Marcadores del discurso: de la descripción a la definición 9783865278760

Se acerca a los marcadores del discurso desde los puntos de vista lexicográfico y contrastivo, reflejando los actuales a

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CONTENIDO
INTRODUCCIÓN. MARCADORES DEL DISCURSO: DESCRIPCIÓN, DEFINICIÓN, CONTRASTE
I. LEXICOLOGÍA, LEXICOGRAFÍA Y MARCADORES DEL DISCURSO
TIEMPO Y NEGACIÓN: ANÁLISIS DE LA LOCUCIÓN EN LA VIDA
LAS PARTÍCULAS FOCALES DESDE UNA PERSPECTIVA POLIFÓNICA
LO DISCURSIVO DE LAS PARTÍCULAS DISCURSIVAS EN EL DICCIONARIO DE PARTÍCULAS DISCURSIVAS DEL ESPAÑOL (DPDE). LA ATENUACIÓN COMO SIGNIFICADO FUNDAMENTAL O USO CONTEXTUAL
LOS MARCADORES DEL DISCURSO QUE EXPRESAN MODALIDAD EVALUATIVA O EXPRESIVA EN LOS DICCIONARIOS MONOLINGÜES DE ESPAÑOL
RELACIONES METAOPERACIONALES EN LA DESCRIPCIÓN DE MARCADORES DISCURSIVOS EN ESPAÑOL
MARCADORES DISCURSIVOS, VALORES SEMÁNTICOS Y ARTICULACIÓN INFORMATIVA DEL TEXTO: EL PELIGRO DEL ENFOQUE LEXICOCENTRISTA
II. MARCADORES DEL DISCURSO, TRADUCTOLOGÍA Y ANÁLISIS CONTRASTIVO
LAS LOCUCIONES MARCADORAS CONSTRUIDAS SOBRE LA BASE DEL VERBO DECIR: ASPECTOS FRASEOGRÁFICOS Y TRASLATICIOS (ESPAÑOL-ALEMÁN)
ADVERBIOS ESPAÑOLES, MARCADORES DISCURSIVOS ALEMANES: ¿UN PROBLEMA TERMINOLÓGICO O UN DESAFÍO PARA LA LINGÜÍSTICA CONTRASTIVA?
YA QUE, UN MARCADOR POLIFÓNICO
ESTRUCTURAS ARGUMENTATIVAS EN TEXTOS MULTILINGÜES DE MASS MEDIA Y SU RELEVANCIA TRADUCTOLÓGICA: UN ESTUDIO COMPARATIVO DEL FRANCÉS, ESPAÑOL Y ALEMÁN
CAMINO DE UN MARCADOR DEL DISCURSO: UNA COMPARACIÓN DEL ESPAÑOL ¿SABES? CON EL FRANCÉS TU SAIS Y EL INGLÉS YOU KNOW
¡AH, VAYA! YA LLEGAMOS A DONDE ÍBAMOS – AHA! DA SIND WIR BEIM SPRINGENDEN PUNKT... ¡VAYA MARCADOR DEL DISCURSO!
MARCADORES DISCURSIVOS: CALAS CONTRASTIVAS EN LOS REFORMULADORES DEL ESPAÑOL Y EL EUSKERA
AUTORES
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Marcadores del discurso: de la descripción a la definición
 9783865278760

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Heidi Aschenberg/Óscar Loureda Lamas (eds.) Marcadores del discurso: de la descripción a la definición

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L IN GÜÍS T IC A

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IB ER OAM ER IC ANA Vo l . 4 5

DIRECTORES: MARIO BARRA JOVER, Université Paris VIII IGNACIO BOSQUE MUÑOZ, Universidad Complutense de Madrid ANTONIO BRIZ GÓMEZ, Universitat de València GUIOMAR CIAPUSCIO, Universidad de Buenos Aires CONCEPCIÓN COMPANY COMPANY, Universidad Nacional Autónoma de México STEVEN DWORKIN, University of Michigan ROLF EBERENZ, Université de Lausanne MARÍA TERESA FUENTES MORÁN, Universidad de Salamanca DANIEL JACOB, Universität Freiburg JOHANNES KABATEK, Eberhard-Karls-Universität Tübingen EMMA MARTINELL, Universitat de Barcelona JOSÉ G. MORENO DE ALBA, Universidad Nacional Autónoma de México RALPH PENNY, University of London REINHOLD WERNER, Universität Augsburg

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Marcadores del discurso: de la descripción a la definición

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Iberoamericana



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Publicación realizada con el apoyo del Programa ProSpanien y del Iberoamerika Zentrum de la Universidad de Heidelberg

Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2011 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2011 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-8489-596-1 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-647-6 (Vervuert) Depósito Legal: Diseño de la cubierta: Carlos Zamora Impreso en España Este libro está impreso integramente en papel ecológico blanqueado sin cloro

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CONTENIDO

Heidi Aschenberg/Óscar Loureda Lamas Introducción. Marcadores del discurso: descripción, definición, contraste . . .

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I. LEXICOLOGÍA, LEXICOGRAFÍA Y MARCADORES DEL DISCURSO Leonor Ruiz Gurillo/María Belén Alvarado Ortega Tiempo y negación: análisis de la locución en la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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José Portolés Lázaro Las partículas focales desde una perspectiva polifónica . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Antonio Briz Gómez Lo discursivo de las partículas discursivas en el Diccionario de partículas discursivas del español (DPDE). La atenuación como significado fundamental o uso contextual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

77

José Laguna Campos/Margarita Porroche Ballesteros Los marcadores del discurso que expresan modalidad evaluativa o expresiva en los diccionarios monolingües de español . . . . . . . . . . . . . . . . .

109

Victoriano Gaviño Rodríguez Relaciones metaoperacionales en la descripción de marcadores discursivos en español . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

139

Margarita Borreguero Zuloaga/Araceli López Serena Marcadores discursivos, valores semánticos y articulación informativa del texto: el peligro del enfoque lexicocentrista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

169

II. MARCADORES DEL DISCURSO, TRADUCTOLOGÍA Y ANÁLISIS CONTRASTIVO Aina Torrent-Lenzen Las locuciones marcadoras construidas sobre la base del verbo decir: aspectos fraseográficos y traslaticios (español-alemán) . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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8 Gerda Haßler Adverbios españoles, marcadores discursivos alemanes: ¿un problema terminológico o un desafío para la lingüística contrastiva? . . . .

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Claudia Borzi/Ulrich Detges Ya que, un marcador polifónico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

263

Ramona Schröpf Estructuras argumentativas en textos multilingües de mass media y su relevancia traductológica: un estudio comparativo del francés, español y alemán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

283

Bettina Kluge Camino de un marcador del discurso: una comparación del español ¿sabes? con el francés tu sais y el inglés you know . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

305

Alf Monjour ¡Ah, vaya! Ya llegamos a donde íbamos – Aha! Da sind wir beim springenden Punkt... ¡Vaya marcador del discurso! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

343

Asier Barandiaran Amarika/Manuel Casado Velarde Marcadores discursivos: calas contrastivas en los reformuladores del español y el euskera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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INTRODUCCIÓN MARCADORES DEL DISCURSO: DESCRIPCIÓN, DEFINICIÓN, CONTRASTE Heidi Aschenberg/Óscar Loureda Lamas Universität Tübingen/Universität Heidelberg

Entre el 18 y el 21 de marzo de 2009 los coordinadores de este volumen dirigimos una sección monográfica sobre marcadores del discurso en el marco del decimoséptimo Congreso de la Asociación Alemana de Hispanistas (XVII. Deutscher Hispanistentag). Más allá de las razones evidentes, derivadas de la importancia que cobra el estudio de los marcadores discursivos en la lingüística –en la alemana, en la española y, en general, en la románica–, había también algunos motivos “históricos”. Se cumplía entonces el cuadragésimo aniversario de la publicación de la tesis de Harald Weydt, Abtönungspartikel. Die deutschen Modalwörter und ihre französischen Entsprechungen (1969), y la casualidad quería, además, que el congreso tuviera lugar en Tubinga, donde precisamente se gestó esta obra, dirigida por Mario Wandruszka e impulsada por Eugenio Coseriu. Bajo el título “Marcadores del discurso y lingüística contrastiva” pretendíamos evaluar, con la lengua española como telón de fondo, el estado actual de los estudios descriptivos sobre los marcadores del discurso, por lo que creamos un foro para contribuciones que se ocuparan particularmente de los desafíos que los marcadores del discurso suponen para la lingüística descriptivocomparativa y para la lexicografía (particularmente para la plurilingüe). Gran parte de aquellas contribuciones se presentan ahora gracias a la generosa acogida que nos ha brindado Iberoamericana-Vervuert1. Desde la publicación de Weydt hasta ahora el estudio de los marcadores del discurso ha cambiado sustancialmente (véase Loureda Lamas/Acín Villa 2010). Los temas elegidos como eje de la sección del congreso de hispanis1 Queremos agradecer expresamente la valiosa colaboración de Adriana Cruz (Heidelberg), Theresa Eupper (Tubinga) y Daniel Steiner (Tubinga) en la labor de edición de los manuscritos.

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tas alemanes mostraban de manera extraordinaria el alcance de esta evolución y del diálogo de la lingüística hispanoalemana: de la evolución, porque la descripción contrastiva de los marcadores del discurso y su definición ya eran problemas planteados desde el principio –sin ir más lejos, en la ya citada monografía de Weydt–, y porque constituyen actualmente dos de los ámbitos en los que la investigación teórica y la descripción concentran más esfuerzos (Garcés Gómez 2008, González Ruiz 2010, Fuentes Rodríguez 2010); y del diálogo hispanoalemán, porque a la consolidación y desarrollo de la gramática textual en los estudios sobre el español, muy especialmente perceptible tras la eclosión desde 1987 de los estudios sobre marcadores del discurso, contribuye en parte la Textlinguistik –como Textgrammatik– alemana (Loureda Lamas/Casado Velarde 2009): esta “gramática del texto española” luego se desarrolló –se desarrolla– fundamentalmente –casi exclusivamente– en el campo del análisis de los marcadores discursivos, en particular desde un punto de vista onomasiológico (Martín Zorraquino 1992, 2006 y 2010; Casado Velarde 1993 y 1998; para importantes consideraciones sobre la gramática textual desde otro punto de vista, véase Cuenca Ordiñana 2010)2. En este último sentido, con el desarrollo del enfoque transfrástico se crea un contexto en el que encuentran rápido acomodo los estudios acerca de los problemas “inmanentes” de los marcadores discursivos, como son la versatilidad posicional –en la periferia oracional, primero; respecto de las unidades del hablar, luego; y respecto de la información textual, por último–, la dimensión suprasegmental, su comportamiento sintagmático, sus propiedades en tanto que clase funcional de palabras –y en consecuencia, su clasificación–, o la determinación de sus valores de lengua y variantes contextuales. Este tratamiento es condición necesaria, pero aún insuficiente (Martín Zorraquino 1998, Martín Zorraquino/Portolés Lázaro 1999). El enfoque debía completarse necesariamente desde la perspectiva del hablar. Para ello fueron determinantes las aportaciones de la pragmática –en particular de la Teoría de la relevancia–, de la Teoría de la argumentación y del análisis conversacional. Todas las orientaciones añaden dimensiones diferentes a la descripción de los marcadores del discurso: desde el análisis instruccional al textual (o sea, relativo a los constituyentes discursivos), pasando, por ejemplo, por aproximaciones cognitivas que explican los procesos de construcción del discurso. En 2 Para la historia de la recepción de la lingüística textual alemana en el hispanismo, véase Borreguero Zuloaga (2002, 2004 y 2006) y Loureda Lamas/Casado Velarde (2009).

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efecto, dentro de la pragmática, y desde el punto de vista cognitivo-semántico, los marcadores del discurso se consideran como unidades lingüísticas que por su significado de procesamiento guían, de acuerdo con sus propiedades morfosintácticas, semánticas y pragmáticas, las inferencias que se realizan en la comunicación (Blakemore 1987, Portolés Lázaro 2001 [1998]). La Teoría de la relevancia aporta, así, una explicación última –no obstante, de raíces epistemológicas distintas– a la sintagmática de los enunciados propuesta por la Teoría de la argumentación, toda vez que los marcadores se emplean para dirigir cooperativamente la comunicación ostensivo-inferencial (Montolío Durán 1998: 109, Murillo Ornat 2010). Por su parte, con el aporte del análisis del discurso, y de las disciplinas y enfoques afines, se resaltan las dimensiones de la variación de los marcadores del discurso y su contribución a la “gramática” (estructura) de la conversación, esto es, a las reglas sintácticas, semánticas y pragmáticas que organizan la conversación (Briz Gómez 1998, Briz Gómez/Hidalgo Navarro 1998). En este nuevo marco multidimensional se crean nuevas condiciones tanto para la descripción –particularmente para la contrastiva– del contenido de los marcadores discursivos como para la definición lexicográfica de estos. Por eso nos pareció adecuado plantear estas cuestiones y auspiciar su discusión en el ámbito privilegiado de la romanística alemana, un ámbito natural para la descripción y el contraste, y paradigmático en muchos sentidos en el desarrollo de la lexicografía sobre marcadores del discurso. 1. El lenguaje sirve para representar la realidad, es decir, para diferenciar cosas mediante conceptos intuitivos3 (lo llamamos significado representacional): dos tipos de escalera, en función de si es portátil o no en alemán (die Leiter, die Treppe), en inglés (ladder, stairway), en gallego (escada, escaleira) o en francés (échelle, escalier), uno solo, en cambio, en español (escalera). La otra función fundamental es comunicar. Y comunicar es un baile en el que toman parte dos: según los argumentos de la Teoría de la relevancia (véanse Wilson/Sperber 2004, Pons Bordería 2004, Portolés Lázaro 2004 y

Según palabras de Coseriu (1977 [1991]: 95-133), a partir de distinciones de raigambre aristotélica, el significado léxico no sigue delimitaciones imperativas de las cosas, distinguidas previamente o ya existentes antes en las cosas, sino que son fruto de la imposición intuitiva de límites por parte de cada comunidad. Salvo en el caso de las terminologías, el lenguaje no es comprobación sino imposición de límites en la realidad. 3

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Murillo Ornat 2010), el hablante traslada al oyente la intención de comunicar algo y el oyente realiza razonamientos inferenciales. En efecto, cuando hablamos, el contenido expresado raramente se limita a lo dicho, de ahí que la captación del sentido necesite de un proceso interpretativo que se apoye en la información contextual actualizada. La comunicación se desplaza, así, hacia procesos psicológicos4. Lo importante es la representación de una realidad por parte de un hablante y el intento de recuperación de lo realmente comunicado por parte de un oyente o lector. Este proceso de recuperación se llama inferencial, como es sabido. Y es gradual: a veces inferimos todo lo que se nos quiso transmitir; otras veces, en cambio, no logramos inferir nada de lo que se nos dice; y otras, en fin, inferimos mal. Pues bien, si de lo que se trata en la comunicación es de estimular al oyente para que active sus procesos psíquicos de comprensión, y si no hay una descodificación automática, parecen necesarias indicaciones sobre cómo procesar la información. O para ser más exactos, quizá no sean necesarias, pero si se emplean, parece una hipótesis plausible que tengan un papel prominente en la comprensión del discurso. Estas “guías” pueden ser de muchos tipos: desde el género discursivo/textual mismo –que siempre constituye un horizonte de expectativas para el oyente–, aspectos organizativos o retóricos, hasta elementos léxicos –en María logró terminar la tesis la presuposición contenida en el verbo lograr posibilita alcanzar la representación mental “lo hizo con esfuerzo”–, pasando por unidades gramaticales o elementos de conexión (véase Cuenca Ordiñana 2010). Lo importante, como se ha señalado en numerosas ocasiones, es que hay un conjunto de “pequeñas palabras”, las partículas discursivas o marcadores del discurso, que tienen precisamente esta función. En efecto, en el ámbito de

4 En este sentido, en Loureda Lamas (2010b) presentamos una reciente línea de trabajo, con un pie en la pragmática experimental y otro en la traductología –y en la lingüística contrastiva–, que quizá sirva para comprobar algunas de las premisas de las que partimos a la hora de definir los marcadores del discurso. En el proyecto de investigación “Marcadores del discurso y cognición” de la Universidad de Heidelberg tenemos como objetivo medir experimentalmente la atención que los marcadores del discurso exigen por parte del intérprete y del traductor. Dado que los marcadores del discurso son unidades de una lengua que guían las inferencias –es decir, dado su significado de procesamiento–, parece plausible que los marcadores del discurso constituyan en procesos de traslación –especialmente en los de baja planificación, como la traducción espontánea o la interpretaciíon simultánea– un foco de atención singular para el traductor o para el intérprete.

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la comunicación ostensivo-inferencial no existe una heurística perfecta, una descodificación automática. De ahí que se necesiten guías: en una teoría que asume la construcción de enunciados que son sometidos a cómputos inferenciales es natural que haya expresiones que restrinjan esas operaciones: estas restricciones guiarían al oyente hacia los efectos esperados y le ahorrarían esfuerzo de procesamiento (Blakemore 1997: 95). Estas expresiones que restringen la interpretación de las unidades con significado representacional son los marcadores del discurso. Desde el punto de vista de la Teoría de la relevancia (Sperber/Wilson 1995 [1986]; Blakemore 1987, 1988, 1989, 1992, 1997, 2002 y 2004; Carston 2002 y 2004) se formalizó una reelaboración de los postulados de Grice, diferenciando entre significado conceptual y significado procedimental. El significado conceptual es la información sobre el contenido proposicional de las representaciones mentales codificadas por los enunciados, mientras que el significado procedimental es la información sobre cómo procesar ese significado conceptual. Palabras y expresiones como casa, chocolate o terremoto poseen sobre todo significado conceptual, mientras que elementos como ja, bloß, denn, aber, doch en alemán; however, therefore en inglés; allora, infatti en italiano; par contre, même en francés; y es decir, bueno o sin embargo, en español, restringen las inferencias de las secuencias discursivas en las que aparecen: Los marcadores discursivos tienen sus propias funciones y existen múltiples diferencias entre los diferentes subgrupos y elementos. Sin embargo, todos ellos tienen en común varias características fundamentales: su significado procedimental (en mayor o menor grado), su papel de guías de las inferencias y, en muchos casos, su papel de organizadores de la estructura discursiva (Murillo Ornat 2010: 258)5.

Siguiendo los principios de la pragmática, la comprensión de un discurso depende de la descodificación de los contenidos que son propios de una lengua y también, y sobre todo, de la descodificación del enriquecimiento pragmático que se obtiene a partir del análisis de lo dicho en relación con el contexto. Las partículas discursivas o marcadores del discurso tienen un valor de Otro problema, idealmente posterior, es el de la formalización en la ciencia de este significado de procesamiento. Sobre el “metalenguaje” de la definición, véanse Briz Gómez (2008) y Portolés Lázaro (2008); también la contribución a este volumen de Gaviño Rodríguez, basada en conceptos de la gramática metaoperacional. 5

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lengua genérico y válido para todo contexto, salvo suspensión intencionada, pero también presentan exigencias gramaticales (Martín Zorraquino 2010), posicionales (Briz Gómez/Pons Bordería 2010, Borreguero Zuloaga en prensa) y semánticas (Murillo Ornat 2010) en un discurso que determinan en última instancia su traducción en el paradigma de la lengua de llegada o su definición en un diccionario. 2. Por lingüística contrastiva o gramática contrastiva se entiende inicialmente la comparación sincrónica de dos o más lenguas históricas, el análisis de sus diferencias y analogías existentes en el nivel del sistema y de la norma (véase Coseriu 1988 [1981]: 316 y ss.)6. Bajo el influjo de la traductología, la lingüística textual y la pragmática, que se constituyeron como disciplinas lingüísticas autónomas a partir de los años sesenta del siglo pasado, se amplió el campo de trabajo de la lingüística contrastiva, pasando a incluir también el análisis contrastivo de textos (Cartagena 2001: 687 y ss., Aschenberg 2006). La lingüística contrastiva contribuye, según se orienten sus estudios, a diferentes campos de trabajo: la tipología lingüística, la traductología y la didáctica de la enseñanza de lenguas extranjeras (véase Albrecht 2009: 388 y ss.). A pesar de las diferencias profundas que evidentemente caracterizan las distintas corrientes mencionadas, hay, sin embargo, algo que todas tienen en común: se fundamentan, de un modo u otro, en la comparación como método de análisis. La comparación constituye una operación cognoscitiva central que aplicamos en cualquier ámbito de la vida cotidiana o científica. El procedimiento comparativo nos capacita para percibir la naturaleza de un fenómeno, discernirlo de otro y, dado el caso, integrarlo en un orden, relacionándolo con fenómenos similares o contiguos. Esto vale también para el ámbito del lenguaje. Mientras que en la intentio recta el locutor recurre más o menos inconscienDebido a su enfoque de análisis estrictamente sincrónico, la lingüística contrastiva se opone claramente a la gramática comparada nacida en el siglo XIX. Esta se sitúa en una perspectiva diacrónica, reconstruye la historia de una familia lingüística sobre la base de las relaciones genéticas entre sus miembros (véase Herman 2001: 704). Se consideran precursores de la lingüística contrastiva la estilística comparada bilateral concebida por Charles Bally (Linguistique générale et linguistique française, 1932) y continuada por Jean-Paul Vinay, Jean Darbelnet y Alfred Malblanc, y la interlingüística de Mario Wandruszka. Los autores que forman parte de esta corriente intentan establecer una caracterización comparada de dos o más lenguas seleccionadas basándose en textos y sus traducciones. 6

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temente a la comparación en el proceso de aprender o usar una lengua, el lingüista, en la intentio obliqua, aplica este procedimiento conscientemente en el análisis científico. Sin la operación de la comparación no seríamos capaces de establecer inventarios de fonemas, paradigmas morfológicos, y patrones sintácticos o textuales (véase Aschenberg 2006: 341). Fue la lingüística del siglo XIX la que destacó la comparación como método básico de la investigación lingüística histórica. La lingüística del siglo XX, aunque con planteamientos teóricos y empíricos diferentes, trasladó el método comparativo a temas de investigación sincrónica (Schweickard 1995). A lo largo de este proceso, las traducciones se revelaron una fuente de datos de primera importancia, y la comparación de traducciones llegó a proporcionar una base imprescindible para las investigaciones lingüísticas sincrónicas, sea en el marco de las ya mencionadas estilística comparada e interlingüística, sea en el de la lingüística contrastiva. No obstante, hay que añadir que, con respecto a la última, las traducciones no pueden constituir por sí solas una base suficiente, pues las traducciones son, sobre todo, de textos literarios, y para que la gramática contrastiva disponga de un corpus representativo que incluya también ejemplos de otros géneros textuales se recomienda recurrir a textos “paralelos”, es decir, que tengan una función comunicativa equivalente (Schmitt 1997: 15 y ss.). Además, y este punto nos parece decisivo, en los estudios de la gramática contrastiva se trata de proporcionar conocimientos relacionados en primer lugar con el nivel de la lengua. Puesto que las traducciones reflejan las opciones individuales de los traductores recuperables en sus textos –o lo que es lo mismo, en el nivel del habla–, para comprobar los hechos lingüísticos encontrados la gramática contrastiva tiene que apoyarse además en otras fuentes, por ejemplo, en gramáticas de lenguas contrapuestas, en estudios lingüísticos o en corpus monolingües, que muestran tendencias cualitativas y cuantitativas. 2.1. Cualquier trabajo contrastivo, sea cual sea su fin, presupone un tertium comparationis. Sobre este asunto, como se sabe, han corrido ya ríos de tinta, sobre todo en la traductología. Y, claro está, todavía no hay acuerdo entre los especialistas. Queremos citar en este contexto un pasaje de un ensayo de Eugenio Coseriu sobre lingüística contrastiva al que se refieren también Manuel Casado Velarde y Asier Barandiaran Amarika en su contribución. En este ensayo, publicado por primera vez en 1970, Coseriu propone una reformulación de la pregunta de cómo se debe concebir el tertium comparationis:

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Por ello, también la cuestión que estamos discutiendo debe, en parte, formularse de otra manera: no “¿Cómo se dice ‘lo mismo’ en la lengua B?”, sino más bien “¿Qué se dice efectivamente en la lengua B en una situación análoga o con referencia al mismo hecho?” (lo que, en rigor, ocurre de hecho en la praxis de la gramática contrastiva, así como en la praxis de la traducción, aunque la mayoría de las veces tácitamente y con fundamentación sólo intuitiva). En efecto, si se compara el hablar por medio de lenguas diferentes, se comprueba que en situaciones análogas se dice también algo totalmente distinto de lo que se podría decir. Y hasta que no se dice nada, aunque algo podría decirse (y en otras lenguas se dice) (Coseriu 1987: 84).

¿Por qué consideramos significativa esta interpretación coseriana? Creemos que el pasaje citado incluye dos observaciones de largo alcance, aunque expresadas de modo poco técnico. Se presenta, por una parte, una definición “funcional” del tertium comparationis: este no se considera algo fijo, establecido previamente por un sistema de significados gramaticales y léxicos compartidos potencialmente por las lenguas A y B, sino que es más bien dinámico, es decir, dependiente de la situación y el estado de cosas con los que se relacionan las expresiones de las lenguas A y B; además, situación y estado de cosas, tal como se presentan al hablante de la lengua A y al de la lengua B, no se suponen idénticos sino “análogos”. Por otra parte, la segunda tesis que podemos abstraer de este pasaje tiene que ver con las convenciones diferentes de las lenguas A y B. Estas diferencias no solo son patentes en el nivel del sistema y de la norma de las lenguas en cuestión, sino también en sus convenciones discursivas, es decir, en lo que se suele decirse con respecto a una situación o un estado de cosas dados en sus comunidades lingüísticas (véase Loureda Lamas 2008, 2009 y 2010a). La relación de equivalencia lingüística que se establece con respecto al tertium comparationis no se concreta necesariamente en unidades correspondientes de las lenguas contrapuestas, es decir, en niveles lingüísticos equiparables (prosodia, morfología, sintaxis, léxico, etc.). La equivalencia puede manifestarse también en estructuras o unidades expresivas de tipo diferente; se trata, en este caso, de una equivalencia compensada. O bien, es posible, y a esto se refieren las últimas líneas del pasaje citado, que no haya ninguna equivalencia, porque algo que se expresa en la lengua A no suele expresarse en la lengua B: en términos traductológicos, esta es la equivalencia cero. Volveremos unas líneas más abajo sobre estas observaciones coserianas para aprovecharlas.

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2.2. La bibliografía de los estudios que se refieren a los marcadores del discurso ha crecido considerablemente a lo largo de las últimas décadas, sobre todo en el hispanismo, donde este tema ha encontrado una singular caja de resonancia (véase Martín Zorraquino 2006, y Loureda Lamas/Acín Villa 2010); el número de trabajos dedicados especialmente a aspectos plurilingües sigue aumentando, significativamente a partir del año 2000 (véase la lista de obras contrastivas en Fuentes Rodríguez 2010: 706 y ss.). Aunque disponemos ya de una serie de diccionarios monolingües importantes (Santos Río 2003, Briz Gómez/Pons Bordería/Portolés Lázaro 2008, Fuentes Rodríguez 2009, en español; en francés, Mel’cuk et al. 1999; en alemán, Helbig 1988, Pasch et al. 2003), la bibliografía de obras lexicográficas plurilingües sigue siendo más bien escasa (no obstante, véanse Beutel 1986, König/Stark/ Requardt 1990, en parte Iwasaki 1998 o Buscha 1989, Métrich/Faucher 2009, el proyecto de Spanoghe 1996, Zybatow 1990, etc.) y en este ámbito aún queda por hacer7. No resulta difícil explicar por qué los lingüistas tuvieron que centrarse inicialmente en el análisis de los marcadores dentro de una sola lengua y, correspondientemente, en la lexicografía monolingüe. La categorización de los marcadores del discurso se considera, en principio, compleja; basta pensar solamente en su polimorfía gramatical, en los lábiles límites de su significado y en su polifuncionalidad pragmática. El primer paso necesario fue, por consiguiente, el establecimiento de definiciones claras y, en relación con trabajos empíricos, el desarrollo de métodos que permitieran una descripción lingüística y una documentación lexicográfica pertinentes8. 2.3. Volvamos otra vez al tema del tertium comparationis y de la relación de equivalencia, punto crucial en cualquier estudio contrastivo o traductológico. Dado el carácter lingüístico particular de los marcadores del discurso, no se pueden equiparar con las palabras llamadas “llenas”. Puesto que, al contrario de estas, el significado conceptual de los marcadores es, según el tipo que representan, más bien un residuo semántico, resultado de un proceso de gramaticalización

En 2009 se publicó la reelaboración del diccionario bilingüe alemán-francés de Métrich y Faucher, que podría servir de modelo en muchos sentidos para la futura lexicografía bilingüe de los marcadores. 8 Estos métodos son, en su versión más actual, híbridos; véase, sin ir más lejos, en este volumen las contribuciones de Antonio Briz Gómez y José Portolés Lázaro. 7

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subyacente, y cuyas funciones dependen en un alto grado de los contextos en los que aparecen (véase, por ejemplo, el trabajo en este volumen de Leonor Ruiz Gurillo y Belén Alvarado Ortega), el tertium comparationis no se puede concebir a partir de una denotación comparable del mundo o de un mensaje “análogo”. Por esta razón, la analogía o el tertium comparationis supuesto en la comparación o en traducción de los marcadores debe definirse a partir de sus valores comunicativos. Se añade, además de las diferencias consabidas entre los sistemas y las normas de dos o más lenguas, el problema de las diferencias en las tradiciones discursivas: no es solamente distinto el inventario de estas unidades en las lenguas históricas, sino también la frecuencia de su uso en los textos y discursos (véase Portolés Lázaro 2002: 158, Murillo Ornat 2007; y en este mismo volumen, algunas consideraciones del trabajo de Ramona Schröpf). La necesidad de una concepción de equivalencia por principio dinámica, tal como se desprende de las reflexiones de Coseriu en el pasaje citado anteriormente, parece innegable, más si se toma en cuenta el carácter funcional dinámico de los marcadores. Es posible prolongar las reflexiones de Coseriu con una distinción muy útil propuesta por Jörn Albrecht entre equivalencia virtual y efectiva que este autor define como sigue: En un primer acercamiento a la cuestión, se puede afirmar que mientras que el tertium comparationis de la lingüística contrastiva consiste en la equivalencia virtual en el nivel de la lengua, el de la traducción consiste en la equivalencia efectiva en el nivel del habla. Sin embargo, hay que tener en cuenta que se puede observar inmediatamente solo la equivalencia efectiva. La equivalencia virtual, en la que, por ejemplo, se basa el diccionario bilingüe, es un punto de referencia hipotético, construido sobre la base de los hechos lingüísticos estudiados (Albrecht 2009: 395; traducción nuestra).

La solución que se ofrece con respecto a los marcadores del discurso, y que encontramos también en los artículos del presente volumen, es la siguiente: partir de una función comunicativa muy general –lo que se propone también como punto de partida en la lexicografía monolingüe (véase la contribución de Laguna Campos y Porroche Ballesteros)– para documentar en la medida de lo posible y con referencia a contextos adecuados los casos “análogos” compartidos de las unidades analizadas. Podemos precisar este procedimiento generalizando una tesis que formulan René Métrich y Eugène Faucher en el prólogo de su Wörterbuch deutscher Partikeln con respecto a la relación entre las partículas alemanas y francesas: dado el alto grado de

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dependencia contextual de los marcadores, no se puede suponer una relación de equivalencia directa entre estos elementos en el sentido tradicional. Se trata más bien de una equivalencia discursiva que frecuentemente no se muestra en el nivel de las partículas mismas, sino en el de los enunciados de los que forman parte (Métrich/Faucher 2009: XXVII). En síntesis, y dicho en términos más cognitivos, el objetivo de un traductor o de un intérprete no es buscar un equivalente, sino lograr crear una representación mental en el lector/oyente a partir de la traducción que le permita realizar las mismas inferencias que si hubiera podido acceder al discurso original (véase Hatim/Mason 1995, Gutt 1991). Entonces, quizá sean los marcadores del discurso, por su significado fundamentalmente instruccional, un buen anclaje para conseguir una buena traducción (véase nota 3). Pero, como apunta Portolés Lázaro (2002), las dificultades de la equivalencia y la traducción de los marcadores del discurso no son pocas: primero, porque pueden no existir en las lenguas marcadores del discurso equivalentes; segundo, porque las instrucciones de procesamiento que conllevan no son siempre equivalentes a las de los marcadores del discurso de la lengua de llegada (en alemán, einerseits/andererseits presenta unas restricciones de uso mayores que por una parte/por otra parte, pues solo organiza miembros discursivos antiorientados); y tercero, aun cuando dos lenguas dispusieran de marcadores del discurso equivalentes con análogos comportamientos discursivos, el traductor/intérprete debe considerar que tal vez sea preciso en esa lengua utilizar un marcador del discurso, pero también que es muy posible que no sea conveniente guiar las inferencias expresamente con un marcador del discurso, y que las inferencias se consigan mostrar por otros medios. 3. En otro sentido, el avance de estos últimos años en el ámbito de la lexicografía de los marcadores se produce en varios planos. Primero, en el práctico, en la medida en que hoy en español contamos con tres diccionarios de marcadores: dos en papel, monolingües (Santos Río 2003 y Fuentes Rodríguez 2009); el otro (Briz Gómez/Pons Bordería/Portolés Lázaro 2008), en red, inicialmente también monolingüe, pero que, dado su carácter de diccionario in fieri, desarrolla en numerosas entradas una información microestructural sobre equivalentes en inglés. Segundo, porque en los grandes diccionarios monolingües generales o de uso la conciencia de la definición de estas unidades es cada vez mayor. Y tercero, porque cada vez son más los estudios que se ocupan teóricamente de aquello que es razonable esperar de

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un diccionario a la hora de acercarse al contenido de los marcadores (véase Wolski 1989, Brauße 1992 y Garcés Gómez 2008). Dicho de otro modo, en relación con los marcadores del discurso, se han producido avances palpables en el ámbito de la metalexicografía, ya sea descriptiva, crítica o histórica9, ya sea de carácter teórico y metodológico, concerniente, pues, a cómo debe ser el tratamiento de los marcadores en distintas clases de diccionario10. Los trabajos de metalexicografía histórica han permitido tomar conciencia del tipo de definiciones que aparecen en los grandes diccionarios. Estos tienden, de ello dan fe todos los análisis, a la definición sinonímica (por lo tanto = ‘por ende’; no obstante = ‘sin embargo’; es decir = ‘o sea’) o a la parafrástica (francamente = ‘con franqueza’). La definición sinonímica, pese a que no define como tal (no es analítica) y a que se trata de incrustaciones onomasiológicas en diccionarios semasiológicos11, en realidad safisface la principal demanda del hablante común y del traductor: poder descodificar o interpretar el valor de una unidad en un texto dado. La definición sinonímica aporta equivalentes (solo aparentes: por tanto/por ende) conmutables (no siempre: por ende solo reemplaza a por tanto en contextos en que los dos miembros discursivos responden al mismo tópico) con identidad funcional o categorial (por ejemplo, “conectores consecutivos”) que por aproximación (a través del “valor común”) permite entender su significado, aunque no del todo predecir sus usos. Falta, sin embargo, que en los diccionarios generales se trascienda, para este tipo de categoría funcional, la perspectiva dominante del significado léxico (“lexicocentrista”, véase Borreguero Zuloaga y López Serena, en este volumen) y abrace definitivamente la idea de insertar en las definiciones la información funcional (textual o pragmática) de los marcadoQue se ocupa del estudio de los diccionarios existentes y del tratamiento que allí reciben –o mejor, han recibido– los marcadores del discurso. Un ejemplo de este enfoque en este volumen es el trabajo de Gerda Haßler. 10 González Ruiz (2010) dedica un notable volumen de páginas al comentario del diseño de los diccionarios específicos de marcadores del discurso. Aquí, aparte de los diccionarios ya publicados, se describe la labor de otros grupos que tienen por objetivo acercarse teóricamente, en su diseño, y en la práctica, en el desarrollo de un producto lexicográfico, a la elaboración de un diccionario de marcadores discursivos del español; por su parte, Dostie (2004: 69) da noticia de otros proyectos de diccionario de marcadores del discurso, especialmente plurilingües, alguno de ellos ya publicados. En alemán, véase el reciente logro del Handbuch der deutschen Konnektoren, de Renate Pasch, Ursula Brauße, Eva Breindl y Ulrich Hermann Waßner. 11 Se hace hincapié en el valor común del “campo”, no en las diferencias funcionales específicas de cada marcador. 9

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res discursivos, apoyándose en las investigaciones gramaticales sistemáticas sobre estas unidades (Portolés Lázaro 2008). Así podrá crearse la intersección del círculo onomasiológico con el semasiológico. Los diccionarios monolingües, en definitiva, siempre han lematizado también los marcadores del discurso, aunque no, claro está, de forma exhaustiva y a la luz de las teorías lingüísticas modernas (véase en este volumen la contribución de Laguna Campos y Porroche Ballesteros). Dados los límites que impone el espacio y la propia concepción de cada diccionario, el problema de la definición es aún más palpable en diccionarios bilingües, habitualmente destinados al aprendizaje de una lengua extranjera (véase Brauße 2002 y Martín Zorraquino 2005). Una excepción notable, como se dijo, es el Wörterbuch deutscher Partikeln. Unter Berücksichtigung ihrer französischen Entsprechungen, de René Métrich y Eugène Faucher (2009). Su microestructura es compleja: incluye información sobre significado general, registro, prosodia, posición, datos diatópicos, partículas semejantes o sinónimas, combinaciones sintagmáticas frecuentes, actos de habla en los que funciona la partícula, datos sobre su frecuencia de uso y, por supuesto, traducción al francés de las partículas y de los ejemplos; todo ello apoyado en una amplia base documental (raros son los ejemplos construidos). Por lo demás, se trata de un diccionario ideado para ayudar a los usuarios en los problemas de comprensión y traducción de las partículas, así como para darles la oportunidad de adquirir un conocimiento más profundo sobre unas unidades tan importantes en la competencia discursiva y pragmática. Para completar la información orientada a la “comprensión” con la información “prospectiva”, la alternativa que se maneja a la “pseudodefinición” sinonímica es, habitualmente, la definición funcional –en metalengua de signo–, propia de estas unidades “sinsemánticas”, frente a la definición conceptual –en metalengua de contenido–, propia de las palabras con significado léxico. Merece atención la propuesta reciente de Portolés Lázaro (2008), que intenta deshacer esta correspondencia. Indica que sería deseable evitar, por poco informativas, las definiciones con descripciones puramente gramaticales, en favor de unas definiciones más complejas que [reflejen] en lo posible en la parte definitoria la gramática de cada acepción; [encabecen] las definiciones con verbos de actividad para mostrar de este modo su significado instruccional; [utilicen] las acepciones y las subacepciones para destacar los distintos comportamientos sintácticos y semánticos de unas partícu-

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las en relación con otras de una gramática y un significado próximos; [añadan] ejemplos [parafraseables] de acuerdo con lo expuesto en la definición (Portolés Lázaro 2008: 198)12.

Desde el punto de vista metalexicográfico, los problemas no conciernen evidentemente solo al tipo de definición; conciernen tanto a la macroestructura del diccionario como a la microestructura. En la macroestructura se presentan problemas como el de la delimitación de las unidades, el de la ordenación de las entradas o el tratamiento de unidades de análogo significante; por su parte, en el campo de la microestructura se consideran los problemas que genera la construcción de la planta del diccionario, desde la definición a la información prosódica, pasando por la posición, su sintaxis, la información sobre variantes o valores de uso del signo, etcétera. 4. Los trabajos reunidos en este volumen se presentan en dos secciones: los de la primera tratan temas de lexicología y de lexicografía monolingüe; los de la segunda de lingüística contrastiva y de traductología. Unos se orientan desde la descripción a la definición; otros, de la descripción al contraste. Aunque claramente referidas a estos campos de estudio, las presentes contribuciones revelan una amplia gama de perspectivas teóricas y análisis empíricos. “C’est le point de vue qui crée l’objet”, dijo Ferdinand de Saussure en el Cours de linguistique générale, y, se puede añadir, también es el punto de vista el que crea las perspectivas metodológicas desde las que se desarrollan nuestros conocimientos. Puesto que los marcadores del discurso se sitúan, además, en la interfaz de diferentes disciplinas lingüísticas, constituyen ya por su naturaleza y por su funcionamiento lingüístico un objeto de “múltiple acceso”. 4.1. La primera sección, sobre lexicología y lexicografía, se inicia con el artículo de Leonor Ruiz Gurillo y María Belén Alvarado Ortega “Tiempo y negación: análisis de la locución en la vida”. En él se relacionan las perspectivas sincrónica y diacrónica. De acuerdo con la cadena de gramaticalización COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL > ADVERBIO DE FRASE > MARCADOR DISCURSIVO, propuesta por Traugott (1999), las autoras muestran cómo en la vida, inicialmente expresión temporal, acaba convirtiéndose en una locución con valor

12 Sobre el alcance de estas propuestas podemos ver en este mismo volumen el trabajo de Antonio Briz Gómez.

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negativo cuyas primeras apariciones datan de mediados de 1700. El grado de gramaticalización, de idiomaticidad y, en consecuencia, de su significado negativo depende de su posición sintáctica. Lo particular del comportamiento gramatical y semántico de en la vida reside en su doble funcionamiento: puede asumir la función de complemento circunstancial temporal, y la de unidad fraseológica negativa. José Portolés Lázaro demuestra en su artículo “Las partículas focales desde una perspectiva polifónica” que el concepto de polifonía, reorientado por los estudios sobre la estructura informativa de los enunciados, puede arrojar nueva luz sobre el funcionamiento de las partículas focales perfilando factores como los locutores en tanto que voces discursivas, la responsabilidad asumida por estas y los estados mentales subyacentes al proceso comunicativo. Por su parte, Antonio Briz Gómez, en su contribución “Lo discursivo de las partículas discursivas en el Diccionario de partículas discursivas del español (DPDE). La atenuación como significado fundamental o uso contextual”, presenta distintas consideraciones metalexicográficas que combinan dos aspectos del análisis de los marcadores: uno más bien teórico, basado, como dice el autor, “en una lectura personal” del DPDE, para ilustrar cómo se concreta el término partícula discursiva a partir de los rasgos que aparecen en las definiciones de dicho diccionario; otro, en cambio, más bien práctico, destinado a la clarificación del funcionamiento de las partículas atenuadoras y su posterior descripción. Como se ha apuntado anteriormente, los diccionarios monolingües siempre han lematizado de algún modo los marcadores del discurso. En su artículo “Los marcadores del discurso que expresan modalidad evaluativa o expresiva en los diccionarios monolingües del español”, José Laguna Campos y Margarita Porroche Ballesteros analizan la definición, o más bien “descripción”, de bueno, bien, vale y de acuerdo en seis diccionarios modernos del español –Diccionario de la lengua española (Real Academia), Diccionario del uso del español (María Moliner), Diccionario Salamanca de la lengua española, Clave, Diccionario del español actual y Lema– para formular a partir de los resultados obtenidos algunas desiderata en cuanto a un tratamiento lexicográfico adecuado de los marcadores del discurso. En su contribución “Relaciones metaoperacionales en la descripción de marcadores discursivos en español”, Victoriano Gaviño Rodríguez presenta un estudio de los marcadores del discurso basándose en conceptos de la gra-

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mática metaoperacional (Henri Adamczewski, Francisco Matte Bon). Ejemplificando sus ideas en la descripción de marcadores de diferente tipo (conversacionales de modalidad epistémica, reformuladores y conectores, entre otros), adopta dos ejes de análisis: el “eje de las informaciones”, el de las funciones y contenidos lingüísticos inherentes a un marcador, y el “eje de la relación enunciador/enunciado”, en el que se describe la actitud del locutor con respecto a lo dicho. El autor toma en consideración, además, marcadores de carácter similar para lograr trazar por este procedimiento un perfil más nítido de las respectivas unidades lingüísticas. El artículo de Margarita Borreguero Zuloaga y Araceli López Serena es un trabajo puente entre esta primera parte, con aportes teóricos a la lexicología, y la segunda, volcada hacia la descripción contrastiva. En “Marcadores discursivos, valores semánticos y articulación informativa del texto: el peligro del enfoque lexicocentrista” ponen de manifiesto las limitaciones de un enfoque no dinámico. En su estudio contrastivo de entonces (español) y allora (italiano) las autoras muestran cómo las alteraciones en la distribución y en la articulación informativa pueden influir en el valor argumentativo o interaccional de los marcadores del discurso. 4.2. La segunda sección del presente volumen, destinada, como se dijo, a la lingüística contrastiva y a la traducción de los marcadores del discurso, se abre con las páginas de Aina Torrent-Lenzen sobre “Las locuciones marcadoras construidas sobre la base del verbo decir: aspectos fraseográficos y traslaticios (español-alemán)”, en las que la autora define los principios metodológicos que dirigen la confección del DEALEE (Diccionario españolalemán de locuciones del español de España). Lo particular de las unidades “metalingüísticas” analizadas (lo que se dice, digan lo que digan, a mí no me digan) es que sus funciones traslaticias marcadoras se han desarrollado a partir de la polifonía lexicalizada en sus significados originales. Así, el principal reto para la confección del citado diccionario es el análisis pragmático de las funciones discursivas de estas unidades y la descripción del grado de literalidad que interviene en su significado traslaticio. En su contribución “Adverbios españoles, marcadores discursivos alemanes: ¿un problema terminológico o un desafío para la lingüística contrastiva?”, Gerda Haßler vincula diferentes perspectivas de estudio para ilustrar las condiciones y supuestos divergentes de la descripción lexicográfica de los marcadores en España y en Alemania. Una primera perspectiva focaliza las diferen-

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cias entre las tradiciones lexicográficas española y alemana; una segunda se centra en las diferencias entre los propios hechos lingüísticos de este ámbito. Claudia Borzi y Ulrich Detges, en “Ya que, un marcador polifónico”, comparan conectores del francés (parce que y puisque) y del español (porque y ya que) cuyas funciones discursivas causales coinciden solo en parte. Los autores llaman la atención sobre el hecho de que las funciones particulares de ya que y puisque, al contrario de porque y parce que, no sirven para explicar hechos, sino para justificar actos del hablante. Para profundizar en esta interpretación, los autores recurren al concepto de polifonía, pues ya que y puisque, incluso cuando introducen enunciados con información no conocida, se refieren implícitamente a opiniones o ideas compartidas por los interlocutores. Los conectores contraargumentivos en alemán, español y francés (por ejemplo, auch wenn, sin embargo, et pourtant, mais, donc) constituyen el tema central del estudio contrastivo “Estructuras argumentativas en textos multilingües de mass media y su relevancia traductológica”, de Ramona Schröpf. La autora muestra cómo se presentan las estructuras argumentativas introducidas mediante los conectores del francés, alemán y español para observar las diferencias en la estructuración de la información mediante los conectores. Considera los marcadores contraargumentativos como “haces de instrucciones” cuyo sentido último depende del contexto en el que surgen; y una traducción precisa de los marcadores contraargumentativos, que transmita también sus matices respectivos, resulta difícil debido a la diversa fuerza argumentativa de estas unidades, así como a las diferencias entre las tradiciones discursivas de las comunidades lingüísticas dadas. En su contribución “Camino de un marcador del discurso: una comparación del español ¿sabes? con el francés tu sais y el inglés you know”, Bettina Kluge analiza los diferentes estados de gramaticalización y pragmaticalización que refleja el uso de estas expresiones en sus comunidades lingüísticas. Los resultados se ilustran en una matriz que hace patentes los rasgos coincidentes y divergentes en el nivel morfosintáctico y semántico, y en el pragmático. Alf Monjour aporta al presente volumen un trabajo titulado “¡Ah, vaya! Ya llegamos a donde íbamos – Aha! Da sind wir beim springenden Punkt!... ¡Vaya marcador del discurso!” en el que estudia a partir del CREA el uso de vaya en textos literarios y sus traducciones al alemán. El autor considera la traducción una herramienta útil para facilitar una descripción más detallada de los distintos valores semántico-pragmáticos de este marcador del discurso.

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Finalmente, Asier Barandiaran Amarika y Manuel Casado Velarde, en “Marcadores discursivos: calas contrastivas en los reformuladores del español y el euskera”, consideran la reformulación como uno de los procedimientos más importantes en la organización del discurso, atribuyéndole el valor básico de la explicación. Comparan en su capítulo los marcadores del español y del euskera según distintos criterios: gramaticalización, movilidad posicional, fenómenos combinatorios y autorreformulación frente a heterorreformulación. Las contribuciones del presente libro, en definitiva, arrojan luz no solamente sobre los marcadores analizados y, en su caso, sus expresiones correspondientes en otras lenguas. En ellas se despliega, además, una amplia gama de reflexiones teóricas y metodológicas que resultan en su conjunto interesantes y sugerentes para el trabajo futuro en este ámbito, en el que todavía no está dicha –ni mucho menos– la última palabra. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ALBRECHT, Jörn (1999): “Übersetzungsvergleich und ‘Paralleletextvergleich’ als Hilfsmittel der konfrontativen Übersetzungswissenschaft und der Übersetzungsforschung”, en: Reinart, Sylvia/Schreiber, Michael (eds.): Sprachvergleich und Übersetzen: Französisch und Deutsch. Bonn: Romanistischer Verlag, 9-32. — (2005): Übersetzung und Linguistik. Tübingen: Narr. — (2009): “Kontrastive Sprachwissenschaft und Übersetzungswissenschaft”, en: Meola, Claudia de et al.: Perspektiven Drei. Akten der 3. Tagung Deutsche Sprachwissenschaft in Italien. Frankfurt: Peter Lang, 387-404. ASCHENBERG, Heidi (2006): “Textvergleich – Perspektiven für die romanische Sprachwissenchaft”, en: Dahmen, Wolfgang et al. (eds.): Was kann eine vergleichende romanische Sprachwissenschaft heute (noch) leisten? Romanistisches Kolloquium XX. Tübingen: Narr, 341-359. — (2011): “Les marqueurs du discours: sémasiologie et onomasiologie”, en: DessiSchmid, Sarah et al. (eds.): Rahmen des Sprechens. Beiträge zur Varietätenlinguistik, Kreolistik, Kognitiver und Historischer Semantik. Peter Koch zum 60. Geburtstag. Tübingen: Narr, 243-253. BEUTEL, Helga (1986): Chinesisch-deutsches Wörterbuch der Modalpartikeln, Konjunktionen, Satz-, Negations-, Umfangs- und Intensitätsadverbien. Berlin: Eigenverlag.

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LEXICOLOGÍA, LEXICOGRAFÍA Y MARCADORES DEL DISCURSO

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TIEMPO Y NEGACIÓN: ANÁLISIS DE LA LOCUCIÓN EN LA VIDA Leonor Ruiz Gurillo/María Belén Alvarado Ortega Grupo GRIALE. Universitat d’Alacant

1. INTRODUCCIÓN En este trabajo pretendemos llevar a cabo un análisis integrado del desarrollo que ha experimentado la locución marcadora en la vida. Nuestro enfoque es, en lo fundamental, fraseológico, por lo que utilizamos principalmente las herramientas de dicha disciplina, esto es, la fijación y la idiomaticidad. El objetivo es doble, pues queremos mostrar su funcionamiento actual como término de polaridad negativa, similar a jamás o nunca, y, al tiempo, acercarnos a la descripción de las vías que ha seguido el sintagma hasta convertirse en lo que es hoy. No podemos olvidar que el sintagma libre en la vida convive con el fijo en el estadio actual del español. Nos sirven de fuente los corpus CREA (en línea) y Val.Es.Co.1 para el tratamiento sincrónico; el corpus CORDE (en línea) nos suministra los ejemplos diacrónicos. Partimos de la idea de que en la vida es una estructura gramaticalizada en su forma (fijación) y en su significado (idiomaticidad)2. La fijación se debe a la estabilidad en el orden de sus componentes, en sus categorías gramaticales, en su inventario y en su transformatividad, mientras que la idiomaticidad tiene que ver con el significado último de la expresión, alejado de la suma total o parcial de las partes que la componen. Así, no admite que se cambien sus componentes (*vida en la), ni que se interpongan otros (*en la más vida), aunque sí admite, como veremos, ciertas variaciones como en mi/tu/su vida. Se concibe como un todo indisoluble. Posee una estabilidad en su reproducción y está institucionalizada, es decir, la repetición y la frecuencia de uso

Empleamos tanto el corpus publicado (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002), como el que se está digitalizando actualmente y al que se tendrá acceso a través de la web del grupo de investigación . 2 Sobre los rasgos de las unidades fraseológicas, véase Ruiz Gurillo (1997) y Alvarado Ortega (2008). 1

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han hecho que se encuentre en el lexicón mental de los hablantes del español peninsular. Además, su significado se ha fijado por el uso que se le da en los contextos en los que aparece, como veremos en los ejemplos. Debido a la convivencia actual de la forma libre y la forma fija, vamos a revisar, en primer lugar, la evolución histórica del sintagma (apartado 2). Una vez considerados los aspectos, principalmente sintácticos y semánticos que han facilitado su gramaticalización, analizaremos los empleos actuales como término negativo (apartado 3). 2. UN ANÁLISIS DIACRÓNICO PARA EN LA VIDA 2.1. La teoría de la gramaticalización como explicación del cambio Partimos de la propuesta de la gramaticalización para explicar los cambios de la estructura en la vida. La gramaticalización es una teoría del cambio lingüístico que explica “the linguistic process, both through time and synchronically, of organization of categories and of coding” (Traugott/Heine 1991: 1). Esta definición, que aporta sistematización a los estudios llevados a cabo sobre la evolución de las lenguas, entronca con diversos aspectos diferenciadores que cabe tener en cuenta. Así, intenta explicar el porqué de los cambios lingüísticos, y para hacerlo propone unas cadenas de gramaticalización que, de manera general, han sido recogidas por Bybee (1993) a partir de las elaboradas por Givón (1979), Lehmann (1995 [1982]), o Heine y Reh (1984). En ellas se integran los diversos aspectos del cambio en los niveles morfológico (descategorización y reanálisis), fonológico (erosión), léxico, distribucional (fijación), de frecuencia y semántico (debilitamiento). En líneas generales, estos principios de gramaticalización coinciden con las propiedades de la fraseología. Así, la fijación fraseológica se observa en el reanálisis (nivel morfológico), la erosión (nivel fonológico) o la fijación (nivel distribucional). Por su parte, la idiomaticidad fraseológica se refleja en el debilitamiento (nivel semántico). Por ello, creemos que las propiedades de la fraseología y los planteamientos teóricos que las sustentan podrían constituir un buen punto de partida para llevar a cabo estudios más profundos que refuercen los principios de la gramaticalización, como hemos mostrado de manera general en Ruiz Gurillo (2001 y en prensa a), y como ejemplificaremos en este trabajo. Para nuestros fines, partimos de una clasificación fraseológica comúnmente aceptada (colocaciones, locuciones y enunciados fraseológicos, Corpas

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Pastor 1996), de modo que los presupuestos de la gramaticalización se podrían aplicar, por ejemplo, a locuciones marcadoras, adverbiales, verbales, o a enunciados fraseológicos. Nuestro acercamiento a la gramaticalización es principalmente funcional (Fischer/Rosenbach 2000: 14), no tipológico ni formal. En el caso que nos ocupa, la locución en la vida, nos referiremos al estadio sincrónico actual donde muestra usos temporales y negativos, y también a los diversos estadios de su evolución, tanto por lo que se refiere a la forma como a su significado. En este sentido, resulta fundamental considerar el papel de las cadenas de gramaticalización y la idea de que el cambio es gradual y dinámico3. La locución adverbial objeto de estudio muestra una evolución desde el tiempo hacia la adquisición de otros valores, en concreto, la negación. En este sentido, comparte tendencia con otras locuciones inicialmente temporales que han desarrollado aspectos pragmático-discursivos, como la adición, el refuerzo o la consecución, tal y como ocurre con para postre o desde luego4. En concreto, la cadena de gramaticalización que nos va a guiar es la propuesta por Heine/Claudi/Hünnemeyer (1991b: 157)5: PERSONA

> OBJETO > PROCESO > ESPACIO > TIEMPO > CUALIDAD

Dicha cadena permite explicar, por ejemplo, la evolución de las partes del cuerpo para expresar orientación espacial en diversas lenguas (véanse, entre otros, Heine/Claudi/Hünnemeyer 1991a: 123-147, Heine 1997: 35-65). Su motivación es esencialmente metafórica6, de modo que un dominio más abs3 Asimismo, consideramos que en el análisis de la evolución de los marcadores del discurso, las tradicionales cadenas de gramaticalización presentan una expresión diferenciada, puesto que el debilitamiento del nivel semántico se manifiesta, en realidad, como la adopción de nuevos valores discursivos, y en el nivel sintáctico se evidencia mayor libertad posicional y un mayor alcance estructural que el que sería esperable atendiendo a la unidireccionalidad del cambio. Acerca de la gramaticalización de marcadores y sus circunstancias, pueden consultarse, por ejemplo, Company Company (2004), Garachana Camarero (2008) o Estellés Arguedas (2009). 4 Acerca de estas estructuras puede consultarse su análisis en Ruiz Gurillo (en prensa b) y Alvarado Ortega/Ruiz Gurillo (en prensa). 5 Esta cadena fue inicialmente recogida en Claudi/Heine (1986). Ha seguido utilizándose en otros trabajos como los de Heine (1997) o Hopper/Traugott (2003 [1993]: 85). 6 Sin embargo, Heine/Claudi/Hünnemeyer (1991b: en especial, 166) reconocen que tanto la metáfora como la metonimia contribuyen al proceso de gramaticalización.

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tracto se expresa en términos de otro más concreto; así, se proponen metáforas categoriales7 del tipo EL ESPACIO ES UN OBJETO o EL TIEMPO ES ESPACIO. En el caso del español, esta motivación explica la evolución de numerosas locuciones prepositivas, tales como de cara a, enfrente de o de espaldas a (Cifuentes Honrubia 2003). Como bien indican los autores (Heine/Claudi/Hünnemeyer 1991b: 160), el adverbio como clase de palabras se relaciona con las categorías metafóricas del espacio, el tiempo y la cualidad, mientras que clases como el verbo lo hacen con el proceso y los sustantivos, con la persona o el objeto. Apoyándonos en tal consideración, estudiaremos la evolución de las locuciones adverbiales seleccionadas en los tres últimos estadios de la cadena de gramaticalización: > TIEMPO > CUALIDAD Reducción de la cadena de gramaticalización para las locuciones adverbiales. ESPACIO

La hipótesis inicial es que diversas locuciones adverbiales de carácter temporal se han especializado, o están haciéndolo, en la expresión de nociones de cualidad o incluso discursivas, por lo que nos interesan en especial los aspectos del significado. En líneas generales, asumimos una evolución de las mismas desde su comportamiento como adverbio hasta las funciones discursivas de los marcadores, de acuerdo con la cadena propuesta por Traugott (1999): C. CIRC.

> ADV. DE FRASE > MARCADOR DISCURSIVO

2.2. En la vida En la vida es una expresión libre de carácter temporal. Así funcionará a lo largo de toda su historia, lo que corroboran tanto los numerosos ejemplos del CORDE como del CREA. Comprobamos su comportamiento libre cuando aparece con adyacentes como en la vida presente, en la vida activa y contemplativa, en la vida y en la muerte, en la vida del hombre, en la vida del emperador Calígula. Preferentemente hasta 1700 (con un total de 600 casos), 7 Según Heine, Claudi y Hünnemeyer (1991b: 183, n. 23), las metáforas categoriales suponen un nivel mayor de abstracción y en ellas se integran un conjunto de metáforas conceptuales.

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aparece en posición posverbal y como expresión libre. Asimismo, parece mostrar cierta frecuencia en textos de carácter religioso o hagiográfico, como ocurre con (1), donde encontramos un fragmento de una carta de donación que el rey don Alfonso otorga a Garçi Martínez, deán de Cartagena, de tierras y de lo que contienen, incluidas las casas: (1)

Sepan quantos esta carta vieren e oyeren como nos, don Alfonso, por la gracia de Dios rey de Castiella, de Toledo, de Leon, de Gallizia, de Sevilla, de Cordova, de Murçia, de Jahen e del Algarve, damos a vos don Garçi Martinez, dean e electo de Cartagena, e a los obispos que vernan despues de vos las casas [...] e otorgamosvoslas con el forno e con el banno e con las tiendas e con todas sos pertenencias, [...]; e desta renda, que aya el cabildo la meatad pora matinada, que rueguen a Dios por mi e por la reina e por mios fijos, assi en la vida como en la muerte; e vos, el electo sobredicho, que establezcades de la otra meatad un aniversario perpetual por mi e por la reina (Anónimo, Carta de donación [Documentos de Alfonso X dirigidos al Reino de Murcia], 1274, CORDE).

Nótese como en (1) funciona en la combinación assi en la vida como en la muerte, en este caso referido al tiempo completo por el que se ha de rogar por el rey y su familia. Hacia 1700 comienza a aparecer en posición posverbal, pero en contextos negativos como el de (2), donde se contrapone la vida a la muerte: (2)

En Egipto era permitido a qualquiera acusar el cadaver del Rey, y si era con fundamento, le condenavan a infamia, y a ser comido de fieras, Diodor. l. 1. p. 2. cap. 9. Allí era esto ley: en todas partes es uso. Tema del poder de la fama, después de muerto, quien no tiene que temer en la vida. Muy villano tendrá el corazón, quien no se altere, y reporte al amago de la infamia (Francisco Garau, El sabio instruido de la Gracia, 1703, CORDE).

Aunque el contexto es de significado temporal, la circunstancia de encontrarse en una cláusula negativa le otorga a las expresiones temporales que en ella se encuentran, en este caso en la vida, un carácter igualmente negativo. Ahora bien, no puede afirmarse que presente significado negativo hasta mediados del siglo XVIII. De hecho, el primer caso con significado negativo se encuentra en 1730. En él, el protagonista ruega por no padecer gota:

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Al piadosísimo Apolo, Que es Dios de la Medicina, Que me libre de la gota He suplicado estos dias. No ha querido el Dios que ceda Enfermedad tan maligna; Pero anoche le ví en sueños, Y oí que así me decía: “[...] Trabaja en obra tan pia; Que despues yo te prometo, No tendrás gota en la vida”. (Tomás de Iriarte, Poesías varias, 1730, CORDE)

Obsérvese cómo dos aspectos influyen en el sentido negativo: por un lado, la proyección temporal que lleva asociada la locución y, por otro, el sentido de certeza epistemológica que se muestra en la frase. De este modo, que el que suplica consiga no tener gota durante toda su vida se infiere de manera negativa (‘nunca tendrá gota’). Creemos que en estos casos en la vida, a pesar de su menor gramaticalización, se comporta como otros términos de polaridad negativa como nunca o jamás. Con el primero de ellos comparte incluso origen temporal. La proyección temporal y el empleo en contextos de futuro parecen haber sido decisivos en la consolidación de los valores negativos. Entre 1800 y 1900 se encuentran muchos más ejemplos de en la vida (3251 casos). Aunque sigue siendo mucho más abundante el significado temporal, los usos negativos comienzan a encontrarse cuando la combinación aparece en primera posición, de modo similar a como lo hacen otros términos de polaridad negativa. En (4) encontramos uno de estos usos, donde el protagonista afirma por la Virgen de Covadonga que nunca le ha ocurrido algo así: (4)

El tono de estas últimas palabras fue tan siniestro que Zacarías no pudo menos de echarle una mirada de arriba abajo temeroso de algún asalto, y seguramente no habría tenido buen fin esta conversación a juzgar por el ceño de Usdróbal y el desprecio con que miraba la hipocresía de aquel miserable, si el Velludo, que vio venir de lejos al señor de Cuéllar, no le hubiese interrumpido en este momento para que viniese a recibirle con él. –Vamos –le dijo según iban andando– a confesar nuestra vergüenza, a decir a ese señor que vino el coco y asustó a doce hombres. Por la Virgen

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de Covadonga, que en la vida me ha sucedido otra igual (José de Espronceda, Sancho Saldaña o El Castellano de Cuéllar, 1834, CORDE).

Nótese cómo, pese a que la combinación puede entenderse de manera temporal (‘en todo el período que ha durado su vida no le ha ocurrido nada igual’), también se infiere un sentido negativo, ya que se ha negado todo el espacio temporal hasta el momento de la enunciación. 3. UN ANÁLISIS SINCRÓNICO PARA EN LA VIDA Desde la perspectiva sincrónica, en la vida tiene una doble función en los corpus orales del español (CREA y Corpus Val.Es.Co.). Por un lado, funciona como sintagma libre, es decir, no está fijada ni posee idiomaticidad, ya que la suma del significado de sus componentes es igual a la suma total de la expresión; y, por otro lado, actúa como una locución adverbial, en la que hay fijación en el orden de sus componentes e idiomaticidad en el significado, puesto que funciona como un término negativo (Ruiz Gurillo 1998: 65). Esta hipótesis se confirma a partir del análisis de datos extraídos del corpus: de un total de 224 ocurrencias que contienen en la vida, solo el 10,7% –en números absolutos, únicamente 24– tienen función de locución adverbial, mientras que el resto de ocurrencias son sintagmas libres. Si nos centramos en el estudio de la locución adverbial en la sincronía, es decir, en el análisis de las 24 ocurrencias encontradas, observamos que la locución funciona como término de polaridad negativa. Esto significa que la propiedad definitoria de estas palabras es que sus rasgos léxicos se han hecho explícitos en su morfología, de tal manera que se reconocen e interpretan como negativas incluso en aquellos casos en que aparecen en oraciones o enunciados sin la partícula no (López Sánchez 1999: 2564).

Según esta definición, la locución en la vida podría aparecer en frases con estructura afirmativa incluso cuando su significado es negativo. En este hecho influye, además, la posición en la que aparezca en el enunciado (preverbal o posverbal), como veremos en el análisis. La mayoría de ejemplos encontrados, un total de 20 sobre 24, o sea, un 83,3%, tienen otros términos negativos en el enunciado como no, jamás, nunca, qué va, etc.; dicho de otro

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modo, solo el 16,6% de las ocurrencias aparecen sin compañía de otros términos negativos. Este rasgo permitirá discernir entre unos usos más idiomáticos y, por tanto, más gramaticalizados (Ruiz Gurillo en prensa a) que otros, como veremos en el análisis. Observemos el siguiente ejemplo en el que varios amigos cuentan una broma telefónica que le hicieron a una señora: (5)

C: § de un premio / de un premio de cinco mil pesetas // un premio de cinco mil pesetas / dice mire? es de aquí de RADIOVALENCIA // la llamamos? / le vamos a hacer una pregunta / si en cinco segundos / usted nos responde? / gana cinco mil pesetas / claro? yo / digo pues bueno / ¿le preguntamos? pues pregunte [¿¡qué vas a decir!?] D: [claro claro] A: claro? lógico C: me dice mire? un muñeco que sale en la tele? no se me olvidará en laen la VIDA / que es rosa y tiene muchos pinchos? ¿usted sabría decirnos el nombre? digo pues Espinete8 [...] (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002: 235, líneas 101-110).

En (5) aparece la locución adverbial acompañada de un término negativo (no se me olvidará en la vida). Esto sucede porque la locución presenta posición posverbal, es decir, cuando aparece detrás del verbo, exige la presencia del adverbio negativo no o de otro término negativo delante del verbo (López Sánchez 1999: 2568). A esto hay que añadir que este uso con tiempo futuro es similar al que vimos en (3), en el que a la proyección temporal de la locución se le suma la certeza epistemológica que ofrece junto al tiempo verbal. En (5), la locución en la vida puede sustituirse por otros términos como nunca o jamás, sin que su valor negativo se vea afectado. Además, el hablante ha querido mostrar su actitud ante el enunciado y ha dado más énfasis a su intercambio comunicativo con el uso de la locución adverbial en posición final. En el ejemplo (6) extraído del CREA9, encontramos a varios participantes que celebran el día de las Mercedes con una canción:

Personaje (erizo) de un programa infantil de la Televisión Española de los años ochenta. En el CREA no hay un sistema de trasliteración que distinga intervenciones y turnos, por eso reflejamos en (6), (7) y (10) una posible combinación de intercambios comunicativos para facilitar el análisis de en la vida. 8 9

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A: Bueno, y para celebrar este día y en representación de todas las Mercedes hemos invitado a nuestra Mercedes, a Mercedes Rodríguez de la Fuente, que presenta el programa Arco Iris. B: Éstas son las mañanitas que cantaba el Rey David y en el día de tu santo te las cantamos a ti. Muchísimas felicidades A: Bueno. ¡Qué ilusión! ¡Muchísimas gracias! ¡Gracias! Bueno, gracias a todos. No me habían cantado jamás en la vida el día de mi santo. Mi cumpleaños, sí, pero mi santo en la vida. Gracias a todos. Habéis cantado muy bien (“Tele 5, dígame”, Tele 5, 24/VI/1991, CREA).

En (6) aparece la locución para mostrar sorpresa ante el hecho de que nunca le han cantado para celebrar su santo. En este caso, en la vida aparece en posición posverbal junto a dos términos negativos (no me habían cantado jamás en la vida). Si recordamos el ejemplo (5), dijimos que en la vida, cuando aparecía en posición posverbal, llevaba delante un término negativo; pues bien, aquí lleva dos términos negativos no y jamás, por lo que en la vida enfatiza a esos dos valores negativos que le preceden, ya que el hablante quiere ensalzar su actitud de sorpresa ante el enunciado, negando reiteradamente que nunca le habían cantado en su santo. En (7) varios interlocutores hablan acerca de un sobre en el que había un documento que certificaba que uno de ellos era adoptado: (7)

A: Mola Villaescusa entonces digo: si yo soy Carmen Senáduri y ya me di cuenta que era adoptada. B: O sea, que empiezas a leer un papel simplemente por curiosidad y te encuentras [...]. A: No porque una tía una tía mía es que me dio los papeles de la escritura del piso. B: Sí. A: Y dentro del sobre venían los papeles estos, y yo por curiosidad pues quise leerlos. B: Pero nunca pensaste que ibas a encontrar una cosa tan [...]. A: Qué va, yo nunca, en la vida. En la vida. B: Pues se encuentra con que de repente es hija adoptada [...]. A: Sí. B: Y empiezas a buscar [...] (“Hoy es posible”, TVE1, 28/I/1996, CREA).

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Como vemos, en (7) el hablante utiliza la locución en la vida de forma duplicada para mostrar su sorpresa ante el hecho de que encontró un documento en el que ponía que era una niña adoptada. En este caso, al igual que en los ejemplos anteriores, en la vida aparece en posición posverbal acompañada de varios términos negativos que forman parte de la respuesta negativa de A, entre ellos está el adverbio negativo nunca y la fórmula rutinaria epistémica qué va (Alvarado Ortega 2008: 340), que manifiesta evidencia indirecta inferida, es decir, su razonamiento se obtiene a través de la deducción sobre lo que sabe. Por tanto, en la vida se utiliza para enfatizar la respuesta negativa que da el hablante. En los usos posverbales, hemos encontrado dos ocurrencias que muestran la variante10 en su vida, lo que demuestra que en esa posición el grado de fijación es menor que en la posición preverbal, como veremos en el siguiente ejemplo. En (8) varios familiares dialogan sobre la ropa que se compran: (8)

B: = y a lo mejor se compra muchas / PUES YO LO QUE LE DIGO: uy ¡¿pa(ra) qué te has comprao eso!? / // pues ¡hale! / °(que se lo compre)° [(( ))=] C: [(RISA)] B: = que se lo compre / NUNCA ME METO EN NADA [AL CONTRARIO?] C: [(( ))] aún tienes suerte [((porque es que)) mi padre=] B: [que yo le digo (( ))] C: = no se ha comprao una pieza de ROPA↑ // yo creo que en su VIDA§ A: § es que no sabe comprársela [(( ))] (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002: 313, líneas 237-248).

Habla sobre su padre ausente en la conversación que no se compra ropa nunca, como muestra la expresión en su vida. Aquí, la locución adverbial ha sufrido el cambio del determinante (la) por el posesivo (su) que enfatiza y marca a la persona a la que se refiere, hecho que delata que la fijación y la idiomaticidad es menor que en los otros ejemplos, puesto que su significado se vincula con el significado recto de temporalidad que posee la expresión

Según Alvarado Ortega, “las variantes se dan en las unidades fraseológicas cuando presenta un solo cambio léxico en su estructura, bien sea por adición o reducción, bien por sustitución, sin alterar su componente principal, su significado, en los contextos en los que puede aparecer. Además, incluiríamos dentro de las variantes los cambios de registro y los cambios de código, siempre y cuando sean entendidos por el oyente como tales” (2009: 20). 10

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libre. Además, este uso posverbal aparece acompañado de otro elemento negativo (no se ha comprado una pieza de ropa), al igual que en las ocurrencias anteriores. La diferencia fundamental de este ejemplo con respecto a los que hemos visto hasta el momento es la variante que sufre en su forma, lo que delata que es un elemento que posee varios grados de fijación y, por tanto, que se halla en proceso de gramaticalización (Alvarado Ortega/Ruiz Gurillo en prensa). Sin embargo, como hemos dicho al principio del apartado 3, no todos los usos que hemos encontrado en los corpus son posverbales, aunque sí la mayoría, el 79,2%. Por eso, a pesar de que hay pocos usos preverbales (20,8%), analizamos algunas ocurrencias para observar en qué se diferencian de las anteriores. En (9) los interlocutores dialogan sobre la pobreza de la época de posguerra y sobre los trajes de fallera: (9)

C: de veintidós / y mira si éramos en aquella época pobrecitas↑ /// que / ese traje me lo alquiló mi tío Salvador / uno a mi prima Tatín y otro a mí / para San Antonio / y los zapatos no son ni blancos11 P: ni blancos son C: ni para eso→ / trabajaba ya en Renfe y todo↑ / pero me dijo Carmiña ¿te quieres vestir de labradora? / en la vida me había vestido? / porque aquí12 me habían elegido fallera mayor / y mi madre me dijo que no podía pagármelo // el- la primera falla que se hizo / después de la guerra / aquí↑ / esta falla importante↑ / m’eligieron a mí // ERA MUY GUAPITA / y tengo carita de fallera? // esas [caritas redonditas y (( )) eso↑= ] P: [sí/ sí/ está muy bien ((de fallera))] (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002: 206, líneas 636-648)

En (9) se utiliza la locución adverbial en la vida para expresar que nunca se había vestido con traje típico en las fiestas de Valencia. En este caso, la locución no aparece acompañada de otro término negativo en la estructura oracional, como en los casos anteriores, ya que está en posición preverbal (Sánchez López 1999: 2568); sin embargo, tiene como novedad el significado de nunca en sentido temporal, similar al del sintagma libre. Este uso preverbal es análogo al que vimos en (4), en el que la locución se encuentra 11 12

Así se llamaba antiguamente en algunas zonas a los zapatos de vestir. Aquí indica la zona donde viven C, P y J.

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acompañada de tiempos de perfecto para expresar significado negativo per se, es decir, el hablante no necesita reiterar su valor negativo con otro elemento para que su interlocutor le entienda perfectamente. En (10) varios interlocutores dialogan sobre las personas que van de casa en casa pidiendo dinero: (10)

A: Así que no vuelvo a hacerlo más. Todo el mundo dice que cualquier día me va a pasar, pues que me pase. Resulta que arriba no había nadie y a... no vivía nadie, y en el otro que hay encima de mí, una señora mayor, que como es mayor, se iba... muchas veces pues no está. La de en frente... tampoco vivía nadie y ¿¿¿a la ésta??? B: Sí. A: Como yo vivo en el tercero, nada más que hay cuarto, pues hija mía llamaba a pedir y plas pues yo no abrí, la otra que no abrió, la otra que tampoco abrió, la otra... según bajó se lió a dar golpes a todas las puertas, quien fuera, con qué mala idea, con... digo: “Me cago en la leche, otra vez le digo que no doy nada a nadie pero yo no abro”. En la vida se me ocurrirá repetirlo. El que pase en mi casa si tengo ganas le digo: “No te doy nada” y si tengo voluntad le doy (“Conversación 7”, Universidad Alcalá de Henares, CREA).

En (10) el hablante A cuenta a sus interlocutores una anécdota que le ocurrió cuando un pedigüeño le tocó a su puerta. Su decisión fue no abrirle la puerta, pero el pedigüeño reaccionó golpeando la puerta fuertemente para que le diera algo de dinero, por lo que A tuvo miedo ante la respuesta de este. Así, afirma ante los demás que en la vida volverá a hacerlo. Por tanto, utiliza la locución en posición preverbal, seguida de tiempo futuro, para mostrar certeza epistemológica sobre lo que hará si le sucede otra vez lo mismo, ya que está seguro de que le abrirá y le dará algo de dinero para que no le golpee la puerta. En los casos en los que en la vida aparece en posición preverbal –(9) y (10)–, su uso está más fijado, ya que no hemos encontrado variantes en esta posición; más gramaticalizado, puesto que sería el último estadio en la cadena de gramaticalización presentada en el apartado 2; y es más idiomático, porque no necesita de otros elementos negativos para apoyar su significado. Mientras que en los casos en los que en la vida se encuentra en posición posverbal, como (5), (6), (7) y (8), el grado de fijación es menor y su vinculación con la expresión libre es mayor, puesto que se acerca a su significado temporal.

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4. CONCLUSIONES La locución en la vida se muestra, de acuerdo con los datos, como una locución temporal. La frecuencia de ejemplos con valor negativo es escasa, tanto desde el punto de vista diacrónico como sincrónico. En consecuencia, el hecho más destacable del presente análisis es la convivencia de ambas funciones. Los usos diacrónicos muestran que ciertos hechos pueden haber facilitado la aparición de usos como expresión negativa: por un lado, su proyección temporal, en la que se infiere que se habla de un conjunto de tiempo entendido como terminado, y, por otro, la certeza epistemológica que proyecta la frase, como ocurre en el ejemplo (3). Si bien los datos sincrónicos permiten afirmar que en la vida funciona como sintagma libre en la mayoría de los casos encontrados, en las ocurrencias en las que funciona como locución adverbial lo hace de dos modos distintos: por un lado, en posición preverbal, sin la compañía de otros elementos negativos; y, por el otro, en posición posverbal junto a otros términos negativos como nunca, jamás, no o qué va. Esta convivencia de usos en la sincronía actual manifiesta una persistencia de los valores temporales en la locución negativa (Hopper 1991), al tiempo que la estratificación y la divergencia de ambos empleos en una fase todavía poco consolidada. De ahí que existan casos en los que su función temporal se asemeja al sintagma libre y necesita de otros elementos para reforzar su carácter negativo. Esto ocurre con los ejemplos que se hallan en posición posverbal, como (5), (6), (7) y (8), en los que en la vida se encuentra en estadios menos avanzados de gramaticalización (Ruiz Gurillo en prensa a). Ahora bien, cuando en la vida aparece en posición preverbal, la locución es más fija y más idiomática, ya que no necesita de otros términos negativos para expresar su valor ni manifiesta variantes. Esto se debe a que se encuentra en un estadio más avanzado de gramaticalización y, por tanto, manifiesta un paso más allá en su consolidación como unidad fraseológica.

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1. INTRODUCCIÓN Los hablantes organizan el discurso teniendo en cuenta aquello que suponen en la mente de su interlocutor. Halliday (1967: 199) se refirió a esta organización como “the information structure of the clause” (1967: 199). Esta estructura informativa se da en todos los enunciados. Por un lado, la información que el hablante cree nueva para el interlocutor se enuncia habitualmente después de la que supone ya conocida; a este hecho le corresponde la diferencia teórica entre rema o comentario –la información nueva– y tema o tópico –la información conocida–. Por otro lado, cualquier unidad del discurso se elige entre otras distintas; dentro de la estructura informativa del discurso esta posibilidad se puede relacionar con la diferencia que establece Mats Rooth (1985, 1992, 1996) entre foco y alternativa. De acuerdo con este autor, el proceso lingüístico de focalización consiste en destacar un elemento expreso dentro de un enunciado –el foco– que pertenece a un conjunto de valores –las alternativas– que pueden ser respuesta a un mismo tipo de pregunta que el elemento focalizado1. En las lenguas existen distintos modos de focalizar elementos lingüísticos. Algunos de estos modos consisten en utilizar un mayor énfasis prosódico: Este libro se utiliza en clase DE ÉTICA; emplear una construcción sintáctica –como sucede con la perífrasis de relativo–: Es en clase de ética donde se utiliza este

* Esta investigación ha sido financiada gracias al proyecto FFI2010-20862 (subprograma FILO). Agradezco a Silvia Murillo Ornat sus valiosos comentarios a una primera versión de este capítulo. 1 Esta interpretación de la focalización es compartida con distintos matices por autores como Krifka (1990, 1999), Kratzer (1991), Roberts (1998), Vallduví/Vilkuna (1998), Umbach (2004), Heusinger (2006) o Eguren Gutiérrez (2008, 2009).

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libro; y también se puede focalizar por medio de una partícula discursiva2; así, en el enunciado: (1)

Bueno, quizá no sepas que Alatriste está en muchos colegios, como libro de texto. A veces lo utilizan en historia, a veces en literatura y a veces, incluso, en ética (El País Babelia, 15/XI/2003, 2).

el adverbio incluso destaca en ética como su foco y lo presenta como menos esperable que unas alternativas, en este caso expresas –en historia/en literatura3. Dentro ya de las partículas discursivas, habitualmente se han considerado como partículas con significado focal adverbios como incluso, también o solo; con todo, si se parte de que son partículas focales todas aquellas que

2 Briz Gómez/Pons Bordería/Portolés Lázaro (en línea) hablan de partícula discursiva para referirse a cualquier palabra invariable o locución que tenga un significado de procesamiento que guíe las inferencias de las palabras con significado conceptual. 3 La actitud proposicional de menos esperable es próxima a lo que Fillmore (1965) denominó violación de expectativas en su estudio de even. En: (i) El proyecto contempla que unidades anfibias de su Marina aborden y registren buques sospechosos en alta mar y en todo el mundo, incluso sin permiso (Maruja Torres, en El País, 6/VIII/2002, 48) los lectores de este artículo periodístico podrían esperar que los abordajes se produjeran con permiso y el miembro del discurso incluso sin permiso elimina esta expectativa. No obstante, el concepto de violación de expectativas de Fillmore es demasiado restrictivo: en el ejemplo de Alatriste (1) el interlocutor no tiene por qué poseer la expectativa de que esta novela no se utilizara en el curso de Ética. Constriñe menos considerar que la instrucción de incluso no presenta una información que viola expectativas, sino que simplemente presenta lo focalizado como menos esperable que una alternativa. Asimismo, se trata de una explicación relacional que se corresponde con nuestra comprensión del proceso de focalización: si algo es foco, es porque se convoca una alternativa, expresa o tácita. Este aspecto relacional queda fuera de explicaciones en las que únicamente se aprecia una violación de expectativas. Con todo, la polémica es antigua y la propuesta de menos esperable es una más dentro de una larga serie. Ya en 1973 Anscombre mostraba su disconformidad con la opinión de Fillmore y defendía un significado argumentativo para même. Defensores del significado de expectativa han sido, entre otros, Fraser (1969, 1971), Horn (1969), Quirk et al. (1985: 1099) o Declerk y Reed (2001). Cuartero Sánchez habla para incluso de “indicador de expectativas” (2002: 314). Por otra parte, Kay (1990) y König (1991: 71) aprecian que existen usos de even que no se pueden interpretar como negación de expectativas. Por último, Herburger (2000: 119) prefiere considerar que even indica algo como lo más digno de mención, que como lo menos esperable. Sobre las diferencias de significado entre even e incluso se puede consultar Yates (2006).

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convocan una relación foco/alternativa, se puede ampliar la lista; así, un marcador del discurso como en cambio no se considera habitualmente como un focalizador y, no obstante, convoca pares focales. Para interpretar un ejemplo como: (2)

Personas decentes hay muchas: son las que saben decir no a tiempo; héroes, en cambio, hay muy pocos (Javier Cercas, Soldados de Salamina, Barcelona, Tusquets, 2001, 148).

se ha de distinguir un par focal (Portolés Lázaro 2009): PRÓTASIS

APÓDOSIS

ALTERNATIVA

Personas decentes

hay muchas

FOCO

Héroes

hay muy pocos

En este caso tanto el foco como su alternativa se descomponen en dos segmentos que vamos a denominar de acuerdo con la terminología gramatical tradicional prótasis y apódosis. Con en cambio se destacan, pues, focos y alternativas, y, sin embargo, habitualmente no se la ha considerado una partícula focal. En suma, partimos en el presente estudio de dos premisas en relación con el concepto de focalización: primero, es primordial tener en cuenta la distinción foco/alternativa y, en segundo lugar, dentro de las partículas no solo los adverbios de foco convocan por su significado esta distinción. En cuanto a la Teoría Lingüística de la Polifonía, sus principios se difunden a partir de la obra de Oswald Ducrot (1982, 1984)4. Este autor francés encuentra en Mijail Bajtín el aliento para romper la unicidad del sujeto hablante y, posteriormente, lo vuelve a hallar en la relectura de los textos clásicos sobre la enunciación de Charles Bally (Ducrot 1989). Dentro de su teo-

4 La noción de polifonía, si bien sin el uso del término, se encuentra en estudios de distintos autores –Banfield, Plénat y Authier-Revuz– a finales de la década de 1970 (Anscombre 2008-2009 y 2009). El término, que comenzó a conocerse en Francia por las traducciones de Bajtín en la década de los setenta, triunfó definitivamente en la de los ochenta. Esta difusión no trajo consigo una estabilidad conceptual. Se ha hablado de polifonía para referirse a fenómenos diversos (Rosier 2005, 2006). Nølke (2006: 243) llega a asegurar que hay tantas concepciones de polifonía como lingüistas utilizan esta noción.

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ría semántica Ducrot precisaba de este planteamiento polifónico. Esto se debía a que, en un principio, en sus análisis encontraba en un único enunciado diferentes actos ilocutivos y, en desarrollos posteriores, descubría topos opuestos. Un mismo hablante no podía ser responsable de todos ellos y, en consecuencia, el hallazgo de diferentes voces en un mismo enunciado le permitía asignar distintos responsables a cada uno. Así, por ejemplo, en: (3)

No salgo contigo; al contrario, me quedo a estudiar.

el marcador discursivo al contrario no se opone a no salgo contigo sino a la afirmación salgo contigo, es decir, quedarse a estudiar es contrario a salir contigo. Una teoría polifónica permite recuperar la afirmación salgo contigo si se responsabiliza de ella un enunciador que no es el locutor, pues lo que asevera este último es el enunciado de polaridad negativa no salgo contigo y no la afirmación. De igual modo, podemos anticipar que, con un adverbio de foco como incluso, en: (4)

Tonna disponía de más de 80 ayudantes, pero hacía personalmente incluso las fotocopias (El País, 11/I/2004, 57).

es preciso interpretar que Tonna hacía algo, además de las fotocopias, y que, de algún modo que se intentará precisar más adelante, conviene también aquí diferenciar voces distintas. Con este punto de partida, en las siguientes páginas se pretende mostrar cómo la focalización y la Teoría de la Polifonía pueden iluminarse mutuamente. 2. FOCALIZACIÓN Y POLIFONÍA Existen distintas interpretaciones del concepto de foco. Si bien algunas propuestas teóricas unifican el concepto de rema y el de foco, es la Teoría Polifónica la que permite una mejor delimitación entre ambos fenómenos de la estructura informativa. Supongamos que una compañera, que ha visto un dibujo infantil en el despacho de un colega, le pregunta: ¿Quién ha hecho este dibujo tan bonito? A lo que él responde: Lo ha hecho mi hija pequeña. Esta respuesta se puede analizar de acuerdo con la estructura informativa de dos modos:

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TEMA/TÓPICO

REMA

Lo ha hecho

mi hija pequeña

FOCO

[mi hija mayor]

ALTERNATIVA

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De acuerdo con la distribución sintagmática de la información, aquella información conocida –en este caso por haber aparecido en la pregunta– se sitúa en primer lugar –lo ha hecho– y la información nueva en segundo lugar –mi hija pequeña–, esto es, tema y rema. Por otra parte, la información nueva también se puede pensar como una elección entre una serie de alternativas {mi hija mayor, mi hija pequeña}, a saber, alternativa y foco. Visto así, el rema coincide con el foco. Este tipo de foco se ha llamado foco neutro (Zubizarreta 1999), foco no marcado (Pinuer Rodríguez 2009) o foco informativo (Jackendoff 1972, Kiss 1998, Roberts 1998, Kenesei 2005). Con el foco neutro la lista de alternativas puede estar formada por un único elemento o estar constituida por un conjunto abierto; ahora bien, en otras ocasiones las construcciones destacan como foco un único elemento dentro de un conjunto que está formado necesariamente por más de un valor (Kenesei 2005). Volvamos al ejemplo anterior. Si la compañera sabe que su colega tiene dos hijas, al escuchar Lo ha hecho mi hija pequeña puede concluir que no lo ha hecho la hija mayor, pero esta inferencia no está convocada convencionalmente por la forma de este enunciado. Sí lo estaría, sin embargo, con otras construcciones; por ejemplo, con la perífrasis de relativo Es [mi hija pequeña]Foco quien ha hecho el dibujo o con foco entonativo contrastivo Lo ha hecho [MI HIJA PEQUEÑA]Foco. En estos casos su significado convencional convoca una alternativa: se tiene que inferir que otra persona distinta de la hija menor –en ese contexto, la hija mayor– podría haber hecho el dibujo. En suma, el rema interpretado como foco neutro puede tener alternativas cuya existencia se implicite si es pertinente, mientras que las construcciones con un foco que no sea neutro convocan convencionalmente la existencia de, al menos, una alternativa. Si se utilizan los conceptos de la Teoría Polifónica, se puede precisar esta distinción entre dos tipos de foco. Desde Ducrot (1984) sabemos que tanto el locutor como el alocutor no se corresponden con un emisor y un receptor de carne y hueso, sino que constituyen personajes –seres discursivos, en la ter-

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minología de Anscombre o de la ScaPoLine5– que se crean en el propio proceso de la enunciación. Retomando (1), pudiera suceder que el receptor del mensaje –como persona real– ya supusiera que la novela El capitán Alatriste se utiliza en clase de ética, pero la estructura polifónica del discurso convocada por incluso crea un ser discursivo para quien esta circunstancia es menos esperable que la alternativa, esto es, para este ser discursivo es más esperable que esta novela histórica de Pérez-Reverte sea lectura en las clases de historia y de literatura –en este caso, se trata de una alternativa que se encuentra expresa. Asimismo, Ducrot (1984), junto al concepto de locutor, presenta el concepto de enunciador, que se correspondería aproximadamente con el de fuente desde el punto de vista de la ScaPoLine –abreviado como pvd6– (Nølke et al. 2004: 30); así, y repitiendo un antiguo ejemplo de Ducrot, en un enunciado del tipo Esta pared no es blanca habría dos puntos de vista: pvd1 ‘Esta pared es blanca’ y pvd2 ‘El pdv1 es injustificado’. En este caso el locutor sería la fuente del pdv2 y no del pdv1, pues es el locutor quien no justifica la afirmación ‘Esta pared es blanca’ (Nølke et al. 2004: 31)7. Dentro de un punto de vista –pdv– la escuela escandinava distingue: un contenido proposicional p –v. gr. Alatriste se utiliza en ética–, una fuente X –v. gr. el enunciador del que responde el locutor– y un juicio –v. gr. considera menos esperable–, que tiene como alcance el contenido proposicional. De este modo, a todo punto de vista le correspondería el siguiente esquema: [X] (JUICIO (p)), v. gr. ‘el locutor (X), considera menos esperable (JUICIO) que Alatriste se utilice en ética (p)’8. En suma, se puede considerar que mientras en los casos de foco neutro/rema existe un único punto de vista –es decir, una única fuente para el elemento focalizado y para las otras posibles alternativas–, en los demás casos

5 Théorie scandinave de la polyphonie linguistique. Una revisión de los tipos de seres discursivos que propone esta teoría se encuentra en Nølke (2009). 6 Anscombre (1990) ya había utilizado este concepto. Más recientemente, este mismo autor (2008-2009 y 2009) revisa las nociones fundamentales de la polifonía y plantea los problemas que presentan. 7 Esta interpretación polifónica generalizada de la negación no es admitida por todos los autores; González Rodríguez (2009), por ejemplo, la halla solo en casos de negación externa (enfática), en la que se niegan palabras expresamente dichas por el interlocutor. 8 Donaire (2006, 2009, en prensa) diferencia dos tipos de puntos de vista: uno enunciativo –el que aquí nos ocupa– y otro léxico, que consiste en las relaciones de las palabras de un enunciado con otros discursos previos.

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de focalización se pueden vehicular dos puntos de vista: el del foco, con un locutor ducrotiano como responsable, y el de la alternativa, que convoca otro punto de vista y, en consecuencia, otra fuente que ha de ser saturada9. Analicemos ahora el adverbio de foco incluso teniendo en cuenta estos conceptos polifónicos. Siguiendo a Ducrot (1980) vamos a considerar que las partículas discursivas tienen un significado que se puede describir como una serie de instrucciones semánticas. Estas instrucciones, de acuerdo ahora con la Teoría de la Pertinencia, las vamos a concebir como instrucciones de procesamiento (Blakemore 1987). Dicho lo cual, incluso en (1) constituye un adverbio que determina la interpretación de la unidad sobre la que tiene alcance –en ética–. Esta interpretación se ve guiada por las instrucciones de procesamiento de su significado. Dentro de estas instrucciones se puede distinguir una propia de cualquier elemento focal: destaca una unidad y, en consecuencia, convoca una posible alternativa; otra instrucción de incluso tiene que ver con la fuerza informativa –este adverbio crea una escala informativa en la que el elemento focalizado se interpreta como más informativo que su posible alternativa–; y, en tercer lugar, se puede distinguir al menos una nueva instrucción: incluso presenta el contenido focalizado como menos esperable que la alternativa. Detengámonos en esta última instrucción. El esquema de la ScaPoLine para el punto de vista –[X] (JUICIO (p))– se puede relacionar con el de Charles Bally, quien distinguía MODUS (DICTUM)10, y con otros esquemas de filosofía del lenguaje, como el de John Searle para los estados mentales intencionales S(p) o para los actos ilocutivos F(p)11. Searle (1992, 1997: 35-36, 2000: 53-54, 2001: 65), en concreto, considera que la intencionalidad12 es una propiedad de la mente que permite a los estaNølke (2006a: 249-250) habla de la existencia de la saturación de un punto de vista en el proceso interpretativo de un enunciado. 10 Nølke et al. (2004: 32) relacionan expresamente su propuesta con la de Bally. 11 La S de S(p) se corresponde con State y la F de F(p) con (illocutionary) Force. Por otra parte, esta similitud entre los planteamientos de Bally y Searle la halla Anscombre (2005: 76), quien anteriormente había encontrado antecedentes a Bally en Descartes y en los lógicos de Port-Royal (Anscombre 1990: 70). 12 Hay que distinguir este uso del término intencionalidad de Searle de aquel propio de la teoría de Grice y de los neogriceanos; sobre este último significado de intencionalidad (Haugh 2008). Por lo demás, se puede rastrear el concepto de Searle a través de la historia de la filosofía: su origen está en los escolásticos –intendo “señalar a”–, lo retoma en el siglo XIX Brentano; de él pasa a Meinong, quien influye en Bertrand Russell (Marraud 2009: 60-61). Llega de este modo a la filosofía del lenguaje anglosajona. 9

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dos mentales dirigirse hacia cosas del mundo13. Estos estados mentales son actitudes hacia una proposición –actitudes proposicionales–, es decir, creencias, dudas, deseos, etc.14. Utilizando esta conceptualización, el uso de incluso convoca dos estados mentales: uno que se comunica con el foco y otro con la alternativa. Los dos estados tienen lo esperable como actitud proposicional. Si se destaca un foco con incluso como menos esperable, se convoca un estado mental intencional previo como más esperable: la alternativa15. La existencia de dos estados mentales relacionados por una misma actitud proposicional en diferente grado trae como consecuencia la distinta saturación de las fuentes que se hacen responsables de cada uno de ellos, es decir, se convocan dos seres discursivos: un ser discursivo responsable de lo focalizado –aquello menos esperado– y otro ser discursivo responsable de una alternativa más esperable16. En definitiva, en los casos de focalización con incluso existe una interpretación polifónica, ya que a un mismo estado de cosas se dirigen dos estados mentales diferentes que se encuentran relacionados entre sí por un vínculo de esperabilidad. En la mayor parte de los contextos se interpreta que el alocutor es quien satura la fuente del punto de vista/estado mental de la alternativa. Así, cuando un padre le confiesa a su hija: Hija mía, incluso los padres se equivocan, quien no espera que los padres se equivoquen no es el locutor, sino el alocutor –el ser discursivo que corresponde a la hija–. Por lo demás, apreciar lo que el alocutor puede tener en la mente no es extraordinario en los estudios de

Esta intencionalidad de Searle tiene relación con el principio de reificación de Anscombre. Se trata de un principio general que hace que todo discurso pretenda apoyarse en la realidad. “Selon ce principe, si un locuteur L produit un énoncé à propos d’un objet discursif, c’est qu’il existe dans le monde réel un objet effectif configuré de telle sorte qu’il justifie L de produire le discours dont il est auteur” (Anscombre 1990: 86). Tanto Anscombre como Ducrot procuran con sus planteamientos teóricos liberar a la semántica de la perturbación que produce en el estudio del significado lingüístico esta interferencia de la realidad. No obstante, desde otro punto de vista, se ha de advertir que esta preocupación manifiesta, precisamente, que en el enriquecimiento pragmático preciso para la comprensión de los enunciados se ha de tener en cuenta el hecho de que los hablantes relacionan de manera general lo que dicen con la realidad. 14 Searle admite que el contenido de una actitud proposicional no necesariamente ha de ser una proposición. Alguien, por ejemplo, puede amar a una persona y aborrecer a otra. 15 Donaire (2004) encuentra en la relación binaria de selección y exclusión el fundamento de la polifonía en la lengua. 16 Sobre el vínculo de responsabilidad de la fuente, véase Dendale/Coltier (2005). 13

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estructura informativa del discurso; de hecho, en el par tema/rema la información remática no tiene por qué ser nueva para el locutor que es responsable de ella, sino que ha de serlo para el alocutor que la recibe. No es, pues, solo información nueva, es información nueva para el alocutor17. 3. POLIFONÍA DEL LOCUTOR Y ALTERNATIVAS La teoría ScaPoLine encuentra dos tipos principales de relación entre los seres discursivos y los puntos de vista: el locutor tiene un vínculo de responsabilidad de lo dicho con el punto de vista o no la tiene (Nølke et al. 2004: 43). En A veces lo utilizan en historia, a veces en literatura y a veces, incluso, en ética, el locutor sería responsable del enunciado; por el contrario, en Pérez Reverte dice: “A veces lo utilizan en historia, a veces en literatura y a veces, incluso, en ética”, el locutor no es responsable de lo que dice un tercero –el ser discursivo al que le correspondería el novelista Pérez-Reverte como sujeto hablante–. En nuestro análisis de incluso hemos utilizado una actitud proposicional: aquello que es esperable o no lo es para un ser discursivo. El locutor responde de A veces lo utilizan en historia, a veces en literatura y a veces, incluso, en ética, y presenta que para una fuente responsable de un punto de vista es menos esperable en ética que en historia/en literatura. Cómo se debe interpretar esta fuente, es algo que se ha de saturar en el proceso de enriquecimiento pragmático. Asimismo, la teoría ScaPoLine (Nølke et al. 2004: 40) diferencia tres imágenes dentro de los seres discursivos: locutor, alocutor y tercero. Esta distinción tiene como origen la clásica de estudios sobre las personas gramaticales (alguien habla –primera persona–, selecciona a un interlocutor –segunda persona– y delimita al hacerlo a los que no son ni una ni otra cosa –tercera persona–). A esta primera diferenciación añade Nølke (2005) otra que es pertinente para nuestros intereses: distingue este autor un LOC que asume la responsabilidad de la enunciación y que puede construir distintos tipos de imágenes de sí mismo, entre ellas, un locutor del enunciado (l0) y un locutor t (lt). El primero es la fuente de un pdv que el locutor tiene en un lugar y un momento determinado, y el segundo constituye la fuente de un punto de vista que el locutor pueda tener en un momento t distinto de aquel, bien ante17

Una explicación próxima es la de Nølke (2005: 121-122).

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rior bien posterior. Nølke (2006a: 252) utiliza esta diferencia para discursos reproducidos del tipo: J’ai bien dit que je reviendrais, donde existe un locutor del pasado que mantuvo que él volvería. Una diferencia semejante nos puede ser útil para aquellos casos de focalización en los que LOC –el locutor como responsable de la enunciación– convoca dos locutores: el locutor actual (l0), quien responde de un elemento focalizado, y un locutor que responde de la alternativa como si se tratara de un estado mental anterior del mismo sujeto hablante lt. Este locutor lt es fuente dentro de un punto de vista de un estado mental intencional que, siendo distinto del estado mental de l0, está dirigido a un mismo estado de cosas. De este modo, para interpretar la polifonía del enunciado A veces lo utilizan en historia, a veces en literatura y a veces, incluso, en ética, también es necesario tener en cuenta la posibilidad de que el locutor –como lt– hubiera mantenido que se utilizara El capitán Alatriste solo en historia y en lengua. Dicho con otras palabras, incluso marca que en ética es menos esperable que su alternativa para el alocutor, si bien esto no impide que también lo sea para el locutor con un estado mental previo (lt) o para un tercero. Dependerá de los contextos que se comprenda si es pertinente la pluralidad extendida del alocutor. ¿Qué se quiere decir con pluralidad extendida? Recordemos que, como se sabe desde antiguo en los estudios gramaticales (Benveniste 1946), el plural de la primera y de la segunda personas es distinto al de la tercera; mientras en el plural de las terceras personas existe una suma de terceras personas –v. gr. él(la)+él(la)+él(la)–, en el de la segunda se interpreta, entre otras posibles combinaciones, tú+tú –v. gr. vosotros dos pensabais que se utilizaba en literatura e historia–, tú+él(la) –v. gr. vosotros (tú y él(la)) pensabais que se utilizaba en literatura e historia–, tú+yo –v. gr. Nosotros, tú y yo, pensábamos que se utilizaba en literatura e historia– o tú+yo+él(la) –v. gr. Todos pensábamos que se utilizaba en literatura e historia–18. Así pues, el locutor, responsable de la enunciación –LOC–, crea un l0, que responde de la afirmación de que Alatriste se utiliza en clase de ética y que esto era menos esperable que esta novela se utilizara en otras clases; asimismo, el uso de incluso convoca una alternativa que vehicula un ser discursivo que corresponde al alocutor: el alocutor considera que lo esperable era que se utilizara en las claSe podría decir que en estos casos existe una concordancia (accord) entre el alocutor y la imagen del locutor (lt) (Dendale/Coltier 2005). El responsable sería el alocutor y el locutor (lt) se limitaría a concordar con él (Nølke 2006b). 18

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ses de literatura e historia. Y, por otra parte, en un contexto determinado se puede interpretar un alocutor extendido al que se le suma un tercero o el propio locutor con un estado mental anterior –a+lt–, en estos casos estos seres discursivos concuerdan su punto de vista con el del alocutor19. Por último, es conveniente tener presente que esta interpretación extendida del alocutor –alocutor + lt, pongamos por caso– no sucede en todas las ocasiones en las que se utiliza incluso; así, en: (5)

Las Comisiones de habilitación no podrán proponer a la Secretaría General del Consejo de Coordinación Universitaria la habilitación de un número mayor de candidatos al número de habilitaciones señalado en el apartado 2, pero sí un número inferior al mismo, incluso la no habilitación de candidato alguno (Ley Orgánica de Universidades, Boletín Oficial del Estado, 24/XII/2001, art. 62).

para el legislador y para la mayor parte de los lectores, lo esperable sería, precisamente, que un tribunal pudiera no habilitar a nadie si considera que nadie lo merece. De este modo incluso convoca en este punto un alocutor para quien sería más esperable el hecho de que hubiera al menos un concursante habilitado que no hubiera ninguno; no obstante, es difícil que se extienda esta interpretación al locutor (lt). 4. PUNTOS DE VISTA Y ESCALAS ADITIVAS Los estudios sobre escalas informativas se centran habitualmente en escalas sustitutivas –como las que veremos más adelante con es más–; no obstante, también existen escalas aditivas (Portolés Lázaro 2007). Así, por ejemplo, el conector aditivo además convoca por su significado de procesamiento escalas aditivas. El uso de además presenta un miembro del discurso formado por la adición de un nuevo elemento a varios (n+1) como más informativo que otro (n). Esta alternativa (n) menos informativa puede interpretarse, de nuevo, como un punto de vista que es mantenido por el alocutor y por el Nølke (2009: 92-94) utiliza un concepto semejante en los casos de terceros colectivos heterogéneos; es decir, en algunas interpretaciones polifónicas se une el locutor o el alocutor a lo mantenido por un tercero general del tipo ON locuteur. Con esta última noción se designa el ser discursivo que se corresponde con toda una comunidad lingüística. 19

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locutor en estado mental anterior (lt) y, en consecuencia, como un caso de polifonía. Supongamos, por ejemplo, que alguien nos pregunta cuáles son los puntos cardinales. La respuesta sería: norte, sur, este y oeste; y nos extrañaría que el último se añadiera con además: (6)

#Norte, sur, este y, además, oeste.

Una respuesta de este tipo nos obligaría a pensar en que existe alguien para quien sería posible un estado mental sin uno de los cuatro puntos cardinales. Así pues, el locutor al utilizar además convoca dos puntos de vista: uno formado por los dos miembros del discurso conectados por el marcador discursivo –el valor superior en la escala aditiva– y otro constituido únicamente por el primer miembro del enunciado –el valor inferior–. De nuevo, la fuente de este último punto de vista puede ser saturada por el alocutor con una posible concordancia del locutor en un estado mental previo (lt) y/o por un tercero: (7)

Una vez conocí a una chica que había nacido en Melilla, y que era española y, además, rubia (Lorenzo Silva, Del Rif al Yebala, Barcelona, Destino, 2001, 60).

Lo esperable para el alocutor –y tal vez también para un estado mental previo del locutor (lt)– era que una melillense fuera española, menos lo era que la muchacha fuera española y, habiendo nacido en el norte de África, tuviera el cabello rubio. 5. ALTERNATIVAS NO EXPRESAS Y PUNTO DE VISTA En A veces lo utilizan en historia, a veces en literatura y a veces, incluso, en ética, están expresos el foco y las alternativas; sin embargo, esto no sucede en todas las ocasiones, es más, es frecuente que las alternativas a los adverbios de foco no tengan un contenido expreso: (8a)

Tonna disponía de más de 80 ayudantes, pero hacía personalmente incluso las fotocopias (El País, 11/I/2004, 57).

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(8b) (8c)

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No era ésa la percepción de la ministra, quien, antes de entrar en el comedor, hablaba eufórica con unos amigos comentando el éxito de la convocatoria y decía: “Ha venido hasta Tina Sainz” (El País, 18/X/2002, 39). Don Abelardo a esas alturas ni siquiera protestó (Gustavo Martín Garzo, El pequeño heredero, Barcelona, Lumen, 1997, 66).

En (8a) no se explicita qué otra cosa hacía Tonna, en (8b) quién, además de Tina Sainz, ha acudido a la convocatoria y en (8c) de qué otro modo, aparte de protestar, podía haberse comportado don Abelardo. Este hecho se puede describir simplemente como alternativas no expresas a los elementos focalizados (Portolés Lázaro 2010). No obstante, si se utiliza la Teoría Polifónica, la descripción puede ser más ajustada: la aparición de estos adverbios de foco convoca al menos dos estados mentales intencionales y, en consecuencia, dos posibles puntos de vista. El punto de vista que presenta lo focalizado del que es responsable el locutor (l0) y otro punto de vista que tendría como fuente bien al alocutor bien al alocutor en concordancia con el locutor (lt) y/o un tercero, siendo responsables todos ellos de la existencia de una alternativa más esperable. Este segundo punto de vista puede tener un contenido expreso o no tenerlo pero, en cualquier caso, se convoca por la aparición del adverbio de foco una fuente que se ha de saturar20. En ocasiones es difícil reconstruir en qué consistiría el estado mental de la alternativa y, no obstante, se interpreta que un ser discursivo que no ha de coincidir necesariamente con el locutor (l0) es responsable de la fuente del punto de vista convocado: (9)

No es que mi santo [mi marido] sea Carlos Latre, pero cuando las mujeres le ríen las gracias se pone, para mi gusto, hasta patoso (Elvira Lindo, El País, 10/VIII/2002, 30).

En este ejemplo el adverbio de foco hasta destaca patoso y lo muestra como menos esperable que una alternativa para una fuente que se ha de saturar pragmáticamente; ahora bien, la alternativa tiene un contenido difícil de determinar.

20 La defensa de puntos de vista sin contenido expreso no es extraña a la teoría ScaPoLine, al menos en su explicación de la polifonía en los conectores (Nølke et al. 2004: 94, y Nølke 2006b: 41-42).

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6. LA INTERPRETACIÓN POLIFÓNICA INDUCIDA Conviene en este momento recordar el punto de partida de la pragmática: para la comprensión de cualquier enunciado es preciso un enriquecimiento pragmático, ya que las expresiones lingüísticas se encuentran subdeterminadas (Carston 2002). Este enriquecimiento pragmático se consigue gracias a una contribución contextual que, para Ducrot, dirigen las leyes del discurso; para Grice, el Principio de Cooperación, y, para Sperber y Wilson, el de Pertinencia. Pues bien, la posibilidad de interpretaciones polifónicas a partir del contexto ha de ser sencilla: pocos elementos son más salientes en el contexto de cualquier interacción comunicativa que la existencia de un interlocutor y de terceros, algo que ha de facilitar un enriquecimiento pragmático polifónico con poco esfuerzo cognitivo. En segundo lugar, señalemos también que este enriquecimiento pragmático puede estar convocado por unidades y construcciones lingüísticas determinadas. En relación con este hecho, Grice (1975) distinguió entre implicaturas convencionales e implicaturas conversacionales. Las más habituales son las implicaturas conversacionales, es decir, aquellas que no están guiadas por un significado convencional de una unidad lingüística, sino únicamente por la aplicación en un contexto determinado del Principio de Cooperación. Veamos un contraste: (10a) Su proyecto autonómico, por ejemplo, es bueno. Incluso magnífico (). (10b) Su proyecto autonómico, por ejemplo, es bueno... Magnífico.

En (10a) el adverbio de foco incluso convoca convencionalmente una escala en la que magnífico se sitúa en una posición superior a bueno y, por pertenecer las dos unidades a la misma escala semántica, lo reemplaza como argumento que condiciona la prosecución del discurso (Portolés Lázaro 2007); en (10b) este proceso de sustitución se obtiene por un principio pragmático: bueno y magnífico pertenecen a una escala semántica, la aparición de una de las dos unidades implicita que no se da la otra y, por último, la posición remática de magnífico hace comprender que esta es la que prevalece. En definitiva, en ocasiones se puede obtener un enriquecimiento pragmático similar bien sea guiado por una unidad lingüística determinada o bien sin este tipo de guía y con la mera aplicación de un principio de interpretación prag-

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mática. Si tenemos en mente este hecho, no extrañará la siguiente hipótesis: la interpretación polifónica de un enunciado puede estar marcada convencionalmente pero también se puede obtener conversacionalmente: (11a) María ha dicho: “Hoy no salgo de casa”. (11b) Hoy no salgo de casa... Pues parece que estás un poco triste.

En (11a) la forma verbal ha dicho hace que se asigne una fuente distinta del locutor a Hoy no salgo de casa, mientras que en (11b) –pensemos que el hablante repite las palabras de su interlocutora– la falta de responsabilidad del locutor del enunciado Hoy no salgo de casa se puede obtener pragmáticamente. De este modo, se ha de suponer que pueden existir instrucciones semánticas de focalización que, sin ser propiamente instrucciones polifónicas, favorecen una interpretación polifónica21. Hablaré en estos casos de una interpretación polifónica inducida. Veamos un ejemplo: (12)

Garzón había dejado de ser un lujo para el Gobierno. Es más, se había convertido casi en un problema (El País, 7/V/1994, 17).

El conector aditivito es más posee también un significado focal, ya que convoca un foco/alternativa (Portolés Lázaro 2010). Se trata de un conector que vincula dos miembros del discurso. Estos miembros se encuentran orientados hacia una misma conclusión; por ejemplo, +> ‘Garzón debía abandonar el Gobierno’: (13a) Garzón había dejado de ser un lujo para el Gobierno. Debía abandonarlo. (13b) Garzón se había convertido casi en un problema. Debía abandonar el Gobierno.

Asimismo, el conector indica que el segundo miembro del discurso tiene más fuerza como argumento para llegar a esa conclusión que el primero, de ahí nuestra extrañeza ante el segundo ejemplo del siguiente contraste:

21 Nølke (2009: 85) admite la existencia de casos de polifonía como efecto de sentido en una enunciación determinada.

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(14a) Garzón había dejado de ser un lujo para el Gobierno. Es más, se había convertido casi en un problema. (14b) #Garzón se había convertido casi en un problema para el Gobierno. Es más, había dejado de ser un lujo.

Por último, los dos miembros del discurso se pueden comprender como respuesta a una misma pregunta: ¿Qué pasaba con Garzón? Argumento menos fuerte

Garzón había dejado de ser un lujo para el Gobierno

ARGUMENTOS MÁS FUERTES

ES MÁS, SE HABÍA CONVERTIDO CASI EN UN PROBLEMA

Pues bien, y este el efecto de sentido que nos interesa aquí, esta sustitución de un argumento por otro induce en algunos casos a interpretar una configuración polifónica, pues sería contradictorio que un mismo locutor mantuviera los dos argumentos simultáneamente, es decir, dos estados mentales excluyentes que se dirigen al mismo tiempo a un mismo estado de cosas. De este modo, se comprende el desdoblamiento del locutor (lt y l0) como fuente de dos puntos de vista y como responsable únicamente del punto de vista que tiene como contenido el segundo miembro del discurso –el foco–. Esto sucede porque por nuestro conocimiento del mundo ‘dejar de ser un lujo’ y ‘ser un problema’ constituyen propiedades que es difícil interpretar como simultáneas, igual que en una escala semántica no se puede ser simultáneamente ‘un poco feo’ y ‘horroroso’. No obstante, esto no sucede en todos los casos, es decir, en otros usos de es más no se interpreta polifonía alguna, pues, aunque el segundo argumento tiene más fuerza argumentativa que el primero, no es contradictorio que un mismo locutor mantenga los dos puntos de vista simultáneamente. Son dos estados mentales que se dirigen a diferentes estados de cosas: (15)

El difunto Parladot y yo éramos amigos. Es más, últimamente habíamos trabajado juntos en la financiación ilegal de la campaña del señor alcalde (Eduardo Mendoza, La aventura del tocador de señoras, Barcelona, Seix Barral, 2001, 298).

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En este caso, pese a que se presente como un argumento más fuerte el hecho de haber trabajado juntos, ello no excluye que los dos individuos fueran amigos. Así pues, si bien el marcador discursivo es más convoca una alternativa, esta no se interpreta como vinculada a un ser discursivo diferente del locutor (l0) responsable del foco. En suma, si bien es más convoca por sus instrucciones de procesamiento un foco y una alternativa, el ser discursivo que se vincula a la alternativa no se satura necesariamente como alguien distinto al locutor responsable del foco, pues un mismo locutor puede responder tanto de lo focalizado como de su alternativa simultáneamente. Esta diferencia de seres discursivos (l0/lt) solo sucede con es más cuando lo requiere la interpretación de la relación entre un foco y una alternativa en un contexto determinado. Si se toma la distinción de la teoría ScaPoLine entre una estructura polifónica en el nivel de la lengua y una configuración polifónica en el nivel del habla (Nølke et al. 2004: 28-29), lo que se concluye de este análisis de es más es que, aunque se perciba una configuración polifónica en la interpretación de un enunciado concreto con es más, ello no significa que haya una estructura polifónica que la convoque, sino que únicamente hay una estructura lingüística que facilita la interpretación polifónica. 7. ALTERNATIVAS EXCLUIDAS Y OPERADORES DISCURSIVOS Esta interpretación polifónica inducida que se daba en algunas interpretaciones de es más se repite en mayor medida en los casos de foco exclusivo. Para explicar en qué consiste este tipo de foco, es preciso recordar que con una u otra denominación es habitual la distinción entre focos exhaustivos y no exhaustivos (Koktova 1986, Kiss 1998). Los primeros serían aquellos que excluyen la alternativa y los segundos los que no la excluyen. Así, por ejemplo, si se afirma: Éramos solo buenos amigos se excluye que hubiera algún otro tipo de relación –foco exhaustivo– y, en cambio, si se asegura: Incluso éramos buenos amigos, existirá algún otro tipo de relación además de la amistad –foco no exhaustivo–. Por su parte, Molnár (2005: 210) diferencia dentro de los focos exhaustivos entre aquellos que refutan todas las otras posibles alternativas –v. gr. el adverbio de foco solo que acabamos de ver– y el foco exclusivo. Con este último se excluye alguna o algunas de las alternativas per-

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tinentes; el reformulador en todo caso, por ejemplo, se puede utilizar para formular de nuevo un miembro negado y, en consecuencia, excluido22: (16)

El euro no quita empleo; en todo caso, mejora las condiciones de competitividad (El País, 29/VI/1997, 18).

Estos usos tienen una interpretación polifónica ocasionada por la negación: se comprende que el locutor se hace responsable del punto de vista mantenido en el segundo miembro del discurso ([el euro] mejora las condiciones de competitividad) y no del punto de vista negado en el primer miembro del discurso (el euro quita empleo). Ahora bien, como sucede con otros reformuladores –v. gr. en definitiva o al fin y al cabo–, en todo caso puede utilizarse también como operador discursivo. Una de las diferencias se encuentra en que con los usos como reformulador se relacionan dos miembros del discurso, mientras que, como operador, únicamente condiciona las posibilidades discursivas del miembro del discurso en el que se incluye o al que afecta, pero sin relacionarlo con otro miembro anterior (Portolés Lázaro 1998: apart. 6.4). Se trata de usos como: (17a) La construcción absorbe el 16,3% de la mano de obra extranjera, que, en todo caso, es precaria: casi la mitad de los contratos son eventuales (El País Negocios, 18/VI/2006, 1). (17b) En urbanismo casi todo es legalizable; con una licencia o en un plan general, se convalida lo hecho, se mantiene y en todo caso se indemniza a los posibles perjudicados (El País Madrid, 26/II/1996, 3). (17c) Al socialista Joaquín Leguina le pareció una buena idea edificar en una parte del solar, pero los antiguos propietarios respondieron que, en todo caso, serían ellos los que construyeran e hicieran negocio (ABC, 8/III/1996, 64).

En estos ejemplos la interpretación es la de una alternativa excluida: en (17a) se trata de contratos fijos, en (17b) no se derriban los edificios construidos de forma ilegal y en (17c) no es la comunidad autónoma la que ha de construir. Como sucedía con los usos estudiados en el apartado con es más, sería contradictorio que tuvieran un mismo punto de vista el miembro expre-

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Sobre reformulación y polifonía, véase Murillo Ornat (2009).

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so, del que es responsable el locutor, y el punto de vista de la alternativa excluida. Esto induce, de nuevo, a una interpretación polifónica. Algo semejante sucede con algunos de los usos como operador de en realidad (Taranilla García en prensa). En ocasiones muestra como real el miembro del discurso en el que se encuentra frente a un miembro del discurso expreso que únicamente es aparentemente cierto: (18)

Vázquez contaba pestes de González, y viceversa. En realidad, González admiraba profundamente a Vázquez (Enric González, El País Domingo, 1/VI/2008, 14).

Este contraste entre lo real y lo aparente hace que en los casos en los que carece de una alternativa expresa sea fácil inducir una interpretación polifónica en la que el locutor no se hace responsable del punto de vista de la alternativa aparente: (19)

No le veo el valor adicional a estas cosas. Desinforman, en realidad (El País, 13/XI/2002, 31).

En (19) se puede interpretar como punto de vista una alternativa que correspondería a un estado mental según el cual “esas cosas” informan. De nuevo, la interpretación polifónica no se trata de una instrucción del marcador discursivo sino de un sentido adquirido en un contexto determinado inducido por otras instrucciones que sí se encuentran codificadas: la convocatoria de dos estados mentales excluyentes que se dirigen hacia un mismo estado de cosas. 8. CONCLUSIÓN La focalización de un elemento del discurso convoca una alternativa (apartado 1). Foco y alternativa constituyen, pues, estímulos ostensivos para la representación de dos estados mentales distintos y, en términos de una teoría polifónica, vehiculan dos puntos de vista (apartado 2). A cada punto de vista le corresponde una fuente que se ha de saturar; de este modo, las focalizaciones posibilitan una interpretación polifónica, si bien no la fuerzan en todos los casos (apartado 6). Esto sucede porque, para que la interpretación polifónica se produzca, es necesario que seres discursivos distintos saturen la fuente de los dos puntos de vista.

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A partir de estos presupuestos teóricos, se han mostrado distintas posibilidades de interpretar las fuentes de los puntos de vista en casos de focalización. Por una parte, se ha comprobado que un mismo locutor (l0) puede ser responsable de los dos puntos de vista vehiculados por el foco y por la alternativa. Esto acontece en un ejemplo como: (20 antes 15) El difunto Parladot y yo éramos amigos. Es más, últimamente habíamos trabajado juntos en la financiación ilegal de la campaña del señor alcalde (Eduardo Mendoza, La aventura del tocador de señoras, Barcelona, Seix Barral, 2001, 298).

Aquí el mismo l0 es responsable de mantener que Parladot y él eran amigos y de resaltar que habían trabajado en la financiación ilegal de la campaña del alcalde. En otras ocasiones se interpretan dos seres discursivos distintos como fuentes que responden de los dos puntos de vista. En estos casos se dan dos posibilidades: una convencional o semántica, y otra conversacional o pragmática. Con el adverbio de foco incluso (apartado 2) o el conector discursivo además (apartado 4) se convocan convencionalmente –es decir, por su significado– dos seres discursivos distintos; y con el conector discursivo es más no se convocan convencionalmente estos dos seres discursivos distintos, sino que únicamente se pueden interpretar pragmáticamente. Incluso, entre otras instrucciones de procesamiento, destaca un miembro del discurso como menos esperable que otro (apartado 2). Este significado de procesamiento por el que dos actitudes proposicionales se gradúan en escala hacia un estado de cosas hace que un mismo locutor no pueda ser responsable simultáneamente de los dos puntos de vista. Ello nos ha conducido a defender que la alternativa al elemento focalizado por incluso o bien tiene como fuente al alocutor o bien tiene como fuente un alocutor ampliado, es decir, un alocutor con el que pueden concordar un tercero o un locutor que se responsabiliza de un estado mental previo (lt) (apartado 3). Así, en: (21 antes 1) Bueno, quizá no sepas que Alatriste está en muchos colegios, como libro de texto. A veces lo utilizan en historia, a veces en literatura y a veces, incluso, en ética (El País Babelia, 15/XI/2003, 2).

el adverbio de foco incluso destaca en ética y convoca una alternativa: en historia/en literatura. El locutor l0 responde desde el punto de vista según el que

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en clase de ética se utiliza la novela El capitán Alatriste y al mismo tiempo convoca una alternativa que vehicula otro punto de vista. De acuerdo con la actitud proposicional de este nuevo punto de vista, para el alocutor y, en función de los contextos, para un tercero o para el mismo locutor en un estado mental anterior (lt) era más esperable que la novela de Pérez-Reverte se utilizara en clase de historia y de literatura. La otra posibilidad de interpretación polifónica es la pragmática; así, con el conector aditivo es más puede suceder –como ya se ha visto en (20)– que un mismo locutor sea responsable del foco y de la alternativa pero, asimismo, que se interpreten dos seres discursivos distintos como responsables de dos puntos de vista (apartado 6). Esto último sucede principalmente cuando se interpretan dos estados mentales incompatibles que se dirigen hacia un mismo estado de cosas: (22 antes 12) Garzón había dejado de ser un lujo para el Gobierno. Es más, se había convertido casi en un problema (El País, 7/V/1994, 17).

En este caso el locutor (l0), que mantiene que Garzón se había convertido casi en un problema –un nivel más alto en una escala–, no puede responder simultáneamente de que había dejado de ser un lujo para el Gobierno. De este modo, se interpreta que el locutor en un primer momento ha mantenido una afirmación sobre Garzón (lt) y que después la rectifica sustituyéndola con un miembro del discurso con más fuerza informativa (l0). Por último, nos hemos detenido en un par de partículas discursivas que pueden actuar como operadores: en todo caso y en realidad (apartado 7). En su análisis se ha defendido que se trata de partículas que convocan un foco frente a una alternativa que se interpreta excluida. En estos casos, la teoría polifónica permite explicar de un mejor modo la pertinencia del uso de este tipo de partículas. Estos operadores discursivos no precisan de una alternativa expresa y, no obstante, comunican que existe un punto de vista que queda excluido y cuya fuente no es el locutor (l0).

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LO DISCURSIVO DE LAS PARTÍCULAS DISCURSIVAS EN EL DICCIONARIO DE PARTÍCULAS DISCURSIVAS DEL ESPAÑOL (DPDE). LA ATENUACIÓN COMO SIGNIFICADO FUNDAMENTAL O USO CONTEXTUAL Antonio Briz Gómez Grupo Val.Es.Co. Universitat de València

1. INTRODUCCIÓN: EL DPDE El Diccionario de partículas discursivas del español (DPDE), coordinado por Antonio Briz Gómez, Salvador Pons Bordería y José Portolés Lázaro, es el fruto de un proyecto de investigación en el que han participado especialistas de diferentes universidades1. Se trata de un diccionario que ha intentado aprovechar los desarrollos teóricos en el estudio de las que hemos convenido en llamar partículas discursivas –desde las distintas tradiciones o enfoques discursivos y pragmáticos se han denominado también marcadores del discurso, enlaces textuales, conectores pragmáticos, etc.–, así como los

El DPDE ha sido subvencionado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología en 2000 (BFF2000/1438), en 2004 (HUM2004-01453) y, actualmente, por la Fundación Comillas. Los investigadores proceden de la Universidad de Valencia (Grupo Val.Es.Co.): Antonio Briz Gómez, Antonio Hidalgo Navarro, Salvador Pons Bordería, Julia Sanmartín Sáez, Marta Albelda Marco, Montserrat Pérez Giménez, María José Fernández Colomer, Marta Pilar Montañez Mesas, Adrián Cabedo Nebot y María Estellés Arguedas; de la Universidad Católica de Valencia: Ana Llopis Reyna (Grupo Val.Es.Co.); de la Universitad Politécnica de Valencia: María Milagros del Saz-Rubio; de la Universidad de Alicante: Xose Padilla, Leonor Ruiz Gurillo y María Belén Alvarado Ortega (Grupo Val.Es.Co. y Grupo GRIALE); de la Universidad Autónoma de Madrid: José Portolés Lázaro y Santiago Urbano Sánchez Jiménez; de la Universidad Carlos III de Madrid: María Pilar Garcés Gómez; de la Universidad de Salamanca: María Noemí Domínguez García; de la Universidad de Barcelona: Estrella Montolío Durán, Mar Garachana Camarero, Pedro Gras, Anna López Samaniego y Raquel Taranilla García; de la Universidad Pompeu Fabra: Carme Bach Martorell; de la Universidad de La Coruña: Esperanza Acín Villa, Cristina Fernández, Nancy Vázquez Veiga, Eva Fernández, Sabela Prieto y Marián Beas; de la Universidad de Zaragoza: Silvia Murillo Ornat; de la Universidad de Ohio: Scott A. Schwenter. 1

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avances de los medios informáticos, tanto para la consulta automática de corpus orales y escritos, como para la elaboración del formato final del diccionario. El DPDE solo está publicado electrónicamente y es de acceso público y gratuito. La página a través de la que se accede es . Este formato electrónico nos ha facilitado la exposición de los resultados y nos ha permitido incluir una gran cantidad de datos a los que se accede de modo muy sencillo cliqueando con el ratón. Se trata de uno de los primeros diccionarios que recoge de manera sistemática y homogénea las partículas discursivas del español tanto en escritas como orales2 –pues las hay más propias de lo oral, de lo coloquial o de lo formal, y más propias de lo escrito, como por lo general puede comprobarse al consultar el campo “registro”–. Y no de manera residual, como ocurre en los diccionarios de uso, en los que, si aparecen, lo hacen como subentradas y las definiciones de estas se reducen a la enumeración de sinónimos. Si se accede al DPDE, podrá comprobarse que cada entrada tiene dos posibles consultas: una elemental (con “definición”, “ejemplos en lo oral y en lo escrito”, “traducción al inglés”) que permite un dominio pasivo de las partículas discursivas del español, esto es, la definición sirve para comprender el significado de la partícula en un texto; y otra avanzada, que intenta guiar al lector en su uso a partir de varios campos de información: “prosodia y puntuación”, “otros usos”, “posición”, “sintaxis”, “registro”, “variantes menos frecuentes”, “fórmulas conversacionales”, “partículas semejantes” y “no es partícula en”. Es esta una definición más dinámica en cuanto que permite usar la partícula en la construcción de un texto. La razón se debe a que el público al que está dirigido el DPDE incluye a hablantes nativos y a estudiantes de español como lengua extranjera.

En 2009 ha visto la luz el Diccionario de conectores y operadores del español, debido a Catalina Fuentes Rodríguez. Con anterioridad, en 2003, aparecía el Diccionario de partículas de Luis Santos Río, si bien sus objetivos y miras son más amplios; de hecho, contiene muchas de nuestras partículas discursivas, pero también otras formas o expresiones que no se consideran como tales. Además, la perspectiva y el método de análisis y definición son diferentes. 2

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2. OBJETIVOS El trabajo que sigue tiene dos objetivos. Por un lado, la reflexión sobre el apellido “discursivas” en el DPDE: se trata de una lectura personal sobre los rasgos discursivos que aparecen en las definiciones de las unidades; aunque parece de Perogrullo, en la definición de un marcador deberían primar los rasgos discursivos, lo que no siempre ha sido así. Y, por otro lado, el segundo objetivo, más concreto, es el de mostrar, aprovechando entradas del DPDE, que la atenuación (cortés o no) es uno de los significados pragmático-discursivos de estas partículas, ya sea como significado fundamental o como mero uso contextual, y que puede estar favorecido por la posición que ocupa en la unidad a la que afecta3. 3. ¿QUÉ SE ENTIENDE POR “PARTÍCULA DISCURSIVA” EN EL DPDE? Las partículas discursivas son elementos lingüísticos que –parece haber acuerdo en ello– guían la interpretación del discurso, es decir, tienen un carácter más procedimental que conceptual. ¿Por qué el término partícula? Sin duda, como señalaba en un trabajo anterior (Briz Gómez 2009), el término partícula es, metafóricamente hablando, “inodoro, incoloro e insípido”, no compromete a nada, pero, puestos a elegir, tiene solera, en tanto que nuestra tradición gramatical se ha referido a las clases de palabras invariables o sin flexión. ¿Por qué no seguir llamando así al conjunto de formas invariables convertidas ahora en categoría pragmática y añadir el apellido discursivas, que identificaría el ámbito de su análisis? Ya se llamen partículas, conectores, marcadores o enlaces, lo esencial, ciertamente, es el apellido: “discursivos, pragmáticos, textuales”, todos los cuales remiten a lo mismo, a las unidades más allá de la oración, como señalaba Samuel Gili Gaya, y a que el plano para su tratamiento no puede ser el gramatical. Otra discusión diferente, por ejemplo, la referente al nombre, nos parece estéril.

3 Es este un análisis que insiste en el ya iniciado en Briz Gómez (en prensa) y Briz Gómez (2009). Para el estudio de la relación entre función pragmática, unidad y posición, véase Briz Gómez y Pons Bordería (2010).

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4. PARTÍCULAS Y UNIDADES DISCURSIVAS EN EL DPDE De las unidades discursivas no habla el DPDE. Lexicográficamente no era preciso, pero, indudablemente, el término poco comprometedor que aparece en la definición de las partículas del DPDE, el de “miembro del discurso en el que aparecen, al que afectan” (y no el de oración, sintagma, etc.) apunta a estas unidades extra o supraoracionales: (1a)

(1b)

De todos modos Presenta el miembro del discurso en el que aparece como más pertinente para la continuación del discurso que otras opciones anteriores, tanto explícitas como sobreentendidas (redacción de Leonor Ruiz Gurillo). Es un decir Presenta el miembro del discurso al que afecta como una expresión que se debe entender de un modo aproximado y no literal. Sirve a veces como autocorrección del hablante (redacción de Cristina Fernández).

Las unidades del discurso, de acuerdo con la propuesta del Grupo Val.Es.Co. (Briz Gómez et al. 2003) son el acto, la intervención, el intercambio y el diálogo4. Y, como hemos señalado en varios trabajos (Briz Gómez 2007a, Briz Gómez/Pons Bordería 2010), dichas unidades son las que, a la postre, nos permitirán explicar su funcionalidad. No es falso definir, describir o explicar el uso de un marcador como bueno afirmando: a) que reformula lo dicho: (2) [Hablando de un reloj encontrado en la calle]

4 Esta y otras propuestas sobre las unidades del discurso pueden leerse en Briz Gómez et al. (2003: 7-61). El diálogo o secuencia, la unidad superior del discurso, y el intercambio pertenecen al nivel dialógico; la intervención y el acto son unidades monológicas. La intervención está constituida por un acto o conjunto de actos. La combinación de intervenciones de distintos emisores (inicio y reacción) da lugar a un intercambio y uno o varios intercambios forman lo que hemos denominado diálogo (sobre esta última unidad, véase Briz Gómez 2006 y 2007a). Por otro lado, en un acto pueden reconocerse segmentos informativos mínimos, a los que hemos denominado subactos, cada uno de los cuales desarrolla funciones comunicativas diferenciadas. Una descripción y explicación detalladas se encuentra en Hidalgo Navarro/Padilla (2006). Los marcadores son un tipo de subactos, en tanto segmentos informativos o guías de cierta información.

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A: DE ORO? qué va? bueno? la correa sí que era? bueno de oro (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002: 225, línea 51). b) que corrige parte de lo dicho o que en algunos hablantes se convierte en una muletilla o tic lingüístico: (3) C: faltan dos- bueno fa- faltan cuatro / para dieciocho meses (ibíd.: 196, líneas 225-226). c) que sirve para introducir el final de una argumentación: (4) A1: pues mira si tiene / tiene cigalas / dos o tres / lo menos / o cuatro cigalas / y tiene gambas / y tiene clóchinas / y tiene- y tiene cangrejos / y tiene trocitos de todo bueno / que te comes un plato condimentao / claro / entonces no necesitas ponerte... (ibíd.: 219, líneas 1166-1169). d) que es una pausa oral: (5) La clase bueno creo que va de la sustantivación y eso. e) que puede atenuar la respuesta: (6) S: ¿cómo que iban a una velocidad? A: que corrían MÁ(S) S: bueno sí // porque ellos tenían más fondo que tú↓ porque tú-tú noo-no has corrido desde hace mucho tiempo§ A: §yo me quiero meter a natación (ibíd.: 150, líneas 295-300). f) que permite introducir una digresión o cambiar el tema: (7) A: bueno / voy a dejar el chaquetón de mi Ismael ahí (ibíd.: 154, línea 469). (8) A: [no↓ pero eso es la tela que ahora se lleva] R: [uun- un hijo de] unos amigos E: síi R: mm E: bueno chicas / me subo A: bueno pos yo también me vooy↑ M: pos nada yaa- yaa- [si hay noticias↑] R: [yo voy a hacer la cama] que aún la tengo por hacer / si quieres subir a hacerla↑ (ibíd.: 274, líneas 631-639). g) que concluye una conversación: (9) bueno ya nos veremos mañana

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h) que es una respuesta de acuerdo (de acuerdo parcial o, incluso, de desacuerdo): A: ¿Vienes? B: Bueno

No obstante, esta casuística o enumeración de valores precisa de una generalización mayor, de un grado de abstracción y sistematización necesarios tanto desde el punto de vista teórico como aplicado. Un marcador presenta tal o cual función en virtud de las unidades en que está operando o, si se prefiere, las unidades en que operan estas formas determinan sus funciones. Así, a) un valor como el de la reformulación argumentativa se entiende mejor si la unidad de la que partimos es la intervención de un hablante o los actos que esta puede contener, es decir, si se parte de unidades monológicas; b) el de mera corrección (por problemas, por ejemplo, formulativos) se explica por relación a los actos, lo mismo que su uso como pausa léxica; c) en cambio, una función como la de atenuar cortésmente una respuesta negativa solo se puede entender por relación a unidades dialógicas, es decir, por ejemplo, puede entenderse referida a un intercambio y, en concreto, dentro de este a la intervención reactiva; d) el valor de cambio de tema que propicia el uso a veces de bueno se explica referido a una unidad como el diálogo o secuencia dialógica; con este se inicia un nuevo diálogo, sea el de comienzo de la conversación, el de cierre o el de alguna secuencia lateral (un ejemplo de esta última: durante una conversación sobre la crisis en Europa, alguien interviene y dice, bueno, queréis café); e) y como respuesta de acuerdo (B: bueno), solo puede entenderse por relación a unidades dialógicas, es decir, unida a intervenciones reactivas. En este último caso, frente al resto de usos, se afirma que puede actuar como acto (como “enunciado” autónomo), un dato que nos parece de enorme relevancia. En la propuesta del Grupo Val.Es.Co., los marcadores discursivos son segmentos informativos identificables o subactos5, unos con capacidad para funcionar a veces como actos y otros no. En otras palabras: hay

5 Para un análisis más detallado de los subactos, véanse Briz Gómez et al. (2003) e Hidalgo Navarro/Padilla (2006).

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partículas que, como bueno, pueden ser autónomas informativamente hablando y otras, como sin embargo, que no, es decir que son partes divisibles (de hecho, tienen, por ejemplo, contorno melódico propio) dentro de la unidad acto de la que dependen informativamente6. Como señalábamos, el DPDE no se refiere explícitamente a dichas unidades discursivas, pero algunos hechos apuntan indudablemente a la existencia de estas. Sea, por ejemplo, en la delimitación de algunos de los significados de estas partículas, la referencia a los que hemos denominado usos autónomos, hecho que establece diferencias entre ser unidad (por ejemplo, acto o intervención), como en el caso de bueno en (10), o parte de unidad (subacto) en los ejemplos de (2) a (9). O sea la presencia de algunos campos dentro de la microestructura del diccionario, por ejemplo, el de las “fórmulas conversacionales”; siguiendo con el ejemplo de bueno: ¡ah bueno!, ¡pero bueno!, ¡pues bueno! son, según se escribe en el DPDE, reacciones de acuerdo o desacuerdo reforzadas, significado que apunta a una unidad dialógica, el intercambio. Lexicográficamente, el DPDE resuelve la casuística o la tan nombrada polifuncionalidad de los marcadores discursivos a partir de la diferencia entre significado o significados fundamentales (el permanente) y usos contextuales (los adquiridos ocasionalmente), de la que nos ocuparemos más adelante. 5. LAS FUNCIONES DISCURSIVAS DE LAS PARTÍCULAS EN EL DPDE: FUNCIONES Y UNIDADES

En la confección del DPDE se entendió de partida, y se siguió entendiendo después de modo general, que una función discursiva es la que una forma lingüística desarrolla en el transcurso de la producción y la recepción del habla. Y en dicho ámbito las partículas son guías que colaboran en la interpretación del discurso oral y escrito. Más concretamente, actúan predominantemente, según puede leerse en la “presentación”, como a) marcas de conexión argumentativa (además, encima...), reformuladora (por cierto, es decir...) o estructuradora (por una parte... por otra parte...); b) marcas de 6 Otras partículas, ausentes de momento en el DPDE, como pero, y, si, son, como sin embargo, partes de unidad, pero no son divisibles (de hecho, se integran melódicamente en la unidad que las integra).

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modalización, de modificación de la fuerza ilocutiva, del punto de vista del hablante, a menudo al servicio de una estrategia de atenuación o de intensificación (por lo visto, digamos, no sé, ¡ojo!, fijo, naturalmente, por supuesto); c) marcas de control del contacto (mira, oye, hombre, mujer, tío, tía, ¿eh?); y d) focalizadores, que destacan un elemento expreso –el foco– frente a una alternativa expresa o sobreentendida, y que pueden tener un significado escalar (incluso, hasta, ni siquiera) o no tenerlo (también, tampoco). Estas son las funciones que ya sea de modo principal, subsidiario o exclusivo desarrollan nuestras partículas discursivas, si bien dichas funciones no se explicitan tal cual en las definiciones. Los autores decidimos en su momento reducir al máximo los términos técnicos para evitar problemas de comprensión, pero es evidente que quedan reflejadas con claridad en las diferentes definiciones. Veamos una muestra en (11a-e): (11a) La función de conexión argumentativa puede notarse en descripciones como: Indica contrariedad (al contrario). Indica que el miembro del discurso en que aparece contrasta (en cambio). Indica que el miembro del discurso en que aparece debilita una conclusión que pudiera inferirse de un miembro del discurso anterior (eso sí). (11b) La función de conexión estructuradora: Presentan los miembros del discurso que vinculan como una serie organizada en dos partes (por una parte... por otra parte). (11c) La función modalizadora: Expresa una duda que sirve como atenuación de lo que se dice, de modo que el hablante no se siente responsable (a lo mejor). Indica que el hablante no es testigo directo de la información transmitida (al parecer). Destaca un miembro del discurso como verdadero (a decir verdad). Aumenta el grado de certeza (fijo). Reafirma lo que el propio hablante dice (¿eh?2). (11d) La función de control del contacto es clara en afirmaciones como: Apela al oyente (¿eh?1)7. (11e) Y, en fin, la focalización de un elemento puede notarse en: Destaca un elemento del discurso (mejor dicho, sobre todo, hasta, incluso). Destaca el elemento al que afecta (propiamente dicho). La partícula ¿eh? tiene una acepción más estrictamente modal, la que llamamos ¿eh?2, frente a la típicamente apelativa ¿eh?1. 7

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Nótese que en el último caso lo que la partícula destaca es un “elemento”, como si se tratara de una unidad que no coincide exactamente con el referido “miembro del discurso” que aparece implicado en la definición de la mayoría de marcadores. En la definición de otras partículas se alude a otro rasgo discursivo, la posición dentro de ese miembro discursivo, que más tarde en el DPDE constituye otro campo de la microestructura. En (12) aparecen algunos ejemplos de esta referencia posicional incluida en el propio significado: (12)

Introduce el miembro final de una serie (finalmente). Indica el miembro final dentro de una serie (por último). Presenta el miembro del discurso al que precede (¡ah!). Presenta el miembro del discurso que introduce (por lo tanto).

6. MÁS ALLÁ DE LAS CATEGORÍAS GRAMATICALES: CATEGORÍAS PRAGMÁTICAS Si discursivo alude, como se ha indicado antes, a un ámbito más allá de la oración, se entenderá que esta categoría es de uso y no puede corresponderse con ninguna categoría gramatical. Más exactamente, en esta categoría pragmática –pragmática porque participa de una estrategia, la de velar por la organización de lo producido y la interpretación de lo dicho o hecho– se dan cita formas diversas que han sufrido un proceso de gramaticalización y de pragmatización. Coinciden muchas de estas, por tanto, en que gramaticalmente fueron otra cosa y, asimismo, en su valor estratégico para la conducción del discurso. En el DPDE, el campo “no es partícula en” informa al usuario, sea lector ocasional o investigador, sobre los empleos libres de signos que coinciden en la forma (que a veces fueron su origen)8, aunque poseen valor gramatical y discursivo diferentes. De interés son los casos en que la posición puede llegar a ser determinante para interpretar un sintagma como “no partícula”, 8 Desde el campo “variantes menos frecuentes” del DPDE se pueden vislumbrar algunos hechos de interés para el estudio del origen, la evolución y desarrollo de ciertos marcadores, el proceso de fijación, los cambios y reducciones en lo coloquial, etc. Y, así también, más en concreto, la menor frecuencia de uso de los pronombres fóricos: eso, -lo (a pesar de todo; por así decir), el proceso sintético en la creación de las partículas (entre paréntesis), la disminución combinatoria fruto de la mayor fijación (a su vez), etc.

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como en el caso de por eso y por ello, los cuales, en posición final (ver apartado 7), no son marcadores, sino simples complementos verbales de causa. Y lo mismo puede decirse de algunos adverbios largos. O baste comparar por ello mismo (siempre con valor de “partícula”) y por eso mismo (con usos de “no partícula”). Los grados de gramaticalización y pragmatización de las partículas son distintos. Permítaseme este otro modo de decirlo: hay partículas, ciertamente, que son más partículas discursivas que otras. En la selección de las partículas del DPDE, en la que se ha tenido muy en cuenta el trabajo de Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999), no se han incluido las formas conjuntivas (pero, y, si, o, porque, aunque), ni la mayoría de los adverbios en -mente, entre otras razones, porque solo son partículas ocasionalmente y, además, porque los criterios para establecer dicha funcionalidad no son siempre seguros: en el caso de las conjunciones, al estar más vinculadas o integradas en la proposición; y en el caso de los adverbios largos, al estar menos fijados funcionalmente como partículas discursivas –de hecho, unas veces actúan como tales (Naturalmente, lo hemos hecho) y otras no (Lo hemos hecho naturalmente)–. Sí aparecen, por ejemplo, finalmente, paralelamente, propiamente dicho, puesto que dichos signos están fijados en la mayoría de casos como partículas discursivas. Quizá, desde una consideración más discursiva, sobre la que venimos insistiendo aquí, se pueda vislumbrar una solución al problema teórico que acabamos de plantear: ¿todas las formas conjuntivas son marcadores? La respuesta, a nuestro parecer, es negativa y restrictiva: solo aquellas que desarrollen funciones discursivas; es decir, si tiene un valor de conexión, que la conexión sea de unidades discursivas y no gramaticales; y si es un modalizador será porque afecta al punto de vista o intención de lo dicho o hecho (independientemente de que afecten o modifiquen también a lo enunciado). Y en cuanto al grado diferente de gramaticalización y de pragmatización de las partículas, la posición que ocupa una partícula en una unidad puede ayudar a determinar dicho grado (recuérdese el caso mencionado de por eso, por ello, vinculadas a la posición final, además del de los adverbios largos). En suma, algunos de los signos estudiados son siempre partículas discursivas, otros lo son casi siempre (y el “casi” depende a veces de ciertas posiciones) y los hay en que lo discursivo solo se vislumbra de lejos (por supuesto, estos no aparecen en el DPDE).

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7. POSICIÓN DISCURSIVA En nuestra opinión, como hemos señalado en varios trabajos (Briz Gómez/Montañez Mesas 2008, Briz Gómez/Pons Bordería 2010 y Briz Gómez 2009), un campo esencial para el estudio funcional de los marcadores es el de la posición. En referencia a este campo se lee en la “presentación” del diccionario: “Se da cuenta aquí del lugar o lugares en que puede o no aparecer la partícula: inicial, interior o final del miembro del discurso”. Ciertamente, no se fija con claridad desde el punto de vista teórico lo que se entiende por posición discursiva, ni lo que significa posición inicial, interior o final, aunque sí aparece ejemplificado sobre cada uno de los artículos. No era el momento ni el lugar adecuados para plantear este problema teórico. Bastaba para el objetivo lexicográfico con reconocer el miembro del discurso que presentaba o al que afectaba el marcador. Lo cual, como veremos, traslucía el reconocimiento de los segmentos (léase, unidades) marcados o señalados por la partícula. Parece obvio que la fijación de estas posiciones solo es posible tras una propuesta de unidades, pues únicamente así puede saberse a qué nos referimos con inicial, interior o final. No obstante, se indica que la partícula se presenta, destaca o afecta a un miembro del discurso que es necesario precisar, y, de hecho, en los ejemplos, el marcador, que en el caso de (13) ocupa la posición inicial del miembro discursivo al que afecta, se destaca junto a este en letra cursiva: (13)

ANDREA: A tu padre nunca se atreve a decirle ná. Y ahora acuéstate otra vez. Si pasara algo ya te llamaría; de todas maneras yo no podré dormir (Miguel Signes Mengual, Antonio Ramos, 1976, CREA).

No todas las partículas pueden ocupar estas posiciones discursivas. Ciertos marcadores poseen una mayor movilidad posicional, mientras que otros tienen una movilidad más restringida o nula. Compárese la movilidad nula de porque, pero o ¡ah! (de esta última se escribe que precede a su miembro discursivo y no puede aparecer en el resto de posiciones), la movilidad casi nula de no (concesivo), la mayor movilidad de sin embargo (que puede aparecer en todas las posiciones, aunque raramente al final), la menor de otras como por ello y por eso, que no se documentan como partículas en posición final (como ya señalábamos antes, si tales sintagmas ocupan dicha

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posición no son partículas, sino sintagmas libres con función de complemento de un verbo) y la menor movilidad todavía de ¿no?, ¿eh? o una cosa. Este grado de movilidad de un marcador permitirá establecer ulteriores diferencias en el comportamiento de cada unidad. Ciertamente, aunque las hay que ocupan varias posiciones, la frecuencia, como hemos notado, es distinta y a veces restringida a ciertas condiciones de producción, por ejemplo, relacionadas con el canal, con la intención, etc. Se utilizan expresiones en tales casos como “normalmente”, “generalmente”, “raramente, “con más frecuencia”... Así, de o sea, en el campo “posición”, se escribe lo que aparece en (14): (14)

Se sitúa normalmente en posición inicial de su miembro del discurso: Es una persona que dice muchas mentiras, o sea, no me creo lo que dice.

Y se añade: (15)

Se ha documentado también en posición final, sobre todo, en la lengua oral; en tal posición adquiere un valor atenuador o minimizador de lo dicho o de lo que podría interpretarse de lo dicho... Yo no sé, la mayoría de tus preguntas, para mí, no son lógicas, o sea...

El cambio de función, de reformulador en el caso de (14) a modalizador atenuante en (15), coincide, lo que no es casual, con el cambio posicional. De inicio de unidad, en el interior de intervención, que es la posición que más frecuentemente ocupan los reformuladores, se pasa a posición final (más frecuentemente, en el discurso oral coloquial), la típica de los controles del contacto y de ciertos modalizadores, por ejemplo, de refuerzo o minimización. Estamos convencidos de que la combinación de los criterios de posición y de unidad abre una nueva vía de estudio para el tratamiento de la funcionalidad o polifuncionalidad de los marcadores; no obstante, no nos detendremos más en esta cuestión.

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8. EL RASGO PROSÓDICO: UN RASGO DISCURSIVO MÁS El DPDE incluye entre las informaciones un campo relativo a la “prosodia y puntuación”. Siguiendo con la reflexión hasta aquí, esta información es clave en la caracterización discursiva de los marcadores, puesto que permite diferenciar clases de marcadores, según presenten o no contorno melódico propio (la mayoría de los que aparecen en el DPDE tienen carácter parentético), o según estén delimitados por un descenso (cadencia, semicadencia), ascenso (anticadencia o semianticandencia) o una suspensión. Y lo que es muy importante: a partir de estos rasgos prosódicos pueden detectarse a menudo también las funciones generales o los valores más concretos de estos: por ejemplo, la función atenuadora va asociada a ciertos rasgos prosódicos como la entonación circunfleja, la duración, el valor de la frecuencia fundamental, etc. (Hidalgo Navarro/Briz Gómez 2008); la conexión reformuladora y estructuradora la llevan a cabo marcadores con contorno melódico propio, frente a la conexión argumentativa de ciertas conjunciones de subordinación, sin contorno propio; del mismo modo, prosódicamente quedan diferenciados los reformuladores de los marcadores que desempeñan la función focalizadora; y así también podrían distinguirse ciertos valores dentro de un mismo marcador, como el caso de incluso, de acuerdo con que aparezca integrado en el contorno melódico del miembro al que afecta o independiente de este, y en este último caso acabe en tonema ascendente, descendente o suspendido. 9. EL SIGNIFICADO DISCURSIVO: UNO O VARIOS SIGNIFICADOS FUNDAMENTALES En el DPDE la polifuncionalidad de muchas de las partículas se ha resuelto lexicográficamente, como se adelantaba antes, empleando la distinción teórica entre significado fundamental y uso contextual. Si uno pincha con el cursor en cualquiera de las partículas, se encuentra con la definición, con el significado fundamental. Veamos en (16a-d) algunas de estas definiciones: (16a) A decir verdad Destaca un miembro del discurso como verdadero frente a algo distinto que se podría haber pensado o dicho. Se refuerza así el compromiso del hablante con la verdad de lo expresado.

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Sea como sea, lo cierto es que este bluesman de California [Joe Louis Walker] se ha convertido en todo un habitual por estos pagos. Y a decir verdad, es de justicia reconocerle una notable mejoría en su directo desde que nos visitara por vez primera hace unos años (La Vanguardia, 16/XI/1995, CREA; redacción de Cristina Fernández). (16b) Al parecer Indica que el hablante no es testigo directo de la información transmitida y que la ha adquirido por fuentes externas a él mismo. Manifiesta, por tanto, que es una información objetiva y, a su vez, que no es responsable de su verdad. Me dicen por el aparato que solemos tener para escuchar la comunicación con los realizadores que nos vamos primero al Palacio de Exposiciones y Congresos, donde al parecer ¡hay últimos datos! Allí se encuentra nuestra compañera, Beatriz Ariño. Beatriz Ariño, buenas noches. Hola, buenas noches. ¿Hay alguna comunicación oficial, tenéis datos? (oral, 1991, CREA; redacción de Marta Albelda Marco). (16c) Por el contrario Presenta el miembro del discurso en el que aparece como opuesto a otro miembro discursivo anterior. Esta oposición puede darse como un contraste de los dos miembros o como una refutación del primer miembro por el segundo. En los últimos 15 años, el precio de la vivienda se ha triplicado. Los sueldos, por el contrario, han estado permanentemente congelados (El País, 18/XI/2002, 13; redacción de José Portolés Lázaro). (16d) Por lo visto Presenta el miembro del discurso en el que aparece como un hecho conocido a través de una fuente indirecta, por lo que el hablante no se hace responsable o atenúa lo dicho. Y cuéntame Chavela ahora, por lo visto, tienes previsto cuando te retires irte a vivir a una islita que en la que tienes una casita (oral, 1993, CREA; redacción de Leonor Ruiz Gurillo).

Se notará que todas estas definiciones de las partículas rebosan carácter discursivo. Así lo ponen de relieve la presencia en estas de los participantes de la enunciación, de los puntos de vista y de las intenciones de estos, los miembros discursivos anteriores o posteriores con los que se unen, etc. Y, por otro lado, se apreciará también que, como formas esencialmente procedimentales, tales definiciones contienen elementos metalingüísticos. Expresiones como “presenta”, “destaca”, “aumenta”, “introduce”, “indica”,

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“apela”... vinculan el signo la entrada o el lema con dicha definición, a veces más bien descripción y explicación del significado. ¿Uno o varios significados fundamentales? El significado que puede reconocerse en cualquier uso de la partícula es el fundamental. A este se añaden a menudo otros valores subsidiarios, los que hemos denominado usos contextuales y que aparecen recogidos en el campo “otros usos”. Se trata de matices que tienen como base o se pueden explicar a partir del significado fundamental. Ahora bien, frente a ciertos estudios relevantes, en el DPDE se reconocen partículas con varios significados fundamentales o, si se prefiere, casos de polisemia, partículas con dos o más acepciones, con dos o más significados básicos, por lo general, vinculados con marcadores propios del discurso oral. O sea presenta dos acepciones: el o sea1, con valor conclusivo, y el o sea2, con valor explicativo; ¿eh? presenta tres acepciones: ¿eh?1 apelativo (de solicitud de aceptación), ¿eh?2 fático-reafirmativo y ¿eh?3 de petición de aclaración; hombre presentará dos acepciones: una de atenuación y otra de intensificación. Los significados fundamentales o las acepciones de las partículas son significados de la misma forma que se distancian o no pueden explicarse fácilmente como derivados el uno del otro. Por el contrario, existen valores o matices contextuales que pueden explicarse a partir del significado fundamental, básico y, por ende, más abstracto; por ejemplo, el marcador o sea añade a veces un matiz modal de atenuación, que puede derivarse del o sea explicativo o aclarador (la explicación puede ser atenuante cortés). Así pues, no se trata de un significado de base, sino de un valor que adquiere el marcador en un contexto concreto. La solución homonímica se ha adoptado en los casos en que el significado básico cambia de forma muy notable y las diferencias formales son evidentes: por ejemplo al contrario, al contrario que o al contrario de se tratan como entradas léxicas distintas.

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10. LA ATENUACIÓN COMO SIGNIFICADO DISCURSIVO FUNDAMENTAL O COMO USO CONTEXTUAL

En lo que sigue nos centraremos en el estudio de uno de los significados discursivos de las partículas en el DPDE, el de la modalización atenuadora. En un trabajo anterior señalábamos que los marcadores discursivos pueden actuar como modalizadores atenuantes de la fuerza ilocutiva o del papel del sujeto o del objeto de la enunciación, minimización que se explica a menudo por cortesía (Briz Gómez en prensa). Retomamos el tema donde lo dejábamos e intentaremos demostrar ahora con un análisis más detallado que dicha función aparece como un valor fundamental o como un uso contextual. Aunque, el reconocimiento de dicha función en el ámbito hispánico no es nuevo (Barrenechea 1979, Briz Gómez 1995 y 1998, Portolés Lázaro 1998, Martín Zorraquino/Portolés Lázaro 1999, Martín Zorraquino 2000), sí es cierto que no se le ha prestado, en nuestra opinión, la debida atención, al menos no tanta como la prestada a los marcadores de conexión argumentativa y reformuladora. Barrenechea (1979) hablaba de operadores pragmáticos de actitud oracional, en relación con diferentes clases de partículas, sobre todo procedentes de adverbios en -mente y locuciones adverbiales, entre los que incluía aquellos que suponían una “suspensión motivada de la aserción” (posiblemente, seguramente, prácticamente, a lo mejor, quizás...), o los que actuaban de “refuerzo de la aserción” (ciertamente, efectivamente, indudablemente, verdaderamente, en efecto, por supuesto, la verdad, en realidad, de verdad, sin duda...). Más recientemente, Portolés Lázaro (1998: 142 y 143144) distingue entre los reformuladores, por ejemplo, los denominados “de distanciamiento” (en cualquier caso, en todo caso...) y los “operadores de refuerzo argumentativo” de la certeza o evidencia (en rigor, en efecto, la verdad, claro, desde luego). Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999) se refieren a la función de atenuación y a la expresión de cortesía positiva y negativa de ciertos marcadores conversacionales (modalizadores de modalidad deóntica, en tanto expresiones de concesión a lo dicho por otro hablante, los “enfocadores de alteridad”, como mira, oye, hombre, etc.). Por su parte, Martín Zorraquino (2000) insiste en que “algunos marcadores discursivos están estrechamente vinculados con las estrategias de la cortesía verbal. Sirven para marcar la cortesía positiva (crear acercamiento entre los interlocutores, por ejemplo), o para señalar las estrategias de cortesía negativa (ate-

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nuar, por ejemplo, la fuerza ilocutiva de un acto de habla indirecto)”. Lars Fant (2007: 45-46) se refiere a no sé, que yo sepa, por así decir, por decirlo así... como expresiones de “modalización del acierto formulativo”; en concreto, según el autor, sirven para señalar el grado de adecuación, de acierto o de precisión de una secuencia y, con frecuencia, el hablante las emplea también, entre otros valores, como atenuantes para evitar responsabilidades de lo dicho, aún más, si lo enunciado puede perjudicar su propia imagen o amenaza el territorio del otro. Asimismo, Fuentes Rodríguez (2008: 235), al analizar los “marcadores de aproximación” (digamos, digámoslo así, por así decir, casi, más o menos), señala que “la atenuación es un efecto discursivo en los aproximativos”; dichos elementos “marcan distancia enunciativa, habla aproximada, cortesía y atenuación de la aserción” (ibíd.: 254). Son de interés estas consideraciones, puesto que, en efecto, utilizando la distinción entre cortesía valorizante (agradadora) y mitigadora (atenuante), que nos parece más explicativa por su carácter más globalizador y, sobre todo, menos conflictivo9, los marcadores pueden ser manifestaciones de ambos tipos de cortesía. 10.1. La estrategia atenuadora La atenuación es una actividad lingüística estratégica de minimización de lo dicho y del decir vinculada a la actividad argumentativa y de negociación del acuerdo, que es el fin último de toda conversación (Briz Gómez 2007 y en prensa). Y el hablante minimiza, a saber: a) para prevenir las amenazas a la imagen propia y ajena, las tensiones o conflictos producidos por las intrusiones en los territorios y en las agendas personales del otro; b) para reparar y curar –permítaseme la metáfora médica– las posibles heridas o afecciones, que, sin duda, se van produciendo en una interacción, suavizar tensiones; c) o para curarse en salud, es decir, para velar por uno mismo.

Face flattering act, en términos de Kerbrat-Orecchioni (2004) y de acuerdo con la traducción, respectivamente, de Marta Albelda Marco (cortesía valorizante) y de Silvia Kaul (cortesía agradadora). O el de cortesía mitigadora, que hace referencia al término face threatening act, de Brown y Levinson (1978 [1987]). 9

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En estos tres fines se sustenta la que denominamos atenuación: los dos primeros relacionados con la noción de cortesía (con la búsqueda de equilibrio de imágenes de hablante y oyente, de espacios y territorios de ambos o entre costes y beneficios), el tercero con la autoimagen o autoprotección (solo con la imagen de hablante). Y se logran mediante una serie de estrategias que restan fuerza a lo dicho, que permiten el distanciamiento en relación con lo dicho o hecho y, así pues, la elusión de responsabilidades, la minoración de contribuciones y beneficios propios, la relativización de juicios y opiniones, el desconocimiento fingido, el ocultamiento de los daños y amenazas al otro, así como la minoración de los posibles desacuerdos. Son varias las tácticas a disposición de los interlocutores, tanto verbales como no verbales: la impersonalidad (por ejemplo, mediante verbos impersonales con se, el empleo del tú impersonal, la generalización, todo el mundo lo dice), verbos de por sí atenuadores de las aserciones o exhortaciones (creer, parecer, imaginar...), expresiones modalizadoras al margen (entre las que destacan las partículas discursivas), etc. Todo al servicio de las susodichas estrategias y, a la fin y a la postre, para lograr la aceptación o el acuerdo con el otro (acuerdo entendido como llegada a la meta, logro del fin o de algún tipo de beneficio, aceptación parcial, minimización del desacuerdo, incluso el hecho simplemente de poder seguir conversando). En esta estrategia atenuadora hay algo siempre de juego engañoso, aunque socialmente preciso y aceptado. Explicado lo que entendemos por atenuación, a continuación constataremos a partir de los datos que nos proporciona el DPDE (informatizado y sin informatizar) la capacidad funcional de ciertos marcadores para desarrollar dicho valor, ya sea este fundamental o se adquiera contextualmente, así como, sobre todo, los diversos modos de funcionamiento de esta estrategia. Una revisión del DPDE nos permite constatar que la atenuación es un valor modalizador presente en algunas partículas discursivas: a) hay marcadores con un significado modalizador atenuador, b) hay marcadores que poseen como fundamentales tanto el valor atenuador como el intensificador, c) los hay con un valor fundamental intensificador y con usos contextuales atenuadores, d) se documentan, asimismo, marcadores con otros valores fundamentales modalizadores que pueden adquirir valores de atenuación contextualmente,

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e) y finalmente, se encuentran marcadores que no tienen valores fundamentales de modalización, pero que pueden adquirirlos contextualmente (nos interesan aquí especialmente los atenuadores). 10.2. Marcadores modalizadores con un valor fundamental de atenuación Las partículas discursivas al parecer, por así decir, digamos, por lo visto, a lo mejor, igual, no sé, no10, etc. cumplen esencialmente una función atenuante, como se recoge en la definición de estas. Por lo general, atenúan actos de habla asertivos. La estrategia de distanciamiento de lo afirmado u opinado, fingiendo ignorancia (no sé), impersonalizando e imprimiendo objetividad (al parecer, digamos, por lo visto), mostrando que es una posibilidad (a lo mejor), sin duda, minimiza lo dicho y el hablante evita, así, responsabilidades, se autoprotege, se cura en salud11. Por lo general, actúan en unidades monológicas, lo que no niega que en ocasiones puedan tener un carácter reparador. Y algunos de estas partículas pueden aparecer en mayor o menor medida como actos (enunciados independientes). Tomemos una muestra del DPDE. En concreto, dos de los llamados “marcadores orientativos sobre la fuente del mensaje”, en términos de Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4159-4161), incluidos dentro del ámbito de la modalidad epistémica: al parecer y por lo visto. Albelda Marco alude en la definición de la partícula al parecer a su carácter atenuador, en este caso, de la verdad de lo afirmado, como puede leerse en (17, antes 16b): (17, antes 16b) Al parecer Indica que el hablante no es testigo directo de la información transmitida y que la ha adquirido por fuentes externas a él mismo. Manifiesta, por tanto, que es una información objetiva y, a su vez, que no es responsable de su verdad:

10 A este valor atenuante (cortés) del marcador no se refieren los trabajos de Koike, Vann y Busquets (2001a y 2001b), así como el de Briz Gómez (2006). 11 Señalábamos con anterioridad que Fant (2007) remite a la expresión de atenuación y de cortesía de los elementos de “modalización del acierto formulativo” (de, por ejemplo, marcadores como no sé, que yo sepa, por así decir, por así decirlo...), y que Fuentes Rodríguez (2008) señala, asimismo, el valor de atenuación, cortesía y distancia enunciativa de los marcadores “aproximativos” (digamos, digámoslo así, por así decir, más o menos, casi...).

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Me dicen por el aparato que solemos tener para escuchar la comunicación con los realizadores que nos vamos primero al Palacio de Exposiciones y Congresos, donde al parecer hay ¡últimos datos! Allí se encuentra nuestra compañera, Beatriz Ariño. Beatriz Ariño, buenas noches. Hola, buenas noches. ¿Hay alguna comunicación oficial, tenéis datos? (oral, 1991, CREA).

La locutora evita así responsabilidad sobre la novedad o no de los datos siguientes. Lo mismo sucede con por lo visto, definido por Leonor Ruiz Gurillo en (18, antes 16d): (18, antes 16d) Por lo visto Presenta el miembro del discurso en el que aparece como un hecho conocido a través de una fuente indirecta, por lo que el hablante no se hace responsable o atenúa lo dicho: Y cuéntame Chavela ahora, por lo visto, tienes previsto cuando te retires irte a vivir a una islita que en la que tienes una casita (oral, 1993, CREA).

De nuevo el marcador atenuante evita responsabilidad sobre lo afirmado. 10.3. Marcadores modalizadores que poseen como fundamentales tanto el valor atenuador como el intensificador12 Así como en el caso anterior podemos hablar de especialización funcional, en otros casos los modalizadores poseen dos o más significados fundamentales. En el DPDE encontramos marcadores que poseen como fundamentales tanto el valor atenuador como el intensificador. Es el caso de ciertos “marcadores de control del contacto”, apelativos: hombre, mujer, tío-a, los cuales tan pronto son refuerzos como minimizadores (ver Briz Gómez 1998: 130, n. 27 y 28, Martín Zorraquino/Portolés Lázaro 1999: 4172-4176): la intensificación, como refuerzo de las aserciones y de los actos directivos (sobre todo, exhortativos), en un intento de imponerse al otro; y la atenuación

Nuestra premisa es que la atenuación y la intensificación son dos funciones dentro de una única escala gradual de la modificación modal, de la modalización, tanto del enunciado (evaluación de lo dicho) como de la enunciación (la que supone una modificación del punto de vista). 12

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cortés, que puede darse en ese mismo tipo de actos para restar fuerza a lo dicho, minimizar la disconformidad (el hecho de pedir usando uno de estos apelativos, incluido el nombre de la persona, estratégicamente minimiza lo pedido a la vez que parece proteger la imagen del otro). El estrechamiento del contacto a partir de estos marcadores sirve tanto a una estrategia como a otra. La apelación (cariñosa) y el acercamiento al otro parecen compensar el daño o amenaza a las imágenes13: (19)

B: ¿al desierto? van a ir? no me hace mucha gracia que vayan al desierto en coche A: hombre / no creo que esté muyy alejado (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002: 328, líneas 242-244).

El contexto comunicativo, el tipo de acto con el que se combine, la prosodia y la posición discursiva determinan un significado pragmático u otro. Coincidimos con Cuenca Ordiñana (2008) en que la posición inicial frecuentemente marca atenuación (de un desacuerdo, de una orden, cuando existe amenaza a la imagen propia y del receptor) y la final, intensificación (enfatiza una afirmación, por ejemplo). No se debe olvidar que la posición prototípica de los marcadores de control del contacto, de los apelativos, en general, es la final, la cual es, además (y en consecuencia) en la que hombre y mujer alternan (más), según los datos de Cuenca Ordiñana. En suma, son manifestaciones de cortesía mitigadora, pero también de cortesía valorizante o agradadora. Como escribían Martín Zorraquino y Portolés Lázaro, “imprimen un tono amistoso”, “familiaridad” y “complicidad entre los interlocutores” (1999: 4173), y en las intervenciones reactivas atenúan la disconformidad. Cabe señalar que algunos de los usos intensificados de estos marcadores apelativos pueden ser no tanto refuerzos argumentativos, refuerzos vehementes, de las acciones llevadas a cabo, como refuerzos corteses, por ejemplo, en ciertos actos rituales ya propiamente corteses (ver Martín Zorraquino

Los diferentes autores que han descrito hombre y mujer destacan ambos valores. Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4173) insisten en su carácter reactivo y en su función atenuante de la disconformidad; Fuentes Rodríguez (1990: 166), en su valor enfático y realzador de lo que se va a decir: “intensifica lo dicho y lo liga a la intersubjetividad del hablante” (Fuentes Rodríguez/Alcaide 1996: 198). 13

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2000: 70-71). Sin duda, las partículas apelativas hombre14, mujer, así como tío, tía, nano (en Valencia), en fórmulas de saludo como buenos días, hombre, ¿cómo estás, hombre?, ¿qué pasa, tío?, refuerzan los lazos con el otro en busca del acuerdo o aceptación no tanto lingüística ahora como social; así pues, son marcadores de cortesía valorizante (para algunos, positiva). Y lo mismo podría decirse cuando hombre intensifica el acuerdo con el otro: ¡hombre claro claro! En suma, estos marcadores de control del contacto se convierten estratégicamente (recuérdese que son manifestaciones de la relación o contacto interpersonal) en modalizadores atenuantes o intensificadores. Y un dato más: todos ellos pueden formar actos, enunciados independientes de acuerdo o desacuerdo reforzados, manifestaciones intensificadas de sorpresa, incredulidad, de refuerzo de los lazos con el otro (cortesía), etc. 10.4. Marcadores con un valor fundamental intensificador y con usos contextuales atenuadores 10.4.1. Los marcadores discursivos evidenciales (claro, desde luego, por supuesto, naturalmente, evidentemente, indudablemente, desde luego) son refuerzos argumentativos y, por tanto, intervienen en operaciones estratégicas de intensificación: por ejemplo, dialógicamente pueden ser refuerzos del acuerdo o del desacuerdo. Ahora bien, como refuerzos a veces “extremos” del acuerdo pueden convertirse en muestras de cortesía valorizante; o esta manifestación de acuerdo extremo, en contextos de “problematicidad”, se convierte en una táctica de atenuación cortés para, entre otras cosas, proteger la imagen comprometida del interlocutor. En otras palabras, su significado fundamental es el de ser refuerzos argumentativos y, si solo se entendieran en el ámbito monológico, serían intensificadores que refuerzan el aserto y, en consecuencia, la imposición de la verdad, y no podrían interpretarse como tácticas agradadoras corteses, sino todo lo contrario. Ahora bien, en la interacción, ese significado de evidencialidad, de comunión de ideas que expresan estos marcadores es utilizado por el hablante, sobre todo, en contextos Es un hecho constatado en el corpus Val.Es.Co. que hombre se aplica a hombres y mujeres, lo que es un indicio de la pérdida de rasgos léxicos y, por tanto, del proceso, por un lado, de lexicalización y, por otro, de gramaticalización, como ya apuntaron algunos de los autores citados. 14

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donde aparecen problemas o existe una cierta “negatividad”, para atenuar lo negativo y para minimizar la aserción, alejándose o distanciándose de lo dicho, “pues es verdad indudable y, por tanto, asumida por todos”. A esta función atenuadora apuntaba ya Martín Zorraquino (2000: 62-66). Dicho lo cual, y en esta función atenuadora, no extraña que estos marcadores evidenciales participen en movimientos concesivo-opositivos. La función de estos como atenuantes es la de minorar la contraargumentación anterior o posterior. El refuerzo de lo comúnmente compartido, del acuerdo, se pone al servicio de la atenuación. Conviene destacar la doble estrategia como acto valorizante (“mostrar acuerdo”), que sirve como atenuante de dicha contraargumentación. Por lo dicho anteriormente, parece claro su carácter interaccional, en tanto la atenuación o la colaboración agradadora que a veces añaden estos marcadores llega por prevención, para proteger una imagen comprometida o por el contexto anterior de negatividad, ya esté presupuesto, puesto o implicado. Véase la descripción de este uso contextual en naturalmente. Escribe Sánchez Jiménez en el DPDE, lo que ahora reproducimos en (20a): (20a) Naturalmente En el encuentro que, en el diálogo, se produce entre emisor y receptor se emplea naturalmente para atemperar una afirmación que al receptor le pudiera resultar un tanto ofensiva. Detrás de esas dudas está siempre el “y si...” “¿Y si hubiese iniciado tal tratamiento cinco minutos antes?”; “¿Y si me hubiese fijado en tal detalle...?”. El “y si” genera las marcas, nos va sellando, y aquel hecho se convierte en algo que ya no es sólo una referencia al pasado, sino a algo que hoy puede volver a pasar. No me estoy refiriendo, naturalmente, a negligencia, a falta de atención o de capacidad. Se trata de que siempre hay algo en la vida de un paciente que te puede hacer un regate tras un amago, y perderse, incluso, en la muerte. Y que quizá si... (Felipe Lucena Marotta, Qué significa estar sano, Madrid, Acento, 2002, CREA). En los textos de carácter argumentativo naturalmente afecta a un miembro del discurso que supone una concesión del emisor a los modos de pensar del receptor. Después del acuerdo común el emisor planteará su verdadera opinión tras un conector como pero que corrige, en mayor o menor medida, ese acuerdo provisional: (20b) Naturalmente, hay que reconocer también que nuestra Federación Regional ha impulsado brillantísimamente a los bolos y ha desarrollado una labor tan intensa que ha beneficiado el quehacer de la prensa, pero

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esto no resta ningún mérito a estos dos grandes protagonistas de la información, que con su gran trabajo, capacidad y entrega han sido pilares fundamentales para que los bolos disfruten hoy de un auge sin precedentes (Modesto Cabello, Los bolos: recuerdos y reflexiones, Santander, Librería Estudio, 2001, CREA).

Señala el autor que puede formar enunciados independientes en situaciones dialogadas. 10.4.2. Algunos marcadores que expresan modalidad deóntica, como bueno, bien, vale, venga (en concreto, los que muestran aceptación, acuerdo o concesión), pueden entenderse a veces como manifestaciones de cortesía valorizante (positiva), pero también como marcas de cortesía mitigadora (negativa) (Martín Zorraquino/Portolés Lázaro 1999: 4161-4171). Veamos, concretamente, el caso de bueno. Según Pons Bordería, en el DPDE, bueno2 expresa a menudo acuerdo parcial15 y bien podría añadirse que este acuerdo parcial es a menudo el preludio del desacuerdo, pero en tanto preludio concesivo es una estrategia de atenuación de dicho desacuerdo, ya que refuerza la imagen propia y vela por la ajena (Martín Zorraquino/Portolés Lázaro 1999: 4166). 10.5. Otros marcadores modalizadores que pueden adquirir valores contextuales de atenuación 10.5.1. Es el caso de algunos de los denominados “modalizadores de sinceridad”: sinceramente, francamente, con (toda) sinceridad, con (toda) franqueza, la verdad, de verdad, a decir verdad... Su significado fundamental es el de señalar la actitud de franqueza del hablante ante la aserción que sigue, lo que a la vez refuerza el aserto. Ahora bien, contextualmente añaden valores atenuadores, que protegen la imagen del hablante y, a veces, también la del oyente, es decir, son manifestaciones de cortesía (véase González Ruiz 2007: 219 y ss.).

15 Es preciso notar con Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4161) que bueno expresa un acuerdo en menor grado que el expresado, por ejemplo, por bien.

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(21a) Entre sus errores más graves, sinceramente está el no haber reconocido la crisis a tiempo. (21b) M: pues sí señor oye / de verdad a mí también me gusta pasármelo bien. (21c) C: no / no quiero / abuela / de verdad.

Generalmente, estos marcadores “sinceros” refuerzan lo enunciado y el acto de enunciación, justifican la posible descortesía (la sinceridad antes que la cortesía: no olvidemos que a menudo esa muestra de sinceridad llega en contextos problemáticos): “debo decírtelo (con franqueza, con sinceridad), aunque me/te duela”. No obstante lo anterior, este valor fundamental como refuerzo o intensificación de la sinceridad o de la certeza adquiere a veces efectos de sentido atenuadores, sobre todo, en contextos en los que no se espera que uno sea sincero o franco. Estos modalizadores se ponen al servicio de la atenuación en tanto escudos protectores de la imagen del hablante y, especialmente, son manifestaciones de cortesía atenuadora cuando la imagen del otro o de alguien aparece afectada. Puede que tenga razón González Ruiz cuando afirma que “los hablantes utilizan modalizadores de sinceridad no tanto para suscribir la verdad de lo que dicen, como para introducir en el discurso un mecanismo que, en términos generales, les sirve para justificar sus intervenciones” (2007: 224). Así pues, estos marcadores son las tácticas verbales a través de las cuales el hablante se muestra sincero, que es la estrategia que justifica la posible descortesía o que, contextualmente, atenúa la misma. Cristina Fernández, al describir en el DPDE la partícula a decir verdad, señala en el campo de “usos contextuales” hechos análogos: (22a) A decir verdad A decir verdad acompaña a un miembro del discurso que puede dañar la imagen del hablante o la de otro, a decir verdad actúa como atenuador [...]. También puede atenuar la rotundidad de una aserción: –¿Cómo contempla en estos momentos el legado del Instituto Warburg [...]? –A decir verdad con cierto escepticismo. Compruebo que muchos de mis colegas más jóvenes son cada vez menos warburgianos (Juan Manuel Bonet, en ABC Cultural, 7/II/1992, 38).

A decir verdad también puede atenuar una réplica que muestra desacuerdo con lo anteriormente dicho:

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(22b) –¿Y qué dudas te asaltan, qué negros presentimientos te asedian, amigo? –A decir verdad no se trata de presentimientos, sino de reflexiones (Agustín Cerezales, Escaleras en el limbo, Madrid, Lumen, 1991, CREA).

10.5.2. Ciertos operadores con valor epistémico funcionan en ciertos contextos como “operadores de debilitamiento argumentativo”. Es lo que ocurre, según Montolío Durán, con en principio, por ahora, de momento, por el momento: “han debilitado el significado estrictamente temporal a favor de un significado modal de carácter epistémico, ya que estas locuciones parecen expresar la ‘provisionalidad’ de la validez de la proposición a la que acompañan” (2006: 80), lo que en términos –añadiríamos nosotros– de relación interpersonal significaría evitar responsabilidades de lo expresado ante el interlocutor (“curarse en salud”). Es importante señalar que el contexto en el que predomina el uso de estos marcadores, señalado por la autora, es el de la contraargumentación (con oraciones concesivas y con estructuras coordinadas adversativas), tanto en registros formales como informales (véase ibíd.: 84). 10.6. Marcadores no modalizadores que adquieren valores atenuadores 10.6.1. Adquieren un valor subsidiario atenuador algunas partículas cuya función general es la de la conexión reformuladora: mejor dicho, más bien, o sea2, es un decir, etc., aunque en estos casos la atenuación deriva de la partícula junto al movimiento reformulador que con esta se inicia. Carme Bach Martorell escribe en el DPDE sobre el valor subsidiario atenuador de mejor dicho en “otros usos” lo que aparece en (23): (23)

Mejor dicho A veces la rectificación añade un valor atenuante. Este uso no es extraño en el discurso oral: No tienes que ir, mejor dicho, no debes, creo yo.

El hablante, al darse cuenta de que el interlocutor puede entenderlo como imposición, rectifica con el fin de atenuar y convertir la imposición en recomendación. En otras palabras, el movimiento reformulador que inicia la partícula repara el daño y previene un posible conflicto. Pedro Gras afirma, asimismo, sobre la partícula igual lo que sigue:

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(24a) Igual Como respuesta a una pregunta, [...] señala que el hablante no se compromete con la respuesta: –¿Y no os haría ir de tripi esta semana? –Sí, pero ¿quién tiene tripis ahora? –Igual Manolo tiene (José Ángel Mañas, Historias del Kronen, Barcelona, Destino, 1994, CREA).

Y añade: (24b) Asimismo, el valor de atenuación de igual también se usa para rebajar la fuerza de enunciados que podrían resultar agresivos para el destinatario, ya se trate de órdenes, sugerencias o consejos, ya se trate de críticas. –¡Ay! ¡Estas jodías lentillas! Veo menos que una peonza... – Igual es que te las han puesto al revés (Alfonso Vallejo, Cangrejos de pared, Madrid, Ediciones de la Torre, 1980, CREA).

Lo mismo advierte Cristina Fernández de es un decir: (25)

Es un decir Muchas veces funciona como un atenuador con el que el hablante se anticipa a una posible réplica, como en el caso que sigue, al darse cuenta de que no es exacto lo que acaba de decir16: Él, nunca, el bendito, me ocultó nada. Bueno, dentro de lo que cabe. Es un decir (Ángel Vázquez, La vida perra de Juanita Narboni, Barcelona, Planeta, 1976, CREA).

Si la réplica ya se ha producido, matiza lo que había dicho anteriormente: (26)

SEPPO: [...] En el fondo es un lío. Por eso todos los cabrones hacen jogging... HUGO: Sí, estoy de acuerdo... Entenderse es un lío... ¿Entiendes? NORMA: ¿Qué me habías preguntado, Tom? HUGO: Si uno mismo no se entiende, cómo le van a entender los demás...

16 Quizá, si son muchas veces las que se usa como atenuante, convendría entender que se trata de un valor fundamental y no solo contextual, pero deseamos respetar lo dicho por la autora en este caso.

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Por eso yo me dedico al jogging... (Sin intervalo). Por cierto, Seppo ¿por qué me has llamado cabrón? SEPPO: Es un decir (Alfonso Vallejo, Cangrejos de pared, Madrid, Ediciones de la Torre, 1980, CREA).

10.6.2. Es el caso también de algunos marcadores de control del contacto que aparecen atenuando aserciones o exhortaciones: algunos, ¿no?, ¿eh? y ¿verdad?, a los que Ortega Olivares (1985) llama “apéndices comprobativos”. En posición final de intervención apelan al otro con la intención de que confirme o reafirme lo dicho, la verdad expresada, o de hacerlo copartícipe de la misma. Este valor de coparticipación deviene a veces en atenuación en tanto es un modo de no imponer su yo, de dejar que sea el otro el que realmente decida sobre la información o valoración dadas; con ello minimiza su aserción y evita responsabilidades. Briz Gómez y Montañez Mesas (2008) documentan en el DPDE el uso contextual atenuador de ¿eh?1: (27)

En otras ocasiones, la partícula ¿eh? presenta un valor de atenuación, actúa como una manifestación de cortesía; especialmente, cuando sigue a una petición, pregunta, recomendación, rechazo a un ofrecimiento, o a cualquier enunciado que suponga una cierta amenaza a la imagen del interlocutor: E: te pongo un Jotabé? peroo / hielo no hay? con agua / si quieres G: no? solo solo E: ¿solo? ¡ah! pues mejor / te lo pongo porque como no hay hielo?§ G: §pero no pongas mucho ¿eh? E: no? no? yoo te saco la botella? y tú te pones el que quieras (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002: 108, líneas 1094-1099).

11. EN CONCLUSIÓN El DPDE, más allá de las aportaciones estrictamente lexicográficas, contribuye, en nuestra opinión, a la caracterización discursiva de los marcadores, a concretar en qué consiste la marcación discursiva. Y lo que se muestra a través de este breve rastreo por el DPDE en lo referente a la estrategia de atenuación es, por una parte, que, ya sea como significado de base o como significado adquirido en un contexto particular, la atenuación es una de las

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funciones modalizadoras de varios tipos de marcadores del discurso: unos tienen en la modalización atenuadora su función primordial e, incluso, exclusiva; otros la comparten con la función modalizadora de la intensificación; a veces se añade de manera accesoria y ocasional a otra función predominante en otros modalizadores, como en el caso de los marcadores evidenciales, e incluso, puede asociarse con marcadores que funcionan predominantemente como elementos de conexión (reformuladores), o como control del contacto (apelativos). Por otra parte, las funciones discursivas de los marcadores y, en concreto, la de la atenuación, están vinculadas a las unidades monologales o dialogales en las que se insertan: si bien muchas de las partículas estudiadas responden a un fin de protección de la imagen del hablante, esto es, podrían describirse monológicamente en el ámbito de la intervención de un hablante, sin embargo, dejaríamos de lado su funcionamiento como estrategias de atenuación cortés, únicamente explicable desde unidades dialógicas, pues la cortesía es cosa de dos. Finalmente, aunque solo se apunte, existe relación o correspondencia entre el valor atenuador fundamental o contextual y la posición del marcador17. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ALBELDA MARCO, Marta (2004): “Cortesía en diferentes situaciones comunicativas, la conversación coloquial y la entrevista sociológica semiformal”, en: Bravo, Diana/Briz Gómez, Antonio (eds.): Pragmática sociocultural, análisis del discurso de cortesía en español. Barcelona: Ariel, 109-134. BARRENECHEA, Ana María (1979): “Operadores pragmáticos de actitud oracional: los adverbios en -mente y otros signos”, en: Barrenechea, Ana María et al. (eds.): Estudios lingüísticos y dialectológicos. Temas hispánicos. Buenos Aires: Hachette, 39-59. BRIZ GÓMEZ, Antonio (1995): “La atenuación en la conversación coloquial. Una categoría pragmática”, en: Cortés Rodríguez, Luis (ed.): El español coloquial. Actas del I Simposio sobre análisis del discurso oral. Universidad de Almería, 103-122; ampliado en Briz Gómez (1998: caps. 4 y 6).

La relación entre la función de los marcadores y la posición que estos ocupan en las unidades discursivas ya se insinúa en Briz Gómez et al. (2003), Briz Gómez (2006), Briz Gómez/Pons Bordería (2010), Briz Gómez/Montañez Mesas (2008) y Cortés Rodríguez/Camacho Adarve (2005). 17

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LOS MARCADORES DEL DISCURSO QUE EXPRESAN MODALIDAD EVALUATIVA O EXPRESIVA EN LOS DICCIONARIOS MONOLINGÜES DE ESPAÑOL* José Laguna Campos/ Margarita Porroche Ballesteros Universidad de Zaragoza

1. INTRODUCCIÓN Con la presente contribución intentamos presentar un análisis del tratamiento que los marcadores discursivos que expresan modalidad evaluativa o expresiva reciben en los diccionarios monolingües de español y una propuesta de cómo nos gustaría que aparecieran. En concreto, vamos a ocuparnos de los marcadores bueno, bien, vale y de acuerdo, que consideramos modales evaluativos en cuanto que manifiestan la valoración del hablante sobre la representación a la que se refiere el fragmento del discurso al que remiten (Martín Zorraquino y Portolés Lázaro 1999). Revisamos el tratamiento lexicográfico de estos elementos en seis diccionarios monolingües del español (DRAE, DUE, Salamanca, Clave, DEA y Lema) y utilizamos las descripciones de que disponemos, tras el análisis de los elementos estudiados, para realizar una propuesta de cómo los lexicógrafos pueden beneficiarse de las mismas. En definitiva, queremos dar cuenta de las dificultades que plantea el tratamiento lexicográfico de los marcadores discursivos y realizar unas modestas observaciones sobre la forma más adecuada de resolverlas. Queremos poner de manifiesto que, en ningún momento, está en nuestro ánimo hacer una crítica de la labor que los lexicógrafos desempeñan en la elaboración de los diccionarios. No somos ni lexicógrafos “misioneros”, es decir, no nos dedicamos a hacer diccionarios, ni lexicógrafos “teólogos” o * Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación “Diccionario de partículas modales del español actual” financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia de España y por el Gobierno de Aragón.

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teóricos (véase Salvador Caja 2002: 235). Nos consideramos gramáticos que intentamos hacer una descripción explicativa de nuestra lengua y a los que nos gustaría que los marcadores discursivos tuvieran una entrada en los diccionarios que diera cuenta de los conocimientos que hoy tenemos sobre ellos. Y, si nos atrevemos a hablar de los diccionarios, es porque, como dice Salvador Caja (ibíd.: 239), el diccionario es de todos los hablantes de la lengua a la que se refiere, “todos llevamos un ejemplar en el cerebro”, aunque sea incompleto, “y lo que buscamos en el que está escrito, en el del grueso libro imprescindible, es ajustar el de nuestra mente, completarlo, aclararlo, enriquecerlo y, por supuesto, discutir el de fuera [...]”. 2. CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE EL TRATAMIENTO DE LOS MARCADORES DISCURSIVOS EN LOS DICCIONARIOS MONOLINGÜES DE ESPAÑOL

La consulta de los marcadores de los que nos ocupamos en los seis diccionarios generales monolingües que nos sirven de referencia nos ha llevado a realizar las observaciones que presentamos a continuación. 2.1. Normalmente los marcadores no suelen tener una entrada específica. La disyuntiva entre la separación, en entradas distintas, de formas iguales –considerándolas casos de homonimia– o la reunión de esas formas como acepciones de una misma entrada –considerándolas casos de polisemia– se suele resolver en los diccionarios atendiendo a un criterio histórico: una misma o distinta etimología deciden la unidad o la diversidad de las entradas. En otros casos –es el criterio del DEA–, se reúnen en una misma entrada todas las formas iguales que están relacionadas semánticamente, con la salvedad de aquellas palabras que pertenecen a diferentes categorías –es decir, en el caso de bien, se diferencia una entrada para bien adverbio y otra para bien sustantivo–. En cualquier caso, normalmente los marcadores no suelen tener una entrada específica: bueno, como marcador, por ejemplo, aparece bajo el lema del adjetivo bueno; vale suele aparecer en la entrada del verbo valer; y bien aparece bajo el lema bien, o, como ocurre en el DEA o en el Clave, en los casos en los que hay una entrada para bien adverbio y otra para bien sustantivo, como subacepción del bien adverbio. La forma vale solo en el DEA aparece como una entrada independiente que remite al verbo valer, y en el Clave aparece en la entrada de vale sustantivo. Únicamente, en el Lema,

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vale tiene una entrada independiente, quizá, porque, equivocadamente, a nuestro juicio, se considera que el origen etimológico de vale no está en el verbo valer, sino en el imperativo latino del verbo valere, vale, ‘consérvate sano’, ‘adiós’. Nos gustaría encontrar una entrada propia para los marcadores, aunque solo fuera para facilitar la búsqueda de los mismos y evitar que, en las versiones electrónicas de los diccionarios generales monolingües, cada vez más frecuentes, al teclear vale, no encontráramos nada relacionado con el marcador que estudiamos, como ocurre, por ejemplo, en el caso de las versiones electrónicas del DRAE o del DUE. 2.2. Otro asunto, también relacionado con la macroestructura del diccionario y que dificulta la búsqueda de los marcadores tiene que ver con la ordenación de las entradas. Las entradas de los marcadores deben aparecer ordenadas de un modo que se facilite la búsqueda al usuario, es decir, por la primera letra del marcador. De acuerdo debería aparecer en la letra de y, en la entrada de acuerdo, debería haber una remisión a aquella en la que aparece el marcador –se trata de un asunto señalado por otros estudiosos: Vázquez Veiga (2002: 2461), en relación con de acuerdo; Briz Gómez (2002: 46), y Barbero Bernal y Flores Acuña (2006: 246), en relación con o sea; o Portolés Lázaro (2004: 39), en el caso de sin embargo–. La tradición lexicográfica, como es sabido, sitúa las expresiones compuestas como subentradas en el artículo correspondiente a una de ellas –normalmente la unidad que tiene mayor carga semántica– con un orden de preferencia de carácter gramatical. Así, en el diccionario de la Real Academia (DRAE 2001: XL), el orden es sustantivo, verbo –excepto si se trata de un auxiliar–, adjetivo, pronombre y adverbio. De acuerdo aparece en el artículo correspondiente a acuerdo y, en su versión electrónica, la búsqueda de de acuerdo da como resultado el aviso: “La palabra de acuerdo no está en el Diccionario”. Naturalmente, el mismo aviso aparece si se busca o sea o sin embargo. 2.3. Otra cuestión que observamos al consultar el significado de los marcadores de los que nos ocupamos tiene que ver con su categorización. Los marcadores discursivos son clasificados de acuerdo con las tradicionales clases de palabras, siendo caracterizados como adverbios, interjecciones o frases y locuciones, generalmente locuciones adverbiales. Bueno aparece como interjección en el DEA, en el DRAE y en el Lema, como adverbio y como

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interjección en el Salamanca y en el Clave, y como adverbio en el DUE. Bien aparece como interjección y como adverbio en el DEA y en el Lema, como interjección en el Salamanca y como adverbio en el DRAE. De acuerdo suele interpretarse como locución y vale como interjección. Son caracterizaciones poco acertadas que no dan cuenta de la diferencia entre el bien adverbio de Estoy bien y el bien marcador o de que las interjecciones tienen un significado mucho más dependiente del contexto que los marcadores. A pesar de que, por ejemplo, Portolés Lázaro (2001) ha puesto de manifiesto que hay características que permiten distinguir marcadores que funcionan como adverbios y otros que lo hacen como interjecciones, pensamos que hay diferencias entre los marcadores y los elementos categorizados como adverbios y como interjecciones, aunque es cierto que, como señala Martín Zorraquino (Martín Zorraquino/Montolío Durán 1998: 40), la propia categoría gramatical que se halla en el “origen” de los marcadores del discurso condiciona las posibilidades combinatorias de estos y algunas de sus propiedades. No funciona igual un marcador que tiene su origen en una conjunción que el que procede de un adverbio. Pensamos que las unidades que estudiamos deben ser caracterizadas como marcadores discursivos o partículas discursivas. Creemos que los marcadores discursivos constituyen una clase gramatical, en cuanto que son elementos lingüísticos de significado procedimental, que tienen su origen en distintas categorías gramaticales, y que se caracterizan, fundamentalmente, por desempeñar una función pragmática: conectan lo dicho con algo externo y codifican instrucciones de procesamiento que tienen que ver con el significado interpersonal (con la interacción hablante-oyente-contexto) y con el textual (con la organización del discurso). Utilizando un término que aparece en un trabajo de Pons Bordería (2000: 201), las palabras discursivas realizan la función o macrofunción de marcación del discurso, que incluye una serie de funciones que ponen de manifiesto en el enunciado la existencia del emisor (función de modalización), del receptor (función interaccional) y de la organización del mensaje (función textual)1. Pensamos que no tiene sentido que bueno aparezca caracterizado como adjetivo o bien como adverbio cuando se les estudia en sus usos como marcadores. 1 Las funciones de modalización e interaccional tienen que ver con el significado interpersonal de Halliday (1985) y la función textual con lo que el mencionado autor denomina significado textual.

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2.4. Hemos observado también que, a veces, los elementos que estudiamos tienen marca de registro. Por ejemplo, bueno aparece caracterizado en el DEA como coloquial, la misma marca que aparece para vale en el DEA, en el Salamanca, en el Lema y en el Clave. Creemos que es fundamental el uso de la marca coloquial cuando esta es necesaria –en ocasiones, sería conveniente señalar si el marcador se usa fundamentalmente en los textos escritos u orales– y que además deben existir marcas sobre las variaciones geográficas, en los casos en los que estas sean pertinentes. Por ejemplo, el DRAE señala, como uso de México, el de bueno para contestar el teléfono. 2.5. Asimismo hemos visto que, en algunos casos, se contempla la posibilidad de los marcadores de combinarse con otros elementos o de aparecer repetidos. Por ejemplo, se destaca, en el caso de los elementos de que nos ocupamos, las combinaciones pero bueno y bueno, bueno, bueno, en el caso del DUE, o pues qué bien, pues bien e y bien, para bien, en el DEA. Pensamos que las combinaciones de elementos se han de considerar cuando la combinación suponga un significado que no pueda deducirse del marcador definido. Naturalmente estamos hablando de un diccionario general monolingüe, en los diccionarios de partículas está claro que no sobra ninguna información. En ocasiones, se tienen también en cuenta cuestiones relacionadas con la distribución, la entonación y otros rasgos prosódicos del elemento estudiado, que, en nuestra opinión, también deben aparecer en un diccionario general monolingüe cuando la combinación suponga un significado que no pueda deducirse del marcador definido. 2.6. Todos los diccionarios consultados proponen ejemplos que nos permiten comprender mejor el significado que se nos explica. Y solo, en algunos casos, en el Lema y en el Clave, y únicamente para el caso de vale, se proporciona información sobre la etimología. Pensamos que, aunque en principio en un diccionario sincrónico las consideraciones diacrónicas no son adecuadas, en algunas ocasiones, sobre todo cuando el marcador está todavía en proceso de gramaticalización, pueden ayudar para la comprensión de su significado. Aunque, más que la alusión al origen del marcador, quizá sería útil organizar las acepciones de modo que aparezca en primer lugar la que mantiene un significado menos gramaticalizado. Nos encontramos aquí con el problema de la ordenación de las acepciones en los diccionarios. En los diccionarios de uso parece que el criterio más

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adecuado es el de la frecuencia de uso, es también el que proponen algunos estudiosos de los marcadores –Martín Zorraquino (2003) o Briz Gómez (2002: 48)–, pero seguirlo con rigor exigiría disponer de un corpus que permitiera extraer frecuencias por acepciones y no por palabras, por lo que, en muchos casos, se acaba practicando una lexicografía intuitiva basada en una impresión subjetiva de la frecuencia de aparición (Medina Guerra 2003: 108). En el caso de los marcadores de los que aquí nos ocupamos, propondríamos una ordenación en la que apareciera en primer lugar el significado menos gramaticalizado, fundamentalmente, porque creemos que así es más fácil de captar, para el usuario del diccionario, el significado básico del marcador que de uno u otro modo se mantiene en todas las acepciones. 2.7. Pero, sin duda, lo que todos buscamos en un diccionario es el significado de las palabras. Los marcadores que nos interesan presentan definiciones explicativas y, a veces, sinonímicas. Por ejemplo, el DEA, para vale, marcador discursivo, nos proporciona una definición sinonímica: “De acuerdo”; y otra explicativa: “Denota consentimiento o aquiescencia a lo que acaba de ser propuesto o afirmado”. En cuanto a las definiciones sinonímicas, bien, en el DEA, en una de las subacepciones, se considera como sinónimo de bueno, mientras que el DRAE lo interpreta como sinónimo de de acuerdo. También para el DUE bueno y bien son sinónimos. El uso de sinónimos o elementos de valor semejante nos parece bastante arriesgado, puesto que, además de que se discute la existencia de auténticos sinónimos en las lenguas, la polifuncionalidad de los marcadores dificulta que encontremos auténticos sinónimos en todos los usos de un determinado marcador. Estamos de acuerdo con Vázquez Veiga (1995-96: 134 y 2002: 2463) cuando señala que la sinonimia no puede establecerse teniendo en cuenta el vocablo, sino las lexías o diferentes sentidos de cada palabra. Está claro que, en muchos casos, vale y de acuerdo pueden considerarse sinónimos –por ejemplo, ante Quedamos a las tres, la contestación puede ser vale o de acuerdo–, pero también es cierto que no comparten el mismo registro –coloquial en el caso de vale y no marcado para de acuerdo– y que no son sustituibles en todos los casos2. Los significados y las posibilidades combi2 De los problemas en relación con las definiciones sinonímicas se ocupa Vázquez Veiga (1995-1996: 134 y 2002: 2462).

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natorias de vale y de de acuerdo no siempre coinciden. De acuerdo no tiene el significado de basta que tiene vale y vale no admite modificadores como absolutamente o completamente, que sí admite de acuerdo en su uso menos gramaticalizado: aquel en el que, como primer estadio en su proceso de gramaticalización, se elide el verbo estar: (1)

A: ¿Qué te parece?, José Luis. B: Totalmente de acuerdo.

Bueno y bien tampoco pueden considerarse sinónimos. Bueno indica una aceptación con reservas, reservas que no están en el significado de bien. Podemos pensar en un ejemplo como el que presentamos a continuación: (2)

Si van a cenar a tu casa, comen y se ríen, bien, si se dejan parte de la comida, bueno. Y si empiezan a decir que les duele el estómago y solo tomarán una manzanilla, bueno, bueno, bueno...

En el discurso, bien retoma o resume una serie de presupuestos, condiciones previas o argumentos marcando que se acepta el discurso o la situación, sin las reservas que expresa bueno, e introduce lo más importante. Bueno indica simplemente un cambio en el discurso sin marcar que este esté relacionado o sea la conclusión de lo anterior (Fuentes Rodríguez 1993: 210). Por eso, bien suele introducir las distintas partes de un evento comunicativo y, ante preguntas, introduce respuestas; mientras que bueno puede introducir algo que no sea una respuesta: (3)

Son veintiún días de competición. Son muy duros y hay mucha fatiga y mucho cansancio y, bueno, al final cuando uno está ahí, se da *cuenta que* ha merecido la pena..., vamos a poner el punto final, o casi el punto final, recordándoles en imágenes lo... cómo ha sido o cómo se ha producido, dónde han estado las claves de este triunfo de Laurent Jalabert en esta Vuelta ciclista a España (Vuelta ciclista a España, 24/IX/95, TVE; , 7 de marzo de 2009).

(4)

A: ¿Qué opinas de Bolonia? B: Bien, es un desastre. / Bueno, no sé. / *Bien, no sé.

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Por otra parte hay otras diferencias entre bueno y bien que no nos permiten considerarlos como sinónimos. Por ejemplo, bien es el único en poder combinarse con muy3: (5)

A: Nos vamos. B: Muy bien / *Muy bueno.

O, continuando con las diferencias entre bueno y bien, solo bien, normalmente acompañado por y, puede usarse en forma interrogativa para indicar que se espera una continuación como consecuencia de algo que se está oyendo o diciendo: (6)

A: Mari no está. B: ¿Y bien? / *¿Y bueno?

No vamos a insistir más en los problemas de presentar a dos marcadores como sinónimos. Además de definiciones sinonímicas, en los diccionarios generales monolingües, encontramos también definiciones explicativas, sin duda más adecuadas para dar cuenta del significado de los elementos de los que nos ocupamos. Vamos a pasar a revisar la información que los diccionarios nos proporcionan sobre cada uno los marcadores estudiados. 3. EL SIGNIFICADO DE VALE En relación con vale, en las definiciones explicativas, se dice que expresa conformidad o acuerdo (DRAE, Salamanca y Clave). El DEA señala que “denota consentimiento o aquiescencia a lo que acaba de ser propuesto o afirmado”. El Lema proporciona la siguiente definición: “Expresión con que una persona indica acuerdo o conformidad con lo que otra dice o con la que se da por enterada de ello”; y, en el DUE, vale presenta las dos acepciones siguientes: Muy bueno o buenísimo solo es posible cuando bueno caracteriza al contenido del discurso o a una situación como algo gracioso u oportuno (Martín Zorraquino y Portolés Lázaro 1999: 4165): A: Si trabajar es salud, ¡viva la tuberculosis! / B : Muy bueno, buenísimo, totalmente de acuerdo contigo. 3

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vale 1. Expresa aprobación o asentimiento a lo que otro dice o se da uno por enterado de ello. Equivale a ‘está bien’ o ‘conforme’. 2. (a veces seguido de ya) También se utiliza con el significado de ‘basta’.

Además, en algunos de los diccionarios consultados se marca a vale como coloquial (DEA, Salamanca, Lema y Clave) y, en algunos casos, se proporciona información sobre su etimología (Lema y Clave). En relación con la caracterización de vale, pensamos que las definiciones que nos ofrecen los diccionarios consultados son muy generales. Los significados de consentimiento (DEA), asentimiento (DRAE y DUE), conformidad (DRAE, Lema y Clave), acuerdo (Salamanca, Lema y Clave) y aprobación (DUE) caracterizan a vale, pero también a otros marcadores como los epistémicos (Martín Zorraquino/Portolés Lázaro 1999: 4146): desde luego, claro, en efecto, por supuesto, sin duda... De hecho, por ejemplo, de desde luego, cuyo tratamiento lexicográfico ha sido estudiado por Martín Zorraquino (2003), el Clave dice: “Expresión que se utiliza para indicar asentimiento, conformidad o entendimiento”. Deberíamos disponer de una serie de funciones pragmáticas para caracterizar el significado de los marcadores discursivos y sería útil incorporarlas en los diccionarios, como ya lo intentó María Moliner en el DUE. En este sentido, sin duda, una de las funciones diferenciadas sería la de acuerdo y desacuerdo, la primera de las cuales caracterizaría a los cuatro marcadores de los que nos ocupamos y a otros como desde luego, claro, en efecto, por supuesto, sin duda, evidentemente, etc. Pero la definición de cada uno de estos elementos, incluso tratándose de diccionarios generales, debería ser más precisa. De las definiciones proporcionadas por los diccionarios consultados nos parecen destacables las siguientes ideas: Denota consentimiento a lo que acaba de ser propuesto (DEA). Expresión con que una persona [...] se da por enterada de lo que otra dice (Lema y DUE). Equivale a ‘está bien’ o ‘conforme’. Se usa mucho en forma interrogativa: –Quedamos a las cinco ¿vale?–. También se utiliza con el significado de ‘basta’ (a veces seguido de ya) (DUE).

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No creemos, sin embargo, que vale indique acuerdo con lo que otro dice, definición que se repite en todos los diccionarios citados. Pensamos que el significado fundamental de vale es el de ‘aceptación de una propuesta de acción’ (sugerencia, petición, orden, indicación, etc.) que aparece explícita o implícitamente en el discurso (es una idea que está contenida en la definición del DEA): (7)

A: Me bajo a comprar. B: Vale.

(8)

A: (La madre al niño que ve la televisión.) Mañana tienes un examen. B: Vale. (La madre le propone de manera indirecta al niño que deje de ver la televisión y se ponga a estudiar.)

Puede expresar la aceptación o preguntar por ella (Me bajo a comprar, ¿vale?), como viene señalado en el DUE. Por otra parte, al igual que muchos marcadores discursivos, vale ha desarrollado la posibilidad de usos metadiscursivos, de modo que puede poner de manifiesto la aceptación del propio discurso, la del ajeno o pedir que ese discurso sea aceptado por el interlocutor –la idea de aceptación del discurso ajeno está contenida en la caracterización de vale como expresión con que una persona [...] se da por enterada de lo que otra dice (Lema y DUE)–: (9)

A: Este es un nuevo producto, es un producto de renta fija. Y ahora da un tresde interés. B: Vale.

La aceptación del discurso, propio o ajeno, es lo que también se pone de manifiesto cuando vale se usa para cerrar una conversación o un intercambio: (10)

(Después de hacer una entrevista.) Muy bien, vale, pues hemos terminado.

Y también, en los casos, mucho menos frecuentes, en los que empieza el discurso, se pone de manifiesto la aceptación de una serie de circunstancias que propician el comienzo del discurso: (11)

Vale, vamos a empezar.

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(Después de haber parado la grabadora y haberla vuelto a poner en funcionamiento.) Vale, pues ya estamos en marcha otra vez.

Como ya hemos señalado en otros trabajos (Porroche Ballesteros 2003), los marcadores pueden referirse al segmento discursivo con el que se relacionan, pero también a la enunciación, al hecho mismo del discurso y a las circunstancias extratextuales. Los ejemplos a los que Santos Río (2003: s. v. vale) se refiere del tipo Vale, tío eres el mejor (ante un zapateado de un contertulio, tras una cena) o Vale, tío (con ironía y reproche ante alguien que pasa por entre dos sin pedir permiso) se relacionarían con estos usos de vale ante circunstancias extratextuales. Por otra parte, la constante referencia que se hace al otro en las definiciones de vale en los diccionarios que hemos consultado señala que se trata de un elemento que aparece en el diálogo. Cuando aparece en el monólogo lo hace en contextos polifónicos (p. ej., Te roban y te dejan en paz, pues vale pues hasta luego y ya está; Para mis padres, por la noche todo es un peligro y se lo he hecho ver, que vale que sí es verdad, tienen razón, pero que no tiene por qué tampoco) o, como ya hemos visto, para indicar la aceptación del propio discurso como una especie de muletilla: (13)

Hay dos maneras de entender el concepto de núcleo, vale, una propia de la gramática tradicional y del estructuralismo, vale, otra la del generativismo...

No vemos claro que, como señalan todos los diccionarios consultados, vale pueda expresar asentimiento a lo dicho por el interlocutor. En ejemplos como El culpable no eres tú, vale, pensamos que hay polifonía, con lo que se trataría de la aceptación del discurso ajeno. La conformidad, el asentimiento o el acuerdo con lo que el otro dice, a nuestro juicio, no puede expresarse mediante vale, como lo pone de manifiesto el hecho de que, ante Charo López siempre ha sido una mujer muy hermosa, no contestaríamos vale, de no ser que quisiéramos decir que aceptamos lo que se nos ha dicho, que nos damos por enterados, pero que no nos importa. Del mismo modo, si estamos ante la parada del autobús y un desconocido nos comenta algo parecido a Últimamente los autobuses siempre tardan mucho, tampoco le contestaríamos vale, contestación que sería posible si el comentario nos lo hace la amiga

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con la que intentamos llegar al trabajo en autobús y que, con el comentario, nos sugiere que vayamos andando. En este caso, contestaríamos vale si estamos de acuerdo, como aceptación de la acción que se nos propone –ir andando–, o Vale, últimamente los autobuses siempre tardan mucho, pero andando no llegamos, si lo que hacemos es un uso polifónico del discurso de nuestra amiga para aceptarlo solo en parte, lo que claramente pone de manifiesto que vale no expresa conformidad con lo dicho, sino que simplemente se acepta y se toma como punto de partida para expresar una opinión en la que no hay acuerdo con el interlocutor. Además de este significado, relacionado con la aceptación de acciones o del propio acto discursivo, vale tiene otro, recogido por el DUE, y definido de manera sinonímica –se utiliza con el significado de ‘basta’–, significado que, con una definición explicativa, podemos decir que es el de la ‘no aceptación de la acción del otro’ –se pide el cese de la acción o palabras del interlocutor–: (14)

Vale, deja de saltar.

En este uso, vale suele combinarse con ya, pero, como hemos indicado, pensamos que, en un diccionario general, no haría falta señalar las combinaciones más frecuentes en las que aparecen los elementos estudiados, siempre que, en ellas, estos mantengan su significado. 4. EL SIGNIFICADO DE DE ACUERDO Las definiciones que los diccionarios consultados nos proporcionan de de acuerdo son muy semejantes a las que encontrábamos para vale. En el DEA se dice que de acuerdo, “formando oración independiente, se usa como fórmula de aprobación; en forma interrogativa, se usa para pedir la aprobación”; en el Salamanca, que “se usa para indicar en una respuesta la aceptación de las palabras de otro hablante”; en el Lema, que es una “expresión con la que se afirma o se acepta algo”; en el DUE y en el Clave, que se trata de una expresión de asentimiento o conformidad (Clave); y en el DUE, que sirve para añadir que la conformidad es con algo expresado por otro. De acuerdo es un elemento discursivo en proceso de gramaticalización, menos gramaticalizado que vale. Como es sabido, el proceso de gramaticali-

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zación afecta a muchos marcadores y dificulta su definición en un diccionario general monolingüe. En este sentido, el futuro está en los diccionarios electrónicos, más fácilmente actualizables. En el español actual, de acuerdo se emplea más en la construcción estar de acuerdo –en la que conserva todo su valor léxico y, por lo tanto, no es marcador– que en cualquiera de sus otros usos. Como marcador discursivo, en su uso menos gramaticalizado, aquel en el que, como primer estadio en su proceso de gramaticalización, se elide el verbo estar, de acuerdo, en una situación de intercambio de opiniones, indica que se comparte el punto de vista del interlocutor –este uso, como ya hemos señalado, no es propio de vale–. (15)

A: ¿Qué te parece?, José Luis. B: Totalmente de acuerdo.

(16)

Cómo no estar de acuerdo en que éste es un bien probablemente el bien más caro que todos adquirimos con enorme sacrificio hipotecando muchos años de nuestra vida. En eso, totalmente de acuerdo (Televisión, Madrid, 21/III/1991; , 7 de marzo de 2009).

En todos los ejemplos que hemos encontrado con este valor, de acuerdo va acompañado de totalmente o de otro elemento que indica que, sin ninguna duda, se comparte el punto de vista del interlocutor y esto creemos que es así porque el uso de de acuerdo sin modificación se interpreta como un de acuerdo equivalente a vale, que, como ya hemos señalado al describir el significado de este marcador, no indica que se comparte el punto de vista del interlocutor, sino que se acepta su discurso. De hecho, cuando de opiniones se trata, vale y de acuerdo suelen utilizarse para señalar que se acepta el discurso del interlocutor, pero solo como punto de partida para rebatirlo. Ante Bolonia es lo mejor que le podía haber pasado a la universidad española, vale o de acuerdo sonarían a ‘acepto tu discurso, pero no quiero hablar del tema’, y, en un intercambio de opiniones, sería más esperable: Vale, pero necesitaremos que nuestro rector deje de comportarse como un empresario rácano. De acuerdo implica un mayor grado de gramaticalización, y su significado como marcador coincide con el valor fundamental de vale, del que se diferencia, no obstante, porque vale está marcado en relación con el registro coloquial. Nos referimos al significado de ‘aceptación de una propuesta de

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acción’ (sugerencia, petición, orden, indicación, etc.) que aparece explícita o implícitamente en el discurso. Los mismos ejemplos de vale nos sirven para de acuerdo: (17)

A: Me bajo a comprar. B: De acuerdo.

(18)

A: (La madre al niño que ve la televisión.) Mañana tienes un examen. B: De acuerdo. (La madre le propone de manera indirecta al niño que deje de verla.)

Al igual que vale, de acuerdo puede expresar la aceptación o preguntar por ella (Me bajo a comprar, ¿de acuerdo?); y también ha desarrollado la posibilidad de usos metadiscursivos, de modo que puede poner de manifiesto la aceptación del propio discurso, la del ajeno, o pedir que ese discurso sea aceptado por el interlocutor. Los mismos ejemplos, en los que aparece vale, admiten de acuerdo: (19)

Este es un nuevo producto, ¿de acuerdo?, es un producto de renta fija, ¿de acuerdo? Y ahora da un tres de interés, ¿de acuerdo?

(20)

A: Este es un nuevo producto, es un producto de renta fija. Y ahora da un tres de interés. B: De acuerdo.

La aceptación del discurso, propio o ajeno, es lo que también se pone de manifiesto cuando de acuerdo se usa para cerrar una conversación o un intercambio: (21)

(Después de hacer una entrevista.) Muy bien, de acuerdo pues, hemos terminado.

Y también, en los casos, mucho menos frecuentes, en los que empieza el discurso, en los que se pone de manifiesto la aceptación de una serie de circunstancias que propician el comienzo del discurso: (22)

De acuerdo, vamos a empezar.

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El mayor grado de gramaticalización de vale, en relación con de acuerdo, se pone de manifiesto en que de acuerdo no podría aparecer en los ejemplos ya señalados antes de Santos Río (2003: s. v. vale), relacionados con circunstancias extratextuales. Y tampoco parece aceptable para de acuerdo el uso como muletilla que marca la aceptación del discurso propio: (23)

*Hay dos maneras de entender el concepto de núcleo, de acuerdo, una propia de la gramática tradicional y del estructuralismo, de acuerdo, otra la del generativismo...

Aunque sería aceptable el uso de de acuerdo como elemento que pide la aceptación del discurso al interlocutor: (24)

Hay dos maneras de entender el concepto de núcleo, ¿de acuerdo?, una propia de la gramática tradicional y del estructuralismo, ¿de acuerdo?, otra la del generativismo...

Tanto vale como de acuerdo son elementos que aparecen en el diálogo. Cuando de acuerdo aparece en el monólogo lo hace en contextos polifónicos (p. ej., Te roban y te dejan en paz, pues de acuerdo pues hasta luego y ya está; Para mis padres, por la noche todo es un peligro y se lo he hecho ver, que de acuerdo que sí es verdad, tienen razón, pero que no tiene por qué tampoco). 5. EL SIGNIFICADO DE BUENO Bueno es el marcador más polifuncional de los que estudiamos y esta polifuncionalidad se refleja en las variadas definiciones que nos proporcionan los diccionarios que hemos consultado. En el DEA, se proporcionan definiciones explicativas con las que se caracteriza a bueno con siete acepciones y subacepciones: 1.

Se usa expletivamente al empezar a hablar. (Bueno, ya estamos aquí4.)

4 Los ejemplos son nuestros. Hemos procurado utilizar ejemplos más breves que los que aparecen en los diccionarios para resumir la exposición.

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Denota consentimiento o aquiescencia a lo que acaba de ser propuesto o afirmado. (–¿Vamos al cine? –Bueno.) Irónicamente, expresa negación enfática de lo que otro acaba de decir. (–Es muy inteligente. –Bueno, eso hay que verlo.) Denota resignación. (–Tienes que marcharte. –Bueno.) Irónicamente, denota desagrado o impaciencia. (Bueno, ya vale.) Se usa en comienzo de frase para introducir un punto de vista que en cierto modo se opone a lo anterior. (No lo quiero aquí, pero bueno, no lo vamos a discutir ahora.) Introduce una rectificación a lo que se acaba de decir. (He visto a un niño, bueno, no tan niño.)

En el Salamanca, los usos de bueno como marcador se contemplan en las acepciones 13 y 14 de la entrada bueno, na. En la entrada 13, se le considera un adverbio y se dice de él que “expresa acuerdo con el interlocutor”. En la entrada 14, se caracteriza como interjección y se dice que “se usa para expresar sorpresa o resignación”. En el DRAE, bueno, como marcador discursivo, “denota aprobación, contentamiento, sorpresa, etc.”, y, como segunda acepción, se considera sinónimo de basta, utilizado “para poner término a una acción o discurso”5. En el DUE, para bueno marcador discursivo se dan varias acepciones que reproducimos a continuación: a) Se emplea para darse por enterado de una orden o indicación que se recibe y asentir a ella. (–No te olvides de llevarte la carta. –Bueno.) b) Para expresar conformidad o asentimiento. (–¡Quieres ayudarme a pintar las puertas! –Bueno.) c) Para expresar resignación con algo que se oye o se ve y que disgusta o cansa. (¡Bueno! Ya acabarás de decir tonterías.) d) Para expresar sorpresa desagradable. (¡Bueno! ¡No nos faltaba más que esto!) e) Se usa en la conversación al empezar a hablar, para darse por enterado de lo dicho anteriormente e introducir la respuesta o para volver al

5 No consideramos las acepciones que se relacionan con el uso que de los elementos estudiados se hace fuera de la Península. Por ejemplo, el uso que de bueno se hace en México para contestar el teléfono, al que se refiere como tercera acepción el DRAE.

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asunto principal que se está tratando. (Bueno, tenemos que admitir que la situación es compleja. Bueno, lo que te estaba diciendo...) f) Introduce una rectificación a lo dicho. (Salió ileso, bueno, casi ileso.) También se consideran algunas expresiones en las que bueno funciona como marcador. bueno, bueno, bueno... Exclamación con que se muestra estar confuso o perplejo. Pero bueno 1. Se emplea para expresar resignación. (Nos toca pagar a Hacienda una buena cantidad, pero bueno.) 2. También, protesta ante algo intolerable. (¡Pero bueno! ¡Cómo se atreve a decirme eso!) 3. O alegría ante una sorpresa agradable. (¡Pero bueno! ¿Qué haces tú por aquí?)

Las definiciones que aparecen en el Lema y en el Clave no añaden nada significativo a las que hemos presentado. La variedad de las funciones de bueno que ponen de manifiesto los diccionarios ha sido también señalada por los numerosos estudiosos que se han propuesto la tarea de describirlo (Beinhauer 1988: 118-132 y 431-434, Steel 1985: 142-143, Fuentes Rodríguez 1993; Martín Zorraquino 1994, Bauhr 1994, etc.). Vamos a intentar sistematizar sus usos intentando determinar las regularidades que subyacen a la pluralidad. Uno de los significados de bueno coincide, al menos en parte, con los de vale y de acuerdo. Es el de ‘aceptación de una propuesta de acción’ (sugerencia, petición, orden, indicación, etc.) que aparece explícita o implícitamente en el discurso: (25)

A: ¿Vamos al cine? B: Bueno.

Pero, a diferencia de lo que ocurre con vale y de acuerdo, que indican simplemente la aceptación, bueno expresa una aceptación con reservas. A nuestro juicio, el significado general de bueno, como marcador, que se mantiene en todos sus usos, es el de ‘lo acepto pero no del todo’. A este valor general de bueno, creemos que se refieren los diccionarios cuando señalan que deno-

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ta resignación, contenido indicado por todos los diccionarios consultados, a excepción del DRAE y el Clave. Exactamente igual que en el caso de vale y de acuerdo, no admitimos la idea, expuesta en muchos diccionarios y en algunos trabajos de investigación sobre bueno, de que este marcador indique la aceptación de lo dicho por el interlocutor. Para ello, se debe utilizar sí, claro o por supuesto, por ejemplo. De hecho, como señala Portolés Lázaro (2001), a ¿La Nacional V es la carretera de Extremadura?, no se puede contestar bueno, sino sí, claro o bueno, sí / bueno, no sé, indicando con bueno, como apunta Martín Zorraquino (1994: 411), que se acepta la pregunta, no el contenido. Por otra parte, la respuesta bueno a Juan es muy inteligente, no indica conformidad, sino que se acepta un discurso con el que no se está del todo de acuerdo, o, más exactamente, no se está de acuerdo con el hecho de que se diga eso. Bueno, como vale y de acuerdo, tiene también usos metadiscursivos, expresa también la aceptación del discurso, o, como señala Martín Zorraquino (1994: 411), la aceptación del hablante a tomar parte en la conversación y a determinar su transcurso hacia adelante y en relación con lo anterior (presupuesto o explícito), pero, puesto que es un marcador mucho más gramaticalizado que los otros dos, sus posibilidades de uso son mucho más variadas. Las indicamos a continuación. Señala que el hablante inicia el diálogo, que lo concluye, que reformula, que cambia de tema o que inicia un nuevo turno. Y, en todos los casos, se indica que se está de acuerdo con el proceso discursivo, pero no del todo. No se está de acuerdo con que no se empiece el discurso y se comienza con bueno, o con que no se acabe y se termina con bueno, o se quiere cambiar de tema y bueno introduce un tema nuevo, o no estamos de acuerdo con lo que acabamos de decir y lo rectificamos, etc. A esta función metadiscursiva hemos visto que también se refieren los diccionarios: (26)

Bueno, vamos a empezar.

(27)

Bueno, tenemos que terminar.

(28)

Estoy agotada, pero bueno, ¿qué tal las niñas?

(29)

El abuelo está ciego, bueno, un poco cieguecito.

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Creemos que, en relación con esta función metadiscursiva, es interesante señalar, de acuerdo con Martín Zorraquino (1994: 410), que bueno se utiliza una vez que se ha iniciado el contacto entre hablante y oyente; requiere una situación comunicativa de conocimiento implícito o explícito entre los interlocutores –contacto que puede depender de factores extralingüísticos sociales o culturales–, es un marcador que sirve al hablante para incluir su punto de vista sobre algo previamente dado. No se puede utilizar bueno para iniciar la interacción con un interlocutor con el que no se comparte el acuerdo de entrar en contacto: (30)

*Bueno, por favor, ¿dónde hay una farmacia?

Bueno tiene también una tercera función que podemos denominar expresiva (Bauhr 1994), ya señalada por Cuervo (1986-1995), quien dice de bueno que se usa “para aprobar, e interjectivamente denota además contentamiento, sorpresa, y, por ironía, desaprobación”. Los diccionarios consultados hacen referencia a esta función diciendo que expresa ironía (DEA), resignación (DEA, Salamanca, Lema, DUE), contentamiento y sorpresa (DRAE, Clave, DUE). En efecto, acompañado de distintas marcas suprasegmentales de entonación expresa estados de ánimo y actitudes lingüísticas diversas. En todos los casos, pensamos que se mantiene el significado básico de bueno. Se expresa aceptación, pero no del todo y esa reacción se produce ante una situación o algo que se nos dice. En el ejemplo que presentamos a continuación, bueno indica sorpresa: (31)

(Ante una cocina llena de agua.) Bueno, ¿qué ha pasado aquí?

Bueno también indica protesta: (32)

A: Siéntense. B: ¡Buenoooo!

(33)

A: Es la mejor becaria que hemos tenido en el Departamento. B: Bueno, bueno, bueno.

Lo que en algunos diccionarios y estudios sobre el tema se describe como la capacidad de bueno para indicar desacuerdo o negación enfática sería más

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bien protesta, en relación con la no aceptación de la situación o del hecho de que a alguien se le ocurra decir algo que no nos parece bien que se diga: (34)

¡Pero bueno! ¡Cómo se atreve a decirme eso! (DUE)

Bueno con la entonación adecuada y alargamiento de la o puede expresar también intensificación: (35)

A: Entonces, sabe nadar. B: ¡Buenooo! No sé las medallas que tiene.

6. EL SIGNIFICADO DE BIEN Bien, en el DEA, aparece, en una de sus acepciones, como interjección, con tres subacepciones: a) La primera subacepción incluye la definición sinonímica bueno y una definición explicativa que considera la combinatoria del elemento que estudiamos: “expresando asentimiento, frecuentemente en la forma MUY bien”. Ya nos hemos referido a que bueno y bien no pueden considerarse sinónimos. b) La segunda subacepción consiste en una definición explicativa que incluye también cuestiones de combinatoria sintáctica: “Se emplea para manifestar aplauso, a veces irónico, ante lo que se ve o se oye. A veces se expresa la persona o cosa aplaudida por medio de un complemento POR” –¡Bien por María! c) La tercera subacepción se refiere a qué bien e incluye también una observación sobre cómo la expresión definida se combina con otros elementos: “Expresa satisfacción, a veces irónica. En este segundo caso, frecuentemente PUES QUÉ”. Bajo el lema de bien, encontramos también acepciones caracterizadas como adverbiales que consideramos usos de este elemento como marcador discursivo. Nos referimos a las que aparecen como acepciones 7 y 8: pues bien, “siguiendo, después de pausa, a una oración, y precediendo, con otra ligera pausa, a otra oración, denota que esta segunda continúa o desarrolla el contenido de la primera”, y y bien “introduce una pregunta acerca de las consecuencias de lo que acaba de ser expuesto por otro. A veces, y bien solo, con

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entonación interrogativa, desempeña la misma función de esa pregunta”. Obsérvese cómo, en las definiciones explicativas de bien, constantemente se tienen en cuenta cuestiones combinatorias y otras relacionadas con la distribución y la entonación y otros rasgos prosódicos del elemento estudiado. En los demás diccionarios consultados, se señala, en todos los casos, el significado de consentimiento o acuerdo. En el DRAE, aparece caracterizado como sinónimo de de acuerdo, con lo que no podemos estar conformes, como ya hemos expuesto más arriba. El Lema añade que, “en una conversación, se utiliza para indicar que se quiere dar por finalizado un tema o la conversación en sí”, y el Salamanca, que se usa a veces como llamada de atención al iniciar un turno conversacional tras un período de silencio, a menudo para ayudar a romperlo. El DUE insiste en los valores expresivos de bien: bien Con distintas entonaciones, expresa: 1. Asentimiento o aprobación. 2. Extrañeza o sorpresa. 3. Fastidio o disgusto por algún contratiempo o cualquier cosa que se encuentra molesta o impertinente. 4. Actitud de ceder o acceder forzadamente a algo.

Y, aunque de un modo indirecto, nos señala el origen del marcador y su sinonimia con bueno, con la que, obviamente, no estamos de acuerdo: Se emplea, solo o precedido de está, en vez de bueno o sí para expresar un asentimiento débil o forzado: “–¿Quieres que demos un paseo? –Bien...”. Equivale también a bueno para darse por enterado de un encargo u orden que se recibe: “–Ven puntual esta tarde. –Bien”.

En todos los diccionarios menos en el DRAE se hace también referencia a la combinación y bien. En las definiciones expuestas, vemos que, además de considerar el significado de bien de ‘aceptación de una propuesta de acción’ (sugerencia, petición, orden, indicación, etc.), se señalan también usos metadiscursivos y expresivos. Pensamos que uno de los significados de bien coincide con uno de los de vale y de acuerdo. Es el de ‘aceptación de una propuesta de acción’ (sugerencia, petición, orden, indicación, etc.) que aparece explícita o implícitamente en el discurso:

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A: ¿Vamos al cine? B: Bien. / Muy bien.

Bien, a partir de bien está o está bien, expresa la aceptación de una propuesta. Puesto que bien suele relacionarse con bueno, vamos a intentar diferenciarlos. Ya hemos mencionado que, como aceptación de una propuesta, bueno la acepta con reservas que no se expresan con bien. Recordemos un ejemplo que ya hemos utilizado: (2)

Si van a cenar a tu casa, comen y se ríen, bien, si se dejan parte de la comida, bueno. Y si empiezan a decir que les duele el estómago y solo tomarán una manzanilla, bueno, bueno, bueno...

En el discurso, bien retoma o resume una serie de presupuestos, condiciones previas o argumentos marcando que se acepta el discurso o la situación, sin las reservas que expresa bueno, e introduce lo más importante. Bueno indica simplemente un cambio en el discurso sin marcar que este esté relacionado o sea la conclusión de lo anterior (Fuentes Rodríguez 1993: 210). Bien equivale a “después de todas las cosas dichas o presupuestas, digo X” (ibíd.: 211). Bien, como los otros marcadores estudiados, indica también la aceptación del discurso. Funciona como un continuativo, para empezar una intervención, para acabarla, cambiar de tema, etc. (37)

Hemos dialogado, casi nos hemos puesto de rodillas, bien, ahora hay que luchar.

Por eso bien suele introducir las distintas partes de un evento comunicativo y, ante preguntas, introduce respuestas, mientras que bueno puede introducir algo que no sea una respuesta (véase apartado 2.4). Bien o y bien, con forma interrogativa, indican que se espera una continuación. Introducen una pregunta como consecuencia de algo que se está oyendo o diciendo: (38)

A: Ha venido Pedro. B: ¿Y bien?

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Bien tiene también usos expresivos. Con distintas entonaciones puede expresar aprobación y alegría: (39)

A: Me ha tocado la lotería. B: ¡Bien!

(40)

El signo de hoy es ¡Cáncer! ¡Bien! ¡Que ha tocado Cáncer!, ¡que tienes premio!

En otros casos, equivale a un no con matiz de fastidio: (41)

A: ¿Te ha tocado algo en la primitiva? B: Bien.

7. UNA PROPUESTA ACERCA DE LAS INFORMACIONES QUE DEBERÍAN APARECER SOBRE EL SIGNIFICADO DE LOS MARCADORES ESTUDIADOS EN LOS DICCIONARIOS MONOLINGÜES

Está claro que la descripción de los elementos analizados que acabamos de presentar, a pesar de no ser exhaustiva, no puede incluirse en un diccionario general monolingüe, pero debe existir como base, para, a partir de ella, decidir cuál es la información que se transmite en los diccionarios de que nos ocupamos. Aunque no pretendemos realizar aquí una entrada de diccionario, vamos a insistir en algunas informaciones que nos gustaría encontrar en las definiciones de los elementos de que tratamos. Además de la caracterización de los elementos estudiados como marcadores o partículas discursivas, pensamos que, en la medida de lo posible, debería aparecer el significado general del marcador y no solo una enumeración de sus usos, que es lo que aparece generalmente en los diccionarios. Por ejemplo, bueno tiene un significado general que se mantiene en todos sus usos y que es el de ‘lo acepto, pero no del todo’, ‘aceptación con reservas’ o ‘acepto x, pero...’; vale y bien comparten, en una de sus acepciones, el valor general de ‘aceptación de una propuesta de acción’ (sugerencia, petición, orden, indicación, etc.) que aparece explícita o implícitamente en el discurso y la ‘aceptación del hecho mismo del discurso propio o ajeno’. Para vale hay que especificar que se puede expresar la aceptación o preguntar por ella.

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Además, este marcador tiene una segunda acepción con el significado de ‘no aceptación de la acción del otro’ y debe marcarse como coloquial. En cuanto a de acuerdo, su valor general es el de aceptación del punto de vista del interlocutor, de una propuesta de acción o del hecho mismo del discurso, y, puesto que es un marcador en proceso de gramaticalización, consideramos que, en su definición, es útil partir del uso en el que se elide el verbo estar y expresa, generalmente acompañado por un cuantificador, que se comparte el punto de vista con el interlocutor. La segunda subacepción sería la aceptación de una propuesta de acción y la tercera la de la aceptación del hecho mismo del discurso. En todos los casos habría que especificar que se usa, en forma interrogativa, para preguntar si se acepta el punto de vista del interlocutor, la acción propuesta o el hecho mismo del discurso. Obsérvese que el rasgo coloquial y la acepción de de acuerdo sobre compartir el punto de vista del interlocutor nos permiten distinguir a estos dos marcadores, porque, aunque, en los diccionarios generales, no consideremos de modo conjunto a los marcadores que comparten funciones pragmáticas, sí que debemos proporcionar la información necesaria para diferenciarlos. En cuanto a bueno las subacepciones tienen que ver con: 1) la aceptación con reservas de una propuesta de acción; 2) la aceptación con reservas del hecho mismo del discurso en relación con el inicio del diálogo, la terminación, la expresión del mismo contenido de un modo diferente –obsérvese que en un diccionario general no sería muy útil emplear el término técnico de reformulación–, inicio de una intervención...; y 3) la aceptación con reservas de una determinada situación ante la que, acompañado de distintas marcas de entonación, expresa estados de ánimo diversos: sorpresa, protesta... En el caso de bien, ya hemos visto que tiene como valor general el de ‘aceptación de una propuesta de acción’ (sugerencia, petición, orden, indicación, etc.) que aparece explícita o implícitamente en el discurso y la ‘aceptación del hecho mismo del discurso propio o ajeno’. Como subacepciones podemos distinguir: 1) la aceptación de una propuesta de acción; y 2) la aceptación del hecho mismo del discurso con el significado “después de todas las cosas dichas o presupuestas, digo X” (Fuentes Rodríguez 1993: 211) –Has engañado, mentido, traicionado, pues bien, ahí tienes tu recompensa–. Se utiliza fundamentalmente para empezar el diálogo, para acabarlo y, sobre todo, para introducir las distintas partes de un evento comunicativo (Bien, vamos a pasar a hacer prácticas) e introducir respuestas.

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Un segundo valor de bien, para el caso de bien o y bien en forma interrogativa, sería el de introducir una pregunta como consecuencia de algo que se está oyendo o diciendo. Y una tercera acepción daría cuenta de cómo, acompañado de distintas marcas de entonación, expresa estados de ánimo diversos: aprobación, alegría o fastidio, que puede equivaler a no (–¿Has acabado? –Bien). Para facilitar la comprensión de nuestras definiciones confiamos en los ejemplos, que también pueden usarse para presentar las posibilidades combinatorias de los marcadores estudiados que no suponen un cambio de significado y que, por lo tanto, no aparecen en las acepciones. Pensamos en combinaciones como pues bien o muy bien. Por otra parte, como hace el Salamanca y destaca Portolés Lázaro (2008: 196), en relación con los marcadores, para añadir información que se considere pertinente, podría recurrirse a un comentario marcado con un signo tipográfico particular –el Salamanca emplea un rombo (1996: XIII)–. No hay que olvidar la importancia que, en la organización de un artículo lexicográfico, desempeñan los aspectos gráficos (Martínez de Sousa 1996). Este comentario podría usarse, por ejemplo, para indicar, pensando en un uso activo del diccionario, que todos estos marcadores suponen incluir el punto de vista del hablante sobre algo previamente dado –explícito o implícito–. Por lo que no pueden usarse para iniciar una interacción con un interlocutor con el que no se comparte el acuerdo de entrar en contacto. No es posible *Bueno, ¿podría indicarme dónde hay una farmacia? (Martín Zorraquino 1994). 8. CONCLUSIONES GENERALES SOBRE MARCADORES DEL DISCURSO Y DICCIONARIOS Un diccionario que tenga en cuenta los marcadores debe estar elaborado sobre base documental y ofrecer no solo información léxica sino también pragmática y textual. Ha de ser descriptivo, no normativo. Los problemas a la hora de incluir los marcadores discursivos en un diccionario son muy numerosos y comienzan por el hecho de que no existe un inventario exhaustivo de los elementos que pueden considerarse como tales –probablemente porque son muchos y porque se trata de una serie abierta–. Necesitamos contar con una nómina de marcadores, partículas discursivas o palabras discursivas, de la que no disponemos. También es preciso que la descripción de cada uno de los marcadores –en algunos casos las descripciones ya están hechas– sea lo más completa posible

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para, a partir de ahí, adaptar la descripción a la amplia gama de diccionarios de que disponemos como los especializados (de partículas discursivas), generales, didácticos para varias edades, para español como lengua extranjera, etc. Un diccionario, aunque las entradas se consulten de manera independiente, es una obra de conjunto, en la que la coherencia viene dada, entre otras cuestiones, por la existencia de una plantilla que se repite –naturalmente con las oportunas variaciones– en cada uno de los artículos que componen el diccionario. Coincidimos con Portolés Lázaro (2008) cuando destaca la importancia del establecimiento de una plantilla de definición para los distintos comportamientos de las partículas discursivas, que, como señala Battaner Arias (2005: 125-126), proporcione coherencia y regularidad al diccionario. Como señala Pascual, “si en algún lugar la variación no es virtud, ese lugar es el diccionario” (1996: 173). Hay que adoptar definiciones tipo o definiciones patrón para garantizar la uniformidad en la redacción, como hace el Clave para las profesiones, instrumentos musicales, términos botánicos, etc. (Medina Guerra 2003: 134). La elaboración de una plantilla, en el caso de los marcadores, exige la utilización de una serie de términos sobre los que todavía no hay acuerdo (conector, operador...), y la delimitación de las funciones pragmáticas básicas desempeñadas por los marcadores (modalidad, focalización, reformulación, argumentación, etc.). Estos términos y funciones no han de aparecer explícitamente en los diccionarios generales, pero sí deben estar claras en la descripción para determinar la información necesaria para cada entrada del diccionario. Obviamente, a un diccionario general no se le deben pedir definiciones científicas de los términos, no se trata de una obra para especialistas, sino para los hablantes comunes, no podemos esperar términos como conectores, operadores o focalizadores. Para la caracterización categorial de los marcadores, creemos que el término partícula discursiva puede ser útil y es el que más se está extendiendo en la actualidad6. Más compleja resulta la discusión sobre las funciones discursivas

6 Ciertamente, como señala Portolés Lázaro (2008: 187), las marcas gramaticales ofrecen problemas de comprensión por parte del hablante medio de una lengua, pero creemos que ello no justifica la inexactitud de los términos que en la actualidad se utilizan para caracterizar a los marcadores discursivos. La introducción al diccionario sería el lugar adecuado para justificar la inclusión de una nueva terminología y es una cuestión de cultura general y del mayor o menor interés de quien consulta el diccionario la lectura de la mencionada introducción.

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(Fuentes Rodríguez 2005 y Briz Gómez/Pons Bordería/Portolés Lázaro 2008). Nosotros nos inclinaríamos por la distinción entre función modal, textual e interaccional. Precisando, en relación con la función textual, lo relacionado con la realización de actos de habla, la argumentación, las funciones informativas, la estructuración de las unidades discursivas y la reformulación. Pero, como hemos dicho, al tratarse de un diccionario general monolingüe, creemos que es una discusión teórica y, si bien resulta útil para determinar la descripción previa a la redacción de las entradas, por lo específico de la terminología, no puede ser plasmada en la presentación final. En este sentido, nos inclinamos por utilizar términos pertenecientes al español general. Por ejemplo, el término destacar para referirnos a una focalización, como propone Portolés Lázaro (2008: 188), el de significado expresivo para introducir los valores relacionados con la expresión de la actitud del hablante, etc. En cuanto a la polifuncionalidad de los marcadores, en la medida de lo posible, defendemos una consideración monosémica. En nuestra opinión, es conveniente partir de un significado básico que permita explicar todos los ejemplos del marcador y de una serie de sentidos derivados de la interacción entre el significado del marcador y la situación de uso. En relación con la ordenación de las acepciones, propondríamos una ordenación en la que apareciera en primer lugar el significado menos gramaticalizado, fundamentalmente, porque creemos que así es más fácil de captar, para el usuario del diccionario, el significado básico del marcador que de uno u otro modo se mantiene en todas las acepciones. Destacamos la conveniencia de incluir ejemplos reales e ilustrativos que permitan al usuario observar el comportamiento del marcador en un contexto real. Como señala Aliaga Jiménez (en prensa), la metalexicografía debe involucrarse en la búsqueda de modos sistemáticos, normalizados y económicos de representar las propiedades semántico-pragmáticas. María Moliner fue pionera al incorporar abundantísimos comentarios sobre las condiciones de uso de muchas formas, camino que ha seguido el DEA. También el Salamanca ha incorporado marcas pragmáticas. Naturalmente, la información que un diccionario general monolingüe proporciona sobre los marcadores no puede alcanzar el grado de exhaustividad de un diccionario de partículas, pero la lexicografía monolingüe debe prestar más atención a estos elementos discursivos fundamentales para la correcta producción y elaboración de los textos.

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RELACIONES METAOPERACIONALES EN LA DESCRIPCIÓN DE MARCADORES DISCURSIVOS EN ESPAÑOL Victoriano Gaviño Rodríguez Universidad de Cádiz

1. INTRODUCCIÓN A pesar de que los marcadores del discurso en español han recibido, principalmente en estas dos últimas décadas, un especial interés por parte de múltiples trabajos lingüísticos con los que poco a poco se está consiguiendo conocer el comportamiento discursivo de estos elementos, aún tenemos que seguir progresando en su estudio para que los avances logrados adquieran el calado necesario en algunas parcelas como, por ejemplo, la traducción de estas partículas a otras lenguas o la labor lexicográfíca en español, ámbitos en los que por el momento apenas se recogen los avances obtenidos en la descripción de estas unidades1. Algunos de los trabajos recientes en este campo van encaminados al estudio contrastivo (interlingüístico e intralingüístico) de estas unidades y tienen el objetivo de consolidar la descripción particular de cada uno de estos elementos e impulsar su traducibilidad e introducción en la praxis lexicográfica de los próximos años, pero, aún hoy, la mayor parte de las aplicaciones de estos estudios están supeditadas a que logremos hacer frente a viejos pero importantes retos de la lingüística, de cuya superación también dependen, en gran medida, los resultados de nuestras investigaciones. Entre ellos, destacamos: 1) la delimitación clara y tajante de las relaciones (pero también de las fronteras) entre lengua y mundo; 2) la lucha por sobrepasar esa barrera descriptiva consistente en Entre algunos de los proyectos que se han llevado a cabo o que actualmente están en curso de investigación en esta línea, destacamos aquí el ingente trabajo llevado a cabo por Luis Santos Río (2003) en su diccionario de partículas, el proyecto sobre partículas modales dirigido por María Antonia Martín Zorraquino (2003), el diccionario de conectores y operadores a cargo de Catalina Fuentes Rodríguez (2005) o el Diccionario de partículas discursivas del español (DPDE), coordinado por Antonio Briz Gómez, Salvador Pons Bordería y José Portolés Lázaro, cuyos resultados actuales pueden consultarse en internet en . 1

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la mera enumeración de efectos expresivos contextuales, tarea sin duda ineficaz para comprender el verdadero funcionamiento de estos elementos en el discurso y, en la mayoría de las ocasiones, apoyada en el análisis de la lengua por medio de su dimensión referencial; 3) el esfuerzo por llevar a cabo un estudio de estos marcadores desde una perspectiva discursiva que comience por alejar de su definición global la etiqueta de ‘elementos marginales’ con la que algunos estudios siguen aún hoy caracterizando estos elementos; conviene, por tanto, romper definitivamente con esa perspectiva oracional que tradicionalmente ha primado en los estudios gramaticales y que en la actualidad supone una rémora para el análisis de los marcadores discursivos en las lenguas; y 4) el intento por centrarse en el papel que, en la descripción lingüística, desempeña una visión de conjunto en la que se tenga en cuenta, no tanto el estudio particular de cada marcador, sino los estudios contrastivos de grupos de marcadores, por medio de los cuales podamos observar globalmente las características (comunes y diferenciales) de estos elementos, etc. Superar estas barreras con las que en no pocas ocasiones nos topamos los investigadores en nuestro trabajo nos llevará, más claramente, a comprender el verdadero valor de estas partículas en el discurso, su valor generalizador o sistemático dentro de las lenguas y, del mismo modo, dará respuesta al valor individualizado de cada elemento por medio de su deslinde con otras unidades similares, estableciendo sus diferencias, sus distintos usos y, en definitiva, aportando nuevas vías de exploración para su correcta aplicación y/o traducción a otras lenguas. La propuesta de análisis que presentamos en este estudio está centrada en el ámbito descriptivo de la lengua española y pretende enriquecer los estudios actuales por medio de nuevas perspectivas con las que llegar a comprender mejor el uso de los marcadores del discurso en nuestro complejo sistema de comunicación verbal. Teniendo en cuenta las premisas planteadas, pensamos que el análisis de los marcadores del discurso desde una aproximación metaoperacional puede permitirnos conocer las similitudes y diferencias entre marcadores en su vertiente sistemática, intentando reflexionar acerca de la relación que se da entre las múltiples y numerosas variantes contextuales y las codificaciones sistemáticas que a partir de cada contexto podemos llevar a cabo para la explicación global de los fenómenos gramaticales2. En esta 2 Los presupuestos teóricos de nuestro estudio enlazan con la filosofía de análisis lingüístico que, a la luz de los trabajos de Adamczewski (véase entre otros, 1983a, 1983b, 1991, 1992,

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línea, habrá que tener en cuenta, por tanto, que el objetivo de la explicación gramatical no consiste en la enumeración de diversos efectos expresivos contextuales, sino en la explicación del funcionamiento esencial de cada marcador por medio de una perspectiva exclusivamente gramatical que eluda la relación extrapredicativa que los signos experimentan con respecto al mundo real y centre el estudio lingüístico en el papel que para la descripción supone explorar los dos ejes fundamentales en torno a los cuales se organizan las diferentes operaciones de la gramática en su dimensión comunicativa: a) el eje de las informaciones y b) el eje del enunciador y las actitudes que este presenta con respecto al enunciado. 2. CLARO, DESDE LUEGO, POR SUPUESTO, NATURALMENTE, SIN DUDA, EN EFECTO Y EFECTIVAMENTE/POR LO VISTO Y AL PARECER El grupo de los denominados marcadores conversacionales de modalidad epistémica es el primero de los casos que queremos analizar en este trabajo por padecer en su descripción –a nuestro juicio– una falta de delimitación clara de las fronteras entre lengua y referentes extralingüísticos. Los marcadores conversacionales de modalidad epistémica –según Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4146-4161)– constituyen por sí mismos una aserción y sirven para reflejar cómo enfoca el hablante el mensaje, según se considere este evidente, conocido por otros, etcétera3. Se usan, básicamente, en enunciados declarativos y pueden ser: a) marcadores de evidencia, es decir, reforzadores de la aserción (que pueden reforzar a sí o a no y algunos incluso pueden ser tematizados

2002) en el ámbito de la gramática metaoperacional, ofrece en sus estudios Matte Bon (entre otros, 1995, 1997, 1999, 2005, 2006, 2007, 2008). 3 Junto a los marcadores conversacionales de modalidad epistémica, Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999) distinguen otros tres subgrupos entre los marcadores conversacionales: 1) de modalidad deóntica, que reflejan actitudes del hablante que tienen que ver con la expresión de la voluntad o con lo afectivo (bueno, bien, vale, de acuerdo); 2) enfocadores de la alteridad, que apuntan al oyente (hombre, mira, oye) o, menos frecuentemente, a ambos interlocutores (vamos); y 3) metadiscursivos conversacionales, que trazan el esfuerzo que realizan los hablantes para formular e ir organizando su discurso, con una función similar a la de los signos de puntuación empleados en los textos escritos (ya, sí, bueno, bien, eh, este).

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con que), con unidades como en efecto, efectivamente, desde luego, por supuesto, naturalmente, claro, sin duda, como se observa en los siguientes ejemplos de intercambios comunicativos: (1)

A: Estáis encantados con vuestra hija. B: En efecto, es una monada.

(2)

F: Fuimos de noche y no encontramos la casa. T: Claro, siendo noche cerrada en ese sitio no se ve nada.

b) marcadores orientativos sobre la fuente del mensaje, por medio de los cuales el hablante presenta el discurso como algo que refleja su propia opinión, o bien como algo que ha oído decir, que conoce a través de otros y que transmite como una opinión ajena, como sucede en por lo visto y al parecer: (3)

R: Pedro aún no ha venido. O: Por lo visto, hay mucho atasco en la autovía.

(4)

P: Estoy agotada. M: Al parecer, te están matando a trabajar4.

4 Aunque ejemplificamos con al parecer, conviene advertir que Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4160) niegan la inclusión de este elemento entre los marcadores orientativos sobre la fuente del mensaje por no ajustarse al estatus de marcador discursivo delimitado por ellos (admite variaciones del tipo de a mi parecer, al parecer de unos y de otros, según parece, a lo que parece...). No parece, sin embargo, que esa misma razón sea operativa cuando estos mismos autores tratan el elemento sin duda, puesto que, aunque admiten en él cierto grado de gramaticalización (como demuestran las variaciones de sin duda alguna, sin duda ninguna, sin duda de ningún género, etc.), acaban incluyéndolo entre los marcadores de evidencia a pesar de catalogarlo como una “expresión en vías de gramaticalización” (véase ibíd.: 4158). Habría que plantearse quizás en alguna ocasión si el proceso de gramaticalización (al que va ligado el de desemantización) con el que frecuentemente hemos operado para la caracterización de estos elementos no nos está conduciendo a un callejón sin salida en la catalogación de los marcadores del discurso, como parece deducirse de las diferentes propuestas de marcadores que dependiendo de cada estudio se proponen y de las vacilaciones que en ocasiones observamos en casos aparentemente muy similares. No podremos afrontar con cierta garantía de éxito el problema de la delimitación de un inventario de marcadores hasta que no tengamos en cuenta que el cambio lingüístico, que como tal es un mecanismo que experimentan todas

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Desde nuestra perspectiva, las características usadas por estos autores para diferenciar estos subtipos de marcadores (nos referimos a características como la evidencia, la posibilidad, probabilidad, certeza, etc., provenientes del terreno de la filosofía) no son valores que describan, por sí mismos, el funcionamiento gramatical de estos marcadores, sino que hacen alusión a la relación de lo dicho con lo que sucede en el mundo real. Por otro lado, la distinción trazada entre los marcadores de evidencia o reforzadores de la aserción y los marcadores orientativos sobre la fuente del mensaje no establece fronteras claras entre dos grupos excluyentes pues, aunque pretende hacernos ver como incompatibles la evidencia en el cumplimiento de un hecho y la orientación que un hablante pueda llevar a cabo hacia la fuente de un enunciado concreto sin que este se comprometa con su verdad, lo cierto es que tanto uno como otro grupo puede ser analizado en función de las condiciones de veracidad de los enunciados, basándose para ello en una escala que va de la certeza a la posibilidad y cuyo cumplimiento no depende de lo puramente lingüístico. El problema estriba, claro está, en si consideramos que la modalidad epistémica (comúnmente relacionada con conceptos como la posibilidad, la probabilidad o la certeza) deba ser usada en lingüística para hablar del grado de compromiso del hablante con respecto a la verdad de la proposición o si, por el contrario, sostenemos –y este nuestro parecer– que no tiene una aplicación satisfactoria al análisis lingüístico porque con ella se apunta más a lo extralingüístico que a lo lingüístico. Palmer sostiene, en relación con la delimitación del término ‘epistémico’ en lingüística, que este no solo ha de aplicarse a aquellos sistemas modales las lenguas y que hace que sus elementos muten continuamente, solo opera desde una perspectiva histórica. Esto significa que, desde un punto de vista diacrónico, un signo que en niveles anteriores posee un determinado significado léxico, puede, por medio de una realización normativa, instrumentalizarse y gramaticalizarse. En palabras de Dietrich (1973: 578), todo signo lingüístico puede pasar del nivel de las unidades léxicas al de las gramaticales, esto es, llegar a ser distintivo desde la perspectiva instrumental y, con ello, gramatical. Ahora bien, esa evolución y proceso de cambio no es útil para la descripción de estos u otros operadores lingüísticos en un sistema lingüístico concreto. Desde una perspectiva sincrónica, lo que nos encontramos son dos posibilidades sistemáticas excluyentes: bien la aparición de una nueva función gramatical, bien la aparición de su significado inicial. Sostener la existencia de procesos intermedios en la descripción de un elemento concreto solo evidencia nuestra falta de capacidad de análisis ante determinado contexto para descubrir la verdad de lo observado, si bien es cierto que no siempre es fácil saber determinar cuándo un elemento ha dado o no el paso de abandonar su significado léxico y desempeñar una función gramatical.

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que abarcan las nociones de posibilidad o necesidad, sino a cualquier sistema en el que se indique el grado de compromiso del hablante con respecto a lo dicho. En sus propias palabras, “the term ‘epistemic’ should apply not simply to modal systems that basically involve the notions of possibility and necessity, but to any modal system that indicates the degree of commitment by the speaker to what he says” (Palmer 1986: 5). Esta idea de que lo epistémico en lingüística indica el grado de compromiso del hablante con respecto a lo que dice, pero desprovista de la interpretación de la realidad que parece sugerir la terminología usada hasta el momento para la descripción de estos elementos, puede ser un buen punto de partida para el estudio de estos marcadores por medio de aquellos mecanismos gramaticales que tienen que ver con la organización de las informaciones en el discurso y el papel que juega el enunciador en lo dicho, esto es, la relación que este establece con respecto a su enunciado. En esta línea, nuestra propuesta queda recogida en el siguiente cuadro:

EJE DE LAS INFORMACIONES

RELACIÓN ENUNCIADORENUNCIADO

claro desde luego por supuesto naturalmente sin duda en efecto efectivamente

por lo visto al parecer

Forma parte o constituye por sí mismo un segundo miembro del discurso que supone un refuerzo de lo afirmado en un primer miembro al que se vincula por medio de una estructura informativa temática (elementos conocidos o presupuestos).

Actitud de compromiso del enunciador, que asume y se responsabiliza de un contenido informativo previo que hace propio.

Forma parte o constituye por sí mismo un segundo miembro del discurso que supone un debilitamiento de lo afirmado en un primer miembro al que se vincula por medio de una estructura informativa temática (elementos conocidos o presupuestos).

Actitud de no compromiso del enunciador, que no asume ni se responsabiliza de un contenido informativo previo que se presenta como ajeno.

Introduce un miembro del discurso con estructura informativa remática (elementos nuevos o no presupuestos) sin necesidad de vinculación con una información previa.

Actitud de no compromiso del enunciador, que no asume ni se responsabiliza de un contenido informativo nuevo.

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Con este análisis no mostramos interés por las condiciones de veracidad de los enunciados emitidos y sí por aquellos factores que vislumbran el funcionamiento gramatical de los marcadores y que, desde nuestra óptica, dan lugar a dos grupos de marcadores. Por una parte, claro, desde luego, por supuesto, naturalmente, sin duda, en efecto y efectivamente aportan un refuerzo a lo dicho en un miembro del discurso anterior y sirven al enunciador para mostrar una actitud de compromiso con respecto a lo enunciado: (5)

A: Pero hay que pagar por adelantado. B: Naturalmente, hay que pagar por adelantado.

(6)

S: Entonces no me vas a dar para la entrada, ¿no? P: Por supuesto que no te doy el dinero.

(7)

F: Oye, María y Pedro ahora están juntos. O: Por lo visto sí.

(8)

M: ¿No ha hecho todavía nada del curso? S: Al parecer no lo ha hecho.

Al parecer y por lo visto, por su parte, presentan un enunciado con estructura informativa remática (elementos nuevos o no presupuestos) con respecto al cual el enunciador adopta una actitud de no compromiso, al no asumir ni responsabilizarse de lo dicho: (9)

A: Pues María lleva sin aparecer por clase ya más de dos semanas. L: Por lo visto, María es que está embarazada.

(10)

P: Esta plaza está muy bien, ¿verdad? F: Al parecer, van a quitar la estatua de esta plaza.

El distinto carácter informativo de los enunciados Naturalmente, hay que pagar por adelantado, Por supuesto que no te doy el dinero, Por lo visto sí y Al parecer no lo ha hecho, vinculados a un contenido ya conocido sobre el que ahora se muestra refuerzo o debilitamiento asertivo, respectivamente, y de los enunciados Por lo visto, María es que está embarazada o Por lo visto, van a quitar la estatua de esta plaza, que añaden una nueva información independiente o que parte del contenido informativo del enunciado previo es

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importante para el establecimiento de dos diferencias en el uso de estos elementos. Los marcadores del primer grupo pueden aparecer de modo independiente constituyendo por sí mismos enunciados completos5: (11)

A: Pero hay que pagar por adelantado. B: Naturalmente (hay que pagar por adelantado).

(12)

S: Entonces no me vas a dar para la entrada, ¿no? P: Por supuesto (que no te doy el dinero).

(13)

F: Oye, María y Pedro ahora están juntos. O: Por lo visto (sí).

(14)

M: ¿No ha hecho todavía nada del curso? S: Al parecer (no lo ha hecho).

En los segundos no se presenta dicha posibilidad, pues al interlocutor le faltaría información en el mensaje: (15)

A: Pues María lleva sin aparecer por clase ya más de dos semanas. L: *Por lo visto (María es que está embarazada).

(16)

P: Esta plaza está muy bien, ¿verdad? F: *Al parecer (van a quitar la estatua de esta plaza).

Los marcadores del primer grupo siempre están vinculados temáticamente al discurso anterior; los segundos, como introductores de nueva información, pueden cambiar el tema de la conversación, cerrando una parte del discurso anterior y proponiendo un nuevo foco de interés: 5 Esta situación solo se hace general en aquellos enunciados en los que la información compartida esté presente en el contexto verbal inmediatamente anterior, pero no en aquellos en los que la información compartida esté presupuesta por el contexto no verbal o haya aparecido con anterioridad en la conversación. Así, ante un enunciado como Yo no me voy, vete tú que yo me quedo no podemos responder con Por supuesto si con este enunciado queremos volver a sacar una idea que ya ha estado en la conversación, por ejemplo, el hecho de que su madre tiene el cielo ganado con él. Habría que emitir toda la formulación (Por supuesto que tu madre tiene el cuelo ganado contigo) porque una emisión como Por supuesto aisladamente en este caso solo serviría para evaluar el enunciado previo (Yo no me voy, vete tú que yo me quedo) y confirmar que, por supuesto, nosotros sí nos vamos.

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A: No sé si hacerme las planchas o bien ir a la peluquería para la boda. B: Pues no sé. ¿Qué quieres hacerte si vas a la pelu? A: Pues no sé, tía, depende porque en realidad tampoco lo tengo muy largo. B: Ya. Es una faena. (2”) A: Por lo visto, no va a venir mucha gente a la boda. B: ¿No? A: ¡Qué va! Eso dice Julio.

o bien iniciar una intervención independiente no relacionada con lo anterior, como puede ser la siguiente en el inicio de un noticiario: (18)

Buenas tardes. Por lo visto, ETA ha vuelto a atentar. Aunque aún no tenemos confirmación oficial de la banda armada, todo apunta a que la organización ETA puede ser la causante de la muerte de dos personas.

2. ES DECIR Y O SEA6 Siguiendo con la línea de estudios contrastivos entre marcadores del español, vamos a centrar nuestro interés, en segundo lugar, en el estudio comparativo de los marcadores del discurso es decir y o sea, que podríamos incluir en los denominados por Gülich y Kotschi (1995: 43-44) procedimientos de tratamiento reformulativo. Nuestra propuesta de caracterización para estos elementos pretende enriquecer por medio de una aproximación metaoperacional los estudios actuales, con el objetivo final de llegar a comprender mejor el funcionamiento de estos marcadores en el discurso e intentar explicitar, en la medida de lo posible, las particulares similitudes y diferencias que operan entre estas unidades. Aunque son muy diversos los trabajos dedicados al estudio de estos elementos en español, todos parecen coincidir en que los marcadores reformuladores –también llamados por Briz Gómez reformuladores metadiscursivos (1993: 40-41) o reformuladores metacomunicativos (1997: 25)– sirven para introducir un miembro del discurso como una nueva formulación de un miembro anterior, ya sea porque el enunciador quiere explicitar lo dicho en

6

Para un estudio detallado de estas dos unidades, véase Gaviño Rodríguez (2009a).

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el primer miembro y presenta una idea con objeto de facilitar la comprensión al interlocutor, ya sea porque quiere rectificarlo y con él lleva a cabo un cambio de perspectiva por medio de una reorientación, etcétera7. Si nos adentramos en los estudios concretos sobre los marcadores es decir y o sea, los distintos autores suelen coincidir en señalar, explícitamente o no, la relación de equivalencia entre dos miembros del discurso como la función principal de estos elementos en la comunicación, de manera que el segundo miembro es una explicación de lo que se ha dicho en la primera parte del enunciado. Así, lo hacen por ejemplo, López Alonso (1990: 94) o Fuentes Rodríguez (1987: 173-174), Portolés Lázaro (1993: 152), Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4122-4124) o Santos Río (2003: 316, 478), entre otros8. Pero no todos los autores han estado de acuerdo con la aplicación de los conceptos de paráfrasis y equivalencia a estos marcadores. En esta línea, Galán Rodríguez (1998: 91-92) apunta muy acertadamente que dicha concepción se apoya en una común pero errónea identificación entre significado y referente que ignora, además, el hecho de que la paráfrasis es, con frecuencia, una reducción de significado y no una equivalencia, y que no puede considerarse además como equivalencia semántica, pues no está basada en una propiedad estable de lengua que permita siempre el intercambio entre elementos equivalentes. Galán Rodríguez (ibíd.: 94-100) nos habla de la existencia de dos dimensiones discursivas para es decir y o sea: a) dimensión explicativa, en la que es el emisor el responsable de la creación de ciertas equivalencias discursivas, independientemente de su correferencia o correspondencia con la realidad, y que se manifiesta como expansión –definición de un foco discursivo, esto es, el término A (generalmente, un lexema simple) es una denomina-

Para confrontar esta idea, pueden consultarse, entre otros, los trabajos de Roulet (1987) o Cortés Rodríguez/Camacho Adarve (2005: 202, n. 124). 8 Ello no quiere decir que, junto a la equivalencia, no se admitan otras posibilidades como la rectificación (véase López Alonso 1990: 94) u otras operaciones de reformulación por condensación (denominación) o expansión (definición), o de verbalización (explicación o explicitación) (véase Fuentes Rodríguez 1993: 173). Fuentes Rodríguez (1996: 60) también habla de dos tipos de reformulación: la parafrástica y la no parafrástica (por condensación, como en la generalización, o por extensión, en la enumeración o particularización). Por su parte, Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4122-4124), que los incluyen entre los reformuladores explicativos (que presentan un miembro del discurso como una explicación del anterior), advierten de la posibilidad de que con la reformulación se comente un tópico o se presente una consecuencia. 7

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ción que se define en B–; en el caso de o sea se propone una cierta equivalencia que deja abierta la posibilidad de elección entre los términos y con es decir, se lleva a cabo un enlace metalingüístico entre los referentes idénticos marcados por A y B; y b) dimensión deóntica, en la que se incrementan las apreciaciones subjetivas del hablante sobre la equivalencia entre A y B y aparece el procedimiento de la condensación, por medio de la cual el emisor cierra una parte del discurso y propone un nuevo foco de interés. Recientemente, Garcés Gómez (2008: 75) ha afirmado que el proceso de reformulación consiste en un procedimiento de reinterpretación discursiva en el que se vuelve sobre el contenido de un miembro o de un enunciado anterior o sobre el acto de enunciación, para poder expresarlo de otra manera, equivalente o distinta. Con respecto a los distintos usos de es decir y o sea, la autora (ibíd.: 87-88) comenta que existen dos aspectos diferenciales: el tipo de conexión que cada uno de estos marcadores lleva a cabo entre los dos segmentos (con es decir se produce una identidad entre los segmentos, mientras que con o sea se presenta una explicación alternativa) y el tipo de implicación del hablante en el proceso inferencial (el recorrido inferencial con es decir se limita a los conocimientos comunes de los interlocutores, frente a la libre inferencia que se da con o sea, donde el hablante, entre varias opciones, elige aquella que ha de inferirse necesariamente). Es curioso, no obstante, que a pesar de estas diferencias, luego parezcan desempeñar –a juicio de Garcés Gómez– idénticas funciones: a) asignar o especificar referencias, ya sean de tipo locativo, temporal, etc.; b) aclarar o explicar el significado o sentido contextual de lo manifestado antes, llegando en ocasiones a la rectificación de lo dicho; c) desarrollar las funciones de ampliación significativa por medio de definiciones o concreción de elementos por denominaciones; y d) establecer conclusiones a partir de un argumento expresado en el primer miembro, etc. No parece, con todo, que términos como ‘equivalencia’, ‘identidad’ o ‘alternancia’ estén situados en el nivel del significado, ni tampoco que sirvan para aludir a algún tipo de reformulación si entendemos –tal y como defiende Casado Velarde– que “lo reformulado difiere, en la designación y/o sentido, de lo dicho en el primer segmento, que queda modificado o corregido” (1991: 109). Parece, así pues, que en el establecimiento de estas equivalencias o identidades navegamos, nuevamente, por una visión extralingüística que nos conduce a la configuración de la realidad o, a lo sumo, a la delimitación de usos meramente contextuales.

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Partiendo del análisis metaoperacional de estos marcadores por medio de la indagación en los dos ejes en los que venimos operando (el eje de las informaciones y el eje del enunciador y sus actitudes con respecto al enunciado), podemos llegar a una primera conclusión contraria a la idea que generalmente se viene defendiendo acerca del uso general de cada uno de estos elementos: no existen evidencias discursivas en el funcionamiento de los marcadores es decir y o sea para sostener funcionalidad privativa alguna de estos elementos en su comportamiento como introductores de reformulación. Ambos marcadores cumplen idénticas funciones e incluso podríamos hablar de alternancia libre entre ellos si dejamos a un lado ahora las posibles diferencias dependientes de los parámetros de variación diatópica, diastrática y diafásica9. El punto clave está, por tanto, en determinar qué tipo de reformulación se da en cada caso y cuál es la actitud del enunciador ante esta. Si tenemos en cuenta el análisis de estos elementos en relación con el eje de las informaciones y de la relación que establece el enunciador con su enunciado, podemos advertir que tanto es decir como o sea pueden servir para establecer dos tipos diferentes de reformulaciones, que recogemos en el siguiente cuadro: EJE DE LAS INFORMACIONES Introduce un segundo miembro del discurso con estructura informativa temática (elementos conocidos o presupuestos) que sirve de reformulación de un primer miembro del es decir discurso. o sea Introduce un segundo miembro del discurso con estructura informativa remática (elementos nuevos o no presupuestos) que sirve de reformulación de un primer miembro del discurso.

RELACIÓN ENUNCIADOR-ENUNCIADO El enunciador no controla la reformulación y presenta la información ‘como si fuese nueva’ para actualizarla, ponerla en tela de juicio, recuperarla o recordarla porque se ha perdido o para completarla o explicitar lo que ya se sabe, aunque esta es deducible directamente del primer miembro del enunciado.

El enunciador controla la reformulación y dirige la inferencia hacia una información unívoca que presenta ‘como si fuese conocida’, a pesar de que está basada en un conocimiento exclusivo del hablante y no se infiere directamente del primer miembro del enunciado.

9 En esta vertiente variacionista, Briz Gómez (2001 y 2002) ha defendido la mayor frecuencia de uso de o sea en la lengua oral, concretamente en el registro coloquial, idea que también se

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Se deduce del anterior esquema la existencia de dos tipos distintos de reformulación pero en los que intervienen, de manera conjunta, ambos marcadores10. Por un lado, contamos con una primera reformulación que presenta un segundo miembro del discurso con estructura informativa temática y en la que el enunciador no controla la reformulación; solamente se limita a presentar la información de este segundo miembro “como si fuese nueva” para actualizarla, reconsiderarla, ponerla en tela de juicio, rectificarla, recuperarla, recordarla porque se ha perdido, o bien completar o explicitar lo que ya se sabe, pues dicha información es deducible directamente a partir del primer miembro del enunciado o del contexto en general11. Por el otro, tenemos una reformulación que propone un segundo miembro del discurso con estructura informativa remática en la que el enunciador sí controla plenamente la reformulación y la presenta ‘como si fuese ya conocida’ para su interlocutor, a pesar de que esta está basada en su conocimiento exclusivo y no puede inferirse directamente a partir del primer miembro del enunciado o del contexto. Por tanto, la diferencia más sustancial entre ambos tipos de reformulación radica en como viene inferido el segundo miembro del discurso: en el primer caso, estamos ante una reformulación que viene inferida por un saber compartido entre interlocutores pero que el enunciador hace explícita por una necesidad puramente comunicativa orientada a facilitar la comprensión del

pone de manifiesto en el DPDE. Recientemente, también Garcés Gómez (2008: 97) ha afirmado que, con la función de rectificación, el uso del marcador o sea está limitado casi exclusivamente al registro oral (suponemos que se refiere al nivel coloquial o informal), y que en los textos escritos, para la expresión de este significado, se prefieren otros marcadores. Por su parte, Cortés Rodríguez (1991: 59-60) nos habla del uso de o sea en el español hablado, aunque afirma que para la corrección rectificativa y supositiva, nuestros hablantes optan por otras formas como bueno, mejor dicho, vamos, al menos, etc. 10 Conviene evitar, en la medida de lo posible, la denominación directa de marcadores reformuladores para estos elementos pues ni es decir ni o sea sirven, por sí mismos, para reformular. Al igual que el resto de marcadores discursivos, estas no son unidades que funcionen como configuraciones inmediatas de la realidad extralingüística. Se trata, más bien, de elementos con una función instrumental que usamos para llevar a cabo determinadas operaciones discursivas; en este caso concreto, los marcadores es decir y o sea nos orientan hacia una interpretación de lo que sigue en términos de reformulación. Su presencia nos indica que el enunciador procede a realizar una reformulación de su discurso que, generalmente, viene después de este marcador. 11 Entiéndase contexto en el sentido amplio y coseriano que este autor aporta al término, como contexto idiomático, verbal o extraverbal. Véase Coseriu (2007: 221-228) para una revisión pormenorizada de esta propuesta.

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interlocutor; en el segundo, estaríamos ante una reformulación discursiva cuya base de creación no obedece a conocimientos contextuales o saberes compartidos entre interlocutores. Veamos algunos ejemplos: (19)

Lo tendré listo para el lunes de la semana que viene, es decir/o sea, para el día doce.

(20)

Pedro está de vacaciones, es decir/o sea, que no podrá verte hasta el mes que viene.

(21)

Pero el alma es inmortal, es decir/o sea, que vive después de la muerte del cuerpo.

(22)

A mí me gusta la gente normal, es decir/o sea, como tú, pero no me malinterpretes.

(23)

Y ahora viene la parte más importante de la casa, es decir/o sea el cuarto de baño.

(24)

Nos han concedido dos proyectos al mismo tiempo, es decir/o sea, más berenjenales.

En los tres primeros enunciados, el enunciador introduce por medio de es decir y o sea un segundo miembro que reformula una información ya conocida o que podría ser directamente inferida a partir del primer miembro del enunciado –o del contexto verbal o extraverbal–, pero que, por diversas circunstancias (en líneas generales, por una necesidad comunicativa orientada a facilitar la comprensión por parte de su interlocutor), quiere hacer explícita y por ello la presenta ‘como si fuese nueva’. En el primer enunciado, para el día doce sirve para especificar claramente la referencia temporal marcada con el lunes de la semana que viene y aclara cualquier posible duda en la asignación de dicha referencia por parte del interlocutor; en el segundo, la reformulación no está ya basada en un problema de asignación de referencia, sino en la especificidad o necesidad de explicitar el sentido textual de estar de vacaciones y sus consecuencias; y en el tercero, tenemos la característica ampliación significativa (en este caso, de la palabra inmortal) por medio de una definición. En los tres últimos enunciados nos topamos con el segundo tipo de reformulación: el enunciador no intenta ahora facilitar la comprensión por parte

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de su interlocutor, sino que usa la reformulación como recurso o estrategia para la negociación de la información con la cual imponer unos argumentos que presenta como si fuesen ya conocidos pero en función de una inferencia que él mismo crea partiendo de un conocimiento exclusivo (no se infiere, por tanto, del primer miembro del discurso o del propio contexto comunicativo, como resulta evidente si contrastamos la posibilidad de equivalencia entre gente normal y como tú, la parte más interesante de la casa y el cuarto de baño o, finalmente, dos proyectos al mismo tiempo y más berenjenales). Las reformulaciones introducidas son, en este caso, creaciones del propio enunciador, que presenta una determinada información no compartida ‘como si ya fuera ya conocida’ aun cuando no ha sido presentada explícitamente (presuposición de información), con el objetivo de establecer en la reformulación una inferencia dirigida que él ha elegido entre otras tantas posibles a partir de su propio conocimiento, ya que su intención es imponerla en la comunicación y no negociar sobre ella12. 3. HOMBRE En esta ocasión, abandonamos el estudio contrastivo entre marcadores para centrarnos en el análisis individual del marcador discursivo hombre, sobre el que queremos esbozar algunas reflexiones. Partiendo de la función específica de este marcador de captar o atraer la atención del interlocutor, algunos trabajos actuales incluyen el marcador discursivo hombre entre los denominados marcadores de control de contacto (véase Briz Gómez 1998:

Conviene, a este respecto, advertir de la dificultad con que, en ocasiones, el lingüista se puede topar para la delimitación de cada uno de estos tipos de reformulación, ya que no compartir con los interlocutores el contexto puede implicar no tener las suficientes armas para analizar correctamente esta clase de enunciados. En algunos casos, es cierto que los propios enunciados aportan pistas para poder analizar las reformulaciones correctamente y detectar si en un enunciado se está intentado llevar a cabo una mera aclaración comunicativa o si se está intentando imponer una determinada inferencia, pero lo cierto es que, aunque en algunos casos pueda parecer más sencillo que en otros, no contamos con un mecanismo objetivo para que nosotros como investigadores podamos dilucidar si la información contenida en una reformulación es nueva o compartida por el interlocutor, pues en no pocos casos dicha circunstancia está directamente relacionada con el saber compartido por los interlocutores y esa esfera es, en la mayoría de las ocasiones, inaccesible para el lingüista. 12

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224 o Portolés Lázaro 2001 [1998]: 145), los enfocadores de la alteridad (Martín Zorraquino/Portolés Lázaro 1999: 4171) u otras denominaciones como la de marcadores de tipo fácito nominal vocativo (por ejemplo, en Boyero Rodríguez 2002: 237). De la extensa lista de funciones comunicativas que se le asocian a hombre como marcador discursivo, podemos destacar aquí, de manera resumida, las mencionadas en su trabajo por Gozalo Gómez y Martín Rodríguez (2008: 5-6): afirmar, asentir, dar permiso, dar la razón, expresar acuerdo –Claro, hombre, Pues, claro, hombre, Sí, hombre (sí), (Sí) hombre, claro que sí, Que sí, hombre (que sí), Hombre, por supuesto–, negar, oponerse, contradecir, expresar reserva o reticencia, denegar permiso, rechazar algo –(No) hombre, (no), Que no, hombre (que no), Hombre, por Dios–, animar, insistir, tranquilizar –Venga, hombre, Vamos, hombre, Anda, hombre–, explicar, exponer razones –Pues, hombre–, ganar tiempo para pensar –Hombre, pues–, expresar sorpresa, decepción, desilusión, desagrado o molestia, lamentarse de algo –Vaya, hombre–, expresar incredulidad –Venga, hombre, Anda, hombre–, manifestar desacuerdo –Vamos, hombre–, responder a una disculpa –Nada, hombre–, expresar desprecio –Toma, hombre–, expresar desacuerdo parcial, reticencia –Pero, hombre, Hombre, pero, Hombre, es que–, regañar, llamar la atención de alguien –Pero, hombre, Pero hombre por Dios–, etc. Esta tendencia descriptiva es también la preferente en la información recogida en los diccionarios de la lengua española: el DRAE (1992: 1118) da cuenta del uso de hombre como interjección con la que se indica sorpresa o asombro, o un matiz conciliador –¡Hombre, tú por aquí! y ¡Hombre, no te enfades!–; el Clave habla del uso de hombre para la expresión de diversas sensaciones como extrañeza, sorpresa, admiración o disgusto; María Moliner (1967: 57) insiste en el valor de sorpresa –¡(Pero) hombre!– y añade otros valores como la duda, incredulidad o vacilación –¡Hombre, si te empeñas...!, Hombre, si tú me lo aseguras...!–, reconocimiento de alguien –¡Pero, hombre...!–, sentimiento o disgusto por algo –¡Pero, hombre... Qué lástima que no puedas venir!–; y Seco, Andrés y Ramos (1999: 2503) distinguen distintos usos como interjección, ya sea para expresar afecto y persuasión –¡Y no te me derrumbes, hombre!–, sorpresa o asombro –¡Hombre! ¡El rey de Roma!–, protesta o reproche –Atiende al juego, hombre, atiende a la partida, que luego perdéis y te envenenas contra el pobre Carmelo–, o, por último, duda o reserva: –A lo mejor podríamos llegar a un acuerdo, vamos, digo yo... –Pues, hombre..., todo será cuestión de que nos entendiésemos.

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En el ámbito de la lexicografía específica sobre partículas o marcadores discursivos, el Diccionario de partículas discursivas del español (DPDE) no aporta datos, por el momento, con respecto al uso de hombre, aunque sí lo hace el Diccionario de partículas de Santos Río (2003: 410), en el que, a pesar de que se intenta sistematizar esta tendencia enumerativa, no se termina por asignar a hombre funciones globales, y se habla de seis valores para este marcador: 1) expresión reactiva fática que indica dubitación o indecisión ante lo aseverado, propuesto o preguntado por el interlocutor –A: ¿Quién juega mejor? B: Hombre, depende un poco de qué entendemos por jugar mejor–; 2) expresión autorreactiva de rectificación o de reformulación aclarativa –[...] y yo no lo haría. Hombre, si del todo no quedaba otro remedio, quizá si, pero en principio, no lo haría, ya digo–; 3) expresión reactiva de muestra de disgusto, acompañada o no de reproche, ante lo que el interlocutor acaba de comunicar; en ocasiones puede aparecer reiterada –A: He perdido la bicicleta. B: Hombre (/Pero hombre), (por Dios); A: Me han suspendido en todas. B: Pero hombre, pero hombre–; 4) expresión reactiva de asentimiento evidencial enfático a lo que el interlocutor acaba de decir –A: Goya es un pintor de mucha fuerza. B: Hombre (con posible pronunciación ditónica ¡Hóm...bré!–; 5) expresión de sorpresa ante un hecho o dicho –Hombre, si están televisando el partido. Pero, ¿no decían que no lo iban a dar por la tele?–; y 6) uso vocativo que quedaría fuera de la consideración de esta unidad como marcador discursivo y que sería el correlato masculino del vocativo mujer –Hombre, no seas así; No, hombre no: así no harás nada13. A nuestro juicio, este modo de proceder no es del todo adecuado para la correcta delimitación de la funcionalidad del marcador hombre en nuestra len-

En este último caso, estamos ante un uso distinto de hombre, como hace bastantes años ya había intuido Beinhauer: “el vocativo hombre tiene la particularidad de aplicarse en tono familiar incluso a sujetos femeninos de cualquier edad, y su significado originario se ha desvanecido de tal forma, que no solo se usa para seres humanos, sino en general para toda especie de seres vivos, por tanto también para animales” (1963: 29). Sirvan, así pues, estas palabras para dar cuenta de la diferencia fundamental que existe entre hombre como interjección y hombre como forma apelativa, a la que más recientemente han hecho mención otros autores. Entre ellos, Portolés Lázaro (2001 [1998]: 72-73) advierte que, en su segundo uso, la palabra conserva alguna posibilidad de flexión y combinación, mientras que, en su uso como interjección, la palabra es invariable (hombre/*mujer). Este carácter de invariabilidad es el que le confiere su inclusión entre los marcadores del discurso (véase Martín Zorraquino/Portolés Lázaro 1999: 4172). 13

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gua. No parece que funciones comunicativas como las anteriores sean, por sí mismas, elementos válidos para la descripción del marcador discursivo hombre, en primer lugar, porque los matices comunicativos señalados no provienen del análisis del marcador discursivo en cuestión (en este caso, hombre), sino de otros elementos lingüísticos que lo acompañan en el discurso; y, en segundo lugar, porque, incluso tratándose de características directamente deducibles de hombre, éstas no constituyen valores sistemáticos y constantes de este marcador en nuestras interacciones comunicativas, sino meros efectos expresivos accidentales dependientes de cada contexto de comunicación específico. A nadie se le escapa que la descripción de múltiples efectos expresivos no consigue explicar la esencia de los mecanismos gramaticales ni tampoco detalla las características que hacen que sus diferentes usos en contextos específicos sean posibles14. Un estudio lingüístico basado en la enumeración de efectos contextuales solo nos conduce a la confección de una lista desordenada de valores basados, generalmente, en el criterio de la ocurrencia y que nunca puede ser la explicación última ni completa de un determinado fenómeno u objeto de estudio, por no mencionar además el hecho de que con este modo de operar no se conseguirá con facilidad abarcar todas las potencialidades contextuales pues, como afirma Coseriu, “no es fácil imaginar cuántas cosas son posibles, e incluso usuales, en situaciones determinadas” (2007: 103), ni tampoco deslindar las características permanentes y esenciales de las accesorias y contextuales en la funcionalidad de un elemento. Si lo que perseguimos es delimitar el o los valor(es) sistemático(s) del marcador del discurso hombre, habrá que intentar subsumir la multiplicidad de valores contextuales que suele acompañar la descripción de hombre en nuestra lengua por medio de un proceso de selección de aquellas características que son comunes a la pluralidad de contextos, prescindiendo de aquellas que no comparten todos ellos, esto es, aquellas que forman parte de la información accidental de cada acto de habla concreto pero no lo caracterizan en su globalidad, independientemente de los valores expresivos que el contexto pueda aportar en cada caso en función de aspectos pragmáticos no

En palabras de Matte Bon, nuestro trabajo “no debe consistir en enumerar efectos expresivos, sino en explicar la esencia de cada mecanismo y cada operador, detallando las características que hacen que sus diferentes usos en contextos específicos sean posibles” (1997: 5). Véase también Matte Bon (1999), donde se propone una serie de principios generales para la conceptualización gramatical y se insiste nuevamente en este y otros problemas relacionados. 14

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sistematizables15. Nuestra propuesta al respecto se centra –como ya hemos visto– en una defensa del análisis de las operaciones de la gramática en su dimensión comunicativa, que nos aporta la presencia de dos funciones básicas diferenciadas para este elemento en su consideración como marcador: 1) introduce una reformulación o 2) expresa una actitud de reacción, como se expresa en el siguiente gráfico: EJE DE LAS INFORMACIONES

RELACIÓN ENUNCIADOR-ENUNCIADO

Introduce un segundo miembro del discurso con estructura informativa remática (elementos nuevos o no presupuestos) que sirve de reformulación de un primer miembro del discurso.

El enunciador controla la reformulación y dirige la inferencia hacia una información unívoca que presenta como equivalente a otra anterior a pesar de que en principio supone una rectificación a lo expuesto en un miembro anterior.

Introduce un miembro del discurso que supone una reacción con respecto a una determinada información contextual previa compartida o no entre los interlocutores.

El enunciador manifiesta una actitud con respecto a una determinada información contextual previa compartida o no entre los interlocutores.

Hombre

Ejemplos del marcador hombre como introductor de reformulación pueden ser los siguientes, en los que el enunciador introduce una nueva formulación de lo expuesto en el miembro anterior para rectificar lo anteriormente expresado16: (25)

Me he estudiado todo lo que entraba: el tema uno, hasta con la tabla, el tema dos, que era bastante complejo... Hombre, no me he mirado los exámenes de otros años, pero no por nada, sino porque no he podido conseguirlos. Pero espero poder aprobar.

15 Para una revisión de algunas de las cuestiones que consideramos básicas para el estudio lingüístico, véase Gaviño Rodríguez (2009b: 185-189). 16 Esta función se corresponde, en parte, con el segundo de los tipos de reformulaciones que hemos especificado para los marcadores es decir y o sea, aunque parece que la reformulación introducida por hombre está casi restringida a aquellos casos en que se quiere llevar a cabo una rectificación de lo dicho y no al resto de casos en que sí parece que funcionan es decir y o sea.

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Por ahora del chaval me gusta todo. Hombre, tiene sus cosas, pero en general me cae bastante bien y creo que puede cuajar la cosa.

Ejemplos del marcador hombre como expresión de una reacción a una intervención anterior, con respecto a la cual muestra una determinada actitud, tenemos los siguientes: (27)

A: Pues yo no lo sabía pero me han llamado para decírmelo hoy mismo. ¡Qué alegría! B: ¡Hombre! Habrá que celebrarlo, ¿no?

(28)

A: Este fin de semana os espero para la barbacoa. ¿Vais a venir, no? B: Hombre, tendré que hablarlo con Ana a ver si ya tiene planes y luego te digo17.

Es el contexto, los valores ilocutivos de lo dicho, así como la información aportada por otra serie de factores como la posición que ocupa el marcador en el enunciado18 o los rasgos prosódicos19 los que nos llevan a poder inter17 En una línea similar, Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4172) indican que el marcador sirve para establecer una vinculación con el miembro del discurso al que remite y comentarlo mostrando la actitud del hablante respecto a este. Para estos autores, el marcador posee la capacidad de indicar las relaciones (amistosas, corteses, etc.) que establece con el interlocutor el que habla. La función pragmática fundamental de hombre consiste, así pues, en reforzar la imagen positiva del hablante: “hombre imprime un tono amistoso a la conversación; tiñe las relaciones entre los interlocutores de cierta familiaridad o complicidad (incluso si se da el tuteo entre ellos) [...]. Con hombre el hablante atenúa, en las intervenciones reactivas, la expresión de la disconformidad con lo dicho por el oyente e incluso introduce efectos paliativos para calmar su posible enfado; de modo análogo a como, en las intervenciones iniciativas y reactivas, el que habla atempera, con la partícula, un enunciado directivo para evitar que su actitud exhortativa o imperativa moleste al oyente. Con el marcador se puede provocar también cierto tono festivo, chistoso, alegre, etc., para señalar la sorpresa que algo –una situación o lo dicho por otro– provoca. Normalmente, se trata de una partícula ‘reactiva’: refleja siempre la reacción ante algo implícito o explícito” (ibíd.: 4173). 18 Algunos estudios, como el de Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4174-4175) vinculan, de manera sistemática, la posición del marcador en el enunciado con un determinado valor: en posición inicial, estos autores defienden que hombre posee dos efectos de sentido, o atenuar la disconformidad o acompañar una réplica para darle una expresión de alegría, sorpresa festiva, etc., mientras que en posición final, hombre se tiñe del valor ilocutivo que presenta el enunciado que lo precede. Nuestra opinión al respecto dista de esta postura, pues consideramos que, a la luz de los contextos y enunciados analizados, esta sistematización no

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pretar contextualmente esa actitud de reacción y a hablar de valores como la sorpresa, la incredulidad, el desacuerdo, etc., ya que el marcador discursivo en sí mismo no posee esa información; solo nos ayuda a delimitar cómo se inserta, desde una perspectiva general, lo que decimos en el discurso20. es tan lineal: ni siempre que aparece hombre en posición inicial del fragmento del discurso atenuamos o acompañamos una réplica (con A: Juan, vendrás a mi fiesta mañana, ¿no? B: Hombre, claro que sí voy a ir, ¿cómo iba a faltar a tu fiesta? se puede intensificar el acuerdo, por ejemplo), ni todos los casos de posición final están revestidos del valor ilocutivo del enunciado al que acompaña. Dada la falta de estudios que determinen claramente las diferencias de sentido o alteraciones que con el cambio de posición pueda originarse en un determinado enunciado como, por ejemplo, Faltaría más, ¡hombre!/¡Hombre, faltaría más!, entre otros tantos, preferimos por el momento no ahondar en esta cuestión. 19 Estos efectos suelen estar favorecidos en bastantes ocasiones por factores entonacionales que, aunque provocan la aparición más o menos inmediata de uno de estos valores, no deben ser generalizables a todos los casos, tal y como infería el propio Beinhauer: “no se puede generalizar, pues en estos casos, como en tantísimos análogos, aún tratándose de la más insignificante partícula, lo que siempre determina el matiz de la entonación es la respectiva situación de cada momento” (1963: 164). 20 Esta función de hombre como expresión de una reacción no tiene relación alguna con el valor que tradicionalmente se le adjudica a este elemento como enfocador de la alteridad. Para nosotros, la apelación al interlocutor por medio de hombre no es propia de su uso como marcador del discurso, sino exclusivamente del originario y todavía frecuente uso de este elemento como vocativo (cuyo correlato femenino es el elemento mujer) en ejemplos como Venga, hombre, no te enfades, ¡Hombre de poca fe, créeme en todo lo que os digo!, en los que siempre es posible la variabilidad flexiva del elemento hombre. Esta circunstancia no se da en el uso de hombre como marcador discursivo: en algunos casos, porque la referencia al oyente queda cubierta por otros elementos discursivos (Hombre, Pili, ya veremos qué hacemos, no te pongas así); en otros, porque, aun sin hacerse patente la referencia al oyente, la verdadera función del elemento hombre está en un nivel metaoperacional, de referencia al propio discurso, mostrando, como ya se ha visto, la vinculación del marcador con el miembro del discurso al que este remite (Hombre, claro que sí, Hombre, no sé yo, etc.). Con todo, no negamos con estas palabras la posible interpretación del elemento hombre como enfocador de la alteridad, pero sí nos parece que esta última función es incompatible con la de marcador: cuando el elemento hombre desempeña la función de apelación al interlocutor, siempre es aceptable la flexión de hombre (Hombre/mujer, claro que sí, Hombre/mujer, no sé yo), lo que niega inmediatamente su inclusión entre los marcadores. Aunque en algunos casos pueda parecer más sencillo que en otros dilucidar qué nos quiere decir el hablante con su enunciado, no existe en realidad un mecanismo fijo ni exacto para que nosotros como investigadores podamos saber cuándo el elemento hombre hace referencia al oyente o bien aparece como un marcador que expresa una reacción, salvo la interpretación del contexto comunicativo. Esta no es razón para negar la validez de lo propuesto, pero sí constituye un inconveniente que se instala en la esfera del investigador para dilucidar cada uno de estos mecanismos en cada enunciado. Por ejemplo, el enunciado Hombre,

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Hay que tener en cuenta además que la funcionalidad de hombre como marcador que expresa una reacción no siempre está condicionada por la aparición de una intervención anterior del interlocutor. En algunas ocasiones, son ciertas informaciones contextuales (explícitas cotextualmente o implícitas) las que originan estas expresiones de reacción con hombre, como puede suceder en los siguientes ejemplos con intervenciones iniciativas reacticas: (29)

¡Hombre, ya era hora de que nos viéramos!

(30)

¡Hombre, mira dónde estaban las gafas!

(31)

Hombre, ¿no vas a tener hambre, si no has comido nada?

(32)

Hombre, menos mal que habéis venido.

En tales casos, nos encontraríamos ante la manifestación de una reacción del enunciador con respecto a una determinada información contextual, como puede ser, por ejemplo, la sorpresa por volver a ver a un conocido o la alegría por encontrar un objeto perdido, entre otros valores no sistematizados previamente en tales fórmulas21. 4. ADEMÁS Y ENCIMA No parece que en el ámbito lexicográfico contemos con una amplia información para la descripción de además y encima como marcadores. La mayoría de los diccionarios generales del español solo consideran estas unidades como adverbios y apenas llevan a cabo alusiones mínimas a su función gramaclaro que sí, según la intención del hablante, puede poseer dos interpretaciones: vocativo, enfocador de la alteridad o marcador de reacción ante una información previa. 21 Esta circunstancia no impide que podamos seguir colocando en este elemento la etiqueta de ‘conversacional’, ya que esta engloba también a las denominadas por Báez San José conversaciones monologales monológicas (véase su propuesta teórica de distintos tipos de conversación en monologal monológico, monologal dialógico, dialogal monológico y dialogal dialógico en Báez San José 2002). La consideración de este modelo de conversación en nuestra teoría, evita, además, la necesidad de aludir (como hacen, por ejemplo, Martín Zorraquino/Portolés Lázaro 1999: 4173) a la existencia de un desdoble del hablante en casos como los anteriores en los que tenemos una reacción ante una situación que sorprende.

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tical como marcador –por ejemplo, el DRAE (1992: 41, 823-824) los cataloga como adverbios de cantidad y Moliner (1966: 54, 1104) sigue en la misma línea, aunque los incluye entre las expresiones aditivas–. En el terreno especifico de la lexicografía sobre partículas o marcadores discursivos, los datos no son mucho más satisfactorios: el DPDE no trata ninguno de estos dos elementos y, en su Diccionario de partículas, Santos Río (2003: 175, 360) los incluye entre sus entradas, pero sigue refiriéndose a ellos como adverbios oracionales. Para Fuentes Rodríguez (1987: 98), además es un elemento que favorece la cohesión textual, pues apunta a algo anterior, pero no conecta enunciados, sino que aparece entre oraciones. Sobre encima, afirma que posee el valor de ‘a pesar de todo’ y ‘además de muchas cosas’, apuntando hacia un conocimiento extralingüístico compartido por hablante y oyente, o bien hacia algo dicho con anterioridad en el discurso y añadiendo un contenido modal admirativo ante la conexión propuesta. La expresión de este valor modalizante para encima (que lo diferencia de además) también ha sido defendida recientemente por Domínguez García (2007: 60, 66-68), que sostiene que, en aquellos casos en que se quiere transmitir su malestar, reproche o no conveniencia del hecho que relata, el hablante usa encima y no además, y que cuando no existe esa marca pragmática, no se usa este conector: (33)

En varios viajes por Andalucía, a lo largo de estas últimas décadas, he podido disfrutar de la contemplación de la inmensidad y la belleza de los olivares de esta tierra. Además/*Encima, es un encanto la belleza que supone ver todo lo que alcanza la vista plagada de olivos siempre verdes22.

Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4094-4095) los incluyen entre los denominados conectores aditivos. De además afirman que vincula dos miembros del discurso con la misma orientación argumentativa; y de encima que, aparte de servir también para relacionar dos miembros del dis-

En realidad, ni todas las connotaciones de encima son negativas ni este valor negativo que se le adjudica al marcador encima ha de considerarse sistemático, pues depende del contexto, como muy bien afirma Portolés Lázaro (2000a: 107). Santos (2003: 360) recoge también en su diccionario esta misma idea al comentar que, aunque frecuentemente este elemento introduzca un hecho catalogado como “negativo” en el contexto, esta no es condición para su aparición, como demuestran, por ejemplo, los siguientes enunciados: Son más cómodas, más bonitas, mucho más resistentes y, encima, cuestan menos dinero, Tiene mucho dinero y encima es guapísimo, Estoy haciendo lo que me gusta. Y encima me pagan. 22

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curso con la misma orientación argumentativa, se distancia del primero porque presenta el miembro del discurso que lo precede como un argumento suficiente para llegar a una conclusión determinada. Para Domínguez García (2007: 60, 66), sin embargo, ambos conectores coinciden en la función de añadir un sobreargumento a un argumento anterior que ya se suponía suficiente para una conclusión, con lo cual lo que hacen ambos es reforzar ese argumento precedente. Aparte del valor modalizante de encima que para esta autora es una característica diferencial de este marcador, Domínguez García aporta también una exigencia de organización textual que condiciona la aparición de encima en enunciados como el que previamente hemos reproducido: para que encima pueda aparecer de forma apropiada, el discurso tiene que iniciarse con un enunciado que contenga la conclusión de la argumentación que se va a desarrollar en él. De ese modo, encima se relacionará con un argumento al que le habría antecedido la exposición del tópico, una especie de marco temático en el que se mueven los argumentos (2007: 67).

La ausencia en el texto de un marco inicial es –en opinión de esta autora– la que impide el uso del marcador encima. Si incluimos un enunciado marco inicial, se hace posible su aparición, ya que en tal caso sí tenemos la organización discursiva “marco temático/conclusión argumentativa”: (34)

Habría que considerar al olivo monumento nacional. En varios viajes por Andalucía, a lo largo de estas últimas décadas, he podido disfrutar de la contemplación de la inmensidad y la belleza de los olivares de esta tierra. Encima, es un encanto la belleza que supone ver todo lo que alcanza la vista plagada de olivos siempre verdes.

Desde nuestra perspectiva, este aspecto no es del todo definitivo, no solo porque no vemos anomalía alguna en la sustitución inicial entre además y encima, sino también porque, en caso de que esta circunstancia fuera una necesidad, este criterio chocaría frontalmente con las posibilidades que el contexto brinda a los hablantes para que ese enunciado marco del que se habla pueda ser elidido del texto cuando la información que contiene forma parte de los propios saberes compartidos. En aplicación de nuestro estudio, las funciones de los marcadores además y encima quedan recogidas en el siguiente cuadro:

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EJE DE LAS INFORMACIONES

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RELACIÓN ENUNCIADOR-ENUNCIADO

además encima

Introduce un segundo miembro del discurso que añade un sobreargumento con la misma orientación argumentativa que el primer miembro del discurso.

El enunciador presenta el miembro del discurso que introduce como un refuerzo del argumento precedente para alcanzar y explicitar, de este modo, la inferencia que se puede obtener de lo dicho previamente.

encima

Introduce un segundo miembro del discurso que añade un contraargumento al primer miembro del discurso.

El enunciador presenta el miembro del discurso que introduce como una atenuación de la conclusión que pudiera obtenerse del argumento del primero para alcanzar y explicitar, de este modo, una inferencia contraria a la que se puede obtener de lo dicho previamente.

Ejemplos de los marcadores además y encima en función de introductores de adición argumentativa son los siguientes: (35)

Trabajo en lo que me gusta y además/encima me pagan bien.

(36)

No tengo trabajo y además/encima estoy enferma.

(37)

Le insultaron y además/encima lo apalearon.

(38)

Soy fea y además/encima me lo dicen.

En ellos, el marcador nos indica que el enunciador, a pesar de tener en cuenta que lo dicho previamente es suficiente para llegar a la conclusión esperada (trabajo en lo que me gusta, no tengo trabajo, le insultaron, soy fea), considera útil añadir un elemento más en la misma línea argumentativa para reforzarlo (me pagan bien, estoy enferma, lo apalearon, me lo dicen, respectivamente). En estos casos, la valoración del enunciador hace más referencia al primer miembro del discurso que a la información transmitida con la adición. Distinta es la situación que observamos en los siguientes enunciados, en los que no parece normal la aparición de además: (39)

Lo hace todo mal y encima/*además le suben el sueldo.

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(40)

Tiene trabajo y encima/*además nos pide dinero todos los fines de semana.

(41)

Come sano y encima/*además engorda.

(42)

He salido con ellos para divertirme y encima/*además estoy aburrida.

Aquí contamos con enunciados en los que a un argumento inicial no se le añade un sobreargumento, sino un contraargumento (lo hace todo mal – le suben el sueldo, tiene trabajo – nos pide dinero todos los fines de semana, come sano – engorda, he salido con ellos para divertirme – estoy aburrida) que, en lugar de reforzarlo, lo debilita con el fin de obtener una inferencia distinta a la que podría apuntar lo dicho previamente. Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4095) señalan como una diferencia entre además y encima la capacidad de este último de introducir una conclusión opuesta a la esperada a partir del primer miembro (Se te compra una casa y, encima, lloras), pero no llegan a considerar a partir de esa idea la presencia de una distinta relación entre estos miembros del discurso, a pesar de que todos estos casos parecen responder a la función de la contraargumentación: vincular dos miembros del discurso de tal modo que el segundo se presenta como supresor o atenuador de la conclusión que pudiera obtenerse del primero. Quizás la sustitución en los anteriores casos del aditivo además por uno plenamente especializado en la función contraargumentativa sirva para ver con mayor claridad esta idea: (43)

Lo hace todo mal y sin embargo le suben el sueldo.

(44)

Tiene trabajo y sin embargo nos pide dinero todos los fines de semana.

(45)

Come sano y sin embargo engorda.

(46)

He salido con ellos para divertirme y sin embargo estoy aburrida23.

23 Aunque esta posibilidad de sustitución no se plantea, en principio, en aquellos enunciados en los que además y encima son usados como introductores de adiciones a un argumento (Trabajo en lo que me gusta y *sin embargo me pagan bien, No tengo trabajo y *sin embargo estoy enferma, Le insultaron y *sin embargo lo apalearon, Soy fea y sin embargo me lo dicen), habrá que tener en cuenta que solo el análisis completo de una conversación podrá delimitarnos con garantías la presencia de una adición o una contraargumentación en un enunciado concreto.

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5. CONCLUSIONES Nuestro objetivo fundamental en este trabajo ha sido el de intentar aportar nuevas pistas para el estudio de los marcadores del discurso en español por medio de una aproximación metaoperacional que, partiendo del estudio de los dos ejes fundamentales en torno a los cuales se organizan los diferentes mecanismos gramaticales (el eje de las informaciones y las actitudes del enunciador en relación con el enunciado) pueda ofrecernos unos renovados y esclarecedores avances para la descripción lingüística de estas partículas en nuestra lengua. Este trabajo no ha hecho más que comenzar. Ahora toca recorrer el camino para intentar sobrepasar, a partir de los planteamientos señalados, el carácter provisional de nuestro estudio. No estamos, ni mucho menos, ante soluciones definitivas. Tampoco pretendemos que aquellas que aquí esbozamos tengan que sentar cátedra. Ni hay panacea para el estudio lingüístico, ni manejamos tantas certezas como parece revelar nuestro análisis. Esperamos, por tanto, que sepan entender el objeto de nuestra razón, que no fue otro que el de intentar, con el espíritu crítico del investigador, comprender mejor el funcionamiento de estos marcadores en el complejo entramado de relaciones y operaciones con que la lengua se choca día a día en su uso como instrumento comunicativo.

Supongamos, por ejemplo, que en una conversación entre dos amigas, una comenta lo siguiente: Lo peor es que me pagan muy mal. Está visto que para ganar dinero no se puede trabajar en lo que a uno le gusta. Si a esta intervención la otra amiga responde con un enunciado como Pues yo trabajo en lo que me gusta y encima me pagan bien (que antes hemos incluido entre los marcadores de adición basándonos en un saber compartido general que conduce a esa inferencia) parece evidente que ahora estamos ante un caso de contraargumentación en el que sí puede ser viable el intercambio propuesto por sin embargo: Pues yo trabajo en lo que me gusta y sin embargo me pagan bien. Habrá que tener cuidado, así pues, de no sobrepasar con nuestros análisis nuevamente esa frontera entre lengua y mundo de la que intentamos escapar pero que siempre acecha nuestras interpretaciones.

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MARCADORES DISCURSIVOS, VALORES SEMÁNTICOS Y ARTICULACIÓN INFORMATIVA DEL TEXTO: EL PELIGRO DEL ENFOQUE LEXICOCENTRISTA* Margarita Borreguero Zuloaga/Araceli López Serena Universidad Complutense de Madrid/Universidad de Sevilla

1. EL ESTUDIO DE LOS MARCADORES DEL DISCURSO: ¿UNA INVESTIGACIÓN SUPRAORACIONAL, COMUNICATIVA Y ORALISTA? Es sabido que el despertar de los estudios sobre marcadores del discurso fue, entre otras cosas, resultado de la adopción, tras el agotamiento en la investigación lingüística del anterior paradigma sintacticista e inmanentista, de una nueva perspectiva comunicativa y supraoracional. El abandono de la oración como límite superior y como unidad por excelencia del análisis impulsó el examen de toda clase de mecanismos de construcción del discurso, entre ellos los marcadores, cuya exploración y descripción resultaban impracticables desde los presupuestos y con las herramientas del enfoque sintáctico tradicional1: precisamente a la horma de tal enfoque se deben tanto la ya, afortunadamente, superada consideración inicial de estas unidades como elementos asistemáticos o extrasistemáticos –llamados, de acuerdo con esto, muletillas, expletivos o palabras vacías2– como la abundancia, en la actuali-

* Este trabajo ha sido realizado en el marco de los proyectos de investigación “Marcadores discursivos y la construcción interaccional del diálogo en italiano L2” (HUM2007/66134) y “Tipología textual y oralidad: del español clásico a nuestros días” (HUM2007/60410), financiados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, a los que pertenecen, respectivamente, por orden de firma, una y otra autora. 1 Véase López Serena/Borreguero Zuloaga (2010: 326, n. 4). 2 Algunos comentarios de autores que consideraban marcadores del discurso como entonces “verboides empalagosos” y “exclamaciones de autocomplacencia” y el uso de bueno como resultado de “una pereza mental que debe corregirse” se pueden ver en Cortés Rodríguez (1991: 8889, 99). Y es que, como señalaba Cortés Rodríguez hace ya casi dos décadas, “hablar de una forma tan generalizada, como solemos hacer, de estos elementos [con etiquetas como muletillas o palabras vacías o de relleno era] una manera de seguir ignorando su función; [y] difícilmente

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dad, de caracterizaciones de estas unidades que recurren a una definición no de lo que son, sino de lo que no son en relación con la estructura oracional: no son parte integrante de la organización sintáctica, no contribuyen al significado proposicional, son independientes prosódicamente, etcétera. En esta renovación pragmático-discursiva de los estudios lingüísticos tuvieron también mucho que ver el distanciamiento con respecto a la concepción de la comunicación como proceso de codificación y descodificación y su sustitución por una concepción inferencial de la comunicación3 y el creciente interés suscitado por la lengua hablada4. No es de extrañar, por tanto, que muchas de las contribuciones al mejor conocimiento de las unidades que consideramos marcadores se centren en corpus medial y concepcionalmente orales, esto es, procedentes de interacciones fónicas en condiciones próximas a la máxima inmediatez comunicativa5. Aun así, no sería del todo acertado colegir que, dada la vinculación que se suele establecer entre el estudio de los marcadores del discurso y el análisis de la lengua hablada6, en este ámbito de investigación hayamos logrado desprendernos por completo del peso de siglos de observación del funcionamiento del lenguaje a través de la óptica distorsionante de la lengua escrita7. De hecho, en el panorama inicial de estudios sobre marcadores del discurso apenas había conciencia de la necesidad

podemos [...] llegar a su conocimiento si no somos capaces [...] de delimitar las funciones de unas y otras” (1991: 14). 3 Véase, por ejemplo, Portolés Lázaro (1993: 142). 4 Sobre la influencia recíproca entre teoría lingüística e investigación de la lengua hablada en la lingüística contemporánea, véase López Serena (2007: apartado 2.2). 5 A propósito de esta terminología, véanse Koch/Oesterreicher (1985, 2007 [1990]), López Serena (2002, 2007) o López Serena/Borreguero Zuloaga (2010: apartado 2). 6 Véase, por ejemplo, López Serena/Borreguero Zuloaga (2010: apartado 1). 7 Véanse Portolés Lázaro (1995: 162), Pons Bordería (2000: 193) y, mucho antes, Parisi/Castelfranchi (1977: 172): “Nuestras teorías sobre el lenguaje, nuestras gramáticas, son fundamentalmente teorías de la lengua escrita, elaboradas, sin embargo, sin una conciencia precisa de esta limitación y, por tanto, aplicadas con las inevitables distorsiones a la lengua hablada e incapaces de indicar las características específicas de la actividad de hablar y de la de escribir” (apud López Serena 2007: 41, n. 28; véanse asimismo las referencias bibliográficas recogidas en esa misma nota); también, en relación, con los problemas que ciertas asunciones escriptistas han podido propiciar en el estudio de los marcadores del discurso, Llorente (1996), Briz Gómez (1997: 11-12), Christl (1998: 145), Cortés Rodríguez (2006: 106) y López Serena (2005, 2008b).

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de replantearse dicha óptica8. Más bien al contrario, en cierto sentido casi podría decirse que estos comenzaron de espaldas a la lengua hablada, o al menos a lo específico de la lengua hablada9. En cualquier caso, y por lo que respecta, al menos, a los primeros tiempos, tampoco volverse hacia los estudios del español coloquial habría resulPueden servirnos como muestra unas palabras de Portolés Lázaro (que reproducimos aquí, como es evidente, no con ánimo crítico, sino por su interés historiográfico), en que, antes de que se hubiera constatado que las unidades que en ocasiones funcionan como conectores (esto es, como guías para el establecimiento de inferencias) en el discurso planificado (concepcionalmente escrito) pueden realizar otras funciones en el discurso prototípicamente coloquial (por ejemplo, en relación con el proceso de construcción del discurso sobre la marcha propio de lo concepcionalmente hablado), sostenía lo siguiente: “La frecuente utilización de conectores como retardadores o muletillas no debe hacernos pensar que nos encontramos ante una de sus funciones lingüísticas. Se trata solo de un reflejo más de la impericia de los hablantes” (1993: 159). Y ello a pesar de que algunos años antes Narbona Jiménez hubiera clamado por la necesidad de emprender “un estudio tipológico de las expresiones que cumplen un papel de arranque, mantenimiento o cierre en el modo de organizarse las unidades secuenciales del coloquio”, por cuanto “[u]na cosa es que una sintaxis escasamente elaborada acuda insistentemente a asideros o apoyos distintos de las conjunciones enumeradas en nuestras gramáticas, y otra muy distinta calificarlos de elementos superfluos o sobrantes, dado que en muchos casos resultan imprescindibles como engarces textuales” (1986 [1989]: 253). 9 En este sentido, se ha denunciado que el excesivo peso que la investigación sobre marcadores otorga a los conectores lógico-semánticos en detrimento de otras unidades de conexión y organización, no de contenidos proposicionales, sino de actos de habla, se debe a que “los estudios sobre conectores discursivos realizados en los últimos años olvidan o no tienen suficientemente en cuenta que los principios organizativos de la lengua hablada y la lengua escrita son por naturaleza disímiles, y llegan a establecer conclusiones a partir de mezclas indiscriminadas de datos del español oral y del español escrito” (Llorente Arcocha 1996: 20). Es más, probablemente las caracterizaciones de los marcadores del discurso se han concentrado en los que Cuenca Ordiñana denomina conectores parentéticos precisamente por un motivo similar: “estos elementos constituyen el grupo más numeroso de los conectores/marcadores discursivos, en especial en el texto escrito” (2001: 225; énfasis nuestro). Ahora bien, por nuestra parte, debemos advertir que, aunque coincidimos con Llorente Arcocha en la necesidad de llamar la atención sobre el posible sesgo escriptista (luego nos centramos en el lexicocentrista) de la investigación sobre marcadores discursivos, para nosotras, la verdadera razón de ser de estas reflexiones está en el carácter prospectivo y no retrospectivo de las críticas que encierran, es decir, en el hecho de que permitan abrir nuevas vías de investigación, sin necesidad de cancelar las ya abiertas. De ahí que no podamos compartir con ella la lectura tremendamente descontextualizada y, como tal, ilícitamente sesgada que realiza de algunos trabajos de José Portolés Lázaro o Catalina Fuentes Rodríguez pioneros en este ámbito. No es de extrañar que los propios Portolés Lázaro (2000: 102, n. 2) y Fuentes Rodríguez (2001, passim) afirmen no reconocerse en ciertas afirmaciones que Llorente Arcocha les atribuye. 8

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tado de gran ayuda para la superación de este sesgo escriptista. Y ello porque también la femología10 hispánica había echado a andar con visiones de su objeto de estudio deformadas por las lentes de la escritura y haciendo gala de una postura que en el título de este trabajo hemos denominado lexicocentrista. En efecto, durante muchísimo tiempo, en el estudio del español coloquial el análisis no fue más allá de la consideración de fenómenos léxicos o fraseológicos, con escasa relación con esquemas de construcción; de ahí que Antonio Narbona Jiménez soliera lamentarse de que bastaba con revisar las obras más conocidas sobre el español coloquial para comprobar “que ha[bía] una atención grande a las formas estereotipadas (o casi), a las construcciones típicas, a las fórmulas consagradas o fijas, a las locuciones hechas, a los clichés, dichos o refranes, etc., esto es, expresiones pertenecientes todas a lo que se conoce como discurso repetido, y no a la técnica libre del discurso” [Coseriu 1977: 113-118] (1988 [1989]: 156)11.

En nuestra opinión, a este respecto el problema principal reside en el hecho de que si bien, por una parte, el giro pragmático-discursivo de la lingüística ha propiciado, indudablemente, una necesaria inflexión desde la abstracción excesiva del sistema y la insuficiencia de la oración como nivel superior de análisis hacia la variación y organización propia del uso comunicativo12, por otra parte, la lingüística contemporánea no ha experimentado tampoco –o al menos no lo suficientemente– un giro de la atención desde modelos predominantemente estáticos de explicación, que hacían equivaler la competencia lingüística a la posesión de un inventario homogéneo de unidades (como los que constituyen, claro está, los repertorios léxicos), hacia modelos verdaderamente dinámicos, interesados por los procesos de construcción e interpretación de los discursos. El sesgo que hemos denominado

Este neologismo, inicialmente propuesto con la forma femiología, fue acuñado por Gregorio Salvador (1977 [1987]) para dar nombre al conjunto de estudios sobre la lengua coloquial. Más tarde perdió la i, debido a que Rodríguez Adrados consideraba etimológicamente más correcto femología y sus derivados, según señala Salvador al incluir el trabajo de 1977 en su libro de 1987 (Narbona Jiménez 1988 [1989]: 149 nota 1; 1986 [1989]: 174 nota 17). 11 A este problema se dedica mucha más atención en López Serena (2007: apartado 3.3). 12 Cuyo estudio es preciso acometer mediante unidades, no únicamente superiores a la oración, sino también, en ocasiones, llana y simplemente, diferentes de la oración y de las categorías sintácticas propias de este nivel de análisis. 10

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lexicocentrista ha privilegiado en demasía, en el estudio de los niveles de construcción del discurso superiores a la tradicional sintaxis oracional, “el enfoque morfológico centrado en las conjunciones o locuciones conjuntivas, en las que se ha hecho recaer casi todo el peso de la relación semántico-sintáctica” (Narbona Jiménez 2002: 138; véanse también 1989b, 1990). Así las cosas, no sorprende que los mayores avances en este sentido se hayan realizado en el terreno de los marcadores discursivos con función lógico-argumentativa o conectores y en el de su gramaticalización13, cuyo análisis parece aunar a la perfección la atención por los niveles superiores de la construcción del texto con toda una tradición gramatical de asignación de la función de conexión a la categoría léxica de las partículas. Y lo cierto es que, en la predilección por el tratamiento léxico y/o fraseológico tanto de los marcadores del discurso como de la lengua hablada, en detrimento, por ejemplo, de consideraciones sintáctico-prosódicas, la lingüística textual, el estudio de los marcadores y el análisis del discurso oral han compartido responsabilidades, puesto que, como acabamos de señalar, y en contra de lo que podría suponerse, tampoco el giro oralista que tuvo lugar al mismo tiempo que el desarrollo pragmático-discursivo de la lingüística se fundamentó, en un primer momento, en otra cosa que en unidades aisladas. 2. LA FUNCIÓN DISCURSIVA Y LA POSICIÓN ENUNCIATIVA COMO PARÁMETROS PARA UNA SUPERACIÓN DEL LEXICOCENTRISMO

2.1. Introducción En trabajos anteriores, hemos denunciado, de acuerdo con propuestas de autores como Per Linell (1982, 2005) o Roy Harris (1980, 1981, 1987), los problemas que, en el estudio de la lengua hablada (López Serena 2007: apartado 3.3), en la lingüística en general (López Serena 2005, 2008b), o en relación con el estudio de fenómenos como las interrupciones (López Serena/Méndez García de Paredes 2010) entraña esta perspectiva escriptista. En esta ocasión, queremos centrarnos en estos mismos problemas, pero en relación con el ámbito de los marcadores del discurso, y restringiéndonos al problema del lexicocentrismo, concretamente con respecto a dos cuestiones.

13

Véanse Pons Bordería (1998), Álvarez (2002: 9) y Pons Rodríguez (2010).

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Por una parte, nos parece necesario hacer hincapié en el peligro de no tener en cuenta que, en la lengua hablada, muchas de las funciones que por analogía con la lengua escrita se han podido atribuir en exclusiva a los marcadores discursivos son llevadas a cabo tanto por estos como por medio del funcionamiento conjunto y solidario de la entonación y del tipo de configuración sintáctica particular que muestran los discursos prototípicamente inmediatos14. Por otra parte, además, incluso aunque dejáramos provisionalmente de lado la entonación15 o los esquemas de construcción sintáctica propios de la inmediatez comunicativa16, la confección de repertorios lexicográficos de marcadores del discurso debe conjugar la atención a los valores semánticos de estos elementos con la consideración de la organización informativa de los enunciados en que aparecen. En efecto, todo marcador discursivo es portador de un conjunto de instrucciones sintáctico-semánticas que determinan tanto su posición en el interior de un enunciado como la articulación informativa de los elementos bajo su alcance en el nivel oracional y textual. Pero, a su vez, las alteraciones en su distribución en el interior del enunciado y en la articulación informativa de este pueden influir en el valor argumentativo o interaccional del marcador (Ferrari 2004, 2005, 2007, 2008; Rossari et al. 2004; Pasch et al. 2003), lo que pone en evidencia las limitaciones de un enfoque lexicocentrista que pretenda fijar el contenido semántico de los marcadores o ligarlos de forma rígida a ciertas posiciones discursivas. Esta es una reflexión que, como se comprenderá, nos parece especialmente relevante en un contexto como el de este volumen colectivo, preocupado por el tratamiento lexicográfico de estas unidades con miras a su estudio contrastivo, pero que, en cualquier caso, no queremos presentar como algo completamente diferente de lo que ya se ha empezado a hacer en este ámbito de investigación. Más bien creemos que nuestra propuesta resulta complementaria de otras como la del Grupo Val.Es.Co., que, a partir de las unidades propuestas para la segmentación jerárquica de los discursos coloquiales (véase Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002), defiende la necesidad de considerar, en el estudio de los marcadores, la uni-

Véase también López Serena (2010). Véase, a este respecto, especialmente, los trabajos de Antonio Hidalgo Navarro referidos en López Serena (2010). Una lista completa de las publicaciones de este autor se puede consultar en . 16 Véase López Serena (2007, 2008a, 2009). 14 15

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dad en que operan y la posición que ocupan en esta, en la medida en que, para ellos, “la variación funcional de los marcadores del discurso está limitada por la posición discursiva y por el tipo de unidad en que se integran” (véanse Pons Bordería 2006 y Briz Gómez/Pons Bordería 2010). Para evitar el enfoque lexicocentrista y atender tanto al hecho de que los marcadores del discurso presentan, generalmente, las mismas funciones que la entonación o las figuras de sintaxis en que cabe analizar la configuración construccional propia de los discursos inmediatos, como a la interrelación entre la posición de los marcadores discursivos y las unidades informativas del discurso, creemos necesario –con la mayoría de estudiosos de este campo17–, partir de un enfoque funcional y, por tanto, onomasiológico18. Y ello tanto en la fase de estudio propiamente dicho como en su posterior aplicación a la confección de repertorios de marcadores. Ahora bien, a nuestro modo de ver, no está tan claro que, como sostiene Fischer (2006: 3), un modelo semántico-pragmático de las partículas del discurso deba (y pueda) describir con toda precisión y exhaustividad las diferentes lecturas a que pueda dar lugar una determinada partícula, algo que, de acuerdo con esta autora, demandarían, para este tipo de unidades léxicas, las necesidades propias de su adquisición, interpretación –y añadiríamos nosotras– codificación lexicográfica19. En nuestra opinión, tratar –como solicita esta autora– de que las lecturas de las partículas discursivas que se recojan en los resultados de la investigación (y en los diccionarios) sean discretas y finitas es un objetivo irrealista, y no únicamente por las limitaciones de los investigadores, sino por las propias características intrínsecas del lenguaje, sobre todo su creatividad (véase Coseriu 1981). Y es, asimismo, un objetivo impregnado por el sesgo lexicocentrista y escriptista que ha caracterizado tradicionalmente a la reflexión metalingüística, que en el fondo vendría a seguir dando carta de naturaleza a la concepción de la comunicación en términos de mera codificación y descodificación de, en este caso, posibles lecturas de un subconjunto de unidades, los marcadores del discurso, como si fuera posible catalogar exactamente qué significaciones permiten codificar a los emisores tales y cuales marcadores, y qué significaciones podrán desco-

Véanse, por ejemplo, los trabajos recogidos en Fischer (2006). Véanse López Serena/Borreguero Zuloaga (2010: apartado 4) y López Serena (2010). 19 De acuerdo con esta postura se habían mostrado ya Hansen (1998) y Andersen (2000); véase Cortés Rodríguez/Camacho Adarve (2005: 151). 17 18

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dificar posteriormente los receptores única y exclusivamente a partir de la presencia de unas u otras unidades. Entiéndase que no decimos que haya que renunciar a alcanzar tal conocimiento, sino que hay que ser consciente de que: a) por la propia naturaleza creativa del lenguaje cualquier repertorio de tales equivalencias entre forma y función que se proponga será siempre insuficiente; de que b) habrá que ampliar el ámbito de la forma, para acoger tanto la prosodia como la sintaxis y distribución informativa de los marcadores; y, por último, de que c), en cualquier caso, todo ello nos sigue situando en una conceptualización de la lengua como código20. A nuestro modo de ver, el reconocimiento de estas limitaciones puede contribuir a desinflar las ínfulas, que creemos excesivas, sobre la pretendida “revolución” que haya podido suponer la adopción de la perspectiva pragmático-comunicativa en nuestra disciplina, así como a hacernos más prudentes sobre el alcance explicativo que puedan tener nuestras aportaciones, en la medida en que, en el fondo, siguen ancladas en una concepción que en nuestras proclamas afirmamos haber superado, pero dentro de cuyos límites continuamos actuando en la práctica. 2.2. Una propuesta funcional para el estudio de los marcadores del discurso Incluso con las limitaciones que acabamos de exponer, habrá que reconocer la diferencia entre aproximaciones empeñadas en atribuir en exclusiva a los marcadores discursivos ciertas funciones, y otras que tengan en cuenta un mayor elenco de elementos formales (marcadores del discurso, prosodia, sintaxis, estructura informativa, kinésica, etc.) correlativos a tales funciones. Precisamente, dado el gran número de manifestaciones formales que pueden 20 No se equivocan, pues, quienes, como Salvador Gutiérrez Ordóñez, se refieren al cambio de orientación operado en la lingüística en los últimos tiempos, considerándolo como un conjunto de “movimientos de tierra que arrastran consigo los cimientos del paradigma científico de los modelos estructural y generativista” y con ellos “[m]uchos de los presupuestos y propiedades que configuraban dicho modelo [que] se han venido resquebrajando” (2001: 84), pero que, en ningún caso, han dado lugar a que produjera una gran hecatombe. Se ha tratado más bien, según este autor, de “una crisis de crecimiento que no ha provocado hasta el momento grandes cataclismos ni catástrofes, ni pugnas enconadas” (ibíd.). En su opinión, “[e]sta suave transición se debe posiblemente al hecho de que los nuevos conocimientos y disciplinas no anulan las investigaciones precedentes, sino que las asimilan dentro de un marco más amplio y general” (ibíd.).

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corresponder a la realización de una determinada función, resulta imprescindible partir de las funciones, y no de las formas. Y, para ello, es necesario, a su vez, basarse en una determinada concepción de la comunicación lingüística. Estamos, pues, de acuerdo con Pons Bordería (2006) en que un modelo que se conforme con dar cuenta únicamente de los marcadores del discurso resulta de escasa utilidad. Parece más rentable un modelo más general sobre el funcionamiento del discurso, en el que también encajen estas unidades, precisamente por cuanto constituyen uno de los procedimientos posibles para llevar a cabo las tres funciones que nosotras consideramos básicas en la configuración de los discursos –la interaccional, la metadiscursiva y la cognitiva (véase López Serena/Borreguero Zuloaga 2010)–, y que, como vamos a ver en seguida, coinciden, aunque con otra distribución, por una parte, con el grueso de funciones que se han propuesto en relación con el comportamiento de los marcadores del discurso y, por otra, y esto es algo que nos parece aún más importante –debido a que propiciaría el encaje con un modelo general sobre el funcionamiento de la comunicación lingüística, como el que hemos dicho que reclaman autores como Pons Bordería (2006)–, con tres de las características que se han postulado, en concreto por Coseriu, como universales esenciales o a priori del lenguaje: la alteridad, la discursividad y la semanticidad. Como señala Álvarez, los marcadores del discurso “parecen cumplir tantas [funciones] como hay en el lenguaje mismo” (2002: 10), por lo que, añadiríamos nosotras, con cada nueva teoría del lenguaje que se geste se abrirá la posibilidad de atribuirles nuevas funciones. Álvarez se mueve dentro del marco de la lingüística textual de Halliday (y Hasan) (Halliday/Hasan 1976, Halliday 1994), donde se resaltan las funciones ideativa, textual e interpersonal del lenguaje. Otros autores diferencian funciones en los ámbitos enunciativo, argumentativo y discursivo (Moeschler 1985: 76, apud Garrido Rodríguez 1999: 784), de construcción del texto, de manifestación del hablante, de configuración del diálogo (Martín Zorraquino 1994: 709), enunciativo, informativo y argumentativo (véase, por ejemplo, Fuentes Rodríguez 2002: 32), exclusivamente informativo y argumentativo (Garcés Gómez 2002), formulativo o metadiscursivo y argumentativo (Briz Gómez 1993a, 1993b, 1997, 1998), textual e interactivo (Cortés Rodríguez 2005, 2006), etc. A estos habría que añadir el ámbito interactivo en los discursos dialógicos –así, Pons Bordería (2006) distingue entre funciones interactiva, modal y conectiva–, el cognitivo en los estudios psicolingüísticos, o la dimensión de la cortesía desde enfoques de pragmática sociocultural –que, sin embargo,

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también cabe subsumir dentro de lo interactivo, si tal dimensión se concibe de forma abarcadora, no solamente como de carácter estructural, sino también social. Hay, pues, realmente, tantas concepciones funcionales de los marcadores del discurso como concepciones de la comunicación y lo más sensato parece no cerrar la puerta al descubrimiento de nuevas funciones, puesto que eso sería como cerrarla también a la posibilidad de seguir ahondando en nuestro conocimiento sobre la comunicación lingüística. En este sentido, basta tener en cuenta las citas sobre la falta de razón de ser de muletillas, expletivos, etc., que hemos reproducido anteriormente21 para hacerse una idea del tipo de equívocos a que puede conducir tratar de explicar el funcionamiento de todas estas unidades desde el punto de vista exclusivo de su papel en una determinada concepción del lenguaje (en ese caso sintacticista), sin haber tenido en cuenta otras funciones propias de la interacción conversacional (y trasládese eso a la consideración de cualesquiera funciones que estén aún por descubrir). Asimismo, hay que tener en cuenta que las diversas funciones que se proponen a la hora de describir el comportamiento de los marcadores responden a puntos de vista diversos sobre el discurso, ya que un marcador puede desempeñar simultáneamente una u otra según estemos considerando el proceso de elaboración discursiva, la gestión de los turnos conversacionales o la construcción argumentativa del discurso. Por tanto, cada macrofunción con sus respectivas funciones responde a una aproximación teórica al texto y, como decimos, no es posible predecir qué nuevas aproximaciones teóricas surgirán en un futuro más o menos próximo en este ámbito de investigación. Ahora bien, ¿en qué consisten las macrofunciones interaccional, metadiscursiva y cognitiva que hemos diferenciado? La función interaccional tiene como principal objetivo señalar los movimientos conversacionales de los interlocutores, tanto por parte de quien ejerce en un determinado momento de emisor (toma de turno de palabra, mantenimiento del turno, control de la recepción, llamada de atención y cesión del turno) como de quien adopta el papel de receptor (informar al hablante de que se está en disposición de escucha, manifestar una cierta actitud ante la información recibida, pero sin intención de arrebatar el turno de palabra...). La función metadiscursiva concierne al proceso mismo de expresión lingüística de las informaciones que configuran el discurso. En este proceso se 21

Véanse supra notas 2 y 7.

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pueden distinguir dos tipos de mecanismos cohesivos: los que tienen como objetivo la estructuración y ordenación del discurso con el fin de facilitar al receptor su procesamiento, y los que se refieren a la formulación misma de los elementos que materializan lingüísticamente la información textual y que manifiestan la relación entre el hablante y su propio discurso (cambios en la planificación discursiva, reformulaciones, etcétera). Por último, la función cognitiva engloba todas aquellas funciones adoptadas por los marcadores (o, como decimos, por otras unidades o estructuras lingüísticas) para poner de relieve las relaciones que se establecen a) entre los contenidos proposicionales de los diversos elementos oracionales e interoracionales del texto, es decir, el tipo de relación lógica que existe entre ellos y su papel en la construcción argumentativa del discurso (función lógico-argumentativa); b) entre los contenidos expresados lingüísticamente en el discurso y los conocimientos compartidos o presupuestos por los participantes en la comunicación que le permiten al destinatario poner en marcha distintos mecanismos cognitivos de deducción e inducción (función inferencial); y c) entre el contenido textual y la actitud del hablante, que expresa desde su grado de compromiso con la veracidad de cuanto afirma hasta su disposición afectiva o emotiva respecto de lo dicho (función modalizadora de la enunciación)22. Pero vayamos ya a la propuesta concreta para un estudio menos lexicocentrista de los marcadores del discurso que deseamos presentar aquí. Ya hemos anunciado que dejamos provisionalmente de lado la entonación y los esquemas de construcción sintáctica propios de la inmediatez comunicativa, que en los discursos concepcionalmente hablados desempeñan cometidos pertenecientes exactamente a las mismas macrofunciones interaccionales, metadiscursivas y cognitivas que hemos señalado como pertinentes para el estudio de los marcadores del discurso23. Además de a esos aspectos, creemos que la confección de repertorios lexicográficos de marcadores del discurso debe prestar también atención a la interacción entre los valores semánticos de estos elementos y la organización informativa de los enunciados en que aparecen. Como hemos dicho, todo marcador discursivo es portador de un conjunto de instrucciones sintáctico-semánticas que determinan tanto su posi22 Para un desarrollo más extenso de estas tres funciones y su incidencia en la variación lengua oral/lengua escrita, véase López Serena/Borreguero Zuloaga (2010). 23 Véase López Serena (2010).

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ción en el interior de un enunciado como la articulación informativa de los elementos bajo su alcance en el nivel oracional y textual. Pero, a su vez, las alteraciones en su distribución en el interior del enunciado y en la articulación informativa de este pueden influir en el valor argumentativo o interaccional del marcador (Ferrari 2004, 2005, 2007, 2008), lo que pone en evidencia las limitaciones de un enfoque lexicocentrista que pretenda fijar el contenido semántico de los marcadores del discurso o ligarlos de forma rígida a ciertas posiciones discursivas. Pues bien, nuestro propósito final en esta contribución es mostrar cómo se puede aplicar esta perspectiva al estudio contrastivo de los marcadores entonces y allora. 3. ANÁLISIS CONTRASTIVO DE ENTONCES Y ALLORA: UN EJEMPLO DE ESTUDIO NO LÉXICOCENTRISTA

Con el análisis contrastivo entre los marcadores discursivos entonces y allora pretendemos corroborar el planteamiento presentado en relación con los problemas a los que se enfrenta la tarea de elaborar diccionarios de partículas multilingües. Es evidente que entre estos dos marcadores discursivos existe un paralelismo en lo que se refiere tanto a los valores semánticos que adquieren en el discurso como a las funciones discursivas que ambos desempeñan, especialmente en la interacción conversacional. En primer lugar, presentaremos de forma sinóptica las convergencias y divergencias de ambos marcadores desde una perspectiva funcional, que ya han sido objeto de un estudio más detallado (véase Bazzanella/Borreguero Zuloaga en prensa). En un segundo momento trataremos de demostrar que la aproximación funcional al estudio contrastivo de los marcadores, que es la base para emprender una tarea lexicográfica, no es suficiente y que, por tanto, es necesario tener en cuenta otro elemento fundamental en la descripción de estos elementos discursivos: su papel en la articulación informativa del texto. Este segundo aspecto implica preguntarse: a) en qué tipo de unidades comunicativas e informativas de un texto aparece el marcador; b) qué posición o posiciones ocupa dentro de la unidad informativa; c) cómo se relaciona su posición con la función discursiva que desempeña; y d) qué relación se establece entre el marcador, su posición en la estructura informativa y otros elementos como la entonación, la estructura sintáctica, etc.

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3.1. Polifuncionalidad de los marcadores discursivos: valores semánticos y funciones discursivas de entonces y allora 3.1.1. La elección de estos dos marcadores no es casual. Es cierto que en casi todas las definiciones y caracterizaciones de los marcadores discursivos se alude a la polifuncionalidad de estos elementos24, pero dentro de los marcadores hay notables diferencias a este respecto. Por ejemplo, las partículas especializadas en la conexión lógico-argumentativa de distintos fragmentos discursivos suelen tener una misma función vinculada a un valor semántico más o menos fijado: introducir una consecuencia, una causa, una oposición o contradicción, o bien matizar la relevancia informativa de un segmento discursivo anterior, etc. Sin embargo, entonces y allora están mucho más próximos de lo que podríamos llamar el prototipo del marcador discursivo, puesto que ambos desempeñan numerosas funciones en el discurso, sobre todo de tipo cognitivo. Esta polifuncionalidad no es solo paradigmática –de modo que a cada ocurrencia textual le corresponde un valor semántico y una función discursiva determinados–, sino también sintagmática, lo que quiere decir que en ciertos contextos se produce la convergencia de dos o más valores semánticos en una misma ocurrencia textual. La polifuncionalidad de un marcador es, de algún modo, consecuencia de un proceso de desemantización que permite que un elemento, con un contenido conceptual diluido y que encarna un valor semántico procedimental (Montolío Durán 2001), pueda desempeñar distintas tareas en la articulación del discurso, precisamente gracias a esta indeterminación y vaguedad semánticas. Por eso, nuestro análisis tendrá que atender, brevemente siquiera, a la polisemia que caracteriza a entonces y allora, y a la variedad de funciones discursivas que dicha polisemia hace posible25.

24 Véase, por ejemplo, la siguiente: “I segnali discorsivi sono quegli elementi che, svuotandosi in parte del loro significato originario, assumono dei valori che servono a connettere elementi frasali, interfrasali, extrafrasali, a sottolineare la strutturazione del discorso, ad esplicitare la collocazione dell’enunciato in una dimensione interpersonale, ad evidenziare processi cognitivi in corso” (Bazzanella 2008: 222). 25 La investigación sobre la diversidad de funciones y valores de estos marcadores discursivos ha partido del análisis de ocurrencias recogidas en varios corpus de italiano y español contemporáneos. Para el italiano: 1) A.Ma.Dis (Adquisición de Marcadores Discursivos), corpus audiovisual que recoge interacciones entre profesores nativos y aprendices de italiano L2, elaborado en el Departamento de Filología Italiana de la Universidad Complutense de Madrid

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3.1.2. Los valores de allora y su relación con las distintas funciones discursivas que desempeñan han sido estudiados minuciosamente por Carla Bazzanella y sus colaboradores (véanse Bosco/Bazzanella 2005, Bazzanella 2006b, Bazzanella et al. 2007a, 2007b, 2008, y Bazzanella/Borreguero Zuloaga en prensa). De manera menos exhaustiva se han señalado también algunas funciones discursivas de entonces basadas en la pérdida de su valor semántico nocional (véanse Montolío Durán 1991, Garcés Gómez 1994, Gaudino-Fallegger 2002, Santos Río 2003, Domínguez García 2007, Fuentes Rodríguez 2009). Aquí nos proponemos abordar, desde un enfoque contrastivo, el paralelismo existente entre los valores semánticos (y el proceso de desemantización) de allora y de entonces26. 3.1.2.1. Tanto allora como entonces tienen como valor semántico primigenio un valor temporal no actual, es decir, distinto del presente. Ambos son adverbios que delimitan el alcance de la acción verbal situándolo en una referencia temporal distinta del presente, que de alguna forma tiene que haber sido introducida previamente en el discurso –aunque en algunos casos puede aparecer en el cotexto posterior–. Por tanto, ambos adverbios tienen una naturaleza intrínsecamente fórica. En el caso de allora la propia etimología (AD ILLAM HORAM)27 es significativa a este respecto, con el valor temporal lexicalizado en HORAM y el carácter deíctico-fórico representado en el demostrativo. Este valor inactual permite que la referencia temporal sea un momento del pasado o del futuro (Garcés Gómez 1994: 218-219). Sin embargo, en este segundo caso, es obligatoria la presencia de una referencia temporal explíci-

–véanse Grupo A.Ma.Dis (2008) o Grupo A.Ma.Dis (2010); se han tenido en cuenta únicamente las intervenciones de los hablantes nativos)–; 2) la parte italiana del C-ORAL-ROM –véase Cresti/Moneglia (2005)–; 3) Athenaum, corpus de textos escritos de ámbito académico elaborado por la Universidad de Turín (); 4) LIP (Lessico Italiano di Frequenza; véase De Mauro et al. 1993). Para el español: 1) Corpus de conversaciones coloquiales elaborado por Antonio Briz Gómez y el Grupo Val.Es.Co. en la Universidad de Valencia (2002); 2) Corpus de referencia del español actual, Real Academia Española, . 26 Para una primera aproximación, véase Bazzanella/Borreguero Zuloaga (2010). 27 La etimología de entonces es más compleja: estonces < latín vulgar *INTUNCE < latín arcaico IN + *TUNC(E). Corominas (1973: 236) encuentra testimonios de estonces en torno al 1140, forma que derivaría del latín vulgar *INTUNCE, formada a su vez por la preposición IN y el adverbio arcaico *TUNCE, que más tarde en el latín clásico adoptó la forma TUNC.

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ta con la cual se establece una relación anafórica. En los siguientes ejemplos el antecedente temporal del adverbio aparece en cursiva: (1)

Nuestro hijo nacerá en el mes de mayo. ¡Cómo nos va a cambiar la vida entonces!

(2)

¿Vendrás al congreso de Lingüística General el año que viene? Pues nos veremos entonces28.

Esta capacidad de referirse anafóricamente a un segmento discursivo anterior es clave para entender los valores procedimentales que perviven cuando se produce la desemantización o pérdida de su valor conceptual temporal. En este sentido, tanto entonces como allora pueden considerarse proformas adverbiales, vacías de contenido conceptual y, por eso mismo, susceptibles de asumir múltiples significados contextuales según los diversos contextos y los posibles antecedentes. 3.1.2.2. A partir de este valor temporal anafórico se ha producido una extensión de la función adverbial a la función de marcador discursivo. En este último caso, el alcance no se limita a la modificación adverbial del verbo, sino que el conector incide sobre toda la oración, de tal manera que el contenido de esta se orienta hacia el contexto precedente. Esta extensión es posible gracias a la ya mencionada naturaleza anafórica del valor temporal y constituye una ampliación semántica a partir de los usos anafóricos de estas formas adverbiales. En el proceso de asunción de funciones propias de la marcación discursiva, estos términos desarrollan la capacidad de hacer referencia a informaciones –que ya no tienen naturaleza temporal– introducidas en el cotexto precedente, es decir, asumen un valor fórico no temporal. Este valor les permite asumir funciones discursivas, especialmente funciones lógico-argumentativas (que en nuestra clasificación funcional constituyen subfunciones de la función cognitiva).

En este ejemplo, el valor temporal parece coexistir con un valor fórico no temporal (que, como veremos más abajo, lo convierte en un conector consecutivo), constituyendo así un caso de polifuncionalidad sintagmática, es decir, de coexistencia de dos valores semánticos en una misma ocurrencia textual. 28

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a. El caso más representativo de esta función conectora, todavía en el nivel interoracional, es aquel en que entonces/allora aparecen en oraciones condicionales, como parte de una estructura correlativa (se... allora, si... entonces). La función conectora se basa en la referencia anafórica a la información –explícita o presupuesta– introducida por la prótasis. “[El] significado referencial equivale al de la prótasis de una oración condicional” (Montolío Durán 1991: 43; véase también Montolío Durán 1998). (3)

Creer que el IFE puede corregir la ley y la intención del Congreso mediante algunos girones interpretativos, creo que no resulta correcto; sobre todo, si el proyecto es el de la consolidación de la autonomía y la confianza en esta institución, porque si la ley admitiera todas las lecturas, entonces creo yo que la certeza se nos estaría esfumando de las manos (Agencia Proceso de Información, México, 1996, CREA).

(4)

Tutto può rimanere sospeso e in attesa, ma solo psicologicamente, solo nella stretta e limitata esperienza del soggetto, nel tempo in cui avviene questa esperienza virtuale: non sembra possibile evitare la verifica. Se il cambiamento è più forte, quando la trasformazione avviene nella sua natura, nella sua identità; allora è una mutazione antropologica (corpus Athenaum, ).

b. Estos conectores asumen una función lógico-argumentativa de carácter consecutivo pleno cuando el segmento discursivo introducido por ellos se presenta como una consecuencia de una información, bien explícita, o bien inferida del contexto. Ya no estamos aquí en el nivel oracional, sino en un nivel claramente discursivo. En este caso, el conector funciona como una guía para el lector/oyente, que indica las relaciones que se establecen entre los segmentos discursivos conectados (Portolés Lázaro 1998a, 1998b): su componente temporal-deíctico (entonces, cuando no ocupa la posición de modificador conectivo, remite a hechos cronológicamente lejanos de la esfera comunicativa del hablante) pasa a caracterizar hechos no lejanos en el tiempo, sino comunicativamente anteriores (o sea, ya dados en la situación comunicativa) que de un punto de vista cognitivo se dejan interpretar como el origen o la motivación de una consecuencia (Gaudino-Fallegger 2002: apart. 5).

Sin embargo, la complejidad semántica de este conectivo –motivada precisamente por su desemantización– dificulta la individuación de un único

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valor (ya sea temporal, condicional o consecutivo) en muchos de sus usos. Veamos un ejemplo en el que en la relación consecutiva se mantiene la huella del valor temporal: (5)

por lo que estamos sabiendo, los que han sobrevivido al síndrome tóxico, algunos, no todos, afortunadamente, pueden desarrollar un cuadro de este tipo y entonces podrán beneficiarse de un trasplante pulmonar (Radio, Madrid, 2/XII/1991, CREA).

Entonces asume aquí una función conectora al señalar una doble relación: por una parte, la relación temporal de secuencialidad y posterioridad de la oración introducida por entonces con respecto a la oración precedente (primero es necesario desarrollar un determinado cuadro clínico y solo después es posible beneficiarse de un trasplante pulmonar); y, por otra, la relación condicional que nos permite interpretar la oración que precede al conector como la condición necesaria para que se produzca la situación que se describe en la oración introducida por entonces (si el paciente presenta un determinado cuadro clínico, entonces podrá beneficiarse del trasplante pulmonar). En otros casos, el valor temporal ha desparecido por completo y la función desempeñada es plenamente consecutiva: (6)

Come John Thompson ha recentemente sottolineato, le esperienze mediate costituiscono ormai una componente fondamentale della vita quotidiana e la presenza dei media, vecchi e nuovi, ha completamente ristrutturato sia le condizioni dell’esperienza che i contenuti di essa. I media e i loro testi vanno allora analizzati in quanto risorse a disposizione degli attori sociali, tenendo presente che sia sul versante della produzione, che dei testi, che del contesto di consumo la doppia dimensione della struttura e dell’ azione, del vincolo e della creatività, del determinismo e della libertà convivono con equilibri sempre precari (corpus Athenaum, ).

(7)

En Tailandia, por ejemplo, hace 20 años tenía [sic] un ingreso por habitantes menor que el del Ecuador y las condiciones económicas eran inferiores. Hoy, las cifras de Tailandia están mejor que Ecuador; entonces uno pregunta por qué otros países que hace 20 años estaban en una situación inferior, por qué en 20 años han progresado y el Ecuador no. Uno de los temas que yo creo como economista y que es un problema grave que no contribuye a la economía ecuatoriana es el político. Tradicionalmente el

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Ecuador ha tenido en los últimos años un problema político y somos prisioneros de ese problema (Ecuanet, 1997, CREA).

c. En las interacciones orales, el marcador puede adoptar una función inferencial (que es otra de las funciones que integran la macrofunción cognitiva). La principal diferencia con la función consecutiva es que en estos casos no necesariamente se hacen explícitos los motivos o causas que originan el estado de cosas que se presenta como consecuencia, o las premisas que conducen de forma lógica a una conclusión, sino que se trata de un movimiento discursivo en el que el hablante presenta la consecuencia o la conclusión de su razonamiento dejando al interlocutor la tarea de reconstruir inferencialmente buena parte del proceso argumentativo. La argumentación, con sus “premisas” –en parte implícitas y en parte explícitas– y su conclusión, puede ser presentada por un único hablante, bien en un único turno, como en (8) donde la decisión de marcharse con los chicos debe ser inferida del hecho de que uno de los chicos era muy guapo, aunque no se establezca una conexión explícita entre dicha premisa y la conclusión; o bien en dos turnos consecutivos, como en (9): (8)

L: [...] una noche↑ / conocimos a unos tíos ¿no? y había unoo entre ellos que estaba pues el chico bastante bien ¿no? hab- no había ninguno así que estuviera muy mal↓ ¿no? pero había uno que es- que estaba mejor que los demás↓ y entonces nos fuimos con ellos después de que tocara la tuna↑ (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002: 96, líneas 584-589).

(9)

A: sono venuto qui così avevoo→ / una settimana di ferie // &eeh / lui è da un po’ che insiste che- → / [di venire=] B: [(( ))] A: = eccetera eccetera / allora / guarda / ho detto / va be’ / è l’occasione per↓ / anche perché § (corpus A.Ma.Dis, 1.º Valencia 4).

O bien, la conclusión de la argumentación puede ser enunciada por un hablante diverso que lleva a cabo un proceso inferencial a partir de la información que le ha proporcionado su interlocutor en el turno o turnos precedentes (Fuentes Rodríguez 2009: 153). El marcador, en este caso, adquiere una especial fuerza cohesiva al enlazar turnos de dos participantes y pone de manifiesto “il carattere interattivo dello scambio e la co-costruzione del discorso, sia nel senso di un’alta collaboratività [...] sia nel senso di una argomentazione più o

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meno controversa ma sempre compiuta ‘a più voci’” (Bazzanella et al. 2008: 946)29. Este proceso inferencial que el interlocutor debe llevar a cabo tiene como objetivo explicitar las conclusiones de una argumentación. En esta función, allora y entonces presentan una importante divergencia en lo que a su posición enunciativa se refiere, como explicaremos más abajo: (10)

B: § sì / è molto bella / [io] A: [la] conosci? B: sì / [un=] A: [ah!] B: = po’ // [sì] A. [cono]sci un po’ del mio paese allora!? § (corpus A.Ma.Dis, 1º Segovia 6).

(11)

E. bien yo que sé yo por ejemplo↑/ no sée // a mí me parece muy bien lo que hace cada uno↓ que yo no estoy de acuerdo↑ no quiere decir que yo le critique ni que no /// º(¿entiendes)º

29 Montolío Durán (1991: 44-45) habla en estos casos de procondicionantes, es decir, conectores que tienen la función de prótasis condicionales elípticas. En nuestra opinión esta función es evidente en el caso de así, pero no en el de entonces, y los ejemplos que ofrece esta autora no nos parecen absolutamente convincentes: (i) El jefe me acaba de decir que los números de hoy no cuadran. Así (las cosas) / Siendo así / Entonces hay que volver a hacer el balance de nuevo. Preferimos interpretar entonces como conector con función consecutiva, que introduce una consecuencia a partir de una información previa a la que se refiere anafóricamente. De hecho, así lo explica la propia Montolío Durán: “el uso de los procondicionantes resulta frecuente en la interacción dialógica, ya que se trata de un mecanismo muy económico de procesamiento de la información, pues ayuda a agilizar enormemente el intercambio conversacional: cuando utiliza uno de estos elementos, el hablante recoge anafóricamente la intervención anterior de su interlocutor o una información que está en el contexto y la convierte en marco o punto de partida de su propio enunciado. Esta operación [consiste] en que el hablante resume anafóricamente mediante un único elemento toda la información vertida en la intervención previa de su interlocutor, organizándolo enunciativamente a modo de información compartida a partir de la cual construye su propio enunciado [...] no se trata de unir solo oraciones, sino enunciados comunicativos diferentes” (1991: 45). Sin embargo, no parece que así (otro procondicionante, según la autora catalana) pueda desempeñar esta función. (ii) El jefe me acaba de decir que los números de hoy no cuadran. Así, hay que volver a hacer el balance de nuevo. (iii) No piensas venderme las acciones, ¿verdad? Así / Entonces no tenemos nada más que hablar.

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G: pues ya está/ entonces eres liberal↑ / porquee el ser liberal empieza por uno mismo (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002: 91, líneas 374-378).

En ocasiones, uno de los participantes no es capaz de inferir la conclusión a la que quiere conducirle su interlocutor y por medio del marcador le indica que espera que él mismo extraiga una inferencia a partir de la información presentada en un momento anterior del intercambio dialógico. En estos casos entonces/allora no preceden a un enunciado asertivo, sino a uno interrogativo en el que se piden explicaciones (12); incluso pueden aparecer con entonación suspensiva, sin otros elementos que le sigan, con la misma finalidad de compeler al hablante a hacer explícita la conclusión de su razonamiento (13). En ambos casos, la función de entonces/allora es referir anafóricamente al cotexto precedente en el que se han enunciado las “premisas” de las que debe derivarse la conclusión. (12)

B: ya // PERO BUENO- PERO / PERO ES QUE ALGO TE DEBE PASAR ¿NO? / algo tetie- o sea§ A: §mira / no lo sé ↓ es que / es TODO y no es nada/ [pero=] B: [pero si es que ] A: SE ME JUNTAN LAS COSAS // llega un momento que vas aguantando y que las cosas se juntan y que dices / PUES NO/ TENGO QUE PARARME / Y- Y DECIDIR B: pero ¿te refieres a nosotros? A: A NOSOTROS Y A TODO LO DEMÁS /// MIRA→ no lo sé / el centro→ / pre- / mis amigos→/ tú→ / mi casa→ / los estudios→ B: vale / entonces ¿qué quieres? / ¿qué es lo que quieres? (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002: 75, líneas 122-128).

(13)

A: yo los llamé oye? hacer el favor a mí no volverme a avisar con tel– además yo ya lo sabía [o sea e– era un recordatorio=] D: [sí sí sí sí] A: = y te mandaban un telegrama D: entonces? (ibíd.: 240, líneas 307-311).

3.1.2.3. Por último, es posible individuar un ulterior desplazamiento semántico, en el que entonces/allora pierden por completo su valor procedimental de referencia a un momento temporal o discursivo distinto del actual y pasan a indicar el momento mismo de la enunciación, adquiriendo un valor

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que Bosco y Bazzanella (2005) han llamado correlativo-enfático30, parafraseable con en este punto o así las cosas. (14)

Chile tiene una economía de mercado, una economía capitalista. A usted puede no gustarle este sistema pero ése es un problema distinto. Entonces si usted me dice, bueno, yo quiero que se elimine la empresa privada, entonces hablemos de otra cosa. Si en un sistema capitalista es la empresa privada la que provee empleo y permite aumentar la producción tienen que hacerse todos los esfuerzos para que el sistema funcione (Hoy, Chile, 1985, CREA).

Con este último valor entonces/allora desempeñan tanto (a) funciones metatextuales como (b) interactivas. a. Este valor, muy frecuente en las interacciones orales, permite que el marcador asuma funciones metatextuales, tanto de tipo focalizador, que ponen de relieve un determinado segmento discursivo: (15)

noi corriamo il rischio di andare al quarantanove [percento di lavoro precario] // non di recuperare // allora / questo è il problema // (C-ORALRom inatps03).

(16)

Pero resulta que la relación entre necesidad de divisas y actividad económica no es algo inmutable. Con la liberalización de importaciones, Chile se hizo más dependiente del uso de divisas. Ahí, entonces, hay un punto clave: qué se hace para que nuestra economía puede operar con un menor gasto de divisas (Hoy, Chile, 1985, CREA).

como de demarcación discursiva. Entre estas últimas funciones, que permiten estructurar el discurso en el nivel global, encontramos fundamentalmente dos. Por una parte, la introducción de un nuevo tópico discursivo31, que

30 “The correlative meaning can be considered as performing a kind of (meta-)textual function, since it concerns the structuring of discourse/narrative and serves as foregrounding device. Furthermore, the correlation allows for emphatic uses which, by referring to a specific situation mentioned in the previous text or known by the participants, stress the condition under which the proposition is true” (Bosco/Bazzanella 2005: 449). 31 Es decir, de un nuevo tema de discusión o de un nuevo aspecto dentro del mismo tema. En este segundo caso, empleamos el término subtópico.

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puede presentarse también bajo la forma de transición de un subtópico a otro o como cambio de marco o frame. En esta función, es frecuente que entonces/allora ocupe la posición inicial: (17)

E: mira noo↓ que es para mi madre y que es para mi tía /// (3’’) y cubitera↓ lo que pasa es que también tengo que conseguir una↓ que me faltarán ocho etiquetas de estas/ ((se lo diré a Pepita a ver)) G: (en)tonces ¿aquí ahora mismo cuánto gente hay / viviendo contigo? (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002: 86, líneas 168-173).

En los ejemplos extraídos del corpus A.Ma.Dis, allora se usa con frecuencia para introducir el tópico central de la conversación –tras la secuencia de apertura con su intercambio ritualizado de saludos–, especialmente en situaciones asimétricas, por parte del hablante que tiene mayor capacidad para gestionar la interacción, es decir, que tiene mayor poder discursivo (el profesor nativo frente al aprendiz, en este caso): (18)

A: è molto che aspetta? B: no no! tranquillo sono appena arrivata A: sì? B: sì sì A: ok↓ // allora / vediamo un pò / ehh / leii↑ / va be’/ ha letto l’annuncio sul giornale→ (corpus A.Ma.Dis, 5.º Valencia 3).

(19)

A: [piacere] / prego / si sieda /// allora mi dica mi dica un pò di lei / ha letto l’annuncio no? / [che ho messo sul giornale immagino] (corpus A.Ma.Dis, 3.º Segovia 5).

Por otra, el cierre de tópico, de subtópico o de interacción, funciones que de nuevo corren a cargo, en las interacciones asimétricas, del hablante con mayor poder discursivo. En el desempeño de esta función allora puede aparecer tanto en posición inicial como final del turno de palabra: (20)

B: [ok] / perfetto / d’accordo / io la ringrazio infinitamente e le le faccio sapere allora (Corpus A.Ma.Dis, 1.º Segovia 3, docente madrelingua)

(21)

A: [ok] perfetto allora facciamo così io // la- le faccio sapere appena→ / appena possibile insomma / e comunque anche lei sì / ecco / ci pensi ee / e ne riparliamoo→ / tra qualche giorno (corpus A.Ma.Dis, 1.º Segovia 6).

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E: ¡ay! pero bueno↓ / la gente va así ¿eh? yo qué sé↓ / yoo digo ¡jo(d)er! será que soy→ / una cosa rara§ L: § no? / no creo§ E: § pero eso es así§ G: § será que soy una cosa rara E: oyee te lo juro / porque no te creas / que yo antes decía bueno / pero lo que pasa es que como tenía a Reme↑ / que pensaba igual que yo / decía pues bueno esto→§ G: § entoncesesto no– no– no soy tan rara ¿no? oo no oo sois mu(y) raras las dos↑ oo estoy– sí [que es raro] E: [no soy tan rara] / no soy tan rara? / entonces yo qué sé /// cómete el yogur / ahí tienes natural (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002: 106-107, líneas 1032-1045).

b. Entre las funciones de tipo interaccional, es decir, aquellas que señalan los movimientos conversacionales que configuran un texto dialógico, las principales funciones de control conversacional desempeñadas por estos marcadores son el mantenimiento de turno y la cesión de turno. El mantenimiento de turno es una función desempeñada con frecuencia por las pausas léxicas, cuyo objetivo es no perder el uso de la palabra32: (23)

poi c’è una porta e c’era un cartellino vicino a questa porta chi non è ebreo e entra qui dentro verrà ucciso va bene? lapidato perché non potevano nemmeno toccare proprio come segno che su di lui si era_ abbattuta la maledizione del signore # allora_ eh questo _ # c’ra questo porticato questa porta qui che si chiamava l’atrio delle donne (LIP, FD14).

En esta función, allora parece ser mucho más frecuente que entonces, pero ya Carnicer afirmaba que este adverbio “se está convirtiendo en una especie de enlace entre los miembros de una enumeración o sucesión de cosas y acciones [o sea, la función consecutiva de la que se hablaba más arriba] y en término sin función ni significación alguna, es decir, en una muletilla o apoyo con que amparar vacíos o vacilaciones en la expresión” (1977: 11; énfasis nuestro):

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Se trata del valor expletivo ya señalado por Garcés Gómez (1994: 225).

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E: y lo hago// yo qué sé/// que ((si me mira)) el tío↑ pues te animas oye↓ antes a lo mejor lo- no se trata de ir por ahí a ver- a la caza de rollo↓ entonces ya↑ si es que es una vez dices bueno§ [...] L: §YO NO LO HARÍA§ E: §noo estoy de acuerdo con esto↓ (en)tonces // o s(e)a→ / a lo mejor conozco a un chiquito y digo ¡ay qué bueno que está! // ¿sabes? (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002: 94, líneas 510-513 y 525-528).

La cesión del turno, por su parte, es una función para la cual es necesario que el marcador aparezca en posición final con entonación interrogativa (y frecuentemente precedido por la conjunción copulativa ¿y entonces?/¿e allora? cuando constituye un enunciado aislado). Se trata de una apelación directa al interlocutor y coincide con la función inferencial mencionada, ya que a través de la interpelación se le invita a hacer explícita la conclusión a la que conduce su intervención o intervenciones anteriores o bien a corroborar si la inferencia que el hablante ha llevado a cabo es correcta o no. (25)

B: ¿allí no teníais bar ↑ o cantina o algo de eso↑ tío? A: allí las comidas eraan B: ¿mierda? A: te las montabas tú ↑ / en- en en tu habitación ↑ [o te=] C: [¿pero-] A: = ibas a un restaurante [oo una cafetería] C: [pero- pero bar ↑] no había bar? A: un bareto para hacer bocatas ↑ no B: ¿entonces / en los bares qué hacen? (Briz Gómez/Grupo Val.Es.Co. 2002: 61, líneas 452-460).

En esta función volvemos a encontrar una divergencia entre la posición que ocupa entonces, siempre inicial en el enunciado interrogativo, y la posición de allora, que es con frecuencia final, no solo como invitación a llevar a cabo el proceso inferencial, sino también a corroborar la inferencia ya extraída y explicitada por el hablante, como en (23):

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PRE: e lei 7 &eh 7 il [/] il suo mandato fiduciario / era un mandato di Gardini // siam partiti da lì / no>? CUS: [] questa è una questione / che non c’entra // PRE: [