son ya tradicionales con seguro: El taxista la tiene que conocer seguro. Te recibirá seguro. Mi abuela decía seguro. Aquí, seguro no es un simple atributo del verbo que se refiere al modo de decir, sino un atributo modal epistémico conmutable con fijo. En el último ejemplo, seguro no se refiere a la actitud de la abuela, sino a la del hablante. Seguro se usa también como signo de afirmación en respuestas, hecho que nos hizo suponer, hace tiempo, una relación genética entre su uso como respuesta afirmativa y el de adverbio modal epistémico integrado en el discurso (Te recibirá seguro) (Hummel (2000, 387)). En cuanto a las posibilidades de dislocación sintáctica, Ocampo (1995, 84–85) observa una mayor dosis de hipótesis en seguro antepuesto. Utilizando otros términos, podríamos interpretar su observación como mayor grado de objetividad en Lo aprendés seguro, frente a un mayor grado de subjetividad en Seguro comió.

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5.4. ¿ …y dónde están los atributos enunciativos de negación? Curiosamente, los inventarios de los marcadores del discurso no aluden a atributos enunciativos que se usen como signos de negación. Casado Velarde (1991, 89), por ejemplo, opone las «partículas para expresar el ‹acuerdo› (de acuerdo, exacto, justo, vale, bueno…)», que contienen varios atributos, a los de ‹desacuerdo› (ni hablar, en absoluto, al contrario, de ninguna manera…), donde no aparece ningún atributo enunciativo (cf. también el listado en (Steel 1976, 62)). Tampoco ocurren ejemplos en el Corpus Kluge. Se nos ocurre apuntar aquí el modismo ¡Negativo!, que suena a la jerga policial y militar de las películas, especialmente en las comunicaciones a distancia para excluir los malentendidos, con el correlato positivo ¡Afirmativo! (cf. Santos Río (2003, 178b)). Pero no deja de sorprender la escasa representación de los adjetivos enunciativos de negación. Es posible que ello se deba esencialmente a la naturaleza predominantemente cooperativa de la comunicación en general. Además, hay que tener en cuenta que los corpus lingüísticos basados en entrevistas, conversaciones entre amigos, etc. tienden a excluir la comunicación conflictiva.

5.5. Horrible y los atributos enunciativos valorativos La presencia de horrible en este capítulo puede sorprender porque no se trata de un marcador del discurso o adverbio enunciativo reconocido. No obstante, en la cita siguiente horrible es un atributo enunciativo que sirve para estructurar y comentar lo dicho: (125) S: y: .. cuando me dieron el alta: -/ .. horrible .. porque ehtaba tan débil dehpués de tanto tiempo hohpitalizada .. porque me-, me (he hecho) una infección .. terrIble (Sandra, 716)

A partir de su estatus extraoracional de inciso situado entre pausas, horrible mantiene una relación inferencial predicativa con el enunciado. Del mismo modo, quedamos con la duda de si terrible al final de la cita sigue siendo un adjetivo adnominal de una infección, intensificado por la pausa y la entonación, o si la pausa que lo precede le confiere el mismo estatus de comentario subjetivo valorativo que horrible. Sea como fuere, resulta evidente que la técnica prosódica de desvinculación es responsable de la transposición de estos adjetivos evaluativos a una función que ya no se limita a una descripción de los hechos relatados, como en una infección terrible, sino que arroja una luz evaluativa subjetiva sobre los hechos. Dicho de otro modo, el hablante pasa de la descripción a la perspectivación. Como en los atributos afirmativos, donde se usa claro, claro está, está claro que, se constata una proximidad funcional con las construcciones copulativas. Además, fue horrible no es simplemente una paráfrasis artificial del lingüista. Se trata de una variante más explícita bastante usual. No es posible, sin embargo, sustituir los atributos adjetivales en (125) por horriblemente o terriblemente. En otro tipo de 169

enunciado, parece concebible transponer los atributos a una función directamente orientada hacia el contenido de un enunciado: Horrible que haya venido, pero no es posible usarlos como los adverbios epistémicos en –mente del tipo seguramente (Seguramente ha venido vs. *Horriblemente ha/haya venido). La construcción copulativa catafórica sigue siendo posible (Es horrible que haya venido). Citemos, en este contexto, una cita en la que se integra el adjetivo valorativo loco en el enunciado mediante una relación copulativa: (126) B: [@@] ..ya, solamente te robas lah cosas, que quieres J: claro, ((divertida)) yo me robo todas las cosas que YO quiero+, @@@ B: ya=po ... ya .. y acá en santiago te gusta la manera de hablar de la gente/ J: ...(1) äh, nnn- ... de los mÁh lolos, no .. del: , eso de que >> QUOTE: cachay, la O: nda, que lO: co que:

‹después de un momento anterior› > ‹por lo tanto› (entoncest2)

(II)

‹después de un momento anterior›

> ‹en aquel tiempo› > ‹por lo tanto›

A diferencia de (I), la segunda hipótesis considera el significado temporal-secuencial entoncest2 como punto de partida a partir del cual se observa la restricción temporal contextual entoncest1, por un lado, y la transposición metafórica a una conexión lógica consecutiva por otra. Si bien es posible formular tales conjeturas, hay que tratarlas como simples hipótesis diacrónicas que tienen que ser verificadas empíricamente con datos diacró238

nicos. Ello no es posible a partir de los datos del Corpus Kluge. Tampoco vamos a empezar un estudio diacrónico aquí. No obstante, podemos ver si la etimología no nos da alguna pista. Aunque la relación genética (I) convenza desde el punto de vista lógico-funcional, conviene no pasar por alto la diacronía empírica. De hecho, los dos significados temporales convivían ya en latín. La etimología de tunc se remonta a una combinación de tum con el deíctico c, que focaliza la referencia en un momento situado en una secuencia. La combinación in tunc refuerza todavía más este efecto. Conforme los significados ‹en aquel tiempo› y ‹en aquel momento (que sigue a otro)› se obtiene ‹justo en aquel momento / tiempo› y ‹justo después› que contienen el mismo matiz enfático que se observa a veces con entonces, por ejemplo cuando refleja la sorpresa ante algo (cf. Kühner / Stegmann (1982, 1024)). Es posible que los hablantes cultos de hoy tiendan a considerar el significado ‹en aquel tiempo / momento› de entonces como canónico y primario, induciendo incluso a los lingüistas, como en otros casos documentados en este libro, a confundir lo sincrónicamente canónico con lo diacrónicamente primario. Desde el punto de vista empírico, el significado secuencial parece ser una característica congénita de in tunc y entonces, a tal punto que la ausencia de esta implicatura se constituye en un caso especial que se da solamente cuando el contexto suprime claramente la implicatura. Ello explica también la costumbre de recurrir a en aquel entonces para excluir el valor secuencial, o el uso de entonces en contraste con ahora. Ante estos datos, proponemos un nuevo análisis sincrónico que ya no parte de dos significados temporales, sino de uno. Pensamos que la diferencia entre entoncest1 y entoncest2 no es de orden semántico sino de índole deíctico-referencial. De hecho, la aplicación al adverbio temporal entonces de la explicación que da Reichenbach ((1966); cf. Acero (1990)) de las relaciones temporales del verbo nos proporciona una explicación coherente del uso temporal de entonces, en la que entoncest1 se produce cuando el punto de habla es el único punto de referencia. En efecto, entoncest1 se actualiza naturalmente cuando formulamos un enunciado aislado de todo contexto: Entonces vivía yo en Madrid. Vivía entonces en Madrid. Vivía en Madrid entonces. La variante entoncest2 se obtiene cuando el discurso contiene un segundo punto de referencia definido por la secuencia narrativa del discurso: Me dijo que no lo haría. Entonces yo decidí ya no hacerle caso. Para evitar la interpretación temporal-secuencial entoncest2, el hablante puede recurrir a en aquel entonces. Desde el punto de vista etimológico, las propiedades deíctico-temporales de entonces emanan de la preposición en, todavía transparente por remotivación. Las representaciones (I) y (II) del desarrollo diacrónico son interesantes también respecto al supuesto carácter lineal de los procesos diacrónicos (cf. las reflexiones de Pons Bordería (1998, 159–166)). Efectivamente, la hipótesis de un desarrollo lineal tiende a pasar por alto la posibilidad de la coexistencia paralela de formas y significados desde el principio, como probablemente fue el caso de entonces. No se observa, en ningún momento, la ruptura homonímica diacrónica postulada por Travis. El triángulo en el Esquema 2 se opone a tales visiones lineales. En cierto sentido, la realidad sincrónica es simplemente ‹variacional›, en la medida en que 239

se observan variantes de uso cuya relevancia comunicativa corresponde mejor con el movimiento de un punto entre los extremos de un triángulo. La subyacencia de una secuencia temporal entre distintos puntos situados en el eje temporal explica también el uso de entonces para marcar la progresión del discurso (cf. Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4107)). En la secuencia temporal, el elemento clave de la progresión es la simple proximidad temporal, es decir, algo que podemos atribuir a la fuerza de las circunstancias. En su variante narrativa, entonces sirve a menudo justamente para introducir eventos inesperados o importantes (p. ej., Entonces me dijo que no. Quedé perpleja): (192) S: anduve (de llegada) .. que: , viviendo así: .. […] .. por nAda, con: otras persona .. conocí realmente, lo MAlo que=era la gente ... [ com-,] porque no iba a volver a mi campo .. donde mi familia, porque ... nUnca me habían querido mu: cho-- .. y menos embarazada-\ B: hm S: entonce: .. sufrÍ .. ahí conocí realmente la maldÁ-/ .. la verdadera maldad de la gente\ ...(2) äh: , pasé mucha(h) hambre(h) ((se escucha bien la aspiración inicial en hambre)), mucha miseria … (Sandra, 690)

El efecto narrativo de refuerzo de la incidencia de algo, proviene también de las propiedades deícticas de en, ahora aprovechadas para aumentar la relevancia comunicativa del momento en el que sucede algo.

7.7. La discursivización de entonces y el tiempo presente En 7.4 hemos visto que los usos temporales de entonces se encuentran estrechamente relacionados con los tiempos verbales de pasado. Ello nos hace pensar que el uso de entonces con tiempos verbales del presente, podría constituir un elemento clave en el proceso diacrónico y genético-funcional de su transposición a funciones discursivas de conexión lógica. Desde el punto de vista empírico, ello viene a ser confirmado por el hecho de que las funciones de conector lógico se relacionan exclusivamente con relaciones de presente en el Corpus Travis. Ello no quiere decir que no se puedan encontrar conexiones lógicas con entonces en relaciones de pasado, como de hecho sí se observa en los ejemplos (cf. 183, 184), pero podría tratarse de irradiaciones ulteriores de un uso que se arraigó primero en las relaciones de presente. Una vez lexicalizado, la función de marcador consecutivo pudo extenderse hacia las relaciones de pasado, antes ocupadas por las funciones temporales, sin que se perdiera la vinculación prototípica de las conexiones lógicas con las relaciones de presente. Partamos de un ejemplo: Las relaciones temporales del español y las de otras lenguas conocen muchísimos casos de transposición: presente histórico, futuro modal, entonces como conector consecutivo, etc. En la variedad austríaca del alemán, la conjunción temporal nachdem ‹después de que› se usa a menudo con el significado ‹como (causal), puesto que›. El significado temporal ‹después de que› está fuerte240

mente vinculado con tiempos de pasado o, mejor dicho, con eventos anteriores, en la medida en que ello también se puede dar en el futuro (cf. Mañana, después de haber hecho X…). El significado causal ‹puesto que›, a su vez, se da prototípicamente con relaciones temporales de presente: nachdem ich jetzt hier bin ‹literalmente: después de que ahora estoy aquí›. En la lengua española existe un caso semejante: después de todo convierte una relación temporal en una relación lógica adversativa o justificativa. Garcés Gómez (2008a, 81, 137–141) analiza las funciones discursivas de después de todo, sin pronunciarse todavía sobre los cambios semánticos subyacentes en después. Aunque en los ejemplos de la autora después de todo se encuentre también con tiempos de pasado, suele referirse a reacciones de personas frente a algo que están o estaban presenciando (cf. Fuentes Rodríguez (1987a, 136) y (2009, s.v.)). Los ejemplos citados en Garcés Gómez (2010), donde retoma el tema desde el punto de vista diacrónico, parecen confirmarlo. La referencia a un tiempo real presente, sea con las formas de presente o de imperfecto del verbo, tiene el efecto de vedar la relación secuencial temporal. En Después de todo, eres mi hermano, la relación temporal está excluida tanto por el uso del presente como por el hecho que alguien no suele convertirse en hermano biológico después de algo que no sea el parto. En la variedad austríaca se observa una situación análoga en Nachdem du mein Bruder bist… (‹literalmente: después de que tú eres mi hermano›). Por eso, pensamos que las relaciones temporales jugaron un papel importante en el proceso de transposición del adverbio temporal entonces a sus funciones de marcador discursivo de conexión lógica fundamentada en la noción de (con)secuencia. En español, las inferencias causales de después no son corrientes, pero sin duda latentes, según comenta Santos Río (2003, s.v.): Nótese que, aparte de la acepción estrictamente temporal, la secuencia tiene otra con un leve matiz de causa impulsiva […] (No parece que los Clinton vayan a recibir muy de grado al matrimonio después que el marido manifestara […] hace unas semanas su admiración por el ex-presidente Reagan).

Veamos dos ejemplos más del Corpus Kluge: (193) S: porque: .. está de (llegada) no=más=po ...(1) porque no eh-, no es tan: .. de la familia B: hm, sí .. (que era) de primo, como: ..[(ser XX)] S: [CLA: ro] ... medio primo .. entonces siempre hay problemah, ((más rápido)) (que nOtan es eso+ .. que=es, doh menos lo otro) ... > QUOTE: y por quÉ hiciste eso< .. siempre dicen eso .. entonces (todo eso) me tiene muy: .. ((suspira)) .. muy de (penada) ((expira fuerte)) (Sandra, 856) (194) S: no me importaba que ganaba: .. superpoco pero no me alcanzó, por el hecho que el año pasado perdí .. perdí de estudiar .. entonce la beca no me alcanza (Sandra, 955)

En estos ejemplos, entonces equivale a por eso, por lo tanto. En el ejemplo (193), entonces tiene como correlato el presente de indicativo. En (194), entonces marca incluso una ruptura en la secuencia temporal que salta del pretérito al presente. 241

Afinando un poco la noción de causa, podríamos decir que entonces expresa una relación causa-consecuencia subjetivamente percibida desde el punto de vista de la hablante. La lexicalización del conector consecutivo entonces con tiempos de presente pudo facilitar su expansión hacia las relaciones consecuenciales del pasado. Se trata de un efecto análogo al que hemos observado con realmente o justamente, cuya lexicalización como adverbios enunciativos torna ya difícil usarlos como adverbios de manera pospuestos a un verbo. La misma dinámica de expansión hacia la expresión de relaciones causales en el pasado se observa en el uso austríaco de nachdem. Tales observaciones pueden servir de punto de partida para formular una hipótesis acerca del desarrollo diacrónico de las funciones discursivas de entonces. Mercería la pena investigarlo empíricamente. Con todo, hay que tener en cuenta que la relación motivadora es tan natural y espontánea que es posible que haya existido ‹desde siempre›, como por ejemplo las interpretaciones espaciales y temporales de corto, largo, etc., ya que la metáfora tiempo ĺ causa /consecuencia parece ser bastante universal (cf. Travis (2005, 175)).

7.8. El perfil de uso de entonces N = 1995 I. Significado conceptual y gramatical Núcleo semántico: Polisémico: entoncest1 ‹en aquel tiempo› (14) entoncest2 ‹después de algo› (47) entonces2 ‹por eso› (114), con la variante conclusiva entonces4 (5). entonces3 ‹secuencia narrativa› en combinación con t1, t2 o entonces2. entoncest1 / entonces2 con ambigüedad inferencial (80) Núcleo categorial: Adverbio temporal de secuencia transpuesto a una función discursiva de conexión que expresa una consecuencia subjetiva. II. Rasgos formales Rasgos morfológicos: entonces (117), entonceh (3), entonce (131), tonces (2) y tonce (7) (variedad chilena). Sintaxis: Posición inicial con respecto al argumento introducido (secuencia y consecuencia). Inicio de un cambio o recogida de turno (51). El adverbio temporal ‹en aquel momento› se pospone con mayor facilidad, sin pausa que lo separe del trecho discursivo anterior (14).

5

Recuérdese que las 199 ocurrencias se refieren a la frecuencia de las funciones discursivas sobre un total de 260 ocurrencias.

242

La posposición se observa a veces también cuando se usa con sentido temporal secuencial. Uso autónomo como pregunta (¿Entonces…? o ¿Entonces qué?) (0). Prosodia de pausas: Separado por una pausa del argumento anterior, eventualmente junto con otros signos discursivos como en y entonces, ya entonces, etc. Integración prosódica en el argumento introducido por entonces (sobretodo cuando funciona como conector consecutivo). En los cambios de turno le puede suceder una pausa. Entonación: Entonación continuativa, excepto en posposición con el significado ‹en aquel tiempo›. Combinatoria de modulación: 6 entonces yo (él, tú, ellos, uno, etc.)7 (47) ya (,) entonces (15) entonces ya (4) ya, y entonces (2) y entonces (12) y ya entonces (1) desde entonces (2) y de ese entonces que (1) en ese entonces (3) entonces justo (1) entonces ahí (1) entonces sí, ahí (1) entonces ahí ya (1) entonces ahora (mismo) (3) entonces después (1) entonces así (2) Sí po … claro ... entonces (ella) (1) Ya .. ve … entonces (1) Claro, ve … entonces (1) entonces es que (3) entonces es (cómo) (3) ve .. entonces cómo que (1) entonces, no sé=po (1) entonces como (causal) (2) entonces como que (3) entonces de repente igual … eh (1) Construcciones gramaticales: como…entonces (causa-consecuencia) si…entonces (condición-consecuencia) ahora…entonces (contraste temporal).

6 7

Cf. Rabanales / Contreras (1992, 719–720). Es muy llamativa la correlación de entonces con la explicitación de los pronombres personales. De esta forma, entonces tiene un papel importante en la construcción de una deixis personal contrastiva en el discurso. Podríamos añadir los casos en los que el sujeto está plenamente explícito.

243

III. Funciones comunicativas discursivas y pragmáticas Función intradiscursiva principal: Introducción de un argumento como parte de una secuencia o consecuencia. La relación de consecuencia es percibida subjetivamente. Por eso, la consecuencia es más o menos directa (‹inevitable›) desde un punto de vista más objetivo. Función interdiscursiva e interactiva principal: La función intradiscursiva predomina claramente. Se usa en preguntas o enunciados de feedback acerca de las consecuencias subjetivas que los interlocutores sacan de los argumentos presentados previamente. Funciones microestructurales: – Estructuración narrativa secuencial. – Marcador de turno y, especialmente, de recogida de un turno interrumpido por una intervención (comentario, pregunta, etc.). IV. Rasgos variacionales – Marcador de construcción de la comunicación de uso general en todas las variedades orales informales del español, con mayor frecuencia en América. – Posible uso preferencial en hablantes jóvenes (Península Ibérica). – Ocurre a veces como conector lógico en los textos escritos algo informales, pero la expresión escrita cuidada evita su uso como conector lógico, prefiriéndose los conectores más específicos y menos inferenciales. – Frecuencia elevada en los relatos orales informales en los que se narra el desarrollo de eventos. Ello explica que sea entonces el marcador discursivo más frecuente en el Corpus Kluge, que recoge discursos autobiográficos.

7.9. Conclusión Estamos inclinados a formular la hipótesis, según la cual, el uso de entonces como marcador del discurso nace en el momento en el que el adverbio temporal se desplaza sintácticamente. Según hemos observado en otros marcadores, el hecho capital que transforma un adverbio en adverbio enunciativo es su movilidad sintáctica, con o sin pausa prosódica. Pasando de Vivía entonces a Entonces vivía, el adverbio empieza a estructurar el discurso, aunque todavía no cambia el significado. No quisiéramos plantearlo como hipótesis diacrónica, ya que es perfectamente posible que la movilidad sintáctica de entonces existiera desde el principio. Pero en una perspectiva genética funcional, la movilidad sintáctica y las posibilidades de interpretación semántica de entonces son factores claves, como en el conjunto de los marcadores del discurso. Lo mismo sucede con primero y segundo cuando se convierten en elementos de organización del discurso, o con por otra parte (Garcés Gómez (2008a, 18); cf. Fuentes Rodríguez (1993b, 93)). Compárese la segunda ocurrencia de también en el ejemplo siguiente, que hemos clasificado como función discursiva: (195) M: está muy adelantado así se dice ahora .. y ehtán pidiendo una pOHta también .. en el lugAR, ahí- están: , pidiendo teLÉfono .. äh, también trabajaron para lo eléctrica=así que, ehtán, todoh con lo eléctrica ahora

244

B: ((voz baja)) ya+ M: sí (Marta, 153)

La transposición de entonces a relaciones de presente es otra faceta de los procesos de ‹movilización› implicados en la genética de sus funciones discursivas. Como en el caso de o sea, el valor básico de entonces como momento en una secuencia de eventos se ve proyectado a distintos niveles, esencialmente al nivel de la consecuencia lógica, pero también al nivel de la secuencia narrativa. En el caso de entonces, ya no existe, en la sincronía actual, una vinculación rigurosa de una determinada posición sintáctica con una sola función semántica o pragmática. Como dijimos al principio del libro, los atributos enunciativos lexicalizados pueden pasar a actualizar esta función, ya independientemente de la posición sintáctica, como en el caso de realmente, pero solo parcialmente con curiosamente, naturalmente y justamente. La interpretación específica depende siempre del contexto. Evidentemente, bajo estas circunstancias, resulta imposible separar el adverbio temporal del marcador del discurso. La polisemia y polifuncionalidad abarcan ambas funciones, vinculándolas estrechamente. No obstante, incluso en la sincronía se observan correlaciones preferenciales de las funciones de entonces con ciertas posiciones sintácticas y tiempos verbales. La función básica de la que parten los usos de entonces como marcador del discurso es la de indicar una secuencia temporal. A partir de ahí, la secuencia puede tomar matices de consecuencia subjetiva. Este valor básico es aplicable tanto al análisis del Corpus Travis como al de Kluge. Las discrepancias considerables en las frecuencias de los valores contextuales se explican por la naturaleza de estos corpus. Si bien Travis tiene conciencia del impacto que tiene el tipo de discurso en el uso de los marcadores, la autora no llama la atención en ningún momento al hecho de que todos sus ejemplos se refieren al presente o a consideraciones genéricas. Si la ausencia de ejemplos de entonces con valor temporal en el Corpus Travis es una consecuencia del tipo de conversación orientado hacia el presente y el futuro, no se puede deducir de este hecho la homonimia de entonces. Es probable que los mismos locutores activen también las funciones temporales si la situación comunicativa y los temas no son los mismos. Además, entonces nos parece perfectamente transparente. La red de valores contextuales que parten de la noción de secuencia temporal constituye una polisemia transparente y productiva, ya que el análisis empírico puso de manifiesto lo difícil que resulta separar lo temporal de lo consecutivo. Por cierto, todos los estudios empíricos coinciden en que los valores temporales ya no predominan en la sincronía. Por eso, la tendencia a interpretar entonces como marcador de consecuencia es un hecho sincrónico indudable. En lo que al núcleo categorial se refiere, entonces, y también pues, el otro adverbio temporal analizado por Travis, se distinguen de bueno y claro por la ausencia de una relación atributiva con los enunciados implicados en la conexión. Por eso, el análisis de entonces confirma, a nuestro ver, la transparencia y pervivencia de las propiedades categoriales de origen en las nuevas funciones discursivas. Donde en bueno se aprovecha su capacidad atributiva para aceptar formalmente un argu245

mento anterior e introducir otro enunciado, además, generalmente divergente, entonces y pues ponen a la disposición su valor de conexión temporal para efectos de transposición a funciones discursivas de conexión lógica. Por eso, no conviene limitar el análisis a la polisemia léxica con un núcleo semántico, sino que hay que abrir la perspectiva también a la polifuncionalidad en la que el origen categorial juega el papel de núcleo. Las distintas posiciones sintácticas, las distintas relaciones temporales y la inserción en diversas estructuras discursivas interactivas, constituyen un conjunto muy amplio de aplicaciones contextuales explicables en términos de transposición de las propiedades nucleares, semánticas y funcionales, a distintas funciones comunicativas. Entonces no nos parece ser una muletilla en ningún caso, como lo suponen algunos autores (cf. la reseña de Cortés Rodríguez (1991, 87–89 y 95–97)), aunque quizá sí a veces se use repetitivamente, pero con significado y función, por ejemplo, cuando un hablante cuenta una secuencia de eventos. Según los datos de Málaga (Cortés Rodríguez (1991, 89); Garcés Gómez (1994, 227)), el uso de entonces sería característico de la generación joven. Es posible que esta observación no valga para América, donde su uso parece ser general en la comunicación oral informal.

246

Conclusión de la Tercera Parte

Según hemos visto, los marcadores discursivos no atributivos o sea y entonces comparten con bueno, claro y otros marcadores discursivos la transparencia de su motivación. A diferencia de las posturas lexicalistas que limitan su análisis al significado conceptual, hemos mostrado que es imperativo integrar también las propiedades categoriales. De esta forma, las funciones discursivas de los cuatro marcadores discursivos mencionados se explican como aprovechamiento transparente del núcleo categorial y semántico de las unidades en las que se apoyan. La coincidencia de ciertos rasgos en las cuatros unidades mencionadas, y quizá en todos los marcadores del discurso, no puede sorprender, si se tiene en cuenta que están sujetos a los mismos principios de construcción del discurso. A partir de estos rasgos discursivos comunes, se observa una diferenciación muy clara entre los marcadores. Esta diferenciación tiene como base las diferencias fundamentales que se observan en las unidades base. En un primer nivel, los marcadores se distinguen por la categoría de base que les sirve de apoyo. En este sentido, los marcadores discursivos con base atributiva se distinguen de los marcadores que acabamos de analizar por la conservación de su función atributiva. Usando bueno, claro, total, etc., nos apoyamos en la calificación atributiva de un argumento, por retórica que sea. Con o sea nos apoyamos en la función sintáctica conjuntiva. En un segundo nivel, que permite diferenciar entre ellos los marcadores discursivos con la misma categoría base, las diferencias se apoyan en el significado o los significados conceptuales incluidos, por ejemplo entre bueno, claro, total, bien, etc. En o sea, por ejemplo, la función sintáctica conjuntiva se realiza con una conjunción conceptualmente disyuntiva y la evocación de una alternativa hipotética con el subjuntivo sea. De esta forma, la relación discursiva es más libre y menos directa que con es decir, por lo tanto, etc. Del mismo modo, entonces contrasta con los valores temporales y metafóricos de otros adverbios temporales, como, por ejemplo, antes (cf. me voy antes vs. antes me voy). En o sea, la presencia del verbo copulativo ser hace que el argumento alternativo aparezca como complemento sintáctico, introducido o no por que. Desde el punto de vista conceptual, hemos desprendido diferencias sutiles entre unidades funcionalmente próximas como o sea, es decir, por consiguiente y por lo tanto, que tienen que ver con las propiedades categoriales y conceptuales del sintagma de apoyo

247

Cuarta Parte: Elementos de variación lingüística

8.

Los adverbios enunciativos en –mente y la variación diamésica

8.1. Los adverbios enunciativos en –mente entre escritura y oralidad 8.1.1. La variación diamésica como problema metodológico El análisis de los adverbios enunciativos en –mente a partir del Corpus Kluge, tiene un inconveniente mayor frente al de los atributos enunciativos con forma de adjetivo examinados en la Segunda Parte. Frente a estos, que ocurren con 11 tipos y 395 ejemplares, los adverbios en –mente no pasan de ser un recurso marginal, al menos en términos de frecuencia de ejemplares, ya que no se observan diferencias importantes en el número de tipos (9 tipos y 61 ejemplares), según se desprende de las Tablas 4 y 5 en 2.3 y 2.4. En las formas simples, hemos podido abordar el campo de sus funciones discursivas a partir del registro en el que más usuales son – el oral informal –, pudiendo limitarnos a completar el análisis con algunos datos externos al corpus. En cambio, habría que escoger otro tipo de corpus para abordar sistemáticamente los adverbios en –mente con función enunciativa. Sería más lógico, efectivamente, describir los adverbios enunciativos en –mente a partir de su uso en la expresión escrita, a la que pertenecen por tradición (cf. Hummel (2000, 461–470); (2010a); Company Company (2012b)), para estudiar en un segundo paso los procesos diacrónicos y sincrónicos de ósmosis responsables de su presencia en la expresión oral. En este sentido, suponemos que la gran mayoría de los adverbios en -mente pasó de la expresión escrita a la expresión oral culta, que es la primera que recoge la norma escrita equivalente a la norma culta, y de esta, con menor impacto, a la expresión oral informal. Ello corresponde a nuestra hipótesis general, esbozada en la Introducción, según la cual, la expansión de los adverbios en –mente es un proceso diacrónico que acompañó a la tradición escrita, al paso que los llamados adjetivos adverbializados, que preferimos considerar como archicategoría de los atributos monocategoriales, se arraigaron en la tradición oral desde el latín hablado. En este sentido, los datos del Corpus Kluge confirman plenamente la repartición diamésica de los atributos según los polos extremos de la expresión escrita-culta, con predominio de los adverbios en –mente, y de la expresión oral informal, con los atributos con forma de adjetivo. Suponemos que la discrepancia diamésica sería más fuerte todavía, si el corpus fuera dialectal. De hecho, las empleadas domésticas del Corpus Kluge tienen una formación escolar media y hacen caso de ‹hablar bien›. Bajo estas condiciones, el impacto de la norma culta en el uso los adverbios en –mente es considerable. El impacto es menos fuerte que en Europa, porque en 251

América los atributos sin sufijo son bastante aceptados en la comunicación oral, justamente porque la tradición oral genuina tiene mayor persistencia. Dicho de otro modo, estamos, en América, ante una situación de variación diamésica en la que el impacto de la norma culta en el uso de los atributos con sufijo tiende a limitarse a la expresión culta-escrita y oral-formal, mientras que los atributos sin sufijo se emplean sin grandes problemas en la oralidad informal, siempre y cuando descartemos algunos tipos de uso muy criticados que se encuentran difícilmente en el habla oral informal de hablantes cultos (medios tontos, loco total, de pura tonta, etc.). En España, la variación diamésica es menos fuerte a consecuencia del mayor influjo de la tradición culta que favoreció la difusión de los adverbios en –mente en el habla oral, pero en el caso de los marcadores del discurso atributivos la variación diamésica se presenta de la misma forma, en la medida en que bueno, claro, igual, total, etc. son unidades del habla oral informal que no pasan a la expresión escrita sin adaptaciones del tipo claramente o está claro que. La necesidad de adaptarlas comprueba la existencia de otras normas en la expresión escrita. De la misma forma, totalmente locos y hablar lentamente se aceptan con mayor facilidad en la expresión escrita que loco total o hablar lento. De ello se desprende que el arraigo de tradiciones distintas de uso de los atributos en las expresiones oral y escrita, acabó por transformarlas en variedades diamésicas algo confundidas por los procesos de ósmosis que van en ambas direcciones (cf. Cano Aguilar (2003b)). 8.1.2.

La frecuencia de los adverbios en –mente orales y escritos

El Corpus Kluge no nos permite pronunciarnos sobre la frecuencia de los adverbios en –mente en los textos escritos. Pero los diccionarios de lengua pueden darnos una idea del abismo que separa su uso en la oralidad de la escritura. Basta con recordar que Seco et al. (1999), según nuestro cálculo, lematizaron 2821 adverbios en –mente reunidos a partir de textos escritos peninsulares de la segunda mitad del siglo XX, incluyéndose expresamente todos los adverbios en –mente documentados (pág. XVI). Santos Río, a su vez, da entrada a 3161 formas en su «Diccionario selectivo de adverbios en -mente» integrado como subcorpus en Santos Río (2003, 15–166), siempre según nuestro cálculo. En el Diccionario del español usual en México (Lara (1996)), realizado a partir de un corpus escrito y oral del siglo XX, se alistan 204 adverbios en -mente que ocurren, como mínimo, 10 veces. Sería interesante saber, cuántos serían los adverbios en –mente en el diccionario de Lara (1996) si este autor no hubiera utilizado un criterio selectivo de frecuencia.1 Obviamente, deberíamos referirnos a las frecuencias relativas que tengan en cuenta el tamaño de los corpus explorados, pero los corpus no son

1

En la segunda edición de 2009, Lara bajó la cuota cuantitativa a ocho. Finalmente, Lara (2010), que recibimos después de haber terminado el manuscrito, tiene en cuenta la totalidad del corpus. Según los datos amablemente comunicados por Fernando Lara, el número sube a 235 en la edición de 2009. La totalidad del corpus comprende 1007 lemas, con 518 formas que ocurren una o dos veces.

252

directamente accesibles. En todo caso, las discrepancias con la oralidad son tan importantes y regulares, que la vinculación específica de los adverbios en –mente con la expresión escrita queda fuera de duda, tanto en la perspectiva diacrónica (cf. Company Company (2012b)), como en la sincrónica. Así las cosas, no sorprende que Torner Castells (2007) pueda permitirse el lujo de escoger 84 representantes de distintas subclases de los adverbios en –mente para estudiarlas en el corpus CREA. En los textos escritos la sufijación con –mente es productiva, sobre todo en las lenguas de especialidad, donde la necesidad de expresarse lo más exactamente posible es particularmente grande. La importancia de la innovación y del uso de formas poco frecuentes explica el fuerte impacto de los criterios de frecuencia sobre la lematización de los adverbios en –mente. Los datos sacados de los diccionarios que acabamos de presentar, incluyen la totalidad de los adverbios en –mente. No hemos emprendido, aquí, un análisis más detallado de los adverbios en –mente lematizados en los diccionarios según su función. En lo tocante a la función enunciativa, cabe indicar que 710 de los 3161 adverbios reunidos en el «Diccionario selectivo de adverbios en -mente» tienen alguna función en la organización del discurso, siendo este el criterio aplicado por Santos Río para seleccionar las formas recogidas nuevamente en el subcorpus de las partículas discursivas. Evidentemente, las entradas no nos permiten pronunciarnos sobre la frecuencia token de los adverbios. En nuestro libro, la Tabla 5 en 2.4 solo recoge las unidades con funciones discursivas. De ahí que tengamos que contrastarlas con el conjunto de las 25 formas (types) del Corpus Kluge, que ocurren 89 veces: Tabla 11: Frecuencia de las funciones de los adverbios en –mente en el Corpus Kluge Adverbios Adverbios Adverbios Adverbios Total

en en en en

–mente –mente –mente –mente

enunciativos cuantitativos temporales que modifican un verbo

9 6 5 5

types types types types

61 tokens 11 tokens 12 tokens 5 tokens

25 types

89 tokens

Si dejamos a un lado los problemas de comparación cuantitativa de corpus cuantitativa y cualitativamente distintos, fuerza es constatar que la frecuencia type, que depende menos del tamaño de los corpus que la frecuencia token, es mucho menor en el Corpus Kluge que en los corpus escritos utilizados en los diccionarios mencionados. En todo caso, con 25 adverbios distintos, no sería posible establecer una sistematización tan diferenciada como la de Báez San José (1994) a partir de un corpus literario o la de Torner Castells (2007). Si ponemos a un lado la escasa frecuencia general de los adverbios en –mente en nuestro corpus, cabe subrayar que los adverbios con funciones enunciativas predominan claramente en la Tabla 12, tanto por su frecuencia type como también, y sobretodo, por su frecuencia token. Esto reviene a decir que los adverbios en –mente que penetran con mayor facilidad en el habla oral son justamente los que ocupan funciones enunciativas 253

o discursivas. La función menos representada es la de adverbios de manera, es decir, la función que suele considerarse como canónica. Según el análisis efectuado por Kraschl (2008, 62) de los adverbios en –mente que ocurren en el corpus oral del español peninsular C-Oral-Rom (Cresti / Moneglia (2005)), cerca del 45 por ciento de los 1461 adverbios (frecuencia token) son enunciativos. De ser así, este corpus contiene unos 700 ejemplos con función discursiva de uso oral en el ámbito peninsular que ofrecerían mejores condiciones de análisis que el Corpus Kluge. Estamos preparando una publicación al respecto (Hummel / Kraschl (en preparación)). 8.1.3. Formalidad e informalidad en el uso de los adverbios en -mente Otro aspecto interesante es la repartición de los adverbios en –mente dentro de la expresión oral según los criterios de formalidad e informalidad. Si es cierta nuestra hipótesis de un camino de ósmosis «habla escrita > habla oral formal > habla oral informal», los adverbios en –mente deberían tener una representación menor en el registro informal. Según los resultados de Kraschl (2008, 34), obtenidos a partir del corpus oral peninsular C-Oral-Rom, el uso de los adverbios en –mente aumenta efectivamente con el grado de formalidad de la expresión oral (cf. 9.9). En concreto, la frecuencia de los adverbios en –mente es tres veces más alta en el subcorpus formal que en el informal. De ello se desprende que la importancia que se les atribuye a los adverbios en –mente enunciativos en la construcción del discurso, depende mucho del material analizado, y especialmente del grado de formalidad y cultura lingüística. Al mismo tiempo se entiende por qué los adverbios en –mente se encuentran algo marginados en la bibliografía sobre el análisis del discurso y el análisis conversacional fundamentados en el habla oral. Christl (1992, 478), por ejemplo, no los retiene del todo en su lista de marcadores del discurso detectados en el habla oral de San Miguel de Tucumán (Argentina). Y ya hemos comentado el malestar de los autores del Diccionario de partículas discursivas del español con la acogida de los adverbios en –mente (cf. 1.3). Las dudas que se pueden tener acerca de cómo tener en cuenta los adverbios en –mente en un diccionario de signos lingüísticos son la consecuencia del hecho de no tener muy claro el papel de la variación diamésica. Si el diccionario desea abarcar la lengua entera, (oral y escrita), no se pueden pasar por alto los adverbios enunciativos en –mente. Si el diccionario quiere reflejar el habla oral, bastaría con aplicar criterios de formalidad y un criterio de frecuencia para tener en cuenta los pocos casos relevantes. Así pues, el análisis de la variación diafásica dentro de la expresión oral confirma el impacto diacrónico y sincrónico, en los adverbios en -mente, de un proceso de ósmosis, es decir, de una difusión selectiva. Este proceso de difusión tiene como punto de partida la expresión escrita, que es la variedad con la mayor productividad. Pasa después por el habla culta oral, que recoge ciertas formas, y termina en el habla oral informal, donde el número de adverbios en –mente es escaso. Evidentemente, el mismo tipo de ósmosis se observa en el caso de los atributos enunciativos simples 254

cultos del tipo inclusive, exclusive y máxime (cf. 5.8). A diferencia de estos casos, que son fenómenos léxicos individuales, la ósmosis concierne el conjunto de las formas en -mente, es decir, el propio proceso de formación de palabras. Notemos que Gaviño Rodríguez (2008, 76) indica la preferencia del habla coloquial por de verdad sobre verdaderamente. En efecto, habría que tener en cuenta también otras alternativas expresivas aparte la de los atributos con forma de adjetivo. Recordemos, en este contexto, que la difusión de las unidades no se da entre mundos bien distintos. Por un lado, los hablantes menos cultos conviven con hablantes más cultos, y, de todos modos, la enseñanza los pone de cara con la norma culta. Por otro lado, un hablante culto tiene la capacidad de expresarse de varias maneras: de forma culta, escrita u oral, de forma informal o de forma vulgar, e incluso a veces en una variedad regional que domine también. De esta forma, la frecuencia de los adverbios en –mente puede adaptarse situacionalmente a los registros empleados por el mismo hablante. En tal caso, el uso restrictivo de los adverbios en –mente en los registros informales, corresponde efectivamente a un proceso osmótico operado por la conciencia lingüística del hablante, que no aplica el mismo tipo de selección cuando se pone a redactar un texto escrito formal o cuando habla en una situación formal. Puede haber, además, preferencias individuales que nos permiten hablar de idiolectos. Así, por ejemplo, un hablante culto puede evitar los registros informales subestándar, construyéndose una identidad de hablante que maneja la lengua correctamente, o, al contrario, estilizarse como persona con modales informales, y los hablantes semi-cultos pueden valerse de signos discursivos atributivos como obvio / obviamente, lógico / lógicamente, efectivamente, etc. para relucir su imagen de hablante que sabe ‹hablar bien›. Por esta razón hemos aludido arriba a la naturaleza tanto sincrónica como diacrónica de la ósmosis (cf. 9.9). La hipótesis de una correlación del empleo de los atributos enunciativos con el habla oral culta, nos remite a los estudios del habla culta emprendidos en las últimas décadas. Disponemos de tres trabajos que exploran los datos del programa PILEI reunidos por el «Proyecto de estudio coordinado de la norma lingüística culta del español hablado en las principales ciudades de Iberoamérica y de la Península Ibérica». El más valioso para una exploración cuantitativa se refiere justamente al habla oral culta de Santiago de Chile (Rojas 1980–1981), el otro al subcorpus bonaerense (Barrenechea (1979)) y el tercero al subcorpus de la Ciudad de México (Vigueras (1983)). Los datos cuantitativos, disponibles para el subcorpus chileno, de 20 horas de grabación, contienen 223 formas en –mente distintas y 1425 ejemplares. Mencionemos, a título de comparación, que la frecuencia de los adverbios en –mente en el corpus ibérico C-Oral-Rom es sensiblemente la misma, con 231 tipos y 1464 ejemplares (Kraschl (2008, 53)). Rojas no indica la frecuencia type según las funciones sintácticas, pero la frecuencia token de los adverbios con función enunciativa es de 204 ejemplares, es decir, superior a los 61 del Corpus Kluge registrados en cerca de 9 horas de grabación. El cálculo de la frecuencia relativa, por cierto, muy aproximativo, nos da 10 ejemplares por hora de grabación en el corpus del habla culta y 6 para el Corpus Kluge. En cambio, el corpus oral del habla de Valdivia (Chile) 255

((Cepada et al. 1988) analizado por Poblete (1998); cf. Poblete (1999)) contiene solo seis adverbios en –mente con función enunciativa, cuya frecuencia token es muy baja: evidentemente (1 ejemplar), indudablemente (2), justamente (1), prácticamente (1), precisamente (1), realmente (5), al paso que la frecuencia de bueno, claro, entonces y o sea en el mismo corpus excede el número de 100 ocurrencias (sobre 75 marcadores discursivos en total, con 3151 ocurrencias). Si bien los datos del corpus distinguen los estratos sociales, la autora no tiene en cuenta este criterio. Barrenechea (1979) analiza los datos del habla culta del programa PILEI referentes a Buenos Aires, limitándose a los signos discursivos de actitud conmutables por una construcción copulativa con el verbo ser, por ejemplo indudablemente por es indudable que. Si bien este tipo de adverbios en –mente se usa también en posición final o intercalada, predomina la posición inicial (1979, 44). De esta forma, la autora recoge 23 formas distintas, frente a tan solo 9 en el Corpus Kluge, de los que solamente, simplemente y generalmente no corresponden al criterio de selección de Barrenechea, ya que no son conmutables por es solo (simple, general) que, si bien tampoco vemos como el criterio funcionaría con teóricamente, propiamente, francamente, y otros más que la autora tiene en cuenta. Las construcciones copulativas suelen activar solo uno de los significados adjetivales. Por eso, la conmutación funciona con indudablemente, donde el adverbio recoge directamente el significado de indudable, y funciona también con curiosamente, ya que el adverbio escoge uno de los significados disponibles en el adjetivo (‹raro›), pero no con felizmente ‹por suerte› por la especificación semántica del adverbio frente al adjetivo. Sea como fuere, el habla culta de Buenos Aires presenta una mayor diferenciación de este tipo de adverbios frente al habla semi-culta del corpus santiaguino de Kluge. Notemos que los marcadores del discurso con forma de adjetivo detectados por Barrenechea son claro, lógico y seguro. Los datos del subcorpus mexicano del PILEI analizados por Vigueras (1983) son particularmente interesantes, porque Arjona Iglesias (1991) hizo un estudio paralelo de los adverbios en –mente en el habla popular de la misma ciudad. Tanto Vigueras como Arjona analizaron el habla oral sobre 17 horas de grabación. En el habla culta, Vigueras descubre 162 adverbios distintos que ocurren 950 veces, en tanto que Arjona solo encuentra 59 tipos y 299 ejemplares. Los adverbios enunciativos en –mente se suman a 107 ejemplos sobre 299 en el corpus del habla popular. 8.1.4. La tradición escrita panrománica Otro aspecto de la vinculación de los adverbios enunciativos en –mente con el habla culta escrita es su propagación panrománica. En el estudio contrastivo y variacional (tipos de texto) de los adverboides con función enunciativa en textos escritos del español, francés e italiano realizado por Gil (1995), se observa que los adverbios en –ment(e) son las unidades que tienen, con el mayor número de coincidencias, sus equivalentes semántico-funcionales y formales en las lenguas mencionadas, según el modelo esp. aparentemente, fr. apparemment, it. apparentemente, port. apparentemente (1995, 344–347). Si bien cada lengua tendrá su 256

dinámica propia, pensamos que el fenómeno se debe también, e incluso a veces en primer lugar, al contacto intelectual panrománico. Prueba de ello es el rumano. Esta lengua acogió los mismos adverbios en –mente enunciativos durante el siglo XIX en el marco de sus tendencias de romanización. El fenómeno es muy interesante porque el rumano desconoce el proceso de formación de adverbios con el sufijo –mente. Según hemos indicado en la Introducción (cf. con más detalle en Hummel (2000, 433–434)), esta lengua utiliza los adjetivos directamente como adverbios, es decir, como ‹adjetivos adverbializados› o ‹conversión directa de adjetivos en adverbios›, según la terminología tradicional, rechazada por nosotros, a favor de una explicación como manifestaciones sintácticas de una categoría única, los atributos. En consecuencia, el rumano no aceptó tal cual los adverbios en –ment(e) del francés y del italiano, que fueron las lenguas modelo, sino que los utilizó ‹troncados›, como, por ejemplo, rum. normal, curios, logic, inadmisibil, evident, etc. (Chircu (2008, 123–126); Dietrich (1991–1992, 27)). Los esfuerzos que se hicieron para imponer el sufijo romance –mente fracasaron. Los estudios diacrónicos de los adverbios enunciativos en -mente que se incrementan actualmente no deberían pasar por alto la dimensión panrománica. Sería de gran interés ver, cómo el catalán2 y, quizá más recientemente, el gallego, se comportaron al respecto, sin hablar de las numerosas coincidencias con el inglés, por ejemplo ingl. apparently (cf. Ramat / Ricca (1998)). Basta con considerar las traducciones al inglés de los adverbios en –mente más frecuentes de C-Oral-Rom (Kraschl (2008)), para ver que el inglés procedió a un desarrollo lingüístico paralelo que aprovechó casi siempre las mismas fuentes románicas y latinas: solamente ‹only›, realmente ‹really›, efectivamente ‹effectively›, simplemente ‹simply›, normalmente ‹normally›, prácticamente ‹practically›, absolutamente ‹absolutely›, evidentemente ‹obviously›, exactamente ‹exactly›, totalmente ‹totally›. La morfología de estas unidades incluye una raíz culta que presupone etimológicamente un proceso diacrónico de ósmosis de la lengua culta hacia el habla oral formal e informal. En los textos escritos catalanes depurados por Cuenca (2006, 178–179), los conectores con base atributiva son mayoritariamente sufijados y además los mismos que encontramos en otras lenguas romances, sin que les podamos atribuir un origen popular (cat. finalment, generalment, especialment, específicament, efectivament, certament, paral.lelament, altrament, consegüentment) o preposicionales (per últim, per cert, en efecte, en general, etc.). El único conector con forma de adjetivo es total. En Cuenca (2002), se encuentran, además, particularment e igualment. La coincidencia de gran número de los adverbios en –mente con funciones discursivas en las lenguas romances apunta hacia un origen en una tradición discursiva escrita común. De todo ello se desprende que la coexistencia paralela de los mismos adverbios en -mente en distintas lenguas románicas no tiene por qué remontarse a una tradición oral común que tiene como origen el latín vulgar, según creían los veteranos 2

La Història de la llengua catalana de Ferrando Francés / Nicolás Amorós (2005) no presta atención al fenómeno, sin duda porque, como en otras lenguas, no se piensa en la competición de los adverbios en –ment con otras variantes.

257

de la metodología histórico-comparativa. La propagación de los adverbios en –mente en el siglo XIX se debe (también) a la imitación de modelos cultos contemporáneos. Dicho de otro modo, la transposición de los adverbios en –mente a funciones enunciativas puede haberse producido primero en una de las lenguas, sobre todo en francés, para verse integrado después en otras tradiciones discursivas nacionales. De igual modo, la presencia de los adverbios en –mente en el español, francés, italiano y en portugués desde los primeros documentos escritos en romance, no refleja su origen vulgar, excepto en algunos casos (cf. Hummel / Kröll (2011)), sino el influjo de la tradición discursiva culta establecida por los textos de la Iglesia católica. Por eso, los adverbios en –mente se encuentran en las lenguas nacionales de España, Francia, Italia y Portugal, conectados por la Iglesia, pero no en Rumanía (región separada del Imperio Romano en el siglo III) ni en los dialectos auténticos. Quisiéramos añadir aquí la hipótesis, según la cual hubo una segunda ola de expansión de los adverbios en –mente enunciativos en el marco de los contactos internacionales de la tradiciones escritas nacionales, especialmente en el caso de los adverbios enunciativos en –mente (o ingl. –ly). En definitiva, estamos analizando lenguas con tradiciones escritas interrelacionadas, tanto entre ellas, como con el modelo normativo del latín.3 Por la misma razón, los estudios histórico-comparativos basados en textos escritos necesitan una revisión. 8.1.5. Conclusiones En definitiva, no tiene sentido, desde el punto de vista metodológico, referirse al uso reducido, por no decir marginal, de los adverbios en –mente en la comunicación informal documentado en el Corpus Kluge, para emprender un análisis algo objetivo de las funciones discursivas de este tipo de adverbios. Resultaría imposible establecer un inventario de las funciones enunciativas de los adverbios en –mente a partir de solo 9 types distintos. Por eso, hemos decidido dejar para otra ocasión el análisis detallado de las funciones enunciativas realizadas por los adverbios en –mente (cf. Hummel / Kraschl (en preparación)). Cualquier estudio variacional de los adverbios en –mente tiene que escoger como punto de partida los registros en los que su uso es generalizado y, además, productivo, prosiguiendo después los procesos de ósmosis en los registros menos dependientes de la norma culta. Por eso, tampoco incluiremos aquí los numerosos estudios que recibieron los adverbios en –mente. Así las cosas, el Corpus Kluge constituye un buen fundamento para el estudio de los atributos enunciativos con forma de adjetivo que hemos efectuado en la Segunda Parte. Hemos podido establecer, de esta forma, un inventario bastante completo, creemos, de los atributos enunciativos con forma de adjetivo usuales en la oralidad informal, ya que la mayoría de ellos se usan en todas las variedades de la lengua española. Hemos añadido algunas unidades más, que no están documentadas en el 3

Un análisis diferenciado de los adverbios enunciativos del latín se encuentra en Ricca (2010a, 134–160).

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Corpus Kluge, para lograr un panorama lo más completo posible de este tipo de atributos. En el caso de los adverbios en –mente, no tendría sentido incluir todas las facetas de su uso oral y escrito porque el material adicional sobrepasaría mil veces el material empírico del Corpus Kluge. En la óptica contraria, los atributos enunciativos con forma de adjetivo son típicos de la expresión oral informal, a tal punto que el estudio de su posible difusión a la expresión escrita conduce al resultado de que la transposición directa es prácticamente imposible, razón por la cual no hablamos de «difusión», sino de ósmosis, es decir, de difusión selectiva, que se corresponde mejor con la «tensión oral-escrito»4. Habría que integrarlos en construcciones copulativas (está claro que), usar construcciones perifrásticas (en total) o escoger los adverbios en –mente con tal de que ofrezcan alternativas expresivas equivalentes (ciertamente, obviamente, lógicamente en lugar de cierto, obvio, lógico usados como signos discursivos). Así, en el análisis de la argumentación académica escrita, López Ferrero (2003) detecta una serie de adverbios en –mente, pero los atributos enunciativos con forma de adjetivo solo aparecen sintácticamente integrados (parece claro, al igual que). No es una casualidad que las restricciones observables en la ósmosis sean más fuertes en la dirección que va del habla oral informal al habla escrita normativa – y no solamente por motivos normativos. Pasando de la oralidad coloquial a la escritura, la dinámica interdiscursiva pasa a un segundo plano frente a la elaboración de un discurso monologal. Es decir, las condiciones de uso también cambian. Obviamente, no hay que olvidar que la expresión escrita tiene su propia diacronía. Así, por ejemplo, Enrique-Arias (2008) observa en distintas ediciones del mismo texto bíblico la sustitución del signo discursivo afirmativo sí por cierto y ciertamente. Si bien no podemos darle una interpretación diacrónica a este dato aislado, no cabe duda de que hubo una situación de competencia en la misma función discursiva, y que los traductores acabaron por preferir ciertamente. La discrepancia enorme que se observa entre la expresión escrita y la oral causa problemas metodológicos cuando el tema de los marcadores del discurso recibe un tratamiento general, como suele ser el caso de las gramáticas de «la» lengua española. Con este tema, la unidad de la lengua, a la que las gramáticas suelen aspirar, simplemente no existe. Habría que redactar un capítulo sobre la expresión escrita y otro sobre la oral, y aun así, habría que diferenciar, además, los niveles de formalidad y los tipos de discurso. El inventario de los adverbios en –mente que entran en el alistado presentado por Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4200–4203) es largo, si lo comparamos con su frecuencia en la oralidad informal, y al contrario muy corto, si tenemos en cuenta la expresión escrita formal, donde abundan. Además, el listado resulta bastante arbitrario. Los adverbios mencionados son consecuentemente, consiguientemente, definitivamente, efectivamente, evidentemente, finalmente, igualmente, naturalmente, primeramente. No sería fácil encontrar en la oralidad informal las formas consecuentemente, consiguientemente

4

Los términos citados son de Cano Aguilar (2003b, 28 y passim).

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o primeramente. Tampoco son muy usuales en la expresión escrita estándar si no se busca un estilo más cuidado o en el registro de las lenguas de especialidad. La culpa no es de los autores de la gramática, en la medida en que nuestra idea de una gramática nos induce a concebir el capítulo de esta forma. Pero habrá que idear una gramática que conciba la lengua como arquitectura variacional en la que conviven modos de expresarse que tienen una propia tradición. El aumento de la frecuencia de los adverbios en –mente en los textos escritos refleja también el mayor grado de diferenciación del habla escrita frente a la oral, donde la importancia de las relaciones inferenciales reduce el número de los signos discursivos funcionalmente muy específicos. Por eso, los adverbios en –mente se prestan mejor a una descripción detallada de las funciones enunciativas en las gramáticas, sin que los autores se den cuenta de que pasan asimismo a describir (casi) exclusivamente la expresión escrita (Iglesias Bango (2004, 1634))5: Sin duda alguna, si se tuviera que buscar un paradigma o grupo de sintagmas que pudiese ofrecer una buena muestra de esos diferentes niveles funcionales, tanto internos como externos, habría que recurrir a los adverbios en –mente.

Las ocurrencias documentadas en el todavía incompleto Diccionario de partículas discursivas del español, fundamentado en conversaciones orales, no son menos arbitrarias, ya que las formas finalmente, paralelamente, propiamente dicho tampoco deben de ser las más frecuentes ni tener el mismo grado de formalidad. En la lista publicada en Portolés (1998, 157), no consta ningún adverbio en –mente, probablemente a raíz de la reluctancia que suelen manifestar los trabajos sobre los marcadores del discurso ante los adverbios en –mente. No sorprende, en este contexto, que Christl (2006, 239–240) observe grandes discrepancias entre autores a la hora de integrar o no los adverbios en –mente en los marcadores del discurso. El análisis contrastivo de las parejas de tipo exacto / exactamente, claro / claramente, etc. por Garcés Gómez (1999, 299–302) también se sitúa en la perspectiva de una lengua monolítica en la que no entran las diferencias diamésicas. A diferencia de los atributos enunciativos con forma de adjetivo, que tienden a conformar un inventario más o menos limitado, cualquier esfuerzo de establecer el listado completo de los adverbios enunciativos en –mente sería vano. Si escogemos el ejemplo de los adverbios de perspectiva (cf. Fernández Fernández (1993, 216–220); Garcés Gómez (2003; 2004)), no sería difícil crear aquí el adverbio no usual gramaticográficamente (o crearlo nuevamente, ya que alguien podría haberlo usado ya) para juntarlo a otros, más conocidos: (196a) Históricamente, la situación se explica de otra manera. (196b) Geográficamente, el paisaje pertenece a la cordillera central. (196c) Gramaticográficamente, la situación se presenta de otra forma.

5

V. también Hermoso (2001). Porroche Ballesteros (2006) recurre exclusivamente a los adverbios en –mente. Cf. también Ricca (2010b, 715), acerca del italiano.

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Desde el punto de vista empírico, esta situación causa la sensación de una enorme productividad de los adverbios en –mente frente a la casi improductividad de los atributos enunciativos con forma de adjetivo. Si bien no es completamente falso afirmar esto, hay que diferenciar el análisis. Por un lado, no se les puede negar cierta productividad a los atributos enunciativos simples, por ejemplo en el paradigma de las respuestas afirmativas o en el caso de fi jo (cf. capítulo 5). Por otro lado, no se observa una extensión tan libre y abierta como en los adverbios en –mente. Ahora bien, si diferenciamos el análisis según el código de expresión y el grado de formalidad, no cabe duda de que los adverbios en –mente tampoco son muy productivos en el habla oral informal. Ello nos lleva a pensar que la mayor productividad que se observa en los adverbios en –mente no se explica por propiedades del mecanismo de derivación, sino por su vinculación con la expresión escrita, mucho más diferenciada que la oral. La tradición escrita mantuvo y cuidó la productividad de los adverbios en –mente, mientras que la productividad de los atributos enunciativos sin sufijo en la tradición oral está poco activada. Así, el ejemplo (196c) pertenece claramente a una lengua de especialidad. Si la tradición escrita del español (y del francés, del italiano, del portugués y del catalán) hubiera optado por adoptar el sistema del atributo monocategorial, su uso sería igual de productivo. Así, en alemán, donde la tradición escrita se sirve del mismo lexema para las funciones de adjetivo y adverbio, la traducción de (196c) es (197a; con traducción interlineal). El equivalente morfo-sintáctico no es aceptable en español (197b), pero canónico en rumano (197c), que funciona con el sistema atributivo monocategorial (v. infra): (197a) al. Grammatikographisch sieht die Situation anders aus. Gramaticográfi co, /se presenta / la situación / de otra forma.

(197b) esp. *Gramaticográfico, la situación se presenta de otra forma. (197c) rum. Gramaticografic, situaĠia se prezintă diferit.

El rumano tampoco conoce gramaticografic como adverbio de perspectiva usual. Se preferiría din punct de vedere gramaticografic ‹del punto de vista gramaticográfico›, como en español, o gramatical, que es usual, pero si se quisiera crear el adverbio de punto de vista a partir del adjetivo, el resultado sería (197c). Además, la norma culta y la expresión escrita tienden a privilegiar lo explícito sobre lo implícito, por ejemplo, cuando se exige expresarse con ‹frases enteras›. Por eso, el número de signos discursivos que sirven para construir el discurso escrito aumenta considerablemente, ofreciendo asimismo la posibilidad de especificar mejor las relaciones establecidas. En consecuencia, la lista de conectores es mucho mayor en la expresión escrita. Lo mismo sucede con los adverbios en –mente enunciativos, que pasan a conformar listas muy largas en la expresión escrita, permitiendo una expresión clara de los matices de punto de vista o epistémicos, para mencionar solo dos casos.

261

8.2. La delimitación de los adverbios enunciativos en -mente Como los atributos enunciativos con forma de adjetivo en la Segunda Parte, los adverbios enunciativos en –mente alistados en la Tabla 5 (v. 2.4) conforman un grupo coherente, si les aplicamos el criterio amplio de «función en la construcción de una perspectiva subjetiva sobre los hechos referidos», pero constituyen un grupo heterogéneo, si escogemos criterios más restrictivos. Así, todas las unidades alistadas en la Tabla 5 tienen entrada en el diccionario de Fuentes Rodríguez (2009), que intenta reflejar la amplitud de los procesos de discursivización a través de las unidades lexicalizadas, mientras que las únicas formas que aparecen también en el capítulo sobre los marcadores del discurso en la Gramática descriptiva de la lengua española de Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999) son definitivamente y efectivamente. Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999), a su vez, mencionan algunas formas que no ocurren en el Corpus Kluge: consecuentemente, consiguientemente, evidentemente, finalmente, igualmente, naturalmente, primeramente. Podemos decir, muy someramente, que los adverbios en –mente seleccionados por Martín Zorraquino y Portolés Lázaro tienen una función de puesta en perspectiva o de conexión de enunciados. En la misma óptica, habría que añadir generalmente, documentado en el Corpus Kluge. Para entender estos datos, hay que tener en cuenta que la Gramática descriptiva de la lengua española no es una gramática empíricamente representativa. Por eso, los adverbios mencionados tienen un carácter ilustrativo. En el caso de los adverbios en –mente enunciativos, el listado está lejos de ser completo, ni es este el objetivo de esta gramática. Queda patente, sin embargo, que es muy reducido el número de adverbios enunciativos en –mente del Corpus Kluge que corresponde a los mismos criterios. Las otras formas que constan en la Tabla 5 faltarán en el listado de los marcadores del discurso porque se consideran atributos cuantitativos con funciones de enfoque e intensificación (solamente, realmente, simplemente, precisamente) o adverbios epistémicos (probablemente, seguramente). Ello demuestra que el criterio de selección es más restrictivo en el grupo de los marcadores discursivos, sin duda porque prima el criterio de la construcción del discurso. Insistamos, sin embargo, en que la clasificación de evidentemente como marcador discursivo resulta problemática, ya que se trata de un adverbio semánticamente epistémico que puede combinar esta propiedad con papeles de construcción del discurso, por ejemplo en posición inicial de un argumento. Lo mismo se puede decir de naturalmente, cuya función de adverbio de perspectiva o de adverbio epistémico por metáfora se añade a sus funciones más básicas (cf. Sánchez Jiménez (2008); cf. Martín Zorraquino (2001)). En definitiva, la polifuncionalidad de tales adverbios enunciativos nos obligaría a clasificarlos en grupos funcionalmente distintos y en diferentes capítulos de gramática, rompiéndose asimismo la motivación polifuncional y polisémica del signo lingüístico. Lógicamente, el número de adverbios en –mente lematizados por Fuentes Rodríguez (2009) supera considerablemente el del Corpus Kluge y el de Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999), sin duda porque su fuente principal es el CREA, 262

con predominio de los textos escritos, y porque los criterios de selección de este Diccionario de conectores y operadores del español se acercan más al concepto de la subjetivización de los hechos referidos. Citamos a continuación los adverbios en –mente lematizados y funcionalmente sistematizados por Fuentes Rodríguez (2009) para hacernos una idea de su organización paradigmática en textos escritos contemporáneos: Conectores: ADICIÓN: igualmente, paralelamente CONCESIVOS: igualmente CONSECUTIVOS: consecuentemente, consiguientemente ORDENADORES DEL DISCURSO: CIERRE: cordialmente, respetuosamente R EFORMULATIVOS: EXPLICACIÓN: respectivamente CONCRECIÓN: concretamente, específicamente, particularmente TEMPORALES: finalmente Operadores: ARGUMENTATIVOS: abrumadoramente, absolutamente, altamente, aproximadamente, brutalmente, completamente, considerablemente, decididamente, eminentemente, enormemente, enteramente, escasamente, esencialmente, espantosamente, especialmente, excesivamente, exclusivamente, extraordinariamente, francamente, fundamentalmente, incomparablemente, indeciblemente, meramente, mínimamente, notablemente, particularmente, perfectamente, plenamente, preferentemente, preferiblemente, preponderantemente, primordialmente, principalmente, profundamente, relativamente, sensiblemente, solamente, suficientemente, sustancialmente, terriblemente, totalmente, tremendamente, únicamente ENUNCIATIVOS: brevemente, categóricamente, claramente, confidencialmente, decididamente, definitivamente, francamente, generalmente, honestamente, honradamente, llanamente, normalmente, personalmente, prácticamente, presumiblemente, presuntamente, pretendidamente, principalmente, propiamente, puramente, resumidamente, sencillamente, simplemente, sinceramente, sustancialmente, técnicamente INFORMATIVOS: auténticamente, básicamente, esencialmente, exactamente, justamente, mismamente, particularmente, precisamente MODALES: absolutamente, aceptablemente, admirablemente, afortunadamente, aparentemente, asombrosamente, ciertamente, curiosamente, deplorablemente, desgraciadamente, difícilmente, efectivamente, espléndidamente, evidentemente, exactamente, fabulosamente, fantásticamente, horriblemente, horrorosamente, indiscutiblemente, indudablemente, inexplicablemente, lamentablemente, lógicamente, maravillosamente, miserablemente, naturalmente, necesariamente, obli263

gatoriamente, obviamente, paradójicamente, particularmente, perfectamente, posiblemente, previsiblemente, probablemente, realmente, ridículamente, seguramente, sensacionalmente, significativamente, sorprendentemente, supuestamente, teóricamente, totalmente, tristemente, verdaderamente Tanto la frecuencia type como la diversidad de las funciones reseñadas por Fuentes Rodríguez demuestran lo pobre que es la representación de los adverbios enunciativos en –mente en las entrevistas del Corpus Kluge.

8.3. Origen diacrónico y frecuencia sincrónica Los adverbios enunciativos en –mente que ocurren en el Corpus Kluge son alistados en la Tabla 5 (v. 2.4). Desde el punto de vista diacrónico, resulta interesante observar que dos de los tres adverbios con mayor frecuencia, solamente y simplemente, son a la vez las formas cuya base léxica es heredada del latín por tradición oral. A diferencia de estos adverbios, realmente, generalmente, definitivamente, precisamente y probablemente son formas eruditas tomadas del latín clásico. Así pues, en estos casos el supuesto proceso de ósmosis del habla culta (escrita) al habla oral está comprobado. Tampoco parece ser una casualidad que sean estas a la vez las formas menos frecuentes en el corpus oral semi-culto de Kluge.

8.4. Los atributos enunciativos en –mente del Corpus Kluge 8.4.1. Solamente – un equivalente de solo con frecuencia excepcional En términos generales, los atributos enunciativos con forma de adjetivo son mucho más frecuentes que los atributos enunciativos en –mente en la lengua hablada informal. Así, por ejemplo, el marcador discursivo claro es mucho más frecuente que claramente.6 En este sentido, la pareja solo / solamente constituye una excepción, en la medida en que las ocurrencias de solamente en el Corpus Kluge se suman a 28, mientras que solo ocurre 4 veces, según hemos visto en 4.3. Por cierto, en muchos casos, los significados y las funciones de este tipo de parejas conoció un desarrollo diacrónico diferenciador: bueno / buenamente, igual / igualmente, seguro / seguramente, etc. En el caso de solo / solamente, sin embargo, la equivalencia se conservó en gran medida, de tal forma que estamos acostumbrados a usarlos para variar la expresión con fines estilísticos.

6

Una colega peruana aludió al uso de Fácil vienen diez personas en su variedad. En este caso, fácil se corresponde con fácilmente en su función de adverbio epistémico ‹estimo como muy probable que›.

264

En los ejemplos siguientes, solamente precede el argumento o sintagma, atribuyéndole el mismo valor exclusivo que hemos observado en el modificador determinativo solo en 4.3: (198) M: la verdad eh que yO me vine para=acá porque: …(2) äh: …(2) no me fue muy bien con el matrimonio& B: &hm M: y me separÉ ...(1) entonces me vine, para alejArme de mi=marido .. B: hm M: para no=ehtar cERca de=él B: ya M: y así fue como yo me vine para=acá, tenía miedo pero me vine B: hm M: tenía-, tenía miedo a santiago ...(1) pero me vine, porque solamente para alejarme ((mascullando)) (de) mi marido+ B: hm M: y dehpué=äh, de ehtar separa(d)a cuatro años, se murió mi marido (Marisa, 97) (199) S: con muy poca plata, que=eh nada, con gente máh bien ordinaria .. hacía solamente por tener un techo un lugar donde YO ehtar con mi hijo para cuidarlo=yo& (Sandra, 763) (200) R: enton,ce: .. y cuando yo=llegué ahora .. había bahtante diferENcia (que) ya era como má: h ... lo encontré máh: , [máS: ((s pronunciada))] .. avanzado=o=sea que era máh boni: to B: [((voz baja)) hm+] B: hmhm R: ((voz aguda, más rápido)) (no lo encontré- )+ .. no vi solamente la parte mala B: ((bajito)) ya+ R: así=que lo encontré mucho mejor (Raquel, 480)

En los primeros dos ejemplos, la exclusividad no se refiere a palabras o sintagmas sino a trechos de enunciado que expresan una finalidad (para alejarme y por tener un techo). Solamente asume asimismo un papel en la construcción del discurso. En (200), la exclusividad es una propiedad circunstancial del acto de ver algo. El ejemplo es interesante porque solamente aparece en posición postverbal, es decir, la posición que normalmente favorece la interpretación como adverbio de manera. Ahora bien, solamente ha perdido por completo el significado etimológico que incluye el agente sujeto (< lat. sola mente ‹sin compañía›, ‹con soledad espiritual›). De ser así, la atribución se dirige directamente al sintagma nominal la parte mala. La prueba de dislocación nos da un enunciado equivalente si desplazamos el sintagma solamente la parte mala: No fue solamente la parte mala la que ví. Si desplazamos solamente a la posición preverbal, el sentido cambia: No solamente vi la parte mala. El complemento necesario sería no solamente la parte mala, sino la también la parte buena, en el primer caso, y no solamente vi la parte mala, sino que la viví, en el segundo. Por eso, hay que considerar el uso de solamente en los tres ejemplos como siendo de tipo antepuesto. Desde el punto de vista funcio265

nal, solamente focaliza la parte, puesto que la hablante dice, al menos por implicatura, que no ve solamente X, sino también Y, con lo cual sirve, en primer lugar, para contrastar X de Y. Lo mismo sucedería con el verbo, si solamente le fuera antepuesto: no solamente lo vi, también lo escuché. En este caso, el objeto lo es el mismo, pero el evento verbal es distinto. Al mismo tiempo, solamente adquiere una función de estructuración y focalización contrastiva, a pesar de su posición intraoracional no destacada. En (201) solamente ocupa una posición postverbal y se refiere al verbo con el significado ‹exclusivamente›: (201) A: me gusta sali: r andar li: bre, no eh que polole: an otrah que-, bueno que vitrinean a vece B: hm, ya A: a mí me guhta vitrinear solamente (Adela, 195)

En esta posición, la conmutación de solamente por solo sufre una restricción a favor de solamente. En la oralidad, donde no funciona la diferenciación gráfica de sólo (adv.) y solo (adj.), el sintagma vitrinear solo es ambiguo, ya que puede tratarse también del adjetivo solo en predicación secundaria ‹sin compañía›.7 Por cierto, si es una mujer que habla, como en el ejemplo del Corpus Kluge, habría que usar la forma flexiva vitrinear sola como predicado secundario. Con un sujeto masculino, la interpretación es algo más ambigua, como se ve por el ejemplo oral andaluz que citamos a continuación (Narbona Jiménez (1986, 263)): (202) No, que se ponga un niño a arreglar la comida solo y que se queme o le meta fuego al perol ¿qué te parece?

La interpretación más probable es la de un adjetivo en predicación secundaria. El hecho de que no se use el acento en la transcripción indica que Narbona Jiménez lo interpretó de esta forma. Sin embargo, con una entonación adecuada que daría más relieve a la comida, la interpretación ‹la comida solamente (= exclusivamente)› es posible también. La anteposición ofrece una solución inequívoca en los casos en los que la posposición fuese ambigua: solo / solamente la comida. En el intercambio reproducido a continuación, solamente se encuentra después del verbo, pero separado de este por una pausa: (203) B: y ehtá en el: , [octavo] M: [ahora, (yo)=]ehtoy, nO .. ahora estoy estudiando moda, solamente& B: &ah ya, hmhm M: sí, moda (Marta, 93)

En (203), solamente viene separado por una pausa de estoy estudiando moda, indicando que la hablante no prosigue otro tipo de estudios. La pausa excluye la 7

Por la misma razón, lo siento enormemente no es sustituible por lo siento enorme, donde enorme es un predicado secundario orientado hacia el objeto directo lo. Al mismo tiempo sentir recupera el significado ‹experimentar›.

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interpretación estoy estudiando moda solamente, en la que solamente se refiere a moda, tratando la moda como una materia de estudio. En lo que se refiere a las posibilidades de conmutación con solo, las marcas morfológicas de solo son suficientes para distinguir la predicación secundaria (o el adjetivo destacado) del adverbio, si el sujeto es femenino o plural: Ella estudia moda, solo. Ella estudia moda, sola. Con un sujeto en masculino singular la estructura es ambigua, si no se recurre a la tilde diacrítica: Él estudia moda, solo / sólo. El adverbio solamente no produce tales ambigüedades. A consecuencia de la eliminación diacrónica del significado ‹sin compañía›, solamente puede realizar la función de determinación exclusiva en cualquier posición sintáctica. Con todo, los casos en los que la opción por solamente es la única manera de actualizar de forma unívoca la función de adverbio son muy pocos, ya que el hablante siempre dispone de la opción alternativa de usar solo en anteposición, con estatus extraoracional o con una entonación diferenciadora. Ello significa que el uso de solamente no conlleva ventajas importantes sobre las funciones adverbiales realizadas con solo. Por eso, no podemos servirnos del argumento de las ventajas de selección de solamente respecto de las funciones adverbiales de solo, para explicar la mayor frecuencia de solamente en el discurso oral informal, ya que solamente constituye una excepción frente al predominio general de los adverbios no sufijados en el habla oral. Recordemos, en este contexto, que habíamos formulado la hipótesis (Hummel (2000, 466–470) y (2010b, 222–223)), según la cual los adverbios en –mente podrían haber sido favorecidos durante el desarrollo diacrónico de la lengua a raíz de su mejor movilidad sintáctica, frente a los atributos monocategoriales, que corren el riesgo de encontrarse en situaciones de ambigüedad adjetivo-adverbial. Esta hipótesis, ya largamente rechazada en los estudios ulteriores (Hummel (2007, 2009, 2010b), tampoco se verifica en el caso concreto de solamente. Antes al contrario, el análisis más detallado del empleo sincrónico de solo y solamente muestra que las técnicas de construcción vigentes en la expresión oral reducen las ventajas hipotéticas de solamente a una quantité négligeable. En efecto, nuestra hipótesis del 2000 parte de una visión del lenguaje hecha a partir de la expresión escrita, sin tener en cuenta que ella carece del papel diferenciador de la entonación. Según acabamos de ver, la fuerza de restricción funcional que ejercen las posiciones sintácticas es mucho menor de lo que se pueda creer a partir de un análisis de la lengua escrita. Es posible, sin embargo, que el argumento haya jugado a favor del empleo de solamente en ciertas posiciones sintácticas de los textos escritos. Ello se desprende claramente de la oportunidad de emplear la tilde para las funciones adverbiales posiblemente ambiguas de solo, que es uno de los pocos atributos monocategoriales aceptados por la norma escrita. En lugar de usar la tilde, los hablantes pueden recurrir también a solamente.8 No obstante, el factor principal que favoreció los 8

En la nueva edición de su Ortografía, la Real Academia recomienda efectivamente la sustitución de solo por solamente para marcar la función adverbial en los contextos ambiguos (2010, 269).

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adverbios en –mente en la expresión escrita no es de índole sintáctico-funcional, sino de índole cultural-normativa, más concretamente, la preferencia dada a los adverbios en –mente en la expresión escrita, porque permitían separar la clase flexiva de los adjetivos de la clase invariable de los adverbios. En la historia de las lenguas romances, esta opción no corresponde al uso de la lengua objetivamente observable, sino a una doctrina vigente en la percepción culta de la lengua. Por eso conviene hablar de un fenómeno cultural que acompaña a la tradición escrita. Bajo estas condiciones, sorprende que sea bastante más usual la forma sufijada solamente en el habla oral informal del Corpus Kluge. Se trata, incluso, del atributo en –mente más frecuente en el conjunto de los datos Corpus Kluge, incluidos los adverbios de manera, los cuantificadores y los adverbios temporales. No había motivos funcionales que hubiesen favorecido la forma sufijada. Obviamente, solo y solamente son lexemas altamente lexicalizados, según se desprende de su uso antepuesto y, en el caso de solamente, de la pérdida del significado ‹sin compañía› (< lat. sola mente). Por eso, podríamos solucionar el caso alegando su idiosincrasia léxica, poco sorprendente en la lexicología. Se trataría de una excepción léxica. Sin embargo, esta ‹explicación› no es satisfactoria, en la medida en que, justamente, habría que ver cuáles son los factores idiosincráticos que explican la excepción. Obviamente, habría que emprender un estudio diacrónico empírico para investigarlo de forma detallada. No obstante, podría tratarse de un caso semejante a otro ya estudiado empíricamente por nosotros. En Hummel / Kröll ((2011)) sugerimos una explicación de la diacronía de lat. sola mente fundamentada en el paralelismo con el adverbio francés vitement. En los dos casos, el adverbio en –mente es atestiguado muy temprano. Solamente aparece en las Glosas de Reichenau de finales del siglo VIII (Klein (1968, 193)), escrito en una palabra y ya con el significado ‹singulariter› y no con el etimológico ‹sin compañía›. En español, solamientre es documentado desde el siglo XII, con el mismo significado (Espinosa Elorza (2010, 127)). Vi(s)tement es documentado desde el siglo XII, tres siglos antes de que se observara el uso adverbial de la variante no sufijada vi(s)te, hoy largamente predominante. En el caso de fr. vi(s)tement, el origen popular está fuera de duda. La raíz viste (< lat. visitus) remonta al latín hablado. Por eso, vi(s)tement pertenece a los pocos adverbios en –mente que no pasaron por la expresión escrita antes de arraigarse en la tradición oral. Es posible, entonces, que solamente, probablemente también totalmente, pertenezcan a un pequeño grupo de adverbios en –mente que se propagaron muy temprano en la lengua hablada. La perífrasis tota mente, por ejemplo, es atestiguada desde el latín antiguo (Karlsson (1981, 46)). Ahora bien, si sola mente / solamente pertenece a la tradición oral que se remonta directamente al latín hablado, no parece descabellado pensar que su frecuencia elevada en el habla oral informal chilena de hoy se explique por este mismo motivo. Ello no explica necesariamente el que sea menos frecuente la forma simple solo, pero la existencia temprana del adverbio solamente en la tradición oral pudo favorecer su arraigo como competidor de solo. Más tarde, la norma culta dio otro empujón al empleo de las formas sufijadas. La percepción bastante corriente en América, según la cual los adverbios en –mente pertenecen a la expresión culta puede haber jugado a favor 268

de solamente en los hablantes del Corpus Kluge, que tienen una educación escolar media y desean hablar bien. Solamente es sin duda la opción más cuidada y normativa frente al empleo de solo con función de adverbio. Otro caso interesante es el de la pareja mal / malamente. La expresión culta y normativa tiende a excluir malamente, al paso que lo encontramos con cierta frecuencia en las variedades subestándar de español, y también en catalán y en el francés subestándar (cf. Sinner (2004, 229–233)). 8.4.2. Realmente – intensificador enunciativo epistémico Con 14 ocurrencias, realmente pertenece al grupo de los adverbios en –mente más frecuentes del corpus. Es también el único adverbio en –mente enunciativo documentado en el corpus chileno de entrevistas clínicas de Cepada / Poblete (2006, 11) y en el corpus PILEI de Santiago de Chile (Rabanales / Contreras (1992, 710–712)). El papel de intensificación enfática, que pasa a un segundo plano en el caso de solamente, tiende a predominar con realmente, acercándolo al grupo de los cuantificadores subjetivos (ej. realmente importante), con el que comparte la movilidad sintáctica (cf. Ocampo (2008) y el estudio de los equivalentes ingl. really y fr. vraiment de Willems / Demol (2006)). De esta forma, podemos describirlo como intensificador enunciativo epistémico que subraya la veracidad de algo desde el punto de vista del hablante: (204) I: bueno ... a mi: mih tÍah me contaban que=acá era todo maravilloso pero ((riendo)) realmente+ no eh así (Irina, 65) (205) como de los abuE: los que no educAron a su hijoh y (todo), loh papás de: .. que vienen siéndolo, ehtas personas que ya están (XX) que son: , de la era de mih papáh/, de cincuenta o=de sesenta años/, ((carraspea)) ahí digo fue la falta de cultura de loh papás de: de ellos\, entonces no--, realmente no sé de repen-, ((más rápido)) yo=yo pienso (no sé)+, converso con mi hermana muchas veces .. ((voz alta)) que: + .. qué se podría hacEr-/ .. que es ((mascullando, se ríe bajito)) no sé ( XXX de) esah+ pregunta, pero eh: .. hay una, solución muy-, muy pobre en cultura .. (Julia, 984) (206) B... a ver, lo poco de-, lo poco que-, que hay que hacer en el hogar se hace: .. pero, así mismo .. ((más bajo)) algo así+ S: claro porque=hm .. realmente, ((más rápido)) el trabajo de dueña de casa nunca tiene valor+ .. ((continúa rápidamente)) y el trabajo que nosotrah=hacemo eh=el trabajo de=la dueña de cAsa .. porque la dueña de casa es ingeniero, eh médico .. eh empresaria-/ + (Sandra, 910) (207) S: y no tiene tantoh de ehtUdio .. y no vive=en un medio tan: B: hmhm S: ((irónicamente)) TA: N civiliza(d)o como acá+ B: ((voz baja)) @@ .. ya+ .. a ver si es (X) civilizado\, hm/ S: yí, que se podría llamar civilizado .. realmente, ((bajando la voz)) porque no eh tanto\+ ay, que no me acuerdo=una-+ ...(1) no me acuerdo qué palabra fue que le dije y ella no me le entiend-, yo me pregunt(ó) que qué era eso, pero yo le dije ((más

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bajo)) (XX)+ .. que no fuera: .. era algo así como que no fue (inclusa) .. ((más alto)) no=no=no, no fuE eso+ B: hm M: no=no .. ((riendo)) no realmente no me acuerdo+ (Marcela, 1045)

En estos ejemplos, realmente refuerza la validez del argumento al que está antepuesto, con o sin pausa prosódica, excepto en la penúltima ocurrencia, donde confirma el argumento precedente y, al mismo tiempo, el argumento de la entrevistadora. Además, realmente tiende a conllevar la implicatura de una alternativa, por ejemplo otra manera de ver las cosas, a la que se opone la hablante con realmente, a veces con cierto pesar. Realmente parece haberse convertido en un atributo enunciativo que ya no funciona como adverbio de manera, limitándose a la función de refuerzo aseverativo enfático con implicaturas de contraste. Se usa para insistir subjetivamente en la veracidad o realidad de algo (cf. Fuentes Rodríguez / Alcaide Lara (1996, 37–42) y González Manzano (en prensa)). La función enfática de realmente se verifica también con sus correlatos textuales. Diez del total de las ocurrencias pertenecen al discurso de Sandra, y seis de estas diez a la parte en la que Sandra relata la experiencia muy triste a la que alude en la cita (208). En los restantes cuatro ejemplos, Sandra utiliza realmente en enunciados en los que se queja de algo. Sandra es la persona que más se queja en la entrevista, la más frustrada por sus experiencias. Realmente le sirve para subrayar lo justificada que es su frustración, y especialmente en el evento clave (208): (208) S: anduve (de llegada) .. que: , viviendo así: .. […] .. por nAda, con: otras persona .. conocí realmente, lo MAlo que=era la gente ... [ com-,] porque no iba a volver a mi campo .. donde mi familia, porque ... nUnca me habían querido mu: cho-- .. y menos embarazada-\ S: entonce: .. sufrÍ .. ahí conocí realmente la maldÁ-/ .. la verdadera maldad de la gente\ ...(2) äh: , pasé mucha(h) hambre(h) ((se escucha bien la aspiración inicial en hambre)), mucha miseria (Sandra, 690) (209) S: YO había comprado pañale (de género) para mi hijo-/ .. y de esoh mihmo tenía que guardarme YO B: hm S: para: .. para la hemorragia (que me XX todo) .. y: .. ((mascullando, rápido)) no (es que no venía a loh otroh que me dieron realmente, que se exigía)+, no tenía nada (Sandra, 714)

En estos casos, realmente sigue actualizando su función de refuerzo aseverativo enfático, pero se acerca también algo más a un adverbio de manera. Ello tiene que ver con la posición postverbal de realmente en estos ejemplos, que es la posición canónica de los adverbios de manera. Conforme suponíamos en 1.3, realmente se ha lexicalizado como intensificador epistémico. La posposición, que corresponde a un alcance anafórico, solo se observa en 3 de las 14 ocurrencias. Realmente no pierde por completo su papel de insistencia enfática en la realidad de algo cuando se usa después del verbo, sino que mantiene su función predominante incluso en esta posición. No obstante, ello no excluye que realmente se acerque algo más al 270

papel de un adverbio de manera que describe un evento con intenciones de objetividad, cuando se usa en posición posverbal. Resulta interesante, en este contexto, echar un vistazo al competidor preposicional en realidad (cf. Rabanales / Contreras (1992, 712–714); Fuentes Rodríguez / Alcaide Lara (1996, 37–52)). En realidad aparece seis veces en el corpus, siempre con significado objetivo (cf. en total frente a total en 3.5): (210) S: ... porque: eh muy difícil que a=una, como trabaja en casa particular-/ ... me dén permiso para estudiar\ ...(1) entonce no, todo, (a=)una dicen va a una casa (pide) trabAjo: .. o=sea en la entrevihta para=un trabajo-- .. ya: \, todo está perfecto ((rápido)) (pero en la XX cuando) decir+ que quiEre estudiar/ .. > QUOTE: Ah, no .. usted no me sirve ...(1) no: , ((rápido)) no le puedo dar permiso porque en realidad yo=quería una persona para=lah cosa y no (para XX) ehtudiante\ +< (Sandra, 183) (211) B: y cuando ya habían hablado: , como una hora contigo todavía G: es que: , no no, es que yo en realidad nunca he ido a una: una: discoteca, pero: a una fiesta: sí po, a una fiesta (Graciela, 248)

Barrenechea (1979, 54) observa también que «[l]a frase en realidad, menos frecuente que el adverbio en –mente, funciona como él pero conserva más su conexión etimológica sin desgastarla». Notemos que, en el primer ejemplo, y algo menos en el segundo, en realidad tiene también implicaturas de contraste, que se tornan explícitas en la colocación pero en realidad mencionada por Fuentes Rodríguez (2009). Garrido Rodríguez lo trata como «conector contraargumentativo» que ocurre tanto en su corpus escrito como en el corpus oral (2004, 141, 150–151). Véase también el reciente análisis de realmente y en realidad efectuado por Taranilla (2011) donde la autora subraya el desarrollo de estrategias retóricas a partir del contraste bipolar «apariencia / realidad», que incluye la contraposición. Según Fuentes Rodríguez / Alcaide Lara (1996, 37–52), en realidad ocurre más veces en el habla culta (sevillana) que realmente. 8.4.3. Simplemente – mitigador enunciativo En los siete ejemplos del corpus, simplemente se usa catafóricamente para matizar la importancia de algo, expresando que la importancia del asunto no va más allá y disminuyendo asimismo los efectos perlocutivos: (212) (te=puedo=decir+) camina: mos nos prendamos de la mA: no y todo que=sé=yo, (está lindo) y allá en el campo no-/ B: hm J: simplemente nos vemos, hola ((riendo)) y ( XX como diga+) , y Eso no me guhta\, ((voz baja)) así no--, äh ... (XXX) existe de muchos niños (y ya XX) de mis mismos hermanos\+ ... y yo-, no son como (que) llevan la polola a la cA: sa o que (ellos XXX a la casa) sino también: – escondidos, buscan un medio cómo hacerlo pero: , no: (irán a la luz XX) , muy raro\ ((tose, carraspea)) (Julia, 535) (213) J: otros términos, porque uno en el campo no, no=hay- ... son términos mUy muy especiales y que eso: –, porque si uno se lo hablara a la otra persona, (o=sia no) no entiende nada o simplemente la encuentra muy, muy s-, muy: .. muy siÚtica @,

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pero: .. pero no: –, c-, yO, a mi mamá por ejemplo/, ((carraspea)) .. el otro día, no hace mucho, igual decía (por- por=una), ((más alto)) no sé qué fue que le dijo mi hermano+ [...] (Julia, 1072)

Simplemente se acerca al grupo de los cuantificadores subjetivos aprovechados para objetivos comunicativos de focalización con efectos de énfasis o mitigación. A diferencia de realmente, simplemente sirve para desquitar al enunciado de implicaturas que vayan más allá de lo dicho. En este sentido, sirve como mitigador subjetivo del impacto de algo sobre la argumentación o sobre los efectos perlocutivos. Ante la escasez de ejemplos en el Corpus Kluge, remitimos al análisis diferenciado muy convincente de Fuentes Rodríguez (2002), que tiene en cuenta, además, los contrastes con solamente, sencillamente, puramente, meramente, únicamente y exclusivamente. 8.4.4. Generalmente – circunstancia enunciativa delimitativa Generalmente, «adverbio limitativo» según Fuentes Rodriguez (2009, s.v.), ocurre seis veces. Indica catafóricamente que algo suele ser así, expresando asimismo una circunstancia epistémica que condiciona la validez del enunciado: (214) R: hm .. no sabría decirle cuánto kilómetro, pero: .. (de referir) de valdivia hacia futrono son, treh hora en bus no eh futrono futrono mihmo sino el campo, el lugar se llama PUEBLO cuántoh kilómetro a futrono? no eh tanto eh poquito porque: .. generalmente, uno a pie .. (echa) una hora hahta futrono, de ahí del campo a futrono .. caminando se demora una hora (Raquel, 9) (215) B: ya, y: .. entonce con amigoh del sur R: sí: , generalmente mih amigah son mih compañerah de acá de colegio (Raquel, 791)

En el primer ejemplo, generalmente tiene un estatus extrasintáctico asimétrico que lo acerca al enunciado introducido. El segundo ejemplo repite la misma separación del trecho enunciativo precedente, pero la integración prosódica al enunciado al que se refiere atributivamente es completa. Así pues, el factor decisivo parece ser la separación del argumento anterior para marcar claramente la posición inicial del adverbio. Este rasgo formal se confirma en los seis ejemplos del corpus, con un caso donde la pausa corresponde al esquema «… y generalmente». 8.4.5. Definitivamente, efectivamente, precisamente, probablemente, seguramente Los restantes adverbios en –mente con función enunciativa ocurren una o dos veces en el corpus. El alcance catafórico de los atributos enunciativos en –mente se confirma en estos casos (aunque solo implícitamente en (221)):

272

(216) I: creo que no tanto: .. la personalidá, eso no=äh/ .. ni como hAble: .. sino que sea rehponsable .. en tóo lo que va a hacer .. en lo que=ehtá haciendo, ((subiendo la voz)) porque si no le va mal+ B: hm .. [ya] I: [defi]nitivamente le va mal acá B: y una persona irresponsable en el campo: .. sobreviviría I: sobrevivía por supuehto (Irina, 406) (217) R: ((expira fuerte)), äh: ... sí, hay una chiquilla que: .. pilar, ehtuvo acá .. no le guhtó y se: regresó al sur B: hmhm, y sabe por qué: , no podía soportarlo (tanto) R: no lo: .. nunca: , tuve: ... äh, o sea, tal veh efectivamente lo que, lo que máh .. (n- n-) le desagradaba, acá& B: &((voz baja)) hmhm+ R: pero sé que (no) ... no pudo adaptarse acá y regresó -- (Raquel, 736) (218) M: & ya pero no quise (ser) casada .. ya .. quise tener a mi hijo+ .. entonce=cuando ya: .. äh: ... yO .. ((balbucéa)), ya me había salido de=elloh .. ya, ((sorbe los mocos)) me me fui al campo .. dehpuéh volvÍ: .. ya, y no=no, no, no precisamente donde elloh .. ya, a-, a Otra=parte .. (Marta, 533) (219) B: hmhm .. y ya sabe qué va a hacer con el hijo dehpué R: äh: .. no todavía no: .. no he pensado mucho en eso/, probablemente viaje al sur, (donde) mi hermana puede que se lo deje a ella .. pero lo veo difícil, no& (Raquel, 51) (220) M: y: me dijo que: .. ya, que ..o=sea me dijo (casi), cuando yo llegué, ya yo: , le mohtré y no (o=sea), me dijo que qué me había pasado, ((bajando la voz)) que-+ .. le moh- …(1) ah: , y=yo=me, yo me f-, ese día .. como que (ha tenido) al día-, al día siguiente ya amanecí (con ello máh XX) .. me pude poner zapa: to y cosah así/, entonce yo le dije a la julia y por qué (voy a estar haciendo=acá) y-, fue f-, fui ese día a la casa yo a PUEBLO, fui a la casa, y (me voy) el otro día .. porque (voy a poder ehtar) el día: ...(1) el día de acá\ .. me- me vine y com: –, así un poco cogiando pero: .. pero fui\, .. y, ella ya supo, llamó a la casa y no-, y: , adonde ellah, trabajaban, porque ahí se quedaba un caballero cuidando la casa por nosotr-, mi hermana también iban allá ... así=que cuando: , ya-, se-, seguramente (ya le decían) que yo ya no ehtAba .. así que- (Marcela, 513) (221) B: bueno y ähm ... en la casa donde trabaja suelen corregirle o hacerle comentarioh o: , proponerle algunah palabrah mejore para: ... para alguna [cosa] M: [no] .. si me dice la: … la señora me: , siempre: , cuando cuando me conocieron ((rápido, mascullando)) que=yo=que=yo=era: + .. una=persona muy dihtinta a: .. no sé (que?) la otra persona que ello tenían seguramente B: hm M: que yo era muy cUlta muy: ..[no sÉ] me encontró (Marisa, 390)

Definitivamente y efectivamente son operadores argumentativos de refuerzo de la validez. Precisamente aumenta la fuerza argumentativa. López Samaniego (2007) analiza precisamente y justamente como «partículas focalizadoras de coincidencia» en los ámbitos espacial, temporal, informativo, argumentativo, y otros más. 273

En nuestro ejemplo (218), la coincidencia sería espacial. La escasa frecuencia de estos adverbios en el Corpus Kluge no permite un análisis lexicológico profundizado. Así, no se detecta el uso de precisamente en los cambios de turno (Landone (2009, 317)). Habría que contrastarlos con otros adverbios del mismo paradigma funcional. En todo caso, el contraste conceptual de definitivamente y efectivamente, que desempeñan la misma función, demuestra que el análisis no puede pararse en las funciones generales o universales sino que, al contrario, hay que tomarlas como punto de partida para desprender las diferencias. Así, definitivamente alude a una conclusión sacada de la ponderación de otras eventualidades, excluyéndolas retóricamente, al paso que con efectivamente la afirmación de la validez del argumento es situada en el marco de lo que se podía esperar.9 Fuentes Rodríguez (1992, 903) dedica algunas líneas al contraste de efectivamente y ciertamente, siendo este más modal y aquel más cohesivo. Compárese también el análisis del valor conclusivo de decididamente, definitivamente y finalmente en Fuentes Rodríguez (1993d, 188–192). Núñez et al. (2006) documentan varios ejemplos de finalmente en el discurso académico escrito de estudiantes chilenos. La ausencia de finalmente en el Corpus Kluge se explica por su estructura narrativa descriptiva que carece de estructuras argumentativas destinadas a sacar conclusiones de lo expuesto, cómo suele exigirse del alumnado. En todo caso, los tres adverbios documentados en el Corpus Kluge son operadores de argumentación en sentido estricto. Se usan para exponer, explicar y convencer, aunque no reproducen el modelo académico. Probablemente y seguramente en (219, 220, 221) son signos discursivos modales que sirven para mitigar el valor epistémico del enunciado (cf. Fant (2011)). Seguramente actualiza el significado ‹supongo que es así› que suele caracterizar su uso enunciativo y que lo opone a seguro, que expresa seguridad (cf. Hummel (2000, 386–389)). En un ejemplo peninsular de Briz, seguramente tiene ese significado: (222) yo paso totalmente de las monjas- de las monjas y digo más tacos que bueno/ que seguramente cua[lquier otro que no […]]: (1995, 130)

8.5. Discursivización, intensificación / mitigación y cuantificación Los cuantificadores en general, pero también algunos marcadores como igual o claro, manifiestan una gran polifuncionalidad por las posiciones sintácticas que pueden ocupar. Basta con considerar la distribución sintáctica de solamente, que puede pertenecer a distintos tipos de núcleos sintagmáticos (S): (S1) verbo (S2) enunciado 9

hablar solamente solamente que

Cf. Pérez Canales (2006) acerca de en efecto y efectivamente. El autor explora un corpus de traducciones del francés. La frecuencia muy elevada de en efecto hace suponer un efecto de calco del francés en effet, mucho más usual que en efecto.

274

(S3) (S4) (S5) (S6) (S7) (S9)

adjetivo adverbio (adverbiales) sustantivo participio pronombre sintagma preposicional

solamente azul solamente deprisa solamente hombres solamente cansado él solamente solamente a las tres horas

Así las cosas, no conviene ni clasificar solamente en diferentes clases de palabra, ni recurrir al concepto de la conversión para describir su uso. En realidad, se trata de una sola palabra que se usa en una serie de funciones sintácticas. De ello se desprende que las diferencias funcionales no son determinadas por solamente, sino por la oración y las funciones sintácticas que se realicen en ella. Lo mismo se puede decir de realmente, que también puede subordinarse a varios núcleos sintagmáticos o enunciativos. Ante la polifuncionalidad, no resulta fácil analizar los adverbios en -mente exclusivamente en el marco de los adverbios enunciativos. Conforme hemos visto en la Segunda Parte, los marcadores del discurso prototípicos, tales bueno, claro, igual, total, etc., funcionan a partir de técnicas generales de discursivización, como lo son la dislocación sintáctica, la prosodia de distancia o acercamiento, y la entonación. Ahora bien, si proseguimos la pista de estas técnicas generales, la perspectiva nos hace descubrir otras unidades que sirven para construir la subjetividad enunciativa del discurso. En este sentido, los cuantificadores pueden convertirse en intensificadores o mitigadores subjetivos, especialmente si los anteponemos al núcleo atributivo, como en mucho habla vs. habla mucho, en el caso del verbo, o realmente importante, si miramos los adverbios, o como en gran hombre vs. hombre grande, si la atribución es adjetival. Por eso, no resulta sorpresivo que la pista de funciones discursivas como la de solamente que se encuentre estrechamente aparentada con la función de cuantificación solamente tres, o su variante de mitigación subjetiva. En esta perspectiva, podemos oponer habla mucho ‹en gran cantidad› a mucho habla ‹me parece mucho lo que está hablando›, con posibles implicaturas subjetivas como ‹y poco dice›. El concepto expresado por la base léxica apoya estas funciones. Así, solamente y simplemente pueden funcionar como mitigadores. Sin embargo, la intensificación no está excluida porque el hecho de ser poco puede reforzar la relevancia comunicativa de algo (¡Solamente tres!). Realmente, efectivamente y definitivamente se usan como intensificadores epistémicos que subrayan la validez de un contenido proposicional.

8.6. Conclusión La escasa importancia que tienen los adverbios en –mente con función discursiva en el habla oral semi-informal de las empleadas domésticas del Corpus Kluge, nos ha obligado a contentarnos con esbozar algunas pistas explicativas, sin abordar de forma sistemática las oposiciones funcionales que los caracterizan frente a los atributos enunciativos con forma de adjetivo. El tema podría abordarse en mejores condiciones a partir de su uso en C-Oral-Rom (Cresti / Moneglia (2005)), pero, 275

aun así, convendría contrastar los resultados con el uso de este tipo de adverbios en la expresión escrita. Ante la imposibilidad de empezar aquí otro estudio monográfico de este tipo, nos hemos limitado al análisis de las unidades disponibles en nuestro corpus. Con excepción de solamente / solo y seguramente / seguro, los adverbios en –mente enunciativos del Corpus Kluge no tienen una forma simple correspondiente con función enunciativa. Por ejemplo, no existe un atributo enunciativo real que compita con realmente. La discrepancia resulta más fuerte todavía si aplicamos el mismo criterio a los adverbios en -mente con función discursiva reseñados por Fuentes Rodríguez (v. 8.2). Si invertimos la perspectiva, la situación es otra, en la medida en que los marcadores del discurso con base adjetival suelen tener formas paralelas en –mente, aunque no siempre equivalentes (claro / claramente, bueno / buenamente, igual / igualmente, etc). El hecho de que existan normalmente, al menos fuera del corpus, atributos enunciativos en -mente que corresponden a los atributos enunciativos con forma de adjetivo analizados en la Segunda Parte, pero solo excepcionalmente atributos enunciativos con forma de adjetivo que correspondan a los adverbios en –mente efectivamente documentados en nuestro corpus, o a los muchos que se usan en la expresión escrita, puede ser un reflejo del desarrollo diacrónico. Tal sería el caso, si las formas en –mente se añadieron a los atributos monocategoriales preexistentes de la tradición oral, conduciendo a pares del tipo claro / claramente, sin que se produjera necesariamente el proceso complementario, es decir, la formación de atributos enunciativos con forma de adjetivo para sustituirse a los adverbios en –mente creados para la escritura. Así las cosas, la situación sincrónica refleja el hecho histórico de la creación de una dinámica propia de la tradición escrita, con tendencia a independizarse parcialmente de la tradición oral. Si aplicamos nuestro modelo químico, el desarrollo histórico acabó por producir un desequilibrio muy fuerte entre la cantidad de adverbios en –mente en la expresión escrita culta y su escasa presencia en la oralidad espontánea. Evidentemente, tal desequilibrio favoreció su difusión de arriba hacia abajo, especialmente en los hablantes cultos. En el Corpus Kluge, la baja frecuencia de adverbios como efectivamente y definitivamente nos induce a pensar que muchas de las formas son intrusos cultos en la tradición oral. Ello explica también la heterogeneidad de los adverbios enunciativos en –mente que se detectan en los corpus orales informales y los problemas de lematización de este tipo de adverbios enunciativos en un diccionario de signos discursivos: Sería sin duda posible, con un corpus oral más grande y más diferenciado, desprender un núcleo de adverbios en –mente enunciativos bastante usuales, pero tampoco carece de interés observar que siempre se observa una serie de intrusos arbitrarios en un texto dado a consecuencia de la condiciones osmóticas de su uso. Así, los adverbios del tipo paralelamente, decididamente, presumiblemente, técnicamente y teóricamente pueden ocurrir en una comunicación oral informal, por alguno motivo singular, pero no es probable que su frecuencia sea importante. De esta forma, los corpus orales suelen contener, por un lado, algunas formas bastante frecuentes y generalmente idénticas a los de otros corpus, y, por otro, una serie de formas con una sola ocurrencia. En la expresión escrita, 276

los hablantes, y especialmente los hablantes cultos, se sirven de un inventario importante de formas; son estas las que pueden ocurrir ocasionalmente en la oralidad informal. Por eso se encuentran tantos casos de uso suelto en los textos orales. La observación vale, además, para todas las funciones documentadas en la Tabla 11. Todos los adverbios enunciativos en –mente del Corpus Kluge se ven sujetos a la técnica de la anteposición respecto al trecho enunciativo modificado atributivamente. Si bien es posible usarlos en otras posiciones sintácticas también, no carece de interés constatar que, al menos en el corpus concreto, la técnica de anteposición domina. El adverbio que más veces se pospone sin perder su función enunciativa de refuerzo es realmente. Pensamos que ello no es una consecuencia de los principios generales que rigen los efectos posicionales, sino una excepción que se explica por el alto grado de lexicalización de las funciones discursivas de realmente, que minimizan los efectos posicionales generales. El análisis de los atributos enunciativos en –mente confirma la importancia de la posición sintáctica para el alcance atributivo, que hemos observado en la Segunda Parte. De hecho, los atributos enunciativos suelen tener un alcance catafórico que los distingue de los adverbios de manera. Ello no impide que algunos atributos enunciativos lexicalizados como tales se usen con la misma función después del verbo y sin ser separados de él por una pausa, pero se trata de una variante marcada que se da bajo determinadas condiciones de lexicalización y/o entonación.

277

9.

Elementos de variación lingüística sincrónica y diacrónica

9.1. La competencia diasistemática de los atributos En la acepción de Weinreich (1954), la noción estructuralista de diasistema se refiere a rasgos compartidos por distintos subsistemas de una lengua, es decir, a un sistema de sistemas. Es el caso, por ejemplo, del sistema verbal modal, temporal y aspectual de las lenguas románicas (Coseriu (1996, 95)). Según Weinreich, la dialectología es el estudio de las variedades diatópicas que se producen en contraste con el diasistema. Coseriu (21992, 280–285), por su parte, distingue las diferencias diasistemáticas diatópicas, diastráticas y diafásicas de las convergencias sinsistemáticas sintópicas, sinstráticas y sinfásicas. Más recientemente, se les ha añadido la variación diamésica que se refiere a la variación oral-escrita, que merecería recibir el término correlativo sinmésico. En el discurso metalingüístico reciente, el término variación diasistemática pasó a ser usado como término genérico que abarca el conjunto de los fenómenos variacionales dentro de una lengua (cf. Koch / Oesterreicher (2007, 37)). Se olvida a veces que es muy importante, en el marco de esta perspectivación teórica, explicitar la base sinsistemática de los fenómenos variacionales. Por otro lado, podemos preguntarnos si es posible identificar un fundamento sinsistemático en lenguas como el rumano, en las que el aporte de las lenguas eslavas, del húngaro y del griego ponen en tela de juicio la existencia de un sinsistema. En tal caso, habrá que describir la variación en el marco de un enfoque onomasiológico que parte de una función lingüística, es decir, una entidad más universal. Remitimos a Oesterreicher (2005) para un análisis sistemático de la relación que mantienen las dimensiones variacionales con la historia de la lengua. En lo que a la función atributiva se refiere, la coexistencia de los atributos simples (cierto) con los atributos sufijados (ciertamente) y los atributos perifrásticos (por cierto), constituye un rasgo común de las variedades de la lengua española. Se trata de un rasgo diasistemático que abarca gran parte de las lenguas romances, especialmente en las zonas de influjo de las lenguas que empezaron primero a establecer una cultura de escritura. La teoría del desarrollo diacrónico de los sistemas atributivos romances esbozada al principio del presente trabajo, nos acerca todavía más a una característica sinsistemática observable dentro de la función atributiva. De esta forma, disponemos, dentro de la función atributiva, de un conjunto de propiedades que unen las lenguas romances, en mayor o menor medida, y que las distinguen de lenguas como el alemán. De cierta forma, este libro es un intento de 279

relacionar el desarrollo de las funciones discursivas en las unidades atributivas que se ven involucrados en un proceso diacrónico general de convergencia y divergencia. De ello se desprende que no nos referimos a una invariable sinsistemática en el sentido estructuralista riguroso, que tiende a dar una interpretación casi matemática a sus conceptos, sino a tradiciones compartidas que constituyen tendencias fundamentales a partir de las cuales se perciben y explican mejor las divergencias. La tradición oral impulsada por el latín hablado transmitió a todas las lenguas romances el sistema atributivo monocategorial, que consiste en usar en primer lugar una sola categoría morfológica para realizar las funciones sintácticas adjetivales, adverbial-atributivas y eventualmente circunstanciales. La adverbialización de los adjetivos con el sufijo –mente abarca esencialmente las lenguas romances con larga tradición escrita, donde domina la expresión escrita. Pensamos que la tradición escrita de usar los adverbios en –mente fue desarrollada, primero en los textos de la Iglesia y del Derecho, a partir del modelo clásico de la perífrasis nominal (lat. clásico buena mente facere) y de modelos orales marginales, tales solamente y totalmente. Además, todas las lenguas y variedades se servían y siguen sirviéndose de expresiones perifrásticas. Los atributos transpuestos a funciones discursivas se nutren de estas fuentes. En efecto, en las Tablas del capítulo 2 constan representantes de los tres tipos de formación, que hemos ilustrado arriba con la serie cierto, ciertamente y por cierto. Cierto, ciertamente y por cierto no se limitan a coexistir en un sistema compuesto por subsistemas, sino que compiten en el mismo ámbito funcional, con la eventualidad de diferenciarse funcional y semánticamente, según sea la variedad en cuestión. Por consiguiente, en el caso de los atributos, la variación lingüística se presenta en términos de aprovechamiento o no aprovechamiento de potenciales semánticos y funcionales, es decir, de preferencias o dispreferencias de uso describibles con criterios cualitativos y cuantitativos. La exclusión de ciertas posibilidades disponibles en el diasistema constituye un caso extremo. Según hemos visto, la tradición escrita normativa llega efectivamente a excluir casi por completo los marcadores discursivos como bueno, claro, igual, total, etc., al mismo tiempo que los adverbios en –mente se ven largamente favorecidos. Pero normalmente, el aprovechamiento de un recurso ocupa un punto en un gradatum que va desde la preferencia mínima a la máxima. Desde el punto de vista empírico, la tarea consiste en describir el aprovechamiento de las posibilidades lingüísticas disponibles en determinadas variedades de la lengua. Este capítulo se propone estudiar las características diatópicas, diastráticas, diafásicas y diamésicas de los atributos, que se encuentran, además, relacionadas con el eje variacional diacrónico. En 8.1 hemos resaltado la importancia de los factores diamésicos para el empleo de los adverbios en –mente frente a sus competidores. No sería suficiente, sin embargo, reducir las diferencias entre oralidad y escrituralidad al concepto de la variación lingüística. La escritura no es simplemente una variedad expresiva que se produzca sincrónicamente a partir de una base compartida con la oralidad, sino el producto de una cultura lingüística que se fue constituyendo históricamente con cualidades sui generis que debilitan la base común. En concreto, las 280

diferencias variacionales diamésicas de los atributos no se manifiestan solamente a través de su frecuencia, sino también como diferencias cualitativas significativas, como lo son la polifuncionalidad de los marcadores discursivos oral-informales y la enorme extensión de las funciones discursivas de los adverbios en –mente en la expresión escrita. Dicho de otro modo, las dos tradiciones se constituyeron su propia base sinsistemática a partir de las cuales se observan procesos de ósmosis entre ellas. Es más, la cultura escrita actuó como polo normativo que guía nuestro comportamiento lingüístico hasta el punto de intervenir en las tradiciones orales, acercándolas a la llamada lengua común (cf. Maas (2010a, 8)). Así, muchos dialectos, sobre todo en Francia, tienden a diluirse en un estándar regional más próximo del estándar nacional. Con todo, no sería acertado considerar la tradición escrita como producto artificial, con sus connotaciones negativas frente a la naturalidad del habla oral informal, ya que la tradición escrita tiene una función en nuestra cultura. Tanto en la oralidad como en la escrituralidad nos servimos de la lengua como instrumento. En este sentido, no es menos natural la comunicación escrita que la oral. No podemos oponer la tradición antigua de los cuentos orales como algo natural frente a los cuentos de hada escritos ‹artificiales›. La base biológica de la oralidad puede ser algo más natural, pero sus productos pueden ser tan ‹artificiales› como los de la escritura. En los dos casos, se trata de productos culturales. Es normal que el aprovechamiento cultural de los recursos dependa de la cultura en cuestión y de sus recursos técnicos (Maas (2010a, 5–19)). Por eso, la digitalización y la telecomunicación abren nuevas perspectivas al desarrollo de la cultura lingüística. En el caso que nos interesa, conviene resaltar el influjo de la norma culta escrita, transmitida por la escuela y el saber común, que crea una situación que podríamos casi denominar de contacto lingüístico. Lo menos que se puede decir, es que los niños del campo chileno se encuentran claramente en una situación de contacto con la norma escrita a partir del momento en el que se convierten en alumnos frente al profesor. Basta con recordar la obra de Andrés Bello para tomar consciencia de la voluntad de la nueva nación chilena para dar una ‹buena› educación lingüística a los alumnos. Nos arriesgamos incluso a afirmar que la conciencia normativa, correlato de una conciencia de hablar mal, es particularmente fuerte en Chile, justamente por la actitud de la enseñanza nacional desde el siglo XIX. El deseo de hablar y escribir ‹correctamente› es una preocupación permanente en las empleadas domésticas entrevistadas por Bettina Kluge.1 Por eso, el contacto de la tradición oral con la norma culta es un rasgo diasistemático establecido por una larga tradición. Por confusa que se presente esta norma a la hora de captarla, y por ocultos que queden los mecanismos de su transmisión, la propia conciencia de su existencia y el deseo de respetarla, actúan a modo de una mano invisible, con posibles efectos de hipercorrección. En consecuencia, la historia de la lengua no es, en nuestro caso, un desarrollo lineal, sino un desarrollo marcado por la relación dialéctica de lo hablado y de lo escrito. 1

Se sabe que en Chile se prefieren a veces las empleadas domésticas peruanas por su reputación de hablar correctamente el español (y por salir más barato).

281

Ante la especificidad y homogeneidad del Corpus Kluge, no podemos pretender a más que a desprender algunos aspectos y elementos variacionales. El análisis completo de las características variacionales dependerá de un esfuerzo colectivo de los lingüistas. Esperemos que un día esté disponible un corpus de la lengua española representativo en términos variacionales. No abordaremos de forma sistemática la perspectiva pragmática que consiste en observar la selección de los recursos en función del tipo de comunicación y de la situación comunicativa. La hemos integrado, en lo posible, en la descripción de los marcadores del discurso en la Segunda y la Tercera Parte, insistiendo en la importancia de estudiar también los recursos que no se usan en determinadas funciones y situaciones comunicativas. Evidentemente, no sería posible explicar el uso situacional sin disponer de una descripción de las variedades de una lengua. Así, por ejemplo, hay que conocer la relación de los adverbios en –mente con el habla culta para explicar la estrategia situacional de un hablante que desea presentarse como hablante culto que habla bien.

9.2. Convergencias y divergencias diasistemáticas en la función atributiva En la lista de marcadores del discurso de Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4200–4203), que era la más completa hasta la publicación del diccionario de Fuentes Rodríguez (2009), no viene documentado ningún atributo enunciativo con forma de adjetivo que no hayamos encontrado también en el Corpus Kluge. De ello se desprende que la variedad chilena comparte con el español estándar el mismo núcleo de unidades, es decir, un rasgo sinsistemático. Ello no quiere decir, sin embargo, que las unidades tengan exactamente las mismas funciones. Según hemos visto en 5.7, las funciones de mejor observadas en el Corpus Kluge discrepan bastante de las que se comentan en la Gramática descriptiva de la lengua española. En el inventario establecido por Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999), la única unidad digna de mención que entra en el ámbito de nuestra perspectiva de investigación, y que no hemos encontrado en nuestros datos, es inclusive, que no es un adjetivo, sino un adverbio enunciativo invariable con forma propia, como bien. A diferencia de bien, inclusive pertenece a la tradición culta. En el Diccionario de partículas discursivas del español de Briz ((ed.) (2009 y ss.)) aparece la forma análoga máxime y un marcador del discurso en boga, fi jo, que sí entraría en el grupo de los atributos enunciativos con forma de adjetivo. Fijo no se encuentra en el Corpus Kluge, pero tampoco lo citan Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999). Se trata de un marcador discursivo con expansión incipiente a partir de variedades diastráticas subestándar del español peninsular. En la óptica contraria, hay varias unidades documentadas en el Corpus Kluge que no constan en el inventario de Martín Zorraquino / Portolés Lázaro. Es el caso de los marcadores del discurso igual, solo, cierto, justo, exacto y horrible. Cierto falta porque se trata de un americanismo en la sincronía de hoy. La ausencia de horrible se explica por el hecho de tratarse de un caso de discursivización productiva, incluso para la variedad chilena. Igual, solo, justo y exacto faltan sin duda porque 282

no son considerados marcadores del discurso. La inclusión o exclusión de algunos atributos enunciativos en los diccionarios de signos discursivos tiene que ver también con la tradición gramaticográfica. Los modificadores atributivos determinativos (solo, justo, etc.) y los atributos modales epistémicos (seguro / seguramente, etc.) suelen ser tratados en las gramáticas como adverbios, si es que se mencionan. Por eso, una gramática que dedica un capítulo a los marcadores del discurso, como es el caso de la Gramática descriptiva de la lengua española (Bosque / Demonte (1999)), tiene que decidir donde se tratan los modificadores determinativos y los atributos epistémicos. Notemos que los regionalismos subestándares puro, mero, mismo no constan ni en la lista presentada por estos autores, ni en el Corpus Kluge. Ello confirma nuestra clasificación variacional de los datos del Corpus Klugo como registro estándar popular, en el que faltan los regionalismos. El diccionario más reciente de Fuentes Rodríguez (2009) tiene en cuenta la mayoría de los atributos enunciativos reseñados por nosotros, porque la autora, al igual que nosotros, emplea criterios amplios. Las únicas unidades no lematizadas son cierto, horrible y mismo. El primer caso se explica por el escaso uso que se hace de cierto en el español peninsular representado en el CREA. Horrible falta por tratarse de un ejemplo productivo, quizá algo frecuente. Explicamos la ausencia de mismo por la marginalidad de sus funciones discursivas en el ámbito peninsular, tanto en la expresión escrita como en la oral no regional. Ello se ve confirmado por el análisis de los artículos de puro y mero. Estos atributos tienen entrada, pero solo por sus variantes adnominales (el mero hecho, pura retórica). De ello se desprende que la gran polifuncionalidad que tienen mero y puro en las hablas regionales, sobre todo americanas, se encuentra muy reducida en el español peninsular estándar. Del mismo modo, suponemos que las funciones discursivas de mismo no se salen de la expresión subestándar. En resumidas cuentas, podemos constatar la existencia de un fondo patrimonial de atributos enunciativos con forma de adjetivo que ocurren tanto en nuestro corpus chileno como en el español peninsular estándar. Ello refleja una tradición oral común. En este fondo patrimonial se observan algunas diferencias funcionales y tendencias describibles en términos cuantitativos, como quizá una mayor frecuencia del uso contrapositivo de bueno en España. Tanto en América como en España, se constatan fenómenos de reducción de la polifuncionalidad en la expresión estándar frente las variedades subestándar. Tenemos que suponer, además, un reflejo muy parcial de la oralidad en la tradición escrita, en todos los ámbitos regionales de la lengua española. De ahí que no sea probable que se pueda captar la diacronía polifuncional de los atributos enunciativos con forma de adjetivo a partir del análisis de corpus diacrónicos compuestos por textos escritos. Por otro lado, los ejemplos de Kany, que nos permitieron documentar la polifuncionalidad de puro y mero, fueron extraídos de textos literarios. La riqueza expresiva de los textos literarios, que es una de sus características más importantes, saca a la luz muchas variantes que no se detectarían en la lengua padrón, si una corriente literaria como la criollista no se dedicara a reflejar los usos dialectales de la lengua. Pero la situación puede haber sido otra en un siglo en el que dominaba el 283

purismo lingüístico. Así las cosas, la diacronía empíricamente accesible con textos escritos puede darnos una visión falsa de la diacronía, si el uso de una unidad o función es la consecuencia de un cambio de las actitudes lingüísticas, por ejemplo en el marco de una nueva corriente literaria.

9.3. La variación idiolectal La variación se observa, en primera instancia, entre los modos de hablar de los hablantes. El habla individual se caracteriza por variantes que dependen del origen, del nivel educacional, de la situación, del tipo de texto, del interlocutor, del grado de formalidad y también de las preferencias individuales generales (cf. Rabanales / Contreras (1992, 678)). Un idiolecto se produce en la medida en que las opciones que ofrece una lengua se ven favorecidas o desfavorecidas de forma sistemática en un hablante individual. Debido a la homogeneidad del Corpus Kluge, que reúne entrevistas semi-dirigidas hechas a empleadas domésticas oriundas del Sur de Chile que trabajan en la capital, no disponemos de datos para analizar en profundidad la variación lingüística en todas sus dimensiones. En realidad, lo único que podemos hacer con buen fundamento empírico es comparar los idiolectos de las hablantes con relación a una situación comunicativa invariable: la entrevista autobiográfica con una investigadora joven. En efecto, las diferencias entre idiolectos deberían aparecer con bastante claridad en el Corpus Kluge, ya que los otros factores variacionales mencionados arriba no varían, con algunas reservas que conciernen las diferencias de edad o de nivel escolar. En este sentido, el corpus es idóneo para estudiar la variación idiolectal, si bien no podemos pronunciarnos sobre los idiolectos de forma general, es decir, no sabemos si una hablante no prefiere otros signos discursivos cuando la situación comunicativa es otra. Por eso, lo que realmente podemos estudiar con nuestros datos son los idiolectos con respecto a una sola situación. Desde el punto de vista metodológico, el hecho de que la situación comunicativa sea la misma es una ventaja, ya que resulta inconcebible idear un acceso metodológico al idiolecto de una persona, sin definirlo como una arquitectura compuesta por los comportamientos lingüísticos típicos de una persona en distintas situaciones comunicativas. Según se desprende de la Tabla 12, las frecuencias absolutas de los marcadores del discurso del Corpus Kluge difieren bastante según la hablante entrevistada:

284

Tabla 12: Frecuencias absolutas de los marcadores discursivos por hablante Raquel Marta Marisa Marcela Julia a lo mejor 1 a ver 5 además ahí 1 así po bien bueno 1 cierto 1 claro 10 como bien de hecho de repente 1 definitivamente efectivamente 1 en realidad en serio entonces 32 exacto 1 generalmente 4 horrible igual incluso 1 justo 1 la verdad lo mismo más que nada 2 mejor 1 no po no sé 1 no sé po nomás nomás po o sea 27 po 1 por lo menos 1 por suerte precisamente probablemente 1 pues 1 qué sé yo quizá / quizás realmente seguramente sí po simplemente 1 solamente 5 solo tal vez 2 también total vamos a ver ya ya po Total 103

1

12 5

1 6

3 52

1 1 6

1

2 63 6 1 1

Irina

Graciela

1 1 1

20 1 4 1

7

8

2

44

Adela Sandra Total

2

1

1

1 1

9 1 9

11 19

3 1 2

44

2 3

2

22

31

4

23 2

49 3

2

8

2 6

49

1

1 13 1

1 2 3

2 3

2

2 1 1 2

1

1 3 1

22

1

4

1

1

1 1 46 3

1 1 9 2

1 8 1

3 4

7 8

5

1

1 1 5

2

3

4 2 5 3

1

4

1 20 10

2 1 3 1 1

5 1

1 2

1 1 1

10 1

3 6

1

2 5 2

3

1

1

1 2

4

72

42

160

1 2

2 1 6 1 152

1

1

1 31

239

148

33

285

15 14 2 8 2 2 123 4 152 1 1 6 1 1 6 2 199 1 6 1 93 7 3 1 1 2 4 5 32 6 7 6 118 29 1 2 1 1 17 9 2 14 2 6 7 28 4 4 2 3 1 14 1 980

Sin embargo, las frecuencias absolutas representadas en la Tabla no son directamente significativas, porque el tamaño de las entrevistas difiere considerablemente (v. 1.2, Tabla 1). Por consiguiente, hay que referirse a las frecuencias relativas. En lugar de indicar simples porcentajes, hemos optado por una frecuencia relativa con la que no se pierde la idea del texto. Siendo el tamaño medio del corpus por hablante de unas 8000 palabras aproximadamente, indicaremos la frecuencia relativa de cada unidad por 10 000 palabras de texto (Tabla 13). De esta forma, la cifra corresponde bastante bien a lo que sucede en una entrevista virtualmente representativa por el tamaño. Además, escogiendo la referencia con 10 000 palabras, y no con 8 000, facilitamos la comparación a investigaciones futuras que operan con porcentajes, el tanto por mil o millón, etc. La extrapolación de las frecuencias a un tamaño de referencia de 10 000 palabras es algo problemática. Sería sin duda mejor disponer de corpus iguales en términos cuantitativos. Con todo, el problema de la extrapolación se da esencialmente en las palabras poco frecuentes porque no tiene sentido multiplicar artificialmente las ocurrencias ocasionales. Así, la extrapolación convierte la única ocurrencia de mejor en el discurso de Marisa en 4 ocurrencias. Esto no corresponde ni mínimamente a la probabilidad de uso de mejor. Lo mismo vale para los adverbios en –mente que se usan ocasionalmente en el habla coloquial. En términos generales, las unidades que ocurren por pura casualidad se ven sobrerrepresentadas. No obstante, este tipo de distorsión matemática no incide en nuestro análisis, donde el interés se dirige a las unidades más frecuentes de un idiolecto. La lectura de la Tabla 13 por columnas nos indica las proporciones de uso de los distintos signos discursivos en un mismo idiolecto. Además, la última columna indica los promedios de uso en la totalidad del corpus. En cambio, la lectura por líneas nos muestra las diferencias que se observan de una hablante a otra. La última línea nos dice lo proclives que son las hablantes a usar los signos discursivos reseñados. Las frecuencias que indicamos a continuación son las relativas de la Tabla 13. Si consideramos la ocurrencia frecuente de un signo en todos los idiolectos, que aparece al final de las líneas, como indicador de un uso generalizado, podemos establecer una lista de los signos más frecuentes que contiene bueno, claro, entonces, po y solamente. Igual y o sea son también de uso bastante general, pero las diferencias idiolectales en las frecuencias de uso son tan importantes que conviene caracterizarlos como marcadores discursivos de uso general con preferencias idiolectales muy fuertes. O sea se reparte esencialmente entre Marcela, Raquel e Irina. Del mismo modo, 64 de 97 ejemplos de igual pertenecen a Marcela y Julia. Los datos cuantitativos del cuadro confirman asimismo el estatus de igual y o sea como unidades enunciativas marcadas diafásicamente. Resulta interesante ver que el uso de solamente se observa en 8 hablantes sobre 9, mientras que solo ocurre en 4 hablantes. De ello se desprende que es más general el uso de solamente que el de solo. Mencionemos también que 12 de las 15 ocurrencias de a lo mejor, y 9 sobre 13 ocurrencias de qué sé yo se deben a la hablante Marcela. En el caso de bueno, 68 de 168 ocurrencias son de Marcela y 30 de Julia. 130 de 224 ejemplos de claro son de Marta y Graciela. Casi todas las ocurrencias de no sé son de Marcela e Irina. 286

Tabla 13: Frecuencias relativas redondeadas en ocurrencias por 10 000 palabras Raquel Marta Marisa Marcela Julia a lo mejor 1 a ver 6 además ahí 1 así po bien bueno 1 cierto 1 claro 12 como bien de hecho de repente 1 definitivamente efectivamente 1 en realidad en serio entonces 37 exacto 1 generalmente 5 horrible igual incluso 1 justo 1 la verdad lo mismo más que nada 2 mejor 1 no po no sé 1 no sé po nomás nomás po o sea 31 po 1 por lo menos 1 por suerte precisamente probablemente 1 pues 1 qué sé yo quizá / quizás realmente seguramente sí po simplemente 1 solamente 6 solo tal vez 2 también total vamos a ver ya ya po Total 117

1

12 5

1 4

2 36

4 4 27

4

2 68 6 1 1

Irina

Graciela

1 1 1

16 1 3 1

30

17

9

94

Adela Sandra Total

5

1

2

1 1

21 2 21

9 16

2 4 2

30

9 13

4

24

24

17

25 2

39 2

9

17

2 14

40

2

1 11 1

1 2 2

1 2

9

1 4 1 9

1

4 13 4

24

1

17

2

4

1 1 49 3

1 1 7 2

4 35 4

7 9

8 9

4

4

1 1 5

2

2

3 1 3 2

2

9

1 16 8

1 1 2 1 4

3 1

4 9

2 4 4

8 2

2 5

4

2 4 2

6

2

2

2 5

3

153

96

133

1 2

1 1 4 1 104

1

1

4 133

254

119

141

15 18 2 6 3 2 168 8 224 1 1 8 4 1 8 9 216 1 6 1 97 6 2 4 1 2 11 5 51 15 9 8 148 42 1 1 1 1 17 13 5 15 5 7 9 39 4 4 1 3 2 18 1 1250

287

Si pasamos del análisis de las formas en las líneas de la tabla al análisis de las columnas correspondientes a las hablantes (idiolectos situacionales), observamos una preferencia de Raquel por claro y o sea, de Marta por claro, de Marisa por claro y no sé po, y de Irina por bueno, no sé y o sea. Marcela utiliza con predilección a lo mejor, bueno, igual, no sé y o sea, constituyéndose asimismo en la hablante con mayor inclinación general a usar los marcadores discursivos. A Julia le gusta igual. Además, prefiere bueno sobre claro. A diferencia de ella, Graciela tiene una preferencia muy marcada por claro, y Adela usa bueno y claro en la misma medida. No se confirma, para Chile, la observación de Cortés Rodríguez (1991, 65) acerca del habla oral peninsular, según la cual el uso de claro es típico de hablantes de más de 50 años. En el Corpus Kluge, las personas que más recurren a claro son Graciela, Marisa y Marta, que tienen 24, 39 y 52 años respectivamente. Marisa tiene una preferencia curiosa por los signos discursivos conceptualmente opuestos, claro y no sé po. Esto puede sorprender a primera vista, pero, en el fondo, no parece excepcional que un hablante tenga que afirmar y negar en la misma conversación. Pensándolo bien, podemos incluso decir que claro y no sé po se complementan muy bien por su papel interactivo abierto, claro y ofensivo. Son manifestaciones de la misma actitud abierta y directa de la hablante. Además, su empleo cuadra bien con la dispreferencia de Marisa por el marcador discursivo prudente bueno. De modo más general, las hablantes que manifiestan una preferencia por claro (Marta, Marisa, Graciela), son poco inclinadas a usar bueno. En cambio, Marcela prefiere bueno en detrimento de claro. De esta forma, los resultados cuantitativos corroboran la hipótesis, según la cual claro y bueno obedecen a estrategias y personalidades comunicativas opuestas y complementares. La frecuencia elevada de una unidad puede ser el correlato de un tema específico y no de un idiolecto. Así, por ejemplo, la frecuencia excepcional de entonces en el Corpus Kluge, con 199 ocurrencias frente al segundo marcador claro, con 152 (cifras absolutas en Tabla 12), refleja la abundancia de las narraciones autobiográficas con características secuenciales. La frecuencia relativa elevada de entonces en cada uno de los 9 idiolectos confirma esta vinculación temática. En el mismo sentido, realmente es el único adverbio en –mente algo preferido por al menos una hablante. La elevada frecuencia de realmente en el discurso de Sandra refleja el énfasis que ella manifiesta ante las experiencias tristes que está narrando. En el caso concreto, la frustración de Sandra es una actitud constante, al menos cuando se refiere a su vida, convirtiéndose asimismo una característica idiolectal, pero no como simple tic, sino como reflejo lingüístico de una psicología individual real. La escasa frecuencia general de los adverbios enunciativos en -mente en el Corpus Kluge no nos permite pronunciarnos con mayor exactitud sobre las afinidades idiolectales. La importancia de la variación idiolectal en el Corpus Kluge demuestra claramente lo arriesgados que son, metodológicamente, las abstracciones estadísticas efectuadas en no pocos trabajos sobre los marcadores del discurso. De hecho, varios de los estudios cuantitativos operan con promedios de uso de los marcadores discursivos analizados, sin tener en cuenta las enormes discrepancias individuales y situacionales. Las diferencias idiolectales nos obligan a ser prudentes a la hora de 288

interpretar estadísticamente los datos individuales en niveles de mayor aglomeración (estrato social, edad, etc.). Serrano (1999, 125–130), por ejemplo, observa un uso algo más frecuente de algunas funciones del marcador bueno en el nivel social bajo. Podríamos explicarlo como consecuencia posible de una actitud de prudencia frente al entrevistador (cf. 3.2.2), del uso de una gama mayor de marcadores en los estratos más cultos, que reducen la frecuencia individual de cada marcador (cf. 5.1), o de un mayor grado de planificación del discurso, en los hablantes con alto nivel educacional, que implica una reducción de las ‹muletillas›, ya que su uso es criticado por la norma. No obstante, el hecho de que la autora no explicite las diferencias idiolectales no permite formular tales conclusiones con el rigor necesario. Si el uso no es homogéneo, la abstracción no es válida, o sea, las tendencias no dicen nada si no se manifiestan de forma muy clara. Compárese al respecto el análisis más cuidadoso del uso de los marcadores discursivo en el español oral coloquial de la Península según niveles socioculturales de Cortés Rodríguez (1991, 34–43). Cabría tener en cuenta, además, que la preferencia puede no darse simplemente por un signo discursivo u otro. Según hemos visto en la Segunda Parte, las preferencias se observan a menudo para ciertas funciones en detrimento de otras que coexisten en la polifuncionalidad de la misma unidad enunciativa. Así, la función de cierre autoritario con bueno no se observa en las hablantes del Corpus Kluge, ni el uso polémico de o sea, por frecuentes que puedan ser en otros tipos de discurso o con otras personalidades. No pasemos por alto tampoco la preferencia individual por determinadas posiciones para realizar la misma función. Así, por ejemplo, 25 de los 29 casos, en los que claro actualiza la función confirmativa en posición final son de Graciela. Nos contentamos aquí con indicar estos aspectos, que constituyen un mundo aparte, por no decir, un universo, sobre todo si se incluye la prosodia y las funciones de los padrones prosódicos. No cabe duda de que cualquier análisis del funcionamiento de los marcadores discursivos queda incompleto si no se abordan esos temas. En lo tocante a la teoría del «Sprachausbau» (‹elaboración y diversificación cultural de una lengua›) de Maas (2010a,b), conviene añadir que resultaría muy simplista considerar la arquitectura interna de la cultura escrita, como único representante de un desarrollo diferenciado de la lengua. Por cierto que sea que el desarrollo de una cultura escrita internamente diferenciada según tipos de texto, grados de formalidad, etc. constituye el ejemplo histórico más claro de una extensión del potencial expresivo de un lengua, ello no quiere decir que la expresión escrita sea más desarrollada que la oral en todas las funciones comunicativas. La arquitectura compleja de las realizaciones sintácticas, discursivas, pragmáticas y prosódicas de los marcadores discursivos, constituye un ejemplo impresionante de la riqueza expresiva de la cultura lingüística oral, que excede, por mucho, lo que la cultura escrita logró en el mismo campo. Basta con leer en nuestros perfiles de uso los listados largos de la «combinatoria de modulación» de los marcadores discursivos, para ver lo diferenciada que es la cultura oral de los marcadores discursivos. En los marcadores discursivos con forma de adjetivo, la riqueza oral hace contraste con la pobreza escrita. Ello no quiere decir que la expresión escrita no disponga de 289

riquezas que le son propias, como la diferenciación impresionante de las funciones discursivas que se reflejan en el uso de los adverbios en –mente. Pero no cabe duda de que el «Sprachausbau» no es una propiedad exclusiva del habla escrita. Con todo, tampoco cabe pasar por alto que el desarrollo de una cultura escrita se refiere a la lengua en su totalidad, es decir, a un esfuerzo colectivo, por ejemplo como ‹lengua nacional› consagrada por las gramáticas positivas, mientras que el desarrollo oral se produce de forma más local y espontánea a partir de la actividad comunicativa.

9.4. Los atributos enunciativos en la expresión oral y la expresión escrita Un rasgo que generalmente no es considerado variacional con respecto a los subsistemas, es la oposición dialéctica de las tradiciones oral y escrita que constituye el hilo conductor de nuestras investigaciones sobre el tema de la atribución. Tradicionalmente, el código escrito es mirado como simple transcripción del código oral: se transmite el mismo mensaje con un medio distinto, además ‹menos natural›. Por eso, los dos códigos no suelen ser considerados como variedades o subsistemas de la lengua, ni en la clasificación de los diasistemas, ni en las variables sociolingüísticas. Bauhr (1994, 100), por ejemplo, analiza el uso escrito de bueno a partir de los mecanismos de transformación del discurso directo en indirecto, como si el discurso directo no fuera ya un mecanismo de la tradición escrita, con el que se pretende reflejar la oralidad, sin lograrlo. Así, en las novelas, los discursos directos suelen adoptar la forma de oraciones completas. En la realidad oral, el análisis conversacional empírico pone de manifiesto que se pueden, como mucho, identificar trechos o bloques enunciativos. Además, autores como Söll (31985) y Koch / Oesterreicher (2007) comprobaron que no existen solamente los códigos, sino también conceptos anclados en la conciencia lingüística que implican una idea de lo que es un texto escrito o un texto oral. De este modo, un texto oral muy formal puede acercarse a lo que sería, según la conciencia lingüística, un texto escrito. El hecho de que la escrituralización no implique solamente un cambio de código sino también una conceptualización formal diferente, acabó por transformar la tradición escrita en un modelo de expresarse sui generis que dista claramente de la expresión oral espontánea (cf. Kabatek (1994)). Así las cosas, fuerza es constatar que la variación diamésica es un factor fundamental en la descripción variacional del español y de otras lenguas con larga tradición escrita. En cuanto al francés, la hipótesis del français avancé (Frei (1929)), que suponía que la expresión oral libre no normativa preludiaba al desarrollo futuro de la lengua, fracasó claramente (cf. Hunnius (2003; 2004; 2009)). Todo depende de la actitud de los hablantes. Si la actitud es conservadora y fiel a las normas del bon usage o de las reglas adquiridas en la escuela, la expresión coloquial se reflejará muy poco en la expresión escrita u oral culta. Si la actitud es liberal, como de hecho vino a producirse de forma bastante general durante el siglo XX, el impacto puede ser mayor. Y si la identidad regional es un factor importante en algún momento de la historia, una corriente literaria como la criollista puede reflejar ciertos rasgos dialectales que 290

pasarían desapercibidos en la literatura de bon usage. Aun así, basta con comparar los ejemplos transcritos del Corpus Kluge con ejemplos de literaturización del habla oral (v. 10.7) para darse cuenta del abismo que separa la mímesis oral en la expresión escrita de la realidad oral, incluso sin abordar los problemas de transcripción fonética. Por liberal que sea un hablante, el mismo hablante va a ejercer un control a la hora de escribir. Además, el simple hecho de ser el código escrito un medio que sirve para comunicarse a distancia implica un mayor grado de explicitud que se traduce en una mayor frecuencia de unidades descriptivas (cf. Maas (2010b, 27, 106)), como lo son justamente los adjetivos y los adverbios atributivos de los que nos ocupamos aquí (cf. Drieman (1962); Chafe (1982, 41–42); Biber (1988, 50–51, 104–105, 139–141); Biber et al. (1999, 504–507)). De ello se desprende que la relación de la expresión oral con la escrita es de tipo osmótico. Por eso, hay buenos motivos para integrar la expresión escrita y la oral en las perspectivas variacionales, al menos si existen largas tradiciones escritas que acabaron por establecer normas propias, como es el caso de la lengua española. Veremos en los capítulos 10 y 11 que ello tiene consecuencias muy importantes, generalmente pasadas por alto, a la hora de considerar los llamados procesos de gramaticalización, que no se deberían analizar sin hacer caso a la relación dialéctica de lo oral y de lo escrito. La diacronía de las formas lingüísticas que sirven para realizar las funciones atributivas en las lenguas romances es un ejemplo muy llamativo de lo separadas que pueden encontrarse la tradición oral de la tradición escrita. La tradición oral está marcada por el sistema monocategorial, que no distingue, a nivel categorial, el adjetivo del adverbio, en tanto que la tradición escrita ha impuesto con un esfuerzo milenario la separación categorial de adjetivo flexivo y adverbio en –mente. El análisis del Corpus Kluge en Hummel (2007, 2008b, 2009, 2010b) muestra claramente que la importancia del sistema monocategorial es mucho mayor en la expresión oral informal, de lo que los hablantes cultos, incluidos los lingüistas, suelen creer o admitir. En lo que atañe a los atributos enunciativos en la expresión oral, la baja frecuencia de ejemplares y el menor grado de polifuncionalidad intra e interdiscursiva de los adverbios en -mente con función discursiva, los coloca en una situación marginal frente a los marcadores del discurso prototípicos con forma adjetival como bueno, claro, igual, etc., a tal punto que los adverbios en –mente no suelen ser considerados como marcadores del discurso, ya que estos son tradicionalmente identificados a partir de documentos orales. De esta forma, la tendencia a excluirlos de los marcadores discursivos tiene que ver también con la constitución del análisis del discurso y del análisis conversacional como disciplinas centradas en la expresión oral. La situación cambia radicalmente cuando se mira la expresión escrita. El discurso escrito evita el uso los marcadores del discursos orales, y particularmente los atributos simples tales bueno, claro, igual, total, etc., excepto cuando sirve para imitar la oralidad. En contrapartida, los adverbios en –mente y las alternativas perifrásticas se ven largamente favorecidos. Al mismo tiempo, la dinámica interdiscursiva pasa a un segundo plano frente a la elaboración de un discurso monologal planificado y estructurado. Además, la norma culta tiende a privilegiar lo explí291

cito sobre lo implícito, por ejemplo, cuando se exige escribir con ‹frases enteras›. Por eso, el número de signos discursivos que sirven para construir el discurso con máxima explicitud aumenta considerablemente, ofreciendo asimismo la posibilidad de especificar las relaciones establecidas con conectores semánticamente muy especializados. Lo mismo sucede con los adverbios en –mente enunciativos, que pasan a conformar listas muy largas y conceptualmente diferenciadas en la expresión escrita, permitiendo la expresión clara de distintos de puntos de vista (p. ej., históricamente, actualmente, científicamente, etc.) o actitudes epistémicas (seguramente, probablemente, posiblemente, etc.), por mencionar solo dos casos. Es posible que su escaso uso en la conversación oral espontánea tenga que ver también con el hecho de que en los adverbios en –mente suela existir un significado conceptual importante (Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4059)) que favorece su uso escrito conceptualmente diferenciado, a la vez que desfavorece su empleo en la oralidad informal, proclive a contar con las capacidades inferenciales para determinar las relaciones enunciativas. De ello se desprende que la importancia que se les atribuye a los adverbios en –mente enunciativos en la construcción del discurso depende mucho del material analizado. El hecho de que existan, normalmente, atributos enunciativos en -mente que tienen la misma base léxica que los atributos enunciativos monocategoriales (tipo cierto / ciertamente), pero solo excepcionalmente un atributo enunciativo simple que corresponda a los adverbios en –mente efectivamente documentados en nuestro corpus, y lógicamente tampoco a los muchos que se usan en la expresión escrita, es un reflejo del desarrollo diacrónico, en la medida en que las formas en –mente se añadieron a los atributos monocategoriales preexistentes, conduciendo a pares del tipo claro / claramente, sin que se produjera necesariamente el proceso complementario, es decir, la formación de atributos monocategoriales para sustituirse a los adverbios en –mente.2 Ello refleja el hecho histórico de la creación de una dinámica propia de la tradición escrita, con tendencia a independizarse parcialmente de la tradición oral. En casos como mismo / mismamente, se observa en la diacronía el intento fracasado de imponer la forma en –mente para las funciones adverbiales. En el caso de puro / puramente y mero / meramente, el uso adverbial de las formas no sufijadas se observa todavía en algunas variedades regionales, pero no en el estándar, donde se usan puramente y meramente, con menor polifuncionalidad. Este ejemplo pone de manifiesto el valor metodológico de la comparación variacional sincrónica para la reconstrucción diacrónica de la lengua (cf. Company Company (2012b)). Si no existieran ya las variedades regionales, sería muy difícil detectar la sustitución de puro / mero con funciones de adverbio por puramente / meramente,

2

Sin embargo, habrá que examinar los procesos diacrónicos con datos empíricos, ya que también es concebible que se observen casos en los que las formas en –mente con función enunciativa aparecen antes del atributo simple, como posiblemente en el caso de justamente / justo en ejemplos como justamente él, justo él. Cf. Ricca (2008) acerca de la diacronía diferenciada de it. certo / certamente y probabilmente.

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puesto que la preferencia del código escrito por las formas en –mente se observa desde el inicio de la tradición escrita. Si escogemos el modelo químico de la ósmosis para ilustrar el proceso, el desarrollo histórico acabó por producir un desequilibrio muy fuerte entre la cantidad de adverbios en -mente en la expresión escrita culta y su casi ausencia en la oralidad espontánea. Evidentemente, tal desequilibrio favoreció su difusión de arriba hacia abajo, especialmente en los hablantes cultos. Sería sin duda posible, con un corpus oral más grande y más diferenciado, desprender un núcleo de adverbios en –mente enunciativos bastante usuales, pero tampoco carece de interés observar que siempre se observa una serie de intrusos arbitrarios en un texto dado. En efecto, los intrusos por ósmosis del habla culta se dan incluso en la sincronía actual, donde en cada texto oral informal surgen algunos adverbios en –mente que se usan una sola vez. Si comparamos los adverbios sueltos observados en un texto con los de otro texto, constatamos además que se recubren muy poco. Ello se explica con la dinámica osmótica: el hablante que lee y escribe tiene un conocimiento pasivo y activo de los adverbios en –mente y de su formación productiva, de tal suerte que hay cierta probabilidad de que incluso los adverbios menos frecuentes aparezcan ocasionalmente cuando se habla informalmente. La membrana que separa en el modelo químico las sustancias que entran en ósmosis y cuyas propiedades determinan la difusión selectiva de las formas, no es otra cosa que una metáfora, quizá mal lograda, de la conciencia lingüística. En la expresión escrita, los hablantes, y especialmente los hablantes cultos, disponen de un gran inventario de formas de las que se pueden servir ocasionalmente. Por eso se encuentran tantos casos de uso suelto en los textos, movilizados ocasionalmente, incluso en el habla informal. En la dirección contraria, la actitud más liberal de los escritores y de los hablantes en general, que se fue manifestando en el decurso del siglo XX, estimuló a su vez la ósmosis de los marcadores coloquiales con forma adjetival en la expresión escrita, si bien de forma muy limitada, pero quizá con efectos metodológicos perversos en los intentos de reconstruir la diacronía oral a partir de textos escritos. Resulta interesante observar que la misma situación parece darse en inglés, donde los adverbios marcados con sufijos son más típicos de la expresión escrita (culta): A related problem with Fraser’s work is that he makes no distinction between written and spoken English. Thus, his (1988, 1990) list of discourse markers includes such items as so, then, hey, alright, say, y’see, typical of spoken English, but also analogously, consequently, contrariwise, hence, nonetheless, notwithstanding, parenthetically which are more typical of written English and somewhat rare in casual conversation, if used at all (cf. Biber (1986)). […] While the use of discourse markers in writing is equally worthy of study, any study that does not distinguish between use in writing and speaking will be severely limited (Travis (2005, 36)). Conversation and academic prose represent opposite extremes of use: in conversation, over 60% of the common adverbs are simple forms, and only about 20% -ly forms; in academic prose, about 55% of the common adverbs are –ly forms, and slightly over 30% simple forms (Biber et al. (1999, 540)).

293

Las observaciones de Biber podrían poner de manifiesto un contraste todavía más fuerte, si el grupo de los adverbios fuese reducido al de los adverbios de la manera, excluyendo los de tiempo y de lugar (cf. Biber et al. (1999, 561)). El hecho de que el inglés demuestre las mismas características que el francés, el español, el italiano y el portugués corrobora nuestra hipótesis, según la cual la expansión de los adverbios en –mente tiene también que ver con propiedades generales de la expresión escrita, especialmente la mayor necesidad de usar unidades descriptivas debido a la ausencia del contexto situacional. Otro motivo es la doctrina gramatical que insiste en separar claramente el adjetivo del adverbio. En todas las gramáticas, incluso en las del latín,3 los autores pasan por alto o subestiman el peso del sistema monocategorial que usa la misma forma para las funciones adjetivales y adverbiales. En alemán y en neerlandés, el sistema atributivo es claramente monocategorial. Sin embargo, las gramáticas se obstinan en separar el adjetivo del adverbio atributivo. Estas lenguas pertenecen a culturas que comparten una tradición escrita fundamentada en las mismas tradiciones de pensamiento vinculadas con la historia de Europa con sus conceptos gramaticográficos. Parece que tanto los adverbios en –ment(e) de las lenguas románicas como los adverbios en –ly del inglés se impusieron históricamente con la implementación de una cultura escrita estandarizada con normas que impusieron la separación de adjetivo y adverbio en dos clases de palabras formales. Notemos, además, que el inglés coloquial conoce el uso de atributos no sufijados, que tampoco se aceptan fácilmente en la escrituralidad conceptual. Decíamos que no existe, en español, el atributo real con funciones de adverbio, pero, por lo visto, la palabra correspondiente funciona así en inglés, con connotación de subestándar: real good. Citemos, en este contexto, algunos sintagmas que hemos ido apuntando en los últimos años: it is coming right back to me, to eat fresh, to grow pale, to fly smart, you feel real good, until your eyes run dry, to be real rich, to search far and wide, I get real high, Love me tender / love me sweet, Red Bull is crazy quick, words come easy, sweet living, shining bright (brightly), the sky is perfect blue, eyes wide open, Live free!, to try hard. Hemos optado deliberadamente por un alistado en el que se confunden distintas funciones del mismo tipo formal. En efecto, la invariabilidad del adjetivo en inglés confunde formalmente la predicación secundaria (eat fresh, run dry, live free, etc.) con la función adverbial (real good, perfect blue, come easy, try hard) y con ejemplos de doble interpretación, como to shine bright. Algunos ejemplos provienen de canciones, textos poéticos y publicitarios (words come easy, live free, love me tender, fly smart, eat fresh, etc.),

3

Según Löfstedt (1967, 109), el nominativo-acusativo neutro singular del adjetivo es el único mecanismo de formación del adverbio que el latín heredó de sus orígenes indo-europeas. El griego moderno tampoco conservó las marcas morfológicas del adverbio de las que dispuso el griego clásico. Hoy se usa el neutro plural de los adjetivos para las funciones de adverbio (Dietrich (1995, 112)). La marca morfológica canónica de los adverbios en griego clásico, -ȦȢ, se conserva exclusivamente en los adjetivos cultos que terminan con –ȘȢ, a veces como variante estilística del neutro plural (Ruge (1997, 50)).

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otros son (muy) coloquiales. En francés, hemos comprobado la misma repartición, según la cual los atributos simples se usan con mayor libertad, tanto en los registros vulgares como en los literarios elaborados, mientras que la lengua estándar los rechaza (periódicos, ensayos, etc.) (cf. Steinbauer (2004); Kofler (2007)).4 Así, por ejemplo, los hablantes británicos a los que presentábamos el ejemplo crazy quick niegan usarlo, diciendo que es inglés mal hablado. Lo aceptan con sonrisa cuando aprenden que el ejemplo es del pilota de Fórmula 1 Mark Webber, que es australiano. Ello reviene a decir que crazy quick produce el mismo efecto sobre el europeo anglófono que medios tontos sobre el europeo hispanohablante. En las lenguas románicas se observa una bipolaridad muy clara entre el Nuevo Mundo, proclive al uso de los llamados ‹adjetivos adverbializados›, y el Viejo Mundo, que tiende a rechazarlos. Hemos explicado el fenómeno por el impacto de la norma lingüística prescriptiva, sobre todo escolar, en Europa. Es posible que un fenómeno paralelo se observe también en el mundo anglófono. Según Biber et al. (1999, 542–543), el fenómeno es típico del inglés americano coloquial. La conciencia lingüística de hablantes cultos los induce a explicar el empleo adverbial de ingl. slow como ‹omisión del sufijo –ly›, del mismo modo que se propuso explicar los llamados adjetivos adverbializados como formas apocopadas de los adverbios en –mente. Ahora bien, el empleo adverbial de good («They go good with baggy jeans») no es una reducción de *goodly. Es más probable que exista una tradición oral independiente de la adverbialización con sufijo, y que consiste en emplear la misma categoría de los atributos para las funciones de adjetivo y de adverbio. Diacrónicamente, el empleo de -ly debió de adicionarse y sobreponerse a esta tradición. En lo que concierne a los marcadores discursivos, se detecta la misma mezcla de atributos simples y sufijados que en las lenguas romances que recurren al sufijo –mente, por ejemplo en los atributos con función afirmativa: naturally, sure, certainly, exactly, fine, etc. Habría que examinar cómo se reparten según los registros de habla. Pero no cabe duda de que el recurso sistemático a los atributos con el sufijo –ly es una señal de la expresión escrita, siempre que esta no sirva para imitar la expresión oral informal. En sentido inverso, podemos considerar los marcadores del discurso más típicos como unidades relacionadas con la expresión oral, especialmente la coloquial espontánea. Por eso, Cortés Rodríguez (1991, 13) los considera como rasgo más importante de la oralidad coloquial:

4

Y del mismo modo ya en latín, donde los atributos simples con función adverbial eran muy usuales tanto en el coloquio como en la expresión poética (Hummel (2000, 455)), también con la variante flexiva de la predicación secundaria. Según la exploración contrastiva de corpus del francés y del italiano efectuada por Bischoff (1970: 45), la frecuencia de los adverbios en –mente es más alta en los subcorpus periodísticos que en los literarios. La tendencia es particularmente fuerte en el italiano, puesto que la frecuencia relativa de los adverbios en –mente es dos veces más elevada en los textos periodísticos frente a los textos literarios. Se confirma asimismo la vinculación de los adverbios en –mente con la norma escrita estándar, que los prefiere. Al mismo tiempo, este registro muestra el mayor rechazo del adverbio corto.

295

Si [….] tuviéramos que señalar dicho rasgo en la lengua del coloquio, éste, sin duda, sería el conjunto de elementos lingüísticos (entonces, bueno, o sea, pues, etc.) que no encajan claramente en las categorías sintácticas y semánticas de los textos gramaticales y a los que solemos denominar de forma genérica: palabras vacías, expletivos, enlaces extraoracionales, etc.

En esta lista no aparecen de forma explícita los adverbios en –mente, menos prototípicos del coloquio que las formas mencionadas. La mayoría de los adverbios en –mente que podemos considerar como enlaces extraoracionales son semánticamente completos y típicos de la expresión escrita (efectivamente, concretamente, contrariamente, etc.). Participan asimismo de la tendencia de expresarse de forma más diferenciada en el código escrito (Portolés (1998, 126)): Unos pocos [marcadores] se prodigan más al hablar que al escribir. Son unidades como bueno, claro, hombre, o sea, vamos o el pues comentador. Pero en la mayoría de las ocasiones sucede lo contrario: marcadores que se hallan en cualquier texto escrito son poco habituales en el coloquio (v. gr., ahora bien, por lo demás, por el contrario, en consecuencia, en suma, etc.). Se trata, en realidad, de la mayor parte de estos signos.

Dicho de otra manera, la expresión escrita planificada es mucho más rica en marcadores que la expresión oral espontánea. Ello refleja el mayor grado de reflexión, planificación, organización y cultura gramatical y textual. La preeminencia de los adverbios en –mente no se explica por una mayor riqueza natural, ya que suelen usarse como base léxica los adjetivos ya existentes, sino por una intervención cultural que acabó por constituirse en tradición escrita normativa. El menor grado de polifuncionalidad de los adverbios enunciativos en –mente es una consecuencia de su vinculación con la tradición escrita que tiende a la expresión explícita e intradiscursiva, frente a la dinámica dialógica de la oralidad que cuenta con las capacidades inferenciales de los interlocutores.

9.5. El caso de los atributos con función de respuesta afirmativa La existencia de variantes posiblemente equivalentes constituye un hecho fundamental para los procesos de diferenciación, como lo son las diferencias semánticas, funcionales y variacionales observables en seguro vs. seguramente, bueno vs. buenamente o cierto vs. ciertamente. Según hemos visto en 5.1, los atributos de respuesta constituyen el sector más productivo de los atributos simples con función discursiva. Por eso, es un campo idóneo para estudiar los efectos de diferenciación, al menos desde el punto de vista de los resultados que produjeron los procesos diacrónicos en la sincronía actual. Frente al marcador polifuncional claro, que cuenta la función de respuesta afirmativa entre otras funciones, la mayoría de los atributos afirmativos suelen ser monofuncionales, si nos limitamos a las funciones discursivas. En efecto, parece natural que la discursivización de una unidad sea primero de tipo monofuncional, antes de que se pueda observar en algunos casos una expansión funcional que crea la polifuncionalidad característica de los marcadores discursivos más frecuentes. 296

Notemos, sin embargo, que los atributos que se usan como respuesta afirmativa interdiscursiva suelen servir también como atributos modales epistémicos intradiscursivos que se refieren al contenido de un enunciado: (223a) (223b) (223c) (223d) (223e) (223f)

– – – – – –

Obvio. Obvio, no vendrá. Obvio que no vendrá. Es obvio que no vendrá. Obviamente, no vendrá. No vendrá, obviamente.

De esta forma, la natural movilidad sintáctica y el desarrollo de construcciones gramaticales como las copulativas y las completivas transponen el atributo a contextos locales capaces de afectarlo semánticamente. En este sentido, la polifuncionalidad es algo normal y omnipresente en la lengua. El sustantivo que se usa como sujeto o como objeto directo de un verbo es polifuncional también. Por eso, cuando hablamos de la polifuncionalidad y polisemia en los signos discursivos, nos referimos generalmente a casos de lexicalización o alta frecuencia. Sin embargo, los ejemplos (223) son transposiciones productivas de obvio y obviamente a funciones sintácticas y discursivas. La serie de funciones teóricamente accesibles a una unidad como obvio constituye el punto de partida de posibles procesos de diferenciación semántico-funcional y diasistemática. El aprovechamiento polifuncional es bien mayor en bueno que en obvio, tanto con respecto a los tipos de funciones como en lo concerniente a la frecuencia token. Pero, en teoría, obvio podría también emprender el camino de una mayor polifuncionalidad. Con fi jo hemos conocido un caso reciente de desarrollo polifuncional que incluye su uso como signo discursivo con función afirmativa (5.2). Ahora bien, basta con leer los seis enunciados con obvio que acabamos de mencionar, para darse cuenta de que no se encuentran en un mismo eje variacional. Las primeras tres no se usarían en la expresión escrita si exceptuamos las mímesis del habla oral. Solo los últimos tres enunciados entrarían normalmente en un texto escrito que no fuera una reproducción de un discurso oral. De hecho, la tradición escrita impone las oraciones plenamente explícitas, como Es obvio que no vendrá, y los adverbios en –mente como recurso canónico en las funciones de adverbio enunciativo (Obviamente, no vendrá). Como efecto secundario del mayor peso de la norma escrita en el habla culta oral, tal y como lo observamos en situaciones comunicativas con mayor formalidad, obviamente aparece como atributo afirmativo más cuidado frente a obvio. Tales series diasistemáticamente incoherentes se observan a menudo en los ejemplos de la Gramática descriptiva de la lengua española, sin que los autores reparen o insistan en ello. Martín Zorraquino y Portolés Lázaro no mencionan lógico, perfecto, evidente como marcadores conversacionales «de acuerdo», sino perfectamente, cabalmente y definitivamente (1999, 4170–4172). Ello pone de manifiesto los problemas de fundamentación empírica de las propiedades variacionales de las unidades en la Gramática descriptiva de la lengua española. El uso de los atributos afirmativos como interjecciones independientes presupone una 297

comunicación dialogal o conversacional, es decir, un tipo de comunicación que suele ser oral. Alistamos a continuación las interjecciones con base adjetival que hemos encontrado en los corpus y en la bibliografía (cf. Borillo (1976) para el francés): Tabla 14: Los atributos afirmativos con función de respuesta independiente – Afirmativo5 – Bárbaro6 – Bueno – Cierto – Claro ---– Conforme10 – Correcto11 --------------- -----– Elemental15 – Evidente16 – Exacto18

5

6 7

8 9 10 11

12 13 14 15 16 17 18 19

------------– Ciertamente7 – Claramente8 – Completamente9 --------– Decididamente12 – Definitivamente13 – Efectivamente14 ----– Evidentemente17 – Exactamente19

Santos Río (2003, 178b), correlato de la respuesta Negativo en la comunicación a distancia realizada por aparatos técnicos. Si bien afirmativamente existe, no se usa como respuesta afirmativa independiente. Afirmación coloquial documentada en Santos Río (2003, 225b). Fuentes Rodríguez ((1992); (1993a, 108); (1993e, 130, 141)), Barrenechea (1979, 49), Garcés Gómez (1999, 301), Martín Zorraquino (1999, 39), Espinosa Elorza (2010, 146). Fuentes Rodríguez (2009) indica el registro culto de ciertamente. Fuentes Rodríguez (1993a, 123–125), Garcés Gómez (1999, 301). Fuentes Rodríguez (2009) indica el registro culto de claramente. Boyero Rodríguez (2002, 176–177), donde se encuentran también perfectamente, naturalmente, exactamente, seguramente y efectivamente (cf. tb. págs. 208–209). Steel (1976, 59), Santos Río (2003, 278a), Seco et al. (1999, s.v.), Fuentes Rodríguez / Alcaide Lara (1996, 215). Gaviño Rodríguez (2008, 121), Santos Río (2003, 287a). Se trata, posiblemente, de un internacionalismo propagado por los medios de comunicación social. Si bien existe la forma correctamente, no es usual como respuesta afirmativa independiente. Fuentes Rodríguez ((1993d, 188–192); (1993e, 128, 141)). Fuentes Rodríguez (1993d, 191). Defi nitivo parece posible también, pero no hemos encontrado documentación al respecto. Steel (1976, 29, 59), Fuentes Rodríguez ((1992); (1993a, 118)), Barrenechea (1979, 49). Santos Río (2003, 355b). Gaviño Rodríguez (2008, 121), Santos Río (2003, 381a). Poblete (1998) lo documenta en el español oral urbano de Valdivia (Chile). Fuentes Rodríguez (1993e, 132), Barrenechea (1979, 49), Santos Río (2003, 69b–70a). Fuentes Rodríguez (2009) indica el registro coloquial culto. Gaviño Rodríguez (2008, 121), Santos Río (2003, 381b), Garcés Gómez (1999, 297–299), Fuentes Rodríguez / Alcaide Lara (1996, 117–122). Fuentes Rodríguez (1993a, 125), Barrenechea (1979, 49), Garcés Gómez (1999, 301), Fuentes Rodríguez / Alcaide Lara (1996, 117–122). Según Fuentes Rodríguez (2009), exactamente pertenece al registro coloquial culto. La autora indica exacto como variante

298

– Fantástico20 – Fijo21 – Genial22 ------------– Justo – Lógico – Magnífico27 – Natural – Obvio – Perfecto – Seguro32 – Textual etc.

20 21 22 23

24 25 26 27 28

29 30 31 32 33 34

------------– Indudablemente23 – Indiscutiblemente24 – Incuestionablemente – Justamente25 – Lógicamente26 ---– Naturalmente28 – Obviamente29 – Precisamente30 – Perfectamente31 – Seguramente33 – Textualmente34 – Totalmente etc.

también culta de exactamente, sugiriendo asimismo un estatus de forma derivada o al menos dependiente del adverbio en –mente. Martín Zorraquino (1999, 38). Rojas (1980–1981, 908) cita el ejemplo oral culto – La falla fundamental está en el profesorado – Exactamente Santos Río (2003, 389b). Martín Zorraquino / Portolés (1999, 4152–4153). Santos Río (2003, 392a). Santos Río (2003, 398b). Torner Castells (2007, 155–178), donde encontramos también indiscutiblemente e incuestionablemente, citados por su uso intradiscursivo, pero no vemos óbice a que se usen también como respuestas, por cierto algo afectadas. Fuentes Rodríguez / Alcaide Lara (1996, 210–211). Martín Zorraquino (1999, 38), Fuentes Rodríguez / Alcaide Lara (1996, 116–117), Fuentes Rodríguez (2009). Fuentes Rodríguez (1993a, 113, 118), Barrenechea (1979, 49), Martín Zorraquino (1999, 38), Santos Río (2003, 105, 433b). Santos Río (2003, 437a). Steel (1976, 59), Santos Río (2003, 114, 468b), Barrenechea (1979, 49), Martín Zorraquino ((1999, 40–43); (2001)), Espinosa Elorza (2010, 146–148), Carbonero Cano / Santana Marrero (2010, 505), quienes insisten en su uso por hablantes de clase alta. Fuentes Rodríguez (2009) indica natural como variante coloquial de la forma coloquial– culta naturalmente. Cf. Fuentes Rodríguez / Alcaide Lara (1996, 194–196). Véase tb. el estudio diacrónico de Sánchez Jiménez (2008), con algunas reflexiones acerca de las diferencias con curiosamente, obviamente, lógicamente, evidentemente, es obvio, etc. Martín Zorraquino (1999, 38), Santos Río (2003, 117b, 480b). Fuentes Rodríguez (2009) retiene solo obviamente, con valor diafásico culto. Fuentes Rodríguez / Alcaide Lara (1996, 115). Santos Río (2003, 124b, 499b). Cf. Fuentes Rodríguez (2009), quien indica las dos variantes, con matiz más culto para perfectamente. Gaviño Rodríguez (2008, 121), Santos Río (2003, 584a), Garcés Gómez (1999, 297– 299), Vázquez Rozas (2010, 135). Garcés Gómez (1999, 302). Santos Río (2003, 157a, 627).

299

Esta lista, sin duda incompleta,35 de los atributos de afirmación potencialmente sustitutivos, nos permite cernir algunos aspectos de la competencia que se observa entre atributo simple y atributo con sufijo. Por un lado, cada una de estas listas tiene una productividad teóricamente independiente. Así, el uso de fi jo como signo de afirmación no implica que se use también fi jamente en la misma función. Muy al contrario, si bien el uso de fi jamente como signo de afirmación parece posible desde el punto de vista del sistema de la lengua que sustenta la productividad, fi jamente no es usual con esta función en la expresión culta oral y escrita. Tampoco parece probable que la tradición escrita, que ya dispone de signos afirmativos, recoja el marcador discursivo algo vulgar fi jo, dotándole del sufijo culto como hoja de parra. El atributo con función afirmativa fi jo emana asimismo de la productividad interna del sistema atributivo monocategorial de la tradición oral. Su existencia no es explicable como reflejo del uso de fi jamente en la tradición culta, donde no existe, ni se observa una tendencia a recoger fi jo con fi jamente en la expresión culta. Dicho de otro modo, la productividad no se manifiesta a través de una dinámica de la transposición de lo oral a lo escrito, ni tan siquiera inversamente, sino separadamente en el marco de los dos sistemas productivos de los que disponemos, que son el uso del atributo simple para las funciones de adjetivo y adverbio, y la sufijación del atributo simple con –mente en las funciones adverbiales. En sentido opuesto, evidentemente es bastante usual en la expresión escrita y en la expresión oral culta, pero no o no tanto evidente. De esta forma, es posible que la forma en –mente sea el reflejo diasistemáticamente marcado de la forma simple, o – más probable – al revés, pero también puede haber nacido independientemente dentro de la productividad del paradigma morfológico al que pertenece. En el caso de efectivamente, no existe una forma alternativa simple, aunque sí el sintagma preposicional en efecto. Un análisis más profundizado tendría que alistar también este tipo de sintagma en la Tabla 14. Llegados a este punto, conviene distinguir la perspectiva sincrónica actual de la diacrónica. Si bien, por un lado, hay buenos motivos para pensar que los adverbios enunciativos en –mente se constituyeron históricamente en la expresión escrita como alternativa culta y correcta frente a los atributos enunciativos con forma de adjetivo, según el tipo claro ĺ claramente, hay que tener en cuenta, por otro lado, que este proceso de creación de dobletes con la direccionalidad oral ĺ escrito se limitó forzosamente a las pocas formas usuales en la oralidad, frente a las cuales la productividad impresionante de los adverbios en –mente se iba constituyendo progresivamente como dinámica propia de la expresión escrita que ya no creía simples dobletes de lo que existía en expresión oral. Es más, la importancia del modelo latino escrito para los romances escritos nos hace dudar de que alguna vez hubiéramos asistido a la simple transcripción de la expresión oral, como posiblemente fue el caso en otras lenguas que no se fundamentaron en una tradición escrita preexistente. Hoy en día, sin embargo, la interconexión de los códigos oral y escrito tiende a 35

Hemos excluido las partículas ‹menos afirmativas› como probablemente, que también se usan para afirmar.

300

invertirse, en la medida en que son los adverbios en –mente de tradición escrita los que se difunden progresivamente en la expresión oral, según el nivel cultural de los hablantes y el grado de formalidad de la situación comunicativa, con la posibilidad de que surjan dobletes más coloquiales del tipo evidente, lógico, definitivo, etc. para las formas cultas evidentemente, lógicamente y definitivamente. Además, se observan procesos de diferenciación léxica, como el caso de seguro ‹con seguridad› y seguramente ‹probablemente› cuando se establecen en el mismo registro de expresión, en este caso de la oralidad informal. Notemos, en este contexto, que la forma simple se usa también en Papiamento, que debió de haber recogido un uso oral, si no se prefiere una explicación que insista en la naturaleza universal de la conversión directa (Goilo (1996, 38)): (224) Sigur é ta bashí paden. Seguramente está vacía por dentro.

La traducción interlineal, que recogemos de la fuente, es hipercorrecta por el uso de seguramente, donde la lengua española dispondría del equivalente oral seguro. Es un bonito ejemplo que pone de manifiesto el efecto osmótico que se observa cuando un hablante culto transpone lo oral a lo escrito. En el ejemplo, la traducción evita la solución más evidente y más justificada, optando por la forma canonizada en la norma escrita, pese a que el original sea un ejemplo oral. Un efecto de la misma naturaleza se observa en la mímesis de la oralidad en las obras de teatro (cf. 10.7.). Miremos otro ejemplo. En posición inicial, igualmente suele introducir un argumento adicional equiparado a otro anterior (cf. Domínguez García (2005, 401); Montolío (2001, 148–150)). El hecho de adicionar dos argumentos con la misma finalidad aumenta la fuerza argumentativa de cada uno. Ahora bien, Fuentes Rodríguez (2009, 190–191) cita dos ejemplos de igualmente con el mismo significado concesivo ‹a pesar de› que igual3, según nuestra clasificación (cf. Fuentes Rodríguez (2011, 95–97)): (225) Es sabido que google le da preferencia a una página de un idioma u otro según el que esté especificado en la búsqueda, por eso la diferencia de resultados entre las dos búsquedas y por eso es también que numerosas páginas han decidido participar con sitios total o parcialmente escritos en inglés. No sé si las bases del concurso van a cambiar o no, pero opino que deberían hacerlo. Igualmente, por el momento seguiré luchando con mi página en el idioma castellano. Quizás tenga suerte (Efímero, 04206002, Weblog 2004, Uruguay).

Pensamos que se trata de una transposición diamésica del signo discursivo oral igual3 a las normas de un texto escrito con marcada preferencia por los adverbios en -mente. Se nota claramente que el hablante desea expresarse correctamente. El resultado es algo hipercorrecto y sorprendente. De ser así, asistiríamos actualmente a un fenómeno, esporádico y limitado, que debió de ser más frecuente en los primeros tiempos de escritura de la lengua española, es decir, la creación de dobletes seudocultos en -mente. En el ejemplo citado, el uso de la forma corta 301

igual cambiaría el registro. Fuentes Rodríguez cita otro ejemplo de la autora barcelonesa Maruja Torres: (226) – Te equivocas. A la larga, es posible que tu padre hubiera sido igualmente secuestrado. No tomaba en cuenta nuestras advertencias […] (M. Torres, Hombres de lluvia, 2004).

Desde el punto de vista metodológico queda claro que tales adaptaciones de una función oral-informal a la norma escrita contribuyen a ocultar el uso oral subyacente. En este sentido, el comportamiento de la autora equivale al que observamos de forma explícita en (224). De todos modos, habría que analizar el fenómeno con una base empírica mayor para proponer una explicación definitiva. La luz arrojada sobre los atributos afirmativos resulta algo parcial si nos limitamos a las funciones de afirmación y negación, ya que se observan también otros signos discursivos que pueden servir de respuestas sintáctica y discursivamente autónomas. Según hemos visto en los apartados 5.5 y 5.6, es perfectamente posible contestar con atributos valorativos como, por ejemplo, horrible, terrible, tonto, en el caso de los atributos simples, o posiblemente, igualmente,36 desgraciadamente,37 etc. Además, todas estas formas pueden integrarse en enunciados complejos, por lo menos como incisos. Rojas (1980–1981, 916–917), por ejemplo, encontró algunos adverbios en –mente que sirven, en el habla culta oral de Santiago de Chile, «para asentir de un modo categórico lo dicho por el interlocutor»: exactamente (11), justamente (5), evidentemente (3), naturalmente (3), indudablemente (2), abundantemente (1), perfectamente (1) y realmente (1). El número entre paréntesis indica la frecuencia absoluta en 20 horas de grabación. Indudablemente y, sobre todo, abundantemente, no son adverbios de los que espontáneamente se indicaría una función de respuesta afirmativa. Ello demuestra que esta función discursiva acoge con relativa facilidad unidades ajenas, pero adaptables a ella, sin duda porque, en este caso, la posición en el discurso es una marca tan fuerte que no se exige más a la unidad que cierta compatibilidad semántico-funcional. Seguramente no es clasificado como adverbio de afirmación categórica sino como adverbio dubitativo. Nótese que respuestas con adverbios en –mente como posiblemente, exactamente, justamente, indudablemente, etc. suenan bastante formales e incluso afectadas si las comparamos con claro, cierto, por supuesto, justo, etc. En un estudio sobre los signos afirmativos desde luego, por supuesto38 y naturalmente en el habla oral popular, medio y culto de Sevilla, Fuentes Rodríguez llega a una conclusión que confirma nuestras observaciones variacionales. Dice acerca de naturalmente (1993e, 157–158):

36 37 38

Cf. Placencia (1997, 65, 73), en los actos de despedida. Cf. Placencia (1997, 66) y Meléndez Quero (2004 y 2007). Por supuesto, a su vez, aparece más veces en el registro culto que claro, que se usa tanto el registro formal como en el informal (cf. Gras Manzano (2002)).

302

Domina totalmente el nivel culto, frente a las otras unidades […] en que se encontraban ocurrencias en los tres niveles. En este caso hay 35 en el culto y 1 en el popular.

Además, se observa un efecto idiolectal, en la medida en que 22 ocurrencias sobre 36 son del mismo hablante.39 La ocurrencia aislada de naturalmente en el habla popular confirma, además, nuestras reflexiones sobre el tipo de ósmosis que se observa en el habla informal (cf. 9.4). Se trata de un adverbio enunciativo que puede ocurrir una o dos veces en un discurso informal, pero no es probable que se use sistemáticamente. En cambio, es posible, en el caso de hablantes cultos, que la misma persona lo utilice con mucha frecuencia en el habla oral formal y solo ocasionalmente en las conversaciones coloquiales. Solo dos de los ejemplos reseñados por Fuentes Rodríguez aparecen en un diálogo como respuesta a una pregunta total (1993e, 154). El ejemplo (227) es del estrato popular: (227) -Pero, ¿tú crees que hoy en día hay que tener una carrera universitaria para poder encontrar empleo, por ejemplo? -Bueno, ese tema es un poco difícil de… -O ¿es para que esté mejor preparado para enfrentarse a la vida? -No, naturalmente, para estar preparado para enfrentarse a la vida se está viendo… se está viendo que la carrera universitaria hoy día, hay muchísimos…muchísimos de todas las especialidades, que hay, en carreras universitarias, de que están parados…

El otro ejemplo del tipo respuesta conversacional es de un entrevistador, «en el que resulta ser una señal de recepción y colaboración con el otro interlocutor asegurando la comunión de criterios» (1993e, 157): (228) -No es que madruguen mucho, pero, en fin, se levantan a las ocho y cuarto, o por ahí. O sea, para que les salga once o doce horas, pues, se tienen que acostar a las ocho y media o a las nueve. -Naturalmente. Y, ¿el colegio lo tienen por aquí cerca?

El uso más frecuente es de tipo «monológico». Todos los ejemplos monológicos citados por la autora son de hablantes cultos, como este (1993e, 155): (229) Yo hacía mis periódicos, yo hacía mis poemas, que, naturalmente, un buen día llegaron a mano de la superiora.

Ahora bien, la integración de naturalmente en la argumentación intradiscursiva, además de en distintas posiciones sintácticas, nos parece manifestar un mayor grado de elaboración del discurso frente al uso como signo afirmativo en una respuesta conversacional. Pensamos que existe una correlación positiva del uso intradiscursivo con el grado de cultura lingüística del hablante y con los registros cultos de la lengua.

39

Rabanales / Contreras (1992, 678, 733–734) citan un hablante chileno culto que «sabía que ‹tenía pegada› la palabra específicamente».

303

Así las cosas, no es casual que el uso independiente, no integrado, se documente en el ejemplo popular (227). En esta posición, el uso de los atributos afi rmativos se asemeja al de las interjecciones. Según hemos visto en 5.5 y 5.6, las interjecciones representan un sector funcional del proceso comunicativo en el que se observan muchos intrusos de otros registros u otras lenguas, como ¡Superior! en las obras de Arniches, ¡Caramba! en textos de lengua alemana, Ok como respuesta en un texto español, o it. certo en el code switching de inmigrantes italianos hablando alemán, etc. Ello se debe, por un lado, a los efectos expresivos que se buscan con las interjecciones, y por otro lado, a que la autonomía sintáctica de las respuestas no exige los mismos conocimientos de elaboración que su integración en la argumentación monologal. Por eso, el uso de los signos afirmativos para contestar en un diálogo, es un contexto ‹local› idóneo que favorece la difusión y penetración de voces de otros registros y estilos (cf. el capítulo 11 acerca de la gramaticalización a partir de contextos ‹locales›). Si bien es posible emplear los atributos simples y los adverbios en –mente como intervenciones independientes, queda claro que los adverbios en –mente tienen prioridad en los contextos narrativos integrados (Martín Zorraquino (1999, 50)): (230) No se veía nada. Desgraciadamente, además, no teníamos linternas. Todo el mundo tuvo premio. Felizmente, yo estaba allí.

Se distinguen al respecto de otras alternativas (Martín Zorraquino (1999, 50)): En las intervenciones reactivas, suelen predominar las locuciones adverbiales, las fórmulas más afines a las interjecciones (gracias a Dios, etc.) y los adjetivos adverbializados (estupendo, fantástico, sensacional, maravilloso, etc.).

De esta forma, la preferencia de la expresión escrita por los adverbios en –mente se ve reforzada por las necesidades de usarlos con un mayor grado de integración sintáctica. De acuerdo con ello, González Manzano (en prensa) observa contextos puente en la diacronía de las funciones discursivas de realmente en los que «[a]parece preferentemente en un segmento narrativo». De ello se desprende que la propia narrativización monológica, que equivale a un discurso descriptivo, favorece el empleo discursivo de los adverbios en –mente. De este modo, podemos atribuir los adverbios en –mente, o gran parte de ellos, a la tradición discursiva narrativa. En el caso de naturalmente, la difusión va de la expresión culta a la popular. En Hummel (2002a; 2002b) hemos aludido al hecho de que los niños americanos hispano o lusohablantes exageran el uso de los adverbios en –mente en los ensayos redactados en sus primeros años de escolaridad. Esto sorprende porque no suelen utilizarlos en la comunicación oral informal que prevalece en su vida. Pensábamos que esto se debía a una intervención normativa de los profesores en contra de los llamados adjetivos adverbializados. Ahora bien, durante una reunión con profesores universitarios mexicanos y sus estudiantes, todos afirmaron que nadie les corregía los adjetivos adverbializados en la escuela, a diferencia de casos como el subjuntivo haiga. Ello confirma la observación según la cual los adverbios con forma de 304

adjetivo tienen el estatus de adverbios no marcados en América (cf. 9.6 y 9.7). En realidad, parece que fue nuestra educación europea la que nos hizo suponer una intervención normativa. De hecho, en la misma reunión, una doctoranda francesa relató su sorpresa, e incluso indignación como madre, al descubrir que los llamados adjetivos adverbializados aparecían con cierta frecuencia en los libros escolares oficiales. En Francia, esto no sucedería. Así las cosas, el único hecho capaz de explicar el empleo abundante de los adverbios en –mente en los primeros ensayos de los alumnos, es la relación estrecha que mantienen estos adverbios con la tradición discursiva narrativa. De hecho, los niños los escuchan constantemente en los cuentos. Parece que recogen esta experiencia a la hora de redactar el mismo tipo de texto. Evidentemente, no hay evidencia clara de esto, pero merece la pena sugerirlo como hipótesis de trabajo. Desde el punto de vista teórico, ello significaría que el influjo positivo de los modelos de hablar y escribir supera el influjo negativo de la corrección lingüística. Es más, las tradiciones discursivas y su transmisión por imitación tendrían un papel decisivo. Los trabajos empíricos de Maas apoyan este análisis. Según este autor, los niños de edad preescolar reemplazan las estructuras orales por estructuras protoescriturales cuando el investigador les pide, primero, que cuenten oralmente una historia, y después, que la dicten al investigador, quien les expresa su deseo de pasar al escrito una historia tan bonita (Maas (2009, 33)). Citemos también el ejemplo de un hablante culto con dos adverbios en –mente de apoyo afirmativo (Fuentes Rodríguez (1993e, 134)): (231) Y Sevilla, en fin, está perdiendo un poco su entraña, que no es el tópico de la Sevilla que muchas veces se hace lugar común, no?, sino que, en fin, esa Sevilla que se pierde en las palabras pero que, efectivamente, desde luego, seguramente, tiene una esencia especial, un aire especial.

El hablante se sirve aquí de esta serie de marcadores de apoyo para disfrazar y compensar retóricamente la debilidad de su argumentación. Ante estos datos, resulta curioso que Edeso Natalías (2009, 53) niegue la posibilidad de usar los adverbios modales tales lógicamente y verdaderamente como signos autónomos que constituyen un enunciado: [Los adverbios modales] no pueden aparecer solos, serían agramaticales o, al menos, extraños, enunciados como ?Lógicamente. ?Verdaderamente, dado que con ellos el hablante manifiesta la modalidad del enunciado, y aquí no existe ningún enunciado hacia el que expresar una modalidad.

No cabe duda de que existen tales enunciados cuando se trata de respuestas o de interjecciones evaluativas, en la medida en que se refieren a un enunciado del interlocutor. En este sentido, se trata variantes del uso intradiscursivo, como en Lógicamente, vendrá o Verdaderamente, me has asustado, para citar los ejemplos de la autora. Los datos empíricos confirman claramente el uso autónomo de lógicamente en respuestas. Tampoco vemos inconvenientes en usar verdaderamente. 305

Edeso Natalías escoge esta argumentación bastante forzada para poder validar artificialmente los criterios distintivos de su definición de la interjección, que no son tan distintivos. En concreto, las interjecciones se distinguirían de los adverbios de modalidad por su estatus de enunciados «autosuficientes» o, cuando aparecen como incisos, por su estatus «extra-clausal» (2009, 11). De esta forma, la autora intenta postular una delimitación material (extensional) del grupo de las interjecciones, en lugar de sacar a la luz las relaciones polifuncionales que mantienen con los adverbios de modalidad. No conviene ocultar la dinámica productiva que pone en contacto las distintas funciones discursivas a través de la movilidad de las formas lingüísticas. Es como si intentáramos establecer una vinculación definitiva entre la clase de palabras sustantivo y una función sintáctica concreta, por ejemplo la del sujeto, ignorando asimismo que los sustantivos se usan también con función de complemento. La movilidad sintáctica y discursiva, con sus correlatos funcionales, constituye un hecho fundamental de los signos discursivos y de las funciones básicas que les subyacen. Desde el punto de vista teórico, conviene admitir la movilidad como hecho fundamental, a partir del cual pueden incidir ciertas restricciones ocasionales. Por cierto, la gramaticografía puede verse obligada a establecer un inventario de las interjecciones, como la lexicografía no podrá escapar a zanjar, no sin arbitrariedad, el problema de la polisemia-homonimia de las palabras. Por eso mismo hay que distinguir estas disciplinas de clasificación de la lexicología y la ‹gramaticología›, que tratan de las funciones y de la dinámica de uso de las formas. Desde el punto de vista gramaticológico, es importante ver que la descripción de la dinámica polifuncional no impide que se desprenda un núcleo prototípico material de las interjecciones con formas como ah, eh, ay, etc. No cabe duda de que son estas las formas en las que se apoyará la descripción gramaticográfica, como tampoco se va a centrar en la función adjetival de rana en hombre rana para ilustrar la categoría del adjetivo. Sin embargo, en los dos casos, sería peligroso no ver que otras unidades pueden asumir la misma función según sea la sintaxis oracional y discursiva.

9.6. Los adverbios en –mente y la cortesía Según hemos visto en 5.1.2, el hablante culto dispone de opciones léxicas para ostentar su cultura o escoger un mayor grado de formalidad, por ejemplo cuando prefiere contestar con obvio o lógico frente a las variantes corrientes claro, sí, sipo, etc. En muchos casos, el efecto de mayor formalidad es más fuerte todavía cuando se usa la forma sufijada, por ejemplo, ciertamente en lugar de cierto u obviamente por obvio. Resulta incluso difícil imaginarse el ejemplo siguiente en una conversación real del día a día: (232) Ciertamente, conviene que cambiemos la cerradura (Hernando Cuadrado (2006, 31)).

306

Si alguien hablara así, su modo esmerado de hablar llamaría la atención y correría el riesgo de producir efectos perlocutivos negativos de distanciamiento, rechazo, etc. Ciertamente connota un alto grado de cortesía que no cuadra con todas las situaciones comunicativas. En el ejemplo citado, el tema trivial del cambio de la cerradura torna algo ridículo el enunciado. Convendría mejor al habla zalamero de los empleados en una tienda de lujo, por ejemplo el vendedor de coches de lujo consciente del nivel social de sus clientes. No sorprende que, según los datos de Beerbom (1992, 388), resulta difícil encontrar ciertamente en un corpus de lengua hablada (informal). Müller (2008, 337) lo detectó en los artículos de investigación reunidos en su corpus, pero no en las conferencias académicas orales. Dentro de los textos escritos, ciertamente puede reflejar un ductus oralizador. Ahora bien, este efecto no se produce porque se copie el uso oral, sino porque los adverbios en –mente pertenecen prototípicamente al estilo narrativo, es decir, el texto académico adquiere un matiz narrativo que implica una presentación más personal de los hechos y argumentos. Frente a claro, cierto, por supuesto, etc., el tipo de cortesía de ciertamente es fino, de distancia y, además, de poco compromiso personal. Así pues, podemos atribuirlo claramente a la tradición discursiva distante (cf. Koch / Oesterreicher (2007, 35)). Se obtendría el mismo efecto de cortesía distante y de menor compromiso con seguramente frente a seguro (cf. Martín Zorraquino (2010, 145)). En el caso de seguramente, la bibliografía reconoce el matiz de duda que tiñe el concepto de seguridad. Ello reviene a decir que el menor grado de compromiso interpersonal se extiende a un menor compromiso con lo dicho, y no tan solo en español. Schneider observa el mismo proceso en it. sicuramente ((2007, 100); cf. Ricca (2008)). No nos convence explicar el efecto de menor compromiso como resultado del mero hecho de explicitar la seguridad, es decir, de actuar como si hiciera falta decirlo (Lyons (1977, 595, 808–809)), ya que el mismo efecto no se observa con seguro, que expresa también una seguridad limitada por los conocimientos subjetivos del hablante, pero sin el efecto de la distancia personal. Sugerimos la hipótesis de explicar la ‹contaminación› del significado conceptual como efecto secundario del registro de cortesía distante. En efecto, llama la atención que el mayor grado de duda y de menor compromiso con los interlocutores y con lo dicho se observa también en ciertamente, justamente, claramente frente a cierto, justo y claro. Fuerza es constatar que el cambio conceptual en seguramente no es un fenómeno aislado sino algo que caracteriza toda una serie de unidades del mismo tipo. Todos los adverbios en –mente de la Tabla 14 comparten el rasgo diafásico del registro de cortesía formal. Como en el uso de usted, la cortesía formal se convierte fácilmente en recurso empleado para marcar o crear la distancia. En el caso de los adverbios en –mente mencionados, la distancia se manifiesta también con lo dicho. Es normal que ello afecte más las palabras que expresan seguridad que otras, como posiblemente, que ya contienen el rasgo de inseguridad. Ello se corresponde con la observación de Fuentes Rodríguez (2009, 66), según la cual ciertamente sería «propio del lenguaje político», es decir, de un lenguaje del que se cree desprender una falta de compromiso personal con los interlocutores y con lo dicho. 307

Un rápido vistazo a distintos corpus del español confi rma la relación de ciertamente con el registro formal. En el corpus español de C-Oral-Rom, ciertamente ocurre 10 veces, de las cuales 9 casos corresponden al registro formal, especialmente en los medios de comunicación. En el corpus mexicano del CREA, 62 de las 73 ocurrencias de ciertamente aparecen en textos clasificados como formales. Los restantes 11 ejemplos no son clasificados según el criterio formalidad / informalidad, es decir, podrían ser también formales. Del mismo modo, Barrenechea (1979, 47) observa, a partir de datos del habla culta de Buenos Aires, que posiblemente «aparece en varios textos como un modo cortés de hablar, sin dar a las propias opiniones el tono tajante». Podemos contrastar la cortesía de posiblemente con la neutralidad objetiva de es posible que, que incluye también un mayor grado de compromiso con lo dicho. Citemos también Fuentes Rodríguez / Alcaide Lara (1996, 75): Es llamativo que [ciertamente] aparezca sólo en el nivel culto, como ocurría también con otras unidades de este mismo paradigma. Parece que el hablante medio y popular utiliza otros medios para expresar confirmación o certeza. Así en realidad, verdaderamente, ciertamente, abundan más en el culto. Y los restantes: realmente, de verdad, la verdad (es que), es verdad en el medio y popular.

Ante estos datos, no sorprende que los adverbios en –mente con función discursiva sean más frecuentes en el habla culta y formal, incluso en el contexto ibérico. Escribe Martín Zorraquino (1999, 50): En la interacción conversacional, los adverbios en –mente resultan menos coloquiales que las otras unidades (aunque las preferencias en el empleo de todos estos elementos obedecen a menudo a factores idiolectales).

El corpus telefónico del habla uruguaya estudiado por el equipo de Orlando (2006) nos permite documentar con mayor objetividad la vinculación de los adverbios en –mente con el registro formal-cortés dentro de la expresión oral. El corpus contiene grabaciones de llamadas al servicio de atención al cliente de una empresa estatal de distribución eléctrica. La finalidad de las llamadas es de reclamación (53 % de la muestra), consulta (23 %), lectura de consumo (19 %) y solicitudes de rehabilitación de servicio (4 %) (pág. 65). Se trata, pues, de diálogos entre «O» (operador de la empresa) y «U» (usuario). Los ejemplos citados no constituyen un corpus muy extenso, pero suficiente en lo que toca al uso de los adverbios en -mente. Los operadores hacen un esfuerzo de cortesía claramente detectable en su discurso. Ello se refleja en la frecuencia de los adverbios en –mente, con 9 tipos y 12 ejemplos en el discurso de los operadores y 2 tipos (= ejemplos) en el caso de los usuarios. El corpus permite comprobar que las relaciones cuantitativas reflejan diferencias cualitativas atribuibles al esfuerzo de cortesía, que es típico de los empleados que atienden a los clientes (cf. la cortesía ‹de vendedor› en (232)). Los dos adverbios en –mente que ocurren tanto en los discursos O y U son actualmente y solamente, que son poco emblemáticos en términos de cortesía. Ello cambia cuando se mira las unidades que aparecen exclusivamente en el discurso O: nuevamente, lamentablemente, únicamente, igualmente, perfectamente, exac308

tamente, definitivamente. Con la excepción de únicamente, estos adverbios sirven para comunicar efectos de cortesía. Veamos algunos ejemplos:40 (233) O – ¿a nombre de Juan Pérez? U – exacto O – no tengo información lamentablemente pero pasamos el aviso […] (234) O – muy bien. el reclamo quedó ingresado caballero lamentablemente no tengo información para brindarle hasta el momento (235) O – es. toda la zona o solamente allí? U – no. somos cuatro o cinco vecinos que estamos sin luz y yo hoy había avisado y vino y ahora se volvió a cortar O – bueno. reiteramos el pedido nuevamente va XX por allí U – tá. bárbaro O – correcto? U – gracias O – a las órdenes U – ta luego (236) U – Este local tiene una potencia de 200 kilowats O – Sí U – Este yo quería bajarlo a 30 O – No hay problema se le puede bajar perfectamente. El período es por dos años nada más. U- Sólo por dos años O – Exactamente Al término de dos años vuelve de vuelta a la a la [sic] potencia original (237) U – Y no se puede volver a bajar. O – Se puede volver a bajar pero ahí ya defi nitivamente. U – Ya queda defi nitivo.

Los atributos afi rmativos sin sufijo ocurren también, según se desprende de los ejemplos. Hemos encontrado las formas bárbaro, bien, bueno, claro, correcto (interrogativo), exacto, perfecto, seguro. A diferencia de los adverbios en –mente, que son marcados en términos de cortesía, las formas simples tienden a usarse indiferentemente en los discursos de los interlocutores, con cierta preferencia por parte de los clientes, probablemente porque no hacen un esfuerzo de cortesía que se refleje en la frecuencia de los adverbios en –mente. Ello corresponde al padrón general de la comunicación oral informal en América, en el que predominan los llamados adjetivos adverbializados. Evidentemente, hay que tener en cuenta las propiedades individuales de cada atributo, como en el caso de bárbaro, demasiado familiar o vulgar para el discurso O. No cabe duda de que los

40

Orlando (2006, 51, 83, 82, 105, 109). Respetamos la transcripción original, con excepción de las formas que hemos puesto en cursiva.

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operadores de la empresa lo evitarán en su discurso, al paso que no habrá óbice a usar las otras formas mencionadas. Los datos accesibles en Orlando (2006) no nos permiten pronunciarnos sobre la relevancia de otros factores como las preferencias idiolectales y la relevancia de la situación específica. En cuanto al primer aspecto, remitimos a la observación de Kraschl (2008) acerca del comportamiento lingüístico de los hablantes cultos (v. 9.9). Si aplicamos la misma explicación, podríamos decir que no todos los operadores tendrán necesariamente una predilección por los adverbios en –mente, ya que las formas simples no marcadas no son descorteses, pero la probabilidad de producirse una preferencia idiolectal a favor de los adverbios en –mente es más alta en el caso de los operadores que en el de los usuarios. Imaginémonos por un momento una novela en la que el autor quisiera presentar un personaje de clase alta con buenos modales, detrás de las cuales se esconde empero el mal carácter, la falta de lealtad y la voluntad de abusar de los demás. En tal caso, la concentración de tales adverbios en –mente en su idiolecto sería un recurso estilístico perfecto. Para decir la verdad, es poco probable hoy en día que los empleados de una tienda de lujo en España pronuncien enunciados del tipo (232), pero el autor de una obra literaria podría recurrir a (232) para producir un efecto hiperbolístico capaz de divertir a sus lectores. En síntesis, podemos constatar una vinculación típica de los adverbios enunciativos en –mente con la cortesía formal. El efecto puede ser el de respeto auténtico, pero son numerosos los casos en los que se añade una connotación de falsedad. Así, resulta evidente que el vendedor que multiplica tales formas tiene un comportamiento zalamero de respeto exagerado que corre el riesgo de ser percibido como falso y de poca confianza. La atribución de este tipo de signos discursivos al lenguaje político conlleva la misma connotación de falsedad. El discurso político es cortés, pero la cortesía formal tiene también un efecto de distancia con lo dicho. Es un discurso de poco compromiso con los interlocutores y con lo dicho. Los efectos perlocutivos son comparables con los de usted, que puede expresar, según la situación, un respeto auténtico o una distancia social o personal. El efecto depende también de la frecuencia de las formas en el discurso de una persona.

9.7. Hacia una diacronía de la variación diafásica El valor diafásico y normativo de los adverbios en –mente, que acabamos de examinar, conoció cambios importantes en la diacronía de las lenguas romances. Si bien las tendencias observables se enmarcan en un esquema común, según veremos ahora, cada cultura nacional o regional ha adoptado actitudes específicas. En la Francia del siglo XVI, una polémica importante enfrentó los defensores del atributo simple a los que preconizaban los adverbios en –ment. Así, du Bellay (1948 [= 1549], 160–161) escribió: Uses donques hardiment [...]. Des noms pour les adverbes, comme ilz combattent obstinez, pour obstinéement, il vole leger, pour legerement, & mil’ autres manieres de parler [...].

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Du Bellay admitió el enriquecimiento de la lengua francesa por imitación de las lenguas clásicas (cf. Brunot (1971 [= 1891], 360)), a diferencia de Malherbe, quien rechazó esa actitud considerada latinizante (ibid., 297). Notemos, sin embargo, que la fidelidad a la expresión oral informal no fue aducida como argumento a favor del atributo simple, sino la riqueza de la lengua y el modelo latino, frente al sufijo ‹nacional› –ment, que no existía en el latín clásico. No obstante, las opciones efectivas tuvieron necesariamente repercusiones en la distancia que se iba a crear, o no crear, entre la tradición oral y la nueva tradición escrita en vías de normalización. Al final, los adverbios en –ment se impusieron como variante de prestigio frente a los atributos monocategoriales. Recuérdese, en este contexto, que en el siglo XVII el movimiento francés de las Précieuses, ridiculizado por Molière en Les précieuses ridicules, proclamaba el uso abundante de los adverbios en –ment, especialmente como cuantificadores hiperbólicos del tipo furieusement, pero también como modificadores valorativos del verbo (faire cruellement rougir) (cf. Brunot (1971, 360); Dufour-Maître (2008, 600–604); Denis (1998, 56)). De ser así, la función sociolectal de identificación con el grupo de las Précieuses les confirió a los adverbios en –ment un papel discursivo incluso en los empleos nucleares (intrasintagmáticas). Ante lo que hemos visto en 9.6, no parece ser una casualidad que los adverbios en –ment tuvieran una acogida muy favorable en el discurso de máxima cortesía practicado por las Précieuses. El empleo de los adverbios en –ment es una de las características del lenguaje précieux que más tiempo se conservó en ciertos sociolectos (cf. Lathuillère (1985, 274)), e incluso en colocaciones todavía usuales en la lengua común como, por ejemplo, faire cruellement défaut. En su comentario a los Deux dialogues de Henri Estienne, Ristelhuber escribe en una nota a pié de página que «ce sont les précieux et les femmes qui ont fait le succès de ces exagérations adverbiales», aludiendo al uso exagerado de los adverbios en -ment (Estienne (1970 [= 1578]), vol. 2, 138). Más tarde, a partir del siglo XVII, se criticará el uso exagerado de los adverbios en – ment, no solamente con respecto a las variantes hiperbólicas y neológicas de las Précieuses, sino también por su frecuencia en general. Una conciencia lingüística de mayor formalidad y cortesía de los adverbios en -mente, se observó también en locutores mexicanos (cf. Arjona Iglesias (1991, 40)) y brasileños en nuestros días. Suponemos que se trata de una actitud bastante generalizada en los países hispano y lusohablantes de América. Por eso, nos parece posible comparar el valor diafásico que connotan los atributos monocategoriales y los adverbios en –mente hoy en día en América, con el de Francia en los siglos XVI y XVII, cuando los ‹adjetivos adverbializados› eran todavía muy usuales pero empezaban a sufrir las consecuencias del prestigio creciente de los adverbios en –mente en el habla culta. En Francia, la situación ha conocido un desarrollo ulterior. Hoy en día, el uso de los adverbios en –ment es considerado normal (estándar), sin connotaciones de prestigio. Además, la gramaticografía francesa conoció una discusión importante en la que la postura racionalista dio preferencia a los sintagmas preposicionales del tipo en realidad sobre los adverbios en –mente tachados de subjetividad metafórica (cf. Bally (41965, 311

246–248); Frei (1929, 203)). Esta preferencia estilística se nota todavía hoy en el estilo literario elaborado (Hummel (1998, 227–228)), que prefiere las formas perifrásticas rebuscadas del tipo d’un pas, d’un ton, d’un air, l’esprit tranquille, de manière, etc. Los llamados adjetivos adverbializados (fr. adjectif-adverbe o adverbe court), a su vez, son considerados como muy vulgares, en todo caso cuando son productivos, con la salvedad de algunas formas canonizadas (y casi fosilizadas) como parler haut / bas, couper court, etc. Así, la jerarquía estilística del francés ha sufrido un cambio diacrónico que se puede describir en términos diafásicos como proceso de propagación desde arriba (norma culta esmerada y estándar) hacia abajo (norma vulgar): Esquema 3: La diacronía diafásica de los atributos preferidos Fase I > formal-cuidado latín (-iter, etc.) normal atributo simple vulgar

Fase II > -ment(e) atributo simple

Fase III perífrasis atributiva -ment(e) atributo simple

La fase I fue característica del latín hablado informal (latín vulgar) y del protorromance. En la expresión escrita se usaba el latín, sobre todo el sufijo –iter, que se había impuesto incluso en los casos en los el latín clásico lo evitaba (humaniter en lugar de humanƝ). En la expresión oral, la forma más empleada fue el atributo monocategorial con funciones tanto adjetivales como adverbiales y circunstanciales (Hummel 2002a). No tendría sentido diferenciar el empleo según el registro, justamente porque el «Sprachausbau» o elaboración de la lengua no tenía la envergadura de los siglos ulteriores, sin hablar de la escasez de las fuentes y del carácter largamente reconstruido del protorromance hablado. Suponemos que el atributo simple se usaba también en la comunicación vulgar subestándar, pero sin connotación de vulgaridad. El rumano conserva esta situación hasta hoy en día, con inclusión del registro formal, ya que se canonizó el sistema monocategorial. La fase II aparece muy claramente en la diacronía del francés en los siglos XVI y XVII, en los que se imponen los adverbios en –ment, hasta el punto de criticarse su empleo excesivo. Podríamos incluso relacionar el uso de los adverbios en –ment con la famosa «klassische Dämpfung» o ‹contención clásica› que Leo Spitzer (1931) constató en la literatura clasicista. Los adverbios en –ment arrancan las evaluaciones del tipo natural, horrible, obvio, perfecto, etc., usadas como incisos, de la fuerza subjetiva emocional directamente atribuible al hablante, para integrarlos en la manera de presentar y describir algo, es decir: se aprovecha su cualidad de adverbio de la manera para darles un deje más descriptivo y narrativo a las evaluaciones. Ello implica, a la vez, un efecto de mayor distancia frente a los hechos relatados. Es exactamente lo que se observa en oposiciones del tipo cierto : ciertamente. Con el Siglo de las Luces y la visión de una lengua clara y lógica, los adverbios del francés en –ment fueron criticados por su tendencia al uso metafórico, es decir, poco lógico. En ciertos casos, resulta incluso imperativo recurrir a la perífrasis para mantener el significado de adjetivo base, como en naturellement frente a de façon naturelle. En otros casos, d’un pas rapide (accéléré) es simplemente más elegante 312

que rapidement. De esta forma nació el sistema diferenciado actual de los valores diafásicos que adscribimos a la fase III. Evidentemente, tales esquemas son muy someros, ya que el nivel puede distinguir también un adverbio en -mente de otro, y no todos los hablantes comparten necesariamente la misma actitud. En la diacronía diafásica de las lenguas romances hay que tener en cuenta el fenómeno al que Maas (2010 a,b) alude con el término «Sprachausbau», es decir, el desarrollo cultural de una arquitectura diferenciada de una lengua, con cada vez más funciones, códigos de realización, etc. En esta óptica, parece normal que la fase I sea menos diferenciada que la fase III. La situación actual del habla oral en la América luso e hispanohablante se corresponde mejor con la fase II. Los hablantes menos cultos tienen una conciencia muy clara de que es mejor usar los adverbios en –mente en situaciones comunicativas formales. Ello explica bien el fenómeno de la transposición de las funciones discursivas adversativas de igual a las de igualmente (v. 9.5). Los hablantes cultos no lo harían tan fácilmente, y en España el fenómeno es sin duda marginal, quizá porque los adverbios en –mente con función discursiva (o algunos de ellos) son menos percibidos como variante mejor, sino como variante afectada que se atribuye prototípicamente al discurso poco fidedigno de la clase política. De cierta forma, España se encuentra a mitad de camino entre las fases II y III, con menor estigmatización del sistema monocategorial como registro vulgar. Pero el impacto cultural sobre el desarrollo es muy específico, de suerte que no podemos situar las culturas en un mismo camino diacrónico. Así, la valoración normativa en España no llega, en ninguno de los niveles, al grado de diferenciación que se observa en Francia a consecuencia del mayor impacto de la normalización en este país, y también, no lo olvidemos, de la rebeldía frente a ella, con su impacto en el argot y la literatura de argot, donde predominan los atributos simples (Kofler (2007)). Las dos actitudes, que son típicas de la cultura lingüística francesa, aumentaron las discrepancias diafásicas. En el Esquema 3, los atributos del nivel «normal» se pueden usar de forma no marcada en todos los registros. Es el caso del atributo simple en rumano, y lo fue, pensamos, en latín vulgar y en protorromance. Lo mismo vale para el habla oral en América, donde el atributo simple es la forma más empleada. Por eso, el atributo simple se usa indiferentemente en las llamadas telefónicas entre O y U analizadas arriba, al paso que los adverbios en –mente se concentran en el habla cortés de O (Fase II). En España, Francia, Italia y Portugal, la normalidad tiende a corresponder al uso de los adverbios en -mente, tanto en la expresión oral como en la escrita, si nos referimos a la lengua estándar (Fase III). No obstante, la representación en el Esquema 3 es demasiado esquemática para representar la arquitectura compleja de las lenguas romances, incluso si nos atenemos a su dimensión diafásica. Así, por ejemplo, la expresión escrita y la oral (si es que se puede usar el singular «la») se desdoblan frente a los criterios mencionados en la Tabla. En América, los adverbios en –mente resultan algo formales y cuidados en la comunicación oral corriente, pero «normales» en la expresión escrita, justamente porque la expresión escrita tiene una correlación positiva con la formalidad y lo correcto. En Italia, los adverbios en –mente corresponden al uso normal, si 313

excluimos los dialectos, pero los llamados ‹adjetivos adverbializados› tienen mucho prestigio en la expresión literaria, donde suelen usarse con flexión ‹ilógica›: «le sue lagrime corsero più facili»41. Ello demuestra que «la» expresión escrita no existe y que los juicios de valor que influyen en las opciones diafásicas dependen de la cultura en cuestión. El caso del italiano comprueba que la canonización de los adverbios en –mente es un proceso que se observa esencialmente en el estándar lingüístico y en las variedades influenciadas por él, y mucho menos en la literatura elaborada y en la expresión subestándar. En el nivel formal-cuidado de la fase I, habría que añadir, en el caso del latín vulgar, del protorromance y del romance medieval, el latín escrito (y hablado) según el modelo clásico. Finalmente, cabe llamar la atención sobre un fenómeno curioso y poco estudiado que interviene en la competencia de atributo simple y sufijado, como en cierto, ciertamente y por cierto (cf. Fuentes Rodríguez (1992)). Si leemos la serie de sintagmas preposicionales que indicamos a continuación, tenemos la impresión que en algunos de ellos la preposición sirve como partícula de nobleza para tornar aceptable el uso de los adjetivos con funciones adverbiales y discursivas: por cierto, de seguro, de fijo, de ordinario, a oscuras, en definitiva, en seguida, a la inversa, a diario, de súbito, etc. (cf., por ejemplo, García-Page (2008, 128–134), Gutiérrez Araus (1995, 175), Penadés Martínez (2005), Quilis Merín (2008), Fuentes Rodríguez (2009, s.v. de seguro), Santos Río (2003, passim)). En todos estos casos se usan también los atributos simples y los atributos en –mente correspondientes (cf. Hummel (2009) acerca del uso oral de los atributos simples como circunstantes temporales y espaciales). Según hemos visto en 3.6, es excepcional el uso de cierto como respuesta independiente en el español hablado estándar de la Península Ibérica. Por eso, no carece de interés observar el uso de saber de cierto, documentado una vez en C-Oral-Rom: (238) *VIS: pero entonces / tú sabes ya de cierto cuándo te dan las vacaciones ?$ (Title: el bígaro, @File: efamdl06, Participants: VIS, Visitación, woman, C, 1, housewife, participant, Cuenca/20 years in Madrid)

Si descartamos los efectos de diferenciación semántica por lexicalización, podemos plantearnos la hipótesis, según la cual, algunas de estas variantes, como, por ejemplo, de seguro, de cierto y de fi jo, podrían haber surgido como alternativas más aceptables en un contexto normativo que ve con un mal ojo el uso de la misma forma simple para las funciones sintácticas de adjetivo y de adverbio. Obviamente, el fenómeno ultrapasa las fronteras de los signos discursivos con base atributiva, ya que saber de seguro se corresponde con saber seguro, es decir, con los atri-

41

Manzoni, I promessi sposi, citado en Meyer-Lübke (1974, 448). La flexión no es ‹lógica› en el sentido de que no refleja una relación atributiva de facili con le sue lagrime. Recuérdese que defendemos la hipótesis según la cual la flexión atributiva fue, al principio, es decir, en la tradición oral, un mecanismo de simple cohesión temática que tiene su continuación en medios tontos, de pura tonta, vamos directos, etc. El criterio de la correspondencia lógica de la función atributiva con un objeto que acepta el rasgo atribuido, pertenece a la tradición gramaticográfica racionalista y logicista, que impone criterios parcialmente ajenos al espíritu de la lengua.

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butos del verbo. Entran en el enfoque de este apartado porque podría tratarse de un cambio lingüístico provocado por el escaso valor normativo de los atributos simples. Con todo, no hay que pasar por alto, que los sintagmas preposicionales suelen tener un deje popular-regional, como, por ejemplo, a la fi ja, en fi ja, en fi jo y, en menor medida, de fi jo (cf. la ocurrencia de de seguro en sardo (Ramat / Ricca (1998, 203)), y el carácter popular de las construcciones equivalentes en rumano). Por eso, la recogida de ciertas variantes por la expresión cuidada corresponde al mismo proceso de selección que se observa con las variantes orales de los marcadores del discurso (cf. capítulos 10 y 11).

9.8. El caso de los modificadores determinativos Según hemos visto en el capítulo 4, el grupo de los modificadores determinativos con base atributiva contiene unidades como puro, mero y mismo que despliegan una polifuncionalidad impresionante en los dialectos. Así pues, no cabe duda de que pertenecen a la tradición oral. Su presencia es más notable en los dialectos americanos, mientras que en España solo quedan algunos rezagos regionales, probablemente porque la enseñanza las erradicó. En efecto, el habla culta tiende a no acoger las funciones en las que puro, mero y mismo no son adjetivos flexivos con atribución ‹lógica›. Si admitimos que su uso ‹adverbial› pertenece a la tradición oral, se desprende claramente que el habla culta actuó en el sentido de eliminar la vertiente adverbial del sistema monocategorial. La solución de recambio que ofrece el habla culta son los adverbios en –mente, de los que no hemos hablado en el capítulo 4. Constatamos efectivamente que casi todas las unidades analizadas en el capítulo 4 disponen de un adverbio en –mente con la misma base léxica para ocupar las funciones que conllevan la invariabilidad de los atributos: Tabla 15: Los modificadores determinativos con base atributiva incluso solo justo puro mero cierto mismo propio único preciso

42 43 44 45

--- (inclusivamente) solamente justamente puramente 42 meramente43 --mismamente propiamente únicamente 44 precisamente45 etc.

Cf. Fuentes (1987a, 174) y Fuentes (2009, s.v.) acerca de puramente. Cf. Kany (1970, 279) y Fuentes Rodríguez (2009, s.v.) acerca de meramente. Fuentes Rodríguez (2009, s.v.). Fuentes Rodríguez (2009, s.v.). Cf. aquí en 8.4.5.

315

El valor variacional de las formas con la misma base léxica depende del caso. Incluso no tiene un equivalente directo, pero se observan las alternativas inclusivamente/inclusivemente. En todo caso, incluso se admite tanto en el habla escrita como en el oral informal. Solamente y justamente son algo más cultos que solo y justo, pero no hay óbice para usar las formas simples en la expresión escrita. En el caso de puro y mero, el habla culta impone una separación clara de las funciones de adjetivo de puro y mero y de las de adverbio de puramente y meramente. Cierto, único y preciso no tienen problemas en el habla culta, ya que sus funciones como modificadores determinativos mantienen las propiedades flexivas del adjetivo, sin extenderse a variantes invariables. A diferencia de ciertamente, que no puede ocupar las funciones de modificador determinativo, únicamente es el complemento de único para las funciones adverbiales. Mismamente se ha encaminado hacia la marginalidad, del mismo modo que las funciones adverbiales de mismo, que, sin embargo, sí se observan en otras lenguas romances. El adverbio mismamente pertenece a los pocos casos que se arraigaron más en el habla coloquial inculta que en el habla culta (cf. Santos Río (2003, 111b)).46 De ello se desprende, en definitiva, que habría que emprender un estudio histórico-comparativo y variacional para ver cuáles fueron los factores que determinaron la suerte de cada una de estas formas.

9.9. Variación diastrática y nivel educacional Las dimensiones variacionales de una lengua no son autónomas. Si bien la diferenciación diastrática del habla según estratos o grupos sociales no coincide con la de distintos niveles educacionales, no cabe duda de que el habla de los estratos sociales medio y alto esté más estrechamente relacionada con el habla culta que la de los estratos más bajos, sobre todo en el contexto hispanoamericano con hablantes analfabetas (que, por cierto, también existen en Europa, sin que se admita). El habla culta se relaciona, a su vez, con la tradición escrita y con sus normas. Así, por ejemplo, el uso de los atributos simples con función de adverbio y de los adverbios en –mente en el habla oral popular y culto de la Ciudad de México, se explica por el mayor impacto de la tradición escrita en la expresión oral culta (cf. Arjona Iglesias (1991)). Por eso, las tradiciones oral y escrita constituyen algo como una tela de fondo que incide específicamente en todas las variedades diasistemáticas, según la permeabilidad de las membranas, o sea, de la conciencia lingüística. Ello vale también para los idiolectos que hemos analizado en 9.3, en la medida en que, por ejemplo,

46

Remitimos a nuestro estudio diacrónico de fr. vite / vitement donde es también el adverbio en –ment que se fue confinando a las variedades subestándares, sobre todo regionales, mientras que en el registro culto predomina casi exclusivamente vite con función adverbial (Hummel / Kröll (2011)). Cf. nuncamente en Company Company (2012b).

316

Sandra es la única hablante que está por empezar una carrera universitaria, siendo también ella quien utiliza el mayor número de adverbios en –mente. Lo que podría ser una simple coincidencia idiolectal, recibe una explicación más profunda si tenemos en cuenta que los adverbios en –mente aumentan considerablemente con el nivel educacional de los hablantes, y especialmente en la expresión oral formal (cf. Kraschl (2008); Kofler (2007); Steinbauer (2004)). Si bien no se han estudiado bien las relaciones variacionales que caracterizan el uso de los atributos enunciativos con forma de adjetivo y los atributos enunciativos en –mente, hay algunos estudios interesantes, sobre todo acerca de los adverbios en –mente en el habla oral. Con Poblete (1996) disponemos de un análisis del uso de los marcadores del discurso en la clase alta chilena, más concretamente de los datos de tres entrevistas semi-dirigidas, cada una con 30 minutos de duración, con tres mujeres en Valdivia que representan, además, tres generaciones distintas, de 16 años, 48 años, 70 años (1996, 168–169, 178).47 Como en nuestro análisis del Corpus Kluge, solo se tuvo en cuenta el discurso de las entrevistadas, descartándose asimismo una parte de la dimensión interactiva. Las entrevistas fueron realizadas en la casa de las entrevistadas en «un ambiente grato de intercambio conversacional». Con 90 minutos frente a las más de 9 horas del Corpus Kluge, la cantidad de datos es menor, pero, aun así, Poblete desprende 1 348 ocurrencias de marcadores discursivos realizadas con 68 unidades distintas, frente a los 53 types y 980 tokens del Corpus Kluge. Ello se debe, al menos parcialmente, a criterios de selección más amplios, en la medida en que Poblete integra unidades como ah, oh, huy, mira etc. Desafortunadamente, Poblete no reproduce ningún cuadro sinóptico del conjunto de las formas con sus frecuencias respectivas, como tampoco lo hace Travis (2005) para su corpus colombiano. Ello reduce considerablemente la posibilidad de comparar los datos con el objetivo de desprender los factores variacionales que intervienen en el uso de los marcadores. Se trata de un problema importante, ya que disponemos de muchos estudios sobre los marcadores del discurso, pero los datos publicados raramente permiten acceder con una metodología comparativa a los factores relacionados con el tipo de texto, la situación comunicativa, etc. Pese a estos problemas, hemos intentado establecer el inventario de los marcadores del discurso del Corpus Poblete. Aun agrupándolas, en lo posible, las formas citadas llegan a 80 tipos y no a 68, como dice la autora. Si nos limitamos a las formas atributivas, que nos ocupan en primer lugar, el esfuerzo resulta más satisfactorio, sin duda porque los problemas de delimitación son menos graves que en los sintagmas e interjecciones. Los atributos enunciativos adjetivales se suman a 5 tipos, frente a 11 en el Corpus Kluge:

47

Cepada / Poblete (1996) es idéntico a Poblete (1996), con excepción del último apartado que vierte sobre la entonación, en el primer caso, y el factor edad, en el segundo.

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bueno, (y) bueno (ya) claro, (y) claro, sí claro evidente incluso lógico

Llama la atención la ocurrencia de lógico, que una de las hablantes del Corpus Kluge atribuye al lenguaje de los dueños de casa, es decir, a la clase alta (v. 5.1.2). Es posible que evidente comparta la misma característica de funcionar como signo de respuesta algo más cuidado. No aparecen los marcadores discursivos coloquiales igual y total. Teniendo en cuenta la baja frecuencia de algunas unidades adjetivales en el Corpus Kluge, nos inclinamos a pensar que el inventario más reducido del Corpus Poblete se debe en parte al menor tamaño del corpus, pero también cabe la posibilidad de un mayor control sobre este tipo de recurso en estratos sociales acostumbrados a comunicarse con cierta formalidad. Con seis formas, el inventario de los adverbios en –mente tiene prácticamente la misma extensión que el de las formas simples: evidentemente justamente prácticamente precisamente realmente sencillamente

Aunque solo dos formas, precisamente y realmente, se encuentren también en el Corpus Kluge, se trata de adverbios enunciativos bien conocidos de la lengua española. Con la posible excepción de evidentemente, algo más culto, los adverbios en –mente observados en los corpus de Kluge y Poblete nos parecen pertenecer al mismo registro coloquial, es decir, pertenecen al núcleo de los adverbios en –mente que se encuentran en conversaciones coloquiales de todo tipo. Por eso, no nos parece posible adscribir su uso a una variedad diastrática de clase alta o clase baja. La educación escolar media les permite a las empleadas domésticas del Corpus Kluge el acceso al mismo registro. Se detectarán algunos elementos que reflejan su origen social, pero no podría hablarse de sociolectos distintos. Así las cosas, cabe plantearse la hipótesis, según la cual, el grado de formalidad o informalidad de la situación es el factor decisivo en el empleo de las formas atributivas con función discursiva. No sería tanto el hecho de pertenecer a una clase u otra que ‹determinaría› las opciones, sino las condiciones creadas por la situación y los interlocutores. De hecho, los hablantes cultos no se distinguen de otros hablantes porque utilicen un solo registro que pudiéramos adscribirles diastráticamente, sino por la capacidad de expresarse en distintos registros y con grados de formalidad adaptados a la situación. Los hablantes del campo que se comunican exclusivamente en dialecto no tienen esa capacidad, o no la tienen tan diferenciada. Por eso, el habla de personas de clase media, medio-alta y alta puede acercarse bastante al habla oral coloquial de otros grupos sociales, ya que la comunicación informal se 318

hace de igual a igual, en términos comunicativos. Y, efectivamente, Poblete menciona un «ambiente grato de intercambio conversacional». Es muy ilustrativo al respecto, un ejemplo coloquial de la variedad andaluza, pronunciado por «una profesora de E.G.B., titulada superior, de treinta y tres años» (Narbona Jiménez (1986, 235)): (239) Pues José María, qué gracia, oye; porque él pensaría…, pero después, bien ¿no?, o sea, normal, porque hablando y tal ¿no? decía…, no sé…, un poco… receloso, vaya, por si yo… ¿no?..., pero, nada, estuvimos hablando, y nada, él ya vio… ¿no? que yo, vaya, que yo… normal.

Se trata de un ejemplo seleccionado por la concentración excepcional de los marcadores del discurso, y por la relación claramente inferencial que mantienen con el contenido de los enunciados. Notemos el uso extraoracional del atributo evaluativo normal. No se observa ningún esfuerzo de integrarlo sintácticamente con una construcción copulativa o de explicitar la relación atributiva que mantiene con algo. Lo único que podemos decir, a partir de esta cita, es que normal se refiere a algo que se desprende del contexto más amplio. Además, por exagerado que pueda parecer, no cabe duda de que se trata de un pasaje auténtico de una persona con nivel educacional alto y, además, profesora. Su educación y su papel modélico de profesora no influyen de manera alguna en el habla informal, al menos en la situación en la que fue grabado su discurso. Narbona Jiménez tampoco retiene los adverbios en –mente como rasgo regional en la variedad andaluza, ni cuadrarían estos bien con el ejemplo citado. Por supuesto, habrá otros profesores que cuidan intencionadamente el uso de la lengua incluso en las situaciones informales. Ello corresponde bien a la observación hecha por Kraschl (2008) a partir del subcorpus oral peninsular de C-Oral-Rom. Según Kraschl (2008, 48), las preferencias idiolectales por determinados adverbios en -mente aparecen claramente en el corpus C-Oral-Rom, que es cuatro veces más grande que el Corpus Kluge. Además, según la misma autora, la preferencia por los adverbios en –mente es una característica del habla culta. No es que todos los hablantes cultos manifiesten una preferencia idiolectal por los adverbios en –mente, pero todos los hablantes que efectivamente tienen una predilección por este tipo de adverbios pertenecen al grupo culto. Dicho de otro modo, hay hablantes cultos que no cuidan su expresión oral a tal punto que ello se refleje en la frecuencia de los adverbios en –mente, pero algunos sí. En consecuencia, el uso de los adverbios en –mente se correlaciona con el nivel educacional, pero depende de la persona culta si conserva individualmente esa preferencia culta en el habla informal o no. Ello vale especialmente para la América hispano y lusófona, donde existe una conciencia clara de la vinculación de los adverbios en –mente con la expresión culta. Los datos de Poblete apuntan, por un lado, a un uso a la vez más selectivo y más diferenciado de los atributos simples por los hablantes del estrato alto, que incluye lógico y evidente y excluye total e igual, frente a los datos del Corpus Kluge, donde la relación se invierte. Con todo, ello no quiere decir que la hablante de 16 años no use total e igual con sus amigos. Por otro lado, se observa cierta convergencia 319

en cuanto a los adverbios en -mente usuales en el coloquio. Es posible que se haya evitado en las entrevistas de Poblete la cortesía formal y distante que conlleva el uso frecuente de los adverbios en –mente. Bueno y claro se usan tanto en el Corpus Poblete como en él de Kluge. Se confirma su papel de marcadores discursivos orales informales de uso general en la lengua española. Si se evitan y reemplazan por obvio / obviamente, lógico / lógicamente, evidente / evidentemente, etc., ello corresponde a un esfuerzo individual de expresión cuidada que corre el riesgo de parecerles afectada a los interlocutores. Notemos, en este contexto, que Cortés Rodríguez (1991, 34) no observó, en el uso oral de los marcadores discursivos en la Península Ibérica (esencialmente de tipo pues, bueno, claro, entonces, o sea), «diferencias acusadas según los niveles socioculturales». Según hemos visto arriba, es posible que la diferenciación diastrática y educacional del uso de los marcadores discursivos se efectúe a través de muy pocos signos discursivos distintivos, como lógico, exacto, evidente, obvio, cuyo empleo puede variar, además, según el deseo individual y situacional de marcar el estatus social y educacional, del mismo modo que se podía usar en Buenos Aires ir a Colón y no ir al Colón para identificar el estrato social, que es alto, en el primer caso. Por supuesto, la ausencia de signos discursivos muy coloquiales como igual o total conlleva un efecto semejante, aunque menos visible. La frecuencia total de los marcadores discursivos, sin embargo, parece ser sensiblemente la misma en la oralidad espontánea culta e inculta. No obstante, según Fuentes Rodríguez (1993a, 123–126), el uso de claro en los niveles culto, medio y popular del habla sevillana, grabado en condiciones muy semejantes (entrevista, solo se tiene en cuenta el discurso de los entrevistados), es mucho más frecuente en el habla popular y medio que en la culta. Es posible que ello tenga que ver con un mayor grado de diferenciación del habla culta que reduce la frecuencia token de los marcadores discursivos muy frecuentes. Notemos que Fuentes Rodríguez no se apoya en las frecuencias relativas, pese a que las encuestas no tengan la misma duración. Además, no distingue claramente el uso con y sin cópula. En conclusión, según los datos disponibles en los corpus de Poblete y Kluge, los marcadores del discurso con base atributiva se distinguen poco, según el criterio diastrático «clase baja / clase alta», en el habla oral chilena. Recuérdese que el ambiente informal y la estructura de entrevistas semi-dirigidas es muy similar en los dos corpus, si bien los temas son sicológicamente más duros en el Corpus Kluge. No podemos decir nada acerca de la frecuencia token en el Corpus Poblete, de la que podríamos desprender, eventualmente, un mayor control en el estrato social alto. Juntamente con otros datos mencionados del ámbito ibérico, parece que los hablantes del estrato alto y los del estrato bajo se acercan en sus costumbres en la comunicación informal. Con todo, según comenta una de las empleadas domésticas, el uso de lógico es suficiente para ubicar el discurso en el diastrato de sus dueños de clase alta (v. 5.1.2). La ausencia de igual y total es menos llamativa, pero no cabe duda de que los que los utilizan podrían identificarse como miembros de otro grupo social u otro grupo etario. Finalmente, el nivel educacional y social parece incidir en la frecuencia token de los signos discursivos más frecuentes. Si bien ello 320

no es necesariamente el caso en la oralidad informal, el número de formas diferentes (types) aumenta con el grado de diferenciación argumentativa. Ahora bien, los hablantes cultos tienen una mayor capacidad de elaboración discursiva. De ello se desprende también que resulta problemático, desde el punto de vista metodológico, pronunciarse sobre propiedades del habla según el nivel educacional y/o social, sin relacionar los datos con la postura individual de los hablantes y las situaciones en las que se encuentran. Además, la situación demuestra la importancia del análisis lexicológico, por ser este el único modo de describir los factores variacionales como propiedades del signo lingüístico. Si disponemos de una descripción lexicológica diferenciada, no resulta difícil explicar por qué tal hablante prefiere tal solución en tal situación. Evidentemente, nuestros datos solo nos permiten indicar algunas pistas para la investigación futura.

9.10. La variación diatópica La variación diatópica mercería un estudio aparte. Aquí nos limitamos a hacer algunas reflexiones. De entrada, parece más probable que se hayan producido variedades de uso en los atributos simples vinculados a la tradición oral que en los adverbios en –mente, sujetos a la fuerza cohesiva del habla culta, tanto en el ámbito general, a raíz de la función modélica del castellano ibérico escrito en el decurso de la historia, como en Hispanoamérica, marcada por el afán de filólogos como Rufino José Cuervo o Andrés Bello, de crear o conservar un habla culta capaz de asegurar la comunicación entre los países hermanos. Y efectivamente, el caso más claro de diferenciación diatópica parece ser el uso de cierto, frecuente en Hispanoamérica, pero poco usual en España. Este marcador no consta en los listados de los que disponemos, de Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4200–4203), de Portolés (1998, 157) de Briz ((ed.) (2009 y ss.)) y de Fuentes Rodríguez (2009), todos ellos del ámbito ibérico. Del mismo modo, el uso de inclusive parece ser más frecuente en América. Fijo es un caso peculiar, en la medida en que se está propagando, en su calidad de marcador discursivo subestándar de la jerga juvenil, a partir de España al mundo hispanohablante a través de la comunicación personalizada de la Red, especialmente en los blogs. Puro y mero son muy marcados diatópica y diastráticamente, presentes sobre todo en las hablas regionales americanas. No carecería de importancia observar las diferencias de entonación, sobre todo entre las variedades hispanoamericanas, por un lado, y la peninsular por otro. Por fin, habría que comparar también el uso de las distintas funciones de un marcador discursivo polifuncional. Es posible, por ejemplo, que el uso contrapositivo de bueno sea más frecuente en España que en América. En este sentido, habría que analizar la distribución diatópica también para cada función presente en una polifuncionalidad. Mismo y mejor serían buenos candidatos para una investigación más profundizada. Pese a que existan diferencias regionales, es más importante la gran coherencia de la lengua española en su conjunto que pone de manifiesto el uso generalizado 321

de la mayoría de los marcadores discursivos polifuncionales con base atributiva, tales bueno, claro, igual, total, incluso, etc. No es un rasgo que las variedades de la lengua española compartan por su tradición escrita, caracterizada por el empleo de los adverbios en –mente, sino un rasgo del habla oral informal. La homogeneidad de los marcadores discursivos a través del mundo hispanohablante es, además, un indicio más que corrobora nuestra hipótesis, según la cual el uso de los atributos monocategoriales es la continuación de su predominio en el latín hablado informal. La marginación diatópica, diastrática y diafásica de la polifuncionalidad de puro, mero y quizá mismo refleja la intervención de la normalización, con sus peculiaridades nacionales (cf. el voseo argentino), en la tradición oral.

9.11. La variación diacrónica En el caso de los atributos enunciativos con forma de adjetivo, la investigación de la variación diacrónica sufre del problema metodológico de la inexistencia de datos orales auténticos (cf. Pons Rodríguez (2010a, 529–530, 592)). Su eliminación o marginación sistemática en el habla escrita de hoy es una razón suficiente para pensar que es imposible reconstruir la tradición oral a partir de datos escritos. Ocampo (2006b, 238), quien dedicó varios estudios a la diacronía de los marcadores del discurso, menciona ejemplos históricos en los que bueno tiene el significado básico ‹bueno›, comparable con el valor de exclamaciones como ¡Espléndido!, ¡Tremendo!, etc. Con todo, no sabemos si los autores de la fuente no remotivaron el adjetivo enunciativo en la obra escrita, cuando el habla oral ya hacía uso corriente de la polifuncionalidad de un marcador discursivo auténtico. Por estas razones, la reconstrucción diacrónica tiene que fundamentarse también en la variación oral. Así, la marginación regional de las funciones discursivas de puro, mero y quizá también de mismo es un indicador de su uso en la tradición oral común de la lengua española, en la que intervino, con mayor éxito en Europa, la normalización culta. Notemos, sin embargo, que las fuentes literarias citadas por Kany (1970) son muy útiles para la reconstrucción, ya que carecemos de corpus dialectales. Hay que tener en cuenta, además, los universales lingüísticos, como la construcción asindética de la sintaxis oral coloquial, según veremos en el capítulo 10, respecto de la hipótesis de un desarrollo diacrónico de las funciones de marcador discursivo a partir de construcciones con verbo copulativo. El grupo de los signos discursivos independientes, que surgen como exclamaciones, interjecciones o respuestas en los intercambios, es el sector más productivo de los atributos enunciativos con forma de adjetivo. No sorprende que sea este sector el que más material no dé sobre modas y cambios diacrónicos. Cabe mencionar el uso de natural en el vocabulario popular de Madrid a fi nales del siglo XIX, según se representa en las obras de Arniches (Seco (1970, 439, cf. 182)):

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(240) natural ‹naturalmente›. -Pues más valía que se metieran ustés [sic] de doncellas… -¡Natural, señor! […] -Por eso se han asomao ustedes, ¿verdá? -Natural que sí.

En la actualidad se usaría naturalmente, pero ya no tanto natural, si bien merece la pena reproducir el ejemplo citado por Fuentes Rodríguez (2009, 224–225): (241) Lo que pasa es que como somos más somos más pues, claro, parece por lo que decíamos antes. Antes decíamos, en Alcalá se moría una persona cada año, y ahora en Alcalá todos los días quince o veinte entierros. ¿Me entiendes? ¡A ver! Sí, sí, claro. Natural. Eso es lógico ¡A ver! Somos más (Conversación 17, Universidad de Alcalá de Henares).

En las obras de Arniches se encuentra también la exclamación admirativa ¡Superior!: (242) superior ‹muy bien›. -¡Creo que ha salío al pelo! -¡Superior! (Seco (1970, 509; cf. 21, 182))

Obsérvese que el habla popular recurre con superior a una voz culta, posiblemente recogida de otro registro de la lengua, para lograr un efecto hiperbólico. De hecho, no es solo la simple variación léxica que aumenta la expresividad, sino también el cambio de registro. Seco depuró también el adjetivo exclamativo admirativo ¡Atufante! ‹impresionante›, que invierte el valor peyorativo del verbo atufar ‹disgustar, enfadar› (1970, 292). En las obras literarias, tales exclamaciones sirven a menudo para crear idiolectos con tiques lingüísticos atribuibles a un personaje. Tanto superior como atufante desaparecieron del grupo de los adjetivos exclamativos usuales. A diferencia de los adjetivos enunciativos afirmativos, en los que las diferencias semánticas no son muy importantes (perfecto, lógico, obvio, fi jo, etc.), ya que comparten el rasgo de la seguridad, al menos metafóricamente, el grupo de los atributos enunciativos valorativos abarca incluso valores opuestos, como los de estupendo y horrible. Desde el punto de vista metodológico, resulta más fácil observar la diacronía de los adverbios en –mente a raíz de su relación estrecha con la tradición escrita. Sería muy interesante estudiar la diacronía de sus usos enunciativos. Así, por ejemplo, el uso enunciativo de naturalmente nació después de su uso como atributo de manera con el significado ‹de manera natural / conforme a la naturaleza de algo o alguien›. Actualmente se publican muchos estudios que se dedican a este tema.

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9.12. Conclusión Los datos cuantitativos presentados en 2.1 y 2.2 pasan por alto que los atributos enunciativos y otras unidades enunciativas se relacionan de forma específica con prácticamente todas las dimensiones variacionales de la lengua. Su función discursiva y su papel en la construcción de una perspectiva subjetiva en el discurso los tornan particularmente sensibles para los factores variacionales. De hecho, los marcadores discursivos y otras unidades asimilables tienen afinidades muy marcadas con las preferencias individuales, los códigos de expresión (oral / escrito), los registros (formal / informal), los tipos de texto (literario, científico, jurídico, periodístico, conversación, diálogo, etc.), el número de participantes (monologal / conversacional), la situación comunicativa y los temas, sin hablar de los cambios de preferencia en el eje diacrónico o según la edad de los hablantes (adverbios en boga). Véase al respecto el estado de la cuestión en Travis (2005, 10–12 y 17–20) y Gili Gaya (1985, 326). Dentro de nuestras posibilidades, hemos dado especial relieve a los motivos de uso manifiestos en los idiolectos y al papel fundamental que juega la diferenciación de las tradiciones oral y escrita a la hora de optar por los marcadores del discurso en general, y los marcadores con base atributiva en especial. En este último caso, los adverbios en –mente se ven desfavorecidos por la tradición oral informal y favorecidos por la tradición escrita y oral-formal-culta. La situación se invierte en el caso de los atributos enunciativos con forma de adjetivo que no pasan a la expresión escrita sin adaptación. En este sentido, hemos propuesto, en 9.7, un esquema de la diacronía diafásica del sistema atributivo en las lenguas romances. Evidentemente, nuestro corpus no nos ha permitido profundizar todos los ejes variacionales. Pensamos que se trata de un tema importante para la investigación futura, relacionado con la necesidad de crear corpus variacionalmente representativos y, más adelante, gramáticas empíricamente descriptivas en lo tocante a los ejes variacionales de la lengua, es decir, gramáticas que abandonen las ideas unitarias, nacionales y pannacionales de nuestros idiomas. Ello no excluye el uso de gramáticas más unitarias y normativas para la enseñanza, cuya utilidad no podemos negar. Tampoco diríamos que no tenían razón Cuervo y Bello cuando luchaban por la conservación de una lengua culta común. Pero los criterios de una gramática científica tienen que ser otros.

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Conclusión de la Cuarta Parte

No es posible sacar conclusiones definitivas a partir de datos limitados. Deberíamos disponer de un corpus lingüístico que refleje toda la arquitectura variacional del español en sus dimensiones temporales sincrónicas y diacrónicas, así como en las mediales orales y escritas. Con todo, el análisis de los datos disponibles en el Corpus Kluge y en otros estudios ya existentes, nos ha permitido cernir algunos elementos que explican algunos fenómenos variacionales observables en la función atributiva. En primer lugar, cabe resaltar la escasa presencia de los adverbios en –mente enunciativos en el corpus oral semi-culto de Kluge frente a la abundancia, sobre todo en términos de frecuencia token, de los atributos monocategoriales con función discursiva. Ello refleja la vinculación estrecha de estos con la tradición oral genuina, y de aquellos con la tradición escrita culta. En efecto, un análisis sistemático de los adverbios enunciativos en -mente habría que escoger como punto de partida los textos escritos en los que se detecta una gran cantidad de adverbios en –mente, sobre todo en los textos de lengua especializada, donde se observa una diferenciación funcional y conceptual muy fina que corre paralela a la productividad de la formación de este tipo de adverbios. La presencia massiva de los adverbios en –mente en la expresión escrita (culta) crea una situación osmótica en la que la presión de difusión de arriba (expresión culta) hacia abajo (expresión subestándar) es muy fuerte, tanto en términos diacrónicos como en términos sincrónicos. En este último caso, se observa efectivamente que la conciencia lingüística individual de los hablantes cultos actúa de tal forma, que se produce un mayor o menor grado de ósmosis de las formas en –mente según la formalidad o informalidad de la situación comunicativa y/o la actitud individual del hablante, fenómenos de hipercorrección incluidos. Así, la presencia de los adverbios en –mente puede ser más o menos fuerte en los idiolectos. Si bien existe una correlación positiva del nivel educacional con el empleo de los adverbios en –mente, las actitudes de los hablantes cultos van de la adaptación a un estilo muy informal, que casi renuncia a los adverbios en –mente, a un estilo más distante y a veces afectado. Desde el punto de vista metodológico, ello implica que no es posible pronunciarse sobre el habla de estratos sociales o educacionales a base de un cálculo de promedios, si la variación idiolectal y situacional es muy importante, como lo podemos suponer en los signos discursivos. No obstante, en la bibliografía abunda este tipo de generalización. Desde el punto de vista histórico, buena parte de los adverbios en –mente fueron creados como alternativas cultas que corresponden a los atributos monocategoriales 325

con la misma base léxica presente en la tradición oral. Así, hemos podido completar el listado de los atributos afirmativos simples y de los modificadores determinativos adjetivales con sus formas correspondientes en –mente. Ahora bien, la necesidad en la expresión escrita, que sirve a la comunicación a distancia, de disponer de un mayor número de unidades descriptivas, dotó el mecanismo de sufijación con –mente de una gran productividad que se traduce en inventarios mucho más importantes y funcionalmente diferenciados, frente a los de los atributos simples. No es que estas no sean productivas también, pero la necesidad de usarlos de forma funcional y conceptualmente muy diferenciada, es más limitada en la comunicación oral informal. Según se desprende de estas informaciones, hay que distinguir dos tipos de productividad: una externa, que cree una forma sufijada que corresponde a un atributo simple ya usual en la comunicación informal, y otra que extiende los inventarios de los atributos simples y de los atributos en –mente mediante su productividad interna. Es este segundo tipo de productividad el que predomina en la sincronía actual, sobre todo en el caso del atributo con sufijo. Son ya raros los casos en los que se crea una forma en –mente como reflejo de una función realizada con un atributo simple en la oralidad informal, es decir, un fenómeno que podríamos calificar de productividad por contacto externo, en casos como en mismo / mismamente, nunca / nuncamente, primero / primeramente (cf. la diacronía de fr. comment). Así, el marcador discursivo con polifuncionalidad reciente fijo, muy marcado como variante subestándar, no ha desarrollado un equivalente en –mente. Resulta incluso poco probable que el habla culta busque un equivalente culto para una forma propia del habla descuidada. Es posible, sin embargo, que el uso muy ocasional de igualmente con función adversativa refleje el de igual3, probablemente a consecuencia de un comportamiento hipercorrecto. En América, donde se atribuyen más claramente los adverbios en –mente al habla culta, tales procesos tienen mayor probabilidad que en España, especialmente en los hablantes que desean expresarse de forma culta sin estar acostumbrados a ello. En la diacronía diafásica de los atributos de las lenguas romances, podemos distinguir fases marcadas por una distribución específica de las preferencias por las formas atributivas según el nivel diafásico. Partiendo del uso generalizado del atributo monocategorial en protorromance, el arraigo de una cultura escrita impuso los adverbios en –mente como alternativa culta. Así, en el francés de los siglos XVI y XVII, los adverbios en –mente tenían tal prestigio estilístico que llegaron a usarse muy abundantemente, hasta llegar a la situación de criticarse su uso excesivo. Más tarde, la tradición racionalista se opuso a ciertos adverbios en –mente metafóricos, y por ende poco claros y lógicos, dando preferencia a las soluciones perifrásticas (fr. de façon naturelle por naturellement). Al mismo tiempo, los atributos simples se vieron tachados de vulgarismos. En la América hispano y lusohablante, los atributos simples siguen siendo normales y preferidos en la comunicación oral informal, conservándose la tradición oral del latín vulgar. La expresión escrita y oral culta formal, sin embargo, da la misma prioridad a los adverbios en –mente que en España. En Rumanía, el sistema monocategorial pasó de la tradición oral a la expresión escrita canónica. Los intentos de implantar los adverbios en -mente en 326

el decurso del siglo XIX fracasaron. Se observa incluso un proceso de productividad internacional en el que un atributo enunciativo simple en rumano puede ser el reflejo directo de un adverbio enunciativo en –mente del francés, o un adverbio en –mente del portugués una copia de un adverbio en –ment francés. En la oralidad, los adverbios enunciativos en –mente adquieren fácilmente un matiz de cortesía distanciada, de lengua afectada e incluso poco sincera, sobre todo cuando acompaña el uso de usted. Así, las respuestas afirmativas del tipo efectivamente, ciertamente, lógicamente implican un menor compromiso con el interlocutor que los atributos simples como claro, cierto, seguro. En casos como seguramente, el menor compromiso con el interlocutor acabó por contaminar el significado conceptual del atributo, que expresa un menor grado de seguridad que seguro. Efectivamente, el hecho de que se observe lo mismo con justo / justamente, lógico / lógicamente, cierto / ciertamente, etc., justifica pensar que el cambio conceptual, reconocido en el caso de seguro y seguramente, es el resultado de propiedades diafásicas características de los adverbios en –mente que repercuten como contaminación conceptual en los casos en los que la base léxica sirve para expresar nociones como seguridad, certeza, verdad, etc. Hemos dado también algunos elementos de variación diatópica y diacrónica (puro, mero, cierto), pero el análisis variacional no debe dirigir nuestro foco de atención únicamente a las diferencias. En el caso de los marcadores discursivos polifuncionales con base atributiva, son más fuertes las tendencias sinsistemáticas. De hecho, claro, bueno, total, igual, incluso, etc. pertenecen al fondo tradicional común de todas las variedades de la lengua española. De esta forma, los marcadores discursivos con base atributiva son una manifestación clara de la unidad oral de la lengua española. Se corrobora asimismo nuevamente nuestra hipótesis según la cual esta tradición se remonta directamente al latín vulgar. De ahí que los atributos enunciativos simples no se observen solamente en la tradición oral del español, sino de todas las lenguas y variedades romances, a diferencia del adverbio en –mente que es característico de la expresión escrita de las primeras lenguas nacionales que establecieron una escritura en romance.

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Quinta Parte: Lexicalización y gramaticalización en los atributos enunciativos

10. Atributos enunciativos y construcciones copulativas – ¿una relación genética?

10.1. ¿Hipótesis o lugar común? La relación sustitutiva parcial que se observa entre las funciones discursivas de claro, claro está, claro que y está claro que lleva a muchos autores a postular una relación genética que explica el uso del marcador discursivo claro como reducción de las construcciones copulativas más explícitas (cf. Martín Zorraquino (1994a, 567) y (1999, 35), donde se refiere con mayor prudencia al uso parentético de claro está o está claro); Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4158, n. 111); Travis (2005, 4, 78, 80–81); Fuentes Rodríguez (1993a, 100); Barrenechea (1979, 45; «elipsis»); Ocampo (2006a, 311); Freites Barros (2006, 265)). De igual modo, Fuentes Rodríguez (2009, s.v. lógico, seguro) indica es lógico que como origen de las funciones discursivas de lógico, y es seguro que como base de seguro. Ello reviene a suponer un proceso diacrónico de elipsis de la relación predicativa, según el ejemplo está claro > claro. Con todo, no existe ningún estudio que haya sometido la hipótesis a una verificación. Se trata de un lugar común intuitivamente aceptado.1 Por criticable que sea la falta de verificación desde el punto de vista científico, fuerza es constatar que la relación coincide con la impresión intuitiva de los hablantes (cultos). Ante todo, conviene proceder a un análisis funcional de las construcciones copulativas. En este tipo de construcción se establece una relación predicativa entre un nombre con función de sujeto o de objeto y otro nombre (adjetivo o sustantivo), que funciona como atributo del sujeto u objeto (Juan es guapo / padre. La encuentro cansada). La función del verbo copulativo consiste en explicitar y temporalizar la relación atributiva que une el atributo al sujeto (Algo está / estaba claro) o al objeto (Lo tengo / tenía claro). La flexión del adjetivo refleja la relación atributiva con el sustantivo que funciona como núcleo de las funciones de sujeto u objeto. La explicitación de la relación atributiva a través del verbo copulativo permite usar también los sustantivos en las construcciones copulativas (Juan es padre). A diferencia de los adjetivos, los sustantivos no aportan categorialmente una función de atributo. Así pues, es el verbo el que convierte a los sustantivos en atributos del

1

Compárese al respecto la explicación de los predicados verbales parentéticos del tipo //creo//, //digamos// o //fíjate// como reducciones de estructuras completivas del tipo creo que, digamos que, fíjate que, etc. (v. la sinopsis en Schneider (2007, 177–184)).

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sujeto o del objeto. Dicho de otro modo, la relación atributiva de un sustantivo, que se usa como complemento de un verbo copulativo (es padre ĺ lo es), es una función construccional y no categorial, como sería el caso de los adjetivos, en los que coinciden las funciones atributivas categorial y construccional (es lógico ĺ lo es). En cuanto a la llamada temporalización de la relación atributiva, conviene especificar que el condicionamiento de la relación atributiva por el verbo no es únicamente temporal, como suele afirmarse, sino también conceptual, en la medida en que las diferencias que se observan entre ser, estar, andar, seguir, venir, etc. no pueden ser otras que conceptuales. Por eso no conviene hablar de temporalización sino de eventualización, es decir, de un condicionamiento por el conjunto de propiedades del evento denotado por el verbo. La eventualización es más visible en la predicación secundaria, en la que el alcance atributivo se ve limitado al evento verbal, como en Los niños duermen tranquilos. En este tipo de construcción, el alcance atributivo del adjunto (duermen tranquilos ĺ *lo duermen) no está solamente restringido al tiempo presente, sino también al evento de dormir (cf. Hummel (2000, 191–193)). La proximidad semántica de la construcción copulativa da igual con el marcador discursivo igual3 ‹a pesar de› (v. 3.4) sugiere efectivamente una relación genética, en la medida en que las dos unidades funcionan a partir de una equiparación forzada. Por eso, la génesis del significado ‹a pesar de›, que resulta algo sorprendente en el uso independiente de igual, podría explicarse como reducción de la construcción copulativa dar igual. Con todo, los ejemplos ilustrativos no pasan de poner de manifiesto el parentesco funcional y semántico. Tampoco vamos a buscar una relación genética directa entre las unidades alternativas colorado y de color, por relacionadas que estén, ya que las dos formas se explican mejor como resultado de dos mecanismos de formación independientes (‹paralelas›) que parten cada uno del sustantivo color. Los ejemplos demuestran simplemente que la lengua dispone de alternativas expresivas. Dicho de otro modo, sabemos que existen fenómenos de tipo variacional, pero todavía queda por comprobar la vigencia de una relación genética. Desde el punto de vista metodológico, el uso de ejemplos ilustrativos es muy arriesgado, si los interpretamos como validación objetiva. Los ejemplos sirven para formular una hipótesis. Para comprobarla, hay que tener en cuenta todas las unidades en cuestión y fundamentar la argumentación con datos empíricos. Así, los marcadores del discurso con base atributiva son unidades léxicas que pueden conocer un desarrollo individual que discrepa de las tendencias generales. En este sentido, es perfectamente posible que exista una relación genética entre dar igual e igual3, pero no entre dar igual e igual2 ‹quizá› o está bueno y bueno. En todo caso, no podemos tolerar la hipótesis como lugar común sin verificación. Hay que tratar el lugar común como hipótesis científica. Los datos sincrónicos del Corpus Kluge no nos permiten pronunciarnos sobre el desarrollo histórico de los marcadores del discurso a partir de datos diacrónicos. Por otro lado, tampoco serían muy conclusivos los datos diacrónicos obtenidos de fuentes escritas a raíz de la escasa permeabilidad diamésica que se observa en nuestro caso, entre la expresión oral y la escrita. Según hemos visto, el código escrito no acepta fácilmente los atributos enunciativos que sirven como marcadores 332

del discurso en la oralidad espontánea. Hoy tampoco vamos a usar bueno, claro, igual, total, etc. en un texto escrito, excepto cuando la expresión escrita intenta reproducir la oral, caso en el que la relación tampoco deja de ser osmótica (selectiva), en la medida en que se intenta acercar algo más la expresión escrita a la oral, sin lograrlo perfectamente. En el caso del entonces, se observa un mayor grado de permeabilidad, pero su uso como conector lógico sigue siendo criticado en la expresión escrita. En consecuencia, no podemos esperarnos a captar con un mínimo de objetividad la diacronía del uso oral a partir de textos escritos, por informales que sean (cf. Eberenz (2003)). De ahí que sea interesante estudiar la hipótesis con datos sincrónicos para ver si la supuesta relación genética es funcionalmente plausible. La mayoría de los autores que adoptan el lugar común se refieren simplemente a su percepción intuitiva de la situación sincrónica. En este sentido, la hipótesis se refiere en primer lugar a una posible relación genética sincrónica de tipo transformacional, en la que las construcciones copulativas serían las construcciones subyacentes. De no existir tal relación en la sincronía, tampoco sería probable que la misma relación fuera responsable del desarrollo diacrónico de los marcadores del discurso con base atributiva. Además, el hecho de que las construcciones copulativas no hayan desaparecido diacrónicamente nos permite excluir, de entrada, la hipótesis de una diacronía lineal sucesiva del tipo ‹construcción copulativa > marcador atributivo›. Así, está claro coexiste con claro, y da igual con igual, incluso si nos atenemos exclusivamente a la expresión oral. Nótese, sin embargo, que la coexistencia se da mucho menos en la expresión escrita que tiende a evitar los marcadores discursivos.

10.2. ¿Bueno < está bueno / bueno está? Según Travis el uso enunciativo de bueno podría remontarse a está bueno usado como fórmula de aceptación (2005, 80–81; cf. 4, 78): It should be noted that the expression está bueno ‹it’s good› in some ways appears to be intermediary between the adjectival uses […] and the marker use […]. Although it does not occur in the corpus, the use that is believed to have given rise to the discourse marker is that as a response device to express acceptance, similar to the way bueno is used. In this context, está bueno occurs with an unexpressed subject and in the singular masculine form. That is, it has undergone «cancellation» of syntax. It can have very broad scope, responding to large segments of discourse. And, as a device for expressing acceptance, it clearly plays an interactive role. The fact that it does not occur in the corpus may mean that it is in the process of being replaced by bueno (without the verb), though this remains for further analysis.

Si bien Travis introduce la hipótesis con cierta prudencia, ‹está bueno› le va a servir de núcleo semántico común en su análisis polisémico de bueno (v. Tabla 8 en 3.2.1). Se sugiere un proceso diacrónico de cancelación sintáctica, que es uno de los tópicos de la discusión acerca de los procesos de gramaticalización que nos ocuparán en el próximo capítulo. La cita refleja bien la ambigüedad analítica 333

que se nota en el apartado «Development of bueno», de donde la hemos sacado, y en los apartados con el mismo título referidos a o sea, entonces y pues. Habría que separar mejor el desarrollo diacrónico de la transparencia sincrónica de las relaciones semántico-funcionales que sustentan la motivación o productividad de una polisemia. El corpus de Travis es estrictamente sincrónico. Por eso, el análisis debería dedicarse ante todo, a comprobar o rechazar la hipótesis de una función motivadora de la construcción copulativa en la sincronía. En el caso concreto, habría que analizar con más detenimiento las implicaciones del hecho llamativo de la ausencia de está bueno en el Corpus Travis. La ausencia de algo en un corpus limitado no significa que no exista en la conciencia lingüística de los hablantes, como lo hemos observado efectivamente con los significados temporales de entonces (7.4), pero una cosa es decir que no es imposible, y otra cosa es comprobarlo. Travis evita profundizar el tema, quizá no tanto para salvar la supuesta relación genética con una construcción copulativa, sino para poder usar sin problemas está bueno como núcleo semántico. Una vez efectuado el análisis sincrónico con un máximo de profundidad, es posible usar los resultados para aventurarse en conjeturas diacrónicas y proponerlas como hipótesis de trabajo para los estudios diacrónicos. Ello es perfectamente lícito, ya que el estudio del desarrollo diacrónico de la lengua hablada tiene que recurrir tanto al método de la reconstrucción, a partir de datos sincrónicos orales, como al de buscar los reflejos de la oralidad en los textos escritos que acompañaron a la historia de la lengua. La fórmula de aceptación está bueno no se usa ni en el Corpus Travis, ni en el de Kluge. Tampoco está documentada en Santos Río (2003) y Fuentes Rodríguez (2009). Además, el método de sustitución del marcador bueno por está bueno en el Corpus Kluge tampoco suele producir enunciados usuales. Coincidimos con Travis en que la construcción copulativa está bueno (que) implica un retorno al significado base del adjetivo. Según Biber et al. (1999, 509), se trataría de un fenómeno general que se verifica, por ejemplo, en ingl. someone who’s poor frente a poor little bastards. Dicho de otro modo: la polisemia es característica del empleo como atributo adnominal, al paso que el empleo predicativo tiende a la monosemia que actualiza el significado de base. Así, Solano Rojas (1989, 146) observa el uso, poco frecuente, de está bueno en el habla culta costarricense, especificando: «La gente dice Está bueno que le haya pasado eso, por Está bien que le haya pasado eso». Rabanales / Contreras (1992, 714) citan, para Santiago de Chile, «Bueno, está bueno ya». De ello se desprende que el uso de está bueno existe, por marginal que sea, pero hay que añadir que no existe ninguna correspondencia funcional con el uso del marcador polisémico bueno. Ello impide o limita la equivalencia con el marcador discursivo bicefálico bueno. Está bueno puede usarse con la función pragmática de tranquilizar a alguien, pero ello no tiene nada que ver con las funciones del marcador del discurso. Es un desarrollo independiente (‹paralelo›) a partir de bueno, como en el caso de colorado y de color. Según hemos visto en el capítulo 3, tampoco sería posible sustituir el marcador bueno por la construcción completiva está bueno que. La partícula completiva impone un alcance atributivo catafórico, que es posible con claro (= está claro 334

que), pero no con el marcador discursivo bueno, cuyo funcionamiento bicefálico consiste en combinar el papel atributivo anafórico con el papel discursivo de introducir un argumento. Ahora bien, según nuestro análisis en 3.2, la motivación semántica y categorial del marcador discursivo concierne exclusivamente su ‹cara izquierda›, es decir, la aceptación del argumento anterior. Por consiguiente, habría que limitar la hipótesis genética a la ‹cara izquierda› del marcador del discurso. La partícula completiva se dirige a la ‹cara derecha› que no expresa la aceptación, sino justamente algo que discrepa de ella. Por eso, es poco probable que haya impulsado o acelerado la diacronía del marcador discursivo que tuvo que arrancar de las relaciones motivadas. En el uso contrapositivo, por ejemplo, la motivación se conserva de forma retórica para adoptar en seguida una postura de no aceptación. Por cierto, la imposibilidad de sustituir el marcador por la construcción copulativa completiva no afecta directamente la hipótesis de una relación genética, ya que podríamos limitar la hipótesis a la relación entre está bueno y bueno, sin intervención de la partícula completiva, pero no deja de constituir una restricción en la supuesta relación genética, ya que la sustitución por está bueno no funciona por los motivos mencionados arriba. Es más, los estudios diacrónicos tampoco depuran con claridad la construcción copulativa. Bauhr (1994, 80–82), por ejemplo, cita varios ejemplos de uso del marcador discursivo bueno en Cervantes y Lope de Vega, sacados del Diccionario de construcción y régimen de Cuervo (1993). Si bien ello no excluye rigurosamente la hipótesis genética que parte de la construcción copulativa, la observación de Bauhr apoya la hipótesis opuesta de un desarrollo independiente de las funciones discursivas de bueno, ya que ni el análisis sincrónico-funcional ni el análisis diacrónico apuntan hacia una diacronía lineal de sustitución. En conclusión, no se identifica ni un solo argumento empíricamente válido a favor la hipótesis genética. Habría que aducir más datos diacrónicos escritos, pero de momento no encontramos apoyo alguno. Aun así, no hay motivo para postular una intervención del verbo copulativo estar cuando no hay datos empíricos que comprueban el uso de está bueno con la misma función discursiva. Pensamos que la relación genética subyacente consiste simplemente en usar la fuerza atributiva anafórica de bueno para la función de aceptación de un argumento, sin necesidad de pasar por una construcción copulativa. Es esta la explicación más sencilla y convincente. En el Corpus Kluge, la colocación bueno que se usa en el ejemplo siguiente: (243) B: y, bueno, haciendo un resumen general ahora, teniendo en cuenta tu expe- experiencia personal, qué consejos darías a otros jóvenes de tu región que piensas, que piensan en a vivir acá G: ...(3) cómo B: si tú tuvieras que darles una al-, un consejo G: bueno que: , bueno si ellas tienen, si ellas lo (XXXXXX) qué=sé=yo su decisión de venirse acá, yo de todas manera diría que sí, porque como acá se les da más posibilidades a uno, como de trabajar, tener eh, tener lo de uno, y: sobre todo los estudios po, hay más posibilidades de trabajo también, sí sí (Graciela, 609)

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En este ejemplo, bueno que no equivale a es/está bueno que, en la medida en que la hablante recoge de forma elíptica la construcción anterior Bueno [les daría el consejo] que… De ello se desprende que bueno funciona como marcador del discurso extraoracional, pese a que la hablante no recurre a una pausa. Es un proceso que también se observa con total que (cf. 11.7). La repetición del marcador en la cita torna particularmente evidente su estatus sintácticamente desvinculado frente a la partícula completiva que y a la conjunción condicional si. La única construcción que podríamos relacionar con la combinación directa «marcador discursivo atributivo + que» es la copulativa marcada ¡Qué bueno que hayas venido! En este ejemplo, bueno no tiene nada de su función de marcador discursivo. En qué bueno que, el atributo bueno es un simple adjetivo que sirve para decir que algo parece bueno. Si tenemos en cuenta que el marcador discursivo bueno expresa la aceptación de algo sin implicar que se esté de acuerdo, antes al contrario, no hay manera de relacionar directamente las dos construcciones. No se detecta ningún vínculo con la polifuncionalidad del marcador del discurso (reformulación, aceptación, introducción de un argumento nuevo, corrección, contraposición). Además, la atribución catafórica en qué bueno que no se observa en el marcador discursivo que combina la aceptación anafórica con la introducción de un argumento nuevo. En realidad, la única relación motivada que podemos suponer es la que une qué bueno que con la construcción copulativa corriente Está buena la comida o Está bueno lo que dice, donde el adjetivo actualiza su significado base. Pero, otra vez, no es lo que se observa en el marcador discursivo, donde la aceptación anafórica sirve para introducir otros argumentos, es decir, no se usa el marcador discursivo para proyectar catafóricamente la aceptación. En realidad, Está buena la comida es la variante marcada de La comida está buena. Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4162) indican también el uso de bueno está como alternativa de bueno: (244a) (244b)

No le han concedido el premio. Bueno. Bueno está que no le hayan concedido el premio.

Notemos que bueno en (244a) ofrece toda una gama de interpretaciones que caracterizan su uso como marcador del discurso. Basta con variar la entonación para expresar un acuerdo entusiasta o una simple aceptación con implicaturas de reserva. Su potencial inferencial es mucho mayor que el de bueno está en (244b), que se acerca nuevamente al uso del adjetivo base en una relación predicativa. Al ejemplo (244b) le faltan todos los rasgos discursivos que caracterizan al marcador bueno. La interpretación (244a) en el mismo sentido que (244b) resultaría incluso muy excepcional. En cambio, (244b) no tiene otra interpretación que ‹me parece bien que›. No carece de importancia señalar que (244b) es un enunciado con una conceptualidad escrita muy marcada. Sin insistir en ello, los autores comparan el ejemplo (244a), que se acerca a la oralidad informal, con el ejemplo (244b), que pertenece a la tradición oral-culta. La separación insuficiente de los códigos es un problema mayor en la descripción de los marcadores del discurso ofrecida por la Gramática 336

descriptiva de la lengua española. Es interesante observar que Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4168) añaden una puntualización bajo bien: «se utiliza igualmente el sintagma bien está (de modo análogo a como alternan bueno y bueno está; aunque las construcciones verbales resultan más literarias, sobre todo en el caso de bueno está, y menos frecuentes)». En efecto, el valor diafásico literario de bueno está torna todavía más problemática la supuesta relación genética, ya que esta debería darse en la oralidad espontánea, tanto en la sincronía como en la diacronía. No parece probable que una variante literaria-escrita constituya la base genética del marcador oral bueno. Antes al contrario, bueno está se presenta como reflejo escrito algo problemático de la oralidad en los textos literarios, donde el verbo copulativo tiene la función de aumentar la aceptación en el código escrito. En el mismo sentido, las construcciones del tipo (Dice) que (sic; no: qué) bueno que son transcripciones libres de la oralidad adaptadas al código escrito. Volveremos a ello en 10.7. En conclusión, no parece nada probable, desde el punto de vista funcional sincrónico, que exista o haya existido una relación genética que parta del uso de bueno con verbo copulativo, y que conduzca a las funciones discursivas del marcador bueno. Tanto la ausencia de las construcciones copulativas con bueno con función discursiva en los Corpus de Travis y Kluge, como su carácter escrito, e incluso literario, apuntan como mucho hacia una relación inversa, en la que las construcciones copulativas aparecen como transcripciones de la oralidad adaptadas a las normas de la expresión escrita. No obstante, en el caso de bueno las posibilidades de transponer las funciones discursivas al código con una construcción copulativa escrita son mínimas.

10.3. Bueno y bien Es posible que la oposición funcional y semántica de bueno con bien, que tenemos que situar en el nivel de sus funciones básicas como adjetivo o adverbio, intervenga en su uso como marcadores discursivos, tanto diacrónica como sincrónicamente. A diferencia de atributos como solo, claro, igual y otros, que no distinguen categorialmente las funciones de adjetivo y adverbio, esta oposición funcional se encuentra lexicalizada con bueno y bien. Así las cosas, no carece de interés observar que está bien sí se usa como respuesta afirmativa o exclamación (Fuentes Rodríguez (1993c, 216–217)), o con función valorativa intradiscursiva en Está bien que (lo haga). Por consiguiente, se trata de una construcción copulativa que tiene una función discursiva. En este sentido, bueno es un caso especial por su oposición funcional a bien. Ello confirmaría la relevancia de las oposiciones funcionales en el desarrollo diacrónico. Si bien hemos criticado en su tiempo la fijación obsesiva del estructuralismo en este tipo de relación (Hummel (1993, 28–29, 120)), hay que advertir también contra las tendencias contrarias recientes de pasar por alto las oposiciones léxicas y gramaticales entre lexemas de un mismo paradigma, diluyéndolas en redes cognitivas poco específicas. Según hemos visto en 3.3, la oposición semántica aparece claramente en las funciones discursivas 337

de bueno y bien, que pueden ocupar la misma posición en la sintaxis discursiva: Bien / bueno sigue igual (Briz (1993, 40)). Waltereit / Detges (2007, 67–72) llegaron a la misma conclusión acerca de la diacronía de las funciones discursivas de bien y está bien / bien está. Esta construcción copulativa implica también una conservación del significado original de aceptación de bien, con escaso margen contrapositivo inferencial. Notemos que hoy podemos usar la respuesta Está bien con una entonación que señala la implicatura de un desacuerdo. Con todo, no se trata de una función equivalente a la del marcador discursivo, sino de un uso irónico que parte directamente de la función de acuerdo, en la medida en que es esta la que se ve ironizada. No cabe duda de que se trata de una función discursiva, pero esta sigue estando vinculada con el significado básico del adverbio bien. Del mismo modo, la respuesta bien admite el uso irónico de la función aceptación si la entonación lo indica. Lo que importa es que la polifuncionalidad del marcador bien es algo que se fue desprendiendo de la simple extensión del significado de evaluación positiva a la aceptación discursiva. En todo caso, los datos diacrónicos analizados llevan a los autores a concluir que bien está / está bien «is not the direct predecessor of bien as a discourse marker». Según veremos en 10.7, bien está y está bien podrían ser, en primer lugar, un recurso de mímesis oral en los textos literarios que no refleja con fidelidad el uso oral espontáneo donde estas variantes podrían tener un estatus mucho más marginal, sobre todo en el caso de bien está. El contraste de bien y bueno se desprende también de un ejemplo literario citado por Boyero Rodríguez ((2002, 131–132); la cursiva es nuestra): (245) -Perdone –dijo él aún distraído y manoteando torpemente el diario-Vaya, pero si eres tú –dijo ella-. -Pues sí, soy yo. -Estás igual –dijo él-Tú también –dijo ella-. -¿Qué tal te va la vida? –pregunto [sic] ella-. -Bien, bueno… Sí, bien ¿Y a ti? –titubeo él-. -Muy bien. Ya ves. En pleno cambio. -¿Sigues teniendo el mismo piso que antes? -Sí. Y tú ¿dónde vas a vivir? -Oh, ahora de momento estoy en casa de mi hermana, pero me estoy buscando un apartamento. Quiero comprarme algo. -¿Y tu madre? -Muy bien. Con sus achaques de artritis, pero bien. ¿Y tus padres? -Estupendos. Desde que se jubilaron se pasan el día viajando. Ahora están en Alicante. -Qué bien. -Bueno, Tomás me voy a tener que ir –sonrió ella. A ver si un día quedamos y comemos.

La oposición que se observa no es la de dos marcadores discursivos, ya que solo bueno sirve directamente para organizar el discurso, primero para aludir a una reserva, que no se explicita, y después para iniciar el cierre. A diferencia de bueno, 338

bien se usa para atribuir su significado base a situaciones o personas. Lo que se desprende del ejemplo es que se usa bien, está bien, etc. y no bueno, está bueno para expresar lo que Travis proyecta en el núcleo semántico ‹está bueno› del signo discursivo bueno. Si la diferenciación semántico-funcional de los lexemas base bueno y bien es antigua, no vemos cómo alguna vez está bueno pudiera haber funcionado como punto de partida del proceso de discursivización.

10.4. ¿Claro < está claro / claro está? Claro difiere bastante de bueno en cuanto a su posible relación genética con las construcciones copulativas correspondientes. Las construcciones está claro, claro está, está claro que, claro que son normales y corrientes en la expresión oral.2 Si tenemos en cuenta que las construcciones copulativas son perfectamente aceptables con otros atributos epistémicos analizados en el capítulo 5, tales exacto, lógico, obvio, perfecto, natural, fi jo, seguro, etc., podemos afirmar que el marcador discursivo bueno tiene un comportamiento peculiar. Por cierto, no todas las variantes copulativas son posibles con todas estas voces. Así, por ejemplo, no se va a escuchar *exacto es (está) o *exacto que, pero ello tiene que ver con el grado de usualidad. Tampoco podemos excluir totalmente su ocurrencia ocasional. La frecuencia elevada de claro estimula las contracciones y otras variantes casi lúdicas de la construcción (está claro vs. claro está). Lo que importa es la posibilidad fundamental de sustituir las funciones discursivas de claro, exacto, etc., al menos hasta cierto punto, por una construcción copulativa. Notemos, sin embargo, que de momento, nuestras reflexiones valen únicamente para la función afirmativa que corresponde a solo una de las funciones discursivas. Además, si bien la usualidad de la construcción copulativa constituye una condición necesaria para la validación de la supuesta relación genética, su mero uso no fundamenta ipso facto una relación genética, ni puede ser un argumento a favor de la supuesta direccionalidad del mecanismo genético, como lo supone Fuentes Rodríguez (1993a, 100, 109): «En su origen [de claro] se presupone la estructura está claro». En lo que a la condición necesaria de la usualidad se refiere, el Corpus Kluge comprueba que claro se usa a menudo con la partícula completiva que en la expresión oral informal (cf. Pons Bordería (1998, 174)): (246) sí, siempre aquí, me quedé aquí: , y ... claro, que de ahí me: me vine de allá de mi casa (Adela, 64) (247) claro que uno va aprendiendo algo pero no: .. para cambiar total: , yo creo que no (Adela, 784)

2

Con claro, estar predomina frente a ser, sobre todo en la expresión oral informal, pero también en los textos literarios. De Kock (1994, 204–205) reseña 33 ocurrencias de estar y 13 con ser.

339

(248) M: era trabajA: R y: =hm ...(1) ((voz grave)) a vece jugaba pero ya=a- +, a LUche jugábamos nosotras (digo), ((riendo)) con los chico+ .. y: , los niños jugaban al trOMpo .. äh: .. un RAto ... dehpué ya, había que buhcar lEña para=hacer fuego .. äh, había que=bucar=agua porque: e- .. eso no habÍa\/ & B: &hm& M: &CERca ..ya, y, ten(e)mos que ir=por=allá lejo .. abajo a un ehtero, en bALdes .. en, cÁntaros, en cosas para=para ((más rápido)) tener agua para el día y+ .. (para dejar para) el otro dÍa ... y y leña, buhcar leña porque .. antes se hacía fuego en en fogón ... en=en en- .. la tIErra, ya entonce: .. era bien bonito eso sí .. ((más rápido, de un tirón)) claro=que=había=que trabajar=hArto+, ya& (Marta, 246) (249) M. ((más rápido)) así que se acostumBRAron con=m: + ... con MI manera de de: , de sEr .. claro que=yo- .. n-& B: &ya y=le cohtó entonce o: , era máh bien como, > QUOTE: yO äh, soy el prat-, la- el patrón entonces, uhted tiene que hacer lo que YO mando< M: claro, ((mascullando, rápido)) no yo iba a decir a la señora (a=ella)=le decía- .. > QUOTE: mire, uhted invita gente, ya: .. lihto, invite gente no=má, PEro ...(1) yO la.. voy a servir cuando YO tengo lihto< (Marisa, 260)

La partícula completiva que señala el alcance catafórico de claro. Cuando la dirección es anafórica o se refiere a algo implícito, no es posible la sustitución por claro que: (250) Claro, mujer: ¿quién te ha robado el bolso? (cf. Martín Zorraquino (1994a, 572))

A diferencia de bueno, la sustitución del marcador discursivo claro por (está) claro que es posible porque el alcance atributivo del marcador puede ser anafórico o catafórico. Por eso, la posibilidad de sustitución incluye también la variante catafórica explícita (está) claro que. La partícula que restringe el radio atributivo a la dirección catafórica. En consecuencia, la función anafórica no puede ser generada por la construcción claro que. Así pues, (está) claro que tiene más restricciones que claro. De ello se desprende que la hipótesis tendría que limitarse a la combinación con el verbo copulativo. En teoría, la combinación de estar con claro abarca el radio atributivo completo del marcador, si no se usa también la partícula completiva que: (251a) Claro está. (251b) Claro está: lo ha dicho así. (251c) Lo ha dicho así, claro está.

Ahora bien, a diferencia de claro que la construcción copulativa ‹completa› no ocurre en el Corpus Kluge. En los ejemplos del Corpus Kluge se usa la partícula que con claro pero no los verbos copulativos ser y estar. Tendríamos que explicarlo como elipsis del verbo, pero hablar de elipsis suele equivaler a un tipo de explicación que describe la oralidad en términos de decadencia de lo escrito, que es inaceptable, por corriente que sea en el discurso normativo. En consecuencia, si bien es cierto que está claro que podría reemplazar el empleo catafórico del 340

marcador discursivo claro, desde el punto de vista funcional, la falta o escasez de su uso en el habla oral espontánea pone en tela de juicio, desde el punto de vista empírico, su papel genético. De nuevo, nos parece más probable que está claro que sea una variante típica de la expresión escrita con la que se explicitan las relaciones asindéticas de la oralidad espontánea. Por supuesto, no diríamos que no exista en el habla oral, pero su papel es marginal frente a las otras variantes construccionales de claro con función discursiva. Si bien el uso de claro está no parece ser tachado del mismo valor diasistemático literario que el de bueno está,3 hay buenos motivos para plantearse de nuevo la hipótesis que invierte la supuesta relación genética y que explica claro está y claro que como recursos de explicitación del marcador discursivo oral en el código escrito. No sería el código oral el que renuncie al verbo copulativo (elipsis), sino el código escrito el que opera una integración oracional del marcador del discurso para adaptarlo a las normas escritas. Teniendo en cuenta el mayor grado de explicitud de la expresión escrita, que no es solamente la consecuencia de las normas, sino también de su función de comunicación a distancia, parece perfectamente posible que sea la expresión escrita la que tiende a insertar el verbo copulativo para explicitar la relación predicativa que se realiza inferencialmente en la oralidad espontánea. En el momento histórico de creación de una escritura de la lengua española, la norma escrita no debe de haber tenido la misma fuerza que hoy, pero las implicaciones de una comunicación a distancia con un mayor grado de explicitud son congénitas de la escritura. Dicho de otro modo, la escritura favoreció el uso de la partícula que desde el primer momento, así como el de los verbos copulativos. Evidentemente, no conviene sustituir una postura radical por otra. En la oralidad informal actual, claro, está claro, claro está, está claro que, claro está que, claro que, etc. son variantes que coexisten. Es más, un texto escrito no aceptaría fácilmente claro que fuera de la oralidad fingida. Ello demuestra que puede haber variantes de la construcción copulativa que son más frecuentes en la oralidad que en la expresión escrita. Por consiguiente, no podemos atribuir sin diferenciar más las construcciones copulativas a la expresión escrita y los signos discursivos independientes a la oralidad. Lo que sí podemos afirmar es que la expresión escrita opera una selección a partir de un mayor número de variantes orales (cf. Koch / Oesterreicher (2007, 188, 192); Maas (2010a, 8–11)). Este proceso de selección es natural, en cuanto atañe a las condiciones de la escritura, como, por ejemplo, la posibilidad muy limitada de reflejar la prosodia oral en los textos escritos, y de la comunicación a distancia, que requiere un mayor grado de explicitud descriptiva. El proceso de selección es también cultural, en lo tocante a los procesos históricos de estandarización, como, por ejemplo, la canonización de los adverbios en –mente frente a otras variantes. La cononización, a su vez, es el correlato necesario del esfuerzo cultural colectivo destinado a posibilitar y garantizar la comunicación a distancia en un territorio grande, p. ej. el de una nación. En este sentido, la expre-

3

Para Fuentes Rodríguez (2009) claro está pertenece al habla culta.

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sión oral es menos selectiva que la escrita. La selección variacional diamésica del código escrito excluye o margina tanto los marcadores discursivos independientes como algunas variantes coloquiales de las construcciones copulativas. Tampoco conviene limitar la relación genética a las supuestas relaciones horizontales del marcador discursivo claro con la serie está claro, claro está, está claro que, claro está que y claro que. Como en el caso de de oro / dorado o azul (adjetivo) / de azul (sustantivo), cabe añadir la hipótesis según la cual la motivación parte (también) del lexema base que se ve instrumentalizado por construcciones gramaticales y funciones discursivas. Dicho de otro modo, el marcador discursivo claro no tiene por qué pasar genéticamente por una construcción copulativa, ni tiene esta por qué pasar por el marcador discursivo, ya que las dos pueden provenir genéticamente del adjetivo claro. Por eso, las relaciones semánticas y funcionales de las variantes de uso de un marcador pueden aparentar una estructura horizontal de «ressemblance de famille» (cf. Hansen (1998b, 83)), pero ello no impide que la motivación provenga ‹verticalmente› de la unidad base y no de las relaciones horizontales, sin que quede excluida la posibilidad de darse este último tipo de motivación también. Todo ello apunta hacia la coexistencia multifacética de relaciones, sobre todo en la sincronía de hoy, que es el resultado de un proceso histórico. Además, las relaciones sufren el impacto de los ejes diasistemáticos de la lengua, y especialmente del eje diamésico. Así las cosas, tenemos la impresión de que la supuesta dirección genética, que parte de la construcción copulativa, es, ante todo, una simple proyección de lo normativamente canónico en la diacronía, o sea, de la visión culta de lo correcto en la historia de la lengua (cf. Linell (2005, 84)). Hasta ahora, no hemos encontrado ningún elemento que confirmase empíricamente la dirección genética de la hipótesis. Son incluso más numerosos los indicadores que apuntan en la dirección contraria. Mencionemos que existe otro motivo muy peculiar que sustenta el lugar común de la relación genética: el afán de los lingüistas de explicar cualquier construcción a partir de construcciones subyacentes más explícitas, creándose relaciones de causa a efecto deterministas, sin preocuparse con la verificación empírica. Basta que la teoría lo postule. Se corre el riesgo de confundir lo sincrónicamente canónico, que suele corresponder a la construcción más explícita, con lo genéticamente primitivo. Es probable que el efecto de ósmosis entre expresión oral y escrita aumenta la frecuencia de la partícula completiva que en el código escrito. El uso de que es una alternativa sintáctica a la técnica de soldar fonéticamente un marcador con un argumento, es decir, el uso sin pausa o, incluso, clítico, como en el caso del signo discursivo afirmativo sipo, muy usual en el español de Chile: Claro no es siempre un elemento parentético; con la ayuda del que soldador se puede unir a la estructura entonativa del enunciado que le sigue […] (Pons Bordería (1998, 173)).

Parece normal que la expresión escrita haya recurrido a que para compensar las limitaciones que presenta la representación escrita de las características prosódicas. Miremos al respecto algunos ejemplos del Corpus Kluge: 342

(252) B: y encuentras que es difícil de encontrar amistad con gente de [santiago=o: ] S: [SÍ .. sÍ,] porque la gente: ... si una encuentra amihtad con gente de acá .. familia: , matrimonios .. pero: , el día que uno sale si va a su casa, eh obvio que tiene que llevar=algo para el almuErzo: -/ B: hm (Sandra, 1025) (253) B: ya hm, y tenía como juego favoRI: to=o: M: ... äh .. ((voz muy aguda)) NO: +, ((más rápido)) solo=que en ese tiempo+ ... [äh=hm hm] B: [puro trabajo] M: era trabajA: R y: =hm ...(1) ((voz grave)) a vece jugaba pero ya=a- +, a LUche jugábamos nosotras (digo), ((riendo)) con los chico+ .. y: , los niños jugaban al trOMpo .. äh: .. un RAto ... dehpué ya, había que buhcar lEña para=hacer fuego .. äh, había que=bucar=agua porque: e- .. eso no habÍa\/ & (Marta, 242) (254) B: äh .. piensa que=es-, que es más bien santiaguina o: , de [PUEBLO] M: [NO: ] .. nO: .. ((rápido, mascullando)) yo no=he cambia(d)o en ese sentido yo- +.. ya, äh .. he: ..he aprendido cosah pero igual, yo yo digo que no B: ya, su corazón está [en PUEBLO] M: [SI: .. sí] (Marisa, 214) (255) S: > QUOTE: ah, entonces tú no haces nada QUOTE: ah, entonces tú no trabajas< B: @@ S: seguro que en la casa las cosas se hacen solah\ (Sandra, 901) (256) R: […] verdad que no quiero- .. separarme=de=él (Raquel, 55)

En (252), la construcción copulativa completa es obvio que constituye el grado máximo de integración del adjetivo en la sintaxis oracional, además como parte de una construcción condicional superordinada. En consecuencia, es cierto que este tipo de construcción se observa en la expresión oral, pero se da con poca frecuencia en el Corpus Kluge. De ahí que se puede proponer una hipótesis alternativa, según la cual el uso de es obvio que refleja la ósmosis inversa, es decir, el impacto de la educación lingüística en la expresión oral, ya que obvio es una palabra culta. Con todo, no quisiéramos simplificar las cosas. Los hablantes tienen la posibilidad de usar es obvio que tanto en la expresión escrita como en la oral. Según Chafe (1982, 41), las construcciones copulativas con adjetivos del tipo the house was old tienen la misma frecuencia en la expresión oral que en la escrita. Lo único que nos arriesgamos a decir es que la expresión oral tiende a no explicitar el verbo copulativo en las construcciones que sirven para explicitar una postura del hablante,4 según se desprende también de los ejemplos (246, 247, 248,

4

Cf. Biber (1988, 114, 237–238). Del mismo modo, «[e]ven predicative adjectives such as sure, true, and wrong, which normally take clausal complements in the written registers, commonly occur without a complement in conversation […]» (Biber et al. (1999, 517)).

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249, 253, 254, 255, 256). En (253) se da la variante específica donde la función determinativa restrictiva del atributo solo se usa para construir una completiva restrictiva. La presencia implícita pero explicitable de una relación predicativa se torna particularmente evidente en (256), en la medida en que los sustantivos necesitan normalmente un verbo copulativo para poder funcionar como atributo (Juan es padre). Con todo, ello no nos obliga a suponer una relación genética que conduzca de la construcción copulativa es verdad que a verdad que o el simple inciso verdad, ya que la movilización inferencial de una relación predicativa es un mecanismo espontáneamente disponible en la expresión oral. Según Maas (2010b, 106–108), la oralidad informal no excluye las construcciones sintácticas plenamente explícitas. Son perfectamente normales, incluso en los niños, los enunciados del tipo Si viene, me voy y Espero que venga. Lo que sí se excluye es la concentración de mucha información en tales estructuras (cf. Chafe (1982, 39–41); Biber (1986, 384)), y especialmente la de unidades descriptivas como lo son los atributos: La concentración de información es típica de la expresión escrita (formal) e incluye el desarrollo de estructuras sintácticas complejas. En este sentido, no hay óbice a usar está claro que en la oralidad informal. Es una variante entre otras, sin más. Sin embargo, el hecho de que la expresión oral informal acepte, e incluso prefiera, las variantes no integradas claro y claro está incide necesariamente en las frecuencias relativas. Estas van a dar mayor peso a está claro que en la expresión escrita formal, que rechaza las variantes no integradas, y equilibrar su peso con respecto a claro y claro está en la oralidad informal. Según acabamos de ver, la construcción copulativa completiva claro que viene es posible, e incluso usual en oralidad, a raíz del alcance catafórico de claro, a diferencia de *Bueno que viene o *Vamos que viene (cf. Martín Zorraquino (1999, 48) y Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4149)). En estos últimos casos, habría que marcar el estatus extraoracional del marcador discursivo con una coma para tornar los enunciados aceptables, ahora con la modalidad deóntica: Bueno, que venga. Vamos, que venga o Bueno / Vamos, esa podía ser una solución (cf. Martín Zorraquino (1999, 49, n. 28)). Pero en estos casos bueno y vamos no pertenecen a la construcción copulativa. El análisis sintáctico de la construcción no es «Bueno que + venga» sino «Bueno + [digo (inferido)] que venga». La imposibilidad de integrar vamos en una construcción copulativa tiene que ver con su base subyacente, que es un verbo finito. En el caso de sin embargo, es la naturaleza conjuntiva que lo impide, del mismo modo que con o sea. En este sentido, los ejemplos demuestran claramente la importancia de las categorías básicas de las que emergen las funciones discursivas. A diferencia de estos signos discursivos, bueno tiene como base un adjetivo. Por consiguiente, la construcción copulativa debería de ser posible, como de hecho se observa con el adjetivo base en Está buena la comida. Del mismo modo, debería ser posible decir Está bueno que venga, pero no es frecuente ni La tendencia a ‹quitar› tanto el verbo copulativo como la particula completiva conduce a una preferencia muy clara por el uso independiente (sure) en la oralidad frente al uso sintácticamente integrado en los textos escritos (It is sure that… It will be clear that…).

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corresponde semánticamente a las funciones discursivas de bueno. Evidentemente, los marcadores del discurso son unidades lexicalizadas que pueden haber conocido un desarrollo particular, del mismo modo que no todos los adverbios en –mente desarrollaron funciones enunciativas como las de naturalmente. En conclusión, si bien se haya confirmado el estatus excepcional del marcador bueno frente a otros marcadores discursivos, tampoco hemos encontrado datos que justificasen la supuesta relación genética con claro. Como mucho, se puede discutir el tipo peculiar de relación genética que caracteriza la reflexión de la oralidad en el modo de transcribirla en la expresión escrita. Ello conduciría a una hipótesis que invierte la relación genética o que parte de una selección a partir de las variantes disponibles en la oralidad. En suma, el análisis de la serie de signos discursivos en este apartado (claro, exacto, etc.) y la explicación de la idiosincrasia de bueno mediante la oposición funcional con bien, podrían significar que el marcador del discurso bueno fue simplemente un mal ejemplo para justificar la hipótesis de Travis. Veremos, sin embargo, que la hipótesis genética encuentra otros problemas.

10.5. Mejor, total e igual No cabe duda de que el atributo mejor con función deóntica es compatible con su uso copulativo es mejor que, sería mejor que, mejor que, mejor es. Ahora bien, la cuestión de la posible sustitución no se presenta de la misma manera si consideramos los contextos reales de su uso: (257) B: ya\ .. per- pero, ha-, ha sentido alguna veh que no se atrevía a hablar/ M: sÍ de repente sí-- .. sí\ B: hm M: ((bajito)) sí\ +.. mejor prefiero ... prefiero callarme ante=no .. hay cosa que (yo no decía) o=sea B: hm M: no: .. mejor me callo no digo, no trato de=de-B: …(2) ya-\ …(2) y: , recuerda alguna situación, en que alguien le haya reprochado aquí en santiago por su forma de hablar M: …(1) ((voz aguda)) no .. no-- + (Marisa, 407)

En este ejemplo, se podría sustituir mejor por es / sería mejor (que), pero de esta forma no se tendría en cuenta el alto grado de integración prosódica en el discurso, ni su posible sustitución inferencial pero no construccional en mejor prefiero. La distribución de mejor se acerca a la del adverbio antes en su uso metafórico ‹con preferencia›. Dirigido al futuro, la hipótesis genética tendría que aclarar también el cambio del modo: mejor me callo < es mejor (va a ser mejor) que me calle. En suma, nos parece completamente innecesario buscar a toda costa una relación genética donde se trata sencillamente de alternativas de expresión que se realizan bajo condiciones específicas. El carácter limitado de la posible subyacencia de una construcción copulativa aparece claramente en los atributos enunciativos circunstanciales utilizados para 345

definir una perspectiva discursiva. Así, por ejemplo, es funcionalmente imposible sustituir el marcador total por es total que porque ni el verbo copulativo ni el signo discursivo son compatibles con el radio atributivo circunstancial. Dicho de otro modo, la relación inferencial que se establece entre total y el discurso es más compleja y más indirecta que la que se puede realizar con un verbo copulativo. La colocación usual total que no corresponde a una construcción copulativa, sino a total (digo) que. Así las cosas, las construcciones copulativas con total, como, por ejemplo, la alegría es total, no pasan de ser extensiones del adjetivo base sin ninguna relación con las funciones discursivas del marcador total. Si tuviéramos que formular una conjetura diacrónica, diríamos que el camino más probable por el que hayan podido surgir las funciones discursivas de total es el de las relaciones inferenciales típicas de la expresión oral asindética y no el de la elipsis a partir de las construcciones sintácticas ‹completas›, según la norma escrita. Obsérvese al respecto el potencial inferencial limitado y estrechamente relacionado con el valor básico de está bueno que o está bien que frente al potencial polifuncional de los marcadores discursivos bueno y bien. De esta forma, los efectos limitativos de las construcciones más explícitas van en contra de la evidente polifuncionalidad de los marcadores discursivos. La polifuncionalidad solo se explica a partir de un contexto local capaz de movilizar el potencial inferencial del lexema en cuestión (cf. Waltereit (1999)). Ahora bien, el contexto local que libera los potenciales inferenciales de los atributos es el estatus extraoracional (cf. el trabajo pionero de Company Company (2006)). Cada elemento de las construcciones copulativas disminuye el potencial inferencial, como se observa en el retorno a la función básica y al concepto básico en está bien y está bueno, hasta el punto de eliminar las inferencias, como en está bien que, está bueno que, está claro que, etc. Ello reviene a decir que las construcciones copulativas carecen del factor decisivo capaz de fundamentar y generar la polifuncionalidad. Les falta la conditio sine qua non. Desde el punto de vista funcional, la única ‹construcción› capaz de explicar la génesis de un marcador discursivo polifuncional es el empleo extraoracional de los atributos, que abre también el camino a la coexistencia de variantes prosódicas, que tienen un menor margen de variación en una sintaxis integrada. El uso de igual con funciones discursivas ofrece otro ejemplo de una posible relación con una construcción copulativa, en la medida en que igual3 ‹a pesar de› tiene cierta afinidad semántica con da igual y es igual, si bien igual3 no conlleva con la misma relevancia comunicativa la implicatura ‹no importa›, es decir, ‹es lo mismo (y no importa)›. Se identifica claramente la génesis de da igual y es igual a partir del significado base del adjetivo, pero no tanto la supuesta génesis da igual > igual3. Además, la sintaxis de igual3 difiere bastante de la de da / es igual. Con igual2 ‹quizá›, la sustitución por es igual no es posible, pese a que sea viable con otros atributos epistémicos: Es seguro (posible) que. Podría invocarse que igual, una vez lexicalizado como adverbio epistémico ‹quizá›, se comporta como seguramente o quizá, que tampoco se usan en *es seguramente que5 o *es quizá que. 5

En cambio, son posibles seguramente que, naturalmente que, indudablemente que, etc. (Gutiérrez Ordóñez (1986, 196); (1996, 95); (1997, 266–267)). Cf. Rojas (1980–1981,

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Estamos de acuerdo con este análisis, solo que no se puede utilizar el argumento a favor de la supuesta relación genética. Antes al contrario, la génesis es igual que > igual ‹quizá› no es posible justamente porque la transformación no funciona.

10.6. Resultado del análisis sincrónico-funcional En cuanto al simple hecho de la usualidad de las construcciones copulativas, no hay duda de que son usuales en el Corpus Kluge, si bien raramente se explicitan con verbo copulativo y partícula completiva a la vez. Es correcto también afirmar que se recubren parcialmente con el uso de buena parte de los marcadores discursivos con base adjetival. Por otro lado, hay signos discursivos tales bueno, mejor, total e igual que se corresponden muy marginalmente con las construcciones copulativas, tanto desde el punto de vista semántico como desde el punto de vista sintáctico. De ello se desprende que la supuesta gramaticalización de estos signos discursivos no se da en el ‹contexto local› que corresponde a las construcciones copulativas (cf. capítulo 11). Es más: tienden a excluirla. Además, las relaciones asindéticas inferenciales son características universales de la lengua hablada espontánea. No parece probable que las características fundamentales de la expresión oral provengan de una elipsis. Antes al contrario, parece lógico que sea la expresión escrita la que impone un mayor grado de explicitud, que es también posible en la oralidad, pero ni tan frecuente ni tan sistemático. Este último argumento vale para el conjunto de las unidades analizadas aquí. Ello demuestra que la reconstrucción diacrónica se debe valer también de los universales lingüísticos de la oralidad informal. En consecuencia, hay que confrontar los datos diacrónicos sacados de textos escritos con criterios de posibilidad y probabilidad funcionales (según los padrones de la lengua en cuestión) y universales. El argumento decisivo en contra de la supuesta relación genética es, a nuestro ver, la vinculación motivada y transparente que mantienen las construcciones copulativas con el adjetivo base. En prácticamente todos los casos, la paráfrasis de un signo discursivo con una construcción copulativa conlleva un retorno al significado base del adjetivo. La única excepción digna de mención es es igual a raíz da la implicatura ‹es lo mismo (no importa)›. Con todo, incluso en este caso, las diferencias semánticas y sintácticas con los signos discursivos son enormes y, en todo caso, están lejos de fundamentar una motivación transparente. No es posible explicar ni la libertad sintáctica de uso de los signos discursivos ni sus peculiaridades semánticas a partir de propiedades de las construcciones copulativas correspondientes. La flexibilidad sintáctica, el desarrollo de conceptos nuevos, la adopción de funciones bicefálicas a consecuencia de estrategias retóricas y la transposición

908ss.) acerca de construcciones del tipo evidentemente que, Martín Zorraquino (1994a, 565–567, 578–579), Barrenechea (1979, 53 y passim) y Fuentes Rodríguez (1987a, 137) sobre solo que, solamente que, únicamente que. Indicamos tb. el estudio parcialmente contrastivo de seguro que con ingl. surely por Downing (2006).

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a categorías como la de los adverbios epistémicos (igual2) o de conectores (igual3, solo que), tiene una sola explicación: la lexicalización o gramaticalización de los efectos inferenciales que solo permite el uso independiente de los signos discursivos (cf. Company Company (2004a, 34); Ocampo (2006b, 244–245)). Estos efectos no provienen de construcciones copulativas, sino de la transposición directa del atributo base a distintas funciones sintácticas, semánticas y discursivas. No hay necesidad alguna para postular una relación genética con las construcciones copulativas. Otra cosa es la experiencia del hablante culto que consiste en sustituir los signos discursivos por construcciones más explícitas a la hora de escribir o de hablar formalmente. Pensamos que es esta la razón fundamental que nos hace intuir una relación genética. La invertimos, siguiendo la tendencia de considerar lo oral como decadencia de lo escrito. De esta forma llegamos a suponer la relación genética está bueno (que) > bueno, que no corresponde ni a la génesis del habla oral ni a la historia de la lengua. Lo decimos en el pluralis modestiae porque la confusión de lo canónico con lo genéticamente primario nos ha pasado también. Es una tendencia del hablante culto que hay que vigilar muy bien.6 La adquirimos por la enseñanza de la lengua que presenta las estructuras orales como ‹elípticas›, es decir, resultados de una reducción de la expresión escrita supuestamente completa, y, en definitiva, lo oral (por ejemplo los dialectos) como decadencia de la tradición escrita (cf. Maas (2010b, 117–118)). Careciendo de argumentos que sustentan la supuesta relación genética, cabe insistir, en primer lugar, en la coexistencia variacional de alternativas de expresión en la oralidad, con mayor o menor grado de explicitud predicativa (verbo copulativo) y direccional (que). Según se desprende de la serie claro, está claro, claro está, está claro que, claro está que y claro que, la expresión oral es más rica en términos variacionales que la expresión oral. El código escrito opera una selección no solo de los marcadores del discurso, sino también de las construcciones copulativas. La oralidad espontánea dispone de un continuo dinámico que va desde el grado máximo de implicitud, que se da en el uso extraoracional independiente, al grado máximo de explicitud. Las soluciones más explícitas se ven favorecidas en la expresión oral formal y en la escrita. Además, la presión de la enseñanza escolar favorece de forma general las construcciones explícitas. El hecho de que el impacto de la enseñanza se verifique con menor fuerza en los marcadores del discurso con forma de adjetivo que en los adverbios en –mente demuestra que estos pertenecen a la expresión escrita sujeta a la norma culta, y aquellos, al núcleo duro de la oralidad informal ignorado por la norma culta.

6

La discusión acerca del français avancé constituye una variante peculiar de este tipo de confusión, en la medida que se consideran como ‹progresivos› ciertos rasgos del habla popular que en realidad son rasgos arcaicos (Hunnius (1975)).

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10.7. Los atributos enunciativos en la mímesis literaria del habla oral Los procesos de transposición de lo oral a la expresión escrita constituyen un elemento clave en la reconstrucción de la diacronía oral. Sin saber cuáles son las características del discurso oral adaptado a la expresión escrita, es grande el riesgo de caer en la trampa de las hipótesis genéticas como la que acabamos de poner en tela de juicio. Desde el punto de vista empírico, resulta muy interesante analizar los textos escritos por los alumnos de la enseñanza básica, especialmente en América, donde los atributos monocategoriales predominan en la oralidad informal (cf. Hummel (2002a; 2003); Alarcón Neve (2005 y 2008)). El comportamiento de los niños a la hora de redactar sus primeros textos escritos puede dar pistas muy interesantes para el estudio de los problemas que surgen en la interfaz del dominio oral de la lengua con las exigencias de la escritura. De momento, la fuente empírica más común es la literaturización de la expresión oral en los textos literarios, pero Mancera Rueda (2009, 142–179) ya se dedica a la «oralización» de los marcadores discursivos en la prensa. A continuación, haremos simplemente algunas observaciones a partir de datos ya accesibles. Según Portolés (1998, 69–70) el uso de que bueno que en el estilo indirecto pondría de manifiesto el estatus independiente del marcador, en la medida en que la partícula completiva lo separaría del discurso que sigue, a diferencia de sin embargo, que no se encuentra en la construcción análoga *que sin embargo que. Miremos las cosas de más cerca. Los ejemplos de Portolés pertenecen a la oralidad literaturizada: (258) y ella le respondió a la reina que bueno, que bien, que ella haría otra cosa […] (J. Jiménez Lozano, Un dedo en los labios, 66). (259) Doña Cuca me rogó que fuese a servir el té como la otra vez y yo, por no hacerle un desaire, que bueno, que lo que hiciera falta (M. Delibes, Diario de un jubilado, 183).

Si bien los ejemplos aparecen en estilo indirecto, no se trata de un simple relato indirecto en las palabras propias del narrador, sino de un estilo indirecto mimético, en los confines con la polifonía característica del estilo indirecto libre.7 Dentro de este discurso indirecto, la presencia de bueno es el reflejo mimético más evidente del discurso oral original. Con todo, la partícula que ya no es un reflejo del discurso oral, sin que Portolés repare en ello. Al contrario, se trata justamente de la partícula completiva con la que el narrador opera la integración del marcador mimético bueno en su propio discurso. La partícula completiva que pertenece sintácticamente a responder, en el primer ejemplo, y a un verbum dicendi implícito, en el segundo, que es una característica conocida del estilo de Miguel Delibes. Y no es la partícula que la que separa bueno del argumento introducido, ya que la partícula que tiene la función opuesta en claro que viene. En el caso de bueno,

7

Cf. Girón Alconchel (2008) acerca de la gramaticalización del discurso referido.

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la partícula que no pertenece a bueno sino al verbum dicendi, y es por eso que suele estar separado por una pausa del marcador discursivo. Portolés da dos ejemplos más que confirman nuestro análisis: (260a) Aseguró que claro que esa podía ser una solución. (261a) Dijo que vamos que esa podía ser una solución.

En este tipo de construcción el uso de que no tiene nada que ver con la mayor autonomía sintáctica de bueno, bien, claro y vamos. En el primer caso, la construcción es ambigua: (260b) Aseguró que // claro que esa podía ser una solución. (260c) Aseguró que // claro // que esa podía ser una solución. (261b) Dijo que // vamos // que esa podía ser una solución.

En (260b), el discurso oral subyacente corresponde a claro que, en (260c) al uso independiente de claro en posición de inciso. Para (261a) solo existe la interpretación (261b). La autonomía de los marcadores discursivos se manifiesta en el uso de los marcadores discursivos como incisos, no a través de que (cf. Casado Velarde (1991, 106–108)). El conector sin embargo, que no permite la construcción completiva *sin embargo que, puede aparecer en el mismo tipo de construcción, con tal de que esta sirva para reproducir indirectamente su empleo como inciso extraoracional: (262) Dijo que, sin embargo, que esa podía ser una solución.

El hecho de que no se usen las comas en los ejemplos literarios auténticos (260a) y (261a) ya es una consecuencia de las técnicas de literaturización. Es muy probable que claro y sin embargo se usen con pausas en el discurso oral real que corresponde a (260a) y (261a). En teoría, las pausas de la expresión oral deberían transcribirse con comas. Ahora bien, las comas se usan también para los adjetivos destacados y otros tipos de incisos altamente literarios y escritos. Por eso, la oralidad fingida recurre a las oraciones (260a) y (261a) que sugieren un discurso poco estructurado, a diferencia de (258) que opera una separación muy clara de narración y discurso reproducido. No es la intención de la oralidad fingida la de reflejar lo oral, sino de sugerirla. Obviamente, los ejemplos (260a) y (261a) solo son aceptables en la reproducción de lo oral, ya que no corresponden a la escritura conceptual del español. Evidentemente, el discurso indirecto existe también en la expresión oral. En el Corpus Kluge se encuentra el ejemplo: (263) B: ya ..y si viaja al sur .. ha tenido problemah en la relación con alguna personah que: .. uhted pueda=atribuir, a un cambio en su manera=de=hablar, de=expresarse .. le dicen por ejemplo > QUOTE: que ehtás hablando como santiagUI: na, cállate no máh< M: NO, no me han DIcho eso pero: ... äh: .. me han dicho que=que=que-, qué bUE: no .. o=sea mi familia

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B: hm M: adonde=he=ido .. äh, no me han dicho cállate sino que me han dicho qué bUE: no que- .. > QUOTE: oh: =y uhtedeh, vienen, hablando diferE: Nte .. qué bueno que=que .. se han superAdo< ..äh, esas cosas B: ((voz baja)) hm+ (Marta, 1442)

Del mismo modo que en los ejemplos citados arriba, la hablante reproduce el discurso de otras personas, usando bueno con entonación mimética, ahora en la construcción qué bueno que y no que bueno que. En el ejemplo, bueno no tiene el valor del marcador discursivo. Se usa con el significado adjetival en una construcción copulativa. Por eso, no hemos tenido el ejemplo en cuenta a la hora de alistar las ocurrencias de bueno como marcador discursivo. En el análisis del español coloquial en 20 obras de teatro mexicanas de los años 20 y 30 del siglo XX, McWilliams (1954, 113–114) encontró una serie de adverbios enunciativos («independent adverbs») en –mente, siempre destacados y antepuestos,8 pero ningún marcador del discurso con forma de adjetivo. Ante la escasa frecuencia de los adverbios en -mente en los documentos orales auténticos, podemos interpretar su abundancia en el discurso oral de las obras de teatro como efecto de literaturización de la oralidad o adaptación de lo oral a las tradiciones de la escritura. Parece que una hablante atestó la usualidad de los adverbios en –mente (1954, 75), pero ello no sorprende mucho, en la medida en que los adverbios enunciativos en –mente del Corpus Kluge también son poco frecuentes y bien conocidos a la vez, incluso los que ocurren una sola vez. Recuérdese que esto es el caso en 5 de los 9 adverbios de Corpus Kluge (definitivamente, efectivamente, precisamente, probablemente, seguramente). Nadie diría que no sean usuales. Con todo, su ocurrencia se da casi por casualidad en el Corpus Kluge. Es más fiel a la expresión oral auténtica la obra Bajarse al moro de Alonso de Santos [1985], en la que los adverbios en –mente ocurren esencialmente en las didascalias, mientras que predomina el atributo monocategorial en el habla oral de los actores, que pertenece al registro juvenil marginal (v. el análisis completo en Hummel (2000, 368–369, 375)). Sea como fuere, la situación del uso de los adverbios en –mente en las obras de teatro analizadas por McWilliams, la casi ausencia de los marcadores del discurso con forma de adjetivo, tales bueno, claro, cierto y otros más, es sin duda una característica de la expresión escrita que desquita los discursos directos de buena parte de su capacidad de mímesis. Al mismo tiempo, la escasa frecuencia de estas formas corrobora la hipótesis del uso de los adverbios en –mente como sustitutos escritos. Pero antes de sacar conclusiones tan contundentes, conviene examinar de más cerca los datos lingüísticos. Esto es necesario porque la clasificación de las unidades atributivas constituye un problema importante en toda la bibliografía. En 8

Afortunadamente, cabalmente, decididamente, desgraciadamente (2 veces), efectivamente, francamente (2), justamente, naturalmente (2), posiblemente, precisamente, probablemente, realmente (3), seguramente (2), verdaderamente. El estatus independiente y antepuesto parece haber servido de criterio selectivo. Así, por ejemplo, el adverbio aparentemente, citado pág. 109, no entra en esta serie.

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los años de publicación del trabajo de McWilliams apenas se mencionaba la predicación secundaria, el papel de los llamados adjetivos adverbializados sigue siendo subestimado hasta hoy, y, ante la duda, los marcadores atributivos del tipo bueno, claro, etc. son considerados adjetivos. Por eso, cabe verificar si realmente los propios autores de las obras de teatro no los tenían en cuenta en su representación subjetiva del habla oral o si McWilliams simplemente los clasificó juntos con los adjetivos o los adverbios. La lectura de una muestra de dos obras de teatro del corpus McWilliams, Los de abajo de Mariano Azuela (habla popular), y La silueta de humo de Julio Jiménez Rueda (habla coloquial de la burguesía), presenta una situación diferenciada. Se encuentran efectivamente algunas ocurrencias de bien, bueno, claro, cierto con función de marcadores del discurso que nos hacen suponer que McWilliams no los consideró como adverbios. La aparente ausencia de los adjetivos enunciativos en el estudio de este autor se debe, pues, a los criterios de selección. Con todo, la muy escasa frecuencia de estos marcadores, que suelen aparecer entre las unidades más frecuentes en casi todos los trabajos sobre textos orales, nos hace suponer que la oralidad literaria de la obra de teatro constituye una oralidad ‹trabajada›, que refleja incompletamente la oralidad espontánea real (cf. Ocampo (2006a, 309–310) acerca de las representaciones escritas del marcador claro). El simple efecto del escaso valor estilístico de las repeticiones en cualquier obra literaria conlleva una reducción importante frente a su frecuencia oral, si bien es conocido también el uso literario de un tic lingüístico para identificar una figura por el idiolecto. Los marcadores discursivos y las interjecciones se prestan muy bien a tales objetivos de identificación idiolectal. Según hemos visto en este capítulo, la literaturización y adaptación a las tradiciones escritas no deberían manifestarse tan solo en términos cuantitativos, sino también mediante el uso de construcciones gramaticales que permitan la integración de los atributos enunciativos en la sintaxis oracional. En este sentido, en el corpus de McWilliams se observa el uso de construcciones copulativas completas o fragmentarias: (264) [El Teniente, sorprendido cuando intentó violar a La Mujer, cuadrándose:] Dispense, amigo, yo no sabía… Pero yo respeto la casa de un valiente de veras. Aquí tiene la mano de un amigo que lo admira y lo quiere… Está bueno, Demetrio Mecías; me desaira porque me ve en este perro oficio (Azuela, 18). (265) [Cervantes (apático):] Pues ya lo estás viendo. Camila: ¡Ah, qué bueno! Porque entonces no lo fusilan a usted (Azuela, 26). (266) [Remigia:] ¿El siñor cómo sigue de sus males? ¿Aliviadito? ¡Qué bueno! Pero está retedescolorido (Azuela, 31–32). (267) [Pancracio (impaciente):] ¿Y esto es como a modo de qué? ¡Cuando ni a mí me cuadran los sermones! [Demetrio:] Está bien. Por las dudas, que lo fusilen (Azuela, 33).

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(269) [Cervantes:] ¿Y no sería bueno que nos le fuésemos a juntar a la gente del general Natera que anda por aquí muy cerca? (Azuela: 40) (270) [Demetrio:] ¿Será bueno ir, de veras, con ellos? [Venancio:] No bueno, sino requetebueno, Demetrio (Azuela, 42). (271) [María Antonia:] Epa, tú, ¿dónde viene el general? Dile que aquí está ya su siñora esperándolo. ¡Ah, sí, está bueno! […] Dice que ahí viene muy cerquita… Cierto, viene a todo galope, como si corriera en el llano (Azuela, 75). (272) [El Marido:] He dicho que no… [La Mujer:] Está bien (Jiménez Rueda, 15–16). (273) [El Marido:] Ella no me lo ha dicho nunca. [El Amigo:] ¡Claro está! Esas cosas no se dicen (Jiménez Rueda, 31). (274) [El Otro:] Yo odio, yo detesto las cosas serias. No me interesan las cosas serias. Claro está, el mundo se empeña en lo contrario (Jiménez Rueda, 63). (275) [La Dama:] […] se lo repito, no quiero venderme por dinero; porque… [El Viejo:] Está bien, no volveré a decir una palabra sobre el asunto (Jiménez Rueda, 84). (276) [El Amigo:] Escucha; no es su voz. [El Otro:] Claro está; no es su voz… (Jiménez Rueda, 125). (277) [El Marido (consigo mismo):] Farsa, todo farsa. Ahora me lo explico todo. El la esperaba. Ella, ¡claro está!, pretende encontrarlo… Tú lo supiste… (Jiménez Rueda, 141). (278) [El Amigo:] Si fuera más explicable la tuya… [El Marido:] Más explicable, claro está. Ella sabía que estabas tú conmigo (Jiménez Rueda, 145). (279) [El Amigo:] ¡Déjalo!... ¡Déjalo! Está completamente perdido. [El Otro:] Está bien; que se haga el escándalo […] (Jiménez Rueda, 153–154). (280) [El Amigo:] Podría decir cosas desagradables… [Magda:] Para su amigo. ¡Claro está! (Jiménez Rueda, 167) (281) [El Marido:] ¡Su reputación! [El Amigo:] ¡Oh! [Magda:] Claro está; ella también tiene una reputación que defender. [El Otro:] Naturalmente (Jiménez Rueda, 169). (282) [La Dama:] Además, soy una mujer que piensa en el porvenir. Puedo tener un novio en provincias que desee casarse conmigo. Claro está que concurro al cabaret de Magda (Jiménez Rueda, 172). (283) [La Dama:] Aquí no es propio. [El Amigo:] Claro está (Jiménez Rueda, 178).

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Obsérvese que naturalmente, que aparece varias veces como signo discursivo de afirmación, solo se emplea en el habla coloquial burgués de la obra de Jiménez Rueda. Es muy llamativo, además, que el mayor grado de explicitud en el uso de los marcadores discursivos tenga el efecto correlativo de (re)acercar el significado de los marcadores del discurso al significado del adjetivo base. Por consiguiente, la literaturización no interviene solamente en la frecuencia y el tipo de construcción, sino también en la polisemia y polifuncionalidad de los marcadores discursivos. El valor adjetival se mantiene incluso en el uso extrasintáctico independiente del marcador: (284) [Camila:] ¡Ah, qué bueno, curro, ya de esta hecha te escapaste! (Azuela, 36) (285) [Demetrio:] Si quiere seguirnos, bueno; si quiere volverse a su tierra, bueno (Azuela, 38). (286) [Demetrio:] De veras, curro, no crea que uno anda aquí por su mero gusto. ¡Claro! A uno le gusta el ruido; pero no es no más por eso (Azuela, 38). (287) [Demetrio:] Por la señal de la Santa Cruz… (Bebe, se limpia las barbas y prosigue.) Bueno. ¿Qué pasó con el mentado don Mónico? (Azuela, 39) (288) [El Güero:] […] Me los arranco cuando paso un coraje y no tengo en quién descansar, hasta que me pasa la muina. [Anastasio:] Cierto: es muy malo comerse los corajes (Azuela, 54). (289) [Anastasio (de pie con mucha gravedad):] Compadre Demetrio (abre mucho los ojos y traga saliva, sin encontrar palabras.) Compadre Demetrio… yo no tengo que decirle… (muy afligido) sino que ya sabe que soy su compadre. […] [El Güero:] Bueno. Yo brindo también, pero a mi modo (Azuela, 59). (290) [El Güero:] Eso es: así me gustan a mí los amigos; muy finos y decentes. Bueno, vayan ustedes con Dios […] (Azuela, 60). (291) [Demetrio:] ¿De veritas? (Desciñe el cinturón de cuero y saca muchas monedas de oro y de plata y se las da.) Bueno. Llévale, pues, estos centavos […]. (Azuela, 66) (292) [El Marido:] […] Haz lo que te plazca. [La Mujer:] Bien; si es así, iré… (Jiménez Rueda, 20). (293) [La Mujer:] Tengo que leer constantemente el de mi marido. Si no lo adivino, se pone furioso. La costumbre. [El Amigo:] Pues bien… (Jiménez Rueda, 51–52). (294) [El Marido:] ¡Calla he dicho! ¡Calla!... [El Otro:] Bueno, bueno…; ya, ya; no digo más… (Jiménez Rueda, 64). (295) [El Viejo:] ¿Honradamente dices? [Magda:] Claro, honradamente. (Jiménez Rueda, 91). (296) [El Viejo:] ¿En el negocio? [Magda:] ¡Claro! (Jiménez Rueda, 96)

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Obsérvese que cierto aparece en el habla popular y bien en el habla burguesa. Notemos, en este contexto, que Fuentes Rodríguez (1993a, 107), en su análisis del habla sevillana, observa el uso de la inversión claro está solo en el nivel medio de expresión, no en el popular. De igual modo, claro está no ocurre en el habla popular de Azuela, a la vez que abunda en el habla burguesa de Jiménez Rueda. Por supuesto, no podemos excluir con objetividad la posibilidad de una mayor frecuencia de las construcciones copulativas en la oralidad de otros tiempos, que vendría a estar reflejada en las obras literarias, pero no lo estimamos muy probable. Parece que el uso de bueno como marcador del discurso existía en el hablar popular de Madrid a finales del siglo XIX (Seco (1970, 306)). Notemos, en este contexto, que Cortés Rodríguez (1991, 100) cita a una señora de 65 años quien afirmó que, en tiempos anteriores, nadie en León usaba bueno como marcador discursivo. De hecho, en los datos del autor, la frecuencia de bueno es dos veces más alta en los jóvenes frente al grupo de mayor edad. Por otro lado, la frecuencia de uso de claro en el grupo mayor supera tres veces la del grupo joven (ibid.). Es posible que la señora perteneciera a una generación y a un grupo de hablantes cultos que preferían, por educación, el uso de alternativas cuidadas, tales ciertamente, naturalmente, etc., rechazando a la vez los marcadores populares como bueno. Así las cosas, hay que subrayar, desde el punto de vista metodológico, la importancia del análisis de la oralidad, en todas sus variantes y variedades, incluso para la reconstrucción diacrónica del habla oral. Aunque no hay óbice para la exploración de textos literarios y otros textos considerados cercanos de la oralidad, no cabe duda que la escrituralización de lo oral distorsiona considerablemente su verdadera naturaleza. Las fuentes escritas que suelen considerarse válidas para la documentación diacrónica de usos próximos de la oralidad (Hansen / Rossari (2005, 181)), son mucho menos válidas en el caso de los marcadores discursivos. Además, resulta peligrosa, en términos metodológicos, la coincidencia de los prejuicios de autor culto en la mímesis literaria del habla oral con los del lingüista, que también es un hablante culto. Quisiéramos finalmente llamar la atención sobre dos ejemplos, en los que se usan interjecciones adjetivales evaluativas con inferencias predicativas: (297) [Venancio:] ¡Ah, qué Luisito tan ocurrente! [Cervantes (persona culta):] Serio. Tiene usted un bellísimo talento (Azuela, 37). (298) [El Viejo:] ¡Admirable! ¡Sorprendente! [La Dama:] Es usted muy amable (Jiménez Rueda, 71–72).

Se confirma nuestra observación en el capítulo 5, según la cual la productividad de las interjecciones con base adjetival es más importante que la que se observa en otras posiciones de la sintaxis discursiva. Es posible que las obras literarias aprovechen el caso para enriquecer las respuestas muy allá de lo que es usual en el habla oral. Notemos que no hay motivo para suponer la existencia de construcciones copulativas subyacentes del tipo es admirable que para explicar la génesis de tales interjecciones. Muy al contrario, es justamente la independencia sintáctica 355

de las respuestas la que facilita la variación e innovación en esta posición de la sintaxis discursiva. En uno de los primeros estudios sobre los recursos discursivos en español y francés, que fue moderno por el tema, no por el método, ya que se refiere a 18 obras de teatro y 2 novelas del ámbito peninsular del siglo XX, Gorgas (1969) observa otro tipo de selección en la transcripción literaria de la oralidad. Pese a reseñar casi 250 recursos discursivos distintos para el español, bueno es el único atributo enunciativo con base adjetival que aparece en su listado (1969, 279). Bueno conforma un mismo grupo con «bien, bien» y «ahora bien». No entran otras unidades en este grupo. La documentación del uso de bueno refleja 12 funciones discursivas, a las que se añaden las funciones combinatorias en «bueno, bueno», «bueno, y», «bueno, pues», «pero, bueno» y grupos más específicos. Podemos concluir que bueno sirve como instrumento discursivo privilegiado que usan los autores de las obras de teatro para oralizar los discursos. En contrapartida, otros atributos enunciativos, cuyo uso coloquial podemos suponer, simplemente no aparecen. Los autores se contentan con algunas formas salpicadas para marcar la oralidad, sin preocuparse con reflejarla tal cual (cf. de Bustos Tovar (2011, 471). En las obras de teatro mexicanas analizadas arriba, este papel les corresponde a bueno y claro, esencialmente. En el mismo sentido, González García (1997, 212–214) solo desprende bien, bueno y pues de los diálogos documentados en su corpus esencialmente literario. Observa este autor que el empleo de bien en Mi idolatrado hijo Sisí de Miguel Delibes «es tan abundante por parte de uno de los personajes principales – Cecilio Rubes – que podemos caracterizar a esta partícula como muletilla». En los ejemplos citados, el uso de bien es claramente funcional. Por eso, diríamos antes que Delibes usa la recurrencia de bien para identificar el idiolecto del personaje, a la vez que sigue la tendencia general de usar un escaso número de marcadores para dar un toque oral a los diálogos. Al mismo tiempo, la polifuncionalidad se ve reducida, del mismo modo que se evita la yuxtaposición de varios marcadores (cf. los ejemplos (20) «claro o=sea .. sí=po, hasta que […]» y (34) «y dehpuéh=ya, bueno: =hm») y su reduplicación.

10.8. Conclusión No hemos encontrado argumentos y datos empíricos que corroborasen la hipótesis según la cual existiría una relación genética entre las construcciones copulativas como punto de partida y los atributos enunciativos. Antes al contrario, en cierto modo podemos considerar los verbos copulativos y la partícula completiva que como recursos que se usan sobre todo para explicitar las inferencias predicativas del habla oral en sus transcripciones escritas, con el inconveniente de que la norma de ‹las frases enteras› reduce inevitablemente la polifuncionalidad oral. De ser así, serían los marcadores del discurso del habla oral que subyacen a las transcripciones del habla escrita. No obstante, en lugar de considerarlos como mecanismos gramaticales unidos por una relación genética, sea cual fuera su 356

dirección, hemos llegado a tratarlos como alternativas expresivas en las que las construcciones copulativas introducen una mayor grado de explicitud, también en el sentido de determinar la dirección del alcance atributivo. La posibilidad de explicitar y concretar direccionalmente la relación atributiva existe tanto en la expresión oral como en la escrita. Con todo, el código escrito tiende más a la expresión explícita, tanto por su uso para la comunicación a distancia como por la tradición normativa. De esta forma, el código escrito opera una reducción sistemática de la riqueza variacional observable en la oralidad informal. Las posibilidades de sustitución también son limitadas. Hemos encontrado marcadores que no podemos substituir por construcciones copulativas (total), otros en los que depende del significado y de la función discursiva (igual), y casos en los que depende del contexto sintáctico concreto (mejor). Los adjetivos en las construcciones copulativas tienden a mantener su vinculación con el adjetivo base, rechazando todos los significados nuevos relacionados con una función discursiva, con una sola excepción, dar igual. Este resultado corresponde al que obtuvo Schneider (2007, 177–184) acerca de la hipótesis análoga que explica la génesis de los predicados verbales parentéticos del tipo //digamos// mediante la omisión de que (digamos que > //digamos//). Así las cosas, parece poco probable que subyagan genéticamente a los marcadores del discurso atributivos, ni que constituyan una etapa en un hipotético camino de gramaticalización. Las propiedades polisémicas y polifuncionales de los marcadores discursivas nacen claramente de los efectos inferenciales relacionados con su uso independiente. En este sentido, las construcciones copulativas se encuentran justamente en el polo opuesto a tales efectos. En cuanto a la ósmosis del habla oral y escrita, cabe destacar que la ósmosis favorece el paso de las soluciones construccionales a la expresión escrita, sea por sus limitaciones relativamente a los recursos prosódicos, sea por norma, por ejemplo la preferencia por Está claro que viene frente a Claro que viene o Viene, claro en los textos escritos no destinadas a imitar el habla oral. Las dificultades se notan particularmente a la hora de transponer los enunciados a un tiempo de pasado, es decir, a un tiempo narrativo: Estaba claro que venía. Claro que venía. Venía, claro, con lo cual los últimos dos enunciados adquieren un estatus de estilo indirecto libre. Así las cosas, las técnicas de discursivización en la expresión oral no están menos basadas en marcas formales que la expresión escrita. El código escrito se distingue del oral no tanto por el grado de formalidad, que puede ser vulgar, ya que existen textos escritos vulgares, sino por una selección específica de las técnicas de construcción del texto que reflejan el concepto de escritura.

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11. Los marcadores del discurso con base atributiva – ¿un caso de gramaticalización?

11.1. Gramaticalización: discursivización, pragmatización y oracionalización La definición de la extensión del término gramaticalización, y especialmente su relación con los términos discursivización y pragmatización, es un tema muy debatido. Por eso, conviene aclarar nuestra postura al respecto. El problema principal que surge en este contexto no tiene nada que ver con la realidad lingüística sino con la tradición gramaticográfica que limita el análisis gramatical a la unidad lingüística que recibió el nombre oración y que está relacionada a su vez con la tradición escrita. Por este motivo, la pragmática se vio obligada a escoger un término más abierto: el enunciado. El análisis del discurso, finalmente, descubrió que resulta arriesgado presuponer la realización del hablar con unidades completas, como la oración o el enunciado, ya que en la oralidad espontánea se observan esencialmente trechos de discurso que difícilmente se corresponden con la idea de una unidad lingüística ‹acabada›. Ahora bien, la teoría de la gramaticalización se fijó tradicionalmente en las unidades plenamente integradas, de tal suerte que los criterios de gramaticalización no se aplican directamente a lo que se observa en los discursos orales (véase, por ejemplo, Simon-Vandenbergen / Willems (2011, 360)). De ahí que surjan términos del tipo discursivización y pragmatización, fundamentalmente por las mismas razones que motivaron los términos enunciado y trechos del discurso. Inversamente, el análisis tradicional de la sintaxis oracional vino a sugerir el adjetivo extraoracional para referirse a los marcadores discursivos. Teniendo en cuenta que este desarrollo terminológico se efectuó a partir de una visión restrictiva de la gramática fundamentada en escrituralidad, los términos novedosos implican de cierta forma la idea de fenómenos que no pertenecerían al ámbito de la gramática. Ello equivale a decir que la lengua oral no tiene gramática. Ante la absurdidad de esta postura conviene abrir el concepto de gramática, de tal suerte que incluya las técnicas de la construcción del discurso oral. Consecuentemente, la pragmatización o discursivización son subclases de los procesos de gramaticalización. Así, por ejemplo, las pausas prosódicas constituyen un elemento clave en la construcción del discurso. De ahí que no podamos aplicar el criterio de la plena integración oracional a la gramática del discurso (cf. Diewald (2011), Degand / Simon-Vandenbergen (2011)). Al mismo tiempo, el proceso de gramaticalización del tipo ‹discurso > sintaxis > morfología > morfofonología > cero› propuesto por Givón (1979, 209) encuentra un problema muy grave, en la medida en que la integración sintáctica podría darse en la escritura pero no en la lengua 359

hablada (cf. Traugott (2010b, 97)). De todos modos, no es metodológicamente lícito adoptar una visión monolítica de la lengua que no tiene en cuenta las diferencias que se observan entre la expresión oral y la escrita de la lengua (cf. Pountain 2011, 606). Contrariamente a lo que opinan Claridge / Arnovick (2010, 186), el hecho de considerar la gramaticalización como término genérico no afecta la exactitud del análisis, ya que no se excluye el uso de términos más específicos para designar los subtipos de gramaticalización, como, por ejemplo, la discursivización. Sin embargo, habría que añadir un término más que se refiere a la integración en la sintaxis oracional de la tradición escrita. Tradicionalmente, la plena integración oracional es tratada como caso default de la gramaticalización. En realidad, el tipo de gramaticalización que se observa en las oraciones perfectas ‹gramaticales› de la lengua escrita es muy específico también, ya que la oralidad espontánea no funciona así. Así, por ejemplo, los niños tienen que aprender las técnicas canónicas de integración oracional en ‹frases enteras›, es decir, no es algo que aporten naturalmente. Proponemos el término oracionalización para denominar los procesos de integración sintáctica. Si bien la integración sintáctica se observa también en la oralidad, el proceso se ve largamente favorecido por la tradición escrita, que impone la redacción de los textos en oraciones sintácticamente integradas. El término oración se refiere a la unidad principal del análisis sintáctico tradicional. En este sentido, los resultados del capítulo 10 sugieren la clasificación del papel de que en los procesos de integración sintáctica como oracionalización. De esta forma, llegamos a la subcategorización de la noción de gramaticalización en tres subclases, según se desprende del esquema: Esquema 4: Las subclases de la gramaticalización

Gramaticalización

Discursivización

Pragmatización

Oracionalización

Obviamente, los procesos de oracionalización se observan también, aunque en menor medida, en el habla oral, del mismo modo que los marcadores discursivos del habla escrita se inscriben en una dinámica de discursivización. Estamos hablando de técnicas, no de códigos, especificando, sin embargo, que las tradiciones oral y escrita las usan de forma selectiva y específica. Finalmente, cabe observar que todos los procesos mencionados en el Esquema 4 pueden ser objeto de lexicalización.

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11.2. Diacronía y sincronía en la gramaticalización de los marcadores del discurso Si bien la heterogeneidad del grupo de los marcadores del discurso es motivo para no considerarlos como clase de palabras según los criterios de la gramática tradicional, la transposición a funciones intra e interdiscursivas de lexemas a partir de su categoría base, como la de un adjetivo (bueno), adverbio de manera (naturalmente), adverbio de tiempo (entonces), o un sintagma conjuntivo (o sea), y otras más, es considerada por muchos autores como justificación suficiente para considerarlos como productos de procesos diacrónicos de gramaticalización (Travis (2005, 44)), definido como «process whereby lexical items and constructions come in certain linguistic contexts to serve grammatical functions and, once grammaticalized, continue to develop new grammatical functions» (Hopper / Traugott (22003, XV)). En efecto, los marcadores del discurso muestran una serie de criterios que suelen observarse en los procesos de gramaticalización: especialización funcional relacionada con un contexto sintáctico-pragmático específico llamado ‹local› (ej. bueno con función contrapositiva), reducción formal (ej. o sea > osa > sa), cambio categorial (invariabilidad de bueno, pese a su origen adjetival, y de o sea, pese a integrar una forma verbal finita de ser), subjetivización (construcción de una presentación subjetiva de los contenidos proposicionales), y una alta frecuencia de uso (si bien existen unidades poco frecuentes también) (cf. Travis (2005, 44–45, 80); Pons Bordería (1998, 164); Ocampo (2006a, 316); Ocampo (2006b, 247–248)). Con todo, veremos que hay que diferenciar más para entender la realidad lingüística observable en los marcadores discursivos. El término gramaticalización evoca, por su estructura morfosemántica con el sufijo -ción, la idea de un proceso diacrónico lineal que arranca en una ‹palabra autónoma› y termina con un resultado definitivo, la unidad gramaticalizada (Meillet (1982, 131)). El ejemplo paradigmático del futuro sintético de las lenguas románicas confirma esta visión, en la que la gramaticalización va de par con cambios formales que acaban por ocultar la motivación morfológica inicial (esp. cantaré < cantar he < lat. cantare habeo). El uso del término gramaticalización resulta más complicado desde una perspectiva sincrónica, y por ende también desde el punto de vista de las sincronías sucesivas que fundamentan los cambios diacrónicos. No obstante, es fundamental aclarar la relación de lo sincrónico con lo diacrónico, ya que no hay resultado diacrónico que no haya nacido a partir del funcionamiento sincrónico de una lengua (cf. Company Company (2012a) y (en prensa)). Para vincular la gramaticalización diacrónica con los procesos sincrónicos, debemos evitar tratar la gramaticalización como deus ex machina que explicaría por sí mismo la diacronía, como las leyes fonéticas del siglo XIX, que, según pensaban algunos, operarían ciegamente sobre el comportamiento de los hablantes. En el prefacio de la segunda edición de Hopper / Traugott (22003, XV), los autores advierten contra este peligro en el análisis de la gramaticalización, ‹nunca intencionado por ellos›. No hay gramaticalización que se diera sin la conciencia lingüística de los hablantes y sin sus motivos comunicativos, y tampoco se puede usar el concepto 361

de gramaticalización sin definir la relación entre cambio diacrónico y productividad sincrónica. La gramaticalización no nace de la nada. Antes de explicar el uso de una unidad en un enunciado concreto con la gramaticalización, hay que explicar la gramaticalización con el uso concreto y productivo de la unidad que subyace a la gramaticalización en los contextos locales relevantes (cf. Heine (2003, 575)). Resulta difícil imaginarse un tipo de gramaticalización que no haya nacido de usos productivos de la lengua. Definimos la base sincrónica productiva de la gramaticalización como nivel cero de gramaticalización (11.3), ya que este nivel todavía no implica todos los cambios que pueden producirse a partir de las variantes productivas, que se llaman también, de forma poco precisa, ‹contextos locales›. La imprecisión del término contexto local, que alude a la variabilidad de los contextos, oculta que se trata de funciones concretas que estimulan de manera específica la especialización polifuncional. La especialización polifuncional que se observa en una sincronía es el objeto de estudio del nivel uno de la gramaticalización (11.4). Atribuimos los procesos de competencia y selección que pueden sufrir las variantes de una polifuncionalidad al nivel dos de la gramaticalización (11.5).

11.3. El nivel cero de la gramaticalización (gramaticalización0) Arrancando en la sincronía, el proceso gramaticalizador tiene que tomar como punto de partida los mecanismos funcionales de la lengua, tanto a nivel del sistema como a nivel del proceso de enunciación. El propio Meillet insistió en el papel de los mecanismos funcionales productivos para la gramaticalización, dando como ejemplo la adaptación del verbo fr. laisser a una función auxiliar mediante su integración en el sintagma laisser venir (1982, 134–136). Dicho de otro modo, Meillet consideró la inserción de fr. laisser en la estructura gramatical de un sintagma verbal como fuente de la fuerza gramaticalizadora que acaba, en el caso concreto, por convertir el verbo laisser en verbo auxiliar. En efecto, no cabe duda de que la presencia simultánea de dos verbos en un sintagma verbal los obliga a dividirse el trabajo, o, por lo menos, favorece y estimula tales procesos. Si se hubiese producido una reducción formal de la estructura morfológica de laisser, a consecuencia de su auxiliarización, el caso se acercaría al del futuro sintético romance. El hecho de combinarse libremente con todos los verbos hubiera tenido, además, un efecto paradigmatizador. El caso ejemplar del futuro sintético demuestra que la gramaticalización no se refiere únicamente a unidades léxicas independientes que adquieran una función gramatical (p. ej., el conector entonces), sino también a las construcciones gramaticales, según se desprende también de la definición de Hopper / Traugott arriba citada («lexical items and constructions»). Así pues, hay que distinguir la gramaticalización de unidades del léxico como morfemas gramaticales, que no abandonan su independencia como signos del léxico, de la gramaticalización de construcciones y paradigmas. 362

De ello se desprende que el nivel productivo de la gramaticalización, o uno de estos, es la simple gramática del hablar con sus mecanismos funcionales de construcción de los enunciados. Utilizaremos el término gramaticalización cero, o gramaticalización 0, para referirnos a lo que sucede cuando cualquier unidad lingüística entra en la estructura sintáctica de un enunciado, es decir, el simple hecho de someter una unidad en un enunciado a las técnicas gramaticales de construcción oracional.1 Diremos que la inserción ante o pospuesta de un atributo en un sintagma nominal corresponde a dos tipos de gramaticalización0, una buena mujer vs. una mujer buena. Diremos también que claro conoce una gramaticalización específica (‹local›), en este nivel cero, cuando se integra en una construcción copulativa del tipo está claro que. Así pues, tomamos el término en la aceptación que proviene directamente de su motivación morfosemántica: la sumisión de una unidad a técnicas gramaticales, entendidas en el sentido amplio de técnicas de construcción de la comunicación que incluyen la dimensión discursiva. Ello nos permite separar el mecanismo inicial de los efectos secundarios de interpretación y cambio que pueden o no arrancar a partir de cada tipo de gramaticalización0. De esta forma, la lexicalización de una variante de interpretación aparece como paso terciario, como en una gran mujer ‹importante› y una mujer grande ‹alta›. En este caso, el resultado no es un morfema gramatical sino una simple polisemia léxica. El proceso gramaticalizador ha producido un nuevo significado de grande, vinculado con una posición sintáctica ‹local›, a partir de la cual suelen realizarse efectos de subjetivización. Dicho de otro modo, la gramaticalización0 de grande en una posición sintáctica subjetivizadora, que produce este efecto de forma sistemática (gramatical) en todos los adjetivos, ha impulsado un cambio diacrónico conceptual específico en grande. En este caso, el proceso de lexicalización concierne el significado conceptual, en otros casos, el proceso de lexicalización afecta solo o también a la función gramatical, como en igual ‹a pesar de›. En otros casos, como el de los cuantificadores, se encadenan efectos cuaternarios de formación de paradigmas o grupos funcionales a partir del mismo efecto ‹local› (cf. 11.3.1), es decir, una paradigmatización por semejanza de familia, con posibles sub-efectos, como la conformación de grupos alrededor de las funciones de enfoque, énfasis y mitigación. En el nivel productivo, la gramaticalización no implica necesariamente cambios semánticos o funcionales en el signo. Podríamos incluso rechazar el término gramaticalización 0 que alude al simple hecho de acoger una unidad en una función o construcción gramatical. Sin embargo, no tenemos otra opción si queremos relacionar lo diacrónico con lo sincrónico. Es evidente, además, que algunas de las 1

La perspectiva adoptada aquí, que es sin duda una consecuencia del hecho de haber abordado los marcadores del discurso con basa atributiva, desde el punto de vista de su emergencia a partir de las funciones gramaticales de adjetivo y adverbio, se opone a la perspectiva tradicional, según la cual serían los cambios morfológicos y fonológicos los que se encuentran en el origen de los procesos de gramaticalización (cf. la historiografía lingüística expuesta en Fischer (2010, 13–38)). En su estudio, Fischer (2010, 172–175) muestra que los cambios del orden de las palabras son una fuente de gramaticalización. Cf. también Heine (2002) y Diewald (2002).

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gramaticalizaciones productivas de un signo implican el germen de un cambio. A lo largo de este libro hemos visto repetidamente cómo la anteposición, la autonomía prosódica y otros procesos afectan la interpretación de los signos. Así, las condiciones gramaticalizadoras de los adjetivos adnominales no son las mismas según se antepongan o pospongan al sustantivo. Pensamos, por ejemplo, que las diferencias semántico-funcionales que se observan entre un gran hombre y un hombre grande son el resultado diacrónico de los efectos posicionales observables en la ante o posposición productivas. Intentamos asimismo definir un concepto operacional para analizar el llamado contexto ‹local›, a partir del cual se desarrollan los procesos de gramaticalización diacrónica. La definición de un nivel cero de la gramaticalización nos permite tomar tales posiciones como punto de partida para el análisis de procesos más complejos, como él de la discursivización de los marcadores del discurso (cf. Ocampo (2006a, 317); Ocampo (2006b, 252–254)). Obviamente, el nivel cero no se limita a la sintaxis oracional. La inserción de estupendo en una posición conversacional marcada como respuesta lo convierte de forma productiva en signo de respuesta afirmativa. A diferencia del futuro sintético, la supuesta gramaticalización de los marcadores discursivos no se refiere a la génesis de un paradigma gramatical sino a la fijación de un solo lexema. En tal caso, la gramaticalización es a la vez un proceso de lexicalización.2 Se trata de la lexicalización de determinadas funciones discursivas y de los significados que les corresponden. Por eso, la fijación o «tradicionalización» (Loureda Lamas / Acín Villa (2010, 44)) abarca también los procesos que podríamos denominar discursivización y pragmatización. No obstante, tampoco debemos relajarnos tranquilamente en el rincón del análisis discursivo y pragmático. La lexicalización de igual2 ‹quizá› como adverbio epistémico, el uso de mejor como adverbio deóntico y la lexicalización de una función gramatical oracional conectiva en total que (v. infra 11.7) demuestran que la dinámica no excluye la dimensión sintáctica oracional. Por consiguiente, tenemos que analizar los procesos de fijación que se observan en los marcadores discursivos en un marco teórico y metodológico que transgrede las fronteras de las disciplinas lingüísticas y que mire las interfaces de estas (cf. Ocampo (2006a, 316–317)). En cuanto al uso exclusivo del término gramaticalización para referirse a estos procesos, hay que tener muy claro que el término llega de esta forma a abarcar un conjunto de dimensiones no solo oracionales que acaban por tornarlo algo irisado y opaco. Por eso, conviene especificar, en cada caso, si se lexicaliza una propiedad gramatical, una propiedad discursiva, una propiedad pragmática o una combinación de ellas.

2

Cf. el punto de vista divergente de Buenafuentes de la Mata (2009). De hecho, si equiparamos la lexicalización con la fijación de un concepto y la gramaticalización con la fijación de una función, los procesos son distintos. Nosotros pensamos que la lexicalización se refiere a cualquier proceso de fijación en el que el uso progresivo de una unidad la convierte en unidad del léxico compartido por la comunidad lingüística o grupos de una comunidad.

364

Por cierto, grande adnominal antepuesto no es una unidad gramaticalizada en el sentido de haberse convertido en morfema con función gramatical, sino un significado posicional (‹local›) lexicalizado. Por consiguiente, nuestro término gramaticalización 0 incluye también los procesos de polisemia motivados por una estructura enunciativa ‹local› con fuerza gramaticalizadora (aquí: la subjetivización). No hay otra solución, a nuestro ver, ya que en otras unidades la gramaticalización o discursivización, que podemos situar en el eje funcional, conlleva cambios conceptuales, como en el caso de entonces con valor consecutivo. Los mismos procesos gramaticales pueden incidir tanto en el significado conceptual como en la función gramatical de una unidad, por separado, o en los dos a la vez. Así, el uso del adverbio tremendamente como cuantificador de un adjetivo afecta tanto a su significado, algo debilitado, como también a su función, puesto que se trata de un cuantificador usual. Ello equivale a decir que la misma técnica de anteposición tuvo efectos diacrónicos de simple lexicalización posicional conceptual en el caso de grande y de gramaticalización como cuantificador en el de tremendamente. Desde el punto de vista sincrónico, no podemos prever los resultados diacrónicos, pero podemos observar las condiciones ‹locales› a partir de los cuales pueden arrancar los procesos diacrónicos. 11.3.1. Los tipos de gramaticalización0 Distinguimos tres procesos fundamentales de gramaticalización0 : la gramaticalización0 sintáctica (con inclusión de la sintaxis del discurso), la gramaticalización0 construccional y la gramaticalización0 por el cambio de la clase de palabras. Estos procesos son el resultado de las técnicas de construcción, tales la dislocación sintáctica (que corresponde a la inserción en una nueva función), la vinculación o desvinculación prosódica, y el uso en construcciones gramaticales. Un tipo de gramaticalización 0 sintáctica se observa cuando una unidad ocupa distintas posiciones sintácticas, como en los ejemplos: (298a) demasiado bonito, demasiado bien, hablar demasiado, demasiadas casas (298b) hombre bajo, un bajo (del río), hablar bajo, bajo tierra3

Según vemos, demasiado no cambia el significado conceptual con el cambio de la posición, ni por el hecho de cambiarse a la vez la clase de palabras modificada (adjetivo, adverbio, verbo, sustantivo). Si bien las gramáticas tienden a clasificarlo como adjetivo, adverbio o cuantificador, no cabe duda de que demasiado pertenece básicamente a una sola clase de palabras que acoge las funciones de adjetivo, adverbio y cuantificador por la posición sintáctica. Del mismo modo, bajo puede asumir las funciones de adjetivo, sustantivo, adverbio y preposición. En este sentido, estamos muy cerca de una gramaticalización0 productiva, sin cambios conceptuales y categoriales. No convendría, pues, considerarlo como caso

3

Recogemos el ejemplo de Lara (ed.) (2010, 33).

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de gramaticalización según suele entenderse el término, es decir como resultado de un cambio diacrónico. Sin embargo, hay que matizar este análisis si pasamos de las dimensiones oracionales funcional y semántica a la relación paradigmática de demasiado con el grupo funcional de los cuantificadores y a los efectos discursivos y pragmáticos de subjetivización, enfoque y énfasis. La anteposición de demasiado en demasiado bonito, demasiado bien y demasiadas casas no es inocente frente a la posposición en hablar demasiado. Resulta curioso, sobre todo, el uso antepuesto en el sintagma nominal demasiadas casas, puesto que la posición normal del adjetivo adnominal es posterior al sustantivo. Ahora bien, la anteposición es típica de los cuantificadores, como, por ejemplo en muy bonito, muy bien, muchas casas. En efecto, el hecho de que no son usuales *casas muchas y *casas demasiadas, excepto quizá en variantes estilísticas ya poéticas, indica que demasiado y mucho pertenecen a un grupo funcional aparte, el de los cuantificadores. En este sentido, podemos hablar ya de una gramaticalización más avanzada que implica la anteposición como rasgo compartido por un grupo paradigmático, es decir, un tipo de gramaticalización que podemos denominar paradigmatización, como en la diacronía del futuro sintético en romance. El efecto de la anteposición estimuló, en algunos atributos, una dinámica de creación de un paradigma conformado por unidades que comparten ciertos rasgos conceptuales cuantitativos o interpretables como tales. La conformación del grupo fijó la posición sintáctica, de tal forma que resulta difícil usar demasiado, mucho, bastante, etc. en posposición adnominal. La canonización de la anteposición de los cuantificadores como posición no marcada debilita los efectos subjetivizantes productivos. En (298a) apenas se nota el efecto subjetivizante. Por cierto, demasiado es un cuantificador que implica categorialmente una dosis subjetivizante. Por otro lado, el hecho de que la subjetivización se haya convertido en rasgo categorial desquita esta categoría de la posibilidad de expresar una subjetividad especial, limitada a un enunciado, por un cambio posicional. Los cuantificadores son recursos subjetivizantes, solo que ya carecen de la oposición funcional que detectamos en una mujer buena frente a una buena mujer. En los cuantificadores, la subjetivización ya no se percibe como algo peculiar, porque se da en todos los casos, sin fundamentarse en una oposición posicional con *bonito demasiado, *bien demasiado, *casas demasiadas. De ello se desprende que la subjetividad se ha gramaticalizado en la categoría de los cuantificadores. Hay que recurrir a la prosodia, si el código de expresión es oral, o a la metáfora, como en tremendamente importante, para aumentar la subjetividad. La única posición en la que se observa todavía el contraste de forma productiva es el sintagma verbal, donde hablar demasiado se presenta como proposición bastante objetiva frente a la subjetividad enfática de demasiado habla, como también en habla mucho vs. mucho habla (… y poco dice) (cf. Ocampo (2001, 16)). Según hemos expuesto al principio del capítulo 4, los cuantificadores se sitúan en un continuo funcional con las funciones pragmáticas de enfoque, énfasis o mitigación, que son otros candidatos para la gramaticalización, o, mejor dicho, la pragmatización, con la misma vinculación a la anteposición de las unidades. En los 366

signos discursivos de enfoque, se detectan algunos casos en los que la canonización individual de la anteposición de un signo abre el camino a su uso marcado en posposición (cf. incluso habla vs. habla, inCLUSO (cf. 4.2) o a los efectos posicionales complejos de mismo, que incluyen cambios conceptuales (cf. 4.8)). Nos parece evidente que los cambios sintácticos con sus respectivos cambios funcionales son los que impulsan los cambios semánticos y pragmáticos en los atributos, según se desprende, por ejemplo, de las adaptaciones semánticas y pragmáticas de simplemente, sencillamente, solamente, etc. (cf. Fuentes Rodríguez (2002)). Ello demuestra, en definitiva, que la aplicación de una técnica gramatical tan sencilla y fundamental como la anteposición tiene el potencial de estimular procesos de polifuncionalización de una unidad y de conformación de paradigmas, o al menos de grupos funcionales con mayor o menor grado de cohesión interna. Acabamos de ver que la transposición de cuantificadores como demasiado a distintas funciones sintácticas no afecta el significado de esta unidad, pero la fuerza de adaptación se observa claramente cuando atributos semánticamente ajenos a la cuantificación se integran en el paradigma de la cuantificación-intensificación (ej. tremendamente importante; cf. Bhat (1994, 70, 83, 85)). El tipo de gramaticalización0 sintáctica que acabamos de analizar es el resultado de técnicas de dislocación en las que no interviene la técnica de desvinculación prosódica. Antes al contrario, se observan procesos de vinculación prosódica con efectos de aglutinación y de reducción morfológica sincrónica (o sea > osa) o diacrónica (un gran hombre, muy importante, tan importante, etc.). La desvinculación prosódica puede intervenir, como en Juan habla, inCLUSO, pero no pasa de un rasgo ocasional que se no se ha gramaticalizado como rasgo paradigmático. En consecuencia, hay que distinguir este tipo de gramaticalización dislocativo-vinculador de otro tipo cuya fuente es la independencia prosódica. Este camino nos conduce directamente al grupo de los marcadores discursivos polifuncionales. Según se desprende de nuestro examen de la hipótesis, según la cual los marcadores discursivos con base atributiva se desarrollaron a partir de las construcciones copulativas correspondientes, según el tipo está claro que > claro que > claro, es imposible explicar la polifuncionalidad de los marcadores discursivos fundamentándose en las construcciones copulativas, ya que estas que no dejan márgenes a la variación prosódica y, por ende, a la interpretación inferencial. Ello nos obliga a tomar como punto de partida genético de la polifuncionalidad el potencial inferencial creado por la autonomía sintáctica y prosódica de las unidades. En consecuencia, hay que considerar la técnica de desvinculación sintáctica y prosódica como motor de la polifuncionalidad de los marcadores discursivos, junto con la dislocación sintáctica. La desvinculación sintáctica suele combinarse con la técnica de dislocación, en la medida en que los marcadores discursivos tienden a anteponerse, sin que se excluyan los efectos de desvinculación en posposición. Es justamente la desvinculación prosódica la que aumenta la flexibilidad posicional de los marcadores discursivos, que no cambian de categoría por dislocarse sintácticamente. El tercer tipo de gramaticalización0 sintáctica consiste en colocar las unidades en posiciones que marquen una función de conexión, como lo son los cambios de 367

turno, el final de un discurso o la conexión inter o intradiscursiva de los argumentos. Ello se desprende claramente de la productividad de los signos de respuesta afirmativa examinada en 5.1, 5.2 y 9.5. El hecho de que ocupen una posición muy bien marcada facilita la integración de una larga serie de atributos en esta función, con los mismos efectos de conformación de un grupo funcional paradigmático que en los casos arriba mencionados (paradigmatización). En 11.7 examinaremos, a título de ejemplo, la gramaticalización de total que como conector interargumentativo. La gramaticalización construccional se observa, en su nivel productivo, cuando una unidad, al cambiar su posición sintáctica, entra también en un determinado tipo de construcción. Así, por ejemplo, un atributo puede participar de construcciones copulativas del tipo está claro que o lo tengo claro. Como en la gramaticalización0 sintáctica analizada arriba, el uso productivo no tiene por qué conllevar un cambio significativo en el sentido de una gramaticalización más avanzada. Pero los cambios conceptuales observables en las construcciones ambiguas lo veo claro (‹claramente› o ‹lo entiendo›) o la encontré cansada (‹estaba cansada cuando la encontré› o ‹me pareció cansada›) ya implican cambios conceptuales que podemos considerar como gramaticalizaciones algo avanzadas, ya que acompañan la transición del verbo a una función semi-copulativa. De esta forma, se observa una situación muy natural en la que el cambio gramaticalizador arranca a partir de un simple proceso de construcción oracional. La gramaticalización por el cambio de la clase de palabras (cf. Haspelmath (1998, 327–330)) se observa también cuando un mismo concepto se ve aprovechado por distintas clases de palabras, como bueno en buenamente. Del mismo modo que en los cambios posicionales, la transposición de un concepto a una clase de palabras puede constituir el punto de partida de procesos de fijación o de cambio y fijación, como de hecho sucedió con buenamente, que no tiene el significado ‹de manera buena›, esperable desde un punto de vista productivo. A diferencia de curiosamente, naturalmente y realmente, la forma buenamente no abandona la posición intrasintagmática y tampoco asume funciones de construcción del discurso. De ello se desprende que la transposición a la clase de los adverbios en –mente del concepto básico acaba por crear un nuevo lexema capaz de conocer un desarrollo diacrónico individual. La adaptación conceptual se ve muy bien en los cuantificadores enfáticos del tipo tremendamente que funcionan por metáfora. Desde el punto de vista histórico, se observan incluso casos de creación de una nueva clase morfológica de palabras a partir de la gramaticalización de una construcción sintáctica: lat. sana mente facere > esp. sanamente, o los futuros sintéticos de las lenguas romances. En los procesos de gramaticalización intervienen factores de índole sintáctica, prosódica, discursiva, pragmática y sociolingüística. Por lo general, todos estos procesos confluyen en la realidad polifacética de los marcadores del discurso, de tal forma que los procesos gramaticalizadores básicos, que son muy sencillos, pueden pasar inadvertidos. Además, el sistema monocategorial, que usa la misma clase de palabras (los atributos) para las funciones sintácticas de adjetivo, adverbio y circunstante, dispone por naturaleza de un potencial interpretativo mayor que el sistema bicategorial que opone el adjetivo morfológico flexivo al adverbio morfoló368

gico en –mente. Si estamos en lo cierto afirmando que los marcadores discursivos con base adjetival simple pertenecen tradicionalmente al sistema monocategorial, el potencial polisémico y polifuncional es genuinamente mayor que en los adverbios enunciativos en –mente prosódicamente destacados. La gramaticalización0 productiva demuestra que la gramaticalización histórica no depende del reanálisis efectuado por el oyente que produciría cognitivamente algo no intencionado por el hablante, sino que los procesos de gramaticalización productiva pertenecen a las herramientas de las que se sirve el hablante (cf. Haspelmath (1998), Waltereit (2006c, 74)). En una comunicación que funciona, el hablante debe ser capaz de movilizar recursos formales que le permitan al oyente seguir sus intenciones expresivas. De hecho, el término reanálisis es ambiguo. No cabe duda de que (re)analizamos o (re)interpretamos todos los signos cuando los utilizamos o escuchamos en un enunciado, ya que cada contexto especifica el potencial semántico-funcional del signo. Un ‹reanálisis› divergente de parte del interlocutor no sería ni funcional ni intencionado por el locutor, si bien tampoco podemos excluirlo (cf. 11.6). 11.3.2. Las propiedades lineales, graduales y variacionales de la gramaticalización0 El nivel cero de la gramaticalización se refiere a constelaciones gramaticales ‹locales›, es decir, sintáctica, morfológica y pragmáticamente determinadas, y dotadas de una función comunicativa concreta. Ello corresponde a un presupuesto de la teoría de la gramaticalización Hopper / Traugott (22003, 67). Resulta interesante, en este contexto, observar que la dinámica gramaticalizadora0 de especificación hacia una función comunicativa concreta ‹local›, es decir, el proceso de actualización de los principios funcionales en la parole, implica, por naturaleza, un carácter lineal, en la medida en que la enunciación produce un resultado que queda tal cual, aunque limitado al enunciado en cuestión. Las propiedades lineales son la consecuencia de la orientación hacia una función concreta a raíz del objetivo de comunicarse claramente, que implica la desambiguación del potencial polifuncional y polisémico del que disponen las unidades. Por eso, la hipótesis del carácter lineal de los procesos diacrónicos de gramaticalización tiene de una base sincrónica innegable. No obstante, la vinculación de la gramaticalización0 con una constelación local comunicativamente concretada y desambiguada no excluye su coexistencia con otros tipos de uso de la misma unidad: 4 (300a) (300b) (300c) (300d)

4

Bueno, no lo creo. Me parece buena. La chica buena. Está bueno.

Cf. Cano Aguilar (2003a, 310) acerca de los conectores.

369

Por eso, hay que contrabalancear el concepto de la sincronía lineal con el concepto variacional de la coexistencia y competencia parcial de variantes de uso de la misma unidad. Ello implica el análisis de la red funcional que une las variantes de uso entre ellas, refiriéndose a conceptos como polisemia y polifuncionalidad. Según hemos observado ya, cada una de las variantes ‹horizontales› presentes en la misma red polifuncional y polisémica tiene como base una motivación ‹vertical› que la une con la unidad base, es decir, un proceso genético lineal. Las relaciones motivadas horizontales, que pueden llegar a activarse, son terciarias, al menos en términos genéticos. Por eso, no es tanto la motivación en sí sino la competencia funcional entre ellos lo que va a intervenir en el proceso de gramaticalización. En concreto, tenemos que plantearnos la cuestión de saber cuáles son los efectos diacrónicos de la competencia parcial de está claro que, está claro, claro está y claro en la sincronía (cf. 11.5). Así las cosas, no podemos corroborar el principio de la gradualidad en el nivel cero sincrónico de la gramaticalización. Si bien la prosodia puede variar los efectos de una unidad, la prosodia es funcionalmente distintiva, es decir, los hablantes usan una determinada prosodia para lograr un efecto específico. La opción por una posición en la sintaxis (oracional, enunciativa y discursiva) tampoco es un proceso gradual, sino la consecuencia de una decisión discreta a favor de una función en detrimento de otras. La subjetivización, por ejemplo, es binaria en un gran hombre frente a un hombre grande, o, para escoger un ejemplo productivo, entre el importante hallazgo vs. el hallazgo importante. Evidentemente, el efecto subjetivizante puede resultar más o menos fuerte, según la entonación, pero el efecto subjetivizante en sí no desaparece. Está o no está, al menos en el caso del adjetivo adnominal ante o pospuesto. Del mismo modo, la opción por pausas prosódicas que señalan un status extraoracional y que corre pareja con una perspectiva subjetiva, no es un proceso gradual. Es posible que el hablante no separe siempre la pausa de la no-pausa con la nitidez necesaria para evitar cierta ambigüedad por parte del oyente, pero el uso de la pausa tiene efectos muy claros. Por supuesto, la entonación, los procesos de lexicalización y el contexto pueden reducir la necesidad de marcar el efecto también con una pausa. Por eso, el análisis se presenta complejo en la realidad empírica. Pero la técnica prosódica de la pausa, es decir, la realización clara de una pausa, es un recurso no gradual que es disponible y frecuentemente aplicado. Del mismo modo, los morfemas flexivos de género y número constituyen una técnica no gradual, pero los hablantes deciden a menudo no realizar la concordancia de forma sistemática cuando el contexto lo permite (do casa ‹dos casas›). En consecuencia, las técnicas son discretas y funcionalmente distintivas, por difusa que se presente a veces la realidad empírica, en la que intervienen muchos factores, de tal suerte que un hablante puede no hacer mucho caso a la realización claramente distintiva de un rasgo con menor relevancia comunicativa. Todo ello no impide que el proceso diacrónico se perciba como proceso gradual en el que algunas variantes de uso de la misma unidad tornan a ser más frecuentes que las formas primitivas, como en el caso de curiosamente, naturalmente, felizmente, etc. (Traugott (1995, 32)): 370

It [subjectification] is a gradient phenomenon, whereby forms and constructions that at first express primarily concrete, lexical, and objective meanings come through repeated use in local syntactic contexts to serve increasingly abstract, pragmatic, interpersonal and speaker-based functions.

Según hemos visto, el efecto subjetivizante en un enorme problema no es gradual. Por eso, no es concebible que se haya subjetivizado por ‹uso repetido›. Antes al contrario, el uso repetido, que puede equivaler a la integración en un paradigma, según lo hemos observado con la anteposición de los cuantificadores, puede debilitar el efecto inicial. Otra cosa es el efecto diacrónico al que alude Traugott, y que se refiere a un proceso de selección de la variante subjetiva en detrimento de la variante original. Este proceso es gradual, en la medida en que la selección definitiva es el resultado de cambios de frecuencia a favor de la variante subjetiva. Los cambios de frecuencia son graduales. Pero el fenómeno funcional en sí no lo es. El ejemplo demuestra una de las dificultades del discurso metalingüístico sobre la gramaticalización: si no se especifica bien a partir de qué perspectiva se habla de gradualidad, el término es a la vez correcto y falso. Tiene especial importancia, en este caso, aclarar las interfaces de la sincronía con la diacronía. Antes de considerar los procesos de selección a los que acabamos de aludir, hay que analizar el conjunto de las variantes producidas por la gramaticalización0, es decir, la realidad variacional tal y como se presenta en una sincronía y los mecanismos que la producen (gramaticalización1).

11.4. El nivel 1 de la gramaticalización (gramaticalización1) El desarrollo diacrónico puede afectar los resultados de la gramaticalización0. Atribuimos los procesos de expansión del uso, fijación (lexicalización), especialización y desmotivación al nivel 1 de la gramaticalización o gramaticalización1. La gramaticalización1 abarca la polifuncionalidad de un signo o construcción desde una óptica genético-funcional. Podríamos contentarnos con describirla de forma estática, representándola en términos cualitativos y cuantitativos, pero ello no nos permitiría enfocar bien la interfaz con el desarrollo diacrónico. Cada sincronía concentra el resultado de tales desarrollos en un estado de cosas que no es estático, en la medida en que los desequilibrios siguen actuando sobre la lengua. Por lo general, estos procesos de fijación continúan las pautas lineales de la gramaticalización0. Ahora bien, con la expansión del uso de los resultados de la gramaticalización0, un nuevo elemento entra en el juego que se presenta necesariamente de forma gradual desde una perspectiva diacrónica. Así, la frecuencia de las funciones enunciativas de naturalmente, curiosamente, etc. fue aumentando en el decurso de la historia. Ello reviene a decir que no solo se lexicalizaron, sino que también empezaron a predominar sobre otras variantes de uso de estos adverbios. La especialización se produce, por ejemplo, cuando en el funcionamiento bicefálico de bueno acaba por prevalecer la finalidad discursiva sobre la motivación inicial, como también es el caso de igual3 ‹adversativo› e igual2 ‹quizá› frente a igual1 371

‹de manera igual›, que es mucho menos frecuente en la oralidad espontánea. El uso ‹contrapositivo› de bueno con función de marcador del discurso es el resultado de un proceso de discursivización0 con procesos subsecuentes de fijación que tendrán que describirse en términos diacrónicos. Miremos un ejemplo de Serrano (1999, 121): (301) A: El paro es un tema que no tiene solución a corto plazo. B: Bueno, yo pienso que el paro es debido a que la gente no quiere trabajar en las tierras.

Si quisiéramos usar el marcador claro con aproximadamente la misma función, tendríamos que insertar pero: Claro, pero yo pienso… En el caso de bueno, cuyas propiedades semánticas y funcionales le permitirían limitarse a la misma función de afirmación que claro, ya no hace falta explicitar la contraposición. Basta con usarlo en el marco de un diálogo argumentativo, en posición inicial de turno y con una entonación que refleje una actitud determinada para lograr el efecto. En teoría, claro podría haber conocido un desarrollo diacrónico análogo, pero no es el caso, o no tanto. Por eso, podemos concluir que la función contrapositiva de bueno ha llegado a un nivel de gramaticalización1, que podemos subcategorizar como discursivización1. En rigor, podemos especificar el proceso como discursivización, en la que intervienen, entre otros factores, la gramaticalización por la anteposición y el estatus extraoracional que tiene como punto de partida las propiedades conceptuales y categoriales de bueno. El resultado del proceso de discursivización acaba por lexicalizarse en el lexema. Ello corresponde tanto a un proceso de fijación como a un proceso de especialización, en la medida en que el aprovechamiento retórico para introducir un matiz, una reserva o una contraposición acaba por predominar en la percepción funcional de bueno, creando, por ejemplo, la conciencia de que existe un bueno ‹contrapositivo›, marcado por la posición y la entonación. El continuo semántico que abarca las funciones de introducción de una simple elaboración, de un matiz, de una reserva o de una contraposición sugiere su interpretación como continuo gradual. Ahora bien, desde el punto de vista sincrónico, incluso un enunciado cuya interpretación resulte ambigua, no se observa una manifestación gradual, sino la realización lineal de una ambigüedad. Ese enunciado es así. La gradualidad surge cuando se observan cambios de frecuencia observables en la diacronía. Así, si es correcta nuestra hipótesis, según la cual el uso contrapositivo de bueno es más frecuente en España que en América, ello es la consecuencia de un proceso diacrónico de aumento de la frecuencia de la variante más fuerte del uso retórico bicefálico de bueno en una determinada región geográfica. Interesantemente, la gradualidad se observa también en la sincronía, cuando analizamos un corpus con muchos enunciados en los que se usa el marcador discursivo bueno. Ello demuestra que la gradualidad es un efecto de distancia, es decir, algo que se percibe cuando se mira el conjunto de las actualizaciones lineales de una unidad. Y no son solamente los lingüistas quienes lo hacemos, los hablantes también se hacen su idea sobre el uso de una unidad, ya que este tipo de probabilística los va a guiar

372

a la hora de interpretar una actualización lineal en un enunciado concreto. De esta forma, la cognición del uso interviene en la interpretación de los enunciados, con una tendencia natural a reforzar la variante más probable. Es exactamente lo que sucede, cuando nos inclinamos a interpretar felizmente, naturalmente, realmente y curiosamente como adverbios enunciativos, incluso a veces cuando aparecen en posiciones sintácticas que favorecerían su lectura como adverbios de manera. Los cambios diacrónicos que condujeron al nivel 1 de la gramaticalización y discursivización de bueno no borraron su motivación inicial como recurso de aceptación fundamentada en la red funcional que lo une al adjetivo bueno, tanto en el aspecto polisémico ‹digo que acepto lo que dices›, como también en el aspecto polifuncional, ya que el marcador discursivo sigue refiriéndose atributivamente al enunciado anterior. Pero las relaciones motivadas quedan en un segundo plano frente a la función de introducir un nuevo argumento, ya que ello corresponde al motivo principal del uso de bueno. Sin embargo, bueno sigue conservando, en la gran mayoría de los ejemplos del Corpus Kluge, una función de aceptación humana, es decir, suele señalarse que se acepta el argumento del interlocutor porque se acepta la persona, y no porque se comparta el contenido. De esta forma, podríamos hablar de una pragmatización de la semántica conceptual de aceptación que se transpone (también) a la relación con el interlocutor. Por eso, el uso de bueno, claro, cierto, etc. como muletillas refleja las actitudes de los hablantes y pueden servir para negociar el tipo de relación de los interlocutores. El conjunto de tales procesos produce la polifuncionalidad de bueno que observamos en la sincronía de hoy. Desde el punto de vista genético, estas funciones no son propiedades de la palabra sino de técnicas, construcciones, situaciones comunicativas y tipos de argumentación, cuyos resultados se van constituyendo en correlatos usuales del signo discursivo Podríamos incluso hablar de categorías discursivas y pragmáticas. A través de los procesos de lexicalización, estas categorías extralexemáticas se le pueden pegar al lexema. Así, la categoría discursiva de respuesta se le puede pegar a evidente, obvio, lógico, etc., convirtiéndose asimismo en propiedad de la palabra respecto de una función. En el estudio presente, hemos justificado la necesidad de constituir la polifuncionalidad como complemento natural de la polisemia, fundamentando la polifuncionalidad en los mismos principios que la noción de polisemia en la semántica léxica. De hecho, existe una analogía muy clara entre la motivación por el significado conceptual base en las polisemias y la motivación por la categoría base en la polifuncionalidad de los marcadores discursivos. Además, la analogía no es casual, en la medida en que las propiedades semánticas y las funcionales se enlazan y sustentan mutuamente. Así, por ejemplo, la anteposición sintáctica es el motor que promueve la constitución de significados posicionales, como en un gran hombre o igual no va a venir. No es que la anteposición genere directamente un nuevo significado. Pero no cabe duda de que estimula una interpretación nueva y subjetiva del significado base. Los ejemplos demuestran que lo que puede parecer algo estático en la consideración exclusiva de las polisemias se convierte en dinámica cuando relacionamos las polisemias con los estímulos discursivo-sintácticos que 373

fundamentan la polifuncionalidad. Además, dicha dinámica corresponde a lo que sucede efectivamente en la enunciación donde colocamos las unidades en huecos de la sintaxis oracional y discursiva, estimulando su interpretación contextual, es decir, ‹local›, para expresarlo con las palabras del discurso metalingüístico de la teoría de la gramaticalización. Tenemos que entender los procesos de gramaticalización de los marcadores discursivos a partir de este hecho sincrónico fundamental que contiene el germen de la variación y especialización semántico-funcional capaces de constituir el punto de partida de una gramaticalización diacrónica.

11.5. El nivel 2 de la gramaticalización (gramaticalización2) Llamamos gramaticalización2 a los procesos de expansión de una función ‹local›, gramaticalizada en el nivel 1, en detrimento de las funciones más básicas. De hecho, la frecuencia de uso de las variantes locales que coexisten en una sincronía puede producir desequilibrios a favor de una variante (cf. Maiden 2011, 155). Según hemos visto, la cognición de la probabilística de uso en la conciencia de los hablantes refuerza los desequilibrios, en la medida en que la escasa probabilidad de emplear curiosamente con función de adverbio de manera induce a los hablantes a limitar su uso a situaciones contextualmente claras o a preferir opciones como con curiosidad. Conforme hemos mostrado en el capítulo 7, el predominio de las variantes secuenciales y consecuenciales de entonces puede motivar el uso de en aquel entonces para actualizar de forma inequívoca el significado temporal no secuencial ‹en aquel tiempo›. De esta forma, el proceso cuantitativo de aumento de la frecuencia produce efectos cualitativos de marginación o selección, e incluso de promoción de nuevas unidades. En la diacronía, tales procesos de selección pueden adoptar la forma de cadenas o ‹canales› lineales de gramaticalización: Esquema 5: Cadena diacrónica lineal unidad lingüística función / significado0 > función / significado1 > función / significado2, etc.

Es lo que se observa en la diacronía de algunos adverbios en –mente que pasaron de adverbios de manera a adverbios enunciativos: (302a) curiosamente (302b) naturalmente (302c) felizmente

‹con cuidado› > ‹con interés› > ‹parece curioso (raro) que› ‹conforme a la naturaleza de alguien o algo› > ‹evidentemente› ‹de manera feliz› > ‹por suerte›

En estos adverbios, el uso como adverbios enunciativos acabó por predominar de tal manera que el sistema productivo, que marca formalmente las funciones y los significados correspondientes, se ve afectado. Si bien es posible usarlos como adverbios de manera en miraba curiosamente (naturalmente, felizmente), existen contextos en los que no sabemos si interpretarlos o no como adverbios 374

enunciativos, incluso en las posiciones sintácticas que suelen marcar la función de adverbios de manera. Con entonces, hemos encontrado un caso en el que tal desequilibrio se produce al menos en ciertas variedades del español y en determinados tipos de comunicación. Según el análisis del habla oral colombiana efectuado por Travis (2005), el uso del marcador entonces en la conversación coloquial excluye prácticamente los significados temporales ‹en aquel tiempo› y ‹después de algo›. De esta forma, las características diasistemáticas y discursivas de la situación comunicativa contribuyen a la expansión del significado de conexión lógica consecutiva. Por otro lado, la comparación del Corpus Travis con el Corpus Kluge demuestra claramente que la importancia comunicativa relativa de las variantes cambia con el tema de la comunicación, sin hablar del uso de entonces en novelas, donde no resulta difícil encontrarlo con sus funciones de adverbio temporal. Ello pone de manifiesto, además, que habría que extender el término contexto ‹local› a los ejes variacionales de la lengua, en la medida en que la presencia de los significados temporales de entonces en la comunicación informal tiende a ser muy marginal, ya que ‹en aquel tiempo› es incompatible con los tiempos verbales de presente. Al mismo tiempo, habrá que tener en cuenta el impacto de la cultura de escritura que ejerce un papel conservador al respecto. Así, por ejemplo, los significados temporales abundan en las novelas, al mismo tiempo que las funciones discursivas de entonces quedan marginadas por la norma culta. Otro proceso del mismo tipo parece ser el desarrollo de al. nachdem ‹después› > nachdem + tiempo de presente ‹como (causal)› > nachdem + cualquier tiempo verbal ‹como (causal)›, en el que un contexto ‹local›, definido por la presencia de tiempos verbales de presente, se lexicaliza de tal forma que deviene posible usar la voz con la misma función sin el correlato temporal, al menos si el contexto está claro (cf. 7.7). Pese a estos procesos de expansión y competencia, nos parece importante llamar la atención sobre el hecho de que las cadenas diacrónicas (302a,b,c) propuestas arriba no reflejan la realidad con la fidelidad deseable, en la medida en que los significados que se siguen en cada cadena lineal coexisten todavía en la sincronía actual, con excepción del significado ‹con cuidado› de curiosamente, hoy desaparecido, que se relacionaba con el sustantivo lat. cura. Desde el punto de vista sincrónico, el hecho fundamental es la coexistencia de variantes de uso. Decía Bréal: «Le sens nouveau, quel qu’il soit, ne met pas fi n à l’ancien. Ils existent tous les deux l’un a côté de l’autre» (Bréal (61976, 143)). Del mismo modo, el significado temporal de al. nachdem sigue siendo muy usual. Hace falta un contexto claro para usarlo con sentido causal con los tiempos de pasado. Ello afecta naturalmente la frecuencia de esta variante. Tampoco podríamos postular en la semántica de bueno un proceso diacrónico del tipo ‹introducción de: una elaboración > un matiz > una divergencia > una contraposición›. Son variantes ‹paralelas› que coexisten y en las que la contraposición sigue siendo menos frecuente, hasta el punto de faltar en el Corpus Kluge. Lo único que podemos decir es que la función de aceptación anafórica, no solo humana sino conceptual, sin 375

introducción de matices, es muy marginal hoy en día, por transparente y actualizable que sea, en todo el ámbito hispanohablante. Ante el hecho fundamental de la coexistencia de variantes, el proceso diacrónico de gramaticalización no es ni lineal (como en el Esquema 5), ni cíclico, en términos funcionales, sino paralelo, es decir, variacional y selectivo,5 según el modelo (las flechas indican la presencia diacrónica): Esquema 6: Desarrollo y coexistencia paralela sincrónica unidad lingüística función/significado0 >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>> (deja de existir) función/significado 1 >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>> función/significado 2>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>> función/significado 3>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>> t1

t2

En este modelo, la función0, coexistente en la sincronía t1, desaparece en algún momento, como en el caso del significado ‹con cuidado› de curiosamente, pero las funciones 1, 2 y 3 siguen coexistiendo paralelamente en t2. Si solo hubieran existido las funciones 0 y 1, el proceso se presentaría retrospectivamente como sucesión lineal ‹función0 > función1› con una fase intermedia de coexistencia que precede a la eliminación de la función básica. Por eso, el único hecho que puede originar la diacrónica lineal es la selección, ya que la creatividad y la productividad lingüísticas producen formas y funcionas que coexisten y coexistirán, durante bastante tiempo, con las formas y funciones motivadoras. Con el tiempo, la ausencia de las funciones temporales de entonces podría conducir, en teoría, a un desarrollo diacrónico que acabara por imponer el último elemento de la cadena, el significado consecutivo, como en el Corpus Travis. De esta forma, el modelo correspondería al prototipo ideado por Meillet y otros, en el que el desarrollo lineal es el resultado de una selección con eliminación de las funciones coexistentes, históricamente anteriores. Desde el punto de vista sincrónico, que descubre una realidad de coexistencia de variantes, la diacrónica lineal del tipo no paralelo a0 > a1 > a2 es un artefacto de la perspectiva diacrónica. No hablamos de artefacto para criticar. Se trata de un artefacto legítimo del enfoque científico adoptado. De hecho, cualquier perspectiva científica incide artificialmente en la representación del objeto investigado, según veremos ahora. El modelo ‹paralelo› muestra muy bien que cada una de las variantes observables en una sincronía tiene su propia génesis. En este sentido, la dinámica 5

Cf. el análisis diferenciado de la diacronía de los adverbios romances en –mente en términos de innovación y selección variacional en Krefeld (1999, 117–118). Cf. Hansen (1998a, 237–238).

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genética lineal que une cada unidad a su base subyacente es más fuerte que las relaciones ‹horizontales› entre las familias que son de tipo Familienverwandtschaften (ingl. family resemblance). Ello corresponde exactamente a nuestro análisis de las relaciones entre los marcadores discursivos con forma de adjetivo y las construcciones copulativas con el mismo adjetivo. Así, el marcador discursivo polifuncional claro mantiene relaciones genéticas (‹verticales›) motivadas con el adjetivo claro, pero también se pueden detectar relaciones paralelas ‹horizontales› secundarias con está claro que, claro que, está claro, claro está, con posibles equivalencias funcionales contextuales. Ahora bien, si es cierto lo que acabamos de decir, hay que diferenciar el modelo paralelo conforme sea sincrónica o diacrónica la perspectiva. En el Esquema 6, la sincronía t1 implica la visión de una coexistencia ‹horizontal› de variantes. Se puede suponer, además, que los hablantes tienen cierta conciencia de la motivación genética subyacente, es decir, cierta visión genético-diacrónica. Si, al contrario, se adopta un punto de vista diacrónico, habría que integrar claramente la génesis diacrónica: Esquema 7: Coexistencia diacrónica de desarrollos lineales unidad lingüística función/significado0 >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>> (deja de existir) función/significado0 >>>>>> función/significado1 >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>> función/significado1 > función/significado2 >>>>>> función/significado1 >>>> función/significado3 >>

Dicho en otras palabras, el proceso se presenta como presencia paralela de procesos lineales que pueden arrancar a partir de «función/significado0» o, como en el caso curiosamente ‹es curioso (raro) que›, arrancar como proceso terciario a partir de «función/significado1». Entre todos los signos lingüísticos analizados en este libro, igual parece ser el que ha conocido la subdivisión semántica y funcional más fuerte en el decurso de la historia. Reúne las funciones de adjetivo que atribuyen el rasgo semántico de igualdad, que suponemos básico, con las funciones de conector adversativo ‹a pesar de algo hago / digo algo› y de adverbio epistémico ‹quizá›. Además, la red motivada incluye el adverbio igualmente, que actualiza también, aunque muy ocasionalmente, la función de conector adversativo. No resulta fácil intuir, a primera vista, cuáles son las relaciones motivadoras subyacentes, a tal punto que podríamos plantearnos la hipótesis de un desarrollo diacrónico parcialmente homonímico. Por otro lado, hemos visto que los hablantes concentran a veces todas las funciones en el mismo trecho discursivo, de suerte que parece difícil pensar que no lo considerasen como una unidad lexemática. De todos modos, el continuo inferencial que une los significados ‹quizá› y ‹a pesar de algo›, y que produce la ambigüedad de buen número de nuestros ejemplos, confirma la relación motivada que mantienen estos signifi377

cados. Dicho de otro modo, es muy probable que se encuentren en el mismo canal de gramaticalización desde una perspectiva diacrónica. Recuérdese, en este contexto, que la teoría de la gramaticalización postula a veces un desarrollo general del tipo ‹adverbio intrasintagmático > adverbio oracional > marcador discursivo›.6 Aplicado a igual, esto supone un desarrollo ‹adverbio de manera > adverbio epistémico > conector discursivo›, es decir, de igual ‹quizá› a igual ‹a pesar de›, como última etapa. Por contra, nuestras conjeturas diacrónicas fundamentadas en observaciones sincrónicas, nos hicieron suponer un desarrollo de adverbio enunciativo (conector adversativo) a adverbio epistémico. Habíamos dicho, en 3.4.2, que el significado adversativo de igual podría ser más básico que ‹quizá›, fundamentándonos en argumentos formales (es / da igual no tienen el significado ‹quizá›), lógicos (la igualdad es un concepto que se puede usar retóricamente para introducir una postura contraria) y cognitivos (hay desarrollos paralelos con esp. mismo, al. egal, it. lo stesso, ingl. even, etc.). En esta óptica, el significado ‹quizá› resulta más sorprendente que el de ‹a pesar de todo› (cf. tb. García Negroni / Marcovecchio (en prensa)). Sin haberlo investigado en profundidad con datos diacrónicos, hemos encontrado datos sincrónicos que nos permiten explicar la polisemia de igual como lexicalización de una serie de interpretaciones en un mismo contexto ‹local›. Miremos tres ejemplos sacados de los datos del corpus del habla culta del PILEI integrados en el Corpus Davies: (303) Ha llegado en este momento, y bienvenido sea, pero igual podía haber llegado más adelante (España, ABC). (304) Inf. Enc. Inf.

[…] Por ese motivo, dos conferencias que yo tenía que dar --- no las di. Claro No las di. Me las pagaron igual, fue muy gracioso (Habla culta, Bogotá, M26).

(305) Entonces, normalmente, como no son… intervenciones muy frecuentes, pues ya tú ves que en el país pues igual se trasplanta un enfermo al año… como mucho, o dos, entonces lo que se tiende es a centralizarlos (Habla culta, Gran Canarias).

En (303), igual ocurre con el significado ‹quizá› al que subyace todavía la noción de igualdad. El evento al que refiere el enunciado introducido por igual tiene una probabilidad de ocurrencia que no es totalmente abierta, como lo implicaría el significado ‹quizá›, sino que su probabilidad de ocurrencia es igual a la del evento anterior. Mejor dicho, el hablante lo presenta así. Ello pone de evidencia el uso motivado de igual con una variante del significado ‹quizá›, fundamentada en una probabilidad de ocurrencia que es igual, o retóricamente declarada como tal. A partir de esta variante pudo desarrollarse el significado ‹quizá› que carece de una motivación semántica aparente (tipo Igual no viene). Es interesante observar que 6

Cf. Traugott (1997), Pons Rodríguez (2010a, 543), Tutescu (1997), Garrido-Rodríguez (2006, 11). Fanego (2010) confirma el proceso en su análisis diacrónico de de hecho.

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(303) también permitiría una interpretación adversativa, si el contexto no fuera tan claro. Ello reviene a decir que la misma función ‹local› puede estimular el significado ‹a pesar de›, conforme sea el contexto concreto. En (304), igual tiene el significado ‹a pesar de esto› al que subyace la motivación semántica ‹de igual manera›. En (305), igual se refiere a una estimación aproximativa de la probabilidad de ocurrencia de un evento, ya sin motivación aparente. De ello se desprende que el potencial inferencial de las funciones ‹locales› es efectivamente el motor de la polisemia, y también de la polifuncionalidad, ya que el conector adversativo nace de la misma dinámica (cf. Heine (2002, 84)). En cuanto a las hipótesis planteadas en 3.4.2., no parece ser correcta la hipótesis de desarrollo «adverbio epistémico ‹quizá› > conector adversativo ‹a pesar de algo›», pero tampoco lo es la hipótesis que invierte la dirección de desarrollo. Desde el punto de vista funcional, es más probable que sean desarrollos paralelos a partir de una misma función ‹local›. Por cierto, ello no pasa de ser una conjetura diacrónica, pero la diacronía tendrá que tener en cuenta las relaciones semánticas y funcionales. Ello corresponde también a la percepción de un continuo inferencial que une las dos funciones en la sincronía actual. En todo caso, el hecho de encontrar un significado antes de otro en un corpus diacrónico escrito no es automáticamente una prueba de direccionalidad funcional. Con todo, el ejemplo demuestra también que el análisis de un corpus homogéneo como el de Kluge tiene limitaciones. Tuvimos que recurrir a otras fuentes para encontrar ejemplos en los que todavía se observa una relación motivada entre el concepto de igualdad, por un lado, y los conceptos ‹quizá› y ‹a pesar de esto›, por otro. Esto explica también lo confundidos que pueden usarse, en la sincronía actual, los significados y funciones de igual en un mismo trecho del discurso. El ejemplo demuestra también que el desarrollo diacrónico tampoco es simplemente paralelo, como en el Esquema 6, en la medida en que las variantes paralelas de igual tienen una misma base. La coexistencia paralela es un artefacto de la perspectiva sincrónica que junta los ejemplos en un solo corpus. Por otro lado, no es tan artificial, si tenemos en cuenta que la coexistencia marca las sincronías a lo largo de la historia. En definitiva, la coexistencia variacional es la compañera sincrónica de la diacronía, ya que cada innovación crea una situación de coexistencia de variantes. Tampoco es artificial desde el punto de vista del hablante que toma conciencia de la coexistencia de variantes, con el detalle de que la coexistencia puede correr paralela con una conciencia de motivación genética. Históricamente, empero, el paralelismo motivado adopta la forma de un árbol genético con posibles tendencias centrífugas y relaciones ‹horizontales› sincrónicas entre las funciones y significados:

379

Esquema 8: Desarrollo genético

igual0

igual1

igual3

igual2

Según hemos expuesto en 3.4, los índices numéricos no siguen el supuesto orden diacrónico porque el significado ‹quizá› de igual2 les parece más básico a los hablantes de hoy que el de igual3 ‹a pesar de›, probablemente porque este significado implica un contraste más fuerte. En este sentido, los significados vinieron a discrepar bastante. Pensamos que ello fue la consecuencia del aprovechamiento retórico de igual. Como en el caso de bueno, en el que se aprovecha la aceptación aparente de un argumento para introducir un argumento divergente, los hablantes podían establecer una igualdad algo forzada del tipo ‹me da igual›, que transpone la igualdad conceptual de dos cosas a la igualdad de la consideración subjetiva de las cosas, en un contexto argumentativo de comportamientos opcionales. Obviamente, se trata de conjeturas que deberíamos someter a un control con datos empíricos diacrónicos. El Esquema 8 recoge la hipótesis de un desarrollo terciario igual3 > igual2. Sin embargo, según acabamos de ver, cabría plantearse también el desarrollo paralelo igual1 > igual2 y igual1 > igual3. El modelo genealógico que acabamos de esbozar tampoco es satisfactorio si queremos tener en cuenta los factores variacionales. Así, bastaría con incluir la diferenciación según las tradiciones escrita y oral para ver que habría que optar por un modelo que fuese al menos tridimensional, con diferentes grados de penetración de cada una de las líneas del modelo bidimensional en los ejes diamésicos. Pero más valdría abandonar las representaciones gráficas ante la arquitectura compleja de las lenguas. Podríamos, en efecto, analizar, para cada variante de igual y desde una perspectiva sincrónica, el grado de penetración en los rincones de la arquitec380

tura, por ejemplo en las lenguas de especialidad, en los textos periodísticos, en el lenguaje de los blogs, en los dialectos, etc. Desde una perspectiva diacrónica, se podría adoptar la teoría del «Sprachausbau», de Maas (2010a,b), es decir la elaboración cultural de la arquitectura de una lengua en el decurso de la historia, para ver cómo una determinada unidad, un paradigma gramatical o una construcción acompaña este proceso. Finalmente, podría adoptarse una perspectiva análoga en el estudio de la adquisición de la lengua en los niños, especialmente a la hora de aprender a escribir. Desde el punto de vista metodológico, cabe retener que cada uno de los modelos esbozados en los Esquemas 5, 6, 7, y 8 es una representación muy parcial de la realidad lingüística que pasa por alto otros aspectos relevantes. En este sentido, el supuesto origen común, que se reduce a un punto en el Esquema 8, resulta poco satisfactorio en casos como claro, porque ya era polisémico en latín (y quizá también más polifuncional en la oralidad que en los textos escritos), o el de entonces, que ya tenía las dos acepciones temporales en latín. Dicho de otra forma, es poco probable que el origen adoptara la forma de un punto, si se mirase la sincronía en cuestión. Sería tan vano como lo es la búsqueda de la etimología definitiva de las palabras. Es en este sentido que hablamos de artefactos legítimos. Además, la búsqueda de las primeras atestiguaciones de una función conlleva automáticamente la identificación de una fuente singular por el simple hecho de que es poco probable, ante la escasez de las fuentes, que se encontrasen todas las variantes que coexistían en la misma fecha. Por otro lado, el modelo genealógico recoge con razón la idea de un desarrollo motivado a partir de una o más fuentes. Se puede mantener el modelo, añadiendo que la realidad diacrónica empíricamente accesible opera un corte en algún momento sincrónico del desarrollo, sin detectar todas las variantes coexistentes. La gradualidad de los cambios lingüísticos, a la que se alude a menudo, tiene otras características según miramos el proceso lineal de la gramaticalización0 productiva local o el proceso de selección. No es gradual sino dicotómico el uso de las variantes una buena mujer y una mujer buena. Se trata de dos opciones claramente distintas. Ahora bien, ya la interpretación semántica de bueno según la posición puede generar un proceso gradual. La duda que tenemos a veces a la hora de decidir si entonces es solo secuencial o ya consecuencial, o las dos cosas a la vez, es un ejemplo de ambigüedad cualitativa. En este caso, la gradualidad tiene que ver con la relación metafórica transparente que tienen las dos funciones. En tales situaciones, un aumento de la frecuencia general de la función consecutiva puede incidir en la interpretación de tales casos de duda. En el corpus analizado por Ocampo, por ejemplo, el autor detecta un solo uso de claro como adjetivo en 208 ejemplos ((2006a, 311); cf. Maldonado (2010, 63)). En el caso de bueno, se observan 37 usos como adjetivo y 97 como marcador del discurso (2006b, 233). Con todo, estos hechos típicos del habla oral no implican que ya no esté presente el uso de claro como adjetivo o adverbio en la conciencia de los hablantes. Ello nos permite hablar de marginación cuantitativa de ciertas funciones bajo determinadas condiciones comunicativas, pero no se observan mezclas cualitativas en el sentido de observar funciones en las que converjan borrosamente distintas funciones. En 381

resumidas cuentas, el carácter lineal y la gradualidad coexisten según el aspecto que se considere. Si bien la gradualidad puede producirse en los términos cuantitativos de la frecuencia de funciones coexistentes, la gradualidad se observará más difícilmente en términos cualitativos. Sin embargo, el gran número de casos, en los que entonces es tanto secuencial como consecuencial, podría ser considerado como expresión de una gradualidad cualitativa. Hay que insistir, finalmente, en un aspecto importante que interviene en los procesos diacrónicos de gramaticalización cuando la lengua en cuestión tiene una cultura escrita. La libertad posicional prosódica y la subsecuente coexistencia de variantes son el motor de la gramaticalización en el nivel productivo. La norma lingüística y las actitudes conformes con ella actúan de modo selectivo o tienen una función de freno con efectos de marginación. Basta con hojear las obras de corrección lingüística para observar el proceso de selección. Así, Mesanza López (2009) opone sistemáticamente las variantes criticadas a las soluciones preferibles. En lo tocante a los atributos, hay dos intervenciones correctivas en detrimento del sistema monocategorial, una explícitamente a favor de los adverbios en –mente: Son sólo los adverbios los que modifican a los verbos, no los adjetivos. Por eso no es correcto escribir trabaja duro sino trabaja duramente ni entrena fuerte sino entrena fuertemente (pág. 224). [Solecismo: ] Me ha salido gratis total. [Preferible] Me ha salido gratis. (pág. 162)

El primer caso, referente a la modificación de un verbo, es bastante frecuente en el habla coloquial y parcialmente aceptado en la norma escrita (hablar alto / bajo), pero el segundo caso, relativo a la modificación terciaria de un atributo, quedó prácticamente eliminado del habla estándar escrita y oral. En el uso dialectal, sin embargo, se observan casos como vertical total, pobre completo, típico mesquino, típico sureño, fuerte encendidos, borracho tieso, etc. Antes de haberlos detectado en Hummel (2010b), habíamos negado el uso de esta variante sintáctico-funcional de los atributos simples, suponiendo, ante la evidencia engañosa de ejemplos como altamente importante vs. *alto importante, que solo los adverbios en -mente podrían penetrar en esta función (2000, 466–470). De ello se desprende que la norma lingüística reduce el número de variantes disponibles en la oralidad espontánea o modifica su frecuencia. Al mismo tiempo, la norma lingüística actúa sobre las expectativas del lingüista, al que se le ocurrirán sin problemas las variantes normativas, pero no tanto las marginales, sobre todo cuando no aparecen en los textos escritos que fundamentaron empíricamente los análisis lingüísticos hasta hace poco tiempo. Por otro lado, no hay que olvidarse de que la escritura no se limita a eliminar y castigar, sino que hay muchos procesos de productividad sui generis, por ejemplo, la enorme expansión cuantitativa y cualitativa (funcional-semántica) de los adverbios en –mente en la expresión escrita formal. De esta forma, la gramaticalización de consecuentemente como conector o de históricamente como adverbio de perspectiva puede tener como motor la expresión escrita. Añadamos que la selección operada por la expresión escrita no es exclusivamente de tipo normativo, en la medida en que 382

la expresión escrita descarta por naturaleza muchas características prosódicas de la expresión oral. Del mismo modo, la comunicación a distancia conlleva naturalmente un aumento de las unidades descriptivas porque ya no existe una situación comunicativa en la los interlocutores que estuvieran presentes como personas. Pensamos, por ejemplo, que la tradición escrita tuvo un papel decisivo en la gramaticalización de la predicación secundaria, que se diluye en las flexiones ‹ilógicas› de la oralidad, y de los adjetivos destacados, cuya flexión sistemática forma un contraste muy fuerte con la invariabilidad predominante que se observa en los incisos evaluativos orales del tipo horrible, estupendo, etc. De ello se desprende que hay que dotar la teoría de la gramaticalización de una dimensión variacional. Además, se justifica el término oracionalización, ya que la integración en la sintaxis oracional de los atributos corre paralela a la imposición normativa del principio de la flexión lógica en los casos de acuerdo morfológico, es decir, de un tipo de flexión que refleja una relación atributiva lógica (ej. las casas verdes; llegan cansados), a la vez que se veda el acuerdo morfológico ‹ilógico› (vamos directos; medios tontos).

11.6. Los marcadores discursivos atributivos invariables – ¿un caso de gramaticalización ‹local› por adverbialización o neutralización? Si admitimos que, en el caso de los marcadores discursivos con base atributiva, el punto de partida son unidades flexivas como bueno, resulta evidente que hubo un desarrollo hacia la invariabilidad que podríamos considerar como camino de gramaticalización. Si utilizamos este término en el sentido estricto de adquisición de una función gramatical de tipo oracional, habría que tener en cuenta que la gramaticalización incluye los procesos específicos de discursivización y pragmatización. El uso flexivo de bueno, claro, igual, etc. en otras construcciones gramaticales, tales su uso adnominal, en predicación secundaria o con verbos copulativos, comprueba que los lexemas siguen siendo flexivos si se tiene en cuenta el conjunto de construcciones ‹paralelas› coexistentes. Se trataría, pues, de un fenómeno diacrónico ‹local› que se observa en las funciones discursivas de los atributos. Si bien podemos darnos por satisfechos con este análisis somero, los problemas surgen a la hora de pronunciarnos sobre el proceso concreto, esencialmente porque todo lo que atañe a la interfaz de adjetivo y adverbio está lejos de estar aclarado en la teoría lingüística. Se observan varias posturas que intentamos formular como sendas hipótesis: Hipótesis 1: Los marcadores discursivos con base atributiva son el resultado de la reducción de las construcciones copulativas correspondientes, es decir, una ‹cancelación sintáctica› del tipo está bueno que > está bueno > bueno. Hipótesis 2: Los marcadores discursivos con base atributiva arrancan directamente de la dislocación sintáctica (o flexibilidad sintáctica) de los atributos y de su estatus extraoracional, que crea el potencial inferencial capaz de explicar su polifuncionalidad y polisemia.

383

Hipótesis 3: Los marcadores discursivos con base atributiva son adjetivos adverbializados. Ello explica su invariabilidad. Al mismo tiempo, se salvaguarda la doctrina de un sistema atributivo bicategorial con dos clases de palabras, el adjetivo y el adverbio, en la medida en que el adjetivo adverbializado pasa directamente a la clase de los adverbios. Hipótesis 4: Los marcadores discursivos atributivos con forma de adjetivo, es decir, con exclusión de los adverbios en –mente, pertenecen a una clase de palabras que abarca las funciones sintácticas adjetivales y adverbiales. Su diacronía se explica como desarrollo de un sistema monocategorial. Hipótesis 5: No es posible establecer canales de gramaticalización sin tener en cuenta la estructura variacional de una lengua. La constitución de los códigos oral y escrito como conceptos de oralidad y conceptos de escritura, interviene crucialmente en la gramaticalización de los marcadores discursivos.

Ya nos hemos ocupado de estas hipótesis, al menos parcialmente. Así, en el capítulo 10 hemos rechazado la Hipótesis 1 de la cancelación sintáctica por falta de evidencia empírica y por la imposibilidad de explicar la polifuncionalidad sin el potencial inferencial que tiene en cuenta la hipótesis 2. El status extraoracional corre parejo con la independencia prosódica, de tal forma que los marcadores discursivos acogen una gama de realizaciones prosódicas con sus interpretaciones respectivas que, cada una, pueden ser la fuente de discursivizaciones lexicalizadas. Es más, por justificado que sea la atención que prestemos a la independencia prosódica como fuente de polifuncionalidad y polisemia, no cabe pasar por alto nuestras observaciones empíricas en la Segunda Parte. En concreto, los marcadores discursivos no aparecen simplemente entre pausas simétricas, sino que los hablantes se sirven de la técnica de las pausas asimétricas para orientar la función discursiva. Además, si incluimos los fenómenos de subjetivización de los hechos referidos, fuerza es constatar que la técnica prosódica va desde la separación hasta la aglutinación, como en un gran hombre u otros tipos de reducción formal diacrónica en anteposición (muy importante, tan importante, cuán importante). De esta forma, los atributos se ven sujetos a técnicas de discursivización que abren la puerta a distintas interpretaciones que, a su vez, fundamentarán la polifuncionalidad discursiva ocasional y lexicalizada de los signos discursivos, con posibles efectos secundarios de tipo polisémico, e incluso homonímico. La Hipótesis 1 es un caso típico de confusión en la conciencia de los hablantes cultos de lo normativo con lo diacrónicamente primitivo (cf. Maas (2010b, 28)). Una vez rechazada la Hipótesis 1 de la cancelación sintáctica, hemos identificado las construcciones copulativas plenamente explícitas como variante claramente preferida por la escritura conceptual, que, además, excluye prácticamente el uso de los marcadores discursivos sin integración sintáctica. Por eso, la Hipótesis 5 insiste con razón en la intervención de los ejes variacionales en el proceso de la gramaticalización. La partícula que puede considerarse como recurso de oracionalización que predomina en la expresión escrita. Por otro lado, habría que explicar la grama384

ticalización de los marcadores discursivos del tipo bueno, claro, igual, total, etc. en un canal que sea oral informal, con la eventualidad de que se produzcan efectos osmóticos adicionales, sea de la escritura conceptual hacia la oralidad, o sea en la dirección contraria. A pesar de haber aludido a ello, no nos hemos ocupado, de manera sistemática, de la confusión que se produce en las percepciones de las funciones adjetivales, adverbiales y circunstanciales, y su relación con la flexión o invariabilidad de las unidades. Consideremos un tipo de argumentación (Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4057)): Los marcadores del discurso son unidades invariables, no ejercen una función sintáctica en el marco de la predicación oracional – son, pues, elementos marginales – y poseen un cometido coincidente en el discurso: el de guiar, de acuerdo con sus distintas propiedades morfosintácticas, semánticas y pragmáticas, las inferencias que se realizan en la comunicación.

Los adjetivos y los verbos son unidades flexionales. Sin embargo, funcionando como marcadores discursivos pasan a ser invariables. Por eso, la invariabilidad es un criterio generalmente retenido en las definiciones. Ante la duda, y sobre todo por su comportamiento morfológico invariable, los autores tienden a considerar los marcadores discursivos con forma de adjetivo como adverbios en el sentido más largo del término (cf. González Ruiz (2007, 76); Garcés Gómez (1999, 297)). De forma más concreta, Martín Zorraquino (1999, 38) califica exacto y justo como «adjetivos adverbializados». Serrano (2006, 93–94) adopta la misma postura con bueno. Además, este punto de vista se vio canonizado recientemente por la Nueva gramática de la lengua española (RAE (2009, 2359)). El análisis como adverbios se extiende a veces al conjunto de los signos discursivos independientes (Martín Zorraquino (1994a, 558–559)): Todos los signos objeto de estudio [sobre adverbios asertivos oracionales] pueden considerarse ‹adverbios›, independientemente de su estructura compositiva, porque son unidades no flexivas, con autonomía suprasegmental, y de incidencia terciaria: Sí, mi madre me ayudará. Claro, mi abuelo necesita gafas. Evidentemente, mi hermano ha reñido con su novia. Naturalmente, Juanita ha perdido el tren. Por supuesto, la izquierda gana las elecciones. Desde luego, Pedro me toma el pelo. Los denominamos ‹adverbios oracionales› porque, como se puede apreciar al examinar los ejemplos que preceden, en todos los casos, inciden en o afectan a una oración (con un núcleo predicativo – el verbo – y sus adyacentes).

Innegablemente, tanto los marcadores atributivos como claro, bueno, igual, etc. como los verbales o sea y, en menor medida, creo, digo, digamos, etc. (cf. Company Company (2004a); Schneider (2007)), suelen ser invariables o fijados en una forma flexiva cuando ejercen una función discursiva. Los estudios de corpus lo confirman, si bien se observan zonas de transición (Pons Bordería (1998, 195–196)):

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Según los resultados, la fijación formal es total para o sea y bueno, y casi total para claro. Entonces mantiene características adverbiales en seis ocasiones. Por su parte, aunque oye y mira no pueden ser considerados verbos […], su gramaticalización, en cambio, no es tan completa como en los casos anteriores puesto que en casi todos los casos es posible la alternancia entre las formas de segunda y de tercera persona (mira / mire, oye / oiga) o entre la forma de singular y la de plural (mira / mirad).

Nosotros no hemos encontrado funciones discursivas de claro en las que apareciera con flexión (cf. tb. Gras Manzano (2002, 310)). En cambio, los marcadores discursivos con base verbal mantienen rezagos de flexión que reflejan la relación con los interlocutores – especialmente de cortesía –, y, por ende, un alto grado de pragmatización. Si mantenemos la invariabilidad o la fijación de determinadas formas flexivas (se usa mira y mire, pero no miro) como rasgo definitorio de las unidades que tienen lexicalizada una función discursiva, hay que preguntarse si es correcta la conclusión de la Hipótesis 3, según la cual la invariabilidad sería una prueba de la adverbialización de los adjetivos, e incluso de los verbos, según se desprende de la cita de Pons Bordería. Alternativamente, podríamos optar por no interpretar la invariabilidad como expresión de la conversión de una clase de palabras en otra, sino como manifestación de una función ‹local› en un contexto sintáctico, discursivo y pragmático determinado. Así, oiga no sería un adverbio, sino una forma verbal que lexicaliza una función ‹local›. En tal caso, la fijación puede producirse a partir de una forma flexiva concreta del verbo. En efecto, el criterio de la invariabilidad es un criterio débil y peligroso al que no debemos recurrir sin indagar en los motivos de la invariabilidad. Ya hemos visto que sería prematuro asumir la naturaleza adverbial de los marcadores del discurso a partir de su invariabilidad. El proceso fundamental y constitutivo de los marcadores del discurso con forma de adjetivo no es la adverbialización, sino la neutralización de su flexión. Se trata antes de adjetivos neutralizados, o, mejor, de atributos monocategoriales neutralizados. Consideramos al respecto el ejemplo de una interjección en un uso ‹local› que avecina las condiciones de un uso productivo: (306= 128)

– Nos ha tocado la lotería. – Fantástico (que os haya tocado la lotería).

Aquí, fantástico no es invariable porque sea un adverbio o una interjección, sino simplemente porque no se subordina a una palabra capaz de regir su flexión, digamos la lotería, sino al enunciado entero que acaba de producir el interlocutor. De ser así, no hay motivo ni posibilidad de flexionarlo. Pese a ello, la función atributiva es idéntica a la de un adjetivo: se dice de algo que es fantástico. Consecuentemente, no conviene hablar de adverbialización. Se usa simplemente la forma neutra del adjetivo, es decir, la llamada forma masculina. Si el uso de la forma neutra se lexicaliza individualmente o se paradigmatiza con el grupo de los signos discursivos de afirmación, podemos hablar de neutralización del atributo. El ser fantástico nos remite directamente a la neutralización de los adjetivos en las construcciones copulativas, cuando estas se refieren a un enunciado: 386

(307) Nos parece problemático comprobar la hipótesis.

El mismo efecto de neutralización se observa en los diálogos: (308) – La niña es inteligente, ¿no? – ¡Está claro que sí!

El caso de las construcciones copulativas es particularmente pertinente porque nadie pondría en tela de juicio que los atributos se comportan como adjetivos flexivos: (309) Nos parece problemática la hipótesis.

Frente a (309), el ejemplo (307) aparece como forma contextualmente neutralizada a raíz de la referencia del atributo a un enunciado sin género ni número. El corpus de conversaciones del grupo Val.Es.Eo. ofrece un ejemplo muy claro de la coexistencia de usos flexivos con el uso invariable en una comunicación auténtica (Briz (2001, 300)): (310) A1: pe- mm ¿ESTÁS SEGURA?/ ¿SEGURO?/ o sea ¿lo tienes claro?

En este ejemplo, el adjetivo seguro flexionado se usa en una construcción copulativa que precede inmediatamente al mismo signo con función discursiva afirmativa no flexionada, utilizada como pregunta. No cabe duda de que el hablante dispone de una conciencia lingüística que considera el atributo seguro como lexema flexivo. No tendría sentido dividir el lexema seguro en dos homónimos ‹sintácticos›. Se trata de un lexema con dos funciones, y el hablante tiene conciencia de ello. La conciencia lingüística distingue simplemente entre la referencia a una persona, cuyo sexo es motivo de flexión, y el uso del mismo atributo con función epistémica referida al discurso. Si admitimos que el uso como marcador discursivo epistémico es el resultado de un proceso de gramaticalización, fuerza es asumir que este proceso arrancó ‹localmente› del uso neutralizado de seguro como adjetivo referido a enunciados. Del mismo modo, en la perífrasis usada por Travis, ‹está bueno lo que dices›, no cabe la posibilidad de flexionar el atributo, a diferencia de Está buena la comida. En definitiva, las construcciones copulativas contienen atributos flexivos, que adoptan su forma masculina neutra cuando la unidad modificada es un enunciado sin género ni número. La misma situación se observa en las posiciones sintácticas y discursivas típicamente ocupadas por los marcadores discursivos con forma de adjetivo. Basta con mencionar el caso de los adjetivos destacados flexivos, como en Cansada, la chica no se levantó, para comprobar que el mismo contexto local no excluye la flexión. Dicho de otro modo, el mismo contexto local puede producir dos funciones. Aunque su función sea limitada al enunciado del que vienen a ser destacados, los adjetivos aparecen en las mismas constelaciones sintácticas que los marcadores del discurso polifuncionales. Con todo, este ejemplo pierde algo de su pertinencia, si tenemos en cuenta su vinculación con la tradición escrita literaria (cf. 5.6). No po387

demos considerarlos como variantes libremente disponibles en un mismo canal de gramaticalización oral. Al contrario, tenemos que analizar la convencionalización de los adjetivos destacados en los textos literarios narrativos como intervención de la norma culta, que admite el uso del adjetivo flexivo con función enunciativa, con tal de que se dirija a un conjunto predicativo que entorna el sustantivo formalmente enfocado. De esta manera, la norma culta impone el uso ‹lógico› de la flexión frente a la costumbre ‹popular› de flexionar según la necesidad comunicativa, pronto a renunciar a ella, si no hace falta. Por eso mismo consideramos a los adjetivos destacados como construcción canonizada por la tradición escrita, esencialmente narrativa. En cierto sentido, se trata de una construcción gramaticalizada mediante su canonización normativa. A primera vista, esta caracterización puede parecer algo irónica. En efecto, no se suele presentar la gramaticalización en estos términos. Por lo general, los llamados caminos de gramaticalización confunden la tradición escrita y la oral. Con todo, hay buenos motivos para pensar que la gramaticalización por canonización en la tradición escrita es un proceso muy importante. Recuérdese que la misma caracterización valdría para la predicación secundaria frente a la flexión popular ‹ilógica›, y, muy probablemente, la sustitución de los marcadores atributivos orales por las construcciones copulativas en la expresión escrita. El tipo de construcción Bueno, no va a venir queda prácticamente proscrito del discurso narrativo escrito. Los motivos son muy claros: La distinción formal sistemática de las categorías de adjetivo y adverbio en la expresión escrita y el imperativo de una sintaxis oracional integrada y explícita, crea condiciones de oracionalización que difieren claramente de las que existen en la tradición oral. Los adjetivos destacados flexivos son productos de una gramaticalización que se dio bajo las condiciones gramaticalizadoras específicas de la tradición escrita, que impone la separación de adjetivo y adverbio. No debía ser el adjetivo destacado tanto adjetivo como adverbio. Obviamente, las tradiciones oral y escrita no son sistemas autónomos. Con todo, las dos tradiciones se distinguen claramente por el peso relativo que tienen la separación categorial de adjetivo y adverbio, por un lado, y los atributos monocategoriales por otro. No parece descabellado pensar que ello tiene su impacto en los procesos de gramaticalización. En todo caso, no hace falta recurrir a los adjetivos destacados para ver que la flexión sigue siendo posible en las funciones discursivas. La flexión ocasional es perfectamente posible, con tal de que la unidad modificada lo permita. Así, la respuesta invariada estupendo es bastante frecuente, pero la respuesta a ¿Qué tal fue la comida? puede ser Estupenda. Del mismo, la interjección horrible puede adoptar la forma ¡Horribles! en un contexto del tipo ¿Cómo son esos niños? Fuentes Rodríguez (1993a, 124) da una descripción muy interesante del uso de claro en su corpus: Nivel medio: 247 ocurrencias, de las que 11 (uno de ellos confuso) son de adjetivo calificativo. Ese caso dudoso es: «unos colmillos de elefante, pequeñitos claro» […], que por la puntuación parece un adjetivo de color, pero que por el contexto pasaría a ser un claro de comentario. En todos los demás, indica el valor de ‹evidente› o ‹sin duda›: tener claro: 4, vio muy claro: 1, está claro: 3, hablar claro: 2.

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Esto se corresponde con el poco porcentaje de uso del adjetivo en sus otras formas morfológicas y cuando aparece tampoco parece tener ese valor de calor, o nitidez en la visión: Clara: 2 ocurrencias: «idea más clara», «la trayectoria está clara». Claramente: 1: «vienen claramente estipulados», aquí sí es un valor de cualidad. Clarísima: 1: «Eso es una cosa que está clarísima» […], Clarísimo: 1: «Hay una estadística sobre eso clarísimo» […], con falta de concordancia.

Por cierto, el último ejemplo con «clarísimo» sin flexión podría ser un lapsus. Lo cierto es que los hablantes cultos harán un esfuerzo para evitar tales opciones. Pero ante la coexistencia de este caso con tener claro, verlo claro, está claro, hablar claro, ya no se puede hablar tan fácilmente de un lapsus. Es perfectamente posible que el uso no flexionado en el último ejemplo no sea tan raro, si bien no cabe duda que tales casos tienen la vida difícil ante la conciencia lingüística de los hablantes que pasaron por la enseñanza escolar. Si abrimos el horizonte, tampoco parece imposible usar los predicados verbales parentéticos más libres y productivos digo yo o dicen ellos, si bien no tienen el mismo grado de lexicalización que digamos. Si extendemos nuestra argumentación al marcador o sea, que también es invariable en sus funciones discursivas, podemos considerarlo como otro caso de gramaticalización a partir de una construcción ‹local› que implica la neutralización, es decir, la eliminación de la variante flexiva o sean. Fuera de su uso dirigido a argumentos de un discurso (enunciados), es perfectamente normal decir Sean dos, o sean tres. En este caso, no se observa una pausa prosódica. Los numerales dos y tres son complementos del verbo ser. La flexión desaparece, cuando o sea adquiere un estatus extraoracional: Quiero dos, o sea, tres. En este caso, tres sigue siendo un complemento del verbo querer: Quiero dos, o sea, (quiero) tres. En definitiva, no hay duda de que los marcadores discursivos con forma de adjetivo surgieron en un contexto local en el que mantenían su fuerza atributiva adjetival. El hecho clave no debió de ser su conversión en adverbios, sino su uso dirigido hacia enunciados que implicó, por naturaleza, el uso de la forma neutral del adjetivo o del verbo. Esta variante se impuso diacrónicamente con tal fuerza que las posibilidades de flexión pasan casi desapercibidas. De la misma manera, o sea ha perdido su variabilidad flexiva porque se fijó su uso ‹local› referido a enunciados que no portan marcas de persona y número. La hipótesis, según la cual las variantes invariables no son el resultado de un cambio de la clase de palabras por conversión, sino la manifestación de series de contextos ‹locales› que difícilmente se pliegan a la clasificación dicotómica en adjetivos y adverbios, se confirma cuando miramos el conjunto de la polifuncionalidad de un signo. En este libro nos hemos limitado a las funciones discursivas, pero conviene anticipar un poco sobre lo que será la tarea de Hummel (en preparación). Miremos algunas facetas de la polifuncionalidad de igual: (311) No. Hay una parte de gente que no lo estará. Pero eso pasa exactamente igual con la pintura, con la poesía, quizá algo menos con la literatura (Corpus Davies, Entrevista en ABC). (312) ¿Cuál es hoy la situación de la enseñanza musical? – En este momento creo que el Conservatorio es como una especie de gran nevera donde entran y salen exactamente igual (Corpus Davies, Entrevista en ABC).

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(313) Y yo.. yo siempre les digo: miren, yo trabajo porque me gusta, pero también porque le ayudo a mi marido haciéndolo y porque a mí personalmente me trae una satisfacción personal muy grande, y ellas (como aquí en el colegio la relación entre profesora y alumna es muy de igual a igual), ellas lo ven a uno como una amiga […] (Corpus Davies, Habla culta, Bogotá, M 26).

Si aplicamos un análisis tradicional, igual sería un adverbio en (311), ya que equivale a de manera igual, y un sustantivo en (313), donde la construcción admitiría también de profesora a alumna. En (312), la situación es más complicada, ya que, semánticamente, se trata de una predicación secundaria: los alumnos son iguales cuando entran y cuando salen. Ahora bien, la predicación secundaria exigiría la flexión. Es posible que la invariabilidad se deba a la colocación usual exactamente igual, pero habría que investigar mejor el uso de la flexión, por ejemplo, para saber cómo se usaría entran y salen igual(es), o si exactamente igual está efectivamente lexicalizado. En tal caso, deberíamos encontrar también ?son exactamente igual. Ello nos pone de cara con la emergencia de la predicación secundaría a partir de una tradición oral que recurre más espontáneamente a la flexión. Diríamos que la predicación secundaria, en tanto construcción sistemáticamente flexiva, fue gramaticalizada por y en la tradición escrita, mientras que la tradición oral se muestra más vacilante, por emplear este término algo despectivo. La gramaticalización por la tradición escrita implica un proceso de selección que seguimos observando hoy en día en la ósmosis diamésica. Si un hablante preocupado con la corrección lingüística se pusiera a escribir un texto, podría poner espontáneamente una construcción como en (312), pero a la hora de revisar el texto, evitaría la construcción, es decir, no decidiría ni a favor ni en contra de la flexión, sino que optaría por cambiarla por otra. Eliminando las vacilaciones, las construcciones adquieren una nueva pureza en la expresión escrita, que es justamente la razón por la cual los hablantes tienden a hablar de vacilaciones de la oralidad. Mejor sería hablar de restricciones de la tradición escrita. En cuanto al problema que nos ocupa aquí, aparece con claridad que no tiene sentido interpretar las funciones ‹locales› como cambio de la clase de palabras. Estas se pliegan a las condiciones específicas del contexto, de las que reciben una función, conformando, en su totalidad, una polifuncionalidad muy diferenciada. En el caso de igual, la polifuncionalidad está fuertemente vinculada con la tradición oral. Ello se desprende también de la diferenciación semántica y funcional que caracteriza su relación con igualmente, que no suele ser conmutable con las funciones adverbiales de igual. Como en el caso de mejor (cf. 5.7), igual desarrolló funciones locales que pertenecen claramente a una tradición sui generis, que conoce un cierto grado de ósmosis con igualmente. Finalmente, merece la pena detenerse en las repercusiones de la arquitectura variacional de la lengua en los procesos de cambio y, por ende, de posible gramaticalización. Hablando de la gramaticalización0, hemos afi rmado que la comunicación funcional presupondría la comprensión recíproca de los enunciados. Si bien es cierto que no podríamos hablar de ‹comunicación› si dicha afi rmación no fuera cierta, en lo esencial, de suerte que la afi rmación corresponde a nuestra experiencia comunicativa subjetiva. Conviene matizar este punto de vista ideal. 390

Cabe recordar que no comunicamos nada directamente. El oyente recibe las ondas sonoras del hablante y alguna información visual, como lo son los gestos, pero la reconstrucción del mensaje depende enteramente del proceso interpretativo que arranca en la mente del oyente a partir de los estímulos físicos enviados por el hablante. Ello implica naturalmente la posibilidad de que no sean idénticas las intenciones expresivas del hablante y las interpretaciones de los oyentes, sin que ellos se den cuenta de ello. Por eso, coexisten necesariamente, en la sincronía del acto de comunicación, la interpretación de los signos por el hablante, que aprovecha su potencial, y la (re)interpretación por el oyente a partir de su propia experiencia comunicativa. La posibilidad de verse abrir un hiato de comprensión aumenta cuando los hablantes se encuentran en situaciones de contacto lingüístico. Consideramos que el contacto lingüístico se da también entre las variedades de una lengua, y especialmente en los contactos de la escritura, con sus conceptos de escritura y sus normas, con la oralidad informal (Hipótesis 5). Ello se torna particularmente pertinente en el caso de los adverbios en –mente. Históricamente, la enorme expansión de este tipo de unidades se debió a la cultura de escritura, de tal manera que muchos adverbios en –mente fueron creados para escribir. Ahora bien, las capacidades de interpretación de una forma culta como curiosamente, cuya base fue prestada al latín clásico, no fueron las mismas en los hablantes cultos que en los restantes de la comunidad lingüística, ya que los hablantes cultos sabían latín. Por eso, el proceso de difusión del registro culto escrito hacia la comunicación oral coloquial, conllevó el riesgo de reinterpretaciones divergentes dependientes de los conocimientos lingüísticos. En el caso de los adverbios en –mente, el fenómeno no se limitó a algunos casos de etimología popular léxica, sino que acompañó la expansión culta y la difusión en las variedades de la gran mayoría de las formas. Al mismo tiempo, la cultura escrita aprovechó también la movilidad sintáctica de los adverbios en –mente y la posibilidad de separarlos de la oración con comas, para crear nuevas funciones de los adverbios en –mente, sirviéndose de ellos como adverbios epistémicos, evaluativos o de perspectiva. Por eso, habrá que considerar también la eventualidad de una gramaticalización en canales escritos, con efectos directos sobre la expresión culta en general, oral y escrita. La cuestión de saber cuáles son los impactos de las técnicas de discursivización y de los efectos de ósmosis escrito-oral en la diacronía de los adverbios en –mente, solo se podrá solucionar mediante la investigación diacrónica empírica. La hipótesis de una dinámica propia del canal escrito incluye, especialmente en el caso de los adverbios en –mente, la posibilidad, generalmente pasada por alto en la bibliografía sobre la gramaticalización, de una remotivación culta. Los discursos medievales de la Iglesia y del Derecho aprovecharon la motivación que permitía el sustantivo mens en latín, y su ablativo mente, porque las intenciones mentales eran aspectos importantes en la argumentación: devota mente facere, prona mente facere, buena mente facere, etc. Por eso, ciertos adverbios, por ejemplo solamente, que ya aparecía lexicalizado con el significado ‹singulariter› en las Glosas de Reichenau, fueron remotivados ocasionalmente en algunos textos escritos con el 391

significado ‹sin compañía› o ‹concentrado en sí mismo›, por ejemplo para ostentar la cultura del autor. A diferencia de los adverbios en –mente cultos, el conocimiento de los marcadores discursivos orales debió de ser general en la lengua hablada de la comunidad lingüística. Por eso, la tendencia de excluirlos del habla escrita o de adaptarlas sintáctica y morfológicamente no tiene nada que ver con problemas de interpretación. Según Leonetti / Escandell Vidal (2004), los «contenidos conceptuales» y los «contenidos procedimentales» se distinguen por la flexibilidad de aquellos y la rigidez de estos. Ello sería compatible con nuestra postura, según la cual es la polifuncionalidad la que estimula la polisemia. Sin embargo, no podemos negar la flexibilidad funcional en series del tipo bastante importante, bastante bien, bastantes casas, habla bastante, y bastante habla, en las que el atributo bastante adopta funciones distintas. Por eso, el proceso de concreción afecta tanto el significado conceptual, por ejemplo en habla igual vs. igual habla, como el funcional. En lugar de atribuir la rigidez al significado procedimental de un signo, como propiedad lexicológica, hay que atribuirla al contexto ‹local› que impone restricciones muy fuertes. Las restricciones no excluyen las márgenes de interpretación, como se observa en los empleos ambivalentes de igual ‹quizá / a pesar de esto›, pero las restringen y, en no pocos caso, la reducen a una sola función. ¿De dónde viene esto? En última instancia, tenemos que atribuir el proceso de concreción o determinación a la función de la lengua como elemento que tiene que asegurar la comunicación. La flexibilidad es una propiedad lexicológica que abarca tanto el concepto como la función de un signo. Son los contextos ‹locales› de uso los que operan una concreción o determinación de concepto y función. Obviamente, tal concreción puede verse lexicalizada en un contenido procedimental, pero también es posible que se observe en contenidos conceptuales (cf. una gran mujer vs. una mujer grande).

11.7. La gramaticalización de total que Ya hemos analizado la lexicalización de una función discursiva circunstancial en el marcador discursivo total (3.5). Ahora queremos examinar el uso de total con la partícula completiva que, es decir, una faceta de la polifuncionalidad de total. Christl (1992, 263) menciona la posibilidad de usar total(,) que para introducir un argumento nuevo. Según hemos observado en 3.5, total(,) que no corresponde a la construcción copulativa es total que sino a (en) total, (digo) que (cf. Vázquez Veiga (1994–1995, 364–365) acerca del uso de que en los marcadores de resumen). La hipótesis de una gramaticalización a partir de una supuesta construcción copulativa es total que está excluida por las razones expuestas en 10.5. Por eso, hay que buscar una explicación a partir del uso extraoracional independiente de total. En este sentido, la gramaticalización es menos fuerte cuando se usa la coma, o una pausa prosódica equivalente en la expresión oral: (314) Total, que no va a venir.

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Esta variante se emplea también en la prensa española (Mancera Rueda (2009, 170, 172)). Notemos que el uso explicativo de un inciso se observa también con claro (315b) al lado de la completiva (315a) (315a) Claro que no va a venir. (315b) Claro, que no va a venir.

El ejemplo (315a) no tiene márgenes para una interpretación inferencial. Equivale a Está claro que no va a venir (cf. Martín Zorraquino (1994a, 572)). En (315b), la interpretación inferencial del inciso incluye la posibilidad de una conexión causal: Claro, es que (porque) no va a venir. En (314), el inciso explicativo admite una interpretación conclusiva-consecutiva del inciso. Según nuestra hipótesis expuesta en el capítulo 10, la polisemia y la polifuncionalidad de los marcadores discursivos nacen a partir de este potencial inferencial. Ahora bien, en el caso de total, existe un desarrollo paralelo de total que, sin coma ni pausa, y posiblemente posterior a la variante con pausa. Se trata de una gramaticalización peculiar, en la medida en que el resultado es una conjunción consecutiva. En tal caso, la función gramatical oracional (oracionalización) emerge de una función discursivo-inferencial (discursivización). Company Company (2004a, 30) define este tipo de gramaticalización: la gramaticalización consiste en la fijación de estrategias discursivas, de manera que los fenómenos lingüísticos que, en un estado de lengua dado, operan en un nivel discursivo o textual, en un nivel más pragmático, se convierten con el paso del tiempo en construcciones gramaticales convencionales, carentes ya de condicionamientos pragmáticos.

Este proceso no es ajeno al hecho observado arriba de que el potencial inferencial creado por total, que sea esencialmente de tipo conclusivo-consecutivo. Este potencial semántico y conectivo va a ser invertido en la conjunción total que, es decir, la contracción formal de total, que. Notemos que la gramaticalización de total que corresponde a un proceso que invierte la direccionalidad observada en 11.3, en la medida en que no es la función discursiva la que arranca a partir de una gramaticalización primitiva en sentido estricto, es decir oracional, sino que es la función discursiva la que se convierte en gramaticalización de tipo oracional. Veamos algunos ejemplos: (316) Total que, como tú bien decías, no pude conseguir el préstamo (Vázquez Veiga (1994–1995, 360)). (317) JOA: total que al final me tenga que acabar subiendo tu ordenador / hhh a mi casa (C-Oral-Rom, etelef08) (318) RIC: […] yo la verdad que aquella tarde también había estado de / compras / lo mismo hablaron con alguien y … total que al día siguiente / a la hora de comer / ellos se dirigen buscando el local […] (C-Oral-Rom, efammn05)

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(319) RIC: […] el otro se lo piensa dos segundos / a que sí hay cojones? a que no hay cojones? y se empezaron a picar así / total que terminaron pidiendo / la langosta […] (C-Oral-Rom, efammn05) (320) Tú sabes que yo… trabajo, estudiaba en la Escuela, estaba embarazada… y atendía la casa… total que no… a mí no me quedaba tiempo de… de estudiar aquí […] (Corpus Davies, habla culta, Caracas)

En estos ejemplos, total que aparece en posición inicial, sin pausa ni coma, separado del argumento anterior e integrado en el posterior. El análisis cuantitativo confirma la importancia del fenómeno. En C-Oral-Rom, 35 de las 48 ocurrencias de total con función de marcador discursivo llevan la partícula completiva que. La concentración idiolectal de total (,) que en algunos hablantes demuestra, además, que ciertos hablantes se constituyen en verdaderos promotores de la gramaticalización. El análisis prosódico pone de manifiesto una sincronía en la que coexiste la contracción total que, (¿todavía?) minoritaria, con total, que. 25 ocurrencias siguen la prosodia asimétrica «pausa larga + total + pausa corta + que», reflejada por la transcripción (// total / que), y 10 casos corresponden al esquema prosódico //total que, es decir a la conjunción gramaticalizada. En los textos del habla culta del proyecto PILEI reproducidos en el Corpus Davies se observan 30 ocurrencias de total con función discursiva, 14 de las cuales corresponden a total que y 3 a total, que. No cabe duda de que habría que comparar de forma objetiva los datos de C-Oral-Rom y de PILEI a partir de las cintas grabadas, ya que la indicación de las pausas en la transcripción puede no haber seguido los mismos criterios. Con todo, el mero hecho de transcribir con tanta facilidad la variante sin pausa, demuestra que la variante ha entrado en la conciencia lingüística del oyente. Incluso si los datos no nos permitieran verificar el uso de pausas por el hablante, no cabe duda de que el (re)análisis efectuado por la persona que transcribió el discurso oral no hizo caso de la pausa. En consecuencia, habría que usar una pausa bien marcada para preservarse de una interpretación como conjunción de parte del oyente. Además, en muchos casos, la prosodia justificaría la transcripción en una sola palabra: totalque. Según se desprende de los ejemplos citados arriba, total que no llega a equipararse completamente con las conjunciones consecutivas subordinadas de la sintaxis oracional tradicional. La pausa larga que suele precederlo equivale más a un punto de la sintaxis oracional que a una coma que precede a una conjunción subordinada. Pero tampoco hay que exigir de la oralidad informal que se expresen las relaciones consecutivas con el mismo rigor lógico que en un texto escrito. Un marcador discursivo no sería oral-informal si perdiera su potencial inferencial que se relaciona, a su vez, con cierta independencia sintáctica. En este sentido, podemos clasificar total que como conector consecutivo oral-informal que convive con la variante total, que y que suele desmarcarse con una pausa larga del enunciado anterior. En teoría, cabría también la posibilidad de que la pausa anterior se debilite, en el decurso de la diacronía, de tal forma que se pudiera hablar de una conjunción consecutiva que introduce una subordinada en términos oracionales. Teniendo en cuenta que totalque 394

sigue siendo un recurso oral informal, fuerza es constatar que la oracionalización existe también en la oralidad, solo que raramente se realiza dentro de oraciones completas, es decir, en el marco de las oraciones ‹gramaticales› de la sintaxis tradicional, sino que se observa, normalmente, dentro de ‹trechos del discurso›. Obviamente, no podemos pronosticar una gramaticalización definitiva según el camino (321), y no únicamente porque las variantes siguen coexistiendo: (321) total (digo) que > total, que > total que

El uso de los marcadores discursivo está sujeto a modas pasajeras, como se observa con o sea, que fue un tic de la llamada generación o sea, y ya no lo es. Lo mismo puede pasar con total que (cf. Detges / Waltereit (2002) y Detges (2003, 53–54) acerca de la no-direccionalidad del reanálisis, y los planteamientos generales en Brinton (2001, 145–151)). Lo que sí podemos constatar es la existencia de una sincronía en la que compiten las variantes construccionales que podrían conducir a una gramaticalización definitiva de total que como conector consecutivo, si fuera eliminada la variante total, que. Normalmente, la tradición escrita y la norma culta tornan muy difícil hoy en día los cambios en las unidades funcionales de la lengua. Sin embargo, la diferenciación diacrónica diamésica ha producido una situación sincrónica en la que la expresión escrita y la oral disponen de rincones en las que dejan de influenciarse mutuamente. Los marcadores del discurso informales conforman un tal rincón. La norma escrita se limita a no aceptarlos, pero no tiene la autoridad como para erradicarlas del coloquio. Ello se desprende claramente de la diacronía, en la que los adverbios en –mente no llegaron a sustituirse a los marcadores discursivos con forma de adjetivo. De todas las funciones atributivas realizadas con adjetivos y adverbios en –mente, son las enunciativas las que mejor se resistieron a abandonar la costumbre oral de usar los atributos monocategoriales (con forma de adjetivo) para todas las funciones atributivas, incluidas las adverbiales y las circunstanciales.

11.8. O sea – ¿un caso de gramaticalización oral por ósmosis del habla escrita? O sea se integra en el paradigma onomasiológico de los reformuladores explicativos, juntamente con esto es, es decir y a saber, con sus respectivas variantes. Con razón, Pons Bordería (2008) llama la atención sobre las relaciones específicas que mantienen estos marcadores con las tradiciones discursivas. Estas tienden a constituirse en rasgos, quizá no tanto distintivos, ya que los registros vinculados con las tradiciones discursivas no constituyen sistemas cerrados, pero sin duda diferenciados. El reformulador esto es, estudiado por este autor, se diferencia claramente de o sea, al menos desde nuestra perspectiva actual. Según Casado Velarde (1996, 325), o sea «hereda, en parte, el valor de las conjunciones latinas SIVE y VEL (con la misma raíz de VELLE), con el significado 395

de ‹o lo que es lo mismo›, ‹o, si se quiere›, ‹o(u)›, frente al significado disyuntivo de carácter alternativo, continuador de la función de AUT latino (‹o bien›)». Esta observación es muy interesante en lo tocante a la ósmosis oral-escrita, en la medida en que o sea no es el continuador etimológico directo de sive o vel porque no deriva de ellos, del mismo modo que el futuro romance no es el continuador de futuro sintético del latín, sino una construcción que penetra en la misma función que captamos onomasiológicamente como ‹futuro› (cf. Benveniste (1974, 131–133)). Por otro lado, la cultura escrita del español no nació de la simple transcripción del uso oral de la lengua, sino también como continuación de la tradición textual latina y de la enseñanza del latín. Las dos fuerzas actuaban en los autores que se dedicaban a escribir la nueva lengua. En este sentido, es perfectamente concebible que se haya usado o sea donde los hablantes doctos solían usar sive y vel, y que sea aquel el continuador de estos, no en términos etimológicos morfológicos, sino en términos discursivo-funcionales. Si tal fuera el caso, tendríamos que ubicar el origen del actual marcador del discurso o sea en la tradición escrita. Sin poder corroborarlo con datos diacrónicos, cuya recogida queda fuera de nuestro ámbito empírico, estimamos como muy probable que fue así. El uso oral informal de o sea en la actualidad sería, pues, un ejemplo de la ósmosis inversa escrita-oral (cf. Pons Rodríguez (2010a, 527)), con el efecto ‹perverso› de haberse constituido el marcador o sea, en la actualidad, como recurso del registro oral informal, frente a es decir en la expresión escrita, a tal punto que todos los ejemplos de Galán Rodríguez (1998), excepto uno, son orales, en el caso de o sea, y escritos, para es decir. Obviamente, cabe plantearse también la alternativa de un desarrollo independiente paralelo de o sea, por un lado, en la tradición discursiva escrita, y, por otro, en la tradición oral. Sea como fuere, todas la variantes comprueban, de nuevo, que no es posible analizar los caminos de gramaticalización sin tener en cuenta la variación diamésica. La entrada o sea propuesta por Garcés Gómez (2008b, 228–230) para el Nuevo diccionario histórico de la lengua española de la Real Academia no tiene en cuenta este proceso. Tampoco vemos cómo se podría describir, con rigor metodológico, a partir de datos escritos. Por otro lado, no podemos actuar como si de un proceso lineal no variacional se tratara. Ante la importancia del código de expresión para el uso de los marcadores discursivos, hay que dar constancia de un verdadero dilema metodológico. Es más, la diacronía no es un simple proceso de difusión lineal de lo escrito a lo oral. Según los datos de Briz (2002b, 184–187), que se refieren al español ibérico actual, o sea aparece cada vez más en textos escritos, especialmente en los de tipo periodístico. Y Cuenca / Bach (2007, 163, 166) detectan su uso en textos lingüísticos científicos, en los que destaca la variante ‹oracionalizada› o sea que,7 es decir, un tipo de formación análogo a total que, con integración sintáctica. De ser así, asistiríamos hoy a la ósmosis inversa oral-escrita. En términos diacrónicos, 7

Cf. Martín Zorraquino / Portolés Lázaro (1999, 4070–4071), quienes indican los argumentos que van en contra del estatus de o sea que como conjunción, y Travis (2005, 166).

396

podríamos idear la cadena construcción escrita culta ĺ construcción oral informal ĺ construcción oral informal que penetra progresivamente en ciertos campos de la expresión escrita. En el corpus de Garcés Gómez (2008a), o sea aparece en muchos ejemplos literarios, casi todos del siglo XXI, y sin que se trate exclusivamente de literaturizaciones del habla oral. El estilo algo informal de la citas nos hace pensar que existe una correlación entre o sea y la expresión informal en general, sea oral o escrita. En consecuencia, debería manifestarse más en el discurso de hablantes que ostentan modales informales, independiente de su edad y nivel educacional, como en el estilo de buen número de escritores del pos-franquismo hasta hoy. Garcés Gómez puntualiza, sin duda con razón, que la ósmosis oral-escrita tiende a no dejar pasar ciertas funciones de o sea que se encuentran en la oralidad espontánea, como, por ejemplo, la rectificación (2008a, 97). En un texto escrito, la rectificación es necesariamente planificada. Ahora bien, o sea está estrechamente relacionado con la rectificación no planificada y opera con un radio de implicaturas que molestaría en un texto escrito marcado por un alto grado de planificación. Por otro lado, la función de introducir una alternativa discursiva puede resultar atractiva en un texto escrito menos formal. Véase al respecto el uso de o sea en la columna periodística (Mancera Rueda (2009, 167–168)). Según Casado Velarde, los datos diacrónicos apuntarían hacia un proceso típico de gramaticalización de o sea, durante el cual la función explicativa habría seguido al «valor etimológico disyuntivo de igualdad» en el decurso de los siglos, con vacilaciones de forma (o sean, séase), y precursores de la invariabilidad actual del marcador o sea (1996, 325–327). Parece que las variantes séase y u seáse se arraigaron en la lengua subestándar considerada vulgar (Casado Velarde (1996, 327); cf. (1991, 91)). Actualmente, la fijación de las funciones discursivas y la frecuencia elevada de o sea conllevaron las variantes formales reducidas o sea, osea, osa, sa. Las últimas dos formas corresponden necesariamente a una conciencia lingüística que ya no prevé o intuye la posibilidad de una flexión según el número. Ello comprueba que el camino de gramaticalización ha ido desprendiéndose de los vínculos polisémicos y polifuncionales que unían o sea al uso flexionado. Con todo, los hablantes saben perfectamente que sa equivale a o sea. Por eso, no podemos concluir a la intransparencia de osea, osa y sa. No se trata de reducciones formales en el sentido diacrónico, y por ende tampoco del resultado de un reanálisis, sino de variantes sincrónicas paralelas que se encuentran en el discurso de los hablantes. Como en el caso de las construcciones copulativas y de los marcadores discursivos con la misma unidad atributiva, no es probable que el marcador discursivo conjuncional fuese el sucesor directo de las variantes intraoracionales flexivas del tipo o sean tres. Consideramos que el estatus extraoracional es un elemento clave sin el cual no llegamos a explicar la realidad polifuncional de los marcadores discursivos. Por otro lado, tampoco se puede negar el parentesco, en la medida en que se trata de variantes flexivas del mismo sintagma. Parece incluso posible que la pausa se diera de forma casi natural y espontánea, cuando el sujeto de o sea es un enunciado, es decir, una unidad larga con coherencia interna. No resulta difícil enunciar o sean tres como enunciado sin rupturas. Otra cosa es pronunciar algo como O sea no va 397

a venir, que casi exige una pausa después de o sea. De todos modos, la variante no flexionada dirigida a un enunciado se impuso en la diacronía, mientras que las variantes flexivas son marginales, especialmente en la oralidad informal. En síntesis, no nos parece probable que, milagrosamente, los hablantes hayan dejado de flexionar en casos como o sean tres, sino que el proceso pasó por la lexicalización de o sea en su función de inciso, funcionalmente invariable. En esta función, se pudo observar una competencia variacional con alternativas del tipo séase y u séase. No se trata, pues, de la pérdida de una flexión originalmente respetada, sino de la generalización de un uso que siempre era neutro. El mecanismo gramaticalizador debe haber sido el uso de pausas para crear un estatus extraoracional, a partir del cual o sea pudo desplegar su potencial inferencial de introducción de una alternativa con referencia a un enunciado. En síntesis, cabe distinguir dos caminos de ósmosis. El primero une la oralidad informal a la escritura informal, con la posibilidad de extenderse a niveles más formales, pero en muchos casos las unidades siguen siendo informales (o sea, entonces ‹consecutivo›). El segundo, une el habla culta escrita con el habla culta oral, con posibles procesos osmóticos terciarios que van del habla culta formal al habla culta informal, oral o escrito, con la eventualidad de generalizarse en el habla informal en general. Los periódicos y la televisión parecen jugar un papel importante en este proceso, ya que representan la cara pública de la lengua, algo que se puede ostentar y que puede ser considerado como padrón estándar.

11.9. Uso y abuso de los índices de gramaticalización Para comprobar la gramaticalización de los marcadores del discurso, Travis (2005) se refiere a criterios corrientes como la ‹cancelación sintáctica› o la reducción de la forma. Según hemos visto, el uso del término gramaticalización para describir el desarrollo de los marcadores del discurso tiene el inconveniente de que se aplica un concepto intensionalmente limitado a la dimensión gramatical a una realidad polifacética, que incluye la fijación léxica, morfológica, sintáctica, pragmática, discursiva, sin hablar del aspecto variacional, por ejemplo, la fijación sociolingüística o diamésica. En realidad, los criterios de gramaticalización pueden acompañar varios tipos de fijación y convencionalización a lo largo de la historia. En la teoría de la gramaticalización, tal y como es presentada en la síntesis de Hopper / Traugott (22003), el uso suele ser circunspecto. Pero en los estudios de caso, como los de Travis, se detecta la tendencia de comprobar la gramaticalización con la simple verificación de una lista de criterios. Además, se convierten ciertos prejuicios del hablante culto en conjeturas diacrónicas. En términos generales, coincidimos con Waltereit (2006c, 73–74), quien refuta la validez de la mayoría de los criterios de gramaticalización en el caso de los marcadores del discurso. En su análisis del ‹desarrollo› del marcador pues en Cali (Colombia), Travis apunta: «Bueno and pues are not reduced in the data, though pues does undergo reduction in other dialects, where the diphthong is lost (/pos/ or even /ps/)» (Travis 398

(2005, 44)). En efecto, en nuestro corpus chileno po es una variante formal muy corriente de pues. Pero, desde el punto de vista histórico, po no es el resultado de una reducción del diptongo en pues, como lo pretende Travis. Si tal la fuera la hipótesis, habría que explicitar en virtud de qué principio fonético el diptongo –ue- se hubiera podido reducir a –o-. Por eso, hay que rechazar la conjetura de una reducción del diptongo. Es posible que algunos hablantes cultos lo perciban así porque piensen que los dialectos son productos decadentes del habla estándar regida por la norma escrita. La enseñanza escolar suele sustentar este tipo de argumentación, presentando las variantes dialectales como ‹abuso›, como en la doctrina gramatical de Andrés Bello y otros más. Evidentemente, resulta absurdo pensar que los hablantes de las zonas dialectales hubiesen hablado, en algún momento de la historia, la lengua según la norma culta, antes de seguir el camino de la decadencia. En realidad, la forma popular po se limitó a no seguir la diptongación de la vocal tónica en castellano, conservando el monoptongo latino: lat. post > esp. dial. po(s). Se trata de una variante más antigua y más conservadora que pues, no de la reducción de esta. Rabanales / Contreras (1992, 708–709) observan las variantes pues, pus, pu, pos en el habla oral culta de Santiago de Chile. Briz / Pons Bordería (2010, 346) citan un ejemplo oral del español peninsular con dos ocurrencias de pos. Santos Río (2003, 542b) apunta pus, calificándolo de forma dialectal considerada vulgar. En América, la extensión de pos y pus comprende también el norte, México y Estados Unidos, tanto en los núcleos poblacionales del español colonial como en el español de la inmigración más reciente (cf. Silva Corvalán et al. (2009, 247)). Por eso, la existencia paralela de pues y po en el español de Chile no es el resultado de un mismo camino de gramaticalización, ni nos arriesgaríamos a suponer que los hablantes perciban hoy en día las dos unidades como variantes formales de la misma palabra con las mismas funciones. Antes consideramos que la presencia simultánea de po y pues tiene que ver con la coexistencia del habla culta, que impone pues, con una tradición oral que conserva a veces el monoptongo, y la intervención de procesos osmóticos entre las dos tradiciones. La vinculación específica con las tradiciones oral o escrita explica también las importantes diferencias funcionales que se observan hoy en el uso de pues y po. El estudio diacrónico y variacional de las dos formas con el mismo étimo sería de gran interés para el estudio de la ósmosis oral-escrita, ya que este caso tiene la ventaja metodológica de disponer de criterios formales morfológicos. Travis sigue una costumbre muy arraigada en los hablantes cultos y, por ende, también en los lingüistas, que consiste en confundir lo sincrónicamente canónico con lo diacrónicamente original. Hemos detectado varios casos en el decurso de esta investigación. Los autores que consideran los adverbios cortos del tipo ella corre rápido como apócope popular de las formas en –mente, confunden la impresión de una decadencia de lo canónico con la diacronía real. Del mismo modo, Torres Stinga (1995, 180) escribe acerca del habla de Lanzarote: «Total y completo sustituyen en la lengua popular a sus derivados en –mente como modificadores intensivos del adjetivo al que se pospone: Una fuga eh vertical total. Ehte eh terreno pobre completo». Hablando de sustitución, el autor adopta el 399

punto de vista del habla culta, como si el habla popular hubiera nacido del habla culta para sustituirle algo en un proceso de decadencia diacrónica. Desde el punto de vista diacrónico, es más probable que el habla culta fuera la que sustituyó las formas incultas por otras, o, mejor dicho, que haya operado una selección de formas, prefi riendo – en cuanto a la función adverbial – las en –mente a las sin sufijo, extendiendo y generalizando asimismo un mecanismo que, si existía en el habla popular, estaba lejos de ser predominante. La imposibilidad de insertar un signo lingüístico entre las dos unidades que conforman el marcador o sea, pese a que ello sea posible en el uso productivo del sintagma (o los que sean), la aglutinación prosódica usual (o=sea, osea) y los fenómenos de contracción formal (osa, sa) apuntan hacia la lexicalización del marcador discursivo, ya que la forma verbal sea es invariable y que el uso productivo flexivo tiene una frecuencia muy marginal frente a la del marcador discursivo, a tal punto que no aparece ni en el Corpus Travis ni en el de Kluge (cf. Travis (2005, 129)). Dice Briz (2009, 574) que «en alguna ocasión nos hemos preguntado por qué [o sea] no se escribe ya junto». Ahora bien, la lexicalización de una forma reducida no indica todavía que haya habido gramaticalización. Si tal fuera el caso, todos los cambios diacrónicos formales a partir del latín serían señales de gramaticalización. Por eso hay que aclarar las implicaciones funcionales del cambio formal. En el caso de o sea, la lexicalización se hizo con respecto a funciones discursivas. Por consiguiente, es preferible caracterizar el proceso como discursivización lexicalizada, y no tanto como oracionalización, si no queremos caer en la trampa de un análisis somero y superficial. Las reducciones formales osea, osa y sa son procesos ulteriores que arrancan a partir de las funciones discursivas ya lexicalizadas en o sea. En concreto, las reducciones acompañaron el exceso de frecuencia que se observó en la «generación o sea», mejor dicho, en todos los hablantes que cultivaron el tic de usar o sea en su idiolecto. Si la captación al oído no nos engaña, las reducciones formales disminuyeron conforme el tic de usar o sea fue despareciendo. De ser así, asistiríamos a un proceso de vuelta hacia atrás. Cuando la moda de usar o sea estaba en su auge, la sincronía ofreció un gran número de variantes formales capaces de ser seleccionadas en el decurso de un proceso diacrónico. En lugar de tomar este rumbo, la diacronía dio vueltas hacia atrás, sin duda porque los hablantes nunca perdieron la conciencia de que se trataba de variantes reducidas de o sea. La creencia bastante generalizada, según la cual los marcadores del discurso atributivos serían reducciones de construcciones copulativas u otras construcciones más explícitas, es el resultado de la misma confusión de lo canónico culto con lo históricamente original. Según hemos visto en el capítulo 10, Travis mantiene la hipótesis genética está bueno que > bueno pese a no encontrar la construcción copulativa en su corpus (Travis (2005, 78)). Del mismo modo, Ocampo afirma que «[t]he discursive use must have developed from constructions such as está claro, es claro, claro que, etc.» (2006a, 311). Pero, ¿quién nos dice que la construcción «verbo copulativo + atributo», como en está claro, no haya ocurrido después del atributo sin cópula? Hablando de ‹cancellation of syntax› en el caso de bueno, 400

Travis admite implícitamente la idea de una decadencia sintáctica que parte de la construcción copulativa (2005, 80–81). Ahora bien, ni fue la sintaxis del español escrito en su primitiva fase histórica tan estandarizada como hoy, ni mucho menos podríamos suponer que lo fuera la sintaxis de la lengua hablada popular, ya que ello tampoco se observa hoy en día. ¿De dónde viene la ‹cancelación de la sintaxis›? Pues, simplemente de un prejuicio del hablante culto de hoy. Por cierto, nosotros tampoco nos referimos aquí a fuentes históricas. Por eso, corremos el mismo riesgo de formular simples conjeturas diacrónicas. En este caso, sin embargo, la estructura sintáctica del habla oral espontánea presenta algunas características universales, como las relaciones sintácticas asindéticas y las implicaturas conversacionales, que ponen en tela de juicio cualquier hipótesis que parta de las oraciones ‹gramaticales› plenamente explícitas de nuestra sintaxis escrita canónica. Los hablantes no hablan ni hablaban espontáneamente ‹con frases enteras›. Como mucho, aprenden a hacerlo. Por eso, conviene antes partir de la hipótesis, según la cual el habla oral se caracterizaba por una coexistencia de variantes con diferente grado de explicitud e integración sintáctica: ¡Bueno!, ¡Está bueno! ¡Está bueno que…! Es más, no se trata de una simple conjetura histórica. La coexistencia de estas variantes sigue siendo patente en los corpus que captan el habla de hoy, menos en el caso de bueno, por motivos idiosincráticos (cf. la preferencia por está bien (que)), pero sin duda en el caso de claro, lógico, y otros. Lo que la norma culta escrita hizo y sigue haciendo es seleccionar algunas variantes en detrimento de otras. Un ejemplo parecido son las formas imperativas tales ¡Un caballo! o ¡Correr!, que son perfectamente funcionales en el habla oral, pero imposibles en la norma escrita, fuera del discurso directo o de su imitación. Por eso, no convendría ‹explicarlas› como reducciones de Quiero un caballo o Quiero que corras, como a veces se observa. Se sabe, incluso, que la mayor frecuencia que vino a adquirir el subjuntivo en la expresión culta tiene que ver con el desarrollo de una sintaxis normativa, que conllevó el aumento de construcciones hipotácticas del tipo quiero que. Por eso, resulta altamente problemático hablar de la decadencia del subjuntivo en la expresión oral. Lo que sí sabemos, es que la norma culta favoreció la ascendencia del subjuntivo en los textos escritos8, como correlato del aumento de las estructuras hipotácticas. La relevancia de las estructuras hipotácticas, que se vieron largamente canonizadas como mecanismos de desencadenamiento del subjuntivo en la enseñanza, acabaron por marginar el empleo del subjuntivo en frases independientes del tipo ¡Viniera! En este sentido, el empleo del subjuntivo sufrió una intervención de la tradición escrita normativa, que acabó por reducir las posibilidades de optar por el subjuntivo o el indicativo en la expresión estándar. En cierto sentido, los mecanismos de desencadenamiento corresponden a una oracionalización por la tradición culta, que prefiere las reglas deterministas. Si bien es perfectamente posible alternar los modos con de ahí que, los hablantes cultos peninsulares optan sistemáticamente

8

Cf. las reflexiones generales en de Bustos Tovar (2011, 465).

401

por el subjuntivo en la expresión estándar escrita. Ello reviene a decir que el empleo del subjuntivo se gramaticalizó mediante su integración normativa en ciertas estructuras hipotácticas, con las que se suele ejemplificar de forma modélica las ‹reglas de subjuntivo›. Como en el caso de los atributos, ni la expresión literaria ni la oral espontánea se someten de la misma manera a las reglas canónicas que reducen el verdadero potencial funcional de los modos. El error de los que deploran la decadencia del subjuntivo es siempre el mismo: Se argumenta como si los hablantes de una zona, que hoy podría ser considerada dialectal, o de un estrato social, cuyo lenguaje de hoy sería tachado de subestándar, hubiesen hablado en algún momento remoto la lengua según los criterios de la norma escrita, y que la decadencia de esta norma escrita explicaría los dialectos de hoy. Es absurdo. Cabe señalar, en este contexto, otro factor que interviene a veces en la invención de una historia contraria a la realidad. Estamos hablando de la costumbre, muy arraigada en la lingüística moderna, de ‹explicar› a toda costa lo que se observa en la ‹superficie› de la lengua, es decir en los enunciados reales, con mecanismos genéticos de los que se supone partiesen de construcciones más explícitas. En este sentido, el intento de Travis de ‹explicar› el marcador ‹gramaticalizado› o sea como reducción del uso productivo sean dos, o sean tres es problemático, como tampoco convendría hablar de una cancelación sintáctica del tipo o sea que > o sea (cf. Travis (2005, 130)). No es que el tipo de explicación no fuese posible, en algunos casos, pero, en muchos casos, la lingüística corre el riesgo de inventarse una ‹explicación› según la regla, raramente puesta en tela de juicio, según la cual los procesos generativos sincrónicos y los procesos diacrónicos seguirían el principio ‹construcción más explícita > construcción más implícita›. La actitud ahistórica e inmanente del estructuralismo contribuyó largamente a favorecer este tipo de explicación determinista. Otro lugar común es el supuesto desarrollo de lo concreto hacia lo abstracto. Ocampo (2006a) propone un camino de evolución diacrónica para claro basado en el supuesto principio general «that semantic change generally proceeds from concrete to abstract» ((2006a, 309); cf. Hopper / Traugott (22003, 33)). Estamos intuitivamente inclinados a aceptar este principio, ya que tanto nuestra cultura de hablantes cultos como las ideas a veces demasiado simplistas de la semántica cognitiva nos lo sugieren, pero no hay que indagar mucho para ver que la situación es más compleja. En probablemente la casi totalidad de los casos de formación de palabras, el significado creado por derivación o composición, que motiva la unidad, es más amplio que los significados concretos que se establecerán en el decurso de la historia (emplear > empleado ‹persona que tiene empleo› > ‹persona que tiene un trabajo no manual›; matador ‹el que mata› > ‹el torero›, etc.). En este sentido, las representaciones prototípicas de un objeto suelen ser posteriores al concepto abarcado por la formación de la palabra (Hummel (1993, 134); (2011)). El proceso va de lo abstracto a lo concreto, incluso en la actualización sincrónica productiva, en la medida en que el hablante que crea empleado recurre a un concepto general para realizar una referencia concreta en el acto de habla. Ello demuestra que hay una relación interdependiente entre lo abstracto y lo concreto. Las capacidades 402

cognitivas del hablante le permiten tanto ir de lo concreto a lo abstracto como de lo abstracto a lo concreto. En el caso de los marcadores discursivos, también se observan procesos de especialización, como el uso contrapositivo de bueno o el uso de lógico como signo discursivo de afirmación. Evidentemente, la hipótesis de Ocampo podría ser correcta en el caso concreto de claro. La abstracción semántica es un proceso posible. Pero, aun así, los significados abstractos de claro ya existían en latín (2006a, 309).

11.10.

Conclusión

Hemos escogido como punto de partida el nivel productivo de la gramaticalización0, definida como simple integración de una unidad en una estructura gramatical, como la inserción de importante en el sintagma nominal el evento importante, para dar un ejemplo sencillo sin funciones pragmáticas o discursivas añadidas. La situación cambia cuando anteponemos el atributo en el importante evento o cuando los hablantes rompen la sintaxis con pausas, como en o sea, tres vs. o sean tres. Este proceso es lineal y paralelo a la vez, en la medida en que cada integración en una construcción que pertenece a un enunciado concreto conduce linealmente a una sola función comunicativa, a la vez que el hecho de usar la misma unidad en construcciones distintas, o de existir una serie de variantes inferenciales en la misma posición de inciso sintácticamente independiente, coloca el hecho lineal de la actualización enunciativa en una situación de coexistencia paralela con otras variantes de uso. Los procesos de aumento de frecuencia (usualización), de especialización y lexicalización, así como su posible correlato, y la desmotivación, pertenecen al nivel 1 de la gramaticalización1. El nivel 2 de la gramaticalización2 se refiere a la competencia de las construcciones paralelas y los subsecuentes procesos de marginación y eliminación. La tendencia a interpretar justamente, realmente, naturalmente, felizmente, etc. como adverbios enunciativos, aun cuando se usan sin pausa en posición postverbal, que suele corresponder a los adverbios de manera, refleja un proceso de expansión a costa de las variantes paralelas de manera. La eliminación de construcciones paralelas (variantes) conduce a un cambio diacrónico que, visto a gran distancia, adopta la forma a 0 > a1, con la que se oculta artificialmente la situación de competencia sincrónica. La definición del nivel productivo de la gramaticalización0 nos ha permitido sacar a la luz que los marcadores del discurso con base atributiva no son ni provienen genéticamente de adverbios o adverboides, como suelen opinar los que intentaron clasificarlos según las clases de palabras tradicionales, sino de atributos neutralizados. En efecto, la invariabilidad se da también en el nivel productivo, cuando el atributo se refiere a un enunciado, como en las interjecciones del tipo ¡Lógico!, o en enunciados como Nos pareció problemático comprobar la hipótesis. Si bien los atributos son flexivos en las construcciones copulativas, y nadie duda de su valor de adjetivos, la flexión no se observa cuando el atributo se refiere a un enunciado. Por consiguiente, la invariabilidad de los marcadores del discurso, que se refieren 403

por definición a enunciados, no es el resultado de un desarrollo diacrónico gradual, sino algo que debió existir desde el principio, y que se fijó como propiedad léxica en la función discursiva. Del mismo modo, o sea es una variante de la unidad predicativa de o sea algo, en la que algo es un enunciado que conlleva la invariabilidad de o sea. Finalmente, también se observan procesos de fijación de formas flexivas, como digamos u oye, que siguen usando la flexión para las relaciones fáticas con los interlocutores, con la posibilidad de aprovecharlas retóricamente. Ello demuestra claramente que la fijación depende de las funciones ‹locales› observables en la gramaticalización0. Si esta función es fática-interpersonal, la forma lexicalizada fija una determinada combinación de morfemas de número y persona, en el caso de los verbos. Si esta función se dirige a un enunciado, se fija la forma neutra, sin que podamos interpretar la subsecuente invariabilidad ‹local› como indicador de su pertenencia a la clase de los adverbios. En cuanto a la ósmosis oral-escrita, hemos observado la tendencia de confundir lo sincrónicamente canónico con lo diacrónicamente original. El criterio de la cancelación sintáctica, por ejemplo, tiende a poner arbitrariamente las construcciones plenamente explícitas como punto de partida de posibles procesos de gramaticalización, sin enterarse de que es más probable que las «frases enteras» y «oraciones gramaticales» sean el producto de una intervención normativa de la cultura escrita, es decir, un tipo de gramaticalización que hemos caracterizado como oracionalización. La estructura asindética y la gran importancia de los procesos inferenciales son características universales de la oralidad espontánea. Así, por ejemplo, el registro oral-informal tiene una preferencia por archilexemas genéricos como cosa, algo, etc., cuya interpretación contextual es también altamente inferencial (cf. Maas (2010b, 94)). De ello se desprende que los marcadores discursivos oral-informales participan de una tendencia general de la decodificación por vía inferencial que, a su vez, está relacionada con la necesidad económica de expresarse en poco tiempo y sin planificación sistemática. Por eso, resulta prácticamente imposible explicar los marcadores del discurso atributivos como reducciones diacrónicas de construcciones copulativas explícitas. La obstinación de muchos lingüistas en proponer modelos generativos del tipo «A es la base que explica de B» para explicar las construcciones de la lengua, corre el mismo riesgo de proyectar lo canónico y explícito en la base genética. Evidentemente, no hay que olvidar que nuestra argumentación fue desarrollada a partir de una perspectiva y de datos sincrónicos. Nos pareció importante hacerlo, ya que la gramaticalización diacrónica tiene su base en el funcionamiento sincrónico. No obstante, nuestra perspectiva fue limitada. Habrá que profundizar la diacronía de los signos discursivos para ver si las conjeturas diacrónicas formuladas a partir de la sincronía corresponden o no, a los datos diacrónicos empíricos.

404

Conclusión general

Al comenzar este libro, como capítulo de otro libro sobre la función atributiva (Hummel (en preparación)), no pensábamos que pudiera confirmarse con tanta claridad la validez de nuestra teoría acerca del desarrollo del sistema atributivo en dos ejes, con un sistema monocategorial en la tradición oral y un sistema bicategorial en la tradición escrita. Si comparamos los marcadores discursivos con base atributiva bueno, claro, total, etc. con otras funciones atributivas, como lo son los adjetivos adnominales, la predicación secundaria, los adverbios atributivos, los atributos terciarios (cuantitativos), etc., no cabe duda de que los marcadores del discurso son la manifestación más evidente de la vigencia del sistema monocategorial en la tradición oral. Su predominio en el habla oral informal es abrumador frente al uso marginal de los adverbios en –mente. Por otro lado, la norma culta los rechaza rotundamente en la expresión escrita. De esta forma, hemos corroborado un marco teórico bastante sencillo, que podría un día contar entre aquellas propuestas que evitan las numerosas contradicciones que pueblan nuestras gramáticas y que introducen mayor simplicitud y valor explicativo, según las palabras de Salvador Gutiérrez Ordóñez en su discurso de recepción en la Real Academia (2008, 52). No es una teoría deducida a partir de una de las grandes teorías lingüísticas omniabarcadoras, sino una teoría limitada a la función atributiva y fundamentada en los hechos observables en las lenguas romances. Formulada en Hummel (2000), sin pensar todavía en los marcadores del discurso o los signos discursivos en general, la teoría ha demostrado su valor explicativo en el campo de los signos discursivos, completamente novedoso para nosotros. Desde el punto de vista cualitativo, los marcadores discursivos atributivos se encuentran en contextos en los que su función atributiva no se limita al tipo adjetival, parafraseable con construcciones copulativas (claro vs. está claro que), sino que abarcan también las funciones atributivas adverbiales (estupendo ‹estupendamente›) y circunstanciales (total ‹en total›). De esta forma, los atributos monocategoriales comprenden las funciones atributivas que suelen ser formalmente diferenciadas en la expresión escrita. El hecho sorpresivo de que los atributos monocategoriales asuman también funciones discursivas circunstanciales, nos ha obligado a ampliar nuestra hipótesis inicial, según la cual, los atributos monocategoriales se usaban solamente para las funciones sintácticas de adjetivo y adverbio. En la expresión oral, el número de circunstantes discursivos con base atributiva queda bastante limitado. En la expresión escrita, que sirve a la comunicación a distancia, el imperativo de añadir informaciones situacionales conlleva naturalmente un aumento de las funciones dis405

cursivas circunstanciales. Ello se ve reflejado en el elevado número de circunstantes textuales tales como históricamente, geográficamente, etc. La tradición oral monocategorial y la tradición escrita bicategorial no constituyen sistemas cerrados. Se observan efectos osmóticos tanto en la dirección ‹oralĺescrito› como, por el impacto de la enseñanza, en la dirección ‹escritoĺoral›. La ósmosis ‹oralĺescrito› se encuentra caracterizada por efectos de selección cualitativa y cuantitativa. La oralidad dispone de series más largas de variantes con diferente grado de explicitud e integración oracional: claro, claro que, está claro, claro está, está claro que. Si no sirve para imitar la oralidad en el discurso directo o indirecto libre, la expresión escrita tendrá que recurrir a está claro que, con lo cual se opera a la vez una reducción de la polifuncionalidad oral de claro. En la mímesis del habla oral, se observa cierta preferencia por usar los marcadores discursivos con el verbo copulativo (está claro, claro está), incluso en el caso de bueno, donde la construcción copulativa no es equivalente con el marcador discursivo independiente, ni es usual en la expresión oral. En algunos casos, la expresión escrita puede optar por el adverbio en –mente correspondiente, como en el caso de claramente. Se observan incluso efectos de hipercorrección cuando ciertos hablantes usan igualmente con el mismo valor discursivo adversativo que igual. Suponemos que este fenómeno se da con mayor frecuencia en América. En Hispanoamérica, donde el uso de los atributos monocategoriales abunda en la oralidad informal, la oposición de los dos sistemas entra más claramente en la conciencia de los hablantes. Con fundamento en estas observaciones, hemos planteado serias dudas respecto al lugar común según el cual los marcadores del discurso con base atributiva serían el resultado elíptico de la reducción de las construcciones copulativas, según el modelo está claro que > claro. En ningún momento de la historia, la oralidad informal dejó de presentar sus características universales de construcción asindética y de interpretación con amplio margen inferencial. Contrariamente al lugar común, hay fuertes motivos para pensar que las construcciones copulativas son las variantes explícitas preferidas por la expresión escrita, que vinieron a predominar posteriormente en esta tradición. Además, la hipótesis de la cancelación sintáctica no abarca, por motivos funcionales, casos como total que no podemos parafrasear con *es total que. Y, sobre todo, resultaría imposible explicar la polisemia y la polifuncionalidad de los marcadores del discurso, sin tomar como punto de partida el potencial inferencial abierto por la prosodia independiente de los marcadores discursivos en la expresión oral. En efecto, en todas las construcciones copulativas se observa la conservación del significado básico del atributo, con una sola excepción, es / da igual. De ser así, no se ve cómo podría surgir la polifuncionalidad a partir de las construcciones copulativas. Por estos motivos, el camino de gramaticalización tuvo que arrancar del uso prosódico independiente de los atributos en la oralidad informal. Pensamos, incluso, que la obstinación de los lingüistas en buscar ‹explicaciones› causales que generan todo a partir de estructuras canónicas, los lleva a confundir lo canónico con lo genéticamente primitivo. En consecuencia, no se pueden estudiar los caminos de gramaticalización sin tener en cuenta las discrepancias que vinieron a crearse entre la tradición escrita y la oral, a tal punto, que no 406

parece descabellado considerar la predicación secundaria y los adjetivos destacados como procesos de gramaticalización de la tradición escrita, cuyas normas obligan a optar por el uso sistemático de los atributos, sea como adjetivos, sea como adverbios. Frente a esta labor de depuración categorial, la flexión ocasional popular (medios tontos, vamos directos) se presenta como ‹ilógica› al hablante culto. Con todo, este tipo de flexión fue perfectamente funcional en los romances primitivos, donde servía para indicar una cohesión temática, y no tanto una atribución lógica de una propiedad que la tradición gramaticográfica racionalista impuso después. Estos resultados justifican nuestra postura metodológica, esbozada en Hummel (2000), según la cual la variación sincrónica puede ser la mejor clave para reconstruir la diacronía de la oralidad. Por problemáticas que sean las conjeturas diacrónicas a partir de datos sincrónicos, las propiedades universales del habla oral siguen siendo observables hoy en día, y las variedades lingüísticas nos dan acceso a variantes de las que podemos suponer, de forma fundamentada, que son de tradición oral, por ejemplo cuando se sigue usando po(s) en la variedad chilena, frente a la forma canónica pues. No es que no se deban efectuar estudios diacrónicos con los corpus escritos disponibles, muy al contrario. Pero había que poner en tela de juicio la capacidad de la expresión escrita de reflejar lo oral. Si bien las dos tradiciones siguen estando interrelacionadas, estas acabaron por constituirse en tradiciones sui generis cuyas relaciones se caracterizan en términos de ósmosis selectiva, operada por la consciencia lingüística, y no como simple proceso de difusión. Los marcadores del discurso con base atributiva lo confirman de forma contundente, ya que su exclusión de la expresión escrita torna casi imposible pronunciarse objetivamente sobre su diacronía a partir de datos escritos. La transposición de atributos monocategoriales a funciones de marcadores del discurso se realiza a partir de técnicas de discursivización generales, como la dislocación sintáctica, esencialmente al principio de un enunciado (anteposición), la técnica de (des)vinculación prosódica y la entonación. Por esta razón, el análisis del discurso y el análisis conversacional no deberían pasar por alto los fundamentos gramaticales de los procesos de discursivización. En lugar de constituir disciplinas independientes u opuestas a la lingüística sistémica, hay que profundizar en el estudio de las interfaces que se producen entre los significados conceptuales y categoriales, las posiciones y funciones sintácticas, así como en la prosodia y las funciones discursivas propiamente dichas, teniendo en cuenta la polisemia y la polifuncionalidad. Por eso mismo, nuestro análisis ha insistido más en la dinámica y complejidad de las técnicas de discursivización, que en la clasificación material de las unidades discursivizadas como conectores y operadores. Lo único que se puede hacer es presentarlos (y no tanto clasificarlos) según su convergencia en determinadas funciones discursivas. Lógicamente, un marcador discursivo polifuncional tiene funciones que lo unen a las de otros marcadores discursivos, junto a funciones divergentes que lo separan de estos, acercándolo a otros. Los conceptos de polisemia y polifuncionalidad han sido fundamentales en la descripción explicativa del funcionamiento de los marcadores del discurso. El análisis de los marcadores del discurso con base atributiva, tales como bueno, claro, 407

igual, fijo, etc., ha puesto de manifiesto la importancia de las redes semánticas y funcionales que los unen con su lexema base. Por usual que fuese, el término de polifuncionalidad no tenía definición. Lo hemos definido en analogía con el de polisemia como manifestación de redes motivadas que se desarrollan a partir de funciones básicas, en el caso de la polifuncionalidad, y de conceptos básicos, en el de la polisemia. Esta visión compleja de los marcadores del discurso nos ha permitido analizar de forma diferenciada lo que suele reducirse a simples procesos de gramaticalización. Además, existe una relación genética estrecha entre la polisemia y la polifuncionalidad, en la medida en que los nuevos significados suelen ser estimulados por la posición y la función sintácticas: un hombre grande vs. un gran hombre, corre igual vs. igual corre, habla mucho vs. mucho habla (… y poco dice). En el caso de los marcadores del discurso, las redes motivadas polisémicas y polifuncionales colisionan con las funciones discursivas motivadas por las estrategias retóricas de los hablantes. Así, por ejemplo, el marcador bueno es semánticamente motivado respecto a su función de aceptación, y categorialmente motivado por su papel atributivo hacia el argumento anterior. En términos funcionales, este complejo polisémico y polifuncional constituye la ‹cara izquierda› de una naturaleza discursiva bicefálica. La ‹cara izquierda› (con alcance anafórico) le sirve al hablante de pretexto para introducir un argumento nuevo, muchas veces divergente y hasta contrapuesto al argumento anterior. De ello se desprende que la ‹cara izquierda› le sirve al hablante como recurso retórico de aceptación aparente a partir de la cual desarrolla su propia argumentación discordante, que constituye la ‹cara derecha› de bueno (con alcance catafórico). Este funcionamiento retórico dialéctico pasa inadvertido en los intentos de fusionar los componentes en un significado homogéneo, o en los listados de las funciones discursivas universales del tipo reformulación, elaboración, corrección, etc. Estas funciones universales entran como un componente entre otros más específicos en los perfiles de uso de los marcadores discursivos, que podrían servir de base a la microestructura de las entradas en los recientemente proyectados diccionarios de signos discursivos. Nuestro estudio de los atributos con función discursiva nos ha hecho descubrir una dinámica de discursivización, sostenida por las técnicas mencionadas, que no paraba en las unidades que nos habíamos propuesto analizar inicialmente. Nos dimos cuenta de que, por útiles que sean, los intentos de clasificación predominan de tal manera que llegan a ocultar la dinámica del hablar. Así, los adjetivos adnominales no caían en nuestra perspectiva, ni siquiera en la más abarcadora de Hummel (en preparación), de donde arrancó el presente trabajo. Ahora bien, la importancia de la técnica de anteposición para construir una perspectiva subjetiva sobre los hechos relatados nos ha conducido, inevitablemente, a la subjetividad que caracteriza los adjetivos adnominales antepuestos de tipo un gran hombre. Además, la prosodia de acercamiento, que llega a la aglutinación en un gran hombre, y de distancia, con pausas simétricas o asimétricas, como en nuestro ejemplo «una infección … terrIble», crea una realidad lingüística oral que no corresponde a la diferencia clara entre adjetivo adnominal y adjetivo destacado (‹incidental›), que aprendemos con el estudio de la lengua escrita, sino que pone de manifiesto una dinámica del 408

hablar que va desde la vinculación extrema (aglutinación) hacia la desvinculación extrema (pausa larga). Si quisiéramos emprender de nuevo este estudio, incluiríamos estos dos fenómenos con la debida atención.1 Con todo, queremos dejar el estudio tal y como fue proyectado, considerando que tomar conciencia de los defectos y límites también es un resultado. Otras propiedades de este libro son sus ventajas o defectos, según sea la perspectiva. Así, el capítulo sobre la gramaticalización puede parecer insuficiente en vista de la abundancia de la bibliografía y del grado de especialización de la discusión. Por otro lado, el hecho de estudiar un fenómeno desde una serie de perspectivas distintas, integrándolas en un esfuerzo de síntesis multidimensional, presenta la ventaja metodológica de contrabalancear el hermetismo de los análisis monoperspectivales. Pensamos que el objeto de la investigación se va perfilando conforme se multiplican las perspectivas científicas adoptadas, de tal suerte que podemos decir que nace en la interfaz de los métodos. Nuestro enfoque sincrónico de las motivaciones funcionales y conceptuales de los signos discursivos nos ha permitido formular conjeturas diacrónicas, ya que la diacronía se refleja a menudo en las relaciones genéticas que se intuyen desde una perspectiva sincrónica. Lógicamente, ahora urge efectuar estudios complementarios con un enfoque empírico diacrónico. Esperemos que, de esta forma, la metodología complementaria nos permita descubrir y paliar, tanto las insuficiencias y los errores de las conjeturas, como los problemas que surgen a la hora de proyectar los resultados de análisis diacrónicos efectuados con datos escritos sobre la diacronía oral.

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Véanse al respecto los aspectos debatidos en el volumen colectivo de Apothéloz et al. (2009).

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