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Spanish Pages [22] Year 2023
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Margot Camones Maguiña
PACHAMAMITA Y MAYU ME DIERON LA VIDA
EDICIÓN CORPORACIÓN GLOBAL VESTER
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Margot Camones Maguiña
PACHAMAMITA Y MAYU ME DIERON LA VIDA Andina de corazón, quechua por tradición y pasión
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PACHAMAMITA Y MAYU ME DIERON LA VIDA Primera edición e-book, junio 2023 © Margot Jovanna Camones Maguiña E-mail: [email protected] © Edición, Corporación Global Vester EIRL Av. Primavera N° 1720, Huaraz – Áncash WhatsApp: 983988513 E–mail: [email protected] Facebook: globalvesterperu Web: www.globalvester.pe Composición y edición e-book: Jaime Fabián Giraldo Corrección de texto: Amancio Edison Flores Muñoz Ilustraciones: Urpiano Alfonso Bazán Pera Diseño de portada: Mateo Vega Petroso Junio 2023 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2022-12207 Derechos de autor reservados conforme al Decreto Legislativo N° 822 Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, incluido el diseño tipográfico y de portada, sea cual fuere el medio, sin consentimiento expreso. IMPRESO EN EL PERÚ / PIRU SUYUCHAW QILLQASHQA / PRINTED IN PERU
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DEDICATORIA A las sabias y sabios de todos los pueblos originarios que man enen las sabidurías, formas de vivir, de relacionarse con la Pachamamita y todas las deidades. A quienes asumen la transmisión intergeneracional de las diversas maneras de ser, de sen r y de afrontar situaciones diversas en contextos diversos.
PRÓLOGO El relato Pachamamita y Mayu me dieron la vida, publicado por la escritora Margot Camones Maguiña, es un texto que representa ccionalmente la importancia de los saberes locales en la resolución de los problemas de la comunidad. Su autora logra recrear con destreza, a través de la palabra, un sistema de saberes vinculado a la cultura andina que pervive a pesar del paso del empo. En el universo ccional del relato, los personajes aceptan taxa vamente que los hechos sobrenaturales (leídos de esa manera desde una perspec va eurocéntrica) forman parte de la realidad material. No cues onan su intromisión en el espacio histórico, antes bien, los aceptan como parte de una verdad a la cual acceden interpretando adecuadamente las señales de la naturaleza y los misterios de los sueños. Los personajes del cuento, en su mayoría, se sitúan en los márgenes de la biculturalidad. Son sujetos que conocen la escritura e incluso accedieron a esta por medio de la ins tución educa va. No obstante, a modo de resistencia cultural, conservan intactos sus saberes y costumbres, los cuales los ayudan a interpretar su realidad circundante. Un ejemplo es el director Marino, quien ene a su cargo el colegio donde estudia una niña llamada Juana, personaje principal del relato. Él, además de formar parte de la cultura letrada, es portador del acervo de la comunidad. El manejo acertado del narrador autodiegé co (primera persona) resulta signi ca vo en el desarrollo del relato, pues dimensiona con claridad el diálogo cultural entre el mundo occidental y el andino. La historia se nos presenta a través de la perspec va de Juana, quien está situada en un empo ulterior, es decir, una narración de hechos que ya han transcurrido. Su narración se enuncia en una conversación que ene con su madre y en la que se intenta recrear un pasaje doloroso en la vida de ambas. Llama la atención la manera en que la autora logra establecer a nivel técnico el entrecruzamiento de voces, lo que responde, por supuesto, a una necesidad imperiosa de captar el universo andino como un espacio coral donde los personajes se van referenciando entre sí. En ese sen do, la narradora se convierte en una mediadora que permite la con uencia de los diversos saberes de la comunidad. Amancio Edison Flores Muñoz
–Cuando vi que te morías, nada pude hacer para revivirte, salvo gritar y llorar. De pronto, al voltear, frente a mí, observé el balde que contenía el suero de queso que había preparado en la mañana. Fue como si en ese momento alguien me dijera: “Báñala con el suero”. Y fue lo que hice –decía mi madre. El suero es un potente refrescante y ene grandes propiedades cura vas; por ejemplo, calma el dolor de cabeza, de ojos y muchas otras dolencias. También te cura del estrés y del solazo. Cuando te sale alguna herida, si te lavas con el suero inmediatamente seca. –Te lavas la cabeza con el suero cuando te duela y el dolor desaparecerá rápidamente. Puedes aprovechar ese momento para darte unos masajes acompañados de unos golpecitos –decían las sabias y los sabios de mi comunidad. –Otro remedio también es la leche de la mujer –le habían dicho a mi madre. Es único para el dolor de cabeza. Tantas veces había recibido esas recomendaciones para curarme; sin embargo, en ese momento, nada hacía efecto en mí. –Todas las sugerencias que me habían dado siempre funcionaban, excepto que tuvieras susto o la erra te llevara –relataba mi madre re riéndose a ese episodio de mi niñez. Ella había aprendido de mi abuelita Modesta, mamá Molli de cariño, muchas formas de curar con productos de la casa, la chacra y el río. También empleaba animalitos como la shuqma con el cuy; pero nada hacía efecto del mal que padecía. –Aún lo recuerdo, era marzo, una tarde en que habíamos perdido la esperanza de verte con vida. Nadie había dado con la causa de tu sufrimiento. “No hay tratamiento”, nos dijo el doctor Masías mirándonos a los ojos en El Hospital del Niño de Lima. Esas palabras hacían sollozar mis ojos, retumbar de dolor mi corazón. ¡Qué madre se resignaría a perder a sus hijos si son ellos quienes nos enen que enterrar! –dijo mi madre mientras sus ojos se empozaron de lágrimas. Cada vez que viajábamos de Huaraz a Lima, ella esperaba que el médico le dijera que ya estaba curada, pero no sucedía aquello. –Nadie entendía lo que te había pasado y las esperanzas se iban desgastando. Todos creían que morirías. Cada amanecer para mí era una
oportunidad de salvarte. En más de una ocasión, cruzó por la cabeza de mi madre la idea de que la Pacha me quería recoger. Siempre le habían dicho que yo moriría de esa manera debido a un incidente que sucedió cuando ella estaba embarazada. Me contó que cuando ya llegaba cerca a los nueve meses de gestación, un rayo cayó sobre las dos, pero milagrosamente sobrevivimos. Ese día, murieron sus toros; al menos, es lo que me dice, porque yo no tengo memoria de lo sucedido. Fue una tarde de domingo cuando en Putaqa cuidaba a sus animales. Mi madre también dice que cuando nací, me veía quemada; por eso, para ella, fui la niña negra que todos llamaban negrita. Me cuenta que al nacer estuve aquita, tostadita, que solo se notaban mis ojos.
Pasaron los días, los meses y el año completo. Yo aún no sanaba y nadie daba razón de la enfermedad que me aquejaba. En abril, iniciaron las clases. Todos los niños corrían con sus mochilas y sus cuadernos a las 6:30 de la mañana para llegar antes de las 8:00 a.m. a la escuela. Seguramente, en el recreo, se diver rían para luego leer, dibujar, escribir, sumar y restar; pero yo solo esperaba lentamente la muerte.
María, una compañera de clase que vivía cerca a mi casa, me dijo que el profesor Roger preguntó por mí. –¿Alguien que sea de Huacna sabe algo de Juana? ¿Conocen el porqué está faltando a clase? Pablo, temeroso, le informó al profesor que yo estaba enferma y que me habían llevado a Huaraz; por eso, no asis ría a clase. Además, su o le dijo a Pablo que la hija de Julia se estaba muriendo. Por su parte, mis compañeros dijeron que me encontraba muy mal de salud. Uno de ellos comentó que seguramente el rayo poco a poco me estaba comiendo. Pero, el profesor Roger no tenía idea de cómo podría comerse el rayo a una persona. Llegó diciembre y nunca fui a la escuela, pero al año siguiente debía asis r, porque de no hacerlo volvería a repe r. En el colegio, todos me miraban. Se decían entre ellos lo siguiente: “Juana no ha pasado de grado”. Recuerdo haberme escondido detrás del poste frente al salón de clase. Tenía mucha vergüenza. Me escondía y no quería jugar con nadie. El profesor Jacinto me decía que no había repe do para hacerme sen r bien, pero no lograba. Estaba aquita y no tenía muchas fuerzas; aún presentaba di cultad para mantenerme de pie. Mi recuperación fue lenta. En mi casa, siempre permanecía en la cama o sentadita en la puerta donde había una piedra que amablemente recibía a los visitantes. Siempre que veía a mi madre la veía triste, como si su corazón buscara la forma de borrar mi malestar. Algunos decían que sería mejor si la Patsamamita me recogía de una vez. –Una madre no puede vivir viendo sufrir a sus hijos. Ellos son sagrados. Los traemos a este mundo para que sean felices en medio de todo lo que nos falta –me decía mi madre. Un día, entre lágrimas, me dijo que la perdone por desear mi muerte. –Mi querida hija, me duele verte así. Yo no quise traerte para que sufras. Cada vez que nos sentamos a hablar después del almuerzo y nos ponemos a recordar las cosas de la vida, aún se le entrecorta la voz. “Todavía me hace sufrir” me dice en ocasiones. Mis padres sufrieron mucho por mi salud, pues pensaron que estaban pagando algo que habían hecho. Para mi madre, me estaba muriendo, secándome poco a poco. Mi madrecita me cuenta que fueron muchas las noches en las que sus llantos acompañaron
a la fría noche. La luz de la luna la alumbraba y la protegía como tratando de decirle que todo mejoraría. “Ten paciencia porque pronto el remedio llegará” le susurraba la luna a mi madre. Cuando las personas sufren por las noches, la luna con su salida las consuela; de la misma manera, el sol en las mañanas brinda un poco de calor para remediar las trasnochadas. Un viernes a las seís de la mañana, los perros empezaron a ladrar anunciando la llegaba de alguien a nuestra casa. Era don Marino, el director de la escuela, quien llegó preguntando por mí y mi estado de salud; además, les informó a mis padres que ya había iniciado las clases. También nos contó que Shallu era la profesora de cuarto y el maestro Jacinto había pasado a quinto. La docente le comunicó al director que podía ayudarme con algunas de mis tareas para que no siga perdiendo clases.
Como el director estaba preocupado por mí y deseaba ayudar a mi familia, les dijo que debía matricularme. Yo había abandonado el colegio, no obstante, debido a mi situación de salud, no había repe do de año. El director sabía que dejé de estudiar por una situación lamentable; por eso, decidieron ayudarme. Al escuchar sus palabras, mi madre rápidamente respondió: –¡Si está con vida, es por un milagro! Parece que no hay nada que hacer. “Mayta aparpis manam hampita tariyaatsu” (a donde le llevemos, ya no encontramos medicina)” –le respondió mi madre suspirando profundamente. Luego añadió: –Tayta Marino, hace como un mes que ella murió. Gracias al suero de la vaca volvió a la vida. Mi madre se preocupaba porque creía que, si iba a la escuela, no llegaría bien. Los días que me enviaron no puede levantarme y caminaba muy lento. Ella dijo: –Manam sharkuytapis a pantsu (tampoco ene fuerzas para levantarse). Don Marino, pensa vo, me miró y preguntó: –¿Recuerdas haberte caído o asustado? ¿Alguna vez has estado en algún lugar que te haya dado miedo? Don Marino, el director, ahora miró a mi padre y le dijo: –¿Le has hecho shuqmar? ¿Le has visto con el cuy? ¿Alguien ha chacchado? Volvió su mirada sobre mí y con nuó preguntando: –¿Te vota el suelo cuando duermes por las noches? ¿Saltas? Es posible que la Patsa te esté acabando. Debes tener cerro, río o aire. Miré cabizbaja al director y, de pronto, recordé algo. Le dije asustada y en voz baja: –Cuando fui a traer pasto para los cuyes, me caí al río. Es lo que recuerdo. Luego, añadí: –Profesor, el año pasado me jaló el río. Me asusté y caí con todo el pasto. Desde aquel día, sueño siempre con ese río. Me habla y me pide irme con él.
Mi madre me recordó que también dije que soñaba con una persona que me llevaba en las noches. Este tes monio llamó la atención de don Marino, que rápidamente a rmó que tenía susto. –El río se la está llevando. Su ánima está lejos y necesitamos llamarla. Está en la Madre Tierra –dijo apurado.Mientras miraba pensa vo.
Pidamos a la Patsamamita y al Mayu por su vida En la cosmovisión andina, el diálogo con todo lo que existe en la Pacha es importante. Para nuestra comunidad, todo lo que rodea a nuestro territorio ene vida. Nuestras semillas son sagradas, porque son nuestras madres. Nuestros animalitos son personas que nos acompañan y nos dan vida. La piedra es aquella que nos protege y nos cura con su corazón. Los pajaritos con sus cantos alegran el amanecer y nos anuncian la visita de alguien. En este mundo comunitario, la erra depende del río; el río, de la lluvia; los animales, de la laguna, de las plantas que llaman la lluvia y de los animales como el sapo que también permiten su presencia. Todo es único. El río es la vena que recorre por todos para darnos vida. Si hay agua, tenemos vida. Los animales, los hombres, los pájaros y las plantas se crían en la Pacha que da vida a todo lo que en ella habita. Es importante el diálogo, porque todos los seres sen mos y merecemos cariño y respeto. Marino, el director de la escuela, invitó a mi familia a pedir por mi vida. Había adver do que era importante pedir al Mayu para que nos devuelva mi ánima, que me devuelvan mi espíritu.
–La pobre debe estar asustada todas la noches con los aullidos de los perros o con la salida de los ullqus en el río –dijo Marino, el sabio. Luego, elaboró una lista con todo lo que iba a necesitar para ayudarme a sanar: coquita, ores, chichita, pancito, triguito, quinua, cebada, cerveza, caramelos, aguardiente y otras cosas que no recuerdo. La lista era larga. Mi madre no dejó pasar la oportunidad y abrazó las palabras de don Mariano. Inmediatamente, mandó a Andrés, un muchacho que vivía en casa, a conseguir la lista de la enda. En el mundo andino todo se complementa. Andrés era de ojos achinados y muy apuesto. Andaba enamorado de Jacinta, por lo que dejaba su casa en Ullucurán para estar en Huacna observándola de lejitos. Él cabalgo el caballo y se fue raudamente hacia la Merced a comprar todo lo que había en la enda de la a Lidia. Eso era lo necesario para el profesor Marino. Mientras esperaban, mi madre subió al campo por las ores más lindas y las hiervas aromá cas que había en la chacra.
Al día siguiente, Marino, más temprano de lo acostumbrado, llegó a la casa con todo lo que mi madre le entregó, recibió se organizó y dijo: –Al río debo ir solo, pero ojalá hubiera alguien que chacche. Para mañana, que es martes, debemos invitar a alguien más. Tengo una conversación con nuestro mayu. Empezó a caminar con dirreción al río. En ese momento, mi madre, al voltear, vio a su hermano, mi o Julio. Él estaba al frente regando la chacra a la salida del sol para que las plan tas aprovechen bien toda el agua. Él decía que debe regarse muy temprano porque con la llegada del sol se irá evaporando el agua. Inmediatamente, mi madre gritó: “¡Julio, Julio, ¡ven! ¡Te necesitamos, hermano!”. Don Marino había ido al río a sacar cita mientras mi o vino a la casa. Justo al terminar el desayuno, Marino volvió y le explicó lo que había pasado. –Mañana muy temprano, a la salida del sol, debemos estar en el mayu (río). Tú sabes curar el susto y traer el alma de vuelta. –le dijo a mi o Julio. Al día siguiente, se fueron exactamente al lugar donde me había caído. Llevaron mucha coca. Muy temprano se hizo el regalo para el Mayu y la
Pachamamita. Con esto, haríamos el mañakuy (la pe ción). Mi o Julio comenzó a chacchar después de tender toda la ofrenda llevada. Se sentó y dijo: –La coquita está amarga; el ánima, está lejos. Vamos a penar llamando. Pero no solo es susto, sino también es ladiadura. Su corazón y su estomago están en otro lugar. Entonces, el profesor Marino con rmó lo mismo al mas car su coca; pero advir ó que sanaría. Ahora es momento de pedir. Todos se pusieron de pie; yo estaba con mi frazada abrigadita y echadita en el suelo. Mi o y don Marino separaron todo lo que venía del otro mundo, el otro pensamiento y el otro sen r. La cerveza, los caramelos, los panes y las frutas eran de la enda. Los cul vados fueron criados en nuestras chacras y lo que había en casita, como la chichita que mi madre mandó preparar, las cachangas que hizo con sus manitas. Las ores del campo que recogió, así como la quinua, la cebada, la papa y las futas, estaban a la orden. Con sus palabras profundas, Marino y mi o Julio le hablaron al Mayu y a la Pachamamita. Pidieron que nos ayuden.
–Ustedes nos dan vida; por eso, nosotros los recibimos con amor y los criamos en nuestros corazones –eran las palabras que se repe an en cada instante. Con toda devoción, echaron al río el agua orida y el agua que habían llevado del caño de la casa; de esa manera, la coquita empezó a suavizar. Además, le pidieron a la erra que ablande el corazón de las aguas bravas del río. –Tu hija está sufriendo. No debes llevártela porque aún ene cosas por hacer en la vida terrenal –decía don Marino. Pidió a la Pacha con tanta devoción hablandole como se habla en la comunidad de persona a persona. Mi madre agachada dejaba caer sus lágrimas pedía por mi vida; mi padre, un poco más creyente de Dios, mirando al cielo rogaba. Pasaron horas. Ellos seguían pidiendo a todos los apus, al Mayu y la Patsamama. De regreso a casa, nos dijeron que cuando el río dejó la bravura, todo volvió a la normalidad. Dice que era como si el sol ingresara rápidamente para brillar frente a todos y alrededor suyo se vio un arcoíris, el cual simboliza la vida. Entonces, empezaron a poner las ores y dejar los caramelos, la chicha y todo lo llevado para que me devuelva la vida. – Mayu, ama apakuytsu, ama qunqaytsu payqa rayupa tsurinmi, killapa wawanmi –decían varias veces. Mi o me contó que cuando iba pidiendo al Mayu y a la Pachamamita, recordó que yo era hija del rayo, pues este cayó sobre mi madre días antes de que cumpliera los nueve meses de embarazo. Por eso, nací completamente quemada. Fue lo que también mi madre me había contado. –Estabas negrita que parecías un pan quemado, hasta miedo me daba cuando te veía –me decía mi madre. En realidad, no era un miedo por mí, sino por lo que podrían pensar los demás, pues cuando creciera me verían como rara, poco normal. Mayu y Pachamamita me dieron la vida El día que visitamos al río fue de luna nueva; por lo mismo, un día produc vo. Además, ese día me salió la marca del rayo en la nariz. Ese día, la Pachamama y el Mayu me dieron la vida. Las aguas del río de
Huacna tenían que recorrer mis venas, porque era mi sangre la que volvería a mí. El ritual de pedido no fue una sola vez, sino que también se realizó al día siguiente, pero ese día estaba listo el carnero y los cuyes para hacer el almuerzo con todos. Tenía nueve años y recuerdo con claridad ese momento. Después de haberle entregado la coca, las ores, la chica, el picante de cuy y el caldo de cabeza a la Madre Tierra, se me quedó este discurso: “Tayta In , Pachamama, tayta Mayu, Mama yaku, kaychawmi kaykayaa, qamllam kawayninta qunayki. Qamllan kawayninta apakunayki, mamanta, taytanta, turinkunata, shuqaykullay. Llapan kuyayanqanmi llakikaayan. Llapanmi waqaykaayan, llapanta wiyaykur kawayninta ku ykatsillay. Llapaata hampikayaamay, llapaata waataykayaamay”. (Padre Sol, Madre Tierra, Padre Río y Madre Agua, aquí estamos, porque todos estamos tristes y llorando. Dale consuelo a sus padres y hermanos. Eres tú la que da vida y solo tú puedes quitársela. Críanos a todos, cúranos a todos, cesa las lágrimas y el dolor, devuélvele la vida)”. El río se puso cristalino y el sol empezó a brillar con fuerza. Recuerdo con dolor y nostalgia ese día, pues también volví a la vida o nací de nuevo. Mi madre me dijo: –Aquel día naciste, porque poco a poco empezaste a gatear y luego caminar. Al año siguiente, empezaste estudiar. El río y la Pachamamita te devolvieron la vida. Mi remedio estaba en el corazón de la Madre Tierra; mi espíritu, en el fuego; mi sangre, en el agua y en suero del queso. Volví a la vida porque volví a nacer ese día de la pe ción. Ese día mi Pachamamita y mi tayta Mayu me hicieron renacer. Ellos me dieron la vida. Soy su hija, soy de ellos, pertenezco a su mundo. Desde ese día, siempre en casa se hacían orecimientos para vivir con el tayta Mayu, la Pachamama, el tayta In , la mamá Killa y el Rayo, que son mis padres y madres. Cada vez que observo la marca en mi nariz, recuerdo los episodios de mi niñez. Nunca los podré olvidar, porque mi marca es eterna. Muchas veces me han dicho que he de morir de la misma manera: cayéndome un rayo. Pero me consuela saber que puedo irme sin endo en el corazón, el alma de nuestras deidades. Ahora, le debo la vida a la Madre Tierra, al tayta Mayu, al fuego, al sol y a la luna. Ellos no quisieron quedarse con mi ánima, pero yo me quedé con ellos para vivir en su seno. Estoy convencido de amarlos siempre.
Mi corazón estará siempre con Mayu y Pachamamita Sabidurías como la que he narrado son co dianas en el campo, en la ciudad y ayudan a la solución de diversos problemas. Los pueblos originarios han demostrado un profundo conocimiento en su relación con su entorno, desde su propio sen r y vivir. La sabiduría permite a los y las yachaq hurgar, preguntar, escudriñar y averiguar sobre las causas del mal y las causas de un hecho para empezar a sanar. Por ello, enen una gran sapiencia para escuchar a los demás y sen r en su propio corazón lo que les están diciendo sus semejantes. Así fue concluyendo el diálogo mi madre. “Pachamamita y Mayu me dieron la vida” son tes monios vivos que demuestran la sabiduría de las mujeres, los varones y de todos en la comunidad. Estos unen, tejen e hilan el conocimiento que se desplaza del cuerpo a la mente, de la intuición al razonamiento, de la conciencia del sen r al análisis intelectual y de la presencia subje va a la distancia obje va. Cuando estas funciones son separadas en el proyecto humano, es necesario reunirlas en el futuro (Ishizawa, 2021). Esta fue la idea que relacioné con lo que decía ella. Recoger la sabiduría de los pueblos no solo signi ca describir cómo se hace, sino saber comprender que la erra es mujer y madre; además, como tal, permite que las mujeres terrenales tengan la sanación en sus manos y los varones los complementan porque en el mundo andino todo es dualidad. Decía mi abuelita Molli, cuando me enseñaba a San Antonio en su casa. Pensar en el diálogo crí co de saberes implica reconocer las epistemias como aportes de los pueblos originarios en la solución de diversos problemas. Soy una convencida de esta máxima, de lo contrario, no estuviera escribiendo estas líneas. En nuestra concepción, la enfermedad no surge como una afección producida por ausencia de algo, sino porque las energías no están bien; por ello, necesitan ser armonizadas. Nunca debemos olvidar que El Buen Vivir debe alcanzar al hombre como a la naturaleza. Buen vivir es el equilibrio de todo lo existente. Curar las enfermedades no solo es posible con los aportes de la ciencia, sino, como hemos notado en mi relato, es necesario buscar la armonía con la Pachamama. A manera de consejo, es necesario la generación de polí cas culturales
para documentar, rescatar, sistema zar y poner en prác ca las sabidurías de los 55 pueblos originarios. En las prác cas de la comunidad, existen sabidurías de los ancianos, las mujeres, los líderes y otros. Ellos son grandes portadores de los conocimientos de sus pueblos, los cuales se transmiten de generación en generación para el bienestar del país. “Pachamamita y Mayu me dieron la vida” es un relato ccional, aunque con elementos vivenciales. De pequeña, no fui una niña sana como otras. Siempre estuve enferma. Tuve que vivir muchos sustos y, en varias ocasiones, se me ladeó el estómago. Mi abuelita tuvo que shuqmarme tantas veces que ahora, a la distancia, en endo que soy hija de la sabiduría, soy hija andina. La vida me ha enseñado a vivir en armonía con mi entorno amando todo lo existente. En muchas ocasiones, se me antoja comer erra y me escapo de mi casa para hacerlo, porque para mí es como si fuera un dulce ansiado. Por las noches, he soñado con la cara de Pachamamita que me ha revelado las cosas que me pasarán.Esto me ha ayudado a prepararme para el futuro. No sé si estoy mal, pero camino siempre en compañía de la Pacha, de los Mayus y de los Apus como el Huascarán. Les comento que lo único que se me antojó durante el embarazo de mi hijo Breyner fue tomar agua de la laguna de Conococha. Este antojo no se me fue hasta un poco más de dos años que tuve que ir hasta ese lugar para beberla. De la misma manera, en mis sueños, como las mejores erras y me siento libre cuando camino descalza, me curo con la ceniza o absorbo el olor de las ores en el campo. Mi tes monio puede parecer descabellado, pero lo único que me hace sen r bien es abrazar a un árbol, echarme al suelo y comer algo que allí se produjo.
Desarrollo de competencias comunica vas Todo material de lectura es válido para desarrollar competencias comunica vas según niveles de desarrollo y logro que tenga la persona. Las consignas y tareas van ir complejizándose poco a poco. Estas pueden lograrse de manera autónoma por el lector o por mediación del docente. Las estrategias son múl ples. En educación no existe solo una manera didác ca; éstas dependen siempre de la crea vidad del docente en función a las caracterís cas de los estudiantes o de los lectores, de los factores que in uyen en su proceso de aprendizaje. Como sugerencias podrían ser mediante las siguientes ac vidades. 1. Dejar que el lector o estudiante formule preguntas de dis ntos niveles de comprensión al texto. Que cues one, que proponga un nal dis nto, un inicio según sus propias vivencias o conocimientos. Que cambie de personajes, escenario, empo verbal, de persona grama cal, etc. 2. Que haga una comparación de personajes según pos de pensamiento occidental y cosmocéntrico. 3. Proponer otros pos textuales, iden car en el texto narra vo alguna hipótesis para plantear argumentos del porqué es así (texto argumenta vo). Se podría exponer ciertas caracterís cas de los personajes, lugares, hechos, acontecimientos, etc. (texto exposi vo). Se puede plantear la descripción de lugares, personajes, situaciones, de hechos que ocurre, etc. (texto descrip vo). Asimismo, podría instruirse sobre lo que ocurre en el texto. 4. Se podría trabajar comparaciones, similitudes con otros textos (intertexto). 5. De la misma manera a par r de la lectura es posible desarrollar la oralidad mediante las siguientes estrategias, fes val de cuenta cuentos, relatos, etc. Hacer un debate de ideas. Plantear a par r de la lectura una problemá ca y proponer un fórum, un panel, etc. 6. De la misma manera hacer resúmenes, plantear preguntas, iden car intensiones del autor/a. Es necesario que el estudiante o el lector tome sus propias decisiones, de qué es lo que quiere hacer antes, durante y después de la lectura. Toda lectura debe ser para atender diversas maneras de aprender y desaprender.
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