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Spanish Pages 575 [577] Year 1900
BIBLIOTECA DE JURISPRUDENCIA, FILOSOFÍA É HISTORIA
LOS
ORIGENES
DE LA
FRANCIA
CONTEMPORÁNEA
POR
HIPÓLITO TAINE De la Academia francesa
TRADUCCIÓN POR ĥ LUIS DE TERAN www
EL
ANTIGUO
REGIMEN
MADRID LA ESPAÑA MODERNA Cuesta Sto. Domingo , 16.
ES PROPIEdad.
4451,-AVRIAL, impresor, San Bernardo, 92.- Teléf. 3022.
PROLOGO
En 1849, á la edad de ventiún años, era yo elector y estaba muy perplejo ; pues había de votar á quince ó veinte diputados , y además , según la costumbre francesa, tenía no solamente que elegir hombres , sino optar entre teorías . Se me proponía ser monárquico ó republicano, demócrata ó conservador, socialista ó bonapartista ; yo no era ninguna de esas cosas, ni nada absolutamente , y á veces se me ocurría envidiar á tantas gentes convencidas que tienen la dicha de ser algo . Después de haber escuchado las diversas doctri nas , reconocí que había indudablemente alguna laguna en mi inteligencia . Motivos valederos para los demás no lo eran para mí ; no podía comprender que nadie se pudiese decidir en política con arreglo á sus prefe rencias . Las personas afirmativas construían una cons titución como una casa, según el plano más bonito , más nuevo ó más sencillo , y eran muchos los que ha bía en estudio ; palacio de marqués , casa modesta , al bergue de obreros , cuartel de soldados , falansterio de comunistas, y hasta campamento de salvajes . Cada cual decía de su modelo: « He aquí la verdadera vi vienda del hombre , la única que puede ser habitada por un hombre de juicio . » El argumento era débil en 1
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mi opinión: los gustos personales no se me antojaban autoridades . Me parecia que una casa no debe ser construida para el arquitecto , ni para ella misma, sino para el propietario que ha de habitarla . Preguntar el parecer del propietario, someter al pueblo francés los planos de su futura morada, constituía una burla ó un engaño harto visibles; en casos semejantes , la res puesta va siempre envuelta en la pregunta, y además , aunque hubiera habido libertad en la respuesta, Fran cia no estaba para darla en mejores condiciones que yo : diez millones de ignorancias no forman un saber . Un pueblo consultado puede á lo más decir la forma de gobierno que le place, pero no la que necesita; no lo sabrá sino por el uso : le hace falta tiempo para co nocer si su casa política es cómoda, sólida , capaz de resistir á las inclemencias del tiempo , y apropiada á sus costumbres , á sus ocupaciones , á su carácter, á sus caprichos y á sus brusquedades . Ahora bien; sa bido es que jamás hemos estado contentos con la nuestra: trece veces en ochenta años , la hemos derri bado para reedificarla, y todo ha sido en vano, pues aún no hemos dado con la que nos conviene . Si han sido más felices otros pueblos , si en el extranjero se encuentran varias viviendas políticas , sólidas y que subsisten indefinidamente, consiste en que han sido construidas de una manera especial, en torno de un núcleo primitivo y macizo , apoyándose sobre algún antiguo edificio central, varias veces reparado, pero conservado siempre y agrandado
paulatinamente ,
acomodándolo con tanteos y arreglos á las necesidades de los habitantes . Ninguna de esas viviendas ha sido construida de una sola vez, con arreglo à un nuevo
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patrón y guiándose únicamente por los fueros de la razón . Quizá sea preciso admitir que no hay otro me dio de construir con solidez , y que la súbita inven ción de una constitución nueva, apropiada y duradera, es una empresa superior al poder de la inteligencia humana .
En todo caso, lo que yo sacaba en consecuencia era que si alguna vez llegamos á descubrir la que ne cesitamos , no será por los procedimientos corrientes . En efecto , se trata de descubrirla , si es que existe, y no de someterla á votación . De esta manera nuestras preferencias serán vanas, pues ya de antemano ha brán elegido por nosotros la naturaleza y la historia, á las que nos corresponderá acomodarnos , pues es segu ro que no han de ser ellas las que se acomoden á nos otros . La forma social y política á la que un pueblo pue de llegar y permanecer en ella , no depende de la volun tad de aquél , sino que está determinada por el carác ter y el pasado del mismo . Es preciso que esa forma se amolde, hasta en sus menores rasgos , á los rasgos vivientes sobre que se aplica; de otro modo , se que brará y caerá en pedazos . Por esta razón , si conse guimos hallar la muestra, ha de ser estudiándonos á nosotros mismos , y cuanto con mayor precisión sepa mos lo que somos , con tanta más seguridad distingui remos lo que nos conviene. Así, pues , deben ser des terrados los métodos ordinarios y llegar á conocer el país antes de redactar la constitución . Es indudable que la primera operación es mucho más larga y más dificil que la segunda . ¡ Cuánto tiempo , cuántos estu dios , cuántas observaciones rectificadas
unas
por
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otras , cuántas indagaciones en el presente y en el pasado, en todos los terrenos del pensamiento y de la acción , cuánto trabajo multiplicado y secular se ne cesita para adquirir la idea exacta y completa de un gran pueblo que ha vivido la edad de los pueblos y que vive aún! Pero este es el único medio de no edifi ficar en falso después de haber razonado en balde , y , por lo que a mí se refiere, me prometí á mí mismo que si algún día me aventuraba á buscar una opinión política, no sería sino después de haber estudiado Francia . ¿Qué es la Francia contemporánea? Para responder á esta pregunta es preciso saber cómo se ha consti tuido , ó, lo que es mejor, asistir como espectador á su formación. A fines del siglo último , semejante à un insecto que se transforma , sufrió una metamorfosis . Su antiguo organismo se disuelve ; desgarra ella mis ma sus más preciados tejidos , y cae en convulsiones que parecen mortales . Después , tras múltiples sacu didas y un letargo penoso , se yergue . Pero ya no es el mismo su organismo: mediante un sordo trabajo in terior , un nuevo ser ha sustituido al antiguo . En 1808 están fijados y son definitivos sus rasgos salientes : de partamentos , distritos , cantones y comunas , nada ha cambiado después en sus divisiones y suturas exterio res : Concordato , Código , Tribunales , Universidad , Instituto , prefectos, Consejo de Estado , impuestos , re . caudadores, Tribunal de Cuentas, administración uni forme y centralizada, sus principales órganos son aún los mismos ; nobleza , burguesía , obreros , campesinos , cada clase tiene desde entonces la situación , los inte reses , los sentimientos , las tradiciones que aprecia
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mos hoy. De esta suerte la nueva criatura es á la vez estable y completa ; su estructura , sus instintos y sus facultades señalan de antemano el círculo en que se agitará su pensamiento ó su acción , cuando se ponga en marcha. En torno de ella las demás naciones , unas
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precoces , otras tardías, todas con mayores miramien tos , algunas con mejor éxito , operan igualmente la transformación que les hace pasar de la época feudal á la época moderna ; el movimiento es universal y casi simultáneo . Pero lo mismo bajo la nueva forma que bajo la forma antigua , el débil continúa siendo la presa del fuerte. ¡ Desgraciados aquellos á quienes una evolución demasiado lenta entrega al vecino que se depojó súbitamente de su crisálida y sale armado el primero ! ¡ Desgraciado también aquél cuya evolu ción demasiado violenta y demasiado brusca , dejó mal equilibrada la economía interior , y que , por la exa geración de su aparato director , por la alteración de sus órganos profundos , por el empobrecimiento gra dual de su sustancia viviente , está condenado á tras tornos cerebrales , á la debilidad , å la impotencia , en medio de vecinos mejor proporcionados y más sanos En la organización que se dió Francia á principios del siglo , están trazadas todas las lineas generales de su historia contemporánea , revoluciones políticas , uto pias sociales , divisiones de clases , misión de la Igle sia, conducta de la nobleza , de la burguesía y del pue . blo , desarrollo , dirección ó desviación de la filosofia , de las letras y de las artes . Esta es la razón de porque cuando queremos comprender nuestra situación pre sente , se dirijan siempre nuestras miradas hacia la crisis terrible y fecunda , por la cual el antiguo rẻ -
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gimen produjo la Revolución y la Revolución el ré gimen nuevo .
Antiguo régimen, Revolución , Régimen moderno son los tres estados que voy á tratar de describir con exac titud . Me atrevo à declarar aquí que no persigo otro fin; se ha de permitir á un historiador conducirse como naturalista ; estoy ante el asunto como ante la meta morfosis de un insecto. Por lo demás , es tan intere sante por sí mismo el acontecimiento , que merece la pena de ser observado por sí solo, y no se necesita hacer esfuerzos para excluir los prejuicios . Despro vista de toda prevención , la curiosidad es científica y se dirige por completo hacia las fuerzas intimas que realizan la sorprendente operación . Esas fuerzas son la situación, las pasiones, las ideas , las voluntades de cada grupo , y podemos distinguirlas y hasta medirlas casi . Están á nuestra vista, y no nos vemos reducidos á las conjeturas, á las adivinaciones dudosas , á los in dicios vagos . Por una singular fortuna , vemos á los hombres mismos , su exterior y su interior . Los fran ceses del Antiguo régimen están muy cerca de nues tras miradas . Todos nosotros , en nuestra juventud , he mos podido frecuentar el trato de los supervivientes de ese mundo desvanecido . Varios de sus palacios sub sisten todavía, con sus habitaciones y sus muebles in tactos . Por medio de sus cuadros y de sus estampas les seguimos en su vida intima, vemos sus trajes, sus actitudes y sus gestos . Con su literatura, su filosofia, sus ciencias , sus gacetas y sus correspondencias , pode mos reconstituir todo su pensamiento y hasta su con versación familiar . Una multitud de Memorias , sali
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das desde hace treinta años de los archivos públicos ó privados , nos conducen de salón en salón , como si es tuviéramos presentes . Cartas y diarios de viajeros ex tranjeros comprueban y completan , con descripciones independientes , los autorretratos de aquella sociedad , la cual ha dicho cuanto la concernía, salvo lo que su ponía vulgar y familiar á los contemporáneos ; salvo lo que le parecía técnico , enojoso y mezquino ; salvo lo que se refería á la provincia, á la burguesía, al campesino , al obrero, á la administración y al hogar. Yo he querido suplir esas omisiones , y, no contentan dome con un limitado círculo de franceses distinguidos é ilustrados , conocer Francia . Gracias á la amabilidad del Sr. Maury y á las valiosas indicaciones del señor Boutarie, he podido examinar una multitud de docu mentos manuscritos: la correspondencia de un gran número de intendentes , directores generales , contra tistas, magistrados , empleados y particulares de toda especie y de todo género durante los últimos treinta años del Antiguo régimen; los informes y Memorias sobre las diversas partes de la casa real, los expedien tes y las actas de los Estados generales en ciento se tenta y seis volúmenes ; la correspondencia de los co mandantes militares en 1789 y 1790; las cartas , Me morias y estadísticas contenidas en los cien cartones del Comité eclesiástico ; la correspondencia , en no venta y cuatro legajos , de las administraciones de de partamentos y municipios con los ministros, de 1790 á 1799; los informes de los consejeros de Estado en co misión á fines de 1801 ; lá correspondencia de los pre fectos bajo el Consulado , bajo el Imperio y bajo la Restauración, hasta 1823 , y tal cantidad de otros do
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cumentos , tan instructivos y tan desconocidos , que, á la verdad , parece aún inédita la historia de la Revo lución. Por lo menos , esos son los únicos documentos que nos muestran las figuras vivientes de hidalguillos , párrocos , frailes y religiosos de provincia; abogados , regidores y burgueses de ciudades ; procuradores ru rales y síndicos de aldea; labradores y artesanos, off ciales y soldados . No existen otros documentos que nos hagan ver de cerca y en detalle la condición de los hombres, el interior de un presbiterio , de un con vento, de un concejo , el salario de un obrero , el pro ducto de un campo , las cargas de un campesino , el oficio de un colector , los gastos de un señor ó de un prelado, el presupuesto , el tren y el ceremonial de una corte. Gracias á ellos , podemos dar cifras preci sas , saber, hora por hora, el empleo de un día, más aún, decir la lista de una gran comida , reconstituir un prendido de lujo . Hemos colocado en un papel, y clasificado por fechas, las muestras de los trajes que llevara la reina María Antonieta, y, por otra parte, podemos imaginarnos la indumentaria de un campesi no, describir su pan, indicar las harinas de que se componía y precisar en sueldos y dineros lo que le costaba una libra. Con tales recursos , llega á ser uno el contemporáneo de los hombres cuya historia se re fiere, y más de una vez , estando en los archivos , y al seguir en el amarillento papel los antiguos escritos de aquellos hombres, he estado á punto de hablarles en alta voz .
EL
ANTIGUO RÉGIMEN
LIBRO PRIMERO La estructura de la sociedad .
CAPITULO PRIMERO
Origen de los privilegios. —I. Servicios y recompensa del elero.— II . Servicios y recompensa de los nobles. —II1 . Servicios y recompensa del rey.
En 1789 , tres clases de personas , los eclesiásticos , los nobles y el rey, tenían en el Estado un puesto eni nente, con todas las inherentes ventajas, autoridad , bienes , honores ; ó , cuando menos , privilegios , exen ciones, gracias , pensiones , preferencias y lo que se sigue . Si desde hacía mucho tiempo ocupaban ese puesto , señal de que durante mucho tiempo lo habían merecido . En efecto; por un esfuerzo inmenso y secu lar, habían construído , uno tras otro , los tres princi pales fundamentos de la sociedad moderna .
I
El más antiguo y más profundo de esos tres funda mentos superpuestos , era obra del clero: en ella tra
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bajó durante más de mil doscientos años como arqui tecto y como obrero: al principio sólo , casi sólo des pués . Al principio , durante los cuatro primeros siglos , estableció la religión y la Iglesia : pesemos estas dos palabras para apreciar todo lo que representan . De un lado , en un mundo , fundado sobre la conquista , duro y frío como una máquina de acero, condenado por su estructura misma á destruir entre sus súbditos el valor de obrar y el deseo de vivir , anunció « la buena nueva» , prometió « el reino de Dios » , predicó la resignación tierna á los designios del Padre celes tial , inspiró la paciencia , la dulzura , la humildad , la abnegación , la caridad ; abrió las únicas puertas , al través de las cuales podía aún respirar y percibir el . día el hombre asfixiado en la ergastula romana: he aquí la religión . De otro lado , en un Estado que poco á poco se despoblala, se disolvía y se convertía fatal mente en una presa , formó una sociedad viviente , guiada por una disciplina y leyes , coligada en torno de un fin y una doctrina , sostenida por la abnegación de los jefes y la obediencia de los fieles , la única ca paz de subsistir bajo las hordas de los bárbaros que el Imperio en ruina dejaba entrar por todas sus brechas: he aquí la Iglesia . Sobre esos dos primeros cimientos , el citado clero continuó edificando , y , à partir de la invasión , durante más de quinientos años , salva lo que aún se puede salvar de la cultura humana . Sale al encuentro de los bárbaros , ó consigue ganarlos en cuanto llegan ; servicio enorme ; juzguemos de él por un solo hecho: en la Gran Bretaña , hecha latina como la Galia , pero cuyos conquistadores permanecieron siendo paganos durante siglo y medio , artes , indus trias , sociedad , idioma, todo fué destruido; de un pue blo entero , aniquilado ó fugitivo , no quedó más que
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esclavos , y hasta las huellas de éstos necesitan ser adivinadas; reducidos al estado de bestias de carga , desaparecen de la historia. Tal hubiera sido la suerte de Europa, si el clero no se hubiese apresurado á en cantar á los feroces brutos , en cuyas manos había caído aquélla . Ante el obispo , con dorada capa pluvial, ante el fraile
vestido de pieles, macilento » , livido ,
más su
cio y lleno de manchas que un camaleón , el germa no convertido siente miedo como ante un brujo . En las horas de calma, tras la caza ó la embriaguez , la vaga adivinación de un más allá misterioso y gran dioso , el sentimiento obscuro de una justicia descono cida , el rudimento de conciencia que tenía ya en sus selvas de ultra Rin , se despierta en él por súbitas alarmas, en semivisiones amenazadoras . En el mo mento de violar un santuario, se pregunta ai no va á caer en el umbral, presa del vértigo y con el cuello torcido (1). Convencido por su propia turbación , se detiene y respeta la tierra, la aldea , la ciudad que se halla bajo la salvaguardia del sacerdote . Si la fogosa animalidad de la cólera ó de los apetitos primitivos le impulsó al asesinato ó al robo , después , pasado el sopor, en los días de desgracia ó de enfermedad , ante los consejos de su concubina ó de su mujer , se arre piente, restituye el duplo , el décuplo y el céntuplo , y prodiga las donaciones é inmunidades ( 2) . Así, en todo el territorio, el clero conserva y extiende sus asilos para los vencidos y oprimidos . Por otra parte, entre los jefes guerreros de cabellos.
(1) No hay nada más frecuente que esta leyenda ; se la en cuentra hasta con anterioridad al siglo XII . (2) Chilperico, por ejemplo, por consejo de Fredegunda , des pués de la muerte de sus hijos .
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largos , al lado de los reyes vestidos de ricas pieles , toman asiendo en las asambleas el obispo mitrado y el abad de rapada cabeza , y son los únicos que mane jan la pluma, que saben discurrir . Secretarios , con sejeros , teólogos, intervienen en los edictos , ponen mano en el gobierno , trabajan con su intervención en poner un poco de orden en el inmenso desorden, en hacer que la ley sea más razonable y más humana , en restablecer ó mantener la piedad , la instrucción , la justicia, la propiedad, y sobre todo el matrimonio. A su ascendiente, se debe sin duda alguna , una admi nistración , que, tal como era , intermitente é incom pleta , impidió que se convirtiera Europa en una anar quía mongólica . Hasta fines del siglo XII , si el clero pesa sobre los principes , es sobre todo , para refrenar en ellos y en sus súbditos los apetitos brutales , las re beliones de la carne y de la sangre , los atavismos y los accesos de salvajismo irresistible que demolían la sociedad . Sin embargo , en sus iglesias y en sus con ventos, conservaba las antiguas adquisiciones del gé nero humano, la lengua latina, la literatura y la teo logía cristianas, una porción de la literatura y de las ciencias paganas, la arquitectura, la escultura , la pintura, las artes y las industrias que sirven al culto , las preciadas industrias que dan al hombre el pan , el vestido y el albergue, y sobre todo , la mejor de todas las adquisiciones humanas y la más contraria al genio vagabundo del
bárbaro saqueador y perezoso , es
decir, el hábito y el gusto del trabajo . En los campos despoblados por el fisco romano , por las revueltas de los revolucionarios y por la invasión de los germanos , el fraile benedictino construyó su cabaña de ramaje entre los espinos y las zarzas; en torno de él grandes espacios, en otro tiempo cultivados , no son más que
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desiertos jarales . Con sus compañeros , desmonta y construye; domestica animales medio salvajes , esta blece una granja, un molino , una fragua , un horno y talleres de calzado y traje . Obedeciendo á su regla , lee dos horas al día , trabaja siete con sus brazos , y no come ni bebe más que lo extrictamente ne esario . Por su trabajo inteligente y voluntario , ejecutado á conciencia y realizado mirando al porvenir , produce más que el laico . Por eso allí donde el laico había des fallecido ( 1 ) , el fraile se sostiene y hasta prospera . Rocoje los miserables , los alimenta , los ocupa , los casa;
mendigos, vagabundos, campesinos fugitivos
afluyen en torno del santuario . Paulatinamente , el campamento se convierte en una aldea, después en un pueblo ; el hombre labra desde que puede contar con la recolección y se hace padre de familia en cuan to se cree en estado de alimentar á sus hijos . Así se forman los nuevos centros de agricultura y de indus tria que se convierten también en nuevos centros de población (2). Al pan del cuerpo añadid el del alma , no menos ne cesario; pues con los alimentos, era menester aun dar al hombre la voluntad de vivir, ó cuando menos , la resignación que le hace tolerar la vida, y el ensueño tierno o poético que ocupaba el lugar de la dicha au sente, y el suministrarlo , hasta mediados del siglo XIII, corría únicamente á cargo del clero , el cual , con sus nnumerables leyendas de santos, con sus catedrales (1) Lo mismo sucede hoy con las colonias de Trapenses en Argelia. (2) Política de Irminon por Guérard , donde se verá la pros peridad de los dominios de la abadía de Saint Germain des-Près á fines del siglo VII. Según las estadísticas de Guérard, los al deanos del Palatinado en tiempos de Carlomagno vivían poco más o menos con igual desahogo que hoy.
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y su estructura, con sus estatuas y su expresión , con sus ceremonias y su sentido transparente aún , hizo sensible « el reino de Dios » , y elevó el mundo ideal en los límites del mundo real , como un magnífico pabe llón de oro en el extremo de un lugar fangoso ( 1 ) . Y en ese mundo tierno y divino se refugió el corazón contristado , ávido de mansedumbre y de ternura. Por él los perseguidores , en el momento de herir, caen bajo un poder invisible ; los animales salvajes se hacen dóciles ; los ciervos del bosque vienen todas las maña nas á engancharse ellos mismos al vehículo de los santos ; el campo florece para éstos como un nuevo paraíso, y no mueren sino cuando quieren . Al mismo tiempo consuelan á los hombres ; la bondad , la piedad, el perdón manan de sus labios en suavidades inefa bles ; con los ojos elevados al cielo ven á Dios , y, sin esfuerzo , como en un sueño , suben á la luz para sen tarsé á su derecha . Leyenda divina, de un valor ines timable bajo el reinado universal de la fuerza bruta, cuando para soportar la vida era preciso imaginarse otra y hacer que la segunda fuese tan visible á los ojos del alma, como lo era la primera á los ojos del cuerpo . Durante más de doce siglos el clero nutrió así á los hombres , y por la grandeza de la recompen sa de aquél, se puede estimar la profunda gratitud de (1) Desde el siglo vi al x , hay veinticinco mil vidas de santos colecionadas por los Bolandistas. Las últimas verdaderamente inspiradas son las de San Francisco de Asís y sus compañeros á principios del siglo XIV: El mismo vivo sentimiento se prolonga hasta fines del siglo xv en las pinturas del beato Angélico y de Zlaus Menling . La santa capilla de París, la iglesia superior de Asís, el paraíso de Dante y las Fioretti pueden dar una idea de esas visiones. En obras literarias modernas, el estado del alma creyente en la Edad Media ha sido pintado perfectamente por Enrique Heine en la Peregrinación d Kevlaar, y por Turgueneff en las Reliquias vivientes.
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éstos . Los Papas han sido durante doscientos años los dictadores de Europa. El clero levantó cruzadas , des tronó reyes y distribuyó Estados . Sus obispos y sus abades son aquí príncipes soberanos , alli dueños y verdaderos fundadores de dinastías . Tuvo en sus ma nos el tercio de las tierras, la mitad de las rentas , los dos tercios del capital de Europa . Y no creamos que el hombre sea reconocido en vano y dé sin motivo legitimo ; es demasiado egoísta y harto envidioso para ello . Sea cual fuere el establecimiento , eclesiástico ó secular, sea cual fuere el clero, budhista ó cristiano , los contemporáneos que le observan durante cuarenta generaciones no son malos jueces; no le entregan sus voluntades y sus bienes , sino en proporción de los ser vicios , y el exceso del agradecimiento puede dar la pauta de la inmensidad de la merced .
II
Hasta aquí, contra la fuerza de las franciscas (1) y de las espadas , no se ha encontrado otro recurso que la persuasión y la paciencia . Los Estados que, si guiendo el ejemplo del antiguo Imperio, intentaron alzarse en edificios compactos y oponer un dique à la incesante invasión , no pudieron sostenerse sobre el movible suelo ; después de Carlo Magno, todo se tam baleó . Ya no hay hombres de guerra, à partir de la batalla de Fontanet; durante medio siglo vienen im punemente á matar, incendiar y devastar por todo el país bandas de cuatrocientos ó quinientos bandidos .
(1 ) Hacha de los antiguos Francos.
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Pero, de rechazo , en estos mismos momentos , la diso lución del Estado suscita una generación militar . Todo cabecilla se afianza sólidamente en el terreno que ocupa ó que retiene ; ya no lo posee en préstamo ó en aprovechamiento , sino en propiedad y como herencia . Es su mansa, su burgo , su condado , ya no es del rey ; va á combatir para defender lo suyo . En estos mo mentos , el bienhechor, el salvador es el hombre que sabe pelear y defender á los demás , y tal es, efectiva mente , el carácter de la nueva clase que se establece . En el lenguaje de los tiempos , el noble es el hombre de guerra, el soldado (miles) , y él es quien establece el segundo fundamento de la sociedad moderna . Su abolengo importa poco en el siglo x. A menudo es un conde carlovingio , un beneficiado del rey, el atrevido propietario de una de las últimas tierras francas. Aquí es un obispo guerrero , un valiente abad, allí un pagano convertido , un bandido transformado en sedentario, un aventurero que ha prosperado , un rudo cazador que se ha alimentado por mucho tiempo de su caza y de frutas silvestres ( 1) . Los antepasados de Roberto el Fuerte son desconocidos , y más tarde se contará que los Capetos descienden de un matarife de París . En todo caso , el noble de entonces es el bravo , el hombre fuerte y experto en las armas , que, á la cabeza de unos soldados , en vez de huir y de pagar tributos , presenta su pecho , se mantiene firme y protege con la espada un rincón del suelo . Para des empeñar este oficio, no necesita antepasados , no le hace falta más que corazón ; él mismo es un antepasa do ; se encuentran harto satisfechos de la salvación (1) Por ejemplo, Tertulle, de la rama de los Plantagenets; Rolán, duque de Normandía; Hugo, abad de San Martín de Tours y de San Dionisio.
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que aporta para discutirle titulos . En fin, después de tantos siglos, he aquí en cada cantón brazos armados , tropas sedentarias , capaces de resistir à la invasión nómada ; ya no se estará á merced del extranjero ; al cabo de un siglo , aquella Europa à la que devasta ban flotillas de barcas con dos velas , va á lanzar dos cientos mil hombres armados sobre Asia, y en ade lante, en el Norte, en el Sur , en frente de los musul manes, en frente de los paganos , en vez de ser con quistada, conquista . Por segunda vez , aparece una figura ideal (1) ; después de la del santo , la del héroe, y el nuevo sentimiento , tan eficaz como el primero, agrupa á los hombres en una sociedad estable . Esta es una gendarmeria perpetua , en la que, de padres á hijos , todos son gendarmes . Todos nacen con su grado hereditario, su puesto local , su sueldo en bienes raices , con la certidumbre de no ser abando nados jamás por el jefe respectivo , y con la obligación de hacerse matar, la ocasión llegada , por ese mismo jefe . En estos tiempos de guerra permanente , no hay más que un régimen bueno, el de una compañía ante el enemigo , y tal es el régimen feudal; por este solo aspecto , juzgad de los peligros que evita y de los ser vicios á que está anejo . « En aquel tiempo - dice la crónica general de España- los reyes, condes , nobles y todos los caballeros , à fin de estar prestos á toda hora , tenían sus caballos en la sala donde dormian con sus mujeres .
El vizconde que guarda la torre,
que defiende la entrada del valle ó el paso del vado ; el marqués arrojado , como hijo perdido , en la arra sada frontera, duermen con la mano en el arma, como el oficial americano en un fuerte del Far - West, en
(1) En el siglo X, en las Cantinelas que esbozan las canciones de Gesta. 2
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medio de los Sioux . Su casa no es más que un campo y un refugio ; colocan paja y montones de hojas en el suelo de la sala, y allí es donde se acuesta con sus ca balleros , quitándose una espuela cuando tiene proba bilidades de dormir: las troneras apenas dejan pene trar la luz del día, pues se trata, ante todo , de no re cibir un flechazo . Todos los gustos, todos los senti mientos están subordinados al servicio ; en tal lugar de la frontera europea se obliga á marchar á los niños de catorce años, y las viudas que no hayan cumplido los sesenta tienen el deber de volverse á casar. Hombres en las filas para cubrir las bajas , hombres en los pues tos para montar la guardia, he aquí el grito que sale en estos momentos de todas las instituciones , como el acento de una voz de bronce . Gracias á estos bravos , el campesino está seguro ; ya no le matarán, ya no le llevarán cautivo con su familia , formando rebaños , con el yugo al cuello . Se atreve á labrar, å sembrar, á confiar en la cosecha ; sabe que, en caso de peligro , encontrará un asilo para él, para sus granos y para sus ganados , en las empalizadas del recinto al pie de la fortaleza . Paulatinamente, entre el jefe del torreón y los antiguos colonos de campo abierto, establece la necesidad un tácito contrato que se convierte en una costumbre respetada . Los segundos trabajan para el primero, cultivan sus tierras , le acarrean los frutos y le pagan un canon, tanto por casa, tanto por cabeza de ganado , tanto por herencia ó venta, pues es pre ciso que aquél mantenga á sus tropas . Pero, una vez recibido lo que en derecho le corresponde , obrará mal si , por orgullo ó codicia, toma algo de más á los co lonos . En cuanto á los vagabundos , á los miserables que, en el desorden y la devastación universal, vienen á refugiarse bajo la salvaguardia del noble, se encuen
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tran en condición más dura: la tierra es de aquél , puesto que sin él sería inhabitable, y si les concede una parcela , si les permite, aunque no sea más , acam par en ella, si les da trabajo ó simientes , ha de ser con las condiciones que él imponga . Serán sus siervos , sus vasallos ; por donde quiera que vayan, el señor tendrá derecho de volverlos á coger, y serán, de pa dres á hijos, sus servidores natos , prontos para el oficio que á él le plazca , pecheros sujetos á todas las cargas, incapacitados para transmitir nada á sus hijos sino en el caso de que los últimos ,
viviendo en el
hogar» , puedan después de la muerte de sus padres continuar el servicio de éstos . No ser asesinado y te ner un buen traje de pieles para el invierno , tal era, según dice Stendhal , el supremo bien para muchas gentes del siglo X » ; refiriéndose á una mujer , hay que añadir lo de no ser violada por toda una banda · Cuando uno se hace cargo detenidamente de la condi ción de los hombres en aquellos tiempos , se com prende que aceptaran de buen grado los peores dere chos feudales, hasta el del sello ; lo que diariamente sufrían era peor aún ( 1) . La prueba es el apresura miento con que acudían al recinto feudal, en cuanto estaba establecido ; en Normandia , por ejemplo , en cuanto Rolán hubo dividido las tierras con cuerdas y ahorcado á los ladrones , afluyeron para establecerse alli las gentes de las provincias comarcanas ; un poco de seguridad bastaba para repoblar el país . Se vive, pues , ó mejor dicho , se empieza á vivir bajo la ruda mano con guantelete de hierro que os ( 1 ) Véase, en los Viajes de Cailland á Nubia y Abisinia, las razzias de esclavos hechas por los ejércitos del pachá; tal era, poco más o menos, el espectáculo que ofrecía Europa del 800 al 900 años.
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atenaza, pero que os protege. Ostentando el doble ti tulo de soberano y propietario , el señor se reserva para él el llano , el río , el bosque , toda la caza , pero el mal no es grande, puesto que el país está medio desierto y que aquél cifra su recreo en la destrucción de los ani males feroces . Como es el único que cuenta con me dios , es el único que puede construir molinos , hornos y presas , establecer barcas de paso , puentes ó cami nos, formar depósitos de agua , criar ó adquirir reses ; para indemnizarse de estos trabajos , los tasa ó impone su uso. Si es inteligente y buen pastor de hombres , si quiere sacar buen partido de la tierra, afloja ó deja que se aflojen paulatinamente las mallas de las redes, en las que, por estar muy apretados , trabajan mal sus siervos y villanos . La costumbre, la necesidad , el con venio voluntario ó forzado hacen su efecto , y al fin , señores , villanos , siervos y colonos , adaptados á su condición, coligados por un interés común , forman juntos una sociedad , un verdadero cuerpo . El señorío , el condado , el ducado , llegan á ser una patria, å la que aman con ciego instinto y por la que se sacrifican. Los súbditos se confunden con el señor y su familia; en este concepto, se enorgullecen con él , refieren sus grandes hazañas y gozan por simpatia en su magni ficencia (1) . Cuando el señor es viudo y sin hijos, le ruegan que se vuelva á casar, para que su muerte no suma al país en la guerra de los pretendientes ó se en tregue á las ambiciones de los vecinos. De este modo
(1 ) Véase en las historias de la Edad Media, el celo de los súb ditos hacia su señor: Gaston Febo , conde de Foix, y Guido, conde de Flandes, en Froissart; Raimundo de Bézieres y Raimundo de Tolosa, en la crónica de Tolosa. Este vivo sentimiento de la pa tria chica y local se revelaba en cada reunión de provincia, Nor mandía, Bretaña, Franco-Condado, etc.
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renace, al cabo de mil años, el más poderoso y el más vital de los sentimientos que sostienen la sociedad hu mana. Y es tanto más precioso cuanto que puede en sancharse; para que la patria chica y feudal se con vierta en la patria grande y nacional, basta ahora que todos los señoríos se reunan en las manos de un solo señor , y que el rey, jefe de los nobles , esta blezca sobre la obra de éstos el tercer fundamento de Francia .
III
Ha edificado esta base, piedra á piedra . Hugo Ca peto pone la primera; antes de él, el cetro no daba al rey ni una provincia, ni siquiera Laon ; él es quien añade al título el dominio . Durante ochocientos años se prosigue este trabajo de adquisición , por medio de casamientos , conquistas , habilidad y herencias ; hasta bajo Luis XV, Francia se engrandece con Lorena y Córcega. Partiendo de la nada , el rey formó un Esta do compacto con veintiséis millones de habitantes , y que fué entonces el más poderoso de Europa. En todo el intervalo , fué el jefe de la defensa pública, el liber tador del país contra los extranjeros , contra el Papa en el siglo XIV, contra los ingleses en el v , contra los españoles en el xvI . En el interior , desde el siglo XII , con el casco en la cabeza y siempre en campaña , de rriba la torres de los bandidos feudales, reprime los excesos de los fuertes , protege á los oprimidos , con cluye con las guerras particulares, establece el orden
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y la paz; obra inmensa que, desde Luis el Gordo á San Luis , desde Felipe el Hermoso á Carlos VII y Luis XI,
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desde Enrique IV á Luis XIII y Luis XIV , se continúa sin interrupción hasta mediados del siglo XVII , con el edicto contra los duelos y con Los Grandes días ( 1) . Además, llevan su sello y le proclaman bienhechor público todas las cosas útiles ejecutadas por orden suya ó desarrolladas bajo su patrocinio :
caminos ,
puertos , canales , Asilos , Universidades, Academias , establecimientos de piedad , de refugio, de educación , de ciencia , de industria y de comercio. Servicios tales reclaman una recompensa proporcionada , se conside ra que, hereditariamente , el rey contrae matrimonio con Francia, la cual no obra sino para él, ni él obra sino para ella, y todos los recuerdos antiguos , todos. los intereses presentes, se aunan para autorizar esa unión. La Iglesia la consagra en Reims con una espe cie de octavo sacramento, acompañado de leyendas y milagros; el rey es el ungido de Dios (2) . Los nobles , por un antiguo instinto de fidelidad militar , se consi deran como la guardia del monarca , y han de venir á hacerse matar por él en su escalera el 10 de Agosto ; el rey es su general nato. En él, hasta 1789, verá el pueblo el enderezador de entuertos , el guardián del derecho , el protector de los débiles , el gran limosne ro, el universal refugio . A principios del reinado de Luis XVI, « los gritos de ¡ viva el rey!, que comenza ban á las seis de la mañana , se sucedían casi sin inte rrupción hasta después de ponerse el sol » . Cuando na ció el Delfin, la alegría de Francia fué la de una fami lia; « se detenían en las calles , se hablaban sin cono
(1) Los Grandes días de Auvernia , por Flechier, ed . Cher nel. Bajo Luis XV es preso, juzgado y decapitado en Boiton ( 1756) el último bandido feudal, el marqués de Pleumartín . (2) Bajo Luis XV se redactó el informe de las escrófulas cu radas.
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cerse, se abrazaban todas las personas que se cono cían ( 1 ) .
Todos , por una vaga tradición , por un res
peto inmemorial, sienten que Francia es un navio construido por las manos del rey y por las de sus an 1 tepasados ; que en este concepto la embarcación es de aquél, el cual tiene derecho à su pacotilla como todo pasajero , y que su único deber consiste en ser experto y vigilante para conducir bien por el mar el magnífi co buque bajo cuyo pabellón boga toda la fortuna pú blica. Bajo el ascendiente de semejante idea , le han dejado hacer todo ; de grado ó por fuerza , las antiguas autoridades fueron reducidas á no ser más que un res to , un simulacro , un recuerdo . Los nobles no son más que los oficiales ó los cortesanos del rey. Establecido el Concordato, nombra los dignatarios de la Iglesia . Desde hace ciento setenta y cinco años no se convo can los Estados generales ; los Estados provinciales que subsisten se limitan á repartir los impuestos ; los Parlamentos son desterrados cuando se aventuran á poner reparos. Con su Consejo , sus intendentes y sus delegados , interviene el rey en el menor asunto local . Tiene cuatrocientos setenta y siete millones de ren ta (2), cuya mitad distribuye entre el clero . En fin , es el amo absoluto, y así lo declara (3). (1) En 1785, un inglés que estuvo en Francia alaba la liber tad política que se disfruta en su país. En cambio , los franceses reprochan á los ingleses el haber decapitado á Carlos I , y se glorifican de haber guardado siempre á su propio rey una leal tad inviolable, una fidelidad, un respeto , que ningún exceso ó severidad ha podido quebrantar» . (A comparative view of the French and of the English nation, by John Andrew, 257.) (2) Memorias de Augeard, secretario de los mandatos de la reina y antiguo administrador general . (3) Respuesta de Luis XV al Parlamento de París el 3 de Mar zo de 1766: Solamente en mi persona reside la autoridad sobe rana... En mí solo está el poder legislativo, sin dependencias ni
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Algunos bienes , exenciones de impuesto, satisfac ciones de amor propio y algunos restos de jurisdición ó de autoridad local es todo lo que les queda á sus an tiguos rivales ; en cambio, disfrutan de sus preferen cias y mercedes. Tal es, en resumen , la historia de los privilegiados , clero, nobleza y rey; es preciso recor darla para comprender la situación de los tres en el momento de su caída : habiendo hecho á Francia, go zan de ella. Veamos de cerca lo que ha sido de ellos á fines del siglo XVIII, qué porción han conservado de sus ventajas , cuáles son los servicios que prestan aún y cuáles también los que dejan de prestar.
compartazgos. Todo el orden público dimana de mí ; soy su guardian supremo. Mi pueblo no es más que uno conmigo; los derechos y los intereses de la nación, de los que se atreven á ha cer un cuerpo separado del monarca, están necesariamente uni dos á los míos y no reposan sino en mis manos.>
CAPITULO II
Los privilegios. -I . Número de los privilegiados. -II. Sus bienes, capital y renta. —III . Sus inmunidades. — IV . Sus derechos feudales -Estos beneficios son restos de la soberania primitiva.-V. Pueden ser justificados por servicios locales y generales.
I
Son 270.000 aproximadamente : 140.000 en la no bleza; 130.000 en el clero ( 1 ) . Estas cifras se descom ponen en 25.000 à 30.000 familias nobles ; 23.000 reli giosos , en 2.500 monasterios ; 37.000 religiosas , en 15.000 conventos , y 60.000 párrocos y vicarios en otras tantas iglesias y capillas . Si uno quiere repre sentarse estas cifras con alguna claridad , se puede imaginar , en cada legua cuadrada de terreno y por cada millar de habitantes , una familia noble y su casa con veleta , en cada aldea un párroco y su iglesia, y en cada seis ó siete leguas una comunidad de hom bres ó de mujeres . He aquí los antiguos amos y fun dadores de Francia, y en este concepto tienen aún muchos bienes y muchos derechos .
(1) Véase la nota primera al fin de la obra.
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II
Acordémonos siempre de lo que han sido para com prender lo que son todavía. Por grandes que sean sus preeminencias , no son más que los restos de preemi nencias mayores . Tal obispo ó abad , tal conde ó du que , cuyos sucesores hacen reverencias en Versalles , fué en otro tiempo el igual de los Carlovingios y de los primeros Capetos . Un noble de Montlerey tuvo en jaque al rey Felipe ( 1 ) . El abad de Saint- Germain des -Près , ha poseído cuatrocientas treinta mil hectá reas de tierra , de la extensión de casi todo un departa mento . No hay que asombrarse de que hayan quedado poderosos y sobre todos ricos ; nada hay más estable á que una forma social . Al cabo de ochocientos años , å pesar de tantos reales hachazos y del inmenso cam bio de la cultura social, las antiguas raíces feudales duran y vegetan siempre . Uno se da cuenta de esto examinando la distribución de la propiedad (2) . Un quinto del suelo es de la corona y de las comunas, un quinto del tercer estado , un quinto del pueblo campe sino, un quinto de la nobleza y el último del clero . De esta suerte, si se repartieran las tierras públicas ,
(1) Surger, Vida de Luis VI, cap. VIII. -Felipe I no se hizo dueño del castillo de Montlerey, sino casando á uno de sus hi jos con la heredera del castellano , decía á su sucesor : « Hijo , apercíbete bien á conservar esta torre, cuyas vejaciones me han envejecido , y cuyos fraudes y traiciones no me han dado jamás paz ni tregua.»> (2) Leoncio de Laverne, Las Asambleas provinciales, 19.— Cf. los informes impresos de esas asambleas provinciales, espe cialmente en los capítulos que tratan de las vigésimas .
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los privilegiados poseerían la mitad del
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reino . Y
este gran lote es al mismo tiempo el más rico ; pues comprende casi todos los grandes y hermosos edi ficios , palacios, castillos , conventos, catedrales y casi todo el mobiliario valioso , muebles , vajillas , obje tos de arte , obras maestras acumuladas en el trans curso de los siglos . Puede juzgarse de esto por lo que se estima lo que corresponde al clero . Sus bienes representan un capital de cerca de cuatro mil millo nes (1); le producen de 80 á 100 millones , á los que es necesario añadir los diezmos ; 123 millones al año , que hacen un total de 200 millones , suma que sería pre ciso doblar para hallar hoy la equivalente ; además de •
esto, lo contingente y los donativos (2) .
(1) Informe de Treilhard , en nombre del comité eclesiástico (Monitor, 19 Diciembre 1789) . Las casas religiosas en venta so lamente en la villa de París , estaban valuadas en 150 millones. Más adelante ( sesión del 13 de Febrero de 1791 ) , Amelot cal culaba los bienes vendidos y por vender, sin contar los bosques , ' en 3.700 millones. M. de Bouillé calcula la renta del clero en 180 millones. (Memorias, 44.) (2) Informe de Chasset sobre los diezmos , Abril de 1790. So bre los 123 millones, se descuentan 23 como gastos de recauda ción; pero, cuando se suma la renta de un particular , no se descuenta lo que paga á sus intendentes , revisores y cajeros . - Ta llegrand ( 10 Octubre 1789) calcula la renta de los bienes raíces en 70 millones, y su valor en 2.100 millones; pero después de un examen se ha apreciado mucha mayor suma que á primera vista. (Informes de Treilhard y de Chasset. ) Por lo demás , en una eva luación, Tallegrand dejaba á un lado las casas y su terreno, así como el cuarto de reserva de los bosques. Es preciso además con tar en la renta antes de 1789 los derechos señoriales de que go zaba la Iglesia. En fin, según Arturo Young , la renta rural , per cibida por el propietario en Francia era, no de un 21 , por 100 como hoy, sino de un 3 % , por 100. En cuanto á la necesidad de doblar las cifras para tener su valor en moneda actual, está de mostrada por ilfinidad de pruebas, entre otras, por el precio de la jornada de trabajo que era entonces de diez y nueve sueldos. (Arturo Young.)
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Para apreciar mejor el caudal de ese río de oro, examinemos algunos de sus afluentes . Los 399 pre monstratenses estiman su renta en más de un millón y su capital en 45 millones . El provincial de los Do minicos de Tolosa acusa , para sus 236 religiosos < más de 20.000 libras de renta neta , sin incluir sus conventos y sus recintos , y en las colonias bienes raí ces , negros y otros efectos , valuados en varios mi Ilones .
Los Benedictinos de Cluny, en número de
298, tienen una renta de 1.800.000 libras . Los de San Mauro , en número de 1.672 , estiman en 24 millones el mobiliario de sus iglesias y sus casas , y en ocho millo nes su renta neta, « sin contar lo que corresponde á los señores abades y priores directores» , es decir , otro tanto, y tal vez más . Dom Rocourt, abad de Clairvaux , tiene de 300.000 á 400.000 libras de renta ; el carde nal de Rohan , obispo de Strasburgo , más de un mi llón. En el Franco -Condado , la Alsacia y el Rosellón , posee el clero la mitad de las tierras ; en el Hainaut y Artois , los tres cuartos ; en Cambresis 1.400 yuntas de 1.700 . Casi todo el Velay pertenece al obispo del Puy, al abad de la Chaise Dieu , al capítulo de nobles de Brionde y á los señores de Polignac . Los canónigos de San Claudio , en el Jura, son propietarios de 12.000 siervos ó vasallos . Por esta fortuna del clero podemos figurarnos la de los nobles . Como con estos se cuen tan los ennoblecidos , y como los magistrados , desde hace dos siglos , y los rentistas desde uno , han adqui rido ó comprado un título de nobleza , claro es que casi todas las grandes fortunas de Francia , antiguas y modernas , han sido transmitidas por herencia , obte nidas por mercedes de la corte ó adquiridas en los ne gocios ; cuando una clase está en la cumbre acapara todo lo que sube ó trepa . También en la nobleza hay
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fortunas colosales . Se ha calculado que los infantaz gos de los príncipes de la familia real , condes de Ar tois y de Provenza , duques de Orleans y de Penthiè vre , cubrian entonces la séptima parte del territo rio (1). Los príncipes de la sangre tienen en total una renta de 21 á 25 millones ; solamente el duque de Or leans posee 11.500.000 libras de renta . Estos son los restos del régimen feudal ; vestigios semejantes se encuentran hoy en Inglaterra, en Aus tria, en Prusia, en Rusia ; en efecto , la propiedad so brevive mucho tiempo á las circunstancias que la crean. La soberanía la había formado ; separada de la soberanía, ha permanecido en manos que en otro tiempo fueron soberanas . En el obispo , el abad ó el conde, el rey ha respetado al propietario al concluir
(1) Marqués de Bouillé , Memorias , 41. Tened siempre en cuenta que cuanto menos es preciso doblar estas cifras para te ner las que hoy corresponderían , 10.000 libras de renta en 1766 valían 20.000 en 1825 ( madame Genlis , Memorias, cap. IX . Arturo Young , en su visita á un castillo de Lernie y Marne, escribe: «He interrogado á la señora Guerchy y resulta de esta conversación que , para habitar un castillo como éste , con seis criados varones , cinco criadas , ocho caballos , cultivar un jar dín , etc. , tener mesa puesta y recibir alguna sociedad , sin ir ja más á París, hace falta, aproximadamente, 1.000 luises de renta; serían precisos 2 000 en Inglaterra» . Hoy , en Francia , en lugar de 24.000 francos se necesitarían 50.000 y más aun . Arturo Young añade: «Hay aquí nobles que viven con 6.000 ú 8.000 libras , dos criados, dos criadas , tres caballos y un cochecillo» . Hoy le harían falta 20.000 6 25.000 . En provincias , sobre todo , por efecto de los caminos de hierro , la vida se ha hecho mucho más cara.
Por otra parte, como el contribuyente paga la ca pitación en el lugar de su domicilio efectivo , á menu do muy lejos de sus tierras , y sin que se sepa nada de sus bienes muebles , puede no pagar sino lo que bien le parezca . Contra él no se dirige ninguna investiga ción; es noble; « se guarda exquisita circunspección hacia las personas de un rango distinguido » ; en pro vincias, dice Turgot , « la capitación de los privilegia dos se ha reducido sucesivamente á una cantidad harto módica , mientras que la capitación de los que tribu tan es casi igual al principal de los tributos » . En fin , los recaudadores se creen obligados à guardarles miramientos» , hasta cuando deben ; « lo que hace , dice Necker, que sobre su capitación y sus vigésimas , sub sistan prevenciones muy antiguas y mucho más con siderables . > Así , no habiendo podido rechazar de frente el asalto del fisco, le han esquivado ó atenuado hasta hacerle casi inofensivo . En Champaña , « de cer ca de 1.500.000 libras suministradas por la capitación , los privilegiados no pagan más que 14.000 ,, es decir , 2 sueldos y 2 dineros ( 1 ) , para el mismo objeto que cuesta 12 sueldos por libra al contribuyente » . Según Calonne , si se hubiesen suprimido las concesiones y privilegios , las vigésimas hubieran producido el do ble . En este sentido , los más opulentos eran los más
(1) Moneda antigua francesa de cobre. (Denier .)
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hábiles en defenderse .
Con los intendentes me arre
glo yo , decía el duque de Orleans ; pago , poco más ó menos , lo que quiero ; > y calculaba que , si las admi nistraciones provinciales le tasaban con equidad , le harían perder 300.000 libras de renta . Se ha compro bado que los príncipes de la sangre pagaban , por sus dos vigésimas , 188.000 libras, en vez de 2.400.000 . En el fondo , la exención de impuestos en este régimen , era un último resto de soberanía , ó, por lo menos , de independencia. El privilegiado evita ó rechaza la tasa , no solamente por lo que le saca , sino por lo que le rebaja ; pues es un signo de inferioridad ; es decir , de antigua servidumbre , y resiste al fisco , tanto por interés como por orgullo.
IV
Sigámosle á su hogar en sus dominios . Lo mismo que un señor laico , poseen un hogar el obispo , el abad , el capítulo , la abadesa , porque , interiormente , el con vento y la Iglesia han sido Estados pequeños , como los condados y los ducados . Intacto al otro lado del Rhin, casi arruinado en Francia, el edificio feudal deja entrever por todas partes el mismo plano . En ciertos lugares mejor defendidos ó menos asaltados , ha con servado todo su antiguo aspecto exterior . En Cahors , el obispo conde de la ciudad tiene el derecho , cuando oficia de pontifical,
de hacer que se coloquen sobre
el altar el casco , la coraza, los guanteletes y la espa da» . En Besançon, el arzobispo -príncipe tiene una guardia de seis oficiales superiores , que deben ren
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dirle honores como feudos, asistir á su entronización y á sus funerales . En Meudon, el obispo , señor feudal del Gevandan desde el siglo XI , elige
los diputados ,
los jueces de primera y segunda instancia, los comi sarios y los síndicos del país » , dispone de todas las plazas
municipales y judiciales » , y cuando se le ruega
que asista å la asamblea de los tres órdenes de la pro vincia, responde
que su puesto , sus posesiones y su
jerarquía le ponen por encima de todos los particula res de su diócesis , que no puede ser presidido por na die y que siendo señor feudal de todas las tierras , y particularmente de las baronías, no puede ceder el paso á sus vasallos y á los vasallos de sus vasallos » ; en una palabra, que en su provincia es rey ó le falta poco . En Remiremont, el noble capítulo de las cano nesas tiene
la baja , alta y media justicia en cincuenta
y dos señoríos » , presenta á setenta y cinco párrocos , confiere diez canonicatos masculinos , nombra en la ciudad los empleados municipales , con el aditamento de tres tribunales de primera y segunda instancia y todos los empleados de la jurisdicción . Treinta y dos obispos , sin contar los capítulos , son también señores temporales , en todo ó en parte, de su ciudad episcopal , á veces del distrito comarcano, y en ocasiones , como el obispo de San Claudio , de todo el país . Aquí la torre feudal ha sido preservada . En otras partes ha sido re vocada de nuevo , sobre todo en los gajes . En los do minios que comprenden más de doce departamentos nuestros , los príncipes de la sangre nombran los em pleados de la judicatura y conceden los beneficios . Sustitutos del rey, tienen sus derechos útiles y honori ficos. Vienen á ser reyes delegados y vitalicios , por que perciben, no solamente todo lo que el rey perci biría como señor , sino también una porción de lo que
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percibiría como monarca (1 ) . Por ejemplo , la casa de Orleans percibe subsidios , derechos sobre las bebidas , sobre los trabajos en oro y plata, sobre la fabricación. del hierro , sobre los aceros , sobre los naipes , el papel y el almidón; en una palabra , todo el rendimiento de uno de los mayores impuestos indirectos . Nada de sor prendente hay en esto , si se tiene en cuenta que , pró ximos á la condición de soberanos , tienen , como éstos , un consejo , un canciller, una deuda constituida , una corte (2) , un ceremonial privado , y que el edificio feu dal reviste entre sus manos el aparato fastuoso y re gular que tomó entre las manos del rey . Vengamos á personajes de menor importancia , á un señor de dignidad media , en su legua cuadrada de terreno , en medio de mil habitantes que en otro tiempo fueron sus villanos ó sus siervos , y en la vecindad del monasterio , del capítulo ó del obispo cuyos derechos. se mezclan á los de aquél . Aunque se hayan esforzado por rebajarle, su puesto continúa siendo muy elevado . Es aún, como dicen los intendentes , « el primer habi tante ; es un príncipe al que han despojado poco á poco de sus funciones públicas y relegado á sus dere chos honoríficos , pero que continúa siendo príncipe . En la iglesia tiene su banco y derecho de sepultura en el coro; los tapices llevan sus armas; le inciensan y le dan
agua bendita por distinción » . A menudo , ha
(1) Necker, ib. , II, 271 , 272: « La casa de Orleans - dice -está en posesión de subsidios.» Valúa este impuesto en 51 millones para todo el reino . (2) Beugnot, Memorias, I, 77. Fijaos en el ceremonial de la casa del duque de Penthievre, cap. I, m. El duque de Orleans instituye un capitulo y cordones de canonesas. El puesto de can ciller en casa del duque de Orleans está retribuido con 100.000 libras al año. (Gustavo III y la corte de Francia, por Geffroy, II 410.)
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biendo fundado la iglesia, es el patrono de ella, elije el párroco y trata de guiarle: en los campos , se le vé avanzar ó retrasar á su capricho la hora de las misas conventuales . Si tiene algún título , es alto justiciero, y hay provincias enteras , Maine y Anjou , por ejem plo, donde no hay feudo sin un justicia . En este caso nombra el baile, el escribano y demás gentes de ley y de justicia, procuradores, notarios , agentes señoriales , alguaciles de vara ó de caballo , que ejecutan ó juzgan , en su nombre, al reo de derecho civil ó al criminal , en primera instancia . Además , instituye un grulle ro (1 ) , ó juzga los delitos forestales, y percibe las mul tas que dicho empleado impone . Para los delicuentes de diversa especie, tiene su cárcel y á veces sus hor cas patibularias . Por otra parte, como indemnización de sus gastos para administrar justicia, recibe los bienes del hombre condenado á muerte y á la confis cación de sus dominios ; hereda al bastardo nacido y muerto en su señorío sin testamento ni hijos legítimos ; hereda al regnicola, hijo legitimo , que muere en sus dominios sin testar ni herederos conocidos ; se apropia las cosas vivientes ó inanimadas que se encuentran perdidas y cuyo propietario se desconoce; se queda con el tercio ó la mitad de los tesoros descubiertos, y, en la costa, se apodera de los restos de un naufragio ; en fin, lo que es aún más fructuoso en estos tiempos de miseria, se hace dueño de las tierras abandonadas y que se han dejado sin cultivo durante diez años . Otros privilegios atestiguan con más claridad todavía que en otro tiempo tuvo el gobierno del cantón . Tales son, en Auvernia , Hainaut, Artois , Picardía , Alsacia y Lo rena, los derechos de salvamento y de amparo que se le pagan por su protección general ; los de vigilancia (1) Una especie de guarda bosque de alta categoría .
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que reclama por su protección militar ; el aforo que exige á los que venden cerveza , vino y otras bebidas al por mayor y al por menor; lo que percibe en dinero ó en granos, por varios conceptos , de cada casa ó fa milia; el polvoriento, muy común en el Delfinado y en Provenza, por los rebaños de ovejas que pasan; los laudemios , derechos casi universales , que son la re tención de un sexto , á veces de un quinto y hasta de un cuarto sobre el precio de toda tierra vendida y de toda arrendamiento que exceda de nueve años ; el de recho de rendición ó reconocimiento , equivalente á un año de renta, y que recibe de los herederos colatera les, á veces de los directos , y, en fin, un derecho más raro, pero el más penoso de todos , que es el de un do ble censo ó un año de frutos , pagado , tanto á la muerte del señor , como á la del censatario . Se trata de ver daderos impuestos sobre bienes muebles é inmuebles , sobre personas, patentes , circulación , traspasos , he rencias, establecidos en otro tiempo á condición de un servicio público, del que hoy no está encargado . Hay otros censos que son también antiguos tribu tos , pero el señor desempeña aún el servicio que cos tean. Verdad es que el rey ha suprimido una porción de derechos de peaje, mil doscientos en 1724 , y que los continúa suprimiendo incesantemente ; pero que dan aún muchos en provecho del señor , sobre puen tes , caminos , barcas de pasaje , sobre las embarcacio nes que cruzan, teniendo él á su cargo el entreteni miento de los puentes, de los caminos , de las barcas de pasaje, de los caminos de sirga; varios de esos de rechos son muy lucrativos , algunos hay que reportan noventa mil libras ( 1) . Del mismo modo , á condición (1 ) Archivos nacionales , G, 300 (1787) . « El Sr. de Boullon gue, señor de Montereau, tiene un derecho de peaje que consiste
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de conservar el mercado y suministrar gratis pesos y medidas , cobra un tanto sobre los géneros y mercan cías que se llevan á la feria y al mercado de sus do minios ; ese tanto es en Agulema el cuarenta y ocho de los granos vendidos ; en Comburgo, cerca de San Malo, tanto por cabeza de ganado ; en otras partes, tanto sobre los vinos, los comestibles y el pescado (2). Como en otro tiempo construyó el horno , el lagar, el molino , la carnicería , obliga á los habitantes á ser virse y proveerse en lo que le pertenece , y derriba las construcciones que le hicieran competencia (3) . Pal pablemente se trata aquí aún de monopolios y consu mos que se remontan á la época en que el señor ejer cía el poder público . No solamente ejercía entonces el poder público , sino que era dueño del suelo y de los hombres . Y en cierto modo, por lo menos , continúa siendo propietario de hombres en varias provincias . « En la Champaña pro pia, en el Sesonés , la Marcha , el Borbonesado , la Bor
en dos dineros por buey, vaca, ternera ó cerdo; uno por cordero, dos por bestia cargada, un sueldo y ocho dineros por coche de cuatro ruedas, cinco dineros por los de dos ruedas y 10 dineros por coche enganchado con tres, cuatro ó cinco caballos ; además cobra 10 dineros por barcaza, barco ó bote que remonte el río; la misma cantidad por cada par de caballos y un dinero por cada barril vacío que lleven á bordo las embarcaciones.» Derechos análogos se registran en Varennes, en beneficio del duque del Chatelet, señor de Varennes. (2) Archivos nacionales , K, 1453, núm. 1.448; carta del 12 de Junio de 1789 , del Sr. de Meulan; este derecho sobre los granos pertenecía entonces al conde de Artois.- Chateaubriand, Memo rias, I, 73. (3) Renauldon, ib ., 249, 258. «No hay ninguna villa de seño río que no tenga tales carnicerías. El carnicero debe obtener el permiso expreso del señor. » Sobre la molienda cobraba por término medio, 18. En varias provincias, Anjou , Berry, Maine, Bretaña, tenía un molino corriente.
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goña, el Nivernés , el Franco- Condado , son nulas ó muy escasas las tierras donde no haya restos de la antigua servidumbre . Encuéntrase allí aún una por ción de siervos personales ó constituidos como tales por propio reconocimiento ó por el de sus autores (1) » . Allí , el hombre es siervo una veces por nacimiento , otras por la tierra que habita . Siervos , villanos ó vasallos, el caso es que de un modo ó otro , 150.000 personas, según dicen, tienen al cuello un resto del dogal feudal ; nada de sorprendente tiene esto, puesto que al otro lado del Rhin lo llevan aun, casi todos los campesinos . Dueño y propietario en otro tiempo de todos los bienes y de todo el trabajo de aquéllos , el señor pue ⚫ de aún exigirles doce jornadas de trabajo al año y un tributo anual . En la baronía de Choiseul , cerca de
(1) Renauldon, ib ., 181 , 200 , 203; tened presente que escribe en 1765 Luis XVI suprimió la servidumbre de sus dominios en 1778; y varios señores , especialmente en el Franco-Condado, imitaron el ejemplo. Beugnot, Memorias, I , 142.- Voltaire, Memoria al rey sobre los siervos del Jura. — Memorias de Bailly, II, 214, con arreglo al acta de la asamblea nacional del 7 de Agosto de 1789. He exa minado esa acta y el libro de Clerget párroco de Orleans, en el el Franco Condado, que se encuentra mencionado en aquella. Clerget dice, en efecto , que existen aun en ese momento (1789) 1.500.000 súbditos del rey sometidos á servidumbre, pero no da ninguna prueba en apoyo de esa cifra. Sin embargo, es cierto que el nú nero de siervos y vasallos es aun muy grande. Archi vos nacionales, II , 723, memorias sobre los siervos del Franco Condado en 1788; II, 200, memorias por Amelot sobre la Borgoña en 1785. « En la subdelegación de Charolles , los habitantes pa recen vivir á un siglo del tiempo actual; sometidos á los dere chos feudales, tales como la mano muerta, su inteligencia y su cuerpo no pueden alcanzar ningún desarrollo. La emancipación de la servidumbre, cuyo ejemplo ha dado el mismo rey, se ha fijado en un precio tan exorbitante para los laicos, que los des graciados siervos no pueden ni podrán alcanzarla.
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Chaumont en Champaña,
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los habitantes están obli
gados á labrar las tierras del señor, sembrarlas y re coger las cosechas por su cuenta y llevar el producto å las granjas de aquél ; cada cuadro de tierra, cada casa , cada cabeza de ganado le paga un tanto ; los hi jos no heredan á sus padres , sino á condición de vivir con ellos; si estån ausentes, en la época del falleci miento , hereda el señor» . Esto es lo que en el lengua je de los tiempos se llamaba una tierra que tenía buenos derechos» . En otras partes, el señor hereda de los colaterales , hermanos ó sobrinos , si no estaban en comunidad con el difunto en el momento de la muerte, y esta comunidad no era valedera sino con permiso del mismo señor. En el Jura y en el Niver nés , puede perseguir á los siervos que huyen , y re clamar á la muerte de éstos , no solamente los bienes que dejaran en los dominios del propietario, sino tam bién el peculio que hayan adquirido fuera . En San Claudio, adquiere ese derecho sobre cualquiera que haya pasado un año y un día en una casa del señorío . En cuanto á la propiedad del suelo , se ve con más claridad aún que en los tiempos pasados le pertenecía por completo . En el distrito sometido á su jurisdic ción, el dominio público es su dominio privado ; los caminos, calles y plazas públicas forman parte de él ; tiene el derecho de plantar árboles y de apropiarse los que se encuentren plantados . En varias provincias , por un derecho especial, se hace pagar por los habi tantes el permiso de pastoreo de los ganados en los campos, después de la recolección y en los
terrenos
baldíos y vagos» . Le pertenecen los ríos no navega bles, así como los islotes, los montones de tierra que se forman y el pescado que se encuentre. Tiene el de recho de caza en toda la extensión de su jurisdicción ,
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y ha habido ocasión en que un colono se ha visto obli gado á dejarle entrar en su parque cercado de muros . Citemos todavía un rasgo para acabar de retratar le. Ese jefe de Estado , propietario de los hombres y del suelo, era en otro tiempo un agricultor que resi día en su propia granja en medio de otras dependen cias de aquella, y, en este concepto , se reservaba be neficios de explotación de los que ha conservado va rios . Tal es el derecho de Cauvinx, muy esparcido entonces , y que consiste en el privilegio de vender el vino propio, con exclusión de todos los demás , duran te los treinta ó cuarenta años que siguen á la vendi mia. Tal es, en Turena, la facultad de enviar sus ca ballos , vacas y bueyes á pastar y ser vigilados en los prados de sus súbditos . > Tal es, en fin, el monopo lio del gran palomar, del que parten en todo tiempo millares de palomas que se posan y pican los granos en todas las tierras , sin que nadie pueda matarlas ni cogerlas . Por otros conceptos de la misma clase, per cibe un tanto sobre todos los bienes que anteriormen te dió en arriendo á perpetuidad , y, bajo los nombres de censos , feudos ,
cánones ,
terrazgos ,
parcelas
y
otros que indicaban diversas cargas , las percepciones en dinero ó en especie eran tan varias , como pueden serlo las situaciones , los accidentes y las transaccio nes locales . En el Borbonesado , tiene el cuarto de la recolección; en Berry, el 12 por 100 de los haces . A veces su deudor ó inquilino es una comunidad: un di . putado de la Asamblea nacional cobraba un derecho de dos cientos toneles de vino sobre tres mil propie dades particulares (1) . Además , por un retracto cen sual, puede « quedarse con toda propiedad vendida , á trueque de reembolsar al adquisidor, pero reserván (1) Boiteau, ib., 25 (Abril 1790) .- Beugnot, Memorias, I, 142.
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dose el derecho de ventas y laudemios» . Tened pre sente, en fin, que todos estos gravámenes de la pro piedad constituyen para el señor, un crédito privile giado tanto sobre los frutos como sobre el valor del terrazgo, y, para los censatarios, una deuda impres criptible, indivisible, irredimible. Estos son los dere rechos feudales : para representárnoslos en conjunto, tengamos siempre presente al conde, obispo ó abad del siglo X, como soberano y propietario de su cantón . La forma en la que se encierra entonces la sociedad humana está amoldada á las exigencias de un peligro incesante y próximo ; todos los intereses están subor dinados á la necesidad de vivir de manera que el te rruño se encuentre á salvo y para esto es preciso re tener en tal terruño , por medio de dádivas y goces , á un puñado de valientes mandados por otro valiente . Como el peligro ha desaparecido , la fortaleza se ha derrumbado . Por medio de dinero los señores han per mitido que los
campesinos
económicos y tenaces
arranquen muchas piedras de la construcción , y en cambio han permitido que el rey se apodere de la porción pública . Queda la primitiva base, la antigua estructura de la propiedad , la tierra gravada ó ago tada por el mantenimiento de un molde social que se ha disuelto , en una palabra , un orden de privilegios y de gravámenes cuya causa y cuyo objeto han des aparecido (1 ) .
V
No basta esto para que dicho orden sea perjudicial, ni siquiera inútil . En efecto , si el jefe local no desem peña ya su antigua misión , puede llenar , en cambio, (1) Véase la nota 2.ª al fin de la obra.
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una misión nueva. Instituido para la guerra cuando la vida era militante , puede servir en la paz cuando el régimen es pacífico , lo que constituye una gran ven taja para el país en que se produce aquella transfor mación ; pues , al conservar sus jefes , se ve libre de la incierta y peligrosa operación que consiste en crearse otros . No hay nada más dificil de fundar que el go bierno , hablo de un gobierno estable, el cual se apoya en el mando de algunos y la obediencia de todos , lo que es contra la naturaleza . Que un hombre , á veces un débil anciano , disponga, desde un gabinete , de los bienes y de las vidas de veinte ó treinta millones de hombres , cuya mayoría le es desconocida ; que les diga que entreguen el décimo ó el quinto de sus rentas y que lo entreguen; que les mande que vayan á matar ó á morir y que á ello marchen ; que continúen así durante diez años , veinte años , á través de todas las pruebas , derrotas , miserias é invasiones , como los franceses bajo Luis XIV , los ingleses bajo Pitt , los prusianos bajo Federico II , sin sediciones ni trastor nos interiores , es una verdadera maravilla , y pará que un pueblo se conserve independiente , ha de estar constantemente dispuesto á realizarla . Ni esa fideli dad, ni esa concordia son frutos de la razón pura ; es harto vacilante y harto débil para producir un efecto tan universal y tan enérgico . Entregado á sí mismo, y retrotrayéndole súbitamente al estado natural, el rebaño humano no sabría hacer más que agitarse , pe learse, hasta que la fuerza bruta llegara al fin á do minar como en los tiempos bárbaros, y hasta que, en tre el fragor de la lucha surgiera un caudillo militar, el cual , generalmente, es un verdugo . En lo que á la historia concierne , vale más continuar que empezar de nuevo .
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Por esto, y sobre todo , cuando la mayoría es in culta, es conveniente que los jefes estén designados de antemano por la costumbre hereditaria que hay de se guirles y por la educación especial que les ha prepa rado . En este caso el público no tiene necesidad de buscarlos para encontrarlos . Están allí , en cada can tón, visibles , aceptados de una manera anticipada ; se les reconoce por sus nombres, por sus títulos , por su fortuna, por su género de vida , y todos están prestos à acatar su autoridad . Y lo más frecuente es que me rezcan esa autoridad ; nacidos y educados para ejer cerla, hallan en la tradición , en el ejemplo y en el or gullo de familia cordiales poderosos que sostienen en ellos el espíritu público ; hay probabilidades de que co nozcan los deberes que su prerrogativa les impone . Tal es la renovación que comporta el régimen feudal . El antiguo señor puede aún justificar su preeminencia por sus servicios , y ser popular sin dejar de ser privi legiado . Capitán del distrito y centinela permanente en otro tiempo , debe convertirse en propietario resi dente y bienhechor, promovedor voluntario de todas. las empresas útiles , tutor obligado de los pobres , ad ministrador y juez gratuito del cantón , diputado sin honorarios cerca del rey, es decir, conductor y pro tector como anteriormente, acomodado por las nuevas circunstancias á un nuevo patronato . Magistrado lo cal, representante en el centro, he aquí sus dos fun ciones principales, y, si se mira fuera de Francia, se verá que desempeña una ú otra , cuando no las dos .
CAPITULO III
Servicios locales que deben los privilegiados.-I. Ejem plos en Alemania é Inglaterra.-Los privilegiados no prestan esos servicios en Francia.- II. Señores resi dentes.--Restos del buen espíritu feudal.--- No son duros con sus terratenientes, pero no tienen ya el gobierno local.- Su aislamiento.— Pequeñez ó medianía de su situación . — Sus gastos.—No estan en estado de perdo nar sus créditos.—Sentimientos que hacia ellos abrigan los campesinos. - III . Señores no residentes. — Enormi dad de sus fortunas y sus derechos. —Teniendo mayores ventajas, deben mayores servicios. Razones de su au sencia. -Efecto de su alejamiento . -Apatía en las pro vincias. Estado de sus tierras.-No dan limosnas.– Miseria de sus terratenientes -Exacciones de sus ad ministradores . –Exigencias de sus deudas. —Estado de sus justicias.— Efectos de su derecho de caza. -Senti mientos que hacia ellos abrigan los campesinos.
I
Consideremos primeramente el gobierno local. A las puertas de Francia , hay estados en los que el yugo feudal , con ser más pesado que en aquel país , parece más ligero , porque en los platillos de la ba lanza se contrapesan los bienes y los males . En Muns ter , en 1809 , Beugnot encuentra un obispo soberano , una ciudad de conventos y grandes palacios señoria les, algunos comerciantes para los objetos indispensa bles , escasa burguesía y colonos ó siervos todos los
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campesinos de los alrededores . El señor se reserva una parte de todos los productos de aquéllos , géneros y ganados , y á la muerte de los mismos , una porción de la herencia ; si se marchan , se queda con sus bie nes . Castiga á sus criados como si fueran mujiks , y para este efecto tiene en las dependencias un potro , sin perjuicio de penas más graves los azotes y demás . Pero ,
, probablemente
jamás se le ha ocurrido al
condenado la menor idea de reclamación ó apelación » . Porque, si el señor les pega como padre de familia, también les protege
como padre de familia , acude
cuando hay que reparar algún daño , les asiste en sus enfermedades
y les provee de un asilo para la ancia
nidad ; atiende á sus viudas y se regocija cuando tie nen muchos hijos ; vive con ellos en comunidad de simpatías ; no son miserables ni están inquietos ; saben que en todas sus necesidades , extremas ó imprevistas , el señor será su refugio . En los Estados prusianos , y con arreglo al código del gran Federico , una servi dumbre , más dura todavía , se ve compensada por iguales obligaciones . Sin permiso del señor , los cam pesinos no pueden enajenar sus tierras , hipotecarlas , cultivarlas por nuevos procedimientos , cambiar de oficio ni casarse. Si abandonan el señorío , puede per seguirles en todo lugar y volverlos á traer por fuer za. Tiene el derecho de vigilarles en su vida privada, y los castiga si son borrachos ó perezosos . Adolescen tes, son durante varios años criados en la mansión se ñorial ; labradores , le deben jornadas de trabajo , tres por semana en ciertos lugares . Pero, tanto por la costumbre , como por la ley , el señor debe
cuidar de
que reciban educación , de socorrerles en la indigencia y de procurarles , en cuanto sea posible , los medios de vivir . Así , pues , tiene las cargas del gobierno , cuyos
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beneficios percibe , y, bajo la pesada mano que los do blega, pero que los sostiene , no se ve que los súbditos se rebelen . En Inglaterra , las clases elevadas llegan á los mis mos resultados por caminos diferentes . Allí también la tierra paga aún los diezmos eclesiásticos , el 10 por 100 estricto , bastante más que en Francia ( 1 ) ; el se . ñor, el noble posee una parte del suelo más amplia aún que la de su vecino el francés , y, de hecho , ejerce sobre su cantón mayor autoridad . Pero sus terrate nientes , inquilinos y colonos , no son ya siervos , ni si quiera vasallos suyos ; son libres. Si gobierna , es por influencia, no por mandato . Como propietario y pa trono se le guardan deferencias ; como lugarteniente, oficial de la milicia , administrador y justicia; es visi blemente útil . Sobre todo , de padre à hijo reside, es del cantón, está en incesante y hereditaria comunica ción con el público local , por sus asuntos y sus recreos, por la caza y por la administración de los pobres , por sus colonos á los que admite en su mesa, por sus ve cinos á los que encuentra en el comité ó en la vestry. De esta manera se mantienen las antiguas jerarquías : para ello se necesita y basta que cambien por un marco civil su marco militar, y hallen un empleo mo derno al señor feudal.
(1) Arturo Young, Viajes á Francia, II , 456. En Francia dice-es desde el 11 al 36 por 100. «Pero no se conocen enormi dades mayores que las que se cometen en Inglaterra, donde se paga realmente el diezmo .>>
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II
Remontándose en nuestra historia, encuéntranse aquí y alli nobles parecidos . Tal era el duque de Saint Simon, padre del escritor , verdadero soberano en su gobierno de Blaye, respetado por el mismo rey . Tal fué el abuelo de Mirabeau , en su castillo de Mirabeau en Provenza, el más altanero , el más absoluto , el mås intratable de los hombres ,
exigiendo que los oficiales
que él presenta para su regimiento , sean aceptados por el rey y los ministros » , no sufriendo sino como fórmula á los inspectores en revista , pero heroico , ge neroso , lleno de abnegación , distribuyendo la pensión que le ofrecen entre seis capitanes heridos bajo sus ór denes, abogando por los pobres pleiteantes montañeses , expulsando de sus dominios á los procuradores ambu lantes que llegan para meter cizaña, « protector natu ral de los hombres » , hasta contra los ministros y con tra el rey . Como en una ocasión realizaran un atro pello en casa del párroco unos guardas de consumos , los persiguió á caballo , con tanta decisión , que, á du ras penas, se salvaron vádeando el Durancia, y con este motivo
escribió para pedir la destitución de
todos los jefes , asegurando que en caso contrario todos los empleados de consumos irían á parar al Ródano ó al mar ; hubo las destituciones pedidas , y el mismo director del ramo fué á darle en persona una satisfac ción» . Viendo á su cantón estéril , y perezosos á sus co lonos , los organiza militarmente , hombres , mujeres y niños, y, arrostrando los peores tiempos , pónese el mis mo á su cabeza, con sus veintisiete heridas y su cuello 4
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sostenido por una pieza de plata , les paga su trabajo , les hace labrar las tierras , que les da en arriendo por cien años , y les hace rodear de enormes muros una montaña de rocas, en la que se plantan olivos . « Ne die hubiese podido , bajo ningún pretexto, negarse á trabajar , como no estuviese enfermo , y en este caso era socorrido ó se le ocupaba en trabajar en sus pro pios bienes, pues este era asunto en el que mi padre no se dejaba engañar , y nadie se hubiera atrevido á ello . > Estos son los últimos vástagos de la antigua cepa, nudosos , salvajes , pero susceptibles de propor cionar abrigo . Todavía se encontrarán algunos en apartados cantones, en Bretaña , en Auvernia , verda deros comandantes de distrito , y tengo la evidencia de que si llegase el caso les seguirían sus campesinos , tanto por respeto como por miedo . Los brios del cora zón y del cuerpo dan un ascendiente que ellos mismos justifican , y la superabundancia de savia, que empie za por violencias , concluye por beneficios.
Menos independiente y menos rudo , el gobierno pa ternal subsiste en otras partes , si no en la ley , por lo menos en las costumbres . En Bretaña, cerca de Tre guier y de Lannion , dice el baile de Mirabeau, « todo el estado mayor de la guardacosta está compuesto por personas de calidad pertenecientes á razas milena rias . Todavía no he visto á nadie encolerizarse contra un soldado campesino, y al mismo tiempo he visto un marcado respeto filial por parte de estos últimos ... Es el paraíso terrestre por las costumbres , la sencillez , la verdadera grandeza patriarcal; campesinos cuya actitud ante los señores es la de un hijo tierno ante un padre, señores que no hablan á esos campesinos en un lenguaje rudo y grosero , sino con tono benevolo y complaciente; se ve un recíproco cariño entre amos y
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servidores ». Más al Sur, en el Bocage, país completa mente agrícola y sin caminos , en el que las señoras viajan á caballo y en carretas tiradas por bueyes , en donde el señor no tiene colonos , sino veinticinco ó treinta caseros , con quienes comparte los frutos , la supremacía de los grandes no perjudica á los peque ños . Se vive muy unidos, cuando se vive juntos desde la niñez hasta la muerte , familiarmente , con los mis mos intereses , las mismas ocupaciones y los mismos . esparcimientos ; tal sucede á los soldados con sus ofi ciales cuando están en campaña, en el campamento, subordinados , aunque compañeros , sin que la familia ridad perjudique al respeto .
El señor los visita á me
nudo en su vivienda , habla con ellos de sus asuntos , de los cuidados que hay que prestar al ganado , y toma parte en los accidentes y desgracias que también á él le perjudican . Asiste à las bodas y bebe con los convi dados . El domingo se baila en el patio del castillo , y las damas toman parte en el regocijo ( 1) . » Cuando se dispone á cazar lobos y jabalíes , el párroco lo anun cia desde el púlpito ; los campesinos , armados de fusi les , acuden forzosamente á la cita ; el señor les señala los puestos y observan estrictamente la consigna que les da ; he aquí unos soldados y capitán dispuestos . Poco tiempo después , y por sí mismos , irán á elegirle para comandante de la guardia nacional, para alcal de del Municipio , para jefe de la insurrección , y , en 1792 , los tiradores de la parroquia marcharán á sus órdenes contra los azules , como hoy contra el clero.
(1) Madame de la Rochejacquelein, ib . I, 84: «Como monsieur de Marigny tenía algunos conocimientos de veterinaria, los cam. pesinos del cantón iban á buscarle cuando tenían animales en fermos.
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Tales son los últimos restos del buen espíritu feudal ,. semejantes á las esparcidas cimas de un continente su mergido . Antes de Luis XIV, el espectáculo era aná logo en toda Francia .
La nobleza rural de antes
dice el marqués de Mirabeau-bebía con demasiada frecuencia, dormía sobre viejos divanes ó catres , mon taba á caballo , iba á caza muy de madrugada , se reunía en la fiesta de San Huberto , y no se separaba sino hasta después de la octava de San Martin ... Aquella nobleza llevaba una vida alegre y ruda , voluntaria mente, costaba muy poco al Estado , y le producia con su residencia fija y su estiércol , más que lo que le pro porcionamos hoy con nuestros gustos , nuestros viajes , nuestros cólicos y nuestros flatos... Sabido es hasta qué punto llegaba la costumbre, y, por decirlo así , la ma nía de los continuos presentes que los habitantes ha cían á sus señores . En mis tiempos he visto cesar en todas partes esas costumbres , y con mucha razón... Los señores no les sirven ya para nada; es muy natu . ral que sean olvidados del mismo modo que ellos olvi dan ... Como nadie conoce ya al señor en sus tierras , todos le roban , y hacen bien. » Por todas partes , salvo en algunos rincones apartados , ha desaparecido la afección, la unión de las dos clases ; el pastor se ha se parado del rebaño , y los pastores del pueblo han con cluido por ser considerados como sus parásitos . Sigámosle primeramente en las provincias . No se ve en ellas más que hidalguillos y algunos nobles de mediana alcurnia; los demás están en París . Lo mismo sucede en la Iglesia : los abades comendatarios , los obispos y arzobispos no residen en los pueblos ; los vi carios y canónigos están en las grandes ciudades ; sola mente los priores y los párrocos permanecen en el campo ; generalmente , todo el estado mayor eclesiás
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tico ó laico se encuentra ausente ; los residentes perte necen á los grados secundarios ó inferiores . ¿Cómo viven estos con los campesinos? Lo cierto es que por lo general , los primeros no son para los se gundos ni duros ni siquiera indiferentes . Separados por el rango, no lo están por la distancia : ahora bien; la vecindad constituye por si sola un lazo entre los hombres . Por más que he leído no he encontrado en ellos los tiranos rurales que describen los declamado res de la Revolución . Altaneros con el burgués , son ordinariamente buenos con el aldeano . «Que se reco . rran en las provincias , dice un abogado contemporá neo , las tierras habitadas por los señores ; entre cien to, se encontrará quizá una ó dos donde tiranicen å sus súbditos ; en todas las demás , los señores com parten pacientemente la miseria de sus justiciables ... Aguardan á los deudores , les dan plazos , les procu ran toda facilidad de pago . Dulcifican y atenúan las demandas á veces demasiado rigurosas de los admi nistradores , encargados y agentes de negocios . Una inglesa que les ve en Provenza al salir de la Revolu ción dice que , detestados en Aix, son muy queridos en sus tierras . Mientras que ante los principales bur gueses pasan con la cabeza erguida, con aire des deñoso , saludan á los campesinos con una cortesía y una afabilidad extremas.
Uno de ellos distribuye á
las mujeres , niños y ancianos de sus dominios lana y lino para hilar durante la mala estación , y, á fines de año, da un premio de cien libras á las dos mejores piezas de tela . En muchos casos , los campesinos ad quiridores les han restituido voluntariamente sus tie rras al precio de compra. En los alrededores de París , cerca de Romanville , después del terrible huracán de 1788, se prodigan las limosnas ; «un hombre suma
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mente rico se apresura á distribuir por su cuenta 40.000 francos entre los desgraciados que le rodean » ; durante el invierno , en Alsacia, en Paris, todo el mundo socorre : « delante de cada palacio de familia conocida arde un gran brasero , al que acuden los po bres noche y día para calentarse . > En lo que se refiere á caridad , los frailes que son testigos de la miseria públíca se muestran fileles al es píritu de su institución . Con motivo del nacimiento del Delfin , los Agustinos de Montmorillon , en Poitou , pagan de su peculio los tributos y jornadas de diez y nueve familias pobres . En 1781 , en Provenza , los Do minicos de San Maximino socorren á su distrito , en el que las viñas y los olivares habían sido destruidos por el huracán . « Los Cartujos de París entregan á los po bres 1.800 libras de pan por semana . Durante el in vierno de 1784, se aumentan las limosnas en todas las casas religiosas : sus administradores distribuyen so corros entre los habitantes pobres del campo, y para proveer á esas necesidades extraordinarias , varias comunidades redoblan el rigor de sus abstinencias . Cuando, á fines de 1789 , se trata de suprimir las ór denes religiosas , hallo en su favor una multitud de re clamaciones escritas por empleados municipales , por los notables , por un sin fin de personas, artesanos , campesinos , y las rústicas firmas de esos colonos son verdaderamente elocuentes . Setecientas familias de Chateau-Cambresis dirigen un ruego para que sean respetados
los dignos abades y religiosos de la aba
día de San Andrés , sus padres comunes y bienhecho res, que les han alimentado durante el granizo . » Los habitantes de San Sabino , en los Pirineos, pintan con lágrimas de dolor su consternación » , ante la idea de que se vaya á supriiba drma u sai de Benedictinos,
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única fundación de caridad en aquel país pobre . En Sierk, cerca de Thionville,
la Cartuja, dicen los no
tables , es por todos conceptos para nosotros el arca del Señor; es el principal recurso de más de mil dos cientas á mil quinientas personas que acuden á aquel lugar diariamente . Este año los frailes les han distri buido su propia provisión de granos , á 16 libras me nos que el precio corriente . Los canónigos regulares de Domierre, en Lorena, socorren á sesenta pobres dos veces por semana; es preciso conservarlos , dice la instancia,
por piedad y compasión hacia el pobre
pueblo, cuya miseria es mayor de lo que se puede imaginar; donde no hay conventos regulares y canó nigos que de ellos dependan , los pobres claman de mi seria (1).
En Moutiers- San Juan, cerca de Semur, en
Borgoña, los Benedictinos de San Mauro proveen á todo el pueblo y lo han sostenido este año durante la escasez.
Cerca de Morley, en Barrois , la abadía de Auvey , orden de Trapenses, ha sido siempre , para todos los pueblos comarcanos , un establecimiento de caridad» . En Airvanet, Boiton, los empleados municipales , el coronel de la guardia nacional y una porción de magnates y vecinos , piden la conservación de los canónigos regulares de San Agustín. « Su existencia, dice la instancia , es absolutamente esencial , tanto para nuestra ciudad como para los campos , y su supresión (1) Archivos nacionales, D, XIX, carpeta 11. Una hermosa carta de Santignon, abad de Domierre, general de los canónigos regulares de San Salvador y residente. Tiene 23.000 libras de renta, de las cuales 6.066 corresponden á la pensión otorgada por el gobierno en recompensa de sus servicios. Como sus gastos per sonales no exceden de 5.000 libras, se ha encontrado en condicio nes de repartir entre los pobres y los obreros más de 250.000 li bras, en el espacio de once años.
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representaría para nosotros una pérdida irreparable . » El municipio , y el consejo permanente de Soissons , es criben que la casa de San Juan de las Viñas ha re clamado siempre con insistencia la parte que la co rresponde en las cargas públicas . Ella es la que, en las calamidades, recoge á los ciudadanos sin alber gue y atiende å su subsistencia. Ella sóla es la que corrió con los gastos de la asamblea del cabildo , cuan do la elección de diputados para la asamblea nacio nal. Ella es la que aloja actualmente una compañia del regimiento de Armañac. Ella es la que se encuen tra en todas partes , cuando hay que hacer sacrificios: » En veinte lugares , se declara que los religiosos son
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viamente ante el genealogista y con documentos au ténticos , que su nobleza se remonta al año 1400 . Después es un individuo seguro de fortuna ; única mente en los salones reales se está al alcance de las mercedes ; así es que , hasta 1789, las grandes familias no se menean de Versalles , y noche y día están al ace cho. El ayuda de cámara del mariscal Noailles le de cía una noche al correrle las cortinas : «¿A qué hora desea monseñor que le despierte mañana? -A las diez , si no se muere nadie esta noche. » Todavía se encuen tran esos viejos cortesanos que ,
á los ochenta años de
edad, han pasado cuarenta y cinco por lo menos á las puertas de las antecámaras del rey , de los príncipes y de los ministros » . No tenéis más que tres cosas que hacer , decía uno de ellos á un principiante: hablar bien de todo el mun do , pedir todo lo que vaque y sentarse cuando po dáis . » Por eso hay siempre apreturas alrededor del prín cipe. El 1.º de Agosto de 1773 la condesa du Barry presenta á su nieta, y
el cortejo es tan numeroso por
donde quiera que pasa esta presentación , que apenas se puede atravesar las antecámaras (1 ) . » En Diciem bre de 1774, en Fontainebleau, donde todas las no ches tiene la reina su partida de juego ,
la habitación ,
aunque vasta, no se desocupa ... Son tantas las apre turas , que no se puede hablar más que con las dos ó (1) Maria Antonieta, por Arneth y Jeffroy, II, 27, 255, 281 . -Gustavo, III, por Jeffroy, Noviembre de 1786. Boletín de ma dame de Stael . - Conde de Hezecques, ib. , 231. —Archivos na cionales, O',736 , Carta de Amelot, del 23 de Septiembre de 1780. -Duque de Luynes , XV, 260, 267; XVI , 268. Ciento sesenta y tres damas, de las cuales 42 están de servicio, van á hacer sus reverencias al rey. Ciento sesenta señores y más de cien damas van á presentar sus homenajesal delfín y la delfina.
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tres personas con quienes se juega » . En las recepcio nes de embajadores , las catorce habitaciones están llenas de señores y damas lujosamente ataviadas . El 1.º de Enero de 1775 la reina « contó más de doscien tas mujeres que se presentaron para hacerla la corte». En 1780, en Choisy , se pone todos los días para el rey una mesa de treinta cubiertos , otra de treinta para los señores , cuarenta cubiertos para los oficiales de la guardia y los escuderos , y cincuenta para los oficiales de la cámara. Yo calculo que al levantarse, al acos tarse, en sus paseos , en sus cacerías , en sus partidas de juego, el rey tiene siempre en torno suyo , además de las gentes de servicio, cuarenta ó cincuenta seño res por lo menos , en los más de los casos cien y otras tantas damas ; en Fontainebleau, en 1756 , aunque « en ese año no se dieran fiestas ni bailes, se contaban ciento seis damas . En las grandes recepciones , cuan do el rey hace que se juegue y se baile en la galería de los espejos , cuatrocientos á quinientos invitados , lo selecto de la nobleza y de la moda se alinean en las banquetas ó se agolpan en torno de las mesas de tre sillo y otros juegos .
Este espectáculo hubiera sido digno de verse , no con la imaginación y mediante textos incompletos , sino con los ojos y en su centro , para comprender el espí ritu , el efecto , el triunfo de la cultura monárquica; en una casa de tono , el salón es la pieza principal ; y nun ca hubo otro más deslumbrador que el de que setrata. Desde la bóveda esculpida y poblada de amorcillos revoltosos , descienden , entre guirnaldas de flores y ramaje , las resplandecientes arañas, cuyo esplendor multiplican los altos espejos ; la luz se derrama á to rrentes sobre las molduras , los brillantes , los rostros alegres y espirituales , los finos jubones , las faldas cru
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gientes y vistosas. Los guardainfantes de las damas colocadas en círculo ó diseminadas por las banquetas «forman una rica espaldera cubierta de perlas , oro, plata, pedrerías , lentejuelas , flores , frutas en flor , gro sellas , cerezas , fresas artificiales ; es un jigantesco ramo viviente cuyo brillo deslumbra. Nada de trajes negros como los de hoy para hacer contraste . Peinados y empolvados , con bucles y sorti jillas , con corbatas y puños de encaje, con casacas y chupas de seda de color de hoja seca, rosa pálido , azul celeste , bordadas y con galones de oro, los hombres van tan ataviados como las mujeres . Hombres y mu jeres , son, todos de lo más selecto ; todos son gentes de mundo , favorecidos por todas las gracias que pue den dar la raza, la educación . la fortuna , la ociosidad y el hábito ; en su género son perfectos . No hay un to cado, un movimiento de cabeza, una inflexión de la voz, un giro de una frase que no sea una obra maes tra de la cultura mundana, la quinta esencia destilada de todo lo que el arte social puede elaborar de exqui sito. Por distinguida que sea la sociedad de París , no se acerca á esta ; comparada con la corte, parece pro vinciana. Se dice que hacen falta cien mil rosas para hacer una onza de esa ensencia única que usan los reyes de Persia; tal es el salón real, tenue frasco de oro y cristal ; contiene la substancia de una vegeta ción humana . Para llenarle, ha sido preciso por de pronto que una gran aristocracia, trasplantada á un invernadero y en adelante estéril en frutos , no diese más que flores , y en seguida que , en el alambique real, toda la savia eliminada se concentrase en algu nas gotas aromáticas . El precio es excesivo , pero á este precio se fabrican los perfumes muy delicados .
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IV
Una operación semejante compromete tanto al que la ejecuta como á los que la sufren . No impunemente se transforma una nobleza útil en una nobleza de adorno (1 ) ; cae uno mismo en la inacción que sustitu yó á la actividad . El rey tiene una corte, es preciso que la tenga. Tanto peor si le absorbe el tiempo , la inteligencia, el alma, todo lo mejor de su fuerza acti va y de la fuerza del Estado . No es poca tarea el ser amo de casa, sobre todo cuando , de ordinario , se re cibe á quinientas personas; está uno obligado á pasar la vida en público y en escena . Es, para hablar con propiedad , el oficio de un actor que estuviera en esce na todo el día. Para soportar esta carga y trabajar
(1) Ejemplo de la ociosidad impuesta á la nobleza , es la comi da de la reina María Leczinska en Fontainebleau . «Entro en una sala soberbia donde vco una docena de cortesanos que se pasean y una mesa para doce cubiertos por lo menos, y que, sin embar go, no está dispuesta más que para una sola persona... La reina se sienta y al punto los doce cortesanos se colocan en medio circulo á diez pasos de la mesa; me coloco al lado de ellos, imi tando su respetuoso silencio . Su Majestad comienza a comer muy de prisa, sin mirar á nadie, bajando los ojos hacia el plato . Ha biendo encontrado de su gusto uno de los manjares que la sir vieron, repitió, y entonces recorrió con la mirada el círculo que estaba ante ella... y dijo: -El mismo ceremonial se repetía á las once de la noche para acostarse, y durante el día para descalzarse. (Conde de Hezec ques, 161.)
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una bandeja de plata sobredorada , y después le pre sentan la pila de agua bendita; se santigua y reza una oración. Enseguida , delante de toda esa gente, sale de la cama y se calza sus chapines . El gran chambelán y el primer gentilhombre le presentan la bata y se la encapilla y va á sentarse en un sillón donde ha de vestirse. En este momento vuelve á abrirse la puerta y penetra una nueva oleada; es
la entrada de los pri
vilegios» ; los señores que la componen tienen , entre otros , el preciado privilegio de asistir á la siesta , y al mismo tiempo llega una escuadra de gentes de servi cio , médicos y cirujanos , intendentes del Tesoro pri vado, lectores, y entre éstos , el encargado de llevar la cartera de negocios : la publicidad de la vida real es tal, que ninguna de sus funciones se realiza sin tes tigos . En el momento en que los encargados del guar darropa se acercan al rey para vestirle, el primer gentilhombre, advertido por el ujier , viene á decir al monarca los nombres de los grandes que esperan á la puerta; es la cuarta serie, llamada « de la cámara>, más numerosa que las precedentes ; porque sin hablar de los
porta- mantos , porta- arcabuces , tapiceros y
otros criados , comprende la mayoría de los altos fun cionarios, al gran limosnero , los limosneros de barrio , el maestro de capilla, el del oratorio , el capitán y el mayor de los guardias de corps , el comandante gene ral y el mayor de los guardias franceses , el coronel del regimiento del rey, el capitán de los cien Suizos, el montero mayor , el lobero mayor, el gran preboste, el gran maestro y el maestro de ceremonias , el pri mer jefe de comedor, el gran panetero , los embajado res extranjeros , los ministros y secretarios de Estado, mariscales de Francia , la mayoría de los notables del
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reino y de los prelados . Los ujieres se encargan de acomodar á la multitud , y en caso de necesidad , de imponer silencio . El rey se lava las manos y comien za á desnudarse . Dos pajes le quitan los chapines ; el jefe del guardarropa le tira de su camisa de dormir por la manga derecha , el primer subjefe del guar darropa por la manga izquierda, y los dos la entregan á un empleado del mismo cargo , mientras que otro trae la camisa de día cubierta por tafetán blanco . Este es el instante solemne , el punto culminante de la ceremonia; ha entrado la quinta serie , y dentro de algunos minutos, cuando el rey haya cogido la prenda en cuestión, entrará la última oleada formada por todo el resto de las personas conocidas y de los fun cionarios palatinos que aguardan en las galerías . Hay todo un reglamento para la tal camisa . El• honor de presentarla está reservado á los hijos y nietos de Francia, á falta de éstos á los principes de la sangre ỏ legitimados , y si también faltan los últimos , al gran chambelán ó al primer gentilhombre ; hay que tener presente que este caso es raro , puesto que los prínci pes están obligados á asistir al acto de levantarse el rey, como las princesas al de la reina . He aquí , por fin, que se le presenta la camisa ; un criado se lleva la de dormir; el primer criado y el primer ayuda de cámara tienen cogida la de vestir, uno por la manga izquierda , el otro por la manga de recha (1); y durante esta operación, otros dos ayudas de cámara tienden ante el rey la bata desplegada , á manera de biombo . Una vez encapillada la camisa, comienza el final de la ceremonia . Un ayuda de cáma ra presenta un espejo al monarca, y otros dos le ilu (1) En todos los cambios de traje, el lado izquierdo del rey pertenece al guardarropa, y el derecho á la cámara.
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minan con bujías , en caso de necesidad . Dos mozos del guardarropa traen las demás prendas del traje ; el jefe del guardarropa pasa al rey la chupa y la ca saca, le anuda el cordón azul, le ciñe la espada ; des pués el encargado especial de las corbatas trae varias en una cesta, y uno de los jefes del guardarropa le pone la que el rey escoge . Enseguida, el encargado de los pañuelos trae tres en una bandeja, y el primer jefe del guardarropa ofrece la bandeja al rey , el cual elige . Por último , el subjefe del guardarropa presenta al rey el sombrero, los guantes y el bastón . Entonces el monarca se arrodilla en el suelo , al lado de la cama, y reza sus oraciones mientras que un li mosnero recita en voz baja la oración Queœsumus, Deus omnipotens . Hecho esto , el rey prescribe la orden del día, y se dirige con los altos funcionarios á su ga binete, en donde, á veces, concede audiencias . Todos los demás esperan en la galería, para acompañarle cuando vaya á misa . Tal es el acto de levantarse el rey ; una obra en cin co actos . -En verdad que no se puede imaginar nada mejor para ocupar los ocios de una aristocracia: he mos visto cómo un centenar de señores importantes han empleado dos horas en venir , esperar , desfilar, acomodarse, en estar de pie , en conservar en sus ros tros la expresión conveniente y respetuosa que deben ostentar los comparsas de rango elevado , y enseguida los más favorecidos repetirán la representación en las habitaciones de la reina (1) . (1) La reina se desayuna en la cama, y «en esta primer entra .... Los de las grandes entradas da» , hay diez ó doce personas .. presentaban sus homenajes á la hora del tocado . « Componían esta entrada los príncipes de la sangre, los capitanes de las guar dias y la mayoría de los altos funcionarios.»- En total, eran tres las entradas por la mañana en las habitaciones de la reina . - En
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Pero de rechazo, el rey sufrió la incomodidad y el fastidio que imponía . El también desempeñó un pa pel; todos sus pasos y todos sus movimientos estaban reglamentados de antemano; ha tenido que amoldar su voz y su rostro, no abandonar jamás un continente digno y afable, distribuir con discreción sus miradas y sus saludos , no decir ni hablar más que de caza, ocultar su propio pensamiento , si acaso tenía alguno ‘ No se puede pensar, meditar, distraerse, cuando se está en escena; se necesita estar atento al papel . Ade más, en un salón, no se tienen más que conversacio nes de salón , y el dueño , en lugar de encauzarlas en una corriente útil, las esparce en cosas fútiles . Ahora bien, para el rey son semejantes todas las horas del dia, salvo tres ó cuatro que dedica por la mañana al consejo ó al despacho : todavía es preciso tener en cuenta que, en los días que siguen á las cacerías , cuan do regresa de Rambouillet à las tres de la mañana , ha de dormir durante ese corto número de horas libres . Sin embargo , el embajador Mercy, hombre muy tra bajador, juzga, según parece , que con esas horas bas ta; por lo menos opina que Luis XVI
tiene mucho
orden y que no pierde el tiempo en cosas inútiles » ; en efecto, su antecesor trabajaba mucho menos, ape nas una hora al día .
lo referente á la camisa, se verificaba el mismo ceremonial que para la del rey . Un día de invierno , en el momento en que ma dama Campan presentaba la camisa á la reina , entra la dama de honor, se quita los guantes y coge la camisa. Llaman á la puer ta, es la duquesa de Orleans; se quita los guantes y la dan la camisa. Llaman una vez más , es la condesa de Artois, la cual, en virtud de su privilegio, coge la camisa. Mientras la reina ti ritaba, con los brazos cruzados sobre el pecho, y murmuraba: ¡Esto es horrible! ¡qué inoportunidad! » (Madama Campan, II, 217; III, 309-316).
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De suerte que los tres cuartos del tiempo se dedican á la ostentación. Rodea al rey el mismo cortejo, cuando se calza, al descalzarse, cuando se vuelve á vestir para montar á caballo , cuando regresa å palacio para ponerse el traje de reunión, al dirigirse á su habita ción para meterse en la cama.
Todas las noches , du
rante seis años , dice un paje , yo ó mis compañeros hemos visto acostarse en público á Luis XVI » , con el ceremonial que se acaba de describir.
No le he visto
suspendido diez veces, y en tal caso siempre era á causa de algún accidente ó de alguna indisposición. » La asistencia es más numerosa aún á las horas de la comida y de la cena; pues además de los hombres, hay mujeres, sentadas unas, las duquesas , en sillas de tijera, y de pie las otras en torno de la mesa. No hay para qué decir que por las noches, en las partidas de juego , en los bailes y en los conciertos reales , la mul titud se agolpa y se amontona. Cuando el rey va de caza , además de las damas á caballo y en calesa, de los monteros , de los oficiales de las guardias, del es cudero , del porta arcabuz , del cirujano , del algebrista y de no sé cuántas personas más , lleva como invita dos constantes á todos los gentilhombres presentados . Y no creáis que este acompañamiento sea escaso (1); el día en que Chateaubriand fué presentado , había cuatro nuevos , y, « con gran exactitud » , todos los hi jos de familias principales van dos ó tres veces por se. mana á sumarse con el real cortejo . No solamente se ven asediadas y acaparadas las ocho ó diez escenas que constituyen cada una de sus jornadas , sino que también lo están los cortos intervalos que separan una (1) Mme. de Genlis , Memorias, cap. XII: «Todos nuestros maridos duermen dicho día (el sábado) en Versalles para cazar con el rey al día siguiente.>
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escena de otra. Le esperan, le acompañan , le hablan al pasar de su gabinete á la capilla, de su cámara á su carroza, de su carroza á su cámara, de su gabinete á su mesa. Más aún , los bastidores pertenecen también al público . Si le llevan un caldo por estar indispuesto , si le presentan una medicina por estar enfermo, « un criado de servicio se apresura á llamar á la gran en trada.. Verdaderamente el rey se parece à una encina so focada por numerosa yedra que, desde la base basta la copa, trepa alrededor del tronco . Bajo semejante régimen , falta el aire; es necesario proporcionarse al gún respiro ; Luis XV lo encontraba en sus cenas inti mas y en la caza; Luis XVI en la caza y en sus traba jos de cerrajería . Y no he descrito los infinitos detalles de la etiqueta , el asombroso ceremonial de las grandes comidas , las quince , veinte y treinta personas ocupa das en torno del vaso y del plato del rey, las palabras sacramentales del servicio , la marcha del cortejo , la llegada de
la alhaja abarquillada en que se guardan
las servilletas del rey » (la nef) , « la prueba de los man jares ; se creería estar en presencia de una corte bi zantina ó china ( 1) . Las grandes comidas , que se lla man
el gran cubierto » , se celebran todos los domin
gos, puede asistir á ellas todo el público , incluso el no distinguido, y son tan solemnes y tan complicadas como una misa mayor . De suerte , que para un des (1) Las grandes comidas se verifican todos los domingos. La alhaja de las servilletas es una pieza de plata repujada, que se coloca en el centro de la mesa y que contiene entre dos saquitos perfumados, las servilletas de uso real. La prueba la hacen los gentilhombres de servicio y los funcionarios de la mesa, antes de que el rey lo coma. Lo mismo sucede con las bebidas. Se ne cesitan cuatro personas para servir al rey un vaso de agua ó de vino.
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cendiente de Luis XIV, comer, beber, levantarse, acostarse, son actos oficiales ( 1 ) . Federico II, después que se hubo enterado de semejante etiqueta, dijo que, si fuese rey de Francia, su primer decreto iría enca minado á crear otro rey que le sustituyera en la corte; en efecto , á los desocupados que saludan, les conviene un desocupado á quien saludar. El único medio que habría para emancipar al mo narca, sería el de refundir y transformar la nobleza francesa, conforme al modelo prusiano , en un regi miento laborioso de funcionarios útiles . Pero , mien tras la corte continúe siendo lo que es , á saber: una escolta de lucimiento y un ornato de salón, el rey ha de ser también un adorno brillante de poca ó de nin guna utilidad .
V
En efecto ¿cuál es la ocupación de un amo de casa que sabe vivir? Divertirse y divertir á sus huéspedes; su casa es una fiesta contínua . Contad las de una se mana: « Ayer domingo -dice el duque de Lugnes me crucé en el camino con el rey que iba á tirar en los llanos de San Dionisio; durmió en la Muette, don de piensa continuar tirando hoy y mañana, y volver á aquí el martes ó miércoles por la mañana para co rrer ciervos el mismo miércoles . Dos meses después ,
(1) Cuando las damas de la corte, y sobre todo las princesas, pasan ante la cama del rey , deben hacer una reverencia. Cuando los funcionarios palatinos cruzan ante la alhaja de las serville tas, deben hacer un saludo. Lo mismo que hacen el sacerdote y el sacristán, al pasar por delante del altar.
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Análogo espectáculo ofrecían otras doscientas á
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trescientas casas de París, Versalles y sus alrededo res . La soledad , jamás; en Francia hay la costumbre, dice Horacio Walpole ,
de que la bujía arda en pú
blico hasta que se consuma» . La mansión de la du quesa de Grammont, se vé asaltada desde la mañana por los señores más principales y por las damas más distinguidas . Cinco veces por semana, en casa del du que de Choiseul , á las diez de la noche, el jefe de co medor va á echar una ojeada á los salones y á la in mensa galería llena de gente , para hacer un cálculo, y poner, en consecuencia , cincuenta , sesenta ú ochenta cubiertos ; todas las casas ricas se apresuran á seguir tal ejemplo y tienen á gala el invitar a todos los que vengan. Como es natural, los advenedizos, los hom bres de negocios que compran ó se ponen un nombre que indique abolengo, todos esos comerciantes é hijos de comerciantes que, desde Law, se rozan con la no bleza, copian las maneras de los nobles . Y no hablo de los Bouret, de los Beaujon , de los Saint- James , y de otros becerros de oro , cuyo rumbo eclipsa al de los príncipes . Considerad á un simple asociado de em presa, cuya mujer, modesta y fina se niega á tanta ostentación . Dicho asociado , M. de Epinay , acaba de
(2) Cuentas generales de rentas y gastos en 1.º de Mayo de 1789, 683. -Téngase presente que es preciso doblar todas estas eifras para hallar lo equivalente hoy.
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Fontainebleau .
Cuando M. de Lamoignon fué nom
brado canciller con 100.000 libras de sueldo , se pensó al punto que se arruinaría ; « porque se ha quedado con todos los dependientes de la cocina de M. de Aguesseau , cuya mesa solamente consumía 80.000 libras. La co mida que ha dado en Versalles en el primer consejo que ha celebrado costó 6.000 libras , y necesita tener constantemente en Versalles y en París una mesa de veinte cubiertos aproximadamente . > En Chambord, el mariscal de Sajonia tiene diaria mente dos mesas , una de 60 y otra de 80 cubiertos, 400 caballos en sus cuadras, una lista civil de más de 100.000 escudos , un regimiento de hulanos para su guardia, un teatro que ha costado más de 600.000 li bras, y la vida que lleva ó que llevan en torno suyo se parece á una bacanal de Rubens . En cuanto á los gobernadores generales ó particu lares de provincia, ya se ha visto que , cuando residen en sus puestos , no tienen otra misión que la de reci bir; á su lado , el intendente , que es el único que en tiende en los asuntos , recibe también y magníficamen te, sobre todo en los países de los Estados . Comandan tes , tenientes generales , en todas partes los delegados del centro se ven igualmente impelidos , por las cos tumbres, las conveniencias y por su propia ociosidad, å dar reuniones , llevan con ellos las elegancias y la hospitalidad de Versalles . Si les han acompañado sus mujeres, se fastidian y
vegetan en medio de cincuen
ta personas, no diciendo más que lugares comunes, haciendo malla ó jugando á la lotería , y estándose tres horas en la mesa.
Pero
todos los militares , to
dos los gentilhombres , todas las damas de la ciudad» , se apresuran á acudir á sus bailes y no cesan de cele brar su gracia, su cortesía, su llaneza.> Hasta en los
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grados secundarios , se encuentran estos hábitos sun tuosos. En virtud del uso establecido , los coroneles y hasta los capitanes obsequian á sus oficiales y gastan así mucho más de su sueldo (1) .
Esta es una de las .
razones por las que se reservan los regimientos á los hijos de buena casa , y las compañías á los gentilhom bres ricos . Del gran árbol real , opulentamente desarrollado en Versalles, se esparcen retoños à millares por toda Francia, para producir en ella, lo mismo que en Ver salles, flores de adorno y de salón .
VII
Con arreglo á semejante modelo , y por el efecto mismo de la temperatura , se ve que, hasta en las pro vincias más apartadas , todos los tallos aristocráticos producen una florescencia mundana . A falta de otra ocupación, los nobles se visitan, y el principal oficio de un señor notable es hacer dignamente los honores de su casa; y aquí me refiero también á los eclesiásti cos lo mismo que á los laicos .-Los ciento treinta y un obispos y arzobispos , y los setecientos abades co mendatarios son hombres de mundo ; tienen buenos modales , son ricos, no son austeros , y su palacio epis copal ó su abadía es para ellos una casa de campo á (1) Duque de Levis , 68. Lo mismo sucedía, antes de la últi ma reforma, con los grados del ejército inglés. -Véase Voltaire, Pláticas entre A, B, C, 15ª Pláticas. «Un regimiento no consti tuye el premio de servicios , es el precio de la suma que los pa. dres de un joven han depositado para que vaya á tener mesa puesta, durante tres meses del año, en una ciudad de provin cias.
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la que restauran y embellecen en atención al tiempo que en ella residan y á las personas que reciban . En Clairvaux, Dom Rocourt, muy cortés con los hombres , y aún más galante con las mujeres , no camina más que en coche y con un correo delante; hace que los monjes le llamen monseñor y tiene una verdadera corte. La cartuja de Val- Saint- Pierre es un palacio suntuoso en medio de inmenso dominio , y el padre procurador Dom Effinger se pasa el día recibiendo huéspedes . En el convento de Origny, cerca de San Quitin,
la abadesa tiene criados , un coche, caballos ,
recibe visitas y da de comer à hombres en sus habi taciones .
La princesa Cristina , abadesa de Remire
mont, y sus damas canonesas están casi siempre de viaje; y sin embargo,
se divierten en la abadia» , y
reciben mucha gente « en las habitaciones particulares de la princesa y en los cuartos de los extranjeros» . Los veinticinco capítulos nobles de mujeres y los diez y nueve capítulos nobles de hombres , son otros tantos salones permanentes y puntos constantes de cita con agradable compañía de damas y señores, á las que una débil barrera eclesiástica separa á penas del gran mundo á que pertenecieron . En el capítulo de Alix, cerca de Lyon, las canonesas van al coro con guarda infantes
vestidas como en el mundo » , salvo que su
traje es de seda y que su manto tiene forro de armi ño . En el capítulo de Ottermarheim en Alsacia, « nues tros ocho días , dice una visitante, trascurrieron en paseos , en visitar el trazado de las vías romanas; en reirnos mucho, hasta en bailar, porque venía mucha gente á la abadía, y sobre todo en hablar de moños » . Cerca de Sarrelouis , las canonesas de Loutre comen con los oficiales y no son nada gazmoñas . Muchos con ventos son asilos agradables y decentes para damas
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viudas, para casadas jóvenes , cuyos maridos están en el ejército, para muchachas distinguidas , y la superio ra, que por lo general es señorita, maneja con destre za y agrado el cetro de ese bello mundo femenino .
Pero en ninguna parte son mayores las pompas , la hospitalidad y la concurrencia que en los palacios episcopales . Ya he descrito la situación de los obispos: opulentos , poseedores de semejantes derechos feuda les, herederos y sucesores de los antiguos soberanos de la comarca, y siendo además hombres de moda y habituados á Versalles , ¿cómo no habían de tener su corte? Un Cicé , arzobispo de Burdeos , un Dillón , ar zobispo de Narbona, un Brienne , arzobispo de Tolosa, un Castellane obispo de Meude y señor feudal de todo el Gevaudan, un arzobispo de Cambray , duque de Cambray, señor feudal de todo el Cambresis y presi dente nato de los Estados provinciales , príncipes la mayoría de ellos ; no es menester que figuren como principes? Por esto cazan, edifican , tienen clientes , huéspedes , un ceremonial para levantarse, una antecámara , ujie res, funcionarios , mesa puesta, una casa montada , trenes y, por lo general deudas , último extremo que completa lo de gran señor. En el palacio casi regio que los Rohans , obispos hereditarios de Strasburgo y cardenales de tío á sobrino , han construido en Saver na, hay 700 camas , 180 caballos , 14 jefes de comedor y 25 ayudas de cámara . « Toda la provincia se reune alli;
el cardenal ha alojado á la vez hasta doscientos invitados sin contar la servidumbre ; en todo tiempo se encuentran en su casa
de veinte å treinta mujeres
de las más amables de la provincia, y á menudo se aumenta el número con las de la corte y de Paris » .— Por la noche à las nueve todos cenaban juntos, lo
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que ofrecía el aspecto de una fiesta» , y el cardenal en persona era el mejor ornamento de aquella . Soberbia mente vestido , hermoso, galante, de una exquisita cortesía, la menor de sus sonrisas era una gracia . «Su rostro siempre sonriente inspiraba confianza; tenía la verdadera fisonomía del hombre destinado á represen tar.
Tal es también la actitud y la ocupación de los
principales señores laicos , en sus casas , durante el ve rano , cuando la afición á la caza y el atractivo de la buena estación les llevan á sus tierras . Por ejemplo, Harcourt en Normandía y Brienne en Campaña son dos de los castillos más favorecidos . «Van á ellos des de París personas considerables , hombres de letras distinguidos , y la nobleza del cantón hace una corte asidua . > No hay mansión á la que no vaya à posarse alguna bandada de aves del gran mundo para comer, bailar, cazar, charlar y representar comedias. Se pue de seguir la pista de estos brillantes pájaros , de paja rera en pajarera ; permanecen una semana , un mes, tres meses , ostentando sus gorgeos y su plumaje . Des de París á Isle-Adam , à Villers - Cotterets , á Freloy, á la Planchette , à Soissons , á Reims , á Grisolles , á Si llery, á Braine, á Balincourt, á Vandreil, el conde y la condesa de Genlis pasean así sus ocios , su ingenio, su alegría por las casas de los amigos á quienes , á su vez , reciben en Genlis . Una ojeada sobre el exterior de esas casas bastaria para probar que lo primero en estos tiempos es ser hospitalario , así como la primera necesidad es estar en compañía. En efecto , su lujo difiere del nuestro. Salvo en algunas mansiones de príncipes , no es gran de en muebles de campo ; esto se deja para los de la clase media.
Pero es extraordinario en todo aquello
que puede proporcionar goces al prójimo , en caballos ,
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carruajes, en mesas servidas , en alojamientos prepa rados para gentes que no están agregadas á la casa, en palcos que se ceden á los amigos para presenciar los espectáculos y por último en criados mucho más numerosos que hoy.» Con este roce mutuo y continuo , los nobles aun los más rústicos pierden la herrumbre que encostra toda vía más á sus semejantes de Alemania ó de Inglate rra. En Francia no se encuentran squires Western ni barones de Thunderten Trunck ; una dama en Alsa cia, que ve en Francfort los hidalgos grotescos de Wetsfalia, queda asombrada por el contraste (1 ) . Los de Francia, hasta en las provincias más alejadas, han frecuentado los salones del comandante mayor ó del intendente, y se han encontrado de visita con algunas damas de Versalles ; por esto es por lo que
siempre
tienen cierto hábito de los modales distinguidos , y es tán casi al tanto de las vicisitudes de la moda y de las costumbres . > El más incivil desciende , con el sombre ro en la mano, hasta el pie de la escalinata para des pedir á sus huéspedes dándoles gracias por el favor que le han dispensado . El más rústico , al lado de una mujer, encuentra en el fondo de su memoria algunos restos de la galanteria caballeresca. El más pobre y más retirado conserva su traje azul de rey y su cruz de San Luis para poder , la ocasión llegada , presentar sus homenajes al gran señor vecino suyo ó al prínci pe que está de paso. De esta suerte, el estado mayor feudal se ha trans formado por completo , desde los primeros hasta los últimos grados . Si se pudieran abarcar con la mirada (1) Madame de Oberkirch, I, 395.- El barón y la baronesa de Soteuville, en Molière, son personas bien educadas aunque pro vinciales y pedantes.
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sus treinta ó cuarenta mil palacios , mansiones , resi dencias , abadías , ¡ qué decoración tan grata y tan bri llante ofrecería Francia! Es un salón y no se ven más
N que gentes de salón . En todas partes, los rudos jefes autoritarios se han convertido en amos de casa, afa bles . Pertenecen á una sociedad en la que, antes de admirar por completo à un general , se pregunta < si era amable». Cierto es que aún llevan la espada, que son bravos por tradición y que sabrán hacerse matar , sobre todo en duelo y con todos los requisitos ; pero el
T carácter mundano se ha sobrepuesto al antiguo fondo militar; á fines del siglo diez y ocho , su gran talento consiste en saber vivir , y su verdadera misión en re cibir ó ser recibidos .
I
CAPITULO II
La vida de salón.—I, Solamente es perfecta en Francia.— Consecuencias del carácter francés . —Consecuencias del tono de la corte de Francia . - Esta vida se hace cada vez más agradable y absorbente.-II . Subordina elón de los demás intereses y deberes. —Indiferencia por los asuntos públicos. — Unicamente dan ocasión á frases ingeniosas. -Negligencia en los asuntos privados. -Desorden en el hogar y derroche de dinero. —III . Di vorcio moral de los esposos . -La galanteria.- Separa elón de los padres y los hijos . —La educación, sus lagu nas y su objeto. Tono de los criados y proveedores.— El sello mundano es universal.—IV . Atractivo de esta vida.—El saber vivir del siglo diez y ocho. – Su perfec ción y sus recursos —Autoridad de las mujeres para en señar y dar leyes.-V. La felicidad en el siglo diez y ocho. - Ociosidad , pasatiempos, chanzas.—VI . La ale gria en el siglo diez y ocho. - Sus causas y sus efectos . -Tolerancia y licencia. - Bailes, fiestas, cacerias, fes tines, placeres. -Libertad de los magistrados y prela dos.-Principal diversión, la comedia de sociedad. Galas y excesos.
I
Otras aristocracias de Europa han sido llevadas , por circunstancias casi análogas, á costumbres casi semejantes . En ellas también la monarquía ha produ cido la corte , y ésta , á su vez , la sociedad galante ; pero la linda planta no se ha desarrollado más que á medias. El terreno era desfavorable y las simientes no 12
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eran de buena calidad. En España, el rey permanece encastillado en la etiqueta como una momia en su en voltura, y el orgullo demasiado seco , incapaz de ex playarse en las amenidades de la vida mundana, no conduce más que á un fastidio sombrío y á un fausto insensato . En Italia , bajo principillos despóticos y en su mayoría extranjeros , el peligro constante y la des confianza hereditaria , después de haberse unido los lenguajes , se vuelven los corazones hacia los goces intimos del amor ó hacia los mutuos goces de las be llas artes . En Alemania é Inglaterra , el temperamento frío , pesado y rebelde á la cultura contiene al hom bre, hasta fines del último siglo , en las costumbres germánicas de soledad , de embriaguez y de brutali dad . Por el contrario , en Francia , todo concurre á que florezca el espíritu de sociedad; en esto , el genio na cional está de acuerdo con el regimen político , y no parece sino que de antemano se ha elegido la planta para el terreno . Por instinto , el francés gusta de hallarse acompa ñado , y la prueba está en que realiza bien y sin tra bajo todas las acciones que entraña la vida de socie dad. No tiene la perjudicial vergüenza que estorba á sus vecinos del Norte , ni las fuertes pasiones que ab sorben á sus vecinos del Mediodía . No tiene que hacer ningún esfuerzo para hablar, no tiene que vencer nin guna timidez natural, carece de preocupaciones habi tuales & las que deba sobreponerse . Habla, pues , con holgura y disposición , y gusta de hablar , pues lo ne cesita, constituye para él una especial satisfacción, fina , delicada, viva , constantemente nueva y variada, con la que se alimentan su inteligencia, su amor pro pio, todas sus activas y simpáticas facultades; y sola mente el mundo y la charla pueden proporcionarle la
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dicha satisfacción . Sensible como es, las atenciones , los miramientos , la cortesía, el delicado halago , son su atmósfera natural , fuera de la cual respira con trabajo. Le apenaría tanto ser descortés como sufrir una descortesía. Con sus instintos de benevolencia y de vanidad , tienen encantadoras dulzuras sus hábitos de amabilidad, tanto más cuanto que son contagiosas . Cuando agradamos , se desea agradarnos, y lo que damos en delicadezas nos lo devuelven en atenciones . En semejante compañía se puede conversar , puesto que conversar es divertir á los demás divirtiéndose uno mismo , y no hay mayor placer para un fran cés (1) . Ligera y sinuosa , la conversación era para él lo que el vuelo para un pájaro : de una idea en otra, viaja, alerta, excitado por el ingenio de los otros , dan do saltos, con circunvalaciones, regresos imprevistos á lo más bajo , á lo más alto , á ras del suelo ó sobre las cimas , sin tropezar con los hoyos , ni enredarse en la maleza, ni pedir á los mil objetos que se encuentra, nada más que la diversidad y lo grato de sus formas . Con tales dotes y disposiciones , se avenía perfecta mente á un régimen en que los hombres estaban juntos durante diez horas del día ; su naturaleza se hallaba de acuerdo con el orden social para hacer que los sa lones fuesen perfectos . El rey daba el ejemplo al frente de todos . Luis XIV tuvo todas las cualidades de un amo de casa , la hospitalidad , la afición á bullir , la condescendencia y la dignidad , el arte de contempo rizar con el amor propio de los demás y el de ocupar su puesto, la galanteria caballeresca, el tacto y hasta (1) Volney, Cuadro del clima y del suelo de los Estados Uni dos de América. -Según él, el rasgo característico del colono francés, comparado con los de las otras naciones , es la necesidad de vecinos para hablar.
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el atractivo de su ingenio y de sus palabras . « Habla ba perfectamente bien ; si se trataba de chancearse, si daba bromas , si se dignaba narrar un cuento , lo hacía con gracia tan infinita , con giros tan nobles y exquisitos, que á nadie se los he oído iguales . » « Jamás hubo hombre tan cortés por naturaleza, ni de una cor. tesía tan en su punto , ni que distinguiese mejor la edad , el mérito y el rango , tanto en sus respuestas como en sus maneras ... Sus reverencias, más o menos acentuadas , pero siempre oportunas , tenían una gra cia y una majestad incomparables... Era admirable la diferencia que sabía establecer en sus saludos , según á quien se dirigían , cuando pasaba revista al frente de sus tropas . Pero donde no tenía rival era respecto de las mujeres ... Nunca pasó ante la más insignifican te cofia sin quitarse el sombrero , hasta cuando se en contraba á camareras y sabiendo que lo eran... Nunca le ocurrió decir nada desagradable á nadie... Jamás hizo ante las gentes nada que no estuviese en su pun to , nada atrevido ; antes bien , hasta en sus menores gestos , en su manera de andar, en su porte , en sus ac titudes , todo era preciso , correcto, noble , grande, ma jestuoso , y , sin embargo ,
perfectamente natural.>
Este es el modelo al que , de cerca ó de lejos , imitan hasta el fin del antiguo régimen . Si cambia un poco es para hacerse más sociable . En el siglo XVIII , salvo en los días de gran pompa , se le ve descender gra dualmente de su pedestal . Ya no se hace en torno de él Y todos rien y le aplauden ; al dia siguiente todo París se consuela de la bancarrota pú blica, repitiendo la consabida frase: -Alianzas , bata llas , impuestos , tratados, ministerios , golpes de Esta do , toda la historia del siglo está narrada en epigra mas y canciones . Un día (1 ) , en una reunión de jóve nes cortesanos , como se repitiera la frase del día, ex clamó uno de aquellos , alzando los brazos y en el col mo del entusiasmo : « ¡ Cómo no ha de entusiasmarle á uno los grandes acontecimientos y hasta los mismos trastornos , cuando dan margen á frases tan bonitas! > De esta suerte se repasan las frases y las canciones (1) Chamfort, 26, 55. - Bachanmont , 1 , 136 (7 Septiembre 1762). Un mes después del decreto del Parlamento contra los je suítas, aparecieron unas figuritas de cera que representaban á los jesuítas , con un caracol por peana . «Por medio de un corde lito se hacía salir y entrar en la concha al jesuíta. El juguete. hizo furor, y no hubo casa que no lo tuviera.>
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compuestas con motivo de todos los desastres de Fran cia. La canción, acerca de la batalla de Hochstadt, fué considerada mala , y algunos dijeron á este propósito: Una compañía divertida impone á las personas de rango la obligación de divertirla . Podría decir , me dio en serio , medio en broma , con Voltaire , « que los dioses no han establecido á los reyes sino para que den fiestas diarias , con tal de que varíen ; que la vida es harto corta para emplearla en otros asuntos ; que los procesos, las intrigas , la guerra , las disputas teológi cas, que consumen la vida humana, son cosas absur das y horribles , y que el hombre ha nacido para el placer» , y que , entre los artículos necesarios , es pre ciso colocar en primera línea « lo superfluo » . Con esto presente, fácil es prever que serán tan descuidados en sus asuntos particulares como en los
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públicos. Hogar, administración de los bienes , econo mía doméstica , todo esto es á sus ojos plebeyo y ade más insulso , asuntos de administradores y de jefes de comedor. ¿Para qué tener servidores , si había uno de cuidarse de esas cosas? La vida no puede ser ya una fiesta desde el punto en que uno está obligado á vigi lar los preparativos de la misma. Es preciso que la comodidad , el lujo , los placeres broten como de un manantial y vengan por sí mismos á ponerse al alcan ce de los labios . Es preciso que , como cosa natural y sin mezclarse en ella, se encuentre un hombre de mundo con oro en los bolsillos , con un traje flamante en su tocador , con servidores empolvados en su ante cámara, con una dorada carroza á la puerta, con manjares delicados en la mesa, y con que pueda re servar toda su atención para prodigarla en exquisite ces con los huéspedes de su salón . Semejante tren no se lleva sin despilfarros , y los criados , entregados á sí mismos, hacen su agosto . ¿Qué importa si prestan sus servicios? Por lo demás , justo es que todo el mundo viva, y agradable tener alrededor rostros obsequiosos y contentos .
Por esta razón se ven saqueadas las primeras casas del reino . Un día que estaban de caza, Luis XV pre guntó á su acompañante, el duque de Choiseul , cuál era el precio que calculaba haber costado la carroza los conducía . El duque respondió que creía poder ad quirir una semejante por 5.000 ó 6.000 libras , pero
Los dos hermanos Villemur construyen casitas de campo de 500.000 à 600.000 libras ; uno de ellos tiene 40 caballos para montar algunas veces en el bosque (1 ) Archivos nacionales, O¹ ,738. Los intereses pagados son de 12.969 francos al panadero, de 39.631 al vinatero y de 173,899 al proveedor.
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de Bolonia. > En una noche M. de Chemonceaux, hijo de los señores Dupin , pierde en el juego 700.000 libras .
Cuando menos , se conducen como si no los tuvieran, y lo mismo hacen los hombres. Los esposos que no viven juntos , tampoco viven con sus hijos , y las causas que deshicieron el matrimonio , deshacen también la fa milia. Existe, por de pronto , la tradición aristocrática que, para distanciarlos , establece una barrera entre los padres y los hijos . Aunque debilitada , y en vías de desaparecer (1 ) , esa tradición subsiste: El hijo llama < Señor» á su padre ; la hija va á besar respetuosamen te la mano á su madre al levantarse . Una caricia es rara y parece una gracia ; de ordinario, en presencia de los padres , los hijos están callados , y el sentimiento habitual que los penetra es el respeto temeroso . En otro tiempo , eran súbditos ; todavía lo son hasta cierto punto , y las nuevas exigencias de la vida mundana con. cluyen por colocarlos ó tenerlos aparte . Talleyrand de cía que jamás había dormido bajo el mismo techo que sus padres . Aunque duerman , no por eso están menos descuidados
Yo fuí confiado , dice el conde de Tilly,
á criados y una especie de preceptor que se les parecía
(1) Véase respecto de esto los tipos un poco anticuados, sobre todo, en provincias . « Mi madre, mi hermana y yo, transforma dos en estatuas por la presencia de mi padre , no recobrábamos, hasta que se marchaba, las funciones de la vida. » (Chateaubriand, Memorias, I , 17 , 28 , 130 . ) - Memorias de Mirabeau, I, 53. El marqués decía de su padre Antonio : «Jamás he tenido el hono, de rozar las mejillas de ese hombre venerable... En la Academiar encontrándome á 200 leguas de él, su solo recuerdo me hacía temer todo aquello concerniente á mi juventud , que pudiese tener consecuencias un poco peligrosas . » - La autoridad paterna parece ser casi tan ruda en la clase media y en el pueblo . Beau marchais y su tiempo, por L. de Lomenie, I , 23.- Vida de mi pa dre, por Retif de la Bretonne.
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en muchos sentidos .
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Mientras tanto , su padre se di
vertía. « Le he conocido queridas , añade el joven , has ta una edad avanzada ; se enamoraba , y las dejaba incesantemente. > El duque de Biron juzga una cosa molesta el buscar un buen preceptor para su hijo; « por esta razón, escribe el último , confió el cargo à un la cayo de mi difunta madre, que sabía leer y pasable mente escribir, y al que se le revistió con el título de ayuda de cámara para darle mayores consideraciones . Además, me pusieron los maestros más de moda ; pero M. Roch (este era el nombre de su mentor) , no estaba en estado de dirigir las lecciones , ni de ponerme en condiciones de aprovecharlas . Por lo demás , me tra taban como á todos los muchachos de mi edad y de mi clase: los más lindos trajes para salir, desnudo , y mu riéndome de hambre en casa » , no por dureza , sino por olvido , disipación y desorden de los padres ; la aten ción de éstos estaba en otra parte. Se podrían contar cómodamente los padres que , como el mariscal de Belle- Isle , vigilan y guian por sí mismos con método , severidad y ternura , toda la educación de sus hijos . En cuanto a las hijas , se las pone en un convento ; li bres de este cuidado , se encuentran más libres . Aun cuando no se libran del cargo , no les pesa . La pequeñuela Felicité de Saint- Aubin no ve á sus padres más que un momento cuando se levanta y á las horas de comer» ; lo restante del día está ocupada; la madre hace ó recibe visitas ; el padre permanece encerrado en un gabinete ó está de caza . Hasta la edad de siete años , la niña pasa la vida con doncellas que no la enseñan más que un poco de catecismo « con un sin fin de historias de aparecidos . Al llegar á di cha edad se ocupan de ella , pero de una manera que retrata perfectamente á la época. La marquesa, su
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madre, autora de óperas mitológicas y campestres , ha hecho construir un teatro en el castillo , al que acude una infinidad de gente de Borbon -Lancy y de Moulins; tras doce semanas de ensayos , la pequeñuela , con un carcax y alas azules , desempeña el papel de Amor , y la sienta tan bien el traje , que se lo ponen todos los días durante nueve meses . Para acabar de educarla, traen un bailarín maestro de armas , y, siempre vesti da de Amor, toma lecciones de actitudes y de esgri ma.
Se pasa todo el invierno representando comedias
y tragedias .
Despedida después de comer , no la lla
man de nuevo si no para que toque el clavicordio ó declame el monólogo de Alcira , ante numerosa concu rrencia .-- Cierto es que tales excesos no son comunes; pero el espíritu de educación es el mismo en todas partes ; quiero decir que á los ojos de los padres no hay más que una vida inteligible y razonable , la del mundo , hasta para los niños , y que no se cuidan de éstos sino para prepararlos para aquélla .
Hasta los últimos años del antiguo régimen , los muchachos van empolvados , « con talega, bucles y rizos llenos de pomada» ; usan espada, llevan el som brero bajo el brazo , gastan chorrera y casaca con bordados de oro , besan la mano de las niñas con una gracia de maestros en miniatura . Una pequeñuela de seis años lleva el talle oprimido por las ballenas ; su vasto guardainfante sostiene una falda cubierta de guirnaldas ; sustenta en la cabeza un sabio catafalco de cabellos postizos , de moños y almohadillas , sujeto por horquillas, coronado por plumas , y tan sumamen te alto , que « la barbilla se encuentra a menudo à mi tad de camino de los pies »; á veces se da también co lorete á la niña . Es una dama en miniatura, lo sabe , y no se olvida de su papel, sin esfuerzo y sin incomo
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didad, por la fuerza de la costumbre; la enseñanza única y constante es la de las actitudes ; se puede decir con verdad que en semejante siglo el alma de la edu cación es el maestro de baile (1) . Con él , podía pres cindirse de los demás ; sin él, todos los demás no ser vían para nada . Porque sin él, ¿cómo se habían de ejecutar con aplomo , precisión y gracia los mil actos más comunes de la vida ordinaria, andar, sentarse , tenerse en pie, ofrecer el brazo , recoger el abanico, escuchar, sonreir, bajo miradas tan expertas y ante público tan delicado? Para los hombres y las mujeres este ha de ser el gran asunto, por esto lo es ya para los niños . Con las gracias de la actitud y del gesto , poseen ya las del in genio y la palabra . Apenas se desata su lengua , ha blan un lenguaje cortés , el de sus padres . Estas jue gan con aquéllos y hacen de los mismos unas muñe cas encantadoras ; las predicaciones de Rousseau que, durante el último tercio del siglo , restablece los niños á la moda, no produce otro efecto . Les hacen recitar las lecciones en público , representar en los proverbios , figurar en las pastorales . Les alientan en sus ocurren cias , saben devolver un cumplido , improvisar una ré plica ingeniosa y sorprendente , ser galantes , sensibles y hasta espirituales . El duquesito de Angulema recibe á Suffren con un libro en la mano , y le dice: « Leía á Plutarco y sus ilustres personajes , no podíais llegar más á propósito » . Los hijos de M. de Sabran, niña y niño, de ocho y nueve años de edad respectivamente, habiendo recibido lecciones de los comediantes Sain val y Larrive, van å Versalles å representar ante la reina y el rey el Orestes de Voltaire, y el muchacho á (1) Lesage: Gil Blas, discurso del maestro de baile encarga do de la educación del hijo del conde -duque de Olivares.
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quien interrogan sobre los autores clásicos
responde
á una señora, madre de tres encantadoras señoritas: Señora, aquí yo no puedo recordar sino Anacreonte» . Otro de la misma edad replica á una pregunta del principe Enrique de Prusia con una lisonjera improvi sación poética (1 ) . Hacer que germinen frases felices , alabanzas hiperbólicas, improvisaciones poéticas en un cerebro de ocho años , ¡ qué triunfo para la cultura mundana! Es el último rasgo de un régimen que , des pués de haber apartado al hombre de los negocios pú blicos , de sus asuntos privados, del matrimonio , de la familia , le coje con todos sus sentimientos y todas sus facultades para entregarle al mundo á él y á todos los suyos . En torno de él, los modales elegantes y la cortesía obligatoria ganan hasta á sus servidores , hasta á sus proveedores . Un frontin tiene galante desenvoltura y devuelve los cumplidos. Una criada no necesita más sino que la cortejen para convertirse en una dama. Un zapatero es un « Señor en negro » , que dice á la madre al saludar á la hija : « Señora , he aquí una seño rita encantadora, y estimo mejor que nunca el valor de vuestras bondades» ; con lo cual, la joven que sale del convento , le toma por un pretendiente y se rubo riza . Cierto es que entre este luis de similor y un luís de oro, hubieran notado la diferencia ojos menos novi . cios . Pero su parecido basta para mostrar la acción (1) Conde de Segur, I, 197. Mi nacimiento no tiene nada de nuevo,
He seguido la regla común; Pero sois vos el que salis de un huevo , Puesto que sois un águila. Mme. de Genlis , Memorias, cap. IV. Mme . de Genlis hacía versos de ese género á los doce años.
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universal del volante central que todo lo acuñaba con la misma efigie, tanto el metal ordinario como el oro refinado .
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Para que el mundo ejerza tanto imperio , preciso es que ofrezca muchos atractivos ; en efecto , en ningún país y en ningún siglo ha existido nunca un arte so cial tan perfecto y que hiciese la vida tan agradable. París es la escuela de Europa, una escuela de urbani dad, à la que acuden para pulirse jóvenes de Rusia , Alemania é Inglaterra . Lord Chesterfield , en sus car tas , no se cansa de repetírselo à su hijo y de impul sarle á los salones que le quitaran
su corteza de
Cambridge» . Una vez que tales salones son conocidos , no se les abandona , ó si se ve uno obligado á dejarlos , se les echa siempre de menos .
Nada hay compara
ble, dice Voltaire , à la dulce vida que se lleva en el seno de las artes y de una voluptuosidad tranquila y delicada; extranjeros y reyes han preferido este repo so tan agradablemente ocupado y tan delicioso á su patria y á su trono ... El corazón se ablanda y se di suelve, del mismo modo que los aromas se funden sua vemente por un fuego moderado y se esparcen en perfumes embriagadores . » Gustavo III , derrotado por los rusos , declara que irá á pasar su vejez en Paris , en un palacio que dé á los boulevares ; y no se trata de una mera cortesía , puesto que se hace mandar pla nos y presupuestos . Para tomar parte en una cena, en un sarao , se hacen doscient as leguas . Unos amigos del príncipe de Ligne
salían de Bruselas después de
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almorzar, llegaban á la Opera de París con el tiempo tasado para ver alzarse el telón , y , una vez que ter minaba el espectáculo , se volvían inmediatamente á Bruselas, corriendo toda la noche » . De dicha tan codiciada , no tenemos más que copias informes, y nos vemos reducidos á reconstruirla por razonamientos . Consiste , por de pronto , en el placer de vivir con gentes exquisitamente corteses , y no hay placer más penetrante , más continuo , más inagotable. Como el amor propio humano es infinito , las personas ingeniosas pueden siempre inventar refinados mira mientos que lo satisfagan . Como la sensibilidad mun dana es infinita, no hay matiz , por imperceptible que sea, que la deje indiferente . Después de todo , el hom bre sigue siendo la principal fuente, tanto de dichas como de desgracias , para otro hombre , y , en aquellos tiempos , la fuente, corriente siempre , en vez de amar guras no proporcionaba sino dulzuras. No solamente era preciso no herir, sino agradar ; uno estaba obliga do á olvidarse de sí propio en pro de los demás, á ser siempre obsequioso y atento, á guardarse para su in terior sus contrariedades y sus peñas, á evitar á los otros las ideas tristes y proporcionarles las alegres. ¿Acaso se hacía uno viejo jamás en aquellos tiem pos ? La Revolución es la que ha traído la vejez al mundo . Vuestro abuelo ( 1 ) , hija mía , fué gallardo, elegante, atildado , gracioso , alegre, amable , afectuo so y de un humor igual , hasta la hora de su muerte... Entonces se sabía vivir y morir ; no se padecían acha ques importunos . Si se sufría de la gota , no por eso se dejaba de andar y sin hacer gestos ; se ocultaba el su (1) Jorge Sand , I , 58-60 . Relación de su abuela que á los treinta años, se había casado con Dupin de Francueil, de sesen ta y dos años.
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frimiento por buena educación . No se tenían esas preocupaciones de negocios que desgastan la natura leza y obturan la inteligencia . Sabía uno arrruinarsè sin que se notase , como buenos jugadores que pierden sin mostrar inquietud ni despecho . Se hubiera uno he cho llevar medio muerto á una cacería . Se pensaba que valía más morir en un baile ó en el teatro que en la cama entre cuatro cirios y hombres feos vestidos de negro. Las gentes eran filósofas ; no jugaban á la aus teridad, y á veces era uno austero sin hacer alarde . El que era bueno lo era por gusto y sin hacer el pedante ó la mojigata. Se gozaba de la vida, y, cuando llega ba el momento de perderla, no se trataba de disgustar de vivir á los demás . El último adios de mi anciano marido fué para animarme á que le sobreviese mucho tiempo y á que me procurara una vida dichosa. >
Con las mujeres sobre todo , es poco ser cortés , es preciso ser galante. En la mansión del príncipe de Conti, en Isle-Adam, toda dama invitada
encuentra
un carruaje y caballos á sus órdenes , y es dueña de invitar todos los días á comer en sus habitaciones á sus relaciones particulares .
Cuando Madame de Ci
vrac se vió obligada á ir á tomar unas aguas , sus amigos decidieron distraerla durante el viaje; la lle vaban delantera, y, en todos los lugares donde pernoc taba, la ofrecían una fiesta campestre , disfrazados de aldeanos ó de burgueses , con el baile , el tabelión y otras máscaras que cantan y dicen versos . Una dama, la víspera de Longchamps, sabiendo que el vizconde de V ... tiene dos carretelas , le envía á pedir una , de la cual ha dispuesto , pero se guarda muy bien de excusarse; y al punto compra una de la mayor elegancia, para prestarla por tres horas : se considera muy feliz de que se sirvan pedirle algo , y
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su rasgo agrada, pero no asombra. Es que en esta época las mujeres son reinas ( 1) ; en efecto en un salón tienen derecho á serlo; he aquí porque en el siglo diez y ocho, dan la norma y el tono (2) en todo . Habiendo redactado el código de las costumbres , es muy natu ral que redunde en su beneficio , y cuidan de que se cumplan todas las prescripciones . En este concepto , tal salón de compañía selecta» es un tribunal supre mo en el que se juzga en última instancia . La mariscala de Luxemburgo es una autoridad; no se hace nada que no lo justifique con una razón inge niosa. Con una palabra, con una torpeza , con la me nor apariencia de pretensión ó de fatuidad , se incurre en su desaprobación , de la que no se puede apelar, y está uno perdido para siempre en el gran mundo . Con un rasgo de finura , con un silencio oportuno , con un ¡oh ! dicho á tiempo en vez de un ¡ ah! se recibe de ella, como Talleyrand , el diploma de perfecto mundano que es el principio de la fama y la promesa de una fortuna. Bajo semejante instructora » , claro es que la actitud, el gesto , la palabra , toda acción ú omisión de la vida mundana llega á ser, como un cuadro ó poema, una verdadera obra de arte, es decir, infinita en delicade zas, á la vez natural y sabia, tan armoniosa en todos sus detalles que la perfección oculta en ella las difi cultades . Una gran dama « saluda á diez personas inclinando
(1) Véase acerca de este reinado una anécdota en Madamede Genlis (Adela y Teodoro, I, 69) .- Madame Vigée-Lebrun, I, 156:
Las mujeres en Francia dictan en cierto modo cuanto se (2) ha de decir y prescriben cuanto se ha de hacer en el gran mun ' do.» (A comparative Vieu , by John Andreus, 1785. )
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se una sola vez , y dando á cada una , con la cabeza y con la mirada, lo que le pertenece » , es decir el matiz de atenciones apropiado á cada variedad de condi ción , de consideración y de nacimiento . « Tiene que habérselas siempre con personas de un amor propio muy susceptible, de suerte que la más ligera falta ha bía de ser apreciada al punto ;
pero jamás se equivo
ca ni titubea en esas sutiles distinciones ; con un tacto , una destreza , una flexibilidad de tono incomparables , establece grados en la acogida que les dispensa. Tiene uno
para las damas de condición , otro para las de
calidad , otro para las damas de la corte, uno para las que tienen título , otro para las que llevan un nombre histórico , otro para las que procedan de una gran al curnia personal, pero unidas á un marido inferior á ellas , otro para las que han cambiado, por medio del matrimonio , su nombre vulgar en un nombre distin guido , otro para las que tienen un gran nombre por sus trajes, y otro , por último , para aquellas cuyo principal relieve consiste en tener una casa en la que se gasta mucho y se dan buenas cenas » . Un extraño queda asombrado al ver con qué aplomo y seguridad circula entre tantas vanidades en acecho , sin chocar jamás .
Sabe expresarlo todo con la moda de sus re
verencias , moda variada que se extiende en matices imperceptibles , desde el movimiento de un solo hom bro, que es casi una impertinencia , hasta esa reveren cia noble y respetuosa que , aun en la corte , saben hacerla bien tan pocas mujeres , ese plegarse con len titud, con los ojos bajos , el talle derecho , y la manera de erguirse mirando entonces modestamente á la per sona que se saluda y echando con gracia todo el cuer po hacia atrás ; todo ello más fino , más delicado que la palabra, pero muy expresivo como signo de respeto . >
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Esto no constituye más que un acto y muy corriente; hay otros cien de importancia ; imaginad , si es posible, el grado de elegancia y de perfección á que los habla llevado el saber vivir . Tomo uno al azar, un duelo entre dos príncipes de la sangre , el conde de Artois y el duque de Borbón ; siendo éste el ofendido , corres pondía al otro , su superior , ofrecerle un encuentro. En cuanto monseñor el conde de Artois le vió , saltó á tierra, y yendo derecho á él, le dijo sonriendo : -Señor , pretende el público que nos buscamos . Monseñor el duque de Borbón , respondió quitándose el sombrero:
-Señor, estoy aquí para recibir vuestras órdenes . -Para ejecutar las vuestras-replicó el conde de Artois , -necesito que me permitáis llegar hasta mi carruaje. Vuelve con una espada, comienza el combate; al cabo de algún tiempo , se les separa; los testigos juz gan que el honor está satisfecho. -No soy yo el que debe tener una opinión—repuso el conde de Artois ; -monseñor el duque de Borbón es quien ha de decir lo que desea ; aquí estoy para reci bir sus órdenes .
-Señor,-replicó el duque de Borbón , dirigiendo la palabra al conde de Artois y bajando la punta de su estoy sumamente agradecido à vuestras bon
espada
dades, y no olvidaré jamás el honor que me habéis dispensado . ¿Puede darse un sentimiento más justo y más fino de los rangos , de las posiciones , de las circunstancias , y puede rodearse un duelo de mayores delicadezas? No hay situación , por espinosa que sea , que no se salve por la cortesía . Con la costumbre , y usando de giros convenientes, hasta en presencia del rey se con
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cilia la resistencia con el respeto . Cuando Luis XV proscribió el Parlamento , hizo decir públicamente por medio de Mme . du Barry que su resolución estaba to mada y que no cambiaría jamás. —¡Ah, señora, -respondió el duque de Nivernais , -cuando el rey dijo eso , os estaba mirando . -Mi querido Fontenelle -le decía una de sus ami gas poniéndole una mano sobre el corazón
también
aqui teneis cerebro .
Fontenelle sonreía y no decía que no : he aquí cómo , hasta á un académico , le hacían que se tragase las verdades, dándole una gota de ácido en un dulce, y tan bien preparado , que el sabor picante servía para hacer que resaltase el gusto azucarado . Todas las no ches se servían en los salones dulces de esa clase , dos ó tres con la gota de ácido , los demás , no menos ex quisitos , contenían únicamente dulzuras y perfumes . Tal es el arte del mundo , arte ingenioso y encanta dor que penetra en todos los detalles de la palabra y de la acción para transformarlos en gracias , que im pone al hombre , no el servilismo y la mentira, sino el respeto y los miramientos hacia los demás , y que en cambio extrae para él de la sociedad humana todo el placer que puede proporcionar .
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Puede comprenderse en globo ese género de placer ; pero ¿cómo hacerlo visible? Considerados en sí mismos . los pasatiempos del mundo no se dejan describir ; son demasiados sutiles ; su encanto estriba en lo que les acompaña. La relación que pudiera hacerse sería un residuo insipido ; ¿acaso da idea de una ópera el libre
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to de la misma? Si queréis hallar ese mundo desapa recido, buscadle en las obras que han conservado lo exterior ó el eco , desde luego en los cuadros y en las estampas, de Watteau , Fragonard y los Saint- Aubin, después en las novelas y las comedias de Voltaire y Marivaux, y también en Collé y Crebillon (hijo) ; sola mente de esta manera se ven las figuras , se escuchan las voces . ¡Y qué fisonomías tan finas, tan atractivas , tan alegres , todas rebosando placer y deseos de agra dar! ¡ Qué elegancia en el porte y en las actitudes! ¡ Qué gracia tan picaresca en el tocado y en la sonri sa, en la vivacidad de la charla, en las modulaciones de la voz aflautada , en la coquetería de las frases in geniosas! ¡Cuánto tiempo pasa uno involuntariamente viendo y escuchando! Lo bonito está en todas partes ; en las cabecillas espirituales, en las manos finísimas , en los pliegues del traje, en los rostros y en los palmitos . Su menor movimiento , una inclinación burlona de cabe za, un brazo delicado que sale de su nido de encajes , un talle que se inclina á medias sobre el bastidor de bordar, el ligero roce de un abanico que se abre, todo constituye un regalo para los ojos y para el espíritu . En efecto; aquí todo es ligero ; caricias delicadas para sentidos delicados , hasta en el ornato exterior de la vida, hasta en las líneas sinuosas , en los elegantes adornos, en la refinada comodidad de los edificios y de los mobiliarios .
Llenad vuestra imaginación con este ambiente y es tas figuras, y hallaréis entonces en sus diversiones el interés que ellos mismos tomaban . En semejante lu gar y en semejante compañía, basta estar juntos para estar bien. Su ociosidad no les molesta, juegan con la vida ..
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En Chanteloup , donde el duque de Choiseul , en des gracia ve afluir todo el gran mundo , no se hace nada , y no hay en el día una hora libre . « La duquesa no dis pone más que de dos horas , las cuales están consagra das á su tocado y á sus cartas ; el cálculo es sencilo ; se levanta á las once; à las doce , el almuerzo seguido de una conversación que dura hasta las tres ó las cua tro; la comida á las seis, enseguida el juego y la lec tura de las memorias de Mme . de Maintenon . Ordi nariamente mañana.
se está en compañía hasta las dos de la
La libertad de espíritu es perfecta ; ningún
cuidado, ninguna ocupación ; el whist y el trictrac por la tarde, el faraón á la noche. Se hace hoy lo que se hizo ayer, y lo que se hará mañana ; se preocupan de la cena como del asunto más importante de la vida, y de lo único que se quejan es del estómago . El tiempo pasa tan pronto , que siempre estoy creyendo que he llegado ayer por la noche. » A ve ces se organiza una pequeña cacería y las damas asisten gustosas ;
porque todas son ligeras y se encuentran en
estado de dar diariamente y á pie cinco ó seis vueltas al salón . Pero prefieren las habitaciones á la intempe rie; en esta época el verdadero sol es la claridad de las bujías , y el cielo más hermoso un techo pintado ; ¿hay acaso algo menos expuesto á las inclemencias , más cómodo para hablar y bromear?-Se habla, pues, y se bromea, de palabra, con los amigos presentes ; por cartas, con los ausentes . Sermonean á la anciana, ma dame de Deffand , que es muy viva y á la que llaman
En Besville , en casa de M. de Lamoignon , durante las vacaciones de Pentecostés y del otoño , se sien tan diariamente á la mesa treinta personas; se caza tres ó cuatro veces à la semana, y los magistrados más ilustres , Lamoignon, Pasquier , Rosambo y el se ñor y la señora de Aguesseau , representan El Barbero de Sevilla en el teatro del castilo . La sotana tiene las mismas libertades que la toga . En Saverne, en Clairvaux , en Mans y en otras par tes , los prelados la llevan tan gallardamente como un traje de corte . Para que se la ciñan al cuerpo , ha sido preciso la tormenta revolucionaria , y después la vigi lancia hostil de un partido organizado y la amenaza de un peligro continuo . Hasta 1789 , el cielo es harto hermoso, el aire harto tibio , para que se pudiese uno
(1) Foisset, ib. , 185. Seis audiencias por semana, y á menu do dos al día, además de sus trabajos de anticuario, historiador, lingüista, geógrafo, editor y académico .
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resignar á abotonarse hasta el cuello . « Libertad , fa cilidad, señor abate, decía el cardenal de Rohan á su secretario; sin ello haríamos de esto un desierto . » Y de esto se hubiera guardado muy bien el buen carde nal; por el contrario , había hecho de Saverne un pa raje encantador, según Watteau , casi « un embarcade ro para Citerea» . Seiscientos aldeanos y los guardias formados en fila, establecen por la mañana una cadena de una legua de largo y recorren los campos colindan tes ; los cazadores, hombres y mujeres , están en sus puestos .
Ante el temor de que las damas no tuviesen
miedo estando solas, se las dejaba en compañía del hombre á quien odiasen menos , para tranquilizarlas » , y como estaba prohibido abandonar los puestos res pectivos antes de la señal oportuna, « era imposible que nadie fuese sorprendido » . Hacia la una de la tarde,
la compañía se reunía
bajo una hermosa tienda, á orillas de un riachuelo ó en algún lugar delicioso , donde se servía una comida exquisita, y, como era preciso que todo el mundo fuera dichoso , cada campesino recibía una libra de carne, dos de pan y media botella de vino , con lo que siempre estaba dispuesto á que la fiesta se repitiese, así como las damas . Seguramente, á las personas es crupulosas, el obsequioso prelado hubiese respondido con Voltaire que nunca hay nada malo en buena compañía . Y en estos mismos términos lo decía . Su cedió una vez que fué de visita una dama acompaña da de un joven oficial , y como les retuviese para que pernoctaran en el palacio, llegó un ayuda de cámara para advertir al cardenal que no había sitio .
-¿Hay gente en el cuarto de baño? -No, monseñor .
-¿No hay alli dos camas?
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-Si, monseñor; pero están en el mismo cuarto, y ese oficial... -¡Y qué! ¿No han venido juntos? Las gentes mez quinas como vos , ven siempre lo malo. Ya veréis cómo se arreglan perfectamente . No hay que pensar más en ello . Efectivamente, parece que nadie hizo ninguna ob jeción, ni el oficial ni la dama. En Granselve, los bernardinos son aún más hospi talarios ; llegan gentes de quince ó veinte leguas para la fiesta de San Bernardo , que dura dos semanas; du rante todo este tiempo , se baila, se caza, se hacen comedias y
las mesas están siempre puestas á toda
hora». Las habitaciones de las damas están provistas de cuanto necesitan para su tocado , y hasta se dice que ninguna de ellas tiene necesidad de llevar á un oficial . Citaria veinte prelados no menos galantes , el se gundo cardenal de Rohan, monseñor de Jarente, obis po de Orleans , el joven obispo de Mans , M. de Gri maldi, M. de Breteuil , obispo de Montaubán, M. de Cice, arzobispo de Burdeos , el cardenal de Montmo rency, limosnero mayor, M. de Talleyrand , obispo de Autún, M. de Couzié , obispo de Arras ; en primera lí nea el abad de Saint-Germain des Prés , conde de Clermont, príncipe de la sangre, que teniendo ciento setenta mil libras de renta, encuentra el medio de arruinarse dos veces , representa comedias en su mo rada, en la ciudad y en el campo , escribe á Collé en estilo burlesco , y en su abadía de Berny, instala una bailarina, la señorita Leduc , para que haga los hono res de la mesa . Nada de hipocresías : en casa de Trudaine , cuatro obispos asisten á la representación de una obra de
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Collé, titulada Los accidentes ó los abates, y cuyo asunto, dice el mismo Collé , es tan libre que no se ha atrevido à imprimirla con las demás . Poco después , Beaumarchais, leyendo en casa de la mariscala de Ri chelieu su obra Las bodas de Figaro, no expurgada aún, y mucho más atrevida y cruda que lo es hoy, tiene por auditores obispos y arzobispos , los cuales , dice,
después de haberse divertido extraordinaria
mente, se han , dignado asegurarme que affrmarian que no hay en mi obra ni una sola palabra que pueda herir las buenas costumbres » ; así fue como pasó la obra, contra la razón de Estado , contra la voluntad del rey, por la complicidad de todos , incluso la de los más interesados en prohibirla.
Hay algo más loco
que mi obra, decía el autor mismo; su éxito .
El
atractivo era demasiado fuerte; las gentes del placer no podían renunciar á la comedia más alegre del si glo; fueron á aplaudir su propia sátira ; mas aún la representaron ellas mismas .
Cuando domina un gusto conduce, como una gran pasión , á extremos que son locuras ; necesita á toda costa el ofrecido goce . Ante la satisfacción del mo mento, se conduce como un niño ante una golosina, y nada le detiene, ni el peligro porque lo olvida, ni las conveniencias porque él las crea.
VII
Divertirse es desprenderse , salir de uno mismo; y para realizarlo bien, es preciso trasladarse á otro , ponerse en lugar de otro, coger su careta , desempe ñar su papel. He aquí por qué la más intensa de las
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diversiones es la comedia de la que uno es actor . Es la diversión de los niños que sin cesar improvisan y representan escenas, haciendo de autores, actores y espectadores . Es la de aquellos pueblos á los que su régimen político excluye de los cuidados viriles y que juegan con la vida á manera de niños . En Venecia, en el siglo diez y ocho , el Carnaval dura seis meses ; en Francia, bajo otra forma , dura todo el año , menos familiar y menos pintoresco , más refinado y más ele gante, ha abandonado la plaza pública , en la que le falta el sol, para encerrarse en los salones , cuyas ara ñas le convienen más . De la gran mascarada popular no conserva más que un resto , el baile de la ópera; magnífico , eso sí, y frecuentado por los principes , por las princesas , por la reina . Pero ese resto , por bri llante que sea, no le basta , y , en todos los castillos , en todos los palacios , en París , en provincias , organi za disfraces de sociedad y comedias à domicilio . Para acoger á un gran personaje, para celebrar la fiesta del amo ó del ama de la casa, sus huéspedes é invitados les representan una opereta improvisada, alguna pastoral ingeniosa y laudatoria, ya vestidos de Dioses , de virtudes , de abstracciones mitológicas , de turcos , de lapones, de polacos de teatro , y seme jantes á las figuras que ornan en aquella época el frontispicio de los libros ; ya con trajes de aldeanos , de dómines , de buhoneros , de lecheras, de floristas y semejantes á los campesinos bien educados que el gusto de la época sacaba á escena. Cantan , bailan y llegan por turno á recitar versos de ocasión que son cumplimientos bien urdidos . En Chantilly, « la joven y encantadora duquesa de Borbón, transformada en voluptuosa nåyade , conduce al conde del Norte , en una góndola dorada , al través
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del gran canal, hasta la isla del Amor» ; por su parte , el príncipe de Conti sirve de piloto á la gran duquesa ; los otros señores y las damas,
todos con vestiduras
alegóricas » ; forman la tripulación , y, sobre aquellas hermosas aguas , en el nuevo jardín de Alino , el riente y galante cortejo parece una visión del Tasso . En Vandreuil, las damas , advertidas de que las quie ren robar para el serrallo , se visten de vestales , y el gran sacerdote , entonando preciosos cánticos , las re cibe en su templo en medio del parque ; sin embargo , llegan más de trescientos turcos , fuerzan el cerco al compás de la música, y se llevan á las damas en pa lanquines paseándolas por los jardines iluminados .
En el pequeño Trianón, el parque representa una feria , las damas de la corte son las vendedoras , « la reina despacha en un café , aquí y allí se ven panto mimas y teatros ; la fiesta cuesta , según dicen , cuatro cientas mil libras , y se disponen á repetirla en Choisy con mayor presupuesto . Al lado de estos disfraces que se limitan al traje y no ocupan más que una hora, hay una distracción más seria, la comedia de salón que transforma por com pleto al hombre , y la cual , durante seis semanas, y aun tres meses , le absorbe con los ensayos . Hacia 1770,
Por su talento , juzgad de sus estudios , de su asidui dad y de su celo; es evidente que para muchos de ellos , esta ocupación era la principal . Había algún castillo , como el de Saint- Aubin , donde la castellana , para formar una compañía,
echaba mano de sus
cuatro doncellas , hacía que su hija , de diez años de edad, representase el papel de Zaira, y no descan saba hacía más de veinte meses . Después de su ban carrota, y en su destierro , el primer cuidado de la princesa de Guemené fué pedir tapiceros para que le vantasen un teatro . En una palabra , así como en Ve necia no salían más que enmascarados , así también no se comprendía aquí la vida sino con los disfraces . las metamorfosis , las exhibiciones y los éxitos de histrión . Ultimo rasgo , más significativo aún, me refiero al fin de fiesta . Verdaderamente , para estas gentes , la vida es un carnaval tan libre y casi tan licencioso como el de Venecia . Por lo general el espectáculo ter mina con una pantomima tomada de los cuentos de La Fontaine ó de las farsas de los bufones italianos,
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no solamente animada , sino más que atrevida y å ve ces tan cruda, « que no puede ser representada más que ante los príncipes mayores de edad o ante muje res galantes » ; en efecto , un paladar estragado se can sa de la horchata y pide aguardiente . El duque do Or leans entona en la escena las canciones más espinosas, desempeña el Bartholin en Nicasio y Blas en Joconda, El Matrimonio sin cura , Leandra embarazada , El Aman te asmatico, Leandro garañón , estos son títulos de pan tomimas « compuestas por Collé para recreo de su Al teza y de la Corte» . Por una que tenga sal, hay diez saturadas de pimienta. En Brunog en casa del herma no del rey, son tan atrevidas que el monarca se arre piente de haber ido; « no se puede tener idea de asunto tan licencioso; dos mujeres que estaban en la sala se ven obligadas á marcharse, y, cosa enorme, se ha bían atrevido á invitar á la reina» . La alegría es una especie de embriaguez que agota, hasta lo último del tonel, y tras el vino , bebe las heces. No solamente en sus cenas íntimas y con cortesanas, sino en el gran mundo y con damas, cometen locuras de lupanar. Di gamos la palabra , son sinvergüenzas , y no retroceden lo mismo ante las palabras que ante la acción . « Desde hace cinco ó seis meses escribe una dama en 1782, las cenas están seguidas de algún juego, como el de la gallina ciega, y concluyen con una sirvergüencería ge neral» . Se invita á las gentes con quince días de anticipa ción.
En esta ocasión volcaron mesas y muebles , se
vertieron en la habitación veinte jarros de agua; en fin, me retiré á la una y media, abrumada de cansan cio, harta de golpes con los pañuelos y dejando á ma dame de Clarence afónica, con el traje desgarrado en mil jirones , con un arañazo en el brazo y una contu
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sión en la cabeza, pero felicitándose por haber dado una cena tan alegre y vanagloriándose de que sería la novedad del día siguiente . » - He aquí á donde conduce la necesidad de diversiones . Bajo su presión , como bajo los dedos de un escultor , la máscara del siglo se trans forma por grados y pierde insensiblemente su serie dad; el rostro sereno del cortesano se convierte, por de pronto , en la fisonomía regocijada del mundano ; después , en aquella boca sonriente, cuyos contornos se alteran, se ve estallar la risa desvergonzada y sin freno del pillete (1) . (1) J. Sand, I, 85. En casa de mi abuela, «he hallado coplas, madrigales , sátiras sangrientas... He quemado algunas hasta tal punto obscenas que no me hubiera atrevido á leerlas hasta el fin, y escritas por la mano de abates á quienes había conocido en mi infancia. Entre otras muestras suavizadas pueden leerse en la Correspondencia, por Metra, las canciones del Pájaro y de la Pastora.
CAPITULO III
Inconvenientes de la vida de salón. -I . Es artificial y seca. -Regreso á la naturaleza y al sentimiento . -11 . Rasgo final que completa la fisonomia del silo, la sensibilidad de salón -Fecha de su advenimiento . —Sus sintomas en el arte y en la literatura . - Su ascendiente en la vida privada.- Sus afectaciones .— Su sinceridad. – Su delica deza.- III. Insuficiencia del caràcter asi formado. Adaptado á una situación no está preparado para la si tuación contrariæ.— Lagunas en la inteligencia . —La gunas en la voluntad. -Este carácter está desarmado por el saber vivir .
I
A la larga, cesan de agradar los mismos placeres , y, por agradable que sea , la vida de salón concluye por parecer insuficiente. Falta algo, sin que se pueda decir claramente lo que es ; el alma se inquieta, y poco á poco , con ayuda de los escritores y de los artistas, consigue conocer la causa de su malestar y el objeto de sus secretos deseos . Artificial y seco, he aquí los dos rasgos del mundo , tanto más señalados , cuanto más perfecto sea, y, en el mundo que nos ocupa han llegado al límite , por lo mismo que aquél ha llegado al supremo refinamiento .
Por de pronto , está excluido todo lo que sea natu ral ; todo se encuentra arreglado , preparado, la deco
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ración, los trajes , las actitudes , las inflexiones de la voz , las palabras , las ideas y hasta los sentimientos . Es tan raro un sentimiento verdadero , decía M. de V. , que cuando regreso de Versalles , me detengo á veces en las calles para ver cómo un perro roe un hueso . El hombre, al entregarse por completo al mundo , no se había reservado ninguna porción de su persona, y las conveniencias , como otras tantas enredaderas , habían enlazado toda la sustancia del ser humano y todos los detalles de su acción (1 ) . Se usaba entonces, dice una persona que fué educada de la suerte, « una manera de andar, de sentarse , de saludar , de coger los guantes , de manejar el tenedor , de presentar un objeto, en fin, una mímica completa que debía ser enseñada á los niños desde su temprana edad, á fin de que se convir tiese por la costumbre en una segunda naturaleza , y los tales convencionalismos constituían un artículo tan importante en la vida de los hombres y de las mujeres del antiguo gran mundo que á nuestros actores de hoy les cuesta trabajo representarlo á pesar de sus estu dios.> No solamente lo exterior, sino hasta lo interno, era ficticio ; se estilaba una manera obligada de sentir , de pensar, de vivir y de morir. No se podía hablar á un hombre, sin ponerse á sus órdenes , y á una mujer , sin ponerse á sus pies . El buen tono había reglamentado previamente todos los actos más o menos importantes de la vida, la manera de declararse á una dama y de romper con ella, de entablar y conducir un duelo , de tratar á un igual , á un subordinado, á un superior . El que faltase en lo más mínimo á este código de las cos tumbres, era considerado como « un ente especial » . Un (1) Jorge Sand, V, 59: «Me reprendían por todo y no hacía un movimiento que no me criticaran . › 15
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hombre de corazón y de talento , de Argenson, fué apodado
la bestia » , porque sus originalidades iban
más allá de lo convenido . « Eso no tiene nombre , no se parece á nada» , estas frases constituían las censuras más acerbas . Tanto en la conducta , como en la litera. tura, se rechaza todo lo que se aparte de un modelo determinado . El número de las acciones permitidas está restringido , así como el número de las palabras autorizado . La misma depuración del gusto empobre ce las iniciativas al mismo tiempo que el lenguaje , y se obra como se escribe, mediante fórmulas aprendi das, en un círculo limitado . Lo excéntrico , lo impre visto , el sentimiento vivo y espontáneo, no son admi tidos à ningún precio .
Entre veinte ejemplos que se presentan, elegirė el menor, puesto que se trata de un simple gesto: La se ñorita de..., por el crédito de su familia , obtiene una pensión para Marcelo , célebre maestro de baile, corre muy gozosa á casa de aquel, y le presenta la creden dencial. Marcelo la toma y la arroja al suelo : «¿Es así, señorita, como yo os he enseñado á presentar las co sas? Recojed ese papel, y dádmelo como se debe . Ella lo recoje , y se lo presenta con las gracias requeridas. Está bien, señorita, dice Marcelo , lo recibo , aun cuan. do vuestro codo no haya ofrecido la necesaria curva tura, y os doy gracias (1) . » Tantas gracias concluyen por hastiar; el que come invariablemente manjares selectos , desea leche y pan moreno . De todos estos condimentos mundanos , hay sobre todo uno del que abusan, y que, empleado siempre, (1) Paris, Versalles y provincias, I, 162.-« El rey de Suecia ha llegado, usa rosetas en los pantalones, todo ha terminado, es un hombre ridículo, un rey de provincias. » ( El gobierno de Nor· mandia, por Hippeau, IV, 237, 4 Julio 1784.)
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comunica á todos los manjares su sabor picante y frío: esto producen las fruslerías . El munndo no sufre la pasión, y en esto está en su derecho . No vive uno acompañado para mostrarse vehemente ó sombrío; los caracteres reconcentrados ó bulliciosos están de más. Toda ama de casa está en su derecho al decir á un hombre que guarde silencio : « Caballero, hoy no sois amable.
Es preciso, pues , estar siempre ama
ble, y, de esta suerte , la sensibilidad que se desparra ma en mil canalillos no puede formar una gran co rriente.
De cada cien amigos , todos los días había dos
ó tres que sufrieran un gran disgusto ; pero los tales no podían entristecerse por mucho tiempo , porque esto hubiera sido molestar á los noventa y siete restantes ; se suspiraba un instante con algunos de esos noventa y siete y asunto terminado . El mismo día en que Ma dame de Duffand perdió á su más antiguo amigo , asis tió á una animada cena : « ¡ Ay! decia, ha muerto esta tarde à las seis ; de lo contrario no me veriais aquí . » Bajo un régimen continuo de distracciones y diversio nes , no hay sentimientos profundos ; no se tiene más que epidermis ; el mismo amor se reduce al cambio de dos caprichos . Y, como siempre cae uno del lado á que se inclina, la ligereza se convierte en elegancia y en prejuicio . La indiferencia de corazón está de moda ; se aver gonzaría uno de conmoverse de veras . Se vanaglorian de jugar con el amor, de tratar á una mujer como á una muñeca mecánica, de tocar en ella un resorte, otro después , para que brote à voluntad la ternura ó la cólera. Haga lo que haga, jamás se aparta uno de la cortesía más insultante, puesto que la misma exa geración del falso respeto que se la prodiga es una ironía con la que se acaba de mostrarla el desvío.
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Se va más lejos , y en las almas yertas como un pá ramo , la galantería llega hasta la maldad . Por hastio y necesidad de excitación, por vanidad y para ejerci tarse en la destreza, hay quien se complace en ator mentar, en hacer llorar , en deshonrar, en matar len tamente. A la postre, como el amor propio es un abis mo sin fondo , no hay « negruras » de las que no sean capaces semejantes verdugos , y los personajes de Lanclós están tomados del natural. Sin duda . estos monstruos son raros; pero no tiene uno necesidad de examinarlos para ver lo que tiene de egoísta la galan tería mundana. Las mujeres que la han erigido en obligación son las primeras que comprenden su men tira, y en echar de menos, entre tantos frios homena jes, el calor comunicativo de un sentimiento robusto. El carácter del siglo recibe eutonces su aspecto final , y el « hombre sensible » aparece.
II
No es que varie el fondo de las costumbres ; siguen siendo hasta el fin igualmente mundanas, igualmente disipadas . Pero la moda autoriza una nueva afecta ción de efusiones , de deliciosos ensueños , de ternuras, que hasta entonces no se habían conocido . Se trata de volver å la naturaleza , de admirar el campo , de gus tar de la sencillez de las costumbres rústicas , de inte resarse por los campesinos , de ser humano , de tener corazón, de gustar las dulzuras y las ternuras de las afecciones naturales , de ser esposo y padre, más aún, de tener un alma, virtudes, emociones religiosas , de
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creer en la Providencia y en la inmortalidad , de ser susceptible de entusiasmo . Se quiere ser así , ó por lo menos estaba en moda pretenderlo .
De todos modos, aun cuando se quiera esto, se so breentiende que no se ha de apartar uno excesiva mente de la vida ordinaria y que las sensaciones de la nueva no quitarán nada á los goces de la antigua. Así es que la exaltación que comienza no ha de ser más que una ebullición del cerebro , y casi todo el idilio se representará en los salones . De esta suerte la literatura, el teatro , la pintura y las artes todas , entran en la vía sentimental para su ministrar á la caldeada imaginación un pasto ficticio. Rousseau predica en estudiados períodos el encanto de la vida silvestre, y los petimetres sueñan, entre dos madrigales, con la dicha de dormir en las selvas vir genes . Los enamorados de la Nueva Eloisa cambian , durante cuatro volúmenes , trozos de estilo , y con tal motivo una persona ,
no solamente equilibrada , sino
sensata» , la condesa de Blot, en pleno círculo de la duquesa de Chartres, exclama « que, á menos de una virtud superior , una mujer verdaderamente sensible no podría rehusar nada á la pasión de Rousseau » , En los salones se escucha con avidez la lectura de La paz de la aldea , del Cántaro roto , del Regreso de la nodri za, y de otros idilios, rústicos y domésticos , de Greu ze; el asomo de voluptuosidad , el dejo de sensualismo provocador que se entrevé en la fragil candidez de sus ingénuas constituye una golosina para las aficio nes libertinas que persisten bajo las aspiraciones mo rales . En pos de ellos , se aprestan á llevar la égloga universal hasta en lo más fuerte de la Revolución , Ducis , Thomas, Parny, Colardeau , Rucher, Delille, Bernardino de Saint-Pierre, Marmontel, Florian, toda
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la banda de oradores , de escritores , de políticos , el mi sántropo Chamfort, el razonador Laharpe , el ministro Necker, los cancioneros , los imitadores de Gessner y de Young, los Berquin, los Bitanbé, todos bien peina dos , atildadísimos , con un pañuelo bordado en la mano para enjugarse las lágrimas . A la cabeza del Mercu rio de 1791 y 1792 aparecen los Cuentos morales de Marmontel , y el número siguiente à las carnicerías de Septiembre empieza con unos versos
A los manes
de mi canario» .
Por consiguiente, en todos los detalles de la vida privada, la sensibilidad exhibe su énfasis . Quien ele va en su parque un templo á la Amistad . Quien exige en su gabinete un altar á la Beneficencia . Se esco gen trajes á lo Juan Jacobo « análogos á los principios Se elijen por peinados pufos sentimen tales » , en los cuales se coloca el retrato de la hija, de
de este autor .
la madre , del canario, del perro , « guarnecido todo de cabellos del padre ó de un amigo del corazón» . Se tie nen amigas del corazón por las
que se experimenta
algo tan vivo y tan tierno que en realidad es pasión, ▾ y á las que no se puede estar sin ver tres veces al día . «Cada vez que las amigas se dicen cosas sensibles, de ben adoptar al punto un acento límpido y acariciador, mirarse con ternura inclinando la cabeza y besarse con frecuencia» , sin perjuicio de bostezar con disimu lo al cabo de un cuarto de hora y de dormirse de co múne acurdo puesto que ya no saben que decirse . El entusiasmo es obligatorio. Durante la representación del Padre de familia, se ven tantos pañuelos como es pectadores y las mujeres se desvanecen. « Es de rigor, sobre todo para las mujeres jovenes , el conmoverse, palidecer, enternecerse, y en general hasta sentirse mal en cuanto ven & Voltaire ; se precipitan en sus
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brazos , lloran, demuestran una turbación que se pa rece al amor más apasionado . » Cuando un autor de sociedad lee su obra en un sa lón, la moda exige que se lancen exclamaciones , que se solloce y que haya alguna hermosa desvanecida á quien atender . Madame de Genlis que se burla de ta les afectaciones , no es menos afectada que los demás . De repente, en una reunión , se la oye decir á la huérfana que exhibe : « ¡ Pamela, haced de Eloisa! » Y Pamela, soltándose el pelo , se arrodilla mirando al cielo como en éxtasis , entre los aplausos de la concu rrencia. ---- La sensibilidad llega á ser una institución . La misma madama de Genlis funda la orden de la Perseverancia, que llega pronto á contar
con noven
ta caballeros de lo más principal . Para ser admitido en ella, se necesita adivinar un enigma, responder å una pregunta moral, y pronunciar un discurso acerca de la virtud . Toda dama ó caballero que descubre y publica
tres acciones virtuosas bien comprobadas » ,
recibe una medalla de oro . Cada caballero tiene su hermano de armas , cada dama su amiga , todo miembro de la orden su divisa , y cada divisa, coloca da en un marco , figura en
el Templo de honor » , es
pecie de tienda de campaña decorada con mucho gus to y armada en medio de un jardín por M. de Lauzun . -La pantomima sentimental es completa, y hasta en esta caballería restaurada, se encuentra una masca rada de salón . Sin embargo , la espuma del entusiasmo y de las grandes frases, deja en el fondo de los corazones un residuo de bondad activa, de benevolencia y hasta de felicidad , ó cuando menos de expansión y de facilidad . Por primera vez se ven mujeres que acompañan á sus maridos á los puntos que vayan de guarnición; madres
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que quieren criar, padres que se interesan en la edu cación de sus hijos . La sencillez se apodera de las cos tumbres . Ya no se dan polvos á los niños ; muchos seño res se despojan de sus galones , de los bordados , de los tacones rojos y de la espada, salvo cuando se visten de gran gala. Se han encontrado algunos en las calles vestidos á lo Franklin, con paño burdo , bastón nu doso y zapatos gruesos » . Ya no hay afición á las cas cadas , á las estatuas, á las decoraciones pomposas ; no se gusta más que de los jardines ingleses . La reina se arregla una aldea en Trianon , donde « vestida con una falda de percal blanco y un pañuelo de gasa , cu bierta con un sombrero de paja » , pesca en el lago y ve ordeñar å las vacas . La etiqueta cae á tiras , como un afeite que se resquebraja , y deja que reaparezcan los vivos colores de las emociones naturales ; madama Adelaida empuña un violín y sustituye al ministril ausente para que bailen las campesinas . La duquesa de Borbón sale ocultamente por las ma
ñanas para repartir limosnas y « buscar á los pobres en sus graneros » . La Delfina salta de su carroza para socorrer à un postillón herido, un campesino á quien ha derribado un ciervo. El rey y el conde de Artois ayudan á un carretero á desatascar el carro . Ya no se piensa en componerse y en contenerse, en conservar la dignidad en toda circunstancia, en someter las de bilidades de la naturaleza á las exigencias del rango . A la muerte del primer Delfin , mientras que las gen tes de la cámara se ponen ante el rey para impedir que entre , la reina se arroja de rodillas y el monarca, precipitándose en la misma posición, exclama : « ¡ Ah, ▼
esposa mía, nuestro querido hijo ha muerto cuando no quieren que le vea!
Y el narrador añade con admi.
ración : « Me parece estar viendo á un honrado cam
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pesino y á su excelente compañera entregados á la ma yor desesperación ante la pérdida de su hijo querido » . Ya no se ocultan las lágrimas ; se tiene å gala el ser hombre; se hacen humanos y se familiarizan con los inferiores . Un principe, pasando revista, dice á los sol dados, presentándoles à la princesa : « Hijos mios , he aquí á mi mujer » . Se desearía hacer dichosos á los hombres y gozar deliciosamente con su reconocimien to . Ser bueno, ser amado , he aquí el deseo de un jefe de Estado, de un hombre de posición . Se interpretan
las harmonías de la naturaleza»
como delicadas atenciones de la providencia, al insti tuir el amor filial , el Criador se ha dignado escojer como primera virtud nuestro más dulce placer .
Al idilio que uno se imagina en el cielo, correspon de el idilio que se practica en la tierra. Desde el pú blico hasta los príncipes , y desde los principes al pú blico, en prosa , en verso, para las felicitaciones de santos, para las respuestas oficiales , desde el estilo de los reales decretos hasta las canciones de las cantan tes, se establece un cambio continuo de gracias y ter nuras. Se aplaude con entusiasmo en los teatros cuan do un verso alude á la virtud de los príncipes , y, mo mentos después , cuando una relación exalta los méri tos del pueblo, las princesas en recíproca cortesía aplauden á su vez (1). (1) Hippeau, IV, 86 (23 Junio 1779) , representación del Sitio de Calais en la Comedia Francesa : «Cuando la señorita Vestris, dice: El francés gusta de hallar un hermano en su príncipe, El cual, de hijo del Estado, se convierte en padre. estallan unánimes aplausos á la actriz que se dirige al Delfín. En otro pasaje, los versos : ¡Qué lección para vosotros, soberbios potentados! Velad sobre vuestros más humildes súbditos.
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Por todas partes, en los últimos instantes de aquel mundo, reina una complacencia mutua, una afectuo sa dulzura, y, como suave brisa de otoño , funde lo que que aún había de dureza y sequedad , y envuelve en un perfume de rosas moribundas las elegancias de los instantes dichos . Hållanse entonces actos , palabras de una gracia suprema , única en su género , como una deliciosa figulina de Sèvres . Un día que la condesa Amelia de Boufflers hablaba con alguna ligereza de su marido , le dijo su suegra: « Olvidáis que estáis ha blando de mi hijo . -Es verdad , mamá ; creía hablar de vuestro yerno. » Ella fué también la que , jugando á los barcos, y obligada á escoger entre su querida suegra y su ma dre, á la que apenas conocía, respondió : « Salvaría á mi madre y me ahogaría con mi madre politica.
Mi
niaturas igualmente exquisitas son la duquesa de Choi seul y otras muchas . Cuando el corazón y el ingenio reunen sus delicadezas , realizan otras obras maestras, y tanto éstas , como el arte, como la cortesía, como la sociedad que las rodea, tienen un encanto por nada aventajado , como no sea por su fragilidad .
III
Consiste en que los hombres, cuanto más adaptados están á una situación, tanto menos se hallan prepara dos para la situación contraria . Los hábitos y facul Aquél, que expira lejos de vuestras miradas, Quizá algún día hubiese salvado vuestro imperio. hacen que el Delfín y la Delfina aplaudan á su vez calurosamen te. Esta muestra de sensibilidad por su parte es acogida con nuevos transportes de ternura y reconocimiento .
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tades que les servían en el estado antiguo les estorban en el nuevo . Al adquirir los talentos que convienen å los tiempos de calma , perdieron los que convienen á los turbulentos , y alcanzan la extrema cortesía al mis mo tiempo que la extrema debilidad . Cuanto más se urbaniza una aristocracia, tanto más se desarma, y, cuando no le falta ningún atractivo para agradar , se queda sin ninguna fuerza para luchar . Y sin embargo, en este mundo está uno obligado á luchar si quiere vivir . En la humanidad , lo mismo que en la naturaleza , el imperio es de la fuerza . Toda criatura que pierde el arte y la energía de defenderse se convierte en una presa tanto más segura cuanto que su brillo, su imprudencia y hasta su gentileza , la entregan de antemano á los rudos apetitos que la ace chan y la circundan . ¿Dónde se ha de hallar la resis tencia en un carácter formado por las costumbres que se acaban de describir? Ante todo , para defenderse es preciso mirar en de redor, ver y prever, apercibirse contra el peligro . ¿Cómo podrían hacerlo, viviendo como viven? Su círculo es harto estrecho y cercado con cuidadoso ex tremo . Encerrados en sus castillos y sus palacios , no ven más que gentes de su clase , no escuchan más que el eco de sus propias ideas , no se imaginan nada más allá; doscientas personas se les antoja el público . Además , en un salón no son admitidas las verdades desagradables , sobre todo cuando son personales , y una quimera se convierte en dogma porque se con virtió en un convencionalismo . Hélos aquí , pues , que engañados ya por la estrechez de un horizonte ordi nario, fomentan todavía su ilusión con la ilusión de sus iguales . No comprenden nada der vasto mundo que rodea al pequeño en que se encuentran; son inca
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paces de penetrar en los sentimientos de un burgués , de un aldeano ; se figuran al campesino, no tal como es, sino como quisieran que fuese. Como el idilio está de moda nadie se atreve á contradecirlo; cualquier otra suposición es falsa , porque sería penosa , y , como los salones han decidido que todo ha de ir bien , todo irá bien .
Em Jamás hubo ceguera más completa y más volunta ria. El duque de Orleans se empeñaba en apostar cien luises á que los estados generales se disolverian sin haber hecho nada , sin abolir siquiera las cartas-órde nes del rey. Cuando la demolición haya comenzado , más aún, cuando se haya realizado , tampoco se darán cuenta exacta de las cosas. No tienen noción alguna de la arquitectura social; no conocen ni los materia les, ni las proporciones, ni el equilibrio ; como jamás han echado una mano , carecen de práctica . Ignoran la estructura del vetusto edificio, cuyo primer piso ocupan. No saben nada de empujes y resistencias. Concluyen por pensar que lo mejor es dejar que con cluya el derrumbamiento , que el edificio se recons truirá por sí solo en obsequio de ellos y que volverán á entrar en sus salones restaurados y adornados de nue vo, para recomenzar la agradable conversación que un accidente, un tumulto callejero acaba de interrum pir. Tan perspicaces en el mundo , sus ojos son ciegos en política. Lo arreglan todo á la luz artificial de las bujías; se turban y se deslumbran á la claridad natu ral del día . El hábito es harto antiguo y está harto arraigado . El órgano visual, aplicado durante tanto tiempo á los menudos detalles de la vida elegante, no abraza ya las grandes masas de la vida popular, y, en el nuevo ambiente en que de pronto se ve sumido, su finura produce la ceguera.
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Preciso es obrar , sin embargo , puesto que el peli gro se ha presentado . Pero es un peligro de especie innoble, y su educación no les da las armas apropia das para defenderse contra los ataques de aquél .. Aprendieron esgrima , pero no á luchar á zapatazos . Continúan siendo hijos de aquellos que, en Fontaine bleau , en ver de ser los primeros en disparar, se qui taban los sombreros y decían cortesmente á los ingle ses:
No, señores , tirad vosotros » . Habituados à la
comodidad , son torpes en sus movimientos. Los actos más necesarios, todos los que son bruscos , violentos y rudos, son contrarios á los miramientos que un hom bre bien educado debe á los demás , ó cuando menos á los que se debe á sí mismo . - No se permiten tales ac tos; no se les ocurre permitírselos , y cuanto más en alto se hallan, tanto más están sujetos á su rango . Cuando la familia real parte para Varennes los retra sos acumulados que la pierden son efecto de la etique ta . Madame de Tourzel reclama su asiento en el ca rruaje, pues tenía derecho como aya de los Hijos de Francia. El rey quería, al llegar, entregar á M. de Bo uillé el bastón de mariscal, y, para obtener un bastón , hubo de prestársele, después de muchas idas y veni das, el duque de Choiseul . La reina no podía prescin dir de su saquito de viaje , y ha sido preciso construir uno enorme que contiene todos los chismes imagina bles , desde un calentador, hasta una escudilla de pla ta; además necesitaba otras cajas y, como si no hubie ra camisas en Bruselas, un surtido completo para ella y sus hijos .-La devoción severa , la humanidad mis ma, la frivolidad del limitado espíritu literario , la ur banidad simpática, la ignorancia económica (1) , la (1) Diario , de Dumont de Urville, comandante de navío que transportaba á Carlos X en 1830. -Véase la nota 4al fin de la obra.
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nulidad ó la rigidez de la inteligencia y de la voluntad son aun más grandes entre los príncipes que entre los nobles .
Contra la rebelión salvaje y desenfrerada,
todos son impotentes . Carecen del ascendiente fisico que la subyuga, del charlatanismo grosero que la en canta, de las jugadas de Scapin que la despintan , del testuz del toro , de los ademanes de carretero , de ro bustos pulmones, en una palabra , de los recursos del temperamento enérgico y de la astucia animal , únicos capaces de evitar el furor de la bestia desencadenada.
Para encontrar luchadores semejantes , es preciso que salgan tres ó cuatro hombres de raza ó educación diferente, que hayan rodado y sufrido, un plebeyo brutal como el abate Maury , un sátiro colosal y fango so como Mirabeau , un aventurero audaz y arrebatado como aquel Dumouriez que , en Cherburgo , cuando la debilidad del duque de Beuvron entrega los trigos y organiza el tumulto , se ve el mismo corrido y que, cuando está ya á punto de que lo hagan pedazos, re para de repente en las llaves del almacén en manos de un marinero holandés , grita al pueblo que le han traicionado y que un extranjero le ha robado las llaves, da un salto , echa mano á la garganta del ma rinero, le arranca las llaves y se las entrega al oficial de guardia , diciendo al pueblo : « Soy vuestro padre, yo os respondo de los almacenes .» Mezclarse con mo zos de cordel y verduleras , vociferar en el club, im provisar en las plazuelas , andar á puñetazos y esta cazos , como más adelante la juventud dorada, con locos y brutos que no emplean otros argumentos y á los que hay que responder con argumentos de la mis ma naturaleza , montar la guardia en torno de la Asamblea, hacerse jefe de voluntarios, no economizar su piel, ni la piel del prójimo , ser pueblo enfrente del
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pueblo, he aquí procedimientos sencillos y eficaces , pero cuya groseria les repugna . No se les ocurre, ni por un momento , recurrir á ellos ; no saben ni quieren servirse de sus manos, sobre todo para semejante ta rea ( 1 ). No se han ejercitado más que en los duelos , y sin tardar , y por vías de hecho , la brutalidad de la opinión va á cerrar el camino á los combates corteses . Contra el toro popular, sus armas son rasgos de salón , epigramas, frases ingeniosas , canciones , parodias y otros alfilerazos (2) . Este carácter carece de fondos y de recursos ; á fuerza de afinarse, se ha marchitado , y la Naturaleza , empobrecida por el cultivo , es inca paz de las transformaciones , por las cuales se renueva uno ó sobrevive . La educación todopoderosa ha reprimido , suaviza do, extenuado al instinto mismo . Ante la muerte pre sente, no experimentan el sobresalto de sangre y de cólera, el súbito despertar de todas las potencias , el acceso sangriento, la necesidad irresistible y ciega de herir al que hiere . Jamás se verá que gentil hombre detenido en su casa , rompa la cabeza del jacobino que lo prende. Se dejarán coger, irán docilmente á la cár cel; hacer ruido sería una muestra de mal gusto , y,
(1) Todas aquellas elegantes damas y aquellos elegantes ca balleros que tan admirablemente sabían andar sobre alfombras y hacer reverencias, no sabían dar tres pasos por el santo suelo, sin que les abrumara el cansancio . Ni siquiera atinaban á abrir ó cerrar una puerta ; carecían de fuerza para levantar un leño y echarlo en la chimenea: necesitaban de un criado para que les adelantase una butaca; no podían entrar y salir solos . ¿Qué hu biera sido de ellos sin los criados que les servían de manos y de piernas?» (Jorge Sand , v, 61.) (2) Cuando Mme. de F. ha dicho bonitamente una cosa bien pensada, cree haber hecho todo, M... decía que, cuando había dicho algo bonito acerca del emético, se sorprendía mucho al no verse purgada.» (Chamfort, 107.)
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ante todo , se trata por lo que á ellos se refiere, de ser siempre lo que son, gentes distinguidas . En la cárcel, hombres y mujeres se vestirán con esmero , se harán visitas, tendrán tertulias ; esto se verificará en el fon do de un corredor , entre cuatro candelas ; pero se bro meará, se compondrán madrigales, se entonarán can ciones , se tendrá á gala el ser tan galante, tan alegre, tan ameno como antes; ¿ha de mostrarse uno lúgubre y desatento porque las circunstancias le alojen en un mal albergue? Ante los jueces , en la carreta , conservarán su dig nidad y su sonrisa ; las mujeres sobre todo irán al ca dalso con el aplomo y la serenidad que gastaban en un sarao . Rasgo supremo del saber vivir que , erigido en deber único y convertido por aquella aristocracia en una segunda naturaleza , se encuentra lo mismo en sus virtudes que en sus vicios , tanto en sus facultades como en sus impotencias, en su prosperidad y en su caida, y la adorna hasta en la muerte á la cual la con dujo .
LIBRO TERCERO
El espíritu y la doctrina .
CAPITULO PRIMERO
Composición del espiritu revolucionario. —Primer ele mento, la adquisición cientifica . -I. Acumulación y progresos de los descubrimientos en las ciencias natu rales .—Sirven de punto de partida á los nuevos filósofos. —II. Cambio del punto de vista en la ciencia del hom bre. Se separa de la teologia y se suma como una pro longación á las ciencias naturales.—III. Transforma ción de la historia. —Voltaire, la crítica y los estudios enciclopédicos. -Montesquieu, resumen de las leyes so ciales .-IV. Transformación de la psicologia . —Condl llac, teoría de la sensación y de los signos. —V. Método analitico.-Su principio —Condiciones requeridas para que sea fructuoso. – Estas condiciones faltan ó son insu ficientes en el siglo diez y ocho. -Verdad y superviven eia de ese principio . Cuando vemos que un hombre un poco débil de cons titución, pero de apariencia sana y costumbres mori geradas, bebe ávidamente un nuevo licor, y que de repente cae al suelo, echando espuma por la boca y debatiéndose en convulsión delirante, nos es fácil pre samir que en el agradable brebaje hay una sustancia peligrosa; pero necesitamos un análisis delicado para aislar y descomponer el veneno. Existe uno en la filo 16
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sofía del siglo diez y ocho, y de especie tan extraña como poderosa: porque, no solamente es producto de una larga elaboración histórica , el extracto definitivo y condensado al que llega todo el pensamiento del si glo; sino que sus dos principales ingredientes ofrecen la particularidad de que separados son saludables, y combinados forman un componente venenoso. El primero es la adquisición científica , el cual es excelente por todos conceptos y beneficioso por natu raleza; se compone de un conjunto de verdades lenta mente preparadas, y reunidas después de un golpe ó gradualmente . Por primera vez en la historia, las ciencias se extienden y se consolidan hasta el punto de producir, no ya como en otros tiempos, un Galileo ó un Descartes, fragmentos de construcción ó alguna an damiada provisional, sino un sistema del mundo defi nitivo y probado : el de Newton . En torno de esta ver dad capital se agrupan , como complemento ó prolon gaciones , casi todos los descubrimientos del siglo . En las matemáticas puras , el cálculo infinitesimal inven tado simultáneamente por Leibnitz y Newton, la me cánica reducida por Alembert á un solo teorema, y el magnífico conjunto de teorías que, elaboradas por los Bernoulli, por Culer, Clairant, Alembert, Taylor , Ma claurin, se completan á fines del siglo en manos de Monge, Lagrange y Laplace (1) . En la astronomía, la serie de cálculos y observacio (1) Véase acerca de este desarrollo, Comte, Filosofia positi va, t. I. —A principios del siglo diez y ocho, es tan grande el perfeccionamiento de los instrumentos matemáticos , que se cree se ha de poder someter al análisis todos los fenómenos ff sicos, luz, electricidad, sonido, cristalización, calor , elastici dad, cohesión y otros efectos de las fuerzas moleculares.— Acerca de los progresos de las ciencias físicas , véase Whewell, History ofthe inductive sciences, t . II y III.
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nes que, de Newton á Laplace, transforma la ciencia en un problema de mecánica, explican y predicen to dos los movimientos de los planetas y sus satélites, in dican el origen y formación de nuestro sistema solar, y llegan más allá con los descubrimientos de Herschel, hasta dejarnos entrever la distribución de los archi piélagos de estrellas y las grandes líneas de la arqui tectura celeste. En la fisica, la descomposición de los rayos lumino sos y los principios de la óptica hallados por Newton, la velocidad del sonido, la forma de sus ondulaciones, y, desde Sauveur hasta Chladni , desde Newton hasta Bernoulli y Lagranje , las leyes experimentales y los teoremas principales de la acústica , las leyes prime ras del calor irradiado por Newton, Kraft y Lambert, la teoría del calor latente por Black, la medida del calórico por Lavoisier y Laplace, las primeras ideas verdaderas sobre la esencia del fuego y del calor, las experiencias , las leyes, las máquinas, mediante las cuales Dufay , Nollet, Franklin y, sobre todo , Coulomb, explican, manejan y utilizan por primera vez la elec tricidad . En química, todos los fundamentos de la ciencia, el oxígeno , el ázoe , el hidrógeno aislado , la composición del agua, la teoría de la combustión , la nomenclatura química, el análisis cuantitativo, la indestructibilidad de la materia y del peso, los descubrimientos de Schee le, Priestley , Cavendish y Stahl, coronados por la teo ría y el lenguaje definitivos de Lavoisier. En mineralogía, el goniómetro , la fijeza de los ángu los y las primeras leyes de la derivación por Rome de Zisle, y, por último, el descubrimiento de los tipos y la deducción matemática de las formas secundarias por Haug .
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En geología, las consecuencias y comprobación de la teoría de Newton, la figura exacta de la tierra, el aplanamiento de los polos , el desarrollo del ecuador, la causa y leyes de las mareas, la primitiva fluidez del planeta, la persistencia del calor central; después con Buffón, Desmarets, Hutton, Werner, el origen acuoso ó igneo de las rocas, la extratificación de los terrenos, la estructura fósil de los yacimientos, la prolongada y repetida estancia del mar en los continentes, el lento depósito de restos animales y vegetales, la prodigiosa antigüedad de la vida , los cambios y transformaciones graduales de la corteza terrestre , y al fin el grandioso cuadro donde Buffón traza en rasgos aproximados la historia completa de nuestro globo , desde cuando no era más que una masa de lava ardiente hasta la época en que nuestra especie , después de tantas otras espe cies destruidas ó supervivientes , pudo habitarla. Sobre esta ciencia de la materia bruta , se ve al mis mo tiempo elevarse la ciencia de la materia organi zada. Grew, y después Vaillant, vienen á demostrar los sexos y á describir la fecundación de las plantas; Linneo inventa la nomenclatura botánica y las prime ras clasificaciones completas; los Jussieu descubren la subordinación de los caracteres y la clasificación na tural. La digestión queda explicada por Reaumur y Spallanzani, la respiración por Lavoisier; Prochaska comprueba el mecanismo de las acciones reflejas; Ha ller y Spallanzini experimentan y describen las con diciones y las fases de la generación . Se penetra en lo profundo del reino animal ; Reaumur publica sus ad mirables memorias sobre los insectos, y Lyonnet em plea veinte años en estudiar la oruga del sauce ; Spa llanzani resucita sus rotiferos , Trembley examina un pólipo de agua dulce; Needham hace aparecer sus in
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fusorios. De todos estos estudios se desprende la con cepción experimental de la vida . Ya Buffon, y sobre todo Lamarck, en sus esbozos grandiosos é incomple tos, inician con penetrante adivinación los principales rasgos de la psicología y de la zoologia modernas . Por todas partes se esparcen ó nacen moléculas orgáni cas, especies de globos perpetuamente deteriorados y reparados , que, por un desarrollo ciego y espontáneo , se transforman, se multiplican, se asocian, y que, sin dirección ajena , sin fin preconcebido , por único efecto de su estructura y del ambiente que les rodea, se or denan para componer esos edificios concienzudos á los que llamamos plantas y animales; de formas sencilli simas en su origen , después de organización compli cada, y perfeccionada lenta y gradualmente; el órga no creado por las costumbres , la necesidad y el me dio; la herencia transmitiendo las modificaciones ad quiridas: he aquí, en estado de conjeturas y de supo siciones , la teoría celular de nuestros modernos fisió logos y las conclusiones de Darwin . En el cuadro que el espíritu humano hace de la naturaleza, la ciencia del siglo diez y ocho dibujó el contorno general , el or den de los planos y las principales masas en rasgos tan precisos , que aún hoy permanecen intactas todas las líneas generales . Nada tenemos que borrar, salvo algunas correcciones parciales . Esta vasta provisión de verdades ciertas ó proba bles, demostradas ó presentidas, es la que ha propor cionado al espiritu del siglo el alimento , la sustancia y los resortes . Examinad á los directores de la opinión pública, á los promoveedores de la nueva filosofía: en grados diversos , todos están versados en las ciencias físicas y naturales. No solamente cómo son las teorías y los textos, sino estudian también las cosas y los hechos .
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No solamente es Voltaire uno de los primeros en expo ner la óptica y la astronomía de Newton (1), sino que hace cálculos , observaciones y experimentos por cuen ta propia. Dirige á la Academia de Ciencias comuni caciones acerca de « la medida de la fuerza motriz, y de la « naturaleza y propagación del calor» Maneja el *
termómetro de Reaumur, el prisma de Newton y el pi rómetro de Muschenbroek . Tiene en su laboratorio de Cirey todos los aparatos de física y química conoci dos hasta entonces . Hace con sus manos experiencias sobre la reflexión de la luz en el espacio , sobre el au mento de peso en los metales calcinados, sobre el rena cimiento de algunas partes cortadas en los animales, y todo como verdadero sabio , con insistencia y repeti ciones, hasta cortar la cabeza á cuarenta caracoles y babosas para comprobar una afirmación de Spallan zani. La misma curiosidad y preparación se observa en todos aquellos que están imbuidos del mismo espíritu . En el otro campo , entre los cartesianos que van á ter minar, Fontenelle figura como excelente matemático, es el biógrafo competente de todos los sabios ilustres, y el secretario autorizado y verdadero representante de la Academia de Ciencias . En otras partes, en la Academia de Burdeos , Mon tesquieu lee discursos sobre el mecanismo del eco , so bre el uso de las glándulas renales ; diseca ranas , en saya los efectos del calor y el frío sobre los tejidos vi
(1) Filosofia de Newton , 1738 , y fisica , por Voltaire. V. Bois Ray mond, Voltaire fisico ( Revista de cursos científi cos, v. 539 , y Saigey, La fisica de Voltaire, - «Voltaire, escribe lord Brougham, de haber continuado ocupándose en física ex perimental, hubiera sin duda inscrito su nombre entre los de los grandes inventores de su siglo.>
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vientes, y publica observaciones sobre las plantas y los insectos. Rousseau, el menos instruido de todos , sigue los cur sos del químico Rouelle , herboriza y se apropia para escribir su Emilio, todos los elementos de los conoci mientos humanos. Diderot enseña las matemáticas , devora las cien cias , las artes , hasta los procedimientos técnicos de las industrias . Alembert figura en primera línea entre los matemáticos. Buffon traduce la teoría de las flu xiones de Newton, la estadística de los vegetales por Hales; se hace á la vez ó alternativamente metalúr gico, óptico, geógrafo, geólogo, y, por último , anató mico. Condillac, para aplicar el uso de los signos y la filiación de las ideas, escribe compendios de aritméti ca, de álgebra , de mecánica y de astronomía. Mau pertuis, Condorcet y Lalande son matemáticos , físicos , astrónomos; Holbach, La Mettrie , Cabanis, son quími cos, naturalistas, fisiólogos, médicos . Grandes ó pequeños profetas , maestros ó alumnos , sabios especialistas ó simples aficionados, todos beben directa ó indirectamente en las fuentes que acaban de brotar. De ellas parten para enseñar al hombre lo que es, de dónde viene , á dónde va, lo que puede llegar á ser, lo que debe ser. Ahora bien ; un nuevo punto de partida conduce á nuevos puntos de vista; por esto la idea que se forman del hombre va á cambiar.
II
Porque imaginaos un espíritu completamente em bargado por las nuevas verdades, y colocadle como espectador en la órbita de Saturno , para que desde
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alli observe. ¡ Qué pequeño cantón representa el nues tro, y qué grano de arena es la tierra, en medio de esos insondables espacios y de esos millones de archi piélagos solares! ¡Qué multitud de mundos flota sobre nosotros, y, si hay vida en ellos, cuántas combinacio nes pueden ofrecer diferentes de las que conocemos. ¿Qué es la vida , qué la sustancia organizada , en ese monstruoso universo , sino una cantidad despreciable, un accidente pasajero, un enfiteuta superficial? Y si tal es la vida , ¿qué será la humanidad , que no es sino un débil fragmento de aquélla? Esto es el hombre en la na. turaleza, un átomo , algo efímero; no lo olvidemos : es tableceremos los sistemas sobre su origen, su impor tancia y su destino . Un mito sería grotesco , si se consi derara como el centro de las cosas , y no procede « que un insecto casi infinitamente pequeño muestre un or gullo casi infinitamente grande (1)» . ¡Qué nacimiento tan tardío al mismo tiempo , el de nuestro globo! ¿Cuántas miriadas de siglos han trans currido entre el primer momento del enfriamiento y los comienzos de la vida (2)? (1 ) V. Buffon, ib. , I , 31 : «Los que creen responder con las causas finales , no reparan en que toman el efecto por la causa. Como la relación que las cosas tienen con nosotros no influ yen en modo alguno en su origen , la conciencia moral no pue de ser jamás una razón física . -Voltaire, Cándido: Cuando Su Alteza envía un barco á Egipto, ¿le preocupara que estén ó no á gusto las ratas que van á bordo?» (2) Buffon, ib . , suplemento, II, 513; Epocas de la naturale za, IV, 65 , 167. Con arreglo á sus experiencias sobre el enfria mienlo de una bala de cañón , est blece los siguientes perío dos. Desde el estado ígneo del planeta , hasta la caída de las aguas vaporizadas, trenta y cinco mil años . Desde el comien zo de la vida, hasta el estado actual, cuarenta mil años . Desde el estado actual, hasta la congelación total y extinción de la vida, noventa y tres mil años. Estas cifras no las da sino como minimas. Hoy se sabe que son muy débiles.
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¿Qué comparación puede haber entre el trasiego de nuestro hormiguero y la tragedia mineral á la que no hemos asistido, los combates del agua y del fuego, la solidificación de la corteza, la formación del Océano universal, la construcción y reparación de los conti nentes? Antes de nuestra historia, ¡qué larga ha sido la historia animal y vegetal, que sucesión de floras y faunas, cuántas generaciones de animales marinos para formar los terrenos de sedimento , cuántas gene raciones de plantas para formar los yacimientos de hulla, cuántos cambios en el clima para expulsar del polo á los grandes paquidermos!
Por fin he aquí al hombre, el último que llega, apa recido como un último retoño en la copa de un gran árbol secular, para vegetar durante algunas estacio nes, pero destinado como el árbol á perecer transcu rridas aquéllas, cuando el enfriamiento creciente y previsto que permitió que viviera el árbol, sea causa de su muerte. No está sólo en el tronco ; por bajo de él , á su alrededor, casi á su nivel, hay otros retoños na cidos de la misma savia; que no se olvide nunca, si quiere darse cuenta de su ser, de considerar, al mismo tiempo que á sí propio, á los otros vivientes vecinos suyos, que llegan escalonados hasta él y que brotaron del mismo tronco . Es el primero, pero no está fuera del marco, es un animal entre los animales (1 ) ; tanto en él como en ellos, la sustancia, la organización, el na cimiento, la formación, la renovación, los sentidos , los apetitos, son semejantes , y su inteligencia superior , lo mismo que su inteligencia rudimentaria , tiene por ór (1) Buffon, ib. , I, 12: «La primera verdad que sale de este examen concienzudo de la naturaleza es una verdad casi hu millante para el hombre, ó sea la que debe formar entre los animales .>
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gano indispensable una materia nerviosa cuya estruc tura es la misma en ellos que en él. Rodeado, producido , llevado así por la naturaleza, ¿puede uno pensar que esté en la naturaleza como un imperio en un imperio? Está como la parte en el todo, á título de cuerpo físico, á título de compuesto quími co, á título de viviente, á título de animal sociable, entre otros cuerpos , otros compuestos, otros animales sociables , todos análogos á él; y con todos esos títulos, está, como aquéllos , sometido á leyes . - Porque, si ig noramos el principio de la naturaleza y si nos dispu tamos por saber lo que es, interno ó externo, compro bamos con certeza la manera como obra, y obra con con arreglo á leyes generales y fijas . Todo aconteci miento, sea el que fuere , está sujeto á condiciones, y dadas unas condiciones determinadas, jamás deja de seguirlas . De dos anillos que estén unidos, el primero arrastra siempre al segundo . Hay leyes para los nú meros, las figuras y los movimientos , para la revolu ción de los planetas y la caída de los cuerpos , para la propagación de la luz y la irradiación del calor, para las atracciones y repulsiones de la electricidad, para las combinaciones químicas, para el nacimiento, equi librio y disolución del cuerpo organizado. Las hay para el nacimiento, el mantenimiento y el desarrollo de las sociedades humanas, para la formación, los conflictos y la dirección de las ideas , de las pasiones y de las voliciones del individuo humano (1 ) . En todo esto, el hombre continúa la naturaleza ; de donde se deduce que, para conocerle, es preciso observarle en ella, con arreglo á ella y como á ella; con la misma independencia, las mismas precauciones y el mismo
(1) Voltaire, Filosofia, Del principio de acción: «Que todos los seres, sin excepción, están sometidos á leyes invariables.>
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espíritu. -Con esta sola observación, queda sentado el método de las ciencias morales . En historia, en psico logía, en moral , en política, los pensadores del siglo precedente, Pascal, Bosonet, Descartes , Fenelón, Ma lebranche , La Bruyère , partían aún del dogma; para quien sepa leer, claro está que su fallo estaba pensa do de antemano. La religión les suministraba una teo ría acabada del mundo moral ; con arreglo á esta teo ría, latente ó expresa , describían el hombre y acomo daban sus observaciones al tipo preconcebido . Los es critores del siglo diez y ocho echan abajo el procedi miento seguido: parten del hombre, del hombre obser vable y de lo que le rodea; á sus ojos las conclusiones sobre su origen, sobre su destino , no deben venir sino después , y dependen en absoluto , no de lo que la reve lación , sino de lo que la observación haya suministra do. Las ciencias morales se separan de la teología, y se suman como una prolongación á las ciencias fí sicas.
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Con aquel apartamiento y esta unión, se convierten en ciencias. En la historia, quedan puestos todos los fundamentos , sobre los cuales edificamos hoy. Que se compare el Discurso de Bossuet, sobre la Historia Univer sal, con el Ensayo, de Voltaire, sobre las costumbres, y al punto se verá la novedad y lo profundo de los di chos fundamentos . De primera intención , la crítica ha hallado su prin cipio: considerando que las leyes de la Naturaleza son
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universales é inmutables , saca en consecuencia que, tanto en el mundo moral como en el mundo fisico, no se deroga nada, y que no hay intervención alguna ar bitraria y extraña que venga á desarreglar el curso regular de las cosas, lo que da una norma segura para discernir el mito de la verdad . De esta máxima nace la exégesis bíblica , no solamente la que establece Vol taire , sino la que se establecerá más adelante . Mien tras tanto, corre el escepticismo al través de los ana Ies de todos los pueblos , el cual corta y arranca con ligereza, demasiado deprisa, con exceso, sobre todo cuando se trata de los antiguos , porque su expedición histórica no es más que un viaje de reconocimiento, pero con un golpe de vista tan preciso , que de un plano trazado á la ligera, podemos quedarnos con casi todos los contornos . El hombre primitivo no fué un ser superior, iluminado por las alturas, sino un salvaje grosero, desnudo, miserable, lento en su crecimiento, tardío en sus progresos , el más desprovisto y más ne cesitado de todos los animales, sociable à causa de esto, nacido, como la abeja y el castor , con el instinto de vivir en colonias , imitador como el mono, pero más inteligente, capaz de pasar gradualmente del lengua je de los gestos al lenguaje articulado , habiendo em pezado por un idioma de monosílabos, que poco a poco se ha enriquecido , precisado y matizado . ¡ Y cuántos siglos han transcurrido para llegar al primer lengua je! ¡Cuántos otros siglos en seguida para la invención de las artes más necesarias , para el uso del fuego, para la fabricación de las « hachas de sílex y de jade , para la fundición y pulimento de los metales, para domesticar los animales , para la cría y mejoramiento de las plantas comestibles, para el establecimiento de las primeras sociedades reglamentadas y duraderas,
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para el descubrimiento de la escritura, de los núme ros, de los períodos astronómicos!
Solamente entonces, trás un crepúsculo de una du ración indefinida y enorme , se ve en Caldea y en Chi na, el comienzo de la historia cierta y cronológica. Hay cinco ó seis de esos grandes centros independien tes de civilización espontánea, China, Babilonia, Per sia, India, Egipto, Fenicia, los dos imperios de Améri ca. Reunamos sus restos, leamos aquellos de sus libros que hayan subsistido y que los viajeros nos traen: los cinco King de los Chinos, los Vedas de los Indios , el Zend-Avesta de los antiguos persas , y en ellos ha llaremos religiones , morales , filosofías , instituciones tan dignas de atención como las nuestras . Aun hoy en día, tres de esos Códigos, los de la India , de la China y los musulmanes, gobiernan comarcas tan vastas como nuestra Europa y pueblos que no desmerecen de nos otros . No vayamos, como Bossuet , á « olvidarnos del universo en una historia universal», y subordinar el género humano á un pueblecillo confinado en un te rreno pedregoso á orillas del Mar muerto. La historia humana es cosa natural como lo restante ; su dirección proviene de sus elementos; no hay fuerza externa que la lleve , sino fuerzas interiores que la forman ; no se dirige hacia un fin , tiende á un efecto . Y el principal efecto es el progreso del espíritu humano . « En medio de tantos trastornos y tanta destrucción , vemos que el género humano está animado por un amor al orden, el cual ha evitado la ruina total. Es uno de los resortes de la naturaleza que siempre prepondera ; él es el que ha formado el código de las naciones , por él se respeta la ley, á los ministros de la ley, lo mismo en el Tonquin y en la isla Formosa que en Roma » . Así hay en el hom bre un principio de razón» , es decir , un « instinto me
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cánico
LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA que le sugiere las ideas útiles ( 1), y un instinto
de justicia que le sugiere las ideas morales . Estos dos Instintos forman parte de su constitución; los posee de nacimiento, « como los pájaros tienen plumas, y como los osos piel» . Por esto es perfectible por naturaleza y no hace más que conformarse con la naturaleza cuando perfeccio na su espíritu y mejora su condición. El salvaje, «el brasileño es un animal que no ha alcanzado aún el complemento de su especie ; es un gusano encerrado que no será mariposa hasta dentro de algunos siglos» .
Llevad más lejos esta idea con Turgot y Condorcet, y, al través de exageraciones, veréis nacer, antes de terminar el siglo, nuestra moderna teoría del progreso, la que fomenta todas nuestras esperanzas sobre el avance indefinido en las ciencias , sobre el aumento de bienestar que sus descubrimientos producen incesan temente en la condición humana, y sobre el desarro llo del buen sentido que sus descubrimientos vulgari zados ocasiona lentamente en la inteligencia humana. Queda por colocar un segundo principio para aca bar la cimentación de la historia . Descubierto por Montesquieu , todavía nos sirve hoy de base para edi ficar, y, si nos vemos obligados á modificar la obra del maestro, es únicamente porque la erudición acrecen tada ha puesto en nuestras manos materiales más só lidos y más numerosos. En una sociedad humana to das las partes se corresponden; no se puede alterar una sin causar de rechazo una alteración proporcio nada en las demás . Las instituciones, las leyes , las costumbres no están yuxtapuestas en montón, al azar
(1 ) Franklin definía al hombre como «un animal que cons truye útiles>.
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ó á capricho , sino unidas entre sí por conveniencia ó necesidad como en un todo armónico (1 ). Según que la autoridad esté en manos de todos ó de varios ó de uno solo, según que el príncipe admita ó no admita encima de él leyes fijas y bajo él poderes intermediarios , difie re en todo ó tiende á diferir en un sentido previsto y en proporción constante, el espíritu público, la educa ción, la forma de los juicios , la naturaleza y el grado de las penas, la condición de las mujeres , la institu ción militar, la naturaleza y magnitud del impuesto . De la rueda central dependen una multitud de ruedas secundarias. Porque si el reloj anda, es por el concierto de sus diversas piezas , de donde se desprende que , si el concierto cesa, se descompondrá el reloj . Pero, ade más del resorte principal, hay otros que, obrando so bre él ó combinando su acción con la del primero, im primen á cada reloj un modo de ser propio y una mar cha particular. Tal es por de pronto el clima, es decir, el grado de calor y de frío, de sequedad y de hume dad, con sus infinitas consecuencias sobre el físico y lo moral del hombre , y por consiguiente, sobre la servi dumbre ó la libertad política , civil y doméstica . Tal es también el terreno , según su fertilidad , su situación y su extensión . Tal es el régimen físico, según que el pueblo es cazador, pastor ó agricultor. Tal es la fe cundidad de la raza , y por lo tanto, la multiplicación lenta ó rápida de la población , y también el número (1) Espiritu de las leyes , prólogo .
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excesivo ya de varones, ya de hembras. Tales son, en fin, el carácter nacional y la religión . Todas estas causas añadidas una á otra ó limitadas una por otra contribuyen juntas á un efecto total, que es la sociedad . Sencilla ó complicada , estable ó mu dable, bárbara ó civilizada, la sociedad tiene en sf misma su razón de ser . Se puede explicar su estructu ra, por extraña que sea; sus instituciones , por contra dictorias que parezcan . Ni la prosperidad , ni la deca dencia, ni el despotismo, ni la libertad son jugadas de dados producidas por las vicisitudes de la suerte, ó golpes teatrales improvisados por la arbitrariedad de un hombre. Obedecen á condiciones á las que no po demos sustraernos . En todo
caso , nos conviene co
nocer esas condiciones, sea para mejorar nuestro es tado, sea para llevarlo con paciencia , unas veces para ejecutar las reformas oportunas , otras para renunciar å las impracticables , ya para la habilidad que da el triunfo, ó bien para adquirir la prudencia de abste
nerse .
IV
Henos aqui llegados al centro de las ciencias mora. les; se trata del hombre en general . Estamos en frente de la historia natural del alma , y nos conduciremos como con las demás, apartando los prejuicios , no ate niéndonos más que á los hechos, tomando por guia la analogía , comenzando por los orígenes , siguiendo paso a paso el desarrollo que, de un niño , de un sal· vaje, de un hombre inculto y primitivo, hace un ser razonable y culto.
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Consideremos los comienzos de la vida , el animal en el grado más inferior de la escala social, el hombre en el instante que sigue á su nacimiento . Lo que prime ro hallamos en él, es la sensación , de una ú otra espe cie, agradable ó penosa; de aquí una necesidad, ten dencia o deseo ; de aquí también, merced á un meca nismo fisiológico, movimientos voluntarios ó involunta rios, con más o menos previsión y más o menos pronti tud apropiados y coordenados. Y este hecho elemental no es solamente primitivo; es también incesante y uni versal, puesto que se le encuentra á cada momento en cada vida, en la más complicada y en la más senci lla . Indaguemos , pues , para saber si constituye el hilo del que toda nuestra trama mental está tejida , y si el desarrollo espontáneo que le anuda malla á malla llega á fabricar la red entera de nuestros pensamien tos y pasiones. Respecto de esta idea, un espíritu de una precisión y lucidez incomparables, Condillac , da á casi todas las grandes preguntas las respuestas que el prejuicio teo lógico que renace y la importación de la metafísica alemana habían de desacreditar entre nosotros á prin cipios del siglo diez y ocho, pero á las que la observa ción renovada, la patologia mental instituida y las vi visecciones multiplicadas vienen hoy á reanimar, jus tificar y completar. Ya Locke había dicho que todas nuestras ideas tienen por fuente primera la experien cia externa ó interna. Condillac enseña, además, que toda percepción, todo recuerdo, idea , imaginación , juicio, razonamiento, conocimiento , tiene por elementos actuales sensaciones propiamente dichas ó sensaciones que renacen; porque se reducen á signos que son tam bién sensaciones de cierto género . Así, las sensaciones son la sustancia ,
tanto de la inteligencia humana 17
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como de la inteligencia animal; pero la primera aven taja infinitamente à la segunda, en que, por la crea ción de los signos , llega á aislar, á extraer y notar fragmentos de esas sensaciones, es decir, á formar, combinar y manejar nociones generales . Sentado esto, podemos comprobar todas nuestras ideas, porque podemos rehacerlas todas, y reconstruir con reflexión lo que sin reflexión habíamos construido . Al principio, nada de definiciones abstractas: lo abs tracto es ulterior y derivado; lo que se necesita poner al frente de cada ciencia son ejemplos, experiencias, hechos sensibles ; de aquí es de donde extraemos nues tra idea general . De un modo análogo, de varias ideas generales del mismo grado, extraeremos otra más ge neral, y así sucesivamente, paso a paso, caminando siempre con arreglo al orden natural, por un análisis continuo, con anotaciones expresivas, á ejemplo de los matemáticos que pasan del cálculo por los dedos al cálculo por cifras, y que, llamando á los ojos en socorro de la razón, pintan la analogía intima de las cantidades con la analogia exterior de los símbolos. De esta manera la ciencia perfecta se completará con un lenguaje bien escogido . - Merced å este abandono del procedimiento ordinario, cortamos en seco todas las disputas de palabras, escapamos á las ilusiones de la palabra humana , simplificamos el estudio, rehace mos la enseñanza, sometemos todas nuestras asevera ciones á la comprobación y ponemos todas las verda des al alcance de toda inteligencia.
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V
Así es como hay que proceder en todas las ciencias morales y políticas . Considerar sucesivamente cada provincia separada de la acción humana , descompo ner las nociones capitales bajo las cuales las concebi mos, las de religión , sociedad y gobierno , las de utili dad, riqueza y tráfico , las de justicia , derecho y de ber; remontarnos hasta los hechos palpables , á las experiencias primeras, á los acontecimientos sencillos en los que están incluidos los elementos de la noción; retirar esos preciosos filones sin omisión ni mezclas y recomponer con ellos la noción, fijar su sentido, deter minar su valor ; reemplazar la idea vaga y vulgar de la cual se ha partido por la definición precisa y cien tífica á la cual se tienda y el metal impuro que se ha recibido por el metal refinado que se obtiene ; he aquí el método general que los filósofos enseñan entonces bajo el nombre de análisis y que resume todo el pro greso del siglo . -Hasta aquí y no más allá tienen ra zón: la verdad, toda verdad está en las cosas observa bles y de éstas únicamente puede sacarse; no hay otro camino que conduzca á los descubrimientos . - No hay duda de que la operación no es fructuosa sino á condi ción que el resultado sea abundante y de que se posean los procedimientos de extracción ; para tener una no ción exacta del Estado, de la religión, del derecho , de la riqueza, es preciso ser precisamente historiador, jurisconsulto, economista, haber recogido millares de hechos y poseer, además de una vasta erudición, un tacto muy ejercitado y muy especial. Tampoco hay
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duda de que si no se llenan tales condiciones sino ȧ me dias, la operación no da más que productos incomple tos ó de una aleación sospechosa, esbozos de ciencias, los rendimientos de pedagogia con Rousseau , de eco nomía política con Quesnay , Smith y Turgot , de lin güística con el presidente de Brosses, de aritmética moral y legislación penal con Bentham. No hay duda, en fin, de que si no se llena ninguna de estas condicio nes, la misma operación , ejecutada por experimenta dores de gabinete , por aficionados de salón y por charlatanes de plazuela pública , no conduce más que á compuestos perniciosos y á explosiones mortíferas . Pero siempre es buena una buena regla , hasta cuando hacen uso de ella la ignorancia y la precipitación, y, si hoy volvemos á emprender la obra fallida en el siglo diez y ocho, lo hacemos en los marcos trans mitidos.
CAPITULO II
Segundo elemento, el espiritu clásico.-I . Sus indicios, su duración, su poder . -Sus origenes y su público.- Su vocabulario, su gramática, su estilo.-Su procedimien to, sus méritos, sus defectos. — II. Su laguna original.— Signos de dicha laguna en el siglo diez y ocho.—Se acre cienta con el tiempo y con el éxito.—Pruebas de este erecimiento en el siglo diez y ocho. - Poemas serios, teatro, historia , novelas. —Concepción incompleia del hombre y de la vida humana. —III . Conformidad del método filosófico.-La ideologia. - Abuso del procedi miento matemático . - Condillac , Rousseau , Mably, Condorcet, Volney , Sieyes, Cabanis , Tracy.-Exceso en las simplificaciones y temeridad en las construc ciones.
Este vasto y magnífico edificio de verdades nuevas se parece á una torre cuyo primer piso, súbitamente terminado, se abre de repente al público . Sube el pú blico, y los constructores le dicen que mire , no al cielo y al espacio, sino hacia adelante, en rededor, hacia la tierra, para conocer, en fin, el país que habita . Cier tamente, el consejo es juicioso y el punto de vista bue no. Pero se equivocaría quien creyese que el público veía bien; porque falta aún examinar el estado de sus ojos, si es présbita ó miope , si por costumbre ó por na turaleza, es refractaria su retina á determinados co lores . Igualmente nos queda por considerar á los fran ceses del siglo diez y ocho, la estructura de su vista interna, es decir, la clase de inteligencia que llevan consigo, sin saberlo y sin quererlo, en su nueva torre.
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I
Su forma fija de inteligencia es el espíritu clásico, y ella es la que, aplicada á las adquisiciones científicas de la época, produjo la filosofía del siglo y las doctri nas de la revolución. Se reconoce su presencia en di versos indicios , especialmente en el reinado del estilo oratorio, regular , correcto, compuesto todo de expre siones generales y de ideas contiguas. Dura dos si glos , desde Malherbe y Balzac hasta Delille y Fonta nes; durante tan largo periodo , ninguna inteligencia, salvo dos ó tres, y aun estas en memorias secretas como San Simón, en cartas familiares como el mar qués y el baile de Mirabeau, se atreve ni puede sus traerse á su imperio . Muy lejos de acabar con el anti guo régimen, es el molde de donde salen todos los dis cursos, todos los escritos , hasta las frases y vocabula rio de la revolución. Ahora bien; ¿qué hay más eficaz que un molde pre parado, impuesto , aceptado, en el cual, en nombre del natural, de la tradición y de la educación, se encierra todo espíritu para pensar? Constituye, pues, una fuer za histórica y de primer orden . Para conocerle bien, veámosle formarse. Se establece al mismo tiempo que la monarquía regular y la conversación cortés, y les acompaña, no por accidente , sino por naturaleza. Por que es precisamente obra de ese nuevo público forma do entonces por el nuevo régimen y las nuevas cos tumbres: me refiero á la aristocracia , ociosa por la in vasora anarquía, á las gentes bien nacidas , bien edu
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cadas, que, separadas de la acción , se lanzan á la con versación y ocupan sus ocios en gustar todos los pla ceres serios ó delicados de la inteligencia (1) . Llegarán á no tener otro empleo ni otro interés : hablar , escu char, discurrir agradablemente y con aplomo de todas las cosas, graves y ligeras, que puedan interesar á los hombres y hasta á las mujeres de mundo , he aquí su gran asunto. En el siglo diez y siete los llaman
las
buenas gentes » , y á ellas se dirigirá en adelante todo escritor por abstracto que sea . « El hombre bueno , dice Descartes, no tiene necesidad de haber leído todos los libros, ni de haber aprendido cuidadosamente todo lo que se enseña en las escuelas» ; y titula su último trata do Investigaciones de la verdad, con arreglo á las lu ces naturales que, por sí solas y sin ayuda de la reli gión ni de la filosofía , determinan las opiniones que debe tener un buen hombre sobre todas las cosas que de ben constituir el objeto de sus pensamientos . »> En efec to; de uno á otro extremo de su filosofía , no pide más á sus lectores, por toda preparación, que « el buen sen tido natural», unido á la corriente provisión de expe riencia que da la práctica del mundo . Como son el au ditorio, son los jueces .
Lo que hay que estudiar son
los gustos de la corte, dice Molière ; no hay lugar en donde las decisiones sean tan justas... Con un buen sentido natural y con don de gentes, puede formarse uno una inteligencia que, sin comparación , juzgue me (1) Voltaire, Diccionario filosófico, artículo Lengua . «De todas las lenguas de Europa, la francesa debe ser la más gene ral, porque es la más apropiada para la conversación. Ha to mado su carácter del carácter del pueblo que la habla. Los franceses han sido, desde hace más de ciento cincuenta años, el pueblo que más ha conocido la sociedad y el primero que ha apartado de ella lo enojoso. Es una moneda más corriente que las otras, aunque le falte ley.>
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jor de las cosas que todo el rancio saber de los pe dantes . » A partir de este momento, puede decirse que el ár bitro de la verdad y del gusto no es ya, como antes, el erudito, Scaliger, por ejemplo, sino el hombre de mun. do, un La Rochefoucauld, un Treville ( 1) . El pedante, y á continuación el sabio , el especialista queda poster gado. « Las verdaderas buenas gentes, dice Nicole con arreglo á Pascal, no quieren abanderados . No se les conoce, cuando entran en algún lugar se pondrán á hablar de lo que se estuviera hablando . Las buenas gentes no son poetas ni geómetras pero juzgan á todos estos . » En el siglo diez y siete su autoridad es soberana. Entre la gran masa compuesta de « imbéciles » y llena de pedantes, hay, dice Voltaire, «un corto rebaño se parado al que llaman la buena compañía; este poco nu meroso rebaño, rico , bien educado , instruido , cortés, es como la flor del género humano; por él han trabajado los hombres más eminentes; él es quien da la reputa ción» . La admiración , el favor, la importancia perte necían, no á los que de ello son dignos, sino á los que á él se dirigen . « En 1789 , decia el abate Maury (2), lo (1) El docto Huet (1630-1721 ) , que había conservado los gustos del siglo diez y seis , describe este cambio muy bien y desde su punto de vista . «Cuando entré en el mundo de las le tras todavía estaban florecientes; su gloria estaba mantenida por grandes personajes. He visto cómo las letras declinaban para caer al fin en una decadencia casi absoluta . Pues no co nozco hoy á casi nadie á quien verdaderamente se pueda lla mar sabio .» Cange, algunos benedictinos como Mabillón , más adelante el académico Freret , Breguigny, el presidente Bouhier, en Dijon en una palabra, los verdaderos eruditos quedan sin influencia. (2) Maury añadía con su brutalidad habitual: « En la Aca demia Francesa, mirábamos á los miembros de la de Ciencias
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único que se consideraba en Francia y daba realmente un nombre era la Academia Francesa . La de ciencias no significaba nada en la opinión y lo propio sucedía á la de Inscripciones ... Las lenguas son la ciencia de los tontos . Alembert tenía vergüenza de ser de la Aca demia de Ciencias. Un matemático , un químico , etc. , no son comprendidos más que por unos cuantos ; el li terato, el orador se dirigen al universo . Bajo una presión tan fuerte, preciso es que la inte ligencia tome los derroteros oratorios y literarios, y se acomode á las exigencias , á las conveniencias, á los gustos , al grado de atención y de instrucción del pú blico . De aquí el molde clásico : está formado por la costumbre de hablar , de escribir y de pensar con arre glo á un auditorio de salón. La cosa es visible, y á primera vista , lo mismo en lo concerniente al lenguaje que en lo que se refiere al estilo. Con Amyot, Rabelais y Montaigne de una par te, y Chateaubriand, Victor Hugo y Honorato de Bal zac de otra, nace y concluye el francés clásico . Des de su origen recibe el nombre: es el lenguaje de las buenas gentes ; está creado, no solamente para ellas, sino por ellas (1 ) , y Vaugelas , su secretario , no se de dica más, durante veinte años , que á anotar las deci siones
de uso corriente » . Por esto, en todas sus par
como á nuestros criados . » Estos criados eran entonces Lavoi sier, Foureroy, Lagrange, Laplace, etc. (Relación del conde José de Maistre, citado por Sainte-Beuve, Conversaciones del lunes, IV, 283. ) (1) Vaugelas, Observaciones sobre la lengua francesa: « Es la manera de hablar de la parte más sana de la corte, con arre glo á la manera de escribir de la parte más sana de los autores de la época... Es mejor consultar á las mujeres y á los que no han estudiado que á los eruditos en la lengua griega ó en la latina.
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tes, vocabulario y gramática , se reforma el lenguaje y se reforma con arreglo al modelo en uso, que es el espíritu reinante. En primer lugar, el vocabulario se aligera. Quedan excluidas del discurso casi todas las palabras que sir ven á la erudición especial y á la experiencia técnica, las expresiones demasiado latinas ó demasiado grie gas, los términos propios de escuela, de ciencia, de profesión, de estado , todo lo que alude con demasiada claridad á ocupaciones ó profesiones particulares y que no sirve de tema á la conversación general. Que dan abandonadas infinidad de palabras expresivas y pintorescas, todas las que son crudas , rústicas ó sen cillas, todas las que son locales y provinciales, per • sonales y forzadas , todas las locuciones familiares y proverbiales (1), una porción de giros corrientes, bruscos y francos, todas las metáforas atrevidas y punzantes, casi todas esas facundias y verbosidades que, con sus rápidos chispazos, hacen que brote en la imaginación la forma coloreada, exacta y completa de las cosas , pero cuya brusca sacudida heriría la tranquilidad de la conversación cortés.
Basta una
palabra imprudente, decía Vaugelas, para hacer que se desprecie à un hombre en una reunión» , y, en vis peras de la Revolución, una palabra inconveniente denunciada por Mme . de Luxemburgo relega á un hombre á la categoría de las
especies» , porque el ha
blar bien forma siempre parte de las maneras distin guidas. Con este incesante pulimento la lengua se em pobrece y decolora : Vaugelas juzga que se ha supri
(1) Una de las causas de la caída en desgracia del marqués de Argenson en el siglo diez y ocho, fué la costumbre que te nía de emplear esa clase de locuciones.
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mido ya la mitad de las frases y de las palabras de Amyot (1) . Salvo La Fontaine, un genio espontáneo y aislado que vuelve á abrir las fuentes antiguas; salvo La Bru yère, un explorador atrevido que encuentra una nue va fuente; salvo Voltaire , un demonio hecho hombre que en sus escritos anónimos ó pseudónimos da rienda suelta á las violencias y crudezas de su verbo, las pa labras propias caen en desuso . Un día , en la Academia, Gresset, en un discurso , se atrevió á pronunciar cinco ó seis de tales palabras: se trataba , según creo, de carruajes y tocados ; oyéronse grandes murmullos ; durante su prolongado retiro , se había hecho provin ciano y había perdido el tono . - Gradualmente , se lle ga á no hablar sino con « expresiones generales » . Has ta se emplean, según el precepto de Buffon , para de signar las cosas particulares . Esto es más adecuado á la urbanidad, que borra, que atenúa, que evita los acentos bruscos y familiares, á la que muchas ideas parecerian groseras ó triviales , si no se las velara á medias . Es más cómodo para la atención perezosa; basta con los términos generales de la conversación para evocar al instante las ideas corrientes y comu nes ; todo hombre de salón las entiende ; por el contra rio, los términos particulares exigirían un esfuerzo de
(1 ) Vaugelas, ib. «No porque hayamos abandonado la mi tad de sus frases y de sus palabras , dejamos de hallar en la otra mitad casi todas las riquezas de las que hacemos gala y alarde. Comparat el léxico de dos ó tres escritores del siglo diez y seis con el de dos ó tres escritores del diez y siete. Trato de resumir aquí los resultados de la comparación; haciéndolo con la piuma en la mano , se asombrará uno de la diferencia comparando unas doscientas páginas. Tomad, por ejemplo, dos escritores del mismo género y de segundo orden, Charron y Nicobe.
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memoria ó de imaginación ; si á propósito de los salva jes ó de los antiguos francos , digo
el hacha de la
guerra , todos lo comprenden en seguida; si digo «el tamahuack , ó « la francisca » , varios supondrían que me expresaba en chino ó en iroqués (1) . Y tanto más cuanto más elevado es el género; queda proscrito en la poesía todo nombre propio; cuando se tropieza con alguno, es preciso esquivarle ó reemplazarle con una perifrasis . Un poeta del siglo diez y ocho no tiene á su disposición sino el tercio del Diccionario , poco más ó menos , y el lenguaje poético quedará al fin tan res tringido , que cuando uno tenga algo que decir, no po drá ya decirlo en verso . En cambio, cuanto más se restringe más claridad se usa . Reducido á un vocabulario escogido , el francés dice menos cosas , pero las dice con más precisión y amenidad . « Urbanidad , exactitud» ; estas dos palabras que nacen al mismo tiempo que la Academia France sa, son el compendio de la reforma de que aquélla es órgano y que los salones imponen al público. Grandes señores retirados, bellas damas ociosas se entretenian en aclarar los matices de los términos para componer máximas , definiciones y retratos . Con admirable es crúpulo y una delicadeza de tacto infinita , escritores y gentes de mundo se dedican á pesar cada palabra y cada locución , para fijar su sentido , para calcular su fuerza, para determinar sus afinidades , usos y alian zas, y este trabajo de precisión se prosigue desde los primeros académicos, Vaugelas, Chapelain y Courart, (1) Para citar un ejemplo al azar, hallo en El optimista, de Colin de Harleville, la indicación siguiente: «La escena repre senta un bosquecillo lleno de árboles olorosos» .-Hubiera sido contrario al espíritu clásico decir que los árboles eran lilas, tilos, etc.- Del mismo modo en los paisajes pintados, los árbo les no son de ninguna especie conocida: son postes , en general.
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hasta fines del periodo clásico , con los Sinónimos de Beauzée y de Girard, las Observaciones de Duclos , el Co mentario de Voltaire à Corneille, con el Liceo de La harpe, con el esfuerzo, el ejemplo, la práctica y la au toridad de los grandes y medianos escritores, que todos son correctos . Jamás hubo arquitectos, obligados á em plear únicamente en sus construcciones los pedruscos de las carreteras, que hayan conocido con tanta exac titud cada una de las piedras, sus dimensiones , su cor te , su resistencia, su empleo y colocación convenien tes. Hecho esto, se trata de construir con el menor tra bajo y la mayor solidez posibles, y la gramática se re forma al mismo tiempo y en el mismo sentido que el diccionario. Deja de permitir que las palabras se su cedan con arreglo al orden variable de las impresio nes y de las emociones ; las ordena de un modo regu lar y riguroso, según el orden inmutable de las ideas. El escritor pierde el derecho de poner de relieve el ob jeto ó el rasgo que le impresione con más viveza : el marco está construido , y los puestos señalados de an temano . Cada parte del discurso tiene el suyo; se prohibe omitir ó transponer una sola como se acostumbraba en el siglo diez y seis (1 ) ; son necesarias todas y en sus puestos indicados, primero el sujeto con sus apéndices , después el verbo, luego el régimen directo, y por úl timo el complemento indirecto . De esta manera , la frase es un andamiaje convenientemente dispuesto , donde el epiritu coloca primero la substancia, después
(1) Omisión de los pronombres . yo, él, nosotros, vosotros, ellos, de los artículos el, la, los, del verbo y especialmente de la persona es .-En cuanto á las transposiciones basta leer una página de Rabelais, Amyot 6 Montaigne, para ver hasta qué punto eran varias y numerosas.
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la cualidad luego las maneras de ser de la cualidad, como un buen arquitecto coloca en primer lugar la ci mentación, después el edificio, luego los accesorios, por economía y por prudencia, á fin de que cada por ción sirva de soporte à la porción siguiente . No hay frase que exija una atención menor; ni donde se pue da, á cada paso, comprobar con certeza la unión ó in coherencia de las partes (1) . El método que ordena la frase sencilla ordena tam bién el período , el párrafo y la serie de párrafos; hace el estilo como hace la sintaxis . En el gran edificio to tal, hay un lugar distinto para cada construcción par cial, y no hay más que uno . A medida que el discurso avanza, cada puesto debe llenarse cuando le corres ponda, nunca antes ni después, sin que se introduzca jamás un miembro parásito, sin que jamás un miem bro legítimo usurpe el lugar de su vecino; y todos es tos miembros ligados entre sí por su misma posición, deben concurrir con todas sus fuerzas á un solo objeto. En fin, por primera vez, nos encontramos con un es crito de grupos naturales y diferentes , de párrafos cerrados y completos, de los que ninguno usurpa ni sufre usurpaciones . No se permite ya escribir al co rrer de la pluma, de lanzar ideas á montones , de inte rrumpirse con paréntesis , de enfilar la interminable serie de citas y emuneraciones. Para llegar á un fin, probar alguna verdad, hallar alguna definición, pro ducir alguna persuasión, es preciso caminar sin dete nerse y siempre en derechura. Orden , serie, progreso, transiciones bien preparadas, desarrollo continuo, ta les son los caracteres de ese estilo. Se llega á tal ex tremo que, en sus principios, las cartas familiares, las (1) Vaugelas , íd. , «No hay lengua que sea más enemiga de los equivocos y de toda clase de obscuridades .>
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novelas, las bromas de sociedad, las frases cómicas y amorosas son trozos de elocuencia metódica . En Rambouillet, el periodo explicativo se desarrolla con tanta amplitud y rigidez como en el mismo Des cartes. Uno de los vocablos más usados por la señori ta de Scudery es la conjución pues. Cada cual expresa su pasión en razonamientos bien unidos . Menudencias de salón se alargan en frases tan concertadas como las de una disertación académica. Apenas formado el instrumento , manifiesta ya sus aptitudes; se compren de que está hecho para explicar , demostrar, persua dir y vulgarizar; un siglo después, Condillac tendrá razón al decir que constituye por sí mismo un proce dimiento sistemático de descomposición y recomposi ción, un método científico análogo á la aritmética y al álgebra . Por lo menos , tiene la indiscutible ventaja de que , partiendo de algunos términos usuales, conduce fácil y prontamente á todo lector por una serie de combi naciones sencillas, á las más elevadas combinaciones . Desde este punto de vista , la lengua francesa , en 1789, es la primera de todas. La Academia de Berlín, en un concurso, le concede la preeminencia . Se habla en toda Europa. No se emplea otra en la diplomacia . Es internacional como en otro tiempo lo fué el latín, y pa rece que ha de ser en adelante el órgano preferido por la razón . No es más que el órgano de una razón determinada, de la razón raciocinante, la que desea pensar con la menor preparación y la mayor comodidad que se pue da, que se contenta con lo que posee , sin adquisicio nes ni innovaciones, que no sabe ó no quiere abra zar la plenitud y complejidad de las cosas reales . Por su purismo, por su desdén hacia los nombres propios y
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los giros atrevidos , por la minuciosa regularidad de sus desarrollos , el estilo clásico es incapaz de descri bir ó de anotar los infinitos y accidentados detalles de la experiencia . Se niega á expresar el exterior físico de las cosas, la sensación directa del espectador, los extremos altos y bajos de la pasión , la fisonomia abso lutamente personal del individuo viviente; en suma, el conjunto único de los rasgos innumerables, harmoni zados y movibles, que componen , no el carácter hu mano en general, sino un carácter determinado, cosa que ni un Saint Simón , ni un Balzac , ni el mismo Sha kespeare podrían hacer , si el abundante lexico que manejan y al que sus temeridades enriquecen más aún, no viniese á ayudar á los múltiples detalles de la observación (1 ) . Con semejante estilo, no se puede tra ducir la Biblia , ni á Homero, ni á Dante , ni á Sha kespeare (2) ; leed el monólogo de Hamlet en Voltaire, y mirad á lo que se reduce, á una declamación abstrac ta, poco más o menos, lo que queda de Otelo en su Orosmanes . Contemplad en Homero, y después en Fe nelón, la isla de Calipso: la isla rocosa , salvaje, donde (1) Las obras de Milton contienen aproximadamente 8.000 palabras . «Shakespeare, cuya variedad de expresión es proba blemente mayor que la de todo otro escritor en cualquier idio ma, ha compuesto todas sus obras con 15.000 palabras poco más 6 menos.» (Max Müller, Lectures on the science of language, 1, 309. )- Sería curioso establecer de una manera aproximada el restringido vocabulario de Racine . El de las novelas de la se ñorita de Scudery , es limitado en extremo . En la novela más hermosa del siglo diez y pcho. La Princesa de Cleves, el nú mero de vocablos está reducido al minimum . -El Diccionario de la antigua Academia Francesa contiene 29.712 palabras el Thesaurus griego, de H. Estienne unas 150.000. (2) Comparad las traducciones de la Biblia de Saer y de Lu tero; las de Homero, por Dacier, Bitanbé, etc. , y las de Lecon te, de Lis e; las de Herodoto, por Lercher y por Courier, los Cuentos populares, de Perrault y los de Grimm, etc.
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anidan las gaviotas y las demás aves marinas de lar gas alas , se convierte en la hermosa prosa francesa en un parque cualquiera arreglado vista> .
para recreo de la
En el siglo diez y ocho , novelistas contemporáneos , y que pertenecen también al período clásico , como Fielding, Swift, Depe , Sterne, Richardson , no son re cibidos en Francia sino con atenuaciones y después de cortes; tienen palabras demasiado francas, escenas demasiado fuertes; sus familiaridades, sus crudezas , sus originalidades constituirán una mancha ; el tra ductor separa, suaviza y á veces en el prólogo se ex cusa por lo que ha dejado. En el idioma que nos ocupa no hay lugar más que para una porción de la verdad, verdad exigua, y que la depuración creciente hace que cada vez sea más exigua . Considerado en sí mismo el estilo clásico , corre siempre el riesgo de tomar por materiales lugares comunes sin consistencia y sin sus tancia. Los alarga , los entrelaza , los teje; pero, de su engranaje lógico no sale más que una filigrana frágil; se puede alabar al elegante artifice, pero, en la prác tica, la obra es de poco , nulo ó peligroso uso. Con tales caracteres de estilo , puede sacarse en con secuencia los del espíritu, á los cuales ha servido de órgano . Dos operarios principales componen el trabajo de la inteligencia humana . Colocada en frente de las cosas, recibe la impresión más o menos exacta , com pleta y profunda ; en seguida, apartándose de las co sas, descompone su impresión y clasifica , distribuye , expresa con mayor ó menor habilidad las ideas que ha sacado de las mismas . El clásico es superior en la se gunda de estas dos operaciones. Obligado á acomodar se á sus oyentes , es decir, á gentes de mundo que no son especialistas y que son dificiles, ha tenido que ile 18
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var á la perfección el arte de hacerse escuchar y de hacerse comprender, es decir , el arte de componer y de escribir . Con un trabajo delicado y múltiples precauciones, conduce á sus lectores por una escalera de ideas suave y rectilínea, de escalón en escalón, sin omitir uno solo, comenzando por el más bajo y así sucesivamente hasta llegar al más alto, de manera que puedan avanzar siempre con paso igual y seguido , con la seguridad y el agrado de un paseo . No hay interrupción ni aparta miento posibles: en todo el camino hay balaustradas á los dos lados , y cada idea continúa en la siguiente por una transición tan insensible, que se adelanta invo luntariamente , sin detenerse ni desviarse , hasta la verdad final en donde uno ha de posarse. Toda la lite ratura clásica lleva la huella de este talento; no hay género en donde no penetre y no introduzca las cuali dades de un buen discurso . Domina todos los géneros que, por sí mismos no son más que semiliterarios , pero que , merced á él , llegan á serlo, y transforma en hermosas obras de arte es critos á los que su asunto parecía relegar entre los li bros de ciencia, entre los instrumentos de acción, en tre los documentos de historia, tratados filosóficos, ex posiciones doctrinales, sermones , polémicas , diserta ciones y demostraciones , hasta diccionarios , desde Descartes hasta Condillac , desde Bossuet hasta Buffon y Voltaire , desde Pascal hasta Rousseau y Beaumar chais , en suma, toda la prosa , hasta los despachos ofi ciales y la correspondencia diplomática, hasta las co rrespondencias íntimas, y tantas cartas perfectas re dactadas por mujeres que no lo pretendían, desde ma dame de Sevigné hasta madame de Deffaud.
Domina todos los génerosque , por sí mismos, son li
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terarios, pero que reciben de él un giro oratorio . No solamente impone á las obras dramáticas un plan exacto, una distribución regular, proporciones calcu ladas, cortes y uniones , una sucesión y adelanto, como en un trozo de elocuencia, sino que no tolera más que discursos perfectos . No puede haber un personaje que no sea un cumplido orador; en Corneille , Racine y en Molière mismo , un confidente, un rey bárbaro , un ca ballero joven, una coqueta de salón , un criado, se muestran maestros consumados en el arte de la pala bra. Jamás se han visto exordios tan oportunos, pro posiciones tan bien dispuestas, razonamientos tan jus tos, transiciones tan finas, peroraciones tan conclu yentes. Jamás hubo diálogo que se pareciese tanto á una justa oratoria . Todas las relaciones , todas las des cripciones, todas las exposiciones, podrían ser separa das y propuestas como modelo en las escuelas , con las obras maestras de la tribuna antigua . La inclina ción es tan grande hacia ese lado, que en el momento supremo y en lo más fuerte de la suprema angustia, el personaje, solo y sin testigos , encuentra el medio de abogar por su delirio y morir elocuentemente .
II
Este exceso indica una laguna . De las dos operacio nes que componen el pensamiento humano, el clásico realiza mejor la segunda que la primera . En efecto, la segunda perjudica á la primera , y la obligación de hablar siempre bien le impide decir todo lo que haría falta. En él, la forma es más bella que rico el fondo, y la impresión original, que es la fuente viva, pierde
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en los canales regulares donde la encierran, su fuer za, su caudal y sus borboteos. La poesia propiamente dicha, la que participa del ensueño y de la visión, no llega á nacer. El poema lírico aborta , así como el poe ma épico ( 1) . Nada germina en esos confines aparta dos y sublimes , en los cuales la palabra se mezcla con la música y la pintura . Jamás se oye el grito involun tario de la sensación viva, la intima confidencia del alma demasiado llena (2) , que no habla sino para des cargarse y explayarse . Si se trata, como en el poema dramático, de crear personajes, el molde clásico no puede formarlos más que de una especie: á saber, los que por educación, nacimiento ó imitación hablansiem pre bien, en términos distintos de las gentes del mun do. No se encuentran otros en el teatro ni fuera, desde Corneille y Racine hasta Marivaux y Beaumarchais. La corriente es tan poderosa que se impone hasta á los animales de La Fontaine, hasta á los criados y las criadas de Molière , hasta á los persas de Montes quieu, á los babilonios , á los indios, á los micrómegas de Voltaire . -Además , es preciso añadir que estos personajes no son reales sino á medias. En un carác ter viviente hay dos clases de rasgos: los primeros poco numerosos , le son comunes con todos los indivi, duos de su especie, y todo lector ó espectador puede (1) Voltaire, Ensayo sobre el poema épico , 290. « Es preciso confesar que es más difícil á un francés que á cualquier otro, el hacer un poema épico ... ¿ Me atreveré á confesarlo? Pues es que de todas las naciones cultas, la nuestra es la menos poé tica. Las obras en verso que están más de moda en Francia son las teatrales , las cuales deben escribirse en un estilo natural que se acerque á la conversación .> (2) Salvo en los Pensamientos de Pascal , simples notas em⚫ borronadas por un cristiano exaltado y enfermo, y que cierta mente no hubieran quedado así en el libro impreso y com pleto.
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fácilmente distinguirlos ; los segundos , muy numerosos, son individuales y no son comprensibles sin algún es fuerzo. El arte clásico no se ocupa más que en los pri meros; preconcebidamente , aparta , descuida ó subor dina los segundos . No crea individuos verdaderos , si no caracteres generales, el rey , la reina , el príncipe, la princesa, el confidente , el gran sacerdote , el capi tán de guardias; con pasiones , costumbres ó inclina ciones generales, amor, ambición , fidelidad o perfidia, humor despótico ó acomodaticio , maldad ó bondad na tiva . En cuanto á las circunstancias de lugar y tiem po , que son las que influyen para separar y distinguir á los hombres, apenas las indica ; hace abstracción de ellas. A decir verdad , en la tragedia, la acción se des arrolla en todas partes y en todos los siglos , y podría afirmarse también con igual certeza que no está en ningún siglo ni en ninguna parte . La escena represen ta, por elemplo, un palacio ó un templo cualquiera, en el que , para borrar toda huella histórica y perso nal, un convencionalismo uniforme importa maneras y costumbres que no son francesas ni extranjeras , ni antiguas ni modernas (1 ) . En ese mundo abstracto , se dice siempre « vos » , « señor » , « señora » , y el estilo noble reviste con igual ropaje á los más opuestos caracte res . Cuando Corneille y Racine , al través de la pompa ó la elegancia de sus versos, nos hacen entrever figu ras contemporáneas , lo hacen sin saberlo: lo único que pretendían era pintar al hombre en si ; y , si hoy reco nocemos en dichos personajes á los caballeros , due (1) Véase en la sección de Estampas los trajes pintados de los principales personajes de teatro en el siglo diez y ocho.— Nada más contrario al espíritu de teatro clásico que interpreta como se hace hoy Britannicus y Esther, por ejemplo, con trajes y decoraciones exactas , sacados de las últimas excava ciones de Pompeya y Ninive .
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listas, bravucones , políticos y heroinas de la Fronda, y á los cortesanos, los príncipes , los obispos , las azafatas y las meninas de la monarquia regular, es porque sus pinceles, mojados involuntariamente en su experien cia , dejaban por descuido que cayese color en el con torno ideal y seco que era lo único que se proponía tra zar. Nada más que un contorno , un esbozo general pin tado con el color gris y uniforme de la dicción correcta. -Hasta en la comedia , cuya misión es pintar las cos tumbres corrientes y conocidas , hasta en Molière , tan franco y tan atrevido , es incompleto el modelo , se ha suprimido la singularidad individual, el rostro se trans forma por momentos en una careta de teatro, y el per sonaje, sobre todo cuando habla en verso , cesa algu nas veces de vivir , para no ser más que el portavoz de una tirada de versos ó de una disertación . A veces se olvidan de decirnos su rango , su condi ción, su fortuna , si es gentilhombre ó burgués, provin ciano ó parisiense . Rara vez nos muestran, como Sha kespeare, su aspecto físico, su temperamento, el es tado de sus nervios , su acento brusco ó suave, sus modales descompuestos ó mesurados , su delgadez ó su gordura . A menudo no se toman el trabajo de hallarle un nombre propio; es Chrisalys, Orgon, Dafnis, Do rante, Valero. Su nombre no designa más que una cualidad pura , la de padre, de joven, de criado, de gruñón, de galante , y como un jubón cualquiera, se ajusta indiferentemente à todas las tallas aproxima damente iguales , pasando del guardarropa de Molière al de Regnard, de Lesage, de Destouches y de Mari vaux (1 ) . Falta al personaje la etiqueta personal, el
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(1) Balzac pasaba días enteros leyendo el Almanaque de las cien mil señas, y recorría en coche todas las calles, mirando los rótulos diversos , á fin de hallar el nombre propio de sus
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apellido auténtico y único que es el primer sello del individuo. Todos estos detalles , todas estas circustan cias, todos estos complementos del hombre están fuera del marco clásico. Para insertar alguna de tales cua lidades, hizo falta el genio de Molière , la grandeza de su concepción , la exuberancia de su observación , la libertad extrema de su pluma . Aun así es sabido que las omite á menudo , y que, en los otros casos, nos pone de manifiesto siempre un corto número de las mismas, porque elude prestar á caracteres generales una ri queza y una complejidad que perjudican á la acción. Cuanto más sencillo es el asunto , tanto más claro es el desarrollo ; ahora bien, en toda esta literatura , la pri mera obligación del autor es desarrollar con claridad el tema que ha escogido .
Hay, pues, un defecto de origen en el espíritu clási co, defecto que depende de sus cualidades y que, man tenido al principio en una justa medida , contribuye å que produzca sus mejores obras, pero que , según una regla universal , se va á agravar y á convertirse en vicio por efecto natural del tiempo, del ejercicio y del éxito. En el siglo diez y ocho, el mencionado estilo no sirve ya para representar los seres vivientes , el indi viduo real , tal como de un modo efectivo existe en la naturaleza y en la historia, es decir, como un conjunto indefinido , como un rico tejido , como un organismo completo de caracteres y particularidades superpues tas, empotradas y coordinadas . Ha reparado todo lo posible, hasta tal extremo, que al fin no se queda más que un extracto recortado , un residuo evaporado, un nombre casí vacío; en suma, lo que se llama una pura abstracción. Lo único viviente en el siglo diez y ocho, personajes. Este sólo detalle muestra la diferencia entre las dos concepciones del hombre.
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son los tomitos que hacen circular, como de contraban do, Voltaire, el barón de Thundertentrunck y lord Whatthen, los figurines de sus cuentos , y cinco ó seis figuras de segundo término , Tursaret, Gil Blas , Maria na, Manon Lescaut, el sobrino de Rameau, Figaro, y dos ó tres bosquejos de Crebillon, hijo, y de Collé, obras en las que ha penetrado la savia de la familiaridad, que se pueden comparar å las de los pintores Watteau, Fragouard , Saint-Aubin , Moreau , Lancret ,
Pater,
Bandouin, y que, recibidas dificilmente ó por sorpresa en el salón oficial , seguirán figurando , cuando los cua dros grandes y serios se hayan apolillado de fastido. La savia no circula por ningún lado, y en vez de plan tas florecientes , no se encuentran más que flores de trapo . Tantos poemas serios, La Henriada, de Voltaire, hasta los Meses, de Roucher ó La Imaginación, de Deli lle, ¿qué son sino trozos retóricos rimados ? Recorred las innumerables tragedias y comedias , de las que Grimm y Collé nos dan el extracto mortuorio, incluso las mejores obras de Voltaire y de Crebillon, y las de los autores que estuvieron en boga, Belloy, Laharpe, Ducis, María Chenier: veréis en ellas elocuencia , arte, situaciones , versos hermosos, todo menos hombres ; los personajes no son más que autómatas bien enseñados, y frecuentemente pregoneros , por medio de los cuales el autor lanza al público sus declamaciones . Griegos , romanos , caballeros de la Edad Media, turcos , árabes, peruanos, bizantinos , todos son muñecos de resorte. Y el público no se asombra; carece del sentido histórico; admite que el hombre es igual en todas partes; aplau de ruidosamente á los Incas, de Marmontel, al Gonzalvo y á las Novelas de Florián, á todos los campesinos , peo nes, negros, brasileños , parsis , malabares, que llegan para declamar sus ampulosidades. Tan sólo se ve en
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el hombre la razón raciocinante, la misma en todo tiempo, la misma en todo lugar; Bernardino de Saint Pièrre se la presta á su Paria , Diderot á sus otaitia nos. Es de ordenanza que todo ser humano hable y piense como un libro. De esto se sigue una gran insuficiencia en la his toria. Aparte Carlos XII , un contemporáneo al que Voltaire da vida gracias á las narraciones de testigos oculares , aparte de algunos escorzos valientes , ¿ dónde están los hombres en los ligeros bocetos de ingleses , franceses, españoles , italianos , alemanes, que traza en sus cuentos? ¡ Cuánta extraña laguna en Hume, Gibbon, Robertson, que son de la escuela francesa y al punto adoptados en Francia, en las investigaciones i de Duclos y de Mably sobre nuestra Edad Media , en el Luis XI de Duclos , en el Anacarsis de Barthelemy, hasta en el Ensayo sobre las costumbres y en El Siglo de Luis XIV de Voltaire , hasta en La Grandeza de los Roma nos y en el Espíritu de las Leyes de Montesquieu ! Erudición , crítica , buen sentido , exposición casi exacta de los dogmas y de las instituciones, puntos de vista filosóficos sobre el encadenamiento de los hechos y sobre el curso general de las cosas, nada falta como no sea almas . Al leerlos, parece que los climas, las instituciones , la civilización , que transforman el espíri tu humano de todo en todo , son para ellos simples acci dentes, formas pasajeras que , lejos de penetrar hasta el fondo, apenas rozan á la superficie . Se les escapa la diferencía prodigiosa que separa á los hombres de dos siglos ó de dos razas. El griego antiguo , el cristiano de los primeros siglos, el conquistador germano, el hombre feudal, el árabe de Mahoma, el alemán , el inglés del Renacimiento, el puritano, aparecen en sus libros poco más o menos
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como en sus estampas y grabados, con algunas dife rencias en el traje, pero con los mismos cuerpos, los mismos rostros y la misma fisonomía, atenuados, bo rrosos, correctos, acomodados á las conveniencias. La imaginación simpática, mediante la cual el escritor se desdobla en otro y reproduce en éste un sistema de costumbres y de pasiones contrarias á las suyas , es el talento que falta más en el siglo XVIII. En la segunda mitad de su curso, salvo en Diderot, que lo emplea mal y á la casualidad , desaparece por completo . Con siderad, sucesivamente, durante el mismo periodo, en Francia é Inglaterra, el género en el que más se em plea el talento en cuestión , la novela, especie de es pejo portátil que se puede llevar por todas partes y que es el más apropiado para reflejar todos los aspec tos de la naturaleza y de la vida. Cuando leí la serie de novelistas ingleses, Foe , Richardson , Filding, Smo llet, Sterne y Goldsmith, hasta miss Barney y miss Austen, me hicieron conocer la Inglaterra del si glo XVIII ; vi desfilar clergymen, gentilhombres rústi cos, terratenientes, hosteleros , marinos, gentes de toda condición, alta y baja; conocí al detalle las carreras y las fortunas, lo que se ganaba, lo que se gastaba, cómo se viajaba, lo que se comía y lo que se bebia; tuve en la mano una serie de biografías circunstan ciadas y precisas, un cuadro completo, en mil esce nas, de la sociedad entera, un riquísimo caudal de da tos que me guiarian cuando quisiera escribir la histo ria de ese mundo desaparecido , Si ahora me pongo á leer la serie correspondiente de los novelistas franceses , Crebillon , hijo , Rousseau, Marmontel, Laclos , Retif de la Bretonne, Louret, ma dame de Staël , Mme . Genlis y los demás, incluso Mer cier y hasta Mme. Cottin, me encuentro con que ape
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nas tengo que anotar nada ; no se hallan los hechos menudos positivos é instructivos ; veo cortesías , genti lezas, galanterías, picardihuelas, disertaciones de so ciedad, y nada más . Se guardan bien de hablarnos de dinero, de darnos cifras, de describirnos un matrimo nio, un proceso, la administración de una tierra; igno ramos la situación de un párroco, de un señor de pue blo, de un prior residente, de un registrador , de un in tendente. Todo lo que se refiere á la provincia y al campo, á la burguesía y al comercio (1 ) , al ejército y al soldado , al clero y á los conventos , á la justicia y á la policía , á los negocios y al hogar , resulta vago ó falso, y para sacar en limpio algo, es preciso recurrir å ese maravilloso Voltaire que, cuando se reviste del hábito clásico , usa de sus maneras francas y lo dice todo. Acerca de los órganos vitalísimos de la sociedad , de las reglas y las prácticas que van á provocar una revolución , de los derechos feudales y justicias seño riales, del régimen interior de los monasterios , de los consumos municipales , de las corporaciones y maes trías, de los diezmos y de las jornadas de trabajo ; la literatura no nos enseña casi nada . No parece sino que, para ella, lo único que existe son los salones y gentes de letras . No existe lo demás ; fuera de la buena sociedad, Francia aparece desierta . Cuando venga la Revolución, la restricción será ma yor aún . Recorred las arengas de tribuna y de club, los informes, los folletos , tantos escritos inspirados por acontecimientos presentes y capitales ; no se tiene idea alguna de la criatura humana, tal como se nos presen (1) Antes de 1750 , se encuentra algo en Gil Blas y en Maria na (Mme. Dufour, la lencera y su tienda) .- Por desgracia , el disfraz español impide á las novelas de Lesage ser todo lo ins tructivas que se necesitaría.
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ta en los campos y en la calle; se la representan siem pre como un autómata sencillo , cuyo mecanismo es conocido. Para los escritores era en toda ocasión un repetidor de frases ; para los políticos , es una máquina de votos, á la que basta tocar con un dedo en el resor te oportuno, para que dé la respuesta que conviene. Nada de hecho ; nada más que abstracciones , series de sentencias sobre la naturaleza, la razón , el pueblo, los tiranos, la libertad , especies de globos hinchados y que chocan inútilmente en los espacios . Si no se supie ra que todo esto conduce á efectos prácticos y terri bles, se creería estar en presencia de un juego de ló gica, ó ejercicios de escuela, ó solemnidades de aca demia, ó combinaciones de ideología . En efecto; la ideología, último producto del siglo , es la que va á dar al espíritu clásico la fórmula final y la última pa labra.
III
Seguir en toda investigación , con toda confianza, sin reservas ni precauciones, el método de los mate máticos; extraer, circunscribir, aislar algunas nocio nes muy sencillas y muy generales; después abando nando la experiencia , compararlas, combinarlas, y, del compuesto artificial así obtenido , deducir por puro razonamiento todas las consecuencias que encierra: tal es el procedimiento natural del espíritu clásico . Le es tan innato , que se le encuentra igualmente en los dos siglos, en Descartes , Malebranche y los partida rios de las ideas puras, lo mismo que en los de la sen sación, de la necesidad física , del instinto primitivo,
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Condillac, Rousseau, Helvetius y más adelante Con dorcet, Volney, Sieyes , Cabanis y Destutt de Tracy. Inútil es que estos se llamen sectarios de Bacón y pre tendan rechazar las ideas innatas; con un punto de partida diferente del de los cartesianos , siguen el mis mo camino, y lo mismo que aquéllos, abandonan en él á la experiencia. De este enorme mundo moral y so cial, de este árbol humano , de raíces y ramas innume rables, arrancan la corteza visible , lo superficial; no pueden penetrar ni apoderarse de más; sus manos no acertarían á contenerlo . No sospechan que haya nada más ; el espíritu clásico tiene cortos alcances , una com prensión limitada . Para ellos, la corteza es el árbol entero, y una vez que han realizado la operación, se alejan con la epidermis seca y muerta sin volver ja más al tronco. Por insuficiencia de inteligencia y por amor propio literario, omiten el detalle característico , el hecho viviente, el ejemplo circunstanciado, el spe cimen significativo , concluyente y completo . Casi nin guno se encuentra en la Lógica y en el Tratado de las sensaciones, de Condillac, en la Ideología , de Destutt de Tracy, en las Relaciones entre lo físico y lo moral, de Ca banis (1) . Jamás se está con ellos en el terreno palpa ble y sólido de la observación personal y referida , sino siempre en el aire, en la región vacía de las generali dades puras . Condillac declara que el procedimiento de la arit mética conviene á la psicología , y que se pueden se parar los elementos de nuestro pensamiento por una operación análoga « á la regla de tres» ; Sieyes siente el más profundo desprecio hacia la historia , y « la po (1) Véase especialmente su Memoria, De la influencia del clima sobre las costumbres morales , tan vaga , tan desprovista de ejemplos , salvo una cita de Hipócrates.
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lítica es para él una ciencia con la que cree haber concluido» al primer golpe, por un esfuerzo del cere bro, á la manera de Descartes, el cual halló de la misma suerte la geometría analítica . Destutt de Tracy , queriendo comentar á Montes quieu , descubre que el gran historiador se ha atenido con excesivo servilismo á la historia , y rehace el tra bajo construyendo la sociedad que debe ser en vez de observar la sociedad que es. -Jamás se han construido edificios tan regulares y espaciosos con un extracto tan pequeño de la naturaleza humana . Con la sen sación , Condillac , da vida á una estatua; después, con una serie de puros razonamientos , persiguiendo suce sivamente en el olfato, en el gusto, en el oído, en la vista, en el tacto , los efectos de la sensación que él imagina, construye con toda clase de piezas un alma humana. Mediante un contrato, Rousseau funda la aso ciación política , y, de esto deduce la constitución , el gobierno y las leyes de toda sociedad equitativa. En un libro que es como el testamento filosófico del siglo, Condorcet declara que este método es
el último paso
de la filosofía, el que ha establecido , en cierto modo, una barrera eterna entre el género humano y los an tiguos errores de su infancia» .- « Aplicándolo á la mo ral, á la política, á la economía política , se ha llegado á seguir en las ciencias morales una marcha casi tan segura como en las ciencias naturales . Por él se han podido descubrir los derechos del hombre.» Como en matemáticas, se les ha deducido de una sola definición primordial, y esta definición, semejante á las primeras verdades matemáticas , es un hecho de experiencia diaria, comprobado por todos ; evidente de por sí. -La escuela subsistirá al través de la Revolución , con la tragedia de la que es hermana, con el espíritu clásico
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que es su padre común, potencia soberana y primitiva, tan peligrosa como útil, tan destructora como creado ra, tan capaz de producir el error como la verdad, tan extraña por la rigidez de su código, por la ertrechez de su yugo, por la uniformidad de sus obras , como por la duración de su reinado y la universalidad de su as cendiente .
CAPITULO III
Combinación de los dos elementos.-I. La doctrina, sus pretensiones, su carácter. – Nueva autoridad de la razón en el gobierno de las cosas humanas. —Hasta ahora ese gobierno pertenecía à la tradición.—II. Origen, natu raleza y valor de los prejuicios hereditarios.-En qué son legitimos la costumbre, la religión y el Estado. III . La razón clásica no puede colocarse en ese punto de vista. - Se desconocen los titulos pasados y presentes de la tradición. –La razón acomete la empresa de des truir aquélla.- IV . Los dos estadios de esa operación. -Primer estadio: Voltaire, Montesquieu, los deistas y los reformadores. -Lo que destruyen y lo que respetan. -V. Segundo estadio: el regreso á la naturaleza.—Di derot, Holbach y los materialistas.—Teoria de la ma teria viviente y de la organización espontánea.-Moral del instinto animal y del interés bien entendido. — VI. Rousseau y los espiritualistas. —Bondad original del hombre.—Error de la civilización . —Injusticia de la propiedad y de la sociedad -VII. Los hijos extraviados Naigeon , Sylvain, Marechal, del partido filosófico . Mably, Morelly. -Descrédito completo de la tradición y de las instituciones que de ella se derivan.
I
De la adquisición científica que se ha visto, elabora da por el espíritu que se acaba de describir , nació una doctrina que pareció una revelación, y que, á título de tal, pretendió tomar el gobierno de las cosas huma
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nas. En los albores de 1789, hay la creencia de que se vive en el siglo de las luces» , « en la edad de la razón> ; de que antes el género humano estaba en la infancia; de que en la actualidad ha llegado á «la mayor edad.. Al fin la verdad se ha manifestado, y por la primera vez se va á ver su reinado sobre la tierra . Su derecho es supremo , puesto que es la verdad . Debe reinar so bre todos, porque es universal por naturaleza . Por estas dos creencias , la filosofía del siglo diez y ocho se parece á una religión , al puritanismo del diez y siete, al mahometismo del séptimo . Tiene el mismo ardor en la fe , en la esperanza, en el entusiasmo; el mismo es píritu de propaganda y de dominación; la misma rigi dez y la misma intolerancia ; la misma ambición de refundir al hombre y de modelar toda la vida humana con arreglo á un tipo preconcebido. La nueva doctri na tendrá también sus doctores, sus dogmas, su cate cismo popular, sus fanáticos, sus inquisidores y sus mártires . Hablará en igual tono que las precedentes, como legítima soberana á quien la dictadura pertene ce desde su nacimiento, y contra la cual toda rebelión es crimen ó locura . Pero difiere de las anteriores en que se impone en nombre de la razón, en vez de impo nerse en nombre de Dios. En efecto , la autoridad era nueva. Hasta entonces , en el gobierno de las acciones y de las opiniones hu manas, la razón no había tenido más que una parte subordinada y pequeña . El impulso y la dirección ve nían de fuera; las creencias y la obediencia eran he reditarias ; un hombre era cristiano y súbdito , porque había nacido súbdito y cristiano . -En torno de la na ciente filosofía y de la razón que emprende su gran examen, hay leyes observadas, un poder reconocido, una religión reinante; en este edificio todas las piedras 19
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se sostienen y cada piso se apoya en el precedente. Pero ¿cuál es la cimentación común y en dónde se halla el primer fundamento?-¿Quién autoriza todas aquellas reglas civiles, á las cuales se ajustan las bo das, los testamentos, las sucesiones, los contratos, las propiedades y las personas, reglas extrañas y á veces contradictorias? Desde luego , la costumbre inmemo rial, diferente, según la provincia, según el título de la tierra, según la cualidad y la condición del individuo; en seguida la voluntad del rey que ha escrito y san cionado la costumbre.-¿Y quién autoriza, á su vez, esa misma voluntad , esa soberanía del príncipe, ese primer poder de los poderes públicos? Por de pronto, una posesión de ocho siglos, un derecho hereditario semejante á aquél por el que cada cual disfruta de sus dominios y de sus tierras, una propiedad establecida en una familia y trasmitida de primogénito en primogéni to, desde el primer fundador del Estado hasta su último sucesor viviente; después la religión que manda á los hombres someterse á los poderes establecidos . - Porúlti mo, ¿quién autoriza esa religión? Primero , una tradición de diez y ocho siglos, la inmensa serie de testimonios anteriores y concordatos, la creencia continúa de las sesenta generaciones precedentes; luego, en su origen, la presencia y las enseñanzas de Cristo ; después, más atrás , desde los orígenes del mundo , los decretos y la palabra de Dios . -Así en todo el orden social y moral, el pasado justifica el presente; la antigüedad sirve de garantía, y si, debajo de todas esas capas consolida das por el tiempo, se busca en las profundidades sub terráneas la última roca primordial , se la encuentra en la voluntad divina . -Durante todo el siglo diez y seis, la dicha teoría subsiste aun en el fondo de todas las almas bajo forma de un hábito constante y de un
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respeto innato; no se la somete á examen . Se está ante ella como ante el corazón viviente del organismo hu mano; en el momento de ir á tocarlo, se retrocede; se presiente de un modo vago que, si se tocase, cesaría tal vez de latir. Los más independientes, con Descar tes á la cabeza,
se apenarían mucho
si se les con
fundiera con esos especuladores quiméricos que , en vez de seguir el camino abierto por la costumbre, se lan zan á ciegas, en linea recta, al través de montañas y precipicios ». No solamente ponen aparte, como en un santuario,
las verdades de la fe» , cuando entregan
sus creencias á la duda metódica, sino que hasta el dogma que creen haber separado permanece en su es píritu eficaz y latente, para guiarles , á pesar suyo, y hacer de su filosofía una preparación ó una confirma ción del cristianismo . En suma, en el siglo diez y siete, lo que suministra las ideas madres, es la fe , la práctica , la institución religiosa ó política. Que la proclame ó que la ignore , la razón no es más que un subalterno, un orador, un peón á quien la religión y la monarquía emplean en su servicio. Salvo La Fontaine que , á lo que creo, es único en esto como en lo demás , los principales y de mayor independencia, Pascal , Descartes , Bossuet, La Bruyè re, toman del regimen establecido su primera concep ción de la naturaleza , del hombre , de la sociedad , del derecho, del gobierno. Mientras que la razón se reduz ca á ese papel , su trabajo es el de un consejero de Es tado , de un predicador extraordinario á quien sus su periores envían de misión al departamento de la filo sofía y de la literatura . Muy lejos de destruir , consoli da; en efecto, hasta la Regencia, su principal tarea consiste en hacer buenos cristianos y súbditos leales. Pero he aquí que se trocan los papeles ; del primer
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puesto, la tradición desciende al segundo , y del segun do la razón sube al primero . De un lado la religión y la monarquía, por sus exce sos y malas acciones bajo Luis XIV , por su relajación y su insuficiencia bajo Luis XV, derriban piedra á piedra el fondo de la veneración hereditaria y de obe diencia filial que les servía de base y que los mantenia en una región superior, por encima de toda réplica y de todo examen; por esto es por lo que, insensiblemen te, la autoridad de la tradición decrece y desaparece . De otro lado la ciencia, con sus descubrimientos gran diosos y múltiples, construye piedra á piedra el fondo de confianza y de deferencia universal que, del estado de curiosidad interesante, la eleva al rango de poder público ; así, por grados, la autoridad de la razón crece y ocupa todo el lugar. Llega un momento en que, habiendo la segunda au toridad desposeído á la primera, las ideas madres que la tradición se reservaba caen bajo la férula de la ra zón. El examen penetra en el santuario vedado . En vez de inclinarse, se examina , y la religión , el Estado, la ley, la costumbre , en suma , todos los órganos de la vida moral y de la vida práctica, van á ser sometidos al análisis para ser conservados, corregidos ó reempla zados, según lo que prescriba la doctina nueva .
II
Nada mejor, si la doctrina hubiese sido completa, y si la razón, instruída por la historia, y hecha crítica, se hubiera hallado en condiciones de comprender la rival que reemplazaba . Porque entonces, en vez de
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ver en ella una usurpadora á la que se necesitaba ex pulsar, habría reconocido en la misma una hermana mayor á la que se debe dejar su parte. El prejuicio hereditario es una especie de razón ignorada . Puede alegar títulos tan buenos como la razón, pero no sa be en dónde hallarlos, y en lugar de los legítimos ale ga apócrifos . Sus archivos están enterrados ; se nece sitan para desenterrarlos investigaciones de las que no es capaz; subsisten sin embargo los archivos di chos, y hoy los saca á luz la historia.
Cuando se la considera de cerca , se ve que, como la ciencia, tiene por fuente una larga acumulación de experiencias ; los hombres, tras una multitud de tan teos y de ensayos, han concluido por comprender que tal manera de vivir ó de pensar era la única adecua da á su situación , la más practicable de todas, la más beneficiosa, y el régimen ó dogma que hoy nos parece una convención arbitraria fué al principio un expe diente justificado del bien público . Frecuentemente también lo es todavía; por lo menos , en sus líneas ge nerales , es indispensable, y puede decirse con exacti tud que, si en una sociedad desaparecen de repente los principales prejuicios, el hombre , privado del va lioso legado que le ha transmitido la sabiduría de los siglos , caería súbitamente en el estado salvaje y vol veria á ser lo que fué al principio , un lobo inquieto, hambriento, vagabundo y perseguido . Hubo un tiempo en que faltó esa herencia , y aun hoy mismo hay tri bus donde falta por completo . No comer carne huma na, no matar á los ancianos inútiles ó incómodos, no abandonar, vender ó matar los niños con los que no se sabe que hacer, ser el único marido de una sola mu jer, tener horror del incesto y de las costumbres con tra la naturaleza , ser el propietario único y recono
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cido de un campo distinto, escuchar las voces superio res del pudor, de la humanidad , del honor , de la con ciencia, todas estas prácticas, en otro tiempo des conocidas y lentamente establecidas , componen la civilización de las almas. No porque las aceptemos de buena fe , dejan de ser menos santas, y lo son más cuando, sometidas al examen y seguidas al través de la historia, se revelan á nosotros como la fuerza se creta que , de un rebaño de brutos, ha hecho una so ciedad de hombres. En general, cuanto más universal y antigua es una costumbre, tanto más fundada está sobre motivos pro fundos , motivos de fisiología , de higiene , de previsión social . Unas veces, como en la separación de las cas tas , se necesitaba conservar pura una raza heroica ó pensadora, evitando las mezclas con las cuales una sangre inferior hubiera aportado la debilidad mental y los instintos bajos . Otras , como en la prohibición de las carnes y de las bebidas espirituosas, era preciso acomodarse á un clima que prescribía un régimen ve getal , ó al temperamento de la raza para el cual eran funestas las bebidas fuertes . Otras , como en la institu ción del derecho de mayorazgo , era necesario consti tuir y designar de antemano el caudillo militar al cual había de obedecer la banda, ó el jefe civil que había de conservar el territorio, dirigir la explotación y sostener la familia.
Si hay razones valederas para legitimar la costum bre, las hay superiores para consagrar la religión. Consideradla, no en general, y mediante una noción vaga, sino á fondo , en su nacimiento, en los textos, to mando por ejempo una de las que en la actualidad dominan en el mundo ; cristianismo , brahamanismo, mahometismo ó budismo . En ciertos críticos momentos
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de la historia, los hombres, saliendo de su vida estre cha y rutinaria, han contemplado en conjunto el uni verso infinito; la faz augusta de la naturaleza eterna se ha mostrado de repente sin velos; en su emoción su blime, les ha parecido á esos hombres que vislumbra ban su principio ; ó por lo menos percibieron algunos ras gos. Y, por un azar admirable , tales rasgos eran pre cisamente los únicos que su siglo, su raza, una agrupa ción de razas, un fragmento de humanidad se hallaban en estado de comprender . Su punto de vista era el único que podían apreciar las multitudes escalonadas debajo de ellos . Unicamente por aquel camino podían llegar á las cosas divinas millones de hombres , cientos de generaciones. Pronunciaron la palabra única , he roica ó tierna , entusiasta ó adormecedora , la única que querían escuchar los corazones y las inteligencias que les rodeaba , la única que se adaptaba á hondas necesidades, á aspiraciones acumuladas, á facultades hereditarias, á toda una construcción mental y moral , allá lejos á la del judío ó la del mogol, aquí á la del semita ó del europeo, en nuestra Europa á la del ger mano, latino ó eslavo ; de suerte que sus contradiccio 1 nes, en vez de condenarla, la justifican, puesto que su diversidad origina su adaptación, y su adaptación pro duce sus beneficios. La tal palabra no es una pura fórmula. Un senti miento tan grandioso, una adivinación tan compren siva y tan penetrante, un pensamiento mediante el cual abraza el hombre la inmensidad y la profundidad de las cosas, y que deja tan atrás los límites ordinarios de su condición mortal, se parece à una inspiración; se cambia fácilmente en visión, nunca está lejos del éxtasis, no puede expresarse sino por medio de símbo los, evoca la figura divina. La religión es por su natu
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raleza un poema metafísico acompañado de creencias. En este concepto es eficaz y popular; porque, salvo para unos pocos escogidos, una idea pura no es más que una palabra sin sentido, y la verdad, para hacer se sensible, se ve obligada á revestirse de un cuerpo. Necesita un culto, una leyenda, ceremonias , á fin de hablar al pueblo, á las mujeres, á los sencillos , á los niños , á todo hombre entregado á la vida práctica, á la misma inteligencia humana cuyas ideas, involun tariamente, se traducen en imágenes. Merced á esta forma palpable ; puede arrojar su enorme peso en la conciencia, contrarrestar el brutal egoísmo, en carrilar el arrebatado impulso de las pasiones bru tales, dirigir la voluntad hacia la abnegación y el sacrificio , apartar al hombre de sí mismo para poner le por completo al servicio de la verdad ó al servicio del prójimo , hacer ascetas y mártires , hermanas de la caridad y misioneros . Así, en toda sociedad, la reli gión es un órgano á la vez preciso y natural. Por una parte, los hombres tienen necesidad de ella para pen sar en el infinito y vivir bien; si faltase de repente, se produciría en el alma de aquéllos un vacío inmenso y doloroso y se harian mayor daño unos á otros. Por otra parte, se trataría de arrancarla en vano; las manos que lo pretendieran no llegarían más que á la envol tura; volvería á germinar tras una elaboración san grienta; su germen es demasiado profundo para que pueda ser estirpado. Por último, si tras la religión y la costumbre , estu diamos el Estado, es decir, el poder armado que posee la fuerza física al mismo tiempo que la moral, vere mos que su origen es casi tan noble como el de aqué llas. En Europa, por lo menos , desde Rusia hasta Por tugal, y desde Noruega á las Dos Sicilias, es por su
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origen y su esencia una institución militar, en la que el heroismo se ha hecho el campeón del derecho . Aquí y allá, en el caos de razas mezcladas y de sociedades derrumbadas , se ha encontrado un hombre que, por su ascendiente, ha agrupado en torno suyo una banda de fieles , ha expulsado á los extranjeros, subyugado á los bandidos, restablecido la seguridad, restaurado la agricultura, fundado la patria y transmitido como una propiedad á sus descendientes su empleo de justi ciero hereditario y de general nato. Merced á esta de legación permanente , se ha substraído á las compe tencias un gran destino público, consagrado en una familia y secuestrado por seguras manos; en adelante la nación posee un centro viviente , y todos los dere chos encuentran un protector visible . Si el príncipe se encierra en sus atribuciones , ni se detiene en la pen diente de lo arbitrario , si no se entrega al egoísmo , proporciona al país uno de los mejores gobiernos que se hayan visto en el mundo, no solamente el más esta ble, el de mejores condiciones de vida, el más adecua do para mantener unidos veinte ó treinta millones de hombres , sino también uno de los más hermosos , pues to que la abnegación ennoblece el mando y la obedien cia y que, por una prolongación de la tradición mili tar, la fidelidad y el honor confinan de grado en grado el jefe á los deberes y el soldado á sus jefes. Tales son los títulos , muy de tenerse en cuenta del prejuicio hereditario ; ya se ve que es , como el instinto una firma ciega de la razón . Y lo que concluye de legi timarlo, es que, para ser eficaz, la misma razón tiene quetomar idéntica forma. Una doctrina no llega á ser activa , sino haciéndose ciega . Para ser práctica, para tomar el gobierno de las almas, para transformarse en un resorte de acción, es preciso que pase á depositarse
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en los espíritus en estado de creencia formada , de cos tumbre, de inclinación establecida , de tradición do méstica, y que, desde las agitadas alturas de la inteli gencia, descienda y se incrustre en las capas inferio res é inmóviles de la voluntad; entonces es únicamente cuando forma parte del carácter y se convierte en una fuerza social . Pero, al propio tiempo, cesa de ser cri tica y perspicaz; deja de tolerar las contradiciones y las dudas , no admite ya las restricciones ni los mati ces; deja de saber ó aprecia mal sus pruebas . Creemos hoy en el progreso indefinido poco más o menos como se creía en otro tiempo en el pecado original ; recibi mos aún de arriba nuestras opiniones ya formadas, y la Academia de ciencias tiene muchas semejanzas con los antiguos concilios . Salvo en algunos cerebros pri vilegiados, las creencias y la obediencia continuarán siendo irreflexivas, y la razón se indignaría injusta mente de que los prejuicios sigan guiando las cosas humanas, puesto que para guiarlas, tiene ella misma que convertirse en un prejuicio .
III
Por desgracia , en el siglo diez y ocho , la razón era clásica, y le faltaban para comprender la tradición tanto las aptitudes como los documentos .
Por de pronto se ignoraba la historia ; desesperaba la erudición por enojosa y pesada , se desdeñaban las doctas compilaciones, la vasta documentación, el len to trabajo de la critica . Voltaire se burlaba de los be nedictinos . Para que pasase su Espíritu de las leyes,
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Montesquieu hacía ingenio con las leyes. Raynal , á fin de que se aceptase su historia del comercio en las In dias, cuidaba de intercalar las declamaciones de Di derot . El abate Bathelany hubo de extender la uni formidad de su barniz literario sobre la verdad de las costumbres griegas. La ciencia veíase obligada á ser epigramática ú oratoria; el detalle técnico ó crudo hu biera desagradado á un público de gentes de mundo ; el estilo elegante omitía ó falseaba los hechos menu dos pero significativos que dan á los antiguos caracte res un tono propio y un relieve original. Aun cuando se hubieran atrevido á consignarlos, no se hubiese desentrañado su sentido ni su alcance . Se carecía de imaginación simpática ; no se sabía salir de sí mismo, transportarse á distantes puntos de vista , figurarse los estados extraños y violentos del espíritu humano, los momentos decisivos y fecundos , durante los cuales da á luz una criatura viable , una religión destinada á imperar, un Estado duradero . El hombre no se representa nada sino mediante su experiencia, y ¿en qué porción de su experiencia hubieran encon trado materiales las gentes de mundo para represen tarse las convulsiones del parto? ¿Cómo unos espíritus tan refinados y tan pacíficos hubieran podido abrigar los sentimientos de un apóstol , de un monje, de un fun dador bárbaro y feudal , apreciarlos en el medio que los justifica y los explica , representarse la multitud que les rodeaba , al principio almas desoladas , domi nadas por el ensueño místico , después cerebros rudos y violentos, entregados al instinto y á las imágenes, que pensaban en semivisiones y que experimentaban impulsos irresistibles? La razón raciocinante no con cebía semejantes figuras; para encajarlas en un mar co rectilíneo, era preciso reducirlas ó rehacerlas; el
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Macbeth de Shakespeare se convertía en el de Ducis, y el Mahomet del Corán en el de Voltaire. Por consi guiente, no viendo almas, se desconocían las institu ciones; no sospechaban que la verdad no podía ser ex presada sino por la leyenda, que la justicia no había podido establecerse sino por la fuerza , que la religión había tenido que revestirse de la forma sacerdotal, que el Estado hubo de tomar la forma militar, y que el edificio gótico tenía, lo mismo que cualquier otro , su ar quitectura, sus proporciones, su equilibrio , su solidez, su utilidad y hasta su belleza. Por lo tanto también, no comprendiendo el pasado , no se comprendía el presente. No se tenía idea alguna exacta del campesino , del obrero, del burgués provin ciano ni aun del hidalguillo de pueblo; no se les perci bía sino de lejos , medio borrados , transformados com pletamente por la teoría filosófica y por la bruma sen timental . «Dos ó tres mil » personas de mundo y letra dos constituían el círculo de la buena sociedad y no salían de su círculo. Si á veces , entrevieron el pueblo, desde su castillo ó de viaje, era de paso, poco más é menos como á sus caballos de tiro ó á las bestias de sus granjas , compasivamente sin duda alguna, pero sin adivinar sus pensamientos turbados y sus sombrios instintos. No se imaginaban la estructura de inteligen cia todavía primitiva, las rarezas y la tenacidad de sus ideas, la estrechez de su vida rutinaria , maquinal, entregada al trabajo manual, absorta por el cuidado del pan cotidiano, confinada en los límites del hori zonte visible , su devoción al santo local , á los ricos, al cura, su credulidad fundada en la imaginación, su incapacidad para concebir el derecho abstracto y los acontecimientos públicos, el sordo trabajo mediante el cual las noticias políticas se transformaban en su ce
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rebro en cuentos de duendes y de fantasmas , sus locos terrores parecidos á los de los corderos, sus ciegos fu rores semejantes á los del toro, y todas aquellas cua lidades de caracter que la revolución iba á sacar á luz. Más de veinte millones de hombres se encontra ban aun casi en el mismo estado mental de la Edad Media; por esto, en sus grandes líneas, el edificio so cial en que podian habitar tenía que ser medioeval también . Era preciso salubrificarle, limpiarle, abrirle ventanas, derribar claustros, pero conservar los ci mientos, las paredes maestras y la distribución gene ral; sin esto, después de haberlo demolido y de haber acampado durante diez años á la intemperie, á modo de salvajes, sus moradores habían de verse obligados á reconstruirlo casi sobre el mismo plano . En las almas incultas que no han llegado á la reflexión, la creencia no se refiere más que al símbolo corporal, y la obe diencia no se produce sino por el dominio físico ; no ven la religión sin el cura, ni el Estado sin el gen darme . Sólo un escritor, Montesquieu , el más instruído , el más sagaz y el más equilibrado de todos los espíritus del siglo, conocía esas verdades , porque era á la vez erudito , observador, historiador y jurisconsulto. Pero hablaba como un oráculo, por sentencias y en enig mas; pasaba como sobre ascuas cada vez que se refe ría á las cosas de su país y de su época. Por esto es por lo que permanecía respetado pero aislado . y su cele bridad no constituía una influencia .
La razón clásica se negaba á ir tan lejos para estu diar con tanto trabajo al hombre antiguo y al hombre actual. Hallaba que era más corto y más cómodo, se gún su pendiente original, cerrar los ojos ante el hom bre real, meterse en un almacén de nociones corrien
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tes , sacar de ellas la noción del hombre en general, y después edificar en el aire. A causa de esta ceguera natural y definitiva, deja de ver las antiguas raíces vivientes de las instituciones contemporáneas, y no viéndolas ya, niega que existan. Para ella, el prejuicio hereditario se convierte en un puro prejuicio ; la tradición carece de titulos , y su rei nado no es más que una usurpación . De aquí en ade lante nos encontramos con la razón dispuesta á gue rrear contra su predecesora , para arrancarla el go bierno de las almas y para sustituir el reinado de la mentira con el reinado de la verdad .
IV
En esta gran expedición hay dos etapas . Por buen sentido ó por timidez , unos se detienen á mitad de ca mino . Por pasión ó por lógica, otros van hasta el fin. En la primera campaña arrebatan al enemigo sus de fensas exteriores y sus fortalezas fronterizas; Voltaire conduce al ejército filosófico . Para combatir al prejui cio hereditario , le oponen otros cuyo imperio está igualmente extendido y cuya autoridad no está menos reconocida . En frente del dogma y del culto reinante, desarrollan, con ironía manifiesta ó disimulada , los de las diversas sectas de cristianos , anglicanos, cuáque ros, presbíterianos , rocinianos , los de pueblos antiguos ó lejanos , griegos , romanos, egipcios, mahometanos , güebros , adoradores de Brahma , chinos y simples idólatras. En lo que se refiere á la ley positiva y á la práctica establecida , exponen, con intenciones visi bles , las otras constituciones y las otras costumbres,
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despotismo, monarquía limitada , república; aquí la Iglesia sometida al Estado; allí la Iglesia separada del Estado; en tal país las castas, en tal otro la poligamia, y, de comarca en comarca, de siglo en siglo, la diver sidad, la contradicción , el antagonismo de las costum bres fundamentales , las cuales están todas ellas con sagradas igualmente por la tradición y forman todas legitimamente el derecho público . Desde este momento queda roto el encanto . Las antiguas instituciones pier den su prestigio divino; ya no son más que obras hu manas, frutos de lugar y de época, nacidos de una conveniencia y de un convencionalismo. El excepticis mo penetra por todas las brechas, el cual , por lo que respecta al cristianismo , se cambia al punto en hosti lidad decidida , en polémica prolongada y encarniza da; porque, á título de religión del Estado, el cristia nismo ocupa el puesto, anatematiza el libre pensa miento , manda quemar escritos, destierra, encarcela ó persigue á los autores, y en todas partes se presenta como el natural y oficial adversario . Además , á título de religión ascética, condena, no solamente las cos tumbres alegres y relajadas que la nueva filosofía to lera, sino también las inclinaciones naturales que au torizan las promesas de felicidad terrestre ante las que brillan todas las miradas . Así es que en contra suya marchan de concierto la inteligencia y el co razón . Voltaire, con tres textos en la mano, persigue al enemigo al través de su historia, desde las primeras narraciones bíblicas hasta las últimas bulas , con una animosidad y una facundia implacables , como crítico , como historiador, como geógrafo, como lógico , como moralista, comprobando las fuentes , oponiendo testi monios, empleando el ridículo, á manera de piqueta,
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en todos los sitios débiles donde el instinto rebelado tropieza con su prisión mística, y en todos los lugares sospechosos donde ulteriores arreglos han desfigurado el edificio primitivo . - Pero respeta el primer funda mento, y en esto obrarán como él los más grandes es critores del siglo . Bajo las religiones positivas que son falsas, se encuentra la religión natural, que es verda dera . Es el texto auténtico y sencillo, del cual las otras son traducciones alteradas y amplificadas . Quitad los sobrecargos ulteriores y divergentes; queda el origi nal y este común extracto , con el que están de acuer do todas las copias, es el deísmo . -La misma opera ción se realiza con las leyes civiles y políticas. En Francia , donde tantas instituciones sobreviven á su utilidad , donde los privilegios no están ya justificados por los servicios, donde los derechos se han trocado en abusos, ¡ qué incoherente resulta la arquitectura de la antigua mansión gótica! ¡ Qué mal construida está para un pueblo moderno! ¿Para qué sirven en un es tado único y unido todas esas divisiones feudales que separan los órdenes, las corporaciones y las provin cias? Un arzobispo , señor feudal de media provincia, un capítulo propietario de doce mil siervos, un abad de salón con buenas rentas sobre un monasterio al que no ha visto , un señor rumbosamente pensionado para figurar en las antecámaras, un magistrado que compra el derecho de administrar justicia, un coronel que sale del colegio para ir á mandar un regimiento heredita rio, un negociante de París que habiendo alquilado por un año una casa en el Franco Condado , enajena por este sólo hecho la propiedad de sus bienes y su persona, ¡ cuánta paradoja viviente! Y en toda Europa, se encuentran semejantes . Lo más favorable que se puede decir de una nación civilizada , es que sus le
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yes, costumbres y prácticas, se componen « mitad de abusos, mitad de usos tolerables» .-Pero bajo todas estas legislaciones positivas que se contradicen entre si y cada cual se contradice á sí misma , hay una ley natural sobrentendida en los códigos, aplicada en las costumbres, escritos en los corazones . «Mostradme un país donde sea honrado robarme el fruto de mi traba jo , violar una promesa, mentir en perjuicio de alguien, calumniar, asesinar, envenenar, ser ingrato con el bienhechor, pegar á los padres cuando os dan de co mer. - Consiste en que lo que es justo ó injusto lo pa rece así al universo entero» , y aun en la sociedad peor, la fuerza se pone siempre, en algunos respectos, al servicio del derecho, del mismo modo que en la peor religión , el dogma más extravagante proclama de cierta manera un supremo arquitecto. -Así las religio nes y las sociedades, disueltas por el examen, dejan percibir en el fondo del crisol: las unas, un residuo de verdad; las otras, un residuo de justicia, reliquia pe queña, pero preciosa, especie de lingote de oro que la tradición conserva, que la razón separa, y que, poco á poco, desprendido de sus amalgamas, elaborado, empleado para todos los usos, debe proporcionar por sí sólo toda la sustancia de la religión y todos los hilos de la sociedad .
V
Aquí comienza la segunda expedición filosófica . Se compone de dos ejércitos: el primero formado por los Enciclopedistas , excépticos unos como de Alambert, medio panteístas otros como Diderot y Lamarck, otros 20
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francamente ateos y materialistas como Holbach, La Mattrie, Helvetius, y más adelante Condorcet, Lalan de y Volney, todos distintos é independientes entre sí, pero unánimes todos en proclamar que la tradición es el enemigo. Tal es el efecto de hostilidades prolonga das: cuando la guerra dura, se exaspera; se quiere co gerlo todo , arrolla por completo al adversario, arro jarle de todas sus posiciones . No se admite que la ra zón y la tradición, unidas y de común acuerdo, puedan defender la misma ciudadela , donde está la una no puede estar la otra; en adelante se establece un pre juicio en contra de otro prejuicio . -En realidad , Vol taire « el patriarca no puede apartarse de un Dios re munerador y vengador (1 )» ; toleremos en él ese resto de superstición en recuerdo de sus grandes servicios; pero consideremos como hombres el fantasma que contempla con ojos de niño . Le recibimos en nuestro espiritu por la fe , y la fe es siempre sospechosa . Ha sido forjado por la ignorancia, por el temor, por la imaginación, potencias engañadoras todas ellas . Al principio no fué más que el fetiche de un salvaje ; en vano le hemos depurado y engrandecido , continúa re sistiéndose de sus orígenes; su historia es la de un sueño hereditario que , nacido en el cerebro trastornado y rudo, se ha prolongado de generaciones en generacio nes, y dura aún en el cerebro cultivado y sano . Vol taire pretende que ese sueño sea verdadero, porque de otra suerte no puede explicarse lo bien ordenado del mundo y porque un reloj supone un relojero; antes sería preciso probar que el mundo es un reloj é inqui rir si el orden tal como es , incompleto que en él se ob (1) Voltaire, Diccionario Filosófico, artículo Religión . ‹Si tenéis una aldea que gobernar es preciso que tenga una rell gión . »
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serva no se explica mejor por una suposición más sencilla y más conforme con la experiencia, la de una materia eterna en la que el movimiento es eterno . Particulas movibles y movimientos cuyas diversas clases tienen diversos estados de equilibrio , he aquí los minerales, la substancia inanimada, mármol, cal, aire, agua, carbón . Hago humus, « siembro guisantes, habas , coles » ; « las plantas se alimentan del humus y yo me alimento de las plantas » . En cada una de mis comidas, en mi y por mi, se hace viviente una mate ria inanimada; «yo hago carne, la animalizo , la hago sensible». Había en dicha materia una sensibilidad la tente, incompleta , que se completa y se manifiesta. La organización es la causa , la vida y la sensación son los efectos; no tengo necesidad de mónadas espiri tualistas para explicar los efectos , puesto que poseo la causa . «Ved este huevo : con él se echan por tierra to das las escuelas de teología y todos los templos de la tierra. ¿Qué es cste huevo? Una masa insensible, antes de que haya penetrado el germen . ¿Y qué es después que se ha introducido el germen? Continúa siendo una masa insensible, con fluido inerte. » Añadidle calor , te . nedlo en un horno , dejad que la operación se haga: tendréis un pollo , es decir, « sensibilidad , vida , memo ria, consciencia, pasiones, pensamiento » . Lo que lla máis alma, es el centro nervioso á donde van á parar todos los hilos sensibles . Las vibraciones que le trans miten forma sus sensaciones ; una sensación que se despierta ó renace, es un recuerdo ; las sensaciones , los signos y los recuerdos forman nuestras ideas . Así, no es una inteligencia la que arregla la materia , la materia es la que se las arregla para producir las in teligencias. Pongamos, pues, la inteligencia donde se encuentra , en el cuerpo organizado, no vayamos á des
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pojarla de su soporte, para remontarla á los cielos, en un trono imaginario . Porque este huesped despropor cionado, una vez que ha penetrado en nuestro espíri tu, concluye por desconcertar el juego natural de nuestros sentimientos, y, como un parásito monstruo so , nos chupa toda nuestra substancia (1) . El primer interés del hombre sano es de librarse de él, de recha. zar toda superstición, todo « temor de los poderes invisi bles». Entonces únicamente es cuando puede fundar una moral, aclarar « la ley natural » . Puesto que el cielo está vacío , no tenemos ya necesidad de buscarla en un mandamiento de lo alto . Miremos hacia abajo, hacia la tierra; consideremos al hombre en sí mismo, tal como es á los ojos de un naturalista, es decir, el cuerpo organizado , el animal sensible , con sus necesidades, sus apetitos y sus instintos. No solamente son indes tructibles, sino que son legítimos . Abramos la prisión en que están encerrados por el prejuicio ; démosles es pacio y aire libre ; que se explayen con toda su fuerza, y todo irá bien. Según Diderot , el matrimonio indiso luble es un abuso ; es « la tiranía del hombre que ha convertido en propiedad la posesión de la mujer» . El pudor , lo mismo que el vestido , es una invención y un convencionalismo; no hay felicidad ni costumbres na turales, sino en los países donde la ley autoriza el ins tinto , en Otaiti , por ejemplo, donde el matrimonio dura un mes, á menudo un día, á veces un cuarto de (1) «Si un misántropo se hubiese propuesto hacer la desgra cia del género humano, ¿qué cosa mejor podía haber inventa do que la creencia en un ser superior incomprensible, acerca del cral jamás se hubieran puesto de acuerdo los hombres, y al cual hubieran atribuido más importancia que á su propia vida?» Diderot, Conversación de un filósofo con la marisca la de...
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hora, donde se unen y se apartan á voluntad , donde , por hospitalidad, ofrecen, por las noches, sus hijas y su mujer al huesped , donde el hijo se casa con la ma dre por cortesía , donde la unión sexual es una fiesta religiosa que se celebra en público . Y el lógico , llevando al extremo las consecuencias , concluye con cinco ó seis páginas
capaces de poner
los cabellos de punta» . Por lo menos, en Diderot, estas paradojas tienen correctivos . Cuando pinta las costumbres modernas , lo hace como moralista. No solamente conocía todas las cuer das del teclado humano, sino que las clasifica cada una según su rango . Gusta de los sonidos bellos y pu ros, le entusiasman las harmonías nobles, tiene tanto corazón como genio. Más aún , cuando se trata de aclarar los impulsos primitivos, conserva , al lado del amor propio, un lugar independiente y superior para la piedad, la simpatía , la benevolencia , « la beneficen cía», para todas las afecciones generosas del corazón que se da y se sacrifica sin cálculo ni ulteriores miras. Pero cerca de él , hay otros , fríos y limitados, quienes, según el método matemático de los ideólogos, constru yen la moral al estilo de Hobbes . No necesitan más que un solo móvil, el más sencillo y el más palpable, completamente grosero, casi mecánico, fisiológico en absoluto, la inclinación natural que impele al animal á huir del dolor y á buscar el placer . « El dolor y el placer, dice Helvetins , son los únicos resortes del uni verso moral, y el sentimiento del amor á sí mismo es la única base sobre la cual se puedan sentar los fun damentos de una moral útil... ¿Qué otro motivo, sino el interés personal, podría determinar á un hombre á realizar acciones generosas? Le es tan imposible amar el bien por el bien como amar el mal por el mal. » Los
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principios de la ley natural, dicen los discípulos , se reducen á un principio fundamental y único , la propia conservación .» « Conservarse, alcanzar la felicidad» , he aquí el instinto , el derecho y el deber. «Vosotros, dice la naturaleza , que , por el impulso que os doy, tendéis hacia la felicidad en todo momento de vuestra existencia, no resistáis á mi ley soberana , trabajad en vuestra felicidad , gozad sin temor, sed dichosos . Mas, para ser dichosos, contribuid á la dicha de los demás; si queréis que os sean útiles, sedles útil; vuestro inte rés bien entendido os manda que los sirváis. « Desde que nace, hasta que muere, todo hombre necesita de los hombres.»- «Vivid, pues , para ellos , á fin de que ellos vivan para vosotros . » -«Sed buenos porque la bondad encadena los corazones, porque la dulzura atrae la afección ; sed modestos, porque el orgullo re pugna á los hombres llenos de sí mismos ... Sed ciuda danos, porque la patria es necesaria à vuestra seguri dad y à vuestro bienestar. Defended vuestro país, porque es el que os hace felices y contiene vuestros bienes .
De esta suerte, la virtud no es más que
egoísmo clarividente; la única razón que tiene el hom bre para hacer el bien es la de no hacerse daño, y cuando se sacrifica, lo hace por su interés . Por este camino se marcha deprisa y se llega lejos. Una vez que la única norma de cada cual es la de ser feliz, cada cual quiere serlo al instante y á su modo; una vez suelto el rebaño de los apetitos , se lanza hacia adelante y derriba los vallados . Con tanta mayor razón cuanto que le han demostrado que todo vallado es per judicial, inventado por pastores astutos y malévolos para ordeñary esquilmar al rebaño con más seguridad. El estado social es un estado de guerra del sobera no contra todos , y de cada uno de los miembros contra
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los demás... No vemos sobre la faz de la tierra sino so beranos injustos, incapaces, debilitados por el lujo , co rrompidos por la adulación, depravados por la licen cia y la impunidad , desprovistos de talentos , de cos tumbres y de virtudes ... El hombre es malo, no por que lo sea, sino porque lo han hecho tal. » ¿Queréis saber la historia compendiada de casi toda nuestra miseria? Aquí la tenéis: Existía un hombre natural, han introducido en el interior de ese hombre un hombre artificial, y ha estallado en la caverna una guerra civil que dura toda la vida... Si os proponéis ser un tirano..., envenenadle como mejor podáis con una moral contraria á la naturaleza , ponedle toda clase de trabas , embarazad sus movimientos con mil obstáculos, presentadle fantasmas que le espanten... Si le queréis dichoso y libre , no os mezcléis en sus asun tos... Y tened siempre presente que no ha sido en vues tro obsequio , sino en su provecho, el que esos sabios le gisladores os hayan amasado y amoldado de la manera que lo estáis. Apelo á todas las instituciones políticas, civiles y religiosas ; examinadlas atentamente , y, ó mu cho me engaño, ó veréis á la especie humana someti da de siglo en siglo al yugo que un puñado de bribo nes se permitía imponerle... Desconfiad de aquel que quiere poner orden ; ordenar, es siempre hacerse amo de los demás, perjudicándoles . > Nada de obstáculos ; las pasiones son buenas, y si el rebaño quiere por fin pastar hasta hartarse, su primer cuidado será el de hollar bajo sus pesuñas á los ani males mitrados y coronados que le apriscan para ex plotarle (1). (1) Diderot: Los Eleutheromanos. «Y sus manos urdirán con las entrañas de los curas
La cuerda para el último de los reyes.»
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VI
Regreso á la naturaleza, es decir, abolición de la so ciedad; tal es el grito de guerra de todo el batallón en ciclopédico . Y he aquí que en otro lado se eleva el mismo grito; es el batallón de Rousseau y de los socia listas que , á su vez, vienen á dar el asalto al régimen establecido. El trabajo de zapa que el segundo bata llón practica al pie de los muros parece más limitado, pero es más eficaz , y la máquina de destrucción que emplea es igualmente una idea nueva de la naturale za humana . Toda esta idea la ha sacado Rousseau del espectáculo de su propio corazón: hombre extraño, original y superior, pero que, desde la infancia, lleva ba en sí un germen de locura y el cual acabó al fin completamente loco ; inteligencia admirable y mal equilibrada, en quien las sensaciones, las emociones y las imágenes era demasiado intensas: á la vez , ciego y perspicaz, verdadero poeta y poeta enfermo , que, Brissot: «Como la necesidad es nuestro único título de pro piedad, se deduce que, cuando la tenga satisfecha, el hombre deja de ser propietario... Dos necesidades esenc ales resultan de la constitución del animal: la nutrición y la evacuación... ¿Pueden los hombres nutrirse de sus semejantes? Sí, porque los seres tienen derecho á nutrirse con todo lo que sea materia propia para satisfacer sus necesidades... Sigue tus deseos, hombre de la naturaleza; atiende á tu necesidad; es tu único maestro, tu único guía. ¿Sientes que arde en tus venas un fuego secreto ante la vista de un objeto encantador? Es tuyo, tus caricias son inocentes, tus besos son puros . El amor es lo único que legitima el goce, como el hambre legitima la pro piedad (Ensayo publicado en 1780, reproducido en 1782 en la Biblioteca del legislador, citado por Bouchen y Rous; Historia parlamentaria, XIII, 431.)
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en vez de cosas, veía sus sueños, vivía en medio de una novela y murió bajo la pesadilla que se había for jado; incapaz de dominarse y de conducirse, tomando sus resoluciones por actos , sus veleidades por resolu ciones y el papel que se repartía por el carácter que creía tener; desproporcionado en todo á la marcha corriente del mundo , tropezaba, se lastimaba , se man chaba en todos los recodos del camino; cometió extra vagancias, villanías, crímenes, y, sin embargo, con- . servó hasta lo último la sensibilidad delicada y pro funda, la humanidad , la ternura, el don de lágrimas, la facultad de amar, la pasión de la justicia , el senti miento religioso , el entusiasmo , como otras tantas rai ces vigorosas en las que fermenta siempre la genero sa savia, mientras que el tronco y las ramas abortan , se deforman o perecen bajo las inclemencias de la at mósfera. ¿Cómo explicar un contraste semejante? ¿Cómo lo explica el mismo Rousseau? Un crítico , un psicólogo, no vería en ello sino un caso singular , el efecto de una estructura mental extraordinaria y dis cordante, análoga á la de Hamlet, de Chatterton, de René, de Werther, propia para la poesía, impropia para la vida. Rousseau generaliza, preocupado de sí mismo, hasta la manía, y no viendo en el mundo más que á sí, se imagina al hombre con arreglo á sí propio y lo describe tal como él se siente» . En esto, además , tiene parte el amor propio; es muy satisfactorio ser el hombre tipo; la estatua que uno se erige adquiere ma yor importancia ; uno se crece á sus propios ojos cuan do, confesándose, se cree confesar al género humano . Rousseau convoca á las generaciones con la trompeta del juicio final y se presenta atrevidamente á los ojos de los hombres y del supremo juez: « Que uno solo le diga, si se atreve : ¡ Yo fuí mejor que este hombre! >
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Todo lo malo que ha contraído le viene de fuera; sus bajezas y sus vicios hay que atribuirlos á las circuns tancias: « Si hubiese caído en manos de mejor maes tro... hubiera sido buen cristiano , buen padre de fami lia, buen amigo , buen obrero, buen hombre en todo.> Así la sociedad sola es la que tiene todas las culpas. De un modo análogo, en el hombre en general, la naturaleza es buena. «Sus primeros movimientos son siempre rectos ... El principio fundamental de toda mo ral, acerca del cual he razonado en mis escritos , es que el hombre es un ser naturalmente bueno, amante de la jus ticia y del orden... El Emilio, en particular, no es más que un tratado de la bondad original del hombre, des tinado á mostrar cómo el vicio y el error, extraños á su constitución , provienen de fuera y le alteran in sensiblemente ... La naturaleza ha hecho al hombre dichoso y bueno, la sociedad le deprava y le hace mi serable.>
Despojadle, con el pensamiento, de sus hábitos ficti cios , de sus necesidades prestadas , de sus falsos pre juicios; apartad los sistemas, penetrad en vuestro pro tro propio corazón, escuchad el sentimiento intimo, dejaros guiar por las luces del instinto y de la con ciencia; volveréis hallar al Adán primitivo, semejan te á una estatua de marmol incorruptible que, calda en una charca, desapareció por mucho tiempo bajo una capa de limo y légamo, pero que , despojada de su envoltura fangosa, puede volver á descansar en su pedestal con toda la perfección de su forma y toda su nítida blancura. En torno de esta idea central se reforma la doctrina espiritualista . Un ser tan noble no puede ser una sencilla reunión de órganos; hay en él algo más que materia; las im
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presiones que recibe por los sentidos no le constituyen por completo. Yo no soy solamente un ser sensitivo y pasivo, sino un ser activo é inteligente, y diga lo que quiera la filosofía, me atreveré à pretender el honor de pensar» , más aún , ese principio pensante es , por lo menos en el hombre , de especie superior . « Que me en señen otro animal de la tiera que sepa hallar fuego y admirar el sol. ¡Cómo! yo puedo observar, conocer los seres y sus relaciones ; yo puedo sentir lo que es orden, belleza , virtud ; puedo contemplar el universo , elevar me hasta la mano que lo gobierna; puedo amar el bien, hacerlo, ¡y me iba á comparar con las bestias! » El hombre es libre , capaz de elegir entre dos accio nes, por lo tanto creador de sus actos ; es pues , una causa original y primera, « una sustancia inmaterial» , distinta del cuerpo, un alma á la que el cuerpo estor ba y que puede sobrevivir al cuerpo. Esta alma inmortal encerrada en un cuerpo tiene
por voz la conciencia. « ¡ Conciencia ! instinto divino, inmortal y celeste voz, guía segura de un ser ignoran te y limitado, pero inteligente y libre, pues infalible del bien y del mal que haces al hombre semejante á Dios, tu constituyes la excelencia de su naturaleza . » Al lado del amor propio, por el cual lo subordinamos todo á nosotros mismos, existe el amor del orden por el cual nos subordinamos á todo . Al lado del egoismo, por el cual el hombre busca su bienestar aun á expen sas de los otros, está la simpatía , por la cual busca el bienestar de los demás aún á expensas del suyo . No le basta el goce personal; le hace falta todavía la paz de la conciencia y las efusiones del corazón . He aquí al hombre tal como Dios le ha hecho y le ha querido; no hay faltas en su estructura . Las piezas inferiores sirven como las superiores; to
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das son necesarias, proporcionadas, están en su lugar, no solamente el corazón, la conciencia, la razón y las facultades, por las cuales aventajamos á los brutos, sino hasta las inclinaciones que nos son comunes con el animal, el instinto de conservación y de defensa, la necesidad de ejercicios físicos , los apetitos del sexo y los restantes impulsos primitivos, tales como se obser van en el niño, en el salvaje, en el hombre inculto. Nin guno de ellos , considerado en sí, es vicioso ó perjudicial. Ninguno de ellos es excesivo , ni aun el amor á sí mis mo. Ninguno entra en juego fuera sazón . Si nosotros no interviniéramos , si no les impusiéramos á la fuerza, si dejásemos correr por su cauce á todas esas aguas vi vas, si no las aprisionáramos en nuestros conductos artificiales y sucios , nunca las veriamos espumar ni empañarse. Nos asombramos de sus suciedades y de sus ímpetus, y nos olvidamos de que en su origen eran puras é inofensivas. La culpa es nuestra, en los com partimentos sociales, en los canales sucios y rígidos por los cuales las desviamos, las echamos á perder haciendo que se estanquen ó se desborden . « Vuestros mismos gobiernos son los que causan los males que pretendéis remediar con iguales sistemas ... ¡ Cetros de hierro! ¡Leyes insensatas! ¡A vosotros es á quienes acusamos de que no hayamos podido cumplir nuestros deberes sobre la tierra! » Quitad estos diques, obras de la tiranía y de la rutina; la Naturaleza libertada vol verá á tomar al punto su dirección recta y sana, y sin esfuerzo , el hombre llegará á ser, no solamente feliz, sino virtuoso (1).
(1) Artículo 1.º Todos los franceses serán virtuosos . Art. 2. Todos los franceses serán felices . ( Proyecto de Constitución encontrada en los papeles de Sismondi , estudiante en aquella época.)
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Con este principio comienza el ataque : no ha habido otro en el que se haya avanzado más, ni que se haya llevado con hostilidad más ruda. Hasta aquí no se presentaba á las instituciones vigentes, sino como in cómodas é irrazonables; ahora se las acusa de ser ade más injustas y corruptoras . Los únicos sublevados eran la razón y los apetitos ; ahora se subleva también la conciencia y el orgullo . Con Voltaire y Montesquieu , todo lo que podíamos esperar eran males algo meno res . Con Diderot y Holbach , lo único que se vislumbra ba en el horizonte era un Eldorado brillante ó una Citérea cómoda. Con Rousseau, vemos al alcance de la mano un Edén, donde de primera intención encon traríamos nuestra nobleza inseparable de nuestra fe licidad . Tenemos derecho á ello; la Naturaleza y la Providencia nos llaman; es nuestra herencia . Sola mente una institución arbitraria nos separa y fomenta nuestros vicios al mismo tiempo que nuestra desgracia . ¡Con cuánta cólera y con qué ímpetu nos vamos á lan zar contra la rancia barrera!
Visto queda el tono vehemente , el estilo amargo , la sombría elocuencia de la nueva doctrina . No se trata de bromear, de chancear; todo es serio ; la indignación cunde , y las voces poderosas que se elevan penetran más allá de los salones hasta la multitud grosera y que sufre, á la que nadie se había aún dirigido, cuyos resentimientos sordos hallan por fin un intérprete , y cuyos instintos destructores van sin tardanza á esta llar al llamamiento de su heraldo. Rousseau es del pueblo y no del mundo. En un salón se encuentra molesto; no sabe hablar, ser amable; no se le ocurren bonitas frases sino á destiempo , cuando baja ya las escaleras; se calla con aspecto sombrio ó dice tonterías, y no remedia su torpeza sino con sali
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das de rústico ó sentencias de pedante. La elegancia le desagrada, el lujo le incomoda, la cortesía le pare ce una mentira, la conversación habladurías, el buen tono una mueca, la alegría un convencionalismo, el in genio una ostentación, la ciencia una charla , la filo sofía una afectación , las costumbres una podredumbre. Todo es alli ficticio , falso y malsano ( 1) , desde los afeites, tocados y belleza de las mujeres hasta el as pecto de las habitaciones y los guisados de las mesas, lo mismo el sentimiento que el placer , la literatura y la música, el gobierno y la religión. Esta civilización que se enorgullece de su esplendor no es más que una danza de monos sobreexcitados y serviles que se imi tan unos á otros y se miman entre sí para llegar por el refinamiento al malestar y al fastidio . De suerte que, por sí misma, la cultura humana es mala, y los frutos á que da nacimiento no son sino excrescencias ó vene nos. ¿Para qué sirven las ciencias? Inciertas , inúti les, no son más que pasto para los discutidores y los ociosos . «¿Quién había de querer pasar su vida en es tériles contemplaciones, si cada cual, no consultando
(1) Confesiones, 2.ª parte, IX, 361. «Estaba tan aburrido de los salones , de los surtidores, de los bosquecillos , de los jardi nes y de los enojosos personajes que los mostraban; estaba tan harto de ilustraciones , clavicordios , cuitas y lazos, tonte rías ingeniosas, gracias, monadas y grandes cenas. que, cuan do miraba de reojo un sencillo y pobre matorral, una alameda, una granja, un prado, cuando olfateaba, al atravesar una al dea, el olorcillo de una buena tortilla de hierbas ..., echaba al diablo el rojo, las falbalás y el ambar, y , envidiando la comida de la aldeana y el vino de la tierra, hubiera de buena gana dado una paliza al señor cocinero y al señor jefe de comedor que me hacían comer á la hora en que ceno y cenar á la hora en que duermo, pero sobre todo á los señores lacayos que me devoraban con los ojos y que, bajo pena de morir de sed, me vendían el vino de droguería de su amo, diez veces más caro que el mejor que hubiese pedido en el ventorro.»
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más que los deberes del hombre y las necesidades de la naturaleza, no tenía tiempo sino para dedicarse á la patria, á los desgraciados y á los amigos . » - ¿Para qué las bellas artes? No son más que una pública adu lación de las pasiones reinantes. « Cuanto más agrada ble y perfecta es la comedia, más funesto es su efec to, y el teatro, aún el de Molière, es una escuela de malas costumbres, « puesto que excita á las almas pér fidas á que castiguen, bajo el nombre de necedad , el candor de las gentes honradas» . La tragedia, que se llama moral, malgasta en efu siones falsas la escasa virtud que nos resta todavía . Cuando un hombre ha ido á admirar las hermosas ac ciones de las fábulas, ¿qué se puede exigir de él? ¿No ha cumplido con cuanto debe á la virtud con el home naje que acaba de tributarla? ¿Qué más se querría que hiciera? ¿Que la practicase el mismo? No tiene papel que desempeñar, no es cómico . > Ciencias, bellas artes, artes de lujo , filosofía , litera tura, todo esto no conduce más que á afeminar y disi par el alma; todo está hecho para el corto número de insectos brillantes ó ruidosos que zumban en la cima de la sociedad y absorben toda la sustancia pública. En cuanto a las ciencias, sólo una es necesaría , la de nuestros deberes, y, sin tantos estudios ni sutilezas se basta para enseñárnosla el sentimiento intimo . En cuanto á las artes, las únicas tolerables son aque llas que proveen á nuestras primeras necesidades, nos dan el pan para alimentarnos, un techo que nos cobije , un traje para cubrirnos, armas para defendernos .
En cuanto á vida, no hay más que una sana , la que se lleva en los campos, sin aderezos, sin brillo, en fa milia , en los cuidados del cultivo , con las provisiones que proporciona la tierra, entre vecinos à los que se
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trata como á iguales y servidores á los que se trata como amigos. En cuanto á clases, no hay más que una respetable, la de los hombres que trabajan, sobre todo la de los hombres que trabajan con sus manos , artesanos , labra dores, los únicos que son verdaderamente útiles , los únicos que, cercanos por su condición al estado natu ral, guardan bajo una envoltura ruda, el calor, la bon dad, la rectitud de los instintos primitivos .
Llamad, pues, por sn verdadero nombre á esa ele gancia, á ese lujo, á esa urbanidad, á esa delicadeza literaria, á esa sinvergüencería filosófica que el pre juicio admira como la flor de la vida humana; no son más que corrupción . De un modo análogo estimad en su verdadero valor el enjambre que de ello vive, es decir, la aristocracia desocupada , todo el gran mundo, los privilegiados que mandan y figuran, los ociosos de salón que charlan, gozan y se creen lo selecto de la humanidad; no son más que los parásitos . Parásitos y corrupción, se completan, y el árbol no se encontrará bien hasta que le hayamos desembarazado de todo ello . Si la civilización es mala la sociedad es peor (1), Porque al consolidarse destruye la igualdad primitiva, y sus dos instituciones principales , la propiedad y el gobierno, son usurpaciones . «El primero que, habiendo cercado un terreno, tuvo la ocurrencia de decir esto es mío, y encontró gentes bastante simples para creerlo, fué el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuán tos crímenes , guerras, asesinatos, cuántos horrores y
(1) La sociedad es natural á la especie humana como la de crepitud al individuo. Se necesitan artes, leyes, gobiernos en los pueblos, como muletas para los ancianos.
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miserias no hubiera evitado al género humano aquel que, arrancando el cercado y cubriendo los fosos, hu biera gritado á sus semejantes : Guardáos de escuchar á ese impostor; estáis perdidos si os olvidáis de que los frutos son de todos y la tierra no es de nadie! » La primera propiedad fué un robo mediante el cual el individuo privaba á la comunidad de una porción de dominio público. Nada justificaba su atentado ni su industria. ni su trabajo, ni el valor que pudiese añadir al suelo. Si decía: Soy yo quien ha levantado estos muros, quien ha ganado este terreno con mi trabajo. -¿Quién os ha dado esos límites, se le podía respon der, y en virtud de qué principios pretendéís ser pa gado por un trabajo que no os hemos impuesto? ¿Ig noráis que una porción de vuestros hermanos perece ó sufre de necesidad , careciendo de lo que os sobra, y que necesitabais un consentimiento expreso y unánime del género humano para apropiaros , sobre la subsis tencia común, todo lo que excediera de la vuestra?» Se reconoce, al través de la teoria, el acento perso nal, el rencor del pobre plebeyo, abrumado, que, al venir al mundo se encontró con todos los puestos ocu pados y no ha sabido crearse uno, que anota en sus confesiones el día á partir del cual cesó de sentir ham bre, que, á falta de cosa mejor, vive en concubinato con una sirviente y pone en el hospicio á sus cinco hi jos; que ha sido , sucesivamente criado , empleado, bo hemio, preceptor, copista, siempre al acecho y entre expedientes para mantener su independencia, rebela do ante el contraste de la condición que sufre y del alma que posee, no librándose de la envidia sino á costa de la dignidad, y conservando en el fondo de su corazón una amargura antigua « contra los ricos y los felices de este mundo , como si lo fuesen á sus expen 21
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sas y le hubiesen usurpado su felicidad para labrarse la de ellos» . No solamente la propiedad es injusta por su origen, sino que además, por nna segunda injusticia, se atrae el poder, y su pernicioso influjo crece como una llaga bajo la parcialidad de la ley. ¿No son todas las ven tajas de la sociedad para los poderosos y los ricos? ¿No son ellos los que ocupan todos los puestos lucrativos? ¿Y no tienen en su favor toda la autoridad pública? ¿No está seguro de su impunidad todo hombre de im portancia que robe á sus acreedores ó cometa otras pilladas? No son asuntos sobre los que se echa tierra Ꭹ de los que se habla al cabo de seis meses las palizas que distribuye , las violencias que comete, las muertes y asesinatos de que se hace culpable? Que roben á ese hombre y al punto se pone en conmoción toda la poli cía y ¡guay de los inocentes de quienes se sospeche! Si tiene que pasar por un lugar peligroso, se ponen en movimiento las escoltas. Se rompe el eje de su silla de postas y todos vuelan á su socorro. Hacen ruido á su puerta, dice una palabra y todo el mundo se calla. Le incomoda la multitud, hace una señal y todos se apar tan. Si un carretero se encuentra al paso del persona. je, las gentes de éste se aprestan á apalear al pri mero, pues antes serán aplastados cincuenta honrados peatones, que se retrase un faquín de su séquito. To das estas atenciones no le cuestan un sueldo ; son los derechos del hombre rico, y no el precio de la riqueza. ¡Qué diferente es el cuadro del pobre! Cuanto más le debe la humanidad, tanto más le rehusa . Todas las puertas se le cierran aun cuando le asista el derecho para que se abran; y, si llega á obtener alguna justicia es con tanto trabajo como otro obtiene una gracia . Si se necesitan jornadas de trabajo , si hay que levantar
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milicias, á él acuden. Soporta siempre, además de su carga, aquélla de la que su vecino se exime á causa de su influencia. Al menor accidente que le ocurra, todos se alejan de él . Que vuelque su pobre carreta, y le tendré por dichoso si se libra de las chacotas que le dirijan al pasar las alegres gentes de un joven duque . En una palabra, carece cuando la necesita de toda ayuda gratuita, precisamente porque no tiene con qué pagarla. Pero le tengo por hombre perdido, si tiene la desgracia de poseer un alma honrada , una hija bonita y un vecino poderoso . Resumamos en cuatro palabras el pacto social de los dos estados : Tenéis necesidad de mí porque soy rico y sóis pobre; hagamos pues un pacto entre nosotros; os permitiré el honor de servirme , á condición de que me déis lo poco que os queda por el trabajo que me tomo en mandaros. Esto nos muestra el espíritu , el fin y el efecto de la sociedad política. En su origen, según Rousseau , fué un contrato ini cuo que, establecido entre el rico astuto y el débil en gañado , « dió nuevas trabas al débil y nuevas fuerzas al rico » , y que , bajo el nombre de propiedad legítima , consagró la usurpación del suelo. Hoy es un contrato más inicuo todavía, « merced al cual un niño manda á un anciano, un imbecil guía á hombres sabios , un puñado de gentes rebosa de lo su perfluo, mientras que la multitud hambrienta carece de lo necesario» . Y por esto crecía, al mismo tiempo , la autoridad de unos y la dependencia de los otros , de tal manera que al fin, habiendo llegado al extremo las dos condiciones , la sujeción hereditaria y perpetua del pueblo llegó á que pareciera ser de origen divino lo mismo que el despotismo hereditario y perpetuo del rey.
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Tal es el estado presente, y, si cambia es en peor. « Porque toda la ocupación de los reyes ó de los que hacen sus veces se reduce à dos objetos, extender su dominio fuera, y hacerle más absoluto dentro.
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do alegan otro fin, es un pretexto . «Las palabras bien público, felicidad de los súbditos, gloria de la nación, tan empleadas en los edictos públicos , son siempre pre cursoras de órdenes funestas, y el pueblo gime de an temano, cuando sus amos le hablan de sus cuidados paternales. » Pero, llegado á este término fatal, « queda deshecho el pacto gubernamental ; el déspota no es amo sino mientras es fuerte , y en cuanto se le puede expulsar, es en vano que reclame contra la violencia » . Porque no hay derecho sino mediante el consentimiento, y no hay consentimiento ni derecho de esclavo á amo. «Sea de un hombre à un hombre, sea de un hombre à un pueblo, siempre será insensato este razonamiento: Yo hago contigo un convenio, todo á tu costa y todo en mi provecho, el cual observaré yo mientras me acomode, y que tu obsevarás mientras me agrade. " -Unos locos firman este tratado; pero como son locos, están incapacitados para pactar, y su firma no es valedera. Unos, vencidos con el pu ñal al pecho, aceptan dichas condiciones ; pero como están cohibidos, su promesa es nula. Nada importa que unos vencidos ó unos locos se hayan comprometi do, hace mil años, en nombre de todas las generacio nes venideras; cuanto se pacta en nombre de menores, no es lo mismo que por adultos, y cuando el niño llega á la edad de la razón, no se pertenece más que á si mismo. Y como ya somos adultos, no tenemos más que hacer un acto de razón para apreciar en su valor las pretensiones de esa autoridad que se dice legitima. Tiene el poder, nada más . Pero también es un poder
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una pistola en manos de un bandido» ; ¿diréis, en con ciencia, que estoy obligado á entregarle mi bolsa? No obedezco sino á la fuerza, y recuperaré mi bolsa en cuanto pueda cogerle la pistola.
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Detengámonos aquí; no es cosa de seguir á los hijos extraviados del partido, Naigeon y Sylvain Marechal, Mably y Morelly, los fanáticos que erigen el ateismo en dogma obligatorio y en deber superior, los socialis tas que, para suprimir el egoísmo, proponen la comu nidad de bienes y fundan una república en la que todo hombre que quiera restablecer « la detestable propie dad, será considerado como enemigo de la humanidad , tratado como loco furioso , y encerrado para siempre en un calabozo . Nos basta con haber seguido los cuer pos de ejército y los grandes sitios . -Con máquinas di ferentes y tácticas contrarias, los diversos ataques han producido los mismos efectos . Todas las institu ciones han sido minadas en su base. La filosofía rei nante ha retirado toda autoridad á la costumbre, á la religión y al Estado . Queda admitido , no solamente que en sí misma la tradición es falsa, si no que es per niciosa por sus obras, que sobre el error ha edificado la injusticia, y que, valiéndose de la ceguedad gene ral, conduce al hombre á la opresión . En adelante se la declara proscripta . « Aplastemos al infame y sus se cuaces. La tradición es el mal de la especie humana, y cuando se suprima el mal, no quedará más que el bien. » Llegará un momento en que el sol no alumbra rá en la tierra sino hombres libres, que no reconocerán
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otros amos que su razón ; en que los tiranos y los es clavos, los sacerdotes y sus estúpidos ó hipócritas ins trumentos , no existirán más que en la historia y en los teatros; en que nadie los recordará sino para compa decer á sus víctimas y engañados, para vivir en una prudente vigilancia recordando el horror de aquellos excesos, para reconocer y sofocar, bajo el peso de la razón, los primeros gérmenes de la superstición y de la tiranía, si alguna vez sé atreviesen á reaparecer. -El milenario va á empezar, y también es la razón la que debe organizarlo . Así es que todo se lo debemos á su autoridad saludable : tanto la fundación del orden nuevo, como la destrucción del orden antiguo .
CAPITULO IV
Construcción de la sociedad futura. —I . Método matemá tico .-Definición del hombre abstracto.-El pacto so cial.-Independencia é igualdad de los contratantes.— Todos serán iguales ante la ley y cada uno tendrá su parte en la soberania . —II . Primeras consecuencias.— La aplicación de esta teoria es cómoda. —Motivos de confianza, persuasión de que el hombre es por esencia razonable y bueno.—III . Insuficiencia y fragilidad de la razón en el hombre.—Insuficiencia y fragilidad de la ra zón en la humanidad . —Papel subalterno de la razón en la conducta del hombre . —Las potencias brutas y peli grosas.—Naturaleza y utilidad del gobierno.—Con la Bueva teoría el gobierno se hace imposible . —IV. Se gundas concurrencias. —Con la nueva teoria el gobier no se hace despótico. —Precedentes de la teoria.-—La centralización administrativa . —La utopia de los econo mistas . —Ningún derecho anterior es valedero. —No se tolera ninguna asociación colateral.—Desaparición to tal del individuo en la comunidad. —Derechos del Esta do sobre la propiedad , la educación y la religión . —EI Estado convento espartano. -V. Triunfo completo y úl timos excesos de la razón clásica.—Cómo se convierte en una monomania. —Por qué no es viable su obra.
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Considerad, pues, la sociedad futura tal como se aparece en este instante á nuestros legisladores de ga binete, y pensad que pronto se aparecerá bajo el mis mo aspecto á los legisladores de asamblea.-A sus ojos
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ha llegado el momento decisivo . En adelante habrá dos historias: una, la del pasado ; otra, la del porvenir; antes la historia del hombre desprovisto de razón, ahora la del hombre razonable. Por fin va á comenzar el reinado del derecho. De todo lo que el pasado ha fundado y trasmitido, nada hay legítimo . Por encima del hombre natural, ha creado un hombre artificial, eclesiástico ó laico , noble ó rústico, rey ó súbdito, pro pietario ó proletario, ignorante ó letrado , campesino ó ciudadano, esclavo ó amo , todas cualidades ficticias, de las que no puede darse cuenta, puesto que su origen está lleno de violencia y dolo . Quitémosle estos aña didos ; tomemos al hombre en sí; el mismo en todas las condiciones, en todas las circunstancias , en todos los países, en todos los siglos , y busquemos el género de asociación que le conviene. El problema así sentado, todo lo demás viene como consecuencia . Con arreglo á las costumbres del espíritu clásico y á los preceptos de la ideología reinante, se construye la política, según el modelo de las matemáticas. Se aisla un dato sencillo, muy general, muy accesi ble á la observación , muy familiar, y que puede ser agraciado por el estudiante menos atento y más igno rante.
Suprimid todas las diferencias que separan á un hombre de otro; no conservad de él sino la porción que le es común con los demás . Lo que queda es el hombre en general, en otros términos, «un hombre servible y razonable quien, en este concepto, evita el dolor, bus ca el placer» , y por lo tanto
aspira á la felicidad, es
decir, á una situación estable en la cual se experimen te más placer que dolor» , ó bien aún «un ser sensible, capaz de formar razonamientos y de adquirir ideas morales» . Cualquiera puede hallar esta noción en su
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experiencia y comprobarla por sí mismo à primera vista. Tal es la unidad social ; reunamos varios hom bres, mil, cien mil, un millón , veintiséis millones , y he aquí el pueblo francés . Imagináos unos hombres naci dos á los veintiún años, sin padres , sin pasado, sin tra dición, sin obligaciones, sin patria, y que , reunidos por primera vez, van, también por vez primera, á tratar entre ellos . En este estado , y en el momento de pactar juntos, todos son iguales; puesto que , por la definición , hemos apartado las cualidades extrínsecas y postizas, únicas que le diferenciaban. Todos son libres; puesto que por la definición , hemos suprimido las sujeciones que le imponían la fuerza bruta y el prejuicio heredi tario . Pero, siendo iguales todos , no hay ninguna razón para que, en su pacto, concedan más ventajas á uno que á otro. Así todos serán iguales ante la ley; ningu na persona, familia ó clase, gozará de privilegios; na die podrá reclamar un derecho del que otro se vea privado; nadie llevará una carga de la que otro se en cuentre exento . Por otra parte, como todos son libres , cada uno en tra con su voluntad propia en el haz de voluntades que constituye la sociedad nueva; es preciso que, en las resoluciones comunes, intervenga con su parte. No se compromete más que con esta condición ; no estará obligado á respetar las leyes sino porque ha contribui do á hacerlas, ni obedecer á los magistrados sino por que ha contribuido á elegirlos . En el fondo de toda au toridad legítima , ha de encontrar su consentimiento y su voto, y los más altos poderes públicos han de reco nocer, en el ciudadano más humilde, á uno de los miembros de su soberano . Nadie puede enagenar ni perder esta parte de soberanía ; es inseparable de su
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persona y, cuando delega el uso de aquélla, conserva la propiedad de la misma. Libertad, igualdad , soberanía del pueblo , estos son los primerss artículos del pacto social. Se les ha dedu cido rigurosamente de una definición primordial; de ellos se deducirán no menos rigurosamente los demás derechos del ciudadano, los grandes rasgos de la cons titución, las principales leyes políticas ó civiles, en una palabra, el orden , la forma y el espíritu del Esta do nuevo .
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De aquí se deprenden dos consecuencias . En primer lugar, la sociedad, así establecida es la nota justa; porque, á la inversa de todas las demás, no es obra de una tradición ciegamente seguida, sino de un contrato pactado entre iguales, examinado á plena luz y con sentido en plena libertad (1) .
( 1 ) Rousseau admiraba aún á Montesquieu, aunque con reservas; pero después, la teoría se ha desarrollado y se re chaza todo derecho histórico . « Entonces , dice Condorcet (ib.. novena época) , hubo necesidad de renunciar á esa políti ca solapada y falsa que , olvidándose de que los hombres tienen iguales derechos por naturaleza, quería unas veces medir la extensión de los que debían disfrutar con arreglo á la importancia territorial á la temperatura del clima, al ca rácter nacional, á la riqueza del pueblo, al grado de perfec ción del comercio y de la industria, y otras repartir desigual mente los mismos derechos entre diversas clases de hombres, concediéndoselos al nacimiento, á la riqueza, á la profesión, y crear así intereses contrarios , poderes opuestos, para establecer en seguida entre ellos un equilibrio que únicamente dichas inf tituciones han hecho necesario y que ni siquiera corrige las in fluencias peligrosas .
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Compuesto de teoremas demostrados , el pacto so cial tiene la autoridad de la geometría; por eso vale tanto como la segunda en todo tiempo, en todo lugar y en todo pueblo; su establecimiento es de derecho . Quien presente obstáculos, es el enemigo del género humano ; gobierno , aristocracia, clero , sea el que fue re, es preciso derribarlo. Contra él la revolución es una defensa legítima; cuando nos libramos de sus ga rras, no hacemos más que recuperar lo que retiene sin razón, lo que legítimamente nos pertenece . En segundo lugar, el código social , tal como se aca ba de exponerle, va , una vez promulgado, á aplicarse sin nebulosidad ni resistencia; porque es una especie de geometría moral más sencilla que la otra, reducida á los primeros elementos, fundada sobre la noción más clara y más vulgar, y llevada en cuatro pasos á las verdades capitales. Para comprender y aplicar tales verdades, no hay necesidad de estudios previos ni de reflexiones profundas: basta con un buen sentido , y hasta con el sentido común . Solamente el interés y el prejuicio podrían obscurecer la evidencia; pero jamás faltará esta evidencia á un cerebro sano y á un cora zón recto. Explicad á un obrero , á un campesino los derechos del hombre, y al instante se convertirá en un buen político; haced recitar á los niños el catecis mo del ciudadano, y al salir de la escuela sabrán sus deberes y sus derechos tan bien como las cuatro reglas. Con esto la esperanza despliega sus anchas alas , y parece que se apartan todos los obstáculos . Está de mostrado que , por sí misma y por su propia fuerza, la teoría engendra la práctica , y que basta á los hom bres decretar ó aceptar el pacto social para adquirir å un mismo tiempo la capacidad para comprenderlo y la voluntad para cumplirlo .
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Confianza maravillosa, inexplicable á primera vis ta, y que supone respecto del hombre una idea que no tenemos ya. En efecto, se le creía razonable y bueno por esencia. Razonable , es decir, capaz de prestar su asentimiento á un principio claro , de seguir el hilo de los razonamientos ulteriores , de entender y de aceptar la conclusión final, para sacar él mismo en el momento oportuno las diversas consecuencias que en ella se en cierran. Tal es el hombre corriente á los escritores de la época, y es que le juzgan con arreglo á lo que son ellos. Para ellos el espíritu humano es un espíritu: el espíritu clásico . Desde hace ciento cincuenta años , im pera en la literatura, en la filosofía, en la ciencia, en la educación, en la conversación, merced á la tradi ción, á las costumbres, al buen gusto . No se tolera, no se piensa en otro, y si en ese círculo cerrado consigue introducirse un estraño, es à condición de emplear el lenguaje oratorio que la razón raciocinante impone á sus huéspedes , griegos, ingleses, bárbaros, campesinos y salvajes, por diferentes que sean entre sí y por dis tintos que sea de ella misma . En Buffon , el primer hombre, al referir las primeras horas de su vida, ana liza sus sentimientos , sus emociones, sus impresiones con tanta fineza como lo haría el mismo Condillac . En Diderot, Oton el Otaitiano ; en Bernardino de Saint-Pierre, un semi salvaje del Indostán y un viejo colono de la Isla de Francia; en Rousseau, un cura de aldea, un jardinero, un malabarista, son oradores y moralistas completos . En Marmontel , Florián, en toda la menuda literatura que precede ó acompaña á la Revolución, en todo el teatro cómico ó trágico, el per sonaje, cualquiera que sea, aldeano inculto, bárbaro tatuado, salvaje desnudo, tiene por característica. el talento de explicarse, de razonar, de seguir con inte
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ligencia y con atención un discurso abstracto, enfilar por sí mismo ó sobre las huellas de un guía el camino rectilíneo de las ideas generales . De suerte, que para los espectadores del siglo diez y ocho, la razón está en todas partes, y no hay más que ella en el mundo. Una forma de espíritu tan universal, á la fuerza tiene que parecerles natural; son como aquellos que , no hablan do más que un idioma y habiéndole siempre hablado sin esfuerzo , no conciben que se pueda hablar otro, ni que existan cerca de ellos sordos ó mudos . Tanto más cuanto que la teoría autoriza el prejuicio . Según la nueva ideología, toda inteligencia está al alcance de toda verdad . Si ésta no llega, la culpa es nuestra por haberla preparado mal ; llegará si nos tomamos el tra bajo de guiarla. Porque tiene sentidos como nostros , y las sensaciones evocadas, combinadas, anotadas por signos, bastan para formar, no solamente todas nues tras ideas , sino también todas nuestras facultades . Una filiación exacta y continua refiere á nuestras más sen cillas percepciones las ciencias más complicadas, y desde el grado más inferior al más elevado , se puede establecer una escala; cuando el escolar se detiene en la subida, consiste en que hemos dejado un intervalo excesivo entre dos tramos ; no omitamos ninguno de los intermediarios , y subirá hasta el final . A esta elevada idea de las facultades del hombre se añade una idea no menos elevada de su corazón . Rous seau declaró que es bueno , y el gran mundo se arrojó sobre esa creencia con todas las exageraciones de la moda y todo el sentimentalismo de los salones. Existe el convencimiento de que el hombre , sobre todo el hombre del pueblo, es naturalmente sensible , afectuo so, que se conmueve en seguida ante los beneficios y está dispuesto á reconocerlos , que igualmente se afec
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ta ante la menor muestra de interés, que es capaz de todas las delicadezas . Las estampas representan dos niños en una choza desmantelada, uno de cinco años, el otro de tres , al lado de su abuelita enferma; uno le sostiene la cabeza, el otro le da de beber; el padre y la madre, que entran, ven ese espectáculo conmove dor, y
aquellas buenas gentes se sienten tan felices
de tener semejantes hijos , que se olvidan de que son pobres . -¡Oh, padre mio! -exclama un pastorcito de los Pi rineos , -recibid este fiel perro, que me obedece desde hace siete años ; que en adelante os siga y os defienda, y jamás me habrá sido más útil. Nos llevaría mucho tiempo el seguir en la literatura de fines del siglo, desde Marmontel hasta Bernardino de Saint-Pierre, desde Florián hasta Berquin y Bitan bé, la repetición interminable de estas mieles y ter nezas. La ilusión se apodera hasta de los hombres de Es tado . -Señor-dice Turgot presentando al rey un plan de educación política, -me atrevo á responderos que den tro de diez años nuestra nación no será conocida, y que, por sus luces, las buenas costumbres, el ardiente celo hacia vuestro servicio y el de la patria, será su perior á los otros pueblos . Los niños que ahora tienen diez años, serán entonces hombres aptos para el Esta do, afeccionados á su país , sumisos , no por temor, sino por convicción, á la autoridad , caritativos con sus con ciudadanos , acostumbrados á reconocer y respetar la justicia . En el mes de Enero de 1789 , Necker, á quien Bouillé mostraba el inminente peligro y las ineludibles em presas del tercer Estado, respondía fríamente y ele
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vando los ojos al cielo que «era preciso contar siempre con las virtudes morales de los hombres.» En el fondo, cuando uno quería representarse la fun dación de una sociedad humana , imaginaba vaga mente una escena semi bucólica , semi teatral , análo ga, poco más o menos á la que se veía en la cubierta de los libros ilustrados de moral y de política. Hombres medio desnudos ó vestidos con pieles de animales están reunidos bajo una gran encina ; en medio de ellos , un anciano venerable se levanta , y les habla el lenguaje de la naturaleza y de la razón» ; les propone que se unan y les explica á lo que se comprometen en esa alianza natural ; les muestra el concierto entre el inte rés público y el interés privado, y concluye haciéndo les apreciar las bellezas de la virtud.
Todos inmediatamente lanzan gritos de alegría , se abrazan, se agolpan en torno de él y le eligen par ma gistrado; por todas partes se baila bajo los olmos y la felicidad queda establecida sobre la tierra. No exage ro. Los manifiestos de la asamblea nacional á la na ción son arengas de este género . Durante algunos años, el gobierno hablará al pueblo como á un pastor de Gersner . Se rogará á los campesinos que no quemen más cas tillos, porque esto entristece à su buen rey. Se les ex hortará « á que le asombren con sus virtudes , para que reciba más pronto el premio de las suyas » . Es lo más fuerte del desenfreno de la plebe , los cuerdos de la época seguirán creyendo que viven en plena égloga, y que con los acordes de una flauta van á hacer que entre en el aprisco la horrisona jauría de las cóleras bestiales y de los apetitos desencadenados
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Triste es, cuando uno se duerme en un aprisco , en contrarse al despertar con que los corderos se han con vertido en lobos; y, sin embargo , en casos de revolu ción, puede uno esperarlo. Lo que en el hombre llama mos la razón, no es más que un don innato, primitivo y persistente, pero adquisición tardía y compuesto frágil . Bastan las menores nociones fisiológicas para saber que se halla en un estado de equilibrio inestable, el cual depende del estado no menos inestable del ce rebro, de los nervios , de la sangre y del estómago . Co ged mujeres que tengan hambre y hombres que hayan bebido; poned mil juntos , dejadles que se caldeen con sus gritos, con la espera, con el mutuo contagio de su emoción creciente ; al cabo de algunas horas , no ten dréis más que una batahola de locos peligrosos ; desde 1789, se sabrá, con creces , lo que es esto. Ahora, interrogad á la psicología: la más sencilla operación mental, una percepción de los sentidos, un recuerdo, la aplicación de un nombre , un juicio ordi nario es el eje de un mecanismo complicado , la obra común final (1 ) de varios millones de rodajes que se mejantes á los de un reloj , van y vienen & ciegas, cada una para sí, cada una llevada por su propio impulso, cada una mantenida en su puesto por compensaciones y contrapesos . Si las agujas señalan la hora con ma (1) Se calcula el número de las células cerebrales (capa cor· tical) en mil doscientos millones, y el de las fibras que las unen en cuatro mil millones.
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yor ó menor exactitud, es por efecto de un encuentro que es una maravilla , por no decir un milagro, y la alucinación, el delirio, la monomanía, que habitan á nuestra puerta, siempre están dispuestos á penetrar en nosotros . Hablando con propiedad , el hombre es loco, como el cuerpo es enfermo, por naturaleza, la salud de nuestro espíritu, lo mismo que la salud de nuestros órganos, no es más que una fortuna frecuente y un accidente grato . Si tan débil es la trama de la construcción más sólida ¿á qué peligros no han de es tar expuestos el tejido ulterior y superpuesto , la malla sútil y complicada que es la razón propiamente dicha y que se compone de ideas generales? Formadas por su lenta y delicada operación , al través de un largo aparato de signos, entre las sacudidas del orgullo , del entusiasmo y de la terquedad dogmática , ¡ cuántas probabilidades hay de que esas ideas, aun en el mejor cerebro, se correspondan en él con las cosas! -Desde este momento , basta ver en nuestros filósofos , en nues tros políticos, el idilio en boga. - Si así son los espíritus superiores , ¿ qué diremos de la muchedumbre , del pueblo, de los cerebros rudos y semi rudos? Cuanto más incierta es la razón en el hombre , tanto más es rara en la humanidad . Las ideas generales y el razo namiento constante no se encuentra más que entre un corto número de escogidos . Para llegar á la inteligen cia de las palabras abstractas y al hábito de las de ducciones continuadas, se necesita previamente una preparación especial, un ejercicio prolongado, una práctica antigua ; además de esto, ni se trata de poli tica, aquella sangre fría que , dejando á la reflexión todo su poder, permite que el hombre se aparte un momento de sí mismo para considerar sus intereses como espectador desinteresado . Si falta una de estas 22
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condiciones, falta también la razón, sobre todo la ra zón política . En el campesino , en el aldeano, en el hombre dedi cado desde su infancia al trabajo manual , no sola mente falta el órgano de las concepciones superiores, sino que ni siquiera están formados los instrumentos internos que pudieran elaborarlo . Acostumbrado al aire libre y al ejercicio corporal, si permanece inmó vil , al cabo de un cuarto de hora desfallece su aten ción; las frases generales le hacen nada más que el efecto de un ruido , y no pueden realizarse las combi naciones mentales que debían provocar. Se adormece á menos que la vibrante voz no despierta en él por contagio los instintos de la carne y de la sangre, las codicias personales, las sordas enemistades que, con tenidas por una disciplina exterior , están siempre dis puestos á desenfrenarse . En el semi letrado , aun en el hombre que se cree culto y lee les periódicos, casi siempre los principios son huéspedes desproporcionados para él; son supe riores á su comprensión ; en vano recita sus dogmas; no puede apreciar el alcance; no puede imaginarse los límites ; olvida las restricciones, falsean las aplica ciones . Son compuestos de laboratorio que permane cen inofensivos en el gabinete y bajo la mano del qui mico, pero que son terribles en la calle y bajo los pies del transeunte . - Harto lo comprenderán cuando las explosiones vayan propagándose por todos los puntos del territorio, cuando, en nombre de la soberanía del pueblo, cada municipio, cada agrupación se crea la nación y obre en consecuencia, cuando la razón en manos de sus nuevos intérpretes, instituya la revuelta constante en las calles y el desenfreno en los campos . Es que los filósofos del siglo se han equivocado bajo
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dos aspectos . No solamente la razón no es natural al hombre, ni universal en la humanidad ; sino que su in fluencia es pequeña en la conducta del hombre y de la humanidad . Salvo en algunas inteligencias frías y lúcidas , la de un Fontenelle , la de un Hume , la de un Gibbon, en donde puede reinar porque no se encuentra con rivales , se halla muy lejos de desempeñar el pri mer papel ; pertenece á otras potencias, nacidas con nosotros , y que , á titulo de primeras ocupantes, per manecen en posesión de la morada . El lugar que la razón obtiene es siempre estrecho ; la misión que des empeña es secundaria por lo general . Abiertamente ó en secreto, no es más que un subalterno cómodo , un abogado doméstico y perpetuamente subordinado , á quien los propietarios emplean en defender sus asun tos; si le ceden el paso en público , es por el bien pare cer. Por más de que la proclamen soberana legítima, no la otorgan jamás sino una autoridad pasajera y, bajo su gobierno nominal, son los amos de la casa . Es tos amos del hombre son el temperamento físico , las necesidades corporales , el instinto animal , el prejuicio hereditario, la imaginación , y, en general, la pasión dominante más particularmente , el interés personal ó el interés de familia, de casta , de partido . Nos enga ñaríamos gravemente si pensásemos que son buenos por naturaleza, generosos , simpáticos , ó , cuando me nos , dulces, manejables, prontos á subordinarse al in terés social ó al interés del prójimo . Hay varios, y de los más fuertes, que entregados á sí mismos , no co meterían más que , atrocidades . En primer lugar, si no es seguro que el hombre sea por la sangre un primo lejano del mono , por lo menos es cierto que por su estructura es un animal muy pa recido á aquél, provisto de caninos , carnívoro y car
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nicero, anteriormente caníbal, y por consiguiente , ca zador y belicoso . De aquí que tenga un fondo persis tente de brutalidad , de ferocidad , de instintos violen tos y destructores , á los cuales se añaden, si es francés , la alegría, la risa, y la más extraña necesidad de dar saltos, de hacer el payaso en medio de los destro zos que ocasiona; ya se le verá en tarea. En segundo lugar, desde su origen, su condición le ha arrojado desnudo y desvalido en una tierra ingrata donde la subsistencia es difícil, donde , bajo pena de muerte, se ve obligado á hacer ahorros y provisiones . De aqui para él la preocupación constante y la idea fija de ad quirir, de amasar y de poseer la rapacidad y la ava ricia, especialmente en la clase que, pegada al terru ño , ayuna desde hace sesenta generaciones para ali mentar á las otras clases , y cuyas manos curtidas se tienden incesantemente para atrapar ese suelo del que hacen brotar los frutos; ya se le verá en tarea . En úl timo lugar, su organización mental más fina ha hecho de él , desde los primeros días , un ser imaginativo en quien los sueños que pululan se desarrollan por sí mis mos en quimeras monstruosas , para amplificar mås allá de toda medida sus temores, sus esperanzas y sus deseos . De aquí en él un exceso de sensibilidad , de flu jos repentinos , de emoción, de transportes contagio sos , de corrientes de pasión irresistibles , de epidemias de credulidad y de duda , en suma , el entusiasmo y el pánico sobre todo si es francés , es decir, excitable y comunícativo , fácilmente lanzado fuera de su centro y pronto á recibir los impulsos de fuera, desprovisto del lastre nataral que el temperamento flemático y la concentración del pensamiento solitario mantienen en sus vecinos germanos ó latinos: todo esto se verá cuando esté en tarea.
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He aquí alguna de las potencias brutas que gobier nan la vida humana. En época ordinaria, no las nota mos; como están contenidas, no nos parecen temibles . Suponemos que están apaciguadas ,
amortiguadas;
queremos creer que la disciplina impuesta se les ha hecho natural, y que á fuerza de correr entre di ques han tomado la costumbre de permanecer en su cauce . Lo cierto es que, como todas las potencias brutas , como un río ó un torrente, no permanecen más que á la fuerza ; el dique es el que las modera con su resis tencia. Contra sus desbordamientos y sus devastacio nes ha sido preciso instalar una fuerza igual á su fuer za, graduada, tanto más resistente cuanto más ame nazadoras son, despótica si es necesario en contra de su despotismo, en todo caso firme y represiva, al prin cipio un caudillo , después un jefe de ejército , de todas maneras un gendarme electivo ó hereditario, de ojo avizor, de mano dura, que por las vías de hecho ins . pire el temor, y que por el temor mantenga la paz . Para dirigir y limitar un golpe se emplean diversos mecanismos, constitución previa, división de poderes , código, tribunales , formas legales. Al fin de todos estos rodajes aparece siempre el resorte superior , el instru mento eficaz, aludo al gendarme armado contra el salvaje, el bandido y el loco que cada cual oculta , dormidos ó encadenados, pero vivientes siempre , en la caverna del propio corazón . Por el contrario, en la teoria nueva, van en contra del gendarme todos los principios promulgados , todas las precauciones tomadas, todas las desconfianzas des pertadas. En nombre de la soberanía del pueblo , se retira al gobierno toda autoridad, toda prerrogativa , toda iniciativa, toda duración y toda fuerza. El pue
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blo es soberano y el gobierno no es más que su depen diente , menos aún , su criado . Entre ellos no existe « ningún pacto» indefinido ó por lo menos durable, «y que no pueda ser anulado sino por mutuo consentimiento ó por la infidelidad de una de las dos partes.»-«Va contra la naturaleza del cuer po político que el soberano se imponga una ley que no puede infringir jamás . » - Nada de carta consagrada é inviolable « que encadena un pueblo á las formas de constitución una vez establecidas .»-«El derecho de cambiarlas es la primera garantia de todos los de más . »I « No hay, no puede haber ninguna ley funda mental obligatoria para el cuerpo popular, ni siquiera el pacto social . »-Hay usurpación y mentira cuando un príncipe, una asamblea, unos magistrados se lla man representantes del pueblo . « La soberanía no pue de ser representada , por la misma razón que no pue de ser enajenada .... En cuanto un pueblo se da repre sentantes, ya no es libre.... El pueblo inglés cree ser libre, se equivoca mucho ; no lo es sino durante la elec ción de los miembros del Parlamento; en cuanto son elegidos , es esclavo, no es nada .... Los diputados del pueblo no son pues, ni pueden ser sus representantes no son más que sus comisionados, no pueden resolver; nada definitivamente . Toda ley que el pueblo en per sona no haya ratificado es nula, no es una ley . »- « No basta que el pueblo congregado haya fijado en una ocasión la Constitución del Estado dando su sanción á un cuerpo de leyes ; es preciso también que tenga asam bleas fijas y periódicas que nada pueda abolirlas ni prorrogarlas, de tal manera que en el día señalado el pueblo sea legitimamente convocado por la ley, sin que haya necesidad de ninguna otra convocación for mal.... En cuanto el pueblo se halle así congregado,
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cesa toda jurisdicción del gobierno, el poder ejecutivo queda en suspenso, « la sociedad vuelve á comenzar , y los ciudadanos, reintegrados en su independencia primitiva, rehacen á voluntad , por el período que fijen, el contrato provisional establecido por un período fijo . «La apertura de estas asambleas que no tienen otro fin que el mantenimiento del tratado social debe siempre hacerse por dos proposiciones que no se pueden supri mir jamás , y que han de ser sometidas á votación: la primera, si le place al soberano conservar la presente forma de gobierno; la segunda , si le place al pueblo dejar la admi nistración á los quc de ella están encargados actualmente. » Así, « el acta por el cual un pueblo se somete á unos jefes no es absolutamente más que una comisión, un empleo en el cual, simples funcionarios del soberano, ejercen en su nombre el poder que en ellos ha deposi tado y que puede modificar, limitar ó volver á tomar cuando le plazca. » No solamente conserva siempre para él solo « el poder legislativo que le pertenece y no puede pertenecer sino á él » , sino que además dele ga y retira á voluntad el poder ejecutivo . Los que lo ejercen son sus empleados . «Puede nombrarlos y des tituirlos cuando le agrade . » « No se trata de que ellos pacten, sino de que obedezcan» ; no tienen que presen tar condiciones » ; no puede reclamar ningún compro miso. No digáis que de esta suerte ningún hombre un poco altivo ó bien educado querrá nuestros empleos, y que nuestros jefes habrán de tener el carácter de lacayos . No, les dejamos en libertad de aceptar ó rehusar un empleo; les revestimos de autoridad. « En nuestra ver dadera democracia, la magistratura no es un benefi cio, sino un cargo gravoso, que no se puede en justicia imponer à un particular con preferencia á otro . »
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Echamos mano á nuestros magistrados, les obligamos á que ocupen sus puestos . De grado ó por fuerza son los obreros del Estado, menos favorecidos que un criado ó un peón, puesto que éstos trabajan mediante condiciones y que cuando se les despide pueden pedir su soldada. En cuanto el gobierno sale de esa actitud humilde, usurpa, y las constituciones van á proclamar que en casos tales la insurrección es no solamente el más santo de los derechos, sino el primero de los de beres . La práctica acompaña á la teoría , y el dogma de la soberanía del pueblo , interpretado por la muchedum. bre, va á producir la anarquía perfecta , hasta el mo mento en que, interpretado por los jefes , produzca el perfecto despotismo .
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Porque la teoría tiene dos caras, y mientras que por un lado conduce à la demolición perpetua del gobier no, conduce por el otro á la dictadura ilimitada del Estado . El nuevo contrato no es un pacto histórico, como la Declaración de los Derechos de 1688 en In glaterra, como la Federación de 1579 en Holanda, es tablecida entre hombres reales y vivientes, admitien do situaciones adquiridas , agrupaciones formadas é instituciones establecidas, redactada para reconocer, precisar, garantizar y completar un derecho anterior. Anteriormente al pacto social no hay derecho verda dero; porque el derecho verdadero no nace sino por el pacto social , único valedero , puesto que es el único que se halla establecido entre seres perfectamente
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iguales y perfectamente libres, seres abstractos, es pecies de unidades matemáticas, todas del mismo va lor, teniendo todas la misma misión, y cuyas conven ciones no vienen á turbar ninguna desigualdad , nin guna coacción .
Por esto, ante él, todos los demás pactos quedan anu lados. Propiedad , familia , Iglesia, ninguna de las an tiguas instituciones puede invocar derechos contra el nuevo Estado . El lugar donde le edificamos debe ser considerado como vacío ; si dejamos en pie una parte de las antiguas construcciones, será en nombre de aquél y en provecho suyo, para que le sirvan ; todo el suelo humano le pertenece . Por otra parte no es, según la doctrina americana una compañía de seguros mutuos, una sociedad seme jante á las otras, limitada en su objeto , restringida en su misión, circunscrita á sus poderes, y por la cual los individuos, conservando para sí la mejor parte de sus bienes y personas, se cotizan á fin de mantener un ejército, una gendarmería, tribunales, carreteras, es cuelas, en una palabra , grandes instrumentos de segu ridad y de utilidad públicas , sino que reservan el en tretenimiento de los servicios locales y generales , es pirituales y materiales, á la iniciativa privada y á las asociaciones espontáneas que se establezcan á medida de las circunstancias y de las necesidades. Nuestro Es tado no es una simple máquina utilitaria, un útil có modo de manejar , del que el obrero se sirve sin renun ciar al empleo independiente de sus brazos ó al empleo simultáneo de otros útiles . Primogénito, hijo único y sólo representante de la razón, debe , para hacerla reinar, no abandonar nada de lo que le pertenece . En esto el antiguo régimen conduce al nuevo, y la práctica establecida guía de antemano los espíritus
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hacia la teoría naciente . Ya hacía mucho tiempo que, con la centralización administrativa, el Estado ponia mano en todo. « Sabed, decia Law al marqués de Ar genson, que el reino de Francia está gobernado por treinta intendentes . No tenéis ni Parlamento , ni Esta dos , ni gobernadores ; son treinta magistrados , delega dos en las provincias, de quienes dependen la felicidad ó desgracia de las mismas, su abundancia ó su esteri lidad . > El rey, soberano, padre y tutor universal, con duce por sus delegados los asuntos locales , é intervie ne con sus decretos y con sus mercedes hasta en los asuntos privados . Con tal ejemplo y en este camino, las imaginaciones se exaltan desde hace medio siglo. Nada mejor que semejante instrumento para hacer las reformas en grande y de golpe . Por esto, muy lejos de restringir el poder central, los economistas han queri do robustecerlo. En lugar de oponerle diques nuevos, han pensado destruir los antiguos restos de los que aún le molestaban. « En un gobierno, dicen Quesnay y sus discípulos, el sistema de las contenciones es una idea funesta ... Las especulaciones mediante las cuales han imaginado el sistema de los contrapesos son quiméri cas... Que el Estado comprenda bien sus deberes , y en tonces que se le deje libre ... Es preciso que el Estado gobierne según las reglas del orden esencial , y, cuan do sucede esto, es necesario que sea omnipotente .»
En los albores de la Revolución reaparece la misma doctrina con otro nombre. A la soberanía del rey, el pacto social sustituye la soberanía del pueblo . Pero la segunda es aún más absoluta que la primera, y, en el convento democrático que Rousseau construye según el modelo de Esparta y Roma , el individuo no es nada, el Estado es todo. En efecto ,
las cláusulas del pacto social se reducen
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todas á una sola , á saber , la enajenación total de cada asociado con todos sus derechos á la comunidad» . Ca da cual se da por completo , «tal como se encuentre actualmente , él y todas sus fuerzas, de que forman parte los bienes que posea » . No hay excepciones ni reservas; nada de lo que era ó de lo que le pertenecía antes le pertenece ya en propiedad . Todo lo que en adelante sea ó tenga, ha de ser por delegación del cuerpo social, propietario universal y amo absoluto. Es menester que el Estado tenga todos los derechos y ninguno los particulares ; de lo contrario, habría entre ambas partes litigios, y, « como no hay ningún supe rior que pueda dirimirlos» , los litigios no acabarían nunca. De lo contrario, por la donación completa que cada uno hace de si «la unión es todo lo más perfecta posible» ; habiendo renunciado á todo incluso á sí mis mo, ya no tiene nada que reclamar» . Sentado esto, sigamos las consecuencias . En primer lugar, yo no soy propietario de mis bienes sino por to lerancia y de segunda mano; porque, con arreglo al pacto social , los he enajenado; « han entrado á formar parte de los bienes públicos » ; si en este momento con servo el uso de los mismos, es por concesión del Esta do que me ha nombrado « depositario» . Y no se diga que esta gracia es una restitución . «La sociedad no ha realizado un despojo aceptando los bie nes particulares , antes bien, lo que ha hecho es cam biar la usurpación en verdadero derecho , el usufructo en propiedad.» Antes del pacto social, era yo posee dor, no de derecho, sino de hecho , y con injusticia si mi parte era excesiva ; porque « todo hombre tiene na turalmente derecho á todo lo que le es necesario » ; y yo robaba á los demás hombres todo lo que poseía que fuera más de lo preciso . Por esto , lejos de que el Esta
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do sea mi obligado , yo lo soy suyo, y no es mi bien lo que me da, es el suyo el que me arrienda . De donde se deduce que pueda poner condiciones á su regalo , limi tar á voluntad el uso que yo he de hacer de él, res tringir y reglamentar mi facultad de dar y de testar. Por su naturaleza , el derecho de propiedad no se ex . tiende más allá de la vida del propietario; en el ins tante que muere un hombre , dejan de pertenecerle sus bienes. Así es que, prescribirle las condiciones bajo las cuales puede disponer de aquéllos, es en el fondo aumentar sus derechos en vez de alterarlos como pa rece al pronto . » De todos modos, como mi titulo es un efecto del pacto social, es tan precario como el con trato mismo; una nueva estipulación bastará para restringirle ó destruirle . « El soberano puede legitima mente apoderarse de los bienes de todos, como suce dió en Esparta en tiempos de Licurgo.
En nuestro
convento laico, todo lo que cada monje posee es un don revocable del convento.
En segundo lugar, tal convento es un seminario. Yo no tengo derecho á educar á mis hijos en mi casa y de la manera que mejor me parezca . «Como no se deja que la razón de cada hombre sea el único árbitro de sus deberes , tanto menos se ha de abandonar á las lu ces y á los prejuicios de los padres la educación de los hijos, que importan al Estado más que á los padres. » Si la autoridad pública , al ocupar el puesto de los pa dres y encargarse de esa importante función , adquie re sus derechos, cumpliendo con sus deberes , tienen tanto menos motivo de queja cuanto que en tal con cepto no hacen sino cambiar de nombre puesto que tendrán en común, bajo el nombre de ciudadanos , la misma autoridad sobre sus hijos que la que ejercían separadamente bajo el nombre de padres.
En otros
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términos , cesáis de ser padre, pero, en cambio, os con vertís en inspector de escuelas; lo uno compensa á lo otro; ¿de qué os quejáis? Este era el caso en el ejército permanente que se llamaba Esparta; aquí los hijos, verdaderos hijos de la tropa, obedecian por igual á to dos los hombres hechos . « Así es que la educación pú blica, bajo reglas prescritas por el gobierno, y bajo magistrados establecidos por el soberano, es una de las máximas fundamentales del gobierno popular ó legítimo .> Con ella se forma al futuro ciudadano . « Ella es la que da á los hombres la forma nacional. Los pueblos son á la larga lo que los gobiernos les hacen ser; gue rreros, ciudadanos , hombres cuando le place, popula cho, canalla cuando le agrada» , y los maneja así me diante la educación. « Si queréis tener una idea de la educación pública, leed La República de Platón... Las buenas instituciones sociales son las que mejor saben desnaturalizar al hombre , despojarle de su existencia absoluta para darle una relativa, y transportar el yo en la unidad común, de suerte que cada particular no se crea ya uno, sino parte de la unidad , y no sienta ya sino en el todo . Un niño , al abrir los ojos , debe ver á la patria, y no ver sino ella hasta la muerte... Deben ejercitarle á que no contemple jamás á su individuo sino en sus relaciones con el cuerpo del Estado . » Tal era la práctica de Esparta y el único fin del «gran Li curgo» . « Siendo todos iguales por la constitución , de ben ser educados juntos y de la misma manera . » « La ley debe reglamentar la materia, el orden y la forma de sus estudios. » Por lo menos , todos deben tomar par te en los ejercicios públicos, en las carreras de caba llos, en los juegos de fuerza y de habilidad instituidos para acostumbrarles á la regla, á la igualdad , á la
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
fraternidad, á los concursos , para enseñarles « á vi vir bajo las miradas de sus conciudadanos y á desear la pública aprobación» . Merced á tales juegos , desde la primera adolescencia , son ya demócratas, porque, como los premios se otorgan, no por la arbitrariedad de los maestros sino por las aclamaciones de los espec tadores , se habitúan á reconocer por soberana la so berana legítima, que es la decisión del pueblo congre gado . El primer interés del Estado será siempre for mar las voluntades por la cual es duradero, prepararlos votos que han de mantenerle , desarraigar de las almas las pasiones que le sean contrarias, implantar en las almas pasiones que le sean favorables, establecer só lidamente , en sus futuros ciudadanos los sentimientos y los prejuicios de que necesite . Si no tiene niños no tendrá adultos . En un convento , es preciso que los no vicios sean educados para monjes; si no, cuando crez can, no habrá convento. En último lugar, nuestro convento laico tiene su re ligión , una religión laica . Si yo profeso otra, es con su beneplácito y con restricciones . Por naturaleza , es hostil á las demás asociaciones ; son rivales , la inco modan, acaparan la voluntad y falsean los votos de los ciudadanos . «Importa , para que se alcance bien el enunciado de la voluntad general, que no haya socie dades parciales en el Estado; y que todo ciudadano opine con arreglo á aquél . » «Todo lo que rompe la unidad social no vale nada» , y valdría más para el Estado que no hubiese Iglesia .
No solamente es sospechosa toda Iglesia , sino que, si yo soy cristiano, miran con malos ojos mis creen cias . Según el nuevo legislador, « nada hay más con trario que el cristianismo al espíritu social...; una so ciedad de verdaderos cristianos dejaría de ser una
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sociedad de hombres» . Porque
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la patria del cristiano
no es de este mundo» . No puede ser celoso por la con servación del Estado y está destinado á soportar tira nos. Su ley « no predica más que servidumbre y de pendencia... está hecho para ser esclavo» , y de un esclavo no se hará jamás un ciudadano. « República cristiana, cada una de estas dos palabras excluye á la otra. Por tanto, si la futura república me permite ser cristiano, es con la tácita condición de que mi doc trina permanecerá confinada en mi espíritu , sin bajar hasta mi corazón . Si soy católico (y de veintiséis millones de france ses , veinticinco están en mi caso) , mi condición es peor. Porque el pacto social no tolera una religión in tolerante; una secta es el enemigo público cuando condena á las otras sectas; « cualquiera que se atreva a decir que fuera de la Iglesia no hay salvación, debe ser echado del Estado» . Si, por último , soy librepensador, positivista , ó es céptico, mi situación no es nada mejor. « Hay una re ligión civil » , un catecismo, «una profesión de fe cuyos artículos ha de fijar el soberano , no precisamente como dogmas de religión, sino como sentimientos de sociabilidad, sin los cuales es imposible ser buen ciu dadano ó súbdito fiel » . Estos artículos son la existen cia de la divinidad omnipotente , inteligente , bienhe chora, previsora y proveedora , la vida futura, la fe licidad de los justos , el castigo de los malos , la santi dad del pacto social y de las leyes . Sin que se pueda obligar á nadie á que los crea, es preciso expulsar del Estado á quien los niegue ; es preciso expulsarle , no como impío , sino como insociable , como incapaz de amar sinceramente á las leyes, á la justicia, y de in molar, la ocasión llegada , su vida á su deber.
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Guardaos de pensar que esta profesión de fe sea una ceremonia vana: una nueva inquisición se apresta á ejercer su oficio. « Si alguno, después de haber reco nocido públicamente los citados dogmas , se conduce como si no los creyera, que sea condenado á muerte; ha cometido el mayor de los crímenes ; ha mentido ante las leyes . > Con razón lo decía yo , estamos en un convento.
V
Todos estos articulos son consecuencias obligadas del pacto social . En el momento en que, al entrar en una corporación, no me reservo nada , renuncio, desde luego, á mis bienes , á mis hijos , á mi Iglesia , á mis opiniones . Ceso de ser propietario, padre, cristiano, filósofo . El Estado me sustituye en todas estas funcio ues. En el puesto de mi voluntad, se establece la vo luntad pública , es decir , en teoría, la arbitrariedad voluble de la mayoría contada por votos, de hecho, la arbitrariedad rígida de la asamblea , de la fracción, del individuo que ejerce el poder público . - Con este principio, la vanidad no reconocerá límites . Ya en el primer año, Gregoire dirá en la tribuna de la asam ble constituyente : «Podríamos, si quisiéramos, cam biar la religión, pero no lo queremos. » Poco después, lo querrán , lo harán , establecerán la de Holbach, luego la de Rousseau, y todavía se atreverán á más. En nombre de la razón que el Estado representa é interpreta, se dedicarán á tejer y destejer, con arre glo á la razón y solamente á la razón, todos los usos, fiestas, ceremonias, costumbres , era, calendario, pe
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sos, medidas, nombres de las estaciones, de los meses, de las semanas, de los días, de los lugares y de los mo numentos, los nombres de familia y de bautismo, los tratamientos de cortesía, el tono de los discursos , la manera de saludar, de acercarse, de hablar, de escri bir, hasta tal punto que el francés, como en otra épo ca el puritano ó el cuáquero, refundido hasta en su substancia intima, manifiesta en los menores detalles de sus acciones el dominio del omnipotente principio que le renueva y de la lógica inflexible que le rige. Esto constituirá la obra final y el triunfo completo de la razón clásica . Instalada en los cerebros estrechos y que no pueden contener dos ideas juntas, va á con vertirse en una monomanía tétrica ó furiosa, encarni zándose en el aniquilamiento del pasado á que maldi ce y en el establecimiento del milenio que persigue : todo en nombre de un pacto imaginario, á la vez anár quico y despótico, que desencadena la insurrección y justifica la dictadura; todo para llegar á un orden so cial contradictorio que se parece unas veces á una ba canal de energúmenos y otras á un convento esparta no; todo para reemplazar el hombre viviente , durable y formado lentamente por la historia, por un autómata improvisado que se derrumbará por sí mismo, en cuan to deje de sostenerle la fuerza exterior y mecánica que le mantiene erguido.
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LIBRO CUARTO
La propagación de la doctrina.
CAPITULO PRIMERO
Exito de esta filosofia en Francia.—Fracaso de la misma filosofia en Inglaterra. —I . Causas de esta diferencia.— El arte de escribir en Francia. —Es el superior en esta época. -Sirve de vehiculo á las nuevas ideas. -Los li bros están escritos por gentes de mundo .—Los filósofos son hombres de mundo y por consiguiente escritores.— Por esta razón la filosofia trasciende á los salones.— II . Gracias al método se hace popular. — III, Gracias al estilo se hace agradable.-Los dos condimentos es peciales del siglo XVIII son lo licencioso y lo festivo. IV. Arte y procedimieutos de los maestros. —Montes quieu.—Voltaire.—Diderot.—«Las bodas de Figaro» . Análogas teorías han atravesado varias veces la imaginación de los hombres , y teorías análogas la atravesarán aún más de una vez. En todo tiempo y en todo lugar basta que se produzca un cambio en la concepción de la naturaleza humana, para que, de re chazo , para que se vean germinar en seguida utopías é innovaciones en los dominios de la política y de la religión . Pero esto no es suficiente para que se propa gue la nueva doctrina, ni sobre todo para que , de la especulación, pase á la aplicación . Nacida en Ingla terra, la filosofia del siglo XVIII no ha podido desarro
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llarse en Inglaterra; la fiebre de destrucción y de re construcción fué allí superficial y monentánea. Dels mo, ateismo, materialismo, escepticismo, ideología, teoría del regreso á la naturaleza , proclamación de los derechos del hombre , todas las temeridades de Bo lingbroke, Collius , Tolaud , Tyndal y Mandeville , todos los atrevimientos de Hume , Hartley, James Mill y Bentham, todas las doctrinas revolucionarias han sido alli plantas de invernadero , abiertas aquí y allí en los gabinetes aislados de algunos pensadores; al aire libre, abortaron, tras una breve florescencia, bajo la con currencia harto poderosa de la antigua vegetación á la que ya pertenecía el suelo. Por el contrario, en Francia , la semilla importada de Inglaterra vegeta y pulula con un vigor extraor dinario. Desde la Regencia, está en flor. Como una especie favorecida por el terreno y el clima , invade todos los terrenos , acapara el aire y la luz para ella sola, y apenas tolera que á su sombra germinen algu nos engendros de especie enemiga, algún supervivien te de una flora antigua como Rollin, algún specimen de una flora excéntrica como San Martín . Con sus ro bustos árboles , sus apretados macizos , su innumera ble ejército de malezas y plantas trepadoras , con Vol taire, Montesquieu , Rousseau , Diderot, Alembret y Buffón , con Duclós , Mably, Condillac, Turgot, Beau marchais , Bernardin de Saint -Pierre , Barthelemy y Thomas, con la multitud de sus periodistas , de sus compiladores y de sus oradores, con los selectos y los vulgares de la filosofía, de la ciencia y de la literatu ra, la semilla en cuestión se apodera de la academia, del teatro , de los salones y de la conversación. Todos los grandes cerebros del siglo son retoños suyos, y entre ellos , se pueden contar algunos entre los mayo
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res que haya producido la especie humana. Y es que la nueva semilla ha caído en el terreno apropiado ; es decir, en la patria del espíritu clásico . En el país de la razón raciocinante no se encuentra con rivales que la sofoquen como en el otro lado de la Mancha , y al punto adquiere , no solamente vigorosa savia , sino también el órgano de reproducción que le faltaba .
I
Este órgano es
el arte de la palabra , la elocuen
cia aplicada á los asuntos más serios, el talento de aclararlo todo > . Los grandes escritores de esta nación , dice su grande adversario , expresan las cosas mejor que las de cualquier otra nación»...
Los libros enseñan poco
á los verdaderos sabios » ; pero
con el arte de la pala
bra es como se reina sobre los hombres , y
la masa
humana, continuamente rechazada del santuario de las ciencias por el estilo duro y el gusto detestable de las (de ellos) obras científicas , no resiste à las seduc ciones del estilo y del método francés » . Así el espíritu clásico que suministra las ideas , proporciona también vehículo, y las teorías del siglo XVIII son como esas semillas provistas de alas, que vuelan y se dirigen ha cia todos los terrenos. Así ya no se compone un libro que no esté escrito para las personas de mundo . En los diálogos de Fontenelle sobre la Pluralidad de mun dos, el personaje central es una marquesa . Voltaire compone su Metafisica y su Ensayo sobre las costum bres para madame del Chatelet, y Rousseau su Emilio para madame de Epinay. Condillac escribe el Tratado de las sensaciones, inspirándose en las ideas de la se
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ñorita Ferrand , y da á las jóvenes consejos acerca de la manera de leer su Lógica . Bandeau dirige y expli ca á una dama su Cuadro económico . El más profundo de los escritos de Diderot es una conversación de la señorita de Lespinasse con Alembert y Bordeu . En medio de Espíritu de las leyes, Montesquieu colocó una invocación á las musas . Casi todas las obras sa len de algún salón , y siempre es un salón el que ob tiene las primicias antes que el público . Respecto de esto , la costumbre es tan grande, que dura aun hasta fines del 1789; las arengas que se van à pronunciar en la Asamblea Nacional, son arranques de valor que se ensayan previamente en las veladas , ante las da mas . El embajador americano , hombre práctico , des cribe & Washington con grave ironía el bonito espec táculo académico y literario que precede al torneo político y público .
Los discursos se leen previamente
en un pequeño círculo de jóvenes y de mujeres , entre lo cuales se encuentra ordinariamente la amiga favo rita del orador ó la hermosa que desea hacer su ami ga; la sociedad lo aprueba muy cortesmente , á me nos de que la dama que da el tono á la reunión no en cuentre algo censurable, lo que naturalmente condu ce á que el autor arregle su obra, no digo á que la mejore . > No es de extrañiar si, entre costumbres semejantes , se convierten en hombres de mundo los filósofos de profesión. Jamás y en ninguna parte lo han sido tan á menudo y en tal grado . « Aquí, para un hombre de ciencia y de genio , dice un viajero inglés , el principal placer es el de reinar en el circulo brillante de las per sonas de moda » (1 ) . Mientras que en Inglaterra se en (1) A comparative view , etc. , by John Andrews ( 1785).-Ar turo Young, I, 123. «Compadecería de buen grado al hombre que
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cierran en sus libros viven entre ellos y no figuran en sociedad sino á condición de « ser politico» , periodista ó libelista al servicio de un partido , en Francia, toda las noches cenan de convite, y con el ornato , la dis tracción de los salones á los que van á hablar (1) . En tre las casas donde se dan comidas, no hay una que no tenga su filósofo titular, su economista después , su sabio . En las correspondencias y las memorias, se siguen sus huellas, de salón en salón, de castillo en castillo ; Voltaire en Cirey, en casa de madame del Chatelet ; después en su casa en Ferney, donde tiene un teatro y recibe á toda Europa ; Rousseau en casa de madame Epinay y en casa de M. de Luxemburgo ; el abate Barthelemy en casa de la duquesa de Choiseul ; Tho mas , Marmontel y Gibbou en casa de madame de Necker; los enciclopedistas en las suntuosas comidas de Hobbach, en las discretas y sabias comidas de ma dame Geoffrin , en el saloncillo de la señorita de Les pinasse, todos en el gran salón oficial y central, aludo å la Academia francesa , en la que cada nuevo miem bro va á hacer alarde de estilo y á recibir de la socie dad distinguida su diploma de maestro en el arte de
creyese que iba á ser bien recibido en un círculo brillante de Londres sin contar con más razones que las de su título de miembro de la Sociedad real. No sucedería lo mismo en París á un miembro de la Academia de Ciencias ; está seguro de obtener en todas partes una acogida excelente.> (1) Encontré en París á los Alembert, los Marmontel, los Bailly en casas de duquesas; esto favorecía tanto á ellos como á ellas... Cuando entre nosotros se dedica un hombre á escribir li bros, se considera que renuncia por igual á la sociedad de las gentes que gobiernan y de las gentes que se divierten... A lado de la vanidad literaria, la vida de vuestros Alembert y de vues tros Bailly era tan alegre como la de vuestros señores. « (Stan dhal, Roma, Nápoles y Florencia, 377).
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discurrir. Público tal, impone á un autor la obliga ción de ser más escritor que filósofo. El pensador se ve obligado á cuidarse de sus frases, tanto por lo me. nos , como de sus ideas . No le es permitido ser un hombre de gabinete. Ya no es un simple erudito , su mido en sus infolios al estilo alemán; un metafísico abismado en sus meditaciones , teniendo por auditoris alumnos que toman notas, y por lectores hombres de estudio que consienten en trabajar; un Kant que se forma un lenguaje aparte, espera que el público lo aprenda, y que no sale de su cuarto de estudio sino para ir al aula donde da sus cursos . Aquí , al con trario, en lo que se refiere a las palabras, todos son expertos y hasta profesos. El matemático Alambert publica epitomes acerca de la elocución; el naturalista Buffon pronuncia un discurso sobre el estilo ; el legista Montesquieu redacta un ensayo sobre el gusto ; el psi cólogo Condillac escribe un volumen sobre el arte de escribir. En esto estriba su mayor gloria ; la filosofla les debe su entrada en el mundo . La han sacado del gabinete, del cenáculo y de la escuela para llevarla á la sociedad y á los salones .
II
-Señora mariscala -dice uno de los personajes de Diderot-será preciso que tome las cosas desde alguns altura . • -De la altura que gustéis , con tal de que yo pue da entenderos . -Si no me entendéis , la culpa será mía.
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-Lo que decís es cortés , pero debéis saber que yo ཟ་
no he leído nunca más que mis Horas. -No importa. Y la hermosa mujer, bien guiada , va á filosofar sin saberlo , hallar sin esfuerzo , la definición del bien y del mal, comprender y juzgar las más sublimes doctrinas de la moral y de la religión . Tal es el arte del siglo XVIII y el arte de escribir . Hay que dirigirse á personas que conocen muy bien la vida, y que , por lo general , no saben ortografia , que tienen curiosidad por todo y que no están preparadas para nada ; se trata de hacer que la verdad descien da hasta ellos . Nada de términos científicos ó dema siados abstractos ; no toleran más que los vocablos de sus conversaciones ordinarias . Lo cual no constituye un obstáculo : con esta lengua es más cómodo hablar de filosofía que de moños y cintas . Porque , en toda cuestión general , hay alguna noción capital y sen cilla de la que depende lo demás , las de unidad , de medida , de masa, de movimiento en matemáticas ; las de órgano , de función , de vida en fisiología ; las de sensación , de dolor, de placer , de deseo en psicología ; las de utilidad , de contrato , de ley en política y en moral; las de préstamos , de producto , de valor y de cambio en economía política , y lo mismo en las otras ciencias, nociones todas sacadas de la experiencia co rriente , de donde se sigue que haciendo un llama miento à la experiencia ordinaria , mediante algunos ejemplos familiares , con historietas , anécdotas , na rraciones que pueden ser agradables , se pueden re formar y precisar estas nociones . Hecho esto , casi todo está hecho ; puesto que no hay más que llevar al oyen te paso a paso, gradualmente, hasta á las últimas con secuencias .
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-¿Tendrá la bondad la señora mariscala de acor darse de su definición?
-La recordaré ; ¿llamáis á eso una definición? -Si.
-¿Y esto es una filosofia? -Exacto .
-¡Y yo hago filosofia! -Como se habla en prosa, sin pensarlo. Lo restante no es más que un asunto de raciocínio , es decir, de conducta, de buen método en las cuestio . nes, de progresos en el análisis . De la noción así re novada y rectificada , se hace salir la verdad más in mediata, después de esta una segunda verdad conti gua á la primera, y así sucesivamente hasta el final, sin otra obligación que el cuidado de avanzar paso á paso sin dar ningún salto . Con semejante método , puede explicarse todo, ha cer que lo comprendan todo , hasta las mujeres , hasta las mujeres de mundo . El es quien en el siglo XVIII constituye toda la sustancia de los talentos , toda la trama de las obras maestras , toda la claridad, toda la popularidad , toda la autoridad de la filosofia. El ha construído los Elogios , de Fontenelle; El Filósofo igno rante y El Príncipe de acción, de Voltaire; la Carta & M. de Beaumont y El Vicario saboyano, de Rousseau; el Tratado del hombre y las Epocas de la naturaleza, de Buffon; los Diálogos sobre los trigos, de Galiani; las Consideraciones , de Alembert, sobre las matemáti cas; el Lenguaje de los cálculos y la Lógica , de Condi llac ; más adelante la Exposición del sistema del mun do , de Laplace, y los Discursos generales, de Bichat y de Cuvier. El es , por último , el que Condillac erige en teoría; el que, bajo el nombre de Ideología, alcanza rá, no tardando , el ascendiente de un dogma, y que
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parece entonces resumir todo método . Cuando menos, resume el procedimiento por el cual los filósofos del siglo se han ganado á su público , propagado su doc trina y conquistado su triunfo.
III
Gracias á este método , le comprenden á uno ; pero , para ser leído , se necesita aún otra cosa . Comparo el siglo XVIII á una sociedad de personas que están á la mesa: no basta que el alimento esté ante ellos, prepa rado , dispuesto , de fácil prensión y digestión ; se ne cesita , además, que sea un manjar, una golosina . El espíritu es un goloso : sirvámosle platos sabrosos , deli cados, condimentados á su gusto ; comerà tanto más cuanto que la sensualidad le aguijoneará el apetito . Dos condimentos especiales entran en la cocina del siglo, y, según la mano que los emplea, proporcionan á todos los manjares literarios una salsa picante ó fina . En una sociedad epicúrea, á la que se predica el re greso á la naturaleza y los derechos del instinto , las imágenes y las ideas voluptuosas se ofrecen por sí mismas : es el frasco de las especias apetitosas é irri tantes . Todos usan y abusan de ella; hay quienes se las sirven todas en el plato . Y no hablo solamente de la literatura secreta, de los libros extraordinarios que lee madame de Andlan, aya de los hijos de Francia y que van á parar á manos de las hijas de Luis XV, ni de otros libros más singulares todavía, en los que el razonamiento filosófico aparece como un intermedio entre porquerías é indecencias , y que las damas de la
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corte tienen sobre su tocador con el título de Horas de Paris. No se trata aquí sino de los grandes hombres , de los maestros del espíritu público . Salvo Buffon, todos echan pimienta en su salsa, es decir, indecencias crudezas. Se encuentran hasta en el Espiritu de las Leyes; hay enormes , combinadas y medidas , en las Cartas persas. Diderot las arroja á puñados en sus dos grandes novelas, como en día de orgia. En todas las páginas de Voltaire, crugen entre los dientes , como granos de pimienta. Las encontraráis , no pican tes, sino acres y de un gusto ardiente, en la Nueva Elvira, en veinte lugares del Emilio, y de uno á otro extremo de las Confesiones . Era el gusto de la época; Malesherbes, tan recatado y tan grave , se sabía de memoria y recitaba la Doncella; del más sombrío de los Montañeses , Saint-Just, se tiene un poema tan lú brico como el de Voltaire, y el más noble de los Gi rondinos , madame Roland , ha dejado confesiones tan atrevidas , tan detalladas como las de Rousseau . Por otra parte, aquí tenemos una nueva remesa , la que produce la antígua sal gala, es decir, las bromas y las chanzas . Cae toda ella en manos de un filósofo que proclama la soberanía de la razón . Porque lo que es contrario á la razón es absurdo , y por lo tanto ri dículo. En cuando un ademán habilidoso hace que caiga bruscamente la careta hereditaria y solemne que cubría una tontería, experimentamos esa extraña convulsión que hace que se abra la boca y se agite violentamente el pecho, produciéndonos la sensación de un escape repentino , de una redención inesperada, de una superioridad reconquistada , de una venganza realizada y de una justicia hecha . Pero , según la ma nera conque se haya arrancado la careta, la risa pue
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de ser ligera ó ruidosa, contenida o desenfrenada , unas veces amable y alegre, otras amarga y sardoni ca. Las bromas entrañan todos los matices, desde la bufonada hasta la indignación ; no hay condimento li terario que proporcione tantas variedades y mixturas, ni que se combine tan bien con el precedente . Los dos reunidos han sido , desde la Edad media, los principa les ingredientes conque la cocina francesa ha com puesto sus
agradables golosinas, fábulas, cuentos ,
chascarrillos, agudezas y malicias , eterna herencia de una raza picaresca y burlona, que La Fontaine ha conservado al través de la pompa y de la seriedad del siglo XVII , y que, en el XVIII, reaparece en todas par tes en el festín filosófico . Ante mesa tan bien servida , el atractivo es grande para la brillante sociedad cuyo gran asunto es el placer y la diversión. Es tanto ma yor cuanto que, esta vez, la disposición pasajera está de acuerdo con el instinto hereditario , y que las afi ciones de la época vienen á fortificar el gusto nacio nal . Añadid á esto el arte exquisito de los cocineros , su talento para mezclar, proporcionar y disimular los condimentos , para variar y ordenar los manjares , la seguridad de su mano , su finura de paladar, su expe riencia de los procedimientos , la tradición y la prác tica que, desde hace ya cien años , hacen de la prosa francesa el más delicado alimento del espiritu . Nada tiene de extraño si los halláis hábiles en aderezar la palabra humana, exprimir todo su jugo y destilar toda su gracia .
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IV
En este concepto , cuatro de ellos son superiores, Montesquieu, Voltaire , Diderot y Rousseau . Basta nombrarles ; la Europa moderna no tiene escritores mejores; y, sin embargo, es preciso examinar de cer ca su talento, si se quiere comprender su valia.
Por el tono y las maneras, Montesquieu es el pri mero . No hay escritor más dueño de sí , más tranquilo de aspecto , más seguro de su palabra . Jamás se al tera su voz ; dice con parsimonia las cosas más fuer tes . Nada de gestos ; las exclamaciones , el arrebato de la imaginación , todo lo que sería contrario á la co rrección repugna á su tacto, á su reserva, á su alti vez. Parece que habla siempre ante un reducido círcu lo selecto de personas muy finas y de manera que se den cuenta en todo momento de su finura. No hay li sonja más delicada y le tenemos que agradecer el que nos hallemos satisfechos de nuestra inteligencia. Es preciso tenerla para leerle; porque , de un modo pre concebido , elude los desarrollos , omite las transicio nes; á nosotros nos toca suplirlos , entender lo sobre entendido . En él es riguroso el orden, pero está ocul to, y sus frases discontinuas desfilan, separadamente, como otros tantos estuches, sencillos unos y de nin gún aspecto, magníficamente decorados y cincelados otros , pero siempre llenos . Abridlos ; cada uno es un tesoro; ha colocado , en un espacio pequeño , un gran montón de reflexiones, de emociones , de descubri m'entos , y nuestro goce es tanto más vivo cuanto que to
aquello, recogido en un minuto, cabe holgada
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mente en el hueco de la mano. « Lo que ordinariamen te constituye un gran pensamiento , dice el mismo , es cuando se dice una cosa que hace ver una porción de otras, y que nos hace descubrir de repente lo que no podíamos esperar sino después de una larga lectura .» En efecto, tal es su procedimiento; piensa en resú menes: en un capítulo de tres líneas, concentra toda la esencia del despotismo. A menudo también , el resu men tiene aspecto de enigma, y el agrado es doble, puesto que, con el placer de comprender, tenemos la satisfacción de adivinar . En todo asunto conserva esa suprema discreción , ese arte de indicar sin insistir, esas reticencias , esa sonrisa que no llega á risa. « En mi Defensa del espíritu de las leyes , decía él, lo que me agrada, no es ver por los suelos á los venerables teólogos , sino contemplar cómo se deslizan suave mente.
Sobresale en la ironía tranquila, en el desdén
cortés , en el sarcasmo disfrazado . Sus Persas juzgan la Francia en Persas, y nos sonreímos ante sus enga ños ; desgraciadamente, no es de ellos , sino de nos otros , de quienes hay que reirse; porque resulta que su error es una verdad . Tal carta , de una gran serie dad, parece una comedia hecha á costa de aquéllos , sin ninguna alusión á nosotros , llena de los prejuicios mahometanos y de fatuidad oriental :
reflexionad ;
acerca del mismo asunto, no es menor nuestra fatui dad. Se lanzan, de paso y como sin intención , ataques de una fuerza y de un alcance extraordinarios contra las instituciones vigentes , contra el catolicismo alte rado, el cual , « en el estado en que actualmente se en cuentra Europa, no puede subsistir quinientos años » , contra la monarquía, que hace ayunar á los ciudada nos útiles para engordar á los cortesanos parásitos . Toda la nueva filosofía brota bajo su mano con aire de
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
inocencia en una novela pastoril , en una oración cán dida, en una carta ingenua. Ninguno de los toques con que se puede llamar y retener la atención falta en su estilo, en la imaginación grandiosa , ni el sentimiento profundo, ni la vivacidad del rasgo, ni la delicadeza de matices , ni la precisión vigorosa, ni la gracia jo vial, ni lo burlesco imprevisto , ni la variedad de la decoración. Pero , entre tantos rasgos de ingenio , apó logos, cuentos , retratos , diálogos , lo mismo en lo serio que en lo pantomimico, el continente permanece irre prochable y perfecto el tono . Cuando el autor des arrolla la paradoja, lo hace con una gravedad casi in glesa. Cuando exhibe toda la indecencia de las cosas, lo hace con toda la decencia de las palabras. Lo mis mo en lo álgido de lo bufonesco que en lo álgido de lo licencioso , no deja de ser hombre de buena sociedad, nacido y educado en ese círculo aristocrático donde la libertad es completa, pero donde la corrección es su prema; donde todo pensamiento está permitido, pero donde toda palabra está medida ; donde se tiene el de recho de decirlo todo , pero á condición de no extrali mitarse . Un círculo semejante es reducido, y no comprende más que lo selecto; para ser comprendido por la mul titud es preciso emplear otro tono . La filosofia tiene necesidad de un escritor que emprenda como primera tarea la de esparcirla, que no pueda contenerla en si mismo , que la haga brotar al exterior á manera de una fuente rebosante, que desparrame sobre todos to dos los días y bajo todas las formas , caños en lluvia menuda, sin cesar y sin descanso , por todos los orifi cios y todos los canales , prosa , poesía, grandes y pe queños poemas, teatro, historia, novelas, folletos, ale gatos , tratados, ilustraciones, diccionarios, correspon
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dencia, en público, en privado , para que penetre muy profundamente y en todos los terrenos tales Voltaires . He hecho más en mi tiempo- ha dicho -que Lutero y Calvino , y en esto se engaña . Sin embargo, cierto es que tiene algo del espíritu de aquellos . Como ellos , quiere cambiar la religión reinante , se conduce como fundador de secta , recluta y alia prosélitos , escribe cartas de exhortación , de predicación y de dirección , hace que circulen las consignas , da una divisa « á los hermanos » ; su pasión se parece al celo de un apóstol y de un profeta. Un espíritu semejante no es capaz de reserva; es por naturaleza militante y exaltado ; apos trofa , injuria, improvisa , escribe bajo el dictado de sus impresiones , se permite todas las palabras , en caso de necesidad las más crudas . Piensa por explosiones ; sus emociones son sacudidas , sus imágenes chispazos ; se abandona por completo , se entrega al lector ; por esto se apodera de él. Es imposible resistirle , el con tagio es demasiado fuerte . Criatura de aire y fuego , la más excitable que existió nunca, compuesta de átomos más etéreos y más vibrantes que los de los otros hom bres, no hay ninguno cuya estructura sea más fina ni cuyo equilibrio sea á la vez más inestable y más pre ciso . Puede comparársele á esas balanzas de precisión que un soplo altera, pero á cuyo lado son inexactos y y bastos todos los demás aparatos de peso . En balanza tan delicada, no hay que poner sino pe Sos muy ligeros, muestras pequeñas; en estas condi ciones pesa rigorosamente todas las substancias ; así hace Voltaire, involuntariamente, por necesidad de su espíritu y para sí mismo , tanto como para sus lec tores . Una filosofía completa, una teología en diez to mos, una ciencia abstracta , una biblioteca especial , una gran rama de la erudición , de la experiencia ó 24
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de la invención humana, se reduce así bajo su mano á una frase ó á un verso . De la enorme masa informe y cuajada de escorias , extrae todo lo esencial , un gra no de oro ó de cobre, specimen de lo restante, y nos lo presenta bajo la forma más manejable y la más có moda, en una comparación , en una metáfora, en un epigrama que se convierte en proverbio. En esto no hay escritor antiguo ni moderno que se le aproxime; en simplificar y vulgarizar no tiene rival en el mundo. Sin salirse del tono de la conversación ordinaria y como bromeándose , sintetiza en frases cortas los ma yores descubrimientos y las más grandes hipótesis del espíritu humano, las teorías de Descartes , Malebran che, Leibnitz, Locke, Newton , las diversas religiones de la antigüedad y de los tiempos modernos , todos los sistemas conocidos de fisica , de fisiología, de geolo
tica; en una palabra, en todo orden de conocimientos, todas las concepciones de conjunto que la especie hu mana del siglo XVIII había alcanzado . En este sentido fué demasiado lejos ; á fuerza de ba cerlas comprensibles , achican las cosas grandes . No se puede dar en píldoras la religión , la leyenda, la an tigua poesía popular , las creaciones espontáneas del instinto, las semivisiones de las edades primitivas; no son asuntos de conversación entretenida y chispeante. Una palabra picante no puede ser la expresión de los asuntos citados ; no es más que la parodia . ¿Pero qué mayor atractivo para franceses, para personas de mundo, y qué lector se abstendrá de un libro donde todo el saber humano está reunido en paalbras pican tes? Porque se trata de todo el saber humano, y no veo qué idea importante faltaría á un hombre que tuviera por breviario los Diálogos , el Diccionario y las Novelas.
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gía, de moral, de derecho natural, de economía polí
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Leedlos cinco ó seis veces, y entonces únicamente os daréis cuenta de todo lo que contienen . No solamente abundan alli las ojeadas sobre el mundo y sobre el hombre, las ideas generales de toda especie, sino que hormiguean también las indicaciones positivas y has ta técnicas; hechos menudos á millares ; detalles múl tiples y precisos sobre astronomía, fisica , geografia, fisiología, estadística, historia de todos los pueblos ; experiencias innumerables y personales de un hombre que por sí mismo ha leído los textos, manejado los instrumentos , visitado los países, examinado las in dustrias, practicado á los hombres , y que, por lo neto de su maravillosa memoria, por la vivacidad de su imaginación , siempre ardorosa, recuerda ó ve, como con los ojos de la cara, todo lo que dice à medida que lo dice. Talento único , el más extraño en un siglo clá sico, el más preciado de todos , puesto que consiste en representarse los seres, no al través del nebuloso velo de las frases generales , sino en sí mismos , tales como son en la naturaleza y en la historia, con su color y forma sensibles ; con su saliente y su relieve indivi duales; con sus accesorios y sus contornos en el tiem po y en el espacio ; un labrador en su arado ; un cuá quero en su congregación ; un barón alemán en su castillo; holandeses , ingleses ,
españoles , italianos ,
franceses , en sus países; una gran dama ; una intri gante; provincianos , soldados y prostitutas , y lo de más del batiburrillo humano , en todos los grados de la escala social, apareciendo la silueta de cada uno en el resplandor fugaz de un relámpago . Porque este es el rasgo más extraordinario de ese estilo , la rapidez prodigiosa, el desfile deslumbrador y vertiginoso de cosas siempre nuevas , ideas , imáge nes , acontecimientos , paisajes , narraciones , diálogos ,
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descripciones abreviadas , que se suceden corriendo como en una linterna mágica, retiradas tan pronto casi como presentadas por el mago impaciente que en un abrir y cerrar de ojos da la vuelta al mundo , y que, trabando sucesivamente la historia, la fábula, la verdad , la fantasía, el tiempo presente, el tiempo pa sado , encuadra su obra unas veces en una decoración tan ridícula como las de una feria y otras en una tan magnífica como las de la Opera . Divertir, divertirse
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rosas conveniencias , de una cortesia absoluta, de una galantería exquisita, respetuoso sin bajeza , acaricia dor sin ser pagajoso , y con constante aplomo le basta encontrarse en público para coger con naturalidad el acento requerido , los modales discretos , la semison risa atractiva del hombre bien educado que , introdu . ciendo en su pensamiento á los lectores , los hace los honores de la casa. Si le sois familiar y pertenecéis al reducido é intimo círculo en el que se explaya con toda libertad, cerradas las puertas , no cesaréis de reir . Bruscamente , con mano segura , y sin parecer tocarlo, arranca el velo que encubre un abuso , un prejuicio , una necedad , en una palabra , alguno de los idolos humanos . Ante la repentina claridad, la ver dadera figura, disforme , odiosa ó ridícula, aparece; nos encogemos de hombros . Es la risa de la razón agil y victoriosa . Tiene el temperamento alegre del improvisador burlesco , del hombre que permanece joven, niño hasta su último día , y
hace piruetas so
bre su tumba» . Gusta de las caricaturas , abulta las facciones de los rostros , saca á escena á los grotes tos , los pasea en todos sentidos como aútomatas , jamás se cansa de cogerlos y hacerlos bailar bajo tra jes nuevos ; en el período álgido de su filosofía, de su propaganda y de su polémica , instala al aire libre un teatro de bolsillo , sus fantoches , un bachiller , un frai le, un inquisidor , Maupertuis, Pompignan , Nonotte , Freron, el rey David, y otros muchos que vienen á hacer piruetas y gestos ante vosotros , vestidos de bufones y de arlequines . Cuando el talento de la farsa se añade así á la ne cesidad de la verdad , el ridículo es omnipotente ; por que satisface á los instintos profundos universales de la naturaleza humana , á la curiosidad maligna, al es
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píritu denigrante, á la adversión hacia lo inanimado, á ese fondo de mal humor que deja en nosotros los convencionalismos , la etiqueta y la obligación social de llevar el pesado fardo de la corrección y del res peto; hay momentos en la vida en los que al mejor no le desagrada despojarse de dicha carga en todo ó en parte. A cada ágina , ya con un movimiento rudo de naturalista audaz, ya con un ademán ligero de mono picaresco , Voltaire aparta el velo de seriedad ó so lemne, y nos muestra al hombre, pobre bimano , en sus extrañas actitudes . Swift es el único que se haya atrevido á presentar semejantes cuadros . ¡ Cuántas crudezas fisiológicas se encuentran al principio y al fin de todos nuestros sentimientos exaltados ! ¡ Qué des proporción entre nuestra razón, tan débil , y nuestros instintos , tan fuertes ! ¡ En qué sitios tan recónditos del guardarropa de la política y de la religión van á es conder su ropa sucia! Todo esto da risa por no llorar, y, no obstante, hay lágrimas bajo esa risa . Concluye en mofa; encubre la profunda tristeza , la dolorosa pie dad . En tal grado y en tales asuntos , no es más que una consecuencia de la costumbre y de las prevencio nes , una mania de la imaginación, un estado cons tante de la máquina nerviosa , lanzada á través de todo, sin freno y á toda velocidad . Tengamos cuidado , sin embargo: la alegría es también un resorte , el últi mo que mantiene en pie al hombre en Francia; el me jor para que el alma conserve su tesitura, su resisten cia y su fuerza ; el más intacto en su siglo , en el que los hombres , y hasta las mujeres, se creían obligados å morir como personas distinguidas , con una sonrisa y una frase feliz . Cuando el talento del escritor se encuentra con se mejante inclinación en el público , poco importa que
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se desvíe y se deslice, puesto que lo hace en la pen diente universal . Cuanto más se extravie y se manche, tanto más está en carácter con su auditorio , y sus de fectos le sirven tanto como sus méritos . Diderot, dice Voltaire, es « un horno demasiado ar diente , en el que se quema todo lo que se cuece » ; ó más bien es un volcán en erupción , que durante cua renta años arroja ideas de toda especie, humeantes y mezcladas , metales preciosos , escorias groseras, ma terias fétidas ; el torrente continuo se desborða á la ventura, según los accidentes del terreno , pero siem pre con el rojo resplandor y los vapores acres de una lava ardiente. No es dueño de sus ideas, sus ideas son dueñas de él ; le dominan para contener la fogosidad y los estragos de las mismas ; no tiene ese fondo sólido de buen sentido práctico , ese dique interior de pru dencia social, que en Montesquieu y hasta en Voltaire cierra el paso á los desbordamientos . En él todo se desborda fuera del cráter demasiado lleno , sin direc ción, por la primera grieta que se encuentre, según los azares de una lectura, de una carta, de una con versación , de una improvisación, no en regueros múl tiples y pequeños como los de Voltaire , sino en arro yos caudalosos que corren ciegamente por la más es carpada vertiente del siglo . No solamente desciende así hasta el fondo de la doctrina antirreligiosa y anti social, con toda la inflexibilidad de la lógica y de la paradoja más impetuosa y ruidosamente que Holbach mismo , sino que cae y se extiende en el cenagal del siglo, que es la indecencia , y en la gran rutina del si glo, que es la declamación . En sus grandes novelas, usa ampliamente del equívoco sucio ó de la escena lúbrica. La crudeza en él no se vé atenuada por la malicia ó encubierta por la elegancia. No es fino , ni
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picante; no es como Crebillon , hijo , pintor de picar días graciosas . Es un recién llegado , un advenedizo en el verdadero mundo ; veis en él un plebeyo , pensador profundo , infatigable obrero y gran artista, á quien las costumbres del siglo han introducido en una cena de vividores mundanos . Se pone á tono en la conver sación, dirige la orgía, y por contagio , por emulación, dice él solo más porquerías y más obscenidades , que todos los comensales juntos ( 1 ) . De un modo análogo , en sus dramas , en sus Ensa yos sobre Claudio y Nerón , en su Comentario sobre Sé neca, en sus adiciones à la Historia filosófica, de Ray nal, fuerza la nota, nota que reina entonces en virtud del espíritu clásico y la nueva moda, y que es de la retórica sentimental . Diderot la lleva hasta el último limite en el énfasis lacrimoso ó furibundo, con excla maciones, apóstrofes , violencias , enternecimientos, indignaciones , entusiasmos , declamaciones à toda or questa, donde la fogosidad de su cerebro encuentra una salida y un empleo . En cambio , entre tantos es critores notables , es el único que sea verdadero artis ta, un creador de almas, un espíritu , en quien los ob jetos , los acontecimientos y los personajes nacen y se organizan por sí mismos, por sus solas fuerzas, en virtud de sus afinidades naturales , involuntariamente , sin intervención extraña , de modo que puedan vivir
(1) Las novelas de Crebillon , hijo, estaban de moda. Mi pa dre hablaba con madame de Puisieux, sobre la facilidad de escri bir obras licenciosas ; pretendía que lo único que se necesitaba era hallar una idea divertida, clave de todo lo demás, en la que el libertinaje del ingenio reemplazaría al gusto . Ella le desafó á que produjese una de su género. A los quince días, le trajo Las joyas indiscretas y cincuenta luises. » ( Memorias sobre Diderot, por su hija.) La Religiosa , tiene un origen semejante; se trataba de engañar á M. de Cruismare.
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para sí y por sí, al amparo de los cálculos y fuera de las combinaciones del autor . El hombre que ha escrito los Salones, las Novelas cortas , las Conversaciones, La Paradoja del comediante, y, sobre todo , el Sueño de Alambert y el Sobrino de Rameau , es de especie única en su tiempo. Por listos y brillantes que sean los per sonajes de Voltaire, siempre son autómatas ; su movi miento es prestado ; siempre se entrevé detrás de ellos al autor que tira del hilito . En Diderot el hilo está cortado ; no habla por boca de sus personajes ; no son para él portavoces ó muñecos , sino seres independien tes y sueltos , que son dueños de sus acciones , cuyo acento es personal ; que poseen en propiedad su tem peramento , sus pasiones , sus ideas , su filosofía, su es tilo, y su alma á veces , como el Sobrino de Rameau; un alma tan original, tan compleja, tan completa, tan viviente y tan deforme , que representa en la historia natural del hombre un monstruo incomparable y un documento inmortal. Lo ha dicho todo sobre la• natu raleza, sobre el arte, la moral y la vida, en dos opús culos , que se pueden leer veinte veces consecutivas , sin que pierdan su atractivo ni causen enfado ; encon trad, si podéis , esfuerzo semejante y mayor obra maes tra;
no hay nada más loco y más profundo ..
He aquí la ventaja de esos genios que no son due ños de sí mismos : les falta el discernimiento , pero po seen la inspiración ; entre veinte obras fangosas , in formes ó malsanas, hacen una que es una creación , mejor aún una criatura , un ser animado , viable por sí mismo, á cuyo lado las demás , fabricadas por los hombres de talento sencillo , no son sino maniquíes bien vestidos . Por esto es por lo que Diderot es un grn cuentista, un maestro del diálogo , igual en esto á Vol taire, y, por un talento opuesto, creyendo todo lo que
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dice mientras lo está diciendo , olvidándose de sí mis mo, arrastrado por su propia relación, escuchando Voces internas, sorprendido por réplicas que se le ocurren de improviso , llevado como sobre un río des conocido por el curso de la acción , por las sinuosida des del diálogo que se desarrolla en él sin que lo pien se, impelido por el aflujo de las ideas y por la sacudi da del momento hasta á las imágenes más inespera das, las más burlescas ó las más magníficas , unas ve ces lírico hasta proporcionar una estrofa casi entera á Musset , otras bufón y ridículo con explosiones que no se habían visto desde Rabelais , siempre de buena fe, siempre á merced de un asunto, de su invención y de su emoción , el más natural de los escritores en aquella época de literatura artificial, semejante à un árbol exótico que, transplantado à un invernadero, se hincha y se pudre hasta la mitad del tronco , pero en el que cinco ó seis ramas , entrelazadas en plena luz, aventajan á todos los ramajes que le circundan por la frescura de su sávia y el vigor de su des arrollo . También Rousseau es un artesano, un hombre del pueblo mal adaptado el mundo elegante y delicado, fuera de su centro en un salón , del más plebeyo ori gen, mal educado , viciado por una experiencia pre coz y nociva, de una sensualidad ardiente y repulsi va, enfermo de alma y de cuerpo , atormentado por facultades superiores y discordantes , desprovisto de tacto y llevando las fealdades de su imaginación , de su temperamento y de su pasado , hasta en su moral más austera y en sus idilios ( 1) más puros; sin facun
(1) Nueva Eloisa, especialmente la carta extraordinaria de Julia, segunda parte, núm. 15.- Emilio , discurso del preceptor á Emilio y á Sofía, al día siguiente de su matrimonio. — Carta de
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dia por otra parte, siendo en esto todo lo contrario de Diderot, confesando él mismo que
sus ideas se coor
dinan en su cerebro con la mayor dificultad , que tal de sus períodos le ha estado dando vueltas cinco ó seis noches en el magin antes de que estuviese en con diciones de ser transportado al papel, que una carta acerca del asunto menos importante le cuesta horas de trabajo » , que no puede hallar la nota agradable y ligera, ni acertar sino trabajo ..
en las obras que requieren
En cambio , en ese horno ardiente , bajo lo premioso de esa meditación prolongada é intensa , el estilo ince santemente forjado y retocado , adquiere una densidad y un temple que no tiene en otros . No se ha visto des de La Bruyère una frase tan llena , tan varonil , en donde la cólera, la admiración, la indignación , la pa sión, reflexionadas y reconcentradas , se manifestasen con un tan riguroso y tan saliente relieve . Es casi el igual de la Bruyère en la manera de producir los efec tos preparados, en el artificio calculado de los desa rrollos , en la brevedad de los resúmenes precisos , en la rigidez abrumadora de las respuestas inesperadas , en la multitud de los recursos literarios , en la ejecu ción de todos esos trozos valientes , retratos , descrip ciones , paralelos , invectivas , en los que , como en un la condesa de Boufflers á Gustavo III, publicada por Geffroy (Gustavo III y la corte de Francia.) « Encargo, aunque con re pugnancia, al barón de Cederhielm que os lleve un libro que acaba de aparecer; son las infames memorias de Rousseau , titu ladas Confesiones. No parece sino que son las de un mozo de cuadra, y aún de alguien de profesión más baja, amazacotado hasta el extremo, lunático y vicioso de la manera más repulsiva. Jamás me arrepentiré bastante del culto que le he tributado (porque era un culto); jamás me consolaré de que haya costado la vida al ilustre David Hume, quien, para complacerme, se en cargó de llevar á Inglaterra ese animal inmundo.>
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crescendo musical , la misma idea , diversificada por una serie de expresiones cada vez más vivas , alcanza ó va más allá en la nota final , todo lo que entraña de enerjía y brillo. Por último , sus períodos se enlazan , cosa que falta å La Bruyère; escribe , no solamente páginas , sino li bros ; no se encuentra un lógico más compacto . Su de mostración se enlaza y se sucede durante uno , dos, tres volúmenes, como una enorme red sin salida, en la que uno queda preso , de buena ó mala gana . Es un sistemático que, reconcentrado en sí mismo , y con la mirada obstinadamente fija en sus sueños ó en sus doc trinas, se aferra á ellos cada vez más , devana una á una las consecuencias , y tiene siempre bajo su mano la red entera. No tocadla. Como una araña solitaria y amedrentada , lo ha urdido todo con su propia sustan cia, con las más caras convicciones de su espíritu , con las más íntimas emociones de su corazón . Al menor choque se extremece , y en la defensa es terrible , se pone fuera de sí, se muestra hasta venenoso , mani fiesta una exasperación encarnizada contra el adver sario á quien ahoga entre los tenaces y múltiples hilos de su tela, pero más temible aún para sí mismo , que para sus enemigos, queda pronto preso en sus propias redes , persuadido de que Francia y el universo entero se han conjurado en contra suya ; deduce con una su tilidad extraordinaria todas las pruebas de esa cons piración quimérica, y, por último , desesperado por su novela, harto plausible , el se estrangula en el admira ble lazo que se ha construido á fuerza de lógica y de imaginación . Con tales armas se corre el riesgo de matarse; pero uno es muy poderoso . Rousseau lo fué tanto como Vol taire, y se puede decir que la segunda mitad del siglo
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le pertenece . Extraño , protestante , original de tempe ramento, de educación , de corazón , de espíritu y de costumbres , å la vez filántropo y misántropo , habi tante de un mundo ideal que él ha edificado á la in versa del mundo real, se encuentra en un nuevo pun to de vista . Ninguno es tan sensible á los vicios y á los males de
la sociedad presente. Ninguno estima
tanto la felicidad y las virtudes de la sociedad futura . Y consiste en que su espíritu tiene dos aptitudes , una para la sátira, otra para el idilio . Sin duda, hoy esas dos aptitudes nos producen menor efecto ; la sustancia en que se ejercían ha desaparecido ; no somos ya los oyentes á los cuales se dirigía . Los célebres discursos sobre la influencia de las letras y sobre el origen de las desigualdades nos parecen amplificaciones de cole gio; necesitamos hacer un esfuerzo de voluntad para leer la Nueva Eloisa . El autor no se enoja por la con tinuidad de su acritud ó por la exageración de su en tusiasmo . Siempre es extremado , unas veces sombrio y con las cejas fruncidas , otras con lágrimas en los ojos y elevando los brazos al cielo . La hipérbole , la prosopopeya y los otros mecanismos literarios jue gan en él un gran papel muy a menudo y de una manera
preconcebida . Vemos en él tan pronto un
sofista que se ingenia, como un retórico que se ex playa,
como un predicador que se entusiasma ; es
decir , en todos los casos un actor que sostiene una te sis, escoge actitudes y busca efectos . En fin, salvo en las Confesiones, su estilo nos fati ga pronto; es demasiado estudiado , siempre está en tensión . El autor no deja de ser jamás el autor , y co munica sus defectos á sus personajes ; su Julia decla ma y diserta durante veinte páginas consecutivas so bre el duelo , sobre el amor , sobre el deber , con una
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lógica, un talento y tales frases, que honrarían á un académico moralista. En todas partes se encuentran lugares comunes , temas generales , series de sen tencias y de razonamientos abstractos ,
es
decir,
verdades más o menos exactas y paradojas más ó menos vacías . Nos harían ver mejor las cosas el me nor hecho circunstanciado , alguna anécdota, algu nos rasgos de las costumbres ; y es porque hoy pre ferimos la elocuencia precisa de las cosas á la elo cuencia vaga de las palabras . No sucedía lo mismo en el siglo diez y ocho, y para todo escritor , el estilo ora torio constituía precisamente el traje de ceremonias, el hábito que era menester encapillarse para ser ad mitido en la compañía de personas de buena sociedad. Lo que nos parece afectación no era entonces más que galanura; en un siglo clásico , el período perfecto y el desarrollo sostenido son cosas que se requieren, y por consiguiente, obligatorias.
Notad además que ese ropaje literario que nos en cubre hoy á la verdad no la ocultaba á los contempo ráneos; bajo él veían el rasgo exacto , el detalle sensi ble que nosotros no vemos . Todos los abusos , todos los vicios , todos los excesos del refinamiento y de la cultura, toda aquella enfermedad social y moral á la que Rousseau fustigaba con frases retóricas , mostrá base allí ante sus ojos, en sus corazones , visible y ma nifestada por millares de ejemplos cotidianos y de mésticos . Para aplicar la sátira no tenían que hacer otra cosa sino mirar ó recordar . Su experiencia com pletaba el libro, y mediante la colaboración de sus lectores el autor tenía el poder de que hoy carece. Pongámonos en el lugar de aquellos y hallaremos sus impresiones . Los exabruptos , los sarcasmos , las cru dezas de toda especie que el autor dirigía á los gran
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des, á las gentes de moda y á las mujeres, su acento severo y mordaz causaban escándalo pero no desagra ban. Al contrario , después de tantos cumplimientos , suavidades y versos cándidos , el nuevo lenguaje des pierta á las gentes adormecidas; es como la sensación de un vino fuerte y áspero, tras un largo régimen de horchata y confites perfumados . Así es que su primer discurso contra las artes y las letras salzado hasta las nubes .
es al punto en
Pero su idilio afecta á los co
razones con mayor vigor aun que sus sátiras . Si los hombres escuchan al moralista que reprende , se preci pitan en torno del mago que les encanta ; las mujeres especialmente ; los jóvenes son de aquel que les hace ver la tierra de promisión . Todos los descontentos acumulados , el cansancio del presente , el hastio , el disgusto vago, una porción de deseos enterrados bro tan, semejantes á las aguas subterráneas ante la sonda que por primera vez les llama à la superficie . Esto es lo que ha hecho Rousseau tanto por casualidad como por inspiración de su genio . En una sociedad artificial por completo, donde las gentes son autómatas de sa lón y donde la vida consiste en figurar con gracia conforme à un modelo establecido , predica el regreso á la naturaleza, la independencia , la seriedad , la pasión , la vida viril, activa , ardiente, dichosa y libre en pleno sol y en pleno ambiente . ¡ Qué gran expansión repre senta esto para las facultades comprimidas ,
para el
rico y caudaloso manantial que corre siempre en el fondo del hombre y á quien el mundo elegante no per mite que se oree! Una damade la corte ha visto alrede dor el amor tal como se usa entonces , como simple placer á veces , como simple pasatiempo , como pura galanteria, cuya exquisita cortesía disimula mal la de bilidad, la frialdad y á veces la maldad , en una palabra
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ha visto aventuras, diversiones y personajes como los que describe Crebillón , hijo . Una noche , á punto de salir para el baile de la ópera, se encuentra en su toca dor con la Nueva Eloisa ( 1 ) ; no me extraño al verlaha. cer esperar horas y horas á sus caballos y á sus cria dos, al ver que á las cuatro de la mañana ordenan que desenganchen , que pasa el resto de la noche leyendo, que le ahogan las lágrimas ; acaba de ver por primera vez à un hombre que ama . De un modo análogo, si queréis comprender el éxito de Emilio, acordãos de los niños que ya hemos des crito, de aquellos señoritos llenos de bordados , de do rados, engalanados, empolvados, provistos de una es pada, con el sombrero bajo, el brazo , que hacen reve rencias , ofrecen la mano , estudian ante
el espejo
actitudes graciosas y repiten cumplimientos aprendi. dos, preciosos muñequitos en quienes todo es obra del sastre, del peluquero , del preceptor y del maestro de baile; acordãos de aquellas madamitas de seis años , más afectadas todavía, oprimidas por las ballenas, enjaezadas con moños y perifollos rellenos de crin, que forman un tocado de dos pies de altura, verdade ras muñecas á las cuales se da colorete y cuyas ma más se divierten con ellas todas las mañanas un cuarto de hora, para dejarlas después durante todo el día en poder de las camareras (2) . Una de estas madres acaba (1) Confesiones, parte segunda, libro XI . «Las mujeres se embriagaron con el libro y con el autor, hasta tal punto que hubo pocas , hasta en las clases elevadas á las que no hubiese yo conquistado si me lo hubiera propuesto. Tengo de ello pruebas que no quiero citar, y que sin haber tenido necesidad de hacer la experiencia autorizan mi opinión.» Véase Jorge Sand, Historia de mi vida, I, 73. (2) Grabado de Moreau. Los padrinitos. Berquín, varios, entre otros , La espada. Notad las frases estudiadas, el estilo del autor acostumbrado á niños en Berquín y Mme. de Genlis.
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de leer el Emilio, y no es de extrañar , por lo tanto , que se apresure à desnudarse con el propósito de criar ella misma á su próximo hijo .
Merced å estos contrastes era Rousseau tan podero so. Hacía ver la aurora á gentes que jamás se habían levantado hasta las doce; el paisaje á ojos que hasta entonces no se habían fijado más que en salones y pa lacios , el jardín natural á hombres que no se habían paseado más que entre andenes enarenados y rectili neos, el campo , la soledad, la familia, el pueblo, los placeres afectuosos y sencillos á ciudadanos hastiados por la sequedad del mundo , por los excesos y las com plicaciones del lujo, por la comedia uniforme que, bajo cien bujías, representaban todas las noches en sus ca sas ó en las de los demás . Oyentes así dispuestos no distinguen con claridad entre la sinceridad y el énfa sis , entre la sensibilidad y la sensibleria. Siguen á su autor como á un revelador, como à un profeta, has ta el fin del mundo ideal, más aún por sus exage raciones que por sus descubrimientos , igualmente lejos por el camino del error que por la vía de la verdad . Estas son las grandes potencias literarias del siglo . Con menos brillo, y mediante toda suerte de combina ciones , los elementos que han formado á los talentos principales forman también á los talentos secundarios ; pueden citarse como inferiores pero al lado de Rous seau , á los elocuentes y tiernos escritores: Bernardino de Saint Pierre, Reynal, Thomas, Marmontel , Mably , Florián, Dupaty, Mercier y madame Stael ; inferiores pero del estilo de Voltaire, las personas de ingenio vivo y picante como Duclós, Pirón, Galiani, el presi dente de Brosses , Rivarol, Chamfort, y para hablar con propiedad como todo el mundo . Siempre que un 25
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filón de talento , por insignificante que sea sale de la tierra, lo hace para propagar y extender la nueva doctrina y apenas se hallarían dos ó tres arroyuelos que corran en sentido contrario , el diario de Freron , una comedia de Palissont, una sátira de Gilbert. La filosofía se insinúa y se desborda por todos los canales públicos y secretos , por los manuales de impiedad, las Teologías portátiles y las novelas lascivas que se ven· den clandestinamente, por las composiciones malig nas , los epigramas y las canciones que aparecen to das las mañanas con la nota del día, por las pantomi mas de circo y los discursos de academia , por la tra gedia y por la ópera , desde el principio hasta el fin del siglo , desde El Edipo de Voltaire , hasta el Tararè de Beaumarchais . No parece sino que solamente hay filosofía en el mundo ; por lo menos circula por todas partes é inunda todos los géneros literarios ; nadie se preocupa de que los desforme, basta que le sirvan de conductos . En 1763, en la tragedia de Manco - Capac, el principal papel, escribe un contemporáneo , es el de un salvaje que recita en verso todo lo que hemos leido separadamente en el Emilio y el Pacto social so bre los reyes, sobre la libertad, sobre los derechos del hombre, sobre la desigualdad de condiciones .
Este
virtuoso salvaje salva al hijo del rey, sobre el cual alzaba un puñal el gran sacerdote, después designan do sucesivamente al sacerdote y así mismo , exclama: -Y así todo el monólogo de Figaro, todas las escenas con Bridoisson.
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llos sobre todos sus rivales . -Después de todo , en Francia por lo menos , el ingenio es el primer poder . Basta con que la literatura se ponga al servicio de la filosofía. Ante su complicidad , el público no hace nin guna resistencia, y al amo no le cuesta trabajo con vencer á los que ya ha seducido la sirviente.
CAPITULO II
El público en Francia.- I. La aristocracia generalmente es refractaria á las novedades.-Condiciones de esta re pugnancia.-Ejemplo en Inglaterra.- II . Las condicio nes contrarias se encuentran en Francia. —Ociosidad de la clase elevada. -La filosofía parece un juego de la in teligencia.—Además es el aliciente de la conversación. -La conversación filosófica en el siglo XVIII.— Su superioridad y su eneanto. —Atractivo que ejerce.— III. Otro efecto de la ociosidad.-- El espiritu escéptico, libertino y critico. —Antiguos resentimientos y nuevos descontentos contra el orden establecido. —Simpatias por las teorias que atacan. – Masta qué punto son adop tadas.- IV . Su propagación en las clases elevadas. Progresos de la incredulidad en religión. —Sus orige nes.-Estalla bajo la regencia. —Irritación creciente contra el clero .—El materialismo en los salones. —Lai ciencias en boga.—Opinión final sobre la religión —Es cepticismo del alto clero -V. Progresos de la oposición en politica.—Sus origenes.—Los economistas y los par lamentarios.—Facilitan camino á los filósofos.—Vientos de fronda en los salones.-Liberalismo de las mujeres. -VI. Esperanzas infinitas y vagas. -Generosidad de los sentimientos y de la conducta. - Dulzura y buenas intenciones del gobierno.-Ceguedad y optimismo.
I
Todavía falta que el público tenga á bien el dejarse convencer y seducir ; no cree sino cuando está dis puesto á creer, y á menudo contribuye más que el
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autor al éxito de los libros . Cuando habláis con al guien de religión y de política, su opinión está ya for mada ; sus prejuicios , sus intereses , su situación les han comprometido de antemano; no os escucha sino cuando le digáis en alta voz lo que él piensa en se creto . Proponed el derribo del gran edificio social para reconstruirlo de nuevo con arreglo á un plano dife rente, y lo más regular es que no os escuchen sino gentes mal albergadas ó sin hogar , los que viven en las guardillas ó en las cuevas, ó los que duermen á la intemperie, en terrenos incultos , alrededor del edifi cio. En cuanto á la generalidad de los habitantes cuya morada es estrecha, pero tolerable , temen las mudan zas , les liga la costumbre . La dificultad será mayor aún cuando se trate de las clases altas , las cuales ocu pan todas las habitaciones buenas ; para que acepten vuestros proyectos, se necesitará que su ceguera ó su desinterés sean extremos. En Inglaterra se percatan al punto del peligro . Aun que la filosofía fué allí precoz é indígena no se acli mata . En 1729, escribía Montesquieu en su cuaderno de viaje:
No hay religión alguna en Inglaterra ; á la
misa ó al sermón de la Cámara de los Comunes, no asisten más que cuatro ó cinco miembros de la mis ma... Si alguien habla de religión , todos se echan á å reir . Todos se rieron al oír decir á un hombre: Lo creo como artículo de fe... Hay una junta para enten der en asuntos de religión , pero se considera ridículo. > Han pasado cincuenta años y las cosas han mudado de aspecto;
todos los que tienen sobre sus cabezas un
buen techo y sobre sus costillas un buen abrigo» , han visto el alcance de las nuevas doctrinas . En todo caso , reconocen que las especulaciones de gabinete no deben convertirse en predicaciones de plazuela. La impiedad
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les parece una indiscrección; consideran á la religión como la base del orden público . Y es que ellos mismos son hombres públicos , comprometidos en la acción, que tienen participación en el gobierno, instruídos por la experiencia cuotidiana y particular. La práctica les ha precavido contra las quimeras de los teóricos; han experimentado por sí mismos lo dificil que es ma nejar y contener á los hombres . Habiendo manejado la máquina, saben como funciona, lo que vale, lo que cuesta, y no se les ocurre desecharla, para ensayar otra que se dice superior, pero que no existe sino en el papel. El baronnet ỏ squire que es justicia en su te rritorio, se entiende perfectamente con el ministro de la parroquia su colaborador indispensable y su aliado natural. El duque ó marqués que se sienta en la Alta Cámara al lado de los obispos necesita de los votos de estos para que pase su bill, y de la ayuda de los mis mos para atraer á su partido los 15.000 párrocos que disponen de votos rurales. De esta suerte todos ponen mano en algún rodaje social, grande ó pequeño, prin cipal ó accesorio , lo que les da seriedad , previsión y buen sentido . Cuando se opera sobre cosas útiles , no sufre uno tentaciones de remontarse al mundo imagi nario; por estar en tarea sobre la tierra sólida, repug nan los paseos aereos por los espacios . Cuanto más ocupado se está menos se sueña, y, para un hombre de negocios , la geometría del Pacto social no es más que un puro juego de puro ingenio . II
Todo lo contrario sucede en Francia.
Llegué en
1774, dice un gentilhombre inglés, acabado de salir de casa de mi padre, que no volvía jamás del Parla
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mento antes de las tres de la mañana, al que veía ocupado toda la mañana en corregir pruebas de sus discursos para los periódicos, y el cual, después de abrazarnos á escape y distraídamente, corría á una comida política... En Francia, me encontré con que los hombres de la más alta alcurnia disfrutaban de la más hermosa ociosidad . Vefan á los ministros, mas era para decirles frases lisonjeras y ser á su vez cum plimentados ; fuera de esto, permanecían tan extraños á los asuntos de Francia como á los del Japón» , y todavía más á los asuntos locales que á los generales , no conociendo á sus colonos sino por las cuentas del administrador. Si alguno de ellos iba à una provincia con el título de gobernador, ya se ha visto que era por figurar; mientras el intendente administraba, figura ba con gracia y magnificencia, daba reuniones y co midas . Recibir, dar de comer, entretener agradable mente á los huéspedes , he aquí toda la misión de un gran señor; por esto es por lo que la religión y el go bierno constituyen únicamente para él asuntos de con versación . Además , la conversación se entabla entre él y sus iguales, y se tiene derecho á decirlo todo en buena sociedad. Añadid que la mecánica social gira por sí misma, como el sol, desde tiempo inmemorial , por su propia fuerza; ¿se descompondrá por conver saciones de salón? En todo caso , como el gobernador no es el que la dirige, no es responsable de lo que la suceda. Así, nada de remordimientos ni preocupacio nes. Ligera, atrevidamente camina en pos de los filó sofos; apartado de los asuntos , puede entregarse á las ideas, poco más ó menos como un hijo de familia que, al salir del colegio , se apodera de un principio , saca las consecuencias , y se hace un sistema, sin preocu parse de sus aplicaciones .
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Nada más agradable que ese anhelo especulativo. El espíritu se cierne sobre las cumbres como si tuvie se alas; con una mirada abraza los mayores horizon tes , toda la vida humana, toda la economía del mun do, el principio del universo , de las religiones , de las sociedades . Ahora bien , ¿cómo se ha de hablar abste niéndose de la filosofía? ¿Qué círculo puede ser aquél en que no estén admitidas la alta política y la crítica superior? Y ¿qué motivo puede reunir á gentes de in teligencia, sino el deseo de discurrir juntas sobre las más arduas cuestiones? Desde hace dos siglos en Francia la conversación se extiende á todo lo dicho ; por eso tiene tantos atrac tivos . Los extranjeros quedan cautivados ; no hay nada semejante en sus países ; lord Chesterfield la propone como modelo. « Versa siempre , dice , sobre algunos puntos de historia , de crítica ó de filosofía, que son más propios de seres razonables que nuestras diserta ciones inglesas acerca del tiempo ó del whist . > Rous seau, á pesar de ser tan gruñón, confiesa
que no se
ría mejor discutido un articulo de moral en una socie dad de filósofos que en la de una hermosa mujer de Paris.> Cierto es que se dicen insustancialidades , pero, si, aun en el momento en que se digan más « inicia un asunto grave ó una cuestión seria algún hombre de peso , la atención se fija al punto; hombres, mujeres, viejos, jóvenes , todos se aprestan á considerar el asunto bajo todos sus aspectos , y queda uno asombra do al ver el buen sentido y la discreción que guardan aquellos cerebros alocados . > A decir verdad , en esa fiesta permanente que la sociedad brillante se ofrece á sí misma, la filosofía es la obra principal. Sin la filosofía, las ordinarias bro
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mas serían insípidas . Es una especie de espectáculo selecto por donde desfilan y se codean , ya en traje se . rio, ya con disfraz cómico, todas las grandes ideas que pueden interesar á un cerebro pensador. La tra gedia de la época no difiere apenas , salvo en que la última se reviste siempre de solemne aspecto y no se representa más que en teatro ; el otro espectáculo ad mite todos los aspectos y se encuentra en todas par tes, puesto que la conversación está en todas partes también . No hay comida ni cena donde no tenga puesto . Uno se sienta á la mesa en medio de un lujo delicado , entre mujeres sonrientes y engalanadas , con hombres amables é instruídos, en una sociedad esco gida en donde la inteligencia está pronta y el trato es seguro . Desde el segundo plato , comienza la anima ción, las ocurrencias se suceden, el ingenio brilla . ¿Puede uno dejar de hacer frases, á los postres , con los asuntos más graves? Al llegar el café, llega tam bién la cuestión de la inmortalidad del alma y de la existencia de Dios. Para darnos cuenta de esta conversación atrevida y animada , es preciso leer las correspondencias , los tratados , los diálogos de Diderot y Voltaire , lo más vivo, lo más fino , lo más picante y más profundo en la literatura del siglo ; con todo no tendremos sino un residuo , una reliquia muerta. Toda la filosofía escrita ha sido dicha, y ha sido dicha con el acen to, el calor , la naturalidad inimitable de la impro visación , con los ademanes y la impresión anima da de la malicia y del entusiasmo . Hoy, entibiada y en el papel , cautiva y seduce aún; ¿qué seria enton ces cuando brotaba viviente y vibrante de labios de Voltaire y Diderot? Todos los días se celebraban en París cenas como aquella que describe Voltaire, en la
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que dos filósofos , tres damas ingeniosas , Pinto , céle bre judío, el capellan de la capilla reformada del em bajador de Batavia , el secretario del principe Galitzin del rito griego, un capitán suizo calvinista ,
reunidos
en torno de la misma mesa, cambiaban , durante cua tro horas, sus anécdotas, sus donosuras, sus observa ciones y sus juicios
sobre todos los objetos de curiosi
dad, de ciencia y de gusto . > A casa del barón acudían los extranjeros más ilus trados y más notables ; por ella desfilaron Hume, Wil kes , Sterne , Beccaria, Verri, el abate Galiani, Garrick, Franklin, Priestley, Lord Shelburne, el conde de Creutz , el príncipe de Brunswick, el futuro elector de Magun za. Como habituales á su salón , contaba con Diderot, Rousseau, Helvetius, Duclós , Raynal , Suard , Marmon montel, Boulanger, el caballero de Chastellux, La Condamine el viajero, Barthez el médico , Rouelle el químico. Dos días por semana, jueves y domingos,
¡Cómo es posible privar á esos nobles que pasan la vida hablando de la compañía de gentes que hablan tan bien! Sería lo mismo que prohibir á las mujeres , que van todas las noches al teatro y que representan
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comedias en sus salones , el que recibiesen á los can tantes y actores de fama; Jelyotte, Sainval, Preville, el joven Molé, el cual , hallándose enfermo y necesi tando reconstituyentes , « recibe en un día más de dos mil botellas de vino de todas clases , regalo de varias damas de la corte» , la señorita Clairón, la cual , ence rrada por orden superior en Fort le Eveque, atrae Esto demuestra hasta qué punto , en un cerebro aris tocrático , quedan admitidas las nuevas teorías . Ocu pan todo el piso superior , y allí elaboran, con rumor alegre , la trama de la conversación interminable ; zumban constantemente durante todo el siglo ; jamás
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se vió en los salones semejante desenvolvimiento de frases generales y de frases felices . Algo cae al piso inferior, aunque no sea más que el polvo , es decir, la esperanza, la confianza en el porvenir, la creencia en la razón, el gusto de la verdad, la buena voluntad juvenil y generosa, el entusiasmo que pasa pronto, pero que puede exaltarse á veces hasta la abnegación y el sacrificio .
IV
Sigamos los progresos de la filosofía en las clases elevadas . La religión es la que recibe los primeros y mayores ataques . El reducido número de escépticos que apenas era notado en tiempos de Luis XIV ha hecho prosélitos secretamente; en 1698 , la Palatina, madre del Regente , escribe ya « que casi no se encuen tra un joven que no quiera ser ateo» . Con la Regencia < la incredulidad se manifiesta á la luz del día » . < No creo, dice también la Palatina en 1722, que haya en Paris tanto entre los eclesiásticos como entre los laicos», cien personas que profesen la verdadera fe ó que por lo menos crean en Nuestro Señor . Esto extre mece... Ya, en el mundo , es difícil el papel de un eclesiástico ; se le cree un autómata ó un farsante . « En cuanto nos ven , dice uno de ellos , nos hacen disputar; nos obligan, por ejemplo , á que probemos la utilidad de la oración á un hombre que no cree en Dios, la necesidad del ayuno á un joven que ha negado toda su vida la inmortalidad del alma; la empresa es difi cil y los que se rien no se ponen de nuestra parte. »
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Pronto, el escándalo de las cédulas de confesión y la obstinación de los obispos en no tolerar que se ta sen los bienes eclesiásticos , sublevan á la opinión en contra del clero , y , por consiguiente, en contra de la religión. « Es de temer , dice Barbier en 1751 , que esto no acabe seriamente ; podría llegar á verse algún día en este país estallar una revolución para abrazar la religión protestante. >
El odio á los sacerdotes , escribe Argenson en 1753, llega al último exceso . Apenas se atreven à presen- . tarse en la calles sin ser denostados ... Como nuestra nación y nuestro siglo están más adelantados que en tiempos de Lutero, se irá hasta donde se debe ir ; se desterrará á todo sacerdote , á todo sacerdocio , toda revelación, todo misterio...> «Nadie se atreve ya á defender al clero en las re uniones distinguidas ; sería considerado como familiar de la Inquisición... Los sacerdotes han observado este año una diminución de más de un tercio en el número de sus comulgantes . El colegio de los jesuítas queda desierto ; les han retirado ciento veinte colegiales ... Se ha observado también en el carnaval de París que jamás se habían visto tantas máscaras en el baile ri diculizando los hábitos eclesiásticos, obispos , abates , frailes , religiosos . » La antipatia es tan grande , que los libros de menor valía hacen furor, con tal de que sean anticristianos y condenados como tales . En 1748, una obra de Tous saint en favor de la religión natural , Las Costumbres, alcanza un favor tan rápido
que no hay nadie, dice Barbier, hombre y mujer, que perteneciendo á cierto mundo y teniéndose por inteligente, no quiera verla» . Las gentes se preguntan en los paseos : «¿Habéis leído Las Costumbres?»
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Diez años después han ido más allá del deismo . « El 8 materialismo, sigue diciendo Barbier, es el gran fi lón... -- Casi todas las personas de estudio é ingenio sas, escribe Argenson , se desatan contra nuestra san ta religión... Es atacada por todas partes, y, lo que más anima á los incrédulos , son los esfuerzos que ha cen los devotos para obligar á creer. Escriben libros que no se leen ; ya no se disputa, se rien de todos y se persiste en el materialismo» . Horacio Walpole, que vuelve á Francia en 1765 y cuyo buen sentido prevé el peligro, se asombra de tanta imprudencia: «Hoy he comido, dice, con una docena de sabios; aunque todos los criados estaban presentes para servirnos , la con versación ha sido mucho más libre, hasta sobre el An tiguo Testamento , de lo que yo hubiera tolerado en mi mesa de Inglaterra, aunque no hubiese habido más que un criado escuchándonos » . Por todas partes se La risa está en absoluto fuera de moda .
dogmatiza.
Nuestras gentes ya no tienen tiempo para estar ale gres, tienen harto que hacer, por de pronto hay que derribar á Dios y al rey; todos y cada uno , hombres y mujeres, trabajan á conciencia en el derribo . A sus ojos yo soy un infiel , porque todavía conservo en pie algunas creencias .> ¿Sabéis lo que son los filósofos y lo que significa hoy esta palabra?-Por de pronto comprende á todo el mundo ; después designa á las personas que se decla ran enemigas del papismo , pero que , en su mayoria, tienen por objeto la destrucción de toda religión . » — Tales sabios , que me perdonen , tales filósofos, son in soportables , superficiales , arrogantes y fanáticos . Pre dican sin cesar, no podéis figuraros con cuanta li bertad, y la doctrina que confiesan es el ateismo... Voltaire mismo no les satisfaria ya; una de las damas
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que le seguían , me decía de él : es un santurrón , un deista ..
Esto es demasiado fuerte, y, sin embargo , no esta mos en el fin: porque hasta aquí , la impiedad es me nos una convicción que una moda . Walpole, buen ob servador, no se había engañado . « Por lo que os digo de sus opiniones religiosas ó más bien irreligiosas , no deduzcáis , escribe, que las personas de calidad sean ateas , por lo menos , los hombres .
¡ Felizmente para
ellas, pobrecillas ! No son capaces de llevar tan lejos el razonamiento , pero asiente á muchas enormidades , porque es la moda y porque no saben como contrade cirlas». Como ahora, son maestros
los escritores de menor cuantia
y como todo el mundo « es filósofo,, hay
que serlo; hay que ser como todos . Pero lo que les agrada del nuevo materialismo , es lo picante de la paradoja y la libertad del placer . Son escolares de buena casa que hacen muecas á su preceptor eclesiás tico . Se ponen orejas de burro con arreglo á sus teo rías sabias , y sus chacotas les agradan más sazonadas con la impiedad . Un señor de la corte vió el cuadro de Doyen , Santa Genoveva y los pestiferos, y al día siguiente hizo que fuese el pintor á casa de su querida : « Quisiera, le dijo , que pintárais á la señora sobre un columpio impulsado por un obispo ; á mí me colocaréis de manera que esté en disposición de ver las piernas de esta hermosa cria tura, y cuanto más podáis animar el cuadro , tanto mejor.
La impúdica canción sobre marotte « cunde
que es un furor » ; -« á los quince días de publicarla, dice Collé, no había nadie que no tuviese una copia; y la jácara, es decir, la asamblea del clero , constituye todo su éxito . » Cuanto más licencioso é irreligioso es un libro, tanto
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más apreciado es; cuando no le pueden imprimir, sa can copias . Collé cuenta « quizá dos mil copias de La Doncella de Orleans, de Voltaire , esparcidas por Paris en el transcurso de un mes» . Los mismos magistrados no queman los libros prohibidos sino en fórmula. «No creáis que el señor ejecutor de la alta justicia tenga permiso para arrojar al fuego los libros cuyos títulos figuran en el indice del Tribunal . Los señores magis trados sentirían mucho privar á sus bibliotecas de un ejemplar de las obras de que se apoderan por derecho, y el notario está reemplazado por expedientes y em brollos que no faltan nunca .
Pero, à medida que el siglo avanza , la incredulidad, menos ruidosa , se afianza más . En 1782 un personaje de Mme. de Genlis escribe: Hace cinco años dejé á las mujeres no pensando más que en sus tocados, en la organización de sus cenas ; ahora las encuentro sa bias y muy ingeniosas .
En el gabinete de una dama
mundana, se encuentra al lado de un altarcito un dic cionario de historia natural y tratados de física y quí. mica. Ninguna mujer quiere ser ya retratada vestida de diosa sobre una nube , sino en un laboratorio , entre escuadras y telescopios . La marquesa de Nesle , la condesa de Brancas, la condesa de Pons, la marquesa de Polignac, asisten á casa de Rouelle cuando acomete la empresa de fundir y volatilizar el diamante. Se constituyen en los salones sociedades de veinte y vein ticinco personas para seguir un curso de fisica ó de química aplicada, de mineralogía ó de botánica. En las sesiones públicas de la Academia de Inscripciones, las mujeres de mundo aplauden las disertaciones sobre el buey Apis y sobre las relaciones entre las lenguas egipcia, fenicia y griega . En fin , en 1786, se hacen abrir las puertas del Colegio de Francia . Nada las re
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pele . Varias manejan la lanceta y hasta el escalpelo ; la marquesa de Vayer presencia disecar, y la joven condesa de Coigny diseca con sus propias manos . Con esa base, que es la filosofía reinante, la incre dulidad mundana adquiere un nuevo punto de apoyo . Hacia fines del siglo
se ven jóvenes que están en el
mundo desde hace seis ó siete años, que alardean abiertamente de irreligión , creyendo que la incredu lidad ocupa el lugar de la inteligencia , y que el ser ateo es ser filósofo » . Cierto es que hay muchos defstas , sobre todo desde Rousseau ; pero no creo que se en cuentren en París diez cristianos ó cristianas de cada cien personas de sociedad . « Desde hace diez años , dice Mercier en 1783, el gran mundo ha dejado de ir á misa; no va más que los domingos para no escandali zar á los lacayos , y éstos lo saben .> El duque de Coigny, en sus dominios próximos á Amiens, se niega á que recen por él, y amenaza al párroco, para el caso en que se tome la libertad de nombrarle desde el púlpito ; su hijo cae enfermo , im pide que reciba los sacramentos ; el hijo muere , prohibe los funerales y hace que entierren el cuerpo en su jardin ; enfermo él mismo , cierra su puerta al obispo de Amiens que se presenta doce veces para verle, y muere como ha vivido . -Cierto es que tal escándalo es notado, es decir, raro; casi todos y casi todas « har monizan la independencia de las ideas con la conve niencia de las formas » . Cuando la doncella anuncia : Sefiora duquesa , el Señor está ahí , ¿permitis que pase? Desea tener el honor de administraros; » se guardan las apariencias . Se introduce al importuno , se le re cibe con cortesía . Si se le esquiva , se usa de un pre texto plausible; pero si se le complace, no es más que por el qué dirán; « en Surata, cuando uno muere , ha
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de tener en la mano el rabo de una vaca» . Jamás ha habido sociedad más alejada del cristianismo . A sus ojos una religión positiva no es más que una supersti ción popular , buena para los niños y los sencillos , no para
las gentes de buena sociedad» , y para las per
sonas distinguidas. Debéis un sombrerazo á la proce sión que pasa , pero no la debéis más que un som brerazo . Ultimo signo y el peor de todos .
Si los párrocos
que trabajan y son del pueblo tienen la fe del pueblo, los prelados que charlan y son del mundo tienen las opiniones del mundo. Y no hablo solamente aquí de los abates de salón , cortesanos domésticos , noticieros , compositores de canciones , huéspedes de tocador, que en una sociedad sirven de eco , y , de salón en salón , de portavoz ; un eco, un portavoz no hace más que re petir las frases , escépticas ó no , que les dirigen (1) . Se trata de los dignatarios , y sobre este punto todos los testimonios están de acuerdo . En el mes de Agosto 'de 1767 , el abate Bassinet , gran vicario de Cahors , pronunciando en la capilla del Louvre el panegirico de San Luis,
suprimió hasta el signo de la cruz . No alu
dió à ningún texto , no hizo citas de la Escritura y no dijo una palabra de Dios ni de los santos . Consideró & Luis IX desde el punto de vista de las virtudes politi cas guerreras y morales. Tronó , contra las cruzadas , de las que hizo ver el absurdo , la crueldad y hasta la injusticia. Atacó de frente y sin miramientos á la corte de Roma » . Otras « evitan en el púlpito el nombre de (1) El abate de Lattaignant, canónigo de Reims, autor de poesí s ligeras y de canc ones alegres, cacaba de hacer para el teatro de Nicolet una pantomima, cuya intriga está sostenida por las indecencias tan en moda hoy Las cortesanas que dan el tono al tal teatro, juzgan delicioso al canónigo de Reims.» (Ba chenmont, IV, 174, Noviembre de 1768.)
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Jesucristo y no hablan más que del legislador de los cristianos . En el código que la opinión del mundo y la decencia social imponen al clero , un observador de licado precisa así las distinciones de rango y los ma tices de conducta : « Un simple sacerdote, un párroco debe creer un poco , si no le tacharían de hipócrita; pero tampoco debe estar seguro , si no lo encontrarian intolerante. Por el contrario , el gran vicario puede sonreirse ante un chiste irreligioso , el obispo se reirá con franqueza, el cardenal añadirá otro chiste. Hace algún tiempo , refiere la crónica, se preguntaba ȧ uno de los párrocos más respetables de Paris : ¿Creéis que los obispos , que ponen siempre la religión por de lante, tengan mucha?-El buen pestor , después de haber dudado un momento , respondió: Puede ser que haya cuatro ó cinco que crean todavía. » Para quien conozca el nacimiento, las compañías , las costumbres y las aficiones de dichos prelados , nada tiene esto de in verosímil ... Dom Collignon , representante de la abadia de Mettlach , señor de horca y cuchillo y párroco de Val mauster , arrogante mozo, de conversación brillante , amable amo de casa, evita el escándalo y no sienta á su mesa á sus dos queridas sino cuando está en redu cido círculo ; por lo demás , es todo lo menos devoto po sible y mucho menos aún que el vicario saboyano, «no viendo nada malo sino en la injusticia y en la falta de caridad» , no considerando á la religión sino como una institución política y un freno moral . Citaría otros muchos, monseñor de Grimaldi , el joven y galante obispo de Mans, que nombra grandes vicarios à sus jóvenes y galantes compañeros de colegio , y hace de su casa de campo en Coulans un punto de reunión de damas bonitas . Sacad las consecuencias de tales cos tumbres .
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En otros casos no hay que tomarse el trabajo de de ducirlas. En el cardenal de Rohan , monseñor de Brien ne, arzobispo de Sens, monseñor de Talleyrand , obis po de Autum , el abate Maury , defensor del clero , el escepticismo es notorio . Rivarol, escéptico también, declara que en vísperas de la Revolución < las luces del clero eran iguales à las de los filósofos » . «La cor poración que tiene menos prejuicios , ¡ quién lo cree ría! es el clero
(1).
Y el arzobispo de Narbona, explicando la resisten cia del alto clero en 1791 , la atribuye, no á la fe sino á un puntillo de honor.
Entonces nos condujimos
como verdaderos gentilhombres ; porque , de la mayo ría de nosotros , no se puede decir que fuera por re ligión.
V
Del altar al trono la distancia es corta y , sin em bargo, la opinión tarda treinta años en franquearla. Durante la primera mitad del siglo , no reinan vientos de fronda políticos ó sociales . La ironía de las Cartas persas es tan mesurada como delicada; El Espíritu de las Leyes es conservador . En cuanto al abate de Saint Pierre, sus sueños son cándidos , y la Academia le borra de su lista cuando se le ocurre censurar á Luis XIV . Por fin dan la señal los economistas por un
(1) Mercier, IV , 142. - En Auvernia, dice M. de Montlosier, me compuse una sociedad de sacerdotes ingeniosos de los cua les algunos eran deístas, y otros francamente ateos, con los cuales me ejercitaba á luchar contra mi hermano» . (Meme rias, I, 37.)
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lado y los parlamentarios por otro . Hacia 1750, dice Voltaire, la nación , harta de versos , de tragedias , de comedias, de novelas , de óperas, de historias noveles cas, de reflexiones morales más novelescas todavía, y de disputas sobre la gracia y las convulsiones, se puso á razonar sobre los trigos .
¿De dónde proviene la ca
restía del pan? ¿Por qué es tan miserable el labrador? ¿Cuál es la materia y el límite del impuesto? ¿No debe pagar toda tierra, y una tierra puede pagar por enci ma de su producto neto? He aquí las cuestiones que penetran en los salones bajo los auspicios del rey , por boca de Quesnay, su médico , « un pensador » , fundador de un sistema que engrandece al príncipe para a'iviar al pueblo, y que multiplica el número de los contribu yentes para descargar el impuesto . Al mismo tiempo , por la parte opuesta ,
llegan
otras cuestiones no menos nuevas . ¿Francia es una monarquía templada y representativa , ó un gobierno á la turca? ¿Vivimos bajo la ley de un amo absoluto, ó estamos regidos por un poder limitado é interveni do?>
Los parlamentarios desterrados ... se han dedi
cado á estudiar el derecho en sus fuentes , y dan con ferencias como en las academias . En el espíritu públi co y mediante esos estudios , se afirma la opinión de que la nación está por encima del rey, como la Iglesia universal está por encima del papa . » El cambio es extraordinario , súbito casi . « Hace cin cuenta años , sigue diciendo Argenson, el público no sentía curiosidad por conocer las nuevas del Estado . Hoy todos leen la Gaceta de Paris, hasta en las provin cias. Se habla á tontas y á locas de la política, pero se habla . > Una vez que la conversación se ha apoderado del nuevo manjar, no lo deja, y los salones se abren á la
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filosofia política, por consiguiente al Contrato social, á la Enciclopedia , á las predicaciones de Rousseau, Mably, Holbach, Raynal y Diderot . En 1759 , Argen son, que se exalta , se cree ya próximo al momento final.
Sopla un viento filosófico de gobierno libre y
antimonárquico ; orea los espíritus, y pudiera suceder que tengan ya presente á este gobierno para ejecutar . le á la primera ocasión . Quizá la Revolución se reali ce con menos protestas de lo que se piensa; estallará por aclamación. Todavía no; pero la simiente germina. Bachaumont , en 1762, nota un diluvio de folletos , libros Ꭹ diserta ciones políticas, « un furor de razonar en asuntos de hacienda y de gobernación » . En 1765 , Walpole com prueba que los ateos , que son entonces los que dirigen la conversación , se desencadenan lo mismo contra los reyes que contra los sacerdotes . Un vocablo temible, el de ciudadano, importado por Rousseau , entra en el lenguaje ordinario, y, lo que es decisivo , las mujeres se apoderan de él como de una divisa. « Ya sabéis lo muy ciudadana que soy , escribe una joven á su ami ga. Como ciudadana y como amiga, ¿podría recibir noticias más agradables que las de la salud de mi querida amiguita y de la paz? »
Otra palabra no menos significativa, la de energía, que, ridícula en otro tiempo , se pone de moda y salta á cada momento . Con el lenguaje , cambian los sentimientos , y las damas más principales se pasan á la oposición . En 1771 , dice el burlón Besenval después del destierro del Parlamento ,
las reuniones de sociedad ó de re
creo se habían convertido en pequeños Estados gene rales , en los que las mujeres , transformadas en legis ladores , sentaban premisas y exponían con seguridad
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máximas de derecho público . » La condesa de Egmont, corresponsal del rey de Suecia , le envía una memoria sobre las leyes fundamentales de Francia , en favor del parlamento , último defensor de las libertades na cionales contra los atentados del canciller Maupeon . El señor canciller, dice, ha hecho que en seis me ses aprendan la historia de Francia personas que se hubieran muerto sin haberla sabido .»
Como el presidente Dupaty publicase una memoria en beneficio de tres inocentes condenados å la «rueda», no « se habla de otra cosa en el mundo » ; « estas con versaciones de sociedad , dice una corresponsal de Gus. tavo III, no son ya ociosas, puesto que mediante las mismas se forma la opinión pública . Las palabras se han convertido en actos, y todos los corazones sensibles alaban una memoria que la humanidad anima y que
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parece llena de talento , porque está llena de alma. Cuando Latude sale de Bicetre, madame de Luxem burgo, madame de Boufflers y madame de Stael quie ren comer con madame Legros , la tendera que « du rante tres años ha removido cielo y tierra
para liber
tar al prisionero . Gracias á las mujeres, á su enterne cimiento , á su celo , á la conspiración de sus simpatias, consigue M. de Lally hacer que rehabiliten á su padre. Cuando se entusiasman, realizan prodigios : Madame de Lauzun, tan tímida , llega hasta injuriar pública mente á un hombre que habla mal de Necker . Acordaos de que en ese siglo las mujeres eran rei nas, inventaban las modas , daban el tono , guiaban la conversación, por consiguiente , las ideas y la opinión. Cuando las encontramos marchando hacia adelante
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en el terreno político, se puede tener la seguridad de que los hombres las siguen : cada una de ellas arrastra todo un salón consigo .
VI
Una aristocracia llena de máximas humanitarias y radicales , cortesanos hostiles á la corte, privilegiados que contribuyen á minar los privilegios , constituye un espectáculo extraño que se puede comprobar en los testimonios de la época .
Está en los principios , dice
un contemporáneo , que todo derecho debe ser cambia do y trastornado . » En lo más alto , en lo más bajo , en las asambleas , en los lugares públicos, no se encuen tran entre los privilegiados sino reformadores y oposi cionistas . En 1787 casi todos los pares distinguidos votaron por la resistencia en el Parlamento... Yo he visto adelantar en las comidas que entonces nos re unian casi todas las ideas que pronto habían de manifes tarse con tanto estruendo .
Ya en 1774 M. de Vaublanc,
yendo á Metz , se encontraba en la diligencia con un eclesiástico y un conde, coronel de húsares, que no ce saban de hablar de economía
política . « Estaba de
moda; todo el mundo era economista; nadie se ocupa ba más que en filosofía, en economía política, sobre todo en humanidad y en los medios de aliviar al hon rado pueblo ; estas dos últimas palabras estaban en todas las bocas .
Añadid la de igualdad ; Thomas , en
un elogio del mariscal de Saxe, decía : « No puedo ne garlo; era de sangre real» ; y admiraban esta frase. Solamente algunos jefes de antiguas familias parla mentarias ó señoriales conservaban el rancio espíritu 27
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
nobiliario y monàrquico ; toda la nueva generación es taba por las novedades .
En cuanto á nosotros , dice
uno de ellos , perteneciente á la joven nobleza france sa, sin sentimiento por el pasado , sin inquietud por el porvenir, marchábamos alegremente sobre una alfom bra de flores que nos ocultaba un abismo . Mofándonos de las modas antiguas, del orgullo feudal de nuestros padres y de sus graves etiquetas, todo cuanto era an tiguo nos era enojoso y ridículo . La gravedad de las antiguas doctrinas nos pesaba . La riente filosofia de Voltaire nos arrastraba y nos divertia . Sin profundi zar la de los escritores más serios , le admirábamos como baluarte del valor y de la resistencia al poder arbitrario... La libertad , cualquiera que fuese su len guaje, nos agradaba por su valor; la igualdad por su comodidad . Agrada bajar mientras crea uno que pue de volver á subir en cuanto lo desee; y, sin precau ción, gustábamos á la vez las ventajas del patriciado y las dulzuras de una filosofia plebeya. Así es que, aun cuando lo que se minaba eran nuestros privilegios , los restos de nuestro antiguo poder , nos complacía aquel tiroteo . No sufríamos los ataques, no veíamos más que el espectáculo . No eran más que combates de pluma y de palabras que no creíamos podían causar daño al guno á la superioridad de la existencia que disfruta bamos y que una posesión de varios siglos nos hacia creer indestructible. Como el aspecto del edificio per manecía intacto, no veíamos que lo minaban interior mente . Nos reíamos de las graves alarmas de la ran cia corte y del clero que tronaban contra el espíritu de innovación . Aplaudíamos las escenas republicanas de nuestros teatros (1 ) , los discursos filosóficos de nues (1) Segur, ib . , I , 151. «Yo oí cómo toda la corte aplaudia con entusiasmo en la sala de espectáculos del castillo de Versa
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tras academias, las atrevidas obras de nuestros lite ratos.> Si la desigualdad duraba aún en la distribución de cargos y empleos ,
la igualdad comenzaba á reinar en
las sociedades . En muchas ocasiones , los títulos litera rios eran preferidos á los títulos de nobleza . Los corte sanos, servidores de la moda , iban á hacer la corte å Marmontel , á Alembert y á Raynal . Veíase frecuen temente que hombres de letras de segunda y tercera fila era acogidos y festejados en el mundo como no lo eran los nobles de provincia... Las instituciones conti nuaban siendo monàrquicas, pero las costumbres se hacían republicanas . Preferíamos una palabra de elo gio de Diderot ó Alambert al favor más señalado de un principe... Era imposible pasar la velada en casa de Alambert , ir al palacio de La Rochefoucauld con los amigos de Turgot , asistir al almuerzo del abate Raynal , ser admitido en la sociedad y en la familia de Malesherbes, aproximarse, en fin , á la reina más ama ble y al rey más virtuoso , sin creer que entrábamos en una especie de edad de oro de la que no nos daban ninguna idea los siglos precedentes ... Nos deslumbra ba el prisma de las ideas y de las doctrinas nuevas, radiantes de esperanza, de ardor hacia todas las glo rias , de entusiasmo hacia todos los talentos y mecidos por los seductores sueños de una filosofía que deseaba asegurar la felicidad del género humano . Lejos de pre ver desgracias, excesos , crimenes, derrumbamientos de tronos y de príncipes, no veíamos en el porvenir sino todos los bienes que pudieran ser asegurados á la lles la tragedia de Voltaire, Brutus, y particularmente estos dos versos: Soy hijo de Bruto y llevo en mi corazón Grabada la libertad y el horror á los reyes .»
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
humanidad por el reinado de la razón. Se dejaba que circulasen libremente todos los escritos reformadores, todos los proyectos de innovación , los pensamientos más liberales , los sistemas más atrevidos . Cada cual creía caminar hacia la perfección , sin hallar obstácu los ni temerlos . Estábamos orgullosos de ser france ses, y aún más , de ser franceses del siglo diez y ocho. Jamás hubo despertar más terrible, precedido por un reposo más dulce y por ensueños más seductores . > No se contentan con sueños , con meros deseos, con esperanzas pasivas . Obran , son verdaderamente ge nerosos ; basta que una causa sea bella para que se la deba abnegación . Ante la noticia de la insurrección americana , el marqués de Lafayette , dejando en cin ta á su joven esposa , se escapa , desafia las prohibi ciones de la corte, compra una fragata, cruza el Océa no y va á batirse al lado de Washington . « En cuanto conoci la contienda , dice , mi corazón quedó alistado y no pensé más que ir a ponerme bajo mis banderas.> Muchos gentilhombres le siguen . Sin duda aman el peligro : la probabilidad de recibir un tiro es harto preciosa para que se la deje marchar.> Pero se trata además de emancipar á los oprimidos : « á manera de paladines, dice uno de ellos , procedíamos como filóso fos ( 1 ) , y el espíritu caballeresco se pone al servicio de la libertad. No experimentan menor celo hacia otros servicios más sedentarios y menos brillantes . En las asambleas provinciales (2) , los personajes más principales de la
(1) Segur, I, 87. (2) Las asambleas de Berry y de la Alta Guyena comienzan en 1778 y 1779, las de los otros gobiernos en 1787. Todas fun cionan hasta 1789. (V. Leoncio de Lavergne, Las asambleas pro vinciales.)
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provincia, obispos, arzobispos , abades , duques , con des , marqueses, unidos á los notables más opulentos é instruídos del Tercer Estado , en junto un millón de hombres, en una palabra, lo selecto de la sociedad , toda la alta nobleza convocada por el rey, confecciona el presupuesto , defiende al contribuyente contra el fis co , forma el catastro , iguala los tributos , sustituye las jornadas de trabajo, provee las vías de comunicación, multiplica los talleres de caridad , instruye á los agri cultores , propone , alienta y dirige todas las reformas . He leído los veinte volúmenes de sus actas ; no pueden verse mejores ciudadanos , administradores más inte gros, más activos , y que se impongan gratuitamente más trabajo, sin otro objeto que el bien público . La buena voluntad es absoluta . Jamás la aristocracia fué más digna del poder que en el instante que iba á per derlo; los privilegiados , sacados de su ociosidad , vol vían á ser hombres públicos , y , reintegrados en sus funciones , volvían á su deber . En 1778, en la primera asamblea de Berry, el abad de Seguiran ( 1 ) , relator, se atreve á decir que la repartición del impuesto debe ser una distribución fraternal de los cargos públicos . > En 1780, los abades , priores y capítulos della misma provincia ofrecen 60.000 libras de su peculio , y algu nos gentilhombres , en menos de veinticuatro horas, 17.000 libras . En 1787 , en la asamblea de Alençon , la nobleza y el clero se cotizan en 30.000 libras para ali viar á otros tantos contribuyentes indigentes de cada parroquia. En el mes de Abril de 1787 , el rey, en la Asamblea de Notables , habla de « la eficacia con la cual
(1) Leoncio de Lavergne , ib . , 26 , 55 , 183 La sección de im puestos de la asamblea provincial de Tours, reclama también contra los privilegios en materia de impuestos.
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
los obispos y arzobispos han declarado que no pretende rán exención alguna en su contribución á las cargas públicas .
En el mes de Marzo de 1789 , desde las aper
turas de las asambleas de bailio , todo el clero , casi toda la nobleza, en una palabra los privilegiados renuncian expontáneamente á sus privilegios en materia de im puestos . El sacrificio se vota por aclamación ; ellos mismos llegan á ofrecerlo al Tercer Estado y hay que ver en las actas sus acentos generosos y simpáticos. « La orden de la nobleza del bailío de Tours , dice el marqués de Lusignan , considerando que sus miembros son hombres y ciudadanos, antes que nobles , no pue de reparar, de manera más conforme al espíritu de justicia y de patriotismo que la anima, el prolongado silencio á que le habían condenado los abusos del po der ministerial, que declarando á sus conciudadanos su resolución de no gozar en lo sucesivo de ninguno de los privilegios pecuniarios que el uso le había con servado , y hace por aclamación el voto solemne de soportar en una perfecta igualdad , y cada cual en proporción de su fortuna, los impuestos y contribucio nes generales que acepte la nación . » «Os lo repito, dice el conde de Buzanzois al Tercer Estado de Berry, todos somos hermanos , queremos compartir vuestras cargas... Deseamos no llevar más que un solo voto á los estados y, con él, mostrar la unión y la armonia que allí deben reinar. Yo estoy en cargado de ofreceros , de reuniros para no hacer más que un acta. »
«Un nuevo orden de cosas se presenta ante nosotros, dice el abate Legrand en nombre del clero de Chateau roux; se ha desgarrado el velo del prejuicio, la razón ha ocupado el puesto . Se apodera de todos los corazo nes franceses , mina por la base todo lo que no está fun dado más que en las antiguas opiniones , y saca toda su fuerza de sí misma.> No solamente los privilegiados son los que se adelantan, sino que lo hacen sin esfuer zo ; hablan el mismo lenguaje que las gentes del Tercer Estado , son discípulos de los mismos filósofos , parecen compartir los mismos principios . La nobleza de Cler mont en Beauvoisis ordena á sus diputados que pidan ante todo que se haga una declaración explicita de los derechos que pertenecen á todos los hombres . » La no bleza de Nantes y Meulan sostiene que los principios de la política son tan absolutos como los de la moral , puesto que unos y otros tienen por fundamento la ra zón. La nobleza de Reims pide
que se suplique al
rey tenga á bien ordenar la demolición de la Bastilla.» Muchas veces , después de votos y proposiciones pare cidas , los delegados de la nobleza y del clero son aco gidos en las asambleas del Tercer Estado con palma das, < lágrimas » y transportes . Viendo efusiones seme jantes, ¿cómo no creer en su concordia? ¿Cómo imagi nar que va á romperse en el primer instante cuando tan fraternalmente se estrechaban la mano? No tenían tan triste experiencia . Creían en princi pio que el hombre, sobre todo el del pueblo, es bueno. ¿Por qué suponer que podía desear el mal á los que le querían bien? En este punto tenían confianza en su ca riño y su simpatía, no solamente hablan de sus senti mientos sino que los experimentan. Un contemporá
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neo de este momento dice,
la más fervorosa piedad
inunda las almas ; lo que más temen los hombres opu lentos es pasar por insensibles . > El arzobispo de París, á quien se perseguirá á pedradas , dió cien mil escudos para reparar
el
Hospital .
El intendente
Bertier ,
que será asesinado catastra la Isla de Francia para igualar el erario, lo que permite rebajar la cuota á un octavo, y cerca de un cuarto después. El hacendista Beaujon edifica un hospital. Necker rehusa los emolu. mentos de su cargo y presta al Tesoro dos millones para restablecer el crédito . El duque de Charost , desde 1770 suprime en sus propiedades las prestaciones de servicios señoriales y funda un hospital en su señorío de Meillant. El príncipe de Bauffremont, los presiden . tes de Vezet, de Chamolles , de Chaillot y muchos otros señores del Franco Condado , siguen el ejemplo del rey levantándoselas también á sus siervos . El obispo de San Claudio , reclama, en contra de su capítulo , la franqui· cia de sus manos muertas. El marqués de Mirabeau es tablece en su dominio del Limusin un despacho gra tuito de conciliación para evitar los pleitos, y cada día en Fleury, fabrica novecientas libras de pan económi co para uso
del pobre pueblo que se bate á más y me
jor». Monseñor Barral, obispo de Castres, prescribe á todos sus ministros que prediquen la propagación y cul tivo de la patata. El marqués de Guer chi sube con Arturo Young sobre los montones de heno para apren der perfectamente á hacer un henil. El conde de Las tegrie importa la litografía . Un gran numero de gran des señores y prelados figuran en las sociedades agri colas , escriben ó traducen obras útiles , siguen las apli caciones científicas , estudian la economía, infórmanse de la industria, se interesan y pronuncian á favor de todas mejoras públicas « Jamás, sigue diciendo Lacrete
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lle , estuvieron más unidos los franceses para comba tir todos los males que la naturaleza nos pone como el tributo y los que proceden por mil vías de las institu ciones sociales . ¿Puede admitirse que con tantas in tenciones buenas reunidas llegara á destruirse todo? Todos , tanto el gobierno como la clase elevada, imagi nábanse firmemente haber hecho cuanto podían ha cer . El rey recuerda que ha reintegrado , á los protes tantes en el estado civil, suprimido las jornadas ma nuales de trabajo , establecido la libre circulación de granos , instituído las asambleas provinciales , organiza do la marina, socorrido á los americanos , emancipado å sus propios siervos, disminuido los gastos de su casa , empleado á Malesherbes , Turgot y Necker, dejado en libertad å la prensa , escuchado á la opinión pública. Ningún gobierno se ha mostrado más benigno : el 14 de Julio de 1789, no había en la Bastilla sino siete prisio neros , idiota uno de ellos , detenido à petición de la fa milia otro, y cuatro acusados de falsarios .
Ningún
príncipe ha habido más humano , más caritativo , que más se preocupase de los desgraciados . En 1784 , año de inundaciones y de epidemias , distribuye tres mi llones de socorros . Acuden á él, hasta para los acci dentes privados ; el 8 de Junio de 1785 , envía doscien tas libras á la mujer de un labrador bretón , la cual, teniendo ya dos niños , acaba de dar á luz tres en un solo parto .
Durante el invierno riguroso , deja que los pobres invadan todos los días sus cocinas . Probablemente, es, después de Turgot, el hombre de su tiempo que más haya amado al pueblo . -Los delegados se ajustan á las ideas del monarca ; he leído muchas cartas de in tendentes que tratan de parecerse á Turgot .
« Uno
construye un hospital, otro funda premios para los la
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bradores; éste admite artesanos en su mesa, aquél emprende el saneamiento de una marisma . M. de la Tour ha hecho tanto bien en Provenza durante cua renta años , que, á pesar suyo , el Tercer Estado le vota una medalla de oro . Un gobernador da un curso de panadería económica. -¿Qué peligro pueden correr semejantes pastores en medio de su rebaño? Cuando el rey convoca los Estados generales , nadie < muestra desconfianzas » , ni se espanta ante el porvenir. « Se ha blaba del establecimiento de una nueva constitución del Estado como de una obra fácil , como de un acon tecimiento natural. - Los hombres mejores y más virtuosos veían en ello el advenimiento de una nueva era de felicidad para Francia y para todo el mundo civilizado . Los ambiciosos se regocijan ante la gran perspectiva que se iba á abrir á sus esperanzas . Pero no se hubiera encontrado un individuo , el más moro so , el más tímido , el más entusiasta , que previese uno solo de los acontecimientos extraordinarios hacia los cuales iban á ser conducidos los Estados coligados.»
CAPITULO III
1. La clase media.—Antiguo espiritu del Tercer Estado.— Los asuntos públicos no conciernen más que al rey.— Límites de la exposición jansenista y parlamentaria.— II . Cambio en la condición del burgués. —Se enriquece, -Presta al Estado . - Peligro de su crédito. - Se inte resa por los asuntos públicos . -III . Sube en la escala social . —El noble se le aproxima. — El se aproxima al noble. Se pule. -Es hombre de mundo. - Se siente Igual al noble.—Le molestan los privilegios. —IV. Entrada de la filosofía en los espíritus asi dispuestos .-En estos momentos está en boga la de Rousseau . -Concordan cia de esta filosofia con las nuevas necesidades.—Es adoptada por el Tercer Estado. - V. Efecto que en él produce. -Formación de las pasiones revolucionarias . -Instintos de nivelación.-Necesidad de dominación.— El Tercer Estado decide que la nación es él. — Quime ras, ignorancia, exaltación . -VI. Resumen.
I
Durante mucho tiempo , la nueva filosofía, encerra da en un círculo escogido , no había sido más que un lujo de buena sociedad . Comerciantes, fabricantes y tenderos, abogados , procuradores y médicos , cómicos , profesores ó curas, funcionarios ó empleados, toda la clase media estaba dedicada á sus tareas . El horizonte de cada cual era restringido , era el de la profesión ó el del oficio que cada uno ejercía , de la corporación á la
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que pertenecía, de la ciudad en que había nacido y todo lo más de la provincia en que habitaba . La penu ria de ideas y la modestia de corazón confinaban á los burgueses en su recinto hereditario . Sus miradas no se atrevían á ir más allá en el terre no vedado y peligroso de las cosas de Estado ; los asun tos públicos eran
asuntos del rey ..
Por entonces no reinaban vientos de fronda sino en el foro, satélite obligado del Parlamento y arrastrado en su órbita. En 1718, como los abogados de Paris se declararan en huelga á consecuencia de un asunto de justicia, exclama el regente con cólera y sorpresa: ¡Cómo! ¿También # esos tipos intervienen? > Es preciso observar que, por lo general, muchos de ellos perma necían quietos .
Mi padre y yo , escribe más adelante
el abogado Barbier, no nos hemos mezclado en esos ja leos, entre esos espíritus caústicos y turbulentos . > Y añade esta profesión de fe significativa : « Creo que es preciso cumplir en el cargo con honor , sin mezclarse en asuntos de Estado sobre los cuáles no se tiene ni poder ni misión.»
En toda la primera mitad del siglo diez y ocho , no veo en el Tercer Estado otros focos de oposición que el citado , el Parlamento y , en torno suyo , el antiguo es píritu galicano y jansenista. « La buena ciudad de Pa rís , escribe Barbier en 1733 , es jansenista desde los pies á la cabeza, « no solamente los magistrados , los aboga dos , los profesores , todo lo selecto de la burguesía, sino también todo el grueso de París , hombres, mujeres, ni ños que profesan dicha doctrina, sin conocer su asunto, sin entender nada de las distinciones é interpretacio nes, por odio contra Roma y los jesuítas . La mujer, mu jerzuelas y hasta las sirvientes se harian matar por ella... Este partido ha aumentado con las gentes de
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buena sociedad del reino que detestan las persecucio nes y la injusticia. > Así, cuando todas las salas de la magistratura, uni das á los abogados , presentan su dimisión y salen fue ra del palacio
en medio de una muchedumbre extraor
dinaria, el publico dice : He ahí á verdaderos romanos, los padres de la patria; se aplande al paso de los dos consejeros Pucelle y Menguy y les arrojan coronas . Avivada sin cesar la querella entre el Parlamento y la Corte será una de las mechas que provoquen la gran explosión final , y los blandones jansenistas que yacen bajo ceniza encontrarán empleo en 1791 cuando se ata que el edificio eclesiástico . Pero, en ese antiguo hogar, no puede haber más que cenizas calientes , tizones apagados , á veces chisporro teos; por si sólo no es incendiario. Su estructura encie rra la llama y sus biombos mitigan el calor . El janse nista es harto buen cristiano para que no respete los poderes instituidos por lo alto . El parlamentario , con servador por estado , miraria con horror el derrumba miento del orden establecido . Los dos combaten por la tradición y en contra de la novedad ; por esto es por lo que después de haber defendido el pasado en frente del poder arbitrario , le defenderán contra la violencia re volucionaria y caerán, uno en la impotencia y el otro en el olvido .
II
Del mismo modo, el chispazo es tardío en la clase media, y , para que se propague, es menester que pre
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viamente se hagan combustibles las materias refracta rias , mediante una transformación gradual. Un gran cambio se opera en el siglo diez y ocho en
la condición del Tercer Estado . El burgués ha traba jado , fabrica, comercia, gana, ahorra y cada vez se en. riquece más . Desde Law, arranca ese gran desarrollo de empre sas, de negocios , de especulaciones y de fortunas; de tenido por la guerra, se muestra más vivo y más po deroso en cada intervalo de paz , después del tratado de Aix -la- Chapelle, en 1748 , después del tratado de París en 1763, y, sobre todo , à partir del reinado de Luis XVI. La exportación francesa, que en 1720 era de 106 millones, en 1735 de 124 , en 1748 de 192 , es de 257 en 1759, de 309 en 1776 , de 354 en 1788. En 1786, sólo Santo Domingo envía á la metrópoli productos por valor de 131 millones , y recibe 44 millones de mercancías . De esta suerte, se ve en Nantes , en Bur deos , el establecimiento de casas colosales . « Tengo á Burdeos, escribe Arturo Young, por más rico y más comercial que ninguna ciudad de Inglaterra , excepto Londres... En estos últimos tiempos , los progresos del comercio marítimo han sido más rápidos en Francia, que en la misma Inglaterra .» Según un administrador de la época, la causa de que los consumos produzcan más cada vez , es que desde 1774 los diversos géneros de industria se desarrollan más cada vez también . Y este progreso es regular, mantenido .
Se puede calcu
lar , dice Necker en 1781 , que el producto total de los derechos de consumo aumenta dos millones al año .» París es el taller central de todo ese gran esfuerzo de invención, de trabajo y de ingenio que crece sin cesar. Más aún que hoy, tiene el monopolio de todo lo 1
que es obra de la inteligencia y del gusto, libros, cua
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dros , grabados , estatuas , joyas, adornos, tocados, ca rruajes, muebles, artículos de curiosidad y de moda, ornatos y atractivos de la vida elegante y mundana; es el proveedor de Europa. En 1774, su comercio de li brería estaba calculado en 49 millones, y el de Ingla terra, en una cuarta parte nada más . Con tales benefi cios se forman muchas fortunas, principalmente de fortunas medias , y los capitales así formados buscan un empleo . Y, precisamente, es cuando las manos más nobles del reino se extienden para recibirlos , nobles , príncipes de la sangre, estados provinciales , asambleas del clero , y, en primera fila, el rey, que , siendo el más necesitado de todos , toma en préstamo al 10 por 100, y está siem pre en busca de nuevos prestamistas . Ya con Fleury la deuda aumenta en 18 millones de intereses , y, durante la guerra de los siete años , en otros 34. En tiempos de Luis XVI, Necker levanta un empréstito de 530 millo nes, Joly de Fleury otro de 300 , y Calonne otro de 800 , total 1630 millones en diez años. El interés de la deu da, que era más que de 45 millones en 1755, se eleva á 106 en 1766, y asciende á 206 en 1789. ¡ Y cuántos acreedores indican estas cifras ! Y notad que, como el Tercer Estado es el único que gana y ahorra, casi todos los acreedores pertenecen al mismo . Añadid otros mi les: en primer lugar , los administradores que adelan al gobierno , adelantos indispensabies ,
tan fondos
puesto que, desde tiempo inmemorial , se come el pro ducto antes de recibirlo , y porque siempre el año co rriente merma en algo á los siguientes : En 1759 hay 80 millones de adelantos , y 170 en 1783. En segundo lu gar, tantos proveedores , en mayor ó menor escala, que, en todos los puntos del territorio , tienen cuentas pendientes con el Estado por sus trabajos y suminis
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tros , verdadero ejército que aumenta diariamente, desde que el gobierno , arrastrado por la centraliza ción, se encarga él sólo de todas las empresas , y que, sclicitado por la opinión , multiplica las obras de utili dad pública : Con Luis XV, el Estado construye seis mil leguas de caminos , y, bajo Luis XVI , en 1788 , para remediar el hambre, compra 40 millones de granos. Por esta amplificación de su acción y por este em préstito de capitales, se convierte en el deudor univer sal; desde este momento los asuntos públicos no son solamente asuntos del rey. Sus acredores se inquietan ante sus gastos , porque lo que derrocha es el dinero de ellos ; si administra mal, se arruinarán . Desearían co nocer el presupuesto real, comprobar los libros: al que presta le asiste el derecho de vigilar la hipoteca . He aquí, pues , al burgués que levanta la cabeza y empie za á mirar de cerca la gran máquina, cuyo funciona. miento , oculto á todas las miradas del vulgo , era hasta aquí un secreto de Estado . Se hace político , y á la vez se muestra descontento . Porque, no pueden negárselo, los asuntos en los que se encuentra tan interesado , es tán mal dirigidos . Un hijo de familia que llevara los suyos de la misma manera , merecería ser privado de ellos . Constantemente, en la administración del Esta do , los gastos han sido más que los ingresos . Según confesiones oficiales , el déficit anual era de setenta mi llones en 1770, de ochenta en 1783: cuando se ha in tentado reducirlo , ha sido á costa de bancarrotas, una de dos mil millones å fines de Luis XIV, otra casi igual en tiempos de Law, otra del tercio y de la mitad sobre todas las rentas en tiempos de Terray, sin contar las supresiones de detalle, las reducciones, los retrasos indefinidos en el pago , y todos los procedimientos vio lentos ó fraudulentos que un deudor poderoso emplea
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impunemente contra un acreedor débil . « Se cuentan cincuenta y seis violaciones de la fe pública desde En rique IV hasta el ministerio de Lomenie, inclusive, y se vislumbra en el horizonte otra bancarrota más es pantosa que todas las demás. Varios, Beseural, Lin guet, la aconsejan en alta voz como una amputación necesaria y saludable . No solamente hay precedentes , y en esto el gobierno no hará más que seguir su propio ejemplo , sino que tal es su norma diaria de conducta, puesto que no vive más que al día, á fuerza de expe dientes y dilaciones , abriendo un agujero para llenar otro, y no salvándose de la quiebra sino por la pacien cia forzosa que impone á sus acreedores . Con tal deu dor, dice un contemporáneo, jamás estaban seguros, todo se podía esperar. « Colocados sus capitales en los empréstitos , jamás podían contar con una época fija para el pago de intereses . Construían buques arregla ban los caminos , proveían á las tropas, y se quedaban sin garantías de sus adelantos , sin plazos para el re embolso , reducidos á calcular las probabilidades de un contrato con los ministros como las de un préstamo he cho al azar.
No se paga sino si se puede y cuando se
puede , hasta á las gentes de la casa, á los proveedores de comestibles , å los sirvientes personales . En 1753 , los criados de Luis XV no habían percibido nada desde hacía tres años . Se ha visto cómo los palafreneros rea les salían á mendigar por las noches por las calles de Versalles, cómo se ocultaban
los proveedores , y que,
reinando Luis XVI , en 1778, se debían 792.620 francos al de los vinos, y 3.467.980 al de la carne y el pesca do . En 1788 la estrechez era tal, que el ministro Lo menie se apodera y los gasta de los fondos de una sus cripción hecha por particulares para los hospicios ; en el momento de su retirada el Tesoro está vacío , salvo 28
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
400.000 francos , de los cuales se mete la mitad en el bolsillo . ¡Qué administración! Ante este deudor , que ostensiblemente se hace in solvente, todos los que , de cerca ó de lejos, tienen que ver en sus asuntos, se consultan alarmados, y los tales son innumerables: banqueros , comerciantes , fabrican tes , empleados , prestamistas de todas clases y de todas condiciones: en primera fila los rentistas , quienes han puesto en los empréstitos todo su haber, y que queda rían en la miseria si no cobrasen anualmente los 44 millones que se les debe; los industriales y comercian tes , que han confiado al deudor su honor comercial y se horrorizan al pensar que pueden quebrar de recha zo ; detrás de éstos vienen sus acreedores, sus emplea dos , sus obreros , sus servidores, en una palabra, la mayor parte de la clase laboriosa y pacífica , que hasta aquí obedecía sin murmurar y no pensaba en censurar el régimen establecido . En adelante va á observar con atención, con desconfianza , con cólera; ¡y ay de aque llos á los que coja en falta , porque sabe que los tales le arruinan al arruinar al Estado!
III
Al mismo tiempo ha ascendido en jerarquía social y lo selecto de ella se roza con las clases elevadas . Antes, entre Dorante y Jourdain , entre D. Juan y Domingo , entre Souteville mismo y Jorge Daudin la distancia era inmensa: trajes , moradas , costumbres , caracteres , idea del honor , concepciones , lenguaje , todo difería . Ahora la distancia es casi insensible. Por una parte los no bles se han aproximado al Tercer Estado ; de otra , el
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Tercer Estado se ha acercado á los nobles , y la igual dad de hecho ha precedido á la igualdad de derecho . -En los albores de 1789 , costaría trabajo distinguir los en la calle. En la ciudad , los gentilhombres no lle van espada ; se han quitado los bordados , los galones, y se pasean con frac cerrado, ó corren en un cocheci llo guiado por ellos mismos . « La sencillez de las cos tumbres inglesas » y los usos del Tercer Estado les han parecido
más cómodos para la vida privada . Su es
plendor les molestaba , estaban hartos de estar siem pre en escena . En adelante aceptan la familiaridad para poder explayarse, y se alegran
de mezclarse
sin fausto y sin trabas con todos sus conciudadanos » . -En realidad , el síntoma es grave , y las rancias al mas feudales tenían razón al murmurar . El marqués de Mirabeau , al saber que su hijo quiere ser su pro pio abogado , no se consuela sino viendo que otros , y de lo más principal , hacen cosas peores todavía . « Aun que me cuesta mucho trabajo acostumbrarme à la idea de que el descendiente de nuestro abuelo , tal como le hemos visto pasear entre la multitud saluda do de lejos por grandes y pequeños , vaya á figurar en la tribuna, disputándose con los abogados de embro llos , me he dicho al punto que algo más se asombraría Luis XIV si viese á la mujer de su sucesor , vestida de aldeana y con delantal , sin acompañamiento , sin pajes ni nadie , correr por el palacio y los terrados , y pedir la mano al primer cualquiera con frac , el cual se la presta únicamente hasta el pie de la escalera . - En efecto , la nivelación de las maneras y del aspecto ex terior no hace más que manifestar la nivelación de los espíritus y de las almas . Si la antigua ostentación desaparece, es que los sentimientos que acusaba des aparecen también . Acusaba la seriedad , la dignidad ,
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el hábito de contenerse y de estar en público , la auto ridad , el mando . Era la parada fastuosa y rigida de un estado mayor social . Ahora la parada concluye , por que el estado mayor está disuelto . Si los nobles se vis ten de burgueses, es porque se han convertido en tales , pero en burgueses ociosos que,
retirados
de
los negocios, charlan y se divierten . - Cierto es que se divierten como personas de gusto y hablan como per sonas de buena sociedad . Pero no hà de costar mucho trabajo igualarlos en esto . Desde que el Tercer Estado se ha enriquecido , muchos plebeyos se han hecho hom. bres de mundo . Los sucesores de Samuel Bernard no son ya Turcarets , sino Faris- Duvarney , Saint-James, Laborda, afinados , cultos de corazón y de inteligencia, con tacto, literatura, filosofía y buenos modales; dan fiestas , saben recibir. Con aproximados matices , se encuentra la misma sociedad que en casa de un gran señor, las mismas ideas, el mismo tono . Sus hijos , los señores de Villamur , de Francueil , de Epinay echan el dinero por la ventana con tanta elegancia como los duquesitos con quienes cenan . Con dinero é ingenio , un advenedizo se adiestra pronto, y su hijo , sino él, será iniciado : algunos años de ejercicios en la acade mia, un maestro de baile , uno de los cuatro mil car gos que confieren la nobleza le darán pronto el exte rior de que carece. Ahora bien , en aquellos tiempos , desde que sabe guardar el buen tono , saludar y bai lar, se tiene entrada en todas partes . Un inglés obser va que una de las primeras frases que se dicen para alabar á un hombre es
que se presenta admirable.
mente bien». La mariscala de Luxembourg, tan altiva, escoge siempre á Laharpe por caballero ; en efecto < ¡ da tan bien el brazo ! » .- No solamente el plebeyo entra en los salones si tiene práctica , sino que impera si
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tiene talento . El primer lugar en la conversación y hasta en la consideración pública es para Voltaire, hijo de un notario , para Rousseau , hijo de un relojero, para Alambert, niño expósito recogido por un vidrie ro; y cuando , á la muerte de estos grandes hombres no quedan más que escritores de segundo orden , las duquesas más principales les satisface aun tener á su mesa á Chamfort, otro expósito , á Beaumarchais , otro hijo de relojero, á Laharpe, criado y educado de cari dad , á Marmontel , hijo de un sastre de aldea y á otros muchos menos notables , en una palabra , á todos los advenedizos de la inteligencia . Para remate, la nobleza toma la pluma y aspira á los éxitos de los citados . « Ya hemos abandonado , decía el príncipe de Henir , los prejuicios góticos y absurdos sobre el cultivo de las letras . En cuanto á mí , escribi ría mañana una comedia si tuviera talento , y si me tentaran mucho , la representaria. » Y de hecho « el vizconde de Segur , hijo del ministro de la Guerra, des empeña el papel de amante en Nina, en el teatro de la señorita Guimard , con todos los actores de la comedia italiana» . Un personaje de Mme . de Genlis , al volver å Paris tras cinco años de ausencia, dice
que dejó á los
hombres ocupados únicamente en el juego , en la caza, en el amor y que se los encuentra autores todos ellos » . Pasean de salón en salón sus tragedias , comedias, no velas , églogas , disertaciones y consideraciones de toda especie . Tratan de que se representen sus obras, su fren el juicio previo de los cómicos, solicitan del Mer curio una frase de elogio , leen los asuntos en las se siones de la Academia. Se engolfan en los enredos , vanaglorias y pequeñeces de la vida literaria, peor aún, de la vida teatral , puesto que de cien teatros de sociedad, son actores y representan con los actores
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verdaderos . Añadid á esto , si queréis , sus otros talen tos de aficionados : pintar á la aguada, componer can ciones, tocar la flauta . Con tal mezcla de clases y de inversión de papeles , ¿qué superioridad queda á la nobleza? ¿Por qué mérito especial, por qué capacidad reconocida se hará respe tar del tercer Estado? Fuera de alguna flor de supremo buen tono y algunos refinamientos en el saber vivir , ¿en qué se diferencia de aquél? ¿Qué educación supe rior, qué práctica de los asuntos , qué experiencia de gobierno , qué instrucción política , qué ascendiente lo cal, qué autoridad moral puede alegar para autorizar sus pretensiones al primer lugar? En lo concerniente á la práctica, ya es el Tercer Estado
el que realiza la tarea y proporciona los
hombres especiales , intendentes , empleados prime. ros de los ministerios , administradores laicos y ecle siásticos , trabajadores efectivos de todo género y con diciones . Acordaos de ese marqués del que hablába mos hace un momento , antiguo capitán de las guar dias francesas , hombre de corazón y leal, el cual con fiesa en las elecciones de 1789 que los conocimientos esenciales á un diputado « se hallarán más á menudo en el Tercer Estado , cuya inteligencia está avezada á los negocios .. En cuanto à la teoría, el plebeyo sabe tanta como los nobles , y cree saber más ; porque, habiendo leído los mismos libros y penetrádose de los mismos princi pios , no se detiene como aquéllos á mitad de camino en la pendiente de las consecuencias , sino que sigue ade lante , hasta el fondo de la doctrina, persuadido de que su lógica es clarividente y de que hay tantas más luces cuantos menos prejuicios . Considerad á los jóvenes que tienen veinte años ha
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cia 1780, nacidos en una casa laboriosa , acostumbra dos al esfuerzo, capaces de trabajar doce horas dia rias , un Barnare, un Carnot, un Roederer, un Merlin de Thiouville, un Robespierre , raza enérgica que sien te su fuerza, que compara su aplicación y su instruc cién á la ligereza é insuficiencia de sus rivales, cuya debilidad conoce , y que, en el momento en que bulle en ella la ambición de la juventud , se ve de antemano excluida de todos los altos puestos , relegada á perpe tuidad en los empleos subalternos , aventajada en toda carrera por superiores, en quienes ella apenas reco noce iguales . En los exámenes de artillería, donde Me rín, genealogista , rechaza á los plebeyos, y donde el abate Bossut, matemático , rechaza á los ignorantes , se descubre que la capacidad falta á los alumnos no bles y la nobleza á los alumnos capaces; las dos cua lidades de gentilhombre é instruído parecen excluirse ; de cien alumnos, cuatro ó cinco reunen las condicio nes. Ahora bien , en esos momentos en que la sociedad está mezclada , son fáciles y frecuentes semejantes pruebas . Abogado , médico , líterato, el hombre del estado con el cual un duque conversa familiarmente , que viaja en diligencia, codeándose con un coronel de húsares , puede apreciar á su interlocutor y á su veci no, contar sus ideas , comprobar su mérito , apreciarle en su valor, seguro estoy de que no le encarecerá . Desde que la nobleza, habiendo perdido la capaci dad especial, y desde que el Tercer Estado , habiendo adquirido la capacidad general , se encuentran al mismo nivel por la educación y por las aptitudes , la desigualdad que les separa se ha hecho mortificante al hacerse inútil. Instituida por la costumbre , no está ya consagrada por la conciencia, y el Tercer Estado se irrita con razón contra privilegios que nada justifica,
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ni la capacidad del noble ,
ni la incapacidad del
burgués .
IV
Desconfianza y cólera respecto del gobierno que compromete todas las fortunas, rencor y hostilidad contra la nobleza que cierra todos los caminos , tales son los sentimientos que se desarrollan en la clase me dia à consecuencia del progreso de su riqueza y su cultura . Sobre materia así dispuesta , puede adivinarse cuál será el efecto de la nueva filosofia . Encerrada al prin cipio en el recinto aristocrático , la doctrina se ha fil trado por los intersticios como agua que rebosa y se esparce insensiblemente por todo el piso inferior. Ya en 1727, Barbier , que es un burgués de la anti gua cepa y no conoce sino de nombre la filosofía y los filósofos , escribe en su diario :
« Se merman á cien
pobres familias las rentas vitalicias que las hacían subsistir, adquiridas con efectos de las que el rey era deudor; se dan cincuenta y seis mil libras de pensión á gentes que han ocupado los altos puestos en los que se han hecho una fortuna considerable , siempre á cos ta del pueblo, y esto por descansar y no hacer nada .
Una á una, las ideas de reforma penetran en su ga binete de abogado consultor; ha bastado la conversa ción para propagarlas, y el sentido común no tiene necesidad de filosofías para admitirlas . « La tasa de imposiciones sobre los bienes , dice en 1750 , debe ser proporcional y repartirse equitativamente sobre todos
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los súbditos del rey y miembros del estado , á propor ción de los bienes que cada cual posea realmente en el reino; en Inglaterra , las tierras de la nobleza, del cle ro y del tercer estado pagan igualmente sin distinción ; nada más justo . » En los diez años que siguen , la marejada crece; se habla mal del gobierno en los cafés , en los paseos , y la policía no se atreve à detener á los descontentos , porque sería preciso detener à todo el mundo» . Hasta el fin del reinado , va en aumento la desafección .
En
1744, dice el librero Hardy , durante la enfermedad del rey en Metz , los particulares hacen decir y pagan en la sacristía de Nuestra Señora seis mil misas por su curación; en 1757 , después del atentado de Damiens , el número de misas encargadas no es más que de seis cientas; en 1774, durante la enfermedad de la que muere , el número se reduce à tres . > Descrédito completo del gobierno , éxito inmenso de Rousseau, de estos dos acontecimientos simultáneos puede decirse que data la conversión del Tercer Esta do à la filosofía. A principios del reinado de Luis XVI , un viajero que volvía después de algunos años de ausencia y á quien le preguntaban qué cambio notaba en la nación, respondió: « Nada más , sino lo que se decía en los salo nes se repite en las calles .» Y lo que se repite en las calles , es la doctrina de Rousseau, el Discurso sobre la desigualdad, el Pacto social, vulgarizado y repetido por los discípulos en to dos los tonos y bajo todas las formas . Nada más seduc tor para el tercer estado . No solamente le eleva las ideas generales la teoría en boga y que se encuentra en el momento decisivo en que las miradas de dicho Estado se dirigen hacia ellas , sino que además le pro
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porciona armas contra la desigualdad social y la arbi trariedad política, y armas más contundentes de las que necesita. ¡ Qué maestro tan simpático es el escritor de genio , el lógico poderoso , el orador apasionado que establece el derecho natural, que niega el derecho his. tórico , que proclama la igualdad de los hombres , que reivindica la soberanía del pueblo , que denuncia en cada página la usurpación , los vicios, la inutilidad, los desafueros de los grandes y los reyes , qué simpáti · co maestro para gentes que quieren intervenir el po der y abolir los privilegios! Y omito los títulos que le hacen grato á los hijos de una burguesía laboriosa y severa, á los hombres nue vos que trabajan y se elevan , su seriedad constante, su tono áspero y amargo, su elogio de las costumbres sencillas , de las virtudes domésticas , del mérito perso nal , de la energía viril ; es un plebeyo que habla á ple beyos.
Nada tiene de extraño que le tomen por guía, y que acepten sus doctrinas con ese fervor de creencias que es el entusiasmo y que siempre acompaña á la primer idea, como al primer amor . Un juez competente, testigo ocular , Mallet del Pau, escribe en 1799 :
En las clases medias é inferiores,
Rousseau ha tenido cien veces más lectores que Vol taire . Sólo él es quien ha inoculado en los franceses la doctrina de la soberanía del pueblo y de sus más ex tremas consecuencias . Con dificultad se citaria un solo revolucionario que estuviese entusiasmado con las teo rías anárquicas y que no ardiese en deseos de realizar. las . Ese Contrato social , que disuelve las sociedades, fué el Corán de los redichos oradores de 1789 , de los jacobinos de 1790, de los republicanos de 1791 y de los locos más atroces ... Yo he oído á Marat en 1788 leer
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y comentar el Contrato social en los paseos públicos en tre los aplausos de un auditorio entusiasta . » El mismo año , entre la muchedumbre que llena la gran sala del palacio, Lacretelle oye citar el mismo li bro y alegar sus dogmas « por pasantes de la Basoche, por abogados jóvenes , por el mundo letrado en el que hormiguean publicistas de reciente cuño » . Se ve por es tos detalles que está en todas las manos como un cate cismo ( 1 ). En 1784 , los hijos de un magistrado que van á su primera lección de derecho á casa de Sareste , reci ben de su profesor el Contrato social à guisa de ma nual . Los que encuentran demasiado ardua la nueva geometría política, aprenden por lo menos los axiomas , y, si tampoco pueden con los axiomas , hallan las con secuencias palpables , los equivalentes cómodos , la mo neda menuda, corriente en la literatura en boga, tea tro, historia y novelas . Por los Elogios , de Thomas , por las pastorales de Bernardino de Saint- Pierre , por la compilación de Raynal , por las comedias de Beau marchais , hasta por El Joven Anacarsis , y por la boga de la antigüedad griega y romana, los dogmas de igualdad y de libertad se filtran y penetran en todos cuantos saben leer. Estos últimos días , dice Metra, se celebraba una comida de cuarenta eclesiásticos de al dea en casa del párroco de Orangis, á cinco leguas de París . A los postres y con la verdad del vino , todos han convenido que su venida á París había sido para ver Las bodas de Figaro ... Parecía que hasta aquí los autores cómicos se propusieron hacer reir á los gran (1) El Compadre Mateo, por Dulaurens (1766). « No debemos. nuestras desgracias sino á la manera como hemos sido educa dos, es decir, al estado de sociedad en el cual hemos nacido . Ahora bien, puesto que tal estado es la fuente de todos nuestros males , su disolución no puede ser más que la de todos los bienes .
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des á expensas de los pequeños ; aquí, al contrario , los pequeños se ríen á expensas de los grandes .
Este fué
el éxito de la obra. Tal administrador de un castillo ha encontrado un Raynal en la biblioteca , y las declamaciones furibun das que en el libro encuentra, le entusiasman hasta el punto de que treinta años después las recitará sin tro piezos . Y el sargento de las guardias francesas borda por la noche chalecos para ganar conque comprar los nuevos libros . Tras la pintura galante del tocador , he aquí la pin tura austera y patriótica: el Belisario y los Horacios, de David, indican el nuevo espíritu del público y de los estudios . Es el espíritu de Rousseau ,
el espíritu repu
blicano ; ha ganado à toda la clase media , artistas, empleados , párrocos , médicos , procuradores , aboga. dos, letrados , periodistas , y tiene por alicientes tanto las peores como las mejores pasiones , la ambición , la envidia , el ansia de libertad , el celo por el bien públi co y la conciencia del derecho . Todas estas pasiones se exaltan unas á otras. No hay como un desafuero para avivar el sentimiento de la justicia. No hay como el sentimiento de la justicia para avivar el dolor de un desafuero . Ahora que el Tercero se juzga privado del lugar que le pertenece, se encuentra mal en el lugar que ocupa , sufre con mil pequeños rozamientos que en otro tiempo no hubiera notado. Cuando uno se siente ciudadano , se irrita al ser tratado como súbdito , y nadie acepta ser inferior & quien se considera como igual . Esto es por lo que, du rante los veinte últimos años el antiguo régimen se es fuerza en vano en aligerarse , parece más pesado y sus pinchazos exasperan como heridas. Podrían citarse in finidad de casos .
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En el teatro de Grenoble, Barnave, niño , estaba con su madre en un palco que el duque de Tonnerre, go bernador de la provincia , destinaba á uno de sus adu ladores. El director del teatro y después el oficial de guardia van á rogar á Mme . Barnave que se retire; ella se niega; por orden del gobernador , llegan cuatro fusileros para obligarla. Ya el patio comenzaba á in tervenir y podían temerse violencias , cuando M. Bar nave, advertido de la afrenta, llega para llevarse á su mujer y dice en alta voz : « Salgo por orden del gober nador» . El público , toda la burguesía se comprometió á no volver al espectáculo sino después de una satis facción, en efecto , el teatro permaneció vacío duran te varios meses , hasta que Mme . Barnave consintió en reaparecer. El futuro diputado se acordó más adelante del ultraje, y desde entonces juró
levantar la casta á
la que pertenecía de la humillación á que parecía es tar condenada » . De un modo análogo Lacroix, el futuro convencio nal, empujado , á la salida del teatro , por un gentil hombre que da el brazo á una mujer bonita, se queja en alta voz . - ¿ Quién sois ? » -Lacroix , provinciano aún, tiene la candidez de enunciar todos sus nombres , apellidos y cualidades .—« Pues bien , dice el otro , está muy bien el que seáis todo eso ; yo soy el conde de Ca bannes y tengo mucha prisa » . Diciendo ésto
se ríe
desmesuradamente» , y sube á su carruaje . « ¡ Ah ! se for, decía Lacroix acalorado aún por el incidente, qué distancia más espantosa establecen entre los hombres el orgullo y los prejuicios ! > Tened la seguridad de que el amor propio respiraba del mismo modo en Marat , veterinario en las cuadras del conde de Artois , en Robespierre , protegido del obispo de Arras , en Danton , un abogadillo « cargado
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de deudas , en todos los demás . La amargura recon centrada que palpita en las Memorias de Mme. Roland no obedece á otra causa. « No perdonaba á la sociedad el puesto inferior que había ocupado durante mucho tiempo ( 1 )» . Gracias & Rousseau, la vanidad , tan na tural en el hombre , tan sensible en un francés, ha au mentado . El menor matiz, una inflexión de voz, pare ce una muestra de desdén . Un día que hablaban ante el ministro de la guerra de un oficial general llegado á su graduación por su mérito : « ¡ Ah!, si, dice el ministro, oficial general de fortuna! ». En vano se esfuerzan los grandes en condescender ,
en acoger con bondad
igual y amable á cuantos les son presentados » ; en casa del duque de Penthièvre los nobles comen con el amo de la casa, los plebeyos con el primer gentilhombre y no pasan al salón sino para tomar el café . En él en cuentran « hablando alto y contoneándose» á los que han tenido el honor de comer con su Alteza y
que no
(1) Memorias de Mme . Roland . A los catorce años, al ser presentada á Mme . de Boismoral , la mortifica oir llamar
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dejan de saludar á los que llegan con una benevolen cia llena de protección» . Esto basta; en vano es que
La mayor parte no saben nada de nada y no son más que mercachifles ; los más instruídos sólo tienen en po lítica ideas elementales . En las aulas de la Universi dad , no se enseña historia . « El nombre de Enrique IV, dice Lavalette, no fué pronunciado una sola vez du rante mis ocho años de estudio , y, á los diez y siete, ignoraba aún en qué época y de qué manera había su bido al trono la casa de Borbón » . Por todo bagaje, llevan como Camilo Desmoulins , rudimentos de latín, y entran en el mundo con el cerebro atestado
de má
ximas republicanas » , exaltadas por los recuerdos de
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Roma y de Esparta,
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llenos de un profundo desprecio
por los gobiernos monàrquicos » . Enseguida, en la fa cultad de Leyes, aprenden derecho abstracto , ó no aprenden nada. En los cursos de París , no hay oyen tes, el profesor da su lección delante de copistas que venden los apuntes . Un alumno que asistiera y redac tara por
sí mismo sería mal visto ; se le acusaría de
quitar á los copistas su manera de ganarse el pan . Por consiguiente , el diploma es nulo ; en Bourges se obtiene á los seis meses ; si el joven concluye por saber la ley es después con el uso y la práctica. -De las leyes é instituciones extranjeras , no se tiene conocimiento al guno,
apenas una noción vaga y confusa. Malonet
mismo tiene una idea equivocada del Parlamento in glés , y varios se le representan con arreglo al Parla mento francés . -En cuanto al mecanismo de las cons tituciones libres ó á las condiciones de la libertad efec tiva, es harto complicado . Salvo en las grandes familias de la magistratura, Montesquieu es el soberano desde hace veinte años . ¿Para que sirven los estudios sobre la Francia antigua?
¿Cuál es el resultado de tantas y
tan profundas investigaciones? Conjeturas laboriosas y motivos de duda. » Es mucho más cómodo partir de los derechos del hombre y deducir las consecuencias . Para esto basta la lógica de la escuela y la retórica del co legio. En ese gran vacío de inteligencias , las pala bras indefinidas de libertad , de igualdad , de soberanía del pueblo , las ardientes frases de Rousseau y de sus sucesores , todos los nuevos axiomas brillan como car bones encendidos , y desprenden una humareda calien te, un vapor que marea . La palabra gigantesca y vaga se interpone entre el espíritu y los objetos ; todos los contornos se esfuman y el vértigo comienza . Jamás han perdido los hombres hasta tal punto el
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sentido de las cosas reales . Jamás han sido á la vez más ciegos y más quiméricos . Jamás su turbada vista no les ha tranquilizado tanto sobre el verdadero peli gro, y no les ha alarmado tanto sobre el peligro ima ginario . Los extranjeros de sangre fría y que asisten al espectáculo , Mallet del Pau, Dumont de Ginebra, Arturo Young, Jefferson , Gobernador Morris , escriben que los franceses están trastornados . En el universal delirio , Morris no puede citar en Washington más que un solo cerebro sano , Marmontel, y Marmontel no ha. bla sino como Morris . En los clubs preparatorios y en las asambleas de electores , es el único que se levanta contra las proposiciones disparatadas. En torno suyo no hay más que gentes acaloradas , que se exaltan hasta lo grotesco, á propósito de cualquier cosa. En todos los usos del régimen establecido , en toda medida de la ad ministración , « en los reglamentos de policía , en los de cretos sobre hacienda, en las autoridades jerárquicas sobre las que descansan la tranquilidad y el orden pú blicos , no había nada donde no se encontrase un sello de tiranía... Se trataba de las murallas de París á las que se denunciaba como un recinto de animales salva jes , harto injurioso para hombres » . ¿Sabéis lo que he visto, dice uno de los oradores, en la puerta de San Victor , sobre una de las pilastras esculpidas? He visto la enorme cabeza de un león, con la boca abierta, y vomitando cadenas con las que ame naza á los transeuntes ; ¿puede imaginarse un emblems más espantoso del despotismo y de la servidumbre. El orador imitaba al mismo tiempo el rugido del león; se conmovía todo el auditorio , yo , que pasaba tan á menudo por la puerta de San Victor, me asombraba de que no me hubiese llamado la atención imagen tan horrible. Fui el mismo día à inspeccionarla, y me en
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contré que la pilastra tenía por adorno un carnero sus pendido á una débil cadena que el escultor había atado al hocico de un leoncito , como se ve en las aldabas de las puertas ó en las llaves de las fuentes .> Las sensaciones pervertidas, las concepciones deli rantes, serían para un médico síntomas de enajenación mental; ¡ y todavía nos encontramos en los primeros meses de 1789 ! En cerebros tan excitables y hasta tal punto so breescitados , la magia soberana de las palabras va á crear fantasmas, unos odiosos , la aristocracia y el ti rano, otros adorables , el amigo del pueblo y el patrio ta incorruptible, figuras desmesuradas y forjadas por el sueño , pero que se ofrecerán como reales , y á las cua les el alucinado colmará de homenajes ó hará blanco de sus furores.
VI
Así desciende y se propaga la filosofia del siglo diez y ocho . En el primer piso de la casa, en las habitaciones her mosas y doradas, las ideas no han sido más que ilumi naciones de sarao , petardos de salón, brillantes luces de Bengala; han jugado con ellas , se las ha lanzado entre risas por las ventanas . Recogidas en el entresuelo y en el bajo , llevadas á las tiendas, á los almacenes y á las oficinas , han en contrado materias combustibles , montones de madera acumulados hacía tiempo, y he aquí que el fuego prende. Hasta parece que hay un principio de incendio ; por
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
que las chimeneas hacen mucho ruido , y se percibe uns roja claridad al través de los cristales .
No, dicen los vecinos de arriba, se guardarán de prender fuego á la casa , puesto que en ella habitan como nosotros . Se trata de paja que arde ó todo lo más de fuego en las chimeneas: pero se apaga con un cubo de agua fría ; y , además , esos incidentes limpian las chimeneas, las limpian de hollín.
Tened cuidado , en
los sótanos de la casa, bajo las vastas y profundas bó vedas que la sostienen , hay un depósito de pólvora .
LIBRO QUINTO
El pueblo.
CAPITULO
PRIMERO
1. La miseria.-Bajo Luis XIV.-Bajo Luis XV.-Bajo Luis XVI.-II. Condición del campesino durante los últimos treinta años del antiguo régimen.-Lo precario de su subsistencia. – Estado de la agricnltura. —Tierras incultas.-Malos cultivos.-Salarios escasos. -Falta de bienestar. — III . Aspecto del campo y de los campesinos, -IV . De qué manera se convierte en propietario el campesino . —Tampoco está á gusto.—Aumento de car gas.-En el antiguo régimen es «la bestia de carga».
I
La Bruyère escribía justamente un siglo antes de 1789:
Se observa que ciertos animales feroces , ma
chos y hembras , esparcidos por los campos , negros , li vidos y quemados por el sol, se aferran á la tierra que escarban y remueven con una terquedad invencible . Tienen como una voz articulada, y cuando se alzan sobre las patas , muestran una faz humana; y son hom bres en efecto. Se retiran por las noches á sus cubiles donde viven de pan negro, agua y raíces . Evitan á los
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otros hombres el trabajo de sembrar, de labrar y de recolectar para vivir, y así merecen que no les falte el pan que han sembrado . > Les falta durante los veinticinco años siguientes , y mueren å manadas ; estimo que en 1715 había pereci do cerca de una tercera parte, seis millones, de mise ria y de hambre . Este cuadro está lejos de ser exage rado por lo que se refiere al primer cuarto de siglo que precede å la Revolución , es exacto durante más de me dio siglo hasta la muerte de Luis XV; quizá en vez de atenuarlo habría que recargarlo . En 1725, dice Saint Simón, « en medio de los despilfa rros de Strasburgo y de Chantilly, viven en Norman día con las hierbas de los campos . El primer rey de Europa no puede ser un gran rey si no lo es más que de andrajosos , y si su reino se convierte en un vasto hospital de moribundos à quienes se despoja de todo en plena paz» . En los mejores tiempos de Fleury en la re gión más hermosa de Francia, el campesino « oculta su vino á causa de los subsidios y su pan á causa de los tributos» , persuadido
de que es hombre perdido si se
llega á sospechar que no se muere de hambre . En 1739 , Argenson escribe en su diario: « La miseria aca ba de ocasionar tres levantamientos en las provincias, en Ruffec, en Caen y en Chinar . Han sido asesinadas en los caminos mujeres que llevaban pan... El duque de Orleans llevó el otro día al consejo un pedazo de pan, lo puso sobre la mesa del rey, y dijo : Señor, ved de qué pan se alimentan hoy vuestros súbditos ... > Por todas partes cunde la miseria; « se ha hablado de ello en Versalles . El obispo de Chartres , interrogado por el rey acerca del estado de los pueblos , respondió que el hambre y la mortalidad eran tales , que los hombres comían hierba como los corderos y morian como mos.
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cas». En 1740, Marsillon , obispo de Clermont- Ferrand, escribe á Fleury : « El pueblo de nuestros campos vive en una miseria espantosa , sin camas , sin muebles ; la mayoría, durante medio año, carecen de pan de cen teno y avena, lo que constituye su único alimento , pues se lo quitan de su boca, y de la de sus hijos , para pagar los impuestos . Tengo el dolor de ver todos los años este triste espectáculo en mis visitas . En este con cepto, los negros de nuestras islas son infinitamente más felices ; porque , trabajando , les alimentan y les visten, con sus mujeres y sus hijos ; mientras que nues tros campesinos , los más laboriosos del reino , no pue den, con trabajo más duro y más tenaz, tener pan para ellos y su familia y pagar los subsidios . > En 1740, en Lila, con motivo de la salida de los granos , se re bela el pueblo. «Me escribe un intendente que la mise ria aumenta por momentos ; el menor riesgo para la cosecha produce este efecto desde hace tres años ... Es pecialmente Flandres está muy mal ; no hay que espe rar de la cosecha que no se recogerá hasta dentro de dos meses . Las mejores provincias no están en condi ciones de atender à las otras . En toda población se obliga á que todo burgués socorra á uno ó dos pobres dándoles catorce libras de pan á la semana. Solamente en la villa de Chatellerault ( que contiene cuatro mil habitantes) vivían así en este invierno mil ochocientos pobres... El número de pobres es mayor que el de las gentes que pueden vivir sin mendigar... y las recauda ciones se llevan a cabo con un rigor del que no hay ejemplo ; se llevan los harapos de los pobres , sus últi mas briznas de trigo, los picaportes de las puer tas, etc... La abadesa de Jouarre me ha dicho ayer que en su cantón , en Brie , no se habían podido sembrar la mayor parte de las tierras . »
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Nada tiene de extraordinario que el hambre invada hasta París.
Se teme el miércoles próximo ... No hay
pan en Paris; no hay más que harinas echadas á per der, que llegan y se queman en los hornos. Se trabaja noche y día en Belleville, volviendo à moler en los mo linos harinas usadas . El pueblo está preparado para la revuelta; el precio del pan aumenta diariamente en un sueldo ; ningún traficante se atreve ni quiere traer aqui su trigo. El miércoles estaba casi en insurrección el mercado; faltaba el pan desde las siete de la mañana... Se habían restringido los víveres á los infelices que es tán en Bicetre, hasta el punto que, de tres cuarterones de mal pan, no han querido darles más que media li bra. Todos se han insurreccionado y han arrollado á los guardias ; muchos se han escapado y van á invadir á París . Han acudido las rondas y guardias de los al rededores , que han contenido á esos pobres infelices & culatazos , bayonetazos y sablazos . Se dice que han quedado tendidos cuarenta ó cincuenta; la revuelta no había terminado aún ayer por la mañana .> Diez años después se agrava la situación .
En un
lugar, á diez leguas de París, contemplo el espectácu lo de la miseria y de los lamentos continuos y que au mentan; ¿qué sucederá en nuestras miserables provin cias del interior del reino?... Mi párroco me ha dicho que ocho familias, que vivían de su trabajo antes de mi marcha, mendigan hoy su pan . No se encuentra trabajo . Las gentes ricas se reducen en proporción como los pobres . Los impuestos se perciben con un rigor más que militar ; los recaudadores , con alguaci les , seguidos de cerrajeros , abren las puertas, se llevan los muebles y lo venden todo por la cuarta parte de lo que vale, y las costas son mayores que el impuesto... >
18 -«Que se recorra Anjou , Maine , Bretaña , Poitou , Li mousin, la Marche, Berry, Nivernes , Borbonesado, Auvernia, y se verá que la mitad de estas provincias baldías y que forman llanuras inmensas, podrían, sin embargo, estar cultivadas . » En Turena, en Poitou , en Berry , hay soledades de treinta mil fanegas . En un solo cantón, cerca de Preuilly, los matorrales cubren cuarenta mil fanegas de tierra laborable . La Sociedad de Agricultores de Rennes declara que los dos tercios de Bretaña están sin cultivo . - Esto ya no es esterili dad , sino
decadencia .
El régimen
inventado
por
Luis XIV ha producido su efecto , y desde hace un si glo la tierra vuelve al estado salvaje. « No se ven mås que castillos abandonados y en ruinas ; todos los cen tros feudales , que antes estaban ocupados por una no bleza acomodada, están hoy habitados por pobres co lonos , cuyos mezquinos trabajos apenas les dan para
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vivir y un resto de derecho próximo á desaparecer por la ruina de los propietarios y la deserción de los cam pesinos. » En la elección de Confolens , hay tierra arren dada en 2.956 libras en 1665 , que no produce más que 900 en 1747. En los confines de la Marche y de Berry, un dominio que en 1660 hacía que viviesen holgada mente dos familias señoriales , no es más que una mez quina alquería improductiva ; « aún se ven las huellas que el arado imprimiera en otro tiempo sobre los ma torrales de los alredores » . La Solonia , que fué florecien te, se ha convertido en malezas y pantanos ; cien años antes producía tres veces más de granos ; han desapare cido los dos tercios de sus molinos ; no hay vestigios de sus viñas: « las malezas ocupan el lugar de sus uvas » . Abandonada así por el arado y el azadón , una vasta porción del suelo ha dejado de alimentar á los hombres, y el resto mal cultivado , apenas provee á las primeras necesidades . En primer lugar, si la cosecha falta , dicho resto per manece inculto , porque el colono es harto pobre para comprar simientes , con lo cual , al desastre del co rriente año se añadiría la esterilidad del año siguiente . Así, en aquel tiempo , toda calamidad pesa sobre el porvenir tanto como el presente ; durante dos años , en 1784 y 1785, en el Tolonesado la sequía hizo que pere ciesen los animales de tiro , y muchos labradores se vieron obligados à dejar sus campos sin cultivo . En segundo lugar, cuando se cultiva , es al estilo de
la Edad Media. Arturo Young, en 1789 , juzga que en Francia
la agricultura está aún en el siglo diez y
seis» . Excepto en Flandres y los llanos de Alsacia, los campos permanecen en barbecho un año de cada tres , y a menudo uno de cada dos . Se emplean malos ins trumentos, no hay arados de hierro , en muchos luga
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
res se atienen al arado de Virgilio . El eje de las carre tas y los aros de las ruedas son de madera, y más de una vez el rastrillo es un armazón de carreta . Hay poco ganado y poco estiércol, y el capital aplicado al cultivo es tres veces menor que hoy. Los productos son escasos .
Nuestras tierras comunes, dice un buen ob
observador, dan poco más ó menos , una con otra, seis veces lo sembrado . » En 1778 , en la rica comarca que rodea á Tolosa, el trigo no da más que el cinco por uno ; hoy produce el ocho , y más aún. Arturo Young calcula que, en su tiempo, el acre inglés produce veintiocho medidas de trigo , y el acre francés diez y ocho , que el producto to tal de la misma tierra durante el mismo lapso de tiem po es de treinta y seis libras esterlinas en Inglaterra, veinticinco solamente en Francia.
Como los caminos vecinales son malísimos , y como los transportes son á menudo impracticables , claro es que, en los cantones apartados , en los terrenos malos que producen apenas el tres por uno de la siembra, no siempre se encuentra que comer . ¿Cómo vivir hasta la próxima recolección? Tal es la preocupación constante antes y después de la Revolución . Semejante estado de comunicaciones y de la agricultura condena al país á penurias periódicas, y me atrevo à decir que al lado de las viruelas , que de cada ocho muertos es causa de uno, encuéntrase entonces una enfermedad endémica igualmente constante, igualmente mortifera, que es el hambre. No hay para qué decir que el pueblo , y sobre todo el campesino , es el paciente. En cuanto sube el pan, ya no puede comprarlo, y hasta sin alza le cuesta tra bajo. El pan de trigo cuesta, como hoy , de tres á cua tro sueldos la libra; pero el promedio del jornal de un
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hombre es de diez y nueve sueldos en vez de cuarenta; de suerte que con el mismo trabajo , en lugar de un pan , el jornalero no puede comprar más que medio. Todo calculado , y los salarios en relación con el precio de los granos , se ve que el trabajo anual realizado por el obrero rural podía procurarle entonces novecientos cincuenta y nueve litros de trigo , y hoy mil ochocien tos cincuenta y uno ; de suerte que su bienestar ha au mentado en un 93 por 100; el de un ayuda de cámara en un 70 por 100; el de un viñador en un 125. Basta con esto para mostrar cuál era su malestar entonces . Y este malestar es propio de Francia. Por observacio nes y cálculos análogos , Arturo Young llega á demos trar que en Francia
los que viven del trabajo de los
campos , y son los más, viven un 76 por 100 peor que en Inglaterra, un 76 por 100 peor vestidos , peor alí mentados , peor tratados por la salud y las enferme dades .. Así, en las siete octavas partes del reino , no hay arrendatarios , sino colonos . El campesino es harto po bre para llegar á ser arrendatario ; carece de capital agrícola. « El propietario que quiere hacer que valga su tierra, no encuentra para cultivarla sido desgracia dos que no poseen más que sus brazos ; se ve obligado á hacer por cuenta suya todos los adelantos de la la branza, ganado , instrumentos y simientes ; tiene tam bién que adelantar á los colonos de qué vivir hasta la primera recolección . > En 1783, en todo el llano del Tolonesado , no co men más que maiz , mixturas , granos menudos y muy poco trigo ; durante la mitad del año los montañeses viven de castañas; la patata es apenas conocida, y, según Arturo Young, el noventa y nueve por ciento de los campesinos se negarían á comerla. Según los informes de los intendentes , el fondo de la alimenta ción en Normandía es la avena, en Troyes el salvado, en la Marcha y Limousin el salvado con castañas y nabos, en Aurernia el salvado , las castañas , la leche cuajada y un poco de carne salada de cabra ; en Beau ce una mezcla de centeno y cebada; en Berry una mezcla de cebada y avena . Nada de pan de trigo : el campesino no consume más que las harinas inferiores, porque no puede pagar el pan sino á dos sueldos la libra. Nada de carne fresca: á lo más mata un cerdo al año. Las casas no tienen ventanas, el techo es de
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rastrojos y el piso de barro cocido . Hasta cuando el terreno proporciona buenos materiales , piedra, piza rra y tejas, las ventanas carecen de cristales . En una parroquia de Normandía, en 1789,
casi todas las ca
sas están construidas sobre cuatro estacas» ; á menudo son establos donde se eleva una chimenea con cuatro varales y barro . Por trajes , harapos, y á menudo , en invierno, girones de tela . En Quercy y otras partes no llevan medias , zapatos , ni zuecos . Cifras semejantes son de una elocuencia terrible, y creo poder resumirlas en una sola . Si se colocan juntos Normandia, el Orleanesado , el Suasonés, la Champa ña, la Isla de Francia, Berry, Poitou , la Auvernia, el Leonesado , la Gascuña y la Alta Guyena; en una pa labra, los principales países de distrito , se verá que, de 100 francos de renta neta , el impuesto directo to
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maba al tallable 53 francos , más de la mitad . Apro ximadamente cinco veces más que hoy.
III
Pero el fisco , al caer sobre la propiedad tallable, no ha perdonado al tallable que no tiene propiedad . A falta de la tierra, se coge al hombre. A falta de renta, se tasa el salario . Salvo las vigésimas , todos los im puestos precedentes alcanzan, no solamente al que posee, sino también al que no posee. En el Tolonesa do, en San Pedro de Bajourville, el más ínfimo jorna lero , que no tiene más que sus brazos para vivir y que gana diez sueldos al día, paga ocho , nueve , diez libras de capitación . « En Borgoña es corriente ver á un desgraciado peón , que nada posee, impuesto por diez y ocho ó veinte libras de capitación y de talla. » En Limousin todo el dinero que los albañiles ganan en invierno, sirve para « pagar las contribuciones de sus familias . En cuanto á los mozos de labor y á los colo nos , el propietario, siquiera sea privilegiado , que los emplea, se ve obligado á abonarles una parte de la cuota de éstos ; si no , como no tienen que comer, no trabajarían; hasta por interés del amo, es preciso dar al hombre su ración de pan , como al buey su ración de pienso » . En Bretaña es una verdad notoria que las nueve décimas partes de los artesanos , aunque mal alimen tados y mal vestidos , no tienen á fin de año un escudo libre de deudas » ; la capitación y lo que se sigue le quitan ese único y último escudo . En Paris « el basu rero, el vendedor de botellas rotas, el barrendero , el
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trapero , en cuanto tienen un albergue, pagan la ca pitación, tres libras con diez sueldos por cabeza . Para que no se olviden de pagarla, el que les subarriends el local es el responsable . Además , en caso de retraso, les envían un
hombre azul » , un funcionario especial,
cuyo jornal abonan y que se establece en el albergue del deudor. Mercier cita un obrero , llamado Cuatro manos, con cuatro hijos , que vivía en un sexto piso, en el cual se había arreglado una chimenea á manera de alcoba para dormir con su familia . « Un día abre su puerta, que no tenía más que un pestillo ; el cuarto no ofrecía más que las paredes y un horno ; el hombre, saliendo de debajo de la chimenea , medio enfermo , me dijo: «Creía que venían á reclamarme la capitación..
Así, cualquiera que sea la condición del tallable, por miserable que sea, caen sobre sus costillas las ga rras del fisco. No hay que llamarse á engaño ; la pode rosa mano no se oculta; viene en el día señalado á aplicarse directa y rudamente sobre su presa . La choza y el sotabanco , lo mismo que la alqueria, la granja y la casa, conocen al recaudador, al alguacil, á los agentes ; ningún chiribitil se escapa á la detes table visita. Para aquéllos se siembra, se recoge, se trabaja, se pasan privaciones , y si los ochavos aho rrados penosamente en la semana concluyen por for mar al cabo del año una moneda de plata , va á parar al consabido saco .
IV
Hay que ver el sistema en acción . Es una máquina de esquilmar, ruda y mal agenciada, que causa tanto
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daño por su juego como por su objeto . Y lo peor es que, en su engranaje chillón , los tallables , empleados como instrumento final , deben esquilmarse á sí mismos . En cada parroquia, hay dos, tres, cinco , siete, que, con el nombre de recaudadores , y bajo la autoridad del elegido , se encargan de repartir y percibir el impues to .
No hay cargo más oneroso » ; cada cual , por pro
tección ó privilegio , trata de sustraerse á él. Las co munidades claman sin cesar contra los refractarios , y, para que nadie pueda alegar ignorancia, redactan desde luego , para diez ó quince años , la lista de los futuros recaudadores . En las parroquias de segundo orden, casi todos son
pequeños propietarios y cada
uno figura en la recaudación cada seis años poco más ó menos . En muchas aldeas son artesanos , jornale ros, colonos , que, sin embargo, tendrían necesidad de todo el tiempo para ganarse la vida . En Auvernia, donde los hombres válidos se expatrían en invier no para buscar trabajo , se emplea á las mujeres : en Saint- Flour, hay aldea donde los cuatro recaudadores tienen enaguas . Son responsables de la misión que se les confía con sus bienes, sus muebles y sus personas, y, hasta Tur got, cada cual es solidario de los demás ; pensad en su trabajo y sus riesgos : en 1785 , solamente en un dis trito de Champaña son encarcelados noventa y cinco , y todos los años están en camino de serlo doscientos mil.
El recaudador- dice la asamblea provincial de
Berry- se pasa ordinariamente la mitad del día , du rante dos años , llamando á las puertas de los contri buyentes morosos .
Tal empleo- escribe Turgot
causa la desesperación, y casi siempre la ruina de los que lo ejercen ; así se reducen sucesivamente à la mi seria todas las familias acomodadas de una aldea. >
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En efecto , no hay recaudador que no marche por fuerza y que no reciba todos los años
ocho ó diez
conminaciones ». A veces le encarcelan á expensas de la parroquia. A veces proceden contra él, y los con tribuyentes por medio de secuestros , ejecuciones y ventas de muebles » . « Solamente en Villafranca-es cribe la asamblea de la Alta Guyena, se encuentran ciento seis agentes ejecutivos y alguaciles siempre en funciones.> El procedimiento está en vigor , y nada importa que la parroquia padezca, padecería más si pretendiese lo contrario ,
cerca de Arillac- dice el marqués de Mi
rabeau - hay industria , labor , economía , y con este nada más que miseria y pobreza. El pueblo se compo . ne de insolventes y de ricos vergonzosos que se hacen los pobres por miedo del recargo . Una vez que se pro clama la talla todo el mundo gime , se queja y nadie paga. El plazo expira, y al instante se presentan los agentes ejecutivos , á los cuales , los recaudadores, aunque acomodados , se guardan bien de pagarles en seguida, por mucho que suban los gastos de apremio, porque estos gastos entran en la costumbre y los re caudadores cuentan con ellos , y temen que, si son más exactos, serán más recargados al año siguiente. »
En efecto , el recaudador general , que paga á sus empleados un franco por día , hace que le paguen dos y se guarda la diferencia . Por esto , « si algunas parro quias se apresuran á pagar con exactitud , sin esperar el apremio , el recaudador , que se ve privado de su ganancia, se pone de mal humor, y en el reparto pró ximo entre él , los señores elegidos , el subdelegado y otros barberos por el estilo , se las arreglan para imponer doble fardo á la exacta parroquia , con ob jeto de que aprenda á vivir» .
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Así es como vive sobre el campesino un tropel de sanguijuelas administrativas . « Ultimamente- dice un intendente en Romorantin- no percibieron nada los recaudadores en una venta de muebles que ascendía á seiscientas libras , porque todo se fué en costas . Lo mismo sucedió en Chateaudum, en otra venta que su bia á novecientas libras , y no se saben todos los ne gocios de esta indole por gordos que sean . » Por lo de más , el fisco mismo es implacable. El intendente ci tado escribe , en 1784 , año de hambre : « Se ha visto con horror, en los campos, cómo el recaudador se dis putaba con jefes de familia el precio de la venta de los muebles que aquellos destinaban para atender al grito de necesidad de sus hijos . > Y es que si los recaudadores no lo hacían, á su vez ellos sufrirían las consecuencias . Hostigados por el re caudador oficial , se les ve en los documentos solicitar y perseguir á los contribuyentes . Todos los domingos y días de fiesta se sitúan á la puerta de las iglesias, para avisar á los morosos ; después , durante la sema na, van de choza en choza para obtener lo que se les debe . « Por lo general , no saben escribir y llevan un amanuense.» De los 606 que recorren el distrito de Saint-Flour , no hay 10 que puedan leer el papel off cial y firmar un recibo ; de aquí errores y picardías sin cuento. Además del amanuense, llevan los encargados de la capitación, gentes de la peor estofa, malos obre ros sin trabajo , que se sienten odiados y obran en con secuencia. « Aunque les prohiban que cojan nada, que se hagan alimentar por los habitantes ó ir á la taberna
+
con los recaudadores » , la costumbre es ley, el abuso continuará constante» . Pero, por gravosos que sean los tales empleados , todos se guardan bien de eludir los . Respecto de esto escribe un intendente: « la ter
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quedad es extraña » . « Ningún particular, escribe m administrador , paga al recaudador, mientras no haya establecido en su casa el empleado de la capita. ción.
El campesino se asemeja á un asno que, para
andar, necesita que le peguen, y en esto, aunque pe rece estúpido , es político . Porque como el recaudado: es responsable ,
se inclina naturalmente á aumentar
las cuotas de los que pagan con exactitud en beneficá de los pagadores negligentes . Por esto el pagador exacto se convierte å su vez en moroso , y se deja eje cutar hasta cuando tiene el dinero en su arca . Echa das las cuentas , ha calculado que el procedimiento, aunque costoso , le costará menos que un recargo, y, de dos males , elige el menor. Contra el recaudador, el administrador , no hay más que un recurso , la po breza simulada ó real, involuntaria ó voluntaria
Pero , si se despliega un rigor tan grande como en la talla, las vejaciones son diez veces peores ; porque son domésticas , minuciosas y diarias . Se prohibe em plear una onza de las siete libras obligatorias en otros usos que no sean los del « puchero y salero.
¡ Ay del
aldeano que ha economizado en la sal de la sopa para salar un cerdo y comer un poco de carne en invierno! Le imponen una multa de 300 libras y le confiscan el cerdo . Es preciso que el hombre vaya al depósito à
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comprar la nueva sal, haga una declaración , adquie ra un boletín y lo presente á cada visita. Tanto peor para él si no tiene con qué pagar la sal suplementa ria; no le queda otro recurso que vender el animal y privarse de carne en Navidad; este es el caso más frecuente y me atrevo á decir que es lo ordinario , para los que tienen veinticinco francos al año . Se prohibe emplear para el puchero y el salero otra sal que la de las siete libras . « Puedo citar-dice Lestrone el caso de dos hermanas que vivían á una legua de una ciudad donde el depósito se abre únicamente los sábados . Se les había acabado su provisión de sal. Para pasar los tres ó cuatro días que faltaban hasta el sábado , cocieron un resto de salmuera , del que sa caron algunas onzas de sal . Visita y denuncia de los agentes .
A fuerza de amigos y de protección , no les
costó más que 48 libras. > Se prohibe emplear agua del mar y de manantiales salados, bajo pena de 20 à 40 libras de multa . Se prohibe llevar los ganados à las marismas y otros lugares donde haya sal, ó de hacer que beban agua de mar, so pena de confiscación y multa de 300 libras. Se prohibe poner sal en el vientre de las caballas al volver de la pesca . Se ordena que no se emplee más que libra y media de sal por barril . Se prohibe que se destruya la sal natural que se forma todos los años en ciertos cantones de Provenza . Se prohibe á los jue ces que moderen ó reduzcan las multas que impongan en asuntos concernientes á la sal, bajo pena de respon sabilidad y suspensión . Omito otra porción de mandatos y prohibiciones ; los hay á centenares. Tal legislación cae sobre los contribuyentes como tupida red, y el funcionario que la lanza está interesado en cogerles en falta . En este
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
cuadro podéis ver al pescador obligado á
vaciar
barril; al ama de casa buscando el boletín de su ja món; al de consumos inspeccionando el vasar, exami nando la salmuera, probando el salero , declarando si la sal es demasiado buena, que es de contrabando, porque la del depósito , única legítima, está ordinaria mente averiada y mezclada con grava. Sin embargo, otros empleados, los de los subsidios, bajan á la bodega . Son los más temibles y los que con mayor rudeza se apoderan de todos los pretextos de delito .
Que un ciudadano caritativo dé una botella
de bebida á un pobre desfallecido , y le tenéis expuesto á un proceso y á multas considerables... Un pobre enfermo que pide à su enfermero una botella de vino de limosna, sufrirá un proceso capaz de arruinar no so lamente al desgraciado que la ha obtenido , sino tam bién al bienhechor que la haya dado . No es esto una historia quimérica. > En virtud de un derecho , los agen tes pueden hacer en todo momento el inventario del vino, hasta en casa del dueño de las viñas , señalarle lo que puede beber y tasarle lo demás . En unas viñas de Epinay, por cada cantidad de vino recogido , que valga 600 francos, la administración percibe desde luego 30, y otros 72 cuando se vende el vino. Como es natural,
los habitantes emplean las ar
timañas más sutiles y mejor urdidas para sustraerse», á tan grandes derechos . Pero los agentes están alerta, recelosos, advertidos , y caen de improviso sobre toda casa sospechosa ; reciben instrucciones para que mul tipliquen las visitas y realicen registros minuciosos, Por eso « el terror de la talla despuebla los campos , concentra en las ciudades todos los talentos y todos los capitales ( 1 ) .» La misma desigualdad se nota fuera de las ciudades . Todos los años , los administradores y los recaudado res, provistos de un poder arbitrario , fijan la talla de la parroquia y la talla de cada habitante . Entre sus manos ignorantes y parciales , no es la equidad la que tiene la balanza , es el interés privado , el odio local , el deseo de venganza , la necesidad de atender à un ami go, un pariente, un vecino , un protector, un patrón , un hombre poderoso, un hombre peligroso . El inten dente de Moulins , al llegar á su gobierno , se encuentra con que
las personas influyentes no pagan nada , y los
desgraciados todo .
El de Dijon escribe que
las bases
de la repartición son arbitrarias hasta tal punto , que (1) Archivos nacionales , H, 615. Carta de M. de Laugourda, gentilhombre bretón , á Necker, 4 Diciembre 1780 : < Colocáis siempre los impuestos sobre la clase de los hombres útiles y necesarios, que disminuye todos los días; son los lab adores. Los campos han quedado desiertos y nadie quiere llevar el ara do. Declaro ante Dios y ante vos monseñor , que hemos perdi do más de un tercio de nuestros trigos en la última recolec ción, porque no teníamos hombres para trabajar .>
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no se debe dejar que giman durante más tiempo los pueblos de la provincia.
En Rouen,
algunas parro
quias pagan más de cuatro sueldos por libra y otros apenas uno . »
Desde hace tres años que habito en el campo , escri be una dama del mismo país , he observado que la ma yoría de los propietarios ricos son los menos vejados; se les llama para la repartición ; y el pueblo se vẻ siem pre abrumado . » - « Habito en una tierra á diez leguas de París , escribía Argenson , donde se ha querido esta blecer la talla proporcional, pero todo ha sido injusto. los señores han prevalecido para alegar sus pretendi dos administradores . > Además de aquellos que, por favor, hacen alegar su talla, hay los que, mediante dinero , la eluden comple tamente. Un intendente, visitando la subdelegación de Bar -sur - Seine, observa que
los labradores ricos lle
gan á proporcionarse empleos en la casa real y gozan de los privilegios que les son anejos , lo que hace que el peso de los impuestos recaiga sobre los otros» .— «Una de las principales causas de nuestro recargo ex traordinario , dice la asamblea provincial de Auvernia, es el número inconcebible de los privilegiados que cre cen de día en día por el tráfico y el alquiler de los em pleos ; hay algunos que, en menos de veinte años , han ennoblecido á seis familias .> Si este abuso continúa,
¿Por qué basta ser criado de un privilegiado para li brarse del servicio? Destruid esos palomares que en otro tiempo no eran más que pajareras y que ahora contienen a veces has ta 5.000 pares de palomas . Abolid los derechos bárba ros de « terrón de patrimonio bajo los cuales gimen aun en la Baja Bretaña más de quinientos mil individuos . > «Tenéis en vuestros ejércitos , señor , más de treinta mil siervos del Franco Condado ; » si cualquiera de ellos llega á oficial y deja el servicio con una pensión , ne cesita ir á vivir la choza en que nació; si no á su muerte , el señor se apoderará de su peculio . Basta de prelados ausentes y abades comendatarios . « No nos toca á nosotros pagar el deficit actual; corresponde á los obispos , á los beneficiados ; descontad á los prínci pes de la Iglesia los dos tercios de sus rentas . » «Que el feudalismo sea abolido . El hombre, el cam pesino sobre todo , se ve tiránicamente sujeto á la tie rra desgraciada donde languidece exhausto ... No hay libertad, prosperidad , ni ventura, allí donde las tierras son siervas... Suprimamos los laudemios y ventas, al cabala bursal y no feudal, tasa mil veces reembolsa da á los privile giados . Que le baste al feudalismo su cetro de oro sin añadir el puñial del traficante. > Aquí , y ya hace algún tiempo , no habla el aldeano ; es el procurador, el abogado que le presta sus metá foras y sus teorías . Pero el abogado no ha hecho más que traducir en lenguaje literario los sentimientos del aldeano .
CAPITULO III
1. Estado de los cerebros populares.-Incapacidad mer tal.-Cómo se transforman las ideas en leyendas. – II. Incapacidad politica.—Cómo se interpretan las nove dades políticas y los actos del gobierno.—III . Impuestos destructores. —A quello sobre que se ensaña la ciega có lera.- Desconfianza contra los jefes naturales. — De sos pechosos, se convierten en odiados. —Disposiciones del pueblo en 1789 – IV. Reclutamientos y cabezas de me tin .-Cazadores furtivos . —Contrabandistas . —Bandi dos . -Mendigos y vagabundos . —Aparición de ladro nes.-El pueblo de Paris.
I
Ahora, para comprender sus acciones , sería preciso ver el estado de su espíritu , el curso corriente de sus ideas , la manera como piensan . Pero , en verdad, ¿se necesita hacer su retrato y no basta con los detalles que se acaban de dar acerca de su condición? Se les conocerá más adelante y por sus mismas acciones, cuando , en Turena , maten á puntapiés al alcalde y al teniente alcalde por ellos elegidos , porque , por obede cer á la Asamblea nacional , esos dos pobres hombres redactaron el cuadro de contribuciones , o cuando, en Troyes, arrastren y destrocen por las calles al vene rable magistrado que les alimenta en aquel mismo mo mento y que acaba de nombrarles sus herederos .
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Tomad el cerebro tan rudo aún de nuestros actuales campesinos , y quitadle todas las ideas que, desde hace ochenta años , le penetran por tantos conductos , por la escuela primaria instituida en cada aldea, por la vuelta de los soldados tras siete años de servicio , por multiplicación extraordinaria de los libros , de los pe riódicos , de los caminos , de las vías férreas , de los viajes y de las comunicaciones de toda especie . Tratad de representaros al campesino de entonces , encerrado de padres á hijos en su cabaña, sin caminos vecinales , sin noticias, sin otra enseñanza que la plática del do mingo, entregado por completo á la preocupación del pan cotidiano y de los impuestos ,
con su aspecto
miserable y disecado » , no atreviéndose á reparar su casa, siempre atormentado , receloso , con la inteligen cia reducida , y por decirlo así , recortada por la mise ria. Su condición es casi la de un buey ó un asno, y tie ne las ideas con arreglo á su condición . Durante mu cho tiempo ha permanecido embotado ; carece hasta de instinto ; maquinalmente y sin levantar la vista tira de su arado hereditario . En 1751 , Argensón escribía en su diario:
Nada les interesa hoy respecto de noti
cias de la corte ; ignoran quién reina... La distancia se hace cada vez mayor desde la capital á la provincia… .. Aquí se ignoran los acontecimientos más señalados , los que nos han interesado más en París ... Los habi tantes del campo no son sino pobres esclavos , bestias de carga sujetas al yugo , que andan cuando les pe gan, que todo les tiene sin cuidado , con tal de comer y dormir á sus horas .> No se quejan, « ni siquiera sueñan con quejarse» ; sus males les parece una cosa natural , como el invier no ó el granizo . Su pensamiento como su agricultura, están aun en la Edad Media.-En el Tolonesado , para 33
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descubrir al autor de un robo , para curar á un hom bre ó á una bestia enferma , se recurre al brujo. El campesino cree de todo corazón en los aparecidos, y en la noche de Animas pone un cubierto para los muer tos .-En Auvernia, å principios de la Revolución, se declara una fiebre contagiosa ; como es natural, el cul pable es M. de Montlosier , brujo declarado , y doscien tos hombres se ponen en marcha para derribar s casa. La religión anda al mismo nivel: « Sus curas be ben con ellos y les venden la absolución . Todos los do mingos , en los púlpitos sacan á subasta las lugartenen cias y sublugartenencias de los santos : já tanto la lu gartenencia de San Pedro! -Si el campesino tarda en poner precio , el cura se apresura á ensartar un elogio del santo , y he aquí á los campesinos pujando. » —A cerebros completamento primitivos , vacíos de ideas y poblados de imágenes, es preciso darlos ídolos tanto en la tierra como en el cielo . « Para mí no había duda, dice Retif de la Bretonne, que el rey podía obligar á todo hombre á que me entregara su mujer ó su hija, y toda mi aldea (Sacy en Borgoña) opinaba como yo,› No hay lugar en semejantes cerebros para las concep ciones abstractas , para la noción del orden social; lo sufren y nada más . «La gran masa popular escribe el gobernador Morris en 1789 , no tiene otra religión que sus curas, otra ley que sus superiores, otra moral que su interés ; tales son las criaturas que, guíadas por cu ras embriagados , se encuentran ahora en el camino de la libertad; y el primer uso que de ella hacen es insu rreccionarse en todas partes á causa de la penuria.›
¿Qué otra cosa podría suceder? Antes de arraigar en su cerebro, toda idea debe convertirse en una le yenda, tan absurda como sencilla , adecuada á su ex periencia, á sus facultades , á sus temores , á sus espe
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ranzas. Una vez plantada en esa tierra inculta y fe cunda, vegeta, se transforma , se desarrolla en excre cencias salvajes , en follajes sombríos , en frutos vene nosos . Cuanto más monstruosa, tanto más vigorosa es adherida á las más frágiles verosimilitudes y tenaz contra las más poderosas demostraciones . Bajo Luis XV, durante la detención de los vaga bundos, como algunos niños fueran recogidos por abu so ó por error, corre el rumor de que el rey toma ba ños de sangre para reparar sus órganos usados , y la cosa parece tan evidente, que las mujeres , rebeladas por el instinto natural, se unen á la revuelta : cojen á un exento , le matan á palos , y como , al verse acome tido, pidiese un confesor , una mujer del pueblo coje un pedrusco , grita que no hay que darle tiempo para que vaya al paraíso , y le rompe la cabeza persuadi da de que hace justicia . Bajo Luis XVI , es cosa averiguada para el pueblo que la penuria es ficticia: en 1789 un oficial , escu chando las conversaciones de los soldados , les oye de cir con profunda convicción , que los príncipes y los cortesanos , para que reine el hambre en París, hacen que arrojen las harinas al Sena » . El oficial se dirige al cabo y le pregunta cómo puede creer en semejante majadería . « Es muy cierto, mi teniente , responde el otro; la prueba es que los sacos de harina estaban atados con cordones azules » . El argumento les parecía decisivo , y nada podía convencerles de lo contrario . Así se forja en las capas inferiores de la sociedad , á propósito del pacto del hambre , de la Bastilla , de los gastos y placeres de la corte, una novela inmunda y horrible, en la que Luis XVI , la reina Maria Antonie ta, el conde de Artois , madama de Lamballe , los Po lignac, los señores y los grandes son vampiros y ogros .
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He visto varias alusiones en los libelos de la época, en los grabados secretos , en las estampas y en los di bujos iluminados , siendo esto último lo más eficaz de todo, puesto que habla á los ojos . Aventaja á la histo ria de Maudrin ó de Cartouche, y es lo que conviene á hombres que tienen por literatura las coplas de Car touche y de Maudrin .
II
Juzgad por esto de su inteligencia política . Ven to dos los objetos bajo un falso aspecto ; se diría que son niños los cuales , en todos los recodos del camino, ven un espectro espantoso en todo árbol y en todo mato rral. Arturo Young , en ocasión de visitar los manan . tiales cercanos à Clermont , es detenido , y quieren encarcelar á la mujer que le ha servido de guía ; va rios son de parecer que ha sido comisionado por la reina para minar la ciudad , hacerla saltar y enviar después á galeras á todos los habitantes que salvaran la vida. Seis días después , más allá de Puy, y, & pe sar de su pasaporte , la guardia burguesa va á pren derle en la cama á las once de la noche ; le declaran que seguramente forma parte de la conspiración tra mada por la reina , el conde de Artois y el conde de Entragues, gran propietario del país ; que le han en viado como agrimensor para medir los campos , á fin de doblar la tasa» . En esto vemos el trabajo involuntario y temible de la imaginación popular : sobre un indicio , sobre una palabra construye en el aire sus castillos ó sus cala bozos fantásticos, y su visión le parece tan sólida
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como la realidad . Carecen del instrumento interno que divide y discierne ; piensan por bloques ; el hecho y el sueño se le aparecen en junto y unidos en un solo cuerpo .
Durante la elección de diputados , corre el rumor en Provenza de « que el mejor de los reyes quiere que todo sea igual , que no haya más obispos , ni señores , ni diezmos , ni derechos señoriales ; que no haya más títulos , ni distinciones , ni más derechos de caza ó pes ca...; que el pueblo va ser emancipado de todo im puesto ; que las dos primeras clases soportarán solas las cargas del Estado » . Con esto estallan casi en el mismo día cuarenta ó cincuenta revueltas . « Varias comunidades se niegan á pagar á su tesorero nada más que los impuestos reales . » Otros lo hacen mejor :
Veinticinco años antes de la revolución , no era raro ver á quince ó veinte vagabundos « caer en una granja
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para pernoctar en ella, intimidar á los colonos , y exi girlos cuanto les placía. > En 1764, el gobierno toma contra ellos medidas que demuestran el exceso del mal: Son reputados como vagabundos y gentes in documentadas, y condenados como tales los que , du rante seis meses consecutivos , no hayan ejercido pro fesión ni oficio , y los que , no teniendo bienes ni otro medio alguno de subsistencia, no pueden ser documen tados ni hacer que certifiquen sobre sus buenos hábi tos y costumbres personas dignas de fe... La inten ción de su majestad no es solamente que sean deteni dos los vagabundos que recorren los campos , sino tam bién todos los mendigos , los cuales , careciendo de pro fesión, pueden ser considerados como sospechosos de vagancia.
Para los válidos , tres años de galeras ; en
caso de reincidencia , nueve años ; á la segunda , gale ras perpetuas . Para los inválidos , tres años de cárcel; si reinciden , nueve ; si vuelven å reincidir prisión per pétua. Los menores de diez y seis años irán al asilo . Un mendigo que se exponga á ser detenido por los cuadrilleros , dice la circular , no deberá ser puesto en libertad sino ante la absoluta certeza de que no volve rar á mendigar ; no se le soltará , pues , sino en el caso en que personas dignas de fe y solventes respondiesen del mendigo , comprometiéndose á darle ocupación ó á mantenerle, é indiquen los medios de que disponen para impedir que mendigue . Todo esto ha de ser objeto además de la autoriza ción especial del intendente . En virtud de esta ley, fueron detenidos à un mismo tiempo, según dicen , 50.000 mendigos , y , como los asilos y prisiones ordi narias no bastaban , fué menester construir casas de reclusión . Hasta fines del antiguo régimen , la opera ción continua con intermitencias : en Languedoc , en
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
1768 , detuvieron á 473 en seis meses , y en 1787 , 205 en cuatro meses . Hacia la misma época, había 300 en el depósito de Besanzon , 500 en el de Rennes , 650 en el de San Dionisio . Su sostenimiento costaba al rey un millón al año , y ¡Dios sabe cómo estarían tratados! Agua, paja , pan , dos onzas de grasa salada ; en todo cinco sueldos al día ; y, como los géneros habían au mentado en un tercio , durante los últimos veinte años , era preciso que el conserje , á cuyo cargo corría la ali mentación , les hiciese ayunar ó se arruinase. Por decreto de 1778 , escribe un intendente: « Los cuadrilleros de á caballo deben detener, no solamente á los mendigos y vagabundos que se encuentren , sino también á los que sean denunciados como tales ó como personas sospechosas . El ciudadano más irreprocha ble en su conducta y menos sospechoso de vagancia, no puede prometerse el no ser encerrado en el depósi to , puesto que su libertad está á merced de un cua drillero de caballería que teme constantemente ser en gañado por una falsa denuncia ó corrompido por el dinero . He visto en el depósito de Rennes á varios ma ridos detenidos por la sola denuncia de sus mujeres y otras tantas mujeres por la de sus maridos ; á varios niños del primer matrimonio à instancias de sus ma drastras; á muchas sirvientes embarazadas por los obreros del amo á quien servían , encerradas por de nuncia de éste , y á varias muchachas en el mismo caso, por denuncia de su seductor; à hijos por denun cia de sus padres , y á padres por denuncia de sus hi jos : todos sin la menor prueba de vagancia ó mendi cidad ... No existe una sola sentencia de los prebostes que haya devuelto la libertad á los detenidos , á pesar del número infinito de los que fueron presos injusta mente.>>
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Supongamos que un intendente humano como el que nos ocupa los pone en libertad: los tenéis en el arroyo mendigos por culpa de la ley que persigue la mendi cidad y que añade á los miserables que persigue, los miserables que hace más excitados , dañados de cuerpo y de alma. « Sucede casi siempre , sigue diciendo el in tendente, que los presos , detenidos á veinticinco ó trein ta leguas del depósito , no son encerrados en él sino tres ó cuatro meses después del arresto , y á veces, pasa más tiempo aún. Mientras tanto , son transferidos de briga da en brigada en las prisiones que se encuentran en ruta, donde permanecen hasta que se haya reunido un número bastante considerable para formar un con voy. Encierran á hombres y mujeres en la misma pri sión , y de esto resulta siempre que las que no esta ban en cinta cuando fueron detenidas lo están cuando llegan al depósito . Las prisiones son, por lo general, malsanas; á menudo la mayoría de los detenidos salen enfermos » ; varios en contacto con los criminales , sa len criminales . Contagio moral y contagio físico : la úlcera crece así por el remedio , y los centros de represión se con vierten en focos de corrupción . Y sin embargo, con todos sus rigores la ley no con sigue su objeto . « Nuestras poblaciones , dice el parla mento de Bretaña, están hasta tal punto pobladas de mendigos que no parece sino que los proyectos forma dos para extirpar la mendicidad la han aumentado . > -Las carreteras , escribe el intendente , están infesta das de vagabundos peligrosos , de gentes indocumen tadas y de verdaderos mendigos, á los que no detienen los cuadrilleros , ya por negligencia , ya porque los particulares no lo solicitan .
¿Qué harían con ellos si
los detuviesen? Hay demasiados , no sabrían dónde me
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terlos . Y además ¿cómo se ha de impedir que pidan li mosna los que viven de ella? Sin duda el efecto es la mentable, pero infalible . En cierto modo , la miseria es una gangrena lenta en la que la parte enferma ataca á la parte sana, y el hombre que vive à duras penas es corroído vivo por el hombre, que no tiene de qué vi . vir . « El campesino está arruinado , parece víctima de la opresión producida por la multitud de pobres que asolan los campos y se refugian en las ciudades. De aquí esos agrupamientos peligrosos para la seguridad pública; esa multitud de defraudadores y vagabundos, esa multitud de hombres convertidos en ladrones y asesinos únicamente porque carecen de pan . Esto no es más que una ligera idea de los desórdenes que he visto con mis ojos . - Excesiva en sí misma , la miseria de los campos lo es también por los desórdenes que entraña; no es preciso buscar en otra parte la es pantosa fuente de la mendicidad con todos sus vicios. > -¿De qué sirven paliativos ú operaciones violentas contra un mal que está en la sangre y que concierne á la misma constitución del cuerpo social? ¿Qué poli cía puede ser eficaz en una parroquia en la que la cuarta, la tercera parte de los habitantes no tienen que comer y van á pedir de puerta en puerta? En Ar gentre, en Bretaña, « de 2 300 habitantes sin indus
I tria, sin comercio , más de la mitad pasan mil apuros y más de 500 se ven reducidos à mendigar» . En Dani villi, en Artois ,
de 130 casas , 60 son pobres » . En Nor
mandía, según las declaraciones de los párrocos , « de 900 feligreses de Saint Malo , tres cuartas partes pue den vivir, el resto es desgraciado » .
« De 1.500 habi
tantes de San Patricio , 400 piden limosna; de 500 ha bitantes de San Lorenzo , la piden las tres cuartas par tes .
En Marbœuf, dicen los documentos ,
de 900
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personas que habitan nuestra parroquia, 100 están re ducidas á la mendicidad , y además nos visitan diaria. mente 30 ỏ 40 pobres de las parroquias cercanas .» En Boulboune, Languedoc , se distribuye todos los días en la puerta del convento « una limosna general á la que acuden 300
400 pobres, independientemente de la
que se da á los ancianos y enfermos que es más abun dante.
En Lyon, en 1787 , 30.000 obreros esperan su subsistencia de la caridad pública »; en Rennes , en 1788, tras una inundación,
los dos tercios de los ha
bitantes quedan en la miseria » ; en París, de 650.000 habitantes , el censo de 1791 arroja 118.784 indigen tes.-Viene una helada ó una granizada como en 1788, que la cosecha falte , que el pan esté á cuatro sueldos la libra y que en los talleres de caridad el obrero no gana más que doce sueldos al día, ¿creéis que esas gentes se resignarán á morirse de hambre? En los alrededores de Rouen, durante el invierno de 1788 , saquean los bosques á la luz del día, cortan por completo el bosque de Bagneres y venden públicamen te los árboles cortados á los merodeadores . Hambrien tos y merodeadores marchan juntos, y la necesidad se hace cómplice del crimen. De provincia en provincia, se les sigue las huellas : cuatro meses más adelante , en los alrededores de Etampes, quince bandidos fuerzan tres granjas sin ser de noche , y los labradores , amena zados con el incendio , se ven obligados à dar , uno tres francos, el otro cincuenta , probablemente todo el di nero que tenían en la gaveta . « Ladrones, galeotes , forajidos de toda especie» , son los que formarán la vanguardia en las insurrecciones ,
y los que impelerán
al campesino á las últimas violencias» . Después del saqueo de la casa Reveillon en París , se observa que ,
«Un pobre niño , dice Arturo Yonng, fué aplastado ante nosotros , y varias veces me ha rociado de la ca beza á los piés el lodo del arroyo . Si nuestros jóvenes aristocratas llevasen en Londres por calles sin ace ras el mismo aire que sus hermanos de París , se ve rían pronto y justamente aporreados y arrojados al arroyo . » Mercier se inquieta frente à esa inmensa muche dumbre.
Hay quizá en París doscientos mil indivi
duos que no tienen en propiedad absoluta el valor in trínseco de cincuenta escudos; ¡y la ciudad subsiste!.
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Así es que el orden no está mantenido más que por la fuerza y el temor, gracias á los polizontes à quienes la multitud llama tristes à patte.
Este apodo enfurece
å esa especie de milicia, que hace entonces los mayo res atropellos y que golpea indistintamente cuanto en cuentra por delante . La gente baja está siempre dis puesta á presentar batalla á la milicia, porque nunca ha sufrido gran cosa . » En realidad , « una escuadra de policía disuelve á menudo sin trabajo pelotones de quinientos á seiscientos hombres , que al principio pa recen muy feroces , pero que se eclipsan en un abrir y cerrar de ojos en cuanto los guardias han repar tido algunos estacazos y echado el guante á dos ó tres revoltosos . > Sin embargo, « si se abandona al pueblo de París en su primer momento , si no sintiese detrás de él la guardia de infantería y de caballería, el comisario y el oficial , no mediría sus desórdenes . El populacho , libre del freno á que está acostumbrado , se entrega ría á violencias , tanto más crueles , cuanto que ni él mismo sabría donde detenerse... Mientras que no falte el pan de Gouesse, la conmoción no será general ; es preciso que llegue á estar el mercado interesado , si no las mujeres permanecerán tranquilas ... Pero si el pan llegase á faltar en dos mercados consecutivos , el le vantamiento sería universal , y es imposible calcular hasta dónde llegaría esa multitud acorralada, que que rría librarse del hambre y librar á sus hijos . » En 1789, el pan faltó en París y en toda Francia.
CAPITULO IV
1. La fuerza armada se disuelve . - Cómo se recluta el ejército – II . La organización social queda disuelta.— No hay ningún lazo de unión . —Inercia de las provin cias.-Ascendiente de Paris.-II . Dirección de la co rriente . -El hombre del pueblo conducido por el abo gado. Los únicos poderes que quedan son la teoria y Las Picas . —Suicidio del antiguo régimen.
I
¿De qué fuerza se ha de echar mano contra la sedi ción universal ? En los 150.000 hombres que mantie nen el orden , las disposiciones son las mismas que en los 26 millones de hombres que le sufren , y los abu sos , la desafección , todas las causas que disuelven la nación , disuelven también el ejército . De 90 millones de sueldos que cuesta al año al Tesoro , 46 millones son para los oficiales , 44 solamente para los soldados , y se sabe que una nueva orden reserva todos los gra dos á los nobles comprobados . En ninguna parte ofrece tanto relieve la desigualdad contra la que se rebela la opinión pública : de un lado , para un corto número , la autoridad , los honores, el dinero , los ocios, la pitanza, los placeres del mundo , las comedias de salón ; del otro, para el mayor número , la sujeción , la abyección, la fatiga, el enganche en el servicio por coacción ó sorpresa, ninguna esperanza de ascensos, seis souses
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por día, una cama estrecha para dos, pan de perro , y , desde hace algunos años , golpes como á un perro ; en un lado está la más alta nobleza, en el otro lo último de la plebe . Se diría que estaba hecho á propósito para reunir contrastes y aumentar la irritación . « La me diocridad del sueldo del soldado , dice un economista, la manera cómo se viste, duerme y come, su absoluta dependencia, harían que fuese crueldad emplear á na die que no sea un hombre de la clase baja. Están exentos del servicio , no solamente todos los nobles y burgueses , sino también todos los empleados de la administración y de los puentes y calzadas , « to dos los guardacaza , guardabosques , criados y depen dientes de los eclesiásticos , de las comunidades , de las casas religiosas, de los gentilhombres, de los nobles» , y hasta de los burgueses que viven á lo noble, más aún, los hijos de los labradores acomodados , y, en ge neral, todos los que tienen influencia ó un protector cualquiera. — No quedan más para la milicia que los pobres y no lo hacen por grado . Al contrario , el ser vicio les es tan odioso que à menudo se escapan á los bosques , donde es menester perseguirlos á mano aira da: en tal cantón que , tres años después , proporcio nará en un día de cincuenta á cien voluntarios , los mozos se cortan el pulgar para estar exentos del sor teo . -En esta cloaca de la sociedad arrojan el barrido
1 de los depósitos y casas de corrección . Entre los va gabundos que los reemplazan , cuando han licenciado á los que pueden dar á conocer à su familia ó hallar responsables ,
no hay más que individuos absoluta
mente desconocidos ó peligrosos , de este número se eligen á los que se consideran como menos viciosos , y procuran que entren en el ejército.- Ultimo afluente, el enganche semi forzado , semi voluntario , que por lo
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
general no proporciona á los cuadros sino la hez de las grandes ciudades , aventureros , aprendices despe didos, hijos de familia echados del hogar, gentes sin asilo ni profesión . El enganchador , pagado à tanto por hombre que reclute y á tanto por pulgada de talla que pase de cinco pies , « sienta sus reales en una ta berna», convida y hace el artículo:
Amigos mios, la
sopa, una entrada , un asado , una ensalada , constitu yen el ordinario de un regimiento ; nada más, no os engaño , el pastel y el vino de Arbois son el extraor dinario .
Hace que beban, paga el vino , en caso de
necesidad cede su querida: « después de algunos días de orgía, el joven libertino que no tiene con qué pa gar se ve obligado á venderse , y el obrero transfor mado en soldado va hacer el ejercicio con un palo .. -Extraños reclutas para defender una sociedad , todos elegidos en la clase que aquélla ataca, campesinos alocados, vagabundos encarcelados , gentes sin oficio ni beneficio , desesperados , pobres diablos de fácil ten tación y de cabeza caliente, que, según las circuns tancias , son unas veces insurrectos y otras soldados . ¿Quién de los dos tiene mejor suerte? El pan del soldado no es más abundante que el del detenido , y es peor.
En tales condiciones no conviene que el soldado re flexione, y he aquí justamente que sus oficiales le in vitan á reflexionar . También ellos se han hecho poli ticos y murmuradores . Algunos años antes de la revo lución ,
se hablaba ya» en el ejército , « razonaban , se
quejaban y, fermentando en sus cerebros las ideas nuevas, se estableció una correspondencia entre dos regimientos . Se recibían de París publicaciones ma nuscritas; estaban autorizadas por el ministro de la Guerra, y costaban, según creo, doce luises al año .
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No tardaron en tomar un tono filosófico : disertaron, hablaron de los ministros, del gobierno , de los cam bios deseados, y se difundieron mucho. > Ciertamente, sargentos como Hoche, y maestros de armas con Au gereau , leyeron más de una vez esas publicaciones olvidadas sobre la mesa , y las comentaron por la no che en los dormitorios de los soldados . El descontento es antiguo, y ya se habían oído palabras de cansancio á fines del último reinado . En un festin dado por un principe real , la mesa, de cien cubiertos , estaba ser vida por granaderos , cuyo olor molestó la delicadeza del príncipe: « A estos bravos , dijo en voz demasiado alta, les huele demasiado el calzado .
Un granadero
respondió bruscamente: « Es porque no lo tenemos > y
< En la senescalía de Lectouse se ha dejado de avisar à una porción de parroquias para que enviasen sus diputados y documentos á la asamblea de la senesca lía. En cuanto á los que recibieron aviso , los aboga dos, procuradores y notarios de las poblaciones se han presentado á la comunidad... Con un solo borra dor, hacían para todos copias iguales que vendian muy caras, á los consejeros de cada anteiglesia. Sintoma alarmante y que indica de antemano el ca mino que va á seguir la Revolución: el hombre del pueblo está aleccionado por el abogado ; el hombre de la azada se deja llevar por el hombre de la frase. Desde el primer año , puede verse el efecto de su asociación . En el Franco - Condado , previa consulta con un llamado Rouget , los colonos del marqués de Chaila
se deciden á no pagarle nada y á repartirse
el producto de los cortes de leñía sin llamar al encar gado. En su documento
el abogado anuncia que to
das las comunidades de la provincia se han decidido á hacer lo mismo... La opinión se esparce de tal ma nera por los campos , que muchas comunidades están convencidas de que ya no deben nada al rey ni á los señores . M. de Marnezia , diputado en la Asamblea (nacional) , ha venido ( aquí) á pasar algunos días en su casa por motivos de salud; ha sido tratado de la ma nera más dura y más escandalosa ; hasta se ha pensa do en llevarlo custodiado á París. Después de su mar cha , han atacado á su castillo , han roto las puertas y derribado los muros del jardín . Sin embargo , ningún gentilhombre ha hecho tanto bien á los habitantes de sus tierras como el marqués de Marnezia... Aumen tan los excesos de todo género; tengo continuamente
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quejas acerca del abuso que las milicias nacionales hacen de sus armas , y no puedo poner remedio .
Por
una frase pronunciada en la Asamblea nacional los cuadrilleros creen que van á ser disueltos y no quie Los bailios son tan timidos como los cuadrilleros ; les envio incesantemente asun
ren hacerse enemigos.
tos, pero no se castiga á ningún culpable... » « Ningu na nación goza de una libertad tan indefinida y tan funesta para las gentes honradas; es absolutamente contrario á los derechos del hombre verse uno perpe tuamente expuesto á ser estrangulado por foragidos que confunden en todo momento la libertad con la li cencia .>
En otros términos ; las pasiones , para justificarse , han recurrido á las teorías , y la teoría, para aplicar se, ha recurrido á las pasiones . Por ejemplo , cerca de Liancourt, el duque de la Rochefoucauld tenía un te rreno inculto; « desde el principio de la Revolución , los pobres de la villa declaran que, puesto que forman parte de la nación, los terrenos incultos, propiedad de de la nación, les pertenecen » , y al punto , « sin otra formalidad» , toman posesión , se reparten el suelo , plantan vallados y desmontan.
«Esto , dice Arturo
Young, indica el espíritu general... Llevados un poco lejos , no serían pequeñas las consecuencias para la propiedad en este reino . Ya el año precedente, cerca de Rouen , los merodeadores , que derribaban y ven dían árboles forestales , decían que « el pueblo tiene derecho á tomar todo cuanto le es necesario » . Les han pregonado que son soberanos y obran como soberanos. Dado el estado de su espíritu , nada hay más natural que su conducta. De esta suerte son lan zados varios millones de salvajes por algunos miles de charlatanes, y la política de café tiene por intér
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prete y ministro la algarada de las calles. De una par te la fuerza bruta se pone al servicio del dogma radi cal. De otra parte, el dogma radical se pone al servi cio de la fuerza bruta. Y he aquí, en la disuelta Francia, los dos únicos poderes que quedan en pie so bre los escombros de lo demás .
CAPITULO V
Resumen .
I
Son los sucesores y los ejecutores del antiguo régi men, y cuando se piensa en la manera como éste los ha engendrado , incubado, nutrido , entronizado , pro vocado, no puede uno menos de considerar su histo ria como un largo suicidio : igual que un hombre que , subido en lo alto de una inmensa escala, cortara bajo sus pies la escala que le sostiene . En semejantes casos no bastan las buenas intenciones ; no sirve de nada ser liberal ni aun generoso, esbozar á medias las refor mas. Antes bien , con sus cualidades lo mismo que con sus defectos , con sus virtudes lo mismo que con sus vicios , los privilegiados han trabajado en su caída, y sus méritos han contribuido á su ruina tanto como sus desafueros . Fundadores de la sociedad , habiendo merecido en otro tiempo sus ventajas por sus servicios , conserva ron su rango sin continuar su misión; tanto en el go bierno local como en el gobierno central, su puesto es una sinecura, y sus privilegios se han convertido en abusos . A su cabeza, el rey, que ha hecho la Francia dedicándose á ella como á cosa propia, concluye por
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
usar de ella como de cosa propia; el dinero público es su dinero de bolsillo, y las pasiones , las vanidades, las debilidades personales , los hábitos de lujo , las preocu paciones de familia, las intrigas de una querida, los caprichos de una esposa , gobiernan en un Estado de veintiséis millones de hombres con una arbitrariedad, una incuria, una prodigalidad , una torpeza , una falta de constancia que apenas se perdonaria en la direc ción de un dominio privado . Rey y privilegiados , no sobresalen más que en un punto: el saber vivir, el buen gusto, el buen tono , el talento de figurar y de recibir , el don de hablar con gracia, finura y alegría, el arte de transformar la vida en una fiesta ingeniosa y brillante, como si el mundo fuera un salón de ociosos distinguidos donde bastase ser ingenioso y amable, cuando es un circo en el que se necesita ser fuerte para combatir, y un laboratorio donde es menester trabajar para ser útil. Por la costumbre , la perfección y el ascendiente de la conversación cortés , han impreso al espíritu fran cés la forma clásica , la cual, combinada con el nuevo bagaje científico, produce la filosofia del siglo diez y ocho , el descrédito de la tradición , la pretensión de refundir todas las instituciones humanas con arreglo á la sola razón , la aplicación de los métodos matemá ticos á la política y á la moral , el catecismo de los de rechos del hombre, y todos los dogmas anárquicos y despóticos del Pacto social . Una vez que la quimera ha nacido , la reciben como pasatiempo de salón ; juegan con el monstruo peque nito , inocente aún , ornado de cintas como un cordero de égloga; no se les ocurre que jamás pueda llegar á convertirse en una bestia rabiosa y formidable ; la atienden, la miman y después la dejan que salga á la
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calle .—Alli, entre una burguesía que el gobierno in dispone comprometiendo su fortuna, que los privile giados molestan reprimiendo sus ambiciones , que la desigualdad hiere atacando á su amor propio , la teo ria revolucionaria crece rápidamente, adquiere un vigor repentino, y, al cabo de algunos años , se en cuentra dueña absoluta de la opinión . -En estos mo mentos y llamado por aquélla , surge otro coloso , un monstruo de millones de cabezas , un bruto aterrador y ciego , todo un pueblo alborotado , exasperado y sú bitamente desencadenado contra el gobierno , cuyas exacciones le desnudan, contra los privilegiados cu yos derechos le quitan el pan , sin que en los campos abandonados por sus naturales patronos , se encuentre con una autoridad presente, sin que , en las provincias doblegadas á la centralización mecánica, quede un grupo independiente , sin que en la sociedad desgrega da por el despotismo , pueda formarse centros de ini ciativa y de resistencia, sin que, en la clase alta des armada por su misma humanidad , se encuentre un po lítico libre de ilusiones y capaz de acción, sin que tantas buenas voluntades y claras inteligencias pue dan defenderse contra los dos enemigos de toda liber tad y de todo orden , contra el contagio del sueño de mocrático que perturba los mejores cerebros y contra las irrupciones de la brutalidad populachera que per vierte las mejores leyes . En cuanto se abren los Estados generales , el curso de las ideas y de los acontecimientos queda , no sola mente determinado , sino que se hace visible . De an temano y á pesar suyo, toda generación lleva en sí misma su porvenir y su historia ; con toda anticipa ción se hubieran podido anunciar los destinos de la que nos ocupa, y, si los detalles correspondían á 35
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nuestras previsiones con tanta exactitud como el con junto , se hubiese podido creer en la ficción siguiente que Laharpe convertido inventó á fines del Directo rio, al poner en orden sus recuerdos .
II
Me parece- dice-que fué ayer, y esto sucedía, sin embargo , á principios de 1788. Estábamos senta dos á la mesa en casa de uno de nuestros colegas de Academia ; gran señor y hombre de ingenio . La re
" unión era numerosa y variada : cortesanos , hombres de toga, literatos , académicos ; se había comido fuerte, como de costumbre . A los postres , los vinos de Mal vasia y de Constancia añadian á la alegría de los co mensales esa especie de libertad que no siempre guar da una severa compostura . Habíamos venido al mundo en una época en la que se permitía todo lo que hiciese reir. Chamfort nos había leído sus cuentos impios y libertinos que las distinguidas damas escucharon sin recurrir siquiera al abanico . De aquí un diluvio de bromas sobre la religión ; uno recitaba una relación de La Doncella ; otro recordaba ciertos versos filosó ficos de Diderot... ¡ Cuánto se aplaudia ...! La conver sación se hace más seria ; todos admiran la revolución que ha realizado Voltaire , y se conviene en que este era su primer título de gloria .
Ha dado el tono á su
siglo , y se hace leer lo mismo en las antecámaras que en los salones . » Uno de los convidados nos refirió , ahogándose de risa , que un peluquero le había dicho , mientras le empolvaba : « Sabed , señor, que aun cuan do no sea sino un miserable pipiolo , no tengo más re
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ligión que cualquier otro . » Se convino en que la revo lución no tardaría en consumarse, en que era absolu tamente preciso que la superstición y el fanatismo ce dieran el puesto á la filosofía, y se pusieran á calcular la época probable y cuáles de los que allí estaban re unidos verían el reinado de la razón. Los de más edad se quejaban de no poder alcanzarlo ; los jóvenes se regocijaban de abrigar una esperanza muy justifica da, y se felicitaba sobre todo á la Academia por ha ber preparado la gran obra, y por haber sido la capi tal , el centro, el móvil de la libertad de pensar . Uno sólo de los convidados no había tomado parte en la alegría de la conversación ... Era Cazotte, hom bre amable y original , pero desgraciadamente im buido por los ensueños de los iluminados . Toma la palabra, y con el más serio acento : Señores - dice-estad satisfechos ; todos veréis esa gran revolución que tanto deseáis . Ya sabéis que soy algo profeta, os lo repito , la veréis ... ¿Sabéis lo que sucederá en esa revolución , lo que os sucederá á todos los que están aquí? » —¡Ah!, veámoslo -dijo Condorcet , con su aspecto y sonrisa burlones y tontos-á un filósofo no le dis gusta encontrarse con un profeta . -Vos, Sr. de Condorcet , expiraréis tendido en el suelo de un calabozo , moriréis con el veneno que to maréis para libraros del verdugo , con el veneno que la felicidad de esos tiempos os obligará á llevar siem pre encima . Al pronto quedaron todos muy asombrados , después se rieron estrepitosamente . ¿Qué era lo que todo aque llo podía tener de común con la filosofía y el reinado de la razón? -Eso es precisamente lo que os digo : en nombre de
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la filosofía, de la humanidad, de la libertad, bajo el reinado de la razón , es cuando os ocurrirá acabar de esa manera; y se estará en pleno reinado de la razón, puesto que tendrá templos, y hasta no habrá sino tem plos de la razón en toda esa época y en toda Fran cia... Vos , Sr. de Chamfort, os abriréis las venas con veintidos cortes de una navaja de afeitar, y, sin em bargo, no moriréis hasta algunos meses después . Vos, Sr. Vicq - de-Azyr , no os abriréis las venas con vuestra propia mano , pero haréis que os las abran seis veces en un día, en medio de un acceso de gota , para mayor seguridad del hecho , y moriréis á la noche . Vos , se fior de Nicolai, en el cadalso; vos , Sr. Bailly, en el cadalso; vos , Sr. de Malesherbes , en el cadalso...; vos, Sr. Roucher , en el cadalso también . -¿Pero acaso vamos á ser subyugados por los tur cos y los tártaros? -De ninguna manera; ya os lo he dicho ; estaréis gobernados solamente por la filosofía y por la razón. Los que os tratarán así serán filósofos todos ellos , ten drán constantemente en los labios las frases que estáis pronunciando hace una hora , repetirán todas vuestras máximas , citarán, como vosotros , los versos de Dide rot y de Voltaire .
-¿Y cuándo sucederá todo eso? -No transcurrirán seis años sin que se haya reali zado todo cuanto os he dicho . -Se trata de verdaderos milagros-dijo Laharpe y no me incluiréis en nada . -Vos mismo constituiréis un milagro tan extraor dinario por lo menos ; en esa época seréis cristiano . -¡Ah! -exclamó Chamfort- me tranquilizo ; si no hemos de morir hasta cuando Laharpe sea cristiano, somos inmortales .
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-En verdad-dijo entonces la duquesa de Gram mont-que las mujeres tenemos mucha suerte de no mezclarnos para nada en las revoluciones . Queda con venido en que no la tomarán con nosotras y nuestro sexo... -Vuestro sexo, señoras , no os protegerá en esta ocasión... Seréis tratadas lo mismo que los hombres , sin la menor diferencia... Vos , señora duquesa , seréis conducida al cadalso ; vos , y muchas otras damas con vos, en carreta y con las manos atadas á la espalda . -¡Ah! Espero que en tal caso me llevarán, por lo menos , en una carroza con paños negros . —No , señora; damas de linaje superior al vuestro irán, como vos, en carreta y también con las manos atadas . -¿De linaje superior? ¿Quiénes? ¿Las princesas de la sangre?
-De mayor alcurnia aún ... Hallóse , finalmente, que la broma era demasiado pesada . Madame de Grammont , para que no continua ra, no insistió sobre la respuesta, limitándose á decir ligeramente : -Ya veréis cómo ni siquiera me va á dejar un con fesor .
-No , señora; no lo tendréis ; ni vos ni nadie; la úl tima victima, que tendrá uno por gracia , será….. Se paró un momento : -Pues bien; ¿quién será el dichoso mortal que goce de tal prerrogativa? -Será el rey de Francia, y esa será su última pre rrogativa.
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NOTAS
NOTA I
SOBRE EL NÚMERO DE ECLESIÁSTICOS Y NOBLES
Las cifras aproximadas se han obtenido por los si guientes procedimientos : 1. En lo que concierne á la nobleza , se descono cía el número en 1789. En su Compendio cronológico de los Edictos, etc. ( 1789) , el genealogista Cherin de clara que lo desconoce . Tampoco está más enterado Mohean, á quien Lavoisier alude en su informe de 1791 (Investigaciones sobre la población de Francia, 1778 , pág. 105) ; Lavoisier habla de 83.000 individuos y el marqués de Bouillé (Memorias, pág. 50) de 80.000 familias , los dos sin prueba alguna . Del Catálogo no minativo de gentileshombres en 1789, por Laroque y Barthelemy, he sacado el número de nobles que vota ron, directamente ó por procuración , en las eleccio nes de 1789 en Provenza, Languedoc, Leonesado , Fo rez, Beaujolais , Turena , Normandía é Isla de Francia ; el total es de 9.167 . Según el empadronamiento de 1790, publicado por Arturo Young en sus Viajes por Francia, el número de habitantes de dichas provincias es el de 7.757 000, lo que , por proporción , da un poco más de 30.000 nobles votantes entre los 26 millones de habitantes de Francia . Estudiando la ley, y revisando las listas, se vé que cada uno de esos nobles representa algo menos de una familia, pues el hijo de un propietario de feudo tiene voto si ha cumplido los veinticinco años ; no creo, pues , que se engañe uno mucho , calculando en 26.000
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ó 28.000 el número de familias nobles , lo que, á razón de cinco personas por familia , da 130.000 6 140.000 nobles . Como en 1789 tenía Francia 27.000 leguas cuadradas y 26 millones de habitantes , se puede con tar una familia noble por legua cuadrada y mil habi tantes . 2.° Respecto del clero , en los archivos nacionales, en los papeles del comité eclesiástico , he hallado el es tado nominativo de los religiosos de 28 órdenes : Agus tinos , 694 ; Franciscanos , 250; Barnabitas , 90 ; Bene dictinos ingleses , 52 ; Benedictinos de Cluny , 298; de Saint Vaume, 612 ; de San Mauro , 1.672 ; Trapenses, 1.806 ; Recoletos , 2.238 ; Premonstratenses , 399 ; Pre monstratenses reformados , 394 ; Capuchinos , 3.720; Carmelitas descalzos , 555 ; Carmelitas mayores, 853 ; Hospitalarios de San Juan de Dios , 218 ; Cartujos, 1.144; Franciscanos menores , 2.018 ; Dominicos , 1.172; Fuldenses , 148 ; Genovesanos , 570; Maturinos , 310 ; Mi nimos , 684 ; Mercenarios , 31 ; Redentoristas , 203 ; de la Orden Tercera, 365; de San Juan de las Viñas de Soissons , 31 ; Teatinos , 25 ; de la abadía de San Victor, 21; de casas sometidas al ordinario , 305. Total , 20.745 religiosos , en 2.489 conventos . Hay que añadir los Padres del Oratorio , de la Misión , de la Doctrina cris tiana y algunos otros; el total de todos los frailes debe oscilar alrededor de 23.000. En cuanto á las religiosas , he visto en los archi vos nacionales su catálogo de 12 diócesis , compren diendo , con arreglo à la Francia eclesiástica de 1788, 5.576 parroquias: Diócesis de Perpignan, Tula, Mar sella, Rader , Saint- Flour, Tolosa, Mans, Limoges , Li sieux, Rouen , Reims , Noyon . En total, 5.394 religio sas, en 198 casas . La proporción da poco más ó me. nos 37.000 religiosas , en 1.500 casas, para las 38.000 parroquias de Francia . De suerte , que el total del clero regular es de 60.000 personas . En cuanto al clero secular , se pueden calcular 70.000 ; párrocos y vicarios , 60.000 ( el abad Guettée, Historia de la Igle sia de Francia, XII , 142) ; prelados, vicarios genera les , canónigos capitulares , 2.800; canónigos de cole giatas , 5.600; eclesiásticos sin beneficio , 3.000 ( Sièyes) . Moheau, que tenía gran inteligencia y era un estadís tico prudente, escribe en 1778 (Investigaciones, på gina 100): « Quizá no existen hoy en el reino 130.000
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eclesiásticos .» El empadronamiento de 1866 (Estadis tica de Francia, población), arroja ahora las siguientes cifras: 51.100 miembros del clero secular ; 18.500 re ligiosos; 86.300 religiosas ; total , 155.900 , para una po blación de 38 millones de habitantes .
NOTA II
SOBRE LOS DERECHOS FEUDALES Y SOBRE EL ESTADO DE UN DOMINIO FEUDAL EN 1783
Las informaciones que siguen están tomadas de un acto de partición y tasación realizado el 6 de Septiem bre de 1783 , y cuya comunicación debo á la amabili dad de M. de Baislisle . Se trata de las tierras de Blet y de las Brozas .-La tierra y baronía de Blet está situada en el Borbone sado , á dos leguas de Dun - le- Roi . -Blet, dice una me moria de la administración , es una buena parroquia sin que nada le favorezca; buenas tierras , la mayoría cubierta de bosques , prados y pastos, lo restante com puesto de tierras laborables con trigo, centeno y ave na... Caminos espantosos , mortales en invierno . El principal comercio es de animales de cuernos ; tam bién se extiende á los granos ; los bosques se pudren en sus raíces , por su alejamiento de los poblados y su dificil explotación . La villa estuvo fortificada en tiempos ante riores, y aun subsiste su castillo . En otra época estaba muy poblada, pero las guerras civiles del siglo XVI , y sobre todo la emigración de los protestantes la han dejado desierta, hasta el punto que, de 30.000 habi tantes que tenía, á penas se cuentan 300 actualmente; esta es la suerte de todas las ciudades del país . » La tierra de Blet, poseída durante varios siglos por la casa de Sully , pasó por enlace de la heredera , en 1363 , á la casa de San Quintín , donde se transmitió en línea directa hasta 1748, fecha del fallecimiento de Alejan dro II de San Quintín, conde de Blet , gobernador de
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Berg-op- Zoom, padre de tres hijas, de las que nacie ron los actuales herederos. Estos herederos son el conde de Simiane, el caba llero de Simiane y los menores de Berey, correspon diendo á cada uno un tercio , que es de 97.667 libras por la tierra de Blet , y de 20.408 libras por la de las Brozas. El mayor, que es el conde de Simiane , per cibe además una mejora (con arreglo á la costumbre del Borbonesado) , valuada en 15.000 libras, compren diendo el castillo con las fincas anejas y los derechos señoriales , tanto honoríficos como de utilidad . Todo el dominio , incluidas las dos tierras , está va luado en 369.227 libras. La tierra de Blet consta de 1.437 fanegas francesas , explotadas por siete arrenda tarios , á los cuales proporciona el propietario gana dos estimados en 13.781 libras . Pagan al propietario un total de 12.060 libras de arriendo (á más de algu nos censos en aves y jornadas de trabajo) . Solamente uno , que tiene una gran finca , paga 7.800 libras al año; los otros pagan 1.300 , 740, 640 y 240. Todas las alquerías son pobres ; solamente una po see dos habitaciones con chimeneas ; dos ó tres , una; las demás consisten en una cocina con horno exterior, establos y trojeros . En todos los cuerpos de la gran ja , excepto en tres , se necesitan urgentes repara ciones , pues se ha descuidado mucho la conservación desde hace treinta años » . Haría falta limpiar la pre sa del molino y la ría, cuyos desbordamientos echan á perder las praderas , arreglar las orillas de los dos es tanques , restaurar la iglesia que está á cargo del se for, y cuyos techos sobre todo están en un lamenta. ble estado , pues dejan que penetre el agua al través de las bóvedas» , arreglar los caminos que están tam bién á cargo del señor y que , durante el invierno, es tán intransitables . Parece como si jamás se hubieran ocupado en el arreglo y conservación de esos cami nos . El suelo de la tierra de Blet es excelente , pero se necesitarían fosos y sangrías para que corrieran las aguas , sin lo cual el subsuelo no continuará produ ciendo más que hierbas perjudiciales . La negligencia y el abandono han dejado sus huellas en todas partes. El castillo de Blet ha estado sin habitar desde 174S; así es que casi todos los muebles se han podrido y es tán inservibles ; valian en 1748 , 7.612 libras y hoy no
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se les estima más que en 1.000 . «El molino de agua ocasiona un gasto casi igual á los rendimientos que deja . » «No se conocía el uso de la cal para el abono de las tierras» , y, sin embargo , la cal tiene en el país un precio infimo» . La tierra, húmeda y excelente , produ ciría , si se quisiera , setos vivos , y , sin embargo , se emplean vallas para cercar los campos , cuyo coste, según informe de los administradores , está calculado en un tercio de los beneficios » . Este dominio , tal como se acaba de describir , está valuado como sigue: 1. La tierra de Blet , con arreglo á la costumbre del país en lo que se refiere á las tierras de los nobles , está valuada en 25 dineros , es decir, 373.060 libras , de las que es preciso descontar un capital de 65.056 libras, que representan las cargas anuales (la parte co rrespondiente al párroco , reparaciones , etc. ) , sin in cluir las cargas personales como las vigésimas . Pro duce un beneficio neto de 12.300 libras, y su valor neto es de 308.003 . 2.º La tierra de las Brozas está, con arreglo á las costumbres del país , valuada en dineros 22, pues cesa de ser noble por la transmisión de los derechos de feu do y de justicia á la de Blet . Sentado esto , vale 73.583 libras , de las que es preciso descontar un capital de 12.359 libras para las cargas reales ; produce un bene ficio neto de 3.140 libras anuales , y su valor neto es de 61.224. Las rentas provienen de lo siguiente: En primer lugar, los arriendos arriba dichos . En segundo lugar, los derechos feudales que se van á enumerar . Derechos útiles y honoríficos de la tierra de Blet: 1.° Derecho de alta, baja y media justicia sobre todo el territorio de Blet y otras villas , las Brozas , Jalay. El señor de horca y cuchillo , según el acta de notoriedad otorgada en Châtelet el 20 de Abril de 1702, « conocía de todos las asuntos reales y persona les , civiles y criminales , incluso de las acciones de los nobles y de los eclesiásticos , de los objetos sellados é inventarios de muebles y efectos , de las tutelas , cura durías , administración de bienes de menores , de los dominios , derechos y beneficios usuales del señorío , etcétera . >
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2.° Derecho de grullería, edicto de 1707. El gru llero del señor entiende en todos los asuntos concer nientes á las aguas y á los bosques , usos, delitos , peses y caza . 3.° Derecho de inspección y vigilancia de las calles, caminos y edificios (salvo en las carreteras . ) El señor nombra un baile grullero y veedor , que es M. Theu ralt (en Sagona) , un procurador fiscal, Baujard (en Blet); puede destituirlos en atención á que no pagan derechos» . Los derechos de escribanía estaban arren dados en beneficio del señor ; pero en la actualidad, como es muy dificil encontrar en el país personas in teligentes para cumplir ese cometido , el señor los cede al que los desempeña» . (El señor paga 48 libras anuales al baile para que celebre audiencia una vez al mes, y 24 libras al procurador fiscal para que asis ta al primero en sus funciones .) Percibe las multas y confiscaciones de ganados im puestos por sus subordinados . Este beneficio es , por término medio anual , de ocho libras . Debe tener una cárcel y un carcelero . (No se dice que la haya. ) No se encuentra ya en el señorío señal alguna exterior de horcas patibularias . Puede nombrar doce notarios ; de hecho no hay más que uno en Blet; « el cual no desempeña sus funcio nes » ; es Baujard , procurador fiscal . Se le ha otorga do aquel puesto gratuitamente, para conservar el de recho; por lo demás sería imposible hallar en el lu gar una persona inteligente para que lo desempe ñara .> Nombra un alguacil ; pero hace mucho tiempo que el tal alguacil no paga arriendo ni alquiler alguno. 4.° Tributo personal y real . En el Borbonesado , el tributo era anteriormente servil y los siervos escla vos. Los señores que conservan aún ciertos derechos en la extensión de sus feudos y justicias , se encuen tran todavía en el de suceder á sus vasallos en todos los casos , hasta en perjuicio de los hijos , si estos no residían con sus padres y habitaban bajo el mismo te cho .> Pero en 1255 , Hodes de Sully , otorgó una carta por la que renunciaba á ese derecho de tributo real y personal, mediante un derecho de burguesía que to davia se percibe hoy (véase más adelante) . 5.° Derecho de bienes mostrencos , sobre los gana
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dos , muebles , efectos , enjambres de abejas perdidas , tesoros encontrados (desde hace veinte años son nulos los beneficios de este articulo) . 6.° Derecho sobre los bienes de las personas falle cidas sin herederos , de los bastardos y forasteros muertos , sobre los bienes de los condenados á muerte, á galeras perpetuas , de los desterrados , etc. ) (benefi cios nulos). 7.° Derecho de caza y pesca, valuado lo segundo en 15 libras al año .
8.° Derecho de burguesía (véase el art. 4. °) con arreglo á la carta de 1255 y á lo consignado en 1484 en el registro de apeos . Los más ricos deben pagar al año 12 boisseaux (1 ) de avena, de 40 libras , y 12 dine ros parisis (2) ; los de fortuna media, nueve boisseaux y nueve dineros ; los demás , seis y seis , respectiva mente. Estos derechos de burguesía están bien esta blecidos , consignados en todos los libros de registros y en las declaraciones al rey y perpetuados por un con tinuo reconocimiento de los mismos ; no es dable com prender los motivos que hayan tenido los antiguos ad ministradores y arrendatarios de esta tierra para inte rrumpir la percepción de esos derechos . Una porción de señores gozan y hacen pagar derechos análogos en el Borbonesado á sus vasallos , en virtud de títulos que podrían ser más sospechosos que los que están á dis posición de los señores de Blet. » 9.° Derecho de vigilancia del castillo de Blet. Edicto del rey de 1497 , fijando esta carga para los ha bitantes de Blet y de todos los que moren en la exten sión de la justicia, para los de Charly , Boismarvier , etcétera, á cinco sueldos por hoguera y por año , lo que fué ejecutado . Muy poco hace que ha cesado la percepción , aunque , por moderno reconocimiento , to dos los habitantes se hayan considerado sujetos á las dichas guardias y vigilancia del castillo . > 10. Derecho de peaje para todas las mercancías y géneros que pasen por la villa de Blet, salvo los tri gos, granos , harinas y legumbres . (Asunto presentado ante el Consejo de Estado desde 1227 à 1745 , y que
(1) Medida de áridos que se usaba en Francia , algo menor que nuestra fanega. (2) Nombre que se daba á la moneda acuñada en París.
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aún no está resuelto ; durante ese mismo tiempo ha estado interrumpida la percepción. » ) 11. Derecho de cata sobre todos los vinos vendi. dos al por menor en Blet , por el que correspondían al señor nueve pintas de vino por tonel , arrendado en 1782 por seis años , mediante 60 libras anuales. 12. Derecho de carnicería ó de apropiarse la len gua de todos los animales sacrificados en la villa, más la cabeza y las manos de todas las terneras . No hay ningún carnicero en Blet ; sin embargo, en la época de la recolección y en el transcurso de cada año , se sacrifican 12 bueyes aproximadamente » . Este derecho lo percibe el administrador, y está evaluado en tres libras al año .
13. Derecho sobre las ferias y mercados , anajes, pesos y medidas . Se celebran cinco ferias al año y un mercado á la semana, pero están poco frecuentados; no existen edificios para mercado . El derecho está valuado en 24 libras al año . 14. Jornadas de trabajo con arados y á brazo, por derecho de señor , como señor de horca y cuchillo so bre noventa y siete personas en Blet ( veintidós jorns das de arado y setenta y cinco á brazo) , sobre veinte y seis personas en las Brozas (cinco y veinte y uno de cada clase , respectivamente) . El señor paga seis suel dos para alimento por la jornada á brazo y doce por la de arado , con cuatro bueyes . Los más de los indi viduos sujetos á este tributo, se ven reducidos casi á la mendicidad y cargados de familia, lo que hace que el señor se decida frecuentemente à no exigirles con El valor todo rigor el cumplimiento de la tarea . que estas jornadas representan , es de 49 libras y 15 sueldos . 15. Poya de molinos (sentencia de 1736 condenan do á Roy, labrador , á moler sus granos en el molino de Blet y á una multa por no haber molido en él des de hacía tres años) . El molinero percibe un sexto de la harina molida. El molino corriente, así como el de viento y seis fanegas anejas, están arrendados en 600 libras al año . 16. Poya de horno . Transacción de 1557 entre el señor y sus vasallos : les concede el derecho de tener en sus casas un hornillo de tres ladrillos , de medio pie cada uno, para cocer pasteles , galletas y tortas; de la
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otra parte se reconocen sujetos al derecho de poya . El señor puede percibir un sexto de la pasta ; este de recho podría producir 150 libras al año ; pero , desde hace algunos años , el horno ha desaparecido . 17. Derecho de palomar; hay uno en el parque del castillo. 18. Derecho de sucesión (el señor es heredero , sal vo cuando los hijos del muerto vivian con éste en la época de su defunción) . El señor de Blet tiene ese de recho sobre cuarenta y ocho fanegas francesas . Hace veinte años que , ó por negligencia ó por otras causas , no ha sacado nada de él . 19. Derecho sobre las tierras incultas y desiertas y sobre los terrenos de aluvión . 20. Derecho puramente honorífico de banco y de sepultura en el coro , de incienso y de oración nomi nal, de colgaduras y paños fúnebres exteriores é inte riores. 21. Derecho de laudemios y ventas sobre censata rios , debido por el adquiridor de un inmueble sujeto á censo , dentro de los cuarenta días de la compra . « En el Borbonesado , los laudemios y ventas representan un tercio, un cuarto , un sexto , un octavo y un duodé cimo de la cantidad . El Sr. de Blet y Brozas percibe un sexto . Se calcula que las ventas se verifican una vez cada ochenta años : estos derechos se ejercen so bre 1.356 fanegas francesas que valen , las mejores 192 libras por fanega , las medianas 110, las malas 75 . Con arreglo à estas cifras , las 1.350 fanegas valen 162.750 libras . A los adquiridores se les hace una re baja de un cuarto sobre los laudemios y ventas . Pro ducto anual de este derecho , 254 libras . 22. Derecho de diezmos . El señor ha adquirido to- . dos los diezmos , excepto algunos , á los canónigos de Dun-le Roi y al prior de Chaumont . Los diezmos se perciben á la décima tercera hierba, y están incluídos en los arrendamientos . 23. Derecho de terrazgo, ó sea el derecho de per cibir , después de haber recogido los diezmos , unapar te de los frutos de la tierra. « En el Borbonesado , el terrazgo se percibe de diferentes maneras , á tercera hierba, á quinta, sexta y séptima, y comúnmente á la cuarta; en Blet à la duodécima . El señor de Blet no percibe el terrazgo sino sobre cierto número de tierras
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de su señorío ; en lo que se refiere á Brozas , parece que todos los dominios poseídos por los censatarios es tán sujetos á ese derecho. Estos derechos de terrazgo están incluidos en los arrendamientos de las fincas de Blet y Brozas . 24. Censos , sobrecensos y rentas debidos por in muebles de diversas clases , casas . campos , prados, etc. , situados en el territorio del señorío . En el señorio de Blet , hay 810 fanegas , divididas en 511 parcelas , en manos de 120 censatarios , que es tán en ese caso , constituyendo al año su censo total en 137 francos de plata , 67 fanegadas de trigo can deal , tres de cebada, 159 de avena, 16 pollas , 130 ga llinas y seis gallos y capones ; el total está valuado en 575 francos . En tierra de Brozas , están en ese caso 85, fanegas divididas en 112 parcelas , pertenecientes á 20 censa tarios , y su censo total anual es de 14 francos de pla ta, 17 fanegadas de trigo candeal , 32 de cebada, 26 pol as , tres gallinas y un capón . Valúase el total en 126 francos. 25. Derechos sobre los bienes del común ( 124 fa negas en tierra de Blet, y 164 en la de Brozas). Los vasallos no tienen más que un derecho de uso sobre tales bienes . Casi la totalidad de los terrenos sobre los que usan del derecho de pastoreo pertenece en pro piedad á los señores , salvo ese derecho de uso , y aun éste no está concedido más que á algunos particulares. > 26. Derechos sobre los feudos inestables de la ba ronía de Blet. Unos están situados en el Borbonesado , encontrán dose 19 en este caso . En el Borbonesado , los feudos, aunque fueran de pecheros , no debían más al señor, á cada cambio que experimentaran , que el obsequio y servicio personal . En otros tiempos el señor de Blet percibía en dichas ocasiones el derecho de rescate, pero se le ha dejado caer en desuso. Los otros están situados en Berry, donde se ejerce el derecho de rescate. No hay más que un feudo en Berry, el de Cormesse, en el arzobispado de Bourges, que comprende 85 fanegas , además de una parte de diezmos , y que produzca 21.000 libras al año , lo que, admitiendo un cambio cada veinte años , proporciona al señor de Blet 105 libras anuales .
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Además de las cargas indicadas, hay las siguientes: 1. Al párroco de Blet la parte que le corresponde, la cual , según el real decreto de 1686 , debía ser de 300 libras . En 1692 bubo una transacción, por la que el párroco, queriendo asegurarse dicha parte, cedió al señor todos los diezmos , primicias , etc. -Como el edic to de 1768 fijase la congrua del párroco en 500 libras , aquél reclamó esa suma . Los canónigos de Dun-le - Roi y el prior de Chaumont, que cobraban diezmos del te rritorio de Blet, debían abonar parte de dicha canti dad . Toda ésta corre actualmente á cargo del señor de Blet. 2. Al guarda , habitación , leña , el disfrute de tres fanegas de tierras baldías y doscientas libras . 3.a Al administrador , por guardar los archivos , vigilar las reparaciones, percibir los laudemios y ven tas y las multas , 432 libras, además del disfrute de diez fanegas de tierras baldías . А 4. Al rey el impuesto de las vigésimas . Anterior mente, las tierras de Blet y Brozas pagaban 810 libras por las dos vigésimas , y dos sueldos por libra . Desde el establecimiento de la tercera vigésima, pagan 1.216 libras .
NOTA III
DIFERENCIA ENTRE LA RENTA REAL Y LA NOMINAL DE LAS DIGNIDADES Y BENEFICIOS ECLESIÁSTICOS
Según Raudot (Francia antes de la Revolución, 84); hay que añadir una mitad más al cálculo oficial ; se gún Boiteau (Estado de Francia en 1789, 195) , es pre ciso triplicarlo y aun cuadruplicarlo . -Mi opinión es que, en cuanto á las sedes episcopales , es necesario aumentar una mitad más , y que, para los prioratos y abadías, hay que doblarlo, y á veces triplicarlo y aun cuadruplicarlo . He aquí á continuación algunos he chos que establecerán una separación entre las cifras oficiales y las cifras reales : 1.° En el Almanaque Real , el obispado de Troyes está valuado en 14.000 libras; en La Francia eclesiás 36
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tica de 1788, en 50.000 . Según Alberto Rabeau (Histo ria de la Revolución en el departamento de Aube), pro duce 70.000 libras. En La Francia eclesiástica , el obispado de Strasbur. go está valuado en 400.000 libras. Según el duque de Levis (Recuerdos, 156) , produce por lo menos 600.000 . 2. En La Francia eclesiástica, la abadía de Ju mièges está calculada en 23.000 libras . En los manus critos del comité eclesiástico me he encontrado con que, según los monjes, produce al abad 50.000 libras. En La Francia eclesiástica, la abadía de Beza está valuada en 8.000 libras . Me encuentro con que sola mente á los monjes produce 30.000 libras , y siempre es igual, por lo menos la parte que corresponde al abad . (Del Estado religioso, por los presbíteros Bon nefoi y Bernard , 1784.) Por consiguiente , produce al abad 30.000 libras . Bernay (Eure) está tasado oficialmente en 16.000. Las cuentas de los registros le calculan en 57.000. San Amando, del cardenal de York , está anotado en 6.000 libras y produce 100.000 ( Duque de Luy nes , XIII , 215) . Clairvaux, según La Francia eclesiástica, vale 9.000 y según Waroquier (Estado general de Francia en 1789), 60.000 . -Según Beugnot, que es del país y hombre de negocios , el abad tiene de 300 á 400.000 libras de renta . Saint- Faron , dice Boiteau , señala 18.000 y vale 120.000 libras . La abadía de San Germán de los Prados (propiedad de los economatos ) , está tasada en 100.000 libras . El conde de Clermont, que la tuvo antes, la arrendaba en 160.000 , sin contar los prados reservados y todo lo que los colonos suministraban de paja y avena para los caballos del señor » . (Julio Cousin , El Conde de Clermont y su corte.) San-Waast de Arras , según La Francia eclesiástica, produce 40.000 libras . El cardenal rechazó los 1.000 luises al mes que los monjes le ofrecían por la parte que le correspondía . ( Duque de Levis , Recuerdos , 156. ) Vale, pues , poco más ó menos , 300.000 libras . Remiremont, cuya abadesa es siempre una princesa de sangre real, como de los monasterios más poderosos, más ricos, más ampliamente dotados , está valuado oficialmente en la ridícula cifra de 15.000 libras.
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NOTA IV
SOBRE LA EDUCACIÓN DE PRÍNCIPES Y PRINCESAS
Asunto es este que sólo él podría ocupar un capí tulo separado ; citaré únicamente algunos textos . (Barbier, Journal, Octubre 1750 . ) -La delfina acaba de dar á luz una niña. La joven princesa está con su cuarta nodriza... Con este motivo me he enterado de que todo se hace en la corte con arreglo á fórmulas, según un protocolo de médico , de manera que es un milagro criar á un príncipe ó á una princesa . La nodriza no desempeña más funciones que dar de mamar á la criatura cuan do se la traen; no puede tocarla . Hay otras mujeres encargadas de mover al niño, y hay horas especiales para moverle, tres ó cuatro veces al día. Si el niño está dormido , se le despierta para limpiarle . Si , des pués de haber sido mudado , se ensucia, permanece así tres ó cuatro horas con su porquería. Si le pincha un alfiler, la nodriza no puede quitárselo ; hay que bus car y esperar á otra mujer; en todas estas ocasiones el niño llora, se desespera y se sofoca ; de suerte que todas estas ceremonias constituyen un verdadero mar tirio. (Mme. de Genlis , Recuerdos de Felicia, 74. Conver sación con Mme. Luisa , hija de Luis XV , que se hizo carmelita .) «Desearé saber cuál es la cosa á la que le ha costa do más trabajo acostumbrarse en su nuevo estado. Jamás lo adivinaríais , respondió sonriéndose ; bajar sola una escalinata . Al principio representaba para mí el precipicio más espantoso , me veía obligada á sentarme en los escalones y á arrastrarme en esa ac titud para bajar.» En efecto; una princesa que no había bajado más que la gran escalera de Versalles , apoyándose en el brazo de un caballero de honor, y rodeada de sus pa jes, tenía que estremecerse al hallarse entregada á sí misma en lo alto de una escalera rápida y de caracol .
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
Tal es la educación ridícula por tantos conceptos que reciben en general las personas de esa categoría; siem pre acompañadas, ayudadas , escoltadas , atendidas, tales personas se ven así privadas de la mayor parte de las facultades que les ha concedido la nuturaleza .» (Mme. Campan . Memorias, I , 18 , 28. ) >Madame Luisa me ha repetido á menudo que á la edad de doce años no había recorrido aún todo el al fabeto... > Se trataba de decidir irrevocablemente si una ave marina era carne ó pescado . Mme . Victoria consultó con un obispo ... Este respondió que en semejante duda , después de haber cocido el ave , era preciso ponerla en una fuente de plata muy fría, que si el jugo del animal se coagulaba en el espacio de un cuarto de hora, el animal era considerado como de carne . > Madame Victoria hizo en seguida la prueba; el jugo no se cuajó . Lo cual alegró mucho á la princesa que gustaba exraordinariamente de esa clase de caza. La vigilia, que tanto preocupaba á Mme . Victoria, la incomodaba; así es que esperaba impacientemente la última campanada de la noche del viernes santo . In mediatamente la servían un buen arroz con pollo y otros varios y suculentos manjares . > (Diario de Dumont d'Urville, comandante del navío á cuyo bordo salió de Francia Carlos X en 1830. Ci tado por Vaulabelle, Historia de la Restauración, VIII, pág . 465. ) El rey y duque de Angulema me interrogaron acerca de mis diferentes campañas , pero sobre todo sobre mi viaje de circunnavegación á bordo del As trolabio. Mi narración parecía que les interesaba mu cho , y si me interrumpian , era para dirigirme pre guntas de gran candidez , y que demostraban que, desprovistos de toda noción , aun la más superficial, sobre las ciencias y los viajes , eran tan ignorantes en tales materias como pudieran serlo unos viejos ren tistas del Marais..
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NOTA V
SOBRE LA CIFRA DEL IMPUESTO DIRECTO
TALLA
Isla de Francia Leonesado ..... Generalidad de Rouen........ Generalidad de Caen .... Berry Poitou.... Soissonesado .. Orleanesado ... . Champaña ..... Gobierno gene ral de Alençon Auvernia .... Gobierno gene ral de Auch ... Alta Guyena
Accesorios Capitación Impuesto de de la tallable. caminos, talla
4.296.040 2.207.826 2.699.287 519.989 1.356.954 903.653 898.089 315.869
Totalen múltiples la de talla .
Las siguientes cifras están extractadas de las actas de las Asambleas provinciales (1778-1787):
2,23 2,61
2.671.939 1.595.051 1.715.592 598.258 (1) 2,46 1.212.429 1.187.823 659.034 448.431 464.955 236.900 1.113.765 1.403.402 520.000 911.883 734.899 462.883 1.256.125 1.485.720 586.385 1.459.780 1.377.371 807.280
2,56 250 2.30 2,94 2,34 3
1.742.655 1.120.041 1.067.849 435.637 1.999.040 1.399.678 1.753.026 310.468
2.47 2,70
1.939.665 821.921 2.309.681 1.062.392 2.353.892 1.783.850
1.440.533 931.261 2.131.314 1.267.619
797.268 316.909 (2) 2,35 797.268 316.999 (3) 2,47
Siendo 1 la talla principal, las cifras de la última columna representan, para cada provincia, el total de cuatro imposiciones con relación á ese tributo.- La media entre todas estas cifras , es de 2,53 . Ahora bien; los accesorios de la talla, la capitación y el impuesto de caminos se fijan para cada tallable al prorrateo de (1) Esta cifra no consta en la asamblea provincial; para lle nar este vacío , he tomado el décimo de la talla , de los acceso rios y de la capitación tallable; este es el procedimiento que sigue la asamblea provincial del Leonesado. Por decreto del 2 de Junio de 1787 , el impuesto de caminos puede alcanzar el sexto de los precedentes ; de ordinario es el décimo ó por rela ción al principal de la talla, el cuarto. (2) La misma observación . (3) La asamblea provincial fija esta cifra en la onceava par te de la talla y accesorios reunidos .
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LOS ORÍGENES DE LA FRANCIA
su talla. No queda , pues, más que hacer que multipli car por 2,53 la cifra que represente la parte que la talla se lleva de la renta neta, para saber lo que los cuatro impuestos reunidos se llevan de dicha renta . Esa parte varia de provincia en provincia , de pa rroquia en parroquia , y hasta de individuo en indivi duo . Sin embargo , se puede calcular que la talla se lleva , por término medio, sobre todo cuando pesa so bre un modesto propietario campesino , desprovisto de protección y de crédito , un sexto de la renta neta, ó sea 16 francos , 66 céntimos por cada 100 francos. Por ejemplo , según las declaraciones de las asambleas provinciales , en Champaña se lleva 3 sueldos y '/, de un dinero por libra, ó 15 francos , 28 céntimos por 100; en la Isla de Francia, 35 libras , 14 sueldos de 420 li bras ó 14 francos, 87 céntimos de cada 100 ; en Au vernia 4 sueldos por libra de renta neta , es decir un 20 por 100. En fin , en Auch , la asamblea provincial calcula que la talla y los accesorios se llevan las tres décimas partes del producto neto , de donde se puede deducir, examinando las cifras del presupuesto de la provincia, que solamente la talla se lleva de cada 100 francos de renta, 18 con 10.. De suerte, que si la talla se lleva un sexto de la renta neta del tallable , es decir 16 francos , 66 cénti mos por cada 100 , el total de los cuatro impuestos enumerados se lleva por cada 100 francos de renta, 16,662,53 = 42 francos , 15 céntimos . A lo cual es preciso añadir 11 francos por las dos vigésimas y los 4 sueldos por libra añadidos á la primer vigésima; total, 53 francos y 15 céntimos de impuesto directo por 100 libras de renta tallable . Los diezmos están valuados en un séptimo de la renta neta, es decir otros 14 francos con 28 céntimos . -Los derechos feudales , tasados en la misma canti dad se llevan también 14 con 28; total , 28 francos con 56 céntimos . Total general del impuesto directo real, de los diez. mos eclesiásticos y de los derechos feudales , 81 francos, 71 céntimos por cada 100 francos de renta neta. Que dan al propietario tallable 18 francos con 29 céntimos . FIN
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Págs. 1
PRÓLOGO ..
LIBRO PRIMERO
La estructura de la sociedad.
CAPÍTULO PRIMERO. - Origen de los privilegios .-I. Ser vicios y recompensa del clero . - II. Servicios y recom pensa de los nobles. -III. Servicios y recompensa del ... rey..... CAP. II.-Los privilegios.-I. Número de los privilegia dos.-II. Sus bienes , capital y renta . -III . Sus inmu nidades.- IV. Sus derechos feudales. - Estos benefi ofos son restos de la soberanía primitiva. -V . Pueden ser justificados por servicios locales y generales ...... CAP. III. -Servicios locales que deben los privilegiados. -I. Ejemplos en Alemania é Inglaterra.-Los privile giados no prestan esos servicios en Francia. - II. Seño res residentes -Restos del buen espíritu feudal. - No son duros con sus terratenientes, pero no tienen ya el gobierno local .-Su aislamiento . -Pequeñez y media nía de su situación . -Los gastos .-No están en estado de perdonar sus créditos. -Sentimientos que hacia ellos abrigan los campesinos .-III . Señores no resi dentes .-Enormidad de sus fortunas y sus derechos . -Teniendo mayores ventajas, deben mayores servi cios .-Razones de su ausencia. -Efecto de su aleja
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Pági miento.-Apatía en las provincias.-Estado de sus tie rras. No dan limosnas .-Miseria de sus terratenien tes.-Exacciones de sus administradores.— Exigencias de sus deudas .-Estado de sus justicias.-Efectos de su derecho de caza . -Sentimientos que hacia ellos abri gan los campesinos ....... CAP. IV.- Servicios generales que deben los privilegia dos.-I. Ejemplo en Inglaterra . -Los privilegiados no prestan esos servicios en Francia. - Influencia y dere chos que les quedan.- No se sirven de ellos, sino en provecho propio.-II. Asambleas del clero -No sir ven sino al interés eclesiástico . -El clero exento de im puestos .-Solicitudes de sus agentes . -Su celo contra los protestantes. -III. Influencia de los nobles . - Re
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glamentos en su favor. -Preferencia que obtienen en la Iglesia.-Distribución de obispados y abadías.- Pre ferencia que obtienen en el Estado.- Gobiernos, em pleos , sinecuras, pensiones . gratificaciones. - En vez de ser útiles son una carga. —IV . Aislamiento de los jefes. -Sentimientos de los subordinados. - La nobleza de provincias . -Los párrocos . -V. El rey. -Sus privile gios son los más enormes de todos . - Habiendo acapa rado todos los poderes , está encargado de todas las fun ciones. -Pesantez de esta tarea . -La exquiva ó no tie ne fuerzas para realizarla. - Seguridad de su concien cia. —Francia es su propiedad. — Cómo abusa de ella. -La monarquía centro de los abusos . - VI . Latente desorganización de Francia...
LIBRO II
Costumbres y caracteres .
CAPÍTULO PRIMERO . -Principios de las costumbres bajo el antiguo régimen .-La corte y la vida representati va.-I. Aspecto físico y carácter moral de Versalles. II. La casa del rey.- Personal y gastos.- Su casa mili tar, sus cuadras, su montería, su capilla, su facultad, mesa, habitación , guardarropa , sus edificios , su guar
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Págs. damuebles, sus viajes. -III . La sociedad del rey.- Em pleados de su casa.-Invitados de sus salones.-Las ocupaciones del rey.- El levantarse, la Misa, la comi da, los paseos , la caza, la cena, el juego, veladas.— Siempre está en escena y acompañado .-V. Diversio nes de las personas reales y de la corte.-Luis XV.— Luis XVI.-VI. Otras vidas análogas.-Príncipes y princesas.-Señores de la corte.-Rentistas y advene dizos.-Embajadores, ministros, gobernadores , oficia les generales .-VII . Prelados, señores é hidalguillos de provincia.- La aristocracia feudal convertida en una sociedad de salón………….. CAP. II.- La vida de salón .-I. Solamente es perfecta en Francia. Consecuencias del carácter francés . -Con secuencias del tono de la corte en Francia. -Esta vida
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se hace cada vez más agradable y absorbente .-II . Su bordinación de los demás intereses y deberes . - Indi ferencia por los asuntos públicos . -Unicamente dan ocasión á frases ingeniosas .- Negligencia en los asun tos privados. -Desorden en el hogar y derroche de di nero.-III. Divorcio moral de los esposos . -La galan tería . Separación de los padres y de los hijos .-La educación, sus lagunas y su objeto. -Tono de los cria dos y proveedores .-El sello mundano es universal . -IV . Atractivo de esta vida.- El saber vivir del siglo diez y ocho .-Su perfección y sus recursos .-Autori dad de las mujeres para enseñar y dar leyes .- V. La felicidad en el siglo diez y ocho.-Ociosidad, pasatiem pos, chanzas .-VI . La alegría en el siglo diez y ocho. -Sus causas y sus efectos.-Tolerancia y licencia. Bailes, fiestas, cacerías, festines , placeres .-Libertad de los magistrados y prelados.-VII . Principal diver sión, la comedia de sociedad . -Galas y excesos.... ...... CAP. III.- Inconvenientes de la vida de salón . -Es arti ficial y seca.-Regreso á la naturaleza y al sentimien to.-II. Rasgo final que concluye de dibujar la fisono * mía del siglo, la sensibilidad de salón . -Fecha de su advenimiento . -Sus síntomas en el arte y la literatu ra. Su ascendiente en la vida privada . -Sus afecta ciones.-Su sinceridad .-Su delicadeza.- III . Insufi ciencia del carácter así formado . -Adaptado á una si tuación, no está preparado para la situación contraria. -Lagunas en la inteligencia.-Lagunas en la volun
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Pigi tad. Este carácter está subsanado por el conocimien to del mundo ......
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LIBRO III
El espíritu y la doctrina.
CAPÍTULO PRIMERO. -Composición del espíritu revolu cionario.-Primer elemento , la adquisición científica. -I. Acumulación y progresos de los descubrimientos en las ciencias naturales. -Sirven de punto de partida á los nuevos filósofos.-II . Cambio del punto de vista en la ciencia del hombre. -Se separa de la teología y se suma como una prolongación á las ciencias natura les.-III. Transformación de la historia.-Voltaire, la crítica y los estudios enciclopédicos . -Montesquieu, resumen de las leyes sociales . -IV. Transformación de la psicología -Condillac, teoría de la sensación y de los signos .-V. Método analítico . -Su principio. Condiciones requeridas para que sea fructuoso . —Es tas condiciones faltan ó son insuficientes en el siglo diez y ocho.- Verdad y supervivencia de ese prin cipio.. CAP. II.- Segundo elemento , el espíritu clásico . - I. Sus indicios, su duración , su poder.-Sus orígenes y su público. - Su vocabulario, su gramática . su estilo. Su procedimiento, sus méritos sus defectos.-II . Su laguna original . -Signos de dicha laguna en el siglo diez y ocho .- Se acrecienta con el tiempo y con el éxi to.-Pruebas de este crecimiento en el siglo diez y ocho. -Poemas serios , teatro , historia, novelas.- Con cepción incompleta del hombre y de la vida humana. -III. Conformidad del método filosófico .-La ideolo gía.-Abuso del procedimiento matemático .- Condi llac, Rousseau, Mably, Condorcet , Volney , Sieyes, Ca banis , Tracy.- Exceso en las simplificaciones y teme ridad en las construcciones ..... ... ..... CAP. III.-Combinación de los dos elementos .-I. La doctrina, sus pretensiones, su carácter.-Nueva auto
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Págs. ridad de la razón en el gobierno de las cosas huma nas . -Hasta ahora ese gobierno pertenecía á la tradi ción.-II. Origen naturaleza y valor de los prejuicios hereditarios.-En qué son legítimos la costumbre, la religión y el Estado .- III. La razón clásica no puede colocarse en ese punto de vista . -Se desconocen los títulos pasados y presentes de la tradición . La razón acomete la empresa de destruir aquélla. —IV. Los dos estadios de esa operación. - Primer estadio, Voltaire, Montesquieu, los deistas y los reformadores .- Lo que destruyen y lo que respetan.-V. Segundo estadio, el regreso á la naturaleza -Diderot, Ho bach y los mate rialistas. Teoría de la materia viviente y de la orga nización espontánea . - Moral del instinto animal y del interés bien entendido .- VI. Rousseau y los espi ritualistas . -Bondad original del hombre . - Error de la civilización.- Injusticia de la propiedad y de la so ciedad -VII. Los hijos extraviados del partido filosó fico.-Naigeon. Sylvain, Marechal, Mably, Morelly. Descrédito completo de la tradición y de las institu ...... ciones que de ella se derivan …...... CAP. IV.- Construcción de la sociedad futura.-I. Méto do matemático. - Definición del hombre abstracto.- El pacto social . - Independencia é igualdad de los contra tantes . Todos serán iguales ante la ley, y cada uno tendrá su parte en la soberanía . -II. Primeras conse cuencias.-La aplicación de esta teoría es cómoda.— Motivos de confianza, persuasión de que el hombre es por esencia razonable y bueno. - III . Insuficiencia y fragilidad de la razón en el hombre.-Insuficiencia y fragilidad de la razón en la humanidad . -Papel su balterno de la razón en la conducta del hombre.- Las potencias brutas y peligrosas . - Naturaleza y utilidad del gobierno . -Con la nueva teoría el gobierno se hace Imposible. - IV. Segundas consecuencias. - Con la nue va teoría el gobierno se hace despótico . - Precedentes de la teoría . -La centralización administrativa. - La utopía de los economistas. -Ningún derecho anterior es valedero. - No se tolera ninguna asociación colate ral.-Desaparición total del individuo en la comuni dad .-Derechos del Estado sobre la propiedad , la edu cación y la religión . -El estado, convento espartano. -V. Triunfo completo y últimos excesos de la razón
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ÍNDICE
Pági clásica . -Cómo se convierte en una monomania.— Por qué no es viable su obra.....
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LIBRO IV
" La propagación de la doctrina.
CAPÍTULO PRIMERO.- Exito de esta filosofía en Francia. -Fracaso de la misma filosofía en Inglaterra.—I. Cau sas de esta diferencia.- El arte de escribir en Francia. -Es el superior en esta época. -Sirve de vehículo á las nuevas ideas. -Los libros están escritos por gentes de mundo. Los filósofos son hombres de mundo y por consecuencia escritores.-Por esta razón la filoso fía trasciende á los salones. - II . Gracias al método, se hace popular .-III . Gracias al estilo, se hace agrada ble.-Los dos condimentos especiales del siglo diez y ocho son: lo licencioso y lo festivo . - IV. Arte y pro cedimientos de los maestros . -Montesquieu .-Voltai re.-Diderot.-— Las bodas de Figaro ...... CAP. II.- El público en Francia.-I. La aristocracia.— Generalmente es refractaria á las novedades. — Condi ciones de esta repugnancia . - Ejemplo en Inglaterra. -II. Las condiciones contrarias se encuentran en Fran cia.-Ociosidad de la clase elevada. -La filosofía pare ce un juego de la inteligencia.-Además es el aliciente de la conservación.- La conversación filosófica en el siglo diez y ocho. -Su superioridad y su encanto.— Atractivo que ejerce.-III . Otro efecto de la ociosidad. -El espiritu escéptico , libertino y crítico . - Antiguos resentimientos y nuevos descontentos contra el orden establecido . - Simpatías por las teorías que atacan.— Hasta qué punto son adoptadas.- IV . Su propagación en las clases elevadas. - Progresos de la incredulidad en religión.-Sus orígenes. - Estalla bajo la regencia. -Irritación creciente contra el clero. - El materialis mo en los salones . -Las ciencias en boga . -Opinión final sobre la religión. -Escepticismo del alto clero . -V. Progresos de la oposición en política.—Sus orf
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Págs. genes. Los economistas y los parlamentarios .- Faci litan el camino á los filósofos. -Vientos de fronda en los salones.- Liberalismo de las mujeres. - VI. Espe ranzas infinitas y vagas . - Generosidad de los senti mientos y de la conducta. -Dulzura y buenas inten ....... ciones del gobierno .- Ceguedad y optimismo .... CAP. III.—I. La clase media. -Antiguo espíritu del Ter cer Estado . - Los asuntos públicos no conciernen más que al rey .-Límites de la oposición jansenista y par lamentaria.-Cambio en la condición del burgués. Se enriquece -Presta al Estado . - Peligro de su crédi to. Se interesa por los asuntos públicos . -III. Sube en la escala social .-El noble se le aproxima.-El se aproxima al noble . -Se pule.- Es hombre de mundo. -Se siente igual al nob e.- Le molestan los privile gios.-IV. Entrada de la filosofía en los espíritus así dispuestos .- En estos momentos está en boga la de Rousseau. - Concordancia de esta filosofía con las nue vas necesidades. -Es adoptada por el Tercer Estado . -V. Efecto que en él produce. -Formación de las pa siones revolucionarias. -Instintos de nivelación. - Ne cesidad de dominación.- El Tercer Estado decide que la nación es él.-Quimeras , ignorancia , exaltación. VI. Resumen...
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LIBRO V
El pueblo .
CAPÍTULO PRIMERO.-I . La miseria.-Bajo Luis XIV. Bajo Luis XV. -Bajo Luis XVI.-II. Condición del campesino durante los últimos treinta años del anti guo régimen.- Lo precario de su subsistencia. - Esta do de la agricultura .-Tierras incultas . -Malos culti vos.-Salarios escasos .-Falta de bienestar . - III. As
pecto del campo y de los campesinos . -De qué mane ra se convierte en propietario el campesino. -Tampo co está á gusto .- Aumento de cargas .-En el antiguo régimen es «la bestia de carga» ......
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Pági. CAP. II.-Causa principal de la miseria: los impuestos. -I. Impuestos directos. -Estado de diversos domi nios á fines del reinado de Luis XV. -Lo que se llevan los de los diezmos y el fisco .-Lo que queda al propie tario.-II . Estado de varias provincias al estallar la revolución.-Talla, accesorios , capitaciones, vigési mas, impuesto de jornadas.-Lo que cada uno de estos tributos se lleva de la renta .-Enormidad de la cifra total . -III. Cuatro impuestos directos sobre el talla ble, que no tiene más que sus brazos.- IV. La colec ta y los embargos. - V. Impuestos indirectos. -Las gabelas y los subsidios.-VI. Por qué pesan tanto los impuestos . - Las exenciones y los privilegios.— VII. Consumos en las ciudades.-La carga recae en todas partes sobre los más pobres.-VIII . Quejas..... CAP. III.-I. Estado de los cerebros populares.-Incapa cidad mental.-Cómo se transforman las ideas en le
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yendas . -II . Incapacidad política .- Como se interpre tan las novedades políticas y los actos del gobierno. -III. Impulsos destructores.-Aquello sobre que se ensaña la ciega cólera.- Desconfianza contra los jefes naturales .-De sospechosos , se convierten en odiados . -Disposiciones del pueblo en 1789.-IV. Reclutamien tos y cabezas de motín . -Cazadores furtivos . - Con trabandistas . - Bandidos . - Mendigos y vagabundos . -Aparición de ladrones.- El pueblo de París ....... CAP. IV.-I. La fuerza armada se disuelve . -Como se recluta el ejército. -II. La organización social queda disuelta. No hay ningún lazo de unión. - Inercia de las provincias . -Ascendiente de París.- IlI. Dirección de la corriente.-El hombre del pueblo conducido por el abogado. Los únicos poderes que quedan son la teoría y las picas.- Suicidio del antiguo régimen ..... CAP . V.- Resumen ..
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NOTAS
Págs. 8 NOTA 1 . Sobre el número de eclesiásticos y de nobles . NOTA 2. Sobre los derechos feudales y sobre el estado de un dominio en 1783 ...... NOTA 3. Sobre la diferencia entre la renta real y nomi ..... nal de las dignidades eclesiásticas... NOTA 4. Sobre la educación de los príncipes y prin cesas . NOTA 5.
Sobre la cifra del impuesto directo .....
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