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Este libro se terminó de imprimir en Impresión Comercial, Grupo Nación, GN S.A., San José, Costa Rica en diciembre del 2006.
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II Parte / fuentes: Eloy Aguilar, agencia AP / Entrevista en hotel Palma Real, Sabana Norte, San José, Costa Rica, 22 de agosto de 2006. Jorge Gestoso, GTN Television News / Entrevista en hotel Quality Real, Guachipelín, Escazú, Costa Rica, 12 de setiembre de 2006. David Hume / Entrevista en hotel Camino Real, Mariano Escobedo, México D.F., 2 de octubre de 2006. Facundo Landívar, diario La Nación de Buenos Aires, Argentina, 23 de octubre de 2006, vía e-mail. Carlos Montaner / Entrevista en hotel Camino Real, Mariano Escobedo, México, D.F., primero de octubre de 2006. Sergio Ramírez / Entrevista en hotel San José-Palacio, San José, Costa Rica, 13 de setiembre de 2006. Gerardo Reyes, Diario Nuevo Herald Miami / Entrevista 28 de octubre de 2006, via e-mail.
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— Sí, lo volvería a escoger. Me aburriría enormemente ser contador, piloto, banquero, chofer de taxi, ministro, futbolista o peluquero. Uno puede ser todo eso por un día con el disfraz de periodista. — ¿Cómo esperas que se te recuerde como periodista? — Como alguien que trató de hacer siempre las cosas con sentido de justicia.
362 como evidencia judicial, pero su búsqueda se logra a través del mismo proceso que usan los abogados. Creo que la manía de archivar todos los documentos impresos y electrónicos que recibo en relación con temas de investigación, es también parte de esa formación. Los otros resabios, más que virtudes, se forman por la experiencia, y entre ellos lo más importante es mantener el olfato fino para saber dónde hay un buen tema para escribir, y lo más importante no perder la capacidad de indignación. Esa capacidad es la mejor fuente de información. — ¿Tu mayor defecto? — Recaudar muchísimo más información de la que necesito. — ¿Hay algo de lo que enorgullezcas en tu ejercicio como periodista? — Algo inmodesto: mirar de reojo una copia descuadernada, subrayada y curtida de mi libro Periodismo de investigación en poder de un estudiante de comunicación social de cualquier universidad de América Latina. Publicado en 1996, el libro contiene experiencias en esta disciplina de la Unidad Investigativa de El Tiempo así como de colegas latinoamericanos y de Estados Unidos. Me llena de orgullo saber que, a pesar de que es un texto muy difícil de conseguir fuera de México, donde se editó, haya estudiantes y profesores de ciudades remotas de la región que se las ingenian para conseguirlo. — ¿Y algo que te averguence? — La autocensura de los medios de comunicación por intereses económicos, políticos o personales de los dueños. Es peor y más frecuente que la censura oficial. — Tu mejor consejo a un principiante en periodismo. — Perseverancia. — Si hoy te dieran a escoger un oficio, ¿volverías a inclinarte por el periodismo?
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o diplomáticas. Lo mejor lo mido en términos de aprendizaje. Aprendo todos los días algo útil del periodismo, ya sea de la capacidad de síntesis de un cable de la agencia Associated Press con las cinco Ws respondidas en los tres primeros párrafos o de una columna de Antonio Caballero en la revista Semana. En el periodismo está todo inventado. Se escribe en forma directa o en crónica y al recorrer la distancia entre un estilo y el otro, uno se encuentra muchísimos artículos para admirar. — ¿Qué caracteriza al mejor lead? — Enfría el café del lector. — ¿Y los condimentos del mejor título? — Los buenos títulos están hechos de juegos de palabras breves y contundentes.
Como sabuesos — Una excelente entrevista, ¿qué ingredientes debe tener? — Insistencia, comprensión, equilibrio, ritmo, detalles. — Ética: un valor profesional clave. ¿Recuerdas alguna experiencia ética crucial en tu vasta trayectoria por la profunda implicación que tuvo en tu labor? — No, nada crucial. Siempre digo que todas las discusiones de ética, las largas y las cortas, terminan en dos palabras ‘todo depende’. Prueben y verán. — ¿Tu mayor virtud como periodista? — Ser abogado (sin título). La investigación periodística y en cierta forma la reportería en general es un constante proceso probatorio y la disciplina jurídica ayuda a mantener esa curiosidad metódica para buscar los indicios de la verdad. La prueba periodística puede que no clasifique
360 a anunciantes con información bochornosa para que pauten publicidad en sus medios; reporteros que reciben dinero para publicar o para omitir información. Pero, ¿dónde está la denuncia formal o el expediente del tribunal de ética del gremio o la noticia de su despido? Por fortuna, los índices de las encuestas sobre credibilidad de los medios en América Latina, no parecen reflejar un gran nivel de desconfianza en el periodismo como institución, y me parece que eso tiene que ver con que es una profesión que no se ha dejado vencer del todo por la tentación del soborno. — ¿Cómo incurre en corrupción un periodista o un medio? — Vendiendo su oficio al mejor postor. — ¿Tres pecados capitales del periodismo hoy? — La superficialidad, la falta de independencia y el desdén por el seguimiento de la noticia. — ¿Cuáles lecciones debemos extraer los periodistas en el ejercicio profesional tras los atentados del 11 de setiembre en Estados Unidos? — Del 11 de setiembre sacaron mejores lecciones los periodistas estadounidenses. Después de muchos años de mirar el terrorismo con binoculares, sacrificando los matices de la cercanía o ignorándolo, de posar como los analistas fríos, los fotógrafos implacables del percance ajeno que se mantenían imparciales y no se dejaban llevar por las emociones, con el ataque a las Torres Gemelas dejaron ver que, a la hora de las tragedias nacionales, son iguales a los periodistas del resto del mundo, incluso más rápidos en perder la compostura y bajar la guardia. El presidente Bush hizo lo que le dio la gana mientras los periodistas estadounidenses se secaban las lágrimas con la bandera de Estados Unidos. Ahora nos ha emparejado la adversidad.
¿Algo que inventar? — ¿El o los mejores periodistas colombianos de todos los tiempos? — Las preguntas de certamen siempre terminan en repuestas injustas
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por sus intereses comerciales. El problema es que el poder inmediato de la prensa parece irresistible. Podrían estar viviendo en una mansión en Staten Island o en el Lago Como, y tendrían como excusa con sus amistades que se disgusten por algo publicado en su medio, de que al fin y al cabo ellos están alejados de la operación y lo publicado escapa de su control. Pero no, prefieren estar en la boca del cañón, sufriendo con las horas de cierre y lidiando con minucias laborales del día a día. — Prensa y poder. ¿Qué consejos brindas a los periodistas de cómo manejar esa relación? — Medir distancias siempre. En nuestros países la puerta giratoria entre el poder político y el periodismo se ha vuelto una práctica común. El periodista adquiere poder y cae en la tentación de gobernar. Algunos regresan al periodismo y casi nunca son los mismos. Se traen amigos, enemigos y agendas ocultas. — ¿Qué le dices a los políticos y a otros sectores de poder de cómo manejar su relación con la prensa? — Tres cosas: sinceridad, sinceridad, sinceridad. — Prensa y corrupción. Atacamos sin descanso a los corruptos, sobre todo en los poderes públicos pero, ¿cuán vulnerables somos los periodistas a ser corruptos? — Como cualquier otro profesional, los periodistas están expuestos a las tentaciones de la corrupción. Aún desprovisto de la parafernalia del poder a su alrededor, sin choferes ni escoltas, andando en autobuses o en automóviles destartalados y sobreviviendo con un sueldo raquítico, el periodista tiene en sus manos literalmente una influencia asombrosa. Una información puede provocar el desplome inmediato del valor de una empresa en el mercado bursátil o, al contrario, disparar su precio. Un titular de cinco palabras tiene la capacidad de desatar retiros masivos de un banco o desacreditar para siempre cualquier marca de un producto alimenticio. El problema es que el nivel de complicidad del periodista en artículos pagados no se conoce, es un delito profesional y legalmente impune. Todos hemos escuchado el caso de periodistas que extorsionan
358 — ¿Cómo retratas a un reportero de excelencia? — No saldría en la foto. — ¿Y a un buen editor? — Un buen editor es un periodista con muchos kilómetros de redacción que trata de mejorar el producto del reportero desde que asigna la historia hasta que la cierra editada, sin cobrar su superioridad en talento o experiencia.
Ni tanto que queme, ni… — Tu mejor recomendación para quien asuma la dirección de un medio por los próximos 15 años. — Escuchar. — Tu mejor consejo a un propietario de medios en su sensible relación, de siempre, con el área editorial. — Delegar. Creer en que su negocio lo puede manejar gente que conoce el periodismo desde abajo. En América Latina, varios de los grandes periódicos han llegado al sitio de reconocimiento donde están porque sus dueños fundadores sabían mucho de periodismo, tenían un olfato infalible para la noticia. Lo más interesante es que demostraron que la democracia no funciona en una sala de redacción. Sin mayores consultas, estos señores y señoras, tomaban determinaciones periodísticas osadas, arbitrarias muchas veces, pero definían con su estilo –y sus equivocaciones– la primera página de los periódicos y las portadas de las revistas, la titulación, la personalidad del producto. Las publicaciones tenían su sello personal. Ahora las decisiones son más corporativas, políticamente más correctas, y los periódicos se estandarizaron. Los dueños de los medios metidos en el día a día de una publicación, representan, a menudo, un peligro para la libertad de prensa. Como están tan expuestos a las intrigas y presiones del poder, sus criterios para definir noticias y, en ciertos casos, investigaciones periodísticas, son distorsionados por preferencias políticas, amistades personales y
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— ¿Se acaba el reporterismo de a pie, de contacto directo con las fuentes? — No creo; por el contrario, los artículos que más disfruta y premia la gente siguen siendo los que están llenos de calle, de olor a casa por dentro, los que muestran los conflictos cotidianos pero primordiales del vecino o las nuevas tendencias de la sociedad, y para eso se requiere reporterismo de a pie, una suerte de boyerismo ecuánime. En estos días, The New York Times está publicando una serie sobre cómo viven las familias con niños que sufren problemas mentales (6 millones de niños). Son crónicas largas, muy bien escritas, que requieren de una intensa reportería de calle, una gran sensibilidad para entrevistar y escribir horas y horas de edición. Nada de eso tiene que ver con el vértigo del que habla la pregunta. — ¿De qué temas claves se está perdiendo la prensa? — De los grandes desfalcos financieros. La corrupción se está refinando muchísimo y a veces me da la impresión de que sus protagonistas se deben burlar de nuestra ignorancia. Nos dedicamos a denunciar la corrupción ramplona, pero no tenemos ni idea de cómo funciona un hedge fund en manos de un lavador de dólares. — ¿Cómo describirías a un diario ideal en estos tiempos o de los próximos 15 años? — Como la materia prima es la misma, lo ideal seguirá siendo similar: contar la verdad con imaginación en el formato que exijan los tiempos. — ¿Tres valores fundamentales para ejercer el periodismo? — Independencia, perseverancia y humildad. Merece explicación el último: a los periodistas nos cuesta mucho entender que somos simples eslabones de una cadena imperfecta, casi siempre mediocre, de comunicación, y en países donde nos vuelve poderosos la falta de justicia, caemos en la tentación de meternos en todo, presentarnos como que sabemos de todo, asesorar a todo el mundo, desde equipos de fútbol hasta presidentes de la República.
356 italiana en Nueva York; la historia de un seductor que enamoró desde la cárcel a la secretaria de su fiscal con llamadas eróticas. Algunas de ellas fueron crónicas que salieron en diferentes medios impresos, de Estados Unidos y América Latina. Luego trabajé un poco más en ellas para su publicación en el libro Made in Miami, que casi nadie compró. En el campo del periodismo de investigación, el mejor saldo lo puedo sacar de los 10 años que trabajé como reportero anónimo de la Unidad Investigativa de El Tiempo, de Bogotá. — ¿Y la peor? — Cualquier error grave cometido en un artículo. — Reportero, editor, ejecutivo en salas de redacción, docente, ¿cuál es la mejor o las mejores enseñanzas que extraes del ejercicio de este oficio? — Reportero y docente práctico. — En tiempos de vértigo digital, ¿qué es lo que más te preocupa del ejercicio del periodismo? — Que la información pierda la importancia que se merece porque cualquiera se siente capaz de escribirla, denunciarla o manipularla en Internet. — ¿Qué tiene que hacer el periodismo para sobrevivir en estos tiempos de embate digital? — No insistir en lo anacrónico. Si lo que viene es digital, pues hacerlo bien en el instrumento que se imponga, renunciando a la batalla romántica por el pasado. Cuando se habla de sobrevivir, parece que no se tuviera en cuenta la capacidad de adaptación que el periodismo ha demostrado ante todos los cambios tecnológicos.
Por esas calles — ¿Cuáles son los principales retos de las salas de redacción hoy? — Darle a la gente lo que se merece y no siempre lo que quiere.
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incondicional de la cultura y la seducción de la ignorancia’. La diferencia con otras profesiones es que casi todos los días tenemos que bregar con gente distinta en ambientes disímiles y condiciones extremas que van desde la tragedia hasta la apoteosis, y mantener, todo el tiempo, la misma cara de testigos serios. — ¿Gente, profesionales del periodismo o de otras disciplinas, que más han influido en tu carrera? — Muchos periodistas de mi generación no pueden negar una desordenada influencia de la escuela estadounidense del Nuevo Periodismo, de las crónicas de García Márquez, la poesía panfletaria de Benedetti, la literatura de asalto de Cortázar, las anatomías de Jorge Luis Borges, puntadas de Yourcenar, y, en mi caso particular, una devoción muy seria por la orfebrería gramatical y el manejo de la crónica del escritor español Muñoz Molina. Para quienes nos dedicamos de medio tiempo al periodismo de investigación, la escuela de Robert Caro, uno de los mejores biógrafos de Estados Unidos, es un punto obligado de referencia. Le agregaría las lecciones muy baratas de periodismo que uno recibe leyendo The New Yorker, Atlantic Monthly y la revista dominical del New York Times. — Tras una carrera tan vasta, ¿cuál consideras tu mayor logro profesional? — Haber terminado la biografía no autorizada del magnate colombiano Julio Mario Santo Domingo después de cuatro años o más de trabajo y haber quedado con ánimos para ponerme de acuerdo con otros colegas latinoamericanos y publicar el libro Los dueños de América Latina. En el periodismo de investigación, que he practicado en diarios y revistas, la satisfacción profesional está dada por cualquier efecto de justicia que tenga una denuncia periodística. — ¿Tu mejor experiencia profesional? — Las más reconfortantes experiencias profesionales están relacionadas directamente con la elaboración de una serie de crónicas de personajes cuyas vidas se movían en esa frágil frontera de la legalidad y la barbarie; un narcotraficante que se convierte en monje trapense en Georgia, una criada colombiana que se enamora del último capo auténtico de la mafia
354 Como antídoto lanza a los reporteros su pócima: “No perder la capacidad de indignación. Es la mejor fuente de información”. De la mano de la indignación, de la rigurosidad y de la disciplina de la indagación de corte legal, dada su formación jurídica, Reyes surca sin descanso por las turbias aguas de la corrupción, al acecho, a la caza de sus presas, como un día este oficio lo atrapó a él.
Me sabe a justicia — ¿Qué te marcó en tu vida para decir: ‘Seré periodista’? — El ejemplo de mi primo Alberto Donadío, que se dedicaba a denunciar la masacre de caimanes en Colombia para exportar su piel ilegalmente. — ¿Cómo nace tu relación con el periodismo? — A partir de un proyecto de supervisión del Congreso de la República que adelantaba una fundación para la cual trabajaba, como estudiante de derecho, recaudando datos sobre la actividad parlamentaria (presentación de proyectos de ley, asistencia de los congresistas, etc.). Por un acuerdo previo, la fundación debía entregar al diario El Tiempo los estudios del comportamiento de los congresistas en cada periodo legislativo, y quien los convertía en informes periodísticos digeribles, Daniel Samper, era entonces el periodista más admirado y leído de Colombia por su capacidad de denuncia y su independencia. Yo estaba entre los admiradores de Samper, quien me invitó a trabajar con él en la Unidad Investigativa del periódico, la primera en su género en América Latina, y acepté con gusto. Terminé cinco años de estudios de derecho, pero nunca ejercí por dedicarme al periodismo. — ¿Nace? ¿Se hace? ¿Es vocación? ¿Es pasión? En fin, ¿qué distingue al periodista de otros profesionales? — Es una combinación de todo. El periodismo es un oficio en el que a uno le pagan mal por ser un buen curioso. Es, como dice el escritor Antonio Muñoz Molina, ‘una forma de practicar la atención del aficionado que procura cultivarse y disfrutar de las cosas sin ser experto en ellas, nadando en las dos aguas igualmente inhóspitas del fanatismo o el papanatismo
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Cazador de indignidades
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aza corruptos. Los investiga, los destapa, los desvela sin descanso. Como lo cazó a él periodismo cuando todo indicaba que sería abogado. Gerardo Reyes es el cruzado número uno del periodismo investigativo en Latinoamérica. Se forjó a sangre y fuego, por 10 años, como reportero anónimo en las calles de Bogotá, donde desarrolló decenas de investigaciones y pesquisas en casos de corrupción y narcotráfico en los álgidos años setentas. Lo hizo desde la Unidad de Investigación del diario El Tiempo, de Bogotá. Gerardo hereda de una estirpe sagrada del periodismo, la de los mucrackers, aquellos reporteros estadounidenses que investigaron y denunciaron las inmundicias en la sociedad norteamericana a inicios del siglo XX. Perro guardián, rastrillador de estiércol, fino tejedor de historias en los más recónditos arrabales del crimen organizado, sigue hoy, desde El Nuevo Herald, en Miami, metido a profundidad en desenredar la madeja de la corrupción. “La corrupción se está refinando muchísimo y a veces me da la impresión de que sus protagonistas se deben burlar de nuestra ignorancia. Nos dedicamos a denunciar la corrupción ramplona, pero no tenemos ni idea de cómo funciona un hedge fund en manos de un lavador de dólares”, me advierte desde Miami. “En el periodismo de investigación, que he practicado en diarios y revistas, la satisfacción profesional está dada por cualquier efecto de justicia que tenga una denuncia periodística”, añade. No le inquieta el vértigo tecnológico y cree que el periodismo profundo está más vivo que nunca. ¿Cuáles son los pecados capitales del periodismo por estos días? y no titubea en citar: superficialidad, falta de independencia y desdén por el seguimiento de la noticia.
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Gerardo Reyes Copello. Nació en Colombia en 1958. Trabaja en El Nuevo Herald, Miami. También laboró para The Miami Herald. Formó parte de la unidad investigativa de El Tiempo de Bogotá. Ha sido profesor de universidades en Colombia y Estados Unidos. Miembro del Consorcio Internacional de Periodistas Investigadores.
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350 — ¿Cómo imagina el ejercicio periodístico en 25 años? — A lo mejor lo que vamos a leer van a ser periódicos de material flexible, en donde la noticia, va a pasar frente a nuestros ojos, cambiando y en lugar de fotografías, van a ser videos, y siempre vamos a tener un titular nuevo frente a los ojos. Eso ya lo están poniendo en las pantallas de la televisión. — ¿Y dónde coloca el sedimento ético? — El cambio tecnológico no tiene que ver con eso. La ética va a ser siempre esencial con eso, de cualquier manera que la información se exprese. — ¿Cuál es su principal consejo a un aspirante a periodista? — Comprometerse con la verdad. Desde que entre a la escuela de periodismo debe comprometerse con la verdad. Así irá bien armado. Puede estar muy armado en el periodismo pero si no está dotado por la verdad lo que va a transformar es su capacidad en cinismo.
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Nunca va a haber un poder político, económico o religioso, que no esté en lucha contra la prensa y la libertad de información, porque son intereses opuestos. Porque el poder siempre va a estar opuesto a la libertad de información, son irreconciliables. Por eso, el papel de la prensa es necesariamente crítico. — ¿Qué impacto ve usted en el ejercicio periodístico en los Estados Unidos, tras los atentados del 11 de setiembre del 2001? — Primero un adormecimiento frente al hecho de los ataques al país, llevó a encubrir muchos errores del Gobierno y le dio una carta blanca muy amplia y esta es una actitud que ha sido rectificada hoy al cumplirse 5 años de los atentados del 11 de setiembre. El editorial del New York Times en la conmemoración del quinto aniversario le dice a Bush que está llevando al país por mal camino, en lo que se refiere al enfrentamiento en Irak, y que esa guerra ya no puede ser pretexto de los ataques del 11 de setiembre. Desde el punto de vista del ejercicio periodístico, ¿qué lecciones — debemos extraer los periodistas de esta experiencia en Estados Unidos? — Que ni frente a los acontecimientos más apabullantes el periodista debe perder su serenidad y capacidad de análisis. No debe dejarse llevar por la emoción y esto es bien difícil sobre todo por las circunstancias que vivió los Estados Unidos hace 5 años. — ¿Cómo siente usted que este acontecimiento está afectando la calidad del ejercicio periodístico estadounidense? — Ha habido un proceso de rectificación y, otra vez, el periodismo, los grandes medios de comunicación, han vuelto a recuperar la capacidad de enjuiciar a los grandes hechos tal y como debe ser, y no plegarse a la voz oficial por temor a contradecirla, que es lo peor que le puede pasar a un medio de comunicación, el temor a la línea oficial. — ¿No le asusta, en definitiva, ese centelleante cambio tecnológico del momento? — No. Hay que agarrarse duro de la baranda, para no caer, porque es inevitable.
348 — Lo asume como una evolución natural en esta revolución de las comunicaciones. ¿Qué riesgos le plantea al ejercicio responsable del periodismo? — Los riesgos que todo cambio radical implica, pero el fin de esa necesidad de informar no se va a dar. ¿Cómo se va a dar esa necesidad de informar?, es otra cosa. Se va a dar por blogs. Se va a hacer por red especializada de información, como ya está ocurriendo entre las redes que se dan entre los jóvenes, los adolescentes, los Estados Unidos, y en Europa, los sitios de información que son interactivos, no solo se recibe la información, sino que se da. La especialización que cada día habrá en la información, a lo mejor dentro de diez, quince años, voy a tener la oportunidad de diseñar mi propio periódico de acuerdo con mis necesidades de información. El periodismo escrito tiene que ver cómo enfrenta esa transformación. — Usted retrata el vértigo de las comunicaciones. ¿No cree que esto esté llevando a la extinción al reporterismo de pasión? — No creo, porque ese papel, ¿quién lo va a sustituir? ¿Un robot? ¿Una máquina? ¿Un satélite, tomando lo que ocurre en la calle desde arriba? Eso solo lo puede hacer el ser humano impregnado de la necesidad de informar. En la línea de producción tecnológica siempre va a haber al final un ser humano. La tecnología sin eso no sirve de nada. — ¿De cuáles temas se está perdiendo en esencia la prensa de nuestra región? — Del enfoque de lo positivo. No podemos llegar a una escuela solamente cuando llegó un ladrón y rompió la cerca y se metió a robar la caja de caudales de los alumnos, de los ahorros, sino cuando hay un buen alumno, cuando hay un profesor ejemplar. Esas son noticias que a la gente le gusta ver. — ¿Dónde ve usted la mayor vulnerabilidad al ejercicio periodístico en la región latinoamericana? — En el acecho y la fuerza del poder político contra la prensa libre y la fuerza que tiene el narcotráfico, como poder económico.
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— Claro, porque los periódicos alineados siempre van a perder lectores, y de los periódicos previsibles, uno sabe cómo piensan. Tú no debes pensar que cuando tienes un periódico en la mano, sabe cómo piensa, porque defiende ciertos intereses. Ese periódico va a tener cada vez más lectores despiertos. Nadie va a querer que le den atol con el dedo, entonces la gente quiere ver autenticidad y seriedad. — La lectura se sugiere como una obligación de cualquier periodista que se precie en excelencia ¿Algún autor que le recomiende a un principiante en periodismo? — A Sangre Fría de Truman Capote, un ejemplo cabal de periodismo literario, de cómo se puede escribir un buen reportaje, con calidad literaria, que mantiene la atención del lector hasta el final. O los escritos de Kapuscinski o Noticia de un secuestro, de García Márquez, son los libros que pongo de ejemplo, en los cursos de periodismo literario.
Esto sí es revolución — Usted ha dicho que no desea ver que llegue el día de la producción del último periódico y del último libro, pero sí hay inquietudes sobre la supervivencia a mediano y a largo plazo de este oficio. ¿Cuáles son los principales desafíos del ejercicio periodístico? — No le veo al ejercicio periodístico un gran desafío que amenace su extinción, sino que obligue a transformarse, totalmente, para enfrentar las nuevas formas de información que el mundo está empezando a demandar y que va demandar en adelante, sobre todo por la revolución electrónica. El instrumento está afectando absolutamente al contenido. No creo que haya otra revolución tan poderosa como esta desde la creación de la imprenta. Lo que no va a desaparecer es la necesidad de que alguien sea informado por otro, y tiene el oficio de informarlo. Las formas de expresión de esa información son las que me parece que están sufriendo cambios radicales. Hace diez años ningún director de un medio de prensa escrito se veía obligado a colgar y cambiar sus noticias cada media hora en un sitio en Internet, simplemente porque un periódico ya no puede esperar el amanecer.
346 constante de este hombre que se creía elegido de Dios, se fue llevando que una mujer terrenal le cuestionara, por ejemplo, cuando le pregunta ¿qué piensa de la muerte?, este hombre se asusta, y vuelve a ver para todo lado, y dice, ‘¿quién es esta mujer?, sáquenla de aquí’. Porque él realmente creía que no era mortal. Verdaderamente lo creía. — ¿Y el mejor reportaje leído por usted? — Pensaría en los reportajes de Kapuscinski sobre África o Rusia. — ¿Por qué Kapuscinski? — Me parece que él logra esta fusión entre relato periodístico y relato literario. — Dentro de su ejercicio, ¿tiene usted alguna entrevista pendiente? — Nunca le he hecho una entrevista a nadie. He sido entrevistado muchas veces. Sí me gustaría entrevistar escritores. A Carlos Fuentes, García Márquez, Vargas Llosa, que han sido mis maestros, y preguntarles por su oficio, que más o menos lo sé yo, para que estuvieran enterados los demás, y a través de preguntas inteligentes, hacer que todos hablen sobre su oficio como periodistas, que todos lo han sido, y como escritores. — ¿Por qué maestros del oficio? — Porque son los escritores que han estado adelante mío en la generación y me enseñaron mucho de los mecanismos de ellos tres y de Cortázar. Me enseñaron mucho los secretos del oficio literario. — De Costa Rica, ¿algún periodista que reconozca como distinguido? — Guido Fernández, porque era un hombre ponderado. Tenía el sentido del periodismo moderno, que abrió La Nación a espacios distintos de opinión en momentos muy difíciles y que pudo continuar esta tarea en la televisión, haciendo un periodismo abierto e inteligente. — Pluralismo, es un elemento también clave…
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va a ver como noticia, pero suceden cosas muy buenas todos los días en nuestros países. — Reflexiones, sugerencias de parte suya acerca de la labor periodística son frecuentes, pero también lo sigue uno como el autor narrador histórico. Eso me lleva al punto del temor a esa colisión entre la narración periodística y la literaria. ¿Cómo solucionar ese dilema de parte de los periodistas? — En ese punto se separan en absoluto. El punto de unión entre la narración periodística y la literaria, es que la narración periodística debe enfocar la calidad literaria y la narración literaria debe buscar la calidad periodística. ¿Qué quiero decir con esto? Que la narración periodística al buscar la calidad literaria debe buscar la excelencia en el lenguaje, tratar de organizar las trampas del autor para enganchar al lector. El periodista debe ser un modelista en cuanto a trampas, y estructura del relato, y el escritor debe buscar en el relato periodístico la economía de palabras, ir sobre el asunto, no perderse en los vericuetos. Donde se separan los dos oficios es en cuanto a la verdad y la mentira. Mientras más mentiroso un escritor, mejor escritor. Mientras más mentiroso un periodista, peor periodista. Un periodista jamás debe jugar con la verdad.
Nada de miedo — ¿Cuáles son los mejores secretos de una buena entrevista periodística? — Preguntar sin miedo. No debe temer confrontar al entrevistado. Las entrevistas paralelas son las peores, eso de la bola pasada que decimos en el béisbol. Se le pasa la bola al bateador para que pegue siempre el home run, pero la tensión, porque la entrevista es como un diálogo dramático en el teatro, en el cine, la contradicción y mientras más tenso el diálogo se orilla al entrevistado de responder como el lector quiere. — ¿Cuál es la mejor entrevista periodística que recuerde? — La entrevista de Oriana Falacci al emperador Haile Selassie. En determinado momento, por la tensión constante y por la sorpresa
344 Nicaragua se dio un caso que significó un retroceso. Fue la publicación de una noticia en el diario La Prensa a ocho columnas de que había una lista de 100 personas en lista negra en la Embajada de los Estados Unidos, para no darles visa. Después se demostró que esta lista había sido fabricada en una oficina del gobierno. El director de La Prensa, don Jaime Chamorro, tuvo que salir a decir que todo era una mentira y que daba sus excusas. Ese es un golpe muy fuerte para la credibilidad de un periódico. ¿Por qué? Porque un periódico no debe de temer que alguien le tome la delantera en una noticia importante, y debe tomarse el tiempo suficiente para investigar si tiene un material confiable, no importa quién se lo haya dado, porque en ese caso sucedió que se los había dado un ministro. Eso es más sospechoso. — ¿Cuáles son valores claves del ejercicio periodístico? — La credibilidad está en primer lugar. Yo le deposito la confianza al periódico que compro todas las mañanas, y no tengo por qué tener dudas de que lo que me están diciendo es verdad, eso y que el periódico no sea previsible. Yo ya se cómo el periódico piensa. Yo los editoriales casi no los leo, porque no me dicen nada. Leo más una página de opinión. Me dice más. — ¿Cómo valora el tema del sensacionalismo, del amarillismo, en la prensa regional? — De eso se abusa muchísimo. En Nicaragua ha habido una carrera loca en ese sentido. Se han deteriorado los espacios de información en la televisión, para dar paso a noticieros de escándalo, o se usan los recursos de la televisión en medios móviles, cámaras, personal en ir a los barrios a retratar hechos de sangre que no tienen ningún hecho informativo, pleitos callejeros, que un hombre le pegó a su mujer, que a alguien lo quemaron con una plancha, que le pegaron una pedrada. Eso lo que demuestra es miseria en el medio de comunicación, sin trascendencia. — ¿Cómo revertir esa tendencia? — Creando medios de calidad y diversificando la información y no creyendo que solo lo negativo es noticia. Hay muchas cosas positivas, que no tienen categoría de noticia, porque se teme que el público no la
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ni por razones políticas, ni corporativas, porque eso mata al verdadero periodismo. Si el dueño del periódico siente que debe autocensurar el periódico porque le parece que le va a quedar mal a un sector económico, político o religioso, eso va disminuyendo el papel libre que tiene el periódico y matando las iniciativas por dentro y haciendo que tenga menos calidad. — Aborda el tema prensa-política, prensa-partidista. ¿Cuál es su valoración de esta relación? ¿Hasta dónde es conveniente o inconveniente? — La gran prueba de modernización y del avance del periodismo en Nicaragua ha sido el caso de las denuncias de corrupción de Arnoldo Alemán, en un momento en que el avance de la democracia en Nicaragua se ha visto cortado por el temor al poder político, los pactos entre Arnoldo Alemán y Daniel Ortega, que disminuyeron la democracia, el encubrimiento de delitos. Si no hubiese sido por los medios de comunicación, la prensa escrita, la radio, la televisión, que se dedicaron a descubrir los delitos de Alemán, a levantar la cortina sobre la corrupción, sobre el lavado de dinero, sobre los depósitos en los bancos panameños, la justicia no habría podido avanzar, ni la actitud del presidente Bolaños de denunciar los delitos de Alemán habría prosperado. Los periódicos se enfrentaron a los círculos de poder político y proclamaron su independencia. Eso fue un paso trascendental para crear un periodismo de calidad en Nicaragua.
La miseria del oficio — Del escrutinio diario que usted hace del periodismo local y regional, ¿cuáles cree son los mayores pecados que se cometen en su ejercicio? — En primer lugar, la falta de objetividad. Cuando una noticia no se enfoca desde todos los ángulos y cuando no se le da voz a los implicados. En segundo lugar, cuando un periódico se atreve a hacer denuncias que no están verdaderamente fundamentadas, porque eso va en contra del crédito que los periódicos deben tener. Un periódico no debe ser desmentido. Cuando es desmentido o cuando tiene que aceptar que mintió, sufre. En
342 permite este nuevo periodismo de conciliación y ampliación de espacios. Reconciliación reconociendo la polarización. En el periodismo se entendió que no podía haber más polarización y el primer precio lo pagó Carlos Fernando Chamorro, como director de Barricada. Este periódico que había sido el polo del sandinismo en la guerra, tuvo que transformarse en un periódico abierto de opinión múltiple y entonces el dueño del periódico, que era el Frente Sandinista, lo sacó por la borda.
Para nunca más — ¿Qué lección le dejan estos hechos en la relación prensa-poder, para el ejercicio de la profesión? — Aspiro a que en Centroamérica jamás se vuelvan a presentar estas situaciones de polarización extrema que son destructivas, que son paralizantes y que, en la medida en que la sociedad democrática vaya avanzando y consolidando sus instituciones, también el periodismo vaya avanzando a ser un espejo múltiple de la sociedad, que es lo que el lector siempre va a necesitar. — Usted dice que en su país recientemente se han dado avances. ¿Cómo se perciben esos cambios? — Los percibo de una manera positiva. Primero, los dueños de medios de comunicación tienen sus propias convicciones ideológicas y a la hora de las elecciones más o menos se alinean. Eso sigue siendo así. No debería ser así pero no lo veo como un mal mayor. Las redacciones de los periódicos están en manos de gente muy joven y eso lo veo como un gran avance. En la televisión uno ve caras muy jóvenes. Lo veo como un enorme avance en el ejercicio periodístico. — Sobre el poder de los medios y su independencia, ¿un consejo fundamental para los dueños? — Si un propietario de un medio ha tenido la confianza de nombrar a un profesional como director del medio que le pertenece, mantenerle esa confianza siempre. Eso significa dejar absoluta independencia en la fábrica de ideas del periódico a quienes saben hacerlo y no intervenir
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¡Sed de valientes! — ¿Quién ha sido el mejor periodista de su país? — El modelo periodístico es Pedro Joaquín Chamorro. Era un buen periodista, con un olfato muy bueno. Transformó La Prensa. Supo dónde estaba la noticia. Supo cómo orientar al periodista a husmear, a noticiar, a enfrentar el poder político e hizo una fusión de ciudadanía con periodista muy importante. No estoy pidiendo que todos los periodistas sean así, y me parece que las circunstancias eran extraordinarias. Él estaba enfrentando a una dictadura. El elemento esencial de un periodista es la valentía frente a las circunstancias excepcionales. Sin valentía no se puede hacer nada. — Usted destaca a Chamorro como una figura señera del periodismo nicaragüense. ¿Lideró él un momento de destaque del periodismo de su país? — El periodismo se prueba en circunstancias difíciles y no hay circunstancias más difíciles que las de una dictadura familiar como la de Nicaragua, tanto que le costaron la vida. — ¿Visualiza esa etapa como una de realce del ejercicio periodístico en Nicaragua por esa coyuntura, o por otras razones? — Por ese enfrentamiento, dictadura contra periodismo libre. Eso marcó esa época, y parece mentira, por muy negativas que sean esas épocas, son las que dan los mejores productos periodísticos. — Resaltó su esfuerzo y el de otros profesionales por mejorar el ejercicio periodístico, a la luz de la tensa y friccionada relación que se vivió durante el régimen sandinista ¿Qué lección le deja esta experiencia de la relación poder-prensa? — Tanto durante la época de la dictadura de Somoza como con el sandinismo, tuvimos necesariamente un periodismo polarizado. No había medias tintas. Nadie le reconocía nada bueno a Somoza, y nadie le reconocía nada bueno al sandinismo desde la oposición. De manera que la convalecencia del país, después de los grandes enfrentamientos
340 Tanto para el escritor de ficciones como para el periodista de hechos hay lo que podríamos llamar un don con el que se nace. Uno puede ir a la mejor escuela de periodismo pero si no nace con ese don de la persona que siente la infinita necesidad de informar a otros lo que cree que deben saber y ese don por el cuál está dispuesto a darlo todo y dejarlo todo, me parece que va a pasar por la mejor escuela de periodismo y no va a ocurrir nada, y a lo mejor va a haber un buen periodista que no pasó por una escuela de periodistas. — ¿Qué peso tiene en esta tarea, en una dirección, la independencia del área propietaria del medio? — Esa es la pregunta de los 100.000 dólares. Ha habido avances en Centroamérica en ese sentido. Hasta el final de la Guerra Fría y la finalización de los conflictos armados de Centroamérica, había una polarización en los medios de comunicación, y había obviamente frente a esta polarización, poco espacio para la información libre, para la información no sesgada, para la multiplicidad de opiniones. Hoy veo que ha habido avances en ese sentido. Siempre los periódicos escritos a pesar de que siguen siendo propiedad de los mismos grupos de personas, tienen espacio mucho más abierto, de debate, de opinión, de información no sesgada, son más profesionales. El periodismo en Centroamérica ha avanzado de la noche a la mañana. — Usted formó parte del régimen sandinista. En ese momento se denunciaron severos atropellos al ejercicio de la libertad informativa. ¿Cómo valora esa coyuntura? — En Nicaragua, la información periodística de uno u otro lado era parte del conflicto armado. No puede separarse el papel de los medios de comunicación, los oficiales y los de oposición, del conflicto armado, porque era una intención del conflicto armado la información y estaba absolutamente polarizada. Esto no justifica nunca, en ninguna circunstancia, que el Estado se arrogue el derecho de suprimir informaciones o cerrar medios de comunicación. Tal vez en los años ochentas yo habría dicho que es la guerra la que obliga al Estado a cerrar un medio a ejercer la censura. Ahora no creo en eso. Creo que en la peor de las circunstancias, un régimen tiene que preservar la libertad de la información y no se justifica por nada, ni la censura, ni el cierre de los medios de comunicación.
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— Se ha declarado un siervo de la crónica periodística, de la nota singular, de la nota roja, ¿por qué ese énfasis? — Porque me ayuda mucho al oficio de escritor. En Nicaragua, soy un lector devoto del periódico en su totalidad. En cualquier parte del periódico encuentro un motivo literario, en las notas necrológicas, en los avisos clasificados, no en las notas rojas vulgares. — ¿Cuáles son los secretos de una buena nota periodística? — Las singularidades. El hecho de que el lector muestre sorpresa, deseo de enterarse, frente a lo que le están poniendo de frente. — Quienes producen esto son seres humanos, los periodistas. ¿Cuáles serían para usted las cualidades básicas que deben retratar a un periodista de excelencia? — Primero, devoción por el oficio. No renunciar a la calle. No hacer la nota oyendo la radio, muchas veces, sin moverse del televisor o la radio, sin moverse del cubículo, sino el periodista que sale a la calle, que se enfrenta con el mundo, que lo hace con constancia, y que también lo hace con imaginación. Eso se llama olfato periodístico, que no consiste más que en adivinar o percibir lo que al lector le va a parecer singular. — Usted describió las características de ese periodista de excelencia, y se ha referido a cambios fundamentales en el periodismo de su país recientemente. ¿Cómo definiría usted a un director de medio de comunicación con características de excelencia? — En primer lugar, que esté empapado de la situación que le toca manejar en un país, y no llegue a la reunión de planeación de la mañana a informarse por los demás de lo que está pasando o cuáles son las tendencias de lo que está ocurriendo en el país. El papel de un editor o de un director, es el de un director de orquesta, que tiene que distribuir los partichelos, hacer la partitura, hacer que la orquesta funcione, quién sirve para una cosa y quién para otra. Saber quién sirve para redactar y quién para reportear, pero también dónde están los reportajes de largo aliento. Saber dónde está la entrevista que va a estremecer. Eso está en el sexto sentido de quién se mete a ese oficio.
338 En los avisos clasificados. En la nota singular. En la nota roja. “No en las notas rojas vulgares, las que simplemente hablan de accidentes, cuerpos despedazados. Eso no me interesa. Me interesa la nota donde el periodista toma la iniciativa de abonar la noticia con su propio estilo y eso existe mucho en la nota diaria,” me dice. A sus 64 años, convertido en una estrella de la reciente literatura latinoamericana, amargo disidente del régimen sandinista con el que llegó a ejercer brutal control sobre la prensa nicaragüense en los convulsos años ochentas, Ramírez Mercado transpira libertad de expresión. “Creo que en la peor de las circunstancias, un régimen tiene que preservar la libertad de la información y no se justifica por nada ni la censura, ni el cierre de los medios de comunicación,” sentencia al recordar la represión sandinista a los medios informativos. Sus mejores consejos a los periodistas: ármense de la verdad y adáptense al centelleante cambio tecnológico. “No creo que haya otra revolución tan poderosa como esta desde la creación de la imprenta.”
A tinta y fuego… — ¿Por qué su familiaridad con el periodismo? — (Sonríe) Desde que tenía 17 años, llegué a la universidad e hicimos una revista literaria, Ventana, que me implicaba no solo llevar los materiales a la imprenta, sino meterme en el pequeño taller. Aprendí a leer al revés; a familiarizarme con armar la maqueta, a hacer cambios de impresión que fueran novedosos. Luego dirigí en Costa Rica la editorial Universitaria Centroamericana. Teníamos un periódico que se llamaba La Jornada. También, un periódico de información centroamericana, una revista que se llamaba Repertorio Centroamericano, y en la década de los noventas, fui el presidente en Nicaragua del Consejo Editorial de un periódico que se llamaba El Semanario. Ayudamos mucho a renovar el oficio periodístico en Nicaragua, creando formas de periodismo que no existían en el país. Entrevistas, reportajes de fondo, la noticia política no sesgada. Este semanario le heredó al periodismo moderno de Nicaragua. Ahí formamos a los periodistas que están haciendo noticia hoy. Este semanario fue una especie de escuela de periodismo. Ahí pasaron los redactores y editores más importantes que existen tanto en La Prensa como en El Nuevo Diario.
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Mi oficio perdido…
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e hubiera gustado en mi adolescencia estar metido en el vientre de un periódico. Haber sido miembro de una sala de redacción. Haber cubierto la nota roja, la morgue, la estación de policía, porque eso me ha parecido siempre que hubiera enriquecido mi papel de escritor, porque el escritor tiene que estar donde bulle la vida, donde está el drama, donde está la novedad. Eso me hizo falta, la formación en periodismo…”. El escritor nicaragüense Sergio Ramírez Mercado apenas despierta la mañana de ese miércoles 13 de setiembre cuando recibe el timbrazo de mi llamada en su habitación del hotel San José-Palacio. Recién llegaba a San José a presentar su más reciente obra de relatos El reino animal, basada en “historia singulares, ocurrencias halladas en las páginas de los periódicos y transformadas en historias literarias”. Nos encontramos a las 3 de esa tarde, en el lobby del hotel, mientras se alista para salir a presentar la obra en la librería Lehmann en el centro de la capital. Afuera truena y llueve en las vísperas de las celebraciones patrias. “Mañana celebramos la batalla de San Jacinto”, me recuerda en la urgencia de su retorno a Managua, al Masatepe de sus amores. El periodismo, ha dicho, es su oficio perdido. Quizás escondido en aquella primera crónica, “Mis vacaciones en el mar”, que escribió a los 12 años y publicó en la revista Poliedro del Instituto Nacional de Masatepe, siendo un estudiante de primer año de secundaria. O, quizás, escondido en aquel domingo de 1956, cuando La Prensa Literaria le publicó, a sus 14 años, con gran despliegue, un cuento. “No olvidaré nunca la sensación de abrir el periódico aquel domingo,” dijo durante un acto en Managua en 1998. Ramírez se dice un siervo de la crónica periodística. En cualquier parte de los periódicos encuentra motivos literarios. En las notas necrológicas.
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Sergio Ramírez Mercado nació en Masatepe, Nicaragua, en 1942. Escritor, abogado, político. Autor de cuentos, relatos y novelas. Su más reciente obra: El reino animal. Es miembro de la Academia Nicaragüense de la Lengua. Es columnista en diarios de Europa y Latinoamérica.
Foto: Róger Benavides
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he visto cosas asombrosas, de casos de jóvenes periodistas en España que tienen una formación atroz, ignorancia total. — En esta etapa, ¿es de mayor rigor la formación profesional del periodista? — La facultad de periodismo, en lugar de facilitar la graduación de personas con un nivel bajo, debería hacer todo lo contrario. Formar con mucha más intensidad a su gente, exigirles mucho más, en todos los terrenos. Cada vez tienen que comprender más la realidad. No se trata de contarla, sino comprenderla, y para comprenderla hay que saber. Una simple mirada puede llevarnos a creer lo que sucede muchas veces en el periodismo, a creer que las cosas son blancas o negras, pues no, las cosas son muchísimo más complejas. — ¿Algún periodista que admire dentro de su trayectoria? — Tengo mucha admiración por Carlos Castañeda: una vida ejemplar dedicada al periodismo. Hay grandes articulistas en la lengua. España es un país de grandes articulistas, pero creo que cada uno tiene que buscar sus modelos de acuerdo con sus propias predilecciones. — Sangre de periodista en esas venas. ¿Cuál es su consejo fundamental para un principiante de periodismo? — Tome esta profesión no solo como un modo de ganarse la vida sino como una forma de tener una vida realmente importante e interesante. Sienta orgullo sobre lo que está haciendo. Sienta que es una de las profesiones más nobles y más importantes a la que puede dedicarse una persona.
332 posición es la que yo hubiera adoptado, pero para mi sorpresa, algunos de los reporteros americanos que participaban en el debate, declararon que no, que ellos tenían que reportar objetivamente la carnicería que se iba a producir, que ellos no eran centinelas. Uno puede llevar ese debate a 20 ejemplos de la vida real. Adonde quiero llegar, es a esto, no podemos sustraernos de algo que es lo más importante que debería haber en una facultad de periodismo: el permanente debate sobre valores y principios, lo que está bien y lo que está mal, de manera que cuando nosotros contemos la realidad, no nos limitemos a decir con una especie de neutralidad trillada, que los nazis gasearon a 6 millones de personas por su condición de judíos. Esa es la realidad, pero detrás de eso hay algo más horrendo, la persecución monstruosa sobre una etnia. Hay algo en lo que nosotros debemos vincularnos emocionalmente y debemos vincularnos desde el punto de vista de los valores. Por eso del periodismo norteamericano, que tanto influye en el periodismo del resto del mundo, hay que tomar ciertas cosas con cuidado. El otro día leía una anécdota de Hemingway: fue corresponsal en la Segunda Guerra Mundial, y participó en combate, y mató como 120 alemanes. Me parece terrible, pero a lo mejor era lo que tenía que hacer en ese momento, en medio de la guerra. A lo mejor participar activamente era una responsabilidad como ciudadano desde el punto de vista moral que pesaba más sobre su responsabilidad, como notario frío y neutral de unos acontecimientos que para él eran tan importante y tan trascendentes como para el resto de la humanidad.
Oficio de nobles — Le interpreto que el rol del periodismo a pesar de este vértigo tecnológico y de comunicaciones que vivimos, sigue siendo o es más grave en estos momentos… — Es más grave porque la selva es más intrincada, porque la multiplicidad de las fuentes de información requiere cada vez un periodista más culto. Un periodista hoy en día no puede ignorar elementos básicos de la economía, la historia, la sociología, la antropología, la geografía. En fin, tiene que saber muchas cosas. Tiene que tener una formación enciclopédica. No puede haber en la redacción de los periódicos, como
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histórico que vivimos. Le falta a nuestros periodistas, estoy hablando de los de España, me imagino que en América Latina no será lo contrario, una reflexión profunda sobre la misión del periodismo y la responsabilidad del periodismo, sobre la ética, sobre todo el basamento moral de nuestra profesión. Hay que saber más de historia, hay que tener un mejor conocimiento de los grandes problemas del mundo contemporáneo, de entender muy bien lo que estamos haciendo nosotros, y entender el mundo en que vivimos. — ¿Cuáles son los parámetros claves en ese basamento moral del ejercicio de la profesión? — Nuestra profesión nunca ha sido, y es un gran error de nuestra profesión, nunca ha sido contar con una visión objetiva y relatar supuestamente con objetividad lo que sucede. Ortega y Gasset decía: “Donde está mi pupila, no puede haber otra. Lo que yo veo, nadie más lo puede ver”. Porque yo veo desde mis valores, desde mis principios. Veo desde mi experiencia, y veo y juzgo desde mis principios y mi experiencia. Por más que aspirar a una objetividad amoral, hay que aspirar a un relato que conlleve un punto de visto de vista y un juicio que no rehúya lo que estamos viendo, que no se escape, que no salga, que sea capaz de establecer un juicio crítico sobre los hechos. Hay un debate sobre esta profesión nuestra, que lo he visto llegar a unos extremos absurdos. He visto, además, un debate en la televisión norteamericana, en donde unos periodistas discutían, ¿hasta qué punto confundían objetividad con neutralidad? Llegaban a este ejemplo: si un reportero acompaña al ejército de su país en una guerra y está en el campo de batalla, y en ese momento no hay batalla, pero el reportero ve, y no lo ha visto nadie antes que él, que el enemigo se mueve, se agacha y se acerca en una dirección que nadie ha visto, tiene dos caminos: uno es la neutralidad, va a contar sin notificarle al ejército del país al que él pertenece que van a ser atacados por sorpresa, y va a contar cómo mataron un número de soldados del ejército de su país, porque él no es un centinela. El es un ser objetivo. Su función no es intervenir en la historia, sino contarla. El otro punto de vista es: ese periodista tiene valores, tiene principios, tiene responsabilidades y llegó un momento en que se convirtió en un centinela y colaboró con la causa que le parecía noble y justa, y advirtió a las tropas para que no fueran víctimas de un ataque por sorpresa del enemigo. Es bastante obvio que la segunda
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La verdad os hará… — ¿Cuáles son esos valores fundamentales? — El primero de ellos, entender que toda la experiencia social de esta cosa que llamamos Occidente, se sostiene sobre la pretensión de que nos colocamos bajo la autoridad de la verdad y no nos movemos de ahí. Lo más importante es la coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace y no movernos un milímetro de esa posición. Hay que forjar ciudadanos en ese sentido. En el seno de la familia, de la escuela, durante años, los seres humanos tuvimos acceso a una cantidad de información limitada, tanta como la que se necesitaba para sobrevivir. Si vamos a definir al ser humano por sus necesidades, el hombre necesita informarse, porque su vida cambia constantemente. No es como las hormigas, como las termitas, como las abejas, que tienen una organización basada en un mundo que nunca cambia. El mundo humano cambia constantemente, cada segundo con las decisiones que toman millones de seres humanos sobre las cuales nosotros no tenemos control. Para sobrevivir en ese mundo, necesitamos información. Información económica, sobre los peligros, sobre las políticas de los gobiernos, para ir tomando decisiones, sobre las que se basa nuestra vida. Informarse es la mejor definición del ser humano. Es una criatura que se informa para sobrevivir. Es como su oxígeno. Una criatura que no tiene información es una criatura ciega, y eso es lo que el estado totalitario logra, el control de la información para quitarle a las personas la posibilidad de tomar las decisiones. Ellos toman las decisiones por las personas. En una sociedad libre nosotros tomamos nuestras propias decisiones y necesitamos informarnos. Con la Internet, con la aparición de esa aldea global donde resulta que nos informamos por centenares, por miles de fuentes que nos llegan con distintos tipos de información, eso genera una cierta perplejidad en la persona. Muchas veces no sabe qué hacer frente a eso. Enseñar a discernir a la persona, a moverse en esa selva de información, solo se puede hacer si leemos y nos acercamos a esa información desde una estructura de valores y de principios bien organizada. — ¿Está el periodismo cumpliendo esa misión? — El periodismo, como todas las profesiones, tiene muchas limitaciones. Las facultades del periodismo muchas veces van detrás del momento
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comunicación y de libertad de los seres humanos. Ahora bien, habrá una gran confusión, y será más difícil el poder generar estados de opinión pública, porque antes si un par de canales de televisión, un par de diarios, eran capaces de forjar la opinión pública en una sociedad, eso cada vez va a ser más difícil. — Gana la sociedad al democratizarse más el proceso de la comunicación pero, ¿no se puede incurrir en excesos con irresponsabilidad? ¿Quién depura y controla esto? — Nadie puede depurarlo y nadie puede controlarlo. Será el sentido común y el valor de las personas. Será una responsabilidad de cada sociedad formar a los ciudadanos de una manera tal que tengan suficiente criterio para no tener que depender del criterio de un sector, de un grupo de personas ilustres que deciden que es lo que les conviene aprender o no aprender a la sociedad. Cualquier censura o control ejercido sobre un medio como Internet, el daño que genera es peor que los beneficios que produce, y es la gran experiencia de la libertad. Todo el mundo puede decir lo que quiera. No hay costo para decir lo que uno quiera. ¿Qué riesgo hay? Que se digan cosas monstruosas, pero frente a ello está la virtud del lector de saber elegir. Es un ejercicio de libertad, saber seleccionar lo que se quiere leer, y cuáles son los medios que, de alguna manera, representan mejor nuestro punto de vista y a los cuales queremos acercarnos. — ¿A las puertas de qué fenómeno estamos? — Estamos inmersos en una catarata de información como nunca la sociedad había conocido. Nuestra capacidad de absorber esa información es limitada como la capacidad del cerebro para percibir una realidad siempre es limitada. Esa catarata de información genera muchos beneficios también. Los buscadores instantáneos nos dan la posibilidad de enriquecer cualquier información con una multiplicidad de fuentes, y nos obligan a discernir. La Internet sirve para informar y sirve para difamar y sirve para distorsionar, y sirve para mentir. Sirve para todo eso. Lo más importante es que los centros de formación de las personas, las escuelas de hoy en día, preparen a los ciudadanos para poder moverse en una selva intrincada de información, y para poder moverse en ella, necesitan valores y principios muy claros para salvarse del ruido, de la vulgaridad, de las mentiras, de las distorsiones.
328 nacional e internacional, es algo parecido a lo que vimos cuando los 4, 5, ó 6 canales de televisión se convirtieron, de pronto, en 500 canales de televisión. Televisión por cable, televisión por satélite, televisión convencional, televisión digital. La idea de que un periódico en papel impreso, como lo conocemos y lo disfrutamos, va a durar muchas más décadas, no me parece factible. La lectura electrónica se irá haciendo cada vez más frecuente. Se irá perfeccionando cada vez más y se irá multiplicando. Poco a poco irá arrinconando a la prensa escrita en papel. No quiere decir que los diarios vayan a desaparecer, quiere decir que el soporte de los diarios va a ser distinto. En España, el diario digital más leído es El Mundo; el segundo diario más leído es Libertad Digital. Esto demuestra que la tendencia va en esa dirección, y eso es verdad para la prensa, también será verdad para los libros. La idea de biblioteca con un millón de ejemplares irá cambiando y se irá sustituyendo por libros digitalizados y leídos en otros soportes. Las generaciones posteriores que nacen y crecen mirando a una computadora, estarán más acostumbrados a la lectura sobre ese soporte tecnológico que sobre el papel, y ya no sentirán esa distancia, como la sentimos nosotros, desagradable, que casi nos impide leer un libro sobre una pantalla. Ellos no necesitarán el papel porque han crecido viendo la computadora. Cuando uno sabe que los 148 títulos de Balzac están en una pequeña tarjeta, y que basta un lector con una pequeña tarjeta para tener toda la obra completa, se da uno cuenta de la simplicidad del procedimiento. Por ahí va la costumbre. Es un reto muy importante. El otro reto es de carácter económico. La aparición reciente de la prensa gratis, la prensa que se reparte gratuitamente en casi todos los mercados está muy presente. Es un reto muy importante para la salud económica de las empresas periodísticas. Cada vez va a ser más difícil el control de la emisión del pensamiento, precisamente por la multiplicidad de los medios de comunicación. Aunque la tendencia de todos los estados es tratar de controlar lo que dicen los medios de comunicación. La atomización hace que eso sea muy difícil. Los policías de imaginación en Internet que han intentado existir, que muchas veces existieron y que en las nuevas sociedades existen, cada vez tienen un trabajo más difícil. Probablemente dentro de unos años imposible, sobre todo porque ni siquiera los estados podrán controlar los servidores. La posibilidad de generar criterio propio y transmitirlo inmediatamente va estar al alcance de todo aquel que sea capaz de manejar la tecnología. Internet cambia tremendamente la posibilidad de
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— Pone énfasis en la formación de esta escuela de debate de escucha y retroalimentación. ¿Ha caído nuestra profesión en la arrogancia? — Lo que mata a los medios de comunicación, en general, es, por un lado, la arrogancia, que es una mala actitud para cualquier cosa, y, por otro, la rutina. Ya sabemos cómo se hace el producto y todos los días lo mismo. Hay que tener la curiosidad muy alerta. Una cosa que los dueños de periódicos deberían siempre tomar en cuenta es que esta es una profesión cara, en el sentido de que si nosotros necesitamos informaciones y necesitamos análisis, las personas que tienen que hacer esas informaciones y esos análisis necesitan tiempo, que no se puede hacer un extraordinario reportaje en 24 horas. El tiempo cuesta dinero. Asignar un trabajo de investigación es tiempo y dinero, pero lo más importante de un periódico es su contenido y en eso es en lo que hay que invertir. — A los dueños de medios, ¿cuál es su consejo fundamental? — No descuiden el contenido. Es lo más importante. Piensen siempre que, aunque aparentemente no hay ningún competidor visible, si el producto que generan no es lo suficientemente interesante y apasionante, lo que va a suceder es que el lector cada vez va a verlo como algo que ya no le pertenece. Uno tiene que construir una gran lealtad en el lector. Buscar que ese periódico sea como lo son los grupos o equipos deportivos, una seña de identidad en el lector, que el lector se identifique y que sienta que las causas en las que él cree y las ideas que tiene, donde se defienden con mayor vigor, es en ese medio que dice todas las cosas que él quisiera decir, y que le cuenta todas las cosas que él necesita saber.
La jungla digital — Vivimos tiempos de vértigo digital. ¿Cuáles son los principales desafíos para el periodismo? — Un desafío técnico en primer lugar, que es adaptarse a las nuevas modalidades de comunicación. A la prensa escrita le va a ocurrir a mediano y largo plazo, lo que ya le sucede a la televisión y es una multiplicidad de fuentes, de análisis, de información, a través de Internet. El surgimiento de los blog, donde algunos alcanzan una enorme penetración en el mercado
326 presionado por los acontecimientos junto al señor Yeltzin, proclamó el fin del partido desde una tribuna. Se desmoronó sin que nadie lo defendiera, sin nadie que lo respaldara. ¿En dónde estaba la convicción real? ¿Cómo es posible que 20 millones de personas estuvieran cantando a coro y cuando les dicen a ese coro disuélvase, ese coro se disuelve? No había convicción. Todos vivían en medio de la disonancia. ¿Por qué? Porque durante todo el periodo de la perestroika, que duró unos cuantos años, recibieron la información contraria a lo que era el dogma de la secta. En Cuba es básico que los cubanos se informen, porque de ahí va a depender de que cuando llegue el momento propicio haya más personas dispuestas a articular en el cambio. — De su vivencia periodística, ¿ve este oficio de vocación, de pasión, de formación, se hace, viene? — Uno tiene la vocación, uno quiere participar en el gran debate, esa es la vocación. La formación es básica, y la formación es mucha. Es una formación que tiene que ser humanista muy general y saber los deberes específicos del periodismo. Una buena formación es básica. Hay quienes dentro del periodismo escrito están dotados de alguna manera como buenos escritores, para la buena prosa, quizás porque tienen un oído especial para el idioma, para la lengua y articulan el discurso de una manera muy armónica, que hacen que el lector se quede atrapado. Es un arte. No hay nada más fácil que dejar de leer un periódico. Entonces, ¿por qué seguimos leyendo? ¿Por qué seguimos con el esfuerzo? Está en el talento del periodista, la capacidad de armar la información y armar el análisis de manera que uno sienta la necesidad, que el lector sienta la necesidad de seguir y seguir y llegar al final. — Si estuviera al frente de una audiencia de directores de medios de comunicación y le correspondiese dar tres claves para dirigir medios ¿cuáles serían? — Una cosa que les diría es que al margen de la actividad diaria del periódico, todos los periódicos deberían de tener una especie de seminario permanente de formación y de debate de los grandes temas, donde participen todos los periodistas, todos los que hacen la información y donde debatan y escuchen gente que viene de afuera; romper un poco la endogamia, escuchar todas las voces.
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fuente de comunicación. Pronto para evitar que las personas tengan acceso a la información, a la libertad de comunicación hará falta un policía por cada persona, y eso es imposible. A los efectos de la defensa de la capacidad del hombre de informarse, y de los seres humanos, toda esta revolución tecnológica es magnífica. — Se pasa por una coyuntura especial como la enfermedad de Fidel y la transición. ¿Este vértigo tecnológico irá empujando los acontecimientos dentro de la isla? — Claro, debilita mucho la dictadura, porque una dictadura totalitaria es un coro organizado por el director del coro, y obliga a las personas a repetir una frase, cantar en una misma partitura todos. Eso requiere una especie de censura total a las fuentes de información. De manera que lo único que ese coro va a repetir es lo que le dicen los textos sagrados, el libro sagrado que ellos eligen y las consignas y las palabras que ellos determinen. Todo es una lucha por la palabra y la imaginación de las personas. Cuando las dictaduras se rompen por el influjo de la información, es posible que durante un tiempo el coro continúe cantando consignas, con cierta disciplina, pero la información que recibe hace que todo eso sea nada más que una ceremonia vacía, sin ningún sentido. Lo que hay es una total incredulidad con el propio mensaje que se está repitiendo como papagayo sin conciencia. Cuando se produce la primera coyuntura propicia para el cambio, estos ciudadanos están absolutamente dispuestos a participar en el cambio porque ya han vivido en una de las situaciones más incómodas que haya vivido el ser humano, y tiene que ver con la información y es lo que llaman los sicólogos la disonancia cognitiva, cuando se produce esa distancia entre lo que se cree, lo que se dice y lo que se hace. Esa disonancia genera un malestar. Los seres humanos, contrario a lo que se cree, no nacieron para el cinismo ni la mentira, nacieron para la coherencia. De alguna manera nacieron vinculados a una moralidad de la cual se sostiene la especie. Cuando eso se traiciona, surge el fenómeno de la disonancia y la disonancia se alimenta mediante la información veraz. ¿Qué sucedió en la Unión Soviética? Vivía en la mayor disonancia, entre lo que se decía, entre lo que se creía y entre lo que se hacía. Un día el partido comunista tenía 20 millones de miembros, parecía inderrotable, 20 millones de personas, detrás de una idea, detrás de un dogma, y un día el señor Gorbachov,
324 la corrupción de los medios mediante la complicidad con el poder político hace que la prensa se desvíe de algunas de sus misiones principales, que no solo es vigilar la labor del gobierno. Esa es una de las labores. Cuando vive del gobierno, esa función de grandes vigilantes de la actuación del gobierno y del gasto público, pasa a un segundo plano y la convierte en cómplice de algunas actividades que son muy graves. — Dentro de la ola de corrupción que usted ha visto y analizado en la región latinoamericana, ¿cómo califica el papel de la prensa? — En algunos países muy bien. Fue ejemplar el rol de la prensa en Uruguay tratando de defender espacios desde la época de la dictadura. Fue ejemplar el rol que jugó el periódico El País. Por el contrario, en una falsa democracia, como en la época de Fujimori, el rol de la prensa fue vergonzoso, en general. Se entregaron. Algunos periódicos mantuvieron su independencia y su decencia, pero hubo muchos periódicos que se entregaron a Fujimori. En México el sexenio de Fox ha servido para adecentar bastante las relaciones de la prensa con el Gobierno. Hay una mayor distancia. Hay que poner la mayor distancia posible.
El naufragio del dogma — Mencionó el fenómeno de la irrupción tecnológica en nuestras vidas, de la democratización de las comunicaciones. ¿Cómo esperaría que esto impacte regímenes totalitarios como el de Cuba? — Al Gobierno cubano le está costando cada vez más controlar la información. No han podido controlar la onda corta de Radio Martí. La interfieren, pero no pueden controlarla del todo. Probablemente no podrán controlar las emisiones de televisión de Tele Martí si se perfecciona el sistema de transmisión que están explorando en este momento. Internet ha sido un dolor de cabeza. El teléfono ha sido un medio de comunicación que a la dictadura le ha costado mucho controlar. El teléfono portátil, sobre todo porque ya hay mucho de esos teléfonos portátiles que van a través de satélite, y hay centenares de demócratas dentro de Cuba que tienen acceso a esos teléfonos. El control de esas comunicaciones es mucho más difícil. La relación entre el teléfono y la computadora se va estrechando cada vez más, y pronto será una misma
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carrera periodística es haber escrito literalmente miles de artículos de opinión, primero con ellos, la agencia se llamaba American Literary Agency (ALA). — Usted vive y transmite el fenómeno periodístico con gran intensidad. ¿Qué lo marcó a inclinarse por el periodismo? — Desde niño. Vengo de una familia de periodistas. Mi padre era periodista. Mi abuelo era periodista. Del periodismo me gusta la participación en el gran debate de los temas de la sociedad y mi vocación es clara, yo quería participar en ese debate, y de verdad que no me arrepiento. Ha sido gratificante. — Desde esta vena de tan vasta trayectoria en el periodismo, ¿qué lecciones extrae usted del oficio? — Que es muy importante. Que hay que ejercerlo con un gran sentido de responsabilidad. Es muy importante que en los periódicos haya una conciencia muy clara de lo que significa, para la sociedad, tener una prensa libre y muy responsable. Veo con cierta satisfacción que mi hija es periodista y mi nieta mayor anda por Nueva York con la meta también de estudiar periodismo, lo cual me llena de mucha satisfacción. — ¿De tal manera que aquel aguijón de los años de juventud todavía está vigente? — Ah claro, muy vigente.
Dime con quien andas… — ¿Dónde ve las mayores vulnerabilidades al ejercicio del periodismo en América Latina? — En América Latina hay una vieja tradición de esfuerzo del poder por controlar y corromperla a la prensa. En algunos países no hay el menor vestigio de prensa libre, como es el caso de Cuba, y en otros, como en el caso de Venezuela, donde el peligro es muy grande, y hay una categoría de países en donde el factor corrupción se da, como en Argentina, donde
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Libertad, ¿estás ahí? — ¿Cómo se vincula al periodismo? — Me involucré muy jovencito en la prensa estudiantil de contenido político, contra Batista primero y luego contra Castro. Siempre tuve muy claro, que mi vocación era la de escritor. Siempre en una posición de enjuiciamiento de la sociedad. Por supuesto, tenía la visión que puede tener un adolescente, que era una visión sesgada, ingenua, tonta, pero con una cierta vocación por la justicia de tratar de mejorar el mundo en el que vivía. Lo que pasa es que la ignorancia muchas veces me conduce a proponer soluciones y juicios que son contraproducentes. — ¿Vivió el fenómeno dentro de salas de redacción? — No, no, es en publicaciones estudiantiles, asociaciones estudiantiles. Eso es después cuando yo salgo de Cuba. — ¿En qué año? — Salgo de Cuba a los 18 años en 1961. Tengo 63 años y muy joven, a los 20 y tantos me vinculo a una agencia de prensa que funcionaba en Nueva York, que manejaba Joaquín Maurín, republicano, español, exiliado, uno de los marxistas más interesantes de los primeros 30 años del siglo XX, amigo de Lenin. Conoció a Lenin. Durante la Guerra Civil estuvo preso y 10 años después, en 1948, salió a Nueva York y los costarricenses lo protegieron. Por su pasado marxista, lo quisieron expulsar de Nueva York y José Figueres lo hizo diplomático para que no pudieran expulsarlo. Ya ahí no era un marxista. Había dado un giro de 180 grados, entre otras cosas porque su grupo había sido exterminado por los comunistas durante la Guerra Civil. El partido de él fue literalmente exterminado por los agentes soviéticos que lo acusaban de troskista, y él había dado un cambio de 180 grados y creó una agencia de prensa en Nueva York. Cuando se acabó la protección costarricense, para sobrevivir creó esta agencia de noticias que distribuía los artículos de Salvador de Maradiaga y de muchos de los más prominentes exiliados de Cuba. Lo conocí a finales de los sesentas y ahí empecé a escribir artículos de opinión que él distribuía por toda América Latina. Diría que el 95 por ciento de mi
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Magnífica revolución
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or sus venas corre periodismo desde que era un niño. Su padre fue periodista. Su abuelo lo fue también. Y él en sus años estudiantiles destacó, en su Cuba natal, como un feroz partícipe de la discusión, del debate público. Primero contra la dictadura de Fulgencio Batista y luego contra la de Fidel Castro. Eso le costó, muy joven, el exilio. Y desde 1961, a sus 18 años, inició en Nueva York la que ha sido una imbatible misión periodística por la libertad y la verdad. A sus 63 años, el escritor cubano Carlos Alberto Montaner se mantiene fiel y amoroso a esa vocación periodística en la que destaca como prestigioso articulista y analista de la realidad mundial. Me encuentro con él ya casi entrada la noche de un domingo primero de octubre en México D.F. Recién llegado él de Madrid, yo apenas bajando de la imponente Pirámide del Sol, en Teotihuacan. Camina lento, pausado, con su saco azul marinero a cuestas y sin corbata. Nos reconocemos por instinto en el lobby del hotel Camino Real, Mariano Escobedo, Ciudad de México y el intercambio nos conduce al café La Huerta, allí mismo. “Me gusta cuando llego a un país y los jefes de gobierno se quejan de la forma en que los trata la prensa. Por cortesía, no les digo nada, pero siempre pienso que algo bien están haciendo esos periodistas, que no le tienen miedo al poder político”. Sorbe su café y sorbe sus reflexiones críticas del ejercicio periodístico, del momento que enfrenta el oficio y de los desafíos de la revolución digital. “Pronto para evitar que las personas tengan acceso a la información, a la libertad de comunicación, hará falta un policía por cada persona, y eso es imposible. A los efectos de la defensa de la capacidad del hombre de informarse, y de los seres humanos, toda esta revolución tecnológica es magnífica”.
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Carlos Alberto Montaner nació en La Habana, Cuba, en 1943. Escritor, periodista. En 1961 salió al exilio y emprendió una vasta carrera en la que ha escrito miles de artículos de opinión. Se calcula que unos seis millones de lectores tienen acceso a sus comentarios semanalmente. También ha sido profesor universitario en América Latina y Estados Unidos. Reside en Madrid.
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— ¿De qué temas se está perdiendo la prensa en estos momentos? — De las grandes historias humanas. Corremos detrás de las noticias sin importarnos las historias que se esconden debajo de ellas.
Copia al carbón… — ¿Tu mayor virtud como periodista? — Sorprenderme siempre, teniendo en cuenta que lo que me sorprende a mí en, digamos, un mercado en Estambul, va a sorprender también a los lectores que nunca estuvieron allí. Aprender siempre, de todo y de todos. — ¿Tu mayor defecto? — Dejar todo para el último minuto. Antes que me caiga la guillotina del horario de cierre, hago poco y nada. Si tengo una semana para escribir un reportaje seguramente lo hago en las últimas tres horas. — ¿Hay algo de lo que te enorgullezcas como periodista? — De no haberme corrompido nunca. De haber sido honesto con mis fuentes. De buscar siempre algo más para el lector. — ¿Algo de lo que te avergüences? — Muchas veces, por aquello de dejar todo para el final. No haber trabajado suficiente en el background de una nota. — Como periodista, ¿cómo esperas que se te recuerde? — Como un tipo honesto que escribía medianamente bien. — ¿Volverías a escoger el periodismo como tu oficio? — Sin ninguna duda. Porque somos privilegiados, porque la gente nos da un poder enorme para ayudarla a entender la realidad, porque la pluma siempre es y será más que la espada para ayudar a la sociedad.
316 — ¿Qué caracteriza al mejor lead? — Un golpe a la mandíbula del lector. Debe ser informativo, pero mucho más que eso: debe conmover, sorprender, decirme algo más que la simple noticia. — ¿Cuál es, para vos, el mejor título? — El que, reflejando mejor la información, tenga ritmo. — La mejor entrevista, ¿qué ingredientes debe tener? — Un toque personal sobre el entrevistado. Debe transportarme allí, donde se realizó la entrevista. ¿Cómo estaba vestido? ¿Cómo era el lugar? ¿El lugar refleja al entrevistado? ¿Qué libros hay en su biblioteca? — ¿Cómo describirías un diario ideal en estos tiempos o de los próximos 15 años? — El que mantiene la premisa de la calidad. El que se anima a innovar dentro del límite que el diario significa para los lectores. El que no tiene miedo frente al poder, el que está bien escrito y me deja algo más que la simple información que ya ví en otra parte. — Ética: un valor profesional clave. ¿Recuerdas alguna experiencia ética particular por su profunda implicación en tu carrera? — Siempre han existido casos de corrupción, de que te ofrecen algo a cambio de que publiques algo. Pero los casos más complicados son cuando tienes que dar una información que afecta a una de tus fuentes. Sí, me pasó. Lo publiqué igual y perdí a esa fuente. — ¿Tu mejor y tu peor decisión como ejecutivo de medios? — Mi mejor decisión: apostar siempre por darle un plus a la redacción. Contratar a ese buen proyecto de redactor. Tratar de sorprender siempre al lector con algo que no se espera. Mi peor decisión: imponer muchas veces mis ideas sin escuchar a mi equipo.
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— ¿El mejor periodista argentino de todos los tiempos? — Hubo muchos, y cada uno marcó una época. Mitre, el fundador de La Nación, fue uno de ellos, por su respeto a la institucionalidad. Sarmiento, por la manera en que enseñó a enfrentarse con el poder. Roberto Arlt, porque con sus Aguafuertes nos enseñó otra manera de comunicarnos con el lector. Germán Sopeña, porque nos mostró que siempre hay que sorprenderse ante lo nuevo. Jorge Lanata, porque en los ochentas revolucionó la forma de hacer periodismo en este país. — ¿El mejor autor periodístico u obra que recomendarías a las generaciones de nuevos reporteros? — Muchos también. Desde el Hemingway de corresponsal de guerra, hasta el Pérez Reverte con sus columnas brillantes y apasionadas. Todo lo de Maruja Torres, Kapuscinski y, por supuesto, García Márquez. También Tomás Eloy Martínez. — Prensa y poder. ¿Cuáles consejos brindas a los periodistas de cómo debemos manejar esa relación? — Siempre distante. Cuando una fuente oficial se convierte en amigo perdemos libertad. Cuando un empresario nos invita y aceptamos, quedamos condicionados. Distancia y mucho respeto, eso sí. — Prensa y corrupción. Atacamos sin descanso a los corruptos, sobre todo en los poderes públicos pero, ¿cuán vulnerables somos los periodistas a ser corruptos? — Muy vulnerables a la pequeña corrupción cotidiana, que el viajecito, que el regalo de fin de año. No significa esto que aceptar un regalo, como un lapicero, mandado con buena fe para Navidad, sea corrupción. Pero la suma de regalos, sí. Igual, cada uno debe, en su conciencia, saber qué lo condiciona y qué no. — ¿Cómo incurre en corrupción un periodista o un medio? — Cuando publicamos una información que tiene más importancia para quien nos la pidió que para los lectores.
314 — ¿Cómo retratarías a un reportero de excelencia? — Como aquel que no se fija en horarios. Como aquel que cuando el jefe lo apura para entregar una nota dice que no, que todavía tiene que chequear algo. Como aquel que lee tres veces lo que escribe. Como aquel que no le tiembla el pulso para una información comprometida. Como aquel que siempre busca algo más para el lector. — ¿Y a un buen editor? — El buen editor es aquel que pone lo mejor para que una nota que no es suya sea impecable, es aquel que, desde un segundo plano, ayuda a que los demás se luzcan. Un buen editor es aquel que enseña a trabajar mejor a sus redactores.
Le apuesto a… — ¿Tu mejor recomendación para quien asuma la dirección de un medio por los próximos 15 años? — Que apueste por una redacción de calidad, de firmas, de buenos reporteros, que no ahorre en buen personal. Que el ajuste no pase por la calidad de la gente, que es preferible poco y bueno que mucho y malo. — ¿Tu mejor consejo a un propietario de medios en su sensible relación, de siempre, con el área editorial? — Que deje al área editorial en paz. Y que aprenda la lección de los diarios que se han muerto porque el dueño pretendía que fuesen por un lugar distinto del que el buen periodismo indicaba. — ¿Consejo clave a un principiante en periodismo? — Que lea mucho, que no se conforme con títulos o resúmenes, que lea buenos libros, que lea novelas, que lea lo que sea, pero que lea. Manejar una PC lo puede hacer cualquiera, aprender de los buenos libros, no.
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y no ser una contra. El teléfono nos puede acercar una opinión más, pero no puede ser nuestra única forma de comunicarnos con los demás. — ¿Tres valores fundamentales, esenciales, para ejercer el periodismo?
Cortesía diario La Nación, Buenos Aires.
— Ética, responsabilidad y pasión. Ética, porque mucha gente depende de lo que nosotros decimos y cree en ello. Responsabilidad, porque así como el periodismo debe ser un aguijón para el poder, tiene que ser consciente de lo que una noticia no confirmada puede provocar, el daño irreparable que causa. Pasión, porque, sin eso, este trabajo no se entiende.
Ética, responsabilidad y pasión, recomienda, en el ejercicio periodístico, Facundo Landívar, secretario de Redacción de La Nación de Buenos Aires.
312 darle al lector siempre una variante, algo nuevo, algo que lo atrape, algo que le diga que lo que periodistas, editores y ejecutivos de ese medio estamos haciendo lo encontrará sólo acá.
¿A qué tanta prisa? — ¿Qué es lo que más te preocupa del ejercicio del periodismo en estos tiempos de convulsión digital? — La falta de chequeo, el apuro por dar una noticia que nos hace olvidar que, antes que nada, está la veracidad. No me preocupa el desafío digital (que será, en definitiva, otra forma de hacer periodismo), sino lo que nosotros hacemos con la inmediatez de la noticia. En definitiva, todo esto nos obliga a ser más serios, más responsables con lo que decimos ya que su impacto es inmediato. — ¿Qué tiene que hacer el periodismo para sobrevivir a la ola digital? — No me preocupa si es impreso u on line, lo que me preocupa es el buen periodismo, más allá de la plataforma en que se publiquen las noticias. Lo que hay que hacer es seguir siendo lo que somos: una fuente responsable de noticias. — ¿Cuáles son los principales retos de las salas de redacción hoy? — Que la premura “digital” no nos haga perder de vista la importancia que tienen algunas cosas para esta profesión. Que correr contra el reloj de Internet no nos haga saltar nuestros filtros. El principal desafío de las redacciones de hoy es no perder la pasión por lo que hacemos, no convertirnos en burócratas con horario de oficina, sino en gente que ama lo que hace. — ¿Se acaba el reporterismo de a pie, de contacto directo con las fuentes? — No se acabó, pero hay que reinventarlo. Nada reemplaza una conversación cara a cara, pero es cierto que la tecnología nos debe ayudar
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se hace millonario y donde son más las peleas con quienes se enojan por lo que uno escribe que las alegrías que te puede deparar. — ¿Cuál fue tu primera experiencia periodística? — Haciendo investigación histórica para una revista argentina. Luego, como esa editorial organizaba con una facultad un curso de periodismo, me ofrecieron participar. Y ahí me quedé. — ¿Quiénes influyeron más en tu carrera? — Todos las personas con las cuáles alguna vez trabajé influyeron en mi carrera, tanto para ver lo bueno como para descartar lo malo. Un periodista no debe descartar nada: tiene que saber ver y decidir qué le sirve y qué no, pero jamás debe tener un preconcepto. Por eso, desde mi padre y mi abuelo, en adelante, todos de una u otra manera contribuyeron a mi desarrollo profesional. — ¿Cuál consideras tu mayor logro profesional? — No haber perdido nunca de vista que la verdad está ante todo y, actualmente, el saber que cada día uno puede hacer una diferencia en la vida de un lector. — ¿Tu mejor experiencia profesional? — La mayoría de mis buenas experiencias están vinculadas a viajes, a coberturas en el exterior y en el interior del país. Soy un periodista al que le gusta más escribir y editar que reportear, y por eso cada vez que el trabajo me desafiaba a reportear fuera del diario las experiencias han sido muy positivas, por el crecimiento que implicaban. — ¿Cuáles son las mejores enseñanzas que extraes del ejercicio del oficio? — Como reportero, escribir siempre teniendo en cuenta los principios de esta profesión: verdad, ética y responsabilidad hacia el lector. Como editor, lo mismo más ayudar al reportero, desde un segundo plano, a que su material sea el mejor posible. Como ejecutivo, un compromiso por
310 medio de la batalla campal que se armó por salvar de los terroristas el cuarto avión secuestrado. Caminé por aquel inmenso pastizal, donde hoy se honra la memoria de las víctimas. Sentí el frío de la muerte y el calor del dolor humano, con mensajes y reliquias de recuerdo. Y compartí con las gentes, los lugareños que nos atendieron y que, a dos años de la tragedia, relataron, con sus gargantas aún anudadas, aquel drama, su drama. “Fui el primero en llegar. Corrí. No pude hacer nada”, me dijo uno de ellos, con su corazón a toda prisa. Aquella imagen me es imborrable. De estas historias, de estas gentes, de estos relatos, piensa Facundo Landívar, el periodismo no debe perderse, no debe extraviarse en el laberinto digital de estos días. “Seguimos corriendo detrás de las noticias sin importarnos las historias que se esconden debajo de ellas”, advierte.
¿Ese soy yo? — ¿Qué te marcó en tu vida para decir: ‘Seré periodista’? — Es difícil relatar un solo hecho, aunque creo que en mi caso mi respuesta está condicionada a que en mi casa siempre se respiró periodismo y literatura. Mi padre fue un destacado periodista en los años setentas, y un abuelo mío un premiado escritor que varias veces incursionó en el periodismo. Así que, supongo, los genes tuvieron algo que ver en mi elección. — ¿Cómo nace tu relación con el periodismo? — En casa. Pero, además, cuando estaba cursando mi carrera universitaria (ciencias políticas) un amigo de mi padre me ofreció hacer investigación histórico-política para una publicación argentina, y a partir de allí, como mi trabajo gustó, me quedé a trabajar en esa editorial. — ¿Nace? ¿Se hace? ¿Es vocación? ¿Es pasión? En fin, ¿qué distingue al periodista de otros profesionales? — Creo que nace, se hace, es vocación y es, fundamentalmente, pasión. Si no hay pasión nadie en su sano juicio podría explicar por qué alguien se dedica a este trabajo de muchas horas, de mucha presión, donde nadie
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Mejor la pluma…
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este gaucho, flaco, rostro enjuto, barbuchón, futbolero, como buen argentino, no le angustia la explosión de la Internet. Pero sí le angustia que, en la urgencia digital, los periodistas hagan trizas valores críticos del oficio. Y como don Quijote anda en una cruzada, a todo pulmón, a lo que le da su garganta, por salvar las mejores historias, las mejores crónicas, los casos más humanos, de las garras del vértigo tecnológico. “Que la premura ‘digital’ no nos haga perder de vista la importancia que tienen algunas cosas para esta profesión. Que correr contra el reloj de Internet no nos haga saltar nuestros filtros. El principal desafío de las redacciones de hoy es no perder la pasión por lo que hacemos. No convertirnos en burócratas con horario de oficina, sino en gente que ama lo que hace”, me responde desde Buenos Aires. La vida me cruza con Facundo Landívar, secretario de redacción de La Nación de Buenos Aires, en Washington D.C., en junio del 2003, invitados ambos por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, en una gira en la que el tema candente era el impacto de los atentados del 11 de setiembre del 2001 en el ciudadano común estadounidense. Recorremos ciudades, frías urbes. Escuchamos a burócratas e intentamos digerir estadísticas hasta llegar a Shanksville, Pennsylvania, típica comunidad rural estadounidense, de no más de 245 habitantes. Allí, aquel martes infernal, se desplomó el vuelo 93 de United Airlines que, con 44 ocupantes –37 pasajeros y 7 tripulantes– se dirigía del aeropuerto Newark, Nueva York, a San Francisco. Allí, quedó despedazado el avión, Boeing 757-222, en medio de las desesperadas llamadas de tripulantes y pasajeros –desde sus teléfonos celulares– a familiares y amigos sobre la pesadilla que enfrentaban. En
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Facundo Landívar nació en Buenos Aires, Argentina, el 18 de junio de 1963. Es secretario de Redacción de La Nación de Buenos Aires. Ejerce el periodismo desde hace 14 años y se ha desempeñado, en dicho diario, como redactor y editor. Estudió ciencias políticas y periodismo.
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investigación fue tal que el hombre resultó preso. Tú sabes lo que es el presidente de una nación preso. Alemán fue a la cárcel a raíz de la investigación que hizo La Prensa. Todo estaba probado y los tribunales no tuvieron más que, ante la evidencia presentada por La Prensa, fallar en contra de él y eso que trataron de 20 formas distintas diciendo, por ejemplo, que La Prensa tenía solo fotocopias y que en una corte las fotocopias no eran válidas, que los documentos tenían que ser originales. Los trucos que intentaron fueron muchos, pero, por la evidencia masiva que presentó La Prensa, no había otra forma de fallar que no fuese en contra de Alemán, y por rigurosidad, la rigurosidad que tiene que tener el periodismo a la hora de hacer investigaciones y en todas las noticias. — Si el punto de partida de aquel 1962, estuvieses en este 2006, ¿serías de nuevo periodista? — Sí, absolutamente. No me veo en otra profesión, porque en ninguna otra se crea esa pasión por un trabajo. Pude haber sido abogado. En un tiempo tuve afición por la arquitectura. Mi madre quiso que yo hubiese sido cura. Pude haber sido ingeniero en comunicaciones como mi padre, pero ninguna otra profesión me puede dar esa satisfacción diaria, que me da el periódico.
304 para transmitir esa información de forma más rápida y que nos facilita a nosotros el trabajo. Soy un apasionado de la nueva tecnología. — ¿Sinsabores en el ejercicio de la profesión? — Frustraciones siempre hay, y mis mayores frustraciones son personales. Mi mayor frustración es haber llegado a los 60 años y no haber hecho muchas de las cosas que todavía quiero hacer, que hay infinidad de cosas que quiero hacer en periodismo que no las he podido hacer por falta de tiempo, y por muchas otras razones, pero sí, todavía me faltan muchas cosas por hacer. Es mi mayor frustración. — ¿Que lecciones te dejó la investigación del caso Alemán en Managua? — Primero, que hay ciudadanos que son patriotas y que son conscientes de que la corrupción oficial debe revelarse, y que siempre hay alguien que te va a informar de lo que está sucediendo. Segundo, que no importa qué suceda, el periodismo tiene, ante el conocimiento de esa corrupción, que revelarla. Más en un país como Nicaragua, en ese momento, donde las instancias gubernamentales no funcionaban; en que los ciudadanos no podían ir a los juzgados, no podían ir a los tribunales, no podían ir a la policía, no podían ir al procurador general de la nación, no podían ir a la legislatura porque no recibían respuesta a sus clamores y acudían a los medios de comunicación. Ante esa exigencia, teníamos una responsabilidad de revelar esa corrupción. — Entonces, en materia de control de cuentas, en materia de corrupción, ¿es crítico el norte del periodismo? — Totalmente y ese trabajo de investigación tiene que ser absolutamente riguroso porque es una gran responsabilidad que tiene el periodismo, que no deberíamos tener. Esa es una responsabilidad de los órganos judiciales. Es una responsabilidad del congreso, de la legislatura. El periodismo asume esa responsabilidad, cuando los otros poderes del gobierno no funcionan. Ante eso tenemos que ser extremadamente rigurosos en la investigación y en la presentación de esa información. Nosotros revisábamos palabra por palabra, documento por documento, nombre por nombre, persona por persona. Esa misma rigurosidad y la
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una aclaración al día siguiente, porque ya los hechos han sido superados al día siguiente, y no solo al día siguiente, sino a la hora siguiente. — ¿Ves al periodismo sobreviviendo en este vértigo? — Lo veo sobreviviendo, pero lo veo cambiando día a día hacia una forma distinta de trabajar, hacia una forma distinta de presentar nuestros contenidos, noticias e información. Completamente distinta por las exigencias no solamente de la tecnología, sino también por las exigencias del público consumidor. — ¿No le temés a la avalancha de las comunicaciones sobre el ejercicio del periodismo? — Para nada. Esas son herramientas. Se está avanzando a pasos agigantados. El periodista va a ser el multiperiodista que exigen las nuevas tecnologías. Los periodistas aprendieron a manejar en el pasado una máquina de télex y aprendieron a manejar eventualmente una máquina de escribir eléctrica. Después, aparecieron los procesadores de palabras. Después, las computadoras personales. Todas son herramientas que facilitan su trabajo.
¡Que venga el cambio! — ¿Lo mejor de ser periodista? — Lo mejor de ser periodista es esa nueva tecnología. Poder usar estas nuevas plataformas y estas nuevas tecnologías para hacer un mejor trabajo. El problema que veo son los cambios de mentalidad. Todavía y especialmente en América Latina, hay gobiernos que no ven la necesidad de que la ciudadanía tenga acceso a la información pública y tenemos muchas restricciones para hacer nuestro trabajo como periodistas porque no hay acceso a la información gubernamental, a la información pública, que es información de la ciudadanía, no del Gobierno. La ciudadanía paga por esa información, y tiene que estar accesible para la ciudadanía y para los periodistas. Hay leyes anticuadas, especialmente en América Latina, que vienen de la época de la colonia, que dificultan ejercer nuestra profesión, pero a la misma vez tenemos más y más facilidades
302 noticia. ¿Cómo me va a afectar mi vida profesional, mi vida particular?, ¿cómo va a afectar la enseñanza de mis hijos, mi vida como ciudadano? — En el frenesí de hoy, ¿dónde ves los valores fundamentales del periodismo? — Eso es una gran deficiencia de las escuelas de periodismo y de las universidades. Hoy vemos en Estados Unidos la gran cantidad de plagios que hay, son valores éticos que tienen que enseñarse en la universidad y no se están enseñando. — ¿Cuáles son valores claves del periodismo? — Uno de los más importantes, es el respeto a la fuente y a la ciudadanía. Un valor fundamental es la verificación de la información. En mis tiempos no podía presentar una nota a mi jefe de sección, si no tenía tres fuentes verificables, con nombre y apellido, y es algo que yo exigía en La Prensa en Managua y en el diario La Prensa en Nueva York. — ¿Se salvan dichos valores en este vértigo? — En las investigaciones que hicimos en Managua sobre el presidente Alemán, que fue una investigación de un año entero, y todos los días saliendo con nuevas investigaciones, nunca pudieron hacernos un juicio por calumnia o difamación, porque yo revisaba y los editores revisábamos palabra por palabra lo que se iba a publicar al día siguiente, y si algo no podía ser verificado, no se publicaba. Se esperaba al día siguiente o a la semana siguiente, pero todo tenía que estar estrictamente verificable y probable. Ese rigor no existe en muchos de los periódicos. No existe en la radio y muchas veces no existe en la televisión. — ¿Debe darse ese rigor en este vertiginosa actividad que describís? — Es mucho más importante que antes, por la inmediatez de la noticia, de la presentación de la información. Cuando todo es instantáneo, cuando la comunicación es instantánea, cuando nosotros estamos poniendo información al instante para la ciudadanía, hay más necesidad de ese rigor de verificación. No nos podemos dar el lujo de retractarnos o de hacer
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información. No estamos en el negocio de los periódicos. — ¿Cuáles son tus recomendaciones básicas a los dueños de medios en su relación con las direcciones y áreas editoriales? — Pensar más ampliamente en lo que son, en el negocio. Pensar más ampliamente es reinvertir parte de sus ingresos en las nuevas tecnologías. Hacer grandes inversiones en capacitación, que todavía no se hacen. Hacer inversiones en su personal. Reinvertir parte de sus ingresos en ampliar ese negocio y renovarlo. En este momento muchas de las ganancias no se reinvierten. — Si tuvieras enfrente al director editorial de un diario, de un medio de comunicación por los próximos 15 años, ¿cuáles consejos fundamentales le darías? — Acepten una convergencia total de las distintas maneras de producir información y transmitir información a los usuarios. Incluye Internet, televisión, radio, incluye el papel impreso, una convergencia total y ya se ha demostrado en varios países. En una redacción multimedia se hace uso de todas las plataformas y los periodistas saben que tienen que trabajar para todas ellas, no solo para el periódico impreso. — En este escenario de transformación y adaptación, ¿cuál es tu inyección básica a un principiante de periodismo? — Que tiene que ver el periodismo de una forma totalmente distinta. Que estamos atravesando grandes cambios en el periodismo, en la forma de hacerlo y en la forma de entregar la información a los usuarios. Que el periodista tiene no solamente que saber cómo usar un teclado, y cómo manejar una entrevista, sino tiene que aprender las técnicas de redacción para la edición electrónica, y tiene que saber las técnicas de la redacción para la televisión, porque muchas veces esos mismos grupos de medios tienen varias compañías distintas que hasta ahora han trabajado separadamente pero en la nueva manera de trabajar se viene esa convergencia, un cruce de trabajo entre las distintas plataformas. Es un cambio de mentalidad. El periódico impreso, para que no desaparezca, tiene que explicarle al lector y al ciudadano las consecuencias de la
300 — Además de la pasión, ¿es este un oficio de vocación? — Es de vocación absolutamente, porque el periodista entra en esta profesión, sabiendo que nunca se va a hacer millonario, sabiendo que le van a pagar mal siempre, sabiendo que el trabajo que va a tener va a ser de 24 horas, todos los días, sabiendo que va a ser un trabajo a veces de mucho aburrimiento, esperando a que alguien salga a decir algo, saliendo a una conferencia de prensa, sabiendo que a lo mejor no sale nada de esa conferencia de prensa, pero que sí hay que cubrirla porque es de interés de la ciudadanía. Es un trabajo que es de vocación, porque uno sabe que está haciendo algo por el conocimiento que la ciudadanía tiene que tener para sus responsabilidades democráticas. — ¿Tres pecados fundamentales en el ejercicio del periodismo hoy? — El ego del periodista. Creer muchas veces que él es el protagonista y no que la protagonista es la noticia. Pecado de no mantenerse informado. Veo a periodistas jóvenes que ni siquiera leen su propio periódico por la mañana. A mí me obligaban a leer mi propio periódico y los de la competencia antes de llegar a la sala de redacción. No mantenerse informado de lo que está sucediendo, no solamente en su ciudad, en su país, sino en el mundo. Pecado de no mantenerse informado sobre las nuevas tecnologías, y no querer desarrollarse con ellas. Cuando le digo a un periodista que ellos van a tener que salir con cámara de video, con grabador, con su libreta de apuntes, lo primero que hacen es quejarse al sindicato. Pecados como esos de los periodistas hay muchos.
La galaxia informativa — ¿Cuáles son desafíos fundamentales para las salas de redacción en este entorno digital? — Estamos en el negocio de la información, no importa en la plataforma en que sea transmitida para beneficio de los lectores y no para beneficio del medio. Tenemos que pensar que somos productores de noticias, de información y que tenemos que distribuirla mediante el periódico impreso, pero también por otras plataformas de acuerdo con las necesidades de nuestros lectores y de nuestro público. Estamos en el negocio de la
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Cortesía diario La Prensa, Managua.
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El diario La Prensa de Managua destapó escándalos de corrupción que llevaron a la cárcel al expresidente de Nicaragua, Arnoldo Alemán. David Hume dirigió, junto a editores y periodístas nicaragüenses, las investigaciones.
298 Que, sin ropa, ni pasaporte, ni cepillo de dientes, llegó a la ciudad de México a cubrir el terremoto del 19 de setiembre de 1985. Reportero, editor, director, consultor, Hume sigue galopante hoy por las praderas del periodismo que lo han llevado, más recientemente, a servir de consejero de diarios a lo largo y ancho del continente. Que lo llevan a amar sin condiciones a este oficio y a sentirse lleno de vida por los próximos decenios en el marco de la revolución digital. Me lo hace saber sin pizca de duda un 2 de octubre en la ciudad de México, al calor de la asamblea general de la Sociedad Interamericana de Periodismo (SIP).
El corazón me arde — Una vida periodística de tremenda intensidad. En esta era de explosión de las telecomunicaciones, ¿creés que el periodismo de pasión empieza a acabarse? — Totalmente. Los periodistas que salen de las universidades, no solo en América Latina, no tienen esa pasión que tenían los viejos periodistas por la profesión. — ¿Qué es para vos pasión en el ejercicio del periodismo? — Pasión es que si hay que trabajar 24 horas al día durante siete días seguidos, se trabaja. Pasión es que no te tengan que decir qué hacer, sino que sea iniciativa del periodista hacer su trabajo. Pasión es salir a encontrar la noticia, y no esperar a que el editor de sección te diga tienes que salir a cubrir tal cosa. Pasión es perseguir la noticia, la fuente, y no darte por vencido. Pasión es dedicarte de lleno y por completo a la labor del periódico. Es buscar exclusivas, pero no por la exclusiva misma, sino porque es algo que hoy los periodistas no lo tienen en mente, que es el valor de esa exclusiva para la ciudadanía. Porque los periodistas hoy quieren la exclusiva para ellos mismos, para promoverse dentro de la profesión, para promoverse dentro de los lugares de trabajo y no tienen en mente que el periodista se debe a la ciudadanía y que la exclusiva es algo que no se está difundiendo y que es algo que es necesario que la ciudadanía sepa. Esa es la exclusiva.
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intió escalofríos. Sintió que le ponían una bomba en sus manos. David Hume, reportero argentino-estadounidense de mil batallas, no deja de recordar la escena. Acababa de llegar a Managua, y acababa de ser designado subdirector del emblemático diario La Prensa. El diario dio cuenta en su portada, del 6 de mayo del 2002, de su nombramiento. Una persona, que leyó la noticia, lo llamó por teléfono a la habitación del hotel Intercontinental y convino en entregarle documentos que desataron el otro gran terremoto en la reciente historia de Managua: las acusaciones por corrupción que llevaron a prisión al expresidente Arnoldo Alemán. “Esa persona me lo informó porque yo venía de Estados Unidos, porque no era nicaragüense y no tenía compromisos políticos. Lo invité a tomar un café y cuando me mostró los documentos, ¡Santo Dios!, me dio un escalofrío. Eran copias de documentos de gobiernos, de depósitos bancarios, de transferencias bancarias al exterior. Cuando ví aquello, me quise morir. Los documentos eran tan calientes, que alquilé otra habitación en el hotel, y los puse en una caja fuerte y la mantuve sellada porque dije: “Si a mi me agarran con estos documentos antes de que pueda asumir la subdirección de La Prensa, me meten preso. Cuando asumí la subdirección, armé una unidad de investigación con los dos mejores periodistas que tenía el periódico en ese tipo de trabajos y así fue como comenzó el caso Alemán…”. A sus 60 años, parece que fue ayer cuando David Hume empezó como reportero allá en Buenos Aires, Argentina. Parece que fue ayer cuando sufrió los embates de las dictaduras de Galtieri y Videla, en Argentina. Que fue ayer cuando pasó por La Estrella de Panamá bajo los regímenes de Torrijos y Noriega. Que pasó por la BBC de Londres. Que destapó para The Miami Herald la estampida de refugiados cubanos por el puerto de Mariel.
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David Hume nació el 10 de julio de 1946 en Buenos Aires, Argentina. Reside en Estados Unidos desde hace 27 años. Inició su carrera periodística en el Buenos Aires Herald en 1964 y ha laborado, entre otros medios, para The Brasil Herald, La Estrella de Panamá, BBC/ Londres, Reuters/Washington D.C., The Miami Herald y La Prensa de Managua. Es consultor internacional de diarios.
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— Mi profesión no me interfiere en lo absoluto con una vida. Vivo en Maryland, a tres cuadras de donde empieza el distrito Columbia, Washington D.C. Amo mi vida, y no negocio, mientras hay gente que se ha hecho famosa, teniendo 4 ó 5 divorcios, para mí no son negociables los valores de la familia, y si tengo que elegir entre una gran historia y ocuparme de mi familia, y si me tienen que echar por ocuparme de mi familia y no de una historia, con gusto lo hago, porque a la hora de que te tienen que pasar la factura, cualquier empresa te va a decir, ‘hasta aquí llegó tu carrera’. Lo va a hacer sin anestesia y lo único que te va a quedar seguro es tu familia. Lo de afuera es circunstancial. No negocio los valores de la gente que para mí es esencial, mi familia. — Si estuviese dejando Montevideo y le pusieran a escoger en el menú de ofertas de vida, ¿escogería el periodismo de nuevo? — Es totalmente relativo. No sé, porque si me hubieran escogido astronauta, de repente me hubiera apasionado. Me he divertido. He tenido grandes satisfacciones y particularmente en mi caso he estado expuesto a situaciones que muy poca gente en nuestro mundo hispanoparlante ha estado expuesto, y eso ha sido una experiencia de vida única. Eso no quiere decir que si me hubieran puesto en el plato otra me hubiera sentido tanto o más. Sí te digo que me ha parecido espectacular la vivencia que he tenido en mi carrera periodística. — ¿Cuál es la mayor lección que extrae del ejercicio periodístico? — Honestamente, cuando un buen porcentaje de nosotros nos metemos en esta profesión, no tenemos ni la más remota idea de los peligros, de las sutilezas, de los entretelones de todo lo que hay atrás. No tenemos idea. — ¿Cómo desearía que se le recuerde como periodista? — Como una persona que tuvo las agallas de hacer esta tarea con todos los riesgos que significa no ser amado. No permito ser manipulado. Quiero que se me recuerde como una persona que no admite negociar sus principios, su valor y su ética, en todos los aspectos de la vida, pero más en este negocio porque hay una influencia importantísima frente a la sociedad, lo que dice, cómo lo dice, de la manera que uno lo dice, y lo que deja de decir.
292 quedaron a dos metros en el minuto y medio, o dos, que duró el cambio de semáforo, y me produjo una reacción muy intensa de cuando ves el abuso, el maltrato; como que te revuelve las tripas. — El 11 de setiembre perdió la seguridad mundial. ¿Qué efectos tuvieron los atentados de ese día en el ejercicio periodístico en Estados Unidos? — Los periodistas americanos perdieron distanciamiento y metieron el elemento patriótico en la manera de reportar. No pudieron despegarse. Incorporaron el tema del patriotismo, y de alguna forma eso fue un cambio. No pudieron con el hecho de que 3.000 compatriotas murieran ese día. No lo pudieron contar como si fueran 3.000 seres humanos que murieron en otros país. Les tocó la fibra íntima y de alguna manera lo incorporaron a la forma de hacer periodismo, o sea de alguna forma perdieron esa objetividad de la que se sienten muy orgullosos. — ¿Eso continúa ahora? — Mucho menos, cuando el Presidente de los Estados Unidos comenzó a perder popularidad, cuando la invasión y la ocupación en Irak comenzó a ser el fracaso monumental que ha terminado siendo. Un periodista del Washington Post acaba de escribir un libro que se llama Fiasco. Es la conclusión de lo que ha pasado. En este momento, cuando el periodista ve que el Presidente y su equipo entra en desgracia agarra otra vez el centro, pero inmediatamente después del 11 de setiembre se fueron contra las cuerdas y se replegaron y perdieron ese espíritu crítico, ese espíritu de cuestionar, y ese espíritu que siempre los caracterizó. — Como libertad pública, como derecho fundamental, ¿dónde ve los mayores riesgos para el ejercicio periodístico en Latinoamérica? — En la mayoría de los casos hay libertad de expresión, se puede decir lo que quiera, pero el mayor riesgo es decir lo que uno quiere y que no le pase nada. Lamentablemente en América Latina, cuando un periodista es osado, porque dice cosas que son urticantes, le siguen pasando la factura muy rápidamente. — Más allá del periodismo, ¿cómo es la vida de Jorge Gestoso?
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— Ser la cabeza fría y aprovechar los recursos de cada una de sus gentes para explotarlos de manera tal que cada una de esas personas crezca profesionalmente y el medio se beneficie del jugo del trabajo de esa gente y que sea gente muy inteligente. Prefiero trabajar con gente muy inteligente, aunque sea un poco díscola, antes que trabajar con una manada de ovejas que llegan a las horas tempranas y se van a las altas horas, y son prolijitos y son los “yes man”, o sea don adulones y no conducen a nada. La gente que sirve es la gente que desafía, la gente inteligente, la gente que no se queda con lo convencional, la gente que automáticamente lo tiene a uno poniéndose las pilas para estar a la altura de lo que justifica el puesto de uno. Si uno es el director es porque todavía tiene más experiencia o más recursos para compartir con ellos, y no rodearse de mediocres, para sentirse que uno es el dueño de la finca.
Aquellos días — ¿Pensó de niño en ser periodista? — No, pero de niño siempre me molestaron mucho las injusticias, muchísimo, cuando había en la clase, iba y arreglaba las cuentas con el matón. — ¿Por qué las injusticias? — Porque son injustas. El mundo está lleno de injusticias, y me cuesta mucho mirar para el otro lado cuando hay injusticias delante de los ojos, y me pasó desde chico. No puedo saber por qué, es mi forma de ser. — Antes de salir a su vivencia profesional en CNN, ¿vivió en su país mayores injusticias en la época militar? — Hay un episodio que me marcó en la época militar. Un día, era un jovencito, y en Uruguay empezaba la dictadura militar, y estaba esperando el bus en una parada y venía una camioneta militar del ejército y por el semáforo se quedó parada junto al lado mío. La camioneta tenía tres filas de asientos, y la tercer fila de asientos era en sentido contrario a la marcha, o sea era mirando para atrás, y ahí le habían sacado la puerta y llevaban sentados en ese asiento, dos personas con una capucha, esposadas, y me
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El otro rally — Me dijo que su pasión, más allá del periodismo, es el automovilismo, ¿por qué? — No sé. Desde chico, es visceral. Basta que una cosa meta ruido y tenga cuatro ruedas para que yo esté como perro con dos colas. Cuando tenía 20 y pico de años, tuve la oportunidad de correr, practicar automovilismo en Uruguay, correr en caminos de polvo y tierra. En 1989 gané el campeonato nacional de rally en Uruguay. También gané en 1990, el rally más grande y más largo que se llamaba “19 Capitales”. Después conocí a mi señora y nos fuimos de Uruguay, pero por lo menos tuve oportunidad de disfrutar mi pasión y me fue muy bien, no tuve ningún accidente, pero la pasión sigue ahí; está en los genes. — ¿No corre ahora? — No, ahora corro detrás del periodismo. — En el rally del periodismo… — Sí, claro, que es mucho más peligroso. — ¿Cree que ha ganado todo en el rally del periodismo? — Claro que no. Este negocio es muy peligroso, y cuanto más uno escarba, cuanta más tierra uno descubre debajo de la alfombra, se mete en un territorio sumamente minado. — Si tuviese que escoger a un reportero para correr en ese rally del periodismo en que usted ha andado, ¿qué cualidades determinantes le afinaría? — Primero, la parte ética, la parte de los valores. Tener el atrevimiento de no comprar un no, de si le dicen la puerta está cerrada, no darse vuelta. Tener la actitud de ser desafiante, de no conformarse con el statu quo. Eso me parece muy importante. — ¿Y qué requiere del director de un medio?
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— ¿Lo percibe tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica? — Esto tiene una tendencia mundial. Porque cuando en una parte del mundo ven como hacen las cosas en la otra, y si les va bien con los rating o en circulación, o en audiencia de radioescuchas, automáticamente tratan de copiar la receta y reproducir. Es como una bola de nieve. Unos se pegan a otros, y van llevando a la sociedad, a los seres humanos cada vez más light, a no pensar. Lo que tiene carne, lo que tiene jugo, lo que tiene esencia, pasa a ser un apéndice, un postre, y lo que se consume masivamente es lo liviano, lo sensacionalista, lo amarillista. — Este es un tema crucial ¿para la sobrevivencia del periodismo o de las sociedades? — Para la sobrevivencia de las sociedades. Estamos creando cada vez menos opciones desde el punto de vista de medios de comunicación, esta tendencia globalizada de las joint venture, una compañía compra otra compañía, la otra compañía compra este grupo de diarios, y así sucesivamente. Nos estamos quedando casi con los oligopolios, con muy pocos grupos que tienen el control de la información de las sociedades enteras. — ¿Una virtud en su trayectoria profesional? — Sentir la responsabilidad de que si uno está representando al ciudadano común, a la sociedad, a la gente de su país, de su cultura, de su pueblo, de su parte del mundo, uno no puede salir jamás de los zapatos que representa. En Estados Unidos no me pongo los zapatos de otra cultura. Siempre digo que estando en Estados Unidos descubrí lo latinoamericano que soy, lo orgulloso que soy de serlo. — ¿Un defecto? — Me gustaría haber podido investigar más. Me hubiera gustado hacer más cosas, más a fondo. Quizás mi defecto fue ser demasiado complaciente conmigo mismo, demasiado perezoso.
288 — ¿Tiene alguna preocupación en este vértigo tecnológico, en relación con el ejercicio del periodismo? — Sí, la falta de análisis, y la falta de puesta en perspectiva de la información. No me sirve de nada que me cuenten lo que está pasando si no me ayudan al mismo tiempo a explicar qué significa esto que está pasando. Es preocupante que, teniendo la tecnología a mano de la manera tan fácil como la tenemos ahora, cualquiera puede decir que está haciendo periodismo, y no cualquiera está capacitado para darle a la información, la perspectiva, el análisis, el contexto y lo que significa. — Habla de un posible empirismo, de que cualquiera llegue a decir, ‘soy periodista sin serlo’. ¿Cómo salvar al periodismo de este riesgo? — Odio la censura en todas sus formas. Está en la educación de cada uno el poder elegir del millón de opciones que vamos teniendo, y que vamos a seguir teniendo, cuáles vamos a tomar en serio, pero lo que no podemos jamás es impedir la proliferación de información. Es totalmente beneficioso para las sociedades que esto sea una avenida libre, una autopista de información. Internet ha permitido, en algunos casos, el contrapeso de la monopolización de la información por los grandes grupos económicos. No lo frena ni el gobierno, ni los medios de prensa, y esa democratización de la información es positiva.
¿La era de los zombis? — Denuncia usted una cultura light en la agenda de los medios de comunicación. ¿De qué temas se está perdiendo la prensa? — Estamos apartándonos de muchos temas fundamentales que tienen que ver con nuestros países y le estamos dando más énfasis al amarillismo y al sensacionalismo. Estamos creando una sociedad en la que la gente piensa menos, se cuestiona menos, analiza menos y consume más. El enorme riesgo de eso es que la gente llana, la gente que no cuestiona, es gente que puede ser manipulada con mucha más facilidad y puede tener consecuencias muy nefastas.
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dispara una tras otra como una especie de metralleta, y una respuesta puede provocar a veces una contrapregunta o una pregunta de seguimiento. — ¿Cómo enfrenta un momento de gran revelación en una entrevista? — Íntimamente, puede ser de sorpresa. Puede ser de incredulidad de que alguien tenga las agallas de decir algo extraordinario, bueno o malo, pero fundamentalmente tratar que de alguna manera el entrevistado no pueda interpretar lo que uno está íntimamente sintiendo, porque uno está allí como profesional, no como ser humano, como individuo. — ¿Tiene pendiente alguna entrevista? — Me encantaría hablar con Fidel Castro. Es un personaje del siglo pasado y de este, pero me gustaría un cara a cara, un frente a frente, sin censura. Estando en CNN, pedí una entrevista con Fidel Castro, y el primer requisito del Gobierno cubano para hacerla es que el medio de comunicación le mandara una carta diciendo, ¿quién es el medio?, o sea CNN tenía que mandar una carta diciendo, nosotros somos CNN, una cadena de noticias, etcétera. Después exigen una biografía de quién va a ser el entrevistador, y tercero la lista de temas y posibles preguntas que se quieren o se anticipa que va a hacer, y recién allí se estudia el pedido, y en la gran mayoría de los casos, al final te mandan a decir: ‘Por ahora no hay entrevistas’. Pero me gustaría llegar a un mano a mano con él, agarrar los temas de fondo, y entrevistarlo sin anestesia.
Hacia allá vamos — ¿Cómo ve usted el ejercicio del periodismo en 25 años? — El sentido común nos hace pensar que con el avance de la tecnología las plataformas de comunicación se van a multiplicar de manera casi impensada, siendo los medios electrónicos la vía más posible por la inmediatez. Se van a democratizar, porque va a haber más gente diciendo que está haciendo noticias, ya sea desde su Internet, desde su blog, desde su dial. Van a haber más opciones. Van a tener una reacción fundamental, en cambiar los hábitos de consumo de la información.
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Pero no justicieros — ¿Cuál es su mayor logro profesional? — Haber sido honesto con la audiencia; haber podido leer a través de la pantalla, esa honestidad de tratar permanentemente de representarlo, y no comprar las agendas de quienes se me ponían delante cuando tenía que entrevistarlos, sino hacer mi trabajo de la manera más responsable posible. Ese ha sido mi mayor logro: tener la satisfacción de decir eso se esperaba que hiciera. Eso me deja la conciencia tranquila. — ¿Cuál entrevista encuentra como la más enriquecedora en su carrera periodística? — Me impresionó Felipe González. Me pareció intelectualmente brillante. Lo entrevisté en el Palacio de La Moncloa, a propósito de la Primera Conferencia de Paz para el Medio Oriente, que era la primera vez que en la historia que árabes e israelíes se sentaban a hablar de paz. Me impresionó su brillantez. — ¿Qué consejos da para el manejo de una entrevista? — El único consejo es hacer bien la tarea, prepararse; conocer lo máximo posible sobre el tema que se va a tratar, del entrevistado, anticipar las posibles respuestas y tener la posible contrapregunta, intuyendo cuál puede ser la respuesta. Una cosa muy importante es que haga la pregunta sin ningún prejuicio, y jamás tomarse el rol del justiciero. Uno, como periodista, está allí para obtener información. Desafiar al entrevistado para obtener las respuestas más jugosas, editorialmente más importantes, pero no para transformarse en un juez y fiscal que acusa y toma la justicia entre las manos. Ese no es el deber del periodista. El periodista debe conseguir la mayor cantidad de información a través de una entrevista pero para nada debe ser justiciero. — ¿Qué aconseja en los momentos de mayor tensión en una entrevista? — Mantenerse firme, escuchar mucho. Esa es una característica que se aprende sobre la marcha. A veces uno lleva una serie de preguntas, y
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Estados Unidos. Su nivel de profesionalismo significa que se le respeta. Jamás negociaría sus principios éticos. Su forma de hacer periodismo justamente busca balance y equilibrio. Por un lado, está la propiedad, los accionistas, y, por el otro, están los que corren el negocio que son los periodistas. Jamás el periodista, número uno, el jefe o el editor, va a permitir que los accionistas le digan, ‘mirá, acá el negocio es así.’ — ¿Cuál es su mejor consejo para los dueños de medios? — Que asuman la responsabilidad ética, primero como ciudadanos, o como empresarios, y después como actores que pueden colaborar de manera bien directa en fomentar la libertad y la democracia de sus países. — Bajo esta línea que plantea, ¿se garantizan éxito esos dueños en la industria de la comunicación? — Los diarios de mayor prestigio en el mundo, están basados en ser lo más independientes y equilibrados y el público acepta ese equilibrio, porque lo que buscan es ese ideal. En América Latina, habría que hacerle la pregunta a los propietarios de los medios de comunicación, si lo que buscan es ese ideal, o multiplicar su dinero de la manera más rápida. No tengo la respuesta, ni la sé, pero cada uno de los propietarios debería hacer en un acto de conciencia y decir: ‘Me metí en este campo ¿para qué?, ¿para multiplicar mi dinero a la velocidad más grande posible?, o ¿representa un compromiso mucho mayor con la sociedad? — ¿Cómo analiza las relaciones de los periodistas con los políticos? — Muy difícil para los periodistas, porque la sociedad en América Latina hace que no se esté en un terreno nivelado. Cuando un periodista se enfrenta a un político no está en un terreno nivelado, y en líneas generales ese periodista siempre pierde, porque ese político como tiene el poder político, está directamente conectado al poder económico, el poder económico está conectado al dueño del canal, y cuando el periodista se enfrenta al político, de alguna forma produce una reacción urticante, por preguntas difíciles, o por hacer su trabajo a fondo. El político se va a encargar de pasarle la factura, y automáticamente le van a hacer pagar la factura. No es un terreno nivelado.
284 — ¿Y si además se logran exclusivas? — Es lo máximo. Es lo que uno quiere. Lograr lo que los otros no pueden lograr. Porque en definitiva esto es un negocio altamente competitivo, y creo que a todos los que estamos en este negocio, nos encanta competir, y nos duele llegar segundos, queremos por lo menos empatar en primer lugar, y si le ganamos al otro ahí estamos doblemente satisfechos porque pudimos hacer nuestro trabajo mejor que todos los demás.
Apunten…fuego — ¿Cuál es su visión de la relación de dueños de medios y su influencia en ámbitos editoriales? — Esa es una escena de la película y para llegar a esa escena, tengo que ver de dónde venimos. América Latina es la región del mundo con la mayor disparidad en la distribución del ingreso. Mayor que África. Mayor que Asia. Es la región del mundo en donde la concentración de la riqueza está en menos manos. Eso significa que los medios de comunicación están en manos de esa minoría. En líneas generales, se puede concluir que la mayoría de los medios de comunicación en América Latina, están al servicio de esas clases que concentran el poder económico-políticosocial y no necesariamente al servicio de la comunidad. — ¿Cómo valora la relación entre los dueños de medios y directores editoriales? — Es una relación directa. En América Latina, en líneas generales, los propietarios de los medios de comunicación son, en definitiva, los directores de noticias; hay una relación clarísima de independencia o de falta de independencia. — ¿Cómo incide esto en el ejercicio de la profesión? — Te lo contesto por descarte. En CNN, Tom Johnson fue presidente varios años, incluso durante la primera Guerra del Golfo. Venía de ser el editor en jefe de Los Angeles Times, que junto con el New York Times y el Chicago Tribune, son de los diarios de más prestigio en los
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— ¿Cómo conciliar la piel de gallina en La Habana o en Berlín con un ejercicio periodístico de mente fría? — Ver la gente que se abrazaba y festejaba por la alegría del reencuentro son cosas íntimas que te llevas. No necesariamente las reflejas manifestando eso en la pantalla, pero íntimamente hay experiencias que tengo que son viscerales. — ¿Es posible ese desdoblamiento? — Es la función. Te digo que si sos un cirujano y de repente viene un niño y se te está por morir ahí, es posible que sientes que el corazón se te parte en dos, pero tenés que seguir operando y seguir actuando con la misma frialdad como si fuera de palo. Eso es lo que pienso hay que hacer. — Oficio, vocación, profesión. ¿Cuál es el condimento crítico para usted en esta actividad? — La curiosidad. Todos tenemos vocación, pero en esto es la vocación de querer saber, qué pasa, cuándo pasa, por qué pasa, dónde y por qué. No podés ser indiferente, sin poder entender qué pasa, por qué pasa y cuándo pasa. — Sin pasión el ejercicio del periodismo no funciona… — La pasión viene sobre la marcha. Cuando me meto en una noticia, quiero escarbar y ver los detalles, ahí encuentro el placer, la diversión, la pasión. Me regocijo porque estoy escarbando. Me da satisfacción la búsqueda de la verdad, la búsqueda de lo que me está faltando. Eso es lo que me apasiona. Soy un loco a nivel personal del automovilismo. Mi pasión son los autos, porque me apasiona la velocidad, y de alguna forma la pasión de hacer periodismo la descubro cuando hay un acontecimiento que está en desarrollo. ¿Te acordás de la liberación de los rehenes en la residencia del embajador japonés en Perú? ¿Aquella explosión? ¿Y la confusión? Ahí es cuando surge la adrenalina. Ahí es donde uno siente la pasión por conocer, por indagar, descubrir, escarbar, qué está sucediendo.
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El otro mundo — ¿Qué valores claves rescata de su paso por CNN? — Haber estado expuesto al panorama mundial. Mientras uno en su país de origen aprende a discernir del uno al diez la importancia que tienen noticias en Costa Rica o en Uruguay, acá el mundo es el marco de referencia. Es una experiencia única. Se puede lograr cualquier cosa en cualquier parte del mundo, en cualquier momento. Son ligas mayores y a uno le cambia la perspectiva. Ahí se puede todo en todo momento. Cuando cayó el muro de Berlín nos enteramos a las 4 de la tarde y a las 7 estaba trepado en un avión rumbo a Berlín. Esa rapidez de reacción, te cambia las perspectivas. — Como reportero, ¿qué sintió al llegar y respirar con el muro de Berlín ya caído? — Reportar la caída del muro fue la historia más linda que recuerdo, porque la gran mayoría de las historias que cubrimos son siempre dramas, tragedias, problemas. Berlín fue reportar una fiesta cuando dos pueblos que habían pasado separados 28 años tienen el reencuentro, la fiesta, la celebración, tanto es así que los berlineses del lado comunista, por decirlo así, entraban por primera vez al lado contrario y los democráticos los estaban esperando con champaña y con cerveza y no los conocían. — ¿Qué se siente en ese momento ser reportero? — Ser protagonista de primera fila de una historia, o sea estar viendo un elemento histórico. Se me puso la piel de gallina, cuando Juan Pablo II llegó a Cuba a una visita de 5 días. — ¿Por qué la piel de gallina? — Cuando uno llega a Cuba, se da cuenta inmediata de que es un pueblo completamente oprimido, y la sensación, aún no siendo católico, es que este señor es un salvador, llega a un país a darle la mano a un pueblo, a sacar la cara por esta gente. Cuando se abre la puerta del avión y sale este personaje que, por supuesto, tiene un peso impresionante, uno no puede dejar de reconocer que te impacta, que te conmueve.
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— Sí, es el hecho de que cada moneda tiene dos caras, y es el principio ético de ser justo, de ser balanceado, de ser ecuánime. Me molesta mucho cuando veo que canales, diarios y radios, están absolutamente sesgados, y creo que es un derecho que tiene el latinoamericano de estar expuesto a eso, el periodismo que se acerque al ideal de independiente, y que no necesariamente tiene. — ¿Cuáles son los principales valores éticos de un periodista? — Entrar a cualquier noticia, como un papel en blanco, sin ningún tipo de prejuicio. Siempre digo que mi negocio es mostrar la realidad y reflejarla tal como es; entrar a los temas con el mismo desapego; sin traer, de entrada, preconceptos a una historia. — ¿Y los grandes desafíos del periodista? — Ser profesional. Lo que vemos con enorme frecuencia es la irresponsabilidad con que se toman un montón de casos, cuando aún no se sabe lo perjudicial que es. — Dice usted que el periodista debe retratar nítida y transparente la realidad. ¿Quién es un periodista de excelencia? — Aquel periodista que se puede desapegar de todo lo que piensa y siente, y aplica la técnica de hacer periodismo, sin ningún prejuicio. En el periodismo, tengo que llegar a cada historia con la misma cara. No me debe importar si es de derecha o de izquierda, de bajo, de centro, bueno o malo, tengo que llegar como un profesional completamente desapegado de todo prejuicio. Ese es un excelente periodista. — ¿Se aplica esa depuración profesional en el ejercicio periodístico en Latinoamérica y en Estados Unidos? — En Estados Unidos se aplican algunas reglas cuando se cubren historias nacionales. En América Latina, por suerte, hay excepciones de ese tipo de periodismo que no hacen más que confirmar la regla que la mayoría de los periodistas no necesariamente comulgan con esos principios.
280 “Hay toda una generación de genes de broadcasting en mi familia”, me dice la noche en que me atiende en el lobby del hotel Quality Real, Guachipelín, Escazú, al oeste de la capital. En jeans, camisa celeste, manga larga, pañuelo al cuello, sin corbata, conversamos después de una jornada de concientización a dueños de medios de Costa Rica sobre responsabilidad social. Afila su crítica al denunciar la disparidad en la concentración de riqueza en Latinoamérica y la disparidad en la concentración de propiedad de los medios, y en los riesgos de la manipulación que corre el periodista. Y no tarda en sentenciar cuando lo interpelo de cuál considera es un pecado capital del periodista hoy: “Ser corrupto, porque cuando uno se presta a la agenda del dueño de un canal, de un medio de comunicación, e hipoteca los principios éticos y los valores morales, uno se está prostituyendo”. Su hablar, de cadencioso dejo porteño, se torna severo en materia de principios. “No puedo prostituirme y ser manipulado por una agenda, sea cual sea”. Su hablar se vuelve apasionado cuando toca sus otros dos amores: la familia y el automovilismo. Su familia está por encima incluso del periodismo. “Si me tienen que echar por ocuparme de mi familia y no de una historia, con gusto lo hago”. Y ama hasta sus tuétanos al automovilismo. En 1990 ganó el rally más grande en Uruguay, denominado “19 capitales”. “La pasión sigue ahí. Está en los genes”. — ¿Usted se inició en el periodismo radiofónico en Uruguay? — Yo colaboraba con el departamento de noticias de uno de estos tres medios que te hablaba. Cuando llego a Estados Unidos, quiero saber lo que sigue pasando en mi región, América Latina, y me doy cuenta de que para los americanos no existe. Descubro que hay una sola cadena en español, que habla un poco más de América Latina, pero no lo suficiente, me pongo en contacto con ellos, y justo se crea la segunda cadena de televisión. Te estoy hablando de 1987, o sea hace 20 años, se llama Telemundo y me contrata para que le presente las noticias de su noticiero nacional y así empiezo en la televisión en Estados Unidos. — ¿Hay algún hecho que marque su inclinación hacia el periodismo?
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El corredor de la CNN
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orge Gestoso ha vivido en primera fila o en el campo de batalla los más dramáticos acontecimientos mundiales en décadas recientes. Como presentador estrella de CNN en Español narró en vivo, desde la base de Atlanta, el estallido de la primera Guerra del Golfo, el 16 de enero de 1991. Cubrió en el sitio las matanzas en Los Balcanes. Sintió la piel de “gallina” cuando el papa Juan Pablo II llegó a La Habana, el 21 de enero de 1998. Y se le volvió a erizar la piel cuando caminó junto a miles de gentes recién caído el Muro de Berlín, el 10 de noviembre de 1989. Pero no olvida como, en media guerra en Los Balcanes, quedó atrapado en un callejón de la muerte. Fue en Mitrovika, Kosovo, 1988, pueblo donde estaban albaneses y serbios. “Ibamos caminando para alcanzar a unos albaneses, para tratar de hablar con ellos. Era como una avenida central. Doblaron. Era como un callejón sin salida, y entonces empezó una balacera y venían balas de todos lados, y ahí dije, ‘acá estamos fregados’. Fue el momento en sentí que estaba tomando un riesgo muy grande”. Como presentador de CNN y corresponsal jefe en Washington, su rostro se volvió familiar para miles de telespectadores en América Latina desde 1988. Una tarea que desempeñó “con orgullo”, dice, para representar a la región hasta el 2004 en que se retiró y fundó su propia firma, GTN Televisión News. Gestoso, nacido en Montevideo, Uruguay, un 20 de marzo de 1951, tuvo desde muy pequeño su llamado al oficio. Su abuelo fundó tres radioemisoras en Uruguay. Su padre, hijo único, siguió esos pasos y transmitió por radio la Segunda Guerra Mundial. Y una generación después, Jorge describió para la CNN la primera Guerra del Golfo.
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Jorge Gestoso, nació en Montevideo, Uruguay, el 20 de marzo de 1951. Fue presentador estelar y corresponsal en jefe en Washington D.C. de CNN en Español. Ha cubierto importantes acontecimientos mundiales en las últimas dos décadas. Dirige GTN/ Televisión News en EE.UU. Y es un apasionado del automovilismo.
Foto: Rafael Pacheco
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— Me habría gustado entrevistar a Fidel Castro. — ¿Por qué? — Para conocerlo mejor como persona. No he visto una entrevista de Fidel Castro que lo muestre a él como persona, pero sí como político, como líder, pero sí me habría gustado tener a Fidel, el ser humano, como mi entrevistado, por todo lo que es Fidel. — ¿Y alguna cobertura que digás, ¡qué lastima que no la hice!? — Me habría gustado cubrir la Guerra de Vietnam. — ¿Por qué Vietnam? — Por la situación que existió en ese momento, en Estados Unidos, era una guerra muy diferente. Vietnam fue muy diferente porque en Estados Unidos no fue una guerra muy popular. — Si el banderazo de partida en tu carrera fuera hoy, ¿sería en periodismo? — Claro que sí. Porque esta carrera es fascinante. Poder compartir. Poder vivir los sucesos, la realidad humana, la tragedia, el triunfo, es una cosa que te llena como persona y como profesional, sientes que estás ayudando y que estás aportando o haciendo algo. Hay alguna gente que dice que el periodismo es una profesión de mucho glamour, pero no creo eso. Lo que sí creo es que tienes oportunidad de sentarte con alguien que te esté contando su historia y luego poner esa historia en una nota periodística, puede ser una tragedia, o un triunfo, es algo fascinante.
274 — ¿Tenés alguna obra favorita en tu carrera? — Sí, claro, libros de literatura. Me gusta la generación española, libros como los de Unamuno, Machado, de la época de la revolución española, y los primeros años del siglo pasado. Mi favorito como escritor, como pensador, Unamuno, y como poeta, Machado. — ¿Tu mayor virtud como reportero? — No sé si es una virtud pero es luchar siempre contra los prejuicios cuando cubres una información. Los sentimientos pueden llevarte en diferentes direcciones. Siempre tienes que tener presente que los sentimientos no afecten la forma en que escribes. He tenido mucho cuidado en eso. Hay que ser lo más honesto que se puede sobre todo cuando se escribe sobre política. Hay que tener mucho cuidado. — Mucho cuidado, ¿por qué? — No debes dejar que tus sentimientos, que tu forma de pensar, influya en lo que estás escribiendo. Hay veces en que puedes hacer esto, pero no en todo tipo de nota. Por ejemplo, en la tragedia humana, puedes escribir en forma más humana, no tan fría. Ahí sí puedes porque estás hablando de cosas humanas, de sentimientos, pero en notas sobre política no porque no todos somos políticos. — En el balance de tu carrera, ¿hay algo de lo que te avergüences? — No recuerdo nada de lo que me avergüence o de lo que sienta vergüenza. Pude haber hecho cosas mucho mejor, tal vez, pero no siento que haya algo de lo que me arrepienta. — ¿En que te sentís más orgulloso? — En que hice lo mejor que pude. Cometí errores pero siempre fui y he sido honesto. — ¿Te queda alguna entrevista pendiente en tu carrera, que vos digás, ‘pucha, la debí haber hecho’?
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tal medio político y como tal no existe en el periódico. Ese tipo de mentalidad, de que tal partido no existe, y nunca va a aparecer aquí en el periódico, porque son enemigos políticos, se practica cada vez menos. Ahora los periódicos son más objetivos, aun cuando el dueño tenga sus preferencias políticas. Tratan de ser más imparciales en sus apreciaciones y tratan de estar más abiertos a todas las diferentes secciones y diferentes vertientes de la sociedad. — ¿A qué obedece este cambio? — Es un cambio por razones de sobrevivencia, independientemente de los valores éticos y los principios de imparcialidad y objetividad. No puedes tener un periódico, por ejemplo, con una línea izquierdista radical. ¿Quién lo va leer? Solo los que piensan como tú. Nada más. En cambio, un periódico que quiere ser más parte de la sociedad, que es más consciente de las problemáticas de los diferentes sectores, va a estar más abierto y lo van a leer muchos sectores de la sociedad. En México, por ahí de los años ochentas, empezaron a abrir sus páginas editoriales, empezaron a permitir que otras opiniones políticas se reflejaran en sus periódicos. — ¿En dónde está el secreto del éxito del “negocio” del periodismo? — Un periódico que es un buen negocio, es un periódico independiente, porque no está “acercado” a nadie. Los periódicos que han hecho un esfuerzo por mantenerse como empresas económicas, con recursos económicos para sostenerse, son independientes. En cambio, un periódico que no tiene recursos y para sobrevivir tiene que aliarse a ciertos grupos y favorecerlos, ya no es un medio independiente, es un medio contaminado, es un medio que simplemente está atado a ciertos intereses. — ¿Leés mucho? — Leo muchos periódicos. — ¿Y libros? — Leo muchos libros, también. Sobre todo me gusta la historia, la literatura, algunos novelistas en Estados Unidos, libros de investigación histórica o religiosa.
272 eso es simplemente por ser leal a esta sociedad que tiene la confianza, y si te ganas la confianza de esta sociedad, puedes decir hasta cierto punto que eres un líder, porque creen en ti. — ¿Hay algo de malo en ser líder? — Depende del líder. No creo que sea malo, sino simplemente que el papel básico de periódico no es ser líder, sino informador. Lo otro se da por añadidura. Cada periódico tendría que ser líder, y no es así. Lo que tiene que tener un periódico, el activo más valioso de un periódico, es la credibilidad. Si un lector no cree en ti, estás jodido. Tú tienes que tener tanta imparcialidad y tanta credibilidad en un periódico, que aunque no estés de acuerdo con lo que escribes ahí no puedes decir que es mentira, puede ser que ideológicamente no estés de acuerdo, pero respetas lo que está ahí. — ¿En qué se basa la credibilidad? — En que el periódico no le mienta al lector. Que diga lo que está pasando en la sociedad, con claridad, con verdad. En México, cuando el PRI, un partido poderosísimo, estaba en el poder, los periódicos fueron por años parte del sistema, seguían los dictados del partido. Era una prensa de una institución, un pilar del sistema que no tenía lectores, porque día tras día, tú veías que los titulares principales eran cualquier tontería que decía el presidente. La prensa no respondía a la sociedad, sino que estaba comprometida con el gobierno, respondía a esos intereses. — Tocás otro tema importante: la independencia, ¿cómo la valorás en el ejercicio periodístico? — Para tener éxito, forzosamente tienes que ser independiente porque sino lo eres te echas cadenas tu solo. No tienes recursos suficientes para sobrevivir solo, como cualquier empresa, pues vas a tener que buscar apoyo que te van a cobrar después. — ¿Cuál es tu visión de la incidencia de los dueños de los medios en el ejercicio editorial? — Está pasando el tiempo en que los dueños eran una especie de dictadores y usaban líneas rígidas; en que decían fulano de tal está en
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Internet para su información. Creo que los periódicos van a seguir. Tal vez pierdan un sector de lectores porque, aunque muchos lo niegan, las nuevas generaciones están más acostumbradas a la Internet que al periódico. Los jóvenes ahora no leen un periódico, pero manejan Internet, y lo manejan como si lo hubieran hecho toda su vida. — ¿Continuarán conviviendo la televisión y la prensa escrita? — Creo que sí. La televisión no ha sido una verdadera amenaza para la prensa escrita, porque la televisión te da la imagen, pero el material informativo, la palabra que te hace pensar y reflexionar, eso solo lo ves en el periódico. La prensa escrita siempre va a tener ese momento más calmado, más tranquilo, para dar la información. La televisión es imagen. Por eso creo que no es competencia. — ¿Qué significado le ves a esa relación de la prensa con la sociedad? — Creo que la gente se identifica más con un periódico que con la televisora, será porque lo lee todos los días, se acostumbra y lo ve como tu periódico. Hay un elemento de credibilidad y de identificación, y un lector asiduo, si le falta el periódico en la mañana, siente como que le falta algo.
Somos el reflejo — Planteás el factor de credibilidad, ¿qué le exige esto a los periódicos? — Les exige ser fieles a esa sociedad. No creo que los periódicos deban ser líderes. Los periódicos deben reflejar la sociedad, más que ser líderes de la sociedad. Deben reflejar las cosas buenas y las malas, y esa es una forma de conducir la sociedad. — ¿Por qué ser reflejo y no ser líderes? — Porque la misión no es ser líder, ni abanderado, nada de eso. La misión es informar. Si informas bien, te creen. Si te creen puedes ser líder, pero
270 — ¿Afecta esto a la calidad del periodismo de hoy? — Puede afectarla porque a los reporteros se les exige a veces demasiado. Creo que quita un poco de reflexión antes de escribir, que son los momentos importantes, porque es cuando formas la idea. Sí se afecta eso. — ¿Está afectando el reporterismo de a pie? — Sí, creo que sí, porque se le está exigiendo al reportero muchas cosas, que tienes que hacer aquí, y tienes que hacer allá, que tiene una revista, las páginas de Internet. Las páginas de Internet son un océano de información, y los periódicos están yendo a eso también. — En ese oleaje de las comunicaciones, ¿qué recomendás a las organizaciones periodísticas para un ejercicio reposado? — Es un reto para las organizaciones periodísticas de ahora. Con todos los canales de información que hay –Internet, multimedia, la radio, la televisión– la prensa escrita se enfrenta a un reto muy importante, tiene que buscar la forma de cómo sobrevivir a esto, por los cambios que se están generando. — ¿Cómo creés que sobrevivirá la prensa escrita? — Muchos ven a la Internet como la amenaza a la prensa escrita. Yo no la veo como una amenaza. La prensa escrita va a sobrevivir. Tal vez va a cambiar porque, ¿cómo le haces tú para convencer a una persona para que compre tu periódico en la mañana, para leer sobre una información, una noticia, un evento que ya escuchó en la radio, vio por televisión o por Internet? Tienes que darle un valor agregado a esa información básica que le dio Internet, que le dio la radio, que le dio la televisión, incluso por celular. En la prensa escrita hay que buscar la forma. Hay que buscar formas de mantener el ojo del lector sobre la columna del periódico y para hacerlo así hay que jugar más con el lenguaje. — ¿En qué escenario ves al periodismo escrito en el 2025? — No me lo puedo imaginar porque los cambios van a ser tan rápidos en los próximos años, que no sé cuánta gente estará usando solamente
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decisiones determinantes. Esta es una profesión que no se rige por ley, sino por principios de ética. Eso es lo principal, y así es como tienes que vivir. — ¿Quién es un buen editor periodístico? — Un buen editor es aquel que hace que el reportero al día siguiente vea que su material, si es de un 70 por ciento, lo vea de un 100 por ciento. Que vea que es una obra de arte, en cuanto al idioma, a la forma de escribir. El trabajo del editor es pulir la información desde el punto de vista del lenguaje, y también desde el punto de vista periodístico, y también asegurarse de que toda la información esté ahí, que no falte nada, que esté completa. Un buen editor forma buenos periodistas. — ¿Qué caracteriza una buena información? — Depende. Hay que ver los principios básicos, que una información esté completa. Que cuando el lector termine de leer esa información esté satisfecho de que le dieron la información detallada y exacta. — ¿Qué implica esto? — Implica que tiene que ser muy cuidadoso; de repente, hay detalles que se olvidan y se olvida tomar detalles de ciertas cosas tan sencillas como por ejemplo nombres, de algún personaje, detalle de alguien que dijo tal cosa, cifras. Que el lector cuando lea un artículo, un reportaje, una noticia, sepa que tiene todos los detalles, que esté bien. — En estos tiempos del vértigo digital, ¿estamos fallando los periodistas en eso? — Empecé en la época en que todavía no estaba el télex en las transmisiones internacionales; era la señal por radio acá en la región. Luego llegó el télex y pensábamos que era la maravilla del mundo. Después vinieron las computadoras pequeñitas. Cada día es algo nuevo, y cada día hay más información disponible, y cada día hay más acceso a esa información. El periodista tiene que ser ahora una especie de mil usos, porque está escribiendo para un periódico, para una página de Internet, para boletines, para una revista. Tiene que adaptarse a las formas de informar.
268 — De la relación con las fuentes, ¿qué sabor te deja a lo largo del camino? — Lo primero que se aprende de las fuentes es a dudar de ellas, porque especialmente en cuestiones políticas, si alguien te llama y te dice que te quiere dar una exclusiva, lo primero que tienes que preguntarte es: ‘¿Por qué me la está dando?’ El periodista debe cuestionarse siempre. Muchas veces cae en el error de convertirse en un micrófono de intereses creados, servir de plataforma a alguien que tiene una idea o un proyecto personal. — De la relación con los políticos, ¿qué recomendación planteás? — Con los políticos hay que ser un poco cínico en el sentido de no aceptar todo lo que te dicen porque algunos quieren aprovecharse de la prensa, porque este es un medio muy poderoso. El periodista tiene que cuestionar lo que se dice sobre todo en política.
Me miro al espejo — ¿Tus consejos a un principiante en periodismo? — Estudia tu propio idioma. Que seas un maestro en tu idioma. Acuérdate siempre de cuestionar, no aceptar como verdadero todo lo que te dicen. Acuérdate que tienes que vivir con tu conciencia, eso es importante. Es muy fácil ceder a las tentaciones, que te traten de influenciar de alguna forma de comprarte de alguna forma, hay que mantener el sentido de la ética. Y todas las mañanas ver tu persona en el espejo, y ver si has mantenido tu lealtad y tus principios. — ¿Qué consejos le das al director de un medio de comunicación? — El tercero nada más. Vivir con tu conciencia. — ¿Por qué esa recomendación al director de un medio? — Bueno, no solo a él a todo el mundo, a un reportero, a un principiante. El ser humano tiene que vivir con ciertas reglas éticas. El director de un medio desde luego porque tiene mayor responsabilidad, en la toma de
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— ¿Qué matiza, una información que engancha? — Es aquella información de la que el lector no aparta sus ojos. Tienen que ser notas amenas, que mantengan al lector interesado. Si vas a escribir, por ejemplo, sobre una nueva ley tributaria, si dices que el gobierno espera recaudar tantos millones al año más, etcétera, eso no te va a decir nada. Pero si, en cambio, dices al lector que si gana 20.000 colones va a tener que pagar 400 ó 500 más, eso ya es otra cosa: atrapa al lector. Muchas veces la información hay que personalizarla. — ¿Cómo caracterizás las primicias de un periodista? — Son importantes desde un punto de vista profesional. Te mantienen vivo, siempre con un espíritu competitivo. — ¿Es esa una razón esencial del periodista de excelencia? — Esa es una parte. La otra y, creo, la más importante es la parte humana. Cubrir una matanza en una aldea en Guatemala, donde llegan grupos en la madrugada, recogen a toda la gente, la llevan a un galerón que tenían en el pueblito y matan a un montón. Al día siguiente, te encuentras con eso, y la gente te cuenta todo lo que pasó. Eso te reafirma en tu vocación, en tu profesión, tu deseo de ser periodista, porque te sientes un instrumento útil para llevar al resto del mundo esa información que es importante, el sufrimiento de esa gente. Fue en los ochentas, cuando estaban los gobiernos militares. Lo recuerdo por el sufrimiento de esta gente, el llanto, la masacre. Es imborrable: gente buscando hermanos, hijos, maridos… fue doloroso.
La vida me enseñó — ¿Qué lecciones te deja tu trayectoria en el periodismo? — Una gran satisfacción, el hecho de ser periodista y poder transmitir hechos y dar la información, todo tipo de información, en donde se ve la grandeza y la maldad humana.
266 segundo, la sensibilidad, sino tienes sensibilidad no puedes ser periodista, aunque el periodista siempre aparece como el cínico, como el que no siente nada. Eso es una máscara que llevamos todos, y tú lo sabes, pero si no tienes sensibilidad ante una tragedia o ante un triunfo, entonces no puede ser periodista porque no puedes transformar eso en palabras o en información que le puedan llegar a las gentes, y el tercero, tampoco es un secreto, es saber manejar el idioma. Un lector que lea una nota de un periodista que está mal escrita y él se da cuenta, y tiene errores gramaticales y la sintaxis es pésima lo más que puede decir es: ‘¿Qué está haciendo este persona como periodista?’. — ¿Cuáles son las mejores armas para entrevistar? — Una entrevista se va haciendo. Tú puedes llevar una idea, pero la entrevista va surgiendo sola, conforme vas avanzando. Tú vas llevando los temas pero de repente, ¡pum!, el entrevistado dice algo que te llama la atención y el curso de la entrevista cambia, y de repente se abren otras informaciones más importantes. Tu puedes hacer 20 preguntas y no le sacas nada, pero al final el tipo te dice algo que cambia todo el rumbo de esa entrevista. — Al escribir, ¿cuáles son los condimentos de tu mejor receta? — Usar las menos palabras posibles con la mayor información posible. Yo tenía un editor que cuando tú escribías una página te decía : ‘¡Sacúdela!, para que solo le quede lo importante. Sacude la historia para que se caiga todo lo que no sirve’. El mejor o peor editor que puedes tener eres tú mismo. El periódico la gente lo lee en el bus, porque a veces no tiene tiempo, en el metro, en el tren. Hay que ser preciso y breve en la información. — Una cosa es reportear, otra entrevistar, otra el escribir, ¿cómo superar la angustia que muchos sienten al escribir? — ...¿Qué muchos?, ¡que todos! Lo difícil es empezar, lo piensas y lo piensas, pero ya una vez que tienes el principio, como que fluye solo, y no hay remedio para eso.
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— ¿Alguna experiencia que considerés como la más riesgosa, en este periplo que ahora pareciera tan corto? — El riesgo siempre existe en una profesión como la del periodista, y en el caso de nuestra región, hubo unos años en los que fue bastante riesgoso lidiar con los militares salvadoreños y guatemaltecos. Era muy riesgoso porque hubo varios periodistas desaparecidos. En El Salvador, la regla era andar en pareja. Nunca salir solos. Un par de veces estuve contra la pared. En Venezuela, entraron los militares una vez y nos dijeron que nos iban a matar, y no pasó nada, pero sí sentimos temor. Todo el mundo siente temor, cuando están involucradas las balas, y te pasan tan cerca. — ¿Cuál es tu recomendación para un periodista en esos escenarios de tanto riesgo? — No tomar riesgos innecesarios. En una situación así no se puede hacer mayor cosa, solo tener mucho cuidado. Hay muchos periodistas que toman riesgos que no son necesarios, y arriesgar la vida por buscar una información tampoco tiene mucho sentido, por solo estar entre las balas. — Pero sí arriesgarse con la mejor agresividad periodística. — Sí, claro, pero tomando en cuenta que es tu vida y que debes tomar la mayor protección que puedas. Estuve en pleno San Salvador y tuve que defender a la gente nuestra ahí. Nuestros corresponsales estaban bajo amenaza, y tuve que ir a hablar con los capitanes, coroneles, para poder sacar a la gente del país. A mí me expulsaron. Pero bueno, nosotros usábamos chalecos a prueba de balas, y teníamos medidas de seguridad extremas. Los mismos fotógrafos no podían tomar fotos que pusieran en riesgo su integridad, porque cualquier flashazo podía poner en peligro la vida.
Mis secretos… — ¿Cuáles son los tres mejores secretos para llegar a ser un excelente reportero? — Secretazos, bueno es que no son secretos y son: primero, la curiosidad;
264 José, con su inconfundible bigote canoso, su cara de niño grande y su acento tejano, fronterizo. No deja de bambolear sus manos con inquietud, mientras rememora aquel golpe noticioso, uno de los muchos que a lo largo de esos 40 años vivió en la más famosa agencia noticiosa estadounidense. Eloy trabajó para la AP desde 1965. Pero ya desde 1961 su vida se cruzó en Venezuela con movimientos guerrilleros y otros acontecimientos de violencia política. Reporteó en Caracas para un periódico en inglés y cuatro años más tarde empezó a trabajar con la AP. Primero en Puerto Rico; estuvo 6 años en Dallas como redactor y luego como editor estatal. Después volvió a Puerto Rico, como director de la zona del Caribe. En 1969 lo designaron en México como director de la zona de México, Centroamérica y Panamá, función que desempeñó en los últimos 27 años y que le hizo partícipe y testigo de los más convulsos acontecimientos vividos en la región.
Como un imán “Siempre me gustó la idea del periodismo. Me atrajo. No puedo decirte desde cuándo, pero sí creo que desde siempre, desde que estaba pequeño, leía periódicos y me sentía atraído por la idea de los periódicos, creo que para ser periodista, y ahí surge de nuevo la pregunta de si el periodista nace o se hace. El periodista primero nace y después se hace, porque puede ser que venga con el instinto de la curiosidad, que es básico en el periodista, y gracias a la experiencia de la academia y demás, adquiere lo mejor para llegar a ser un buen periodista”. — ¿Algún hecho marcó tu inclinación por el periodismo? — Una cantidad de hechos me confirmaron mi vocación como periodista. Cubrí en Venezuela los golpes militares, los movimientos guerrilleros y me sentía bien, poder informar sobre eso, poder ser testigo de la historia, pero más que eso, ser un participante, en el sentido de que estás narrando. En Centroamérica, cubrí matanzas en Guatemala. Vi lo que puede hacer la crueldad humana; tuve la oportunidad de llevar esto y hacerlo público, llevarlo al conocimiento de otros, para que de alguna forma sirva.
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Soldado de la AP
E
l jueves 19 de setiembre de 1985, a las 7:19 a.m., un poderoso terremoto azotó la ciudad de México. Tuvo una magnitud Richter de 8,1 grados; tardó unos dos minutos en su impacto y causó entre 10.000 y 40.000 muertes. Hospitales y edificios multifamiliares derrumbados. Gente muerta, herida, desaparecida; suspensión del servicio de agua, del telefónico, del transporte por metro, gigantescos daños viales, todo en un ambiente caótico, fue escenario para uno de los mayores golpes informativos que recuerda en su carrera Eloy Aguilar, el hombre de la agencia AP en Centroamérica. “La oficina nuestra quedó muy dañada. No había agua. Ningún tipo de telecomunicaciones. A dos ayudantes de redacción les di cámaras y los mandé a tomar fotos, de los daños, de lo que hubiera... No había teléfono para comunicarse ni dentro ni fuera de México. Recogimos toda la información y llamé a un amigo de la CBS. Le dije que si quería compartir el alquiler de un avión y me dijo que sí y con toda la información, en el camino escribí la nota, y aterrizamos en la parte sur de Texas. Hablé con el gerente del aeropuerto. Le conté lo que había pasado en México y le dije de la información que llevaba que si me dejaba usar su teléfono y desde ahí la transmití. Fue la primera información que salió del terremoto para los periódicos. Fue un servicio de AP. Estuvimos horas adelante de todo el mundo. Y de ahí seguimos a Dallas, con todos los rollos, para revelarlos y mandarlos. Lo recuerdo porque desde el punto de vista profesional y técnico se hizo todo lo que debía hacerse”. “Te fluye la adrenalina porque sabes que, en un momento de crisis, estás haciendo tu trabajo y lo estás haciendo bien. Que te fluya la adrenalina es como una droga que te mantiene. Es la verdad”. Eloy Aguilar sorbe una limonada con deleite al contarme aquella anécdota la noche en que cumple 40 años, 11 meses y 23 días de trabajar con AP. Me atiende en su habitación del hotel Palma Real, Sabana Norte, San
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Eloy Aguilar nació en la frontera de Texas el 5 de enero de 1937. Tiene una maestría en español de la Universidad Católica de Dallas. Sirvió en el ejército de los Estados Unidos pero su vida la consagró al periodismo desde la agencia de noticias AP a la que dedicó 40 años de servicio como director para México y Centroamérica.
Foto: Erick Córdoba
Eloy Aguilar Estados Unidos
II Parte
Y de más allá…
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I Parte / fuentes: Ana Coralia Fernández A. / Entrevista en Al Día, Llorente, Tibás, Costa Rica, 22 de marzo de 2006. Guillermo Fernández R. / Viernes 10 de noviembre de 2006 desde ciudad Panamá, vía e-mail. Lafitte Fernández R. / Entrevista en Al Día, Llorente, Tibás, Costa Rica, 17 de abril de abril 2006. Roberto García / Entrevista en Centro Costarricense de Producción Cinematográfica, 21 de marzo de 2006. Vilma Ibarra / Entrevista en Al Día, Llorente, Tibás, Costa Rica, 31 de mayo de 2006. José Luis Ortiz / Entrevista en su oficina-estudio, Tibás, Costa Rica, 13 de julio de 2006. Salustio Pauta / Entrevista en Al Día, Llorente, Tibás, Costa Rica, 17 de mayo de 2006. Boris Ramírez / Entrevista en Comunicación Corporativa Ketchum, La Uruca, San José, Costa Rica, 5 de abril de 2006. Amelia Rueda / Entrevista en Noticias Monumental, La Uruca, San José, Costa Rica, 29 de marzo de 2006. Ignacio Santos / Entrevista en oficina de René Picado Cozza, Canal 7, Costa Rica, 28 de marzo de 2006. Julio Suñol / Entrevista en Al Día, Llorente, Tibás, Costa Rica, 24 de octubre de 2006. Eduardo Ulibarri / Entrevista en su casa, barrio La Guaria, Moravia, Costa Rica, 27 de setiembre de 2006. Joaquín Vargas Gené / Entrevista en su casa, barrio Saprissa, Montes de Oca, Costa Rica, 18 de julio de 2006. Roxana Zúñiga / Entrevista en Noticias Repretel, La Uruca, Costa Rica, 4 de abril 2006.
256 Le pido a Dios sabiduría todos los días, que me permita hacer ese trabajo que es tan difícil, tan estresante y que es muy dado al error, porque se toman decisiones al segundo, y a veces no se da el minuto de reflexión. Le pido a Dios que en este trajinar loco, uno no tome las cosas en forma negligente, sino que dentro del poco tiempo que tiene, sea lo más maduro y lo más prudente para decidir algo, de manera que no le cause a alguien un problema innecesario. Tenemos una gran responsabilidad, porque gentes, vidas, haciendas, familias, están en nuestras manos. Es una gran responsabilidad. No podemos obnubilarnos por el impacto y por la importancia que una noticia va a tener, si no estamos plenamente seguros de la solidez de lo que se está denunciando. — De tus mayores logros profesionales… — El mejor logro fue idear, desarrollar y poner al aire Noticias Repretel que buscó ofrecerle al costarricense un producto diferente, informativamente hablando, con ese rostro, con esa preocupación por el aspecto humano de las noticias. Tener el noticiero al aire, por lo menos en la etapa inicial, fue uno de mis mejores logros profesionales. — ¿Cómo esperás, que se te recuerde como periodista? — Me gustaría que se me recordara como una periodista arisca, esquiva con el poder, una periodista que trató de ser independiente, pero con balance y sobre todo apolítica. — ¿Volverías a ser periodista? — Si, pese a todos los altibajos, y pese a todas las vicisitudes que hemos vivido, creo que volvería a ser periodista. — ¿Por qué? — Porque lo llevo dentro de mí. Es la gasolina para el motor de mi alma. Me produce emoción, me da vitalidad para levantarme todos los días, para enfrentar lo que me tenga el mundo de las noticias. Es como un halo que me recorre de arriba abajo y me da la fuerza para decir que esto es lo que quiero hacer.
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— Se está extinguiendo poco a poco porque también la sociedad demanda otro tipo de profesional. Siento que va en esa vía. — ¿Eso resta capacidad al ejercicio profesional? — Mucho de esto pasa por tener pasión, para hacer mejor nuestro trabajo. No me puedo conformar con que me dieron el boletín, y vengo y hago la nota. Tengo que esperar a que salga el ministro, y decirle, ‘señor Ministro es que no le pude preguntar antes a usted, pero dígame ¿por que este dato aquí?, ¿qué pasó con este proyecto que usted había dicho?. Entonces, puedo elaborar una nota, pero hay que quedarse a esperarlo. Hay que llamarlo al celular, que ahora hay esa posibilidad. Hay que insistir. No debemos conformarnos con un boletín. Ese es el problema actual. El éxito del periodista depende mucho de lo que él quiera llegar a ser, de hasta dónde esté dispuesto a sacrificarse por convertirse en el profesional que él quiere ser, en el profesional que le dé el sello que él quiere, independientemente de si estamos hablando de 1800, 1900, 2006 o 2020. Ahí es donde entra la vocación. ¿Cuánto de vocación tengo yo que me permite quedarme como un perrito de traba debajo del agua, del fuego, esperando, porque tengo preguntas qué hacer? Ahí es donde veo la diferencia. Independientemente de la década en la que estemos, es una cuestión de actitud personal. — ¿Tus mejores lecciones aprendidas en este oficio? — Un periodista con su mala praxis puede matar una sociedad. Esa es una de las lecciones más importantes. Debemos ser cautos, prudentes ¿Quién es el dueño de una exclusiva, el que la da primero, o el que la da mejor? Debemos ser prudentes y si tenemos una exclusiva y no está totalmente probada, es mejor darla de segundo, pero darla bien, que darla mal y provocar los efectos que nuestro trabajo provoca en la sociedad, y en las personas sobre todo. Cuando uno se da cuenta de que con una información causó un daño a una familia, causó un daño a un padre o a una madre, el andamiaje periodístico se le mueve y uno dice, ‘¡Dios mío!, por una impericia mía, por una negligencia, estoy causando un problema, un dolor innecesario, inmerecido a una familia’. Esa es otra de las principales lecciones, tratar de que cada día el trabajo se pueda cumplir en los parámetros que te exigen que los cumplás, pero sin afectar a nadie, por impericia o negligencia.
254 visual con el entrevistado, de uno como entrevistador, es fundamental, me permite decir, ‘bueno, usted está ahí, yo aquí, somos de carne y hueso, estamos en un papel ambos’. Eso permite una comunicación importante al entrevistado, una confianza. Recomiendo, también, no confundir agresividad con malacrianza. No hay que ser prepotente. Hay que llegar en una actitud de que ambos estamos en nuestro papel, y tratamos de hacerlo lo mejor, sin prepotencias. El hecho de que yo condescienda, de que le dé su tiempo, no quiere decir que soy complaciente con el entrevistado. En esto se puede caer muy fácilmente en la complacencia, como en la intransigencia. Hay que ser comedido. Observar mucho la oficina, qué tiene, que no tiene. Tratar de aprovechar las pausas para comprender mejor al entrevistado y el principal consejo es no entrar a una entrevista, pensando que tengo la razón. Ese es el gran error de las entrevistas. — Tratar de imponer… — Exactamente, ese es un punto fundamental. Hay que ir a los maestros. Hay que leer mucho sobre entrevistas, hay que leer sobre gente que ha hecho entrevistas, qué piensa de las entrevistas.
¿Cuál es tu actitud? — ¿Cómo vislumbrás el ejercicio del periodismo? — Vamos a ser tecnológicamente muy avanzados pero en técnica periodística vamos a estar pobres, peor que ahora, si no hay un cambio en la formación del periodista ¿Por qué enfatizo en la formación? Porque antes las salas de redacción eran verdaderas escuelas, pero ahora no hay mucho tiempo. Las salas de redacción no son sitios para aprender, sino que hay que aprender en la universidad, y entrar a la sala de redacción, que es una selva, en donde nadie está preocupándose porque aprendás técnicas correctas. La mejor manera que podríamos hacer mejores periodistas de aquí a 10 años, es que se establezca la posibilidad de que el practicante se vuelva muy autodidacta. — En esta época de vértigo tecnológico, ¿se acaba el reporterismo de a pie, de pasión?
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Daniel Samper, que se llama Crónicas y reportajes; es excelente. Si uno las lee con la mente abierta, como una esponja, te logran transmitir una serie de consejos y experiencias periodísticas, divirtiéndote y entreteniéndote. Si uno logra apartar la parte periodística de la anecdótica, tenés ahí una mina inagotable de conocimientos. Es gente con un manejo exquisito del idioma, con una cultura sabrosísima. Aprendés cosas de cultura general pero, a la vez, aprendés a escribir, a abrir tu mente y tu pluma hacia cosas nuevas. Esos libros te permiten abrir el estilo, a no tener miedo, a salir con cosas bastante diferentes, como hicieron los pioneros del nuevo periodismo. — ¿Cuáles son los condimentos de un buen título en noticias o reportajes? — El buen título hace las veces de bastón para mí. Vos vas leyendo, y de pronto te agarra el pie, te agarra el ojo y te lo clava en el título. El buen título es el que hace que en una barnizada, me detenga para ver el pedazo de madera, si estoy barnizando así y de pronto el buen título me hace que me detenga y me hace que vea la veta de la madera. — ¿Y un buen lead? — Un buen lead te atrapa. Es como meterse en un túnel de la casa de los sustos. Uno se mete y va con miedo, con emoción, con ganas, con expectativas, y no sabés para dónde es que te lleva, hasta que llegas y decís, ‘y bueno era tal cosa, o era tal otra, y quiero seguir, o no quiero seguir’. — ¿Qué consejos básicos das para lograr una buena entrevista? — La etapa fundamental de la entrevista está en la parte previa, en donde yo me introduzco, leo, conozco. Si tengo tiempo, puedo hasta preguntarle a gente allegada a la persona, para llegar con un mínimo conocimiento y no llegar a las preguntas obvias. La clave está en las preguntas, preguntas inteligentes te llevan a éxito, preguntas tontas te llevan a la mediocridad. Hay que llegar empapado de lo que la persona hace, dice, ha dicho, ha publicado, artículos entrevistas, etcétera. Si hay tiempo se puede hacer una batería de preguntas, y observar mucho al entrevistado, y aunque mucha gente no lo recomiende, sí recomiendo la grabadora. El contacto
252 — ¿Qué caracteriza a un buen reportero? — Lo caracteriza el ser suspicaz, el ser malicioso, el no recibir nunca un no por respuesta, el ser insistente, persistente, acucioso, entregado e imbuido de la profesión. — ¿Y a un buen editor? — El buen editor debe tener manejo de la actualidad, excelente orden mental, manejo ágil, moderno, preciso y conciso del lenguaje. Debe ser una persona abierta, con una amplia visión del mundo y de las nuevas tendencias, pero muy dispuesto a transar y a no imponer. Creativo. — ¿Tenés algunos ídolos periodísticos? — Don Julio Rodríguez, Marcela Angulo, Pilar Cisneros, Guillermo Fernández, Lafitte Fernández. Son periodistas que tienen su sello, su estilo, han encontrado el camino propio, el de ellos. Son periodistas que uno podría decir que sobresalen, y que tienen un campo en el ejercicio de los años setentas y ochentas para acá. También hay figuras que no conocí propiamente en el ejercicio, pero que por lo que he leído y oído de gente muy allegada, uno admira aunque ya no estén, como don Rodrigo Fournier y Danilo Arias, un periodista de esos que ya el país no está produciendo. Un periodista completísimo que tenía su estilo, su sello, tanto en La Nación como cuando pasó a la televisión. No lo conocí, pero por lo que he leído y oído de él, lo admiro mucho. Fue un periodista absolutamente excepcional para el medio. — ¿Qué autores les recomendás a los estudiantes de periodismo? — Hay un libro que a mí me parece que es muy importante en lo que es la formación, se llama Introducción al periodismo, de Fraser Bond, y otro de Vicente Leñero que se llama Periodismo hoy. El primero es un libro muy completo, sobre el ejercicio del periodismo. — Más allá del periodismo, ¿algún autor que te cautive? — De lectura obligatoria es Oriana Falacci, Vargas Llosa y, por supuesto, las crónicas periodísticas de Gabo. Hay algunas muy buenas también de
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todas las preguntas que uno pueda y si la información y la intención del funcionario pasan las pruebas, entonces es una información que se puede tomar en consideración. El problema básico es que creemos todo de primera intención. — ¿Por qué asumís ese como el principal consejo para un principante? — Como decía Oriana Falacci: ‘La ciencia no está en las respuestas, sino en las preguntas’. Las preguntas buenas conducen a buenas notas, conducen a noticias, conducen a credibilidad del periodista, y las preguntas malas, obvias, conducen al ridículo, a la falta de credibilidad que pueda desarrollar la fuente. La esencia del periodismo está en cuestionarse siempre todo y en hacer las preguntas correctas en el momento correcto. De ese ejercicio de cuestionamiento permanente salen los grandes temas. Salen las cosas que se quieren ocultar. Eso es fundamental. — Hay un fuerte concepto ético de tus reflexiones. ¿Recordás alguna experiencia ética crítica en tu carrera? — Tengo la aprensión moral de que la cámara escondida no es ética. En el fondo de mi corazón, sé que eso no es ético, y cada vez que hacemos un trabajo de cámara escondida me siento mal éticamente. Sin embargo, la tendencia actual de la televisión acá, es su utilización y volvemos al eterno conflicto. Eso te da rating, te da mejores resultados, y a vos te miden por resultados, aunque en el fondo, cada vez que sale un trabajo de cámara escondida, siento que estamos ante un horror de la ética. — ¿Cuál es la mejor solución ética que le ves a ese dilema? — Habría que ir a las calles y decirle a la gente que esa es una conversación que se está grabando, porque con la cámara escondida, lo que hacemos es engañar. Pero decimos que es para un buen fin, que es denunciar una anomalía, mostrar una irregularidad que se da en la sociedad, mostrar un chorizo, mostrar un robo, venta de droga, delitos, etcétera. Ese es el fin. Pero en el fondo sabemos que estamos engañando, que no estamos poniendo todas las cartas, como dice la doctrina periodística, que la gente tiene que saber que está siendo entrevistada, la gente tiene que saber y dar su autorización.
250 un análisis de la información que un político usualmente proporciona no es fiable, importante, ni práctica para uso.
Aplican restricciones… — ¿Qué les recomendás a los periodistas de cara a sus relaciones con las fuentes políticas? — Que con el político como fuente hay que cuidarse muchísimo de la manipulación. Siempre preguntarse, ¿por qué me lo está diciendo?, ¿con qué intención me lo está diciendo?, ¿qué interés tiene de que yo sepa esto?, ¿a quién quiere perjudicar con esto que me está contando? Todas esas preguntas, esas medidas de seguridad, no las aplicamos. — ¿Son muy vigentes en este momento en el ejercicio periodístico? — Casi no se da que un periodista se cuestione, ¿a quién está favoreciendo con esto?, ¿qué interés habrá detrás de esto?, ¿será porque le caigo bien? ¿A quién estoy exponiendo si lo saco así o lo saco asá? ¿Quiere perjudicar a tal ministro o tal otro, o es mentira? ¿Qué certeza tengo yo de que este sea el gabinete? No hacemos ese ejercicio de seguridad como periodista. — Son medidas de siempre en el ejercicio profesional. ¿Son más necesitadas hoy? — Las hemos ido dejando de lado, y en este momento son muy necesarias porque el nivel de criticidad del periodismo ha bajado. Aceptamos como válida cualquier cosa que nos diga una fuente oficial. El hecho de que me lo diga una fuente oficial, ya es una santa verdad, y ahí es donde está uno de los puntos que tenemos también mal en el ejercicio de la profesión, creemos ciegamente en la fuente. Hay desprecio por la fuente documental, por la prueba; hay impericia. — ¿Tu mejor consejo a un principiante en el periodismo? — No hay que creer a primera vista, de entrada, aunque venga del presidente. Hay que cuestionar todo. ¿Por qué me lo dieron a mí y no a otro? ¿Qué buscan con esto? ¿A quién benefician? Hay que hacerse
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van a las propias fuentes. Buscan sus fuentes de información. Crean lo que llaman ahora el periodismo público. Como ciudadano, utilizo las herramientas de Internet y me informo de lo que quiero. No necesito a nadie que me edite. Voy y busco la fuente directa. Esa tendencia se va a ir presentando poco a poco, producto de que nosotros, como medios tradicionales, estamos desatendiendo un poco el deber y, en otro sentido, estamos en una lucha por rating, por venta, y eso lo termina resintiendo el consumidor. — ¿Tres valores fundamentales para dirigir un medio de comunicación? — La independencia, la profundidad o criticidad y la definición son fundamentales. Las empresas tienen una responsabilidad social, no puede vivirse como una mera caja registradora. Hay que aprender a producir algún programa que contribuya con la sociedad, en cuanto a educación, en cuanto a formación. Debemos contribuir a hacer ciudadanos mejor informados, más críticos, más conscientes de sus derechos y de sus deberes. — Tus consejos a los dueños de medios… — Las empresas de medios deben entender que los productos noticiosos, los productos de información, no necesariamente tienen que tener un saldo positivo. Con que tengan un saldo nivelado, es más que ganancia, porque el gran cáncer en este momento es que te exigen niveles de sintonía que es lo que te permite conseguir anuncios. Eso te lleva a brincarte a veces las reglas que todos sabemos, pero el buscar una sintonía hace que esto se vuelva una carrera de caballos en la que, muchas veces, quedan cosas que son importantes. — ¿Qué piensas de la relación prensa y políticos? — Dicen que lo único verdadero de un político es su falsedad. Los políticos están muy desprestigiados. No deberían ser fuente de información. Deberíamos desarrollar un tipo de periodismo en donde el político sea la última fuente y se le consulte nada más por razón de fairness o por algún tipo de información, pero no deberían tener un peso fundamental como fuente, por su desprestigio, por su poca credibilidad y porque si uno hace
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¿Dónde estás corazón? — ¿Qué tiene que hacer el periodismo para sobrevivir en esta circunstancia? — Se necesita una verdadera transformación a nivel de escuelas de comunicación, para volver a buscar gente de vocación que le permita preparación, que le permita cuestionarse. Porque, ¿qué hacemos teniendo acceso a Internet, teniendo acceso a todos los periódicos, a todas las redes de información si, finalmente, eso no me permite tener amor por una exclusiva, buscarla como parte fundamental, o trabajar en un reportaje que sé que va a cambiar algo, que va a cumplir uno de los axiomas del periodismo investigativo, que es buscar algo que estaba oculto, mostrarlo y provocar un cambio en la sociedad? — ¿De qué temas se está perdiendo el periodismo en la sociedad nuestra hoy? — Hay mucha telaraña de poder corrupta que está sin develarse. Se hizo un esfuerzo pero no se llegó a la profundidad. Faltan investigaciones a profundidad en la Caja de Seguro Social, lo que pasa con las cirugías, las listas de espera, los servicios de aceleradores lineales y todo el chorizo que hay alrededor de la venta de servicios privados a la Caja. Tampoco le hemos entrado a Recope, ni al MOPT, a la venta de cómo las empresas constructoras financian campañas y luego viene el pago y la retribución. No le hemos entrado como debe ser al negocio de la gestión privada. Y eso sin decir los programas sociales en que se han robado toda la plata para los pobres. — ¿Qué efecto tiene esto en la sobrevivencia del periodismo en este país? — Aunque la gente sigue identificando a la prensa como una de las instituciones de credibilidad, a lo largo del camino nos va a cobrar que no le estemos entrando de manera integral a una serie de problemas nacionales. Esto sumado a una tendencia, que también tiene toda la prensa, que es propiciar más el entretenimiento, nos puede perjudicar como sector. No en balde la gente está recurriendo a sus propias fórmulas para informarse. Ya no necesitan periódicos ni noticias para informarse,
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Hay, además, poco conocimiento para saber dónde hay noticia. Es pavorosa la sequía de generación de temas. La agenda se está llenando de boletines de prensa, de asesores de comunicación y oficinas de relaciones públicas. El periodismo de investigación, que ha sido un puntal importantísimo desde las épocas gloriosas, está en franco deterioro. Se está hundiendo en la carga pesada de los boletines de prensa, de los asesores, que hacen mucho más fácil el trabajo periodístico, y por tanto llevan a que es más sencillo esperar el boletín que me van a mandar o la llamada del asesor de prensa que ir incisivamente a buscar en cinco documentos para ver, escarbar. El ejercicio del periodismo está en una etapa crítica, ahogándose mucho porque el periodista está mal preparado y mal pagado. Es un periodista que no tiene el don de que hablamos al principio, sino que es producto del boom de la televisión y de los medios, de que qué bonito es ser periodista, porque uno sale y se codea con el presidente, pero en el fondo no hay vocación que haga que me tenga que sacrificar más para buscar un sello personal periodístico, que haga que me tenga que consumir horas en un documento porque quiero buscar una noticia mía. Ese espíritu combativo, esos guerrilleros que se iban y se quedaban hasta la medianoche, hasta las 2 ó 3 de la mañana, en espera de corroborar un dato para dar una exclusiva se ha perdido muchísimo. Los periodistas se llaman entre sí y se dicen lo que tienen. Antes se defendía la exclusiva como un hijo. — Vivimos un momento venturoso de explosión en las comunicaciones para el ser humano. Las noticias vuelan por Internet. ¿Qué es lo que más te preocupa en esta etapa del ejercicio periodístico? — Me preocupa que tenemos todo el instrumental tecnológico para hacer el mejor periodismo y no lo estamos haciendo. La profesión, como la Iglesia, está en un bache, en cuanto a vocación. Tenemos las personas pero no son las personas que están por vocación sino que están en busca de un reconocimiento público. Falta vocación, preparación y humildad para hacer un periodismo más de contenido y menos superficial.
246 muchachos: ¿cuál es su sello personal? El periodista siempre tiene que andar a la búsqueda permanente de un sello. ¿A la búsqueda de cuál sello anda usted? Porque cada quien tiene que aprender a buscar su estilo. — ¿Cuál es tu sello? — A todo le trato de poner rostro. Le trato de poner carne y hueso; rostro a las cifras, a las circunstancias, a los momentos. No es lo mismo decir hay 500.000 pobres en Costa Rica, que ir y hacer un reportaje sobre un pobre, ir y ver todas las penurias y todas las vicisitudes que ellos viven. Creo en ese periodismo. — ¿Lo ves como una opción muy válida en estos tiempos de vértigo tecnológico en las comunicaciones? — Sí, creo que por los tiempos que estamos viviendo, hay que volver más a lo local. El periodismo va hacia la desaparición del gran reportaje nacional para ir más bien, hacia elementos más cercanos al público, más regionales. El periodismo tiende aceleradamente hacia la regionalización, aun en países tan pequeños como el nuestro.
¿En qué pecamos? — ¿Cuáles son los principales desafíos de hoy en las salas de redacción? Preparación eficiente, oportuna, clara y pragmática. Humildad. Deseo — constante de superación y capacitación. Son los cuatros rubros que faltan en las salas de redacción. La preparación es deficiente. Hay grandes lagunas, en materias importantes y básicas en la vida nacional. Los muchachos desconocen cómo está organizado el Estado. Hay, además, un desconocimiento bastante pronunciado de la problemática internacional. Hay mucha desinformación en ese sentido. Mucha prepotencia. Los jóvenes piensan que ya lo saben todo, que no necesitan aprender nada más. Otro elemento fundamental, es el desconocimiento bárbaro de la gramática, de la ortografía.
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ejercí el periodismo, desde la posición de reportera y luego cuando entré al periodismo en una posición diferente, no tanto como reportera, sino como periodista de planta, con un trabajo más de ejecución, de planificación y menos de estar en la calle reporteando. El ejercicio del periodismo en Costa Rica, como reportero, es difícil, porque el nivel de capacitación que se recibe es inferior al que exige la calle. Cuando uno se encuentra con el entrevistado y cuando se da ese momento íntimo de una entrevista, donde casi llegamos como a un confesionario, en que estamos solos, uno y otro, y se produce un intercambio, los reporteros no estamos del todo preparados para enfrentar con éxito al entrevistado. Nos falta mucha lectura de lo que es el lenguaje corporal. Nos falta reconocer cuando el entrevistado no está diciendo toda la verdad o te está sesgando la información que te está dando. Tampoco sabemos reconocer cuándo el entrevistado se siente incómodo. No sabemos distinguir hasta dónde lo podemos llevar a un nivel de drama; hasta dónde lo debemos presionar; cuándo debemos dar un espacio; cuándo deberíamos lanzar una pregunta suave que mitigue la tensión, retomarlo y volverlo a llevar al terreno donde uno quiere llevarlo. Son armas que se adquieren, ciertamente, con el tiempo pero que, en la capacitación inicial como reportero, se debe poner énfasis. La experiencia de reportera me produce una frustración. No me consideré lo suficientemente preparada para poder desarrollar mejor el trabajo y para poder realmente ofrecer un tipo de periodismo más crítico, más combativo, menos “ponegrabadora”, y más reflexivo, más interpretativo. ¿Momentos cumbres? Tal vez parte de la campaña electoral de Luis Alberto Monge (82-86). Me pareció un mundo muy fascinante. Algunos reportajes de corte científico, como la introducción del tema en Costa Rica de las abejas africanizadas. Fue el primer reportaje que se hizo en Costa Rica, sobre el flagelo de las abejas africanizadas. — ¿Qué es lo que más apreciás del ejercicio periodístico? — Lo que más aprecio es el conocimiento, la valentía, la honradez profesional para tratar el tema de la manera más equilibrada, de la manera más justa y más profesionalmente. Esa es, para mí, la esencia del periodismo y de su ejercicio. Es una mezcla de humildad, de honradez profesional y de ambición en el buen sentido del término. Ambición para crecer, para aprender, humildad para aceptar que hay muchas cosas que no conozco y que tengo que puntualizar. Siempre le digo a los
244 trayectoria en el periodismo costarricense que hoy le hace ver el horizonte con una mezcla de satisfacción y de preocupación; una combinación de afanes alcanzados pero de profunda inquietud sobre los desafíos éticos que vive el periodismo. “Me parece que la profesión está en un bache. Como la Iglesia hemos entrado en un bache en cuanto a vocaciones”, enfatiza vehemente.
Lo primero, es primero — ¿Alguna otra razón particular en tu vida, desde tu infancia, que te indujera al periodismo? — Siempre admiré, siempre ví y califiqué al periodismo como una profesión de mucha responsabilidad, pero que te ofrece retos y posibilidades de explorar y de conocer muchos ámbitos de la vida nacional. Por eso me atrajo, porque es una profesión de desafío, de responsabilidad, pero, sobre todo, de constante crecimiento y aprendizaje, y esa es mi forma de ser. — Las experiencias reporteriles en la guerra de Nicaragua y El Salvador fueron detonantes en tu vocación, ¿por qué? — Cuando se trae vocación de periodista o cuando la cobertura de la noticia te atrae, cuando el desencadenante de los hechos en la vida, en el mundo, se muestra ante uno, uno ve que esa es una puerta que puede abrir, y por la que puede penetrar. En mi caso, la vocación fue fundamental. Hay que tener la vocación que tienen otro tipo de profesionales, para sacrificar como hace uno usualmente su familia, su vida personal, sus metas y sus aspiraciones personales. En la vida del periodista, casi siempre está primero el periodismo y luego todo lo demás. Entonces, la vocación es un elemento básico. Es una mezcla de emoción, de conocimiento, de aspiración. Toda esa suma te lleva a decir que el periodismo es tu patrón de vida para los próximos 40 ó 50 años de vida productiva. — ¿Cuáles han sido tus mejores momentos como periodista? — Como periodista he vivido dos grandes etapas: la primera cuando
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La reportera arisca
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e gustaría que se me recordara como una periodista arisca, esquiva con el poder, una periodista que trató de ser independiente, pero con balance y, sobre todo, apolítica”. Roxana Patricia Zúñiga Quesada. Así a secas. No tiene pelos en la lengua para retratarse como periodista de vocación. A sus 10 años, tomaba el cuaderno de vida, escolar, le arrancaba las hojas del centro y lo convertía en un cuadernillo de cuatro páginas. Lo convertía en un periódico con noticias de su barriada. Lo ilustraba con postales y recortes de periódicos y revistas. Era una publicación de tinte personal: que una persona jalaba –estaba ennoviada-- con otra, que llegó un nuevo vecino al barrio, que en la escuela ocurría tal cosa. “Ese fue mi primer acercamiento al medio periodístico. Fue una práctica que utilicé a finales de la etapa escolar y supongo que eso me terminó de confirmar que tenía vocación periodística, que me gustaba el ejercicio del periodismo desde mi juventud”. Habla con pausa, reflexiva y tremendamente escéptica. De ojos curiosos y fina mordacidad, en su verbo, como una daga, en el análisis de la vida y del trabajo, tuvo, en un momento dramático de la convulsión de Centroamérica, años setentas y ochentas, su aguijón pasional hacia el periodismo. Lo confiesa a flor de labios. “Recuerdo la cobertura que hizo, especialmente Notiseis, de la guerra de Nicaragua, de la revolución en El Salvador. Ese ímpetu periodístico que nos ofreció la televisión en ese momento, de alguna manera me atrajo hacia el periodismo. Ese es el hecho que recuerdo más fresco. Pero no solo fue eso. Es una suma de factores, porque el periodismo me atraía ya per se”. Reportera, redactora, editora de La Nación, directora de la desaparecida revista Rumbo, exsubdirectora del diario Al Día y directora y fundadora del noticiero de televisión Noticias Repretel, tiene una distinguida
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Roxana Zúñiga Quesada, nació en Guadalupe, Goicoechea, Costa Rica, el 24 de marzo de 1956. Se graduó como periodista en la Universidad de Costa Rica. Fue redactora y editora del diario La Nación, directora de la revista Rumbo, subdirectora del diario Al Día y es directora regional de la firma televisiva Repretel.
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240 y venía en contra de su vía un hombre en una silla de ruedas y venía un tren pitando. El hombre de la silla de ruedas calculó que podía pasar antes que el tren, pero en una de las líneas se le atoró la rueda. ¿Qué crees que hizo el fotógrafo que había frenado el carro? Cogió la cámara, abrió la puerta se bajó del carro y tomó la foto donde el tren ¡pa! le daba y lo tiraba para arriba, y lo juzgaron por eso, y el tribunal, ¿qué fue lo que resolvió? No podía reaccionar de otra manera. — Un consejo fundamental para el periodista de hoy. — Sea fiel a la verdad siempre, pase lo que pase. — Si le dieran chance de otra vida, ¿a qué la dedicaría? — La repetiría como la he tenido, como periodista, y como abogado, y ocasionalmente he sido político, pero mi vida se la he dado al periodismo, y la repetiría. No las mismas cosas, pero la felicidad del ser humano es vivir de acuerdo con su propia estrella, y la estrella es la vocación. Si mi vocación es ser periodista, no puedo encontrar la felicidad haciendo otra cosa. — Ahora, ¿se puede hablar de que un periodista se retira como tal? — No. Tengo 83 años, ando con marcapasos, tuve un infarto y, si pasa una bomba de incendio ahí enfrente, si puedo, me le pongo atrás, a la edad que tengo. — Usted me dice que se arrepiente de la formación de periodistas que muchas veces salen sin vocación. ¿Se avergüenza de algo en el ejercicio suyo de la profesión? — No, no hay nada, absolutamente nada de lo que me avergüence, y me siento orgulloso, pero es que me pones en una situación jodida, hablando de mi mismo. — ¿Cómo le gustaría que lo recuerden como periodista? — Como un periodista honrado.
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cosas que tienen una afectación directa en la sociedad en global, valen menos que alguien que le pegó un tiro a otro, eso no es así. El suceso tiene importancia porque es sensacionalista, en el sentido de que actúa sobre las sensaciones un poco morbosas de un grupo, de una parte de la colectividad, pero sobre esas sensaciones, y por eso es sensacionalista, pero periodísticamente, existe la gran diferencia, sin duda.
Somos guardianes — ¿Es la prensa en su ejercicio, un guardián de la democracia? — Sí claro, porque los enemigos de la democracia casi siempre actúan a oscuras, a escondidas, porque la democracia es la mayoría tomando decisiones, y para que la mayoría tome decisiones, tiene que estar enterada para tomarlas en un sentido u otro. A los enemigos de la democracia, lo que les importa es que la opinión no esté enterada de algo, para que no tome decisiones, porque esas decisiones pueden ser en contra y entonces los derrotan, deja de ser democracia. — Al fin y al cabo, la reflexión al publicar algo es una posición de corajes… — Claro, hay muchísimas cosas que da miedo publicarlas. Se llega a extremos deshumanizadores, y especialmente el suceso, lleva a una deshumanización total. Cuando hay un choque de trenes, tu ves a los de la Cruz Roja, corriendo para sacar heridos, ¿o no? Tu, ¿no ves a la gente que pasa corriendo para sacar heridos para ver cómo junta?, y ¿no ves a este señor que está ahí sentado, diciendo, córrase, córrase para tomar esta foto, y dejan al señor que está ahí tirado, muriéndose? ¡Mirá!, se deshumanizan. — Pero usted hizo grandes reportajes, grandes temas penales… — Yo me deshumanicé, claro, actué como periodista. Si todo en el periodismo no son flores, hay cosas serias, como esta, hay casos tremendamente importantes en los anales judiciales de periodistas que no pudieron actuar de otra manera. En un paso a nivel, que es una línea férrea que pasa por una carretera, venía un fotógrafo manejando su carro,
238 — El gran caso de la Virgen de los Ángeles, robada el 13 de mayo 1950. ¿Cómo recuerda la cobertura periodística? — Lo recuerdo como la primera vez que en una forma metódica se hizo periodismo investigativo. No fue mérito mío, ni virtud de La Nación. Cuando se robaron la Virgen de los Ángeles, el presidente de la República era un gran periodista. Se llamaba Otilio Ulate, y a él, los detectives y fundamentalmente un detective del FBI, que vino a Costa Rica, que se llamaba Mr. Harper, todos los días le pasaban los informes de las investigaciones. El Diario de Costa Rica nos daba una vapuleadas del carajo en las publicaciones. Otilio se echaba para atrás, y decía, ‘yo soy el presidente de la República. Lo que le lo digo a ustedes, se lo digo a todos, pero por debajo estaban sus vasos comunicantes que estaban en los títulos de ocho columnas que era el tamaño del Diario entonces. — ¿Dieron buenos golpes? — Claro. Nosotros fuimos los primeros que encontramos las joyas, fueron muchos golpes exclusivos, y muchas metidas de pata también. — ¿Qué sabor le dejan a un periodista las exclusivas? (A esa pregunta los ojos de don Joaquín chispean, luego suelta una risa pícara, de complicidad con el entrevistador y responde: — Mirá, no sé, es que iba a decir un postre, pero no es un postre, porque es lo último no lo primero, por eso no te digo un postre, pero es un manjar. Es un éxito. ¿A quién no le gusta el éxito? — Eso me lleva a la denominada cobertura de los sucesos, de la fuente criminal. ¿Es una fuente que usted ve como especial en el forjamiento del reportero, de sus valores? — No, es una fuente, el problema está en suponer que es la primera fuente, que es la número uno. Decía Ortega y Gasset que noticia periodística es la que interesaba a más de 5.000 personas. El suceso no tiene más importancia, ni mucho menos, que un hecho que puede afectar a la totalidad de la nación: un impuesto, una prohibición de importación de aduanas, una ley que modifica la educación. Si uno cree que esas
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que tiene la verdad, y debe y tiene que admitir. Cuando el periodista se sienta junto a la máquina de escribir con un papel en blanco, ahí es el dueño de todo, del honor, de la libertad de los hombres. Es él quien necesita esa libertad, y es él quien debe responder por lo que escribe, ante Dios y ante los hombres, y ante la cultura, si lo que hace es pachuquismo. Ante Dios, si lo que hace es presentar las cosas con dolo, si lleva al desvanecimiento de las instituciones fundamentales como la familia. Si presento que la familia no existe y que debe uno andar engendrando hijos por todas partes, y juntarme hoy y desapartarme mañana, y lo presento como una cosa natural y propia del ser humano, ¿estoy cumpliendo con un deber o no? Esas son las preguntas. — ¿Quién fue el mejor reportero costarricense de todos los tiempos o de su trayectoria? — Joaquín García Soto. Creo que murió como a los 60 años, de los que fue periodista 50 años durante 24 horas al día. Por eso era un gran periodista. Decime una cosa, vos director de medio, ¿los periodistas tuyos se van a alguna hora? — Se van físicamente pero mentalmente, difícilmente… Don Joaquín y de esa trayectoria suya, alguna historia o algún caso que usted recuerde en particular, por la cobertura, por la intensidad, porque lo que usted vivió como reportero. — Te voy a decir una sola. Cuando murió Kennedy, yo era director del Diario de Costa Rica y escribí un editorial. La Casa Blanca escogió un grupo de editoriales escritos en todo el mundo. El único editorial escrito en lengua española que escogió fue el que publicó el Diario de Costa Rica. — ¿Y por qué lo escogieron? — Porque lo escribí con el alma. Porque Kennedy había estado en el país. Yo lo había atendido ahí. Y escribí ese editorial con el alma. Lo sentí con apego a la verdad, mi verdad. Frente a un acontecimiento, eso fue todo.
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Déjeme preguntarle… — Relaciones con políticos. Usted fue director, usted es periodista de brega, de yunque, pero vivió y tuvo relación con dueños de medios. Hay mucho temor, hay mucha estigmatización alrededor de esa relación. ¿Cómo la ve usted? — Hay mucha mentira. Voy a cambiar los papeles y te voy a preguntar, tú has sido reportero de muchos años, tú has sido redactor, has sido periodista, has sido director de medio. ¿Alguna vez, lealmente, de periodista a periodista, algún dueño de periódico te ha dicho, escriba en este sentido sobre tal cosa? — Le mentiría, si le dijera que eso es cierto…–le respondo–. — Bueno –me dice– tengo casi 60 años de ejercer el periodismo, y nunca un dueño de medio me ha dicho escriba en ese sentido o con tal sesgo una nota. Ni director de periódico. Los directores que yo tuve han sido periodistas, caballeros, y cuando fui director procuré seguir como ellos, y los dueños de medios nunca se acercaron para pedirme una nota. Ha habido muchas mentiras, de muchos periodistas acobardados que se agachan, se avienen, se acomodan, y entonces buscan un pretexto, una justificación, y sugieren que los directores o los dueños de los medios los han mandado a hacer determinadas cosas. A ti no te lo hicieron y pongo las manos al fuego porque tú no lo hiciste tampoco. Tú me conoces y puedes poner las manos al fuego, garantizando que yo tampoco lo hice. — Entonces, ¿ese valor de independencia del periodista de la parte propietaria del medio es clave? — Claro que es clave. ¿Por qué escogen a los redactores? Porque somos seres humanos. Porque si el dueño te pide una cosa, se necesita ser muy periodista para mandarlo al carajo. Es que esa interferencia de los dueños de los periódicos sobre los periodistas no la conozco y tú tampoco la conoces. — Le pregunto sobre el valor independencia — Es total, el periodista es independencia, porque es la única limitación
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El tañido de las campanas — ¿Hasta dónde ve conveniente o riesgosa la relación prensapolíticos? — No es riesgosa, porque si el periodista separa lo informativo, lo investigativo y la opinión, el destinatario de los mensajes hace esas diferencias. Si presento lo que piensa y lo que dice el político y después tengo el valor de enjuiciar y calificar lo que el político dice, estoy haciendo un buen periodismo. — Pero, ¿es sana esa mezcla, esa relación? — No, no es sana. Lo que es sano, es separar esas dos cosas. Costa Rica, vivió durante muchos años con una participación diaria de los políticos en la prensa. Don Ricardo Jiménez Oreamuno se caracterizó porque debatía hasta las cosas de tipo personal y todos los días eran grandes polémicas de todos los grandes políticos que Costa Rica tuvo en esa época y así se formaban las corrientes de opinión pública. Lo malo es que yo, como periodista, que tengo capacidad de decir qué se publica o no en este periódico, solo publico una cosa, entonces hago que la gente crea que todas las campanas suenan como esta campana a la que le estoy dando. — ¿Cuándo se torna nociva esa relación? — Cuando se parcializa. Cuando se esconde parte de la verdad a la gente. Ahí se torna nociva. Si tomo un tema de mucha emoción, pero de poca importancia, la Selección Nacional. Si publico solo cosas contrarias a la Selección Nacional, y no publico defensas, estos muchachos hicieron tal cosa, tuvieron tantas limitaciones y si la prensa se inclina en ese lado, dentro de muy poco tiempo los fusilan, pero si la prensa publica una tesis y la otra tesis de frente, para eso es la prensa, para formar opinión, para dar los elementos que necesita la gente para llegar a sus propios criterios.
234 en Internet la estoy publicando, porque, ¿qué es publicar? Publicar es darle aviso a todos, por voz de pregonero o cualquier otro medio, de algo que le puede interesar, conocer. Si lo pongo en un medio en que todo el mundo puede enterarse, lo estoy publicando, pero cuando me siento en la máquina solo, ¿qué es lo que tengo en mano? ¿Qué es lo que el periodista tiene en sus manos? El honor de las personas. ¿Lo tiene o no? La libertad de las personas ¿La tiene o no? Ahora vos y yo, periodistas los dos, ¿no es cierto que ya la prensa le hizo un juicio a Calderón? ¿No es cierto que ya le hizo un juicio a Miguel Ángel? ¿No es cierto que ya le hizo un juicio a Figuerillos. Eso, ¿es bueno, o es malo? ¿Qué tal si uno de ellos sale libre? ¿O los del Banco Anglo?
— ¿Cuestiona el papel de la prensa, en situaciones tan preponderantes como los cuestionamientos a los expresidentes? — Sí, claro que sí, porque he sido juez 14 años y fui magistrado suplente de la Sala III y cuando la prensa comienza a decir, a decir y a decir, sobre la culpabilidad de una persona, es muy difícil dictar una sentencia absolviendo. ¿O no? — ¿Cuál otra hubiese sido la posición de la prensa? — Bueno, la de informar, hay un proceso, pero es que la sentencia se dicta cuando se termina de establecer la verdad real. Si pretendo establecer la verdad real, antes de que termine el proceso de investigación, estoy cayendo en una situación muy peligrosa. — Pero ¿no era responsabilidad de la prensa revelar y dar seguimiento del caso? — Ah no, revelar sí, pero esa es la cuestión, cuando comenzamos a hablar llegamos a hablar de un tema que es como una telaraña, y está muy interrelacionado, y habíamos dicho que uno de los peligros del periodismo es la ligereza, es presentar como moneda de curso común lo que es un fraude, presentarlo como una verdad, es que son casos muy evidentes.
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creo lealmente en esa tesis, y la propongo con el propósito de que forme opinión pública. — Y al editor o al director conductor de un medio de comunicación, ¿qué lo debe caracterizar? — Ser garante, ante los lectores, de la confianza que deben tener en lo que dicen los redactores de ese periódico. Tú eres el garante de lo que publican tus redactores. Pero no debes decirle a tus redactores lo que deben publicar. — ¿Qué sugiere usted? — Que simplemente los veas, los converses, los induzcas a dar una información de tal cosa, no en este sentido. La noticia periodística tiene características propias. Noticia no es cualquier cosa. Cuando un perro muerde a una persona, no es noticia, cuando una persona muerde a un perro, sí es noticia. Lo que hay que hacer es que los reporteros nuestros no se conviertan en buscadores de personas que muerden perros, porque eso es amarillismo, tienen que buscar noticias capaces de interesar y servir a las personas, buscar lo que las personas necesitan conocer e investigar por ellas mismas.
Tengan cuidado — ¿Le preocupa el amarillismo hoy? — Me preocupa mucho el amarillismo no el sensacionalismo. El amarillismo sí me preocupa mucho. — ¿Cómo caracteriza el tono amarillista de la prensa tica hoy? — No generalicemos. No puedo decir de la prensa tica. Solo algunas publicaciones, inclusive que manchan, y que en sí no son amarillistas, y lo califico como un periodismo fácil. No es periodismo. No están haciendo periodismo. Sin embargo, tiene acogida en algunos medios, televisivos, escritos o radiales. Por eso Internet está abriendo una cosa tremenda y es que yo puedo publicar las cosas, y cuando meto una cosa
232 La verdad es el gran límite del periodismo. Pero también con cuidado, porque si presenta las cosas como estas, “Fiscalía abre causa por homicidio calificado contra defensor público”. “Madre perdona al homicida”. (Se refiere al caso de un defensor acusado de matar a su esposa)… ¿Quién es el homicida? Este periódico, el más importante de Costa Rica, está cometiendo una ligereza porque tal vez no está diciendo la verdad. Estas cosas son descuidos graves. Estos son los pecados. — ¿Alguna experiencia ética crítica en su vasta trayectoria? — No me atrevería a decirla porque sería muy subjetivo. A mí me han confesado muchas cosas que no eran para publicar y no las he publicado. — ¿Por qué no las publicó? — Porque hacían daño y porque yo no estaba seguro de que fuera la verdad. — ¿Ahí estaría un fundamento ético? — Claro, el mundo está lleno de valores, pero el valor es un ideal que está pugnando siempre por realizarse. Pero el valor cambia, el concepto de valor cambia. La verdad, la libertad, son conceptos que existen como valores, pero que van cambiando. Si yo ayudo a cambiar el valor, el concepto del valor, en lo que estimo que es para mal, no debo publicarlo, porque entonces estaría haciendo un daño, porque no estoy cumpliendo con la verdad y la cultura, ¡hombre!, si yo soy el agente cultural, de la gran masa. — En ese sentido, ¿qué distingue a un reportero excelente? — Es el que lo dice todo, lo que es cierto y lo dice cuidando los valores fundamentales de la cultura y el país. — ¿Y cómo caracterizaría a un editor excelente? — El hombre que formula sus tesis con lealtad en sí mismo. Es decir, soy leal a mí mismo, si formulo una tesis editorial, si creo en esa tesis, no por el beneficio que sea, comercial, honores o por quedar bien sino porque
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Confieso que… — ¿Cuáles considera usted pecados en el ejercicio periodístico en Costa Rica? — La confusión entre periodismo informativo y periodismo de opinión. Si esa separación no se hace con verdadera energía, se induce a que se siga mi criterio y no que sean criterios propios. Eso es un pecado grave. Lo ves con mucha frecuencia en los interrogatorios que se hacen para ilustrar una información, para pedir datos o recabar detalles. El periodista le insinúa al interlocutor cuál es la respuesta que debe darle. Y eso es muy frecuente. Ponga atención a la televisión y ponga atención a la radio en que tú escuchas cuál es la pregunta y la forma de hacérsela es diciéndole cómo tiene que contestar. Eso es fatal. Tercero: les gusta el periodismo fácil. El periodismo fácil es el suceso, es el que se presenta, el acontecimiento, con las brillantísimas y salvadoras excepciones de quiénes hacen un buen periodismo, que si existen pero que son contados con los dedos de la mano. Después hay una tendencia de llevar el periodismo al entretenimiento, de lo que se salva el periodismo escrito, en gran parte por el medio técnico que usa. Se salva en gran parte, no en todo. — Aborda un tema clave del oficio, el ético, ¿cómo concibe la ética en el ejercicio del periodismo? — Actualmente las palabras pierden y cambian de significado. Ahora a la ética la confunden con la corrupción y creen que el que tiene falta de ética, es porque cae en una corrupción, y esa corrupción casi siempre es de tipo económico. Dichosamente no conozco periodistas que hayan pecado en esa condición. Y quisiera morirme sin conocerlo. Pero las fallas de los periodistas no son tanto de orden ético, sino de profesionalismo, de rigor. El periodista tiene que saber que si el periodismo prostituye el lenguaje, está actuando contra la cultura, que si el periodismo exhibe fantasmas como santos, está haciéndole un daño a la cultura, que si pregona mentiras como si fueran verdades, está haciéndole un daño a la cultura. Eso es una falla grave del periodismo. La verdad es el límite del periodista, la verdad real, pero es una verdad para comunicarla y va a caer en un receptor que tiene muchas aristas y puede interpretar de una u otra manera.
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necesitás que tenga un título, no vas a escoger por el título, ¿por qué?, porque sos un periodista de verdad, de los que tienen vocación. Se pueden cometer muchos errores en el periodismo si no está bien ejercido. Recientemente salió un artículo muy bueno de Eduardo Ulibarri en La Nación. El habla de cómo la precipitación puede llevar a situaciones muy negativas para el desarrollo del país. Bueno esa precipitación no la tiene un periodista profesional. El periodismo light, que se hace en la televisión, puede ser muy dañino. Si los periodistas comienzan a presentar cosas que son antivalores, que van contra natura, que son contrarias al interés colectivo, hacen que esas cosas se vean como monedas de curso común.
En la denominada Batalla de Santa Rosa, Joaquín Vargas Gené fue testigo de la muerte de su hermano el periodista Jorge Vargas Gené, el 15 de enero de 1955
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en el Internet, y me averiguo que hay un pasto nuevo que descubrió un jesuita en Colombia, que combina las cualidades de la alfalfa que es una gramínea con la leguminosa. — ¿Está el periodismo más vivo que nunca? — Claro, más vivo que nunca. — ¿Y quienes dicen que los periódicos desaparecerán pronto? — No lo creo. Tal vez se afecten como instrumentos de comunicación, como vías, como medios de comunicación, porque la comunicación va a estar en todas partes. Internet va a suplir en gran parte el medio, el libro, la revista, el periódico escrito. Es que eso no es todo el periodismo. La mitad del periodismo es decirle a la gente las cosas que la gente debe saber para que forme sus propios conceptos, pero hay otra parte que es la formación de la opinión pública, es el planteamiento de tesis elaboradas de propósitos, enriquecimiento de metas. Eso se lo tienen que ir planteando también los periodistas a la gente para que se adhiera o no a esas tesis. El periodismo tiene esas dos cosas: da los conocimientos para que usted forme sus opiniones, porque usted necesita conocer muchas cosas de la época actual, complicada, confusa, caótica, llena de descubrimientos nuevos que si usted no los conoce se queda sentado en la acera. Si usted en este momento no domina la tecnología moderna, pues, no hace nada, pero al mismo tiempo usted necesita vivir con orientación, con propósito. Esa es la opinión pública, sobre la política, sobre la religión, sobre su futuro, sobre el alma, sobre su físico, sobre sus enfermedades.
De santos y fantasmas — ¿Cómo ve el futuro de esta profesión? — Poco a poco los periodistas de vocación van a ir haciendo rectificaciones y van a imponerse, y los otros, en cuanto incursionen en el periodismo práctico, van a ir desapareciendo. Vos sabés que en este momento el número de periodistas graduados es enorme. Vos sos director de un periódico. Vos sabés cómo escogés a tu personal y si bien es cierto que
228 periodismo, dando informaciones, opiniones, todos los ciudadanos, todos los que tengan la capacidad y la condición de trabajar en Internet. — Asistimos a una época privilegiada para las comunicaciones… — Absolutamente, en muy pocos años; y nosotros hemos comenzado a hablar desde el año 46, cuando se funda La Nación, en un San José en que a las 5 de la mañana todavía se abrían las puertas de la ciudad para que entraran las carretas a través del toque de las cornetas en los cuarteles, hasta los viajes a la Luna o la fábrica de plasma que se está poniendo ahora en Guanacaste, en lugares en donde en esa época salían los tigres. Esa es la realidad. — Me hace ir un poquito adelante en las preguntas, ¿usted no teme al futuro? — No, al contrario. El periodismo visto como una vocación lo va a ejercer todo el mundo. ¿Por qué? Porque la definición del periodismo es lo que sigue en vigencia. El periodista es una persona que investiga por los demás, lo que los demás deben conocer o investigar por ellos mismos. Ese es el periodismo. Usted me habló del reporterismo. Entonces, hay una parte del periodismo que es eso, es una parte del periodismo que le está enriqueciendo el conocimiento a las personas de lo que deben conocer, porque si no, no pueden vivir en la época moderna, porque si a usted le varían las paradas de los buses, que es lo más simple, lo más cotidiano, lo más vulgar, usted no puede ir al trabajo al día siguiente, porque no sabe dónde toma el bus que lo lleva. Tiene que estar enterado de esas cosas. Pero tiene que estar enterado de lo que pasa en el Oriente Medio y de los precios de los artículos y de lo que está proyectando el Gobierno, para ver si usted siembra palmito o no. — ¿No cree que este vértigo tecnológico conspira contra el ejercicio del periodismo vocacional? — No. Porque la gente siempre necesitará saber para poder formar opinión y tomar decisiones. El ser humano no puede tomar decisiones sin saber. La transformación no está atentando contra el periodismo. Está llevando a ser periodistas a muchos. Si en este momento quiero averiguar sobre un buen pasto en mi finca, eso lo averiguo con un clic
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— Desde 1946. — ¿Qué sabor le deja haber ejercido el periodismo? — El periodismo me ha dejado muchas cosas espirituales, porque hemos dejado mucha sangre y dos hermanos míos en el ejercicio del periodismo. Porque en el ejercicio del periodismo, me casé. Conocí a mi esposa en el periódico hace 57 años, que es lo que tengo de casado. En el periodismo he logrado relaciones que de otra forma no hubiera logrado. Porque he conseguido respeto de mis conciudadanos. He cumplido con mi deber y también hay cosas de las que me arrepiento. No estoy seguro de haber hecho bien, habiéndome empeñado en la creación de la escuela de periodismo. No estoy seguro haber condicionado el ejercicio profesional a un título académico sin que la vocación sea requisito indispensable; si yo le hice bien o le hice mal al periodismo. Esa es una de las cosas que me ha hecho mucho pensar. — Pero muchas generaciones han pasado y se han formado en la escuela y son brillantes… — Yo fui profesor 30 años en la Escuela de Periodismo. — ¿Cómo se va a arrepentir de eso? — No, no me arrepiento de eso. Me arrepiento de que se encadenó el ejercicio de la profesión a un título académico sin que fuera requisito indispensable una vocación leal del periodismo. Eso es lo que me asusta. No es que me arrepiento. Hay periodistas de los que me siento muy orgulloso de haber sido su profesor: Eduardo Ulibarri, Ignacio Santos, Pilar Cisneros, Glenda Umaña, Norita Ruiz de Angulo. Muchísimos, magníficos periodistas y hay una legión que son periodistas porque tienen título, les falta la leche para ser periodistas, sentirlo de verdad. — ¿Son exhibicionistas los periodistas? — Los medios se han modificado, las técnicas los han colocado en las pantallas de la televisión o en las publicaciones radiales instantáneas. Eso va a ir disminuyendo de ahora en adelante con las nuevas tecnologías. El Internet va a hacer que todos en alguna medida lleguen a hacer
226 — Nacer en una cuna de periodistas, ¿marcó su inclinación hacia el oficio? — Seguramente que sí. Aquí uno o se hacía abogado o se hacía ingeniero agrónomo, porque no había otras cosas en la universidad. No había otras escuelas. Yo tomé la decisión de estudiar derecho que era lo que podía estudiar en Costa Rica, pero en eso surgió La Nación, que tiene su historia que no viene al caso en este momento. Se respetó el personal que había buscado el general Pinaud, para hacer un periódico que se iba a llamar El Sol. El general se murió dos o tres días antes de que circulara ese periódico. Se fundó La Nación por un grupo distinguidísimo de personas. Llamaron al personal que estaba en El Sol. Compraron las máquinas de El Sol y se fundó La Nación. Y ¿por qué me hice periodista siendo en ese momento estudiante de derecho? Porque tenía vocación. ¿Por qué Abelardo Bonilla se hizo periodista siendo filólogo? Porque tenía vocación. ¿Por qué Manuel Formoso vino huyendo de la revolución española a ejercer el periodismo aquí, de una forma brillantísima? Porque tenía vocación. En este momento puedo citar a diez o doce grandes periodistas de esa época. Creo que si yo le digo a usted –que está ejerciendo el periodismo– que quitando los trabajadores de la empresa en que usted trabaja, me cite diez periodistas actuales, es difícil que lo haga. En cambio le digo, Joaquín García Monge. Usted sabe de quién le estoy hablando, y cuando le digo Carlos Luis Fallas y tantos que ejercieron el periodismo. Pero me interesa poner énfasis en esto, el periodismo evoluciona. El periodismo puramente vocacional, que no deja más que el cumplimiento y la satisfacción de informar, siendo testigo de los acontecimientos, y de tratar de formar opinión pública, evoluciona a través de cambios tecnológicos, a través de la televisión y de la radio. La televisión crea un encanto, el encanto de la imagen, y entonces hay mucha gente que sueña con ser periodista para ver su imagen en la televisión. Estoy completamente seguro de que usted no escribe una nota para que su nombre salga en el periódico. A usted le importa nada que su nombre salga en el periódico. La escribe porque tiene que escribirla, porque es su trabajo, pero, fundamentalmente, porque es su vocación. — Don Joaquín, ¿cuántos años tiene usted de ejercer el periodismo?
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Valores resumidos por él en un solo consejo para los futuros periodistas: sean siempre fieles a la verdad. Por eso –en la conversación que tuvimos esa mañana– lamentó el amarillismo, la frivolidad, los antivalores que notaba en el periodismo de estos días. Por respeto a su memoria. Por respeto a sus ideales y por la vigencia de estos para el ejercicio de nuestro oficio, mantengo en presente los términos de aquella conversación, celebrada en un pequeño estudio de su residencia, lleno de libros, de periódicos, de caricaturas, de la bulla, del humo y del sofocante calor de aquel inolvidable martes 18 de julio.
Cuna de vocaciones — Nací aquí, en San José, hace 83 años, en una cuna de periodistas. Mi papá periodista. Mis tíos, periodistas y escritores. Mi mamá no, porque no tuvo posibilidad. Éramos cinco hermanos. De los cinco, cuatro trabajamos en el periodismo. Mi padre murió porque le pegaron un tiro en el año 32, en la revolución de Castro Quesada. Jorge, mi hermano menor, murió haciendo periodismo porque le pegaron un tiro en el 55. Carlos mi hermano gemelo está mutilado, haciendo periodismo en el año 84. Yo fui herido. ¿Por qué? Por pura vocación. ¿Ha significado algo para nosotros eso? Claro, es el cumplimiento de nuestra vocación. “Es muy fácil, cuando uno habla de estas cosas, caer en el vicio de convertir la conversación en una especie de biografía, cuando no interesa en absoluto, pero conviene señalar que soy el único periodista que queda vivo de los que escribimos el primer número de La Nación. Es para indicarte que he vivido una época en que los periodistas eran única y exclusivamente las personas que sentían una vocación especial. En esa época los periodistas no graduados, algunos de ellos totalmente autodidactas, comienzan a significarse, no solo como periodistas sino también como ciudadanos y como personas. Don Otilio Ulate, por ejemplo, un hombre que comienza desde la venta de cajetas hasta la Presidencia de la República, en el cumplimiento de una vocación, que lo lleva a permanecer en los periódicos no para exhibirse, sino para cumplir con una vocación, con una actitud ante la vida y ante los demás.
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n los ojos, en las palabras, en la mente de don Joaquín Vargas Gené todavía latía imborrable la escena de la tragedia que lo golpeó aquel sábado 15 de enero de 1955, cuando, a las 5 de la tarde, su hermano Jorge, a la sazón redactor de La Nación, fue herido de muerte durante la cobertura periodística de un combate en la hacienda Santa Rosa, Guanacaste. El suceso fue parte de acciones bélicas a raíz de una invasión perpetrada desde Nicaragua contra el Gobierno de José Figueres Ferrer. Joaquín Vargas Gené era, en ese momento, uno de los jefes de redacción de La Nación, estuvo en el sitio y en el relato que escribió del instante de la tragedia añadió: “Quincho… estás herido…”. No es nada le contestó este periodista… el hermano siguió avanzando y cayó sobre el que esto escribe diciendo: “Yo sí… y a mí me pegaron bien…”. Luego se hizo el traslado a Santa Rosa…Después a Liberia… finalmente a San José en donde murió ayer a mediodía. Lo enterramos en la tarde, cuando caía el sol y el cielo lloraba sobre su caja mortuoria”. “A nosotros, a Jorge mi hermano, a Rojas de La Prensa Libre, a Penelas --me dice don Joaquín la mañana del martes 18 de julio del 2006-nos siguieron. Nos fuimos a tomar la foto en donde estaban cayendo los morterazos y nos cayó uno encima. ¡Hombre! No es culpa de uno, para eso se entrena. Encima del instinto de conservación está la vocación periodística. Encima del dolor de los demás, está la vocación periodística... Las reacciones de los periodistas están condicionadas por la noticia. Lo dejan todo por la información. Pierden su vida por su información”. Don Joaquín me atiende sin cortapisas, con su modo de siempre, en su casa en el barrio Saprissa pegado al este del campus Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica, en San Pedro de Montes Oca. Este es un barrio lleno hoy de bulla. Bucólico en aquellos años cincuentas y sesentas en que los Vargas Gené y otras familias se reunían, de noche, alrededor de una gran mesa redonda en la tertulia política, periodística, a arreglar el mundo, a analizar las noticias, los acontecimientos. Don Joaquín me atiende con una energía envidiable mientras se recupera de un infarto que, finalmente, complicó su salud y lo doblegó el domingo 17 de setiembre del 2006. Pensamiento firme, contundente, sin medias tintas; pensamiento reflexivo, visionario, sin temor al vértigo tecnológico de hoy, su don periodístico superior lo cimentó en los valores más críticos del ejercicio profesional.
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Estirpe de héroes
Nota de la jefatura de redacción
“No pudiendo continuar el relato, no deseo terminarlo sin una nota como Jefe de Redacción de este periódico. Jamás, durante mi vida, podré consolarme de haber perdido a un hermano. Tampoco terminará en lo que me queda de vida, de enorgullecerme, como Jefe de Redacción, de un compañero que, como JORGE, es el ejemplo de todos los periodistas, porque murió cumpliendo con su deber. Un recuerdo para él y para Cordero Rojas, que su sacrificio ilumine en adelante mi camino de periodista, en el que ya quedan huellas de sangre y de llanto”. (Joaquín Vargas Gené, La Batalla de Santa Rosa, diario La Nación, San José, Costa Rica, martes 18 de enero de 1955, páginas 8-9)
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* Joaquín Vargas Gené nació el 8 de diciembre de 1922 en San José, Costa Rica. Periodista, abogado. Fue reportero y jefe de redacción de La Nación, director de La República, del Diario de Costa Rica y Ministro de Gobernación. Murió el 17 de setiembre del 2006.
Foto: Rafael Pacheco
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y tener independencia. Esto obliga a abrirse a nuevas tendencias, gustos, preferencias de la gente. Y trataría de introducir en la cultura periodística cubana, tan distorsionada por la dictadura totalitaria de Castro, el concepto de profesionalismo, de la división entre lo editorial y lo informativo, y entre lo periodístico y comercial, que es fundamental en el periodismo democrático. — ¿Si te gustaría dirigir en una Habana libre? — Sí, claro que sí. — En el hipotético escenario de dirigir un medio en La Habana, y si no se muriera Fidel Castro y te concediera una entrevista, ¿qué tema no le dejarías de plantear? — No soy de los que tienen como objetivo una entrevista con Castro. Pero le preguntaría, ¿por qué tanta arrogancia?, ¿por qué tanto desconocimiento de la voluntad soberana del pueblo?, ¿por qué tanta falta de capacidad para adaptarse a los cambios?, ¿por qué tanta crueldad? y ¿por qué tanta intransigencia? Son cosas que están en la médula del régimen y de su personalidad, con terribles consecuencias para los cubanos. — ¿Su mejor consejo para un estudiante de periodismo? — Trabajar duro y tener afán de superación individual. No ceder ante los obstáculos externos, y no depositar en otros las responsabilidades que son propias. — ¿Cómo espera Eduardo Ulibarri que se le recuerde como periodista? — Como una persona que trató de hacer lo mejor posible desde su profesión, que contribuyó a la profesionalización del periodismo en Costa Rica, tanto desde el ámbito de la enseñanza universitaria, como de los libros y, sobre todo, desde el ejercicio profesional. Como una persona que fue independiente y consecuente en el ejercicio del periodismo, y como alguien que trató de ejercer el poder que tuvo, sobre todo dirigiendo un medio de comunicación tan importante como La Nación, con mesura, independencia, creatividad y lucidez.
218 Santiago de Compostela, que me comí hace años a la 1 a.m., tras una función teatral tardía. — De la música, ¿cuál es tu preferencia? — En eso soy bastante ecléctico. Me gusta mucho la música normalmente llamada clásica, desde la renacentista hasta la del siglo actual; al jazz lo considero una experiencia suprema, sobre todo en vivo, y me encantan varias manifestaciones de música popular, sobre todo de la rica tradición cubana, como el son, la rumba y las derivaciones y mezclas que han producido. Esos son como los tres pilares de mis gustos musicales. — ¿El mejor son? — El mejor son, el clásico cubano. Ahí es donde están las raíces de mucha de la música contemporánea cubana, que, además, ha influido en la música universal. Lo que producía Trío Matamoros, con su carácter tan campesino y auténtico, me parece de lo mejor. Sin embargo, hay manifestaciones contemporáneas de mucha riqueza, que también rescato y casi reverencio. — Venís de la costa, venís del Caribe, y estás rodeado de un valle intermontano, ¿qué preferís? — Me gusta el mar. Sin embargo, las altas temperaturas de las costas tropicales, donde, por cierto, nací, no me agradan tanto. En este sentido, si me ponés a escoger entre la temperatura tropical de una costa o la temperatura tropical más templada de las montañas, me quedo con estas. Sin embargo, el mar también me encanta, y lo asocio con muy gratos recuerdos de mi niñez. — Mencionabas la procedencia de la costa, y me pregunto si te vieras dirigiendo un medio en La Habana, ¿cómo lo dirigirías? — Trataría de dirigirlo con un gran sentido de responsabilidad, con mucho equilibrio, sobre todo partiendo de que, probablemente, esa dirección deberá darse en épocas bastante convulsas y de mucha discusión sobre el destino del país. Lo dirigiría con respeto hacia el público y con el sentido de que hay que buscar éxito e independencia económica para prosperar
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intensamente, ha puesto a prueba los malentendidos o prejuicios de mucha gente, según las cuales debería ser el hombre quien trabaja y la mujer la que se quede en casa, de manera dócil. Adaptarse a la nueva situación es muy difícil, y esto produce roces, choques y rupturas. La sociedad, también, es muy frenética en sus ritmos, en sus demandas en el uso del tiempo, en la presión generalizada sobre los individuos, y eso también le pone estrés a la institución del matrimonio. Además, las mayores posibilidades de controlar la natalidad, algo que considero un avance, ha dado mayor liberalidad a las prácticas sexuales, con todo lo que eso puede implicar para parejas que no se aman o respetan verdaderamente. — Marihuana terapéutica, ¿sí o no? — No tengo ningún problema con eso. — ¿Por qué? — Porque, por ejemplo, así como creo que la morfina debe utilizarse cuando hay episodios de dolor inmanejables, si existe un uso terapéutico de la marihuana, que se administre con responsabilidad, es una ayuda. — ¿Las legalizaciones de las uniones gays y lesbianas? — No tengo nada en contra. Estoy de acuerdo. De ahí a que se pase a los matrimonios del mismo sexo, todavía tengo mis dudas, aunque lo veo con simpatía. Estoy convencido de que debe propiciarse la normalización y estabilidad de las relaciones entre personas del mismo sexo. El problema no es que dos personas del mismo sexo convivan, sino el rechazo social, la semiclandestinidad y el ocultamiento que con frecuencia deben soportar, sobre todo en sociedades donde aún es muy fuerte la doble moral. Esto distorsiona las relaciones individuales y sociales y produce malos efectos. — Te gusta mucho la cocina y la música, ¿tu plato favorito? — Me encantan las pastas. Unos buenos ravioles, en salsa de mantequilla con salvia es un plato ideal. Sin embargo, la comida me gusta en todas sus dimensiones y casi todos sus productos. Una de mis más memorables experiencias culinarias fue tan simple como un trozo de bacalao fresco, cocinado con aceite de oliva virgen en un pequeño restaurante de
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La vida es una tómbola… — ¿Cuál consideras tu mayor virtud? — La tolerancia, tal vez. — ¿Y el mayor defecto? — Algo que puede sonar contradictorio, la impaciencia. A veces hay cosas que me irritan y molestan. Tengo una gran falta de paciencia con algún tipo de gente, sobre todo los fanáticos, los discurseadotes compulsivos o los mediocres. — Ideológicamente, ¿de izquierda, derecha, centro…? — Me defino como una persona de inspiración liberal. Tengo una tendencia consustancial hacia el centro. En política económica creo en el valor del mercado, en la libertad de intercambio, en la responsabilidad fiscal y monetaria, algo que, tradicionalmente, se ha asociado a una supuesta derecha, aunque también está en el programa de un izquierdista responsable como Lula, en Brasil. En política social, me acerco mucho al pensamiento de Amatya Sen, cuando habla de la necesidad de promover las oportunidades humanas. Hay que tratar de que, producto de la libertad y de las oportunidades, la gente realice sus potenciales, de manera individual, preferiblemente. Pero si los obstáculos son importantes, otros actores deben entrar en escena. El Estado, por ejemplo, debe aplicar sus mecanismos de redistribución, para que haya mayor disfrute del producto de la riqueza y del crecimiento; debe ser, además, un buen regulador, un estratega visionario y un promotor inclaudicable de la justicia, la equidad y el estado de derecho. — ¿Un pasatiempo preferido en tu vida? — Me gusta mucho leer y escuchar música. — Matrimonio, una especie en extinción. ¿A qué atribuyes eso? — El que las mujeres tengan hoy muchas mayores oportunidades de ejercer sus derechos y su participación activa en la vida, de desarrollarse muy
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fin del mundo, de la salvación de los seres o de la desaparición de los periódicos, es arbitraria y normalmente inexacta. Sí creo que por más de dos siglos, los periódicos impresos han tenido una enorme centralidad en las sociedades democráticas, como vehículos de información y arena de encuentro o debate. Ese papel, sin embargo, cada vez se debilita más; en algunos países está en rápido retroceso; en otros, aún no, pero creo que se producirá conforma avancen los medios digitales y en red, y conforme se acentúe la dispersión de los públicos. No predigo nada, pero tengo la presunción, a partir de mi contacto e investigación del mundo de la prensa, de que, a mediano plazo, el ejercicio del periodismo en su dimensión de investigar, divulgar y debatir asuntos públicos y tendencias sociales, o de buscar diversas voces que interactúen, se acerquen o discrepen, se va a convertir en una rama especializada de nuestra profesión. Seguirá habiendo grandes medios impresos, pero, sin embargo, tendrán una presencia digital cada vez mayor y, probablemente, los grandes y buenos periódicos impresos de hoy van a tener que depender más de los que les pagan los lectores y menos de los anuncios. Probablemente también dependerán más de otras fuentes de ingresos, generadas por otras formas de distribución del contenido, vía Internet o cualquier otro soporte móvil que lo permita. Sí creo que a largo plazo el horizonte de los periódicos es un horizonte difícil, que va a ser muy distinto al de ahora, que muchos morirán y otros deberán transformarse radicalmente para sobrevivir. Pero de aquí a que, como medio, desaparezcan, hay una gran distancia. — ¿Un periodista modelo en su vida? — Dentro de lo que es el manejo sensato de los temas de gran trascendencia pública, mencionaría un periodista como Walter Lippmann, en Estados Unidos. Sin embargo, a lo largo del tiempo se ha descubierto que él estaba muy cerca del poder; es decir, tenía sus vulnerabilidades. En Costa Rica, un periodista que siempre me ha llamado la atención y al que he considerado muy moderno para su época, es Pío Víquez. Me encantan los cronistas contemporáneos, como Jon Lee Anderson o Alma Guillermoprieto, por sus visiones integrales, de raíces antropológicas, que nos ponen en contacto con situaciones y personajes complejos. Y disfruto mucho a Mario Vargas Llosa como articulista.
214 contra. Fue una resolución que no solo enmendó la gran injusticia que se había hecho en ese caso, sino que enmendó la conducta y la actitud arrogante y prejuiciada de algunos miembros del Poder Judicial en Costa Rica, sobre todo los que integraban la Sala Tercera (penal) en el momento de la condena de Mauricio. Esa resolución de la Corte Interamericana fue esencial para nuestra democracia, y de ello me siento muy satisfecho y orgulloso. — Dos expresidentes sentados en el banquillo de los acusados. Un hecho inaudito en los anales de este país, con un protagonismo de la prensa que, particularmente, en tiempos recientes, se ha cuestionado mucho. ¿Qué lecciones extrae de esa experiencia para el país y para el ejercicio del periodismo? — Son lecciones muy favorables. La prensa actuó como tenía que actuar y como espero, como ciudadano y periodista, que siga actuando. Las críticas contra los medios independientes y profesionales han venido de sectores de poder temerosos de que se ausculten los asuntos públicos y de que se ventilen los hechos, las ideas, los puntos de vista y las posiciones de la gente en público. En esos casos, la prensa lo que ha hecho es revelar hechos, permitir que, mediante esa revelación, cada ciudadano saque las consecuencias y las conclusiones que correspondan, y que en este momento tienen que ver con aspectos sociales, políticos y éticos, no con decisiones judiciales. Por esto, hablar, como algunos hacen, de un supuesto juicio por la prensa, es una absoluta inexactitud. Estoy satisfecho con el desarrollo de estos casos. Ha sido ejemplar. Ha sido como una especie de fumigación de nuestro sistema político. Sin duda ha tenido consecuencias serias; ha vulnerado, desgraciadamente, la confianza de nuestra gente en los políticos, pero peor hubiera sido mantener el velo de sombra que existía. — 2043 pareciera ser el año del Apocalipsis del periodismo escrito. ¿Cree usted en esas premoniciones de la desaparición de la prensa escrita para entonces? — Eso es algo que, para impactar, plantea Phillip Meyer en su interesante libro The vanishing newspaper, cuando escribe que el último periódico será reciclado en algún día de abril del 2043. Es una fecha como otra cualquiera. Creo que cualquier fecha o premonición, sea del
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también en la búsqueda del éxito inmediato de audiencia o de circulación, en menoscabo del desarrollo a largo plazo, o de la responsabilidad que siempre hay que tener. Se ha pecado, y este es un pecado ocasional, en el mucho acercamiento a sectores de influencia. También se ha pecado, a veces, en no darle a la función del periodismo, dentro de las propias compañías de comunicación, un peso y una centralidad lo suficientemente grandes como para poder contar con la mejor gente posible. Esto debería traducirse en políticas de recursos humanos, salariales y de carrera profesional que permitan la permanencia y el desarrollo de la mejor gente en los medios. Hemos pecado, también, en la formación periodística, que no siempre es la mejor ni evoluciona con suficiente rapidez y relevancia. — Una relación bastante sensible con el Poder Judicial, donde hay experiencias muy reveladoras en su paso por La Nación. ¿Qué sabor, qué lecciones extrae, de sentencias, de juicios enfrentados en donde el elemento de libertad de expresión estaba de por medio? — Una lección muy desagradable es la arrogancia tan grande de algunos miembros del Poder Judicial. Como son la última instancia en la resolución de los conflictos y hay tanto respeto a su independencia, algunos miembros de ese poder en Costa Rica (por suerte no todos) desarrollaron, y todavía la mantienen, una arrogancia muy grande. Muchas veces fueron incapaces de deslindar un principio tan esencial para la vida democrática y para el ejercicio de los derechos individuales, como es la libertad de expresión, de sus prejuicios o reclamos personales, o de sus resentimientos puntuales hacia ciertos medios o periodistas. Y esto, a menudo, ha conducido a un cierto desdén por el valor de la libertad de expresión en el conjunto de derechos de los ciudadanos. En muchos de los fallos condenatorios contra periodistas que han emanado de nuestro Poder Judicial ha faltado un genuino ejercicio de independencia, de distanciamiento y de apego al espíritu de las leyes, de la Constitución, de los tratados internacionales y de los derechos humanos. Esto, junto a una legislación ya desfasada, le ha hecho daño a la libertad de expresión en Costa Rica. Como contraparte, la mayor satisfacción de mi vida en la defensa de la libertad de expresión, con una trascendencia que se extiende a todo el hemisferio, fue la resolución de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos en el caso de Mauricio Herrera y La Nación, al condenar al Estado de Costa Rica por una sentencia injusta y desproporcionada en su
212 — ¿Ha habido algún cambio a lo largo de tu carrera, en esa concepción del área propietaria de medios, al ejercicio independiente, autónomo, profesional en uno u otro sentido? — Si uno se va a una historia reciente, de unos 30 ó 40 años atrás, es posible percatarnos de que en Costa Rica se ha producido una profesionalización más generalizada de los medios de comunicación. En esto, el Grupo Nación ha marcado la pauta, para bien, por el respeto a esos principios que acabo de mencionar: de independencia, autonomía y noción de que el buen periodismo puede ser un buen negocio. La preocupación mía proviene más bien de que cuando algunos medios, en Costa Rica u otros países, pierden de vista el largo plazo y la importancia de mantener la credibilidad, y se concentran en lo puramente coyuntural, en la búsqueda fácil de mayores ganancias, por ejemplo, reduciendo mucho el personal y debilitando en mucho la calidad del producto, se entra en una zona de grandes riesgos, en credibilidad, solidez y relevancia. Cuando esto ocurre, se acrecientan las amenazas del futuro. — En ese entorno, y visto en perspectiva, ¿en qué es mejor el periodismo? — Es mejor en el sentido de que quienes lo practican son gentes mejor formadas. A pesar de todas las amenazas y desafíos que se ciernen sobre la profesión, al menos en las sociedades democráticas más maduras o decantadas el periodismo tiene un grado de autonomía, independencia y autosuficiencia que le permite tener mucha mayor seguridad y firmeza en sus relaciones con el poder. El periodismo es mejor ahora en el sentido de que tiene a su disposición una gran cantidad de elementos técnicos para captar y diseminar información, y es mejor en el sentido de que hay mayor alerta de parte de una serie de sectores sociales en su tarea de crítica, de observación y exigencias hacia los medios. Todo esto hace que el periodismo tenga que mantenerse muy vivo y no quedarse dormido en sus laureles. — Y cómo diría el cantante, ¿en qué hemos pecado? — Hemos pecado, y seguimos pecando, de una especie de trivialización de la agenda informativa. No es algo que afecte a todos los medios, pero sí, en distintos grados, a veces alarmantes, a una mayoría. Se ha pecado
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tienen que entender esto. Los dueños de los medios deben ser, también, muy cuidadosos en la selección del personal, sobre todo, de los cuadros de dirección, administración y manejo de los medios, de modo que puedan tener gente en la cual depositar confianza, para no estar interviniendo cotidianamente en las decisiones periodísticas, lo cual resulta fatal. Los propietarios de los medios tienen todo el derecho a escoger quién dirige un medio y a ser parte de la definición de sus grandes políticas editoriales e informativas, pero, a partir de ahí, deben depositar confianza y, por ende autonomía de decisión, en quienes estén a cargo del ejercicio de las responsabilidades periodísticas.
Eduardo Ulibarri dirigió La Nación durante un periodo de intensa convulsión política en Centroamérica en los años ochentas. Procuró garantizar un ejercicio profesional equilibrado en medio de aquella crispación.
210 de contar con buenos jefes. Y uno se hace a sí mismo, con el aprendizaje individual, con el afán constante de superación y conocimiento. La combinación ideal es una mezcla de vocación con la vía universitaria, buenas experiencias laborales y profesionales y un real afán de mejora personal. — Menciona una serie de relaciones del periodismo con actores en sociedad. ¿Tres valores claves para quienes dirijan medios de comunicación? — El binomio de autonomía e independencia. El valor de la equidad y el valor de la precisión y la fidelidad a los hechos, son fundamentales y están muy vinculados entre sí. — Y en las relaciones del practicante del periodismo con otros actores sociales, por ejemplo, con el poder político, ¿cuál es su mejor recomendación? — Independencia. Si uno no tiene independencia, todo lo demás se derrumba. La independencia es el punto de partida esencial. Uno debe ser independiente y autónomo, pero a la vez, como ya dije, tener capacidad de empatía, de ponerse en el lugar de los otros, y tener una cierta dosis de humildad para escuchar y procesar de buena fe las cosas. Sin independencia, la vinculación de los actores sociales con el periodismo está liquidada. La pongo en primer lugar, tanto para el periodista reportero como para el director de medios.
Se hace camino… — ¿Cuál es su mejor recomendación para los dueños de medios de cara al papel que desempeñan en una sociedad? — Es importante tomar en cuenta que el buen periodismo es un buen negocio. Haciendo uno un buen periodismo puede tener éxito económico. Los grandes medios del mundo, y también del país, son exitosos económicamente, y si lo han sido es porque han sabido practicar el buen periodismo, lo cual implica el sentido de ser independiente, de la equidad, del distanciamiento, de la empatía. Los dueños de los medios
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entre lo que es periodismo y lo que son otras actividades; por ejemplo, entre lo que es periodismo y lo que es publicidad. Igualmente importante es la distancia entre ejercicio periodístico y el contacto con el poder, sea económico, religioso, social o gremial. El imperativo de ser independiente, de ser autónomo, de crear distancia, pero a la vez de no desentendernos ni insensibilizarnos a lo que está ocurriendo a nuestro alrededor es algo muy importante. También, a menudo, difícil. — Su trayectoria es distinguida. ¿Cuál es su granito de arena a esta profesión? — Haber contribuido a la profesionalización del periodismo en Costa Rica. Lo he intentado hacer, por un lado, desde la universidad, ayudando, en la medida de lo posible, a la buena formación de periodistas, a sustentar la noción de que el periodismo es, legítimamente, una profesión y a estimular, de este modo, a que gente tan talentosa la emprenda como un proyecto de vida. En el ámbito del ejercicio profesional, creo que un eje de mi aporte ha sido el esfuerzo por distinguir que una cosa es la defensa de puntos de vista y el desarrollo de una política editorial vigorosa en un medio, y otra el ejercicio de la información, que debe ser plural, distanciada, independiente, balanceada y equitativa. Hacer eso en la práctica cotidiana del periodismo en La Nación, con todo lo que La Nación implica en el periodismo nacional, creo que ha sido otro aporte. — ¿Nace, se hace, o cómo surge el elemento de ser periodista? — Quien no tenga la vocación, la inquietud periodística, el interés por lo que pasa a su alrededor, por comunicarse con los demás, el interés por los asuntos públicos, difícilmente va a ser un buen periodista. Pero con solo esa llama, que es la vocación, uno logra muy poco; por esto, también necesita hacerse. Ahora, ¿cómo se hace el periodista? En esto no tengo ningún dogma. Ahora que las sociedades cambian tanto, que existen tantos estímulos, demandas, complejidades y ansiedades, la enseñanza universitaria del periodismo es muy importante, porque contribuye a la sistematización de saberes. Contemporáneamente, las universidades son los sitios donde se hace la mayoría de los periodismo, sea estudiándolo directamente o, también, estudiando otras carreras para luego saltar al periodismo. Uno se hace también en gran medida con la práctica del oficio, en el yunque de las salas de redacción, sobre todo si tiene la suerte
208 responsabilidad en borrar la frontera entre la ficción y la realidad, entre la dramatización de un hecho y el hecho en sí; también, entre lo comercial y lo periodístico. Por ejemplo, con los llamados publirreportajes que no aparecen como tales, y que son información pagada, se erosiona de forma aún más grave el contrato de credibilidad entre el medio y el público. Esto deja mucho que decir del compromiso ético de quienes actúan de esa manera.
Lo que bien se aprende — A estas alturas de su trayectoria, ¿qué lecciones le deja el ejercicio del periodismo? — Muchas. El periodismo tiene que ser, en gran medida, un ejercicio de humildad, sobre todo, para ser muy cuidadosos con el uso del poder. Mientras más elevada sea la responsabilidad que uno tiene en el ámbito periodístico, más tiene que practicar el principio de humildad. También es fundamental poderse sorprender por las cosas; tener la curiosidad de abrirnos a cosas nuevas. Estas pueden ir desde las tecnologías hasta los cambios que se dan en sociedad y las relaciones. Otra enseñanza es la importancia de respetar a los demás, de desarrollar una capacidad de empatía que me permita ponerme en los zapatos de los otros, sea ese otro un lector o una lectora, la víctima de un hecho noticioso, o su protagonista. Aunque se trate de personas sobre la cual tengamos certeza de que están actuando malintencionadamente, no debemos perder esa capacidad de ponernos en lugar del otro y de respetarlo. Esto, incluso, vale para los enemigos. Considero crucial, además, la necesidad de trabajar en equipo. El ejercicio del periodismo cada vez más deja de ser la labor del lobo solitario y es más un trabajo de grupo. El aporte intenso e individual de un reportero, la agudeza de una idea o de una súbita iluminación o intuición que alguien tenga, se mantienen como elementos fundamentales en periodismo. Pero la capacidad de trabajar en equipo, de interactuar con los demás en el ámbito profesional y en el ámbito que trasciende la profesión, es muy importante. También tenemos necesidad de estar aprendiendo constantemente. Es algo muy ligado a la curiosidad que debemos tener como periodistas. Los periodistas estamos obligados a mantener muy claras las fronteras
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desenvuelve nuestra actividad. ¿Cómo califica usted la dimensión ética en el ejercicio del periodista? — Me parece fundamental. Es la razón de ser del periodismo como profesión. El ejercicio ético de la profesión está en la base de lo que podríamos llamar el contrato con el público. ¿Por qué? Porque si no se parte de un ejercicio ético, se vacía de significado y de legitimidad esa traslación de responsabilidad que nos hace el público a los periodistas cuando, virtualmente, nos dice: ‘Vean aquí hay una realidad a la que no tengo acceso y yo deposito en ustedes la confianza para que la perciban, la seleccionen, la interpreten, la procesen y me la devuelvan ya convertida en mensajes’. Si no se parte de un adecuado ejercicio ético, de ponderación de la real importancia de los elementos, de balance y de equidad, ese supuesto básico que está en el contrato con el público, se erosiona. Y ese contrato, que está sustentado en la credibilidad, se desploma. La ética periodística, en su dimensión más general, es ser fiel a los valores fundamentales de la profesión: a la dignidad de los seres humanos, a la verdad, a la independencia. Sin ellas, el periodismo pierde mucho de su razón de ser. — Ese contrato, ¿lo ve usted sólido, tras tres décadas y un poquito más del ejercicio del periodismo, o lo ve erosionado? — Me temo que se ha ido erosionando. No creo que sea antiético, por ejemplo, que un noticiero de televisión de pronto se dedique a la charanga, al suceso y a la ligereza, pero sí me parece que, al renunciar casi totalmente a su responsabilidad pública de informar sobre asuntos trascendentales para la suerte del país, o del mundo, está contribuyendo a una erosión del ejercicio ético del periodismo, que debe incluir un adecuado balance en el contenido de un medio, como parte de la confianza que el público deposita en él. También es un factor de erosión que, a veces, la arrogancia del poder aparece en distintos niveles del ejercicio profesional. Otro factor que erosiona muchas veces esa confianza, son errores de exactitud, de precisión y de atribución. Mediante varias investigaciones, en Estados Unidos se ha demostrado que detalles muy puntuales como esos, si no se cuidan, van debilitando la credibilidad de los medios. Creo también que la televisión, en Costa Rica, ha tenido una lamentable
206 sandinista, la guerra en El Salvador, en Guatemala, los problemas en Honduras y las amenazas que se sentían acá, en Costa Rica. Y, ¿cómo manejar una razonable cuota de pluralismo, de tolerancia, en medio de una confrontación tan grande, de amenazas reales a la estabilidad del país? Fue algo muy difícil. — ¿Por qué calificas eso como angustiante en el ejercicio profesional? — Porque, por un lado, estaba la realidad muy concreta de un régimen que no me atrevería a definir como marxista en el sentido pleno de la palabra, pero sí estaba muy influido por el marxismo y muy estratégicamente vinculado a las líneas expansionistas de Cuba y, en menor medida, de la Unión Soviética. Era amenazante para Costa Rica, y tenía en el país, contrapartes y grupos subordinados, que estaban más en función de los intereses ideológicos de ese régimen que de los intereses del país. Era una etapa de confrontación muy directa, en la cual los peligros eran reales. Todo eso, obviamente, incidía mucho en las visiones que uno desarrollaba, y creaba expectativas muy distintas alrededor de los medios de comunicación. Por ejemplo, ciertos sectores esperaban que los medios se pusieran casi al servicio de las estrategias de comunicación del gobierno de esa época, el de Luis Alberto Monge, que fue la más dura del enfrentamiento con Nicaragua. Otros, sin embargo, acusaban a La Nación de ser un instrumento antisandinista y pronorteamericano. En medio de ese cruce de influencias, de exigencias, de posiciones polarizadas, mantener un cierto o razonable equilibrio era una tarea deliberada de todos los días. Había que pensar bien muchas decisiones. Ese fue el elemento angustiante. — ¿Cómo retratarías esa tarea? ¿De capitán…, de…? — De vigía y de abanderado de la persuasión. Me preocupé por marcar rumbos, por tratar de ser muy claro al racionalizar y explicar las posiciones de La Nación. De ese modo, además, podía incidir mejor en el desempeño del equipo profesional bajo mi responsabilidad, en el manejo y neutralización de todas aquellas influencias, estímulos y exigencias, que venían de afuera, de distintos sectores en pugna. — Decisiones dentro de ese contexto ético permanente en que se
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la diversidad, una política de restricción, ni de intolerancia o sectarismo. — Te marcó el exilio, pero no te cegó… — No, claro que no. He tratado de que no. — ¿Por qué no? — Porque siempre he intentado ver las cosas con cierta distancia. Soy antifanático. Mi personalidad va en contra de cualquier fanatismo. Eso me ha ayudado. Creo que unas de las necesidades de cualquier periodista es entender bien las realidades. Si uno se ciega o se obnubila percibiendo la realidad, pierde capacidad de incidir en ella.
Campos minados — ¿Cuáles crees que son los mayores peligros, desde adentro, en el ejercicio de la profesión? — Un riesgo es la arrogancia del poder. Si uno, como reportero o en cualquier otro cargo de la escala jerárquica de un medio, hasta director o propietario, no es muy cuidadoso en el manejo del poder, y no controla esa tendencia tan natural en los seres humanos a ejercerlo intensamente, corre el gravísimo riesgo de caer en la arbitrariedad y de perder la credibilidad. Otro riesgo de importancia, un poco más sutil, es el encerrarse en marcos preestablecidos para percibir la realidad, el perder la posibilidad de sorprenderse, de tratar de detectar en dónde están surgiendo nuevas inquietudes, tendencias o grupos, para tratar de incorporarlos al menú informativo, al menú temático, a la agenda de los medios de comunicación. Esa capacidad de apertura es importante. Las sociedades viven momentos de crispación y de polarización, en los cuales, como periodistas, debemos ser especialmente cuidadosos. En mi experiencia profesional, el período más difícil y más angustiante fue el de la confrontación centroamericana, sobre todo en relación con el gobierno sandinista. No me tocó dirigir La Nación durante la guerra contra Somoza, pero sí durante prácticamente la totalidad del gobierno
204 — ¿Fue una vocación, alimentada y aguijoneada por experiencias de madurez de esta naturaleza? — Sí, es totalmente exacto decirlo así. Sin embargo, tan pronto empecé a estudiar periodismo, asumí claramente que era una profesión, que si uno pretendía usarlo como una vía estrictamente de militancia política estaba liquidado. Entré a la universidad sin una certeza de que me iba a quedar con periodismo. Comencé a estudiar ciencias políticas y periodismo simultáneamente, pero después me incliné solo por periodismo, porque me gustó más y porque me harté un poco de la politización que había entonces en la Escuela de Ciencias Políticas. — ¿Por qué le gustó más el periodismo? — Era más afín a mis intereses, a la posibilidad de expresarme y crear. Además le veía una dimensión práctica: más salida profesional. El periodismo es una profesión, o una actividad, bastante definida. Sobre las ciencias políticas, en cambio, me preguntaba: tras estudiar ¿qué voy a hacer?, ¿me voy a poner a investigar?, ¿me voy a dedicar a la política?, ¿voy a ser burócrata en una organización o institución pública? La opción por el periodismo me resultó entonces aún más clara. — Marcado por una experiencia como la del exilio, pero usted es reconocido en toda su visión, y en toda su trayectoria, por el pluralismo que ha impulsado en el ejercicio de la profesión, del oficio. ¡Qué gran contraste! ¿Por qué esa apuesta suya a ese fomento del pluralismo? — Porque tengo muy claros cuáles son los valores esenciales del ejercicio del periodismo, y porque me tocó, cuando apenas tenía 30 años, la gran responsabilidad de dirigir un medio de la trascendencia y el impacto social, político y cultural de La Nación. Siempre he tenido muy claras mis ideas y he tratado de defenderlas con toda sistematicidad e intensidad. Parte de mi estructura, ideológica, doctrinaria o conceptual valora mucho la tolerancia y la importancia de que haya una discusión libre de ideas. Si, por ejemplo, me precio de tener muchas afinidades con el liberalismo en su dimensión más amplia, tengo que ser coherente con eso. Si uno pregona una actitud liberal, no va a practicar en el ejercicio de la profesión, que además es consustancial a la apertura y a
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— Tu marcha hacia el mundo del periodismo, ¿la sentís, la vivís, en algún momento de la infancia? — No, fue más bien durante la adolescencia, acá en Costa Rica, no en Cuba. Y en esto entran otros factores. Por el tema político, el tema del exilio, el tema de la oposición al régimen de Castro y todo lo que eso implicaba, sentí una gran necesidad de buscar información, desarrollé mucha inquietud por temas políticos, sobre todo internacionales. Aquí, gracias a que ya estaba libre del control totalitario, leía comentaristas y políticos internacionales. Esa inquietud me llevó a decir, bueno a mí los temas de actualidad me gustan, tengo ese impulso de interés político, y el periodismo es una actividad en donde puedo desarrollar esas inclinaciones y, además, le pagan a uno por hacerlo. También incidió, de forma determinante, la influencia que en el colegio tuvo sobre mí, desde el punto de vista de orientación y de descubrimiento de vocaciones, Carlos Luis Altamirano, profesor de literatura y de español en el Liceo de San José, donde estudié el bachillerato. Fue uno de esos profesores que lo marcan a uno. Me despertó el gusto por la literatura, me dio mayor seguridad en todo el manejo de la redacción y el estilo y me clarificó, de manera didácticamente muy eficaz, todo lo que tiene que ver con la gramática y la sintaxis. A pesar de que en la educación formal esas enseñanzas tienden, a menudo, a ser muy acartonadas, don Carlos les daba vida. Además, su manera de exponer los temas literarios era absorbente. Gracias a él, por ejemplo, pude disfrutar desde muy joven el genio del teatro de Shakespeare. — ¿Hay algún evento, algún hecho o acontecimiento que vos recordés te hiciera virar hacia el periodismo? — Como elemento fundamental, el exilio. Ver uno que su vida cambia, que es controlada por la forma como un régimen político se comporta y por la naturaleza totalitaria de ese régimen; eso me impactó muchísimo. También, un hecho característico de la salida mía de Cuba en los primeros dos años fue la separación de mi mamá y de mi hermano. Me marcó mucho. Eso me alimentó más la inquietud social, y política, de darle seguimiento a Cuba, a la política internacional y la política latinoamericana.
202 “Tan pronto empecé a estudiar periodismo asumí claramente que era una profesión, que si uno pretendía usarlo como una vía estrictamente de militancia política estaba liquidado”. Y así hasta hoy, como consultor internacional de medios, docente y observador en la llanura del ejercicio, ratifica que el periodismo debe ejercerse sin arrogancia, con mucho cuidado, en especial en momentos de crispación y polarización. Debe ejercerse con equilibrio, como le gustaría algún día dirigir un medio en una Habana libre, aquella que dejó atrás hace ya 40 años.
El golpe totalitario — ¿Cómo nace Eduardo Ulibarri periodista? — Mi nacimiento como periodista se remonta, como antecedente, a dos factores fundamentales. Primero, siempre me gustó el mundo de lo impreso, de las imprentas, de los tipos, y también siempre tuve afición por escribir y leer. El ruido de las viejas imprentas, la maravilla mecánica de los linotipos, el olor de la tinta, el diseño y la magia de la reproducción tienen, para mí, una fuerza seductora. — ¿Desde pequeño? — Sí, claro, desde niño. Uno de los regalos que más me gustaban eran esas imprentitas manuales, que consistían en unos tipos de hule que se introducían, uno a uno, en unos pequeños canales, para formar líneas. Con ellas imprimía pequeños mensajes y anuncios. — Pero se ha planteado que, más bien, las inclinaciones suyas, infantiles y juveniles, derivaban hacia la ciencia, hacia lo electrónico... — Cierto. De niño tenía una enorme afición por la electricidad, la carpintería, después de un periodo en que dije que iba a ser pediatra. Después, por muchísimo tiempo, tuve la intención de ser ingeniero eléctrico. Leía libros de electricidad, hacía experimentos y hasta produje más de un cortocircuito en la casa. Creo que esa afición por manosear las cosas, por tocar y probar, se puede vincular también con mi gusto por las imprentas.
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l fuego del exilio lo quemó. Lo hizo periodista. Pero no lo cegó. Fue a sus 14 años, un 11 de febrero de 1966, cuando, con su papá, dejaba atrás su Cuba natal. Al día siguiente llegó a Costa Rica. Dejaba la patria y dejaba a su mamá y hermano. “Me impactó muchísimo. Me marcó mucho. Me alimentó más la inquietud social, política, de ver qué estaba pasando en el mundo, de darle seguimiento a Cuba, al tema de la política internacional y latinoamericana. Fue un hecho fundamental en mi vida”. Eduardo Ulibarri Bilbao traza con sobriedad su razón de ser periodista. Lo hace al calor de una taza de café que compartimos en su residencia del barrio La Guaria al este de la capital, lejos del mundanal ruido del diarismo, en el que ha estado inmerso desde 1974 y que le ha llevado a escalar una de las más distinguidas carreras profesionales en el continente. En su reflexión fluye la pausa, la mirada introspectiva y la visión del por qué de sus pasos y de sus decisiones. Abanderado de la tolerancia, de la libre discusión de ideas, quizás es esta una fuente mayor de admiración hacia su persona, sobre todo como guía y director del diario La Nación de Costa Rica, durante uno de los periodos más convulsos de la Guerra Fría, en el escenario de la confrontación en Nicaragua, Guatemala y El Salvador, donde la gravitación del régimen de La Habana era abierta. “En mi experiencia profesional, el período más complejo y angustiante fue el de la confrontación centroamericana, sobre todo en relación con el gobierno sandinista. ¿Cómo manejar una razonable cuota de pluralismo y de tolerancia en medio de una pugna tan grande, de amenazas reales a la estabilidad del país? Fue algo muy difícil”. Esa conducción ecuánime, ponderada, de uno de los medios de mayor influencia regional, en momentos tan críticos, tiene su respuesta en esa visión suya del ser periodista.
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Eduardo Ulibarri Bilbao, nació en Remedios, Cuba, el 3 de febrero de 1952. Se graduó de periodista en la Universidad de Costa Rica y tiene una maestría en periodismo de la Universidad de Missouri-Columbia. Dirigió La Nación, San José, Costa Rica, de 1982 al 2003. Es consultor internacional de medios y docente universitario.
Foto: Róger Benavides
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198 — ¿Qué debe hacer el periodismo para sobrevivir a este fenómeno? — La competencia es feroz y se está luchando no solamente en cuanto a costos, se está luchando en cuanto a términos de tiempo. En cuanto a eso, hay una anécdota muy linda que vale la pena revelar. Una anciana de 92 años ganó el premio de novela en España y ganó un millón de dólares. Es una novela muy buena. Se hizo un acto muy importante en Madrid. Estaba la Academia de la Lengua y estaba todo mundo, y esta viejita dijo: ‘Gracias por este premio. Para mí es un gran estímulo y sobre todo por el millón de dólares, porque por primera vez en mi vida, voy a comprar algo que nunca he podido comprar’. Y entonces el Rey pensaba, ‘¿Qué será?’ Y ella dijo: ‘Por primera vez en mi vida voy a poder comprar tiempo’. Ese es un tesoro, porque ella decía que el tiempo es oro. Me he vuelto muy selectivo para leer, libros y artículos. Tengo autores que no vuelvo ni a ver porque ya sé lo que piensan. Algunos autores me recuerdan al Partido Comunista y al Movimiento Costa Rica Libre; la misma historia, el comunismo, dos extremos aburridos y repudiables para un país como el nuestro. Hay cosas que son inaguantables. Hay autores que usted sabe lo que le quieren decir, no importa cómo encabecen su tema. Esos son los que no hay que ver. Por eso me he hecho muy selectivo. Solo leo libros que me interesan porque no tengo mucho tiempo. Tengo 75 años. — ¿Muere el reporterismo de pasión, el reporterismo de a pie? — Sí, claro, está débil, por la misma razón que la prensa se ha tecnificado tanto, que ha perdido interés y hay cierto repudio inconsciente en ese tipo de periodismo en los centros de dirección y orientación e industrialización de la prensa. Creo que sí. Quizás uno avanzó más en edad, y se hizo más viejo, o qué, pero hay cosas que echa uno de menos.
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— ¿Se ha vuelto más sensacionalista? — No necesariamente más sensacionalista, sino más marginadora de temas esenciales, porque creo que un sensacionalismo inteligente y alegre no es malo. Es malo en la medida en que pase ciertos límites, pero lo que sí siento es que la prensa es muy regimentada por los costos económicos en la televisión, radio y prensa escrita. Hay frivolización. Han mejorado mucho el servicio pero también ha mejorado mucho la competencia. — ¿Sigue leyendo los periódicos? — Todos los días durante los cuatro años (como embajador en Perú), porque hay cosas que uno no ve en la televisión, y mientras he vivido afuera todos los días he leído Al Día, La Nación y El Financiero, que es muy bueno. — ¿Le entró al fenómeno de Internet? — ¡Ah! Claro, los cuatro años han sido de información plena, vía digital. — ¿Qué desafíos presenta para la prensa la explosión digital de las comunicaciones? — El desafío es muy grande primero porque hay un margen mayor de libertad, y sobre todo hay dos cosas: limitación económica y limitación de tiempo. La gente tiene menos tiempo para leer y tiene menos dinero para pagar suscripciones de periódicos, y si tiene computadora y tiene Internet, pues ahí tiene la información. — Dice un experto internacional de periódicos que el último periódico se estará leyendo en los primeros días del 2043. ¿Usted que cree? — No creo. Uno siempre quiere el periódico duro. Quiere el olor de la tinta. Quiere pasar la página. Quiere poder volver al tema. Quiere en algún momento releer lo que ya leyó. No creo eso. Es como la historia de que Internet y lo digital iban a hacer desaparecer los libros. Los libros están siempre vivos, y la gente siempre sigue comprando libros.
196 La prensa tiene que divertir, formar, orientar, pero no ir más allá de ciertos límites. Los costos de operaciones de los medios llevan a tomar ciertas medidas necesarias para sobrevivir, y voy a la televisión, la pelea por el rating de la televisión. En un programa en el día, prácticamente entre 5 y 6 de la tarde, unas muchachitas, en traje menos que de baño, se sientan en el sexo del hombre, y es parte de un programa sobre lo que hacen las bailarinas en Costa Rica para sobrevivir. Ellas opinan muy decorosamente que eso es un trabajo y es su manera de trabajar. ¿Tiene derecho la televisión a pasar informaciones que son totalmente pornográficas a las 6 de la tarde? No tiene derecho. ¿Tiene derecho un canal a publicar el cadáver ensangrentado de un niño que fue atropellado por un camión? ¿Es eso el ideal de una información?, o ¿es exagerar los deberes del informador? — ¿Por qué momento está pasando la prensa? — Tecnológicamente muy bueno. Humanamente, creo que estamos perdiendo valores importantes. Hay la tendencia a unificar pensamientos. La realidad es que desaparecieron las figuras. Desapareció Marín Cañas. Desaparecieron los grandes, y muchos otros, pero me parece que hay una gran uniformidad. Eso no es bueno para la democracia. Es malo para los valores republicanos. — ¿Cuáles temas están ausentes en la prensa costarricense? — Los derechos humanos. El problema laboral, la desocupación, bien peliagudo. Hay doctores graduados en derecho, filosofía, abogados. Hay un montón de gente con título y sin destino. No tienen trabajo. Hemos planificado mal la educación y hay mucha oferta de profesionales que no tienen puestos de trabajo. — Perderse de esos temas, ¿cómo afecta a la prensa? — Afecta a la prensa, pero, peor, afecta la estabilidad institucional del país, porque he sentido subterráneamente que hay un fervor de gente que está amargada, desilusionada, que está esperando una chispa que incendie la pradera. Hay un gran sentimiento de frustración por lo que he podido captar.
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gesto de arrogancia suya. Loría tenía la razón, y fue el único periodista que se enfrentó — ¿Qué nos dejó de enseñanza? — La lección periodística es: cuando están de por medio los valores patrióticos y profesionales del periodismo, usted ve que los Estados Unidos, en la guerra de Vietnam y la guerra de Irak, hay limitaciones a la libertad. Esas limitaciones se dan en función de proteger el interés nacional. Hay cosas muy sensibles que no se pueden, ni se deben divulgar, porque le pueden servir al enemigo. Es el mismo caso. Son lecciones válidas y sería mejor que no se produjeran, pero se producen. — Prensa y corrupción. ¿Podemos incurrir en corrupción los periodistas? — Claro, por omisión, y no hay necesidad de recibir dinero. Se puede omitir una información. Se puede dulcificar una información. Se puede desviar un comentario editorial. Se puede desviar un comentario firmado. La honradez químicamente pura es bien difícil, pero hay que tratar de obtenerla porque el concepto del periodista es el concepto de un cruzado, palabra que no hay que usar mucho porque los islamistas se ponen muy molestos. Nosotros somos, o debemos ser, un poco franciscanos y debemos sacrificar muchas cosas para servir a nuestra comunidad. Tenemos la obligación de empinarnos por encima de intereses subalternos para servir a los propósitos nacionales de justicia, libertad de dignidad humana, de derechos humanos. Tenemos una misión de servicio público.
No hay derecho… — ¿Cuáles cree son pecados capitales en el ejercicio del periodismo hoy? — Vivimos un momento de prensa, y en general, radio, prensa escrita, televisión, industrializada, donde los costos de producción son muy altos, y al ser tan altos, la prensa nuestra ha caído en lo que está cayendo la prensa mundial, en convertir la información en divertimiento también.
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Durante la revolución que acabó con la dictadura de Somoza en Nicaragua, la prensa costaricense, reconoce Julio Suñol, perdió objetividad.
— ¿Cómo valora esa pérdida de objetividad de la prensa tica en el conflicto nicaragüense? — Hay un problema de tipo ético-político. Todos perdimos la objetividad, excepto el periodista José Joaquín Loría (q.d.D.g) quien insistió hasta el final que había campamentos (antisomocistas en territorio tico). Nosotros en La Nación, pero no estoy seguro, nunca supimos que había campamentos. Usted se acuerda mejor, porque usted estaba en el ojo del asunto, pero no recuerdo que haya habido campamentos. Loría se enfrentó al gobierno de Carazo y denunció que sí había campamentos, y es cuando Carazo le dio de alta. Fue una arbitrariedad de Carazo, y un
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— Hay que defender la libertad y la independencia de uno como editor. Se defiende con el razonamiento y con el máximo de sacrificio a veces y ser fiel. Si uno no cree, entonces mejor se va, porque uno no puede trabajar en esas condiciones. — ¿Conviene que un dueño de un medio incida en la decisión editorial o debe dejar eso al arbitrio de los directores del medio? — Debe dejarlo al arbitrio de los directores del medio, y caer un poco en la doctrina Jaime Solera. ‘Julio -me decía-, a mí lo que me interesa es el informe final en setiembre, el informe financiero. De ahí en adelante, hagan con el periódico lo que quieran’. El me hablaba como si yo fuera codirector, tal era la confianza. El no se metía con nosotros. — ¿Por qué conviene que lo dejen al arbitrio de los directores de medios? — Porque es la única manera de mantener la imagen real de independencia. Si los directores de medios tienen intereses subalternos que quieren proteger, con su labor informativa, se están yendo de esa ética.
Arenas movedizas — Ha enfatizado mucho en la independencia, pero recordando épocas que vivimos y experiencias muy intensas, en la lucha contra Somoza, ¿no perdió la prensa costarricense su objetividad? — Sí la perdió, no solamente la perdió, sino que fue cómplice y complaciente, pero tiene una explicación. En ese momento, no era la lucha independencia, prensa, objetividad, era la lucha de un país democrático, históricamente víctima de una dinastía sangrienta. El acoplamiento nacional que hubo, llegó hasta la complicidad periodística. Nosotros, en La Nación, fuimos cómplices de silenciar cosas, y lo hicimos en una confrontación definitiva contra una dictadura que nos amenazaba.
192 — Usted dio una gran batalla contra la presencia del financista estadounidense fugitivo Robert Vesco en los setentas. En este caso, ¿cuáles son las mejores lecciones desde el punto de vista periodístico? — La mejor lección es que, a veces, los periodistas tenemos un punto de inflexión, en donde debemos asumir una responsabilidad a costa de lo que sea. Sabía del poder de Vesco. Sabía que Figueres viejo estaba aliado con Vesco. Figueres me había hecho una oferta que yo denuncié en la televisión y en la radio y denuncié en mi libro Robert Vesco compra una república y nunca me desautorizó. Al contrario la confirmó. Me ofreció que nos asociáramos Vesco, él y yo e hiciéramos el periódico más grande de América Latina. Como no entré en el negocio, lo rechacé y lo denuncié, Figueres inventó Excelsior a raíz de la negativa de que el Diario de Costa Rica se sumara. — ¿Lección fundamental? — Mantener el punto ético. Mantener el punto de combate. Si usted cree en su idea, si usted cree que hay valores que defender, de soberanía de libertad, independencia y dignidad, personal o pública. — ¿Cuál cree usted que debe ser la mejor entendida relación entre partes propietarias de medios y áreas editoriales? — Don Jaime Solera tenía gran confianza en mí, y nunca se metió realmente con la línea informativa y editorial, siendo en ese momento, el dueño, por excelencia, el que manejaba todo. Un día entró furioso a La Nación, y me dijo: ‘Julio, ¿quién escribió, esa nota que está en sucesos que dice ciclista atropelló un anciano de 52 ó 55 años? ¿Cómo es posible, que esto se publique?’ Y le dije es que aquí hay un periodista joven, muy brillante y muy capaz y él es muy joven, y para él a su edad, un hombre de 50 años es un anciano. Yo le dije: ‘Don Jaime es que uno a los 18 ve un hombre de 60 como un anciano’. ‘Sí puede tener razón, usted’, me respondió. Después de eso, jamás, nunca don Jaime se metió con la sección editorial, y nunca me dijo publique tal, o cual noticia. Nunca. — ¿Una enseñanza en ese sentido?
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que sea, embajador, periodista, me dedico las 24 horas a cumplir con mi deber. — Relaciones prensa y políticos, ¿cuán riesgosas son? — Son inaceptables. Uno puede tener contactos, pero no relaciones. El periodista tiene que ser independiente hasta de la familia, porque hay momentos en que a la familia no le conviene que uno asuma ciertas posiciones periodísticas, y por supuesto, no le conviene otras veces a la empresa. No le conviene a la esposa de uno, y por supuesto a mi hermano, que está pugnando por una licitación, para decirlo en hipótesis. Hay que defender a muerta la independencia. En la vida, en el periodismo, en la diplomacia, siempre me guió una frase catalana de mi abuelo, que mi padre asumió y la proyectó en mí: ‘En mi hambre mando yo’. Ser soberano uno de su hambre. Saber que uno tiene que renunciar a cualquier cosa para mantener la autonomía y la independencia. He sido relacionado con el poder, pero nunca he sido súbdito del poder. Nunca he sido dependiente del poder. Nunca he hecho nada para satisfacer al poder. Al contrario, si usted revisa la historia moderna contemporánea mía, he sido crítico de los políticos y, a pesar de eso, me han llamado para que vaya para acá, para allá. Es un reconocimiento a la independencia mía.
Ante el poder — Pero usted ha sido embajador, ¿no compromete su credibilidad con ese tipo de vínculos? — Podría ser, pero en mi caso no se ha dado, porque los hechos pueden más que la suposición. Los políticos nunca me pidieron condicionamientos. Nunca se los hubiera cedido. Más bien me dieron reconocimiento por mi actitud crítica. Cuando Carazo me nombró embajador en la OEA en Washington D.C., hablé con Rodrigo, y le dije: ‘No sé si tenés muy poca memoria. Te he criticado mucho por tus funciones en el gobierno y me gustaría aclarar este punto, porque no quiero aparecer aceptando un puesto ante alguien a quien he criticado mucho’. Y me dijo: ‘Sé que me has criticado, pero quiero tener un hombre de acción en Washington’. Por encima de todo, siempre he sido periodista.
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Un peón — ¿Qué es lo mejor de ejercer este oficio? — Servirle a la comunidad, a la región, al mundo. Uno debe saber que no va a cambiar el mundo, pero va poner un grano de arena para que el mundo sea mejor. Somos servidores públicos por antonomasia. — ¿Qué se puede catalogar como lo más fuerte que usted haya vivido, en su experiencia periodística? — Nada peor. Algunos sacrificios originales como las inundaciones de Cartago, que son clásicos, y como les digo a los de sucesos, ‘vayan a las inundaciones, y hagan la reflexión social’. Eso lo hice en La República, en donde tuve varias etapas. Mi primera etapa fue la fundacional. En 1955, La República era un desastre y llegó un periodista cubano, Alberto Ferreiro, brillante. Yo era el jefe de redacción. Ferreiro, mi amigo, hizo un esfuerzo enorme por organizar la gerencia, asumió el control del periódico y me propuso para director. Yo tenía entonces 24 años. Figueres dijo que no. Que yo era muy joven. El era uno de los dueños, junto con Chico Orlich y con Alex Murray. Ferreiro dijo: ‘O nombran a Suñol responsable de este periódico o renuncio a la gerencia’. Él me impuso y a muy corta edad asumí la dirección del periódico. Era mi primera dirección; la otra fue en 1995. Mi experiencia en La República fue completa, sucesos, sociales, Asamblea Legislativa, Presidencia. Ese proceso que todos de alguna manera hemos tenido de ir escalando posiciones. Pero con humildad. — Sus recuerdos en esta trayectoria… — He sido privilegiado. He tenido mucha suerte en la vida. Logré muchas cosas sin buscarlas, desde ser diputado hasta ser ejecutivo y miembro de la Junta Directiva de La Nación. Don Jaime Solera me propuso para que, con Enrique Benavides, fuese a la Junta Directiva. — Usted ve su perspectiva profesional como privilegiada… — Sí, privilegiada. Suerte, en parte, y, en parte, reconocimiento a un hecho: he sido un gran trabajador, trabajador de 24 horas diarias, en lo
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Vocación en el alma
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ombatió con furor la presencia en Costa Rica del fugitivo financista estadounidense Robert Vesco en los años setentas. Lo hizo desde las páginas de los desaparecidos Diario de Costa Rica y La Hora, los cuales dirigió entre 1969 y 1974. Y desde ambas trincheras, Julio Suñol Leal libró encarnizados combates contra la administración de José Figueres Ferrer (1970-1974), el mismo con quien había tenido su primer encontronazo en La República, cuando fue sugerido para director en 1955. Asumió, denunció e investigó, en 1973, el caso de las denominadas “muertes extrañas” en que se presumió implicación policial en al menos dos asesinatos de narcotraficantes. Y cuando llegó la hora, puso su pluma en la primera línea de fuego en la lucha que desembocó, el 19 de julio de 1979, en la caída del régimen de Anastasio Somoza Debayle en Nicaragua. Don Julio frisa hoy los 75 años, pero su temperamento, cual soldado del periodismo, sigue candente, como candente se sintió la noche en que, mientras estaba en una recepción en la Embajada de Estados Unidos, le informaron que una bomba había sido detonada frente a su casa donde se encontraban sus hijos Marcela, Roberto y Fernando, quienes salieron ilesos. “Casi me convierto en un Rambo pero hay cosas en que uno reflexiona”, me dice. Libertad, independencia, dignidad personal y pública son valores en los que este viejo caudillo del periodismo tico remacha al echarle una mirada a su trayectoria y al devenir de un oficio que lleva clavado en su corazón desde, por lo menos, los 14 años, cuando enviaba desde su Puntarenas natal colaboraciones a La Nación. Ya a los 17 años, en 1951, siendo estudiante de derecho, escribía y publicaba en La República la columna llamada “El Tijerazo”. La firmaba como JSL y fue su punto de arranque de una vastísima y destacada carrera.
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Julio Suñol Leal nació en Puntarenas, Costa Rica, el 5 de marzo de 1932. Dirigió La República, Diario de Costa Rica, La Hora y fue Jefe de Información de La Nación. Fue fundador del Colegio de Periodistas de Costa Rica. Ha sido político y diplomático.
Foto: Herbert Arley
Julio Suñol Costa Rica
186 — ¿Volverías a ser periodista? — La verdad sea dicha, intentaría con más perseverancia y con más fuerza, ser escritor. Creo que cuando estaba entre los 20 y los 30, tuve buenas ideas, y las tengo todavía. Me gustaría sacar tiempo para escribir. Tengo una novela histórica en la mente. La escribo por pedazos. Desde que era un chico, quería ser escritor. Ahora, ha sido muy satisfactorio ser periodista. A mi oficio le tengo un profundo cariño y un profundo respeto. Es un oficio que me encanta. Me acuerdo cuando me pagaron los primeros 15.000 pesos de La Nación. A veces me digo: ‘Soy un privilegiado, y de verdad lo digo que suerte tengo que llegara a hacer esto, y que puedo vivir y mantener a mi familia haciendo esto’. A veces también, humanos que somos, me dan ganas de salir corriendo y he tratado de dejar el periodismo un par de veces, pero no pude. — ¿Por qué? — Primero porque el ejercicio de la abogacía solamente me interesa en la parte técnica. Eso por un lado, y, por otro, realmente he aceptado que por más que diga, ‘quiero ser escritor’, y no renunciaré a eso, quiero mucho a mi oficio. Me siento cómodo haciéndolo y me parece que hago algo bueno. A los veintitantos años de ejercerlo me da esa sensación de seguridad de poder hacerlo por balance, de poder hacerlo en una forma correcta, de poder hacerlo en una forma justa y profesional, creo que tengo la madurez, la experiencia, para hacer bien mi trabajo y para ser consciente de que todos los días tengo que aprender.
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sobre comidas, leer sobre recetas, intentar hacerlas, conocer las historia de ciertos platos, de ciertas recetas. Son de las cosas personales que más me apasionan. — ¿Y entre un tango y un son? — Ah, un son, totalmente. La frescura, la franqueza, la improvisación y la sonoridad del son cuando me lo comparas con el tango. El son es un corazón abierto, es una persona. Si algo bueno tiene el cubano, es que el que es buena persona lo transmite y el que es una mala persona también lo transmite. Es una tribu que valora mucho la transparencia. El cubano que es bueno, más tarde o más temprano lo transmite, y el que es malo, más tarde o más temprano, lo transmite también. — ¿Un sonero? — Sindo Garay, el gran sonero cubano. Es excelente. Polo Montañéz, también, era formidable. El son me encanta. Igual el tango, pero el tango me parece tremendamente afectado, tremendamente teatral y, a veces, tremendamente exagerado aunque me encanta. Me encanta Gardel. — ¿Vos cantás? — No, yo no canto. Ahora que me lo preguntas, hay muchos sones cubanos que me emocionan, y de verdad te lo digo, depende del momento, el que más me gusta, el que más quiero oír. Y como me gusta el son, me gusta la trova cubana. Me gusta desde los de la trova vieja, obviamente hasta Silvio, Pablo, Carlos Varela. La música cubana, me apasiona en todas sus vertientes. Lo más de cubano que tengo es la pasión por la música cubana y la pasión por la literatura cubana. — ¿Te arrepentís de algo en tu ejercicio periodístico? — No tengo nada de qué arrepentirme en el ejercicio de mi profesión, que me provoque un cargo de conciencia o que me provoque un arrepentimiento moral. Jamás he actuado ni para dañar a nadie ni para beneficiar a nadie.
184 — ¿Alguna entrevista pendiente en tu carrera? — (Ríe) Me hubiera gustado entrevistar más a Raúl que a Fidel porque Raúl conoce muy bien a Fidel y también es una figura protagónica en todo el proceso cubano. Entrevisté a Don Pepe, varias veces. Me hubiera gustado entrevistarlo más veces. Le hice una entrevista muy larga, en televisión, a Manuel Mora, de tres horas, que me dejó muchas satisfacciones. Pero, sí, me hubiera gustado hacerle una gran entrevista a Don Pepe. — Si tuvieras a Fidel Castro enfrente, ¿cuál sería la pregunta que no dejarías de hacerle? — ¿Valió la pena? ¿Valió la pena, dividir a un pueblo? ¿Valió la pena, al final de todo esto, las cárceles políticas, las aventuras en Angola, las tristezas y los dolores. ¿Valió la pena? Me encantaría preguntarle eso. — Y si estuvieras al frente de un periódico en la isla, ¿qué título le pondrías a ese periódico? — (Ríe) Lo he pensado varias veces, ahora la verdad sea dicha, con los amigos con los que he hablado más bien he estado pensando en un noticiero de televisión. — ¿Y qué titulo llevaría ese noticiero? — Telenoticias, me parece un nombre formidable.
El son de mi vida — ¿Te gusta la música? — Me encanta. Mi madre, para vivir, estando mi padre preso, tenía que dar clases de música, casi todo el día. Yo oía a Chopin y El Manicero y oía toda la música cubana y clásica desde que tenía cuatro años y no me la he podido quitar. La música para mí es como la comida. Son cosas que me apasionan. La música me encanta. Igual que me encanta leer
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— ¿Cómo dominás los momentos de mayor revelación en una entrevista? — Me asombro también y reacciono como creo debe estar reaccionando el televidente… ‘Pero usted nunca había dicho eso antes’… ‘Pero por qué no lo dice con nombres y apellidos’… Vengo de una cultura donde el conversar, es una religión. El cubano es infinitamente más conversador que el costarricense. Es una realidad. En mi vida normal, tengo la dinámica de discutir con gente inteligente. Inclusive tengo hasta una codirección, que es una cosa rarísima en el periodismo costarricense, con una gran periodista, con una mujer muy talentosa, con la que a veces tengo puntos de vista diferentes, discuto, converso y analizo. — ¿Tres tips para controlar una entrevista? — Debes ir muy bien preparado para que el entrevistado no te intimide y no se te imponga. Debes ponerle mucha atención al entrevistado. Oír muy bien lo que está diciendo. Parece mentira pero el principal error del entrevistador es que no le pone atención a lo que está diciendo el entrevistado. He visto en entrevistas a gente muy buena, y me digo: ‘Pero cómo no paró y le dijo que le explicara mejor eso, si le está señalando la gran fuente temática de lo que está tratando’. — Planteás el periodismo de investigación, como uno de los elementos de mayor fortaleza para la prensa en general en este mundo de vértigo tecnológico… — Ese será el gran aporte que seguiremos dando los periodistas. ¿Qué es lo que nos queda a nosotros los periodistas en cada país? La denuncia. La confrontación. Enseñar lo que está mal. Señalar los problemas que tenemos en nuestra sociedad. No va a venir el Wall Street Journal aquí a denunciar a los políticos corruptos. Ni va a venir Newsweek a investigar cuáles son las empresas que evaden diariamente millones de impuestos. Ni va a venir El Tiempo de Bogotá a denunciar la prostitución infantil aquí o los problemas sociales como delincuencia o prostitución. Eso lo seguiremos haciendo nosotros. Esa sigue siendo la razón del periodista.
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Un reportaje de la era Gorvachov, en la extinta Unión Soviética, figura dentro de los escritos que Ignacio Santos más aprecia. Lo publicó en la Revista Dominical, La Nación, el domingo 13 de octubre de 1991.
— Sos un especialista en entrevistas y bajo los niveles más fuertes de tensión, ¿cómo dominás esos momentos? — En primer lugar, uno no tiene que perder el control, de quién es el que hace las preguntas. Uno es el periodista. Lo segundo es conocer al entrevistado, hay que haberlo estudiado y hay que haber estudiado los temas que se van a tratar con el entrevistado. El arte de la entrevista es la repregunta. En la televisión, es en la repregunta donde he encontrado las mejores respuestas de los temas más polémicos y a veces es un simple por qué, a qué se refiere, no le entendí bien eso, por qué dijo eso…
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en todo ese mundo interno humano. Hay que leer A sangre fría, de Capote. Si se quiere ser periodista, es el mejor ejemplo. Y le tengo una admiración tremenda a Andrés Oppenheimer. Si uno se lee cualquier libro de Andrés, por ejemplo, La hora final de Castro o Al borde del caos, vemos ahí, un trabajo periodístico escrito en una forma magistral, manteniendo a la persona interesada en seguir leyendo. No hay que olvidarse de un caso, porque, a veces, eso se ve con cierto desprecio.
¿Vergüenza yo? — ¿Qué es lo mejor de ser director? — La independencia de generar temas y hacerlos realidad, aunque, a menudo, no los hace uno sino que los hace a través de los compañeros reporteros. — ¿Y lo peor del ejercicio de la función? — No ser uno el reportero. Entré a esto porque quería ser reportero no porque quería ser director. — ¿Extrañas el reporteo? — Tremendamente. Extraño el reporteo de prensa escrita porque de los reportajes que más disfruté y de los que me sentí más satisfecho y en los que creo que pude hacer mi mejor esfuerzo fue en la prensa escrita. — ¿Cuál es el reportaje que más apreciás de esa etapa? — Hay una mezcla entre artículos de opinión y reportajes que hice para Rumbo sobre Nicaragua. Me gustaron mucho. Hice, también, una crónica que se llamaba “El largo camino hacia el invierno”, sobre la Rusia de Gorbachov. Los recuerdo con tanto aprecio porque una de las cosas que más me apasiona de poderme dedicar algún día a la literatura, es lo solitario del trabajo del escritor. Disfruto mucho trabajando con gente, pero realmente si hay algo que extraño en la prensa escrita, es que al final de cuentas tú eres el responsable de todo. Extraño mucho mi pasión por escribir.
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¿Te vas a casar? — ¿Tu mejor consejo a un principiante de periodismo? — El que le dije a mi hija el otro día sobre casarse que, ojalá, antes de casarse, se vaya a vivir con el caballero que escoja, porque casarse no es nada fácil. Es muy complicado. A un principiante le diría métase a una sala de redacción, viva eso y a la vuelta de seis meses, valore si eso es lo que realmente quiere hacer con su vida, porque este es un oficio mal pagado, en términos generales. Es un oficio que, si se hace en forma correcta, es muy sacrificado, donde se hacen muchos enemigos de verdad y muchos amigos de mentira. Es el oficio más emocionante que pueda imaginar. Me emociona practicarlo todo los días y tanto me emociona y me gusta tanto que he postergado mi gran pasión de escribir y hacer literatura. — ¿Algún ídolo en tu carrera periodística? — Eduardo Ulibarri. Es una persona que marca un ejemplo de esa preocupación intelectual que hay que tener en el oficio, de ese profesionalismo, de ese cuidado a la hora de valorar los hechos y de qué es noticia, de establecer la parrilla noticiosa del día, el balance, ese deseo de aprender y de esa preocupación por saber. Y Lafitte Fernández, amigo mío, con el que tengo afinidad de mil cosas. Apasionado, investigador. Un torbellino de trabajo. Un escéptico de todo, sin conocer horarios. Una persona con una creatividad asombrosa. Un formidable reportero que debió haber sido reportero siempre pero terminó siendo jefe de redacción y director en El Diario de Hoy en El Salvador. Hay periodistas que, también, he admirado mucho. A algunos los he conocido, a otros no. James Reston, es el ejemplo del reportero. Otro ejemplo, Tad Szulc, uno de los grandes del New York Times. Un personaje, sin duda. Lo conocí, lo entrevisté. Admiro y respeto, también, por su profesionalismo, y por lo que le tocó vivir a Carlos Fernando Chamorro y a otro gran colega que además escribe formidablemente bien, Horacio Verbinsky, argentino. — ¿Cuál es el mejor libro que le recomiendas a un periodista? — ¡Uy!... qué complicado, qué complicado… Bueno, recomendaría Crimen y castigo, de Fiador Dostoiesky. Hay que leerlo para sumergirse,
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— Has sido reportero, redactor, editor, jefe de información y director de un medio de comunicación… — Con un agravante, en mi caso en la actualidad soy el abogado del noticiero, lo cual me lleva, a veces, a tener ciertos conflictos, porque todos los directores siempre tienen sus peleas con sus abogados, de que uno tiene la certeza de que esto es de interés público, que está documentado y el abogado como es más precavido, te dice: ‘Sí, pero no, todavía falta esto’. Uno tiene discusiones muy enriquecedoras. Yo a la vez soy el periodista y el director de la unidad de investigación. Eso me lleva, a veces, simple y llanamente a decir, esto lo confirmo con otro abogado. — Como director periodístico, ¿cómo esperás que te vean tus subalternos? — Como una persona justa. Como una persona que ellos creen que puede aportar en su trabajo. Como alguien con quien ellos quieren hablar sobre su trabajo y quieren escuchar. El día que no sientan que me ven así, sobre todo los reporteros con los que trabajo en la unidad de investigación, me sentiría muy mal. Los buenos reporteros pueden serlo a pesar de sus malos directores. Héctor Guzmán, periodista de NC4, me planteó en 1991, el caso de Zacarías Pérez, que manejaba una iglesia en forma indebida en Puntarenas. La iglesia se llamaba La Roca del Pedernal. Le dije busque más información, es muy complicado y Héctor se fue e hizo una de las investigaciones más polémicas en ese año. El reportero, enamorado de su tema, convencido, apasionado, logra vencer la primera reacción negativa, torpe, con poca visión de su director, léase yo, que le dice no. Un ejemplo claro de un periodista que creyó en un tema y peleó con él hasta contra su propio director. Hace 15 años, solamente los grandes medios tenían el privilegio de tener un trabajo de investigación. Ahora tenemos gente formada. Tenemos unidades de investigación. En aquel entonces no era una cosa fácil.
178 movimiento, es lo que está pasando y es en vivo. Es hacer la noticia a la vez que está sucediendo el hecho. El televidente, en una entrevista política en vivo, tiene una mayor información sobre el tema y la persona entrevistada que en la prensa escrita, en que no se pueden valorar los gestos, las actitudes y la entonación. — Recientemente a la televisión informativa costarricense, se le endosa cierta superficialidad en su tratamiento noticioso. Se le endosa estar más atenta al rating, que al valor credibilidad. ¿Cómo lo valorás? — La mayor credibilidad en el país la tienen los medios de televisión y eso lo confirman las encuestas. Han preguntado, ¿cuáles son los medios, en los que usted cree más? Y los medios en los que se cree más, generalmente, son los noticieros de televisión. Ha sido así en los últimos cinco o seis años. Al margen de sus errores, la televisión permite una cobertura más directa del hecho noticioso; ver la situación, ver lo que dijo la persona. En televisión, nadie ha llegado a decirme, ‘eso no lo dije yo’. Jamás he tenido un entrevistado que me llegue a decir: ‘mire, lo que yo dije ayer en la entrevista, no lo dije’. La televisión tiene esa gran ventaja. En prensa escrita lo veo todos los días. — ¿Qué principios tomás en cuenta a la hora de una decisión ética crítica? — Lo más importante es confirmar el dato que te ha llegado de una fuente confiable. Por supuesto que confirmar un dato depende de cómo llegue el dato. La mayoría de los grandes temas muchas veces nos tocan la puerta y después viene el trabajo de investigar, documentar, contextualizar, ajustar a la legislación; buscar documentos, testimonios para que pueda ser publicado. Cuando me llega una información, aunque a veces puedo presumir que puede ser desde una venganza hasta el ánimo de que las verdades se sepan, lo importante, primero, es ver si el hecho es verdad. Si es de interés público y lo has confirmado, la ecuación no admite filosofía. Lo que sigue es publicarlo, por supuesto, con apego a los documentos y testimonios, tratando siempre de tener la versión de la persona que se está denunciando, poner el contexto de lo que sucedió, tratar de explicárselo en una forma clara y concisa al televidente o al lector.
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ejemplo, a la información que existe en los registros públicos; que el reportero sepa y lleve cursos de cómo manejar y cómo entrar al Registro Nacional y cómo buscar propiedades y buscar cuestiones en vez de mandarlo al Registro Público. — En esta etapa del desarrollo de las comunicaciones, ¿qué es lo que más te inquieta del ejercicio del reporterismo? — Me inquieta la poca pasión que veo a veces en los nuevos periodistas. Los veo más rígidos. Hacer periodismo en la actualidad en nuestro país es indudablemente más complicado que hace 20 ó 30 años. Hablemos claro, hay periodistas a quienes han asesinado. A Parmenio Medina lo mataron por hacer su trabajo. Hay colegas abogados muy talentosos, muy profesionales que saben cómo querellar a medios y lo saben hacer muy bien, y eso también intimida a medios y a periodistas. Son realidades con las que hay que contar. Para hacer periodismo de denuncia en estos momentos en el país, se necesita, en primer lugar, más cojones y más formación y más recursos, de los que, tal vez, se necesitaban hace 20 ó 30 años. Ahora hay más enemigos qué vencer. — ¿De qué temas sustanciales se está perdiendo la prensa? — Del mundo financiero no se ha llegado a tener todos los elementos. Creo que nuestro imperfecto sistema financiero ha dado pie para muchas cosas incorrectas y ahí hay una asignatura pendiente. En materia deportiva, hablando concretamente del fútbol, también se podría hacer un periodismo más crítico y mucho más independiente. En un país tan pequeño como el nuestro, se establecen relaciones con grupos deportivos que cuando veo el periodismo deportivo español o el argentino, creo que aquí hay mucho por hacer. — Has vivido en los escenarios del periodismo escrito y del televisivo, ¿cuáles son los valores que reconoces más en cada uno? — El escrito es más reflexivo y a la hora del cierre es menos angustiante que el de televisión. El periodismo escrito, indudablemente, es un periodismo que permite contextualizar mejor, que permite profundizar más en un determinado tema. El periodismo de televisión es totalmente diferente, es vertiginoso. Por la propia razón de ser de la imagen en
176 — ¿Cuáles son los principales desafíos de ejercer el periodismo en el país hoy? — Uno de los principales son los salarios. Al buen reportero lo sacamos del trabajo de reportero. Lo hacemos jefe de redacción. Lo hacemos presentador. Lo hacemos subdirector, y, en casos extremos, lo hacemos director y al buen reportero no se le paga bien. Si uno ve la prensa estadounidense o la española, hay reporteros de hace 20 años que siguen siendo reporteros. ¿Por qué? Porque es lo que son buenos para hacer. Se les paga como excelente reporteros, y a veces es totalmente lícito, entendible y deseable, que un reportero gane igual o más que un jefe de información, o gane como un director. Las empresas periodísticas, los directores y los que tenemos esas posibilidades debemos hacer cambios en esa materia. Debemos replantearnos las cosas y fomentar la carrera de reportero. — Principales valores de un reportero… — No debe perder la pasión por la búsqueda de la verdad, por aprender, por leer y por informarse cada vez más. La mayoría de los reporteros son gente que va, pregunta, transcribe y, más o menos, escribe bien y publica. Eso no es ser un buen periodista. Eso es un corre, ve y dile. — ¿Retos claves en las salas de redacción hoy? — La especialización. Eso implica un segundo idioma, manejo de medios informáticos nuevos, manejo de computación y de Internet. El periodista que se diga periodista hoy y que no sepa y que no haya tenido formación de cómo buscar cosas en Internet, de cómo buscar informaciones en la red, de cómo ver todas las posibilidades que dan los sistemas de software de diseño, de enciclopedias, está fuera del ring. — ¿Se acaba el reporterismo de a pie, de contacto directo con las fuentes? — Creo que no, pero sí hay formas mucho más eficientes de ejercerlo. La posibilidad que da Internet de hacer entrevistas en tiempo real, en doble vía, con visión, es algo que deberíamos utilizar. El e-mail plantea, indudablemente, un sinnúmero de posibilidades, de tener acceso, por
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grupo de gente muy buena. En ese momento había cinco noticieros enfrente, con mucha trayectoria, con gente muy buena. Fue una lucha muy fuerte el comenzar, porque realmente si hay un oficio en el que es importante la experiencia es este. El periodismo no se aprende en las aulas universitarias. Ahí tan solo nos dan ciertas pinceladas y ciertas reglas generales. El periodismo se aprende en las salas de redacción con el largo paso del tiempo. Un queridísimo periodista cubano decía que somos periodistas cuando tenemos 20 años de trabajar.
El primer mandamiento… — ¿Qué caracteriza a un reportero de excelencia? — Debe tener pasión. Una verdadera pasión por el oficio y por encontrar verdades. Este no es un oficio que se pueda hacer sin pasión. Ese es el primer gran requisito que creo debe tener un buen reportero. Segundo, una buena formación intelectual. Tiene que tener nociones de historia, de derecho, de literatura, grandes nociones de gramática, criterios generales de sociología. Tiene que ser una persona con una gran pasión, por aprender, por saber, por conocer; de entrega, de lucha por la verdad y por buscar verdades. Y ser una persona con una visión amplia de la vida, que no sea una persona maniqueísta, que no esté matriculada en ningún grupo político, ni en ningún tipo de fanatismo. Tiene que tener una visión de justicia de la vida, de equidad. — En esa visión, el hecho de ver a tu padre en prisión en aquellos años de tu infancia, ¿te deja una marca en tu vida? — Sí, en que hay que luchar por lo que uno cree. Por la verdad. Buena parte de ver la vida de mi padre, la he adoptado yo también con mis matices, e inclusive, tengo grandes amigos de la izquierda a quienes respeto profundamente. Si hay algo a lo largo de mi trabajo y he tenido la oportunidad de valorar mucho, es el haber conocido gente, como Manuel Mora Valverde, con quien tuve el privilegio de tener una relación personal y a su hijo, uno de los hombres que más participa en la lucha de apoyo de grupos costarricenses contra la dictadura de Somoza; alguien que es como un hermano mío.
174 — ¿Entonces en el colegio no tuviste experiencias periodísticas? — No. Tuve experiencias literarias. Pertenecía a los grupos literarios. Escribía cuentos, mucho cuento, y la verdad es que, por esa pasión por escribir llego al periodismo. Si veo quienes me marcan a mi mucho, que tienen otra gran influencia en mí, son autores como James Reston, Truman Capote, Tom Wolfe, Gay Talese. Estoy hablando de los escritores periodistas que en las décadas de los cincuentas, sesentas, comienzan en un estricto apego a los hechos y a la verdad, a introducir técnicas literarias en las crónicas y los reportajes periodísticas. — Pero te introducís de lleno en la actividad periodística… — Sí claro, de hecho, estoy estudiando derecho y filología, e inclusive para tener ingresos, daba clases de literatura, en mi colegio, en el San Judas Tadeo. Ahí doy clases de literatura durante dos años, literatura opcional para cuartos y quintos años. Y trabajaba como abogado, con don Harry Zürcher Acuña a quien quiero y admiro mucho. En 1982 entré a estudiar periodismo y, a los cinco meses, Eduardo Ulibarri me ofreció trabajar en La Nación. Emocionante. Dejé todo. Trabajé en La Nación tres años con otro gran amigo, Lafitte Fernández, con el que hice grandes trabajos. Renunciamos a La Nación, y pusimos una oficina que se llamó Fernández y Santos. Hicimos periodismo de revistas que, obviamente, a ninguno de los dos nos satisfizo mucho. Estando en esa oficina, en el 86, surgió la posibilidad de hacer un programa de televisión: “Hora 9”, en Canal 4, y lo hicimos durante unos seis u ocho meses, y de ahí surge que entrara en la televisión. La verdad sea dicha, yo era parte de todos esos que veíamos la televisión por encima del hombro y veíamos el trabajo periodístico televisivo, desde nuestras salas de redacción de periódicos, como un subproducto periodístico. En 1987, don Rodrigo Fournier se va de canal 7. Don Rodrigo es un hombre al que yo quise mucho, con el que tuve, no una relación de trabajo, pero sí una relación afectiva. El se fue con Amelia Rueda para el Canal 2. Del 7 llamaron a Pilar Cisneros, a quien yo conocía desde La Nación, y me dijo que me viniera, y me vine como presentador y como encargado también de entrevistas, y comencé a hacer entrevistas y reportajes y estuve acá hasta 1989, cuando me surgió una de las más retadoras experiencias de mi vida, como periodista que fue hacer de la nada: Noticias Canal 4, NC4. El 16 de abril de 1990 salió al aire, con un
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y durante muchos años tuve una gran pasión por la radio. Seguía los juegos de los Azucareros, que era el equipo de pelota preferido mío. Eso me acercó a la radio, a la pasión de la radio, que siempre me ha gustado mucho y a la lectura. Son dos cosas que me comienzan a empujar a lo que, a final de cuentas, es mi oficio. Y me empuja el ejemplo de mi padre. Si alguien ha sido determinante en mi vida es mi padre que, además de abogado, fue periodista en Cuba.
Un amor escondido — ¿Traías el periodismo en la sangre? — No, venía con la literatura en la sangre. Yo lo que quería era escribir. Desde que comienzo y estoy en el colegio, aquí en Costa Rica, mi pasión era hacer cuentos. De hecho estudio filología, y estudio derecho casi por una cuestión de que siempre me ha gustado el derecho penal, pero también porque quería ser escritor y necesitaba, o era consciente pues ya la vida me había dado a entender que había que buscar una subsistencia más firme y en eso vi el derecho. En realidad mi pasión fue, es y será la literatura. La literatura es lo que más me ha apasionado y es, tal vez, la asignatura pendiente más importante que tengo como deuda intelectual conmigo mismo. — Pero, ¿qué te marca para virar hacia el ejercicio permanente del periodismo? — Varias cosas. La primera: hay un escritor que me ha marcado profundamente, su estilo, inclusive su personalidad, su forma de ver la vida, algunas cosas obviamente, otras no. Te estoy hablando de Ernest Hemingway, quien decía una cosa muy curiosa: ‘El periodismo, es como una mala mujer que uno no va a dejar pasar pero tampoco se va a casar con ella’. Eso decía él del periodismo para el escritor, que es una buena etapa del escritor, pasar por el rigor de las salas de redacción para ahí formarse el hábito de escribir. Eso me influyó mucho, además de que surgió un hombre que quiero profundamente y que, también, me marca en mucho en la parte profesional, y que es Eduardo Ulibarri, quien me motiva a estudiar periodismo. De hecho, comienzo a estudiar periodismo, cuando estoy en tercer año de derecho, y en segundo año de filología.
172 Le empujaron también las luchas políticas de su padre, Rodolfo Santos, quien, además de abogado, fue radioperiodista del noticiero “Criterio”, de la emisora CMHT, Radio Nacional en Sancti Spiritus. El 29 de junio de 1970 en el viaje del exilio, la familia Santos Pasamontes llegó a San José y se asentó en las inmediaciones de la bomba La Castellana, avenida 10. Y aunque Ignacio estudió y se graduó de abogado en la Universidad de Costa Rica, en 1982 viró hacia el periodismo al que define como “el oficio más emocionante que pueda imaginar”. Pero tras 24 años de ejercicio y de ser reconocido como uno de los más influyentes periodistas y presentadores de la televisión costarricense, Ignacio no deja de lamentar una asignatura pendiente en su vida: ser escritor. “La verdad sea dicha, intentaría con más perseverancia y con más fuerza, ser escritor”, me responde cuando le pregunto si volvería a ser periodista. “Mi pasión fue, es y será la literatura”, sentencia. — ¿De dónde vienes? — Nací en Sancti Spiritus, una ciudad colonial, pequeña, pero con mucha vida intelectual y cultural, con una riqueza arquitectónica realmente grande. Mi padre, abogado, un hombre comprometido con las luchas políticas, un hombre de izquierda, y mi madre, una doctora en pedagogía, profesora de escuela pública, y pianista, profesora de piano. Mi familia, gente de una zona rural urbana. Sancti Spiritus, sería como Alajuela, para ponerlo en términos costarricenses. Allí viví hasta junio de 1970, cuando vinimos para Costa Rica. De esos años, recuerdo cosas muy hermosas. Mi padre estaba preso. Lo conozco en la cárcel política porque a pesar de ser un hombre de izquierda, se opone al totalitarismo, marxista, que comienza a implantarse en Cuba en esos años, 61, 62. Conozco a papá en la cárcel. Lo visito cada 15 días. Así conocí buena parte de Cuba. El oriente cubano lo conocí yendo a visitar a mi padre a Boniato, una de las cárceles más atroces de la dictadura de Castro. Los últimos años le tocó una cárcel cerca de Santa Clara, Manacas, adonde lo íbamos a ver cada dos semanas. Podríamos pensar que aquello me hizo vivir una infancia triste. Todo lo contrario. Fue una infancia maravillosa, marcada por mi abuelo paterno de quien aprendo mucho de la vida. Desarrollo una tremenda pasión por el béisbol y por la lectura, gracias a mi madre y a mi abuela materna, que me comienzan a dar libros. No había televisión, y desde entonces también
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El escritor cautivo
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onoció a su padre en la cárcel política del régimen castrista. Aún evoca la crema de manos que su madre se untaba, cada vez que se preparaba para llevarlo a las visitas a prisión. Eran visitas que se daban cada 15 días. O, quizás, más distanciadas en el tiempo cuando la rigurosidad del régimen se interponía. Por un error con algún documento, esas visitas se podían distanciar hasta 7 meses. Su padre cayó preso, por actividades “conspirativas” contra el régimen, un 13 de marzo de 1964, cuando él acababa de cumplir dos años. Ignacio Santos Pasamontes recuerda haber conocido así, de niño, una de las cárceles más atroces de la dictadura castrista, la de Boniato, en el oriente cubano. Aquella experiencia de desgarre dejó huella en su vida. “El haber conocido a mi padre en la cárcel, el haber conocido por qué estaba en la cárcel, desde que era un niño, es algo que me marca tremendamente. Me siembra la semilla de que uno tiene que luchar por lo que cree”. Sus palabras fluyen en la oficina de René Picado Cozza, dueño de canal 7, donde conversamos. Iniciamos el diálogo en una cerrada oficina de sesiones junto a un enorme ventanal que da al set de programas en vivo que él dirige en la principal empresa de televisión del país. Lo distraen los acordes de un mariachi, se levanta, le echa una mirada a las luces, a los cables, a la bulla. Y saluda a los músicos. Caemos en la cuenta de que necesitamos un espacio más reservado y un ‘vamos’, suyo, ‘a la oficina del jefe’, nos reubica en el sobrio despacho de Picado, al costado oeste del Estadio Nacional. Lector voraz. Admirador de Hemingway, Capote y Dostoieski, entre otros, cree que la lectura en el hogar y su pasión infantil por las transmisiones radiales de los Azucareros, el equipo preferido de béisbol, en su natal Cuba, le empujaron de alguna manera hacia el periodismo.
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* Ignacio Santos Pasamontes. Periodista, abogado. Nació en Sancti Spiritus, Cuba, el 6 de marzo de 1962. Vive con su familia en Costa Rica desde 1970. Ha escrito, entre otros medios, para La Nación y Al Día. Fue director fundador del telenoticiero NC4 y codirige Telenoticias de Canal 7.
Foto: Róger Benavides
Ignacio Santos Costa Rica
168 — ¿Y entre un tango y un son? — Bueno a los dos los amo, soy más tanguera que de son, porque para mí el tango es una parte de mi vientre, es parte de mi alma. — ¿El mejor tango para vos? — “Uno”, “Uno busca lleno de esperanzas, el camino que sus sueños…/ el camino que los sueños prometieron a sus ansias/…” — Como periodista y como directora de medios, ¿cómo espera que se le recuerde? — En esta profesión, en donde la exposición es tan grande, hay mucho egoísmo. Hubiera querido que Rodrigo Fournier, que Guido Fernández, que tanta gente buena que se ha ido, fuera recordada, pero lamentablemente nadie se acuerda. Nadie los recuerda. En periodismo, salís de un medio, y te tratan como si no hubieras existido. Salí de Canal 7 y ni don Rodrigo ni yo aparecemos en el libro del canal, cuando estuvimos 15 años en Telenoticias. Así que no tengo ninguna expectativa en particular. Ni me interesa. Quisiera que la gente que trabaja conmigo, aunque diga que soy muy estricta, lo cual no me molesta, diga que siempre les enseñé a decir la verdad, a tener pruebas para decir esa verdad, a ser la persona más ética del mundo, a sentirse un servidor público y sentir que se deben a su profesión. Eso es lo que me gustaría, pero siento que somos un medio demasiado egoísta, demasiado bajapisos. — ¿Si volvieras a nacer, serías periodista? — Sí, volvería a ser periodista, — ¿Por qué? — Porque el periodismo, me ha dado enormes satisfacciones. Soy una mujer profesional y enormemente feliz, porque el periodismo me da algo que para mi personalidad es importante que es un acicate diario, qué vamos a hacer hoy, por qué vamos a hacer esto. Siempre estoy en función de esto, y me ha dado alegrías, premios, de todo; hasta me dio el premio de tres hijos maravillosos.
Amelia Rueda
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hacer. A Fidel Castro lo tengo medidito cuando lo vaya a entrevistar. Sé cómo es Fidel, uno tiene que estar devolviéndose. Esa es una entrevista difícil. Cuando me tocaba entrevistar a Figueres, iba predispuesta, porque sabía que era difícil. — ¿Cuáles son tus mejores consejos a un principiante en periodismo? — Que desarrolle una actitud crítica. Eso lo puede hacer leyendo y profundizando en las cosas. Creer siempre que no hay una verdad absoluta, que hay muchas partes que conforman una verdad, y que entonces hay que buscar todas esas partes. No cerrarse, ni autocensurarse, abrirse a buscar y encontrar algo en una noticia, y si esa noticia tiene que ver con mejorar la calidad de vida de los demás, pues mejor. — Tenés algún ídolo en el ámbito periodístico? — ¡Ah claro!, don Rodrigo Fournier, Oriana Falacci, Bárbara Walters. — Dijiste que recomendás la lectura. ¿Recomendás algún libro en particular? — He leído muchísimo. Si me preguntás, amo a La Madre, de Máximo Gorki. Fue el primer libro que me regaló mi papá. También, Reportaje al pie de la horca, de Julius Fucik, que es un reportaje, y Así se templó el acero, de Nikolai Ostroski. Soy una lectora de toda la literatura universal. Leo de todo. — De tu vida personal, imagino que te encantan momentos de reposo y de pausa. ¿Qué preferís, mar o montaña? — Montaña. — ¿Por qué? — Porque me da mucha paz. Con el mar tengo un problema, el mar me arrebató a mi papá. Mi papá murió ahogado y nunca apareció. No quiero al mar, me provoca dolor.
166 — Manejás permanentemente la entrevista. ¿Cómo lográs descifrar el control de una entrevista? — Es casi vibracional. Aunque sea por teléfono, conozco a la gente a las dos preguntas que le haga y sé por dónde entrarle. Si conozco a la gente, siempre hago preguntas para que la persona se sitúe, pero también me estoy situando en relación con ella y cuando la tengo lista, le hago la pregunta. Es una cuestión de vibración con las personas. — ¿Cómo dominás los momentos de tensión? — Muy tranquila, ahora. La primera vez que hice una entrevista, fue a Rodrigo Carazo, cuando era presidente. Estaba en lo peor de lo peor. Don Rodrigo Fournier estaba fuera del país y me llamó y me dijo que no podía llegar y le dije: ‘Pero, don Rodrigo, mañana está don Rodrigo Carazo’; y me dijo: ‘Entrevístelo usted’. Casi me muero. Ya le digo, entrevisté a Somoza y a todo el mundo y no me dio tanto miedo. Con Carazo tenía miedo, porque aparte de que era el presidente, tenía que preguntarle qué pensaba él de que toda la gente estaba en contra de lo que él estaba haciendo. Yo lo comencé a situar y cuando vino el momento, hasta me mareé y le pregunté: ‘Don Rodrigo, ¿hasta dónde cree que llega el descontento de los costarricenses por usted en este momento de la presidencia?’ Para mí, fue una pregunta genial, porque era la primera pregunta que hacía, pero se lo pregunté y él me contestó. Tengo una habilidad: no soy irrespetuosa en las entrevistas. — ¿De dónde viene esa habilidad? — De la práctica, del conocimiento, de que leo mucho. Me expongo, en el sentido de que cuando estoy absolutamente segura de algo, le digo al entrevistado: ‘Usted me corrige, si lo que estoy diciendo no es cierto’; pero tiene que darme pruebas de lo que me está diciendo. — Recomendás habilidad y forma de manejar la entrevista. — Forma, habilidad, conocimiento de la persona. Usted tiene que conocer a quién está entrevistando. Pepe Figueres y Fidel Castro, a quién no he entrevistado pero pienso entrevistar algún día, eran iguales. Usted les pregunta y te contestan con otra pregunta. Es la entrevista más difícil de
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verían bien ese tipo de cosas. Debería haberlo hecho más atractivo, más espectacular, pero arrepentirme, no me arrepiento de lo que hice, porque eso tuvo una gran presencia nacional. — ¿No sentís arrepentimiento de nada, en tu ejercicio periodístico? — No me arrepiento de nada de lo que he hecho. No hecho nada indebido. No he hecho nada antiético. Tengo una personalidad fuerte. Tengo una formación de vida que no es la de los costarricenses, es una formación de vida de los argentinos, permeada, a su vez, por los europeos. Tengo una formación de vida de que hay que trabajar fuerte, de que el pobrecito tiene que superar eso, porque tiene que trabajar, y cuando esté en él trabajar y hacerlo lo mejor posible. Hablo así. Tengo sangre en las venas. No le grito a nadie, ni molesto a nadie, pero el hecho de ser mujer, de hablar así, de ser firme en los proyectos que hago me ha traído la fama de ‘esa mujer es insoportable’. Soy una persona profundamente humana y respetuosa de la gente que trabaja conmigo, pero si alguien hace algo malo, le digo: ‘Mire, usted esto lo hizo mal’. Eso me ha creado una fama de que soy mano de hierro. Soy una mujer firme, fuerte. Creo en lo que hago. — ¿Recordás algún momento ético crítico en tu carrera? — La guerra con Nicaragua fue muy crítica, porque teníamos en la mesa los rumores de que sí, de que Nicaragua estaba bombardeando territorio costarricense, pero nadie lo quería decir. Nosotros que éramos los jefes estábamos aquí y creíamos en lo que nos decían y resulta que no fue así, como lo decían. Era una cosa permanente. La otra cosa, digamos ética, hay presidentes de presidentes. Hay presidentes que quieren influir en lo que se dice y ahí es donde usted con mucho respeto tiene que decir: ‘Tengo las pruebas de esto, y lo voy a decir’. También hay amenazas en esta profesión, y si llegás y salís adelante en lo que vos creés, te tratan de boicotear. Vienen y hablan con los dueños de las empresas. Hay gente interesada en que te quiten. He pasado momentos muy duros con presidentes, con la guerra de Nicaragua, pero sobre todo, cuando hay alguien de arriba, no tanto empresarios, sino gente del poder político, que tratan de manipular lo que estás diciendo o tratan de desprestigiarte como periodista, y los periodistas lo que tenemos es nuestro nombre.
164 en los medios, creciendo, o sea que dirijo medios de comunicación que son exitosos. Que cada vez que me he hecho cargo de un medio de comunicación ha resultado exitoso y me he ganado el respeto de la gente. — En esta era del vértigo tecnológico digital, ¿creés que el reporterismo de a pie está en riesgo de extinción? — Sí, está en riesgo de extinción, desgraciadamente. Siempre para investigar vas a ocupar el reporterismo de a pie, pero es que ahora hay tantos recursos que sentado desde tu oficina, con un micrófono, con teléfonos y con todo, podés montar programas. Ojalá que no desaparezca en la medida en que no podés creer que solo desde adentro podés contarle a la gente lo que está pasando afuera, y si cuando vos contás algo, la gente de afuera está sabiendo cómo lo estás contando. Antes salíamos a trabajar afuera y llegábamos en una carrera a hacer las notas. Ahora la gente trabaja adentro, y sale un rato y regresa. Hay un cambio. — ¿Cuál ha sido tu mejor decisión a la hora de dirigir un medio? — En Canal 2, fue dirigir el medio hacia un gran público, y abrir las ventanas de ese gran público a temas que nadie estaba tomando en cuenta. Por ejemplo, los problemas del sida, la violencia doméstica, la tercera edad, darle importancia a la mujer y no me molestó que la gente dijera lo que dijera. Eso fue una fortaleza para el medio y para mí como periodista y una fortaleza para la gente que trabajó conmigo, y se comprometió conmigo.
Una cosa es creer… — En esa conducción de medios, ¿recordás alguna experiencia que te haya dejado algún sinsabor? — En Canal 6, tuvimos el primer programa en Latinoamérica de cuatro horas y media en la televisión. Me dan ese reto y abro el espacio a comentar las noticias en la mañana; comentarlas con especialistas; abro foros de discusión de los grandes temas. Eso no fue del agrado en última instancia de la gente de Canal 6, y abro otros espacios. Esa fue una buena decisión. Lo que fue una mala decisión fue creer que en un canal
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— Vivimos en una era de vértigo digital: ¿qué es lo que más te inquieta en esta etapa del ejercicio periodístico? — Tener la habilidad de presentar las cosas tan atractivas como sea posible para ganar audiencia y fortalecer la opción en que uno esté. Utilizar todas las posibilidades que hay digitalmente y aprovecharlas para hacerla atractivo. Cuando comienzo con Nuestra Voz, no lo planteo como si soy mejor o peor que cualquier otro director, no. Lo hago atractivo, por mi forma de hacerlo, porque a veces asumo hacer tal o cual cosa para llamar la atención sobre eso que estoy hablando y, además, he ido desarrollando eso de hablarle a la gente y comunicarme con la gente, pero vos tenés que utilizar el medio para hacerlo atractivo y ganar audiencia con la gente. Que ahí está la cuestión digital, que van a venir un montón de retos en ese ámbito, claro, pero si vos en cualquier ámbito --en la parte digital o no digital-- lográs hacer atractivo lo que estás haciendo, la gente te va a ver y te va a buscar. — ¿De qué temas se está perdiendo la prensa en este momento? — Se está perdiendo de utilizar el nuevo periodismo. Nunca como ahora tiene vigencia el nuevo periodismo que a través de las historias le llega a la gente, pero profundizando en las causas. De eso se está perdiendo. También se está perdiendo de profundizar en la economía interpretativamente. El periodista está muy metido dentro del juego de la política y la politiquería. Se está perdiendo de trascender eso, para poder denunciar las grandes cosas, y abrir las grandes ventanas de lo que es la nueva política. ¿Se está haciendo un nuevo periodismo? Creo que en la prensa en eso estamos desfasados. — Tres tips para conducir un medio de comunicación. — Creer en el medio, y en lo que usted va a hacer, es lo más importante. Segundo, tener un buen equipo que lo sostenga, y tercero ser creativo con un proyecto que llame la atención para poder hacer una oferta diferente que le permita ser líder en el campo. — ¿Cuál es tu mayor logro profesional a estas alturas de tu trayectoria? — Permanecer creciendo. Para mí, el mayor reto es que permanezco
162 usted no se metió ahí?’ y me dicen: ‘ah, es que yo pensé que después me decían algo, y que después pasaba tal cosa…’. Jamás, el periodista debe saber que cuenta con los instrumentos para llegar a profundizar, tener las pruebas, presentarlas y defenderlas. — ¿Los están afectando las empresas o hay otros factores incidiendo en el ejercicio periodístico? — Hay muchas cosas. Puede ser que la empresa también pida show, que la empresa quiera eso, pero también están las universidades, y siento que el periodista cree que la noticia se logra tirándosele encima a alguien y acusándolo, que tampoco eso es periodismo para mí, o hacer tal cosa y ya está, ahí está. Los muchachos deben tener una mejor formación profesional.
De rompe y rasga — Sos una de las periodistas caracterizadas como más combativas, más agresivas en el periodismo local. Esa visión que hay de vos, ¿cómo la considerás? — Sí, soy combativa. Considero que cuando creo y tengo pruebas de algo, lo defiendo y no me da miedo defenderlo. Si una persona me contesta de una forma que no es la correcta y le vuelvo a preguntar y sigue igual, le digo, ‘mire, señor, usted no me está contestando lo que yo le pregunté’, y eso no es irrespetuoso. Cuando tengo pruebas de algo, las presento. — Como directora de medio, ¿cuáles creés que son los principales desafíos de la salas de redacción en el país? — Hacer que la noticia sea tan atractiva, tan fuerte, para lograr una audiencia importante. Lograr también tener peso en la opinión de un país, generar audiencia y que te oiga todo un pueblo. Generas audiencia, entonces vienen las personas y compran espacios en tu programa. La empresa está satisfecha con lo que estás haciendo y viene ese juego. Pero hay que lograr hacer atractivo y de mucha calidad lo que estamos haciendo.
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Anastasio Somoza y se levantó y me dejó sola en el búnker. Pensé que me iban a matar, y resulta que no, nada más se levantó y se fue. Le dije a Noriega abiertamente: ‘¿es cierto que usted mató a Hugo Spadafora?’ y se me vino encima, y todo el mundo pensó que me iba a matar. Se lo pregunté. Desde que empecé mi carrera, he sido muy contestataria, pero si estoy preparada y tengo que enfrentar algo, lo enfrento. — ¿Qué caracteriza a un reportero de excelencia? — Primero que sepa escribir. Si no sabe escribir, que ni siquiera estudie periodismo. Segundo, que le guste leer, que le guste conocer. Tercero, que tenga un gran sentido de responsabilidad y de ética. Por añadidura, que pueda sacar una maestría en investigación, ojalá, que domine un montón de cosas teóricas de todo, porque un periodista tiene que saber derecho, economía, tiene que tener elementos de cultura general, que le permitan no tener pena al preguntar en una conferencia de prensa, si no entiende algo, para que se lo expliquen y pueda ser un excelente decodificador de lo que está pasando. — ¿Cuáles son los principales retos y desafíos para los periodistas hoy? — Los periodistas jóvenes tienen el grave problema de las escuelas de periodismo que se han convertido en negocios. Los jóvenes están expuestos a que hay que sacar una carrera y se matriculan a estudiar periodismo en una universidad porque concluye más rápido que otra. Y salen sin saber siquiera qué es periodismo. Creen que periodismo es preguntar, es ser bonita para salir en cámaras o tener buena voz para salir en radio. Esa es la principal trampa en la que están metidos los muchachos, una trampa que, también, nos debe preocupar a los periodistas más viejos: ¿qué está pasando en las escuelas de comunicación? El reto más grande -aparte de lo anterior- es eliminar la autocensura. Si un periodista joven viene y le enseña a un director: ‘aquí tengo las pruebas, la investigación, aquí tengo esto, aquí está la noticia’; no creo que no se lo vayan a publicar. — ¿Autocensura por qué? — Porque los periodistas vienen a trabajar y uno les dice, ‘¿por qué
160 — Empezaste tu carrera en 1974. ¿Qué diferencias importantes notás entre el ejercicio periodístico de ayer y el de hoy? — Ahora hay más teoría que antes, pero eso se ha traducido en un periodismo muy liviano, porque ha faltado, no sé si de parte de los periodistas de más experiencia o no, de crear teorías y exponerlas a los estudiantes; en el sentido de que el periodismo bien hecho, la investigación periodística, la investigación interpretativa, pueden ser tan importantes, como que una mujer se ponga los pechos nuevos o no, como el periodismo de entretenimiento que se está haciendo, que una nota roja puede ser algo más que un simple suceso vulgar y puede convertirse en algo atractivo para la gente. No se le ha dado importancia a esa parte. Falta teoría, falta que los periodistas con más experiencia lo planteen y, por supuesto, los medios de comunicación. — Y en ese papel de captadores de historia, los reporteros y los periodistas en general tenemos un rol preponderante. ¿Qué diferencias notás entre el reporterismo de ayer y el de hoy? — Era un reporterismo más profundo y se tenía una gran responsabilidad, un gran conocimiento sobre la fuente asignada, de lo que estaba haciendo, y lo que podía hacer la fuente y un afán de sacar una exclusiva. Ahora con las benditas conferencias de prensa y todo el mundo parado a la par de todo el mundo, aquí no hay exclusivas. Aquí las exclusivas se dan entre comillas, pero no hay ese espíritu periodístico investigativo de parte del reportero. Se supone que el periodista es un investigador todo el tiempo, y que el periodista no puede decir algo que no le conste. Siento que se ha fortalecido un periodismo meramente informativo muy general y muy liviano. — ¿Hay alguna experiencia periodística que te marcara en tu carrera? — La guerra en Centroamérica. Lo que pasó en Nicaragua y en El Salvador. Estuve ahí el día que enterraron a monseñor Romero. Casi nos matan. Me marcó en el sentido de que aquí en Costa Rica no vivimos eso, y allá lo viví. Tomé conciencia en ese momento del papel que teníamos los periodistas de lo que estaba ocurriendo en el mundo. Sí, me marcó la guerra de Centroamérica, y en general me han marcado sucesos importantes en el mundo, en los que no estuve, pero que me marcaron. Entrevisté a
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Rodrigo Fournier y Amelia Rueda dirigieron Telenoticias de Canal 7 en los años setentas y ochentas.
— Don Rodrigo, ¿fue la persona que más influyó en tu carrera? — En la primera parte de mi carrera periodística, sí. Trabajé con él en la coordinación y subdirección del noticiero muchos años, participé en muchos cursos fuera del país, para actualizarme, pero dejé la universidad. Vuelvo a la universidad, exactamente cuando don Rodrigo se retira, porque le dio un infarto, y va a trabajar a Canal 2 solo en las mañanas. Salimos de Canal 7, y nos fuimos a Canal 2, y yo vuelvo a la universidad. Fue un renacer en el que, también, aprendí mucho. Vuelvo a la Universidad de Costa Rica a sacar mi licenciatura, mi bachillerato. En mi licenciatura conozco una generación joven de periodistas extraordinariamente buenos. Conozco todo lo que es la teoría nueva del periodismo y me involucro montones con toda esa parte del periodismo, desde la perspectiva humana, el nuevo periodismo, el humanizar la noticia, el ponerle rostro y cara a la noticia. Comienzo una etapa más independiente, y comienzo a hacer propuestas informativas en muchos ámbitos que no eran noticiosos, hasta ese momento, que no eran prioridad: la violencia doméstica, el problema del sida.
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Tiempos de compromiso — Nací en Buenos Aires, Argentina, el 3 de octubre de 1951, de padre costarricense que, como estudiante de honor del Liceo de Costa Rica, fue becado para estudiar medicina en Buenos Aires, y de madre argentina. Mis padres se conocieron allá, se casaron, tuvieron cuatro hijos. Después nace mi hermano Alejandro. Somos cinco hermanos. Mi papá tomó la decisión de regresar a Costa Rica en 1958. Fue un cambio muy grande, sobre todo para mi mamá, con la desgracia de que mi papá murió muy poquitos años después. Nos quedamos con mamá trabajando aquí. Estudié en el Colegio El Rosario y en la Universidad de Costa Rica. En la universidad iba a estudiar estadística y filología. Me matriculé y recibí las primeras lecciones pero en eso llegó la época del compromiso, de las luchas, y me comprometí muy fuertemente desde 1970, a partir de ALCOA. Milité en el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP) y entré a formar parte del Círculo de Poetas Costarricenses. Después me casé. Mi marido es hijo del Dr. Antonio Jiménez Rodríguez, de Guadalupe. Mi suegro, casado con una gringa, murió en un accidente. Él era médico y fue al volcán Irazú, cuando las erupciones. Le cayeron unas piedras y lo mataron. Mi suegra se fue para los Estados Unidos con todos sus hijos. Carlos, mi marido, volvió en el 70. Entró a la Universidad de Costa Rica. Nos conocimos. Nos casamos y después, se fue a estudiar a Chile. Me fui con él y ahí descubrí que mi campo era la comunicación. Volvimos a Costa Rica, después de haber estado allá en Chile, en la época de Allende, entendiendo que en Costa Rica las cosas eran diferentes, que no hacía falta la radicalización, que era más importante formar parte del proceso democrático y por eso decidí tomar la carrera de ciencias de la comunicación colectiva en la Universidad de Costa Rica, en 1974. Empecé a trabajar y a estudiar. A los tres meses me llamaron de Radio City. No tenía mucha experiencia, pero dije que sí, y en ese mismo año me llamaron de Telenoticias. Querían una periodista que cubriera sucesos como fuente fija. Comencé en Canal 7 el 1º de agosto de 1974, allá en Cristo Rey, en “El Palomar”. Al entrar don Rodrigo Fournier como director, nos enriqueció mucho, porque, aparte de que fue uno de los directores de la Escuela de Periodismo, era abogado, estudioso de la comunicación, hombre de una extraordinaria cultura, de extraordinario compromiso. Se convirtió en un profesor.
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Dama de “hierro”
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l dictador nicaragüense Anastasio Somoza Debayle se sobresaltó ante ella. Y, por lo candente de sus preguntas, la dejó abandonada en el búnker en Managua, unos tres meses antes del derrumbe del régimen en 1979. Lo mismo le ocurrió con el dictador panameño Manuel Antonio Noriega en 1986. “Yo le dije abiertamente: ‘¿es cierto que usted mató a Hugo Spadafora?’ y se me vino encima, y todo el mundo pensó que me iba a matar”. Pero nunca sintió más angustia como una mañana en que le correspondió entrevistar a Rodrigo Carazo, entonces Presidente de la República, en el programa Buenos Días Costa Rica de Canal 7. “Casi me muero. Ya le digo, entrevisté a Somoza y a todo el mundo y no me dio tanto miedo. Con Carazo tenía miedo, porque aparte de que era el presidente, tenía que preguntarle qué pensaba él de que toda la gente estaba en contra de lo que estaba haciendo… cuando vino el momento, hasta me mareé …”. Expresiva, vivaz, de lectura y crítica interpretación de todo cuanto le rodea, Amelia Rueda me recibe en su despacho de dirección de Noticias Monumental, al costado oeste del puente Juan Pablo II sobre la autopista Cañas, que da acceso a la capital. En las afueras, llueve tenuemente la mañana de ese miércoles 29 de marzo. Cabello negro profundo, ojos oscuros, enormes, escrutadores, vibra al recordar sus inicios de reportera, los vaivenes de su carrera y el hoy en su vida, con esa infinita pasión suya por el periodismo. Abrevada en los acontecimientos más relevantes de la reciente historia de Costa Rica, la televisión, Canal 7 primero, luego el 6 y el 2 y la radio, han sido las trincheras de sus más intensas vivencias periodísticas a lo largo de una carrera de 32 años, que tuvo aguas bautismales en el Chile de Allende en los setentas.
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Amelia Rueda Ahumada nació en Buenos Aires, Argentina, el 3 de octubre de 1951. Se graduó en periodismo en la Universidad de Costa Rica. Su trayectoria ha estado ligada a la televisión y la radio. Fue subdirectora de Telenoticias, Canal 7, y dirigió noticieros en canal 6 y 2. Es directora del programa “Nuestra Voz” que se transmite por radio Monumental.
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Amelia Rueda Costa Rica
Boris Ramírez
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— Te encanta la lectura, ¿tenés algún ídolo periodístico o más allá del periodismo en materia de lectura? — Así es, Alejo Carpentier. — Y, ¿qué recomendás de él? — El reino de este mundo, La consagración de la primavera y El arpa y la sombra, que es una maravilla. — Y, ¿por qué Carpentier? — La primera obra que leí de él fue su primera novela ¡Ecue-yamba-ó!. Después leí El reino de este mundo y me interesó mucho su formación. Empecé a estudiar quién era él, a conocerlo, y es quizá el introductor de una corriente literaria que se llama lo real maravilloso, que da la vena de creación del realismo mágico. Los expositores de lo real maravilloso en la gran literatura latinoamericana son Alejo Carpentier y Jorge Amado. Descubro que él es arquitecto, que él es periodista, que él es antropólogo. Tenía una gran formación, aquella que tenían los eruditos antes. Sus novelas tienen una raíz en la realidad. No son ficciones. Trae historias reales, que a través de la literatura les agrega lo que él llamaba el realismo maravilloso. Es uno de los escritores más completos a los cuáles he tenido acceso. — ¿Volverías a escoger el periodismo como tu razón de existir? — Después de haber sido periodista, no quiero hacer otra cosa en mi vida. Después de haber estudiado, ejercido, conocido, disfrutado, odiado, no sería otra cosa más que periodista, porque uno tiene todas esas manifestaciones en el ejercicio. Lo ama. Lo desprecia. Lo extraña. Y lo que quizás más extraño es eso, el ejercicio.
152 sentarse frente al televisor, ¿qué es lo que ve en las informaciones? El 90% son informaciones ligeras. Para poder informarse hay que ir a los periódicos, pero si salgo a la calle con solo haber visto los noticieros de televisión, no estoy completamente informado. Preocupa mucho la ligereza. — ¿Cuál será el efecto a mediano o largo plazo de este fenómeno en el ejercicio periodístico en Costa Rica? — No estar leyendo la realidad que otros sectores sí están haciendo. El país ha venido enfrentando cambios importantes en los últimos 12 años, a nivel de su institucionalidad. Hemos estado recibiendo los avisos a través de nuestro máximo ejercicio democrático, que son las elecciones. Siento que no hemos leído profundamente eso. No hemos leído la conformación de otros sectores, actores de la vida nacional, que se están incorporando al país. En eso la red Internet le está ganando a los medios de comunicación en trasiego de información. — ¿Cuál ha sido la lección más importante que te ha dejado hasta ahora tu carrera? — Tener un nivel de independencia grande. Me ha permitido mantener mis enfoques, mis posiciones, mis confrontaciones, sin atentar contra los medios con los que he trabajado. El periodista tiene que tener una responsabilidad. Tiene que tener un respeto hacia los lineamientos del periódico para el cual trabaja. La conjugación de una independencia, de un trabajo profesional, de un respeto y de un aporte al crecimiento del medio de comunicación, son el balance que todos los periodistas deberíamos aprender. — ¿Un consejo básico a un principiante en periodismo? — Respeto y balance a los intereses. El interés público es el valor más importante que a nosotros se nos da en custodia. Ese interés se genera desde los intereses de cada persona. Debemos aprender todos los balances necesarios a la hora de conjugar el interés público. ¿Consejos? Fortalezca sus posiciones a través del conocimiento. Añada otros criterios. Uno puede tener discusiones con sus editores, con sus directores, pero eso no significa pelear. Se trata de confrontar criterios para tomar la decisión.
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Búsqueda de balances — ¿Cuál es tu visión de cómo deben ser las relaciones de los políticos con la prensa? — Un político debe no solo con la prensa, sino con la sociedad, cumplir con su función cuando está en ejercicio de empleado público, en el sentido de que las acciones que acometa sean en beneficio del interés público. Que eso se haga de una manera clara y transparente. El sector político tiene que irse abriendo mucho más. Deberían ser abiertas a la prensa, las sesiones de las juntas directivas de las instituciones públicas. Deberían ser públicas las sesiones de la Corte Suprema de Justicia, los Consejos de Gobierno, siempre que no haya impedimentos de secretos de Estado. No son solo los partidos políticos, los grupos electorales y los diputados, son los que toman decisiones políticas nacionales. — ¿Y qué esperas de las relaciones del periodista con el sector político? — El periodista debe exigir que la información pública tenga una fiscalización más a profundidad. Lo primero que tiene que hacer el periodista es no entrar en el juego al cual el sector político lo quiera llevar, sino esclarecerlo y buscar otras fuentes de información que no necesariamente son las que tienen la representatividad. Hay muchos otros estamentos de la institucionalidad pública del país a los cuales se puede acceder para buscar información. — ¿Cuáles son los principales desafíos éticos del periodista? — Buscar esos balances, como ser humano y como profesional y los aportes que le da al país a través de un medio de comunicación. — En esta coyuntura del ejercicio del periodismo en Costa Rica, ¿qué es lo que más te preocupa? — A veces la ligereza en los medios televisivos. El tener buenos niveles de audiencia está haciendo que castiguemos la profundidad y el periodismo. Estamos habituando a la gente, a través de los medios de comunicación televisivos, casi que únicamente a los sucesos. Si uno hace el ejercicio de
150 El temor es, ¿en qué momento las nuevas generaciones, van a perder el gusto por lo táctil y todo va a ser digital? En términos románticos, el periódico va a seguir teniendo una presencia, pero debe tener ciertos códigos para comunicarse con las nuevas costumbres del receptor de mensajes. Los periódicos tienen que golpear visualmente; las titulaciones son un recurso. — ¿Y la profundidad de la investigación? — Es un reto interesante. La profundidad está en la formación, en la interpretación, en la acumulación que debe tener un periodista y en la capacidad de sintetizar. Debe, también, a mayor cantidad de información, buscar y utilizar más recursos gráficos. — ¿Cómo un medio como la prensa escrita puede diferenciarse con fundamento? — Eso se da a través de los periodistas, del proceso del periódico, de la personalidad que el periódico tenga y de cómo se lo trasmita a los periodistas. Ya no se trata de aquellas grandes sábanas, que antes escribíamos. Ahora se trata de que hay gran cantidad de información, de cómo nosotros tenemos que priorizar esa información, de cómo tenemos que catalizar esa información y cómo tenemos que darle calidad. — ¿Qué propuesta le harías a los dueños de medios de comunicación en esta coyuntura? — Establecer más sinergias con toda la nueva industria de la tecnología de la información para aprender. A veces, los medios tradicionales se van quedando atrás. El reto de las nuevas tecnologías de información es no solo informar, sino explorar, buscar nuevas fuentes. Los medios de comunicación, deben seguir especializando a la gente, pero que el especializarse no signifique aislar, sino integrar grupos de trabajo interdisciplinario por especialidad dentro de la redacción, así como se ha hecho con éxito en las unidades de investigación.
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porque no es cómo elaborarle la información, sino cómo llegar a un receptor como el iPod. Esos canales de comunicación nuevos, que han creado las nuevas tecnologías de información, tienen que indicarnos a los periodistas y a los medios de comunicación cómo llegar a ellos. — ¿Cuáles son los desafíos para el periodista en los próximos años? — Acoplarse a las nuevas tecnologías de información. Acoplarse a vivir con ellas. ¿Cuáles son las formas en que los seres humanos se están comunicando? La computación. Las tecnologías. Los iPod. Los periodistas no nos hemos fijado en cuáles son esas formas en que los seres humanos nos estamos comunicando. — ¿Será la especialización el desafío para las nuevas generaciones de periodistas? — De especialización y de conocimiento, de cómo le va a hacer llegar la información a la gente. Me llama poderosamente la atención toda esa gente que anda con los iPod. Escuchan música. Ven documentales. Escriben. Y ¿la información periodística dónde está incorporada en estas nuevas tecnologías? ¿Dónde está incorporado el trabajo periodístico en las nuevas redes de información de celulares? Es un reto que va más allá del periodista. Es un reto del periodismo. — ¿Cuáles son los desafíos para los medios de comunicación? — Empezar a entender de qué manera se está comunicando el ser humano. Por eso, es la época más paradójica. Es cuando tenemos la mayor forma de comunicarnos y cuando la gente se comunica de manera más personal, más aislada, no de una manera colectiva, sino que la gente está con su aparatito, con su computadora. Y, ¿el proceso de los medios de comunicación, dónde está? — ¿Sobrevivirán los medios escritos en este entorno del vértigo digital? — Me pueden comunicar muchas cosas desde el teléfono celular pero uno necesita el periódico. Pero no sé cuándo será el momento en que esta cultura táctil, en que nuestra generación se creó, se pueda perder.
148 cuál es el aporte. Es la función de discutir, debatir, aportar, desde una perspectiva periodística, pero desde un conocimiento multidisciplinario por especialización. — En el proceso indagador de la investigación, ¿qué consejos das para hacer una entrevista? — Primero, que no haya miedo a hacer preguntas. Hay un temor natural, de enfrentarse a otras personas. ¿Cómo lo superamos? Con una posición previa de conocimiento, de estudio, de indagación sobre el tema. Si cumplo esa etapa inicial de prepararme antes de la entrevista, entonces conozco del tema y puedo estar más atento a lo que verdaderamente es una entrevista, que es la repregunta a partir de lo que me están respondiendo, porque sé si me están respondiendo de manera correcta o incorrecta o me están evadiendo. Si voy preparado, si he estudiado sobre el tema, si conozco a la persona que voy a entrevistar, puedo estar más atento a la repregunta. Me he tomado en serio esta entrevista. No vengo a discernir sin conocimiento y esto siempre causa un efecto en la gente. — ¿Cómo dominas los momentos de mayor tensión? — En esos momentos el periodista es quien tiene que tener calma absoluta. El control de la conducción lo debe tener el periodista, a pesar de que el conocimiento y toda la información lo tenga el otro. En televisión, nosotros no llegábamos a hacer una entrevista si no estaba previamente estructurado y estudiado el cuestionario. Hacíamos las preguntas, el proceso de indagación, las discutíamos entre nosotros, nos poníamos de acuerdo y no improvisábamos.
La gente “iPod” — ¿Anda desfasado el periodismo? — No desfasado. Creo que debe ajustarse o ajustar la formas de comunicarse, entender de qué manera es que este nuevo ser humano, este nuevo habitante, se está comunicando ¿Lo estamos reflejando en los medios de comunicación? Quizá la televisión le lleva una ventaja a la prensa escrita, pero, aún así, creo que no se ha ajustado completamente,
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A fuego lento — Iniciaste tu carrera haciendo sucesos. ¿Hay algún hecho que en aquel momento te marcara en particular sobre las características del periodismo? — De mi época como sucesero me llamó la atención que uno enfrenta la información sin nada. Tengo una conducta hacia la vida y no me gustaba enfrentarme tanto a la muerte. Recuerdo haber cubierto las grandes inundaciones. Fue una época también de gran inestabilidad climática; una época de grandes huracanes. Recuerdo la impotencia, porque me decía, ‘vengo aquí a informar sobre la desgracia de otros, y nada más’. A esa época de cobertura mía de sucesos de La República casi que la he ido borrando porque me genera recuerdos dolorosos, trágicos. Muerte. Inundaciones. Fallecimientos. Asesinatos. No es algo que me gusta. — ¿Qué caracteriza a un reportero de excelencia? — Una buena formación profesional, un nivel de lectura y de conocimiento de la realidad nacional e internacional y sentido común. ¿De dónde vamos a obtener ese sentido común más desarrollado, más fino? De esa experiencia de vivir la información. Muchas veces, el periodista deja pasar la verdadera potencialidad de esa información, por falta de ese sentido. Cuando uno es convocado a una conferencia de prensa, cuando uno recibe un boletín, uno tiene que leer lo que le dice. Uno tiene que ver qué está expresando. Tiene que ver más allá de lo que un funcionario da en una conferencia de prensa y cuestionarse permanentemente, ¿cuáles son las 100 preguntas que dejé de hacer ante una declaración que me dieron? — ¿Quién es un editor efectivo? — Aquel que tenga una inteligencia bien depurada. De Roxana Zúñiga, la persona con que más trabajé a ese nivel, aprendí muchísimo. De las confrontaciones que ella nos hacía, de las exigencias que nos pedía, del afinamiento que debíamos tener. El editor efectivo es el que te confronta, te exige pero además te ayuda. Es aquel que te dice, ‘mirá no me parece esto porque te faltan estos otros elementos’. No es solo el que dice, ‘eso está malo’, sino cómo lo vamos a corregir, cómo lo vamos a hacer mejor,
146 tanto la de los nombramientos de los jueces, como la de los manejos presupuestarios de la Corte Suprema de Justicia. Recibíamos constantes amenazas del sector político. Amenazas en el sentido de descalificaciones, señalamientos de que estábamos recibiendo dinero de uno o de otro partido. La polarización estaba entre Liberación Nacional y la Unidad Social Cristiana. Nos hicimos hábiles pescadores de documentos y de personas. Nos hicimos expertos en identificar cuáles eran los personajes de la política a los cuáles podíamos acceder. — En otras palabras, en el río revuelto de la política, los periodistas deben volverse hábiles pescadores…
Archivo Grupo Nación
— Exactamente, porque los verdaderos procesos no los vas a encontrar en una conferencia de prensa, en un boletín. Un periodista que está todo el día escuchando las sesiones de la Asamblea Legislativa, difícilmente va a saber qué está pasando allí, porque no es lo que se está diciendo en el plenario lo que es importante. La profundización, no la encontrás ahí. Es en otro escenario.
La revista Rumbo profundizó, en los años ochentas, en la investigación periodística y en la polémica política, recuerda Boris Ramírez.
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a lo que quería, porque ahí intentaba esclarecer procesos importantes de investigación, aún con los recursos limitados que históricamente mantuvo La República. Intentamos hacer una serie de investigaciones, y ahí fue donde me interesó. En el 89 Roxana Zúñiga me contactó y me ofreció la posibilidad de incorporarme a la revista Rumbo. Al poco tiempo me dio la responsabilidad de ser el editor político de la revista. Eso fue en el 90 y hasta el 96; quizás fue la época profesional que más disfruté. Era un campo en el cual la revista se estaba especializando: hacer investigaciones en lo político. Nos propusimos como grupo convertir la cobertura de la política en un proceso de investigación. — ¿Recordás algún proyecto en particular en esa etapa? — Dimos a conocer la lista de los beneficiarios de la ley FODEA. Fue una investigación que tuvo impacto en periódicos nacionales. Dimos luces sobre los verdaderos contenidos, que se estaban analizando en el Pacto Figueres-Calderón y que, con el paso del tiempo, se vinieron a esclarecer. Hicimos un informe de un caso de una de las empresas de Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, después de su segunda campaña electoral. Fue una indagación posterior, de los gastos que se hicieron en esa campaña, de los faltantes que habían quedado y de una supuesta fórmula de pagos que tenía que ver con Pieles Costarricenses, CoopeMontecillos y Fogasa. Eso también resultó de la investigación de la campaña. — Fue una etapa de reto profesional. ¿Implicó también riesgos? — Sí implicó riesgos. Vivimos riesgos. Rumbo era un equipo muy pequeño, había muy poca gente. Hicimos una indagación que dio luces sobre el secuestro de Luis Fishman y eso fue bien interesante. Hicimos una indagación de supuestos dineros provenientes del narcotráfico, que llegaron a las diferentes campañas electorales, desde 1986. — En cuanto a riesgos, ¿podés especificar de qué tipo eran? — La más evidente se dio por unas indagaciones que hicimos sobre nombramientos y manejos presupuestarios en la Corte Suprema de Justicia. Un exfuncionario de la Corte llegó un día a la oficina y nos advirtió que tuviéramos cuidado porque nos iban a tender una supuesta trampa, para desvirtuar las dos investigaciones que habíamos hecho,
144 Una semana antes el país se había visto conmovido por el desbordamiento del río Reventado en Taras, Cartago, con saldo de siete muertos, decenas de heridos y centenares de damnificados. El viernes 13 de diciembre de ese año, La Nación publicó en su portada una foto del periodista Carlos Vargas Gené, entonces su jefe de redacción, junto al cráter del volcán Irazú, que desde marzo y a lo largo de ese año se había mantenido en intensa actividad eruptiva, lanzando toneladas de ceniza, atascando cauces y sembrando destrucción, muerte y desolación. El pie de la foto del cráter humeante, tomada por el periodista Miguel Salguero añadía: “el ruido… se asemeja al despegue de gigantescos jets, ensordece y sobrecoge al visitante”. Veinte años más tarde, Boris se sumergía como periodista principiante en la cobertura de sucesos, enfrentado a catástrofes y muerte. “Recuerdo haber cubierto grandes inundaciones. Fue una época también de gran inestabilidad climática; una época de grandes huracanes. Recuerdo la impotencia, porque me decía, ‘vengo aquí a informar sobre la desgracia de otros, y nada más’. …Esa época de cobertura mía de sucesos, me genera recuerdos dolorosos, trágicos. Muerte”, me dice la mañana del miércoles 5 de abril, previo a la Semana Santa.
Cronistas temporales — ¿Qué te inclinó hacia el periodismo? — La búsqueda, la recopilación, la sistematización del proceso histórico que vivimos y eso me viene también de mi primera vocación hacia la literatura. Soy un aficionado de la literatura de Alejo Carpentier, quien además de tener muchas profesiones, también era periodista. El insistía en sus relatos en que el periodismo era la crónica temporal de la historia. Me inclinó primero esa búsqueda, ese entendimiento de los procesos. Mi primer contacto profesional fue con La República, cubriendo sucesos. Recuerdo que le dije a don Guillermo Fernández que me estaban ofreciendo trabajar en sucesos, en La República, y que no me gustaba, y me dijo: ‘trate de aprender solo una cosa. La mayoría de los periodistas tenemos una agenda temática siempre establecida. En los sucesos nunca hay y va a ir encontrando todos los días, cosas y motivos diferentes para conformar sus informaciones’. Duré como tres años cubriendo sucesos. Luego cubrí la fuente judicial, que se acercaba más
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Los trazos de la historia
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uiso ser arquitecto, pero después de haber sido periodista no quiere hacer otra cosa en su vida. Después de haber conocido, ejercido, disfrutado y odiado el periodismo no piensa en otra cosa más que seguir en este oficio. “Porque uno tiene todas esas manifestaciones en el ejercicio. Lo ama. Lo desprecia. Lo extraña.” Boris Ramírez Vega tuvo un llamado vocacional tardío hacia el periodismo. Además de querer ser arquitecto, sus primeros estudios fueron en administración y finanzas. Pero un examen introspectivo lo llevó al oficio de su vida. Seguidor de Alejo Carpentier, de Jorge Amado y de la corriente de “lo real maravilloso”, su encuentro con el periodismo se nutre de su pasión por la lectura y la literatura. Sabedor de que no tenía dotes para ser escritor, buscó en el periodismo un oficio que lo llevara a las letras. Le aguijoneó, de paso, una tradición casera de escuchar día a día las emisoras y de leer los diarios. Y en la universidad, la guía del periodista Guillermo Fernández, a la sazón jefe de redacción de La Nación, y tutor suyo en la UACA, marcó su derrotero en el oficio. Pasó por La República. Cubrió primero sucesos, notas judiciales y desarrolló investigaciones, entre 1983 y 1987. En 1989 llegó a la revista Rumbo -hoy desaparecida- en la que, junto a la periodista Anny Pérez, condujo sonados casos de investigaciones, perfiles y polémicas políticas. Hoy brinda asesorías en comunicación desde la firma Comunicación Corporativa/Ketchum y ejerce la docencia en periodismo en la Universidad Latina. Boris nació un lunes 16 de diciembre de 1963 en La Uruca, al oeste de San José.
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Boris Ramírez Vega nació el 16 de diciembre de 1963 en La Uruca, San José, Costa Rica. Se graduó como periodista en la Universidad Autónoma de Centroamérica (UACA). Ha ejercido en La República, revista Rumbo y Canal 6. Es profesor universitario de periodismo y labora en la firma Comunicación Corporativa/Ketchum.
Foto: Róger Benavides
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ves Salustio? — El valor ético está en tu formación y es bien difícil. Está casi ligado a que si entras en periodismo, no seas tan angurriento, y es bien difícil, y un verdadero periodista, jamás hará plata, porque del mismo desarrollo, necesita no hacer daño gratuitamente, y el periodismo le puede hacer daño a la gente, satanizar a alguien, o hacer daño por hacerlo. Un buen periodista, no puede hacer eso. Primero, por justicia, y luego por estrategia, por ejemplo. — Te interpreto que la ecuanimidad, la templanza son buenas consejeras en este oficio… — Claro, cuando tú tienes la decisión de publicar algo, es bien difícil que no haya habido cierto desarrollo humano, y tan es así que los grandes periodistas se vuelven filósofos, pensadores. — Esos valores, ¿los aprendiste a lo largo de tu carrera? — No, porque en la formación de antes solo había el ejemplo, y pues la solidaridad de la familia y compartir las cosas. Vengo de una familia cristiana. Ahora los valores familiares han cambiado en el sentido de que la gente anda buscando el éxito en forma rápida. Nadie quiere trabajar, y todos quieren disfrutar del éxito y del exhibicionismo. Si me preguntas, todos los carajitos periodistas quieren trabajar en CNN o en Teletica ¿No? — ¿Alguna virtud en tu vida? — ¿Virtud? ¿Qué virtudes puede tener uno? Tal vez, trabajar. Me gusta el trabajo. El día que se cierre esta vaina, no sé que hago. — ¿Algún defecto? — Seguro el tiempo. Siempre llego tarde a hacer alguna impresión porque me detuve a cambiar algo. Siempre me falta el tiempo para hacer algo mejor. Siempre estoy en esa complicación, de que lo pude haber hecho mejor, pero me falta el tiempo.
138 a publicar 12 reportajes de jóvenes. Incluso, mandé gente a la cárcel a entrevistar a los muchachos, a ver qué hacen estos muchachos. Los condenan y se olvidan de ellos. Cuando fui al centro solo había una muchacha joven, y le pregunté, ‘¿mirá qué hace una muchacha en todo el día? Pregúntale. ¿Tiene mamá, papá? ¿La visitan? Es una muchacha que vive con más de 40 carajas todo el día. ¿Tú crees que esa historia no se las va a leer la gente? ¿Qué pasa con los niños que están en los hospicios que nadie los adopta, y se crían sin papá y sin mamá, cumplen 15 años, y nadie sabe qué quieren hacer ellos, o se casan, o no se casan? Nadie sabe qué quieren hacer. No tuvieron ejemplo de nada. Hay un montón de gente así. Yo trabajé con gente que había estado en el hospicio Fray Casiano de Madrid. A la gente le encanta saber cómo es la vida de quienes pasan por ahí. Las historias humanas nunca pierden vigencia. La gente quiere detalles. Las historias humanas nunca pierden el sentido. Hay que tener sensibilidad y publicar las cosas, cuando uno sabe que están bien. — Decís que la vocación es un factor esencial para dirigir un medio, ¿qué otros valores considerás? — Cultura, porque la cultura te da criterio y te permite hilar fino, apreciar con objetividad, y también, que te guste trabajar, porque si tú tienes un periódico y no trabajas, la cosa se va al carajo, hay que dar el ejemplo. El contenido del diario es lo que va al interior de la gente. La gente que lee se imagina cosas. Es el menú que preparas para el lector.
Aprender a aprender — ¿Tus consejos a un principiante de periodismo? — Tener humildad. Saber que con una nota no están consagrados. El muchacho tiene que aprender que no sabe, que el periodismo no se aprende en la universidad, que, a veces, la universidad no enseña ni a escribir. Que de donde puedes mejorar cada día, es de la experiencia diaria y escribir y aprender cada día, para ir mejorando, pero solo con el tiempo, el tesón, de un mejoramiento interior, de creatividad, como el músico, que está creando algo, y mejora las notas cada día. — Vocación, formación, cultura general, y el valor ético, ¿cómo lo
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mejor en una cosa que en otra, como en todo. — ¿Por qué el ángulo humano? — Es lo que más te mueve a leer, por la curiosidad de la gente que ve la parte humana, la parte que no se ve, la que no es pública. — En esta etapa del vértigo digital, ¿se acaba el reporterismo de a pie? — No, porque siempre está la persona que escribe. Si todo el mundo se deja llevar por la inercia sería terrible, todos ahí aplanados, pero el carajo que se metió a comer con Arias, que estuvo con Arias las 24 horas, le dio un toque de refrescamiento. Ahí está el valor, el ambiente, los detalles, la cosa. ¿No es cierto? — ¿De qué grandes temas se pierde la prensa? — De los jóvenes. Nadie sabe cómo viven los jóvenes, qué piensan, qué necesitan. Me he encontrado jóvenes en el campo que son esclavos desde la mañana hasta la noche. Los mandan a ordeñar vacas y si mandas a alguien a entrevistar a los muchachos que están estudiando carreras técnicas, te das cuenta de que piensan totalmente diferente, que tienen muchas necesidades que no están cubiertas, o sea son un segmento de la sociedad casi olvidado. Una bibliotecaria nos contó que habían puesto una biblioteca en un colegio, y nadie se acercaba, pero pusieron una computadora, y hacían fila los carajitos para meterse en la computadora. Esta generación domina los videojuegos, las computadoras, y saben de tecnología. Es otra generación. Y, ¿cómo están pensando los muchachos ahora? No todos viven en La Calle de la Amargura. Muchos estudian, trabajan. Hay que preguntarles todo. Hay muchachos a los que la vida les cuesta mucho, pero esa historia no la sabe la gente. — ¿Tres valores claves para dirigir un medio? — Vocación, ser un periodista de vocación. No puede ser como un trabajo cualquiera. Hay gente que le gusta figurar. Este es un trabajo duro, y depende de mucha gente, gente que haga cosas. Fíjate que llegué
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La orquesta — ¿Dónde está el secreto de esta profesión? — Esto es una armonía. Tú mandas a un buen reportero a hacer una nota y te trae un mal trabajo, tú ¿qué haces? Lo que tú tienes es un concierto y toda la orquesta tiene que sonar bien. Hay cosas que atentan contra esto: “parametrar” mucho las noticias, que se tiene que escribir tanto y que no se pase de tantas líneas. Eso te limita un poco. A veces ponen el título antes que la nota, y debe ser al revés, cuando tú tienes la nota, después debes de poner el título. — En otras palabras, ¿a la creatividad no hay que ponerle límites? — Exactamente, porque eso le da novedad al periódico y lo gracioso es eso. — Esta apuesta a la creatividad, ¿debe ser de todos los días? — No. Hay limitaciones de tiempo, que si tú no planificas el trabajo, no puede salir nada bien, te darían las tres de la mañana. Tiene que haber un equilibrio. — ¿Equilibrio en qué sentido? — Equilibrio de tiempo, de cierre, de planificación y de creatividad. Siempre hay que planificar. Pero tengo la idea de que las cosas que interesan mucho, como un mundial, si las cosas valen la pena y es el momento, entonces hay que alzarlas, darles la mayor intensidad con planificación y en creatividad.
¿Qué fue lo que viste? — ¿Qué valor le concedés a la exclusividad? — La exclusividad es algo que no es normal en un diario. Los casos de los que todo el mundo habla, pero desde otro ángulo, sacándole el jugo a la cuestión. En eso hay que tener gente muy especial. Hay gente que es
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— ¿Tenés algún autor favorito? — Clásicos, europeos. Marcel Proust. Lo leo por placer. Me encanta En busca del tiempo perdido, es tan bueno, que cuando estoy en casa y no tengo nada qué hacer, abro el libro en cualquier parte para leer, por el gusto no más de leer, es como el gusto por la buena música, una cosa así. — ¿Algún autor que recomendés a los periodistas? — ¡Ah¡ Truman Capote. — ¿Por qué? — Porque es periodismo. El ha escrito sobre cómo hacer interesante una cosa. Cuando un reportero va donde un entrevistado tiene que fijarse en todo. La gente quiere saber cómo vive el personaje, el escritorio, el sillón, los cuadros, el ambiente y tener una idea de cómo vive esa persona, o cómo es el ambiente de la persona que la rodea y dar detalles así. Y ese es Truman Capote. — ¿Escritores que hayas conocido a lo largo de tu vida y que admires? — Las crónicas de García Márquez como corresponsal… El Quijote enseña a describir personas. Balzac es bueno describiendo personas. La literatura ayuda en el manejo de las palabras. — ¿Qué lección de vida te deja a estas alturas el ejercicio del periodismo? — Me da satisfacción que llame la gente y diga: ‘¡Ah, ese reportaje qué bueno!’ Como que desarrollas un mimetismo con los lectores. Es bonita esa sensación de ver que el menú que se preparó le gusta a la gente.
134 es una demostración de que si subes la calidad, mantienes el sector. Aunque los periódicos como que se descuidan un poco, y la televisión los empuja hacia la pólvora, hacia lo ligero, como que se contagian, o las personas que están en periodismo no tienen la misma vocación. — ¿Qué va a caracterizar a los periódicos del futuro? — La calidad. Una edición especial, una edición buena requiere mayor esfuerzo. Si pudieses pensar en repetir esas experiencias varias veces, tendrías que darte cuenta de que el nivel de lectura sube. Siempre me llama la atención El País de Madrid. Se está vendiendo más y más. Es como Marca. Es un periódico bien hecho, títulos de antología, un periódico de calidad. — Bien hecho, ¿en qué sentido? — No descuidando detalles. — Has hecho énfasis en el tema de la titulación. ¿Cuál es el ingrediente de un buen título? — Que te diga lo que pasa de manera directa sin alambicamientos. — Y un buen lead, ¿qué lo caracteriza? — Que te diga lo principal de la noticia, y que te digan los detalles. Si ves el título y el lead y te logra enganchar, la pegaste. Si consigues que una persona lea tu periódico, consigues a alguien al que le creas una necesidad, y una necesidad es la necesidad de información, de tal manera que siempre va a andar buscando el periódico. Cuando consigues que la persona lea esta nota y la otra, entonces sumas. Al final, no importa ni el título, ni la nota, ni el lead porque, para ese lector, el periódico es imprescindible, pero antes de llegar a eso, hay que dar un buen producto, y un buen producto solo se consigue con compromiso, con calidad. — ¿Leés mucho? — Sí, por necesidad a veces, pero además me gusta.
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de inmediato, pero la trascendencia que va a tener en tu línea noticiosa la marca el director. Tomar esa decisión es importante y el que te ve 100 ediciones o 300 ediciones de un periódico te lo marca el director, porque controla los excesos y tiene un parámetro a larga distancia. — ¿Que diferencia hacés entre el periodismo que se ejercía hace 30 ó 40 años y el de hoy? — Veo un periodismo más ligero hoy. Tal vez sea por la competencia de la televisión, o que la gente lee menos. Cuando comencé cayó el Che Guevara en Bolivia, y uno no se quejaba de ver dos páginas con la historia, notas, la biografía y todo sobre él. Ahora ya no se publican notas tan extensas, todas son muy cortas; hay tantas que hay solo un registro. Por eso se pierden las verdaderas plumas. Uno se regocija leyendo una buena historia. Los periódicos son creadores de buenas plumas. Eso ha cambiado. Los periódicos son más ligeros; las historias quedan cortas, será por espacio. — ¿Ves menos calidad en el periodismo? — Tal vez menos profundidad. Una buena entrevista puede bien valer un gran espacio de publicación, pero nunca se arriesgan a publicar algo tan grande. ¿Será que la gente no lo lee, o será que no hay alguien que sea audaz y tome la decisión de decir, esta entrevista está bien, démosle dos páginas? Como que la televisión ha ido arrinconando los espacios de los diarios. Cuando salieron Los diarios del Che, le volamos espacio y todos los días salíamos con el Che completo, y era un periódico capitalista, que no tenía nada que hacer con el comunismo, pero la idea era esa.
¡Viva el futuro! — En un ambiente de vértigo tecnológico, ¿cuáles son tus preocupaciones de cara al ejercicio del periodismo? — No me inquieta. Mire el fenómeno de España, que tiene esa televisión basura que quita mucho tiempo y todo, pero El País sigue vendiendo bien y sigue vendiendo. Si tú vez El País de ahora y lo comparas con el de hace 20 años, cuando salieron, el de ahora es mejor, ha ido mejorando,
132 — ¿Un consejo que darías a los periodistas hacia futuro? — Tú te puedes equivocar, pero no puedes hacerlo como campaña. El periódico no puede ser una cruzada inmediatamente. Victimizas a alguien y pierdes credibilidad. Quedas como verdugo, como alguien omnipotente, como el verdugo que está jodiendo a la gente. — ¿Para vos lo principal es la objetividad? — ¡Eso es lo principal! Un periódico debe traer de todo: contra Bush, a favor de Bush, contra izquierda, a favor de izquierda, derecha…, lo más amplio que se pueda, para que la gente vea objetividad, si no la gente le pierde confianza. — ¿Qué significa ser objetivo en el ejercicio periodístico? — Ser lo más completo que se pueda. Si estás ocultando algo, la gente siempre se da cuenta; que no se engañe el periodista que crea que la gente es tonta. Lo percibe inmediatamente. No sabe de periodismo. No sabe de fairness, pero sienten que hay una injusticia y que el medio se está inclinando a un sector. — Te ha tocado ver pasar generaciones y generaciones de periodistas en tu carrera ¿Qué caracteriza a un buen editor en una sala de redacción? — La creatividad, bastante, y si le puede poner también un poquito de sentido de humor. La creatividad y la manera de trabajar la cosa, porque lo otro, uno sabe cómo funciona la fábrica desde la mañana, reunión de editores. Todo es muy predecible, ¿verdad?
El vigía — Y un director efectivo para vos, ¿cuál es? — El que ve a más distancia. Ve la trascendencia, el largo plazo, como un todo, como una autoridad que está encima de todo. Un ministro, un presidente, un filósofo, ve más allá, y en el periódico, el director es el que ve más allá. El reportero puede decir que algo es importante, porque es
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— Lo anunció don Enrique Obregón en la tarde y nos dijo que se cerraba el periódico porque el Banco Nacional nos había cortado el crédito. Es trágico. Es perder un trabajo. Es una sensación de fracaso. Es algo que dice uno: ‘¿Cómo se pudo morir algo que estaba vivo?’. Porque el periódico es una cosa viva. La gente lo siente como una cosa viva. La gente dice, ‘La Nación dice la verdad. Extra es una mentirosa’. Es una fisonomía de periódico. ¿Viste Los últimos días de Hitler? , cuando se cae Hitler que todo el mundo se deschava, como que se rompe algo y todo el mundo se desmadra, pues algo parecido sucedió con Excelsior. Como que se había acabado el mundo. Unos se llevaban los sacapuntas. Otros, las máquinas de escribir. Uno se llevó una máquina de escribir. Otro se robó hasta el carro. Fue una tragedia. — De esa experiencia, ¿te queda una lección clara en cuanto a lo que debe ser la relación de un periódico con sus nexos con el sector político, el sector económico? — Claro, vi todos los errores que cometimos en Excelsior. No se puede obligar a un medio que está politizado, y nosotros en Excelsior pecamos de eso. A pesar de las cosas novedosas, nos pusimos la camiseta de Liberación, y se perdió credibilidad, y se dañó al periódico. Pero uno en esto es entusiasta y se vuelve ingenioso. Me acuerdo de un título, “Carazo dice que no conoce la Mano Blanca”. Con solo el hecho de decirlo, ya estás jodiendo. Usamos muchos recursos, pero llega un momento en que te friega. La gente no veía novedad en el periódico porque estabas alineado a un sector político.
Ni verdugos — ¿ Esas experiencias te ratifican que la manipulación por parte de un medio es un enemigo grave? — Se cae. El principal activo de un medio de prensa es la credibilidad. Nosotros cubríamos todo pero el sesgamiento perjudicó al periódico.
130 usar ese tono, menos comercial, pero un periódico comercial tiene que guardar ese equilibrio, y nosotros rompimos el equilibrio, en ese tiempo trabajaba con nosotros Marín Cañas, y se salió porque se escandalizó, por el tono tendencioso. — ¿Cuál es la lección que extraés de esa experiencia? — Que había cierta libertad, y que Excelsior empezó a hacer muchas cosas que antes eran tabú en Costa Rica. Un periódico mucho más fresco, pero políticamente se cargó mucho en ese aspecto, y cuando un periódico es vocero de un partido, pierde credibilidad. — ¿Esa, digamos, fue la experiencia más negativa? — Sí, digamos que esa fue la negativa, y positiva fue que había mucho entusiasmo, y las jefaturas no eran muy fuertes, y era un periódico muy alegre. No había grandes censuras. Decían que Monge no estaba contento, pero de ahí a otra cosa, nada más.
Los días finales… — ¿Cómo fue el momento del cierre en el 78? — Se engañó a la gente diciendo que don Pepe había dicho que, en caso dado de que se cerrara el diario, él iba a donar las acciones a los trabajadores, y se hizo una cooperativa. Se votó y nos pasaron los acuerdos, pero parece que en la entrega política, llegó un momento en que el periódico se sostenía con los créditos que le daba el Banco Nacional. Tenía una línea abierta. En el momento en que se creó la cooperativa, el papel lo manejaba el Banco y soltaban el papel según lo necesitaba el periódico, y no se lo siguieron suministrando porque se le terminó la línea de crédito. Cuando se dio la noticia de que cerraban, Penabad nos dijo que había hablado con Don Pepe, y que le había dicho que no cerraran que él haría arreglos, pero como implorando, pero no había plata para hacer el periódico. — ¿Qué sentiste cuando anunciaron el cierre?
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Andrés Pérez en Venezuela y se dio la idea de ellos de hacer una cadena de periódicos que tuvieran una orientación izquierdista, pero no comunista, sino socialdemócrata; entonces ponían plata Carlos Andrés Pérez, Torrijos, Figueres y el PRI. La idea era comenzar por Costa Rica, hacer el Excelsior y contrataron a El Gordo Villarán, que estuvo más o menos un año antes observando el ambiente y me ofreció trabajo, y me preguntó si me quería venir, y le respondí que sí.
¡No te sesgarás! — ¿En cuánto tiempo sacan Excelsior? — En… setiembre, octubre… noviembre, diciembre, en 4 meses, y empiezan a contratar gente. Le sacan a La Nación varios redactores. Excelsior entró con bastante gente joven, tanto que parecía un colegio. Desde que estábamos saliendo, don Pepe presionaba y presionaba, quería salir, necesitaban arrancar para tener un ingreso. — ¿Qué lecciones te dejó aquella etapa de inicio en Costa Rica? — Cuando trabajé en Excelsior, trabajé sin El Gordo Villarán, porque se peleó con Luis Burstin. Él solo hizo una edición. Excelsior se giró a la izquierda. Siento que se cerró un poco. Me acuerdo de Jiménez de la Guardia, de que había una huelga en Juan Viñas, y de un pleito con La Nación, y un día llamó don Pepe a Penabad, y le dijo: ‘ustedes lo que están cometiendo es una injusticia. Lo están poniendo como un monstruo, y lo que sé es que es un buen patrono. Ustedes están inventando’, y Penabad se puso rojo, y como para él don Pepe era como Dios, le bajó un poco el tono a la información que era un tono de enfrentamiento. Con el tiempo, conociendo más a Costa Rica, me enteré que se cometían muchos excesos. — Excesos, ¿en qué sentido? — Bueno, nos embanderábamos, el tono muy cargado, y se notó en el tiraje. Contra Carazo fue brava la cosa. Un verdadero periódico no hace eso. Trajeron un equipo de Venezuela, que hacía una página contra Carazo. Un periódico no puede hacer eso. Para eso estaban los que podían
128 — ¿De qué carácter era Ojo? — Popular, como Extra. Salía un periódico muy barato y con alto tiraje. Llegó a vender más de 200.000 ejemplares con bajo costo. Este periódico salvó a la empresa. Era un periódico hecho específicamente para el sector popular. — ¿Cuánto duraron en eso? — Hasta el 74. — ¿Por qué te viniste a Costa Rica? — Porque en el 68 entró Velasco y nos agarró en el tope de ventas, y nombraron un director, e intervinieron todos los periódicos, y Ojo lo dedicaron a la Cultura. Era raro. Todos los periódicos se volvieron estatales en ese régimen. Una vez conté 32 fotos de Velasco en el periódico. Eso fue en el 74. — ¿Qué se siente vivir la experiencia de un periódico intervenido por un gobierno? — La limitación, y eso que es inevitable, el culto a una personalidad. Todas las actividades del Presidente había que cubrirlas y había que dar toda la información de la esposa, doña Consuelo. Qué inauguró. Qué dijo. Y hacer esa clase de periodismo servil, cuándo le repartió casa al pueblo y la autocensura, y el director encima porque sabía que todos los clavos le iban a caer a él. — ¿Se afecta la calidad? — Claro, se afectan todos los periódicos, porque todos eran estatales. No hay uno solo que sea independiente. — ¿Eso te hace venir a Costa Rica? — Sobre todo la experiencia de trabajar fuera y, como estaba soltero, quería ir a trabajar el extranjero. En ese tiempo estaba Echeverría en México, y acá estaba Figueres, estaba Torrijos en Panamá y Carlos
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Lo que pasa es que el periódico tiene un encanto, uno llega y lo domina; al final me quedé. Los periódicos están muy ligados a la cultura, a los escritores. Vargas Llosa trabajó en un periódico, la Crónica de Lima. Uno ve gente muy valiosa que a uno lo deslumbra. No son periodistas puros, sino que son gente con cierto nivel cultural, metida en periodismo. Ve tú, en Costa Rica estaba Marín Cañas y mucha gente ligada la cultura, a la literatura. Le encanta a uno, se mete y una vez metido, ¿sabes qué?, te quedaste ahí. El periodismo tiene mucho de literatura, de lead bien escritos, de carajadas de antología… — ¿Cuál es tu experiencia en Correo? — Trabajé en redacción con gente que sabía mucho de periodismo en el “cocinado”, que es donde el reportero deja sus notas, se escogen las fotos, se hacen los títulos, y ahí vas escuchando, viendo eso. Mi primer trabajo, ligado a la redacción, fue ayudar a hacer los títulos, a crearlos. Al rato ya estaba ayudando a pasar los títulos, te van agarrando confianza por tu criterio. Como tienes educación es un poco más fácil, y le vas entrando a la cosa y poco a poco te vas integrando, y te van dando tareas, de auxiliar, y después me metí en diagramación y si de paso sigues estudiando, pues tienes más facilidad, y vas desarrollando la destreza de apreciar cosas, de qué es un buen título y vas aprendiendo cómo es la mecánica del periódico. — ¿Cuánto duró esa experiencia? — Unos dos años. Al tercer año neto ya era diagramador ahí, pero la ventaja que tenía yo era mi amor por la cultura, por el estudio, y tenía criterio, porque una persona que no tiene educación, no tiene criterio, y el hecho de trabajar, de ver, de estar muy cerca del área más importante del periódico que es la “cocina”, trabajando en edición, ya es aprendizaje. Se vive el periódico. Eso te motiva. Y justo ahí, cuando sacaron Ojo, me llamaron para que integrara el equipo, en el año 68. — ¿Quién te llamó? — El Gordo Villarán, porque yo había trabajado con él.
126 Salustio dejó atrás las calles limeñas, llenas de balcones, de colonia e historia. Dejó Ojo, el diario al que, con Villarán, llegó a hacer circular 2000.000 ejemplares diarios. Dejó atrás su experiencia inicial de misceláneo en Correo, otro matutino limeño, donde se fraguó como periodista. Dejó atrás la dictadura de Velasco Alvarado. Y se afincó para siempre en San José. Su huella de diseñador estrella, su visión periodística total, es palpable por la arquitectura y contenido de los principales medios escritos de Costa Rica desde los años setentas. — ¿Cómo te vinculas con el periodismo? — Por la literatura. Me gustaba mucho leer. Mis padres eran maestros los dos, con el interés de que sus hijos estudiáramos. Hubo formación en las letras. Siempre hubo algo que leer en casa. Tuvieron mucho que ver con el periodismo, ¿no?, imbuidos en la lectura y cosas así. En mi casa había muchos libros y empecé a leer desde muy chiquito. En ese tiempo no había televisión, entonces, ¿qué actividad podías tener?. De la lectura nace mi entrada al periodismo. Entro a Lima a trabajar al Correo. Conozco a un montón de gente que trabajaba ahí, que tú admiras, que están en periodismo. Eso es un gancho. — ¿En qué año llegás a Lima? — Llegué en el año 63. — ¿Vos arrancás en derecho? — En derecho, sí; tenía un trabajito; pero alguien me habló de una oportunidad de trabajar de noche y estudiar de día. Ahí fue donde entré al Correo de Lima, como conserje, asistente, mandadero de la redacción en el 65. Tenía 20 años. Había trabajado antes en otras cosas, en droguerías, cosas así, trabajitos que va uno haciendo mientras encuentra un mejor trabajo, pero ya de fijo, fijo, en el 65. Trabajé tres años y después me contrató Raúl Villarán para fundar el periódico Ojo de Lima. — ¿Cómo se da esa relación? — Para ayudarme en los estudios entré a trabajar. Lo hice en un periódico.
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El “maestro” Pauta
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Nunca estudió periodismo. Pero en este oficio, es un maestro. El maestro como se le conoce en todos los corrillos del periodismo tico. “¿Qué te pasa, estás jodido de la columna?”, me espeta Salustio Pauta Arrieta, cuando conversamos la tarde de un lluvioso martes 17 de mayo. Curioso hasta los tuétanos, no deja de sorprenderme con su pregunta al verme llegar medio encorvado, apresurado, a la sala de redacción, unos minutos tarde, para la cita con él. Camisa grisácea, mangas largas, sueltas, cuello abierto, pantalón azul oscuro, de caqui y zapatos negros pesados, Salustio me enfrenta distendido. “No te preocupes, añade, yo también vine tarde. Estaba viendo al Barza… Eso es globalización”. Esa tarde, el Dream Team del Barcelona se coronó amo y señor de Europa con dardos mágicos de Samuel Etoo y Juliano Belleti. Esa tarde, la Selección Nacional de Futbol de Costa Rica llegó a Lahr, Alemania, a iniciar un tercer sueño mundialista. Globalización, de sueños, al fin y al cabo. Salustio es de baja estatura, piel ceniza, hondos rasgos incaicos, plateada su cabellera, mirada profunda, como profunda es su visión del oficio y del mundo y es … un perenne distraído. Llegó a Costa Rica en agosto de 1974 en una aventura periodística frenética: lanzar en tres meses a la calle, Excelsior, diario tipo standard de corte socialdemócrata, previsto para convertirse en el gran competidor de La Nación, estigmatizado, por sus enemigos, como el diario de la oligarquía. El anzuelo se lo lanzó Raúl Villarán, El Gordo, el único editor peruano, me dice, que ha trabajado en el Daily Mirror de Londres.
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Salustio Pauta Arrieta nació en Piura, Perú, el 8 de noviembre de 1945. Estudió derecho. Trabajó para los diarios Correo y Ojo en Lima. Desde 1974 radica en Costa Rica donde, en su carácter de diseñador gráfico, ha trabajado en La Nación, Al Día, Extra, La Prensa Libre. Dirige Ojo, semanario político, en San José.
Foto: Rafael Pacheco
Salustio Pauta Costa Rica
122 — ¿Usted había logrado la entrevista? — Claro, la edité y todo. El tema era dramático. Era de novela. Era de película y como siempre he manejado el concepto de que la noticia debe ser corta y de que quien debe hablar es el entrevistado, casi todo el reportaje lo hablaba el viejito con pequeñas interrupciones mías. Fue una reconstrucción del crimen. Acláreme esto y lo otro y qué pasó con tal cosa… — ¿Ese, quizás, es uno de los momentos que lo marca a usted como reportero? — Ahí me sentí reportero, capaz de hacer esa y otra entrevista.
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— Pone mucho énfasis en la exclusividad… — Siempre es halagador, es gratificante. — ¿Aprecia al reportero que llega con exclusivas? — Por supuesto. Es una buena forma de superar a la competencia. Se está dando un servicio al público, pero también se está luchando contra una competencia. — Vuelve a nacer, ¿vuelve a lo mismo? — Vuelvo a nacer, vuelvo a lo mismo, porque me gusta. Porque sé que lo puedo hacer bien. Porque sé que lo puedo hacer mejor que muchos. Porque me ha dado muchas satisfacciones. — ¿Alguna virtud como periodista? — En Nicaragua hice en 1952 un reportaje sobre un reo que tenía 25 años de estar en la cárcel “La 21” de León, que cuando lo sacaron pedía a llanto limpio que lo dejaran ahí. Que qué iba él a hacer a la calle. Que su vida estaba ahí. Como era un excelente preso, los comandantes le daban ciertas libertades y nunca se asomó a la puerta porque no le interesaba salir a la calle. Él mató a su mujer y al querido a quienes encontró en la cama. Los hizo picadillo a puro machete, enterró el machete y se entregó a la comandancia. Entonces, al salir tras 25 años, no tenía a nadie. La familia lo borró de su vida. No tenía hijos. No tenía hermanos. Todos lo olvidaron. Lo marginaron. El periodista que iba a hacer el reportaje ese día tenía mucho peso en Managua, pero se había emborrachado la noche anterior y cuando llegó a la radio, César Sandoval lo olió y le dijo que no, que él vería a quién mandaría; y me habló y me dijo, ‘Tiquillo, esta es la oportunidad suya’ y me fui. Cuando llegué, con la cara de carajillo que tenía, el viejillo no quería contarme su historia. Usé una grabadora que era de alambre. El sonido era muy nasal pero grababa. Esa noche, a las nueve, pasaron la entrevista y la escuché en la casa. Me sentí como si me hubieran subido a la estratosfera. Como si me hubieran llevado al espacio. Se escuchó muy bonito.
120 — ¿Qué edad tenía? — Tenía más de 20 años. Yo tenía bastante velocidad para transmitir, pero esto era agotador, ya al primer tiempo, sentía que se me salían los ojos. Entonces planeamos lo del “rápido” para cambiarle un poquito el formato e identificar a los personajes por sus nombres y apellidos, y buscar un mote de guerra y así nació El Rápido, y el concepto era ser más rápido que Cartín para describir las jugadas. — Entonces, ¿usted revolucionó? — Sí. De hecho, por el estilo, mi dicción es bastante buena, la rapidez. Tenía unos recursos para identificar al jugador y no equivocarme tanto, aunque siempre se equivoca uno. A mí me costaba menos ese problema. Lo cometía en menor escala y todo eso va a favor del mejor.
Y volver, volver… — Lleva 46 años en la brega, ¿por qué esa persistencia suya? — Entre otras cosas, porque siempre encuentro quién me patrocine. Porque me siento, todavía, con facultades por lo menos en algunas cosas. Ya narrar futbol no, porque es muy duro para un hombre mayor. La última vez que canté un gol se me nubló la vista. Eso fue hace 8 años y entonces me dije ‘¡pistola!’, no me meto a narrar más, me puede venir un derrame’. — ¿Y de los casos más dramáticos que recuerda haber cubierto? — El asalto de los marines en Panamá cuando la caída de Noriega en el 89, sin saber que ahí habían matado a un primo hermano de mi mujer. Era el piloto de Noriega. Una tía de mi mujer vive en Panamá hace 50 años y tenía un hijo piloto de Noriega y fue el primero que tronaron. No quiso huir. No quiso esconderse. Y esos hombres entraron a metralla abierta. No lo cubrí personalmente pero solo nosotros teníamos parabólica en RCN.
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en el personal que comenta. El director debe ser el seleccionador de ese personal, porque es el que está al frente del medio.
¡Y reclame! — ¿Qué valores periodísticos deben preservarse a sangre y fuego? — La entrega, la objetividad, la versatilidad. El periodista tiene que sentirse parte de aquel medio y tiene que sentirse satisfecho del artículo que escribió, de la nota que cubrió. Inclusive, muchas veces, cuando lo sustituyen por alguna razón, tiene que sentirse molesto. Y reclamárselo al director, ‘mándeme a mi’. — Don José, ¿cómo esperaría usted que se le recuerde? — Sé que como narrador de fútbol me van a recordar siempre, como un narrador muy bueno, porque fui muy bueno, porque siempre quise hacer las cosas bien hechas, y siempre pensé en que los que me estaban oyendo necesitaban imaginarse el partido. Yo se los trataba de describir lo más gráficamente posible, tanto que, entre otras cosas, comentaristas internacionales decían que yo tenía mente fotográfica. — ¿De quién aprendió eso? — De nadie. — De alguien se tiene que aprender... — No, yo oía en las series mundiales a Buck Canel, y cuando chiquillo escuchaba a Oldemar Ramírez que era muy bueno, y en la madurez, a Luis Cartín, pero estoy seguro de que no me modelé con ninguno de ellos. Más bien, cuando empecé a narrar partidos, en Puntarenas, en 1954, lo hacía, creo, por dar un servicio, porque no había nadie más que lo hiciera, y yo sabía que una de las fuentes de captura de sintonía era el deporte. Cuando vino la oportunidad de competir con un profesional como Luis, me dije a mí mismo, ‘no voy a imitar a nadie. Voy a buscar mi propio estilo’. Eso fue en el 60.
118 El que cubre o va a dar esa información, si aporta panorámicamente todos esos detalles, perfecciona la información.
Talla perfecta — ¿Qué le exige a un reportero en la calidad de su información? — Que se documente todo lo que pueda y que no omita nada que el lector o el radioyente o televidente quiera saber. Si usted deja satisfecho al lector o televidente, con una información llena, completa, es una información perfecta o que se acerca a la credibilidad y especialmente si usted es objetivo, si no es subjetivo, y si no editorializa en una información. — Pero usted valora el ser crítico también… — No lo valoro, lo exijo, porque la crítica construye. La crítica ayuda, porque si no hay crítica no hay obligación de hacer bien las cosas. — ¿Cómo ve el ejercicio del periodismo en el 2025? ¿Habrán desaparecido los periódicos? — No creo que los periódicos vayan a desaparecer nunca porque son un condimento de la vida. Teniendo en la computadora el principio de la información, muchas veces la utilizo más bien como prólogo para ir después a buscar los periódicos. No sabe lo mismo leer el periódico que oírlo inclusive por la radio o verlo por la televisión. — Pero con la vertiginosidad del cambio, ¿cómo ve usted el periodismo en 15 años? — El periodismo cada día tiene más herramientas para trabajar más fácilmente. Ya en el 84 me encontré en Los Ángeles a los redactores cubriendo con una laptop los acontecimientos. No tenían que ir a las salas de redacción a cubrir la nota. — Es un cambio dramático en las herramientas, ¿y en los valores? — El periodismo tiene que ser más selectivo en el personal que escribe,
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Pregunte, no tema — Usted se ha movido en el mundo de la comunicación radiofónica en el que la entrevista, más que un arma, es una herramienta crítica y, en general, del ejercicio del periodismo, ¿qué virtudes o características especiales debe revestir una buena entrevista? — Preguntas cortas, directas y claras. Las preguntas que no son tan preguntas, que obligan a una respuesta, son uno de los problemas ahorita de los entrevistadores. Abordan al personaje, y empiezan a ponderarlo y a felicitarlo como a darle las gracias por los logros obtenidos, y después le preguntan, ¿y qué opina usted de lo que hizo? — ¿Cuáles son valores cruciales en el dominio de una entrevista? — El conocimiento del tema y el sentirse cómodo con el entrevistado. No tenerle miedo ni mucho menos. Respetarlo, pero no temerle. — ¿Qué recomienda en los momentos de mayor tensión? — Uno se debe controlar. Los momentos de mayor tensión no son menos periodísticos que los más tranquilos. — ¿Y los momentos de mayor revelación en una entrevista? — Cuando un entrevistado se entrega en esa forma depende muchísimo de la envergadura de la entrega, de la calidad de la información que le está proporcionando, y si le está proporcionando una información científica y usted no maneja esa línea o sobre algo grave de corrupción, debe tener cuidado de manejarlo, porque recuerde que el periodista no es inmune. El periodista tiene que manejar cierta distancia, entre la gravedad de una información y la aseveración y publicación de la misma. — ¿Qué debe caracterizar la información que se obtiene? — Depende del tema, de los protagonistas, inclusive. Hay datos biográficos que no se pueden dejar de lado en la información o en la entrevista. Hay datos climatológicos. Hay datos históricos, antecedentes.
116 — ¿Qué deben hacer quienes ejercen el periodismo para recuperar ese valor de credibilidad? — Entre las personas que influyeron en mi desarrollo periodístico, me olvidé de mencionar a don Joaquín Vargas Gené. Quincho, como le decimos todos con cariño y gratitud moldeaba a la gente que trabajaba con él, corrigiendo y enseñando cómo era que se debían hacer las cosas que se estaban haciendo mal, insistiendo mucho en estudiar un tema antes de tratarlo, conocer antecedentes, detalles para mejor informar. ‘Lo mejor es informarse’, era una frase que usaba mucho él. Entonces, se va modelando al elemento que está alrededor de uno, en el caso de las jefaturas y los medios de comunicación. Hay que llegar a tener el equipo, si no perfecto, lo más cercano a la perfección. — ¿Le preocupa esto a usted? — Más que preocuparme, me duele. No hay nada más triste que cuando se pierden los valores o cuando empiezan a escasear. La población periodística nuestra actual es susceptible a una mejor escogencia o una mejor selectividad y podemos combatir muchos de esos riesgos, a futuro inmediato y a largo plazo. — ¿Cuáles consejos le daría a un periodista principiante? — Primero que nada, objetividad, que es como el decálogo del periodista, y entrega, tanto como la capacidad intelectual. La entrega y el querer hacer las cosas, son tan valiosas, como son tan contradictorias aquellas de un periodista sumamente capacitado pero que hace las cosas solo por hacerlas. — ¿Por qué pone tanto énfasis en la entrega? — Hacer las cosas bien hechas, no importa lo que sea y con el riesgo que sea, es un valor que no se aprende. Es un valor que se trae y se debe cultivar. Llamo entrega a la disponibilidad y al permanente progreso en el conocimiento del trabajo y de las actividades y no se entrega quien dice yo soy columnista nada más. Usted estaría muy bien acompañado en una radio o una televisión, con un número de personas que hagan cualquier cosa que usted le ponga a hacer. Que sean versátiles.
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periodístico que usted conoció? — Pienso que es menos susceptible de permitirle destacar a un profesional del micrófono, de la prensa escrita o la televisiva, porque ahora cualquiera lo puede hacer, y antes no era cualquiera el que lo podía hacer, dada la calidad humana, profesional. — ¿Qué pasa con esa calidad personal? — Se trae. Viene con uno. No se aprende. He tenido una carrera exitosa en la prensa, en el micrófono. Soy una figura y todo el mundo sabe que no pasé ni al frente de la universidad. Lo traía conmigo y lo desarrollé. Felo Ramírez llegó a darse el lujo de participar en transmisiones de la Serie Mundial de Béisbol, en los Estados Unidos, privilegio separado para los narradores cubanos, venezolanos y puertorriqueños y todos seguían las normas de Buck Canel, el mejor narrador de todos los tiempos. Yo veía, a través de mis oídos, las jugadas que Buck describía.
Tengamos piedad — En este vértigo de la comunicación, ¿se está perdiendo el periodismo de pasión? — Sí. Se está entrando en un materialismo. Es menos sensible al tratamiento de algunas cosas, porque se le está faltando el respeto a la humanidad, al lector, al radioyente. Hay muchas formas de describir un accidente, un cadáver o alguna cosa, sin necesidad de ir a la herida y a la sangre, sin mostrar a un tipo agarrado de las muñecas, ni pasearlo por los tribunales. Es un problema ético de sensibilidad y de elegancia. — ¿Lo ve como uno de los mayores problemas en el periodismo local? — De los problemas, sí es problema, es de credibilidad. El público le está perdiendo el crédito a ciertas informaciones y al no creer en la información no se cree en el periodista que la publica. Se está perdiendo el concepto de credibilidad, por el que yo peleo, de que lo que dice un periodista es cierto. Se está perdiendo porque hay muchas contradicciones. Ha habido mucha ligereza.
114 a la ayuda de Radiográfica. No me dejé influir por los que me anticipaban un fracaso. — Don José, del 68 a la fecha el mundo de las comunicaciones ha cambiado vertiginosamente… — Pero no antes del 80. Todavía en el 74, en Alemania, en el Campeonato Mundial de Fútbol, era un problema la consecución de un circuito telefónico. Ya existía el satélite. Ya el ICE estaba afiliado y conectado, pero la conexión era muy problemática. En el 70 en México, para sacar las transmisiones, hubo que hacer enlaces entre México, Guatemala y San José. Contra todos los pronósticos, contra todas las recomendaciones de los más entendidos y los más sensatos, excepto Carlos Alfaro, que fue el único que me respaldó como dueño de la emisora. Dejé a Centroamérica con solo dos canales de comunicación durante las transmisiones. Lo pudimos conseguir. — ¿Pudo hacerse realidad? — Claro. Ahí empezó el boom de las transmisiones deportivas de los mundiales. No iba a estar Costa Rica participando y fue el gran obstáculo que tuvimos para vender. Un publicista nos trató de ladrones. ‘¡Cómo me vienen a vender algo donde no está participando Costa Rica!’ ¿A quién le interesa Brasil, y México? ¿A quién? Pero sacamos las transmisiones, nítidas y confiables. Fue un suceso sin precedentes. — Mucha agua ha corrido en la evolución tecnológica de los medios de comunicación, ¿es un privilegio este cambio vertiginoso que vivimos? — Es un privilegio para quienes lo utilizan en beneficio de la profesión. En este momento la transmisión de imágenes y la transmisión de voz, vía Internet es un milagro. Con una laptop, una camarita y un micrófono, uno hace lo que años atrás costaba miles y miles de dólares, y era difícil de conseguir, aunque usted pagara más que los demás. Ahora usted entra a un café Internet, se conecta al Messenger y tiene una calidad de sonido y una permanencia ilimitada. — Esa vertiginosidad en el campo tecnológico, ¿afecta el ejercicio
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— Esos son otros cien pesos. Siempre traté de dividir mis funciones o de respetar las facultades de los compañeros o mis subalternos. Respeté la calidad humana de unos o el carácter y el temple de otros y la manera para transmitirle a los compañeros la idea de lo queríamos hacer. — De esta vasta trayectoria suya, ¿qué valores básicos le transmitiría al director de un medio? — El director, primero que nada, debe estar siempre en su puesto. Si no está en su oficina, debe estar siempre accesible a la consulta y a la preocupación. No debe descargar por ausencia, salvo que tenga a personas de toda la confianza de él, con la asimilación y la compatibilidad, sin ser sumisos. Con la libertad de poder decir, ¿por qué no lo hacemos mejor así? — ¿Cómo valora la discrepancia en una sala de redacción? — Es imperativo porque dos cabezas piensan más que una, y mejor si son tres. Y de consenso, no sólo salen las cosas mejor terminadas, sino que se corrigen errores antes de cometerlos. — ¿Se equivoca quien crea que puede conducir un medio de comunicación solo? — Totalmente. No hay función colectiva que no deba manejarse por consenso, como equipo. Puede haber un astro en un equipo de futbol, pero necesita del aporte de los otros nueve o diez restantes en la cancha.
El cielo como límite — Su trayectoria por salas de redacción le ha dejado sabores y sinsabores. Si tuviese alguna experiencia grata que recordar, ¿cuál destacaría? — Hice cosas que en la teoría eran imposibles. En 1968 transmití desde Colombia una gira de una selección y, para hacer una llamada telefónica desde Panamá a cualquier país del sur, había una espera de hasta de tres y cuatro días y había que conseguir circuito para transmitir el partido, en el momento en que se jugaba. Pude conseguir todos los circuitos gracias
112 — ¿Cómo fue ese primer contacto suyo con el periodismo? — Fue por razones de disponibilidad. Si había que hacer algo y me mandaban a hacer algo, lo iba a hacer y ponía lo mejor de mi naturaleza, tanto intelectual, como físicamente y así fui dándome cuenta de las cosas que podía hacer. — Pero uno tiene un referente, algún locutor o algún periodista, ¿tuvo alguno? — Tuve varios. Un ejemplo fue Julio César Sandoval, en Nicaragua, director de la radio donde trabajé durante dos años. Un excelente periodista, radiodifusor, jefe y maestro. — ¿Por qué fue él un maestro para usted? — Porque me aconsejaba, me corregía y me enseñaba a cómo hacer algunas cosas, que yo hacía, pero no de la manera correcta. Yo tenía un hambre, una sed incontrolable de querer quedarme ahí.
Línea de fuego — ¿Qué valores deben imperar en la conducción de una sala de redacción? — Una de las cosas de las que más me he cuidado, cuando he sido jefe o director, es de la escogencia del material humano. — ¿Qué cualidades debe tener un buen reportero? — Entrega por encima de todo. Si usted es el responsable de un medio, su gente tiene que tener credibilidad en usted, y si usted nota que alguien no la tiene, usted se está exponiendo. El redactor, el periodista, el colega que no se siente identificado con su manera de trabajar no le sirve. — ¿Cuáles deben ser las cualidades de un conductor de una sala de redacción?
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— Lo conveniente, es lo que construye, lo que produce beneficio y lo que no maltrata, ni persigue. Simplemente busca un resultado. Lo otro es depender de un gerenciamiento, depender de un patrocinio, depender de algún interés económico, sea como periodista independiente, sea como empresario. En el periodismo hay muchas cosas que no son manejadas, tal vez, en el tenor de la verdad completa, precisamente por los temores que últimamente se han ido sufriendo en el periodismo, de negativas de patrocinio, de negativas de dar entrevistas. El periodista teme exponer. — Usted ha sido reportero, cronista, locutor, director de medio, líder de gremio de periodistas en su momento y orientador de generaciones de periodistas, ¿qué diferencia nota entre el periodismo de hoy y el ejercicio de 10 o 20 años atrás? — El propietario de los medios, el director de los medios, el jefe de personal de los medios, era más selectivo y había una entrega, o había una prestación de servicio de mayor entrega. El periodismo no tiene horario, ni calendario. El periodista es como el bombero, como el cruzrojista, tiene que estar siempre listo para ir adonde está la noticia, no importa el riesgo que se tome, no importa el día ni la hora, y eso antes era parte de las condiciones y las calidades del periodista. — ¿No lo son hoy? — No porque las leyes del trabajo y los condicionantes de los códigos y de las convenciones y los sindicatos, y todas esas cosas, han limitado muchísimo el poder disponer, como director de un medio, como jefe de un personal, del trabajador. — Usted dice que este es un oficio de vocación… — De vocación, claro, pero hay muchos que no han entrado al periodismo por vocación, por ser esta una carrera menos obligada que otras en lo académico. El periodista, siente, quiere ser periodista, muchas veces como nos pasó a muchos, trabajando de gratis y haciendo cosas que sabíamos que no las podíamos hacer.
110 hoy entre el remanso de Turrubares, Alajuela, al noroeste de San José, donde tiene una finca, y su estudio-oficina en Tibás, muy cerca del estadio Saprissa, al norte de la capital, donde cantó muchos goles y narró miles de emociones y dramas futboleros. A sus 76 años, sigue activo, lúcido, crítico como comunicador. Reacio en un inicio a la conversación. Intentó atrasarla con el pretexto de que aguardaba una cita con Yashin Quesada, discípulo radial suyo. Tronaba fuerte en las afueras hasta que un chaparrón se desgajó al mediodía de aquel jueves 13 de julio en que conversamos. Voz potente, modulada, detallista, perfeccionista, Ortiz deja correr sus mejores vivencias como cronista y periodista y su momento de gloria en el Mundial de México 70. Peregrino por acontecimientos, escenarios, salas de redacción de emisoras costarricenses y del exterior, a su vera decenas de reporteros, periodistas y cronistas radiales se han formado. “El periodismo -dice- debe influir positivamente, constructivamente, en todas las actividades de la sociedad, de la vida del país, con franqueza, con valentía, con conocimiento de causa, y sin intereses, sin temores, ni consideraciones ajenas a los verdaderos intereses y a la verdadera razón de la profesión”.
¿Por qué temer? — ¿Se le llama fiscalización a eso? — Se podría asumir como un fiscalizador. ---¿Cómo ve usted el ejercicio del periodismo en el país? — No quisiera que se malinterpretara, porque nosotros los veteranos, no somos mejores ni hemos sido mejores que los contemporáneos, pero me da la sensación de que, tal vez, como éramos menos y teníamos menos fuentes de trabajo, pues hacíamos las cosas un poquito más cerca de lo conveniente y de lo correcto. — Lo conveniente y lo correcto en periodismo, ¿cómo describe esos atributos?
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El más veloz
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quella noche, José Luis Ortiz no durmió. Sintió que había nacido como reportero. Estaba de paso en Managua en el ya lejano 1952. Laboraba para la radioemisora La Voz de América Central. Un día, un hombre salía de la cárcel tras cumplir una condena de 25 años de prisión por haber matado a su esposa a quien halló, en la cama, con el amante. “Los hizo picadillo a puro machete”, recuerda don José Luis. Por ese asesinato, aquel individuo cumplió su condena. Pero había quedado habituado al penal. No quería dejarlo. El director de la emisora esperaba a su reportero estrella para enviarlo a entrevistar al reo, pero el periodista llegó en condiciones deplorables. Se había emborrachado la noche anterior. Entonces, José Luis Ortiz recibió la siguiente indicación: “Oye, tiquillo, esta es la oportunidad tuya”. Aquella noche, la historia de ese drama de presidio fue un hit informativo radial en Nicaragua. Y así nació un reportero. “Me sentí como en la estratosfera. Como si me hubieran llevado al espacio”, me dice don José Luis, mientras sus ojos chispean, al recordar la anécdota en su casa-oficina en las afueras de la ciudad de Tibás, San José. De aquella lejana entrevista a hoy, mucha agua ha corrido bajo el puente periodístico cruzado por Ortiz. José Luis El Rápido Ortiz llegó a convertirse en el más famoso narrador deportivo de Costa Rica y de la región. Sus ojos le vuelven a brillar al recordar como Buck Canel, leyenda del periodismo radial deportivo, el más grandioso locutor en voz hispana de las Grandes Ligas, lo postuló como el mejor narrador de fútbol de Latinoamérica. Reportero, editor, director de medio, guía de generaciones, pero, fundamentalmente, vertiginoso narrador de fútbol, Ortiz ve el horizonte
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José Luis Ortiz Araya, “El Rápido”, nació en San José, Costa Rica el 4 de noviembre de 1930. Se inició como reportero radial en Managua, en 1952 y como narrador deportivo en radio Columbia, Canal 2, Puntarenas, en 1954. Ingresó a la Cadena de Emisoras Columbia, en 1960. Dirigió La Palabra de Costa Rica, de radio Monumental y RCN, Columbia. Es presentador del programa “Titulares deportivos” de canal 13.
Foto: Róger Benavides
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106 que nos hacen ellos a nosotros. Es muy fácil decir que el Presidente de la República no soporta los periodistas, porque es tan arrogante que no le caen bien los periodistas, que solo le gustan los corresponsales extranjeros, que le gusta hablar con gente inteligente, ¡qué feo suena!, ¡qué horrible!, que está harto de las preguntas estúpidas y a mí no me gusta que me digan que soy una estúpida. Pero lo entiendo, perdón; diay, tiene que vivir con eso. Hay que manejarlo y resolverlo. Es el juego en el que está metido pero él tiene razón y por qué no nos gusta porque la arrogancia que tiene él la tenemos nosotros.
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— Si de nuevo recibieras el agua bendita del bautismo y en eso se enmarcara tu destino, ¿esa marca sería de nuevo de periodista? — Claro, porque lo tengo en la sangre. Usted varias veces me lo dijo, por qué tanta pasión, por qué tanta convicción, diay, sí, porque lo tengo. No podría hacer otra cosa. El periodismo no se puede hacer solo; tiene que ser una carrera de base y complementarla con otra profesión y con mayor rigurosidad. — Para quienes escogen hoy esta carrera, ¿cuáles son tus consejos básicos? — Que se pregunten, primero, para qué quieren ser periodistas, para qué quieren ser comunicadores, para qué lo quieren hacer. Porque el resto de sus vidas va a estar determinado por la respuesta a esa pregunta. Si quieren hacerse periodistas para salir en televisión, no hace falta. Hagan otra cosa. Necesitamos gente comprometida que sepa a lo que va. Este momento histórico está marcando la vida del país. Así como los políticos tienen que devolverle la credibilidad a la gente, los periodistas tenemos una responsabilidad y nosotros nunca nos volvemos a ver. Nosotros somos los fiscalizadores de la sociedad y ¿quién nos vigila a nosotros? ¿Quién osa señalar nuestro control de calidad? Porque no se lo permitimos a nadie. Hablamos de la epidermis sensible de los políticos y la nuestra es más sensible todavía. A nosotros nadie nos puede decir nada y hay poca gente con suficiente humildad profesional. Como me dijo Roxana Zúñiga cuando iban a sacar un reportaje que era una desproporción y me dijo, ‘¡qué vergüenza! Pero eso no es fácil, porque somos los dueños de la verdad, y eso nos está matando. Somos los dueños de la verdad y todos los demás son cuestionados, y no nos damos cuenta de nuestro papel. — ¿Nos mata la arrogancia? — Eso. Y ¿cuál es la particularidad entre políticos y periodistas? Es que somos tan parecidos, que por eso nos repelemos tanto, porque nos reflejamos, y ahí hay una relación muy difícil de manejar, pero que puede ser de mucho respeto y provecho para el interés público, si se maneja con equilibrio como todo. Nosotros no aceptamos nada con el poder. Estoy segura que esos señalamientos que les hacemos son los mismos
104 literatura latinoamericana. Soy muy seguidora de Saramago. Me gusta, también, Isabel Allende, Laura Restrepo y, en una etapa de mi vida, casi todos los libros de Paulo Coelho; ya no tanto. Me gustan las novelas latinoamericanas. Ahora trato de leer cosas de mayor crecimiento. — Y en las pausas de la vida profesional, ¿algún pasatiempo? — Acabo de subir el Chirripó. No se compara con haber estado en ningún otro, para mí, tal vez excepto el Machu Pichu, que fue muy impresionante, pero en este momento de la vida haber ascendido el Chirripó es como la culminación de muchos desafíos de crecimiento personal. Para haber subido el Chirripó, tuve que subir muchas montañas antes, y hacer muchas caminatas previas y fue un gran éxito para una persona muy sedentaria. Siempre fui sedentaria y peleada con los ejercicios. Eso me ha cambiado, completamente, mi manera de ver el tiempo libre, porque mi tiempo libre está destinado a mi hijo más pequeño y a mí misma, lo divido entre las caminatas básicamente, con el hijo menor y el nieto que me tiene loca. Fue una de las metas de crecimiento personal, espiritual más importantes de mi vida. — De las montañas profesionales, ¿alguna entrevista que se te quedó pendiente? — La de Daniel Oduber. La que sí consumé y me generó una enorme satisfacción fue una serie de entrevistas que le hice a Don Pepe para sus 80 años. Fue una muy invaluable experiencia profesional. Estaba muy bien en ese momento. Estuve cuatro horas. Vivía en aquella cabañita en La Carpintera. Estuve con él a solas. Conocí su cuarto. Sus cosas más cercanas. Sus libros. Sus gorras. Su chimenea. Fue una experiencia hermosa muy gratificante, y sí, me faltó la de don Daniel, obviamente, pero he hecho muchas cosas, y de lo que más he disfrutado, en el ejercicio del periodismo, además de ser una reportera apasionada, ha sido llegar a enfrentarme con el desafío cotidiano de tener que hacer una buena entrevista. Eso lo hice hace muchos años en la radio y lo quiero volver a hacer. Lo añoro mucho. Lo extraño mucho. Hice Hablando Claro muchos años en Monumental, y llevo 11 años haciendo Hablando Claro en La República. Me hace mucha falta en radio y espero volver hacerlo.
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— ¿Cuál problema ves ahí? — El de decir: ‘No tengo tiempo, no lo puedo leer. Es que como tengo que hacer otras notas, le agradezco mucho, pero no…”. ¡Pero, por favor! ¿Por qué usted va a decir que el documento dice lo que dice otra persona? ¿Por qué usted no es capaz de leer el documento y decir que el documento dice esto para hacer una presentación? Es un problema ético, de falta de formación, de control de calidad. — ¿De dónde viene esa crítica actitud tuya? — Uno no puede vivir sin pasión en todo lo que hace. Soy muy apasionada, muy vehemente. Soy así como ser humano. Solo puedo hacer y trabajar en lo que creo, en lo que tiene sentido y propósito para mi vida, para la de mis hijos, para el país que quiero. Es una convicción que tengo desde muy joven. Viví una época en donde realmente me comprometí y tuve una formación ética bastante fuerte en la universidad. Hubo una formación sólida. Una se va identificando con los personajes, con los ídolos, y buscamos a quién imitar, a quién seguir. Admiro a Ghandi. Quisiera imitar y tener las actitudes de Jesús, no importa si algunos creen que es profeta o sucesor, independientemente de lo que algunos crean. El Dalai Lama, Martin Luther King, Abraham Lincoln, son personas a las que he tomado como referentes para mi vida, pero con el tiempo una deja atrás esas consideraciones y se centra en creer en las personas que le van enseñando todos los días de la vida, qué es ser un héroe. Un héroe de la vida es un niño discapacitado que logra un mejor promedio, una mujer sola que saca los hijos adelante. Y de esas personas son las que uno debe aprender.
En las alturas — Imagino que te gusta leer, ¿tenés algún autor o algún libro favorito? — Sí, claro. Estoy aprendiendo a leer la Biblia. Es un libro que no debe dejarse de leer nunca. Me ha costado mucho porque no tengo disciplina pero sí estoy aprendiendo a leerla y me gustan los libros de la
102 Rica, también los requiere. Nosotros hemos perdido los conceptos básicos. Hemos perdido de vista la precisión y la corrección en los hechos noticiosos. — ¿Tres consejos fundamentales que darías a quienes dirigen medios para dar ese viraje? — Necesitamos capitanes de medios que tengan muy claro estos conceptos básicos. Ahora, si nos vamos a entregar al rating, bueno, si la línea ética nuestra pasa por el rating, entonces, ¿qué es primero, el huevo o la gallina? Esto lo he discutido con algún director de medio a propósito de lo que uno siente, que es una gran impotencia y una gran preocupación de por qué no hacemos debates, más entrevistas; bueno, porque eso a la gente no le interesa… — ¿Cuáles otras dos líneas claves darías a quiénes dirigen medios? — Somos un reflejo del país que tenemos. No hay debate. La reunión de la redacción es para ver los temas del día, es un ritual y el terror de los periodistas es ver cuál tema presentan. Estamos en esa vorágine de la edición, del cierre, del mediodía, de la noche. Lo único que se salva es el periodismo de servicio, es lo único que se rescata. Lo demás es escándalo o me falta espacio. Los directores de medios deben propiciar un debate continuo acerca de lo que se está haciendo; debe haber una línea continua de qué se está haciendo y cómo lo está haciendo, como ocurre en todas las empresas. El periodismo es una empresa, es un negocio: es hacer un buen periodismo. Eso pasa por el control de la calidad de lo que se hace. Hay un problema enorme de control de calidad, de falta de debate. — ¿De cuáles temas se está perdiendo el periodismo? — De los más importantes y del tratamiento que les da. Un periodista que no estudia sus temas, no es analítico. No es capaz de repreguntar. Lo más terrorífico es ver una entrevista donde los periodistas no son capaces de repreguntar. Tuve un jefe que decía que los periodistas nos convertimos en “ponemicrófonos” y una cosa es ser un “ponemicrófono” y otra es ser un entrevistador. No repreguntamos porque no entendemos y no entendemos porque no estudiamos.
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está hablando a un muchacho de 20 años que se está formando, o a un muchacho de 25, que recién empieza una carrera, hay que hablar de cosas muy concretas: qué es noticia y qué no lo es. Los noticieros nuestros se han desdibujado y ahora cuando uno ve un noticiero no sabe si está viendo un programa de espectáculos, de sucesos o un programa de todo un poco. Uno no sabe de qué se trata. Igual le sale una receta de cocina, que un publirreportaje como si fuera una noticia. Damos como noticia, algo que no lo es. Hemos desdibujado la tarea, la definición básica de la tarea que desempeñamos. Acá todo está revuelto. El referente es la televisión, es tan poderoso este medio por encima de los demás, que es lo que hace que esta confusión se haya acentuado. — ¿Qué impacto tiene esto en la credibilidad del ciudadano en el periodista? — Tiene un enorme golpe a la credibilidad del ejercicio de esta profesión. El periodista está desprovisto de criticidad para hacer el trabajo, de profundidad para analizar los hechos y todo tiene que hacerlo en 30 segundos. El periodista no tiene claro cuál es su función. Hay una gran confusión conceptual de lo básico que realiza. Ha perdido de vista que presenta hechos, no verdades y se han convertido en presentadores de verdades casi absolutas. — ¿Se siente ese efecto sobre la credibilidad periodística? — Claro que sí. Si usted ve las encuestas de opinión en cuanto a lo que era la credibilidad en los medios de comunicación hace 10 y 15 años y lo que es hoy, se da cuenta del menoscabo que ha sufrido. Esta es una de las instituciones de la democracia. Los medios no son en abstracto. Los ciudadanos valoran. De modo que cuando la gente se queja de la política, se está quejando de los políticos, y cuando se queja de los medios, se está quejando de la credibilidad de los periodistas. — ¿En dónde ves el periodismo a 15 años plazo? — Si no damos un viraje, la cosa no irá nada bien. Es como el país. Creo que es tan crítico como la situación de la democracia. Esta democracia requiere de firmes y claros nortes y cambios y el ejercicio del periodismo, que conlleva esta institucionalidad democrática enmarcada en Costa
100 como la gente que tiene Biblia y la tiene ahí puesta, y dice ‘soy cristiano, evangélico’; tenés el Corán, o sos musulmán, y lo tenés ahí; diay muy bien, como están colgados los códigos de ética en muchas partes, y ¿qué hace el código de ética?, pues es la biblia de todos los días. Hay que leerla. Hay que estudiarla. Hay que aplicarla. — Actitud, convicción, pero, por otro, el valor independencia es crítico… — El valor fundamental de una vida que valga la pena vivirla, además de la convicción y la pasión, es la libertad. La libertad personal, profesional. La libertad de tener la determinación de decir nunca voy a hacer algo que esté a contrapelo, no tiene precio. Los periodistas tienen que estar claros que lo que le van a dejar a sus hijos es el nombre. Un nombre limpio vale toda una vida, para ser abogado, médico, periodista, lo que sea. Porque si sos médico y estás haciendo biombos o estás haciendo escrituras amañadas, robándole las propiedades a las personas, o estás haciendo periodismo sucio, igual. Lo único que vas a dejar es un nombre sucio. Y entonces, ¿qué es uno? ¿Qué es lo que está detrás de uno, sino el nombre que tiene? — Convicción, pasión, libertad, dimensionadas… — La independencia, es fundamental. Sobre todo cuando uno cubre política, si no tiene muy clara la línea de la independencia, está sometido a muchas manipulaciones e intentos de manipulación. Lo que uno no puede hacer es no tener compromisos y, por no tener compromisos o por negarme a tenerlos, tuve muchos problemas. También me los ahorré. Nunca nadie me ha ofrecido plata. Sé que a mucha gente le han ofrecido plata. Nunca nadie me ofreció pero sí fui sometida a muchos intentos de manipulación.
Nubes negras — ¿Cuáles creés son las principales sombras sobre el ejercicio periodístico? — Convicción, pasión, libertad, independencia, es muy fácil de entender en un grado de madurez, pero ¿qué pasa si uno tiene 25 años? Si uno le
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mandaron’. ¿Cuándo te vas a parar delante del jefe y le vas a decir: ‘No lo voy a hacer’? — ¿Son esas las principales lecciones periodísticas que rescatás? — Una de las cosas que uno aprende es que uno puede ser periodista, pero no deja de ser mujer, no deja de ser hombre, el ser humano que es. No es cierto que un periodista se desprende de sí para cubrir una noticia. No es cierto que uno pueda dejar de ser quién es para ver fríamente un niño muerto en la carretera o una persona desmembrada. Crea, eso sí, un mecanismo para poder soportar el dolor. Me pasaba con las coberturas de sucesos, pero uno no deja de ser quién es. Lo que hace es irse forjando como profesional también, y eso me lleva a la experiencia, poco después, de la cobertura del cólera. Me tocó la cobertura de todo el cerco del control epidemiológico y vino la persecución de los primeros casos. Y no podía usted llegar al canal si no tenía la toma de la casa, el lugar exacto de la vivienda, ojalá la persona. En un caso toqué la puerta y el señor estaba horrorizado de verme nada más. No hay nada más terrible que la televisión. Y le dije al señor: ‘No se preocupe, porque su nombre y el de su familia ni su casa van a salir de mi boca’. Claro, una cosa es tener el arrojo y la valentía y otra es llegar a la sala de redacción y decirle al jefe: ‘Sabe, no traje las tomas’. En la sala de redacción nadie en ese momento había osado decir que no se podía, y dije: ‘No, no lo hago y no quiero hacerlo y me niego a hacerlo’. Al final de cuentas, lo que ocurre con esta profesión, es que uno tiene que dormir con uno mismo, en la vida, y eso hay que hacerlo todos los días y me puedo tratar de engañar, pero al final voy tomando la madurez, personal y profesional, para ir adquiriendo conciencia de aquello que aprendí como la responsabilidad social del ejercicio del periodismo, que ya deja de ser lección y es la vida.
Aplico mi código — De esta reflexión emerge esencial la línea ética en el ejercicio del periodismo… — Totalmente. La verdad es que siendo un oficio o una profesión, lo más importante es la observancia rigurosa de un código de ética. Es
98 Canal 7. Me mandaban todos los días a buscarlo, a pararme al frente de la casa o de su finca en La Flor. Recuerdo que salía a las dos de la mañana hacia Liberia a buscarlo y él me decía: ‘Mijita, mañana, mañana’. Su real intención era no darme la entrevista. Ese 2 de agosto llegué a buscarlo a su casa y apareció una niña que yo no sabía quién era; no sabía que don Daniel tenía dos hijos adoptivos, y le pregunté a la chiquita que si ella vivía en esa casa, y me dijo que sí y le pregunté si estaba don Daniel, y me dijo: ‘Mi papá no está’, y le contesté: ‘Ah, usted es la hija’, y después me dijo: ‘Mi papá está en la oficina’. Hice lo que siempre hacía, pararme delante del portón para tomar la escena y decir: ‘Venimos a buscar a don Daniel, pero nos dijeron que no se encontraba’, sin que yo supiera que frente de la casa grande de don Daniel, había un pequeño apartamento donde vivía su esposa, doña Marjorie, y estaba viendo por la ventana. Mientras yo iba hacia la oficina, doña Marjorie llamó a don Daniel y le dijo que nosotros habíamos hecho tomas a la niña, que tenía 14 años. Era menor de edad. Tenía derecho de privacidad. Cuando llegué a su oficina, él estaba fuera de sí. Llegué a tocar la puerta con una ingenuidad absoluta y él salió hecho un miura a reclamarnos que por qué estábamos haciendo tomas de su hija y agarró al camarógrafo a patadas. ¡Fue terrible! Y mientras pensaba que me iban a echar del trabajo, mis jefes pensaban que tenían una gran noticia en las manos. Aquello fue un escándalo nacional, un escándalo en el partido. Las tomas iban y venían. Cuando llegué al canal aquello era la gran noticia. Yo ni siquiera creía que aquello era una noticia. Me parecía muy bochornoso. En los círculos de la política no me lincharon porque no pudieron pero trataron. Sufrí muchos escarnios. Cubrí el entierro de don José Figueres en medio de una situación desagradable. Después cubrí el entierro de don Daniel y nos acusaban de que Canal 7 lo había matado. Pero antes de que él muriera, nos habíamos encontrado en una asamblea plenaria del Partido Liberación Nacional en La Catalina. En un receso, él me dijo: ‘Mijita venga para acá’. Caminamos por los cipreses gigantes de La Catalina. Me llevaba abrazada como un papá y me dijo que él sabía que yo no era responsable de lo ocurrido. Que él había actuado indebidamente. Que él nunca debió haber golpeado al camarógrafo. Que él había perdido los estribos. Que él había sido sometido a tal presión, lo cual era cierto, de mi medio y de los otros. Cuando él me pidió perdón, no pude contener unas lágrimas Ahí uno se da cuenta de que uno debe tener mucha conciencia, para no caer en eso, y aceptar: ‘Si es que me
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recuerdo qué fue lo que pasó y el jefe de redacción decidió cambiarme por un compañero para que yo asumiera otra tarea. Por primera vez nos enfrentamos a una situación que uno piensa que le va suceder a otros, en otros países, en otros entornos, pero nunca a nosotros. Habíamos asumido la cobertura de una gran parte del conflicto nicaragüense con una actitud casi deportiva. Recuerdo pasar noches en campamentos con toldos plásticos, en hamacas, comer arroz y frijoles sin sal, con el terror de ver un ocelote casi encima de mi cara. Escuchaba las balas de cerca y no sabía cuán cerca estaban. No medía uno realmente la dimensión del peligro que corría con tal de cubrir una noticia, de modo que, de ese conflicto, uno no tenía mucha conciencia. No sé si la ignorancia le permitía a uno ser tan aventurado, ante el peligro. Fue una gran experiencia. Viéndolo ahora en perspectiva, de la peligrosidad que revestía, aprendimos a verlo con un espíritu como el que usualmente es: el de lograr la noticia, un poco de manera negligente, a veces, con la propia seguridad. Así lo recuerdo. Con el atentado, nos enfrentamos a la realidad de la guerra. La crudeza de la muerte estaba ahí de cara a nosotros. Perder amigos y tener amigos que aún sufren las secuelas, uno en particular. Eso me marcó mucho. Lo que realmente me marcó, en el desempeño profesional el resto de la vida, fue mi inclinación hacia la política, que derivó del ejercicio del periodismo deportivo en donde, curiosamente, empecé. Mi gran maestro fue José Luis Ortiz. De su rigurosidad a la hora de cubrir noticias, aprendí a ser rigurosa en la cobertura y en el reporteo de las noticias. De ahí inmediatamente pasé a la política que se convirtió en mi gran pasión de desempeño profesional. Hubo otras cosas que me marcaron mucho: mi encuentro penoso con Daniel Oduber y la inminencia de una epidemia de cólera, ambas cosas a principios de los noventas. En el caso de don Daniel porque me generó una gran confrontación de cara a lo que yo estaba haciendo.
¿Es eso noticia? — ¿Cómo fue el incidente con Oduber? — Un dos de agosto del 89 me mandaron a buscarlo porque había salido un informe de la comisión de narcotráfico que lo mencionaba, y todos los días lo íbamos a buscar. Él tomó la determinación de no dar entrevistas a
96 semirrural, como una infancia muy feliz, entre cafetales y acequias, muy libre y sin peligro alguno. No deja de fruncir su seño en el apasionamiento con que aborda su peregrinaje periodístico, que la hace soñar a cada instante con explorar cosas nuevas. No puede estar quieta, me confiesa.
Mi gran amor — ¿Cómo fueron tus inicios en el oficio periodístico? — Me encontré con el periodismo de frente desde muy chiquita. Decidí estudiarlo cuando tenía 14 años. Mi desempeño inicial y mi gran amor fue la radio. Primero fui asistente en la Radio Universidad de Costa Rica y después Rolando Angulo me invitó a trabajar en Radioperiódicos Reloj. Empecé a trabajar en marzo del 83. Nunca se me va a olvidar porque después de estar ahí un par de meses cortando cables venía el Papa. Fue mi primera cobertura periodística. Tenía una gran claridad de mi vocación, en torno a que ser periodista realmente es una gran misión que implicaba un enorme reto, un enorme desafío, una enorme responsabilidad social. Fue la idea con que me formé. — En esa etapa del desarrollo de tu vocación por el oficio, ¿quiénes te influenciaron más? — Me marcó doña Norma Loaiza, periodista de La Nación. Era una persona con mucha solvencia profesional. Empezamos siendo las típicas periodistas que cubrían los eventos sociales y ella fue una de las primeras que logró moverse en las líneas de batalla, digamos, a lo que se consideraba más fuerte. Hubo otras personas. Hubo tantas que me enseñaron el camino, que me hicieron tener modelos: Nora Ruiz, por ejemplo. — ¿Guardás algún momento que te dejara una profunda vivencia de orden profesional? — Es muy difícil porque a uno lo marca todo para madurar y avanzar como ser humano y como profesional. Hay muchas vivencias que me marcaron: el atentado de La Penca, terriblemente. Fue muy duro porque yo no estaba ahí. Me cambiaron. Yo iba para el viaje y el día anterior, no
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El arrojo de decir “no”
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oy reposa en reflexión y crecimiento espiritual. Se ufana de haber escalado el Chirripó, la cumbre más alta de Costa Rica. Aprende por estos días a leer la Biblia. Admira a Jesucristo, a Gandhi y a Martin Luther King. Pero también tiene en su lista a niños discapacitados triunfadores o a mujeres solas que sacan sus hogares adelante. Vilma Ibarra sigue fiel al furor e ímpetu crítico del ejercicio periodístico que la ha caracterizado en la fragua diaria. Mujer de televisión y radio, protagonista, fundamentalmente, de encendidas coberturas políticas, no acaba de recordar el escarnio que sufrió a raíz de un incidente en 1989 con el expresidente socialdemócrata Daniel Oduber. En la consecución de unas declaraciones del exmandatario sobre un polémico informe legislativo que investigó el narcotráfico, Oduber la emprendió contra el camarógrafo que la acompañaba. “Aquello fue terrible. Fue un escándalo nacional”, recuerda. Tanto en esa cobertura como en otra alusiva a una epidemia del cólera a inicios de los noventas en Costa Rica, Ibarra destaca la importancia del comportamiento ético del periodista. La importancia de cubrir los acontecimientos con convicción, balance, pasión, responsabilidad y con la libertad de decir “no” a una orden en un medio cuando vaya contra principios humanos y profesionales esenciales. “Uno puede ser periodista, pero no deja de ser el ser humano que es”, entona fuerte la mañana de nuestra conversación. Ojos achinados, cabello de intenso marrón, maquillaje penetrante, labios rojos carmesí y un pendiente de águila indígena colgado a su pecho, acompañan sus gestos, sus expresiones, firmes, vivaces, contundentes. Nacida en un hogar de clase media, su infancia discurrió en Sabanilla de Montes de Oca al este de la capital. Añora aquella tempranera etapa suya,
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Vilma Ibarra nació en San José, Costa Rica, el 10 de mayo de 1959. Ha laborado para radio Universidad de Costa Rica, Radioperiódicos Reloj, Canal 7, Radio Columbia y es columnista de La República. Dirige el área de relaciones corporativas de la firma Riteve.
Foto: Róger Benavides
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92 — La tendencia generalizada a creer que la tecnología es la que hace el periodismo, que bastan el celular, la cámara digital, el fax o el email para hacer periodismo, casi descartando la habilidad personal de un entrevistador, la personalidad, el estilo de hacer periodismo, el sello personal. En ese sentido, en relación con la tecnología moderna en la prensa escrita, por ejemplo, en cuanto a las técnicas supermodernas de diagramación, en las que se le da al redactor la página ya emplantillada, he sentido limitaciones para desarrollar mi estilo en cuanto a los títulos y a la misma redacción de las crónicas deportivas. Antes yo decidía si un título era a una sola línea, a dos, o incluso si un título contenía una o dos palabras; ahora, el redactor llega a su computadora y tiene la plantilla ahí y lo que le toca es simplemente llenar espacios, como un crucigrama, en claro detrimento del estilo y de las características de cada pluma. — ¿Cuál considerás el acontecimiento más importante que te correspondió cubrir? — Han sido muchos. Siento que por l o menos durante unos 12 años (de 1990 al 2002) fui uno de los cronistas más relevantes de la prensa escrita en el país, quizás el primero; lo digo con sinceridad, sin alentar envanecimiento alguno. En ese contexto, he cubierto un buen número de partidos finales de campeonato y he entrevistado a muchos personajes importantes. — ¿Y tu peor experiencia? — No ha habido ninguna que me haya marcado, por lo negativa, pero quizás podría decir, con sinceridad, que el peor momento que vivo es el actual, cuando me he sentido limitado por la tecnología de diagramación y he tenido que ceder a mi creencia de cómo se escribe, en aras de cumplir con los requerimientos informativos actuales.
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— La entrevista personal es vital. Es fundamental estar frente al entrevistado, pues sus respuestas se infieren no solo de las palabras, sino -y lo más importante- de su postura, de su actitud, de su mirada, si es directa o no lo es, de su lenguaje corporal, de la atmósfera que el entrevistado genera con sus respuestas o con su comodidad o incomodidad ante la entrevista. Se entiende que las otras vías, teléfono, e-mail, fax, etcétera se hacen así porque no hay más remedio. — ¿Cómo caracterizás la labor de un buen editor? — El buen editor es el que logra mejorar una nota, sin cambiar el estilo del redactor, salvo que sea un desastre. Hablo a un nivel profesional. Se da el caso de editores que le cambian el sentido a la nota. El buen editor, a mi juicio, es el que mejora algo, sin cambiarlo. El excelente editor es del “lunes y martes y miércoles, tres, jueves y viernes y sábado, seis”, no, el del domingo siete. — ¿Qué consejos das a las nuevas generaciones de periodistas? — Que tomen el ejercicio de la profesión, con pasión. Que lo sientan, que sean honestos consigo mismo. Hay una voz interior que te dice, esto me gusta, o esto no me gusta. Lo hago porque tengo que hacerlo, o me hice periodista porque no pude ser químico. O soy periodista porque no pude ser abogado, no logré entrar a derecho, entonces entré a periodismo. El mejor consejo es que sea honesto consigo mismo y sepa tomar la distancia y el apasionamiento suficiente, esa mezcla para decidir si asume o no una carrera. — ¿Qué buen autor le recomendarías a un aspirante a periodismo? — Recomendaría algunos cuentos de Julio Cortázar porque tienen fantasía, ese mundo de fama, esa visión tan particular, y a la vez tan precisa, de lo que es saber contar, escribir bien. Algunos cuentos de él ayudan. — Dentro de la vertiginosidad de las comunicaciones de hoy, ¿qué te inquieta más respecto al ejercicio del periodismo?
90 punto final de una entrevista en la mismísima primera pregunta. Procuro hacer entrar en confianza al entrevistado, dándole la oportunidad de expresar sus puntos de vista y eliminando de mi actitud, tanto sicológica como física, estados de ansiedad o agresividad. Evito “lucirme” ante el entrevistado, dándole a entender que soy un muy buen periodista, que manejo a la perfección el tema y que no me va a meter diez con hueco. Trato de lograr un clima de confianza, aunque el tema sea espinoso o el momento no sea el más oportuno, por la prisa o por el estado de ánimo de alguien que ha perdido un juego importante o un campeonato, para seguir con el tema principal de mi actividad periodística, el deportivo.
Distancia y apasionamiento — ¿Cómo manejás la búsqueda del detalle? — El detalle es una búsqueda permanente que manejo incluso antes del acontecimiento, elementos de los que tomo nota, mental o literalmente, y que luego me sirven para preguntar, repreguntar o para armar el artículo final, sea este una entrevista, una crónica o un reportaje. — ¿Qué hacés, qué evitás al desarrollar una entrevista? — Primero, contar con el tiempo suficiente, con mi tiempo. Si hay limitaciones de tiempo, que sean las del entrevistado, no las mías, pues tengo que estar dispuesto a pasar cinco minutos o una hora con él (o ella), de acuerdo con su disponibilidad de tiempo. Si tengo espacio para hacerlo, procuro buscar un sitio adecuado para la entrevista. Para entrar en confianza, o más bien en calor, en sintonía con el entrevistado, hago preguntas cortas, lo más concretas posibles, y si tengo que citar algún antecedente, procuro que este no induzca al entrevistado al típico sí o no respecto al planteamiento del periodista. Eso lo hago para evitar que el entrevistado me limite de entrada con un sí, un no o una respuesta vacía o ambigua. — En esta era de explosión en las comunicaciones, ¿cuál es tu recomendación para un reportero en sus inicios de cómo debe manejar idealmente la relación con las fuentes?
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un momento dado me encontré y me comentó que venía saliendo de una seria cuestión de salud, y me dijo: ‘Mirá es que el alcoholismo me golpeó mucho’, y le dije: ‘¿Vos hablarías de eso en una entrevista?’, y me contestó: ‘Sí, claro’. Entonces, le hice una entrevista para la Revista Dominical, que ahí la tengo y tomé como motivo, una canción que se llama “El Hombre del Piano”, que todos la hemos oído, que habla de la soledad de un artista, dominado por la emoción, por el dolor de una pena de amor, por el alcohol y por el ambiente de bohemia, y en un momento dado la canción dice “… toca otra vez, viejo perdedor…”. Entonces dije, ‘el título es ese, “Toca otra vez, viejo perdedor”, que luego lo consideré mucho, y dije, si este señor se está tratando de levantar, no le voy a poner viejo perdedor. Entonces le puse “Toca otra vez, viejo retador”, porque el título coincidía con el espíritu de un viejo músico, de levantarse y salir adelante, y así se publicó en la revista. Es un título emocional, totalmente emocional. Para mí, el título, más que el lead, me da la orientación, aunque luego lo cambie. — ¿Cómo dominás los momentos de mayor tensión con un entrevistado? — Por las características de mi trabajo periodístico, que ha sido fundamentalmente relacionado con la redacción de crónicas de fútbol y de la redacción de semblanzas y entrevistas de personalidad, he podido experimentar las dificultades de entrevistar al director técnico de un equipo que ha perdido un juego importante. En este caso, procuro mantener una actitud frontal pero de modo que el entrevistado advierta un respeto hacia su valor profesional y ante el momento difícil que está viviendo. Esto se ve contaminado, lamentablemente, en la mayoría de los casos, por la premura de estas entrevistas, a veces parados en media cancha, intentando superar un enjambre de libretas, de cables, de micrófonos y de cámaras, además del torrente de consultas de los restantes reporteros, todos preguntando más o menos lo obvio, lo que le da al entrevistado la posibilidad de abrir muchos portillos y escaparse por el lado fácil con respuestas evasivas o igualmente cajoneras. — ¿Y los momentos de mayor revelación? — Utilizo preguntas cortas, muy concretas, pero tratando siempre de evitar respuestas cortas o monosílabos, porque un sí o un no pueden ser el
88 — Al reportear, ¿vos organizás algo mentalmente, de camino, incluso delante del entrevistado o del acontecimiento, organizás lo que vas a escribir? — Nunca dejo de hacer un esquema. De los partidos hago un esquema de qué pasó en el primer tiempo y comparo con el segundo tiempo. Las notas sueltas que escribo me sirven, las armo, las pulo y comparo los detalles imprescindibles, el resultado, los anotadores. Luego hago un esquema como si fuera a hacer una película. — ¿Para vos es indispensable? — Es indispensable. Por apurado que esté, tengo que hacer un esqueleto de lo que voy a escribir, uno, dos, tres, cuatro o hasta cinco puntos. — ¿Buscás el lead ideal? — No, lo primero que busco es el título, y eso me orienta, aunque luego lo cambio. Debo empezar con el título. Me da todos los elementos. — ¿Qué características tiene un título efectivo? — El título efectivo es emocional. Tiene que decir. Tiene que gustar. Una vez cubrí un partido Saprissa-Santa Bárbara. El brasileño Badú era el entrenador morado y Santa Bárbara le ganó un domingo en la tarde 4-1, lo goleó y en aquel equipo, los jugadores salieron como fantasmas, y me puse a pensar en esa palabra, y dije, ‘esta palabra la tengo que usar’ y titulé “Los fantasmas de Badú”. — ¿Por qué decís que el título ideal tiene que ser emocional? — Es lo que la gente lee, lo que llama a la gente. Es un gancho. — Ese concepto tuyo de que lo emocional debe prevalecer en un título, ¿igual lo sentís tratándose de una entrevista, una semblanza, un personaje, una cobertura, de una tragedia? — Sí, sin perder la precisión. He escrito crónicas y entrevistas a personajes. Una de las mejores se la hice Paco Navarrete, a quien en
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Archivo Grupo Nación
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El huracán Juana probó, a los reporteros en ser precisos y transmitir, también, el drama humano. La tragedia la afrontó el país en octubre de 1988.
más poética que precisa, pero real a la vez, sobre lo que él sintió. El muchacho vivió todo el proceso de pasar a revisar los tacos, como los jugadores, y entró con la bandera de su equipo, saludó y todo, y luego se sentó a ver el partido. A mí me pareció maravilloso. Fue humanizarse y deshumanizarse. Son las dos cosas, es pasión y apasionamiento.
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Mi tipo de sangre… — Esa deshumanización, en aras de la objetividad, ¿no la asumís como una deformación? — No, porque después lo reflexionás, y ahí es donde uno se desdobla y sabés si llevás el periodista adentro o no y sabés si tenés sangre o no de periodista o de reportero, y llevás el reportero adentro, porque tenés la capacidad suficiente para desdoblarte, o sea para tomar distancia, y no llorar con la gente ahí, sino hacer lo que tiene que hacer, por un lado las notas informativas que tenías que enviar rápidamente y luego columnas que tenían esa característica humana que me había marcado, la vivencia de la gente, el acontecimiento. — ¿Cuáles son los principales desafíos que tiene un reportero al redactar? — El principal desafío es escribir correctamente. Eso viene de raíz, de disciplina; desde que estaba en la escuela, supe que si escribía zapato con ese, yo veía mal la palabra. La ortografía para mí es un desafío. Saber escribir es un desafío permanente, que no se termina de aprender nunca. Que si mando unos datos sueltos, que se entiendan. Si vos sos el que vas a redactar la nota, y yo mando unos insumos míos, que esa materia prima, que esos ladrillos, para la construcción sean claros. Es escribir bien y con claridad, no necesariamente bonito. — En la cobertura de acontecimientos, los reporteros acudimos a muchos métodos, mañas, triquiñuelas, y al redactar también. ¿Vos redactás en el sitio, mentalmente? — No, tomo los datos, y abro los ojos y luego elaboro. Abrir bien los ojos es importante. En un partido en San Ramón de la Liga y San Ramón, en los inicios del partido, en el vestidor, mientras tomaba las alineaciones, vi a un muchacho con síndrome de Down, con el uniforme de San Ramón. Me llamó la atención y rápidamente caí en la cuenta de que no era un jugador, sino un hincha, y me quedé ahí, tomé la alineación y este muchachito salió con la bandera de San Ramón adelante. A mí aquello me impresionó mucho. Le hicimos una nota y una foto y me felicitaron porque era una nota humana, dentro de la crónica. Yo puse una cosa
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tocó ver un partido de Estados Unidos y Costa Rica. Me tocó ver cómo lo vivió él. Fueron varias sensaciones: uno llegar y sentirme muy bien porque estaba al lado del Presidente, estaba Margarita Penón, Arias, el fotógrafo y yo, nadie más, viendo el partido y estuvimos en esa sala, y me acuerdo que de alguna manera le perdí el gusto al partido cómo tal y me importaba un carajo el resultado, si ganábamos o perdíamos, lo que me importaba era la reacción del Presidente. Fue meterme en la situación que estábamos viviendo, pero orientar mi objetivo al presidente y no al partido. — Un ejercicio periodístico tan depurado como vos lo planteás, ¿ nos deshumaniza? — Te deshumaniza y, a la vez, te sensibiliza. La reflexión viene después. Un día iba a un partido de Santos y la Liga en Guápiles cuando, llegando al peaje, me llamaron del periódico que había ocurrido un accidente: un camión bananero en que venían tres personas se quedó sin frenos, se brincó una tapia, pegó en un árbol y se destrozó y hubo tres personas prensadas, dos muertas y una viva. Cuando nosotros llegamos, hacía 10 minutos había pasado el accidente, y me preocupé más por saber si eran dos o eran tres, que en sacar a alguien si fuera del caso. Estaba más preocupado en ser preciso, y decir si eran tres personas, que en los que estaban viviendo el drama. Durante el huracán Juana también fue tremendo, porque el río La Fuente se llevó un montón de gente, hubo como 21 muertos, y de ahí íbamos al lugar y después a los patios del OIJ (Organismo de Investigación Judicial), donde llevaban a los muertos llenos de barro, y los manguereaban para ver quienes eran, simplemente. Me acuerdo que me ocupaba de contar, pero me metí tremendamente en el drama, y lo describí con ambas mezclas. Describí dos situaciones, y me acuerdo del título, “Sin tiempo para llorar”, en el sentido de que uno veía ahí, la prisa de todo el mundo, los familiares, el correcorre, era agarrar los cuerpos y echarlos rápido en unas cajas, que estaban haciendo en el colegio los profesores y los alumnos de artes industriales. Empezaron a hacer cajas provisionales, o cajas de pino, de madera, de esas cajas de exportación, cajas que se hacían apresuradamente para evitar la epidemia para enterrarlos rápido. Entonces yo titulé, “Sin tiempo para llorar”. Debí ser preciso, para saber cuánta gente reportaba muerta, día a día, y tremendamente humano para poder describírselo a la gente. Creo que se logró esa mezcla de ambas situaciones, pero sí, al haber distancia, hay cierta deshumanización.
84 de gente en el río La Fuente, diay es entrar en situación, como el actor, como si este fuera un escenario y nosotros fuéramos actores. Entonces, entramos en situación, para actuar bien, y nos olvidamos de quienes somos y somos los personajes de la trama que estamos desarrollando. Es meterse en la situación. Si en este momento hay un accidente en la esquina, y hay que irlo a cubrir, me meto en la situación — ¿Cuáles creés que son tips vitales al prepararse a reportear? — El principal desafío es ser preciso y cierto, y se da mucho en el fútbol. El principal desafío es mantener la distancia para poder interpretar. No digo que uno tenga que renunciar al color deportivo o político o la tendencia religiosa. El desafío es tomar distancia para poder describir claramente el hecho, pero a la vez, es contradictorio, meterse en el ambiente. Si no estoy metido en el tema, voy perdiendo. En términos teatrales, el actor que no entra en situación, en una obra determinada, se nota a la distancia. ¿Cuál es el desafío para mí? Entrar a la situación, entrar en lo que estamos y tomar distancia. Ve qué curioso, entrar en el momento del suceso, del automóvil estrellado en un muro y de la persona desangrándose en el carro, llegar allí y entrar en situación, de manera que ese drama lo podás contar como está sucediendo, como sucedió para hablar de prensa escrita, y a la vez generar uno simpatía o antipatía, por el que provocó el accidente, o el que resultó víctima.
No tengo paladar… — Hay una mezcla de pasión y de razón. — Eso es clarísimo. Le perdí el gusto al fútbol como aficionado, porque me acostumbré a no gritar, no brincar, no disfrutar, no tomarme una cerveza o una Coca Cola, mientras veo el partido, porque estoy totalmente metido en el tema. No se me puede ir ningún detalle, pero estoy totalmente distante; es tener la pasión de meterte en el acontecimiento, la pasión, llámese partido de fútbol, accidente o conferencia de prensa, o lo que sea, esa pasión de estar ahí, y la distancia de saber describir los hechos con la mayor objetividad, entendiendo la objetividad aunque no puede ser totalmente fría. Una vez con Óscar Arias en su casa, cuando él era presidente en el 89, me
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Según Roberto García, uno de sus mejores trabajos fue una semblanza del desaparecido músico costarricense Paco Navarrete. (Revista Dominical, La Nación, 22 de julio, 2001)
Entrar en escena — ¿Cómo te preparás para reportear? — Depende de las circunstancias, pero si voy a entrevistar a Alexander Guimaraes sobre la selección y lo que viene es el Mundial, y aunque conozco a Guimaraes desde que era jugador, procuro, si tengo tiempo, buscar un poco más de información, volver sobre algunas viejas entrevistas hechas por mí o por otras personas, estudiar un poco al personaje previamente, para llegar a conversar con él aunque uno no utilice cosas específicas del pasado, sino tener un conocimiento más a fondo del personaje. Si la relación es totalmente fortuita, meterme en el ambiente. Una mañana, fui enviado a uno de los juicios contra Ricardo Alem en el tribunal de Heredia y yo ignoraba, salvo lo global, los pormenores que cubrían la gente que seguía el caso en aquellos años. Ricardo entró con un abrigo para cubrir parcialmente las esposas, y entonces yo ahí lo que hice fue meterme en el ambiente, observar mucho a los personajes y luego elaborar la información que después pasé. Cuando el huracán Juana, en aquella avalancha que se llevó un montón
82 elaboraba informes larguísimos sobre otras consideraciones. El 23 de julio de 1985, empecé a hacer crónicas deportivas en La Nación, con una visión, con un lenguaje muy rico, en su interpretación. Me ayudó mucho Ricardo Quirós (q.d.D.g) quien fue el que marcó la diferencia. Me monto en esa manera de escribir y empiezo a tener una perspectiva. Empiezo a comprobar que la crónica tenía que variar, que ya no era contar el partido del minuto 1 al minuto 90. Mis crónicas tenían otros elementos, que siempre me llamaron la atención en el fútbol, lo humano, el drama, la manera de celebrar una victoria, el llorar una derrota, la soledad de un suplente, las lesiones. Y empecé a escribirlas, con algún atrevimiento digo, pero con el tacto de irlo haciendo gradualmente. Empecé a hacer un periodismo distinto y con mi trabajo en el Centro de Cine, empecé a tomarle otro sabor, otro gusto y más con la idea de comunicar sensaciones, de retratar situaciones, y de utilizar la crónica como caballo de batalla para hacer el periodismo que quise hacer y que he querido hacer siempre. El cine me ayudó a escribir mejor, en el sentido de plasmar conceptos como si fueran una especie de pequeña película, de pequeño guión de una historia de una situación. El periodismo que hice no fue el periodismo diario, noticioso. No fui nunca sabueso de la noticia. No fui reportero nato. — Pero al fin y al cabo es periodismo, otra manera de narrar acontecimientos. Esto significa reporteo. ¿Qué caracteriza a un buen reportero? — Lo decía García Márquez, tener una orejotas bien grandes, para poder escuchar y anotar. Él habla de privilegiar el uso del lápiz y la libreta y estar muy atento. Creo que lo que hace buenos periodistas es, primero, una cultura general, y un poco más allá, del reportero de sucesos o el reportero de deportes que soy, o el reportero de economía, tener una cultura general, para captar del entrevistado lo que dice y, muy importante, lo que no dice, lo que dice gestualmente con su personalidad, o lo que calla, para poder inquirir un poco en eso que el entrevistador está obligado a extraer del entrevistado para plasmarlo con verdad y certeza. Lo que caracteriza a un buen reportero es primero, cultura general, conocimiento un poco más profundo de la conducta humana, de los hechos sociales, y luego precisión entre lo que el entrevistado dice y lo que el entrevistador anota y redacta. La característica es precisión, por un lado, sensibilidad, por otro, psicología, digamos.
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una señora vecina, que era como una tía para nosotros. Se llamaba Marta Muñoz. Ella era una señora costurera, amiga de mi madre que me ilusionó mucho con el fútbol y me llevaba al estadio. Ella se fue para Los Ángeles (California, EE.UU.), donde vivió hasta su muerte, y yo le escribía cartas, y como era tan saprissista y me gustaba tanto el fútbol, yo seguía yendo al estadio a ver a Saprissa, y luego venía, le escribía una carta, y le contaba el partido. En ese intercambio de cartas, ella me dijo, ¿por qué no te dedicás al periodismo, vos que escribís tan bonito? Y me creí el asunto. Ahí lo definí ya desde la escuela. Con Edgar Espinoza comparto una vivencia, y es que aunque él no lo sabe, uno de sus primeros trabajos, fue cuando mataron un cisne aquí en el Parque Japonés, que ya no existe, el cual estaba entre el Edificio Metálico y el Parque Morazán, y él hizo una crónica para La Nación y yo escribí una redacción que me pidió la maestra. Había dos cisnes muy lindos en el Parque Japonés y escribí un artículo sobre la muerte de uno de ellos. Fue la mejor redacción del grupo y fue publicada en un periodiquito que se llamaba Panorama Estudiantil. Yo estaba en tercero. Estamos hablando del 62-63. En la Buenaventura Corrales, el suceso caló mucho.
Mi querido barrio… — ¿Qué más te aguijoneó hacia el periodismo? — En 1972, en Guadalupe, donde viví, publicaba un periódico. Se llamaba El Racing y la comunidad. Yo estaba saliendo del colegio en el 72, a punto de entrar a la Universidad. Mi papá, Lizardo García, ya fallecido, trabajaba en publicaciones de lo que ahora es el INEC (Instituto Nacional de Estadística y Censo ) y me imprimía el periodiquito, y lo repartíamos en el barrio, y duró un año. Al final, fue una revista que llegó a tener ciertos rasgos de comunidad, en donde enfocábamos los problemas de la comunidad. Ahí empecé a ser periodista. Siempre tuve claro que iba a ser periodista y que me iba a dedicar a esto. Luego entré a la escuela de periodismo y en los setentas, por razones económicas, la abandoné y me fui a trabajar en la Dirección de Estadística y Censos, en el 75-76, y luego de ahí a la Dirección Nacional de Desarrollo de la Comunidad. Empecé como encuestador y lo tomé como un ejercicio periodístico. Me tomaba con gran pasión el asunto, y empecé a romper con la tónica, y junto con la boleta que tenía que llenar,
80 Artículos y reportajes de fondo, revisteriles, fundamentalmente para la desaparecida Revista Dominical de La Nación, cuelgan como pergaminos en las vitrinas de su trayectoria. Un suceso ocurrido en el desaparecido Parque Japonés, ubicado en el sector del Morazán, centro de la capital, cuando manos desconocidas robaron y mataron a un cisne blanco en la década de los sesentas, marcó con fuego su amor por este oficio. Chepe se llamaba aquel cisne y Edgar Espinoza, a la sazón reportero de sucesos de La Nación, recuerda que el ladrón del cisne fue detenido por detectives de la extinta policía DIC. “Cuando le pregunté por qué lo mató me respondió: ‘porque me gustaba mucho como cantaba’ El cisne solo canta cuando va a morir. El cisne anunció su propia muerte, como en la novela de Ulises”, recuerda Espinoza. Aquel suceso conmocionó a la entonces bucólica capital tica y caló profundo entre los escolares. Roberto García estaba en la escuela Buenaventura Corrales al frente del Parque Japonés. Las maestras pidieron a sus alumnos que escribieran un artículo de aquel hecho. La de Roberto fue la mejor redacción y la publicaron en el periódico escolar. El cronista empezaba a brotar. Las raíces estaban más hondo. De niño, su amor por el fútbol le llevó a “cartearse” con Marta, una costurera amiga, que se fue a vivir a Los Ángeles, California. A ella le contaba las peripecias dominicales del Saprissa de sus amores. Y a la pregunta que ella le hizo un día de por qué no se hacía periodista, Roberto le respondió con un sí de matrimonio, para siempre. “Me incliné al periodismo con condiciones comprobables de periodista o de cronista, pero no soporté la presión del periodismo diario. Me mataba siempre. No pude hacer el periodismo que hacían los de mi generación: Rodolfo Martín, Ricardo Quirós, Roxana Zúñiga, que empezaron un periodismo muy vivo, muy de figuras del periodismo que eran guías de referencia, como Guillermo Fernández, Marcela Angulo. Todos estos viejos periodistas, que nos antecedían y nos guiaban en el trabajo de aquellos años”. — ¿Pero sí tenías una vena periodística? — Claro, que sí. Nace desde la infancia ligada al fútbol, porque el fútbol me gustó desde que tengo uso de razón, desde que pude correr detrás de una bola, y me hice saprissista en aquellos años de infancia. Tenía
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Somos actores… “Tan veloces como el rayo las noticias han venido, quién sabe si andando el tiempo, vendrán con el rayo mismo”. “La expresión es de Lope de Vega. Hicimos un documental sobre las telecomunicaciones y esta es una frase suya. Ve lo visionario que fue. Es una cosa increíble. Es una premonición de la tecnología. Ahora vienen con el rayo mismo. Ahora la comunicación es satelital, parte de aquí, se va para allá, rebota y cae en Londres, o donde querás, es como un anticipo de toda esta revolución tecnológica en la que estamos ahora. Nosotros empezamos con las cuartillas…”.
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oberto García Herrera vive y muere con el periodismo en sus venas. Lo vive porque, como él, no hay cronista de su talla en la descripción de las jugadas, de los momentos más dramáticos, de los instantes culminantes de una jornada de fútbol. Porque, como el mejor orfebre, ha labrado meticulosas crónicas, semblanzas y perfiles de gentes y momentos, de triunfos, glorias, tragedias. Pero la presión del reporterismo diario, no va con él. “Me mata”, confiesa la mañana de aquel martes 21 de marzo en que nos encontramos en el rincón de una sala vacía del viejo edificio del Centro de Cine ubicado en el barrio Otoya, San José. Radiantes rayos de oro, del sol matutino, se colan por los ventanales en el inicio de la mañana mientras la capital despierta. Callado, quizás más tímido, pero afable, arrastra un bigote y una pluma privilegiada, desde que lo conocí en las correrías de la Escuela de Periodismo, allá por los años setentas. Ojo curioso, escrutador, de águila en vuelo, con una capacidad descriptiva envidiable, ha sido el gran cronista en la prensa escrita costarricense de las jornadas futboleras dominicales del país y de momentos deportivos memorables, en los últimos 25 años.
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Roberto García Herrera, nació en San José, Costa Rica, el 18 de setiembre de 1952. Estudió periodismo en la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva (UCR), San José. Ha sido cronista deportivo del diario La Nación y redactor de artículos para la Revista Dominical. Labora en el Centro Costarricense de Producción Cinematográfica.
Foto: Róger Benavides
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76 personaje. Conocer la vida del entrevistado. Pocas veces hurgamos en lo que es la persona. Creo que hay mucho de innato en un entrevistador. Tiene mucho de natural. Mucho de picardía. Tiene inteligencia. Tiene conocimiento, la repregunta adecuada, el cuestionario adecuado. — Una vida tuya, profesional, una carrera intensísima en experiencias y de mucho crecimiento personal, ¿cómo la valorás en perspectiva? — Lo más difícil es cuando uno llega a los 50 y comienza a hacer juicio del poco tiempo que fuiste padre, porque en esta profesión cuando le metés el gas hasta adentro, sos el peor de los padres, y entonces llegás a una edad en donde querés recuperar a los hijos. Los sacrificios personales son terribles. Los odios, las intrigas, todo. Esto toca todo. — ¿Alguna experiencia particular que te pusiera en el dilema… en el ácido, o la familia o la profesión? — Uno es tozudo. No sé si egoísta. Creo que uno ama y quiere tanto esto que la tozudez, es infinita de quedarse, pero hay momentos en que obviamente vos pensás, ¿mi familia o lo que hago?. Porque te gusta, por insensato, por loco, por apasionado, terminás siempre escogiendo el periodismo. — Como periodista, ¿cómo esperás que se te recuerde? — Como un idealista. Como alguien que logró pelear con todo, contra todo, a pesar de que dos o tres veces han intentado destruirme de forma fea, canalla, con patrañas. Como alguien que ama muchísimo lo que hace, y sobre todo como alguien que tiene la virtud, el tiempo, el carácter, la pasión, el cariño de trasmitirle cosas a la gente que empieza. Como alguien que logra transmitir, que logra enseñar, después de muchos años de sistematizar esto.
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Esto no es paja — ¿Qué caracteriza un título ideal? — Que sea un lazo al cuello y que no te suelte más. Que te obligue a leer aquella historia y, por supuesto, que la historia se sostenga por sí misma. El mejor titulador que he visto en mi vida es Cristian Villalta. Es el director de El Gráfico en El Salvador. Ve la titulación de El Gráfico. Es absolutamente inteligente, graciosa. Ese tipo es un monstruo titulando. Era el titulador de El Diario de Hoy pero le ofrecieron más dinero y la dirección de un periódico, pero ese tipo para titular es increíble y en un periódico, no cualquiera titula. — ¿Y un buen lead? — El buen lead siempre va a ser puro ingenio, aunque lo tengás que hacer 30 veces. — ¿Se está sacando el tiempo en las salas de redacción para atender este tema de escribir con cuidado? — Se inventan muchas fórmulas. Te hablan de la redacción integrada; de que es un solo círculo. Eso es paja. De eso no vive el periodismo. Vive de las ideas, del periodista que piense, que meta temas, que siempre tenga en la mente: ‘Yo tengo que ser diferente, y hacer cosas diferentes’. Si la mitad de tu redacción estuviera pensando desde que desayuna: ‘tengo que hacer algo diferente’, o que cada tres meses se pare y diga: ‘hace tres meses no hago nada diferente, o mi periódico no hace nada diferente, estamos jodidos’. Es el persistente pensamiento en hacer cosas diferentes, atrevidas. En hacer cosas locas. Que encanten. Que se escriban diferentes. Que se usen géneros diferentes. Pero, diay, acá se volvieron a ver los periodistas así mismos. Eso no lo tuvimos nosotros nunca. No sé de dónde se inventó eso. De un momento a otro en Costa Rica, los periodistas se hicieron parte de la nobleza. No lo entiendo. — ¿Cuáles son las claves de la mejor entrevista? — La picardía. Conocer el tema. No tener miedo. No ser insolente por supuesto. Muchas veces preguntar lo que jamás le han preguntado a un
74 — Aquel que se inclina por el periodismo, ¿tiene un sentido particular de responsabilidad social? — Por supuesto, más allá de un idealismo, y tenés que aprenderlo, y a veces cuando comenzamos, somos como potrancos locos, y llega un momento en que hay que parar, y te repito a estudiar esto, a ver la responsabilidad, a manejar responsabilidad. Llegué a El Salvador en una posguerra y aprendí que todos tus actos periodísticos van a impactar en la construcción de una democracia. Te decían: ‘Si publicas eso, le vas a dar armas al enemigo y el enemigo es comunista’. No es que nunca dejara de publicar nada, cosas gruesas, es que había que dar un doble o un triple o cuarto clic o recibir conversaciones de gente o de poder económico, o poder político, o muchas veces de los dueños, diciendo: ‘Esto puede afectar esto. Pensemos esto’. Había que dar dos o tres clics, tres encendidas de la luz, antes de publicar, pero jamás dejamos de publicar. Era más difícil en El Salvador. Aquellos primeros años fueron terribles. Ahora no tanto. Todo lo que hicieras iba a afectar una democracia que estaba naciendo después de 80.000 muertos. — Es una marca indeleble en el ejercicio periodístico… — Claro y empezar a aprender, a interpretar, de un país, y aprender por ejemplo a interpretar a los salvadoreños, y lo que les gustaba, y lo que les significaba todo eso. El Salvador, tuvo un destape, no tanto en la prensa escrita, sino en la televisión. Hubo que poner frenos. Yo me volví un crítico. Llegué a un periódico, igual que La Prensa Gráfica o El Diario de Hoy, donde decían: ‘Ponga a cualquiera a decir lo que sea, el responsable es él’. Así se hacía periodismo en El Salvador, porque no había una responsabilidad solidaria de los dueños, de los directores ni de nadie. En un momento en El Salvador me volví tremendamente crítico, y les dije: ‘Señores, aquí hay un destape, pero lo que están haciendo es una soberana irresponsabilidad. Así no se hace periodismo’. ¿Por qué se volvió famoso Mauricio Funes? Porque ponía a un montón de locos a decir locuras, sin una sola prueba. Podría ser cierto, pero no había pruebas.
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modelo tico es que se lo hagan otros. Cuando un periódico no hace como un escáner, o un buen director dice, ‘hace tiempo no leo una buena entrevista. No tengo cronistas. Soy bueno en investigación. Soy bueno en temas. Hago buenos reportajes. Manejo el suceso con inteligencia, con gozo, pero hay una parte, o sea, la mitad del instrumental que no lo estoy usando’, con eso también se compite. — ¿No temés que el reporterismo de pasión, de calle, se esté acabando? — Soy optimista. Creo que le pasa a los países y es que cuando el periodismo de un país se te derrumba, lo que realmente pasa es que las grandes generaciones y el buen periodista quiere ser editor o director, ganar más dinero, y al final, le cuesta mucho a un periódico terminar de juntar esa vocación. La generación con la que arranqué en El Salvador y con la que cambiamos muchísimo, casi todo el periodismo escrito en El Salvador, en este momento ya no está junta. No son periodistas practicantes. Los tomé niños. Ahora tienen 29 o 30 años y son directorazos, grandes editores, jefes de redacción y no escriben. ¿Cómo quieren que el periodismo de El Salvador siga creciendo, si los mejores ya no escriben, ya no tienen obra? Hay un enorme error. Uno nunca debe dejar de escribir y construir. Segundo error: parte del problema de las grandes generaciones es que la gente comienza a sustituir y veo que esas grandes generaciones se hacen jefes, empresarios, lo que quiera, el periodismo se cae. Hay que ser totalmente inteligentes a la hora de capturar generaciones. Es un deber andar en las universidades capturando los mejores.
Esas trampas — ¿Sigue siendo este el oficio de tus amores? — Sin duda, corrigiendo cosas, tal vez con mucho más madurez, de cómo se comporta el poder político, que a veces cuesta entender eso. A veces sos demasiado ingenuo, como hasta trampas te mete el poder político o te adula o te destruye o te va separando. El gran reto es comenzar a descifrar las grandes claves de los poderes políticos, y hasta económicos, aquí, en El Salvador, Guatemala, en todo lado.
72 Guillermo Fernández, mi hermano. De Ignacio Santos admiro el gusto por el esteticismo periodístico. De Alberto Cañas aprendí el gusto por el buen estilo periodístico y el enorme valor de la tertulia inteligente.
La sangre jala — En todo tu desarrollo profesional, ¿qué influencia tienes de tu hermano Guillermo? — Pensamos muy similar pero Guillermo siempre va a ser una enseñanza. Cada uno tiene sus virtudes. Cuando estuve en La Nación, Guillermo era mucho más completo que yo, porque sabía de tipografía, de diseño. Yo no sabía un carajo de eso. Yo lo que sabía era salir, correr, cubrir la emergencia de una avioneta, investigación, pero no había sistematizado nada de esta cosa. No era completo. Guillermo era mucho más universal. El tuvo el aprendizaje de la prensa desde los 10 ó 12 años. Cada uno tenemos virtudes pero sí una enorme influencia sobre la fiscalización, sobre pensar igual, con la misma pasión. El Salvador a mí me hizo completo y tuve que aprender porque yo había llegado a un periódico donde el gerente general salía y le gritaba al jefe de redacción: ‘Necesito la primera hoy porque la foto va a ser de Taca’. Entonces salía el presidente de Taca, donando una silla de ruedas, y yo me persignaba y decía: ‘¿Adónde llegue?’ Hubo que cambiar ese tipo de cosas. — ¿De qué temas se está perdiendo la prensa en estos momentos, en nuestra sociedad? — De la información más sesuda, del análisis. En Costa Rica hay una deformación del modelo y no veo por qué el buen periodismo no pueda hacer análisis. No sé por qué, quién decidió, si usted quiere buscar en un periódico como La Nación, un análisis de lo que ocurrió en la campaña, está en las páginas de opinión. Eso es un error. Hay que rescatar la buena crónica, el buen reportaje, ver lo utilitario. Siento que hay carencia en el uso de los géneros. No hay nada que cause más deleite que encontrarse uno, como director o editor, a un gran entrevistador. ¿Cumplimos con el reportaje? Sí. ¿Estamos haciendo historia? Sí. ¿Cumplimos con la investigación? Sí. ¿Tenemos análisis? Bueno, el
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lectura, conforme va abriendo su mente, su cabeza, al conocimiento de todo esto. Mucha pasión por las ideas. Amar muchísimo lo que hace; si no, busque otra profesión. Esto es duro, no hace rico a nadie. — ¿Ídolos periodísticos en tu carrera? — Kapuscinsky. Gabo. Hemingway, aunque es muy contradictorio. De él son hermosísimos sus libros, pero sus crónicas no. Pero sobre todo hay uno con el que aprendí. Hay alguien maravilloso, en el que he podido ver que sí, en el que he podido leer y decir, esto es una obra maestra que es Truman Capote. Es casi un crimen que en una escuela de periodismo no pongan a leer a Truman Capote. Eso es un “monstruo”. Lo que hizo en los cincuentas y en los sesentas, ya iba cuarenta años adelante, en estilo periodístico. A sangre fría, es un método. — ¿Es esa tu mejor recomendación de libro o tenés alguna otra? — Si un estudiante me dijera que puedo leer, para aprender, para embellecer estilo, una recomendación es que lea literatura hecha por periodistas. Conozco gente que primero fue periodista y después saltó a la literatura, pero cuidado, porque he visto enormes fracasos de gente que está en la literatura y luego se pasó al periodismo. Cuidado porque no es lo mismo. Pero si un estudiante me pregunta qué puedo leer, le digo, ‘léase toda la obra de Truman Capote. Es extraordinario, impresionante’. — De tu paso por La Nación ¿cuál es la mejor experiencia profesional que rescatás? — Muchísimas experiencias. Sobre todo algunas investigaciones periodísticas que realicé como un escándalo minero con José María Figueres varios años antes de llegar a ser presidente de Costa Rica. — ¿Algún periodista tico por el que profesés admiración? — Recuerdo con muchísimo cariño a algunos que ya partieron como Bosco Valverde, Enrique Benavides y Juan Antonio Sánchez Alonso. De los activos, reconozco el seso periodístico de Eduardo Ulibarri, el juicio crítico de Armando González, la pasión y el amor por el periodismo de
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La orden fue: ¡imprima! — ¿Y algún momento crítico en materia de decisión ética en tu carrera? — Sí, una vez que fui muy apoyado por los dueños del periódico, cuando denunciamos que más de 3.000 teléfonos estaban intervenidos por la inteligencia del estado en El Salvador, incluso el de mi casa. Casi con la impresora lista para imprimir se armó internamente un gran debate ético, una enorme presión del Gobierno, porque, además, en la estructura salvadoreña el jefe del organismo de la inteligencia del Estado es el presidente, o sea que si estaban interviniendo teléfonos, era con responsabilidad del presidente. Jamás en mi vida he sentido más presión, más deber, hasta que a las 10:30 de la noche los dueños dijeron, impriman y se fue así. — Esta es una carrera de riesgos… ¿Los has enfrentado? En El Salvador, al principio, tuve algunos miedos, después no. No — creo que en El Salvador maten periodistas, ni han matado, desde que estoy allá. Tiene más muertes Costa Rica con Parmenio que El Salvador, pero al principio sí, anduve muy custodiado, en un carro blindado, porque igual como periódico demostramos que el presidente del partido del Gobierno, ARENA, había metido un Mercedes Benz de lujo, con una póliza falsa y el tipo tuvo que renunciar a los dos días, y además era el dueño de la principal cadena de supermercados. Cayó. Se derrumbó. Eso le costó al periódico, casi tres millones de dólares en publicidad, hasta hace muy poco tiempo. — ¿Cuál es tu consejo a un principiante en periodismo en este inicio del siglo XXI? — Primero que reconozca, que se mire. Hay un dicho cubano que dice: ‘Hay que besarse en la frente’. Hay que mirarse en el espejo. Lo primero que le recomendaría a un estudiante es mire, repase, y repase y mida, si usted tiene vocación para esto, y buena vocación. Segundo, la lectura es fundamental en esto que hacemos. No concibo ningún periodista crecer sin leer. Eso es como la lechita materna, que le den toda su vida al periodista. Si no lee no crece. El periodista crece proporcionalmente a su
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Te patean, te escupen… — ¿Alguna experiencia periodística que marcara tu trayectoria? — Un poco la persecución política en tiempos de José María Figueres. La rudeza, cuando te maltratan, cuando te patean, te escupen... En El Salvador, lograr convencer a dueños de medios que tenían que cambiar, que ya no había guerra, que había que perdonar. Que había que fiscalizar el poder, que los medios no debían ser así con el poder y sobre todo una experiencia de una investigación que, creo, es única en América Latina. Logramos probar allá por el 96-97, cómo 10 policías habían asesinado a patadas a un estudiante de medicina, habían cambiado el dictamen de la medicatura forense, lo habían colocado como un accidente, y con recursos propios, incluso con médicos forenses del OIJ, de acá, héroes anónimos, logramos probar como medio que eso había sido un crimen, que lo habían sacado de un bar, que lo habían lanzado a un barranco, y a los policías les metieron 25 años de cárcel. Me impresionó muchísimo por el esfuerzo que hicimos, porque contra toda la policía, contra todos los investigadores, contra toda la autoridad, contra todo el poder, pero con sus propios recursos, un periódico logró probar un crimen. Fue un ejemplo de investigación pura, pero brutal, contra todo lo que uno se pueda imaginar. — ¿Cuál es tu mayor logro profesional? — Ayudar a formar gente joven. El Salvador para mí fue bellísimo. En El Diario de Hoy tuve una de las salas de redacción más jóvenes de América Latina, con un promedio de edad de no más de 21 años, niños, que ahora están dirigiendo hasta La Prensa Gráfica. Agarrar esa generación, crearla, formarla, hacer de ellos… a eso le sumo mucho talento. Sin él no construís nada. Me encontré y logré apiñar una buena generación de periodistas salvadoreños extraordinarios, a quienes había que meterles método, pasión, disciplina. — En la escala del oficio, ¿qué valor tiene para vos la dimensión ética? — Tiene una escala de 100 para arriba. Cada acto periodístico la tiene. De hecho, todos los días se toman 100, 50, 40 decisiones éticas.
68 ideas que se transformen en temas claves es fundamental en cualquier periódico. Usted puede tener la peor redacción del mundo, pero si tiene generadores de ideas o temas, ese periódico va a ser bueno. Tercero, detectar quiénes son los grandes generadores de esas ideas. Usted puede tener una redacción de 400 personas, pero realmente esa redacción la van a manejar, le van a poner el talento, le van a poner a la vanguardia, no más de diez. Esta es una profesión elitista. A cuánto más talento, más disciplina y más método, esos dominan la redacción y no necesitás hacerlos ni directores, ni editores, ni jefes de redacción. — ¿Qué caracteriza a un buen editor?
Archivo Grupo Nación
— Los mejores editores son grandes generadores de ideas. Son embellecedores de texto, son cuidadosos en términos de estructura, Pero, sobre todo, me alucina encontrar editores que primero puedan construir de todo, que jueguen con las ideas. Que sepan si hay un incendio, y es una información que vamos a compartir los medios, el deber nuestro es presentarla mejor que la competencia, porque del incendio se dio cuenta todo mundo y la gran diferencia la hacen las ideas diferentes. Los grandes periódicos toman fortaleza, cuando siguen los caminos por los que nadie ha seguido. El editor que te aprecia las ideas, que juega, que es inquieto con ellas, siempre te va a dar una diferencia.
En julio de 1989, Lafitte Fernández investigó y reveló en La Nación polémicas informaciones sobre el expresidente Daniel Oduber.
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— Que inviertan en lograr capturar o construir esas generaciones y que se alejen de las tentaciones políticas. Las grandes generaciones del periodismo llevan el periodismo al techo. No todas son iguales. Unas lo bajan. Otras lo suben. Otras los mejoran. Gastar en capacitación, en selección de esas generaciones. Evitar esas grandes tentaciones políticas de sentirse importantes, de casi cogobernar un país desde un periódico, unos más sofisticados que otros, de acuerdo con los países. Creo que todos o muchos caen en la misma tentación, lo que varía es el método. En Costa Rica, la tentación es la misma solo que más sofisticada. En países como Guatemala, es un poco más ruda y en El Salvador, tratan de hacer con un poco más de decencia las cosas. — ¿Dónde va a estar la gran diferencia del futuro periodístico? — En el talento, en las ideas, en los temas. Las máquinas ayudan, pero la tecnología jamás va a sustituir el talento, el método, la disciplina, ni la pasión que lleva un buen periodista. Eso no lo va a sustituir ningún programa, ninguna máquina, ni tampoco creo que lo cibernético va a sustituir al papel escrito. Por lo menos no lo veo en 20 ó 30 ó 40 años. Los periódicos van a seguir con las mismas cosas. Además, cuanto más talento tengan los periódicos encima, más sobreviven.
Siembren talento — Tres consejos básicos para los directores de medios… — Uno, esa búsqueda intensa del talento. Dos, hay algo interesante: los grandes pecados que puede cometer un director miden con el tiempo a los buenos y los grandes directores. Uno es como un entrenador de fútbol: cuidado con poner a un defensa izquierdo de centrodelantero y a un centrodelantero de portero y eso ocurre mucho en las redacciones y está ocurriendo cada vez con más frecuencia. Pasa por la dirección, por los cargos más cercanos. No saben que, por ejemplo, en el niñito que tienen haciendo notitas de policía, pueden tener un cronista brutal o un investigador brutal o un entrevistador de primera, porque es difícil conseguir periodistas triple-A, que te manejen todos los géneros. Si un director o su cuerpo más cercano no tiene plenamente perfilada a su gente, algo siempre va a andar mal en ese diario. Segundo, la generación de las
66 quiere llegar a botar presidentes. Además, se dan ciclos, que siempre los ves en los muchachos. Uno mismo pasó por eso. Uno cree que hay que llegar al periodismo a arreglar el mundo. Te conviertes en una especie de Robin Hood. Hay que llegar al periodismo a redistribuir. Esto está mal. Esto no es equitativo. No es justo. Vas creciendo profesionalmente, hasta que te das cuenta de que el periodismo no es para nada lo que inicialmente pensaste. Es importante fiscalizar, es fundamental, pero, ¡cuidado!, que estemos deformando a la gente, y gente que puede llegar a tener enorme potencial para el periodismo de belleza estilística, la estemos desperdiciando.
Vocación: ¿dónde estás? — ¿Cuáles son los principales desafíos en las salas de redacción hoy? — Hay un problema de vocación. Creo que las escuelas de periodismo, están graduando gente como si fuera una fábrica de salchichón, no están midiendo el problema de vocación y talento que hay y le están abriendo las puertas a todo el mundo. Segundo, el buen periodismo tiene que ver con las grandes generaciones. Te sube, te vuelve a bajar. Tiene sus ciclos. Nuestra generación es extraordinaria. Una generación en la que los diarios no necesitaban directores. Una generación que llevaba a cualquier periódico adonde quisiera. No teníamos gran aprendizaje, ni método pero teníamos un talento, por lo menos pasión y ganas de entrarle a la cosa. Ahora no necesariamente es que no existan pero hay que descubrirlas, hay que sacarlas de las escuelas y hay que enseñarlas. Ese es un segundo problema, el de detección de generaciones. Muchas veces el periodismo se cae, porque no se está detectando, en las escuelas de periodismo, la gente más talentosa. No se está juntando ese talento o no se está enseñando bien. Y después la dinámica misma de la redacción, las conexiones con los sectores políticos. Eso nunca dejó de ser una amenaza en Centroamérica, cuando los empresarios comienzan a pensar como políticos o hacen mano a mano con partidos, con políticos. Ese va a ser un problema siempre. — ¿Una recomendación para los dueños de medios?
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Conforme pasan los años, el umbral de la edad, de la experiencia, de lo que vas terminando, volvés a ver atrás y ves que todo lo que hacías por intuición, por vocación, lo que llevabas naturalmente adentro, lo que te habían enseñado otros periodistas, todo era posible sistematizarlo. Tienes el método, la hipótesis, la estrategia, la forma de probarla, marcos comunes y es posible sistematizarla. Método, disciplina, vocación y talento natural son los tres grandes eslabones. — Has sido protagonista de grandes investigaciones en el país y en Centroamérica. ¿Por qué ese énfasis? — Primero porque es importante fiscalizar. Segundo porque la investigación no deja de ser un atractivo que es como armar un rompecabezas de 10.000 piezas, porque es necesaria, porque es por salud para una democracia, pero es ruda, es dura, muy dura, sobre todo el método. Pero te das cuenta, también, de que no basta con eso, que son importantes, igualmente, los géneros, entrevistas, crónicas, reportajes. La investigación es un género madre, perfecto. Se adecua. Bota presidentes, ministros, encarcela ministros, y, efectivamente, es un área interesante del periodismo, pero hay que aprender también a no deformar a los muchachos, porque a veces en las escuelas de periodismo hay gente que cree que es bueno en el periodismo llegar a botar a un presidente. Aprendí con el tiempo que hay un periodismo arte, que puede ser mucho más trascendente que la mera investigación, en términos digamos de capitalizar personalmente. García Márquez jamás hizo una investigación en su vida, ni botó presidentes, su periodismo es arte, es belleza. En el buen cronista, usted tiene ahí libertad para ejercer y acercarse y casi pegar con la literatura. Un buen cronista lo puede recordar más un país, que a cualquier periodista que bote presidentes o de investigación. Hay que tener el gran cuidado de hacer grandes sumas entre el periodismo duro, como la investigación y el periodismo arte, el periodismo que se embellece con el estilo. Si un medio logra estas combinaciones, ese es un gran periódico. — ¿Sobrevivirá el periodismo en esta era de vértigo digital? — Creo que sí. Me enmarco en la escuela de la Fundación del Nuevo Periodismo o el mismo Gabo, cuando lo oís hablar, ‘no se les olvide el periodismo arte’. Este es el problema con las escuelas. El 95% de la gente,
64 país. Ese es el mayor aprendizaje, además con historias bien escritas. Lo negativo, que con el paso de los años uno valora, es que ese era un periódico político, comprado, construido, bajo el amparo de don Pepe Figueres, de Robert Vesco, a quien vi entrar por lo menos una vez a Excelsior. Ahí dominaba la pasión de hacer cosas bien, pero con el paso del tiempo, cuando madurás, te das cuenta de que aquello no estaba bien, porque fue un proyecto político para luchar contra La Nación. Yo creía que era un proyecto puramente empresarial, o por interés público, pero hubo una gran dosis política que tal vez en ese momento no valoré. Con los años, uno se da cuenta, de que aprendés algo negativo, que era un proyecto periodístico-político. — Me adelantás un tema que es el de la independencia de los medios. En este caso particular, para vos la experiencia de Excelsior, ¿la enterró la causa política? — No cabe la menor duda. El periódico era bastante aceptable, pero lo enterró la gente que hizo de aquello un proyecto político, sumado a un gran desorden financiero. Gente que no tenía experiencia, que venía de la política, eran los gerentes, los administradores, los jefes de personal. Eso lo enterró. — Mencionabas aguijones personales, familiares, pero también planteás el ser periodista como un tema vocacional. ¿Cuáles son ingredientes fundamentales para ser un buen periodista? — Hay tres “patas” fundamentales en un periodista, la vocación, la disciplina y el método. La vocación requiere el talento natural, sin ese talento en esto no se va a ningún lado. Si el talento natural, sumado a la vocación como un solo elemento, no fuera necesario, sería tan fácil como agarrar a un muchacho, mandarlo a estudiar 10 años a la Sorbona y creer que va a venir escribiendo como García Márquez. Ni las escuelas, ni las universidades, van a sustituir nunca ese talento. El talento se pule, se lleva, por lo menos entre los mejores. Lo segundo es la disciplina. Sin disciplina, sin pasión, sin ahogo, sin largos horarios, no hay buen periodista, y tercero, el método, que lo aprendés. El método al principio es pura pasión. Uno es como un caballo correlón, se cae una avioneta, sale en carrera. Camina tres días, viene y escribe… por lo menos, a mí, la universidad no me ayudó a sistematizar el método.
Lafitte Fernández
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Rep. Herbert Arley
habíamos criticado a un profesor. Eso me marcó muchísimo. Aprendí a entender lo que era libertad, lo que era censura. A esa edad, cuando hiciste un periódico, amaneciste con un esténcil, y al otro día la directora te decomisa todos los periódicos, aprendí censura y libertad, responsabilidad, deberes, ética, fiscalización. Aprendí hasta cómo podíamos defendernos penalmente, porque el profesor nos había amenazado con demandarnos penalmente.
El matutino Excelsior dejó de publicarse en 1978. “Lo enterró la gente que hizo de aquello un proyecto político”, sostiene Lafitte Fernández, quien formó parte de su grupo periodístico.
— ¿Cómo valorás la experiencia de Excelsior? — Excelsior fue una primera escuela. Mis primeros maestros fueron peruanos, Carmen Ibáñez, don Raúl Villarán, que fundó Excelsior. Había mucha pasión. Excelsior juntó una generación ya vieja, hecha, con muchos más años de experiencia, con otras gentes que éramos verdaderos niños, que no pasábamos de los 20 años. Fue una escuela, de mucha pasión, guiada por temas diferentes, que no se tocaban, que no se hacían históricamente acá: la historia de la ruta de un billete, meterse a un convento. El primer aprendizaje es el valor de la idea que se transforma en tema periodístico. Ahí aprendí que al camino andado en el periodismo de Costa Rica, le faltaba algo, porque estos peruanos siempre metían algo nuevo, y el secreto, lo empecé a entender rápidamente. El secreto eran las ideas diferentes, los temas diferentes, lo que no se había hecho en el
62 en el ejercicio periodístico en dicho país, siempre sobre el perfil de la investigación, de la denuncia, del enfrentamiento al poder. Con Lafitte me encuentro la mañana de un lunes 17 de abril, feriado nacional, en vez del 11, en Costa Rica. Taza de café al frente, el humo de uno y otro cigarrillo que enciende, cabello despeinado y anteojos que le ayudan a leer más profundamente sus consideraciones sobre el oficio. En el horizonte la cumbre del volcán Irazú luce imponente, despejada. Lafitte escruta hoy el campo de batalla periodístico desde la atalaya de innumerables jornadas de combate, de riesgo, de sufrimiento y triunfo en Costa Rica y otras latitudes. “Vocación, disciplina y método son pivotes en la forja de un periodista”, puntualiza, con su habitual vehemencia.
El espejo de los héroes — ¿Por qué periodista? — Octavio Paz tiene un trabajo hermosísimo sobre la vocación y creo -como él-- que si hay vocación, uno trata de imitar a los maestros. En aquella época, los maestros y los famosos, no por fama sino los que hacían las cosas bien, eran un Danilo Arias, un Enrique Benavides, eran los referentes. Crecí en un hogar donde se oía a Rolando Angulo, y llegué a una emisora donde él fue mi primer referente, mi primer escultor de vocación. Era un placer decir lo veo, lo toco, hablo con él, es parte del desarrollo mismo de la vocación. Las vocaciones nacen así, imitando primero. Uno quiere llegar a ser como alguien y después tomás el camino solo. Eso siempre va a ocurrir en el periodismo. El que lleva la vocación en esto, siempre lleva en la cabeza a quien quiere, no imitar, al principio es imitación, pero después, ‘quiero ser como él’. Después esos héroes se te vuelven de carne y hueso, porque trabajan contigo, porque están con vos, porque los ves, y después sigues un camino propio, un estilo propio, un método propio. Eso es lo que ocurre en el periodismo. — ¿Algún acontecimiento de aquella etapa inicial que te marcara el norte del oficio? — A los 15 años hice un periódico en el colegio en Turrialba y solo un número salió porque una profesora lo censuró y me expulsó porque
Lafitte Fernández
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Un pura sangre
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eriodista, pura sangre, Lafitte Fernández Rojas, es artífice de muchos de los más significativos trabajos periodísticos en la historia reciente de Costa Rica. Su ímpetu, su olfato, su tenacidad, su solidez y rigurosidad le llevaron a desarrollar investigaciones de profundas consecuencias en la vida política e institucional de Costa Rica en los ochentas y los noventas. Nacido en Turrialba, en el Atlántico del país, “con partera, porque no había hospital”, Lafitte estudió en la escuela John D. Rockefeller, en el colegio de Turrialba y en la Universidad de Costa Rica. Sus vínculos iniciales con el periodismo los tuvo con su abuelito materno, Elías Rojas Cordero, quien fue corresponsal del Diario de Costa Rica y La Hora, “los periódicos de Otilio Ulate”. Lafitte creció viendo a su abuelito escribir. Lo recuerda como un hombre autodidacta, que llegó a ser juez. “Era un tipo muy brillante. Escribía en los periódicos y “se agarraba con medio mundo”. Ver que publicaba artículos en los diarios; el hecho de que fuese el agente de La Nación. Ver llegar los periódicos. Desamarrarlos. Amarrarlos. Criarse en aquel ambiente marcó su rumbo. “Siento que había una vocación natural resorteada por ese ambiente familiar. Nací y crecí entre periódicos”. A los 15 años, fundó un periódico colegial, experiencia en la que pasó por el fuego de sus primeros escarceos con el oficio, al sufrir la censura de una profesora. Ahí empezó a distinguir entre libertad, censura y riesgo judicial. Lafitte inició su carrera como asistente en Radioperiódicos Reloj, en 1972; vivió la experiencia del fugaz diario Excelsior hasta 1978 y fue una pieza clave del primer equipo de reporteros investigadores que tuvo La Nación. En 1993 dejó La Nación y en junio de 1994 fraguó en El Diario de Hoy, San Salvador, una de las más dramáticas transformaciones profesionales
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Lafitte Fernández Rojas nació en Turrialba, Cartago, Costa Rica, el 7 del marzo de 1954. Se graduó como periodista en la Universidad de Costa Rica. Desarrolló su carrera en Radioperiódicos Reloj, La Prensa Libre, Excelsior y La Nación. Dirigió, también, El Diario de Hoy en San Salvador.
Foto: Rafael Pacheco
Lafitte Fernández R. Costa Rica
Guillermo Fernández
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dura y gratificante, al mismo tiempo, que permita conocer a los seres humanos tanto en sus momentos gloriosos como en los angustiosos y miserables.
El torno de la vida… Luis Guillermo Fernández Rojas. “Nací en Turrialba, centro, en la casa de mis padres, el 21 de junio de 1950, mientras transcurría el solsticio de verano, el día más largo del año. Casado felizmente, desde hace 30 años, con Soledad Sanabria Ujueta, madre de mis tres hijos: Guillermo de 25 años; Alejandro de 21 y Gloriana de 16. “Mi vida está dedicada, por entero, a procurar paz, alegría y felicidad a mi esposa y mis tres hijos”. Estudiante toda la vida. Orgullosamente trabajo desde los 9 años en todo lo que es posible imaginar. Periodista de profesión. Fotógrafo de afición. Mecánico de precisión que, a los 18 años, como contratista y jefe de compañeros y colegas colegiales del Monseñor Sanabria, instaló la primera maquinaria electro-mecánica importada de España para producir pan en la Panificadora Camacho. Que instaló en la Costa Rican Cocoa Products maquinaria importada de Italia para producir chocolates y que ejerció como tornero en el Taller Los Plateados, frente al Cementeriuo General. Poligrafista, fotógrafo, diseñador de portadas y libros, periodista, representante estudiantil y graduado en Ciencias de la Comunicación [Periodismo] en la Universidad de Costa Rica( como representante estudiantil integré la comisión universitaria que recomendó y creó el Centro Regional Universitario de Turrialba). Diseñador, reportero de sucesos, de política, de servicios, metropolitano, editor metropolitano, de nacionales, coordinador general de la Redacción, Jefe de Redacción de La Nación y miembro director de la junta de Revistas del Grupo Nación. Director-fundador de la revista deportiva Triunfo, San José, director-fundador del diario Al Día, San José; director de los diarios Siglo XXI y Al Día, Guatemala; asesor editorial en El Diario de Hoy y Más, San Salvador y en el Panamá América, Panamá. Instructor y docente periodístico en Centroamérica”.
56 una encuesta a “boca de urna” una hora antes de que se cerraran los centros de votación y que, por más de diez por ciento de diferencia, daba el triunfo a Miguel Angel Rodríguez, como efectivamente sucedió, aunque por un porcentaje menor y ligeramente superior al margen de error que se produce en este tipo de estudios. En este caso, sin embargo, el estudio no fue planificado, ni supervisado en forma alguna por mí, ni tampoco seleccioné o contraté a la persona que dirigió el estudio. En esto radica mi errónea decisión, nunca, como han pretendido hacer creer algunos políticos interesados y perdedores, por supuesto, en el haber dado a conocer los resultados antes de que se cerraran las urnas. No he escuchado o leído argumento de peso y válido que verdadera y científicamente demuestre que el hacerlo hace daño para la parte que resulte en ese momento como perdedora. Quienes se quejaban esta última vez, eran los mismos que estaban más que felices cuando lo hice por primera vez. — Prensa y corrupción. Atacamos sin descanso a los corruptos, sobre todo en los poderes públicos pero, ¿cuán vulnerables somos los periodistas a ser corruptos? — Igualmente de vulnerables. La corrupción no tiene género, profesión, edad, origen ni destino. — ¿Cómo incurre en corrupción un periodista o un medio? — De muchísimas maneras. Cada vez que tomen una decisión contraria a los intereses de sus lectores, o a espaldas de ellos. — Como periodista, ¿cómo esperas que se te recuerde? — Como alguien que trató siempre de hacer lo mejor en beneficio del país, de sus conciudadanos y del periodismo. — Si tuvieses 15 años, ¿escogerías el periodismo como tu carrera de por vida? ¿Por qué? — Sí, claro que sí. Porque así quizás podría trabajar al lado de mi hijo Alejandro que hoy estudia Periodismo y Derecho pero que ansía trabajar como periodista. Además, porque para mí no hay otra profesión más
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— Un entrevistado inteligente y un entrevistador... — ¿Cómo describirías a un diario ideal en estos tiempos? — Breve en el reporte de los hechos, exhaustivo al explicar causas y efectos, inteligente en la selección de los temas, completo como servicio informativo y ágil en sus herramientas y formas comunicativas.
No me compran — Ética: un valor profesional clave. ¿Recuerdas alguna experiencia ética particular por su profunda implicación en tu carrera? — En mecánica cotidiana, decisiones menores si se quiere, muchos yerros, experiencias y aprendizaje. El periodismo es, esencialmente, toma de decisiones y todas ellas están marcadas por algún principio ético. De modo que sí, sin duda, he cometido errores en decisiones con consecuencias éticas. Pero han sido eso, errores que tras la decisión – tomada generalmente al calor de la pasión periodística y/o el cierre o la presión de la competencia— he identificado luego como fallas éticas. Todas me han dolido mucho. Ninguna, lo sabe Dios, ha sido producto de la compra de mi conciencia ni producto de algo planeado o actuado deliberadamente. Incluso he sufrido, como si fuera propia, actuaciones indebidas de gente ajena a los medios en que he trabajado o dirigido. Al menos en un caso siento que he debido soportar hasta recriminaciones públicas a causa de una ingenua actuación de mi parte. Pero bueno, así es la vida. No se equivoca solo quien no hace nada. — ¿Tu mejor y tu peor decisión como director/ejecutivo de medios? — La mejor, publicar en el diario Al Día el resultado de una encuesta “a boca de urna” apenas minutos después de que se cerraron los centros de votación y que, por menos de un dos por ciento de diferencia, daba el triunfo a José María Figueres, como efectivamente sucedió. El estudio de voto, consistente en una cadena de encuestas a la salida de los centros de votación, fue planificado y supervisado muy estrechamente por mí y yo seleccioné y contraté a la persona que dirigió el estudio. La peor, dar a conocer en Telenoticias de Canal Siete el resultado de
54 — Tu mejor consejo a un principiante en periodismo… — La tecnología no hace al periodista, como el hábito no hace al monje. Que se esfuerce primordialmente en aprender la esencia del periodismo. Que, por cierto, no es la escritura ni la presentación ante cámaras. — El mejor periodista tico de todos los tiempos. ¿Por qué? — Mi hermano Lafitte Fernández. Porque de todos es a quien he conocido mejor y, por ello, sé lo valioso que ha sido su aporte, tanto al periodismo nacional y centroamericano, en Costa Rica y El Salvador. — El mejor autor periodístico u obra que recomendarías a las generaciones de nuevos reporteros. ¿Por qué? — Lamentablemente no podría recomendar solamente una. Pienso en People in Quandaries de Wendelll Johnson; en Storytelling Step by Step de William E. Blundell; Atrévete a pensar de Jospe-María Terricabras, El Nuevo Periodismo de Tom Wolfe y Valores Periodísticos de Jack Fuller. Si hay que seleccionar uno, me quedaría con el de Wendell Johnson. — Prensa y poder. ¿Cuáles consejos brindas a los periodistas de cómo debemos manejar esa relación? — Si sabemos que la prensa tiene poder, la prensa es parte del Poder, con mayúscula. De modo que esa relación es un asunto íntimo. Mi consejo, entonces, es: Decencia. Honestidad. Que no es lo mismo que blandenguería, paniaguadas, indefinición o “nadadito de perro”. — El mejor lead, ¿qué ingredientes tiene? — Primero, verdad. Segundo, impacto directo. Tercero, intriga y atracción. — ¿Y cuál es el mejor título? — El más claro, breve, completo o “redondo” y atractivo. — La mejor entrevista, ¿qué ingredientes debe tener?
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En el ámbito práctico que conozca a fondo el funcionamiento de las instituciones del país, cómo opera el sistema administrativo gubernamental y el accionar del sistema judicial. Finalmente, en cuanto al oficio, que aprenda el método que William (Bill) Blundell enseñó y perfeccionó en el The Wall Street Journal y dejó como valiosa herencia para todo el periodismo serio de Estados Unidos y del mundo. Que se haya leído todo lo de Philip Meyer, desde su primer Periodismo de Precisión hasta lo que ha publicado en folletos y demás. Valores periodísticos de Jack Fuller, y todo lo de Roy Peter Clark, impreso o que se encuentra en Internet. Finalmente, que haya leído a quienes nos pueden enseñar montones: Gabriel García Márquez, Ryszard Kapuscinski, Tom Wolfe, Truman Capote, Gay Talese, David Halberstam, Norman Mailer — ¿Y a un buen editor? — Que haya cumplido la etapa anterior, pero que además haya sufrido las miserias y peripecias de un reportero y que conozca la dureza de la vida que lleva buena parte de sus congéneres. Pero principalmente que le apasione el periodismo y no esté allí por su simpatía, su cara bonita o su amistad con el dueño del medio. — Tu mejor recomendación para quien asuma la dirección de un medio por los próximos 15 años. — Que entienda que si hace un buen trabajo, sus conciudadanos, el país, se lo agradecerán. Pero que ello le generará muchos enemigos y estos representan cuotas de poder, en todas sus dimensiones. Su silla estará, entonces, siempre moviéndose y traqueando. Pero si es consciente de su responsabilidad, disfrutará enormemente cada cimbronazo. Finalmente, le diría: “Los cínicos no sirven para este oficio”, como sostiene Kapuscinski. — Tu mejor consejo a un propietario de medios en su relación, de siempre, con el área editorial. — Que entienda que la mejor forma en que un Director puede ayudar en el negocio es haciendo un buen producto y que lo mejor que puede hacer él es otorgarle la mayor confianza y libertad.
52 periodista no perder tanto tiempo, quizás sea mejor que cada día tengan acceso telefónico o por Internet, incluso hasta con el Presidente de la República. Lo que sería nefasto es que el periodista se aleje aún más de su audiencia, de sus lectores, aunque no veo que estuviera ocurriendo en ninguna parte. Todo lo contrario, los “nuevos” medios se acercan cada vez más a la gente común y corriente. Mejor aún, sé de al menos cuatro “periódicos” por Internet que son escritos por los mismos ciudadanos que los leen y habitantes de la comunidad que sirven. Lamentablemente no conozco de alguno igual o parecido en América.
Asombro, coraje y más — ¿Tres valores fundamentales para ejercer el periodismo? — No concibo a un periodista que no se asombre como un niño ante lo novedoso, desconocido y dramático; que no le dé coraje ante la injusticia, la maldad o la corrupción; que no le guste leer, conocer, aprender de cuanto pueda y que con su trabajo y esfuerzo no desee contribuir al cambio de la sociedad en cualquier parte del mundo donde se encuentre. — ¿Cómo retratarías a un reportero de excelencia? — Primero que conozca a fondo el doble significado de la estructura del lenguaje: por un lado su rol determinante en la estructura de nuestra cultura, sociedad y civilización y, por el otro, su papel como medio principal con que el individuo adquiere o interioriza esa estructura cultural. Que entienda que tener habilidad en la expresión oral y escrita pasa primero por tener habilidad como ser pensante. Que escribir es pensar y que pensamos en imágenes, no en signos idiomáticos. Asimismo, que sea como pez en el agua con el método cartesiano y escéptico hasta decir basta. Que comprenda que la realidad debe verse como un proceso. Que este carácter de la realidad implica que nunca se cruza el mismo río, que nada es igual siempre y que ningún evento se repite de igual manera. Que las cosas en la vida, todas que están sobre la Tierra, cambian permanentemente y que si hay algo que destaca en ellas es su diferencia. Con tal propósito es bueno que haya leído a Ferdinand de Saussure, Renato Descartes, Aristóteles y Platón o a quienes expliquen su pensamiento.
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choque de autos o un incendio– sino como producto de un proceso, no creo que vaya a morir jamás. Ahora bien, si este servicio continúa prestándose, o no, en un medio o plataforma física, dependerá del grado de segmentación de audiencias –fuerte tendencia actual–que asuman o acojan los periódicos “físicos”. Es decir, si los periódicos físicos no adaptan sus contenidos informativos para continuar vigentes en audiencias específicas – sean geográficas, sociales o temáticas. Veamos. Los diarios estadounidenses que actualmente peligran, en el fondo sirven o representan muy poco algún interés específico fuera de la ciudad donde más circulan: Chicago Tribune, Los Angeles Times, San José Mercury News. Todos han sido barridos de las comunidades o sectores que segmentan su audiencia y que hoy son servidos por diarios o semanarios comunales, de barriadas o regionales. Por el contrario, los grandes monstruos de la prensa estadounidense: The New York Times, The Wall Street Journal y USA Today, sí sirven informativamente a audiencias nacionales, pero segmentadas en sus intereses: el primero es balance de poder público (distinto a juego político, que sí lo maneja informativamente el The Washington Post y que es justamente lo que le beneficia y sostiene fuerte, más que su representación de la ciudad capitalina). El segundo es la “biblia” de los negocios y finanzas, y el tercero es la fuente informativa de la inmensa población móvil (toda la gente que, por millones, diariamente se mueve en Estados Unidos haciendo todo tipo de negocios y transacciones). — ¿Cuáles son los principales retos de las salas de redacción hoy? — Contar con los líderes –directores y jefes– y periodistas que tengan claro lo que está en juego, no tanto en el negocio sino en la sociedad. Por supuesto que para ello debe estarse claro en lo que ocurre actualmente con el periodismo, para entonces poder ayudar a mejorar las condiciones de vida de todos y su convivencia. — ¿Se acaba el reporterismo de a pie, de contacto directo con las fuentes en esta era de vertiginosidad en las comunicaciones? — Supongo que la pregunta se refiere a la fuente oficial, a la de quienes representan, más que ostentan, el poder público y privado. No debiera ser así. Pero en todo caso, para lo que suelen decir es bueno para el
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Y hay espinas — Reportero, editor, director de medios, ¿cuáles son las mejores enseñanzas del ejercicio de este oficio? — Mucho enseña el periodismo, pero especialmente sobre la conducta humana, incluida, por supuesto, la propia. El ser humano –todos nosotros– es muy voluble, volátil y, consecuentemente, está expuesto a la influencia y cambios provocados por el entorno físico y humano. Debemos, entonces, estar siempre preparados para toda clase de sorpresas, incluidas acciones arteras. Por esto hay que agradecer y reconocer a quien te ofrece amistad y la mantiene sin hipocresías ni traiciones. — En tiempos de vértigo digital, ¿qué es lo que más te preocupa del ejercicio del periodismo? — Que no se detenga la confusión, ciertamente vertiginosa y contagiosa, entre información y entretenimiento. Entre el servicio público de informar y el imperio del negocio. Entre periodista y actor. Hace muy pocos años el Colegio de Periodistas de Costa Rica otorgó su premio anual a uno de sus miembros no por lo que dijo o escribió, sino por lo que hizo –así lo anunciaron–: maquillarse como pordiosero y actuar como tal. Pero lo anterior no fue lo grave. Lo terrible fue que el gremio –con poquísimas excepciones, pero ninguna de manera pública– aplaudió frenéticamente. — Hay quienes vaticinan que el último periódico impreso se estará leyendo en los albores del 2043 ¿Qué tiene que hacer el periodismo para sobrevivir en estos tiempos de embate digital? — Debemos hacer una distinción inicial: una cosa es el periódico, el producto físico, el impreso, el papel manchado con tinta, y otra –muy distinta– es el servicio informativo, los contenidos. El producto físico, especialmente si comete el error de seguir apuradísimo en la carrera de acercarse a la televisión y a la Internet, dizque para competir, seguramente muera, incluso antes del 2043. El servicio periódico informativo, especialmente el que sustente su contenido enfocado en relaciones de causa y efecto, de que las cosas importantes en la vida no suceden por accidente –como si fuera un
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con quienes he compartido experiencias y conocimientos y, por supuesto, he aprendido muchas, pero muchas, cosas grandes y verdaderamente valiosas en la vida no solo de un periodista sino de todo ser humano.
No olvido — De tus mejores experiencias profesionales… — La vez que trabajé junto a mi hermano Lafitte la segunda parte de la historia que presuntamente vinculaba a un expresidente con unos capos narcotraficantes sudamericanos. Actué como consejero, guardaespaldas y testigo. ¡Toda una experiencia cuasi-policiaca! Reuniones “secretas” en bares y cafeterías. Lidiar con testigos, testimonios y documentos para verificar su validez y autenticidad. Con mi hermano siempre compartimos información, consejos, experiencias y prácticamente “vivimos” juntos los trabajos de uno y otro. Aparte de que por muchos años vivimos en casas contiguas, la mayor parte de nuestras tareas periodísticas han estado matizadas por el consejo y ayuda de uno u otro. No debo olvidar, como experiencias profesionales inolvidables, la que pasé en Guatemala con ocasión del terremoto de 1976. Lo mismo en Nicaragua, cuando cayó el régimen de Somoza y don Guido Fernández nos dio instrucciones de que nos trasladáramos de inmediato a la parte norte de Nicaragua –Chinandega, Matagalpa, Estelí, San Juan del Norte–cuna del sandinismo y donde, bajo el piso del telégrafo donde trabajó Sandino, familiares suyos sacaron, para mostrarnos, la foto original en la que con sombrero alado y pistola al cinto, aparece el legendario líder rebelde. De esa misma “huaca” o “buzón” aún conservamos un revólver Colt, calibre 38, cacha de carey y muescas de un lado. Ni qué decir, de nuestras experiencias en Costa Rica, en la frontera con Nicaragua y en territorio nicaragüense. Lamentablemente usted tuvo una dura experiencia y daño físico cuando, al atender una conferencia de Prensa de Edén Pastora, resultó víctima de la bomba que explotó y mató e hirió, entre otros, a periodistas. Me parece escuchar la voz del colega y compañero Rodolfo Martín por la radio informando del suceso y tratando de comunicarse con usted o con José Antonio Venegas, poco después de ocurrido el suceso.
48 el robo que funcionarios públicos de muy altos puestos efectuaron en los Fondos de Asignaciones Familiares, que igualmente mereció el reconocimiento nacional a dos destacadas colegas: Laura Martínez y Gilda González. Otra: poner al descubierto –¿desde hace cuánto?– lo que hoy nadie discute y que estaba detrás de los centros de apuestas. Tarea en la que dirigimos y defendimos el trabajo del colega Manuel Delgado. — Destape en Guatemala — En Guatemala, tras extensas investigaciones que conduje y en todos los casos escribí, aunque se publicaron firmadas –como correspondía– por compañeros que efectuaron la mayor parte de la carpintería, logramos denunciar que Alfonso Portillo estaba robando millones a los guatemaltecos y trasladándolos a bancos panameños, y cómo su benefactor, protector y financista de campaña –Francisco Alvarado– estaba recuperando, y con creces, todo lo que había invertido para convertirlo en Presidente: entre otras cosas, una mansión y un Mercedes Benz y, finalmente, con ayuda de mi hermano Lafitte desde El Salvador, anunciar, en exclusiva, la fuga del expresidente Portillo hacia México. Pero también cómo el salvadoreño Armando Llort Quiteño, hoy preso en Estados Unidos, sacaba millones de dólares en billetes que cargaban en carros que llegaban hasta el sótano del banco estatal que presidía, con instrucciones, apoyo y protección de su compinche, el entonces presidente, Alfonso Portillo. La denuncia de cómo el excandidato presidencial de la UNE se benefició de una extracción y triangulación de fondos públicos para financiar su campaña electoral, usando para ello la mampara de una supuesta organización religiosa calificada como organización no gubernamental ONG, pretendiendo así esconder el delito. Una más: de cómo pagaron a un empleado del registro de la propiedad en Guatemala para dañar gravemente el sistema registral computadorizado, a fin de disponer de tiempo para modificar unas escrituras con información falsa y que les permitía a unos políticos robarse enormes terrenos públicos. Todo ello porque denunciamos con pruebas ¡y nombres! que se habían robado tierras del Estado. Pero aparte de todas estas expresiones de soberbia y vanidad. Lo verdaderamente importante ha sido el tener la oportunidad de trabajar con excelentes colegas y amigos –hermanos y casi hermanos–,
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Golpe a golpe… — Tras una carrera tan vasta, ¿cuál consideras es tu mayor logro profesional? — ¡Qué difícil! Pienso en varias cosas. Una, descubrir y exponer el fraude al Fondo Nacional de Emergencias, Otra, dirigir la más prolongada y amplia investigación periodística que haya patrocinado La Nación, que generó la más extensa publicación periodística –serie de 15 entregas, ninguna menor de dos páginas–y que provocó la creación permanente de la Comisión Legislativa sobre Narcotráfico en nuestro país y la denuncia y caída de jefes policiales administrativos y judiciales, políticos –al menos un diputado, un magistrado de la Corte–; el revelar la actuación de connotados costarricenses en el narcotráfico, y la protección policial que se daba a narcotraficantes en suelo costarricense, etc... Este trabajo no solo mereció el mayor reconocimiento que otorga la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) sino que la atención de medios extranjeros y escritos de estrellas del periodismo mundial como Knut Royce –investigador senior del grupo de periódicos Hearst que descubrió el caso Irangate– y Jonathan Kwitny – maestro e investigador del Wall Street Journal y de la revista The Nation, que dedicó dos de sus páginas para contarle a los estadounidenses líderes de opinión sobre el trabajo que habíamos hecho y, por qué no decirlo, del peligro que corríamos por haber sacado a la luz pública hechos que involucraban al mismo gobierno de los Estados Unidos. Nuestras investigaciones y publicaciones mostraban parte de lo actuado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Agencia Estadounidense contra las Drogas (DEA) durante la guerra en Centroamérica, al mismo tiempo que en Estados Unidos se denunciaba las irregularidades cometidas –hasta vínculos y acciones con el narcotráfico– que luego fueron confirmadas, una a una, por el propio Congreso estadounidense. Otra: que el informe final y oficial que las autoridades presentaron sobre lo ocurrido con el Banco Anglo Costarricense tenga en sus anexos solo un material periodístico y que respalda buena parte de los hallazgos: todas las publicaciones que hizo el diario Al Día –que entonces dirigíamos– sobre el caso, y que mereció el reconocimiento anual a dos compañeros de parte del Colegio de Periodistas. Otra: la investigación que dirigimos en Telenoticias de Canal Siete sobre
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sus hijos y pocas personas más, y que allí, en el ambiente usual de la cafetería de un hotel, ruido y música incluida, don Guido me contó de sopetón. Como si fuera poco, me estaba ofreciendo el cambio de trabajo. Dejar de nuevo el Grupo Nación, casi seis años atrás había renunciado a la empresa en una visita que, en compañía de Eduardo Ulibarri, a mi solicitud, efectué a la casa de don Manuel Jiménez Borbón, donde se recuperaba de una intervención quirúrgica que infructuosamente procuraba vencer el cáncer que pocos días después acabó con su vida mientras estaba en la Clínica Católica, adonde pudimos, una tarde, visitar de nuevo para –sin saber lo que ocurriría– despedirme. Don Guido se percató que yo estaba más afectado que él. No esperó más para saber que le respondía. Y agregó: “Guillermo, recuerdo que hace unos años usted me pidió que le ayudara con Al Día y que para ello me solicitó, como un favor personal, aceptar ser el columnista del diario. Ciertamente me costó convencerlo. Esta vez soy yo quien le pido, por favor, acepte mi propuesta. Así podré dedicar todo el tiempo necesario al tratamiento de mi enfermedad y, especialmente, cumplir mi promesa con los señores Picado”.
La profunda implicación del narcotráfico internacional en Costa Rica quedó al descubierto en una investigación dirigida por Guillermo Fernández en La Nación en noviembre de 1986.
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Gato Félix y su banda; el secuestro de Yorleni; la corrupción pública con la explotación de un tajo en Palmares; y, posteriormente, en conjunto o en acciones, conjuntas o independientes pero simultáneas, con mi hermano Lafitte Fernández, los primeros casos grandes de narcotráfico en el país, los primeros presidentes y expresidentes cuestionados investigativamente por La Nación (José Figueres Ferrer, Luis Alberto Monge y Daniel Oduber). Mis grandes maestros, entonces, han sido Guido Fernández, Enrique Benavides, Eduardo Ulibarri, Lafitte Fernández, Fernando Guier y Fernando Leñero. Pero no debemos olvidar ¡jamás! que quien nos unió a todos y se esforzó por darnos espacio, recursos, aliento en todos nuestros proyectos, y apoyo para educarnos en el extranjero –varias veces y en muchas áreas del periodismo y del negocio editorial– fue don Manuel Jiménez Borbón, secundado por su gran amigo, otro caballero a carta cabal y vicepresidente de La Nación, don Fernán Vargas Rohrmoser. — Un día me llamó… — Muchos años después, cuando don Guido ya había sido Ministro de Información y de Gobernación del primer gobierno de don Óscar Arias y yo había sido por un año Ministro de Información de don Rafael Ángel Calderón Fournier, recibí una llamada telefónica suya invitándome a tomarnos un café. El encuentro fue en la cafetería del hotel Corobicí, cercano a La Sabana y a Teletica Canal 7, donde don Guido dirigía Telenoticias. Luego de repasar brevemente memorias de cuando trabajamos en La Nación, de recordar, por supuesto, a don Enrique Benavides, y de comentar sobre el diario Al Día, que nos correspondió ser fundador y que llevábamos cuatro años de dirigir, don Guido fue directo: “Guillermo, lo llamé porque hace dos días recibí el tercer diagnóstico de unos ganglios que se me han formado en el cuello. Tengo cáncer. Deberé recibir tratamiento de quimioterapia y me comprometí con doña Olga (de Picado) y René (Picado) de conseguir a alguien que me sustituya en la dirección. Creo que usted es la persona indicada. ¿Qué piensa?”. No sabía qué responderle. De repente el mundo se me volvió al revés. No lograba ordenar mi mente. La revelación de su enfermedad no me dejaba reaccionar. Era algo para mí muy doloroso y que hasta ese momento era conocido únicamente por su esposa, doña Cecilia,
44 sorprendente. ¡Ah tiempos aquellos! Pero bueno, don Guido finalmente accedió a que yo pasara a redactor. Me puso una condición: “Consígame a alguien que lo sustituya a usted como diagramador de la página 15”, que era la niña de sus ojos en el periódico. Aproveché para contarle que quien me había enseñado lo poco que sabía sobre diseño y diagramación de periódicos era don Luis Carnevale Parisi, un animado y culto argentino, profesor de la Escuela de Periodismo, que enseñaba Periodismo Interpretativo y había dirigido la tesis de licenciatura de Eduardo Ulibarri. Me pidió que le hablara y que le dijera que si tenía interés de trabajar en La Nación. Así lo hice y don Luis se convirtió al poco tiempo en el asesor de don Guido por varios años y llegó a ser –por mucho tiempo–asesor del presidente ejecutivo de La Nación, el recordado don Manuel Jiménez Borbón, quien junto a Fernando Leñero Testart, es el auténtico gestor de la grandeza actual del Grupo Nación. — Yo era su lazarillo — ¿Por qué don Guido y don Enrique influyeron tanto en mi carrera? Don Enrique, para entonces famoso abogado penalista y brillante escritor de La Columna –tras el retiro de don Manuel Formoso– venía desde hace tiempo haciendo periodismo investigativo a su manera. Prueba de ello es su obra El crimen de Colima, en la que demuestra que tres hombres, declarados culpables por el crimen de una pareja en el barranco de un río en Colima de Tibás, en realidad eran inocentes. La obra había sacudido todo el sistema penal costarricense e influyó mucho –la obra y su autor– para cambiar todo el proceso penal y visión criminalística en el país. Pues bien, don Guido quería que La Nación comenzara a hacer periodismo investigativo y don Enrique se moría por estar involucrado en ese proceso. No se qué avispa picó a ambos pero el caso es que me seleccionaron como especie de lazarillo, carpintero, obrero, asistente o cosa parecida para efectuar las investigaciones que ellos querían dirigir personalmente. ¿Podía Dios darme una mejor oportunidad de hacer periodismo mayor, aprender a investigar y conocer el entramado del derecho penal, de sus normas, códigos y procedimientos? Pienso que no. Con ellos trabajé casos como el de Robert Vesco, en la etapa de su presencia e influencia en Costa Rica, el de la construcción de la carretera a Limón y la triangulación de fondos públicos para financiar la campaña política de un partido –denominado caso Saopim–; la serie de asaltos de
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Pero hubo dos colegas y amigos –casi padres adoptivos– que influyeron mucho en mi carrera: Guido Fernández Saborío y don Enrique Benavides Chaverri. Ambos, abogados y periodistas, se habían enyuntado para hacer de La Nación un periódico inteligente y moderno –don Ricardo Castro Beeche lo había hecho grande–. Crearon la página Quince; comenzaron a abrir espacios, de tiempo y de páginas, al periodismo investigativo; iniciaron el proceso de diseño del diario (me tocó a mí la suerte de ser el primer diseñador en la historia de La Nación y fue esa mi primera posición en la empresa); establecieron normas que hoy son ordinarias pero que en aquella época se desconocían en nuestro país, como el fairness o “equidad”, el derecho de respuesta, la independencia de la sala de redacción de la administración, etcétera. — Lo hacíamos a escondidas… — Apenas tenía 20 años cuando ya había pasado del semanario Universidad a La Nación con el cargo de diagramador de la Página 15, porque a don Guido Fernández le gustaba como diagramábamos el periódico (primera publicación periódica que se diagramó en Costa Rica). Pero como lo que queríamos era escribir, luego de cumplir nuestras tareas –en el turno de la noche– nos quedábamos sentados en el puesto, a un par de metros de los escritorios de Danilo Arias Madrigal –jefe de Redacción nocturno–, de Carlos Morales –entonces subjefe de Redacción, creador y director del suplemento Áncora y jefe de la sección de Cultura– y del brillante autodidacta y excelente periodista Bosco Valverde. Allí nos quedábamos hasta altas horas de la noche esperando la oportunidad de “cubrir” un suceso y así poder escribir una noticia que saliera en el periódico al día siguiente. Todo esto a escondidas de don Guido Fernández y del jefe de Redacción, posteriormente nuestro subdirector y director, don Adrián Vega Aguiar, y bajo la solidaria complicidad de los tres experimentados “redactores” del diario. Con el paso de los meses, cuando surgió una plaza para periodista, los tres colegas y amigos le hablaron a don Guido para que me diera la oportunidad como redactor. Le confesaron lo que venía ocurriendo desde hacía muchas semanas atrás: yo era el periodista emergente, el que cubría los sucesos que se producían después de las ocho de la noche, más bien casi a la medianoche y que con frecuencia corría hacia el diario para pedir que se detuviera la rotativa para incluir algún suceso importante o
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complejos, Eduardo es el mejor maestro–, Bosco Valverde Calderón –agudeza mental combinada con rapidez al escribir, el reportero ideal-, Adrián Vega Aguiar, Danilo Arias Madrigal –no he conocido a nadie que viva tanto las primicias y exclusivas como las vivía él, Leví Vega, Miguel Salguero –¡cuánto aprendí de la verdadera alma nacional leyendo y conversando con Miguel! –, Juan Antonio Sánchez Alonso –tachó los “turrialbeñismos” de mis escritos–, Manuel Jiménez Borbón –se requiere el espacio de un libro para agradecer y contar la grandeza de este señor. Espero poderlo escribir. Fernando Leñero –¡amigo, maestro y caballero toda la vida! – y Fernando Guier, quien por años se aseguró, primero de que nuestro trabajo no tuviera elemento alguno que pudiera ser considerado injuria, calumnia o difamación, y luego –si por allí salía alguien pretendiendo confundir a la ciudadanía y hacerles creer que había dicho mentira– de que nuestras carnes no fueran a parar a la cárcel.
Eduardo Ulibarri, Enrique Benavides, Guillermo Fernández y Guido Fernández, de espaldas. Cuatro puntales en la reciente historia del periodismo costarricense.
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un puesto de, primero poligrafista, luego ayudante de fotomecánico y finalmente diseñador de libros y portadas de las obras que editaba el Departamento de Publicaciones y luego la Editorial de esa universidad. — ¿Nace? ¿Se hace? ¿Vocación? En fin, ¿qué distingue al periodista de otros profesionales? — Pienso, como Ortega y Gasett, que “yo soy yo y el mundo que me rodea”. Todo periodista, quien de verdad es periodista, trae mucho de redentor, de luchador, de defensor natural de los derechos de los ciudadanos. Y esto –en gran medida– distingue al periodista de otros profesionales. — ¿Cuál fue tu primer experiencia periodística? — Fue al fundarse el periódico Universidad , donde empecé como el primer y único fotógrafo del semanario, gracias a don Manuel Formoso Herrera, su primer director e hijo del ilustre periodista, columnista y subdirector de La Nación, don Manuel Formoso Peña, a quien tuve, luego, como jefe en sus años finales. A los pocos años, cuando las autoridades universitarias trasladaron la conducción del semanario a la entonces incipiente Escuela de Periodismo, el rector, don Eugenio Rodríguez Vega, y el vicerrector, don Ismael Antonio Vargas Bonilla, me pidieron que continuara al lado del profesor de fotografía, como su Jefe de Redacción. Allí nos acompañaron Carlos Alberto Morales Castro, ya para entonces redactor de La Nación y profesor de Periodismo, Eduardo Ulibarri, Mario Cordero, Isabel Ovares, Patricia León, Marielos Cob, Marta Núñez, Nora Ruiz, Fernando Fernández, Luis Daniel Pattoni y muchos otros amigos y colegas.
Ellos me decantaron — ¿Quién o quiénes te influenciaron más en tu carrera y por qué? — Bueno, aparte de mi abuelo y mis padres, el padre Armando Alfaro, Carlos Morales – quien primero colocó cachiflines en mi imaginación y abonó nuestra pasión por el periodismo–, Guido Fernández –¡toda una visión integral del periodismo! –, Eduardo Ulibarri –si alguien quiere aprender, de verdad, a analizar, a racionalizar, a entender problemas
40 padre, pienso que se forjó nuestro deseo de ser periodistas. No concibo a un periodista que no se asombre como un niño ante lo novedoso, desconocido y dramático
Manos a la obra — ¿Cómo nace tu relación con el periodismo? — Si hablamos de escribir, la primera relación fue de niño –escolar aún-cuando escribí un artículo en contra de la poca acción y vagabundería que imperaba en el ente municipal de Turrialba. Me lo publicó don Alfonso Rivel en lo que entonces era su periódico El Clarín Turrialbeño. Posteriormente, siendo estudiante del Colegio Vocacional Monseñor Sanabria, fui gestor, fundador, reportero, vendedor publicitario, pregonero y hasta director a.i. del periódico estudiantil COVOMOSA. El director del vocacional era el presbítero Armando Alfaro Paniagua, periodista y director del Eco Católico y Radio FIDES, figura señera en el periodismo y medios de comunicación de la Iglesia Católica en nuestro país. Cuando apenas tenía 10 años, trabajé en la Imprenta Turrialba, propiedad de don Edmundo Tormo Molá, donde aprendí a “armar” textos a mano, con tipos de “caja”, y que a veces se acompañaban por “materiales” levantados en linotipo en la Imprenta Tormo en San José. Con la guía y enseñanzas de don Edmundo y el extinto tipógrafo, posterior maestro y profesor, y propulsor del ajedrez en Turrialba, Johnny Karpinsky Dodero, aprendí a armar anuncios de turno, facturas, recibos, programas de los cines, poemarios y portadas de poemarios de Jorge Delio Bravo (Jorge Debravo) y muchas cosas más. En esta época asistíamos los domingos en las tardes al salón de baile “El Pénjamo” a esperar que Jorge lograra permiso de sus propietarios, Juan y Hernán Cedeño, para apagar por un rato la “rockola” y encaramarse a una mesa y declamar varios de sus poemas. Poco a poco aprendimos a ser correctores de pruebas y hasta leer “al revés”. Esta época nos enseñó a valorar, apreciar, a querer y proteger –a ¿amar? – los libros, más bien los impresos, la tipografía y el empastado, todo cuanto tuviera que ver con materiales de lectura y demás. Curioso que luego, para asegurarme una beca como empleado y así efectuar estudios de Periodismo en la Universidad de Costa Rica, obtuve
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una milpa a fin de empezar a “hacer una finquita”. Luego estuvieron en Guayabo y finalmente en La Haciendita de Turrialba. Había sido guarda de la Northern Railway Company, donde conoció y entabló amistad con don Alejandro Karpinski, entonces superintendente del ferrocarril al Atlántico, lo que le permitió después tener en su casa una extensión del sistema telefónico del ferrocarril y que le facilitaba su comunicación inmediata con San José. Antes fue secretario del Juzgado de Turrialba y, finalmente, comerciante exitoso. Fueron muchas las veces que se peleó con quien fuera necesario, para defender derechos de los ciudadanos turrialbeños o para protestar ante la negligencia y corrupción de los funcionarios. Ya viejito, casi ciego, me dictaba sus “notas”para que yo las escribiera, a dos dedos, en una vieja Remington, que él enviaba a La Nación, antes al Diario de Costa Rica –o a su gran amigo don Otilio Ulate Blanco–, La Prensa Libre, etcétera. La segunda cosa que hizo que fuéramos periodistas es que mi madre, Jovita Rojas Sandí, mujer emprendedora y muy, pero muy, inteligente, leía mucho y en nuestra casa había por doquier libros, enciclopedias y revistas de todo tipo. Pero no quedaba allí. Nos leía cuentos, historias y luego hacía que leyéramos otras por nuestra cuenta. Así nos inculcó, de muy pequeños, la lectura. Y como teníamos siempre montones de materiales que leer, pero especialmente periódicos y revistas, empezamos pues a conocer estilos, formas y diferencias de los escritos que publican los diarios, revistas y libros. La tercera cosa es que nuestro padre, Lafitte Fernández Ramírez, quien quedó huérfano de padre a los ocho años y desde entonces tuvo que trabajar como hombre para sacar adelante a su madre y a un hermano menor, pasó por casi todas las tareas que un niño pobre del campo debe cumplir. A lo largo de los años, con finca y ganado, se hizo comerciante ganadero y carnicero en Aquiares de Turrialba y en Turrialba centro. Pero era un hombre de un corazón que fácilmente se estrujaba y lloraba ante una injusticia o ante el hambre de cualquier persona. El nos enseñó a enojarnos ante la corrupción, a estremecernos ante el dolor de la gente y a saber que todos podemos ayudar siempre a alguien que está mal y requiere apoyo, sin importar qué tan poco tenemos o cuánto podemos. Esas tres cosas fundamentales: la influencia de mi abuelo y “sus periódicos”, de su coraje, de su lucha y defensa de los derechos ciudadanos; de la pasión por saber, por conocer, y del amor por la lectura que nos heredó nuestra madre, y la bondad y amor al prójimo de nuestro
38 Investigaciones por escándalos con corrupción oficial, el caso Vesco, el Saopim, el fraude al Fondo Nacional de Emergencias –administración Monge Alvarez–, y la más intensa indagación sobre la penetración del narcotráfico en el aparato institucional de Costa Rica; pesquisas contra los expresidentes José Figueres Ferrer, Luis Alberto Monge Alvarez y Daniel Oduber Quirós, son parte de una trayectoria salpicada de compromiso con la modernización y crecimiento profesional del periodismo en Costa Rica. En Guatemala, encabezó continuas investigaciones sobre actos de corrupción del entonces presidente, Alfonso Portillo, quien escapó a México y está a punto de ser extraditado. Hoy asesora en Panamá a la cadena periodística editora EPASA del Panamá América. Sus respuestas me llegan desde Ciudad Panamá, por e-mail en la hora de cierre, el viernes 10 y el domingo 12 de noviembre.
Dormir sobre periódicos ¿Qué te marcó en tu vida alguna para decir, ‘seré periodista’? — Fueron varias cosas. La primera, y quizás más importante, es que en “mis casas” de Turrialba, la de mis padres y la de mis abuelos, contiguas, se vivía en medio de periódicos y casi todo lo que tuviera que ver con ellos, desde su contenido: leerlo, comentarlo, discutirlo, etcétera., hasta su distribución y venta: “repartirlo”, venderlo, cobrarlo, esperarlo, cargarlo y añorarlo cuando faltaba o llegaba muy tarde. Una vez un vecino del barrio, La Logia, en Turrialba, dijo que mi hermano y yo habíamos salido periodistas porque en nuestra cuna teníamos, en lugar de colchón, periódicos. Algo de razón tenía esa persona. La razón era muy sencilla: mi abuelo Elías Rojas Cordero fue, entre muchas cosas y durante toda su vida, que yo recuerde, agente-vendedor y corresponsal de prácticamente todo los periódicos “habidos y por haber” en Costa Rica: Diario de Costa Rica, La Hora, La Prensa Libre, La Nación... Durante gran parte de su vida, y la nuestra, mi abuelo pasaba horas explicándonos lo que iba a escribir, por qué lo haría y cómo lo haría. Era un autodidacta, campesino-agricultor que había llegado con sus abuelos, padres y hermanos a las montañas de Pacuare y Pavones de Turrialba a voltear montaña para construir, literalmente, un rancho, y a sembrar
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Redentores, luchadores…
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uillermo Fernández Rojas hace cimbrar las salas de redacción. Las estremece. Las sacude. Y con su labor remece los cimientos institucionales. En San José, en Guatemala, en donde le llame el oficio. Lleva, muy dentro, la furia de un volcán, cuando de investigar y denunciar a corruptos o mafiosos se trata. Cuando hay que perseguir cualquier iniquidad que cometa el poder contra el ciudadano. El germen de esa apasionada misión suya lo lleva muy hondo. Se lo clavó su abuelito materno, Elías Rojas Cordero –volteador de montañas y de injusticias– corresponsal y agente de todos los diarios de Costa Rica en Turrialba, ciudad del Caribe, que le vio crecer a él y a su hermano Lafitte, dos de los máximos exponentes del mejor periodismo de Costa Rica en recientes décadas. El germen se lo clavó su madre, doña Jovita Rojas Sandí, mujer emprendedora, inteligente que lo aguijoneó en el amor por la lectura. Se lo terminó de hundir su padre, don Lafitte Fernández Ramírez, de quien chupó dolor ante cualquier injusticia o hambre y rabia ante los corruptos. Guillermo sobresale como uno de los periodistas más valerosos del país, un peón infatigable, un maestro por excelencia y un ser humano de profundos sentimientos, que aprecia la amistad sincera, y no tolera hipocresía ni traiciones. Guido Fernández, Enrique Benavides y Eduardo Ulibarri, figuras señeras del periodismo costarricense, contribuyeron en su forja profesional que tuvo sus primeros destellos vocacionales en El Clarín Turrialbeño, donde denunció a la municipalidad local por ineficiente.
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Guillermo Fernández Rojas nació en Turrialba, Cartago, Costa Rica, el 21 de junio de 1950. Se graduó en periodismo en la Universidad de Costa Rica. Tiene una maestría en periodismo de Oklahoma State University. Fue diseñador, redactor, editor, jefe de información y de redacción de La Nación. Fundó la revista Triunfo y el diario Al Día. Dirigió Telenoticias/ Canal 7, San José; Siglo XXI y Al Día en Guatemala; asesor de diarios en San Salvador y actualmente es asesor del diario Panamá América, en ciudad de Panamá.
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Tinta, sangre, sueños… “Me llamo Ana Coralia. Mido 164 centímetros. Ni uno más. Ni uno menos. Tengo una cara poco común: nariz de los Sotela, ojos de los Arias, sangre Fernández que llegó de Cuba y nostalgia Sagot palmareña de su abuela materna. Me llamo Coralia por el segundo nombre de mi mamá y en hora buena, pues el primero era Nínive y eso sí no me habría gustado como nombre de pila. Tengo dos ojos y dos orejas, pero una sola boca. Eso es para escuchar y ver el doble de lo que puedo decir. Cuando debo decir más de lo que puede, entonces uso las manos, la guitarra, los gestos, la risa y las lágrimas. Me realizo leyendo a su gente y tratando de describir lo que acontece con un tinte de realidad, otro de reflexión, otro de humor y de otro de crítica. Detesto el dolor propio y ajeno cuando es evitable. Y mi pluma no derrama tinta. Destila Tiquicia, amaneceres, sangre orgullosamente latina. Sueño con que todos tengan un pan nuestro cada día, un cuaderno propio y una Nochebuena. Trabajo duro para que un día mis nietos puedan corretear tranquilos y contentos sin tener miedo”.
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los medios, que se identifiquen que sean claros. Son una orientación para la gente. En un pueblo que está tan desorientado como el nuestro, esa dirección es importante, y el periodista debería de repente decirle, como lo dice alguien que sabe a alguien que no sabe: ‘No se preocupe esto va a salir bien, o preocúpese, esto está pésimo’. Hay un refrán árabe que es un derrotero en mi vida y dice, ‘El hombre que sabe, y sabe que sabe, es un sabio, síguelo. El hombre que sabe, y no sabe que sabe, está dormido, despiértalo. El hombre que no sabe y sabe que no sabe, es humilde, ayúdalo, pero el hombre que no sabe y no sabe que no sabe, es un estúpido, huye de él’. Con eso te resumo los diferentes roles y papeles que podría jugar un periodista. Reconocer al que sabe, ayudar al que no sabe, decirle al que no sabe: ‘¡Mirá despertate!’, en el caso del pueblo, en el caso de las inquietudes, en el caso de las raíces, y en el caso del estúpido, identificarlo, decirle mirá: ‘Ni le pongás cuidado’. Esa puede ser la función de un periodista en la sociedad, que es ineludible. — Te caracterizás por hablar muy abiertamente, muy a rajatabla, ¿de dónde viene eso? — No ha sido así todo el tiempo. Ahora pues porque uno va pasando por la vida, y la vida va pasando por uno. En otros momentos, sí me sentí muy asustada o muy temerosa de que lo que hiciera o dijera en términos de periodismo tuviera consecuencias sobre mi trabajo, que eso pudiera amenazar nuestro pan nuestro de cada día, y cuando me pude liberar de eso, me sentí muy bien, porque a veces el periodista cae en esa trampa de, si con lo que dice o lo que hace amenaza su trabajo, que le van a cortar el rabo por eso, porque también es un individuo, que tiene que pagar la luz, el teléfono, comprar el diario, y no es fácil encontrar trabajo en esto. Está muy saturado, y la gente vive atemorizada por esto. Eso tiene una incidencia en el periodista, en un periodismo crítico, honesto, directo, ¿o no?
32 como periodista, cuándo uno es la madre, y la compañera y la esposa, ahí está la periodista como en un segundo plano grabando. Pero cuando sos la periodista tenés que hacer acopio de la madre, de la compañera, de la esposa, de la ama de casa, para que tus notas, para que tu lente, para que tu lupa no salga empañada con cosas que a la gente no le interesa, con prejuicios, con estereotipos. — En esta explosión de las comunicaciones, ¿notás algo que vaya a afectar, o esté afectando, para siempre, lo que concebimos como ejercicio tradicional del periodismo o sigue siendo un oficio de ir a los sitios? — Sigue siendo un oficio de ir a los sitios y buscar informaciones. Lo que creo que ha variado, pasa como con los temblores, es el nivel de profundidad. Urgen más las cosas. El cierre es ya. La edición es ya. La televisión es ya. En una rueda de prensa llegan los fotógrafos, y ¡pa, pa, pa, pa, pa!, hacen la foto y se van. ¡Va a llegar la prensa! ¡va a llegar la tele!, y listo para la tele, pero no está lista para vos. Todo es corriendo. Todo es ya, y al periodista no le importa si hay algo importantísimo que se está cayendo. Eso afecta, la naturaleza de las informaciones, no porque esté esperando que tengamos todo el tiempo del mundo, ya se sabe que el tiempo va, y uno tiene que avanzar, pero sí creo que ha afectado la calidad. Los muchachos andan como locos corriendo para todo lado, y lo importante es salir de las cosas, tener la vaina, salir del entrevistado, ir a la fuente y no profundizar en los temas. Eso me duele. Sí lo veo con añoranza, porque creo que nosotros tuvimos la oportunidad de tener experiencias que nos marcaran para siempre. — Pero no está descartado. — No, claro que no. Eso tiene que ver con la actitud, y no con la aptitud. — ¿Esto marcaría la diferencia, del periodismo del corre, corre? — Claro, del buen periodismo. El periodismo que te haga pensar, que te diga que bueno esto, o qué malo, pero la diferencia está en quién lo escribe. Es importante rescatar esa identidad del periodista cuando tiene una opinión, una posición, como pueden ser los directores de
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— En este escenario de la vertiginosidad de las comunicaciones, ¿qué es lo que más te inquieta respecto al ejercicio del periodismo? — La capacidad de asimilar tantas cosas asombrosas. Tengo 45 años y me pregunto qué más nos faltará por ver. No estoy muy segura de poder asimilar y procesar todo esto. El reto más grande es poder asimilar toda esa vertiginosidad para explicar. — ¿Tenés algún autor que recomendés a los reporteros? — Jorge Bucay, que es un psicólogo argentino, tremendamente humano y anecdótico. Todos sus libros son una escuela de cómo decir mucho en poquito, y Ray Bradbury, mi autor favorito, un profeta de todo lo que ha pasado ahora. El lo dijo hace 30 ó 40 años. En sus relatos hay mucho de lo que un periodista debería manejar, realidad, fantasía, literatura, buen manejo de su idioma. — ¿Alguna obra en particular? — Los cuentos de Ray Bradbury. Y los de Jorge Bucay, todos los que se llaman Cuentos para …, para la salud, para la alegría, para la tristeza, pero no es una literatura de autoayuda como la de Coelho. Y en términos de comunicación, de Eduardo Galeano me gusta el Libro de los abrazos. Hay varios libros suyos que son recopilaciones de sus columnas, de sus aportes, como periodista, no como escritor. Cuando sea grande quisiera parecerme a Galeano. Hay otros como García Márquez, pero esos como que se salen del canasto, ¿verdad? Uno debe apelar a lo posible, y me parece que Eduardo Galeano ha hecho un trabajo muy interesante, como escritor, como periodista, como investigador. Esas son las tres variables que uno siempre está manejando — Has conciliado un fenómeno que se encumbró en estas dos últimas décadas en el país, la polifunción, mujer de familia y mujer profesional, ¿cómo lo has logrado? — Como las dos son la misma, no dividiéndolas. Planteándome como profesional las inquietudes de mi familia, de mi persona como madre, como esposa, como compañera, como individuo y como ciudadana, y cuando soy la otra, pensar como periodista. Creo que como madre y
30 un promedio de dos años para hacerlo al editor de un diario. Ahí se aplican las características del medio. ¿Qué es lo que está esperando el medio que saque el público? También, creo que un editor se enfrenta a ver qué edita, qué saca, cuál va a ser el reflejo de la realidad, porque esa es la tarea de un editor. Nos volcamos a lo que la gente necesita, quiere y puede. Una cosa es lo que la gente quiere, otra es la que necesita, y otra cosa la que le podés informar. — ¿Tiene el periodista algo de psicólogo? — Muchísimo. Tiene de psicólogo, de médico, de filósofo, porque quién sino el periodista es el que da el diagnóstico de una situación. Por ejemplo, cuando abordamos noticias que tienen que ver con la educación de la gente, pienso que no puedes dar una noticia sin decir cuáles serían las consecuencias. Parte de la responsabilidad del periodista es decirle a la gente, ‘mire esto es lo que va a pasar’. — ¿Tus mejores consejos a los principiantes en periodismo? — Escuchar, saber escuchar, cuando se trate de escuchar. Leer cuando se trate de leer, y leer la realidad. No leemos la realidad. No leemos libros, ni informes, ni estadísticas, pasar vos por una calle, pasar vos por un concierto, pasar vos por una reunión de presidentes, por poner los tres escenarios, y poder decir aquí está pasando esto. ¿De qué es lo que se está hablando aquí? — ¿Se acaba el reporterismo de pasión? — Se está acabando, porque el periodismo, a través de los medios electrónicos, se volvió glamoroso. Se volvió protagonista. Muchos muchachos quieren estudiar periodismo para ser presentadores de noticias, para tener una oportunidad en la tele, para ir a dar a Televisa, para ser el simpático de la tele. De ahí que yo en vez de ver en esas áreas la versatilidad del periodista, lo que veo es que la oportunidad del trabajo se convirtió en la especialidad del periodismo. Yo nunca aspiraría a ser presentadora de noticias, porque soy lo que soy, y, sin embargo, pareciera que los presentadores de noticias se convirtieron en la meta para ser periodistas.
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había escrito un libro sobre eso, pero no fue lo que se me prometió. Me sentí terriblemente traicionada; como se dice, me paquetearon.
La pasión traiciona — ¿Sentiste en algún momento, angustia, al escribir? — Sí, claro. Por la pasión. Porque la pasión puede traicionarte al contar una historia, y aunque la historia es tuya cuando la escribís, es de la gente cuando se publica. Cuidado y no hacer una historia tan tuya que se da nada más tu punto de vista. Ahí, creo, entra la maña, entra la técnica, entra la experiencia, en donde vos a la hora de abordar un tema decís esto es lo más importante. Por ejemplo, en el caso de los niños que desparecen, soy muy sensible al tema. ¡Qué amargura cuando un chiquito desaparece, y se sabe que va a aparecer muerto! Es una tragedia, y a la hora de ver la noticia, de oírla, yo me deshago, por el niño, por la familia, por todo, y digo, caramba, si tuviera que escribir eso, no me ha tocado, pero si tuviera que escribirlo, qué dolor tan grande. ¿Cómo me alejo de ese dolor, para contarlo, y no dejar ver que yo misma estoy deshecha por esa historia? — Para vos, ¿quién es un buen editor? — Un buen editor es aquel que tiene una idea muy clara de lo que quiere tener a través de una asignación equis, la que sea, pero que tiene también la inteligencia, la astucia, y la capacidad, para que cuando llegue el reportero con lo que pudo conseguir, pueda contar la idea de otras cosas que quizás no había considerado. El buen editor es el que se rodea de buenos periodistas. Periodistas que lo reten. Periodistas inteligentes. Periodistas difíciles de atrapar, no en actitud: que te reten que te empujen. Gente que tenga la pasión. Ese es un buen editor, porque siempre va a tener buena herramienta, muy buen elemento con qué trabajar. — ¿Y un mal editor? — Un mal editor es aquel que tiene como norte de su vida el mínimo necesario. Ahora, ¿cuál es el mínimo necesario?, dependiendo del medio. No es lo mismo un editor del informe del Estado de la Nación, que tiene
28 — ¿Redactás mentalmente en el sitio de las coberturas, de las entrevistas? — No sé si mentalmente, pero me siento a escribir, y ahí voy, haciendo, repaso y reviso y reviso y leo en voz alta, me lo leo… Me imagino un título, una bajada, un inicio de texto. A veces me pasa, hasta sin asignación alguna, voy en el carro y voy redactando cosas, o pensando cosas: ‘¡Qué bonito escribir de esto! Mirá tal cosa’. Porque la calle es otra cosa; es un catálogo inagotable de temas, de noticias de historias, de gente, de todo. A veces uno está como muy sensible, como una esponja, y cualquier cosa te conmueve y te hace pensar en un montón de cosas, y hay veces también en que vos estás como muy saturado, porque el periodista también es como una antena, como un receptor. También, por todas las cosas a las que uno está expuesto, vos vas ahí como madurando cosillas y entonces vas escribiendo mentalmente sobre los temas. — ¿Cuál es un título ideal? — Un título ideal es aquel que dice lo que es, lo que pasó, pero que no llame a lo bajo. He visto, a veces, titulares, y los he oído, porque titulares hay en todo lado, los veo, los escucho y los leo, y digo: ‘¿Por qué lo hicieron así?, ¿por qué lo enfocaron así?’ Había otra forma de decirlo. Igual de interesante, de impactante, sin necesidad de caer en lo más bajo. — ¿Y el lead ideal? — Debe mantener su promesa. El título es el gancho, el anzuelo: ¡Psstt! mirá acá estoy. Hay noticias que te dicen: ¡Eyyy yo!, y te tirás a esa primero. Eso lo hace el título, pero en el lead, es en donde está la promesa. Nunca traicionar lo que te prometí. Si yo te dije que ahí ibas a encontrar algo, lo tenés que encontrar en el resto. Si no me fregué y te fregué. Muchas veces pasa eso, te dan una promesa en el lead, y cuando vos empezás a hurgar en el resto, nunca encontrás lo que te prometieron. Me da mucha cólera como periodista y como lectora, cuando me engañan. En televisión, ví un título que decía, ‘Doctor confiesa las últimos momentos, las últimas palabras de Juan Pablo II’, y me enganché y resultó que la noticia era de que el doctor que efectivamente le había dado fin al Papa
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¿Y cómo es Dios? — ¿Tenés preguntas favoritas? — Me encanta preguntar si Dios es hombre o mujer. Eso me da un perfil clarísimo de los principios y valores de la persona a la que voy a entrevistar. Una vez me tocó ser jurado en el concurso de Mr. Costa Rica. Era un concurso como Miss Costa Rica, pero Mr. Costa Rica, entonces, eran un montón de muchachos, todos guapos, así como las misses y tenían cosas interesantes que decir. Con esa pregunta comenzaba, y ya con solo eso, te daban toda una escala de valores, escala de principios, hasta de espiritualidad, y, también, es interesante, saber qué concepto tiene la gente de Dios, verdad. No podremos saber qué concepto tiene Él de nosotros verdad, pero sí es interesante saber, qué concepto tiene la gente de Dios. Esa es una pregunta que me gusta hacer. Me permite hacer todo un abanico de valores de la persona que estoy entrevistando. Me gusta mucho preguntar acerca de la historia, de la gente, si tengo la oportunidad. A veces hay temas o personas que no te dan ese chance, pero generalmente uno es producto de una historia, y conociendo la historia vos podés saber por qué alguien reacciona de una manera o de otra. — ¿Lo peor que te ha pasado? — Las facetas malas de la cobertura de los sucesos; quedarme detrás de la baranda, y no poder explorar e indagar o informar los antecedentes humanos que generaron aquello. Llegar uno a cubrir un apuñalado, alguien en los hospitales, o un robo, y no poder indagar, y quedarse de lapicero cruzado, de por qué aquello pasó, quedarse en la historia que estás viendo. ¿Quién era el fulano? ¿Dónde vivía? ¿Por qué lo hizo? Contestar las cinco preguntas y dejar por fuera la más importante, ¿por qué pasó eso?, que es la que casi nunca podemos preguntar o indagar. — Al redactar, ¿cuál es el principal desafío que enfrentás? — Ser creativa, original, tratar de dar un punto de vista nuevo a temas viejos. Que sea útil, interesante, que alguien diga: ‘Mirá, yo no había visto esto, desde este punto de vista’.
26 conciliar; cuando uno va a una entrevista. Es igual que cuando uno va a una cacería, uno no sabe realmente con lo que se va a encontrar. — ¿Cómo dominas los momentos de tensión en una entrevista? — Directamente. — ¿Qué querés decir con directamente? — Preguntando lo que es. Por ejemplo, cuando tiene uno que entrevistar a políticos, que son tan resbaladizos, cuando son personas que tienen algo que esconder, la pregunta es directa y clara: ‘Usted en tal año --claro con datos verdad-- se vio cuestionado por tal y tal hecho. ¿Qué tiene que decir al respecto?’. Así claro y directo. — ¿No es contraproducente? — No. Si yo estoy respaldada por datos, eso me da seguridad, porque los periodistas estamos en un terreno como de nadie. Se habla mucho de la libertad de prensa, de la libertad de expresión y la libertad de palabra, pero todo eso es relativo a lo legal. Si vos como periodista sabés que formulás mal algo, por preguntar mal algo, no mal... digamos, sino de una manera un poco oscura, y eso te puede generar consecuencias legales, y consecuencias terribles en el trabajo, entonces uno se limita y uno no pregunta. La investigación previa, por un lado, y la asesoría legal, por otra, y lanzar el dardo de manera segura, son herramientas del periodista. — ¿Cómo controlas los momentos de mayor revelación en una entrevista? — Pienso que con la información previa que tengás y conociendo muy bien el perfil de tu entrevistado. Podría ser que la persona tenga cosas muy importantes, que si no tenés esa sensibilidad y cultura de formación para saber que lo que te está diciendo, puede ser la clave de todo. En un momento determinado, vos tenés que tenerlo todo y hacer acopio de tu conocimiento, devolverte, venir, repreguntar, detenerte un poco, inclusive ser directo y decir, “mire, este tema a usted le molesta, porque mire que a mí si me interesaría preguntarle más…”.
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que empezás a ser periodista, es el día en que empezás a trabajar, y tu reto personal debería ser tu formación constante, tu actualización, revisar por dónde anda la bola, qué es lo que están haciendo los colegas, qué es lo que estás haciendo vos, que no te quedés atrás. Es una carrera de constantes retos. Es un oficio que empieza todos los días. — Mencionas el dominio de la entrevista, para perfilar el personaje o el tema. ¿Cómo tratás de lograr ese control? ¿Cuál es tu principal virtud? — Bueno, hacer un esquema básico de qué querés saber. Eso es ya como técnico. Voy a buscar a alguien, investigo un poco quién es, qué ha hecho, qué no ha hecho, y trato de establecer una relación humana, de quién soy, a qué vengo, qué es lo que quiero de la entrevista. No trato de sorprenderlo. Le cuento a qué vamos. A lo largo de la entrevista, voy sacando sus facetas humanas, tal vez, las cosas que no me quiere decir. Te voy a confesar algo que siento, y esto es un poco desnudarme ante el público: una vez tuve que ir a entrevistar a alguien, y la asignación que me había puesto mi editor, era que esa persona me hablara sobre un cáncer que había tenido, y ella no quería hablar de eso. Era un episodio doloroso, duro, casi se muere en el trajín, y perdió un montón de afectos y de cosas, y mirá yo le redondeé, y le di vueltas, y le quise entrar, y no hubo manera, no soltó prenda, y yo tenía que ir por eso, no por nada más, y la persona me habló de las anécdotas de la infancia, de su carrera profesional, porque era un personaje de televisión, y me vine con la entrevista sin lo que tenía que traer, y cuando llegué donde mi editor me dice: ‘No, yo lo que quería que contara, era, precisamente, cómo se enfrentó a la muerte’. Ni modo, tuve que enfrentarlo, llamarlo y decirle, ‘mirá, lo que queríamos que hablaras era sobre eso’. Habló pero lo mínimo posible. Yo cumplí, y ella también cumplió, pero descubrí de mi parte una gran limitación para meter el chuzo donde a ella le dolía. Esa es una limitante. No sé como lo manejarán las demás personas, pero si sé que, con lo que voy a preguntar, con lo que voy a buscar y esperar, estoy metiéndome en un terreno de dolor, me siento un poco atada de pies, lapicero y manos. En esa línea es mi debilidad. Mi fortaleza es que puedo ir haciendo la entrevista cálida e ir sacando de la misma entrevista facetas y colores que ni siquiera estaban planteadas en una entrevista inicial, y que en la de menos se me convierten en lo más importante. Voy por una cosa, y me encuentro con otra, fascinante, bellísima. La cosa ahí es después
24 — De tu trayectoria, ¿qué recordás como lo más grandioso que te ha pasado? — Lo más grandioso que me ha pasado, lo más importante, es descubrir un público y tratar, todos los días de llegarle, en mi caso particular, al público infantil. Empecé a trabajar para los niños en Radio Nacional, era un segmento que estaba después de un programa que se llamaba “Somos como somos”, dirigido al área rural. Entonces, los chiquillos que oían la radio, eran del área rural. Conocí un mundo, que todavía me tiene atrapada, y he ido madurando en ese mundo. He ido pasando por todos los estados de la materia, y me siento feliz, pensando que uno se comunica con los niños, no para que los chiquillos anden por ahí, guindando de mascotas, y siendo los niños que no son, sino formando a esa persona que son, y que llegarán a ser algún día. He descubierto un universo fascinante, lleno de retos, lleno de compromisos. Si bien he tenido públicos encantadores e idóneos que son los chiquitos promedios, esos que nos imaginamos, y que tenemos ahí en la mente como un ideal, también he tenido que ver los chiquitos que estudian en una escuelitas de latas de zinc, los chiquitos que tienes que caminar dos horas para ir a una escuela, los chiquitos que van a la escuela a almorzar, no a aprender. Eso para mí es un norte en mi vida profesional. Pienso que todos los públicos son susceptibles de este nivel de atención. Deberíamos siempre pensar, que el que nos escuche, el que nos ve, el que nos lee, ese es, y no otro, ese es el que necesita atención. Los otros tendrán otros medios, otros recursos, otros instrumentos. — En ese ejercicio de comunicadora, en el reporteo, ¿cuál es el principal desafío que encontrás? — En la entrevista, si es un personaje, sacar básicamente lo que es, no lo que dice que es. Si es un tema, tratar de poner los temas, que incluya eso desde los diferentes puntos de vista, porque uno como entrevistador, a la vez es editor, es un colador. Vos a la hora de transcribir una entrevista, así pongás en la grabadora hasta los estornudos, estás haciendo una selección de la impresión que aquello te generó. ¿En dónde entra la parte objetiva? Bueno en los niveles éticos. En los principios que un buen periodista tenga en su formación, porque la formación de un periodista no termina con el diploma, empieza con el diploma. Uno no se gradúa en el momento en que te dan el cartoncillo, si es que te lo dan. El día en
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verdad, y quitarle la parte glamorosa, y la parte light, de las dietas y hacer de Perfil, de la mujer de carne y hueso, una mujer que supiera hacer arroz blanco, que supiera quién era Evita Perón, que supiera qué le gustaba a Luis Miguel, pero con un poquito más del corazón. Esa fue mi meta como directora y creo que de alguna manera lo logramos. — ¿Has marcado algún artículo tuyo al que recordás, con especial cariño? — Un trabajo corto sobre una noche de sucesos. Me monté en una patrulla desde las 6 de la tarde hasta las 6 de la mañana, y ahí cuento todo lo que pasó en esa noche. Creo que es de los trabajos escritos que no se publicaron pero que me gustaron muchísimo. — ¿Fuiste reportera de sucesos? — En esa oportunidad sí. No lo publicaron, porque me dijeron: ‘Vamos a ver que trae’, y como lo mío era más orientado a la parte narrativa y anecdótica, al final le dieron bola a lo que el editor quería. — ¿Cuáles valores deben caracterizar a un excelente reportero? — El primero de todos es la sensibilidad. Un periodista es un artista de la comunicación. Así como hay artistas en la escultura, en la música, en la poesía, el periodista es una persona que va por ahí, como decía Mercedes Sosa, ‘por las calles y los días, viviendo los sufrimientos de su pueblo, y latiendo también con su alegría’. Segundo es la actitud más que la aptitud. Una actitud abierta, comprensiva, profesional, vale más para mí. Un reportero que sepa que está trabajando con lo más importante de la humanidad, que es la gente, y para la gente, más oportunidades tendrá. Que en realidad tiene un jefe y tiene un editor, porque es una estructura formal, pero su verdadero patrón deberían ser las inquietudes de la gente, los principios éticos. No lo veo de otra manera. A veces hay informaciones que digo, ¿quién está detrás de todo eso… ¡por Dios!? ¿Cómo es que alguien se plantea que eso puede ser interesante para mí? ¿Por qué nadie se pone a pensar en cómo hacerme llegar esa información de una manera más cálida, más digerible, más amistosa? Porque, tal vez, hace 30 años había tiempo de sentarse a digerir cosas, pero vivimos en un mundo de mensajes, de comunicaciones vertiginosas.
22 en que la información corre a raudales y -aferrada a un refrán árabecree que una tarea ineludible de los periodistas es reconocer al que sabe, ayudar al que no sabe y decirle al que no sabe, que despierte o huya de la estupidez.
Al toro por… — ¿Cómo nace tu relación con el periodismo? — Yo trabajaba en un colegio para financiarme los estudios de la universidad, y en eso, en una entrevista en Radio Nacional, salió la oportunidad de que me contrataran como locutora, y yo dije aquí es… Es la oportunidad que tengo de acercarme lo más posible a lo que estoy estudiando, y trabajar. Ahí empecé. Eran los inicios del Sistema nacional de Radio y Televisión (SINART). Fue conocer el oficio desde que uno estaba estudiándolo. No era una carrera que uno estaba cinco, seis años en una universidad, todo el día. Ahí era a lo que vinimos, y ahí pude enamorarme más del oficio, enamorarme más de la carrera, hacer de todo un poco, entrar por la cocina, empezar desde abajo, y no pensar que ser periodista es estar en un pedestal, sino todo lo contrario, que es un oficio, un trabajo de servicio a la comunidad, de servicio a tu gente, de servicio a tus creencias. Entré a la universidad en el 78 y mis profesores fueron periodistas, muchos hechos en la calle, con un gran olfato de lo que era noticia, una gran experiencia en lo político y lo social y nos heredaron eso. Nos heredaron la pasión. Es lo mejor que nos pudieron haber heredado. Gente que llegaba y se sentaba con vos en un noticiero de radio a editar ahí, y conforme iba pasando el noticiero, iban saliendo a ver cuál noticia iba, pero eso no era improvisación, ni era falta de planificación. Eso era olfato. Eso era el sentir por dónde andaba la noticia. — ¿Cuáles han sido tus facetas de cobertura? — Al inicio hice sucesos. En radio, era presentadora de noticias y productora del programa infantil. Después, muy curioso, brinqué a Tambor y Perfil, y a conducir a los colegas hacia donde queríamos. El gran reto para mi en Perfil fue darle a la revista una faz de mujer de
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A rajatabla
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u amor por el periodismo fue un amor de primavera. Lo cortejó en el colegio. Quiso fundar un periodiquito estudiantil pero acabó haciendo un mural informativo, lleno de grafitti. Eran los años setentas en un San José en que el Estado le apostaba impetuosamente a la difusión de la cultura. La Compañía Nacional de Teatro y la Orquesta Sinfónica Nacional fueron sacadas a las calles, a las comunidades. Ana Coralia Fernández recuerda así aquellos años 74, 75 y 76, cuando discurrió su juventud. Años en que, como colegiala, un día podía estar de espectadora de Los intereses creados, de Jacinto Benavente, como asignación en el Teatro Nacional, y otro de Puerto Limón, de Joaquín Gutiérrez, o disfrutando del milagro de Gerald Brown con la Sinfónica Juvenil. En ese entorno de fervor cultural, se moldeó su carácter de periodista. “Aquello nos influyó tremendamente. Llegamos a la universidad, con grandes inquietudes, sociales, humanas, y, también, tuvimos un privilegio: escogimos una carrera para vivir, no para comer”. Locutora primero, sucesera en sus inicios, su trayectoria le reserva sitial de honor al capítulo de la comunicación con niños y mujeres. Ana Coralia ve en esa faceta de su carrera “lo más grandioso” que le pudo haber pasado. “Descubrí un universo fascinante, lleno de retos, lleno de compromisos”, me dice el día de nuestra cita en que llegó, puntual, a la conversación. Un cielo encapotado, cercano a la lluvia, nos acompaña. Habla a rajatabla. Tan fuerte es su verbo como profundo es el tono amarillo de su cabellera. Enfundada en un chaleco y de ojos cargados de vitalidad, esta mujer mezcla a plenitud su rol de madre y profesional y disfruta hasta hoy de su oficio y de su vida. Le angustia la falta de profundidad en el periodismo de hoy, en tiempos
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Ana Coralia Fernández nació en San José de Costa Rica el 17 de julio de 1960. Se graduó en periodismo en la Universidad de Costa Rica. Ha laborado para el SINART, las revistas Perfil y Tambor del Grupo Nación. Cuenta cuentos y es columnista del diario Al Día.
Foto: Róger Benavides
Ana Coralia Fernández Costa Rica
I Parte
Del propio surco
Introducción
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Ella vive inmensamente agradecida con lo que el periodismo me bendijo, nos bendijo, y no cesa de puyarme en que yo lo agradezca. Si esta es la vía, enhorabuena. Y en el lejano recuerdo de los años idos, honro a mis padres por los ideales que me sembraron. Por los aguijones de amor, de justicia, de fe en principios inquebrantables, que sentí de ellos desde aquellos años sesentas y setentas en que corría por las calles de mi pueblo natal, Aserrí, al sur de la capital, vendiendo, voceando “el periódico de ayer”, como diría ese sonero inmortal Héctor Lavoe…con un extraño deleite en mis entrañas: había sido el primero en enterarme de las noticias. En exclusiva…como las disfruta hoy en el cielo don Joaquín. Y así se escribió esta historia.
Edgar Fonseca M. Llorente de Tibás, 16 de noviembre de 2006.
14 principios morales y ciudadanos en el ejercicio profesional, pasan por zonas de turbulencia. El reporterismo de pasión, de vocación, de servicio, de independencia, de coraje, de indignación, vergüenza y credibilidad; en fin, de amor a morir, pareciera, por momentos, un oficio en extinción, reservado a soñadores, idealistas o vaya usted a saber. ¿Hacia dónde se encamina el periodismo? ¿Cuáles son sus principales desafíos? ¿Cómo sobrevivirá al frenesí digital de estos tiempos? ¿Leeremos los últimos diarios de papel en el 2043, como dice el gurú Philip Meyer? Esas dudas, esas interrogantes, esas inquietudes, gravitan en las salas de redacción doquiera vaya usted. Las respuestas que una serie de distinguidos practicantes del periodismo le dan son la razón de ser de este compendio de testimonios sobre el periodismo, su momento y su futuro. Hay muchos cómplices en esta historia que empecé a reportear y escribir el 21 de marzo del 2006 en una conversación con Roberto García, uno de los mejores orfebres del periodismo tico. Fueron 21, en total, las voces escogidas. Empecé en San José, pero era fundamental ampliar el ángulo de cobertura, de valoración, de análisis. Por eso, también, hay experiencias, trayectorias y visiones de Latinoamérica. Agradezco tanta complicidad. Tiene un noble fin para un oficio, el periodismo que, a pesar de las tempestades, se yergue firme, imbatible, como un valor público, indispensable de fortaleza ciudadana, democrática. Don Eduardo Ulibarri, mi editor de lujo, me acompañó en el periplo, con su consejo, su crítica, su guía y orientación. Mauricio Meléndez revisó, con paciencia franciscana, cada versión de los testimonios transcritos por Marlen Carrillo, una hormiguita del periodismo que me acompaña en Al Día. Róger Benavides, Herbert Arley, Rafael Pacheco y Erick Córdoba abonaron con su talento gráfico. Arturo Orias fue el responsable de montar y diseñar, todo. Y, sin duda, la meticulosidad de los incansables muchachos del Centro de Documentación del Grupo Nación, tiene un grano de arena vital en esta obra. Mi esposa Lucrecia, la mejor editora que pude acercar a mi vida, es corresponsable de esta nueva aventura de mi reporteo. Como tantas han sido las aventuras y peripecias que el reportaje de nuestras vidas, juntos, nos ha deparado al cabo, ya, de tres décadas.
Introducción
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Introducción
Noble oficio
N
unca olvidaré esa mañana del 18 de julio del 2006, cuando don Joaquín Vargas Gené, maestro de maestros en el periodismo costarricense, me recibe en su casa en el barrio Saprissa, costado este de la Universidad de Costa Rica. Jovial, afable, impecablemente lúcido a sus 83 años, cabellera de radiante plata, frente llena de surcos de experiencias, de vivencias, de valores y principios. Nunca olvidaré, cuando le planteo una pregunta, “alevosamente” premeditada de mi parte. “Don Joaquín --le digo--, ¿qué siente uno como periodista con las exclusivas?” Sus ojos se encandilan, como los de un lince, bajo acecho, como un tigrillo en las llanuras de la pampa, en esas llanuras donde la sangre de su hermano, Jorge, lo bautizó en un trance brutal, fatal, en 1955 en este noble oficio nuestro. En ese sólido tono suyo, en ese verbo encendido, en ese análisis, directo y coherente, don Joaquín ni pestañea; ríe. Se carcajea y me dice: “Las exclusivas son un manjar”. Mis ojos también se encienden. Hoy las exclusivas, los mejores valores periodísticos, los más sólidos
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Prólogo
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hace patente la virtud de preguntar con agudeza y buen sentido, pero, a la vez, de convertir sus interrogantes en vehículos para la expresión de sus interlocutores. Estudioso sistemático del periodismo, también demuestra cómo un sólido bagaje fáctico y conceptual es un punto de referencia indispensable para el diálogo inteligente. Con esas cualidades, el autor guía las conversaciones por recorridos diversos, en gran medida definidos por los entrevistados, pero sin perder de vistas los ejes centrales que lo animan: la ética, los deberes hacia el público, la vocación, la capacitación, los desafíos de la contemporaneidad y la indisoluble vinculación entre periodismo y sociedad. Desde las voces plurales de los propios periodistas, surgen una gran cantidad de referentes que, tejidos con las historias de vida y recuerdos del quehacer profesional, transforman a Periodismo, pasión y razón en una obra viva, con la que podemos interactuar a nuestra voluntad, y en la que cada lectura despertará a algo nuevo.
Eduardo Ulibarri Bilbao La Guaria, Moravia, 31 de octubre de 2006.
10 Desde ese momento, tuve la oportunidad de acompañar a Edgar en el proceso, sugiriendo algunos nombres, aportando unas pocas ideas, leyendo textos, compartiendo con él una de las conversaciones y, ahora, escribiendo este prólogo, algo en lo que soy reincidente agradecido: también tuve el gusto de prologar su primer libro. El periodista argentino Jorge Halperín, nos ha recordado que la entrevista es “el arte del vínculo”, un proceso de interacción humana con ciertas normas establecidas, propósitos definidos y una audiencia que, aunque no esté presente, se convierte en el sentido y destino final del ejercicio (La entrevista periodística, Buenos Aires, Paidós, 1998). En su Historia del siglo XX, 1914-1991 (Barcelona, Crítica, 1995), el británico Eric J. Hobsbawm la considera, junto a la cámara fotográfica, como “uno de los instrumentos a partir de los cuales el hombre común fue más visible que nunca y pudo ser documentado”. Como parte del desarrollo que, a lo largo del tiempo, han tenido los instrumentos y géneros del trabajo periodístico, la entrevista no supera el siglo y medio de edad. Michael Schudson (The power of News, Cambridge, Harvard University Press, 1995) ha logrado trazar sus incipientes orígenes a 1859, cuando el legendario editor Orace Greeley publicó, en su periódico The New York Tribune, el resumen de una conversación con Brigham Young, creador de los mormones. Desde entonces, sus manifestaciones se han multiplicado y transformado, pero sin perder su esencia dialogante. Su riqueza la ha hecho saltar de los periódicos o revistas a libros en que académicos o pensadores se abren a la espontaneidad y claridad de las conversaciones, y se convierten en transparentes divulgadores de ideas que, en otros contextos, quizá se mantenían ajenas a amplios públicos. El propio Hobsbawm, por ejemplo, resumió agudamente sus inquietudes contemporáneas en Entrevista sobre el siglo XXI, a cargo de Antonio Polito (Barcelona, Crítica, 2004). En Fernando Savater: el arte de vivir, Juan Arias nos traslada a diversas estaciones e inquietudes del lúcido filósofo español (Barcelona, Planeta, 1999). Y quien quiera tener un primer contacto –rico y abierto— con el pensamiento del jurista e intelectual italiano Norberto Bobbio haría bien con leer su Diálogo en torno a la república, escrito por Mauricio Viroli (Barcelona, Tusquets, 2002). En otro contexto y con otros propósitos, este libro es heredero de esa rica tradición de la entrevista. Vínculos, interacción, documentación, inquietudes, remembranzas, propuestas y consejos abundan en las páginas que siguen. Edgar, reportero nato y tenaz como pocos en Costa Rica,
Prólogo
Prólogo
Palabras de periodistas
H
ace algunos meses, en medio del fragor informativo que caracteriza la dirección del periódico Al Día, Edgar Fonseca tuvo una feliz idea: escribir un libro de periodismo desde los contrapuntos y la polifonía de sus propios colegas. Cinco años atrás, con Los mejores reporteros (San José, Editorial Costa Rica, 2001), había producido una lúcida síntesis de experiencias, saberes y reflexiones, con mucho de ensayo, pero también de manual, que enriqueció sólidamente la bibliografía periodística en nuestra lengua. Su nuevo proyecto, sin embargo, iba encaminado en otro sentido. “¿Qué te parece realizar una serie de entrevistas a reporteros, editores y directores, para reflejar sus vivencias y explorar su pensamiento?”, me preguntó una soleada mañana mientras tomábamos sendos café (“ralo” el suyo, espresso el mío) en una agradable soda de Moravia. La iniciativa me pareció excelente. El género de la entrevista es un formato ideal para la destilación de ideas. Nada como una buena conversación, reflejada luego en la clásica estructura de preguntas y respuestas, para explorar rumbos, horizontes y reacciones en torno a temas diversos. Y si algo múltiple existe, eso es el periodismo. Sabía que, de la mano de los interrogatorios de Edgar a varios representantes de nuestra profesión-arte-oficio, en Costa Rica y América Latina, surgiría un rico mosaico de conceptos y praxis, para deleitar, ilustrar y aguijonear lectores de muchos tipos: especialistas o aficionados, consagrados o aspirantes, observadores o practicantes.
Eduardo Ulibarri.......................................................................... 199 Joaquín Vargas............................................................................. 221 Roxana Zúñiga............................................................................. 241
II Parte Y de más allá… Eloy Aguilar................................................................................. 261 Jorge Gestoso............................................................................... 277 David Hume................................................................................. 295 Facundo Landívar........................................................................ 307 Carlos Montaner........................................................................... 319 Sergio Ramírez............................................................................. 335 Gerardo Reyes.............................................................................. 351
Índice Índice
Prólogo: Palabras de periodistas / Eduardo Ulibarri................................... 9 Introducción: Un noble oficio / Edgar Fonseca.................................................. 13
I Parte Del surco propio Ana Coralia Fernández A............................................................. 19 Guillermo Fernández R................................................................ 35 Lafitte Fernández R...................................................................... 59 Roberto García............................................................................. 77 Vilma Ibarra................................................................................. 93 José Luis Ortiz............................................................................. 107 Salustio Pauta............................................................................... 123 Boris Ramírez.............................................................................. 141 Amelia Rueda............................................................................... 155 Ignacio Santos.............................................................................. 169 Julio Suñol................................................................................... 187
Agradecimiento. A Dios, como siempre.
070 F676p Fonseca Monge, Edgar, 1955 Periodismo: pasión y razón / Edgar Fonseca Monge. 1a ed. – San José, C.R. Grupo Nación GN S.A., 2006. 368 p.; il.; 20.3 cm
ISBN: 9968 - 920 - 74 - 6
1. Periodismo 2. Prensa I. Autor. II. Título
© Edgar Fonseca Monge E-mail: [email protected] Impreso en: Impresión Comercial Grupo Nación GN S.A., Llorente de Tibás, San José, Costa Rica / www.comprinting.com Edición: Eduardo Ulibarri Diseño: Arturo Orias Transcripción: Marlen Carrillo
Periodismo: pasión y razón 21 testimonios sobre el momento y el futuro del oficio Edgar Fonseca Monge