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NICOLAI HARTMANN
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METAFÍSICA DEL CONOCIMIENTO ..
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NICOLAI HARTMANN RASGOS FUNDAMENTALES DE UNA
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METAFISICA DEL
CONOCIMIENTO TOMO
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Traá·u cción de J. Rovira Ar1nengol
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EDITORIAL LOSADA, S. A. BUENOS AIRES
DEDALUS - Acervo - FFLCH-FIL 121
Metafisica del conocimiento.
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ll l ll l ll 1111111111111111 11 21000025463 Oigitalirndo com CamScanner
Tltulo original
alemán:
Grttndziige einer Metaphysik der Erkenntnis Queda hecho el depósito que previene la ley núm. 11.72} Copyright by Editorial Losada, S. A. Buenos Aires, 19S7
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Prinltd in Ar1m#1111
Acabado de imprimir eiu libro el 19 de agosto de 19J7
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PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN
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Metaflsica del conocimiento -JJretende ser una nueva denominación de la gnoseologla- mejor que crítica del conocimiento: no una nueva metaflsica cuya base sea el conocimiento, sino Jmra y simplemente una gnoseología cuya base es meta/ísica. Sólo con reserva jJOdrá afirmarse que detrás de la n11,eva deno1ninaci6n se esconde también un asunto nuevo. Muchas son las teorías del conocimiento, y al fin y al cabo no es absolutamente necesario añadir tena nueva a las anteriores. Creo q11,e el asunto de que me hice JJOrtavoz estuvo, y sig11,e estando aún, en la mente de muchos talentos filos6ficos, como asimismo que ha sido formulado con claridad en muchas de sus j,artes. En este sentido no cabe duda de que no es 1tna teoría nueva. Mas fmede haber novedad en lo antiguo c11,ya esencia no se agota j,or el hecho de que fuera y sea: 11,n algo que puede faltarnos aunque lo tengamos. Es preciso aprender a verlo de nitevo para reconocerlo en lo antiguo. En este sentido, me temo que la meta/ísica del conocimiento sea 1ma teoría harto nueva para nosotros los actt¡,ales. Su problema es -así lo sostengo yo-- el problema central del conocimiento, y sirve de criterio para dividir las teorías del conocimiento en genuinas y no genuinas según que lo aprehendan o• lo ¡,asen jJor alto. . Elaborar de lo antig1t0 algo nu.evo que esté por encima del antagonismo de los Jmntos de vista, es la misión que se ha imp11esto esta obra. Constituye, J>Ues, 1,n primer ensayo y tiene que imponerse las restricciones que a titulo de tal le corresponden. No p1,ede proporcionar una teoría com¡Jleta; su objeto no· abarca todo el contenido del problema del conocimiento. Se limita a entresacar 1,n complejo de la inmensa multitud de problemas del fenómeno del conocimiento, c01nplejo que --nadie lo disc1ttirá- ha sido totalmente dejado a 1m
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lado en la investigación de 1111est.ros días. ~l propio tiemJ!o es. el complejo central de cucstio11cs de la g11oseolog1a; pero esta a/1rmac16n requiere 1ma previa demostración especial. Sin embargo, lo q1,e podemos traer a colación aquí, 110 es todo lo q11e perte11ece a este co-11z1.plejo de cttestio1!es, si'1o, s~lo 11,': sector de cuestiones más generales. Por derecho propw deberza mclmrse toda la doctri11a de las categorías: pero prácticamente 110 puede evitarse S1' separación de las c11,estiones fz1,11áamental-es. S11,s problemas tienen con respecto a éstas el carácter de cuestiones especiales. La doctrina de las categorías ya no es actiwlmente, como en la época de Kant, 1,n sector de 1nz. sector. Se ha desarrollado pasando a ser 1111a disciplina ramificada que requiere tratamiento ,special. A mayor abt,ndamiento, s11. problema en modo alguno queda absorbido por el problema del conocimiento. Ocupa 11,na posición central entre la lógica, la ontología, la gnoseología y la psicología. Es más aún, va más allá de esos sectores, más allá de los lí111ites de lo t eórico para penetrar en el reino de los valores. También por esta razón, lo que tennnos a la vista es sólo parte -s1t apariencia exterior de un todo completo no debe enga,iarnos- de 1tn todo que es donde por vez primera se justifican varias cosas. De esta suerte, el lector puede sentirse erróneamente inducido a completar arbitrariamente algunos puntos en la dirección habitual, peligro que ninguna investigación especial pnede eludir totalmente. Por consiguiente, tanto mayores deben ser las precauciones que tome para abstenerse de semejante adición comple-mc11faria. Todo redo11deamie11to que no provenga de la marcha de la investigación misma, equivale a 11,11, error de interpretación. La investigación se mantiene deliberadamente más acá de ciertas decisiones 11zietafísicas 1Utimas - las f1mdadas en puntos de vista no son las 1,nicas-, y toda anticipación destrttirá necesaria111e11te un método c1iyas raíces se hallan precisamente en ese mantenerse 111ás acá. La teoría del conocimiento, tomada en sí misma, no puede resolver en abso/u,to cuestiones meta/ísicas fundamentales. Esa resolución ine11,111be a otra disciplina, más fundamental: la ontología, que debe estar orientada en todos sentidos, sin limitarse a lo teórico. Naturalmente, nuestra investigación aborda ta1twién ciertas bases de esa disciplina; pero tiene qite dejar la ejee11,ción para 1ma tarea posterior disP,testa sobre bases más amplias. ' Más de 1111 cole~a. echará de menos la_s citas de la bibliografla moder11~ ~e la especral,_d~1· Razones de caracter externo me obligaron a prescmd,r en esta ed1cu11z. de todas las discusiones relativas a p1111tos
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de detalle, como tambiétt. a traer a colaciD1t autoridades de gra,i valor,. La iticl11.sión de las 11-0tas correspondie,ites al texto habrla significado dar al libro 1t1t.a extensión de mis de la 111-itad de la que tie,ie. El hecho de qiie sólo ocasimz.alm-e nte hubiese discutido yo opi11iones ajenas, habría podido prodticir la impresión de parcialidad. En consecuencia, hemos prefer'Mo remitir al lector a sti propio conocimiento de la bibliografía de la especialidad; no se le octtltará qu.e en n111nerosas cuestiones doctrinarias he1nos adoptado, por lo menos implícitamente, u,na posición mtu.y concreta. Y en cambio, para el estudiante que qtiiera utilizar la obra como manual, la falta de aparato crítico le servirá más bien de facilidad, pues d1trante la marcha de la investiga.ción no se verá colocado ante las habit1iaks 'discrepancias de opinión, sino que se enfrentará con los problemas 1nismos. En forma visible sólo se han tenido en ettenta los grandes antepasados históricos de la teoría del conocimiento. A este objeto hemos intercalado la u segunda parte" entre el análisis del problema y la teoría propiamente dicha. Además, en la crítica de las teorías idealistas, - hemos traído a colación ciertas doctrinas fim'damentales de los neok.antia-nos, aunque, naturalnrente, he hecho resaltar más lo que me aparta de ellos que lo que les debo y a ellos me une. 'La parcialidad de esta discriminación está justificada por el asunto; es sobre todo en esa dirección cómo podía dar claridad una teoría del conocimiento orientada ontológica1ne11te. Hubiera podido dar 11,na forma más JJOsitiva a las relaciones con la f enomenologia, pues me sé solidario en la posición inicial con el trabajo pósiüvo de stt, método ( aunque no con. su metodología); pero la clase de utilización teórica del material obtenido en el fenómeno, tiene qu.e ser forzosamente difere1ite en -zma 1neta/ísica del conociminto. Mayo 1921.
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PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN La nueva edición reproduce el texto de la antigua en las partes principales. Las modificaciones y adiciones se limitan a lo más apremiante: algunos capítulos y subsecciones añadidos, así como la ,,quinta parte'', que todavía faltaba para poner remate al sector de problemas de lo apriórico. La extensión de lo añadido no deja de ser importante; pero juzgándola por la tarea que me planteaba la nueva edición, es poca cosa: tma pequefia parte de lo q11,e el asunto habría exigido. Esta limitación resitltaba obligada, pues de lo contrario habrían tenido qtt.e pasar muchos aifos antes de haber llevado a cabo el tr{lbajo de transformación que yo imaginaba. Y es que una metafísica del conocimiento presupone la elaboración del problema de las categorías, a pesar de que no puede comprenderlo dentro de sus limites. Cuando hace cuatro afios preparaba la primera edición; acariciaba la esperanza de qtte cuando lanzara la segunda podría apoyarme ya en una ttdoctrina de las categorías" acabada y jmblicaáa. Este plan tiwo que alterarse, por una parte, a causa de las dificultades de un análisis de las categorías -parece que me llevará todavía unos diez años Je trabajo incesante- y, por otra, por el hecho de haberse agotado la primera edición mucho más aprisa de lo que yo esperaba. En consecuencia, esta vez quedo a deber todavía las bases ontológicas propiamente dichas, y la obra aparecerá con sólo algunas adiciones q1,e no disimulan stt, carácter provisional. Pero pensando q11,e en mi taller será necesario e/ectuar a1ín muchos trabajos elementales antes de que lleguen a s11, mad1trez las cuestiones ontológicas fttndam-entales, tengo la impresión de que también para 11
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el lector q11,e se interesa por los problemas mismos y no por rernlt11dos ta11gibles, el procedimiento de dejar en S1tspenso los Jnm,/os d1,dosos que o/rece todavía la actual elaboración, constit1tirá una orientación mejor y más veraz que si procediéramos a anticipar complemento~ que enctÚJriera11- las lag1tnas. Enero 1925.
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'1 1 PRÓLOGO A LAS EDICIONES TERCERA Y CUARTA
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En . los dieciséis años transc1trridos desde la segunda edición se han producido modificaciones esenciales en la situación de la metafísica del co·1t-0cimiento. E11- aquel entonces, la obra co-mtituía 11,na especie de islote solitario, y en m1tchas cuestiones fundamentales y marginales me veía obligado a limitar'Jne a alusiones. En la actualidad, puedo apoyarme ya en los tres tomos de ontología q11,e luego p1ibliq11,é. El último de esos tomos, el que trata de la rrestructura del m1mdo real" (Aufbau der rcalen \Velt, Berlín, 1940) incluye ya la parte general de la doctrina de las categorías, colmando, en consecuencia, una laguna q1te entonces t1we que dejar todavía abierta. Por esta razón creo que esta vez no he de tener reparos en hacer aparecer en forma inalterada las investigaciones de teoría del conocimiento. Examinándolas en relación con los trabajos ontológicos, ya no quedan afirmaciones en el aire; y lo que antaño podía parecer arriesgado, encuentra ahora, por s1t nat'ltral incorporación a un conjunto de disquisiciones incom-par(rblem-ente más amplio, aquel tipo de ~justificación que debería ser el único posible en el campo de los problemas gnoseológicos. Para efectuar esta incorporación a la .Metafísica del conocimiento, habría sido necesario repetir iina vez más lo expuesto en aq1tellos trabajos, con el inconveniente de q1te, de haberlo reproducido in extenso no habría cabido en ella, y de haberlo reducido m1tcho, habría resultado ininteligible. Por eso consideré preferible renun~iar a toáa re petición. · Octubre 1940. Marzo 1949.
NICOLAI HAR.TMANN.
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INTRODUCCIÓN
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Las investigaciones que a continuación se exponen, panen de la concepción de que el conocimiento no es creación, producción o alumbramiento de un objeto, como quiere enseñarnos el idealismo de antiguo y nuev.o cuño, sino una aprehensión de algo que existe aun antes de todo conocimiento y es independiente de éste. > D ada la {ormidable inversión de trabajo especulativo que los más sagaces propulsores de la teoría del conocimiento hicieron para demostrar lo contrario, no dejará de ofrecer sus dificultades el preser-· var de interpretaciones erróneas la tesis de este punto de partida, en sí sencilla y en modo alguno equívoca para quien esté libre de prejuicios, sobre todo porque los adversarios idealistas se sentirán inclinados a concebirla como testimonio de un punto de vista que mediante su argumentación desvirtuaron y dejaron atrás tiempo ha -sea cual fuere la calificación que prefieran darle: realismo "ingenuo" o "acrítico" o dogmatismo empirista o metafísico--. El repertorio de puntos de vista históricamente cristalizados es múltiple, y nada más fá cil para oponerse a una nueva tentativa que calificarla y despacharla rápidamente aplicándole una de es:is dcnomin:iciones gene• rales ya hechas, que se tiene cómodamente a la disposición y están realmente superadas. En su lugar debido impugnaremos detalladamente ese modo de proceder. Antes de discutir el punto de vista insistiremos en que toda identificación retrospectiva con puntos de vista caducados constituirá forzosamente una interpretación fundamentalmente errónea del asunto que nos ocupa, porque éste se apoya precisamente en aquellas conquistas del pensamiento filosófico que los más puros representantes del idealismo tienden a reivindicar como propias de éste: en el inequívoco esclarecimiento de la autonomía y objetividad de
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lo 16gico, por una parte, y en el poderoso desarrollo del apriorismo en el campo de todas las disciplinas filos6fic3s, por otro. . . Es una cuestión aparte, que en definitiva. pertenece a la histona, la de saber cómo f ué posible que estos dos motivos fundamentales de todo pensamiento filos6fico se considerasen como atributos exclusivos del idealismo. En la actualidad, en modo alguno puede decirse que no se hayan hecho esf ucrzos para formularla independientemente de un punto de vista determinado; esos esf ucrzos constituyen importantes tentativas para rescatar ese patrimonio común filosófico del acaparamiento y unilateralidad de que fueron objeto por parte del idealismo, lo cual debe saludarse con júbilo como primer paso por el camino de la liberación. Pero sería tanto más erróneo que en el punto del desarrollo en que se intente acabar en serio con el prejuicio idealista, no se reconociera totalmente y sin reservas lo positivo que debemos al modo de pensamiento sectario que precisamente ese . prejuicio representa. No sólo que el empirismo de toda clase, lo mismo que el materialismo, el psicologismo y el positivismo se mantuvieran, gracias a él, alejados del punto central del pensamiento filosófico, sino que se tiene la impresión directa de que los delicados gérmenes de lo apriórico, y los no menos delicados del sentido lógico, necesitaban pasar un tiempo encerrados en la cápsula del idealismo para poder llegar allí a su m adurez hasta adquirir conciencia de su autonomía. En consecuencia, la tesis parcial del idealismo teórico debe considerarse como un fermento histórico cuya importancia peculiar queda totalmente relegada frente a la grandeza de aquel patrim onio filosófico común que, proveniente de modestos comienzos, fué sometido a la tutela y administración del idealismo durante varios ,,. siglos. El idealismo es el envoltorio histórico de un gran núcleo. Es inevitable y está en la naturaleza de la cosa que el núcleo rompa la cáscara tras largo período de maduración. Pero por lo menos una cosa está clara: en este caso en que el idealismo se hace saltar por su propio contenido, no puede considerársele como autoridad que haya de asumir la crítica, antes bien, ha de convertirse en objeto de crítica él mismo. Yisto desde este lado, _n o debería. presentar ninguna ambigüedad ' 1 !a tesis de que el conocer ~q es producir sino aprehender! Será desde· . · otro lado desde donde habrá que afianzarla primero. Naturalmente no esti entendida en el sentido de que la suposición m etafísica idealismo deba ceder su lugar a otra realista igualmente metafísica antes bien, debe interpretarse en la acepción llana. de un estado
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cosas existente en el fenómeno del conocimiento, anterior a todo examen fundado en puntos de vista, La- concepción natural del fenómeno del conocimiento se caracteriza precisamente por ese uaprehender"; coincide con aquel urealismo empírico" que aun el extremo idealismo trascendental no puede dejar de mantener y aun de justificar expresamente por su parte. Este realismo natural y modesto no puede ofrecer dudas desde ningún punto de vista; únicamente puede ofrecerlas ampliando ·su interpretación y disolviéndolo al colocarlo bajo puntos de vista "superiores". Y así como desde Kant es un "escándalo de la filosofía" que este punto de partida común de toda teoría del conocimiento no se reconozca como realidad demostrable, así también nuestra tesis sólo pretende que se reserve provisionalmente toda prematura decisión arrogante y se reconozca lisa· y llanamente una realidad escueta sin interpretaciones. · Toda esa reserva tiene que imponerse necesariamente un tratamiento del problema del conocimiento que no se ponga al servicio de la construcción de una sistemática determinada, sino que a lo sumo trate de llegar a ésta desde el interior mismo del planeamiento del problema. Ya en sus primeros comienzos tiene que detenerse antes de llegar a cualquier decisión prematura fundada en un punto de vista, tanto más cuanto que por su parte está obligada a desarrollar y tratar al propio tiempo el problema del punto de vista filosófico. Mas -y esto es el segundo punto principal- esta reserva en la cuestión del punto de vista, en modo alguno responde al deseo de eludir lo metafísico. La posición inicial más acá de realismo e idealismo no pretende eludir la metafísica del problema, sino solamente la del punto de vista, que es artificial, producto de la teoría y expuesta a ser eliminada por la labor de la crítica, mientras que aquélla es natural, asentada sobre bases firmes, arraigada en el fenómeno, ineliminable, ineludible. Por lo que atañe al problema, la nueva inves-
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tigación no pretende aventajar en nada al idealismo, pues en nada
puede alterar la figura del problema la circunstancia de que en el estudio ulterior de éste se limite a considerar que el conocimiento es la aprehensión de un ser-en-sí o que lo reduzca a un "producir", pues en ambos casos ·subsiste la proposición que constituye la tesis - fundamental de toda disquisición ulterior: El problema del conocimiento no es psicológico ni lógico, sino, en el fondo, metafísico. No puede tratarse con los medios de la psicología ni con los de la lógica, sino solamente con los de un~ metafísica del co?ocimiento que es preciso trazar adrede para este ob1eto. No sabemos s1 de esta suerte
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podrá resolverse ni hasta qué punto, pues ésta. es ot_ra ~ucsti6n que figura entre aquellas que se estudian en fas mvest1gac1ones de es-
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ta obra. . ºd d L ºb · Es una tesis que no habría extrañado a nadie en v1 a e ei rutz; pero desde la Critica de la razón pura nos hc~os acostum~r~do a considerar que la base de toda filosofía es la teona de conoc!rment