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Spanish Pages 415 [420] Year 2013
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Petroglifos, paleoambiente y paisaje. Estudios interdisciplinares del arte rupestre de Campo Lameiro (Pontevedra) Felipe Criado-Boado, Antonio Martínez-Cortizas y Marco V. García Quintela (eds.)
Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit) Consejo Superior de Investigaciones Científicas
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TAPA
TRABALLOS de ARQUEOLOXÍA e PATRIMONIO
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TAPA 42 Traballos de Arqueoloxía e Patrimonio (TAPA)
Comité editorial Marco V. García Quintela, Universidad de Santiago de Compostela (USC). Director. Xosé Lois Armada Pita (CSIC). Secretario. Agustín Azkárate Garai-Olaun, Universidad del País Vasco (UPV-EHU). Felipe Criado-Boado, Instituto de Ciencias del Patrimonio, Incipit (CSIC). Almudena Hernando Gonzalo, Universidad Complutense de Madrid (UCM). Mª Isabel Martínez Navarrete, Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CCHS (CSIC). César Parcero-Oubiña, Instituto de Ciencias del Patrimonio, Incipit (CSIC). Arturo Ruiz Rodríguez, Universidad de Jaén (UJA). Juan Vicent, Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CCHS (CSIC).
Consejo asesor Teresa Chapa Brunet, Universidad Complutense de Madrid (UCM). Paloma González Marcén, Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Pedro López Barja de Quiroga, Universidad de Santiago de Compostela (USC). Pilar López García, European Research Council (ERC). José Mª López Mazz, Universidad de la República de Uruguay (UDR). Antonio Martínez-Cortizas, Universidad de Santiago de Compostela (USC). Almudena Orejas Saco del Valle, Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CCHS (CSIC). Dario Seglie, Museo Civico di Archeologia e Antropologia (Pinerolo, Italia).
Dirección de contacto: Secretaría de TAPA Instituto de Ciencias del Patrimonio, Incipit CSIC [email protected] Rúa de San Roque, 2 15704 Santiago de Compostela Galicia, España Los volúmenes de la serie TAPA se pueden descargar gratuitamente, pasado el periodo de embargo, desde la página de edición electrónica de libros de la Editorial CSIC (http://libros.csic.es/), desde la página web del Incipit (http://www.incipit.csic.es/es/Series/SerieTAPA.aspx) o directamente desde Digital CSIC, repositorio institucional del CSIC (http://digital.csic.es/handle/10261/36691).
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PETROGLIFOS, PALEOAMBIENTE Y PAISAJE. ESTUDIOS INTERDISCIPLINARES DEL ARTE RUPESTRE DE CAMPO LAMEIRO (PONTEVEDRA)
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Ficha técnica Responsables del volumen Responsables de la edición del volumen y revisión de contenidos y textos: Felipe Criado-Boado, Antonio Martínez Cortizas y Marco Virgilio García Quintela Autores: Juan Antonio Belmonte Avilés, Instituto de Astrofísica de Canarias; Andrés Bonilla Rodríguez, arqueólogo profesional, Prospectiva y Análisis Arqueólogos S.L.P.; Richard Bradley, University of Reading, UK; Ward Chesworth, University of Guelph, Canadá; Manuela Costa-Casais, Incipit, CSIC; Felipe Criado-Boado, Incipit, CSIC; Pastor Fábrega-Álvarez, Incipit, CSIC; Cruz Ferro Vázquez, Incipit, CSIC; João Fonte, Fundação para a Ciência e a Tecnologia, Portugal; Åsa Fredell, University of Gothenburg, Suecia; Marco V. García Quintela, Laboratorio de Paleoambiente, Patrimonio y Paisaje (LPP), IIT, USC; A. César González-García, Incipit, CSIC; Alejandro Güimil-Fariña, Laboratorio de Paleoambiente, Patrimonio y Paisaje (LPP), IIT, USC; José López Alonso, arqueólogo profesional, Patrimonio y Arqueología Servicios Técnicos S.L.N.E.; Pilar López García, European Research Council, Bélgica; Lourdes López Merino, Institute for the Environment, Brunel University, UK; José Antonio López Sáez, CCHS, CSIC; María Martín-Seijo, Dpto. de Historia 1, USC; Antonio Martínez-Cortizas, Laboratorio de Paleoambiente, Patrimonio y Paisaje (LPP), IIT, USC; Fidel Méndez, arqueólogo profesional, Patrimonio y Arqueología Servicios Técnicos S.L.N.E.; Joeri Kaal, Incipit, CSIC; Kristian Kristiansen, University of Gothenburg, Suecia; César Parcero-Oubiña, Incipit, CSIC; Sebastián Pérez Díaz, Incipit, CSIC; Xabier Pontevedra-Pombal, GEMAP, USC; M. Pilar Prieto-Martínez, Laboratorio de Paleoambiente, Patrimonio y Paisaje (LPP), IIT, USC; Manuel Santos-Estévez, CCHS, CSIC; Yolanda Seoane-Veiga, Incipit, CSIC; Joana Valdez-Tullett, becario FCT de doctorado, University of Southampton, UK; Mario César Vila, arqueólogo profesional, Prospectiva y Análisis Arqueólogos S.L.P.; Willem Viveen, Land Dynamics Group, Wageningen University. Revisión y uniformización del volumen: Matilde Millán Lence. Delineación y aparato gráfico: Anxo Rodríguez Paz y autores de los capítulos correspondientes. Fotografías: De los autores.
Equipo de trabajo de campo Investigador responsable del proyecto: Felipe Criado-Boado. Dirección científica: Felipe Criado-Boado, Marco Virgilio García Quintela, Antonio Martínez Cortizas. Coordinación de trabajos de campo: Manuel Santos-Estévez, Yolanda Seoane-Veiga. Directores/responsables de actuaciones arqueológicas: Manuel Santos Estévez, Yolanda Seoane-Veiga, Andrés Bonilla Rodríguez, Fidel Méndez, José López Alonso. Ayudantes de dirección de actuaciones arqueológicas: Yolanda Seoane-Veiga, Mario César Vila, Graciela Rojo Alberte. Equipos técnicos de actuaciones arqueológicas: Juan Anca Calvo, Teresa Espejo Guardiola, Åsa Fredell, Leonardo González Pérez, Cristina Mato Fresán, Yolanda Porto Tenreiro, Fernando Quintas González, Manuel Santos Estévez, Yolanda Seoane-Veiga, Elena Taboada Durán, Joana Valdez Freire, Eduardo Velázquez Turnes. Control geomorfológico: Manuela Costa Casais, Xabier Pontevedra Pombal. Control edafológico: Xabier Pontevedra Pombal, Antonio Martínez Cortizas. Coordinación con el equipo sueco: Åsa Fredell. Equipo de trabajo de gabinete: Teresa Espejo Guardiola, Raquel López Noia, Cristina Mato Fresán, Matilde Millán Lence, Teresa Neo Pérez, Anxo Rodríguez Paz, Yolanda Porto Tenreiro, M. Pilar Prieto Martínez, Fernando Quintas González, Sofía Quiroga Limia, Manuel Santos Estévez, Yolanda Seoane Veiga. Equipo de trabajo de campo: Sven-Gunnar Boström, Elena Cabrejas Domínguez, Rosario Canicoba Castro, Rosangela Cortez Thomaz, Teresa Espejo Guardiola, Sara Fairén Jiménez, Xabiel Fernández García, Dina Mikaela Cecilia Fransson, Åsa Fredell, Leonardo González Pérez, Radoslaw Grabowski, Jonas Gutebrand, David Hernández Sánchez, Sara Karolina Hjalmarsson, John Peter Holmblad, Ann Ellinor Ulrika Johansson, Thomas B. Larsson, Esperanza Martínez Couce, Cristina Mato Fresán, Craig Steven Mac Donald, Indira Isabel Montt Schroeder, Frida María Palmo, Antón Pereira Abonjo, Gonzalo Ernesto Pimentel Guzmán, Yolanda Porto Tenreiro, Fernando Quintás González, David Rodríguez González, Manuel Santos Estévez, Yolanda Seoane-Veiga, Ronny Johan Marcus Smeds, Elena Taboada Durán, Ida Emma María Tegby, Joana Valdez Freire. Financiación de la investigación: En las páginas 22 y 23 se enumeran todos los proyectos de convocatorias públicas o de otro tipo a cuyo abrigo se realizó esta investigación. Condiciones administrativas: Los trabajos arqueológicos fueron realizados siempre bajo autorización expresa de la Dirección Xeral do Patrimonio Cultural de la Xunta de Galicia. La investigación se coordinó en todo momento con la Rede Galega do Patrimonio Arqueolóxico –RGPA (responsables Maru Tallón Nieto, Fausto Infante Roura, Manuel Rey García y Eugenio Rodríguez Puentes) y, desde la creación oficial del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre de Campo Lameiro (Pontevedra), con la dirección de éste último. Agradecimientos: Agradecemos encarecidamente a todas las personas que a lo largo de un dilatado y complejo proceso de investigación y trabajo, contribuyeron al buen desarrollo de éstos con su ayuda y colaboración, especialmente a Xulio Sayans, alcalde de Campo Lameiro, al Bar Tito de Campo Lameiro, a los responsables de la RGPA y del Parque, a los compañeros del Incipit, Síncrisis y GEMAP, así como a Richard Bradley y Kristian Kristiansen por su continuo estímulo e interés en este trabajo.
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PETROGLIFOS, PALEOAMBIENTE Y PAISAJE. ESTUDIOS INTERDISCIPLINARES DEL ARTE RUPESTRE DE CAMPO LAMEIRO (PONTEVEDRA) Felipe Criado-Boado, Antonio Martínez-Cortizas y Marco Virgilio García Quintela (eds.)
consejo superior de investigaciones científicas Consejo Superior de Investigaciones Científicas xunta de galicia santiago de compostela, Instituto de Ciencias del Patrimonio2006 (Incipit)
Madrid, 2013
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Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.
La investigación recogida en este volumen ha sido financiada por los siguientes proyectos: PGIDIT02CCP60601PR; HPRN-CT-2002-00230; BHA 2002-04231-C02-02; HUM 2005-01119; PGIDIT06PXIC606049PN; CSD2007-00058TCP; PGIDIT03PXIC60601PN.
Catálogo general de publicaciones oficiales: http://publicacionesoficiales.boe.es/ EDITORIAL CSIC: http://editorial.csic.es (correo: [email protected])
© CSIC © Felipe Criado-Boado, Antonio Martínez-Cortizas y Marco Virgilio García Quintela (editores), y de cada texto, su autor.
Vista del área de Paredes, zona nuclear del Parque da Arte Rupestre de Campo Lameiro y área de investigación de esta monografía. El dibujo ha sido realizado por el pintor Felipe Criado, en agosto de 2003, y representa en clave artística la relación de la zona de estudio con su entorno. Refleja una impresión subjetiva que enfatiza la situación central de esta zona en medio del valle, en una posición prominente aunque rodeada por terrenos más elevados, una localización que sugiere el carácter de geografía sagrada de la zona de Paredes, algo que los estudios contenidos en este volumen refuerzan y completan desde diferentes perspectivas.
e-ISBN: 978-84-00-09664-9 e-NIPO: 723-12-208-X Maquetación: R.B. Servicios Editoriales, S.A.
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ÍNDICE
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Traballos de Arqueoloxía e Patrimonio, 42
PREFACIO
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SECCIÓN I. PLANTEAMIENTOS Y METODOLOGÍAS
CAPÍTULO 1. UN PROYECTO INTERDISCIPLINAR PARA EL ESTUDIO DEL ARTE RUPESTRE
13
1. PRESENTACIÓN DEL VOLUMEN Y DE LA ESTRATEGIA DE INVESTIGACIÓN
13
2. THE EUROPEAN CONTEXT OF LATE PREHISTORIC FIGURATIVE ROCK ART
28
3. EL CONTEXTO TEMPORAL DEL ARTE RUPESTRE DE GALICIA: HISTORIOGRAFÍA DE LAS PROPUESTAS CRONOLÓGICAS
35
CAPÍTULO 2. DEFINICIÓN DE LOS ÁMBITOS GEOGRÁFICOS DE ESTUDIO
41
CAPÍTULO 3. METODOLOGÍA DE ANÁLISIS
49
1. CARACTERIZACIÓN GEOMORFOLÓGICA
50
2. CARACTERIZACIÓN DE LAS FORMACIONES EDÁFICAS Y SEDIMENTARIAS
51
3. PALEOPALINOLOGÍA
55
4. METODOLOGÍA Y FUNDAMENTO DE LAS OBSERVACIONES ARQUEOASTRONÓMICAS
59
CAPÍTULO 4. DINÁMICA GEOMORFOLÓGICA DEL ÁREA DE ESTUDIO Y SU RELEVANCIA EN LA TRANSFORMACIÓN DEL PAISAJE
65
SECCIÓN II. ARQUEOLOGÍA DEL ARTE RUPESTRE
CAPÍTULO 5. LA PROSPECCIÓN ARQUEOLÓGICA DE PETROGLIFOS: METODOLOGÍA Y RESULTADOS
83
CAPÍTULO 6. LA REPRODUCCIÓN DE LOS GRABADOS: DE LA TÉCNICA A LA INTERPRETACIÓN
95
CAPÍTULO 7. LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA DEL ARTE RUPESTRE
107
1. EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN EL ENTORNO DE LOS PETROGLIFOS
107
2. EXCAVACÓN DE UN POSIBLE YACIMIENTO RELACIONADO CON LOS PETROGLIFOS EN LA ZONA DE CHAN DAS POZAS. CAMPAÑA DE 2005
124
3. EXCAVACIÓN DEL YACIMIENTO DE CHAN DAS POZAS, CAMPAÑA DE 2008
130
CAPÍTULO 8. TENDENCIAS GENERALES EN LA DISTRIBUCIÓN DE YACIMIENTOS PREHISTÓRICOS Y PROTOHISTÓRICOS
139
CAPÍTULO 9. CERÁMICA DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN EL VALLE MEDIO DEL RÍO LÉREZ
145
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SECCIÓN III. EL ARTE RUPESTRE Y LA CONSTRUCCIÓN DE UN PAISAJE CULTURAL
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CAPÍTULO 10. ANÁLISIS DE DISTRIBUCIÓN DEL ARTE RUPESTRE DE ESTILO ATLÁNTICO
155
CAPÍTULO 11. CASTROS, CAMINOS, RUTAS Y OCUPACIÓN DEL ESPACIO. MODELIZACIÓN Y ANÁLISIS DE LAS FORMAS DE MOVILIDAD ASOCIADAS A LOS ASENTAMIENTOS DE LA EDAD DEL HIERRO A TRAVÉS DE HERRAMIENTAS SIG
171
CAPÍTULO 12. ROCK ART AND IMAGE ANALYSIS
187
CAPÍTULO 13. CIERVOS, TIEMPO Y PAISAJE: UNA INTEGRACIÓN ARQUEOASTRONÓMICA
197
CAPÍTULO 14. SOBRE LUGARES Y DISCURSOS: ANTROPOLOGÍA DE LA TOPOLOGÍA COMPARADA
211
SECCIÓN IV. LAS DINÁMICAS PALEOAMBIENTALES DE UN PAISAJE CULTURAL
CAPÍTULO 15. LA MORFOLOGÍA DE LOS SUELOS
227
CAPÍTULO 16. DE LA GEOQUÍMICA AL PAISAJE: COMPOSICIÓN ELEMENTAL DE LOS SUELOS
239
CAPÍTULO 17. CARACTERÍSTICAS FÍSICAS Y QUÍMICAS DE LOS SUELOS
255
CAPÍTULO 18. EL USO DE LA HUELLA MOLECULAR DE LA MATERIA ORGÁNICA EN GEOARQUEOLOGÍA
265
CAPÍTULO 19. PALEOPAISAJE VEGETAL: ANÁLISIS PALINOLÓGICO DE LA SECUENCIA DE PRD-II
273
SECCIÓN V: CONSECUENCIAS Y PERSPECTIVAS
CAPÍTULO 20. UNA PROPUESTA DE PERIODIZACIÓN PARA EL ARTE RUPESTRE ATLÁNTICO
283
CAPÍTULO 21. PERSPECTIVES FROM OUTSIDE
291
1. TWENTY QUESTIONS ABOUT CAMPO LAMEIRO
291
2. LIVING ON AN OVERLOADED WORLD: THE LONG VIEW OF THE NEOLITHIC REVOLUTION
293
SECCIÓN VI: ANEXOS
RESÚMENES DE LOS CAPÍTULOS
303
ÍNDICE DE FIGURAS
323
ENGLISH ABSTRACTS FOR THE FULL VOLUMEN
335
INDEX OF FIGURES
353
BIBLIOGRAFÍA
365
CATÁLOGO DE DATACIONES RADIOCARBÓNICAS
387
GLOSARIO
409
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PREFACIO
By Kristian Kristiansen
The study of Bronze Age rock art underwent a major transformation during the last 10-15 years. From being a specialist reserve for art based research to being integrated into the dominant research paradigms. This development is characterized by at least three new theoretical and methodological directions, all of which are present in this collection of articles. As a first step rock art research was integrated into the new phenomenological understanding of prehistoric landscapes, and were approached from the perspective of their role as liminal markers between different types of landscapes, represented in the works of Richard Bradley and Felipe Criado (texts in this book). During the same period another approach was applied in Scandinavia, where the focus was on the microenvironment of rock art sites. Excavations were carried out in front of and around rock art sites, which revealed that complicated rituals had taken place around the rock art sites, often during a long time period (Bengtsson Goldhahn 2007). Finally, a new interest in Bronze Age religion inspired by comparative studies in Indo-European mythology has made it possible to interpret rock art scenes and Bronze Age iconography as representing basic mythological narratives from the repertoire of Indo-European religion. This trend is represented in the works of Åsa Fredell (texts in this book), Kristiansen and Larsson (2005), and Marco Garcia Quintela (texts in this book). Rock art research has thus been inscribed into the dominant post-processual research paradigm, and into a revived interdisciplinary Culture History, which may be seen
as a revitalisation and extension of the present paradigm. In this rock art studies are following the changing interpretative perspectives of archaeological and historical research, which have pended between a more positivist approach with little or no interest in religion, and a more hermeneutic approach, which embraced religion as an important aspect of the life world of prehistoric people. Thus, during the ‘rationalistic’, positivistic periods religion was considered as irrational, and rock art was studied as art history, and classified and quantified, reflected in the work of Mats Malmer (Malmer 1981). No comparative studies were carried out. During ‘romantic’ periods of hermeneutic understanding, a broader comparative culture history took precedence, reflected in the work of Oscar Almgren (Almgren 1926). The structuralist approach can be considered a transitory approach during the shift from a positivistic, processual approach towards a more post-processual, culture historical approach. All of these approaches came together in the creation of a national park for rock art research, conservation and public presentation in Campo Lameiro, created only a few years after the world heritage site for rock art was created in Tanum, in western Sweden. A co-operation between the two projects was established from 2002-2006 financed by a Marie Curie project grant, under the Research Training Networks programme. The present selection of articles is a testimony to the dynamic development of rock art research, in part spurred by the years of co-operation and mutual inspiration between Danish and Spanish researchers.
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The development of rock art research
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SECCIÓN I Planteamientos y metodologías
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1. Presentación del volumen y de la estrategia de investigación
Felipe Criado-Boado
El Arte Rupestre es un tipo especial de cultura material. La Arqueología estudia la Cultura Material, según viene dada dentro del registro arqueológico, que por su parte es un archivo de formas que corresponde a orientaciones específicas de las prácticas sociales hacia el mundo. Por lo tanto la Arqueología se resuelve en el estudio de los procesos y estrategias de materialización, es decir, de aquellas prácticas que objetivaron el Ser Social convirtiéndolo en formas, dándole forma. Esta definición implica que el registro arqueológico está predeterminado por la correspondencia entre el concepto de espacio de la Totalidad Social de la que procede y las características (o dimensiones) visuales de los productos en los que se representa esa Totalidad Social. La concepción del espacio, al igual que otros valores y mecanismos simbólicos de pensamiento y acción, componen lo que podemos denominar “patrón de racionalidad” de una formación socio-económica dada. El modelo de Arqueología que preconizamos, se basa en una reducción fenomenológica (forzoso es reconocerlo) según la cual las características formales y visuales del registro arqueológico representan los efectos del patrón de racionalidad en ese registro. A partir de este planteamiento de la Arqueología, podríamos comprender el tipo especial de materialidad que es el Arte Rupestre. El petroglifo en particular, y el arte rupestre en general, es un tipo especial de monumento. Cumple todas las condiciones que debe reunir un monumento: es una obra artificial, visible en el espacio y permanente en el tiempo. Sin embargo es bien cierto que la condición que mejor cumple es la tercera, pues en cambio ni precisa de gran inversión de esfuerzo o planificación, y ni siquiera es muy prominente en el espacio. Puede que no se vea mucho; de hecho su visibilidad depende de la de su soporte. La preeminencia de éste a su vez depende en gran medida de que se haya elegido para inscribir el petroglifo un soporte natural señero (lo que hemos llamado en otros casos un monumento salvaje) o una piedra plana a ras de suelo (lo que en gallego se llama laxe) y semioculta. Su visibilidad, además, puede ser incluso contradictoria, pues a lo mejor desde larga distancia se distingue el accidente natural sobre el que se emplaza, pero no se percibe, ni siquiera a corta distancia, el petroglifo ni su emplazamiento concreto.
Todo esto significa que el Arte Rupestre es un dispositivo que negocia de diferentes modos la relación entre sociedad y paisaje. A través de diferentes tipos de artes se crean diferentes relaciones espaciales, se establecen diferentes tipos de paisaje y se representan diferentes tipos de formaciones socio-culturales. Una aproximación racionalista o simplemente ‘lógica’, que abunde en las características formales del arte considerado, puede poner un poco de orden en la experiencia variada del Arte Rupestre. Pero las observaciones que derivemos de esta aproximación son simplemente teóricas y en el mejor de los casos hipótesis de trabajo. No datos empíricos. Empecemos por aquí: No es lo mismo pintar, grabar o esculpir. Ni es lo mismo hacerlo en un punto escondido, prominente o intermedio. No sólo porque la relación con el material del soporte es distinta. Sino porque cada una de esas acciones implica actitudes distintas ante el espacio y el tiempo. La pintura, que está sometida a una alteración rápida o incluso instantánea (piénsese en la pintura de arena de los aborígenes australianos o la pintura en troncos de árboles), no presupone intención de permanencia temporal; originalmente no sería un monumento. El grabado, que permanece, es una modificación activa del espacio que se extiende en el tiempo pero en general es poco conspicuo espacialmente; es un monumento ambiguo. Y la escultura, que moviliza mayor esfuerzo, es un brindis desde el presente a la temporalidad; un auténtico monumento y generalmente conmemorativo. Como dispositivo espacial, elemento constructor o articulador de paisaje, el arte rupestre grabado parece un recurso ambiguo para ordenar la experiencia del medio con señales sutiles cuya densidad y frecuencia habla, claramente, de una intervención humana generalizada sobre aquél. El arte rupestre es entonces un dispositivo cultural para domesticar el medio. Si el resultado final es un paisaje más o menos doméstico, dependerá de los otros dispositivos espaciales, rasgos culturales y patrones de uso del medio con los que los petroglifos se combinen. Como los grabados rupestres gallegos acaecen en un momento de plena domesticación y de afianzamiento de la vida doméstica sobre el mundo (con poblados semipermanentes y de
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CAPÍTULO 1. UN PROYECTO INTERDISCIPLINAR PARA EL ESTUDIO DEL ARTE RUPESTRE
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Capítulo 1. Un proyecto interdisciplinar para el estudio del arte rupestre
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gran porte, enterramientos, posiblemente field-systems —sistemas de parcelación del campo—, joyería y metalurgia), es obvio que forman parte de una estrategia para construir un paisaje doméstico. Como, sin embargo, son productos ambiguos de visibilidad temporal indudable y conspicuidad espacial limitada, parece obvio que se limitan a ámbitos de predominio silvestre y rehúyen provocar una artificialización global de su entorno. Los estudios basados en la Arqueología del Paisaje realizados sobre el arte rupestre de Galicia desde 1991 (ver más abajo), confirman y completan esta lectura puramente racionalista. El problema es que, después de quince años de investigación, no es suficiente. Es necesario ir más allá y superar el gran problema que presenta el estudio del arte rupestre arqueológico. Ese problema es la falta de un contexto arqueológico puro para el arte. Si entendemos contex-to como la matriz de variaciones significativas para un fenómeno dado, ese contexto no es sólo el contexto estratigráfico o sedimentario de los petroglifos, sino también el contexto cultural e histórico en el que las diferentes elecciones realizadas durante el proceso de grabado adquieren sentido. Todo esto significa que si queremos examinar la relación concreta de los petroglifos gallegos con el paisaje que conformaron y examinar las condiciones reales en las que fueron construidos, necesitamos un proyecto complejo que permita ir más allá de las aproximaciones tipológicas (las más habituales), formales (las más rentables porque están predeterminadas por el propio petroglifo) o especulativas (las más ambiciosas pero también más peligrosas). El programa de investigación que se presenta en este volumen ha sido el intento de llevar a efecto una investigación diseñada para alcanzar ése más allá.
1.1. PUNTO DE PARTIDA: LA APORTACIÓN DE LA ARQUEOLOGÍA DEL PAISAJE Gracias a las investigaciones de los últimos quince años, en la actualidad disponemos de un modelo bastante depurado del arte rupestre de Galicia y de su morfología y significación como paisaje arqueológico. El arte rupestre representa un modelo de paisaje posterior al Megalitismo, al paisaje ceremonial de la primera arquitectura monumental. Mientras éste fue un paisaje monumental que caracteriza los inicios de la domesticación y está muy pegado todavía al componente silvestre (hasta el punto de que podríamos definirlo como un paisaje silvestre monumentalizado, en el que el único cambio son los monumentos artificiales, nada menos por otra parte), el arte rupestre representa y construye un paisaje doméstico, es decir, supone la integración del mundo bajo relaciones domésticas de producción. De ahí su amplitud: no artificializa enteramente el entorno pero lo introduce plenamente bajo coordenadas culturales. Estudios anteriores, realizados fundamentalmente desde la Arqueología del Paisaje, han permitido concretar
qué coordenadas son éstas y así han propuesto que los petroglifos gallegos eran marcadores de un espacio habitualmente no frecuentado y dedicado a usos extensivos, fundamentalmente áreas de reserva de pasto fresco para, posiblemente, los meses de estío (Bradley et ál. 1994, 1995). Además los petroglifos marcarían las rutas de acceso a esos espacios y de movimiento de los recursos cinegéticos (Santos 1998). Complementaban así el patrón territorial de la Edad del Bronce, que concentraba los territorios sociales ocupados por los asentamientos y usos del suelo de las unidades poblacionales en las zonas altas y sierras medias: el acceso a esos territorios, las zonas de uso extensivo menos frecuentadas y las zonas intermedias entre territorios diferentes, generalmente en zonas más bajas, eran los puntos de concentración de las principales estaciones rupestres (Criado et ál. 2006). Este paisaje presenta una dualización entre los asentamientos y usos domésticos localizados en las tierras altas (que serían las zonas habitables, abiertas y utilizables porque son penetrables por la tecnología agraria sencilla disponible), y los espacios salvajes de las tierras bajas (que serían frondosas e impenetrables para esta tecnología y sistema agrario). Esto se concreta en un modelo de pequeños territorios comunitarios centrados en zonas elevadas (cimas de las sierras medias y pequeñas penillanuras, un tipo de espacio muy frecuente en Galicia que son a menudo el resto de superficies de erosión antiguas), actuando las tierras bajas (fondos de valles generados por la red fluvial que se ha incrustado posteriormente sobre esa superficie antigua) como fronteras y zonas de tránsito, sagradas y ocultas (con yacimientos funerarios, depósitos de metales y culturales) y marcando el arte rupestre los puntos de umbral y conexión entre ambas. En otros trabajos se completó esta visión del paisaje rupestre incluyendo los espacios sagrados y geografías míticas, que habrían pivotado en torno a las grandes estaciones de arte (Parcero et ál. 1998), una hipótesis en la que ha profundizado García Quintela (García et ál. 2000) relacionando este fenómeno con mitologías de raigambre indoeuropea (García 2003) cuyos ecos materiales, en la toponimia y en la tradición folk, todavía sería posible registrar en la actualidad, a pesar de lo polémica que resultan estas lecturas para algunos. Paralelamente se pudo identificar la estructura formal de la representación del espacio en el arte rupestre y se propuso no sólo que ésta subyace también a la disposición del panel grabado, a la organización del territorio social y a la articulación del paisaje rupestre (Santos et ál. 2000), sino incluso en otros códigos de cultura material como la cerámica coetánea (Prieto et ál. 2003). Este largo decenio de investigación sobre el arte rupestre gallego desde la Arqueología del Paisaje fue sintetizada en la que es la obra de carácter global más reciente sobre el tema (Santos 2008a). Otros autores han aportado evidencias adicionales en este sentido (Fábregas et ál. 1999). En Fábregas (2001) se realiza un estudio del entorno de los petroglifos, poniéndolos en relación con los asentamientos de la Edad del
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sar la temporalidad y de establecer la interacción entre grupos e individuos. Todo esto es lo que hace de una Arqueología integral del Paisaje una estrategia de investigación particularmente exitosa y rentable. Integral quiere decir que no se limita al estudio de la dimensión tecno-económica del paisaje y ni siquiera de la socio-territorial o de la que analiza aquél en términos políticos y de poder. También incluye la dimensión ambiental, la interacción humana con el entorno y una historia ecológica que es la historia de la integración humana con el medio. E incluye por supuesto la dimensión simbólica, imaginaria, el pensamiento y semantización social del mundo. Para desarrollar esta Arqueología del Paisaje integral hacen falta útiles metodológicos específicos, complejos de datos precisos e incluso un aparato teórico y conceptual robusto. La Arqueología del Paisaje que hemos preconizado desde el grupo de investigación al que pertenecemos es compleja, sutil y diversa. Tiene poco que ver con poner puntos en un mapa, hacer un análisis GIS o relacionar los sitios con caminos, derivaciones naif y frecuentes de una Arqueología del Paisaje utilizada como comodín, moda o deus ex machina; y se aproxima en cambio a posiciones como las defendidas por Llobera 2001 o 2007, o Widgren 2011). Esta concepción integradora de la Arqueología del Paisaje, y de la propia práctica de la investigación, nos obligaba a reconstruir el contexto integral del Arte Rupestre.
1.1.1. IR MÁS ALLÁ: LA RECONSTRUCCIÓN DEL CONTEXTO DEL ARTE RUPESTRE Había que ir, pues, más allá de esos parámetros interpretativos genéricos, del modelo hipotético que acabamos de resumir. También en otras zonas se ha planteado este nivel de mayor exigencia en los estudios de arte rupestre: Lodoen et ál. 2010, Martínez García et ál. 2006, Nash 2000, Nash et ál. 2002, Hygen et ál. 2000. El Arte Rupestre es un paisaje cultural pretérito, que inicialmente se forma en la prehistoria. Pero es también un paisaje vivo, pues se mantiene a lo largo del tiempo y es revisitado y reformulado en diferentes momentos posteriores porque el arte sigue estando presente en el medio y, gracias a su materialidad, sigue funcionando en momentos posteriores. Finalmente es un paisaje cultural actual, una actualidad marcada por su reconocimiento hoy en día como paisaje cultural, por las acciones de preservación y protección activa del patrimonio que lo conforma y por su incorporación, en el caso de Campo Lameiro en concreto (pero también en otros casos desde un extremo a otro de Europa), como Parque Arqueológico a una estrategia de uso posmoderno del espacio poscampesino. Ahora bien, lo que aún está pendiente en el arte rupestre gallego es situar su contexto social y ambiental concreto. Es decir, establecer cómo se relaciona con la sociedad y con la/s forma/s de paisaje de esa sociedad. Los petroglifos carecen de un contexto arqueológico físico o material; a diferencia de otras entidades arqueológi-
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Bronce y los monumentos tumulares, sin embargo las inferencias sociales que realiza el autor son discutibles, por estar carentes de una fundamentación sociológica rigurosa y encontrar escaso soporte en los datos empíricos; por otra parte utiliza una noción de “contexto”, que es central en nuestro trabajo, poco desarrollada e incompleta. Estas propuestas permitieron conformar un modelo, por supuesto hipotético (como todas las reconstrucciones arqueológicas), del arte rupestre gallego vinculado enteramente a la Edad del Bronce y en el que los petroglifos eran (en un momento de retracción demográfica, algo que ha sido reconocido para toda Europa, pero al mismo tiempo de ampliación de la domesticación de la tierra y de asentamiento de un modo de vida campesino en sociedades desiguales, belicosas y jerarquizadas), el dispositivo artificial que extendía la ordenación y semantización humana del mundo hacia los espacios menos frecuentados y de orientación silvestre. El enmarcamiento de los petroglifos gallegos en la Edad del Bronce era algo que venía dado por la tradición historiográfica regional y que, pese a la discordancia que presentaba con la pauta general del arte atlántico europeo (tema que se revisa en el capítulo 1.2 de este volumen), nunca fue problematizado. Sin embargo, los avances de la investigación, junto a los primeros resultados e inferencias que se empezaron a derivar de nuestro proyecto, condujeron a replantear cuando menos la pertinencia del esquema cronológico tradicional (ver Santos 2008b, y en particular el capítulo 1.3 posterior). Forzoso es reconocer que todas estas investigaciones fueron en gran medida, como ocurrió con la mayor parte de la aproximación a la Arqueología del Paisaje realizada en Galicia, una forma de hacer de la necesidad virtud y paliar el déficit de información y registro arqueológico que tradicionalmente existía en Galicia (algo que ha cambiado en los últimos años gracias a las actuaciones relacionadas con la corrección de impacto arqueológico de grandes obras) y que no nos permitía construir un conocimiento crítico detallado del fenómeno del arte rupestre. Pero es más que eso. Al considerar los problemas arqueológicos desde una perspectiva espacial y en términos de paisaje, es posible acceder a un nivel de lectura que se pierde si sólo se mira a cada panel o motivo concreto. Esa perspectiva permite abrir el análisis de la espacialidad humana y de los procesos de construcción de cada realidad social concreta. Estos derivan, ante todo, de la forma de estar en el mundo y de pensar la relación con él, ámbitos de experiencia que, aunque se evaden a la investigación arqueológica tradicional, pueden ser alcanzados si se estudian las materialidades arqueológicas y sus patrones formales. Todo lo que es formal, es espacial. Y lo que es espacial está determinado por la concepción de espacio vigente en esa sociedad. Si lo determina, lo refleja. Y si lo refleja, se puede reconstruir aquel patrón espacial, aunque sea de forma indirecta y adoptando las cautelas y aparatos metodológicos precisos. Ese patrón, además, será compatible con y paralelo a otras categorías de esa misma sociedad: la forma de comprender lo natural, de orientar la relación con ésta, de pen-
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cas, no aparecen dentro de una matriz física, depósito o sedimento en la que presenten relaciones tridimensionales significativas con otros elementos arqueológicos. El contexto de los petroglifos se crea con base en relaciones paradigmáticas que unen la representación con lo (supuestamente) representado, así como en relaciones formales y estilísticas y, más recientemente, espaciales que permiten vincular el petroglifo a su entorno. En todos estos casos podríamos decir que este contexto es de naturaleza ‘ideal’ porque no se basa en relaciones materiales. Sin embargo, el contexto de los petroglifos se puede ampliar si tenemos en cuenta algunos hechos concretos, característicos del arte rupestre gallego (y documentados también en otras zonas). Por una parte, las aportaciones de la arqueología del paisaje que recogimos más arriba, han permitido establecer que la localización de los petroglifos está determinada por patrones regulares de emplazamiento y relación con el entorno vinculados al uso y aprovechamiento de esos espacios; se puede prever entonces que estas actividades hayan dejado su huella en el registro arqueológico y paleoambiental. Por otra, en fecha reciente se ha empezado a reconocer que los petroglifos de una época han sido incorporados en la tradición de épocas posteriores, generalmente con funciones simbólicas, míticas y/o rituales; esto ha ocurrido sobre todo con petroglifos de la Edad del Bronce en el mundo del Hierro, Antiguo y Medieval. Finalmente, los petroglifos han sido el soporte de una rica toponimia y tradición folk aún vivas en la cultura popular gallega, aunque en fase acelerada de desaparición, y que permiten valorar la recepción de los petroglifos en el mundo rural-campesino tradicional. Todos estos dominios, que no han sido habitualmente utilizados en el estudio del arte rupestre, forman parte del contexto posible de significación de los petroglifos: los efectos ambientales que produjeron las actividades antrópicas en el entorno de los paneles grabados, los restos materiales que generaron, las tradiciones históricas que, sin hablar directamente de los petroglifos, aportan un marco interpretativo sobre las sociedades protohistóricas y antiguas que reutilizaron petroglifos y elementos asociados, las referencias en documentación histórica al uso posterior de los petroglifos, así como las informaciones etnográficas. Así pues, el planteamiento de nuestro programa de investigación era relativamente sencillo: pretendía ampliar el contexto arqueológico e histórico de los petroglifos utilizando las metodologías precisas para obtener información de todas las fuentes anteriores. Esto implicaba vertebrar un plan de trabajo interdisciplinar que integrase diferentes metodologías: arqueológicas, paleoambientales, históricas y antropológicas. En síntesis, el problema científico de la investigación que nos planteamos aquí era dar un contexto al Arte Rupestre. Lo que implicaba ampliar la definición de los contextos arqueológico e histórico de los petroglifos de Galicia atribuidos a la Edad del Bronce, como medio para recuperar la significación socio-cultural de ese fenómeno y resolver cuestiones pendientes sobre el espacio, la temporalidad y el sentido del arte rupestre.
Esto, en concreto, supone plantear la resolución de dos problemas específicos, ninguno de ellos banal: 1. Sobre la temporalidad del arte rupestre: más allá de la visión heredada, ¿cuál es la cronología concreta de los petroglifos gallegos?, es decir: ¿tienen una cronología corta o larga? ¿pertenecen a una sola época o a varias distintas? 2. Sobre la funcionalidad del arte rupestre: más allá de las inferencias interpretativas derivadas de la Arqueología del Paisaje, ¿hay datos empíricos que nos permitan saber qué tipo de espacio configuran los petroglifos?, es decir: ¿marcan un espacio rural o salvaje? Y si es rural ¿es intensamente doméstico, entendiendo por tal la periferia o borde de asentamientos aldeanos y zonas intensiva y agrícolamente utilizadas, o se trata de un aprovechamiento extensivo? Reducidas al absurdo, es muy posible que ninguna de estas cuestiones tenga realmente sentido, pues por una parte sería de esperar que los petroglifos hayan funcionado en todas las épocas (del mismo modo que todavía siguen funcionando para los campesinos de la zona y para la gente que se refiere a ellos, se sitúa en el espacio en función de ellos y narra diferentes relatos y tradiciones en relación con ellos, todo lo cual convierte a los petroglifos en entidades vivas y funcionales en su presente), y por otra podría ser que el aprovechamiento de su entorno fuera el de un espacio rural tan extensivo y escasamente frecuentado, que se podría confundir con un espacio silvestre. Estas observaciones no suponen que nos curemos en salud respecto a lo que podamos encontrar. Son solo una forma de recordar que, cuando es el fenómeno humano lo que está bajo consideración, los datos empíricos más tercos pueden ser contradichos por el relato más tozudo. Como decía un viejo anuncio de compresas: en la vida lo que importa no es lo que te pasa, sino como te representas en la cabeza lo que te pasa. Podría ocurrir entonces que los petroglifos fueran grabados en el 3700 BP (1750 BC) y las comunidades posteriores se los siguiesen representando como contemporáneos. Y podría ocurrir, igualmente, que los petroglifos estuviesen rodeados de bosque natural y para esas comunidades fuese un espacio doméstico y familiar. De todos modos, no nos debe asustar manejar estas ambivalencias, pues estamos familiarizados con los pliegues de la vida cultural y sabemos que para reconstruir los discursos y lo imaginario, tenemos simultáneamente que reconocer los datos materiales y empíricos concretos. Estos no pueden ser descubiertos sólo desde dentro del arte rupestre ni desde una arqueología del paisaje superficial. Como dijimos arriba, ni aquel tiene contexto arqueológico, ni ésta puede reconstruirlo ella sola. La ambición de nuestro proyecto era construir un contexto arqueológico para el arte rupestre. El proyecto se diseñó para ello. Por ello, la base metodológica para el diseño de esta investigación, consonante con nuestra estrategia en arqueología del paisaje y con la perspectiva integradora que imple-
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1.1.2. EL MEDIO: UNA RED DE RELACIONES Y POSIBILIDADES El programa de investigación que hemos movilizado en este caso posiblemente sea uno de los proyectos más bastos abordados para estudiar el arte rupestre. Eso fue posibilitado por varios factores distintos: convergencia de equipos, multiplicación de la financiación, redes institucionales, y convergencia con el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre de Campo Lameiro. Ante todo fue propiciado por la convergencia de equipos con intereses comunes, trayectoria de colaboración previas y lenguaje similar para plantear el trabajo interdisciplinar de forma constructiva. Se alinearon con el proyecto, además del Laboratorio de Arqueología del Paisaje (LAr) del CSIC, dos grupos de investigación de la universidad de Santiago (USC, uno de Antropología Histórica, responsable Marco García Quintela, y otro de Paleoambiente, responsable Antonio Martínez Cortizas), dos suecos (de la Universidad de Göteborg, bajo la responsabilidad de Kristian Kristiansen, y de la Universidad de Umea, bajo la respon-
sabilidad compartida de Thomas Larsson y Roger Engelmark), el grupo de Arqueobiología del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS) del CSIC, en Madrid (Pilar López y Antonio López), y otro de Astronomía Cultural (con Juan Antonio Belmonte y César González García) del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). La financiación necesaria se obtuvo gracias a la yuxtaposición de diferentes proyectos, lo que a su vez fue posible gracias a la convergencia interinstitucional y a la red de colaboraciones anteriores. Al final de este capítulo se referencia la lista completa de proyectos implicados, indicando las diferentes instituciones financiadoras-promotoras y su plazo de vigencia. Estas interacciones tejieron una red tupida de relaciones interinstitucionales, e incluso dieron lugar a la emergencia de nuevas realidades institucionales y colaborativas. La participación de los grupos gallegos (de la USC y el CSIC) se cimentó a través de la creación de una Unidad Asociada (que había entrado en vigor a fines de 2001 por mor de un convenio entre ambas entidades) que permitió vincular el Laboratorio de Formas Culturais del Instituto de Investigaciones Tecnológicas de la USC, y el Laboratorio de Arqueología del Paisaje (radicado en el Instituto de Estudios Galegos Padre Sarmiento, del CSIC). Esa figura institucional y la realización de este proyecto permitieron superar la disgregación que efectivos del mismo grupo de investigación habían tenido entre las dos instituciones, y prestaron la base para un trabajo colaborativo muy intenso, que compartía infraestructuras, dedicaciones, datos y procesos. Esa dinámica creó unidad, incluso unidad administrativa, y dio lugar a una fructífera historia institucional posterior. Por una parte cuajó en la creación de una Plataforma Tecnológica para Arqueología y Patrimonio Cultural que, con financiación del Ministerio de Educación y Ciencia, permitió adquirir e instalar los equipos con los que se realizó buena parte de las analíticas. Y por otra coadyuvó más tarde a la creación, en Santiago de Compostela y por parte del CSIC, del Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit). La filiación institucional de todos los miembros del LAr que figura en este volumen, es el Incipit; aunque éste no estaba creado en el momento de realización de este programa y todos los proyectos fueron solicitados como LAr, en la actualidad esa entidad ya no existe sino que se ha integrado desde 2011 en el nuevo Incipit. La participación de equipos escandinavos fue viabilizada a través de una red de investigación europea financiada por la UE dentro de la acción Research Training Network. Esta red, coordinada por Kristian Kristiansen, incluía al Laboratorio de Arqueología del Paisaje y los departamentos de Arqueología de las Universidades de Göteborg, Oslo, Cambridge y Southampton. Su finalidad era formar investigadores en el marco de un programa titulado The Emergence of European Communities que, mediante la cooperación de cuatro proyectos, tenía por objeto estudiar de forma comparativa las dinámicas de desarrollo social en Europa en el II y I milenio BC (IV y III BP). Estos proyectos eran, SAX centrado en el área del yacimiento
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menta en toda actuación nuestro equipo, fue aceptar que las preguntas por la cronología y la función sólo se podían responder, dada la falta de contexto arqueológico, en términos de paisaje. Esto nos llevaba, en concreto, al medio, único espacio de investigación en el que sería posible generar los datos para confirmar las hipótesis. Y estos nos llevaba al paleoambiente, cuya reconstrucción (viable a partir del uso de las técnicas y disciplinas precisas) nos podría mostrar esos datos, y a la apertura de sondeos y excavaciones arqueológicas para recuperar matrices estratigráficas en las que se pudieran reflejar los procesos ecológicos y antrópicos. En la literatura internacional sobre arte rupestre, se recogen a inicios de la pasada década planteamientos y proyectos que nos mostraban que una empresa de este tipo podría tener éxito. En unos casos se exploró la diversificación temática y de disciplinas convocadas para dar cuenta del arte rupestre, incluyendo no sólo el estudio del espacio y el paisaje, sino también el simbolismo, la ritualidad y la etnografía (Nash 2000, Layton 1991). En otros se comprobó la larga perduración del arte rupestre, con reutilización e incluso realización de grabados durante la Edad del Bronce y del Hierro, y enlazando directamente con la Edad Media (Hygen et ál. 2000). En esta misma obra se inaugura de forma sistemática el estudio arqueológico mediante excavaciones y técnicas paleoambientales del entorno de los paneles grabados, mostrando así la rentabilidad de esta aproximación. Esta obra fue muy relevante en nuestro proyecto porque parte del equipo que participó en ella, se incorporó a nuestro trabajo y, paralelamente, nuestro equipo tuvo la oportunidad de trabajar en actuaciones posteriores de ese proyecto. Finalmente, es en Fredell et ál. (2010), donde se plantea para diversas zonas y con base en estudios específicos de caso, la creación de una matriz o contexto arqueológico para el arte rupestre.
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Százhalombatta en Hungría, SSAP centrado en el entorno del yacimiento de Monte Polizzo en Sicilia, y TANUM centrado en una zona de la costa occidental de Suecia, además del proyecto de Campo Lameiro. Mientras los dos primeros tomaban como referencia central la ciudad y el temprano desarrollo urbano en Europa meridional, los dos últimos giraban en torno al arte rupestre por ser éste uno de los elementos emblemáticos de las comunidades del II y I milenio a.C. en la Europa atlántica. Finalmente este programa convergió con una oportunidad muy especial. En el año 2000, el Servicio de Arqueoloxía y la Dirección Xeral do Patrimonio Cultural (bajo la responsabilidad de Angel Sicart Giménez) de la Xunta de Galicia pusieron en marcha un proyecto avanzado y ambicioso para construir una red del patrimonio arqueológico de Galicia que funcionase como instrumento básico de socialización y rentabilización de la riqueza patrimonial de Galicia (Tallón et ál. 2004). Con ello se pretendía poner en valor ese patrimonio, promover la conciencia pública sobre su protección y conservación, y tejer una red de relaciones sociales y comunitarias que permitieran maximizar el valor del mismo. El proyecto consideraba la creación de cuatro centros de cabecera, uno por provincia dedicado a cada una de las cuatro etapas y fenómenos principales de la arqueología de Galicia: Megalitismo (en Coruña), Arte Rupestre (Pontevedra), Cultura Castreña (Ourense) y Romanización (Lugo). Cada centro de cabecera se concebía como un ambicioso Visitors Center, vinculado a un yacimiento o paisaje arqueológico concreto. El centro debería incluir una amplia exposición permanente sobre el periodo, explicación del sitio concreto, sede de exposiciones temporales, infraestructuras de apoyo a los visitantes, un centro de documentación del periodo y área de investigación. Cada centro temático funcionaría como eje central o “corazón” de una red más amplia configurada por pequeños centros de investigación y yacimientos visitables de ese mismo periodo en toda Galicia. Por eso se trataba de una red. El proyecto se conoció como Rede Galega do Patrimonio Arqueolóxico, o directamente por su sigla, RGPA. Intentaba completar aquello que principalmente le faltaba al modelo de gestión del Patrimonio Arqueológico implementado en Galicia. Durante la década de los 90, éste logró instaurar un sistema relativamente eficaz de Arqueología Preventiva, financiado básicamente por capital privado pero muy intervenido y cautelado desde la Administración Pública. Unos años más tarde, resueltas las urgencias de la protección y conservación mediante una política de arqueología preventiva y de corrección de impactos bastante satisfactoria, estaba sin embargo pendiente aprovechar los resultados de estos trabajos para producir valor y fomentar su uso social. Desde esta preocupación nació el proyecto RGPA que además incorporó destacados especialistas foráneos como consultores (en particular Antoni Nicolau, director del Museo de Historia de la Ciudad de Barcelona, Teresa Marot y Lidia Font). En su momento fue un proyecto innovador que fue evaluado y emulado en otras zonas. El nuevo centro de interpretación de Nämforsen, en Suecia,
o la Red Andaluza de Yacimientos Arqueológicos, proyectos todos concebidos y ejecutados en los últimos años, tienen concomitancias con el gallego. La RGPA incluía un Parque Arqueológico del Arte Rupestre (PAAR) cuya sede enseguida se decidió instalar en el concello de Campo Lameiro (Pontevedra), zona principal de grabados prehistóricos, bien conocida desde antiguo y que disponía ya de una cierta imagen de marca consolidada, en Galicia, España y el extranjero, como zona central del arte rupestre gallego. No en vano se le ha llamado “la capital del arte rupestre de Galicia”, o “la capilla Sixtina de los petroglifos gallegos”. En concreto, por su ubicación e interés y por la presencia en ella de importantes grabados (Laxe dos Carballos entre ellos), se seleccionó como área nuclear del Parque la estación de Paredes, sita en la parroquia de San Xurxo de Sacos. El responsable principal de este proyecto ha sido M. Rey García, arqueólogo del Servicio de Arqueoloxía de la Xunta de Galicia. En el momento en el que planteamos nuestro programa de investigación, estaba en sus inicios el diseño y planificación del Parque. El plan director del mismo está publicado en Rey et ál. 2004. En concreto estaba ya avanzado el proceso de obtención de los terrenos (que eran monte comunal de los vecinos de Paredes, con los que hubo que llegar a un arreglo de cesión del uso que incluyó varias condiciones por parte de la Xunta de Galicia, como adecuar los accesos y ampliar la carretera de servicio a las comunidades locales y al futuro Parque). En este contexto, y cuando ya habíamos obtenido los fondos iniciales para nuestra investigación, decidimos dirigirnos a la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural de Galicia para proponerles la posibilidad de adoptar como área central de trabajo la estación de Paredes y los terrenos en los que se construirá el Parque. La zona tenía el mismo interés y relevancia para nuestra investigación que otras zonas en Galicia. Honestamente era indiferente llevar a cabo allí nuestra investigación o en algún otro sitio. Sin embargo realizar allí los trabajos que habíamos proyectado presentaba ciertas ventajas prácticas, derivadas esencialmente de la plena accesibilidad a los terrenos y de la simultaneidad con otros trabajos en curso. Lo primero facilitaba la apertura de zanjas, sondeos y excavaciones. Lo segundo permitía acceder a datos relevantes para el proyecto que éste no se planteaba generar por sí mismo, (todos los estudios de conservación y patología de las rocas, además de datos más completos sobre el inventario de los petroglifos existentes). Pero sobre todo, centrar nuestra área principal de estudio en Paredes ofrecía el gran atractivo de reutilizar las consecuencias y resultados de nuestra investigación en el diseño del PAAR y en el plan de musealización del mismo. Realmente las circunstancias eran idóneas para plantear un trabajo de investigación colaborativa o conjunta, (un modelo de interacción de la ciencia con el entorno que supera los límites de los modelos lineales y unidireccionales de transferencia de conocimiento utilizados habitualmente, y que se basan en el traslado directo de los resultados de la
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blico y sin un plan de viabilidad y sostenibilidad, no sirve ya como solución general. Pero también aquí parece que seguimos tirando de soluciones viejas sin darnos cuenta de los cambios radicales para los que se tienen que preparar las sociedades avanzadas europeas, … y algunas no tan avanzadas como la gallega. Dado que, al mismo tiempo, la participación pública y social en el Patrimonio es irrenunciable, por mucho que los gestores de la crisis se empeñen en alabar las excelencias de la solución privada, es obvio que llega el momento de que cojan las riendas las comunidades sociales organizadas. Cómo se puede hacer esto, en Campo Lameiro o en cualquier otro lugar, no es el tema de este volumen ni de su presentación. Si lo hemos traído a colación es porque así completamos el escenario de posibilidades en el que este ambicioso programa de investigación tomó cuerpo. Estas últimas observaciones nos permiten insistir en que la mayor relevancia del programa vino dada por la configuración de la red de relaciones múltiples que se tejió y que permitió profundizar en un problema científico al tiempo que posibilitó incidir sobre un proyecto cultural. Para instituciones de investigación grandes y ambiciosas siempre es bueno tener un proyecto de este tipo, movilizador y dinamizador y transversal. Pero hay que aceptar que los grandes proyectos no sólo suponen demasiado esfuerzo, sino que son demasiado complejos y se terminan escapando a todo lo que sus promotores y protagonistas quisieran. La vida del proyecto es compleja, y la vida supera al propio proyecto. Esto ocurre en parte porque hay una disparidad entre el ciclo de vida del proyecto y los ritmos de la vida misma. Y porque las redes que concurren en el proyecto terminan por sobreponerse al proyecto mismo, relegando a un segundo término la voluntad individual de sus primeros actores. No vale lamentarse. Hay que preguntarse: ¿quién será el actor y qué hará?
1.1.3. EL MECANISMO: DISEÑO DE LA INVESTIGACIÓN Y METODOLOGÍA Es posible que este programa de investigación del arte rupestre de Campo Lameiro y, en particular, de la estación de Paredes (sede como se dijo del PAAR), haya sido uno de los proyectos más vastos realizados en España y Europa sobre grabados prehistóricos. El programa se fundamentó en dos principios principales. Ante todo en la reunión de un equipo multidisciplinar con una estrategia de investigación que, más que interdisciplinar, es transdisciplinar. Es un ejemplo de proyecto transversal en el que diferentes disciplinas, abandonando sus objetos y problemas de estudio típicos, colaboran en la resolución de un problema científico dado. En este sentido también fue un ejemplo de investigación orientada a la resolución de un problema concreto, en vez de investigación marcada por la hegemonía de cada disciplina. Como anécdota se puede indicar que el programa reunió a especialistas de catorce disciplinas diferentes. Pero lo impor-
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investigación desde la institución científica a la entidad social correspondiente sin que ésta se comprometa realmente con el proceso). Nosotros nos beneficiábamos del apoyo práctico que suponía una relación prioritaria con un importante proyecto de gestión cultural, y éste se beneficiaba de nuestros resultados científicos sin tener que asumir costes adicionales. Esta oportunidad era de gran interés para una concepción y práctica de la Arqueología que ha sido primado la aplicación, el valor del conocimiento para saber-hacer y responder así a demandas y necesidades sociales (Barreiro 2003). La interacción redundó en beneficio mutuo y fue relativamente provechosa para todas las partes. Sin embargo no cuajó hasta sus últimas consecuencias. El proyecto de la propia RGPA, se retrasó, fue truncado y quedó, hasta la fecha, inacabado. Sólo hay planes reales de inaugurar el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre de Campo Lameiro en julio de 2011 y, poco tiempo después, el Parque de la Cultura Castreña en San Cibrán de Las (Ourense). El proyecto global fue primero menospreciado y después repensado, in extremis, para al final terminar haciendo lo que ya estaba previsto, por los administradores que se hicieron cargo del Patrimonio Cultural de Galicia después de las elecciones autonómicas de 2006; un proceso muy parecido al que la misma Administración aplicó en la Cidade da Cultura de Santiago. Por las razones que fuera, Felipe Arias como director xeral de Patrimonio, y Anxela Bugallo como conselleira de cultura, echaron el freno al proyecto y ocasionaron un retraso que, cuando menos, ha sido fatal, pues no sólo se ha perdido un tiempo precioso para consolidar la iniciativa, sino que ahora (2011) ésta tiene que ser sacada adelante en un entorno complejo de crisis, en un escenario de recesión económica, de retracción de lo público y de cambio radical de todos los valores e ideas que nos eran familiares hasta hace poco. No es el momento de hacer una historia social del proyecto, algo que sin duda sería interesante y permitiría extraer consecuencias relevantes sobre la interacción entre arqueología y público, entre tecnosaber e interés, y entre política y patrimonio. El que esto escribe, basándose en su conocimiento participativo en el proyecto desde 2002, tiene ahora la convicción personal de que el proyecto adoleció desde el inicio de un mecanismo real de participación pública que propiciara el arraigamiento en él de las comunidades locales implicadas. Al no disponer de estas soluciones alternativas y amortiguadoras del gasto y promoción pública, su viabilidad es ahora mismo compleja. Cuando se retira la financiación pública, es el público mismo (organizado como comunidad o social civil), el que tiene que entrar activamente en el proceso. Esta es una de las consecuencias que se derivan de las actuales experiencias de Arqueología Pública o community archaeology, (ver Marshall 2002, Ayán et ál. 2011). Por debajo de esto aflora la sensación de que los modelos de gestión de este tipo de infraestructuras culturales no pueden ser los mismos que se aplicaban hace apenas unos años. El modelo de gran infraestructura basada enteramente en el gasto pú-
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tante no es esta variedad, sino la integración de perspectivas entre todas ellas. Aunque en el resumen general del volumen cada capítulo se presenta bajo la advocación de la disciplina a la que fundamentalmente se vincula, esto es sólo indicativo, ya que el planteamiento de los problemas de investigación, el registro empírico utilizado y la perspectiva analítica adoptada, transciende en todos los casos una perspectiva disciplinar unidimensional. En segundo lugar, se planteó desde el inicio una nueva aproximación de campo orientada a generar un registro empírico intenso de una zona concreta y novedosa, a producir datos que generalmente no se descubren o ni siquiera se sospecha que puedan existir. Eso significaba aunar prospección superficial, documentación de los grabados, apertura de zanjas lineales, realización de sondeos y excavaciones arqueológicas. Todas estas actuaciones se concibieron simultáneamente para producir información arqueológica y paleoambiental. En realidad, más allá de las divisiones disciplinares canónicas, el registro empírico no se clasifica disciplinarmente. Los datos son los mismos y, si se generan de una forma consciente, pueden rendir información multifacetada útil para diferentes propósitos. Por lo tanto es mejor hablar de información geoarqueológica. Un elemento clave del programa fue la definición de varias escalas de análisis. Una de carácter regional que permite crear el contexto geográfico general de la distribución de yacimientos y de la caracterización geomorfológica (que coincide con los terrenos intermedios entre la depresión meridiana gallega y los valles litorales, por el Este, y las sierras medias y estribaciones de la dorsal meridiana gallega, por el Oeste). Otra de rango intermedio que comprende la totalidad del área de captación en la que se sitúa la zona principal de análisis (la estación de Paredes, ámbito del PAAR) y que corresponde con una unidad fisiográfica significativa dotada de identidad propia (el valle medio del río Lérez). Y una tercera que abarca la zona de estudio exhaustivo y corresponde con la estación de paredes y el área ocupada por el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre de Campo Lameiro. Cada una de estas escalas de análisis corresponde a un ámbito geográfico que fue definido con precisión siguiendo criterios geográficos, geomorfológicos, arqueológicos e, incluso, etnográficos. Cada una de ellas fue denominada respectivamente Zona 1, Zona 2 y Zona 3, correspondiendo la Zona 3 a la de mayor escala. En el capítulo 2 se describe y justifica esta zonificación. Y en el capítulo 4 se caracteriza la dinámica geomorfológica de estas zonas, particularmente de la Zona 3. En el capítulo 3 se presenta el esquema metodológico principal del trabajo. Este se representa bien, en líneas generales, en el índice y organización del volumen, que tiene una voluntad narrativa y estructurante, yendo progresivamente de cada tema hacia sus derivadas. Así incluye cinco secciones principales: esta primera de presentación dedicada a los aspectos metodológicos y planteamientos básicos del trabajo; otra dedicada a la definición del registro empírico relacionado con los grabados
(arqueología del arte rupestre); una tercera destinada a la caracterización de éstos en términos de paisaje (el arte rupestre y la caracterización de un paisaje cultural); otra centrada en los aspectos ecológicos de ese paisaje (dinámicas paleoambientales de un paisaje cultural); y una quinta dedicada a hacer un balance provisional (perspectivas). En un cierto sentido, la sección II (capítulos 5 a 9) define el contexto arqueográfico y estratigráfico de los grabados, la sección III su contexto cultural general (capítulos 10 a 14), y la sección IV su contexto ambiental y ecológico (capítulos 15 a 19). El trabajo de campo implicó dos novedades importantes, además de una prospección intensiva concienzuda (capítulo 5). Por una parte la realización de excavaciones en el entorno inmediato de las rocas grabadas (capítulo 7.1.2); esto es algo que se había intentado sin éxito en Galicia (Vázquez Rozas 2005), pues el planteo de las excavaciones no sólo fue errado por la selección de las áreas de excavación, sino también por la mínima superficie que comprendieron. En realidad no se puede hablar con propiedad de “áreas de excavación” cuando se abren catas de 1 m2; además, con ventanas de observación de ese tipo, es imposible observar nada en zonas dominadas por arrastres de ladera de bloques y losas de granito de gran tamaño. En cambio, como ya citamos más arriba, arqueólogos suecos empezaron a realizar a partir del año 2000, excavaciones en petroglifos del área de Tanum (occidente de Suecia) con notable éxito (VVAA 2006). La segunda novedad fue la apertura de zanjas lineales atravesando toda la superficie ocupada por el Parque (capítulo 7.1.3). Esta intervención fue posible por trabajar precisamente en una zona de intervención y con pleno acceso a los terrenos. De ningún modo habría sido viable en una zona de propiedad comunal o particular y con interés económico. Supuso la apertura, con pala excavadora y control arqueológico directo, de 2,1 km lineales de zanja de 1 m de ancho y profundidad cambiante según la potencia del sedimento existente; en algunos casos se profundizó apenas 50 cm y en otros más de 400 cm. Las zanjas fueron trazadas según criterios arqueológicos, geomorfológicos y edafológicos. De este modo cortaron toda la variedad de microformas y terrenos existentes en la Zona 3 (ver Figura 15.1). Su finalidad era mixta: detectar la presencia de materiales y depósitos arqueológicos, caso de que los hubiera, que pudiesen evidenciar la presencia de yacimientos o asentamientos antiguos, por una parte, y por otra cortar los depósitos y sedimentos edafológicos para poder caracterizar su naturaleza, perfiles e identificar procesos geomorfológicos, particularmente procesos de erosión y sedimentación. Permitieron por lo tanto hacer un control simultáneo de la estratigrafía y de las relaciones horizontales a escala de todo el territorio abarcado. Una vez abiertas, el perfil de todas las zanjas fue regularizado a mano, examinado con detalle y documentado mediante fotografías, topografía de alta resolución y dibujo estratigráfico y geomorfológico. En los puntos de mayor interés, se tomaron columnas de muestras que fueron ana-
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mor de la identificación del efecto combinado de procesos naturales y antrópicos a través de sus efectos ecológicos y mediante diferentes tipos de registros y analíticas: desde la morfología de suelos (capítulo 15); a los análisis geoquímicos (capítulo 16); las características físicas y químicas de los diferentes niveles estratigráficos (capítulo 17); la caracterización avanzada de la materia orgánica de los suelos mediante su huella molecular (capítulo 18), un trabajo muy novedoso que ofrece información precisa para reconstruir la dinámica de los terrenos de la Zona 3, los efectos antrópicos y, en particular, la historia del fuego en la zona; finalmente, en el capítulo 19, se presentan los datos polínicos que permiten corroborar las inferencias sobre uso y no uso del suelo de la Zona 3.
REFERENCIAS FACILITADORAS PARA LA LECTURA El volumen se acompaña de un índice de contenidos profuso para facilitar la lectura y la identificación de temas concretos. Asimismo, se incluyen amplios resúmenes de todos los capítulos (en castellano y en inglés) especialmente escritos para posibilitar la comprensión de los principales contenidos y consecuencias de cada capítulo. Por esta misma razón, se han escrito largos pies de figuras (fotos, mapas y dibujos) y tablas que no sólo permiten comprender esta información, sino que, reunidos en sendos índices y traducidos al inglés, facilitarán la comprensión de cada capítulo a los lectores extranjeros. Las referencias cronológicas y en particular las de Carbono 14, se han uniformado para adaptarlas simultáneamente al hábito dominante en la literatura arqueológica (que utiliza cronologías BC) y a la pauta específica de la bibliografía edafológica y paleoambiental (que utiliza notaciones BP). Esa doble escritura de las dataciones hace un poco largas las referencias cronológicas, pero así éstas rinden uso a varios planos de lectura simultáneos. Las dataciones de Carbono 14 se recogen con esta doble notación, e incluyen además la referencia del laboratorio, el resultado analítico de la muestra y la calibración de ese resultado a años de calendario con dos σ.
1.1.4. EL FIN: RESULTADOS Y LIMITACIONES Al final es posible que este programa de investigación no haya rendido resultados suficientes para aclarar los problemas inicialmente planteados. Creemos que sí, pero en el fondo, tratándose de lecturas arqueológicas y referidas a fenómenos sociales, dependerá mucho de la sensibilidad y voluntad con la que cada uno quiera leer estas consecuencias. En todo caso, las investigaciones y resultados de este programa abren nuevos campos de experiencia y perspectivas metodológicas para valorar el arte rupestre. No vamos a adelantar ahora estos resultados, pues es algo que queda para la sección final de este volumen. Pero sí pode-
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lizadas posteriormente con diferentes técnicas físico-químicas y de datación. Las excavaciones se completaron con la excavación de un posible yacimiento arqueológico en el área denominada Chan das Pozas (capítulo 7.2 y 7.3). Propiamente hablando, esta intervención no forma parte de nuestro programa de investigación, ni fue realizada por nuestros equipos. Fue abordada en varias campañas distintas por empresas privadas de arqueología a las que se les encargó, desde el Servicio de Arqueoloxía de la Xunta de Galicia, la realización de trabajos de control de las remociones de terrenos para la construcción del centro de recepción de visitantes y del aparcamiento. Dada la importancia crítica que, en el contexto de esta investigación, alcanzó la posible localización de asentamientos arqueológicos relacionados con los petroglifos (pues se suponía que ello permitiría hablar de un arte como espacio doméstico o de una zona de usos intensivos), nos parece muy aséptico que este trabajo fuera realizado por instancias no comprometidas con nuestra investigación. Por la misma razón, y aunque son trabajos situados fuera del proyecto, solicitamos a sus excavadores la publicación en este volumen de los informes preliminares de estas intervenciones. Se concedió particular importancia a la realización de calcos para representar los grabados con precisión, se probaron diferentes técnicas de representación y, en muchos casos, se hicieron representaciones sintéticas unificando las diferentes formas de registro (capítulo 6). Sólo gracias a la obtención de representaciones precisas del arte fue posible abordar elaborados análisis iconográficos como el que se hace en el capítulo 12. Los capítulos 8 y 9 complementan la caracterización del contexto arqueográfico de los grabados analizando la cerámica prehistórica localizada en la zona, y examinando la distribución de yacimientos de cada época para, de este modo, aproximarnos a la diacronía de las formas de poblamiento. En la sección III se dedican dos capítulos a la realización de un análisis espacial de la distribución de los grabados rupestres (capítulo 10), complementada con el análisis territorial de otros fenómenos prehistóricos y protohistóricas de la Zona 2 (capítulo 11). Siguen a continuación tres aportaciones interesantes y originales, que habitualmente no se consideran en los estudios de arte rupestre: un análisis iconográfico exhaustivo de Laxe dos Carballos (capítulo 12), que introduce esta roca y sus representaciones en un contexto paneuropeo haciendo referencias a grupos de variación de Europa Atlántica y Escandinavia en la protohistoria; una aproximación a la estación de Paredes, y particularmente de nuevo a su petroglifo central (Laxe dos Carballos), desde la perspectiva de la Astronomía Cultural o Arqueoastronomía (capítulo 13); y un estudio sobre las funciones rituales de los petroglifos como espacio sagrado que plantea una auténtica Topología de éstos (capítulo 14). En la sección IV, se concentra la información y análisis paleoambientales que posibilitan reconstruir la orientación y funcionalidad de la Zona 3 como espacio sagrado por
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mos hacer algunas valoraciones generales sobre los resultados positivos y las cosas que aún quedan pendientes. Hay muchos resultados que de hecho son derivados de la investigación principal. Hasta es posible que algunos de éstos sean al final más relevantes que las consecuencias referidas al problema inicial. Entre estas aportaciones podemos situar: una nueva aproximación al problema del origen y formación de los suelos conocidos como rankers atlánticos, un tipo de formación edáfica muy frecuente en Galicia y que ha planteado durante más de 50 años problemas sobre su génesis; la identificación de la larga historia de los incendios forestales en Galicia, descubriendo que es en parte una historia natural y en parte social; confirmación del interés de realizar excavaciones en el borde de las rocas grabadas; relevancia de la arqueoastronomía para comprender el arte rupestre y completar su lectura en términos de paisaje mediante la incorporación de la otra mitad del paisaje, que es la bóveda celeste; posibilidad de trascender a través de un estudio iconográfico intensivo de elementos del registro arqueológico a inferencias de orden iconológico que descubran el sentido posible de aquellos elementos; posibilidad de estudiar en el arte elementos de las religiones y mitologías antiguas, incluso de raigambre indoeuropea; y finalmente larga continuidad en el paisaje de los petroglifos y de las tradiciones relacionados con ellos; y no es la menor, sin duda, el cuestionamiento de la cronología tradicional del arte rupestre gallego y su sustitución por un nuevo modelo cronológico más amplio y complejo (avanzada en Santos 2008b). Entre los productos concretos del programa, que van más allá de este volumen, además de innumerables artículos y publicaciones, comunicaciones y reuniones científicas, actividades de divulgación y exposiciones, hay que citar tres tesis doctorales (Santos 2008a, Troncoso 2008 y Kaal 2010), y un libro conjunto sobre el arte rupestre atlántico y escandinavo (Fredell et ál. 2010). Finalmente, no podemos concluir sin reconocer algunos temas y aspectos prioritarios que emergieron durante la investigación y que, sin embargo, no fueron tratados o resueltos. Sin hacer una lista prolija, se pueden identificar seis temáticas: El efecto ecológico de la historia rural de los últimos siglos y su reflejo en los indicadores y archivos ambientales estudiados; además de su interés intrínseco, esto permitiría calibrar mejor los indicadores y proxies ambientales utilizados en la reconstrucción paleoambiental. El estudio ambiental e histórico de los “enclavados”, zonas de reserva de pasto fresco que coinciden con zonas de mayor humedad edáfica y que, en algún momento, fueron cerrados con muros de piedra y apropiados por individuos o familias concretas frente al monte común; de momento permanecen sin contestar cuestiones como: cuándo se cierran, cómo se relacionan con la historia agraria y con otras formas de uso del suelo, qué efectos ecológicos tienen, y otras preguntas semejantes. El análisis de la recepción del arte rupestre a lo largo de la historia, particularmente en las comunidades rurales. Hacer
una Antropología histórica, o Historia antropológica, de los tiempos recientes en relación con los grabados rupestres. La elaboración, en concreto, de una Antropología del paisaje que muestre cómo han funcionado los grabados como dispositivos territoriales, ordenadores del espacio y depositarios de ricas tradiciones folk en momentos históricos; hemos registrado evidencias suficientes para identificar que la conjunción de grabados y tradiciones míticas campesinas, conforma una topología tradicional sobre el arte rupestre; este fenómeno es interesante en sí mismo, pero podría ser, además, que de su análisis se derivasen inferencias útiles para comprender el sentido original del arte rupestre, bien por el mantenimiento en la larga duración de tradiciones antiguas, o bien por pura analogía débil. Finalmente, nuestro programa careció totalmente de un dispositivo de relación con las comunidades locales inmediatas. Al trabajar en el ámbito de lo que iba a ser el PAAR, el proyecto estaba en cierta medida encapsulado y era menos necesario tener un mecanismo activo de interacción con la población local. Pero, considerado desde las perspectivas que hoy debe manejar la práctica arqueológica, esta carencia no es tolerable y además provoca un empobrecimiento real del propio proceso de investigación y documentación. He aquí, tal vez, algunas de las líneas de trabajo por donde podrían transitar investigaciones futuras.
1.1.5. RELACIÓN DE PROYECTOS IMPLICADOS Un proyecto complejo como éste, en realidad se alimentó de la combinación de muchos proyectos, actuaciones arqueológicas y fuentes de financiación distintas. A continuación se relacionan todos ellos: Título del proyecto: Paleopaisaje y prehistoria del futuro. Parque da Arte Rupestre de Campo Lameiro (Pontevedra). REF: PGIDIT02CCP60601PR Entidad Financiadora: Secretaría Xeral de Investigación e Desenvolvemento. Xunta de Galicia Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC Duración: 2002-2005 Título del proyecto: The emergence of European Communities (EMERGENCE). REF: HPRN-CT-2002-00230 Entidad Financiadora: V Programa Marco de la Unión Europea, Research Training Network (Directorate D, unidad D3). Financió la participación del equipo e investigadores suecos en el proyecto. Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC, Universidad de Goteborg (Suecia); Universidad de Cambridge; Universidad de Southampton; Universidad de Oslo, Matrica Muzeum. Duración: 2002-2006 Título del proyecto: ContextAr. Contexto Arqueológico del Arte Rupestre de Galicia. Rock Art Environs and Environment. REF: BHA 2002-04231-C02-02 Entidad Financiadora: Ministerio de Ciencia y Tecnología Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC Duración: 2002-2005
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Título del proyecto: Advanced Training on the conservation of heritage (cultural heritage. Marie Curie Actions. REF: MEST-2-CT-2004-5139 Entidad Financiadora: Unión Europea. Financió en concreto la incorporación al equipo del investigador holandés Joeri Kaal y la realización de su tesis doctoral. Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC. Duración: 2005-2008 Título del proyecto: Contexto arqueológico del arte rupestre: estudios comparativos entre Galicia, Suecia y Chile. REF: PGIDIT06PXIC606049PN Entidad Financiadora: Consellería de Innovación e Industria. Xunta de Galicia Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC Duración: 2006-2007 Título del proyecto: Programa de investigación en tecnologías para la valoración y conservación del Patrimonio Cultural-CONSOLIDER. REF: CSD2007-00058TCP Entidad Financiadora: Ministerio de Educación y Ciencia y CSIC. Financió la última parte de la investigación analítica y sistematización de la información. Entidades participantes: CSIC, USC, UPV, UJA, UPM Duración: 2007-2012 Título del proyecto: Contexto arqueológico del arte rupestre de Galicia: Rock Art Environs and Environment. REF: PGIDIT03PXIC60601PN. Entidad Financiadora: Consellería de Innovación e Industria, Dirección Xeral de Investigación, Desenvolvemento e Innovación. Xunta de Galicia Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC Duración: 2003-2005 Título del proyecto: Convenio Cultura-CSIC para realización trabajos en Campo Lameiro y Parque del Megalitismo Entidad Financiadora: Consellería de Cultura. Xunta de Galicia Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC Duración: 2003
Título del proyecto: Excavación arqueológica y realización de analíticas en el parque arte rupestre de Campo Lameiro. Entidad Financiadora: Consellería de Cultura Xunta de Galicia Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC Duración: 2004 Título del proyecto: Control y seguimiento arqueológico del desbroce de terrenos del Parque de Arte Rupestre (Sta. Mª de Muimenta-Campo Lameiro) Entidad Financiadora: Concello de Campo Lameiro Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC Duración: 2006 Título del proyecto: Desbroce del rodal norte del Parque de Arte Rupestre de Campo Lameiro Entidad Financiadora: Consellería de Cultura Xunta de Galicia Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC Duración: 2006 Título del proyecto: Documentación y control arqueológico de obras de acondicionamiento de contorno de petroglifos de Rotea de Mendo Entidad Financiadora: Consellería de Cultura Xunta de Galicia Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC Duración: 2006 Título del proyecto: Catalogaciones arqueológicas en áreas afectadas por incendios forestales en los Concellos de Campo Lameiro y Cotobade. Entidad Financiadora: Consellería de Cultura. Xunta de Galicia Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC Duración: 2006 Título del proyecto: Prospección arqueológica para delimitación y declaración BIC de petroglifos de Pontevedra Entidad Financiadora: Consellería de Cultura. Xunta de Galicia Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC Duración: 2007 Título del proyecto: Plataforma tecnológica para Arqueología y Patrimonio Cultural. REF: CSIC05-24-151 Entidad Financiadora: Ministerio de Educación y Ciencia Entidades participantes: CSIC y USC Duración: 2004-2006
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Título del proyecto: ContextAR2: Contexto arqueológico del arte rupestre: estudios comparativos entre Galicia, Suecia y Chile. REF: HUM 2005-01119 Entidad Financiadora: Ministerio de Educación y Ciencia Entidades participantes: Laboratorio de Patrimonio-CSIC Duración: 2005-2008
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Figura 1.1.1. Situación de la zona de estudio, indicando el contorno de los tres ámbitos geográficos de análisis. En cada uno de ellos se aplica una diferente escala de observación y análisis.
Figura 1.1.2. Modelo 3D del terreno de la Zona 2, que corresponde con el valle medio del río Lérez. Sobre él se sitúa la Zona 3, que corresponde con la Estación rupestre de Paredes y con el ámbito comprendido por el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre. Resalta la posición central de esta Estación dentro de la zona de estudio.
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Figura 1.1.3. Límites de las parroquias que comprende la Zona 2. Se observa cómo corresponde el territorio de cada parroquia a una unidad fisiográfica bien definida dentro del valle medio del Lérez.
Figura 1.1.4. Situación de las rocas grabadas de la Estación de Paredes, dentro del ámbito comprendido por el PAAR (Zona 3 de análisis). Se ubican sobre un modelo 3D del terreno y sobre la fotografía aérea y se identifica el topónimo tradicional de cada una de ellas.
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Figura 1.1.5. Visualizaciones 3D de la Estación de Paredes (PAAR). Se percibe el relieve de la Zona 3, una topografía prominente, que destaca sobre los terrenos más deprimidos de su entorno y que, dentro de un dominio general de las formas planas, se presenta muy compartimentada. Sobre el campo de futbol que aparece en las fotos, se ha construido el Centro de Recepción de Visitantes del Parque.
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Figura 1.1.6. Distribución de los muros de piedra de parcelación del monte (“enclavados”) dentro de la Zona 3. Se señalan los petroglifos, topónimos principales y red de caminos.
Figura 1.1.7. Vista aérea definitiva del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre, con el centro de Recepción de Visitantes ya construido.
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2. The European context of late prehistoric figurative rock art
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Rock art is found in places all over the world and from different time periods. The contribution of this book will be to look closer on a specific case of rock art tradition consisting of figurative, knapped motifs on slightly sloping panels situated along the edges and exposed to an open-air landscape of long-valleys, produced by contemporaneous societies in late prehistoric occidental Europe. This type of rock art is normally called engravings even though they are not actually engraved but made as a result from repeated percussions. From this period, important concentrations of figurative rock art, meaning a tradition dominated by iconographic representatives, are known from southern Scandinavia, the Alpine area and Galicia. These societies all have a similar pre- and post reference of their figurative, and here discussed rock art traditions, stretching from the late Neolithic, and especially related to the appearance of early metallurgy, to the Romanization that is preceded by the appearance of early phonetic writing systems. These prehistoric societies, though distant in space, also shared a similar complex economy and social structure being oral or pre-literate (i. e., without a phonetic writing system), ranked and partly commercial based. Furthermore, they all shared strategic localizations by important passages related to communication routes between the inland and the sea. Other structures and communicative expressions represented in the archaeological materials from this period, approx. 3000 BC – 0, suggest that these societies were not isolated but part of a wider world where metals, shapes, ideas and material expressions sometimes and somehow interacted to contribute to the development of the different traditional societies (Harding 1984; Bouzek 1985; Kristiansen 1998; Ruiz-Gálvez Priego 1998). During the European Bronze Age we know for sure that similar shapes, figures, patterns, symbols and attributes were being used and reproduced in a wide geographical area. Trends and fashions were present and this became especially visible in the archaeological materials of the elites (Kristiansen & Larsson 2005).
2.1. DATING ROCK ART: A RELATIVE METHODOLOGICAL PROCESS The present and acknowledged chronologies of the rock art traditions in southern Scandinavia, the Alpine area and Galicia have all been worked out nationally and are a result of a process of centuries of research. Of course, even though the work has shared similar archaeological methods, the resources, perspectives and physical conditions have altered somewhat between the areas. Archaeological methods for dating rock art are best described separately, but since nearly all are relative due to the physical state and localization of rock art in open air, they are often used together to support or reject hypotheses. Methods are also part of a process that like chronology, with time, will become more and more refined and reliable. Consequently, our rock art chronology, for the traditions here considered, is dependent on general chronology since it is tied to societies and their physical and mental expressions and not yet possible to date separately on its own. In recent decades our relative chronology of Europe has been fundamentally altered and there has been progress in the absolute chronological framework thanks to intensive use of radiocarbon dating and sequences of dendro-dates from the so called “pile dwellings” found in Switzerland and Germany (Vankilde 2007: 22). And therefore, we are no longer solely dependent on synchronizations with the Mediterranean-based chronology (Renfrew 1990; Vankilde 2007: 22). Hopefully, and if research and experimenting continues it might be possible someday to date petroglyphs of our type directly. Attempts have been made (Bednarik 2001) but so far they have left us without certainty. Relative methods for dating rock art are often based on what is visible. For example: Relations and proximity in space, choices of motifs, compositions, shapes, attributes and execution techniques. What is similar and what is different are often the bases for gathering and differentiating groups and categories. The visible is dependent on subjective perception and it therefore becomes crucial to nourish a living discussion and debate about rock art chronology (for example Santos Estévez 2005, 2006). Subjective interpretations become more reliable and probable if they are tested over time and in relation to an increasing amount of source material.
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tical stratigraphy on panels that were in direct contact with the sea. The chronology of the changing sea-levels set zones of post dates, reflecting the rising of the land surface that made the making of figures possible. This process creates a relative stratigraphy where older figures are found higher up on the panel creating fictive sea level “lines” while younger figures show other lower lying lines that can be found from this line and up, mixed with older figures. Several studies of this type have been made recently along the coasts in Norway and western Sweden (Ling 2004) and even though the dating must be said to reflect just the analyzed figures on the selected panels, assumingly in direct contact to the sea, there seem to be patterns in levels and different ship types (defined typologically) creating a local chronology that can be confirmed or rejected by other methods. Of course, this method is limited to certain panels and there is always the possibility of fluctuations in sea, lake or river levels due to floods, draughts or human influences. But still, with more analyses of this type we will see patterns that can be confirmed or form hypotheses that will find support from other methods. It also shows that there are local possibilities and conditions in the landscape or in certain contexts that need to be considered and if possible used in the process of refining local chronologies. Local stratigraphies can also be suggested from the wear/patina, depth or techniques of the figures. These types of stratigraphies are highly speculative since there are many circumstances and variations that can affect these parameters through time. Especially weathering and patination are processes that are highly variable to all sorts of internal and external factors. Techniques and depth are not even necessarily related to time, even if it is one possibility. The only relatively safe technique to date is the use of iron or steel tools on rocks that often leave different traces than percussion marks. It is relatively safe to say that these were made post Bronze Age. Cross-dating is the most common method used for figurative rock art. It departs from the identification of represented and otherwise datable objects or iconography and style. These are sometimes combined when objects display iconography as is the case of the weaponry, jewelry and personal hygiene utensils of bronze in Scandinavia. These display ships, animals, human like figures and circular figures in compositions and scenes that are unquestionably similar to the ones present on the rocks. In the alpine region, as in Galicia and in Sweden it was the actual identification of certain weaponry that first helped to relatively date the rock art. In Italy as well as Galicia there are representations of characteristic halberds and daggers that have been dated with more secure methods to the Copper age and Early Bronze Age. The Early Copper or bronze weapons are often represented on the rocks in natural size and hoards containing the actual weapons have been found in a close distance to the rock art (Leiro, Rianxo in Galicia, see Bradley 1998: 247-249), making the hypothesis more reliable. Crossdating is best applied when rock art is detailed and clearly depicted since it concerns a subjective perception. Identi-
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Typology/seriation is perhaps the most common and typical method in archaeology. It departs from the arrangement of units in groups (classification of variables) based on their defined individual characteristics (monothetic) or the sum of shared criterionia (polythetic) and the groups are thereafter put in series of change from similar to different. Sometimes, there is a supposed evolutionary idea behind the series that departs from the simple and ends with the complex, but repeated practical try outs with different types of materials have often come to the conclusion that the idea of change more has the shape of waves than a simple line, i.e., the complex or baroque is often followed by the return of more simple forms. The “evolution” in shapes seems to be more a variation of taste when it comes to objects and other expressive representations and there is no real reason to assume what comes first in the ordered sequence, and therefore a typology used for chronological purposes should always be complemented with other methods. Stratigraphy is a relative method that can be used in many different ways. The most obvious way, when used in relation to rock art, is to analyze partly or completely overlapping figures and try to decide which percussion marks and lines that are older respectively younger. One problem is that superimposed figures are relatively rare, and when they do exist it is hard to really prove that one line was made before another and even if it is possible, for example when a thinner line is made in the grove of a thicker line or where edges of cut marks can be seen to cut or interrupt other shapes cut mark edges, there is no way of telling how long time that past between them. Also, weathered panels make this type of analysis insecure and there is always a possibility that partly superimposed figures can be an intentional composition. Further, a figure that appears to be a solitaire could have been manipulated, changed, and modernized in a later occasion giving the figure a stratigraphy of its own and turning the classification and typology into a confusion for the archaeologist that is confronted with mixed units of different age and if this is impossible to discern could create new atypical types to be dated and arranged. Stratigraphy as a method in rock art chronology is often used together with spatial methods and typology. A spatial stratigraphy, for example a cemetery, often shows that the oldest graves were placed in the most prominent and central positions and younger graves seem to cluster around them. Some rock-art figures give an impression that they are adjusted to fit in between yet existing ones, respecting their presence. The rock-art panel is in that way made ana logous to a landscape. The spatial stratigraphy is combined with typology to investigate whether there are patterns in spatial distribution and figure types or certain characteristics or attributes related to the figures. Of course, this spatial stratigraphy can also be applied to actual landscapes in which the panels and their figures are distributed. If the results show repeated patterns, the method is considered more applicable. In Scandinavia, thanks to the still ongoing elevation of the land, there is the possibility of making a ver-
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fication should always be tested against a larger body of depictions. The risk of misidentification is always overhanging. The shape of shields or lures, the use of the spoked wheel, the ard – a simpler form of plough, domesticated and bred animals, the ridden horse, chariots with reins or lack of sails on ships are other chronological clues of inventions that can give a hint to a relative time period. Iconography and style, especially as expressed on contemporary bronzes, seems to be similar over large distances and it should be possible to use iconography from more distant areas within Europe for comparative analyses. Iconography is not just single figures but is often composed by scenes, compositions, local styles, attributes and gestures which all have to be identified and verified through testing. Simple figures are of course less applicable than complex and composed ones since a circle or a horse can be seen as figurative components in many non related cultures and times, but the composition of a horse with a circle in a line placed behind the body is a more applicable figure for a chronological reference. The more components within a figure or composition that are comparable the safer becomes their use for chronological purposes. As interpretation of rock art continuously progresses there are more types of objects that are being identified and can be used as chronological markers. However, it is important not to forget that pictures and figurative compositions can survive for a long time in a society, especially if referred to by an oral tradition. Old themes can also be forgotten and revived, especially if they are left visible in a durable material. Cross-dating by iconography or object types that have been used for a long time period and not distinctive for a known limited time span are therefore best used as a complementary identification or to create a hypothesis that can be tested and evaluated by other methods or iconographical identifications. Chronological studies of iconography have a lot to gain also from a wider and comparative perspective. The use of an iconographic similar figure does, of course, not necessarily mean that two distant areas had the same cultural view and interpretation of it. That is a different question, more related to social studies. Excavations of or in the proximity of rock art is another relative dating method that has been applied in many places all over the world and among these also in Scandinavia (Lundström 1965: 1970; Wihlborg 1978; Johansen 1979; Widholm 1998, Coles 1994; Hauptman Wahlgren 1995; Bengtsson 2002, Kaul et al 2005: 134-40; Adoranten 2006), Valcamonica (Anati 1993; 1994) and Galicia (Santos Estévez in press and chapter 7 in this volume). The excavations can either rely on a post date of natural depositions or archaeological structures covering the whole or parts of the rock art panel or a logical but subjective conclusion of contemporaneousness based on context and proximity. In Scandinavia there are a few cases where open air rock art or boulders with similar figures are covered by deposits or incorporated in graves that can be dated more accurately with scientific methods (Randsborg 1993, Wihlborg 1978, Widholm 1998, Goldhahn 2005; Jellestad Syvertsen 2002).
However, what you are dating in these cases are not the rock art but bits and parts of another archaeological context which relation to the rock art can’t be proven but must be argued for. If a site is isolated and a single dateable layer is found containing knapping stones and/or structures that enhances or encloses the panel’s pictured area, the arguing becomes much more plausible than if a panel is surrounded by traces and layers from frequent activities that have been accumulated over a longer period. Still, there is no way of proving the contemporaneousness of the rock art and the dated material. The rock art could have been there long before the activities around it took place, or the datable activities could predate the rock art. Also, the source-criticism related to sampling, methodology and interpretation of results normally performed in archaeological excavations are of course highly relevant even in excavations performed at and in the proximity of rock art. Excavation is therefore a method which results are very much dependent on the conditions given by the local context. Most sites show no traces of human activity other than the making of the pictures. Like all the other relative methods here discussed, excavations are best if supported with other methods. So even though, and so far, we only have access to relative (indirect) and often subjective methods in the chronology of open air pre-historic rock art in occidental Europe, the combining of methods and the increased appliance and development of them has created a synergetic process which results and patterns with time are becoming more and more confirmed by subsequent studies and analyses. You could say that this synergetic process is “abductive”, eliminating hypotheses (inductive and deductive) over time as new source materials are found and investigated. The synergetic process may seem like a circle argument, and indeed there is an inherent conservatism in the chronology of rock art. Once a chronology becomes accepted, it takes a long time (often generations of archaeologists) before alteration and/or refinement of it is taken seriously and is being considered, perhaps just because old truths die slowly.
2.2. THE SOUTHERN SCANDINAVIAN ROCK ART TRADITION In Scandinavia, one usually makes a differentiation between southern and northern picture producing traditions. The most important difference, when comparing the traditions is not their geographical localisation (since this sometimes coincide), but the dominant economical mode of the society believed to having produced them. While the picture producing societies in the northern tradition probably could have been labelled as a hunter-gather-collector-pastoralist society, the picture producers of the southern tradition had a more mixed economical mode also including different types of agriculture and a stronger dependence on trade and imports of metals from other areas. Even though both traditions, in certain places, also chronologically overlap, the northern tradition is known to have had a much longer
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suggested by Montelius was the most recognized (Baltzer 1912). The question though, was not completely answered and even today the possibility that some rock pictures were made already approximately around 2400-1800 BC to reach a peak during 1700-500 BC, especially during two phases (1350-1200BC) and (950-700BC) and in some local areas during 500 BC-1 AD, is still considered and discussed as chronology is becoming more and more refined. The peaks coincide with similar peaks in the deposition of bronze in hoards (Johansen 1993; Levy 1982). The “sudden” outbreak of figurative pictures in these more southern areas coincides with a wave of imports, probably of copper, gold, bronze scrap, and tin, and the oldest datable motifs are depicted on the blades of locally produced bronzeweapons. Since Scandinavia lacks greater deposits or evidence of mining these natural resources they are believed to generally have been imported. The choice of many motifs, i.e. ships, wagons, and foot/shoe soles, irrespective of if they are considered to belong to the real world or the imagined, mythical world, indicates and supports the fact that movement and transportation of people and goods most likely were important practices in these areas. Also, some of the locally or regionally produced bronze objects are carrying figurative expressions with a close resemblance, in style and motifs, to the ones on the open-air rocks. This fact has in many ways helped to make relative dating of some of the rock pictures’ motifs. During the 20th century, chronologies were made mainly based on typology and iconography. The preferred and almost exclusively chosen motif was the ship since it was very common and exhibited many detailed variations in shape (Ekholm 1916; Dahlgren 1934; Mandt Larsen 1972; Fett 1941; Marstrander 1963; Glob 1969; Rostholm 1972; Burenhult 1980; Malmer 1981; Sognnes 1987 and Kaul 1998: 87-112; Kaul et al 2005: 91). These suggested chronologies were also iconographical and stylistically made up by the comparison of ship-figures found on metals, especially on razors, swords, knifes, hanging vessels and tweezers that sometimes could be carbon-dated through the context of the closed find (grave or hoard). Based on relative chronology and comparison with pictures on bronzes we can conclude that some of the rocks, also depending on their position, size and ascribed importance, were places repeatedly visited and where new pictures were added over time and in relation to existing ones. Other rocks show a different pattern, either they were composed in one singular moment, planned in smallest detail, or they might have been visited many times but not necessarily in a continuation. In a time frame of two millennia, the rock could have been abandoned, forgotten and later rediscovered to be used again, perhaps within a different tradition or perhaps in a revitalisation of an old memory. We should count on that during such a vast timeperiod, things, traditions and reasons could have changed, locally and regionally. To summarize, one can say that the chronology of south Scandinavian rock art is becoming more and more refined and locally adjusted as the knowledge and frames of refe-
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history with roots in the Mesolithic and Neolithic (Bertilsson 2004) while the southern picture producing tradition commonly is dated to approximately 1800 BC – 0. The southern tradition is besides its motifs and their compositions, characterised by a localisation in open air, on slightly sloping rocks and mainly in a coastal environment. The most common motifs are: cup marks, ships, foot/shoe soles, animals (horse, cattle, dog, deer, bird, snake, and pig/boar), human figures, circular motifs, ornaments and spirals, wagons (chariot and four-wheeled), weapons (axe, sword, daggers, spear, throwing stones, bow and arrow), shields, lures – a music instrument and trees. Compositions and different types of scenes are common as well as the intentional and systematic use of gestures, attributes and markers. The distribution and concentration of figurative pictures in geographical “centres” stretches along the ancient coastlines of Sweden and Norway. Smaller “centres” of figurative rock art exist in some places inland and in graves but in general it is the non-figurative motifs that are dominating inland, such as the cup mark. This motif is normally found close to inland settlements and in (or on) grave fields. Also, their distribution in time seems to be more scattered than the figurative and complex representations close to the coast, water- and land-ways. The local positioning of the pictures, close to and facing the waterways or lowland passages, makes it clear that the pictures are placed on the sides of routes from the sea; into or out of the landscape (Fredell 2003: 221f, 225). The coherent localisation of these pictures indicate that the reason for producing these pictures not should be sought in some general societal explanation but rather linked to some more specialised activity that took place within these areas (Ericsson 2005: 208-211). Since the 17th century, the southern Scandinavian rock pictures have been subject for attention and interpretation among people with an historical interest. During the 19th century a scientific ground was laid that consisted of more careful observations and documentations. From the very beginning, the questions of the rock pictures contents and age were considered as central. Around 1830 the literary discussion started which still could be considered as more or less active. As a start the discussion concerned whether the rock art should be tied to the Stone-, Bronze-, or Ironage. The discussion was a reflection of a contemporaneous perspective of culture evolution that also were present in the three-period system that was founded within the same time by Thomsen through his ordering of the collections at Oldnordisk museum in Copenhagen. Oscar Montelius soon came to the conclusion that the rock pictures belonged to the Bronze Age. The conclusion was based on several typological, iconographical and technical observations; i. e. the shape of the ships and the swords, the absence of runic inscriptions, the common symbol of the wheel-cross instead of the swastika that became more common later, during Iron Age. He presented his conclusion in 1874 in the article: “Sur les sculptures de rochers de la Suéde”. By the turning of the century the chronology
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rences are increasing with excavations and specialized iconographical studies, for example in relation to studies of the ancient shorelines. Local studies are also confirming this wider and chronologically more dispersed hypothesis where defined phases within the chronological periods are suggested for local areas (Ling 2004, Vogt 2006). This type of knowledge is today scattered among several researchers and there is a need to make a more comprehensive study and evaluation of all the separate local studies to make a suggestion of an up-dated and refined general chronology for south Scandinavian rock art.
2.3. THE ROCK ART TRADITION IN THE CAMUNIAN VALLEYS The Southern Scandinavian rock-art tradition has one of its closest parallel in the Italian Alpine region. Similarities in pecking techniques, motifs and choice of open-air, and slightly sloping, panels are important factors that have been noted. The similarities in iconography, sometimes incredibly striking, have also been discussed and high-lightened for many different reasons (Almgren 1927; Gelling & Davidson 1969; Nordbladh 2001). In northern Italy, more precisely in the Camunian valleys (Valcamonica, Valtellina), we find a rock picture tradition that encompasses more than 10,000 years and is made up by more than 2,500 panels displaying more than 300,000 figures (Anati 1994). Within this vast time period there have been different phases of picture production. The oldest pictures known are believed to belong to what Anati (1994) chooses to name “the epi-paleolithic period”. These are composed by large animal or idol-like figures. Later there are the Neolithic, the Calcolithic, the Bronze Age, the Iron Age and the medieval periods. We will here concentrate on the late Calcolithic, the Bronze Age and the early Iron Age (approx. 3400 BC-100 BC). This supposedly continuous period is the richest, speaking of quantity and variation in the expression of the figures. The relative chronology of the figures in the Camunian valley has been made possible by intense research, excavations and typological studies since the 1950’ies (Anati 1994). The abundance of figures, superimpositions and each period’s distinctive motifs and styles have made the suggested chronology rather reliable. The motifs, compositions and scenes are many, extremely detailed and complex: Weapons, idols, symbolic-, topographic- and geometric-designs, animal figures, human figures, structures and constructions like houses, simpler forms of ploughs, carts, and other objects and tools as well as early inscriptions. Scenes of ploughing, fighting, hunting, riding, driving wagons, weaving, rituals and sexual intercourse are known and repeated. Bodily gestures, attributes and markers are common which enhance a supposed narrative factor. These alpine pictures are the most expressive in Europe known from this time, finding its only match in southern Scandinavia and especially the region of Bohuslän/Østfold.
The local geographical positioning of the pictures is relatively high up on the sides (a majority of the panels are found on the eastern side) of and facing the Camunian valley. There is also a small island-like outcrop in the southern part of the valley (Luine) were a concentration of pictures from the different periods can be found. The valley sides are characterised by two mountain peaks which according to their physical shape and local folklore are believed to be feminine (west) and masculine (east). The valley is the most accessible passage that connects the central Alpine range with the Po River plain. From the Tamale and Aprica Passes there are two streams that flow from the Adamello and Ceredale glaciers. The streams meet at Edolo where they become the Oglio River, which in turn flows into the Lake Iseo and continues on the Padana plain where it unites with the River Po which in turn flows out in the Mediterranean. Being the central passage through the Alps that connects Central Europe with the Mediterranean, it is not strange that man has left his traces here during a long time. The importance of this passage probably increased around 3300 BC when we find the earliest depictions of wheeled vehicles and transport (Anati 1994: 141). Mines, the acquisition of raw materials and the transport and refinement to metallic weapons may have been important for this area. Also, pottery indicates that there have been connections between the two sides of the Alps in this time (ibid: 142). The chronology of Alpine rock art has been discussed in a similar way as in Scandinavia and today it is acknowledged that the geographically defined tradition can be dated approximately to 8000 BC - 500 AD and can be organized in periods (Anati 1994: 9, 57, 68-94). Important phases, in which abundant pictures and panels have been created and used in these traditions, have been dated to the same time periods as the southern Scandinavian tradition (Malmer 1981, Anati 1994). Due to the detailed and varied depictions, and the long time span, as well as somewhat different research traditions, iconography and style have been used more thoroughly as a dating method than in Scandinavia.
2.4. THE GALICIAN ROCK ART TRADITION Finally we turn to the rock art tradition in question of this book: The Galician. The history of the Galician rock art studies will be dealt with in more detail in the following chapter (1.3). The purpose here is to put Galician rock art in perspective and in context to other European rock art traditions. In the north-western corner of the Iberian Peninsula lies Galicia, a political and geographical area characterised by its laciniated coast-line with fjords, long valleys, and rivers. This special type of coast-line is unique for the Atlantic coast of the Iberian Peninsula where the sea usually hits the long beach more direct, and with the dominant mountains to the east, it is easy to imagine that Galicia, even in pre-history,
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they have been considered contemporary. The association and contemporaneousness between deer and circular figures was one of the first facts that were discussed in interpretation (Vázquez Rozas 1997). Though, these complex combinations of circular figures as known from the panels are not known from Galician megaliths nor on the ceramic, which besides the more naturalistic sun-figures and the schematic deer-figures instead show zigzags or linear band-patterns. There is only one single known simple circle figure on a boulder in the megalith in Mota Grande (Rodriguez 1994) but everywhere else megaliths more commonly exhibits horizontal or vertical running-bands or early types of metal weapons. Also, in a comparison with the Neolithic deer and the deer on the panels in Galicia there is one interesting stylistic difference. In all cases of the Neolithic deer, the style corresponds to the schematic or more naturalistic style. The depiction of the antler-spikes is in all cases placed on the outside of the antlers and sometimes directed downwards, while the stags on the panels are represented with the antler-spikes on the inside and upwards. This difference could indicate a distinction of regions or time since the former style is never seen on the panels. Figurative distinctions in style between regions have been investigated by Santos Estévez (2004: 82) who found that it was expressed in another way (the shape of the rear of the deer). Since all the stags in Galicia are depicted with the antlerspokes inward and upwards, this could mean that they are somewhat contemporary in time or at least that they represent a continuous tradition, which can not be connected stylistically or geographically to the deer depictions on the Late Neolithic pottery from the central and southern parts of the peninsula. Indeed, it is possible that a tradition can survive in a social memory, but apparently not in the practical workmanship. Also, it is unexplainable how a motif that can be linked geographically to the central and southern parts of the Iberian Peninsula suddenly came to an end only to continue, and furthermore in a stylistically altered shape, in the north-western corner. This explanation and the need to link these figurative expressions in a time-chain seem to be typical examples of a contemporary construction and need of a linear and national story of evolution. From a chronological and relation-analytical perspective it is an interesting fact that there are panels only with circular combinations and others with just deer-figures. There are also panels where the circular combinations are central and dominant and where the deer are seen in the outside or in the ”gaps” between the circles or the other way around (García Alén & Peña Santos 1980; van Hoek 1998: 55; Fernandez Pintos 1993: 119; Peña Santos & Rey García 2001). The panels where the deer are central and circular combinations are peripheral are less, and in this case it is also more common that the circular figures are of a less complex type (smaller and not internally connected) and instead more directly connected to the deer-figures. Also, the complex circular combinations are more dispersed over a geographically larger area if compared to the deer-motif (Fernández Pintos 1993: 120).
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was a region with a strong locally distinctive character. The rock pictures are characterised by knapped, chopped, polished and/or engraved motifs, knapped into open-air rocks or boulders, usually on a slightly sloping or horizontal surface and almost exclusively in granite. The motifs are cupmarks, lines, complex circular combinations with cup-marks and lines, weapons, cylindrical idols, deer, animal tracks, horses, human figures, foot-soles and feet, snakes, grids, crosses, symbolic signs, and inscriptions. Schematic art on vertical surfaces, which is such a distinctive trait for the Iberian Peninsula, has not yet been found in this area (Bradley & Fábregas Valcarce 1998). The rock art is dominated by different types of circular combinations. Approximately 70 percent of the total amount of the known figures is composed of some type of more or less complex circular combination (García Alén & Peña Santos 1980; Costas Goberna et al 1991), approximately 20 percent is deer-figures and among the remaining 10 percent motifs like horses, humans, weapons, and other types of symbols or objects are gathered. Most panels are dominated by one to three figure-types, which are depicted repeatedly. The motifs can, and has been, compared with rock pictures in today’s Ireland, England and Scotland (complex circular combinations), southern Scandinavia (deer, horses and simpler circular-figures or combinations), and an area in the central European Alps, which today is composed by northern Italy, southern Switzerland and south-eastern France (circles, weapons, spatulas, labyrinths and idols). This, of course, is a coarse generalization since almost all motifs can be found in all areas excluding Ireland and Scotland which during this period lack more figurative motifs. In Spanish archaeology this rock art tradition is dated to 2500-1000 BC on the basis of possible parallels in megalithic art (Peña Santos & Rey García 2001: 91, 116), and is most often referred to as the Atlantic tradition (see chapter 10), dominated by the motifs of cup and rings and dispersed along coasts and inland countries with Atlantic coastlines. The hypothesis that deer-figures and circular combinations are contemporary and that they can be dated as far back as 2500 BC was founded early after comparisons with the megalithic art in Great Britain and especially on Ireland. With these links back in time and the fact that circular combinations have been found covered or incorporated in a new type of settlements so called ”Castros” that appear in the archaeological material around 1000 BC, the conclusion was made that the circular combinations and the deer-figures should belong between these outlines i.e. approximately 2500 – 1000 BC (Obermaier 1925; Costas Goberna et al 1999: 173). The parallels in rock art in Valcamonica and Southern Scandinavia and the iconographical materials in Europe from the Bronze Age and Early Iron Age, which exhibits several examples from this period of deer and horses in combination with circular figures, have been dismissed in the chronological discussion with the excuse of being too distant in time. Deer and circles are a common combination on the panels and they are seen, in many cases, in deliberate compositions and this is probably why
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To conclude: There is an evident need for a refined analysis and chronology of the Galician circular combinations. The here suggested hypothesis can be summarised in that the bigger, more complex circular combinations in general are older than the deer figures, but that the deer figures in several cases economically and perhaps symbolically have been composed together with older and already existing circular figures on the panel to create a new meaning (see also Fernández Pintos 1993: 119-20). I consider the simpler and smaller circular figures, which have a more direct or indirect but close relation to the deer figures, as contemporaneous. One should always take into consideration that on the same panel can exist several chronological phases and that interactivity between already existing motifs and planned new ones could have mattered (Casey
1999). The fact that the Atlantic style elsewhere does not display figurative motifs like deer has not really been taken into consideration. Perhaps there is now, with the increased amount of field studies and source material, a need to refine Galician rock art chronology and take into consideration the possibility that there could be several traditions, like phases in time that shared the same geographical area and sometimes even the same rocks. There are new evidence to take into consideration that support the fact that the execution of the rock pictures was carried out, probably in phases, over a very long period of time, possibly four millennia (3500 BC to 6th century AD), and consequently the tradition adjusted to and found its meaning in many different contexts and in those societies that over time shared this geographical space.
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Manuel Santos-Estévez
Tras contemplar las hipótesis actuales sobre la cronología de los grabados rupestres postpaleolíticos en los principales focos Europeos, veremos como existe un marco cronológico general para todos ellos que se desarrollaría entre el Neolítico y la Edad del Hierro, incluidos ambos periodos. En este apartado vamos a tratar de analizar las razones por las que a finales de los años 70 y hasta la actualidad, se han propuesto tesis cronológicas para el arte rupestre gallego que difieren en gran medida de las del resto del continente. Quizás una de las razones haya que buscarlas en que el Estilo Atlántico (aunque no se emplee este término por parte de todos los autores), es considerado, por parte de algunos especialistas actuales, como un fenómeno unitario y uniforme. Por lo tanto su génesis, desarrollo y final también fueron considerados unitarios en el tiempo. Peña y Rey en 1993, y más recientemente (Peña y Rey 2001), sostienen que el llamado “Grupo Galaico de arte rupestre” tiene su origen, desarrollo y final entre finales del III e inicios del II milenios a.C., esta hipótesis cronológica se basa fundamentalmente en la cronología de las armas representadas y en la presencia de los denominados idoliformes, que dichos autores relacionan con los ubicados en los accesos a algunos dólmenes del noroeste ibérico. Lo que pretendo señalar aquí es que estas hipótesis no han sido las únicas en la historia de la investigación. Consultando los estudios anteriores a los años 70, donde podemos destacar, entre otros, la obra de Sobrino Buhigas (2000 ed. facsímil de 1935), los petroglifos gallegos son abordados de forma más compleja, analizando motivo a motivo qué información nos pueden aportar acerca de su cronología, es decir, que no se contempla este fenómeno como un todo unitario. Para Sobrino una parte del registro del arte rupestre no puede ser utilizado para datar el todo. Esta forma de enfocar el tema permitió obtener una visión menos esquemática, advirtiendo que los petroglifos gallegos pudieron haberse desarrollado entre el Neolítico y la Edad del Hierro. Por otra parte, nuestra propuesta cronológica, que será desarrollada en el capítulo 20 de este libro, recupera muchas de las ideas que los primeros investigadores presentaron con anterioridad. De este modo, queremos resaltar que los trabajos de las últimas décadas supusieron un paréntesis o una ruptura no del todo justifi-
cada y sustentada en datos empíricos tal y como se ha discutido en publicaciones recientes (Santos 2005, Costas et ál. 2006, Santos 2006, Santos et ál. 2007). En las obras de Peña y Vázquez (1979) y de García y Peña (1981), se sitúan de forma genérica las combinaciones circulares y las espirales en la Edad del Bronce. La base de esta afirmación residía en la consideración de que éstas no aparecen representadas en el arte megalítico y en que existen claras superposiciones y reutilizaciones en construcciones de la Edad del Hierro como ocurre, por ejemplo, en los castros de Santa Tegra y Codeseda respectivamente. Las figuras laberínticas eran ubicadas en momentos tardíos de la Edad del Bronce, ya que los diseños más antiguos son datados en torno al 1200 a.C. Por su parte, las escenas de equitación también eran encuadradas en momentos tardíos de la Edad del Bronce, aunque se mantiene la cautela ante la posibilidad de la existencia de “montas rituales” de animales no domesticados. Las armas parecen pertenecer, al menos en los casos más fiablemente datables, a los inicios de la Edad del Bronce, a excepción del casco de cuernos representado en la Laxe do Outeiro do Río Loureiro. A partir de los años 80, tras la publicación de Los Petroglifos Gallegos (Peña y Vázquez 1979) y de Grabados Rupestres de la Provincia de Pontevedra (García y Peña 1981) se consolida, en Galicia y exclusivamente en este país, la idea de que el arte rupestre prehistórico del noroeste de Iberia es un fenómeno asociado a un único periodo cronológico comprendido entre otros dos fenómenos, que también en su momento se consideraron hasta cierto punto uniformes y también estrechamente unidos a periodos crono-culturales determinados, por lo tanto el arte rupestre era posterior a la construcción de los megalitos y anterior a los castros, por ello los grabados rupestres debían ser encuadrados exclusivamente a la Edad del Bronce. Del mismo modo que los paneles con armas grabadas servían para datar todos los petroglifos gallegos, la superposición de las construcciones propias del castro sobre combinaciones circulares en Santa Tegra servían como argumento para datar a todos los restantes diseños. Pero, con anterioridad a estas publicaciones y, manejando básicamente los mismos datos, existieron otras propuestas cronológicas que contemplaron el arte rupestre del
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3. El contexto temporal del arte rupestre de Galicia: historiografía de las propuestas cronológicas
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noroeste de Iberia de una forma más compleja desde el punto de vista cronológico, y como veremos, el situar el arte rupestre exclusivamente en la Edad del Bronce y luego en la transición entre el III y II milenios, es una rareza en la investigación, un paréntesis que contradice una larga tradición investigadora. Las propuestas cronológicas tradicionales han sido formuladas por investigadores, tanto gallegos como extranjeros, quizás el aspecto común a todos ellos haya sido el conocimiento de grabados de otras zonas del planeta, lo cual les ha permitido concebir el arte rupestre como un fenómeno universal en lo geográfico y en lo cronológico. El primer investigador en situar el arte rupestre del noroeste en la Edad del Bronce parece ser Obermaier (1923), quien afirma que en lo esencial los grabados al aire libre estarían desvinculados de la Edad de Piedra y de la del Hierro. Pero Sobrino Buhigas, una década después, señala que resultaría difícil pensar que los grabados rupestres se hubiesen desarrollado en Galicia únicamente vinculados a un solo periodo cronológico, idea que comparto, puesto que el arte rupestre postpaleolítico, en aquellas regiones en las que ha sido datado con cierta fiabilidad, se caracterizan, en la mayor parte de los casos, por una dilatada pervivencia, conservando en esencia muchas de las características formales. El mismo Sobrino Buhigas sostiene en su archiconocido Corpus Petroglyphorum Gallaeciae que “Absurdum esset idem tempus omnibus petroglyphis stabilire” (1935: 27, reedición de 2000) por ello afirma que casi todos los petroglifos pertenecerían a distintos periodos de la Edad del Bronce, aunque reconoce la existencia de la relación de algunos diseños con el Neolítico y con la Edad del Hierro (Hallstatt y La Tene). En definitiva, afirma Sobrino que la mayor parte de los petroglifos gallegos pertenecerían a la Edad del Bronce, pero que algunos de ellos serían contemporáneos al fenómeno megalítico y otros a la Edad del Hierro. En líneas generales son del mismo parecer arqueólogos como Santos Junior (1942) que, aunque sitúa muchos de los grabados en la Edad del Bronce, se inclina por considerar a la mayoría como pertenecientes a la Edad del Hierro. Con el paso del tiempo, y tras la interrupción de la Guerra Civil y los duros años de la postguerra, con la incorporación de nuevos hallazgos, se van matizando y replanteando algunas ideas pero manteniendo en lo fundamental la cronología propuesta por Sobrino. López Cuevillas (1951) sitúa el origen del arte rupestre gallego en los últimos momentos del megalitismo, se desarrollaría durante la Edad del Bronce y sitúa buena parte de los diseños en la Edad del Hierro: algunos serpentiformes localizados en castros o signos esvásticos, pero, al mismo tiempo llama la atención sobre la gran similitud entre los petroglifos salmantinos del castro de Yecla de Yeltes y de los grabados en placas de pizarra del castro de Lerilla (Cabré 1930, citado por Martín Valls 1983) con los grabados gallegos, Cuevillas defiende una cronología del Hierro para los cuadrúpedos del noroeste, en efecto, si se consideran estas representaciones zoomorfas como un desarrollo más tardío que las com-
binaciones circulares, señala Cuevillas, esto explicaría la ausencia de cuadrúpedos en Irlanda y Gran Bretaña. Sobrino Lorenzo-Ruza (1951 y 1953) comparte la idea de Cuevillas de que círculos y ciervos tengan una cronología distinta, y que esto explicaría la ausencia de cuadrúpedos en las Islas Británicas. Señala también la posibilidad de que las combinaciones circulares se correspondan, al menos en parte, con el periodo Neolítico, para ello lleva a cabo un detallado estudio sobre la reutilización en megalitos de petroglifos gallego-atlánticos en el archipiélago británico. En general, en el aspecto cronológico, sigue la tesis de Sobrino Buhigas e incide en la idea de situar la figura del laberinto en el siglo VII como fecha más antigua, es decir, que el grupo atlántico tendría sus inicios en el megalitismo y se desarrollaría hasta el siglo VII. También Blanco Freijeiro apunta la posibilidad de que al menos los laberintos debieron ser contemporáneos a la época de los castros (Blanco Freijeiro 1958). En definitiva, todos estos autores, no sólo manejan información local, sino que no dudan en buscar paralelismos en otras zonas del continente, esta forma de enfocar la temática, se refleja incluso en la manera de denominar el grupo de grabados que analizan; Sobrino Lorenzo-Ruza (1951) como Mac White (1951) emplean el término de petroglifos gallego-atlánticos para referirse tanto a los grabados situados en el noroeste de la península como a los ubicados en las Islas Británicas; como veremos, este término será sustituido posteriormente por Grupo Galaico de Arte Rupestre (Peña y Rey 1993). En los años 60, que podemos considerar como una etapa de transición, destacan los trabajos de Enmanuel Anati que en 1964 y 1968 plantea una seriación cronológica que rompía con todos los planteamientos anteriores situando el origen del arte rupestre gallego-atlántico en el Epipaleolítico con las figuras subnaturalistas, como por ejemplo el gran ciervo de Rotea de Mendo y terminando en las figuras geométricas en la Edad del Hierro, esta propuesta tuvo una escasa repercusión, ya que, diez años después, prácticamente ningún investigador seguía los postulados del arqueólogo italiano. La siguiente etapa, los años 70 y sobre todo la década de los 80, se caracterizan por la gran influencia de las tesis del investigador más prolífico en la investigación de los grabados rupestres gallegos, nos referimos a Peña Santos, que supuso una auténtica recuperación en la investigación sobre arte rupestre en Galicia con la publicación de varias obras de síntesis, artículos monográficos e innumerables calcos y fotografías de petroglifos. De forma paralela Vázquez Varela (1983, 1990), defiende tesis muy similares a las planteadas por Peña. Estos dos autores plantean una clara ruptura con las tesis cronológicas anteriores a los años 70. En efecto, las propuestas de Peña Santos, tanto las publicadas en los 80, como la presentada en 1993 con Rey García, reflejan la desconexión de la arqueología gallega del momento con el contexto europeo, en este sentido las propuestas cronológicas de los 80 y 90 no sólo fueron una excepción en la historia de la investigación, sino también lo fueron en el ámbito geográfico: mientras que los grandes
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Figura 1.3.1. Calco del petroglifo de Laxe da Rotea de Mendo, al oeste de Campo Lameiro. El gran ciervo fue para Anati un grabado de posible adscripción al Epipaleolítico; en la actualidad ningún arqueólogo comparte esta idea.
estilos de grabados rupestres de Escandinavia y los Alpes se desarrollaron entre el Neolítico y la Edad del Hierro (Fredell, capítulo 1.2 de este libro) en Galicia se reducían primero a la Edad del Bronce y luego a la transición entre el Neolítico y el Bronce Antiguo. Con Peña Santos y los principales autores de los años 70 y 80 se abre una fase en la historia de la investigación en la arqueología gallega en la que predominan los paradigmas que defienden el aislamiento del noroeste con respecto al resto del continente, por ello, en las propuestas cronológicas solo se tendrá en cuenta la información suministrada por el registro arqueológico del noroeste ibérico, en el sentido más restringido del término, de hecho, no se tienen en cuenta los paralelismos, ya señalados por investigadores anteriores, entre los petrolifos de Yecla de Yeltes (Salamanca) y los gallegos, que como ya señaló Martín Valls (1983) deberían ser encuadrados en la Edad del Hierro.
Esta nueva forma de abordar la temática por parte de Peña y Vázquez, es un reflejo de una serie de cambios sociales, frente a una tradición fraguada en las décadas anteriores a la Guerra Civil de corte galleguista y de vocación internacional, potenciada por el ambiente propio de la 2ª República, que afectó a los investigadores de la época independientemente de su ideología política. En los años 70 y 80 estaban en activo investigadores formados en una tradición distinta, se presentaban nuevos paradigmas que apostaron por un enfoque aislacionista, autista y regionalista, que tenderá a cerrar la arqueología gallega en sí misma independientemente, también, de las tendencias políticas de cada uno de los arqueólogos, de hecho este fenómeno también es observable en otros ámbitos de la investigación (González García 2007). Este tipo de práctica será la predominante hasta la actualidad y llegará a su máxima expresión en las publicaciones de Peña y Rey (1993 y 2001). Pero veamos en detalle como se pudo llegar a esta
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anomalía cronológica predominante en el arte rupestre gallego de las últimas décadas. A partir de 1976 se propone la hipótesis de que los dos motivos más representativos del Estilo Atlántico: combinaciones circulares y cuadrúpedos son contemporáneos. De este modo empieza a triunfar la idea de que el arte rupestre atlántico en Galicia pertenece a un único periodo y estímulo constructivo (Peña Santos 1976). En Peña y Vázquez (1979) y en García y Peña (1981) se sitúan de forma genérica los petroglifos de este estilo en la Edad del Bronce. Aunque todavía se contempla la posibilidad de que existan petroglifos en la Edad del Hierro al afirmar que los círculos dejan de grabarse en la fase de apogeo de la cultura castreña. No se cierra la posibilidad de que existan petroglifos atlánticos en la fase inicial del Hierro, aunque sí se afirma que estos grabados serían posteriores al arte megalítico. La postura de estos autores se resume en el siguiente texto: “…hemos de admitir como hipótesis de trabajo en base a los datos poseídos en la actualidad, que los grabados rupestres del Noroeste de la Península Ibérica constituyen un mundo en cierto modo desligado cronológica y culturalmente del arte megalítico y que abarcan, en líneas generales, desde la Antigua Edad del Bronce hasta la llegada de la Cultura Castrexa de la Edad del Hierro; es decir, toda la Edad del Bronce…” (García y Peña 1981: 142). De este modo se consolida la idea de que petroglifos gallegos y Edad del Bronce están íntimamente relacionados. El texto arriba citado es una casi perfecta reiteración de la propuesta de Obermaier en 1923. Pero debemos prestar atención al procedimiento que siguen los autores para enmarcar los petroglifos en la Edad del Bronce. Se manifiesta una clara disimilitud entre el arte megalítico y los grabados al aire libre, lo cual podría utilizarse como un dato secundario de apoyo, pero nunca como un argumento definitivo para sostener que los petroglifos son posteriores, de hecho, en estos momentos ya se conocía el hallazgo de un petroglifo con combinaciones circulares usado en la construcción del corredor de un megalito (García Martínez 1975). Por otra parte se señala que los petroglifos son anteriores a la Edad del Hierro porque existen superposiciones y reutilizaciones en castros, este argumento sería válido para un tipo concreto de figura, las combinaciones circulares, pero no para todos los diseños. El razonamiento de los autores de esta propuesta cronológica se aparta, sustancialmente, de los trabajos anteriores al considerar los petroglifos prehistóricos gallegos como un todo monolítico en el que, al desplazar una parte, se desplaza el conjunto entero y correlativamente, al datar una parte, se data el todo. De este modo, al igual que los castros son el monumento representativo de la Edad del Hierro y los megalitos del Neolítico, los petroglifos gallegos pasaron a ser el monumento representativo de la Edad del Bronce, con la excepción conocida de los petroglifos medievales. Esta idea se apoyaba en la presencia de armas de la Edad del Bronce en las ins-
culturas rupestres y en relativizar la importancia de algunos motivos que parecían contradecir esta hipótesis cronológica, como son las escenas de equitación, los laberintos, trisqueles, esvásticas y paletas. Un hecho que ha puesto en evidencia la debilidad de esta hipótesis cronológica ha sido la modificación de los marcos cronológicos para los periodos de la Prehistoria Reciente. En 1981 la Edad del Bronce, periodo en el que se situaban los grabados rupestres al aire libre, tenía sus inicios a principios del II milenio y finalizaba en torno al 500 a.C. Por lo tanto, para algunos investigadores, si hablar de la cronología de la Edad del Bronce era hablar de la de los petroglifos, en 1981, la cronología de los petroglifos gallegos empezaría en el 2000 o 1800 a.C. y terminaría aproximadamente en el 500 a.C. Pero en la década de los 80 empezaron a aparecer datos que retrasaron sensiblemente el comienzo de la Edad del Hierro, que hasta ese momento se establecía en torno al siglo V a.C. Las excavaciones en el castro de Penarrubia dataron el yacimiento en el siglo VI (Arias 1979), excavaciones en el Castro de Penalba arrojaron fechas similares (Álvarez 1986) y trabajos en Torroso remontaron los primeros niveles de ocupación al siglo VII (Peña 1992), a esta circunstancia hay que sumar el rejuvenecimiento de los albores de la Edad del Hierro en el norte de Portugal lo que hace que diversos autores hablen de una Edad del Hierro a partir del siglo VIII a.C. (Parcero Oubiña 2000, González Ruibal 2007). Pero curiosamente, al retrasar las fechas de comienzo de la Edad del Hierro y por lo tanto adelantar el fin de la Edad del Bronce, los petroglifos, como por un vínculo invisible, siguieron fieles a los avatares de la cronología de la Edad del Bronce, es decir, si en 1980 la cronología de los grabados se enmarcaba entre el 2500 y el 500 a.C. a finales de los 80 la cronología oscilaba entre 2500 y 800 a.C. si se consideraba que el fenómeno estaba asociado a la aparición de la primera metalurgia en el Calcolítico, o entre el 1800 y 800 a.C. si se vinculaba exclusivamente al bronce. Todos estos cambios en la cronología del arte rupestre no estaban en absoluto justificados, simplemente estaban sometidos a los vaivenes de la cronología del periodo al que se vinculaban los grabados rupestres. Esta situación cambia en 1993 cuando Peña Santos y Rey García en 1993 y 2001, replantean la ubicación cronológica del arte rupestre prehistórico. Estos trabajos siguen fieles a la concepción de Peña Santos al considerar los petroglifos gallegos como un todo unitario. Por ello, al revisar la cronología de algunos motivos proponen una cronología todavía más reducida. Como ya se ha señalado, esta nueva cronología se basa en la datación de las armas y en la de las posibles representaciones de idoliformes. Peña y Rey sostienen que la cronología de ambos tipos de objetos pertenecen al Calcolítico y Bronce Inicial y, por lo tanto, todos los petroglifos prehistóricos han de pertenecer al mismo periodo. Con esta propuesta, el arte rupestre prehistórico gallego pasaba a ser una auténtica anomalía en el contexto Europeo, los petroglifos de tradición escandinava y alpina, y los gallegos hasta los años 70, se habían
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autores recurren a soluciones imaginativas, que aunque entran en el mundo de lo posible, no están sustentadas en datos arqueológicos, antropológicos o de cualquier otro tipo. En primer lugar afirman que la práctica de la equitación pudo haber tenido lugar con anterioridad al I milenio a.C. Para sostener tal afirmación rebaten el argumento presentado anteriormente (Peña y Vázquez 1979), cuando se afirmaba que la presencia de arneses no se documenta hasta finales del Bronce-principios de la Edad del Hierro, sostienen que la equitación pudo haber existido usando arneses con material exclusivamente perecedero y, por otra parte, la presencia de restos de caballo en yacimientos calcolíticos meseteños puede ser un indicio de la práctica de la equitación. Es cierto que no es imposible que la monta a caballo hubiese existido con anterioridad al I milenio a.C., pero también es cierto que no existe ninguna documentación al respecto y, desde luego, la presencia del caballo no demuestra la existencia de la equitación, a lo largo de la Historia, la figura del caballo ha quedado tan unida a la práctica de la monta que es tentador pensar que la sola presencia de este animal es una prueba de su uso como tal, pero lo cierto es que no hay evidencias que lo demuestren (Guilaine y Zammit 2002: 229-231), muy al contrario, es a partir del siglo IX, en la cultura Asiria, cuando aparecen las primeras represen-
Figura 1.3.2. Vista de la roca 1 de Chan da Lagoa, zona este de Campo Lameiro, donde se pueden observar figuras laberintoides y cuadrúpedos, en principio adscribibles al primer milenio a.C.
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desarrollado en un marco cronológico que abarcaba desde el Neolítico o Calcolítico hasta el cambio de Era. En los 90 en el noroeste de Iberia, un arte rupestre, con contenidos muy similares, se había desarrollado en un ámbito cronológico muy corto, solamente coincidente con los petroglifos británicos, los cuales carecen de la riqueza iconográfica de los gallegos, muy posiblemente debido, como veremos en el capítulo 20, a que en las Islas Británicas los grabados tuvieron un desarrollo cronológico más corto que en la Península Ibérica. En este momento el aislamiento científico gallego acaba cristalizando en estas hipótesis cronológicas, lejos quedan ya los trabajos de Obermaier, Sobrino Buhigas, Sobrino Lorenzo-Ruza o Mac White. La llamada “cronología corta” supone una vuelta de tuerca más del aislacionismo geográfico e histórico de la investigación en arte rupestre, geográfico porque se ignoran sistemáticamente los trabajos procedentes de zonas externas a Galicia e histórico porque se obvian datos objetivos presentados por investigadores de generaciones anteriores. Pero, Peña y Rey se vuelven a encontrar con la problemática presencia de diseños que, desde los años 20 fueron situados por la mayor parte de los autores, con posterioridad a los s. VII o VIII a.C. Para salvar este escollo, dichos
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Capítulo 1. Un proyecto interdisciplinar para el estudio del arte rupestre
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taciones de caballos montados y es a partir de este momento cuando se inicia su representación como animal de monta en el viejo mundo (Drews 2004). Respecto a la figura del laberinto Peña y Rey, coinciden en reconocer una estrecha similitud con las representaciones de Valcamónica, pero argumentan que la difusión de dicho diseño pudo haberse producido en sentido contrario, es decir, desde el noroeste de Iberia hacia el mediterráneo oriental, lo cual no plantea ningún problema, pero no resuelve nada a favor de su hipótesis cronológica, ya que los laberintos más antiguos, documentados en la cultura Micénica, son del 1300 a.C. (Kern 1983) Finalmente, en lo que respecta a trisqueles, presentes en Laxe das Cruces (Tourón) y Outeiro dos Lameiros (Baiona), esvásticas grabadas en Portela da Laxe (Cotobade) y paletas documentadas en Campo Lameiro, Cotobade y Chaves, aunque minoritarias, es necesario explicar su
presencia, especialmente cuando se trata de elementos decorativos que, para el caso de los dos primeros diseños, en el noroeste de Iberia, solamente se documentan en la Edad del Hierro; tema aparte sería el de las paletas cuya identificación sí resulta más problemática. Por lo expuesto aquí y con anterioridad en otras publicaciones (Santos 2005, Santos et ál. 2006 y Santos 2008a) considero que es necesaria la elaboración de una nueva hipótesis que concilie la información disponible acerca de la cronología del Estilo Atlántico. Como veremos a lo largo de este libro, los datos aportados por el proyecto de Campo Lameiro parecen corroborar que, tal y como afirmaron los investigadores de la primera mitad del siglo XX, el Arte Rupestre Atlántico se desarrollaría desde el Neolítico hasta la Edad del Hierro, es decir, en un marco cronológico similar al de las restantes tradiciones rupestres europeas con diseños figurativos.
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La realización de un trabajo sobre arte rupestre, paleoambiente y paisaje, bajo un diseño interdisciplinar, como el que se expone en este libro, y con objetivos específicos planteados para cada disciplina desde su propio paradigma, obliga a compartir objetivos y diseñar estrategias comunes. Con esta filosofía, el pilar básico, sobre el que se apoya el análisis sobre los cambios en el paisaje, se convierte en la búsqueda constante de respuestas coherentes a las preguntas realizadas por cada disciplina sobre la evolución natural y cultural del entorno, en este caso concreto del espacio que ocupa el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre de Campo Lameiro y sus áreas más próximas aunque, como veremos, el nivel de detalle e intensidad de los análisis no va a ser el mismo en todas las escalas. Para ello, es tarea obligada contextualizar espacialmente el lugar sobre el cual se va a desarrollar este trabajo. Toda investigación que se proyecta en el espacio, debe mostrar una visión amplia de cómo son las formas del terreno a escala macro y como éste muestra cambios significativos cuando se realiza un zoom sobre un espacio concreto, y se comienza a trabajar a una escala de mayor detalle. A lo largo de las páginas de este volumen, se vislumbra la continua preocupación que los autores muestran por la la plasmación del trabajo en el espacio, preocupación que se muestra desde el texto hasta la cartografía diseñada. De este modo, los autores hacen referencia constante a diferentes niveles de detalle en la presentación de los resultados obtenidos que se vinculan con los límites espaciales sobre los que la investigación se ha desarrollado. La representación de los resultados, datos y observaciones de los análisis se plasman, fundamentalmente en tres ámbitos geográficos que se podrían denominar concéntricos, desde una zona central, de tamaño más reducido a una periférica, más amplia. En las siguientes líneas se describen los tres ámbitos geográficos o zonas de análisis, compartidas por todos los trabajos aquí publicados en aras de una mayor claridad expositiva y, sobre todo, para posibilitar su interacción en este complejo proyecto.
1. TRES ESCALAS DE DESCRIPCIÓN Y ANÁLISIS Los ámbitos geográficos que se definen para la investigación son tres. El tercero engloba a los otros dos y por lo tanto es el que ocupa una mayor extensión geográfica. Esta división intenta responder principalmente a la gran cantidad de información que se maneja en un radio espacial bastante amplio, que tiene como epicentro el área del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre de Campo Lameiro. Se pretende que los límites seleccionados no sean aleatorios, sino que respondan y se ajusten a divisiones naturales concretas y se integren en unidades de relieve lo más homogéneas posibles y que por otra se correspondan, al menos en cierta medida, con distribuciones concretas de ciertos elementos del registro arqueológico, especialmente con arte rupestre. Esto significa que las divisiones geográficas elegidas no son forzadas, ya que tienen en cuenta estos detalles y se amoldan a los límites naturales, como pueden ser los valles fluviales o estribaciones montañosas. También para definir con más racionalidad y coherencia los niveles de estudio, se han aplicado técnicas basadas en sistemas de información geográfica, a partir del análisis de flujos de drenaje y de las cuencas fluviales, a fin de perfilar con más detalle y llegar a una mayor comprensión de los ámbitos geográficos de esta investigación. Al final de todo este proceso, las zonas o niveles de estudio seleccionados, son los siguientes (Figura 2.1): Zona 1. Se corresponde con el área que alberga el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre en Campo Lameiro. La mayor parte de las disciplinas implicadas han realizado su trabajo en este ámbito geográfico y, por lo tanto, el grueso de los resultados se han obtenido para esta zona. Desde el punto de vista arqueológico, se puede observar que en la cuenca definida por el valle medio del Río Lérez, los petroglifos se distribuyen formando concentraciones en determinadas unidades fisiográficas. Efectivamente, una de las concentraciones de petroglifos, que se
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CAPÍTULO 2. DEFINICIÓN DE LOS ÁMBITOS GEOGRÁFICOS DE ESTUDIO
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Capítulo 2. Definición de los ámbitos geográficos de estudio
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Figura 2.1. La investigación se organiza en tres ámbitos geográficos diferenciados y sucesivos, que se denominan Zonas. La Zona 3 es el ámbito que ocupa una mayor extensión geográfica. La Zona 1 es la más reducida y se centra en el área que ocupa el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre, en Campo Lameiro. Esta división de zonas se ha realizado para organizar las diferentes escalas de análisis y sistematizar la información disponible. Su delimitación ha tomado en cuenta criterios arqueológicos, geográficos y geomorfológicos.
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La presencia de túmulos se limita al conjunto de elevaciones orientadas de SW a NE que cierra el valle por su extremo occidental con nueve túmulos y dos más en los montes situados en las estribaciones de las sierras de la parroquia de Santa María de Sacos en el extremo SE de la zona. Por lo tanto, la localización de los túmulos, de supuesta cronología neolítica, sería marginal con respecto a la Zona 2. Respecto a asentamientos de la Prehistoria Reciente, debemos señalar, que al igual que los túmulos, se sitúa en los bordes de la Zona 2, podemos mencionar la cerámica recogida en las proximidades del castro de Penalba de estilo campaniforme (capítulo 9 de este volumen) en el extremo noroccidental y Val da Porca en el límite sudoccidental. Debemos destacar que existe una evidente escasez de asentamientos de la Prehistoria Reciente dentro de los límites de la Zona 2. Asimismo han sido catalogados doce castros que, como veremos en el capítulo 11, tres presentan características propias de asentamientos del Hierro I y nueve al Hierro II. En el primer grupo podemos destacar el castro de Penalba con una ocupación del siglo VI a.C. También debemos subrayar la práctica ausencia de restos romanos a pesar de las numerosas prospecciones realizadas en la zona, simplemente podríamos mencionar el hallazgo de algunos fragmentos de cerámica en puntos aislados del norte de Cotobade. Zona 3. Es el ámbito geográfico más amplio, al que se va a hacer referencia a lo largo del desarrollo de las páginas de este libro. Los límites norte y sur están perfectamente contextualizados por cuencas fluviales. El río Ulla, es el que hace de límite norte, por tierras de A Estrada y Vedra, y por el sur el límite se encuentra en la divisoria que separa el río Verdugo y el Oitavén, por tierras de A Lama y Ponte Caldelas. Hacia el oeste, queda flanqueado por la Depresión Meridiana, unidad geomorfológica que bordea toda la zona y que se extiende por tierras de Padrón, Pontecesures, Caldas de Reis, Portas, Barro, Meis, Poio y Vilaboa. El límite natural que separa esta zona por el oeste, se corresponde geográficamente con un espacio de transición entre las tierras citadas, e integradas en la depresión Meridiana, que presentan una morfología relativamente plana con vertientes suavizadas, y la apariación de los primeros oteros y montes situados al este de la dorsal, que se extienden de norte a sur, y tienen altitudes comprendidas entre los 400 y los 700 m —Monte da Salgueira (418 m), Montes Xesteiras (710 m) y Acibal (600 m)—. El relieve se caracteriza por la sucesión de superficies aplanadas que se desarrollan a distintas altitudes. Esta configuración paisajística, ya es el reflejo de un cambio paulatino en el paisaje y la antesala de los montes que conforman la Dorsal Galega. Hacia el este, queda delimitada por las estribaciones de la da Dorsal Galega, en la parte noreste y este, y hacia el sureste, es el eje central de la dorsal quien actúa de límite natural. Este es el motivo por el cual las altitudes aumentan paulatinamente hacia el sur, pasando desde los 750 m en tierras de A Estrada y Cerdedo, a los 1000 m
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pueden denominar estaciones, es la situada en el monte Paradela, lugar que ocupa la Zona 1. Fuera de esta unidad fisiográfica, el arte rupestre desaparece o se manifiesta de forma aislada en algunas rocas, hasta alcanzar la siguiente estación o concentración significativa de petroglifos situada en la cuenca de Fentáns. Dentro de la Zona 1 no han sido localizados túmulos o castros, aunque sí evidencias de ocupación en Campo das Pozas (capítulo 7.2 de este volumen) en el extremo sur que, por la escasa cantidad de material registrado, resulta difícil evaluar qué tipo de yacimiento representa, aunque suponemos que no debe tratarse de un asentamiento dada la casi inexistencia de cerámica, hipótesis que estaría avalada por la ausencia de evidencias de cultivo (se volverá sobre este tema en el capítulo 21 de este volumen). Zona 2. Este nivel geográfico comprende el ayuntamiento de Campo Lameiro y la mitad norte del de Cotobade, lo que podemos denominar valle medio del río Lérez. En el primer caso, abarca prácticamente todo el ayuntamiento, a excepción de un pequeño tramo en el noroeste, que se corresponde con la zona montañosa situada al sur de Cimadevila —Montes de Chana (534 m), Cachadas (496 m) y Pedroso (471 m)—. En el caso de Cotobade, ocupa sólo la mitad norte del ayuntamiento, y comprende toda la cuenca del río Lérez incluída en esta división administrativa. Este tramo norte se separa de forma natural del sur por la existencia de una sucesión de montes —Montes Coto do Ceo (638 m), Arcela (558 m), Coirego (778 m), Outeiros Altos (657 m) y Castro Segón (603 m)— que actúan de divisoria de aguas entre los afluentes que vierten al Lérez por la margen sur —Veiga Grande, Frois, Grela, Freixa, Porto, Cabaleiros, Ceira, Laceiras, Cervas, Abelleira, Sillar y Carballás— integrados en esta zona, y los que lo hacen al río Almofrei por su margen norte, no incluídos en ella. Desde el punto de vista arqueológico es esta zona la de mayor concentración de petroglifos del noroeste peninsular. Actualmente se han catalogado un total de 376 rocas grabadas. Si en el nivel local se observan concentraciones de arte rupestre en forma de estaciones, a una escala mayor se detecta una distribución no regular de los grabados rupestres, es decir, que se ven concentraciones de estaciones separadas por espacios vacíos o bien ocupados por un reducido número de rocas aisladas. El valle medio del Lérez contiene una de estas agrupaciones, cuya individualidad se ve resaltada por la presencia de un subestilo local, especialmente en lo referente a representaciones de cuadrúpedos y a la presencia de motivos exclusivos de esta zona. En lo que a los zoomorfos se refiere, predominan de forma clara los motivos de cuadrúpedos con una línea cérvico-dorsal curva y por la colocación de las patas del animal en diagonal conformando, estos dos elementos, una figura dinámica y con cierta organicidad. Esta forma de realizar los cuadrúpedos le confiere al valle medio del Lérez una marcada personalidad que la diferencia de otras zonas en las que los animales se representan con trazos rectos y con las patas y cuello verticales.
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Capítulo 2. Definición de los ámbitos geográficos de estudio
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en A Lama, incluyéndose en esta zona la Sierra do Cando (993 m), Monte do Seixo (1014 m) e incluso una pequeña parte del noroeste de la Sierra do Suido.
2. APROXIMACIÓN GEOGRÁFICA A LA ZONA 3 Durante el desarrollo y evolución del discurso que siguen los capítulos de este libro, se hará referencia continuada, por parte de los diferentes investigadores, a cada una de las zonas geográficas definidas. Pensamos que es coherente analizar en este capítulo las Zonas 3 y 2, desde una perspectiva geomorfológica y desde un punto de vista macro. Mientras que para la Zona 1, se ha reservado el capítulo 4, por ser el objetivo principal de la investigación. La información que a continuación se desglosará, tiene como fin contextualizar geográficamente la Zona 3, definiendo las principales unidades del relieve y analizando cómo se articulan espacialmente. Para ello se realiza una descriptiva sucinta de los aspectos geomorfológicos más destacables. La Zona 3 está perfectamente individualizada y delimitada por accidentes naturales. La encrucijada este-oeste, queda definida por la ubicación de este área como enclave estratégico entre la Depresión Meridiana y las estribaciones de la Dorsal Galega y las sierras que propiamente la configuran. Los límites norte y sur están marcados por los valles fluviales que recorren los ríos Ulla, por el norte, y Verdugo, por el sur. Entre ambos, también se encuentran otros valles de categoría similar a los citados —Umia y Lérez—, que con direcciones E-W diseccionan el terreno y lo compartimentan. Las márgenes norte y sur de estas
cuencas están surcadas por un gran número de cursos de agua, que intensifican, aún más si cabe, una topografía definida por la dicotomía entre sierra-monte y valle. El resultado es la configuración de un relieve caracterizado por la sucesión de superficies aplanadas a distintas altitudes, que la red fluvial rompe y compartimenta, y genera un relieve marcado por la relación constante entre horizontalidad y verticalidad (Figura 2.2). Desde el punto de vista arqueológico, y en lo que a arte rupestre se refiere, la zona comprendida entre los ríos Ulla, Verdugo y la Dorsal Galega se caracteriza por la presencia de numerosos paneles con escenas, donde el cérvido es la figura principal. Al norte del Ulla la presencia de cuadrúpedos es excepcional si se exceptúa la Península de Barbanza; al este de la Dorsal Galega, la presencia del Estilo Atlántico se reduce de forma drástica y las representaciones de cérvidos prácticamente desaparecen. Por otra parte, al sur del río Verdugo y Oitavén se observa también una fuerte disminución en la densidad de cuadrúpedos, especialmente los cérvidos, aumentado, por otro lado los caballos. En definitiva esta Zona 3 posee una personalidad propia en lo que a arte rupestre se refiere. Se podría decir que es el espacio de los cérvidos o al menos donde se encuentran la gran mayoría de este tipo de motivos. En lo referente al emplazamiento las estaciones rupestres se sitúan en las zonas llanas o de escasa pendiente situadas a media altura entre los valles y las cimas de las sierras. La presencia de petroglifos Atlánticos en los fondos de valle es prácticamente inexistente y en lo alto de las sierras su presencia es poco frecuente. Asimismo la Zona 3 es una de las regiones con mayor densidad de asentamientos de la Prehistoria Reciente, especialmente en su mitad occidental, tal y como reflejaron los resultados de los seguimientos arqueológicos de la
Figura 2.2. La Zona 3 está individualizada y delimitada por accidentes naturales. La encrucijada este-oeste, queda definida por la ubicación de este área como enclave estratégico entre la Depresión Meridiana y las estribaciones de la Dorsal Galega. Los límites norte y sur están marcados por los valles fluviales que recorren los ríos Ulla, por el norte, y Verdugo, por el sur. Las márgenes norte y sur de estas cuencas están surcadas por un gran número de cursos de agua, que intensifican una topografía definida por la dicotomía entre sierra-monte y valle, generando un relieve marcado por la relación entre horizontalidad y verticalidad.
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2.1. LAS UNIDADES DEL RELIEVE Se pueden diferenciar tres grandes unidades morfológicas: a) Depresión Meridiana. Esta unidad constituye una fosa tectónica, que se extiende cerca del litoral. Se caracteriza por su estrechez, poca extensión y por estar flanqueada por vertientes empinadas. Esta unidad es la que cierra la Zona 3 por el oeste, y la depresión propiamente dicha quedaría ya fuera de éste. b) La Dorsal Galega, es la otra unidad morfológica con entidad. Se trata de una serie de sierras que se prolongan desde el norte de Galicia —serra de A Faladoira— hasta el sur —Faro de Avión— a modo de espina dorsal, con altitudes que van en aumento siguiendo tanto este eje como el oeste-este. El relieve se vuelve más diversificado, observándose con más frecuencia la relación entre sierra/valle, por lo que se diferencia con claridad de las tierras de su entorno. Aparecen zonas planas, valles encajados, cumbres pedregosas que se van encadenando, y sobre todo la presencia de bloques levantados y hundidos, como son los situados en el suroeste por los sectores de Monte do Seixo, y la sierra de O Cando. La Dorsal actúa como barrera permeable entre las llanuras interiores de Galicia y las tierras de la fachada litoral Atlántica. La orientación de las Rías Baixas, favorable a la entrada de los flujos del SW, permite la canalización hasta sus estribaciones de los sistemas frontales, así como su ascenso, lo que intensifica la inestabilidad climática potencial en este área. c) Los valles fluviales son otra unidad paisajística diferenciadora. La acción fluvial erosiona las laderas y las degrada, acentuándose este efecto hacia los márgenes de la Dorsal y disminuyendo hacia el sector central, que conserva formas más suavizadas. Estos valles juegan un papel importante debido a la capacidad que tienen como transmisores del influjo oceánico. Desde la línea de costa, las perturbaciones atlánticas continúan su recorrido por las formas topográficamente deprimidas de los valles, hasta que se encuentran con las primeras barreras orográficas
de la Dorsal. Los valles del Ulla, Umia, Lérez y Verdugo, de desarrollo medio-corto, son capaces de canalizar las masas de aire del océano directamente hacia las vertientes occidentales de las sierras. Estos efectos se reflejan de forma directa en las características climáticas, que han tenido y tienen como causa-efecto más directa e importante, los procesos intensos de erosión-sedimentación, desarrollados sobre las laderas durante el Holoceno. Estas características topográficas, confieren a esta zona unos rasgos paisajísticos especiales, que se ven acentuados por la influencia de las cuencas fluviales. Pero también, la orografía contrastada —diversidad altimétrica, la orientación y la exposición de los obstáculos montañosos— marca un condicionante climático muy importante, que se va a ejemplificar en el desigual reparto espacial de las precipitaciones que llegan a descargar en el área.
2.2. CARACTERÍSTICAS GEOMORFOLÓGICAS DE LA DORSAL Y SUS ESTRIBACIONES La existencia de sierras con altitudes medias de 1000 m, que forman parte de la Dorsal Galega, y que se ejemplifican de Norte a Sur por la Sierra do Candán, Montes do Testeiro —ambos en el límite este de la zona— Monte do Seixo, Monte Cabaleiro, Serra do Cando y extremo noreste de la Sierra do Suído, individualizan un área que hacia el oeste va perdiendo altitud como sucede con el Monte Cabeiro y la Sierra Cautelada, por tierras de A Lama y Cotobade. La dicotomía sierra/valle se combina con superficies llanas, cumbres pedregosas graníticas y fondos de valle en los que la acción fluvial de los ríos Ulla, Umia, Lérez y Verdugo disponen de formas muy contrastadas, y marcan un relieve compartimentado, como se puede ver en los perfiles topográficos que se muestran en la Figura 2.3. Ello genera la aparición de lomas y pequeños montes, debido a la sucesión de pequeñas sierras, que se rompen e individualizan, al estar cortadas y surcadas por la amplia red fluvial, que aprovecha tanto la dirección preferente E-W y N-S que siguen las líneas de fracturas dominantes, como una litología más favorable, facilitando la profundización de sus valles. El resultado es la aparición de un paisaje en el que resaltan de forma natural lomas, oteros y montes, que aparecen aislados entre sí pero que presentan una continuidad geomorfológica, como sucede por ejemplo con Chan de Armonde o la loma granítica de Paredes. Hacia el oeste de las estribaciones de la Dorsal, las altitudes medias disminuyen desde los 1000 m hasta los 700 m como máximo, con medias próximas a los 500 m. Esta zona queda delimitada por las cuencas de los ríos Ulla, al norte, y Verdugo, al sur, que junto con el Umia y Lérez, individualizan los sectores montañosos situados en los ayuntamientos A Estrada, Campo Lameiro, Moraña, Cercedo y Cotobade. Se caracterizan por la presencia de montes cortados por fracturas de dirección preferente N-S, que favorecen la aparición de valles encajados con laderas abruptas (55% de pendiente), y otros valles con vertientes
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construcción del oleoducto Coruña-Vigo o el ramal del gasoducto Valga-Tui. Respecto a los castros, debemos señalar que existe una distribución desigual, en las estribaciones de la Dorsal Meridiana los asentamientos son menos numerosos y de menor tamaño y, a medida que nos desplazamos hacia el oeste su densidad aumenta al igual que su tamaño, podemos destacar zonas de especial concentración de castros, como puede ser el valle de A Estrada, la cuenca comprendida entre Caldas y Cuntis y el entorno de Pontevedra. Los asentamientos romanos también son más frecuentes hacia el oeste de la Zona 3, propiciada esta circunstancia por la mayor proximidad a la vía XIX y la accesibilidad al mar. De hecho los asentamientos romanos más destacables estarían de un modo u otro relacionados con la vía: Pontevedra, Caldas y Cuntis.
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Capítulo 2. Definición de los ámbitos geográficos de estudio
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Figura 2.3. Detalle de la Zona 1. La dicotomía sierra/valle se combina con superficies llanas, cumbres pedregosas graníticas y fondos de valle en los que la acción fluvial marca un relieve compartimentado, como se puede ver en los perfiles topográficos que se muestran en esta figura. El resultado es la aparición de un paisaje en el que resaltan lomas, oteros y montes, que aparecen aislados entre sí pero que presentan una continuidad geomorfológica, como sucede por ejemplo con Chan de Armonde o en la loma granítica de Paredes.
más suaves, ricos en aportes sedimentarios, en los que se instalan las áreas de cultivo. Hacia el oeste, la influencia de la Depresión Meridiana, beneficia la existencia de vertientes suaves, con escasa pendiente (6%), que por Tierras de Caldas favorece la circulación del río Umia, que se adapta a los distintos niveles aplanados. Estas mismas características se repiten entre las cuencas del Ulla, Umia, Lérez y Verdugo, en los que las abundantes fracturas de dirección N-S y E-W, posibilitan una fuerte disección fluvial y una compartimentación del relieve en bloques perfectamente individualizados, como se puede observar en O Monte Arca, Monte Cregos al norte de Chan da Armonde, Campo Lameiro, Monte do Seixo, Monte Cabaleiro y Sierra de O Cando.
2.3. LAS CUENCAS FLUVIALES Esta zona se caracteriza por la gran abundancia de ríos y riachuelos que articulan un amplio espacio, y que dependiendo de la litología, tectónica y caudal de auga, condicionan la aparición de valles con formas muy variadas. La red fluvial, muy jerarquizada, se articula de norte a sur por los ríos Ulla, Umia, Lérez y Verdugo. Existen dos orientaciones dominantes, la E-W, que secundan los ríos más importantes y la N-S, dirección preferente de sus tributarios. La red fluvial sigue el trazado definido por las líneas de fractura hercínicas, reactivadas en el Neógeno —Cuaternario— lo que provoca grados diferentes de encajamiento, dependiendo del tipo de roca y de los procesos fluviales a los que ha estado sometida la cuenca, ligados a la variabilidad de su caudal hidrológico. Un ejemplo ilustrativo de la herencia tectónica, se puede ver en los ríos Lérez y Verdugo, y se plasma en los cambios bruscos de dirección
que experimentan a lo largo de su recorrido, y que son muy acusados en el Lérez y en el Almofrei. También en la cuenca del Ulla y del Umia se puede observar una herencia tectónica, que se refleja en la existencia de escalones planos a distintas altitudes, que se suceden a lo largo de su recorrido, cortados perpendicularmente y que aprovechan e inciden sus afluentes. En las zonas de contacto litológico o en los sectores graníticos las vertientes tienden a ser abruptas y los valles más encajados, sobre todo en la parte alta y media, como sucede en la cabecera y parte media de río Moscallo, Maneses, Calvos, Barranqueira, etc. Por el contrario, donde dominan los materiales metamórficos, más fácilmente erosionables, los valles tienden a mostrar laderas suaves y fondos planos, resultado de una dinámica fluvial en la que predominaron los procesos de acumulación, y por tanto de relleno de fondo de valle. Buenos ejemplos se pueden ver en los valles de Cimadevila, Muimenta, Chacente, A Lagoa, Fontenlas, Praderrei, Paredes, Os Xuncales o Fentáns. Los ejemplos de encajamiento fluvial, tanto ligado a razones tectónicas como climáticas, son múltiples, de la misma forma que también son las terrazas fluviales colgadas, que se pueden observar en diferentes puntos del área, como es el caso del riachuelo de Os Calvos, cerca de Praderrei. Estas son el reflejo de las modificaciones de los valles a lo largo del tiempo, producto de cambios climáticos, procesos de antecedencia fluvial ligados a la actividad tectónica y a la propia capacidad de arrastre de lo ríos en relación con su caudal. La interacción de estos factores favorece la degradación de las superficies que atraviesan los ríos, originando un terreno muy fragmentado, en el que los interfluvios son una constante en todo el área que se extiende entre las cuencas del Ulla y del Verdugo.
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>> Manuela Costa-Casais, Manuel Santos-Estévez, Yolanda Seoane-Veiga
Los límites norte-sur quedan definidos por la cuenca del Lérez, que drena los términos municipales de Cotobade y de Campo Lameiro. Por el este, y de norte a sur, la zona está cerrada de forma natural por los montes de: Monte Cádavo (711 m) en el término municipal de Campo Lameiro y Monte Montouto (770 m), Outeiro do Reconto (630 m), Coto das Antas (464 m), Monte Ucedo (373 m), Outeiro Raposo (692 m), Castro Segón (603 m) e Subida do Xestedo (990 m) en el de Cotobade. Por la margen oeste, el cierre coincide en su mayor parte con los límites administrativos del ayuntamiento de Campo Lameiro, a excepción de un tramo al norte, en el que se excluye parte del Monte Pedroso (471 m) que vierte sus aguas hacia el oeste, y otro hacia el sur, que afecta a un área montañosa, formada a partir del conjunto de lomas que van descendiendo en altitud, de norte a sur, hacia el valle del Lérez —Fernosa Carballa (539 m), Coto do Peón (370 m), Outeiro de Castro (150 m)—, y que vierten sus aguas también hacia el oeste. Desde el punto de vista geomorfológico se trata de un área de media montaña donde las altitudes dominantes se encuentran en su mayor parte entre los 400 y 500 m, pero hacia el noroeste se llegan a alcanzar más de 700 m. Es un relieve que se caracteriza por su gran fragmentación, sucediéndose superficies aplanadas al sur del Umia, que de forma escalonada se disponen a distintas altitudes, distinguiéndose los niveles de 200 m, 300 m, 400 m, 500 m, 600 m y 700 m. Éstas se suceden de forma escalonada de N a S, y van perdiendo altitud hacia la cuenca del río Lérez (Coto do Peón 370 m, Outeiro do Can 562 m, A Devesiña 333 m, Outeiro da Moa 334 m, Coto do Aguillón 223 m) y
aumentando progresivamente de W a E (Coto de Medio 598 m, Chan da Armonde 508 m, Pedroso 471 m, Monte Gregos 755 m, Coto da Conla 772 m, Coto do Xesto 700 m, O Pico dos Aguillóns 766 m, Outeiro Longo 643 m) (Figura 2.4). La característica geomorfológica más destacable de la Zona 2 es que se trata de un espacio individualizado por la cuenca del río Lérez y por la sucesión de montañas alomadas, que se prolongan con dirección N-S. Estas son diseccionadas por un gran número de afluentes del Lérez, que las cortan en dirección N-S y E-W, provocando una ruptura y cuarteamiento sucesivo de las superficies alomadas. Las principales unidades morfológicas que se diferencian en la Zona 2 son: la cuenca fluvial del Lérez y las estribaciones montañosas que se desgarran al oeste de la Dorsal. Los límites por el este quedan definidos por la presencia de resaltes montañosos que se van sucediendo con relativa continuidad de norte a sur, que cierran el área, y que ya se integran en las estribaciones de la Dorsal Galega. Hacia el oeste, aún es visible la impronta que la depresión Meridiana, de importante entidad, y que llega desde Malpica y se extiende hasta Tui, y que por tierras de Caldas, deja en el terreno una huella que se manifiesta por la presencia de un relieve compuesto por escalones aplanados que se suceden altitudinalmente. Ello le confiere a la zona una característica muy peculiar a nivel geomorfológico, que se traduce a nivel paisajístico en el amplio fraccionamiento que muestra el relieve. Éste, contrastado y poco uniforme, se define por la sucesión de pequeños montes con remates llanos, y en algunos casos con crestas y laderas rocosas, cortadas por la incisión fluvial, lo que provoca un paisaje con una marcada dicotomía entre la verticalidad de montes y oteros, y la horizontalidad de los valles.
Figura 2.4. La característica geomorfológica más destacable de la Zona 2 es que se trata de un espacio individualizado por la cuenca del río Lérez y por la sucesión de montañas alomadas, que se prolongan con dirección N-S. Estas son diseccionadas por un gran número de afluentes del Lérez, que las cortan en dirección N-S y E-W, provocando una ruptura y cuarteamiento sucesivo de las superficies alomadas, como se puede observar en los diferentes perfiles topográficos.
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3. APROXIMACIÓN GEOGRÁFICA A LA ZONA 2
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CAPÍTULO 3. METODOLOGÍA DE ANÁLISIS
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INTRODUCCIÓN En este capítulo se recoge la metodología utilizada para llevar a cabo las investigaciones que se describen a lo largo de los diferentes capítulos de este libro, tanto en el ámbito de las Ciencias de la Tierra como de la Arqueoastronomía. Lo hemos estructurado en cuatro partes. La primera corresponde al estudio geomorfológico, la segunda al estudio de los suelos y sedimentos (estudio de reconocimiento previo, estrategia de toma de muestras, pretratamiento de las muestras y metodología analítica), la tercera a la investigación paleopalinológica (toma de muestras, tratamiento químico, indentificación al microscopio, elaboración de diagramas polínicos y zonación polínica, interpretación de los resultados) y la cuarta a la metodología y fundamento de las observaciones en arqueoastronomía. Cada parte define, de manera sintética, el método de investigación utilizado y las herramientas básicas aplicadas a
las escalas espaciales a las que se desarrolló la investigación. Además, cada sección o apartado también incorpora las respectivas referencias bibliográficas, que ayudan a una mejor contextualización metodológica de cada disciplina. La finalidad es acercar al lector a los métodos de investigación empleados por las disitintas disciplinas implicadas en el proyecto de reconstrucción de los paleopaisajes en Campo Lameiro, con el fin de mostrar cuáles son los instrumentos que han permitido alcanzar los objetivos específicos. El que hayamos optado por agrupar la metodología en este capítulo, en vez de mantenerla en los capítulos individuales, no es casual. La decisión responde al intento de facilitar al lector una visión metodológica integrada de las disciplinas. Además, con ello hemos prentendido también descargar los respectivos capítulos del apartado metodológico, que podría hacer la lectura más dificultosa, y concentrar el discurso en los resultados de cada investigación.
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Capítulo 3. Metodología de análisis
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1. Caracterización geomorfológica
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La metodología utilizada para poner en relación el análisis geoarqueológico y el contexto geomorfológico comienza con un trabajo previo de gabinete dedicado a la fotointerpretación, que va parejo con un análisis detallado de las formas del terreno definidas en campo. Se utiliza para la fotointerpretación los vuelos a color, a escala 1:30.000 del IGN, a escala 1:20.000 del SITGA y a escala 1:3.500 de servicios politécnicos aéreos, a fin de definir las unidades del relieve, y su enmarque en un contexto geomorfológico regional. De la misma forma se consultaron los mapas geológicos 152 (Vila García de Arousa) y el 153 (Cerdedo) a escala 1:50.000, y los mapas geológicos hoja 16 (Pontevedra) y hoja 17 (Orense) para conocer con más detalle la geología y líneas de fractura del sector de estudio, contrastadas y revisadas posteriormente en campo. El trabajo de campo y la fotointerpretación permiten definir las formas del terreno. A partir de este conocimiento se diseñan un conjunto de zanjas, que responden a la variabilidad geomorfológica (crestas, cuencas, bordes de cuenca, zonas planas, etc.) que presenta la Zona 1. Con estas directrices se abren cuarenta y tres zanjas, organizadas en diez sectores, con una ocupación longitudinal total de 2,50 km. Los sectores seleccionados responden a mi-
crotopografías diferenciadas y en cada uno aparecen petroglifos asociados a la roca exhumada. En cada zanja se realizan de forma sistemática descriptivas secuenciales detalladas para definir los cambios sedimentológicos tanto en el eje vertical como en el horizontal, y en cada sector se describe detalladamente uno o más perfiles de suelo tipo, que generalmente coinciden con los de mayor potencia y variación de niveles sedimentarios. Se realiza una selección de suelos, para el análisis edáfico, siguiendo como parámetros principales la secuencia estratigráfica más completa, la máxima potencia, la variedad de unidades morfológicas y por supuesto, la proximidad a los grabados. Con base en la fotointerpretación, se caracterizan las formas graníticas en campo, sobre todo las macroformas. Se utilizan estas herramientas para obtener datos detallados sobre las formaciones superficiales del sector 1. La finalidad es plasmar y volcar la información obtenida sobre un mapa geomorfológico simplificado donde se vean las principales unidades de relieve, así como el cartografiado detallado de la roca que aparece exhumada, con el fin de poder relacionar las que contienen los petroglifos de las que no, y sobre todo definir que forma granítica es la que mayoritariamente es escogida para este fin.
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2. Caracterización de las formaciones edáficas y sedimentarias
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2.1.RECONOCIMIENTO PRELIMINAR DE LOS SUELOS Y DISEÑO DE LA ESTRATEGIA DE MUESTREO Con la intención de seleccionar para ser analizados aquellos suelos con mayor potencial para la interpretación en términos de reconstrucción paleoambiental y contextualización arqueológica del entorno de los petroglifos, se realizó dentro del área del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre una prospección extensiva e intensiva del paisaje y la morfología del terreno. A partir de su lectura geomorfológica se establecieron diez zonas de interés potencial, y en ellas se llevó a cabo la apertura de un total de cuarenta zanjas, con una extensión total de 2,50 km, cuya profundidad estuvo determinada por el contacto lítico o paralítico. Cada grupo de zanjas concentra aquellas que se localizan más cerca dentro de la misma microunidad morfológica. El número de zanjas por grupo es variable, y dependiente de las características específicas de la unidad morfólogica. De esta forma, en las superficies más homogéneas, la cobertura sedimentaria es más uniforme y la información ambiental redundante, por lo que se redujo el número de zanjas. En los casos en los que existe fuerte heterogeneidad espacial, la cantidad de zanjas se incrementó para reflejar pequeñas formaciones. Su ubicación y trazado fueron registrados mediante el sistema de referencia Universal Transverse Mercator (UTM, European Datum 1950). En cada grupo de zanjas se seleccionaron uno o más perfiles de suelo, generalmente coincidentes con los de mayor potencia y variación de niveles sedimentarios, y se realizaron descripciones detalladas de techo a base, con el objetivo de caracterizar los suelos tipo, en base a criterios topográficos y geomorfológicos, de tal forma que fueran representativos de la variabilidad edafogenética de la zona. Tras una inspección general de las zanjas, se establecieron unos criterios para la selección de los perfiles que serían objeto de un estudio geoquímico completo. Estos criterios fueron los siguientes: (1) secuencia estratigráfica más completa, (2) potencia del suelo, que integra edad y procesos de formación, de tal forma que, para dos suelos de la misma edad, el de mayor potencia proporcionará una mayor resolución a la hora de identificar y caracterizar los procesos, (3) variedad de unidades morfológicas y (4) proximidad a los grabados.
A partir de estos criterios se seleccionaron cinco perfiles de suelo en puntos dentro del Parque, distantes entre sí, que se suponen representativos de la variabilidad edáfica del área de estudio, y a su vez son los que ofrecen mayor potencial para la contextualización paleoambiental de los grabados, y para la reconstrucción de la historia del paisaje en esta zona, a los que se les asignó un nombre común PRD, seguido de un número romano correlativo (I,…..V). Se realizó una descripción de campo de cada uno de ellos, de acuerdo con la Guía para la Descripción de Perfiles de Suelo (FAO 2006) en la que se incluyeron datos sobre los aspectos estratigráficos y geomorfológicos, y los rasgos macromorfológicos edáficos, en cada uno de los perfiles expuestos. En cada perfil de suelo se tomaron muestras cada 5 cm de espesor, conservando la coherencia entre horizontes. Así, el perfil PRD-I se han tomado veintiocho muestras, en el PRD-II cuarenta y dos, en PRD-III cuarenta, en PRD-IV sesenta y PRD-V cuarenta y cuatro muestras. Por otra parte se recogieron cinco perfiles de suelo más, en las proximidades del petroglifo de Laxe dos Carballos, a los que se dio el nombre genérico de PCB, seguido de un número romano correlativo (I,…..V). Estos perfiles PCB responden a una estrategia de muestreo diferente, con el objetivo fundamental de estudiar la cronología del enterra- miento y exhumación del petroglifo mediante la estratigrafía y propiedades de los suelos. Conforman una serie desde el petroglifo de Laxe dos Carballos hacia el SW, separados 50 cm entre ellos. De la misma forma que en los perfiles PRD, se realizó un muestreo sistemático, cada 5 cm, respetando los límites entre horizontes (PCB-I: quince muestras; PCB-II: veintidos muestras; PCB-III: treinta muestras; PCB-IV: treinta y dos muestras; PCB-V: treinta muestras).
2.2. PRETRATAMIENTO DE LAS MUESTRAS Cada muestra se subdividió en 3 submuestras, la primera para el análisis geoquímico y edafológico en el Departamento de Edafoloxía e Química Agrícola de la Facultade de Bioloxía (Universidade de Santiago de Compostela); una segunda para las determinaciones de las formas de fósforo y susceptibilidad magnética en el Environmental Archeo-
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Xabier Pontevedra-Pombal,Manuela Costa-Casais, Cruz Ferro Vázquez, Joeri Kaal, Antonio Martínez-Cortizas
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logy Laboratory (Departament of Arqueology and Saami studies, Universidad de Umeå); y una tercera para el estudio polínico en el Laboratorio de Arqueobotánica (Departamento de Prehistoria, Instituto de Historia, CSIC – Madrid). Esta división original de las muestras se mantuvo durante todo el proceso.
2.3. METODOLOGÍA DE LOS ANÁLISIS 2.3.1. Parámetros físico-químicos Para la descripción edáfica se empleó la metodología utilizada en el Guía para la Descripción de Perfiles de Suelo (FAO, 2006). Se determinó el color en húmedo y seco en cada muestra siguiendo la Standard Soil Color Chart - Munsell (1967). La muestra se secó al aire y se tamizó, separándose la fracción gruesa (>2 mm) de la fracción fina (> Xabier Pontevedra-Pombal y otros
a medida que se alcaliniza, ya que puede solubilizar formas de Fe y en menor medida de Al de óxidos, hidróxidos e incluso silicatos (García-Rodeja, 1983). La diferencia en los contenidos extraídos con oxalato amónico de Al, Fe y Mn respecto a la cantidad extraída con pirofosfato sódico puede ser tomada como una estimación del contenido de Al, Fe y Mn inorgánico no cristalino, que se denotará posteriormente como Ala, Fea y Mna. – Cloruro de cobre (CuCl2) El procedimiento de extracción se basa en el método propuesto por Juo y Kamprath (1979) y consiste en la adición de una disolución de CuCl2 0,5 M a una muestra de suelo (relación suelo:disolución 1:10). La suspensión se agita durante 5 minutos y posteriormente se deja en reposo durante toda una noche (12 horas aproximadamente). Transcurrido ese tiempo, la suspensión se agita de nuevo durante 30 minutos tras el cual se filtra a través de papel lavado al ácido. El extracto se recoge en un matraz aforado de 100 mL, cuyo volumen se ocupa totalmente lixiviando el suelo previamente filtrado con la disolución de CuCl2. El Al medido en el extracto se representará con la abreviatura AlCu. El CuCl2 se utiliza como extractante de Al ligado a la materia orgánica. En los tipos de suelos más abundantes de Galicia este extractante ha demostrado ser altamente selectivo para las formas de Al en los complejos organoalumínicos de estabilidad media, de esfera interna pero no quelatos (Urrutia et ál., 1988), ya que el Cu2+ se une directamente a los grupos funcionales de la materia orgánica formando complejos de esfera interna y además su bajo pH también favorece la extractabilidad del Al. La diferencia entre el Al extraídos con pirofosfato sódico y cloruro de cobre (Alp-AlCu) indica el contenido de formas órgano-minerales, y las relación AlCu/Alp el predominio de componentes orgánicos o inorgánicos. Las diferencias entre el Al extraído con pirofosfato y el extraído con CuCl2 se usará como una estimación de los complejos órganometálicos de elevada estabilidad, Aloa (Urrutia et ál., 1995). – Cloruro de lantano (LaCl3) El procedimiento de extracción se basa en el propuesto por Hargrove y Thomas (1981) consistente en la agitación, durante 2 horas, de una suspensión de suelo y una disolución de LaCl3 0,33 M con una relación suelo:disolución de 1:5. Tras el periodo de agitación, la suspensión se filtra a través de papel lavado al ácido permitiendo que percole sobre un matraz aforado de 100 mL. Una vez filtrada la suspensión, el volumen de 100 mL se alcanza lavando el suelo dispuesto en el filtro utilizando tanto LaCl3 como sea necesario. El Al medido en el extracto se denotará como AlLa. El LaCl3 parece extraer Al de complejos de esfera externa y los de esfera interna menos polimerizados e hidroxilados cuando el contenido en materia orgánica del horizonte es bajo, y no disuelve Al inorgánico no intercambiable, por lo que se considera un extractante efectivo para extraer Al ligado a la materia orgánica en complejos órgano-alumínicos lábiles. La diferencia entre el contenido de Al extraído con CuCl2 y LaCl3 constituye lo que se considera como Al li-
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organometálica) en las que un elemento está presente en la fracción sólida del suelo. En esta investigación se han utilizado para el estudio de las formas de Al, Fe y Mn. – Oxalato amónico ácido [(NH4)2C2O4-H2C2O4] Este método emplea una disolución 0,2 M de oxalato amónico tamponado a pH 3 con ácido oxálico 0,2 M (Blakemore, 1983). El procedimiento consiste en la adición a una muestra de suelo de un volumen de disolución (relación suelo:disolución 1:100) y su agitación durante un periodo de 4 horas en oscuridad puesto que esta disolución es fotosensible. Tras la agitación, la suspensión se centrifuga durante 10 minutos a 3000 rpm y posteriormente se filtra usando papel de filtro lavado al ácido. En el extracto se mide el contenido de Al, Fe y Mn que serán representados por las abreviaturas Alo, Feo, Mno. y que representan la fracción “reactiva” presente en el suelo, es decir, la fracción del elemento en la fase sólida que interacciona en mayor medida con los componentes del suelo. Es un extractante de las formas inorgánicas de baja cristalinidad y organometálicas presentes en el suelo, aunque puede atacar la estructura de los filosilicatos 1:1 de bajo grado de cristalinidad o muy pequeño tamaño de partícula, filosilicatos 2:1 clorotizados e hidróxidos de hierro como la lepidocrocita (Barral, 1987), la maghemita o la magnetita (Taylor & Schwertmann, 1974), lo que puede conducir a una sobreestimación, principalmente, del Fe no cristalino. A pesar de los problemas que pueda presentar, García-Rodeja (1983) considera que la extracción con oxalato ácido es la más selectiva en la disolución de componentes de bajo grado de orden. – Pirofosfato de sodio (Na4P2O7) 0,1M El procedimiento de extracción consiste en la agitación, durante 16 horas, de una suspensión de suelo y pirofosfato sódico 0,1 M (pH 10) con una relación suelo:disolución de 1:100 (Bascomb, 1968). Una vez terminado el periodo de agitación, a la suspensión se le añaden unas gotas de Superfloc al 0,4%, se centrifuga a 3000 rpm durante 20 minutos y finalmente se filtra utilizando papel lavado al ácido. Debido a la fuerte dispersión que provoca el pirofosfato sódico sobre el material orgánico del suelo, previamente a su medición en absorción atómica de llama, los extractos son sometidos a una segunda filtración a través de filtros de 0,45 μm de tamaño de poro. Ya en el extracto final, se determinan los niveles de Al, Fe y Mn que se denotarán como Alp, Fep y Mnp. El pirofosfato sódico se considera un buen extractante de las formas de Al, Fe y Mn complejadas con la materia orgánica coloidal, así como de otros metales potencialmente también asociados a la materia orgánica del suelo. Ahora bien, existe cierta controversia respecto al grado de especificidad ya que en los extractos se han identificado diversos minerales de hierro, como la ferrihidrita (Kassim et ál., 1984) y la goethita (Schuppli et ál., 1983). Parece funcionar especialmente bien sobre los complejos ácidos fúlvicos-Al (Barral, 1987). Debe tenerse en cuenta a la hora de valorar el contenido, fundamentalmente de Fe, del incremento de la capacidad de extracción de esta solución
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gado a la materia orgánica en complejos de estabilidad media (Urrutia et ál., 1995) y se denotarán como Alom. – Cloruro de potasio (KCl) La extracción con KCl 1M (Lin & Coleman, 1960) obtiene el Al del complejo de intercambio catiónico (Alk). Como mantienen Urrutia el al. (1995), la diferencia entre el Al extraído con LaCl3 y el Al extraído con KCl se considera como Al ligado a la materia orgánica en complejos de baja estabilidad (Alob) y de difícil bioasimilación.
2.3.3. Materia orgánica del suelo Previo al análisis las muestras secas de tierra fina se muelen ( Manuela Costas-Casais y otros
3. Paleopalinología
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El conocimiento de la historia de la vegetación cuaternaria resulta fundamental a la hora de entender la distribución actual de la flora y de las comunidades vegetales (Bennett & Lamb, 1988) al igual que para conocer la relación del ser humano con su medio. En este sentido, el análisis polínico de sedimentos constituye uno de los principales instrumentos en la reconstrucción del paisaje vegetal (Birks & Birks, 1980). La Palinología es la ciencia que estudia los granos de polen y esporas y, dentro de ella, la Paleopalinología investiga sobre la historia de la vegetación a partir de los granos de polen, esporas y otros microfósiles no polínicos que aparecen fosilizados en los sedimentos (Faegry & Iversen, 1989; Moore et ál., 1991), tanto arqueológicos como naturales. Principalmente, se centra en la reconstrucción de los cambios en la vegetación acontecidos durante el Cuaternario, donde juegan un papel importante tanto las presiones climáticas como, hacia mediados del Holoceno, las antrópicas (Behre, 1988; Huntley, 1988; Moore et ál., 1991; Carrión et ál., 2000; Carrión, 2001; Costa Tenorio et ál., 1990, 2001; García Antón et ál., 2002; López Sáez et ál., 2003; González Sampériz, 2001, 2004). El hecho de que el ser humano actúe sobre los ecosistemas dificulta el conocimiento de las condiciones paleoclimáticas y paleoecológicas holocenas (Carrión et ál., 2000), pues no siempre es posible diferenciar aquellos fenómenos que son debidos al ser humano o a causas naturales. Sin embargo, la antropización del paisaje es un elemento fundamental que, introducido en la interpretación del registro palinológico, permite establecer hipótesis sobre los modelos de utilización del espacio por las comunidades humanas prehistóricas, teniendo la posibilidad de ubicar, espacial y temporalmente, cuestiones tan importantes como el origen y difusión de la agricultura en suelo peninsular (López Sáez et ál., 2003). El análisis polínico se usa para describir la dinámica de la vegetación en una escala temporal desde que von Post en 1916 (Fries, 1967; Manten, 1967) presentara sus primeros resultados en el Congreso de Geología de Oslo. Desde entonces, constituye uno de los principales métodos de investigación con el que aproximarse a la evolución seguida por la vegetación y el clima durante el Cuaternario (Birks & Birks, 1980; González Sampériz, 2004; Burjachs, 2006).
Esto se debe, fundamentalmente, a varias razones (Birks & Birks, 1980): 1) el polen suele ser el fósil más abundante en los sedimentos cuaternarios; 2) los granos de polen son extraordinariamente resistentes a la degradación en contextos no oxidantes; 3) la mayor parte de los pólenes pueden ser identificados, mediante microscopía óptica, en unidades taxonómicas suficientemente detalladas; 4) como los granos de polen son pequeños y abundantes, para conseguir una muestra adecuada hace falta poca cantidad de sedimento; y, 5) los granos de polen son dispersados por las plantas que originalmente se desarrollaron juntas como la vegetación característica de un área. Esta ciencia se introdujo en España en la década de los 40 de la mano de F. Bellot y E. Vieitez, quienes realizaron el análisis polínico de cuatro turberas gallegas (Bellot & Vieitez, 1945). El testigo de este tipo de trabajos lo recogió, a partir de 1950, J. Menéndez Amor quien, de manera individual o con la colaboración del investigador holandés F. Florschütz, consiguió instaurar de una manera más o menos consistente la disciplina palinológica sobre contextos sedimentarios muy variados (turberas, lagos, paleosuelos, etc.) de la Península Ibérica. En las décadas siguientes nuevos investigadores se iniciaron en esta disciplina, tanto en sedimentos naturales como arqueológicos, siendo especialmente reseñables las contribuciones en este sentido de M.J. Aira y P. Ramil en Galicia, J. S. Carrión en el Sureste semiárido, M. Dupré en el País Valenciano y Asturias, M. García Antón en ambas mesetas, P. López García en contextos arqueológicos de toda la Península, C. Peñalba en el Sistema Ibérico y Montes Vascos, R. Pérez Obiol en Cataluña, y B. Ruiz Zapata en el Sistema Central. Hoy por hoy, en España, coexisten distintos equipos dedicados a este tipo de estudios paleoambientales, lo que ha posibilitado que se multipliquen el número de trabajos que se realizan en este campo y que empiecen a establecerse modelos paleoambientales globales para la Península Ibérica; al menos para ciertas regiones mejor estudiadas caso de Galicia, País Vasco, Cataluña y Sistema Central. No obstante, aún persisten numerosos vacíos documentales y amplias zonas de la Península Ibérica que no están lo suficientemente estudiadas, mientras que otras, debido a la antigüedad de los estudios llevados a cabo
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José Antonio López Sáez, Lourdes López Merino, Pilar López García
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Capítulo 3. Metodología de análisis
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en ellas, requieren una revisión pormenorizada de los datos hoy existentes, especialmente en lo que se refiere a la ubicación cronológica de los principales eventos paleoambientales acontecidos y la paleovegetación inferida a ellos.
3.1. ANÁLISIS PALEOPALINOLÓGICO La metodología usada en los estudios paleopolínicos no es excesivamente complicada, aunque requiere de mucho cuidado, precaución y varios pasos a seguir, tanto en campo como en laboratorio. A continuación describiremos más o menos detalladamente los pasos que se llevan a cabo en este tipo de estudios. El inicio de este tipo de trabajo consiste en familiarizarse con los granos de polen, las esporas y los microfósiles no polínicos, observando su estructura, ornamentación y tamaño mediante un examen al microscopio óptico. Todo ello con el objetivo de diferenciar unos de otros y aprender a identificarlos. Para llevar a cabo esta primera toma de contacto se suele contar con una colección de referencia (en nuestro caso la del Laboratorio de Arqueobotánica del Departamento de Prehistoria del CSIC). Además, para completar las identificaciones también se utilizan varios atlas polínicos básicos como Faegri & Iversen (1989), Moore et ál. (1991) y Reille (1992, 1995). En el protocolo palinológico tradicional algunos microfósiles no polínicos pueden colaborar eficazmente a conocer los efectos de las influencias del pastoreo, incendios, cambios edáficos y climáticos, etc., aunque su cuantificación siempre resulta algo arriesgada (Carrión & Navarro, 2001). Para la identificación de estos microfósiles no polínicos se recurre, fundamentalmente, a referencias como van Geel (1976, 1978), Pals et ál. (1980), van Geel et ál. (1981, 1983, 1989, 2003), Bakker & van Smeerdijk (1982), van der Wiel (1983), Kuhry (1985, 1997), van Smeerdijk (1989), van Konijnenburg-van Cittert (1991), PantaleónCano et ál. (1996) y López Sáez et ál. (1998, 2000, 2005).
3.1.1. Muestreo El análisis polínico de sedimentos cuaternarios conlleva distintos tipos de muestreo según el medio de procedencia, ya que puede ser muy variado. En cambio, los análisis en el laboratorio y la identificación al microscopio óptico se realizan de la misma manera, independientemente de la procedencia de las muestras. La principal diferencia en el trabajo de campo está entre los perfiles sedimentológicos abiertos (como paleosuleos, yacimientos arqueológicos y cuevas) y los depósitos de medios húmedos (como lagos y turberas). – Muestreo en perfiles abiertos Este tipo de muestreo es el que podríamos denominar “vertical”, en “perfil estratigráfico” o “continuo”, y es el que se realiza para el estudio de paleosuelos, yacimientos arqueológicos, cuevas y abrigos. Lo primero que hay que
hacer es elegir el lugar más apropiado para el muestreo, intentado localizar la estratigrafía mejor representada. En las cuevas y abrigos, siempre que sea posible, el muestreo se debe de hacer alejado de las paredes debido al peligro de percolación por la circulación de agua. Una vez decidida la zona de muestreo, hay que limpiar el perfil para eliminar la contaminación por polen actual de los sedimentos más externos que están al aire libre. Esta limpieza siempre se desarrolla de techo a base eliminando, al menos, los 5 cm superficiales del perfil. El muestreo se realiza siempre en columna, de forma vertical y de abajo a arriba. Esto se hace así con el fin de que la toma de una muestra no suponga la contaminación del resto. Para facilitar el muestreo se eligen previamente los puntos a muestrear, y se marcan para tener una referencia constante de lo ya muestreado y de lo que aún falta por muestrear. La distancia entre muestras se suele escoger independientemente para cada sitio a estudiar dependiendo de la estratigrafía y de la longitud del perfil. Las muestras se toman con una espátula, y para recoger el sedimento sin apenas pérdidas se utiliza un pequeño recogedor. Por regla general se toman muestras de unos 50 g de sedimento, aunque dado el avance notable de las metodologías de análisis polínico, a veces, con 10-20 g es más que suficiente. En todo caso siempre es recomendable tomar más cantidad de la estrictamente necesaria por si fueran necesarios nuevos análisis. El sedimento depositado en el recogedor se introduce en bolsas de plástico y se etiqueta. Lo ideal es utilizar por lo menos dos bolsas de plástico en la conservación de cada muestra para evitar roturas inadvertidas. Es imprescindible, tras la toma de cada muestra, la limpieza perfecta de los útiles utilizados con sucesivos enjuagados en agua destilada: espátula y recogedor. Todas las indicaciones posibles que identifiquen cada muestra son bienvenidas: nombre del yacimiento, localidad, fecha del muestreo, periodo cultural, cota, nivel arqueológico, datación C14 si la hubiera, etc. Una vez finalizado el muestreo, todas las muestras de un mismo perfil se guardan conjuntamente para impedir extravíos y para facilitar su localización en el trabajo de laboratorio posterior. – Sondeo de medios húmedos Este tipo de muestreo es el que se realiza en turberas y lagos. La toma de muestras en el campo de este tipo de medios se lleva a cabo con el empleo de una sonda manual. La sonda rusa es una de las más utilizadas por su fácil manejo (Faegry & Iversen, 1989; Moore et ál., 1991). Este modelo suele consistir en un semicilindro de acero de 5 cm de diámetro y 50 cm de longitud, que se introduce a presión en el sedimento ‘blando’, permitiendo recoger éste mediante un giro de 360º sobre una lámina de acero. Una vez en la superficie, mediante un nuevo giro en sentido contrario al anterior, se libera el testigo. Para facilitar la conservación, los testigos del sondeo se guardan en semicilindros de PVC y se empaquetan en film transparente para evitar su desecación. Una vez empaquetados se anota en el film el principio y el final de los
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3.2.2. Tratamiento químico Las muestras de sedimento cogidas en perfiles abiertos se tratan directamente con el método expuesto más abajo. En cambio, los testigos de los sondeos de medios húmedos tienen que prepararse para sacar muestras de ellos. Los testigos tienen que ser desembalados en el laboratorio y su superficie debe limpiarse con una cuchilla para, a continuación, llevar a cabo la extracción de muestras para el análisis polínico. La resolución a la que se tomen dependerá del trabajo que quiera obtener el palinólogo. El método químico de laboratorio usado con mayor frecuencia es el llamado ‘método clásico’ (Faegry & Iversen, 1989; Moore et ál., 1991) para análisis polínicos; que consiste en un primer ataque al sedimento con HCl, para la eliminación de los carbonatos; seguido de KOH para la eliminación de la materia orgánica; y luego de HF para la eliminación de los silicatos. El sedimento también suele tratarse con ‘licor de Thoulet’, líquido de densidad 2 que se usa para la separación de los microfósiles polínicos y no polínicos por diferencias densimétricas (Goeury & Beaulieu, 1979). La porción del sedimento que se obtiene al final del proceso se conserva embebida en glicerina dentro de tubos eppendorf. En el pasado era frecuente teñir las muestras con algún colorante que resaltara los granos de polen, aunque cada vez es más frecuente no hacerlo por la posibilidad que existe de que tal proceso enmascare la ornamentación de ciertos morfotipos polínicos y no polínicos. Las muestras deben pesarse en una balanza de precisión, antes de someterlas al tratamiento químico, para un posterior cálculo de las frecuencias absolutas o concentración polínica. Además, al comienzo de cada tratamiento puede añadirse a cada muestra una pastilla de Lycopodium, elemento exógeno usualmente empleado para poder estimar la concentración polínica (Stockmarr, 1971), o utilizar técnicas volumétricas.
3.2.3. Identificación microscópica Tras el tratamiento y conservación de las distintas muestras en glicerina, éstas se montan en láminas, en portaobjetos con cubreobjetos y posterior sellado, para proceder al recuento de los distintos morfotipos polínicos y no polínicos al microscopio óptico. Para subsanar la repartición diferencial de los granos bajo el cubreobjetos (Bastin, 1964; Heim, 1967), la lectura se suele realizar mediante un barrido en líneas paralelas uniformemente distribuidas sobre la superficie que ocupa el cubreobjetos. Siempre que se da una muestra por válida, el número de granos contados ha de superar los 400-500 en medios húmedos, y los 200 en perfiles abiertos, albergando una variedad taxonómica mínima de 20 tipos distintos (Sánchez Goñi, 1994; López Sáez et ál., 2003).
3.2.4.Elaboración del diagrama y zonación polínica El último paso seguido en el análisis polínico de cada muestreo es la elaboración de una gráfica que muestre el desarrollo de los taxa a lo largo de la secuencia diacrónica de las muestras. Según el medio del que proceda el muestreo se elaboran dos tipos de gráficas: diagramas (curvas) para paleosuelos, lagos y turberas e histogramas (barras) para muestreos de yacimientos arqueológicos, cuevas y coprolitos. El tratamiento de datos y representación gráfica se realiza con ayuda de los programas informáticos, como por ejemplo el TILIA y TILIAGRAPH 2.0 (Grimm, 1992). Los taxa de los diagramas suelen representarse en un determinado orden, de izquierda a derecha: los taxa arbóreos y arbustivos (AP), seguidos de las herbáceas (NAP) y de las plantas hidro-higrófitas indicadoras de humedad y de los microfósiles no polínicos. Para la elaboración de los diagramas polínicos se deben excluir de la suma total (suma base polínica) los taxa hidro-higrófitos y los microfósiles no polínicos, que se consideran de carácter local o extra-local, por lo que suelen estar sobrerrepresentados (Wright & Patten, 1963; López Sáez et ál., 1998, 2000, 2003). El porcentaje relativo de estos palinomorfos excluidos se calcula respecto a la suma base polínica. En cambio, para la elaboración de histogramas polínicos, que es el tipo de representación gráfica que se usa para contextos relacionados con el ser humano, a la exclusión de los anteriores taxa hay que sumarle el de las Cichorioideae (Asteráceas ligulifloras), por la sobrerrepresentación que puedan tener debido a su carácter zoófito (Bottema, 1975; Carrión, 1992). En algunas ocasiones, incluso es recomendable extraer de la suma base polínica a Aster tipo y Cardueae por las mismas razones (López Sáez et ál., 2003).
3.2.5.Interpretación de los resultados Una vez que se tiene el diagrama polínico, tanto en forma de curva como de histograma, se procede a la interpretación de los resultados. En Paleopalinología, a la hora de las interpretaciones, se asumen varios postulados diferentes (Birks & Birks, 1980; Faegry & Iversen, 1989): 1) hay que tener en cuenta el tipo de yacimiento muestreado y sus características particulares (latitud, altitud, etc.), el tipo de muestreo y, en general, todo el procedimiento desarrollado para interpretar los datos; 2) la lluvia polínica fósil refleja la vegetación del pasado al igual que la lluvia polínica actual refleja la vegetación del presente; 2) la evolución de las plantas durante el Cuaternario no ha producido grandes variaciones en las características morfológicas y ecológicas de las mismas, por lo que pueden compararse con las actuales. Una característica de las plantas que hay que tener en cuenta a la hora de interpretar es la producción polínica de cada taxón; ya que las plantas con dispersión anemófila
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testigos y las profundidades a las que fueron tomados. Para su mejor conservación hay que introducirlos en cámaras refrigeradas antes de tratarlos en el laboratorio.
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Capítulo 3. Metodología de análisis
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(ej. el pino) aparecerán sobrerrepresentados en comparación con plantas que puedan tener dispersión zoófila (ej. el tilo). Por lo que es muy importante saber conferir una interpretación correcta a los distintos porcentajes de los diferentes taxa identificados; ya que no es lo mismo tener un 10% de polen de pino que de tilo. Otra de las características importantes para la interpretación correcta es conocer la capacidad de conservación de los granos de polen y esporas. Esta capacidad de conservación depende, fundamentalmente, de sus características morfológicas, propias de cada especie diferente; y de las condiciones del medio en el que sedimenta, ya que para la conservación de las cubiertas polínicas es necesario que se produzcan unas características determinadas. En general, el polen se conserva mejor en medios húme-
dos y anaerobios como las turberas y lagos, que en yacimientos arqueológicos. Esta conservación diferencial no ha de olvidarse, por lo tanto, para extraer unas buenas conclusiones de nuestros datos. Y para terminar, porque es imposible exponer en un capítulo de estas características todas particularidades a la hora de interpretar cada yacimiento diferente, hay que tener en cuenta la acción antrópica. Esta acción antrópica, sobre yacimientos arqueológicos y cuevas, puede favorecer la dispersión de especies zoófilas y relacionadas con unos humanos; al igual que puede identificarse en el resto de los depósitos por la aparición de especies cultivadas y por un reflejo de una intensa tranformación del paisaje, sobre todo en los últimos milenios.
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>> Manuela Costas-Casais y otros
Juan Antonio Belmonte Avilés y A. César González-García
Como los lectores de este trabajo no estarán familiarizados con los conceptos básicos de astronomía que se usan en la investigación arqueoastronómica que se utilizarán más adelante en el capítulo 13, vamos a realizar una serie de definiciones técnicas del entorno celeste, paisajístico y temporal que nos rodea que nos van a permitir orientarnos tanto en el espacio como en el tiempo y de esta forma entender las bases metodológicas del capítulo 13. La intersección entre la bóveda celeste (Figura 3.1) y el plano horizontal del observador define el horizonte astronómico que sólo será ideal en el caso de que nos encontremos aislados en alta mar. Sobre su vertical, se medirá en grados la altura —que no altitud— a la que un objeto celeste se encuentra y sobre él, desde esa vertical, se medirá en grados el acimut correspondiente, a partir del Norte, en sentido N-E-S-W. La vertical definirá el cénit o zénit, punto del cielo situado inmediatamente sobre la cabeza del observador. De igual forma, se definirá el nadir como el punto de la esfera celeste situado bajo sus pies. La prolongación del eje de rotación de la Tierra define el eje del mundo que cortará a la esfera celeste en dos puntos denominados polos celestes o simplemente polos, norte y sur. Para un observador del hemisferio norte, todo el firmamento parecerá orbitar alrededor de uno de esos puntos, el polo celeste norte o, en lenguaje común, el Polo. El círculo que pasa por el Polo y el cénit y divide en dos a la bóveda celeste se denomina Meridiano. Este corta al horizonte en los puntos cardinales Norte y Sur. La prolongación del ecuador terrestre sobre la bóveda celeste recibe también el nombre de ecuador, celeste en este caso. En un momento determinado, tendremos sólo la mitad del ecuador celeste por encima del horizonte, que cortará a éste último en los puntos cardinales E y W. El plano de la órbita de la Tierra alrededor del Sol, o desde el punto de vista del observador, el plano de la órbita solar a su alrededor, intercepta a la esfera celeste en una circunferencia a la que se llama eclíptica. El eje de rotación terrestre no es perpendicular a dicho plano sino oblicuo por lo que el ecuador y la eclíptica formaran entre sí un ángulo al que se denomina “oblicuidad” (e), que en el 2000 toma el valor de 23º 26’, o en cifras redondas 23½º. Es gracias a la oblicuidad de la eclíptica que hay estaciones en la Tierra, lo que demuestra su importancia. También es interesante constatar que no sólo el sol, sino también la mayoría
Figura 3.1. La esfera celeste situada alrededor de un observador. La posición de un astro se puede dar en el sistema de referencia horizontal (arriba), usando como coordenadas la altura angular h y el acimut medido desde el Norte hasta A, o en el sistema de referencia ecuatorial (abajo), usando como coordenadas la declinación d y la ascensión recta a, cuyo origen de coordenadas g es el Punto Aries o equinoccio de primavera en el hemisferio norte. Las coordenadas horizontales son locales mientras que las ecuatoriales valen para cualquier punto del planeta en un instante determinado. Adaptado de Belmonte (2000).
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4. Metodología y fundamento de las observaciones arqueoastronómicas
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Capítulo 3. Metodología de análisis
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de los planetas o la luna se encontrarán siempre en posiciones cercanas a la eclíptica. La eclíptica y el ecuador se cortan en dos puntos denominados equinoccios. Por razones históricas, uno de ellos lleva el nombre de Punto Aries, o equinoccio vernal o de primavera en el hemisferio norte, y el otro el de Punto Libra. El Punto Aries es el origen del sistema de coordenadas ecuatoriales (Figura 3.1) que, al igual que la longitud y latitud geográficas en el caso de la Tierra, permiten orientarnos por el cielo ya que son independientes del lugar geográfico de observación y casi independientes del tiempo a escalas temporales pequeñas. Son la declinación, equivalente a la latitud y medida de forma similar a ésta, y la ascensión recta, equivalente a la longitud, que se mide sobre el ecuador celeste a partir del Punto Aries. El tiempo que transcurre entre dos pasos sucesivos del sol por el Punto Aries define el “año trópico” o año de las estaciones de 365 días y algo menos de un cuarto. En su movimiento aparente en el cielo del observador, el sol sale y se pone cada día por un punto distinto del horizonte. El sol sólo sale exactamente por el Este y se pone por el Oeste los días en que se encuentra sobre los equinoccios. De la trayectoria del sol sobre la eclíptica, se deduce inmediatamente que la declinación máxima y mínima que podrá alcanzar el sol es la de la oblicuidad de la eclíptica, positiva y negativa, respectivamente. Cuando el sol se encuentra en esos puntos, sale y se pone lo más lejos posible hacia el N o hacia el S del E y del W, respectivamente. El sol se sitúa en estos puntos durante un periodo relativamente largo de tiempo —varios días— dando la impresión de que su salida o puesta se para en un lugar determinado del horizonte. A estos puntos se les conoce con el nombre de solsticios —literalmente, sol parado— de verano o de invierno, respectivamente (Figura 3.2). Dado que el sol apa-
Figura 3.2. Distribución de los solsticios en un horizonte ideal para un lugar de latitud intermedia del hemisferio norte en la actualidad. Obsérvese la simetría entre los puntos de salida del sol en el solsticio de verano y de su puesta en el solsticio de invierno. Adaptado de Belmonte (2000).
rece durante varios días por la misma zona del cielo, los solsticios se presentan como marcadores claros en el ciclo solar. Varios ejemplos de este fenómeno del sol parado, o solsticio, los veremos en el capítulo 13, en el horizonte sudeste de varios de los grabados rupestres (Figuras 13.5, 13.7). La definición de ecuador celeste y por tanto de equinoccio requiere una base matemática bastante desarrollada por lo que es de esperar que sólo civilizaciones bastante avanzadas hayan alcanzado este conocimiento. En muchas ocasiones, se reclama una orientación equinoccial de ciertas estructuras en culturas que difícilmente podían tener este conocimiento. Por ello, en este caso debemos preguntarnos qué equinoccio estamos observando (González García y Belmonte, 2006). Para complicarnos aun más la situación, la Luna tiene un movimiento orbital alrededor de la Tierra sumamente caprichoso, pues orbita en un plano que no es ni el del ecuador, ni el de la eclíptica, sino que está inclinado unos 5º con respecto al segundo. Además, este plano sufre un movimiento de bamboleo cuya consecuencia es que la línea de intersección entre ambos planos, llamada línea de los nodos, no este fija sino que sufra un movimiento de precesión con un periodo de unos 18,6 años, conocido como el “ciclo nodal”. Como consecuencia de esto, en un mes sidéreo la luna ejecuta una danza sobre el horizonte similar a la ejecutada por el sol a lo largo de todo el año pero con la diferencia de que los extremos de esta danza no son fijos sino que varían, no sólo cada mes, sino también a lo largo del ciclo nodal. La luna tendrá, por consiguiente, no dos sino cuatro lunasticios cada ciclo nodal, al alcanzar ésta las declinaciones extremas de ±(e+5º) en el lunasticio mayor —norte y sur— y de ±(e-5º) en el lunasticio menor —norte y sur— casi nueve años y medio más tarde. De hecho, la luna estará una media de unos siete años en cada par de lunasticios y unos dos o tres años “viajando” entre ellos, por lo que el nombre, en principio, está plenamente justificado. La salida de la luna lo más al sur en su recorrido por el horizonte, es decir en el lunasticio mayor sur, pudo ser vislumbrada desde varios de los grabados rupestres estudiados en el capítulo 13 (Figuras 13.5, 13.7 y 13.9). Hasta este momento, hemos considerado a la Tierra, y al observador que se encuentra sobre ella, como elementos aislados en el espacio, rodeados por todas partes por la bóveda celeste. Sin embargo, la Tierra no es un planeta aislado sino que tiene un satélite gigante —la Luna— y además se encuentra en el interior del sistema solar que a su vez está en el interior de la Galaxia. Como consecuencia de esto, el sistema de referencia tan sencillo que hemos descrito se complica debido a tres fenómenos seculares que describimos a continuación y que se han de tener en cuenta cuando viajamos a fechas pretéritas. • Variación de la oblicuidad de la eclíptica: Se debe a un pequeño movimiento de cabeceo del eje de rotación de la Tierra con respecto al plano de su órbita alrededor del sol, con un periodo bastante impreciso
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>> Juan Antonio Belmonte Avilés y A. César González-García
latitud estándar de 35ºN y un valor máximo de -55’ a una latitud cercana a 61ºN en que la luna sólo sería visible rasante en el horizonte sur. Todo lo que hemos explicado hasta ahora sería válido para un observador situado en medio del mar y en un planeta sin aire. Sin embargo, nuestro planeta tiene una hermosa orografía y está rodeado de una capa de elementos volátiles a la que llamamos atmósfera. Debido a estas dos circunstancias, tenemos que tener en cuenta una serie de factores, tanto atmosféricos como orográficos que van a afectar a la determinación precisa de los acimutes astronómicos. Los más importantes son: • La depresión del horizonte producida cuando el observador no se encuentra a nivel del mar sino en la cima de una montaña, por ejemplo. Para hacernos una idea de su importancia: a 1.000 metros de altura la depresión toma un valor de 1º. La desviación del acimut escala con la tangente de la latitud y su efecto consiste en adelantar los ortos y retrasar los ocasos de los cuerpos celestes. Además, aumenta la visibilidad de estrellas en el horizonte sur y el número de estrellas circumpolares. • La refracción atmosférica debida a la curvatura de los rayos de luz al atravesar un medio no homogéneo como el aire. Toma su máximo valor en el horizonte —34’ en altura—, siendo despreciable a alturas mayores de 10º. También escala con la tangente de la latitud, adelanta ortos y retrasa ocasos. • La extinción atmosférica causada por el espesor óptico del propio aire que amortigua la luz procedente de las estrellas. Depende mucho de las condiciones meteorológicas, pudiendo ser extrema en caso de calima o neblina. Su efecto es especialmente importante cerca del horizonte al ser mucho mayor la capa de aire que ha de atravesar la luz. Como premisa general, una estrella ha de estar al menos a 1º de altura por cada magnitud estelar que tenga, de forma que, por ejemplo, Vega (magnitud cero) será visible desde el mismo instante de su salida pero las Pléyades, cuya estrella más brillante es de tercera magnitud, no serán visibles hasta que se encuentre a 3º de altura angular. La misma regla, aunque un poco menos estricta, se puede proponer para los ocasos. Escala con la tangente de la latitud. Su efecto consiste en retrasar los ortos y adelantar los ocasos de las estrellas. • El horizonte abrupto se da tan pronto nos encontremos en un lugar cuyo horizonte no sea plano en todas direcciones como en medio del mar. Al destruir la geometría del horizonte, rompe alineaciones dobles como la de las líneas solsticiales. Escala nuevamente, para alturas pequeñas y declinaciones intermedias, con la tangente de la latitud. Para alturas grandes y declinaciones extremas, es conveniente usar la fórmula general, que se puede encontrar en libros especializados (e.g. Green 1988: 28). Como es lógico, un horizonte abrupto retrasa los ortos y adelanta los ocasos de todos los cuerpos celestes.
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de unos 40.000 años. En la actualidad, este fenómeno hace que la oblicuidad disminuya a un ritmo de 0,46845 segundos de arco por año, cantidad muy pequeña, pero que empieza a ser importante cuando viajamos muy atrás en el pasado. Se necesitan 4.100 años para 32’ de arco por lo que en el neolítico europeo o en época faraónica temprana, el sol y la luna se habrían desviado un diámetro angular completo en los solsticios y lunasticios con respecto a lo que observamos en la actualidad. • Precesión de los equinoccios: Este fenómeno se debe, a un movimiento de giro del eje de rotación de la Tierra alrededor del eje de la eclíptica similar al que ejecuta una peonza, que se lance inclinada, con respecto a la línea perpendicular al suelo. Este movimiento de bamboleo que se denomina precesión tiene un periodo de 25.776 años y su consecuencia inmediata es que el Punto Aries o Equinoccio retrograde sobre la eclíptica. Como consecuencia, las estrellas disminuyen su longitud eclíptica a un ritmo de 50.2564 minutos de arco por año lo que nos lleva a una variación de 30º en 2.150 años. Desde el punto de vista de nuestro observador, tenemos tres consecuencias fundamentales: la variación de la declinación de las estrellas con los consiguientes cambios en la posición de sus ortos y sus ocasos, los atrasos o adelantos de las fechas de los ortos y ocasos heliacos de las estrellas con el tiempo debido a las variaciones, no sólo de la declinación, sino también de la ascensión recta, y la variación secular de la posición del Polo Celeste de forma que esta describe una circunferencia abierta alrededor el polo de la eclíptica en 25.800 años. La consecuencia de esto último es que nuestra Estrella Polar es tal, sólo desde hace unos 1.500 años en que es la estrella brillante más cercana al Polo. En tiempos de Jesús era Kochab y hace 15.000 años, en pleno Paleolítico, Vega, la estrella más brillante del hemisferio norte celeste. • Movimiento propio de las estrellas: Se debe fundamentalmente a la rotación diferencial de la Galaxia que arrastra a la Tierra y a las demás estrellas de forma diferente. En general es muy pequeño y en la mayoría de los casos despreciable para nuestros intereses. Un caso particular interesante es el de las posiciones de la luna. Al estar tan cerca, la distancia entre la luna y la Tierra no se puede despreciar en los cálculos astronómicos por lo que tenemos un efecto de “paralaje” como el que tenemos para un objeto cercano según lo observemos con uno u otro ojo, es decir, su posición relativa con respecto al fondo, cambia según la posición del observador. En pocas palabras, la Paralaje lunar depende mucho de la latitud del observador y de la declinación de la luna en un instante dado, de forma que a mayor diferencia entre latitud y declinación tendremos un mayor paralaje. A modo de ilustración, para la luna en su lunasticio mayor meridional actual, a -28½º, tendremos -50’ de arco de paralaje a una
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Capítulo 3. Metodología de análisis
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En vista de lo dicho y dependiendo de todos estos factores, la mejor estimación posible de la determinación de la posición en el horizonte del orto de algunos cuerpos celestes singulares, a simple vista y en condiciones normales y según se disponga o no de un “instrumento de medida” como un esfera armilar o la pared de un templo, sería la indicada en la tabla adjunta.
Fenómeno
30ºN Sin 30ºN Con 40ºN Sin 40ºN Con
Solsticio
1º 12’
0º 30’
1º 36’
0º 42’
Lunasticio
1º 12’
0º 42’
1º 42’
1º 06’
Sirio o Venus
0º 54’
0º 36’
1º 12’
0º 48’
Pléyades
3º 12’
2º 30’
4º 36’
3º 42’
La precisión en los ocasos se puede estimar, según condiciones, entre un 80% o un 100% de las cifras indicadas. Los valores se dan para latitudes típicas de las culturas mediterráneas, incluidas las de la Península Ibérica, pero de ellos se deduce que a mayor latitud tendremos aún mayor error. Como se puede comprobar, es difícil predecir la posición del orto solar en el solsticio con una precisión mejor que su propio diámetro (32’), siendo todavía peor en el caso de observaciones lunares. Los datos de Sirio y Venus sirven para cualquier estrella o planeta de magnitud cero o negativa, pues se supone que son visibles desde el instante de su salida. Algo que se deduce inmediatamente de esta tabla es que usar alineamientos estelares para datar monumentos carece de todo fundamento a no ser que se tenga información adicional a partir de fuentes documentales o de las evidencias arqueológicas. Esto nos lleva directamente a los instrumentos de medida necesarios en el trabajo de campo arqueoastronómico. Lo mejor sería disponer de un reloj y de un teodolito más o menos preciso (el ojo humano tiene un poder de resolución angular —capacidad de separar dos objetos distantes— de un minuto de arco, aproximadamente, por lo que precisiones mayores que ésta carecen totalmente de sentido) de forma que se pudiesen tomar medidas de la altura y el acimut deseado y de la altura y el acimut de una astro de referencia a una hora determinada —normalmente el sol—. Sin embargo, en vista de la precisión que se puede alcanzar según la tabla precedente, usar un teodolito puede ser innecesario, y hasta farragoso, en muchas ocasiones, pues es un instrumento pesado, difícil de trasladar y que, además, sólo es útil cuando hace buen tiempo. Por ello, y a no ser que se quieran hacer trabajos de extrema precisión, una buena brújula, que permita un error de ½º aproximadamente, para medir acimutes y un clinómetro, con precisión similar, para medir alturas son más que suficientes. Por otra parte, son mucho más baratos y fáciles de transportar y de usar, incluso en las condiciones geográficas o meteorológicas más adversas. El clinómetro,
una vez calibrado a nivel del mar, no tiene ningún problema, mientras que el problema fundamental del uso de la brújula es la variación local de la declinación magnética, es decir, la diferencia entre el norte medido con la brújula y el norte verdadero. Normalmente, para una época y un lugar determinados, hay un valor fijo de la declinación magnética que suele venir publicado en los mapas y que permite determinarla con un error muy pequeño y corregir así nuestros datos. Sin embargo, la declinación magnética puede sufrir alteraciones locales que en algunas ocasiones recomiendan una medida alternativa de ésta ya sea mediante la observación de la puesta y la salida de un astro sobre el horizonte o, si es de día o está nublado, mediante triangulación geográfica con tres puntos de referencia lejanos, como cumbres de montañas o campanarios de iglesias. Tanto mediante la observación astronómica como por triangulación se consigue fácilmente una precisión de ½º en la determinación de la declinación magnética, más que suficiente para nuestros propósitos. Nuestra experiencia confirma lo anterior pues en muchas ocasiones hemos ido a verificar, con observaciones in situ, nuestras predicciones y en ningún caso se habían cometido errores superiores a ½º en acimut o en declinación —e incluso inferiores en muchos casos—, sirviéndonos de la observación directa para realizar un ajuste fino de nuestros hallazgos. En cualquier caso, recomendamos la observación in situ de un fenómeno o de una hierofanía astronómica antes de confirmar plenamente su existencia porque su determinación “sobre el papel” nunca permite observar y descubrir todos los matices que la belleza de la observación directa produce. Esto motivó el que tras la fase de toma de medidas y el cálculo de las salidas del sol y la luna en los horizontes interesantes de los sitios estudiados en el capítulo 13, propusiéramos la observación real de estos fenómenos. Ejemplos de la belleza de estos momentos se muestran en las Figuras 13.5 y 13.9. Otra variable astronómica importante y uno de los problemas que más de cabeza ha traído a los observadores del cielo de todos los tiempos, el de la “inconmensurabilidad”. El mes lunar o sidéreo es una unidad de tiempo bastante apropiada para subdividir en periodos más cortos el ciclo estacional (al año trópico), sin contar además que las noches de luna llena debían ser muy importantes para unas gentes que no tenían luz eléctrica. Por ello, ha sido elegido por la casi totalidad de las culturas del planeta como base de su calendario. El mes sidéreo tiene una duración media de 29,5306 días por lo que la solución más fácil pasa por seleccionar alternativamente meses de 29 y de 30 días, de forma que en promedio se tenga un “mes” de 29 días y medio. Con esto se consigue un año de 12 meses lunares de unos 354 días. Pero, y los 11 días y un cuarto que en números redondos nos faltan para completar un año trópico de unos 365,25 días, ¿qué hacemos con ellos? Algunas culturas —pocas— pasan directamente de ellos como el Islam. Otras, ponían meses intercalares de vez en cuando, usando como hitos los solsticios y equinoccios o las salidas y puestas de las estrellas, como los
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>> Juan Antonio Belmonte Avilés y A. César González-García
descubrimiento —o más bien importación— por Cleóstrato de Ténedos a principios del Siglo V a.C. y su mejora por Eudoxo de Cnidos a mediados del Siglo IV a.C. Sin embargo, la mejor aproximación posible se debe a la circunstancia de que 235 meses sidéreos corresponde con una exactitud pasmosa a 19 años trópicos. La diferencia es sólo de 2 horas y 8 minutos por ciclo o, lo que es lo mismo, de un día cada 213 años. Esta casualidad excepcional es la base del que se denomina ciclo metónico en honor del astrónomo ateniense Metón quien supuestamente lo habría descubierto, junto a su colega Euctemón, en 432 a.C., tomando como base un ciclo de 235 meses de 29½ en 19 años de 365¼. Sin embargo, lo más probable, es que el ciclo, y el método de intercalación de meses que permitía llevarlo a cabo, fuese desarrollado antes en Mesopotamia, donde se adoptaría como base del calendario. A pesar de su sofisticación matemática, todos estos ciclos tenían un problema: que la duración real del año trópico, según descubriría Hiparco de Nicea hacia 150 a.C., era 11 minutos más corta de lo supuesto hasta entonces. Por este motivo, todos los ciclos, por sofisticados que fuesen, acababan más tarde o más temprano desfasándose del ciclo estacional. Curiosamente, el ciclo natural de 19 años trópicos de 365,2425 días y 235 meses sidéreos de 29,5306 días es mucho más preciso que su aproximación matemática, el ciclo metónico. Este trabajo ha sido financiado en parte por el Instituto de Astrofísica de Canarias en el marco del proyecto P310733 Arqueoastronomía.
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antiguos romanos. Otras, sencillamente, se olvidaron del mes lunar verdadero y acabaron desarrollando una unidad del mismo nombre que no tenía nada que ver con las fases de la luna —nosotros somos un ejemplo de ello—. Finalmente, hubo algunas cuyos conocimientos matemáticos fueron lo suficientemente avanzados para desarrollar ciclos estables de 3, 8 o 19 años, que subsanasen la inconmensurabilidad. La aproximación más sencilla entre el ciclo lunar y el ciclo solar se da cada 3 años ya que 37 meses sidéreos asciende a un total de 1.093 días lo que nos da 3 “años” solares de 364¼, 1 día más corto que el real. Por tanto, añadiendo un mes intercalar de 30 días cada 3 años lunares puros se podía conseguir un ajuste razonable del calendario para el periodo típico de duración de una vida humana —unos 30 años—. Sin embargo, para periodos más largos de tiempo se necesitarían ajustes más finos por lo que este ciclo no dejaría de dar como resultado un calendario lunisolar “vago” que necesitaría reformas y ajustes periódicos. Este tipo de aproximación entre los ciclos lunar y solar será el que podría aparecer, como veremos en el capítulo 13, en los grabados rupestres con grandes ciervos. La siguiente aproximación se da cada 2.923 días aproximadamente, jornada arriba jornada abajo, ya que 99 meses sidéreos equivalen casi a 8 años trópicos. La diferencia es un exceso de un día y medio cada 8 años, o lo que es lo mismo, de un mes cada 150 años más o menos. Este ciclo recibe el nombre de Octaetéride y fue la base del calendario de la mayoría de las ciudades griegas desde su
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1. INTRODUCCIÓN Entre las disciplinas que se integran en las Ciencias de la Tierra se encuentra la Geomorfología. De forma general se puede decir que su objetivo básico es analizar las formas actuales del terreno —substrato rocoso y material que lo fosiliza— y su dinámica evolutiva en el tiempo. Conocer la evolución de las vertientes es esencial para delimitar los procesos de erosión-sedimentación que las afectaron y poder diferenciar los procesos naturales de los inducidos por la acción antrópica, o por lo menos acercarse al momento en el cual la actividad desarrollada por el ser humano comienza a dejar su impronta directa en el paisaje. Este trabajo está integrado en un estudio interdisciplinar, desarrollado en el marco de las Ciencias de la Tierra, desde la disciplina geomorfológica y en un contexto arqueológico. El objetivo básico es definir las unidades de relieve y relacionarlas con la distribución espacial de los petroglifos. A lo largo de las líneas de este capítulo se irá produciendo un acercamiento a la geomorfología de la Zona 1 (véase Capítulo 2). Para entender su evolución y dinámica en el espacio y tiempo, es necesario un análisis exhaustivo de las formaciones superficiales y su relación con la roca que hoy está expuesta. A partir de las evidencias actuales y de como se distribuyen espacialmente las formaciones superficiales se obtiene una importante información básica para apuntalar las bases de la interpretación de las macro y microformas del paisaje actual de Campo Lameiro. Pero, como el paisaje es dinámico, en él influye una amplia gama de variables, que interactúan entre sí, se acoplan e integran, y comprenden desde las físicas —roca, tectónica, sucesión climática— hasta las biológicas —plantas, animales y ser humano—. Éste último, ha jugado y todavía juega un papel decisivo como modelador de las vertientes, y por tanto como un gran transformador del paisaje ocupado. Las evidencias de la impronta antrópica en la Zona 1, al igual que en otros sectores del Noroeste Peninsular, son
antiguas (véase Capítulo 16), pero las únicas señales visibles legadas por el ser humano están representadas por los petroglifos, que han sido realizados sobre rocas graníticas. Ello representa un valor añadido para el estudio, que está relacionado con la utilización específica que se hace del recurso roca, durante un tiempo determinado, y en concreto sobre algunas formas graníticas. En este contexto, en el que confluyen la dinámica geomorfológica natural y la antrópica, es conveniente realizar un análisis detallado de cada una de ellas, diferenciándolas y al mismo tiempo ver como se integran en el espacio. En esta línea no hay demasiados trabajos de investigación, y tan sólo desde una óptica interdisciplinar de la geoarqueología se podría compaginar la complejidad que se plantea tanto de la evolución natural del paisaje como de la antrópica. Butzer (1971, 1981, 1982) fue el primero que insistió en la aplicación de la perspectiva geocientífica en el estudio de la prehistoria de la humanidad, un campo que definió como geografía prehistórica. En su opinion los seres humanos son los que mejor se entienden en relación con su ecología, y la geoarquelogía podría jugar un importante papel para definir el contexto ambiental de las sociedades pasadas. Huckleberry (2000) definió la Geoarqueología como “la aplicación de la teoría y método de las Ciencias de la Tierra para entender el pasado del ser humano”. Esta definición es bastante extensa para incluir expertos de un trasfondo científico que puedan llegar a contribuir a un entendimiento de la prehistoria. Hay que tener en cuenta que el registro arqueológico forma parte de un sistema complejo que es afectado por una gran variedad de procesos —químicos, físicos y biológicos— que deben ser definidos antes o al tiempo que se descifran los comportamientos humanos inducidos. Todas estas consideraciones teóricas han hecho que se llegue a plantear un reconocimiento cada vez más creciente del valor del estudio geoarqueológico, con una base interdisciplinar, para llegar a entender de forma global los contextos arqueológicos (Dincauze, 2000; Martínez Cortizas, 2000).
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CAPÍTULO 4. DINÁMICA GEOMORFOLÓGICA DEL ÁREA DE ESTUDIO Y SU RELEVANCIA EN LA TRANSFORMACIÓN DEL PAISAJE
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El debate más enérgico que existe en estos momentos en las Ciencias de la Tierra, se centra en la identificación de los cambios climáticos y de los impactos antrópicos (directos o indirectos) como fuerzas que dirigen el cambio en el paisaje. La evaluación de los impactos geomórficos debe ser planteada dentro del marco contextual de la escala natural en la que se están produciendo dichas variaciones, siendo necesario obtener una información lo más sólida posible del comportamiento del sistema analizado (Brierley & Stankoviansky, 2002). En este amplio marco, se debe entender el concepto de “susceptibilidad del paisaje” para relacionar clima y erosión como variables resultantes de las formas del terreno. Evidentemente los paisajes, dependiendo de su manejo, pueden ser más o menos sensibles a los procesos erosivos tanto naturales como inducidos. Los paisajes agrícolas son más sensibles a la variabilidad climática que los naturales debido a que los cultivos y las rozas reducen la infiltración de agua e incrementan la proporción de agua de escorrentía (Knox, 2001). Los efectos provocados por la lluvia pueden acelerarse si el suelo está desprovisto de vegetación, incrementando los procesos de escorrentía superficial y como consecuencia la erosión del suelo. Estudios desarrollados en el NW de España defienden la interpretación de que, en diversas épocas pasadas, las actividades humanas provocaron una rápida disminución de la cubierta arbórea y una aceleración de la erosión del suelo, forzando en las culturas posteriores una respuesta adaptativa a las nuevas condiciones (González Díez, et ál., 1996; Martínez Cortizas et ál., 2005). Los primeros resultados de la investigación geomorfológica obtenidos para la Zona 1 (Costa et ál., 2005) ya planteaban el estudio y análisis de las formas en el contexto geoarqueológico. En un artículo posterior (Costa et ál., 2008), se analizó la evolución de las formas —substrato rocoso, sedimentos y suelos— como factor clave para la interpretación geomorfológica, a fin de definir las unidades de relieve —localización y génesis— y relacionarlas con la distribución de los petroglifos. En este capítulo se sigue esta línea, con el objetivo principal de determinar la influencia y control de la estructura del relieve en la formación, distribución y evolución de los suelos y sedimentos. Esta aproximación es particularmente importante en el área, donde existen pocos restos arqueológicos, a excepción de los petroglifos. Debido a la dificultad de datarlos, es necesario desvelar la cronología de los procesos de alteración, erosión y colmatación de las rocas que los acogen, con el fin de saber cuándo se produjo la exhumación de las crestas graníticas, usadas como soporte para los petroglifos. Las formas graníticas, los suelos y los sedimentos son los únicos archivos en los que quedaron registradas las transformaciones en el paisaje, ligadas a la evolución cultural. Para llevar a cabo el estudio geomorfológico en la Zona 1, es necesario realizar a nivel espacial una contextualización en su entorno inmediato y analizar la composición litológica, las características morfoestructurales, el modelado, las macro y microformas, y las descriptivas de los de-
pósitos y suelos. Pero también es básico determinar los cambios climáticos que han afectado a la zona, que a partir de las evidencias sedimentológicas localizadas y analizadas, permiten hablar de un período concreto como es el Holoceno. Con todo ello se obtiene una amplia información que, contrastada y cruzada, aporta datos ambientales necesarios para interpretar la evolución geomorfológica.
2. UN ZOOM SOBRE LA ZONA 1 El área que ocupa el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre, se localiza en el municipio de Campo Lameiro. Se trata de una superficie alomada, con altitudes medias en torno a los 250 m. Estas decrecen hacia el sur a modo de escalones, y la máxima se localiza en el norte, con 328 m en Corvo. En el centro de la dorsal, en Ferreiriña, se alcanzan los 289 m y en el punto situado más al sur, Outeiro Grande, se llega a los 244 m. La Zona 1 resalta en el paisaje en forma de una pequeña dorsal o loma, individualizada por una red de fracturas de dirección preferente (N-S, E-W), a partir de las cuales la red fluvial incide el territorio y las aprovecha para discurrir. Esta dorsal limita al oeste por el río Maneses, al este por el Calvos y al norte por el Moscallo. En general, se trata de una topografía ondulada, debido a la sucesión de vaguadas y crestas, fruto de la combinación de macro y microformas graníticas. Los procesos erosivo-acumulativos favorecieron la exhumación de formas graníticas y la fosilización de otras por depósitos inorgánicos y suelos coluviales de espesores variados, tipo ranker. Este área es un área de transición entre la costa y la montaña con un clima templado húmedo a templado hiperhúmedo. La temperatura media anual en Campo Lameiro es de 14.5 °C y la precipitación media anual es de 1.500 mm —que puede ser considerada como moderada a alta para Galicia—. Desde el punto de vista del contexto lito-estructural, la Zona 1 se encuadra en el marco evolutivo tectónico del Noroeste Peninsular. Los procesos tectónicos desarrollados a lo largo de la historia geológica de Galicia, actuaron de forma diferencial sobre la litología y determinaron las principales líneas de relieve a escala regional y local (Parga Pondal, 1969; Pérez Alberti, 1986). Éstas quedaron predefinidas con la orogenia Hercínica y con el sistema de fracturas conjugadas tardihercínicas que, con direcciones principales NE-SW, NW-SE y N-S, controlaron los movimientos tectónicos posteriores, a partir de los cuales se configuraron las principales unidades del relieve —sierras, depresiones y superficies de aplanamiento— así como se definieron tanto los grandes alineamientos de fracturas como las pequeñas diaclasas. En el Neógeno, distintas fases tectónicas afectaron de nuevo al noroeste, favoreciendo la revitalización de los bloques, que seguían las viejas fracturas marcadas durante el Hercínico. Este proceso se caracterizó por un basculamiento irregular, que organizó las formas definitivas del relieve gallego, en el que se pueden diferenciar hasta once superficies aplanadas (Pérez Al-
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Figura 4.2. Mapa geológico del entorno de Campo Lameiro. La litología es muy homogénea y se incluye en las rocas graníticas del grupo de Laxe, compuesta por granitos de dos micas con megacristales de feldespato potásico. Este dominio se ve cortado por una pequeña banda de esquistos y paragneis que bordean la Zona 1 desde el NW hasta el SE.
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berti, 1990, 1993). En este marco estructural, la Zona 1 aparece como una loma aislada por la red fluvial y surcada por una intensa red de fracturas principales de dirección N-S y E-W, que a modo de cuadrícula se entrecruzan, tal como se puede ver en la Figura 4.1, al igual que numerosas diaclasas que rompen el substrato en dirección N-S, E-W, NE-SW y NW-SE. La litología es muy homogénea y se incluye en las rocas graníticas del grupo de Laxe, compuesta por granitos de dos micas con megacristales de feldespato potásico. Este dominio se ve cortado por una pequeña banda de esquistos y paragneis que bordean desde el Noroeste hasta el Sureste la Zona 1. En general, en el entorno inmediato del área dominan de norte a sur y de este a Figura 4.1. El marco tectónico de la zona de estudio está definido por una intensa red de oeste los siguientes materiales fracturas principales de dirección N-S y E-W, que se entrecruzan a modo de cuadrícula, y (IGME, 1982 a, b), (Figura 4.2): numerosas diaclasas que rompen el substrato en dirección N-S, E-W, NE-SW y NW-SE. • Al norte se extiende hasta la zona de Muimenta una pequeña banda constituída por esquistos, paragneis y gneis glandular, pertenecientes al dominio migmatítico y de las rocas graníticas, grupo de Laxe. Hacia el oeste hay intercalaciones de paranfibolitas y cuarcitas. La disposición de oeste a este es la siguiente: esquistos y paragneis, gneis glandular, esquistos y paragneis. Estos materiales están embutidos entre granitos de dos micas con megacristales de feldespato potásico. • En el sur dominan los granitoides migmatíticos: zonas graníticas homogéneas, orientadas, granitos de dos micas con megacristales de feldespato potásico y también aflora una pequeña banda de esquistos y paragneis, que se interrumpen en Santa María de Sacos. • Hacia el este el dominio de las rocas graníticas se ve interrumpido por una banda de esquistos y paragneis que se alargan de norte a sur, desde el nacimiento del río Moscallo, llegando hasta el Lérez. Esta banda alcanza más al este del río Calvos. • En el oeste dominan las rocas graníticas, con bandas longitudinales muy pequeñas de paragneis y esquisto.
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Las fracturas de dirección NW-SE y NE-SW, acompañadas de la variedad litológica, controlaron una alteración diferencial, que provocó un modelado marcado por la dicotomía entre la verticalidad de oteros y montañas y la horizontalidad de los valles. Los niveles aplanados localizados a distintas altitudes e incididos por la red fluvial, propician la aparición de zonas como la estudiada aquí, dorsal o loma en resalte, individualizada por la red fluvial. El contexto lito-estructural y los procesos morfogenéticos asociados heredados y actuales, son los condicionantes principales que han influido en la génesis de las formas actuales del paisaje.
3. MODELADO GRANÍTICO 3.1. VARIABLES DEL MODELADO Debido a la amplia complejidad que supone el estudio y evolución de las formas graníticas, es necesario realizar un análisis detallado de las principales variables o factores que, a lo largo del tiempo, han interactuado de forma directa o indirecta, en su configuración, para entender el modelado actual del entorno de Campo Lameiro y sus características más detalladas. En la evolución del relieve actúan diferentes agentes que tienden a condicionarse entre si, de forma que los procesos resultantes no son siempre los mismos, y además funcionan durante períodos distintos. Estos factores se pueden dividir en internos, si tienen su origen en el interior de la Tierra, destacando como los más importantes la litología y la tectónica; y en externos, los que actúan en la superficie de la Tierra, siendo la mayor parte de ellos de origen climático. Estos son los que ponen en marcha los principales procesos de modelado a lo largo del tiempo
(erosión, transporte y sedimentación) que actuando bajo diferentes sistemas morfogenéticos, son los que configuran los paisajes tipo. A ello hay que sumarle la componente biológica desarrollada por plantas y animales, destacando de forma especial la acción antrópica (Figura 4.3).
3.2. PAISAJE GRANÍTICO Y PROCESOS MORFOGENÉTICOS El modelado granítico domina las vertientes de la Zona 1, y las diferencias altitudinales han permitido hacer una división en tres bloques, en los que se suceden resaltes graníticos individualizados por pequeñas vaguadas o cuencas. Las cimas están dispuestas de forma lineal y paralelas entre si, tanto vertical como horizontalmente, respondiendo a una alteración en planta del granito de tipo poligonal, controlada por fracturas de dirección N-S y E-W. Este dominio tectónico delimita en planta una sucesión de crestas y lajas graníticas intercaladas con pequeñas áreas deprimidas, que se corresponden con depresiones alveolares (Figura 4.4). La parte central del área tiene una elevación máxima de 330 msnm y mínima de 259 msnm Las altitudes decrecen de norte a sur de forma escalonada, con Devesa do Cura y Corvo en la cima y al norte, con algo más de 300 msnm, y al sur Outeiro Grande, que alcanza los 250 msnm (Figura 4.4). La partes más elevadas de cada nivel altitudinal —crestas— y las bajas —depresiones o cuencas— se conectan entre si por medio de vertientes, que pueden ser relativamente abruptas, producto de una intensa erosión, en las que aflora el substrato granítico, como sucede en las vertientes orientadas hacia el este del Parque —como por ejemplo en las crestas de Cogoludos— o por el contrario algo más suaves, como sucede con las laderas ubicadas en el centro de la dorsal. Es en estos sectores donde el relieve se articula más claramente en tres escalones altitudinales, produciéndose un paisaje en el que se suceden depresiones alveolares rodeadas por lajas y crestas graníticas.
Figura 4.3. En la evolución del relieve intervienen factores internos, que tienen su origen en el interior de la Tierra (litología y tectónica) y externos, que actúan en la superficie de la Tierra, siendo la mayor parte de ellos de origen climático. A ello hay que añadir la componente biológica aportada por plantas y animales, destacando de forma especial la acción antrópica.
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Figura 4.4. Las crestas graníticas están dispuestas de forma lineal y paralelas entre sí, tanto vertical como horizontalmente, respondiendo a una alteración del granito de tipo poligonal, controlada por fracturas de dirección N-S y E-W. Este dominio tectónico da lugar a una sucesión de crestas y lajas graníticas intercaladas con pequeñas áreas deprimidas, que se corresponden con depresiones alveolares.
3.3 GÉNESIS Y EVOLUCIÓN DE LAS FORMAS GRANÍTICAS A partir de un material intensamente fracturado y diaclasado, se produce la migración en profundidad de los procesos de alteración de la roca. Siguiendo esas líneas de debilidad, la roca se meteoriza y se genera una capa de alterita. A estas condiciones lito-estructurales se sumaron
unas condiciones climáticas favorables durante el Terciario, marcadas por elevadas temperaturas y fuerte pluviosidad, lo que incrementó aún más la alteración de la roca en profundidad. Subsuperficialmente, bajo la capa de la alterita, se comienzan a definir las diferentes formas graníticas (Twidale, 1986). La denudación y evacuación de esta capa por los agentes erosivos, genera en la Zona 1 la aparición de dos grandes combinaciones de formas, unas convexas,
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dominadas por crestas, y otras cóncavas, constituidas por depresiones alveolares (Figura 4.5). En el primer caso se producen alineaciones de crestas debido a la intersección de vertientes en retroceso, por procesos degradativos asociados a líneas de debilidad lito-estructural, y las segundas relacionadas con una red de fracturas que canalizan los procesos de alteración en profundidad, posteriormente denudadas por los agentes erosivos, que generan una forma cóncava (Vidal Romaní, 1989).
Las características lito-estructurales de la Zona 1, unidas a unas condiciones morfoclimáticas favorables, desarrolladas en el marco de la evolución geológica del Noroeste de la Península Ibérica, y asimilables a la herencia terciaria, en donde la existencia de un clima tipo tropical —elevadas temperaturas y lluvias torrenciales— favoreció una meteorización intensa del granito (Pérez Alberti, 1986). Estas condiciones son las que facilitaron la formación de un manto de saprolita que, a posteriori, los procesos
Figura 4.5. La denudación y evacuación de la capa de alterita por los agentes erosivos, genera en la Zona 1 la aparición de dos grandes combinaciones de megaformas graníticas, unas convexas, dominadas por crestas (Kastle Kopje y tors), y otras cóncavas (depresiones alveolares).
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Tabla 4.1. Paisaje granítico: Tipos de megaformas y microformas localizadas en Campo Lameiro, modificado de Twidale (1989).
3.4 TIPOLOGÍA: MACRO Y MICROFORMAS GRANÍTICAS La variedad litológica, estructural, geomorfológica y climática se corresponde con una gran variedad de formas graníticas (Figura 4.6, Tabla 4.1). Según su tamaño se clasifican en dos grupos: megaformas, o formas mayores, y microformas, o formas menores (Godard, 1977; Twidale, 1986; 1989). Dentro de las primeras destacan las megaformas convexas dominadas por las crestas graníticas. En general, se caracterizan por estar surcadas por diaclasas horizontales y verticales muy profundas, propiciando la aparición de rocas tipo pedestal, crestas desmanteladas y bloques caídos, que colmatan el espacio que bordea la propia forma. La extracción de piedra en las crestas, en época reciente, ha modificado considerablemente su estructura inicial, por lo que resulta difícil encontrarlas con su forma natural en el paisaje. Las crestas pueden estar representadas por kastle kopje —castillos—, en los que do-
minan las diaclasas verticales frente a las horizontales, como los ocupados por los petroglifos de As Ventaniñas y de As Forneiriñas (Figura 4.7), o tors, en los que son las diaclasas horizontales las principales, como el de Pena Furada (Figura 4.8). En su conjunto, se combinan con megaformas cóncavas —depresiones o alveolos de alteración— que ocupan una posición inferior en el paisaje, delimitadas por crestas graníticas, y están controladas por una red de
Figura 4.6. La variedad mineralógica, estructuras, geomorfológica y climática da lugar a una gran variedad de formas graníticas, tanto megaformas como microformas, como se puede observan en el dibujo esquemático que representa la Zona 1.
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morfogenéticos —periglaciares y fluviales— dirigidos por las variaciones en los aportes de agua, erosionarían, transportarían y redistribuirían de forma heterogénea por todo el área. Arenas procedentes de la saprolita, se mezclan con material tamaño canto y grava, subredondeado y facetado, que en los fondos de las depresiones y vaguadas alcanzan su mayor potencia. Las características morfométricas del material de los depósitos inorgánicos reflejan un transporte continuado a lo largo del tiempo y una reutilización bajo sistemas morfogenéticos diferentes. Es necesario entender la evolución y dinámica de la meteorización y redistribución del material inorgánico que fosiliza la saprolita, tanto de los fondos de vaguada como de las laderas, para explicar los procesos de fosilización y exhumación de la roca y su relación con el momento prehistórico en que los petroglifos fueron realizados.
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Figura 4.7. Las crestas pueden estar representadas por kastle kopje —castillos—, en los que dominan las diaclasas verticales frente a las horizontales, como los que ocupan los petroglifos de As Ventaniñas y de As Forneiriñas.
Figura 4.8. Las crestas graníticas, en las que dominan las diaclasas horizontales frente a las verticales, configuran los tors, como el sencillo ejemplo de Pena Furada.
fracturación, que canaliza los procesos de alteración, ascendentes (hidrotermales/termales) o descendentes (iluviación o edáficos) (Vidal Romaní, 1989). Su forma final está condicionada por los procesos de origen fluvial o aluvial, que denudan el manto de saprolita que las recubre y ponen en evidencia la megaforma (Figura 4.9). En una posición topográfica intermedia entre las crestas y las depresiones, y haciendo de unión entre ambas, se encuentran las lajas graníticas; forma menor que guarda rela-
ción con la estructura de la roca, con superficie plana y una cierta inclinación (Figura 4.10). A ellas se asocian otras formas menores lineales, sin relación con la estructura rocosa y dispuestas preferentemente en superficies verticales —acanaladuras y estrías—, formas puntuales —gnamas— localizadas tanto en paredes horizontales como verticales, y microformas menores lineales relacionadas con la estructura de la roca —hendiduras— que siguen la alteración preferentemente de una diaclasa, o las zonas inter-planos
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Figura 4.9. El manto de saprolita que recubría el fondo de las depresiones fue denudado por procesos de origen fluvial o aluvial, lo que generó la evidencia de esta megaforma cóncava (alveolo o depresión alveolar) que, como se aprecia en la figura, está bordeada por crestas graníticas. Es en el fondo de estas depresiones, donde se localizan los suelos de mayor potencia.
Figura 4.10. En una posición topográfica intermedia entre las crestas y las depresiones, y a modo de unión entre ambas, se encuentran las lajas graníticas; forma que guarda relación con la estructura de la roca, de superficie plana y con una cierta inclinación, en la que suelen aparecer formas menores asociadas, tales como regueros y pías, como se observa en la imagen.
de diaclasa (Figura 4.11). Los paneles de petroglifos de Laxe dos Carballos y Cogoludos son buenos ejemplos realizados sobre lajas, en las que las diaclasas, hendiduras y nerviaciones con desarrollo lineal responden a procesos de erosión diferencial. Dentro de las formas menores, destacan las puntuales, sin relación con la estructura de la roca —gnamas y taffonis—. Aparecen asociadas a megaformas y se ubican principalmente en crestas y lajas. Las primeras tienen formas cóncavas y tapizan superficies horizontales y verticales mientras que las segundas están esculpiendo la parte in-
Figura 4.11. Son frecuentes en la Zona 1 las formas menores puntuales tipo —gnamas—. Muestran formas cóncavas, como se puede ver en el ejemplo, que pueden estar localizadas tanto en paredes horizontales como verticales, y microformas menores lineales relacionadas con la estructura de la roca, como las hendiduras, que siguen la alteración preferentemente de una diaclasa, o las zonas inter-planos de diaclasa.
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Figura 4.12. Dentro de las formas menores, también destacan como puntuales, sin relación con la estructura de la roca, los taffonis. Aparecen asociadas a megaformas y se ubican principalmente en crestas y lajas, esculpiendo la parte interna de una pared, como sucede con el tor de Pena Furada.
terna de una pared, como sucede con el tor de Pena Furada (Figura 4.12), y otros ejemplos muestran bloques con gnamas que oradan la roca, como se observa en la cresta de Ventaniñas. La génesis de las formas puntuales es múltiple y variada en el tiempo, y principalmente se debería destacar como factores principales en su configuración: la existencia de planos de discontinuidad que favorecen avances desiguales en el frente de alteración, los procesos subaéreos y subedáficos, los mecanismos de desagregación química o física (disolución, exfoliación, humectación-desecación, haloclastia) y los rasgos formativos provocados por cargas concentradas en zonas puntuales del macizo que predeterminan la existencia de zonas de debilidad en la roca cuando aún no se ha exhumado (Twidale, 1989).
4. FORMACIONES SUPERFICIALES: LOS DEPÓSITOS SEDIMENTARIOS Los depósitos sedimentarios con mayor potencia y variedad de niveles estratigráficos se localizan preferentemente en las depresiones alveolares, lugares favorables a la acumulación. La paleoforma de los alveolos ha condicionado la evolución de estas formaciones superficiales a lo largo del tiempo. Como ya se ha dicho al hablar de las características geomorfológicos de la Zona 1, la loma muestra un perfil en planta N-S escalonado, en el que se pueden distinguir claramente cuatro niveles altitudinales —300 m, 290280 m, 270 m, 270-260 m— en los que aparecen depresiones alveolares, que conservan los depósitos con mayor potencia vertical. Estos muestran una paleoforma variada,
que dependiendo de su ubicación en el paisaje y las características de los depósitos que las fosilizan se pueden clasificar en alveolos: erosivo-acumulativos, asimétricos en borde de cuenca, coalescentes y alveolos tipo. Hay acumulaciones localizadas en alveolos elevados, formados por una cuenca no demasiado profunda y normalmente con el borde inferior abierto. Esta paleoforma, tiende a acumular, aunque en ciertos momentos y dependiendo de la capacidad de arrastre de los flujos superficiales, puede ser susceptible a los procesos erosivos. Un ejemplo de alveolo erosivo-acumulativo lo constituye la secuencia de PRD-I. Otras acumulaciones se ubican en sectores preferentes a la acumulación como paleo-vaguadas o depresiones canalizadas en la que se unen varios alveolos —alveolos coalescentes— como las que ocupan los depósitos de PRD-III y PRD-V. Existen otros que ocupan posiciones intermedias y se situan al pie de una laja en el borde de la cuenca, con borde externo erosionado —asimétricos en borde de cuenca— como el de PRD-II. Finalmente están los que fosilizan y colmatan los fondos de alveolo —alveolos tipo— o simétricos– como es el caso de PRD-IV, PRD-IVa (Figura 4.13). No se describirán detalladamente cada uno de los perfiles, pero si se hará una síntesis general de las características morfosedimentarias más destacables y su ubicación. Se ha constatado dos tipos de acumulaciones diferentes. Por un lado un nivel sedimentario inorgánico uniforme que recubre el substrato y que, dependiendo de su ubicación, varía de espesor entre 50 y 100 cm; y una segunda formación que aparece fosilizando la primera y que se trata de suelos coluviales ricos en materia orgánica y policíclicos, de tipo ranker, que alcanzan en las depresiones una potencia de hasta 250 cm.
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Figura 4.13. La loma que conforma la Zona 1, muestra un perfil N-S escalonado, con cuatro niveles altitudinales, en los que se suceden las depresiones alveolares. Éstas muestran una paleoforma variada que, dependiendo de su ubicación en el paisaje y de las características de los depósitos que las fosilizan, se pueden clasificar en alveolos: erosivo-acumulativos, asimétricos en borde de cuenca, coalescentes y alveolos tipo.
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Las acumulaciones que fosilizan el substrato se caracterizan morfométricamente por estar compuestas por gravas y cantos facetados, con bordes redondeados, de cuarzo —mayoritariamente— y algunos de granito, con una matriz arenosa (arena media a gruesa) con abundantes micas y sin estructura sedimentaria clara. El perfil de PRDIVa (Figura 4.14), en el fondo del alveolo tipo o simétrico,
muestra una de las secuencias estratigráficas más completas en la cual se han indentificado diferentes facies. Se intercalan niveles de gravas y cantos facetados con una matriz arenosa, sin estructura; acumulaciones de gravas facetadas dispuestas en lentejones (cross-bed); niveles de arenas cuarcíticas subredondeadas y niveles de limos, dispuestos de forma lenticular. En todo el perfil aparecen mo-
Figura 4.14. Esquemas estratigráficos, y leyenda de los perfiles analizados en la Zona 1, acompañados de su leyenda explicativa. La aparente homogeneidad granulométrica de los perfiles se rompe con la intercalación de niveles de gravas y cantos de cuarzo y granito de formas subredondeadas y facetadas, niveles de carbones y de suelo quemado, que reflejan discontinuidades en los procesos erosivo-acumulativos, como puede verse en estas secuencias.
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5. LA CONFIGURACIÓN DEL PAISAJE El paisaje actual de La Zona 1, integra y refleja las interacciones de los factores ambientales y de la actividad humana a lo largo del tiempo. Esta evolución dinámica ha sido constante desde el Pleistoceno Final hasta la actualidad, como así se ha podido leer en los archivos ambientales analizados y contextualizados cronológicamente con dataciones radiocarbónicas (Tabla 4.2). La microtopografía ha controlado los procesos de erosión y sedimentación, acentuándose los primeros en las vertientes con más pendiente y a los pies de las crestas, acumulándose el material sobre las lajas y en las depresiones alveolares. La forma que muestra la Zona 1 —loma montañosa aislada por la red fluvial con altitudes que decrecen de norte a sur— asegura que todo el sedimento que se redistribuye en él tiene un área fuente interna, que se mueve desde las zonas más elevadas a las más bajas, se canaliza por las laderas y vaguadas y es atrapado en las depresiones, quedando excluidas contribuciones significativas externas a su propio sistema. La ubicación de las crestas graníticas y de las de-
presiones alveolares permite hablar de tres direcciones preferentes de flujo dentro del área a partir de la cual se canaliza y redistribuye preferentemente el material. Como se puede ver en la Figura 4.15, también existen direcciones secundarias que se bifurcan de la principal. Según lo explicado, existen tres ejes principales —oeste, centro, este—. El primero y el segundo no reciben aportes externos a su microcuenca (ver Figura 4.15 y 16.1) mientras que por el eje este, las microcuencas pueden llegar a recibir material procedente de la central. Esto ocurre por dos motivos: a) por la existencia de vaguadas que canalizan preferentemente el material y que muestran una mayor pendiente en los bordes de las superficies escalonadas, y b) se supera la capacidad de la cuenca para retener una carga sedimentaria mayor, debido a procesos erosivo-acumulativos más intensos, lo que provocaría el desborde del material por las laderas, sumándose éste a la cuenca oriental. La influencia y control de la estructura del relieve es determinante en la formación, distribución y evolución de los suelos y sedimentos. Debido a la falta de registro arqueológico, a excepción de los petroglifos, los depósitos son los únicos archivos ambientales que guardan impregnadas las señales pretéritas. En general, la estratigrafía de los suelos y la aportación de los datos sedimentológicos y edáficos permite hablar de suelos complejos estratigráficamente como los localizados en el sector de PRD-IV, otros que abarcan en sus señales una mayor amplitud temporal, pero con bajas tasas de acumulación sedimentaria (como sucede con el de PRD-I), suelos en los que algunos niveles estratigráficos tienen mayor potencia (PRD-III, PRD-V) y otros que a pesar de mostrar una potencia importante su registro paleoambiental es más reducido (PRD-II) (véase Capítulo 16). Las dataciones radiocarbónicas ayudan a la contextualización de procesos naturales y antrópicos que se sucedieron en este área desde el Pleistoceno Final/comienzos del Holoceno, y que se pueden enmarcar en un contexto espacial más amplio como es el Noroeste Peninsular y la fachada Atlántica Europea, aunque las características morfosedimentarias específicas se deben relacionar con una evolución local.
Tabla 4.2. Dataciones radiocarbónicas (C14 BP) y edades calibradas (1σ y 2σ) para diferentes profundidades en dos suelos coluviales de Campo Lameiro (PRD-I y PRD-II).
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teados y líneas de hierro, que migran lateralmente y en profundidad. La otra acumulación característica, que fosiliza esta facies inorgánica, está formada por los suelos coluviales de tipo ranker. Existen características morfológicas generales aparentemente homogéneas para todos los suelos como son el color y la facies que presentan. Tienen color negro a marrón oscuro, y se caracterizan por estar compuestos por material fino, rico en arenas gruesas y gravas, de naturaleza granítica, con abundantes granos minerales de cuarzo y moscovita; son ácidos, con relaciones C/N elevadas, bien por la baja descomposición de la materia orgánica como por el efecto relativo del bajo contenido de N. La aparente homogeneidad granulométrica de los perfiles se rompe con la intercalación de niveles de gravas y cantos de cuarzo y granito con formas subredondeadas y facetadas, niveles de carbones y de suelo quemado, que reflejan discontinuidades en los procesos erosivo-acumulativos, como se pueden ver en las secuencias de la Figura 4.14.
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Capítulo 4. Dinámica geomorfológica del área de estudio y su relevancia en la transformación del paisaje
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Figura 4.15. La ubicación de las crestas graníticas y de las depresiones alveolares da lugar, dentro de la Zona 1, a tres direcciones preferentes de flujo a lo largo de las cuales se canaliza y redistribuye preferentemente el material. Como puede verse en la figura, existen otras direcciones secundarias que se bifurcan desde las principales.
Uno de los rasgos que denotan la morfología de los sedimentos es la sucesión de niveles coluviales, acumulaciones de carbones y marcas de quema, reflejo de una intensa actividad erosiva en el paisaje, bien por factores ambientales, antrópicos o por procesos de acoplamiento entre ambos (Sarmaja-Korjonen, 1992). Geomorfología, estratigrafía y cronología proporcionan las bases para reconstruir fases evolutivas del paisaje. De manera genérica, a partir de este estudio, se pueden describir las siguientes fases: Fase 1: 11.000-8000 BP Corresponde con la facies inorgánica que recubre de forma heterogénea parte del substrato y que conserva estructuras sedimentarias de transporte como sucede con el sector de PRD-IVa (Figura 4.14). Es el resultado de la erosión y transporte, por los agentes externos, del manto de saprolita, que generó gran cantidad de material redistribuido de forma desigual por las laderas y vaguadas. La composición mineralógica, forma de clastos, grado de alteración y tipo de matriz fina, hacen referencia a un sistema morfogenético controlado por el agua. Esta acumulación coluvioaluvial puede tener material incorporado procedente de la desmantelación de depósitos más antiguos, por lo que
la facies resultante es muy variada. Como consecuencia se formaron depósitos de ladera de tipo solifluidal, que generan vertientes regularizadas. Estos aparecen en forma de niveles coluviales, sin estructura aparente, que tapizan parte del substrato granítico. Pero también aparecen formando depósitos con estructuras de transporte ligadas a corrientes de agua tipo cross-bed y lentejonares, estructuras lineales y capas de arena lenticulares, y que tan sólo se conservan en los fondos de alveolo. Éstas responden a un sistema morfogenético tipo aluvial. Es probable que inicialmente se hubiesen formado pequeños abanicos aluviales, que mostrarían tres canales principales de desagüe, siguiendo los talwegs naturales. La facies sedimentaria inorgánica con más potencia se localizó en el alveolo tipo más profundo, que se corresponde con PRD-IVa (Figura 4.15) Los abanicos aluviales son sistemas dinámicos de almacenamiento temporal de sedimentos (Gómez Villar, 1996), resultado de un aporte esporádico y, a la vez, continuado en un ambiente de alta energía. Pendiente, capacidad de concentración de la escorrentía, heterometría de sedimentos, escasa cubierta vegetal, son parámetros que ayudan a explicar este tipo de acumulaciones, donde la
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cuando las crestas graníticas comenzarían a ser exhumadas junto con la parte superior de las lajas más elevadas, y las que tienen una mayor pendiente. Trabajos realizados en el NW peninsular indican que la erosión de los suelos empieza a ser un fenómeno extenso al menos desde ca. 6000-5500 BP (Costa-Casais et ál., 1996; Martínez-Cortizas, 2000; Martínez-Cortizas et ál., 2000). Una disminución en la cubierta vegetal y la aparición de polen de cereal, como indican los estudios polínicos (Ramil, 1993; Martínez-Cortizas et ál., 2005), discontinuidades erosivas —líneas de piedras y acumulaciones de carbones en suelos coluviales— así como el inico de una acidificación progresiva de los suelos, apunta a que la actividad antrópica es la principal desencadenante de estos fenómentos. Este hecho también coincide con un cambio climático abrupto en España y otras partes de Europa. Se manifiesta en condiciones más húmedas y frías, lo que generó una mayor sensibilidad de las formaciones superficiales y suelos frente a las actividades humanas (Martínez Cortizas et ál., 1999b,c; Magny et ál., 2006). Fase 4: 3500-500 BP Parece que al comienzo de esta fase se observa una relativa estabilidad de las vertientes, que se manifiesta en el desarrollo de un nuevo ciclo de suelo, representado en PRD-I y PRD-II, y en ambos casos con la misma edad [3360-3160 cal BP (1410-1210 cal BC 2σ)]. Los datos edáficos muestran un incremento en materia orgánica, reflejo de un cierto grado de estabilidad de esta paleosuperficie. Con posterioridad al 2000 BP se produce otro episodio erosivo, identificado en los suelos por líneas de piedras y gravas, carbones y marcas de quema, que de nuevo parecen ser la consecuencia de incendios en el bosque. En un estudio realizado por Gutiérrez Elorza & Peña Monné (1992) sobre la evolución climática y geomorfológica en la Cordillera Ibérica, Depresión del Ebro y Pre-Pirineo, distinguen dos momentos de sedimentación-acumulación ligados a procesos erosivos en los estadios más recientes del Holoceno, uno generalizado, que se corresponde con una fase fría de la Edad del Hierro (2900-2300 BP) y otro, menos significativo, durante el período Post-Medieval correspondiéndose con la Pequeña Edad de Hielo (500 BP). La datación de 2360-2300 cal BP (410-350 cal BC 2σ) a la profundidad de 50 cm de la superficie, en PRD-I, sobre una acumulación de carbones, puede asimilarse con el momento que se señala para el Holoceno Superior en la Cordillera Ibérica, y que también es indicada por Martínez Cortizas et ál., (2000) para el ranker atlántico de Coto da Fenteira (Redondela, Pontevedra). Mientras que la edad de 1870-1690 cal BP (80-260 cal AD 2σ) a 90 cm en PRD-II, sobre un nivel de quema, marca un episodio erosivo que puede ser local, y quizás se pueda relacionar con la actividad que tuvo lugar al pie del petroglifo de Laxe dos Carballos. En el entorno del 3000 BP se debe haber cruzado un umbral crítico en el NW peninsular, ya que muchos indicadores muestran una aceleración en la degradación ambiental. Se produce una disminución de la cobertura arbórea que coincide con un incremento en la acidificación del
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pérdida de pendiente y el ensanchamiento del valle disipan la energía de las aguas superficiales y favorecen la dispersión de los sedimentos de manera organizada. Estas formaciones dependen tanto de la torrencialidad como de la capacidad de producir volúmenes importantes de sedimento. En PRD-I (Figura 4.14) la unidad sedimentaria basal es fosilizada por un paleosuelo con una edad radiocarbónica de 8480-8320 cal. BP (6530-6370 cal BC 2σ), lo que indica que las acumulaciones inorgánicas son al menos del Pleistoceno Final o de inicios del Holoceno. Esta formación se puede relacionar con el Dryas Reciente (11.000-10.000 BP) que se caracterizó por un enfriamiento severo y un ambiente lluvioso, representado a nivel sedimentario por acumulaciones coluvio-aluviales que aparecen bien definidas en todo el Noroeste de la Península Ibérica (Martínez Cortizas & Moares Domínguez, 1995; Valcárcel Díaz, 1998). Esto es coherente con investigaciones recientes sobre la actividad fluvial en España, lo que sugiere que ésta se incrementó hacia el 11.170-10.230 y 9630-8785 BP (Thorndycraft & Benito, 2006). Fase 2: 8000-6000 BP. Desde el 8483-8328 cal. BP (6533-6378 cal BC 2σ) y hasta el 6197-5933 cal. BP (4247-3983 cal BC 2σ) (datación obtenida en la parte superior del segundo nivel orgánico de PRD-I y correlacionable con la del nivel orgánico basal de PRD-II [5993-6154 BP (4043-4204 cal BC 2σ)]) los procesos erosivo-acumulativos se ralentizaron, lo que favoreció el progreso de la edafogénesis, y por lo tanto una mayor estabilidad de las vertientes, así como un avance de la cubierta vegetal. En este contexto cronológico, es conocido un momento de especial aridez climática, una de las causas principales del comienzo de la degradación forestal, que coincide plenamente con el denominado del evento 8.2 Ka (Tinner & Lotter, 2001). Estudios realizados sobre la evolución del paisaje en el NW peninsular, muestran que las evidencias más tempranas de transformaciones significativas en el paisaje debido a la acción antrópica datan ca. 7500-7000 BP (durante el Epipaleolítico) y se disparan ya como un fenómeno ampliamente extendido, aunque en la Zona 1 no se detectaron. Estas evidencias parecen haber sido el resultado de impactos a pequeña escala sobre el bosque motivado por la utilización de fuego (Martínez Cortizas, 2000; Martínez Cortizas et ál., 1999 a,b, 2000). Fase 3: 6000-3500 BP. El segundo paleosuelo de PRD-I muestra una discontinuidad abrupta con el nivel sobre el que se asienta —línea de piedras— lo que sugiere la existencia de un hiato sedimentario. Teniendo en cuenta las dataciones radiocarbónicas, éste habría sucedido después del 6200-5930 cal BP (4250-3980 cal BC 2σ), edad que se correlaciona con el comienzo de la sedimentación en PRD-II [edad radiocarbónica basal de 6155-5990 cal BP (4205-4040 cal BC 2σ)]. Como resultado del incremento de la erosión, se produce un aumento del transporte de sedimento y suelo que provoca el relleno progresivo y desigual de las depresiones alveolares y valles circundantes —Praderrei y Paredes—. Esto sucedería alrededor del 6000 BP (Neolítico Medio)
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Capítulo 4. Dinámica geomorfológica del área de estudio y su relevancia en la transformación del paisaje
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suelo y la primera detección de contaminación de suelos y atmósfera por metales pesados (un proxy de actividades mineras y metalúrgicas), que se han mantenido acopladas desde ca. 3000 BP hasta comienzos de la revolución industrial (Martínez Cortizas et ál., 2005). En el capítulo 16 abordamos de manera más detallada la evolución cronológica de las fases erosivo-sedimentarias detectadas en Campo Lameiro, así como sus posibles causas.
6. IMPLICACIONES ARQUEOLÓGICAS Para relacionar las formas del paisaje y los petrogliflos es necesario entender los procesos de alteración/exhumación del granito, el control estructural ejercido por la evolución paisajística de las formas graníticas —procesos de erosión y sedimentación—. Conocer el tiempo de exhumación de la superficie de la roca y la distribución diferencial del sedimento erosionado, es la clave para definir la superficie de roca útil expuesta para la realización de los petroglifos. Los procesos erosivos que exhumaron la roca, fueron naturales —como el clima— y antrópicos —principalmente a través de impactos en la cubierta vegetal (Wilkinson, 2005)—. Aparte de los cambios directos producidos en las comunidades vegetales, las actividades antrópicas intensifican la erosión de los suelos, lo que provoca una redistribución del recurso suelo, al tiempo que comienza a aflorar en superficie la roca, que será utilizada como recurso para la realización de los petroglifos. Las crestas y la parte alta de las lajas probablemente comienzan a ser expuestas alrededor del 6500 cal BP (Neolítico Medio), como resultado de un periodo erosivo que habría comenzado hacia el 6800 cal BP (véase Capítulo 16). Al final del Neolítico e inicios del Bronce los procesos erosivos se aceleran, comenzando a exhumarse las partes bajas de las lajas, así como todas las restantes crestas. Las áreas más elevadas y las de mayor pendiente habrían sido las primeras afectadas por la erosión, mientras que los sectores intermedios —como Laxe dos Carballos— habrían sido expuestos más tarde, dependiendo de los balances entre erosión y acumulación del alveolo local. La edad de 960-790 cal BP (990-1170 cal AD 2σ) justo en la base del nivel coluvial que recubre la mayor parte del petroglifo de Laxe dos Carballos, indica que en ese momento el panel estaba sepultado. El enterramiento de las
lajas graníticas en los sectores medios y bajos de la zona —alveolos asimétricos y coalescentes— pudo haber sido muy rápido. Por ejemplo, a 60 cm de profundidad el coluvio de PRD-II está formado por arenas gruesas y gravas dispuestas de forma laminar, lo que indica que la cuenca se rellenó con material de flujo. La sedimentación comenzó siendo prácticamente horizontal, pero la forma asimétrica que muestra el alveolo, con borde inferior externo abierto, favoreció que buena parte del material desbordase y migrase hacia otra de las cuencas principales —alveolo coalescente de PRD-V—. Al mismo tiempo las lajas más elevadas, dispuestas casi horizontalmente comienzan a ser enterradas por una somera capa de suelo, dependiendo de la evolución de las crestas más próximas. El alveolo tipo, como el que acoge a PRD-IV, es un área acumulativa neta con variaciones entre los bordes y la parte central; mientras que los alveolos coalescentes, en donde se encuentran PRD-III y PRD-V, tienden a mostrar una acumulación preferente en el fondo de la vaguada. La parte superior de estos dos depósitos muestran una evolución local, relacionada posiblemente por la construcción de muros de piedra que los “enclava”. Estos posiblemente fueron hechos bien para protegerlos de la erosión o para explotarlos como pastos, debido a que son áreas favorables a la retención de humedad, o quizás para ambos fines. Aunque las actividades humanas parecen estar implicadas en la evolución del paisaje desde al menos hace unos 6.500 años, los cambios ambientales (naturales y antrópicos inducidos) también han influido en las sociedades humanas, que se vieron obligadas a responder a los cambios percibidos, adaptándose a las nuevas condiciones evolutivas del paisaje. Así pues, paisaje y grupos humanos coevolucionan de manera muy compleja. El resultado a nivel paisajístico más notorio es la modificación de la cubierta vegetal, la eliminación del recurso suelo en unos sectores, su redistribución en otros y la mayor concentración en los alveolos. En general se produce una reconfiguración del paisaje granítico que de forma escalonada se compagina entre megaformas graníticas convexas —castle Kopje— exhumadas y megaforma graníticas cóncavas —alveolos o depresiones de alteración alveolar— que tienden a regularizarse y colmatarse. Y entre ambas, como enlace, se encuentran las lajas que en la Zona 1, debido a su configuración —amplias losas inclinadas hacia el sur o sureste— son las formas preferidas para la realización de los petroglifos.
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SECCIÓN II Arqueología del Arte Rupestre
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Yolanda Seoane-Veiga
1. INTRODUCCIÓN Entre los años 2003 y 2006 se llevaron a cabo una serie de campañas de prospección, dentro del proyecto de documentación arqueológica del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre, por medio de las cuales se encontraron casi un centenar de nuevos petroglifos. Antes del comienzo de estos trabajos, en el Valle medio del Río Lérez (Zona 2) se conocían doscientas cuarenta y ocho rocas con grabados rupestres, catalogadas en ciento treinta y siete petroglifos1. El hallazgo de una pequeña parte de estos grabados se produjo en el contexto de proyectos oficiales como las prospecciones llevadas a cabo en la zona en la década de los 90, sin embargo, el grueso de la información es fruto de las aportaciones de los investigadores que han trabajo en esta zona desde principios del siglo XX. Estos han publicado numerosas monografías, artículos y noticias referidas al descubrimiento y documentación del arte rupestre de Galicia. Estas publicaciones no se pueden considerar inventarios tal y como los concebimos hoy en día, pero supusieron en su momento una gran contribución para la catalogación de este tipo de manifestaciones; es por ello que creemos necesario un breve repaso de las mismas.
2. ANTECEDENTES Las primeras investigaciones sobre los petroglifos gallegos surgen a principios del siglo XX y se materializan en varios artículos que atienden a aspectos cronológicos y tipológicos, entre estos podemos destacar las de Maciñeira Pardo (1908), Cabre Aguiló (1919), Fernández Gil (1906), Sobrino Buhígas (1919), Carreras Candi (1919), Murguía (1925), etc. Esta etapa inicial se verá culminada con la aparición en el año 1935 del Corpus Petroglyphorum Gallaeciae (Figura 5.1), publicado bajo el influjo de dos instituciones: la Sociedade Arqueológica de Pontevedra junto con el Seminario de Estudos Galegos. Supone el primer intento de documentación de petroglifos de Galicia, puesto que se trata de un monográfico de arte rupestre que incluye un compendio de dibu1
2
Figura 5.1. Portada del libro Corpus Petroglyphorum Gallaeciae de Ramón Sobrino Buhigas, publicado en el año 1935.
jos2 y fotografías, además del inventario, descripción y estudio de un total de 59 estaciones con grabados de Galicia, entre las que destacan las del valle del Río Lérez. Para esta zona recoge los siguientes petroglifos: Pena da Carballeira
Entendemos por petroglifo una entidad arqueológica formada por una roca o grupo de rocas separadas por menos de 5 m, por lo que un petroglifo puede estar formado por varias rocas grabadas. Esta información está desarrollada en el apartado de metodología de este trabajo. Además de los dibujos del propio autor destacan los E. Campo Sobrino, Feijoó Alfaya y A. Rodríguez Castelao.
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CAPÍTULO 5. LA PROSPECCIÓN ARQUEOLÓGICA DE PETROGLIFOS: METODOLOGÍA Y RESULTADOS
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Capítulo 5. La prospección arqueológica de petroglifos: metodología y resultados
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do Pombal, Laxe da Rotea de Mendo, Pedra Escorregadoira da Raposeira, Pedra da Bullosa, Laxe da Forneiriña, Laxe da Fonte de Pena Furada y Outeiro do Cogoludo, Laxe dos Cebros, Pedra das Ferraduras, Pedra Boullosa, Lombo da Costa, Laxe da Casa Vella, Pedra do Outeiro da Mó (no encontrada en la actualidad) y Portela da Laxe. Estos primeros años del siglo representan una época viva en la que, a pesar del apoyo de la Sociedad Arqueológica y del Seminario de Estudios Galegos para promover proyectos de catalogación y de investigación teórica, en la práctica, los avances dependerán de iniciativas personales con una presentación de los resultados marcados por una forma individualista de trabajar. En las décadas de los 40 y 50 el estudio del arte rupestre sufre un cierto estancamiento, que se manifiesta en una caída acusada de las publicaciones. Destaca en esta época Sobrino Lorenzo-Ruza (Sobrino Lorenzo-Ruza 1946, Sobrino y Martínez 1957), que sigue la línea del positivismo documentalista iniciada por su progenitor. También cabe mencionar la continuación de las labores de inventario del Museo de Pontevedra que se traducen en la publicación de la Carta Arqueológica de la provincia y sus Adiciones, que suma, a las ya conocidas, ochenta y cinco nuevas localidades con arte rupestre. En este sentido es importante la aportación de Filgueira Valverde y García Alén (1953, 1955, 1959). Ya en los años 60 podemos destacar un artículo sobre Campo Lameiro de Blanco Freijeiro y Paratcha Vázquez (1964) en el que publican el hallazgo de los conjuntos de Chan da Carballeda, de Rega de Vales (hoy denominados Arriba do Alongo), Matabois y Chan da Lagoa. A finales de esta década dos italianos realizan varias publicaciones sobre arte rupestre gallego: Anati (1964 y 1968) y Borgna (1973), este último llevó a cabo en Galicia en los años 1969, 1970 y 1971 una importante colaboración entre el CeSMAP (Centro di Estudi e Museo d’Arte Prehistorica i Pinerolo) y el Museo de Pontevedra. En el curso de estas campañas se experimentaron nuevos procedimientos de reproducción en campo y se realizaron trabajos de documentación en la zona de Campo Lameiro. Fruto de esta interacción se publicaron varios artículos más, como el de García y Fontanini (1971), donde se revisan los conjuntos hasta el momento catalogados en Campo Lameiro por Buhígas, Blanco Freijeiro y Paratcha y añaden quince nuevos conjuntos a los ya catalogados en la zona de Paredes. Estos conjuntos son los de Laxe da Forneiriña, de Fonte da Pena Furada, Outeiro da Pena Furada, Outeiro dos Cogoludos 2 y parte de la roca de Outeiro dos Cogoludos. En los años 703 se produce un incremento significativo de publicaciones de petroglifos; aparecen nuevos investi-
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gadores miembros del “Departamento de Prehistoria y Arqueología” del Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento y colaboradores del Museo Arqueológico de Pontevedra y del Museo Quiñones de León. Es la época de los grandes estudios sobre la cronología y tipología de los grabados (Peña 1976, Peña y Vázquez 1979). La década de los 80 es la de las catalogaciones propiamente dichas. En este momento se van a generar una gran cantidad de obras descriptivas de conjuntos concretos. Destaca la catalogación arqueológica Grabados rupestres de la provincia de Pontevedra (promovida por el Museo de Pontevedra) de García Alén y De la Peña Santos (1981). Este inventario surge del trabajo de campo y de la revisión de la bibliografía sobre el tema. El primero consistió en la localización, limpieza, marcado y levantamiento de calcos a tamaño real sobre plástico de los petroglifos, y en el posterior traslado de toda la información a un modelo de fichas. Aunque no supuso una catalogación sistemática fue un compendio de todos los petroglifos descubiertos hasta el momento introduciendo además paneles inéditos en el momento de la edición de la obra, de esta revisión surge un total de más de quinientos complejos para toda Galicia y de alrededor de cincuenta para la zona de Campo Lameiro y Cotobade. También en esta década podemos destacar a Antonio Álvarez Núñez, quien lleva a cabo un intenso trabajo de campo que se traduce en un importante inventario de los petroglifos de Campo Lameiro (Álvarez y Velasco 1979, Álvarez 1982). En los años 90 los cambios de carácter social y de carácter político-administrativo influyen positivamente en la arqueología y suponen un aumento en el número de publicaciones tanto de investigación como de catalogación, abriendo perspectivas nuevas para estas últimas. La pérdida de control de la investigación por parte de los museos y de la Universidad provoca que un gran número de investigadores puedan acceder al registro arqueológico con la consiguiente multiplicación de excavaciones en diversos yacimientos, catalogaciones y diversos estudios especializados (Santos 2008a: 24). En este momento empiezan a aparecer en Campo Lameiro y Cotobade las prospecciones y catalogaciones dirigidas desde la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural (en adelante DXPC) perteneciente a la Xunta de Galicia. La primera de la que tenemos constancia para Campo Lameiro es del año 1992, realizada por Bradley, Criado Boado y Fábregas Valcarce. En el año 1995 se realiza una prospección en las parroquias de Santiago de Morillas y San Isidro de Montes,4 donde aparecen diecisiete nuevos yacimientos rupestres. En el siguiente año también se revisa la zona de
No debemos olvidar la aportación que supuso a la divulgación de los grabados rupestres de Galicia las exposiciones organizadas en Pontevedra en los años 1953 y 1974. Es especialmente interesante la primera, convocada coincidiendo con el III Congreso Arqueológico Nacional. La exposición titulada “Petroglifos de la provincia de Pontevedra” recoge vaciados, dibujos, fotografías y la bibliografía fundamental publicada sobre el tema. Fruto de este interés y de las gestiones para su defensa surge la declaración como Conjuntos Histórico-artísticos de carácter nacional de todos los petroglifos conocidos hasta el momento en la provincia, según el Decreto Ley nº 3741, de fecha 20 de diciembre de 1974. Prospección dos grabados rupestres das parroquias de Santiago de Morillas e San Isidro de Montes. Clave de Expediente: CJ 102 A95/52-0. Dirección: Manuel Santos Estévez.
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3. OBJETIVOS DE LAS PROSPECCIONES Y METODOLOGÍA APLICADA Las prospecciones fueron realizadas con el fin de localizar cualquier tipo de elemento arqueológico, aunque la estrategia de trabajo se centró especialmente en la localización de grabados rupestres. Se pretendía completar la catalogación de yacimientos de la zona, obtener información real acerca de la cantidad de petroglifos que puede albergar la comarca, estudiar su distribución y conocer los límites de su territorio.
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A continuación describimos de forma más específica las labores concretas llevadas a cabo para la consecución de dichos objetivos. Los trabajos se concretan en la realización de la primera prospección sistemática de la zona de trabajo, registro de datos mediante fichas y documentación gráfica de los paneles mediante fotografía, así como delimitación del perímetro de los yacimientos tanto catalogados como de nuevo hallazgo. El fin último es elaborar un mapa de distribución en soporte GIS a través del que se pueda valorar la densidad y distribución de los petroglifos y de otras entidades arqueológicas en el área de estudio.
3.1. DOCUMENTACIÓN SOBRE LA ZONA A PROSPECTAR. FUENTES CONSULTADAS El grueso de la información sobre los diferentes yacimientos recogidos antes de comenzar la prospección deriva de las diferentes publicaciones y catálogos disponibles. Primeramente consultamos la bibliografía que, como hemos visto en el apartado anterior, es muy abundante para esta zona. En cuanto a las inventarios y catalogaciones hay una fuente que merece una atención especial: el Inventario Xeral de Patrimonio gestionado por el Servizo de Arqueoloxía de la DXPC. Esta consulta se presenta más bien como un vaciado de toda la información disponible para los yacimientos de la Zona 2. Los atributos que contienen las fichas de este inventario son los que siguen: código identificador del yacimiento, información administrativa y cartográfica, datos cronológicos, características del emplazamiento, información sobre estado de la estación, medidas de protección, descripción y bibliografía. Las coordenadas que aparecen en la ficha del catálogo pueden tener un cierto margen de error, porque en la mayoría de los casos (sobre todo en catalogaciones antiguas) están tomadas a ojo de un mapa 1:10.000. Por la cantidad de yacimientos que contiene y por los campos informativos sin duda es el inventario más extenso que existe, sin embargo, presenta problemas de actualización y falta de uniformidad. También consideramos necesario utilizar las fuentes cartográficas para la correcta contextualización espacial de la zona. Las zonas prospectadas forman parte del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre, lo que garantiza la disponibilidad y facilidad de acceso a determinada cartografía temática, pudiendo llegar a un nivel de análisis con una escala de 1:1.000 en la Zona 1 y de 1:5.000 para la Zona 2.
Realizada por el Grupo de investigación de Arqueoloxía da Paisaxe (actualmente Instituto de Ciencias del Patrimonio, Incipit del CSIC), bajo la dirección de Manuel Santos Estévez. Clave de Expediente: CJ 102 A96/43-0. Trabajos dirigidos por Javier Luaces Anca (1997). Catalogación e delimitación planimétrica dos xacemtentos arqueolóxicos do concello de Cotobade (Pontevedra) 1996-1997. Grupo de investigación de Arqueoloxía da Paisaxe (actualmente Incipit del CSIC), bajo la dirección de Manuel Santos Estévez. Clave de Expediente CJ102A 97/136-0. Entidad Promotora: DXPC (Consellería de Cultura e Deporte-XuGA). Fecha de realización: 03-07-97/04-05-97. Dirigido por Santiago Vázquez Collazo. La actuación del año 1997 “Catalogación y delimitación planimétrica dos xacementos arqueolóxicos do concello de Campo Lameiro” no se limita a una zona concreta sino que abarca la totalidad del ayuntamiento, sin embargo más que una prospección sistemática, se planteó como una revisión de la catalogación existente para aquel lugar.
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Parada dentro del proyecto “Prospección Arqueológica de los petroglifos de Parada (Campo Lameiro)”.5 Un año más tarde se llevaron a cabo los trabajos de “Catalogación y delimitación planimétrica de los yacimientos arqueológicos en Campo Lameiro”,6 a través de los cuales se establecieron áreas de protección sobre los sitios arqueológicos catalogados en el ayuntamiento. Este mismo año también se realiza una actuación de características similares para el ayuntamiento de Cotobade.7 En el año 1997, la empresa Tomos S.L. realiza el primer proyecto de actuación dentro del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre: “Localización e rexistro dos gravados rupestres do ámbito espacial do futuro parque temático da arte rupestre de Paredes (Campo Lameiro-Pontevedra)”.8 Esta actuación se limita a los terrenos donde se ubica el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre. Aparte del registro puramente arqueográfico y de la toma de datos sobre el estado de conservación de los grabados, se realizó una prospección, que estuvo condicionada por la abundante vegetación existente en el área de intervención en aquellos momentos, impidiendo realizar un trabajo realmente intensivo. En los años 2004 y 2006 tenemos constancia de dos prospecciones puntuales, que no están incluidas dentro del proyecto del parque, en la zona de Chan da Carballeda y de A Trincheira, a cargo del arqueólogo Manuel Lestón. Todas las prospecciones a las que nos referimos estuvieron reducidas a zonas o lugares concretos,9 por lo que se puede decir que hasta la prospección realizada en el año 2005 dentro de las actuaciones para la documentación arqueológica de la zona del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre, no se había realizado una prospección sistemática completa en la Zona 2.
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Estos mapas también nos han servido para buscar toponimia de la zona que pudiera indicar la presencia de yacimientos arqueológicos. Esta estrategia no dio resultado puesto que todas estas áreas ya habían sido inspeccionadas anteriormente por otros especialistas. Hemos usado la fotografía aérea ocasionalmente, para observar los sitios con afloramientos, y sobre todo para delimitar las áreas a prospectar. En cuanto a las fuentes etnográficas, apenas pudimos llevar a cabo tareas de encuesta etnográfica y las pocas que se realizaron facilitaron la información ya conocida, sirviéndonos para localizar rocas ya catalogadas o para confirmar los topónimos de las zonas donde se ubican los grabados.
3.2. PLANTEAMIENTO DEL TRABAJO: ELECCIÓN DE LAS ZONAS Y ESTRATEGIAS DE PROSPECCIÓN Los trabajos de prospección se centraron en la Zona 1 y la Zona 2. En el primer caso fue posible la cobertura total del área de estudio, sin embargo en la Zona 2 las limitaciones de tiempo y recursos, propiciaron que se primaran ciertos sectores en función de varios motivos que explicaremos más abajo. A continuación exponemos las zonas prospectadas y qué metodología de prospección se siguió en las mismas. En realidad el terreno prospectado en la Zona 1 no se corresponde totalmente con los límites reales de la zona descritos en el capítulo 2, sino con el área expropiada para la construcción del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre, junto con una porción del terreno situada al N de ésta. La revisión en esta zona fue total es decir se prospectó prácticamente el 100% del terreno de las 21 ha que ocupa. En este caso se utilizó la estrategia de cobertura total la cual implica el máximo alcance y se centra en aquellas áreas desprovistas de vegetación, que en este caso corresponde con la totalidad del área intervenida puesto que se encuentra totalmente desbrozada. El intervalo10 en este tipo de prospección es muy restringido o inexistente, la trayectoria11 puede ser sistemática o dirigida, pero, dada su alta intensidad, optar por la primera supone un aumento considerable de la inversión de tiempo y recursos. Además, se prospectó la parte N que limita con la zona expropiada para el Parque, la extensión total de este sector es de 18 ha. Puesto que se trata de una zona muy accesible que no presenta apenas afloramientos susceptibles de albergar arte rupestre, se eligió una estrategia de prospección intensiva-selectiva12, que es aquella que presenta un intervalo amplio (aunque no es imprescindible la visibilidad
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entre los integrantes del equipo) y una trayectoria dirigida cara a determinados elementos del paisaje con posibilidades de ser o albergar yacimientos de naturaleza visible. El número de componentes del equipo de prospección para la Zona 1 fue de 3 o 4 personas y el tiempo invertido fue de 15 días durante el verano del año 2004. En cuanto a la Zona 2, debido a su gran amplitud se optó por seleccionar distintos sectores de prospección de acuerdo con los siguientes factores: se excluyeron zonas de gran altitud, ya que, aunque puedan albergar sitios arqueológicos, su densidad disminuye de forma significativa, especialmente a partir de los 600 msnm; por la misma razón tampoco se prospectaron las zonas escarpadas. Estas zonas podrán ser revisadas en proyectos futuros con una mayor disponibilidad de tiempo. Los trabajos se centraron en las zonas más susceptibles de albergar sitios arqueológicos, en aquellas que existían referencias no confirmadas sobre la presencia de entidades arqueológicas y las que nunca habían sido prospectadas. Por otro lado, no se prospectaron las zonas inaccesibles debido a la vegetación. Esta prospección se realizó en el año 2005, el equipo estuvo formado por seis personas, y la duración de los trabajos fue de 30 días. Se utilizaron dos tipos de estrategias de prospección diferentes: la estrategia intensiva y la estrategia intensiva-selectiva, la elección de una u otra varió según las características del sector: relieve, presencia de numerosos afloramientos, vegetación, etc. En la prospección intensiva, el intervalo es restringido y es imprescindible la intervisibilidad entre los integrantes del equipo o, cuando menos, el contacto permanente, no dejando una separación superior a 30 m entre ellos. La trayectoria, en este caso, deberá ser sistemática (no dirigida ni orientada a elementos perceptibles, si no regular) para abarcar visualmente la totalidad de la superficie prospectada. Hay que recordar que al mismo tiempo que se realizaba la prospección también se llevaba a cabo la toma de datos con GPS de todos los yacimientos inventariados anteriormente por la DXPC en la Zona 2, para ubicar centimétricamente su posición y corregir los errores que pudieran existir en sus coordenadas, las cuales en la mayor parte de los casos estaban tomadas de la cartografía 1:10.000. Para localizar estos yacimientos se empleó la estrategia extensiva, donde el intervalo entre los integrantes del equipo es irrelevante (puede ser muy amplio o puede ser inexistente) y la trayectoria resulta totalmente dirigida cara a los elementos ya documentados o directamente reconocibles en el paisaje. Por último, se prospectaron las zonas afectadas por los incendios forestales del año 2006 dentro de la Zona 2. Aun-
Es la distancia que se establece entre los integrantes del equipo y su regularidad (si se mantienen equidistantes o la distancia entre ellos varia ostensiblemente). Entenderemos por tal el sentido y la dirección del equipo de prospección, que puede ser intencional o sistemática. En el primer caso la dirección de equipo vendrá dada por la intención de dirigirse en un determinado sentido, generalmente con el objetivo de verificar determinadas entidades percibidas en el terreno. En el segundo caso, la dirección y el sentido son preestablecidos y mantienen una regularidad sistemática. El término“intensiva-selectiva” fue acuñado por Méndez et ál. (1993).
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3.3. CRITERIOS DE REGISTRO ARQUEOLÓGICO DE LOS YACIMIENTOS DE NUEVO HALLAZGO: LA TOMA DE DATOS En los inventarios de DXPC se utiliza el concepto de petroglifo como una entidad que puede aglutinar varias rocas, pero no existe un criterio espacial claro que defina qué es un yacimiento de arte rupestre, razón por la que muchas veces se siguen utilizando las divisiones por grupos hechas a principios de siglo. Antes de registrar algo necesitamos tener claro qué entendemos por unidad de registro, para nosotros es “el elemento mínimo y estandarizado del registro arqueológico que se toma como referencia para sistematizar la información”. Por ello, proponemos como entidad de registro el petroglifo.13 Un petroglifo no tiene que ser una sola roca con grabados, puesto que sería poco práctico y generaría información excesiva, por lo tanto debemos establecer unos criterios de proximidad espacial para determinar lo que corresponden a una entidad de registro o petroglifo, esto es: 1. Una roca grabada aislada. 2. Un grupo de rocas que estén vinculadas a un mismo
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elemento geográfico de reducido tamaño, como puede ser una pequeña aglomeración rocosa, un espolón de pequeñas dimensiones, etc., con una asociación evidente entre ellas. 3. Un grupo de rocas próximas entre sí, a una distancia no superior a 5 m aunque no tengan coherencia compositiva. Proponemos por razones prácticas no introducir más de cinco rocas en una misma entidad de registro. A la hora de registrar la información se escoge la roca más representativa entra las piedras que componen el petroglifo y a ésta se le denomina Roca 1. Serán las coordenadas de esta primera roca las que figuren en la ficha general y será la que marque la posición relativa de las demás, es decir, se medirá a partir de ésta la distancia a las restantes. Una vez definido el yacimiento se le asigna un código específico y se registra. El primer paso en el proceso de registro es la recogida de información de cada una de las entidades en fichas siguiendo las especificaciones empleadas por el Laboratorio de Arqueoloxía da Paisaxe (Martínez, 1997). Estas fichas de registro comprenden varios campos de información sobre el yacimiento. • Información general: situación, coordenadas y cartografía. • Información del emplazamiento: relieve, vinculación a elementos naturales, vías naturales de tránsito, visibilidad, vegetación puntual, dedicación del entorno, etc. • Información morfológica y estética: tipología, adscripción cultural, dimensiones y descripción. • Información de conservación: estado de conservación, grado y causas de alteración, grado de protección legal, modo de protección, etc. Una vez en gabinete, estas fichas se volcaron a una base de datos (SIA+) y se entregaron a la DXPC cumplimentadas según las especificaciones requeridas, con el fin de completar el Inventario de esta zona. Para el fotografiado de los petroglifos se utilizó un mínimo de tres fotografías: una de detalle de los grabados, una vista general de la roca y una de emplazamiento. Además se georeferenciaron cada una de las rocas con coordenadas UTM, mediante un GPS de alta precisión con estación base para corrección diferencial. Al mismo tiempo que se posicionaban sobre los diferentes planos topográficos escala 1:5.000 que se estaban empleando para el trabajo de campo.
4. RESULTADOS Desde el 2003 hasta el 200614 fueron prospectadas alrededor de 500 ha y localizados unos 100 nuevos petroglifos con 137 rocas grabadas, con lo cual se consiguió aumentar sustancialmente la cifra inicial que teníamos para la
Los criterios de definición de una entidad de registro se explican más detalladamente en Seoane 2004. El tiempo total invertido en estas campañas fue de 2 meses.
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que esta prospección no se enmarca propiamente en los trabajos realizados para el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre, sino que se trata de una evaluación de los daños provocados en los yacimientos arqueológicos y etnográficos por causa de los incendios forestales, nos parecía de utilidad introducirlo en este capítulo puesto que también ha generado un gran número de nuevos yacimientos, que vienen a completar el trabajo realizado en años anteriores. Debido al amplio territorio ardido en los ayuntamientos de Campo Lameiro y Cotobade, y a la poca disponibilidad de tiempo para realizar los trabajos de evaluación y prospección, (10 días), la estrategia seguida fue la de priorizar las zonas que pudieran contener arte rupestre, por ser este el tipo de yacimiento más vulnerable a la acción del fuego. Los trabajos se centraron principalmente en zonas que ya contaban con elementos arqueológicos inventariados por la DXPC y que eran inaccesibles antes de los incendios por la vegetación. Además de los condicionantes descritos más arriba, se tuvo en cuenta un factor más a la hora de elegir las zonas a prospectar. Se desecharon las zonas que ya habíamos prospectado en la campaña del 2005, por lo tanto no se revisaron zonas como la de A Bustarenga, Campo dos Osos, Chan da Carballeda y Laxe do Soutiño, que aunque estaban afectadas por el fuego del 2006 ya habían sido prospectadas en el año anterior puesto que eran lugares con vegetación baja, y por tanto accesibles. La estrategia de prospección seguida en esta intervención fue la intensiva, puesto que se eligieron lugares muy concretos, alrededor de elementos ya conocidos.
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zona.15 No se encontró ningún otro elemento arqueológico más que un conjunto material compuesto por tres cerámicas de cronología indeterminada. A continuación exponemos las zonas prospectadas y los resultados obtenidos.
4.1. ZONA DEL PARQUE ARQUEOLÓXICO DA ARTE RUPESTRE (ZONA 1) Recordemos que la prospección se limitó a la zona expropiada para la construcción del parque (21,80 ha), aunque más tarde se amplió hacia el N como explicaremos más abajo. El grueso del trabajo en la zona expropiada se realizó entre los años 2003 y 200416 donde quedó el 80% del terreno revisado. Las zonas donde no fue posible acceder debido a la vegetación se prospectaron en el 2006,17 una vez finalizado el desbroce. Los resultados son los que siguen: Monte Paradela: recibe este nombre la dorsal de ladera situada entre Campo da Lama y Outerio das Ventaniñas. Se localizaron cinco petroglifos con un total de 8 rocas. Los tres primeros se encuentran al SW de Laxe dos Carballos en una afloramiento rocoso. Dos de estos petroglifos (Monte Paradela 3 y 4) poseen varias cruces inscritas en cuadrados. El tercero (Monte Paradela 1) presenta siete combinaciones circulares en una superficie a ras del suelo. En una elevación rocosa situada al W de Laxe dos Carballos se localizaron dos figuras cuadrangulares divididas en cuatro sectores y un cuadrúpedo de Estilo Altántico18 (Monte Paradela 2). Por último, en un outeiro próximo al extremo occidental de Monte Paradela se localizaron varias superficies con combinaciones circulares (Monte Paradela 5). Chan da Isca: se localizó el petroglifo de Chan da Isca 4, contiene una combinación circular muy erosionada en la cima de un outeiro situado al E de Chan da Isca. Os Cogoludos: en el extremo meridional del llano fue localizada una piedra a ras del suelo con una cruz latina grabada (Os Cogoludos 2). Así mismo en las inmediaciones del camino que atraviesa Os Cogoludos, se registró en un afloramiento una combinación circular (Os Cogoludos 1), que actualmente esta desaparecida puesto que sufrió la extracción de la parte de la piedra donde se situaba el petroglifo. Fonte da Pena Furada: entre Outeiro dos Cogoludos y Fonte da Pena Furada, aparece una roca con varias combinaciones circulares y círculos simples (Fonte da Pena Furada 4). Siguiendo el camino que comunica estas dos
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zonas encontramos una piedra con diversas cruces y las letras IHS (Cruces da Fonte da Pena Furada). Más arriba de éstas aparecen tres rocas catalogadas como Fonte da Pena Furada 5, en la que aparecen círculos y motivos indefinidos. A Lúa: zona al S del cercado situado al W del área expropiada para el Parque, se localizó una piedra a ras del suelo conocida por los vecinos del lugar como “A Lúa”, se trata de una circunferencia con una cazoleta central y otra en el borde de la figura. Su cronología es desconocida. Según los informantes servía de límite entre Paredes y Praderrei. A Forneiriña: aparecieron cuatro nuevas rocas, la que se sitúa más al N, presenta la figura de un ciervo (A Forneiriña 6). La segunda roca se sitúa en una aglomeración rocosa de pequeño tamaño a 15 m al S de la anterior, presenta una combinación circular (A Forneiriña 5). Más al S aparece A Forneiriña 7, roca situada en un afloramiento granítico, que presenta varios cuadrúpedos muy erosionados y cruces inscritas en cuadrados. Hacia el S aparece A Forneiriña 4 que presenta una combinación circular de gran tamaño y cuatro cuadrúpedos (Figura 5.2) A estos petroglifos de nuevo hallazgo hay que añadir los situados en la zona N del área expropiada. En el 2006 se realizó la actuación Control do desbroce do Rodal situado ao N do Parque,19 en la que aparecieron tres nuevos petroglifos. Se trata de la zona de Coto do Chan da Isca, (existía un elemento catalogado con el código GA36007038), donde aparecen cuatro rocas, registradas como Coto do Chan da Isca 2, que presentan cuadrúpedos y varias cazoletas. La segunda es una roca con varios surcos indefinidos. Por último, el petroglifo más peculiar tanto por el tamaño de la roca como por los motivos grabados se encuentra en una zona llana más al N, se trata de una pequeña piedra que presenta una combinación circular que arranca de la cabeza de un cuadrúpedo (Figura 5.3). A su lado aparece otra roca con surcos indefinidos y círculos (Coto do Chan da Isca 3). En total actualmente contamos para la Zona 1 con 39 ha revisadas dentro de las cuales aparecieron 19 nuevos petroglifos que contienen un total de 29 rocas, que se añaden a los 16 petroglifos con total de 47 rocas catalogados en esta zona. Por tanto, a fecha actual tenemos 76 rocas con grabados y 35 yacimientos de arte rupestre. La densidad, por tanto, en esta Zona 1 es muy alta puesto que aparecen casi dos rocas por cada hectárea revisada.
El número inicial de yacimientos en el Inventario Xeral do Patrimonio Cultural para la Zona 2 era de 137 petroglifos con 248 rocas, 9 túmulos, 14 castros y un yacimiento al aire libre. Dentro de la actuación: Segunda fase das actuacións para a documentación da Paisaxe Cultural no Parque de Arte Rupestre de Campo Lameiro2 (2004). Dirigido por Manuel Santos Estévez. Clave de expediente: CJ 102A 2003/420-0. Control e seguimento arqueológico dos desbroce nos terreno do parque de Arte Rupestre. Dirigido por Manuel Santos Estévez. Clave de expediente: CJ 102 2006/471-0. El Arte Rupestre Atlántico es aquel que se extiende desde el N de Portugal y Galicia hasta Irlanda y el N de las Islas Británicas, presentando diseños geométricos muy parecidos: combinaciones circulares, espirales, laberintos, etc. En el arte rupestre gallego esta temática abstracta es la más numerosa y la que presenta una mayor dispersión geográfica, pero además existen otros tipos de figuras que le dan una personalidad propia y aportan información sobre su cronología y funcionalidad: zoomorfos-entre los que destacan los ciervos y los caballos-armas, figuras humanas y huellas de cuadrúpedos ungulados (Santos 2005 y e.p). Clave de expediente: CD 102A 2006/274-0. Dirigido por Manuel Santos Estévez.
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Figura 5.2. Vista general del petroglifo de A Forneiriña 4 (Paredes-Campo Lameiro). Los surcos han sido resaltados digitalmente, mediante el programa Photoshop, para hacerlos visibles.
4.2. RESTO DEL VALLE MEDIO DEL LÉREZ (ZONA 2)
Figura 5.3. Detalle del petroglifo de Chan da Isca 3 (Paredes-Campo Lameiro), los motivos están resaltados en Photoshop.
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Dirigido por Manuel Santos Estévez. Clave de expediente: CJ 102A 2005/421-0.
Esta campaña se realizó en el mes de agosto del año 2005, dentro del proyecto “Traballos de Prospección, documentación e rexistro de Arte Rupestre no Val Medio do Río Lérez”.20 Como ya advertimos en la parte metodológica, debido a la gran amplitud de la zona a prospectar se dividió en 11 sectores repartidos por la totalidad del concello de Campo Lameiro y parcialmente por Moraña, Cotobade e Cerdedo (Figura 5.4). En total fueron prospectadas 396 ha y localizadas 80 rocas, que se sitúan en el término municipal de Campo Lameiro y en la parroquia de San Xurxo de San Xurxo de Sacos (Cotobade). Estas 80 rocas fueron agrupadas en 60 petroglifos. En las siguientes líneas se detalla la extensión prospectada en cada uno de los sectores y el número de petroglifos localizados: Sector 1: área comprendida entre las parroquias de San Cristovo de Couso y San Miguel de O Campo. Más concretamente entre las aldeas de Morañó, Couso, Alende, Chacente y A Lagoa. Fueron prospectadas 35 ha y se localizaron ocho nuevos petroglifos. En la zona de O Pedroso (Monte que divide las dos parroquias) aparecieron dos petroglifos, uno de ellos presenta una combinación circular muy bien conservada y el otro varias cruces inscritas en círculos. En la zona del Castro de Penalba, podemos señalar la presencia de un cuadrúpedo
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Figura 5.4. En la imagen se muestran rodeados por un círculo los sectores de la Zona 2 incluidos en la prospección del año 2005; en cada uno de ellos se señalan las áreas prospectadas y los petroglifos de nuevo hallazgo localizados durante los trabajos.
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(Penalba 2) a escasos metros de la muralla defensiva del Castro de Penalba. A 400 m al W de este último, aparece una superficie con círculos concéntricos y cruces inscritas (Penalba 1). Hacia el W muy cerca del trazado del oleoducto, en una zona llana encontramos el petroglifo de Roza de Mateo, que presenta, entre otros motivos, una combinación circular situada en una protuberancia de la roca. En la zona de Morañó, encontramos una combinación circular muy erosionada (Petroglifo de Agüeiro), también situada muy cerca del trazado del oleoducto. Además se prospectó la ladera de Pedra Escorregadoria donde se encontraron dos petroglifos, uno de adscripción moderna y otro que presenta cazoletas. Sector 2: esta zona se encuentra entre las parroquias de San Miguel de O Campo y Santa Mariña de Fragas. Fueron prospectadas 70,50 ha. Quisiéramos destacar, dentro de los hallazgos llevados a cabo en esta campaña, que en el sector 2 fue localizado un conjunto de 14 petroglifos, dos de ellos de posible cronología medieval o moderna, dos de estilo Esquemático Atlántico,21 y los restantes pertenecientes al Estilo Atlántico. Los petroglifos de época histórica poseen cierto número de cruces latinas en un caso y una estrella de Salomón en el otro, entre otros motivos. Dentro de los petroglifos de estilo Esquemático Atlántico destaca la representación de un soliforme (forma de sol) y numerosas cruces inscritas. En el conjunto de representaciones de Estilo Atlántico, destaca la zona de A Bustarenga y Campo dos Osos, en el primer grupo fueron localizados cuatro 21
conjuntos dentro de los cuales destaca un panel con al menos una decena de ciervos, varias combinaciones circulares y una representación de un cuadrúpedo portando sobre el lomo unos círculos concéntricos con apéndice, toda esta composición se encuentra sobre una amplia superficie vertical (A Bustarenga 3). (Figura 5.5) En Campo dos Osos destaca una composición con varios cuadrúpedos, surcos ondulantes y varias combinaciones circulares (Campo dos Osos 1). Sector 3: S de Fragas, comprende toda la ladera oriental que sirve de límite occidental de Campo Lameiro. Se detectó un claro descenso en el número de petroglifos. Fueron localizados dos grabados nuevos, que sumados a los ya existentes revelan una cantidad muy discreta de petroglifos. Debemos destacar entre los nuevos hallazgos una roca, que presenta un grupo de ciervos de gran tamaño (Mosqueiriño 4). Sector 4: zona de Praderrei y Cutián. Al S de la aldea de Praderrei, se revisó una pequeña zona (6 ha) donde apareció un antropormofo grabado en un lateral de una piedra exenta (Petroglifo de Paredes). También se prospectó una zona de monte situada al poniente de Cutián y el Río Lérez (4 ha) pero no se encontraron petroglifos nuevos. En todo caso es una zona con una densidad muy baja de grabados, anteriormente sólo se conocía el petroglifo de Illa Rociña. Sector 5: zona NW de Campo Lameiro. Área comprendida en la parroquia de Santa María de Moimenta al NW del concello de Campo Lameiro, más concretamente entre
Se trata de un conjunto de grabados rupestres, realizados en su mayor parte en soporte granítico. Los diseños más representados en este estilo son las cazoletas, rebajes hemicilíndricos, círculos simples, cruces inscritas en círculos y cuadrados, herraduras, podomorfos y escaleriformes, aunque también se documentan soliformes y antropomorfos. Las técnicas de grabado empleadas son difíciles de precisar debido al alto grado de erosión en la mayor parte de los casos, aunque se documenta el uso del piqueteado no podemos descartar la existencia de otras técnicas tales como la abrasión, en todo caso no parece haber sido empleado, al menos de forma mayoritaria, instrumental metálico. Resulta todavía prematuro delimitar su distribución geográfica, aunque los petroglifos que podemos considerar como pertenecientes a este estilo se localizan en el NW de la Península Ibérica, concretamente en las zonas ocupadas en la actualidad por Galicia y N de Portugal (Santos e.p).
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Figura 5.5. Vista general del petroglifo de A Bustarenga 3 (Fragas-Campo Lameiro). Se trata de uno de los paneles hallados más complejos, en función de la cantidad y variedad de los motivos. Los surcos han sido resaltados digitalmente con el programa Photoshop para hacerlos visibles.
las aldeas de Armonda, Moimenta, Painceiros y Monte de Gregos. En total se prospectaron 72 ha. En Chan da Carballeda fueron localizados siete petroglifos inéditos, de los cuales tenemos que destacar el de Coto de Rañadoiro, situado a unos 100 m del petroglifo de Chan da Carballeda 1. Se trata del petroglifo más complejo de la zona, situado en un gran batolito, presenta un conjunto de herraduras en la parte superior, algún reticulado y un total de nueve cuadrúpedos, el de mayor tamaño está enterrado en su gran mayoría. También podemos subrayar Chan da Carballeda 3, formado por una combinación de círculos concéntricos sobre una roca de gneis. Podemos incluir en este sector el hallazgo de un grabado en la parroquia de Paredes, muy cerca de la zona expropiada para el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre. Se trata de un pequeño cuadrúpedo situado en una roca que se ubica en una ladera sobre la aldea de Paredes. Sector 6: ubicado entre las parroquias de Santiago de Morillas, San Isidro de Montes y el lugar de Fentáns. En el área situada en el contorno de Caneda muy cerca de Matabois 1, se encontró un grupo de cazoletas (Matabois 2). Por otro lado hay que destacar para esta zona que un examen del petroglifo O Ramallal 1, permitió detectar un conjunto de ocho puñales grabados clasificables en tres tipologías distintas: tres pequeños puñales de hoja corta y filos ligeramente convexos, dos espadas cortas de hoja triangular y dos espadas cortas de filos paralelos y parte distal triangular. Algunos de estos modelos guardan cierta semejanza con otro petroglifo de armas situado en las inmediaciones y publicado en numerosas ocasiones (O Ramallal 3), aunque en este último las representaciones son más estilizadas. Las armas aparecen compartiendo panel con escaleriformes y cruces inscritas de estilo Esquemático Atlántico que ya habían sido catalogadas con anterioridad. (Figura 5.6).
Figura 5.6. Motivo del petroglifo de O Ramallal 3 (CanedaCampo Lameiro). Aunque el petroglifo ya estaba catalogado, se han hallado varias figuras de armas durante los trabajos de relectura del panel en el año 2005. El motivo aparece retocado digitalmente.
En las zonas de Rozas Vellas, Chan da Lagoa, As Canles y Outeiro do Can fueron prospectadas 39 ha. Se localizaron veinticuatro petroglifos nuevos. Se trata de la zona de mayor concentración de petroglifos de todo el valle, así
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como, la más prospectada históricamente. A pesar de ello fue la zona donde más petroglifos inéditos se encontraron. En total se localizaron veinticinto petroglifos nuevos, tanto de Estilo Atlántico como Esquemático Atlántico. Destaca una escena de equitación en el alto de Lagoa dos Patos (Lagoa dos Patos 1) y un serpentiforme en Chan da Lagoa (Chan da Lagoa 12). Los restantes petroglifos están básicamente compuestos por combinaciones circulares y cruces inscritas entre otros, concentrándose en su mayoría en la zona de A Trincheira (diecisiete rocas), aunque también se localizaron dos en Rozas Vellas y dos en Chan da Lagoa. Sector 7: se sitúa en la zona más oriental del ayuntamiento de Campo Lameiro, concretamente en la parroquia de San Isidro de Montes. En este sector se encontraron cinco petroglifos. En la ladera SE del Coto da Conla, montes situados al N de San Isidro, fueron prospectadas 40,50 ha. Se localizaron los únicos dos petroglifos existentes en este sector. Destacamos el petroglifo A Seixiña 1, con varios cuadrúpedos y varias combinaciones circulares. En esta zona a pesar de la presencia de numerosos afloramientos el número de petroglifos disminuye drásticamente coincidiendo con la pérdida del ámbito de visibilidad sobre el valle del Río Maneses. También se prospectó la zona que limita con el ayuntamiento de Cerdedo sin encontrarse ningún yacimiento. Al W de la aldea de San Isidro se revisaron 7,60 ha en dos zonas, y no se localizó ningún petroglifo nuevo. En una de estas zonas se sitúa el petroglifo de Outeiro de Arroibar (catalogado con el código GA36007058), del que se realizó una relectura. En la descripción del inventario oficial se hablaba de una representación de una posible hacha, una segunda lectura permitió identificar un curioso antropomorfo para el que, a juzgar por el aspecto del surco, se supuso una posible cronología prehistórica. En la zona de Serrapio situada al E de San Isidro, fueron prospectas 11,50 ha. Se localizaron tres nuevos petroglifos en el contorno de Laxe do Soutiño (GA36007035). Dichas rocas presenta un cuadrúpedo, cazoletas y herraduras respectivamente. Por último, podemos destacar el hallazgo de tres nuevos petroglifos en la zona de Lombo da Costa situada en la parte NE del ayuntamiento de Cotobade, uno de ellos contiene tres rocas con combinaciones circulares, el otro presenta un cuadrúpedo y el último varias cazoletas. En todo caso hay que señalar que al S del Río Lérez, no se encuentran concentraciones significativas de petroglifos si exceptuamos Lombo da Costa. Dentro de las áreas prospectadas en la Zona 2 fueron localizadas ochenta rocas clasificadas en sesenta petroglifos (en esta cifra no incluimos las localizadas en la Zona 1 una cantidad menos elevada que en la zona del Parque, pero muy significativa ya que obtenemos una media de una roca grabada por cada 4,50 ha. De todos modos, debemos de tener en cuenta que la densidad de petroglifos varía
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sensiblemente entre unas zonas y otras. Así, las zonas de mayor densidad se sitúan en los sectores 2 y 6, es decir en aquellas zonas situadas en torno al valle por el que discurre el río Maneses y el Rego dos Calvos.
4.3. ZONAS AFECTADAS POR LOS INCENDIOS FORESTALES DEL 200622 Ya hemos visto en el apartado metodológico que esta campaña no estaba incluida propiamente dentro de las actuaciones sino que respondía a la necesidad de evaluar los daños provocados por los incendios, al mismo tiempo que se revisaban las zonas ardidas que antes eran inaccesibles debido a la maleza. Concretamente se prospectaron en la Zona 2 un total de 100 ha repartidas en seis sectores de prospección (Figura 5.7). El número de entidades de nuevo hallazgo en estos dos ayuntamientos asciende a 24 petroglifos, con un total de 28 rocas. También se encontró un conjunto de material cerca de uno de los petroglifos de Illa Rociña, compuesto por cuatro cerámicas. Debido a su grado de rodamiento no podemos definir una cronología para las mismas. Los esfuerzos se centraron en primer lugar en la parte Oriental del Valle de Campo Lameiro (desde la zona de Matabois hasta la de Trincheira) por las razones que pasamos a explicar: es el área de Campo Lameiro con una mayor densidad de petroglifos (junto con la zona de Paredes-Praderrei), es una zona dedicada a repoblación y monte bajo que presenta una gran cantidad de vegetación, mayoritariamente toxo, por lo que aunque se hubieran hecho prospecciones en la zona existían áreas totalmente inaccesibles que nunca habían sido prospectadas (Gallardo, parte W de A Trincheira, cruceiro de Chan da Abelleira, etc.), por último debido a esta gran densidad de vegetación es la zona en la que los incendios alcanzaron una mayor virulencia y donde por extensión, de haber nuevos petroglifos, estarían más dañados, necesitando así de actuaciones con mayor urgencia. Los sectores 1, 2 y 3 se encuadran en esta parte oriental, donde aparecieron diecinueve nuevos petroglifos, el total de los encontradas en Campo Lameiro en esta intervención. Sector 1: se incluye la zona de Pena Furada, Outeiro do Pantrigo, Rozas Vellas y Chan da Lagoa. Se revisaron un total de 27 ha y aparecieron cuatro petroglifos en la zona de Chan da Lagoa, entre los que destacan Chan da Lagoa 13, que presenta dos ciervos de gran tamaño. (Figura 5.8). Sector 2: zona de As Canles, Chan da Abelleira, Pedra Escaleira y Gallardo. Este es el sector donde aparecieron más petroglifos. En total se revisaron 34 ha. En As Canles, se prospectaron 15 ha, y aparecieron cuatro nuevos petroglifos, casi todos de estilo esquemático atlántico, el motivo más frecuente son las cruces inscritas en círculos. En Chan da Abelleira y A Trincheira, en las 14 ha revisadas aparecieron nueve
Avaliación dos danos no patrimonio cultural provocados polos incendios forestais nos concellos de Campo Lameiro e Cotobade. CJ 102A 2006/603-0. Dirección: Yolanda Seoane Veiga. Entidad promotora: Servizo de Arqueoloxía (DXPC). Fecha de realización: Noviembre del 2006.
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Figura 5.7. Imagen que muestra los sectores revisados en el año 2006 y las zonas prospectadas dentro de éstos. Se señalan los petroglifos de nuevo hallazgo que fueron documentados en dicha actuación.
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petroglifos tanto de estilo esquemático como atlántico, entre los que podemos destacar A Trincheira 19 que representa una escena de equitación. En Pedra Escaleira aparecieron tres nuevos grabados en 12 ha revisadas. En la zona de Gallardo, a pesar de la alta densidad de afloramientos graníticos, no aparecieron grabados. Se revisaron 2 ha. Sector 3: incluye la braña de Fentáns y las zonas de Outeiro Morcego y Tras A Rasa. En la braña de Fentáns se prospectaron 3,20 ha y aparecieron tres nuevos petroglifos entre los podemos destacar uno situado muy cerca de Pedra das Ferraduras, que presenta dos combinaciones circulares. La zona de Tras a Rasa, situada al N del Río Lérez, fue elegida puesto que en Inventario Arqueológico de la DXPC aparecía la referencia de un petroglifo (Tras a Rasa 2GA36007REF12), el cual fue localizado en la presente campaña. Se revisaron un total de 2,60 ha pero no apareció ninguna entidad más. Sector 4: zona de Illa Rociña y Coto Gondariz, se sitúa en la ladera S del Río Lérez. En la primera zona existía un petroglifo catalogado (Illa Rociña- GA36012019) y apareció muy cerca de éste, otro nuevo. Fueron prospectadas 6,50 ha. También en este lugar aparecieron cuatro cerámicas de adscripción indeterminada. En Coto Gondoriz la extensión prospectada es de 1 ha. Se eligió esta zona puesto que presentaba abundantes afloramientos graníticos aptos para albergar arte rupestre, a pesar de esto no apareció ninguna nueva entidad. Sector 5: parte W del ayuntamiento de Campo Lameiro. Zona de Alba Túnez y Monte Acibal (Santa Maríña de Fragas), más concretamente se trata de la ladera E donde se sitúa Laxe Alba Túnez (GA36007022). Esta zona había sido intensamente prospectada en la campaña del 2005 (zona de Bustarenga y Campo dos Osos) pero la vertiente donde se encontraba esta roca era por aquel entonces prácticamente impenetrable debido al denso matorral. El área prospectada tuvo una extensión de 6,40 ha, aunque presenta afloramientos abundantes no se encontró ningún grabado nuevo. También revisamos la zona del Monte Acibal (Santa Mariña de Fragas), donde de encuentra un túmulo que lleva este mismo nombre junto con otros dos denominados Casa de María Méndez (GA36007021 y GA36007117). Elegimos esta zona ante la posibilidad de encontrar nuevos túmulos, sin embargo no se produjo ningún nuevo hallazgo.
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Figura 5.8. Calco del panel de Chan da Lagoa 13 (ParadaCampo Lameiro). Obsérvese como las alteraciones producidas durante los incendios del 2006, afectan gravemente a los grabados.
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Sector 6: por otro lado se prospectó una pequeña área (1,30 ha) en el lugar de Río dos Fornos (parroquia de San Cristovo de Couso). Se escogió esta zona ya que en ella se ubicaban dos petroglifos catalogados (Río dos Fornos 1GA36007111 y Río dos Fornos-GA36007112) y está situada en la parte más septentrional del ayuntamiento, una de las zonas en las que menos trabajos de prospección se llevaron a cabo, pero no apareció ningún elemento arqueológico nuevo.
5. CONCLUSIONES Como conclusión, podemos confirmar que las zonas con alta relevancia de arte Rupestre siguen siendo las mismas que antes de la realización de las prospecciones: As Canles, Fentáns, A Trincheira, Chan da Lagoa, Monte Paradela, etc. aunque hay que añadir la excepción de la parroquia de Fragas, donde el número de grabados creció de forma sensible. Se puede decir que las zonas donde la densidad de grabados era más alta son aquellas en las que aparecen más grabados nuevos. Al mismo tiempo las zonas donde se desconocía la presencia de petroglifos o bien eran poco numerosos fueron también los lugares donde menos hallazgos se produjeron, con la salvedad de la citada parroquia de Fragas. También queremos incidir en que, si bien la estrategia de trabajo estaba dirigida a encontrar petroglifos, se buscó cualquier tipo de yacimiento, en este sentido cabe destacar la escasa aparición de otro tipo de elementos que no sean grabados rupestres. Los túmulos son uno de los ya-
cimientos más comunes, sin embargo en la Zona 2, tan solo existen catorce, todos catalogados antes de estas prospecciones. Esta desproporción entre túmulos y grabados se confirma si nos fijamos en un mapa de distribución de los monumentos megalíticos en Galicia, ya que en el Valle Medio disminuye con respecto a otras en las que no aparece arte rupestre. Además estos dos tipos de yacimientos parecen no compartir el mismo tipo de emplazamiento, al menos en esta zona, puesto que los túmulos catalogados empiezan a aparecer donde deja de haber arte rupestre (parte NW de Campo Lameiro). Aunque las prospecciones estuvieron condicionadas negativamente por la limitación temporal y por el gran espacio a revisar, en general los resultados de las mismas han sido satisfactorios puesto que se elevó considerablemente el número de petroglifos catalogados en la Zona 2. En total contamos a día de hoy para esta zona 376 rocas clasificadas en 245 petroglifos (Figura 5.9) que podemos agrupar en 7 estaciones o grupos de petroglifos23 principales (desarrollamos más pormenorizadamente esta idea en el capítulo 10 de este volumen): Rotea de Mendo, A Bustarenga, Boullosa, Monte Paradela, Chan da Carballeda, Chan da Lagoa y Lombo da Costa (Figura 10.5). Sin embargo aún quedan muchas áreas sin revisar sobre todo en zonas de monte y de media ladera que en la actualidad están cubiertas por una densa vegetación, por lo que no se puede descartar que el número de grabados y otros yacimientos aumente una vez que todos estos sitios sean revisados. No obstante, creemos que el patrón general de la distribución está bien asentado y que no será modificado sustancialmente en el futuro.
Figura 5.9. En la figura de la izquierda se representan la totalidad de las áreas prospectadas y las entidades arqueológicas (petroglifos) localizadas en la Zona 2. En la imagen de la derecha se muestran los petroglifos existentes antes de comenzar los trabajos de prospección y los documentados durante los mismos.
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Santos (2008: 33) denomina estación a un petroglifo aislado o a un conjunto de petroglifos que se ubican a escasa distancia unos de otros o que entre dicho grupo no existan discontinuidades espaciales o vacíos significativos, generalmente una estación suele estar asociada a una única forma fisiográfica.
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1. INTRODUCCIÓN Actualmente los investigadores en arte rupestre realizan la mayor parte de su trabajo sobre el registro arqueológico codificado utilizando representaciones que sustituyen el original. La documentación del arte rupestre se compone de la información escrita que se recoge en las fichas de registro, y la información visual de la fotografías, pero éstas no bastan, ya que las primeras descomponen la información en multiplicidad de atributos, perdiendo la visión global de la composición, y las segundas no codifican la información, por eso son imprescindibles las reproducciones. Las reproducciones suponen una forma de codificar la información puesto que la sistematizan y la hacen accesible, constituyendo la base de la mayor parte de los estudios sobre Arte Rupestre y uno de los soportes principales para los especialistas. Para construir este registro es clave que la sistematización de la información se haga con la máxima precisión ya que de ello van a depender los resultados finales de la investigación. Sin embargo, el desinterés, no sólo por estudiar, sino también, por aplicar criterios rigurosos en el registro de grabados, ha sido un patrón constante en el estudio del Arte rupestre. Desde siempre la investigación básica, que es aquella que genera hipótesis a través del registro arqueológico, ha sido considerada como el único ente válido para generar conocimiento arqueológico, aunque, en los últimos años se está legitimando un nuevo concepto que aborda aspectos más técnicos y no por ello se aparta de la investigación, éste es el concepto de arqueología aplicada. En efecto, la investigación aplicada también genera conocimiento, pero un conocimiento técnico-instrumental, que se orienta a la gestión del patrimonio, y no a la producción de registro arqueológico como en el caso de la investigación básica. Por tanto, la arqueología aplicada es una arqueología orientada a la gestión y difusión del patrimonio (Barreiro 2005). La consideración de esta rama de la arqueología como carente de valor científico es lo que ha llevado, muy probablemente, a la urgencia por elaborar interpretaciones y plantear apresuradas hipótesis que dieran respuesta al significado del arte rupestre, y ha provocado que el estudio de la documentación y reproducción no se considerara parte de la investigación, siendo tenida, al mismo tiempo,
como una tarea carente de reflexión e incapaz de generar un saber “puro”. Sin embargo, esta concepción se aleja mucho de la realidad, la investigación aplicada en arqueología no supone una renuncia al conocimiento científico, más bien significa la creación de un código y una tecnología que permita el surgimiento de éste. La documentación se encuentra en la base de cualquier investigación. Si bien los pioneros del estudio del arte rupestre de principios del siglo pasado basaban sus estudios principalmente sobre el registro original, es decir el petroglifo, actualmente casi todos los investigadores realizan su trabajo sobre el registro codificado ya que, a pesar de que el arte rupestre es una manifestación que ha perdurado en el tiempo y ha llegado a nuestros días conservando al menos buena parte de sus características originales, desgraciadamente casi nunca podemos trabajar directamente sobre él. De lo anterior se deducen dos conclusiones, la primera es que la investigación sobre documentación y reproducción es capaz de generar conocimiento, y la segunda, que no debemos pasar por alto la importancia extrema de la búsqueda de una metodología que nos permita generar un resultado lo más fiable posible. Es preciso, por lo tanto, asegurar el registro como base esencial de trabajo en campo y al mismo tiempo estar en condiciones de garantizar que los documentos sean generados con la máxima precisión y en soportes duraderos, puesto que seguramente la calidad del registro de la información y el rigor en el levantamiento de los calcos sean la mejor garantía para asegurar una interpretación correcta. Además la documentación puede ser empleada de una manera aplicada en la conservación de los grabados y del soporte, puesto que sirve para registrar su deterioro en un periodo de tiempo determinado (Carrera 1996, 2002). El arte rupestre es un tipo de yacimiento expuesto a graves alteraciones debidas a los cambios medioambientales y a la acción del hombre. Por ello muchas veces el registro que se haga del mismo se convierte en un documento histórico que refleja el estado de conservación en un momento concreto y que sirve para comprobar el grado de deterioro sufrido por los grabados. La reproducción de los grabados comenzó a principios del siglo XX en Galicia con simples dibujos y fotografías (Figura 6.1) que han ido progresando hacia la alta metodolo-
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CAPÍTULO 6. LA REPRODUCCIÓN DE LOS GRABADOS: DE LA TÉCNICA A LA INTERPRETACIÓN
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Capítulo 6. La reproducción de los grabados: de la técnica a la interpretación
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Figura 6.1. Dibujo de Enrique Campos del petroglifo de Argoenxa (Xeve-Pontevedra), realizado en el año 1908, (publicado en Peña y Rey 2001).
gía tecnológica que hoy tiene su máximo exponente en el escáner 3D24 y la fotogrametría. En nuestro caso hemos experimentado en determinados petroglifos con las últimas técnicas de reproducción para establecer, en base a los resultados, una ratio entre el tiempo invertido y el coste económico, y comprobar en última instancia sus posibilidades para la obtención de una documentación integral de los paneles grabados. Por ello, se ha ensayado25 en cuatro petroglifos con la técnica conocida como fotogrametría26 la cual pretende generar modelos digitales 3D georreferenciados de los petroglifos. Por el momento no podemos ofrecer los resultados de la aplicación de la fotogrametría a los grabados, pues al ser una técnica en fase experimental presenta el inconveniente de que el procesado de los datos de campo es lento. Además, requiere un alto grado 24
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de especialización junto con un coste económico elevado, por lo que sólo puede aplicarse a casos muy determinados y no como método de reproducción generalizado para todas las manifestaciones de arte rupestre gallego. La utilización de estos nuevos métodos es un paso lógico en la evolución de los procesos de representación, sin embargo, aunque su uso está cada vez más extendido, son todavía tecnologías restringidas. Es por ello que actualmente aún no existe un método de reproducción ideal para todos los casos, cada sitio y proyecto van a precisar casi siempre de una oferta concreta para resolver sus necesidades ya que en la elección de un método entran en juego una gran cantidad de factores. En nuestro caso, necesitábamos contar con un método accesible para reproducir una gran cantidad de petroglifos que además debía de ser
Se basa en la obtención de imágenes en 3D a través de un láser escáner de alta resolución. Utiliza los principios de los modelos matemáticos de triangulación para calcular las dimensiones y la forma de la superficie. En el proceso se proyecta una delgada línea de luz láser de 690 nm sobre la superficie de la roca tomando puntos con una separación mínima de 1,20 mm y se fotografía con una cámara digital integrada. Una vez recogidos los datos se procesan utilizando distintos tipos de software como el 3D Studio Max o el Lightwave. El rendimiento de este método incluye la posibilidad de hacer réplicas a cualquier medida, incluyendo el tamaño real, realizar videos y paseos de realidad virtual, etc. Esta intervención ha sido desarrollada por el Laboratorio de Teledetección del Instituto de Historia del CSIC, bajo la supervisión de Juan Vicent y Santiago Ormeño dentro del proyecto Paleopaisaxe e Prehistoria del Parque Arqueolóxico de Arte Rupestre de Campo Lameiro, Plan galego de I+D+I. 2005-2006, dirigido por Felipe Criado Boado. La fotogrametría se define como “una técnica de captación y restitución que delimita dimensionalmente un cuerpo mediante fotografías desde al menos dos puntos distintos” (Mattini y Moles, 2001:206). El procedimiento en campo se basa en hacer un barrido fotográfico de toda la superficie de la roca, se toman pares de fotos con cámaras fotogramétricas desde la misma distancia y desde ángulos muy concretos. En todos los casos se marcarán en la roca una serie de puntos de control que funcionan como referencia métrica cuyas coordenadas serán tomadas con una estación total. Para el modelaje se introducen los pares de fotografías y las coordenadas en varios software y se usarán técnicas de correspondencia para obtener el calco final. Mediante este sistema se han llevado a cabo las reproducciones en 3D de importantes cuevas como la de Altamira y Lascaux.
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Tanto el sistema de calco como el frotagge o el empleo de luz artificial durante la noche se han venido usando de forma separada sin tener en cuenta que estos procesos son complementarios y deben seguir un cierto orden en su aplicación. Además, la falta de un estándar ha provocado que nos encontremos con una enorme variedad de estrategias a la hora de seleccionar y presentar la información en los calcos, desde aquellos simples que contiene solamente los diseños, hasta los más complejos que recogen una gran cantidad de información. En este sentido los calcos sobre plástico en Campo Lameiro han sido realizados a título experimental con el fin de crear un protocolo que ordene y controle las fases de ejecución, así como un estándar para la presentación de los mismos. A continuación describimos el procedimiento general que configura un protocolo general para la reproducción con calcos sobre plástico.
2. METODOLOGÍA Los pasos para la realización de los calcos realizados en Campo Lameiro son los que siguen (Figura 6.2).
Figura 6.2. Fases del proceso de ejecución del calco sobre plástico. 1- Observación del grabado con distintos tipos de luces. 2- Frotagge. 3- Pintado de los motivos. 4- Calcado sobre el plástico. 5- Escaneado de los plásticos en gabinete. 6- Proceso digital en el programa Photoshop.
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El calco sobre plástico ha sido introducido en Galicia en los años 70 y ha sido la técnica más usada por los investigadores en la reproducción del arte rupestre gallego.
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inofensivo para los grabados y lo más riguroso posible. Es por ello que aprovechamos una técnica ya conocida: el calco sobre plástico, dándole un cierto orden al proceso de realización para tratar de mejorar el resultado final. El calco sobre plástico es un método internacionalmente empleado y aceptado por equipos e instituciones con amplia experiencia en documentación de grabados rupestres como el Museo de Vitlycke (Hygen y Bengtsson 2000), la Universidad de Umeå (Engelmark y Larsson 2005), Le Orme dell’Uomo (Fossati y Arcá 1997) y la Universidad de Durham (Rainsbury 2001) entre otros muchos. A pesar de ello debemos admitir sus limitaciones, es una técnica de contacto con la que es muy difícil proporcionar un resultado exacto en las superficies irregulares, ya que los paneles ondulados crean distorsiones por el paso de una imagen original en tres dimensiones a una resultante en dos dimensiones. Además, exige un alto grado de subjetividad debido al número importante de decisiones que el especialista tiene que tomar mientras lo realiza. Pero sabemos que de cualquier manera absolutamente todos los calcos, en mayor o menor medida, son subjetivos y reflejan las concepciones de quienes los llevan a cabo puesto que al fin non son más que una interpretación de una o varias personas acerca de un objeto. Esto significa que nunca habrá un calco igual a otro, porque sea cual sea el método con que se realice un calco hoy en día, es casi seguro que el resultado que genera variará en el futuro. El calco sobre plástico nos permite acceder a detalles que de otra manera nos pasarían inadvertidos, tales como superposiciones, niveles de erosión diferentes, etc. Pero la tendencia a la subjetividad del calco sobre plástico hace que debamos ser más rigurosos en su uso y crear un protocolo que tienda a crear un resultado lo más parecido al original. Es decir, se trata de utilizar de forma fundamentada y organizada las técnicas tradicionales de lectura y reproducción conocidas desde hace tiempo por los especialistas en arte rupestre,27 pero que no habían sido aplicadas de forma sistemática en Galicia.
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Capítulo 6. La reproducción de los grabados: de la técnica a la interpretación
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2.1. LIMPIEZA SUPERFICIAL DE LA ROCA CON GRABADOS
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A fin de delimitar el área grabada así como de facilitar la observación de los motivos se procedió en la mayoría de los casos a la limpieza del soporte. Dentro de este proceso se incluyen las siguientes operaciones: limpieza de fisuras, diaclasas o concavidades colonizadas por vegetación; despeje de los márgenes de la roca; y retirada de los depósitos de tierra y musgo que cubrían los paneles, estos depósitos eran sedimentos de poco espesor arqueológicamente estériles, producto de sucesivas deposiciones. Aunque en la mayoría de las ocasiones los soportes presentaban líquenes y algas que dificultaban la observación no se procedió a su eliminación, excepto cuando la roca presentaba una densa colonización que impedía totalmente la observación de los grabados. En estos casos, sólo se eliminan los líquenes foliáceos, que son aquellos más superficiales que se desprenden con una pequeña acción mecánica. En ningún caso se desproveyó a la roca de los líquenes crustáceos es decir los que se encuentran firmemente incrustados a la roca, ya que la extracción de estos líquenes es una tarea que requiere de la actuación de especialistas, que coinciden en reseñar que su eliminación se ve limitada por una doble problemática. Por un lado, provocan una profunda acción meteorizadora y efectos negativos sobre la roca a largo plazo desde el punto de vista mecánico (penetración de rizoides) y químico (retención de agua, producción de gases, secreción de sustancias químicas...), pero suponen, por otro lado, una protección frente a otros agentes de alteración (Carrera 1996). En estas tareas de limpieza no se emplearon materiales que pudieran dañar o erosionar la roca, como agentes químicos agresivos (p. ej. ácidos), ni mecánicos, como raspadores de metal que afectaran a la pátina. El uso de instrumentos blandos de madera o de plástico, como espátulas y esponjas, en la mayoría de los casos fue suficiente. Después de esta limpieza se procedió a un barrido profundo de la superficie, con un cepillo de cerdas blandas.
mojado e iluminado al mismo tiempo. No son muy indicados los días nublados. En cuanto al momento del día, las mejores horas son aquellas en las que luz se proyecta con un ángulo cerrado sobre los grabados, esto es, las primeras y especialmente las últimas horas. En estos momentos gracias a la luz rasante los objetos son iluminados de forma
2.2. LECTURA DE LOS GRABADOS El segundo paso se basa en la observación de los grabados bajo diferentes condiciones climatológicas y lumínicas.
2.2.1. Observación con luz natural La claridad de visión de los motivos varía especialmente en función de varios factores: intensidad y ángulo de la luz, que influyen en la creación de distintas sombras y que a su vez varían en función del momento del día y, en el primer caso, debido a las condiciones climatológicas. Además influye el estado del panel, cuanto mayor sea el grado de humedad del mismo más acentuado se verá el surco. No podemos hablar de condiciones óptimas para observar los grabados, aunque sí diremos que son indicados los días de lluvia y los días que los suceden, especialmente si éstos son soleados, ya que el petroglifo se encuentra
Figura 6.3. Vistas del mismo panel (Laxe dos Carballos, en el centro de la Zona 1) con distintos tipos de luces y condiciones atmosféricas. La primera imagen está tomada en un día nublado, en la segunda el sol incide directamente sobre el petroglifo y en la tercera éste se encuentra mojado.
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2.2.2. Observación con otros tipos de luces En la mayor parte de los casos la lectura con luz natural es suficiente para obtener una correcta lectura de los paneles. Pero disponemos de otras técnicas complementarias que pueden ser utilizadas cuando no es posible la revisión del grabado con una luz natural adecuada. En primer lugar podemos señalar la observación de los motivos mediante la luz proyectada de un espejo, para esto se coloca un espejo, con unas dimensiones mínimas de 40 cm por 40 cm, frente al sol y se orienta la luz producida sobre el grabado, colocándose, al mismo tiempo, un objeto que haga sombra sobre esta luz para que no sea demasiado brillante (Figura 6.4). Este método produce muy buenos resultados pero presenta el inconveniente de que no puede ser utilizado en días nublados. Es en estos casos cuando, se puede utilizar luz artificial durante la noche. Para ello se usa cualquier tipo de foco autónomo con una mínima potencia, sin embargo se recomienda el uso de linternas alógenas situándolas de
Figura 6.4. Lectura de los grabados por medio de la luz proyectada por un espejo. Obsérvese que al mismo tiempo que se dirige la luz sobre el motivo, se tiene que hacer sombra sobre éste para crear un mayor contraste.
modo que proyecten una luz rasante sobre los grabados. Dada la intensidad de la luz artificial utilizada no es necesario trabajar en condiciones de oscuridad absoluta. Estas dos técnicas constituyen uno de los mejores métodos para la identificación de motivos, en muchos casos sólo una luz artificial debidamente orientada permite observar algunos de los motivos más erosionados.
2.2.3. Frotagge Consiste en la fricción de papel carbón sobre papel blanco de grosor fino colocado encima de la superficie grabada, de manera que los motivos quedan reproducidos en este último Aunque en muchos países con arte rupestre es usado como método de reproducción en este caso nos ha servido como método adicional de observación, ya que sirve muchas veces para corroborar la existencia de surcos menos profundos. Para realizar el frotagge la superficie de la roca debe de estar lo más limpia posible puesto que cualquier agente ajeno al soporte se proyectará en el papel. Una vez finalizado el frotagge es necesario comprobar el resultado con la superficie de la roca a fin de confirmar o desechar las observaciones realizadas previamente. El sistema de frotagge resulta un buen método de observación pero llegamos a la conclusión de que sólo es rentable en algunos casos, en aquellas superficies lisas, uniformes sin una excesiva colonización de líquenes. También queremos señalar la importancia del uso de la fotografía como herramienta de extraordinaria utilidad para la lectura de los petroglifos. Tanto en la fotografía tradicional como en la digital se pueden observar grabados y detalles de la roca que de otro modo serían difíciles de ver.
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lateral proyectando sombras más contrastadas y alargadas. Cuando la luz incide verticalmente o formando un ángulo abierto sobre los grabados se dificulta su lectura, esto es, en las horas intermedias del día, sin embargo se pueden apreciar otros aspectos como distintas texturas o procesos de alteración (Figura 6.3). Por lo tanto, las diferentes condiciones de luz son complementarias y ciertos detalles o matices que no son observables en unas condiciones sí lo son en otras. Así pues, aconsejamos siempre que sea posible la revisión de los grabados a distintas horas del día y en condiciones climáticas variadas.
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Al mismo tiempo que se van identificando los motivos también se marcan los surcos con pigmentos naturales en barra, para hacerlas visibles para el proceso posterior.
2.3. PINTADO DE LA SUPERFICIE GRABADA La finalidad del pintado es que todas las figuras se hagan visibles creando un contraste entre el surco y la superficie no grabada para obtener una imagen nítida de las figuras. Mucho se ha discutido de la conveniencia o no del pintado de los petroglifos. La cuestión de si se debe o no usar pintura, en concreto tiza, en la documentación de arte rupestre ha sido ampliamente debatida entre los investigadores internacionales. De estos debates surgió un código de ética que rechazaba completamente el uso de sustancias químicas en los grabados (aunque fue modificada posteriormente) tanto por la agresión física que puede conllevar como por el riesgo de condicionar la realización de análisis posteriores. Otro de los argumentos en contra del uso de la pintura es que añade subjetividad al interferir en la forma original del diseño, ya que se impone la interpretación del investigador. Sin embargo aunque si bien la primera razón es óbice para el pintado de nuestros petroglifos, no lo es la segunda. Debido a la nula visibilidad en la mayoría de los casos y a la poca definición natural de los bordes de los surcos, la realización de un calco sin pintura provocaría, a nuestro entender, un índice de duda y por tanto de interpretación, mayor por parte del registrador, al no tener suficientemente claros los contornos de las figuras menos profundas, y generaría así un resultado de menor calidad. Partimos de que, en el caso del calco sobre plástico, el pintado es imprescindible, por lo que buscamos la solución menos dañina para los grabados. Esto es, una pintura que cumple tres requisitos: ofrece unas condiciones de permeabilidad y reversibilidad altas, presenta una nula agresividad en la roca, y crea un contraste óptimo con el resto de la roca. La tiza (CaC03) es la pintura más común, bien usándola sola para remarcar los grabados o bien mezclándola a partes iguales con agua, para pintarlos. Sin embargo, al ser un producto alcalino, produce un efecto químico sobre la roca actuando sobre la microflora y provocando la desaparición del liquen. Esto, como advertíamos anteriormente, deja sin microorganismos la superficie de la roca, lo que puede crear a largo plazo problemas de desprotección. Por esta razón, buscamos otras alternativas como pueden ser las harinas de maíz y de trigo mezcladas a partes iguales con agua.28 Estos dos productos aunque en un principio puedan parecer totalmente inocuos para la roca al ser naturales, su uso puede producir la aparición de nuevos tipos de liquen en las zonas donde se aplica, aunque se realice una buena limpieza de la roca después de su uso.
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Por último, experimentamos con pigmentos naturales, su utilización evidenció que no suponen ninguna agresión para la roca o grabados, al ser sus componentes totalmente vegetales y/o minerales, por ello recomendamos su uso para este tipo de trabajos. En concreto experimentamos con dos tipos de pigmentos: Pigmentos naturales inorgánicos, para su aplicación necesitan ser antes diluidos en agua. La proporción variará según la fijación que le queramos dar a la pintura. Dependiendo de cada color proceden de un mineral distinto. Hemos experimentado con dos tipos: con la sombra natural y con el ocre. El primero es tierra natural, de composición similar a la del siena, pero de mayor contenido en manganeso, tiene un color pardo oscuro, con tonalidades que varían del verdoso al amarillento violáceo, y no es totalmente opaca. El ocre es arcilla coloreada por hierro que presenta tonalidades amarillas y apagadas, es una pintura opaca. Pinturas pastel, son barras de pastel molidas. La composición es pigmento con creta precipitada y goma de tragacanto (sustancia generada por una planta de la especie astrágulus). Según la fuerza del aglutinante de cada uno de los pasteles, obtendremos una mayor o menor permanencia de la pintura sobre la roca. Los colores utilizados fueron el blanco y el rojo, el pigmento del primero es creta precipitada y la fuerza del aglutinante media, dura intacto varias lluvias. En cuanto al rojo, el pigmento es bermellón y la fuerza del aglutinante media-fuerte. Destaca menos que el anterior y dura más tiempo. En nuestro caso nos decantamos por las pinturas pastel en tono blanco y se procedió al pintado de los motivos con el método conocido como “sueco”, que es aquel que resalta sólo los surcos. Hay registradores que usan otro tipo de método, como es el de resaltar las partes de la roca que no están grabadas con alguna sustancia como pueden ser pintura o polvos de talco, dejando solamente los surcos intactos. También en alguna ocasión, como alternativa se han rellenado los surcos de arena para hacerlos visibles. Sin embargo, y siempre que utilicemos una pintura no perjudicial para el petroglifo, creemos que estos modos de resalte crean más dificultades para realizar el calco, a la vez que son menos precisos.
2.4. CALCO DE LOS GRABADOS Finalmente se procedió al calcado de los grabados sobre un plástico PVC transparente colocado en contacto directo con la superficie del petroglifo. La anchura de las hojas plásticas fue siempre la misma, 1,50 m sin embargo la longitud sufrió variaciones según las dimensiones de la roca. En la mayor parte de los casos se utilizó más de un plástico, por lo que siempre se numeraron y se insertaron una serie de puntos de referencia con el objeto de tener ubi-
Este tipo de pintura se utiliza en la documentación de los petroglifos de Tanum (Suecia).
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Una vez finalizado el proceso repasamos visualmente todos los plásticos para asegurarnos de que no faltaba ningún dato y dibujamos el norte geográfico en el plástico. Después de retirar el plástico se procedió siempre al borrado de la pintura con agua y un cepillo suave.
2.5. ESCANEADO DE LOS PLÁSTICOS En gabinete y como paso final, se procedió al escaneado de los plásticos mediante un Scanner A0. Optamos por el escaneado y no por el fotografiado de los calcos, ya que en experiencias anteriores comprobamos que el empleo de la fotografía crea distorsiones mínimas que son tolerables en petroglifos de pequeñas dimensiones pero que deforman en cierta medida las imágenes cuando se trata de reproducir grandes superficies. Una vez escaneados todos los plásticos se pasaron a un programa de tratamiento de imágenes, programa Photoshop,30 donde se procesaron para obtener el dibujo final. El procedimiento descrito para la realización de los calcos se usa en todos los casos en que queremos solo varía la forma de lectura de los grabados en función del estado de conservación y visibilidad de los mismos. Todas las rocas se revisan con luz natural pero no siempre es posible contar con unas condiciones climatológicas y lumínicas propicias, por lo que en estos casos se pueden utilizar los métodos de observación adicionales que describimos más arriba. En los petroglifos más erosionados es recomendable utilizar varios métodos de lectura, lo mismo ocurre en aquellos con una gran cantidad de motivos ya que ayudan a clarificar superposiciones. En cuanto al tiempo empleado en la realización del calco lógicamente varía en función de la superficie de la roca y del número de grabados, pero también influyen factores tan diversos como la inclinación o el estado de conservación de la roca, puesto que en un soporte inclinado dificulta el trabajo y en un panel dañado hay que documentar todas las alteraciones además de trabajar con mayor cuidado. Es difícil establecer un tiempo medio de trabajo pero en términos generales podemos decir que el tiempo empleado para la documentación de un petroglifo con unas dimensiones medias de 3 m por 3 m, puede ser de media jornada para el trabajo de campo utilizando tres documentadores y otra media para el de gabinete. Evidentemente la duración del proceso y la cantidad de personas se eleva en petroglifos de grandes dimensiones como Laxe dos Carballos o Rotea de Mendo, donde el tiempo invertido en campo ha llegado a las tres jornadas de trabajo implicando a cinco documentadores.
En determinadas zonas como Valcamónica (Italia) y Tanum (Suecia), para reproducir las figuras se realiza un entrelazado que nos permite indicar, por un lado, la profundidad del surco y, por otra, delimitarlo, ya que un surco nunca sigue una línea definida sino que se adapta a la granulometría de la roca. Para un surco más profundo se utiliza un entrelazado más denso, que se va haciendo más separando a medida que el surco decrece en profundidad. Esto crea un efecto visual en el calco de manera que los grabados aparecen más claros y más oscuros según su profundidad. La utilización de este método, al menos en Valcamónica, tiene que ver con la técnica de grabado utilizada, el piqueteado. Así, es probable que se use el entrelazado para reproducir los desniveles provocados por esta técnica. El proceso de trabajo en Photoshop para la obtención del calco final se explica en Seoane 2004.
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cado cada uno con relación a los demás una vez movidas las hojas. Para hacer esto se superpuso una parte del plástico con el siguiente (unos 10 cm), colocando en la plástico inferior una marca numerada con un número (el número de plástico que le corresponda) y con una letra que repasamos en el plástico superior. Si se considera necesario se pone la misma marca con pintura en la roca por si fuera preciso volver a colocar el plástico en el mismo lugar, y también para asegurarse de que durante el proceso de calcado el plástico no ha sido movido. Con esto conseguimos identificar toda la representación y casar casi milimétricamente unos plásticos con otros en gabinete. Cuando el petroglifo presentaba grandes dimensiones se dividió la roca en sectores correspondiéndole a cada sector un plástico y/o se realizó un croquis de la colocación de los mismos. El perfilado de las figuras sobre el plástico se realizó con los rotuladores indelebles, utilizando una convención de diferenciación por medio de color y/o trazado. Se trata de encontrar un equilibrio entre la información útil y el exceso de información, sin embargo dependiendo del proyecto se necesita un mayor o menor cantidad de datos. En este caso distinguimos varios tipos de elementos: grabados antiguos y recientes; contorno de la roca; accidentes naturales de la roca: grietas, protuberancias, piletas, diques, etc., y alteraciones identificables a simple vista: escamas, placas, etc. Desde un principio fijamos un código de colores que se repitió en todos los casos: negro para los grabados antiguos; el azul para los grabados modernos; el azul con una trama de líneas para los grabados antiguos repicados; el rojo para los accidentes morfológicos de la roca: grietas, diques, piletas o protuberancias de la roca, indicando de qué tipo de accidente se trata; y el verde para el contorno de la roca. Se utilizó la doble línea para repasar las grietas, sin embargo en los casos en que eran muy estrechas bastó con la línea simple. Cuando los límites de los grabados y el contorno de la roca no eran claros o estaban tapados, se empleó la línea discontinua Para repasar los grabados optamos por el sistema de contorneado de las líneas básicas29 del perfil, utilizando una línea que delimita el contorno del surco. Para reseñar en campo la profundidad del grabado se utilizó dentro del surco dibujado, una escala relativa de profundidades en la que 1 es menos profundo, 2 medio y 3 más profundo. Esto nos sirvió posteriormente en gabinete, para advertir al observador de las diferencias de profundidad utilizando distintas tonalidades, lo que permite en la mayoría de los casos una mayor definición del motivo.
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3. RESULTADOS
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Se realizaron un total de cuarenta y nueve calcos sobre plástico en treinta y tres petroglifos.31 Para la elección de los petroglifos a documentar se siguió un orden de preferencia que atiende principalmente a tres factores: interés arqueológico del petroglifo, localización del sitio y estado de conservación de los grabados. En términos generales, se realizó la reproducción de todos los petroglifos de nuevo hallazgo ubicados en la Zona 1. Además, también fueron calcados aquellos petroglifos catalogados en esta zona que ya habían sido documentados con anterioridad, pero que han sufrido algún tipo de modificación en los últimos años que hacía necesaria una nueva reproducción, en este grupo sólo se incluye el petroglifo de Laxe dos Carballos.32 En cuanto al resto de
los grabados del Valle Medio del Lérez (Zona 2), se llevó a cabo la documentación en aquellos de mayor complejidad, de cara a su puesta en valor a fin de posibilitar su visita dentro de las rutas de recorrido enmarcadas en el área de influencia del Parque. Dentro de este grupo se le dio especial prioridad a los que presentaban un estado de deterioro mayor, como el conjunto de Chan da Lagoa.
3.1. ZONA 1 En esta zona sólo se calcaron los petroglifos de nuevo hallazgo; para los catalogados contábamos con calcos relativamente recientes realizados en el año 1997 dentro de uno de los primeros trabajos dentro del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre33 (Vázquez et. al 1997). Aparte del registro puramente arqueográfico la otra parte de esta
Figura 6.5. Calcos de los petroglifos de A Forneiriña 4, Monte Paradela 5, Coto do Chan da Isca 4, Monte Paradela 1 y Coto do Chan da Isca 1. Todos estos paneles se encuentran dentro de la Zona 1.
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Recordemos que según los criterios de registro expuestos en el capítulo anterior un petroglifo puede tener más de una roca. El primer calco de esta roca es del año 1984 (Peña 1984). Antes de esa fecha el petroglifo se encontraba tapado por sedimentos en su mayor parte, un descubrimiento casual hizo que quedara al descubierto parte del panel enterrado. Por eso en el año 1983 se realiza una excavación de urgencia, sin embargo el área de excavación fue en aquel momento un poco más pequeña que el propio panel grabado. Una nueva excavación arqueológica realizada en los años 2003 y 2004, dejó a la vista el panel completo apareciendo nuevos motivos que no se reflejaban en el calco anterior y que era necesario documentar. Realizados por la empresa TOMOS S.L. en el año 1997 dentro del proyecto Localización e rexistro dos gravados rupestres do ámbito espacial do futuro parque temático da arte rupestre de Paredes (Campo Lameiro-Pontevedra). Clave de Expediente CJ102A 97/136-0. Entidad Promotora. DXPC (Consellería de Cultura e Deporte-XuGA). Fecha de realización: 03-07-97/04-05-97.
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Durante las campañas del año 2003 y 200434 se realizaron dieciocho calcos que corresponden a las rocas halladas dentro de la zona expropiada para el Parque (Tabla 6.1, Figura 6.5). Además en el 200635 se prospectó la zona N que limita con estos terrenos, que aunque se encuentra fuera de los
Tabla 6.1. En la tabla se indican los petroglifos de nuevo hallazgo que fueron calcados dentro del Parque así como el tipo de procedimiento de lectura seguido y las dimensiones de cada panel.
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Dentro de las actuaciones: Segunda fase das actuacións para a documentación da Paisaxe Cultural no Parque de Arte Rupestre de Campo Lameiro2 (2004). Dirigido por Manuel Santos Estévez. Clave de expediente: CJ 102A 2003/420-0. Traballos de Prospección, documentación e rexistro de Arte Rupestre no Val Medio do Río Lérez (2005). Dirigido por Manuel Santos Estévez. Clave de expediente: CJ 102A 2005/421-0. Entidade promotora: Dirección Xeral de Patrimonio (Consellería de Cultura e Deporte-XuGa). Dentro de las actuaciones: Control e seguimento arqueolóxico do desbroce nos terrenso do parque de Arte Rupestre. Dirigido por Manuel Santos Estévez Clave de expediente: CJ 102 2006/471-0. Control e seguimento arqueolóxico das obras de desbroce nun rodal situado ao norte do parque Arqueolóxico de Arte Rupestre. Dirigido por Manuel Santos Estévez Clave de expediente: CJ 102 2006/472-0. Entidade promotora: Dirección Xeral de Patrimonio (Consellería de Cultura e Deporte-XuGa)
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intervención consistió en obtener la mayor cantidad de datos concernientes al estado de conservación de los grabados, para lo que se hicieron, a parte de los calcos tradicionales, mapas de alteración de cada una de las rocas con la finalidad de obtener una diagnosis precisa del estado de conservación de los mismos.
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Tabla 6.2. Se recogen petroglifos calcados que se sitúan en el área inmediata a la Zona 1.
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límites físicos del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre, se sitúa en la misma unidad geográfica. En esta zona fueron encontradas un total de once nuevas rocas cuyos calcos fueron realizados ese mismo año (Tabla 6.2). Es necesario aclarar que aunque en la mayoría de los casos se dibujó el contorno completo de los soportes, hay casos puntuales como el petroglifo 5 de Monte Paradela, en que no se recoge la totalidad del contorno de la roca, puesto que ésta presenta grandes dimensiones y el panel grabado es reducido y está ubicado en una parte concreta del soporte. En este caso, con el fin de agilizar el proceso, sólo se calcó la parte grabada utilizando algún elemento reconocible como pueden ser las grietas, para delimitar el dibujo.
3.2. ZONA 2 Los calcos de esta Zona fueron realizados en las campañas del año 2005 y 2006.36 Consistieron en varias relecturas de aquellos petroglifos que van a ser incluidos en las rutas del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre en Campo Lameiro (Tabla 6.3). Todos estos grabados ya tenían calcos antiguos, obra de distintos autores, entre los que destaca A. de La Peña Santos que realizó entre las últimas décadas del siglo pasado una gran cantidad de reproducciones en los petroglifos de esta zona (García y Peña 1981) (Peña y Rey 2001). 36
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Estos calcos antiguos nos fueron de utilidad para comprobar las posibilidades de nuestro protocolo a la hora de identificar nuevos grabados.37 Aunque, los cambios entre ambos calcos no fueron demasiado significativos, sí se evidenció la aparición de surcos nuevos que en algunos casos conforman motivos que no se habían reflejado en anteriores reproducciones y en otros contribuyen a una mayor definición de la forma de la figura (Figura 6.6). También nos sirvieron para establecer el grado de alteración que ha sufrido el panel en el tiempo transcurrido entre el calco antiguo y el realizado por nosotros. Esto fue posible gracias a que, además de los grabados en los calcos anteriores se reflejaban algunos de los daños del soporte, por lo que pudimos comprobar cuáles de estas alteraciones se habían producido en los años intermedios a la realización de los calcos y ver el proceso de deterioro de los grabados, algunos de los cuales a día de hoy han desaparecido en parte o totalmente. Podemos poner el ejemplo de la roca 1 de Chan da Lagoa 1 (no sabemos de cuándo es el calco antiguo pero sí que anterior a 1981, año de su publicación (García y Peña, 1981)), que donde los continuos incendios de la zona provocaron numerosas placas en la parte S del soporte que supusieron la pérdida de partes de algunas figuras (Figura 6.6). En este sentido hay que destacar la importancia de recoger los daños más evidentes además de los grabados, a fin de que puedan funcionar como mapas de alteraciones
Dentro de las siguientes actuaciones: Traballos de Prospección, documentación e rexistro de Arte Rupestre no Val Medio do Río Lérez. Dirigido por Manuel Santos Estévez. Clave de Expediente: CJ 102 2005/421-0. Documentación e seguimento das obras de acondicionamento de Laxe da Rotea de Mendo. Dirigido por Yolanda Seoane Veiga. Clave de Expediente: CJ 102 2006/472-0. Documentación e seguimento das obras de acondicionamento do Conxunto de Matabois Dirigido por Manuel Santos Estévez. Clave de Expediente: CJ 102 2006/473-0. Documentación e seguimento das obras de acondicionamento do Conxunto de Chan da Lagoa. Dirigido por Yolanda Seoane Veiga. Clave de Expediente: CJ 102 2006/474-0. No conocemos la metodología con la que se han realizado los calcos sobre plástico de estos autores, puesto que en sus publicaciones no hemos encontrado referencias explícitas sobre ello. Los únicos casos donde se explican brevemente los pasos seguidos en la realización de los calcos los podemos encontrar en Vázquez et. al (1997) y en Rey y Soto (2001).
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Figura 6.6. Calcos de la roca 1 de Chan da Lagoa. El primero está publicado en Peña y Rey, 2001 y el segundo ha sido realizado dentro del presente proyecto en el año 2005. No hay dibujos mejores que otros; simplemente son representaciones distintas.
Tabla 6.3. Se presenta la relación de petroglifos que fueron objeto de relectura y reproducción en la Zona 1 y 2.
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Tabla 6.4. Petroglifos calcados en la zona de Chan da Lagoa.
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básicos que revelen el estado de los grabados en un determinado periodo de tiempo. Además de estas relecturas se llevó a cabo la reproducción de tres petroglifos catalogados que no disponían de calco y de dos de nuevo hallazgo, todos situados en la zona de Chan da Lagoa. Se eligieron estas rocas puesto que van a ser incluidas en las rutas del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre, y porque su estado de conservación hacía necesario documentar urgentemente sus alteraciones para poder intervenir sobre ellos. (Tabla 6.4). Para concluir, creemos que cualquier intento de avanzar en la reproducción del arte rupestre gallego pasa por encontrar un registro estandarizado que palie la acusada heterogeneidad existente en los calcos hoy en día. Es cierto que todos los investigadores y estudiosos que trabajaron en esta zona han creado un extraordinario y variado registro documental, plasmando en sus calcos sus criterios personales y generando una gran cantidad de maneras distintas
de realizar y presentar los calcos. Por ello ahora más que nunca se percibe la necesidad de ordenar y estandarizar un método de reproducción y sobre todo ponerlo por escrito para que todos los especialistas lo pueden utilizar, corregir y aportar nuevos aspectos, con el fin de que sea un estímulo para la renovación de los estándares utilizados en reproducción. En este proyecto la estrategia no consistió en desarrollar una tecnología innovadora, sino en aplicar de forma fundamentada y organizada las técnicas y metodologías tradicionales. Como se ha visto en el apartado metodológico de este trabajo, no pretendemos descubrir nada nuevo sólo avanzar en una alternativa para un registro lo más completo posible mediante el calco sobre plástico trabajando de forma sistemática y controlada, todo ello con el fin de generar un documento básico en el que queden reflejadas de una forma precisa el conjunto de características de un grabado.
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1. Excavaciones arqueológicas en el entorno de los petroglifos
Manuel Santos-Estévez
1.1 ANTECEDENTES DE EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN PETROGLIFOS La excavación en el entorno del petroglifo de Laxe dos Carballos ha sido en parte consecuencia de una experiencia acumulada en excavaciones desarrolladas en Suecia. En el país nórdico se habían realizado intervenciones sistemáticas desde los años 70; por medio del programa de la Unión Europea: Research Training Network, fue posible desarrollar una serie de proyectos comunes entre el LPPP (USC) y la Universidad de Goteborg. Yolanda Seoane y yo mismo, tuvimos la oportunidad de participar en varias excavaciones, llevadas a cabo en la zona de Bohusland (occidente de Suecia), dirigidas por Lasse Begstsson. En dichas excavaciones fue posible localizar materiales y estructuras relacionadas con el arte rupestre, lo cual sirvió de estímulo para llevar a cabo intervenciones similares en Galicia. De este modo, a finales de 2002, llevamos a cabo una excavación en el petroglifo de A Ferradura y en los dos años siguientes tuvieron lugar las primeras excavaciones en Campo Lameiro, donde formaron equipo arqueólogos y estudiantes de la Universidad de Santiago, Universidad de Umea y de la Universidad de Goteborg. En el presente capítulo se presentan los resultados de las excavaciones efectuadas en petroglifos de la Zona 1, prestando especial atención al petroglifo de Laxe dos Carballos cuya excavación ha ofrecido los resultados más destacables, y se describen los resultados arqueológicos en relación a la apertura de zanjas mecánicas en la misma zona. Previamente es necesario hacer una breve presentación de las excavaciones que se han realizado en el contexto europeo y que, en algunos casos, nos han servido de precedente. Las excavaciones arqueológicas en el entorno de grabados rupestres de la prehistoria reciente y protohistoria, no se han desarrollado de forma sistemática en Europa hasta tiempos relativamente recientes. En Escandinavia, concretamente en Østfold (Noruega) en 1975, se documenta una de las primeras excavaciones publicadas (Johansen 1979) y en los años sucesivos se van a realizar
otras intervenciones tanto en la región escandinava (VV.AA. 2006) como en Italia, donde quisiéramos destacar las actuaciones en torno a las estelas calcolíticas de Ossimo en Valcamonica (Fedele 1990, 1994 y 1997). En los casos en los que se han llevado a cabo dataciones mediante C14, se suelen obtener fechas que oscilan entre el Neolítico Final y la Edad del Hierro (3000-100 a.C.). Los restos y estructuras asociadas normalmente consisten en escasos fragmentos de cerámica, estructuras de combustión, pavimentos de piedra o arcilla, fragmentos de arcilla quemada, útiles líticos y estructuras que, generalmente, se interpretan como sistemas de delimitación del espacio situado frente al panel: agujeros de poste, alineaciones de piedras y pequeñas zanjas (Kaul 2006). En términos generales, se puede decir que el registro arqueológico encontrado en excavaciones en el entorno de grabados rupestres no parece reflejar la existencia de actividad doméstica, pues no se encuentran molinos, cerámica abundante, construcciones complejas, etc., más bien parece que reflejan una actividad efímera que deja restos materiales escasos. Los excavadores suelen interpretar ese registro material como relacionado con actividades rituales: la arcilla quemada podría ser usada como pintura, bien para los grabados, bien como pintura corporal; los empedrados, pavimentos y agujeros de poste como sistemas de delimitación del espacio sagrado o incluso estar destinados a cubrir la visión de la decoración de la roca. En Galicia, la primera excavación publicada aparece de la mano de Peña Santos (1982 y 1985), dicha excavación fue dirigida precisamente en el petroglifo de Laxe dos Carballos, petroglifo que también ha sido objeto de intervención arqueológica en nuestro proyecto. En esa excavación no se encontraron elementos arqueológicos asociados, aunque sí un gran número de grabados. Posteriormente, en 1993, Vázquez Varela excavó el petroglifo de Pedra das Ferraduras (Campo Lameiro), que permanece inédita, y Vázquez Rozas intervino en Pedra das Procesións (Gondomar) donde se localizaron algunos útiles realizados en cuarcita y granito que el autor relaciona con el proceso de grabado de las figuras, asimismo fueron localizados restos de carbón mezclados con fragmentos de ocre (Vázquez 2005): elemento relativamente frecuente en excavaciones en Escandinavia y también presente en la excavación de
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Laxe dos Carballos de 2004. Finalmente en 2002 el Laboratorio de Arqueoloxía e Formas Culturais de la USC efectuó una excavación en un petroglifo en A Ferradura (Amoeiro – Ourense) en la que se recogieron un útil lítico, un fragmento de cerámica y un fragmento de arcilla semicocida, asimismo aparecieron fragmentos de cuarzo blanco en las grietas de la roca y en un rebaje artificial realizado con instrumental metálico (Santos-Estévez y SeoaneVeiga 2004). También, en 2005, se excavaron los petroglifos de Devesa do Rei y Gondarán en la Península do Morrazo con resultados negativos, algo que, como veremos en este capítulo, es la nota dominante en este tipo de intervenciones (Seoane Veiga y Mañana Borrazás 2005). Más recientemente se sondeó el entorno de un petroglifo en Chan do Cereixo (Gondomar), en principio de cronología indeterminada y decorado con cazoletas y semicírculos; a 80 m de este petroglifo se encontraron evidencias de ocupación doméstica (fondo de cabaña, un silo, cerámica…); los sondeos situados en el entorno del petroglifo aportaron el hallazgo de diversos fragmentos de cerámica así como de estructuras consistentes un pavimento de piedra así como un murete perimetral que incluye tanto al petroglifo como al asentamiento, las dataciones obtenidas sitúan el conjunto en el IV milenio a.C. (Villar 2007). Como podemos ver, los resultados en las excavaciones realizadas hasta la fecha, si exceptuamos la más antigua de Chan do Cereixo, son bastante similares. En general se caracterizan por la ausencia o casi ausencia de estructuras y escasos restos de cultura material, (reducida a útiles líticos y fragmentos de ocre o arcilla cocida). En definitiva, las actividades que en su momento se desarrollaron en torno a los petroglifos, encuadrables en la Prehistoria Reciente y Protohistoria, no dejaban una huella material compleja, ello parece jugar a favor de las hipótesis que sostienen que en torno a los petroglifos se llevaron a cabo acciones fundamentalmente rituales no relacionadas con el mundo doméstico, al menos esto sería válido para aquellos petroglifos enmarcables entre el Neolítico Final y la Edad del Hierro. Un problema fundamental en las excavaciones en el entorno de rocas grabadas es cómo relacionar los hallazgos de la excavación con los grabados rupestres, ya que, la proximidad espacial no garantiza que dicha relación exista. Posiblemente la forma más correcta de solventar este problema sea la de definir regularidades, es decir, la reiteración de los mismos hallazgos en contextos similares puede ser interpretado como reflejo de una relación entre unos elementos y otros. Por otra parte, se ha encontrado cierto tipo de construcciones que parecen tener una relación directa con los grabados sin necesidad de definir estructuras recurrentes, un ejemplo es la excavación en Hornes (ØsfoldNoruega), donde se localizó un semicírculo de piedras cuyos dos extremos se unían al petroglifo coincidiendo exactamente con el extremo norte y sur del panel (Kaul 2006: 45). En otras ocasiones, en las que podemos cono38
cer la cronología del panel basándonos en los elementos representados, por ejemplo un tipo de barco o de arma concreta, es posible definir cierta relación si los objetos representados tienen la misma cronología que los hallazgos de la excavación aunque, también es cierto que la diacronía entre ambos elementos no implica una desconexión entre ambos elementos, ya que no podemos descartar reutilizaciones del monumento. Finalmente tenemos el caso de Laxe dos Carballos, donde en un petroglifo casi totalmente sepultado fue posible registrar elementos arqueológicos de forma exclusiva en el depósito que marcaba la hipotética línea de suelo coetánea al petroglifo, pero de ello hablaremos en detalle más adelante. En este capítulo presentamos los resultados de varias excavaciones llevadas a cabo en petroglifos situados en la Zona 1 o Monte Paradela. Asimismo se presentarán los resultados de los primeros análisis de C14 obtenidos en una excavación realizada en el entorno de un petroglifo en Galicia.
1.2 EXCAVACIONES EN EL ENTORNO DE LOS PETROGLIFOS DEL PARQUE ARQUEOLÓXICO DA ARTE RUPESTRE Las excavaciones de algunos de los petroglifos situados en el recinto del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre fueron realizadas en dos fases, la primera en el año 2003 y la segunda en 2004. (Figura 7.1.1.) En el primer año se realizaron sondeos valorativos con el fin de definir las posibilidades de una excavación más amplia en 2004. Los criterios que condujeron a la elección de los lugares a excavar en la primera campaña fueron los siguientes: Abarcar cierta variedad tipológica y estilística del arte rupestre. Se partía de la posibilidad de que la variedad en los diseños pudiera corresponderse también con diferentes acciones rituales o técnicas en su entorno y que, por lo tanto, el registro arqueológico generado fuese diferente en cada caso. El sondear petroglifos con distintos diseños planteaba también la posibilidad de que la diferencia tipológica de los grabados se correspondiese con una cronología distinta en el uso y/o ejecución de los paneles. Considerando estas premisas se realizaron sondeos en seis petroglifos: • Petroglifo de Laxe dos Carballos. Esta intervención tuvo el doble objetivo de desenterrar el panel completo y de excavar el entorno de la roca en previsión de que apareciesen estructuras asociadas. • Montes do Corvo u Outeiro dos Cogoludos. Se trata de un petroglifo de gran tamaño caracterizado por la variedad de motivos que presenta. • Campo da Lama.38 Presenta grabados que podemos considerar atípicos, como son los rectángulos dividi-
En la mayor parte de las publicaciones aparece como Laxe da Forneiriña, aunque durante el trabajo de campo, tras varias entrevistas con los vecinos, pudimos comprobar que este topónimo no es correcto.
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Figura 7.1.1. Modelo tridimensional de la Zona 1 con la localización de los petroglifos excavados durante las campañas de 2003 y 2004. El criterio de selección de los petroglifos tuvo en cuenta la variedad tipológica y las condiciones del entorno inmediato a los mismos. 1. Laxe dos Carballos, 2. Montes do Corvo, 3. Campo da Lama, 4. Outeiro das Ventaniñas, 5. Fonte da Pena Furada, 6. Pena Furada y 7. Laxe dos Cabalos 5.
dos en cuatro sectores, así como cuadrúpedos y combinaciones circulares. • Outeiro das Ventaniñas. Esta aglomeración rocosa presenta espacios entre las piedras susceptibles de albergar material arqueológico que, posiblemente, no estuviesen excesivamente afectados por labores agrícolas o por la erosión. • Abrigo de Pena Furada. En este caso la fisonomía de la roca permite diferenciar zonas bien conservadas en el entorno de la piedra atendiendo a la experiencia adquirida en excavaciones en petroglifos. • Fonte da Pena Furada. Este petroglifo presenta grietas y huecos entre piedras que suelen presentar condiciones apropiadas para la conservación de material in situ. En 2004, una vez valorados los resultados de la campaña anterior (ver más abajo), se replantearon algunas excavaciones y, las que se consideraron poco rentables, dada la inexistencia de resultados no fueron continuadas. Las excavaciones realizadas en 2004 se plantearon de acuerdo con dos criterios. Continuar y ampliar las excavaciones que en el 2003 presentaran algún resultado arqueológico y abrir nuevos sondeos en los petroglifos en los que, por las condiciones del suelo, fuese posible localizar algún tipo de evidencias arqueológicas. De esta manera se continuaron las excavaciones en Campo da Lama, Laxe dos
39
Carballos y Outeiro da Pena Furada y se abrió un nuevo sondeo en Laxe dos Cabalos 5.39 Partiendo de estos criterios, en 2004 se excavaron cuatro petroglifos: • Petroglifo de Campo da Lama. En 2003 se había localizado una concentración de piedras de pequeño tamaño que parecían formar parte de un posible empedrado. Dada la escasa potencia del suelo fue posible ampliar considerablemente la excavación, se pasó de una de 16 m² en 2003 a 240 m² en 2004. • Petroglifo de Laxe dos Carballos. En 2003 se había desenterrado la práctica totalidad del petroglifo y, asimismo, se había ampliado en 6 m² la excavación al pie del petroglifo. En 2004 se efectuaron cuatro ampliaciones: una hacia el norte de 8 m², otra hacia el sur de 8 m², otra hacia el este de 15 m² y otra hacia el sudeste de 16 m². • Outeiro da Pena Furada. No se amplió la excavación de la anterior campaña, pero se terminó la excavación de la superficie abierta en 2003. Esta fue una de las dos excavaciones con resultados positivos. • Laxe dos Cabalos 5. Se abrió un sondeo de 4 m por 2 m al pie del petroglifo con resultados negativos. En 2004 se decidió no proseguir la excavación de Outeiro das Ventaniñas, ya que en la anterior campaña los resultados de este sondeo fueron totalmente negativos pues había aparecido una superficie pétrea muy fragmentada,
Seguimos la numeración de la catalogación realizada por la empresa Tomos, que fue la encargada de elaborar una de las primeras catalogaciones.
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similar a la de Campo da Lama, en la que, tras su estudio, se pudo comprobar que no era resultado de una acción intencional. Veamos, pues, los resultados de las excavaciones realizadas:
1.2.1. CAMPO DA LAMA Frente al panel principal se excavó un área de 20 m de lado de N a S y 9 m de E a W. La reducida potencia del suelo, apenas unos 0,10 m, facilitó la excavación de una superficie amplia pues se trataba de clarificar una posible estructura situada frente al panel principal. En otras áreas geográficas (Suecia y Noruega) se han localizado toscos pavimentos frente a petroglifos, por lo que cabía la posibilidad de que una concentración de piedras de tamaño pequeño indicase la presencia de una estructura de este tipo. En todo caso su configuración era dudosa y se contemplaba la posibilidad de que la concentración de piedras fuese de origen natural o bien inducida antrópicamente pero de forma no intencional. (Figura 7.1.2). En la parte norte de la excavación la exhumación del sustrato permitió extraer algunas observaciones. La posible estructura, situada frente al panel, se prolongaba unos 2 m aproximadamente para luego perder su forma original y paulatinamente confundirse con la estructura de la roca base que presentaba una estructuración, forma y disposición semejante: en toda la zona norte de la excavación el sustrato aparecía en forma de pequeñas piedras muy alteradas, rodadas y fragmentadas. Esto parece apuntar a que
el presunto empedrado situado frente al panel principal era resultado de la fragmentación del sustrato pétreo, aunque no se podría descartar que dicha fragmentación fuese inducida por una acción antrópica, pues se pudo constatar que la fragmentación del sustrato era mucho más acusada en la parte situada frente al petroglifo. Debemos mencionar brevemente que frente al panel principal se abrió un sondeo de 3 m de largo de E a W y 1 m de ancho con el fin de obtener información sobre la naturaleza de esa disposición de las piedras y testar la hipótesis de su posible origen antrópico. Estos sondeos fueron clarificadores. En la base del sondeo apareció, a poca profundidad, la roca base en forma de saprolita, con la misma distribución y forma que en el exterior de la misma, es decir, que existía una clara correlación entre la forma y distribución de las grietas y líneas de fractura del posible empedrado y la forma del sustrato natural. Teniendo en cuenta los datos expuestos, se concluyó que el “empedrado” exhumado en Campo da Lama era en realidad el producto de la fragmentación in situ del sustrato mineral. Ahora bien, la fragmentación y erosión del material era mayor en la superficie comprendida entre las rocas grabadas, es decir, frente al panel principal, por lo que no habría que descartar la posibilidad de que esta apariencia diferente fuese debida a una actividad antrópica que, en este sector concreto, provocase la alteración de la saprolita situada a escasos centímetros de la superficie. Dicha actividad humana podría estar relacionada con los grabados rupestres del panel principal.
Figura 7.1.2. Detalle de la formación pétrea localizada frente al panel principal de Campo da Lama. Algunas formaciones sugerían la posibilidad de que se tratase de estructuras artificiales.
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gún tipo. Esta ausencia se podría explicar por la intensa actividad erosiva que no ha permitido la conservación de depósitos arqueológicos, pues el petroglifo de Campo da Lama se sitúa en una zona ligeramente elevada con respecto al espacio circundante, lo cual explica la presencia de afloramientos rocosos y una escasísima potencia de los depósitos.
Figura 7.1.3.Vista general de la excavación en Campo da Lama. Durante esta intervención se pudo constatar el carácter no intencional de la fragmentación del sustrato mineral; por otra parte no fueron encontrados materiales arqueológicos de ningún tipo.
1.2.2. OUTEIRO DA PENA FURADA Se plantearon dos sondeos en el entorno inmediato de la conocida como Pedra Furada, uno situado al oeste de la misma (UR 1) de 1 m por 2 m y un segundo de 2 m por 3 m (UR 2) frente a la entrada a la oquedad de esta piedra y que
se sitúa al naciente de la misma. La UR 1 dio un resultado negativo, el sustrato pétreo apareció a escasos centímetros sin ningún hallazgo de consideración. Por el contrario, la UR 2 arrojó resultados que a continuación detallamos.
Figura 7.1.4. Vista general del afloramiento de Pena Furada. Se trata de una gran roca horadada en su interior. En la parte superior de la gran piedra presenta una combinación circular, y en la roca inferior de la derecha se observan varios cuadrúpedos y algunos círculos simples; en la superficie plana interior, dentro y debajo del horadamiento de la gran piedra, se encuentran varias cazoletas. El sondeo (UR2) fue situado frente a la entrada del abrigo.
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En todo caso todas estas observaciones son hipotéticas, pues también es posible que las diferencias en la morfología de la saprolita fuesen ocasionadas por procesos naturales que desconocemos. De hecho, debemos señalar que en toda la superficie excavada no se han encontrado estructuras claramente antrópicas o intencionales y que tampoco se recogieron materiales arqueológicos de nin-
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Figura 7.1.5. Aglorameración de piedras en la UR2. Obsérvese como la piedra vertical aparece apuntalada por otras, esto se interpreta como indicio de su colocación intencional.
En la UR 2 se documentó un depósito formado por numerosas piedras de posible colocación intencional, de hecho alguna de ellas aparecía en posición vertical y aparentemente apuntalada. Este depósito colmataba prácticamente toda la extensión del sondeo situado a la entrada del abrigo. También debemos señalar la localización en la zona más próxima a la entrada del abrigo de una veintena de pequeñas losas formando un empedrado. Estas losas apenas estaban tapadas por el suelo actual, mediante la elimina-
ción de la vegetación y de unos pocos centímetros de tierra, se pudo descubrir esta estructura en una zona especialmente protegida ya que, a pesar de su posición tan próxima a la entrada de la concavidad, no es zona de paso debido a la escasa altura de la visera del abrigo, que en este punto hace casi inviable el tránsito sobre las losetas. Por el contrario, en las zonas más frecuentadas por los visitantes, el empedrado desaparece o bien las losas que lo conformaban se desplazaron y mezclaron con el depósito de piedras.
Figura 7.1.6. Empedrado situado en las inmediaciones de la entrada al abrigo de Pena Furada. Esta estructura es claramente intencional, aunque no se localizaron datos que permitieran identificar su cronología.
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Así pues, la excavación de Outeiro da Pena Furada ha posibilitado el registro de tres elementos arqueológicos: el empedrado, la aglomeración o depósito de piedras y los cantos rodados afectados por la combustión. Respecto al empedrado no podemos decir nada acerca de su cronología, ya que, debido a su posición carece de una relación estratigráfica significativa, es decir, que no puede ser datada ni siquiera de forma relativa, y no podemos definir un relación clara con los grabados del petroglifo. A esta circunstancia debemos añadir que en el transcurso de la excavación se localizaron fragmentos de teja y cerámica moderna y se recogió folclore asociado al sitio sobre prácticas rituales celebradas hasta épocas muy recientes,40 por lo que no se puede descartar que el empedrado esté relacionado con esas actividades: por un lado es una construcción muy endeble aunque, por otro, su posición fuera de una zona de tránsito ha podido protegerlo del paso del tiempo. Solamente futuros trabajos podrán ayudar a aclarar este extremo, pues estamos ante el primer caso de un enlosado muy claro. Por otro lado la concentración de piedras en toda la superficie parece intencional. Como ya hemos mencionado,
Figura. 7.1.7. A la izquierda de la imagen se observan los termoclastos situados en el extremo oriental de la excavación de Pena Furada. Los fragmentos de piedra se mezclan con las cenizas. Este conjunto estratigráfico sólo ha sido excavado parcialmente.
40
Un visitante, de unos 50 años de edad, nos contó que cuando era niño (en torno a los años 60) un profesor suyo, natural de la aldea de Paredes, le había contado que sus vecinos llevaban a cabo ritos de fertilidad en la Pedra Furada: cuando una mujer tenía problemas de fertilidad la llevaban a la Pedra Furada y allí debían de matar una gallina negra que no hubiese visto la luz en varios días anteriores y seguidamente vertían la sangre del animal por encima de la mujer.
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Una vez descubiertas todas las piedras que cubrían la superficie del sondeo, se procedió a su levantamiento, excepto las del empedrado inmediato a la entrada. Bajo el depósito de piedras, en la parte más cercana al abrigo, enseguida apareció el sustrato pétreo, aunque en la parte opuesta, hacia la mitad oriental, la profundidad va ganando potencia progresivamente a medida que nos alejamos de la entrada. Bajo el depósito de piedras se encontró una unidad estratigráfica formada por tierra marrón oscuro y, bajo ésta, otro depósito de tierra, carbones y cenizas que se asentaba sobre la roca base. En contacto con este depósito rico en carbones, aparecieron abundantes fragmentos de granito quebrados por termoclastia mezclados con ceniza y penetrando en el perfil oriental de la excavación, por lo que suponemos que la intervención no ha alcanzado la mayor parte de este depósito. Respecto a la cultura material, destaca el registro de dos cantos rodados de tamaño, color y forma semejante en el depósito de cenizas y carbones. En ambos casos presentaban una cara oscurecida por acción del fuego: con toda probabilidad el mismo fuego que dio origen a la acumulación de carbones, cenizas y termoclastos.
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Figura 7.1.8. Material lítico localizado entre las cenizas y los termoclastos del extremo oriental de la excavación de Pena Furada. Los dos cantos rodados de cuarcita, dado su carácter alóctono, se supone que fueron colocados intencionalmente.
se han encontrado una gran cantidad de piedras, algunas de ellas de más de 20 kg e incluso en posición vertical y muy posiblemente apuntaladas. Por esta razón nos inclinamos a pensar que se trata de una colocación intencional de piedras con una finalidad desconocida en un momento indeterminado pero, en todo caso, posterior a la colocación de los cantos rodados, situados en un depósito cubierto por la acumulación de piedras. Resulta especialmente interesante la localización de dos cantos rodados sobre un depósito con evidencias de combustión, es obvio que los cantos fueron transportados y colocados o arrojados intencionalmente y que estuvieron en contacto con fuego, esto podría conducirnos a pensar en una práctica ritual asociada a la piedra furada que, en todo caso, no aporta información cronológica acerca de los grabados, por lo que sería aconsejable una ampliación de la excavación para contextualizar mejor el hallazgo.
1.2.3. LAXE DOS CABALOS 5 Se abrió un sondeo de 4 por 2 m al pie del petroglifo en su lado este. El suelo reveló escasa potencia y a pocos centímetros apareció la roca base sin más restos arqueológicos que una lasca en mineral silíceo. Dicho hallazgo carece de relación estratigráfica y no es posible su datación ni la de su contexto. Laxe dos Cabalos 5 representa las condiciones edafológicas generales de las zonas donde se localizan los petroglifos de Campo Lameiro, suelos muy poco profundos, muy erosionados y donde el sustrato granítico aparece muy fragmentado.
1.2.4. MONTES DO CORVO / OUTEIRO DO COGOLUDO Con esta intervención se pretendía localizar estructuras asociadas a este petroglifo y valorar su estado de conservación. Se abrieron dos sondeos, uno de 2 m por 5 m al pie del petroglifo otro de 1 m por 2 m en el terreno situado en la parte superior. También se planteó una pequeña intervención en el espacio irregular comprendido entre la gran roca principal y la situada al oeste de ésta. Así mismo se realizó una limpieza de todas las grietas y hendiduras de la roca donde no se encontró ningún elemento arqueológico. Simplemente, cabría señalar la presencia de una perforación de forma cilíndrica en la superficie de la roca de pocos centímetros de diámetro, cuya finalidad pudo haber sido la de albergar algún barreno de cantero. En el sondeo situado al pie del petroglifo no se encontró ningún resto arqueológico significativo. Se excavó hasta el sustrato rocoso documentándose un gran número de piedras sueltas, algunas de gran tamaño, muy posiblemente producidas por labores de cantería. En el sondeo de la parte superior del petroglifo no se registró ningún elemento arqueológico, simplemente apareció un gran número de piedras, posiblemente procedentes de la zona superior de la ladera de Montes do Corvo. Finalmente se excavó una hendidura de 0,30 m de ancho por 3 m de largo también con resultados negativos en cuanto a restos arqueológicos. En definitiva, los sondeos realizados en Montes do Corvo nos permitieron comprobar que el entorno se encontraba extremadamente alterado por labores de cantería y que, en el caso de existir restos arqueológicos en su entorno inmediato, fueron destruidos por dichas labores.
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1.2.5. OUTEIRO DAS VENTANIÑAS
1.2.6. FONTE DA PENA FURADA Se abrieron dos sondeos en el entorno inmediato de este conjunto rupestre y se procedió a la limpieza de las grietas y oquedades de las rocas. Se planteó un sondeo en la parte superior del conjunto de grabados (UR 1) de 1,50 m por 1,50 m y otro al pie del mismo de 3 m por 3 m (UR 2).
Figura 7.1.9. Arriba: plano de la excavación de Laxe dos Carballos en la campaña de 2004. Abajo: perfil de la excavación donde se indica en color amarillo la UE35 que se interpreta como suelo contemporáneo a los grabados. Obsérvese como la UE35 define el límite inferior del panel.
1.2.7. LAXE DOS CARBALLOS La excavación del petroglifo de Laxe dos Carballos se realizó en dos momentos distintos. En 1980 durante la intervención de Antonio de la Peña (1982 y 1985) se descubrió
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Fue abierto un sondeo de 2 m por 5 m sobre una plataforma situada al sur y al pie de este afloramiento rocoso, situado frente al panel principal de este conjunto de grabados. El resultado fue negativo desde el punto de vista arqueológico. Los depósitos tenían una potencia de apenas unos centímetros y el sustrato pétreo era muy similar al de Campo da Lama: muy fragmentado y en una fase inicial de descomposición. Tampoco se localizó ningún tipo de cultura material. Además se excavaron dos huecos situados en la parte más alta del afloramiento rocoso con resultado negativo.
En ninguna de las dos excavaciones fue posible registrar estructuras arqueológicas asociadas, tan sólo en la UR 2 se pudieron documentar restos de combustión que bien pudiera estar relacionada con cualquiera de los numerosos incendios que en la historia reciente se han producido en esta zona, dichos restos de combustión carecían de conexión estratigráfica con ninguna estructura. En definitiva el grado de alteración del entorno de este petroglifo no permitió la conservación de restos arqueológicos. Por otra parte, ni durante la limpieza de las hendiduras ni en los dos sondeos fueron encontrados restos de cultura material, tales como líticos o cerámica de cualquier época. Una vez más, los procesos erosivos potenciados por la configuración del terreno no permitieron la conservación de elementos arqueológicos en el caso de que éstos hubiesen existido en algún momento.
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la mayor parte de la superficie grabada, aunque pocos meses después el mismo petroglifo fue nuevamente sepultado por el transporte de materiales desplazados por las aguas de escorrentía y debido al efecto de contención ejercido por las paredes de la propia excavación. Se conocía por lo tanto, aunque con cierto margen de error, la superficie excavada anteriormente, por lo que se procedió a la exhumación de los grabados hasta completar, aproximadamente, la superficie descubierta en 1980.
Campaña de 2003 En esta campaña se amplió la excavación de 1980 con un sondeo hacia el este de 6 m² y, por otra parte, se abrió
Origen
41
Resultado
una zanja mecánica de 1 m de ancho y 7 m de longitud a partir del extremo este de la excavación con orientación E-W, y que posteriormente se amplió con un sondeo de 3 m por 3 m. El objetivo de estos sondeos fue obtener una serie de perfiles que permitiesen un análisis de la estratigrafía, la recogida de columnas de muestras y planificar con mayor precisión la campaña siguiente. No debemos olvidar que nos encontrábamos ante una excavación con escasos precedentes y desconocíamos qué tipo de material podría ser encontrado. En la primera campaña se extrajeron muestras de los perfiles de la excavación con el fin de obtener información cronológica de cara a la planificación de la campaña del año siguiente. Los resultados fueron los siguientes.41
Datación calibrada (2 sigma)
Interpretación
MU030807A01a. Depósito extraído del perfil norte de la excavación. Este depósito reposaba directamente sobre la roca grabada a la altura de la cabeza del ciervo grande.
Ua-22551 975±40 BP
990-1170 cal AD (960-790 cal BP 2σ)
Momento en el que está cubierta la mitad del petroglifo, incluida la mayor parte del ciervo grande. Sin material arqueológico.
PRD-II-18. Nivel de quema que se extendía por toda el área excavada. Extraída de una columna de muestras situada a 5 m del petroglifo.
Ua-22555 1835±40 BP
300-320 cal AD (1650-1630 cal BP 2σ)
Marca de incendio cuando el petroglifo está enterrado al menos en 1/5 parte. De este mismo momento pueden ser los desconchados del panel. Sin material arqueológico.
PRD-II-25 y PRD-II-25C. Depósito con abundancia de carbones de reducido tamaño mezclados con tierra. Se extrajeron de la misma columna que PRD-II-18.
Ua-22556 3055±40 BP
1140-1130 cal BC (3090-3080 cal BP 2σ)
Ua-22559 3125±45 BP
1280-1260 cal BC (3230-3210 cal BP 2σ)
Se corresponde con un nivel de quema. Se trata de un depósito sin material arqueológico a 15 cm por debajo del límite inferior de los grabados.
MU030904K04. Depósito de tierra que se asentaba directamente sobre unas losas situadas a pocos centímetros sobre el sustrato.
Ua-22553 3360±40 BP
1740-1520 cal BC (3690-3470 cal BP 2σ)
Momento en el que se cubren las últimas piedras del fondo de la excavación. Sin material arqueológico.
MU030904K02. Depósito sobre el que se asientan las losas del fondo de la excavación.
Ua-22552 3640±40 BP
2140-1880 cal BC (4090-3830 cal BP 2σ)
Momento intermedio en el que se está cubriendo el sustrato. Sin material arqueológico.
PRD-II-39. Depósito que cubre el sustrato en el extremo sudoriental.
Ua-22558 5350±50 BP
4260-4040 cal BC (6210-5990 cal BP 2σ)
Inicio de los procesos erosivos posiblemente inducidos antrópicamente (eliminación de capa vegetal). Sin material arqueológico.
Las referencias de laboratorio CSIC son calibradas el programa OxCal 3.10. Las referencias Ua (Uppsala) están calibradas con el programa: calib 2.0.
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• En la ampliación este, al pie del panel, fue localizado un depósito que, a la altura del gran ciervo y sus inmediaciones, presentaba una alta concentración de esquirlas de cuarzo, evidencia interpretada como posibles restos del proceso de grabado del petroglifo. Este depósito coincidía con el límite inferior del panel (Figura 7.1.10) y se situaba por encima del que fueron tomadas las muestras PRD-II-25 y PRD-II25C. • A juzgar por las dataciones radiocarbónicas, parece que, al menos en términos generales, la deposición de material en esta zona fue un proceso muy lento, regular y de duración prolongada. • Debemos tener en cuenta que en la campaña de 2003, la mayor parte de la excavación se realizó sobre depósitos ya excavados con anterioridad. De todos modos debemos destacar la particularidad de que, en el extremo nororiental del panel, se encontraron varias figuras nuevas, en una parte no excavada, sobre una de estas figuras había una piedra de forma cuadrangular de 30 cm por 30 cm situada de tal forma que tapaba de forma bastante precisa una sola figura, pero ignoramos si esta disposición es intencional. En cualquier caso no podemos afirmar si el petroglifo pudo haber estado cubierto por piedras de forma intencional y que esto favoreciese su cubrimiento por depósito térreos.
Figura 7.1.10. Depósito con esquirlas de cuarzo en Laxe dos Carballos, su origen puede estar relacionado con el grabado del petroglifo que, muy posiblemente, se hizo con instrumental de cuarzo.
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De los trabajos de 2003 pudimos obtener las siguientes observaciones: • Existía una estratigrafía muy uniforme en todos los perfiles, de esto se derivaba que el proceso de formación del suelo que sepultó la roca fue también uniforme. • Que el proceso de cubrición del petroglifo no fue intencional, aunque posiblemente fuese inducido por acciones de origen antrópico (incremento de la erosión, posiblemente por eliminación de la cobertura vegetal) (ver capítulo 16 de este libro). • Que el proceso de cubrición del petroglifo no fue intencional parece revelarlo el hecho de que la formación de depósitos sobre el petroglifo fue muy similar a la de su entorno inmediato, que empezó cubriendo la parte inferior, es decir, en el extremo sudeste, y que dichos depósitos se fueron acumulando progresivamente formando capas horizontales y ganando en potencia hacia el W y N, por lo que los últimos grabados en cubrirse fueron los del extremo noroccidental. En el caso de que la cubrición del petroglifo hubiese sido intencional, los depósitos, en lugar de distribuirse horizontalmente lo habrían hecho en paralelo a la inclinación de la roca del petroglifo y toda la roca habría sido cubierta al mismo tiempo. • El 90% de los grabados ya habían sido descubiertos en 1980. A partir de la parte inferior del gran ciervo no se encontraron más grabados, aunque sí hacia los laterales del panel.
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Capítulo 7. La excavación arqueológica del arte rupestre
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Uno de los resultados más destacables desde el punto de vista arqueológico fueron las dataciones. El depósito que servía de límite a los grabados en su parte inferior, que fue asimismo la unidad estratigráfica (UE) donde se registraron las esquirlas de cuarzo debía ser posterior a 11401130 cal BC (3090-3080 cal BP 2σ), además el petroglifo estaba parcialmente cubierto en 300-320 cal AD (16501630 cal BP 2σ) y la mayor parte del ciervo estaba cubierta en torno a los siglos X y XII. Lo expuesto parecía indicar que el periodo de realización y de uso del petroglifo podría estar comprendido entre los inicios del I milenio a.C. y el siglo IV d.C.
Campaña de 2004 Durante la segunda campaña de excavación, una vez obtenida una lectura de la estratigrafía local y del proceso de
cubrimiento del petroglifo, se procedió a la excavación del entorno inmediato del petroglifo de Laxe dos Carballos replanteando una superficie de 10 m por 10 m que comprendía la totalidad de la superficie grabada y se extendía varios metros en torno al petroglifo tal y como detallaremos a continuación. Sector norte. Implicó la ampliación en este lateral de 5 m de E a W y de 2 m de N a S presentando una estratigrafía muy compleja. Los primeros niveles, con material muy moderno, se correspondían posiblemente con la escombrera de la excavación de 1980. Las siguientes unidades estratigráficas presentaban, especialmente en la zona central de la ampliación, una gran compactación, muy arenosa y mineral. Se interpreta como posible suelo de un antiguo camino. Del material recogido destaca alguna lasca en cuarzo de cronología indeterminada. Bajo estos depósitos, el sustrato granítico se encontraba muy fragmentado, concretamente en este sondeo habría que señalar que la roca base se fragmentaba por capas y se desprendía en forma de losas, que ofrecen unas características muy similares a las encontradas en el resto de la excavación, especialmente en las zonas más bajas. Estas losas presentan una cara erosionada, posiblemente la expuesta al exterior y otra más rugosa, muy posiblemente correspondiente a la parte que en su momento estaría unida al sustrato pétreo. Es muy posible que estemos ante una de las fuentes de procedencia de las losas encontradas en la zona este de la excavación, ya que el grosor, tamaño y posición, con la parte menos erosionada cara abajo, es idéntica en ambos lugares. En la roca base no fue encontrado ningún grabado.
Figura 7.1.11. Plano de la excavación de los sectores sur y sudeste de Laxe dos Carballos. En violeta se señala la distribución del material localizado y en gris las estructuras: agujero de poste UE38, canal UE23 y UE39 con concentración de carbones.
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tanto se trataría de un incendio producido a finales de la Edad Antigua. Bajo este depósito, coincidiendo con el límite inferior del panel de Laxe dos Carballos, se documentó el único nivel que podría guardar relación con el panel del petroglifo, dicho depósito se caracterizaba por una mayor compactación y arenosidad que los restantes (UECAL13035). En este depósito fue documentado un agujero de poste (UECAL 13038), un fragmento de arcilla alóctona (a005),42 un percutor (b025) y varias lascas en cuarzo (b003, b004 y b005). Bajo este depósito se suceden numerosas capas de tierra de escaso espesor, alrededor de 0,10 m, sin material arqueológico hasta llegar al sustrato. Sobre dicho sustrato se registró un depósito con numerosos fragmentos de granito, cuarzo y un canto rodado. Sector sudeste. Unidad de registro de 2 m E-W y 4 m N-S. Se sitúa al pie del petroglifo y supone una clara continuidad del sector este pues las similitudes estratigráficas y arqueológicas son muy claras entre ambas unidades de registro. También podemos destacar tres unidades estratigráficas. La primera se corresponde con un momento reciente donde se registró la posible tajea de un camino, probablemente coetáneo al encontrado en la ampliación E. Asimismo se documentó el depósito generado por un incendio en el siglo IV d.C. Bajo este depósito se encontró otro muy posiblemente relacionado con un momento de uso del petroglifo, este depósito también coincide con el límite inferior de distribución de los grabados del petroglifo que se interpreta como una continuidad de la UE CAL13035. Sobre este conjunto estratigráfico (UECAL13022) descansaba una estructura de combustión perfectamente delimitable
Figura 7.1.12. Parte del material registrado en el sector oriental de la excavación de Laxe dos Carballos. Se puede observar un percutor sobre canto rodado, lascas en cuarzo y en cristal de roca.
42
Este tipo de mineral no es posible encontrarlo en la zona 1, el lugar más próximo en el que pudimos localizarlo fue en la zona de As Canles en San Isidro de Montes (Campo Lameiro), situada a más de 2 km de distancia.
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Sector sur. Ampliación de 5 m de E a W y 2 m de N a S a partir de la excavación de 2003. También presenta una estratigrafía muy compleja con diversos depósitos de características muy heterogéneas. El primer depósito se corresponde con la escombrera de la excavación de 1980. Por debajo y cubriendo la mayor parte de esta unidad de registro, sobre la roca base, aparecía un gran número de piedras de pequeño y medio tamaño, posiblemente provenientes de la misma fragmentación del sustrato o bien de arrastres de las zonas superiores del terreno. En el extremo este de la unidad de registro se interrumpía bruscamente la aglomeración de piedras, una vez excavado este espacio hasta el sustrato se encontró un posible grabado de un cuadrúpedo. El estilo del mismo no se corresponde con ninguno de los conocidos en el Estilo Atlántico, de aquí el carácter dudoso de este grabado. La estratigrafía en esta UR se encontraba bastante revuelta y alterada. El único hallazgo destacable es un fragmento de granito con una de las caras semipulida, lo cual pudiera ser producto de su uso como abrasor. Sector este. Excavación de 6 m de N a S y de 3,50 m de E a W. Se sitúa frente al panel grabado. Podemos destacar en esta unidad de registro tres depósitos. El primero se corresponde con el trazado del antiguo camino en uso posiblemente hasta tiempos recientes, se identifica por la presencia de un estrato longitudinal de 1,50 m de ancho y con una compactación muy alta. Bajo este depósito se documenta una superficie de quema que ocupaba toda la unidad y que se extendería hacia el SE de la excavación, se corresponde con un nivel de incendio y se trata del mismo depósito donde fue extraída la muestra PRD-II-18, por lo
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con una clara concentración de carbones, por lo que fue interpretada como una hoguera intencional; sin embargo resultó ser un depósito invasivo no relacionable con la unidad estratigráfica. Además en la UECAL13022 se registró una lasca en cuarzo (b050) y un fragmento de arcilla (z001), y, como estructura, se registró un pequeño canal de origen antrópico en el suelo de la unidad estratigráfica (UECAL 13023). Bajo este depósito no se encontraron otros niveles antrópicos o fértiles hasta llegar al sustrato. Testigo sudeste. Se trata de un testigo situado entre dos zanjas 5B y 5C abiertas frente al petroglifo y de orientación N-S, dicho testigo mide 1 m de ancho por 4 m de longitud. No ofreció nada significativo arqueológicamente salvo una lasca en cuarzo. En todo caso podemos constatar que, a pesar de la proximidad a la ampliación SE (2 m) no se detectó ningún nivel antrópico. Lo interesante de los hallazgos en el único nivel de ocupación del entorno del petroglifo es su perfecta coincidencia con el límite inferior de distribución de los grabados en la roca y que se situaban en el mismo depósito que en el que se había encontrado la concentración de esquirlas de cuarzo en la campaña de 2003. Según los estudios edafológicos (capítulo 16 y siguientes de este libro), el depósito coincidente con el límite de los grabados se correspondería con un momento de uso más intensivo, como parecen reflejar las elevadas tasas de acumulación, muy posiblemente vinculadas a una actividad antrópica también especialmente intensa en comparación con otros sectores de la Zona 1 y con otros periodos cronológicos. A esto hay que sumar que no se encontraron depósitos con material arqueológico ni por encima ni por debajo de este nivel. Todo parece indicar, por lo tanto, que este depósito de unos 0,15 m de espesor representa el nivel de suelo desde que empezó a grabarse el petroglifo hasta el momento en el que se empezaron a cubrir los primeros diseños. Por lo tanto se procedió a la toma de las pertinentes muestras de este depósito para proceder a su datación.
Origen
Resultado
Dataciones Según los resultados de los análisis de C14, el nivel arqueológicamente fértil, se situaba en torno a los inicios del I milenio a.C., siendo los resultados totalmente coherentes con la estratigrafía. Las muestras tomadas en los depósitos fértiles fueron enviadas al Laboratorio de Uppsala y al Instituto Rocasolano (CSIC). A continuación presentamos en una tabla los resultados.
Interpretación de los resultados Como primera interpretación, podemos decir que parece que existe un solo momento de uso del entorno inmediato del petroglifo que presumiblemente pudiera estar relacionado con la presencia de grabados en el mismo. Este momento de uso está representado, en el registro arqueológico, por un depósito de espesor cronológico que iría desde el siglo VIII al IV a.C. (Figura 7.1.13) Este conjunto de unidades estratigráficas se presenta de forma contigua, es decir, que las capas con evidencias materiales antrópicas se sitúan unas sobre otras sin solución de continuidad en la zona situada frente al panel y coincidiendo con el límite inferior de la distribución de los grabados. Hay que tener en cuenta que el petroglifo de Laxe dos Carballos aparece completamente cubierto de insculturas, es decir, que los grabadores usaron toda la superficie pétrea no cubierta en un momento cronológico que coincidiría con el único nivel antrópico de la excavación, ya que, bajo éste, los grabados desaparecen al igual que los restos de cultura material. Por lo tanto los resultados de la excavación en el entorno inmediato del petroglifo de Laxe dos Carballos parece indicar que este petroglifo estuvo en uso y debió ser realizado entre las postrimerías del Bronce Final y a lo largo de la Primera Edad del Hierro.
Datación calibrada (2 sigma)
Interpretación
MU040727A05 Depósito que cubría el canal abierto en el suelo que servía de límite inferior del panel.
CSIC-2005 2350±29 BP
512 – 381 cal BC (2462-2331 cal BP 2σ)
Momento en el que el canal está abandonado.
MU040831A01 fue tomada en la misma unidad estratigráfica y a pocos centímetros de donde se recogió una lasca, un percutor y un fragmento de arcilla exógena. Este es el mismo depósito que sirve de límite inferior a los grabados.
Ua-24372 2340±40 BP
539 – 357 cal BC (2489-2303 cal BP 2σ)
Momento en el que los materiales fueron depositados en el suelo y momento en el que el petroglifo estaba en uso.
MU030905K05 tomada en la unidad estratigráfica inmediatamente debajo del gran ciervo.
CSIC-1959 2531±42 BP
799-521 cal BC (2749-2471 cal BP 2σ)
Momento en el que el petroglifo estaba en uso.
MU040806A07 tomada en la misma unidad estratigráfica y muy cerca del agujero de poste.
CSIC 1985 2470±38 BP
637-480 cal BC (2587-2430 cal BP 2σ)
Momento en el que el agujero de poste fue abierto.
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Figura 7.1.13. Vista del sector oriental de la excavación de Laxe dos Carballos. Se indica la ubicación de las muestras datadas por C14. La unidad estratigráfica coincide con el límite inferior de los grabados y representa el suelo de uso contemporáneo a los grabados rupestres.
Figura 7.1.14. Calco del panel del petroglifo de Laxe dos Carballos, realizado en el marco de este proyecto.
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Capítulo 7. La excavación arqueológica del arte rupestre
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Paralelamente a las excavaciones realizadas en torno a los petroglifos, se han abierto una serie de zanjas cuya disposición y trazado son descritos en el capítulo 15, (Figura 15.1). Uno de los objetivos de la apertura de dichas zanjas fue el de localizar y documentar entidades arqueológicas relacionadas o no con el arte rupestre, de este modo fueron revisadas en su integridad todas las zanjas abiertas en la Zona 1.
1.3. SONDEOS DE CONTROL MEDIANTE ZANJAS MECÁNICAS El trazado de las zanjas abiertas en la Zona 1 siguió criterios tanto arqueológicos como edafológicos (ver capítulos 15 y 16). Desde el punto de vista arqueológico, fueron ubicadas algunas zanjas en aquellas zonas, que por sus características fisiográficas pudieran albergar material arqueológico. Se trabajaba con la intención de localizar en algún sector de la zona cubierta por el Parque estructuras relacionadas con la presencia de los petroglifos. Se esperaba que las evidencias de un asentamiento de la Prehistoria Reciente se tradujesen en la presencia de fragmentos cerámicos y de alguna estructura, tal como agujeros de poste o estructuras de combustión. Por esta razón destacamos en el presente apartado los resultados en las zanjas más significativas (Figura 15.1)
Fueron abiertas tres zanjas en la mitad sur de Chan da Isca situada al norte de Outeiro do Cogoludo (zanjas nº 7A, 7B y 7C). La longitud total de las tres trincheras es de unos 210 m con una orientación general E-W (Figura 7.1.15). En esta zona no se localizaron evidencias de asentamiento, ya que no se encontraron fragmentos cerámicos, industria lítica clara o estructuras tales como fondos de cabaña, agujeros de poste o fosas. Si embargo, se recogieron numerosas losas y piedras de diversas formas y tamaños (cilíndricas, rectangulares, cónicas, etc.), aunque su origen antrópico es muy dudoso. Estas piedras aparecieron en las zanjas 7A y 7C concentradas en determinados puntos de las mismas, semejando configurar cierta disposición lineal. Estos líticos están en estudio con el fin de aclarar su posible sometimiento a la acción antrópica. En la zona inmediatamente inferior al petroglifo de Outeiro do Cogoludo se abrió una zanja de 15 m de longitud con orientación N-S (Zanja 7C). En esta trinchera se localizaron varias losas, alguna de ellas de clara factura antrópica, con una cara aparentemente semipulida y bordes retocados con una forma aproximadamente triangular. En la zona de Monte Paradela, en el sector central de la zanja 4B, se localizaron tres fragmentos de cerámica de pastas oscuras y pareces finas de cronología indeterminada, pero cabe la posibilidad de que pudiera ser prehistórica, sin poder precisar más dado su reducido tamaño y
Figura 7.1.15. Vista desde el naciente de la zanja 7B. Las zanjas fueron cuidadosamente inspeccionadas durante los trabajos de campo. El único material registrado fueron fragmentos de cerámica, posiblemente medieval y moderna.
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En las restantes zanjas se recogió un reducido número de líticos en cuarzo, aunque en ningún caso es posible asegurar que se trate de útiles trabajados. En resumen, podemos afirmar que los resultados en cuanto a registro de cultura material en los sondeos mecánicos fueron muy escasos, lo cual puede ser interpretado como síntoma de la inexistencia de asentamiento en la zona durante la Prehistoria, o bien que la huella que pudo dejar dicho asentamiento es muy débil o difícil de detectar.
Figura 7.1.16. Se procedió a la limpieza de los perfiles de las zanjas con el fin de localizar posibles estructuras.
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lo rodado de su superficie, así como la ausencia de decoración. En todo caso, a pesar de lo exhaustivo de la limpieza de los perfiles y a que fue detenidamente revisada la escombrera con el fin de recoger nuevos fragmentos cerámicos o estructuras visibles en las paredes de la trinchera, no fue posible localizar más restos arqueológicos. Finalmente, en el extremo meridional de la zanja 8D, situada en un rellano entre Laxe da Forneiriña y Pena Furada, se recogieron tres fragmentos cerámicos, muy posiblemente fragmentos de teja o ladrillo y de cronología relativamente reciente.
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2. Excavación de un posible yacimiento relacionado con los petroglifos en la zona de Chan das Pozas. Campaña de 2005
Andrés Bonilla Rodríguez y Mario César Vila
2.1. INTRODUCCIÓN A continuación se describen los resultados obtenidos en los trabajos de excavación arqueológica realizados del 22 de agosto al 27 de septiembre de 2005 en los terrenos donde se ubica el Centro de Interpretación e Documentación da Arte Rupestre Paredes-Praderrei, en Campo Lameiro (Pontevedra), conocidos con el nombre tradicional de Chan das Pozas. El objetivo de la intervención consistía en documentar el potencial del ámbito donde estaba prevista la construcción del edificio del Centro de Interpretación y, más concretamente, comprobar la existencia de materiales o estructuras arqueológicas en la zona objeto de las obras de edificación. El área a excavar se localizaba al W del campo de fútbol situado a la entrada de la zona arqueológica. Poseía una longitud de 34 m en sentido E-W y una anchura máxima de 20 m, ocupando parte de la explanada de acceso al campo de fútbol y el lateral W de la propia instalación deportiva. Dividida la zona de actuación en cuatro sectores, los trabajos arqueológicos se organizaron en dos fases: • Retirada con medios mecánicos de los niveles edáficos existentes en la zona de excavación mediante el decapado del terreno en capas de unos 10-15 cm, practicado de modo uniforme hasta alcanzar el nivel de transición al sustrato y sin afectar a este nivel.
• Excavación manual de la superficie resultante, hasta dejar totalmente al descubierto y limpio el nivel de transición al sustrato.
2.2. ESTRATIGRAFÍA Y ESTRUCTURAS La estratigrafía del subsuelo en los sectores excavados aparecía constituida por un depósito superficial de tierra vegetal de 15 cm de potencia, producto de las obras de construcción de la instalación deportiva. Bajo éste, dos niveles naturales, uno superior de tierra negra de 10-15 cm de grosor y otro inferior de 30 cm de potencia, color rojizo oscuro y poco pedregoso, dispuesto sobre el nivel de transición al sustrato granítico. Esta secuencia aparecía alterada en los sectores 2 y 3 por bolsadas de tierra y otras intrusiones debidas a actividades recientes (apertura de zanjas para enterrar cartuchos de caza y desperdicios). En el sector 1, la construcción del campo de fútbol supuso la destrucción de los niveles naturales del terreno hasta alcanzar el sustrato, rebajado más de 50 cm en el lado W del sector y posteriormente nivelado. Los trabajos de excavación realizados en los sectores 1, 2 y 3 no documentaron la presencia de ningún tipo de restos o materiales arqueológicos. En el sector 4, situado en el lado W del ámbito de tra-
Figura 7.2.1. Área en la que se ubicó la excavación de Chan das Pozas.
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>> Andrés Bonilla Rodríguez y Mario César Vila
se distingue en planta el trazado de al menos dos fondos de cabaña circulares de aproximadamente 3 m de diámetro (Figura 7.2.5.).
Figura 7.2.4. Agujeros de poste.
Figura 7.2.2. Vista general del área de excavación de Chan das Pozas.
La mayor concentración de hallazgos se disponía en el cuadrante NE de la zona excavada. Aquí, las irregularidades naturales presentes en la superficie del nivel C aparecían colmatadas por rellenos de nivelación a base de tierra marrón mezclada con saprolita, configurando una pequeña plataforma de 8 m por 6 m y forma oval, ligeramente sobreelevada respecto a su entorno inmediato y cubierta por un pavimento similar al ya citado (Figura 7.2.3.). Figura 7.2.5. Vista general de agujeros de poste y estructuras.
Figura 7.2.3. Vista general de las estructuras localizadas.
En este preparado se localizaron cincuenta y seis agujeros de poste, algunos de ellos con calzos de piedra en su interior (Figura 7.2.4.). Pese a lo abigarrado del conjunto,
Dentro del ámbito delimitado por los agujeros de poste en esta zona se registraron tres fosas de forma aproximadamente oval, colmatadas por un sedimento de tierra marrón con piedras de pequeño tamaño (Figura 7.2.6.). Otras cuatro fosas, rellenas con una mezcla de tierra y saprolita, se localizaban inmediatamente al S de este conjunto. Una de ellas aparecía cubierta por restos del pavimento (Figura 7.2.7.). En la mitad S de la zona excavada los hallazgos consistieron en dos pequeñas fosas, agujeros de poste de diferentes tamaños abiertos en el pavimento (Figura 7.2.8.) y surcos longitudinales practicados en el nivel C que, de manera provisional, interpretamos como posibles marcas de arado. Respecto a los agujeros de poste, su ubicación no sugiere ninguna planta definida, si bien parecen estar en relación con varias losas de piedra de tamaño mediano que aparecían incrustadas en los restos del pavimento.
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bajo, se comprobó la presencia de estructuras arqueológicas (agujeros de poste, restos de pavimentos y fosas) que indicaban la existencia de un hábitat prehistórico en esa zona. A fin de completar el registro del sector se decidió la ampliación del mismo 100 m2 hacia el N (sector 5), configurando una zona única de excavación de 20 m por 21 m (Figura 7.2.1.). Bajo una estratigrafía correspondiente a un suelo natural de unos 70-80 cm de potencia máxima se documentó el nivel de transición al sustrato, que aparecía regularizado y parcialmente cubierto por restos discontinuos de un pavimento de saprolita. El cuadrante NW de ambos sectores se hallaba ocupado por un afloramiento granítico (Figura 7.2.2.).
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Capítulo 7. La excavación arqueológica del arte rupestre
2.3. MATERIALES
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2.3.1. CERÁMICA Se recogieron apenas cinco fragmentos de cerámica, todos ellos localizados en los Sectores 4 y 5 (Figura 7.2.9.). Por sus características técnicas, de forma genérica pueden adscribirse cronológica y culturalmente en la Prehistoria Reciente. La escasez, rodaje y fragmentación de los materiales impiden valorizaciones más concretas.
Figura 7.2.6. Fosas de forma oval situadas dentro del espacio delimitado por los agujeros de poste y colmatadas por un sedimento de tierra marrón con piedras de pequeño tamaño.
Figura 7.2.7. Una de estas fosas estaba cubierta por restos del pavimento.
Figura 7.2.9. Materiales líticos y cerámicos localizados en la excavación.
Pese a ello, se ha realizado una clasificación previa en la que se observa la presencia de dos grupos de características definidas y regulares:
Figura 7.2.8. Pequeñas fosas y agujeros de poste localizadas en la mitad meridional del área excavada.
GRUPO 1. Pasta anaranjada / ocre, depurada, fina. Este tipo de pasta se define por la presencia de elementos no plásticos bien calibrados y de reducido tamaño, escasez de vacuolas, pasta muy compacta y acabado cuidado. Perteneciente a este grupo contamos únicamente con un fragmento de tamaño minúsculo y muy rodado.
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>> Andrés Bonilla Rodríguez y Mario César Vila
1. Sigla PR-05/1/31/1
Atributo:
Cronología Prehistoria reciente
Oxidante
Color exterior
Gris oscuro (R31)
Color núcleo
Tierra siena (R45)
Coord. X
10,70
Coord. Y
14,01
Coord. Z
2,52
Dimensiones
11x9x5 mm
Factura
Fina
Forma
Frag. Indet. de cuerpo
Materiales no plásticos
Cuarzo
Producción
Indet.
Definición Cerámica negra cuarcítica fina
Atributo:
Cronología Prehistoria reciente Valor:
Cronología Prehistoria reciente Valor:
Cocción
Reductora
Color exterior
Gris rojo oscuro (R30)
Color núcleo
Gris muy oscuro (T31)
Coord. X
15,55
Coord. Y
7,80
Coord. Z
2,04
Dimensiones
24x22x6 mm
Factura
Fina
Forma
Frag. indet. de cuerpo
Materiales no plásticos
Micas y cuarzos
Producción
Indet.
4. Sigla PR-05/1/12/3
GRUPO 2. Pasta negra, cuarcítica, fina. Se caracterizan estas pastas por su dureza y color negro mate. Esta peculiaridad viene determinada por la presencia de elementos no plásticos, cuarzos y micas, bien calibrados y generalmente de escaso tamaño. Las vacuolas son escasas, pequeñas y de forma circular. Las dimensiones modulares oscilan entre 5 mm y 10 mm. Al igual que el grupo anterior, el especial cuidado en el tratamiento de las pastas se corresponde con producciones cerámicas específicas. Se han recogido cuatro fragmentos adscribibles a este grupo.
Definición Cerámica negra cuarcítica fina
Atributo:
Valor:
Cocción
2. Sigla PR-05/1/12/1
3. Sigla PR-05/1/12/2
Definición Cerámica negra cuarcítica fina
Atributo:
Cronología Prehistoria reciente Valor:
Cocción
Reductora
Color exterior
Gris rojo oscuro (R30)
Color núcleo
Gris muy oscuro (T31)
Coord. X
7,80
Coord. Y
15,50
Coord. Z
2,04
Dimensiones
16x10x5 mm
Factura
Fina
Forma
Frag. indet. de cuerpo
Materiales no plásticos
Micas y cuarzos
Producción
Indet.
5. Sigla PR-05/1/12/7
Definición Cerámica negra cuarcítica fina
Cronología Prehistoria reciente
Cocción
Reductora
Color exterior
Tierra de sombra (P71)
Color núcleo
Pardo gris muy oscuro (T73)
Cocción
Reductora
Coord. X
7,50
Color exterior
Tierra de sombra (S51)
Coord. Y
16,00
Color núcleo
Gris muy oscuro (T31)
Coord. X
8,23
Coord. Y
15,49
Atributo:
Valor:
Coord. Z
2,01
Dimensiones
38x31x6 mm
Coord. Z
2,12
Factura
Fina
Dimensiones
14x17x6 mm
Forma
Frag. de cuerpo de recipiente globular
Factura
Fina
Forma
Frag. indet. de cuerpo
Materiales no plásticos
Micas y cuarzos
Materiales no plásticos
Micas y cuarzos
Producción
Indet.
Producción
Indet.
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Traballos de Arqueoloxía e Patrimonio, 42
Definición Cerámica anaranjada/ocre depurada fina
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Capítulo 7. La excavación arqueológica del arte rupestre
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Traballos de Arqueoloxía e Patrimonio, 42
2.3.2. INDUSTRIA LÍTICA
2.4. CONSECUENCIAS
Se han hallado apenas tres piezas de industria lítica, todas ellas localizadas en el Sector 4 (Figura 7.2.9.), de las que únicamente se ha podido realizar un estudio tipológico de mínimos (Cerqueiro 1996).
Los trabajos de excavación arqueológica realizados en 2005 en la zona W de los terrenos ocupados por el edificio del Centro de Interpretación e Documentación da Arte Rupestre, documentaron los restos de un posible hábitat prehistórico cuyas dimensiones totales no pudieron ser determinadas debido al carácter limitado de la intervención (Figura 7.2.10.). La presencia de elementos constructivos al pie de los perfiles S y E del sector 4, sugerían la continuación del yacimiento en esa dirección, aunque las características dispersivas propias de este tipo de asentamientos hacen que no se pueda excluir su extensión hacia el N y el W. La mayor concentración de hallazgos se produjo al E del afloramiento que ocupaba el cuadrante NW de los sectores 4 y 5, registrándose la presencia de un pavimento sobre el que se construyeron varios fondos de cabañas circulares y en el que fueron excavadas, además, tres fosas ovales. El análisis radiocarbónico del sedimento de dos agujeros de poste de esta zona ha ofrecido fechas similares, datando este conjunto de improntas a comienzos del III milenio a.C. La cronología de las dos muestras es: Ua34562 (M-11) 3022-2871 cal BP (4295±40 BP, 4821-4972 cal BP 2σ) y Ua-34564 (M-75) 2942-2859 cal BC (4270±40 BP. 4809-4892 cal BP 2σ). La disposición de los numerosos agujeros de poste localizados, que no trazan plantas bien definidas, sugiere como hipótesis de trabajo la reconstrucción o reocupación de esta zona del hábitat varias veces durante esa época, hecho que puede interpretarse como resultado de un uso estacional. Asimismo, el análisis de una fosa cubierta por el pavimento mencionado, ha ofrecido una cronología anterior a las cabañas (principios del IV milenio), documentando la existencia de una fase más antigua del hábitat. Los datos precisos de esta datación son: Ua-34563 (M-34-1) 41813988 cal BC (5275±40 BP, 5938-6131 cal BP 2σ). En lo relativo a la presencia de materiales, sorprende su enorme escasez, contándose únicamente con cinco pequeños fragmentos de cerámica lisa, una raedera, una lasca y un núcleo de cuarzo. Esta pobreza parece indicar, asimismo, que la ocupación del asentamiento se produciría durante periodos no muy prolongados.
6. Sigla PR-05/1/12/4
Definición Raedera
Cronología Prehistoria reciente
Atributo:
Valor:
Alteraciones
Mecánicas
Coord. X
1,60
Coord. Y
8,20
Coord. Z
3,04
Dimensiones
2,80x1,90x1,0 cm
Grupo
Lasca
Materia prima
Cuarzo
7. Sigla PR-05/1/12/5
Definición Lasca
Cronología Prehistoria reciente
Atributo:
Valor:
Alteraciones
Mecánicas
Coord. X
19,30
Coord. Y
0,80
Coord. Z
2,84
Dimensiones
1,50x1,40x0,50 cm
Grupo
Lasca
Materia prima
Cuarzo
8. Sigla PR-05/1/12/6
Definición Núcleo
Cronología Prehistoria reciente
Atributo:
Valor:
Alteraciones
Mecánicas
Coord. X
10,80
Coord. Y
14,00
Coord. Z
2,50
Dimensiones
4x2,30x1,30 cm
Grupo
Núcleo
Materia prima
Cristal de roca
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>> Andrés Bonilla Rodríguez y Mario César Vila
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Figura 7.2.10. Planta de la excavación de Chan das Pozas.
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Traballos de Arqueoloxía e Patrimonio, 42
3. Excavación del yacimiento de Chan das Pozas, Campaña 2008 3.1. Estratigrafía y estructuras arqueológicas
Fidel Méndez y José López Alonso
3.1.1 INTRODUCCIÓN En el año 2008 se procedió a hacer una excavación en área en el sector que ocuparía el aparcamiento del Centro de Interpretación e Documentación da Arte Rupestre. La intervención fue promovida por la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural de la Consellería de Cultura e Deporte de la Xunta de Galicia, dirigida por José López Alonso, acometida por la empresa de Arqueología PAST y realizada durante los meses de septiembre y octubre, con una duración total de 33 días. La construcción del aparcamiento era la última de las acciones constructivas previstas en el proyecto de Centro de Interpretación e Documentación da Arte Rupestre, e implicaba, básicamente, la explanación de la zona para llevar a cabo el pavimento. Esta explanación conllevaba no solo el desmonte del depósito orgánico sino también en gran medida el nivel superior de xabre donde se documentaron estructuras constructivas prehistóricas. El área de excavación concreta se sitúa en las coordenadas UTM 538.642 y 4.710.263 y a 251 msnm; pertenece al lugar de Paredes /Praderrei, entres las parroquias de S. Miguel de Campo y Santa María de Moimenta del concello de Campo Lameiro (Pontevedra). Para la realización de la excavación fue necesario realizar la limpieza manual de un área de 610 m2 aproximadamente, en torno a las estructuras puestas al descubierto durante un control arqueológico previo. Durante la excavación se pusieron al descubierto otras posibles nuevas estructuras, aunque éstas de menor entidad que las ya descubiertas durante el control arqueológico. Tras la limpieza manual se procedió al registro detenido de la superficie de todas las estructuras para su posterior excavación, la cual permitió, entre otras cosas, discriminar entre estructuras prehistóricas, bioturbaciones, alteraciones actuales y posibles estructuras.
3.1.2 INTERVENCIONES ARQUEOLÓGICAS PREVIAS En el año 2005, con carácter previo a la ejecución de la primera fase de construcción del Centro de Interpretación e
Documentación da Arte Rupestre (Campo Lameiro, Pontevedra) se llevó a cabo una actuación arqueológica (bajo la dirección de Andrés Bonilla) con el objeto de valorar la posible existencia de restos arqueológicos en el espacio ocupado por el edificio. Los resultados de esta intervención se sintetizan en el capítulo 7.2. de este volumen. Como se ha visto, la realización de esta actuación arqueológica puso al descubierto la existencia de diversos restos estructurales pertenecientes a un posible poblado. Las estructuras documentadas son las usuales en este tipo de poblados y se reducen a pavimentos de xabre, fosas y agujeros de poste de formas y dimensiones diversas. En el verano de 2006 se realizó una excavación arqueológica valorativa en distintas zonas del parque, ofreciendo unos resultados positivos en 5 de las 6 áreas de sondeo realizadas. Con todos estos resultados en la mano se puede afirmar sin ningún género de duda que el entorno del Centro de Interpretación fue objeto de ocupación en época prehistórica. En el verano de 2007 se realizó una amplia campaña de excavación en el perímetro exterior del edificio, en el transcurso de la cual se descubrieron distintas estructuras de habitación que van desde cabañas completas hasta silos. En general, los resultados obtenidos en esta campaña confirman de una manera rotunda los planteamientos iniciales y las conclusiones obtenidas de la actuación de 2006, a saber: • La actividad constructiva en la zona puede ser calificada de intensa si se tiene en cuenta la proporción entre estructuras recuperadas y superficie excavada. • Dada la tipología de las estructuras recuperadas, éstas se pueden encuadrar sin demasiadas dudas en la prehistoria reciente. Un hecho destacado es que dos de las estructuras recuperadas en el sector presentan una tipología idéntica a la de otras encontradas en yacimientos como el de As Gándaras (Miño) o Montenegro (Cangas). • Tal como se proponía en los planteamientos iniciales de la actuación de 2007, la construcción del campo de fútbol, si bien incidió notoriamente en el área ocupada por el poblado, también preservó una parte considerable del sector S (como muestra la estratigrafía del sector 4).
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>> Fidel Méndez y José López Alonso
3.1.3 RESUMEN DE LA INTERVENCIÓN Para la realización de la intervención arqueológica de 2008 se proyectaron 17 días naturales, pero la minuciosidad con la que se tuvo que proceder a excavar las estructuras y la realización de un registro pormenorizado, recomendó la ampliación del tiempo para la ejecución de la obra, lo que se tradujo en un incremento de 16 días naturales sobre el plazo estimado en proyecto. La metodología empleada fue la convencional en excavaciones estratigráficas, con algunas adaptaciones dirigidas fundamentalmente a agilizar este tipo de actuación. Todo el registro gráfico y de posición del material fue realizado en coordenadas absolutas UTM mediante el empleo
Figura 7.3.1.1. Planta general del área de excavación identificando las diferentes estructuras arqueológicas localizadas.
de Estación Total con colector de datos. Previamente al inicio de los trabajos se situaron varias estacas con coordenadas absolutas, a partir de las que se pudieron situar todos los elementos gráficamente registrables. El registro de las distintas unidades estratigráficas presente en el solar se realizó, como es habitual, mediante la cumplimentación de fichas-tipo en las que se describe de forma individual cada unidad, mediante su dibujo individual en planta indicando las cotas superiores y tomando como base el sistema de coordenadas absolutas, y mediante fotografía digital exhaustiva. Todos los materiales recogidos se registraron tridimensionalmente a través del sistema de coordenadas absolutas. La sigla utilizada para esta actuación fue PAR/04/x. El trabajo de esta campaña se desarrolló en las siguientes fases: 1. Limpieza manual del área en torno a las estructuras descubiertas durante el control previo, que abarcó una superficie aproximada de unos 610 m2. Dicha limpieza se llevó a cabo a lo largo de 10 días naturales, y permitió poner al descubierto nuevas estructuras. 2. Registro detenido de la superficie de las estructuras tras la limpieza, lo que permitió observar que se trataba de un conjunto estructurado y sincrónico. 3. Excavación detenida de las estructuras con toma de muestras exhaustiva. 4. Tapado con geotextil de los restos estructurales de mayor entidad.
3.1.4 RESULTADOS DE LA INTERVENCIÓN La intervención puso al descubierto un total de 42 depósitos excavados en el xabre (o saprofita, horizonte mineral del suelo granítico, derivada de la alteración de la roca madre), entre los cuales la excavación permitió generar una serie de categorías en las que enmarcarlos. De este modo, se puede realizar la siguiente distinción:
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• La sorprendente ausencia de materiales puede ser atribuida a procesos de lavado y erosión muy intensos que lo habrían depositado en zonas de la cuenca inferior (por ejemplo la observada en el sector 4). Sin embargo esto no deja de ser una hipótesis de trabajo, puesto que tampoco en esta zona se encontraron materiales. En septiembre de 2008 se procedió a realizar el control arqueológico previo a las últimas acciones constructivas previstas en el proyecto de Centro de Interpretación, que implicaban la construcción de un aljibe, cuyo control dio resultados negativos, y de una zona de aparcadero, para la realización de la cual fue necesario realizar un desmonte con retroexcavadora en la zona SW del parque. En esa zona se realizó un amplio sondeo en el marco de la excavación en área realizado en 2007. El sondeo permitió localizar un depósito de tierra orgánica de aproximadamente un metro de potencia que contrasta bastante con la potencia media detectada en el resto del parque, la cual es mucho más pequeña. Este depósito de naturaleza sedimentaria ayudó a mantener en buen estado de conservación los restos estructurales constructivos prehistóricos puestos al descubierto durante las tareas de control arqueológico en esta zona.
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Capítulo 7. La excavación arqueológica del arte rupestre
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• 10 estructuras prehistóricas, entre las que destacan 3 fondos de cabaña, 4 fosas de diferentes dimensiones y varios agujeros de poste; todas ellas enmarcadas cronoculturalmente en la prehistoria reciente del NW Peninsular. • 16 bioturbaciones. • 16 posibles estructuras, cuya asignación a una de las dos categorías anteriores debe esperar a la revisión detallada de la documentación generada en la intervención, al estudio espacial del conjunto del yacimiento y a los resultados de posibles análisis futuros. • 1 alteración del sustrato reciente, realizada con retroexcavadora.
Figura 7.3.1.2. Vista general del área de excavación tras la limpieza superficial.
Entre las estructuras prehistóricas, las más completas y mejor definidas son tres “fondos de cabaña”, que se han identificado con los códigos de Grupo Estratigráfico GE001, GE002 y GE003. Dos de ellas han sido datadas por Carbono 14; los resultados de su datación se recogen en el siguiente apartado (capítulo 7.3.2). Por su indudable interés, describimos a continuación estas estructuras.
GE001: Es el fondo de cabaña situado más hacia el norte en el área de excavación. Su forma en planta es tendencialmente ovalada y sus dimensiones de 375 cm en el eje mayor y 307 cm en el menor, con una nítida orientación NE-SW, y 71 cm de profundidad. Como ocurre en los otros casos, está constituido por una “mitad” orgánica y otra “mitad” mineral, conformadas por el relleno respectivo con depósitos térreos en los que predomina material orgánico y con un echado de xabre. En total se han identificado nueve unidades estratigráficas, una correspondiente al corte realizado en la saprolita basal para asentar los depósitos posteriores, otra al echado de xabre y siete a la mitad orgánica. Las UEs 001 y 002 se corresponden con el último depósito del relleno de la fosa previamente excavada, ya que cubren en su límite superior el corte inicial hecho en el xabre. La UE 003 es una capa formada por piedras de cuarzo pequeñas y medianas que se disponen en torno a las paredes y base del corte de la “mitad” orgánica, formando además una línea divisoria con la “mitad” conformada por el echado de xabre. Las UEs. 004, 059, 060 y 076 corresponden al relleno de la parte orgánica, sino la última de ellas la basal. GE005: Está al lado de la anterior, hacia el sur. Es de forma subcircular, con 375 cm y 370 cm de ejes, una orientación NE-SW, y 76 cm de potencia. Se han identificado quince unidades estratigráficas. Sobre el corte inicial realizado en la saprolita basal, se depositan diez UEs que conforman la “mitad” orgánica y cuatro que corresponden al echado de xabre. La UE010 corresponde al depósito de colmatación de la parte orgánica, delimita el perímetro del fondo de cabaña y circunscribe el echado de xabre, conformado por las UEs 015 y 084. La 015 sella un agujero de poste (UEs 070 y 071). Al igual que la anterior, presenta un depósito de pequeños bloques de cuarzo de características idénticas la UE 003 del fondo de cabaña GE001. GE010: Está situada al sur del área de excavación. Sólo se pudo excavar la mitad, quedando la otra mitad bajo el perfil. Sus proporciones y configuración son similares a las dos anteriores; tiene 78 cm de potencia. La UA 014 se corresponde con el depósito de colmatación de la mitad or-
Figura 7.3.1.3. Fotografía, planta y corte estratigráfico del fondo de cabaña GE001. Es muy nítida la conformación de la estructura en dos mitades de rasgos opuestos, así como la línea de piedras (UE 003) que individualiza la “mitad” orgánica.
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>> Fidel Méndez y José López Alonso
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Figura 7.3.1.4. Fotografía, planta y corte estratigráfico del fondo de cabaña GE005. Una vez más es muy nítida la conformación de la estructura en dos mitades de rasgos opuestos, así como la línea de piedras (UE 003) que define la estructura.
Figura 7.3.1.5. Fotografía, planta y corte estratigráfico del fondo de cabaña GE010.
gánica y, una vez más, funciona como delimitador del perímetro y circunscribe el echado de xabre (UE 016). Resulta de gran interés comprobar las similitudes entre las tres estructuras, en dimensiones, disposición en dos “mitades”, orientación y aspectos estructurales, como es el hecho de que presenten paredes inclinadas hacia el interior y base de tendencia plana. Esta morfología de estructura ha sido reconocida en diferentes yacimientos arqueológicos de Galicia, y en algunos casos datada en la primera mitad del III milenio a.C., en cronologías calibrada, lo que coincide bien con una de las tres fechas (ver apartado siguiente) obtenidas en estas estructuras. Para ir más allá en la valoración de esta información, sería necesario realizar estudios analíticos de los sedimentos y muestras recuperadas para, de este modo, definir los procesos de formación y posdeposición que permitirían reconstruir su carácter original. Al margen de ello, y teniendo en cuenta los resultados de esta intervención y de las realizadas en los últimos años, sí se pueden añadir algunas consideraciones referentes a la extensión del yacimiento:
Figura 7.3.1.6. Detalles del proceso de excavación de las estructuras GE001 y GE005.
• Se mantiene preservado el yacimiento entre el aparcamiento y la fachada Sur del edificio del centro de interpretación. • El área poblada del yacimiento (de una manera más o menos continua), se extendía desde la parte superior del edificio anexo (por el norte) al Centro de Interpretación hasta por lo menos la carretera de acceso.
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3.2. Análisis arqueobotánico del yacimiento de Chan das Pozas, Campaña 2008
María Martín-Seijo
3.2.1 INTRODUCCIÓN La arqueobotánica se ocupa del tratamiento e interpretación de los restos botánicos de contextos sociales arqueológicos para el estudio de las comunidades del pasado (Hastorf 1999). En el yacimiento de Chan das Pozas se abordó el estudio arqueobotánico de varias estructuras vinculadas con un yacimiento habitacional documentado por estructuras negativas excavadas en el nivel basal de xabre o saprofita (roca madre alterada): zanjas de cimentación, agujeros de poste, fosas, etc. Este estudio permitió realizar una aproximación a los recursos leñosos consumidos durante el período de ocupación del asentamiento, pero también aproximarnos a la problemática de interpretación de los conjuntos arqueobotánicos y de la formación de los depósitos arqueológicos. Durante el análisis se determinaron taxones relacionados con los bosques mixtos de caducifolios como el roble (Quercus sp. caducifolio), que probablemente fuera el taxón predominante en el entorno del asentamiento durante el momento de ocupación, junto con especies termófilas como el madroño (Arbutus unedo) y la encina-carrasca (Quercus sp. perennifolio), tal y como se determina en los análisis pedoantracológicos realizados en este yacimiento (Carrión et ál. 2010). Se determinó incluso la presencia de un tallo de helecho (Pteridium aquilinum) carbonizado en una de las muestras. La presencia de numerosos esclerocios de Cenococcum sp. en las muestras arqueobotánicas procesadas mediante flotación, nos plantea la posibilidad de abordar el estudio de este tipo de restos botánicos cuyo origen en los depósitos arqueológicos no está clara y supone problemas a la hora de la interpretación de los datos arqueobotánicos.
3.2.2 MATERIAL Y MÉTODOS Durante el trabajo en laboratorio se procesó el sedimento recogido en la excavación, se identificaron todos los carbones recogidos a mano durante la excavación y algunas de las muestras recuperadas a partir del procesado del se-
dimento. Se procesaron un total de 573 litros del sedimento recogido en las zanjas de cimentación de las estructuras excavadas (Tabla 7.3.2.1). El sedimento fue procesado mediante flotación lo que permitió recuperar restos arqueobotánicos tanto en las mallas de la cuba (1 y 5 mm) como en la columna de cribos colocados en el exterior (2,10 mm y 0,50 mm). Debido a la importante concentración de restos arqueobotánicos se realizó la tria únicamente de la malla de 2 mm. Esto nos permitió realizar una selección de carbones —con un tamaño que permite su identificación— y semillas y otro tipo de restos botánicos de hasta 0,6 mm. Tabla 7.3.2.1. Muestras de sedimento flotadas y cantidad de litros procesados en cada una de ellas.
Se analizaron un total de 200 fragmentos de carbón que se corresponden con 59 muestras. Las muestras analizadas procedían de zanjas de cimentación de las estructuras de planta circular (GE01, GE05, GE10), fosas y agujeros de poste asociados al momento de ocupación del asentamiento. Cada fragmento de carbón analizado fue preparado para su identificación fracturándolo a mano y observando las superficies transversales, tangenciales y radiales. Las muestras fueron observadas en un microscopio de luz refle-
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>> María Martín-Seijo
De las muestras de carbón recogidas manualmente e identificadas se seleccionaron y reagruparon 3 para datación (Tabla 7.3.2.2). A estas muestras se les asignó un nuevo número de código de laboratorio. La MO-001 incluye todos los fragmentos de madroño (Arbutus unedo) recogidos manualmente en la UE10 (peso total de 17,8 g), la muestra MO-002 es una única muestra recogida a mano durante la excavación de un fragmento de roble (Quercus sp. caducifolio) con 14,75 g de peso, y la MO-003 se corresponde también con una única muestra de carbón de Fabaceae de 4,2 g de peso. MO-001 y MO-002 proceden de un mismo fondo de cabaña (Grupo Estratigráfico GE-5), mientras MO-003 procede de otro distinto (GE-1) (Tabla 7.3.2.3). Las muestras se enviaron al laboratorio Beta Analytic (Miami, Florida). Las muestras MO-001 y MO-002 se dataron por 14C convencional y la MO-003 por AMS (Tabla 7.3.2.4).
Tabla 7.3.2.2. Códigos de las muestras datadas en relación con su contexto, material, taxón y peso.
Datos antracológicos
3.2.3 RESULTADOS El análisis antracológico permitió determinar la presencia de 5 taxones: roble (Quercus sp. caducifolio), madroño (Arbutus unedo), fabácea (Fabaceae), encina-carrasca (Quercus sp. perennifolio) y helecho (Pteridium aquilinum) (Tabla 7.3.2.5). Las especies predominantes son el roble (Quercus sp. caducifolio) que representa un 54,5% de los fragmentos analizados, seguida del madroño (Arbutus unedo) con un 28,5%, de las fabáceas (10,5%) y puntualmente encina-carrasca (Quercus sp. perennifolio) con un 3,5%. Uno de los fragmentos analizados se correspondía con un helecho (Pteridium aquilinum), una planta vascular perenne sin crecimiento secundario.
Datos dendrológicos En el análisis dendrológico registramos la curvatura de los anillos, la vitrificación y presencia de grietas radiales, la pre-
Tabla 7.3.2.3. Códigos de las muestras datadas en relación con su contexto, material, taxón y peso.
Tabla 7.3.2.4. Resultados de las dataciones.
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jada, con objetivos de 20x a 400x, comparando la muestra con los atlas de anatomía de madera de F.H. Schweingruber et ál. (2006), W. Schöch et ál. (2004), García et ál. (2003), J.G. Hather (2000), F.H. Schweingruber (1978, 1990), Jacquiot et ál. (1973) y con una colección de carbones de referencia. Además de la identificación taxonómica, durante el análisis se observaron aspectos dendrológicos (Marguerie, Hunot 2007; Carrión 2003, 2007; Carrión, Badal 2004) como: (1) medición de los diámetros completos de las ramas para poder obtener datos sobre el calibre de la leña y la madera utilizada, (2) presencia de vitrificación y grietas radiales en los tejidos, que podría relacionarse con la combustión de madera verde o en unas condiciones de ausencia de oxígeno, (3) marcas de la acción de insectos xilófagos que pueden indicar el consumo de leña muerta o bien el uso de determinadas maderas para la construcción, (4) presencia de cicatrices, (5) madera de compresión y de tensión.
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Capítulo 7. La excavación arqueológica del arte rupestre
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Tabla 7.3.2.5. Resultado del análisis antracológico.
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sencia de tilosis y la acción de la entomofauna. En general en la muestra analizada predomina la presencia de tilosis en los vasos lo que indica el consumo de madera del duramen, aunque entre las Fabaceae hay una cantidad significativa de fragmentos sin tilosis debido a que no son tan frecuentes como en otros géneros. La presencia de vitrificación es especialmente significativa en los fragmentos de roble (Quercus sp. caducifolio), aunque en una proporción poco destacable. Las grietas radiales o anulares son una alteración mucho más frecuente, afectando más a taxones con una morfología de radios determinada, como los radios multiseriados del género Quercus. Su presencia, especialmente cuando aparece asociado a vitrificación indica el consumo puntual de leña verde (Tabla 7.3.2.6).
La medición de la curvatura de los anillos se realizó en un 81,5% de los fragmentos analizados (Tabla 7.3.2.7). La observación de esta característica permite clasificar los fragmentos en las siguientes curvaturas: débil, media o fuerte. En Chan das Pozas predominan los carbones con curvatura moderada o fuerte, mientras que los fragmentos con curvatura débil aparecen esporádicamente. Esto se correspondería con una explotación preferente de pequeñas ramas, y ramas de tamaño medio o troncos de pequeño calibre, mientras que el consumo de madera de troncos de mayores dimensiones es esporádica y únicamente se registra en dos especies arbóreas determinadas (Quercus sp. caducifolio y Quercus sp. perennifolio). La acción de entomofauna se determinó por la identificación de manera muy puntual de galerías de xilófagos sobre fragmentos de Quercus sp. caducifolio, Arbutus unedo y Fabaceae (Tabla 7.3.2.8). Los insectos xilófagos atacan sobre todo a la madera muerta, caída o en el pie del árbol, o bien a la madera utilizada para construcción o para la elaboración de objetos.
Análisis contextual La identificación de los carbones procedentes de las zanjas de cimentación de los tres fondos de cabaña aporta información sobre las especies consumidas durante la ocupación del asentamiento. Como característica común a las tres construcciones se puede señalar la recurrencia de aparición de Quercus sp. caducifolio, Fabaceae y Quercus sp. perennifolio en todos los grupos estratigráficos (Tabla 7.3.2.9). Destaca también la recurrente presencia de Arbutus unedo en el GE005 y GE001, y con una importante cantidad de fragmentos en el primero.
Tabla 7.3.2.6. Recuentos totales de los fragmentos con presencia/ausencia de vitrificación y/o grietas radiales.
Tabla 7.3.2.7. Recuentos totales de la curvatura del anillo.
Tabla 7.3.2.8. Recuentos totales de los fragmentos con evidencias de la acción de entomofauna.
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>> María Martín Seijo
Identificación de otro tipo de restos botánicos La revisión preliminar de las muestras arqueobotánicas permitió también determinar la presencia de numerosos esclerocios de Cenococcum sp., un hongo que forma micorrizas en las raíces de muchos árboles, y que tiene ciertas dificultades de interpretación (Alonso, Canal 2005). Los esclerocios del género Cenococcum son estructuras pluricelulares de resistencia a condiciones desfavorables, con morfología globulosa, de color marrón o negro, con un tamaño de entre 0,50 mm y 5 mm, observados en la lupa binocular su superficie es lisa (Alonso, Canal 2005). La presencia de este tipo de restos botánicas presenta
ciertos problemas de interpretación descritos por N. Alonso y D. Canal (2005): • La ubicuidad de las especies con las que se asocia este hongo hace difícil establecer su nicho ecológico de procedencia. • La determinación de su estado de conservación es complicado debido a su apariencia carbonosa natural de los esclerocios. • Los contextos arqueológicos con los que se asocian más frecuentemente son espacios de habitación, y sobre todo pavimentos, rellenos de fosas, depósitos de amortización de silos, depósitos relacionados con incendios, etc.
3.2.4. SÍNTESIS Los datos arqueobotánicos de dos estructuras del yacimiento de Chan das Pozas nos indican la explotación de los recursos vegetales existentes en el entorno del asentamiento. El taxón más consumido sería el roble (Quercus sp. caducifolio) acompañado de especies como el madroño (Arbutus unedo), las fabáceas (Fabaceae), la encina-carrasca (Quercus sp. perennifolio) y el helecho (Pteridium aquilinum). Los taxones determinados señalan la presencia de especies relacionadas con los bosques mixtos de caducifolios como el roble, junto con taxones termófilos como el madroño y la encina-carrasca. La presencia de madroño y fabáceas probablemente esté indicando la presencia de un entorno forestal abierto, con zonas de claros en las que crecen este tipo de especies, o bien la explotación de los márgenes del bosque en los que estos taxones también aparecen.
Tabla 7.3.2.9. Recuentos totales de los fragmentos en relación con el grupo estratigráfico de procedencia.
Tabla 7.3.2.10. Recuento total de los taxones en relación con la unidad estratigráfica y la cronología.
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El análisis contextual de las muestras, en relación con las dataciones obtenidas, nos plantea un problema de interpretación de los datos antracológicos. La amplia distancia cronológica entre la UE010 y la UE043 en el GE005, e incluso la datación obtenida en la UE060 del GE001 podrían indicarnos diferentes momentos de deposición de los fragmentos de carbón. A pesar de que durante el análisis no se observaron evidencias de erosión en los fragmentos, quizás el amplio arco cronológico obtenido a partir de las dataciones se corresponda con un diferente origen de los fragmentos de carbón determinados. Las dataciones de los niveles más antiguos podrían corresponderse con remociones de tierra realizadas en el momento de construcción de las zanjas, mientras que los recuperados en los niveles intermedios y superiores se corresponderían con el momento de uso de este tipo de estructuras. Esta hipótesis tendrá que ser confirmada mediante la ampliación del estudio de la muestra arqueobotánica y la realización de nuevas dataciones.
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Felipe Criado-Boado
1. DATOS EMPÍRICOS PARA LA RECONSTRUCCIÓN DIACRÓNICA DEL POBLAMIENTO ARQUEOLÓGICO En este breve capítulo se presenta de forma sintética el contexto del poblamiento arqueológico de la zona de Campo Lameiro en diferentes etapas que cubren desde el Neolítico y prehistoria reciente, hasta el poblamiento tradicional (siglo XIX). Definimos como situación “tradicional” aquella que corresponde a la fase de madurez del Viejo Complejo Agrario Gallego (según la denominación de Abel Bouhier 2001). En términos generales, la evolución del poblamiento prehistórico e histórico es bien conocida gracias a los trabajos de prospección e inventario arqueológicos realizados durante los últimos veinte años 43 y, en particular, gracias a las labores de evaluación, seguimiento y corrección del impacto arqueológico del Oleoducto Coruña-Vigo construido entre 1993 y 1994 por la Empresa CLH. Estos últimos trabajos permitieron registrar el subsuelo a lo largo del transepto de 155 km por los que discurre esta obra lineal. Los trabajos de inspección del subsuelo (Criado et ál. 1993) se completaron con la prospección superficial de una banda de 200 m a cada lado del tronco principal de la obra (Méndez et ál. 1993). De este modo, esa obra permitió registrar un corte topográfico de gran resolución y muy significativo por la longitud del mismo y por la variedad de paisajes geográficos que atravesó (ver figura 8.1). En un trabajo anterior, orientado al estudio de las prístinas geografías sagradas en la zona de Campo Lameiro (Parcero et ál. 1998), ya se planteó un modelo general de las transformaciones diacrónicas en el poblamiento de la zona que, por lo que sabemos a partir de los datos generales para la Zona 2 de estudio de este proyecto y de aquellos producidos por prospecciones posteriores, sigue siendo vá43
Figura 8.1. Trazado del Oleoducto Coruña-Vigo, obra pública construida en 1995 por la Empresa CLH, y situación de Campo Lameiro. La obra discurre paralela al litoral occidental de Galicia, atravesando los valles y sierras prelitorales, a lo largo de una geografía accidentada y muy compartimentada.
En el capítulo 1.1 se lista la relación de proyectos de catalogación y revisión superficial realizados en esta zona, a partir de los cuales se ha generado la base empírica que justifica estas conclusiones.
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CAPÍTULO 8. TENDENCIAS GENERALES EN LA DISTRIBUCIÓN DE YACIMIENTOS PREHISTÓRICOS Y PROTOHISTÓRICOS
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Capítulo 8. Tendencias generales en la distribución de yacimientos prehistóricos y protohistóricos
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lido en gran medida. Es cierto que nunca se puede estar seguro de las evidencias existentes en el subsuelo y que, por lo tanto, no se registran superficialmente. Esto es algo asumido desde que iniciamos en Galicia, a fines de la pasada década de los ochenta, el estudio del registro arqueológico de naturaleza “invisible”. Los restos de yacimientos, por ejemplo, recogidos en el capítulo 7, nunca habían sido registrados en los trabajos de prospección sobre los que está construida la evidencia que se considera en el presente capítulo, y no se habrían identificado sino fuera por la oportunidad de observar de forma directa el subsuelo gracias al impacto sobre él de obras de remoción de terrenos y zanjas lineales. Siendo esto cierto, y sin entrar además en la problemática de la adscripción cronológica y funcional de los restos descritos en el capítulo anterior, debemos resaltar
aquí que hablamos de un fenómeno de carácter regional (el poblamiento) y con base en datos que muestran tendencias generales, no detalles particulares. Por eso creemos que el modelo genérico que hemos identificado en trabajos anteriores, tanto en Campo Lameiro como en general en toda Galicia, sigue siendo válido en sus líneas generales.
2. MODELO DIACRÓNICO DE POBLAMIENTO Y DISTRIBUCIÓN DE YACIMIENTOS Este modelo establece una ocupación preferente de las zonas elevadas (interfluviales, sierras medias, penillanuras)
Figura 8.2. Perfil topográfico del Oleoducto Coruña-Vigo indicando las principales unidades de relieve y la situación de los yacimientos arqueológicos existentes en el ámbito de afección de la obra. La distribución de yacimientos muestra claramente la preferencia de los yacimientos prehistóricos por las zonas altas y el predominio de yacimientos de la Edad del Hierro y posteriores en las zonas de media ladera y fondos de valle. (Sistematizado en Amado 1995).
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2002), en cada caso aportando nuevos datos y análisis más exhaustivos y multifactoriales. Estas reconstrucciones nos permiten proponer de modo fehaciente que los patrones de cambio en la arqueogeografía y poblamiento prehistórico e histórico de Galicia están determinados por las variaciones en el patrón de uso del terreno que, a su vez, están en función tanto del aparato tecnológico movilizado por cada formación social concreta, como por las condiciones y aptitudes del medio para el aprovechamiento humano y por decisiones sociales en relación con el uso del espacio y la reproducción del propio sistema social. Recientemente, este patrón de distribución ha sido confirmado en dos nuevos casos de estudio, ambos de gran alcance y extensión: en la Península de Morrazo (Criado y Cabrejas 2005) y en el estudio arqueológico de la Autopista Central Galega (Prieto et ál. 2010), que discurre entre Santiago de Compostela y Lalín. A continuación caracterizamos de forma sintética este patrón de cambio.
Figura 8.3. Distribución del poblamiento de diferentes etapas prehistóricas e históricas en el área de Campo Lameiro: poblamiento tradicional a mediados del siglo XIX; castros de la Edad del Hierro, y yacimientos romanos y medievales; asentamientos de la Edad del Bronce y principales agrupaciones de petroglifos; y túmulos neolíticos (mámoas). (Según Parcero et ál. 1998)
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por las comunidades constructoras de túmulos y de la Edad del Bronce y, alternativamente, una concentración preferente del poblamiento de la Edad del Hierro (sobre todo de la segunda Edad del Hierro) y de las etapas posteriores (yacimientos romanos, medievales y poblamiento tradicional) en las zonas de media ladera (generalmente en sus mayores rellanos) y en los fondos de valle, cuando éstos son amplios y no angostos. Algunos yacimientos de la Edad del Bronce, los castros de la primera Edad del Hierro y, en particular, algunas estaciones de Arte Rupestre Atlántico, ocupan una posición intermedia, casi de transición, entre ambos ámbitos. Este modelo dual de distribución se comprueba tanto a escala regional (ver figura 8.2) como comarcal (en Campo Lameiro —ver figura 8.3—, o en otras zonas como Bocelo, en el interior de Galicia, Criado et ál. 1991). Esta distribución dual ha sido explicada en diferentes obras (particularmente Criado 1988, Amado 1995 y Parcero
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Figura 8.4. Detalle del perfil del Oleoducto Coruña-Vigo en la zona de Campo Lameiro. Permite ver en detalle la distribución de los diferentes tipos de yacimientos arqueológicos y su relación con las unidades de relieve, resaltando el predominio de los yacimientos de la prehistoria reciente en zonas altas, de los petroglifos en zonas de media ladera, y de los yacimientos protohistóricos e históricos en las zonas más bajas. Sobre este perfil, se indican de forma sinóptica las principales características arqueogeográficas de la distribución del poblamiento de diferentes etapas arqueológicas, desde el Neolítico al poblamiento tradicional.
3. VARIACIONES EN EL PATRÓN DE USO Y OCUPACIÓN DEL PAISAJE Los datos conocidos para la zona 2 de Campo Lameiro, junto con las interpretaciones basadas en los estudios antes citados, nos permiten proponer un modelo arqueogeográfico del poblamiento diacrónico de esta zona que sintetizamos en la figura 8.4. Este modelo plantea que la transformación del paisaje de Galicia a lo largo de la Prehistoria tomó la forma de un descenso paulatino de las tierras altas a las bajas, de ocupación progresiva del valle; esa transformación es paralela de la consolidación de una agricultura de campos permanentes centrada en el agro y basada en la complementariedad con el uso del monte para aprovechamientos extensivos. Si se examinan las transformaciones de los paisajes arqueológicos de Galicia desde el punto de vista de las variaciones en los patrones de poblamiento, uso y ocupación del espacio, se aislan tres ciclos diferenciados, dentro de los cuales a su vez es posible identificar diferentes momentos socio-culturales y modelos de paisaje. Un primer ciclo silvestre, centrado en la gestión de recursos naturales a través de la caza y la recolección (y que puede llegar a implicar formas prístinas de agricultura). Un segundo ciclo agrario, centrado en la gestión de la tierra a través de formas complejas de manejo de los recursos silvestres y que incluyen formas simples de agricultura. Y un tercer ciclo rural, centrado en la gestión de la tierra y la organización de la sociedad a través de formas de vida campesinas. Después vendría ya el ciclo tradicional, o de Antiguo Régimen. El final del primer ciclo está representado por las sociedades cazadoras que ocuparon Galicia desde los finales del Paleolítico Superior. Entre el 10000 y el 4500 BC (12000 – 6500 BP), aproximadamente, nos encontramos con comunidades que hacen un uso intenso de las cimas de sierra (el Xistral, el Bocelo) para practicar actividades cinegéticas especializadas; sus campamentos base estarían en zonas más bajas y abrigadas, seguramente en la base de los valles inmediatos a esos medios serranos. El inicio del segundo ciclo lo representan las sociedades
constructoras de mámoas (túmulos, monumentos funerarios, entre el 4500 y el 2500 BC, 6500-4500 BP). En este momento se ocuparon esencialmente las tierras altas, los llanos terminales de las sierras y fundamentalmente las cubetas abrigadas y cuencas de cabecera de los ríos que se localizan en éstas áreas. En ese tipo de espacios se emplazan la mayor parte de las mámoas y en sus proximidades aparecen los escasos indicios que poseemos de los campamentos de estos grupos. Estos se encuentran unas veces en los alrededores de los túmulos, y otras en sus aledaños en el margen de las brañas y cubetas próximas, buscando una conexión visual directa con los túmulos, que se recortan en la línea de horizonte desde los asentamientos. Estos serían estacionales, vinculados a las rozas y posiblemente complementados con campamentos dispersos en zonas bajas y más abrigadas durante los meses de invierno. La agricultura que se practica en este momento es de base tecnológica muy sencilla; utiliza como instrumento el palo de cavar o la azada de piedra, como técnica de cultivo la tala y quema, y cultiva cereal de invierno (trigo y cebada); la sencillez técnica sin duda se compensaba con mano de obra, lo que determinó que la productividad dependiese directamente de la extensión de cultivo y ésta de la cantidad de fuerza de trabajo que los grupos sociales pudieran movilizar. Los factores ecológicos limitantes de esta agricultura serían la existencia de densos mantos vegetales o arbóreos (difíciles de desbrozar para una tecnología sencilla y que no conoce el metal), el agotamiento de los nutrientes del suelo (que no se podían recuperar mediante abonado ni excremento de los animales en los campos), y el encharcamiento de los campos (para superar el cual habrían hecho falta complejos sistemas de labra involucrando surcos o terrazas para facilitar por gravedad el drenaje del exceso hídrico del suelo). Esas tres limitaciones se pueden soslayar utilizando para el cultivo tierras altas (que eran fáciles de roturar pues disponían de vegetación abierta, según sabemos a través de los análisis de polen fósil, y además eran fáciles de trabajar pues poseían suelos ligeros y bien drenados) y técnicas de tala y quema (que permitían enriquecer la tierra con nutrientes).
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ción del poblamiento de este momento que trasciende las tierras altas y ocupa las zonas altas y medias de las vertientes, comenzando el salto sistemático al valle y con él a las tierras más aptas para una agricultura intensiva. A partir de este momento se inicia el tercer ciclo antes citado. Dentro de la Edad del Hierro o Cultura Castrexa se pueden diferenciar dos etapas muy distintas. La primera Edad del Hierro (1000 – 450 BC, 3000-2450 BP) es una etapa transicional y muy próxima a la Edad del Bronce en más de un sentido. También en el asentamiento. Este está marcado por una importante ruptura y una continuidad no menos importante que la fuerza de ese cambio no puede ocultar. La Cultura Castrexa representa en Galicia el primer asentamiento doméstico permanente, petrificado y fortificado, y por lo tanto el primero de naturaleza monumental. Este hecho supone varios cambios significativos: la permanencia del hábitat implica una agricultura permanente, en interacción con la cual se constituye un modo de vida campesino; la fortificación muestra la generalización de un estado de inestabilidad que se había alimentado durante el momento anterior y sobre el que se constituirá poco a poco un orden social dominado por la beligerancia; y la petrificación refleja la monumentalización ora de la comunidad ora de las casas. Campesinos, guerreros, familias y comunidades serán los elementos constituyentes de la cultura castrexa y, según interaccionen entre ellos, determinarán su dinámica. Pero al mismo tiempo, estos poblados o castros se emplazan todavía en zonas semejantes a las que utilizaron los últimos asentamientos de la etapa precedente, esto es: en el borde de las sierras, en las crestas de las dorsales que las prolongan y en los tramos superiores de las vertientes de los valles; se asoman a los valles, pero todavía no entran en ellos. En este momento éstos estaban todavía ocupados por una fraga espesa difícil de trabajar. Será en la segunda Edad del Hierro (del 450 BC al cambio de era, 2450-2000 BP) cuando por fin los castros se sitúen en los tramos medios e inferiores de los valles, en el interior de los mismos. La disponibilidad de una tecnología más compleja, en la que destaca la generalización del uso del hierro, permite no sólo desbrozar la fraga o bosque denso húmedo (fraga es en Galicia un término que ha funcionado siempre como metáfora de la espesura), sino poner en explotación sistemática los pesados suelos de valles que presentan las condiciones ecológicas más aptas para el cultivo permanente. Se utilizaría una agricultura de barbecho; es posible que existieran formas primitivas de abonado del campo; en fases avanzadas (hacia el cambio de era) se crean incluso campos artificiales a través de formas simples de aterrazamiento y parcelación del campo; se diversifica el espectro de recursos y por lo tanto los ecotopos utilizados: pasto y rozas en las zonas altas, madera y agricultura permanente en las medias, prados y caza en las bajas. Al mismo tiempo el tamaño de los castros crece, se hacen más monumentales; y dentro de ellos, como parte de un proceso que no podemos analizar aquí, se empiezan a desarrollar las unidades domésticas que compiten
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Hacia el final de este momento monumental (entre 3200 y 2700 BC, 5200-4700 BP), empiezan a aparecer fuera de Galicia monumentos de carácter ceremonial al lado de los funerarios, al mismo tiempo que los asentamientos se hacen más conspicuos y se construyen grandes poblados rodeados por murallas y consiguientemente de carácter monumental, reflejando la naturaleza permanente de estos asentamientos y la imposición paulatina de un modo de vida fundamentalmente agrícola. En Galicia datos recientes apuntan a que también está presente algún tipo de monumento ceremonial (así lo sugiere la excavación de Montenegro en O Morrazo, Gianotti et ál. 2011). Y en todo caso en la fase que denominamos Neolítico Final (2900-2500 BC, 4900-4500 BP) aparecen por primera vez poblados amplios, con estructuras arquitectónicas que, aunque realizadas en materiales perecederos, evidencia un asentamiento estabilizado sino permanente, y que se emplazan en zonas bajas: suponen el primer salto al valle. Sin embargo este salto es sólo relativo en la medida en que por un lado se centra en las zonas altas de las tierras bajas (como pequeñas lomas en medio de los valles), que son las que presentan características semejantes a las que se pueden encontrar en lo alto de las sierras pero incluidas dentro de un ambiente más amable y feraz, y por otro no va a tener consecuentes. En el momento siguiente, durante la Edad del Bronce (entre 2500 y 1500 BC, 4500-3500 BP), cuando se adopta el uso de la metalurgia del bronce y se generaliza la cerámica campaniforme, volvemos a encontrar los grupos humanos en el interior de las sierras y asentados en pequeñas aldeas, de arquitectura perecedera pero consolidada, de carácter semiestable, y emplazadas siempre en el entorno de las brañas. La agricultura se ha generalizado, sigue basándose en cereales de invierno, pero el aparato tecnológico se hace más complejo, con presencia de un arado ligero que permite desbrozar mejor el terreno y, posiblemente, practicar surcos para drenar los campos. Los mejores terrenos para este patrón de subsistencia siguen siendo los llanos terminales de las sierras medias de Galicia. Sin embargo, a diferencia del momento megalítico, se ocupan los pisos inferiores de las sierras y las cabeceras de sus valles interiores. El rasgo más novedoso de esta fase posiblemente sea la presencia de una importante cabaña ganadera, probablemente de ganado vacuno. La presencia de este ganado justifica la vinculación del asentamiento a las cubetas húmedas y zonas de brañas, que son áreas de reserva de agua y mantienen pasto durante el estiaje (tengáse en cuenta que Galicia, a pesar de su clima oceánico, presenta una estación seca muy acusada como consecuencia de su latitud meridional). Hacia finales de la Edad del Bronce (entre el 1300 y el 1000-900 BC, 3300 a 2900 BP, periodo conocido convencionalmente como Bronce Final), se produce (sobre todo en las zonas meridionales de Galicia) un proceso de intensificación que posiblemente represente la sustitución paulatina de una agricultura de tala y quema por otra de barbecho largo. En toda Galicia se produce una disemina-
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con la comunidad como parte de un proceso en el que la familia se asienta como célula social básica; la casa, que se petrifica y gana poco a poco monumentalidad, representa arquitectónicamente este proceso. Algunas de estas familias se convierten en aristocracias. Hacia el final de este periodo, cuando ya el poder de Roma está a las puertas de Galicia, la cultura castrexa está en proceso de estatalización y de constituir una sociedad tributaria. Los grandes castros o citanias (como San Cibrán de Las en Ourense), constituyen concentraciones que están más cerca de ser propiamente protociudades que aldeas fortificadas. Es incluso posible que fuera la amenaza de Roma la que, junto con las dinámicas endógenas, catalizase ese desarrollo que conduce a la cultura castrexa hacia su fase de mayor complejidad. Fuera como fuese, la entrada de Roma abortó este proceso para, finalmente, realizarlo hasta sus últimas consecuencias a través de la romanización de Galicia. El dominio romano introdujo a la sociedad castrexa bajo fórmulas de organización y control imperiales; el imperio se impuso como una superestructura político-administrativa, haciendo los cambios esenciales para asegurar la hegemonía, pero manteniendo al principio las fórmulas indígenas de jerarquía y sociedad. No es cosa de relativizar el impacto de Roma que incorporó Galicia a un sistema-mundo, explotó colonialmente sus recursos naturales (mineros y pesqueros), impuso el Estado, introdujo una organización administrativo-normativa y, en lo concreto, estableció un hábitat abierto, en villae y vici, que sustituyó al orden fortificado castrexo. Esta mezcla de cambios y continuidades es muy clara en el paisaje rural, en el que culmina durante época romana, a través de la tardoan- tigüedad y en los siglos oscuros, el proceso de larga duración de ocupación del valle y conformación definitiva de un sistema rural basado en la agricultura de labradío intensiva complementada con el monte. Lo que le faltaba al sistema rural castrexo para llegar al paisaje tradicional era hacerse más denso, abrir el asentamiento sustituyendo al castro por la aldea y aterrazarse dentro de un proceso más amplio de arquitecturiza-
ción progresiva. Las tres cosas se inician paulatinamente bajo Roma y se realizan plenamente durante el primer milenio de nuestra era.
4. CENTRALIDAD Y PERIFERIA El modelo general que acabamos de ver, es el que se documenta aparentemente en el valle medio del Lérez, zona 2 de este estudio. Su racionalidad tecnológica, locacional y ambiental sería la que acabamos de registrar aquí. Sin embargo, desde el punto de vista del estudio del arte rupestre y, en particular, de la zona del PAAR, todavía se puede hacer otra interesante observación. En relación con la distribución preferencial de yacimientos de todas las épocas prehistóricas y protohistóricas, la zona 3 que abarca este estudio ocupa una posición central y, al tiempo, aislada. Los yacimientos tumulares y de la Edad del Bronce identificados con anterioridad a este proyecto, pivotan alrededor de la zona 3. Este efecto es asimismo muy obvio si se toman en cuenta los castros de la primera Edad del Hierro e, incluso, los de la segunda Edad del Hierro. De este último momento hay sólo un castro (Praderrei) que está en las inmediaciones de la zona 3. Pero este castro se caracteriza asimismo por presentar una posición central respecto al poblamiento castreño de esa época, que gira en torno a él, adoptando un modelo genérico en el que la mayor parte de los castros giran en torno a Praderrei que, por su parte y respecto a los demás, ocupa una posición central. Estas características se derivan asimismo con claridad de los análisis locacionales que se realizan en los capítulos 10 y 11 posteriores. Desde este punto de vista, podemos decir que la zona 3, área del PAAR, ocupa una posición central respecto a la distribución del restante arte rupestre de la zona 2 y del poblamiento prehistórico y protohistórico de la misma. Este es un dato sustantivo cuya significación sólo puede derivarse de la incorporación de otros datos y análisis que se acometen en los siguientes capítulos de esta monografía.
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M. Pilar Prieto-Martínez
1. INTRODUCCIÓN En este capítulo se presenta la información conocida sobre los yacimientos con cerámica prehistórica de la zona de Campo Lameiro. Aunque los datos son escasos, podemos aportar una breve caracterización de la cerámica de esta zona de la provincia de Pontevedra. Aunque es discutible, a la vista de la cronología que se apunta en la excavación del petroglifo de Laxe dos Carballos (capítulo 7.1.) se ha preferido no incluir yacimientos protohistóricos y de la Edad del Hierro como el Castro de Penalba que sería, al menos en parte, coetáneo de ese petroglifo. El número de yacimientos y de piezas son limitados, ya que estamos hablando de siete yacimientos y trescientas veintiuna piezas cerámicas en total. Estas piezas se han recuperado en superficie, en diferentes trabajos realizados
Figura 9.1. Localización de las tres zonas de trabajo y de los yacimientos prehistóricos estudiados: (1) Anllada, (2) Chaián, (3) Trambosríos, (4) Saídos das Rozas, (5) As Cerdeiras, (6) Penalba, (7) Val da Porca, (8) Túmulo 1 de As Rozas. Se puede observar que no hay asentamientos en la Zona 1, donde se concentran los petroglifos. Pero las excavaciones recientes muestran la existencia de una posible ocupación neolítica de poca intensidad en Chan das Pozas en el área en la que se implante el Centro de Interpretación e Documentación da Arte Rupestre (ver capítulo 7.2. y 7.3.).
por el Laboratorio de Arqueología desde los años noventa del siglo pasado. Los yacimientos que se tratarán son los siguientes: Penalba, As Cerdeiras y Saídos das Rozas (ayuntamiento de Campo Lameiro), Trambosríos y Chaián (ayuntamiento de Moraña), Val da Porca (ayuntamiento de Cotobade), y Anllada (ayuntamiento de Cuntis) (Figura 9.1). El yacimiento de Anllada fue descubierto durante una prospección intensiva, realizada con motivo de la elaboración de un informe sobre el impacto arqueológico de una concentración parcelaria en la parroquia de San Mamede, Cuntis (González 2002), los restantes fueron descubiertos durante los trabajos de seguimiento arqueológico del Oleoducto Coruña-Vigo (Méndez, González y Amado 1995). De hecho, todos ellos se localizan a lo largo de un trazado lineal, y están relativamente próximos entre sí, Anllada es el yacimiento que se sitúa más al N y está a unos 25 km de
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CAPÍTULO 9. CERÁMICA DE LA PREHISTORIA RECIENTE EN EL VALLE MEDIO DEL RÍO LÉREZ
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Capítulo 9. Cerámica de la prehistoria reciente en el Valle Medio del Río Lérez
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Val da Porca, que es el yacimiento que se localiza más al S del área de estudio. Salvo Anllada y Val da Porca, los restantes yacimientos se localizan en lo que Criado (2005) denomina ‘tierras altas de Moraña y Campo Lameiro’, y en concreto, Penalba y de As Cerdeiras se encuentran en la zona del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre (Zona 1) y son los más próximos al petroglifo de Laxe dos Carballos. Durante los trabajos de seguimiento del Oleoducto Coruña-Vigo, gracias a la limpieza de los perfiles de la zanja de la obra, se detectaron estructuras arqueológicas en dos de los yacimientos citados, Val da Porca y Saídos das Rozas, en los restantes sitios el material apareció disperso en superficie y sin estructuras asociadas. En el marco de trabajo del oleoducto únicamente se pudo realizar un pequeño sondeo arqueológico en el yacimiento de Saídos das Rozas. Desgraciadamente, en la excavación del Petroglifo de Laxe dos Carballos y en los trabajos arqueológicos realizados en su entorno, apenas se documentó material cerámico. Únicamente se registraron un fragmento de panza sin decorar de medio centímetro cuadrado, del que no podemos decir más por su mala conservación, y un trozo de arcilla procedente del exterior del área del Parque, posiblemente de la zona de As Canles en San Isidro de Montes en el ayuntamiento de Campo Lameiro. Este material apareció asociado a un percutor en canto rodado y varias lascas de cuarzo en un nivel datado entre los siglos VI y IV BC (Ua22558:, 539 – 357 cal BC (23400±40 BP, 2489-2307 cal BP 2σ), uno de los momentos de uso del petroglifo (Santos 2005 y capítulo 7.1 de este volumen).
2. DESCRIPCIÓN DE LA CERÁMICA En este apartado no pretendemos ofrecer una descripción exhaustiva de los materiales de los yacimientos de esta zona, dado que ya están tratados en detalle en otras publicaciones (Prieto 1999a, 2001 y 2002a). Nuestra intención es realizar una valoración de conjunto para esta zona todavía poco conocida (ver Figura 9.3. para los fragmentos dibujados más significativos de cada yacimiento). Como decíamos más arriba, la base empírica es pobre, el yacimiento del que disponemos más material es Anllada con ochenta y tres piezas, y del que menos As Cerdeiras con quince fragmentos (ver Figura 9.2.). Sin embargo, el material aporta información interesante en un nivel formal y de cronología relativa para la zona de Campo Lameiro, aportando un conocimiento complementario a la investigación allí desarrollada. La adscripción cultural de estos yacimientos ha sido valorada en función de la cerámica (exceptuando una estructura de Saídos das Rozas, de donde disponemos de una datación de C14) y, a grandes rasgos, podemos hablar de tres momentos de actividad prehistórica. El momento más antiguo se centra en el Neolítico Inicial-Medio, para ello contamos probablemente con un único yacimiento, Val da Porca. El segundo momento se localiza en el Neolítico Final, los materiales que se adscriben a esta fase proceden de los yacimientos de Saídos das Rozas y Anllada. Finalmente, los materiales del momento más reciente, el Bronce Inicial, provienen de los restantes yacimientos, Chaián, Trambosríos, Penalba, As Cerdeiras, pero también hay que incluir algunos materiales de Saídos das Rozas y Anllada.
Figura 9.2. Relación de piezas localizadas en cada uno de los yacimientos prehistóricos del área de estudio. El número de piezas es semejante en todos los yacimientos. En As Cerdeiras, el yacimiento más pobre, sólo hay quince piezas, mientras que en Anllada que es el yacimiento que posee más fragmentos, hay ochenta y tres. Este último es el más alejado de la Zona 1 y el más complejo en relación con su secuencia cronológica.
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Figura 9.3. Fragmentos significativos de los yacimientos prehistóricos del área de estudio. Los fragmentos conservados que ofrecen mayor información sobre las formas de los recipientes y su tamaño aproximado son los bordes. Los mejor conservados se corresponden con cerámica lisa en todos los yacimientos. De la cerámica decorada, se conservan principalmente panzas. La decoración de estilo ‘Penha’ se puede observar en los tres fragmentos superiores del yacimiento de Anllada. Los restantes fragmentos de la figura poseen decoración ‘campaniforme’, mayoritariamente hecha con impresión de peine, salvo dos piezas de Saídos das Rozas que poseen impresión de concha (CA-05 y 03).
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Capítulo 9. Cerámica de la prehistoria reciente en el Valle Medio del Río Lérez
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Dentro del grupo de materiales estudiados, el del yacimiento de As Cerdeiras se presenta mucho más fragmentado y rodado que los demás, se puede adscribir a grandes rasgos a la prehistoria reciente, aunque las características de la cerámica son bastante coherentes con las que se conocen para el Bronce Inicial en contextos gallegos. Seguidamente sintetizaremos las características principales de la cerámica de los yacimientos de esta zona siguiendo un orden cronológico.
VAL DA PORCA Se registraron treinta y ocho fragmentos sin decorar a partir de los que se pudieron estudiar ocho recipientes. En relación con la morfología de los recipientes, se observan perfiles compuestos cerrados (recipientes con hombros) y simples cerrados (cuencos y cubiletes), uno de estos recipientes alcanza los 7,80 litros de capacidad. En cuanto al tratamiento técnico, la cerámica está realizada a mano, las texturas son compactas gruesas micáceas, y aunque algún grano del desgrasante puede llegar a alcanzar hasta los 7 mm de grosor, los tamaños son inferiores a 5 mm, presentando una dispersión irregular y escasa en la mezcla arcillosa, ello se observa en superficie y en fractura. Destacan los acabados alisados toscos, siendo los alisados finos excepcionales. Los tonos registrados son rojos y negros en la misma proporción, mientras que el ambiente de cocción destacable es el oxidante de fracturas monocromas. Las características morfotécnicas de esta cerámica son semejantes a las de la cerámica de yacimientos de fases antiguas de la prehistoria gallega, como A Míllara (Prieto 2001) u O Regueiriño (Prieto, Tabares y Baqueiro 2005). Sin embargo, los asentamientos del Bronce Final gallegos también aportan habitualmente un número muy escaso de fragmentos rodados, son piezas de pequeñas dimensiones, están muy excepcionalmente decoradas y presentan unas características morfotécnicas fácilmente confundibles con las neolíticas en el caso de conjuntos cerámicos con pocas piezas. Por lo tanto, la adscripción cultural no deja de ser problemática para este conjunto cerámico, y aunque los datos contextuales son escasos, debemos remitirnos a ellos para intentar precisar más una interpretación. Si bien, el material de Val da Porca fue localizado en superficie, durante los trabajos de limpieza de la zanja construida para el oleoducto, se localizó una serie de estructuras que no se pudieron excavar, y que consistían en agujeros de poste, y diferentes cortes que podrían corresponderse con perfiles de fosas o zanjas de cabañas. Estas características se alejan de lo que se conoce actualmente para los yacimientos neolíticos de las fases antiguas y medias en Galicia (las estructuras que suelen aparecer son aisladas, tipo fosas, respondiendo a una estrategia esporádica de la ocupación), y responde más a lo que se conoce para los asentamientos tipo poblado de la Edad del Bronce. Sin una datación radiocarbónica para este yacimiento, no podemos asignar con seguridad una adscripción cultu-
ral para este conjunto, y por lo tanto, aunque consideramos que podría ubicarse en los momentos iniciales y medios del Neolítico, debemos dejar abierta la opción también al Bronce Final.
ANLLADA La zona de Anllada está conformada por noventa fragmentos de cerámica prehistórica, a partir de los que se pudieron estudiar once recipientes. Únicamente siete piezas presentan decoración, cinco de ellas poseen decoraciones inciso metopadas y dos campaniformes. Se pueden establecer dos grupos formales y cronoculturales diferentes, por un lado, se documentan sesenta y nueve piezas cerámicas que pueden adscribirse al Neolítico Final y, por otro lado, un total de veintiuna a la Edad del Bronce. No se han podido documentar áreas de concentración del material según los períodos, dado que éste fue recogido en superficie durante los trabajos de seguimiento de la obra de una concentración parcelaria, así que el material no se ha recuperado in situ. En un nivel morfológico, hay una escasa variedad de formas. Se constataron siluetas simples y cerradas, posiblemente con forma de cuenco y olla. Asimismo, se registraron siluetas compuestas abiertas, con morfología de vaso y un longobordo y siluetas compuestas cerradas (una jarra). En un nivel técnico, en la mayor parte de los recipientes lisos y con decoración inciso-metopada predominan las texturas compactas medias y gruesas con un predominio de desgrasante cuarcítico que puede alcanzar hasta 3 mm y granítico, con un tamaño de hasta 10 mm, respectivamente. En este grupo abundan los fragmentos que presentan grietas en la superficie de las paredes de los recipientes, que son el resultado de aplicar un acabado poco cuidado. Este acabado consiste en regularizar las superficies en mojado con la mano, en algunos casos se puede añadir agua a dichas superficies mientras se realiza el proceso de regularización, a este proceso se le denomina ‘lissage á main mouillée’ (Salanova 2000: 30), pero cuando el añadido de agua es excesivo mientras se realiza este proceso, se producen grietas en la superficie de los recipientes durante la fase de secado y cocción. Y estas son las grietas que nosotros encontramos en estos recipientes. En cambio en la cerámica campaniforme, las texturas son compactas finas y con un desgrasante inapreciable en un nivel macroscópico. En relación con el acabado, se documentan de manera excepcional los alisados finos, en la cerámica campaniforme y un recipiente inciso, siendo predominantes los alisados medios y toscos para el resto de la cerámica. En cuanto al color, se registran tonos claros (sobre todo marrones claros y naranjas) y oscuros (marrones oscuros y negros) en la misma proporción en todo el conjunto cerámico, y asimismo, el ambiente de cocción es tanto reductor como oxidante predominando las fracturas monocromas, y en menor medida las fracturas en sandwich, que se registran en la cerámica decorada principalmente.
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SAÍDOS DAS ROZAS Se documentaron treinta y ocho fragmentos de cerámica en el área. Uno de los fragmentos se documentó en el interior de una fosa junto a un canto rodado de cuarzo, el fragmento es pequeño y está sin decorar, posee un desgrasante fino y micáceo, de tonos claros, acabado alisado medio y fractura bícroma oxidante. Dicho depósito fue datado en el Neolítico Final entre (CSIC-1131: 2900-2690 cal BC (4219±32 BP, 4850-4640 cal BP 2σ), (Prieto 2001) (muestras calibradas mediante el programa CALIB 4.3, desarrollado por M. Stuiver, P.J. Reimer y R. Reimer (http://calib.org/calib/), utilizando la curva de calibración Stuiver et ál. 1998 y Stuiver, Reimer y Braziunas 1998). Por el contrario, el resto del material fue documentado en superficie y responde a los rasgos propios de los conjuntos cerámicos campaniformes, de un momento posterior. Se pudieron estudiar once recipientes en este conjunto. La morfología de la cerámica decorada se corresponde con perfiles compuestos abiertos de perfil suave y en algún caso carenado (vasos y cazuela), los tamaños son variados entre 0,50 l y 3 l de capacidad. En la cerámica sin decorar, en cambio, se registraron perfiles simples cerrados (cuencos) y compuestos cerrados (vasos y floreros), pero no hay recipientes que se puedan reconstruir dado su fuerte grado de fragmentación. En relación con el tratamiento técnico, encontramos diferencias entre la cerámica lisa y la decorada como en el yacimiento anterior. Mientras que la cerámica decorada es de texturas compactas finas sin un desgrasante superficial apreciable, de acabados alisados y bruñidos finos, y colores brillantes rojos y negros respectivamente; la cerámica
lisa es de texturas compactas gruesas y porosas finas, desgrasante cuarcítico grueso, con un acabado alisado tosco y excepcionalmente un bruñido tosco con los mismos colores que la cerámica decorada pero de aspecto mate. La decoración está presente en cinco fragmentos que son campaniformes. En este yacimiento encontramos una mayor variedad técnica, ya que se utiliza la impresión, bien de peine con improntas cuadradas y rectangulares, bien de concha de zamburiña (con dos tamaños), o bien de punzón con improntas cuadradas y ovaladas. Los elementos decorativos representados son de carácter geométrico y rectilíneo combinándose a partir de líneas horizontales, verticales y zig-zags. Cabe destacar como excepcional en el registro gallego la existencia de un zigzag hecho con impresión de concha, al igual que su relleno de líneas verticales (CA-03), ya que estos elementos decorativos habitualmente son realizados con la técnica de puntillado.
CHAIÁN Se documentaron cuarenta y cuatro fragmentos de cerámica en superficie, a partir de los que se pudieron estudiar diez recipientes, sólo dos presentan decoración de tradición campaniforme. En cuanto a la morfología, los perfiles documentados en la cerámica lisa son simples abiertos (troncocónicos), simples cerrados (cuencos) y compuestos cerrados (bitroncocónicos), mientras que en la cerámica decorada son perfiles compuestos abiertos, algunos de ellos poseen panzas carenadas (vasos y cazuelas). En un nivel técnico, la cerámica decorada es de pastas más depuradas, como también hemos constatado en los yacimientos anteriormente descritos, de texturas compactas finas, acabados bruñidos finos y tonos oscuros, mientras que la cerámica lisa es de pastas más toscas. La decoración está presente en dos fragmentos. La técnica empleada es la impresión de peine de improntas cuadradas y pequeñas. Los elementos decorativos representados son de carácter geométrico y rectilíneo a base de líneas rectas horizontales y verticales conformando sus motivos a partir de la reiteración de dichos elementos.
TRAMBOSRÍOS Se documentaron sesenta fragmentos de cerámica, a partir de los que se pudieron estudiar trece recipientes, de los cuales cuatro poseen decoración campaniforme. En cuanto a la morfología, los perfiles de la cerámica lisa son simples cerrados (cubiletes) y compuestos cerrados (bitroncocónicos y vasos), siendo los tamaños variables desde 0,20 l en el recipiente más pequeño hasta 13 l en el de mayores dimensiones. En cambio, la cerámica decorada presenta perfiles compuestos abiertos (vasos y cazuelas) y los tamaños son más bien pequeños, oscilando entre 0,30 l y 0,90 l de capacidad. En relación con el tratamiento técnico, la cerámica decorada es de texturas compactas finas, con acabados ali-
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Finalmente, en un nivel decorativo, podemos hablar de dos grupos. Por un lado, un conjunto de cinco fragmentos con decoración tipo ‘Penha’, cuyos diseños están hechos a partir de elementos decorativos geométricos a base de líneas rectas horizontales y verticales, reticulados, espinas de pez incisos. Únicamente en un fragmento se documenta impresión de punzón triangular. Por otro lado, un conjunto que se reduce a dos piezas de cerámica campaniforme, con diseños también geométricos realizados a base de líneas rectas horizontales con impresión de peine y punzón circular y ovalado. Así, se constatan algunas diferencias formales en la cerámica que nos permiten separar dos grupos cronológicos. Uno que se inscribe en el Neolítico Final, con recipientes que tienen formas simples principalmente, pastas compactas medias con desgrasante cuarcítico, y decoraciones incisas e impresas a punzón; destacando que no hay diferencias morfotécnicas entre la cerámica lisa y decorada. El otro se incluye en la Edad del Bronce, momento en el que ya se observan diferencias formales entre la cerámica lisa y decorada, tanto en las morfologías como en los rasgos técnicos, a este momento se corresponden los recipientes lisos de pastas más toscas del yacimiento y la cerámica campaniforme, que es la de pastas más cuidadas.
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sados y bruñidos finos, claros y oscuros respectivamente. Mientras que la cerámica lisa es de texturas compactas finas y medias cuarcíticas, acabados alisados toscos y tonos claros. Se observan las mismas diferencias morfotécnicas entre la cerámica campaniforme y la cerámica lisa que en los anteriores yacimientos. La decoración está presente en cuatro recipientes. La técnica empleada es la impresión, predominando el puntillado sobre la impresión de concha, en ocasiones se combinan los dos instrumentos en el mismo recipiente (CA-01). Este patrón es mucho más frecuente en los asentamientos del interior de Galicia. Los elementos decorativos representados son de carácter geométrico y rectilíneo basándose en líneas rectas horizontales que se reiteran a lo largo de las superficies externas del recipiente. Es el yacimiento con los diseños más sencillos de la zona.
PENALBA Se recogieron treinta y cinco fragmentos de cerámica, a partir de los que se pudieron estudiar cuatro recipientes, de los cuales uno posee decoración campaniforme. A pesar de su pobreza numérica, se ha podido constatar la existencia de perfiles compuestos cerrados (bitroncocónicos) en la cerámica lisa y de perfiles compuestos abiertos (vaso) en la cerámica decorada. Nuevamente la cerámica decorada es de pastas finas bruñidas y negruzcas, mien-
tras que la lisa es de texturas compactas medias, acabado alisado tosco, de tonos claros y ambiente de cocción oxidante. La decoración está presente en un único fragmento, que presenta una serie de líneas rectas horizontales puntilladas hechas con un peine de improntas cuadradas y pequeñas.
AS CERDEIRAS Se recogieron quince fragmentos de cerámica sin decorar a partir de los que se pudieron estudiar cuatro recipientes. Dado el grado de fragmentación de las piezas, no hemos podido identificar morfologías, únicamente dos recipientes apuntan a un perfil compuesto y probablemente cerrado. Los recipientes poseen texturas compactas gruesas, un desgrasante cuarcítico de gran tamaño que llega a alcanzar los 7 mm de grosor. El acabado de la pasta es el alisado tosco exclusivamente, aunque la superficie está bastante desconchada en muchos de los fragmentos. Tres recipientes son de tonos claros con fracturas en sandwich y uno es negro de fractura monocroma. La adscripción cultural del conjunto cerámico presenta la misma problemática que el yacimiento de Val da Porca, dada la escasez de piezas y lo poco significativas que son formalmente hablando, ya que las características del material están presentes en la cerámica de cualquier yacimiento prehistórico. Sin embargo, dado que predominan las formas compuestas, a pesar de la escasez de recipientes, y que las pastas son extremadamente toscas, podríamos pensar, siempre como hipótesis y a falta de otros datos que lo corroboren, que nos encontramos ante un yacimiento de la Edad del Bronce.
Figura 9.4. Reconstrucciones hipotéticas de algunos recipientes de Val da Porca, Saídos das Rozas y Trambosríos. Dado el elevado grado de fragmentación, el número de recipientes reconstruidos es muy escaso, aunque las formas presentes son, en definitiva, coherente con y representativas de las formas conocidas para la cerámica prehistórica gallega. Los recipientes decorados tienden a ser más pequeños, mientras que los lisos poseen rangos mayores de tamaños, lo que probablemente tiene que ver con su función particular (almacenamiento, cocina…) y mayor variabilidad funcional.
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3. COMENTARIO FINAL
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La cerámica de los yacimientos estudiados nos permite confirmar la antigüedad de la actividad humana en la zona de estudio, siendo coherente con la serie de resultados radiocarbónicos del petroglifo de Os Carballos de Campo Lameiro (Santos 2005, capítulo 7.1 y 16 en este volumen) y siendo completados por la datación de Rozas (Prieto 2001). Aunque no se pueda definir la intensidad de esta actividad a partir del registro que tenemos actualmente, podemos plantear la posibilidad de que esta actividad haya podido ser relativamente intensiva. Pero ¿por qué esta afirmación si la presencia de material es tan escasa? Porque la mayor parte de los hallazgos de yacimientos prehistóricos efectuados en Galicia durante los trabajos de seguimiento en obras públicas han sido evaluados a partir de un número mucho más escaso de fragmentos que los encontrados en esta zona de estudio. Un ejemplo destacado es el yacimiento de Devesa do Rei (Vedra, A Coruña), sitio en el que se documentó un único fragmento liso prehistórico en los trabajos de seguimiento arqueológico, y tras su excavación, se comprobó la existencia de un área de actividad arqueológica realmente compleja (Aboal et ál. 2005). Por lo tanto, podemos pensar que el hallazgo en superficie de un número escaso de materiales puede ser indicio de un yacimiento amplio y complejo en la mayor parte de los casos en esta zona de estudio. En lo que se refiere a los yacimientos neolíticos de las fases más antiguas, hay que señalar que actualmente existen verdaderos problemas para poder definir cronológicamente los espacios de actividad doméstica. Un ejemplo paradigmático de este problema lo encontramos en el sitio de O Regueiriño en la Península de O Morrazo, único yacimiento del Neolítico Antiguo en Galicia excavado en extensión (Lima 2005, Prieto, Tabarés y Baqueiro 2005), y que no ha podido ofrecer una muestra fiable para su datación. Por otro lado, los estudios formales de la cerámica permiten valorar una adscripción cultural muy relativa, dado que la cerámica presenta una gran homogeneidad morfológica y técnica. Si tenemos en cuenta las dataciones obtenidas en la Zona 1, encontramos que entre el 4260-4040 cal BC (5350±50, 6210-5990 cal BP 2σ Ua-22558) se inician una serie de procesos erosivos posiblemente inducidos antrópicamente como resultado de la eliminación de capa vegetal (Santos 2005 y capítulo 16 en este volumen). Esta fecha podría ser coherente con la cronología de los materiales de Val da Porca, en el caso hipotético de que este conjunto se adscriba a este momento de la Prehistoria y es perfectamente coherente con el primer momento de ocupación excavado en el yacimiento localizado en el Centro de Interpretación e Documentación da Arte Rupestre Paredes-Praderrei (ver capítulo 7.2 en este volumen). La datación obtenida de la estructura excavada de Saí dos das Rozas, nos ubica en el Neolítico Final, con una cronología de 2900-2690 cal BC (4850-4640 cal BP 2σ), que puede estar en relación con la construcción o modificación de algunos de los túmulos de la necrópolis, localizados en
el entorno inmediato de dicha estructura. De hecho, en el Túmulo 1 de la necrópolis se han recuperado unos fragmentos de cerámica con decoración peinada, diseño decorativo propio de las cerámicas ‘tipo Penha’ de la zona del NW de la Península Ibérica del Neolítico Final. Dentro de este amplio abanico cronológico se integraría parte del material de Anllada y la segunda fase de ocupación del yacimiento excavado en el Centro de Interpretación e Documentación da Arte Rupestre (ver capítulo 7.2 en este volumen). No debemos olvidar, además, que en el mismo Túmulo 1 de Saídos de As Rozas hay una datación (Patiño 1985) que, aunque hay que tomar con cautela dado que la muestra ha sido analizada en el laboratorio japonés de Gakusuin [GAK-11189: 4314-3660 cal BC (5150±140, 6264-5610 cal BP 2σ)], nos ubica en un abanico cronológico, anterior al de la estructura mencionada, y más relacionado con las dataciones del Neolítico Medio de la Zona 1 arriba comentadas. En lo que se refiere al Bronce Inicial, no disponemos de dataciones asociadas directamente a la cerámica, sin embargo, ésta es más fácil de caracterizar, dado que los conjuntos cerámicos campaniformes de la zona de Campo Lameiro responden a los rasgos generales del NW peninsular, con dos grandes variantes cerámicas básicamente, una lisa de apariencia tosca y de uso más cotidiano, y otra fina y decorada con diseños lineales, bien puntillados o bien impresos con una concha de zamburiña. La decoración es sencilla, y las pastas son mayoritariamente claras, naranjas o rojizas, respondiendo al mismo patrón que el encontrado en la cerámica de la mayor parte de los asentamientos de la costa gallega y de los enterramientos megalíticos (Prieto 2007). Aún así, no se puede aproximar mucho más la cronología relativa, ya que, como se ha comentado en otros trabajos anteriores (Prieto 1999b, 2007), la variedad estilística no está directamente relacionada con la cronología interna del campaniforme. Aunque en Laxe dos Carballos, entre el 2140-1880 cal BC (3640±40 BP, 4090-3830 cal BP 2σ, Ua-22552) continúa el proceso de acumulación natural de depósitos sobre la roca en la que se grabó el petroglifo y no se detecta actividad humana, esta fecha podría estar relacionada tanto con los materiales documentados en Penalba, que es el yacimiento campaniforme más próximo a dicho petroglifo, como con los materiales de los otros yacimientos campaniformes tenidos en cuenta para el estudio de esta zona. El material campaniforme procedente de Saídos das Rozas, localizado próximo a la estructura del neolítico final, nos ofrece un tipo de contexto que probablemente no sea estrictamente habitacional. Dado que se conocen múltiples ejemplos de megalitos reutilizados en época campaniforme, como por ejemplo, el Túmulo de Monte da Romea (Mañana 2003), el Dolmen de Monte dos Marxós (Suárez y Lestón 2005) o el Dolmen de Forno dos Mouros (Criado y Vaquero 1991), entre otros muchos ejemplos, es lógico esperar que se desarrollen actividades en torno a dichos rituales funerarios, por lo que el material campaniforme de Saídos das Rozas podría estar conectado con algún tipo
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de actividad ceremonial vinculada con el contexto funerario inmediato. Este tipo de actividades empiezan a ser registradas en otras zonas de la provincia de Pontevedra como es el caso del yacimiento de Entrepiñeiro, sitio ubicado en el espacio intratumular de la necrópolis de As Pereiras (Mos, Pontevedra) en el que se documentó abundante material pero ninguna estructura asociada al mismo ni dataciones para dicho nivel de ocupación (Vázquez 1995 y 2000). Cabe destacar que, por el momento, no se conocen yacimientos de la Edad del Bronce Final en la Zona 1, únicamente apareció un pequeño fragmento cerámico indeterminado asociado al uso del petroglifo de Laxe dos Carballos en un nivel de la Primera Edad del Hierro [Ua22558: 539-357 cal BC (2340±40 BP, 2489-2307 cal BP 2σ)]. Caben múltiples interpretaciones para valorar la ausencia de materiales en el Bronce Final en la zona del petroglifo. La primera nos la aporta la estratigrafía del petroglifo: entre el 1280-1130 cal BC (3230-3080 cal BP 2σ) [Ua22556: 1140-1130 cal BC (3055±40 BP, 3090-3080 cal BP 2σ- y Ua-22559: 1280-1260 cal BC (3125±45 BP, 3230-3210 cal BP 2σ)] se ha datado un depósito sin material arqueológico a 15 cm por debajo del límite inferior de los grabados que se corresponde con un nivel de quema en las proximidades del petroglifo de Laxe dos Carballos; este nivel se ubica justo debajo del nivel de uso del petroglifo (Santos 2005 y capítulo 7.1 en este volumen). Estos datos indican que en el Bronce Final esa zona era más apropiada para pasto de ganado que para construir un lugar de hábitat. Y la segunda, y más directa, es que no se hayan utilizado recipientes cerámicos durante la actividad ritual allí desarrollada. En la Edad del Hierro puede estar pasando lo mismo, aunque en este caso la proximidad al petroglifo del castro de Penalba, cuyo nivel de ocupación más antiguo se sitúa en la Primera Edad del Hierro (Álvarez 1986) confirma este patrón. Otra interpretación complementaria a la ausencia de materiales y yacimientos en la Zona 1, es que se haya llevado a cabo algún tipo de limpieza en éstos antes de su abandono (por lo que una prospección arqueológica o un seguimiento con remoción superficial de tierra no sería muy útil para detectar este tipo de yacimientos). Este tipo de actividad, que ya ha sido documentada en otras zonas europeas, está en relación con la existencia de un nuevo modo de organizar la basura. De hecho, el patrón de deposición de los desperdicios, concentrados en la periferia de los yacimientos y lejos de su zona central y la se-
lección de espacios para tirarlos, puede ser parte de la explicación de la escasez de hallazgos para la mayoría de los asentamientos conocidos de la Edad del Bronce en el N de Jutlandia (Rasmussen 1995), si salvamos las distancias geográficas entre Galicia y Jutlandia, nos encontramos con yacimientos de semejantes características estructurales. La nueva forma de gestionar la basura encuentra su culmen en los castros gallegos, en donde se organizan verdaderos basureros en la periferia de las áreas de habitación, como puede ser el caso del basurero documentado en el Castro de Montealegre (Aboal y Hierro 2005). Esto sería coherente, si se pone en relación con los yacimientos del Bronce Final conocidos en Galicia, ya que a partir del 1300 BC este fenómeno es detectado en los asentamientos. Conocemos actualmente dos yacimientos excavados, Monte Buxel (Prieto 2002b) y Carballeira do Espíritu Santo (Blanco y Prieto 2008), en los que se han documentado abundantes estructuras arqueológicas, pero un número escaso de piezas cerámicas, que presentan restos orgánicos quemados en fractura en un alto porcentaje. Estos restos son un indicio evidente de contacto con fuego en un plazo de tiempo corto en relación a la rotura de los recipientes. No debemos descartar, por lo tanto, una cierta intencionalidad del uso del fuego en el abandono de estos yacimientos a partir del Bronce Final, a la que se suma la limpieza de parte de los materiales que evidencian una actividad anterior. Este tipo de actividades dificultan sin duda la localización en prospección de yacimientos en este período. Por lo tanto, la casi ausencia de restos materiales en los yacimientos gallegos del Bronce Final no sólo necesariamente tiene que estar vinculada a la inexistencia de actividad material sino que puede estar relacionada, o bien, con la forma de gestionar la basura que se produce mientras se utilizan los asentamientos, una mera cuestión de higiene, o bien, con la manera de amortizar el asentamiento cuando se abandona quizás haciendo una ‘limpieza funcional y ritual’. Esto último podría tener más sentido todavía en un contexto tan particular como el del petroglifo de Laxe dos Carballos. A lo largo de la Edad del Hierro se continuarán desarrollando y haciendo más complejos estos procesos. Como hemos podido ver a lo largo del capítulo, la escasez de fragmentos no siempre es un indicio de ausencia de datos, sino que por el contrario, nos ha aportado un conocimiento sobre la Prehistoria Reciente en la zona que puede servir como punto de partida para profundizar en futuros trabajos arqueológicos que allí se puedan desarrollar.
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SECCIÓN III El arte rupestre y la construcción de un paisaje cultural
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1. EL VALLE MEDIO DEL RÍO LÉREZ COMO UNIDAD ESTILÍSTICA El valle medio del río Lérez, que incluye el municipio de Campo Lameiro y el Norte de Cotobade (Zona 2), se caracteriza por presentar una variante local del Estilo Atlántico fácilmente definible. Además de presentar los diseños típicos de este estilo, como son los motivos geométricos: cazoletas, combinaciones circulares y laberintos, así como figurativos: cuadrúpedos, serpentifomes, armas, etc., se observan una serie de peculiaridades propias de esta zona con respecto a otras localidades. Si atendemos a los paneles con motivos exclusivamente geométricos, llama la atención la escasa participación de la cazoletas en las composiciones. Las cazoletas son uno de los elementos más característicos de los paneles geométricos de zonas más meridionales como el Baixo Miño o la mitad sur de las Rías Baixas. Por el contra-
rio, uno de los diseños más abundantes del Valle Medio del Río Lérez son los cuadrúpedos. Este tipo de figuras representan en la Zona 2 una región estilística con características formales propias. Mientras en las zonas costeras, donde habría que añadir también otras zonas como Tourón, los cuadrúpedos se definen por la presencia de la línea recta formando ángulos rectos entre el tronco y las patas o entre el tronco y el cuello (Vázquez 1997: 91), en el Valle Medio del Río Lérez, el perfil del animal se define por la presencia de la línea curva. El tipo de cuadrúpedo predominante en la Zona 2, a diferencia del resto del noroeste de la Península Ibérica, se define por la presencia de la línea cérvico-dorsal curva, desde la parte trasera de la cabeza hasta los cuartos traseros, patas inclinadas en diagonal con la parte inferior más adelantada y la presencia de un cuello corto. Este tipo de cuadrúpedo, podríamos decir, es casi exclusivo de esta zona, y que en zonas tan próximas como Cuntis o Tourón este subestilo es prácticamente
Figura 10.1. Izquierda: cuadrúpedo típico de la zona de Barbanza (SW de la provincia de A Coruña, 50 km hacia el NW desde Campo Lameiro) donde se observa un diseño en el que predominan los ángulos rectos; esta variedad estilística es la mayoría en el Estilo Atlántico. Derecha: cuadrúpedo típico del valle medio del río Lérez, en el que predomina la línea curva y una gran integración entre todas las partes del animal.
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CAPÍTULO 10. ANÁLISIS DE DISTRIBUCIÓN DEL ARTE RUPESTRE DE ESTILO ATLÁNTICO
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Capítulo 10. Análisis de distribución del arte rupestre de estilo atlántico
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inexistente (Figura 10.1). Esta circunstancia parece guardar cierta coherencia con la distribución general de los petroglifos44 de nuestra zona de estudio. Si observamos el mapa de distribución del arte rupestre podemos apreciar que los petroglifos de la Zona 2 se constituyen en una agrupación fácilmente identificable y circunscrita a esta zona (Figura 10.2.). El subestilo local y la concentración de rocas grabadas de la Zona 2 coinciden perfectamente con un área fácilmente definible como es el valle medio del río Lérez, es decir, una vez abandonada esta zona, la densidad de petroglifos disminuye drásticamente y el subestilo local prácticamente desaparece. La cuestión fundamental que nos planteamos es si una concentración tan significativa de petroglifos con una personalidad tan marcada pudiera corresponderse, de un modo u otro, con algún tipo de configuración territorial. En este capítulo vamos a tratar de comprobar si es posible testar esta hipótesis de partida con la información extraída de una serie de análisis de tipo espacial realizados con apoyo de herramientas GIS. A través del análisis de las variables que veremos más abajo pretendemos averiguar la posible existencia de condicionantes que determinan el emplazamiento de los petroglifos y comprobar si existen regularidades que a simple vista no se observan, entendiendo por regularidades las asociaciones sistemáticas a un determinado tipo de contexto espacial. Al fin y al cabo, se trata de objetivar hasta cierto punto algunas propuestas que hasta el momento se han planteado de una forma no del todo sistemática.
2. PLANTEAMIENTO METODOLÓGICOS Este trabajo se inscribe en la línea de estudio del arte rupestre desarrollada por el Laboratorio de Arqueoloxía da Paisaxe desde hace varios años (Santos 1996, 1998, 1999, 2008a) (Santos y Criado 1998 y 2000) (Santos, et. al 1997), pero la novedad principal es la incorporación de herramientas GIS para el análisis del espacio del arte rupestre, lo cual supone que tenemos que estructurar y readaptar la información disponible. Antes de comenzar hemos planificado la utilización de los datos y de las herramientas, puesto que, aunque los SIG ya se han empezado a aplicar en otras zonas hace varios años como en el caso del arte rupestre levantino y esquemático (Cruz 2005, Fairén 2006), es una metodología relativamente nueva en el estudio de los grabados gallegos. Este hecho condiciona la propia naturaleza de los análisis realizados, que se centran en cuestiones tan básicas como la distribución y visibilidad de los petroglifos. No vamos a entrar en análisis de variables complicadas, que en todo caso deberán ser abordadas en futuros trabajos, ya que nuestra intención es ofrecer las conclusiones derivadas de la primera aproximación al análisis de los grabados con este tipo de metodología.
2.1. ELECCIÓN DE LA ESCALA, DATOS DE PARTIDA Y ELABORACIÓN DE LA INFORMACIÓN Para el diseño de la estrategia metodológica partimos de la escala intermedia, esto es la Zona 2 de las definidas en el inicio del volumen. Esta decisión se tomó en función de la disponibilidad de recursos de partida: es la zona para la cual existe una mayor cantidad de información y donde su calidad es más alta, además de ser, por extensión, la zona con más densidad de petroglifos en Galicia. Ahora bien, presenta el inconveniente de que, al ser una zona restringida, el análisis tiene un marcado carácter local, por ello en algunos casos concretos se ha optado por adoptar una extensión mayor: la Zona 3. La procedencia y calidad de los datos condiciona en gran medida el planteamiento del estudio y los resultados finales, por ello es necesario conocerlos de antemano para aislar los posibles errores que
Figura 10.2. Distribución general de los petroglifos en la Zona 2 clasificados según los distintos estilos documentados. Estilo Esquemático-Atlántico y Estilo Atlántico.
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Entendemos por petroglifo una entidad arqueológica formada por una roca o grupo de rocas separadas por menos de 5 m por lo que un petroglifo puede estar formado por varias rocas grabadas.
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ción de la entidad petroglifo puede contener varias piedras grabadas, mientras que una roca grabada puede ser delimitada con criterios absolutamente objetivos y universales al estar dicho objeto definido de forma evidente y natural.48 La roca está representada con un polígono cerrado que representa el contorno de la superficie que ésta abarca. Cada una de estas rocas fue definida de forma individual en función de sus características estilísticas e iconográficas. Esto se hizo a través de una tabla vinculada a cada entidad, en la que se recogen tres categorías referentes al estilo y ocho categorías referidas a los motivos. En cuanto al estilo distinguimos entre “Estilo Atlántico”, “Estilo Esquemático” y “Otros”, en esta última categoría incluimos todas las rocas que sólo contienen cazoletas por ser éstas un motivo universal y atemporal no adscribible a ningún estilo definido. Una vez revisada la descripción de la roca se asignaba el valor 1 en los casos en los que un determinado estilo estuviese presente en la roca y valor 0 en los casos en los que estuviese ausente. Hemos centrado nuestros análisis en el Estilo Atlántico, ya que es este grupo de grabados el que posee un marco cronológico más claro y se trata, sin ninguna duda, del estilo más frecuente y representativo del valle medio del Lérez (Figura 10.2.); en cambio en cuanto al Estilo Esquemático Atlántico, como ya se ha indicado en más de una ocasión, parece haber indicios que lo sitúan en un momento posterior al desarrollo del Estilo Atlántico, anterior a la cristianización y que pudiera ser coetáneo de algunos elementos arqueológicos de la Segunda Edad del Hierro, especialmente en su fase más tardía (Santos y García 2002, Santos 2008a). En cuanto al Estilo Atlántico, los criterios para clasificar los distintos motivos están basados en la propuesta cronológica según la cual dicho estilo se desarrollaría dentro de un marco cronológico similar al de otras áreas con grabados rupestres de la Prehistoria Reciente y Protohistoria tales como el área alpina o la escandinava (ver capítulo 12) (Santos 2005 y 2008a). En el capítulo 7.1 hemos expuesto la información que apunta al I milenio, y más probablemente la primera mitad de éste, como la posible cronología de ejecución y uso del petroglifo de Laxe dos Carballos. También hemos visto cómo existen datos suficientes para pensar que el Estilo Atlántico se desarrolló al menos entre el Neolítico Final y la Primera Edad del Hierro, ambos periodos incluidos, es decir, entre la segunda mitad del IV milenio y la primera mitad del I milenio a.C., aunque las fechas límite son difíciles de precisar, ya que la información disponible apunta a que estas son las fechas mínimas y no podemos descartar que el Estilo Atlántico sea más antiguo y que perviva hasta más tarde de la Primera Edad del Hierro.
GPS Leica GS50 con corrección diferencial de los datos en post-proceso a partir de estación base situada en Santiago de Compostela. Además hay que tener en cuenta que la mayoría de los análisis se van a centrar en la zona 2, donde los datos de localización de las rocas son muy precisos. Los parámetros de precisión del modelo son: Error Medio Absoluto: 1,82, Error Cuadrático Medio: 6,29, Error Máximo: 6,97 m, Error Mínimo: 0, sobre 235 puntos de control y para un rango de elevaciones entre 31 m y 816 m. Los criterios para el registro de entidades se explican en el capítulo 6 de este volumen.
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puedan surgir durante el proceso analítico. El origen de la información utilizada en este capítulo ha sido diversa, una parte de los datos proceden del Inventario Arqueológico de la DXPC de los municipios de Cuntis, Barro, Pontevedra, Cerdedo, Moraña, A Estrada y Ponte Caldelas. En estos ayuntamientos la situación de los yacimientos se extrajo de las fichas oficiales y, en la mayor parte de los casos, está tomada de la cartografía analógica 1:10.000 (vuelo fotogramétrico 1983), lo cual introduce dos posibles distorsiones: la imprecisión inherente a la fuente de origen de las posiciones geográficas, y los posibles errores en la transcripción manual de las coordenadas a las fichas. En el caso de Campo Lameiro y Cotobade parte de la información procede de este inventario y parte de las prospecciones realizadas por el Laboratorio de Arqueoloxía da Paisaxe a las que nos referimos en el capítulo 6. En estos dos ayuntamientos, las delimitaciones de los yacimientos rupestres fueron tomadas con GPS45 (Sistema de Posicionamiento Global), por lo que el margen de imprecisión posible en las posiciones es de rango submétrico. Esta divergencia en los datos de origen supone que, mientras los yacimientos de la Zona 2 presentan una localización muy precisa, los petroglifos de los municipios restantes pueden tener una imprecisión que típicamente puede superar los 5 m (excluyendo posibles errores de localización). Esto significa que pueden existir diferencias en el momento de realizar los análisis que mermen la calidad de los mismos. Sin embargo, es importante añadir en este punto que la imprecisión presente en los datos es asumible en todos los casos debido a la escala a la que estamos trabajando.46 Uno de los conjuntos de información esenciales para la mayor parte de los análisis realizados es la modelización de la superficie de la zona a través de un Modelo Digital del Terreno. El modelo (en adelante MDT) ha sido elaborado a partir de la información altimétrica contenida en la cartografía digital 1:5.000 de la Consellería de Obras Públicas de la Xunta de Galicia (curvas de nivel cada metro y cotas singulares),47 concretamente a partir 30 hojas que cubren una superficie aproximada de 17 km por 13 km. Para la definición de la resolución se ha tenido en cuenta la escala a la que se pretenden analizar los yacimientos, los análisis propuestos y la datos arqueológicos, considerando una resolución óptima los 10 m, es decir, la unidad mínima de superficie está constituida por un cuadrado de 10 m de lado. Para los análisis de la Zona 3 utilizamos un modelo de 25 m de resolución, cuya elaboración se detalla en el siguiente capítulo. En primer lugar elegimos como unidad de análisis mínima: la roca, y no la entidad (petroglifo), ya que la defini-
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Pero dentro de un marco cronológico tan amplio es más que probable que hayan tenido lugar cambios en la iconografía y en el estilo. En el capítulo 1.2 y 1.3 habíamos anticipado diversas fases para el desarrollo del Estilo Atlántico en función de la iconografía. De este modo sabemos que en la Islas Británicas este estilo parece desarrollarse y desaparecer con anterioridad al desarrollo de la Edad del Bronce, (Bradley 1998, Beckensall 2002). El arte rupestre de las Islas Británicas guarda estrechas similitudes con una parte de los petroglifos del NW de Iberia. Este grupo se caracteriza por la presencia casi exclusiva de combinaciones circulares y cazoletas, complejas composiciones, a veces con un gran número de figuras geométricas conectadas por variedad de surcos, en ocasiones circulares, dentro de este grupo de Estilo Atlántico cabrían conjuntos de la Zona 2 tales como Outeiro do Pantrigo y las combinaciones circulares de Outeiro dos Cogoludos o Laxe das Rodas. Por otra parte sabemos que la mayor parte de los petroglifos de armas representan utensilios propios del Bronce Inicial, algunos ejemplos serían los puñales de O Ramallal y, finalmente, tenemos figuras que, a juzgar por su iconografía deberían ser encuadrados dentro del I milenio a.C., nos referimos a las escenas de equitación y a los laberintos, a este último grupo podríamos añadir la mayor parte de los cuadrúpedos, ya que su diseño, tanto en la Zona 2 como en el resto del noroeste, no difiere en nada sustancial del de los cuadrúpedos en las escenas de equitación. A esta circunstancia habría que añadir la información aportada por la excavación de Laxe dos Carballos, petroglifo compuesto por cuadrúpedos y combinaciones circulares, aunque estas últimas difieren en cierta medida de las encontradas en las grandes composiciones de figuras geométricas ya mencionadas de Outeiro do Pantrigo, Laxe das Rodas, etc. Basándonos en estas observaciones, más detalladas en el capítulo 20, podemos plantear una secuenciación para el desarrollo en el tiempo del Estilo Atlántico. Así podríamos proponer al menos tres fases cronológicas para el Estilo Atlántico: 1ª Fase. Anterior a la Edad del Bronce. Combinaciones circulares complejas interconectadas con otras combinaciones circulares, pueden estar combinadas con cazoletas y surcos diversos. Cuando comparten panel con cuadrúpedos estos aparecen en los márgenes de la composición. 2ª Fase. Petroglifos con armas del Bronce Inicial. Generalmente puñales, espadas cortas, alabardas y los llamados escutiformes. No suelen asociarse a otros motivos. 3ª Fase. Cuadrúpedos, escenas de caza, laberintos, laberintoides, combinaciones circulares y posiblemente algunas armas. Su cronología probable se iniciaría a principios del I milenio a.C. y, al menos, se desarrollaría hasta inicios de la segunda mitad del mismo milenio. Es posible también que pudiera existir una cuarta fase compuesta por cérvidos de gran tamaño, generalmente ex-
ceden el metro de longitud, este tipo de figura suele aparecer o bien como motivo aislado o formando parte de paneles con otros motivos, en este segundo caso suelen aparecer superpuestos a grabados anteriores llegando a destruirlos total o parcialmente, un caso muy claro de estas figuras es el gran ciervo de Laxe dos Carballos. Este posible grupo sería posterior a la 3ª fase aunque no podemos delimitar hasta cuando se desarrollaría. Por lo tanto, se trata de comprobar si ciertos diseños poseen una distribución determinada en el territorio y cuáles pueden ser los condicionantes espaciales que los definen y, teniendo presente esta propuesta cronológica, si dicha distribución ha estado sometida a cambios significativos a lo largo del tiempo. Para ello hemos dividido los petroglifos de Estilo Atlántico en ocho grupos basándonos en los motivos que poseen: • Círculos. Engloba todas las figuras geométricas circulares que contengan como mínimo un círculo simple con cazoleta. Incluye, por lo tanto, a las combinaciones circulares. Estos petroglifos pueden tener o no más diseños, pero partiendo de la hipótesis de que el motivo más representativo de la primera fase son las combinaciones circulares, pretendemos llevar a cabo un análisis aproximado de los petroglifos de la fase hipotéticamente más antigua de este estilo. Incluimos dentro de este conjunto a los petroglifos que, además de combinaciones circulares, poseen otros motivos, como por ejemplo cuadrúpedos, ya que éstos pudieron haber sido añadidos con posterioridad al panel, tal y como sospechamos que pudo haber ocurrido en Outeiro dos Cogoludos o Laxe das Rodas donde los zoomorfos se sitúan en los bordes de la roca, como aprovechando el espacio dejado por las grandes composiciones geométricas. • Cuadrúpedos. Grupo compuesto por tres especies: cérvidos, caballos y bóvidos Los primeros se definen por presentar la cornamenta característica de este animal. El grupo de los caballos, está formado por los cuadrúpedos sin cornamenta generalmente con cola larga, en este grupo no incluimos los caballos con jinete, puesto que estos tendrán su propia categoría. Por último, los bóvidos son el tipo de cuadrúpedo menos frecuente, poseen cuello corto y ancho y cornamenta de pequeño tamaño, y tal como apunta Vázquez Rozas (1997: 98) sólo podemos distinguirlos con cierta seguridad en Pedra Boullosa (Santa Mariña de Fragas). Este conjunto de petroglifos formarían el grueso de los paneles encuadrables en la fase 3ª del Estilo Atlántico. • Armas. Incluimos dentro de este grupo los petroglifos con puñales, espadas y alabardas, no se incluyen los llamados escutiformes ya que éstos están ausentes en la Zona 2, tampoco incluimos las lanzas, ya que estas suelen formar parte exclusivamente de escenas de caza como elemento complementario y nunca forman parte de los petroglifos de armas, apartándose de las escenas de temática guerrera. Este grupo for-
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2.2. PROCESO ANALÍTICO A continuación describimos las variables empleadas en los análisis de distribución y los criterios para su utilización: Análisis de distribución. Agrupamos las rocas según el tipo de motivos que contienen. Con esto pretendemos encontrar regularidades en el emplazamiento según esta variable, además en este punto se ha valorado la situación de los yacimientos con relación con las tierras de cultivo. Al separar las rocas en función de la iconografía, además de analizar la distribución de los motivos, también se pretende, en cierta medida, estudiar la posible distribución en función de la cronología, ya que partimos de la hipótesis de que algunos diseños pertenecen a fases cronológicas concretas como ya hemos explicado más arriba. Altitud absoluta. Hemos representado numéricamente la altitud calculando siempre las alturas a partir del Modelo Digital de Elevaciones, prescindiendo de la elevación que facilita la ficha del inventario de la DXPC, puesto que ésta, la mayor parte de las veces, está tomada de la cartografía analógica. Éste es un dato que aporta información acerca del patrón de emplazamiento de los petroglifos. Pendientes. Los análisis de pendientes se realizaron sobre el mapa de pendientes obtenido a partir del MDT, en el que los valores resultantes oscilan entre 0º y 54º. Distri-
buimos las pendientes partiendo de cuatro intervalos establecidos a partir de criterios propios: • Entre 1º y 12º, zonas de escasa inclinación. Esta inclinación del terreno se utiliza para definir zonas llanas o de escasa pendiente. • Entre 13º y 23º, zonas inclinadas. Se consideran superficies de poca inclinación, por las cuales el tránsito se desarrolla con escasa dificultad. • Entre 24º y 45º, zonas muy inclinadas. Zonas con la suficiente inclinación como para que el desarrollo de ciertas actividades, como puede ser el desplazarse por el terreno, resulten dificultosas. • A partir de 46º, zonas fuertemente inclinadas. Zonas con la suficiente inclinación como para que el desarrollo de ciertas actividades, como puede ser el desplazarse por el terreno, resulten casi imposible. Análisis de visibilidad. Con estos análisis pretendemos conocer la relación visual existente entre los conjuntos del área estudiada, y saber en qué medida influye en su emplazamiento y en la configuración del territorio. Realizamos análisis por grupos de rocas según los siguiente criterios: • Desde el conjunto de todas las rocas que contengan un mismo motivo, por ejemplo combinaciones circulares, escenas de equitación, etc. En algunos casos determinados también se hicieron análisis desde una roca con algún motivo concreto. • Desde el conjunto de los petroglifos complejos. El análisis de la visibilidad es otro tipo de información que contribuye a definir patrones de emplazamiento. El campo visual desde un petroglifo o grupo de petroglifos suele incluir sitios de la geografía relacionados con dichos petroglifos. Por otra parte, el mayor o menor campo visual de un yacimiento está relacionado con la intención de hacer más o menos visible un monumento y de este modo reglar su relación con las comunidades o individuos con los que comparte un determinado territorio. En nuestro caso hemos evaluado el control de superficie inmediata a las rocas con grabados utilizando el modelo de 10 m de resolución como referencia. Puesto que el MDT de la Zona 2 es limitado, para algunos análisis se utilizó el modelo de resolución de 25 m. Los puntos a partir de los cuales se establece la visibilidad de cada yacimiento se han elevado 2 m, esto responde fundamentalmente a la altura del individuo que observa sumándole una estandarizada e hipotética altura de la roca. Por otro lado, en estas visibilidades sólo se tuvo en cuenta el conjunto de puntos visibles desde más del 25% de las rocas, para depurar el proceso aislando las visibilidades más representativas.
3. VALORACIÓN DE LOS RESULTADOS 3.1. DISTRIBUCIÓN DE LOS PETROGLIFOS EN LA ZONA 2: LAS ESTACIONES La distribución general de los petroglifos de Estilo Atlántico parece ilustrar la existencia de cierta circunscripción terri-
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maría parte de la fase 2ª, aunque, como explicaremos más detalladamente, algunos de estos paneles presentan armas más tardías. • Antropomorfos. A pesar de que las figuras humanas características del Estilo Altlántico son muy esquemáticas y carecen de todo detalle anatómico, suelen ser fácilmente reconocibles porque nunca aparecen aislados sino formando parte de escenas de caza o guerra. • Serpentiformes. Es el tipo de representación más diversa en cuanto a la forma, de hecho contamos con representaciones muy complejas donde se incluye la figuración de las escamas de la piel hasta representaciones esquemáticas que se reducen a una línea sinuosa con un punto en uno de los extremos que representa la cabeza. Aunque en la mayor parte de los casos se encuadran en el Estilo Atlántico, no es posible por el momento precisar demasiado su cronología. • Escenas de equitación. Es la combinación de dos motivos: un caballo montado por un jinete, que puede o no portar arma. En la mayoría de los casos aparecen representadas las riendas. Este conjunto, al igual que los cuadrúpedos, se encuadraría en la fase 3. • Grandes ciervos. Incluimos en este grupo a aquellos cérvidos con cornamenta cuyas dimensiones alcanzan 1 m o más de longitud. Este tipo de figura, cuando aparece compartiendo panel con otros motivos, suele aparecer superpuesto tanto a combinaciones circulares como a cuadrúpedos, por ello se interpretan como una posible última fase del Estilo Atlántico. • Motivos excepcionales. Incluimos los denominados idoliformes, laberintos, pisadas de ungulados, etc.
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torial de la que hablábamos al principio de este capítulo. Dicha territorialidad parece verse subrayada en el mapa resultante de los análisis de visibilidad. En la figura 10.3., podemos apreciar cómo el ámbito visual queda circunscrito a la Zona 2, fuera de ella, la visibilidad es muy parcial y limitada a la zona más alta de algunas sierras situadas al sur y al este. La concentración de grabados rupestres en la Zona 2 contrasta fuertemente con el área circundante, donde los petroglifos desaparecen o bien su presencia se reduce drásticamente. Dentro de la Zona 2 la distribución de los petroglifos no es uniforme, sino que se concentra en zonas muy concretas formando estaciones. Denominamos estación a un petroglifo aislado o a un conjunto de petroglifos que se ubican a escasa distancia unos de otros o que entre dicho grupo no existan discontinuidades espaciales o vacíos significativos, generalmente una estación suele estar asociada a una única forma fisiográfica (Santos 2008a: 33). Estas agrupaciones de petroglifos se distribuyen de forma aproximadamente regular por todo el territorio del valle medio del río Lérez, es decir, que aunque las rocas grabadas no se distribuyen de forma uniforme, sí lo hacen las estaciones. Las principales estaciones las hemos denominado como sigue (Figura 10.5.): Rotea de Mendo-Penalba, formada por media docena de petroglifos de entre los que destacan Laxe da Rotea de Mendo (Figura 1.3.1.) y Pedra da Serpe de Penalba. A Bustarenga, cerca de una docena de petroglifos, de los que se puede destacar el petroglifo principal que da nombre a la estación (Figura 5.5.). Boullosa-Mosqueiriño, formado por ocho petroglifos de Estilo Atlántico. Destacamos el gran petroglifo de Pedra da Boullosa. Monte Paradela, con algo más de setenta rocas grabadas ocupa la Zona 1. Destacan los petroglifos de Laxe dos Carballos (Figura 7.1.14.) y Montes do Corvo, también conocido como Outeiro do Cogoludo. Chan da Carballeda, en torno a una decena de petroglifos, donde cabe destacar la gran roca principal de esta estación con dos ciervos de grandes proporciones. Fentáns, reúne a más de una veintena de petroglifos de una gran riqueza iconográfica. El conjunto se puede subdividir entre el conjunto de Outeiro Morcego, casi exclusivamente con combinaciones circulares y el conjunto de Fentáns con numerosos cuadrúpedos, donde destaca el panel de Pedra das Ferraduras (Figura 20.3.). Chan da Lagoa-Matabois, se trata de la agrupación más importante de petroglifos de la Zona 2, incluye, además de las zonas que le dan nombre, las zonas de O Ramallal, Pedra Furada, Outeiro do Carballiño, As Canles, Coto da Braña, Chan do Carbón entre otras. Destacan los petroglifos de Chan da Lagoa I y II (Figura 1.3.2.).
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Figura 10.3. Suma de visibilidades desde todos los petroglifos de Estilo Atlántico de la Zona 2. Obsérvese como el valle medio del Lérez se define tanto por la concentración de petroglifos como por la visibilidad desde los mismos, configurando, de algún modo, una unidad territorial también remarcada por la presencia de un subestilo específico de la zona.
Lombo da Costa, algo más de una docena de rocas grabadas, es la única gran estación situada al sur del río Lérez. El petroglifo más destacado es el de Laxe das Rodas. Fuera de estas grandes estaciones podemos encontrar más petroglifos, pero generalmente se trata de pequeñas piedras aisladas u otras de mayor complejidad pero en ningún caso formando conjuntos importantes. Tanto las grandes estaciones como los petroglifos aislados se sitúan entre unos valores de 140 m a 550 m, la mayoría de ellos en altitudes medias (200-400 m) (Figura 10.4.) en zonas a media ladera evitando los fondos de valle, especialmente las tierras cultivadas,49 salvo en Lombo da Costa para el caso de las estaciones y algunos petroglifos aislados en el extremo sureste de la Zona 2. En cualquier
Recordamos que la información sobre tierras cultivadas fue obtenida de los planos 1:50.000 con datos de 1947.
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Figura 10.5. Distribución y denominación de las estaciones en la Zona 2. Los petroglifos se agrupan significativamente formando estaciones situadas a media altura que evitan los fondos de valle, las áreas de cultivo tradicionales y las zonas altas de la sierras. Asimismo la distribución de las estaciones es bastante regular; se aprecia a simple vista un cierto nivel de equidistancia entre ellas.
Figura 10.6. Izquierda: mapa de pendientes del terreno. Las zonas de color blanco representan llanos (pendiente inferiores a 12º ). Las estaciones principales se concentran en torno a los llanos situados a media ladera. En las zonas de mayor inclinación, en los llanos de fondo de valle y de los altos de las sierras, los petroglifos son inexistentes. Derecha: ampliación del sector central de la Zona 2.
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caso los fondos de valle, tanto si están cultivados como no, carecen de petroglifos conocidos (Figura 10.5.). Otras zonas ausentes de arte rupestre de Estilo Atlántico son las zonas altas de las sierras. Las estaciones, en cuanto a agrupaciones importantes de petroglifos, tienden a ubicarse en torno a zonas llanas o de escasa inclinación (entre 0º y 12º de inclinación), aunque en raras ocasiones se sitúan dentro de estos llanos, y a medida que nos alejamos de ellos las rocas grabadas apenas tienen presencia. En otras palabras, los petroglifos de Estilo Atlántico se sitúan predominantemente en los bordes de los llanos a media ladera (Figura 10. 6.), especialmente en las zonas cercanas que posibilitan el acceso a los mismos. Una vez más las excepciones se reducen a pequeñas concentraciones de 2 o 3 petroglifos o a rocas aisladas.
Figura 10.4. En esta tabla se muestran los petroglifos de Estilo Atlántico existentes en cada intervalo de altitud.
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Figura 10.7. Distribución de los motivos más comunes. 1: círculos, 2: cuadrúpedos, 3: armas, 4: equitación, 5: ídolos, 6: serpentiformes. Las combinaciones circulares y los cuadrúpedos se distribuyen de forma regular en todas las estaciones. En cambio, las escenas de equitación y las armas se concentran en la mitad oriental de la Zona 2.
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3.2. LOS PETROGLIFOS DE ARMAS En anteriores publicaciones habíamos propuesto un marco cronológico amplio para el Estilo Atlántico en el noroeste de la Península Ibérica (Santos 2005 y 2008a). Concretamente se sostiene la posible existencia de diversas fases en la ejecución de los grabados rupestres de dicho estilo, una más antigua formada predominantemente por combinaciones circulares circunscritas entre el Neolítico y el Bronce Inicial, una segunda con armas adscribible al Bronce Inicial y una tercera con representaciones de cérvidos, escenas de equitación, laberintos y parte de las combinaciones circulares situable en la Primera Edad del Hierro como periodo más temprano, ya que por el momento no tenemos argumentos suficientes para descartar que este estilo perviva hasta la Segunda Edad del Hierro. De ser cierta esta propuesta, la ocupación por parte de los distintos diseños de los mismos sitios y estaciones, e incluso en ocasiones de las mismas rocas, podría estar revelando una interesante reinterpretación de aspectos simbólicos y espaciales a lo largo de al menos 2.000 años, algo que no nos debe sorprender, ya que este mismo fenómeno es observable en Valcamónica (Italia) y en Escandinavia. En lo expuesto hasta el momento, podemos apreciar que los distintos diseños de Estilo Atlántico, independientemente de su cronología y tipología, han ido ocupando los
Figura 10.8. Distribución de los motivos en la Zona 1. Las combinaciones circulares y los cuadrúpedos se localizan a lo largo de toda la estación; en cambio, las escenas de equitación y los antropomorfos se concentran en la mitad oriental.
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Las regularidades en las estaciones también se observan en la distribución de los motivos (Figura 10.7.). Así, en todas las estaciones tenemos petroglifos con combinaciones circulares y cuadrúpedos, de hecho la relación proporcional de ambos motivos es directa, es decir, donde hay más combinaciones circulares también hay más cuadrúpedos. Sin embargo, sí existen ciertas tendencias que desequilibran la distribución de motivos. De este modo, los escasos antropomorfos se sitúan exclusivamente en la mitad oriental de la Zona 2, pero más sorprendente es la distribución de las escenas de equitación, que también se localizan en la mitad oriental de la Zona 2, concretamente en las estaciones de Monte Paradela, Chan da Carballeda, Fentáns, Chan da Lagoa-Matabois y Lombo da Costa. Curiosamente, dentro de cada una de estas estaciones, las escenas de equitación también aparecen en la mitad oriental (Figura 10.8.); incluso dentro de cada petroglifo este motivo también tiende a aparecer en la mitad oriental de la roca, como ocurre en Outeiro do Cogoludo, Laxe das Rodas o Chan da Lagoa 2 (Figura 1.3.2.). Algo similar al caso de las escenas de equitación lo observamos en las representaciones de armas, las cuales aparecen exclusivamente al oriente de la Zona 2. Pero la curiosa distribución de este motivo merece un análisis específico.
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mismos sitios generando, a través del tiempo, estaciones compuestas por cazoletas, combinaciones circulares, cuadrúpedos y, la mayor parte de ellas, además, con antropomorfos, serpentiformes y escenas de equitación. En cambio, para el caso de los paneles con armas,50 observamos enseguida una clara concentración al este del valle medio y formando una alineación de sur a norte (Figura 10.9.). El conjunto de petroglifos con armas grabadas describe un recorrido que desde A Trincheira se dirige hacia el norte atravesando As Canles, Chan da Lagoa, Pedra Furada hasta O Ramallal. Decimos que la orientación del movimiento es de sur a norte y no al revés, ya que precisamente cuando los paneles no aparecen en posición horizontal éstos se orientan para ser vistos por el que recorre este trayecto de sur a norte. Este patrón en la disposición de los petroglifos presenta cuatro excepciones, se trata del petroglifo de Pedra das Ferraduras y los tres de Campo de Matabois. La ubicación de este último grupo entra en clara contradicción con el hipotético recorrido descrito anteriormente. Si consideramos que el tramo que se hace desde Chan da Lagoa a O Ramallal pasa por Pedra Furada (Figura 10.9.), Campo de Matabois quedaría excluido al situarse en paralelo a Pedra Furada. Curiosamente los cuatro petroglifos que se apartan del trayecto propuesto, presentan una tipología de armas distintas a las restantes. Mientras los petroglifos que se vinculan claramente al tránsito propuesto poseen en su gran mayoría puñales cortos de hoja triangular o pequeñas espadas de filos igualmente convergentes, diseños típicos del Bronce Inicial, para el caso de Pedra das Ferraduras y las
tres representaciones de Matabois las armas presentan un perfil más complejo con filos paralelos en su parte media y proximal y apuntado en la parte distal, en dos casos presentan nervaduras y, lo que es más importante, la presencia de posibles remaches en la base de la empuñadura, innovación que como muy temprano es introducida a finales del Bronce Medio en la Península (Meijide 1988: 3) y por lo tanto podrían ser de cronología más tardía. Por ello, si nos ceñimos a un tipo concreto de arma, las espadas cortas y los puñales de hoja triangular, el patrón de emplazamiento parece claro: una alineación de petroglifos, asociados a un trayecto lineal, orientados para ser vistos por el que haga dicho trayecto de sur a norte y con petroglifos que en raras ocasiones comparten roca con los restantes diseños de Estilo Atlántico, concretamente en un solo caso. Pero la definición del patrón no acaba aquí. Existen una serie de elementos interesantes que debemos comentar en relación a este tipo de paneles. El petroglifo más meridional, el que hipotéticamente podría situarse en el inicio del recorrido, es el petroglifo de A Trincheira, situada en medio de un camino y actualmente de muy difícil lectura debido a la erosión. Presenta un solo puñal, al igual que el siguiente situado a pocos metros hacia el norte. Ascendiendo hacia As Canles volvemos a encontrar otro petroglifo con un solo puñal, siguiendo hacia el norte otra roca con un puñal y una posible alabarda. Siguiendo hacia Chan da Lagoa, encontramos un panel con un puñal, varios idoliformes y una combinación circular. Los siguientes petroglifos de armas, si obviamos Campo de Matabois (con armas de distinta tipología), se sitúan en Pedra Furada con varios puñales cada uno. Finalmente el recorrido remata en O Ramallal, en el cual encontramos un petroglifo con siete puñales y finalmente un último petroglifo con once puñales o espadas cortas y un objeto de difícil identificación. Como podemos ver, a medida que recorríamos el trayecto de sur a norte, la complejidad de los petroglifos se ha ido incrementando, desde A Trincheira y parte de As Canles con un solo puñal, luego pasábamos al segundo de As Canles y Chan da Lagoa con un puñal y algún motivo
Figura 10.9. Distribución de los petroglifos con armas. En rojo se representan las armas adscribibles al Bronce Inicial y en azul las adscribibles al Bronce Medio. Los petroglifos del Bronce Inicial se sitúan a lo largo de un hipotético trayecto de unos 3 Km de longitud, que en principio se haría de sur a norte, ya que los paneles están orientados para ser vistos desde el sur.
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No incluimos dentro de este grupo a los petroglifos en los que se representan lanzas clavadas en ciervos o los objetos que pueden portar las figuras humanas en las escenas de equitación. Entendemos como petroglifos de armas aquellas composiciones en las que este tipo de objeto es el claro protagonista y se representa con el suficiente detalle.
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más, posteriormente en Pedra Furada los paneles poseían varios puñales y terminábamos en O Ramallal donde se situaban los petroglifos más complejos con un gran número de armas (Figura 10.10.). Este incremento en la complejidad a medida que avanzamos desde el sur hacia el norte, parece tener cierto paralelismo con el cambio de visibilidad desde estos petroglifos. A medida que nos desplazamos por el trazado dibujado por los petroglifos, también experimentamos cambios interesantes. Desde los primeros petroglifos tenemos una visibilidad reducida y orientada hacia el sur y el naciente, en la mitad del recorrido la visibilidad se incrementa y se abre hacia el oeste para, finalmente desde O Ramallal, la visibilidad se orienta fundamentalmente hacia el norte y oeste (Figura 10.11.).
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Figura 10.10. Gráfico en el que se muestra la complejidad de los petroglifos con armas. A la izquierda se sitúa el petroglifo más septentrional y a la derecha el más meridional. Obsérvese como a medida que nos desplazamos de sur a norte se incrementa la complejidad de los petroglifos.
Figura 10.11. Visibilidad desde los petroglifos con armas del Bronce Inicial. 1. Visibilidad desde los petroglifos de A Trincheira. 2. Visibilidad desde los petroglifos de As Canles y Chan da Lagoa. 3. Visibilidad desde el conjunto de Pena Furada. 4. Visibilidad desde O Ramallal. Obsérvese como, a medida que nos desplazamos hacia el norte, la visibilidad empieza orientándose hacia el S y SE y termina orientada hacia el W y N. Asimismo existe cierto incremento en el ámbito de visibilidad a medida que nos desplazamos de sur a norte.
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Aún es pronto para interpretar el sentido de esta disposición de los petroglifos de armas del Bronce Inicial, pero parece que los datos disponibles apuntan a la posible existencia de algún tipo de camino, quien sabe si procesional, marcado por petroglifos. Esta hipótesis parece verse reforzada por los resultados de los análisis realizados en el capítulo 11 de este libro, donde se muestra como la distribución de este tipo de petroglifos parece corresponderse con posibles vías de tránsito con desplazamiento preferente de sur a norte. Lo que sí es cierto es que mientras los restantes petroglifos de Estilo Atlántico, parecen constituir estaciones que, a lo largo del tiempo, en un proceso acumulativo, van usando los mismos lugares y en muchas ocasiones las mismas rocas de forma reiterada y continuada, los petroglifos de armas del Bronce Inicial parecen funcionar como un “mundo aparte” y con una lógica distinta.
3.3. LOS PETROGLIFOS MONUMENTALES Merecen también un análisis aparte los que hemos denominado petroglifos monumentales. Este tipo de petroglifo se define por la presencia de gran cantidad de motivos en un solo panel, por poseer una variedad de diseños mayor que los restantes petroglifos, por el tamaño del panel, por la monumentalidad de la roca y porque en ocasiones presentan algún motivo infrecuente, tales como idoliformes, serpentiformes, etc.51 Basándonos en este criterio consideramos como petroglifos monumentales los siguientes: • Pedra Boullosa • A Bustarenga (Figura 5.5.)
• Rotea de Mendo (Figura 1.3.1.) • Laxe dos Carballos (Figura 7.1.14.) • Outeiro do Cogoludo • Chan da Lagoa 1 y 2 (Figura 1.3.2.) • Pedra das Ferraduras (Figura 20.3.). • Laxe do Soutiño En esta lista podría ser incluido el petroglifo de Chan da Carballeda, aunque no reúna algunas de las características propias de los petroglifos monumentales. Chan da Carballeda posee un repertorio reducido de grabados, pero el tamaño del soporte y la verticalidad del mismo le confieren una indudable monumentalidad. Esta clasificación de los petroglifos basada en su monumentalidad parece estar también justificada por una serie de constantes en el emplazamiento y en su distribución, hasta el punto de que nos permite hablar de la existencia de un patrón de emplazamiento específico para ellos. Respecto a su distribución, podemos decir que en cada una de las estaciones encontramos al menos un petroglifo monumental (Figura 10.12.). En la estación de Rotea de Mendo-Penalba tenemos la gran Laxe da Rotea de Mendo; en A Bustarenga el petroglifo principal con un gran número de ciervos y motivos circulares en una superficie casi vertical; en Boullosa-Mosqueiriño el petroglifo de Pedra da Boullosa, con cuadrúpedos, combinaciones circulares, al menos un antropomorfo y un serpentiforme de gran tamaño; en Monte Paradela está el petroglifo de Outeiro dos Cogoludos y sobre todo el de Laxe dos Carballos con el gran ciervo con las lanzas clavadas; en Chan da Carballeda está el gran peñasco con dos ciervos de gran tamaño; en el conjunto de Fentáns, Pedra das Ferraduras, en el conjunto de Chan da Lagoa-Matabois la estación de mayor extensión, encontramos dos petroglifos que podemos clasificar como monumentales: Chan da Lagoa 1 y 2, que por su proximidad y similitudes podrían ser considerados como una sola entidad.
Figura 10.12. Los petroglifos monumentales se distribuyen de forma regular por toda la Zona 2. En la imagen se representa, además, la visibilidad desde Laxe dos Carballos, y en ella se puede apreciar como la visibilidad es muy limitada a media distancia y mucho más amplia a larga distancia (más de 500 m). Esta es una característica común de todos los petroglifos monumentales.
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Los petroglifos monumentales ya ha sido definidos con anterioridad en Santos (1998:78-79).
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y no encontramos una superficie visible mínimamente amplia hasta recorridos 1,50 km en línea recta; por otra parte esta zona más visible se sitúa al otro lado del cauce del Lérez, zona difícilmente accesible desde el petroglifo (Figura 10.13.). Otra roca con una visibilidad muy reducida a corta distancia es Laxe da Rotea de Mendo, donde tenemos una visibilidad orientada hacia el sur que apenas excede los 500 m de distancia y la zona más cercana visible con cierta amplitud se sitúa también al otro lado del Lérez a 2,50 km. Podemos señalar también el caso de Laxe do Soutiño, que tanto a corta como a larga distancia la visibilidad es tremendamente reducida. El segundo tipo de petroglifo monumental está formado por A Bustarenga, Outeiro do Cogoludo, Chan da Carballeda y Laxe das Rodas. Estos cinco petroglifos tienen una posición más destacada en el terreno, en afloramientos rocosos que en ocasiones son visibles a varios kilómetros. Pero igualmente el entorno inmediato es visible muy parcialmente, mientras que a larga distancia, a partir de 1 km o 2 km, la visibilidad es mucho más amplia. Por supuesto, esta reducida visibilidad desde los petroglifos monumentales a media distancia, repercute en la escasa capacidad de estos grandes paneles para ser vistos. Esta visibilización tan reducida es comprobable también desde casi cualquier petroglifo, por ejemplo, desde Coto da Braña (Figura 10.14.), situado en un punto con condiciones de visibilidad óptimas, desde lo alto de un cerro en el que se domina buena parte del valle medio del Lérez, sólo son visibles Lombo da Costa y Outeiro dos Cogoludos, es decir, solamente dos de los once petroglifos monumentales. En definitiva, los petroglifos monumentales parecen situarse en lugares ocultos a la visibilidad a media distancia (entre 100 m y 500 m), algunos de ellos empiezan a ser visibles al alejarnos a más de 1 km o 2 km, distancia desde
Figura 10.13. Izquierda: visibilidad desde Pedra da Boullosa. Derecha: visibilidad desde Pedra das Ferraduras. El campo visual desde ambos petroglifos es muy restringido a media distancia y amplia a larga distancia; precisamente son los lugares de acceso más difícil los más visibles.
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Respecto a la iconografía, los petroglifos monumentales suelen poseer escenas con cierto valor narrativo, de un modo u otro relacionado con la caza. Podríamos destacar a este respecto los paneles de Pedra das Ferraduras, Laxe dos Carballos o Laxe da Rotea de Mendo. Es también en este tipo de petroglifos donde encontramos lo que podemos denominar diseños, composiciones y/o escenas minoritarias o raras: en Rotea de Mendo en Pedra Boullosa contamos con una de las pocas posibles escenas de pastoreo y la gran serpiente grabada con especial detallismo; A Bustarenga posee una curiosa composición en la que un cérvido aparece “portando” unos círculos concéntricos unidos al animal mediante un surco recto, evocando una figura que en otros contextos ha sido denominada como ciervo solar (ver capítulo 12); en Rotea de Mendo encontramos una escena de monta con el gran ciervo; Laxe dos Carballos posee uno de los ciervos grabados con mayor detalle, amén del grupo de lanzas, un podomorfo, una posible representación de una cierva preñada, etc.; Pedra das Ferraduras destaca por la presencia del guerrero portando una espada y por los idoliformes; los dos petroglifos de Chan da Lagoa con figuras laberintoides e idoliformes entre otras. En lo que a localización se refiere, podemos distinguir dos tipos de emplazamiento para los petroglifos monumentales de Estilo Atlántico. Por un lado están Pedra das Ferraduras, Pedra Boullosa, Rotea de Mendo, Laxe dos Carballos, Chan da Lagoa y Laxe do Soutiño (Figura 10.13.), en estos seis casos las rocas se encuentran en sitios rodeados por elevaciones del terreno, configurando, en ocasiones, relieves a modo de anfiteatro. En estos casos la visibilidad del entorno esta muy orientada hacia una zona determinada del paisaje, por ejemplo en Pedra Boullosa es visible el entorno inmediato entre 50 m y 60 m
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Figura 10.14. Representación del abanico de visibilidad desde Coto da Braña, que permite verificar que los petroglifos monumentales quedan ”ocultos” en las zonas de sombra del campo visual desde un petroglifo de tamaño medio. Esto es debido a que los petroglifos monumentales se ubican en zonas deprimidas o en lugares con algún obstáculo visual que impide su visibilización.
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la cual es difícil distinguir una figura humana. El tipo de emplazamiento bien sea éste en zonas deprimidas o destacadas parece seguir una estrategia de ocultación, especialmente en aquellos petroglifos monumentales donde el motivo predominante son los cérvidos, es decir, todos menos Outeiro dos Cogoludos y Laxe das Rodas. Esta estrategia se traduce empíricamente en el hecho de que generalmente la roca de un petroglifo monumental no se visualiza hasta que nos encontramos a corta distancia (menos de 100 m) y más frecuentemente esta visibilidad no es efectiva hasta situarnos a menos de 50 m.
3.4. LOS PETROGLIFOS DE ESTILO ESQUEMÁTICO ATLÁNTICO (EEA) Aunque nuestra intención no es analizar en profundidad este estilo de arte rupestre, sí quisiéramos agregar unas breves notas acerca de este grupo de grabados con la intención de constatar las netas diferencias de este estilo con el EA. Existen una serie de trabajos donde se analiza este estilo en mayor detalle (Santos 2002),52 en esta ocasión nos limitaremos a presentar unas observaciones cuyo desarrollo para el caso concreto de Campo Lameiro son todavía provisionales. Este estilo de arte rupestre se distribuye en la Zona 2 en tres estaciones (Figura 10.15.). La primera y más importante es la de As Canles con dieciséis rocas grabadas; la segunda es la de Raposeiras con cinco rocas,53 una de ellas es Laxe da Rotea de Mendo donde encontramos tam-
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bién grabados de este estilo; la tercera estación se localiza en Alba Túnez y está compuesta por cinco petroglifos. Aparte de estas estaciones tenemos otras cuatro localidades con una entidad cada una, una de ellas se sitúa en la conocida como Lagoa dos Patos, la segunda en O Ramallal, que comparte panel con un grupo de armas, la tercera es O Pedroso con una única roca y finalmente en A Portela al sur del Lérez una pequeña roca con dos podomorfos. Aparte de los citados petroglifos existen algunas rocas aisladas con diseños grabados que podrían ser incluidos en este grupo en la Zona 1, concretamente en Laxe dos Cabalos 5 y en Chan da Isca. En total, en toda la Zona 2 tenemos treinta petroglifos con grabados de Estilo Esquemático Atlántico. Los diseños que presentan los paneles correspondientes son predominantemente cruces inscritas en círculos, aunque también existen cruces inscritas en cuadrados, escaleriformes, podomorfos, soliformes y al menos un antropomorfo. Más de la mitad de los petroglifos se sitúan en As Canles. A pesar de que todas las estaciones de este estilo se sitúan en las proximidades de estaciones de Estilo Atlántico, en raras ocasiones comparten panel ambos estilos. Hasta la fecha, hemos catalogado seis rocas en las que ambos estilos aparecen en el mismo panel. En definitiva, existe una clara tendencia a no compartir panel con otros estilos. Una de las diferencias fundamentales entre el Estilo Atlántico y el Esquemático Atlántico es el emplazamiento. Los petroglifos de EA se asociaban a zonas llanas a media altura y especialmente a sus accesos, en cambio para el caso del EEA las rocas las encontramos en lugares de mayor pendiente, a veces casi intransitable y cuando conforman estaciones, los petroglifos se sitúan a lo largo de laderas con fuertes pendientes y describiendo trayectos en sentido ascendente (Figura 10.15.). En todos los casos catalogados hasta el momento, los petroglifos se sitúan en las laderas y en rocas orientadas al naciente.
Este aspecto también ha sido tratado más extensamente en la Tesis doctoral inédita de Manuel Santos Estévez: Petroglifos y paisaje social en la prehistoria reciente del noroeste de la Península Ibérica. Leída en el Departamento de Filosofía e Antropología Social de la Universidade de Santiago de Compostela el 17 de Junio de 2004. Una de ellas, muy similar a la de Escorregadoira da Raposeira, fue destruida durante las obras de ampliación del camino asfaltado que asciende a Penalba.
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Figura 10.15. Distribución en el sector 2 y mapa de pendientes en la zona central del valle de los petroglifos de Estilo Esquemático Atlántico. La ubicación de las estaciones es en gran medida coincidente con las de Estilo Atlántico
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Figura 10.16. Panel de As Canles, ejemplo característico del típico petroglifo de Estilo Esquemático Atlántico con cruces inscritas, que en raras ocasiones comparten panel con diseños de Estilo Atlántico.
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1. PRESENTACIÓN La finalidad de este capítulo es explorar el contexto arqueológico del área nuclear de la que se ocupa este volumen, recurriendo a dos formas de contextualización simultáneas. Por un lado, una contextualización territorial, basada en el análisis de algunas de las formas del registro arqueológico presentes la que se ha definido anteriormente como Zona 2 de trabajo, que constituye el entorno más inmediato del área nuclear de estudio (la llamada Zona 1). Por otro lado, una contextualización que podemos describir como temática: el objeto principal de nuestro análisis no será el arte rupestre, que sólo consideraremos de forma parcial al final, sino otras formas del registro que enseguida presentaremos. De partida, podríamos decir que los desarrollos que siguen son una prolongación de trabajos anteriores, tanto por lo que tienen de utilización de resultados (Parcero 2000, 2003) y de procedimientos analíticos (Parcero y Fábrega 2006, Fábrega 2006, Fábrega y Parcero 2007), como por constituir en gran medida una profundización en el análisis de las formas de ocupación del espacio en el valle medio del Lérez durante, básicamente, la Edad del Hierro. En este sentido, el trabajo se apoya en los resultados obtenidos por las citadas aproximaciones anteriores hechas sobre este mismo registro. Sin embargo, la intención esencial con la que ha sido abordado es más bien la de poner en práctica algunas opciones metodológicas nuevas y explorar su potencial analítico. Más concretamente, el dominio global que hemos tratado de analizar es el de la relación entre las formas de ocupación del espacio y las formas de movilidad a lo largo del tiempo. El ámbito de trabajo concreto en que nos hemos centrado es la Edad del Hierro, pero esto no supone que nos hayamos ceñido con rigor a ese contexto arqueológico. Al contrario, a partir de un análisis centrado en esencia en el poblamiento castrexo, lo que hemos tratado de aportar son tres cosas consecutivas: • Poner en práctica diferentes procedimientos metodológicos, en mayor o menor medida ensayados pre-
viamente, para el análisis de la movilidad y el tránsito por medio de tecnologías geoespaciales (básicamente, SIG). • Analizar en qué medida la movilidad ha podido ser un factor relevante para la localización de los asentamientos durante la Edad del Hierro en esta zona. Más en concreto, explorar las diferentes formas de la movilidad como factor locacional en la Primera y Segunda Edad del Hierro. • Explorar, de modo genérico, las transformaciones en las formas de movilidad sobre el territorio en este espacio a lo largo del tiempo. Esto, a su vez, se concreta en dos cosas: aproximarnos a las formas de los caminos pre-modernos en la zona y rastrear en lo posible su origen histórico.
2. PLANTEAMIENTOS DE PARTIDA En términos conceptuales, el planteamiento hipotético básico del que partimos es que cualquier estrategia posible de ocupación del espacio y apropiación del territorio no sólo incorpora las formas de asentamiento, sino también las formas de movimiento. En otras palabras, que las diferentes formas de implantación de las comunidades humanas en el espacio a lo largo del tiempo se relacionan siempre con diferentes formas de movilidad a través de ese espacio. Esa relación podrá ser más o menos condicionada (la movilidad puede ser un factor más o menos crítico a la hora de decidir la localización de los asentamientos, o la relación puede ser inversa), pero en todo caso es una relación esencial. En términos metodológicos, la proposición de partida es que es posible aproximarse al análisis de las formas de movilidad a través de los procesos de simulación que permiten las herramientas SIG. Esta idea reposa en una trayectoria ya bastante asentada de análisis de la movilidad por medio de SIG, que constituye una de las líneas más
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CAPÍTULO 11. CASTROS, CAMINOS, RUTAS Y OCUPACIÓN DEL ESPACIO. MODELIZACIÓN Y ANÁLISIS DE LAS FORMAS DE MOVILIDAD ASOCIADAS A LOS ASENTAMIENTOS DE LA EDAD DEL HIERRO A TRAVÉS DE HERRAMIENTAS SIG
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fructíferas de aplicación de este tipo de herramientas al análisis arqueológico (como Llobera 2000, Fairén 2004, 2007, Grau 2004, Howey 2007). La base para estas aproximaciones está en la determinación de los factores físicos que condicionan el desplazamiento, concretados en las nociones de fricción (la mayor o menor dificultad que diferentes partes del terreno ofrecen para el movimiento) y coste (el esfuerzo necesario para desplazarse entre dos puntos teniendo en cuenta la distancia lineal que los separa y la fricción del terreno). Los modelos más recurrentes para la determinación de la fricción y el coste se basan en considerar que la rugosidad del terreno (pendiente) y los cursos de agua son los dos factores más influyentes y, además, los más accesibles a una consideración cuantitativa. Nuestro análisis se basará en ambos, en la forma en que luego se concreta. En términos históricos, el desarrollo de este trabajo reposa en la consideración de la existencia de dos formas esenciales de asentamiento en esta zona a lo largo de la Edad del Hierro (según se deriva de Parcero 2000, 2003). En los trabajos citados proponíamos como interpretación básica para esas dos formas de asentamiento su relación con dos contextos socio-culturales diferentes, que definíamos como la Primera y Segunda Edad del Hierro. Lo relevante para este trabajo no es tanto asumir la viabilidad de esa interpretación y de las lecturas en clave socio-política que de ella derivábamos, como reconocer la presencia de dos formas de implantación del asentamiento diferentes dentro del conjunto de poblados fortificados del área. Lo que haremos, pues, es partir de la existencia de dos modelos de asentamiento diferentes, para explorar nuevos factores locacionales (básicamente, la movilidad) que sirvan para profundizar en su caracterización y compresión, de dos formas principales: 1. Explorando la divergencia que esos modelos parecen mostrar entre aislamiento e integración, y 2. Analizando el papel de la movilidad como factor locacional, mediante un examen de las relaciones entre asentamientos – movilidad – control visual. Una segunda posición de partida de tipo histórico es la consideración de que la formación de las redes de rutas y caminos que recorren actualmente el espacio del valle medio del Lérez es, como en cualquier otro espacio posible, el resultado de un proceso histórico. Como tal, es un proceso que habrá tenido un componente acumulativo importante y cuyos estados pasados será posible rastrear en mayor o menor medida. Para ello aplicaremos una estrategia analítica similar a la que pusimos en práctica en un trabajo reciente desarrollado unos kilómetros al norte (Fábrega y Parcero 2007) y que nos permitió determinar la existencia de una serie de puntos (nodos) críticos para el movimiento en la zona y su posible espesor temporal. 54
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3. METODOLOGÍA Y PROCEDIMIENTO ANALÍTICO El procedimiento metodológico seguido tiene su punto más importante en el empleo sistemático de tecnologías SIG para el análisis territorial y para explorar las relaciones entre las formas del espacio geográfico y las formas de poblamiento y ocupación del mismo. Los planteamientos teóricos y metodológicos generales en los que nos basamos para este tipo de aproximaciones han sido desarrollados con detalle en otros lugares (Parcero y Fábrega 2006, Parcero y González 2011), por lo que en este trabajo sólo nos detendremos ocasionalmente en desarrollar algunas cuestiones muy concretas. Respecto a los datos empleados para el análisis, el componente principal para la representación del territorio ha sido un modelo digital de elevaciones (MDE) de 10 m de resolución elaborado a partir de la información altimétrica contenida en la cartografía digital 1:5.000 de la Consellería de Obras Públicas de la Xunta de Galicia (curvas de nivel cada metro y cotas singulares).54 A partir de este modelo básico, se han derivado todos los mapas temáticos empleados en la determinación del componente fundamental del análisis del movimiento en entornos SIG: los mapas de fricción y coste, para los cuales se han tenido en cuenta como elementos principales la pendiente y la orientación, a partir del algoritmo propuesto por Tobler, 1993. Adicionalmente, hemos incorporado al análisis la imagen completa de la red hidrográfica potencial de la zona (determinada a partir de un análisis de drenaje), con la finalidad de definirla como áreas bloqueadas para la movilidad (para evitar que los caminos discurran por los cauces de los ríos). El procedimiento seguido es el mismo que el que presentamos con más detalles en Fábrega y Parcero 2007. La distribución de asentamientos manejada consta de dos conjuntos de datos. El primero son los poblados castrexos, cuya localización y delimitación hemos tomado de nuestros citados trabajos anteriores, complementada con trabajo de campo adicional realizado en estos últimos años que ha permitido incrementar en algunos casos el grado de detalle de la caracterización de los sitios.55 El segundo es la malla de poblamiento rural antigua, que ha sido extraída de Nomenclator 1867. De partida, aunque luego insistiremos en ello, hay que señalar que la muestra que vamos a analizar es estadísticamente muy escasa: dentro de la Zona 2 hay sólo tres castros del grupo 1 y ocho del grupo 2. De todos modos, en gran parte de los análisis que siguen (determinación de caminos óptimos, por ejemplo) hemos incorporado los restantes asentamientos incluidos en la figura 11.1, lo cual eleva el conjunto de sitios a seis para el grupo 1 y doce para el grupo 2.
Los parámetros de precisión del modelo son: Error Medio Absoluto: 1,82, Error Cuadrático Medio: 6,29, Error Máximo: 6,97 m, Error Mínimo: 0, sobre 235 puntos de control y para un rango de elevaciones entre 31 m y 816 m. En el marco del proyecto “De la protohistoria a la romanización: interacción cultural y dinámica del territorio en el norte de la provincia de Pontevedra”, PGIDIT05PXIA23601PR, dirigido por Francisco Javier González García.
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Figura 11.1. Mapa general de la Zona 2, con la localización de los puntos empleados en el análisis: castros de la Edad del Hierro y aldeas documentadas en 1867. Se muestran también los asentamientos de la Edad del Hierro documentados en el espacio circundante a esta zona, que han sido utilizados en parte de los análisis que se presentan.
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Figura 11.2. Mapa general de la zona analizada, con la localización de los trazados viarios empleados en el análisis: vías actuales principales y caminos medievales según Ferreira (1988). Se señalan también los principales puntos de cruce del Lérez y los topónimos asociados a zonas de paso.
Para aproximar la forma y trazado de los posibles caminos medievales de la zona, hemos recurrido a la digitalización de la cartografía general contenida en la obra básica al respecto (Ferreira 1988).
4. ANÁLISIS: PROCESOS Y RESULTADOS A partir del conjunto de datos de partida que acabamos de presentar, y aplicando sobre ellos los procedimientos analíticos que se detallarán en los párrafos siguientes, hemos tratado de explorar las cuestiones que planteábamos al inicio del texto. A continuación vamos a presentar, de forma necesariamente sintética, los principales resultados obtenidos, a partir de cuatro líneas argumentales: (1) la determinación de las claves del tránsito en la zona a lo largo de
la Edad del Hierro, y la valoración del papel de la movilidad como factor locacional, (2) el papel de la movilidad en la construcción del territorio, (3) las formas de continuidad y cambio en la movilidad a partir de época histórica y (4) las relaciones de todo lo anterior con las formas de paisaje definidas en torno a la distribución del arte rupestre.
4.1. LA MOVILIDAD COMO FACTOR LOCACIONAL EN LA EDAD DEL HIERRO El objetivo de este primer nivel analítico es explorar de qué forma se pudo materializar la movilidad en el territorio en relación con los castros: definir algunas de las claves del tránsito a partir de la existencia de posibles puntos de paso críticos en relación con el acceso a los castros y analizar el posible papel de la movilidad como factor locacional. Ob-
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viamente es inadecuado pretender una reconstrucción positiva de los trazados concretos de los caminos de la Edad del Hierro. Pero sí es posible rastrear la existencia de posiciones singulares del espacio que puedan resultar especialmente recurrentes para articular la movilidad desde y/o hacia los asentamientos. Adicionalmente, y una vez identificadas esas posiciones, podrá ser posible abordar diferentes tipos de comparaciones para ver en qué medida los puntos que resulten críticos para la movilidad desde/hacia cada grupo de castros resulten serlo también para la movilidad desde/hacia otros grupos de asentamientos. En otras palabras, aproximarnos a las continuidades y cambios en la movilidad sobre el territorio a lo largo de la Edad del Hierro y contrastar esos cambios con la lógica de la movilidad en épocas históricas. El procedimiento que hemos seguido comienza con la determinación de dos indicadores para aproximarnos a las formas de movilidad relacionadas con cada grupo de asentamientos: los MADO (Fábrega 2006, ver más adelante) de cada poblado singular y los caminos óptimos que unen a todos los poblados de un mismo grupo. Posteriormente, se han combinado esos resultados de varias formas, para tratar de definir las posiciones más recurrentes: • Por un lado, se han combinado los resultados de cada grupo de asentamientos, para obtener el MADO global para los castros de cada grupo, y el conjunto de caminos óptimos de cada grupo. Con ello se aíslan las posiciones geográficas en las que se da una mayor concurrencia de trazados y que, por tanto, son teóricamente más críticas para articular la movilidad. • Por otro lado, se han cruzado ambos resultados globales, para determinar en qué medida hay una correlación entre ambos (la movilidad sin destino previo y la conexión entre localizaciones concretas).
4.1.1. Pasos Los pasos analíticos que hemos seguido son: • Determinación de los MADO individuales de cada castro. Los MADO (Fábrega 2006) son una determinación que representa por dónde se concentraría una movilidad “espontánea” desde un punto de partida cualquier en cualquier dirección, sin predeterminar posiciones de llegada concretas. Un análisis de MADO genera una imagen continua con una gradación de valores, en los que los más altos son las zonas que naturalmente atraen el desplazamiento. Como forma de aislar las posiciones con valores más elevados, se ha recurrido a establecer
Figura 11.3. Posiciones (líneas y posiciones puntuales) en las que se superpone al menos la mitad de los trazados de los caminos óptimos que unen los asentamientos del grupo 1.
una reclasificación del resultado final a partir de los intervalos del rango de resultados obtenidos (intervalos definidos automáticamente según la desviación típica del conjunto de valores de la imagen final). Esta reclasificación define una serie de líneas (a las que nos referiremos como “líneas de MADO”) que representan teóricamente los “caminos óptimos” que parten de un determinado lugar sin una dirección final concreta. La suma de los MADO por grupos de castros genera una nueva imagen que representa las posiciones que más atraen la movilidad en cada momento. • Determinación de los caminos óptimos que conectan cada poblado singular con el resto de poblados de su grupo (según el sistema detallado en Fábrega y Parcero 2007). Suma del resultado de cada grupo. Como forma de aislar las posiciones más críticas para el trazado de los caminos óptimos de cada grupo, se establecieron dos umbrales de selección: posiciones que son compartidas por un 50% y un 75% de los poblados de cada grupo. • Combinación de los indicadores precedentes para determinar 1) el grado de coincidencia entre los MADO y los caminos óptimos, 2) el grado de proximidad entre los asentamientos y las líneas de movilidad preferente definidas por los MADO.
4.1.2. Resultados La primera y más sencilla forma de aproximarnos a una definición de las posibles claves de la movilidad a lo largo de la Edad del Hierro es partir de los trazados de los caminos óptimos entre los castros de cada grupo y aislar cuáles son las zonas en las que hay una mayor recurrencia. Las figuras adjuntas muestran las posiciones en las que coinciden más del 50% de los caminos óptimos que unen los asentamientos de cada uno de los grupos.
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Figura 11.4. Posiciones (líneas y posiciones puntuales) en las que se superpone al menos la mitad de los trazados de los caminos óptimos que unen los asentamientos del grupo 2.
Los resultados son relativamente complejos de interpretar, debido sobre todo a la escasa muestra analizada. Sin embargo hay algunas tendencias espaciales bastante evidentes: mientras que para el grupo 1 la movilidad más recurrente se desarrolla sobre dorsales y divisorias de aguas, para el grupo 2 las posiciones más reiteradas discurren por zonas más cercanas a las partes bajas de los valles. Esto, evidentemente, es función del diferente patrón locacional de ambos grupos de asentamientos. Lo interesante por ahora es únicamente mostrar cómo, de forma esperable, esas diferencias locacionales originan diferentes formas de movilidad en el espacio. Para tratar de ir algo más allá podemos atender a cuál es la relación posible entre movilidad y localización, en qué medida ésta puede entenderse a partir de aquélla. Una primera forma de verlo es comparar las líneas de movilidad “espontánea” a partir de cada asentamiento (los MADO) Figura 11.5. Porcentaje de los trazados de los caminos óptimos coincidentes con las líneas de los MADO de cada asentamiento singular. Valores promedio y desviación típica para cada grupo.
con los caminos óptimos que lo unen con los demás asentamientos de su grupo. Una coincidencia elevada indicaría que la localización de los sitios puede estar en parte condicionada por su proximidad a líneas de tránsito. Lo más sencillo es simplemente ver qué porcentaje de los trazados de los caminos óptimos de cada asentamiento coincide con las líneas de valor significativo de los MADO. Estos resultados no arrojan valores demasiado significativos, pues el promedio es muy similar en ambos casos. Únicamente cabe reseñar que la coincidencia algo mayor en el caso del grupo 2 se corresponde también con una uniformidad más alta en todos los casos (baja desviación típica), pero desde luego las diferencias no son demasiado importantes. Siguiendo en esta línea, una nueva forma posible de explorar esta cuestión es medir la proximidad relativa entre los asentamientos de cada uno de los dos grupos. Por proximidad relativa no nos referimos a proximidad lineal directa, al hecho de que los castros estén más o menos cerca unos de otros. Lo que pretendemos analizar es lo cerca de que poblado esté situado respecto a aquellas zonas por las que sería más sencillo transitar cuando partimos de cualquier otro asentamiento del mismo grupo. En este caso, los resultados que obtenemos son algo diferentes y más complejos que en las tablas anteriores, pues lo que hemos medido para cada sitio individual es la distancia lineal respecto a la línea de MADO más cercana de cada uno de los demás sitios del mismo grupo. Así, en lugar de una tabla sencilla, obtenemos una matriz con un conjunto de valores para los dos grupos (Figura 11.6): Las cifras anteriores pueden ser mucho mejor entendidas si las resumimos únicamente en los valores medios de cada uno de los dos grupos: • Grupo 1 (Primera Edad del Hierro). Distancia media a la línea de MADO más próxima: 469 m; DT: 137 • Grupo 2 (Segunda Edad del Hierro). Distancia media a la línea de MADO más próxima: 280 m; DT: 62
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Figura 11.6. Distancia mínima (en metros) necesaria para alcanzar desde cada castro la línea de MADO más próxima que conduce a cada uno de los demás castros.
Incluso considerando la escasa significación estadística de una muestra tan reducida, se pueden observar algunas diferencias interesantes. Los valores del primer grupo son claramente mayores, pero también más diversos. El grupo 2 reúne valores más homogéneos, y además más bajos. Esto nos permite proponer que existe una aparente relación de mayor proximidad entre la localización de los asentamientos y los patrones de movilidad hacia y desde los poblados contemporáneos para la Segunda Edad del Hierro: en este grupo, los castros se localizan en posiciones más cercanas a las “líneas naturales de movimiento” desde y hacia los demás castros que suponemos contemporáneos. Una forma de afinar el análisis anterior es medir no la distancia lineal entre sitios y líneas de MADO, sino la proximidad real entre ambos; esto es, medir no distancia en metros sino el coste, expresado en tiempo (minutos) necesario para acceder a esas líneas de MADO desde cada poblado. De nuevo tenemos una matriz compleja de resultados (Figura 11.7):
Figura 11.7. Coste mínimo (en minutos) necesario para alcanzar desde cada castro la línea MADO más próxima que conduce a cada uno de los demás castros.
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Figura 11.8. Posiciones derivadas de los MADO de los castros del grupo 1 que muestran una mayor recurrencia (posiciones preferentes para el movimiento desde estos asentamientos). Localización de los castros del grupo y de puntos relevantes por la movilidad (pasos de agua y topónimos de zonas de paso).
Figura 11.9. Posiciones derivadas de los MADO de los castros del grupo 2 que muestran una mayor recurrencia (posiciones preferentes para el movimiento desde estos asentamientos). Localización de los castros del grupo y de puntos relevantes para la movilidad (pasos de agua y toponimios de zonas de paso).
De nuevo, las cifras anteriores se comprenden mejor si las resumimos: • Grupo 1. Coste medio a la línea de MADO más próxima: 8.03 minutos; DT: 2.41 • Grupo 2. Coste medio a la línea de MADO más próxima: 5.24 minutos; DT: 2.94 Las diferencias anteriores se repiten en este caso y, aunque no son muy elevadas en términos absolutos, apuntan de nuevo a una mayor relevancia de la movilidad como factor locacional para los castros del grupo 2 (Segunda Edad del Hierro). ¿Cómo podemos caracterizar mejor esta aparente diferencia? Una buena forma es observar cómo se concretan estas cifras espacialmente (Figuras 11.8. y 11.9.). Estas figuras ilustran una dimensión muy interesante del problema: las áreas que más concentran la movilidad desde los diferentes asentamientos están muy próximas a la localización de los sitios en el caso del grupo 2, pero no en el del 1. Esto es, los castros del grupo 1 están emplazados en posiciones muy próximas a puntos de paso importantes, pero los caminos que los unen “fuerzan” las líneas de movilidad natural, cosa que no ocurre en el grupo 2. Los castros del grupo 1 más que estar localizados en posiciones fácilmente accesibles desde otros asentamientos, están en general próximos a puntos de paso importantes desde el punto del movimiento general por el espacio más que desde el de la comunicación concreta entre asentamientos. De alguna manera los resultados de este conjunto de análisis permiten proponer dos formas diferentes de influencia de la movilidad en la localización de los sitios: • Grupo 1: proximidad a líneas de movilidad generales, a gran escala, pero no tanto en función de la comunicación directa con otros asentamientos. • Grupo 2: proximidad a líneas de movilidad concretas, a posibles caminos de unión entre asentamientos.
4.2. LA CONSTRUCCIÓN DEL TERRITORIO: MOVILIDAD Y CONTROL VISUAL A partir de uno de los resultados derivados del análisis anterior, las claves básicas de la movilidad para cada grupo de asentamientos, el objetivo es ahora explorar las relaciones entre movilidad y control visual de los poblados. Se trata de contrastar en qué medida esas zonas preferenciales de movilidad son más o menos visibles desde los respectivos asentamientos que conectan. La finalidad última es verificar la hipótesis de que, a partir de una consideración locacional preferentemente estratégica para los poblados fortificados de la Edad del Hierro, ello debería implicar un control visual estrecho sobre los teóricos caminos de acceso a ellos. El procedimiento es, de partida, bastante simple: se trata de combinar los resultados de parte de los análisis de movilidad anteriores (concretamente, los caminos óptimos) con los resultados de la determinación del dominio visual potencial de los asentamientos, considerándolos de nuevo de forma tanto individual como conjunta (dos grupos).
4.2.1. Pasos Los pasos analíticos que hemos seguido son: • Determinación de la visibilidad potencial desde cada sitio individual: se dispone una malla de puntos que cubre todo el área ocupada por un asentamiento, y se determina la visibilidad desde cada uno de esos puntos. La visibilidad potencial del asentamiento es el resultado de la suma de las áreas visibles desde cada punto de la malla. • Determinación de la visibilidad sobre los trazados de los caminos óptimos para cada asentamiento indivi-
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dual: se superpone la imagen de visibilidad de cada asentamiento al mapa de sus caminos óptimos, y se determina (1) qué porcentaje del trazado del camino es visible desde el asentamiento y (2) para aquellas partes que sí son visibles, desde cuántas posiciones del asentamiento lo son (visible desde todo el perímetro del castro, sólo desde parte o sólo puntualmente). • Determinación de la visibilidad conjunta de los asentamientos de cada grupo, a partir de la suma de las visibilidades de cada sitio. Se obtiene una imagen con un rango de valores desde 1 (áreas visibles desde un solo asentamiento) hasta un número equivalente al total de asentamientos de cada grupo (tres para el grupo 1, ocho para el grupo 2, áreas visibles desde todos los asentamientos del grupo). • Determinación de la visibilidad sobre los trazados de los caminos óptimos para cada grupo en conjunto: se superpone la imagen de visibilidad conjunta de cada grupo al mapa que representa el conjunto de los caminos óptimos del grupo, y se determina (1) qué porcentaje del trazado de los caminos es visible desde algunos de los asentamientos y (2) para aquellas partes que sí son visibles, desde cuántos asentamientos lo son.
• Comparación del dominio visual de cada asentamiento individual sobre sus caminos óptimos con el dominio visual conjunto sobre el conjunto de caminos de cada grupo. Se trata de ver en qué medida varía el control visual sobre los caminos cuando ese control se ejerce de modo conjunto desde todos los castros de cada grupo. • Normalización de los valores para poder compararlos: dado que cada grupo consta de un número diferente de asentamientos (tres y ocho), para poder hacer una comparación efectiva entre ellos es necesario normalizar los valores obtenidos sobre una base uniforme (%).
4.2.2. Resultados Tomando los asentamientos de forma individual, se observa cómo, en general, el grado de control de cada poblado sobre los trazados de los caminos óptimos que lo comunican con los demás poblados de su grupo tiende a ser más elevado para los castros del grupo 1 que para los del grupo 2 (Figura 11.10.). Aunque los valores son lo suficientemente variables como para que, tomando una muestra tan reducida, los resultados puedan considerarse plenamente significativos, el caso es que la media del grupo 1 (30%, con
Figura 11.10. Grado de control visual de cada asentamiento sobre los caminos óptimos que lo comunican con los demás poblados de su grupo.
Figura 11.11. Grado de control visual de los asentamientos de cada grupo sobre el conjunto de los caminos óptimos que los comunican entre sí. Se muestra el porcentaje del trazado del conjunto de los caminos óptimos de cada sitio singular que es visible desde el mismo o desde cualquier otro de los sitios del grupo.
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Figura 11.12. Intensidad del control visual de los asentamientos de cada grupo sobre el conjunto de los caminos óptimos que los comunican entre sí. Se muestra el porcentaje del trazado del conjunto de los caminos óptimos de cada sitio singular que, siendo visible desde alguno de los sitios del grupo. Lo es desde más de uno de ellos.
más convergentes sobre los caminos, en lugar de más complementarias (lo que se ve desde un asentamiento no se ve desde los siguientes), como en el caso del grupo 1.
4.3. FORMAS DE CONTINUIDAD Y CAMBIO EN LA MOVILIDAD El siguiente paso que hemos abordado es buscar un elemento de contraposición externo a los propios castros, para explorar de qué manera las tendencias obtenidas en el análisis de cada uno de estos dos grupos se correlacionan con las lógicas del poblamiento y la movilidad en otros contextos históricos. Lo que hemos hecho es tomar un conjunto de evidencias de época histórica (ya presentadas: los posibles trazados de los caminos medievales y el poblamiento documentado en 1867) y someterlas a un proceso analítico equivalente, con el fin de obtener resultados comparables con lo que hemos presentado hasta ahora. Concretamente los pasos analíticos que hemos seguido en este caso son: • Determinación de los caminos óptimos para el poblamiento de 1867: el procedimiento es el mismo que el de los castros. • Selección de las posiciones más recurrentes de estos caminos, según el mismo procedimiento que el descrito para los castros, para definir las claves de la movilidad en esta época. • Digitalización de los trazados de los caminos medievales según Ferreira. A partir de estos sencillos tests, y de forma muy resumida, se identifica una proximidad mucho mayor entre las lógicas de la movilidad en época histórica con el segundo grupo de castros que con el primero. Hay dos buenas formas de verlo. La primera es examinar las coincidencias entre los trazados de los caminos óptimos de cada grupo de castros con los trazados de los caminos medievales de la zona según la propuesta de Ferreira. La forma en la que hemos analizado esa coincidencia es tomando los trazados de los caminos óptimos de cada grupo y comprobando qué porcentaje de los mismos discurre a menos de 100 m del tra-
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14 puntos de desviación típica) es bastante superior a la del grupo 2 (10%, con 8 de desviación típica). De todos modos, el valor de estos resultados gana en significación cuando entramos a complementarlos con el dominio visual conjunto de cada grupo sobre los caminos. Es en este caso cuando sí obtenemos resultados muy homogéneos y claramente dispares, que muestran cómo los patrones de control visual sobre el conjunto del territorio, y concretamente el dominio visual sobre los caminos, sigue unas lógicas contrapuestas. En primer lugar, y a la vista de la figura 11.11., se observa cómo parece haber un control visual conjunto mucho más fuerte sobre los trazados de los caminos en los castros del grupo 1 que en los del grupo 2: una media del 72% del trazado de los caminos de cada castro es visible desde al menos un poblado del grupo (con valores, además, muy homogéneos para los trazados de los tres poblados), mientras que para el grupo 2 el valor medio (igualmente muy homogéneo) desciende nada menos que al 44%. Esto refuerza los valores ya ligeramente superiores que se derivan del gráfico anterior, y apunta a la existencia de una fuerte complementariedad en los dominios visuales de los poblados, que parece más eficaz dentro del grupo 1. Sin embargo, la lectura de estos datos viene fuertemente matizada por la consideración de un segundo indicador: una vez establecida qué parte de los trazados queda fuera del dominio visual de cualquier poblado, podemos tratar de caracterizar con qué intensidad son controladas las partes de los caminos que sí son visibles. Se trata de completar el indicador anterior (complementariedad de los dominios visuales) con otro que nos acerque a la convergencia de esos dominios. En este caso, la gráfica se invierte y se observa cómo esa convergencia es mucho más elevada en el grupo 2: dentro de nuevo de rangos de valores muy homogéneos, una media del 65% de aquellas partes de los caminos de cada castro sobre las que alguno del grupo dispone de control visual, resultan ser dominadas desde al menos 2 de ellos, mientras que para el grupo 1 el valor medio es de sólo el 44%. Esto apunta a que, dentro de un control visual absoluto más reducido, los castros del grupo 2 disponen de visibilidades
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Figura 11.13. Grado de coincidencia entre los trazados de los caminos óptimos de cada grupo de castros y los trazados de los caminos medievales (según Ferreira). Se muestran tres niveles de comparación: el total de los trazados, los puntos compartidos por el 50%, y el 75% de los caminos óptimos de los castros de cada grupo.
Figura 11.14. Grado de coincidencia entre los trazados de los caminos óptimos de cada grupo de castros y los puntos más relevantes de los caminos óptimos entre las aldeas existentes en 1867. Se muestran tres niveles de comparación: el total de los trazados, los puntos compartidos por el 50%, y el 75% de los caminos óptimos de los castros de cada grupo.
zado del camino propuesto por Ferreira.56 El gráfico adjunto (Figura 11.13.) muestra cómo, tomados en su totalidad los caminos de cada grupo, hay un porcentaje ligeramente superior de posiciones coincidentes para el grupo 1. Sin embargo, cuando seleccionamos aquellas partes más críticas de los caminos de cada fase (aquellas en las que coinciden más del 50% y del 75% del total de caminos singulares del grupo), la relación se invierte de forma muy clara. Esta impresión se refuerza cuando establecemos la comparación con los caminos teóricos que unirían las aldeas existentes en 1867. En este caso se parte de un porcentaje de coincidencia bastante similar para ambos grupos (y numéricamente muy superior al del gráfico anterior, debido a que los caminos óptimos que unen el conjunto de aldeas cubren una zona sustancialmente más extensa que los dos únicos caminos principales propuestos por Ferreira para esta zona). De nuevo, al quedarnos con aquellas posiciones en las que coinciden el 50% y 75% del total de caminos de cada grupo, los valores que arroja el grupo 2 son notablemente más elevados. De hecho, y cen-
56
trándonos ahora por un momento en las cifras absolutas, llamamos la atención sobre el hecho de que casi el 40% de las posiciones por las que discurren los caminos óptimos que unen al menos la mitad de los castros de este segundo grupo coincidan con el trazado de al menos la mitad de los caminos teóricos entre las aldeas de 1867. Una forma adicional de explorar estas convergencias es fijarse en su distribución espacial (Figuras 11.15. y 11.16.). Los puntos más coincidentes en el análisis de la movilidad de los poblados del primer grupo se concentran en dos tipos de posiciones: las dorsales que conectan las líneas de divisoria con las zonas bajas del valle del Lérez, y las propias líneas de divisoria de aguas. El patrón principal de movimiento se organiza en sentido Norte-Sur y por ello sólo se superpone a los espacios de tránsito preferente entre aldeas en el único sector en el que éstos adoptan esa misma disposición: la línea que prolonga el punto principal de cruce del río. Para el grupo 2, la convergencia es mucho mayor, pero además se concentra en otras zonas. Los puntos más coincidentes de los caminos óptimos de estos poblados se
La banda de 100 m a ambos lados del camino permite analizar la coincidencia de trazados de forma más zonal que estrictamente puntual. Además, en este caso permite minimizar el grado de imprecisión inherente a la digitalización de una cartografía original de escala muy amplia, como es la de Ferreira.
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Figura 11.15. Disposición espacial de la coincidencia entre los caminos óptimos de los castros del grupo 1 (tramos compartidos por caminos de más del 50% de los asentamientos) y los de las aldeas de 1867 (tramos compartidos por caminos de más del 50% de las aldeas).
Figura 11.16. Disposición espacial de las coincidencia entre los caminos óptimos de los castros del grupo 2 (tramos compartidos por caminos de más del 50% de los asentamientos) y los de las aldeas de 1867 (tramos compartidos por caminos de más del 50% de las aldeas).
concentran más bien en las zonas bajas y ya no se observan tanto alineaciones amplias como puntos más o menos aislados. Reaparece la coincidencia con los trazados principales de los caminos entre las aldeas en la alineación principal de cruce del Lérez, pero el sector más amplio es el la línea Este-Oeste que discurre por la vertiente sur del río, y que a su vez coincide plenamente con el trazado hipotético de uno de los caminos medievales y con el trazado actual de la carretera nacional 541.
con el tema esencial de este volumen, el arte rupestre. Concretamente, y de nuevo con finalidad esencialmente demostrativa, nos hemos propuesto explorar una de las hipótesis derivadas del análisis de la distribución espacial del arte rupestre realizado en el capítulo 10. Allí se proponía la relevancia de la movilidad para la localización de un conjunto concreto de grabados, los petroglifos con armas, cuya distribución espacial alineada resulta a simple vista bastante elocuente y sugerente. Lo que en este caso pretendemos verificar son dos cuestiones: 1.– Asumiendo la posibilidad aparentemente bastante evidente de que estos grabados estén alineados a lo largo de una ruta, ¿es esta ruta parte de un trazado especialmente relevante para la movilidad en la zona o es un área de movilidad marginal? ¿Están los grabados situados a lo largo de una ruta o hay una ruta creada a partir de la distribución de los grabados? 2.– Siendo evidente que los grabados están alineados en sentido general Norte-Sur, ¿puede definirse de alguna forma si, como sugiere la orientación de los paneles (ver capítulo 10), el sentido preferente de recorrido es desde el Sur hacia el Norte? La primera de las cuestiones puede ser analizada de forma más o menos directa a partir de algunos de los resultados ya presentados. La alineación que mantienen estas rocas no es, como tal, parte de ninguna de las líneas de movilidad preferentes de la zona que hemos definido determinando las áreas que más atraen la movilidad a partir de los castros (valores máximos de los MADO, ver figuras
4.4. ARTE RUPESTRE Y MOVILIDAD EN EL VALLE MEDIO DEL LÉREZ: LOS GRABADOS CON ARMAS Un último ámbito de aplicación de este conjunto de análisis es la contrastación de todo lo que hemos presentado hasta este momento con la distribución del arte rupestre en esta zona. Al respecto sería posible poner en práctica una gran cantidad de procedimientos analíticos, partiendo de reemplazar los que han sido nuestros objetos de partida esenciales (los asentamientos de la Edad del Hierro) por el conjunto de petroglifos presentados en los capítulos anteriores. En este sentido, lo que aquí hemos presentado proporciona varios recursos metodológicos para poder explorar la importancia de la movilidad en la localización del arte rupestre. Sin embargo esto queda (por ahora) lejos de lo que nos hemos propuesto en este trabajo y más bien es parte del tipo de cuestiones que podrán ser incorporadas en próximas investigaciones. Ahora bien, hay otras formas posibles de buscar una aplicabilidad de los resultados de este capítulo en relación 57
El sentido de emplear los valores de movilidad obtenidos a partir de los castros es puramente pragmático, ya que son las posiciones que hemos analizado en profundidad en esta zona. De hecho nos referimos únicamente a los valores de los análisis de MADO, que aportan una imagen más genérica de la movilidad preferente en la zona. Los castros son en este caso, pues, sólo posiciones “aleatorias” para aproximarnos a la movilidad general del área, igual que los asentamientos de 1867.
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Figura 11.17. Líneas que marcan los valores máximos del MADO calculado a partir del yacimiento del grupo 1 de Coto dos Mouros.
11.8. y 11.9.).57 Sin embargo estas figuras representan sólo las posiciones en las que la movilidad es más recurrente; esto es, los puntos de paso que resultan coincidir a partir de la mayor parte de los castros del área. Si tomásemos de forma individualizada las líneas de MADO desde cada castro singular veríamos que en algunos casos sí se alcanzan valores importantes. Concretamente esto ocurre (por ejemplo, Figura 11.17.) con cualquiera de los asentamientos localizados en el mismo eje N-S: en estos casos la movilidad a través de la dorsal en que se localizan los grabados con armas sí es una opción importante, y además muy coincidente con el emplazamiento concreto de las rocas. Y lo mismo ocurre si tomamos como punto de partida cualquiera de los asentamientos de 1867 que estén situados en ese mismo eje, como por ejemplo Painceiros (Figura 11.18.; el resultado es muy similar si tomamos cualquier otro punto situado en ese mismo eje vertical). Lo que esto sugiere es que la dorsal en que se localizan los grabados con armas, y la alineación que éstos siguen, si bien no es una de las zonas de paso claves para estructurar la movilidad en el área del valle medio del Lérez, sí es una línea de tránsito destacada a pequeña escala, para articular la movilidad en sentido N-S desde posiciones de partida situadas a corta o media distancia. En este sentido, se obtienen argumentos adicionales para apoyar la hipótesis de la localización de estos grabados en función de un eje de tránsito. A partir de la orientación concreta de los paneles, y de la distribución de los grabados en éstos, en el capítulo 10 se proponía además que el sentido preferente de la marcha para entender estos grabados y su alineación debería ser el de S a N. Una forma posible de verificar parte de esta nueva hipótesis es explorar en qué medida las condiciones topográficas del área soportan esta idea; es decir, si en efecto resulta teóricamente más “natural” seguir la línea
Figura 11.18. Caminos óptimos que unen Painceiros con el resto de asentamientos existentes en 1867.
Figura 11.19. Caminos óptimos que unen los petroglifos de O Ramallal y A Trincheira, en los respectivos extremos N y S de la alineación de grabados con armas en el área de Caneda.
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lineales entre los dos grabados extremos), la diferencia entre los dos caminos óptimos sea reducida. Pero podemos obtener diferencias más ilustrativas si valoramos la movilidad “espontánea” (esto es, los MADO) y su grado de coincidencia con los caminos óptimos con punto de llegada predefinido. El resultado (Figura 11.20.) nos permite incorporar un nuevo elemento valorativo, bastante pertinente para el caso de nuestra hipótesis actual. Lo que esta figura muestra es la medida en la que los caminos óptimos que acabamos de presentar son trazados “naturales” (esto es, espacios por los que resulta espontáneo desplazarse) o forzados (espacios por los que sólo cabe esperar moverse para llegar a sitios concretos). De nuevo hay una coincidencia muy grande, lo que refuerza una vez más el carácter “natural” de este itinerario, y la dependencia locacional de los grabados respecto a este factor. Aunque no sean grandes, aparecen algunas diferencias entre ambos puntos de origen, perceptibles ya de algún modo a simple vista; concretamente hay una convergencia mayor en el caso de las rutas que parte de A Trincheira (desde el S), que de hecho sólo difieren del “camino natural” marcado por el MADO en un pequeño tramo
Figura 11.20. Coincidencia entre la movilidad “espontánea” (MADO) y la dirigida (caminos óptimos). Las líneas señalan los tramos en los que la movilidad sin destino fijo desde cada uno de los dos petroglifos de los extremos (A Trincheira a la derecha, o Ramallal a la izquierda), coincide con el trazado del camino óptimo que lo uno con el otro (ver Figura 11.19.).
58
Hemos dejado al margen la roca de Laxe das Ferraduras, porque está fuera de la alineación principal que marcan las demás rocas. De todos modos es interesante observar cómo esta roca está ubicada en un punto cruzado por una de las líneas de movilidad más relevante del área (ver figuras anteriores).
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marcada por los grabados cuando partimos desde el S que cuando lo hacemos desde el N. Para ello hemos recurrido a una serie de pruebas bastante simples, orientadas a determinar las condiciones que el terreno pone a la movilidad en este pequeño espacio, tomando como puntos de partida las dos rocas situadas en las posiciones extremas de esta alineación, las de A Trincheira al S y O Ramallal al N.58 Para empezar, los dos caminos óptimos que unen ambas rocas refuerzan con claridad la propuesta de que la distribución de estos grabados tiene relación directa con la movilidad, pues todas las rocas se sitúan en las márgenes de las líneas de tránsito preferentes. Ahora bien, ambas líneas siguen trazados muy similares, y además las pequeñas divergencias que se detectan no marcan con claridad una mayor proximidad a los grabados en ninguno de los dos casos. Por ello, de partida no parece que se pueda proponer, por esta vía, un sentido prioritario de desplazamiento. Podemos desarrollar un poco más esta idea, y buscar una forma adicional de verificar la hipótesis del sentido preferente S-N. Cuando marcamos puntos definidos de partida y de llegada es esperable que, en un espacio tan reducido como el que estamos analizando (apenas 2,50 km
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Figura 11.21. Medida de la coincidencia entre la movilidad “espontánea” (MADO) y la dirigida (caminos óptimos) desde los grabados de O Ramallal y A Trincheira.
hacia el inicio. Resulta más claro contemplar esta diferencia en términos cuantitativos (Figura 11.21.), donde se hace más evidente. ¿Cómo podemos entender esta diferencia, sobre todo en relación a la hipótesis que tratamos de verificar? La lectura que proponemos apunta a la existencia de una movilidad mucho más condicionada por el terreno en sentido S-N. Partiendo de A Trincheira, e independientemente de que nuestro destino final estuviese predefinido, resulta bastante inevitable (en términos de desplazamiento óptimo) recorrer el itinerario alrededor del cual se sitúan los diferentes grabados con armas. Para el recorrido inverso, esta misma relación es también muy elevada, y es especialmente notorio el hecho de que casi todas las rocas grabadas con armas estén relacionadas con los tramos de coincidencia entre ambas líneas. Sin embargo, la mayor convergencia que muestran MADO y camino óptimo que parten de A Trincheira (casi el 90% del trazado coincide) puede tomarse como indicativa de la prioridad de este sentido de la marcha (S-N) en el establecimiento de un posible itinerario concreto (un camino, ya no una movilidad abstracta) en este sector geográfico específico.
5. CONSECUENCIAS A partir de los resultados presentados, y del propio proceso de análisis realizado, podemos extraer las siguientes observaciones como resumen genérico. En términos metodológicos, la principal observación que cabe hacer de forma general tiene que ver con las posibilidades analíticas de las tecnologías geoespaciales. Las capacidades de modelización, abstracción y alteración de los datos de partida son la principal baza que estas herramientas aportan, más allá incluso de su conocido potencial para analizar grandes conjuntos de información. Desde nuestro punto de vista, resulta especialmente interesante el poder desarrollar procesos de análisis que, como los MADO o los caminos óptimos, no son simplemente otra forma de hacer cosas, sino procedimientos para hacer cosas nuevas, para extraer de nuestros datos elementos de trabajo diferentes y enriquecer las opciones analíticas de conjuntos de información que siempre son cerrados y limitados. Ahora bien, la observación necesariamente consecutiva es la referida a la representatividad de estos resultados. Como se ha señalado en otras ocasiones, lo que los SIG
nos proporcionan es una forma de representar la realidad, de modelarla y adaptarla a lo que han de ser necesariamente condiciones previamente establecidas a partir del diseño de hipótesis que el análisis podrá verificar. En cualquier caso, el sentido histórico de estos resultados no es nunca auto-evidente, sino que vendrá dado por el marco de lectura que le aportemos. En términos interpretativos y de significación histórica, una de las consecuencias más relevantes del análisis tiene que ver con la consideración de la movilidad como factor locacional en los asentamientos de la Edad del Hierro. De partida hay que recordar que la muestra analizada no es lo suficientemente amplia como para permitir que los resultados sean concluyentes. Esto es especialmente cierto en el caso del primer grupo de sitios, que son sólo tres dentro de la zona nuclear de trabajo elegida, y seis si tomamos el área más amplia que hemos usado en partes de este texto. Entendidos de este modo, los resultados obtenidos permiten plantear que los dos modelos de localización básicos definidos en la zona se corresponden con dos lógicas diferentes de movilidad sobre el terreno. En un primer nivel, las líneas de movilidad generales definidas a partir de los poblados del grupo 1 se articulan básicamente en torno a divisorias y dorsales, mientras que las del grupo 2 lo hacen a partir de zonas bajas. Sin embargo, las diferencias más interesantes son las que se derivan del análisis comparativo entre la movilidad “aleatoria” y los caminos óptimos. En este nivel, los castros del grupo 1 se localizan próximos a zonas de paso importantes, que contrastan con su relativo alejamiento de las líneas de unión preferente entre sitios (discrepancia MADO-caminos óptimos). Esto nos permite proponer que la relación prioritaria entre localización y movilidad se establece en términos genéricos, de conexión con puntos de paso importantes. La disparidad que muestra el grupo 2 se concreta en la localización de estos asentamientos en posiciones que son menos relevantes para la movilidad global, pero importantes en la movilidad restringida entre asentamientos (coincidencia entre caminos óptimos y MADO). En este caso, la propuesta interpretativa es la importancia locacional de la red de caminos concreta que une a los diferentes asentamientos. Lo anterior se complementa con otra dimensión de esta diferencia, la aportada por el control visual sobre los caminos. La implantación de los poblados del grupo 1 da lugar a un control amplio del territorio, y también de las principales áreas de movilidad, control que se extiende a larga dis-
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>> César Parcero-Oubiña, Pastor Fábrega-Álvarez, Alejandro Güimil-Fariña, João da Fonte y Joana Valdez-Tullett
deas existentes en 1867. Una posible lectura de todo ello tiene que ver con la propuesta según la cual las formas de ocupación y significación del territorio que se desarrollan a partir de la Segunda Edad del Hierro en el noroeste establecen algunos de los principios básicos que el paisaje rural tendrá a lo largo de mucho tiempo. Evidentemente, en muchos aspectos las formas de paisaje del hierro son dramáticamente diferentes del poblamiento rural posterior (una de las diferencias esenciales es la propia fortificación de los sitios), pero lo que hemos presentado aquí permite definir el establecimiento de unas formas básicas de movilidad que tendrán gran éxito en el tiempo. Finalmente, hemos explorado las posibilidades de este tipo de aproximación para complementar nuestra comprensión del sentido de la localización del arte rupestre. El análisis de un subconjunto reducido de grabados, los petroglifos con armas concentrados en el área de Caneda, se ha orientado a verificar algunas hipótesis relativas a su localización a lo largo de un itinerario concreto. Lo que se ha podido determinar es (1) la relativa importancia de ese itinerario como zona de paso “natural” en la comunicación norte-sur en el valle medio del Lérez, (2) la coincidencia adicional de varios de los grabados con zonas de paso importantes en sentido este-oeste y (3) la existencia de unas condiciones orográficas que podrían estar condicionando la prioridad de un sentido de desplazamiento concreto (de sur a norte) a la hora de materializar una línea específica de tránsito que conecta todos los grabados con armas.
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tancia desde cada asentamiento. Sin embargo, la convergencia es escasa, y lo habitual es que los espacios de los teóricos caminos óptimos que unen los distintos poblados sean controlados sólo desde cada asentamiento de forma individual. Esto genera una cobertura visual muy completa del territorio, pero con escasas superposiciones, de tal manera que cada asentamiento se concentra de forma autónoma en el control sobre un espacio geográfico específico. Para el grupo 2 la situación es bien diferente, pues en este caso no se documenta un dominio visual tan extenso sobre los caminos, pero a cambio hay una intensidad mucho mayor del control sobre los tramos que sí son visibles. El ámbito espacial de control del territorio se reduce pero se hace más convergente e intenso. Esta divergente relación entre asentamientos y movilidad se corresponde de forma muy directa con lo que, en otros trabajos (Parcero 2000, 2002), caracterizamos como modelos locacionales característicos del Hierro I y II: el primero tendente al aislamiento físico de los poblados singulares, el segundo a la conformación de espacios de convergencia entre varios asentamientos. Esas mismas divergencias entre los dos grupos de poblados se corresponden a su vez con una diferente correlación respecto a los patrones de movilidad documentados en épocas históricas. La coincidencia es mucho mayor en el caso de los castros del grupo 2, tanto con los posibles trazados de los caminos medievales de la zona como con los trazados teóricos de los caminos óptimos entre las al-
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CAPÍTULO 12. ROCK ART AND IMAGE ANALYSIS
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There are many ways to analyze rock art. You can choose to treat it in relation to different landscapes; geology, distributional patterns, or other archaeological categories such as settlements or cemeteries and of course, since rock art is a world-wide phenomenon, in relation to different times and societies. You can choose to study rock art in relation to the very society that created it (this is what archaeologists normally do) but you could also study how it was treated by medieval or historical societies or the role it plays in our own now living society. You could also choose to look directly at the actual material; the pictures, their arrangements, relations and their contents — on one panel or on several panels creating a locality or a region. With so many interesting possibilities it is important to define what exactly it is you want to do, what material you could use and what would be the appropriate ways to get information from it. The source criticism and methodology become crucial. The panel, as we see it today, is what it looked like when it had played out its role in time. Since then it has been exposed to both natural and human related weathering processes that may have left the rock surface and figures affected. The chronology remains one of the most important guiding principles in archaeology and as we will see, when considering rock art this is extremely difficult but yet important, since it sets the frames of references. The rock art of today is a result of an accumulation process perhaps covering thousands of years in some areas. It was not all made for one occasion and then left to be forgotten. Instead, we have every reason to believe that many of the panels, especially the larger and more complex ones, were revisited. Figures were added and some motifs were altered, re-knapped, manipulated and modernized in accordance to adjust to the changing society and their needs. We need to keep in mind that a material that may seem unitary for us today could have been the result of different intentions and traditions in pre-history. Also, you must define the geographical area of your study. In general, figures closer to each other, in time and space, are more likely to be related than figures further apart. This applies to the arrangement on panels, on local sites, regional sites and panels separated by natural and cultural borders. But, of
course, people moved and were on the move and we know for sure and from many rock art traditions in historical times that foreign shapes, ideas and means of transport were often reproduced in the shape of pictures as a form of memory (in Australia: Flood 1997: 316, 291, 315, 216 and in Mexico: Stone 1995: fig 4-73d, 4-74c). So in certain times, if connections existed, distances were not necessarily an obstacle. A composition or a scene on one panel may have no relation to the other figures of the panel but it may have relations to similar scenes or compositions on other panels close by or far away. As you might already have guessed; closeness in time, space and composition (style, combinations of figures, attributes etc.) are all important factors to consider. Another important fact is that researchers are not blank objective, calculating computers. If they have worked with the material for some time they have formed knowledge and opinions that will guide and develop their future research. I, for example, would claim that some contemporaneous late prehistoric rock art in Europe (as we know it from Valcamonica, Southern Scandinavia and Galicia) is a complex communicative phenomenon that intermediates the picture and the spoken word (Fredell 2003). Hence, it needs many methodological angles and different analyses before we can start to understand its role in prehistoric societies. We need to analyze the material in itself as well as its relation to other components in the surrounding landscape and society. In this article though, I will focus on analyzing the material in itself, i. e. the rock art as pictorial and communi- catively arranged expressions on panels. In this volume one panel in particular; Laxe dos Carballos, will be considered. The highlighting of some of its figures will serve as an illustrative example for some points of consideration in pictorial analyses. I am fully aware that this is just one side of several that needs to be enlightened, but here I have deliberately chosen to comment on pictorial analysis from a selectively chosen panel, knowing that I leave many interesting fields of study aside (for this time). Thankfully there are many competent researchers with other foci that will complement and, or criticize my study.
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Åsa Fredell
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Capítulo 12. Rock art and image analysis
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1. ICONOGRAPHY AND OTHER IMPORTANT COMPONENTS IN THE ANALYSIS OF IMAGES When confronted with a rock-art panel in the landscape or as reproduced documentation in a book, as a photograph or in other media, most people can quickly identify some representations based on iconography, i. e. the similarity between expressed shapes and actual representations in the known world. With pictures in general, and considered in relation to the human perception process, it is an understood prerequisite that similarity precedes the sign (Sonesson 1992, in press). To understand and interpret pictures you need to have knowledge about the world as a first stage and only as a second stage might it be necessary to have knowledge about the cultural conventions or code systems attached to the pictures. A pecked pattern in the rock is identified, for example, as a stag since it has four legs, a body, and a head with antlers. Other representations may be harder. A pecked circle is always a circle, but what it symbolically represents: a sun, a moon, a zero, a waterhole, or a ring, is a more open question and dependent on the etic or emic understanding of cultural and pictorial context. Even the plainest figure could have a symbolical meaning. Instead of referring to the most obvious, the stag could, for example, represent a god or a mythical creature belonging not to the real world but to a narrative tale. And later, perhaps its antlers were re-used as a calendar, adding a few attributes, to keep track of time (see chapter 13 in this volume). Besides the iconographic and the symbolical dimension of a figure, there is also a third dimension known as the indexical. This means that a figure could indicate another presence. The tracks of a deer, known from several panels in Galicia, could indicate the actual action of a specific deer that once ran across the panel. The tracks would in this case be an index or attribute of something else; the actual deer and its symbolical meaning. It is useful to have in mind that every single figure has the potential of simultaneously having iconological, indexical and symbolical dimensions and that these could change in relation to the intentions of the people using it. For a fuller understanding of what the rock art was meant to represent, a general archaeological knowledge of the actual time-period and the other material representations contemporary with the rock art are crucial when trying to place the pictorial expressions in a societal role: this we can call the cultural context. As an example related to rock art, it would be important to have knowledge of other contemporary iconographical representations such as figurines and pictorial representations on objects. Another urgent context is the relations of the figure to other figures found on the panels: the pictorial context. Here we are confronted with a problematic field since a rock art panel is like an “open” and often in the landscape visible archaeological context where figures could have been added or manipulated within its primary use-period or afterwards by soci-
eties distant in time from its original context, and this makes rock art problematic to date and interpret even relatively. So far the more absolute dating techniques of rock art have been problematic just because the material has lain open and not been in a closed and undisturbed environment. But still there are research and attempts being made of this sort to overcome the problems (for example Bednarik 2001: 109-114). For the researcher of today the panel remains a displayed and by time affected rock surface where chronology has been coded in iconography and interactive relations instead of in vertically composed, protected and datable layers. How then should we go about analyzing this type of accumulated and by time manipulated and affected material? Studying the panel while standing by its side or scrutinizing a documentation of its figures is two different things. The documentation is always an interpretation of the panel and a result of the methods used. What is considered important to document has also changed with time (Nordbladh 2004). A century ago, not many recorded the borders of the actual panel, its cracks or condition. Instead, they focused on the actual figures. Today the rock surface, its shapes, weathering and damages are a natural part of the documentation process. There are other important differences between the actual panel and the documentation, so obvious that they are not so often thought about. These are the actual size (the documentation is often a miniature when published) and the micro-topography of the panel, which is completely lost in a document. There have been different attempts to deal with the loss of three-dimensionality and depth of figures in documentations (see Helskog & Høgtun 2004; Vogt 2000) and there have even been developed special techniques to scan the rock-surface in three-dimensions. The results of the scanning have been good, but unfortunately it is still too expensive to be used as a commonly applied method (Bertilsson 2004). The difference in size is deceptive, especially considering larger panels, since the document makes it possible to see more figures (the whole panel) at once. This was only possible in prehistory if they made similar documentations (sketches of the panel) or painted all the figures or in some other way made them more visible from a further distance. Somehow I do not believe this was the way to see rock art in prehistory. We can be quite sure that on some panels (especially larger ones) not all figures existed at the same time and on some panels figures have been knapped over other figures as they were not seen or respected. Of course, many panels are much smaller in size and on them all figures can be seen at once. If the figures are similar in execution, size and style and if there is reason to believe all figures belong to the same composition, they are most likely contemporary and should be treated as such. If the panel has been revisited and figures have been knapped in at different occasions, there is normally a big difference in the size, direction and visual clarity of the figures, depending on depth, smoothness of the surrounding surface and closeness to other figures. Some figures clearly stand out while others
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1.1. “MUCH ADO ABOUT NOT(H)ING” The title above was the title of a play by William Shakespeare (1564-1616), first published in 1600. The words nothing and noting were, in Shakespeare’s day, homophones (i.e., pronounced the same way). Taken literally, the title implies that a great fuss (“much ado”) is made of something which is insignificant (“nothing”). However, the title could also be understood as “Much Ado about Noting”, as noting meaning the taking of notes. The title will then have the opposite meaning; that we have a lot to do taking notes. When it comes to treating and interpreting the actual material as informative and coded data, it is extremely difficult to make decisions on what should be considered as informative and what should not. To highlight the situation I wish to exemplify with two extremes. One extreme is that rock art is really easy to understand — every child can see what it is — and that it probably did not have any societal meaning besides it aesthetic or contemplative role and hence any attempts to interpret it are counterproductive. The other extreme is the belief that rock art was a complex sociolinguistic institution to which we have only begun to grasp its many and shifting meanings. As you may have guessed, I find myself a bit closer to the second extreme. Though I realize that the aesthetic and contemplative role could have existed (as it does today) I do not believe this was the intended main reason for making rock art. I rather believe we have a lot to take notes on and test before we reach a fuller understanding of how rock art was used and functioned in society than to start of believing and defending what I would see as the most simple and obvious explanation even though I run the risk of over analyzing and perhaps, in the worst case scenario, to create meaning where there is none to be found. So, how can we decide what is relevant and what is not on a panel? There are so many figures and other types of information not necessarily related to the figures but perhaps to be found in the arrangements of figures in fields/groups between cracks, on natural elevations/depressions, quartz-veins, running water, colors of the rock, empty/crowded spaces etc. There are really no general
rules to follow but some help can be found in the field of visual semiotics that applies general knowledge about human visual apprehension based on biological perception and known cultural conventions. Our visual thinking has, according to Sonesson (in press), three characteristics. One of them is that we think from prototypes. This is perhaps why the first cars produced looked very much like horsecarriages or why fictional Martians, although being green and disproportioned, have eyes, a body, a head, arms and legs very similar to those of a human being. Another characteristic is that we think and depict economically by adding only the features necessary to distinguish and to give identity to our entities. The third characteristic is linked to the second and tells us that a picture can only be seen and produced from one or another perspective. The perspective can never be complete. Since several choices are made when producing a picture in relation to its composition of parts, its characteristics and perspective, a picture can and should be analyzed within all these levels. Nothing should be considered irrelevant in a picture. Everything; every line, field or mark are, at least potentially, a carrier of meaning, and it is the producer(s) and/or the interpreter(s) of a picture who decides what is to be considered relevant. Knowledge about rock art must therefore be acquired through hypotheses and testing. What is valid for one panel may not be valid for another. Anyway, it is by finding and confirming patterns (repeated occurrences) that we can start to make assumptions of what is relevant and may carry special meaning. We can then apply and further test our knowledge in our next analysis. Perhaps the most important and general starting point is reached when you have studied rock pictures for some time and in many different geographical settings. What becomes obvious is that these pictures were made by people to be seen by other people, and to last for a long time. Visibility and communication are implicated by the angle of the rock, as the size and the placement and the simplicity of the figures. Also, the perspectives chosen or combined emphasize the need of direct perceptiveness. Durability is implicated through the choice of execution techniques and material. But from these general conclusions, let us now turn to the more specific and the very panel of our exemplification.
1.2. LAXE DOS CARBALLOS The panel of Laxe dos Carballos has a complex history covering everything from being forgotten and slowly hidden away by the growing depositions of earth and decaying plants, being exposed to bush fires till finally, and in our lifetime, being rediscovered, uncovered, documented and excavated (chapter 8, Garcia Alén & de la Peña Santos 1980; Peña Santos & Rey Garcia 2001; Santos Estévez 2004). About its prehistory we can only make qualified hypotheses and test their probability. The name of the panel signifies “the rock-panel by the two oaks” and the visitor will know why when standing in front of it. On each side of the sloping granite panel there is an oak-tree growing.
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are lost and need some effort to be actually seen (Santos Estévez 2004: 86-87). In the reproduced documentation most of these features are lost. Also, the micro-topography of a larger panel can make some figures visible and others nearly invisible depending from where you are standing and in which direction you are looking. The most logic explanation is that the pictures were seen from a close distance and that people actually, in some cases, had to move across the rocks in order to perceive some figures. What I am trying to say is that we should not necessarily look at one panel as one complete composition, if there are not reasons to believe that it was all made at one occasion, but instead look for many smaller contexts that perhaps were interacting in time and space as they accumulated on a panel by the intentional actions of the humans making and using them.
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Figure 12.1. The panel of Laxe dos Carballos in March 2006 as seen from a distance with the two oak-trees on the sides, which gave the panel its name in recent history. This photo was taken during the making of a documentary. The person to the right, being interviewed, is PhD Manuel Santos Estévez.
Figure 12.2. Tracing of Laxe dos Carballos carried out in 2005 by the Heritage Laboratory-CSIC.
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Figure 12.3. To the left is the part of the rubbing of the panel depicting the possible bowman. It is reproduced inverted below to make it more sharp. The rubbing is made with carbon-paper on white paper placed directly on the rock. Since the pecking leave a negative trace in the rock they are seen as white lines. When you invert this in a computer program you make the white black and the black white. To the right is another human figure depicted on Pedra das Ferraduras (located only a few kilometers away) in a similar hunting scene. The figures are in the same scale and you can see the similarities in the depictions in size as well as the position of the arms and legs.
The panel could be interpreted as divided in three vertical fields where the top field displays a complex circular combination with a base and attached lines and a smaller more simple circular combination on its left. The field in the middle is demarcated by a quartz-vein on top and a bigger crack (a possible emptied quartz-vein) in the bottom. This
field has no pictures. The pictures are concentrated on the lower field and the figure types are dominated by deer (approx 20-25), different circular figures (approx 22-25) and cup marks of different sizes (approx 70) in rows, groups or solitary. There are two possible horse figures with riders but these are severely damaged by fire exfoliations that are concentrated on the left part of the panel, which makes the interpretation difficult. Furthermore there are a naked footsole, and the possible bowman. Three deer could be considered as part of hunting scenes. Two of them have spears (or arrows in the case of the smaller deer) in their backs and the third one is being threatened by the bowman. There are also a lot of lines that with difficulty could be interpreted as parts of severely weathered figures. So far so good; this was the iconographical interpretation dividing the figures into categories and numbers without considering neither differences within the categories nor differences in time. On this panel the deer figures have an interesting internal variation. Most of them are directed to the right and slightly upwards as they were running in the actual landscape, but a few of them are heading the opposite way or slightly downwards. There are differences in style, size and attributes and this leads us to believe that the deer figures were made, and perhaps some of them remade with the adding of attributes, on different occasions. The category “deer-figure” could also be subdivided into does, stags (young or older depending on the number of antler spikes) and foes. The technical execution of the deer figures does also vary; some of their bodies are made with one closed line while others are made with several unattached lines leaving the feet, head and behind open. Most common on this panel is to leave the head and the feet (not the behind) open. If intended, the pictorial analysis can go much deeper considering the different types of figures, their possible relations in groups, scenes, compositions, sizes, directions, styles, positions, attributes and gestures, but since this article does not aim at conducting a full analysis and interpretation of the panel’s figures we will leave this for another occasion. Instead, since we here intend to emphasize some possibilities and problems with pictorial interpretation and analysis in general, we will now focus on the big stag since it poses many interesting possibilities when interpreted. Firstly, we will need to look further into this pictorial theme in order to suggest an interpretation. For this we need a background of the deer as a depicted figure in both time and space.
2. EXEMPLIFICATION: ANALYZING AND INTERPRETING THE GIANT STAG 2.1. THE DEER IN MYTH AND AS ARCHAEOLOGICAL MATERIAL The Eurasian deer is an animal with a particularly miscellaneous history and a close relation to humanity according to the archaeological materials and the adherent research. It is frequently present in stories where transformation bet-
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When Laxe dos Carballos was documented in 20042005 by IEGPS-CSIC several complementary methods were used such as artificial light at night, shadows and mirrors reflecting sun-light, rubbings, photos, painting and tracings (see chapter 6 in this volume and figure 12.2.). As a result of the newly applied documentation techniques several new figures and modifications were made if compared to older documentations (Garcia Alén & de la Peŋa Santos 1980). The new refined documentation techniques can be seen as a response to the increased awareness of weathering processes. One of the most interesting details found was a deer with a smaller deer placed inside the body. There was also found a possible human figure —an archer— the only known of its kind in Galicia. The bow has the typical shape of the figure of eight, known also from rock art in Scandinavia and in Valcamonica as a composite bow. As for the human figure, it has all the typical features of human figures known from panels in the vicinity (see Figure 12.3.). Also, the figure’s position on the panel in front of a halting deer and with the bow directed towards the throat/chest of the deer is typical for a hunting scene.
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ween man and animal is central or in which the deer orally can communicate with man (Green 1989). It can also be considered as liminal since it is said that they can travel between different worlds, and often when doing so, offering guidance to humans. In a Welsh myth (Kat Godeu) a white stag is the cause of a war (Guyonvarc’h 1953:120) and Cernunnos, a pre-roman god was attributed with the antlers of a stag. Also, humanlike deer figures are known from the archaeological materials of Trois Frères, a paleolithical cave in southern France and Star Carr; a mesolithical site in England (see Conneller 2004). Contemporary with Cernunnos are also known, in Chinese grave contexts, antlered human heads in wood with a long tongue sticking out. They are believed to have had the function of guardians of the grave (Rawson 1992: 136-138). Fertility, long life, and strength are probably the most known attributes related to this animal which tree-shaped antlers are dropped evenly only to gradually reappear and be fully shaped within three months (Bath 1992: 133). Hesiod, belonging to the 7th century BC, spoke of the stag as one of the most long-lived animals - a characteristic repeated in the myth of “Caesars deer”, which can be interpreted as a variant of the classical legend in which an animal is associated to the founding and the continuous prospering of a rein or a state (Bath 1992). Among others, the myth is referred to in a work of Pliny the Elder (23-79 AD; see his Naturalis Historia VIII, 50), and has a narrative structure that can be summarised as follows: A fawn is captured by a progenitor of a ruler dynasty, for example Alexander the Great or Caesar, who instead of killing it chooses to spare it and equips it with a collar bearing an inscription saying to whom it belongs. A central element is the long life of the deer which, according to the myth, is later recaptured by a rightful heir or descendant to the king or emperor who gave the deer its collar. The legend is all about establishing a legitimate relation and physical link between dynasties and their rulers. The popularity of the myth flourished during the Middle Ages and during the 17th century it became a historical fact when members of several European courts captured fawns and equipped them with gold or brass collars. Napoleon was the latest known ruler who was said to have done it (Bath 1992: 42-48; Lombard-Jourdan 2005; Gricourt & Hollard 2005: 68-94). The combination of deer- and circular figure/s (commonly interpreted as sun/s) is known as a deliberately composed pictorial theme already during the Copper Age (ca 3200 BC) on stelae from northern Italy (Anati 1994: 134: 140; de Saulieu 2004: 136-159). Though, in this context, the composition of deer and circle is seldom isolated but part of a bigger composition with anthropomorphs, weapon- or other animal-figures. This creates a somewhat different composition that possibly was generated through phases of production (Anati 1994: 134: 140). Other possible examples of the theme are known from Portillo de las Cortes in Guadalajara, Spain where a Sun-deer (or possibly a Sunaurochs) is pecked into the chamber wall of a megalith grave and in a few cases, from the central/southern part of
the Iberian peninsula, the motif is known to decorate bellbeaker pottery (Blasco Bosqued & Baena Preysler 2003: 426-444). But from these representations to our Galician sun-deer on the rocks there seem to be some gaps, not only geographically but also stylistically since the above cited ceramics display a much more schematic deer with the antler spikes on the outside and pointing downwards. The theme (consisting of either a stag or a bull connected to sun discs) is also known from the end of the third millennium BC in the so called Hatti-culture (ca 2350-2150 BC) and in the same area (today’s Turkey) also in the so called Hittite-culture (ca 1300 BC) where stags in different contexts are seen with circular figures on their bodies (Farkas 2000: 3-17), and as will be dealt with here, the theme is also known from rock pictures of Bohuslän, Galicia and Valcamonica, most likely belonging to late European Bronze Age and early Iron Age. In Etruria the motif of deer (stags, confronting stags, and does) and circular shapes are seen on the central part of a vase recovered from a southern coastal town. A combination of two does, a horse, two hands and a circular figure is also known from a pendant in bronze (Vila Giulia, Roma). Both examples are dated to the 7th century BC. Also, several metal objects, from later contexts in central and northern Europe show the same combination of figures. Among others; a gold bowl from Alstetten in Switzerland (approx 600 BC), Celtic silver coins (Green 1989:86ff), the famous gold horns from Gallehus (Denmark ca 400 AD), a sceptre from a grave in Sutton Hoo (England 625 AD) and the Viking Age coins from Dorestad in Denmark. On the latter another animal is added in the shape of one or several snakes, placed in direct relation to the mouth or nostrils of the deer. A possible explanation could be the contemporary explanation (from ca 200 – 1600 AD) that the long life of the deer was related to the consumption of snakes that they sucked out from their holes by their nostrils. Another long lived myth, told by among others Aristotle, Plutarch, and Pliny the Elder, tells us the deer was affected and put to rest by the sound of music. This may also have been illustrated on some of the same coins where a human head simultaneously playing two flutes can be seen (Bath 1992: 208-219; Lombard-Jourdan 2005: 18-29).
Figure 12.4. One of the Viking Age coins from Dorestad showing a deer sucking up a snake with its nostrils, an explanation for their supposedly long life. Above the deer, close by its ear, is a human head playing two flutes and between the legs of the deer is a shape similar to the trisquele, perhaps symbolising the sun or movement.
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2.2. THE GIANT STAG ON LAXE DOS CARBALLOS The motif of a giant deer on the panel of Laxe dos Carballos in Campo Lameiro, Galicia raises many chronological and technical questions about composition as it unites myths or known pictorial themes like; the Sun-deer (the composition of the deer with the circular figure in the characteristic position close to the head), the hunt motif (the lances in the back of the deer) and perhaps the myth of “Caesars deer” (the collar) or the conception of the deer God Cernunnos in a zoomorphic shape- if the collar should be interpreted as a torques (as Cernunnus usually shows in his iconography and classic literature explicitly states, Pliny the Elder NH VIII, 50, 119, see Lombard-Jourdan 2005: 141, 156). These narrative themes are all differentiated in time. It is fully possible, but impossible to prove, that the deer motif, as we perceive it on the panel today, is the result of several reinterpretations and pictorial manipulations by people who have used the present motif on the rock and added figures or details to communicate a new narrative meaning. A suggestion of phases of possible additions and manipulations are given to the right and the left of the photo (in red). Also, the panel displays an interesting micro-topography where figures more often are placed in between cracks while other times they are completely or partly ignoring them. These figures, which ignore the cracks, also ignore other figures since they are sometimes, most likely, are put on top of them as the case with the three central deer of larger size. You can also assume that some of these figures have incorporated more visible figures that were already on
the panel when the new ones were added. This could be seen in the examples of the big stag whose head is placed partly on top of an older complex circular combination. The relation/position between the deer and the circular figure is a well established pattern in Galicia (Fredell 2006) and should not be treated as a coincidence. On this panel there are at least seven combinations of deer and circular figure. In all, today, there are found more than 110 combinations of this sort (Fredell 2006: 127). On the other hand, the spears in the back of the stag are placed on top on some hardly visible smaller deer figure and a circular combination. The spear that is placed furthest to the rear of the stag is somewhat bended and is placed directly in front of another smaller stag figure that is part of a hunting scene (the only deer with spears or arrows in its back besides the big stag see figure 12.2.). This could indicate that the smaller stag was already there and still visible when the larger spears where placed in the back of the big stag. The fact that the spears respect this hunting scene but not the “Sun-deer” scenes, speaks in favor of that the two scenes (the Sundeer and the hunted deer) are not contemporary. The sundeer was most likely considered a holy and mythological animal that was not to be hunted or possible to kill. To be absolutely sure that the spears, the collar, the tips of the antlers and some of the facial features were later additions it would be interesting to see if there are similar giant stags on other panels that were left untouched. As it happens, another giant deer figure from the western side of the valley, in As Martizas site, surrounding the “island” of where the panel Laxe dos Carballos is to be found, show many similarities in size and details such as the shape of the feet, the behind, the closed head, the mouth and the antlers (see figure 12.6.). This smaller panel has only this figure, which make it possible to conclude that it was made on one occasion and therefore all its attributes should be contemporary. The direction of this deer is to the
Figure 12.5. In this figure the documentation has cleared of some smaller pecked lines and figures to make the discussed details more distinct.
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Without any hesitation we can conclude that the deer seems to be long-lived and widely dispersed pictorial theme not only in myth but also when referring to the archaeological figurative material.
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Figure 12.6. Giant deer figure on the western side of the valley (As Martizas). The pecked grooves have been enhanced by chalk on site to improve visibility of details.
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Figure 12.7. Details where the three-spikes on top of the antlers are seen as possibly later made additions. In the case of Laxe dos Carballos (left) there is a difference in depth and size and on Monte Gurita (right) there is an interruption in the line and the three-spikes are placed somewhat above the actual end of the antlers.
left, which is consistent to the fact that there is no sun symbol (Fredell 2006). This stag also show some differences when compared to the stag on Laxe dos Carballos; the lack of the spears in the back, the three-spiked endings on the antlers, the eyes, ears, nostril and collar. This may strengthen the hypothesis that these details were later additions applied only to the deer on Laxe dos Carballos. The location of this smaller panel is also less central and more difficult to access than Laxe dos Carballos, a fact that may explain why it was left untouched and why the stag on Laxe dos Carballos was not. A general investigation of the attributes of the deer fig-
ures (Fredell 2006) indicates that many, but far from all, could be later additions. On several panels (among others Laxe dos Carballos and Monte Gurita (Mariño del Río 2000) — figure 12.7.), I have observed significant differences in the termination of the antlers that are different and sometimes separated (in distance or depth) from the antler-base. There are many reasons to believe that the three-spiked termination on the antlers is a later addition, a modernisation making the deer compatible to the abundance of “three-itys” known from the European iconography from around 1000 BC until the era of the Romans (Fredell 2003, and figure 12.8.).
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Another chronological clue, besides the clues given by archaeological excavation (see chapter 7 in this volume), to when the giant stag was made could be found in relevant European iconography. There seem to be a contemporane-
Figure 12.9. Examples of typical large-sized and attributive figures: the man with the spear from Litsleby rock 75 (Bohuslän), the horse rider from Foppe di Nadro rock 27 (Valcamonica); and the stag from Campo Lameiro, Laxe da Rotea de Mendo (Galicia).
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Figure 12.8. An example of the popular use of the three-spiked ending of antlers from the famous Gundestrup silver cauldron found in Denmark and dated to approx. 90-70 BC or 50 BC (Olmsted 2001:120-127; Kaul 1991). The God Cernunnos has a collar (torques) on his neck and another one in his hand right in front of the neck of the stag as if he is going to put it on or just have taken it off the stag. Could it be that Alexander the Great was not the first in the line of rulers to put a collar on a deer? Is it possible that this myth, as many others, had oral forerunners that left us with pictorial evidence to interpret?
ous appearance of attributive large-sized figures in three, most likely interconnected, European rock art centers; Scandinavia, Galicia and Valcamonica. This suggestion is based on the partly overlapping chronology, the strategic geographical location, the obvious relation to bronze production, trade and objects as well as the shared styles and motifs within these rock art traditions (see Fredell forthcoming). In Galicia these figures are stag figures while they in Bohuslän (Litsleby, Legene, Sotenäs and Backa) and Valcamonica (Naquane: 70, In Val: 4) mainly are male human figures interpreted as warriors or gods. In Valcamonica, the trend of attributive large-sized figures seem to continue over several centuries as the famous figure of “Cerunnos” is dated to approx 500 BC and the warrior figures from In Val can be dated (by the type of weapons they are carrying) to approx 100 BC (Anati 1994: fig 132). In Scandinavia we also see a new type of large-sized and more naturalistic ships (Boglösa, see Coles 2001) and in Valcamonica there are also large-sized riders (see Figure 12.9.). As we can see the results from the archaeological excavation and the iconographical parallels both place the making of the giant stag around 700-500 BC. The dating of the accumulation of earth on the panel also indicates that the collar must have been made before 1000 AD (ca), because at that time this part of the panel was covered (see 7.1.2 in this volume). As for the stag hunt, this is a popular pictorial theme in Iron Age Europe where it was considered a sport and test of skill, especially in some groups of the society (Green 1992). The style and iconography of the giant stag clearly belongs to the Early Iron Age. Giant format (or natural size) animals is also known from Palaeolithic and Mesolithic times (and
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Figure 12.10. The deer-hunt theme. Here from the Vitlycke panel in Tanum (Bohuslän), Pedra das Ferraduras, Cotobade (Galicia) and Naquane rock 1 (Valcamonica). The deer is normally hunted by foot and with spear or occasionally with bow and arrow. In Bohuslän and Valcamonica dogs are also often seen in this scene.
perhaps hunting-based Neolithic societies), but there is a huge iconographical difference as these are more naturalistic or schematic and lacks the rich presence of attributes.
3. CONCLUSIONS AND CONSEQUENCES My conclusions must be that there is “much ado about noting”. The interpretative potentials of rock art are promising
and must be considered as a valuable material in the process of interpreting the past. We need to investigate and test all possible informative parameters we can think of in order to reject or confirm hypothesis. We have one big advantage; and this is that the material is still there, on its place in the landscape, to be studied and visited. When more hard facts (science analyses) and image analysis work can together, as in the Campo Lameiro-project, we have the best possible ground for future interpretative studies in this field.
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Juan Antonio Belmonte Avilés, Marco V. García Quintela y A. César González-García
1. INTRODUCCIÓN: MÉTODOS Y DISCIPLINAS EN CONFLUENCIA Como es sabido, Campo Lameiro es la zona con mayor densidad de petroglifos en el suroeste de Galicia. Estudiada desde los años 20 del pasado siglo, los trabajos se han centrado en el descubrimiento y catalogación de los grabados, discutiéndose más sobre su datación o sobre cuestiones formales que sobre la interpretación del sentido que tiene el efectuar esos grabados en la forma y en los lugares en que se han realizado (de la Peña Santos y Vázquez Varela 1999; de la Peña Santos y Rey García 2001). También conviene tener presente que se han planteado propuestas sobre la relación entre grabados rupestres y ciclos cósmicos en prácticamente todo el mundo. Pero estas aproximaciones, extremadamente variadas, son muchas veces arbitrarias al no poder contrastarse con otros elementos de información etnográfica, textual, histórica, cultural o religiosa (Belmonte 2006: 47-52). Ello no quiere decir que propuestas, en principio especulativas, no merezcan consideración, pues ocurre que pueden poner sobre pistas nuevas o inducir a otros investigadores a buscar otros paralelos. Este es el caso del trabajo de Alonso Romero (1983) cuando interpreta en clave calendárica el petroglifo de Laxe das Rodas (Muros, A Coruña). Se puede objetar a esta hipótesis que explica un caso aislado, lo que deja abiertas múltiples dudas, sin embargo, su publicación puede estimular estudios que la corroboren, maticen o descarten. Por otra parte, desde la arqueología del paisaje y la historia de las religiones, combinadas con una arqueoastronomía básica (por su empirismo sencillo, carente de todo planteamiento matemático, como bien señalan Cerdeño et ál. 2006: 24), se ha propuesto el análisis del área de petroglifos de A Ferradura (Amoeiro, Ourense) mostrando la combinación de un sistema de cómputo del tiempo doble, uno “natural” a partir de petroglifos situados en abrigos y orientados hacia los solsticios, otro “cultural” o “religioso” orientado hacia las fechas de las fiestas de media estación propias del calendario celta (García Quintela, Santos Estévez 2008: 231-295). Partiendo de estos antecedentes conviene indicar el marco metodológico en el que nos ubicamos teniendo en
cuenta que supone el tratamiento complementario de diferentes perspectivas combinadas. Desde el punto de vista arqueológico nos situamos en la perspectiva marcada por las aportaciones de un equipo coordinado por F. Criado a finales de los 90 (destaca Parcero et ál. 1998), que supusieron la aplicación sistemática de la arqueología del paisaje en los estudios de arte rupestre. El ejemplo escogido fue el área de Fentáns-As Canles, en Campo Lameiro. Un área geográfica bien tipificada que se define antrópicamente por una peculiar secuencia de restos arqueológicos, muchos de ellos con valor simbólicoreligioso desde la Edad del Bronce hasta la cristianización. La aportación metodológica de la arqueología del paisaje consiste en integrar el análisis objetivo de la realidad física con un análisis arqueológico de los modelos de implantación de los restos arqueológicos sobre el territorio para terminar con un examen del plano simbólico de apropiación del espacio por parte de sus habitantes según coordenadas intelectuales y temporales cambiantes. Desde la arqueoastronomía nos situamos ante la disyuntiva formulada por A. F. Aveni, un reputado especialista (explicada en Ruggles 2006). Por un lado existe una arqueoastronomía que considera las alineaciones arquitectónicas con astros detectadas en diversos contextos histórico-culturales en relación con el conocimiento histórico y etnográfico general derivado de fuentes escritas o testimonios orales; por muchas razones, esta metodología triunfa en los estudios americanos. Por otro lado está la arqueoastronomía imperante en Europa, sobre todo para los períodos prehistóricos, en donde la ausencia de testimonios complementarios obliga a que los análisis arqueoastronómicos se fundamenten en regularidades estadísticas. Estas dos perspectivas no son contradictorias, pues suponen la adaptación del modo de llevar a cabo la investigación a las fuentes de información disponibles. La primera opción supone, en realidad, una mejora o corrección de la segunda pues, siempre que sea posible, debe combinarse la detección de restos arqueológicos con alineaciones astronómicas con otro tipo de documentación para tender a un análisis global de la situación histórico-cultural examinada, además esta primera opción permite superar las dificultades de los testimonios únicos: cuando determinado monumento está alineado con algún evento astronómico
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CAPÍTULO 13. CIERVOS, TIEMPO Y PAISAJE: UNA INTEGRACIÓN ARQUEOASTRONÓMICA
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Capítulo 13. Ciervos, tiempo y paisaje: una integración arqueoastronómica
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y solo se conoce ese caso, eventuales informaciones escritas u orales del horizonte cultural estudiado pueden revelar que esa relación ha sido buscada, por el contrario, aplicando la segunda modalidad, esa observación se descartaría hasta encontrar otras que mostrasen cierta regularidad. Es cierto que los petroglifos de Campo Lameiro constituyen un testimonio mudo y que la población que habita en su entorno en la actualidad carece de continuidad histórico-cultural con quienes tallaron esos grabados. Por ello, desde el punto de vista arqueoastronómico, se impone la búsqueda de regularidades. Sin embargo un dato importante, la datación de estos grabados, obliga a reevaluar esta premisa. Recientemente se han producido dos novedades con respecto a la datación de las que partiremos. En primer lugar esta el análisis estilístico, con consecuencias cronológicas, propuesto por M. Santos Estévez; en segundo lugar la secuencia de dataciones obtenidas en el petroglifo de Laxe dos Carballos y de cuyos resultados se da cuenta en el conjunto de este volumen. En cuanto al primer punto M. Santos Estévez (2003, 2008a: 123-174) ha mostrado que el estilo que denomina “Estilo Esquemático Atlántico”, identificado por primera vez precisamente en la zona de Fentáns de Campo Lameiro y posteriormente en A Ferradura (Amoeiro, Ourense), Pedrafita (Lugo) y el Promontorio de Corme (Corme, A Coruña) supone una distribución de los petroglifos en unidades topográficas singulares según un patrón estable; además las figuras representadas, siempre esquemáticas, aparecen en esos espacios con una singular regularidad en los cuatro casos indicados. Finalmente, el análisis arqueográfico de las formas lleva a datar este estilo en la Edad del Hierro. En cuanto al segundo punto, de entre los intensos trabajos llevados a cabo en la Zona 1 definida en el capítulo 2 entre los años 2003 y 2006, descritos en otras partes de este volumen, destaca la información derivada de la excavación del petroglifo de Laxe dos Carballos. Recordemos rápidamente las fechas ofrecidas por la datación radiocarbónica de los estratos asociados con la roca grabada (detalles en capítulo 7.1): • CSIC-2005, 512-381 cal BC (2350±29 BP, 2462-2331 cal BP 2σ), unidad estratigráfica de abandono de un canal que pudiera servir para drenar aguas acumuladas en la base del petroglifo, facilitando algún tipo de actividad en su entorno. • Ua-24372, 539-357 cal BC (2340±40 BP, 2489-2307 cal BP 2σ), unidad estratigráfica con restos de cultura material (lascas, percutor, fragmento de arcilla) y correspondiente al límite inferior de los grabados de la roca. • CSIC-1959, 799-521 cal BC (2531±42 BP, 2749-2471 BP 2σ), unidad estratigráfica situada bajo el gran ciervo y nivel del suelo en el momento de uso del petroglifo. Simultáneamente Å. Fredell (supra, capítulo 12) ha estudiado la iconografía del gran ciervo que domina el panel, mostrando cómo sus diferentes elementos se fueron su-
perponiendo sobre el grabado inicial y sugiriendo, por lo tanto, que en torno a la figura se llevaron a cabo actividades durante un período de tiempo probablemente multisecular. Estos datos invitan a matizar nuestra opción arqueoastronómica inicial —basada en la regularidad estadística— para abrirnos también a la consideración del horizonte histórico-etnográfico dado que la Edad del Hierro, como toda época protohistórica, es una época con textos, aunque sea indirectos (esto es cierto incluso para la Edad del Bronce, ver Kristiansen y Larsson 2006: 36-40), razón por la cual el horizonte cultural indoeuropeo o celta se hace pertinente. Este no es el eje de nuestra propuesta y un texto de González García (2007) nos permite ir rápido. Este autor ha examinado la complejidad de los intereses y tensiones ideológicas, políticas, culturales y académicas sobre la cuestión celta, pero esos prolijos debates entrecruzados no son excusa para prescindir de algunos hechos básicos: • Los autores antiguos indicaban la presencia de celtas en el noroeste peninsular. • Textos epigráficos redactados en latín por indígenas indican que se reconocían a sí mismos como celtas. • Los abundantes topónimos gallegos terminados por –bre indican un antiguo topónimo celta terminado en –briga (‘altura’, ‘fortaleza’). Otros topónimos también se explican a través de las lenguas celtas (García Alonso 2006; 2007). • Antropónimos y teónimos antiguos, atestiguados en inscripciones latinas, también se explican a través de las lenguas celtas. Ahora bien, tampoco es cierta la idea de una lengua celta monolítica y homogénea en el Noroeste peninsular antes de la llegada de los romanos. Primero porque las lenguas antiguas (y todas las lenguas) presentan variaciones dialectales que para Galicia prerromana, con las fuentes disponibles, son dificilísimas de detectar. Segundo, porque existe otra lengua no céltica, convencionalmente conocida como lusitano (también de la familia indo-europea), que presenta rasgos específicos (Prósper 2002) siendo difícil detectar fronteras geográficas claras, si es que existieron, entre sus hablantes y los hablantes de lengua celta. En efecto, y tercer punto, debemos tener presente la coexistencia entre hablantes de diferentes lenguas en los mismos territorios. En concreto se ha mostrando cómo la población del castro de San Cibrán de Las, con una singular homogeneidad en su cultura material, hablaba tres lenguas diferentes —celta, lusitano y latín— al mismo tiempo que construía un panteón homogéneo religiosa y socialmente (de Bernardo, García Quintela 2008). Este horizonte lingüístico y cultural nos lleva a introducir otro método en el análisis, el método comparado propio de la historia de las religiones. Su aportación se concreta con respecto a las metodologías de la arqueología del paisaje y de la arqueoastronomía de dos maneras. En cuanto a la primera, el horizonte indoeuropeo proporciona un marco de referencias bien conocido para el plano simbólico iden-
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Figura 13.1. Los cuatro grandes ciervos en los que se centra el análisis de este capítulo. (a) Laxe dos Carballos, Campo Lameiro, Pontevedra; (b) Laxe das Cruces, Tourón, Pontevedra (según Peña Santos); (c) Rotea de Mendo, Campo Lameiro, Pontevedra; (d) Campo de Cuñas, Ponte Caldelas, Pontevedra. Todos destacan por su tamaño claramente superior a la media, sin embargo el de Campo de Cuñas será la excepción a la regla. A pesar de su gran tamaño, el animal no tiene un número anormal de astas ni las otras características observadas en los otros tres ejemplares de porte análogo. Otro caso es el ciervo de Os Mouchos, Rianxo, A Coruña (figura 13.10). Los calcos a, c y d son del Laboratorio de Patrimonio del CSIC, el b de Peña Santos.
cación de la propuesta anterior mediante observaciones astronómicas efectuadas desde las rocas donde se sitúan esos grabados e introduciendo una comprobación de laboratorio que corrobora las observaciones directas. En tercer lugar trataremos de situar todo lo anterior en un marco cultural e histórico para mostrar cómo toda una definición del orden temporal está registrada en el paisaje a través de diversas huellas.
2. CIERVOS GRANDES, ASTAS ANÓMALAS Y CALENDARIOS Las representaciones de ciervos son muy comunes en el conjunto de los grabados del suroeste de Galicia, normalmente formando rebaños y, en ocasiones, representándose escenas de caza (Peña Santos, Vázquez Varela 1992: 4158). De este conjunto destaca la muestra que nos ocupa por ser ciervos con tamaño claramente superior a la media. Está formada por los grandes ciervos de los paneles de Laxe dos Carballos y Rotea de Mendo (ambos en Campo Lameiro) y de Laxe das Cruces (Tourón) y Campo de Cuñas (Ponte Caldelas). En tres casos cuya especificidad pondremos de relieve, Laxe dos Carballos, Rotea de Mendo y Laxe das Cruces el panel contiene otros ciervos que muestran las proporciones exageradas de los que nos interesan (Figura 13.1., ver en Santos 2005 el análisis de las composiciones en que aparecen estos ciervos con sus paralelismos). Solamente el gran ciervo de Campo de Cuñas aparece aislado, sin embargo un caso particular, que también trataremos, lo proporciona un ciervo de la estación de Os Mouchos (Rianxo, A Coruña), pues aunque su tamaño es ordinario, presenta astas desproporcionadas (Figura 13.10.). En efecto, los ciervos de nuestra muestra se caracterizan también por un número exagerado de puntas en sus astas. Sus astas son anómalas, presentan de 11 a 15 puntas por cuerna (depende de cómo se lleve a cabo la cuenta, ver más abajo). Esta representación no es natural, en la naturaleza los ciervos tienen al rededor de siete puntas por cuerno. En condiciones de semi-cautividad, en granjas de caza, se conocen ciervos con nueve, diez u once puntas llamados “premios” oro, súper oro y platino respectivamente, que los cazadores pagan por abatir (www.redstag hunting.com/red_stag_hunting.htm). Ese número se puede alcanzar en condiciones naturales en circunstancias completamente excepcionales (guardabosques del Parque Natural Strandzha, en Bulgaria, nos informaron de casos rarísimos de ciervos con cuernas de 15 puntas). Por otra parte, el ciervo de Os Mouchos parece ser el resultado de la adaptación de un ciervo estándar al número de puntas por asta propio de estos ciervos grandes, y el de Campo de Cuñas tiene ocho puntas por asta. Otros detalles son comunes. Los ciervos miran hacia la derecha, donde aparece una gran combinación circular. Esto es natural considerando la frecuente asociación en los paneles grabados de Galicia entre ciervos y círculos con-
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tificado por los análisis de arqueología del paisaje. Esta perspectiva ya se ha aplicado parcialmente en Campo Lameiro en un estudio sobre la zona de Fentáns que completa los anteriormente citados (García Quintela 2003: 119-136; García Quintela, Santos Estévez 2008: 143-188). Se sostiene, en resumen, que la ladera que desciende, orientada hacia el sur, desde el monte de As Canles hasta el río Lérez, con numerosos paneles grabados con un único motivo), cruces inscritas en círculos (solo conocemos una excepción parcial), responde a una simbología solar con paralelos en ritos y tradiciones atestiguados en horizontes del mundo indo-europeo en general y con ejemplos relevantes en áreas de tradición celta. En cuanto a la segunda, ese mismo horizonte cultural apoya el paso de un análisis arqueoastronómico ‘europeo’ (ver arriba) a otro en el cual testimonios de orden etno-histórico proporcionen referentes para las observaciones astronómicas. Presentaremos nuestra muestra de cuatro grandes ciervos registrados en el conjunto de los grabados rupestres del suroeste de Galicia. Tres de ellos destacan por la “anormalidad” de sus astas y su posible sentido como cuenta calendárica. También propondremos una suerte de verifi-
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céntricos, pero esta disposición, como ha mostrado Å. Fredell (2006: 129-130), solo se presenta en un 25% de casos, mientras que en nuestra muestra es tres de cuatro. Formalmente también comparten el rasgo de presentar un motivo grabado entre los cuernos, indeterminado en Laxe dos Carballos y Laxe das Cruces (un idoliforme ¿?) cuadrúpedos en el caso de Rotea de Mendo. También en estos rasgos la excepción es Campo de Cuñas: el ciervo mira a la izquierda, no hay combinación circular ni tampoco grabados entre las cuernas. Por su parte, el ciervo de Os Mouchos mira a la derecha, pero carece de combinación circular asociada y presenta, como el de Rotea de Mendo, un cuadrúpedo entre sus cuernas. Desde el punto de vista de la ubicación en el paisaje, los grabados estudiados se distinguen por compartir un horizonte abierto hacia el sureste, con la excepción habitual del panel de Campo de Cuñas y con la variante de Os Mouchos, donde el horizonte abierto está hacia el suroeste. En ese horizonte abierto tienen lugar eventos astronómicos relacionados con puntos significativos que describiremos seguidamente. Pero la pertinencia de estas observaciones deriva de dos nuevos rasgos formales: uno, el número de puntas que presentan los ciervos es susceptible de entenderse como un cómputo calendárico; dos, en Laxe dos Carballos y Laxe das Cruces aparecen tres líneas grabadas y aisladas junto al extremo superior de la cuerna derecha (hacia la derecha en Laxe dos Carballos, hacia la izquierda en Laxe das Cruces, ver Figura 13.2.). Según nuestra hipótesis este motivo es fundamental para comprender el nú-
Figura 13.2. Detalle de los petroglifos de (a) Laxe dos Carballos y (b) Laxe das Cruces mostrando tres líneas aisladas junto a la parte superior del asta derecha. Interpretamos este rasgo como indicador de la forma precisa de llevar a cabo la cuenta de las puntas de los cuernos en su consideración calendárica.
mero anormal de puntas de las astas de estos ciervos relacionado con un cómputo calendárico que exponemos más abajo. Como la mayoría de los lectores de este trabajo no estarán familiarizados con los conceptos básicos de astronomía que se usan en la investigación arqueoastronómica, en el Capítulo 3.4. se han explicado una serie de definiciones técnicas sobre el entorno celeste, paisajístico y temporal que nos rodea y que nos van a permitir orientarnos tanto en el espacio como en el tiempo y, de esta forma, entender la discusión que sigue. En efecto, pensamos que los grabados rupestres que acabamos de presentar ofrecen un ejemplo singular de cómo la astronomía y el paisaje se relacionan de manera íntima. Así, por un lado, creemos que los propios grabados muestran de modo intuitivo la forma en que sus fabricantes trataron de acoplar de la manera más sencilla los movimientos del sol y de la luna (un ciclo lunisolar de tres años),
Figura 13.3. El gran ciervo de Laxe dos Carballos, en Campo Lameiro, oteando a la derecha, hacia un gran motivo circular. El número de astas de sus cuernos, y la forma en que están distribuidas, son un muestrario de cuentas astronómicas. 12 es el número de meses lunares en un año solar. (12+3)x2=30 es el número redondo de días en un mes lunar. El siguiente paso es algo más complicado. Para ello tenemos que tener en cuenta las tres rayas (”astas”) aisladas (en amarillo) junto a la punta del cuerno derecho, que postulamos como la marca indicadora de un ciclo lunisolar de tres años. Este se contaría, comenzando por el punto más cercano a las tres rayas, como 12+(12+1)+12=37 meses lunares en 3 años solares. El “asta” aislada en la parte superior del cuerno izquierdo podría ser la marca de mes intercalar. Ver el texto para más detalles.
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mientras que, por otro lado, elegían para grabar aquellos lugares con grandes superficies de piedra aptas para el trabajo, en que el horizonte sudoriental mostraba ciertas hierofanías singulares en los movimientos de estos dos cuerpos celestes. El primer lugar donde trabajamos, y donde descubrimos el potencial de este arte singular, fue en Laxe dos Carballos. Sobre este panel granítico los grabadores esculpieron un gran ciervo con las características expuestas más arriba que resumimos como sigue (Figura 13.3.): 1. Un ciervo de gran tamaño (en torno a 1 m o mayor). 2. Con una cuerna de gran desarrollo y con un número anormal de puntas. 3. Mira hacia la derecha, donde aparece un motivo circular de gran tamaño y otros motivos circulares menores. 4. Hay grabadas tres rayas paralelas aisladas cerca de la cuerna. 5. Horizonte sudoriental lejano y despejado. El análisis de las características del grabado y el estudio de ese horizonte sudoriental fueron las primeras claves de que estábamos lidiando con algo especial y no con una mera representación rupestre de la cacería de un ciervo. La figura 13.3. muestra claramente que la gran cuerna, y los elementos asociados, en especial las tres rayas paralelas, poseen una interpretación astronómica en términos muy sencillos, mientras que las figuras 13.4 y 13.5 indican que en el horizonte sudoriental se producían fenómenos astronómicos singulares, como el orto solar en el solsticio invernal o la salida más meridional posible de la luna llena (lunasticio mayor sur) que marcaban la importancia del entorno de Laxe dos Carballos. Estas zonas del horizonte aparecen además sacralizadas a partir del influjo romano (desde inicios de nuestra era) por la presencia de sendos
Figura 13.4. Horizonte sudeste visto desde Laxe dos Carballos. El horizonte cercano está dominado por las colinas en que se sitúan las rocas con las inscripciones ’DIVI’, mientras que en un plano más alejado se sitúa una montaña que singulariza el horizonte. Los números indican los valores de la declinación de dos puntos del horizonte. Si los comparamos con los valores de la declinación del sol en el solsticio de invierno y de la declinación de la luna en el lunasticio mayor sur hace unos 2.500 años, vemos el interés de este horizonte: prácticamente coincidiendo con la zona donde están situadas las inscripciones, en la cima de dos oteros sobre la primera línea de horizonte, se vería la salida del sol y de la luna en el solsticio de invierno y en el lunasticio mayor sur, respectivamente.
grabados rupestres con el término latino DIVI localizados en su entorno inmediato (Figura 13.4.). Por ello, a las especificaciones anteriores podríamos añadir: 1. Número de puntas que recuerda cifras con un marcado carácter astronómico (12, 13, 15, 30, etc.). 2. Fenómenos astronómicos relevantes en el horizonte sudoriental.
Figura 13.5. Dado el interés del horizonte sudeste desde Laxe dos Carballos, se planteó la observación real de la subida del sol en el solsticio de invierno y de la salida de la luna en el lunasticio mayor sur. La imagen de la izquierda muestra la salida de sol vista desde Laxe dos Carballos en el solsticio de invierno de 2006. El sol sale por la zona cercana a la primera de las inscripciones DIVI del horizonte próximo. Cuando el sol esté completamente por encima del horizonte, estará encima del DIVI norte. Derecha, salida de la luna llena en el lunasticio mayor sur observada el 9 de julio de 2006 en la vaguada del monte lejano, cerca de donde se sitúa la inscripción DIVI sur en el horizonte cercano.
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Capítulo 13. Ciervos, tiempo y paisaje: una integración arqueoastronómica
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Antes de proseguir han de quedar claras dos cuestiones. Por un lado, no tiene sentido hablar de ‘observatorios astronómicos’ como se ha hecho en relación con otras culturas y en otros ámbitos geográficos. No creemos que la clave para entender la relación entre los grandes ciervos y el paisaje fuese la observación con fines científicos o predictivos. Por otro lado, no pretendemos una gran precisión en estas relaciones. Como ha quedado expuesto en el capítulo 3.4. una aproximación del orden del grado puede ser más que suficiente, más aun cuando conjugamos diversos intereses: como que aparezcan en una misma zona —no necesariamente perfectamente alineados— una línea de horizonte cercana, correspondiente al límite occidental de la ladera de As Canles, sacralizada más tarde con las inscripciones DIVI, junto con la salida del sol o de la luna, todo ello visto desde Laxe dos Carballos. Una cuestión importante que nos planteamos era si nos encontrábamos ante un hecho aislado, un unicum, al que se pudiera aplicar el adagio testis unus, testis nullus, o, por el contrario, podíamos de alguna manera falsar nuestros resultados. Para ello, nada mejor que analizar también los otros grabados con ciervos de gran tamaño.
Figura 13.6. El gran ciervo de Rotea de Mendo, rodeado de motivos circulares con uno de mayor tamaño a su derecha. El ciervo parece mostrar dos grandes cuernos simétricos de 13 astas. Al cuerno izquierdo parece habérsele añadido, bien en el diseño original o a posteriori (esto es difícil de saber), un suplemento con cuatro astas adicionales (en rojo). Curiosamente, la cuenta 13+13+4=30 repite el patrón lunar del ciervo de Laxe dos Carballos. (Calco realizado por el Laboratorio de Patrimonio del CSIC).
Figura 13.7. Desde Rotea de Mendo no es posible la observación del horizonte sudeste debido a la presencia de un bosque de eucaliptos. Sin embargo, gracias a la cartografía digital es posible obtener información de la visibilidad del horizonte desde el lugar en que se encuentra este petroglifo. En este mapa, la ubicación de Rotea de Mendo está marcada en verde, los puntos negros indican los castros del entorno, mientras que las estrellas muestran la posición de las inscripciones DIVI. Las partes del paisaje visibles desde Rotea de Mendo están indicadas en rojo. En la parte sudeste aparece un horizonte lejano, que se ha reconstruido en parte en el recuadro superior. La salida del sol en el solsticio de invierno ocurriría en la intersección de ese horizonte lejano con uno más próximo. Algo similar, pero en el extremo sur de ese horizonte, ocurriría con el orto de la luna en su salida más meridional (lunasticio mayor sur) durante el verano. Ambas situaciones están indicadas con líneas amarillas en el mapa.
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que el de Laxe dos Carballos, incluyendo las tres rayas verticales que parecían confirmar, de nuevo de forma muy sencilla, la aproximación a un ciclo de tres años para cuadrar los ciclos lunar y solar. En nuestra opinión, es altamente improbable que estos paneles muestren tantas similitudes por pura casualidad y ciertamente creemos que nos encontramos ante imágenes “de culto” donde se representaba de manera sencilla el interés de los grabadores por los ciclos del sol y la luna. Este hecho se confirmaba por la presencia otra vez de una hierofanía lunar en el horizonte sudoriental (nuevamente), aunque no encontramos indicios marcados de interés por el orto solar invernal en el lugar (Figura 13.9.). Sólo quedaba un ciervo de gran tamaño por estudiar, localizado en Campo de Cuñas, en el municipio de Ponte Caldelas, a poca distancia de Tourón (Figura 13.1.). Aquí, sin embargo, no se mostraba ninguna de las especificaciones que venimos analizando pues ni el número de astas era desproporcionado, ni miraba a la derecha, ni había un grabado circular, ni había un horizonte sudoriental lejano. Nos encontrábamos pues ante algo diferente, sin las propiedades singulares de las otras representaciones y constituía, por tanto, la excepción que confirmaba la regla.
Figura 13.8. Detalle del hermoso panel de Laxe das Cruces (Tourón, Pontevedra), mostrando un motivo de círculos concéntricos de gran porte al que dirige su mirada el ciervo de gran tamaño que singulariza el conjunto rupestre. En este caso nos encontramos de nuevo con las tres rayas situadas sobre la punta del cuerno derecho (marcadas en amarillo). Pensamos que nuevamente nos encontramos ante un patrón de conducta similar al de Laxe dos Carballos en que se representa un ciclo lunisolar de tres años. En este caso, la cuenta sería (11+2)+12+12=37 meses lunares en tres años solares. A modo de hipótesis, especulamos con la posibilidad de que el asta doble situada en la parte inferior del cuerno derecho pudiera estar relacionada con la presencia de años de 12 (si el asta se cuenta como una) o 13 (si se cuentan sus dos ramas) meses lunares y es, por tanto, otra forma sutilmente diferente de representar la necesidad del mes intercalar.
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En el mismo valle de Campo Lameiro, pero en su vertiente occidental se encuentra el gran panel de Rotea de Mendo (Figura 13.6.). Para nuestra sorpresa, se cumplían la mayoría de las características descritas, salvo la presencia de las tres rayas verticales que nos impedían verificar la hipótesis del ciclo de tres años. El horizonte sudoriental sólo se adivinaba entre el bosque de eucaliptos en que hoy en día se halla inmerso el panel pero, aun así, parecía lejano y despejado. Por ello, se decidió realizar una comprobación de laboratorio, obteniendo un mapa detallado de contornos de visibilidad desde el lugar que nos permitiese verificar el punto vii. La figura 13.7 muestra dicho plano y, tal como se puede apreciar, nuevamente la salida del sol en el solsticio de invierno (véase recuadro superior derecho) y, en menor medida, la salida más meridional de la luna se producían sobre elementos singulares del paisaje. Sin embargo, la confirmación definitiva de que podíamos estar lidiando con algo verdaderamente singular, se obtuvo a casi 20 km a vista de pájaro de Laxe dos Carballos, en el formidable panel conocido como Laxe das Cruces en el municipio de Tourón. En este panel (Figura 13.8.), otro gran ciervo presentaba las mismas especificaciones
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Capítulo 13. Ciervos, tiempo y paisaje: una integración arqueoastronómica
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Figura 13.9. Mirando desde Laxe das Cruces en dirección sudeste se observa el horizonte presentado en la imagen superior. De nuevo observamos la intersección de un horizonte cercano con uno más lejano. El horizonte lejano es bastante regular, destacando únicamente la intersección de éste con un monte cercano, cuya declinación es de -29,5. Cerca de este punto ocurre la salida de la luna en el lunasticio mayor. Esto fue corroborado con observación in situ en la salida de la luna llena del día 9 de julio de 2006, imagen derecha.
Terminaremos nuestro análisis con un caso peculiar. No se trata de un ciervo de gran tamaño, sino más bien de uno del tamaño usual en los grabados de Galicia, pero con una singularidad manifiesta, una cuerna de porte enorme que nos recordaba a las de Laxe dos Carballos, Rotea de Mendo o Laxe das Cruces, y que es, en sí mismo, una singularidad en el arte rupestre gallego. Se trata de un pequeño panel en el lugar de Os Mouchos en el municipio de Rianxo, el ciervo presenta unos cuernos desproporcionados con al menos 12 puntas en cada uno (Figura 13.10.). En este caso, es el horizonte sudoccidental el que está abierto mostrando una conexión solar, pues el ocaso del sol en el solsticio de invierno se produce en el Cabo de Cruz, y lunar, con la puesta más meridional de la luna en una breve sección de horizonte marino. Creemos que nos encontramos ante una fenomenología similar a las anteriores, si bien manifestada de una manera menos elaborada y mucho menos espectacular. En conclusión, estamos casi convencidos de que los grandes paneles rupestres que muestran grandes ciervos con cuernas con un número desproporcionado de astas son algo más que meras representaciones cinegéticas, constituyendo auténticas imágenes de culto donde se sacralizaba un entorno apropiado para la apreciación de ciertas manifestaciones astrales y donde el propio panel recogía parte de esa simbología al mostrar indicios sobre el conocimiento de ciclos sencillos de carácter lunisolar. En particular, creemos que los paneles de Laxe dos Carballos y Laxe das Cruces, con las tres rayas aisladas, son un indicio bastante veraz de la existencia de un ciclo de tres años en que el reloj de la naturaleza habría sido “puesto en
hora” de una manera ciertamente sencilla pero no por ello menos singular e importante.
Figura 13.10. Un caso singular de nuestro estudio lo ofrece el pequeño ciervo del panel de Os Mouchos (Rianxo, A Coruña), que sin embargo posee unos cuernos gigantescos que de nuevo repiten un número de astas con posibles cuentas astronómicas (12). Este es un caso único en Galicia, que creemos responde a un patrón de ideas similar al encontrado en Laxe dos Carballos, Rotea de Mendo y Laxe das Cruces, pero expresado aquí de una manera mucho menos elaborada. Imagen resaltada con Photoshop.
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Los hechos presentados son observables con facilidad por cualquiera que examine con minucia los grabados y el paisaje que los rodea considerando, obviamente, los astros y sus desplazamientos integrados en ese paisaje. Además podemos afirmar que tratamos con un rasgo cultural al mismo tiempo común y pertinente en las áreas de análisis definidas en este volumen, pues cubre las Zonas 1 (Laxe dos Carballos), 2 (Rotea de Mendo) y 3 (Laxe das Cruces); pero también pertinente en el conjunto de los petroglifos de Galicia (es el valor de Os Mouchos en Rianxo en la muestra). Esto lleva a pensar que los lugares estudiados tuvieron una particular consideración por parte de quienes hicieron los grabados plasmando relaciones calendáricas y fenómenos astronómicos observables desde ellos. Cosa que no debe sorprender: tampoco en tiempos históricos se erigieron catedrales en todas partes. Es importante subrayar, en este sentido, que cada caso estudiado revela una compleja red de observaciones que conjugan lugares con las condiciones idóneas para grabar ciertas rocas con horizontes donde se observan eventos solares o lunares destacados. Esto plantea un problema singular a la hora de buscar paralelos significativos, pues solo estudios que consideren el mismo tipo de documentos de partida (rocas grabadas) y metodología (arqueología del paisaje y/o arqueoastronomía) pueden llegar a conclusiones semejantes. Pero desconocemos esos estudios. No obstante es pertinente presentar algunos testimonios que, sin constituir paralelos, sugieren posibilidades merecedoras de estudio en el futuro. En primer lugar, la relación entre ciervos y/o caballos con representaciones solares cuenta con una gran cantidad de ejemplos en la Edad del Bronce europea (Briard 1987, Kristiansen y Larsson 2006: 355-407), hecho reflejado en diversas mitologías a lo largo de la antigüedad. También en la Edad del Bronce se fechan vasos campaniformes decorados con la asociación de ciervos y soles en la Península Ibérica, si bien la muestra es reducida (Garrido y Muñoz 2000). En esta línea, y pasando al campo de los petroglifos, Å. Fredell (e.p.) ha propuesto interpretar como símbolos solares las combinaciones circulares asociadas con los ciervos tanto del suroeste de Galicia como del área de Bohuslan en Suecia. Por otro lado, parece relevante indicar que de forma tácita o explícita en la actualidad se asume por parte de la mayor parte de los investigadores la indo-europeización del conjunto del continente Europeo ya desde esta época, considerando todos los matices, excepciones y ritmos temporales diversos que sean oportunos. Siguiendo con los petroglifos, en Valcamonica (norte de Italia) conocemos representaciones de ciervos con un número excesivo de puntas en sus cuernos. Pero sin el acompañamiento de un estudio semejante al aquí propuesto, no podemos incluirlas en nuestro análisis. Señalemos dos cosas. Primera, que el reajuste cronológico propuesto por A. Arca (2001) tras una importante serie de investigaciones
parciales, lleva a fechar estas representaciones al principio de la Edad del Hierro: serían por lo tanto contemporáneas de las que hemos estudiado. Segunda, que los estudios arqueoastronómicos sobre esta cultura no se plantean el interés de las representaciones de estos ciervos (Gaspani y Cernuti 1997; Gaspani 1999). Si pasamos a representaciones sobre objetos muebles tropezamos con uno de los paneles del caldero de Gundestrup (Dinamarca). El estudio iconográfico propuesto por G. Olmstead (2001: 120-127) apunta, tras la discusión de las propuestas anteriores, a fecharlo entre los años 90 y 70 a.J. y a fijar una región costera entre el Loira y el Sena como su lugar de fabricación. Pues bien, la famosa representación del dios galo Cernunnos, claramente identificado por las astas de ciervo, aparece junto a un ciervo “naturalista”: curiosamente la suma de las puntas de las astas del ciervo y del dios suman 30, uno de los números recurrentes en nuestro estudio. Por otra parte, procedente de Petersfield (Hampshire, Inglaterra) conocemos un cuño monetal con posible representación esquemática de la cabeza de Cernunnos asociada con combinaciones circulares y con un símbolo solar (una rueda) situada entre sus cuernos (Figura 13.16.). No parece necesario enfatizar las semejanzas de esta iconografía con la mostrada por nuestros petroglifos. Baste este breve muestreo para apreciar cómo el horizonte de la primera Edad del Hierro, derivado de la datación radiocarbónica de Laxe dos Carballos, se ubica entre un fondo indoeuropeo conocido desde la Edad del Bronce y paralelos en la misma Edad del Hierro céltica. Pero antes de seguir las líneas sugeridas por esos referentes culturales, es preciso examinar con detalle la relación entre paisaje y diacronía en Campo Lameiro. De forma general sostenemos que la percepción de la realidad habitual en las más diversas sociedades parte del conocimiento del espacio (ver una explicación pormenorizada en el capítulo 14). Son innumerables los casos de culturas históricas y etnográficas que fijan la memoria colectiva y la identidad en el territorio que habitan por el procedimiento de llenarlo de contenidos mediante narraciones, dotando de sentido a determinados parajes naturales, o construyendo monumentos. En estas condiciones, la relación entre la comunidad social y el territorio es, como tal relación, constante. Lo cual no es contradictorio con el cambio tanto del territorio, siguiendo procesos naturales o debido a la acción antrópica, como de la propia comunidad que lo habita, según el curso del proceso histórico. Por otra parte, las comunidades humanas normalmente están poco, o nada, interesadas en conservar los momentos de inflexión en su relación con el territorio mientras que es extraordinariamente importante la seguridad que proporciona la mencionada relación estable entre grupo humano y territorio. Este argumento no niega el proceso histórico, se limita a reconocer que el discurso histórico tiene un código genético y unas circunstancias de difusión que no son universales. Esto tiene una consecuencia práctica en nuestro análisis pues nos obliga a reconocer que las sociedades dejan sus huellas en el espacio con distintos grados de in-
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tensidad. Seguidamente esas huellas se superponen quedando rastros más o menos firmes de las más antiguas a lo largo de cambios sucesivos, lo que lleva a leer los paisajes como palimpsestos. Pero cada comunidad que vive en un territorio siempre lo asume total o parcialmente según sus propios códigos intelectuales. Es decir, los elementos naturales o artificiales que integran los espacios constituidos como paisajes, esto es, cuando esos espacios son objeto de discursos, forman parte del presente en cada momento histórico, con total independencia del momento en que se constituyeron. Esta forma de comprender la relación entre territorios y grupos humanos (que se profundizará en el próximo capítulo) es uno de los fundamentos de la arqueología del paisaje y subyace al análisis presentado hasta aquí. De esta forma el análisis histórico se comprende como lo que geFigura 13.11. Estratigrafía relativa y cronología absoluta de los nuinamente es: una construcción intelectual de nuestra culmotivos representados en el panel de Laxe dos Carballos, tura acerca de las relaciones entre sociedad y tiempo que, adaptado del capítulo 12, de Å. Fredell en este volumen. como decíamos, no es universal. Por ello será lógicamente en un segundo momento, tras las observaciones organizadas como un argumento estructural, cuando resulta legítimo reconstruir un proceso diacrónico con el grado de precisión que nos permite la documentación analizada. Para esta tarea contamos con un apoyo importante en el análisis efectuado por Å. Fredell (supra, capítulo 12) sobre la estratigrafía relativa de los motivos grabados en el panel de Laxe dos Carballos (Figura 13.11.). Pasemos, pues, a relacionar esta propuesta con las observaciones arqueoastronómicas realizadas, aunque se impone subrayar su carácter hipotético y precisado de crítica y revisión. 1. Los eventos astronómicos están presentes en este paisaje actualmente con las particularidades reseñadas en el apartado 2, lo que implica que no hubo grandes oscilaciones en los desplazamientos relativos de los astros sobre los puntos relevantes del paisaje para las fechas que consideramos (ver Capítulo. 3.4; estas posiciones están afectadas sobre todo por la variación de la oblicuidad de la eclíptica). Recordemos que, en ningún caso, estamos planteando que nuestros grabados son “observatorios” astronóFigura 13.12. La composición muestra la homología entre el panel con grabados de micos. La cuestión que se plantea Laxe dos Carballos, el horizonte local inmediato y el plano astronómico, como si se es saber cuándo podemos detectratase de una serie de círculos concéntricos. Las tiras de fotos superior e inferior tar en los grabados indicios de recogen los elementos que justifican esta interpretación y en el centro se indica su que esos eventos astronómicos posición relativa en el espacio. El punto verde corresponde al petroglifo y las estrellas a las inscripciones con DIVI. se tuvieron en cuenta.
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tan a subrayar lo conocido) está operativa la organización dual del paisaje, rasgo concordante con lo que se sabe de la organización del calendario celta (Laurent 1995). Consideramos significativa la correlación que se establece entre la escala cósmica (sol y luna), el paisaje local teniendo en cuenta la cuenca visual del valle (DIVI-DIVI), y el panel (ciervo-círculo solar) (Figura 13.12.). Esta organización en círculos concéntricos tiene su correlato de dualidad entre la dominante invernal, oscura, nocturna, mirando al norte, del ciervo de Laxe dos Carballos (aunque también esta presente el círculo-sol), y la dominante veraniega, clara, diurna, meridional, de la ladera de Fentáns plagada de cruces inscritas en círculos de evocación solar (aunque el DIVI sur remite al lunasticio). Finalmente, aunque no nos hemos detenido en la cuestión a lo largo del estudio, parece conveniente indicar que es posible identificar el estrato cronológico-cultural correspondiente a la cristianización, pues supondría una suerte de cierre al proceso histórico cultural presentado sin que por ello deje de presentar cierta traza de los elementos ya acumulados en el paisaje. Esta propuesta se impone al observar cómo se produce la cristianización en paisajes arqueológicos gallegos que alcanzamos a conocer relativamente bien (Ayán 2005; García-Quintela 2006). Por ello proponemos un último estrato cultural: 6. Los santos patronos de los caseríos de Praderrei (San Blas, 3 de febrero) y de Paredes (San Antonio, el 17 de enero) inmediatos a Laxe dos Carballos, se celebran cerca de la fiesta celta de media estación en invierno: Imbolc, el 1º de febrero. Por otra parte, la ladera de Fentáns queda cristianizada por los santos Justo y Pastor (¿una pareja correlativa con los dos DIVI?) cuya fiesta se celebra el 6 de agosto cerca, por lo tanto a la fiesta celta de mitad de verano: Lugnasad el 1º de agosto. Estos santos tienen, además, un culto antiguo bien atestiguado y, por tanto, parece legítimo relacionarlos con el momento de evangelización de esta zona en la antigüedad tardía o inicios de la Edad Media (Figura 13.13.). No podemos ofrecer un análisis comparable para los restantes casos de nuestra muestra. Carecemos de las excavaciones y dataciones que usamos en Laxe dos Carballos. Tampoco cabe presumir, demasiado rápidamente, que eventuales excavaciones en las inmediaciones de los otros petroglifos sean fructíferas, pues su ubicación topográfica ha impedido, a primera vista, la acumulación de depósitos relacionados con las rocas grabadas. Siempre se podría intentar una excavación, por supuesto, pero la experiencia acumulada sobre los once petroglifos excavados hasta la actualidad indica que sólo en uno de ellos, precisamente el de Laxe dos Carballos, se ha podido obtener un registro arqueológico y cronológico relevante. Con estos antecedentes, los futuros y necesarios esfuerzos de excavación en el entorno de petroglifos tienen necesariamente que ser muy cautos, escogiéndose zonas con las mejores condiciones topográficas a priori, si no se quieren dilapidar recursos y
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2. A simple vista, y en las fotos, destaca la diferencia de profundidad del grabado entre el ciervo y los motivos que lo rodean. Dos razones pueden explicar esta diferencia: los grabados más superficiales estarían sometidos a una erosión más prolongada o se elaboraron con herramientas relativamente blandas. Ambos argumentos, o su combinación, implican la posterioridad del ciervo con respecto a los restantes motivos. Además los trazos del ciervo grande se superponen a algunos de los ciervos pequeños. El final de la Edad del Bronce es la propuesta cronológica de Fredell para esta fase. Desde el punto de vista arqueoastronómico ignoramos si este momento es relevante. Sólo la interpretación de las combinaciones circulares como representaciones del sol permitiría, eventualmente, pensar en que la observación del solsticio de invierno jugaba un papel. La complejidad del ciclo lunar, incluso como mera observación sin comprender sus razones, sería por tanto posterior. 3. El ciervo está fechado por la estratigrafía adyacente en la primera Edad del Hierro. En ese momento ya era una figura con una cornamenta excepcional, pero las 11 puntas por cuerna, sugeridas por el análisis de Fredell, descartan una cuenta calendárica que, en caso de existir, no ha dejado una huella que podamos detectar. La propuesta de Fredell no incluye los tres trazos adyacentes a la cuerna a los que hemos dado tanta importancia: por su forma de grabado parecen de la fase sucesiva, pero su posición aislada del resto del grabado impide un juicio preciso. En cualquier caso, en la escala cronológica que nos situamos, y considerando que la propuesta de Fredell que nos guía no deja de ser una hipótesis, la variación entre la fase 3 y la 4 —cien años— nos parece menor. 4. Las adicciones que Fredell fecha hacia el 700 BC, y que los indicios de actividad detectados en el entorno del panel permiten considerar operativos hasta el cambio de era, implican que la cuenta calendárica podría ser funcional en este período. Como esa cuenta calendárica relaciona el ciclo solar con el ciclo lunar, es probable que los dos eventos astronómicos del horizonte oriental fuesen conocidos ahora, sirviendo como referentes para la realización de actividades en el entorno del grabado (fechas de reuniones comunitarias etc.). Las armas clavadas sobre el animal indican su caza, sometida a un ciclo estacional que, por lo tanto, se añadiría al tema calendárico. 5. El último trazo detectado por Fredell es la línea que atraviesa el cuello del ciervo. Se trata de un collar o, sugerimos, un torques, considerando la omnipresencia de este atributo en la iconografía de Cernunnos (Bober 1951). También a esta época, hacia principios de la era, pertenecen las inscripciones DIVI grabadas en la primera línea del horizonte, subrayando las relaciones entre Laxe dos Carballos y el horizonte oriental. En este momento (pero muy posiblemente ya desde antes, pues los elementos nuevos se limi-
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Capítulo 13. Ciervos, tiempo y paisaje: una integración arqueoastronómica
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Figura 13.13. Modelo tridimensional del valle medio del Lérez, a la altura de Campo Lameiro, visto desde el sur. Las formas violetas indican los castros, los puntos rojos una selección de los petroglifos existentes, y los azules las inscripciones DIVI. Cuando se cristianiza este paisaje lo hace bajo la advocación de los Santos Justo y Pastor, en la ermita de San Xurxo de Sacos, al otro lado de la ladera de As Canles, y San Blas (y/o San Antonio), cercanos a los petroglifos de Paredes-Praderrei, donde está Laxe dos Carballos. Las fiestas de estos santos 6 de agosto y 3 de febrero, son particularmente cercanas a las fiestas celtas de media estación correspondientes a Lugnasa de Imbolc (principios de agosto y de febrero respectivamente).
esfuerzos. Sin embargo, un análisis iconográfico, aunque sea somero y siempre hipotético, tal vez es más plausible. Comenzando por Os Mouchos, se puede aventurar, a expensas de un estudio detallado, que las cuernas del ciervo se alargaron hasta alcanzar un número de puntas “astronómico” mediante una reelaboración (¿y resemantización?) del grabado que, hipotéticamente, situaríamos en paralelo a las observaciones calendáricas y astronómicas detectadas en el sur de Galicia a lo largo de la primera Edad del Hierro. En Laxe das Cruces se presenta otra situación, pues no solo el ciervo es semejante al de Laxe dos Carballos, sino que el conjunto de la estación, incluyendo los diferentes paneles grabados y las relaciones que se establecen entre ellos, parecen responder a una misma estructura, pero esta intuición exige un examen que ahora no procede. Podemos detenernos un poco más en Rotea de
Mendo, pues el panel presenta rasgos de reelaboraciones sucesivas para cuya datación, sin el apoyo de una excavación estratigráfica, dependemos del paralelo de Laxe dos Carballos y del análisis estilístico. Con las cautelas derivadas de esta aproximación indirecta, sugerimos —debido a los trazos en general más erosionados— una primera fase (de la Edad del Bronce) consistente en una asociación de ciervos pequeños y combinaciones circulares. En la primera Edad del Hierro se añadiría el gran ciervo, con trazos mucho más profundos y la cuenta calendárica simple que hemos descrito (es una incógnita la época a la que se podrían adscribir las figuras de danzantes grabadas en la parte inferior del panel, que carecen de paralelos claros). Pero los análisis sobre los petroglifos de la zona de As Canles y otros lugares llevados a cabo por M. Santos Estévez muestra que las cruces inscritas en círculos corresponden
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>> Juan Antonio Belmonte Avilés, Marco V. García Quintela y A. César González-García
Figura 13.15. Detalle del petroglifo de Rotea de Mendo con motivo tipo “tres en raya” y círculo con cruz inscrita y cornamenta de cérvido que pueden asociarse con representaciones cosmológicas o solares considerando otros paralelos culturales.
Figura 13.16. Moneda procedente de Petersfield (Hampshire, Inglaterra) con posible representación de la cabeza del dios celta Cernunnos y con una rueda de ocho radios situada entre sus astas.
Figura 13.14. Caballos relacionados con sacrificios y decorados con círculos y cruces inscritas (arriba, procedente de Numancia) o con un solo círculo (abajo, procedente de Luzaga), aunque el círculo podría ser una adición posterior a la confección del relieve (según Alfayé).
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al Estilo Esquemático Atlántico propio de la Segunda Edad del Hierro: es relevante en Rotea de Mendo que estas figuras parecen evitar superponerse sobre grabados anteriores y que el ciervo se “resemantiza” con la inserción de uno de estos motivos en su tronco. Merece la pena destacarse que, de esta forma, el ciervo muestra una decoración asociada que en Celtiberia, al final de la Edad del Hierro, aparece en caballos representados en contextos de celebración de sacrificios (Figura 13.14.; Alfayé 2006: 150-153), ¿serían “caballos solares”? Otros dos motivos del panel de Rotea de Mendo permiten insistir en la posible representación de motivos astrales que ates-
tiguarían, tal vez, el interés de sus grabadores por los eventos astronómicos conocidos en el horizonte lejano (Figura 13.15. y, más arriba, Figura 13.7.). En primer lugar, aparece una representación tipo “tres en raya”, que sin ser una rareza, no es frecuente entre los petroglifos gallegos discutiéndose su datación e interpretándose, usualmente, como un juego (Costas y Fernández 1986). Sea o no correcta esta interpretación, lo cierto es que en el contexto establecido para el conjunto del panel parece legítimo ver en esta figuración algún tipo de evocación cósmica por dos razones. Primera, porque una forma extraordinariamente frecuente de representar el orden cósmico con las posiciones relativas de los astros es a través de una rueda o rectángulo con radios o ejes que evocan las posiciones relativas del sol desde determinado punto de observación o las partes en que se divide el año (por ejemplo McCluskey 1998: 15-19; Gricourt y Hollard 2003; 2006); segunda, porque está bien establecido en general, y en el mundo celta en particular, que los tableros de juego representan el mundo, o un reino, explicándose los movimientos de las fichas a través de las líneas o los escaques como desplazamientos a través del espacio simbolizado por el tablero (Sterckx 1972-1973). En segundo lugar, el motivo de la cruz inscrita en un círculo de la que salen astas de ciervo parece una representación taquigráfica de las ideas que exponemos pues sintetiza la dicotomía entre aspecto claro (el símbolo solar) y oscuro (los cuernos que remiten al ciervo). Esta representación cuenta con un buen paralelo en el anverso de una moneda procedente de Petersfield (Hampshire, Inglaterra; Figura 13.16.; Boon 1982), fechada hacia los años 20 de la era. Cabe discutir si los cuernos proceden de la cabeza o de una suerte de máscara o casco, pero esta opción no sería problemática considerando las asociaciones del ciervo con el carnaval (Lombard-Jourdan 2005: 62-113). Ciertamente es legítimo argumentar en contra de esta aproximación que una moneda no es un petroglifo y que Galicia no es Gran Bretaña. Pero lo importante es constatar cómo en lugares diferentes y sobre soportes diversos se plasman icónicamente de un modo semejante motivos religiosos compartidos o emparentados. En definitiva, hemos presentado tres casos de graba-
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Capítulo 13. Ciervos, tiempo y paisaje: una integración arqueoastronómica
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dos de ciervos con destacados rasgos comunes; otro caso más refleja, tal vez, un intento de adaptación al modelo anterior (Os Mouchos) y el ciervo de Campo de Cuñas revela que se podía representar un ciervo grande sin mayores afanes especulativos. En esos tres casos y medio (considerando así Os Mouchos), hemos mostrado la correlación entre observaciones iconográficas, cómputos calendáricos y eventos astronómicos. Estos hechos se producen en un contexto cronológico que abarca, probablemente, la mayor parte de la Edad del Hierro y remiten a un fondo de cultura céltica e indo-europea. En la tercera parte del capítulo hemos intentado proponer una estratigrafía cultural del conjunto de las observaciones efectuadas desde la Edad del Bronce hasta la cristianización. Este análisis ha sido particularmente fructífero para Laxe dos Carballos debido a la acumulación de información sobre el grabado y su entorno. Sin embargo, de un modo más especulativo, hemos ampliado a los otros casos ese tipo de examen estratigráficocultural. Al hilo de este estudio hemos apuntado hacia diversos temas colaterales cuyo seguimiento detallado exige, sin embargo, otro trabajo. Génesis y agradecimientos. Es oportuno explicar la gestación de este capítulo. Conscientes M.V. García Quin-
tela y M. Santos Estévez de los límites de una arqueoastronomía basada en observaciones, como la planteada en el área de A Ferradura (Amoeiro, Ourense), buscamos la colaboración con arqueoastrónomos acreditados. En verano de 2005 pudimos contactar con J.A. Belmonte Avilés y A.C. González García que aceptaron viajar a Galicia en febrero de 2006 para visitar distintos yacimientos. En ese contexto, la visita a los petroglifos de Campo Lameiro tenía como finalidad buscar un conocimiento directo del terreno y tantear el diseño de un programa de observaciones de interés astronómico. Fue una sorpresa la identificación de la regularidad arqueoastronómica explicada en este capítulo y verificada posteriormente mediante observaciones astronómicas. A lo largo de este proceso han colaborado de manera eficaz, y en realidad imprescindible, Manuel Santos Estévez, Yolanda Seoane Veiga y César Parcero Oubiña, quienes estarían tan legitimados para firmar el trabajo como quienes efectivamente lo hacemos. Por otra parte, Åsa Fredell, Daniel Gricourt y Dominique Hollard nos han ayudado en cuestiones de iconografía. Vaya para todos ellos nuestro agradecimiento. Este trabajo ha sido financiado en parte por el Instituto de Astrofísica de Canarias en el marco del proyecto P310733 Arqueoastronomía.
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Marco V. García Quintela
Es notoria la diversidad de disciplinas implicadas en el tratamiento del espacio. Barbara Bender afirma con toda razón que: “Los paisajes rehúsan ser sometidos a disciplina; se burlan de las oposición que creamos entre tiempo (historia) y espacio (geografía) o entre naturaleza (ciencia) y cultura (antropología) (Bender 2002: S106). En este ensayo se obviarán las cuestiones derivadas del tratamiento natural del espacio y partiremos de un planteamiento de Émile Durkheim que tiene casi un siglo: “Por sí mismo el espacio no tiene derecha ni izquierda, ni arriba ni abajo, ni norte ni sur etc. Todas estas distinciones provienen evidentemente del hecho de que han sido atribuidos valores diferentes a las diferentes partes del espacio. Y como todos los hombres de una civilización se representan el espacio de una misma manera, es necesario evidentemente que esos valores afectivos y las distinciones que de ellos dimanan les sean igualmente comunes; lo que implica casi necesariamente que sean de origen social” (Durkheim 1982 (1912): 10). La fecundidad de esta intuición de Durkheim se ha actualizado desde diversas orientaciones. Siguiendo la temática de estudio de la religión de donde procede la cita anterior, es fundamental el trabajo de Jonathan Z. Smith sobre las percepciones del espacio implícitas en los ritos (Smith 1987). Trabajos recientes insisten en la pertinencia de esta aproximación en distintas tradiciones religioso-culturales (Choksy 2003; FitzPatrik 2004; Woodard 2006). Se llega a una posición análoga desde la geografía humana de orientación fenomenológica. Así, hace años O.F.G. Sitwell y G.R. Latham (1979: 57-58) señalaban la importancia del trabajo empírico sobre la relación entre creencia y paisaje postulando la necesidad de una “behavioural geography”. Más reciente, un reputado representante de esta orientación, Yi-Fu Tuan, escribe, por ejemplo: “Tomar el lenguaje en serio… nos permite entender mejor el proceso de place-making mediante el reconocimiento de una fuerza previamente descuidada sino simplemente ignorada. Nos permite entender mejor la cualidad (la personalidad o el carácter) del lugar, pues esa cualidad está conferida por… los poderes metafóricos y simbólicos del lenguaje” (Tuan 1991: 694).
También la antropología tiene mucho que decir y, sobre todo, mucho material comparativo que aportar. Estudios recientes insisten en la idea de que los espacios sólo cobran sentido cuando los construye la acción social en un proceso histórico donde se combinan, en dialécticas complejas, las fuerzas de la tradición y las presiones para la transformación derivadas de la globalización creando y/o negociando nuevas formas de identidad (Santos-Granero 1998; Raffles 1999; Hayden 2002; Holtzman 2004; todos con referencias bibliográficas) Otras posibilidades ofrece la historia o la crítica del arte, considerando aproximaciones críticas al paisaje en la historia del arte como las propuestas de John Berger (2000: 118-121; entre otras páginas dedicadas al tema), o movimientos artísticos contemporáneos como el Land Art. En 1985 pude ser testigo de la acción de Christo consistente en envolver el Pont-Neuf de París. Su impacto tuvo importancia en toda una serie de planos: desde el cambio de la percepción que esa acción imponía en los usuarios de un paisaje urbano habitual, inesperadamente transformado, hasta las polémicas sobre los intereses económicos activados y, en definitiva, el juego de renegociaciones de los lugares sociales derivados de la acción artística. En una intersección de miradas disciplinares se ubica la arqueología del paisaje. Tal como la describe Felipe Criado (1999) esta orientación disciplinar identifica los modos seguidos por diferentes sociedades del pasado para implantarse en el entorno considerando tanto actividades de subsistencia y pautas de habitación como los tipos de territorialidad y los modos de aprehensión de los espacios a través de las creaciones que en ellos dejan esas sociedades. La prioridad fijada es la identificación de regularidades en el espacio y, una vez establecidas, leer cómo se superponen proporcionando una cronología relativa a la manera de los estratos arqueológicos. Sin embargo la empresa de Pierre Nora (1984-1994; 1989), de impulso e intereses franco-franceses en torno a qué es la nación (francesa) pese a su volumen, impacto y calidad de las contribuciones, poco aporta a nuestras inquietudes. Ahora bien, la distancia con respecto a esta propuesta no significa prescindir del tiempo. Muy al contrario. Desde un punto de vista de la psicología individual, el filósofo Gastón Bachelard sugería las virtudes de un “topo-
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CAPÍTULO 14. SOBRE LUGARES Y DISCURSOS: ANTROPOLOGÍA DE LA TOPOLOGÍA COMPARADA
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Capítulo 14. Sobre lugares y discursos: antropología de la topología comparada
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análisis” que sería, en realidad, una aproximación al tiempo desde el espacio pues se ocuparía del: “Estudio psicológico sistemático de los sitios de nuestra vida íntima. En este teatro del pasado que es nuestra memoria, el decorado mantiene a los personajes en su papel dominante. Creemos en ocasiones conocer en el tiempo, mientras que no se conoce más que una serie de fijaciones en los espacios de la estabilidad del ser… En sus mil alvéolos, el espacio tiene tiempo comprimido. El espacio sirve para eso” (Bachelard 1957: 27). Ideas análogas se formulan desde la antropología. Así Barbara Bender comienza un ensayo con dos proposiciones: “Paisaje es tiempo materializado. O, mejor, paisaje es tiempo que materializa: los paisajes, como el tiempo, nunca permanecen quietos. La segunda: Paisajes y tiempo nunca pueden ‘estar fuera’: siempre son subjetivos” (Bender 2002: S103). Otro antropólogo, Jon Holtzman, escribe en la misma línea: “El tiempo está escrito en el espacio. La relación entre las áreas global y local, analíticamente distintas, no es solo espacial sino también cronológica. Lo local no es solo espacialmente distante sino también históricamente anterior” (Holtzman 2004: 63). Desde la arqueología del paisaje antes reseñada se sigue idéntica orientación. Todo el problema es implementar las metodologías necesarias para percibir adecuadamente esa presencia del tiempo en cada espacio que pueda caer bajo nuestra mirada. Así pues, los recursos disciplinares, los ejemplos a seguir, las expresiones y los conceptos de referencia…, varían en un espectro amplio pero una serie de apreciaciones sobre la importancia de los espacios como sede y objeto de discursos y como “alvéolos” para la conservación del tiempo, se presentan estables y concordantes. Yendo más allá, se puede afirmar que los espacios solo cobran sentido para las sociedades que los habitan cuando se asocian con discursos y con percepciones de temporalidad. En las páginas que siguen intentaremos abordar las bases antropológicas de esa situación.
1. “PAISAJE” O “TOPOLOGÍA” En un ensayo de 1980 Pierre Bourdieu (en Bourdieu 2001: 187-198) se interrogaba sobre los efectos de la formulación de teorías sobre la realidad. Tomaba como ejemplo el concepto de “lucha de clases” y sostenía que sólo después de Marx y de la organización política de sus seguidores “se puede hablar con todo rigor de clases y de lucha de clases”
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(p. 194). Añadía que quienes buscan clases y luchas de clases en sociedades precapitalistas y premarxistas cometen el error teórico consistente en combinar realismo cientifista con economismo que lleva a buscar las clases en una realidad social reducida a su dimensión económica. Bourdieu inscribía este análisis en una cuestión más general, pues señalaba que: “la descripción científica más estrictamente neutra se expone siempre a funcionar como prescripción capaz de contribuir a su propia verificación ejerciendo un efecto de teoría tendente a favorecer el acontecimiento que anuncia” (p. 195) Planteadas estas cuestiones sobre los efectos del lenguaje político-social contemporáneo y su utilización por agentes sociales que no comparten análisis de la realidad, Bourdieu trataba de situar la función social de una sociología crítica. Por ello su conclusión es “constructiva” pues reconocía que el efecto de teoría ejercido sobre la realidad, incluso privilegiando ciertos aspectos de la realidad e ignorando otros, es tanto más duradero cuanto la explicación está más fundada en la realidad misma (Bourdieu 2001: 196-197). Valga este planteamiento para entrar en una materia —la “topología”— cuya mera existencia es discutible porque, simplemente, carece de una formulación que la apoye. Además, si aceptamos a Bourdieu, la teoría posible sólo tendría sentido proyectada hacia el futuro, pues la inexistencia previa del concepto haría incurrir en el error de la profecía auto-cumplida en su proyección hacia el pasado. El escollo planteado por el análisis de Bourdieu se puede salvar de varias formas, entre otras él mismo ofrece una salida cuando acepta las posibilidades de una teoría bien aferrada a la realidad. Para proseguir el argumento propongo adoptar una línea de menor resistencia que la definición abstracta, y/o arbitraria, de la indicada “topología”. Consistente en recurrir a un concepto relacionado y de mayor recorrido sobre el que cabe emplazar la cuasi-aporía de Bourdieu. Se trata del concepto de “paisaje” y nos apoyaremos en el estudio de Javier Maderuelo sobre su génesis. Subraya este autor su extrañeza, su aparición relativamente tardía en las lenguas occidentales al tiempo que la diversidad de las orientaciones etimológicas que presenta en distintos idiomas (Maderuelo 2005: 15-39).59 Pero al mismo tiempo indica un rasgo común: en todos los casos el paisaje es un espacio sobre el que se despliega una percepción humana. No es el territorio abstracto del geómetra o agrimensor que genera una literatura desde la tradición clásica (Campbell 1996), ni es el espacio en donde se desarrollan los avatares de la vida cotidiana.60 Paisaje es, según el Diccionario de la Real Academia: “la extensión de terreno que se ve desde un sitio”, por lo que “la idea de paisaje no se encuentra
Si Pierre Chuvin (1991: 17) acierta en la etimología de paganus que propone habría una prefiguración del “paisaje” en el latín tardoantiguo pues pagani son “les gens de l’endroit, en ville ou à la campagne, qui gardent leurs coutumes locales” asociando, pues, nociones de espacio, vida social y percepción simbólica. La empresa rural que describe Hesíodo en Los Trabajos y los Días nunca podrá ser un paisaje. Ver Maderuelo 2005: 41-65 sobre las “culturas no paisajistas”, entre las que engloba las clásicas, otros análisis en Snodgras 1990: 81-147, sobre el paisaje rural griego antiguo y actual.
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vocabulario) usualmente aplicado a realidades culturales y religiosas formuladas en otras lenguas y con otros fundamentos. Conceptos tan triviales como “Grecia” o “griegos” tienen una realidad histórica cuestionable, tampoco podríamos hablar de “estructura” social, o de “economía” antes de la aparición de la economía clásica. Esta ambigüedad intrínseca en el vocabulario de análisis histórico abre el campo a propuestas críticas. No toda esa literatura tiene el mismo valor. Algunos análisis revelan, simplemente, la incapacidad de entender esa ambigüedad; pero otros obligan a una reflexión sobre la forma de aproximarse a determinados temas,62 o a reconsiderar los horizontes disciplinares pertinentes para el estudio de la etnicidad.63 Los ejemplos podrían multiplicarse. Por ello consideramos legítimo el uso del concepto de “paisaje” sobre contextos históricos que no conocían tal término, o en los que ignoramos su eventual existencia. Ocurre que existe una corriente de estudios que ejerce un efecto de teoría en la medida que sus análisis, clasificaciones y descripciones de acercan a la realidad, aunque en ocasiones lo haga marginando otras temáticas (remito a la pluralidad de aproximaciones indicadas en la introducción). Ahora se trata de exponer el fundamento teórico de una aproximación diferente que es al mismo tiempo más ambiciosa y más limitada. Es más ambiciosa porque su validez trasciende la arqueología y podría, idealmente, abarcar gran cantidad de situaciones a lo largo del proceso histórico. Es más limitada porque la realidad del espacio o del territorio de referencia es menos relevante, aunque no está ausente, para primar la dimensión de la percepción. Para describir ese objeto de análisis parece adecuado el término “topología” —sin pretender ninguna relación con su homónimo matemático—. Se trata de un término construido a partir de palabras griegas tomadas en su sentido directo como “discursos sobre lugares”.
2. DOS (O MÁS) “TOPOLOGÍAS” La banalidad del concepto de “topología” le permite salvar (algunos de) los escollos que pudiera plantear el término “paisaje” (o landscape etc.) y legitima su utilización en los más diversos contextos. Por ejemplo, cuando el análisis de los restos arqueológicos de una zona muestra ciertas regularidades, es legítimo sostener que quienes idearon esa plasmación de sus acciones en el territorio tenían una “topología”. Esto es, literalmente, un “discurso sobre el lugar”, sin considerar las dificultades señaladas con respecto al concepto de “paisaje”. Pero además existen topologías que actúan como fundamento de la relación entre las co-
Sperber 1978, explica la diferencia entre conocimiento “enciclopédico”, sobre las cosas, y conocimiento “simbólico, sobre la memoria de las cosas y de las palabras”. El primero sirve, en nuestro tema, para viajar por un territorio o explotarlo para obtener bienes, el segundo constituirá “paisajes”. Es el caso de la obra de Hasebroek, véanse los ensayos reunidos en Hasebroek 1984 originalmente publicados en 1926, 1928 y 1931, quien en la estela de Max Weber discutía el sentido del estudio de la “economía” en Grecia antigua. Véase la discusión suscitada por las críticas de J. Collis al (mal)uso del concepto de “celta” y las respuestas de V. Megaw recogidas en Carr y Stoddart 2002.
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tanto en el objeto que se contempla como en la mirada de quien contempla. No es lo que está delante, sino lo que se ve. Pero la mirada requiere, a su vez, un adiestramiento para contemplar” (Maderuelo 2005: 38). Es decir, el concepto de “paisaje” nos introduce necesariamente en una negociación, en una dialéctica, entre dos ámbitos de realidad diversos. Por un lado tenemos una entidad real, física, natural, susceptible de ser medida: es el territorio reductible a distancias, superficies y, si acaso, a tiempos de travesía, o necesarios para su explotación mediante formas de trabajo destinadas a obtener recursos. Por otro lado nos encontramos con una entidad subjetiva, la percepción, que no puede ser neutra o fruto del azar y que, sobre todo, no puede ser individual sino, y necesariamente, el resultado de un “adiestramiento” producido en un contexto histórico determinado. En este sentido, cada forma de cultura producirá, por definición, una socialización de la percepción del espacio que le es propia e intransferible o, al menos, difícilmente comunicable en la medida que estamos en el campo del conocimiento simbólico,61 y por ello su percepción va inextricablemente unida a ese conocimiento simbólico globalmente considerado. Ahora bien, en la cultura occidental el uso de “paisaje” implica una carga simbólica estrechamente relacionada con la emoción estética y el arte. Con toda naturalidad el libro de Maderuelo en que nos apoyamos es un libro de historia del arte. Por ello, volviendo sobre el argumento de Bourdieu, sería discutible e incluso erróneo, utilizar el concepto de “paisaje” aplicado a culturas que sabemos que no lo tenían, o cuya eventual utilización simplemente desconocemos, carentes de la información necesaria. La utilización del concepto de “paisaje” sobre las culturas arqueológicas o prehistóricas, por ejemplo, tendría un efecto autopredictivo, desencadenante de una proposición tautológica tendente a crear retóricamente una realidad implícita en la teoría propuesta como punto partida. Pero no tiene porque ser así. La propuesta de Bourdieu es interesante porque obliga a cuestionar los límites y posibilidades del uso de nuevos conceptos en el análisis histórico o social. Pero esta posición, seguida de modo radical, lleva a un callejón sin salida. Seguramente es útil para la sociología, como disciplina contemporánea, pero acabaría con las posibilidades del discurso histórico. En las disciplinas históricas se utilizan profusamente centenares de conceptos mal fundamentados sin que padezca por ello la Historia como sistema de saber. Quien dice “clase”, puede decir “nación” o “etnia”…, lo mismo ocurre con “religión” y todo el equívoco uso de un vocabulario de análisis histórico-religioso derivado del latín (y, por lo tanto, de la religión con la que se fundía ese
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Capítulo 14. Sobre lugares y discursos: antropología de la topología comparada
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munidades humanas y los territorios que habitan en todo tipo de horizontes. Partiremos de dos ejemplos alejados en el tiempo y en el espacio: los relatos sobre los orígenes de Roma antigua y la mitología de los aborígenes australianos. En los últimos años el eminente arqueólogo Andrea Carandini (1998; Carandini y Capelli 2000), como último representante de una larga tradición, ha explorado las posibilidades de interpretación histórica de los relatos sobre los orígenes de Roma vinculándolos con restos arqueológicos de la ciudad y del conjunto del Lacio. El fundamento de la empresa es discutible en la medida que no considera en profundidad los componentes literarios y culturales de la tradición legendario-literaria que maneja (Poucet 1985, 2000), y porque sobreinterpreta el registro arqueológico al vincular casi cualquier resto fechado en un momento relacionado con la formación de Roma con una figura o acontecimiento de la tradición.64 Sin embargo, tiene el mérito absoluto de enfatizar la relación entre la tradición sobre los orígenes de Roma con la topografía de la ciudad. Haya o no restos arqueológicos, tengan estos o no relación con acontecimientos históricos, lo cierto es que todas las leyendas y episodios que conforman la tradición se enraízan en lugares específicos. Las tradiciones sobre los orígenes de Roma conforman, pues, una “topología”. Además, los enclaves significados por discursos pueden, sucesivamente, convertirse en depositarios de los monumentos (cf. latín monumentum que deriva de moneo “hacer notar”, “recordar”) que a lo largo del proceso histórico sus conservadores consideraron oportuno construir. Estas acciones, extraordinariamente complejas en el detalle, van desde la transformación de la leyenda sobre los orígenes en relato histórico65 hasta el levantamiento de edificios o estatuas destinados a subrayar la relación entre el lugar y la tradición —usualmente a mayor gloria del promotor de la iniciativa dentro de la política interna romana (por ejemplo, Wiseman 1994: 98-115; 1995: 63-88)—. Pasemos a la relación con el territorio que presentan los aborígenes australianos. Allí concepto básico es el de “Sueño” o “Tiempo del Sueño”, en el sentido de “Dreaming”, que recibe nombres como Alcheringa entre los aranda o Bugari en lengua karadjeri. El Sueño es el tiempo de una realidad espiritual concebida y explicada como una ensoñación a la que se atribuye sentido histórico: es la época de los héroes y antepasados poderosos y eternos. Ese período tiene un comienzo, pero no un fin previsible, desde donde se diseña la conformación del mundo para hacerlo habitable o humanizado (Berndt 1974:7-8). Jonathan Z. Smith (1987: 8-11) explica la presentación de estos mitos: usualmente describen un itinerario en donde ocurren cosas (rituales) en lugares determinados que se marcan de tal modo que el itinerario conecta esos acontecimientos.
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El relato articula los acontecimientos acaecidos a los antepasados del Sueño y elementos mnemónicos, que puede ser un rasgo topográfico relevante. De hecho, según Smith (1987: 10) “(el mito) es, sobre todo, una etiología para un rasgo topográfico en el paisaje aborigen actual. Es el recordatorio (memorial, monumento) lo que tiene prioridad”. Por lo tanto se considera a los antepasados del Sueño como constructores de la topografía actual por medio de “metamorfosis”, cuando el cuerpo del antepasado se transforma en algún objeto; “huella”, cuando el antepasado deja huella de su cuerpo en algo que usa; o, raramente, “externalización”, cuando el antepasado saca algún objeto de su cuerpo (según la etnóloga N. Munn, citada por Smith). La pobreza material de los aborígenes australianos es paradigmática en la etnografía y contrasta con la riqueza de sus creaciones intelectuales. Nos interesa que su mitología constituye, entre otras cosas, una “topología” que crea sus propios monumentos, pues los ritos vinculados con los lugares donde se manifestaron los seres del Sueño tiene una función mnemónica. Así los descendientes de Ulamba —un ser del Sueño— celebraban ceremonias en su honor, explicando un informante que “mis mayores repetían esas ceremonias una y otra vez en mi presencia: temían que las olvidase… si las olvidase, nadie más las recordaría ahora” (Smith 1987: 13). Otros monumentos adoptan formas plásticas, como los tjurunga, que evocan a los antepasados, o la pintura actual, que enlaza con tradiciones antiguas llegando a constituir verdaderas interfaces entre el territorio real de tribus o clanes y los seres del Sueño que les son propios (Morphy 1998: 101-142). Estas expresiones plásticas también forman parte de la “topología”. También en culturas amazónicas es frecuente el recurso a elementos del paisaje tribal para convertirlos en depósitos de memoria colectiva de temas míticos, históricos o, incluso, recuerdos personales. Fernando Santos-Granero (1998) propone los conceptos de “topogramas” y “topografos” para registrar esa situación. Los primeros se entienden por analogía con los pictogramas propios de las primeras formas de escritura como “elementos del paisaje que adquirieron su configuración actual como resultado de la acción transformadora en el pasado de los seres humanos [antiguas construcciones, lugares de acontecimientos, de trabajos] o sobrehumanos [destacan elementos del paisaje natural]” (p. 140). La combinación de “topogramas” forma “topografos”. Santos-Granero ofrece como ejemplo la saga del dios de los yanesha Yompor Ror que se recuerda a través de unos dieciséis o más topogramas. En este y otros casos semejantes, quien recorra el camino seguido por esas divinidades podría, y así lo hace, “leer” sus historias parcial (considerando los topogramas) o total-
Fontaine 2004 analiza críticamente la interpretación de Carandini sobre las “murallas del Palatino”. Esta aproximación valdría casi para cada relación establecida por Carandini entre un vestigio arqueológico y un motivo de la tradición. Eso sí, al precio de un trabajo ímprobo. Esta es la gran aportación de la obra de Georges Dumézil (por ejemplo Dumézil 1986: 259-437), por mucho que se maticen o corrijan sus análisis en este o aquel punto.
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3. ESPACIO Y CUERPO Jonathan Z. Smith (1987: 27-28) recuerda, partiendo de observaciones de E. Kant, que mapas, planos o puntos cardinales, carecen de utilidad a menos que estén orientados en relación con el cuerpo del individuo (también Munn 1996: 451-454, desde una perspectiva antropológica y la sentencia de Durkheim con la que abríamos este texto). Podemos evocar rápidamente algunos mitos, ritos, hechos de lengua, procedentes de distintos horizontes, que presentan el espacio como prolongación del cuerpo humano. Empecemos por algunos mitos.
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Un himno del Rig Veda, el Purusha-s˜ukta o “Himno de Hombre”, explica la formación del mundo a partir del sacrificio del primer hombre (Purusha) por parte de los dioses. Tras el ritual se procede al despiece del sacrificado de modo que cada parte produce un sector de la sociedad (la boca se hizo Brahmán, los brazos Guerrero, sus muslos Artesano, los pies Servidor). Simultáneamente esas partes se convertían en los sectores en que la tradición india repartía el cosmos: el aire —espacio entre tierra y cielo— nace del ombligo, el cielo de la cabeza, la tierra de los pies, de la oreja los puntos cardinales (O’Flaherty 1981: 29-32). De forma menos estructurada ideas semejantes aparecen en el Bundahišn, cosmología mazdea en lengua pehlvi, donde la glosa de la sentencia inicial: “los cuerpos de la gente (proporcionan) el cálculo (o medida) del mundo material” (Bundahišn 28:1) se prolonga a lo largo de todo el capítulo estableciendo series de analogías entre partes del cuerpo humano y formas topográficas. En la mitología escandinava el gigante Ymir da nacimiento a los primeros hombres, pero también y sobre todo, el cosmos en su diversidad (Dillman 1991: 35, 37-38). En Roma este proceso se produce de dos maneras. Por un lado, una de las versiones de la muerte de Rómulo indica que los senadores despedazaron su cadáver y cada uno llevó una porción a su hogar; esto supone la fusión del cuerpo del fundador con el territorio de la ciudad (la versión más pormenorizada es la de Dionisio de Halicarnaso II, 56; Delcourt 1963). Por otro lado, el venerable y antiguo dios Quirino lleva en su nombre la idea de los romanos como colectivo político (ciudadanos = quirites). Esta semejanza no dejó de ser explotada, pues Rómulo divinizado terminó fundiéndose con Quirino (Dionisio de Halicarnaso II, 63; Burkert 1962). Pasemos a los ritos. En la tradición indo-europea la orientación se produce tomando el este como referente: El Mahabharata ordena el mundo comenzando por el naciente, quedando el sur a la derecha (Schaufelberger y Vincent 1992, 107-116). Estas ideas se reactivan en los sacrificios (es interesante señalar que la altura del sacrificante sirve de unidad de medida para establecer el área sacrificial; Malamoud 2005: 18-19), en las investiduras reales (Heesterman 1957) o en los ritos domésticos de la India actual (Das 1994). En Roma los templos con su entrada al oeste implican que el sacrificante actuaba mirando hacia el este, hacia la estatua en el interior de la cella. El texto básico es de Tito Livio (1, 18, 6-9)68: elegido Numa como rey asciende al Arx
La objeción, parcial, que se podría hacer a esta propuesta deriva de que la “lectura” implica una relación constante entre signo y sonido que no se produce aquí (E. Havelock insiste en ello cuando destaca la originalidad del alfabeto griego sobre los silabarios). Por el contrario, los signos pictográficos se “interpretan”, no se “leen”, al no haber la traslación fonética entre signo y sonido (véanse los análisis de J. Bottero sobre la escritura cuneiforme en Mesopotamia). Entre la Roma urbana y las comunidades indivisas, podría estar la situación del imperio Inca, de complejidad evidente, pero conservando a través del sistema de ceques y huacas elementos de topología tradicional (Santos-Granero 1998: 142-143). Por otra parte, tatuajes y otros signos corporales pueden representar la “memorización” física de la tradición y su in-corporación. También los ritos de iniciación pueden tener como objetivo el conocimiento del territorio tribal. Los murran, clase de edad de los samburu, en Kenya, “alcanzan un completo entendimiento de las tierras de los samburu, su gente y sus vecinos… Las canciones que los murran cantan en honor a sí mismos y sus compañeros de clase de edad tienen un importante componente espacial, documentando sus movimientos a través de las tierras samburu” (Holtzman 2004: 72). La semejanza de esta práctica con las iniciaciones propuestas por Platón en Las Leyes (VI, 760b-763c) y sus referentes institucionales en Atenas o Esparta, son notables. También, Varrón, Ling.Lat. 7, 8; y el comentario de Linderski 1986: 2256-2296.
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mente (considerando los topografos). Además, está abierta la posibilidad de concebir nuevos itinerarios entre topogramas de modo que los yanesha generan constantemente nuevas asociaciones, narrativas y leyendas fijadas en el territorio (Santos-Granero 1998: 141).66 No es preciso subrayar las diferencias entre romanos urbanos, cazadores-recolectores australianos (Munn 1996, subraya el carácter dinámico del territorio en este caso) y poblaciones andinas y amazónicas con diversos modos de subsistencia y grados de complejidad social. Junto a una muy semejante relación simbiótica con el territorio habitado, configurado como un depósito de memoria tribal, la diferencia más notable se produce en el modo de relación entre los integrantes de la comunidad y el territorio. En Roma los monumentos construidos suponen una externalización de la tradición, en una sociedad compleja son los historiadores, los poetas, los arquitectos o escultores que bajo tales o cuales mecenazgos o intereses expresan la relación entre los romanos y el espacio que habitan. En las comunidades indivisas cada sujeto lleva como parte de su cuerpo, a través de la memoria física de los ritos realizados en lugares específicos, una topología que convierte el territorio del grupo definido por el mito y a cada miembro de ese grupo en un continuo topológico (y en la acción ritual seguimos en el plano del conocimiento simbólico, difícilmente transmisible, tal como lo define Sperber).67 Estos ejemplos han introducido conceptos que permiten perfilar mejor el fundamento de las “topologías” históricas y los métodos para su análisis. En primer lugar consideraremos la relación entre espacio y cuerpo, en segundo lugar la relación entre espacio y memoria para terminar abordando la relación entre espacio y tiempo.
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(una de las cimas del Capitolio) donde se sentó mirando al sur, a su izquierda el augur con la cabeza tapada y el lituus en la diestra, prolonga mentalmente su cuerpo mirando hacia el este para trazar los límites espaciales entre los cuales los auspicios serían válidos (templum): en esta posición la derecha está al sur y la izquierda al norte. Donatien Laurent en sus estudios sobre la troménie de Locronan (departamento de Finisterre, Bretaña francesa), rito cristiano de raíces célticas, explica que el espacio relevante en la celebración se articula en un eje oeste-este. Señala que en bretón y otras lenguas célticas no existen términos específicos para el norte o el sur, denominados con las palabras kleiz, “izquierda”, y dehou, “derecha”, respectivamente (Laurent 1995: 23-24). Es pertinente subrayar cómo los mayas mostraban un rasgo semejante —e inverso— en su lengua, pues xaman indicaba el norte “a la derecha del sol” y nohol el sur “a la izquierda del sol”, con palabras de formación distinta a likin y chikin para el orto y el ocaso del sol y donde la sílaba –kin enfatiza la importancia de este eje (Aveni 1991: 156, 177-180): estos términos se entienden como prolongación del cuerpo de un observador mirando hacia el ocaso. Difieren pues las relaciones entre cuerpo y territorio en los mitos y en los ritos indicados. En los mitos, el cuerpo de hombres primordiales (también lo es Rómulo, Puhvel 1975), se funde con el espacio aunque con grados de precisión diferente y, en nuestros ejemplos, con una dimensión más cosmológica que topográfica (que describiría mejor la relación entre los seres del Sueño australianos con el territorio de cada grupo). En los ritos, los ejecutantes prolongan su cuerpo para establecer el área donde la acción religiosa prevista va a tener un sentido. A su vez, esta zona puede permanecer baldía de construcciones —como en la tradición védica69—, o revestir formas monumentales diversas70 según las circunstancias históricas propias de cada cultura. Un efecto del rito es insertar la topología en las acciones y gestos de los individuos. Marcel Mauss en su estudio sobre las techniques du corps (1936, en Mauss 1983: 365386) que inspira esta idea no consideró la hexis (la postura, la forma de ejecutar los gestos) de la acción ritual. Es bien cierto que si adoptamos las ideas de Claude Lévi-Strauss este planteamiento sería superfluo porque, en realidad, las acciones del rito son propias del mundo profano. La explicación del rito, sostiene Lévi-Strauss, no vendrá de su confrontación con la mitología, explícita o implícita, sino con la vida común, pues ésta proporciona el horizonte de referencia para comprender el uso diferente, por agregación o suplantación, que se hace de palabras, gestos y objetos en los contextos rituales (Lévi-Strauss 1976: 609). Prolongando esta idea la cocina del sacrificio es, ante todo, cocina, y el mito de Prometeo u otros no explican los gestos culinarios de los celebrantes del rito (Detienne y Vernant 1979). Como
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tampoco la topografía del Capitolio romano, o de cualquier otro lugar, prejuzga los mitos que la tradición fija allí. Pero aunque el rito en la multiplicidad de sus acciones es independiente del mito y deriva de gestos profanos, no es menos cierto que la ejecución del rito tiene un efecto de evocación del mito o mitos relacionados, más o menos directamente, con la acción ritual emprendida. Como señala el informante australiano citado más arriba: se repiten los ritos para recordar al antepasado, aunque el mito de ese antepasado no prescriba el contenido concreto, los gestos propios de esos ritos. De todo ello deriva la importancia que reviste el soporte material de los discursos. Y no me refiero a las técnicas y materiales de la escritura en su relación con la formación de las ideas (con un recorrido autónomo en la estela de los trabajos de J. Goody, E. Havelock, y otros), sino al hecho de que la conservación de una mitología, y si adopta las formas de una topología todavía con más razón, implica formas de materialización como las que ya hemos visto en relación con los lugares y, además, la ejecución de ritos cuya finalidad es conservar en el cuerpo la memoria de los mitos relacionados o no con escenarios específicos. Distintas aproximaciones recientes inciden en la importancia del cuerpo como sede de memoria, apuntando a la idea de cómo, bajo cierto punto de vista, nociones aparentemente intangibles como la memoria, la relación con el entorno, o la expresión abstracta de relaciones sociales se pueden comprender como manifestaciones materiales (Warnier 1999; Wilson 2002; Enfield 2005). Pero es significativo, también, que el propio ejercicio de la memoria recurra a los lugares.
4. LUGAR Y MEMORIA En su célebre ensayo sobre las Arts of Memory (1ª ed. 1966), Frances A. Yates, explica cómo la mnemotecnia, desde sus orígenes atribuidos al poeta griego Simónides de Ceos (c. 556-468 a.C.), dependen de la capacidad de asociar los discursos, palabras o argumentos con lugares, con loci memoriae, según la fórmula de la retórica latina (ver también, Small 1997: 81-137). Una fórmula sucinta es la que propone Cicerón (De oratore, 2, 86) recogiendo la enseñanza de Simónides. “Cuentan que [Simónides]… descubrió que era sobre todo el orden quien llevaba luz a la memoria. Por tanto, quienes ejercitan esta parte del intelecto deben elegir lugares e imaginar lo que quieren tener en la memoria para colocarlo en tales lugares. Para que el orden de los lugares conserve el orden de las ideas y las imágenes designen a las propias ideas, usemos los emplazamientos como las tablillas de cera y las imágenes como las letras que trazamos sobre ellas.”
Woodard 2006, sobre el Mahadevi, o gran área sacrificial, y su carácter efímero. Sobre el (difícil) revival en 1990 de un sacrificio védico, Malamoud 2005: 105-120. Sobre los auguracula itálicos, Magdelain 1969; Carandini & Capelli 2000: 256; De Cazanove 2005: 77-81.
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El anónimo autor del tratado de retórica titulado Ad Herennium (durante largo tiempo atribuido erróneamente al propio Cicerón), insiste en la misma idea (III, 29-30): “La memoria artificial [que en estos tratados se opone a la natural] consta de lugares e imágenes. Llamamos lugares a los que, naturales o artificiales, se pueden evocar con rapidez, perfectos e insignes, para que la memoria natural pueda comprenderlos con facilidad y abarcarlos: tales como un edificio, un espacio entre columnas, una esquina, un arco u otros parecidos a estos. Imágenes son formas, notas e imitaciones semejantes a los que queremos rememorar: Si queremos tener ciertas clases de caballos, leones o águilas debemos colocar sus imágenes en lugares precisos”. Menciones aisladas en Aristóteles (De Anima, 427b 1822; Tópicos 103b 24-30) sugieren que prácticas semejantes se conocían en Grecia clásica. Incluso se podría explorar la función mnemónica de los escenarios donde transcurren los diálogos de Platón: llama la atención que la anécdota que relaciona a Simónides con el arte de la memoria tiene que ver con el recuerdo de la colocación de los asistentes a un banquete (Yates 1999: 27-30; Ciceron, De oratore II, 86; Quintiliano, XI, ii, 11-18), mientras que en el Simposio de Platón los discursos se relacionan con la posición de los asistentes en el banquete que da nombre al diálogo (Figura 14.1.). Esta no es más que una posibilidad, pues se conoce muy poco acerca de las imágenes usadas en la antigüedad como loci memoriae. Sólo desde la Edad Media se genera una iconografía derivada de la aplicación de fórmulas mnemónicas observándose la (re)aparición de motivos e imágenes que nos han ocupado. F.A. Yates (1999: 92-94) sugiere algunos ejemplos. También se diseñan complejas cosmografías con este cometido. Así Jacobus Publicius en un tratado de oratoria publicado en 1482 incluye un diagrama con las esferas del universo como lugares que organizan la memoria (Yates 1999: 110-111; Figura 14.2.). Más compleja es la propuesta de Johannes Romberch que publica en 1520 un tratado con tres sistemas de lugares diferentes: uno cosmográfico (Figura 14.2.), otro basado en el Zodíaco con raíces en la antigüedad, y el tercero consistente en la rememoración de lugares o edificios reales. Además Romberch introduce otro lugar basado tradiciones muy antiguas: es un locus de memoria conteniendo una imagen que no debe ser mayor de lo que un hombre puede alcanzar (Yates 1999: 117; Figura 14.3.). Si consideramos que el recurso a imágenes de personas, reales o inventadas, era habitual en la mnemotécnica antigua, nos hallamos ante una prolongación del cuerpo del hombre en el espacio cuya finalidad es el ejercicio de una memoria bien entrenada. Es decir, siguiendo el camino de las técnicas relacionadas con la memoria llegamos al mismo lugar que mediante el análisis de la relación entre espacios e individuos. Allí la memoria establecía el vínculo entre los dos ámbitos. Ahora
Figura 14.1. Sala del banquete donde transcurre el diálogo de Platón según L. Brisson (2001: 15-34; esquema de p. 248). Las flechas indican el orden de los discursos (Fedro, Pausanias, Aristófanes, Erixímaco y Agatón); en el último lecho las flechas indican el cambio de posición cuando llega Alcibíades.
partiendo del trabajo sobre la memoria como herramienta, la artificiosa memoria, observamos cómo una reflexión muy antigua y tenaz establece que la mejor forma de operar consiste en recurrir a lugares e imágenes conocidas para, a través de ellas, alcanzar el dominio de los discursos. Así, el interrogante topológico, la relación entre lugares y discursos y el análisis de los discursos relativos a/o vinculados con lugares, se revela como pertinente. F.A. Yates explica otros dispositivos mnemónicos y sugiere que tal vez Simónides se limitó a recoger o sistematizar formas de memorización establecidas oralmente (Yates 1999: 29). Tropezamos así con una aporía curiosa, si adoptamos el planteamiento de Bourdieu con el que iniciábamos nuestro argumento: sólo se podría hablar de mnemotécnica desde que se formula como modalidad intelectual, con Simónides o en los tratados de retórica; sin embargo, la idea de un tratado de mnemotécnica implica una contradicción en los términos, pues el mejor tratado de mnemotécnica es el que no precisa ser escrito porque, autosuficiente, se recuerda. Es bien conocido que las técnicas para la memorización tuvieron un desarrollo potente en las sociedades carentes de escritura, en las que la conservación del saber heredado, profano o sagrado, dependía de la capacidad de memoria de sus miembros. Los estudios sobre la épica griega y el método oral-formular son claros en este sentido
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Figura 14.2. El cosmos como locus memoriae. Izquierda según Publicius; derecha según Romberch, con el infierno (IN), el purgatorio (PVR) y el Paraíso celeste (L-PA) y terrestre (L-P). Ambos incluyen las esferas de los astros, los signos del zodíaco. Es distinta la representación del paraíso. (Yates 1999: 110-1; 114-116).
y tienen paralelos en muchas culturas. Por ejemplo Ruth Finnegan (1977: 52-87, etc.) recoge la importancia del modelo oral-formular planteado a partir de los trabajos de M. Parry y A.B. Lord sobre las formas de composición-representación de los guzlaris serbios. Aunque explica que no se trata de un modelo universal, en su estudio se detiene más en los problemas de fidelidad y variación con respecto al original, que en las eventuales, pero no citadas, artes de memoria. Es una carencia derivada del sesgo letrado de nuestra cultura, pues tampoco en la novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451, se dice nada sobre la técnica de memorización usada por los hombres-libro. Además es posible complementar el método oral-formular con los loci: un pasaje de la Ilíada (III, 121-244) muestra a Helena tejiendo escenas de la guerra ¿un locus memoria? y seguidamente presenta a los principales guerreros aqueos con las fórmulas estándar. También desde la antropología Frances Harwood (1976) interpretaba el registro legendario trobriandés de Malinowski a la luz de la importancia de los loci memoriae descritos por la retórica clásica. El tema es complejo y, simplemente para apuntar algún aspecto más, señalemos la existencia de divinidades relacionadas con la memoria vinculadas, por tanto, con los sabios de la tribu.71 la importancia que tiene históricamente la renuncia de las culturas de tradición indoeuropea a la escritura (Sergent 2005), o las dificultades y diversidad de opciones cuando la tradición se enfrenta con formas nuevas contaminadas por la práctica de la escritura en la Grecia arcaica y clásica (Detienne 1981). 71
Figura 14.3. Imagen humana como referente para la construcción de un locus memoriae según Romberch (Yates 1999: 117-118).
5. EL ENCUENTRO DE LOS TIEMPOS Cuando dos culturas con formas diferentes de comprender el tiempo confluyen, chocan o simplemente se encuentran, es preciso negociar las temporalidades diversas… los mayores recordamos que, hasta 1989, la revolución de Octubre se celebró en Noviembre. La razón es que la revolución rusa tuvo lugar en octubre de acuerdo con el calendario juliano todavía vigente en la Rusia de los zares mientras que los bolcheviques introdujeron el calendario del papa Gregorio con un retraso de diez días que sirvió para festejar aquel acontecimiento. Esa negociación no se produce en abstracto. Acontece en lugares concretos, muy determinados a veces por tradiciones religiosas (Smith 1987: 74-95; Appadurai 1981; Hayden 2002; Calame 2006: 67-68). Como ejemplo, prefiero poner de relieve una historia de dos continentes con el mismo tema de fondo en un trabajo (pendiente) cuyo planteamiento puede ser ilustrativo ahora. En un congreso de la Sociedad Europea de Astronomía en la Cultura celebrado en 2005 expuse una versión de mi investigación sobre el modo propio de los celtas de la antigüedad de relacionar el espacio con el tiempo (García Quintela 2006). Allí mismo el arqueólogo Ivan Šprajc presentó las mediciones astronómicas de templos mayas recientemente explorados. Me sorprendió la similitud de las fechas obtenidas por Šprajc con las propias de la tradición celta (correspondientes a las “fiestas de media estación”: Samain el 1º de noviembre, Imbolc el 1º de febrero, Beltaine el 1º de mayo y Lugnasad el 1º de agosto). Pudimos
Para Grecia antigua, Vernant 1985: 109-152, con trabajos inicialmente publicados en 1959 y 1960; sobre la diosa Mnemosyne y la “topología” del infierno con los ríos de la memoria y el olvido, respectivamente. En la mitología germánica es Odín el patrón de la memoria y el conocimiento, el mito de cómo se hace con el monopolio del hidromiel lo cuenta, Dumézil 1994: 19-33.
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Media, en muchos casos también romanizados, mediante la superposición del culto a los santos sobre el calendario celta, se produce en un contexto de poderes políticos débiles por lo que, salvo la generalizada transposición de Samain en Todos los Santos, para las otras tres fechas se aprecia una amplia diversidad de opciones concretas adoptadas, aparentemente, a escala local. Por el contrario, en el Méjico colonial se produce el paso directo de una religión imbricada en el sistema imperial azteca a otra religión, imbricada en el sistema imperial español, que además disfruta de la fuerza integradora y dogmática emanada del concilio de Trento. En estas condiciones la negociación de la temporalidad antigua con la nueva se produce en términos semejantes en un territorio muy amplio (aunque las discontinuidades temporales son acusadas a escalas locales). Pero en ambos casos parece claro que la gestión del cambio de orientación religiosa se produce a partir de los lugares concretos en los que a lo largo de años, con la construcción de monumentos o mediante la simple transmisión local de tradiciones, se observaron los tropos de sol en relación con la topografía local para marcar la secuencia de las celebraciones religiosas. Esas observaciones son siempre pre-cristianas: es la nueva religión la que se adapta a estas estructuras reinventándose a escala local y produciéndose, también, una renegociación de la identidad social de los individuos y comunidades afectadas por el cambio religioso. El ejemplo escogido tiene el valor de relacionar amplias áreas de dos continentes. Pero es un hecho admitido que la cristianización del Imperio Romano fue un proceso que ocurrió lugar por lugar, en función de relaciones de poder, personalidades implicadas, y por supuesto las propias divinidades y santuarios que se constituyen en los nodos espaciales sobre los que se articulan esas tensiones (Chuvin 1991, MacMullen 1981: 98-112). El proceso se reinicia en otros tiempos y en otros lugares con idéntica importancia de los acontecimientos en torno a santuarios o cultos preexistentes. Por ejemplo Adam de Bremen (Historia de los Arzobispos de Hamburgo IV, 26-30) describe el santuario pagano de Upsala (Suecia), los sacrificios que se celebraban y cómo ese mismo lugar fue elegido por reyes cristianos para manifestar su disgusto contra esas prácticas, o para apariciones de María que erradican el culto anterior. A conclusiones análogas llega Leif Sahlqvist (2001) a partir del análisis de la distribución de capillas cristianas en relación con monumentos prehistóricos en la región de Östergöttland (Suecia). En Irlanda, Patricio en su tarea evangelizadora se dirige preferentemente a los lugares tradicionales de celebración de asambleas, como Telltown, o ante la piedra de investidura (leac) de Ailech, o en Munster, ante la piedra de Lia Cathraige (Stokes 1877, FitzPatrick 2004: 177-178). Pero no se trata solo de la cristianización, Arjun Appadauri (1981) explica cómo las fuerzas y grupos sociales relacionados con un templo hindú alteran y calibran sus posiciones en disputa en función de temas tradicionales e introducidos por la gestión colonial británica y el nuevo orden del estado
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constatar que había una cuestión sobre las causas de esta semejanza (habría que profundizar en dirección a la ubicación en latitudes templadas, a observaciones astronómicas —paso del sol por el cenit—, o a la base agraria compartida) y otra sobre las modalidades de la cristianización de los sistemas religioso-cronológicos previos. Ahora interesa esta última cuestión. El tema está mejor planteado que resuelto en lo referente a la cristianización de las fiestas celtas. Se sabe que en la Alta Edad Media determinados santos ocuparon las fechas de las anteriores celebraciones celtas (McCluskey 1989, 1998: 60-76), destacando la popularidad pan-cristiana que alcanzó la fiesta de Todos los Santos que sustituye a Samain. En lugares como Lyon también fue importante la previa conversión de un equivalente galo de Lugnasad en fiesta de culto imperial (no todos los clasicistas aceptan esta convergencia) continuada bajo el cristianismo mediante el culto a San Pedro Encadenado. El trabajo de D. Laurent (1995) sobre la Troménie de Locronan explica como la fiesta cristiana, consistente en un recorrido penitencial a través de un itinerario fijado y secuenciado por etapas en las que se celebran distintos ritos o evocaciones, conserva en su estructura las formas del calendario celta fijadas sobre el terreno y actualizadas en el rito. Los estudios sobre el folclore irlandés inciden en esta idea, aunque la fijación espacial de los temas legendarios no se ha estudiado en profundidad (MacNeill 1962, Guibert de la Vaissière 2003). En Galicia el etnoarqueólogo Xurxo Ayán (2005) ha mostrado cómo el tiempo y el espacio de una comunidad parroquial se organizan entre dos polos temporales y espaciales fijados en torno a San Blas, celebrado el 3 de febrero en la iglesia parroquial, y a San Lorenzo el 10 de agosto, con culto en una ermita situada en la cima de un antiguo castro, y ambos con ricas facetas paganas o folclóricas ¿Herencia de una tradición celta? En Mesoamérica la muestra maya presentada por Šprajc en Cerdeña era limitada (ver Šprajc 2001: 79-88; Aveni 1991: 170-172, 265). También aquí se plantean problemas de interpretación derivados de la dificultad de encajar el calendario “observacional” detectado a partir de alineaciones astronómicas de la arquitectura sagrada, con lo que se conoce sobre los calendarios mesoamericanos por otras fuentes. Un problema añadido es la cristianización de este calendario. Es un hecho la notabilísima importancia de fiestas actuales como la Santa Cruz, que se celebra el 3 de mayo, y Todos los Santos (el 2 de noviembre) con prolegómenos destacados en días anteriores, u otras desviaciones locales, esto es, en fechas coincidentes con los alineamientos solares detectados en la arquitectura prehispánica. Sin pretender salir del plano de esbozo del problema, la sincretización entre tradiciones nativas y cristianismo parece evidente en algunos casos y se puede proponer como hipótesis en otros. A sabiendas de la dificultad implícita en procesos en constante evolución con variables muy diferentes (Zimmerman 1963, Watanabe 1990, Brandes 1997, 1998). Tan importantes como las semejanzas son las diferencias. La cristianización de los paisajes celtas en la Alta Edad
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Capítulo 14. Sobre lugares y discursos: antropología de la topología comparada
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indio independiente, por su parte Robert M. Hayden (2002) explica cómo en la frontera del mundo musulmán (India y Bosnia) se producen complejas renegociaciones de las identidades locales en torno a ciertos santuarios. Estos ejemplos, que se podrían prolongar indefinidamente, revelan no solo que el encuentro entre lógicas ideológicas y temporales diversas (así entre la temporalidad cíclica azteca y la finalista cristiana) se produce de manera privilegiada en lugares específicos, sino que, de forma más general, lo que ocurre entonces es una renegociación de la identidad social de los grupos implicados.
6. TOPOLOGÍA, IDENTIDAD Y POÉTICA Parece claro que, de forma usual, el lugar de cada cual en las relaciones sociales es, también, un lugar físico y un lugar sobre el que se entretejen discursos. Para cerrar el bucle de las relaciones conceptuales planteadas, nos detendremos en subrayar que el problema de la identidad es, de forma muy importante, una cuestión de creación, de poética, y así nos hallamos ante un énfasis final en la dimensión discursiva del análisis de los espacios, de la topología tal como la planteábamos desde el inicio. Veamos algunos elementos que apuntan a la diversidad de las posibilidades abiertas. Viramna es la voz de une vie paria, perteneciente a la casta inferior de su región, vive en extremas condiciones de pobreza y marginalidad. Su identidad está socialmente centrada en el ceri la pequeña aldea habitada por la comunidad paria completamente segregada del ur reservado a las castas superiores de la localidad. Sin embargo, cuando relata cómo escogió el nombre de una de sus hijas, Sundari, un apelativo de la diosa Draupadi, explica con detalle su satisfacción cuando tenía ocasión de escuchar el recitado, o leído, del Mahabharata. Cuenta también que, dada su condición de paria no podía acceder al templo donde se producía el recitado oficial en determinadas fiestas. Sin embargo Viramna se acercaba a escondidas al muro del templo para escuchar. No era la única paria que disfrutaba con la epopeya: en su aldea se hizo una cuestación para comprar un ejemplar del Mahabharata y los parias alfabetizados del ceri lo leían, o comentaban la lectura hecha desde el templo oída a través de altavoces (Viramma, J. y J.-L. Racine 1995: 102-103, 304-309, 383-385). Esta anécdota revela la complejidad de las situaciones derivadas de la dialéctica entre lugar y discurso. Viramna y los suyos están excluidos del lugar (el templo de Draupadi) desde donde se gestiona y difunde la poética colectiva para todas las castas y obviamente dominada por las más elevadas. Sin embargo y al mismo tiempo, esos parias dedican esfuerzos e interés para conocer las claves culturales difundidas por esa misma poética. A pesar de la distancia simbólica, social y espacial que los separa de las otras castas, su código de valores, difundido por la epopeya, es común y forma parte de la complejidad social; esta situa72
ción es al mismo tiempo de exclusión social y topográfica, y de integración en la alta cultura dominante. Como contrapunto, Arjun Appadauri (1981) presenta la relación conflictiva de distintas castas en torno a otro templo hindú. Volvamos a Roma. La topología de la ciudad es (relativamente) reciente. Data, como mucho, del momento de formación de la ciudad en la frontera del Tíber entre latinos y etruscos (sea cuando sea que los historiadores o arqueólogos fijen ese momento). Por otro lado, en un estudio reciente se ha mostrado la importancia de una mitología y ritos comunes a todos los latinos en su vertiente topológica, detectándose varios casos de semejanza entre las topologías romana y latina (García Quintela 2007). Ahora bien si, históricamente, la comunidad latina es anterior a la fundación de Roma, cabe suponer que los mitos latinos y romanos, cuando son semejantes y se refieren a lugares, se forjaron o tuvieron sentido antes entre los primeros que entre los segundos. Como, por otra parte, en el proceso histórico Roma terminó por integrar el Lacio desde todos los puntos de vista, el efecto de este hecho es que los elementos de topología romana son muchísimo más importantes que los latinos en la tradición que llega a nosotros. Con esta formulación quiero destacar hasta qué punto sería legítima la hipótesis según la cual la fundación de Roma supone, entre otras cosas, una adaptación local de una mitología (una topología) común a los latinos. Pues bien, esta es una cuestión de negociación de identidad ¿cómo y por qué Roma se impone ideológica y religiosamente sobre el Lacio? y es el germen de una impresionante poética: los monumentos literarios o plásticos destinados a plasmar las ideas que sobre los tiempos más antiguos de la ciudad forjaron los romanos. Volvamos también sobre los aborígenes australianos. Desde los años 20 o 30 del siglo pasado artistas aborígenes comenzaron a pintar sobre lienzo creaciones que previamente tenían otros soportes. Muchas de estas pinturas tienen una gran belleza de acuerdo con los estándares del arte europeo. Si inadvertidamente hojeamos las ilustraciones de un libro sobre arte aborigen australiano, podríamos pensar que trata sobre tal o cual corriente pictórica de vanguardia. Sin embargo, estas creaciones están estrechamente vinculadas a la tradición aborigen: son representaciones del Sueño. Por otra parte, y al mismo tiempo, los artistas aborígenes se integran en circuitos comerciales para vender sus creaciones e interactúan con antropólogos, misioneros, historiadores del arte, marchantes y otros personajes de la cultura australiana europea actuando como portavoces, informantes, personajes notables de sus comunidades. Desconozco hasta qué punto puede considerarse a estos artistas continuadores de los intelectuales tradicionales72 y comprenderlos socialmente al modo propuesto por Maurice Godelier (1986: 227-263) sobre los grandes hombres baruya: transformados en personajes de éxito cuando su comunidad se integra en los circuitos del mercado, del
Morphy 1998: 219-260 ofrece algunos elementos, pero no es el tema de su libro. En p. 425-428 recoge breves biografías de algunos artistas, destacando algunos como líderes comunitarios.
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mediante representaciones figuradas. El propio Narritjin… pintó el paisaje de Djarrakpi mediante una estructura simétrica basada en tres palos de cavar. Los palos de cavar representan respectivamente el lado terrestre del lago, el propio lago y las dunas arenosas. En el lado de tierra el palo de cavar representa el cuerpo del guwak y el tronco del árbol al que subieron los opossums [animales y seres del Sueño]. En el lago está la pata del emu y la lanza que arrojaron para encontrar agua. En el lado de las dunas está el palo de cavar que Nyapilngu usaba para obtener bayas salvajes y el bastón de caminar que usaban para subir a las dunas. Cuadrados en los palos de cavar indican lugares relevantes en el paisaje, en donde ocurrieron acontecimientos. En el lado de tierra se indican los bosques de anacardos y ciruelos salvajes, y en lado de las dunas los lugares por donde la mujer ancestral caminaba subiendo y bajando por las dunas”. (Morphy 1998: 132; Figura 14.4.). Esto es, la tradición aborigen produce, en situaciones de contacto con el mundo anglo-sajón, formas artísticas explicadas por las condiciones locales. Estas creaciones
Figura 14.4. A la izquierda, versión “esquemática” pintada por el artista aborigen australiano Narritjin del paisaje del Cabo Shield y de los personajes del Sueño que lo conforman (Morphy 1998: 133). Derecha y arriba: localización del cabo Shield; abajo, imagen de Google Earth de las tres zonas representadas en el cuadro, la parte de acceso terrestre, con el aeródromo al norte, el lago, y la franja de dunas arenosas en el lado interior del cabo (este).
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estado y del cristianismo. En cualquier caso, entre las distintas facetas de su actividad, figura la renegociación de la topología heredada. Veamos un ejemplo. Al este de la tierra de Arhem (norte de Australia) habitan los yolngu uno de cuyos clanes se asienta en Djarrakpi, el cabo Shield para los occidentales. Howard Morphy cuenta su experiencia entre ellos para entender cómo se produce la relación entre los cuadros y el territorio. Lo que se representa no es el espacio, el lugar, el plano… sino los seres del Sueño relacionados con los lugares. De forma natural e intuitiva los miembros de la comunidad que conocen los mitos y los lugares pasan rápidamente de un plano narrativo a la representación espacial. No procede repetir aquí la explicación que ofrece Morphy. Nos interesa señalar que la ocasión para que Narritjin pintase algunos cuadros fue el viaje de su padre a Djarrakpi para instalar un nuevo asentamiento y un aeródromo. El artista propone dos versiones. En una los seres del Sueño se representan de modo “naturalista”, Morphy describe así la segunda: “El paisaje de Djarrakpi se representa además en una forma mucho más esquemática, en la que los lugares donde tuvieron lugar las transformaciones ancestrales se marcan mediante signos geométricos más que
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son realistas, naturalistas: pretenden representar de forma precisa lugares concretos y las escenas del Sueño relacionadas con esos lugares y constituyen, así, una topología. Pero, al mismo tiempo, el resultado plástico obtenido se integra en las formas de arte apreciadas por el arte de tradición europea, cuyo conocimiento de los lugares y de los mitos que motivaban a Narritjin, y dan razón del “naturalismo” de su obra, es casual, anecdótico o nulo. Aunque, por otra parte, se puede afirmar que esta apreciación deriva de una situación previa, cuando las artes tradicionales de las poblaciones exóticas se integraron en la reflexión artística europea desde la época de las vanguardias. Esto es, aceptamos y entendemos (?) como arte moderno esta forma de expresión porque previamente formas artísticas de origen etnográfico alimentaron la formación del arte occidental. En cualquier caso, Narritjin y los artistas australianos aborígenes en general expresan con sus creaciones su forma de negociar y repensar su identidad en el contexto de un mundo progresivamente globalizado. Pasemos a nuestro último ejemplo, procede de la cuenca del Alto Aconcagua, en el centro de Chile. La peculiaridad de este caso es que desconocemos a los responsables de las creaciones observadas. Nos basaremos en los análisis desplegados por el arqueólogo Andrés Troncoso (2007), quien ha estudiado el arte rupestre de la zona combinando semiótica y arqueología del paisaje. No podemos reproducir aquí los distintos aspectos de su estudio. Es pertinente señalar, simplemente, cómo en diferentes estaciones de arte rupestre, con grados de complejidad interna variables, el autor detecta un modelo cuatripartito de distribución de los petroglifos. Partiendo de un eje general norte-sur trazado sobre una zona geográfica bien delimitada y con semejantes cantidades de rocas sus-
ceptibles de ser grabadas, los grabados se agrupan en la zona sur. Una vez examinadas estas agrupaciones, los petroglifos abundan más al sur y escasean al norte, pero, a la vez y en casi todos los casos (las estaciones con menos grabados son menos elocuentes), también es relevante un segundo eje este-oeste. La combinación de ambos ejes muestra cómo en cada caso las mayores concentraciones de rocas grabadas están en el cuadrante sureste, el cuadrante noreste carece de grabados o tiene muy pocos, en el noroeste hay, pero menos que al sureste, y por último un sector suroeste casi no tiene grabados. Este es solo uno de los rasgos, además de las concentraciones de grabados, son importantes las relaciones que manifiestan en cada agrupación, lo que lleva a Troncoso a comprender una de estas aglomeraciones, el cerro Paidahuen: “…como una gran construcción arquitectónica compuesta de múltiples recintos, segregados entre ellos, pero interrelaciones dentro de una lógica simbólica, funcional y estructural que le entrega una unidad de contenido.” Si a esto se añade que los grabados de Paidahuen se sitúan de modo que la visibilidad se dirija hacia Cerro Mercachas, montaña de peculiar cima amesetada y santuario en tiempos incaicos, el autor deduce que el conjunto de grabados del cerro, y los otros lugares con grabados que estudia, deben interpretase como destinados a acciones religiosas cuyo contenido desconocemos (Figura 14.5.). El autor da un paso más de gran interés, pues relaciona la organización cuatripartita de las estaciones con petroglifos, con otras manifestaciones de organización cuatripartita del espacio detectadas en época incaica tanto en la organización del territorio del Imperio, como en el urbanismo de Cuzco. Con la ventaja añadida de que diferentes testimo-
Figura 14.5. Izquierda: vista del Cerro Mercachas desde la estación de Paidahuen (Aconcagua, Chile). Derecha: calco de un panel grabado de Paidahuen con diseño cuatripartito (foto y calco de A. Troncoso).
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Figura 14.6. Composición de grabados tomados de diferentes estaciones del Alto Aconcagua (Chile), sin considerar orientación o tamaño, para destacar su esquematismo aunque responden a estilos distintos. Arriba izquierda: Estilo I, Paidahuen; derecha: Casa Blanca. Abajo izquierda: Casa Blanca; derecha: Estilo II de cerro Paidahuen (fotografía adaptadas de A. Troncoso).
nios explican la valoración simbólica de los espacios mostrando que se trata de un esquema conceptual compartido en el área andina (Wachtel 1976: 113-134). De manera general (el análisis de Troncoso es minucioso y remite a la bibliografía), el norte corresponde a los poderes administrativos, y el sur se relaciona preponderantemente con acciones religiosas, elementos femeninos y con la mitad del año que va de octubre a marzo centrada en el solsticio de verano el 21 de diciembre. Finalmente, Troncoso incorpora un nuevo plano al considerar el patrón que rige el decorado de los textiles indígenas según una lógica de la disyunción y la mediación: lógica semejante, argumenta Troncoso, a las relaciones que rigen las estaciones de arte rupestre. No es lo mismo construir un Imperio, o una ciudad, que grabar unas cuantas rocas con trazos para nosotros esquemáticos (Figura 14.6.) ¿naturalistas para sus creadores? o diseñar el estampado de un tejido. Desde la perspectiva estructural seguida por A. Troncoso, el análisis se detiene al constatar las regularidades formales en registros tan diversos que se explican por una cosmovisión compartida. Ahora bien, imaginamos sin dificultad a ideólogos del imperio Inca diseñando la distribución provincial o a urbanistas diseñando los barrios, templos o servicios de la capital, de acuerdo con cierta cosmovisión. Pero qué clase de intelectual indígena percibe un aglomerado de piedras como soportes para grabados, como objeto de una transformación mediante un acto poético. Además y paradójicamente, ese intelectual desconocido es al mismo tiempo portador de una cultura sofisticada (sus obras lo muestran),
y un creador pobre técnicamente, “artísticamente” (desde nuestra estética). Con todo, su acción “crea” un “paisaje”, distingue un lugar al aportar una percepción sobre él y lo transforma en sede de discursos: establece una topología. En este caso conocemos el resultado, la obra, y el modelo, una cosmovisión andina, pero desconocemos a quienes transfirieron las ideas compartidas a esta comarca: pues de ninguna manera los aglomerados de rocas pobremente grabados en el Alto Aconcagua pueden tomarse por una ciudad y solo metafóricamente —como dice Troncoso— como una arquitectura. Ello quiere decir que el modelo permite una diversidad de expresiones conformes con condiciones específicas, fruto de compromisos locales entre aquéllas ideas compartidas y realidades sociales, económicas, culturales..., diversas. En los ejemplos seleccionados se han presentado diferentes situaciones con la idea de mostrar que la cuestión de la identidad social está en el trasfondo de los interrogantes topológicos. Esto no es casual. En griego un topos es, también, un “lugar social”, se dice, en griego como en español, “ocupar el lugar de un amigo”. De modo más teórico, Pierre Bourdieu habla de una topología social: “Se puede representar el mundo social bajo la forma de un espacio (con varias dimensiones) construido bajo la base de principios de diferenciación o de distribución constituidos por el conjunto de las propiedades actuante en el universo social considerado, es decir destinadas a conferir a su detentador la fuerza, el poder en este universo. Los agentes y los grupos
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de agentes se definen por sus posiciones relativas en este espacio” (Bourdieu 2001: 293-294). Más adelante (p. 297) explica que socialmente existe un “espacio de relaciones” tan real como un espacio geográfico, con desplazamientos que suponen esfuerzo y tiempo. Así pues, la dimensión tópica, local, de las negociaciones de identidad que se producen en los encuentros entre lógicas temporales diferentes, o entre modos distintos de plasmar ideas en o sobre el espacio, se inserta, naturalmente, en esta imagen del “lugar social”. *** Hemos empezado nuestro argumento con un interrogante sobre los lugares como objeto de discursos. En ese momento el espacio neutro, natural, pasa a percibirse a través de un prisma cultural mutándose en “paisaje”, exista o no esa palabra. Esa percepción cultural de los espacios es una “topología”. Entendemos el término como una rama de los discursos (y de las creaciones plásticas comandadas por esos discursos) que tiene que ver con la organización de la identidad de los grupos sociales implicados en su
producción. Esto es así porque se inscribe en los mecanismos intelectuales de la gestión de la memoria social y en la propia hexis corporal. El análisis impone, además, la constatación de la gran diversidad de las topologías posibles y de las identidades negociadas en función de esas topologías. En el apartado final hemos visto a una mujer paria reafirmando su cultura con los discursos del templo vedado, a los grandes intelectuales de Roma gestionando la topología heredada para gloria de su ciudad, a los pintores aborígenes evocando su topología para encontrar un camino en la sociedad australiana europea, a los anónimos grabadores de pobres petroglifos de los Andes participando de una sofisticada cosmología. Estos ejemplos, y otros, permiten comprender hasta qué punto muchas manifestaciones intelectuales, discursos o formas artísticas que expresan concepciones topológicas se relacionan con cuestiones de identidad. De forma más lapidaria, se podría decir que el arte (la poética) es el resultado (en una gran variedad de situaciones) de la negociación de la identidad social en el espacio.
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SECCIÓN IV Las dinámicas paleoambientales de un paisaje cultural
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CAPÍTULO 15. LA MORFOLOGÍA DE LOS SUELOS
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1. INTRODUCCIÓN La génesis de un suelo está condicionada por varios factores, tales como la litología, el relieve, la actividad de los organismos vivos (incluyendo la acción humana), el clima, y por supuesto, el factor tiempo. Mientras que el material de partida es un factor edafogenético estático, el relieve, el clima y la actividad de los organismos son factores dinámicos, y su incidencia en los procesos edafogenéticos es variable a lo largo del tiempo de evolución de un suelo. Esta variabilidad de las condiciones ambientales, tanto climáticas como de uso condiciona el desarollo del suelo, de tal forma que puede verse modificada su tasa de formación, o se pueden introducir cambios en las características fisicoquímicas del mismo. La evolución de un suelo es consecuencia de la influencia sinérgica de estos factores. Los cambios en las condiciones de formación quedarán impresos en el material edáfico, es decir, los suelos constituyen archivos ambientales que funcionan como memoria del geosistema, y, por lo tanto, almacenarán las señales ambientales a partir de las cuales se pueden llevar a cabo estudios de reconstrucción paleoambiental (Martínez Cortizas, 2000a). Los suelos coluviales en particular, actúan como colectores de los materiales erosionados y transportados desde zonas del territorio con mayor energía potencial, partes altas e inestables, y registran las señales de los cambios ocurridos en el medio durante su período de formación, así como de los procesos edafogenéticos que suceden con posterioridad a la deposición de los materiales que darán origen al suelo (Martínez Cortizas, 2002; Leopold y Völkel, 2003, 2007). En consecuencia, muestran perfiles donde se pueden identificar diversos ciclos de formación (Franco Maside, 2004). Frecuentemente estos procesos en los suelos coluviales están relacionados con factores climáticos, en especial con la precipitación (Leopold y Völkel, 2007). Sin embargo, las actividades antrópicas pueden modificar de forma especialmente intensa el medio, y por lo tanto las condiciones
bajo las que se desarrolla el suelo. Leopold (2003, 2007) indica que la formación de los suelos coluviales durante el Holoceno está relacionada con las actividades humanas y define los coluvios como sedimentos acumulados debido a la erosión de los suelos inducida antrópicamente (por talas, pastoreo, agricultura, o minería). Mediante el estudio de los suelos se pueden detectar e interpretar estas improntas de cambios ambientales en general, y de uso del suelo en particular. El estudio de las características edafogenéticas, tanto desde el punto de vista morfológico como atendiendo a otras propiedades del suelo (fisicoquímicas, mineralógicas), permite encontrar indicios de tales actividades. Así, los registros estratigráficos de origen erosivo-acumulativo formados durante el Holoceno han sido objeto de numerosos estudios geomorfológicos y edafológicos en todo el mundo, y proporcionan gran cantidad de información sobre variaciones del clima, impacto de las actividades humanas sobre el paisaje y procesos geomorfológicos y edafogenéticos (ver como ejemplo Peña et ál, 1996, 1998; Moares Domínguez, 1997; Martínez Cortizas, 2000b, 2002; Pontevedra-Pombal et ál, 2005; Leopold y Völkel, 2003, 2005, 2007, Leigh & Webb, 2006). En este capítulo se aborda la descripción macromorfológica de los suelos de la Zona 1 de Campo Lameiro (que abarca la superficie del Monte Paradela, ver capítulo 4), en campo y en laboratorio, previa a su análisis fisicoquímico, con el objeto de detectar rasgos estratigráficos que nos permitan identificar los procesos y condiciones ambientales a los que estuvieron expuestos y bajo los que se desarrollaron las formaciones edáficas de la zona de estudio. De esta forma, la morfología de los suelos aporta una valiosa información para discernir entre las distintas fases de desarrollo de un suelo, mediante la observación de rasgos tales como líneas de piedras o gravas, o cualquier tipo de discontinuidad en la textura o en el color, presencia de horizontes enterrados, o acumulaciones de carbones. Los suelos de la zona pueden, de forma general, clasificarse como Umbrisoles (WRB, 2006), son suelos con un
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Capítulo 15. La morfología de los suelos
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horizonte superficial potente, oscuro, desaturado en cationes básicos, y rico en materia orgánica (ver los capítulos 16 y 18). Sin embargo, en ocasiones, los suelos del área de estudio no cumplen alguno de los requisitos exigidos en la WRB para incluirlos en este tipo de suelos, principalmente por el espesor insuficiente del horizonte A, o porque el color no es lo bastante oscuro (chroma mayor que 3). En estos casos, los suelos se clasifican como Regosoles, que son suelos propios de zonas en las que los procesos erosivo-sedimentarios son muy activos, con una topografía que favorece la inestabilidad de los materiales, como zonas de cima o laderas con pendientes pronunciadas. En las zonas de vaguada o de rotura de pendiente asociadas a estas posiciones erosivas, se producen acumulaciones de materiales edáficos, en las que se reconoce la presencia de líneas o bandas de material pedregoso, suelto y con disposición más o menos paralela a la superficie, que ponen de manifiesto el carácter alóctono de estos materiales (Macías y Calvo, 2001). Estos procesos se ven favorecidos principalmente en áreas donde los materiales geológicos de partida presentan baja velocidad de alteración (Macias et ál, 1982). En el caso del área que nos ocupa, es frecuente que los suelos presenten éste carácter cumúlico y policíclico, a menudo expresado en forma de acumulaciones de carbones, o de gravas y piedras. El sustrato litológico es un granito migmatítico, compuesto principalmente de cuarzo, feldespato potásico, plagioclasa y biotita, sobre el que se ha depositado 0,50-1 m de material inorgánico coluvial, que data del Pleistoceno final - Holoceno inicial (Costa-Casais et ál., 2008), y 0,802,50 m de coluvio rico en materia orgánica. El límite entre las dos fases es neto a abrupto. En el Capítulo 4 se ofrece una descripción detallada de la litología y geomorfología de la zona. Actualmente la vegetación en el área está formada por matorral y herbáceas, principalmente Erica, Ulex y gramíneas. El clima en esta zona es templado húmedo a templado hiperhúmedo. La temperatura media anual en Campo Lameiro es de 14.5 °C y la precipitación media anual es de 1.500 mm (Martínez Cortizas & Pérez Alberti, 1999).
2. CARACTERÍATICAS EDAFOGENÉTICAS GENERALES La mayor parte de los depósitos y las entidades edáficas en la zona consisten en una matriz francoarenosa, que incluye gravas angulosas de cuarzo y granito, y carbones, en ocasiones formando líneas, que se interpretan como señales de cambios en los procesos erosivo-acumulativos. Es frecuente que las estructuras sedimentarias se intercalen con coluvios más potentes, de cantos, de potencia variable, indicio de procesos erosivos de mayor intensidad.
2.1. ZANJAS Y GRUPOS DE ZANJAS DISEÑADAS EN LA ZONA 1 Con el objetivo de facilitar la observación e identificación de las unidades edafogenéticas del área, se dividió el te-
rreno en diez zonas, atendiendo a criterios geomorfológicos y arqueológicos, tal y como se explica en el Capítulo 3. Una vez delimitadas las zonas, se diseñó una red de 2,50 km de zanjas, procurando abarcar toda la variabilidad de unidades geomorfológicas y edáficas con la distribución que se muestra en la figura 15.1. Su profundidad estuvo determinada por el contacto lítico o paralítico. Las zanjas fueron revisadas exhaustivamente para localizar y describir toda la variabilidad edafogenética de la Zona 1. En relación a las zanjas diseñadas se puede hablar de diferentes áreas: Área 1: se sitúa en la parte S de la Zona 1, en una posición topográfica baja. Se caracteriza por su escasa pendiente, lo que produce superficies estables que favorecen el desarrollo del suelo in situ. Aquí se excavaron dos zanjas, una con una orientación NESW, de unos 100 m de longitud, y otra prácticamente perpendicular a ella, en su extremo más septentrional. La profundidad y estratigrafía de estas zanjas vienen condicionadas por la presencia de una cresta granítica al W de las mismas, hacia donde disminuye el espesor del suelo. Área 2: las zanjas que se proyectaron y se excavaron en esta área, se sitúan también en la zona S del Monte Paradela. Tienen una orientación NW-SE, y no superan los 50 m de longitud. Los perfiles que se observan en ellas presentan un espesor de 1 m o más. Los principales factores condicionantes de la formación de suelos en este punto son, al igual que en en el Área 1, la topografía, la altitud, y la escasa pendiente, que determinan la estabilidad de la superficie, y favorecen los procesos edafogenéticos in situ. Área 3: se corresponde con un sector de acumulación neta de material, debido a su posición topográfica de vaguada. Está situada en una de las tres vías de circulación preferente, recibiendo material de la parte N y W de Monte Paradela (ver Capítulo 4). El material acumulado procede de los suelos erosionados en la parte alta y transportados hasta esta zona, en la que la pendiente es muy escasa. Así, las zanjas estudiadas muestran suelos cumúlicos, bastante potentes y de color muy oscuro hasta el contacto con material coluvio-aluvial, que fosiliza la saprolita. Área 4: situada en la zona central de la Zona 1, al S del petroglifo de Laxe dos Carballos; en la que se abrieron cinco zanjas. La potencia de los suelos es muy variable debido a la microtopografía diversa; aparecen desde suelos esqueléticos en la zona más occidental, hasta suelos policíclicos coluviales, de 1 m de potencia o más. Área 5: corresponde al área circundante al petroglifo de Laxe dos Carballos, en donde se excavaron cinco zanjas. La mayor potencia de suelo aparece hacia el E, es decir, en el valle propiamente dicho,
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Figura 15.1. Distribución de las zanjas, los petroglifos y los suelos muestreados (PRD-I/V) en el área de estudio de la Zona 1. Cada grupo de zanjas concentra aquellas que se localizan más cerca dentro de la misma microunidad morfológica. El número de zanjas por grupo es variable, y dependiente de las características específicas de la unidad morfológica. Los números de las zanjas se refieren a las áreas en las que se agrupan para su estudio, tal como se describe en el texto. PRD-I es el suelo que se localiza a mayor altitud (300 msnm), en una posición de alvéolo erosivo-acumulativo. PRD-II se encuentra en la misma línea general de evacuación de sedimentos que PRD-I, pero a una cota topográfica más baja. PRD-III y PRD-V son de dinámica netamente acumulativa, al igual que en el caso de PRD-IV, que es el suelo ubicado a menor altitud (260 msnm) en el fondo de una cuenca.
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Capítulo 15. La morfología de los suelos
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mientras que los suelos de la vertiente presentan un espesor mucho menor, llegando, en la parte superior, a aparecer suelos esqueléticos. El estudio de las zanjas permitió observar acumulaciones basales de cantos y bloques, que se apoyan directamente sobre la saprolita y sin apenas matriz fina. Área 6: ubicada hacia el NW de la Zona 1, en ella son frecuentes las crestas graníticas, tipo “castle Kopje” lo que condiciona la potencia de los suelos. De esta forma, estos suelos presentan una potencia muy variable, con tendencia a disminuir hacia el SE, donde son más frecuentes los resaltes graníticos. Área 7: se localiza en la parte NE de la Zona 1, en las inmediaciones del petroglifo de Cogoludos. Las zanjas de esta área son continuación de las excavadas en el Área 6. Sus característias se deben principalmente a la topografía: su localización en la parte alta del Monte Paradela y el falso rellano que cae hasta el valle principal, le confieren unas propiedades sedimentológicas y edafológicas especiales. Es destacable la gran variabilidad en la potencia del suelo, así como la que muestra el nivel coluvial basal en las zanjas situadas a menor cota, en posiciones topográficas que favorecen la deposición de materiales, es decir, hacia el S y el W del sector. Los suelos de estas zanjas son coluviales, policíclicos y de espesor variable, aunque normalmente superan los 100 cm, e incluso los 150 cm. En la parte norte aparecen acumulaciones de cantos y bloques de granito, planos con bordes retocados, alargados y con bordes biselados, similares a los encontrados en el entorno del petroglifo de Laxe dos Carballos. Estos materiales tienen continuidad hacia el N, siguiendo una cota determinada, y tienden a desaparecer hacia el E. Área 8: ocupa la parte central del Zona 1. La topografía de esta área es bastante homogénea, con escasa pendiente. Los suelos son poco potentes, con un espesor medio de unos 50 cm, aunque en los puntos de mayor altitud no llegan a alcanzar los 30 cm. La forma convexa de la superficie condiciona que sea ligeramente erosiva y no se produzca una acumulación neta de materiales. Área 9: se sitúa al S del Área 8, en la vía natural de evacuación del material erosionado en zonas más elevadas. La topografía en forma de pequeña vaguada favorece que ésta sea una zona netamente acumulativa, donde se recoge material de las Áreas 7 y 8. El perfil típico es el de un suelo cumúlico, de origen coluvial, policíclico, de color oscuro y con más de 2 m de potencia. Área 10: situada en la parte más oriental de la Zona 1, donde se acumula el material transportado desde las cotas más elevadas de la parte occidental, debido a su topografía en forma de alveolo. Los suelos coluviales, de gran potencia, superan los 2 m de espesor.
2.2. VARIABILIDAD EDAFOGENÉTICA EN EL ZONA 1 Mediante el análisis morfológico de los suelos encontrados en cada una de las zanjas, es posible identificar los perfiles de suelo tipo que se desarrollan en el área. Los factores que influyen más decisivamente en su génesis son la litología y la topografía, y se describen las siguientes formaciones edáficas características, que representan la variabilidad edafogenética existente: • Un primer tipo de suelos aparece en localizaciones fundamentalmente erosivas, es decir, en posiciones de ladera, o con microtopografía convexa que favorece la inestabilidad del material edáfico y por consiguiente su erosión. De esta forma, se desarrollan suelos de poca potencia tipo Regosol y Leptosol, sin un horizonte B, o si existe es incipiente, con la siguiente horizonación típica: – Horizonte A1 de color negro parduzco. La fracción tierra fina es rica en arena fina. Presenta estructura migajosa. El material edáfico es friable, plástico, adherente. En la base aparece un paquete de gravas. – Horizonte A2 de color negro, y rico en arenas de cuarzo. Límite neto con el horizonte subyacente. – Horizonte C de color amarillo rojizo. Saprolita de granito, que en su parte superior no conserva estructura de roca. • El segundo tipo de suelo se desarrolla en posiciones estables, donde se llega a formar un horizonte B in situ. Sus características se corresponden con las de los Umbrisoles, con los siguientes niveles u horizontes: – Horizonte A, de color negro parduzco, con estructura migajosa. Textura franco-limosa o más fina, con algunas gravas y cantos de cuarzo subangulosos y con caras facetadas. Los fragmentos de roca tamaño grava y los cantos de menor tamaño están muy alterados. Friable, plástico, adherente. El límite con el horizonte subyacente B es difuso. – Horizonte B de color pardo-amarillento. Material fino, mezclado con gravas pequeñas. Presenta estructura en bloques subangulares pequeños a medianos. Friable, plástico, adherente. Límite difuso con el horizonte subyacente BC. – Horizonte BC de color amarillento. Es un material fino, mezclado con gravas pequeñas angulosas. La estructura es en bloques subangulares pequeños a medianos. Friable, plástico, adherente. Límite difuso de transición a la saprolita. – Horizonte C compuesto de material con estructura de roca, pero sin consistencia. • En el tercer tipo se incluyen suelos cumúlicos, policíclicos, de origen coluvial, que se desarrollan en posiciones acumulativas, en alveolos y vaguadas, y suelen ser suelos potentes, con frecuentes acumulaciones de gravas y de carbones. Son los típicos suelos de ranker atlántico, y se clasifican dentro de los Umbrisoles. Tienen la siguiente horizonación característica:
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3. ESTUDIO MORFOGENÉTICO DETALLADO Tras el análisis exhaustivo de la macromorfología de los suelos expuestos al realizar las zanjas, se seleccionaron varios perfiles con el objeto de utilizarlos para estudiar con detalle las características de los mismos con mayor resolución vertical. Estos suelos fueron elegidos atendiendo a dos objetivos fundamentales: por una parte, el estudio de la dinámica erosivo-sedimentaria y paleoambiental de Monte Paradela, para lo que se muestrearon cinco perfiles (PRD-I a V), y por otra, el estudio minucioso de la zona adyacente al petroglifo de Laxe dos Carballos, para lo que se recogieron muestras de otros cinco perfiles (PCB-I a V).
3.1. PERFILES PRD: CARACTERÍSTICAS ESTRATIGRÁFICAS Y EDAFOLÓGICAS DEL
MONTE PARADELA
Los suelos que ofrecen mayor potencial para la reconstrucción paleoambiental del área de estudio, son normalmente
los suelos desarrollados en posiciones acumulativas, depósitos sedimentarios con gran potencia y variedad de niveles estratigráficos que se localizan preferentemente en las vaguadas o depresiones alveolares, ya que en ellos se conserva la señal de los procesos erosivo-sedimentarios que se produjeron en la zona. Como ya se ha dicho en el Capítulo 4, el Monte Paradela muestra un perfil en planta N-S escalonado, en el que se pueden distinguir claramente cuatro niveles altitudinales donde se localizan depresiones alveolares en las que se acumulan los depósitos más potentes. Del conjunto de las zanjas excavadas, se han extraído para su estudio con alta resolución vertical cinco suelos coluviales, que se corresponden con estas características (PRD-I, II, III, IV y V), en los que se llevó a cabo un muestreo detallado (como se describe en el Capítulo 3) con el objetivo de utilizarlos como archivos para la reconstrucción paleoambiental y del paleopaisaje en esta zona. La elección de estos suelos estuvo determinada, además, por la propia sectorización de los procesos implicados en su formación (Costa-Casais et ál., 2008). PRD-I es un ejemplo de suelo de un alveolo erosivo-acumulativo, PRD-III y PRD-V se localizan en sectores en los que el proceso predominante es la acumulación como paleo-vaguadas o depresiones canalizadas, formándose “alveolos coalescentes”. PRD-II ocupa una posición intermedia, y su forma representa “alveolos asimétricos en borde de cuenca”, y PRD-IV fosiliza y colmata un fondo de alveolo, convirtiéndose en el “alveolo tipo” más representativo de la Zona 1 (Tabla 15.1). En la Figura 15.1. aparece la localización y una representación de cada uno de los perfiles. Los puntos de muestreo están situados en las principales direcciones de transporte de materiales dentro de la Zona 1 (ver Capítulo 4). Debido a las características geomorfológicas del Monte Paradela, la procedencia de materiales transportados desde otras cuencas no es factible, por lo que el material edáfico del que se componen estos suelos proviene exclusivamente de la propia Zona 1. Esta circunstancia facilita que el estudio de estos suelos produzca resultados significativos en términos de interpretación paleoambiental. Los perfiles seleccionados tienen una apariencia bastante homogénea a primera vista, son de color muy oscuro en casi toda su potencia, están compuestos por material fino, rico en arenas gruesas y gravas, de naturaleza granítica, con abundantes granos minerales de cuarzo y moscovita, y exigen un análisis morfológico más exhaustivo para observar las discontinuidades en sus propiedades.
Tabla 15.1. Características morfoestratigráficas de los perfiles PRD.
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– Horizonte A de color negro parduzco. El material fino es rico en arena fina. Presenta estructura migajosa fina. Friable, plástico, adherente. Línea de quema en la base. Límite difuso excepto donde se observa la línea de quema. – Horizonte 2Au1 de color negro grisáceo. La textura es franco arenosa o más fina. Estructura migajosa. Límite difuso, de transición con el horizonte subyacente. – Horizonte 2Au2 de color negro grisáceo. El material fino es rico en arenas medias y gruesas, y en él se mezclan algunas gravas angulosas de cuarzo. Estructura migajosa. Límite claro. – Horizonte 2C, correspondiente a un nivel coluvial compuesto por gravas y cantos de formas angulosas y algunos con caras facetadas, mezclado con material fino rico en arenas. Límite claro. – Horizonte 3B de color pardo anaranjado. El material fino es rico en arcillas y limos, y en él se mezclan muchas gravas de cuarzo, de formas angulosas. Estructura en bloques subangulares pequeños o medianos. Pueden aparecer moteados de hierro. Límite gradual con el horizonte C. – Horizonte 3C de color amarillo parduzco. Es una saprolita de granito con estructura de roca, pero sin consistencia.
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Mediante este estudio detallado de las propiedades macromorfológicas de los suelos es posible observar la presencia de acumulaciones de gravas y piedras de cuarzo angulosas, así como piedras y pedregones de granito con formas planares y bordes retocados, y, coincidiendo con cambios de ciclo edafogenético, líneas de quema y acumulaciones de carbones.
PRD-I: Es un suelo situado en la parte alta de la ladera (dirección N-S), en una zona de ruptura de la pendiente, en las proximidades del panel de Os Cogoludos. Las características de este perfil se muestran en la figura 15.2. Tiene una potencia superior a 150 cm, con ocho niveles estratigráficos reconocibles, de techo a base: • Nivel I: (0 – 40 cm) muy rico en materia orgánica, cuyo límite inferior es una línea de carbones. • Nivel II: (40 – 85 cm) material edáfico similar al del nivel superficial. • Nivel III: (85 – 95 cm) línea de piedras y gravas. • Nivel IV: (95 – 110 cm) nivel rico en materia orgánica. • Nivel V: (110 – 125 cm) coluvio de arenas y gravas heterométricas, con moteados de hierro. • Nivel VI: (125 – 140 cm) horizonte mineral con rasgos redoximórficos. • Nivel VII: (140 – 150 cm) nivel de piedras de cuarzo. • Nivel VIII: (>150 cm) nivel inorgánico que se apoya sobre una saprolita granítica. Se trata de un suelo policíclico, de origen coluvial, en el que se identifican cinco ciclos de formación. El ciclo superior, de 40 cm de potencia está compuesto por un horizonte Ah, que queda limitado en la base por la presencia de una acumulación de carbones. El segundo ciclo (40-95 cm)
está representado por un horizonte 2Ah de aspecto similar al anterior, y por un horizonte 2AC compuesto por gravas y cantos y con una acumulación de carbones en el techo del horizonte. El tercer ciclo (95-125 cm) está compuesto por un horizonte 3Ah y un horizonte 3C con muchas gravas angulosas de cuarzo. El ciclo más profundo está formado por un nivel superior ligeramente hidromorfo, identificado como horizonte 4B, y un horizonte 4C representado por un coluvio de 20-40 cm de potencia, con gravas y cantos facetados, inmersos en una matriz fina rica en arenas gruesas. Por debajo de este nivel, aparece una saprolita de granito muy alterada (5C). Así, la secuencia edafogenética que se propone para este suelo es la siguiente: Ah, 2Ah, 2AC, 3Ah, 3C, 4B, 4C, 5C. Se clasifica como Umbrisol Cámbico (Húmico, Alúmico).
PRD-II Es un suelo situado a media ladera, en una zona de ruptura de pendiente que forma una pequeña vaguada. El suelo muestreado está a escasos metros del petroglifo de Laxe dos Carballos. Este perfil tiene una potencia vista superior a 210 cm (Figura 15.3.). Se identifican ocho niveles estratigráficos. • Nivel I: (0 – 40 cm) color negro, con elevado contenido en materia orgánica y con intercalaciones de capas muy ricas en arenas de cuarzo angulosas. En su parte superior se observan gravas de cuarzo y granito muy alteradas. Muestra un límite claro. • Nivel II: (40 – 45 cm) presenta abundancia de arenas de tamaño medio a grueso y contiene una línea de gravas de cuarzo y granito angulosas. Su límite con el nivel subyacente es neto. • Nivel III: (45 - 80 cm) muy rico en materia orgánica, y
Figura 15.2. El perfil PRD-I es un ejemplo de suelo de un alveolo erosivo-acumulativo. Su funcionamiento se debe a la posición topográfica que ocupa, en el primer escalón altitudinal del Monte Paradela (300 msnm), en el borde de un alvéolo.
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Figura 15.3. El perfil PRD-II ocupa una posición altitudinal intermedia. Su ubicación corresponde a un alveolo asimétrico en borde de cuenca, lo que determina su dinámica edafogenética. Este perfil muestra una potencia importante, aunque su registro paleoambiental es más reducido que el de otros suelos de la Zona 1 (ver Capítulo 16).
PRD-III Es un suelo situado en un enclavado actual, en posición topográfica de vaguada, en una de las zanjas del Área 3.
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con una fuerte acumulación de carbones en la base, con algunos precipitados de hierro. • Nivel IV: (80 - 100 cm) horizonte también rico en materia orgánica, con una línea de quema a 90 cm de profundidad, y limitado en su base por una línea de gravas de cuarzo y granito subredondeadas, cilíndricas. • Nivel V: (100 - 140 cm) depósito con un contenido moderado de arenas, una moderada acumulación de carbones en su parte inferior, y el límite con el nivel subyacente es una línea de gravas y piedras angulosas de cuarzo y granito. • Nivel VI (140 -190 cm) capa de material edáfico moderadamente humificado, en cuya parte superior se observa una línea de carbones, y en la inferior una acumulación de piedras y cantos que separan este nivel del basal. • Nivel VII: (190 - 210 cm) depósito de material edáfico de color marrón oscuro, con abundancia de arenas y algunas gravas angulosas de granito. • Nivel VIII: (>210 cm): saprolita de granito, que no presenta consistencia de roca en los primeros centímetros. La secuencia edafogenética propuesta es la siguiente: Ah, AC, 2Ah, 3Ah, 4Ah, 5A, 5C, es decir, los ocho niveles estratigráficos se corresponden con cinco ciclos edafogenéticos, el más profundo sobre material in situ, y todos los demás de origen coluvial. Se clasifica como Umbrisol Háplico (Humico, Alúmico).
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El perfil seleccionado muestra a la vista una potencia de 220 cm. Tiene, en general, una apariencia muy homogénea (Figura 15.4.). No obstante, se observan varias líneas de arenas, y en la parte inferior del perfil, aparece un coluvio con una potencia de unos 30 cm. Se identificaron ocho niveles estratigráficos desde la superficie hasta la base del perfil. • Nivel I: (0 – 55 cm) color muy oscuro, debido a un elevado contenido en materia orgánica, y bastante arenoso, con algunas gravas. Límite gradual con el horizonte inmediatamente inferior. • Nivel II: (55 – 110 cm) también de color muy oscuro, pero con textura más fina que el superior. • Nivel III: (A 110 cm) aparece una línea de quema. • Nivel IV: (110 – 130 cm) nivel de color más claro de textura fina con límite neto con el nivel inferior. • Nivel V: (130 – 140 cm) de color claro; es una sucesión de bandas de arenas, con muchos carbones. • Nivel VI: (140 – 160 cm) nivel rico en materia orgánica, de color muy oscuro y textura franco-arenosa • Nivel VII: (160 – 190 cm) coluvio cuarcítico. El material grueso tiene facetas bien definidas, y en ocasiones presenta rasgos de oxidación. En el contacto con la saprolita aparece mucha mica, y trozos de granito fuertemente alterado procedente de la alterita. • Nivel VIII: (>190 cm) saprolita de granito. Estos niveles se corresponden con 5 ciclos de formación de suelo, los cuatro superiores son coluviales, y el inferior se desarrolló sobre material granítico in situ. La secuencia edafogenética que se propone para este perfil es la siguiente: Ah1, Ah2, B, 2B, 3A, 3C, 4C, 5C Se clasifica como Umbrisol Cámbico (Húmico, Alúmico).
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Capítulo 15. La morfología de los suelos
• Nivel VI (165-220 cm) de color muy oscuro con mayor contenido en gravas y de mayor tamaño. • Nivel VII: (>220 cm) nivel coluvial, que se compone de gravas y piedras de cuarzo y granito muy alterado. La secuencia estratigráfica propuesta es: Ah1, Ah2, 2Ah, 3Ah, 3C, 4C, 5C por lo tanto este suelo contiene cinco ciclos edafogenéticos. Se clasifica como Umbrisol Háplico (Húmico, Alúmico).
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Figura 15.4. PRD-III está ubicado en el interior de un enclavado a una altitud de 280 msnm. Su localización y la microtopografía favorecen que el proceso predominante sea la acumulación, lo que determina su gran potencia, y su completo registro estratigráfico.
PRD-IV Este perfil se corresponde con una de las zanjas del Área 10, la topografía de este lugar es en forma de alvéolo, y esto condiciona que el proceso predominante sea la acumulación de suelos erosionados ladera arriba. Es un suelo de más de 220 cm de potencia y de forma general está formado por una sucesión de depósitos de material edáfico sobre un coluvio que descansa sobre la saprolita granítica (Figura 15.5.). Se reconocen siete niveles estratigráficos: • Nivel I: (0 – 20 cm) de color marrón oscuro, arenoso; límite difuso con el horizonte subyacente. • Nivel II: (20 – 50 cm) también marrón oscuro, pero de textura más fina. • Nivel III: (50 – 95 cm) nivel de color rojizo, con gran cantidad de carbones tamaño grava. El límite con el horizonte subyacente es difuso. • Nivel IV: (95 – 120 cm) nivel más oscuro que el anterior, con manchas de color gris negruzco, y con abundantes carbones tamaño grava. En la base de este nivel aparece un canto plano de granito, con bordes biselados. • Nivel V: (120 – 165 cm) nivel orgánico, muy oscuro, con abundantes gravas de cuarzo y granito.
Figura 15.5. PRD-IV es el suelo ubicado a menor altitud (260 msnm) en el fondo de una cuenca con laderas de elevada pendiente. Fosiliza y colmata un fondo de alveolo, convirtiéndose en el “alveolo tipo” mejor representado de la Zona 1. Presenta gran potencia, y un registro estratigráfico muy completo.
PRD-V Este es un suelo de gran complejidad estratigráfica, debido a su posición topográfica de borde y de coalescencia de vaguada, que condiciona que el proceso dominante sea la acumulacion de materiales. Está situado en un enclavado, en la parte central del Zona 1, y el perfil que se muestreó corresponde a una de las zanjas del Área 9. La morfología presenta una gran diversidad, con una sucesión de depósitos de color muy oscuro, separados por líneas de piedras o gravas, o por coluvios de relativa potencia (Figura 15.6.). Se identifican trece niveles estratigráficos: • Nivel I: (0 – 15 cm) nivel de color marrón parduzco. Tiene gran cantidad de raíces y presenta una estructura débil. El límite con el nivel subyacente es neto. • Nivel II: (15 - 40 cm) nivel de color muy oscuro, con
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• Nivel X: (160 – 165 cm) capa de color más claro, de textura fina, con algunas gravas muy meteorizadas y carbones. Presenta límite neto con el nivel inmediatamente inferior. • Nivel XI: (165 – 200 cm) de color negro y textura arenosa. Tiene, además, muchas gravas angulosas, con signos de alteración. • Nivel XII: (200 – 250 cm), es de color negro, con muchas gravas de cuarzo, granito, feldespatos y micas, la mayor parte angulosas. También aparecen cantos planos, con bordes retocados o redondeados, y algún cuarzo facetado con signos de oxidación. • Nivel XIII: (>250 cm): saprolita de granito, de color rojizo, fuertemente alterada, pero conservando estructura de roca. Se identifican siete ciclos de formación de suelo, el más profundo sobre material in situ, y los otros seis sobre material de origen coluvial. La secuencia edafogenética propuesta para este suelo es: A1, Ah2, 1C, 2Ah, 2C, 3A, 3C, 4A, 4C, 5A, 5C, 6C, 7C. Se clasifica como Umbrisol Háplico (Húmico, Alúmico).
3.2. PERFILES PCB: ESTRATIGRAFÍA DETALLADA DEL PETROGLIFO DE LAXE DOS CARBALLOS Los perfiles PCB (Figura 15.7.) fueron muestreados como respuesta a una estrategia distinta a la de los perfiles PRD. En este caso el objetivo del muestreo fue caracterizar detalladamente la estratigrafía de la zona circundante al petroglifo de Laxe dos Carballos, para establecer una cronología del enterramiento y exhumación del panel, y de esta forma, intentar deducir una horquilla cronológica para las actividades humanas en este sitio. Se recogieron cinco perfiles muestreados en una zanja abierta en dirección NWSE, de forma perpendicular al panel de Laxe dos Carballos. La capa más superficial del suelo fue modificada por excavaciones anteriores, y por las tareas de limpieza del petroglifo, por lo que no se tendrá en cuenta para la interpretación paleoambiental de la estratigrafía.
PCB-I
Figura 15.6. PRD-V se ubica en un sector preferente a la acumulación dentro de la propia cuenca de evacuación, en un enclavado (al igual que PRD-III). Es un suelo de gran potencia, que presenta un completo registro estratigráfico.
Es el perfil más próximo al petroglifo. Tiene una potencia vista de 80 cm, y en él se observan cinco niveles estratigráficos. • Nivel I: (0 – 16 cm) de color pardo grisáceo, con textura arenosa, y muy suelto. Los minerales que predominan en la fracción arena son el cuarzo y la moscovita. Presenta límite claro con el segundo nivel. • Nivel II: (16 – 28 cm) de color más oscuro y textura más fina que el anterior. Consistencia plástica. • Nivel III: (28 – 35 cm) nivel con estructura laminar y textura más gruesa, con arenas de cuarzo, feldespato y moscovita. • Nivel IV: (35 – 55 cm) depósito de color muy oscuro, con gran cantidad de arenas de mineralogía similar a
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mucha materia orgánica y con muchas raíces. Son abundantes las gravas de granito y cuarzo. • Nivel III: (40 – 55 cm) compuesto por restos de granito tamaño canto, con formas redondeadas y rasgos claros de alteración. • Nivel IV: (55 – 70 cm) rico en materia orgánica, de color muy oscuro y textura fina. • Nivel V: (70 – 80 cm) línea de quema. • Nivel VI: (80 – 85 cm) línea de cantos subredondeados, con una matriz fina similar a la de niveles anteriores, muy plástica y de textura fina. • Nivel VII: (85 – 115 cm) depósito de color muy oscuro, más arenoso que los anteriores, con muchas gravas con signos de meteorización. En la base de este nivel aparece gran cantidad de gravas angulosas, con formas facetadas, y los carbones son abundantes. • Nivel VIII: (115 – 130 cm) formado por un coluvio de cantos y gravas facetados y subredondeados, con una matriz muy fina similar a la de niveles superiores. También son abundantes los carbones. • Nivel IX: (130 – 160 cm) de matriz es similar a la de los niveles superiores, de color negro, con muchas gravas alteradas. La base de esta capa está formada por gravas y cantos de granito facetado, con rasgos claros de alteración.
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Figura 15.7. Perfiles PCB. Son cinco perfiles situados a 290 msnm, muestreados en una zanja abierta en la zona adyacente al panel de Laxe dos Carballos, a intervalos de 1 m y con orientación NW-SE. La estratigrafía que se observa puede informar acerca de la cronología del enterramiento y exhumación del panel.
los niveles superiores, y con algunas gravas de granito de forma angulosa. • Nivel V: (55 – 80 cm) depósito de cantos y bloques de granito, y gravas de cuarzo, y con una matriz fina muy orgánica, que descansa directamente sobre el panel granítico del petroglifo.
Por debajo aparece granito fresco, que corresponde a la parte enterrada del panel de Laxe dos Carballos. La secuencia edafogenética que se observa es: A, 2AC, 3A, 3C, 4A, R.
Se identifican 3 ciclos de formación de suelo, todos ellos de origen coluvial. La secuencia edafogenética propuesta es la siguiente: A, 2Ah, 2AC, 3A, 3C, R.
Tiene una potencia de 162 cm, es de apariencia general homogénea, de color muy oscuro, y se identifican en él cinco niveles estratigráficos. • Nivel I: (0 – 25 cm) depósito de color pardo grisáceo, arenoso, con algunas gravas de granito. Entre 7 y 10 cm aparece una línea de gravas redondeadas de granito, y un bloque de granito facetado, con bordes suaves. En la base de este nivel (18 – 25 cm) se observan laminaciones de arenas. El límite con el nivel subyacente es neto. • Nivel II: (25 – 55 cm) de color negro, con vetas grisáceas que corresponden a laminaciones de arena gruesa. • Nivel III: (55 – 102 cm) depósito de material fino y plástico, similar a los niveles orgánicos basales de PCB-I y II. • Nivel IV: (102 – 137 cm) gran bloque de granito. • Nivel V: (137 – 152 cm) continúa un material similar al del nivel anterior, fino y plástico, delimitado en su base por una línea de cantos de granito redondeados y planares. • Nivel VI: (152 – 162 cm) es el nivel basal, y se compone de bloques de granito que descansan directamente sobre la roca. Se propone la siguiente secuencia de formación de suelo: A, 2AC, 3A1, 3A2, 3C, R.
PCB-II Es el segundo perfil de la serie PCB, con un espesor superior al primero, 108 cm. Se reconocen en él cinco niveles estratigráficos. • Nivel I: (0 – 8 cm) corresponde a un depósito de color pardo grisáceo, con textura arenosa y muy suelto, similar al nivel superficial de PCB-I. • Nivel II: (8 – 11 cm) lentejón arenoso de 3 cm de potencia, análogo al nivel 3 de PCB-I, con arenas gruesas procedentes de la alteración del granito. • Nivel III: (11 – 62 cm) depósito homogéneo de material edáfico de color oscuro y textura franco-arenosa, solamente interrumpido a 46 cm por un lentejón ligeramente más pardo, que tiene 4 cm de potencia. • Nivel IV: (62 – 72 cm) nivel de cantos de granito facetados o planares. • Nivel V: (72 – 116 cm) se compone de material edáfico de color negro, de textura franco-arenosa. En este nivel se observa un incremento de la cantidad de gravas a partir de 92 cm de profundidad, así como en la base del perfil, en el contacto con la roca.
PCB-III
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PCB-IV
PCB-V Es el perfil más próximo al camino y más alejado del Petroglifo de Laxe dos Carballos, y también el de mayor potencia (195 cm). Tiene cinco niveles estratigráficos diferenciados, de techo a base: • Nivel I: (0 – 50 cm) relleno de características similares al de los otros perfiles. • Nivel II: (50 – 90 cm) material arenoso en estructuras laminares, intercalado con capas de material más orgánico, de forma similar al segundo nivel de PCB-IV. • Nivel III: (90 – 160 cm) compuesto de material más fino, plástico, con algunas gravas de cuarzo con caras planas. Dentro de este nivel, a 105-110 cm, se observa una mayor abundancia de gravas.
4. CONCLUSIONES De forma general se puede decir que los suelos de la Zona 1 son de poca potencia, con escaso grado de evolución, de textura arenosa a franco-arenosa y con abundante materia orgánica. Leptosoles, Regosoles y Cambisoles son los suelos predominantes. A escala de detalle se observan diferentes tipos, dependiendo de la topografía. En las zonas de cumbre, suelen encontrarse suelos poco evolucionados de escasa potencia. En posiciones de rellano o de vaguada y en las superficies de sedimentación escalonadas situadas en las laderas aparecen las unidades que ofrecen un mayor potencial para su estudio en términos paleoambientales en la zona, que son los suelos cumúlicos, en este caso clasificados como Umbrisoles. Todos los suelos muestreados para su análisis físicoquímico (perfiles PRD y PCB) son suelos de origen coluvial formados entre el Pleistoceno final y el Holoceno, tal como revelan las dataciones radiocarbónicas. Están ubicados en posiciones topográficas en las que la acumulación de los sedimentos procedentes de la erosión de las laderas es el proceso predominante. Su génesis es, entonces, de índole acumulativa y policíclica. Estas características se ponen en evidencia mediante discontinuidades texturales abruptas, líneas de carbones o piedras, y cambios en otras propiedades morfológicas, tales como el color, la estructura y la consistencia, que nos aportan información acerca del material del que se compone la matriz del suelo.
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Este perfil muestra a la vista una potencia de 180 cm, y se identifican en él 4 niveles estratigráficos. • Nivel I: (0 – 25 cm) depósito arenoso de color pardo grisáceo, similar al de PCB-I, II y III. • Nivel II: (25 – 80 cm) nivel más oscuro, con laminaciones arenosas intercaladas con otras más orgánicas, análogo a los niveles II y III de los otros perfiles de este suelo. • Nivel III: (80 – 165 cm) material más oscuro, fino, muy plástico, y con algunas gravas angulosas con rasgos de alteración. • Nivel IV: (165 – 182 cm) coluvio de cantos planares, fundamentalmente de granito, de tamaño variado y con bordes suaves, similares a los encontrados en PCB-III. Por debajo aparece la roca granítica. La secuencia edafogenética de este perfil es: A, 2AC, 3A, 3C, R.
• Nivel IV: (160 – 190 cm) material de color oscuro, más arenoso que el del nivel anterior. • Nivel V: (190 – 195 cm) aparece el nivel coluvial de cantos graníticos identificado en los demás perfiles, que descansa directamente sobre la roca. Se propone la siguiente secuencia de formación de suelo: A, 2AC, 3A, 4A, 4C, R.
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1. INTRODUCCIÓN Los elementos químicos son las unidades básicas de las que está compuesta la materia. Estos elementos no se encuentran igualmente repartidos en la Tierra, pues algunos tienden a concentrarse preferentemente en determinados compartimentos. Por ejemplo, carbono (C), nitrógeno (N), fósforo (P) y azufre (S) son mas abundantes en la biosfera que en cualquier otro compartimento; el oxígeno (O) y el hidrógeno (H) son los principales elementos constitutivos de la hidrosfera; la litosfera está compuesta esencialmente por oxígeno, silicio (Si) y aluminio (Al) y la atmósfera por nitrógeno y oxígeno. Además de estos elementos mayoritarios, en todos los compartimentos hay cantidades menores de muchos otros elementos químicos. De esta forma, la composición elemental permite la caracterización de dichos compartimentos (litosfera, hidrosfera, atmósfera y biosfera). Los suelos son la capa más superficial de la litosfera terrestre. Están formados por una fase sólida y un conjunto de huecos o poros; espacio por el que compiten la fase líquida (el agua) y la gaseosa (los gases). En las tres fases existen elementos químicos, pero dado que prácticamente toda la masa del suelo se encuentra en la fase sólida, será la composición de la misma la que permita caracterizarlo (si bien en investigaciones específicas el objetivo puede ser estudiar la composición de la fase líquida o de la gaseosa). La fase sólida de los suelos tiene dos componentes: la fracción inorgánica —habitualmente la más abundante—, y la fracción orgánica. La primera la forman los minerales y los compuestos inorgánicos no cristalinos; y la segunda incluye los restos orgánicos (vegetales mayoritariamente) y los productos de degradación de los mismos. Como es de esperar, ambas fracciones poseen una composición elemental muy distinta, por lo que la mayor o menor concentración de determinados elementos químicos va a depender de la proporciones relativas entre ellas. La composición de estas fracciones no es constante a lo largo del tiempo. Los minerales se alteran y liberan sus elementos constitutivos a la disolución del suelo y, dependiendo del ambiente geoquímico, esto puede resultar en la pérdida de algunos elementos (como Ca, Mg, Na, K) y en el aumento en la concentración de otros (como Ti, Zr, Fe, Al) que pasarían a formar parte de los minerales secunda-
rios. Igualmente, la materia orgánica sufre pérdidas y transformaciones (por descomposición y mineralización), lo que afecta a su composición química. Además, los suelos pueden recibir flujos desde otros compartimentos (como por deposición de polvo transportado, elementos en disolución en el agua de lluvia, o por redistribución de sedimentos debido a procesos geomórficos). Así pues, son diversos los procesos que influyen en la composición elemental de los suelos y sus variaciones a lo largo del tiempo. De ellos, los más importantes son: la composición mineralógica del material original (el conjunto de minerales heredados), el sistema geoquímico de alteración (que dictamina la movilidad relativa de los elementos químicos y con ello qué minerales se transforman y cuáles son neoformados), los flujos desde otros compartimentos (como la deposición atmosférica y los eventos erosivo/sedimentarios), los procesos de degradación de la materia orgánica y, además, la actividad humana (como por ejemplo la fertilización, la adición de estiércoles y purines, la emisión de contaminantes, etc.). Todos estos procesos tienen un marcado carácter espacial, vertical y temporal. El estudio de la composición elemental, por tanto, puede permitir obtener información de los procesos ocurridos y, en última instancia, de las condiciones ambientales que los desencadenaron. No se trata de una tarea sencilla, debido tanto a la amplia variedad de elementos químicos que permiten determinar las técnicas actuales, como a la complejidad de los procesos biogeoquímicos que gobiernan sus ciclos (raramente un elemento está afectado exclusivamente por un proceso y tiene una relación unívoca con las condiciones ambientales que lo dirigen). Así pues, esa complejidad demanda un análisis multivariante de la composición elemental. Hemos estudiado con alta resolución vertical cinco suelos coluviales. Los suelos coluviales pueden ser consi derados como geoarchivos que almacenan información de los cambios ambientales ocurridos durante el periodo de su formación, así como de la edafogénesis posterior a su estabilización (Martínez Cortizas et ál., 2002; Leopold y Völkel, 2007). Muchos de estos procesos están relacionados con factores climáticos, en especial con la precipitación (Leopold y Völkel, 2007). No obstante, Leopold (2003) considera que los suelos coluviales holocenos están íntima-
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CAPÍTULO 16. DE LA GEOQUÍMICA AL PAISAJE: COMPOSICIÓN ELEMENTAL DE LOS SUELOS
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mente relacionados con la actividad humana y define los coluvios como sedimentos acumulados debido a la erosión de suelos inducida antropogénicamente (por aclarado de los bosques, pastoreo, agricultura, o minería). A lo largo de milenios, los suelos coluviales se formaron en diferentes posiciones del relieve, bajo diferentes condiciones y ambientes, lo que los convierte en un geoarchivo de amplia distribución espacial y temporal (Leopold y Völkell, 2005). En Galicia, los suelos coluviales ricos en materia orgánica han recibido el nombre de ránkeres atlánticos (Carballas et ál., 1967). Los ránkeres atlánticos se caracterizan, aparte de su sucesión de horizontes coluviales de tipo A, por un elevado contenido de compuestos organometálicos (sobre todo Al-materia orgánica). Debido a su adsorción a los grupos funcionales de la materia orgánica, el Al la protege contra la descomposición microbiana. Suelos similares a los ránkeres han recibido nombres diversos tanto en Galicia como en otras áreas del mundo: suelos alumínicos, suelos criptopodsólicos, Haplic Podsol, Andosol aluándico, y podsol abortivo (Macías et ál., 1982; Righi and Lorphelin, 1987; García-Rodeja et ál., 1987, 2004; Blaser et ál., 1997; Aran et ál., 2001; Delvaux et ál., 2004; Bäumler et ál., 2005). No existe un nombre que se aplique de forma general, por la diversidad de los suelos coluviales y los procesos edafogenéticos que los producen (Mücher et ál., 1972). Por ejemplo, en los suelos criptopodsólicos los compuestos organometálicos son móviles, pero no se observan horizontes de pérdida o acumulación de materia orgánica por la alta concentración de la misma en todos los horizontes (Duchaufour, 1982). En los suelos de la Zona 1 de Campo Lameiro, se ha demostrado que el transporte vertical de materia orgánica y de los elementos asociados es insignificante (Kaal et ál., 2008). Por ello, las variaciones de las concentraciones de los elementos que constituyen la materia orgánica así como los asociados a ella, sirven como registros de información sobre los factores que afectaron a la composición elemental de los ránkeres atlánticos (es decir, los suelos coluviales de este estudio) de Campo Lameiro, sin perturbación de la señal por transporte vertical. A pesar de su valor como geoarchivos, son pocos los estudios detallados de la composición elemental de los suelos coluviales de tipo ránker (Martínez Cortizas et ál, 1999; Franco Maside, 2004). Aquí describimos los contenidos de veintiocho elementos químicos mayoritarios, minoritarios y traza (C, N, O, S, Al, Si, Fe, K, Ca, Ti, Cr, Mn, Ni, Cu, Zn, Ga, As, Cl, Br, Rb, Sr, Y, Zr, Nb, Pb, Th y U) en los suelos PRD-I, PRD-II, PRD-III, PRD-IV y PRD-V, que fueron muestreados en la Zona 1 de Campo Lameiro. Además del análisis de varianza (ANOVA), aplicado para comparar los valores medios de cada elemento entre los suelos, también realizamos un análisis de componentes principales al objeto de estudiar la estructuración de la varianza de las poblaciones y extraer los factores responsables de los cambios en la composición elemental. Hemos encontrado que algunos cambios en la composición presentan una dependencia específica del tiempo transcurrido (edades radiocarbónicas), dando como resultado una cronofunción
con la que obtuvimos una estimación de la edad de todas las muestras analizadas. Ello ha abierto la puerta al establecimiento de una cronología detallada para los factores que influyeron en la composición elemental, entre ellos se incluyen las fases de erosión/sedimentación y su intensidad durante los últimos 10.000 años en el área.
2. BREVE ENCUADRE GEOMORFOLÓGICO En un capítulo anterior se describe el marco geomorfológico de la Zona 1 del área de estudio y se hace una introducción a la estratigrafía de los depósitos estudiados (capítulo 4). Aquí recordaremos brevemente sólo algunos aspectos que deben estar presentes a la hora de interpretar las variaciones en la composición elemental de los suelos y sedimentos. Todos los suelos analizados (PRD-I, PRD-II, PRD-III, PRD-IV y PRD-V) son suelos coluviales formados a lo largo del periodo comprendido entre el Pleistoceno final y el Holoceno, tal como han revelado las dataciones radiocarbónicas realizadas. Están situados en posiciones de baja energía potencial —en términos relativos— y, por tanto, en ubicaciones propensas a la acumulación de los sedimentos procedentes de la erosión de las laderas de sus cuencas de captación. Así pues, debemos considerar que han funcionado como “sensores” de lo ocurrido en las cuencas en las que se encuentran, y poseen una historia genética que refleja la redistribución de suelo y sedimento producida en respuesta a las cambiantes condiciones ambientales. Su proceso de formación es acumulativo desde el punto de vista de la secuencia estratigráfica del propio suelo, pero erosivo desde el punto de vista de la cuenca en la que se encuentra inscrito. Así pues, debemos interpretarlos en clave erosivo/sedimentaria. En la Figura 16.1 hemos delimitado las cuencas de captación de cada uno de los suelos. PRD-I es el suelo muestreado a mayor altitud (300 msnm), en un pequeño collado que delimita el nacimiento de una de las micro-cuencas del área. Es esta una ubicación que si bien facilita la acumulación de material, también es propensa a sufrir erosión. Ello concuerda con la potencia del suelo (de 1,50 m, la menor de todos los suelos analizados) y su secuencia estratigráfica. PRD-II y PRD-V se encuentran en la misma línea general de evacuación de sedimentos que PRD-I, aunque la cuenca de captación de ambos suelos es mayor que la del primero, pues ésta se abre al descender altitudinalmente (desde los 300 m a los 270 msnm). Por ello cabría esperar una cierta relación en la conformación de sus estratigrafías. PRD-II, no obstante, se encuentra a los pies del panel de petroglifos de Laxe dos Carballos, donde parece que se desarrolló una actividad humana específica. PRD-III es actualmente un enclavado; consta de una superficie aplanada circundada por un muro de piedra (al igual que el área de PRD-V) cuyo objetivo parece ser tanto delimitar este espacio como contener las posibles pérdidas de suelo. Por su parte, PRD-IV es el suelo ubicado a menor altitud (260 msmm) en el fondo de una cuenca con laderas de elevada pendiente.
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Figura 16.1. Área de estudio: Zona 1 de Campo Lameiro. Ubicación de los suelos coluviales estudiados y cuencas de drenaje (áreas fuente) de los mismos.
Tiene dos posibles áreas fuente, una canalizada desde los niveles de mayor altitud y de mayor recorrido (dirección NS) y otra hacia el W, de menor recorrido, a partir de un rellano a media altitud (280 m).
3. COMPOSICIÓN ELEMENTAL MEDIA En la Tabla 16.1 se recogen los valores estadísticos característicos (media, desviación típica, máximo y mínimo) para cada elemento químico determinado en los cinco suelos, así como los valores estadísticos globales para toda la población muestral (que es de doscientas una muestras). Y en la Tabla 16.2 hemos codificado los grupos homogéneos resultantes del análisis de varianza. Tan sólo dos elementos, S y U, no han presentado diferencias significativas entre los contenidos medios de los suelos. Otros siete presentaron baja variabilidad: N, para el que PRD-IV tiene contenidos significativamente más bajos que los de los demás suelos; O, PRD-III con contenidos significativamente mayores que los de los otros suelos; Si, PRD-I y PRD-IV con concentraciones altas y PRD-II y
PRD-V con concentraciones más bajas (este elemento no se determinó en PRD-III); Fe, PRD-III y PRD-IV mostraron contenidos más elevados; Ni, con concentraciones bajas en PRD-I y PRD-II; As, concentraciones altas en PRD-III y PRD-V; y Br, con concentraciones significativamente más altas en PRD-III. El resto de los elementos (C, Al, K, Ca, Ti, Cr, Mn, Cu, Zn, Ga, Cl, Rb, Sr, Y, Zr, Nb, Pb y Th) mostraron diferencias significativas para más de dos grupos de suelos. Destaca PRD-IV por ser el suelo con concentraciones significativamente mas elevadas para un mayor número de elementos: Al, Si, Fe, Ti, Ca, K, Ni, Cu, Zn, Mn, Zr, Nb, Ca. Es ésta una composición particular, ya que PRD-IV está enriquecido tanto en elementos típicamente inmóviles en suelos ácidos (Al, Fe, Ti, Zr o Nb), como en algunos de los elementos que más fácilmente son eliminados durante la meteorización y edafogénesis (Ca, K). Sin duda, esto se debe a su posición topográfica en el área, que lo hace receptor tanto de partículas minerales (donde se concentrarían los componentes inmóviles) procedentes de la erosión de suelos de zonas más elevadas, como de elementos que pueden llegar en disolución (que sería la fuente de los móviles). En
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Tabla 16.1. Valores medios (avg), deviación típica (std), máximo (mx) y mínimo (mn) para los elementos químicos determinados en cada uno de los suelos coluviales estudiados en la Zona 1 de Campo Lameiro. (n: número de muestras; nd: no determinado; ld: concentraciones inferiores al límite de detección).
Tabla 16.2. Grupos homogéneos resultantes de la comparación de medias por análisis de varianza. (—: elemento no analizado; ns: diferencias no significativas).
cambio, tiene las concentraciones más bajas de materia orgánica —y de elementos típicamente ligados a ella, como Br o Pb— de todos los suelos analizados (mínimos de C, N y O). PRD-III, que también ocupa una zona de captación (recuérdese que es un enclavado) aunque de menor extensión, mostró concentraciones elevadas para nueve elementos (C, N, Fe, As, Ni, Ga, Br, Rb y Th) y concentraciones bajas para tres (Ca, Y y Nb). Difiere notablemente de PRDIV en su mayor contenido de materia orgánica y menor contenido de Ca. En PRD-V son cinco los elementos que presentaron concentraciones elevadas (N, Ni, Zn, Sr, Y); pero diez estaban en concentraciones significativamente bajas (O, Si, Fe, K, Ti, Mn, Cu, Cl, Br y Th). La situación es similar para PRD-I, con sólo tres elementos con concentraciones relativamente
elevadas (N, Si y Cl) y nueve con concentraciones bajas (O, Fe, Cr, Ni, Ga, As, Br, Rb, Sr). El caso opuesto a PRD-IV es PRD-II, en el cual ningún elemento se encontró en concentraciones significativamente más elevadas que las del resto de los suelos. Pero catorce presentaron concentraciones en el rango más bajo de las observadas (O, Al, Si, Fe, Ti, Cr, Ni, Zn, Ga, As, Br, Rb, Sr, Zr). Como ya se ha dicho, este suelo está en un área que fue sometida, sin lugar a dudas, a la actividad humana directa, lo cual podría haber afectado a su naturaleza. No obstante, como se describe y discute más adelante ), también es el suelo más joven de los estudiados (a pesar de su gran espesor). Este primer análisis revela que a pesar de la litología homogénea de la Zona 1 de Campo Lameiro, los suelos presentan una composición elemental bien diferenciada dependiente de la posición que ocupan en el paisaje.
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El análisis de varianza ofrece tan sólo una aproximación genérica a las diferencias entre las composiciones elementales medias de los suelos, pero no es suficiente para entender los procesos de los que derivan (por ejemplo, no integra las fuertes variaciones verticales observadas). La técnica multivariante de análisis de componentes principales (ACP), encuadrada entre las técnicas de reducción de datos, es una potente herramienta para sintetizar la información e indagar en los factores subyacentes a la estructura de la varianza observada de las poblaciones muestrales. A pesar de ser utilizada con frecuencia, en la mayoría de los casos no se profundiza en los distintos aspectos que ofrece el ACP y que ayudan a comprender la naturaleza estadística de la información y extraer de ella las relaciones causales correspondientes. Debemos recordar que, no obstante, al igual que otras muchas técnicas estadísticas tiene sus limitaciones y que, en sí misma, no revela nada que esté ausente del conocimiento de quien la utiliza. Consideramos que su potencialidad es esencialmente exploratoria.
4.1. FACTORES Y ELEMENTOS QUÍMICOS En el ACP hemos incluido los elementos determinados en todos los suelos, es decir, el análisis se hizo excluyendo S, Al, Si y Cl, que no fueron determinados en PRD-III. No obstante estos elementos se emplean posteriormente para es-
Figura 16.2. Análisis de componentes principales: factores de carga de los elementos químicos en las proyecciones F1-F2, F1-F3, F1-F4 y F1-F5. Sólo se incluyen en cada proyección los elementos con una proporción significativa de su varianza asociada a los factores, en cada caso.
tablecer su relación con los factores en los suelos en los que sí se analizaron. Aplicando una rotación varimax se extrajeron cinco ejes o factores significativos, que en conjunto explican un 79% de la varianza total. El factor 1 (F1) explica un 24,3%, F2 un 22,9%, F3 un 13,9%, F4 un 11,1% y F5 un 7,1%. A diferencia de lo que es habitual en el empleo de ACP, donde sólo se atiende a la proyección F1-F2, en la Figura 16.2 hemos representado las proyecciones de todos factores, fijando F1 en el eje de abcisas (F1-F2, F1-F3, F1-F4, F1-F5). De este modo la variación horizontal en la distribución de las variables/elementos reflejará el efecto de F1, mientras que la variación vertical reflejará el efecto de cada uno de los otros ejes. En cada proyección se han incluido sólo aquellos elementos con una proporción significativa de su varianza asociada o bien a F1 y F2, en la proyección F1-F2, o bien al factor correspondiente en los demás casos (F3, F4 o F5). Este modo de representación simplifica la identificación de las variables (elementos) asociados a cada factor y ayuda a interpretarlo, complementándolo con la distribución de las comunalidades (esto es, la proporción de varianza total de cada elemento explicada por el conjunto de los factores, Figura 16.3). A F1 se asocian con elevados factores de carga positivos (0,85-0,60) Nb, Ca, Mn, K, Ti, Cu y Pb, y As con un elevado factor de carga negativo (-0,76); lo que revela una distribución opuesta entre este último elemento y los primeros (Figura 16.2). F2 está relacionado con la distribución, también opuesta, de C, O, N (-0,82 a -0,94) y Br
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4. ANÁLISIS ESTADÍSTICO DE LA COMPOSICIÓN ELEMENTAL
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gunas muestras estaban por debajo del límite de detección de la técnica de FRX (véase capítulo 3). Doce elementos se asocian de manera casi exclusiva con un único factor, entendiendo por ello que al menos un 50% de su varianza depende de ese factor. Es el caso de Nb (72%), Ca (69%), Mn (66%), As (58%) y K (55%) con F1; C (89%), O (72%), Sr (71%), N (68%) y Zn (52%) con F2; Ga (71%) y Th (52%) con F3; e Y (66%) con F5. Aún así, la composición elemental de estos suelos debe responder a una interacción compleja de procesos, pues los demás elementos químicos tienen su varianza repartida entre dos o más factores. Por ejemplo, Br y Rb tienen una proporción significativa de su varianza asociada a tres factores (Figura 16.3). Ello abunda en la idea apuntada anteriormente de que la homogeneidad litoglógica y las dimensiones reducidas del área de estudio no se traducen en una composición igualmente homogénea en los suelos.
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4.2. FACTORES Y SUELOS
Figura 16.3. Análisis de componentes principales: reparto de las comunalidades de los elementos químicos analizados en los suelos coluviales de Campo Lameiro. (F1, F2, F3, F4 y F5 son los factores significativos; la longitud total de la barra representa la comunalidad y las secciones indican el porcentaje de la varianza de cada elemento asociada a cada factor).
(-0,56) frente a Rb, Sr, Zn (0,60-0,85) y K (0,51). Es interesante destacar que elementos geoquímicamente afines (con similar radio iónico) como el K y el Rb, o el Ca y el Sr, aunque contienen una proporción significativa de su varianza en F2 se separan en F1; indicativo de un fraccionamiento físico-químico y mineralógico. A F3 se asocian, con factores de carga positivos, Ga, Th e Fe (0,70-0,84). A F4 se asocian, igualmente con factores de carga positivos, Fe, Ti, Cr, Ni y Zr (0,50-0,67). Mientras que Y y Br presentan factores de carga positivos (0,50-0,82) y el Pb negativo (-0,46) en F5. Como puede inferirse del gráfico del reparto de las comunalidades de la Figura 16.3, las variaciones en las concentraciones de casi todos los elementos se pueden explicar por los cinco factores identificados (la longitud total de la barra de cada elemento es próxima a 1). La excepción son el Ni y el Cu, que tienen una baja comunalidad. Esto probablemente se deba a las bajas concentraciones de ambos elementos en los suelos estudiados y a que en al-
En las gráficas de la Figura 16.4 hemos representado las puntuaciones de las muestras de los suelos en las mismas proyecciones de factores empleadas anteriormente (por lo que es de aplicación lo mencionado en cuanto al significado para los factores), y en las gráficas de la figura 16.5 aparecen las variaciones verticales de las puntuaciones. Comenzando por la proyección F1-F2, se puede apreciar como los suelos se distribuyen a lo largo de F1, con puntuaciones negativas para PRD-III y PRD-V y positivas para PRD-IV, ocupando PRD-I y PRD-II una posición intermedia con puntuaciones próximas a cero o ligeramente positivas. Esto indica una mayor similitud entre los suelos que ocupan posiciones topográficas próximas o conectadas espacialmente (véase la Figura 16.1) y refuerza lo comentado para análisis anteriores, en el sentido de un fuerte componente espacial en el control de la composición elemental. Sin duda este hecho está relacionado con la redistribución del material suelo durante los eventos de erosión/sedimentación. En la Figura 16.5 puede verse como los suelos PRD-I, PRD-II, PRD-III y PRD-V muestran una variación continua en F1 lo que, unido a la ubicación espacial (la altitud disminuye de PRD-I hacia PRD-III y PRD-V, Figura 16.1) indica que las áreas elevadas están relativamente enriquecidas en Nb, Ca, Mn, K, Ti, Cu y Pb y empobrecidas en As, mientras que los suelos de áreas bajas se enriquecen en As y se empobrecen en los otros elementos. A excepción de PRD-IV, las puntuaciones muestran un ligero incremento de la base a la superficie del suelo, es decir, un ligero enriquecimiento de Ca, Mn, K, Ti, Cu y Pb hacia los ciclos superficiales, más recientes. PRD-IV tiene puntuaciones positivas en todo el perfil, reflejo de un fuerte enriquecimiento en los elementos mencionados, y de acuerdo con lo obtenido en el análisis de varianza. La variación en F2 separa los niveles de cada suelo por su contenido en materia orgánica: ricos en materia orgánica los de puntuaciones muy negativas, y pobres los de
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Figura 16.4. Análisis de componentes principales: proyecciones de las puntuaciones de las muestras. (PRD-I: círculos rellenos; PRD-II: círculos vacíos; PRD-III: cuadrados; PRD-IV: triángulos; PRD-V: rombos).
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puntuaciones muy positivas; el valor cero de puntuación corresponde a un porcentaje de carbono de un 5,3% (un equivalente aproximado de un 9% de materia orgánica), lo que remite a suelos húmicos muy ricos en materia orgánica. Algo característico para este tipo de suelos tanto en Galicia como en otras partes del mundo (identificados tradicionalmente como ránkeres atlánticos) (Duchaufour, 1982). Esto es particularmente fácil de apreciar en la Figura 16.5, donde las puntuaciones de F2 reflejan variaciones fuertes con la profundidad, alcanzando los valores mínimos en la base de los suelos. También se puede apreciar como PRD-IV es el suelo que tiene una menor variación y un menor contenido de materia orgánica en todo su espesor. Así pues, si F1 lo hemos identificado como el factor de “redistribución espacial” ligado al relieve, F2 debemos asociarlo con el factor “acumulación de materia orgánica”.
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El siguiente factor en porcentaje de varianza asociada es F3 (Figura 16.2). La mayor parte de la variabilidad relacionada con este factor se debe a la composición de PRDIII, en particular a las elevadas concentraciones de Ga en todas las muestras, y de Fe y Th en la base del perfil (165200 cm) (Figura 16.5). Para los suelos PRD-I, PRD-II y PRD-IV
Figura 16.5. Análisis de componentes principales: perfiles verticales de las puntuaciones de las muestras para cada suelo estudiado.
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las puntuaciones de F1 y F3 muestran una correlación moderada (r= 0,66), que indica una cierta redundancia entre los dos factores; es decir, que parte de las variaciones de Ga, Fe y Th en los suelos citados dependen de la redistribución ejercida por el relieve. Nótese que el aumento de las concentraciones, aunque moderado, va en la dirección de las zonas elevadas (PRD-I y PRD-II) hacia las más bajas del área (PRD-IV). Esto que acabamos de describir es incluso más notable en F4. La correlación entre las puntuaciones de F4 y F1 es muy elevada (r= 0,84) para los suelos PRD-I, PRD-II y PRDIV. Por tanto, los elementos metálicos (Ti, Cr, Ni, Fe, Zr) también están sujetos a un incremento en sus concentraciones desde las zonas elevadas a las de menor elevación. PRDIII y PRD-V tienen valores relativamente elevados y una baja variabilidad vertical en la concentración de estos elementos (Figura 16.5). El factor F5 separa esencialmente niveles dentro de los suelos (Figura 16.5): niveles superficiales que tienden a estar enriquecidos en Pb y niveles profundos que están enriquecidos en Br e Y. La tendencia es a que las puntuaciones aumenten con la profundidad, pero no de forma lineal. Los valores son bajos en superficie, luego pueden aumentar lineal (PRD-I, PRD-II, PRD-III, PRD-IV) o abruptamente (PRD-V) hasta una profundidad dada, para estabilizarse o disminuir ligeramente en la base. Esta distribución sugiere un efecto ligado a la compleja estratigrafía de los suelos, pero también a la edad de los mismos. Es obvio que por sucesión estratigráfica los niveles más profundos han de ser más antiguos que los superficiales. Esto es coherente con el aumento de Pb en los ciclos superficiales, pues se ha demostrado que el ciclo del Pb en el NW de la Península Ibérica ha sido perturbado por actividades minero-metalúrgicas desde hace al menos 3.000 años (Martínez Cortizas et ál., 1997, 2002; Kylander et ál., 2005), alcanzándose el máximo de contaminación durante el siglo XX y, por tanto, en la superficie de los suelos. Sin embargo esto no explica el enriquecimiento en Br e Y. La resolución de esta cuestión para el primero de los elementos ha traído como consecuencia la apertura de una nueva puerta por la que introducirnos a la dimensión temporal de los cambios ambientales.
5. DE LA GEOQUÍMICA A LA EVOLUCIÓN DEL PAISAJE Como hemos mencionado al principio de este capítulo, hemos de considerar los suelos analizados como “sensores” que han ido registrando y archivando información derivada de los cambios ambientales sucedidos en el pequeño espacio representado por la Zona 1 de Campo Lameiro. Es decir, como archivos ambientales. Para poder reconstuir la historia de su evolución es necesario establecer la cronología absoluta de cada suelo individual y, posteriormente, analizar la imagen de conjunto. Debido el elevado contenido de carbono orgánico de los suelos del
área, es factible obtener edades absolutas a partir de la datación radiocarbónica de la misma, cosa que se ha hecho para un número limitado de muestras. El elevado coste de esta analítica limita el número de dataciones que se pueden realizar y, salvo situaciones muy excepcionales, siempre muy inferiores a lo deseable. Entre las posibles soluciones está encontrar relaciones entre las propiedades de los suelos y la edad de los mismos, que permitan establecer cronofunciones con las que estimar la edad para las muestras no analizadas por radiocarbono. Esto es lo que hemos encontrado en el estudio de los suelos de Campo Lameiro que, basándose en lo que se intuía en el factor F5, ha permitido resolver el enigma del Br y abrir la puerta de la cronología. Hemos encontrado que la incorporación de Br en la materia orgánica de los suelos, que ocurre por halogenación enzimática (van Pée y Unversucht, 2003), se correlaciona con la edad de los mismos. La correlación entre las edades disponibles para PRD-I y PRD-II (ocho) y el grado de halogenación (HOM, estimado como la relación molar entre el Br y el C) presenta una correlación muy significativa (r= 0,95). La función es lineal y tiene la forma: Edad [BP calibrada] = (900 • HOM) - 600 Por lo que aplicándola podemos estimar la edad de cada muestra de las secuencias de suelo, siempre que el grado de halogenación sea al menos 0,70. Sólo una muestra, la más superficial del suelo PRD-IV, tiene este bajo grado de halogenación. El valor más elevado se encontró en la base de PRD-IV y fue de 12,30, lo que correspondería a unos 10.500 años aproximadamente. Muestras del resto de los suelos han sido enviadas recientemente para su datación radiocarbónica, por lo que en breve se dispondrá de una mayor base analítica en la que apoyar esta cronofunción. También hemos comprobado esta relación para otras muestras datadas de otras áreas de Galicia (sobre una base de datos de 50 dataciones) y los resultados indican que la correlación es muy significativa y del mismo orden que la encontrada en Campo Lameiro. Pero la pendiente de la función (la relación entre el grado de halogenación y la edad) es ligeramente diferente, lo que sugiere que áreas diferentes podrían necesitar funciones de calibración específicas.
5.1. LOS FACTORES EN EL TIEMPO Apoyándonos en los resultados actuales, y con todas las cautelas que implica la parsimonia científica, podemos acercarnos a las variaciones en el tiempo de los cambios composicionales observados en los suelos de la Zona 1. Para ello partimos de la estimación de la edad para todas las muestras, luego establecimos modelos monótono-crecientes de edad/profundidad (al igual que en registros de hielos, lagos o turberas) con los que se asignaron las edades esperadas para el centro del intervalo muestral (recuérdese que las muestras tienen 5 cm de espesor). Una vez hecho esto se ordenaron todas las muestras de los cinco
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Figura 16.6. Cronología de los registros de los factores del análisis de componentes principales (F1 a F5, de arriba a abajo). (La línea gris en la gráfica de F2 es el registro con eliminación de la tendencia; véase el texto). Edad calibrada BP.
Para la redistrubución espacial relacionada con F1 (valores positivos: elementos agrupados con el Nb, frente a valores negativos: As) se han identificado seis grandes fases evolutivas. • F1-I: la primera fase, de valores positivos elevados, terminaría hacia el 9500 cal BP.
• F1-II: del 9500 al 6500 cal BP los valores de F1 disminuyen hasta alcanzar los valores más negativos, excepto una breve interrupción hacia el 6800-6900 cal BP. • F1-III: abarcaría entre el 6500 y el 2800 cal BP, y estaría representada por fluctuaciones entorno a la media, con picos de valores positivos centrados en el 5600 cal BP, 5300 cal BP, 4700 cal BP, 4300 cal BP y 3700 cal BP; y mínimos centrados en el 6000 cal BP, 5400 cal BP, 4850 cal BP, 4500 cal BP y entre el 3100 y el 2800 cal BP. • F1-IV: se extendería entre el 2800 y el 1250 cal BP, con valores positivos muy homogéneos y un único pico hacia el 2300 cal BP. • F1-V: sería un breve episodio de unos 200 años, entre el 1200 y el 1000 cal BP, con valores negativos. • F1-VI: abarcaría hasta fechas recientes, mostrando un aumento hacia valores positivos comparables con los de la primera fase. En el caso de la acumulación de materia orgánica del suelo (MOS) correspondiente al registro de F2 (Figura 16.6), hemos representado también los valores con eliminación de tendencia (línea gris). Esto es debido a que la MOS es degradada con el tiempo y muestra por ello una tendencia a disminuir hacia los niveles de suelo más antiguos. Aunque los modelos de degradación de la MOS pueden ser muy complejos, para los objetivos de este capítulo aplicamos un modelo lineal simple. El registro contiene siete fases. • F2-I: hasta el 9700 cal BP, con un aumento intenso hasta el 10.000 cal BP y una estabilización posterior. • F2-II: disminución de la acumulación de materia orgánica hasta el 8000 cal BP • F2-III: nuevo aumento con estabilización de contenidos hasta el 7600 cal BP • F2-IV: baja acumulación entre el 7500 y el 6550 cal BP, rota por un único pico centrado en el 6850 cal BP. • F2-V: aumento muy gradual hasta el 3700 cal BP; ocurre en tres fases: del 6650 al 5500 cal BP, del 5500 al 4700 cal BP y del 4700 al 3700 cal BP. • F2-VI: brusco aumento de la acumulación de materia orgánica hasta el 2100 cal BP, mostrando un patrón de máximos y mínimos alternativos. Los máximos están centrados en el 3400 cal BP, 2900 cal BP, 2550 cal BP y 2100 cal BP. • F2-VII: descenso abrupto del contenido de materia orgánica hasta época reciente. Ocurre en dos etapas: una entre el 2100 y el 1200 cal BP y otra con posterioridad al 1200 cal BP. El registro de F3 es muy interesante pues se puede dividir en cuatro fases contenidas en dos grandes periodos bien contrastados. Primer periodo • F3-I: aumento hacia valores positivos hasta el 10.000 cal BP • F3-II: ligero descenso hasta el 9500 cal BP • F3-III: mínimo local entre el 9500 y el 8700 cal BP
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suelos en función de su edad y se pasó un filtro de media móvil a los datos analíticos y estadísticos para reducir la variabilidad de alta frecuencia. Esta variablidad entre muestras consecutivas está relacionada con la heterogeneidad propia de los suelos, la propagación de posibles errores analíticos, y la imprecisión que se haya podido cometer al asignar las profundidades máxima y mínima de cada sección individual durante el muestreo de campo. En la Figura 16.6 hemos representado las gráficas resultantes para los cinco factores extraídos en el ACP, e identificados como: F1, redistribución espacial (efecto del relieve); F2, acumulación de materia orgánica; F3 y F4 redundancia del efecto del relieve (para PRD-I, PRD-II y PRDIV) y naturaleza especifica de PRD-III y PRD-V; y F5, combinación de estratigrafía y tiempo.
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• F3-IV: valores en general altos y positivos, entre el 8700 y el 6750 cal BP. Dentro del periodo destacan dos mínimos locales centrados en el 8100 cal BP uno y entre el 7100 y el 6900 cal BP el otro. Segundo periodo • F3-V: a partir de un brusco descenso con mínimo entre el 6600-6500 cal BP, los valores se vuelven casi constantes, fluctuando entorno a la media (valor cero de puntuación). Destacan máximos locales centrados en el 5100 cal BP, 4500 cal BP, 2800 cal BP (el de mayor intensidad), 2350 cal BP y un pequeño hombro entorno al 1000-900 cal BP. Los mínimos se centran en el 6600-6500 cal BP, 5400 cal BP, 4800 cal BP, 4200 cal BP, 3000 cal BP, 2600 cal BP y 1100 cal BP (el valor más bajo de todo el registro). El registro de F4 tiene una cierta similitud con el de F3, en cuanto a que las fluctuaciones ocurren en dos periodos, uno hasta el 6500 cal BP y otros con posterioridad a esta fecha. Las fases tienen la misma cronología que el registro de F3. • F4-I: hasta el 10.000 cal BP, valores altos y en ligero ascenso • F4-II: estabilización hasta el 9500 cal BP • F4-III: aumento hasta el 6500 cal BP, con una disminución de las tasas de aumento entre el 7200 y el 6500 cal BP. • Fase 4-IV: hasta época reciente, con valores fluctuando entorno a la media aunque con mayor variabilidad que en el caso de F3. Máximos locales en el 5200 cal BP, 4300 cal BP, 3800 cal BP, 2800 cal BP, 2500 cal BP, 2200 cal BP, 1200 cal BP y 950 cal BP. Mínimos locales centrados en el 5700 cal BP, 4900 cal BP, 4200 cal BP, 3400 cal BP, 2600 cal BP, 2400 cal BP. El registro de F5 es el que presenta menores fluctuaciones locales y se puede simplificar a cuatro fases: • F5-I: aumento brusco de los valores hasta el 10.000 cal BP • F5-II: descenso a valores iguales a los de la base del registro hasta el 9100 cal BP. • F5-III: Valores casi constantes, con pequeñas fluctuaciones hasta el 2500 cal BP. Las fluctuaciones son algo más intensas entre el 4500 y el 2500 cal BP. Pequeños máximos locales centrados en el 7200 cal BP, 6500 cal BP, 5400-5500 cal BP, 4100 cal BP, 3500 cal BP, 2900 cal BP, 2500 cal BP. Mínimos locales en el 6800 cal BP, 4600 cal BP, 3700 cal BP, 3100 cal BP y 2800 cal BP (muy marcado). • F5-IV: descenso progresivo con muy pequeñas fluctuaciones de los valores hasta alcanzar el mínimo hacia el 950 cal BP y una leve recuperación posterior. De esta cronología de los registros de los factores principales es importante destacar que los patrones de variación de F3 y F4 son opuestos, a excepción de dos periodos en los que se acoplaron: antes del 9500 cal BP y entre el 3100 y el 2500 cal BP; y que F1 y F3 también se acoplan hasta el 6500 cal BP para desacoplarse posteriormente. Estos resultados sugieren que algún proceso debe haber
actuado de fondo, forzando el acoplamiento o desacoplamiento de los mecanismos de control de la composición de los suelos. Para identificar dicho proceso haremos previamente una evaluación de la cronología de los eventos de erosión/sedimentación en el área.
5.2. EROSIÓN Y SEDIMENTACIÓN EN LA ZONA 1: 10.500 AÑOS Como hemos visto hasta aquí, los suelos coluviales de Campo Lameiro poseen un rico registro cronológico de los cambios en la composición de la fracción sólida. Pero también pueden leerse en otra clave. Con la información disponible de las analíticas podemos calcular la cantidad de masa acumulada en cada periodo de tiempo (véase por ejemplo Martínez Cortizas et ál., 2000). Dado que conocemos la sección (5 cm) y densidad (expresada en gramos por centímetro cúbico) de cada muestra de suelo, podemos obtener la masa para una unidad de superficie de referencia (por metro cuadrado, por ejemplo) multiplicando: sección x densidad x unidad de superficie (expresada en las mismas unidades). Esto dará la masa total (en gramos) contenida en la sección para una superficie de un metro cuadrado, por ejemplo. A fin de expresarlo como una tasa de acumulación, es decir en masa por unidad de superficie y tiempo (p.ej. en kilogramos por metro cuadrado y año) es necesario obtener una estimación de la edad representada por cada sección de suelo. Para esto recurrimos a los modelos cronológicos, que nos permiten la estimación de la edad esperada para el límite superior e inferior de cada sección y con ello calcular, por diferencia, el intervalo de tiempo que representan. Si dividimos la masa acumulada por el intervalo de tiempo obtendremos la tasa de acumulación correspondiente. La Figura 16.7 es la representación gráfica de la cronología de las tasas de acumulación en los suelos coluviales de Campo Lameiro. Al igual que para los factores, hemos realizado un filtrado de la variabilidad de alta frecuencia. La gráfica es, por tanto, una evaluación compuesta que ofrece una síntesis de las fases de erosión/sedimentación en Campo Lameiro en los últimos 10.500 años. Sólo queda recordar que para entender los procesos en clave espacial es necesario tener presente que 1) la acumulación en las zonas de baja energía (las cuencas) es resultado de la erosión de los suelos en las áreas de elevada energía (las laderas); 2) que ambos procesos son sincrónicos, y 3) que las tasas estimadas han de entenderse como tasas mínimas de acumulación/erosión, ya que no es posible asegurar que todo el material removilizado de las laderas haya sido atrapado en las zonas de sedimentación. Además de los datos directos de acumulación, en la Figura 16.7 hemos incluido dos gráficas con los valores en escala logarítmica (una con edad cal BP y otra con edades cal BC/AD) a fin de poder apreciar todos los eventos. A partir de las variaciones en las tasas de acumulación hemos determinado la existencia de dieciséis periodos de erosión/sedimentación en Campo Lameiro durante los últimos
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Figura 16.7. Cronología de las tasas de acumulación (en kg m-2 a-1) para los últimos 10.500 años. En las gráficas central e inferior los datos de acumulación están en escala logarítmica (la central en edades cal BP y la inferior en edades cal BC). Las barras de color delimitan los periodos con elevadas tasas de acumulación.
10.500 años aproximadamente. En la Tabla 16.3 se ofrecen las fechas (cal BP) aproximadas, las tasas máximas de acumulación de cada suelo para cada periodo de alta tasa de acumulación (PAA), y la duración de los periodos de alta y baja (PBA) tasa de acumulación (en años). Las tasas están expresadas en kilogramos por metro cuadrado y año, y pueden traducirse fácilmente en toneladas métricas por hectárea y año (unidades más habituales cuando se aportan datos de erosión) multiplicando por diez. Dada las di-
mensiones de las cuencas de recepción del material hemos preferido expresarlas en las unidades que aparecen en la tabla. Ocho de las fases tienen tasas máximas de acumulación superiores a 1 kg m-2 a-1 (tasa equivalente a 10 tm ha-1 a-1): >10.000 cal BP, 7090-6930 cal BP, 6800-6550 cal BP, 5500-5300 cal BP, 4400-4065 cal BP, 3845-3630 cal BP, 2900-2770 cal BP, 1690-1380 cal BP y 1190-880 cal BP. El episodio más intenso de erosión/sedimentación, PAA16
Tabla 16.3. Tasas máximas de acumulación (en kg m-2 a-1) en los suelos coluviales de Campo Lameiro, en los periodos de alta acumulación/erosión. PAA: duración en años del periodo de alta acumulación; PBA: duración en años del periodo de baja acumulación precedente.
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(Tabla 16.3) es el último registrado, con una tasa media máxima de acumulación de 9 kg m-2 a-1 (equivalente a 90 tm ha-1 a-1), seguido de PAA12 (2900-2770 cal BP, equivalente a 70 tm ha-1 a-1), PAA5 (6800-6550 cal BP, equivalente a 53 tm ha-1 a-1) y PAA9 (4400-4065 cal BP, equivalente a 36 tm ha-1 a-1). La duración de estas fases osciló entre los 410 y 130 años, excepción hecha de la inicial, cuya duración podría haber sido superior a los 500 años. Las fases de baja tasa de acumulación duraron entre un máximo de 1090 (entre PAA3 y PAA4) y un mínimo de 80 años (entre PAA12 y PAA13). Dicha duración parece haber disminuido sustancialmente en dos etapas: una a partir de hace 6500 años y otra a partir de hace 2700 años (la duración media de los periodos de estabilidad para las fases anteriores al 6500 cal BP es de 630 años, para las fases entre el 6500 BP y el 2700 cal BP es de 310 años y para las fases a partir del 2700 cal BP es de 160 años). La tabla 16.3 también revela que, como cabría esperar, se dieron diferencias espaciales en la respuesta de las distintas áreas de Campo Lameiro. Así, las áreas representadas por PRD-II, PRD-IV y PRD-V tienen un amplio y casi continuo registro de fases de acumulación. Mientras que PRD-I sólo registró seis de las fases y PRD-II sólo lo hizo a partir de hace unos 4400 años. Para el primero de los suelos, su posición topográfica en el collado de mayor altitud podría haber determinado que en algunos periodos en vez de acumular hubiese estado sujeto a erosión. Esto podría reflejarse en la línea de piedras situada entre 80 y 90 cm de profundidad, ubicada cronológicamente entre la datación 6200-5930 cal BP y la datación 3360-3160 cal BP, y que el modelo cronológico ubica hacia el 5500 cal BP. No obstante el modelo cronológico no presenta discontinuidades fuertes que sugieran la existencia de amplios hiatos cronológicos. La situación de PRD-II es algo más excepcional pues, aún tratándose de una microcuenca, no comienza a reflejar fases acumulativas hasta el 4400 cal BP. Sus etapas de relleno serían las siguientes: hacia el 4045 cal BP el coluvio tendría un espesor de uno 40 cm, hacia el 2640 cal BP de 75 cm, hacia el 2280 cal BP de 120 cm, hacia el 1190 cal BP de 145 cm y hacia el 910 cal BP de 165 cm. El relleno alcanzaría la base de los petroglifos del panel de Laxe dos Carballos en algún momento entre el 2640 cal BP y el 2280 cal BP; es decir, con posterioridad a la fase de más intensa acumulación en este suelo (PAA12). De momento no tenemos una explicación para este resultado, si bien el hecho de encontrarse bajo uno de los paneles de petroglifos más importantes del área hace que nos inclinemos a pensar que las actividades humanas pudieron jugar un papel esencial en la evolución de esta microcuenca. En conjunto podemos destacar que si bien cuatro de los cinco suelos tienen registros que arrancan en el inicio del Holoceno, no es hasta después del 6500 cal BP que la erosión se generaliza —es decir, que tres o más tienen fases con elevadas tasas de acumulación—. En un estudio sobre la erosión prehistórica/histórica y actual en el noroeste de España, Benito et ál. (1991) identificaron la presencia de dos periodos erosivos antiguos,
uno situado hacia el 9500-10500 BP y otro hacia 2500-1000 BP. Estos mismos autores también postularon la existencia de otro periodo entre el 5000-4000 BP. Para el área de las Sierras Septentrionales gallegas Martínez Cortizas y Moares Domínguez (1995) propusieron la existencia de al menos 6 periodos erosivos durante el Holoceno: 11.000-10.000 BP, 8000-7500 BP, 5500-5000 BP, 4500-4000 BP, 1500-1000 y otro más reciente de edad inferior a 500 años. En un trabajo posterior realizado en un suelo coluvial en el área de Monte Penide (Redondela), Martínez Cortizas et ál. (2000) identificaron cuatro fases erosivo/sedimentarias: una que habría comenzado hacia el 6500-6290 cal BP, otra iniciada hacia el 4850-4540 cal BP, otra hacia el 2315-1950 cal BP y otra cuyo inicio se estimó entre el 800 y el 500 cal BP. La gran mayoría de estas fases se correlacionan con episodios en los suelos coluviales de la zona estudiada en Campo Lameiro, lo que indica su amplia incidencia y distribución espacial en el noroeste peninsular. Cuando comparamos el registro de erosión/sedimentación en Campo Lameiro con el de variación de los factores principales se aprecia que la alternancia de fases erosivo/sedimentarias (PAA) y fases de estabilidad (PBA) de las laderas ha tenido un papel decisivo en las variaciones de la composición elemental de los suelos coluviales de Campo Lameiro. Los registros de los tres primeros factores muestran una evolución opuesta a las fases de inestabilidad; es decir, a elevadas tasas de erosión/acumulación corresponden con descensos de las puntuaciones de los factores. Esto quiere decir que la concentración de los elementos asociados a valores positivos de F1 (Nb, Ca, Mn, K, Ti, Cu y Pb), la acumulación de materia orgánica (C, N, O, S, elementos biófilos asociados a F2) y la concentración de Ga, Th y, en parte, de Fe (asociados a F3), disminuyeron en los periodos de inestabilidad y aumentaron en los de estabilidad. Esto podría estar ligado a tres procesos: 1) un efecto de dilución relativa debido a la rápida acumulación de material de suelo procedente de las laderas; 2) el enterramiento de una superficie anterior que se había enriquecido en elementos químicos por bioreciclado, alteración y/o deposición atmosférica, durante la fase de estabilidad anterior; y 3) la inestabilidad propia de los periodos de erosión/sedimentación limitaría la influencia de estos últimos procesos sobre los nuevos sedimentos. Es particularmente interesante la relación entre las tasas de acumulación y el factor F3 (Figura 16.8.). Esta relación marca un punto de inflexión a partir del PAA5 (6800-6550 cal BP): antes de ese periodo las variaciones en F3 son opuestas y responden con alta intensidad a los cambios en la erosión/acumulación, pero a partir del 6500 cal BP las oscilaciones de F3 se amortiguan y responden sólo levemente a los cambios. También es notable el hecho de que durante los periodos PAA12 y PAA13 (2900 -2280 cal BP), sedimentación y F3 covaríen. Este episodio concreto tuvo un fuerte impacto en Campo Lameiro, pero muy en particular en el entorno de PRD-II y PRD-III (donde se alcanzaron tasas de acumulación equivalentes de hasta 77 tm ha-1 a-1). Al igual que mencionamos para PRD-II mas arriba, esto
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podría estar relacionado con algún tipo de actividad humana (uso o manejo del suelo), que está por dilucidar. Cabe la posibilidad que tareas de abancalamiento en el punto de evacuación de la cuenca de PRD-III (que hoy es un enclavado) resultasen en una acumulación acelerada por captura de todo el excedente sedimentario generado por la erosión (sin que se produjesen pérdidas significativas). En este sentido, cabe señalar que en el valle de Saa (Camposancos, A Guarda) se detectaron unos rellenos que fueron interpretados como una primera generación de aterrazamientos antrópicos datados en el 3280 cal BP (Martínez Cortizas, 2000). El factor F4, relacionado con las concentraciones de elementos metálicos, tienen una variación cronológica muy similar a la de las tasas de acumulación. Ello sugiere que estos elementos fueron mayoritariamente transferidos en fase sólida (minerales) como resultado de la sedimentación del material erosionado de las laderas. Mientras que F5 no muestra una relación clara con las tasas de acumulación, salvo un fuerte descenso coincidiendo con la fase PAA12 (2900-2770 cal BP).
6. EL MARCO AMBIENTAL Dada la naturaleza de los cambios mostrados por la composición química y su relación directa con la redistribución del recurso suelo, queda preguntarse por las causas de esta evolución. Parece obvio que tanto los cambios climáticos holocenos como la actividad humana, o la conjunción de ambas cosas, podrían ser las causas últimas en el control de la estabilidad de las superficies. Las fases basales del registro atestiguan la presencia de episodios de erosión/acumulación con tasas de sedimentación moderadas a bajas (entre 2 kg m-2 a-1 y 11 kg m-2 a-1), que coinciden con periodos de rápidos cambios climáticos como el Dryas reciente (> 10.000 cal BP), o el periodo 9000-8000 BP (con el bien conocido y caracterizado episodio del 8200 BP) (Mayewski et ál., 2004), en momentos para los cuales se ha supuesto que la actividad humana no sería determinante. De igual manera pueden identificarse episodios erosivo/sedimentarios coetáneos con otros periodos de cambios climáticos abruptos como el inicio de la Neogla-
ciación (entre el 6000-5000 BP), el del 4200-3800 BP o el del 2750-2450 cal BP (van Geel et ál., 2000; Mayewski et ál., 2004; Thomas et ál., 2007; Lal et ál., 2007), que tuvieron lugar en pleno desarrollo de las ocupaciones humanas del territorio del noroeste peninsular. Leopold y Völkel (2007) relacionan la formación de coluvios con los cambios climáticos, muy en particular con los cambios en la precipitación. Según estos autores las variaciones relativamente pequeñas de las temperaturas durante el Holoceno en las latitudes medias, afectan esencialmente a la vegetación y la producción de materia orgánica. Sin embargo, la precipitación, en particular los eventos extremos, tienen un gran impacto sobre los suelos y en la génesis de los coluvios. En Campo Lameiro algunos de los episodios erosivo/sedimentarios registrados parecen correlacionarse con periodos húmedos de los últimos 6000 años (reconstruidos a partir de Mighall et ál., 2006). Así las fases PAA7, PAA10, PAA11, PAA12, PAA13, PAA14 y PAA15, coinciden con periodos de elevada precipitación (Figura 16.9.). No obstante, no hay una relación entre la intensidad de la erosión/sedimentación y la intensidad de la precipitación. Y, además, algunos de las fases de mayor intensidad de erosión, como la PAA9 o la PAA16, coinciden con periodos secos. Esta falta de correlación directa en la intensidad de la lluvia y la formación de los coluvios podría implicar que más que la precipitación total es el grado de torrencialidad (las lluvias extremas) el que habría tenido un mayor impacto. Son por tanto las lluvias extremas las que producen los coluvios (Leopold y Völkel, 2007). Esto nos llevaría a interpretar como periodos de elevada torrencialidad aquellos en los que las tasas de erosión/sedimentación han sido extremas en el área (PAA9: 4400-4065 cal BP, PAA12: 2900-2770 cal BP y PAA16: 1190-880 cal BP, para los últimos 6000 años). No obstante, el efecto erosivo de la lluvia puede confundirse con la actividad humana. Los resultados apuntan a un momento de inflexión en la evolución geomorfológica del área de estudio a partir del 6500 cal BP: • la intensidad de la erosión/acumulación a partir de esa fecha supera en numerosas fases a la del Dryas reciente, el periodo climático más crítico y de mayor actividad morfoclimática desde el Pleistoceno final;
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Figura 16.8. Relación entre el registro del factor F3 y las tasas de acumulación en los últimos 10.500 años.
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Figura 16.9. Relación entre tasas de acumulación (escala derecha en kgm-2a-1) y el índice de humedad (escala izquierda) extraído de Mighall et ál. (2006). Los valores elevados del índice representan periodos húmedos y los bajos periodos secos.
• la sucesión más breve de fases de inestabilidad, reflejada por el acortamiento de los periodos de baja acumulación; • el brusco desacoplamiento de los ciclos de algunos elementos, respecto a la dinámica del Pleistoceno final – Holoceno Inicial; • la coincidencia cronológica entre las fases de inestabilidad y la evolución de la cobertura vegetal detectada por los estudios palinológicos, incluidos los indicadores de antropización del paisaje (Capítulo 21); • la coincidencia con niveles de carbones y una naturaleza de la materia orgánica que sugiere incendios recurrentes (Capítulo 18); • la coincidencia cronológica entre las fases de inestabilidad y los periodos culturales (Neolítico, Bronce, Hierro, Romanización, Alta y Baja Edad Media). Todo ello parece sugerir que a partir del intervalo del 6800-6500 cal BP la evolución paisajística ha estado forzada por las actividades humanas. Esto quiere decir que el impacto humano se convierte en decisivo, pero no que es el único factor responsable. Como ya se ha citado, en los últimos 6500 años se han sucedido importantes cambios climáticos que habrán tenido, sin duda, un importante impacto ambiental. La cuestión es que a partir de esa fecha las actividades humanas parecen haberse acoplado a dichos cambios forzando el paisaje de Campo Lameiro hacia una dinámica acelerada de transformaciones. El registro de los macro-carbones acumulados en los suelos indica que éstos están ausentes o son muy poco abundantes en niveles de edades superiores al 6800 cal BP. El inicio de la elevada acumulación se puede datar en el 6800 cal BP en PRD-I y PRD-III, en el 6670 cal BP en PRD-V y en el 6260 cal BP en PRD-IV. A partir de esa fecha el contenido de carbones aumenta significativamente, presentando picos bien visibles en algunos niveles (capítulo 18). Es interesante destacar que los niveles con máxima acumulación de carbones preceden a fases de altas tasas de erosión/acumulación. Todo ello indica que a partir del 6800 cal BP el fuego pasa a ser un elemento con profundas implicaciones en la reconfiguración del paisaje.
En Europa central coluvios de edad 9000-8000 años han sido relacionados con actividades humanas (Semmel, 1995), y las evidencias de deforestación se pueden trazar hasta los inicios del Neolítico (Bork et ál., 1998; Behere, 1976, 2000; Leopold and Völkell, 2007). Lang (2003) indica que en el sur de Alemania la erosión de suelos es tan antigua como la agricultura y que se remonta a los inicios del Neolítico. No obstante, el primer aumento significativo de la erosión es datado en la Edad del Bronce, produciéndose máximos bien identificables con posterioridad a este periodo, durante la Edad del Hierro/Periodo Romano, hacia el 800 AD y las frecuencias más elevadas de formación de coluvios hacia el 1100 AD (Lang, 2003). El modelado de la pérdida de suelo durante los últimos 7000 años llevado a cabo en South Downs (Favis-Morlock et ál., 1997), Inglaterra, llega a conclusiones similares a las descritas para Alemania. Estudios realizados en el norte de China también refieren evidencias de redistribución de suelos (erosión/sedimentación) desde época Neolítica, si bien es a partir del 4000 BP (dinastías Xia, 4000-3600, y Shang, 3600-3300) cuando se hace más patente, intensificándose a partir del 3100 BP (Huang et ál., 2006). Y en el país vecino, el estudio de Rochette Cordeiro (1992) sobre las Montañas Occidentales del centro-norte de Portugal, concluye que los primeros vestigios de erosión holocena intensa se remontan al 6000 BP cuando, por medio de incendios, los grupos humanos abren espacios para el pastoreo; siendo así que las actividades humanas se constituyen en un factor de ruptura en la evolución natural del paisaje. Como ya hemos mencionado, en Campo Lameiro las primeras evidencias de erosión inducida por las actividades humanas podríamos datarlas hacia el 6800-6500 cal BP pero, en consonancia con los estudios citados, también se evidencia una intensa erosión en la Edad del Bronce, la Edad del Hierro y en época medieval. La gran mayoría de las investigaciones se centran en identificar los periodos de mayor redistribución de suelos, pero no aportan información sobre la intensidad de la erosión. Una de las excepciones la constituye el estudio del área de Monte Penide, citada anteriormente, para la cual se
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Gerlach et ál., 2006). Gerlach et ál. (2006) sostienen la hipótesis de que la agricultura prehistórica basada en el empleo del fuego podría haber producido grandes cantidades de materia orgánica quemada, que se habría incorporado a los suelos agrícolas. En otras áreas también se ha esgrimido el empleo del fuego en la formación de suelos negros. Por ejemplo en Australia (Skjemstad et ál., 1996), en América del Sur —en particular la Terra Preta— (Glaser et ál., 2001) y en América del Norte (Skjemstad et ál., 2002; Glaser y Amelung, 2003) el material procedente de la combustión de la vegetación representa entre un 20% y un 35% del carbono total de los suelos. En los suelos coluviales de Campo Lameiro no hemos llevado a cabo una cuantificación de la contribución de los carbones y otros productos de combustión de la vegetación al carbono total del suelo, pero la abundante acumulación de carbones y los datos químicos de la materia orgánica (capítulo 19) indican una presencia reiterada del fuego en el área desde hace unos 6000 años. La redistribución de suelo debido a los periodos erosivos, combinado con el efecto de los incendios podrían haber sido decisivos en la morfología y propiedades de los suelos —también negros— de Campo Lameiro. Esto tiene como implicación que desde hace milenios los grupos humanos que ocuparon el área de Campo Lameiro han manejado el fuego como elemento de modificación del paisaje. Los suelos son sistemas dinámicos cuya evolución está acoplada a la del paisaje del que forman parte. Los procesos de cambio del paisaje y el manejo de la tierra parecen haber sido los principales agentes en la configuración y cambio de los suelos del área durante el Holoceno.
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han dado valores medios de 1-6 tm ha-1 a-1, para las cuatro fases definidas (Martínez Cortizas et ál., 2000). Estas tasas son, en general, inferiores a las correspondientes a las fases de máximo detectadas en Campo Lameiro, que presentaron valores de erosión equivalente a 15-90 tm ha-1a-1, al menos con posterioridad al 7000 cal BP. A modo comparativo, podemos indicar que en los estudios de erosión reciente en Galicia (Benito et ál.,1991) se citan valores de 20-150 tm ha-1 a-1 como indicativos de niveles altos de pérdida de suelo. Por tanto, cuatro de las fases erosivo/sedimentarias de Campo Lameiro se podrían considerar como altamente erosivas: PAA5 (6800-6500 cal BP), PAA9 (4400-4065 cal BP), PAA12 (2900-2770 cal BP) y PAA16 (1190-880 cal BP). Pero la actividad humana no sólo ha inducido procesos de erosión que fueron los responsables de la formación de los coluvios. Se ha sugerido que los suelos negros, ricos en materia orgánica, de algunas áreas son el resultado de la acumulación de carbones debido a miles de años de incendios. En suelos chernozémicos de la cuenca baja del Rhin se ha encontrado que los carbones y otras formas de restos vegetales quemados (black carbon, BC) contribuyen hasta en un 46% al carbono orgánico total de los suelos (Gerlach et ál., 2006). Las dataciones radiocarbónicas indicaron, en este caso, que los incendios habrían ocurrido desde el periodo Mesolítico (9500-5500 BC) hasta época medieval (1500-500 AD), pero con mayor frecuencia durante el final del Neolítico (6400-4400 BP) (Gerlach et ál., 2006). La distribución actual de los suelos de Chernozem de algunas regiones de Europa central no puede ser explicada por el relieve, el material de partida, o el clima, habiéndose atribuido a la influencia humana en épocas prehistóricas (Schmidt et ál., 1999, 2002; Gehrt et ál., 2002;
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Xabier Pontevedra-Pombal, Manuela Costa-Casais, Cruz Ferro Vázquez, Antonio Martínez-Cortizas
1. INTRODUCCIÓN Los suelos que se localizan dentro de la Zona 1, correspondiente al Monte Paradela de Campo Lameiro se caracterizan, en general, por ser suelos esqueléticos que presentan una morfología reiterativa con un perfil tipo A(AB)-(Bw)-C-R (Tabla 17.1., Figura 17.1.). Su desarrollo morfológico y edafogenético es fruto de la interacción de los factores y procesos de formación en estrecha relación con la dinámica del paisaje (Costa-Casais et ál., 2007; Pontevedra Pombal et ál., 2005). El horizonte A superficial muestra un alto contenido en materia orgánica y un reducido espesor medio, que para el área podría establecerse en 30 cm, si bien, con frecuencia se observan rasgos morfológicos indicativos de procesos erosivos, que individualizan este horizonte respecto a otros subyacentes de similar naturaleza. Este escaso espesor es determinante para la definición de éstos como horizontes A ócrico y sólo ocasionalmente A úmbrico. Los niveles inferiores consisten, cuando los hay, en un horizonte B de transición, en general de escaso desarrollo y límite difuso, hacia una saprolita de granito con mayor o menor grado de alteración, horizonte C. En algunos puntos del sector, sobre el sustrato in situ aparece material transportado coluvial sin estructura, con gravas muy alteradas y rubefactadas. Estos depósitos no suelen tener más de 1520 cm de espesor. Como ya se ha mencionado, la evolución a lo largo del tiempo y del espacio de las formaciones superficiales ha ge-
Figura 17.1. Morfología tipo de los suelos de la Zona 1 de Campo Lameiro.
Tabla 17.1. Características morfológicas de los suelos más frecuentes en el sector de estudio. Horizonte
Espesor (cm)
Descriptiva
A
0-30
Color: negro parduzco. Material fino (arena, limo y arcilla), con estructura migajosa muy fina. Gravas sub-angulares muy alteradas. Muy friable, plástico, adherente. Límite difuso.
(B)
30-40
Color: marrón amarillento. Material fino (arena, limo y arcilla) mezclado con gravas pequeñas angulosas. Estructura en pequeños bloques subangulares. Friable. Presencia de carbones. Límite difuso.
C
>40
Saprolita
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CAPÍTULO 17. CARACTERÍSTICAS FÍSICAS Y QUÍMICAS DE LOS SUELOS
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Capítulo 17. Características físicas y químicas de los suelos
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PRD-III, PRD IV y PRD V (véase capítulo 15 de este volunerado flujos preferentes de energía y materia en el área, men). La elección de estos suelos está determinada por la que han conformado su aspecto actual, provocando, sobre propia sectorización de los procesos implicados en su foruna dinámica de edafogénesis general, particularidades esmación (Costa-Casais et ál., 2007). En este capítulo no inpaciales en el desarrollo de los suelos. cluimos los resultados para el suelo PRD-III que aún se Si bien podríamos hablar de suelos de escaso desarroencuentra en proceso de analítica y caracterización. llo, la combinación de topografías de baja energía de transporte y confluencia de flujos preferentes desde las áreas más dinámicas del paisaje a las zonas de captación, han propiciado la formación de algunos suelos profundos, relativamente estables pero sensibles a los cambios en el paisaje a lo largo del tiempo (véase Capítulo 4 y 16). La expresión final de estos suelos se caracteriza por la acumulación de gran cantidad de material inorgánico pero muy rico en materia orgánica en espesores superiores al metro de potencia, con morfologías muy complejas, aunque en apariencia homogéneas. Se trata de suelos de tipo Umbrisol y Regosol (FAO, 2006), pero que tradicionalmente en Ciencia del Suelo se conocen como Ránker Atlántico (Carballas, 1982; Kubiena, 1953), en un proceso de acreción superficial no asimilativa (Johnson & Watson–Stegner, 1987; Martínez Cortizas & Moares, 1995). Figura 17.2. Aspecto general de un suelo de acumulación de tipo Ránker. Como indica Franco (2004), en la actualidad se ha aceptado el origen coluvial de estos suelos asociado a su posición en zonas de acumulación, que actúan como colectores de los materiales erosionados y movilizados desde partes altas e inestables del territorio. En consecuencia, muestran perfiles coluviales donde se identifican diversas fases de formación sincrónica con la dinámica del territorio y de posible lectura diacrónica. Este proceso, frecuentemente, imprime una evolución policíclica que se expresa en una compleja estratigrafía (Figura 17.2.) en forma de líneas de piedras, gravas o carbones, discontinuidades en la composición granulométrica, y el contenido en materia orgánica, y otros parámetros físicoquímicos. El estudio de esta sucesión de alteraciones estratigráficas y fisico-químicas aporta una valiosa información sobre el origen e intensidad de los procesos de cambio (Holliday, 1989) y, en consecuencia, en la interpretación o reconstrucción de la evolución del paisaje (Martínez Cortizas et ál., 2002, Franco Maside, 2004). Esta cualidad como archivo paleoambiental de los suelos de acumulación ha sido esencial a la hora de definir los puntos de estudio y los suelos seleccionados para su análisis dentro de la Zona 1 (Figura 17.3.). Finalmente, de acuerdo a los criterios de selección que se han indicado en capítulos anteriores, se han tomado para su análisis físico y químico un total de cinco perfiles de Figura 17.3. Ubicación de los perfiles de suelos estudiados en la Zona I de suelos (Tabla 15.1) en puntos distantes dentro del Campo Lameiro. sector de estudio, nombrados PRD I, PRD II,
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2. PROPIEDADES FÍSICOQUÍMICAS DE LOS SUELOS
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Todos los suelos presentan variaciones verticales, horizontales y temporales de sus propiedades. Su desarrollo está ligado a la acción de los factores de formación sobre los materiales litológicos. Finalmente, las características de estos suelos podrán explicarse respecto a su material de partida o en términos de la génesis del suelo. Sin embargo, los sistemas edáficos coluviales tipo ránker son muy complejos debido a que poseen una cinética de acoplamiento a la dinámica ambiental acelerada, dificultando la definición de su estatus físico-químico en el tiempo y en el espacio a partir de un único representante. Con el análisis combinado de varios perfiles de suelos de un área se puede reducir de forma sustancial esta limitación, permitiendo extraer la información general para dicha área y las particularidades o anomalías de microescala (tal como se describe en el capítulo 16).
257
Figura 17.4. Distribución de la fracción tierra fina (2mm (%)
Tierra Fina (%)
Media
8,2
91,8
Desviación estándar
7,0
7,0
Mínimo
0,3
40,9
Máximo
59,1
99,7
Cuenta
161
161
Como tendencia general, el tamaño de las partículas sólidas aumenta con la profundidad hacia niveles más inorgánicos, por lo que el mayor incremento en el contenido de la fracción más gruesa (>2 mm) está relacionado con la presencia de materiales de tamaño grava en la base de los perfiles, asociado a la existencia de coluvios, por ejemplo en el perfil PRD-IV, o de un frente de alteración saprolítico, por ejemplo en PRD-V. Sin embargo, también se ha podido constatar en algunos niveles de los suelos un aumento secundario del tamaño granulométrico coincidiendo con la aparición de
niveles ricos en carbones o con rasgos característicos de líneas de quema, como se observa en PRD-II entre 100 y 150 cm, o en PRD-V entre 60 y 90 cm de profundidad. Cuando el material se altera in situ, se registra un aumento en la concentración de gravas hacia la saprolita, pero los incrementos secundarios de gravas en los perfiles indican aportaciones de materiales alóctonos o lavado de los componentes más finos (Moares, 1994) que muestran la presencia de una discontinuidad.
2.2. CARBONES En todos los perfiles de suelos estudiados en el sector de Campo Lameiro se ha constatado la presencia habitual de carbones derivados de la quema de la vegetación, indicando la frecuencia y recurrencia de los incendios en el área (Tabla 17.3). Tabla 17.3. Valores medios de carbones en los suelos de Campo Lameiro. El valor porcentual está multiplicado por 100 para su representación. Carbon (%*100) Media
10,5
Desviación estándar
12,5
Mínimo
0,0
Máximo
96,1
Cuenta
161
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Capítulo 17. Características físicas y químicas de los suelos
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Figura 17.5. Niveles de acumulación de carbones en los perfiles de suelos de Campo Lameiro (nótese la diferencia de escala entre suelos).
Ahora bien, el análisis detallado de los perfiles seleccionados ha permitido identificar niveles más o menos gruesos pero muy bien delimitados de acumulación de carbones (Figura 17.5.), probablemente derivados de la quema intensiva de la vegetación, y la posterior puesta en marcha de procesos de erosión y transporte de la capa edáfica. Este hecho ya fue puesto de relieve por Martinez Cortizas et ál. (1993) como un rasgo generalizado en gran cantidad de suelos de Galicia. Así, ha sido posible localizar al menos tres fases de formación de líneas de carbones para el conjunto de los suelos, aunque no todas se expresan en todos ellos. Uno de los perfiles, PRD-I, conserva las tres líneas identificadas, PRD-II muestra los dos niveles más modernos, aunque es en este suelo donde se encontró una mayor cantidad de carbones, PRD-IV mantiene valores altos de carbones en la parte más orgánica del perfil cayendo hacia los niveles inorgánicos, mientras que en PRD-V sólo se aprecian levemente niveles preferentes de acumulación, manteniendo un elevado valor de fondo propio de su funcionamiento como captador de flujos en el área de estudio. A partir de las dataciones radiocarbónicas obtenidas se puede establecer que el nivel de carbones más antiguo identificado en PRD-I se formó entre 8.500-6.000 cal BP (6550-4050 cal BC 2σ), en pleno período Neolítico, marcando posiblemente un momento de alteración intensa de los flujos de materia y energía, y por lo tanto de las superficies edáficas, con una aceleración de los procesos de erosión y movilización posteriores a la eliminación de la vegetación, que se plasma en las zonas de captación del sector, PRD-V, como un período de alta acumulación de material (PAA5, Capítulo 16). Una segunda fase de formación de paquetes de carbones en los suelos es registrado sincrónicamente por PRD-I y PRD-II con anterioridad al 3.500 cal BP, coincidiendo con el período de la Edad del Bronce medio y final. Después de este momento se localiza
una de los períodos de alta acumulación más intenso, (PAA12, 70 tm ha-1 a-1, Capítulo 16). En PRD-V este episodio parece ser el responsable de la acumulación de gran cantidad de carbones distribuidos en una amplia banda dentro del suelo. La tercera gran fase de acumulación de carbones en los suelos de la Zona 1, que se ha identificado en PRD-I, PRD-II y PRD-IV, se enmarca entre 2.400-1.700 cal BP, durante la Edad del Hierro y el Periodo Romano. El aclarado de la vegetación cada vez más frecuente, utilizando para ello el fuego, es uno de los factores decisivos para que, como se indica en el Capítulo 16, los períodos de estabilidad de los suelos sean cada vez más cortos, pasando de fases de 630 años antes del 6.700 cal. BP a 160 años a partir del 2.700 cal. BP.
2.3. REACCIÓN DEL SUELO Los suelos del área están claramente dentro del dominio de los suelos ácidos, con valores medios de pH inferiores a 5 (Tabla 17.4), alcanzando frecuentemente valores inferiores a 4,50. Esta acidez es coherente con la elevada pluviosidad, los substratos grániticos, el efecto acidificante de la vegetación (Battarbee et ál., 1985), la presencia de ácidos orgánicos formados durante la evolución de la materia orgánica Tabla 17.4. Reacción del suelo, pH en agua y pH en KCl en los suelos de Campo Lameiro. pHagua
pHKCI
Media
4,94
4,27
Desviación estándar
0,20
0,19
Mínimo
4,36
3,45
Máximo
5,32
4,67
Cuenta
161
161
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Figura 17.6. Tendencia de la reacción en los perfiles de suelo estudiados en Campo Lameiro.
(David et ál., 1989) en un proceso de autoacidificación dentro de un sistema abierto (Macias y Chesworth, 1992). La acidificación de los ecosistemas refleja el cambio en la tasa e importancia de los distintos procesos que interactúan, y controlan la composición iónica de la precipitación atmosférica, de la disolución del suelo y de las aguas superficiales. Esta dependencia queda perfectamente ilustrada por el comportamiento del pH en KCl. Las diferencias entre el pH en agua y en KCl son siempre positivas, lo que indica la presencia de carga negativa dominante en el suelo, aportada fundamentalmente por la materia orgánica. El valor medio del pH del suelo en la disolución en KCl es inferior a 4,30 presentando valores mínimos que no superan 3,50, lo que se interpreta como un elevado nivel de acidez potencial de los suelos. Atendiendo a todos los factores e interacciones que afectan al pH de los suelos, se observa un descenso del pH en dos direcciones (Figura 17.6.). Una tendencia general a disminuir hacia los niveles mas superficiales para el
conjunto del perfil y, dentro de cada ciclo de formación de cada perfil de suelo menor pH hacia los niveles superiores (es decir, una disminución a escala del conjunto del suelo policíclico y otra a escala de cada ciclo individual). La tendencia general del perfil es atribuible a un descenso de la difusión de O2 en profundidad que provoca la reducción de elementos como Mn, Fe o S y el consiguiente consumo de H+ (Leirós y Guitián, 1983) y a la existencia de material de partida fresco donador de cationes. El efecto detectado dentro de cada ciclo se relaciona más con la existencia de paleosuperficies y su contenido en materia orgánica.
2.4. COMPLEJO DE INTERCAMBIO CATIÓNICO El rango más representativo de la capacidad de intercambio de cationes efectiva (CICe) al pH de los suelos analizados varía de 0,60 y 5 cmol(+) kg-1, con un valor medio para el conjunto de los suelos que apenas supera los 2 cmol(+) kg-1 (Tabla 17.5). Estos muy bajos valores del complejo de inter-
Tabla 17.5. Características del complejo de intercambio catiónico de los suelos de Campo Lameiro: S, suma de cationes básicos (cmol(+)kg-1); SAC, suma de cationes acídicos (cmol(+)kg-1); CICe, capacidad de intercambio catiónico efectiva (cmol(+)kg-1); sAl, saturación en Al (%); sBas, saturación en cationes básicos (%).
S
SAC
CICe
sAI
sBas
Media
0,24
2,01
2,24
89,0
10,3
Desviación estándar
0,16
0,94
1,06
4,4
4,1
Mínimo
00,5
0,49
0,60
68,1
3,7
Máximo
0,94
4,34
5,04
96,2
29,9
Cuenta
161
161
161
161
161
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Capítulo 17. Características físicas y químicas de los suelos
260
S
SAC
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Na
K
Ca
Mg
AI
Fe
Mn
Media
0,078
0,050
0,079
0,030
2,00
0,011
0,002
Desviación estándar
0,046
0,062
0,056
0,036
0,94
0,010
0,002
Mínimo
0,000
0,000
0,022
0,002
0,47
0,000
0,000
Máximo
0,191
0,477
0,367
0,230
4,32
0,060
0,008
Cuenta
161
161
161
156
161
161
161
cambio catiónico son habituales en este tipo de suelos (Carballas, 1982). El complejo de intercambio catiónico está fuertemente desaturado en cationes básicos (Na, K, Ca, Mg), no suponiendo en ningún caso más del 30% de la saturación de la CICe, y en este caso asociada siempre a la zona de bioreciclado radicular y a los niveles correspondientes al frente de alteración mineral (Figura 17.7.). El valor medio de esta saturación (sBas) es del 10% y el menor valor registrado baja hasta el 3,7%. Ninguno de estos cationes alcanza un contenido medio superior a 0,10 cmol(+) kg-1, con niveles máximos de K de 0,50 cmol(+) kg-1 en la superficie de los suelos. Por el contrario, el contenido total de cationes acídicos (SAC=Al+ Fe+ Mn) es muy superior al de catíones básicos (S=K+Na+Ca+Mg), si bien en realidad es el Al el que proporciona la mayor parte de la SAC, con una r2= 0,99 entre la CICe y el Al extraído en KCl (AlKCl) altamente significativa (p> Xabier Pontevedra-Pombal, Manuela Costa-Casais, Cruz Ferro Vázquez, Antonio Martínez-Cortizas
2.5. FRACCIONAMIENTO DEL AL El estudio del fraccionamiento del Al en los suelos analizados en Campo Lameiro muestra un claro predominio de los complejos Al-materia orgánica del suelo (AlMOS), con relaciones Al en pirofosfato a Figura 17.8. Relación entre la CICe y el Al extraído en KCl (AlKCl) para el conjunto de Al en oxalato (Alp/Alo) superior a 0,50 muestras de todos los suelos analizados en Campo Lameiro. para la mayoría de las muestras. El pirofosfato sódico se considera como un buen extractante de Al complejado con la materia orgánica, mientras que el oxalato amónico actúa sobre el total del Al “reactivo”, es decir, la fracción de Al de la fase sólida que interacciona en mayor medida con los componentes del suelo, y que está constituido por las formas no cristalinas o de baja cristalinidad y los complejos órgano-metálicos (García-Rodeja, 1983). En consecuencia, estos suelos se caracterizan por la abundancia de complejos órgano-minerales, que según Carballas (1982) juegan un gran papel en la evolución del suelo ya que, por un lado, orientan el proceso de humificación de la materia orgánica y, por otro, condicionan Figura 17.9. Relación entre Al y C extraídos en pirofosfato (Alp-Cp) para el conjunto de la distribución vertical de los elementos muestras de todos los suelos analizados en Campo Lameiro. (He et ál., 1998). Otro indicador claro de la fuerte relación de los complejos órgano-alumínicos de alta estabilición entre Al y la materia orgánica (MOS) de estos suelos dad (Alae), ya que el Cu2+ se une directamente a los grupos y del predominio de las formas Al-MOS, es la estrecha refuncionales de la materia orgánica formando complejos de lación que muestran el Al y el C extraídos con pirofosfato esfera interna. La diferencia entre el contenido de Al extrasódico, Alp y Cp respectivamente (Figura 17.9.), con una ído con CuCl2 y LaCl3 constituye lo que se considera como r2=0,90 estadísticamente significativa (p> Xabier Pontevedra-Pombal, Manuela Costa-Casais, Cruz Ferro Vázquez, Antonio Martínez-Cortizas
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Figura 17.11. Acumulación de carbones de origen vegetal en los suelos de Campo Lameiro durante los últimos 10.000 años.
mayor abundancia, aunque es a partir ca 6.300 cal BP cuando se identifica un primer pulso de incorporación de carbones al suelo constituyendo una banda de acumulación nítida que supera entre 10 y 20 veces este valor de fondo. A partir de ese momento, el nivel basal de carbones en los suelos se incrementa. Con posterioridad, en torno al 4.200 cal. BP, se detecta un nuevo pulso de acumulación de carbones que supone más de 20 veces el nivel de fondo original y entre 1,50 y 2,50 veces más respecto al pulso anterior. Finalmente, a partir ca. 2.100 cal BP se identifica una última banda de acumulación de carbones que llega a superar más de 50 veces el nivel de fondo de estos suelos. Esta presencia y acumulación de carbones está marcando posibles cambios en la composición y uso de las comunidades vegetales, y el inicio de una evolución regresiva con la pérdida de la estabilidad de la cobertura edáfica del área. Estos cambios han de generar necesariamente modificaciones de las propiedades de los suelos pero, como indica Moares (1994), la homogeneidad del material de partida y los procesos edafogenéticos dominantes imprimen a los suelos unas características que dificultan su identificación. Sin embargo, en algunos casos, la intensidad o naturaleza del cambio adquiere una dimensión suficiente para establecer dichas relaciones. Aunque Franco (2004) considera que determinadas propiedades como la acidez del suelo no aportan información valiosa en la identificación de ciclos edafogenéticos y cambios ambientales, en los suelos de Campo Lameiro se han identificado cambios muy importantes de la acidez de hasta más de 1 unidad de pH, que no se justifican únicamente por su dinámica edafogenética, conservando una señal de la intensidad de los procesos ambientales. Los niveles de suelos con edades superiores a los 5.500-5.000 años cal. BP, que incluyen horizontes de tipo A/Ah/AC/B/C, tienen un pH medio de 5,13±0,08. En los de
edades menores ( 2 mm, llamados macrocarbones, es evidencia inequívoca de incendios antiguos. Se obtienen tras tamizado en húmedo y filtrado de las muestras de suelo con un tamiz de 2 mm. Posteriormente se determina su peso en seco y se expresa en relación al peso seco de la muestra total (habitualmente en tanto por mil). Como hemos indicado anteriormente, no se puede analizar la composición de la MOS de los suelos minerales de manera directa. Se necesita un proceso previo para separar la MOS de las fases inorgánicas - arena, limo, arcilla (el análisis de la MOS de turberas, por ejemplo, no exige extracción). Tradicionalmente, se analiza la fracción de la MOS extraíble en una disolución de NaOH 0,1 M. Tras la extracción, la suspensión se centrifuga durante 15 minutos a ~1000 g, para retirar las sustancias insolubles. La disolución se decanta en otro recipiente. Se repite este procedimiento dos o tres veces, dependiendo de la concentración de MOS en la muestra. A continuación, se lava el residuo con agua hasta que la suspensión queda transparente tras la centrifugación (3-5 veces). Posteriormente, se mezclan los extractos obtenidos y se añade una disolución de HF/HCl para acidificar el extracto hasta pH 1.5-2.0 aproximadamente. Después se dializa el extracto frente a agua destilada para eliminar las sales. Finalmente, se liofiliza y se obtiene un polvo orgánico. El liofilizado se emplea para los análisis de la composición química de la MOS. Es recomendable determinar el contenido de carbono del residuo tras el proceso de extracción para poder estimar el contenido de carbono del extracto, por diferencia con el de la muestra de suelo original.
3.1.1. Resonancia Magnética Nuclear (RMN)
Figura 18.1 Representación esquemática del perfil del suelo PRD-I. Las dataciones radiocarbónicas se expresan como intervalo 2σ cal BP.
3. MÉTODOS Para una descripción breve de los métodos que se aplican en el estudio de la MOS veáse la sección 2.3.3. del capítulo 3 de este libro. El siguiente párrafo provee información detallada sobre las técnicas de caracterización molecular de la MOS, necesaria para realizar el estudio de la MOS del suelo estudiado.
3.1 SEPARACIÓN Y ANÁLISIS GENERAL DE DIFERENTES FRACCIONES ORGÁNICAS El contenido de carbono en el suelo se determinó mediante análisis elemental. Los suelos de Campo Lameiro son áci-
La RMN de sólidos es una técnica que permite la caracterización de la MOS de manera cuantitativa. En este caso, la resonancia de 13C es la más útil, porque el C es el elemento mas abundante de la MOS. La técnica usa el comportamiento de los átomos de 13C sometidos a un campo magnético intenso para determinar sus enlaces con átomos de H, O y N. En breve, un átomo de 13C que forma parte de un grupo funcional carboxílico (–COOH) libera más energía cuando se anula el campo magnético que un átomo de 13C que forma parte de una cadena alifática (C–CH2–C). La característica relacionada con la energía liberada después de relajación de un átomo de 13C es la distancia química (chemical shift), con unidad de medida en ppm (partes por millón). La distancia química de un átomo en la muestra se compara normalmente a la de tetrametilsilano (TMS). Cuanto mayor es la diferencia en la energía de relajación entre un átomo de C de la muestra y uno en el TMS, mayor será la distancia química. Es decir, cuando un átomo de 13C está enlazado con átomos con electronegatividad relativamente alta (O, N), la liberación de energía
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3.1.2. Conjugar la RMN con un modelo de mezcla molecular (RMN-MMM) Como hemos indicado en la sección anterior, los espectros de RMN dan información sobre el entorno químico de los átomos de C en una muestra. Para facilitar una interpretación de los datos en un contexto de biocomponentes, se puede utilizar un modelo de mezcla molecular (molecular mixing model, MMM). El MMM que empleamos en este estudio fue desarrollado por Nelson et ál. (1999), modificado por Baldock et ál. (2004) y Nelson y Baldock (2005), y aplicado al estudio de la materia orgánica de una turbera de Galicia por Kaal et ál. (2007). Este modelo traduce los datos de RMN en una distribución de los siguientes biocomponentes: carbohidratos, lípidos, lignina, proteínas, carbón y
carbonilo. El último, el carbonilo, no es un componente natural, pero se incorpora en el modelo para estimar el grado de oxidación de la MOS. Por ejemplo, una muestra que contiene mucho material aromático y grupos funcionales metoxílicos debería tener mucha lignina según el MMM. Si las ligninas están oxidadas y contienen grupos carboxílicos, estos serán estimados como carbonilo. Si los compuestos aromáticos son dominantes en el espectro de RMN, pero no hay grupos metoxílicos, entonces es probable que los compuestos aromáticos deriven de carbones, es decir, de MOS que fue sometida a modificaciones térmicas (fuego). Una muestra con mucha MOS fresca normalmente tiene elevadas proporciones de O-alquil y di-O-alquil C. En este caso, el MMM usará esta señal para estimar una alta proporción de carbohidratos.
3.2. Técnicas de pirólisis Para obtener información estructural de la MOS —la configuración de los átomos de la MOS—, necesitamos técnicas distintas de la RMN. Moléculas orgánicas relativamente ligeras pueden identificarse combinando la cromatografía de gases y la espectrometría de masas (GC/MS). El cromatógrafo de gases separa los compuestos de la muestra según su volatilidad y movilidad en la columna del aparato, que son arrastrados por una corriente de un gas inerte, como helio o hidrógeno. A continuación, el espectrómetro de masas determina la relación masa/carga (m/z) de los compuestos que salen del cromatógrafo. La combinación GC/MS permite de esta manera la identificación de los compuestos presentes en la MOS. No obstante, en el análisis de la MOS, los compuestos macromoleculares no se volatilizan ni pueden atravesar la columna del cromatógrafo. Para ello, es necesario un proceso que fraccione las macromoléculas en componentes más ligeros antes de que entren en el cromatógrafo de gases. Para conseguir este fraccionamiento se emplea la “pirólisis” de la muestra. En el caso de la pirólisis Curie-Point, la muestra es presionada en un filamento ferromagnético. La temperatura del filamento aumenta rápidamente hasta su temperatura Curie, aproximadamente 600 ºC, en el pirolizador. Bajo estas condiciones la MOS en el filamento se fracciona en componentes más ligeros. Como el proceso ocurre en presencia de una corriente de helio, los productos del pirólisis son transportados al cromatógrafo de gases. La combinación de pirólisis, cromatografía de gases y espectrometría de masas es una técnica conocida como pirólisis-GC/MS. Los resultados de pirólisis-GC/MS tienen un alto grado de complejidad. Frecuentemente, el espectro final —el pirograma— está compuesto por unos cientos de productos. En primer lugar, hay que identificar todos los productos y, posteriormente, hay que averiguar el tipo de macromolécula de la que procede cada uno. Además, hay que tener en cuenta que la pirólisis en sí produce no sólo fragmentación, sino también cambios en los grupos funcionales de la MOS (descarboxilización, pérdida de grupos funcionales con nitrógeno, etc.), ciclización, condensación, etc. (p.ej.
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será mas alta que cuando este átomo se enlace con átomos de poca electronegatividad (C, H). Entonces, la 13C RMN produce información de la distribución de átomos de C, y permite estimar la abundancia de los componentes principales. Por ejemplo, una muestra con muchos carbohidratos produce una señal dominante de átomos de C que forman parte de grupos O-alquil (60-90 ppm) y di-O-alquil (acetal, 90-110 ppm), mientras que los componentes aromáticos tienen una señal característica a 110-140 ppm. De esa forma, el espectro de RMN contiene información del entorno químico de los átomos de 13C en la MOS, y con ello información general de su composición. Debido a la baja relación 13C/12C, la señal del 13C normalmente no es suficiente para obtener espectros de calidad. Para incrementar esta señal del 13C, se puede transferir la magnetización de 1H al núcleo próximo de 13C a través de un proceso que se denomina polarización cruzada (cross polarisation). Utilizando la polarización cruzada, el método recibe el nombre de 13C CPMAS RMN. Sin embargo, en muestras que contienen una gran cantidad de compuestos aromáticos policondensados, como los residuos de combustión incompleta, la proporción de átomos de carbono en estas estructuras será subestimado, o “no visible”, porque no hay protones que transfieran magnetización a los núcleos de C. Por ello, cuando una muestra puede contener compuestos aromáticos policondensados, es necesario hacer además el análisis de RMN sin polarización cruzada. Este método recibe el nombre de 13C DP RMN, de polarización directa. Un análisis de 13C DP RMN exige más tiempo que el de 13C CPMAS RMN, pero se considera más útil para la cuantificación porque, en principio, todo el 13C es “visible”. Conte et ál. (2004) han descrito en detalle la aplicación de la RMN y sus limitaciones para el análisis de la materia orgánica de los suelos. Los resultados que aportamos en este capítulo son de 13 C DP RMN y 13C CPMAS RMN, y fueron obtenidos con un equipo INOVA 750 MHz (Varian Inc., Palo Alto, CA, EEUU) de la RIAIDT de la Universidad de Santiago de Compostela. Los parámetros de medida fueron: tiempo de contacto, 1 ms; tiempo de reciclado, 1 ms; velocidad de giro, 7 kHz. Los espectros se obtuvieron tras cinco horas de medición.
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Saiz-Jiménez 1994, 1995). Sin embargo, con experiencia en la técnica, de los pirogramas se puede obtener una información que no facilitan otros métodos. Un método para minimizar el problema de reacciones secundarias durante la pirólisis es la adición previa de un agente de metilación a la muestra, como por ejemplo el tetrametilamoniohidróxido (TMAH). La metilación protege los grupos funcionales contra la descarboxilización y por tanto de la ciclización. Por ejemplo, si no se lleva a cabo la metilación la pirólisis de ácidos grasos produce sobre todo alkanos y alkenos; mientras que si se aplica la metilación los productos poseen grupos carboxílicos. Cuando se aplica la metilación, el método recibe el nombre de thermally assisted hydrolysis and methylation (THM) (Challinor, 2001). La ionización de productos de pirólisis en el espectrómetro de masas varía para cada tipo de molécula, por lo que la pirólisis-GC/MS y la THM son consideradas técnicas semicuantitativas. En este estudio no presentaremos los datos de THM. Para nuestro estudio empleamos un cromatógrafo de gases Carlo Erba GC 8000, con columna de sílice fundida (Chrompack 25 m, 0.25 m diámetro interno), cargada con CP-Sil 51b (espesor de la película 0.40 mm). El gas portador fue helio. La temperatura del horno aumentó 7 ºC por minuto. La temperatura final del cromatógrafo se mantuvo a 320 ºC durante 20 minutos. El espectrómetro de masas es un Fisons MD 800, con un rango de masa/carga m/z 45-650.
3.3. MORFOLOGÍA DE LA MOS Además de los análisis químicos, el estudio de la micromorfología del suelo, y de la MOS en particular, puede mejorar el conocimiento de los procesos responsables de las propiedades actuales del suelo. Por ejemplo, la posible movilidad de la MOS en los “ránkeres atlánticos” es todavía objeto de discusión. Estos suelos tienen características químicas similares a las de los criptopodsoles, pues frecuentemente poseen un horizonte subsuperficial pobre en materia orgánica, superpuesto a un horizonte enriquecido en MOS (p.ej. Blaser et ál. 1997). Esto se ha interpretado como resultado del transporte de MOS en profundidad, un proceso que es asociado con la podsolización (Petersen, 1976). El estudio de la micromorfología puede terminar con la polémica, puesto que si no se encuentran recubrimientos de MOS en la superficie de los granos minerales (por ejemplo el cuarzo) no hay podsolización. Obviamente, para estudiar la morfología de los constituyentes de un suelo en detalle, necesitamos una muestra de suelo sin modificar. Para obtenerla, se introduce una caja metálica (5 cm por 7 cm), en el horizonte que se quiera estudiar. Se empuja la caja justo hasta que esté llena, porque si se aplica más fuerza el material del suelo puede deformarse. A continuación, se quita el material en el contorno de la caja para taparla y retirarla del perfil. En el laboratorio, la muestra seca se impregna con una resina, normalmente una resina orgánica. Tras el endurecimiento de la resina (algunos meses), se corta el bloque suelo/resina con una sierra.
Las secciones cortadas se montan sobre portaobjetos de vidrio, y se pulen hasta alcanzar un espesor de unos 30 μm aproximadamente, hasta que el cuarzo muestre unas características cromáticas típicas, visto al microscopio petrográfico. Luego la muestra se cubre para protegerla, con lo que la lámina delgada queda preparada para su observación. El estudio de la misma se hace con un microscopio petrográfico. Las secciones de los bloques impregnados también pueden observarse con un microscopio electrónico de barrido (SEM), acoplado a un detector de dispersión de energía de Rayos X (EDX); lo que permite el análisis de los materiales del suelo y sus características a escala de micrómetros.
4. RESULTADOS Y DISCUSIÓN 4.1. CARBONO TOTAL Y MACROCARBONES El contenido de C total en la fracción tierra fina (< 2 mm) del suelo PRD-I está en el rango de 0.3 a 13.2% (Figura 18.2.). La distribución vertical de este elemento muestra una variación drástica a unos 80 cm de profundidad. En los 80 cm superficiales del suelo el contenido de C es muy alto (superior al ~6%) y muestra, en apariencia, la típica curva de un suelo podsólico, con un mínimo a 25 cm y un máximo a unos 60 cm. Existe una relación significativa entre el contenido de C y la cantidad de Al extraíble en pirofosfato sódico y en oxalato amónico (r2 = 0.89 y 0.80 respecti-
•
Figura 18.2. Variación vertical del contenido en C total ( ) y macrocarbones (o) en el suelo PRD-I. La concentración de macrocarbones muestra tres máximos (a 30, 80 y 100 cm de profundidad), que reflejan episodios de acumulación de carbón vegetal relativamente intensos.
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vamente, P < 0.0001), es decir, entre las formas no cristalinas de Al y la materia orgánica (ver sección 2.3.2. del capítulo 3), que confirma el importante papel de la protección de la materia orgánica por medio de adsorción de Al activo (Carballas et ál. 1978; Schwesig et ál. 2003; Kaal et ál. 2008). La distribución vertical de los macrocarbones muestra tres niveles de acumulación. En función de las edades obtenidas por radiocarbono, estos niveles se corresponderían con incendios de hace unos 2000-1500 años (a 30 cm de profundidad), 3500 años (a 70 cm) y 6000-5500 años (a 1 m).
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4.2. RESONANCIA MAGNÉTICA NUCLEAR (RMN) DE LOS CARBONES Aplicando la 13C DP (polarización directa) RMN a los macrocarbones, la fracción del C visible en el análisis es alta, un 88 ± 14% (promedio y desviación estándar). Sin embargo, la proporción de carbono visible disminuye con la edad de los carbones. El análisis SEM-EDX sugiere que la causa de la pérdida de señal se debe posiblemente a la adsorción de óxidos e hidróxidos de hierro a la superficie de los carbones (Figura 18.3.). Los carbones están constituidos esencialmente por compuestos aromáticos (75 ± 3%) (Figura 18.4.); lo que se atribuye a las modificaciones térmicas de la materia orgánica durante la combustión. Otra forma de C importante es el carboxílico (11 ± 2%). Como hemos comentado anteriormente, la abundancia de grupos carboxílicos es reflejó de un alto grado de oxidación. Efectivamente, el contenido de C carboxílico aumenta con la edad del carbón. En síntesis, la 13C DP RMN demuestra que los carbones están constituidos por compuestos aromáticos cuyo grado de oxidación, y por ello probablemente también la cantidad de oxi-hidróxidos de hierro adsorbido a su superficie, aumentan con el tiempo.
Figura 18.4. Resultados de DP RMN y CPMAS RMN de cinco muestras de carbones. La muestra C03 corresponde a carbones del suelo PRD-1 a 10-15 cm, la C14 a 65-70 cm, la C15 a 70-75 cm, la C19 a 90-95 cm y la C22 a 110 cm.
Figura 18.3. Microfotografía de la superficie de un carbón de la muestra PRD-I 22 (110 cm de profundidad), mostrando una acumulación de oxi-hidróxidos de hierro. Las bandas claras corresponden al material con hierro, y las oscuras a la superficie del carbón sin hierro adsorbido.
Utilizando la técnica de polarización cruzada (CPMAS), la fracción C visible es sólo de un 28 ± 8% y, al igual que para la técnica anterior, disminuye con la profundidad. La baja visibilidad de C con el CPMAS es típica en materiales que fueron sometidos a altas temperaturas, porque, como ya se ha mencionado, en materiales policondensados no hay protones para transferir su energía magnética al núcleo de 13C en su entorno. Sin embargo, los resultados de DP RMN y CPMAS RMN son muy similares (Figura 18.4.). Aplicando el modelo MMM a los resultados de RMN de los carbones, obtenemos una estimación de la distribución de sus biocomponentes. En el caso de DP RMN el contenido de carbón estimado es 78 ± 5% y por el CPMAS RMN de un 84 ± 6%. Si añadimos el componente carbonilo, que como hemos visto probablemente es un producto de oxidación del carbón, aumenta
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el contenido de carbón estimado a 95 ± 4% y 92 ± 3% para el DP y CPMAS, respectivamente. Entonces, la composición de los macrocarbones es muy típica: compuestos aromáticos policondensados con diversos grados de oxidación. Además, nuestros resultados demuestran que la aplicación del modelo MMM a los datos de los espectros de RMN es adecuada para estimar la composición de los carbones naturales antiguos.
Un 82 ± 12% de la materia orgánica de la tierra fina de PRD-I fue extraída con NaOH. Se considera que esta fracción es representativa de la materia orgánica en la tierra fina y por tanto de la materia orgánica presente en el suelo, excepto de los macrocarbones.
4.3. PIRÓLISIS-GASES/MASAS (PIRÓLISIS-GC/MS) La Figura 18.5. presenta dos ejemplos de pirogramas de muestras del suelo PRD-I de Campo Lameiro. Son los pirogramas de la muestra 22, a 110 cm de profundidad. El pirograma de arriba corresponde a los carbones, y en él se aprecia que los productos de pirólisis son casi exclusivamente compuestos aromáticos; esencialmente benceno, aunque también Figura 18.6. Síntesis de los resultados de pirólisis-GC/MS realizados en la MOS de aromáticos policondensados como el nafPRD-I. La proporción de bencenos es una indicación de la abundancia de los taleno, el bifenilo y el dibenzofurano. El de residuos de fuego, mientras que la lignina indica la presencia de biomasa poco abajo, corresponde a la fracción de la alterada. MOS extraíble en NaOH. Este pirograma muestra una mayor diversidad en la composición de la maEn la Figura 18.6. se sintetizan los resultados de piróliteria orgánica. Ésta contiene, por ejemplo, productos de sis-GC/MS de la MOS extraíble. Al igual que en los carbocarbohidratos (los furaldehidos), fenol y una serie de prones, el benceno es el compuesto dominante en el ductos de lípidos (alcanos y alquenos). La mayor diversipirograma de la MOS extraíble. dad de la materia orgánica extraíble es fácil de explicar, No obstante, hay una gran diferencia entre la MOS y los pues los carbones se forman a partir de madera de la vecarbones, y es la abundancia de productos de carbohidragetación, mientras que el material extraíble contiene adetos en la MOS extraíble. Los marcadores de carbohidratos, más productos de degradación de otros biocomponentes fundamentalmente los furanos, pueden tener como origen (proteínas, lípidos, ligninas). Adicionalmente, las ligninas y materia orgánica degradada por microorganismos pero los carbohidratos de la madera se transforman en comtambién la degradación térmica debida a quema. De igual puestos aromáticos a causa de los cambios químicos inmodo, los productos con N, esencialmente compuestos ducidos por la temperatura. También es importante con N heterocíclicos y el benzonitrilo, pueden derivar tanto mencionar que la materia orgánica extraíble de la muestra de microorganismos como de residuos de quema. Los pro22 es muy aromática en comparación con la de turberas u ductos derivados de la lignina son muy escasos, como conotros sistemas dónde ésta se preserva bien (sin influencia secuencia de su biodegradación o alternativamente por la de incendios). quema. Aunque la disminución de la proporción de lignina con la profundidad probablemente refleja la descomposición de la materia orgánica con el tiempo. Por otro lado, los lípidos aumentan con la profundidad, probablemente debido a su resistencia a la descomposición microbiana. Los cambios en el contenido de benceno sugieren que la contribución de la materia orgánica sometida a quema es relativamente baja en la base del perfil, aumenta hasta aproximadamente un 50% a 110 cm de profundidad, y es relativamente constante en el metro superficial del suelo. Estos cambios en los indicadores de las MOS producidos por los incendios parecen tener relación con la temperatura Figura 18.5. Cromatograma de masas parcial (m/z 60-650) de de la quema y el tipo de vegetación que se quemó, inforlos carbones (C22) y la materia orgánica extraíble en NaOH mación que sería de gran interés a nivel tanto paleoambien(E22) de la muestra 22 del suelo PRD-I. Los productos de pirólisis bencezo, tolueno, naftaleno, bifenilo y dibenzofurano son tal como arqueológico/prehistórico. No obstante, en estos productos de residuos de fuego. momentos todavía no se ha podido establecer una relación
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5. CONCLUSIONES
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El estudio mediante técnicas de análisis de la materia orgánica realizado en el suelo PRD-I (Monte Paradela), demuestra que éstas aportan datos clave para entender la evolución de la vegetación y el papel desempeñado por las actividades humanas en los últimos milenios. Hemos encontrado que la composición de la materia orgánica extraíble es similar a la de los macrocarbones. En casi todo el suelo, la MOS extraíble presenta evidencias de modificaciones térmicas; impacto principal de la quema sobre su composición química. Ello nos lleva a pensar que los incendios pueden haber sido mucho más frecuentes en la historia holocena de Campo Lameiro que las tres épocas indicadas por los niveles de macrocarbones encontrados. Por otra parte, la abundancia de residuos de quema abre interrogantes sobre la interpretación tradicional de la formación y evolución de la MOS de los suelos coluviales húmicos (ránkeres atlánticos). Si la materia orgánica ya posee una resistencia intrínseca ante la biodegradación —producto de transformaciones durante los incendios—, podría ser que el Al no desempeñase un papel tan importante en la estabilización de una parte (a veces sustancial) de la misma.
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directa, por lo que parece necesario desarrollar experimentos de laboratorio (quema en condiciones controladas) o de campo, que puedan aportar datos de apoyo. Con las técnicas de caracterización molecular disponibles es difícil distinguir entre materia orgánica secundaria (productos de biodegradación) y restos de quema. Sin embargo, la gran cantidad y concentración de compuestos que indican el efecto de la temperatura (bencenos, benzonitrilo, compuestos aromáticos policondensados) (Naafs, 2004) sugiere que no sólo los carbones sino también la MOS extraíble aporta evidencias de paleoincendios, en su composición general. Estos resultados apuntan a que los incendios no se limitan a los tres niveles de macrocarbones que muestra la Figura 18.2. Los datos de pirólisis-GC/MS sugieren que los incendios pudieron haber sido mucho más frecuentes. Una alta frecuencia de incendios en Campo Lameiro indica, posiblemente, un intenso manejo del fuego por parte de las sociedades pretéritas en la zona. La quema de vegetación de plantas leñosas reflejaría la regeneración de la vegetación, necesaria para que se recupere el balance de nutrientes en el suelo que la soporta. Si esta interpretación de la historia de los incendios en Campo Lameiro es correcta, las quemas inducidas por los humanos habrían comenzado hace al menos unos 6000 años.
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José Antonio López Sáez, Lourdes López Merino, Pilar López García, Sebastián Pérez Díaz
1. INTRODUCCIÓN El desarrollo de análisis palinológicos en diversos paleosuelos de la Zona 1 se planteó inicialmente para determinar el paleopaisaje del área en tiempos prehistóricos y reconocer, de acuerdo al grado de forestación de la zona, la posible influencia de la cobertura arbórea en la visibilidad local. No obstante, el registro paleoambiental obtenido ha resultado tan interesante, tanto desde un punto de vista paleoecológico como paleofitogeográfico, que diversas líneas de investigación a tal respecto están abiertas en la actualidad, preveyéndose su desarrollo en el futuro. En este capítulo se mostrarán los resultados sintéticos del análisis palinológico realizado sobre uno de los perfiles (PRDII) estratigráficos obtenidos en los paleosuelos antes citados; resultados éstos que se completarán con otros aún en curso en otros perfiles semejantes (PRD-I, PRD-III, PRD-IV).
2. REGISTRO PALEOAMBIENTAL Y DISCUSIÓN Los resultados derivados del análisis palinológico, de un total de cuarenta y dos muestras, del paleosuelo PRD-II, quedan reflejados en el diagrama palinológico resultante (Figura 19.1.), cuya representación gráfica se efectuó con los programas Tilia y TiliaGraph 2.0 (Grimm, 1992). En él quedan representados los principales palinomorfos polínicos y no polínicos que fueron identificados, siguiendo una ordenación (de izquierda a derecha) que comienza con los taxones arbóreos, arbustivos, herbáceos, hidro-higrófitos, pteridófitos y microfósiles no polínicos respectivamente. A la derecha del diagrama polínico se muestran también las curvas sumatorias de éstos. Para llevar a cabo una descripción pormenorizada del registro paleopalinológico del perfil PRD-II, y una más fácil
Figura 19.1. Diagrama paleopalinológico del perfil PRD-II de Campo Lameiro.
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CAPÍTULO 19. PALEOPAISAJE VEGETAL: ANÁLISIS PALINOLÓGICO DE LA SECUENCIA DE PRD-II
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Capítulo 19. Paleopaisaje vegetal: análisis palinológico de la secuencia de PRD-II
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lectura de la evolución diacrónica de la vegetación, se han establecido una serie de zonas polínicas siguiendo la clasificación divisiva obtenida con el programa Coniss (Grimm, 1987). El cladograma resultante, de dicho análisis estadístico, ha permitido diferenciar cuatro zonas polínicas (A, B, C, D), algunas de las cuales constan a su vez de subzonas de menor rango. A continuación se describen y discuten sucintamente cada una de las zonas citadas, teniendo en cuenta para ello los espectros polínicos de las muestras que las constituyen así como las dataciones radiocarbónicas disponibles (Figura 19.1.), la cuales se citarán también calibradas en el texto (95,4% de probabilidad a 2 sigma) según la calibración obtenida con el programa OxCal v. 3.5 —©Bronk Ramsey, 2000— (Bronk Ramsey, 1995), utilizando los datos atmosféricos facilitados por Stuiver & Reimer (1993) y Stuiver et ál. (1998).
2.1. ZONA A1 Se caracteriza por su relativamente elevada cobertura arbórea (> 20%) y arbustiva (ca. 10%), aunque en cualquier caso tales porcentajes están indicando un paisaje ciertamente deforestado, donde fisionómicamente dominan las formaciones herbáceas (> 60%). Entre los árboles, los palinomorfos dominantes son el carballo (Quercus robur tipo, 4-10%) y el aliso (Alnus, 4-9%), y en menor medida el abedul (Betula) y el acebo (Ilex). Es muy significativa la presencia, aún cuando esporádica, de pólenes de castaño (Castanea). La flora arbustiva está representada por diversos elementos del tojal-brezal como Calluna vulgaris, Cistus tipo, Erica arborea tipo y Ulex tipo. Dentro de los palinomorfos herbáceos el mayor porcentaje corresponde a Gramineae (35-40%), siendo igualmente frecuentes otros elementos de carácter nitrófilo y origen antrópico, caso de Cardueae, Cichorioideae, Plantago lanceolata tipo, Rumex acetosella tipo, Urtica dioica tipo, etc. (Behre, 1981; López Sáez et ál., 2003). Los elementos hidro-higrófilos, que caracterizarían la comunidades anfibias o los pastos húmedos en zonas de elevado nivel freático, apenas aparecen representados por porcentajes muy bajos de Cyperaceae (< 10%). Entre los pteridófitos se señala la presencia tanto de Polypodium vulgare tipo (2-3%) y Pteridium aquilinum (6-12%). Este cómputo de datos permitiría suponer que durante el desarrollo temporal de la Zona A1 el paisaje característico del área correspondería a un carballal relativamente abierto, acompañado de diversos elementos mesófilos arbóreos como el aliso, el abedul e incluso el castaño. La abundancia de elementos arbustivos del tojal-brezal, así como de los helechares de Pteridium aquilinum, permitiría admitir el desarrollo de matorrales seriales de los bosques comarcales, característicos de sus etapas degradativas, y la existencia de zonas aclaradas o abiertas en el seno del bosque donde prosperaría el helecho águila. La comentada abundancia de elementos florísticos de apetencias nitrófilas y carácter ruderal, así como de algu-
nos relacionados con presión pastoral (Plantago lanceolata tipo, Urtica dioica tipo) (López Sáez & López Merino, 2007), supondría que durante la Zona A1 el paisaje local estaría dominado por pastizales antrópicos y antropozoógenos, aunque la inexistencia en esta zona de hongos coprófilos, que luego se citarán, sólo permitiría suponer un pastoralismo residual, probablemente de carácter trasterminante. La fecha radiocarbónica disponible para esta zona, de 4325-4044 cal BC (5350 ± 40 BP, 6275-5994 cal BP 2σ), permitiría ubicarla cronológicamente a lo largo de la segunda mitad del V milenio cal. BC (ca. 4500-4000 cal. BC), en los momentos finales del Neolítico.
2.2. ZONA A2 A lo largo de esta zona se produce una deforestación muy manifiesta del bosque, pues los elementos arbóreos ahora apenas representan el 5%, siendo muy significativa la disminución porcentual tanto del aliso, el abedul, el acebo y el castaño, por debajo del 1%, como, sobre todo, de roble (carballo), el cual del 10% de la zona precedente pasa ahora a tener porcentajes incluso inferiores al 2% en toda esta zona. Los elementos arbustivos siguen teniendo un porcentaje similar al de A1, próximo al 10%, y florísticamente quedan representados los mismos elementos del tojal-brezal citados con anterioridad. El componente herbáceo es ahora mucho más mayoritario (con su máximo porcentual de todo el diagrama polínico, > 80%). Dentro de éste, los palinomorfos de carácter nitrófilo (Cardueae, Cichorioideae, etc.) siguen estando presentes, en porcentajes semejantes a los de la Zona A1, por lo que puede seguir admitiéndose una antropización recurrente del territorio y el desarrollo notable de pastos nitrófilos de origen antropogénico. De igual manera, palinomorfos polínicos indicativos de presión pastoral (Plantago lanceolata tipo, Urtica dioica tipo) siguen estando presentes, con porcentajes similares a momentos previos, aunque ahora éstos se acompañan de la documentación de ascosporas fúngicas de especies coprófilas del género Sordaria, que permitirían admitir la existencia, durante el desarrollo de esta zona, de una cabaña ganadera in situ en el mismo punto de muestreo del perfil PRD-II (López Sáez & López Merino, 2007). Estaríamos hablando ya, por tanto, de una presión pastoral centrada en la zona de estudio, que no tanto de un trasiego trasterminante del ganado, aunque probablemente se produjeran ambos hechos. Un hecho significativo que caracteriza esta zona es la documentación de dos microfósiles no polínicos indicativos de eventos erosivos, caso de Glomus cf. fasciculatum y Pseudoschizaea circula (López Sáez et ál., 1998, 2000), asociados tanto a eventos climáticos como a la consabida antropización del entorno. La ubicación cronológica de esta subzona resulta complicada, toda vez que de ella sólo se dispone de una fecha radiocarbónica de 2306-2036 cal. BC (3770 ± 40 BP, 42563986 cal BP 2σ), muy lejana (unos 1600 años BP-2000 años
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base de la zona (> 40%), en paralelo a máximos porcentuales de diversos pteridófitos como Athryrium felix-foemina, Polypodium vulgare tipo y Ophioglossum vulgatum tipo.
2.5. ZONA B2A
Esta zona se caracteriza, sobre todo, por una recuperación progresiva de la cobertura arbórea, la cual alcanza porcentajes cercanos al 20%. Tal progreso de la foresta se fundamenta, principalmente en la recuperación del carballal (12-15%), y en menor medida del aliso y el abedul, no estando presente el castaño. A diferencia de momentos previos, en esta zona se produce también un desarrollo importante de las formaciones arbustivas del tojal-brezal, aumentando los porcentajes de Erica arborea tipo (6-10%) y Ulex tipo (ca. 5%). En paralelo, aludiendo a la recuperación forestal comentada, también se advierte una mayor proliferación del helecho águila (Pteridium aquilinum, 16-22%). La recuperación arbórea y arbustiva supone la disminución de la cobertura herbácea, aunque de manera poco importante pues ésta sigue siendo del orden del 60%, confirmándose el descenso porcentual de Gramineae, y la continua presencia de elementos nitrófilos como los antes citados. La documentación de Sporormiella (otro palinomorfo no polínico de ecología coprófila) y la presencia de elementos antropozoógenos como Plantago lanceolata tipo y Urtica dioica tipo, permiten seguir admitiendo la existencia de una presión pastoral localizada en el entorno próximo del área de estudio (López Sáez & López Merino, 2007). Quizá el hecho más significativo de esta zona, además de lo ya comentado, es la proliferación de los pastos higrófilos de Cyperaceae (20-45%), que podrían aludir a un incremento importante de la humedad edáfica.
De alguna manera, esta zona muestra básicamente las mismas características que la precedente B1b, con una cobertura arbórea importante (30%), donde el elemento arbóreo dominante sigue siendo el carballo, acompañado de alisos y abedules, aunque el acebo desaparece del diagrama polínico. En realidad, esta visión genérica está mediatizada por la importancia que ahora toma el aliso (Alnus), que eleva sus porcentajes por encima del 10%, lo cual permite que el porcentaje de árboles se estabilice. La cobertura arbustiva del tojal-brezal no experimenta cambios sustanciales, contando con los mismos elementos florísticos y palinomorfos. Se siguen confirmando los morfotipos polínicos nitrófilos (Cardueae, Cichorioideae) y antropozoógenos (Plantago lanceolata tipo, Urtica dioica tipo) ya citados, así como una nueva aparición del hongo coprófilo Sordaria. Aunque la cobertura herbácea sigue dominando con un 60% el diagrama polínico, Gramineae experimenta cierto aumento porcentual para situarse cerca del 50%. Los pastos higrófilos se reducen, en cambio, de manera ostensible, pues Cyperaceae disminuye por debajo del 20%, a la vez que también lo hacen los pteridófitos citados anteriormente. Entre los microfósiles no polínicos se confirma la primera aparición, en el diagrama polínico, de Chaetomium sp., un palinomorfo de ecología carbonícola y por tanto indicativo del desarrollo de procesos de incendio (López Sáez et ál., 1998, 2000). Desde un punto de vista cronológico, esta zona se extendería a partir de la segunda mitad del II milenio cal. BC, de acuerdo a la fecha que data su base de 3055 ± 40 BP (1412-1131 cal. BC), aunque resulte más difícil ubicar su límite superior.
2.4. ZONA B1B
2.6. ZONA B2B
Esta zona parece representar una continuación de lo expuesto en la anterior, toda vez que prosigue la recuperación de la cobertura arbórea, alcanzando el porcentaje de árboles más del 30%, lo cual es debido al aumento porcentual del carballo y el aliso, así como a un máximo en este momento del acebo (Ilex). La flora arbustiva se reduce ligeramente, por debajo del 10%. La cobertura herbácea se mantiene en porcentajes estables, en torno al 60%, confirmándose, como antes, la presencia de los mismos elementos de carácter nitrófilo y antropozoógeno, así como de Sporormiella, todo lo cual permite suponer el mantenimiento de la presión pastoral comentada anteriormente. El porcentaje de Cyperaceae experimenta ahora un incremento relativamente importante, especialmente en la
Esta zona queda caracterizada por una profusión reseñable de la cobertura herbácea (80%), en detrimento de la arbórea (< 20%), que no de la arbustiva que permanece más o menos estable respecto a B2a e incluso se incrementa ligeramente. Aunque el carballo (Quercus robur tipo) permanezca con porcentajes semejantes a la zona anterior, el aliso reduce drásticamente los suyos por debajo del 2%, siendo éstos los dos únicos palinomorfos documentados. Los elementos del tojal-brezal siguen siendo los mismos, quizá con mayor importancia de los brezos (Erica arborea tipo). Entre la cobertura herbácea, Gramineae (> 50%) sigue siendo el palinomorfo dominante, junto a Cardueae, Cichorioideae, Urtica dioica tipo y Asphodelus albus tipo, denotando la importancia local de pastos antrópicos y zoóge-
2.3. ZONA B1A
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cal. BC) de la antes citada para la Zona A1. De hecho, resultaría bastante difícil admitir una sedimentación continuada entre ambas zonas, por lo que lo más factible sería admitir la existencia de un hiato sedimentario entre ambas zonas con posterioridad al 5350 ± 40 BP. Atendiendo a ello, podríamos por tanto situar la Zona A2 en una cronología correspondiente a la segunda mitad del III milenio cal. BC.
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Capítulo 19. Paleopaisaje vegetal: análisis palinológico de la secuencia de PRD-II
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nos, en los cuales los hongos coprófilos del género Sordaria siguen haciendo acto de presencia. Los pastizales higrófilos de Cyperaceae mantienen porcentajes semejantes a momentos previos, mientras que los microfósiles no polínicos indicativos del desarrollo de eventos erosivos (Glomus cf. fasciculatum) reaparecen. Esta zona cuenta con una fecha calibrada para el tercio superior de ella de 80-319 cal AD (1835±40BP, 1870-1631 lo cual permitiría suponer su desarrollo a lo largo de la primera mitad del I milenio cal. AD, sin que se sepa a ciencia cierta si su límite inferior puede extenderse aún más, toda vez que la otra fecha disponible corresponde ya a la base de la zona anterior.
2.7. ZONA C1 El desarrollo paleovegetal de esta zona es muy característico, pues implica, ante todo, la proliferación desmesurada de los elementos arbustivos del tojal-brezal, más concretamente de los brezos (Erica arborea tipo) que alcanzan porcentajes cercanos al 40%. Tales hechos se acompañan también de un nuevo máximo de Pteridium aquilinum (13%), todo lo cual demostraría la extensión de una densa maquía arbustiva, así como de helechares en las zonas aclaradas del bosque. A pesar de lo dicho, la cobertura arbórea apenas parece sufrir cambios; de hecho se eleva, hacia el techo de la zona, hasta alcanzar el 25%, aunque es cierto que tales valores se fundamentan en una mayor representatividad polínica del abedul (5%) y cierta disminución porcentual del roble. En cuanto a la flora herbácea, esta zona corresponde a uno de sus valores mínimos en el diagrama polínico (35%), siendo muy notable el descenso en los porcentajes relativos de Gramineae (20%), así como del cortejo de palinomorfos con carácter nitrófilo al que antes se hizo mención (Asphodelus albus tipo y Cichorioideae prácticamente han desaparecido). Cabe indicarse, no obstante, que Plantago lanceolata tipo, Urtica dioica tipo, y Sordaria siguen documentándose, lo que sería indicativo de una continuación de la presión local del pastoreo y de la proliferación de pastos antropozoógenos. Entre lo microfósiles no polínicos se confirma, por primera y única vez en el diagrama polínico, la presencia de cianobacterias asignables al morfotipo Rivularia, el cual, en estos instantes, podría estar haciendo alusión a un momento especialmente más húmedo a nivel freático, pero con toda seguridad a condiciones tróficas derivadas hacia la meso-oligotrofía (López Sáez et ál., 1998, 2000).
2.8. ZONA C2 Esta zona parece representar una continuación de la dinámica paleovegetal experimentada en la anterior, toda vez que los elementos florísticos del tojal-brezal siguen siendo muy abundantes (ca. 40%), tanto los brezos, las jaras como los tojos, e incluso ahora también la brecina (Calluna vulgaris).
El bosque se reduce sensiblemente en la base de la zona, disminuyendo la cobertura arbórea por debajo del 20% como consecuencia de la disminución porcentual del roble. No obstante, elementos heliólifos como el abedul siguen confirmando su importancia en el paisaje, especialmente hacia el techo de la zona donde supera el 10%. Precisamente en el tramo superior de esta zona se produce un incremento notable de la cobertura arbórea (>30%), lo cual no obedece a la regeneración natural del bosque autóctono, el carballal, sino a la repoblación del área con diversas especies arbóreas como el castaño (Castanea) y el eucalipto (Eucalyptus), confirmándose la primera presencia, con carácter regional, del pino resinero (Pinus pinaster). La flora herbácea demuestra, con claridad, una nueva recurrencia de procesos antrópicos en el área de estudio, incrementándose el porcentaje de los elementos nitrófilos citados anteriormente, en particular Cardueae, Cichorioideae y, finalmente, Asphodelus albus tipo. El trasiego de ganado sigue siendo constante, con el desarrollo paralelo de pastizales antropozoógenos enriquecidos en Plantago lanceolata tipo y Urtica dioica tipo. No obstante, los valores de Sordaria son ahora poco significativos, lo cual podría indicar cierta intermitencia o menor presión de la actividad ganadera en la comarca. Un evento particular que acontece en esta zona es la documentación de polen de cereal (Cerealia), en porcentajes inferiores al 3%, no suficientes para admitir la existencia de actividades agrícolas con carácter local, pero sí al menos a nivel regional (López Sáez & López Merino, 2005). Como consecuencia del incremento de la actividad antrópica en el área, las condiciones tróficas del medio de sedimentación quedan ahora desviadas hacia la mesoeutrofía, lo cual provoca un máximo de Spirogyra y la desaparición en el diagrama polínico de Rivularia tipo (López Sáez et ál., 1998).
2.9. ZONA D Los espectros polínicos de esta zona, en general, no son muy diferentes de los de la anterior, pues los elementos florísticos del tojal-brezal siguien siendo igualmente abundantes (> 40%), mucho más ahora los brezos y los tojos, al igual que los helechares (Pteridium aquilinum, 7%). La cobertura arbórea aumenta de manera importante, aunque los porcentajes de roble no son muy diferentes a los de la Zona C2, mientras que el abedul va disminuyendo progresivamente por debajo del 1%. Se sigue cultivando el castaño, no se aprecia presencia alguna del eucalipto, pero ante todo se confirma la repoblación local con pinos resineros (Pinus pinaster) que alcanzan el 20%. Entre la flora herbácea son, como antes, preponderantes los elementos característicos de las pastos antrópicos y antropozoógenos, aunque el aumento porcentual que experimenta Sordaria tipo puede ser puesto en correlación con una presión pastoral creciente y localizada en el área de estudio.
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3. CONCLUSIONES El análisis palinológico del perfil PRD-II, obtenido en la Zona 1, ha permitido describir la evolución y dinámica de la vegetación del área durante al menos los últimos 5500 años BP (4500 años cal. BC). La secuencia se inicia a lo largo de la segunda mitad del V milenio cal. BC (ca. 4500-4000 cal. BC), durante el Neolítico final, demostrando, en este intervalo cronológico (Zona A1), la existencia de paisaje arbóreo de carballal relativamente deforestado, enriquecido en ciertos elementos mesófilos (aliso, abedul, castaño), en el cual predominan elementos arbustivos de etapas seriales degradativas del tojal-brezal, pero, sobre todo, formaciones herbáceas correspondientes a pastizales antrópicos y antropozoógenos. Esta configuración paisajística se originó probablemente con anterioridad, en un marco temporal no recogido en este estudio, aunque a finales del Neolítico parece demostrarse ya cierta presión antrópica sobre el medio ambiente y, quizá, algún tipo de presión pastoral derivada de procesos trasterminantes. Los datos aportados por la Zona A1 del perfil PRD-II pueden ser comparados con otros análisis polínicos de la costa suroccidental de Galicia. Al noreste de la península del Morrazo, el análisis polínico de la mámoa I de As Rozas (Aira Rodríguez, 1985), ubicada también en Campo Lameiro, detalla un importante proceso antrópico del paisaje, con una cobertura arbórea escasa y predominancia en los espectros polínicos de sinántropicas y ruderales, a la vez que indicios de aclarado del bosque por el fuego, en fecha de 4316-3660 cal BC (5150 ± 140 BP, 6266-5610 cal BP 2σ), es decir en una marco cronológico más o menos contemporáneo al de la fecha de PRD-II. En la franja costera pontevedresa, el estudio polínico (Aira Rodríguez et ál., 1989) del monumento megalítico de Chan de Prado (Gondomar), al sur de Vigo, muestra un paisaje forestal abierto, de quercíneas, alisos, abedules y avellanos, con una amplia representación de pastizales graminoides y otros antrópicos nitrófilos, así como de una maquía de brezos, indicativo todo ello de la antropización del entorno. Al tratarse de muestras procedentes directamente del megalito, que no del suelo infratumular, este proceso antrópico se ubicaría probablemente en la primera mitad del IV milenio cal. BC, entre la construcción y el uso del monumento, es decir justo con posterioridad a lo que se documenta en la Zona A1 de PRD-II. De igual manera, el espectro polínico de la mámoa de As Pereiras (Peña Santos, 1985-1986), ubicado en la localidad de Mos, al sur de Chan de Prado, evidencia también una importante acción deforestadora, con señales inequívocas de quema y abundantes malas hierbas hacia el 4047-3022 cal BC (4850 ±
210 BP, 5997-4972 cal BP 2σ), en un marco cronológico seguramente contemporáneo, o ligeramente posterior, a lo documentado en PRD-II. Los diversos registros palinológicos obtenidos en la laguna costera de Mougás (Nonn, 1966; Saá, 1985; Saá & Díaz-Fierros, 1986, 1988; Ramil Rego & Gómez Orellana, 1996; Gómez Orellana et ál., 1998), emplazada al sur de Vigo (Santa María de Oia), muestran los primeros indicios de antropización del paisaje hacia el BP 4495-4248 cal BC (5530 ± 60, 6445-6198 cal BP 2σ), cuando se confirma el desarrollo del matorral (brezales, tojales), la proliferación de heliófilos como el abedul y de las zonas de pastos graminoides, así como de taxones nitrófilos (Plantago, Boraginaceae, Cichorioideae), y, finalmente, la reducción del porcentaje de carballo y aliso, lo cual lleva a lo autores a considerar estos hechos fruto de la actividad humana (Gómez Orellana et ál., 1998: 44). El empleo del fuego es atestiguado en el estudio edafológico del suelo de Mougás (Costa et ál., 1996) por una conspícua línea de carbones que marca el enterramiento del paleosuelo hacia 44604320 cal BC (6270-6410 cal BP 2σ), y que probablemente puede correlacionarse con los primeros impactos antrópicos detectados en la secuencia polínica de esta laguna hacia ca. 4500-4200 cal. BC, es una fecha completamente contemporánea a lo que parece documentarse en el análisis polínico de PRD-II. Finalmente, en la Península de Morrazo, en la costa occidental gallega de Pontevedra, al sur de Barbanza, entre las rías de Pontevedra y Vigo, Aira Rodríguez & Guitián Ojea (1984), López García (1982, 1984a, 1984b, 1986), Aira Rodríguez (1986), Aira Rodríguez et ál. (1989) y Fábregas Valcarce et ál. (1997) refieren el análisis polínico de cuatro paleosuelos datados en la segunda mitad del V milenio cal. BC: A Fontenla, O Regueiriño, O Fixón y Lavapés. El paisaje inferido en los análisis polínicos de dichos yacimientos muestra una escasa cobertura arbórea (abedul, pinos, carballos, alisos) y una predominancia de las formaciones herbáceas de gramíneas y nitrófilas, así como de una arbusteda de brezos. La cerealicultura ha podido atestiguarse en A Fontenla y Lavapés. Estos datos darían cuenta de procesos antrópicos y actividades agrícolas en la segunda mitad del V milenio cal. BC, antes de que algunos de los monumentos del área fueran levantados. En conclusión, el paisaje que caracterizó la zona suroccidental de Galicia en la segunda mitad del V milenio cal. BC, entre la costa y el interior, fue bastante uniforme en todo este territorio, pues todos los análisis palinológicos de este área demuestran un inicio decidido de la antropización a finales del V milenio cal. BC, e, incluso, el desarrollo de actividades agrícolas en algunos puntos de la Península del Morrazo. La transición entre las Zonas polínicas A1 y A2 parece estar mediada por un hiato sedimentario relativamente importante, de casi unos 2000 años, pues si bien la primera se desarrolla en la segunda mitad del V milenio cal. BC, como se dijo, la segunda lo hace a partir de la segunda mitad del III milenio cal. BC.
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No hay testimonio alguno de polen de cereal, pero sí de ascosporas de especies carbonícolas del género Chaetomium, lo que permitiría suponer procesos deforestadores mediados por el fuego (quema y roza) (López Sáez et ál., 1998, 2000).
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Teniendo en cuenta las dataciones disponibles para las Zonas A1 y A2, dicho hiato sedimentario podría haber sido la respuesta a un evento climático abrupto que, por sus condiciones climáticas extremas, pudiera haber delimitado la falta de sedimentación entre ambas o, con más probabilidad, la eliminación de aquello sedimentado sin que haya quedado registro de ello. De momento no es posible establecer con precisión de qué evento pudo tratarse, aunque por las fechas que manejamos éste pudo corresponder posiblemente al inicio de la neoglaciación a partir del 5000 BP, durante la cual se produce una reactivación del avance de los glaciares (Blanco Chao et ál., 2002; Magny & Haas, 2004) a lo largo de esta pulsación fría (1-2º C menos que en la actualidad), aunque es evidente, como ocurre en Galicia, que en algunas regiones la neoglaciación comienza a tomar forma incluso a partir del 5500 BP (Martínez Cortizas, 2000: 40). También es probable que dicho hiato sea la respuesta a otro evento climático diferente y posterior, el denominado 4000 BP, uno de estos eventos climáticos abruptos de corto recorrido cronológico, dentro del Subboreal, entre 40003700 BP (ca. 2450-1950 cal BC), que usualmente se conoce como evento 4,0 ka BP (4500-4100 cal. BP), y que se corresponde con una crisis climática aguda caracterizada por un periodo de aridez extrema (Magny, 2004). De hecho, la única fecha disponible para la Zona A2, de 3770 ± 40 BP, es justamente posterior al marco cronológico de este evento, por lo que también cabría la posibilidad de explicar el hiato en referencia a él. Por lo tanto, tras dicho evento, sea cual fuere de los dos e incluso ambos en conjunción, las siguientes evidencias que tenemos sobre la paleovegetación del área corresponden ya a la segunda mitad del III milenio cal. BC (Zona A2). En estos momentos, como consecuencia de la antropización manifiesta del entorno, se produce una deforestación muy importante de la cobertura arbórea de carballal, reduciéndose también otros elementos arbóreos como el aliso y el abedul. Es el momento en que las actividades antrópicas parecen incrementarse en la zona, proliferando los pastos antrópicos y los antropozoógenos, especialmente estos segundos que están mediados por una presión pastoral local y el desarrollo de una flora micológica de apetencias coprófilas. Asociados, tanto a la antropización del paisaje como a la rigurosidad climática del Subboreal, se confirman procesos erosivos relativamente importantes. A lo largo de la primera mitad del II milenio cal. BC se produce una recuperación del bosque de carballos bastante notable (Zona B1), aunque los procesos antrópicos y la presión pastoral siguen siendo evidentes en el área. Es probable que esta recuperación forestal sea debida a un momento de mayor benignidad climática, especialmente con un régimen de precipitaciones más elevado, toda vez que los pastizales higrófilos son muy abundantes en estos momentos e incluso el acebo prolifera en los momentos finales (Zona B1b). La ubicación cronológica de la Zona B1, entre ca. 2000-1500 cal. BC, se establece de acuerdo a la datación disponible para el techo de la Zona anterior A2
2306-2036 cal BP (3770 ± 40 BP, 4256-3986 cal BP 2σ) y la de la base de la siguiente B2 1412-1131 cal BC (3055 ± 40 BP, 3362,3081 cal BP 2σ). Durante la segunda mitad del II milenio cal. BC (Zona B2a), la cobertura arbórea sigue siendo igualmente importante, con un bosque de carballos más o menos estabilizado, aunque se connota un progreso notable de la aliseda en detrimento de los pastos higrófilos. Antropización y presión pastoral en el área siguen confirmándose palinológicamente, a la vez que se aprecian los primeros indicios del desarrollo de procesos de incendio a partir de ca. 1500 cal. BC, posiblemente relacionados con la actividad antrópica. Es probable que el desarrollo citado de la aliseda esté relacionado con un periodo de mayor humedad edáfica, con posibles inundaciones de carácter local, el cual podría ser coincidente con el denominado evento climático del 2800 BP (ca. 850-760 cal BC / ca. 2750-2450 BP), coetáneo de un cambio climático abrupto, el cual implicó el trasvase desde unas condiciones climáticas cálidas y continentales a otras más oceánicas; como consecuencia de lo cual el nivel freático se elevó considerablemente (van Geel et ál. 1996: 451; 1998; van Geel & Renssen 1998). En el caso de la Zona B2a, parece ser que este periodo más lluvioso pudo iniciarse con anterioridad, durante la Zona B1b, alcanzando su máximo a lo largo de B2a. Al tratarse de una zona no demasiado limitante, a nivel hidrológico, las evidencias del evento 2800 BP están, en cierta manera, atemperadas, aunque es probable que dicho evento, de carácter planetario, también haya podido quedar registrado en PRD-II. Desafortunadamente, no tenemos ninguna datación para el techo de la Zona B2a, por lo que no sólo resulta difícil ubicar el límite superior de ésta sino incluso discernir la cronología precisa de sus muestras en relación al evento citado. Probablemente en los instantes finales del I milenio cal. BC, y con seguridad en la primera mitad del I milenio cal. AD (Zona B2b), el bosque de carballos sigue manteniendo su cobertura, a pesar de que procesos antrópicos y presión pastoral siguen siendo recurrentes. En estos momentos, no obstante, es el bosque de alisos el que mayormente se ve afectado, llegando casi a desaparecer del área de estudio, posiblemente como respuesta a un periodo especialmente árido, el cual, junto a las actividades antrópicas, pudo ser el causante de eventos erosivos asociados. Estos hechos son bastante evidentes en el techo de la Zona B2b datado el 80-139 cal AD (1835 ± 40 BP, 1870-1811 cal BP 2σ), cuando el aliso prácticamente está ausente del diagrama polínico. En un momento posterior a la fecha antes citada, posiblemente a partir del siglo IV-V d.C., sin que podamos saber a ciencia cierta si entre las biozonas B2b y C1 pudo existir algún hiato sedimentario, se produce una expansión desmesurada del tojal-brezal (Zona C1), especialmente de los brezos y los helechares, posiblemente como respuesta a cierto aclarado del carballal. En estos momentos algunos elementos heliófilos, como el abedul, cobran también cierta
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>> José Antonio López Sáez, Lourdes López Merino, Pilar López García, Sebastián Pérez Díaz
eucalipto, e incluso se confirma la presencia regional de pino resinero así como de activades agrícolas versadas en la cerealicultura. La identificación del eucalipto, entre las muestras 10 y 7, permitiría ubicar cronológicamente el techo de esta zona con posterioridad al siglo XVII d.C., por lo que su base se situaría en un momento anterior a dicha fecha. Con posterioridad a los siglos XVII-XVIII d.C. (Zona D), los elementos del tojal-brezal y los helechares siguen dominante el paisaje de la zona. En estos momentos se sigue cultivando el castaño, no se aprecia el cultivo del eucalipto ni de los cereales, y se asiste a un importante proceso de repoblación local con pinares de pino resinero, el cual provoca la desaparición progresiva de otros elementos arbóreos como el aliso y el abedul. Con seguridad este proceso se llevó a cabo mediante una estrategia de quema y roza, mediada también por la importancia que la presión pastoral parece ejercer en estos momentos, confirmándose actividades de incendio local de origen antrópico.
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preponderancia. La antropización del paisaje sigue confirmándose, aunque en mucha menor medida, lo que permitiría suponer una disminución sensible del impacto antrópico en la zona. No obstante, se sigue constatando cierta presión pastoral local, en razón, seguramente, de prácticas trashumantes. Se trataría de un periodo especialmente húmedo, con un nivel freático más elevado. En los siglos posteriores la vegetación de la zona (Zona C2) sigue estando dominada por formaciones arbustivas características del tojal-brezal, reduciéndose progresivamente la cobertura arbórea del carballo, y proliferando elementos heliófilos como el abedul que toman cierta importancia en las zonas aclaradas del bosque. La antropización del paisaje va incrementándose, aunque las actividades ganaderas parecen más esporádicas, todo lo cual produce un trasvase hacia condiciones mesoeutróficas. En el tramo superior de esta zona se asiste a la repoblación de área con diversas especies arbóreas como el castaño y el
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SECCIÓN V Consecuencias y Perspectivas
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Manuel Santos-Estévez
1. DATOS ACERCA DE LA CRONOLOGÍA DEL ESTILO ATLÁNTICO En las siguientes páginas vamos a exponer algunas observaciones y conclusiones relativas al encuadre cronológico de los grabados del que hemos caracterizado como Estilo Atlántico y que se derivan de los datos proporcionados por el proyecto llevado a cabo en Campo Lameiro y por los sucesivos trabajos realizados en los últimos 10 años. No nos detendremos en relatar y reiterar la información expuesta en este volumen y en trabajos anteriores, sino que nos limitamos a adelantar las primeras conclusiones acerca de la cronología del Estilo Atlántico. Por esta razón se recomienda la lectura previa de los capítulos 1.2, 1.3 y 7.1 y los trabajos de Santos (2005 y 2008a) donde se expone, de forma más pormenorizada, la información disponible. En aras de una mayor claridad expositiva y metodológica examinaremos de forma separada aquellos motivos que, por diversas razones, pueden aportar información sobre este tema. Dichos motivos son también los más representativos de este grupo estilístico, por lo que su análisis nos va a permitir definir, con más o menos precisión, una propuesta cronológica. Los diseños que vamos a examinar son las combinaciones circulares, las armas y los cuadrúpedos.
ñas a petroglifos, como en el caso del castro de Santa Tegra (A Guarda) o la simple destrucción de grabados con combinaciones circulares para la extracción de material constructivo tal y como ocurrió en Castrolandín (Cuntis).73 La mayor parte de esta información ya ha sido muchas veces evaluada e interpretada como un indicio de que al menos parte de las combinaciones circulares están en desuso en la Segunda Edad del Hierro, lo que marcaría un claro límite temporal para la realización de estos diseños. La relación con estructuras megalíticas es más compleja. El uso de petroglifos con combinaciones circulares en construcciones dolménicas, cairns y cistas ha sido bien documentado en Reino Unido e Irlanda (Bradley 1997, Beckensall 2002) y en menor medida en Galicia (García 1975). En la primera zona se conocen petroglifos con círculos concéntricos formando parte de cairns, como es el caso del de Weetwood Moor (Inglaterra). Las similitudes formales, temáticas y compositivas entre muchos grabados de Loughcrew (Irlanda) y los petroglifos atlánticos son evidentes y las semejanzas entre grabados de Gavrinis y algunos de Galicia ya han sido indicados por otros autores (Sobrino 1951, 1953, Mac White 1951, Sartal 1999). Aquí podemos
1.1. COMBINACIONES CIRCULARES Existen dos tipos de contextos arqueológicos, de cronologías muy distintas, en los que se ha documentado la utilización de fragmentos de petroglifos con combinaciones circulares para la construcción de diferentes estructuras: castros y megalitos. Respecto a los primeros, su implicación cronológica parece clara, ya que en todos los casos se trata de asentamientos de la Segunda Edad del Hierro, me refiero a los castros de Codeseda (A Estrada), Castro Lupario (Rois) y Alto do Castro (Cuntis), a lo que habría que añadir la existencia de superposiciones de construcciones castre73
Figura 20.1. Grabados en el interior del megalito de Loughcrew (Irlanda). Fuente: www.deadlyphoto.com/photoblog/photos/ancient_ireland.
Excavación arqueológica dirigida por Roberto Aboal y Carlos Otero del Laboratorio de Patrimonio Paleoambiente e Paisaxe (USC).
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CAPÍTULO 20. UNA PROPUESTA DE PERIODIZACIÓN PARA EL ARTE RUPESTRE ATLÁNTICO
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Capítulo 20. Una propuesta de periodización para el arte rupestre atlántico
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traer a colación lo anteriormente dicho por Fredell (capítulo 1.2 de este volumen), quien, basándose en observaciones de estratigrafía horizontal, plantea la posibilidad de que los círculos más complejos y de mayor tamaño sean anteriores a los ciervos y que los más simples y de menor tamaño sean contemporáneos. Basándonos en esta posibilidad se podrían plantear al menos dos momentos para la ejecución de las combinaciones circulares de los petroglifos atlánticos, una con combinaciones complejas y una segunda con combinaciones más sencillas y ciervos, pero esto lo detallaremos más adelante. Si aceptamos estas estrechas conexiones entre arquitectura megalítica y Estilo Atlántico, deberíamos pensar que al menos una parte de las combinaciones circulares grabadas en rocas al aire libre podrían datar del III milenio, dejando abierta la posibilidad de que algunos de estos diseños pudieran ser incluso anteriores. Por lo tanto, creemos que lo más razonable es considerar al menos a una parte de las combinaciones circulares como pertenecientes al Neolítico Final sin descartar su posible origen en el Neolítico Pleno.
1.2. ARMAS Respecto a la cronología de la mayoría de las representaciones de armas existe cierto consenso en situarlas en los inicios de la metalurgia. Esto se aplica a los puñales y espadas cortas de hoja triangular y a las alabardas, armas que concretamente cabría situar entre el 2500 y el 1800 a.C. Es posible, asimismo, que las representaciones llamadas doliformes puedan ser encuadradas en el mismo periodo cronológico, ya que son muy recurrentes las asociaciones entre armas del Bronce Inicial y estas figuras. Para Peña y Rey podrían ser incluso anteriores, concretamente en la transición entre el IV y III milenio (Peña y Rey 2001: 110), aunque quizás no contemos con los suficientes datos como para afirmar tal extremo. Pero, por otro lado, existen armas grabadas que no se corresponden con los modelos citados. En Pedra das Procesións (Gondomar) observamos una gran espada en cuya hoja presenta un estrangulamiento para luego ensancharse poco antes de la punta, figura que recuerda en gran medida a las espadas del Bronce Final (Meijide Cameselle 1988, Comendador Rey 1998). También es en el Bronce Final cuando la lengüeta abarca toda la longitud de la empuñadura, con lo que la forma de sujeción se hace más efectiva; éste parece haber sido el sistema emple-
Figura 20.2. Gran espada del panel de Pedra das Procesións, posible representación de una lengua de carpa. Obsérvese cómo el surco de la espada es diferente del resto de los grabados, es más ancho y profundo. La ejecución de esta figura pudo haber destruido figuras más antiguas.
ado en la gran espada de Pedra das Procesións, donde es posible observar tres cazoletas a lo largo de la empuñadura que bien pueden ser interpretadas como representaciones de los clavos de sujeción. Vázquez Varela (1997) ya apuntó la posibilidad de que la gran espada de Pedra das Procesións o de Auga da Laxe sea un arma del Bronce Final, indicando acertadamente la similitud de dicha representación con las espada tipo lengua de carpa. Efectivamente, observando con detenimiento y con una luz adecuada la composición de Pedra das Procesións es posible observar diferencias entre el surco de la gran espada, de posible adscripción al Bronce Final y los restantes diseños (puñales triangulares y alabardas entre otros), que podrían situarse en el Bronce Inicial (Figura 20.2.). El problema que plantea fechar la gran espada de Pedra das Procesións en el Bronce Final es que la estratigrafía horizontal parece indicar que las alabardas y los puñales fueron grabados con anterioridad a dicha espada, ya que, si la eliminamos del panel, el resultado es un espacio vacío que reclama la presencia de la gran espada. En todo caso, es evidente que el tipo de surco de la espada es diferente, es más ancho y profundo y la ejecución de la misma es también más tosca si la comparamos con las restantes armas de factura más detallada y en falso relieve. Una explicación factible que conciliase la cronología de las armas con su distribución en el panel es que la ejecución de la gran espada hubiese destruido anteriores grabados, especialmente si como paso previo a la ejecución de la figura se hubiesen realizado labores de preparado de la superficie, como por ejemplo un alisado y borrado de figuras más antiguas, fenómeno que ha sido detectado en el panel de Laxe dos Carballos (Figura 7.1.14.), donde la ejecución del gran ciervo borró casi por completo figuras anteriores. La diferencia es que en este caso, la excepcional conservación de los grabados, la ausencia de líquenes y un estudio de detalle de la roca permitieron la observación de los restos de las figuras más antiguas. De todos modos debemos ser muy cautelosos a la
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(Figura 20.3.) y dos puñales y/o espadas cortas de Campo de Matabois (Figura 20.4.), (Peña y Vázquez 1979). Se trata de armas de perfiles compuestos, con posibles representaciones de remaches en la base de la empuñadura, sistema de sujeción que no aparece hasta el Bronce Medio, pero que se generaliza a partir del Bronce Final. Precisamente, de todas las representaciones de armas de la Zona 2, solamente cuatro comparten panel con otros diseños de Estilo Atlántico, y de éstos, tres contienen armas de este segundo tipo. En términos de distribución espacial de los grabados, existe una tendencia clara a disociar las representaciones con armas adscribibles al Bronce Inicial de los restantes motivos de Estilo Atlántico, y los pocos casos en los que un arma se asocia a un diseño de dicho estilo, las armas parecen fechables en un periodo tardío de la Edad del Bronce, nos referimos a algunos ejemplares de Matabois, que Peña y Vázquez (1979: 90) encuadran en un momento avanzado de la Edad del Bronce. Esta tendencia a disociar armas y diseños de Estilo Atlántico no debe tomarse como una evidencia clara de que ambos grupos de grabados no sean contemporáneos. Queda abierta la posibilidad de que ambos grupos pertenezcan a ámbitos simbólicos distintos pero coetáneos.
1.3. CUADRÚPEDOS
Figura 20.3. Pedra das Ferraduras es una de las composiciones más complejas del valle medio del Lérez. En el panel se observan representaciones de los llamados idoliformes, ciervos, círculos, huellas de ungulados, figuras humanas y armas, entre ellas la gran espada con un posible remache en la base de la empuñadura.
Creo que en la actualidad no existen demasiadas dudas acerca de que los cuadrúpedos del Estilo Atlántico pertenezcan a un único periodo cronológico. Esto es perfectamente coherente con el hecho de que la existencia de subestilos o pequeñas variaciones de la forma genérica tengan una distribución regional, es decir, que existe un subestilo que podríamos denominar costero, que está presente, predominantemente, en la costa de las Rías Baixas, mientras que, por otro lado, existe un estilo propio del valle
Figura 20.4. Dos de los paneles de Campo de Matabois en los que se aparecen varias armas cuya tipología difiere de las tradicionalmente atribuidas al Bronce Inicial.
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hora de identificar los grabados con sus posibles modelos, ya que, como ha señalado Comendador Rey (1998), los petroglifos no ofrecen el suficiente detalle como para identificar modelos concretos con claridad. Por otra parte, también debemos comentar que en el valle medio del río Lérez se registran representaciones de armas de características técnicas que no parecen corresponderse con modelos metálicos del Bronce Inicial, me refiero a las representaciones de Pedra das Ferraduras
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medio del río Lérez que únicamente se localiza en Campo Lameiro y en el norte de Cotobade. En el caso de que hubiese existido cierta superposición en el tiempo de ambos subestilos, cabría esperar que ambos tipos de cuadrúpedos coincidiesen, al menos parcialmente, en las mismas áreas geográficas. Respecto al tema de los cuadrúpedos, disponemos de una valiosa fuente de información cronológica, como son las escenas de equitación, que como ya se ha comentado anteriormente (capítulo 1.3), debemos situarlas en el siglo IX a.C. como fecha más temprana, por lo menos si nos basamos en la información disponible en la actualidad. En los inicios del II milenio a.C., aparecen en el Próximo Oriente las primeras evidencias sobre la posible existencia de monta de caballos, que todavía no puede calificarse de equitación, no es hasta el siglo IX a.C.cuando aparecen, en la cultura Asiria, las primeras pruebas sobre la práctica de la equitación y, por lo tanto, el uso de esta técnica en la guerra, ya que es a partir de este siglo cuando el arte de la monta se desarrolla lo suficiente como para permitir cierta velocidad y el uso simultáneo de las riendas y las armas (Drews 2004). Esta misma diferencia establecen Anthony y Brown (2007) cuando sostienen que la cavalry no se documenta hasta el 1000 a.C. Es a partir de este momento cronológico cuando la práctica de la equitación pasa a Europa, por lo que cabría esperar que esta técnica no se introduciría en la parte más occidental de Europa antes del I milenio a.C., como así parecen atestiguarlo las representaciones de escenas de equitación en Europa; del mismo parecer son Gambari 2001 o Guilaine y Zammit cuando afirman que “…no existen evidencias de jinetes hasta el I milenio”. (Guilaine y Zammit 2002: 231). La utilidad de la datación de las escenas de equitación se multiplica si tenemos en cuenta que existe una estrecha correspondencia entre los estilos regionales de los cérvidos y la forma en la que los caballos de las escenas de monta son representados. Se da la circunstancia de que los caballos grabados en las rocas del valle medio del río Lérez son idénticos en estilo a los restantes cuadrúpedos de la misma zona,
Figura 20.5. Los círculos concéntricos en Outeiro dos Cogoludos son un ejemplo de diseños geométricos propios del periodo más antiguo del Arte Rupestre Atlántico: paneles abigarrados, surcos profundos, aprovechamiento de protuberancias naturales de la roca, y posición central con respecto a los cuadrúpedos.
y la misma circunstancia se observa entre las escenas de equitación de las Rías Baixas y los cuadrúpedos de la misma comarca. Es decir, todo indica que los cuadrúpedos del Estilo Atlántico, ciervos y caballos montados, son resultado de una misma forma y estilo de grabados, por lo que creo que es razonable pensar que cérvidos y demás cuadrúpedos de Estilo Atlántico han de ser coetáneos, lo cual parece ser confirmado por los resultados de la excavación de Laxe dos Carballos.
2. SECUENCIACIÓN DEL ESTILO ATLÁNTICO DE ARTE RUPESTRE Observando los paneles en los que cuadrúpedos y combinaciones circulares comparten panel, podemos ver que existen dos grupos claramente diferenciables. Por un lado, tenemos petroglifos en los que los círculos ocupan la parte central de las composiciones y los zoomorfos los márgenes de la roca, como por ejemplo a Laxe das Rodas de Lombo da Costa u Outeiro dos Cogoludos (Figura 20.5.); en estos casos las combinaciones circulares poseen profundos surcos, que en ocasiones aprovechan protuberancias de las rocas, formando auténticos relieves, usando recursos estéticos que las aproximan más a la escultura que al grabado. Son combinaciones circulares complejas, con múltiples anillos de los cuales parten líneas sinuosas que unen las figuras formando composiciones barroquizantes, donde los espacios entre círculos son ocupados, en ocasiones, por numerosas cazoletas dejando pocos espacios vacíos entre figuras. Este tipo de composiciones son observables en petroglifos como Coto da Braña u Outeiro do Pantrigo. Generalmente ocupan posiciones destacadas en el relieve, en aglomeraciones rocosas en la cima de pequeñas colinas o inmediatas a rupturas de pendiente. Por el
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Este emplazamiento se caracteriza por su ubicación en posiciones destacadas en el relieve, rupturas de pendiente, aglomeraciones rocosas, cimas de lomas y pequeñas elevaciones. Predomina el carácter tridimensional que se consigue con surcos de gran profundidad, aprovechando salientes de la roca; ocasionalmente, y con posterioridad, les habrían sido añadidos los cuadrúpedos en posiciones marginales y en los espacios que los círculos dejaron disponibles. Las combinaciones circulares más recientes se asocian con más frecuencia a cuadrúpedos, ocupan superficies más lisas e inclinadas en rocas menos destacadas, en este caso los círculos son más simples, no aparecen conectados entre sí mediante surcos o superposiciones, su papel en las composiciones parece más complementario con respecto a los cuadrúpedos (Figura 20.6.). En ocasiones, los círculos concéntricos fueron sustituidos por laberintos o laberintoides, como es el caso de Chan da Lagoa I y II (Figura 1.3.2.); en estos dos petroglifos los laberintoides, figuras claramente inspiradas en los laberintos, ocupan el espacio compositivo de los círculos convencionales, las rocas grabadas se sitúan en superficies a ras del suelo, poco destacadas, en las que predominan las figuras zoomorfas. Otro caso interesante que ayuda a ilustrar la existencia de dos posibles momentos en la ejecución de combinacio-
Figura 20.6. Los círculos concéntricos en Laxe dos Carballos como ejemplo de figuras geométricas más tardías: surcos menos profundos, figuras más planas, paneles inclinados y posición periférica con respecto a los cuadrúpedos.
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contrario, las composiciones en las que los cuadrúpedos ocupan una posición central o cuando menos no aparecen en una posición periférica, las combinaciones circulares son más regulares, más simples, de surcos menos profundo, y en las composiciones las figuras aparecen perfectamente separadas y el empleo de cazoletas es más restringido, como en Laxe dos Carballos o Laxe da Rotea de Mendo. En estos dos casos los círculos no presentan líneas que los unan entre sí, los círculos ocupan superficies más inclinadas, en posiciones más marginales en el relieve y su presencia en el conjunto del panel es más modesta. Ambos tipos de combinaciones circulares parecen responder a principios formales y estéticos distintos y su papel en las composiciones parece indicar una cronología también distinta. En principio debemos pensar que estilos distintos reflejan formas diferentes de entender el espacio, y por lo tanto de representarlo, estos cambios estilísticos implican, generalmente, cambios en la cultura y en la sociedad, por eso se interpretan como pertenecientes a periodos cronológicos no coincidentes. Creo que es posible plantear dos periodos distintos para la ejecución de las combinaciones circulares. Por un lado tendríamos las más antiguas, anteriores a los cuadrúpedos, que parecen haber sido grabadas seleccionando un tipo de roca con un emplazamiento muy determinado.
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nes circulares lo tenemos en Laxe das Rodas de Lombo da Costa. La mayor parte del panel ha sido ocupada por círculos cuyas características formales se corresponderían con el periodo más antiguo, pero en la periferia del mismo encontramos una posible superposición de dos cuadrúpedos a una combinación circular, en este caso los círculos aparecen también en una posición periférica, con surcos menos profundos y sin conexión física con las restantes combinaciones circulares y en una superficie inclinada; muy posiblemente esta última composición haya sido añadida con posterioridad al conjunto de las círculos del petroglifo. Teniendo en cuenta estas observaciones, es posible que podamos hablar de dos cronologías distintas para dos tipos diferentes de combinaciones circulares. La más antigua podría ser coetánea de, al menos, las construcciones megalíticas más tardías, a juzgar por las estrechas similitudes con las localizadas en dólmenes Irlandeses y Británicos y en menor medida gallegos, sin descartar la posibilidad de que pudieran ser incluso anteriores. Asimismo, a juzgar por las características formales, serían estas combinaciones circulares las que guardarían un claro paralelismo con el arte rupestre británico e irlandés, que también se caracteriza por la ausencia de representaciones figurativas, clara tridimensionalidad de los grabados, combinaciones complejas de círculos que forman en ocasiones complicadas composiciones con líneas que unen círculos y numerosas cazoletas. Si tenemos en cuenta toda la información disponible, debemos pensar que a lo largo de los tres milenios anteriores a nuestra era se han ido sucediendo variaciones en la iconografía y en algunos aspectos formales del Estilo Atlántico aunque, curiosamente, en determinados aspectos, se percibe cierta continuidad en algunas características técnicas que nos permiten hablar de la existencia, a lo largo de casi tres mil años de un estilo, o casi deberíamos decir de una tradición atlántica de arte rupestre. La secuenciación que se propone a la luz de los datos disponibles es la que sigue:
2.1. PRIMER PERIODO Compuesto básicamente por combinaciones circulares complejas de surcos anchos y profundos. Los diseños identificables son básicamente combinaciones de círculos concéntricos, espacios irregulares delimitados por surcos y rellenos de cazoletas, grupos de cazoletas que ocupan espacios comprendidos entre figuras, líneas sinuosas e irregulares que unen figuras. Pueden situarse en rocas a ras del suelo, aunque son frecuentes los afloramientos destacados y aglomeraciones rocosas que ocupan lugares prominentes en el relieve. En este grupo de petroglifos no existe a priori un punto de vista preferente evidente, ya que es posible contemplar los paneles desde cualquier punto del contorno al tratarse 74
de composiciones formadas por motivos geométricos y situarse en superficies horizontales o convexas, al contrario de fases posteriores donde predominan las superficies inclinadas. Grabados coincidentes con los descritos para esta fase están presentes en el noroeste de la Península Ibérica y en las Islas Británicas. Es por lo tanto la fase de mayor dispersión geográfica, en la Península Ibérica se encuentran distribuidos con mayor o menor densidad en el noroeste de Portugal y la mayor parte de Galicia, aunque con una especial concentración en su mitad occidental.74 El marco cronológico podría abarcar al menos desde inicios del III milenio hasta los inicios del II milenio, aunque es posible que su origen pueda estar en el IV milenio y no podemos descartar su continuidad a lo largo del II milenio. Bradley sugiere que los grabados con combinaciones circulares pudieron elaborarse desde el Neolítico hasta al menos el Bronce Inicial (Bradley 1997: 140-50), en el que se producen una serie de cambios sociales, visibles en transfomaciones en los enterramientos y en los asentamientos domésticos que a la postre derivarán en la desaparición de los grabados rupestres en las Islas Británicas.
2.2. SEGUNDO PERIODO Compuesto básicamente por armas para muchas de las cuales aparentemente existen equivalentes “reales” en el registro material, especialmente puñales de hoja triangular, espadas cortas, alabardas y los llamados “escutiformes”. Este tipo de figuras tienden a configurar paneles monotemáticos en los que es muy infrecuente encontrar figuras de Estilo Atlántico de otro tipo, tales como combinaciones circulares o zoomorfos: concretamente de treinta y cuatro petroglifos con armas en el nororeste de Iberia y en las Islas Británicas, solamente diez comparten panel con diseños de Estilo Atlántico. Esta clara disociación con respecto a otros diseños pudiera ser indicativo de que este grupo de grabados hayan sido realizados en un periodo distinto al resto de las insculturas, aunque no hay que descartar que dicho fenómeno fuese debido a que el grupo de las armas esté vinculado a una esfera social e ideológica fuertemente diferenciada pero parcialmente coetánea al grupo del periodo 1. En este periodo observamos paneles que presentan un único punto de vista, como sería el caso de Pedra das Procesións, aunque minoritariamente estén presentes composiciones aparentemente desordenadas que posibilitan el ser leídas desde diversos puntos, como por ejemplo los paneles de Poza da Lagoa o Foxa Vella. Los petroglifos de este periodo se localizan principalmente en el noroeste de la Península Ibérica, aunque también se conocen algunos ejemplos en las Islas Británicas, como en el círculo de Sarsens en Stonehenge o en el megalito de Nether Largie en Escocia. El marco cronológico para este periodo podría estar comprendido entre mediados del III milenio y mediados del II milenio a. C., a partir sobre todo de la cronología
Por el momento quizás sea precipitado, a falta de un estudio en profundidad, incluir petroglifos de la costa occidental noruega y de Carshenna (Suiza) dentro de este grupo de grabados, pero tampoco debemos rechazar la posibilidad.
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2.3. TERCER PERIODO Comprende la práctica totalidad de los cuadrúpedos de Estilo Atlántico, donde se incluyen cérvidos, escenas de equitación y cuadrúpedos indeterminados. También debemos incluir las figuras de laberintos y laberintoides y parte de las combinaciones circulares. En esta fase se ocupan soportes inclinados, incluso verticales y superficies regulares que posibilitan la recreación de escenas de caza, pastoreo y de
manadas de cuadrúpedos en movimiento. Las superficies inclinadas y los propios diseños figurativos posibilitan la existencia de un único punto de vista desde el que ha de ser contemplada la escena, con las escenas se introduce también la narración y por lo tanto el tiempo. Algunos de los cuadrúpedos son incorporados en petroglifos más antiguos, especialmente los del 1er periodo, donde generalmente ocupan los márgenes del panel y espacios dejados libres por las antiguas combinaciones circulares. Es muy posible que lo que hemos denominado grandes ciervos (ciervos que, orientativamente, tienen una longitud mayor a 1 m), como por ejemplo el representado en Laxe dos Carballos o Campo da Lama, claramente superpuestos a cuadrúpedos de menor tamaño, supongan la fase más tardía de este ciclo. Dentro de este periodo, se incorporarían también otros diseños minoritarios, como podrían ser los trisqueles, esvásticas y las denominadas paletas, aunque este último motivo presenta ciertos problemas de identificación, ya que a pesar de su gran semejanza con las paletas insculturadas en las laderas de Valcamonica, no han sido encontrados objetos de este tipo en la Península Ibérica. Los petroglifos de esta fase se localizan preferentemente en la mitad occidental de Galicia y en la margen portuguesa de la desembocadura del Miño. La cronología propuesta para esta fase sería la primera mitad del primer milenio si tenemos en cuenta las dataciones de Laxe dos Carballos y la cronología atribuída a los laberintos, trisqueles y escenas de equitación, aunque no podríamos descartar totalmente su pervivencia en la segunda mitad del mismo milenio.
Figura 20.7. Gráfico en el que se sintetiza la propuesta cronológica para el Estilo Atlántico. Se representan los periodos de ejecución, pero no el espacio temporal en el que estuvieron en uso, ya que no se descartan continuidades, reinterpretaciones, etc.
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estimada para los equivalentes metálicos de estas representaciones. Dentro de este grupo se deberían incluir las representaciones de armas en las que es posible identificar la presencia de posibles representaciones de remaches en la base de la empuñadura. Algunas de estas armas parecen corresponder a modelos propios del Bronce Final, como es el caso de la gran espada de Pedra das Procesións. A este grupo podemos añadir otras espadas, como las documentadas en Pedra das Ferraduras y en Campo de Matabois. Petroglifos con armas de este tipo se han localizado hasta la fecha en el valle medio del río Lérez y en la margen sur de la ría de Vigo. Este grupo de petroglifos y los incluidos en el 3er periodo ya no están presentes en las Islas Británicas, los cambios culturales y sociales que tienen lugar a lo largo de la Edad del Bronce pudieron ser los responsables de la desaparición del arte rupestre en las Islas y un cambio sustancial en el estilo en la Península como veremos en el 3er periodo.
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CAPÍTULO 21. PERSPECTIVES FROM OUTSIDE
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Richard Bradley
1.1. INTRODUCTION Whenever I examine a thesis, in Britain or overseas, I generally follow the same procedure. I begin by offering a short assessment of the work, and follow my preliminary statement with a series of specific questions for the candidate. In most cases they lead to a productive discussion. I usually find that twenty questions are sufficient to cover the main issues. I propose to take a similar approach here, but in this case I am discussing the work of a substantial team of field archaeologists, rock art specialists and environmental scientists. Moreover the questions that I shall ask do not call for immediate answers. Rather, they are issues that it might be useful to consider in the future. In most cases it may not be possible to resolve them without further research. For that reason they are not intended as criticisms of what has been achieved in this volume. But they might contribute to an agenda for new work. It is clear that the contributors are well aware that more remains to be done. I must begin by saying that this has been an investigation with few parallels in European archaeology. Its separate components — excavation, field survey, the use of Geographical Information Systems — have all been employed elsewhere, and so have detailed analysis of the local environment by pollen analysts and earth scientists. But the scale of the operation is difficult to match in other studies. Where the immediate surroundings of individual petroglyphs have been examined by test pitting and geophysical survey, the fieldwork at Campo Lameiro stands out because the areas in between the decorated rocks have been investigating by a substantial programme of trial trenching. Similarly, where the immediate surroundings of a few rock carvings have been examined for environmental evidence, the scale of the studies undertaken here is difficult to match. This book integrates rock art research with the broader field of landscape archaeology. It does so at a number of different scales, for the land occupied by the archaeological park forms only one part of a larger study area. The more extended analysis allows the authors to make effective use of field survey, and this has led to the discovery of unrecorded sites. It also allows crea tive use to be made of digital technology to consider not
only the siting of the decorated surfaces as a whole, but also that of particular motifs; the analysis of weapon carvings is particularly revealing. In the same way, the larger study area sheds at least some light on the chronology of prehistoric settlements in this part of Galicia, just as comparison with the Iron Age and later landscape helps to place the research in a wider perspective. There are other issues that I could consider here – survey methods, the techniques of recording decorated surfaces (some of which are badly damaged), the bold but tenuous arguments for an association between the sites and astronomical observations — but it is probably be more helpful to turn to the questions that still remain to be answered. It is the strongest endorsement of the project that it generates so many different ideas. They range from those which may be of quite local application to others with wider implications for the archaeology of prehistoric Europe.
1.2. TWENTY QUESTIONS • The location of the most detailed study was determined by the position of the archaeological park. The surrounding area was also reviewed in detail, but might it be misleading to focus so much attention on a region with an exceptional number and variety of prehistoric images? Although the number of new finds is still increasing, there seem to be relatively fewer drawings of animals towards the coast, where curvilinear designs are more frequent. • For understandable reasons, the study focuses on the park and the area around it, but why are petroglyphs so common in this small area of Galicia, and uncommon, or possibly absent, in others? At present there is no completely satisfactory explanation. • Why are there so many competing chronologies for Galician rock art? How far are the different cases based on the evidence of the sites themselves, and how far do they depend on stylistic comparisons with more distant areas? Is the radiocarbon evidence from Campo Lameiro entirely convincing? If not, how could it be improved? • Pollen analysis and analysis of charcoal deposits from Campo Lameiro seems to suggest that local land use
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1. Twenty questions about Campo Lameiro
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intensified during the later third and earlier second millennia BC, but the only dates from a rock art site suggest a more extended sequence of activity. So does Santos’s proposed chronology for Galician petroglyphs. Can these findings be reconciled with one another, and do they need to be? • There seems to be obvious spatial patterning among the petroglyphs studied at Campo Lameiro, but it is not obvious whether this results from the organisation of the rock carvings in the landscape or whether it reflects differences of chronology. How can the problem be resolved? • What is the spatial and chronological relationship between depictions of weapons in Galician rock art and their representation in burials and hoards? • The evidence from the trial trenches suggests that the carved rocks were set apart from domestic sites of the same period, and so to some extent do the results of excavations in the same region. Were there other settlements on lower ground, masked by the build-up of later sediments? How were the decorated outcrops used, and is there any evidence that these places were already significant before the petroglyphs were made? • The pollen evidence for areas of pasture is important. To what extent is it consistent with the idea that the carvings were located along paths through an open landscape? • The trial trenches have shown that there was no evidence of settlement in between the decorated rocks, and excavation at the petroglyphs suggests that even here evidence of human activities is limited. Would it be worth investigating any deposits remaining within the cracks and fissures in the stone itself? Fieldwork in Scotland and Scandinavia has suggested that activities sometimes focussed on the summit of the outcrop; it was not restricted to its immediate surroundings. • How are the carvings on the higher ground, such as those investigated in detail in this book, related to the examples found along the Galician coast? Were all these sites contemporary with one another? Were the coastal rock car vings related to the settlement pattern in the same ways as those at Campo Lameiro? Do they exhibit the same relationship to paths across the landscape, or were they more closely related to access to the sea? •How should the later reuse of Galician rock carvings be explained? Some were modified by the addition of Christian imagery. How and why were they selected? Why do certain of the decorated rocks have local names, whilst others do not? Was the building of Iron Age castros over decorated outcrops necessarily fortuitous? Is the presence of Roman inscriptions at
Campo Lameiro a reference to the past significance of the local landscape, and is there any evidence for the addition of new motifs to already decorated outcrops at that time? • The interpretation of the rock art at Campo Lameiro draws on comparisons with prehistoric images in South Scandinavia and the Southern Alps because it is assumed that they were contemporary with one another. Only some of the evidence is deployed here. Much use is made of Valcamonica, but why do the contemporary but subtly different petroglyphs of Mont Bégo play a smaller part in the argument? Why the emphasis on Bronze Age rock carvings in Sweden and Norway and not those in Denmark? • Why do these wider comparisons made so much of putative links with the figurative designs of Northern Italy and Sweden and devote less attention to the abstract designs found in Britain and Ireland with which Galician rock art has sometimes be compared? • Such comparisons with distant areas reinforce the argument that Galician rock art had an extended chronology. That applies especially to the discussion of drawings of deer. Why is there so little discussion of Iberian Schematic Art whose history extends further back in time? This style includes numerous depictions of wild animals. And what is the relevance of paintings showing hunters and deer inside Neolithic passage graves in the north of Portugal? • Why does have ‘Galician’ or ‘Atlantic’ rock art have such a restricted distribution within the Iberian Peninsula, and why does it focus on a region in which Schematic Art is rare or absent? • Apart from the resemblances claimed between different images in Galicia, the Alps and South Scandinavia, how strong is the archaeological evidence for any direct connections between these regions? • If such links existed in the past, when were they most influential? During the use of passage graves? During the dissemination of copper metallurgy and Bell Beakers? During the Early Bronze Age? Or during the Atlantic Bronze Age? • If Galician rock art was influenced by knowledge of images in other parts of Europe, why was that influence restricted to North-West Iberia? Why was it not experienced over a larger area? • Why did rock art lose its importance in Galicia and in other parts of late prehistoric Europe? What changes in society and land use made this genre obsolete? • If this study of Campo Lameiro were to be supplemented by a second field project in Galicia, which would be the most informative region to investigate? Again that question looks to the future. It is probably the right note on which to conclude.
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2. Living on an overloaded world:
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Our present ecological footprint on the soils of the world is shown in figure 21.1. This is where we are now, and a convenient starting point for this chapter is a quotation from Overshoot by William R. Catton Jr.: “We are already living on an overloaded world. Our future will be a product of that fact; that fact is a product of our past. Our first order of business, then, is to make clear to ourselves how we got where we are and why our present situation entails a certain kind of future” (Catton, 1980). In this chapter, I will examine Catton’s how and why in terms of the early expansion of agriculture during the Neolithic. I will argue that the how question is parsimoniously and satisfactorily explained by the kind of geographical determinism that Jared Diamond employed. Further, I will argue that the answer to the why question involves a deeper level of determinism related to our biological inheritance. Since determinism is something of a dirty word in the historical disciplines, I begin with a three part preamble that takes the form of a brief look at the word itself, followed by a consideration of the reception afforded to Jared Diamond’s book “Guns, Germs and Steel”, and rounded off by a summary of the criticisms revealed.
2.1. DETERMINISM According to Northrop Frye (1957), determinism is a fallacy in which “a scholar with a special interest in geography or economics expresses that interest by the rhetorical device of putting his favorite subject into a causal relationship with whatever interests him less” —a witty definition and critique all in one. A more useful definition appears in the Oxford English Dictionary: “the philosophical doctrine that human action is not free but necessarily determined by motives, which are regarded as external forces acting upon the will”. For present purposes this is modified in the following way. Determinism is the philosophical doctrine that human actions are directed to some degree by external forces, largely and in some cases completely beyond human control. In this form, any possible confusion with fatalism is avoided, and the possibility of a degree of human choice is still allowed. Deterministic ideas fall under two headings. There are those hypotheses that maintain that our basic biology determines much of our behaviour, and there are those that maintain that forces in our external environment (including
Figure 21.1. The Anthrobleme or Human Scar: our present ecological footprint in terms of the state of the world’s soils.
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the long view of the neolithic revolution
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the cultural as well as the physical environment) perform that function. In other words, one set of ideas is genetic while the other is exogenetic. The former is often labeled nature, and the latter nurture, and for much of the twentieth century, anthropologists argued vehemently over which was the more important in directing human development and society, nature or nurture (Judkins et al., 2008). Derek Freeman (1983) gives an entertaining account of the controversy in chapters 1 and 2 of Margaret Mead and Samoa, and concludes that both “nature and nurture are always involved” (p. 294), “the genetic and exogenetic are distinct but interacting parts of a single system” (p. 299). This is overwhelmingly the position taken by modern anthropologists, and is also the position taken here.
2.2. GUNS, GERMS AND STEEL Recently the controversy has been reignited by Jared Diamond’s Guns Germs and Steel, in which the broad patterns of human history and prehistory are determined by “biogeography, crop cytogenetics, microbial evolution, animal behaviour, and other fields remote from historians’ training” (Diamond, 1997). How two leading historians, William H. McNeill and Richard Evans, reacted to this proposition, is instructive. All quotations from the former author are from his extended essay in the New York Review of Books (v 44 no. 8) for May 15, 1997. Evans’ quotations are from a debate he had with Diamond, broadcast on BBC Radio 4 in Melvyn Bragg’s programme “In Our Time” (March 11, 1999). Recently the controversy has been reignited by Jared Diamond’s Guns Germs and Steel, in which the broad patterns of human history and prehistory are determined by “biogeography, crop cytogenetics, microbial evolution, animal behaviour, and other fields remote from historians’ training” (Diamond, 1997). How two leading historians, William H. McNeill and Richard Evans, reacted to this proposition, is instructive. All quotations from the former author are from his extended essay in the New York Review of Books (v 44 no. 8) for May 15, 1997. Evans’ quotations are from a debate he had with Diamond, broadcast on BBC Radio 4 in Melvyn Bragg’s programme “In Our Time” (March 11, 1999). William H. McNeil starts by criticizing the title of Diamond’s book, which he believes has little to say about guns and steel. He suggests that a better title would be ‘History Upside Down: A Biological View of the Human Past’. Overall he considers the book to be “a clever caricature rather than a serious effort to understand what happened across the centuries and millennia of world history.” McNeil goes on to say that Diamond’s thesis is a “sort of geographical reductionism [that] is radically out of fashion these days”. He calls Diamond’s approach a “reduction of the tangled web of recorded history to four natural processes” the first concerned with the food supply (which Diamond always emphasizes), and four concerned with environmental factors: 1. availability of domesticable plant and animal species,
since food production and the agricultural surplus is necessary for the support of non-farming specialists and large populations that might give a military advantage; 2. mountains, deserts and day lengths, varying with latitude and “affecting rates of diffusion and migration, which differed greatly among continents”; 3. distances across open water, “influencing diffusion between continents”; 4. continental differences in area or total population size. He insists that we consider “whether there was not greater scope for what I would call ‘cultural autonomy’.” According to McNeill “personal and collective behaviour shaped by shared meanings is what distinguishes us from other species. It is the hallmark of humanity”. It is also a way of insisting that free will, or freedom of choice, plays a role. Diamond ignores this, according to McNeill, in favour of “the tyranny of natural environments”. However, McNeill admits that environmental constraints on human activities exist, and singles out as an example the early phases of our history “when technical skills and organizational coordination were still undeveloped”. Human societies would then be “closely constrained by the local availability of food”. But now, “the vast differences in the wealth and power that different human societies have at their command today reflect what long chains of ancestors did, and did not, by way of accepting and rejecting new ways of thought and action, most of which were in no way dictated by, or directly dependent on, environmental factors”. In the context of this chapter, however, his statement that Diamond’s “reconstruction of what happened in Neolithic prehistory struck me as very convincing” is a helpful one. Diamond by contrast, believes that the environmental advantages conferred on certain societies 10,000 to 13,000 years ago, still leave a massive imprint, and again McNeill cuts him some slack. “Those initial constraints were never entirely overcome,” he allows. Regarding ‘cultural autonomy’, Diamond’s argument is essentially one of scale. “Propagated cultural developments” he says “are conspicuous in history over shorter times and smaller areas. Over the hundreds of generations of post-Ice Age human history, and over a large continent’s thousands of societies, cultural differences become sifted to approach limits imposed by environmental constraints.” Diamond does not quite say that when large populations of human beings are considered, cultural differences may be treated as noise, though the implication is there. McNeill will have none of it. For one thing he objects to the word “sifted” and asks “by what mysterious hand of nature” is the sifting done. He points out that although the environment has its effect on the way we are, we are ourselves powerful shapers of the environment. To be fair, this fact is well accepted by Diamond, and is one emphasized in his later book Collapse. Regarding the word “sifted”, Diamond might have defended himself by saying that the “mysterious hand” is a statistical one. He is talking about the overall tendency of the effect of several variables on a large population.
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2.3. INTERIM SUMMARY
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The principal objections of Diamond’s critics appear to arise from: 1. Differences in emphasis. 2. Differences in temporal scale. 3. Differences in the perceived importance of cultural matters. 4. Diamond’s failure to explain ‘why’. Regarding item 1: Neither critic objects outright to environmental determinism. McNeil accepts it to a certain degree as a factor to be considered, but believes that Diamond goes overboard in his emphasis of its importance. Items 2 and 3 are related. Diamond is examining human movements and societies generally on a time scale some 3 or 4 orders of magnitude greater than the historians. He claims that the fine details of history, including cultural details, are lost in the broad sweep of change at this scale. The last criticism, item 4, calls attention to the fact that a determinism based on biogeography is inadequate in explaining human motive. Significantly for this chapter, both historians see scope for determinism in interpreting the evolution of pre-industrial societies lacking the “technical skills and organizational coordination” to be found in more complex communities.
2.4. THE HOW QUESTION Early Neolithic groups are examples of the pre-industrial societies that even Diamond’s critics accept as being in the grip of the natural environment. But, between 10,000 and 13,000 years ago, when agriculture was invented, human beings began to modify nature in their own interests. Large scale agriculture required soil with a high inherent fertility, and a means of maintaining, storing, and delivering water and soil nutrients to plants. Storage and delivery requires the presence in the soil of components capable of holding nutrients in readily available form (that is, a form easily mobilized into the aqueous phase). Organic matter, and the right type of clay mineral play this role. Weathering and the erosional cycle are the natural maintenance systems of soil fertility that the early farmers depended upon. A characteristic locality for early farming is a region with a warm climate and reliable rainfall, underlain by a waterholding soil on the margins of a lake or river. A large river system in particular, brings all the prerequisites together, and in draining a large area generally carries a nutrient-rich sediment which serves to renew the fertility of the soil. Early civilizations in the valleys of the Tigris and Euphrates, the Nile, Indus and Huang Ho, had this kind of physical basis, though each appears to have been preceded by a period of experimentation in nearby highland regions where rainfed agriculture was possible (see for example Moore, 1979; Jarrige and Meadow, 1980). The oldest known rainfed systems are found in southern Turkey, through northern Syria and Iraq to the Zagros Mountains in the highland rim of the Fertile Crescent.
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Diamond is willing to yield that prominent individuals, and local cultural factors unrelated to the environment, may influence societies in what choices are made. He thinks of these as the “wild cards” of history, though even here a deterministic interpretation is possible. For example in Cows, Pigs, Wars and Witches, Marvin Harris shows that seemingly irrational views and behaviour may be explained in terms of the encounter of “womb and belly with earth and water”. That is to say that the effect of “wild cards” may be related to environmental issues. McNeill concludes “that Diamond knows a lot about prehistory and linguistics, but that he has never condescended to become seriously engaged with the repeated surprises of world history, unfolding lifetime after lifetime and turning, every so often, upon single, deliberate acts [….] conscious purposes and shared meanings govern much of human behaviour.” He does admit however, that we often “approach limits imposed by environmental constraints”, but that we are good at finding technical answers to overcome these. Significantly (for interpretations such as Catton’s in “Overshoot”) he goes on to add “that failures also figure in the historical record when environmental constraints disrupted human schemes and drastic depopulation and cultural collapse ensued [....] Brushing aside the autonomous capability of human culture to alter environments profoundly – and also irreversibly – is simply absurd.” In fact, Diamond is not guilty of this. His assessment of the history of Easter Island is a good example of how he analyses the power of humans to alter environments catastrophically. Richard Evans takes a different tack. He calls Diamond’s history, pre-history, and denies that it affects the detail of real history, the history recorded in documents. For that you need to look at culture, social structure, ideologies and so on. The lament is similar to McNeil’s. Important cultural factors are relegated to being no more than bothersome residual leftovers or noise. Diamond’s emphasis on the interaction of geography with increasing numbers of human beings “leaves scant room for human ideas and ideals” says Evans. And Diamond agrees at least regarding the details that cultural differences make over the short term —over details such as who kills whom, who wins the war, where the bomb is dropped— but he denies them any major significance over the 13,000 year perspective that he employs. Even so he claims that the stamp of the Neolithic revolution can still be seen in the division of haves and have-nots. He believes that the Neolithic imparted a momentum to history that is still being felt, and that even over the short term, and regarding the fine detail in some cases, a materialistic determinism may still be at work. According to Evans, Diamond’s idea only works for societies wholly in the grip of the natural environment. It’s no good, says Evans, for interpreting industrial societies. A final criticism that Evans makes is that although Diamond explains the ‘how’ of prehistory, he does not explain the ‘why’.
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Figure 21.2. The two major routes by which agricultural technology was transmitted to the Atlantic coast of Europe during the Neolithic. Dates (BP) adapted from Renfrew (2006).
When agriculture expanded into Europe, it constituted a kind of prospecting expedition or expeditions for the right kind of locality. There were two major routes to the Atlantic coast: a maritime one along the Mediterranean littoral; and, further north, a route that utilized the major river systems of the Danube and the Rhine (figure21. 2). The Mediterranean route resulted for the most part in a piecemeal and discontinuous colonization of near-shore localities in the vicinity of river mouths gave a route by which agriculture reached the North Sea coast. The central European route developed a more continuous pattern by virtue of the extensive loessial soils that were exploited. In fact, the exploitation of loessial soils throughout human history, provides particularly strong support for the kind of physical geographical determinism espoused by Diamond (figure 21.3).
2.5. THE WHY QUESTION In his critique of Diamond’s ideas, Richard Evans mentions that he is unwilling to accept that human ideas and ideals could be subsidiary to the grip of the physical environment believes. My view is that human ideas and ideals (to say nothing of human pretensions) are only a kind of veneer over more profound instincts that lie at the base of our natures. I believe that it is there that we need to look for the
answer to the why question that Evans thinks that Diamond avoids. Specifically we need to examine the consequences of “Darwin’s dangerous idea” (Dennett, 1995). Rees (2004) states the modern view when he points out that in spite of continued controversies, the consensus in science is that evolution in the organic world has taken place and that all species are bound by the Darwinian mechanism of natural selection. We gained our place in the ecosphere in intense competition with many other species. In effect, our “struggle for life is a struggle for free energy available for work” (Boltzman, 1974 —original edition 1905). Lotka (1922) expanded this into his “maximum power principle”. Successful systems [including successful organisms] “evolve to maximize their use of energy (and material) resources made available to them” he says. The proximate source of the free energy that we struggle for is food, and the invention of agriculture allowed us to increase our food niche. Of course, it also resulted in a spurt in the growth in the human population and that led to a demand for more food/energy. The principle involved here is the proposition of the Reverend Thomas Malthus (1798) regarding the relationship of resources and population. In simple form: since food supply can only increase arithmetically, while a population tends to increase geometrically, a subsistence level of existence will
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Figure 21.3. The imprint of loess and loessial soils on the Anthrobleme.
eventually be reached by that population. Malthus called this subsistence level “misery”. The deterministic nature of the idea has never been attractive to the dominant school (commonly labeled neo-classical) amongst modern economists (see Lomborg, 2001 and Chesworth, 2003). They point to two principal stumbling blocks. First, Malthus did not take into account the effect of new technologies in increasing the food supply. Second, it is not inevitable that population should increase geometrically, or as we say now, exponentially. I take the second objection first. A feature of several developed world societies, with high standards of living and education (amongst both sexes, but most importantly it is said, amongst women) is a flattening off of the population growth curve. Indeed, many such countries now have population growth rates that fall below replacement values. However, the global population growth rate followed an exponential trajectory well into the 1990s, and it is reasonable, following scientists such as Hardin, to believe that this was so during Neolithic times. Regarding the first objection, commonly associated with the name of Ester Boserup (1965), there is no doubt that
new technologies have ratcheted up the human food supply throughout history. At each technological level however, population sets off with a new spurt of growth towards a new level of Malthusian misery, that can only be relieved by an even newer technology. Some people refer to this as neo-Malthusianism, but whatever label we give it, the fact remains that population growth has the power to outstrip food supply. In spite of claims to the contrary, this fundamental proposition of Malthus has never been falsified. In the words of Keith Thomson: “The fact remains that Malthus, for all his shortcomings as a social theorist, formulated a principle of population growth that no one has been able to falsify and that forms a foundation stone of the theory of evolution by natural selection.” (Thomson, 1998). The durability and explanatory power of “Darwin’s dangerous idea”, which Darwin once described as “Malthus writ large” is as good a reason as there is for continuing to accept Malthus’ idea. Darwin argued that the Malthusian condition would lead to a relentless competition for the food necessary to survive and reproduce. To get to the position of passing on our genes, we need to command the resources that guarantee
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Capítulo 21. Perspectives from outside
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our food supply. A more formal way of making this point, is to say that we develop a ‘foraging strategy’. With the invention of agriculture that foraging strategy became a search for new places to grow crops. Our ability to take advantage of the maximum power principle is a major reason “why human beings just happen to be the most singularly successful vertebrate species on the planet” (Rees, 2004, p.17). This Malthusian/Darwinian answer to the “why” is no more than a simple application of Occam’s razor. It requires that we first strip away all the philosophical notions that have been used to erect a sophisticated (and commonly self-flattering) scaffold around what we think is our true nature as human beings. Underneath, as Darwin teaches, we are members of the animal kingdom, driven by the urges that drive other species, no matter how much we paper over the fact in order to live a civilized existence. There is nothing remarkable or exceptional about this kind of determinism.
2.6. THE HUMAN ECOLOGICAL FOOTPRINT IN THE NEOLITHIC The last panel of figure 21.3 shows the area of soil most radically changed by agriculture. It is a depiction of the ecological hotspot of agriculture on planet Earth. Figure 21.1 is
a more complete snapshot of the effect of humanity on soil at present. This is the total ecological footprint, and has been called the anthrobleme or human scar (Chesworth, 2008). William Rees invented the concept of ecological footprints – a way of measuring an area of the surface of the earth, the terrestrial and aquatic ecosystems, required to produce the resources that a population consumes and to assimilate the wastes, or at least a sub-set of the wastes, that a population produces. It is a way of summarizing the direct connection between human beings and the land. The expansion of agriculture in Neolithic times became the principal means by which the human species expanded its ecological footprint. The expansion of farming populations onto new soils became our main strategy for keeping ahead of Malthusian disaster. The expansion into Europe was driven in this way, and following the two routes referred to above, resulted in the ecological footprint shown in figure 21.4. The major difference in the footprint then and the footprint now, relates to what Georg Borgstrom (1972 -1st edition 1965) has called “ghost acreage”, that is the extra area of land needed to support the area actually farmed. At this stage, an estimation of the ecological footprint of agriculture in the early Neolithic can be no better than a back-of-the-envelope calculation. Before cities developed, it was not much bigger than the physical area needed for the farm itself. As it is in peasant farming at the present time,
Figure 21.4. The spread of the ecological footprint of the farmer through Europe on the basis of genetic evidence (modified from Ruddiman, 2004, after Cavalli-Sforza, 2000).
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play an advanced stage of weathering in which the clay fraction is dominated by kaolinite and gibbsite. This is a relatively infertile combination, and would have required a careful management of soil nutrients by means of manures and composts, and it is by no means sure that management techniques had yet reached the appropriate level of sophistication. The valley of the Lerez has a considerable advantage in this respect. Its headwaters drain the Serra do Suido, which was the site of a localized Late Pleistocene ice sheet. Glaciation and the subsequent redistribution of glacigene sediments is one of the ways by which the inherent fertility of soils is renewed. New weatherable minerals are added to the system, and smectitic clays capable of storing plant nutrients are produced (Chesworth, 1982). This is true of the soils of the Lerez, but the fertile soils of the river valley were probably too heavy to be worked by the primitive technologies of the earliest farmers. More likely sites for early cultivation would be regions of colluvium at the foot of the valley slopes or the alluvial fan where the river flows on to the coastal plain.
THE GALICIAN CONTEXT
“Human social life is a response to the practical problems of earthly existence” says Marvin Harris (1980). Our solutions to those problems may sometimes lead us into what Ronald Wright (2004) calls a progress trap. He is one archeologist amongst many, who believes that the human population became so efficient at hunting in the Mesolithic that a Malthusian catastrophe threatened as we hunted animals into scarcity and even extinction. Our response to this challenge was the so-called Neolithic Revolution and the agricultural use of landscape. Farming provided a relatively secure way of finding enough to eat. Most researchers believe that the result gave a significant boost to the Neolithic population and the need for the farmer to extract more food from the landscape. The easiest way to accomplish this has always been to prospect for new, previously unfarmed areas to bring into agricultural production, and the quest for virgin soils to exploit is wholly consistent with the hypothesis that a farming population followed a wave of advance into Europe (figure 21.4). Farming enabled the human population to increase along an exponential growth curve (Hardin, 1993) until the end of the twentieth century. The growth of the agricultural footprint to the degree represented by figure 21.1, has been the result of our astonishing ability to adapt to almost any environment. The powerful new geological activity represented by agriculture, like all human technology, draws down the earth’s capital stock (Jackson, 2004) most critically in this case of habitat. Consequently, since the Neolithic we have exercised what ecologists refer to as competitive exclusion. We have displaced many species from their niches and in fact have destroyed particular niches by modifying the face of the earth with our exploitation of the soil. The more we grow and increase our appro-
We live around the sea, like frogs round a pond, wrote Plato in the dialogue Phaedo. He was referring to the contemporary scatter of Greek colonies and trading posts round the Mediterranean and Black Seas. By about 7000 years ago, the distribution of the Neolithic farming population must have had something of the same aspect, with pioneer cultivators settled in those locations easily accessible by boat, such as river mouths and adjacent valleys where warm, wet and easily worked soils were to be found. Here, the earliest sites of arable farming were all close to the coast in the Iberian Peninsula, at elevations below the present 200 metre mark, though it is important to note that there has been a sea level rise since the early Neolithic and some sites may now be on the seabed. The Meseta, would have been left to nonfarming populations as being too cold for the unadapted package of crops brought ultimately from the Levant. With regards to Galicia, the rivers flowing into the Rias Bajas offered riparian environments at low elevation that would have been amenable to cropping given a reasonable climate. Hard archeological evidence for agricultural settlements is scarce – the earliest known Neolithic site (7600 to 7900 BP) on the Atlantic coast at Caldeirao Cave in central Portugal, has yielded no evidence of food grains. Indirect evidence from pollen and lithogenic dust in the ombrotrophic Pena da Cadela bog in the Xistral Mountains near Lugo, indicates agricultural activity by about 5300 years ago (Martinez Cortizas et al., 2005) —in other words, some 1500 years later than the appearance of agriculture on the Mediterranean coast of Spain. What might appear to be a drawback to agriculture in Galicia is the nature of the soils. For the most part, they dis-
2.7. CONCLUSION
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that minimal area would have been augmented by an area of non-cultivated land used for forage and bedding for farm animals, for collection of fuel and wild foods and for the hunting and trapping of bush meat. Judging by the practice of peasant farmers in the Himalayas (personal observation during field work in Nepal from 1986 to 1989), and by smallscale farmers in northern Spain (Felipe Macias, personal communication, 2004), at least three hectares is used to support one hectare of farmed land. At present, the smallest area a subsistence farmer can survive on is less than half a hectare. At some time in the early Neolithic, say about 8,000 years ago, the world population reached 5 million. If they had all been farmers, which of course they were not, that would have implied a minimum cropped area of 2.5 million hectares, backed up by a possible 7.5 million “ghost” hectares. This amounts to 107 hectares as a very approximate figure for the agricultural footprint at that period. In the world today, about 1.5 billion hectares of land are under cultivation (WRI, 2008), which means that the Neolithic agricultural footprint could have been no bigger than 0.01% (rounding off) of its present value. Since a sizeable part of the human population was not yet farming, the figure is not likely to be closer than an order of magnitude.
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Capítulo 21. Perspectives from outside
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priations of energy and low entropy materials from nature, the less there is available for all other species. In effect, agriculture is a Neolithic engine of destruction which results in the consumption of the biosphere from within, destroying wild habitat, increasing the rate of species extinctions, and increasing the loss of biodiversity on the planet. Angus Martin (1975) points out that “our agricultural methodology has had serious flaws in it from the start.” Since Neolithic times we have grown to the stage where we are drawing down biospheric and other resources by a margin of about 20 percent beyond the level that might ensure sustainability. In so doing we may be provoking the sixth great mass extinction in geological history. There is a limit to the amount of land we can consume in support of human life and if we haven’t reached it yet, we appear to be close. “The constraints of the biosphere are fixed. The bottleneck through which we are passing is real. It should be obvious to anyone not in a euphoric delirium that whatever humanity does or does not do, earth’s capacity to support our species is approaching the limit,” (Wilson, 2003). Has the Neolithic Revolution ultimately turned out to be one of Ronald Wright’s (2004) progress traps? Whether we like it or not a major adjustment to human society is bound to take place. Viewed dispassionately, it appears more likely to be in the nature of a collapse than
the “soft landing” into sustainability called for by optimists. Sir Fred Hoyle (1965) takes a particularly pessimistic view of our climb from Neolithic agriculture to our current, highly technological civilization: “It has often been said that, if the human species fails to make a go of it here on Earth, some other species will take over the running. …this is not correct. We have, or soon will have, exhausted the necessary physical prerequisites so far as this planet is concerned. With coal gone, oil gone, high-grade metallic ores gone, no species however competent can make the long climb from primitive conditions to high-level technology. This is a one-shot affair. If we fail, this planetary system fails so far as intelligence is concerned.” No doubt we will continue to hope for the best and strain every sinew to achieve a sustainable future for humanity, and successful or not, “sustainability is the greatest collective exercise the human race will ever have to undertake” says William Rees (2007).
2.8. ACKNOWLEDGEMENTS I thank the following friends and colleagues for many lively discussions on the topics of this chapter: Bill Rees, Dave Lavigne, Ron Brooks and Antonio Martinez Cortizas.
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SECCIÓN VI Anexos
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RESÚMENES DE LOS CAPÍTULOS
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CAPÍTULO 1 - PLANTEAMIENTOS CAPÍTULO 1.1 - PREGUNTAS Por Felipe Criado-Boado, Antonio Martínez-Cortizas Palabras clave: arte rupestre, petroglifos, Arqueología del Paisaje, Paleoambiente, Geoarqueología, Historia Antropológica. Al igual que ocurre con la mayor parte del arte rupestre prehistórico, las características físicas del arte rupestre de la prehistoria reciente de Galicia determinan que éste carezca de un contexto arqueológico en el estricto sentido físico de este concepto. Esto imposibilita hacer inferencias históricas rigurosas sobre la significación cultural, la función social o incluso la periodización del fenómeno rupestre. Pese a ello, el arte rupestre se enclava en emplazamientos relevantes desde los que se relacionó de forma activa con las actividades humanas (prácticas, rituales o simbólicas) que habrían acaecido en su entorno. Los paneles son ‘lugares’ en los que ocurrieron cosas. Previsiblemente, estas actividades deberían haber producido un registro material que podría quedar reflejado de algún modo en el registro arqueológico. El programa de investigación que hemos desarrollado en Campo Lameiro (Pontevedra, Galicia) entre 2003 y 2008 se propuso, combinando metodologías arqueológicas, históricas, etnográficas y paleoambientales, completar el contexto arqueológico de los petroglifos añadiéndoles un contexto ambiental, físico y material, construido con base en la información que existía en el entorno de los petroglifos sobre actividades realizadas en sus inmediaciones. Para ello se han realizado prospecciones arqueológicas y ambientales intensivas, sondeos y excavaciones extensivas en el entorno de estaciones importantes de arte rupestre. El objetivo del proyecto era, a partir de la información empírica y analítica generada, comprobar hipótesis funcionales, cronológicas, de existencia de santuarios prehistóricos y protohistóricos y de pervivencia temporal del arte rupestre desde la Edad del Bronce hasta la Edad del Hierro. La incorporación al proyecto de la historia antigua y medieval, la astronomía cultural y el estudio del folklores y toponimia tradicional, permitieron ofrecer un marco hipoté-
tico de inteligibilidad del fenómeno rupestre. El proyecto se enmarcó dentro de una red europea de investigación financiada por la UE que realizó conjuntamente estudios semejantes en otras zonas, particularmente Escandinavia, compartiendo hipótesis, metodologías y paradigmas historiográficos que crearon sinergias muy productivas. Se pretendía asimismo que los resultados de la investigación fuesen utilizados para definir criterios de protección, significación y revalorización de este patrimonio en el marco del proyecto de creación del Parque Arqueológico de Arte Rupestre promovido por la Xunta de Galicia en Campo Lameiro dentro del proyecto de creación de la Red Galega de Patrimonio Arqueolóxico.
CAPÍTULO 1.2 - EUROPEIDAD El contexto europeo del arte rupestre figurativo de la Prehistoria Reciente. Por Åsa Fredell Palabras clave: arte rupestre, petroglifos, cronología, Val Camonica, sur de Escandinavia. El arte rupestre está distribuido en diferentes partes y periodos de todo el globo. En la prehistoria reciente de Europa occidental se conocen importantes conjuntos de arte rupestre figurativo, particularmente en el sur de Escandinavia, la región alpina al norte de Italia y Galicia. Las sociedades prehistóricas de esas zonas poseyeron tradiciones similares de arte rupestre entre el Neolítico (especialmente en conexión con el origen de la metalurgia) y la Romanización. Esas sociedades, aunque distantes en el tiempo y el espacio, presentaban un modelo económico y una estructura social semejante, caracterizada por ser sociedades orales, jerarquizadas y basadas en el comercio. Los materiales arqueológicos de este periodo (entre el 3000 BC y el año 0) apuntan que estas sociedades no estaban aisladas, sino que formaban parte de un mundo amplio en el que metales, formas, ideas y expresiones materiales interaccionaban y contribuyeron al desarrollo de tradiciones culturales específicas en conexión. Al mismo tiempo, formas, figuras, patrones, símbolos y atributos semejantes fueron utilizados y reproducidos a través de esa amplia región para hacer visible en los objetos materiales las modas y tendencias de sus élites.
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Anexos
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CAPÍTULO 1.3 -TEMPORALIDAD
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El contexto temporal del arte rupestre de Galicia: historiografía de las propuestas cronológicas. Por Manuel Santos- Estévez Palabras clave: historiografía, cronología, Estilo Atlántico, Neolítico, Edad del Bronce, Edad del Hierro A partir de los años 80, tras la publicación de Los Petroglifos Gallegos (Peña y Vázquez 1979) y de Grabados Rupestres de la Provincia de Pontevedra (García y Peña 1981) se consolida, en Galicia y exclusivamente en este país, la idea de que el arte rupestre prehistórico del noroeste de Iberia es un fenómeno asociado a un único periodo cronológico comprendido entre otros dos relevantes fenómenos de la Prehistoria Reciente: se concibe el arte rupestre como posterior a la construcción de los megalitos y anterior a los castros. De este modo, los grabados rupestres debían ser encuadrados exclusivamente en la Edad del Bronce. Los paneles con armas grabadas adscribibles con claridad a la Edad del Bronce y la superposición de construcciones castreñas sobre combinaciones circulares documentadas en algunos castros de la Edad del Hierro, eran los indicadores cronológicos que permitían datar la totalidad de los petroglifos gallegos, incluyendo los restantes diseños que no representan armas ni combinaciones circulares. Antes de que arraigara esta hipótesis cronológica existió una larga tradición, que comienza en los años 20 y termina en los 60 del pasado siglo, en la que los petroglifos gallegos eran situados, por la mayor parte de los autores, entre el Neolítico o Neolítico Final y la Edad del Hierro incluyendo ambos periodos. Durante los años 70 y la década de los 80, el estudio de los grabados rupestres gallegos estuvo caracterizado por la gran influencia de las tesis de su investigador más prolífico en la investigación, Antonio de la Peña Santos. Este arqueólogo representa una clara ruptura con las hipótesis de los investigadores precedentes. Los trabajos anteriores a los años 70 enfocaron el análisis de los petroglifos gallegos desde su contexto europeo; de hecho tanto Sobrino Lorenzo-Ruza (1951) como Mac White (1951) empleaban el término petroglifos gallego-atlánticos, y no dudaron en estudiar conexiones, paralelismos y relaciones con los petroglifos del resto de Europa, mientras que Peña Santos pasó a utilizar el término Grupo Galaico. En el aspecto cronológico, hasta los trabajos de Peña los especialistas predominantemente atribuían una larga pervivencia al arte rupestre atlántico, que iría desde el Neolítico hasta la Edad del Hierro, de modo que los petroglifos compartían espacio cronológico con megalitos y castros. En mi opinión, las tesis anteriores a los años 70 fueron propiciadas por el análisis exhaustivo y complejo y, especialmente, por el conocimiento que los investigadores del arte rupestre tenían del resto de Europa. Las tesis de Peña Santos, tanto las publicadas en los 80, como la presentada en 1993 con Rey García, reflejan una desconexión de la arqueología gallega del momento con el contexto Europeo, por lo que las propuestas cronológicas de los 80 y 90 no sólo deben ser
valoradas como una excepción en la historia de la investigación sino también en el ámbito geográfico: mientras los grandes estilos de grabados rupestres de Escandinavia y los Alpes se desarrollaron entre el Neolítico y la Edad del Hierro (Fredell, capítulo 1.2 de este libro), en Galicia fueron reducidos en los años 80 a la Edad del Bronce y en los 90 a la transición entre el Neolítico y el Bronce Antiguo. Debemos examinar con mayor detalle como se pudo llegar a esta anomalía historiográfica en la cronología del arte rupestre gallego. A partir de 1976 se propone la hipótesis de que los dos motivos más representativos del Estilo Atlántico (combinaciones circulares y cuadrúpedos) son contemporáneos. De este modo empieza a asentarse la noción de que todo el arte rupestre atlántico pertenece a un único periodo y estímulo constructivo (Peña 1976). En Peña y Vázquez (1979) y en García y Peña (1981) se sitúan de forma genérica los petroglifos de este estilo en la Edad del Bronce, aunque todavía se contempla la posibilidad de que existan petroglifos en la Edad del Hierro al afirmar que los círculos dejan de grabarse en la fase de apogeo de la Cultura Castrexa; es decir, no se cierra la posibilidad de que existan petroglifos atlánticos en la fase inicial del Hierro, pero sí se afirma que los petroglifos serían posteriores al arte megalítico. De este modo se consolida la idea de que petroglifos gallegos y la Edad del Bronce están íntimamente relacionados. Pero debemos prestar atención al procedimiento que siguen los autores para enmarcar los petroglifos en la Edad del Bronce. Es cierto que existe una clara disimilitud entre el arte megalítico y los grabados al aire libre, pero esta evidencia podría utilizarse como un dato secundario de apoyo, pero nunca como un argumento definitivo para sostener que los petroglifos son posteriores; de hecho, en estos momentos ya se conocía el hallazgo de un petroglifo con combinaciones circulares usado en la construcción del corredor de un megalito (García 1975). Por otra parte se señala que los petroglifos son anteriores a la Edad del Hierro porque existen superposiciones y reutilizaciones en castros; este argumento sería válido para un tipo concreto de figura, las combinaciones circulares, pero no para todos los diseños. El razonamiento que siguen los autores de esta propuesta cronológica se aparta, sustancialmente, de los trabajos anteriores al considerar los petroglifos prehistóricos gallegos como un bloque monolítico lo que determina que, al desplazar una parte del fenómeno, se desplace el conjunto entero, por lo que al datar una parte, se data el todo. De este modo, al igual que los castros son el monumento representativo de la Edad del Hierro y los megalitos del Neolítico, los petroglifos gallegos pasaron a ser el monumento representativo de la Edad del Bronce. Esta idea se vio apoyada por la presencia de armas de la Edad del Bronce en las insculturas rupestres. Simultáneamente se relativizaba la importancia de la presencia de motivos que parecían contradecir esta hipótesis cronológica, como son las escenas de equitación, los laberintos, trisqueles, esvásticas y paletas que anteriores investigadores dataron en la Edad del Hierro.
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CAPÍTULO 2 - GEOGRAFIA DE ESTUDIO Definición de los ámbitos geográficos de estudio. Por Manuela Costa-Casais, Manuel Santos-Estévez, Yolanda Seoane-Veiga Palabras Clave: ámbitos geográficos, descripción de las zonas, Monte Paradela, Sistemas de Información Geográfica, localización de los petroglifos. En este capítulo se delimitan y describen las tres zonas geográficas a las que se refieren las investigaciones presentadas en este libro. Esta división responde a la gran cantidad de información arqueológica acumulada en una zona muy extensa cuyo centro es el área del Monte Paradela, en el municipio de Campo Lameiro, donde se ubica el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre. Los límites seleccionados para las diferentes zonas de estudio responden, por una parte, a divisiones naturales y se integran en uni-
dades de relieve de gran homogeneidad y, por otra, se corresponden con la distribución de elementos del registro arqueológico, especialmente del arte rupestre. Para definir con más racionalidad y coherencia los niveles de estudio, se han aplicado técnicas basadas en sistemas de información geográfica (GIS), a partir del análisis de flujos de drenaje y de las cuencas fluviales, a fin de perfilar con mejor detalle la comprensión y delimitación de estas zonas geográficas. Las zonas de estudio son las siguientes (Figura 2.1): Zona 1. Se corresponde con el monte Paradela, donde se ubica el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre de Campo Lameiro (Figura 2.3). La totalidad de las disciplinas implicadas en este proyecto han realizado su trabajo en este ámbito geográfico y por lo tanto el grueso de los resultados corresponde a esta zona. Desde el punto de vista arqueológico se observa que los petroglifos se distribuyen en la cuenca definida por el valle medio del Río Lérez formando concentraciones sobre determinadas unidades fisiográficas. Una de esas concentraciones, que denominamos estaciones, se ubica en el monte Paradela. Una vez abandonada esta unidad fisiográfica, y hasta llegar a la siguiente unidad y estación, el arte rupestre desaparece o se manifiesta ocasionalmente en rocas aisladas. Zona 2. Ocupa el valle medio del río Lérez. (Figura 2.4). Este nivel geográfico comprende los concellos de Campo Lameiro y la mitad norte de Cotobade. Es la zona de mayor concentración de petroglifos del noroeste peninsular. Actualmente se han catalogado un total de 376 rocas grabadas. A esta escala de mayor detalle se detecta, nuevamente, una distribución irregular de los grabados rupestres, pues se concentran en estaciones separadas por espacios vacíos o en los que sólo existe un reducido número de rocas con grabados aisladas. Zona 3. Es el ámbito geográfico más amplio; sus límites norte y sur están delimitados por dos ríos: el río Ulla es el límite norte y por el sur el límite se encuentra en la divisoria que separa el río Verdugo y el Oitavén (Figura 2.2). Hacia el oeste, esta zona queda flanqueada por la Depresión Meridiana, unidad geomorfológica que bordea todo el sector y que se extiende por tierras de Padrón, Pontecesures, Caldas de Reis, Portas, Barro, Meis, Poio y Vilaboa. A escala de Galicia, esta zona corresponde con los valles y pequeñas sierras prelitorales, situados entre los espacios costeros dominados por la influencia de las Rías Bajas y los terrenos de las montañas interiores de la provincia de Pontevedra, de relieve más abrupto y mayores cotas. La Zona 3 corresponde con el ámbito geográfico en el que se encuentran la gran mayoría de las representaciones de cérvidos.
CAPÍTULO 3 - METODOLOGÍA Metodología de análisis. Por Manuela Costa-Casais, Xabier Pontevedra-Pombal, Cruz Ferro-Vázquez, Joeri Kaal, Antonio Martínez-Cortizas, José Antonio López Sáez, Lourdes
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A partir de 1993 cuando Peña Santos y Rey García (1993), replantean la ubicación cronológica del arte rupestre prehistórico. Estos trabajos siguen fieles a la concepción de Peña Santos al considerar los petroglifos gallegos como un todo unitario. Por ello, al revisar la cronología de algunos motivos proponen un marco temporal todavía más reducido. Esta nueva propuesta cronológica se basa en la datación de las armas y en la de las posibles representaciones de idoliformes. Peña y Rey sostienen que ambos tipos de objetos pertenecen al Calcolítico y Bronce Inicial y que, por lo tanto, todos los petroglifos prehistóricos han de pertenecer al mismo periodo. A pesar del valor intrínseco de esta investigación, debemos reconocer que con esta propuesta el arte rupestre atlántico quedaba enmarcado en un marco cronológico peculiar y totalmente desconectado del contexto Europeo. En esa propuesta, la cronología del arte rupestre gallego coincidiría con la de los petroglifos británicos pero, si bien es cierto que ambos grupos tienen en común buena parte de los diseños geométricos, los diseños figurativos están casi ausentes en las Islas Británicas. Precisamente la mayor parte de los motivos figurativos conectan el arte rupestre gallego con las otras tradiciones europeas de arte rupestre y, al mismo tiempo, nos permiten pensar en una mayor pervivencia de este fenómeno en el noroeste peninsular que en el archipiélago británico. Como veremos más adelante (Santos, capítulo 10 de este libro), la ausencia de diseños figurativos en Gran Bretaña pudo ser debido a que en esta región los petroglifos se dejaron de grabar con anterioridad, mientras que en Galicia, al igual que Valcamonica y el sur de Escandinavia, con el transcurrir de un tiempo mayor se incorporaron otros diseños. En todo caso, una consecuencia no menor de esta revisión historiográfica, y que también se mantiene a partir de otras aportaciones realizadas en este volumen, es recuperar y revalorizar la denominación arte rupestre de estilo atlántico para designar al fenómeno de los petroglifos prehistóricos de Galicia.
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López Merino, Pilar López García, Juan Antonio Belmonte y A. César González-García
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Palabras clave: metodología interdisciplinar, edafología, palitnología, arqueoastronomía, muestras del suelo. En este capítulo se resume la metodología utilizada en este proyecto por las disciplinas y aproximaciones basadas en Ciencias de la Tierra y Arqueoastronomía. Se centra sólo en aquellas disciplinas que no son de uso frecuente en la práctica arqueológica; la orientación arqueológica de esta serie hace innecesario extenderse en cambio en las metodologías arqueológicas o, cuando es necesario, ello se hace en capítulos y secciones específicas. El capítulo se estructura en cuatro partes. La primera trata las metodologías aplicadas al estudio geomorfológico del área; la segunda al análisis de suelos y sedimentos, concentrándose en los trabajos preliminares, estrategias de muestreo, tratamiento previo de las muestras y técnicas analíticas) la tercera considera la caracterización palinológica, incluyendo muestreo, tratamiento químico de las muestras, identificación del polen, elaboración de diagramas y zonación polínica e interpretación de resultados; la cuarta parte se dedica a la metodología y fundamentación de las observaciones arqueoastronómicas. Cada parte define, de una forma sintética, las metodologías de investigación y los útiles básicos aplicables a la escala de tiempo y espacio de cada estudio concreto; se completa con la presentación de bibliografía básica. El objetivo de este capítulo es suministrar una visión integrada de la aproximación metodológica mientras, en cambio, los capítulos específicos están orientados a la presentación y discusión de los resultados.
CAPÍTULO 4 - GEOMORFOLOGÍA Dinámica geomorfológica del área de estudio y su relevancia en la transformación del paisaje. Por Manuela CostaCasais y Antonio Martínez-Cortizas Palabras clave: Geoarqueología, formas graníticas; archivos paleoambientales, Pleistoceno tardío; Holoceno Este capítulo se centra en el rol desempeñado por la evolución de las formas del terreno como un factor clave dentro del análisis geoarqueológico. Su objetivo es definir las unidades de relieve, estableciendo su localización y proceso de formación, así como determinar la influencia y control de las estructuras de relieve sobre la formación, distribución y genésis de los suelos y sedimentos del área de estudio. Esta aproximación es de capital importancia en este proyecto y área debido a la escasez de restos arqueológicos diferentes al arte rupestre. Los suelos y sedimentos son los únicos archivos existentes que registran las transformaciones del paisaje relacionadas con los procesos culturales. En el área de Campo Lameiro, las facies sedimentarias más antiguas se remontan al Pleistoceno final y a los inicios del Holoceno. Desde mediados del Holoceno y en adelante los procesos dominantes son la ero-
sión y la sedimentación que actúan en áreas con elevada o baja energía potencial, respectivamente, lo que ha provocado una intensa redistribución del recurso “suelo” a lo largo del tiempo. En este contexto, se entiende área como aquel espacio que se distingue por ciertos caracteres geográficos y en el que se produce un determinado fenómeno. Durante la Edad del Bronce, cuando supuestamente se habrían grabado la mayor parte de los paneles de arte rupestre, estos procesos se intensifican y facilitan la aparición y exposición de las superficies de las rocas. La dinámica ambiental en la zona sigue un patrón que ya ha sido descrito para otras áreas del NW ibérico y, por lo tanto, es coherente con la evolución regional. Los resultados alcanzados demuestran la utilidad de los análisis paleoambientales para construir un esquema de comprensión del fenómeno del arte rupestre gallego. Una interpretación adecuada de la evolución del paisaje y, particularmente, del paisaje cultural reciente, precisa integrar los registros culturales y ambientales para obtener una perspectiva más profunda y rigurosa de las eco-dinámicas humanas, que aquella que se generaría a partir de la consideración aislada de las variables ambientales.
CAPÍTULO 5 - PROSPECCIÓN ARQUEOLÓGICA La prospección arqueológica de petroglifos: metodología y resultados. Por Yolanda Seoane-Veiga. Palabras clave: arte rupestre, documentación, metodología, prospección arqueológica. Se presentan los resultados de una serie de campañas de prospección arqueológica llevadas a cabo entre los años 2003 y 2006, dentro del proyecto de documentación arqueológica del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre en Campo Lameiro, por medio de las cuales se encontraron casi un centenar de nuevos petroglifos. Antes del comienzo de estos trabajos, en el Valle medio del Río Lérez (Zona 2) se conocían 248 rocas con grabados rupestres, catalogadas en 137 petroglifos (entendemos por petroglifo una entidad de registro arqueológico que puede estar formado por una o varias rocas grabadas). Las prospecciones se centraron en la Zona 1 y la Zona 2. Aunque la estrategia de trabajo se focalizó en la localización de grabados rupestres, la metodología y planteamiento de las prospecciones se adaptó para localizar cualquier tipo de elemento arqueológico. Se pretendía completar la catalogación de yacimientos de la zona, obtener información real acerca del número de petroglifos que puede albergar la comarca, estudiar su distribución y conocer los límites del territorio caracterizado por la presencia de arte rupestre. La finalidad última de estos trabajos era elaborar un mapa de distribución con base GIS a través del que se pudiera valorar la densidad y distribución de los petroglifos y de otras entidades arqueológicas en el área de estudio.
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>> Resúmenes de capítulos
Lagoa, Monte Paradela, con la excepción de la parroquia de Fragas, donde el número de grabados creció de forma sensible. Las zonas donde la densidad de grabados era más alta fueron aquellas en las que aparecieron más grabados nuevos. Del mismo modo, aquellas áreas donde se desconocía la presencia de petroglifos o bien éstos eran poco numerosos, fueron también los lugares donde menos hallazgos se produjeron, con la salvedad de la citada parroquia de Fragas. Las cifras totales para la Zona 2 son de 376 rocas clasificadas en 245 petroglifos que podemos agrupar en 7 estaciones principales (Figura 10.5). Sin embargo aún quedan muchas áreas sin revisar, que se corresponden sobre todo con sitios de monte y a media ladera que en la actualidad están cubiertos por una densa vegetación, lo que dificulta su inspección y hace posible que el número de grabados y otros yacimientos pueda incrementarse. No obstante, creemos que el patrón general de la distribución está bien asentado y que no modificará sustancialmente en el futuro.
CAPÍTULO 6 - REPRODUCCIÓN DE LOS GRABADOS La reproducción de los grabados de la técnica a la interpretación- Por Yolanda Seoane-Veiga. Palabras clave: arte rupestre, reproducción, metodología, calco sobre plástico. Cualquier reproducción es una forma de codificar la información puesto que la sistematiza y hace accesible. En el caso concreto del arte rupestre, constituye la base de la mayor parte de sus estudios y uno de los principales soportes de la investigación del fenómeno. La reproducción de los grabados comenzó a principios del siglo XX en Galicia con simples dibujos y fotografías que han ido progresando hacia la alta metodología tecnológica que hoy tiene su máximo exponente en el escáner 3D y la fotogrametría. La utilización de estas técnicas avanzadas es un paso lógico en la evolución de los procesos de representación, aunque su uso es todavía restringido. En nuestro caso, para reproducir los petroglifos recurrimos a una técnica conocida, accesible y muy rentable en términos de calidad, fiabilidad y esfuerzo: el calco sobre plástico. Aunque este método se utiliza y acepta internacionalmente, debemos admitir sus limitaciones; la principal de ellas es que implica un alto grado de acción subjetiva debido al número importante de decisiones que el especialista tiene que tomar mientras lo realiza. Este filtro subjetivo hace que debamos extremar el rigor en el uso del calco sobre plástico especificando un protocolo que tienda a crear un resultado lo más parecido al original. Es decir, se trata de utilizar de forma fundamentada y organizada las técnicas tradicionales de lectura y reproducción conocidas desde hace tiempo por los especialistas en arte rupestre, pero que no habían sido aplicadas de forma sistemática en Galicia. En este sentido los calcos sobre plástico en Campo Lameiro se han realizado con el fin de definir y ensayar un protocolo que per-
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Cada nuevo petroglifo fue registrado en fichas que, una vez en gabinete, se volcaron a una base de datos y que posteriormente se entregaron a la administración del Patrimonio Arqueológico de Galicia (Servicio de Arqueoloxía de la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural) cumplimentadas según las especificaciones requeridas, con el fin de completar el inventario oficial de esta zona. Cada uno de los nuevos petroglifos se documentó mediante fotografía, al mismo tiempo que fueron georeferenciados con coordenadas UTM mediante un GPS de alta precisión. En tres campañas se prospectaron aproximadamente 500 hectáreas y se localizaron alrededor de 100 nuevos petroglifos con un total de 137 rocas grabadas, con lo cual se consiguió incrementar significativamente las cifras iniciales. Al margen de los petroglifos, el único indicio arqueológico hallado fue un pequeño conjunto formado por tres cerámicas de cronología indeterminada. En la Zona 1 se han revisado 39 ha, dentro de las cuales aparecieron 19 nuevos petroglifos que contienen un total de 29 rocas, que se añaden a los 16 petroglifos con 47 rocas catalogados anteriormente. Por tanto, en la actualidad tenemos 76 rocas con grabados y 35 yacimientos de arte rupestre para la Zona 1. Los nuevos petroglifos se localizaron en las zonas de Monte Paradela, Chan da Isca, Os Cogoludos, Fonte da Pena Furada, A Lúa y A Forneiriña. La Zona 2, debido a su gran amplitud, se dividió en 11 sectores de prospección repartidos por la totalidad del concello de Campo Lameiro y parcialmente por Moraña, Cotobade e Cerdedo (Figura 5.4). En total en la Zona 2 se prospectaron 496 ha y se localizaron 104 rocas en el término municipal de Campo Lameiro y en la parroquia de San Xurxo de San Xurxo de Sacos (ayuntamiento de Cotobade). Estas 104 rocas fueron agrupadas en 84 petroglifos. Dentro de los hallazgos llevados a cabo en el sector 2 (entre las parroquias de San Miguel de O Campo y Santa Mariña de Fragas) fue localizado un conjunto de 14 petroglifos, entre los que destaca el panel de A Bustarenga 3, con una decena de ciervos, combinaciones circulares y un cuadrúpedo portando sobre el lomo unos círculos concéntricos con apéndice. En el Sector 5 (NW de Campo Lameiro), se localizaron 7 petroglifos inéditos, destaca el de Coto de Rañadoiro por su complejidad, pues presenta un conjunto de herraduras, algún reticulado y nueve cuadrúpedos, el mayor de los cuales está en gran parte enterrado. Así mismo en la zona de Chan da Lagoa, se encontró una roca (Chan da Lagoa 13) con dos ciervos de gran tamaño y otra con una escena de equitación (A Trincheira 19). Tras estos trabajos de prospección podemos concluir que la densidad de arte rupestre de la zona 2 es significativa puesto que hay 1 roca grabada por cada 4,5 ha, aún así es menor que la de la zona 1 donde encontramos casi dos rocas por hectárea. A pesar de la aparición de un numeroso conjunto de nuevos petroglifos, no cambia la tendencia distributiva general conocida previamente, ya que las áreas con alta densidad de arte rupestre siguen siendo las mismas: As Canles, Fentáns, A Trincheira, Chan da
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mita ordenar y controlar las fases de ejecución del calco y aportar un estándar para la presentación de los mismos. Fue especialmente fructífero incorporar a un equipo sueco, especializado en el uso de esta técnica en contextos escandinavos pero que, inicialmente, carecía de experiencia previa en petroglifos gallegos; la interacción entre especialistas gallegos utilizando una técnica que no había sido implementada con anterioridad de forma sistemática, y especialistas escandinavos aplicándola a contextos para ellos inéditos, propició un proceso de experimentación y aprendizaje que, a través de procesos dialogales, contribuyó no sólo a perfeccionar la técnica sino también a reducir la subjetividad comentada más arriba. Dentro del protocolo para la realización de los calcos se incluyó la necesidad de observar los grabados bajo diferentes condiciones climatológicas y lumínicas. Una vez reconocidas todas las figuras en el panel que se iba a calcar, procedimos al pintado de la superficie grabada buscando la pintura menos dañina para los grabados: condiciones de permeabilidad y reversibilidad altas, nula agresividad en la roca, y contraste óptimo con el resto de la roca. El uso de pigmentos naturales evidenció que no suponen agresión alguna para la roca o grabados, al ser sus componentes totalmente vegetales y/o minerales, por ello recomendamos su uso para este tipo de trabajos. Finalmente se procedió al calcado de los grabados sobre un plástico PVC transparente colocado en contacto directo con la superficie del petroglifo. En gabinete y como paso final, se escanearon los plásticos mediante un Scanner A0. y se pasaron al programas de tratamiento de imágenes Photoshop donde se procesaron para obtener el dibujo final. Se realizaron 49 calcos sobre plástico en 33 petroglifos (como ya se ha dicho, un petroglifo puede estar conformado por más de una roca), seleccionados según criterios de interés arqueológico, localización y estado de conservación. En la Zona 1 se realizaron dieciocho calcos correspondientes a los petroglifos de nuevo hallazgo. Para las rocas ya catalogadas contábamos con calcos del año 1997, realizados en el marco de uno de los primeros trabajos desarrollados dentro del área del futuro Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre. En el 2006 se prospectó la zona septentrional exterior a los límites físicos del parque, en el mismo monte Paradela. En esta zona fueron localizadas un total de once nuevas rocas cuyos calcos se realizaron. En la Zona 2 se documentaron los petroglifos de mayor complejidad, de mayor valor por lo tanto con vistas a su puesta en valor y se dio prioridad a los más deteriorados, como el conjunto de Chan da Lagoa. Los calcos realizados en la Zona 2 se centraron en relecturas de aquellos petroglifos que serán incluidos en las rutas del Parque. Estos grabados tenían calcos antiguos, obra de distintos autores. Estos calcos fueron de utilidad para comprobar las posibilidades de nuestro protocolo a la hora de representar los grabados. Aunque, las diferencias entre ambos calcos no fueron demasiado significativas, sí se evidenció la aparición de surcos nuevos que en algunos casos conforma-
ban motivos no reflejados en anteriores reproducciones y en otros contribuyen a una mejor definición de la figura. También sirvieron para establecer la alteración sufrida por el panel en el periodo que media entre el calco antiguo y el realizado por nosotros. En este sentido se debe enfatizar la importancia de reflejar en los calcos no sólo los grabados en sí, sino también los daños más evidentes que han experimentado. Esto permite que los calcos puedan servir como mapas de alteraciones que revelen el estado de los grabados en un determinado periodo de tiempo. Además de estas relecturas, se reprodujeron en la zona de Chan da Lagoa tres petroglifos ya catalogados pero que no disponían de calco y de dos de nuevo hallazgo. Se eligieron estas rocas porque su estado de conservación hacía necesario documentar sus alteraciones para poder intervenir sobre ellas. Una importante conclusión de estos ensayos es que, para avanzar en la reproducción del arte rupestre, se debe alcanzar un sistema de registro estandarizado que palie la acusada heterogeneidad existente en las reproducciones actuales. Por esta razón hemos propuesto una alternativa para hacer un registro lo más completo posible mediante el calco sobre plástico basándonos en un trabajo sistemático y controlado con el fin de generar un documento básico en el que queden reflejadas de una forma precisa el conjunto de características de un grabado.
CAPÍTULO 7 - EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA CAPÍTULO 7.1. - Excavaciones arqueológicas en el entorno de los petroglifos. Por Manuel Santos-Estévez Palabras clave: excavaciones, Os Carballos, dataciones, sondeos mecánicos, Edad del Hierro Se presentan los resultados de las excavaciones y sondeos arqueológicos llevados a cabo en la Zona 1 (cinco sondeos y dos excavaciones). Anticipamos que sólo dieron resultados positivos las excavaciones realizadas en Pena Furada y Laxe dos Carballos. La ausencia de resultados en las restantes intervenciones se debe a la erosión sufrida por el entorno inmediato de los petroglifos, unida a la escasa potencia de suelo en su borde, constituyendo por lo tanto una evidencia negativa que es en sí un dato y que, como tal, fue analizado por otras aproximaciones (particularmente los estudios geoarqueológicos y paleoambientales de este proyecto). Además suelen ser muy escasos los materiales encontrados en excavaciones en el entorno de los grabados rupestres. En el caso de Pedra Furada, la presencia de afloramientos rocosos en torno a la zona excavada, posibilitó la conservación de los sedimentos. La ubicación de Laxe dos Carballos facilitó la acumulación de depósitos, por lo que los materiales arqueológicos fueron sepultados paulatinamente hasta cubrir la casi totalidad del panel grabado. En el Outeiro da Pena Furada se documentó un depósito formado por numerosas piedras colocadas intencio-
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coincide con el límite inferior de distribución de los grabados del petroglifo; sobre este conjunto estratigráfico descansaba una estructura de combustión que resultó ser un depósito invasivo no relacionable con la unidad estratigráfica; también se registró una lasca en cuarzo y un fragmento de arcilla y un pequeño canal de origen antrópico abierto en el suelo de la unidad estratigráfica. (3) Bajo este depósito no fueron encontrados más niveles antrópicos o fértiles hasta llegar al sustrato. Según los resultados del C14, el nivel arqueológicamente fértil se situaba en torno al primer milenio a.C. siendo los resultados totalmente coherentes con la estratigrafía. Las muestras tomadas en los depósitos fértiles fueron enviadas al laboratorio de Uppsala (Suecia) y al Instituto Rocasolano (CSIC). Según la excavación, parece existir un único momento de uso del entorno inmediato del petroglifo que podría estar relacionado con la presencia de grabados en el mismo. Este momento de uso está representado, en el registro arqueológico, por un depósito de espesor cronológico que iría desde el siglo VIII al IV a.C. (Figura 7.1.13). Este conjunto de unidades estratigráficas se presenta de forma contigua, es decir, las capas con evidencias materiales antrópicas se sitúan unas sobre otras sin solución de continuidad en la zona situada frente al panel y coincidiendo con el límite inferior de la distribución de los grabados. Hay que tener en cuenta que el petroglifo de Laxe dos Carballos está completamente cubierto de insculturas, lo que quiere decir que sus autores usaron toda la superficie pétrea no cubierta en un momento cronológico que podría coincidir con el único nivel antrópico de la excavación, ya que bajo éste los grabados desaparecen al igual que las evidencias de cultura material. Además de las excavaciones realizadas en torno a los petroglifos, se han abierto con medios mecánicos una serie de zanjas cuya disposición y trazado se describen en el capítulo 16. Uno de los objetivos de la apertura de estas zanjas era localizar y documentar entidades arqueológicas que pudieran estar relacionadas o no con el arte rupestre. Por esta razón se revisaron en su integridad todas las zanjas abiertas en la Zona 1, haciendo además una regularización de sus perfiles y una caracterización estratigráfica de los mismos. El trazado y disposición de las zanjas abiertas en la Zona 1 derivaron de criterios tanto arqueológicos como paleoecológicos (ver capítulos 16 y 17). Desde el punto de vista arqueológico se ubicaron algunas zanjas en aquellas zonas que, por sus características fisiográficas, pudieran albergar material arqueológico. Se plantearon con la intención, en particular, de localizar en algún área del Parque trazas de asentamientos relacionados con la presencia de los petroglifos. Su resultado fue, sin embargo, negativo, ya que en general la aparición de restos de cultura material en estas zanjas fue escasa o poco significativa, lo cual puede ser interpretado como indicador de la inexistencia de asentamientos en la zona durante la Prehistoria, o bien muestra de que los restos de este tipo de asentamientos son débiles y difíciles de detectar.
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nalmente, este depósito colmataba casi toda la extensión del sondeo situado a la entrada del abrigo. También se localizó cerca de la entrada del abrigo una veintena de pequeñas losas formando un empedrado. Esta estructura se sitúa en una zona especialmente protegida, ya que, a pesar de su posición próxima a la entrada de la concavidad, no es una zona de paso, por el contrario en las zonas más frecuentadas por los visitantes el empedrado desaparece. Una vez descubiertas todas las piedras que cubrían el sondeo, se procedió a su levantamiento (excepto las del empedrado). Bajo el depósito de piedras, se localizó una unidad estratigráfica formada por tierra marrón oscura y bajo ésta otro depósito de tierra, carbones y cenizas que se asentaba sobre la roca base. En contacto con este depósito se encontraron abundantes fragmentos de granito quebrados por termoclastia; los fragmentos graníticos se entremezclaban con ceniza y penetraba en el perfil oriental de la excavación, por lo que se supone que su mayor parte no ha sido tocado por la intervención. Aparecieron dos cantos rodados de tamaño, color y formas semejantes en el depósito de cenizas y carbones presentando una cara oscurecida por acción del fuego. La excavación del petroglifo de Laxe dos Carballos fue realizada entre 2003 y 2004. En ella, una vez obtenida una lectura de la estratigrafía local y del proceso de cubrimiento del petroglifo, se procedió a la excavación de todo el entorno inmediato del petroglifo (10 x 10 m), que comprendía la totalidad de la superficie grabada y se extendía varios metros en torno al petroglifo. Se describen a continuación los resultados en cada uno de sus sectores: Sector este. Destacan tres depósitos. (1) El primero corresponde a un antiguo camino en uso posiblemente hasta tiempos recientes, se identifica mediante un estrato longitudinal de 1,5 metros de ancho y con una compactación muy alta. (2) El segundo es una superficie de quema que ocupaba toda la unidad y se corresponde con un nivel de incendio del siglo IV d.C. que se corresponde con la datación PRD-II-18 del 300-320 cal. AD). (3) El único nivel que podría guardar relación con el panel se caracterizaba por una mayor compactación y arenosidad que los restantes. En este depósito se documentó un agujero de poste, un fragmento de arcilla alóctona, un percutor y varias lascas en cuarzo. Bajo este depósito se suceden numerosas capas de tierra de alrededor de 10 cm de grosor, sin material arqueológico hasta llegar al sustrato, sobre el cual se registró un depósito con numerosos fragmentos de granito, cuarzo y un canto rodado. Sector sudeste. Se sitúa al pie del petroglifo y en realidad es la continuidad del sector anterior. Se han identificado nuevamente tres conjuntos estratigráficos. (1) El primero se corresponde con un momento reciente en el que fue registrado la posible tajea de un camino, probablemente coetáneo al encontrado en el sector Este; asimismo fue documentado el depósito generado por un incendio en el siglo IV d.C. (2) El segundo es un depósito posiblemente relacionado con un momento de uso del petroglifo, ya que
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Anexos
CAPÍTULO 7.2 - Excavación de un posible yacimiento
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relacionado con los petroglifos en la zona de Chan das Pozas. Campaña de 2005. Por Andrés Bonilla Rodríguez y Mario César Vila
centrada en la descripción de las estructuras localizadas (capítulo 7.3.1) y en la presentación de los análisis antracológicos realizados y de las dataciones radiocarbónicas (capítulo 7.3.2).
Palabras clave: Neolítico, Edad del Bronce, asentamiento, estructuras arqueológicas.
Capítulo 7.3.1 - Estratigrafía y estructuras arqueológicas. Por Fidel Méndez
En el año 2005 se realizó una excavación arqueológica en la zona en la que se iba a iniciar la construcción del Centro de Interpretación e Documentación da Arte Rupestre, una zona designada tradicionalmente con el topónimo de Chan das Pozas. Estos trabajos documentaron los restos de un posible hábitat prehistórico cuyas dimensiones totales no pudieron ser determinadas debido al carácter limitado de la intervención (Figura 8.10.). Sorprende la enorme escasez de materiales, ya que únicamente se localizaron cinco pequeños fragmentos de cerámica lisa y tres líticos. Esta pobreza, al lado del tipo de estructuras localizadas, parece indicar que la ocupación del asentamiento se produciría durante periodos no muy prolongados. En un sector de la excavación se registró la presencia de un pavimento sobre el que se construyeron varios fondos de cabañas circulares y en el que fueron excavadas tres fosas ovales. El análisis radiocarbónico del sedimento de dos agujeros de poste de esta zona permite datar el conjunto a inicios del III milenio a.C. Una muestra dio como resultado Ua-34562 (M-11) 3022-2871 cal BC (4295±40 BP, 48214972 cal BP 2σ) y la otra Ua-34564 (M-75) 2942-2859 cal BC (4270±40BP, 4809-4892 cal BP 2σ). La disposición de los numerosos agujeros de poste localizados, que no trazan plantas bien definidas, sugiere como hipótesis de trabajo la reocupación de esta zona del posible hábitat en diferentes ocasiones, hecho que puede interpre- tarse como resultado de un uso estacional. Asimismo, el análisis de una fosa cubierta por el pavimento mencionado ha ofrecido una cronología anterior a las cabañas (principios del IV milenio), documentando la existencia de una fase más antigua del hábitat. Los datos precisos de esta datación son: Ua-34563 (M-34-1) 41813988 cal BC (5275±40BP, 5938-6131 cal BP 2σ).
Palabras clave: Neolítico, Edad del Bronce, asentamiento, estructuras arqueológicas.
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CAPÍTULO 7.3. Excavación del yacimiento de Chan das Pozas, Campaña de 2008 En el año 2008, con motivo de la preparación de los terrenos para el aparcamiento del Centro de Interpretación e Documentación da Arte Rupestre, situado al inicio del Parque Arqueolóxico, se pudo hacer otro control arqueológico, a unos 150 m de la excavación descrita en el capítulo 7.2. Esto permitió ampliar la excavación de este conjunto prehistórico. La excavación, realizada por Fidel Méndez, permitió localizar restos muy claros de estructuras arqueológicas, acompañadas de muy escaso material, y que pudieron ser datadas. En esta sección se recoge una síntesis de la documentación de esta intervención,
Esta intervención arqueológica puso al descubierto un total de 42 depósitos excavados en el horizonte mineral del suelo granítico. Entre ellas destacan claramente tres fondos de cabaña, cuatro fosas de diferentes dimensiones y varios agujeros de poste. Todas estas estructuras se enmarcan cronoculturalmente en la prehistoria reciente del NW Peninsular. Los posibles fondos de cabaña tienen una morfología muy característica y regular; están conformadas por una gran fosa excavada en el subsuelo, de proporciones semejantes en los tres casos, cuya mitad meridional (aproximadamente) se rellena con un depósito mineral de coloración clara (amarillenta) procedente del horizonte C del suelo in situ, y la otra mitad (septentrional) con suelo orgánico de color oscuro. Además se han identificado diversas bioturbaciones, y un elevado número de estructuras aparentemente artificiales pero de funcionalidad no obvia. Capítulo 7.3.2 - Análisis arqueobotánico del yacimiento de Chan das Pozas, Campaña 2008. Por María Martín Seijo Palabras clave: Arqueobotánica, Antracología. Se considera el análisis arqueobotánico de las muestras recuperadas en la excavación, realizada por Fidel Méndez en 2008, del yacimiento de Chan das Pozas, en el sector correspondiente a la zona en la que se construyó el aparcamiento del Centro de Interpretación e Documentación da Arte Rupestre. Las muestras proceden de dos estructuras tipo “fondo de cabaña”, excavadas en el horizonte de roca madre alterada. El análisis aporta información sobre el consumo de recursos leñosos durante la ocupación del sitio. La obtención de tres dataciones radiocarbónicas de las muestras, permite obtener información cronológica de la formación de los depósitos y permite establecer hipótesis sobre el proceso de formación de los conjuntos arqueobotánicos. La determinación de numerosos esclerocios de Cenococcum sp. en varias de las muestras nos plantea las posibilidades del estudio de este tipo de restos botánicos para obtener información sobre los procesos deposicionales y postdeposicionales de los conjuntos arqueobotánicos.
CAPÍTULO 8 - POBLAMIENTO Tedencias generales en la distribución de yacimientos prehistóricos y protohistóricos. Por Felipe Criado-Boado Palabras clave: poblamiento, distribución de yacimientos, prehistoria reciente, protohistoria, época romana, Edad Media.
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CAPÍTULO 9 - CERAMOLOGÍA Cerámica de la prehistoria reciente en el Valle Medio del río Lérez. Por M. Pilar Prieto-Martínez Palabras clave: cerámica, campaniforme, inciso-metopada, Neolítico, Edad del Bronce, primera Edad del Hierro, Campo Lameiro. En este capítulo se presenta una síntesis de la cerámica prehistórica de siete yacimientos situados en las Zonas 1 y 2: Penalba, As Cerdeiras y Saídos das Rozas, Trambosríos y Chaián, Val da Porca y Anllada (figuras 9.1 y 9.2). Todos han sido descubiertos durante los trabajos de seguimiento arqueológico del Oleoducto Coruña-Vigo excepto el de Anllada, que fue encontrado durante el seguimiento de las obras de una concentración parcelaria. Se valora la adscripción cultural de dichos conjuntos y se plantean algunas interpretaciones en relación con el entorno del arte rupestre. En un nivel formal cabe destacar que la cerámica de los yacimientos analizados responde a patrones estilísticos de la prehistoria reciente de Galicia que ya han sido definidos con anterioridad (Prieto 2005a y 2005b) (figuras 9.3 y 9.4). La cerámica neolítica presenta una cierta homogeneidad, ya que no hay diferencias entre la cerámica lisa y la decorada en sus aspectos morfológicos y técnicos, sino que la diferencia formal dentro de los conjuntos cerámicos se establece sólo en la fase de decoración. Esta homogeneidad presenta muchos problemas a la hora de asignar una cronología relativa a los conjuntos de materiales, especialmente cuando sólo presentan cerámica lisa y no muestran un ‘indicador tipológico’ claro. En la Edad del Bronce se observa una separación formal muy clara entre la cerámica campaniforme y la cerámica lisa, un rasgo que se mantiene a lo largo de todo el proceso de manufacturación. El problema para asignar una cronología a esta cerámica es la larga perduración de la cerámica campaniforme y la inexistencia de una vinculación clara entre cronología y variantes estilísticas cerámicas. A pesar del escaso número de piezas por sitio, creemos que la actividad de aquellas comunidades prehistóricas pudo ser relativamente intensiva en la zona porque la media de piezas por yacimiento encontradas en superficie es relativamente elevada. En conjunto, la cerámica de los yacimientos prehistóricos que conocemos se ubica en cuatro momentos principales.
Neolítico Medio. El conjunto de cerámicas lisas del yacimiento de Val da Porca podría corresponderse con este periodo. Hay dos dataciones que se incluirían en esta fase: una procedente del Túmulo 1 de Saídos das Rozas (GAK11189: 4314-3660 cal BC (5150±140, 6264-5610 cal BP 2σ) y otra del yacimiento excavado en el Centro de Interpretación e Documentación da Arte Rupestre dentro de la Zona 1. En esta fase, entre 4260-4040 cal BC (5350±50, 6210-5990 cal BP 2σ Ua-22558), en Laxe dos Carballos se detectaron procesos erosivos posiblemente inducidos por la actividad humana en el entorno. Neolítico Final. A esta fase se puede adscribir un fragmento liso del yacimiento de Saídos das Rozas documentado en el interior de una fosa datada entre 2900-2690 cal BC (4850-4640 cal BP 2σ) esta actividad podría estar relacionada con la reutilización del Túmulo 1, antes mencionado, en el que se ha documentado cerámica peinada. También en esta fase se incluye una buena parte del material del sitio de Anllada, con cerámicas lisas y decoradas tipo Penha y las dos dataciones procedentes del yacimiento excavado en el Centro de Interpretación e Documentación da Arte Rupestre dentro de la Zona 1. No hay dataciones para esta fase en Os Carballos. Bronce Inicial. La mayor parte de los yacimientos de la zona se vinculan a este momento: la cerámica de Penalba, As Cerdeiras, Trambosríos y Chaián, la mayor parte de los materiales de Saídos das Rozas, y algunos de Anllada. En Laxe dos Carballos se documentó un depósito datado entre el 2140-1880 cal BC (3640±40BP, 4090-3830 cal BP 2σ, Ua-22552), y aunque no hay actividad humana vinculada al mismo, esta datación es coherente con el material de los yacimientos citados. Por lo tanto, disponemos de un número relativamente importante de yacimientos en la zona del valle medio del Lérez entre finales del III y principios del II milenios BC. El yacimiento de Saídos das Rozas se correspondería con un área de actividad ceremonial relacionada con el entorno funerario próximo, mientras que los restantes podrían asociarse a contextos domésticos. Bronce Final y Primera Edad del Hierro. No se han documentado materiales claramente del Bronce Final en la zona y las dataciones documentadas en el petroglifo de Laxe dos Carballos no verifican de ningún modo la presencia de una ocupación intensa ni, con menor razón, de un asentamiento doméstico. Para la Primera Edad del Hierro hay varias dataciones que, sin embargo, no están asociadas a restos cerámicos, aunque sí de otro tipo (líticos y estructuras); sólo se ha documentado un fragmento de cerámica lisa extremadamente rodado asociado a la datación encuadrada entre los siglos VI y IV BC.
CAPÍTULO 10 - GEOGRAFÍA DEL ARTE RUPESTRE Análisis de distribución del arte rupestre de estilo atlántico. Por Manuel Santos-Estévez, Yolanda Seoane-Veiga Palabras clave: Valle del Lérez, estilo local, emplazamiento, petroglifos de armas, visibilidad, tránsito
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Se analiza la distribución de yacimientos desde el neolítico a la Edad Moderna en la zona 2 de estudio (valle medio del Lérez) y se identifican los principales patrones de poblamiento de cada época histórica y su relación con el tipo de uso del suelo, las condiciones tecnológicas de cada sociedad y las características ambientales de la zona. Estos datos destacan la centralidad de la zona 3 respecto a la distribución de yacimientos de todas las épocas, así como su relativo aislamiento en relación con las zonas de ocupación preferente.
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Anexos
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(Nota de los editores: el siguiente resumen es inusualmente extenso y más largo que los resúmenes de los restantes capítulos de este volumen; esto se justifica por la centralidad de la temática que en él se considera para los argumentos e investigaciones de este proyecto). Durante varios años se ha desarrollado en el actual Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit) del CSIC en Santiago de Compostela una línea de investigación sobre arqueología del paisaje del arte rupestre (Santos 1996, 1998, 1999, 2008; Santos y Criado 1998 y 2000; Santos et. al 1997), pero con motivo de este proyecto se abordó una nueva fase en esas investigaciones caracterizada por la incorporación de herramientas GIS para el análisis del espacio del Arte Rupestre gallego (semejante a los trabajos realizados previamente para el arte levantino y esquemático por Cruz 2005 y Fairén 2006), lo cual supuso la necesidad de estructurar y readaptar la información disponible hasta el momento. Los análisis realizados se han centrado en cuestiones tan básicas como la distribución y visibilidad de los petroglifos, dejando a un lado la consideración de variables más complejas que deberán ser abordadas en futuros trabajos. La intención desarrollada en este capítulo del presente volumen era ofrecer las conclusiones derivadas de una primera aproximación al análisis de los grabados con metodologías GIS. El análisis se ha centrado en cuatro temas principales: Distribución de los petroglifos de la Zona 2 y agrupación de los mismos en estaciones. Distribución de los petroglifos de armas. Emplazamiento de los petroglifos monumentales y singulares. Los petroglifos de Estilo Esquemático Atlántico. El análisis se ha centrado en la Zona 2, ya que es el área para la cual existía mayor cantidad de información y de mejor calidad, además de ser la zona con mayor densidad de petroglifos en Galicia. Pese a ello presenta el inconveniente de que, siendo en todo caso una zona restringida de la totalidad de la distribución del arte rupestre en Galicia, el análisis podía tener un marcado carácter local, por lo que en algunos aspectos concretos (por ejemplo para elaborar el mapa de densidad de petroglifos) se ha optado por centrar el trabajo en: la Zona 3. Distribución general y estaciones de petroglifos en la Zona 2. La distribución general de los petroglifos de estilo atlántico en Galicia muestra una nítida circunscripción territorial. Esta territorialidad se ve subrayada en el mapa resultante de los análisis de visibilidad: en la figura 10.3 se aprecia que el ámbito visual de los petroglifos se circunscribe a la Zona 2; más allá de ella la visibilidad es muy parcial y limitada a la zona más alta de algunas sierras situadas hacia el sur y el este. La concentración de grabados rupestres en la Zona 2 contrasta fuertemente con el área circundante, donde los petroglifos desaparecen o bien su presencia se reduce drásticamente. Dentro de la Zona 2 la distribución de petroglifos no es uniforme, sino que se concentra en zonas muy concretas configurando agrupaciones que denominamos estaciones.
Designamos así a un petroglifo aislado o a un conjunto de petroglifos que se ubican a escasa distancia unos de otros y conforman un grupo dentro del cual no existen discontinuidades espaciales o vacíos significativos; habitualmente una estación suele estar asociada a una misma forma fisiográfica (Santos 2008: 33). Estas agrupaciones de petroglifos se distribuyen de forma aproximadamente regular por todo el territorio del valle medio del río Lérez de modo que, aunque las rocas grabadas no se distribuyen de forma uniforme, sí lo hacen las estaciones. La altitud absoluta de las grandes estaciones y de los petroglifos aislados se sitúan en valores entre 140 a 550 m, la mayoría de ellos en altitudes medias, 200-400 m (Figura 10.4). Se emplazan en zonas de media ladera y evitan los fondos de valle, especialmente las áreas de tierras cultivadas, salvo en Lombo da Costa para el caso de las estaciones y algunos petroglifos aislados en el extremo sureste de la Zona 2. En cualquier caso los fondos de valle, tanto si están cultivados como no, carecen de petroglifos conocidos (Figura 10.5). El arte rupestre de Estilo Atlántico también está ausente en las zonas altas de las sierras. Las estaciones tienden a ubicarse en torno a zonas llanas o de escasa inclinación (entre 0 y 12 grados de inclinación), aunque en raras ocasiones se sitúan dentro de estos llanos; a medida que nos alejamos de ellos las rocas grabadas apenas tienen presencia. En otras palabras, los petroglifos de Estilo Atlántico se sitúan predominantemente en los bordes de los llanos a media ladera (Figura. 10.6), especialmente en las zonas cercanas que posibilitan el acceso a los mismos. Una vez más las excepciones se reducen a pequeñas concentraciones de dos o tres petroglifos o a rocas aisladas. Los patrones de regularidad que muestra el emplazamiento de las estaciones también se comprueba en la distribución de los motivos (Figura 10.7). Así, en todas las estaciones tenemos petroglifos con combinaciones circulares y cuadrúpedos; de hecho existe una relación directa entre ambos motivos de modo que donde hay más combinaciones circulares, también hay más cuadrúpedos. Además de ello, existen ciertas tendencias que desequilibran la distribución de motivos. Así, los escasos antropomorfos se sitúan exclusivamente en la mitad oriental de la Zona 2; más sorprendente es la distribución de las escenas de equitación, que también se localizan en la mitad oriental de la Zona 2, concretamente en las estaciones de Monte Paradela, Chan da Carballeda, Fentáns, Chan da Lagoa-Matabois y Lombo da Costa. Curiosamente, dentro de cada una de estas estaciones, las escenas de equitación también tienden a aparecer en la mitad oriental (Figura 10.8), regularidad espacial que es congruente con el hecho de que dentro de cada panel este motivo también aparece en la mitad oriental de la roca (Figura 1.3.2). Algo similar al caso de las escenas de equitación lo observamos en las representaciones de armas, las cuales aparecen exclusivamente en el sector oriental de la Zona 2. Pero la distribución concreta de este motivo merece un análisis específico.
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>> Resúmenes de capítulos
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Lagoa, encontramos un panel con un puñal, varios idoliformes y una combinación circular. Los siguientes petroglifos de armas se sitúan en Pedra Furada con varios puñales cada uno. Finalmente el recorrido finaliza en O Ramallal, donde encontramos un petroglifo con ocho puñales y finalmente un último petroglifo con doce puñales o espadas cortas y un objeto de difícil identificación. Como se puede ver, a medida que se recorre el trayecto de sur a norte, se incrementa la complejidad de los petroglifos. Este incremento en la complejidad desde el sur hacia el norte parece tener cierto paralelismo con el cambio del patrón de visibilidad de estos petroglifos. A medida que nos desplazamos por esta ruta, se experimentan cambios interesantes en las condiciones de visibilidad. Desde los primeros petroglifos se tiene una visibilidad reducida y orientada hacia el sur y el naciente: en la mitad del recorrido la visibilidad se incrementa y se abre hacia el oeste; finalmente, desde O Ramallal la visibilidad se abre fundamentalmente hacia el norte y oeste (Figura 10.11). Es pronto para interpretar el sentido de esta disposición de los petroglifos de armas del Bronce Inicial, pero los datos disponibles apuntan a la posible existencia de algún tipo de ruta, tal vez procesional, marcado por petroglifos. Esta hipótesis parece verse reforzada por los resultados de los análisis realizados en el capítulo 11 de este libro, donde se muestra como la distribución de este tipo de petroglifos parece corresponderse con posibles vías de tránsito con desplazamiento preferente de sur a norte. Lo que sí es cierto es que mientras los restantes petroglifos de Estilo Atlántico parecen constituir estaciones que, a lo largo del tiempo, en un proceso acumulativo, utilizan los mismos lugares y en muchas ocasiones las mismas rocas de forma reiterada y continuada, los petroglifos de armas del Bronce Inicial parecen funcionar como un “mundo aparte” y con una lógica distinta. La distribución de los petroglifos monumentales. Merecen un análisis específico los petroglifos que hemos denominado “monumentales” Santos (1998:78-79). Este tipo de petroglifo se define por la presencia de gran abundancia de motivos en un mismo panel, por poseer una variedad de diseños mayor que los restantes petroglifos, por el tamaño del panel, por la monumentalidad de la roca y porque en ocasiones presentan motivos poco frecuentes, tales como idoliformes, serpentiformes, etc. A partir de estos criterios se pueden considerar como petroglifos monumentales los siguientes: Pedra Boullosa, A Bustarenga (Figura 6.5), Rotea de Mendo (Figura 1.3.1), Os Carballos (Figura 7.1.14), Outeiro do Cogoludo, Chan da Lagoa 1 y 2 (Figura 1.3.2), Pedra das Ferraduras (Figura 20.3), Laxe do Soutiño y Chan da Carballeda. La distribución de este tipo de petroglifos plantea una interesante regularidad, ya que en cada una de las estaciones identificadas se encuentra al menos un petroglifo mo-
No incluimos dentro de este grupo a los petroglifos en los que se representan lanzas clavadas en ciervos o los objetos que pueden portar las figuras humanas en las escenas de equitación. Entendemos como petroglifos de armas aquellas composiciones en las que este tipo de objeto es el claro protagonista y se representa con el suficiente detalle.
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La distribución de los petroglifos de armas. A partir de lo expuesto hasta el momento podemos apreciar que los distintos diseños de Estilo Atlántico, independientemente de su cronología y tipología, han ocupado los mismos sitios generando, a través del tiempo, estaciones compuestas por cazoletas, combinaciones circulares y cuadrúpedos, asociados la mayor parte de ellos, además, con antropomorfos, serpentiformes y escenas de equitación. En cambio, para el caso de los paneles con armas1, observamos enseguida una clara concentración hacia el este del valle medio del Lérez y formando una alineación que describe un recorrido orientado de sur a norte (Figura 10.9), y no al revés, ya que precisamente cuando los paneles no aparecen en posición horizontal éstos se orientan para ser vistos por el que recorre ese trayecto desde el sur hacia el norte. Este patrón en la disposición de los petroglifos de armas presenta cuatro excepciones: el petroglifo de Pedra das Ferraduras y los tres de Campo de Matabois. Significativamente los cuatro petroglifos que se apartan del trayecto propuesto, presentan una tipología de armas distintas a las restantes. Mientras los petroglifos que se vinculan claramente a la citada alineación poseen en su gran mayoría puñales cortos de hoja triangular o pequeñas espadas de filos igualmente convergentes (diseños típicos del Bronce Inicial), en el caso de Pedra das Ferraduras y de las tres representaciones de Matabois las armas presentan un perfil más complejo con filos paralelos en su parte media y proximal y apuntado en la parte distal; en ambos casos presentan nervaduras y, lo que es más importante, presencia de posibles remaches en la base de la empuñadura, innovación que se introduce en la Península Ibérica como fecha más temprana a finales del Bronce Medio (Meijide 1988: 3), por lo que este tipo de petroglifos podría ser de cronología más tardía. Por lo tanto, el patrón de emplazamiento de las espadas cortas y los puñales de hoja triangular parece claro y consistente: una alineación de petroglifos, asociados a un trayecto lineal, orientados para ser vistos por el que transite por dicho trayecto en dirección de sur a norte. Estos petroglifos en raras ocasiones comparten roca con los restantes diseños de Estilo Atlántico; salvo una excepción en un petroglifo de Chan da Lagoa que se cita a continuación. Pero el patrón de regularidad de estos petroglifos no acaba aquí. Existen una serie de elementos interesantes que debemos comentar en relación a este tipo de paneles. El petroglifo más meridional, el que hipotéticamente podría situarse al inicio de este recorrido, es el petroglifo de A Trincheira que presenta un solo puñal, al igual que el siguiente situado a pocos metros hacia el norte. Ascendiendo hacia As Canles volvemos a encontrar otro petroglifo con un solo puñal, más al norte otra roca con un puñal y una posible alabarda. Siguiendo hacia Chan da
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numental (Figura 10.12). En la estación de Rotea de Mendo-Penalba se encuentra la gran Laxe da Rotea de Mendo; en A Bustarenga el petroglifo principal presenta un gran número de ciervos y motivos circulares en una superficie casi vertical; en Boullosa-Mosqueiriño se localiza el petroglifo de Pedra da Boullosa, con cuadrúpedos, combinaciones circulares, al menos un antropomorfo y un serpentiforme de gran tamaño; en Monte Paradela está el petroglifo de Outeiro dos Cogoludos y sobre todo el de Laxe dos Carballos con el gran ciervo con las lanzas clavadas; en Chan da Carballeda se sitúa el gran peñasco con dos ciervos de gran tamaño; en el conjunto de Fentáns se emplaza Pedra das Ferraduras; y en la estación de Chan da LagoaMatabois, el conjunto de mayor extensión, encontramos dos petroglifos monumentales como Chan da Lagoa 1 y 2, que por su proximidad y similitudes podrían ser considerados como una misma entidad. La iconografía de los petroglifos monumentales también suele ser peculiar porque muestran escenas con cierto valor narrativo, relacionadas de un modo u otro con la caza. Podríamos destacar a este respecto los paneles de Pedra das Ferraduras, Laxe dos Carballos o Laxe da Rotea de Mendo. Es también en este tipo de petroglifos donde se localizan lo que con propiedad se pueden denominar diseños, o sea, composiciones y/o escenas minoritarias o raras: en Rotea de Mendo y en Pedra da Boullosa contamos con una de las escasas escenas de posible pastoreo y con la gran serpiente grabada con especial detallismo; A Bustarenga posee una curiosa composición en la que un cérvido aparece “portando” unos círculos concéntricos unidos al animal mediante un surco recto, evocando una figura que en otros contextos ha sido denominada como ciervo solar (ver capítulo 12); en Rotea de Mendo encontramos una escena de monta con el gran ciervo; Laxe dos Carballos posee uno de los ciervos grabados con mayor detalle del arte rupestre gallego, amén del grupo de lanzas, un podomorfo, una posible representación de una cierva preñada, etc; Pedra das Ferraduras destaca por la presencia del guerrero portando una espada y por los idoliformes; los dos petroglifos de Chan da Lagoa presentan entre otras figuras laberintoides e idoliformes. En lo que a localización se refiere, podemos distinguir dos tipos de emplazamiento para los petroglifos monumentales de Estilo Atlántico. Por un lado están Pedra das Ferraduras, Pedra Boullosa, Rotea de Mendo, Os Carballos, Chan da Lagoa y Laxe do Soutiño (Figura 10.11), que se encuentran en sitios rodeados por elevaciones del terreno, configurando en ocasiones relieves a modo de anfiteatro. En estos casos la visibilidad del entorno esta muy orientada hacia una zona determinada del paisaje; por ejemplo, en Pedra Boullosa es visible el entorno inmediato entre los 50 y 60 m, pero en cambio no se contempla una superficie visible amplia hasta 1,5 km más allá; por otra parte esta zona de mayor visibilidad se sitúa al otro lado del cauce del Lérez, zona difícilmente accesible desde el petroglifo (Figura 10.13). Otra roca con una visibilidad muy reducida a corta distancia es Laxe da Rotea de Mendo, donde se constata una visibilidad
orientada hacia el sur que apenas excede los 500 m de distancia, mientras la zona más cercana visible con cierta amplitud se sitúa a 2,5 km de distancia, también situada al otro lado del Lérez. Podemos señalar también el caso de Laxe do Soutiño, que presenta una visibilidad tremendamente reducida tanto a corta como a larga distancia. El segundo tipo de emplazamiento de petroglifo monumental está formado por A Bustarenga, Outeiro do Cogoludo, Chan da Carballeda y Laxe das Rodas. Estos cinco petroglifos tienen una posición más destacada en el terreno, sobre afloramientos rocosos que en ocasiones son visibles a varios kilómetros. Pero al igual que antes, el entorno inmediato es sólo parcialmente visible, mientras que a larga distancia, a partir de 1 o 2 km, la visibilidad es mucho más amplia. Esta reducida visibilidad desde los petroglifos monumentales hacia la media distancia, repercute en su reducida visibilización (capacidad para ser vistos). Esta visibilización reducida es comprobable también desde casi cualquier petroglifo; es el caso, por ejemplo, de Coto da Braña (Figura 10.14), situado en un punto con condiciones de visibilidad óptimas, en lo alto de un cerro desde el que se domina buena parte del valle medio del Lérez, a pesar de lo cual sólo son visibles Lombo da Costa y Outeiro dos Cogoludos, es decir, solamente dos de los once petroglifos monumentales. En definitiva, los petroglifos monumentales se sitúan en lugares ocultos a la visibilidad a media distancia (entre 100 y 500 m) y, en cambio, algunos de ellos empiezan a ser visibles al alejarnos más de uno o dos kilómetros, distancia desde la cual es difícil distinguir una figura humana. Indistintamente de que se encuentren en zonas deprimidas o destacadas, presentan un patrón de emplazamiento que materializa una estrategia de ocultación, algo que es especialmente notorio en los petroglifos monumentales cuyo motivo predominante son los cérvidos. Frente a ello, la roca de un petroglifo monumental sólo se empieza a visualizar cuando el observador se encuentra a corta distancia, menos de 100 m. Distribución de los petroglifos de Estilo Esquemático Atlántico. En la Zona 2 se localizan 30 petroglifos con grabados que se pueden definir como de este estilo. Los diseños que presentan son predominantemente cruces inscritas en círculos, aunque también existen cruces inscritas en cuadrados, escaleriformes, podomorfos, soliformes y al menos un antropomorfo. Más de la mitad de los petroglifos se sitúan en la estación de As Canles. A pesar de que todos los petroglifos de este estilo se sitúan dentro de estaciones de Estilo Atlántico, en raras ocasiones ambos estilos comparten panel. Hasta la fecha sólo se han catalogado seis rocas en las que ambos estilos aparecen en el mismo panel. En definitiva existe una clara tendencia a no compartir panel con otros estilos. Una de las diferencias fundamentales entre ambos estilos (Atlántico y Esquemático Atlántico) es su patrón de emplazamiento. Los petroglifos del primer estilo se sitúan (como vimos) en zonas llanas a media altura y especialmente en sus puntos de acceso. En cambio las rocas del
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CAPÍTULO 11 - GEOGRAFÍA PREHISTÓRICA Castros, caminos, rutas y ocupación del espacio. Modelización y análisis de las formas de movilidad asociadas a los asentamientos de la Edad del Hierro a través de herramientos SIG. Por César Parcero-Oubiña, Pastor Fábrega-Álvarez, Alejandro Güimil-Fariña, João Mário Martins da Fonte y Joana Valdez-Tullett. Palabras clave: SIG, paisaje, movimiento, accesibilidad, control visual, Edad del Hierro El capítulo aborda una contextualización de lo que constituye el eje temático prioritario del volumen: el arte rupestre en el área de Monte Paradela, dando un doble sentido a la idea de contextualización: por un lado, una contextualización territorial, pues este capítulo se centra en un área (la denominada “Zona 2”) más amplia que el propio espacio central de Monte Paradela. Por otro lado, una contextualización temática, pues nuestro análisis no se centra principalmente en el arte rupestre, sino en el registro de contextos posteriores, la Edad del Hierro y épocas históricas más recientes. Más concretamente, el objetivo ha sido analizar las relaciones a lo largo del tiempo entre la ocupación del espacio y la movilidad. Centrándonos de forma prioritaria en el registro conocido para la Edad del Hierro, hemos analizado tres cuestiones: • La adecuación de diferentes metodologías para el análisis de la movilidad en contextos arqueológicos, a partir de un uso extensivo de tecnologías geo-espaciales (principalmente SIG). • La fundamentación geográfica y el desarrollo histórico de redes de rutas y caminos en este área del valle medio del Lérez. • El papel de la movilidad como criterio relevante para la localización de asentamientos en la Edad del Hierro, y los posibles cambios de ese criterio a lo largo del período. El grueso de los fundamentos teóricos y metodológicos seguidos aquí ha sido desarrollado en trabajos previos (Parcero y Fábrega 2006, Parcero y González e.p.). El análisis se fundamentó en la construcción de una serie de mapas temáticos orientados a un análisis con base SIG de la movilidad: mapas de fricción y coste, construidos siguiendo el algoritmo de Tobler (1993) y usando la pendiente y orientación del terreno como los dos componentes esenciales.
El primer paso seguido es el análisis de la relación entre movilidad y asentamiento en la Edad del Hierro y el papel de la movilidad como criterio locacional relevante en este contexto. Para ello, se combinan dos procedimientos analíticos. Por un lado, la determinación del “movimiento dirigido”, en forma de los llamados “caminos óptimos”. Por otro lado, la determinación de una “movilidad espontánea, no dirigida”, materializada a través de la determinación de los llamados MADO, un cálculo de las zonas por las cuales es más esperable que se acumule la movilidad en un espacio geográfico dado, según se propone en Fábrega 2006. El segundo paso es el análisis de la relación entre movilidad y control visual del territorio. Partiendo de la hipótesis de que los criterios de naturaleza estratégica jugaron un papel relevante en la selección locacional de los asentamientos de la Edad del Hierro, lo que se analiza es la medida en la cual el control visual sobre las zonas de tránsito principales en relación con los asentamientos pudo haber sido también una decisión locacional. El análisis realizado para testar esta hipótesis es muy simple: se combinan los análisis de movilidad precedentes con diferentes indicadores resultantes de la determinación de las cuencas visuales potenciales de cada asentamiento, en forma de cuencas visuales simples, visibilidades acumuladas y visibilidades múltiples. El tercer paso consiste en buscar elementos diferentes a los asentamientos de la Edad del Hierro para explorar en qué medida las tendencias observadas en los análisis anteriores se corresponden con las lógicas de movilidad en este territorio en otros contextos históricos. Para ello se emplean las evidencias conocidas de caminos de época medieval y el patrón de asentamiento conocido para la zona en época pre-moderna (1867). La aplicación de todo este conjunto de procedimientos analíticos al tema principal de estudio del volumen, el arte rupestre, es el objeto del último apartado del capítulo. A partir de algunas de las propuestas contenidas en el Capítulo 10 (la importancia de la movilidad para entender la localización de una serie de grabados con armas), se plantean un par de hipótesis muy concretas que es posible contrastar con los procedimientos analíticos empleados aquí: 1. ¿Están los grabados con armas localizados en una “ruta natural” o es más bien esa ruta creada a partir de la distribución de los grabados? 2. ¿Es posible concretar si la dirección preferente de movimiento en esa ruta es en sentido Sur-Norte, según parece sugerir la orientación de los paneles? Para finalizar, se incluyen una serie de consideraciones sobre los resultados de los análisis presentados. En términos históricos, una de las principales consecuencias del trabajo es la consideración de la movilidad como un factor locacional aparentemente importante para entender la distribución del poblamiento de la Edad del Hierro. Aunque el número de casos estudiados es muy reducido, y por ello los resultados no pueden ser concluyentes, es posible proponer que las dos formas básicas de asentamiento en este
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segundo estilo se emplazan en lugares de mayor pendiente, abruptas y a veces casi intransitable; cuando conforman estaciones, los petroglifos se sitúan a lo largo de laderas con fuertes pendientes y describiendo trayectos en sentido ascendente (Figura 10.15). En todos los casos catalogados hasta el momento, los petroglifos se sitúan en las laderas y en rocas orientadas al naciente.
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momento (las correspondientes a la Primera y Segunda edades del Hierro) se corresponden con dos diferentes lógicas de movilidad en el espacio: mientras los poblados del primer grupo se relacionan prioritariamente con puntos importantes para la movilidad a escala amplia (puntos clave de paso en la zona), los del segundo grupo priorizan más bien una preferencia por las posiciones que articulan la movilidad a corta escala, entre ellos. Al considerar el registro de época medieval y moderna, se sugiere que es en la Segunda Edad del Hierro cuando se establecen algunas de las claves de movilidad en esta zona que serán básicas para entender la ocupación posterior. Evidentemente hay diferencias importantes, incluso radicales, entre la Edad del Hierro y épocas históricas posteriores, pero lo que parece observarse es que es en ese momento cuando empiezan a operar algunas formas esenciales de movilidad en el territorio que tendrán una gran perduración posterior. Finalmente, el análisis de la localización de un pequeño grupo de grabados, aquellos que incluyen armas, nos permite proponer (1) la aparente importancia de la zona que ocupan como “zona de tránsito natural” y (2) la existencia de condiciones topográficas que podrían apoyar la prevalencia de una dirección concreta del movimiento (de Sur a Norte) en el proceso de materialización de una ruta concreta que conecte este conjunto de grabados con armas.
CAPÍTULO 12 - ICONOGRAFÍA Arte rupestre y análisis de la imagen. Por Åsa Fredell Palabras clave: arte rupestre, Semiótica, estudios visuales, análisis contextual. Este capítulo se plantea un problema esencial a los estudios de arte rupestre, cual es decidir si su interpretación y análisis de la imagen constituye un objetivo de investigación viable o es un proceso complejo. La resolución de este dilema permitirá mostrar qué significación aporta la interpretación del arte rupestre a nuestra comprensión de las sociedades prehistóricas. Dado que todo análisis depende tanto del contexto del investigador, de sus decisiones y metodología, como del contexto cultural y específico del objeto analizado, la autora de este texto debe aclarar que el análisis de la imagen y la interpretación del arte rupestre es un proceso complejo cuyo nivel de dificultad, sin embargo, se puede aliviar aunque nunca podremos (y ni siquiera deberíamos intentar) escapar del proceso hermenéutico ya que éste debe ser considerado parte sustancial del aparato crítico de partida. El análisis involucra conceptos tales como tiempo y cronología pero éstos son no sólo el resultado deseado, sino también un componente de análisis importante y multifacetado. El tiempo que necesitamos considerar no es necesariamente la datación de las tradiciones de arte rupestre, los paneles o las figuras que hay en ellos, sino también ese “tiempo vívido” en el cual los paneles se muestran como
contextos abiertos para ser expuestos y, quizás deliberadamente, para ser utilizados en acciones de acumulación, variación y manipulación de diferentes tipos. Esto introduce mayor complejidad en el método y tipología arqueológica tradicional, pero al mismo tiempo lo hace más interesante ya que puede mostrar cómo las imágenes fueron utilizadas, en vez de limitarse a interpretar el cómo y por qué de los fenómenos analizados. Otro planteamiento que se considera en este texto y que se debe tener claro antes de introducirse en el análisis de las imágenes es la “difference” e importancia de las reproducciones del arte rupestre utilizadas como base para el análisis. El análisis de imágenes sobre rocas a partir de imágenes registradas en otros medios implica pérdidas de información, como el desconocimiento de su tamaño original preciso, la percepción de su tridimensionalidad y de su contemporaneidad, pero a cambio tiene otras ventajas como la posibilidad de realizar comparaciones. En el texto se hace una escueta introducción a algunas técnicas de la semiótica visual y utilizadas en el análisis de imágenes tales como iconos, símbolos e índices. A continuación se ejemplifican con el análisis de Laxe dos Carballos y sus figuras, especialmente el ciervo gigante, lo que permite ofrecer un ejemplo ilustrativo de algunos aspectos que se consideran en el análisis pictórico. La intención de este análisis es ir más allá del estudio iconográfico habitual, en el que las figuras son traducidas en categorías y números para, de este modo, mostrar la potencialidad de identificar subcategorías, movimientos o variaciones dentro de aquellas, e incorporar finalmente las dimensiones simbólicas e indicadoras así como las perspectivas del tiempo y el espacio en la figuración y en las figuras, en el panel y en los paneles. En este capítulo se consideran cuestiones importantes como el modo de identificar qué soporta el sentido y qué escalas deberíamos observar para aproximarnos a un contexto de detalle: ¿qué define un contexto? ¿es el panel un contexto? ¿son un contexto quinientos paneles? ¿es un contexto una figura individual? ¿o lo es un grupo limitado de figuras definidas en el espacio? Se plantea que necesitamos trabajar con diferentes posibilidades de contexto y utilizar hipótesis y sistemas de verificación más a menudo en los estudios de campo para alcanzar conclusiones más razonables. Las relaciones no son siempre obvias ni visualmente detectables. Necesitamos incorporar en nuestro estudio todas las fuentes de conocimiento de las que podamos disponer en nuestros análisis. Sólo esto hará nuestras consecuencias más probables. Los “contextos” siempre se localizan en contextos que son como muñecas rusas, las capas de una cebolla o, como se verá a través de la discusión de subcategorías, figuras y paneles, el dilema de la gallina y el huevo: ¿es el panel la razón de ser de las figuras, o son las figuras las que crean un panel? Precisamos explorar y comprobar todas las posibilidades. Con el ejemplo de Laxe dos Carballos se muestra que los detalles de las figuras son importantes y que, por lo tanto, el estudio del arte rupestre necesita técnicas de do-
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CAPÍTULO 13 - ARQUEOASTRONOMÍA Ciervos, tiempo y paisaje: una integración arqueoastronómica. Por Juan Antonio Belmonte Avilés, Marco V. García Quintela y A. César González-García Palabras clave: Arqueoastronomía, calendario, simbolismo de los ciervos, solsticio, lunasticio, paisaje, Edad del Hierro. La relación entre petroglifos y arqueoastronomía ha dado lugar en el pasado a tratamientos basados bien en una comprensión de los grabados como representaciones de fenómenos celestes de diverso tipo, bien como reflejo de cuentas y/o observaciones de tipo calendárico. Ambas perspectivas comparten su carácter indemostrable: la primera casi por definición, la segunda porque los objetos sobre los que se hacen “cuentas” relevantes son únicos en su contexto arqueológico. Las investigaciones llevadas a cabo en Campo Lameiro y su entorno sugieren que podemos hallarnos ante un caso donde se pueden superar los límites de las perspectivas indicadas. Esto exige una perspectiva de análisis combinado entre arqueoastronomía, arqueología del paisaje e historia de las religiones, unidas a un conocimiento detallado del registro. Se parte de la observación empírica de que tres ciervos grabados sobre rocas presentan un tamaño muy superior a la media de otros ciervos y cuadrúpedos masivamente representados en el arte rupestre de Galicia (es el caso de los ciervos que dominan los paneles de Laxe dos Carballos, Rotea de Mendo —ambos en Campo Lameiro— y Laxe das Cruces —en Tourón, en el ayuntamiento próximo de Ponte Caldelas—, situado al sur de la Zona 3), y presentan un número excesivo de puntas en sus astas, susceptible de contarse en clave calendárica. Pero además están situados sobre el panel de tal forma que la visibilidad mas amplia se produce hacia el sureste, a lo que hay que añadir que, en los tres casos, en puntos significativos del horizonte tienen lugar hechos astronómicos relevantes (amanecer del sol en el solsticio de invierno o aparición de la luna en el lunasticio mayor sur). Complementan estas observaciones dos casos. El ciervo de Campo de Cuñas (Ponte Caldelas), por su tamaño y apariencia general, se parece a los anteriores, sin embargo sus astas tienen un número de puntas normal y no está orientado hacia un horizonte astronómico de interés. Por el contrario, el ciervo de Os Mouchos (Rianxo),
tiene un tamaño normal, pero su descomunal cornamenta (tal vez añadida en una refacción del grabado) también presenta un número de puntas susceptible de interpretación en clave calendárica y el horizonte visible, hacia el suroeste, presenta acontecimientos astronómicos relevantes. En el capítulo se plantea, finalmente, una contextualización cultural de las observaciones realizadas. Existen paralelos iconográficos de la relación entre ciervos y representaciones solares desde la Edad del Bronce y en lugares muy distintos de Europa. Más en concreto, y dada la cronología de la primera Edad del Hierro que sugieren los datos de la excavación del petroglifo de Laxe dos Carballos, se plantea la relación de estas observaciones con algunos paralelos procedentes del mundo celta. Situados en este horizonte, se abren posibilidades de nuevos estudios y de búsqueda de paralelos cuya proximidad a las observaciones efectuadas sobre los petroglifos del sur de Galicia por el momento simplemente intuimos.
CAPÍTULO 14 - TOPOLOGÍA Sobre lugares y discursos: Antropología de la topología comparada. Por Marco V. García Quintela Palabras clave: memoria, lugar, tiempo, materialización, discurso. Se analizan, desde una perspectiva transdisciplinar, los fundamentos teóricos y antropológicos de la relación entre lugares y discursos (o poética en general). Se acepta el concepto de “paisaje”, pero se prefiere utilizar para este caso, por su neutralidad, el término “topología”, referido a los discursos estructurados y sistemáticamente relacionados con espacios determinados de acuerdo con claves históricas específicas. Empíricamente se constata que este tipo de relación se encuentra en multitud de situaciones históricas por lo que es pertinente desentrañar sus claves transculturales. Se examina la función de los espacios como depósitos de memoria y el papel que desempeña el cuerpo humano, básicamente a través de los gestos rituales, como conservador de la relación entre espacio y memoria. La consideración de las técnicas de la memoria permite apreciar la pertinencia del énfasis en los lugares como matriz y depósito de discursos. La omnipresente dimensión temporal se analiza a través de la función de los lugares sagrados con especial, o mayor, carga de discursos, como intercambiadores culturales. En ocasiones, lógicas culturales distintas se encuentran en el espacio; entonces surgen renegociaciones de la identidad de los agentes sociales implicados, hecho que desvela la pertinencia de esta cuestión en el conjunto de las topologías. Como conclusión se presentan diversos ejemplos para mostrar la pertinencia de los análisis previos. Finalmente, los discursos pueden manifestarse de formas diversas como otras tantas poéticas, una forma de abordar estas creaciones consiste en considerarlas como la resultante de la negociación de la identidad social en relación dialéctica y creativa con enclaves territoriales específicos.
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cumentación lo más avanzadas posibles. El ciervo gigante de este petroglifo es dado en un contexto cultural y pictórico que involucra múltiples dimensiones y niveles, y por ello se sugiere que para comprenderlo necesitamos aplicar una perspectiva tanto europea y general, como local y específica centrada en detalles de la misma roca y en paneles de su inmediata vecindad. La consecuencia de este capítulo es que los estudiosos de arte rupestre tienen ante ellos un gran desafío y un montón de trabajo para anotar todo lo que pueden utilizar en el análisis de las imágenes.
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CAPÍTULO 15 - MORFOLOGÍA DE SUELOS La morfología de los suelos. Por Cruz Ferro Vázquez, Manuela Costa-Casais, Xabier Pontevedra-Pombal Palabras clave: clasificación de suelos, morfología de suelos, coluvium, suelos policíclicos, erosión. En este capítulo se describe la morfología de los suelos y sedimentos de la Zona 1 de investigación. Esta descripción se ha basado en el análisis pormenorizado de los perfiles de las zanjas de examen subsuperficial practicadas en el área del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre, y que comprenden en total 2,5 km de zanja lineal, así como en la selección y muestreo de varios perfiles de suelos de la zona. En las pendientes erosivas poco pronunciadas, aparecen suelos escasamente desarrollados, formados por un horizonte A negro, rico en materia orgánica sobre una saprolita granítica (roca madre alterada) o directamente sobre la roca. Se han clasificado como Leptosoles y Regosoles. En las áreas de acumulación los suelos son más profundos y complejos (a menudo incluyendo un horizonte B), que se clasifican como Umbrisoles. Los suelos coluviales más profundos son infiltraciones en las cuencas pequeñas y en los fondos de valles. Contienen líneas de piedras y gravas, acumulaciones de carbones, discontinuidades en textura y color y horizontes enterrados de suelo (que son en realidad paleosuelos holocénicos) y, por lo tanto, son de naturaleza policíclica. La abundancia de cuarzos angulares y gravas graníticas is indicativa de un transporte de pequeña distancia, mientras los niveles de carbón se interpretan como el resultado de ocurrencias de fuegos en la zona que pueden haber incrementado los procesos erosivo-acumulativos en diferentes momentos.
CAPÍTULO 16 - GEOQUÍMICA De la geoquímica al paisaje: composición elemental de los suelos. Por Antonio Martínez-Cortizas, Manuela CostaCasais, Joeri Kaal, Cruz Ferro Vázquez, Xabier PontevedraPombal, Willem Viveen Palabras clave: suelo coluvial, cronología, cambios ambientales, historia de la erosión, análisis de componentes principales. Este capítulo describe un estudio de alta resolución de la composición elemental de los cinco suelos coluviales de la Zona 1 del área de estudio. Los suelos están identificados con los designadotes PRD-I, PRD-II, PRD-III, PRD-IV y PRD-V. Se han analizado veintiocho elementos químicos: C, N, O, S, Al, Si, Fe, K, Ca, Ti, Cr, Mn, Ni, Cu, Zn, Ga, As, Cl, Br, Rb, Sr, Y, Zr, Nb, Pb, Th y U. El amplio conjunto de datos disponible fue analizado utilizando técnicas de análisis estadístico multivariante (análisis factorial de componentes principales) para poder estudiar la estructura de la variación y extraer los principales factores responsables de los cambios en las concentracio-
nes de los elementos. La composición de estos perfiles es característica de suelos desarrollados sobre materiales graníticos. Los elementos están presentes en estructuras minerales (como Si, Al, Ti, Ga, Zr, Y, Th) vinculadas a la materia orgánica del suelo (biófila y compuestos en complejos organometálicos como C, N, S, Cl, Br) o ambas. Aunque la mayor parte de los metales se encuentran en silicatos, algunos de ellos, como Fe, Al, Cu o Zn, también muestran una fuerte disposición para formar complejos organometálicos. En términos de fuentes, casi todos los elementos son locales, en el sentido de que la fuente original de sus materiales inorgánicos y fases orgánicas son los minerales de la roca de partida. Sin embargo, unos pocos elementos (en particular los halógenos, como Cl y Br) se incorporan a través de deposición atmosférica después de un transporte desde el área fuente (el océano). Hemos descubierto que algunos cambios en los elementos presentes en complejos organometálicos, son altamente dependientes del tiempo (estimado a partir de dataciones radiocarbónicas de la materia orgánica del suelo), hasta el punto de que se puede generar una cronofunción fiable. Esto permite estimar la edad de todas las muestras analizadas y, de este modo, producir una cronología detallada del proceso de formación del suelo. Esto revela una historia compleja de fases de erosión y sedimentación durante los últimos 10.000 años. De este modo hemos identificado dieciséis fases de erosión/sedimentación, de las cuales la mitad tuvieron intensidades equivalentes mayores de 10 Tm por hectárea y año (ocurridas en >10.000 cal BP, 7090-6930 cal BP, 6800-6550 cal BP, 5500-5300 cal BP, 4400-4065 cal BP, 3845-3630 cal BP, 2900-2770 cal BP, 1690-1380 cal BP y 1190-880 cal BP). Las fases más recientes alcanzaron la mayor intensidad erosiva, equivalente a 90 Tm por hectárea y año. La duración de las fases de erosión/sedimentación variaron entre 130 y 410 años, excepto para la primera fase acaecida al final del Pleistoceno, que puede haber durado más de 500 años. La duración de las fases de estabilidad (es decir, aquellas que no sufrieron erosión de suelo significativa) varió entre 80 y 1090 años. Antes del 6500 cal BP, las fases de estabilidad duraron como media 630 años; entre el 6500 y 2700 cal BP duraron 310 años; y después del 2700 cal BP, 160 años, lo que denota un incremento de la presión humana en la zona.
CAPÍTULO 17 - FÍSICO QUÍMICA Características físicas y químicas de los suelos. Por Xabier Pontevedra-Pombal, Manuela Costa-Casais, Cruz Ferro Vázquez, Antonio Martínez-Cortizas Palabras clave: propiedades de suelo, análisis físico-químico, secuencia estratigráfica, cambios ambientales. En el contexto de la investigación desarrollada en este proyecto sobre las dimensiones cronológicas y culturales del arte rupestre gallego, se ha considerado la necesidad e interés de establecer sus relaciones formales y espacia-
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con otros análisis que sugieren un impacto significativo de las propiedades humanas: obtención de materia prima, agricultura, ganadería o incendios. Todo ello, junto con el deterioro climático de la Neoglaciación (alrededor del 6000 cal BP), puede haber conducido a una crisis ambiental que gatilló el incremento de las ratios de erosión, la pérdida de los cationes básicos, el lavado y movilización de las partículas finas de los suelos, la afloración de las superficies de roca en las pendientes, y la formación de suelos coluviales.
CAPÍTULO 18 - HUELLA MOLECULAR El uso de la huella molecular de la materia orgánica en geoarqueología. Por Joeri Kaal, Antonio Martínez-Cortizas Palabras clave: materia orgánica, caracterización molecular, carbón vegetal, historia del fuego, pirólisis-GC/MS. En este capítulo se discute de qué modo el estudio de los restos de plantas (que constituyen la materia orgánica del suelo) procedentes de los sedimentos, ayuda a entender la historia de la vegetación de Campo Lameiro. Al perfil de Monte Paradela (PRD-I) se aplicaron diversas técnicas de caracterización de materia orgánica, incluyendo pirólisis-GC/MS y resonancia magnética nuclear (RMN) del 13C. Las metodologías que operan a una escala molecular, como la pirólisis-GC/MS, suministran una caracterización química detallada de la materia orgánica, que se puede correlacionar con el cambio climático, cambios en el patrón de la vegetación y cambios en el uso del suelo (roturación del bosque, ganadería y cultivo). En este capítulo se discuten en detalle las propiedades químicas de la materia orgánica y carbones obtenidas a partir de estas técnicas. Los resultados disponibles muestran una fuerte evidencia de un intenso régimen de incendios en las proximidades de PRD-I. Esta conclusión se basa en la abundancia de carbón macroscópico (> 2 mm) prácticamente en todas las muestras, lo cual es una prueba inequívoca de quemas frecuentes de la vegetación leñosa. También se basa en la intensa señal en los espectros RMN de C aromático y C carboxílico, así como en la materia orgánica extraíble. En este estudio, la combinación de C aromático y C carboxílico, refleja la presencia de residuos de incendios oxidados. Finalmente se basa en las huellas en pirólisis-GC/MS del carbón vegetal y de la materia orgánica extraíble, que se caracterizan, además de por otros productos de pirólisis, por una serie de bencenos, hidrocarburos aromáticos policíclicos y benzonitrilos. Estos resultados ofrecen una fuerte evidencia de las modificaciones térmicas de la materia orgánica del suelo, y por lo tanto de la presencia de residuos de incendio en el suelo. Así pues, el régimen de incendios se refleja sólo parcialmente en los niveles de carbones más aparentes en los perfiles; en cambio, incluso las muestras que contienen escasos fragmentos de carbones, dan lugar a grandes cantidades de productos pirolíticos que derivan de residuos de incendios.
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les con la evolución y las dinámicas ambientales (clima, paisaje y actividad antrópica). La escasez del registro arqueológico de la Zona 1, limitado a los propios petroglifos, así como la dificultad de situar su cronología, justifica el interés que conduce desde las investigaciones arqueológicas a la información potencial que puedan aportar las Ciencias de la Tierra. El análisis de las propiedades físicas de los suelos es una herramienta valiosa que puede contribuir sustancialmente a la reconstrucción de la evolución ambiental durante el Holoceno en el área de estudio, así como a la identificación de los factores (sean naturales o antrópicos) que la determinan. Desde esta perspectiva hemos analizado un conjunto de propiedades de los suelos de la Zona 1 de Campo Lameiro. A partir de la evaluación y análisis arqueológicos, se establecieron las áreas con mayor potencialidad para haber preservado información ambiental. Se trazaron y abrieron diez series de zanjas a lo largo de toda la zona de estudio, con una longitud total de 2,5 km. Se describieron las principales características edafológicas y sedimentarias, y se seleccionaron diversos puntos de muestreo. Los criterios para esta selección fueron: complejidad de la secuencia estratigráfica, profundidad del suelo, variedad de unidades morfológicas, y proximidad a los grabados rupestres, lo que derivó en la toma detallada de muestras en diez columnas o perfiles diferentes. Se tomaron muestras cada 5 cm de todas las columnas, lo que permitía mantener la coherencia estratigráfica. Cada muestra fue subdividida en tres subconjuntos, destinados a análisis geoquímicos y edafológicos, análisis de las formas de fósforo y susceptibilidad magnética, y análisis palitnológicos. En este capítulo se consideran los resultados de los análisis de las propiedades físicas y químicas de los suelos. En general los suelos son ricos en materiales finos (80 %). Las variaciones de las propiedades de los suelos en profundidad reflejan la tendencia a alcanzar, en un momento dado de la formación del suelo, el equilibrio termodinámico con las condiciones ambientales. De este modo, los muestreos y análisis exhaustivos de estos suelos coluviales, revelaron la presencia de múltiples indicadores de discontinuidad (niveles de carbón y de gravas, niveles de suelos quemados), así como cambios asociados en las propiedades del suelo. Estos cambios son consistentes
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Anexos
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Estos resultados ofrecen dos consecuencias principales. Primero, el intenso régimen de incendios verificados sugiere que al menos alguno de los cinco eventos de quema registrados fue provocado por las comunidades que ocuparon la zona en el pasado. Si no fuera así, la composición química de las muestras que fueron depositadas durante los periodos fríos y húmedos, momentos en los que la ocurrencia de incendios es mucho menos probable que en fases secas y templadas, contendría significativamente menos residuos de quemas, lo que no fue el caso. Sin embargo es difícil separar quemas antropogenéticas de aquellas ocurridas por causas naturales (como rayos), por lo que el impacto humano en los incendios resulta aún bastante desconocido. Tentativamente podemos indicar que, a partir de la pirólisis-GC/MS, se infiere el inicio de los fuegos antropogenéticos alrededor del 6000 cal. BP. En segundo lugar, la abundancia de residuos de quemas en el suelo, sugiere que los suelos coluviales ennegrecidos de Campo Lameiro, que son según su caracterización físico-química similares a los suelos coluviales húmicos (conocidos tradicionalmente como “Rankers Atlánticos”) de otras zonas de Galicia, podrían haberse formado a partir de la acumulación de residuos de incendios, además de la protección de la materia orgánica por adsorción con minerales reactivos (complejos organometálicos) liberados por el efecto de las precipitaciones sobre la roca de sustrato.
CAPÍTULO 19 - PALITNOLOGÍA Paleopaisaje vegetal: análisis palinológico de la secuencia de PRD-II- Por José Antonio López Sáez, Lourdes López Merino, Pilar López García, Sebastián Pérez Díaz Palabras clave: suelo coluvial, palinología, palinomorfos, palinomorfos no-polínicos, historia de la vegetación indicadores sinantópicos. En este capítulo se presente el estudio palitnológico de la columna PRD-II, localizada en la Zona 2 del área de estudio. El análisis ha permitido reconstruir la historia de la vegetación y de las dinámicas antrópicas durante los últimos 5.500 años. Desde una perspectiva diacrónica, los principales elementos de cambio se relacionan con: (1) los cambios climáticos abruptos acaecidos en la segunda mitad del Holoceno, (2) una presión pastoralista localizada e intermitente, (3) el cultivo específico de cereales y especiales forestales, como castañas, en diferentes momentos culturales, y (4) los cambios en el estatus trófico de los suelos y los sedimentos en relación con la evolución del paisaje.
CAPÍTULO 20 - CRONOLOGÍA Una propuesta de periodización para el Arte Rupestre Atlántico. Por Manuel Santos-Estévez Palabras clave: cronología larga, periodización, Neolítico, Edad del Bronce, Edad del Hierro.
Los datos de los que disponemos en la actualidad, permiten presentar una propuesta de periodización cronológica del arte rupestre gallego esencialmente diferente a la que hasta ahora se ha aceptado y utilizado, pero que, en cambio, concuerda bien con el esquema cronológico del arte rupestre europeo y con el que tradicionalmente se había propuesto para los petroglifos gallegos (vid. capítulos 1.2 y 1.3 de este volumen). Así, si tenemos en cuenta la información disponible, podemos proponer la existencia, a lo largo de casi tres mil años, de un estilo o tradición atlántica de arte rupestre, en el que se mantiene una cierta continuidad en algunos aspectos técnicos a pesar de que, durante esos 3000 años, se habrían experimentado variaciones en la iconografía y en otros aspectos formales del Estilo Atlántico. A continuación presentamos esta secuencia, que se sintetiza en la Figura 20.7. Primer Periodo. Estaría compuesto por combinaciones circulares complejas de surcos anchos y profundos. Los diseños identificables son básicamente combinaciones de círculos concéntricos, espacios irregulares delimitados por surcos y rellenos de cazoletas, grupos de cazoletas que ocupan espacios comprendidos entre figuras, y líneas sinuosas e irregulares que unen figuras. Pueden situarse en rocas a ras del suelo, aunque son frecuentes los afloramientos destacados y aglomeraciones rocosas que ocupan lugares prominentes en el relieve. En este grupo de petroglifos no existe un punto de vista preferente, pues es posible contemplar los paneles desde cualquier posición del contorno ya que, al tratarse de composiciones formadas por motivos geométricos y situarse en superficies horizontales o convexas, toleran una pluralidad de puntos de vista. Este periodo está documentado en las Islas Británicas y, según esta propuesta, en el noroeste de la Península Ibérica. En ésta se encuentran distribuidos, con mayor o menor densidad, en el noroeste de Portugal y la mayor parte de Galicia, aunque con una especial concentración en su mitad occidental. Su cronología podría abarcar desde inicios del III milenio hasta los inicios del II milenio, aunque es posible que su origen se pueda remontar al IV milenio y, por otra parte, no se deba descartar su continuidad a lo largo del II milenio. Bradley propone que los grabados con combinaciones circulares estuvieron vigentes desde el Neolítico hasta el Bronce Inicial (Bradley 1997: 140-50), momento en el que se producen una serie de cambios sociales visibles en transformaciones en los enterramientos y en los asentamientos domésticos que, a la postre, derivarán en la desaparición de los grabados rupestres en las Islas Británicas. Segundo Periodo. Compuesto por armas, especialmente puñales de hoja triangular, espadas cortas, alabardas y los llamados “escutiformes”. Estas figuras tienden a configurar paneles monotemáticos en los que es poco frecuente localizar figuras de Estilo Atlántico, como combinaciones circulares o zoomorfos (de un total de 34 petroglifos con armas existentes en Galicia, solamente 10 comparten panel con diseños de Estilo Atlántico). Esta disociación podría indicar que este grupo de grabados pertenece a un
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drúpedos en movimiento. Las superficies inclinadas y los propios diseños figurativos posibilitan la existencia de un único punto de vista para contemplar la escena; en ésta se introduce la narración. Algunos cuadrúpedos se añaden a petroglifos más antiguos, especialmente los del Primer Periodo, ocupando los márgenes del panel y espacios dejados libres por las antiguas combinaciones circulares. Es muy posible que lo que hemos denominado grandes ciervos, como el representado en Laxe dos Carballos o el de Campo da Lama, superpuestos a cuadrúpedos de menor tamaño, supongan la fase más tardía de este ciclo. Dentro de este Tercer Periodo, se incorporarían otros diseños minoritarios, como trisqueles, esvásticas y las denominadas paletas. Los petroglifos de este periodo se localizan preferentemente en la mitad occidental de Galicia y en la margen portuguesa de la desembocadura del Miño. La cronología para este periodo sería la primera mitad del primer milenio, aunque no se debe descartar su pervivencia en la segunda mitad del mismo milenio.
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periodo distinto al resto de las insculturas. Pero tampoco se debe descartar que sean parcialmente coetáneos con los grabadores del periodo 1, y que esa dualidad sea debida a que las armas se relacionan con grupos sociales con una ideología fuertemente diferenciada. En este periodo observamos paneles que presentan un punto de vista único. Estos petroglifos se localizan principalmente en el noroeste de la Península Ibérica, aunque hay ejemplos en las Islas Británicas (círculo de Sarsens en Stonehenge, megalito de Nether Largie en Escocia). La cronología de este periodo podría estar comprendida entre mediados del III milenio y mediados del II milenio a.C. Tercer Periodo. Comprendería la práctica totalidad de los cuadrúpedos de Estilo Atlántico: cérvidos, escenas de equitación y cuadrúpedos indeterminados. También incluye laberintos y laberintoides y parte de las combinaciones circulares. En este periodo se ocupan superficies inclinadas, incluso verticales, y regulares que posibilitan la recreación de escenas de caza, pastoreo y de manadas de cua-
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CAPÍTULO 1 Figura 1.1.1. Situación de la zona de estudio, indicando el contorno geográfico de análisis. En cada uno de ellos se aplica una diferente escala de observación y análisis. Figura 1.1.2. Modelo 3D del terreno de la Zona 2, que corresponde con el valle medio del río Lérez. Sobre él se sitúa la Zona 3, que corresponde con la Estación rupestre de Paredes y con el ámbito comprendido por el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre. Resalta la posición central esta Estación dentro de la zona de estudio. Figura 1.1.3. Límites de las parroquias que comprende la Zona 2. Se observa cómo corresponde el territorio de cada parroquia a una unidad fisiográfica bien definida dentro del valle medio del Lérez. Figura 1.1.4. Situación de las rocas grabadas de la Estación de Paredes, dentro del ámbito comprendido por el PAAR (Zona 3 de análisis). Se ubican sobre un modelo 3D del terreno y sobre la fotografía aérea y se identifica el topónimo tradicional de cada una de ellas. Figura 1.1.5. Visualizaciones 3D de la Estación de Paredes (PAAR). Se percibe el relieve de la Zona 3, una topografía prominente, que destaca sobre los terrenos más deprimidos de su entorno y que, dentro de un dominio general de las formas planas, se presenta muy compartimentada. Sobre el campo de futbol que aparece en las fotografías, se ha construido el Centro de Recepción de Visitantes del Parque. Figura 1.1.6. Distribución de los muros de piedra de parcelación del monte (“enclavados”) dentro de la Zona 3. Se señalan los petroglifos, topónios principales y red de caminos. Figura 1.1.7. Vista aérea definitiva del Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre, con el centro de Recepción de Visitantes ya construido. Figura 1.3.1 Calco del petroglifo de Laxe da Rotea de Mendo, al oeste de Campo Lameiro. El gran ciervo fue para Anati un grabado de posible adscripción al Epipaleolítico; en la actualidad ningún arqueólogo comparte esta idea.
Figura 1.3.2 Vista de la roca 1 de Chan da Lagoa, zona este de Campo Lameiro, donde se pueden observar figuras laberintoides y cuadrúpedos, en principio adscribibles al primer milenio a.C.
CAPÍTULO 2 Figura 2.1. La investigación se organiza en tres ámbitos geográficos diferenciados y sucesivos, que se denominan Zonas. La Zona 3 es el ámbito que ocupa una mayor extensión geográfica. La Zona 1 es las más reducida y se centra en el área que ocupa el Parque Arqueolóxico da Arte Rupestre, en Campo Lameiro. Esta división de zonas se ha realizado para organizar las diferentes escalas de análisis y sistematizar la información disponible. Su delimitación ha tomado en cuenta criterios arqueológicos, geográficos y geomorfológicos. Figura 2.2. La Zona 3 está individualizada y delimitada por accidentes naturales. La encrucijada este-oeste, queda definida por la ubicación de esta área como enclave estratégico entre la Depresión Meridiana y las estribaciones de la Dorsal Galega. Los límites norte y sur están marcados por los valles fluviales que recorren los ríos Ulla, por el norte, y Verdugo, por el sur. Las márgenes norte y sur de estas cuencas están surcadas por un gran número de cursos de agua, que intensifican una topografía definida por la dicotomía entre sierra-monte y valle, generando un relieve marcado por la relación entre horizontalidad y verticalidad. Figura 2.3. Detalle de la Zona 1. La dicotomía sierra/ valle se combina con superficies llanas, cumbres pedregosas graníticas y fondos de valle en los que la acción fluvial marca un relieve compartimentado, como se puede ver en los perfiles topográficos que se muestran en esta figura. El resultado es la aparición de un paisaje en el que resaltan lomas, oteros y montes, que aparecen aislados entre sí pero que presentan una continuidad geomorfológica, como sucede por ejemplo con Chan de Armonde o en la loma granítica de Paredes. Figura 2.4. La característica geomorfológica más destacable de la Zona 2 es que se trata de un espacio individualizado por la cuenca del río Lérez y por la sucesión de
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montañas alomadas, que se prolongan con dirección N-S. Estas son diseccionadas por un gran número de afluentes del Lérez, que las cortan en dirección N-S y E-W, provocando una ruptura y cuarteamiento sucesivo de las superficies alomadas, como se puede observar en los diferentes perfiles topográficos.
CAPÍTULO 3 Figura 3.1. La esfera celeste situada alrededor de un observador. La posición de un astro se puede dar en el sistema de referencia horizontal (arriba), usando como coordenadas la altura angular h y el acimut medido desde el Norte hasta A, o en el sistema de referencia ecuatorial (abajo), usando como coordenadas la declinación d y la ascensión recta a, cuyo origen de coordenadas g es el Punto Aries o equinoccio de primavera en el hemisferio norte. Las coordenadas horizontales son locales mientras que las ecuatoriales valen para cualquier punto del planeta en un instante determinado. Adaptado de Belmonte (2000). Figura 3.2. Distribución de los solsticios en un horizonte ideal para un lugar de latitud intermedia del hemisferio norte en la actualidad. Obsérvese la simetría entre los puntos de salida del sol en el solsticio de verano y de su puesta en el solsticio de invierno. Adaptado de Belmonte (2000).
CAPÍTULO 4 Tabla 4.1. Paisaje granítico: Tipos de megaformas y microformas localizadas en Campo Lameiro, modificado de Twidale (1989). Tabla 4.2. Dataciones radiocarbónicas (C14 BP) y edades calibradas (1σ y 2σ) para diferentes profundidades en dos suelos coluviales de Campo Lameiro (PRD-I y PRD-II). Figura 4.1. El marco tectónico de la zona de estudio está definido por una intensa red de fracturas principales de dirección N-S y E-W, que se entrecruzan a modo de cuadrícula, y numerosas diaclasas que rompen el substrato en dirección N-S, E-W, NE-SW y NW-SE. Figura 4.2. Mapa geológico del entorno de Campo Lameiro. La litología es muy homogénea y se incluye en las rocas graníticas del grupo de Laxe, compuesta por granitos de dos micas con megacristales de feldespato potásico. Este dominio se ve cortado por una pequeña banda de esquistos y paragneis que bordean la Zona 1desde el NW hasta el SE. Figura 4.3. En la evolución del relieve intervienen factores internos, que tienen su origen en el interior de la Tierra (litología y tectónica) y externos, que actúan en la superficie de la Tierra, siendo la mayor parte de ellos de origen climático. A ello hay que añadir la componente biológica aportada por plantas y animales, destacando de forma especial la acción antrópica.
Figura 4.4. Las crestas graníticas están dispuestas de forma lineal y paralelas entre sí, tanto vertical como horizontalmente, respondiendo a una alteración en planta del granito de tipo poligonal, controlada por fracturas de dirección N-S y E-W Este dominio tectónico da lugar a una sucesión de crestas y lajas graníticas intercaladas con pequeñas áreas deprimidas, que se corresponden con depresiones alveolares. Figura 4.5. La denudación y evacuación de la capa de alterita por los agentes erosivos, genera en la Zona 1 la aparición de dos grandes combinaciones de megaformas graníticas, unas convexas, dominadas por crestas (Kastle Kopje y tors), y otras cóncavas (depresiones alveolares). Figura 4.6. La variedad mineralógica, estructural, geomorfológica y climática da lugar a una gran variedad de formas graníticas, tanto megaformas como microformas, como se puede observar en el dibujo esquemático que representa la Zona 1. Figura 4.7. Las crestas pueden estar representadas por kastle kopje —castillos—, en los que dominan las diaclasas verticales frente a las horizontales, como los que ocupan los petroglifos de As Ventaniñas y de As Forneiriñas. Figura 4.8. Las crestas graníticas, en las que dominan las diaclasas horizontales frente a las verticales, configuran los tors, como el sencillo ejemplo de Pena Furada. Figura 4.9. El manto de saprolita que recubría el fondo de las depresiones fue denudado por procesos de origen fluvial o aluvial, lo que generó la evidencia de esta megaforma cóncava (alveolo o depresión alveolar) que, como se aprecia en la figura, está bordeada por crestas graníticas. Es en el fondo de estas depresiones, donde se localizan los suelos de mayor potencia. Figura 4.10. En una posición topográfica intermedia entre las crestas y las depresiones, y a modo de unión entre ambas, se encuentran las lajas graníticas; forma que guarda relación con la estructura de la roca, de superficie plana y con una cierta inclinación, en la que suelen aparecer formas menores asociadas, tales como regueros y pías, como se observa en la imagen. Figura 4.11. Son frecuentes en la Zona 1 las formas menores puntuales tipo -gnamas. Muestran formas cóncavas, como se puede ver en el ejemplo, que pueden estar localizadas tanto en paredes horizontales como verticales, y microformas menores lineales relacionadas con la estructura de la roca, como las hendiduras, que siguen la alteración preferentemente de una diaclasa, o las zonas inter-planos de diaclasa. Figura 4.12. Dentro de las formas menores, también destacan como puntuales, sin relación con la estructura de la roca, los taffonis. Aparecen asociadas a megaformas y se ubican principalmente en crestas y lajas, esculpiendo la parte interna de una pared, como sucede con el tor de Pena Furada.
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>> Índice de figuras
Figura 4.14. Esquemas estratigráficos, y leyenda de los perfiles analizados en la Zona 1, acompañados de su leyenda explicativa. La aparente homogeneidad granulométrica de los perfiles se rompe con la intercalación de niveles de gravas y cantos de cuarzo y granito de formas subredondeadas y facetadas, niveles de carbones y de suelo quemado, que reflejan discontinuidades en los procesos erosivo-acumulativos, como puede verse en estas secuencias. Figura 4.15. La ubicación de las crestas graníticas y de las depresiones alveolares da lugar, dentro de la Zona 1, a tres direcciones preferentes de flujo a lo largo de las cuales se canaliza y redistribuye preferentemente el material. Como puede verse en la figura, existen otras direcciones secundarias que se bifurcan desde las principales.
CAPÍTULO 5 Figura 5.1.Portada del libro Corpus Petroglyphorum Gallaeciae de Ramón Sobrino Buhigas, publicado en el año 1935. Figura 5.2. Vista general del petroglifo de A Forneiriña 4 (Paredes-Campo Lameiro). Los surcos han sido resaltados digitalmente, mediante el programa Photoshop, para hacerlos visibles. Figura. 5.3. Detalle del petroglifo de Chan da Isca 3 (Paredes-Campo Lameiro), los motivos están resaltados en Photoshop. Figura 5.4. En la imagen se muestran rodeados por un círculo los sectores de la Zona 2 incluidos en la prospección del año 2005; en cada uno de ellos se señalan las áreas prospectadas y los petroglifos de nuevo hallazgo localizados durante los trabajos. Figura 5.5. Vista general del petroglifo de A Bustarenga 3 (Fragas-Campo Lameiro). Se trata de uno de los paneles hallados más complejos, en función de la cantidad y variedad de los motivos. Los surcos han sido resaltados digitalmente con el programa Photoshop para hacerlos visibles. Figura 5.6. Motivo del petroglifo de O Ramallal 3 (Caneda-Campo Lameiro). Aunque el petroglifo ya estaba catalogado, se han hallado varias figuras de armas durante los trabajos de relectura del panel en el año 2005. El motivo aparece retocado digitalmente. Figura 5.7. Imagen que muestra los sectores revisados en el año 2006 y las zonas prospectadas dentro de éstos.
Se señalan los petroglifos de nuevo hallazgo que fueron documentados en dicha actuación.
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Figura 5.8. Calco del panel de Chan da Lagoa 13 (Parada-Campo Lameiro). Obsérvese como las alteraciones producidas durante los incendios del 2006, afectan gravemente a los grabados.
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Figura 4.13. La loma que conforma la Zona 1, muestra un perfil N-S escalonado, con cuatro niveles altitudinales, en los que se suceden las depresiones alveolares. Éstas muestran una paleoforma variada que, dependiendo de su ubicación en el paisaje y de las características de los depósitos que las fosilizan, se pueden clasificar en alveolos: erosivo-acumulativos, asimétricos en borde de cuenca, coalescentes y alveolos tipo.
Figura 5.9. En la figura de la izquierda se representan la totalidad de las áreas prospectadas y las entidades arqueológicas (petroglifos) localizadas en la Zona 2. En la imagen de la derecha se muestran los petroglifos existentes antes de comenzar los trabajos de prospección y los documentados durante los mismos.
CAPÍTULO 6 Tabla 6.1. En la tabla se indican los petroglifos de nuevo hallazgo que fueron calcados dentro del parque así como el tipo de procedimiento de lectura seguido y las dimensiones de cada panel. Tabla 6.2. Se recogen petroglifos calcados que se sitúan en el área inmediata a la Zona 1. Tabla 6.3. Se presenta la relación de petroglifos que fueron objeto de relectura y reproducción en la Zona 1 y 2. Tabla 6.4. Petroglifos calcados en la zona de Chan da Lagoa. Figura 6.1. Dibujo de Enrique Campos del petroglifo de Argoenxa (Xeve-Pontevedra), realizado en el año 1908, (publicado en Peña y Rey 2001). Figura 6.2. Fases del proceso de ejecución del calco sobre plástico. 1- Observación del grabado con distintos tipos de luces. 2- Frotagge. 3- Pintado de los motivos. 4Calcado sobre el plástico. 5- Escaneado de los plásticos en gabinete. 6- Procesado digital en el programa Photoshop. Figura 6.3. Vistas del mismo panel (Laxe dos Carballos, en el centro de la Zona 1) con distintos tipos de luces y condiciones atmosféricas. La primera imagen está tomada en un día nublado, en la segunda el sol incide directamente sobre el petroglifo y en la tercera éste se encuentra mojado. Figura 6.4. Lectura de los grabados por medio de la luz proyectada por un espejo. Obsérvese que al mismo tiempo que se dirige la luz sobre el motivo, se tiene que hacer sombra sobre éste para crear un mayor contraste. Figura 6.5. Calcos de los petroglifos de A Forneiriña 4, Monte Paradela 5, Coto do Chan da Isca 4, Monte Paradela 1 y Coto do Chan da Isca 1. Todos estos paneles se encuentran dentro de la Zona 1. Figura 6.6. Calcos de la roca 1 de Chan da Lagoa. El primero está publicado en Peña y Rey, 2001 y el segundo ha sido realizado dentro del presente proyecto en el año 2005. No hay dibujos mejores que otros; simplemente son representaciones distintas.
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Anexos
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CAPÍTULO 7
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Figura 7.1.1 Modelo tridimensional de la Zona 1 con la localización de los petroglifos excavados durante las campañas de 2003 y 2004. El criterio de selección de los petroglifos tuvo en cuenta la variedad tipológica y las condiciones del entorno inmediato a los mismos. 1 Laxe dos Carballos, 2 Montes do Corvo, 3 Campo da Lama, 4. Outeiro das Ventaniñas, 5. Fonte da Pena Furada, 6. Pena Furada, y 7. Laxe dos Cabalos 5. Figura 7.1.2 Detalle de la formación pétrea localizada frente al panel principal de Campo da Lama. Algunas formaciones sugerían la posibilidad de que se tratase de estructuras artificiales. Figura 7.1.3 Vista general de la excavación en Campo da Lama. Durante esta intervención se pudo constatar el carácter no intencional de la fragmentación del sustrato mineral; por otra parte no fueron encontrados materiales arqueológicos de ningún tipo. Figura 7.1.4 Vista general del afloramiento de Pena Furada. Se trata de una gran roca horadada en su interior. En la parte superior de la gran piedra presenta una combinación circular, y en la roca inferior de la derecha se observan varios cuadrúpedos y algunos círculos simples; en la superficie plana interior, dentro y debajo del horadamiento de la gran piedra, se encuentran varias cazoletas. El sondeo (UR 2) fue situado frente a la entrada al abrigo. Figura 7.1.5 Aglomeración de piedras en la UR 2. Obsérvese como la piedra vertical aparece apuntalada por otras, esto se interpreta como indicio de su colocación intencional. Figura 7.1.6 Empedrado situado en las inmediaciones de la entrada al abrigo de Pena Furada. Esta estructura es claramente intencional, aunque no se localizaron datos que permitieran identificar su cronología. Figura 7.1.7 A la izquierda de la imagen se observan los termoclastos situados en el extremo oriental de la excavación de Pena Furada. Los fragmentos de piedras se mezclan con las cenizas. Este conjunto estratigráfico sólo ha sido excavado parcialmente. Figura 7.1.8 Material lítico localizado entre las cenizas y los termoclastos del extremo oriental de la excavación de Pena Furada. Los dos cantos rodados de cuarcita, dado su carácter alóctono, se supone que fueron colocados intencionalmente. Figura 7.1.9 Arriba: plano de la excavación de Laxe dos Carballos en la campaña de 2004. Abajo: perfil de la excavación donde se indica en color amarillo la UE35 que se interpreta como suelo contemporáneo a los grabados. Obsérvese como la UE35 define el límite inferior del panel. Figura 7.1.10 Depósito con esquirlas de cuarzo en Laxe dos Carballos, su origen puede estar relacionado con el grabado del petroglifo que, muy posiblemente, se hizo con instrumental de cuarzo.
Figura 7.1.11 Plano de la excavación de los sectores sur y sudeste de Laxe dos Carballos. En violeta se señala la distribución del material localizado y en gris las estructuras: agujero de poste UE38, canal UE23 y UE39 con concentración de carbones. Figura 7.1.12 Parte del material registrado en el sector oriental de la excavación de Laxe dos Carballos. Se puede observar un percutor sobre canto rodado, lascas en cuarzo y en cristal de roca. Figura 7.1.13 Vista del sector oriental de la excavación de Laxe dos Carballos. Se indica la ubicación de las muestras datadas por C14. La unidad estratigráfica coincide con el límite inferior de los grabados y representa el suelo de uso contemporáneo a los grabados rupestres. Figura 7.1.14 Calco del panel del petroglifo de Laxe dos Carballos, realizado en el marco de este proyecto. Figura 7.1.15 Vista desde el naciente de la zanja 7B. Las zanjas fueron cuidadosamente inspeccionadas durante los trabajos de campo. El único material registrado fueron fragmentos de cerámica, posiblemente medieval y moderna. Figura 7.1.16 Se procedió a la limpieza de los perfiles de las zanjas con el fin de localizar posibles estructuras. Figura 7.2.1. Área en la que se ubicó la excavación de Chan das Pozas. Figura 7.2.2. Vista general del área de excavación de Chan das Pozas. Figura 7.2.3. Vista general de las estructuras localizadas. Figura 7.2.4. Agujeros de poste. Figura 7.2.5. Vista general de agujeros de poste y estructuras. Figura 7.2.6. Fosas de forma oval situadas dentro del espacio delimitado por los agujeros de poste y colmatadas por un sedimento de tierra marrón con piedras de pequeño tamaño. Figura 7.2.7. Una de estas fosas estaba cubierta por restos del pavimento. Figura 7.2.8. Pequeñas fosas y agujeros de poste localizadas en la mitad meridional del área excavada. Figura 7.2.9. Materiales líticos y cerámicos localizados en la excavación. Figura 7.2.10. Planta de la excavación de Chan das Pozas. Figura 7.3.1.1. Planta general del área de excavación identificando las diferentes estructuras arqueológicas localizadas. Figura 7.3.1.2. Vista general del área de excavación tras la limpieza superficial.
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Figura 7.3.1.4. Fotografía, planta y corte estratigráfico del fondo de cabaña GE005. Una vez más es muy nítida la conformación de la estructura en dos mitades de rasgos opuestos, así como la línea de piedras (UE 003) que define la estructura. Figura 7.3.1.5. Fotografía, planta y corte estratigráfico del fondo de cabaña GE010. Figura 7.3.1.6. Detalles del proceso de excavación de las estructuras GE001 y GE005. Tabla 7.3.2.1. Muestras de sedimento flotadas y cantidad de litros procesados en cada una de ellas. Tabla 7.3.2.2. Códigos de las muestras datadas en relación con su contexto, material, taxón y peso. Tabla 7.3.2.3. Códigos de las muestras datadas en relación con su contexto, material, taxón y peso. Tabla 7.3.2.4. Resultados de las dataciones. Tabla 7.3.2.5. Resultado del análisis antracológico. Tabla 7.3.2.6. Recuentos totales de los fragmentos con presencia/ausencia de vitrificación y/o grietas radiales. Tabla 7.3.2.7. Recuentos totales de la curvatura del anillo. Tabla 7.3.2.8. Recuentos totales de los fragmentos con evidencias de la acción de entomofauna. Tabla 7.3.2.9. Recuentos totales de los fragmentos en relación con el grupo estratigráfico de procedencia. Tabla 7.3.2.10. Recuento total de los taxones en relación con la unidad estratigráfica y la cronología.
CAPÍTULO 8 Figura 8.1. Trazado del Oleoducto Coruña-Vigo, obra pública construida en 1995 por la Empresa CLH, y situación de Campo Lameiro. La obra discurre paralela al litoral occidental de Galicia, atravesando los valles y sierras prelitorales, a lo largo de una geografía accidentada y muy compartimentada. Figura 8.2. Perfil topográfico del Oleoducto Coruña-Vigo indicando las principales unidades de relieve y la situación de los yacimientos arqueológicos existentes en el ámbito de afección de la obra. La distribución de yacimientos muestra claramente la preferencia de los yacimientos prehistóricos por las zonas altas y el predominio de yacimientos de la Edad del Hierro y posteriores en las zonas de media ladera y fondos de valle. (Sistematizado en Amado 1995).
Figura 8.3. Distribución del poblamiento de diferentes etapas prehistóricas e históricas en el área de Campo Lameiro: poblamiento tradicional a mediados del siglo XIX; castros de la Edad del Hierro, y yacimientos romanos y medievales; asentamientos de la Edad del Bronce y principales agrupaciones de petroglifos; y túmulos neolíticos (mámoas). (Según Parcero et ál. 1998). Figura 8.4. Detalle del perfil del Oleoducto Coruña-Vigo en la zona de Campo Lameiro. Permite ver en detalle la distribución de los diferentes tipos de yacimientos arqueológicos y su relación con las unidades de relieve, resaltando el predominio de los yacimientos de la prehistoria reciente en zonas altas, de los petroglifos en zonas de media ladera, y de los yacimientos protohistóricos e históricos en las zonas más bajas. Sobre este perfil, se indican de forma sinóptica las principales características arqueogeográficas de la distribución del poblamiento de diferentes etapas arqueológicas, desde el Neolítico al poblamiento tradicional.
CAPÍTULO 9 Figura 9.1. Localización de las tres zonas de trabajo y de los yacimientos prehistóricos estudiados: (1) Anllada, (2) Chaián, (3) Trambosríos, (4) Saídos das Rozas, (5) As Cerdeiras, (6) Penalba, (7) Val da Porca, (8) Túmulo 1 de As Rozas. Se puede observar que no hay asentamientos en la Zona 1, donde se concentran los petroglifos. Pero las excavaciones recientes muestran la existencia de una posible ocupación neolítica de poca intensidad en Chan das Pozas en el área en la que se implante el Centro de Interpretación e Documentación da Arte Rupestre (ver capítulo 7.2 y 7.3). Figura 9.2. Relación de piezas localizadas en cada uno de los yacimientos prehistóricos del área de estudio. El número de piezas es semejante en todos los yacimientos. En As Cerdeiras, el yacimiento más pobre, sólo hay quince piezas, mientras que en Anllada, que es el yacimiento que posee más fragmentos, hay ochenta y tres. Este último es el más alejado de la Zona 1 y el más complejo en relación con su secuencia cronológica. Figura 9.3. Fragmentos significativos de los yacimientos prehistóricos del área de estudio. Los fragmentos conservados que ofrecen mayor información sobre las formas de los recipientes y su tamaño aproximado son los bordes. Los mejor conservados se corresponden con cerámica lisa en todos los yacimientos. De la cerámica decorada se conservan principalmente panzas. La decoración de estilo ‘Penha’ se puede observar en los tres fragmentos superiores del yacimiento de Anllada. Los restantes fragmentos de la figura poseen decoración ‘campaniforme’, mayoritariamente hecha con impresión de peine, salvo dos piezas de Saídos das Rozas que poseen impresión de concha (CA05 y 03). Figura 9.4. Reconstrucciones hipotéticas de algunos recipientes de Val da Porca, Saídos das Rozas y Trambosríos.
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Figura 7.3.1.3. Fotografía, planta y corte estratigráfico del fondo de cabaña GE001. Es muy nítida la conformación de la estructura en dos mitades de rasgos opuestos, así como la línea de piedras (UE 003) que individualiza la “mitad” orgánica.
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Anexos
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Dado el elevado grado de fragmentación, el número de recipientes reconstruidos es muy escaso, aunque las formas presentes son, en definitiva, coherentes con y representativas de las formas conocidas para la cerámica prehistórica gallega. Los recipientes decorados tienden a ser más pequeños, mientras que los lisos poseen rangos mayores de tamaños, lo que probablemente tiene que ver con su función particular (almacenamiento, cocina…) y mayor variabilidad funcional.
CAPÍTULO 10 Figura 10.1 Izquierda: cuadrúpedo típico de la zona de Barbanza (SW de la provincia de A Coruña, 50 km hacia el NW desde Campo Lameiro) donde se observa un diseño en el que predominan los ángulos rectos; esta variedad estilística es la mayoritaria en el Estilo Atlántico. Derecha: cuadrúpedo típico del valle medio del río Lérez, en el que predomina la línea curva y una gran integración entre todas las partes del animal. Figura 10.2. Distribución general de los petroglifos en la Zona 2 clasificados según los distintos estilos documentados: Estilo Esquemático-Atlántico y Estilo Atlántico. Figura10.3: Suma de visibilidades desde todos los petroglifos de Estilo Atlántico de la Zona 2. Obsérvese como el valle medio del Lérez se define tanto por la concentración de petroglifos como por la visibilidad desde los mismos, configurando, de algún modo, una unidad territorial también remarcada por la presencia de un subestilo específico de la zona. Figura 10.4. En esta tabla se muestran los petroglifos de Estilo Atlántico existentes en cada intervalo de altitud. Figura 10.5. Distribución y denominación de las estaciones en la Zona 2. Los petroglifos se agrupan significativamente formando estaciones situadas a media altura que evitan los fondos de valle, las áreas de cultivo tradicionales y las zonas altas de las sierras. Asimismo la distribución de las estaciones es bastante regular; se aprecia a simple vista un cierto nivel de equidistancia entre ellas.
zan a lo largo de toda la estación; en cambio, las escenas de equitación y los antropomorfos se concentran en la mitad oriental. Figura 10.9. Distribución de los petroglifos con armas. En rojo se representan las armas adscribibles al Bronce Inicial y en azul las adscribibles al Bronce Medio. Los petroglifos del Bronce Inicial se sitúan a lo largo de un hipotético trayecto de unos 3 km de longitud, que en principio se haría de sur a norte, ya que los paneles están orientados para ser vistos desde el sur. Figura 10.10. Gráfico en el que se muestra la complejidad de los petroglifos con armas A la izquierda se sitúa el petroglifo más septentrional y a la derecha el más meridional. Obsérvese como a medida que nos desplazamos de sur a norte se incrementa la complejidad de los petroglifos. Figura 10.11. Visibilidad desde los petroglifos con armas del Bronce Inicial. 1. Visibilidad desde los petroglifos de A Trincheira, 2. Visibilidad desde los petroglifos de As Canles y Chan da Lagoa. 3. Visibilidad desde el conjunto de Pena Furada. 4. Visibilidad desde O Ramallal. Obsérvese como, a medida que nos desplazamos hacia el norte, la visibilidad empieza orientándose hacia el S y SE y termina orientada hacia el W y N. Asimismo existe cierto incremento en el ámbito de visibilidad a medida que nos desplazamos de sur a norte. Figura 10.12. Los petroglifos monumentales se distribuyen de forma regular por toda la Zona 2. En la imagen se representa, además, la visibilidad desde Laxe dos Carballos, y en ella se puede apreciar como la visibilidad es muy limitada a media distancia y mucho más amplia a larga distancia (más de 500 m). Esta es una característica común de todos los petroglifos monumentales. Figura 10.13. Izquierda: visibilidad desde Pedra da Boullosa. Derecha. Visibilidad desde Pedra das Ferraduras. El campo visual desde ambos petroglifos es muy restringido a media distancia y amplia a larga distancia; precisamente son los lugares de acceso más difícil los más visibles.
Figura 10.6. Izquierda: mapa de pendientes del terreno. Las zonas de color blanco representan llanos (pendiente inferiores a 12º). Las estaciones principales se concentran en torno a los llanos situados a media ladera. En las zonas de mayor inclinación, en los llanos de fondo de valle y de los altos de las sierras, los petroglifos son inexistentes. Derecha: ampliación del sector central de la Zona 2.
Figura 10.14. Representación del abanico de visibilidad desde Coto da Braña, que permite verificar que los petroglifos monumentales quedan “ocultos” en las zonas de sombra del campo visual desde un petroglifo de tamaño medio. Esto es debido a que los petroglifos monumentales se ubican en zonas deprimidas o en lugares con algún obstáculo visual que impide su visibilización.
Figura 10.7. Distribución de los motivos más comunes. 1: círculos, 2: cuadrúpedos, 3: armas, 4: equitación, 5: ídolos, 6: serpentiformes. Las combinaciones circulares y los cuadrúpedos se distribuyen de forma regular en todas las estaciones. En cambio, las escenas de equitación y las armas se concentran en la mitad oriental de la Zona 2.
Figura 10.15. Distribución en el sector 2 y mapa de pendientes en la zona central del valle de los petroglifos de Estilo Esquemático Atlántico. La ubicación de las estaciones es en gran medida coincidente con las de Estilo Atlántico.
Figura 10.8. Distribución de los motivos en la Zona 1. Las combinaciones circulares y los cuadrúpedos se locali-
Figura 10.16. Panel de As Canles, ejemplo característico del típico petroglifo de Estilo Esquemático Atlántico con cruces inscritas, que en raras ocasiones comparten panel con diseños de Estilo Atlántico.
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CAPÍTULO 11
Figura 11.2. Mapa general de la zona analizada, con la localización de los trazados viarios empleados en el análisis: vías actuales principales y caminos medievales según Ferreira (1988). Se señalan también los principales puntos de cruce del Lérez y los topónimos asociados a zonas de paso. Figura 11.3. Posiciones (líneas y posiciones puntuales) en las que se superpone al menos la mitad de los trazados de los caminos óptimos que unen los asentamientos del grupo 1. Figura 11.4. Posiciones (líneas y posiciones puntuales) en las que se superpone al menos la mitad de los trazados de los caminos óptimos que unen los asentamientos del grupo 2. Figura 11.5. Porcentaje de los trazados de los caminos óptimos coincidentes con las líneas de los MADO de cada asentamiento singular. Valores promedio y desviación típica para cada grupo. Figura 11.6. Distancia mínima (en metros) necesaria alcanzar desde cada castro la línea MADO más próxima que conduce a cada uno de los demás castros.
Figura 11.13. Grado de coincidencia entre los trazados de los caminos óptimos de cada grupo de castros y los trazados de los caminos medievales (según Ferreira). Se muestran tres niveles de comparación: el total de los trazados, los puntos compartidos por el 50%, y el 75% de los caminos óptimos de los castros de cada grupo. Figura 11.14. Grado de coincidencia entre los trazados de los caminos óptimos de cada grupo de castros y los puntos más relevantes de los caminos óptimos entre las aldeas existentes en 1867. Se muestran tres niveles de comparación: el total de los trazados, los puntos compartidos por el 50%, y el 75% de los caminos óptimos de los castros de cada grupo. Figura 11.15. Disposición espacial de la coincidencia entre los caminos óptimos de los castros del grupo 1 (tramos compartidos por caminos de más del 50% de los asentamientos) y los de las aldeas de 1867 (tramos compartidos por caminos de más del 50% de las aldeas). Figura 11.16. Disposición espacial de la coincidencia entre los caminos óptimos de los castros del grupo 2 (tramos compartidos por caminos de más del 50% de los asentamientos) y los de las aldeas de 1867 (tramos compartidos por caminos de más del 50% de las aldeas).
Figura 11.7. Coste mínimo (en minutos) necesario para alcanzar desde cada castro la línea MADO más próxima que conduce a cada uno de los demás castros.
Figura 11.17. Líneas que marcan los valores máximos del MADO calculado a partir del yacimiento del grupo 1 de Coto dos Mouros.
Figura 11.8. Posiciones derivadas de los MADO de los castros del grupo 1 que muestran una mayor recurrencia (posiciones preferentes para el movimiento desde estos asentamientos). Localización de los castros del grupo y de puntos relevantes para la movilidad (pasos de agua y topónimos de zonas de paso).
Figura 11.18. Caminos óptimos que unen Painceiros con el resto de asentamientos existentes en 1867.
Figura 11.9. Posiciones derivadas de los MADO de los castros del grupo 2 que muestran una mayor recurrencia (posiciones preferentes para el movimiento desde estos asentamientos). Localización de los castros del grupo y de puntos relevantes para la movilidad (pasos de agua y topónimos de zonas de paso). Figura 11.10. Grado de control visual de cada asentamiento sobre los caminos óptimos que lo comunican con los demás poblados de su grupo. Figura 11.11. Grado de control visual de los asentamientos de cada grupo sobre el conjunto de los caminos óptimos que los comunican entre sí. Se muestra el porcentaje del trazado del conjunto de los caminos óptimos de cada sitio singular que es visible desde el mismo o desde cualquier otro de los sitios del grupo.
Figura 11.19. Caminos óptimos que unen los petroglifos de O Ramallal y A Trincheira, en los respectivos extremos N. y S. de la alineación de grabados con armas en el área de Caneda. Figura 11.20. Coincidencia entre la movilidad “espontánea” (MADO) y la dirigida (caminos óptimos). Las líneas señalan los tramos en los que la movilidad sin destino fijo desde cada uno de los dos petroglifos de los extremos (A Trincheira a la derecha, o Ramallal a la izquierda), coincide con el trazado del camino óptimo que lo uno con el otro (ver Figura 11.19.). Figura 11.21. Medida de la coincidencia entre la movilidad “espontánea” (MADO) y la dirigida (caminos óptimos) desde los grabados de O Ramallal y A Trincheira.
CAPÍTULO 12 Figura 12.1. Panel de Laxe dos Carballos en marzo de 2006, con los dos robles (“carballos”) que han dado su
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Figura 11.1. Mapa general de la Zona 2, con la localización de los puntos empleados en el análisis: castros de la Edad del Hierro y aldeas documentadas en 1867. Se muestran también los asentamientos de la Edad del Hierro documentados en el espacio circundante a esta Zona, que han sido utilizados en parte de los análisis que se presentan.
Figura 11.12. Intensidad del control visual de los asentamientos de cada grupo sobre el conjunto de los caminos óptimos que los comunican entre sí. Se muestra el porcentaje del trazado del conjunto de los caminos óptimos de cada sitio singular que, siendo visible desde alguno de los sitios del grupo, lo es desde más de uno de ellos.
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nombre al petroglifo en la historia reciente. La foto fue tomada durante la grabación de un documental. La persona de la derecha, que está siendo entrevistada, es Manuel Santos Estévez. Figura 12.2. Calco del petroglifos de Laxe dos Carballos, realizado en 2005 en el marco de este proyecto por el Laboratorio de Patrimonio del CSIC. Figura 12.3. A la izquierda se reproduce la parte del frotagge que representa un posible arquero. Debajo se representa invertido para hacer más nítida la figura. El frotagge está realizado con papel carbón sobre papel blanco colocado directamente sobre la roca. Dado que los picotazos dejan una huella negativa en la roca, su incidencia se refleja como líneas blancas. Cuando se invierte con el uso de software específico, lo blanco se vuelve negro y viceversa. A la derecha se reproduce otra figura humana representada en Pedas das Ferraduras (situada a 3 km hacia del SSE de Laxe dos Carballos, en una escena de caza similar. Las figuras están a la misma escala y se pueden observar las similaridades en su estilo y tamaño, así como en la posición de los brazos y piernas. Figura 12.4. Una moneda de época vikinga de Dorestad que muestra un ciervo chupando una serpiente con su nariz, explicación supuestamente de su larga vida. Sobre el ciervo y próximo a su oreja, se encuentra una cabeza humana tocando dos flautas; entre las piernas del ciervo hay una figura triangular que posiblemente simbolice el sol o el movimiento. Figura 12.5. En esta representación del gran ciervo de Laxe dos Carballos se han removido las figuras, líneas y picotazos más pequeños para diferenciar mejor los detalles en los que se basa la argumentación del capítulo. Figura 12.6. Gran ciervo situado en el lado occidental del valle, petroglifo de As Martizas. Los surcos picados han sido agrandados con tiza para incrementar la visibilidad de los detalles. Figura 12.7. Detalles en los que se observa que las tres puntas en el extremo superior de las astas pueden ser adiciones posteriores. En el caso de Laxe dos Carballos (izquierda) hay una nítida diferencia en profundidad y tamaño. En el petroglifo de Monte Gurita (derecha) hay una interrupción en la línea y las tres puntas se sitúan, de algún modo, sobre el extremo de las astas. Figura 12.8. Un ejemplo del uso popular de las tres puntas en el extremo de las astas, tomado del famoso Caldero de Gundestrup, encontrado en Dinamarca y datado aproximadamente entre el 98-70 a.C. o 50 a.C. (Olmsted 2001:120-127; Kaul 1991). El dios Cernunnos tiene un collar (torques) en su cuello y otro en su mano derecha frente al cuello del venado, como si fuera a ponérselo o estuviera quitándoselo al animal. ¿Podría ser que Alejandro el Grande no hubiera sido el primero gobernante que puso un collar a un ciervo? ¿Es posible que este mito, como muchos otros, hayan tenido precursores orales que nos dejaron evidencia de ellos en imágenes?
Figura 12.9. Ejemplos de figuras atributivas de gran tamaño: hombre con lanza en la roca Litsleby 75 (Bohuslan, Suecia), jinete de la roca de Foppe di Nadro 27 (Valcamonica), y ciervo de Laxe da Rotea de Mendo (Campo Lameiro). Figura 12.10. El tema de la caza del ciervo. En el panel Vitlycke en Tanum (Bohuslän), en Pedra das Ferraduras, Cotobade (Galicia) y en la roca Naquane 1 (Valcamonica). El ciervo es normalmente cazado a pie y con lanza, u ocasionalmente con arco y flecha. En Bohuslän y Valcamonica a menudo se representan perros en estas escenas.
CAPÍTULO 13 Figura 13.1. Los cuatro grandes ciervos en los que se centra el análisis de este capítulo. (a) Laxe dos Carballos, Campo Lameiro, Pontevedra; (b) Laxe das Cruces, Tourón, Pontevedra (según Peña Santos); (c) Rotea de Mendo, Campo Lameiro, Pontevedra; (d) Campo de Cuñas, Ponte Caldelas, Pontevedra. Todos destacan por su tamaño claramente superior a la media, sin embargo el de Campo de Cuñas será la excepción a la regla. A pesar de su gran tamaño, el animal no tiene un número anormal de astas ni las otras características observadas en los otros tres ejemplares de porte análogo. Otro caso es el ciervo de Os Mouchos, Rianxo, A Coruña (figura 13.10). Los calcos a, c y d son del Laboratorio de Patrimonio del CSIC, el b de Peña Santos. Figura 13.2. Detalle de los petroglifos de (a) Laxe dos Carballos y (b) Laxe das Cruces mostrando tres líneas aisladas junto a la parte superior del asta derecha. Interpretamos este rasgo como indicador de la forma precisa de llevar a cabo la cuenta de las puntas de los cuernos en su consideración calendárica. Figura 13.3. El gran ciervo de Laxe dos Carballos, en Campo Lameiro, oteando a la derecha, hacia un gran motivo circular. El número de astas de sus cuernos, y la forma en que están distribuidas, son un muestrario de cuentas astronómicas. 12 es el número de meses lunares en un año solar. (12+3)x2=30 es el número redondo de días en un mes lunar. El siguiente paso es algo más complicado. Para ello tenemos que tener en cuenta las tres rayas (“astas”) aisladas (en amarillo) junto a la punta del cuerno derecho, que postulamos como la marca indicadora de un ciclo lunisolar de tres años. Este se contaría, comenzando por el punto más cercano a las tres rayas, como 12+(12+1)+12=37 meses lunares en 3 años solares. El “asta” aislada en la parte superior del cuerno izquierdo podría ser la marca de mes intercalar. Ver el texto para más detalles. Figura 13.4. Horizonte sudeste visto desde Laxe dos Carballos. El horizonte cercano está dominado por las colinas en que se sitúan las rocas con las inscripciones ‘DIVI’, mientras que en un plano más alejado se sitúa una montaña que singulariza el horizonte. Los números indican los valores de la declinación de dos puntos del horizonte. Si los comparamos con los valores de la declinación del sol
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Figura 13.5. Dado el interés del horizonte sudeste desde Laxe dos Carballos, se planteó la observación real de la salida del sol en el solsticio de invierno y de la salida de la luna en el lunasticio mayor sur. La imagen de la izquierda muestra la salida de sol vista desde Laxe dos Carballos en el solsticio de invierno de 2006. El sol sale por la zona cercana a la primera de las inscripciones DIVI del horizonte próximo. Cuando el sol esté completamente por encima del horizonte, estará encima del DIVI norte. Derecha, salida de la luna llena en el lunasticio mayor sur observada el 9 de julio de 2006 en la vaguada del monte lejano, cerca de donde se sitúa la inscripción DIVI sur en el horizonte cercano. Figura 13.6. El gran ciervo de Rotea de Mendo, rodeado de motivos circulares con uno de mayor tamaño a su derecha. El ciervo parece mostrar dos grandes cuernos simétricos de 13 astas. Al cuerno izquierdo parece habérsele añadido, bien en el diseño original o a posteriori (esto es difícil de saber), un suplemento con cuatro astas adicionales (en rojo). Curiosamente, la cuenta 13+13+4=30 repite el patrón lunar del ciervo de Laxe dos Carballos. (Calco realizado por el Laboratorio de Patrimonio del CSIC). Figura 13.7. Desde Rotea de Mendo no es posible la observación del horizonte sudeste debido a la presencia de un bosque de eucaliptos. Sin embargo, gracias a la cartografía digital es posible obtener información de la visibilidad del horizonte desde el lugar en que se encuentra este petroglifo. En este mapa, la ubicación de Rotea de Mendo está marcada en verde, los puntos negros indican los castros del entorno, mientras que las estrellas muestran la posición de las inscripciones DIVI. Las partes del paisaje visibles desde Rotea de Mendo están indicadas en rojo. En la parte sudeste aparece un horizonte lejano, que se ha reconstruido en parte en el recuadro superior. La salida del sol en el solsticio de invierno ocurriría en la intersección de ese horizonte lejano con uno más próximo. Algo similar, pero en el extremo sur de ese horizonte, ocurriría con el orto de la luna en su salida más meridional (lunasticio mayor sur) durante el verano. Ambas situaciones están indicadas con líneas amarillas en el mapa. Figura 13.8. Detalle del hermoso panel de Laxe das Cruces (Tourón, Pontevedra), mostrando un motivo de círculos concéntricos de gran porte al que dirige su mirada el ciervo de gran tamaño que singulariza el conjunto rupestre. En este caso nos encontramos de nuevo con las tres rayas situadas sobre la punta del cuerno derecho (marcadas en amarillo). Pensamos que nuevamente nos encontramos ante un patrón de conducta similar al de Laxe dos Carballos en que se representa un ciclo lunisolar de tres años. En
este caso, la cuenta sería (11+2)+12+12=37 meses lunares en 3 años solares. A modo de hipótesis, especulamos con la posibilidad de que el asta doble situada en la parte inferior del cuerno derecho pudiera estar relacionada con la presencia de años de 12 (si el asta se cuenta como una) o 13 (si se cuentan sus dos ramas) meses lunares y es, por tanto, otra forma sutilmente diferente de representar la necesidad del mes intercalar. Figura 13.9. Mirando desde Laxe das Cruces en dirección sudeste se observa el horizonte presentado en la imagen superior. De nuevo observamos la intersección de un horizonte cercano con uno más lejano. El horizonte lejano es bastante regular, destacando únicamente la intersección de éste con un monte cercano, cuya declinación es de 29.5. Cerca de este punto ocurre la salida de la luna en el lunasticio mayor. Esto fue corroborado con observación in situ en la salida de la luna llena del día 9 de Julio de 2006, imagen derecha. Figura 13.10. Un caso singular de nuestro estudio lo ofrece el pequeño ciervo del panel de Os Mouchos (Rianxo, A Coruña), que sin embargo posee unos cuernos gigantescos que de nuevo repiten un número de astas con posibles cuentas astronómicas (12). Este es un caso único en Galicia, que creemos responde a un patrón de ideas similar al encontrado en Laxe dos Carballos, Rotea de Mendo y Laxe das Cruces, pero expresado aquí de una manera mucho menos elaborada. Imagen resaltada con Photoshop. Figura 13.11. Estratigrafía relativa y cronología absoluta de los motivos representados en el panel de Laxe dos Carballos, adaptado del capítulo 12, de Å. Fredell en este volumen. Figura 13.12. La composición muestra la homología entre el panel con grabados de Laxe dos Carballos, el horizonte local inmediato y el plano astronómico, como si se tratase de una serie de círculos concéntricos. Las tiras de fotos superior e inferior recogen los elementos que justifican esta interpretación y en el centro se indica su posición relativa en el espacio. El punto verde corresponde al petroglifo y las estrellas a las inscripciones con DIVI. Figura 13.13. Modelo tridimensional del valle medio del Lérez, a la altura de Campo Lameiro, visto desde el sur. Las formas violetas indican los castros, los puntos rojos una selección de los petroglifos existentes, y los azules las inscripciones DIVI. Cuando se cristianiza este paisaje lo hace bajo la advocación de los Santos Justo y Pastor, en la ermita de San Xurxo de Sacos, al otro lado de la ladera de As Canles, y San Blas (y/o San Antonio), cercanos a los petroglifos de Paredes-Praderrei, donde está Laxe dos Carballos. Las fiestas de estos santos 6 de agosto y 3 de febrero, son particularmente cercanas a las fiestas celtas de media estación correspondientes a Lugnasad e Imbolc (principios de agosto y de febrero respectivamente). Figura 13.14. Caballos relacionados con sacrificios y decorados con círculos y cruces inscritas (arriba, procedente de Numancia) o con un solo círculo (abajo, proce-
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en el solsticio de invierno y de la declinación de la luna en el lunasticio mayor sur hace unos 2500 años, vemos el interés de este horizonte: prácticamente coincidiendo con la zona donde están situadas las inscripciones, en la cima de dos oteros sobre la primera línea de horizonte, se vería la salida del sol y de la luna en el solsticio de invierno y en el lunasticio mayor sur, respectivamente.
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dente de Luzaga), aunque el círculo podría ser una adición posterior a la confección del relieve (según Alfayé).
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Figura 13.15. Detalle del petroglifo de Rotea de Mendo con motivo tipo “tres en raya” y círculo con cruz inscrita y cornamenta de cérvido que pueden asociarse con representaciones cosmológicas o solares considerando otros paralelos culturales. Figura 13.16. Moneda procedente de Petersfield (Hampshire, Inglaterra) con posible representación de la cabeza del dios celta Cernunnos y con una rueda de ocho radios situada entre sus astas.
CAPÍTULO 14 Figura 14.1. Sala del banquete donde transcurre el diálogo de Platón según L. Brisson (2001: 15-34; esquema de p. 248). Las flechas indican el orden de los discursos (Fedro, Pausanias, Aristófanes, Erixímaco y Agatón); en el último lecho las flechas indican el cambio de posición cuando llega Alcibíades.
Figura 15.1. Distribución de las zanjas, los petroglifos y los suelos muestreados (PRD-I/V) en el área de estudio de la Zona 1. Cada grupo de zanjas concentra aquellas que se localizan más cerca dentro de la misma microunidad morfológica. El número de zanjas por grupo es variable, y dependiente de las características específicas de la unidad morfológica. Los números de las zanjas se refieren a las áreas en las que se agrupan para su estudio, tal como se describe en el texto. PRD-I es el suelo que se localiza a mayor altitud (300 msnm), en una posición de alvéolo erosivo-acumulativo. PRD-II se encuentra en la misma línea general de evacuación de sedimentos que PRD-I, pero a una cota topográfica más baja. PRD-III y PRD-V son de dinámica netamente acumulativa, al igual que en el caso de PRD-IV, que es el suelo ubicado a menor altitud (260 msnm) en el fondo de una cuenca. Figura 15.2. El perfil PRD-I es un ejemplo de suelo de un alveolo erosivo-acumulativo. Su funcionamiento se debe a la posición topográfica que ocupa, en el primer escalón altitudinal del Monte Paradela (300 msnm), en el borde de un alvéolo.
Figura 14.2. El cosmos como locus memoriae. Izquierda según Publicius; derecha según Romberch, con el infierno (IN), el purgatorio (PVR) y el Paraíso celeste (L-PA) y terrestre (L-P) Ambos incluyen las esferas de los astros, los signos del zodíaco. Es distinta la representación del paraíso. (Yates 1999: 110-111, 114-116).
Figura 15.3. El perfil PRD-II ocupa una posición altitudinal intermedia. Su ubicación corresponde a un alveolo asimétrico en borde de cuenca, lo que determina su dinámica edafogenética. Este perfil muestra una potencia importante, aunque su registro paleoambiental es más reducido que el de otros suelos de la Zona 1 (ver Capítulo 16).
Figura 14.3. Imagen humana como referente para la construcción de un locus memoriae según Romberch (Yates 1999: 117-118).
Figura 15.4. PRD-III está ubicado en el interior de un enclavado a una altitud de 280 msnm. Su localización y la microtopografía favorecen que el proceso predominante sea la acumulación, lo que determina su gran potencia, y su completo registro estratigráfico.
Figura 14.4. A la izquierda, versión “esquemática” pintada por el artista aborigen australiano Narritjin del paisaje del Cabo Shield y de los personajes del Sueño que lo conforman (Morphy 1998: 133). Derecha y arriba: localización del cabo Shield; abajo, imagen de Google Earth de las tres zonas representadas en el cuadro, la parte de acceso terrestre, con el aeródromo al norte, el lago, y la franja de dunas arenosas en el lado interior del cabo (este).
Figura 15.5. PRD-IV es el suelo ubicado a menor altitud (260 msmm) en el fondo de una cuenca con laderas de elevada pendiente. Fosiliza y colmata un fondo de alveolo, convirtiéndose en el “alveolo tipo” mejor representado del Zona 1. Presenta gran potencia, y un registro estratigráfico muy completo.
Figura 14.5. Izquierda: vista del Cerro Mercachas desde la estación de Paidahuen (Aconcagua, Chile). Derecha: calco de un panel grabado de Paidahuen con diseño cuatripartito (foto y calco de A. Troncoso).
Figura 15.6. PRD-V se ubica en un sector preferente a la acumulación dentro de la propia cuenca de evacuación, en un enclavado (al igual que PRD-III). Es un suelo de gran potencia, que presenta un completo registro estratigráfico.
Figura 14.6. Composición de grabados tomados de diferentes estaciones del Alto Aconcagua (Chile), sin considerar orientación o tamaño, para destacar su esquematismo aunque responden a estilos distintos. Arriba izquierda: Estilo I, Paidahuen; derecha: Casa Blanca. Abajo izquierda: Casa Blanca; derecha: Estilo II de cerro Paidahuen (fotografía adaptadas de A. Troncoso).
Figura 15.7. Perfiles PCB. Son cinco perfiles situados a 290 msnm, muestreados en una zanja abierta en la zona adyacente al panel de Laxe dos Carballos, a intervalos de 1 m y con orientación NW-SE. La estratigrafía que se observa puede informar acerca de la cronología del enterramiento y exhumación del panel.
CAPÍTULO 15 Tabla 15.1. Características morfoestratigráficas de los perfiles PRD.
CAPÍTULO 16 Tabla 16.1. Valores medios (avg), desviación típica (std), máximo (mx) y mínimo (mn) para los elementos químicos determinados en cada uno de los suelos coluviales estu-
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Tabla 16.2. Grupos homogéneos resultantes de la comparación de medias por análisis de vaianza. (—: elemento no analizado; ns: diferencias no significativas). Tabla 16.3. Tasas máximas de acumulación (en kg m-2 a ) en los suelos coluviales de Campo Lameiro, en los periodos de alta acumulación/erosión. PAA: duración en años del periodo de alta acumulación; PBA: duración en años del periodo de baja acumulación precedente. -1
Figura 16.1. Área de estudio: Zona 1 de Campo Lameiro. Ubicación de los suelos coluviales estudiados y cuencas de drenaje (áreas fuente) de los mismos. Figura 16.2. Análisis de componentes principales: factores de carga de los elementos químicos en las proyecciones F1-F2, F1-F3, F1-F4 y F1-F5. Sólo se incluyen en cada proyección los elementos con una proporción significativa de su varianza asociada a los factores, en cada caso. Figura 16.3. Análisis de componentes principales: reparto de las comunalidades de los elementos químicos analizados en los suelos coluviales de Campo Lameiro. (F1, F2, F3, F4 y F5 son los factores significativos; la longitud total de la barra representa la comunalidad y las secciones indican el porcentaje de la varianza de cada elemento asociada a cada factor). Figura 16.4. Análisis de componentes principales: proyecciones de las puntuaciones de las muestras. (PRD-I: círculos rellenos; PRD-II: círculos vacíos; PRD-III: cuadrados; PRD-IV: triángulos; PRD-V: rombos). Figura 16.5. Análisis de componentes principales: perfiles verticales de las puntuaciones de las muestras para cada suelo estudiado. Figura 16.6. Cronología de los registros de los factores del análisis de componentes principales (F1 a F5, de arriba abajo). (La línea gris en la gráfica de F2 es el registro con eliminación de la tendencia; véase el texto). Edad calibrada BP. Figura 16.7. Cronología de las tasas de acumulación (en kg m-2 a-1) para los últimos 10.500 años. En las gráficas central e inferior los datos de acumulación están en escala logarítmica (la central en edades cal BP y la inferior en edades cal BC). Las barras de color delimitan los periodos con elevadas tasas de acumulación. Figura 16.8. Relación entre el registro del factor F3 y las tasas de acumulación en los últimos 10.500 años. Figura 16.9. Relación entre tasas de acumulación, escala derecha, en kg m2 a-1 y el índice de humedad, escala izquierda, extraído de Mighall et ál. (2006). Los valores elevados del índice representan periodos húmedos y los bajos periodos secos.
CAPÍTULO 17
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Tabla 17.1. Características morfológicas de los suelos más frecuentes en el sector de estudio. Tabla 17.2. Valores granulométricos medios para el conjunto de los suelos de Campo Lameiro. Tabla 17.3. Valores medios de carbones en los suelos de Campo Lameiro. El valor porcentual está multiplicado por 100 para su representación. Tabla 17.4. Reacción del suelo, pH en agua y pH en KCl en los suelos de Campo Lameiro. Tabla 17.5. Características del complejo de intercambio catiónico de los suelos de Campo Lameiro: S, suma de cationes básicos (cmol(+)kg-1); SAC, suma de catiónes acídicos (cmol(+)kg-1); CICe, capacidad de intercambio catiónico efectiva (cmol(+)kg-1), sAl, saturación en Al (%); sBas, saturación en cationes básicos (%). Tabla 17.6. Distribución de las formas Al-MOS de los suelos de Campo Lameiro. Alae, formas de alta estabilidad; Alme, de moderada estabilidad; Albe, de baja estabilidad. Figura 17.1. Morfología tipo de los suelos de la Zona 1 de Campo Lameiro. Figura 17.2. Aspecto general de un suelo de acumulación de tipo Ránker. Figura 17.3. Ubicación de los perfiles de suelos estudiados en la Zona 1 de Campo Lameiro. Figura 17.4. Distribución de la fracción tierra fina (> English Abstracts for the full volumen
CHAPTER 2 - GEOGRAPHY OF STUDIED AREA Shaping the geographical zones for research. By Manuela Costa-Casais, Manuel Santos-Estévez and Yolanda Seoane-Veiga Keywords: geographical setting, descriptión of the zones, Monte Paradela, geographical Information Systems, petroglyph distribution. Abstract: This chapter serves to define and describe the three geographical areas to which the research presented in this book refers. This division responds to the large amount of archaeological information accumulated in a very wide area, centred on Monte Paradela in the municipal district of Campo Lameiro, which contains the Rock Art Archaeological Park. The limits selected for the different study areas are based, on the one hand, on natural divisions with a highly uniform relief, and on the other, on the distribution of elements from the archaeological record, especially rock art. In order to define the study areas in a more rational and coherent manner, techniques have been applied that are based on geographical information systems (GIS), based on drainage flows and river basins, in order to profile in greater detail the comprehension and delimitation of these geographic areas. The study zones are the following (Figure 2.1): Zone 1. Consisting of Monte Paradela, which contains the Rock Art Archaeological Park in Campo Lameiro (Figure 2.3). All of the different disciplines involved in this project have carried out their work in this geographic area, as a result of which the majority of the results correspond to this zone. From an archaeological perspective, the rock art is located in a basin defined by the valley of the River Lérez, form-
ing concentrations on specific physiographic units. One of these concentrations, which we refer to as ‘stations’, is located on Monte Paradela. On leaving this physiographic unit, and until reaching the next unit and ‘station’, the rock art disappears or is only found occasionally on isolated rocks. Zone 2. This zone occupies the valley of the River Lérez (Figure 2.4). This geographic level comprises the local councils of Campo Lameiro and the northern half of Cotobade. This is the area with the highest concentration of petroglyphs in the north west Iberian Peninsula. To date, a total of 376 carved rocks have been catalogued. At this more detailed level we once again find an irregular distribution of carvings, as they are concentrated on stations that are separated by empty spaces, or in which there are only a small number of rocks with isolated carvings. Zone 3. This is the largest geographical area; its northern and southern boundaries are delimited by two rivers: the River Ulla to the north, and to the south the dividing range that separates the River Verdugo and Oitavén (Figure 2.2). To the west, this area is flanked by the Meridian Depression, a geomorphological unit that surrounds the whole of the sector and continues through the areas of Padrón, Pontecesures, Caldas de Reis, Portas, Barro, Meis, Poio and Vilaboa. Within Galicia, this area contains the precoastal valleys and low mountain ranges, dominated by the influence of the lower estuaries and the mountainous terrain in the interior of the province of Pontevedra, with a higher, steeper relief. Zone 3 is the geographic area where we find the vast majority of carvings of deer.
CHAPTER 3 - METHODOLOGY Research methodology. By Manuela Costa-Casáis, Xabier Pontevedra-Pombal, Cruz Ferro Vázquez, Joeri Kaal, Antonio Martínez-Cortizas, José Antonio López Sáez, Lourdes López Merino, Pilar López García, Juan Antonio Belmonte and A. César González-García Keywords: interdisciplinary methodology, pedology, follen analysis, archaeoastronomy, soil samples. This chapter summarizes the methodology applied in this project by the disciplines of the Earth Sciences and Archaeoastronomy (that is to say: those disciplines what go beyond the usual range of techniques and tools applied for archaeological methodologies what, being well-known for the regular reader of this series or being described in individual chapters, do not need a specific account) to obtain the data discussed in different chapters of this book. It is structured in four parts. The first part corresponds to the study of the geomorphology of the area, the second to the study of soils and sediments (preliminary work, sampling strategy, sample pre-treatment and analytical methods), the third to the palynological characterization (sampling, chemical treatment, pollen identification, pollen diagrams and pollen zonation, interpretation of results) and the fourth is devoted to the methodology and foundation of
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connected from the European context. In this case the chronology of Galician rock art coincided with that of the British petroglyphs, but although it is true that both groups share many of their geometric designs, the figurative designs are almost completely absent in the British Isles. Precisely the majority of the figurative motifs associate Galician rock art with other European rock art traditions, and at the same time allow us to consider that this phenomenon survived for longer in the north west Iberian Peninsula than in the British Isles. As we will see later on (Santos, chapter 10 of this book), the absence of figurative designs in Great Britain may be due to the fact that in this region, rock carvings ceased to be made at an earlier date, while in Galicia, in the same way as in Valcamonica and southern Scandinavia, other designs were incorporated over a longer period of time. In any event, an important consequence of this historiographic review, which is also upheld by other contributions to this volume, is the recovery and revaluation of the term “Atlantic Style rock art” to refer to the phenomenon of Galicia‘s prehistoric petroglyphs.
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archaeoastronomy observations. Each part defines, in a synthetic way, the research method and basic tools applied to the space and time scales of each investigation, and are complemented by brief topical bibliography. The aim is to provide an integrated view of the methodological approach. At the same time, the specific chapters are more oriented to the presentation and discussion of the results.
CHAPTER 4 - GEOMORPHOLOGY Geomorphological dynamic of study-area and its implications on landscape transformation. By Manuela Costa-Casáis and Antonio Martínez-Cortizas Keywords: geoarchaeology, granitic forms palaeo-environmental archives, late Pleistocene, Holocene. This chapter focuses on the role played by landforms evolution as a key factor for geoarchaeological analysis. The aim is to define the relief units —location and timing of formation- and to determine the influence and control of relief structure on the formation, distribution and genesis of soils and sediments; but also to relate landforms to the spatial distribution of the rock carvings. This approach is particularly important in this area, due to the scarcity of archaeological remains other than the rock art itself. Soils and sediments are unique archives that have recorded landscape transformations linked to cultural evolution. In the Campo Lameiro area the oldest sedimentary facies date back to the late Pleistocene— early Holocene. From the mid Holocene onwards the dominant processes are erosion and sedimentation, in high and low potential energy areas respectively, which implied an intense redistribution of the soil resource through time. In this contexy, area is understood as a particular space, distinguished by certain geographical characteristics, where a specific phenomenon occurs. During the Bronze Age, when most rock art panels appear to have been made, these processes intensified and the rock surfaces were largely exposed. The environmental dynamics in this area follows a pattern already described for other sectors of NW Spain, and are therefore consistent with the regional evolution. Our results demonstrate the usefulness of paleoenvironmental analyses in building a framework for the comprehension of Galician rock art. A proper understanding of landscape evolution, and particularly of present cultural landscape, needs the integration cultural and environmental records in order to obtain a more in depth view of human eco-dynamics than by simply analyzing environmental variables alone.
CHAPTER 5 - ARCHAEOLOGICAL SURVEY Archaeological surveying of petroglips: methodology and results. By Yolanda Seaone-Veiga Keywords: rock art, documentation, methodology, archaeologial survey.
Abstract: Here we present the results of a series of archaeological prospecting campaigns that were carried out between 2003 and 2006, as part of the archaeological documentation project for the Rock Art Archaeological Park in Campo Lameiro, leading to the discovery of nearly one hundred new rock carvings. Before this work began, a total of 248 rocks with carvings were known in the valley of the River Lérez (Zone 2), catalogued in 137 petroglyphs (considered as an element from the archaeological record that may comprise one or more carved rocks). Prospecting work focused on Zone 1 and Zone 2. Although the working strategy was based on locating rock carvings, the methodology and approach used for prospecting was adapted in order to locate any type of archaeological element. The aim was to complete the cataloguing of sites in the area, to obtain real information about the number of petroglyphs in the district, to study their distribution and identify the limits of the territory containing rock art. The final aim of this work was to produce a distribution map based on GIS technology, which could be used to evaluate the density and distribution of the petroglyphs and other archaeological elements in the study area. Each new petroglyph was recorded on files that were then transferred to a database and subsequently delivered to the archaeological heritage authorities of Galicia (the Archaeology Service of the General Directorate of Cultural Heritage), filled in according to the required specifications, in order to complete the official inventory for this zone. Each of the new petroglyphs was documented using photographs, and georeferenced with UTM coordinates using a high-precision GPS. During three campaigns, a total of approximately 500 hectares were prospected, and around 100 new petroglyphs were located with a total of 137 carved rocks, significantly increasing the initial number. Apart from the petroglyphs, the only archaeological remains found were a small group of three pieces of pottery of indeterminate age. In Zone 1, a total of 39 hectares were prospected, within which 19 new petroglyphs were found with a total of 29 rocks, in addition to the 16 petroglyphs with 47 rocks that had already been documented. As a result, we now have 76 rocks with carvings and 35 rock art sites in Zone 1. The new petroglyphs were found in the areas of Monte Paradela, Chan da Isca, Os Cogoludos, Fonte da Pena Furada, A Lúa and A Forneiriña. Zone 2, due to its large size, was divided into 11 prospecting sectors covering the whole of the local council of Campo Lameiro, and parts of Moraña, Cotobade and Cerdedo (Figure 5.4). A total of 496 hectares were prospected in Zone 2, locating 104 carved rocks in Campo Lameiro and in the parish of San Xurxo de Sacos (in the local council of Cotobade). These 104 rocks were grouped in 84 petroglyphs. Amongst the findings in sector 2 (between the parishes of San Miguel de O Campo and Santa Mariña de Fragas) a group of 14 petroglyphs was found, including the panel of A Bustarenga 3, with twelve deer, circular combinations and a quadruped with concentric circles
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CHAPTER 6 - REPRODUCTING GRAVURES Reproduction of gravures: from technique to interpretation. By Yolanda Seaone-Veiga Keywords: rock art, reproduction, methodology, tracing. Abstract: Any reproduction is a way of codifying information, as it systematises it and makes it accessible. In the specific case of rock art, it forms the basis for most of the studies that are carried out, and is one of the main techniques used for research purposes. The reproduction of the carvings began in the early twentieth century with simple sketches and photos, which has progressed towards hightech methods including 3-D scanning and photogrammetry. The use of these advanced techniques is a logical step forwards in the evolution of the processes used to represent the carvings, although their use is still restricted. In our case, in order to reproduce the carvings we use a technique that is well known, accessible and highly beneficial in terms of its quality, reliability and the effort involved: tracing on plastic. Although this method is used and accepted internationally, it does have certain limitations. The most important limitation is the high level of subjectivity involved, due to the
significant number of decisions the specialist has to take while making the tracing. This subjective filter means that we must take great care when tracing on plastic, specifying a protocol aimed at obtaining a result that is as close as possible to the original: the aim is to use in a well grounded and organised manner the traditional techniques for identifying and reproducing the carvings that have been known to rock art specialists for many years, but which have not been applied in a systematic way in Galicia. In this case, the tracings on plastic made in Campo Lameiro have been made with the purpose of defining and testing a protocol that makes it possible to organise and control the stages of making the tracing, and to produce a standard for their presentation. It was especially rewarding to include a Swedish team who were specialised in the use of this technique in Scandinavian contexts, but who initially lacked experience in Galician petroglyphs; the interaction between Galician specialists using a technique that had not been previously used in a systematic manner, and Scandinavian specialists using it in contexts that were unknown to them led to a process of experimentation and learning which, through digital procedures, not only contributed towards perfecting the technique, but also towards reducing the subjectivity referred to above. The protocol for making the traces included the need to observe the carvings under different weather and lighting conditions. Once all of the figures on the panel being traced had been identified, we then painted the carved surface, using the least aggressive paint for the carvings: with a high degree of permeability and reversibility, completely harmless to the rock, and providing optimum contrast conditions with the rest of the rock. The use of natural pigments did not cause any damage to the rock or the carvings, as their components are completely plant and/or mineral based, as a result of which we recommend them for work of this kind. Finally, the carvings were traced onto a sheet of transparent PVC placed in direct contact with the surface of the carving. As a final stage, the plastic sheets were scanned in the laboratory using an A0 scanner and then treated using Photoshop to obtain the final image. A total of 49 tracings on plastic sheeting were made of 33 petroglyphs (which as already mentioned, may comprise more than one rock), selected according to their archaeological interest, location and state of preservation. In zone 1, a total of eighteen tracings were made of the newly found petroglyphs. For the rocks that were already catalogued we had tracings from 1997, made as part of the first studies carried out within the area of the Rock Art Archaeological Park of Campo Lameiro. In 2006, the northern area outside of the boundaries of the park was prospected, on Monte Paradela. In this area, a total of eleven new rocks were found and traced. In zone 2, the most complex petroglyphs were documented, being of greater value due to the intention of making them accessible to the public, and priority was given to the most deteriorated, such as the group of carvings of
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on its back with an appendage. In sector 5 (to the NW of Campo Lameiro), 7 new petroglyphs were discovered, including the one in Coto de Rañadoiro, whose complex design includes a group of horseshoes, several grid patterns and nine quadrupeds, the largest of which is mainly buried. A rock was also found in the zone of Chan da Lagoa (Chan da Lagoa 13) with two large deer, and another with a riding scene (A Trincheira 19). From this prospecting work, we can conclude that the density of rock art in zone 2 is significant, as there is one carved rock every 4.5 hectares, which even so is less than zone 1, where we can find nearly 2 rocks per hectare. Despite the appearance of a large number of new petroglyphs, this does not change the previously known general distribution pattern, as the areas with the highest density of rock art continue to be the same: As Canles, Fentáns, A Trincheira, Chan da Lagoa and Monte Paradela, with the exception of the parish of Fragas, where a significantly higher number of carvings was found. Similarly, the areas where no petroglyphs had been found, or where there were only a few examples, were also the areas where less findings were made, with the exception of the parish of Fragas. The total figures for zone 2 are 376 rocks, classified into 245 petroglyphs, which we can group into 7 main stations (see figure 10.5). However, there are large areas that have still not been prospected, mainly on hillsides that are currently covered by dense vegetation, hindering the process and meaning that the number of carvings and other sites may increase. Nevertheless, we believe that the general pattern of distribution is well defined, and will not change to any significant extent in the future.
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Chan da Lagoa. The tracings made in zone 2 focused on renewed readings of the carvings that would be included along the routes within the park. These carvings had already been traced in the past by different authors. These tracings were useful in verifying the possibilities offered by our protocol when representing the carvings. Although the differences between both tracings were not especially significant, we did discover new grooves which in some cases proved to be motifs that had not appeared on previous reproductions, and which in other cases served to define the figure more precisely. They also helped to identify the deterioration suffered by the panel from when the first tracing was made and when ours was made. Here it is important to stress the importance of not only including the carvings themselves on the tracing, but also the most evident damage that they have suffered. This makes it possible for the tracings to serve as maps of the different alterations that indicate the condition of the carvings over a given period of time. Apart from these new readings, three petroglyphs were reproduced from the area of Chan da Lagoa that were already catalogued but which lacked a tracing, together with two newly found carvings. These rocks were chosen as their state of preservation made it necessary to document the alterations they had suffered in order to work with them. An important conclusion reached as a result of these tests is that in order to progress with the reproduction of rock art, a standardised registration system must be established that does away with the wide variety of methods seen in current reproductions. For this reason we have proposed an alternative in order to make as complete a record as possible by tracing onto plastic sheeting, based on a systematic and controlled procedure to produce a basic document that precisely indicates all of the different features of a carving.
CHAPTER 7 - ARCHAEOLOGICAL EXCAVATIONS Chapter 7.1. – Archaeological excavations of petroglips. By Manuel Santos-Estévez Keywords: excavations, Os Carballos, dating, mechanical digging, Iron Age. Abstract: The results are presented of a series of archaeological excavations and soundings carried out in zone 1 (five soundings and two excavations). Positive results were only obtained from the excavations carried out in Pena Furada and Laxe dos Carballos. The absence of results in the other interventions was due to the erosion affecting the area around the petroglyphs, together with very shallow soil depths around their edges. This negative evidence is data in itself, and as such was analysed by other approaches, in particular the geoarchaeological and paleoenvironmental studies carried out as a part of this project. Also, very few materials are normally found in proximity to rock carvings.
In the case of Pedra Furada, the presence of rocky outcrops around the excavated are made it possible for the sediments to be preserved. The location of Laxe dos Carballos helped deposits to accumulate, meaning that the archaeological materials were gradually buried until practically the whole of the carved panel was covered. In Outeiro da Pena Furada a deposit was documented that consisted of numerous rocks that had been positioned intentionally. This deposit filled in practically all of the area where the sounding was carried out, at the entrance to the shelter. Close to the entrance to the rock shelter, some twenty small slabs were also found, forming a pavement. This structure is located in an especially protected area, as despite being close to the entrance of the opening, it is not an area of transit; on the contrary, in the areas that are most frequented by visitors, the paving disappears. Once all of the stones covering the area had been uncovered, they were raised (with the exception of the paved section). A stratigraphic unit was found beneath them consisting of dark brown earth, and beneath this another deposit of earth, charcoal and ashes over the bedrock. A large number of granite fragments were found in contact with this deposit, which had been shattered by thermoclasty. The granite fragments were mixed together with ash, and penetrated the eastern profile of the excavation, meaning that the majority has not been touched by the intervention. The petroglyph of Laxe dos Carballos was excavated between 2003 and 2004. Once the local stratigraphy had been verified and the process of how the petroglyph had been covered, all of the area immediately surrounding the petroglyph was excavated (10 m x 10 m), comprising the whole of the carved surface and several metres around the petroglyph. The results from each of its sectors are detailed below. Eastern sector. Here there are three main deposits. (1) The first consists of an old path, that was possibly in use until recent times, identified by means of a highly compacted longitudinal section 1.5 m wide. (2) The second is a burnt surface that occupies the whole of the unit and corresponds to a level where a fire occurred in the fourth century AD, corresponding to dating PRD-II-18 of 300-320 cal. AD. (3) The only level that could be associated with the panel was characterised by being more highly compacted and sandy than the rest. In this deposit a posthole was found, a fragment of allochthonous clay, a striker and several quartz flakes. Beneath this deposit there are several layers of earth around 10 cm deep, without any archaeological material until reaching the substrate, over which a deposit was recorded with numerous fragments of granite, quartz, and a rounded stone. South-eastern sector. This is next to the petroglyph and is actually a continuation of the previous sector. Here a total of three stratigraphic groups were also identified. (1) The first corresponds to a recent moment, where what could be a drainage pipe for a path was found, possibly dating from the same time as the path found in the eastern sector. Also,
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Chapter 7.2. – Archaeological excavation of a site in the area of Chan das Pozas related with petrogliphs. 2005 Season. By Andrés Bonilla Rodríguez and Mario César Vilar Keywords: Neolithic, Bronce Age, settlement, archaeological structures. Abstract: In 2005, an archaeological excavation was carried out in the area where work was about to begin on the Rock Art Interpretation and Documentation Centre, traditionally known as Chan das Pozas. The work identified the remnants of a possibly prehistoric habitat, whose total dimensions could not be determined due to the limited extent of the intervention (Figure 7.2.10.). It is surprising that so few materials were found – only five small fragments of undecorated pottery, and three stone tools. This absence of materials, together with the type of structures identified, would seem to indicate that the settlement was only occupied for very short periods of time. In one sector of the excavation, a pavement was found, over which a number of circular cabin foundations had been built, and in which three oval pits were excavated. The radiocarbon dating of the sediment from the two post holes in this area show that it is from the start of the third millennium BC. One sample gave a result of Ua-34562 (M-11) 3022-2871 cal BP (4295+40 BP, 4821-4972 cal BP 2 ) and the other Ua-34564 (M-75) 2942-2859 cal BC (4270+40 BP. 4809-4892 cal BP 2 ). The position of the numerous post holes that were found, which did not show well defined layouts, suggests as a working hypothesis that this area was re-occupied as a habitat on different occasions, possibly as a result of seasonal use. Also, the analysis of a pit covered by the paving provided a chronology prior to that of the cabins (early fourth millennium), and the existence of an earlier stage of the habitat was documented. The precise data for this dating are: Ua-34563 (M-34-1) 4181-3988 cal BC (5275+40 BP, 5938-6131 cal BP 2σ).
Chapter 7.3. – Archaeological excavation of Chan das Pozas site, 2008 Season Chapter 7.3.1 –Stratigraphy and archaeological structures. By Fidel Méndez y José López Alonso Keywords: Neolithic, Bronce Age, settlement, archaeological structures. Abstract: In 2008, as a part of work to prepare the car park for the Rock Art Interpretation and Documentation Centre at the entrance to the Archaeological Park, it was possible to carry out another archaeological intervention at a distance of some 150 m from the excavation described in chapter 7.2, making it possible to extend the excavation of this prehistoric ensemble. The excavation, carried out by Fidel Méndez, revealed very clear remnants of archaeological structures, accompanied by a very small amount of material, which could be dated. This section offers a summary
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a deposit was documented caused by a fire in the fourth century AD. (2) The second is a deposit that is possibly associated with the period when the petroglyph was in use, as it coincides with the lower limit of the carvings on the petroglyph. Over this stratigraphic layer there is a combustion structure, which proved to be an invasive deposit that was not associated with the stratigraphic unit. A quartz flake was also found, together with a fragment of clay and a small man-made channel cut into the floor of the stratigraphic unit. (3) No further anthropic or fertile layers were found beneath this deposit until reaching the substrate. Based on the C14 results, the archaeologically fertile layer was located around the first millennium BC, and the results were completely coherent with the stratigraphy. The samples taken from the fertile deposits were sent to the laboratory in Uppsala, Sweden, and the Rocasolano Institute of the CSIC. According to the excavation, there seems to the a sole moment of use of the area immediately around the petroglyph, which may be associated with the carvings its contains. In the archaeological record, this moment of use is represented by a deposit dating from the eighth to fourth centuries BC (Figure 7.1.13). This group of stratigraphic units is contiguous, with the layers with signs of anthropic materials located over others without any continuity in the area in front of the panel, and coinciding with the lower limit of the carved surface. It should be noted that the petroglyph of Laxe dos Carballos is completely covered with carvings, which means that their authors used all of the uncovered stone surface at a moment in time that could coincide with the sole anthropic level of the excavation, as beneath it there are no more carvings or any signs of material culture. Apart from the excavations carried out around the petroglyphs, a series of ditches were cut using mechanical diggers, whose positions and directions are detailed in chapter 16. One of the reasons for cutting these ditches was to locate and document archaeological elements that could be associated with the rock art or not. For this reason, all of the ditches opened in zone 1 were reviewed, at the same time as making their profiles more regular and recording their stratigraphy. The layout of the ditches cut in zone 1 was based on archaeological and paleoecological criteria (see chapters 16 and 17). From an archaeological perspective, some of the ditches were located in areas which because of their physiographic features, could contain archaeological material. They were also cut with the specific intention of locating the remains of settlements within the area of the park that were connected with the presence of the petroglyphs. However, no such evidence was found, and in general very little material culture was found in the ditches of any importance, which may be indicative of the absence of settlements in the area during Prehistory, or otherwise that they were made of highly perishable materials and are therefore difficult to detect.
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of the documentation from the excavation, focusing on the description of the structures that were found (chapter 7.3.1), together with the anthracological analyses and radiocarbon datings that were carried out (chapter 7.3.2). This archaeological excavation revealed a total of 42 deposits in the mineral horizon of the granitic bedrock. These included three clear cabin foundations, four pits of different sizes and several post holes. All of these structures date from the Late Prehistory of the north west Iberian Peninsula. The possible cabin foundations have a very typical, regular shape, with a large pit dug into the subsoil of similar size in all three cases, whose northern half is filled in with a light (yellowish) mineral deposit taken from the C horizon of the soil on the site, and the southern half with dark, organic soil. Also, a number of bioturbations were identified, and a large number of apparently artificial structures whose function is unknown. Chapter 7.3.2 – Paleobotanical analysis of Chan das Pozas site, 2008 Season. By María Martín-Seijo Keywords: Archeobotany, Anthracology. This section deals with the archaeobotanical analysis of samples taken from the archaeological excavation carried on by Fidel Méndez, in 2008, on the Chan das Pozas site, particularly on the area belonging to the parking space for the Rock Art Interpretation and Documentation Center. Samples were recovered in two archaeological structures dug up on the mineral layer of subsoil. The archaeobotanical analysis of the samples provided information on the exploitation of wood resources during the period of settlement. The chronology of the deposit, which reflects its formation, was studied by radiocarbon dating of selected samples. The abundance of the sclerotia of the fungus Cenococcum sp. in various samples offered us new possibilities to study deposition and post-deposition processes using archaeobotanical assemblages.
CHAPTER 8 - SETTLEMENT General trends in the distribution of prehistoric and protohistoric sites. By Felipe Criado-Boado Keywords: settlement, sites distribution, late prehistory, protohistory, roman times, Middle Age. Abstract: The distribution of sites from the Neolithic until the Modern Age is analysed in zone 2 of the study (the River Lérez valley), identifying the main patterns of population in each historical period an their relationship with the type of land use, the technological conditions of each society and the environmental characteristics of the zone. These data highlight the centrality of zone 3 with respect to the distribution of sites from all historic periods, as well as its relative isolation in relation to the preferred areas of occupation.
CHAPTER 9 - CERAMOLOGY Late prehistory pottery in the middle of Lérez River. By M. Pilar Prieto-Martínez Keywords: pottery, bell beaker, incised-metope, Neolithic, Bronze Age, Early Iron Age, Campo Lameiro. Abstract: This chapter presents a summary of the prehistoric pottery found in seven sites located in zones 1 and 2: Penalba, As Cerdeiras and Saídos das Rozas, Trambosríos and Chaián, Val da Porca and Anllada (figures 9.1 and 9.2). All of them were discovered during archaeological monitoring work during the construction of the oil pipeline between Coruña and Vigo except for Anllada, which was found during monitoring work in the process of concentrating plots of land. The cultural attributes of these groups are evaluated, and a series of interpretations are proposed in relation to the rock art found in the surrounding areas. At formal level, the pottery from the sites that were analysed corresponds to stylistic patterns from the late prehistory of Galicia that have already been defined (Prieto 2005a & 2005b) (figures 9.3 and 9.4). The Neolithic pottery has a certain uniformity, as there are no differences between the decorated and undecorated pottery in terms of its morphological and technical aspects: instead, the formal differences within the ceramic groups is only established in the decorative stage. This uniformity presents us with numerous problems when attempting to assign a relative chronology to the groups of materials, especially when we only find undecorated pottery without a clear “typological indicator”. In the Bronze Age, we find a very clear formal separation between Bell Beaker and undecorated pottery, a feature that is maintained throughout the whole of the manufacturing process. The problem in assigning a chronology to this pottery is a result of the long duration of Bell Beaker pottery, and the absence of any clear link between the chronology and stylistic variations of the pottery. Despite the small number of pieces found on each site, we believe that the activity of these prehistoric communities may have been relatively intense in the area, as the average number of pieces per site found on the surface is relatively high. On the whole, the pottery from the prehistoric sites we know comes from four main periods. Mid-Neolithic. The undecorated pottery from the site of Val da Porca may correspond to this period. There are two datings that would be included in this stage: one from Tumulus 1 of Saídos das Rozas (GAK-11189: 4314-3660 cal BC (5150±140, 6264-5610 cal BP 2 )) and another from the site excavated in the Rock Art Interpretation and Documentation Centre within zone 1. In this stage, between 42604040 cal BC (5350±50, 6210-5990 cal BP 2 Ua-22558), in Laxe dos Carballos, erosion processes were detected that were possibly caused by human activity in the area. Late Neolithic. A small fragment of undecorated pottery from the site of Saídos das Rozas belongs to this period, found inside a pit dated to between 2900-2690 cal BC (4850-4640 cal BP 2 ); this activity could be associated with
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CHAPTER 10 - ROCK ART GEOGRAPHY Analysis of the distribution of atlantic style rock art. By Manuel Santos-Estévez, Yolanda Seoane-Veiga Keywords: Lerez Valley, local style, placement, carved weapons, visibility movement. Abstract: (Editors’ note: this abstract is longer than the others referring to the other chapters contained in this volume, justified by the importance of the topic in relation to the arguments and research connected with this project). For several years, the Heritage Laboratory of the Spanish National Research Council (CSIC) in Santiago de Compostela has been carrying out a line of research on landscape archaeology in relation to rock art (Santos 1996, 1998, 1999, 2008; Santos and Criado 1998 & 2000; Santos et. al 1997), although as a result of this project, a new stage of research was set underway with the inclusion of GIS instruments to analyse the space within which Galician rock art was contained (similar to the previous studies carried out on eastern Iberian and schematic art by Cruz 2005 and Fairén 2006), making it necessary to structure and readapt the information available to date.
The analyses carried out have focused on matters as basic as the distribution and visibility of the petroglyphs, in lieu of more complex variables that will be dealt with in future studies. The aim of this chapter was to present the conclusions derived from an initial approach towards analysing the carvings with GIS methodologies. The analysis has focused on four main areas: The distribution of the petroglyphs in zone 2, and their grouping in different stations. The distribution of petroglyphs with weapons. The location of monumental and unique petroglyphs. Petroglyphs in the Atlantic Schematic Style. The analysis focused on zone 2, as this is the area for which we have the largest amount of high-quality information, and is also the area with the highest density of petroglyphs in all of Galicia. Despite this, it does present the problem that as this is only a small area in comparison to the total extent of rock art in Galicia, the analysis could be highly local in nature. For this reason, in some specific areas (such as producing the map of the density of petroglyphs), it was decided to focus work in zone 3. General distribution and petroglyph stations in zone 2. The general distribution of petroglyphs in the Atlantic style in Galicia is clearly concentrated in specific areas, as seen in the map produced from the visibility analyses: in figure 10.3, it can be seen that the visual scope of the petroglyphs covers zone 2, and that outside of this zone, the visibility is very partial and limited to the highest part of the mountain ranges to the south and east. The concentration of rock carvings in zone 2 contrasts strongly with the surrounding area, in which the petroglyphs disappear or are drastically reduced in number. Within zone 2, the petroglyphs are not distributed uniformly, but instead are concentrated in very specific areas, forming groups that we refer to as stations. We use this term to refer to an isolated petroglyphs or a group of petroglyphs situated a short distance from each other, where there are no significant gaps; also, stations are normally associated with the same physiographic element (Santos 2008: 33). These groups of petroglyphs are distributed in a more or less regular fashion throughout the valley of the River Lérez, where although the carved rocks are not distributed uniformly, the stations are. The absolute altitudes of the major stations and isolated petroglyphs are between 140 and 550 metres, with the majority of them located at medium altitudes of between 200 and 400 metres (Figure 10.4). They are located half way up the hillsides, avoiding the bottoms of valleys and especially areas of cultivated land, except for Lombo da Costa in the case of the stations, and the extreme south east of zone 2 in the case of a number of isolated petroglyphs. In any event, there are no known petroglyphs in the valley bottoms, whether they are cultivated or not (Figure 10.5). Rock art in the Atlantic Style is also absent in the higher parts of the mountain ranges. The stations tend to be located around flat or gently sloping areas (between angles of 0º and 12º), although at times
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the re-use of Tumulus 1 mentioned above, in which combdecorated pottery has been documented. This period also includes much of the material from the site of Anllada, with undecorated and decorated Penha-type pottery, and the two datings from the site excavated in the Rock Art Interpretation and Documentation Centre within zone 1. There are no datings for this stage in Os Carballos. Early Bronze Age. The majority of the sites in the area are associated with this period: the pottery from Penalba, As Cerdeiras, Trambosríoas and Chaián, most of the materials from Saídos das Rozas, and some from Anllada. In Laxe dos Carballos, a deposit was documented dating from between 2140-1880 cal BC (3640±40 BP, 4090-3830 cal BP 2 , Ua-22552), and although there is no human activity associated with it, this dating is coherent with the material from the sites mentioned above. As a result, we have a relatively important number of sites in the valley of the River Lérez from between the end of the third and beginning of the second millennia BC. The site of Saídos das Rozas would have been an area of ceremonial activity associated with the nearby funerary elements, while the others could be associated with domestic contexts. Late Bronze Age and Early Iron Age. No documents clearly dating from the Late Bronze Age have been documented in the area, and the datings from the petroglyph of Laxe dos Carballos do not indicate that there was any major occupation in the area, or even a domestic settlement. There are several datings for the Early Iron Age, which are not associated with pottery remnants but instead with stone materials and structures. Only one fragment of extremely worn undecorated pottery has been documented, associated with the dating for between the sixth and fourth century BC.
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they are located within these flat areas; as we move away from them, there are hardly any carved rocks. In other words, the petroglyphs in the Atlantic Style are mainly located around the edge of flat areas located half way up hillsides (Figure 10.6), especially in the areas providing access to them. Once again, the exceptions are limited to small concentrations of two or three petroglyphs, or isolated rocks. The patterns of regularity seen in the emplacement of the stations can also be seen in the distribution of the motifs (Figure 10.7). In all of the stations, there are petroglyphs with circular combinations and quadrupeds; in fact, there is a direct relationship between both motifs, so that wherever there are more circular combinations, there are also more quadrupeds. There are also certain tendencies that disrupt the balance of the distribution of motifs. The few anthropomorphs are exclusively found in the eastern half of zone 2; more surprising is the distribution of the riding scenes, which are also found in the eastern half of zone 2, specifically in the stations of Monte Paradela, Chan da Carballeda, Fentáns, Chan da Lagoa-Matabois and Lombo da Costa. Curiously, within each of these stations, the riding scenes also tend to appear in the eastern half (Figure 10.8), a spatial regularity which is congruent with the fact that within each panel, this motif also appears on the eastern half of the rock (Figure 1.3.2). We see something similar to the riding scenes in the representations of weapons, which are only found in the eastern sector of zone 2. However, the specific distribution of this motif warrants a special analysis. The distribution of petroglyphs with weapons. Based on what has been said up to now, we can see that the different designs of the Atlantic Style, regardless of their chronology and type, have occupied the same locations, creating stations consisting of cup marks, circular combinations and quadrupeds, most of which are also associated with anthropomorphs, snake motifs and riding scenes. However, in the case of the panels with weapons1, we can immediately see that these are clearly concentrated towards the east of the River Lérez valley, forming an alignment that runs from south to north (Figure 10.9), and not in the opposite direction, as when the panels are not in a horizontal position, they are oriented to be seen by anyone travelling along this route from south to north. There are four exceptions to this pattern seen in the position of the petroglyphs with weapons: the petroglyph of Pedra das Ferraduras and the three in Campo de Matabois. Significantly, the four petroglyphs are set apart from this route, with different types of weapons to those seen in the other carvings. While the petroglyphs are clearly associated with this alignment, the vast majority of them show short daggers with triangular blades, or small swords with similarly triangular blades (typical designs from the Early Bronze Age); in the case of Pedra das Ferraduras and the three
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carvings from Matabois, the weapons have a more complex profile, with blades that are parallel in the middle and pointed at the ends; in both cases they have ridges, and more importantly, signs of what may be rivets at the base of the handle, an innovation that appeared at the earliest in the Iberian Peninsula at the end of the Mid-Bronze Age (Meijide 1988: 3), meaning that this type of petroglyph could date from a later period. As a result, the pattern of emplacement of the short swords and daggers with triangular blades would seem to be clear and consistent: an alignment of petroglyphs, associated with a linear trajectory, positioned so that they can be seen by anyone travelling along this route from south to north. On rare occasions, these petroglyphs are found on the same rocks as the other designs in the Atlantic Style, with the exception of one petroglyph from Chan da Lagoa referred to in more detail below. But the pattern of regularity of these petroglyphs does not end here: there is a series of interesting elements that we will also refer to in relation to this type of panel. The most southerly petroglyph, which hypothetically stands at the start of this ‘route’, is the petroglyph of A Trincheira, which contains a single dagger, like the next carving located a few metres to the north. Continuing on towards As Canles, we find another petroglyph with a single dagger, and a little further north another rock with a dagger and what may be a halberd. Further on, towards Chan da Lagoa, we find a panel with a dagger, a number of ‘idols’ and a circular combination. The next petroglyphs with weapons are located in Pedra Furada, each of which contains several daggers. Finally, the route ends in O Ramallal, where there is a petroglyph with eight daggers, and then the last petroglyph, containing twelve daggers or short swords, and another object that is difficult to identify. In other words, as we travel along the route from south to north, the petroglyphs become increasingly complex. This increasing complexity from the south to the north seems to have a certain parallel with the change in the pattern of visibility of these petroglyphs. As we travel along this route, we can see interesting changes in the visibility conditions. From the first petroglyphs, there is a reduced visibility oriented towards the south and the east; half way along the route, the visibility increases and opens up towards the west, and finally, from O Ramallal the visibility essentially opens up towards the north and west (Figure 10.11). It is too early to interpret the meaning of this distribution of petroglyphs with weapons from the Early Bronze Age, although the available data points towards the possible existence of some type of route, possibly processional in nature, marked by the petroglyphs. This hypothesis would seem to be supported by the results of the analyses described in chapter 11 of this book, which shows how the distribution of this type of petroglyphs would seem to cor-
In this group, we have not included the petroglyphs that show spears sticking into deer, or objects carried by the human figures in riding scenes. We consider petroglyphs with weapons as being compositions in which the weapon is clearly the most important element, and is shown in sufficient detail.
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morph, and what could be a representation of a pregnant deer; Pedra das Ferraduras stands out for the presence of a warrior carrying a sword, and a number of ‘idols’; and the two petroglyphs of Chan da Lago include labyrinth designs and ‘idols’ (Figure 8.1.15). In terms of location, we can differentiate between two types of position for the monumental petroglyphs in the Atlantic Style. On the one hand are the Pedra das Ferraduras, Pedra Boullosa, Rotea de Mendo, Os Carballos, Chan da Lagoa and Laxe do Soutiño (Figure 10.11), located in areas surrounded by elevated terrain, which at times have the appearance of amphitheatres. In these cases, the visibility of the surroundings is specifically oriented towards a specific part of the landscape; for example, in Pedra Boullosa, the immediate surroundings can be seen for a distance of between 50 and 60 metres, although an extensive visible surface cannot be seen for another 1.5 kilometres; also, this area of greater visibility is located on the other side of the River Lérez, an area that is difficult to access from the petroglyph (Figure 10.13). Another rock with highly reduced visibility at short distance is the Laxe da Rotea de Mendo, which has visibility oriented towards the south of a distance of no more than 500 metres, while the closest area of any certain extent is at a distance of 2.5 kilometres, also on the other side of the River Lérez. Then there is also the case of Laxe do Soutiño, which has tremendously reduced visibility at both short and long distances. The second type of emplacement for monumental petroglyphs comprises A Bustarenga, Outeiro do Cogoludo, Chan da Carballeda and Laxe das Rodas. These five petroglyphs have a more outstanding position in the landscape, on rocky outcrops that at times are visible from several kilometres away. But like before, the immediate surroundings are only partly visible, while at long distance (more than 1 or 2 kilometres), the visibility is much wider. This reduced visibility from the monumental petroglyphs to the medium distance affects their ability to be seen. This can also be seen from any petroglyph, such as Coto da Braña (Figure 10.14), located in a position with optimum visibility conditions, on the top of a hill that looks out over much of the valley of the River Lérez, despite which only Lombo da Costa and Outeiro dos Cogoludos can be seen, just two of the eleven monumental petroglyphs. In summary, the monumental petroglyphs are found in locations that are concealed to the view at medium distances (between 100 and 500 metres), while some of them begin to be visible at a distance of more than one or two kilometres away, from where it is difficult to distinguish a human figure. Regardless of whether they are found in depressions or high points, they have a pattern of emplacement that reveals a strategy of concealment, something that is especially apparent in the monumental petroglyphs whose main motifs are deer. In comparison, the rocks from monumental petroglyphs can only begin to be seen when the observer is a short distance away, at less than 100 metres. Distribution of the petroglyphs in the Schematic Atlantic Style. In zone 2 there are 30 petroglyphs with carvings that
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respond with possible transit routes running from south to north. What is certain is that while the other petroglyphs in the Atlantic Style seem to form stations which over time and in an accumulative process use the same locations and often the same rocks, in a repeated, continuous manner, the petroglyphs with weapons from the Early Bronze Age seem to act as a “world apart” and with a different logic. The distribution of the monumental petroglyphs. The petroglyphs we refer to as “monumental” deserve their own specific analysis (Santos 1998:78-79). This type of petroglyph is defined by the presence of a large number of motifs on the same panel, with a wider variety of designs than the other petroglyphs, the size of the panel, the monumental nature of the rock, and because they occasionally contain motifs that are quite rare, such as idols, snakes, etc. Based on these criteria, we can consider the following as monumental petroglyphs: Pedra Boullosa, A Bustarenga (Figure 6.5), Rotea de Mendo (Figure 1.3.1), Os Carballos (Figure 7.1.14), Outeiro do Cogoludo, Chan da Lagoa 1 & 2 (Figure 1.3.2), Pedra das Ferraduras (Figure 20.3), Laxe do Soutiño and Chan da Carballeda. The distribution of this type of petroglyphs is interestingly regular, as there is at least one monumental petroglyph in each of the stations that have been identified (Figure 10.12). In the station of Rotea de Mendo-Penalba there is the large Laxe da Rotea de Mendo; in A Bustarenga the main petroglyph contains a large number of deer and circular motifs on a nearly vertical surface; in BoullosaMosqueiriño there is the petroglyph of Pedra da Boullosa, with quadrupeds, circular combinations, at least one anthropomorph and a large snake design; in Monte Paradela there is the petroglyph of Outeiro dos Cogoludos, and in particular the Laxe dos Carballos with the large deer with spears stuck in its back; in Chan da Carballeda there is a large rock with two large deer; in the group of Fentáns there is the Pedra das Ferraduras; and in the station of Chan da Lagoa-Matabois, the largest group, we find two monumental petroglyphs, Chan da Lagoa 1 & 2, which due to their proximity and similarity could be considered as a single unit. The iconography of the monumental petroglyphs is also usually quite peculiar, as it shows scenes with a certain narrative value, associated in some way or another with hunting. In particular, there are the panels of Pedra das Ferraduras, Laxe dos Carballos or Laxe da Rotea de Mendo. Petroglyphs of this kind also contain what could properly be called ‘designs’, in other words compositions and/or scenes that are unusual or rarely found: in Rotea de Mendo and Pedra da Boullosa, we find one of the rare scenes possibly showing grazing and a large snake carved in painstaking detail; A Bustarenga has a curious composition in which a deer seems to be carrying a number of concentric circles that are connected to the animal by a curved groove, similar to a figure which in other contexts has been called the ‘sun deer’ (see chapter 12); in Rotea de Mendo we find a riding scene with a large deer; Laxe dos Carballos contains one of the most detailed deer carvings in all Galician rock art, together with a group of spears, a podo-
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could be defined as belonging to this style. The designs are mainly crosses carved into circles, although there are also crosses carved into squares, ladder shapes, footprints, sun designs and at least one anthropomorph. More than half of the petroglyphs are in the station of As Canles. Despite the fact that all of the petroglyphs in this style are found in stations from the Atlantic Style, on rare occasions both styles share a panel. To date only six rocks have been catalogued on which both styles appear in the same panel. It seems that there is a clear tendency to not share the panel with other styles. One of the basic differences between both styles (the Atlantic Style and Schematic Atlantic Style) is their pattern of emplacement. The petroglyphs in the first style are located (as we have seen) in flat areas at medium altitudes, and especially at their entrance points. However, the rocks from the second style are found in steeper areas that at times are almost impassable; when they form stations, the petroglyphs are located on steeply sloping hillsides and stretch upwards (Figure 10.15). In all of the cases catalogued to date, the petroglyphs are located on hillsides, and on rocks facing towards the east.
CHAPTER 11 - PREHISTORIC GEOGRAPHY Hillforts, tracks, pathways and land occupation. Por César Parcero-Oubiña, Pastor Fábrega-Álvarez, Alejandro Güimil-Fariña, João Mário Martins da Fonte y Joana ValdezTullett Keywords: GIS, landscape, movement, accessibility, visual control, Iron Age. This chapter aims to a contextual analysis of the main thematic issue of this volume: rock art in the area of Monte Paradela. Contextual has a double meaning here: on one hand, a territorial context, since we deal with an area (the so-called “Zona 2”) wider than the nuclear space of Monte Paradela (“Zona 1”); on the other hand, a thematic context, since our analysis will focus mainly not in rock art, but in the Iron Age and later historical settlement patterns. To be more specific, we have aimed our work to the analysis of the relationships through time between land occupation and movement. While focusing on the Iron Age settlement record, we have explored three basic questions: • The suitability of different methodological approaches for the analysis of movement and mobility in archaeological contexts, based upon an extensive use of geo-spatial technologies (namely GIS). • The geographic basis and historical development of a network of paths and tracks in this area of the middle Lerez valley. • The role of mobility as a relevant condition for Iron Age settlement location and the likely changes of that role along the period. The bulk of the theoretical and methodological foundations followed here had already been developed somewhere else
(Parcero y Fábrega 2006, Parcero and González e.p.). The basis for the analysis was the construction of thematic maps for a GIS-based movement analysis: cost and cost-distance maps, built after the algorithm proposed by Tobler (1993), using slope and orientation as the two main components. The first stage of our approach is the analysis of the relationship between movement and settlement in the Iron Age and the role of mobility as a relevant locational condition for Iron Age settlement sites. We combined two basic analytical procedures. Firstly, the “oriented movement”: the optimal paths; secondly, the “spontaneous movement”: the MADO calculation, a determination of the areas through which movement from a given geographical position is “naturally easier”, as detailed in Fábrega 2006. Our second stage was to explore the relationship between movement and visibility. Assuming that strategic decisions are relevant for the location of fortified settlements, the point now is to test if visual control over the main transit areas around the settlements is also a relevant strategic decision. The approach is rather straightforward: it simply consists of combining the former series of movement analyses and a calculation of the accumulated viewsheds for every single settlement. Our next step has been the search for an element of contrast, other than the Iron Age hillforts, to explore to what extent the trends observed in the former series of analyses correspond to the logics of settlement and movement in other historical contexts. The evidences used here have been the medieval roads and the pre-modern settlement distribution (1867). The application of the former series of analyses to the main object of study of this book (rock art) is the last field we dealt with. A couple of very specific hypotheses derived after the contents of Chapter 10 (the relevance of mobility to understand the location of a series of weapon engravings) were tested: 1. Are the petroglyphs engraved along a route or is it a route artificially created by the rocks? 2. Can we concrete if the preferred direction of movement is from S. to N., as suggested by the orientation of the panels (see Chapter 10)? In historical terms, one of the more relevant consequences of the work is the consideration of movement as a locational factor for Iron Age settlements. Although the number of cases under analysis has been very low, and so the results are by no means conclusive, we can suggest that the two basic models of settlement in the area (those of Early and Late Iron Age) coincide with two different logics of movement: settlements in group 1 have a priority relation with movement in large-scale terms (close to key transit areas), while those in group 2 are rather concerned with a close connection to each other. The also different relation between that all and the patterns of movement documented after the analysis of the later, historical data (medieval roads and 1867 settlements) points to the suggestion that Late Iron Age sets some of the basic trends of the historical rural landscape in this area.
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CHAPTER 12 - ICONOGRAPHY Rock art and image analysis. By Åsa Fredell Keywords: rock art, iconography, semiotics, visual Studies, contextual analysis. This article raises and discusses the crucial question whether the interpretation and image analysis of rock art is an easy task or a complex process and hence what significance the interpretation of rock art has to our wider interpretation and understanding of prehistoric societies. Since every analysis is context dependent in relation to the researcher and his/her choices and methodology as well as the cultural and more specific context of the object of analysis, the writer makes it clear that she believes that the image analysis and interpretation of rock art is a complex process, but that there are ways to tackle this complexity though we can never (nor should we try to) escape the interpretative process since this could be considered part of the sourcecriticism. Concepts such as time and chronology are addressed, but not only as a desired result, but also as an important and multi-facetted component of analysis. The time needed to be discussed is not necessarily the dating of rock art traditions, panels or figures but also the “living time” in which panels are open contexts exposed to and perhaps deliberately being used for accumulation, variation and manipulation of different sorts making the traditional archaeological method of typology harder but more interesting since it can actually show how images were being used and not only interpret the “why and what”. Another point of departure before entering the analysis of images is the difference and importance of documentations made of rock art and used as a basis for analysis. Some gains and losses of analyzing images on rocks as recorded images on other media are mentioned and thought about such as the loss of actual size, three-dimensionality and contemporaneousness as well as the gains of survey and possibilities of comparisons. A short introduction of some methodological tools in visual semiotics as used in analysis of images such as icon, symbol and index are given before the exemplification of Laxe dos Carballos and the highlighting of some of its figures (especially the giant stag) will serve as an illustrative
example for some points of consideration in pictorial analyses. The intention of the analysis is to go beyond the usual iconographic analysis where figures are translated into categories and numbers and to show the potentials of identifying sub-categories, movements or variations within these, and also to add the symbolic and indexical dimensions as well as perspectives of time and space on the figure, figures, panel and the panels. Some of the most important questions are how we can identify what carries meaning and on what levels we should look for closed context. Is the panel a context, are five hundred panels a context, are one single figure a context or is a context a limited group of figures defined in space? It is argued that we need to work with several possibilities of context and use hypothesis and testing more often in our field studies to come to the most reasonable conclusions. Relations are not always obvious and visually detectable. We need to add all possible knowledge we have in our testing. This makes our conclusions more probable. Contexts are always to be found in contexts as a Russian doll, the peels of an onion or as in the discussion about subcategories, figures and panels, we see a parallel in the discussion about the hen and the egg: Is it the panel that is the reason for the figures, or are the figures creating a panel? We need to explore and test all possibilities. In the example of the panel of Laxe dos Carballos it is argued that details on figures are important and therefore more advanced documentation techniques are to be preferred. The giant stag is given a cultural and pictorial context on several levels and it is suggested that we need a European perspective as well as very local perspective on details and panels in the immediate vicinity. The conclusion of the article is that we have a great challenge ahead of us and we have a lot to take notes on that we can use in the analysis of images.
CHAPTER 13 - ARCHAEOASTRONOMY Deers, time and landscape an archaeoastronomic interpretation. By Juan Antonio Belmonte Avilés, Marco V. García Quintela and A. César González-García Keywords: Archaeoastronomy, calendar, deer symbolism, solstice, lunastice, landscape, Iron Age. Celestial representations and calendrical counts have been commonly ascribed to rock carvings when combining petroglyph and aschaeoastronmy. Unfortunately, both perspectives are indemonstrable: the first by definition and the second because the objects with calendrical counts use to be unique in their archaeological context. Recent research performed at Campo Lameiro and its neighbouring areas suggests a case where the limits of both perspectives could be overtaken. In order to realize this, we must use a combined analysis including archaeoastronomy, landscape archaeology and history of religion together with a detailed knowledge of the archaeological record. We acknowledge three carved deer with larger dimen-
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Obviously, there are a number of differences, even dramatic, between the Iron Age and the later history, but what we have shown here can point to the existence of some basic forms of movement that will have long success. Finally, the analysis of a small group of characteristic engravings (those with weapons) allowed us to determine (1) the relative importance of the line along which they are placed as a “natural” transit area in the N.-S. communication in the middle Lérez valley and (2) the existence of topographic conditions that could make prevalent a concrete direction of movement (S. to N.) in the process of fixation of a concrete path connecting all the weapon engravings.
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sions than the mean (those found in Laxe dos Caballos and Rotea de Mendo in Campo Lameiro and Tourón in Ponte Caldelas) wich display oversized numbers of tips in their horns. The number of tips could be interpreted in a calendrical fashion. Besides the deer are placed in panels with the farthest visibility towards the south-east where, in the three cases, there are important landscape features associated with relevant astronomical events (namely: the sunrise at the winter solstice and the first sight of the moon at its major southern lunistice). We present two other examples of carved deer. On the one hand, the deer at Campo de Cuñas (Ponte Caldelas) is similar to the previous ones in size but it displays an average number of tips in the horns and there is no obvious astronomical connections. On the other, the deer at Os Mouchos (Rianxo), with an average size displays overgrown horns (perhaps added later in a refection of the carving) showing an unnatural number of horns with a possible calendrical connection and an open horizon, to the southwest, where important astronomical events are visible. Finally, we present contextualize these observations in a cultural framework. There are iconographic parallels for the use of deer and solar representations since the Bronze Age and in different places in Europe. Given the now suggested chronology (first Iron Age, based on certain evidences from the excavation of Laxe dos Carballos petroglyph), we present a relationship with Celtic parallels. This view opens several possibilities for new studies to be performed in the near future.
CHAPTER 14 - TOPOLOGIES About places and discourses: an anthropology of topologies. By Marco V. García Quintela Keywords: memory, place, time, materialization, discourse. Abstract: A transdisciplinary perspective is used to analyse the theoretical and anthropological bases of the relationship between places and discourses (or poetics in general). The concept of “landscape” is accepted, although because of its neutrality, the term “topology” is preferred, referring to discourses that are structured and systematically related to particular places according to specific historical meanings. The function of these spaces as repositories of memoirs is examined, together with the role played by the human body, basically through ritual gestures, as a curator of the relationship between space and memory. By considering the techniques of memory it is possible to understand the relevance of the emphasis on places as a medium and repository for discourses. The omnipresent temporal dimension is analysed through the function of sacred spaces as places for cultural interchange. On occasions, different cultural logics are found in the space; this leads to the appearance of renegotiations of the identity of the social actors involved, a factor that reveals the pertinence of this question in topologies as a whole. To end, a series of examples are presented that demonstrate the relevance of the previous
analyses. Finally, the discourses can be manifested in different ways, like other poetics forms; one way of addressing these creations is to consider them as the result of the negotiation of social identity in relation to specific territorial areas at a dialectic and creative level.
CHAPTER 15 - SOILS MORPHOLOGY Morpohology soils. By Cruz Ferro Vázquez, Manuela Costa-Casais, Xabier Pontevedra-Pombal Keywords: soil taxonomy, soil Morphology, colluvium, polycyclic soils, erosion. Here we describe the morphology of soils and sediments of Zone 1 of the Campo Lameiro area. The description was made following the digging of a series of ditches (2.5 km), the selection and the detailed sampling of soil profiles. In erosive slopes shallow, weakly developed soils (formed by a black, organic rich A horizon over a granite saprolite or the rock) are present. They are classified as Leptosols and Regosols. In cumulative areas soils are deep and complex (sometimes having a B horizon), and are classified as Umbrisols. The deepest colluvial soils are infillings of small basins and valley bottoms. They containing stone and gravel lines, charcoal accumulations, discontinuities in texture and colour and buried soil horizons (Holocene palaeosols) and are thus polycyclic in nature. The abundance of angular quartz and granite gravel is indicative of short range transport; while charcoal layers are interpreted as the result of fires in the area which may have enhanced erosive-cumulative processes at different times.
CHAPTER 16 - GEOCHEMISTRY From geochemistry to landscape: elemental composition of soils. By Antonio Martínez-Cortizas, Manuela Costa-Casais, Joeri Kaal, Cruz Ferro Vázquez, Xabier Pontevedra-Pombal, Willem Viveen Keywords: colluvial soil, chornology, environmental change, erosion history, principal component analysis. This chapter describes a high-resolution study of the elemental composition (28 chemical elements: C, N, O, S, Al, Si, Fe, K, Ca, Ti, Cr, Mn, Ni, Cu, Zn, Ga, As, Cl, Br, Rb, Sr, Y, Zr, Nb, Pb, Th y U) of five colluvial soils (PRD-I, PRDII, PRD-III, PRD-IV y PRD-V) of Zone 1 of the studied area. The large data set was analysed using multivariate statistical thecniques (factor analysis by principal components) to study the structure of the variance and extract the main factors responsible for the changes in the concentrations of the elements. The composition is characteristic of soils developed on granitic materials. Elements are either hosted in mineral structures (like Si, Al, Ti, Ga, Zr, Y, Th), linked to the soil organic matter (biophyle and organically bound, like C, N, S, Cl, Br), or both. Although most of the metals are in the silicates some of them, like Fe, Al, Cu or Zn, also show a high affinity to form metal-organic matter complexes. In
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CHAPTER 17 - PHYSICAL CHEMISTRY Physic and chemical features of soils. By Xabier Pontevedra-Pombal, Manuela Costa-Casais, Cruz Ferro Vázquez, Antonio Martínez-Cortizas Keywords: soil properties; physico-chemical analyses, stratigraphic sequence, discontinuities, environmental change. In the context of the investigation developed on the chro- nological and cultural frame of the Rock Art in the Peninsular NW (Galicia), one has considered the necessity and interest to establish its formal and space relations with the environmental evolution (climate, landscape and human activity). The lack of archaeological record in the area, with the exception of the rock art itself, and the difficulty to propose a chronology for it, motivates the interest that from the archaeo- logical investigations is lent to the potential information derived from Earth Sciences. The analysis of physical properties of soils is a valuable tool that can help substantially to the reconstruction of Holocene environmental evolution in the studied area, as well as the identification of the main leading factors (whether natural or anthropic). Under this criterion we have studied an assembly of properties of soils of Zone 1 of Campo Lameiro (Galicia). After the archaeological evaluation, we
determined the areas with the greatest potential to have preserved environmental information. Ten sectors of ditches were designed and opened, with a total length of 2.5 km. The more remarkable pedo-sedimentary characteristics were described, and the sampling locations chosen. The criteria for their selection were: complexity of the stratigraphic sequence, soil depth, variety of morphologic units, proximity to rock carvings, resulting in the sampling of ten soil monoliths. In each soil monolith, 5 cm thick samples were taken, preserving the stratigraphic coherence. Each sample was subdivided in three subsamples, for geochemical and pedological analysis, for phosphorus forms determination and magnetic susceptibility, and for pollen analysis. In this chapter we focus on the results of the analysis of physical and chemical properties. In general, soils are rich in fine material (80 %). Variations of soil properties with depth reflect the tendency to reach a thermodynamic equilibrium with environmental conditions at any given moment of soil formation. Thus, the detailed sampling and analysis of these colluvial soils revealed the presence of several features of discontinuities (charcoal and gravel layers, burnt soil layers) as well as associated changes in soil properties. These changes are consistent with other analyses suggesting a significant impact of human activities -obtaining raw materials, agriculture, cattle raising, fires. Along with the climate deterioration of the Neoglaciation (after 6,000 cal. BP), this may have lead to an environmental crisis that triggered increasing erosion rates, leaching of base cations, washing and mobilization of fine soil particles, exposure of the rock surfaces on the slopes, and colluvial soil formation.
CHAPTER 18 - MOLECULAR FOOTPRINT Using molecular footprint of organic matter in geoarchaeology. By Joeri Kaal, Antonio Martínez-Cortizas Keywords: organic matter, molecular characterisation, charcoal, fire history, pyrolysis-GC/MS. In this chapter we discuss how the study of dead plant remains (soil organic matter) from soils can help us understand the vegetation history of Campo Lameiro. Various organic matter characterisation techniques were applied to a soil in Monte Paradela (PRD-I), including pyrolysis-GC/MS and 13C nuclear magnetic resonance (RMN). Methods operating at a molecular scale such as pyrolysis-GC/MS pro-
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terms of sources almost all elements are local, in the sense that the original source of their inorganic and organic phases is the rock minerals. But a few elements (in particular the halogens: Cl and Br) are incorporated through atmospheric deposition after transport from the source area (the ocean). We have also found that some changes in the organically bound elements are highly dependent on time (radiocarbon age of the organic matter of the soil), to the extent that an accurate chronofunction can be obtained. The later enabled to get an age estimation for all the samples analyzed and thus produce a detailed chronology of the soil formation. This revealed a complex history of erosion and sedimentation phases for the last 10,000 years. We identified sixteen phases of erosion/sedimentation of which half had equivalent intensities greater than 10 metric tons per hectare and year (occurred at >10.000 cal BP, 7090-6930 cal BP, 6800-6550 cal BP, 5500-5300 cal BP, 4400-4065 cal BP, 3845-3630 cal BP, 2900-2770 cal BP, 1690-1380 cal BP y 1190-880 cal BP). The youngest of this phases attained the highest erosion intensity (equivalent to 90 metric tons per hectare and year). The duration of the erosion/sedimentation phases varied between 130 and 410 years, except for the first phase occurred at the end of the Pleistocene, that may have lasted more than 500 years. The duration of phases of stability (i.e. without significant soil erosion) varied between 80 and 1090 years. Before 6500 cal BP stability phases lasted on average 630 years, between 6500 and 2700 cal BP 310 years and after 2700 cal BP 160 years, denoting an increasing human presure in the area.
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vide detailed chemistry of the organic matter, which can then be related to climate change, changes in vegetation patterns and degradation processes (including fire). These processes are often closely interconnected and related to changes in land-use (forest clearance, animal husbandry, cultivation). In this paper, the chemical properties of organic matter and charcoals as obtained by these methods are discussed in detail. The results presented contain substantial evidence for an intense fire regime near site PRD-I. This conclusion was drawn from the abundance of macroscopic charcoal (> 2 mm) in virtually all soil samples, which is unambiguous evidence of frequent burning of woody vegetation. In addition, the intense signal of aromatic C and carboxylic C in the NMR spectra of charcoal, but also in the extractable soil organic matter. In the present study, aromatic and carboxylic C combined reflects the presence of oxidised moieties of fire residues. Finally, the pyrolysis-GC/MS finger- prints of both the charcoal and the extractable soil organic matter, which are characterised by, among other pyrolysis products, a series of benzenes, polycyclic aromatic hydrocarbons and benzonitrile. These results provide strong evidence of thermal modifications to the soil organic matter, and thus the presence of fire residues in the soil. Thus, the fire regime is only partially reflected by the major layers of charcoal: even the samples containing few charcoal fragments produced very large amounts of pyrolysis products that derived from fire residues. These results have two major consequences. First, the intense fire regime suggests that at least some of the fire events were ignited by past societies in the area. If not, the chemical composition of samples that were deposited during cold and wet periods, during which the occurrence of fire is of course much less likely than during dry and warm phases, would contain significantly less fire residues, which was not the case. However, it remains difficult to separate anthropogenic fires from those ignited by natural causes (lightning), so that the human impact on the fire regime remains largely unknown. Tentatively, pyrolysisGC/MS inferred the onset of anthropogenic fire around 6000 cal yrs BP. Secondly, the abundance of fire residues in the soil suggests that the blackish colluvial soils of Campo Lameiro, which are physicochemically similar to humic colluvial soils (“Atlantic Rankers”) from other sites in Galicia, may have formed upon the accumulation of burning residues in addition to sorptive protection of organic matter by reactive minerals released upon weathering of the parent rock.
CHAPTER 19 - PALYNOLOGY Vegetation and paleoenvironment: playnological analysis of PRD-II. By José Antonio López Sáez, Lourdes López Merino, Pilar López García, Sebastián Pérez Díaz Keywords: colluvial soil, palynology, non-pollen palynomorphs, vegetation history, synanthropic indicators.
The palynological analysis of the PRD-II sequence, located in Zone 1 of the studied area, has enabled the reconstruction of the history of vegetation and the anthropic dynamics of the last 5500 years. The main elements of change, from a diachronic perspective, are related to (1) the abrupt climatic changes occurred in the second half of the Holocene, (2) a localized and intermittent pastoral pressure, (3) the specific cultivation of cereals and forestry species like chesnut in different cultural periods, and (4) the changes in the trophic status of the soils and sediments linked to the landscape evolution.
CHAPTER 20 - CHRONOLOGY A periodization scheme for Atlantic Rock Art. By Manuel Santos-Estévez Keywords: long chronology, periodization, Neolithic, Bronze Age, Iron Age. Currently available data allow us to present a proposal for the chronological periodisation of Galician rock art that is essentially different from that which has been accepted and used up until now, but which nevertheless is in line with the chronological schema for European rock art that had traditionally been proposed for Galician petroglyphs (see chapters 1.2 and 1.3 of this volume). Therefore, if we take into account the available information, we can propose the existence over nearly three thousand years of an Atlantic rock art style or tradition, in which there is a certain continuity in some technical aspects despite the fact that during these 3000 years, there would have been changes in the iconography and other formal aspects of the Atlantic Style. We present this sequence below, summarised in Figure 20.7. First Stage. This consists of complex circular combinations with wide, deep grooves. The identifiable designs are basic combinations of concentric circles, irregular spaces delimited by grooves and areas filled in with cup marks, groups of cup marks occupying spaces between figures, and irregular, wavy lines connecting different figures. They are found on rocks at ground level, although they also frequently occur on large outcrops and rocky areas occupying prominent positions in the landscape. In this group of petroglyphs there is no preferred viewing angle, as they can ben seen from any point in the surrounding landscape, due to the fact that they are compositions with geometric motifs located on horizontal or convex surfaces. This stage is documented in the British Isles, and according to this proposal, in the north west of the Iberian Peninsula. Here the carvings are distributed to a greater or lesser extent in the north west of Portugal and the majority of Galicia, although especially concentrated towards the west. Its chronology could range from the beginning of the third millennium BC through to the start of the second millennium BC, although its origins may date back to the fourth millennium BC, and it is possible that it continued throughout the second millennium BC. Bradley proposes that the
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middle of the second millennium BC. Third Stage. This would include practically all of the quadrupeds in the Atlantic Style: deer, riding scenes and indeterminate quadrupeds. It also includes labyrinths and labyrinth-like designs, and part of the circular combinations. The carvings in this stage are found on sloping and even vertical surfaces, making it possible to recreate scenes showing hunting, grazing and herds of quadrupeds in movement. The sloping surfaces and the figurative designs themselves allow for the existence of a single viewpoint for the scene, introducing narration. Some quadrupeds were added to the oldest carvings, especially those from the first stage, occupying the margins of the panel and spaces that had been left free for circular combinations. It is highly likely that what we refer to as “large deer”, such as the ones seen in Laxe dos Carballos or Campo da Lama, superimposed over smaller specimens, represent the latest stage of this cycle. This third stage would include other less common designs, such as triskeles, swastikas and the so-called ‘spades’. The petroglyphs from this stage are preferably located in the western half of Galicia and the Portuguese side of the mouth of the River Miño. The chronology for this stage is the first half of the first millennium, although it should not be ruled out that it lasted until the second half of this same millennium.
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carvings with circular combinations were common from the Neolithic until the Early Bronze Age (Bradley 1997: 140-50), at which time a series of social changes occurred that are visible in transformations in the burial sites and domestic sites which would lead to the disappearance of rock carvings in the British Isles. Second Stage. Consisting of weapons, especially daggers with triangular blades, short swords, and the so-called “spade shapes”. These figures tend to form panels with a single theme that rarely contain figures from the Atlantic Style, such as circular combinations or zoomorphs (out of a total of 34 petroglyphs with weapons in Galicia, only 10 share the panel with designs in the Atlantic Style). This disassociation could indicate that this group of carvings belongs to a different period from the other petroglyphs. However, we cannot rule out that they are partially contemporary to the carvings from the first stage, and that this duality is due to the fact that the weapons are associated with social groups with a strongly differentiated ideology. In this period we see panels that have a single viewing point. These petroglyphs are mainly located in the north west of the Iberian Peninsula, although there are examples in the British Isles (the sarsen circle in Stonehenge and the Nether Largie cairns in Scotland). The chronology of this stage could be between the middle of the third millennium and
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INDEX OF FIGURES
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CHAPTER 1
CHAPTER 2
Figure 1.1.1. Location of the study area, showing the analythical geographical units (Zones). A different scale of observation and analysis is applied in each individual zone.
Figure 2.1. The research is organised in three different geographical areas, operating at different scales, which are called zones. Zone 3 is the area that has a greater geographical span. Zone 1 is the most reduced and focuses on the area occupied by the Archaeological Rock Art Park in Campo Lameiro. This zonation allowed us to organize the analysis and systematization of the information available at different scales, based on archaeological, geographical and geomorphological criteria.
Figure 1.1.2. 3D model of Zone 2 terrain; this zone corresponds to the middle valley of Lérez river. Zone 3 is located inside it; this zone corresponds with Paredes rock art complex and with the area of the Rock Art Archaeological Park (PAAR) in Campo Lameiro. The central location of Paredes complex must be stressed. Figure 1.1.3. Parish limits inside Zone 2. Each parish territory fits into a well-defined physiographic unit. Figure 1.1.4. Location of petroglyphs of Paredes rock art complex, inside the Rock Art Archaeological Park of Campo Lameiro (Zone 3 for analysis). Engraved rocks are identified on an tridimensional terrain model and on aerial photography. The traditional place name (in galician) of each rock is also quoted. Figure 1.1.5. Different 3D visualizations of Paredes rock art complex (PAAR). They give a good representation of Zone 3 terrain, a prominent topography commanding the lower surroundings. The Visitors Center for the Archaeological Park has been built over the football ground what appears in the photo. Figure 1.1.6. Planning of the traditional field-systems for closing fresh pasture allotments (enclavados in galicien) in the Zone 2. Also indicating the location of petrogliphs, traditional place names and vernacular paths. Figure 1.1.7. Aerial view of the area of Rock Art Archaeological Park with the building for the Visitors Center. Figure 1.3.1 Tracing of the petroglyph of Laxe da Rotea de Mendo, at the western end of Campo Lameiro. According to Anati, the large stag possibly dated from the Epipaleolithic, today, this idea is not shared by any other archaeologists. Figure 1.3.2 View of rock 1 from Chan da Lagoa, at the eastern end of Campo Lameiro, with labyrinth shapes and quadrupeds, wich in principle can be atributed to the first millennium BC.
Figure 2.2. Zone 3 is defined by natural features. The east-west crossroads are defined by the location of this area as a strategic location between the Depresion Meridiana and the Dorsal Galega. The northern and southern boundaries are marked by river valleys of the Ulla river in the north and Verdugo river in the south. The northern and southern margins of these basins are dissected by many watercourses, producing a topography marked by the dichotomy between mountain-valley, thereby creating a relief with a relation between horizontality and verticality. Figure 2.3. Detail of Zone 1. The mountain/valley dichotomy is combined with plain surfaces, rocky granite peaks and valley floors where fluvial processes generate a subdivision of the relief, as can be seen in the topographic profiles shown in this figure. As a result, the landscape highlights hills and mountains, which are isolated from each other but with a geomorphological continuity, such as Chan de Armonde or the granitic hill of Paredes. Figure 2.4. The most prominent geomorphological feature of Zone 2 is that it encompasses only the Lérez river at the surrounding mountains (N-S orientation) that form its catchment in the Campo Lameiro area. These mountains are dissected by numerous tributaries of the Lérez, in N-S and E-W direction, causing a rupture and separtion of the soft-sloping mountains, as can be derived from the topographic profiles.
CHAPTER 3 Figure 3.1. The celestial sphere as seen around a viewer. The position of a star can be given by the horizontal
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reference system (top), usiing as coordinates the angular height h and he azimuth measured from the north to A, or by the equatorial reference system (bottom), using g the Aries Point or Spring Equinox in the northern hemisphere. The horizontal coordinates are local, while the equatorial coordinates are valid for any point on the planet at a given moment in time. Adapted from Belmonte (2000). Figure 3.2. Distribution of the solstices in an ideal horizon for a location of intermediate latitude in the northern hemisphere today. Note the symmetry between the points where the sun rises at the summer solstice, and where it sets at the winter solstice. Adapted from Belmonte (2000).
CHAPTER 4 Table 4.1. Granite landscape: Types of megaforms and microforms in Campo Lameiro, modified after Twidale (1892). Table 4.2. Bulk radiocarbon (14C yr BP) and calibrated ages (1σ and 2σ) for different depths in two colluvial soils in Campo Lameiro (PRD-I and PRD-II). Figure 4.1. The tectonic framework of the study area is defined by a joint system running from N-S and E-W, which is intersected as a grid, and many joints that break the substrate in N-S, E-W, NE-SW and NE-SW direction. Figure 4.2. Geological map of Campo Lameiro. The lithology is very homogeneous and included in the granitic rocks of Laxe group, consisting of two mica granites with potassium feldspar megacrystals. This domain is disrupted by a small band of schist and paragneiss that border Zone 1 from the NW to the SE. Figure 4.3. The evolution of the relief is controlled by several internal factors, which have their origin in the interior of the Earth (lithology and tectonics), and external factors which act on the surface of the Earth (most of them related to climate). Furthermore, landforms were significantly affected by plants and animals, during recent periods by human activities in particular. Figure 4.4. The granite peaks are arranged linearly and parallel to each other, both vertically and horizontally, as a result of granite weathering in a fundamentally polygonal sense, controlled by N-S and E-W joints. This tectonic domain produces a succession of tops and granitic slabs interspersed with small depression areas, which correspond to alveolar depressions. Figure 4.5. Denudation and evacuation of the weathe ring layer by erosive processes, generates the appearance of two granitic megaform combinations in Zone 1, some of which convex, dominated by ridges (Kastle kopje and torso), and others concave (alveolar depressions). Figure 4.6. The variation in mineralogy, structure, geomorphology and climate gives rise to myriad granitic landforms, as well as megaforms and microforms, as can be seen in the schematic drawing of Zone 1.
Figure 4.7. The ridges may be represented by Kastlekopje, in which vertical joints are most common, such as those that contain the Ventaniñas and Forneiriñas carvings. Figure 4.8. The granitic peaks that are dominated by horizontal joints form tors, such as Pena Furada. Figure 4.9. The mantle of saprolite that covers the bottom of the depressions was denuded by fluvial or alluvial processes, which exponed this concave megaform (alveolar or weathering basin) that, as shown in the figure, is surrounded by granite peaks. The thickest soils are located at the bottom of these depressions. Figure 4.10. In a intermediate topographic position between peaks and alveoli, thereby connecting them, are the granitic slabs, which relate to the structure of the rock with a flat surface at certain inclination. These slabs usually appear associated with minor forms, such as gutters and gnammas, as shown in the image. Figure 4.11. Gnammas are common in Zone 1. These microforms are concave, as can be observed from the example, and can be located both in horizontal and in vertical walls. Also ubiquitous are the linear microforms related to the structure of the rock, such as cracks, which are mostly found in weathered joints, or inter-flat areas of joints. Figure 4.12. Among the microforms are the taffonis, which are unrelated to the original structure of the granite. They are linked to megaforms and are located on peaks and slabs, carving the inside of a wall, like in the tor of Pena Furada. Figure 4.13. The hill that forms Zone 1 shows a N-S profile, with four altitudinal levels, in which alveolar depressions are intercalated. Their shape depends on their location in the landscape and the characteristics of the infilling deposits. They can be classified as alveoli, of the following types: erosive-accumulative, asymmetrical in basin edges, coalescent alveoli and typical alveoli. Figure 4.14. Stratigraphic schemes and corresponding legends of profiles in Zone 1. The apparent homogeneous particle size of the profiles is interrupted by subrounded and faceted granitic and quartzitic stones and gravels, levels of charcoals and burnt soil, reflecting discontinuities in cumulative-erosive processes, as shown in these sequences. Figure 4.15. The location of granite peaks and alveolar depressions resulted into three preferred directions of flow paths within Zone 1, where sediment and water transport to the valleys are concentrated. As shown in the figure, there are other secondary paths that branch from the main transport pathways.
CHAPTER 5 Figure 5.1. Cover of the book Corpus Petroglyphorum Gallaeciae by Ramón Sobrino Buhigas, published in 1935.
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2. Rubbing. 3. Painting the motifs. Tracing onto plastic. Scanning the plastic sheets in the laboratory. 6. Digital processing using Photoshop.
Figure. 5.3. Detail of the petroglyph of Chan da Isca 3 (Paredes-Campo Lameiro), with the motifs highlihgted using Photoshop.
Figure 6.3. Views of the same panel (Laxe dos Carballos, in the centre of Zone 1) with different types of lighting and atmospheric conditions. The first image was taken on a cloudy day, the second with the sun shining directly on the petroglyph, and the third when it was wer.
Figure 5.4. The image shows the sectors in Zone 2 that were included in the survey from 2005, surrounded by a circle; in each of them, the areas that were surveyed are indicated, together with the petroglyphs that were newly discovered during the work. Figure 5.5. General view of the petroglyph of A Bustarenga 3 (Fragas- Campo Lameiro). This is one of the most complex panels that has been found, based on the quantity and variety of the motifs it contains. The grooves have been digitally highlighted using Photoshop to make them visible. Figure 5.6. Motif of the petroglyph of O Ramallal 3 (Caneda-Campo Lameiro). Although the petroglyph was cataloged, some representations of weapons were found during the work carried out in 2005. The motif has been digitally retouched. Figure 5.7 Image showing the sectors that were examined in 2006 and the zones that were surveyed within them. The petroglyphs that were newly discovered during this survey are indicated. Figure 5.8.Tracing of the panel of Chan da Lagoa 13 (Parada-Campo Lameiro). Note how the alterations caused by the forest fires in 2006 have severely affected the carvings. Figure 5.9. The figure on the left shows all of the areas that were surveyed and the archaeological sites (petroglyphs) found in Zone 2. The image on the rights shows the petroglyphs that were previously known, and those that were documented during the survey.
CHAPTER 6 Table 6.1. The table shows the newly found petroglyphs that were traced inside the park, as well as the reading procedure that was used and the dimensions of each panel. Table 6.2. Tracings of petroplyphs located in the area immediately around Zone 1. Table 6.3. List of petroglyphs that were re-studied and reproduced in Zone 1 and 2. Table 6.4. Tracings of petroglyphs in the area of Chan da Lagoa. Figure 6.1. Drawing by Enrique Campos of the petroglyph of Argoenxa (Xeve-Pontevedra), made in 1908, (pu blished in Peña & Rey 2001). Figure 6.2. Stages involved in maki8ng a tracing on plastic: 1. Viewing the carving with different types of lights.
Figure 6.4. Observing the carvings usinig a light projected by a mirror. Note that at the same time as shedding light on the motif, it has to cash shadow on it to create greater contrast. Figure 6.5. Tracings of the petroglyphs of A Forneiriña 4, Monte Paradela 5, Coto do Chan da Isca 4, Monte Paradela 1 and Coto do Chan da Isca 1. All of the panels are in Zone 1. Figure 6.6. Tracings of rock 1 in Chan da Lagoa. The first is published in Peña & Rey, 2001 and the second was made as part of this project in 2005. No drawings are better than others; they are simply different types of representing the motifs.
CHAPTER 7 Figure 7.1.1 3-D model of Zone 1 showing the location of the petroglyphs that were excavated during the campaigns in 2003 and 2004. The criterion for selecting the petroglyphs considered their typological variety and the conditions of the surroundings immediately alongside them. 1 Os Carballos, 2 Montes do Corvo, 3 Campo da Lama, 4 Outeiro das Ventaniñas, 4 Fonte da Pena Furada, 6 Pena Furada, and 7 Laxe dos Cabalos 5. Figure 7.1.2 Detail of the rock formation in from of the main panel of Campo da Lama. Some formations suggest that they could possibly be artificial structures. Figure 7.1.3 General view of the excavation carried out in Campo da Lama. During this work, it was possible to see that the mineral substrate had not been fragmented intentionally; also, no archaeological materials of any king were found. Figure 7.1.4 General view of the aoutcrop of Pena Furada. This is a large, hollow rock. On the top there is a circular combination, and on the lower rock to the right there are several quadrupeds and a number of simple circles; on the flat, interior surface, inside and under the hollow in the large rock, there are several cup marks. The probe (UR 2) was positioned at the entrance to the opening. Figure 7.1.5 Accumulation of stones in UR 2. Note how the vertical rock seems to be held up by them, interpreted as an indication of having been placed there intentionally. Figure 7.1.6 Paved area close to the entrance to the opening of Pena Furada. This structure is clearly intentional, although no data have been found that help to identify its chronology
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Figure 5.2. General view of the petroglyph of A Forneiriña 4 (Paredes-Campo Lameiro). The grooves have been digitally highlighted using Photoshop to make them visible.
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Figure 7.1.7 To the left of the image we can see the thermoclasts to the east of the excavation of Pena Furada. The fragments of stones are mixed with the ashes. This stratigraphic unit has only been partially excavated. Figure 7.1.8 Stone material found amongst the ashes and thermoclasts to the east of the excavation of Pena Furada. Considering their allochthonous nature, it is believed that the two rounded quartzite rocks were placed here intentionally. Figure 7.1.9 Top: map of the excavation of Laxe dos Carballos during the 2004 campign. Bottom: profile of the excavation, showing the yellow colour of the UE 35 layer, interpreted as being soil that was contemporary to the carvings. Note how the UE 35 layer defines the lower limit of the panel. Figure 7.1.10 Deposit with quartz splinters in Laxe dos CArballos; they may be connected with the process of carving the petroglyph, which was very possibly made with a quartz instrument. Figure 7.1.11 Map showing the excavation of the south and southeast sectors of Laxe dos Carballos. The distribution of the material found is shown in purple, with the structures in grey: post hole UE38 layer, channel in UE23 layer, and UE39 layer with concentration of charcoals. Figure 7.1.12 Part of the material regsitered in the eastern part of the excavation of Laxe dos Carballos. Here we can see a hammer stone on a rounded rock, and flakes of quartz and rock crystal. Figure 7.1.13 View of the eastern sector of the excavation of Laxe dos Carballos, showing the location of the samples dated using C14. The stratigraphic unit coincides with the lower limit of the carvings, and shows the soil level at the time when the carvings were made. Figure 7.1.14 Tracing of the panel of the petroglyph of Laxe dos Carballos, made as part of this project.
Figure 7.2.7. One of these pits was covered with the remains of the paving. Figure 7.2.8. Small pits and post holes found in the southern half of the excavated area. Figure 7.2.9. Stone material and pottery found during the excavation. Figure 7.2.10. Excavation plan of Chan das Pozas. Figure 7.3.1.1. Excavation area with the whole of archaeological structures. Figure 7.3.1.2. General view of the excavation area after sediments removing. Figure 7.3.1.3. Remains of GE001 structure. The arrangement of the structure in two opposed halves and the stone layer (UE 003) bounded the organic (black) “half”, are very clear. Figure 7.3.1.4. Details of GE005 structure. Notice again the two halves of the structure and the surrounding stone layer. Figure 7.3.1.5. Details of GE010 structure. Figure 7.3.1.6. Views of the excavation process of GE001 and GE005 structures. Table 7.3.2.1. Sediment samples and number of liter of each of them. Table 7.3.2.2. Codes of dated samples in relation to their context, raw material, taxon and weight. Table 7.3.2.3. Codes of dated samples in relation to their context, raw material, taxon and weight. Table 7.3.2.4. Analytical results of radiocarbon datings. Table 7.3.2.5. Analytical results of anthracological analysis. Table 7.3.2.6. List of fragments with positive or negative traces of vitrification and radial cracks.
Figure 7.1.15 View from the east of trench 7B. The trenches were carefully inspected during field work. The only material found consisted of fragments of pottery, possibly mediaeval and modern.
Table 7.3.2.8. List of fragments with evidence of entomophaunal action.
Figure 7.1.16 The profiles of the trenches were cleaned with the aim of locating structures.
Table 7.3.2.9. List of fragments in regard to their stratigraphic unit.
Figure 7.2.1. Area where the excavation of Chan das Pozas was carried out.
Table 7.3.2.10. List of taxa in regard to their stratigraphic unit and chronlology.
Figure 7.2.2. General view of the excavation area of Chan das Pozas.
CHAPTER 8
Figure 7.2.3. General view of the structures found. Figure 7.2.4. Post holes. Figure 7.2.5. General view of post holes and structures. Figure 7.2.6. Oval pits located within the space surrounded by the post holes, filled with a sediment comprised of brown earth with small stones.
Table 7.3.2.7. List of ring curvatures.
Figure 8.1. The Coruña-Vigo Oil Pipeline, a public work built up in 1995 by CLH, in relation to Campolameiro área. The pipe goes paralell to galician western shoreline, and it crosses the prelitoral valleys and mountains, through a hilly and pretty bounded topography. Figure. 8.2. Topographical section of Coruña-Vigo Oil Pipeline, showing the main relief units and the location of ar-
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Figure 8.3. Settlement distribution of different prehistoric and historic stages in the area of Campolameiro: traditional settlement at 1867, Iron Age hillforts, roman and medieval sites; Bronze Age settlements and main groups of petrogliphs; and Neolithic burial mounds (called mámoas in the region). (After Parcero et al. 1998). Fig. 8.4. Section of the Coruña-Vigo Oil Pipeline transect in the area of Campolameiro. It shows in detail the distribution of the different kinds of archaeological sites and its closed relation with relief units. There is a clear predominance of later prehistory sites in the uplands areas, rock art over medium slopes and protohistoric and historic sites in the valleys. The diagram describes, in a synthetical and graphical way, the main archaeogeographic characteristics of the patterns of settlement from different chronological stages, from Neolithic to traditional settlement.
CHAPTER 9 Figure 9.1. Location of the three working zones and the prehistoric sites studied: (1) Anllada, (2) Chaián, (3) Trambosríos, (4) Saídos das Rozas, (5) As Cerdeiras, (6) Penalba, (7) Val da Porca, (8) Tumulus 1 of As Rozas. Note that there are no settlements in Zone 1, where the petroglyphs are concentrated. However, recent excavations have shown the existence of a possible low-density Neolithic occupation in Chan das Pozas, in the area that now contains the Visitors’ Centre and Documentation Centre of the Rock Art Archaeological Park (see chapters 7.2 & 7.3). Figure 9.2. List of fragments found in each of the prehistoric sites in the study area. The number of fragments is similar in all of the sites: in As Cerdeiras, the site with the lowest number, there are only fifteen fragments, while in Anllada, which has the most, there are eighty-three. This latter site is the farthest from Zone 1 and the most complex in terms of its chronological sequence. Figure 9.3 Significant fragments from the prehistoric sites in the study area. The conserved fragments that offer the most information about the shapes of the pots and their approximate shape are their rims. The best-conserved rims are from undecorated pottery in all of the sites. In the case of decorated pottery, their bellies are mainly conserved. ‘Penha-type’ decoration can be seen in the three upper fragments from the Anllada site. The remaining fragments in the figure correspond to bell beaker decoration, chiefly made using comb impression, except for two fragments from Saídos das Rozas which have shell impression (CA05 & 03). The scale of the figure is 4 cm. Figure 9.4. Hypothetical reconstructions of a number of vessels from Val da Porca, Saídos das Rozas and Trambosríos. As they are highly fragmented, only a small number
of vessels have been reconstructed, all the shapes seen here are representative of the known shapes for prehistoric Galician pottery. The decorated vessels tend to be smaller, while the undecorated vessels have a wider range of sizes, probably due to their specific function (storing food, cooking, etc.) and greater functional variability.
CHAPTER 10 Figure 10.1 Left: typical quadruped from the area of Barbanza (SW of the province of A Coruña, 50 km to the NW from Campo Lameiro) with a design predominated by ninety-degree angles; this stylistic variety is the most frequent in the Atlantic Style. Right: typical quadruped from the River Lérez valley, predominated by curved lines and all of the parts of the animal being connected together. Figure 10.2. General distribution of the petroglyphs in Zone 2, classified according to the different styles that have been documented: the Schematic Atlantic Style and the Atlantic Style.. Figure 10.3. Visibility from all of the petroglyphs in the Atlantic Style in Zone 2. Note how the River Lérez valley is defined by the concentration of petroglyphs and their visibility, configuring in some way a territorial unit that is also outlined by the presence of a specific sub-style from the area. Figure 10.4. Table showing the petroglyphs in the Atlantic Style at each altitude interval. Figure 10.5. Distribution and name of the stations in Zone 2. The petroglyphs are grouped together significantly, forming stations at medium altitudes avoiding the bottoms of the valleys, the traditional areas where crops are grown, and the high parts of the mountain ranges. Also, the distribution of the rock art stations is quite regular; it can be seen that they are quite evenly spaced apart. Figure 10.6. Left: map showing the slopes of the terrain. The areas in white are flatlands (with slopes of less than 12 degrees). The main rock art stations are concentrated around the flat areas half way up the hillsides. In the steeper areas, in the flat areas at the bottoms of the valley and in the highest parts of the mountain ranges, there are no petroglyphs. Right: detailed view of the central sector of Zone 2. Figure 10.7. Distribution of the most common motifs. 1: circles, 2: quadrupeds, 3: weapons, 4: horse riding, 5: idols, 6: serpents. The circular combinations and quadrupeds are distributed regularly in all of the stations. However, the riding scenes and weapons are concentrated in the eastern half of Zone 2. Figure 10.8. Distribution of motifs in Zone 1. The circular combinations and quadrupeds are found throughout the whole of the station; however, the riding scenes and anthropomorphs are concentrated in the eastern half. Figure 10.9. Distribution of petroglyphs with weapons. In red, the weapons attributed to the Early Bronze Age, and in blue, those from the Middle Bronze Age. The petroglyphs
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chaeological sites around the pipe. The alignment of sites along the pipe shows clearly the concentration of prehistoric sites in the uplands, while Iron Age and later sites are located in medium relief and botton valleys. (After Amado 1995).
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from the Early Bronze Age are located along a hypothetical trajectory some 3 kilometres long, which in principle runs from south to north, as the panels are oriented to be seen from the south. Figure 10.10. Diagram illustrating the complexity of the petroglyphs with weapons. On the left is the most northerly petroglyph, and to the right, the most southerly. Note how as we move from south to north, the petroglyphs become more complex. Figure 10.11. Visibility from the petroglyphs with weapons from the Early Bronze Age. 1. Visibility from the petroglyphs of A Trincheira, 2. Visibility from the petroglyphs of As Canles and Chan da Lagoa. 3. Visibility from the group of Pena Furada. 4. Visibility from O Ramallal. Not how as we move towards the north, the visibility begins by being oriented towards the S and SE, and ends by being oriented towards the W and N. The scope of visibility also increases to some extent as we move from south to north. Figure 10.12. The monumental petroglyphs are distributed regularly throughout the whole of zone 2. The image also shows the visibility from Laxe dos Carballos, where it is possible to see how the visibility is very limited at a medium distance, and much wider at a long distance (more than 500 m). This is a common feature of all monumental petroglyphs. Figure 10.13. Left: visibility from Pedra da Boullosa. Right. Visibility from Pedra das Ferraduras. The field of view from both petroglyphs is highly restricted at a medium distance and wide at a long distance; the spaces that have the most difficult access are precisely the most visible. Figure 10.14. Representation of the field of view from Coto da Braña, showing how the monumental petroglyphs are “concealed” in the shadow of the field of view from a medium-sized petroglyph. This is due to the fact that the monumental petroglyphs are located in depressions or areas with some type of visual obstacle that makes it impossible to see them. Figure 10.15. Distribution and slope map of the petroglyphs from Schematic Atlantic Style in Zone 2. The location of the stations coincides to a great extent with those of the Atlantic Style. Figure 10.16. The panel of As Canles, a characteristic example of the typical petroglyph in the Schematic Atlantic Style with inscribed crosses, which on some rare occasions share the panel with designs in the Atlantic Style.
CHAPTER 11 Figure 11.1. General map of Zone 2, showing the points used in the analysis: Iron Age hill forts and villages documented in 1867. It also shows the Iron Age settlements documented in the area surrounding this Zone, which have been used in some of the analyses presented.
Figure 11.2. General map of the analysed zone, with the location of the roads used in the analysis: modern main roads and mediaeval paths according to Ferreira (1988). The map also show the main crossing points over the River Lérez, and the place names associated with crossing points. Figure 11.3. Positions (lines and specific positions) where at least half of the optimum lines of transit that connect the settlements from group 1 overlap. Figure 11.4. Positions (lines and specific positions) where at least half of the optimum lines of transit that connect the settlements from group 2 overlap. Figure 11.5. Percentage of the optimum paths that coincide with the lines of the MADO of each individual settlement. Mean values and standard deviation for each group. Figure 11.6. For every single settlement, minimum distance (m) to reach the closest optimal MADO pathway flowing to every other settlement in the group Figure 11.7. For every single settlement, minimum cost (minutes) needed to reach the closest optimal MADO pathway flowing to every other settlement in the group. Figure 11.8. Positions derived from the MADO of the hill forts from group 1 showing a greater recurrence (preferred positions for movement from these settlements). Location of the hill forts in the group and of relevant points for mobility (water crossings and place names of crossing points). Figure 11.9. Positions derived from the MADO of the hill forts from group 2 showing a greater recurrence (preferred positions for movement from these settlements). Location of the hill forts in the group and of relevant points for mobility (water crossings and place names of crossing points). Figure 11.10. Degree of visual control from each settlement over the optimum paths that communicate it with the other settlements in its group. Figure 11.11. Degree of visual control from the settlements in each group over the group of optimum paths that connect them, indicating the percentage of the route from the group of optimum paths from each individual location that is visible from it, or from any of the other sites in the group. Figure 11.12. Intensity of visual control from the settlements in each group over all of the optimum paths that connect them, indicating the percentage of the route from the group of optimum paths from each individual location which, being visible from any of the sites in the group, is visible from more than one of them. Figure 11.13. Degree of coincidence between the routes of the optimum paths for each group of hill forts and the routes of the mediaeval paths (according to Ferreira), showing three levels of comparison: the total for the routes, the points shared by 50%, and 75% of the optimum paths of the hill forts from each group.
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they are seen as white lines. When you invert this in a computer program you make the white black and the black white. To the right is another human figure depicted on Pedra das Ferraduras (located only a few kilometers away) in a similar hunting scene. The figures are in the same scale and you can see the similarities in the depictions in size as well as the position of the arms and legs.
Figure 11.15. Spatial distribution of the coincidence between the optimum paths for the hill forts in group 1 (routes shared by paths for more than 50% of the settlements) and those of the villages in 1867 (routes shared by paths for more than 50% of the villages).
Figure 12.4. One of the Viking Age coins from Dorestad showing a deer sucking up a snake with its nostrils, an explanation for their supposedly long life. Above the deer, close by its ear, is a human head playing two flutes and between the legs of the deer is a shape similar to the trisquele, perhaps symbolising the sun or movement.
Figure 11.16. Spatial distribution of the coincidence between the optimum paths for the hill forts in group 2 (routes shared by paths for more than 50% of the settlements) and those of the villages in 1867 (routes shared by paths for more than 50% of the villages). Figure 11.17. Lines marking the maximum MADO values calculated according to the site of group 1 of Coto dos Mouros. Figure 11.18. Optimum paths that connect Painceiros with the rest of the settlements that existed in 1867. Figure 11.19. Optimum paths that connect the petroglyphs of O Ramallal and A Trincheira, in the respective N and S extremes of the alignment of carvings with weapons in the area of Caneda. Figure 11.20. Coincidence between “spontaneous” mobility (MADO) and directed mobility (optimum paths). The lines indicate the routes in which mobility without a fixed destination from each of the two petroglyphs at either end (A Trincheira to the right, and O Ramallal to the left), coincides with the route of the optimum path that connects one with the other (see Figure 11.19). Figure 11.21. Measurement of the coincidence between “spontaneous” mobility (MADO) and directed mobility (optimum paths) from the carvings of O Ramallal and A Trincheira.
CHAPTER 12 Figure 12.1. The panel of Laxe dos Carballos in March 2006 as seen from a distance with the two oak-trees on the sides, which gave the panel its name in recent history. This photo was taken during the making of a documentary. The person to the right, being interviewed, is PhD Manuel Santos Estévez. Figure 12.2. Tracing of Laxe dos Carballos carried out in 2005 by the Heritage Laboratory - CSIC. Figure 12.3. To the left is the part of the rubbing of the panel depicting the possible bowman. It is reproduced inverted below to make it more sharp. The rubbing is made with carbon-paper on white paper placed directly on the rock. Since the pecking leave a negative trace in the rock
Figure 12.5. In this figure the documentation has been cleared of some smaller pecked lines and figures to make the discussed details more distinct. Figure 12.6. Giant deer figure on the western side of the valley (As Martizas). The pecked grooves have been enhanced by chalk on site to improve visibility of details. Figure12.7. Details where the three-spikes on top of the antlers are seen as possibly later made additions. In the case of Laxe dos Carballos (left) there is a difference in depth and size and on Monte Gurita (right) there is an interruption in the line and the three-spikes are placed somewhat above the actual end of the antlers. Figure 12.8. An example of the popular use of the threespiked ending of antlers from the famous Gundestrup silver cauldron found in Denmark and dated to approx. 90-70 BC or 50 BC (Olmsted 2001.120-127; Kaul 1991). The God Cernunnos has a collar (torques) on his neck and another one in his hand right in front of the neck of the stag as if he is going to put it on or just have taken it off the stag. Could it be that Alexander the Great was not the first in the line of rulers to put a collar on a deer? Is it possible that this myth, as many others, had oral forerunners that left us with pictorial evidence to interpret? Figure 12.9. Examples of typical large-sized and attributive figures: the man with the spear from Litsleby rock 75 (Bohuslän), the horse rider from Foppe di Nadro rock 27(Valcamonica); and the stag from Campo Lameiro, Laxe da Rotea de Mendo (Galicia). Figure 12.10. The deer-hunt theme. Here from the Vitlycke panel in Tanum (Bohuslän), Pedra das Ferraduras, Cotobade (Galicia) and Naquane rock 1 (Valcamonica). The deer is normally hunted by foot and with spear or occasionally with bow and arrow. In Bohuslän and Valcamonica dogs are also often seen in this scene.
CHAPTER 13 Figure 13.1. The four large stags that are the focus of the analysis in this chapter. (a) Laxe dos Carballos, Campo Lameiro, Pontevedra; (b) Laxe das Cruces, Tourón, Pon-
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Figure 11.14. Degree of coincidence between the routes of the optimum paths for each group of hill forts and the most relevant points of the optimum paths between the villages existing in 1867. Three levels of comparison are shown: the total number of routes, the points shared by 50%, and 75% of the optimum paths of the hill forts in each group.
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tevedra (according to Peña Santos); (c) Rotea de Mendo, Campo Lameiro, Pontevedra; (d) Campo de Cuñas, Ponte Caldelas, Pontevedra. All of them stand out for their size, clearly larger than average, although the stag from Campo de Cuñas is the exception to the rule. Despite its large size, the animal does not have an abnormal number of prongs on its antlers, or any of the other characteristics seen in the three other examples of similar size. Another case is the stag of Os Mouchos, Rianxo, A Coruña (fig. 13.10). Tracings a), c) and d) are from the Heritage Laboratory of the Spanish Higher Research Council; b) is by Peña Santos. Figure 13.2. Detail de the petroglyphs of (a) Laxe dos Carballos and (b) Laxe das Cruces showing three separate lines next to the top of the right antler. We interpret this feature as indicating the exact way to count the prongs on the antlers for use as a calendar. Figure 13.3. The large stag from Laxe dos Carballos, in Campo Lameiro, looking right towards a large circular motif. The number of prongs on its antlers, and the way they are distributed, are an astronomical counting system. There are 12 lunar months in a solar year; (12 + 3) x 2 = 30 is the number of days in a lunar month in round figures. The next step is slightly more complicated; here we need to take into account the three lines (“prongs”) that are separate (shown in yellow) next to the tip of the right antler, which we suggest was used as a mark to indicate a lunisolar cycle of three years. This would be counted, starting with the prong closest to the three lines, as 12 + (12 +1) + 12 = 37 lunar months in 3 solar years. The separate “prong” on the top part of the left antler could be the mark for the intercalary month. See the text for further details.
thern lunastice on 9 July 2006 in the dip in the distant mountains, close to where the south DIVI inscription is located on the immediate horizon. Figure 13.6. The large stag of Rotea de Mendo, surrounded by circular motifs, with a larger motif to its right. The stag appears to have two large symmetrical antlers with 13 prongs. It seems that a further 4 prongs (shown in red) were added to the left-hand antler, either in the original design or at a later stage. Curiously, the sum of 13 + 13 + 4 = 30 repeats the lunar pattern of the stag of Os Carballos. (Tracing made by the Heritage Laboratory of the Spanish National Research Council). Figure 13.7. From Rotea de Mendo, the south-east horizon cannot be seen due to the presence of a eucalyptus forest. However, thanks to digital cartography, it is possible to obtain information on the visibility of the horizon from the point where this petroglyph is located. On this map, the position of Rotea de Mendo is marked in green; the black points indicate the hill forts in the surrounding area, and the stars show the positions of the DIVI inscriptions. The parts of the landscape that are visible from Rotea de Mendo are shown in red. In the southeast section there is a distant horizon, which has been partly reconstructed in the upper image. The sunrise at the winter solstice would have occurred at the intersection between this distant horizon with a closer horizon. Something similar, although at the southern end of this horizon, would have happened at moonrise at its most southerly point (the major southern lunastice) during the summer. Both positions are shown with yellow lines on the map.
Figure 13.4. The horizon to the south-east seen from Laxe dos Carballos. The immediate horizon is dominated by the hills that contain the rocks with the DIVI inscriptions, while further away there is a mountain that marks the line of the horizon. The numbers show the declination values of two points on the horizon. If we compare them with the declination values for the sun at the winter solstice and the declination of the moon at the major southern lunastice 2,500 years ago, the interest of this horizon becomes apparent: practically coinciding with the area that contains the inscriptions, on the summit of two hills on the first line of the horizon, it would be possible to see the sunrise and moonrise at the winter solstice and major southern lunastice, respectively.
Figure 13.8. Detail of the beautiful panel of Laxe das Cruces (Tourón, Pontevedra), showing a motif with large concentric circles, towards which the large deer that predominates the carving is looking. In this case, we once again find the three lines over the tip of the right antler (marked in yellow). We believe that once again we are seeing a pattern of behaviour similar to that seen in Os Carballos, representing a lunisolar calendar of three years. In this case, the calculation would be (11+2)+12+12=37 lunar months in 3 solar years. As a hypothesis, we suggest that the double prong at the bottom of the right antler could be associated with the presence of years with 12 lunar months (if the antler counts as one) or 13 lunar months (if we count both branches), and that it is therefore another subtly different way of representing the need for the intercalary month.
Figure 13.5. Due to the interest of the south east horizon seen from Laxe dos Carballos, it was decided to make a real observation of the sunrise at the winter solstice, and moonrise at the major southern lunastice. The image on the left shows the sunrise seen from Laxe dos Carballos at the winter solstice of 2006. The sun rises at a point close to the first of the DIVI inscriptions on the immediate horizon. When the sun is completely above the horizon, it is above the north DIVI. Right: the full moon rising at the major sou -
Figure 13.9. Looking from Laxe das Cruces towards the southeast, we see the horizon shown in the upper image. Once again we can see the intersection between an immediate horizon and a more distant horizon. The distant horizon is quite regular, only interrupted by its intersection with a nearby mountain, with a declination of -29.5. This is close to the point where the moon rises at the main lunastice. This was corroborated by an observation made at moonrise on the 9th of July 2006, seen in the photo on the right.
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Figure 13.11. Relative stratigraphy and absolute chronology of the motifs shown on the panel of Laxe dos Carballos, adapted from chapter 12 by Å. Fredell in this volume. Figure 13.12. The composition shows the similarity between the carved panel of Laxe dos Carballos, the immediate local horizon and the astronomic plane, as if it were a series of concentric circles. The elements justifying this interpretation are shown at the top and bottom, and in the center their relative position in space. The green point corresponds to the petroglyph, and the stars show the inscriptions with DIVI. Figure 13.13. Three-dimensional model of the River Lérez valley in Campo Lameiro, seen from the south. The violet shapes indicate the hill forts; the red points show a selection of the existing petroglyphs, and the blue points show the DIVI inscriptions. When this landscape was converted to Christianity, it was dedicated to Saint Justin and Saint Pastor, in the hermitage of San Xurxo de Sacos, on the other side of the hill of As Canles, and Saint Blaise (and/or Saint Anthony), close to the petroglyphs of Paredes-Praderrei, the site of the Laxe dos Carballos. The festivals of these saints on the 6th of August and the 3rd of February are particularly close to the mid-season Celtic festivals of Lugnasad and Imbolc (respectively at the start of August and the start of February). Figure 13.14. Horses associated with sacrifices and decorated with circles and inscribed crosses (top, from Numancia) or only with a circle (below, from Luzaga), although the circle may have been added after the relief was made (according to Alfayé). Figure 13.15. Detail of the petroglyph of Rotea de Mendo with the “noughts and crosses” type motif, a circle with a cross inside it and deer antlers, which may be associated with cosmological or solar representations, if we consider other cultural parallels. Figure 13.16. Con from Petersfield (Hampshire, En gland) with what may be a representation of the head of the Celtic god Cernunnos with an eight-spoked wheel between his horns.
Agathon); on the last couch, the arrows indicate the change of position when Alcibiades arrived.
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Figure 14.2. The cosmos as a locus memoriae. Left, according to Publicius; right, according to Romberch, with hell (IN), purgatory (PVR) and the heavenly paradise (L-PA) and terrestrial paradise (L-P). Both include the astral spheres, the signs of the zodiac. The representation of paradise is different. (Yates 1999: 110-111, 114-16).
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Figure 13.10. A unique case from our study is the small deer on the panel of Os Mouchos (Rianxo, A Coruña), which nevertheless has massive antlers that once again feature prongs with a possibly astronomical significance (12). This is a unique case in Galicia, which we believe corresponds to a pattern of ideas similar to that found in Laxe dos Carballos, Rotea de Mendo and Laxe das Cruces, but which is expressed here in a much less elaborate manner. The image has been enhanced using Photoshop.
Figure 14.3. Human image as a reference point for the construction of a locus memoriae according to Romberch (Yates 1999: 117-118). Figure 14.4. On the left, a “schematic” version painted by the Australian Aborigine artist Narritjin of the landscape of Cape Shield and the characters from the Dreamtime that comprise it (Morphy 1998: 133). Right and top: location of Cape Shield; below, an image from Google Earth of the three zones shown in the painting, the part with land access, with the airstrip to the north, the lake, and the strip of sand dunes on the interior of the cape (east). Figure 14.5. Left: view of Cerro Mercachas from the station of Paidahuen (Aconcagua, Chile). Right: tracing of a carved panel from Paidahuen with a design divided into four quarters (photograph and tracing by A. Troncoso). Figure 14.6. Composition with carvings from different stations in Alto Aconcagua (Chile), without considering their orientation or size, in order to highlight their schematic nature, even though they correspond to different styles. Top left: Style I, Paidahuen; right: Casa Blanca. Bottom left: Casa Blanca; right: Style II from Cerro Paidahuen (photographs adapted from A. Troncoso).
CHAPTER 15 Figure 15.1. Distribution of the trenches, petroglyphs and profiles (PRD-1/5) in Zone 1 of the study area. Clusters of trenches originate from the same morphologic unit; each cluster harbours rock art. The number of trenches in each cluster varies according to the morphological characteristics of the cluster. The trenches are numbered as described in the text. PRD-I is at the highest altitude (300 masl), at an alveolar erosion-accumulation position. PRD-II is in the same sediment transport pathway as is PRD-I, but located downslope. PRD-III and PRD-V are mainly accumulative. Soil PRD-IV, at the lowest altitude at the bottom of a depression (260 masl) is also mainly accumulative.
CHAPTER 14
Figure 15.2. Soil PRD-I is an example of an erosion-accumulation basin. Its functioning can be ascribed to its topographical position, i.e. on top of the Monte Paradela hill (300 masl).
Figure 14.1. Banquet room where Plato’s Symposium took place, according to L. Brisson (2001: 15-34; diagram from p. 248). The arrows indicate the order of the speeches (Phaedrus, Pausanias, Aristophanes, Eryximachus and
Figure 15.3. Soil PRD-II has an intermediate altitude. The soil is in an asymmetrical basin, and the profile was taken from the border of this basin. These characterisctics determine its soil formation dynamics. This soil is relatively thick,
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despite its relatively short palaeo-environmental record compared to other soils of Zone 1 (see Chapter 16).
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Figure 15.4. PRD-III, at 280 masl is enclosed by stone walls. Its microtopography renders this site a place of net accumulation of soil material, which explains why it is a thick soil with a complete stratigraphic record.
Figure 16.4. Principal component analysis: projections of factor scores of all samples. (PRD-I: filled circles; PRDII: empty circles; PRD-III: squares; PRD-IV; triangles; PRDV: rhombi. Figure 16.5. Principal component analysis: depth profiles of the factor scores of the samples from each soil studied.
Figure 15.5. Soil PRD-IV has the lowest altitude (260 masl). It is in the deepest part of a depression surrounded by relatively steep slopes. It is a thick soil with a complete stratigraphic sequence.
Figure 16.6. Chronology (on calibrated years) of the factors obtained by principal component analysis (F1 to F5, from above to below). (The grey line in the figure of F2 is the data with the main tendency eliminated; see text).
Figure 15.6. PRD-V is located in a depression with net accumulation, and is, similar to soil PRD-III, enclosed by stone walls. It is a thick soil with a complete stratigraphic sequence.
Figure 16.7. Chronology of the accumulation rates (in kg m-2 a-1) for the last 10.500 years. In the middle and lower diagrams the accumulation data are in logarithmic scale (the middle one in cal years BP and the lower one in cal yrs BC). Coloured bars delimit the periods of high accumulation rates.
Figure 15.7. The PCB profiles. These are 5 profiles at 290 masl, taken from a trench next to the Laxe dos Carballos petroglyph at 1 m intervals and with a NW-SE orientation. The observed stratigraphies may provide information on the dynamics and chronologies of burying and exhumation of the rock art panel.
CHAPTER 16 Table 16.1. Average values (avg), standard deviation (std) and maximum (mx) and minimum (mn) values of the analysed chemical elements in each of the colluvial soils studied in Zone 1 of Campo Lameiro. (n: number of samples; nd: not determined; ld: concentrations below the detection limit). Table 16.2. Homogeneous groups resulting from comparing average values using variance analysis (—: element not analysed; ns: non-significant differences). Table 16.3. Maximum accumulation rates (in kg m-2 a-1) in the colluvial soils of Campo Lameiro) during the periods of intense accumulation/erosion. PAA: duration of high-accumulation periods in years; PBA: duration of low-accumulation periods in years Figure 16.1. Study area: Zone 1 of Campo Lameiro. Location of the colluvial soils studied and their corresponding drainage catchment (source areas). Figure 16.2. Principal component analysis: factor loadings of the chemical elements in F1-F2, F1-F3, F1-F4 y F1F5 space. For each factor, only those elements of which a significant proportion of its variance is associated with the factors are depicted. Figure 16.3. Principal component analysis: communality analysis of the chemical elements analysed in the soils of Campo Lameiro. (F1, F2, F3, F4 y F5 are the significant factors; the total length of each column represents the communality (sum of variance explained by all factors) while the sections indicate the percentage of the variance explained by each factor).
Figure 16.8. Relation between factor F3 and the accumulation rates of the last 10.500 years. Figure 16.9. Relation between accumulation rates on kg m2 a-1 (right) and the humidity index (left) (Mighall et al., 2006). High values of the humidity index represent wet periods while low values represent dry periods.
CHAPTER 17 Table 17.1. Morphological characteristics of the most abundant soils in the studied sector. Table 17.2. Average granulometric measures of the soils of Campo Lameiro. Table 17.3. Average values of the macroscopic charcoal content of the soils of Campo Lameiro. The percentage value is multiplied by factor 100. Table 17.4. Soil reaction (pH in water and KCl) of the soils of Campo Lameiro. Table 17.5. Charactericstics of the cation exchange complex of the soils of Campo Lameiro: S, sum of basic cations (cmol(+) kg-1); SAC, sum of acidic cations (cmol(+) kg-1); CICe, effective cation exchange capacity (cmol(+) kg-1), sAl, Al saturation (%); sBas, basic cations saturation (%). Table 17.6. Distribition of the various forms of Al-organic matter complexes in the soils of Campo Lameiro. Alae, complexes of high stability; Alme, complexes of moderate stability; Albe, complex of low stability. Figure 17.1. Morphology of soil types of Zone 1 of Campo Lameiro. Figure 17.2. General view of a Ranker-type colluvial soil. Figure 17.3. Location of the studied soil profiles in Zone 1 of Campo Lameiro. Figure 17.4. Distribution of the fine earth fraction (< 2mm) and the relation between fine earth (TF) and coarse
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material (gravas) of the profiles of the soils of Campo Lameiro.
Figure 17.6. Soil reaction of the soils studied in Campo Lameiro. Figure 17.7. Effective cation exchange capacity (CICe), saturation of base cations (sBas) and Al-saturation (sAl) of the exchange complex in the profiles of the soils studied in Campo Lameiro. Figure 17.8. Rlation between the CICe (effective cation exchange capacity) and Al extracted in aqueous KCl (AlKCl) for the combination of the samples of all soils analysed from Campo Lameiro. Figure 17.9. Relation between Al and C extracted in pyrophosphate solution (Alp-Cp) Figure 17.10. Distribution of Al-organic matter complexes (Al-MOS) in the soils of Campo Lameiro. Alae, high stability; Alme, moderate stability, Albe, low stability. Figure 17.11. Accumulation of plant-derived macroscoscopic charcoal content of the soils of Campo Lameiro during the last 10.000 years. Figure 17.12. Changes in soil pH of the soils of Campo Lameiro of the last 10.000 years.
CHAPTER 18 Figure 18.1. Schematic representation of soil PRD-I with available radiocarbon datings (2σ cal BP). Figure 18.2. Depth profile of total C content (•) and macroscopic charcoal (o) from soil PRD-I.
Figure 20.1. Carvings inside the megalith of Loughcrew (Ireland). Source: www.deadlyphoto.com/photoblog/pho tos/ancient_ireland Figure 20.2. Large sword from the panel of Pedra das Procesións, possibly representing a carp’s tongue sword. Note how the deep, wide outline of the sword is different from the rest of the carvings. The process of carving this figure may have destroyed older figures. Figure 20.3. Pedra das Ferraduras is one of the most complex compositions in the River Lérez valley. In the panel we can see representations of what are known as ‘idols’, deer, circles, ungulate hoof marks, human figures and weapons, including a large sword with what may be rivets at the base of the grip. Figure 20.4. Two of the panels from Campo de Matabois with several types of weapons, which differ from those traditionally attributed to the Early Bronze Age. Figure 20.5. The concentric circles in Outeiro dos Cogoludos are an example of typical geometric designs from the oldest period of Atlantic Rock Art: motley panels with deep grooves, the use of natural protuberances in the rock, and a central position with respect to the quadrupeds. Figure 20.6. The concentric circles in Os Carballos as an example of later geometric figures: shallower grooves, flatter figures, inclined panels and a peripheral position with respect to the quadrupeds. Figure 20.7. Diagram summarising the proposed chronology for the Atlantic Style. The execution periods are shown, but the not the temporal space when they were in use, as it is not possible to rule out factors such as continuities or reinterpretations.
Figure 18.3. SEM Micrograph of the surface of a charcoal fragment from sample PRD-I 22 (110 cm depth), showing the accumulation of Fe-oxyhydroxides. White bands correspond to Fe concentrations while the dark areas reflect the uncoated surface of the charcoal.
Figure 21.1. The Anthrobleme or Human Scar: our present ecological footprint in terms of the state of the world’s soils.
Figure 18.4. Results of DP NMR and CPMAS NMR of five charcoal samples. Sample C03 corresponds to charcoal from soil PRD-I at 10-15 cm depth, C14 to 65-70 cm, C15 to 70-75 cm, C19 to 90-95 cm and C22 to 110 cm.
Figure 21.2. . The two major routes by which agricultural technology was transmitted to the Atlantic coast of Europe during the Neolithic. Dates (BP) adapted from Renfrew (2006).
Figure 18.5. Selected ion chromatogram (m/z 60-650) of the charcoal (C22) and the NaOH-extractable organic matter (E22) from sample 22 of soil PRD-I.
Figure 21.3. The imprint of loess and loessial soils on the Anthrobleme.
Figure 18.6. Synthesis of the pyrolysis-GC/MS results obtained from the soil organic matter of soil PRD-I.
CHAPTER 19 Figure 19.1 Pollen diagram of soil PRD-II.
CHAPTER 21
Figure 21.4. The spread of the ecological footprint of the farmer through Europe on the basis of genetic evidence (modified from Ruddiman, 2004, after Cavalli-Sforza, 2000).
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Figure 17.5. Layers enriched in macroscopic charcoal in the soils of Campo Lameiro (note the scale difference between soils).
CHAPTER 20
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Xunta de Galicia, 1995: “Mapa topográfico do concello de Campo Lameiro, Cotobade, nº 152-78”. Escala 1:50.000. Consellería de Política Territorial, Obras Públicas e Vivenda. Xunta de Galicia, 1995: “Mapa topográfico do concello de Campo Lameiro, Cotobade, nº 153-71”. Escala 1:50.000. Consellería de Política Territorial, Obras Públicas e Vivenda. Xunta de Galicia, 1995: “Mapa topográfico do concello de Campo Lameiro, Cotobade, nº 152-68”. Escala 1:50.000. Consellería de Política Territorial, Obras Públicas e Vivenda. Xunta de Galicia, 1995: “Mapa topográfico do concello de Campo Lameiro, Cotobade, nº 153-61”. Escala 1:50.000. Consellería de Política Territorial, Obras Públicas e Vivenda. Yates, F.A. 1999. Arts of Memory. London & New York: Routledge. Zimmerman, C. 1963. The Cult of the Holy Cross: An Analysis of Cosmology and Catholicism in Quintana Roo. History of Religions, 3: 50-71.
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CATÁLOGO DE DATACIONES RADIOCARBÓNICAS
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>> Catálogo de dataciones radiocarbónicas
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Ua-25551 MU030807A01a UTM X: 538840 UTM Y: 4711000 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Laxe dos Carballos Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Edad del Bronce Descripción: La muestra se recogió en el depósito que cubría el petroglifo en el ángulo NE de la UR1. El depósito del que proviene la muestra consta como UE004 y se interpreta como una deposición coluvial natural que cubrió el petroglifo una vez abandonado o bien una vez cubierto con piedras de tamaño medio. Se trata de un depósito situado inmediatamente sobre la roca grabada. Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 975±40 años BP Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 793-956 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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CSIC-1892 MU030807A01b UTM X: 538840 UTM Y: 4711000 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Laxe dos Carballos Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Edad del Bronce Descripción: La muestra se recogió en el depósito que cubría el petroglifo en el ángulo NE de la UR 1. El depósito del que proviene la muestra costa como UE004 y se interpreta como una deposición coluvial natural que cubrío el petroglifo una vez abandonado o bien una vez cubierto con piedras de tamaño medio. Se trata de una muestra de tierra de un depósito situado sobre la MU030807A01a. Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 841±27 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 690 - 792 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Anexos
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CSIC-1969 MU030826A02 UTM X: 538840 UTM Y: 4711000 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Laxe dos Carballos Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Edad del Bronce Descripción: se trata de una muestra de carbón recogida en la UE010, que es un depósito de color naranja asociada a un empedrado situado al pie del petroglifo, en el que aparecieron gran cantidad de carbones. Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 3789±46 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 3989 – 4298 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-25552
MU030904K02 UTM X: 538840 UTM Y: 4711000 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Laxe dos Carballos Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Edad del Bronce Descripción: Se trata del depósito de tierra situado bajo el empedrado asociado al petroglifo (UE013 en UR02). Esto permitirá obtener una fecha antequem para el empedrado. Dimensiones del muestreo: 20x20 cm Edad 14C : 3640±40 años BP Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 3856-4084 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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>> Catálogo de dataciones radiocarbónicas
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Ua-25553 MU030904K04 UTM X: 538840 UTM Y: 4711000 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Laxe dos Carballos Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Edad del Bronce Descripción: Se trata del depósito de tierra situado sobre el empedrado asociado al petroglifo (UE013 en UR02). Esto permitirá obtener una fecha postquem para el empedrado. Dimensiones del muestreo: 20x20 cm Edad 14C : 3360±40 años BP Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 3480 – 3691 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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CSIC-1959 MU030904K05 UTM X: 538840 UTM Y: 4711000 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Laxe dos Carballos Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Edad del Bronce Descripción: Se trata del depósito de tierra (UE13) situada sobre la laxe del petroglifo y bajo una piedra colocada intencionalmente al pie de los grabados (UR01) . Dimensiones del muestreo: 20x20 cm Edad 14C : 2531 ± 42 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 2485 - 2748 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-25554 MU030922A01 UTM X: 538840 UTM Y: 4710750 Altitud: 277 m s.n.m. Topónimo: Laxe da Forneiriña Lugar: Praderrei Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Edad del Bronce Descripción: Se trata del depósito de tierra (UE09) situada bajo la estructura del empedrado. Dimensiones del muestreo: 20x20 cm Edad 14C : 1615±40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 1406 - 1573 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-23592 MU040806A04 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Laxe dos Carballos Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Carbón recogido en el depósito situado a los pies del petroglifo, en la ampliación SE. El depósito donde se recogió (UECAL13030) es una estructura de combustión formada por arenas y carbones a proporciones iguales. Este depósito posee límites muy nítidos y regulares. A este mismo nivel aparecen otras estructuras de combustión y un canal excavado en el xabre. Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 860 ± 35 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 690 - 802 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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>> Catálogo de dataciones radiocarbónicas
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Ua-23593 MU040831A02 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Laxe dos Carballos Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Tierra con algún fragmento de carbón. recogida en el depósito situado a los pies del petroglifo, en la ampliación E. El depósito del que proviene la muestra consta como UECAL13035 y se interpreta como una deposición de tierra muy plástica y ligeramente arenosa, de color pardo muy oscuro. En este depósito aparecen un buen número de bloques de granito. Además, en este mismo depósito y a este mismo nivel se documentó un posible agujero de poste. Así mismo, se encontraron 2 fragmentos cerámicos y un canto rodado con huellas de uso, en este mismo depósito pero en una cota superior (18 cm más arriba). Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 2740±40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 2759 - 2925 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Código lab. MU040727A05
Falta
UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Laxe dos Carballos Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: La muestra se recogió en el depósito situado a los pies del petroglifo, en la ampliación SE. El depósito donde se recogió (UECAL13023) es el relleno de un canal. A este mismo nivel aparecen estructuras de combustión, por lo que esta unidad estratigráfica se puede corresponder con un momento de uso del petroglifo. Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : ± Edad calibrada (calib5.1.0, 2): - BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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CSIC- 1985 MU040806A07 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Laxe dos Carballos Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Carbón recogido en el depósito situado a los pies del petroglifo, en la ampliación SE. El depósito donde se recogió (UECAL13030) es una estructura de combustión formada por arenas y carbones a proporciones iguales. Este depósito posee límites muy nítidos y regulares. A este mismo nivel aparecen otras estructuras de combustión y un canal excavado en el mismo depósito. Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 2470±40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 2428 - 2713 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-24371 MU040806A05 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Laxe dos Carballos Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Carbón recogido en la UE35, es decir, en la misma unidad estratigráfica y en la misma unidad de registro en la que fue recogido un percutor en canto rodado y un fragmento de arcilla. Esta unidad estratigráfica se puede corresponder con un momento de uso del petroglifo. Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 655±35 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 555 - 673 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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>> Catálogo de dataciones radiocarbónicas
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Ua-24372 MU040831A01 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Laxe dos Carballos Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Tierra con algún fragmento de carbón. recogida en el depósito situado a los pies del petroglifo, en la ampliación E. El depósito del que proviene la muestra consta como UECAL13035 y se interpreta como una deposición de tierra muy plástica y ligeramente arenosa, de color pardo muy oscuro. En este depósito aparecen un buen número de bloques de granito. Además, en este mismo depósito y a este mismo nivel se documentó un posible agujero de poste. Así mismo, se encontraron 2 fragmentos cerámicos y un canto rodado con huellas de uso, en este mismo depósito pero en una cota superior (18 cm más arriba). Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 2340±40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 2306 - 2488 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215230.
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Ua-21845 PRD-I-11 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida en un perfil natural de suelo, a 55 cm de profundidad. El perfil se sitúa en la parte alta de la ladera (dirección N/S), en una zona de ruptura de la pendiente, en las proximidades del panel de Os Cogoludos Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 2300±40 años BP Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 2356-2300 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-21846 PRD-I-15 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida en un perfil natural de suelo, a 75 cm de profundidad. El perfil se sitúa en la parte alta de la ladera (dirección N/S), en una zona de ruptura de la pendiente, en las proximidades del panel de Os Cogoludos. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 3055±40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2 ): 3361-3161 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-21847 PRD-I-19 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida en un perfil natural de suelo, a 95 cm de profundidad. El perfil se sitúa en la parte alta de la ladera (dirección N/S), en una zona de ruptura de la pendiente, en las proximidades del panel de Os Cogoludos Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 5300±50 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 6197-5933 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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>> Catálogo de dataciones radiocarbónicas
397 2013
Ua-21848 PRD-I-25 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida en un perfil natural de suelo, a 125 cm de profundidad. El perfil se sitúa en la parte alta de la ladera (dirección N/S), en una zona de ruptura de la pendiente, en las proximidades del panel de Os Cogoludos Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 7610±55 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2 ): 8483-8328 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-25555 PRD-II-18 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida a 90 cm de profundidad, en un perfil de suelo situado a media ladera, en una zona de ruptura de la pendiente que forma una pequeña vaguada. El punto de muestreo se situa a escasos 2 m del Petroglifo de Os Carballos. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 1835±40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 1694 - 1873 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-25556 PRD-II-25 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida a 125 cm de profundidad, en un perfil de suelo situado a media ladera, en una zona de ruptura de la pendiente que forma una pequeña vaguada. El punto de muestreo se situa a escasos 2 m del Petroglifo de Os Carballos. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 3055±40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 3161 - 3368 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-25559 PRD-II-25b UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida a 125 cm de profundidad, en un perfil de suelo situado a media ladera, en una zona de ruptura de la pendiente que forma una pequeña vaguada. El punto de muestreo se situa a escasos 2 m del Petroglifo de Os Carballos. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 3125±45 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 3244 - 3446 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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>> Catálogo de dataciones radiocarbónicas
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Ua-25557 PRD-II-35 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida a 175 cm de profundidad, en un perfil de suelo situado a media ladera, en una zona de ruptura de la pendiente que forma una pequeña vaguada. El punto de muestreo se situa a escasos 2 m del Petroglifo de Os Carballos. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 3770±40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2 ): 3986 - 4249 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-25558 PRD-II-39 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida a 195 cm de profundidad, en un perfil de suelo situado a media ladera, en una zona de ruptura de la pendiente que forma una pequeña vaguada. El punto de muestreo se situa a escasos 2 m del Petroglifo de Os Carballos. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 5350±40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 6000 - 6216 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Anexos
400 2013
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Ua-34716 PRD-III-11 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida en un suelo situado actualmente en un enclavado en posición topográfica de vaguada, a una profundidad de 55 cm de la superficie. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 4295±35 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 4827 - 4893 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-34717 PRD-III-24 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida en un suelo situado actualmente en un enclavado en posición topográfica de vaguada, a una profundidad de 120 cm de la superficie. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 4625 ± 35 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 5345 - 5466 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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>> Catálogo de dataciones radiocarbónicas
401 2013
Ua-34718 PRD-III-33 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida en un suelo situado actualmente en un enclavado en posición topográfica de vaguada, a una profundidad de 165 cm de la superficie. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 4765 ± 40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 5452 - 5590 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Beta-240963 PRD-IV-39 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida a 195 cm de profundidad en un perfil natural de suelo situado en un punto en el que la topografía es en forma de alvéolo, lo que condiciona que el proceso predominante sea la acumulación de materiales erosionados ladera arriba. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 9760±50 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 11130-11240 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Anexos
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Ua-34720 PRD-V-8 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida a 40 cm de profundidad en un perfil situado en un enclavado, en la parte central del Parque. Este es un suelo de gran complejidad estratigráfica, debido a su posición topográfica de borde de vaguada, que condiciona que el proceso dominante sea la acumulacion de materiales. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 840±35 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 682 - 797 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-34721 PRD-V-31 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida a 155 cm de profundidad en un perfil situado en un enclavado, en la parte central del Parque. Este es un suelo de gran complejidad estratigráfica, debido a su posición topográfica de borde de vaguada, que condiciona que el proceso dominante sea la acumulacion de materiales. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 5635 ± 45 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 6308 - 6497 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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>> Catálogo de dataciones radiocarbónicas
403 2013
Ua-34722 PNB-8 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Castro de Penalba Lugar: Parroquia: Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida en un perfil de suelo en el Castro de Penalba, a 40 cm de profundidad, en un nivel orgánico que sepulta a una línea de gravas y piedras. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 2680 ± 35 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 2748 - 2849 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-34723 PNB-24 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Castro de Penalba Lugar: Parroquia: Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Muestra recogida en un perfil de suelo en el Castro de Penalba, a 120 cm de profundidad, en el horizonte B del perfil, sobre un nivel de cantos. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 6360±45 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 7241 - 7418 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Anexos
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Ua-34562
Bonilla
M-11 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Depósito de tierra orgánica (UE 54) que colmata un hueco de poste con calzos (UE 53). Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 4295 ± 40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 4821 - 4972 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-34563 M-34-1 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Relleno de fosa con piedras de tamaño medio y calzos de granito en el S y W (UE 158). Colmata la fosa (UE 157) que aparece tapada por un pavimento (UE 59). Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 5275 ± 40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 5938 - 6131 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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>> Catálogo de dataciones radiocarbónicas
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Ua-34564 M-75 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Depósito de tierra orgánica (UE 275) que colmata un hueco de poste con calzos (UE 274). Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 4270 ± 40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 4809 - 4892 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-34557 MU060830L01 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Se trata de 1 muestra puntual recogida en el relleno de un depósito, en su parte central (UE01015), a unos 10 cm de la superficie, de unos 5 cm de potencia y en todo el diámetro del agujero. Es un relleno de compactación de media a dura, especialmente en la parte superior, una tierra plástica con intrusiones de tierra orgánica que le confiere un color marrón muy oscuro, de 25 cm de espesor y otros 25 cm de diámetro mínimo, que rellena un agujero (UE01018) excavado en el Horizonte B y en el xabre. No se documentó ningún material asociado. Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 2530 ± 40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 2486 - 2747 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215230.
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Anexos
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Ua-34558 MU060905L02 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Carbón recogido en una estructura conformada por un depósito de carbones (UE03002) de gran tamaño (3-5 cm) mezclados con sedimento concentrándose estos carbones en la parte Norte. Este depósito posee una estructura bastante homogénea y unos límites claros sobre un corte (UE03004) perfectamente delimitado, de planta circular, base plana y paredes cóncavas. La muestra está formada por carbones recogidos de forma puntual por todo el relleno Dimensiones del muestreo: 99x100x16 cm Edad 14C : 370 ± 35 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 316 - 504 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-34559 MU060912L06-06 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: La muestra se recogió en la en la parte central de una fosa (GE03002) con forma alargada en el eje E-W, de 73 cm de ancho por 87 cm de largo y una potencia máxima de 28 cm UE03015. Corresponde sedimento que rellena el agujero que se encuentra en el fondo de la fosa y se analiza con el objetivo de determinar la fecha más antigua del relleno. Se registró material lítico (4 cuarzos y 1 granito) dentro de la fosa. Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 1635 ± 40 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 1412 - 1685 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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>> Catálogo de dataciones radiocarbónicas
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Ua-34560 MU060912L07-01 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: La muestra se corresponde con la UE04005, de color oscuro y con presencia de carbones que pertenece a una estructura interpretada en un principio, como una posible zanja de cimentación de alguna construcción con materiales perecederos, y donde aparecen, además, dos agujeros de poste . Se data el momento de abandono de la estructura. Dimensiones del muestreo: 15x15x15 cm Edad 14C : 3935 ± 35 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 4281 - 4444 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
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Ua-34561 MU060914L03-04 UTM X: 571414.615 UTM Y: 4720942.217 Altitud: 288 m s.n.m. Topónimo: Lugar: Paredes Parroquia: Sta. María de Muimenta Ayuntamiento: Campolameiro Tipología: Petroglifo Adscripción cultural: Indeterminada Descripción: Se trata de la muestra inferior (MU060914L03-4), con el objetivo de determinar la fecha más antigua del relleno del agujero. Es un relleno homogéneo, de compactación media, color marrón parduzco, de grano fino, de 20 cm de espesor y 40 cm de diámetro mínimo, que rellena un agujero (UE05006) excavado en el xabre y roca madre. No se documentó ningún material asociado. Dimensiones del muestreo: 10x10x5 cm Edad 14C : 3350 ± 35 años Edad calibrada (calib5.1.0, 2): 3479 - 3644 cal BP Stuiver, M., and Reimer, P.J., 1993, Radiocarbon, 35, 215-230.
Traballos de Arqueoloxía e Patrimonio, 42
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GLOSARIO
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Traballos de Arqueoloxía e Patrimonio, 42
Abanico aluvial: o cono de deyección. En geomorfología, es una forma de modelado fluvial, que en planta se caracteriza por tener una silueta cónica o en abanico y una suave pendiente. Su génesis viene dada por la pérdida de energía de los ríos con una importante carga de sedimentos que son depositados al disminuir la pendiente, bien al final de los valles torrenciales, en las zonas de pie de monte o donde la pendiente de las laderas enlaza con una zona llana. Acidificación del suelo: disminución en la capacidad de neutralización de un ácido, y/o incremento en la capacidad de neutralización de bases, y/o un incremento en la fuerza ácida del suelo. Se produce por múltiples causas, tanto naturales (lavado de cationes por el agua de lluvia, descomposición microbiana de la materia orgánica del suelo), como inducidas por las prácticas agrícolas (abonos acidificantes) o la contaminación atmosférica (lluvia ácida). Alterita: producto de alteración de la roca, caracterizado por una granulometría fina, que recubre la roca fresca. La potencia de las alteritas es máxima en regiones con elevada precipitación y temperatura, como es el caso de las zonas tropicales. Análisis de componentes principales: técnica estadística multivariante que se aplica para extraer los factores más significativos que afectan a la distribución de la varianza de una población muestral; a la vez que resulta en una reducción de la dimensionalidad. Buzamiento: inclinación de las rocas sedimentarias (estratos) o material suelto tamaño grava, canto y bloque, con respecto a la horizontal, debido a fenómenos de plegamiento en el primer caso y de transporte y sedimentación en el segundo. Comunalidad: proporción de varianza de una variable que es explicada por el conjunto de componentes principales en un análisis factorial. Consistencia: es una propiedad mecánica derivada de las propiedades morfológicas del suelo (textura y estructura) y de su composición. Se debe a las fuerzas de cohesión, adherencia, resistencia a la deformación y a la ruptura, y depende en gran medida del etado de humedad del material. La consistencia de un suelo se describe en tres estados: en húmedo (friabilidad de los
agregados), en mojado (adhesividad y plasticidad del material) y en seco (dureza de los agregados). Disolución: proceso de alteración química de las rocas, en el que el agua es esencial, ya que sirve de disolvente de los iones minerales liberados al destruirse los minerales. La eficacia del proceso depende por una parte de la agresividad del agua (acidez, contenido de sustancias orgánicas, etc.), y por otra de las características de la roca (porosidad, composición mineralógica, etc.). Edafogénesis: conjunto de sucesos que afectan al desarrollo y evolución de un suelo. Un suelo se desarrolla como resultado de la acción de una serie de factores que se conocen como factores de formación del suelo. Cada combinación de los factores de formación se denomina edafogénesis, y es el resultado de la acción de procesos: entradas, salidas, transformaciones y translocaciones (de agua, de energía, de materiales…). En consecuencia, las propiedades del suelo como: reacción (pH), contenido en arcilla, porosidad etc, están determinadas por la combinación de los factores de formación y la actuación de los distintos procesos. Escorrentía: aguas de circulación superficial en los espacios interfluviales y que sólo lo hacen, una vez saturado el suelo, durante y algo después de producida la precipitación que las origina, salvo que ésta sea de nieve, en cuyo caso se producirá tras su fusión. Estructura: en geomorfología se entiende como tal la disposición que presentan las series litológicas y los sedimentos que conforman un depósito, habiendo sufrido o no un proceso tectónico, así como su reflejo en el relieve. Estructura del suelo: es el ordenamiento de los granos individuales en agrupaciones secundarias (agregados) y el espacio de huecos que lleva asociado, todo ello como resultado de interacciones fisico-químicas entre las arcillas y la materia orgánica. Se caracteriza por las siguientes propiedades: tipo (migajosa, granular, laminar, en bloques o prismática), tamaño (fino, medio, grueso) y grado (fuerte, moderada, débil). Exfoliación: proceso que supone la separación en las láminas de una roca metamórfica o mineral. Exhumación: fenómeno mediante el cual vuelven a aflorar en superficie los relieves o estructuras ocultas por series más recientes superpuestas. La exhumación se
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Anexos
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realiza por los agentes erosivos, fundamentalmente las aguas corrientes, que erosionan las series que han sido fosilizadas dejando al descubierto el sustrato. Facies: conjunto de características litológicas (litofacies) y paleontológicas (biofacies) que presenta una roca sedimentaria o un depósito sedimentario. La facies es indicativa del medio, marino o continental, en la que se formó la roca o sedimento así como de los procesos de erosión y transporte previos a su deposición. Un conjunto sedimentario sincrónico puede variar de facies vertical y lateralmente. Horizonación: diferenciación en horizontes durante el proceso edafogenético. Horizonte: cada una de las capas reconocibles de suelo, por presentar una unidad de aspecto morfológico (color, textura, estructura), propiedades físico-químicas, minerlógicas y bióticas. Horizonte A: horizonte mineral superficial rico en materia orgánica (transformada). Horizonte B: horizonte mineral subsuperficial de enriquecimiento en: arcilla (iluvial o in situ), óxidos de Fe y Al (iluviales o in situ), materia orgánica (sólo si es de origen iluvial; no in situ), o también por enriquecimiento residual por lavado de los carbonatos. Horizonte C: horizonte mineral formado por el material original meteorizado. Sin desarrollo de estructura edáfica, ni rasgos edáficos, es decir, conserva la estructura de la roca o el sedimento del que procede, pero no su consistencia. Morfoclimático: dícese del modelado en cuya génesis el clima ha jugado un papel determinante. Morfoestructural: este término se aplica al relieve en cuya génesis ha intervenido decisivamente la estructura. Morfometría: estudio cuantitativo del relieve. Así mismo, el término hace referencia al análisis de la forma y dimensión de las partículas integrantes de un depósito; datos sobre los que se puede extraer información acerca de las condiciones de transporte y sedimentación. Moteado: en suelos, marca o mancha de color diferente al de la matriz o color principal; por lo general, debido a procesos de oxidación-reducción, descritos en función de contraste, abundancia y tamaño. Paisaje: es la parte visible del espacio terrestre. En sentido restringido, puede expresar solamente componentes físicos. En sentido amplio, el término puede incluir las relaciones de un grupo cultural sobre el medio natural. Si el paisaje expresa sólo los elementos del medio físico sin modificar por el ser humano, estamos ante un paisaje natural; en cambio, si presenta ciertas transformaciones, estamos ante un paisaje humanizado que puede ser de tipo agrario, rural, urbano, etc. Paisaje exhumado: aquel que fue formado durante algún período geológico pasado, luego sepultado por una cubierta —sedimento o suelo— y recientemente expuesto por remoción de esa cubierta. Paisaje geomorfológico: porción de espacio tridimensional constituida por una repetición de tipos de relieve
idénticos o por una asociación de tipos de relieve diferentes. Paleoforma: forma del relieve modelada por un sistema morfogenético no funcional en la actualidad. Se trata de formas heredadas de paleoclimas pasados. Periglaciar: el término designa a la morfogénesis y a las formas de modelado que están dirigidas por la acción del hielo y del deshielo, en las regiones marginales del dominio glaciar. El sistema periglaciar es un dominio frío, pero tienen una época del año en la que las temperaturas aumentan lo suficiente como para que el agente modelador no sea sólo el hielo, sino también el agua líquida. En latitud la franja morfoclimática periglaciar abarca regiones árticas y subárticas; en altitud el límite superior del periglaciar coincide con el de las nieves perpetuas, mientras que en el inferior se corresponde de manera general con el límite superior del bosque, si bien éste es menos preciso. En el sistema periglaciar son importantes tres fenómenos de ladera: las coladas de barro, que consisten en el desplazamiento de material arcilloso que se produce al empaparse el suelo; la reptación, movimiento lento de los materiales del suelo a favor de la pendiente; y la solifluxión, pequeños flujos de suelo que se producen cuando éste se encharca en la época del deshielo. Pirólisis: proceso de fragmentación a alta temperatura y en medio anaeróbico. La pirólisis analítica produce la rotura de macromoléculas orgánicas formando fragmentos que pueden transferirse a la columna de un cromatógrafo de gases, permitiendo su análisis. Saprolita: roca alterada blanda, pero que conserva su estructura original. Sistema morfoclimático: conjunto de procesos que dirigen el modelado del relieve y su evolución en una zona climática determinada. Solifluxión-solifluidal: proceso de flujo descendente, lento y en masa de materiales arcillosos o limosos, a causa de la plasticidad y fluidez adquirida por aquellos cuando absorben gran cantidad de agua, sobre una superficie impermeable. La solifluxión es propia de los suelos que han sido debilitados por la acción recurrente de heladas y en consecuencia, las características originales del terreno a menudo están muy alteradas. La solifluxión bajo condiciones climáticas frías, está sujeta a procesos de hielo y deshielo que se suceden continuamente. La solifluxión es un proceso geomorfológico característico de zonas de clima periglaciar, aunque puede darse incluso en los trópicos. Suelo: material blando que constituye la capa más superficial de la listosfera terrestre, compuesto por un entramado de sólidos (minerales y materia orgánica) y huecos (en los que puede haber aire o agua). Es el resultado de la transformación estructural, química, mineralógica y biológica de un material de partida (roca alterada o sedimento). Suelo cumúlico: suelo formado a partir de la acumulación de materiales depositados mediante procesos
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>> Glosario
donde la corriente es más rápida. En castellano se emplea el término vaguada, que además de tener una acepción meteorológica, tradicionalmente ha venido siendo utilizado también en el campo de la geomorfología con el significado de talweg, es decir, la línea que une los puntos más bajos del cauce de un río o de un valle. Textura: es una propiedad del suelo que está definida por la distribución de los tamaños de partícula de los minerales que forman el material edáfico.
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Traballos de Arqueoloxía e Patrimonio, 42
sedimentarios, sean éstos materiales geológicos o edáficos, sobre los que se producen los procesos edafogenéticos. Suelo policíclico: es un suelo en el que se identifican al menos dos ciclos de formación, separados por una discontinuidad que entierra, al menos, un suelo antiguo o paleosuelo. Talweg: se trata de un término que procede del alemán y que significa “camino del valle”. Es la línea que se encuentra en medio de la parte más profunda del río y
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TÍTULOS PUBLICADOS
TAPA TAPA 1
Documentación de un Entorno Castreño: Trabajos Arqueológicos en el área de Cameixa.
413
TAPA 2
Landscape, Archaeology, Heritage.
2013
TAPA 3
El Archivo Digital del Registro Arqueológico.
TAPA 4
La Arqueología en la Gasificación de Galicia 2: Evaluación de Impacto Arqueológico de la Red Vigo – Porriño.
TAPA 5
La Arqueología en la Gasificación de Galicia 3: Excavación del Túmulo nº 3 del Alto de San Cosme.
TAPA 6
La Arqueología en la Gasificación de Galicia 4: Corrección de Impacto de la Red de Lugo.
TAPA 7
La Arqueología en la Gasificación de Galicia 5: Corrección de Impacto del Ramal Pontevedra – Ourense.
TAPA 8
La Arqueología en la Gasificación de Galicia 6: Estudios de Evaluación de Impacto.
TAPA 9
La Arqueología en la Gasificación de Galicia 7: Hacia una Arqueología Agraria de la Cultura Castreña.
Traballos de Arqueoloxía e Patrimonio, 42
TAPA 10 Memoria del Grupo de Investigación en Arqueología del Paisaje 1992-1997 TAPA 11 La Arqueología en la Gasificación de Galicia 8: Corrección de Impacto del Gasoducto de Transporte Vilalba – Valga. TAPA 12 La Arqueología en la Gasificación de Galicia 9: Corrección de Impacto del Gasoducto de Transporte Valga – Tui. TAPA 13 La Arqueología en la Gasificación de Galicia 10: Sondeos en el Yacimiento Romano-Medieval de As Pereiras. TAPA 14 La Arqueología en la Gasificación de Galicia 11: Corrección de Impacto del Gasoducto de Transporte Ribadeo Vilalba. TAPA 15 El GPS en Arqueología: introducción y ejemplos de uso. TAPA 16 La Arqueología en la Gasificación de Galicia 12: Intervenciones en Yacimientos Prehistóricos. TAPA 17 Introducción a la Cerámica Prehistórica y Protohistórica en Galicia. TAPA 18 La Arqueología en la Gasificación de Galicia 13: Corrección de Impacto de las Redes de Pontevedra. TAPA 19 Paisajes Culturales Sudamericanos: De las Prácticas Sociales a las Representaciones. TAPA 20 La cultura material cerámica en la Prehistoria Reciente de Galicia 1: Yacimientos al Aire Libre. TAPA 21 La Arqueología en la Gasificación de Galicia 14: Corrección de Impacto de las Redes de Coruña. TAPA 22 La Arqueología en la Gasificación de Galicia 15: Corrección de Impacto de la Red de Ourense. TAPA 23 Arqueotectura 2: La vivienda castreña. Propuesta de reconstrucción en el castro de Elvira. TAPA 24 Estudio de depósitos con industrias líticas del Paleolítico Inferior y Medio en la cuenca media del Miño. TAPA 25 Arqueotectura 1: Bases Teórico-Metodológicas para una Arqueología de la Arquitectura TAPA 26 Especificaciones para una gestión integral del impacto desde la Arqueología del Paisaje. TAPA 27 La Arqueología en la Gasificación de Galicia 16: Excavación del yacimiento de Monte Buxel. TAPA 28 La Organización socio-política de los Populi del Noroeste de la Península Ibérica. Un estudio de antropología política histórica comparada. TAPA 29 Pasado e futuro de Castrolandín (Cuntis): unha proposta de recuperación e revalorización. TAPA 30 Una ruta cultural en Ortegal: O Camiño dos Arrieiros. TAPA 31 Plan director del Castro de Punta dos Prados (Ortigueira, A Coruña). TAPA 32 La Arqueología en la gasificación de Galicia 18: Escavación arqueológica en el yacimiento de As Pontes (Abadín, Lugo). TAPA 33 Reflexiones sobre Arte Rupestre, paisaje, forma y contenido. TAPA 34 La arqueología en la gasificación de Galicia 17: actuaciones en asentamientos prehistóricos en el entorno de Santiago de Compostela. TAPA 35 Obras públicas e patrimonio: estudo arqueolóxico do corredor do Morrazo. TAPA 36 Proyecto de cooperación cientítica: desarrollo metodológico y aplicación de nuevas tecnologías para la gestión integral del patrimonio arqueológico en Uruguay. TAPA 37 Alto do Castro (Cuntis, Pontevedra). Síntesis de resultados y estudio de materiales, campaña 1993. TAPA 38 Petroglifos y paisaje social en la prehistoria reciente del noroeste de la Península Ibérica. TAPA 39 Arte rupestre en la cuenca del río Aconcagua: formas, sintaxis, estilo, espacio y poder. TAPA 40 El castillo de La Palma (Mugardos, A Coruña). TAPA 41 Reconstruyendo la historia de la comarca del Ulla-Deza (Galicia, España). Escenarios arqueológicos del pasado.
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NORMAS DE PUBLICACIÓN
TAPA TEMÁTICA TAPA
La serie es un instrumento esencial de una filosofía de trabajo orientada por un modelo de gestión integral del Patrimonio que integra investigación y aplicación de los bienes patrimoniales.
ADMISIÓN DE ORIGINALES · Se admitirán para su publicación los trabajos que sean presentados y aprobados por el Comité Editorial siempre que se ajusten a la temática anterior y a las normas que aquí se establecen. · Los originales serán revisados por un grupo de evaluadores que informarán sobre la pertinencia de su publicación y recomendarán cuantas modificaciones crean convenientes para incluir el trabajo dentro de las series. En todo caso la correspondencia con los autores se realizará desde el Comité Editorial. · Los trabajos serán remitidos a la secretaría de Tapa, y tendrán como fechas límites para su entrega el 30 de abril y 30 de octubre de cada año. · A los autores se les enviará una prueba del documento para que sea revisado antes de su publicación, con la sugerencia de que realice las correcciones recomendadas. Una vez sean publicados se le remitirán dos ejemplares, independientemente del número de autores firmantes. · Los autores podrán solicitar ejemplares adicionales previo pago de los mismos.
NORMAS DE FORMATO · Los trabajos se podrán realizar en cualquier idioma, pero siempre tendrán que llevar un resumen/abstract (máximo 150 palabras) y palabras clave/keywords en inglés (máximo 20 palabras). En el caso de que el trabajo estuviese en inglés, estos irán en un segundo idioma. · Los libros serán publicados en edición electrónica y excepcionalmente, o a demanda de sus autores, se podrá realizar una tirada limitada en papel. · Tendrán una extensión mínima de 25.000 palabras y una máxima de 40.000, o 50 páginas a una columna con tamaño de letra 10, interlineado sencillo, incluyendo el espacio para las figuras. · Irán precedidos de una hoja donde se indiquen: título, nombre del autor, dirección, teléfono, correo electrónico (si lo tiene) y fecha de envío del trabajo. · Se enviarán en soporte digital, aparte de dos copias en papel. · Se deben enviar preferentemente en Microsoft Word y si no fuese posible en un programa compatible. · Dado el carácter de la serie, se recomienda emplear una parte gráfica lo más amplia posible y de buena calidad. Dado su carácter de publicación electrónica, los libros pueden hacer uso del color en su composición y en su aparato gráfico, por lo que las figuras deberán ser elaboradas en función de ello. · Los títulos se tendrán que diferenciar fácilmente del texto y entre ellos, pudiendo ir numerados. · Los diferentes apartados: anexos, apéndices, etc., deberán ir precedidos de un salto de página. · Los cuadros, mapas, gráficos, etc. se presentarán preferentemente en soporte digital y, además y en cualquier caso, copia impresa en papel de calidad y numeradas al dorso. · Se señalará a lápiz en el margen del texto el lugar sugerido para su ubicación de cada una de las figuras. · Los pies de figura se colocarán en un índice aparte indicando claramente a qué figura pertenece. · Las notas deberán ir al pie y su numeración debe ser continua. · La bibliografía se colocará al final del documento, ordenándola alfabéticamente y adaptándose a los siguientes ejemplos: Arias Vilas, F.; Cavada Nieto, M. 1979. Galicia bajorromana. Gallaecia, 3-4: 91-108. Santiago de Compostela. Harris, E. C. 1991. Principios de estratigrafía Arqueológica. Barcelona: Crítica (Ed. Original inglesa de 1979). Renfrew, C. 1986. Introduction: peer polity interaction and socio-political change. En Renfrew, C.; Cherry, J. F. (ed.). Peer polity interaction and sociopolitical change: 1-18. Cambridge: Cambridge University Press.
2013
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La temática de esta serie es compatible con la misión del Incipit (Instituto de Ciencias del Patrimonio del CSIC), que es hacer investigación científica de naturaleza interdisciplinar sobre el patrimonio cultural, centrándose tanto en el estudio de los procesos de formación y origen de éste, de sus problemas de conservación y protección, del uso social y la valoración pública de los elementos patrimoniales, así como de sus funciones y potencialidades para el desarrollo económico y social. La serie TAPA acoge por lo tanto trabajos monográficos, originales, de carácter innovador y alto nivel de calidad, sobre cualquiera de estas temáticas.
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e-ISBN: 978-84-00-09664-9 e-NIPO: 723-12-208-X