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Spanish; Castilian Pages 314 [415] Year 1972
David Liherman
Lingüistica, interacción comunicativa y proceso psicoanalítico T o m o 311
Ediciones N u e v a Visión Buenos Aires
© 1972 por Ediciones Nueva Visión SAIC Viamonte 494, Buenos Aires, República Argentina Q ueda hecho el depósito que previene la ley 11.723 •Impreso en la Argentina / Prnited in Argentina
Capítulo VIII PACIENTES CON PERTURBACIONES A PREDOMINIO SEMÁNTICO Esquizoidías, ciclotimias, organoneurosis (patología usicosomática), hipocondrías y diátesis traumáticas
1. Consideraciones iniciales Es m uy frécuente hoy en día gue_.lqs analizandos ..que con curren a la terapia psicoanalítica presenten una, disposición, a crear' en el terapeuta la la lsa creencia de que se está llevando a cabo tin diálogo psicoanalítico con m anifiesto sentido terapéutico. E sto es lo que ocurre con.los..analizandos con distorsión a pre.cfominio semántico que, .desde, la vertiente del terapeuta, .parecen cumplir fielm ente con la regla fundam ental cuando, desde ellos mismos, se establece un ..sistema . de intercambio con el analista q u e tiene, una naturaleza distinta. E n síntesis, en estos ca&os nos encontramos con un m anifiesto m alentendido: el analizando cree que ést'á Cum pliendo con ia regla, fundam ental, tal cual él la concibe _y___el_te.tape.uta -Gree- ■estar -interpretando,.....pero joL u n o ni otro realizan .tal cosa. Esto ocurre en los analizandos que he descripto en mi publicacación anterior, La comunicación en terapéutica psicoanalítica, en los capítulos “La persona observadora no participante” (16a). “La persona depresiva” (16b) y "‘La persona infantil" (16c). Aquí voy a agregar a este grupo otra categoría: los analizandos que presentan una diátesis íiaum ática, como lo veremos luego. Para correlacionar esta descripción con el térm ino teórico “re sistencia” que he connotado en capítulos anteriores, quiero decir que lqs_ ajializandos con distorsión a predominio semántico p re sentan una disposición a lo que P reud denominó sentimiento inconsciente de culpabilidad o .reacción terapéutica.negativa. A m f enténder, esta categoría de pacientes puede ser reexaminada si se toma en cuenta que las características inconscientes de lo
que en términos teóricos se denomina “Superyó-Ideal del ~j(b”, de alguna manera se ponen en evidencia en el contexto verbal del diálogo psicoanalítico. Para eso es necesario dejar bien establecido que el Ideal del Yo tiene una función básica en lo que en la teoría de la comuni cación hum ana se ha denom inado como procesos de encodificación y decodificación. Ambos términos, unidos en uno solo, el término codificación, están íntim am ente relacionados con la noción de sistemas de valores. En síntesis, los rasgos cualitativos del Ideal del Yo pasan a ser coordinados con la m anera de codificar y un indicio observable de esta m anera de codificar lo constituye el sistema de valores. E n los analizandos con distorsión a predominio sem ántico,' he encontrado que existe un rígido sistema .valorativo, basado en úna ‘lógica de preferencias”. Por lo tanto es comprensible que, cuando se lestahlece_eL.diálogq psicoanalítico, no exista ese universo co mún de significantes^ que contienen los mismos significados para ambos participantes y que facilita la comunicación. Los antecedentes más im portantes de este, capítulo (no los únicos, como lo destacaré luego) pueden ser ubicados en ríos apartados del Capítulo IV en los cuales me he referido a los conceptos de Prieto en su libro Mensajes y señales, y en los cuales hice una prim era aproximación a este tem a de la convergencia entre señales y mensajes en el diálogo psicoanalítico señalando que éste es posible “si y sólo si” existe el universo com ún, de significados al cual he hecho mención. Las estipulaciones de Shram, a las que me referí tam bién en el C apítulo IV, perm iten someter a un testeo al diálogo psi'coanalítico para ver si efectivam ente tal diálogo está ocurriendo, y si.se está llevando a cabo una transform ación y el analizando va adquiriendo nuevas formas de codificación, distintas de -las que estos pacientes m uestran al iniciar el tratam iento analítico. H e señalado que el concepto de resistencias del Superyó-Ideal del Yo se relaciona con la hipótesis de los sistemas o estilos-, de encodificar y decodificar, y que el indicio de esto, observable en el diálogo analítico, consiste en los sistemas de valores que cada individuo presenta en forma cam biante a lo largo del pro ceso terapéutico psicoanalítico. Al decir sistema de valores, me refiero a preferencias selecta vas que tienen una cierta coherencia -lógica. D e allí que se haya hablado de la lógica de las preferencias que, para las hipó tesis psicoanalíticas, están am pliam ente arraigadas en lo incons-
cíente, en lo infantil, y que es posible observar en los indicios transferenciales que. se revelan en el diálogo psicoanalítico a lo largo del tratam iento mismo. Para detectar que existe efectivam ente una distorsión semán tica' hay que tomar en'consideración que estos analizandos pre sentan m a n e ra s ‘de "encodificár ’y decodificar, es decir de trans form ar la información' qué reciben, realizando opciones m uy rí gidas. Sí se dan las condiciones óptimas y el terapeuta detecta ’í a r situación, podrá operarse una m utación en esta estructura Superyó-Ideal del Yo, pero muy especialmente en el Ideal del Yo, que es el que decodifica (adscribiendo determ inados signi ficados y descartando otros) un universo de significantes cuando el paciente está en sesión, de tal m anera que prefiere por una parte y descarta por otra, un cierto número de alternativas que se dan en el tratam iento por el mero hecho de estar el analizando en sesión. El Ideal del Yo-se encuentra muy involucrado en este sistema de valores que ubico en la red intrapersonal del analizando. Dicho sistema valorativo motiva determ inado tipo de atención y percepción selectiva acerca de cómo el paciente considera que jn te ra c tú a con el analista al dialogar con él. Los aportes de F reud acerca de la relación entre percepción y deseo, que más tarde fueron desarrollados por Lacan y sus continuadores, perm iten com prender que los analizandos tiendan a privilegiar determ inadas categorías de significantes en las señales que reciben cuando están en la sesión, y a adscribirles a tales significantes determ inados significados. Los analizandos con distorsión á predom inio sem ántico son aquellos en los que la falla en el discernim iento entre lo que es agradable y lo que desagrada (percepción cenestésica) modifica el sentido de los acontecimientos,; captados selectivamente por la atención y lá percepción. Esta modificación proviene de esa parte d el Superyó, (el Ideal del Yo) que cúm ple la, función dnd o co d ificar y enc.odificar. adjudicando determ inados sentidos a las señales, que el paciente recibe y a los mensajes que emite. Es por eso que he señalado en mi libro anterior que los p a cientes depresivos, en nuestro caso los pacientes con distorsión semántica con estilo lírico, presentan un Ideal del Yo tan elevadc que puede llevarlos, en determ inados momentos, al colapso d e presivo. D e allí h necesidad d e pertenecer a- un grupo, y, en el caso de la situación analítica, la necesidad de sentir que se es parte del analista. D entro de la lógica de las preferencias vemos
que existe en estos analizandos, si se trata de pacientes con es tilo lírico, una ética infantil muy regulada por la autoestima, o bien una ética despojada de todo valor humano, como sucede en los pacientes que buscan incógnitas y no crean suspenso. La funciójj,del Ideal del Yo en los pacientes con estilo lírico se expresa por la lógica de preferencias dada por su sistema de decodificar y'en co d ificar las cosas. Se trata, de personas muy prejuiciadas, lo que de por sí distorsiona la decodificación de la interpretación/ que es filtrada por el prejuicio. Este tipo de p a cientes presenta una rigidez que se expresa en la necesidad de cumplir con determ inadas normas, lo que se debe a que la otra parte de la instancia psíquica, el Superyó, señala cómo éstas de ben ser cumplidas. Es como si el Superyó le dijese al Yo: si quieres que te ame y no te culpe, tienes que cum plir con estos altos ideales. Los pacientes reflexivos, en cámbio, presentan una hipertrofia en la autoobservación que es debida a que dicho Ideal del Yo orienta la lógica de las preferencias, sobre la base de una diso ciación peculiar mente-cuerpo, hacia los •valores abstractos. La interrelación entre las tres instancias psíquicas entra en quebran to, es decir en estado de ataxia, cuando estos pacientes tienen que incluirse en la acción y autorregularse m ediante una autoobsorvación, que en estos analizandos con distorsión a predominio semántico está sum am ente intensificada. El tipo de resistencia a predominio Superyó-Ideal del Yo (en lo que privilegio este último aspecto, a diferencia de lo h abitual) hace que la persona con estilo lírico carezca de la autonom ía ne cesaria para-desem peñarse con determ inada independencia, pues to que está interferida por la necesidad de regular la autoestima y para ello'necesita que sus receptores distáles realim enten la sensación de placer, frente a lo cual son muy sensibles. En cambio, el Ideal del Yo de los pacientes con estilo reflexivo, que buscan incógnitas y no crean suspenso, hace que ellos ten gan increm entada la necesidad de independencia, se m uestren sumamente alejados, empleando palabras abstractas o palabras o frases vacías, y tiendan a hacer opciones por ocupaciones er donde poseen una autonom ía total. E l'sistem a de codificación y valores de los analizandos con distorsión a predominio sem án tico presenta como característica que la agresión no puede ser sino dirigida contra sí mismo bajo la forma de autorréproche, como es el caso del paciente depresivo (con estilo lírico) que se transforma en melancólico, bajo la forma d e disociación entre
h mente y los afectos para perm anecer alejado (en el paciente con estilo reflexivo), o biein, si esto no ocurre, bajo la forma de un ataque incontrolado y sin em patia con la persona agredida. En los capítulos previos de este libro he realizado diversas aproximaciones al tem a de los significados y sentidos que el p a ciente le adjudica al tratamiento. Por ejemplo, en el Capítulo I me referí al problem a de los reajustes en un país con las características económicas del núes-tro, con períodos inflacionarios. D icho reajuste tiene por finaii* dnd recuperar el sentido terapéutico del tratam iento psicoana lítico, y debe contem porizar entre dos um brales básicos. U no' d e ellos está dado por el significado de lo que el terapeuta recibe en las horas asignadas a su tarea con un paciente; al pensar entérminos de pago equitativo lo que se busca es salvar la persona d^l terapeuta, que ésta sea coherente para el analizando. Por otra parte, para que el tratam iento no cambie 'de sentido y sé transform e en iatrogénico, dicho reajuste debe contem plar el tope que el paciente puede pagar. E n los casos de personas que en épocas d e inflación monetaria se enriquecen, no puede tam poco pasarse de un tope máximo para evitar establecer una alian za corrupta. C ité en dicho capítulo, como ejemplo típico de un “mensaje inconsciente” en el cual el analizando transm ite al terapeuta el pedido de reajuste, el caso de un paciente que hacía tiem po ne•cesitaba de tal m edida técnica que el terapeuta había pasado por alto, por lo cual el sentido terapéutico del proceso analítico se deterioraba. En dicho caso, el terapeuta fue equiparado a un viejo senil que había perdido el sentido del tiem po vivido, tal como la m oneda que por efectos de la inflación había envejecido. Esto pone en evidencia que cuando me refiero a semántica estoy em pleando dos términos que, entre otros, son importantes: significado y sentido. Conviene decir, desde ya, que en la actualidad la semántica. Sf* puede encarar de dos formas: en su m anera tradicional y en términos estructurales. Siguiendo a Lyons (19), podemos deT:ir que la gram ática tradicional se basa en el supuesto de que ltt palabra constituye la unidad básica tanto para la sintaxis como, para la sem ántica (la palabra como signo compuesto d e dos •partes, forma y significado). E n la semántica estructural “el sentido de un ítem léxico es definible como dependiente de e idéntico al grupo de relaciones existentes entre el ítem en cuestión y otros ítem del mismo léxico” (19).
La m anera en que he comenzado el abordaje de este capítulo y en que tom é en cuenta, en las relaciones de sentido, la depen dencia que tiene una emisión verbal del contexto, hace más coherente la necesidad de considerar las perturbaciones sem án ticas de los pacientes que adscriben a la realidad en general y a la de la situación analítica en especial, sentidos de lo más disímiles de los que puede tener cualquier otro paciente. Esto justifica plenam ente la petición del C apítulo II, donde sostuve que los analistas de nuestra época debemos poseer, además de la formación analítica, un cierto grado d e información para m antener así el psicoanálisis actualizado y form ular nuestras proposiciones psicoanalíticas, o tam bién para plantear problemas con cierto grado de información metodológica, A ello agrego ahora que es necesario tener una posición tom ada desde el punto de vista metodológico. Más aún, aunque no lo sepamos, consi dero que tenemos una posición. Siendo así las cosas, tanto mejor se pueden hacer desarrollos psicoanalíticos (aunque puede ocu rrir que resulten infundados) con una posición explícita. Fue esta toma de posición la que me hizo partir de la prem isa de que cuanto más y mejor estuviese informado sobre lingüística (en este caso sobre sem ántica), tanto mejor podría hacer mis enun ciados partiendo de los datos iniciales de observación. No pre tendo más que propugnar la necesidad de estar inform ado en esta disciplina, porque estamos comprometidos en nuestra tarea con el lenguaje en general y el “habla” en especial. Además, estando informados, sabremos mejor cómo y a qué personas consultar un problem a en otras disciplinas que tienen muchos puntos en común con el psicoanálisis. Al ocuparme en el Capítulo III sobre el psicoanálisis como ciencia empírica me referí a aspectos semánticos cuando, siguien do a Carnap, sostuve que los términos disposicionales permiten, por estar en una posición interm edia entre el dato em pírico y el lenguaje teórico, que los conceptos teóricos psicoanalíticos ad quieran significación (o sentido, siguiendo lo dicho en relación con la semántica estructural) siempre que figure en los enun ciados algún dato que pueda ser observado. C uando el enun ciado psicoanalítico reúne estos requisitos decimos que tiene sentido y que puede ser puesto a prueba. Al pasar luego a enfocar la interacción comunicativa en el' diá logo psicoanalítico y encarar los procesos semióticos (C apítulo IV ), tuve que hacer amplias referencias a la relación significantesignificado.
A.1 finalizar el Capítulo IV incluí una serie de diagramas en los que aparece un conjunto de arborizaciones con una com plejidad creciente cuando el caso evoluciona. En el crecimiento de dichas arborizaciones que se form an por la inclusión de fra ses dentro de frases, en relación de subordinación, reside la for mación d e las estructuras semánticas. Propongo esto como un instrum ento para establecer indicios de la .evolución de algunoscasos tomando m uestras de diferentes épocas del tratam iento. El estudio comparativo de frases correspondientes a la apertura cíe sesiones de épocas diferentes, en pacientes que perm anecen en tratam iento, perm ite hacer una inferencia deductiva y afirmar que en algunos casos la aparición de frases subordinadas, engar zadas con adecuación a las reglas de la gramática castellana, es un indicio de que las frases tienen subyacentem ente una estruc tura abstracta profunda que no aparece en las aperturas de las sesiones d e las prim eras épocas. En esas estructuras profundas, como las denomina Chomsky (3 ), residirían las estructuras se mánticas. Como el tema de la significación es im portante en el presente libro, conviene' q ue haga una exposición conjunta d e algunos otros aspectos-que fueron tratados en los Capítulos II, III y IV. En el Capítulo II sostuve que al lim itar el térm ino teórico “transferencia” a lo que le ocurre al paciente en la sesión, to m aba una decisión metodológica (25) consistente en el enfoque operacional en un sentido amplio, tal como lo conciben los empiristas lógicos en la actualidad (6 ). D e esta m anera, al realizar una opción por la significación dada al- término transferencia, di, según los lingüistas, un significado a una, expresión. En lin güística se afirma que “una expresión tiene significado única m ente si la m anera en que es presentada está totalm ente deter m inada por su contexto”. E sta definición d e “transferencia” está basada en un principio am pliam ente aceptado que sostiene que "significación implica elección” (19). Esto últim o puede ser in tegrado con lo-dicho en el C apítulo III, donde afirmé que tal criterio operacional sirve para construir proposiciones psicoanalíticas en las que están im plícitas mis intervenciones con el p a ciente y el esq u em a,referencial con el cual indago y opero con el analizando en sesión en tanto soy observador participante (24). Para llevar esto á la práctica es necesario tom ar al diálogo psico analítico como otro circuito de indagación, ensayando criterios predictivos y tam bién predicciones posdictivas tom ando sesiones ya desarrolladas. Esto fue lo que me permitió, en la hipótesis
de la “transferencia psicoanalítica”, solucionar el problem a de cuáles son los enunciados que tienen significación descartando los que carecen de ella. Al incluir en un enunciado psicoanalíti co algún dato cercano a la base empírica, el resto de los términos teóricos adquieren significación. D e ésta m anera, siguiendo a Lyons (1 9 ), cada palabra adquiere sentido en tanto “tiene su lugar en un sistema de relaciones que contrae con otras palabras del vocabulario”. Al tom ar dicha decisión he descartado la con cepción instrum entalista y la realista d e la transferencia (21). E n el Capítulo IV aparece un sinnúmero de referencias a la semántica. Desde el comienzo tengo que recurrir al concepto de “mensaje inconsciente” del analizando £n la sesión, que lleva implícito un significado que está contenido en ese “segundo significante” que inferimos al decodificar los elementos verbales y no verbales de una m anera determ inada. No tengo necesidad de extenderme mucho sobre lo dicho, pero es necesario destacar que en el mencionado capítulo tomé como indicio para evaluar los progresos o retrocesos en el diálogo psicoanalítico el estudio comparativo que los requisitos mencionados por Chomsky (que he adscripto a las estructuras sem ánticas) perm iten establecer: 1) Una teoría fonética individual que defina la noción de “ora ción posible”, 2) una definición estructural, 3) una definición de gramática generativa, 4) un m étodo ¿ara determ inar la des cripción estructural d é una oración, dada una gramática, y 5) una manera de evaluar gramáticas propuestas alternativas. Al realizar en el Capítulo II una confrontación éntre las ideas de mis colegas argentinos que se ocuparon sobre el encuadre, surgió el problem a del significado. Si bien todos coincidimos en que "encuadre” implica un monto de constancia, algunos d e no sotros, entre los cuales rae incluyo, nos planteamos para quién el tratam iento resulta constante, para el terapeuta y el paciente, o bien para el terapeuta solo, o bien únicam ente para el paciente. Ante estas preguntas, tal como sostuve antes, algunos de nosotros pensamos que el término “constante” se refiere a un criterio que sostiene que el encuadre de las sesiones; debe ser estable en la mayor m edida posible. Si cuidamos este aspecto, será menos difícil visualizar que fil analizando le va adjudicando al encuadre diferentes sentidos en la m edida en que a lo largo del procesó psicoanalítieo -le otorga diferentes significados a la persona del analista y a su forma de operar sobre éhpon el métajáp?psicoana lítico para investigar los procesos inconscientes. Como vemos,' aqüí tropezamos otra vez con los términos sentido y significado.
Todo ello me lleva a precisar mejor qué se entiende por estos términos, a la vez que a'explicitar otras hipótesis correspondien tes al nivel semántico. Pero antes desearía destacar aún más el modo como yo realizo el agrupam iento de pacientes con distorsión a predominio sem án tico, puesto que en él están incluidas personas con rasgos psicopatológicos distintos y que hasta el momento han sido ubicadas en categorías diferentes ’e inconexas entre sí en la taxonomía habitual. Es así que incluyo aquí desde el paciente clásicamente denominado "esquizoide1^ hasta el “organoneurótico”. Tam bién forman parte de este atrapam iento analizandos con dificultades en la interacción de pareja y, para com pletar este mosaico, reite re ré que incluyo a la diátesis traum ática, que en una época fue estudiada por F. D unbai (4 ). ¿Q ué es lo q ue tie n e n .e n común todos estos casos? Frente a esta pregunta, la hipótesis más convincente es que mientras el Yo es quien se encajga d e discrim inar entre la presencia o ausencia de estímulos externos al aparato psíquico (juicio de realidad) y ademas de las cualidades de los tipos de. percepción, de la realidad ( percepeitó microscópica y telescópica, ver C a pítulo IV ), el Ideal del Yp adscribe a lo anterior determ inados sentidos. E n la literatura castellana esto ha sido enunciado con C na'estrofa; "En este m undo traidor / nada es verdad ni es m en tira; / todo es según el color / del cristal t;on que se mira”. Me voy a perm itir una ligera trasgresión y hacer un análisis aplicado de esta redondilla de Campoamor, aclarando que esto tiene sólo una finalidad didáctica. El poeta da preeminencia al sentido que le otorgamos 'a los sucesos y a la forma como nos afectan, sobre el juicio de realidad que dictam ina la presencia o ausencia de los estímulos y tam bién sobre el tipo de percep; ción de realidad que he destacado cuando me ocupé de distin guir entre percepciones que privilegian la totalidad y percepcio nes que privilegian las paites que están incluidas dentro de la misma. A título comparativo puedo m encionar como ejemplo el predom inio de las prim eras en el "esquizoide” y de las se gundas en el “depresivo”? La alternancia de ambas se observa en d detallismo obsesivo. Como consecuencia d e j o dicho pooo antes, el concepto de distorsión sem ántica constituye una hipótesis de nivel intermedio que enfatiza la hiperfunción de determ inadas formas de adscribir sentidos referentes a los estímulos registrados por los receptores proximales V distales que "pueden organizarse dé una manera
u otra jsegún el predominio de determ inadas funcionés yoicas en detrim ento d e otras. Los conceptos referidos a la distorsión sem ántica constituyen hipótesis de nivel interm edio entre los conceptos referidos a la patología del Id e a l del Yo (L t) de acuerdo a los diferentes cuadros psicopatológicos, y los conceptos sobre estilos registra dos como datos iniciales (L o ). ■ Para esclarecer más am pliam ente algunas nociones referidas a la semántica recurriré a la exposición de Lyons (19), en es pecial al capítulo en que alude al estructuralismo semántico, que confiere prioridad a las relaciones de sentido sobre el estudio del significado, tal, como lo hace la semántica tradicional.
2 . Principios generales de semántica clásica y semántica estructural necesarios para esta exposición psicoanalítica Los dos últimos capítulos del libro d e Lyons (19), que tratan de la semántica tradicional y la semántica estructural, son los más adecuados para ayudarnos en esta exposición psicoánalítica. En efecto, hoy en día no se pueden establecer hipótesis psicoanalíticas del tipo que aquí estoy desarrollando, y en es pecial concebir de una m anera global al analizando con p ertu r baciones a predominio semántico, sin la consideración de la semántica en general y muy en particular de la semántica es tructural. Como prim era aproximación en su ..tentativa de actualizar las teorías semánticas de nuestra época,y Lyons* define a la sem án tica como el “estudió del significado’1' señalando que hasTá”aquí los semánticos están, de acuerdo. Pero apenas se quieren 'particu larizar algunos temas de la semántica, aparece una m últiple y de lo más variada cantidad de enfoques y definiciones, y ello a partir del momento ~en que se trata de determ inar qué debe entenderse pbr significado. Lyons dice textualm ente lo siguiente: “Se efectúan distincio nes entre significativo ‘emotivo’ y ‘cognitivo’, entre ‘significado’ } significante’, entre significado de ‘actuación’ y de ‘descripción’, entre ‘sentido’ y referente’, entre ‘denotación’ y ‘connotación’, éntre ‘signos’ y ‘símbolos’, entre ‘implicación’, ‘inclusión y ‘p re supuesto’, entre lo ‘analítico’ y lo ‘sintético’, etcétera”.
Toma como punto de partida la semántica tradicional y dice que la gram ática tradicional fue fundada sobre la idea d e la: p a labra como unidad básica tanto de la sintaxis como de la sem án tica. D esde los orígenes de la gramática tradicional se consideró a la palabra como un signo com puesto por dos partes, la forma y su significado. D estaca que los filósofos griegos d e la época socrática y luego Platón, se plantearon la siguiente pregunta que se m antiene hasta la actualidad: ¿los “nom bres” que damos a las “cosas” tienen un origen “natural” o ‘ convencional"? Al desarrollarse la gram ática tradicional se estableció el h á bito de distinguir entre el significado de una palabra y la “cosa” o “cosas” q ue dicha palabra “nom bra’'. La terminología que em pleó la gram ática tradicional no eliminó por completo la posibili dad de equivocación o malos entendidos en el uso del término “significar”. Con respecto a -la s dificultades en la aplicación del término “significar”, Lyons dice lo siguiente: “se podría decir que la forma de una palabra ‘significaba’ tanto el ‘concepto’ bajo el cual se com prendían las ‘cosas’ (p o r ‘abstracción’ desde sus propie dades ‘accidentales’) como las ‘cosas’ mismas. Y por supuesto existían muchos desacuerdos acerca de la relación entre ‘concep tos’ y ‘cosas’ '(en _■particular y muy notoriam ente el desacuerdo entre los ‘nominalistas’ y los ‘realistas’)”. Considera útil entonces dejar de lado por. eLinomento:„tal. d es acuerdo entre “noifiinalistas” y “realistas”.- e, introduce;..,un téjmino¡ actual para las “cosas” en tanto son “nom bradas” o “significadas”’ por palabras: dicho térm ino es el “referente”. Señala que “la relación existente entre las palabras y las cosas (sus referentes) es la relación de referencia: las palabras se re fieren a (y no significan o nom bran) las cosas”. significado (co n cep to )
Luego de la introducción del referente para “denom inar” o “sig nificar” “cosas” por medio de palabras, establece el triángulo recién expuesto, que tam bién a veces es denom inado “triángulo semiótico”. La línea punteada de la base da a entender que la relación entre forma y referente es conceptual. Llegado a este punto, y antes de proseguir con las considera ciones sobre semántica tradicional y semántica estructural, voy a incluir una digresión con el fin de dejar establecidos nexos entre psicoanálisis y semántica. Considero que de este modo podemos descubrir relaciones muy importantes entre disciplinas que per m anecieron alejadas. Un examen cuidadoso revela q u e paralela mente, y cada una a su manera, con muchos intereses y temas coincidentes, am bas hicieron im portantes desarrollos. La semántica fue considerada en un comienzo como el ‘[es tudio del significado”. La palabra “semántica” es contem poránea en su nacimiento al psicoanálisis mismo, en la década final del siglo XIX. E n los escritos d e Freud (9) en 1895 se encuentran implícitos problemas de orden semántico, alguno de los cuales fueron des arrollados muchos años después y en forma paralela por la se m ántica estructural; otro tanto aparece 'en las cartas de Freud a Fliess en donde Freud en 1891 profundiza en sus estudios de las afasias y se m uestra interesado, al igual que muchos gram á ticos, por la relación entre palabras’ y ‘cosas’ (9 ). Por la impor tancia de esta coordinación entra la semántica y el psicoanálisis, conviene que efectúe un resumen de un fragm ento que fue aña dido a sus. trabajos sobre “Metapsícología”, escritos en 1915. Esto lo hizo Strachey porque consideró que la parte final del artículo sobre “Lo inconsciente” poseé sus raíces en la mono grafía de Freud, escrita en 1891, sobre las afasias. Un hecho sig nificativo es que las afasias fueron de interés para los estudios de los lingüistas actuales (Jakobson). Strachey advierte que quizá pueda establecerse una diferen ciación im portante entre la terminología utilizada por F reud en la parte final de su metapsícología, escrita en el año 1915, y el manuscrito que a continüacióñ resumo sobre “palabras y cosas”. En Palabras y cosas (1891), Freud se propone considerar aque llo que nos enseña el estudio de las perturbaciones del habla acerca de la función del aparato del habla, tratando de m antener separada la parte psicológica de la anatómica. Desde el punto de vista psicológico, la unidad de la función del habla es la “palabra”, que constituye una combinación de
elementos auditivos, visuales y quinéticos. Continúa diciendo que debemos nuestro conocimiento de esta combinación a la patología, que muestra que en lesiones orgánicas del aparato del ■habla tiene lugar una desintegración del habla siguiendo esa línea. La ausencia de uno d e tales elementos nos indicará la localización de la enferm edad. Se distinguen cuatro com ponen tes: “imagen del sonido”, “im agen visual de la letra”, “imagen del habla m otora” e “imagen de la escritura m otora”. Esta com binación se complica, sin embargo, cuando se considera el pro bable proceso de asociación que tiene luga* en cada una de las actividades del h a b la : 1) Se aprende a hablar asociando una “imagen de sonido” de una palabra con un “sentido jfle inervación de la palabra”. D es pués de hablar estamos tam bij'n en posesión de una "presentación de habla m otora”. Recibimos?además una imagen de sonido de la palabra hablada. Esta últim a no es necesariamente igual a la prim era imagen de sonido, sino que está sólo asociada con ella. En esta etapa del desarrollo del habla, el de la prim era infan cia, nos comportamos como los afásicos motores, ya que asocia mos una variedad de sonidos verbales extraños con uno único que nosotros producimos. 2) Aprendemos a hablar un segundo idioma tratando de re producir en lo posible la imagen d e sonido que dio lugar a nuestra inervación del habla. Aprendemos repitiendo lo que dijo otra persona. Al yuxtaponer palabras en un párrafo, detenemos la inervación de la palabra siguiente hasta que la imagen de sonido y|o la presentación del habla motora, de la palabra p re cedente haya llegado hasta nosotros. Por otra parte, una pérdida en la corrección ejercida por ellas explica algunas de las pecu liaridades de la parafasia, tanto fisiológica como patológica. 3) Aprendemos a deletrear uniendo las' imágenes visuales de las letras con nuevas imágenes de sonidos que a la vez nos re cuerdan sonidos verbales que ya conocemos. Inm ediatam ente repetimos la imagen de sonido que denota la letra, de m anera que las letras están determ inadas por dos imágenes de sonido que coinciden, y dos presentaciones motoras que se correspon den entre sí. 4.) Aprendemos a leer uniendo la sucesión de presentaciones motoras e inervadoras que recibimos al pronunciar letras sueltas, de manera que surgen nuevas presentaciones motoras de pala bras. Después ;de. haberlas -emitido,: descubrimos..por sus imágenes
d e sonido que las imágenes motoras y las imágenes d e sonido recibidas son idénticas a las imágenes usadas en el habla. Se verá que el aprendizaje de la lectura es un proceso sumam ente complicado, en el cual el curso de las asociaciones debe moverse hacia adelante y hacia atrás repetidam ente. Tam bién estaremos preparados para encontrar que las perturbaciones de la afasia tienen lugar en formas muy diversas. Lo único que decididam ente indica una lesión en el elem ento visual de la lectura es una p er turbación en la lectura de letras separadas. La combinación de letras en una palabra ocurre durante la transm isión y por lo tanto quedará abolida en la afasia motora. Se adquiere la com prensión de lo leído por m edio de las imágenes de sonido pro-
imagen m otora D iagram a psicológico de una presentación de palabra
ducidas por las palabras habladas, o por las imágenes motoras de palabras que surgieron al hablar. Por lo tanto, esta función des aparece con las lesiones motoras así como con las acústicas. 5) Se aprende a escribir reproduciendo las imágenes visuales, de las letras, por -medio d e las imágenes inervadoras de la mano. Por lo general, las imágenes de escrituras son sólo similares, y están muy asociadas con la lectura, ya que aprendemos a leer im prenta y a utilizar el manuscrito. 6) Se supone que más adelante llevamos a cabo estas diferen tes funciones del habla teniendo en cuenta las asociaciones usa das para aprenderlas. E n esta etapa pueden ocurrir abreviaturas y sustituciones, pero es difícil explicar su naturaleza. Así, una palabra es una presentación compleja. La palabra ad quiere significado al estar unida a una presentación de objeto, por lo menos en lo que se refiere a los sustantivos. Según Stuart Mili, al enum erar las impresiones sensoriales que hemos recibido de un objeto, tam bién suponemos la posibilidad de que existan muchas más impresiones en la misma cadena de asociaciones. La presentación de objeto no está cerrada, m ientras que la p re sentación de palabra es cerrada, aunque puede extenderse. M ientras la presentación de palabra es un complejo cerrado, la preserífacíón de objeto es un complejo abierto. La presenta ción de palabras .no está unida a la presentación de objetos a través de todos sus elementos constituyentes, sino sólo a través de la im agen d e sonido. La patología de los desórdenes del habla indica que la p re sentación d e palabra está unida sensorialmente (por sus im áge nes de sonido) a la presentación de objeto. Así llegamos a con cebir la existencia de dos clases de perturbaciones del habla: 1) una afasia d e prim er orden, afasia verbal, y 2) una afasia de segundo orden, afasia simbólica. Tam bién se podría considerar una afasia de tercer orden, afasia agnóstica, que sólo puede ocu rrir en casos d e lesiones corticales bilaterales extensivas. H asta aquí el F reud del manuscrito sobre afasias. E n los escritos técnicos de F reud y en los diferentes historiales clínicos encontramos en form a total desarrollos que im plícitam ente aluden a las áreas semióticas que cubren el diálogo psicoanalítico. Ahora bien, la selección d e los elementos de la semántica que tomo en consideración para este enfoque psicoanalítico, incluye aspectos de la semántica clásica y de la sem ántica estructural en los que el hablante y el escucha están incluidos de alguna m a nera y en los que tam bién está estipulado el contexto,
Teniendo en cuenta que el psicoanálisis constituye todo un universo semiótico que se estructura por vía del habla y que el psicoanalista tiene hacia su propia habla y la de su interlocutor una actitud determ inada, dentro de las diferentes áreas que cubre la semántica a nosotros nos interesa mucho más la relacionada con las emisiones verbales que con el lenguaje escrito. Quizá las aportaciones de F reud al lenguaje se vieron entorpecidas porque, según se desprende del mismo m anuscrito que expuse, el con texto de su autoanálisis, ya sea escrito o no verbal, es cualitati vam ente distinto a los análisis de todos los otros analistas que pasaron por la experiencia psicoanalítica con los contextos que he señalado desde un comienzo (C apítulo I). No obstante, voy a decir algunas cosas referentes a la sem án tica en general y a la semántica estructural que presentan nexos claram ente evidentes con aspectos deyla obra de Freud. Así, por ejemplo, en la semántica, Lyons dice que el recono cimiento de una distinción entre igualdad y diferencia de sig nificado no nos lleva muy lejos. Sostiene que algunos significados están relacionados de una forma determ inada, m ientras que otros no lo están. Si tomamos en cuenta que en psicoanálisis tenem os los dos modos o principios del suceder psíquico, se nos hará más claro lo que Lyons dice acerca d e la metáfora. Este autor dijo que para los griegos el principio más im portante era la metáfora ( “transferir” ), basada en la conexión natural entre el referente primario y el referente secundario al'-yque se aplicaba la palabra. Se acerca mucho a los trabajos sobre la metáfora de E. Sharpe (29) cuando establece extensiones metafóricas de palabras referentes a partes del cuerpo como "boca”, “ojo" “cabeza”, “pie”, y "pata” a ríos, agujas, autoridades, montañas y mesas respectivam ente. Uno de los expositores que mejor han compilado en un solo volumen los aspectos nodales de la obra de F reud, es Nunberg (22). A él recurriré para referirm e al proceso prim ario y al proceso secundario. Es preciso que reitere algunos aspectos b á sicos de la teoría psicoanalítica para que queden bien estable cidos los nexos entre la semántica y este tipo de exposición psi coanalítica que estoy desarrollando. .. Siguiendo a N unberg decimos que lo inconsciente no es acce sible a la observación en una forma directa, pero que su existen cia puede ser deducida de ciertas propiedades que nos presentan los pacientes neuróticos. Se detecta-, lo inconsciente por el con tenido y por el modo de actuar.
Refiriéndose al contenido del sistema inconsciente N unberg expresa que el instinto no es un dato de observación empírica, que sólo se evidencia por medio de manifestaciones tales como “inclinaciones y excitaciones” que se relacionan con determ inadas “representaciones”. D e estas representaciones aparecen ante la consciencia determ inados deseos que por una parte tienden a la búsqueda de la gratificación én la relación con otras personas y por la otra, se manifiestan por medio de modificaciones en la tensión muscular y en la cantidad y calidad de las secreciones glandulares y surgen así en forma manifiesta las emociones Los gráficos del Capítulo IV y la enum eración de los compo nentes del contexto verbal y paraverbal, junto a la descripción de los rasgos “estilísticos” del analizando como “hablante” y como escucha, nos suministran elementos que son los datos iniciales a través de la indagación del diálogo psicoanalítico con respecto al inconsciente. Según hemos visto, para que el mismo ocurra necesariamente tiene que estar incluido en los contextos más am plios a saber, el “encuadre psicoanalítico”, que incluye al contexto verbal, y la situación analítica, que incluye al encuadre del m é todo Dsicoanalítico. Estos aspectos han sido tratados en los C a pítulos I, II, y III, Es precisam ente en semántica general y estructural donde apa rece la im portancia de los contextos en que una emisión verbal es realizada. Lyons sostiene y con razón que la semántica tradicional (a d e más de varias teorías m odernas) confunde el concepto de “sig nificación” al usarlo tanto cuando se refiere a palabras como a frases. Al establecer una distinción entre “tener significado” v “ser significante” Lyons, con un enfoque semántico tradicional, manifiesta que las palabras consideradas como unidad mínima de significado (laxem a), siempre tienen significado; en cambio las frases u oraciones pueden o no ser significantes. El autor dice textualm ente que “ 'tener significado'.. . lógica m ente es previo a ‘significado’; en otros términos, debemos ante todo decidir si un elemento en particular tiene significado antes de preguntarnos qué significado tiene; más aún, aunque pueda resultar paradójico a prim era vista, es posible que un elemento tenga significado, pero si buscamos cuál es, puede no tener ningún dignificado en particular”. A este respecto remito al lector al Capítulo IV cuando reformulé los postulados básicos de la inter acción comunicativa durante la sesión psicoanalítica y me referí a la relación entre contenido e información, destacando que en
muchos easos esta últim a puede ser nula ya que no despeja incertidum bre alguna. Para poder cuestionarse si existe o no un significado en una emisión, Lyons recurre a la inclusión de la emisión en un contexto situacional, hecho que corrobora, desde el ángulo de la semán tica, este planteo acerca de si un diálogo psicoanalítico es tera péutico o si es iatrogénico, tal como yo me lo he planteado desde el principio. Ocurre muchas veces (y más en los agrupam ientos estilísticos que realizo en este capítulo sobre distorsión sem ántica) que el analizando le adscribe a una frase emitida por él un significado determ inado y supone que el terapeuta le adscribe el mismo sig nificado, cuando en realidad no es así. Otro tanto puede ocurrir desde el lado del terapeuta; él puede suponer que al form ular una interpretación le está transm itiendo í?1 paciente un significado muy particular, contenido en el m en saje de la interpretación, cuando en realidad el paciente le ads cribe otro significado a lo que el analista creyó haberle com u nicado. El análisis del diálogo psicoanalítico fuera del contexto situacional de la sesión perm ite detectar estas distorsiones se mánticas y rescatar procesos terapéuticos psicoanalíticos una vez que se realizan los ajustes necesarios. E ste hecho es de im portancia capital ya que perm ite detectar falsos procesos terapéuticos de muchos años de duración y tam bién establecer hipótesis sobre la m edida de la responsabilidad que se puede adjudicar a la patología del analizando o a la inep-1 titud del terapeuta en los casos en que el paciente decide en for ma súbita suspender el tratam iento, especialm ente cuando el proceso terapéutico ha dado sus primeros frutos en el incremento de su autoconocimiento. Lo que se cuestiona aquí es entonces hasta dónde puede tratarse de una reacción terapéutica negativa o bien, como muy pocas veces se ha dicho en forma explícita, si no será que el terapeuta carece de registros para acom pañar al analizando en la nueva problem ática que implica cualquier reacción terapéutica psicoanalítica. Es por eso que para analizar el contexto situacional podemos preguntar a la semántica qué nos puede decir acerca de ello. Lyons dice en un apartado titulado ‘E l contexto situacional” (19) que cada emisión hablada ocurre en una situación particular témporo-espacial que abarca al locutor y al oyente, a las acciones d e ambos durante dicho lapso, y tam bién a varios objetos y even tos externos. Nótese la semejanza entre mi hipótesis sobre los
contextos inclusivos, a la que me he referido en los Capítulos I, II y III, y el concepto de circunstancia, que es la que facilita o impide, según Prieto, la selección de un mensaje entre los múl tiples posibles contenidos en un significado. Para que un m en saje verbal sea captado, según Lyons, “el contexto de una emisión no puede ser identificado sencillam ente con la situación espaciotem poral en que dicha emisión ha sido efectuada: debe incluir, además de los objetos y las acciones relevantes que ocurren en dicho momento, tam bién el conocimiento com partido por locu tor y oyente de lo que se ha dicho anteriorm ente en tanto esto último sea im portante para la comprensión de una emisión d e terminada. Además, incluye una aceptación tácita de las con venciones, creencias y supuestos im portantes tanto por parte del hablante como del escucha. Tam bién implica lo que los miembros de la com unidad del habla a la que ambos pertenecen ‘d an -p o r sentado’ ”. Precisamente, los pacientes agrupados...en este capítulo tienen lo que N unberg denomina “confusión .etiológica éh lá conscien cia”. Esto se debe a que las emociones se encuentran en una posición falsa y .aparecen asociadas con conceptos de otra pro cedencia. Esto suele ser muy evidente en los analizandos con distorsión a predominio semántico, en quienes las emociones y la angustia ante las mismas, iniciadas du ran te el soñar, continúan en la vi gilia y son adjudicadas a otro tipo de circunstancias, en nuestro caso determ inados elementos de la persona del terapeuta o del ám bito donde se desarrolla la terapia. Rosenfeld (28) alude a esto cuando se refiere a la confusión sueño-vigilia en su trabajo sobre los estados confusionales. Según Nunberg, este modo de actuar de lo inconsciente se d e nomina proceso prim ario porque predom ina en los primeros es tadios evolutivos. Las energías o catexis psíquicas se caracteri zan por desplazamientos. Esto ocurre muy especialm ente en los analizandos con distorsión a predom inio semántico, en los que la tónica de un conflicto puede pasar librem ente de una imagen a otra o bien de una imagen a una idea o a un deseo, que a su vez puede ser sustituido por otro; o bien una imagen, una idea o un deseo representa una superposición de varios eventos témporo-espaciales (condensación). E l paciente con distorsión p re dom inante semántica utiliza todo el ám bito y las circunstancias en que ocurre el diálogo psicoanalítico como señales a las que
arbitrariam ente considera como representaciones en las cualef efectúa desplazamientos y condensaciones. Un dato de la base empírica -para este tipo d e analizandos puede consistir en: 1) el analizando echa la m irada a un libro1 que ha sido recientem ente hojeado, 2) efectúa una emisión ver bal que tiene cierta conexión im plícita con lo que él supone que el analista tiene en su mente. Lo que está com prendido en 1 cambia totalm ente el mensaje contenido en las señales verbales incluidas en 2. Si a esta iden tidad, “lo mismo en diferentes lugares”1 (por ejemplo un libro que se refiere a depresión cuya percepción trae como conse cuencia que el paciente empiece hablando de estados de tristeza), se suma la intercam biabilidad sujeto-objeto, ocurre que se altera totalm ente el criterio de significación del habla del paciente. Para que esta introducción de la semántica sea completa, de bemos añadir la noción de sentido. A este respecto dice Lyons (1 9): "Al hablar del sentido de uña palabra nos referimos a su lugar en el sistema de relaciones que contrae con otras palabras de] vocabulario”. Los pacientes con distorsión a predom inio se m ántico son los que más pueden confundirnos, puesto que tanto 3a relación existente entre las emisiones verbales y sus referentes como la relación de sentido están alteradas como consecuencia de la proyección del polo perceptuál en el terapeuta y en lo que éste hace o dice. Toman a la persona del terapeuta, al en cuadre y a determ inados algoritmos que se dan en el ámbito de la situación analítica a manera de tests proyectivos y estable cen entonces una cadena de significantes verbales que tiene re laciones de referencia y de sentido, estrictam ente idiosincráticos. De ahí que la semántica estructural, que da prioridad a las relaciones de sentido, perm ite que podamos detectar en nuestra indagación fuera de la sesión cómo es el vocabulario del habla en la sesión, cómo son los sistemas léxicos (repertorios) idiosinorátícos de estos analizandos y cónio las relaciones de sentido pueden cambiar según la actitud postural básica del analizando en el curso de las sesiones. Así como una misma frase puede tener diferentes sentidos según la entonación del hablante, por las características en que se realiza el diálogo psicoanalítico debemos sumar a ella las actitudes o los gestos, ya que esto es de capital importancia para la com prensión de todos aquellos analizandos que o bien impresionan como no teniendo conflictos e inoculándolos en el terapeuta, o bien "construyen” conflictos tom ando como fuente de ,inspira-
eión al propio encuadre psicoanalítico. D e esta m anera los re ceptores distales están al servicio del proceso prim ario con la circunstancia agravante de que el contexto verbal conserva todas las características del proceso secundario. Este hecho da lugar a que estos pacientes constantem ente deban ser cuestionados acerca de cuánto están sustrayendo d e su persona y de sus con flictos al diálogo psicoanalítico y /o cuánto traen de otras personas y de conflictos ajenos por identificación con dichas personas. Esta situación es casi nula en los analizandos con distorsión de base pragm ática y aparece ocasionalmente, en los momentos de crisis, en los analizandos con distorsión a predominio sintáctico. Pasemos, por fin, a referirnos a los pacientes con distorsión a predominio semántico.
3. Los rasgos generales de los pacientes con perturbaciones a predominio semántico Estos analizandos presentan un problem a especial al analista: inician su tratam iento con una distorsión del sentido del proceso analítico y del significado de la persona del terapeuta y del m é todo psicoanalítico 9 y pueden continuar indefinidam ente en es tas condiciones si el analista no se percata de ello. H e detectado dos posibilidades básicas en estos s analizandos con distorsión semántica. Una de ellas consiste en inocular las diferentes cualidades q u e componen el estado que conocemos como depresión en la persona del terapeuta. La otra consiste en que el paciente espere que el análisis refuerce su escisión entre, por un lado, el proceso de pensar y, por el otro; su capacidad de sentirse incluido en la relación con los demás, m utilando de este modo más aún su capacidad de participar en la relación con otras personas. En otros términos: mientras los primeros esperan que nosotros suframos por ellos la depresión, los segundos espe ran en cambio que seamos m áquinas pensantes despojadas de afectos. Ambos tipos de analizandos establecen una relación ana lítica sobre la base de “falsos supuestos” acerca del sentido del proceso psicoanalítico y del significado de la persona del tera * Los trabajos de N unberg (2 3 ) sobre deseo patológico de curación encaT raron este tem a aunque con otra terminología.
peuta y del m étodo psicoanalítico. H acen en la terapia lo que en su vida de relación: inoculan y provocan estados afectivos y necesidades en los demás y los perciben desde los otros en lugar de experimentarlos desde sí mismos hacia y /o en relación con ellos. Esto da lugar a que la relación transferencial se encuentre afectada, ya que, al realizar una identificación en el terapeuta c e las partes d e sí mismos que contienen las funciones perceptuales, esperan mucho de él y no se cuestionan cuánto tienen que poner de ellos mismos para que la evolución se produzca. Estos pacientes no han sido agrupados en la form a como yo lo estoy realizando. Algo de esto adelanté cuando hice un agrupam iento especialj en estilos d e com portamiento com unicativo y clasifiqué en una; categoría común al "paciente que busca in cógnitas y no creaí suspenso” y al “paciente lírico” (C apítulo V I). E n la literatura psicoanalítica estos pacientes aparecen agru pados de la m anera más diversa, ya que para su clasificación se tom an características muy disímiles. E n cambio, yo he llegado a la conclusión de que se trata de personas que dentro de la diversidad de atributos personales tienen algo en común: una distorsión del sentido de la realidad y del significado d e su propia persona en las más diversas redes comunicativas en que se in cluyen (a su m anera) a lo largo del ciclo vital. H abitualm ente distingo dos posibilidades que han sido des criptas en mi libro anterior como “la persona observadora no participante”, que corresponde a los pacientes con rasgos esqui zoides, y “la persona depresiva”. Si el lector tom a en cuenta que en la clasificación esbozada por F reud y luego desarrollada por Abraham, estas dos categorías de analizandos corresponden al punto d e fijación oral prim ario (succión) y al punto de fijación oral secundario (m order) respectivam ente, com prenderá fácil m ente el porqué de las características predom inantem ente incorporativas. Ambos contrastan con el analizando del capítulo an terior en quien predom inan los rasgos anales expulsivos; esto tiene consecuencias sobre las características de los factores y las funciones predom inantes en el mensaje verbal. M ientras que en el prim er caso la identificación proyectiva, según dije en el ca pítulo anterior, se efectúa sobre la base de la parte d e la persona del paciente que contiene el polo motriz, en estos dos casos la identificación proyectiva se hace predom inantem ente sobre la base de la parte del paciente que contiene el polo perceptual. D e allí que m ientras los primeros “hacen que hagamos o digamos
ciertas cosas”, éstos "hacen que sintamos determ inados estados de ánimo” que experimentamos cuando ellos se van de la sesión si no hemos sabido captar la distorsión semántica de sus mensajes verbales y no logramos que sean ellos quienes los sientan. H e dicho que el paciente esquizoide y el deprésivo presentan un íasgo en común: el mensaje verbal está centrado sobre el factor fuente. Ahora voy a precisar más este enunciado. M ientras en el esquizoide la función emotiva es disociada y excluida (cosa que le perm ite ser muy buen observador a costa d e excluirse de la red comunicativa),, en el paciente depresivo la función emotiva invade el mensaje verbal. Para aclarar más la distinción, ambos nos hablan de ellos mismos pero con esta diferencia: mientras el mensaje verbal' del esquizoide está polarizado en “Yo pienso acerca d e .. en el segundo caso el mensaje verbal está pola rizado en “Yo siento por . . Quiero que se tome esto como una manera muy general de hacer saber al lector qué tienen de común y qué tienen de di ferente ambos pacientes con distorsión semántica. M ientras los primeros nos dejan intrigados, los segundos nos inoculan una cosmovisión pesimista. Esto sucede cada vez que tomamos tex tualm ente lo que ellos nos han dicho. Quiero diferenciar aún más a estos pacientes de los descriptos en el Capítulo VII, ya que esta distinción incluye un criterio pronóstico en la evolución del tratam iento, que en el caso de los analizandos con distorsión a predominio semántico es de menor gravedad. Esto es válido “si y sólo si” el analista se percata de la distorsión semántica de los mensajes verbales. Si se toma exclusivamente en forma textual lo que estos analizandos nos d i cen, corremos el riesgo de enfermarlos más, puesto que, al no ser adecuadamente:' enfocados, existe la posibilidad de o bien tomarlos por mucho más s;anos de lo que -son, o bien caer en el extremo opuesto. M ientras los analizandos con distorsión a p re dominio pragm ático tienen una segunda intención oculta y pro ducen sorpresa por los cam bios súbitos en relación con los su cesos y las circunstancias que acaecen entre sesión y sesión, los analizandos con distorsión a predom inio semántico impresionan como pacientes “sin conflictos” pero que están rodeados de p er sonas conflictuadas. La distorsión sem ántica afecta en algún grado el área pragmatica de la siguiente manera: ellos se mueven con el supuesto de que diciendo cosas al terapeuta ya han cumplido con su mi
sión y consideran que es el, terapeuta y no ellos quien te n d rá que sentir el conflicto, padecerlo y elaborarlo. Si estos pacientes no son bien captados pueden permanecer! durante años cómodamente en análisis creyendo que las ín te r-1 prefaciones psicoanalíticas son confesiones del terapeuta. D e este modo, el terapeuta puede creer que él conoce al analizando cuan do en realidad éste lo conoce m ucho más a él y a su manera de concebir el análisis, puesto que el paciente es m otivador de las interpretaciones pero no se reconoce como tal ni se plantea el problem a de sentirse o no correctam ente captado en lo que el analista le dice. En tal circunstancia estos pacientes tienen una sintaxis muy adecuada y no presentan dificultades que se detec ten por la entonación, siempre y cuando el terapeuta tom e en forma textual lo que ellos dicen y lo interprete de acuerdo a las “normas” de la teoría de la técnica. De esta m anera, puedo decir q ue algunos de estos pacientes, los que poseen estilo re flexivo, se desconectan de los mensajes verbales que em iten y pueden hacer largos silencios sin m ostrar signos de ansiedad si su disociación es exitosa o, como ocurre con los pacientes con estilo lírico, efectúan un silencio salpicado con iconos en los que predomina como afecto la impaciencia. Estos últimos se conectan mucho más con la m ateria fónica de la interpretación, ya que se sienten muy responsables (y de hecho lo son) por estar inoculando estados de humor y conflictos, pero que, al ser p er cibidos desde afuera, no sienten como propios, Esto con respecto al área pragm ática. Con respecto al área semántica, una interpretación de transferencia positiva es reinterpretada a su vez por ellos como un justo reconocimiento que se merecen. En términos semióticos, tom ando en cuenta lo que es tipulé en el Capítulo IV, en especial con respecto al campo noético, puedo decir que estos analizandos nunca podrán captar el texto de la ínterpreción psicoanalítica tal cual ha sido formulada; a menos que el terapeuta introduzca en la interpretación en forma explícita o implícita que lo que se les va a decir, lo que se les está diciendo o lo que se les dijo es producto de los diversos conjuntos de estímulos, especialmente los paraverbales y los no verbales, acerca de los cuales solamente otra persona, con otros ojos y otros oídos, acompañados por' una boca silenciosa, puede conjeturar. Entonces estos pacientes dejan de sentirse cómodos en la sesión y lo peor que puede ocurrirles es que convenzan al terapeuta de que no los perturbe "para que puedan analizarse”,
en lugar de sentirse ellos mismos tal cual son con sus conflictos, hablando menos (si es que hablan) y diciendo mucho más. Considero q ue el detectar la distorsión semántica y modificar consecuentemente el estilo interpretativo puede dar lugar a un cambio radical en el pronóstico evolutivo de estos pacientes. Esto se logra cuando realizamos la rectificación de la distorsión semántica m ediante el tipo de enunciado en el cual el terapeuta notifica al paciente además que él ( e l analista) sabe que el analizando es otra persona y que tam bién sabe que esto el pa ciente no lo sabe. A tales analizandos se les puede hacer mucho daño (iatrogenia) si se refuerza la distorsión semántica tom an do textualm ente lo que dicen y no considerando lo que ellos real m ente son. ¿Cómo podemos ¡reconocerlos tal cual son? La dis torsión semántica se detecta porque es inconcebible por princi pio que se pueda aceptar el diálogo analítico y las frustraciones inherentes al m étodo de una rflanera tan confortable como lo hace este tipo de pacientes. Cuando se opera el viraje estos pacientes son los que más sufren en la sesión, pero fuera de la misma son los que más se benefician, porque el terapeuta es el único que los reubica con sólo reubicarse él mismo. Como consecuencia, fuera de la situación analítica son los pacientes que sorprenden a otros por lo cambiados que están; suelen quejarse de que atraviesan por oscilaciones de m alestar y bienestar que antes no tenían y, a la vez, al no distorsionar el sentido de las respuestas de los otros, em piezan a descubrir a los dem ás, puesto que les conceden autonomía. Sin embargo, el paciente, aunque reconozca tácita m ente el cambio, tardará en hacérselo saber al terapeuta porque durante mucho tiem po no le perdonará el haberle hecho perder una capacidad inoculatoria al descubrir a los otros tal cual son. Cuando el terapeuta no es vulnerable a dicha inoculación, y puesto que estos pacientes no pueden alejarse porque esto sería poner en evidencia que ellos son realm ente infantiles y lábiles, es que tienen que soportar al analista y al m étodo psicoanalítico tal cual éste es. Una forma de contrarrestar la tendencia de estos analizandos a m odificar al terapeuta e inclusive d e detectar real mente cuán cambiados d e fondo están, es el método q u e yo pro pongo en este libro, que consiste en la apertura de un segundo circuito y en com parar determ inados segmentos del diálogo psi coanalítico con un parám etro elegido por el analista. D e esta manera podrá reafirm arse ante sí mismo de la retroalimentación negativa a los aciertos interpretativos y de la retroalimentación positiva a los desaciertos de la interpretación, que el paciente con
distorsión a predomino semántico suele realizar en el curso del análisis. C uando no ocurren estos dos tipos de retroalim entación sino a la inversa, podemos entrever que estos pacientes nos envían inadvertidam ente mensajes de gratitud que es indispensable que el analista capte y a partir de los cuales les haga saber in situ que ellos tam bién son mucho más agradecidos d e lo q u e suponen, y que necesitan de este reconocimiento de qué reconocen para que el proceso terapéutico conserve este sentido y no el inverso, iatrogénico. Para orientar más al lector con respecto a las características de estos pacientes semánticos, sugiero la lectura d e dos artículos que considero como exposiciones clásicas en la literatura psico analítica. Uno de ellos es el estudio de los “Factores esquizoides en la personalidad” que Ronald F airbairn publicó en 1 9 4 0 (5 ) y que influyó en el capítulo de mi libro anterior "La persona observa dora no participante”. El segundo d e los artículos mencionados, que perm ite com prender a “la persona depresiva” de mi libro anterior, es el trabajo titulado “C ontribución al análisis de la reacción terapéutica negativa”, q u e Joan Riviere, escribió en 1936 (27) y que a su vez es un desarrollo de dos artículos previos que tam bién considero clásicos y cuyas hipótesis se avienen a este agrupam iento de pacientes con distorsiones semánticas. Uno de ellos es el de M. Klein “Una contribución a la psicogénesis de los estados maníaco-depresivos” (1934) (1 3 ); y el otro es el de Karl Abraham, “Una forma particular de resistencia contra el m étodo psicoanalítico” (1919) (1 ). El análisis del diálogo analítico perm ite captar una utilización curiosa que estos analizandos hacen de su verbalización. Por ello el analista poco prevenido puede confundirse y tener la ilusión de que el proceso psicoanalítico está en marcha, cuando en rea lidad h an incorporado al psicoanálisis como institución como una p arte más de su sistema de vida que se va restringiendo en forma paulatina en caso de que estos pacientes no sean bien abordados psicoanalíticamente. Mi experiencia en las supervisiones me ha m ostrado que se trata de casos muy frecuentes. Se trata de personas que perm a necen en análisis durante períodos desusadam ente prolongados * Ver en el C apítulo I las referencias al encuadre analítico como si tuación institucionalizada.
de su vida, aun cuando hubieran iniciado el tratam iento cuando eran ya adultas. E n supervisión he tenido ocasión de ver una persona que hacía más de veinte años que estaba en análisis pasando de un terapeuta a otro. E n algunos de estos casos, luego de Seis o siete años de aná lisis y de haber convenido el alta con su terapeuta de común acuerdo, los pacientes deciden retom ar otro tratam iento psico analítico, a veces tam bién com binado con una terapia grupal. Es .así como he visto personas que estuvieron “confortablem ente instaladas en un supuesto o en supuestos procesos terapéuticos”. E n realidad lo ocurrido no tiene por qué ser objeto de juicio de valor alguno ya que fue fruto de nuestra inexperiencia. Con sidero que inconscientemente se ha establecido un pacto en el análisis como situación institucionalizada en la que participan ambos integrantes de la pareja, que en este caso m antienen un statu quo del cual salen perjudicados los dos. Sin embargo, existe una diferencia entre el tipo de coalición que procura establecer este tipo de pacientes y la coalición que tiende a realizar el analizando con distorsión a predominio prag mático. M ientras el últim o al establecer la coalición con el analista daña la relación de éste con el m étodo psicoanalítico, en el paciente con distorsión a predominio semántico la coalición tiene resulta dos un tanto distintos: ambos, terapeuta y paciente, a i final de un largo período, term inan desilusionados del método. El ana lizando em peora en su sintomatología y no tiene por qué aceptar una nueva experiencia con otro terapeuta, y por su parte el ana lista o los analistas que han participado en dicha coalición se desilusionan de ellos mismos y, con una raíz de verdad, del m é todo psicoanalítico que han estado aplicando al escuchar hablar al paciente durante muchos años tomándolo como hablante y escucha con mayor nivel de organización y diferenciación del que realm ente posee. Esta desilusión en el tera p eu ta puede ser el origen de m uchas de las disidencias o neo-escuelas que se for man en derredor del psicoanálisis y que han emanado originalmen te de las asociaciones psicoanalíticas en cuestión. Esto puede ocurrir 1) si no se enfoca a los pacientes con estilo reflexivo con un estilo adecuado a su forma peculiar, por lo cual dan la impresión de que comunican algo cuando en realidad lo que buscan es conocer cómo el terapeuta aplica el análisis para resolver incógnitas, o 2) si no se consigue detectar cómo aparece el terapeuta incluido dentro del contexto verbal del analizando
con estilo lírico, que se apasiona y busca incorporar al analista para restablecer su autoestima dañada por el mero hecho de verse obligado a aceptar las normas y reglas del diálogo psico analítico. Me he referido a las diferencias entre los pacientes con distor sión a predominio pragmático y los pacientes con perturbación a predominio semántico. Ahora desearía com parar brevem ente a estos útimos con los pacientes con perturbación a predominio sintáctico. Los analizandos que describiré en el próximo capítulo, es decir los que tienen una distorsión predom inantem ente sintáctica, tra tan de cum plir lo mejor que les es posible con la regla funda.mental. Tienen, pues, una actitud totalm ente distinta frente al terapeuta y el m étodo psicoanalítico. • Se incluyen ellos mismos como sujeto y objeto de la expteriencia, se conflictúan frente a determ inadas emisiones verbales. Si desconfían, a diferencia de les pacientes mencionados en el capítulo anterior (distorsión a predominio pragm ático), esto aparece form ulado inadvertida m ente en el contexto verbal. Las oraciones son incompletas, pero tratan de darse a entender lo más y mejor posible. Esperan mucho menos del analista que los analizandos con distorsión a predominio semántico y tam poco tienen una segunda inten ción oculta, como es el caso de los analizandos del tipo Omar (C apítulo V II), es decir, no tratan de utilizar el “estar en tra tam iento” como un medio para com paginar un episodio psicopático. Las asociaciones libres, tal cual fueron descriptas por F reud (tí), aparecen sólo en los pacientes con distorsión a predom inio sintáctico, y esto ocurre luego de que son vencidas las llamadas resistencias de defensa frente a la angustia, las llam adas resis tencias de transferencia (como en él; analizando que satisface su exhibicionismo en el acto de analizarse) y tam bién cuando s e . pueden mostrar los llamados “beneficios secundarios” que obtienen los analizandos con sus inhibiciones, restricciones y rasgos de carácter obsesivo, con un predominio relativo de un ingrediente sobre los otros según ios casos. Sólo entonces, cuando se analizan estas resistencias del Yo, aparecen emisiones verbales consistentes en hipótesis acerca de las inhibiciones, las restricciones y los rasgos de carácter obsesivo, de tal manera que todo el trabajo previo realizado' y que continúa tam bién fuera d e la sesión (elaboración) culmina con un insight verbalizado .ante el terapeuta. Cuando el grado de integración sintáctica, semántica y pragm ática lléga a un estado óptimo, e
texto de una frase puede ser descompuesto en una serie de frases que están autoengarzadas o anidadas. La misma m eta es la que perseguimos con los analizandos con distorsión a predominio semántico, con la diferencia de que el tipo de resistencia —que fue connotada por F reud (1 0 )— pre ponderante es la resistencia del Superyó, que consiste en una búsqueda de castigo que el paciente mismo motiva, presentán dose de una m anera tal que puede ser tom ado como o mucho menos enfermo o mucho más enfermo, pero nunca en el grado en que realm ente lo está. Esto perm anece fuera del nivel de consciencia del analizando. Por la m anera de presentar sus problem as al terapeuta, sin pro ponérselo conscientem ente éste le puede hacer mucho daño m ediante un enfoque desacertado. El paciente puede d ar lugar a interpretaciones qüe de alguna m anera le signifiquen una acusación o una condena definitiva (e n el analizando con estilo lírico) convalidándole algo que es parcialm ente cierto. Esto ocurre a veces cuando el terapeuta le interpreta al paciente de m anera tal que éste entienda que fracasa en el momento de al canzar una meta, o bien que no puede gozar con lo obtenido, porque de alguna m anera el analista está m otivado por el p a ciente a realizar formulaciones interpretativas como éstas cuan do en realidad el paciente ha obtenido una m eta y se condena por haberla logrado. Pero para eso necesita de un verdugo y no hay mejor verdugo que un analista que se atiene estricta mente a las reglas y normas formales de cualquier interpretación psicoanalítica: qué pasa, cómo pasa, por qué pasa y para qué pasa El terapeuta d e tal tipo de analizandos se ve m otivado por éste a “aplicar” la técnica psicoanalítica y a perder así la po sibilidad de decirle lo mismo m ediante estructuras lingüísticas con un estilo complementario, de m anera que la información i;o pierda su carácter de tal, puesto que, efectuada con un estilo adecuado, no se presta para ser decodificada por el p a ciente como un acto de condena. E n el caso del paciente con estilo lírico que no es capaz de gozar con lo obtenido puede ocurrir esta segunda posibilidad: en lugar de hacerle saber al terapeuta que obtuvo lo q u e buscó pero que no sabe que lo tiene y no lo puede gozar, tratará de motivar interpretaciones en sentido opuesto, tales como que por buscar una m eta inalcanzable nunca puede obtener lo que an hela. E n este caso dicha interpretación le refuerza el desco
nocimiento de lo obtenido y por ende lo priva de gozar con ello. E n el analizando con estilo reflexivo que busca incógnitas sin crear suspenso, puede ocurrir que si el terapeuta se rescata como tal, descubra detrás d e los silencios del analizando y de sus emisiones abstractas, las características del m odelo dram á tico. En este caso se le suministran al paciente las funciones y los factores del mensaje verbal que están más en detrim ento entre los que él desarrolla en el análisis como consecuencia.de su asistir al mismo en carácter de persona observadora no p ar ticipante. Si el analizando logra involucrar al terapeuta en su propio estilo, se refuerzan m utuam ente las emisiones verbales en las cuales ambos funcionan como dos personas que dialogan para develar una incógnita a la manera de Sherlock Holmes y Watson, y de este modo tam bién se satisface la necesidad de castigo del analizando en el propio tratam iento psicoanalítico. El castigo consiste en convertirse en alguien que vive, pero no convive con los demás, con la circunstancia agravante de que otros y no él mismo son los primeros beneficiarios d e la terapia psicoanalítica. Así como la im paciencia y el pesimismo son características de los pacientes con estilo lírico, estos analizandos con estilo reflexivo, en quienes la envidia alcanza el máximo de su ex presión, solucionan transitoriam ente su problem a eliminándose como participantes de la red comunicativa. Al hacerlo así y al reforzar el conocimiento de los demás m ediante la hipertrofia de su lógica deductiva realim entada por u n .en fo q u e desacer tado, la envidia va en incremento. En todos estos casos es necesario que el analista tenga m ucha convicción cada vez que con un enfoque acertado ha hecho una interpretación con el estilo complementario adecuado, porque la respuesta inm ediata del paciente, sea por sentim iento d e culpa inconsciente o por envidia, consiste en una emisión de realimentáación negativa que puede destruir lo que el analizando mismo necesita del terapeuta. Tam bién el analista debe ser sum am ente cauteloso en aquellos casos en que la respuesta in m ediata a la interpretación aparentem ente valida la hipótesis em itida por el terapeuta como subyacente a dicha interpreta ción. Suele ocurrir que esto sea una realim entación positiva de los desaciertos. Cuando estos pacientes mejoran, cosa per fectam ente posible si el terapeuta sobrevive como tal, adquieren otro estilo, en el que existe el predominio de algunos de los
ingredientes d e los pacientes con distorsión a predominio sin táctico. E n los dos casos el estilo puede alcanzar el modelo dram ático del paciente que provoca im pacto estético, el cual, por la sincronización que logra en Su verbalización, los acci dentes de la misma, las emociones y los gestos, posee un grado óptimo de analizabilidad, Cuando la distorsión semántica es predom inante, aparece como un nivel muy elevado de aspiración que tiraniza a la persona del analizando y como u n código ético y estético unido’ a una autoobservación torturante que se va m itigando en la m edida en que se observan, en la variación del estilo de com portamiento, una menor distancia entre las neccsidacjes y las posibilidades y el descubri miento gradual y paulatino d e que la cosmovisión actual y de su pasado son exactam ente el] negativo de lo que su presente y dicho pasado fueren. D esde el punto de vista de la distorsión del sentido de la realidad y por ende de la persona que ellos son y que ellos fue ron, ocurre q u e el campo noétüco (q u e según dijimos antes con siste en los distintos significados que adm ite un mismo signi ficante) está tan distante del campo noético d e una persona en vigilia, que con este tipo de analizandos tiene que existir, para que el esclarecimiento interpretativo sea válido, una distancia bastante pronunciada, equiparable al trabajo del sueño, entre el texto verbal del paciente y el texto verbal de la interpretación. Pero si se privilegia la fonología en sentido semántico puede hacerse muy evidente, tom ando en cuenta los elementos para verbales, gestuales y posturales, que a su manera estos pa cientes tam bién “asocian librem ente”. Quizá resulte más claro aún decir que estos analizandos con distorsión semántica no han alcanzado o bien han perdido la capacidad de personificarse a sí mismos y personificar al terapeuta en las reglas y normas que rigen el diálogo psicoanalítico. De allí que la construc ción de frases con estructuras profundas ni se les plantee como objetivo por ser alcanzado, puesto que se mueven en términos de simbiosis en el sentido de M ahler (reparto de funciones co m unicativas) o bien utilizan la posición de decúbito sin ver al terapeuta para coñstruir un mundo de frases y silencios desti nados a consolidar su idea de cómo debe ser el sentido d e la terapia: en un caso, reforzar técnicas de alejamiento de los demás a la vez que construir hipótesis propias consideradas como
analíticas en lugar de autistas (para los pacientes con estil cual los procesos internos del Yo pueden adquirir la calidad d e conscientes. Esta complica
ción es producida por la función del habla que conecta firm e m ente el m aterial del Yo con los restos de recuerdos de percep ciones visuales y especialmente auditivas”. E n el insight verbalizado en la sesión estos pacientes m ues tran un óptimo grado de gramaticalidad, M uchas veces son fra ses perfectam ente construidas. E n otros1 casos (ver C apítulo,IV , sesión b, del segundo paciente de la serie “reparación” ) hay un grado óptimo de gramaticalidad siempre y cuando se tome muy en cuenta que se trata de term inar de unir el habla, la lengua y el pensam iento referido a un conflicto con una defensa patógena. En un sentido ideal, estos pacientes padecen de “síntomas”, que, en sentido estricto, se oponen a los rasgos de carácter. Fenichel (5 b ) destaca que los primeros,; pueden seguir la regla fundamental y los segundos no porqué; el Ego ha claudicado como defensa frente al síntoma y el síntoma queda em potrado en el Ego. Como consecuencia, los límites entre el síntoma y el resto de la persona quedan borrados. Eh cambio, este paciente ideal, que cada vez vemos menos (por Ib menos al em pezar el tratam iento), padece de síntomas, que podríamos describir di ciendo que son determ inadas perturbaciones que el paciente sufre subjetivamente como algo que irrum pe en su persona en un momento dado, que de alguna manerj. lo hace sufrir. Luego de una larga espera buscando métodos propios o recurriendo a la medicina general para aliviarse de sus malestares, finalmente se decide a aceptar el tratam iento psicoanalítico. En este grupo entran todas aquellas personas que no .tienen ningún contacto personal con analistas o con familiares- de analistas y que, si en esta época han leído literatura analítica d e divulgación (tam bién con una finalidad terapéutica), en /lu g ar de aliviarse con ello, se han problem atizado más. Pero esto últim o no es privativo de tajes analizandos. E n los casos correspondientes a pacientes ubieables en los Capítulos VII y VIII, éstos narran circunstancias .similares cuando la evo lución terapéutica provoca cambios y junto con los mismos re cuerdan cómo y por qué fue que llegaron a la decisión de ana lizarse y por qué optaron por determ inado terapeuta. Un ejem plo típico es el paciente con adaptación delirante secreta, que consultó a una determ inada analista porque había publicado un. artículo clínico sobre las vicisitudes' de un niño que tenía que sobreadaptarse a situaciones difíciles' (ver C apítulo III, caso Julio). Una vez que este paciente logró em itir frases con
construcciones pronominales endocéntricas sobre su propio p a sado y el de las hijas, pasó gradualm ente a cambiar de proble mática y a p artir de ese momento fue acercándose a los rasgos que he descripto para la categoría de los analizandos corres pondientes a este capítulo. Quiero m ostrar ahora una situación opuesta, y es con esa finalidad que deseo recordar la prim era entrevista del caso Omar. E ste analizando buscó ‘analizarse” como coartada ante la familia y además para quedarse con el dinero destinado a costearse el tratam iento. Toda esta inten ción era consciente y silenciada cuando Omar aceptó la suge rencia de su herm ana de iniciar su análisis y ser en un principio ella quien se lo costease. E n las partes finales de su tratam iento, en que tam bién se acerca a las características d e los analizandos con distorsión a predominio sintáctico, comienzan a aparecer enunciados en donde está explícito el sentido de sus actuaciones pasadas, y entre ellas aparece descripto el sentido que tuvo para él iniciar este análisis. Tam bién aquí surgió un cambio y los fragm entos ulteriores de su evolución lo mostraron como una “persona atem orizada y huidiza”; en cambio, el analizando del Capítulo III que mencioné anteriorm ente se fue acercando a “la persona dem ostrativa”. Puse como ejemplo estas dos situaciones contrastantes ya que, mientras en el prim er caso, aunque no hubiese consciencia de enferm edad, es decir síntomas (con excepción de la falta de capacidad de goce), ocurrió un factor precipitante; en el caso Omar, la iniciación del análisis resultó ser un elemento más de un episodio psicopático que em pezaba a iniciarse y que fue cortado de alguna m anera por el tratam iento. Los analizandos que citaré en este capítulo han sido parcial m ente tratados en capítulos anteriores. Retomaré algunos de los casos cuando exponga las variaciones estilísticas que los hacen cambiar a esta categoría si el tratam iento anduvo bien. Esto implica un cambio en la captación del sentido terapéutico por parte del paciente, sentido que ahora sí tiene algo de común con el sentido terapéutico que el psicoanálisis tiene para el propio psicoanalista. Veamos un ejemplo de ello. El analizando Juan, que m encioné al finalizar el Capítulo II, presentó durante gran parte de la sesión resum ida las caracte rísticas del estilo narrativo que corresponde a la “persona lógica” de mi libro anterior. Sí examinamos el texto de la prim era frase, en que busca dividir los problem as para no olvidarse de cosas,
reconoceremos que bien o m al existe un intento de ajustarse a la regla fundamental. Las frases siguientes hasta la prim era interpretación m ues tran un estilo narrativo en que Juan privilegia las asociaciones por contigüidad temporal; hasta la prim era interpretación el analizando trata de inform ar al terapeuta acerca dé lo acaecido y constantem ente hace estipulaciones acerca del factor contextual (función referencial) con la finalidad de transm itir infor mación forzándose a sí mismo a ser sincero. L a actuación transferencial fue precedida por una hipótesis acerca de sí mismo incluyéndose en la relación de pareja, ge nerando una estructura de frase en donde él mismo encuentra el origen de sus frustraciones: “buscar una am iga en una esposa y no tener ni lo uno ni lo otro” expresa un óptim o grado de organización sintáctica, sem ántica y pragm ática. Pero, tal como lo vimos luego, la verdad le resultaba dolorosa, puesto que hablar en tiem po presente equivale a ratificar la responsabilidad consigo mismo y con su pareja en su interacción frustrante; fue por eso que en la frase núm ero 7 “súbitam ente abandonó su actitud mental anterior y se dirigió directam ente a mí en estos términos: “ ¡Ah! una cosa que me acordé y quería preguntarle: mi esposa le preguntó al analista d e ella si estaba bien acostarse en cama y elaborar los problem as de la sesión. ¿Qué me dice usted?” Este mensaje está destinado a im pactar al terapeuta que tam bién ha escuchado la hipótesis que emitió acerca de su frustración. Ya en este capítulo y en los siguientes puse de manifiesto que estaba trabajando con modelos predictivos, y que yo ya sabía que debía estar preparado para recibir un mensaje yerbal inoculatorio (lenguaje de acción). En consecuencia, pude libe rarm e de responder textualm ente a lo que decía y le adscribí a esto un sentido contextual y no textual, en el que yo le mos traba q u e él era la m ujer que se echaba sobre mí. E n términos pragmáticos puedo considerar que su verbalización consistía en mensaje a doble vínculo, si yo llegaba a atenerm e al marco es tricto del universo verbal y paraverbal. La pregunta del pacien te consistía en: “¿Está bien elaborar los problem as solo?” Sí le respondía afirmativamente, yo me destruía como terapeuta, y si le contestaba negativam ente para él era decirle que él no tenía que comportarse en la sesión (acostarse en el diván-ca m a) elaborando sus conflictos, lo q u e equivale a ser un pa ciente como el que estoy mencionando ahora, con capacidad
de estar solo en la sesión en presencia de un interlocutor. (P ara más datos al respecto, ver W innicott [34].) Otras considera ciones sobre este punto se encuentran en el Capítulo VII. E n este momento el analizando había cam biado de estilo, del narrativo al épico. Luego de mi intervención, en la m edida en que empieza a tom ar consciencia de un cambio de valor refe rente a la figura de ambos padres y en que me dice que tom ar en cuenta lo que yo le digo le hace doler la cabeza, se está operando una vuelta a un tipo de vínculo en donde Juan y el terapeuta tienen un universo básico común de significados para dialogar. E n esos momentos el analizando soporta el dolor de cabeza (q u e antes era dolor m ental) y nuevam ente construye un enunciado sintáctico con un gran valor semántico, cuando al finalizar la sesión en tiem po presente dice [que se acordó de lo que estaba diciendo en otras sesiones, y que todo lo que él contó de su padre no tenía valor puesto que las referencias no eran atinentes al padre sino que provenían d e la m adre, y, tal como en otra sesión agregó, que todo eso ocurría m ientras ella le pegaba en la cabeza. De esta m anera podemos ver cómo en el contexto de una sola sesión, un analizando con estilo predom inantem ente narrativo, ya estableciendo una serie de mutaciones estilísticas, que tienen relación con lo que se interpreta y con lo que no se interpreta, y que dichas mutaciones estilísticas lo conducen a enunciados verbales en tiem po presente acerca de personas y cosas dichas sobre personas durante otras épocas. E n 'e s te caso existen las disposiciones al cambio por el proceso analítico como conse cuencia de que el universo común de significados y la base pragm ática sobrevivían en cierta m edida al grado de pertur bación que sí se da en el contexto del diálogo en la relación de pareja. El enunciado anterior del paciente Juan será retom a do ulteriorm ente, y sí he hecho mención del mismo aquí ha sido tam bién con la finalidad de m ostrar que esta división en distorsiones pragm áticas, semánticas y sintácticas del habla del analizando no debe ser considerada como algo estricto. Todo lo contrario, el analizando con perturbaciones a predom inio sin táctico es aquel que va a experim entar en el curso de la sesión psicoanalítica momentos difíciles en donde se encuentran da ñadas o afectadas transitoriam ente las bases pragm áticas, como es el caso del acting out verbal de Juan en un momento dado de la sesión, y luego un pasaje a otro estilo, cuando le empieza a doler Ja cabeza, en donde pone de manifiesto que a él le re
sulta difícil pensar como ya sabe que tiene que pensar en el tratam iento analítico. E n estos momentos Juan podría ser ubi cado entre los analizandos que he descripto en el Capítulo VII3| pero el hecho de que exista este' conjunto de cambios es pre^ cisamente lo que me perm ite ubicarlo entre los pacientes con rasgos a predominio sintáctico en su distorsión, a diferencia de los anteriores. Es im portante dejar aclarado en estas consideraciones intro ductorias que tales divisiones no son precisam ente rígidas en los analizandos a los que me voy a referir en este capítulo. Por lo tanto, para trata r a los pacientes con estilo a predo minio narrativo, a predominio dram ático con suspenso o bien con im pacto estético, hay que contrastarlos con los analizandos descriptos en las consideraciones introductorias que hice en los Capítulos VII y VIII. En otros términos, siguiendo la hipótesis del Yo idealm ente plástico, es justificable que el analizando con distorsión sintáctica por momentos se aproxime o adquiera características épicas (C apítulo VII-), o líricas, o bien tom e ele mentos propios del paciente q u e '’büsca incógnitas y no crea suspenso (C apítulo V III), puesto q u e como lo he señalado en el Capítulo IV, la cantidad de estilos en la m anera de encodificar y decodificar del analizando, es lo que me perm itirá ver el gra do de plasticidad del Yo. En cambio, los analizandos mencionados en los Capítulos VII y VIII son personas que, por la escasez de registros para con figurar estilos en el habla y en la m anera d e escuchar y adscri bir significados a los silencios del, analista, m uestran un grado de rigidez tal que se opone a la relativa plasticidad de este otro tipo de analizandos. Con estas aclaraciones creo haber puesto de manifiesto que la relatividad del predominio de Iás áreas de la semiótica que están afectadas se evidencia en los-analizandos con las caracte rísticas estilísticas que voy a seguií:delineando en este capítulo; inversamente, los analizandos correspondientes a los Capítulos VII y V III sí presentan tal grado de rigidez, y si el terapeuta los aborda adecuadam ente, en el . curso del tratam iento psico analítico, pasarán a ser analizandos. con las características co rrespondientes a los pacientes con perturbaciones a predom inio sintáctico. Un ejemplo es el caso del analizando con adaptación delirante a la realidad, que hé mencionado más arriba, del cual tomé un segmento del diálogo del proceso terapéutico, cuando él ya habfa dejado de ser el analizando con distorsión a predo minio semántico.
Con el fin d e recalcar las diferencias que existen en u n co mienzo del proceso psicoanalítico, voy a reiterar los rasgos con que los analizandos mencionados anteriorm ente concurren al análisis y que pierden “si y sólo si” el terapeuta consigue que ellos capten en qué consiste analizarse. Los analizandos con distorsión a predom inio pragm ático y /o semántico vienen al análisis de una m anera diferente a estos otros analizandos: con curren al analista con una serie de preconceptos que se refieren a la m anera como ellos conciben el tratam iento, al psicoanálisis en sí y a la persona del terapeuta. Las personas con distorsiones predom inantem ente pragm áticas y /o semánticas tienen creencias y expectativas totalm ente dis tintas d e lo que es el psicoanálisis y tam bién acerca de la persona del terapeuta que iniciará con ellos el tratam iento psicoanalítico. La patología inherente a dichos casos les da este tipo de creen cias y expectativas tácitas y arraigadas; según he m encionado an tes, el hecho de que las áreas semióticas se organicen dependerá de las posibilidades del terapeuta de hacerlos evolucionar.
2. El problema de la asociación libre y los grados de analizabilidad Las perturbaciones en la relación con los mensajes que los p a cientes con distorsión predom inantem ente pragm ática o semán tica emiten y tam bién en la relación con las señales que contienen los mensajes que reciben de los demás (perturbaciones pragm á ticas) y /o en los sentidos y significaciones que confieren a sus acciones y a las de los demás (perturbaciones semánticas) los incapacitan para que puedan m antener un mínimo de acuerdo básico con el terapeuta cuando éste les plantea, al iniciar el tratam iento, la regla fundam ental (si es que el terapeuta, luego de las entrevistas iniciales frente a frente, considera que podrá llevar a cabo el tratam iento). E n cambio, los pacientes con distorsión a predominio sintác tico, por la organización de las áreas pragmáticas y un común denom inador básico en los sentidos y las significaciones con les del analista, presentan menores preconceptos en lo atinente a la rigidez. Tam bién el tipo de expectativa es un tanto inde finido y trata d e adecuarse, tal como lo he demostrado cuando puse el ejemplo del caso Juan, a la petición de principios ne cesaria para llevar adelante el tratam iento psicoanalítico.
Si todas las personas que aceptan el consejo de analizarse estuvieran en las condiciones referidas, quizá gran p aite de esta publicación no tendría objeto. E n efecto, para caracterizar al paciente con perturbaciones predom inantem ente sintácticas tengo que basarm e en el su puesto de que no presentan problem as de distorsión predom íntam ente pragm ática y /o semántica en un comienzo del trata miento, cosa que en realidad no es así. Lo q u e ocurre es que' a diferencia de los otros analizandos, los pacientes con distor sión a predominio sintáctico son más recuperables por medio del abordaje técnico cada vez que pierden el óptim o nivel de desem peño pragm ático y semántico para llevar adelante el análisis. Teóricam ente es muy fácil decir que la ‘regla fundam ental” consiste en que el paciente responda a nuestro pedido d e -.“expre sar en voz alta todo lo que pasa por su m ente, sin efectuar ningún tipo d e selección”. Para facilitarle esta tarea nosotros estable cemos el encuadre analítico que disminuye los estímulos exter nos perturbadores. Por las experiencias previas con el analizando que va a iniciar en esos momentos su terapia, ya sabemos con certeza q u e el estado físico y el momento vital por el q u e atraviesa no pre sentan ninguna situación de urgencia extrema q u e descalifique de por sí al tratamiento. En estas condiciones le pedimos que diga en voz alta todo lo que viene a su mente, aunque lo q u e se le vaya ocurriendo le parezca que es inatinente al tem a, y que tome m uy en consideración no omitir referencias personales al terapeuta (si es que esto inesperadam ente surge en su m ente m ientras está en la sesión) m ientras desempeña esta labor intelectual que en psico análisis se conoce bajo la denom inación de “regla fundam ental”. La hipótesis subyacente a esta petición d e principios considera que aparecerán indicios d e lo inconsciente si el analizando, en el curso de sus emisiones verbales, elimina todo aquello que intencionalm ente selecciona cuando se encuentra en cualquier otro tipo de diálogo. Si las cosas ocurriesen así, la cadena de significantes verbales nos perm itirá efectuar inferencias acerca de los significados en relación con el terapeuta situado detrás de él en la actitud que F reud denom inó “atención flotante”. Pero esto no ocurre en la práctica analítica. Nos encontra mos con analizandos que inician su tratam iento d e las más di versas maneras. De tanto en tanto sí nos encontramos con pa cientes que, al comienzo sobre todo, buscan preservar la “regla fundam ental” y conceden autonomía m ental al terapeuta.
Dicha petición de principios (decirlo todo en estado de luci dez) y los conflictos que eso le acarrea al analizando con. el terapeuta (resistencias) están en los orígenes mismos del psico análisis. E n efecto, cuando F reud se planteó problemas y téc nicas como éstos, efectuó un pasaje desde los métodos suges tivos y catárticos bajo estado hipnótico, y de esa m anera el método de “asociar librem ente” y las “resistencias” que opone el analizando a ello m arcan el nacim iento del psicoanálisis. ¿Cómo llegó F reud a esto? Ocurrió que ante el m étodo c^e asociaciones libres el paciente reaccionó de esta m anera: en un principio cooperaba con el analista, pero al cabo de un tiem po se dio un efecto inesperado que conspiraba contra la “curación de los síntomas”. A dicho efecto, consistente en un ligam en especial con el terapeuta, se lo denominó transferencia, de m a nera tal que la conceptualización de la transferencia como re sistencia a las asociaciones libres marca los: comienzos del m é todo psicoanalítico de indagación de lo inconsciente. Por lo tanto, los orígenes del psicoanálisis están muy ligados a supuestos teó ricos que fueron evolucionando. - Según dije antes, en la práctica psicoanalítica nos encontra mos con analizandos que inician sus tratam ientos d e las m aneras más diversas. Con el tiem po, F reud fue m utando su estrategiay consideró que la' transferencia era el eje de la terapéutica psicoanalítica. E n el curso de los años se afirmó que solamente era posible analizar a aquellas personas que estableciesen un ligamen de esta naturaleza con el terapeuta *. Como en esa época la transferencia misma era el lugar en donde se consideraba (siguiendo la acepción restringida qué se confirió a dicho térm ino) que se debatía la lucha entre la neu rosis y la curación, toda curación psicoanalítica, para ser con siderada como tal, estaba basada en la elaboración del análisis de la transferencia. Si siguiésemos aplicando esta hipótesis, únicam ente podría analizarse con esperanzas de lograr una mejoría el tipo de p a cientes descriptos en el capítulo presente; los restantes serían muy poco analizables o bien resultaría contraindicado hacerlo, puesto q u e no pueden establecer “transferencias”. * Si el lector desea efectuar u n cotejo de estos cambios, ver los artícu los de Freud que enumero a continuación: “ F re u d ’s P'sycho-analytic procedure” (7 ) ; “ Rémembering, Repeating and W orking Through” ( 7 ) ; “An A utobiographical Study” (1 0 ).
Los casos que he considerado como pacientes con distorsión a predom inio semántico o pragmático corresponden a lo que Freud incluyó en la categoría de las neurosis narcisistas, que,, con algunas reservas, no podían ser analizados, ya que no es tablecían transferencias. Para un sector de analistas estas estipulaciones se m antienen; en nuestro país y en los movimientos analíticos latinoam erica nos en que el pensamiento psicoanalítico argentino ha ejercido ana influencia, afortunadam ente no se desestim an las posibili dades de obtener evoluciones psicoanalíticas en los otros dos casos que tam bién dem uestran, según se ha visto al examinar los análisis de pacientes de este tipo, que pueden establecer un ligamen transferencial, aunque, eso sí, de naturaleza total m ente distinta. Por lo tanto, se presentan problem as de aborda^ je técnico distinto. ¿Qué fue lo que dio lugar a que en el pensam iento psicoanalítico argentino se plantease un criterio de indicaciones y con traindicaciones más amplio? Esto se debió a que en el movi miento psicoanalítico argentino no existieron compromisos con determ inadas escuelas o liderazgos que eran incuestionables por principio de autoridad. No existiendo tal tipo de circunstancias adversas en nuestro, medio, se pudo optar por las ideas de M elanie Klein y fue así que se efectuaron análisis tem pranos, tam bién se sentaron bases para el análisis d e psicóticos tom ando como fundam ento las mismas ideas kleinianas y de las personas de su grupo que tra bajaron con psicóticos; tam bién influyeron las ideas de Sullivan para que el pensamiento psicoanalítico argentino pudiese tener más opciones. Por lo tanto, la desventaja geográfica y la juven tud del movimiento analítico argentino en los comienzos se vieron compensadas con la posibilidad de hacer opciones, y de dar un sello de originalidad especialm ente a su abordaje de distintos tipos de pacientes. O tra característica del pensamiento psicoanalítico argentino en este sentido, lo constituyó el hecho de que no se excluyesen los cuadros- psicosomáticos y de qué no se les pusiese obstáculos al tratam iento rotulándolos como neurosis narcisistas; de allí que en nuestro país una de las p u blicaciones originales fue la compilación de trabajos sobre Pa tología psicosomática (28) en los comienzos del movimiento psi';coanalítico argentino. Si bien hoy en día gran parte de estas limitaciones psicoana líticas en general ya no resultan tan vigentes en otras áreas géó-
gráficas, sin embargo algunas de ellas se m antienen aferradas a las restricciones estrictas del tratam iento analítico, y de esa manera siguen prevaleciendo las opciones; por ello los movimien tos analíticos envejecen, puesto que carecen de todas estas opor tunidades para que un terapeuta pueda, a conciencia, afrontar casos considerados como "inanalizables”. No se trata aquí d e un optimismo terapéutico, sino de que afortunadam ente las concepciones estratégicas y técnicas impli cadas en la hipótesis de que las relaciones objetables se estable cen desde una edad tem prana perm iten considerar conceptos de lo más variados, d e m anera tal que es posible p artir del supuesto de que la neurosis transferencial o la transferencia se presenta en todos los pacientes, no im porta cuál sea la categoría en la cual se los agrupe. Se toma en cuenta que las posibilidades son más limitadas según la gravedad del cuadro, pero lo carac terístico del pensam iento psicoanalítico argentino, y creo que esta publicación es una m uestra de ello, es que tam bién se cues tiona el esquem a referencial operativo con el cual el analista rea liza los abordajes. E n este sentido, las ideas d e Pichón Riviére constituyeron el estímulo para que yo hiciese todo este desarro llo que él preconizó, aunque no sé si lo hubiese hecho o si está de acuerdo plenam ente con la forma en que yo lo expongo. Nuestros repertorios estilísticos y las estrategias complemen tarias que he construido a partir d e los datos iniciales m uestran que en todos los pacientes se puede dar (quizá mucho más de lo que yo mismo me atrevo a afirm ar) una sucesión estilística que conduzca a que se cree una base pragm ática y semántica suficiente como para no descalificar a personas que no pueden lograr de entrada un nivel de interacción psicoanalítica que al cance los requerim ientos que las escuelas analíticas que tienen más limitaciones en sus criterios para analizar exigen del anali zando; en otros términos, me ha im presionado muchas veces que se exija al paciente que tenga como punto de partida lo que en muchos casos debe ser precisam ente una de las metas de gran parte del proceso psicoanalítico. Los analizandos de nuestra época han cam biado y los casos que presentan de entrada estas perturbaciones a predominio sin táctico se ven cada vez con menos frecuencia. Creo que esto puede ser im putable a las nuevas formas de convivencia e in com unicación social en nuestra época, que difiere mucho de la época de los analizandos que F reud vio, a fines del siglo pasado y a comienzos de éste; no obstante, de tanto en tanto nos vemos
aliviados en nuestra tarea cuando tratamos casos con este tipo de resistencias, centradas predom inantem ente en el Yo, que se ajustan bastante al grado 1 de analizabilidad. En nuestro medio Carlos Paz (27) efectuó un estudio de los criterios de analizabilidad en las diversas áreas geográficas, reco pilando de esta m anera enfoques de los grados de analizabilidad que, en términos generales, parecen ser b astante concordantes. Al enfocar la obra de F reud entre 1904 y 1938, Paz señala que Freud estipuló que el análisis no era accesible a los psicóticos ni a pacientes rotulados como “estados narcisistas”, ni siquiera en los casos leves. Los casos más favorables eran para él las histerias y las neurosis obsesivas. Tam bién el factor edad fue muy tom ado en cuenta. F reud es tipuló como de cincuenta años el plazo máximo, más allá del cual ejl análisis no resultaba favorable. Para F reud, un tratam ien to era tanto más posible en la m edida en que la persona fuera inteligente y poseyera un cierto grado de cultura que favorecie se el interés por el análisis; en cambio, graves deform aciones de carácter adquiridas o constitucionales eran contraindicaciones para el tratam iento. Las defensas paranoides, según Freud, di ficultan y pueden hacer imposible en m uchos casos el análisis. Un punto im portante de señalar es q u e tam bién F reu d enfocó el problema del lado del analista y dijo que el interés suscitado por el paciente en el analista era un elemento im portante. Quizás la idea de un período de prueba de tratam iento estuviese fun dado justam ente en este punto. E n el año 1938 Freud, pensando en térm inos estructurales y refiriéndose al Yo, dijo que las neurosis graves po d rían ser an a lizables m ientras estuviese intacta una parte de la personalidad ( 11 ). E n la misma revisión, Paz sostiene que F enichel (5 a ) tam bién acepta el criterio de la edad, entre quince y cuarenta años, y la necesidad de que el paciente desem peñe un p ap el razonable y cooperador. Tam bién Fenichel incluye al analista como factor. En orden de accesibilidad, Fenichel coloca a las histerias, las neurosis obsesivas, las depresiones neuróticas leves, los trastor nos de carácter, las perversiones, las adicciones, las impulsiones neuróticas y por último las psicosis. Esta es una escala im portante para establecer criterios de pronósticos evolutivos del paciente en análisis. Es muy valioso el estudio que hizo Glover (1 2 ), quien se ocupó intensam ente del tema. Este autor habló d e pacientes ac
cesibles y dijo que en prim er lugar eran analizables las psiconeurosis de mediana gravedad, las inhibiciones psicosexuales y ciertas depresiones reactivas. Dijo que en segundo lugar se en cuentran casos m oderadam ente accesibles, como la neurosis ob sesiva, el fetichismo, el alcoholismo y la adicción a las drogas y la delincuencia psicopática. Como casos intratables se refirió a la esquizofrenia, a la psicosis maníaco-depresiva y a la p ara noia. Según Glover, la posibilidad del tratam iento analítico de pende de la estructura del Yo del paciente, d e la profundidad o el grado de regresión psicopatológica, de la importancia de las fijaciones, de la presencia o no de elementos depresivos ligeros y por últim o de la presencia de situaciones traum áticas externas. Todos estos elementos pesan en contra del pronóstico evolutivo del analizando. E n 1954 Leo Stone (31) tam bién incluyó la personalidad del analista y el interés por el caso dentro del conjunto de factores que gravitan en la evolución del paciente con determ inado ana lista. Zetzel (36) y Greenson (13), que presentan ciertas coin cidencias, exigen una serie de requisitos bastante estrictos que prácticam ente podría considerar como las metas que se persi guen cuando se piensa en el sentido del proceso terapéutico. Así, por ejemplo, Zetzel dice que el analizando tiene que poseer al guna motivación más que el deseo de lograr un mero alivio sintomático, como si tuviese conciencia del verdadero problem a. Además, señala que para analizarse hay que poder tolerar la frustración y la ansiedad, poseer capacidad para m antener una relación estable, para realizar regresiones útiles sin pérdida del pensamiento secundario y, además, efectuar una alianza tera péutica en la situación analítica. Para no seguir con esta lista quiero decir que las condiciones requeridas se parecen bastante a las metas que perseguimos con el m étodo analítico al que so metemos a un paciente, de tal m anera que lo que para esta au tora sería punto de partida, para nosotros es punto de llegada. En 1960 W aldhorn (32) tam bién señala requerim ientos aná logos e incluye los atributos y la experiencia del analista, y Meltzer (2 5 ), en 1967, se refiere a la parte adulta de la perso nalidad como un elemento im portante para poder soportar el dolor del proceso terapéutico psicoanalítico. En cambio, consi dera que hay otros casos, que tam bién son analizables siempre que se den condiciones externas que sirvan como apoyo o sostén para hacerse cargo del paciente. Entre estos casos figuran los borderline, los psicópatas y los adictos a las drogas.
. El criterio de analizabilidad en función del encuadre y de la capacidad del terapeuta ha sido encarado por W innicótt en el trabajo “Aspectos metapsicológicos y clínicos de la regresión dentro del marco psicoanalítico” (35). Este trabajo, que leí y comenté con un grupo de colegas hace varios años, m e dio d e term inadas bases para fundar mi clasificación de los grados de analizabilidad en función de ambos participantes y me permitió conectar la hipótesis sobre la interacción comunicativa con las referidas a los procesos semióticos..
3. El criterio de analizabilidad desde el punto de vista de la interacción comunicativa y la semiótica Siguiendo los esquemas de trabajo .de este libro, sostengo que cuando las bases pragmáticas y /o semánticas de un futuro ana lizando están conservadas, éste sa b e 'q u e no sabe qué es el psi coanálisis y quién es el psicoanalista. No obstante, estos pacien tes inician el tratam iento porque pueden aceptar dicha “petición de principios" (sinceridad por parte de ellos y confianza en la discreción del terap euta) puesto q u e Entienden, por lo menos en el comienzo, que esto facilitará la .labor del terapeuta. Esta condición la podemos delinear como el grado 1 de analizabilidad. Estos analizandos se diferencian de los anteriorm ente descriptos (Capítulos VII u V III) en q u e •evidencian un grado de au tonomía que se suma al hecho de cefitrarse, en el m aterial verbal, sobre ellos mismos, puesto que tratan de no perder de vista que tienen que hablar de sí mismos y ;confiar al psicoanalista, que es una persona a quien ellos no conocen, cosas que jamás dirían a ninguna otra persona en una situación distinta. De allí que sean más accesibles aU.análisis cuanto menos cues tionan a la terapia, al terapeuta ■y va la s . posibilidades que el psicoanálisis o el analista les ofrece..Él_tem a central del diálogo analítico es la propia persona del paciente. Éste es un rasgo dis tintivo por tener en cuenta cuando- una persona se encuentra en la prim era fase del proceso psicoanalítico y está haciendo sus experiencias de tanteo para poder, saber qué puede esperar de sí misma y del terapeuta para que. las cosas vayan adelante. Estos analizandos pueden p a re c e r. én un comienzo, quizás, más enfermos si se toma textualm ente lo que dicen, si los com para mos con los analizandos con distorsión a predominio semántico,
que son aquellos otros analizandos' que están en una situación opuesta: son los que más pueden im presionar como sanos al terapeuta, que no se ha planteado el problem a de que los toma como personas que cooperan cuando en realidad están “asocian do” a p artir de determ inadas circunstancias que rodean al ám bito en el cual se desarrolla la terapia, a m anera de test proyectivo. Estos pacientes, según vimos en el capítulo anterior, presentan una m arcada perturbación del sentido de la realidad y del sig nificado del análisis y de su actividad y, con su desempeño en las sesiones, promueven emisiones verbales interpretativas des acertadas en el terapeuta. Sí bien para el analista dichas inter pretaciones pueden ser tom adas como tales, 110 ocurre lo mismo en el paciente que las escucha. Tal como dije antes, son tomadas erróneamente como confesiones del analista, de tal m anera que, desde la vertiente del paciente, el universo de significaciones es totalm ente distinto que si se lo contem pla desde la vertiente del terapeuta. Los analizandos a los que me voy a referir en este capítulo, tal como dije, no desconfían por principio del tratam iento ana lítico o de la persona del terapeuta, y si lo hacen, lo dicen en forma explícita; tampoco tienen una segunda intención oculta como en el caso de los pacientes con estilo épico (C apítulo V II), ni lo esperan todo del terapeuta, creyendo que es éste el que se va a analizar por ellos, sino que tratan de preservar, hasta donde les es posible la situación en que son ellos los sujetos de la experiencia, los que soportan el m alestar durante los momen tos críticos de la sesión y los que se descubren hablando de conflictos que jamás creyeron que iban a verbalizar antes de entrar a la sesión. D e tanto en tanto, pero sólo dentro de. la sesión y rara vez fuera, ocurren distorsiones pragm áticas y se mánticas. De allí que estas personas no exijan tanto del analista en su contribución terapéutica al tratam iento analítico. Cuando es el terapeuta el que falla, se pueden producir distor siones semánticas y pragm áticas, pero de cualquier m anera la forma como ellos contestan a los errores del terapeuta, d e m ane ra inconsciente (o inadvertida, como prefiero decir aq u í), orien ta al analista a corregir espontáneam ente el enfoque interpretativo. Pero si las fallas’ del analista son muy reiteradas y masivas, los analizandos abandonan el tratam iento, y quizás con el tiem po y con la experiencia el analista se percate de que lo hicieron como un acto de cordura y no por “resistencias”; se trata de
fracasos en la prosecución dei tratam iento en personas con una buena disposición a com prom eterse en el proceso analítico y a evolucionar de una m anera óptima. Solamente en estas condiciones tienen vigencia las estipula ciones q u e hizo F reud para que pueda desarrollarse el diálogo analítico. Este estableció que sólo pueden analizarse aquellas personas que tienen un cierto grado de capacitación para que se m antenga ininterrum pido el proceso psicoanalítico. E n estos casos el acuerdo básico persiste aún en los momentos de crisis y cambios más difíciles de sobrellevar en el analizando, que nunca creyó, al iniciar el tratam iento, que esto iba a ocurrir. Enfatizando este punto, quiero insistir en señalar que por las condiciones favorables en que ha acaecido el desarrollo de la persona del paciente, los aspectos pragmáticos y semánticos poseen características tales que contienen la disposición del ana lizando a cooperar' con el terapeuta, de modo que el paciente puede conservar dicha cooperación con el analista aun en los períodos de cambio más críticos y dolorosos. Pero para que di cha disposición a la evolución ocurra o no, es im portante tom ar en cuenta el abordaje que efectúe el analista. E n las personas mejor dispuestas a evolucionar en el proceso terapéutico psicoanalítico los momentos críticos en el paciente y las dificultades del analista para encontrar una estrategia que se adecúe a la nueva problem ática del analizando se presentan al cabo de un tiem po de iniciado el tratam iento. Por p arte del paciente, a pesar de las dificultades, y como consecuencia de su superación durante el proceso terapéutico, la cooperación, la confianza en el analista y el interés por la terapia van en incre mento. E ste tipo de analizandos está capacitado, por sus dis posiciones previas a iniciar el análisis, a conocer más y mejor en qué consiste la terapia y cuánto se beneficia con ella, a m e dida que el proceso terapéutico ocurre, no antes. Ahora bien, cabe preguntarse por qué ocurren estas épocas de padecim iento que no existían al iniciar el análisis. Conflicto no es sinónimo de neurosis sino que es algo inhe rente a la vida misma. Es la m anera como el “Ego” del analizan do encara la angustia y establece lo qué en psicoanálisis se d e nominan mecanismos de defensa, lo que determ ina el grado en que el “E go” puede ser considerado eficiente o deficiente (n eu rótico) en el manejo de la angustia despertada por los conflic tos. Los cambios en el proceso analítico dependen en diversas
proporciones de las disposiciones de las dos personas involucra das en dicho proceso. Volvamos ahora a enfocar el problem a desde la vertiente del paciente. M ientras dichos conflictos fueron desestimados utilizando de terminados recursos al alcance de ellos mismos, que estaban den tro del ám bito de su propia persona o bien en las circunstancias que rodeaban a dicha persona, los pacientes podían m antener un grado de estabilidad ( en gran parte ilusoria) frente a sí m is mos y a veces tam bién ante los demás, aunque esto últim o no resultase siempre así. Ahora bien, ¿qué es lo que sucede cuando un análisis pro gresa y el paciente se percata de que su estabilidad no es tal, o de que si lo es, es muy precaria en relación a como ellos mis mos la consideraban? Cuando un tratam iento psicoanalítico progresa, el paciente se percata de que está pagando u n precio muy elevado por una estabilidad q ue no es tan consistente como creía antes, o bien de que dicha estabilidad resulta ser sólo una ilusión que ya no es capaz de conservar más. Es com prensible entonces que no pueden ocurrir m odificaciones exentas de m alestar cuando el analizando atraviesa por períodos críticos. Pero al final de ca da crisis sale beneficiado porque el incremento en el autoconocimiento, que es la m eta terapéutica del psicoanálisis, trae como consecuencia añadida una mejoría. D icha mejoría nunca coincide con la que él esperó que tuviera lugar antes de iniciar la tera pia, ya que la naturaleza del manejo distorsionado de la angus tia por parte del “Ego” estaba fuera del alcance de su conoci miento. Esto justifica que la evolución del analizando ocurra “si y sólo si” el tefapeuta va reconociendo y preservando estos cambios. Como se podrá observar, estoy planteando una reformulación teórica de fondo acerca de la m anera en que hoy en día puede concebirse al m étodo terapéutico psicoanalítico. Los pacientes que desde el comienzo del análisis esperan más de sí mismos y menos del terapeuta son, paradójicam ente, aq u e llos a quienes el terapeuta más y mejor puede beneficiar. Esta agrupación de “estilos de analizandos” es la que contrapongo a los tratados en los capítulos anteriores. D e todo este replanteo surge una consecuencia: es el tera peuta quien decidirá el grado de analizabilidad del paciente. Pa ra ello deberá tener muy en claro las características diferencia-
Ies de estos agrupam íentos'y efectuar opciones entre si toma en tratam iento o no a un analizando que desconfía por principio (C apítulo V II) o que tiene la firme convicción de q u e es el terapeuta y no él quien pasará por las vicisitudes del proceso psicoanalítico (C apítulo V III). Se justificará la aceptación si el analista se replantea constantem ente la variación d e sus ca pacidades y limitaciones. Para que esta decisión metodológica tenga vigencia son in dispensables las entrevistas previas y un análisis exhaustivo del diálogo en !as mismas* D e esta forma se podrá conjeturar quién es la persona cuya posibilidad de ser tratada por el m étodo psi coanalítico se está considerando. E n caso de optar por el sí tom ar, a una persona en análisis, cualesquiera sean las disposiciones negativas positivas del fu turo paciente, es indispensable tener un conocimiento lo más acabado posible de las condiciones iniciales favorables y desfa vorables que presenta la persona en el. momento que va a iniciar la terapia; sólo así el analista sabrá, por lo menos en un comien zo, cuánto puede esperar del pacienté y cuánto necesitará ape lar a los distintos registros, a los que hice mención en el C apí tulo IV, para enfocar con una estrategia adecuada a la persona que inicia la terapia. Considero que podría establecerse. n n a clasificación de los pacientes según un grado decreciente de analizabilidad. En el grado 1 estarían los pacientes con perturbaciones a predominio sintáctico; en el grado 2, los pacientes con perturbaciones a pre dominio semántico y en el grado 3, ios pacientes con perturba ciones a predominio pragmático. Pero, tomando en consideración lo dicho, el estudio del grado creciente de dificultades según los "'estilos de pacientes”, no agota el problema; todo lo contrario, dicho estudio adquiere vi gencia si el terapeuta se cuestiona constantem ente si se encuen tra o no frente a los cambios que acaecen. Como consecuencia, el pronóstico y la evolución d e una p er sona en análisis dependerá, en proporciones diversas, del grado de disposición a ía evolución, pero esto a su vez dependerá de la plasticidad del terapeuta para acompañarlo en dicha evolu ción. ' El examen de los reanálisis, ya sea con el mismo analista o con otro distinto, muestra en forma exclusiva que la función del terapeuta es de peso en las mutaciones estilísticas que presenta el analizando a lo largo de una sesión. Estas m utaciones estilís
ticas dependerán de si el analista acom paña o no a su paciente a m edida que éste va experim entando cambios a lo largo de diversos segmentos observables del proceso psicoanalítico. So bre este punto m e be ocupado en una publicación relativam ente reciente (2 2 ), com entando un trabajo de W aldhorn (33). Un enfoque global y sistemático del reanálisis lo ha realizado entre nosotros Giuliana Smolensky de Dellarossa (30). C itaré textual mente algunos párrafos de su trabajo, donde se evidencia, im plícita o explícitamente, cómo el cambio de analista, al suponer un cambio de enfoque, incide en forma decisiva sobre el curso del tratam iento: “E n un caso de reanálisis pudo verse cómo el prim er análisis significó para el paciente el período pre-esfinteriano, donde to do era fácil y sin esfuerzos. Era simplemente ‘hacer caca en los pañales’ m ientras el analista-m adre se hacía cargo de todo. Esta conducta encubría una fantasía oral muy voraz de incorporación total del objeto idealizado. El final del prim er análisis y el comien zo del segundo tuvieron el mismo valor de catástrofe que había tenido para el analizando el pasaje a la época del control de es fínteres. Gracias al análisis sistemático de la fantasía inconscien te del tratam iento anterior, ciertas reacciones, así como su des enlace posterior, se hicieron previsibles en cuanto no hacían más que repetir en diferentes niveles las mismas pautas de con ducta: por ejemplo, los repetidos intentos del analizando de transform arse en otro objeto-analista ideal. ”A1 considerar dos períodos de análisis con distintos analistas es posible investigar las m odalidades relativamente adecuadas o no de la configuración de la pareja analítica previa, sobre la base de una m utua adaptación. A la vez, esta configuración de termina en buena m edida el funcionam iento de las distintas ins tancias, así como los tipos y matices de las identificaciones dé] paciente. Las dificultades para la nueva adaptación dependen en buena m edida de las dificultades para elaborar el duelo por el análisis anterior y tolerar que esta realidad presente sea dis tinta de la pasada. ”Por ejemplo, un segundo análisis puede detectar en el pacien te cierto funcionam iento estereotipado, o cierta conducta estruc turada patológicam ente, fruto de una seudoadaptación prove niente del tratam iento anterior. ”Otra forma de seudoadaptación se observa cuando el pacien te se identifica proyectivam ente dentro del analista anterior y desde ahí procura resolver un conflicto que lo angustia. Esta
identificación patológica suele ser la heredera, en un nuevo sus trato, d e identificaciones omnipotentes previas con objetos ar caicos, modificados en parte a través del prim er análisis. La experiencia de este doble sustrato, d e identificaciones no integra das, es un indicio de la seudoadaptación lograda en el análisis anterior y que un nuevo análisis puede hacer tam balear, lo cual hace que el analizando se vea en el peligro de q u e el m undo que tan laboriosam ente ha construido, se desmorone”. Al introducir una jerarquización de la disposición de los dos participantes del diálogo psicoanalítico, surgen inevitablem ente modificaciones en la metapsicología psicoanalítica Para abordar este agrupam iento de pacientes con perturba ción a predominio sintáctico, es necesario señalar algunas cosas sobre la regla fundamental. La regla fundam ental, llam ada tam bién asociación libre, es contem poránea con los orígenes del psicoanálisis com o discipli na autónoma: el término teórico “resistencia” denota actitudes antagónicas que surgen en el mismo paciente que trata de cum plir con la regla fundam ental. D urante el desarrollo de la teoría psicoanalítica, la transferen cia fue concebida de diferentes maneras; prim ero se la consideró como un obstáculo a la curación, es decir una resistencia. Luego como una actitud que se oponía al progreso de la terapia pero que al ser superada por el analizando, perm itía una auténtica evolución psicoanalítica. Más adelante se encontró que en la misma resistencia surgían indicios de lo inconsciente que form a ba parte de lo resistido, que se evidenciaba tanto más cuanto más se acercaba el paciente a cum plir con la regla fundam ental. Si se tom an en cuenta las modificaciones establecidas en las distintas formas de concebir la resistencia, es posible percatarse de que, a diferencia de lo que ocurre con la m etapsicología, que permaneció aislada de los progresos logrados con el mayor nú mero de tratam ientos psicoanalíticos, las hipótesis sobre la mis ma evolucionaron porque se consideró que era necesario una mejor coordinación entre el trabajo con los pacientes, por una parte, y por la otra el establecimiento de nuevos enunciados so bre la base de la m anera en que se abordaron a los analizandos de acuerdo con los hallazgos de F reud y sus continuadores. Ahora me voy a referir a la regla fundam ental. E n todo diá logo no psicoanalítico las personas que conversan se encuentran influidas por estímulos procedentes del m undo externo, de su propio cuerpo, y tratan de eliminar los temas no atinentes al
que se está conversando, ya que perturbazían el intercam bio comunicativo en una conversación que difiere cualitativam ente de las reglas y normas del diálogo asim étrico que establecen ana lista y analizando durante el curso de una sesión dada. Para enfocar una sesión recordemos los contextos inclusivos mencionados al comienzo d e este libro cuando hice referencia a la situación analítica, al encuadre y al contexto lingüístico que se desarrolla a todo lo largo del proceso terapéutico psicoana lítico. El encuadre tiene por función minimizar los estímulos ex ternos perturbadores que podrían trabar el desarrollo natural del proceso terapéutico psicoanalítico; dentro de la petición de prin cipios existen las estipulaciones del encuadre, y una de ellas re.side en la condición de que el paciente se encuentre en las m e jores aondiciones corporales posibles para que desarrolle su función de analizando en el curso de la sesión psicoanalítica. Una vez cumplidas estas condiciones se añade otra, y ésta es la más difícil de cum plir: que el analizando incluya los elementos no atinentes al tema, que trate d e no om itir las ocurrencias aparentem ente no atinentes, cosa que no sucede en la conver sación habitual, para que de esta m anera los indicios de lo in consciente resulten accesibles. Este últim o elem ento es lo que al paciente le resulta más d i fícil cumplir, puesto que constantem ente se ve tentado de omi tir cosas que considera sin importancia, y especialmente ocu rrencias que se refieren a la persona del terapeuta y al método psicoanalítico. Es aquí donde pasamos al tratam iento d e las re sistencias. ¿Por qué esta petición de principios tan estricta? La regla fundam ental es contem poránea al nacimiento del psicoanálisis como ciencia autónom a. La eliminación de las categorías lógi cas en el hablante paciente en sesión perm ite una emisión es pontánea en la que, si el analista posee los registros adecuados, podrá captar los indicios de lo inconsciente. La resistencia es un térm ino teórico que designa una actitud que se despierta en el paciente y q ue hace que sienta constantem ente una tenta ción de violar esta petición de principios y que se m anifiesta por una tendencia a callar ciertos tem as y a aferrarse a otros, a perm anecer en silencio, etcétera. La regla fundam ental y todo lo que incluye el térm ino teó rico resistencia entran en conflicto. La “resistencia” denota lo que se opone a que el paciente desem peñe adecuadam ente su función. La m anera de concebirla atravesó por diferentes deno-
h'-ciones y connotaciones en la medida en que fueron llevados a cabo más y más tratam ientos por distintas generaciones de ana listas pertenecientes a áreas greográficas e idiomas de lo más variados.
4.
Agrupamientos estilísticos y. connotaciones del término “resistencia”
Pasaré a continuación a connotar los diversos tipos de resisten cias tal como Freud los estipuló en 1923 y que son precisam ente los que predom inan en los distintos agrupam ientos estilísticos cuya descripción incluyó los Capítulos VII y V III y que con cluiré en este Capítulo IX, aplicando Jas mismas reglas de coor dinación que en los capítulos anteriores. En el Capítulo VII, al hacer mención a los analizandos con distorsión a predominio pragmático, sostuve que estos pacientes ponen en evidencia un predominio m arcado de las denominadas resistencias del Ello o de lo inconsciente, que se caracterizan por un antagonismo al proceso d e elaboración. Esto es causa y a la vez consecuencia de una m anera de repetir con el terapeuta por m edio de una forma peculiar de codificación a través d e res puestas infantiles en el desem peño adulto del paciente o en la sesión psicoanalítica, que involucran de hecho al analista por ser alguien que las prom ueve por presencia. Llegado a este punto voy a hacer una breve mención de la metapsicología para referirm e a “lo inconsciente”, concepto que corresponde al punto de vista topográfico. T rataré de coordinar este térm ino con la denominación de “Ello” que Freud utilizó cuando term inó de- sentar las bases del concepto de aparato psíquico desde el punto de vísta estructural. E n esta confronta ción hay que tom ar en cuenta únicam ente la parte de lo incons ciente como sistema que debe ser cotejada con el Ello desde el momento en que el Ego va adquiriendo características más y más inconscientes; de una m anera un -,tanto sumaría quiero se ñalar que para ,la m anera como es concebido este desarrollo psi coanalítico que estoy haciendo, hay qué tom ar en consideración que lo inconsciente debe ser jerarquizado y revaluado en tér minos d e Ello como una estructura óri donde rige el llam ado proceso primario y leyes del funcionam iento m ental que se opo nen al proceso secundario. Lo que he -expuesto sobre la intercam-
biábilidad entre sujeto y objeto (proyección e introyección), sobre la; equiparación entre una cosa en varios" lugares y varios lugares en una determ inada cosa (desplazam iento y condensación), y en especial sobre el concepto de símbolo en sentido psicoanalí tico, me exime de extenderme mucho sobre este tem a y dejar sentado que el Ello, que está lejos del alcance de la consciencia, que está íntim am ente ligado al Yo inconsciente concebido en tér minos estructurales, pasa a dejar de ser un m ero reservorio de impulsos o necesidades, para ser considerado como una estruc tura con una “gramática” que tiene sus propias reglas y nor mas, y que sufre una serie de transformaciones hipotéticas para ser a su vez sincronizada con las leyes del proceso secundario. De esta manera, lo inconsciente posee “una otra gram ática”, “un otro código”, en donde lo innato que trae el sujeto como disposición se pone en actividad cuando la persona pasa por el trauma del nacimiento. E n el contexto verbal del diálogo en el proceso analítico esta gramática distinta es la que debe ser decodificada por el te rapeuta cada vez que el analizando se expresa por m edio de lo que nuestros hábitos nos hacen pensar como una actuación en la transferencia, pero que, visto desde esta perspectiva, con sideramos como “una manera de encodificar”. Volvamos ahora a referirnos a la coordinación entre estilos de analizandos y diversas connotaciones de predominio de re sistencias, que son observables en los analizandos en la sesión. Así como en el caso del analizando con distorsión a predominio pragm ático dije oue sobresalían las llamadas resistencias del Ello, o sea la compulsión repetitiva, y para el caso de los p a cientes con distorsión a predominio semántico prevalecen las lla madas resistencias del Superyó, para el caso de los analizandos con los estilos que voy a desarrollar en este capítulo, mencionaré las llamadas resistencias de transferencia, que se evidencian por la necesidad de obtener un placer inm ediato en la sesión en detrim ento de la cooperación que exige una renuncia a todo alivio inmediato y que el analista necesita para desem peñar su tarea; las resistencias de los beneficios secundarios y las llam a das resistencias o defensas contra la angustia, que aparecen tam bién en estos tipos de analizandos, com pletan esta enumeración de los tipos de “resistencia” evidenciables por predominancias estilísticas en analizandos con distorsión a predominio sintáctico. E n este capítulo corresponde que mencione el paciente con estilo narrativo, el paciente con estilo dram ático que provoca
impacto estético y el paciente con estilo en el que busca incóg nitas y provoca suspenso. E n estos casos puede establecerse una serie de coordinaciones que, sin embargo, no corresponden de una manera tan estricta como en los casos anteriores a tipos de paciéntes, puesto que las tres distintas clases de resistencias se encuentran imbricadas. Así, por ejemplo, en el analizando que dram atiza y provoca impacto estético hay que pensar que existe un deseo de obtener placer inmediato utilizando las condiciones en que se realiza la terapia en beneficio de su exhibicionismo, en cuyo caso podemos decir que el paciente que provoca im pacto estético con su dramatización presenta un predominio de la resistencia de trans ferencia. Para el analizando que busca incógnitas y provoca suspenso, es bastante adecuada la conceptualización acerca de cambios fíente al m onto de angustia y las fluctuaciones en diferentes m e canismos de defensa contra la misma, lo que establece una coor dinación entre dicha estilística de paciente y esta connotación de la resistencia del Yo. O tro tanto puedo decir del paciente con estilo narrativo, con la diferencia de que las resistencias contra la angustia se manifiestan de otra manera. E n cuanto a las resistencias de los beneficios secundarios, existen en estos tres tipos de analizandos, pero con característi cas distintas. Así, por ejemplo, el paciente que dram atiza y pro voca im pacto estético, no hace sino extraer un beneficio adicio nal por estar en análisis, hecho que puede resultar una m anera de manejo del m edio familiar. Esta utilización del hecho de “es tar en análisis” puede prodigar beneficios que se oponen a la meta del mismo. El paciente que busca incógnitas y provoca suspenso, puede utilizar la com pañía del analista como persona para contrarrestar la angustia y de esta m anera obtiene el lla mado beneficio secundario, y otro tanto podemos decir del p a ciente con estilo narrativo, que puede tam bién extraer un bene ficio secundario m ediante un placer inm ediato en la m edida en que la naturaleza obsesiva del com portamiento verbal confiere la magia de la palabra y la magia del pensamiento; ambos tipos de magia se ven favorecidos porque el análisis es un procedi miento que se aplica precisam ente utilizando el habla y los procesos del pensar. Dejadas aclaradas las cosas de esta manera, aunque no sean estrictas las concordancias entre los predominios estilísticos y la manera como estos tres tipos de resistencias se manifiestan, no
obstante es netam ente distinguible el m odo como se connotan estos tres tipos distintos de resistencia por medio' de los ras gos predom inantes en cada una de las tres diferentes formas es tilísticas. En tanto que un tratam iento evoluciona (siem pre que adscribamos la palabra tratam iento al diálogo psicoanalítico), vamos a ver una sucesión de estilos que se van alternando y que pueden culm inar de tanto en tanto en emisiones verbales que son oraciones óptimam ente construidas, que consisten en enunciados generales de aspectos que perturb an el desempeño y un cierto grado de estabilidad. Tienen sumo valor terapéu tico porque el paciente los realiza en la sesión luego de un lapso determ inado de labor; en estos enunciados se encuentran implícitas muchas interpretaciones efectuadas por el terapeuta y son éstas las que resultan útiles para la formulación y la cohe rencia lógica de los enunciados psicoanalíticos. Me refiero a las generalizaciones empíricas, tan necesarias para el esclareci miento de hipótesis psicoanalíticas basadas en una teoría de la curación y de la evolución de un persona m ediante el método de indagación de lo inconsciente. Es evidente que en la lógica de la construcción de estos enunciados tienen que intervenir hipótesis que establecen los analizandos, cuando, de tanto en tanto, em iten frases con un óptimo grado de gramaticalidad (ver las sesiones b de los pacientes que me perm itieron conno tar el concepto de reparación en el Capítulo IV ).
5. Un enfoque de la asociación libre como generación de una nueva gramática E l tem a de la asociación libre ha despertado mi interés desde hace varios años, y me he dedicado a estudiarla individualm ente o con grupos de colaboradores. Una prueba de ello es un trabajo inédito (6 ), presentado en el V Congreso Latinoam ericano, México, 1964, por G. Ferschtut y D. Sor, quienes trabajaron en un grupo supervisado por mí, desarrollando conceptos acerca de la teoría de la información en relación con la comunicación paciente-analista en la sesión. E n dicho trabajo, como se podrá observar, están implícitos algunos conceptos que expuse en diversos capítulos de este libro. “Sabemos que el estudio detallado de las asociaciones libres
nos provee de una muy im portante vía para estudiar la n atu raleza del fenómeno inconsciente. ”Es gracias a este m étodo que el psicoanálisis ha penetrado tan profundam ente en el conocimiento y la comprensión de la vida mental. ”D e la asociación libre • extractamos lo latente, de lo m ani fiesto, estudiamos los impulsos del Ello y la naturaleza de los mecanismos defensivos, la fantasía inconsciente, etcétera. "Además, sabemos que el asociar es sólo una parte o un aspecto muy parcial de un proceso de interacción mucho más amplio y complejo que se da entre analista y analizando dentro de una relación con características tan especiales como la situa ción analítica. ”Si a lo antedicho agregamos la particularidad especial del diálogo analítico, estaremos d e acuerdo con Gotschalk cuando se refiere al esttudío. de los patrones comunicativos del paciente como oscilaciones dentro de grados particulares d e monólogos que contrastan con momentos de diálogos. ■ "Desde hace años los autores venimos trabajando en la ela boración de una metodología basada en un estudio muy m inu cioso de la asociación libre, que nos perm ite catalogar distintas categorías o niveles d e comunicación y sus perturbaciones. ”Esta búsqueda nos h a llevado a interrelacionar conceptos de rivados de la teoría de la información y comunicación, aplicán dolos a la situación analítica ( transferencia, contratransferen cia, operatividad de la interpretación, etcéteía). "Este tipo de enfoque interdisciplinario ha -surgido como con secuencia de un trabajo grupal, que en foripa sistemática veni mos haciendo desde hace años en controles. de grupos, bajo la dirección del doctor Liberman. ”Aquí nos ocuparemos de interrelacionar conceptos de entro pía, organización de un sistema, ruido, información, todos ellos derivados de la teoría de la información, con nuestros postula dos básicos de técnica analítica. ”Una parte de ese trabajo -de control consiste en la posibili dad de un entrenamiento m ental, que está bas.ádo en la predic ción, luego del conocimiento de la prim era ¿omunicación del paciente, de la interpretación que suponíamos hubiese hecho el analista en ese momento, y luego de conocida la interpretación, el em ergente que podíamos inferir que el paciente iba a traer como consecuencia de esa interpretación. ”En este sentido tenemos una intensa experiencia de trabajos
en' grupos- -con-m aterial--en-donde -indistintam ente -nos maneja-, bamos con o sin datos históricos previos. "Este m aterial de estudio es visto minuciosam ente desde m úl tiples encuadres conceptuales, aparte de los analíticos, con los que nosotros habitualm ente operamos. "Utilizamos el aporte de distintas teorías a saber: teoría de la información, nociones de gram ática estructural, semántica, sintaxis, teoría de campo, teoría de la Gestalt, nociones de física, y a su vez lo relacionamos con el estudio de la teoría general y especial de las neurosis. "Llegamos así a la conclusión de que en los esquemas con ceptuales de un analista operan, en la construcción de la inter pretación, diferentes modelos científicos. Detectarlos constitu yó parte de nuestra tarea. ”A través de esta forma de trabajo obtuvimos, además de una mayor explicitación de los hechos, nociones que nos perm itían inferir predicciones cada vez más exactas del em ergente inme diato o del pronóstico m ediato del paciente. "A su vez, no sólo enriquecíamos nuestras ideas en cuanto a los conocimientos clásicos, en términos de ansiedades básicas, mecanismos de defensa, etcétera, sino, lo que nos fue más pro vechoso, una visión más precisa y exacta de los movimientos mentales que se dan en la situación analítica, tanto desde el punto de vista del analizando como del terapeuta, y una visión V una perspectiva más amplias del tratam iento y la situación ana lítica como proceso. ”Así comenzamos a interesarnos por tratar de evaluar y conceptualizar con mayor exactitud qué es lo que constituye una información para un analista, y si nuestro concepto de informa ción, psicológicamente hablando, puede ser com parado con el clásico concepto de información que estudia la teoría de la in formación. "Pensamos que todo analista está especialm ente entrenado en la percepción del contenido latente de los mensajes manifiesto^, "Para un analista que está en tarea, percibir el hilo conduc tor que perm ite com prender el contenido latente es percibir el contenido manifiesto, canceptualizarlo como una fantasía in’ consciente en el vínculo transferencial, y darle así otro sentido y significado m ucho más enriquecido del que el paciente nos expresa. ”La teoría de la información nos dice que un mensaje se trans-
"forma fen información "cuando adquiere algún significado para el receptor. ”E1 mensaje, según esta teoría, es una afirmación que se ori gina dentro de un transmisor, en forma de signo, señal o símbolo,* y es recibido por un receptor. Ésta es una definición relativa m ente simple. ”Pero la definición de mensaje nos lleva inm ediatam ente ai concepto de lo que perturba tanto la emisión como la recepción de los mismos, que en teoría de la información se llam a ruido en la comunicación’. “Para otras ciencias o disciplinas científicas, por ejemplo para los físicos, el ruido perturba la emisión de un mensaje preciso. Ellos buscan elim inar el ruido en toda comunicación porque así el [mensaje será mejor comprendido. Si esta corrección no es posible aparece lo que se denom ina el fenómeno de la redun dancia o de la repetición en el comunicación, a los efectos de que a través de la repetición el mensaje pueda llegar a ser comprendido. "Vemos entonces que ruido es todo lo que perturba la co municación, tanto la emisión de un mensaje, como la recepción del mismo. Para los físicos el mensaje será ‘más preciso cuando menos ruido tenga’. ”Pero nosotros, que estamos específicam ente entrenados en percibir y diferenciar lo latente de lo manifiesto en cada m en saje, no podemos concebir psicológicamente esta noción de m en saje preciso. ”Berne señala que el monto de la información psicológica po tencial aum enta, en lugar de disminuir, con el aum ento de la intensidad del ruido. ”Para nosotros el ruido se transform a en información o es fuente de • mi tipo especial de información aprovechable; estos conceptos están a su Vez condicionados por el interés o la ne cesidad de lo que se quiera transm itir o recibir. ”Un ejemplo m uy sencillo pero muy aclaratorio en relación con esto es el que el mismo autor nos da cuando plántea que al mensaje se le otorga significado o no de acuerdo al receptor. Por ejemplo, sí dos personas están m irando un televisor, y una de ellas es un técnico, la aparición de ‘nieve’ en la pantalla en el no técnico será algo que lo perturba, p o rq u e , el interés de ® Nota de 1970: Actualmente no creo que puedan usarse estos términos da la misma forma. Al respecto, ver Cap. IV.
él es la imagen misma, para él lá información es la im agen' que está representada en la pantalla. E n cambio, para el técnico esa perturbación en la pantalla tiene sentido y significado, y por lo tanto es información; es más, al técnico la imagen nítida no le interesa porque es a través de la ‘perturbación’, el ‘ruido1, que puede conocer el estado interno del aparato. "Ahora bien, para com prender la noción de información en nuestro campo, de trabajo nos vemos obligados a introducir el concepto de organización y desorganización de un sistema apli cándolo al sistema analista-analizando, dado que, a diferencia de los físicos, nosotros sí necesitamos cierto grado de desorga nización para que lo que llamamos el contenido manifiesto ten ga un sentido y significado más allá del mismo y sea útil para poder com prender y traducir el contenido latente. Pasamos a ver las diferencias.
”Entropía versus organización Definimos la organización como una relación coherente que existe entre las partes que componen un sistema y que a su vez son factibles de una información con sentido y significado. ”E1 solo análisis de esta definición nos perm ite entrever que desde el punto de vista unipersonal un paciente contiene una estructura con un grado X de organización de su Self y de su conducta. ”Aquí incluimos todo lo que él siente como coherente; viene a nosotros porque le perturba todo aquello otro que dentro de él no siente organizado. Si pudiéram os definir a la entropía como aquello que mide el grado de desorganización del sistema, este paciente viene con un determ inado cuántum de entropía que lo está perturbando. Tom ando este esquema desde el punto de vista bipersonal vemos que ambos, paciente-analista, tam bién forman un sistema con partes que m antienen una relación cohe rente entre sí (dada por una cantidad de variables fijas en las que incluimos contrato analítico, fantasía consciente de labor común, objetivos terapéuticos, consciencia de roles, etcétera). "Pero a su vez esta organización de dos es una pequeña célula en la historia témporo-espacial de ambos y desde el punto de vista de la teoría de la información forma una intrincada y compleja red de intercam bio de mensajes (a lo que nosotros aña dimos que opera allí una fantasía inconsciente y múltiples rela
ciones de objeto en distintos niveles de integración que a su vez forman parte del sistema organizativo). "Vemos que es un sistema que tiene un sentido conocido y un sentido desconocido. Darle sentido y significado a lo desco nocido d e este sistema es una de las labores fundam entales de la tarea analítica. ”A través de lo que conocemos de transferencia y contratrans ferencia observamos que m ediante la explicitación lograda con la interpretación nosotros traducimos distintos aspectos de este sistema (organización, desorganización) y recuperam os así par tes disociadas, trozos del pasado, matices insconscientes del víncu lo y estudiamos transformaciones o derivaciones, que perm iten objetivar medidas muy finas de fenómenos psicológicos y sus precipitados finales. De esta m anera se am plía el campo de la consciencia o, dicho de otra forma, el mejor conocimiento de la organización de este sistema (construcción, análisis). "Creemos llegado el momento de aclarar algunos significados del térm ino entropía y el uso que de él haremos en el curso de este trabajo. "Entropía, según su uso en teoría de la información, no tiene ninguna relación evidente con su raíz que significa: Volverse hacia, volverse en’, ni con el uso establecido en física, que se define como la propiedad teórica de un cuerpo o un sistema, y que es medido como una parte del calor o energía invertido en este sistema que no puede ser extraído ni utilizado y por lo tanto no es aprovechado. "De acuerdo con la segunda ley de la term odinám ica, la en tropía del Universo tiende a aum entar con cada transformación de energía, de modo que el total de la energía del universo tiende a disminuir constantemente. "La teoría de la información se ocupa de la entropía y la denomina factor H; se refiere a un índice que mide la cantidad de casualidad que puede existir en determ inado estado de un sistema, mide la cantidad de inseguridad ( incertidum bre) en la categorización d e artículos en un grupo especificado; esta medida está dada por el núm ero de operaciones —afirmaciones, decisiones, pruebas o manipulaciones— que se necesitan para solucionar y ubicar a cada artículo. ’Es habitual medirlo como bits por segundo, siendo bit el equivalente de la pizca de información. "Sintetizando, en teoría de la información, entropíá quiere decir desorganización; por ejemplo, una moneda que tiene dos
caras, a los efectos de efectuar una predicción, posee un monto de incertidum bre (desorganización) menor que u n dado que tiene seis. E n teoría de la información, la m oneda posee menos entropía que el dado. "Desde el punto de vista psicológico se utiliza el térm ino re firiéndose al grado en el cual la energía psíquica no puede ser transferida después, de haber sido investida o cargada en un objeto; este uso metafórico es muy discutible, pero m antiene una escrupulosa analogía con el uso físico ya q u e se puede h a blar de cargas fijas y cargas móviles (viscosidad, fijación); por ejemplo una persona que realiza una actividad contrafóbica tiene, desde el punto de vista de la teoría de la información, m u cha mayor eutropía (desorganización, gasto, incertidum bre) por poseer menos bits de información y gasta más energía frente a una tafea que otra persona que realice esa misma tarea con placer (sublim ación). ”Situación aivMtica y entropía ”E1 sistema analista-analizando, tal como lo planteam os al principio, tiene un grado de desorganización (entropía) y un grado de organización (inform ación), que están dados por la suma de estos factores, que tienen su fuente en elementos, tanto intra como inte^personales. ”Esta unión forma una G estalt que interactúa en todos los niveles dando como resultado una matriz sobre la cual se ex presan por parte del paciente, las asociaciones libres y por parte del terapeuta, las interpretaciones. "D ada una de estas fuentes, sim ultáneam ente receptoras y emisoras, cargan de mensajes al sistema y pueden por su inter acción aum entar o dism inuir tanto la entropía como la infor mación en un momento dado. "Aplicando estos conceptos a la situación analítica, y con el sistema de trabajo basado en la predicción q u e expusimos al principio, llegamos a la conclusión de que un observador ubi cado fuera del espacio-tiempo, es decir fuera del aquí-ahora en que transcurre la sesión, puede observar que la asociación libre, el contenido latente de los mensajes, el ruido en el sistema y la interpretación, constituyen los pivotes que resuelven distin tos grados de incertidum bre en el sistema antedicho, perm i tiendo a la vez predecir niveles de m utabilidad del Yo del p a ciente y de las posibilidades de la relación transferencial, tal
como Strachey lo puntualiza en su trabajo sobre la interpreta ción mutativa. "Queremos mostrar a través de un ejemplo cómo vinculamos nosotros la entropía con el grado de desorganización. "Presentaremos una sesión de una paciente en su tercer año de análisis. Como querernos enfatizar sólo los aspectos que consideramos útiles para la ejemplificación de lo que plantea mos aquí, los antecedentes que aportaremos serán muy reducidos y vinculados con la sesión. "a. La paciente está em barazada; sesión previa al parto (indi cación médica de cesárea). ”b. E n el p arto anterior su hijo había muerto. ”c. Ültimamente se agudizaron sus ansiedades respecto de po der discrim inar entre lo vivo y lo m uerto (intento de elaboración del duelo). ”d. El analista no había obtenido d e parte de la paciente in formación espontánea acerca del nom bre del hijo muerto ni lo había requerido (zona de entropía, zona d e desor ganización o hueco de inform ación). ”e. E n determ inado momento de la sesión el analista percibió intensam ente dentro de él una urgente necesidad de re querir esa información e interpretó: ”A.: U sted no ha pronunciado nunca el nom bre del hijo m uer to durante el análisis. Eso hace que ese hijo m uerto sea vivido como algo que está muerto entre los dos. ”P.: (Vacilante y angustiada.) B u e n o ... yo nunca lo pro nuncié en voz alta delante de nadie. ”A.: Claro, usted siente que eso sería como dejarlo salir y perderlo; es como dejarlo y separarse de él; además usted hoy tam bién se separa de mí. ”P.: (Silencio. Solloza, con voz ahogada.) Tiene un nombre compuesto, uno por un tío de mi esposo. . . el otro . . . p o r . . . (sollozos) . . . un abuelo mío. ”A.: Usted lo divide, lo reparte, no lo junta, de esa manera siente que no le sale junto y entero. ”P.: (Silencio.) El nombre de mi abuelo es . . . L u . . . Lu . . . Luis (solloza). Q u e ría n . .. ta m b ié n . . . el nom bre del tío que era muy bueno . . . yo tam bién lo quería, era . .. A l .. . A l , .. A l .. . Alberto. ”A.: Le duele todo lo que está saliendo de usted y ahora m§
siente a mí como el partero que le exige algo que usted no puede dar. ”P.: (Q ueda en silencio otra vez, haciendo evidentes y dolo rosos esfuerzos por hablar. Luego de un ahogo dram ático d ic e :) Luis Alberto. "Desde el punto de vista de la fantasía inconsciente y con los conocimientos que nos aporta la teoría de la técnica, esta sesión puede ser com prendida de la siguiente fo rm a.. Al prin cipio el analista se hizo cargo d e la proyección en él del objeto muerto, perdido y desconocido, peligroso y por lo tanto per seguidor. ”A1 preguntarle a la paciente por el nom bre del hijo, de vuelve lo proyectado, el hijo muerto, pero algo más discrimi nado (no m asivam ente) y el conflicto por el duelo (sin elaborar se reactiva y reanim a dentro d e la paciente. , ’L a paciente vuelve a tom ar consciencia de su diíjícultad para desprenderse de lo muerto, porque ese objeto está confundido con lo vivo, y posee genéticam ente una gran carga. "Entonces el analista vincula esta situación transferencial con la dificultad de la paciente d e proyectar un objeto en forma discriminada; la ansiedad frente a la separación de sus objetos es vivida como pérdida irreparable, en el aquí-ahora, en fun ción de la separación de la pareja analista-analizando. "Aquí el conflicto llegó al máximo de intensidad (ruido-em o ción) y vemos a la paciente en un verdadero esfuerzo por pro yectar un objeto entero, y finalm ente lo logra. "Ahora bien, para la fantasía inconsciente era equivalente a la dram atización d e un parto, en este caso ‘‘o rar’, del hijo muerto y la repetición del vínculo anterior con el partero en el aquí-ahora transferencial. ”A su vez el nom bre del hijo (com puesto con parte de ella y del esposo) condensaba la fantasía de una pareja unida vivamuerta. "Hasta aquí pensamos que en términos generales la mayoría de los analistas, en cuanto a los encuadres conceptuales, referenciales y operativos, podríamos ponernos de acuerdo. "Posiblemente las diferencias no hagan a la esencia del pro blema. ”Pero nosotros queremos plantear el estudio de esta sesión esencialmente en términos y en función de la teoría de la in formación. ’P ara ello tomamos el estudio de la sesión en sí como sistema
cerrado, donde hay dos fuentes emisoras y dos receptoras y un intercambio de mensajes que tiene como mínimo cuatro vías. "Este sistema tenía un X d e organización (inform ación con sentido y significado para ambos miembros del sistema y para el sistema en sí, obtenida a lo largo de los años de análisis), pero tam bién pensamos que tenía una cantidad X elevada (para ese m om ento) de desorganización (falta de sentido y significado de la información, mayor aum ento .de la entropía, zonas m u das, incertidum bre). ”La inm inente separación despertó en ambos miembros del sistema y en la perdurabilidad del sistema en sí un monto de incertidum bre (ver definición de incertidum bre). "Para poder separarse estej sistema- con el mínimo de desor ganización posible frente a lps peligros de que la m uerte pro dujese una catástrofe total del mismo, ambos miembros debían darse y de esa manera recuperar cada'uno el máximo de organi zación posible (información, con el-.'jnínimo de entropía). Lo cual implicaba que cada uno debía: ”1. Reconocer cuál era la información que ya poseía. ”2. Reconocer qué información le faltaba. ”3. Poder pedirla. ”4. Encontrar a quién pedirla y por qué medios obtenerla. ”5. ..En qué momento pedirla. . ”6. E n el caso de no obtenerla, dejar una constancia de que no la tenía previamente. "El analista, al interpretar la situación con respecto al nombre ignorado del hijo, reconoció lo que ,’^ya tenía, lo que no tenía, lo que necesitaba, lo que el receptor (paciente) creía que el emisor (analista) tenía, pero que en ifealidad no tenía. /'A dem ás informaba el porqué de éste pedido; el sentido era devolver más información y regularizar el sistema. "Pensamos que este pedido trajo ;un increm ento del ruido (em oción) que hasta ese momento Ijkbía sido mínimo (recor dar la im portancia. que tenía esta sesión en función de la se paración). "No necesariamente «1 aum ento del .ruido produce un aum ento de entropía; si se transforma en información la disminuye. "Ruido implica conflicto, y su utilización o no depende del esquema referencia! del operador.
”En el sistema analista-analizando esta situación depende de la configuración de ambos. ”D e ahí ya podem os inferir que un analista puede potenciar la entropía del paciente o viceversa y otro puede proteger al -paciente de la propia desorganización. "Volvamos a la sesión presentada. ”¿Qué índice tenemos para poder pensar que este sistema fun cionaba con un alto grado de entropía? "Recordemos que el analista necesitó pocas palabras (divide, junta y separa) (alto grado de condensación), que fueron to madas por la paciente como conteniendo un alto grado d e in formación. ”Así es que ella recodifica en forma dram atizada la infor mación dada por el analista en estos términos ”Lu L u Lu Luis "Al Al AI Alberto. "Lograba así mayor síntesis de condensación en dos nombres, "De ello inferimos que un mensaje tiene tanto mayor infor mación en la m edida en que mayor es la entropía que desapa rece en el receptor o en el sistema. "En esa encodificación la paciente no sólo sintetiza sino que enriquece el sistema dando otra información. Luis era un ante cesor de ella. Alberto era un antecesor del esposo, de tal m anera que el nom bre inform aba que era el producto de la unión de una pareja con cualidades de am or (tío querido, abuelo bueno), es decir que el nom bre estaba construido sobre la reminiscencia del coito fecundante de una pareja feliz, "Esta información es tom ada por el analista y a su vez encodificada en información de alto contenido emocional y dram á tico (duele, siente, d ar) acom pañada de una imagen plástica y nítida (el partero ). "Esto le perm ite a la paciente unir y dar a la vez la informa ción que resolvía la incógnita planteada al principio. "En términos de la teoría analítica esta experiencia nos enseña que el objeto perdido, al ser aceptado como perdido, es recono cido en el recuerdo. D ebe ser perdido como identificación en el Yo y recuperado como símbolo Luis Alberto (objeto total). "Además, se observa la posibilidad de m antener la posición depresiva con el monto de información recuperada en el sistema. ”A su vez, podemos construir una definición operacional en
términos de teoría de la información, en el sentido de que el levantam iento de las inhibiciones en el lenguaje está íntim a m ente relacionado con un descenso de entropía en el sistema. ”La m utación se produce a través d e una corrección de un m alentendido. E sta paciente creía que nom brar al hijo era perderlo, cuando nom brarlo era tenerlo (a través del sím bolo). "D entro de este sistema la información no obtenida aum en taba la entropía, constituyendo zonas m udas e inciertas dentro de la relación. Es así que al pronunciar el nom bre del hijo, por todas las implicaciones y los significados latentes que para am bos miembros d e la misma tenía, la entropía del sistema dismi nuyó pudiendo entonces ser más aceptable la separación.” Ahora bien, cuando se presentó este trabajo, en 1964, todavía no había introducido yo los conceptos de Chomsky (3 ) sobre gramática generativa. Si enfocáramos a la luz de estas ideas lo que ocurrió en este fragm ento de sesión, podremos considerar que la paciente, por haber contado con un terapeuta que la acompañó (como estímulo complejo motivador de las disposiciones a generar nuevas gram á ticas en el sentido, de Chomsky) en su proceso creador, fue capaz de generar una nueva gramática a través de la asociación libre, lo que le penñitió desarrollar hipótesis acerca de sí misma y sus conflictos. Esta nueva gramática perm ite detectar “un otro código”, el del inconsciente, al que aludí anteriorm ente. }. Lacan (18) examinó el problem a del inconsciente como “discurso del O tro”. Pienso que sus consideraciones se encuen tran estipuladas en un nivel de hipótesis que podría ubicar en I, lia , Ilb , y III dentro de la conceptualización de W isdom que expuse en el Capítulo III (al referirm e al problem a de la validación de la interpretación) y que corresponderían a los componentes de la teoría d e lo inconsciente concebidos como retículos de com portam iento ideativo y emotivo inherentes a distintas tem poralidades que entran en conflicto entre sí y que influyen sobre ciertos aspectos del com portam iento adulto. Con sidero que estos puntos (W isdom ) corresponden, en sentido lacaniano, a ese “O tro” al cual el “m í” se opone, como resistencia a que emerja la “V erdad”, por lo que el inconsciente como discurso del Otro es una serie de zonas en blanco del sujeto, lo que falta a su continuidad y lo que, desde mi punto de vista, son los indicios que en el plano del indicante perm iten inferir deductivam ente hipótesis acerca de los efectos que provoca en el analizando la situación de captarse a sí mismo en el encuadre
analítico y comprometido en un diálogo asimétrico. Lam entad blem ente, Lacan no operacionalizó su concepción porque de esta! m anera muchos de sus enunciados hubiesen sido más claros, ya? que hubiese podido hacer generalizaciones empíricas tom ando' como m ateria prim a aspectos de los' enunciados acerca de ese "Otro” encodificado por ese otro “mí” cam biado de signo, es decir, cuando la resistencia, al m utar su sentido por efectos de los cambios transferenciales, se -transforma en u n am plifi cador del discurso del Otro en lugar de ser sordina.
6. Asociación libre, monto de información y grado de analizabilidad E n el “Prólogo” de este libro me ¡referí a la posibilidad de cuantificar la entropía y la información del sistema pacienteanalista. Cuanto más el paciente sé acerque a la asociación libre, m enor será el grado de entropía positiva y mayor la información que transm ita. Ésta es úna de las m aneras d e ex presar, en forma distinta, los conceptos desarrollados previam ente acerca de los tipos de resistencia y los grados de analizabilidad, pero con la ventaja de que perm ite pasar de la base empírica a los términos teóricos con relativa facilidad m erced a las reglas de correspondencia (ver Capítulo I I I). E n un trabajo con colaboradores (23) intenté precisam ente conceptualizar, aunque con una terminología algo distinta en aquel entonces, cómo disminuye la entropía y aum enta la anali zabilidad de una paciente al acercarse en la sesión a realizar “asociaciones libres”, “si y sólo si” el analista provee de los con textos inclusivos mencionados en el C apítulo I. Dijimos entonces: “En el presente trabajo nos proponemos exponer las modifi caciones de los mecanismos de defensa y la m anera de enfrentar las ansiedades en la transferencia a lo largo de un tratam iento analítico. Además estudiaremos las mutaciones en el contenido, forma, dosaje y oportunidad de la interpretación. Adoptaremos el siguiente método. "Utilizaremos m aterial de dos sesiones psicoanalíticas, que en nuestra exposición denominaremos A y B. La sesión A tuvo lugar al prom ediar el segundo año del tratam iento y la segunda*
esto es la sesión B, ocurrió catorce meses después de la anterior. "El criterio de selección dél m aterial ha sido el siguiente: ”a ) se han tom ado por azar dos sesiones separadas por un período de tiem po relativam ente largo; ”b ) nos hemos lim itado a estudiar lo que Pichón Riviére d e fine como ‘unidad básica' de la situación analítica y que consiste en el m aterial dado por la paciente, es decir, lo que él denomina -material ‘existente’, la interpretación y el m aterial ‘em ergente’ inm ediatam ente posterior a la interpretación. "Esta metodología se basa en una técnica de observación que hemos venido realizando desde hace varios años en un grupo de estudios dirigido por uno de nosotros, y que consiste en realizar un estudio comparativo tom ando diversas m uestras de sesiones psicoanalíticas de un mismo paciente separadas por diversos intervalos de' tiempo, observando y com parando lo que presentan de común y de diferente cada una de dichas muestras. ”D e esta m anera podem os objetivar con mayor precisión las características comunes y diferenciales de la fantasía inconsciente (Vínculo entre el impulso del Ello y del mecanismo del Yo’), expresadas por la m anera de llevarse a cabo la asociación libre en el paciente y el tipo de respuesta contratransferencial del analista ”D e la misma manera, esto nos perm ite evaluar lo común y lo diferente en cuanto a calidad y cantidad de mensajes inter cambiados en dos épocas distintas en el análisis d e un mismo paciente. E l contacto casi diario con el paciente nos pone en situación similar a la de un padre con sus hijos, quien por el hecho de verlos constantemente, no percibe el desarrollo que se va llevando a cabo en ellos. Únicam ente un extraño que los vea esporádicam ente puede darse cuenta de tal evolución. Con esta m etodología buscamos: sistematizar algo utilizado en psicoaná lisis desde un comienzo. Si consideramos por ejemplo,: lo ex puesto por F reud en ‘Tótem y tab ú ’, podemos ver cómo éste, tomando m uestras de distintos momentos de la evolución de la hum anidad (período totémico, religión, régimen patriarcal, tra gedia griega, cristianismo, etcétera), nos va indicando cómo se repite la misma fantasía inconsciente (asesinato del padre y ten tativas de expiación) en distintos niveles de integración. ”D e esta m anera, en el m aterial hemos observado cómo am bas sesiones tenían una fantasía inconsciente común: la burla, utilizada como contracarga para oponerse a la em ergencia de
afectos positivos transferenciales. Por otra parte hemos visto que, en la sesión B, se produjo un increm ento de información 6 debido al desbloqueo afectivo, apareciendo la burla explicitada y en relación con la situación transferencial. "Según Fenichel, cuando el Yo se encuentra abrum ado por les afectos, trata de fortalecerse utilizando contracargas contra los mismos, por lo que dichos afectos se vuelven inconscientes, produciéndose una frigidez emocional. Ante una situación d e sencadenante fracasa la frigidez emocional, lo que provoca una inestabilidad afectiva; el Yo se defiende de dicha inestabilidad por medio de la frigidez afectiva. "La pacietate, una mujer de 23 años d e edad, trajo como sín toma fundam ental al análisis un pi-oblema de frigidez que se puso de manifiesto desde las prim eras relaciones sexuales. En e] momento| de desarrollarse la sesión, la enferma iniciaba una carrera universitaria. ”Sesión A "Relata que cuando salió de la sesión anterior fue a estudiar con unas amigas que se burlaron de sus intensos deseos d e re pasar y le propusieron ir a m irar vidrieras por una calle cén trica. E staba nerviosa porque era su prim er examen en la U ni versidad. La tranquilizó el pensar en la sesión que había tenido. Al día siguiente, sábado, rindió la prueba exitosamente, se alegró en figurar entre las primeras en ser examinadas, pues no le gus taba esperar. El profesor la invitó a hablar de lo que quisiera; ella así lo hizo y su examen term inó contestando correctam ente una pregunta de deducción. No hizo falta que le tom ara el profesor auxiliar. Le pusieron sobresaliente, pero tuvo que espe rar la nota hasta la noche. Por la tarde hicieron preguntas más difíciles.
3 L a cantidad de información de un conjunto (simbolizado por H ) es m edida por el promedio de operaciones ( afirmaciones, decisiones, te s ts) necesarias para efectuar la categorización de los ítem. C uando mayor es el número de operaciones requerido, se dice que hay menos información contenido en el conjunto de ítem. Información es lo opuesto a incertidumbre.
”E1 analista le interpretó: 1) que ella tenía impaciencia por llegar y contar su examen exitoso; 2) que eso tenía por finalidad sentir q ue ella era aceptada por su capacidad intelectual; 3) que pudo unirse afectivam ente con él cuando estuvo lejos y 4) que por eso las cosas le fueron bien. ”La paciente, con su tono frío habitual de hablar, recordó que estaba m uy preparada y que la m ateria era de su interés (dando a entender que sólo esos dos factores contribuyeron a su triunfo). ”Consideraciones sobre el existente, la interpretación y el emergente de ¡a sesión ”A1 comenzar esta sesión, la paciente permaneció separada de su analista por su ligamen con objetos femeninos (las amigas que la invitaron a ver vidrieras) que se habían hecho cargo de su escopofilia, la cual significaba una burla al interés que sentía por su terapeuta (resistencia d e represión). La escopofilia equi vale tam bién a sus sueños diurnos que la separaban de la realidad, representada ésta por la relación afectiva transferen cial. Exteriorizaba su frigidez hablando con m ucha objetividad de su examen, lo cual la frustraba y la ponía im paciente (no podía esperar). A m edida que transcurría la sesión, relataba su relación con los profesores, objetos éstos que tenían un con tenido genital. Tem ía exponer ante la m irada del analista su m undo interno. Revivió sus comienzos de análisis (era su prim er examen) y tem ía nuevas exigencias (preguntas difíciles por la tard e ). Ante la interpretación que incluía los sentimientos de la paciente, reaccionó con inhibición (represión) de sus afectos, bloqueando el sentimiento correspondiente a ese momento de la relación transferencial (estaba muy bien preparada y la ma teria le interesó). Faltó incluir en la interpretación que ella aún no estaba totalm ente presente en la sesión (transferencia negativa). ”Sesión B (14 meses después) ’’E n la sesión anterior a ésta, la analizanda descubrió con angustia, por prim era vez en su análisis, la posibilidad de ex citarse s'jcualmente, proyectando sus deseos en el analista.
!*En la sesión B llegó 20 minutos tarde. Luego de un breve silencio dijo estar ‘fastidiada’ y con ‘bronca’ con Ernesto, por haberla retenido junto a dos amigas más en la Costanera, donde estuvieron comiendo sandwiches. Todo esto, sumado al hecho de que tomaron un camino más largo para regresar, motivó su demora, ”Interpretación ”E1 analista le interpretó que por su miedo, su rabia y a la vez, por su deseo de excitarse sexualmente con él como en la sesión última, llegó tarde. ”La enferma contó que sus compañeras se burlaron de ella cuando les proponía insistentemente él regreso y le hacían bro mas sobre lo que su analista le iba a interpretar por su tardanza. Afirmó que hay situaciones externas desvinculadas de la situa ción transferencial. Le ‘revienta’ que todo esté en relación con ella. ”Consideraciones sobre el existente, h . interpretación y el emergente de la sesión B ”E n esta segunda sesión, la paciente perdió su control obse sivo del tiem po (20 minutos tard e). Al hacer esperar a su analista depositó en él su impaciencia por llegar a la sesión (la expresión de sus afectos transferenciales). Esta vez fue el analista quien tuvo que esperar. "A diferencia de la sesión A, apareció un personaje masculino incluido en el grupo de las amigas que se burlaban de ella, y que tam bién interfería en la relación con su analista. ”Esta vez utilizó palabras de uso. , cotidiano para expresar directam ente sus emociones. Los símbolos verbales a que alu dimos son los siguientes: ‘fastidiada’, ‘bronca’ y ‘revienta’. Esto significa que su Yo se encontraba más organizado, puesto que las cargas de sus afectos se expresabán directam ente por sím bolos verbales muy próximos a la acción y a la emoción. ”A mayor organización del Yo, decimos que corresponde una mayor integración con lo instintivo (el Ello) y esto se con firmó porque hizo referencia a una incorporación oral canibalista directa: comer un sandwich. Este conjunto de elementos es la expresión fenomenológica,
en la situación analítica, de la impaciencia, puesto que en esta sesión ya no ten ía la frigidez emotiva que tuvo en la sesión A. ”La llegada tarde era una nueva defensa de características obsesivas ( anal retentiva) ¡ los amigos la retenían y le hacían d ar un rodeo más largo. El camino largo que realizó era la representación espacial de lo que 14 meses atrás fue un bloqueo afectivo (retención de los afectos). ”Existente ”E lem ento com ún a las dos sesiones "Interferencia para la realización de una tarea: en A la tarea era sacar buena nota, en B venir a analizarse. En ambos casos la interferencia estaba dada pQr la burla.
i’.»”Elem entos diferenciales B ”a) D esplazam iento de la tarea en el estudio. ”b ) E l afecto es negado; la burla aparece como contracarga d e los afectos transferenciales ( im pa ciencia por llegar). Rigidez afectiva. ”c) Mayor índice de inseguridad; mayor azar para la interpreta ción (m ayor H ). ”d ) Zona erógena: ojo: escopofilia: m irar vidrieras. ”e) Tentativa de búsqueda m otivacional desplazada en la U ni versidad ( intelectualización): es taba nerviosa porque era su prim er examen. ”£) Intolerancia a la espera: ne gación de la impaciencia; in tolerancia a la burla de los ob jetos internos. ”g) Por haber más H el analista neoesita más m aterial (tiene que hacer mayor número de operaciopes internas para interpre tar).
a ) M enor desplazamiento: la tarea está en relación con la sesión. b ) ‘Fastidio’ y ‘bronca’; mayor des carga afectiva que coloca en la transferencia.
c) Información más clara, menor azar, da un nom bre: Ernesto, da nombre a sus afectos: se perso nifica. d ) Zona erógena: oral canibalist.i (comer un sandw ich). Acerca miento al objeto. e ) Explica el motivo de la llegada tarde: proximidad de la pareja por realizar en el aquí y ahora.
f)
Puede tolerar el camino más lar go (principio de realidad), aun que actuado como forma de re sistencia (20 minutos tard e). g ) Menos H : el analista puede i n terpretar antes.
”Emergente ”E lem ento com ún a las dos sesiones ”Burla ”Elem entos diferenciales ”A
B
”a ) La burla a la interpretación es actuada y repetida.
a) La burla es recordada y explicitada.
’b ) Negación de los afectos transa ferenciales señalados por el ana lista.
b ) Transferencia reconocida y resis tida. c) E l afecto está presente: le ‘re vienta’ que todo esté en relación con ella.
”c) Rigidez afectiva.
” d ) E l hecho de que el acusara recibo del tono plica una pérdida de ción por parte de la por canales colaterales bales.
analista frío, im informa paciente, extraver-
d ) L a información se realiza predo m inantem ente por canales verba les: menos pérdida de informa ción.
”é) Reacción a la interpretación: Es vivida como ‘ruido’ # por que estuvo centrada e n lo inte lectual. Como consecuencia hay m ayor bloqueo afectivo en el emergente.
e ) Reacción a la interpretación: Antes de la interpretación hay ruido: llega 20 minutos tarde. La interpretación utilizó el ruido ( lle ga tard e) como información (se le interpretó en función de su llegada ta rd e ), E l ruido condu ce a una mayor información. E s ta mayor información utiliza sím bolos verbales que integran ac ción y emoción.
”Conclusiones ”E n este trabajo hemos pretendido mostrar: ”1) Un m étodo de investigación y evaluación de las modifi caciones ocurridas en el proceso analítico. ”2) Cómo a través de este m étodo hemos podido estudiar * “Ruido es ‘cualquier cosa que introduzca u n a variable extraña en u n proceso de - comunicación, o que aum ente la entropía o reduzca la in formación’. E n la situación analítica recuperamos u n a determ inada cantidad de ruido, que devolvemos al paciente como información. Pode mos decir que cuanto m ayor sea el monto de fijación (duelos no elabo rados), m ayor cantidad de ruido h abrá en el sistema analista-analizando.
detalladam ente lo común y lo diferente de dos sesiones sepa radas por un lapso determinado. ”3) Em pleando este método hemos podido objetivar en una paciente la rup tu ra del bloqueo emocional, que se acompañó con un increm ento de la información intercam biada.”
7. Evolución de los estilos en el curso del tratamiento terapéutico psicoanalítico Voy a mencionar algunos aspectos de la evolución del ana lizando Juan. Este caso ha sido tratado en el Capítulo II, en el apartado final, y tam bién lo he utilizado para poner en evi dencia cómo en una misma sesión se encuentran variaciones estilísticas en un paciente con rasgos obsesivds. Como este punto me lleva a reconsiderar ciertas formulacio nes expresadas en mi publicación anterior, L a comunicación en terapéutica psicoanalítica, quiero desarrollar algunas ideas an tes de pasar a la Sesión 2 del caso Juan. Quiero aquí reconsiderar la taxonomía que expuse en La co municación en terapéutica psicoanalítica tom ando las entidades en la forma en que lo hice en aquella oportunidad para ver su evolución cuando realm ente tiene lugar el proceso psicoanalítico. E n este caso, tales estructuras se turnan en la supremacía, pero sólo si el analista acompaña al paciente en la evolución de su técnica en el sentido más amplio. Como resultado de investigaciones posteriores llegué a la con clusión de que la lista de "personas” que describí entonces, ob servando el proceso como una unidad con una sucesión de entidades, adquiere un nuevo significado si ■articulamos estas entidades en los estilos de estrategia, táctica y técnica del tera peuta. Estas entidades sólo tienen significado “si y sólo si” la teoría de la técnica, que en el fondo constituye un estilo de usar la técnica, se articula como para hacer surgir la disposición del paciente hacia la evolución en el tratam iento psicoanalítico. Según mis experiencias, la fachada obsesiva es la que más a m enudo puede aparecer al comienzo del proceso psicoanalítico. Esto es comprensible; se lo puede explicar teniendo en cuenta que la transferencia, a comienzos del tratam iento, sólo existe en forma rudim entaria, y como D. M eltzer lo dijo en El proceso psicoanalítico (2 5), “. . . s u alarde de cooperación es igualm ente
falso. Con toda sinceridad conscientemente y con todo el es fuerzo de su intelecto, no pueden cum plir con la prim era regla, tan frecuentem ente mal entendida de 'decir todo lo que les viene a la m ente’. En realidad queremos que nuestros pacientes ‘ob serven sus estados mentales y com uniquen sus observaciones’, lo cual no pueden hacer, y no podrán hacer con precisión y consistencia por algunos años. No pueden ni ‘o bservar, tal es el grado de constricción de la conciencia en relación con los pro cesos internos, ni tampoco pueden ‘comunicar’, debido a lo in adecuado que es su vocabulario desarrollado en relación con objetos y hechos del m undo externo”. . Reconsiderando lo dicho en mi publicación anterior, aplican do el modelo semiótico entretejido coñ el modelo comunicacional a los términos “persona lógica” o “rasgos anales de carácter” o “neurosis sintomática”, puedo decir que éstas constituyen deno minaciones de estados diferentes por los que el paciente atraviesa durante el proceso psicoanalítico. Una prueba evidente de cuánto depende la aparición de diferentes respuestas según sean los abordajes técnicos la puede visualizar/él lector si compara los nuevos rasgos de carácter narcisista y la sintomatología hipo condríaca que se encuentran al examinar com parativam ente el caso del “Hom bre de los lobos” de F reud y el de R uth Mac Brunswick. Éste constituye un ejemplo1 óptimo de cuánto difiere un mismo paciente en un segundo análisis. La estructura obsesiva es la fachada más frecuente de la am plia sucesión subyacente de diferentes estructuras. “Si y sólo si” la capacidad del analista le perm ite decodificar y llegar al estilo complementario . d e “decodificar-transformar-encodificar”, aparece en el paciente un nuevo estilo- de respuestas surgido de su arsenal de conductas. H e observado que algunos analizandos utilizan el m aterial de una interpretación y con él establecen asociaciones por conti güidad o similitud. Si ésta constituye la única forma en que el paciente puede contrarrestar un estado de apatía y d e falta de interés (componentes de momentos depresivos), a niv el,fo n o lógico ello se detecta por la escasez de variaciones tonales en el “habla”, sumada a cierta tensión laríngea que da origen a una voz chillona. E l paciente puede utilizar el estímulo verbal de ■ia interpretación para evadirse d e este estado tom ando ciertos elementos verbales y paraverbales. D e esta m anera, el contex to verbal sólo contiene asociaciones por contigüidad temporal, espacial y de similitud sobre la base de lo que el analizando ha
escuchado previamente. Si nos equivocamos y tomamos estas asociaciones como si fueran reales, en lugar de m ejorar el estado del paciente lo empeoramos debido al refuerzo de las defensas, y tanto paciente como analista hacen un splitting. Esto fu e 'tr a tado en detalle en el capítulo anterior, pero lo menciono aquí porque fácilmente estos pacientes establecen un “estilo narra tivo” tom ando elementos del contexto verbal y paraverbal de las interpretaciones, y podemos creer que el analizando es m e nos grave. Lo tomamos como si fuese una distorsión a predo minio sintáctico y no como debe ser, es decir, como una distorsión 8. predom inio semántico. Desde mi punto d e vista actual las referencias en mi libro anterior a lo que yo llam aba “rigidez del paciente" tendrían que ser tratadas en una categoría especial que consiste en un refuerzo de lo que ya he descripto como “estilos de conducta”, que incluyen la actitud corporal y los mensajes verbales y p ara verbales. Cuando el manejo del silencio y de las respuestas ver bales es simétrico1, es decir, cuando a una reacción obsesiva (ex posición lógica) sigue una interpretación del mismo estilo, tiene lugar una creciente interacción enfermiza iatrogénica debido a que, cualquiera sea el contenido de la interpretación (que sólo puede ser equivocada), se efectúa una realimentación positiva de las defensas lógicas con un aum ento de la disociación de la p arte del Yo que contiene las emociones. Crece el splitting de las dos redes intrapersonales y el paciente y el terapeuta se de terioran con consecuencias ulteriores para ambos: para el p a ciente, en sus relaciones extraanalíticas, y para el terapeuta, en m vida profesional y privada. Volvamos ahora a Juan. E l paciente al que he llam ado Juan tenía una forma tal de con siderar los pensamientos de la mujer, que varias veces m e con dujo, antes de la sesión citada en el C apítulo II, a caer en esta realimentación de interacción enfermiza. En esas sesiones el diálogo estaba desprovisto de efecto terapéutico comunicativo y fácilm ente caía en una interacción “iatrogénica”. Entonces fue que me decidí a trabajar sobre la base de esque mas predictivos, estudiando el repertorio de respuestas que el analizando Juan evidenciaba según los contenidos, la forma, la cantidad y el m om ento de interpretar, tratando de encontrar qué tipos de regularidades había entre mis interpretaciones (y tam bién mis silencios) y las respuestas del paciente. E n el curso de los años siguientes me encontré con que Choms-
ky (4 ) y Miller (26), basándose en el concepto de “algoritmo”, habían sentado las bases de la com putación para encarar un proyecto parecido al que yo efectué al trabajar con respuestas que luego denolniné “estilos” que se suceden en diferentes momentos de un proceso analítico. F u e con esa finalidad que me interesé desde un principio por ambos participantes del diá logo psicoanalítico, y el problem a consistió en averiguar si exis tía y, en caso de que así fuese, cuál era la mejor intervención (o no intervención), del terapeuta, con el fin de no perturbar el proceso natural de elaboración que se debería dar en un pro ceso analítico ideal, en el que se fuese conociendo, por los erro res técnicos, cuál podría ser el monto de trabajo requerido del terapeuta según las disposiciones a que existiese en el anali zando dicho proceso de elaboración. Cuando efectué la sesión del caso Juan transcripta en el Ca pítulo II yo ya había advertido, de una m anera rudim entaria (aunque resultó de suma utilidad), un conjunto d e pautas que propiciaron una serie de estrategias basadas en lo que había aprendido por mis experiencias de interacción negativa. Es por esto que las características de rigidez del paciente desaparecie ron o se aminoraron cuanto mejor interlocutor psicoanalítico resulté ser yo para él En el Capítulo II mostré cómo desde el principio de la sesión el paciente evidenció una especie de interacción que, según lo he dicho, habitualm ente llamamos rigidez. Pero si observamos la capacidad del terapeuta para ubicarse dentro de la sesión, po demos ver que hay un momento en el cual su óptimo grado de acción y adecuación le perm ite decodificar y transform ar el m a terial del paciente y encodificar su interpretación en forma tal que prom ueve cambios estructurales en el estilo de conducta comunicativa del analizando. Por medio de instrum entos hipo tético deductivos, el analista puede alcanzar su m eta de retirar al paciente de su estilo narrativo (obsesivo) y llevarlo a un insight instrum ental esquizoide que a su vez prom ueve dolor psíquico y luego una conducta impulsiva de actuación, lo que da lugar a una nueva interpretación acerca del significado de esta actuación. Debido a esta segunda interpretación, el p a ciente incluye su cuerpo y sus huellas mnémicas en la red inter personal, y hacia el final de la sesión ocurre un cam bio cuali tativo en la m anera patológica de utilizar sus técnicas obsesivas. Esto le perm ite a Juan m antener sus límites y reconocer los del Self del analista. Su estructura de conducta puede ser califi-
cada como un estado depresivo que consiste en un informe lírico de los sufrimientos experimentados durante su niñez, debidos a su fijación y adherencia al supuesto sufrimiento de la m adre causado por el p ad re y sólo mencionado en ausencia de éste. Juan tenía una represión de los celos naturales que podrían despertarle los abandonos por parte de la esposa y lo que él mismo dejaba entrever ingenuam ente en las sesiones. De haber estado en mejores condiciones, hubiese podido soportar el con flicto provocado (la tristeza y la agresión ante el abandono) bajo la forma de aflicción y sin tenei que recurrir a todo este engranaje de técnicas de control de su verdadero conflicto. En efecto, como esto databa de un cierto tiempo, la agresión se había ido potenciando por la interacción patológica. En últim a instancia aus técnicas de control estaban motivadas por la ne cesidad del preservar viva a la esposa, puesto que la motivación de las defensas era abiertam ente de carácter homicida y p a sional. Si examinamos los diferentes estilos que em pleaba el paciente, veremos que usaba sobre todo un estilo narrativo'. En la prim e ra interpretación usé un estilo complementario, relacionado con hechos, E sta técnica tiene una coherencia interna. Debido a un sobrante de la función referencial (factor contextual), el estilo narrativo, que domina las funciones yoicas en los rasgos defensi vos obsesivos, se d a a expensas de la capacidad de em plear el estilo relacionado con los hechos, que se le opone y que per m ite enviar el mensaje a destino (función conativa). Este con junto de enunciados, conectado con la teoría de los factores y las funciones (Jakobson) sólo cubre el campo sintáctico. D e jaré de lado los elementos fonológicos semánticos tales como ve locidad, tono, inflexión, etcétera. Deseo ahora hacer notar que, desde el punto de vista semántico, la escala de valores de Juan estaba fijada en cuanto a lo que es bueno y lo que es malo. Si examinamos la prim era parte de la sesión, previa a la interpre tación, veremos q ue hay expresadas muchas semejanzas depen dientes del contexto, en detrim ento de otras posibilidades. P re dominan asociaciones por contigüidad tem poral y espacial y por similitud. D esde el punto de vista pragmático, existe en esta , parte de la sesión un predominio del control anal retentivo de los mensajes del paciente. Esto daña la posibilidad de alimen tar al analista como destinatario ( decodificador) y de hacer que se convierta en fuente. Necesito acentuar lo siguiente: si se toman en cuenta las se-
cuencias de estilos de conducta, el* paciente comienza la sesión; como un obsesivo, y mis silencios y los estilos de mis interpre-; tacíones lo hacen cambiar a un estiló esquizoide prim ero y luego a un estilo lírico. Voy a exponer en forma resum ida la sesión siguiente, que denom inaré Sesión 2.
Sesión 2 Quiso recordar algo de la sesión anterior y no pudo porque “la memoria me falla”. No sabía qué hacer para conformar a la esposa, para que no lo acosara con preguntas. Form uló que jas contra una persona que no cumplió con un trabajo que le había prometido, se lamentó de tener que estar en su trabajo en cuatro o cinco problemas a la vez, porque de lo contrario las cosas no salían bien. Recordó que en una sesión anterior había dicho que los familiares de sm mujer eran menos incultos, V luego corrigió más cultos que los suyos. Luego dijo que “tenía gases, que trataba de retenerlos y no podía”. L e daba vergüen za decirme esto. A las cinco de la m añana su mujer lo despertó porque estaba jugueteando con su pene. Realizó el coito, pero lo consideraba una m asturbación porque m ientras lo realizaba, pensaba en otras mujeres. La acusó én la sesión d e tener “furor uterino”. Contó luego que una pieza de una m áquina de su taller se le había roto. Pensó que se sentía incómodo ante su hermano porque no pudo vencer l a . im posibilidad de m irar en los ojos a su cuñada, y ellos lo toma-ron como un signo de des precio por parte de él. A pesar de" haberse disculpado, su h er mano no se había reconciliado, per$,. él no pensaba pedirle la escupidera otra vez. Recordó que este herm ano le había exigido que se sobrepusiera al dominio qué’.: su esposa ejercía sobre él, que fuera más enérgico. Recordó la suma de dinero que me adeudaba. E n esta sesión se sintió im potente conmigo (la neurosis le falló), con la esposa (no poder conformarla, descripción de la relación genital). -Los gases del comienzo de la sesión constituyen una actuación ;¡ transferencial que se explica por el relato que hace del episodio con su hermanó. Uno y otro expresan que ya no puede seguir negando, ante el analista representante del padre y del hermano, que es impotente, que se siente llenó de cosas peligrosas y que se
encuentra muy lejos de poder reparar en la esposa y en sí mismo los daños ocurridos. Como lo veremos en la Sesión 3, la ruptura del control anal de la identificación proyectiva provocó un sueño en el que se com prueba que las partes de sí mismo que había proyectado e inmovilizado en mí contenían sus impulsos infantiles a irrum pir y separar a los padres en la escena prim aria. Esto lo condujo hacia una regresión y tuvo una “ausencia” en la sesión, cuyo objeto era huir de la com probación de una probable infidelidad de su esposa que podría estar ocurriendo en estos momentos. La “ausencia” significaba la repetición de un recuerdo infantil de la separación del pecho, que relató antes de que ocurriera dicha "ausencia”. Voy a considerar ahora los puntos tocados por Juan en esta Sesión 2, a la luz de la teoiía de los factores y las funciones, de Jakobson, con la finalidad de mostrar, asociaciones estilísticas que se fueron dando en el curso de la misma. Comenzó la sesión queriendo cumplir con la “regla fundam en tal” tal como lo hizo en la sesión anterior. Pero esta vez ya no dijo que tem ía que se le escapase algo, refiriéndose a un m ate rial, y que quería contarm e todo, sino que centró el mensaje en una función de él, en la memoria. De ahí que dijo: ‘la m e moria me falla”. Este prim er mensaje está centrado en el factor fuente, pero se mantiene disociada la emoción. D e ahí que en traría en las características del paciente que busca incógnitas y no crea suspenso, que, de acuerdo a las reglas de corresponden cia (ver Capitulo V I), son propias de “la persona observadora no participante” de mi libro anterior, y del rasgo esquizoide de carácter. El mensaje siguiente está centrado en el factor contextual y la función referencial, cosa que sucede cuando dice que no sabe qué hacer para conformar a la esposa, para que no lo acose con preguntas. En esta segunda emisión la estilística es de características dis tintas. El mensaje, centrado en el contexto y en el referente, corresponde a la "persona lógica” de mi publicación anterior, y en la clasificación común entra dentro d e la categoría propia de los pacientes con rasgos obsesivos. Su fracaso corresponde a los rasgos anales de carácter. El mensaje siguiente está centrado en el factor destino y en la función conativa, al eludir las quejas que tiene contra la persona que no cum ple con el tra bajo. Si se hubiese quedado largo tiem po en este estilo, hubie-
sernos hablado del paciente con estilo épico, que corresponde a la persona de acción, es decir, el paciente con rasgos psico páticos. Pero no sucedió así, sino que centró el mensaje siguiente sobre sí mismo, cuando se lamentó por tener que estar en todos los problemas a Ja vez en su trabajo, porque si no, las cosas no salían bien. En dicha mutación, nuevam ente vuelve a un tipo de mensaje verbal en donde el factor fuente se une con la fun ción emotiva, pero con un ingrediente correspondiente al re ferente, puesto que se encuentra enm arcado en el factor contextual y la función referencial centrados en el trabajo. Esto con fiere a dicho mensaje verbal la característica de estar compuesto por dos factores y dos funciones. D e esta m anera Juan estructura un estilo a través del cual informa algo acerca d e él, en un contexto determ inado, el contexto de trabajo. La referencia con siste en un informe acerca d a que si él no hace cuatro o cinco cosas a la vez, las cosas no salen bien. Pero como tam bién hay un lamento por el hecho de que eso suceda, aquí tam bién se intercala la función emotiva en la función referencial. Si esto ocurriese constantemente, entonces se trataría de un paciente narrativo con ciertas características líricas. De esta manera, vemos cómo podemos encontrar un conjunto de mutaciones estilísticas, con lo que creo poner en evidencia lo que he sostenido anteriorm ente, cuando dije que cada uno de los capítulos d e mi publicación anterior, La comunicación en terapéutica psicoanalítica, podría adscribirse a determ inadas características estilísticas y que la plasticidad del E go del ana lizando depende de dichas sucesiones estilísticas. A continuación Juan hace otra emisión centrada en sí mismo (es decir factor fuente y función em otiva), al afirm ar que tenía gases, que trataba de retenerlos y no podía. Esto constituye un elemento inicial que me perm itió luego efectuar la articulación entre el relato y la repetición en la transferencia. Esta sesión, que podría denom inarse como la del “dolor por pedir la escupidera”, la ubico dentro del espectro de las emo ciones que en el Capítulo IV he denominado como hum illa ción, puesto que existe un com ponente que se puede adscribir al término teórico posición depresiva, y que contiene una hi pótesis subyacente relacionada con el tener que aceptar el dolor de sentirse insuficiente para ayudarse a sí mismo y d e reconocer que debe dejar de lado su vanidad y aceptar la terapéutica psicoanalítica Quiero insistir una vez más acerca de cómo se van dando las
sucesiones estilísticas en estos pacientes con distorsión a predo minio sintáctico, ya que el puente entre el relato y la repetición fue realizado inadvertidam ente por el paciente, permitiéndom e a mí, el terapeuta, hacer un nexo, y de esta m anera centrar la sesión en su totalidad en un com ún denom inador predominante, que contiene la fantasía de la humillación que he mencionado. L a unión entre el relato y la repetición me perm ite a mí, como terapeuta, estructurar en el universo de señales el mejor agrupamiento de significantes que contienen el mensaje inconsciente que el analizando Juan me hizo saber. E n estos pacientes con distorsión a predominio sintáctico p u e de verse cómo las categorías correspondientes a diferentes tipos de pacientes van cam biando en función de los estilos que se van im bricando. Esto confiere un mejor pronóstico a tales pacientes. E l material de las sesiones posteriores del caso Juan mostrará nuevas m utaciones, pero quiero dejar aclarado una vez más que cada vez que el terapeuta puede decodificar a lo largo de un trecho de la sesión y codificar en otro momento el mejor universo de señales, pasa a em itir una interpretación en la cual se hace explícito lo que inadvertidam ente el analizando, en este caso Juan, quiso hacer saber al analista. Puedo hacer la siguiente generalización em pírica (recordar todo lo dicho en el Capítulo I I I ): cada vez que un analizando se encuentra en la condición de hum illado, ello ocurre “si y sólo si” el terapeuta es para él un sustituto d e la figura parental que le hace saber que él no es capaz de poderlo todo por sí solo, y que la ilusión de poderlo todo (haciéndose responsable de todo) es nada más que eso, una ilusión. Cuando la ilusión de poderlo todo entra en colapso el paciente pasa por la situa ción de hum illación, que p ara él significa un pedir ayuda, un pedir al- terapeuta que sea su escupidera, puesto que él reconoce q ue no quería saber que no reconocía su im potencia esfinteriana. D e esta m anera estoy tratando de m ostrar las reglas de co rrespondencia, de l a s . cuales he estado hablando cuando me r e fe rí. a la im portancia de los datos empíricos para construir una teoría sobre la base del diálogo psicoanalítico, de m anera tal que los térm inos teóricos puros connotados pasen a adquirir significación. E n cuanto a la “ausencia” de la Sesión 3, como veremos luego, tenía como fin realizar un violento asesinato pasional contra su consciencia. Con el propósito de presentar algunas secuencias deseo indi
car cómo pasó el paciente de una estructura a otra. Los rasgos obsesivos de carácter que sé notan al comienzo de la Sesión í se transform aron en impotencia esfinteriana para retener suj; heces destruidas, lo que coloreaba sus fantasías anales. Está desaparición de las defensas cumpulsiva's obsesivas organizadas concernientes a la omnipotencia esfinteriana, “nada debe es capar de mí”, se convirtió en “todo se me escapa”. Sentía ahora humillación y vergüenza, y yo tenía la fuerza (escupidera) que él no poseía. Para él, yo era om nipotente y en su estilo de con ducta verbal y no verbal había una vindicación d e hecho (no le voy a pedir la escupidera otra vez). El universo de su dis curso tenía un núcleo que significaba “su lástima m e hace daño”. E n esta sesión se observan las características del lenguaje correspondiente a lo que en mi libro anterior desarrollé acerca de “la persona atemorizada y huidiza”. Juan me habló con muletillas “puntuaba” mal, tenía manierismos verbales, a la vez que efectivamente hacía un esfuerzo por aceptar la dependen cia terapéutica que, según lo veremos luego, corresponde a lo que M eltzer considera como el “pecho-inodoro” necesario como relación con el otro para m antener un vínculo terapéutico. Es por eso que m ediante una negación el analizando me “pedía la escupidera”, puesto que se estaba em pezando a dar cuenta de que estaba muy asustado porque el matrimonio era para él una empresa muy difícil de consolidar y aún no tenía una idea clara de cómo fue que su pareja se convirtió en un objeto tan indis pensable para él. M ientras l a , mujer, decía él, “no paraba en casa” (claustrofobia), él, tal como lo vimos después, no podía ir a lugares suburbanos si no era en compañía de su socio (ago rafobia). Su miedo en la relación genital aparecía como un evi tar defecar en una vagina "amplia” (relación evitada) y de esta manera establecía otro tipo de interacción: la m ujer como el efebo fálico que él hubiese deseado ser, lo que en la vida de relación correspondía a las contrafobias .que no había podido estructurar. Por ello la idealizaba diciendo: ella es muy des envuelta, mientras él tem ía enrojecer. Sesión 3 P. 1. Manifestó que su mujer le había prohibido' mirar foto-' grafías de mujeres en las revistas. Contó el siguiente sueño:'* Me encuentro en el ascensor con dos chicos que se estaban Soqueteando. E ntré de golpe en el ascensor para sorprenderlos’
y les digo: ¿Qué hacen ustedes? Se escapan; uno de ellos se transforma en una nena de 8 años. La amenazo diciendo que si no me dice lo que estaba haciendo se lo diré al padre. Por la cara esta nena se parece al herm ano de mi esposa. Lo único que quería esta nena era que se lo agarraran con la mano”. Dijo que a los trece años se hizo el dorm ido m ientras su hermanita de ocho le tocaba el pene. Afirmó que sus relaciones sexuales eran m asturbaciones, porque al realizarlas pensaba en oirás mujeres. Prosiguió así: “¿Tengo que decirle todo lo que se me ocurre? . .. Hice volando un m ontón de cosas para poder tener tiempo de ir una hora al cine”. Se preguntó y se autointerpretó que lo que perseguía yendo al cine era esperar que una mujer se sentara a su lado. Quedó en silencio. A. 1. Le interpreté que su pregunta anterior (“¿Tengo que decirle todo?” ) era una forma de protegerse contra el tem or de que yo reaccionara como él lo hizo en el sueño, cuando sor prendió a los chicos toqueteándose. P. 2, Respondió diciendo que tem ía mi enojo por la suma que me adeudaba. Para él yo era un padre severo “que no admite una escapadita”. Dijo que querría librarse de su compulsión a ir al cine y, en cambio, interesarse por concurrir a bibliotecas y consultar textos de su especialidad. (Esto último era una dis culpa por querer huir de la sesión.) No podía ir a su casa porque la esposa se acostum braría a que volviera por las tardes y entonces diría que no trabajaba. Sacó el llavero y se puso a jugar con él. Se dio cuenta de lo que estaba haciendo y me dijo que se puso nervioso. Quiso guardarlo. Luego prosiguió así: “Tengo un cansancio bárbaro . . . ¿será que quiero descansar?” Se quedó un corto tiem po en silencio y con un tono de sobresalto me dijo: “Recién me olvidé por un rato de que estaba aquí”. Me agradeció “una patadíta” que yo le di en sesiones anteriores, porque ahora aprovechaba m e jor el tiempo, con más rendim iento y a fin de mes iba a cumplir mejor. A. 2. Le interpreté que quería halagar mi vanidad dándome buenas noticias para evitar comentarios acerca de la “escapadita” que realizó en la sesión cuando se olvidó de que estaba aquí, y que eso era una forma de irse al cine después de haberse es forzado por trabajar en la sesión. P. 3. Dijo que preferiría ir a cines de categoría pero que no se atrevía a hacerlo porque tem ía ser visto por conocidos; en tonces iba a cines de menos categoría a ver películas de pis
toleros y de cow-boys. Prefería ver la película Mientras estés conmigo para encontrarse con su problema. No le gustaba la ‘ mujer francesa porque tenía una pose ordinaria. Recordó que a los diecisiete años acostum braba ir a ver películas “inm ora les”, tales como Cómo venimos al m undo, Marihuana, etcétera, consideradas pornográficas. Cada vez que sale del cine, se siente deprimido. Dijo a continuación: “Me canso porque me adelanto y quiero ser el sábelotodo". El paciente estaba repitiendo durante la sesión su forma de trabajar ofuscada, para poder ir al cine. L a ausencia que sufrió durante la sesión constituyó un súbito desfallecim iento frente al fracaso del control del perseguidor proyectado en la transferen cia y expresó una anticipación d e su huida, con el cine, de la escena prim aria agresiva y de lo que pudiera estar realizando su esposa en esos momentos. A. 3. Le interpreté que su ofuscación por ir al cine y su fuerte curiosidad que hacía que constantem ente se estuviera autointerpretando (el sábelotodo) eran una forma de vengarse por la frustración de lo que vio y ño quiso tom ar en cuenta en el baile que me había m encionado en una sesión anterior (ver Sesión 1, en Capítulo I I ); además, era una forma de resar cirse de la frustración que experim entaba cada vez que se ne gaba a tom ar en consideración mis interpretaciones. P. 4. Respondió a esto afirm ando que esa misma tarde, pro bablem ente en esos momentos, el m uchacho del baile podría estar en su casa para term inar con su esposa un informe que debía ser presentado a la empresa en donde ambos trabajaban. A. 4, Le interpreté entonces que al sacar la llave mostró que en un principio no quiso ir al cine, sino regresar a su casa y sorprender a su esposa (recordar el sueño del comienzo de la sesión); luego, cuando estaba por guardar la llave, ésta había pasado a representar al pene. Realizaba entonces la fantasía de que una mujer (su hermana a los ocho años) se sentara a su lado en el cine y lo m asturbara m ientras él m iraba la película. Esto era una forma de repetir la situación de niño, cuando se había hecho el dormido mientras su herm ana le tocaba el pene; ese recuerdo fue actuado en la sesión durante el corto instante en que se quedó con la llave en la m ano y se olvidó de que estaba en sesión. . P. 5. Respondió a mi interpretación recordando que antes de entrar en mi casa había com probado que tenía fósforos sueltos en el bolsillo. Por “am arrete” no quiso gastar $ 0,20, de manera
que no tenía dónde rascarlos. Pensó que esa tacañería la había heredado de su padre. E n realidad, éste había sido muy pródigo consigo mismo y avaro con su familia. Luego fue reconociendo que mis interpretaciones eran ciertas, porque recordó que un día, al volver a su casa sabiendo que estaba ese muchacho, encontró las luces del comedor encendidas y el baño y el dorm itorio cerrados. Por un segundo pensó que estaban en la pieza; “eso pasó como un relám pago por un ins tante por mi m ente”. Casi al fin de la sesión recordó un sueño que se había olvidado: “Papá, yo y mi herm ana estamos a la mesa. Viene otra mujer, y como yo estaba en mi pijama mi padre protestaba. Entonces yo le decía: ¡Qué vivol Ahora que soy grande y la ropa la pago yo, vos te fijás cómo voy vestido, pero cuando la tenías que pagar, no te im portaba”. En este sueño me reprochaba a mí, a quien me pagaba, que le exigiera abandonar su fijación pasiva femenina al padre, puesto que consideraba injusto pretender que él lograra algo que no recibió. E n la Sesión 3, en P. 1 Juan mostró un equilibrio óptimo entre contenido, forma y síntesis (historicidad). El lector en contrará ahora que es evidente que Juan recibió un autoimpacto. La pregunta “¿Tengo que decirle todo?” podría modificar su forma y adoptar la forma exclamativa: “¡Oh, le estoy diciendo todo!” Tanto la interrupción producida después de esta oración como la que siguió al final de P. 1 indican la veracidad de esta afirmación. Esta emisión es im portante porque expresaba la fantasía in consciente que perturbaba la relación durante la sesión analí tica; en este m om ento la sesión estaba entretejida con la neu rosis infantil que giraba alrededor de la am enaza y la sorpresa de estar ligado a su m asturbación escopofílica y su fantasía in consciente herm afrodita, alim entada por sus tendencias escopofílicas. Es muy im portante notar la condensación que se efectúa en el sueño entre el herm ano de su mujer y su propia herm ana de ocho años. Se superponen la sesión analítica y el escenario del sueño, y el ojo es él mismo en el sueño como un herm ano en vidioso del placer que tiene la pareja como unidad que se autoabastece. Reconsideraré ahora el estilo de conducta comunicativa de este
paciente como un todo.- Me referiré sobre todo al modelo dra^ mático *. Es necesario tom ar P. 1 como uti grupo. Si se com paran las aperturas y los desarrollos ulteriores acae cidos en las sesiones 1, 2 y 3, se observará que el paciente cam bió un estilo narrativo por otro estilo, de tipo dramático. M ien tras en el primero se adjudicaba o adscribía en forma taxativa roles fijos de sojuzgador y sojuzgado, fue efectuando luego un viraje hacia otro estilo, más organizado y con mejores instru mentos para la comunicación. Se esbozaron en la Sesión 2, y más en la 3, elementos del modelo dram ático. Si se considera la convergencia de historicidades, espacios y tiempos, se podrá advertir una mejor sincronización entre el proceso prim ario que se va reestructurando con el proceso secundario. Se presenta y se representa la acción por medio de enfoques de cada uno de los diferentes componentes del modjplo dram á tico, como lo dije en el Capítulo VI. Una cualidad notable exis tente en el modelo dram ático y a la que quiero que el lector preste atención, se observa en la última parte de P. 1, donde la reunión de tem poralidades afecta el' “aquí y ahora” actual, lo que significa que la ligadura infantil está entretejida con la re lación transferencial real en el presente. Llevemos ahora todo lo dicho a generalizaciones em píricas y a la introducción de términos teóricos psicoanalíticos clásicos, aunque refrescados por reglas de correspondencia o hipótesis puente. El modelo dramático, como dijéramos anteriorm ente, contiene varios componentes. El prim ero de ellos es el modelo histórico, que el paciente usó en distintas épocas de su vida: juegos se xuales dentro de un ascensor a riesgo .de ser sorprendido, el al cahuete ( “Si no me obedecen, le voy a contar a tus padres qué están haciendo” ), la m asturbación infantil con fantasías visua les en la cama. Estas fantasías conscientes adquieren el conte nido y la forma de un síntoma que consiste en ir al cine y ser m asturbado por una m ujer que se sienta al lado, con im á genes visuales también. El segundo componente es el espacio y el tiem po en el drama. D urante la sesión, algunas partes de estos elementos tienen un común denominador: la pareja infantil que se ve de pronto am enazada por el tercero excluido. D urante el coito su mujer, i sí como hacia al final de la sesión yo, nos convertimos en el ° Para
datos sobre el modelo dramático ver Cap. VI.
tercero excluido y traicionado porque él se escapa hacía sus fantasías para copular con ellas estando tém poro-espaciálm ente con la esposa o conmigo. Recordemos que debido a sus fantasías conscientes durante la relación sexual, Juan sentía que estaba traicionando a su m u jer cada vez que tenía imágenes visuales de otras mujeres. Con referencia al tercer com ponente podemos mencionar tres elementos: a) la acción de la que recién hablamos y que está en cierto modo representada en la sesión; b ) la orientación de las acciones, que nos da la posibilidad de considerar a la historia como un desarrollo, y e ) la representación que nos muestra que una m odalidad d e la escena prim aria incide en los rasgos dé los juegos sexuales infantiles y esto a su vez en la sesión co mo “destino” en las mutaciones de la relación de pareja con e] tercero. Según vimos antes, el cuarto componente es el diálogo dra mático. Está compuesto por tres elementos: a) lenguaje, b ) comunicación, y c) símbolos y am bigüedad. El lenguaje del paciente está diseminado de estratagem as que confieren a su estilo un sabor de novela policial, ya que siempre tiene miedo de ser sorprendido por un delator que lo entregará en manos del verdugo y al mismo tiem po lo provoca (estilo dramático, que busca incógnitas y provoca suspenso). Considerando las variaciones de los mensajes (siguiendo a Jakobson) es fácil detectar que el habla de Juan en P. 1 cubre un am plio espectro en el cual el predominio de un factor con su función cambia de una emisión verbal a otra. D éjaré a un lado ,los detalles de esta exposición. Sólo voy a m encionar que el prim er mensaje es predom inantem ente informativo con un cierto predom inio del factor contextual (y la función referencial. Los mensajes que le siguen son tam bién predom inantem en te informativos, hasta las dos últimas oraciones, en las cuales el mensaje verbal está centrado en el paciente mismo como fuen te (función expresiva). Las personas que aparecen en esta emisión verbal siguen la regla de las condensaciones de tem poralidad. El lector notará la siguiente enum eración de personas, roles y reuniones: 1) 2) 3) .4)
la esposa que prohíbe; las mujeres exhibicionistas en las revistas; el paciente como intruso; los dos niños sorprendidos y secretam ente eróticos;
5) el hermano de su mujer en condensación con su propia mujer; 6) nuevam ente el paciente como alcahuete am enazador; 7) el paciente como seductor erótico adolescente; 8) la hermana del paciente, de ocho años, como seductora; 9) el paciente y su mujer durante el coito, más las imágenes de otras mujeres; 10) la convergencia transferencial de todos los encuentros y reuniones previos, en la últim a parte de P. 1 ( en q u e hace la falsa pregunta acerca de la regla fundam ental); 11) el paciente como traidor que se escapa de la hora ana lítica para ir una hora m asturbatoria al cine donde 12) una m ujer seducida lo m asturba. Creo que el estilo en el que fue form ulada la interpretación ( A l ) es complementario del estilo dram ático que usa Juan. Consiste en suministrar el significado de la pregunta, que es el interrogante de todo el grupo de tem poralidades, espacios y ro les que aparecen en P. 1. En P. 2 el paciente incluye mi persona en la sesión en forma manifiesta, tanto en tiem po como en espacio. Este m aterial puede dividirse en dos partes: en el prim er párrafo su verbalización es sincera y está acom pañada por un splitting de sus m o vimientos corporales cuando toma el llavero. Su estar cansado significaba que yo no debía tom ar sus palabras literalm ente. E n sus ítem léxicos ésta fue siempre una expresión de fuerte y súbita ansiedad (debido a la fusión de las partes escindidas) engarzada en palabras falsas con el fin de apaciguarm e y h a cerme creer que yo era un padre bueno. El com ponente extraverbal y la ansiedad son la respuesta inconsciente más im por tante a mi interpretación ( A l ) . Más adelante veremos esto con detalle. En A. 2 incluí su escapada dentro de la sesión, pero con poca fortuna, ya que no hice hincapié en el miedo que me tenía. No incluí la interpretación de su cansancio-ansiedad y la acción de tom ar la llave. Es por eso que en P. 3 el paciente reforzó el apaciguam iento, lo que continuó hasta un cierto momento en el que su propia realim entación negativa de mi desacierto dio lugar a un cambio y él pudo generar una frase significativa cuyo significante es “Me canso (ansiedad) porque me adelanto y quiero ser el sábelotodo”. Su significado es: “Cuando me inun-
da la ansiedad (m e canso), necesito ser un sábelotodo que se adelanta”. Mi interpretación (A. 3) contiene una especie de realimen tación negativa de las defensas, y lo hizo retornar al tem a que se trataba. E l m aterial de P. 4 es una confirmación, del cuerpo de hipó tesis contenido en A. 3. Hice entonces una articulación del significado del acto sintomático inconsciente de juguetear con el llavero fuera del bolsillo, con el silencio que apareció después de algunas emisiones, y formulé mi interpretación en un estilo dram ático que abarcaba todas las situaciones. E n esta inter pretación se pueden observar los diferentes elementos que cons tituyen el modelo dram ático ya mencionado. Aparecen elem en tos con referencia a espacio, momentos, eventos, en los cuales hay una clara referencia a su conducta genital ocupada por fan tasías inconscientes anal-retentivas (avaro), E n P. 5 se hicie ron manifiestos sus sentimientos revanchistas contra el padre. E l m aterial de la sesión siguiente (Sesión 4) me dio opor tunidad de establecer la siguiente hipótesis: cuando el anali zando se encuentra abrum ado por un gran conjunto de elem en tos que entre sesión y sesión están en proceso de elaboración, su hace necesaria la inclusión constante de un mensaje metacomunicativo que deje aclarado de alguna m anera quién puede ser el analista paia el paciente si aquél quiere aparecer como alguien realm ente terapéutico. Trabajando con modelos predictivos hay que estar preparado para los efectos que pueden ocurrir luego de una sesión productiva. Esto, que en aquel m om ento tuve en cuenta sin haber hecho explícitas las hipótesis con las que me manejaba, lo considero hoy. en día de m ucha m ayor vigencia, tom ando en consideración los datos iniciales provenientes del enfoque de los cambios es tilísticos que se van precipitando. E n términos teóricos Tdeínianos” puedo conjeturar que el analizando se encuentra en el “um bral de la posición depresiva” y que en dichas condiciones se puede contrarrestar la disposición hacia actuaciones trans ferenciales fuera de sesión sabiendo cuándo y cómo podrían ocurrir. Esto lo considero como algo general, es decir como una . generalización empírica, muy especialm ente ^n relación con aquellos analizandos que conviven con personas que por sus características actúan como elementos estimuladores para que ubiquen en dichas personas los aspectos de ellos mismos a quienes recrim inar su responsabilidad.
Los elementos aportados por Juan me advirtieron que cadavez que se desarrollaba una sesión como la que había realizado, era indispensable hacerle saber que a m edida que iba uniendo diferentes tem poralidades y como consecuencia ya podía captar el sentido de muchas de sus actuaciones infantiles, era yo mismo, en la sesión, el que se iría transform ando en ésa figura recrimi natoria que sorprendió en el sueño a la pareja de niños en el ascensor. E l trabajar con modelos predictivos tiene tam bién la ventaja de que el establecimiento de generalizaciones empíricas en los momentos de distorsión pragm ática y /o semántica del analizan do perm ite al terapeuta reubicarse como decodificador de men sajes para las sesiones siguientes. . D e - esta m anera, el estudio del diálogo de las sesiones permite, m ediante dicha reubicación fuera del contexto de la sesión, establecer nuevas estrategias y como consecuencia surgen las m ejores' frases posibles, metacom unicativas, hasta que de esa m anera el paciente pueda a su vez decodificar en mejores condiciones. E l encontrar el conjunto de frases posibles de ser intercala das en el texto de la interpretación perm ite al analista ir reubicando a su analizando a m edida que éste se va modificando por la incorporación de los mensajes, y las actuaciones fuera de sesión pierden su carácter destructivo. E n la actualidad estoy en condiciones de afirm ar que- la reacción terapéutica negativa, que según vimos en el C apítulo V III configura una distorsión a predominio semántico, puede ser técnicam ente abor dable y por lo tanto el pronóstico de la misma resulta menos incierto si el analista consigue captar cuáles serán los posibles roles que le irá adjudicando el paciente, a m edida que se están analizando las consecuencias de las modificaciones que ocurren en una sesión y que contrarrestan determ inados tipos de ac tuaciones. E n este caso, el aporte del analista al proceso psicoanalítico debe ser mayor, ya que es éste, y nunca el paciente, quien logra alcanzar “un universo común d;el discurso” para que el diálogo psicoanalítico pase de la categoría que consideré como distorsión semántica a una distorsión sintáctica. E n el caso del analizando Juan, durante el intervalo entre Ja sesión 3 y 4, m ientras él participó (como lo verem os), de una actuación transferencial ante mi abandono, diciéndole a la es posa ‘no sos una mujer de tu casa”, yo me encontraba abocado a la tarea de establecer algunos criterios predictivos. Gran parte
de lo que podría ocurrir, yo lo había previsto luego de la Sesión 3 y antes de la Sesión 4, puesto que la interacción comunicativa había sido bastante intensa por parte del paciente, quien había efectuado una gran contribución propia al proceso terapéutico. M e parece útil exponer y com entar algunas ideas que desa rrollé en una comunicación leída en 1956 en la Asociación Psi coanalítica Argentina, que giran en torno de este tem a, tomando en cuenta el m aterial de la Sesión 4. “Cuando las fantasías del proceso de intelectualización han llegado a atraer grandes cantidades d e energía, todo lo que el paciente da y, por identificación proyectiva, todo lo que recibe del analista, no sólo no es asimilado, sino que es mal asimilado. E n esos casos el análisis, en lugar de beneficiar, perjudica, pues al separarse del analista el paciente lo retroinyecta de una m a nera peligrosa, porque esta relación d e objeto se encuentra cim entada sobre una proyección previa de partes de sí mismo cargadas con fantasías pregenitales que tienden a manifestarse en forma directa. Esto ocasiona graves perjuicios en la vida de relación. El paciente actúa como él ha sentido la acción de recibir una interpretación del analista. Esto se relaciona con la reacción terapéutica negativa. ”Lo que sigue a continuación puede considerarse como un aporte más al problem a de la reacción terapéutica negativa, desde el punto de vista de la identificación proyectiva. Antici pándom e a la conclusión a que voy a llegar, quiero manifestar que en muchos casos la falta de interpretación del cambio del significado del análistp, cuando aum enta el insight dentro de la sesión, es lo que determ ina fuera de la misma, debido a la reintroyección peligrosa, un increm ento de la negación de la reali dad externa e interna, con el consiguiente empeoramiento. ”En la sesión anterior, cuando el paciente recibió mis inter pretaciones, se hizo cargo dentro de la sesión de un objeto -que contenía el genital paterno, el juicio de realidad y la posibilidad de comprobar, por un aum ento del insight, el recuerdo de per cepciones traumáticas acerca de una probable infidelidad por parte de su esposa. "Pero sim ultáneam ente, al adquirir insight, yo pasé a ser en la sesión el depositario de una parte de él mismo, cargado de excrementos peligrosos, que siembra la intriga y la discordia entre los padres. "Cuando se separó de mí, reintroyectó este objeto cargado de peligrosidad del que transitoriam ente pudo deprenderse durante
la sesión. Entonces, ya fuera de la sesión, tuvo una compulsión a confesar a su esposa lo que él había elaborado en la sesión anterior. E sta confesión es una identificación con el perseguidor proyectado en mi persona, cuando conseguí que él lograra comprenderse más a sí mismo durante la sesión. F rente a su esposa no pudo conservar esta relación buena consigo mismo, que hubiera mejorado la relación con ella, reconociendo su parte de responsabilidad por lo que ocurría en el matrimonio. A bru mado por la culpa que le produjo ver que con su conducta femenina im pulsaba a su mujer hacia la infidelidad, expulsó el objeto bueno, actuó identificado con el otro (el niño que siem bra discordia e intrigas entre los padres). Ese fue el papel que representé para él en la sesión anterior, cuando logré que me contara que su esposa estaba en esos momentos con el com pa ñero de trabajo y cuando le hice recordar el relám pago’ que había temido en su casa. "Confesó una parte de lo que estuvo com prendiendo de sí mismo y de ella en la sesión. La acusó diciendo que yo le hacía ver que ella no lo atendía, de esa m anera se vengó de mí, retaliativamente, por haberle hecho conscientes sus celos por lo poco que él la atendía a ella.” Sesión 4 El paciente dijo: “N o pude resistir el impulso de confesarle a mi mujer lo que voy com prendiendo en el análisis y le dije que usted me hizo ver que ella debía ser una mujer de su casa. Luego soñé que me tenían que operar de la garganta, porque mis amígdalas estaban con pus; usted no me quería operar”. Luego comprendió que Su confesión había sido u n retroceso, porque ella reaccionó mal. “Yo dejé caer una pepita de pan al suelo y ella me gritó. Me dijo: ¿Qué querés? ¿Que sea tu .sir vienta? Y no pude resistir de contarlo. Antes creía que hacía bien cuando contaba esas cosas, pero ahora, sabiendo que eso me perjudica aquí y allí, no pude resistir el impulsó' de decir eso. Ella se enoja con usted y yo tem o que usted se enoje con migo. En el sueño tem o que usted se enoje conmigo y no me quiera atender.” Como consecuencia de la remoción de la sesión previa, Juan, de haber podido m antener el conflicto dentro de sí, hubiese sentido un m alestar subjetivo producto de una responsabilidad abrumadora, en cuyo caso se hubiese com portado como un
paciente con estilo lírico que sufre porque necesita que su pareja sea una reserva de calor y proximidad, lo que en térm i nos teóricos se refiere a un tipo de relación con el otro en el cual una p arte es el todo (m etonim ia). Abraham (1 ) la categorizó como revestim iento total d e un objeto parcial. Esto no Je fue posible a Juan, y al hacer una expulsión anal en la pareja fuera de la sesión, asistió a la Sesión 4 m odificado por los efectos de lo ocurrido. Juan en esos momentos buscaba apaciguarm e, puesto que una p arte de su persona tenía u n cierto grado de consciencia de determ inadas reacciones en su m anera de interactuar en su relación de pareja. Sin embargo, esta consciencia sólo era p ar cial, puesto que en dichos momentos estaba utilizando un "estilo épico” conmigo, que representaba la otra parte de su persona enojada y dolorida por una discordia que se repetía entre él y yo al intentar un relato de su acting out. C uando los anali zandos están utilizando en sesión este "estilo épico” inm ediata m ente se identifican a ellos mismos con el interlocutor, a quien perciben dañado y dolorido. E n efecto, una vez que Juan me dijo que su mujer le dijo: “¿Qué querés? ¿Q ue sea tu sirvienta?”, yo pasé a ser la persona que él fue el día anterior al escuchar las reivindicaciones, y este súbito pasaje de u n personaje o de una identificación proyectiva a otra es lo que dio lugar a que mi silencio, que constituyó un eco de su protesta, pasase a tener las características de un sig nificante que llevaba un mensaje reivindicatorío. Esta hipótesis puede ser corroborada por el hecho siguiente: todo el conjunto de frases que emitió a partir de ese momento, incluyendo el sue ño, constituyeron precisam ente una inoculación m ediante una acción verbal servil. E n dichos momentos Juan estaba en la si tuación de un analizando con distorsión a predom inio pragm á tico, y siguiendo la clasificación de los mensajes verbales, p re dom inaban el factor destino y la función conativa (R. Jakobson). Este conjunto de estipulaciones constituye una ejemplificación de la utilización del térm ino del lenguaje teórico (L t) “identi ficación proyectiva en un nivel anal expulsivo”, que fue objeto de un estudio conjunto que hice con León G rinberg (15), tér m ino que adquiere así un m ayor nivel de significación. T am bién considero pertinente la utilización de la notación establecida p ara los elementos contextúales de la verbalización y los ingre dientes paraverbales, que hace perfectam ente transmisibles los
elementos que el investigador psicoanalítico considere de. ma-; yor importancia. En este caso, resultan adecuados los indicios “voz chillona-voz suave” para establecer las características fono lógicas (para más datos ver Capítulo V I) consideradas como un significante paraverbal. Advertimos la utilización de lo emi tido por la esposa como “portavoz” (ver Capítulo V II) de su protesta por el dolor que pudo ocasionarle la sesión anterior, y a continuación un apaciguam iento a una parte de sí mismo ubi cada en mí (d e allí las características anales expulsivas del re lato de su actuación, que pasa a su vez a ser una nueva ac tuación). La segunda emisión verbal correspondería en el vo cabulario teórico psicoanalítico (ver C apítulo II I ) a uno de los mecanismos de defensa: la formación reactiva. Considero que todas estas estipulaciones perm iten a su vez que el conjunto de polaridades de mayor nivel de abstracción, tales como odio-amor, y tam bién Eros-Tánatos, cobre un cierto grado de significación (ver Capítulo I I I ). Seguiré a continua ción con la' Sesión 4 y su comentario, como lo expuse en 1956. “La amígdala con pus representa una parte peligrosa de sí mismo que, retroinyectada, sem braba la discordia entre los padres y que él se había llevado consigo (yo no le había sacado), pues no le había interpretado que, por, haberle hecho conscien tes sus celos, iba a llevarme dentro de él al irse de la sesión, como un niño curioso que, envidiando a'los padres en la escena prim aria, fuerza dentro de uno y otro, excrementos, sembrando la intriga y la discordia entre ambos. ”Su necesidad de castigo lo impulsaba, entonces, a ponerme a mí en contra de él. "Cuando le interpreté esto último, recordó que eso era una nueva repetición de una ‘mala costum bre’ suya de rebajar a otro frente a un tercero. Ahora descubría que eso tam bién lo hacía con su socio frente a los clientes, y eso.tam bién lo perjudicaba a él. Se puso triste; dijo que él mismo se am argaba por las propias, cosas buenas que hacía, su matrimonio, sus negocios y su análisis Luego me dijo que, Qon todo, se sentía feliz; porque, los trabajos en su negocio, ahora que estaba mejor, se cumplían. ”Le interpreté que trataba de endulzar, dándom e buenas no: 0 N ota de 1970: Aquí tenemos el modelo de una generalización em pírica en la que el analizando genera u n conjunto de significantes de una nueva gramática. Esta gramática corresponde a u n logro analítico: él analizando tiene consciencia de su responsabilidad.
íicias, la am argura que sentía haberm e provocado, porque tem ía perderm e y necesitaba que me reanimara. "Respondió diciéndom e que a m edida que me contaba todo; eso, le iba viniendo ‘calor a la cara’. ■“Quiso saber a toda costa por qué se había enojado su mujer cuando le contó lo visto en la sesión anterior. "Recordó que m ientras ella estaba en la cocina, él se acerco y le tocó la mejilla. Ella tenía unos huevos en la mano .y se le rompieron. Pensó que eso ocurría porque luego saldría con ese muchacho. Luego recordó que eso fue la ‘chispa’ que desen cadenó la pelea. Vio que después de la confesión ‘ella se quedó, fría’. Quiso darle vino para reanim arla, pero como, era lo últi mo que quedaba en la botella, no quiso tomar. E3 vino en la botella era más claro que cuando lo volcó en el viso. Ella se quejó de que tenía TDorra’ en el fondo y para mostearle que era bueno lo que le ofrecía lo tomó él. ”Ella le gritó que era un ordinario. Luego contó que su ma dre tom aba vino o whisky, en ocasiones, para reanimarse. E l padre se había hecho el magnánimo con él hacía poco y le había ofrecido whisky, pero le dio una medida tan escasa qüe parecía una m uestra gratis. "Luego fue recordando más cosas de la pelea matrimonial. Se quejó a la esposa de que dejara los platos sucios, sin lavar, de un día para el otro, que cuando venía alguien a casa se desvivía corriendo para arreglar las cosas, sobre todo cuando venía ese muchacho. Ella podía hablar mal de la familia de él, en cambio para ella, ‘el padre era un santo’, ‘un Dios’, ‘que nunca ensució nada’. "Recordó que, cuando tenía seis años, murió una herm ana m e nor a quien él le había pedido que le enseñara a saltar la soga porque ella era más hábil. Tuvo un recuerdo fugaz d e haberle roto algo’ que pertenecía a ella. "Volvió a recordar que antes de acostarse discutió con su esposa porque al acostarse, como solamente del lado de ella había un cenicero, tuvo una torpeza m anual y ensució con ceniza la cama del lado de ella; entonces se enojó. Pensó a continua ción que ahora podía contarm e con más claridad lo que pasaba en su matrimonio, pero que se le había escapado una cosa que no recordaba. Dijo que tendría que tom ar glicerofosfato para tener más memoria. ”E1 objeto paterno bueno en la sesión, que le perm itía com prenderse dentro de la misma, por la reintroyecc'ión del objeto
proyectado en la situación transferencial, se transform aba en malo. Todo el contenido de la pelea m atrim onial significa un intento fracasado de tom ar posesión de su m ujer en forma for zada, destruirla y luego no poder repararla. Se sentía impo tente, no podía lograr una conducta genital reparadora. Más aún, sólo recibió de su padre y de mí una 'm uestra gratis’ de genitalidad que destruía a su mujer. Ahora estaba en plena posición depresiva. ”La interpretación correlativa entre ‘acción transferencial y relato se apoyó en estos dos momentos de la sesión. Cuando yo le interpreté ‘que trataba de endulzar la am argura que sentía haber despertado en mí con las buenas noticias’, me dijo que le estaba subiendo el rubor a la cara. ”Evolución posterior ”Como una m uestra de la acción terapéutica de las interpre taciones correlativas entre relato y repetición quiero exponer un fragmento de la evolución del caso, que considero bastante avanzado teniendo en cuenta las dificultades que presentan los pacientes con conflictos matrimoniales. ”F ue percibiendo con mayor claridad que su impotencia y su comportamiento infantil en el matrim noio eran el nodulo de su conflicto matrim onial y el verdadero punto de partida del análisis. ¡ ”E sto lo mostró en un sueño que tuvo en la sesión siguiente. "Estábamos en M ar del Plata, papá me llam aba para que suIpiera a una azotea donde había un sobretecho cuadrado. Para explicarlo mejor, era como si sobre el cielo raso hubiera otro techo. Papá me daba un hacha para que lo rompiera. A mí se me caía una zapatilla, papá me em pujaba y yo tenía miedo de subir a hacer esa obra, porque me iba a marear. Luego apare cía otra escena en la que mi primo Juancito, de diecisiete años, pero que tiene cara de pibe, quería ponerse pantalones largos y faltar al colegio. Yo le decía: ‘Andá que te hace falta, que estás bastante atrasado’. ”Este sueño no necesita mayores comentarios, pues salta a la vista cómo el paciente estaba luchando contra la angustia y la ambivalencia que le despertaba el reconocimiento de su insu ficiente grado de m adurez para la adaptación matrimonial. Re lató por vez prim era un síntoma fóbico. ”Se dió cuenta de que cuando por la mañana tenía que ir a
determ inados lugares sin su socio, se angustiaba; entonces se quedaba dorm ido hasta las 11 horas y no iba. 'T am b ién en esa sesión estuvo recordando claram ente cómo contrajo matrimonio; del relato se puso de manifiesto que su mujer abusó de su pasividad en un comienzo, puesto que fue ella quien lo ‘forzó a ponerse los pantalones largos’- (m atrim o n io ), cuando él ‘seguía siendo un pibe’. ”A1 poco tiem po ella había adquirido gran poder sobre él, y así como le había costado sacarlo de su casa, una vez que logró atraerlo a su lado, ya. nada podía separarlo, ni el consejo de los familiares, ni la advertencia de un psiquiatra que atendía a la que entonces era su novia aplicándole tratam ientos con vulsiva n t es. "D urante una serie de sesiones se ocupó intensam ente de lodo esto,' y frecuentem ente apareció un m aterial que, si bien en un principio me pareció un detalle secundario, luego re sultó ser una verdadera clave que perm itió com prender de m anera muy convincente el porqué de su casamiento y el de la persistencia de su pasividad, de sus impulsos agresivos hacia la mujer y de su com portamento genital. ”L a conducta coercitiva de su mujer cuando se conocieron resultó ser un im pacto análogo al que tuvo en su infancia al sentir que era am am antado sin afecto; este traum a provocó la aparición de sueños en blanco (pantalla del sueño y fenómeno de Isakow er) desde niño, ”La frase clave a que me referí antes era ésta: ‘A mí me con vencieron de entrada los padres de ella para casarme con unos cuantos manteles blancos de hilo y me los mostraban. Cuando mis hermanos me decían: Pensalo bien antes de hacerlo (se re ferían al casam iento), cuando me quisieron m andar afuera para apartarm e de ella por las continuas peleas por sus caprichos ra ros, o cuando yo me fastidiaba y quería alejarm e no podía . . . se me aparecía el recuerdo de los manteles de hilo y me sentía atado’. ”La perspectiva de separarse del objeto perseguidor externo lo colocaba frente a la amenaza del perseguidor interno que lo perseguía desde niño en sueños. ”A1 sentirse forzado por ella, la introyectó como un pecho agresivo que enclaustra. S o b re. este objeto malo que represen taba la pantalla del sueño proyectó las fantasías optativas del enam oram iento que configuraban el equivalente d e la realiza ción de deseos que cubre la situación traum ática.
-”Estas consideraciones me permitieron com prender no sóla$ el verdadero significado de la pantalla del sueño que aparecía1;' én los sueños del paciente, sino tam bién el traum a que se lo: reactivó cuando conoció a su esposa. ”E1 paciente me dijo: ”Tuve un sueño con el señor A'., gerente de una de las com pañías con quien yo trabajo, que me reclam aba la entrega de una mercadería. Me invitaba a la casa y m e daba whisky. Es taba borracho. Me presentaba a la mujer. Como el whisky estaba amargo, ponía algo dulce como naranja para endulzarlo. ■ ”La prim era parte la entiendo, porque el señor A. efectiva m ente nos está exigiendo que entreguem os la m ercadería, y co mo no la tenemos lista, yo prefiero que vaya mi socio a Hablar con él. El señor A. prom ete mucho, influye, pero no tanto pomo él cree. Pienso que él quiere que yo m e em borrache y vr*|a en ?1' m undo de la fantasía como él. Ayer, para evitar la tenta ción de ir al cine, encontré una cosa que hacer. Acompañé a mi socio a un lugar adonde él tenía que ir. Q uería no hablar de mi señora pero no puedo dejar de hacerlo. Ya no me p re gunta más cuántas mujeres veo por la calle, pero sostiene que yo debo de ver más de las que le digo. Está hecha una loca; quiere que le vuelva a contar y dice que yo quiero contar. Pien so que está así porque se le atrasó la m enstruación. ”E1 señor A. nos representaba a mí y a la esposa por quienes se sentía exigido. El líquido que le hacía tom ar representaba el matrimonio. Lo amargo era el control agresivo del que se sentía objeto por parte de su esposa, su vida matrimonial in satisfactoria tal como lo veía en el análisis. Lo dulce que di simulaba lo amargo era el aspecto físico de ella, que le daba una apariencia agradable. Se defendía del control agresivo del que se sentía objeto por parte mía y de su esposa haciendo es capadas al cine. Como le resultaba insoportable estar m ucho, tiem po con su mujer, prefería huir de un m undo de fantasía (la locura de la m ujer) a otro mundo- de fantasía (el cine). ”A continuación prosiguió así: 'Cuando tengo tiem po libre, podría hacer cosas, pero me meto en el cine; pero ahora ya no creo que sea porque las películas me interesan, sino porque las mujeres no me llevan el apunte. Mejor dicho, mi m ujer no m e lleva el apunte. Si salgo una tarde con mi esposa, me arre piento de antemano, sé que va a pasar algo. Hoy la voy a in vitar, quizás sea para controlarla. El señor A ese que aparece en el sueño, pienso que es una persona inescrupulosa que hay
que estarle encima para que haga las cosas; por eso prefiero qué lo haga mi socio. "Pienso que usted p ie n s a " que yo pierdo tiempo. Quisiera tener una m áquina de esc rib ir. .. quiero ser feliz . . . sigo p en sando que quiero una m áquina de e sc rib ir. . . yo exagero la urgencia de las c o s a s ... piensa que sólo la quiero como un chiche. ” ‘Yo tengo m iedo de perder el tiempo, quisiera abarcar el tiempo para que no se me vaya5. ”Le interpreté que al sentir q u e ella podría abandonarlo, frente a su falta absoluta de creencia en el amor entre ambos, hizo un suprem o esfuerzo por retenerla, em barazándola. "Contestó así: ‘Hoy le decía a mi m ujer que realm ente uno vive de los veinte a los cincuenta y que tendría que tratar de aprovechar lo mejor posible esa época’. ”Le interpreté que me había contestado así porque deseaba identificarse con su padre que, fuera de su casa, ‘aprovecha él tiempo’, y al que, de acuerdo a lo visto en sesiones anteriores, le reprochaba no haberlo librado d e la dom inación de la madre. "Respondió diciéndome que algo de esto debería de tener vinculación con el hecho de que aún a los veinticinco años se metía en la cama de los padres los días feriados para estar con ellos. ”E n realidad, estando su padre podía estar junto a su m adre sin sentirse en peligro de ser dom inado agresivam ente por ella. Además, era una forma de estar con su padre y de protegerse con él del incesto. "Tam bién relacioné el ‘m eterse’ en el cine y en la cama de los padres (la pantalla y las sábanas) con el observar lo que ocurría entre ellos ( la escena p rim aria); su depresión a la sa lida del cine correspondía a que sólo había sido espectador y no actor, hijo y no padre, pero se veía forzado a esta solución para ir a buscar la incorporación de algunos aspectos buenos
* E n el Capítulo I de esta publicación, al referirm e a “identificación proyectiva y conflicto m atrim onial” , sostuve, que, frente a la am enaza de la reintroyecdón “enloquecedora” , el paciente tra ta de “ controlar” desde el interior de su propia m ente lo que, por identificación proyectiva, percibe que está sucediendo' en la m ente del analista. E n esos momentos los p a cientes interrum pen el relato del conflicto matrim onial y dicen general mente: “ M ientras decía esto, se me ocurrió que usted seguram ente ya estaría pensando tal y tal cosa” .
de sus padres. Al no poder vivir solo, le quedaba ver cómo los otros vivían. ”A1 interpretarle ló que h e señalado dijo: ‘Pienso que yo es taba engañado por mi madre. N o . . . engañado n o . . . equivo cado . . . me faltan datos concretos’. ”Le señalé que cuando dijo engañado’, había sentido que su m adre era mala porque lo tom aba por tonto, y que luego, al corregirse, había repetido en ese instante lo q u e hizo durante toda su vida; creer que era él mismo quien ‘se equivocaba’; prefería asum ir la responsabilidad de su tontería para negar la verdadera injuria narcisista: que era tonto porque se había dejado engañar. ”Me dijo: ‘Mi m adre empezó a hacerle la guerra a mi mujer cuando yo la traje a casa. Es verdad que era caprichosa. T e nía un tipo ‘Divito’ que me gustaba, y justam ente eso que me gustaba m e lo amargó, y si no hubiera sido porque m i mujer se encaprichó conmigo, yo no m e hubiera podido casar. Me admiro cómo me engañé con mi m adre y veo que esto tiene raíces muy p ro fu n d as. . . y siempre fue a s í . .. yo esperaba algo bueno de mi m adre y siempre obtenía lo contrario, sufrimientos. Cuando iba al colegio de chico, muchas veces me mojaba a propósito los días de lluvia, y ella en lugar de secarme, me pegaba’. ”Le interpreté que ese ‘mojarse’ representaba recuperar a la m adre en la época en que se orinaba. ‘¡Ah! R ecuérdo que m am á decía que descuidando a los chicos éstos se crían más fuerte’, respondió. ”Le interpreté que eso era lo que hacía el señor A. (su m a dre) en el sueño, que le hacía tragar cosas am argas endulzán doselas; que la m ujer del sueño era su mujer, y que ésta ap a recía en el sueño para representar que lo dulce, el tipo ‘Divi to’ de su mujer, se lo había am argado su madre. ”E1 paciente se tomó de la cabeza, dijo que prim ero no veía, que lo que yo decía era cierto, pero que luego se dio cuenta y le vino dolor de cabeza. ’Por un momento, m ientras yo le interpretaba, había querido no escucharme fijándose en mi tono de voz para ver si yo no estaba borracho. ”Le interpreté que mientras yo le estaba dando una buena interpretación, puesto que era verdadera, su m adre dentro de él m e h ab ía atacado em borrachando mis palabras, que eso ha bía am argado lo dulce y que al mezclar lo bueno que yo le
daba con lo malo" que él ponía; como todo eso tenía que tra gárselo puesto que no tenía más remedio que escucharme, le había producido dolor de cabeza. ”EI paciente afirmó que eso mismo le ocurría frecuentem en te afuera. Se quedó un rato pensativo y luego agregó que por eso tenía frecuentes cefaleas. "Prosiguió así: . . No sé por qué en este momento pensaba en los horarios, que uno llega y usted tam bién llega’. Le in terpreté que se sentía responsable por el ataque anterior y es taba endulzando lo que antes había am argado con el recuerdo de que conmigo estaba seguro, que en un momento determ i nado yo estaba junto a él. ”Esta seguridad ae que en un momento determ inado los factores tiem po y espacio coinciden es lo que da la posibilidad de incorporar al objsto como bueno. "Dijo: ‘M e doy duenta de que aquí puedo desem buchar y em buchar, aquí consigo lo que ella no me dio, los primeros pasos en la vida que uno necesita p ara poder llegar a ser feliz. Ya no tendré que robar m anzanas yéndom e al cine . . . recién cerré los ojos y quise preguntarle si alguna vez un paciente se le durm ió’. ”Le interpreté que me pedía permiso para adormecerse por el hecho de que aún no se sentía fuerte para vivir, pero que por otra parte, si se atrevía a hacerlo, era porque no me sentía tan exigente como para im pedirle descansar. ”Esta interpretación le trajo- el recuerdo de algo que durante muchos años le impidió descansar debido a la imposibilidad de incorporar objetos buenos * y a estar perm anentem ente sor m etido al manejo y al control de objetos malos. El relato que hizo fue así: ” ‘Yo, de chico,' tenía miedo de dorm irm e solo porque de golpe m e veía rodando por una cosa blanca que luego me iba alejando, se hacía más chica y al final sólo se veía la p unta .. . era una impresión molesta que se acom pañaba de un ruido co mo d e sirena que cada vez se va haciendo más c h irria n te . .. a g u d o . .. molesto’. Esto era la tentativa de elaboración de la situación traum ática ocurrida a raíz de no haber sido am am an tado con cariño. E l alejamiento de la imagen simbolizaba el * Nota de 1970: E n la actualidad m e referiría a la posibilidad de que el analista suministre o no estilos complementarios, es decir matrices verbales que perm itan generar nuevas gramáticas.
alejamiento del pecho que no ha podido ser incorporado, y elruido de la sirena era su propio llanto durante la lactancia? La imagen blanca que lo asustaba era la irrupción del pecho malo que, como estímulo traum ático, configuraba la pantalla del sueño, que estaba más allá del principio del placer, al ser vicio de la compulsión a la repetición. Así pudo llegar a com probar que la raíz de este conflicto m atrimonial residía en que no pudo incorporar los aspectos buenos de los objetos y que se hallaba a m erced de lo que las circunstancias podían ofrecerle. ”No pudo ir hacia lo bueno y sólo esperaba que lo bueno fuese hacia él, pero en la m edida en que esto nunca sucedía si no era activam ente buscado, siempre estuvo a m erced de las circunstancias. El paciente fue desde niño un objeto propicio para todos aquellos que deseaban abusar de su pasividad y usarlo para sus propios fines. ”Estos objetos que lo forzaban se transform aban en pantallas similares a la pantalla del sueño; sobre ellos podía proyectar partes buenas de sí mismo, pero que, a partir de ese momento, estando en poder de personas frustrantes, dejaban de pertenecerle.” A ello quisiera agregar que cuando la estrategia del tera peuta (entendida como ubicación) es óptima, se suele d ar el caso de que de entrada el an alista.. empiece a deeodificar los mensajes en forma tal que puede esperarse que produzca en la sesión la repetición de un relato dicho al comienzo de la misma y tam bién en algunos casos a la inversa. Esto es de m ucha im-, portancia porque cuando el trabajo .con modelos predictivos no perturba el trabajo dél paciente en la sesión siguiente, este en cuentro entre un relato y una repetición suele constituir un alivio para el paciente y un hallazgo de gran peso para, p re servar la convicción del terapeuta d e que le es posible efectuar enunciados acerca de sus hipótesis d e trabajo que resisten la prueba de refutación, ya que el mismo paciente las corrobora sin haber interpretado nada el analista antes.
8. Evolución de la transferencia y proceso psicoanalítico En su relato sobre “El problem a de la transferencia”, Lagache (19) sostiene lo siguiente: “El tipo ideal d e desarrollo del tratam iento com prende tres momentos: un período de iniciación, un período de estado y un período term inal. El período de iniciación es representado a m enudo como un período de tan teos y de establecimientos progresivos de la transferencia (esta dio de transferencias flotantes de Glover). El período de esta do es caracterizado por el establecimiento de la transferencia y d e 'la s neurosis de transferencia bajo formas siempre más re gresivas El período term inal es caracterizado por la liquida ción de la neurosis d e transferencia y la ‘reevolución’ de la personalidad en el sentido de la m adurez”. E n esta revisión sobre la evolución de la transferencia, efec tuada hace ya varios años, dicho autor señala un conjunto de observaciones realizadas por diferentes psicoanalistas que estu diaron el problem a. Una cosa que llam a la atención es que no pueden verse las bases empíricas de la acción y de la contri bución del terapeuta en dicho proceso psicoanalítico. M eltze r(2 5 ) ha observado en el análisis d e niños una serie de etapas que sí m uestran la interacción paciente - analista y la evolución de la transferencia en el proceso psicoanalítico. Distingue las siguientes etapas: 1. 2. 3. 4. 5.
La El El El El
recolección de la transferencia. ordenam iento d e las confusiones geográficas. ordenam iento de las confusiones zonales. um bral de la posición depresiva. proceso de destete.
T rataré de hacer un cotejo para ver algunas de las posibilida des de establecer correlaciones entre, por un lado, la evolución de la transferencia y de los estilos que se van sucediendo en los hablantes en el proceso terapéutico, y por el otro las fases que describe M eltzer. Para eso considero que los conceptos acerca de las áreas de la semiótica, más todas las reglas de coordina ción de esquemas referenciales, permiten, y en un futuro per mitirán mucho más, hacer enunciados lógicos acerca de un es tadio determ inado, que pueden ser objeto de testeo con la fi nalidad de ver su grado de validación, lo que tiene consecuen
cias ulteriores para la evolución del paciente y del analista en el proceso terapéutico. E n la prim era fase, o sea en la recoleción de la transferencia, las consideraciones que hace M eltzer en lo que se refiere al análisis de niños tienen m ucho en común con los puntos que he señalado al referirm e a los analizandos con distorsión a predo minio pragmático, en el Capítulo VII. Para sustentar este punto de vista, quiero citar lo que dice M eltzer acerca de esta prim era fase, que él denom ina la reco lección de la transferencia: “Según este punto de vista, la vida de un niño al comienzo de su análisis parecería estar colm ada de objetos del mundo externo: padres, herinanos, familiares, sir vientes, maestras, animales, juguetes, mólquinas y tam bién por elementos de la naturaleza. A unque su tendencia, im pelida por distintos impulsos y ansiedades, es la de fxtender los límites del Self para abarcar todo objeto nuevo, tam bién padece el tem or a la sobreextensión, a ‘perderse’, y por esa razón intenta m an tener un perím etro definido. I 4a geografía de este perím etro en relación con el m undo externo está principalm ente, como en tantos juegos, definida por la distancia emocional del ‘hogar’ que es, en verdad, el domicilio real, pero tam bién fundam en talm ente los cuerpos de los padres y en especial el de la madre. D e este modo las personas y las cosas tienen una valencia po sitiva o negativa según se los sienta cercanos a los padres”. No creo que resulte demasiado difícil al lector reconocer en estas afirmaciones algo de lo dicho en el caso Ornar. Tómese en cuen ta la m anera en q u e Ornar concebía al análisis y al psicoanalista, a quien él tam bién, como lo dice M eltzer más adelante, “buscó m edir” con la finalidad de ver hasta qué punto “la form a en que los padres han presentado la necesidad y el propio análisis, por ejemplo, puede yuxtaponerse en el pensam iento a la presenta ción del analista, o a su actitud o m odales”. Inclusive hay nexos im portantes entre lo desarrollado en el Capítulo VII y las indicaciones que hace M eltzer en lo que se refiere al análisis de niños en esta prim era etapa: “estas prim e ras inteírpretaciones deben ser suaves y am pliadas por expli caciones que señalan cómo difiere el análisis de otras situacio nes corrientes en la casa o en el colegio”. Podemos hacer un cotejo entre esta estipulación y el estilo descriptivo narrativo que es complementario al del analizando con distorsión a pre dominio pragmático. La segunda fase, que M eltzer denom ina como fase de “orde
nam iento de las confusiones geográficas”, se superpone ¡bas tante con los enunciados que he hecho cuando me referí a la distorsión a predom inio semántico! Según M eltzer, una de las cosas más evidentes es el splitting y la idealización del Self y los objetos, y el uso d e la identificación proyectiva para los fines de control om nipotente, tendiente a configurar relaciones objetales de tipo narcisista. Tam bién aquí m enciona el problem a de la envidia, de los celos posesivos, y una m anera particular ele ser que está relacionada con secretos y engaños. E ntre las estipulaciones de esta etapa, y aquí hay algunas analogías de peso con los pacientes con distorsión a predom inio semántico, M eltzer menciona la utilización del cuerpo del analista como una p arte del Self (la persona), la utilización del cuerpo como el interior de un objeto, la tendencia a invertir la relación adul to-niño (en la cual el analista parece contener y representar la parte alienada del Self infantil), y un. control omnipotente sobre el analista. Estas características aparecen en los analizandos que he mos trado en los capítulos anteriores y especialm ente en el C apí tulo V III, con distorsión a predom inio semántico. Acerca de la fase siguiente, de ordenam iento de las confu siones zonales, M eltzer dice entre otras cosas: “E n realidad, como ya he dicho, se lo podría llam ar el paso crucial para el establecimiento de las bases de la salud m ental, y la eliminación del peligro del deterioro psicótico”. El abandono de la identifi cación proyectiva masiva posibilita el esclarecimiento de un tipo limitado de dependencia, M eltzer la llam a la relación p e cho - inodoro, para designar su finalidad puram ente expulsiva, y la experiencia de objeto parcial. “Parecería que antes de que se haya establecido el ‘pecho - inodoro’ internalizado, la impo sibilidad de disponer de un objeto en el m undo externo capaz de contener dicho dolor arroja al Yo nuevam ente a la identifi cación proyectiva masiva con un objeto interno: si esto fracasa para controlar una ansiedad, surgen como único recurso estados de aislamiento esquizofrénico en forma de delirios o fragm enta ción autista, ya sean separados, o bien uno tras otro”. Luego continúa M eltzer: “Pero volviendo a la fase del p ro ceso terapéutico en discusión, he indicado que el ‘heredero’, para decirlo así, del abandono de la identificación proyectiva masiva, es la dependencia tipo pecho - inodoro de un objeto externo, y, eventualm ente, d e un objeto interno. “Parece ser que la disposición a la evolución en el tratam iento
psicoanalítico requiere por parte del analizando un cierto or denamiento de las confusiones zonales para poder llegar a esta situación, en donde el cuarto analítico deja de ser en forma alternada el ‘adentro' o el ‘afuera’ para convertirse en un lugar de análisis, diferenciado de todas las otras áreas y actividades en la vida del analista y del niño”. Al final de este capítulo M eltzer se refiere al concepto de una confusión zonal y modal como el. tem a central de la trans ferencia, y con el intento de describir su organización a la luz de lu s esfuerzos para debilitar el narcisismo, y colocar las estructuras infantiles al alcance de la experiencia de dependencia de la ma dre y del padre como pareja parental. Más adelante, refiriéndose a la característica de esta fase, ubica primero una tendencia ha cia la genitalización difusa de todas las zonas y la búsqueda de la gratificación sensual; en segundo lugar M eltzer señala que hay una idealización de la belleza de los objetos parciales y una búsqueda de su posesión exclusiva, y en tercer lugar el intento de formar un sistema cerrado de m utua idealización con dicho objeto de las cualidades reparadoras de los productos del cuerpo. A mi entender, estas características tienen que estar sub yacentes para que exista un universo -común de discurso entre analista y analizando, y, desde el puntó de vista de la semiótica, la relación ocurra en un nivel de distorsión a predominio sin táctico, Lo que sigue a continuación, la fase del um bral de la posi ción depresiva, la he m encionado al vhacer las consideraciones referidas al caso Juan, Es factible captar las fases de am biva lencia, culpabilidad inconsciente y lucha pór la reparación (que son las etapas de la posición depresiva) á través de las varia ciones estilísticas. E n el Capítulo M I he m ostrado tam bién el caso del paciente que desorganizaba '_su sintaxis como conse cuencia de la creciente ambivalencia* qué le iba provocando la situación de estar acostado en el diván, hablando sin ver al terapeuta. E l sentimiento de culpabilidad inconsciente y la lucha por superarlo, aparecen con claridad'.en las fases finales del análisis del analizando Juan. Considero, con respecto a todo este tema, que son de interés las connotaciones que desarrollé sobre el término reparación en el Capítulo IV, puesto que es tablecen puntos de referencia, que sin corresponderse de una manera textual, tienen mucho que ver con el cuarto y quinto momento que M eltzer establece cuando habla del proceso ana lítico.
En la m edida en que el analizando Juan fue enriqueciendo su .. habla en el curso del proceso analítico, algunas de estas etapas resultan bastante visibles. El proceso del destete se ve con bastante claridad en el mo mento en que aparece el recurso de la sirena y todas las fanta sías relacionadas con el mantel blanco.
9. El paciente con estilo narrativo E n el Capítulo VI, al referirm e a este tipo de pacientes, se ñalé que sus características corresponden a las de la “persona lógica”, descripta en mi libro anterior ( 2 1 a ) . En el mencionado capítulo incluí mis ideas sobre dicha “persona lógica”. Me referí tam bién a la estructura subyacente- al sistema o b sesivo, señalando que la misma da el criterio pronóstico a di chos sistemas obsesivos. Puede ser una depresión melancólica o bien una fobia que ha sido ritualizada y que es racionalizada por dichos sistemas obsesivos. Un hecho común de la vida co*tidiana se observa cuando, frente a la ansiedad de examen, sur gen transitoriam ente com portamientos supersticiosos idiosincráticos que consisten en un sistema determ inado de vestimenta que no adm ite variaciones de tipo paradigm ático: por ejemplo, debe llevarse siempre la misma corbata. E n otras ocasiones la ' estructura subyacente es constante y puede ser visualizada por que dentro de la estilística narrativa se va injertando un estilo con dram aticidad y suspenso, como se observa en el caso Agustín. E n otros casos la estructura subyacente no es ni una depre sión melancólica ni una fobia. Se da una ritualización o bien manierismos verbales que perm iten a una persona sobrellevar su pánico a la vivencia de fin del mundo, desrealización, desperso nalización o extrañamiento. De esta m anera, la estilística na rrativa, en la que se incluyen la actitud y el com portamiento no verbal del hablante, actúa como medio de salvaguardar los lí mites de la percepción de la propia persona. O tra posibilidad con respecto a la estructura subyacente al estilo narrativo se observa en el Capítulo III, donde describí el caso de un analizando en quien los duelos sin elaborar mo tivaban que le adscribiera un sentido idiosincrático a la realidad, de naturaleza notoriam ente delirante. Esto se hizo manifiesto una vez que la terapeuta se cuestionó las bases de la adapta ción del paciente a las convenciones y normas que rigen el in
tercam bio comercial. La terapeuta captó entonces desde otro ángulo, basándose en determ inados indicios (regalos, etcétera), y el analizando lo corroboró, que el significado de sus normas y reglas en el ám bito comercial era un producto de una ética delirante según la cual los demás ( “la realidad puede más que yo", etcétera) eran para él personajes que potenci'almente lo podrían despojar de alimentos, de los que él sentía que los privaba cada vez que realizaba una operación comercial, que para el paciente tenía, como aditam ento secreto, el sentido de atesorar cosas que podían ser llevadas a otro lugar y transfor madas en comida. E n el paciente que menciono en el Capítulo V, al postular un ejemplo de exposición psicoanalítica ( “Criterio para inter p retar en pacientes obsesivos” ), pongo en evidencia que su es tilística narrativa, cim entada en determ inadas defensas obsesi vas, tenía una motivación subyacente distinta a la presentada en los casos anteriores, ya que se trataba de una motivación Hipocondríaca. El grado de coherencia m ental dada por la or ganización intrínseca del sistema obsesivo de verbalizar y p en sar se aviene en forma muy adecuada para contrarrestar las vivencias de desorganización en las percepciones cenestéticas de estos analizandos. E l examen de la Sesión I del caso Juan (C apítulo II) p er m ite extraer otras conclusiones. Si se observan los sucesivos m o mentos I, II, III, IV y V, encontramos las características de un estilo que yo considero como narrativo, que se detectan en to dos aquellos pacientes que tienden a centrar el mensaje en el factor contextual y en la función referencial. D icha función siempre rem ite al terapeuta a que se ubiqué en un contexto determ inado al cual el paciente trata de conducirlo utilizando las características de la narración, para controlar los procesos mentales del receptor, fijando la m ente de éste en un m undo co nocido por el paciente, en el cual los datos son ordenados de una manera exclusiva por él. Los pacientes con características obsesivas que frente a la ansiedad ante el cam bio reaccionan con mecanismos de formación reactiva, anulación y aislamiento, cuya finalidad consiste precisam ente en organizar una secuen cia narrativa, exteriorizan a través del habla un estilo que cons tituye la expresión em pírica de los mecanismos de defensa re cién aludidos. Los pacientes con formación reactiva em plean en su habla un estilo que se asemeja al estilo escrito en los expe dientes jurídicos. Exageran los convencionalismos sociales del
habla como defensa frente a impulsos destructivos (por ejemplo, en los epilépticos con defensas obsesivas). L a anulación surge cuando descubren que han herido al interlocutor y entonces anuncian de alguna m anera que no se tome en cuenta lo dicho y que se empiece de nuevo (por ejemplo, “demos vuelta la hoja”, “borrón y cuenta nueva” ). E n el aislamiento, el analizan do trata de que el terapeuta no le mezcle las cosas y constante m ente le pide que respete las clasificaciones que él ha realizado en términos d e clase, género y especie. Si se intenta una inter pretación textual, los pacientes reaccionan diciendo al terapeuta que no los em barulle m ezclando las cosas y que se atenga a sus esquemas clasificatorios. E n este sentido, las verbalizaciones suelen tener un estilo caracterizado por una ordenación de la exposición y la emisión de las señales siguiendo normas estrictas confeccionados por ellos (y por las cuales tienen un orgullo de sentirse “más correctos” que los dem ás) según la importancia del tema, según el orden de ocurrencia de los sucesos, etcétera. Aunque sin referirse a este tipo de pacientes, Rosen (29) desarrolló algunas ideas que me resultaron de sumo valor para establecer las características de un paciente con estilo narrati vo y que corresponden a todos aquellos pacientes en quienes las defensas instrum entadas en forma de control anal retentivo son exitosas, por lo cual pueden m antener la secuencia del relato. Si fracasan dichos mecanismos, el estilo narrativo es interrum pi do y m etafóricam ente puedo decir que la retórica del paciente que narra se hace “sucia”, puesto que al desmoronarse las defen sas obsesivas surge el lenguaje anal. La mejor descripción del estilo narrativo la encontré en el mencionado trabajo de Víctor Rosen. Refiriéndose a las perturbaciones lingüísticas del paciente que dificultan la comprensión de su m aterial verbal manifiesto, con sidera que están más allá de la estilística personal. Al descubrir tales perturbaciones lingüísticas distingue en pri mer lugar un fenómeno que se ha denominado “parafonía” y que se m anifiesta por un desajuste o asincronía, diría yo, entre los rasgos tonales de la persona que verbaliza y los contenidos que expresa en dicha verbalización. El segundo caso lo deno mina, por analogía, “param imesis”. Consiste en una incongruen cia similar a la anterior, pero ahora entre los rasgos y el conte nido de la verbalización, por una parte, y las expresiones faciales y gestuales que la acompañan, por otra. Estas observaciones, a m anera de datos iniciales, me perm iten
form ular la siguiente generalización em pírica: Todos aquellos, pacientes que en la situación analítica, por la intensidad d e su conflicto, distorsionan el sentido de los sucesos q u e ocurren y que no incluyen a su propia persona, alteran la significación de los mismos de m anera tal que frente a'determ inadas circunstan cias sienten que ellos se e n c u e n tra n . involucrados, ya sea en situación de peligro inminente (m iedo al daño) o bien ante el riesgo de una pérdida total de poder, prestigio, reconocimiento, de carácter irrecuperable, que dan como algo tácito, en cuyo caso toda su vida pasa a estar regida por una creencia delirante de estar definitivam ente marginados (m iedo al abandono). En esas condiciones pierden la adecuación formal y gestual y muestran una asincronía entre lo que expresan y la entonación con lo que hacen, y en caso de no ocurrir esto, el desajuste puede darse entre lo que expresan y la mímica gestual y postural y se manifiesta a veces tam bién a través dePhecho de tom ar actitudes incomprensibles. En estos casos nos encontramos con las carac terísticas que V. Rosen señaló como parafonía y parámimesis. No quiero dejar de señalar que en el-prim er caso (parafonía) existe un mecanismo de aislamiento sumado a un desplazam iento a los órganos de la fonación, cuando tienen que entrar en fun ción y graduar la salida de la columna ?de aire, de los conflictos esfinterianos en donde el excremento, ‘equiparado a la columna de aire con emisión sonora, invade y ’ erotiza los elementos de la mímica verbal. Como hemos visto al considerar la fonología semántica, los diferentes tipos de articulación durante la emisión verbal posibilitan o impiden un uso adecuado de los cuatro prin cipales resonadores de la fonación: la Siringe, la boca, las fosas nasales y la cavidad labial. La entonación está determ inada por la riqueza de los armónicos y las variaciones en la altura de la voz al pronunciar una frase que le dan á la misma características que hacen posible su transcripción en notación musical. Consi dero que en los casos de “parafonía”’ y. “param imesis” ocurren alteraciones sintácticas del tipo del lenguaje anal que he m en cionado anteriormente. E n cambio cuando la narración se rtiantiene, y por lo tanto los dos miedos mencionados anteriorm ente son controlados en forma exitosa, en el estilo narrativo del analizando predom inan dos tipos de síndromes que V. Rosen relacionó con las descrip ciones que establece Román Jakobson. (Í6 ) en sus trabajos sobre afasia cuando destaca que sus pacientes tendían a asociar por
contigüidad tem poral o espacial, o bien por similitud. Según Ro sen: “Los otros dos síndromes están conectados con los dos modos predominantes a través de los cuales se establecen conexiones formales entre contenidos conscientes. Román Jakobson, en el contexto de afasia, sugirió que tales conexiones se establecen sobre la base de similitud o contigüidad. C uando uno u otro modo de establecer conexiones está ausente resultan apropiados los términos ‘deficiencias de similitud o contigüidad’. De las cuatro perturbaciones del lenguaje, llam aré desórdenes ‘p ara verbales’ a las prim eras y denom inaré desórdenes ‘parasintácticos’ a las segundas. E n las perturbaciones paraverbales la difi cultad reside en la integración del mensaje con su expresividad armónica; en las perturbaciones parasintácticas el defecto reside en el mensaje en sí”. E n términos del área pragm ática de los procesos semióticos, el paciente con estilo narrativo m antiene una relación de intenso control anal retentivo con el mensaje verbal que él ha emitido. Para m antener dicho control es que sus frases son muy ordena das. Constantem ente hacen alguna pausa de significado interro gativo. E n efecto, ellos tienen una necesidad de percatarse que ningún elemento subjetivo del terapeuta haya “contam inado” los signi ficados que él quiere transm itir en sus mensajes. Al utilizar en la narración nexos de contigüidad témporo-espacial y de similitud, buscan precisam ente contrarrestar dicho tem or a la contaminación con lo que le pueden decir al terapeuta, que les im pediría seguir con ese estilo y los llevase a pensar en términos de la “lógica de las emociones”. Como los pacientes saben que los acontecimientos de la in fancia son im portantes, utilizan dicha hipótesis para adscribir a la persona del analista el papel de un historiador que tiene que aceptar taxativam ente una historia fraguada. La evolución de estos pacientes en el curso del proceso tera péutico origina en ellos muchas crisis relacionadas con la veraci dad de relatos que en un comienzo del análisis aparecieron de determ inada manera. F rente a cada rectificación se pone de m a nifiesto cómo habían enfatizado determ inados acontecimientos en detrim ento de otros. Mi experiencia me ha dem ostrado que en estos pacientes, junto a la distorsión pragm ática, que he señalado anteriorm ente, tam bién existe una distorsión semántica; pero no por eso entran
en la categoría de los analizandos con una distorsión pragm ática o semántica de base. Ellos, desde un comienzo, tienen una noción del significado simbólico del diálogo analítico, del terapeuta como padre virtual. Al estudiar en el Capítulo V el empleo, de los mecanismos de defensa en estos analizandos con la finalidad d e detectar el momento oportuno para interpretar, dije¿ refiriéndom e al p a ciente en estudio, que cuando inició su sesión hizo un esfuerzo por unir las partes de sí mismo que quedaron dispersas dentro de mí durante ese fin de semana. Fracasó en su tentativa, esto lo deprimió' y súbitam ente se vio invadido por la ansiedad d e presiva de la cual se defendió con un mecanismo maníaco. Si le hubiese interpretado la depresión por el fracaso de su tentativa de unir su dispersión del fin de semana durante los primeros minutos de la sesión del lunes, esta defensa m aníaca no hubiera tenido lugar con tanta intensidad. Por lo tanto, con sidero que el instante previo a dicha defensa hubiera sido un mom ento oportuno para interpretar. Al no haber interpretado esto, el paciente desarrolló la ya m encionada defensa maníaca, que en el nivel anal retentivo corresponde a lo que clásicamente se denomina formación reactiva. La formación reactiva significa un desgaste en la economía psí quica y, al negar la existencia de una parte de sí mismo abúlica y desinteresada y forzarse a sentir interés y voluntad por p arti cipar en el proceso analítico, produce una gran interferencia en las funciones de comunicación. E n estos momentos el paciente revive en la situación analítica el aprendizaje conflictual del control esfinteriano: repite en el análisis la situación del niño que se encuentra solo a merced del dolor psíquico de la ansiedad depresiva violenta y necesita del objeto bueno para contrarrestar el sufrimiento ante la pérdi da, pero no puede ni mirar ni escuchar al analista (el objeto üecesitado). E n este sentido, mis observaciones me han puesto en eviden cia un hecho no señalado hasta ahora en la literatura analítica y que considero de gran im portancia en la técnica interpretativa: en la situación analítica la audición asume la función de incor poración visuál; el acto de mirar, como equivalente de incorpo rar, es substituido por el escuchar. El hablar compulsivo que presenta la formación reactiva con estas características impide pausas útiles en la verbalización que posibiliten la interpretación; además, por la equiparación con el acto de mirar, tam bién se
convierte en un canal de proyección por medio del cual los im pulsos escopofílicos proyectan partes del paciente en el interior de las interpretaciones que va escuchando, de m anera tal que aunque escuche tergiversa el sentido de lo que se le interpreta, lo que hace peligroso que el terapeuta que interpreta se exponga a los ataques envidiosos a su mente. Como sabemos, en la neurosis obsesiva la palabra adquiere un valor mágico: el paciente, por lo tanto, es m uy sensible al im pacto acústico que se produce él a sí mismo. E n otros términos, escucharse hablar de manera compulsiva, especialmente en de cúbito, hace sentir al paciente crecientem ente solo. Sus palabras, sumadas al silencio del terapeuta, que el mismo paciente induce, pasan a convertirse en un medio de proyección de objetos m a los; en estas condiciones, la formación reactiva re guiere un gasto creciente de energía para contrarrestar la reintroyección Sabemos que la formación reactiva “consiste en una actitud constreñida y rígida, que estorba la expresión de los impulsos opuestos que tratan de abrirse camino de diversos modos pero, por la naturalezá de la contracarga que es manifiesta produce una manifestación ‘de una vez por todas’ en la personalidad” (5 c). E n el caso de C., el paciente que estudié en el Capítulo V, como en el d e muchos otros obsesivos que fracasan en sus inten tos de sublimar, la abulia y el desinterés están relacionados con fantasías inconscientes de suciedad y desorden. Estas fantasías inconscientes son, las que estaban subyacentes a las fantasías hi pocondríacas y a la preocupación por sentir su mente dañada. E l “miedo a no saber” era equivalente a sentir caos interior, y este miedo lo exponía a precipitarse en una depresión m elan cólica (la m ente creativa del padre, equiparada con el interior del vientre materno, irreparablem ente dañada). La formación reactiva, no obstante, preserva la relación con la realidad, porque m antiene a una parte de la personalidad, que contiene el lenguaje y el pensamiento verbal, separada de sus emociones y de sus sensaciones corporales. Pero, mientras el paciente m antiene esta disociación exitosa entre ambas partes de su persona, la comunicación se perturba porque las partes disociadas contienen los impulsos necesarios para integrar las experiencias depresivas. E sta perturbación en la comunicación, según se vio, va en aumento, y entonces se produce un cambio cualitativo en el me-, canismo de defensa: la formación reactiva fracasa y debe recu-
rrirse al mecanismo d e anulación. Conviene señalar que este fenómeno de cambio sólo ocurre en la situación analítica y por las características que se dan únicam ente en dicho diálogo. Es en este momento, de cambio cualitativo de formación re activa a anulación, cuando la magia de la palabra se refuerza con la magia del gesto y cuando, paralelam ente el lenguaje ver bal tiende a ser cada vez más impersonal. Sim ultáneam ente con esto emerge la emoción en la verbalización, la que consiste en una expresión de enojo en el tono y la inflexión de la voz, que debe ser contrarrestada una y otra vez m ediante el mecanismo de anulación. La m agia del gesto cumple, pues, una doble fun ción: por un lado refuerza el énfasis que la verbalización ha perdido y por el otro intenta borrar l a -emoción em ergente (eno jo y a la vez pedido de ayuda, expresados en dicho gesto y en b. verbalización). Cuando el paciente obsesivo cambia de mecanismo de defensa es el mom ento oportuno para interpretar, y el contenido de la interpretación debe referirse a la emoción que reaparece cons tantem ente en la defensa. En cambio, los contenidos de los mensajes verbales carecen de significado, y es por esto que los obsesivos impresionan “como si” estuviesen discutiendo en forma violenta con alguien, pero no puede comprenderse el tem a sobre el cual discuten. Esto se debe a que en estos momentos el mecanismo de anulación se ejerce sobre la duda obsesiva. C. podía establecer formaciones reactivas contra aspectos de su depresión por su fracaso intelectual, pero cuando la duda obsesiva amenazaba invadir la formación reactiva, debía recu rrir al mecanismo de anulación. ;*■ Fenichel se refiere a la relación entfe formación reactiva y anulación en estos términos: “E n la formación reactiva se adop ta una actitud que es opuesta a la originaria. En la anulación se ha dado un paso más allá. Se realiza algo de carácter positivo que, real o mágicamente, es contrario o algo que, tam bién real mente o sólo en la imaginación, fue realizado antes”. E n el material del caso que tomo como ejemplo, la amenaza de la emergencia de una duda al fracasar la formación reactiva debía ser contrarrestada con una afirmación enfática, y como este gesto a su vez traía consigo el germ en de otra duda, por su doble significado, debía ser a su vez anulado.
Cuando el paciente obsesivo recurre a esta nueva defensa exis ten mejores posibilidades de formular la interpretación, porque, las partes del paciente que contienen las emociones están diso ciadas precariamente por el mecanismo de anulación. E sta es una premisa teórica para la técnica interpretativa de los mecanismos obsesivos, que considero de valor en la elección del momento para interpretar. El mecanismo de anulación, se gún lo ha señalado G rinberg (14), es una defensa frente a la culpa persecutoria. Esta forma de conceptualízar dicho m eca nismo apoya mi criterio de la elección del m om ento para inter pretar: cuando el paciente pasa de la formación reactiva a la anulación, toma contacto con la culpa persecutoria que contiene en sí misma una disposición naciente a la reparación. Aunque afirmo esto, no dejo de reconocer que la anulación es una repa ración m aníaca. De cualquier manera, las funciones. de comuni cación (recepción y evaluación de lo interpretado) mejoran notablem ente cuando se produce el pasaje de un mecanismo de defensa a otro. Este punto es muy im portante para el desarrollo del proceso terapéutico, el cual requiere la colaboración intelectual del pa ciente. M. Klein (17), y entre nosotros M. Langer (20), se han referido a la envidia a la capacidad intelectual del analista. Considero que los mecanismos típicos de la neurosis obsesiva tienen mucho que ver con todo lo dicho, debido a que los p a cientes con manifestaciones obsesivas tienen fuertes conflictos de rivalidad y envidia intelectual, de una m anera muy directa, por la sobrevaloración de su propia m ente y de la del terapeuta. E sta envidia intelectual del paciente obsesivo tiene efectos devastadores sobre sus funciones intelectuales cuando se enfrenta con la actividad intelectual de las dem ás personas. C om o‘con secuencia de esto, los mecanismos de defensa deben extrem ar al máximo su intensidad para contrarrestar dichos efectos. Estos mecanismos (form ación reactiva y anulación) y esta m otivación (la envidia) ejercen una enorme influencia sobre la disposición del paciente en su actitud de esperar, de buscar y de responder a la interpretación. Por ello, requerirá una actitud en el terapeuta que lo capacite para una mejor elección del estilo en su interpretación. A raíz de la intensidad de la identificación proyectiva cuando los conflictos transferenciales se localizan en la esfera intelec tual, las ansiedades paranoides motivadas por la envidia y las ansiedades depresivas debidas a las fuertes exigencias repara-
torias del Yo, actúan como causas de las defensas obsesivas. Por ejemplo, en el caso a que aludí en el Capítulo V, el mecanismo de formación reactiva mostró, ser una defensa frente al miedo a la retaliación por los ataques envidiosos a mi mente; así, el p a ciente podía perm anecer libre de su miedo a la retaliación en la medida en que, por el mecanismo de disociación, m antenía ale jadas las partes de su cuerpo cargadas con ansiedades hipocon dríacas, que, por identificación proyectiva, había introducido dentro de mi m ente silenciada. Sin embargo, en estas circunstan cias, mi mente le resultaba peligrosa porque estaba desprovista de capacidad creadora y él se sentía solo. Cuando la defensa era exitosa, ubicaba dentro de su m ente los contenidos valiosos de la mía, de los cuales él se había apoderado, puesto qu ? mi luci dez le resultaba aún más peligrosa y devastadora. M ientras se m antenía la disociación, podía negar omnipotentement'p la exis tencia de todo lo peligroso, y su lenguaje, verbal era ún instru mento mágico al servicio de su. omnipotencia. Esto significaba una idealización de su actitud con la ilusión de realizar el anhelo infantil d e "hacer todas las cosas él solo”. R epetía así en la íiansferencia, como se vio en sus sesiones, un comportamiento infantil que consistía en aislarse de los amigos e inventar sus propios juegos de significado m asturbatorio y adm inistrar por su cuenta el control de las heces. Tom ando en consideración las conclusiones a las cuales llegué al examinar las sesiones de los lunes de aquel paciente, C., estuve mejor preparado en las sesiones de los días siguientes para de tectar las perturbaciones y las aperturas que se iban produciendo. Al tom ar en cuenta las partes del paciente con disposición a colaborar conmigo, pude visualizar cómo en el curso de las se siones siguientes, frente a cada progreso, iba diferenciando más netam ente lo “anal” de lo “femenino”. E sto se hizo evidente porque logramos hasta cierto punto diferenciar entre el pánico homosexual por violación anal y la rivalidad por la creatividad fem enina localizada en la mente. F ue posible que el paciente realizara esta discriminación todas las veces en que pude inter pretar en el momento adecuado. D e lo contrario, las interpreta ciones caían como “pedradas”. Luego de esto, y en cuanto al contenido; si las interpretacio nes incluían un excesivo reconocimiento d e la capacidad reparatoria del paciente, corrían el peligro de m alograrse por la intensidad de la envidia a la capacidad creadora de m i mente. La forma de interpretar resultó ser un elemento d e im portan
cia, puesto q u é sí se form ulaban las interpretaciones de modo impersonal, daban lugar a que el paciente me confundiese con él. E n estos momentos, mis interpretaciones eran más bien sen tidas como un ritual verbal de reparación mágica. E n cambio, cuando la forma de interpretar tenía las características de un diálogo de persona a persona (o que significaba la inclusión en la interpretación del “y0” con 1° "mío”, lo d e "él” con lo “suyo”, y lo que realizábamos en común, es decir lo “nuestro” ), lo ayu daba a integrarse. D urante las sesiones de las semanas siguientes aparecieron por prim era vez en el m aterial y en los sueños claros simbolis*mos genitales. M i m ente pasó a ser aceptada como un símbolo del vientre creador en lugar d e ser una ecuación simbólica de los intestinos y el ano que le arrojaban excrementos duros. El proceso de síntesis e integración creadora que yo hacía de sus ideas en mi m ente comenzó a despertar su interés. El paciente empezó a preocuparse por el trato que le daba tanto a sus ideas como a las mías. A la vez, cambió la relación con su mujer, rela ción en la cual había repetido hasta ese entonces el com porta miento descrito en las sesiones. Em pezó a establecer con ella una mejor comunicación. Quisiera finalizar este apartado recordando al lector que en el C apítulo IV me referí a la forma en que el terapeuta puede decodificar lo que encodifica el paciente con estilo narrativo. D estaqué que lo que el paciente ha dicho (código verbal) aparece, al ser decodificado, como un mensaje inconsciente en tér minos de un acontecim iento en el “aquí-ahora-conm igo”, acon tecim iento que trasciende el lenguaje verbal. En cambio, lo que el paciente hace o deja traslucir que le pasa en el cuerpo y /o actitudes posturales aparece en la interpretación, al ser decodifi cado, como relato verbalizado de acontecimientos que se han dado en sucesión seriada en el transcurso de la vida hasta ese momento.
10. El paciente con estilo dramático, que busca incógnitas y crea suspenso Muchos d e los pacientes estudiados en los Capítulos VII y VIII, al progresar en el curso del tratam iento, adquieren un es tilo que, cuando tom an conciencia d e él, afirm an con sorpresa
que ellos nunca hubieran esperado poseer. Esto se advierte a m enudo en aquellos pacientes que han padecido una perturba ción a predominio pragm ático o bien semántico bajo la cual sub yace una fobia. E n mi libro anterior (216), refiriéndome a la “persona atem o rizada y huidiza”, es decir al carácter fóbico (en la cual los p a cientes antedichos se transforman muchas veces al evolucionar en el tratam iento), dije lo siguiente: “Este tipo de persona presenta en la situación transferencial las características que se desprenden del título del capítulo [es decir, 'Persona atem orizada y huidiza’]. E n forma manifiesta o latente los enfermos así señalados se encuentran en un estado perm anente de alerta frente a estímulos que provienen del ana lista y de la situación analítica. L a atm ósfera transferencial se encuentra im pregnada de la angustia, que a su vez es resultante de las tendencias contradictorias a atacar al analista, a huir de él por fantasías de ser atacado y dañado; junto con esto tam bién se aferran al analista como objeto protector ante los peligros existentes en el contorno del ámbito analítico, El terapeuta es depositario a la vez de dos cualidades, una de ellas fobígena (objeto fobígeno) y otra protectora (fetiche). ”E1 paciente lleva consigo al análisis, por su neurosis, un estado de alerta crónico que ha desorganizado su psiquismo y que lo m antiene perm anentem ente frustrado. Sus posibilidades de reci bir, valorizar y responder a las interpretaciones se encuentran perm anentem ente bloqueadas por la sobreexcitación que padece”. La sobreexcitación se corresponde con una angustia inconscien te crónica que se exterioriza por estados de tensión e imposibi lidad de relajación. A nivel fonológico predom ina lo chirriante por la tensión de los músculos de la fonación. En estas condiciones, desde el punto de vista sintáctico, faltan las relaciones de coordinación y subordinación en las construc ciones del analizando-hablante, puesto que el conflicto incons ciente que ubico en los diferentes casilleros que he adscripto a las emociones, consiste en un conflicto específico que a su vez provoca una emoción frente a la cual se despierta angustia que es m antenida en estado latente por técnicas de verbalización ob sesiva. Esto desorganiza el normal funcionamiento intraestructural del aparato psíquico del paciente. Los datos de la base em pírica al respecto pueden detectarse en los aspectos fonológicos y sintácticos de estos pacientes Tienen capacidad para lograr un diálogo analítico pero no pueden desenvolverse en la sesión a
menos que el terapeuta pueda ubicarse estratégicam ente en un nivel de distancia tal que el mensaje interpretativo sea omitido con un estilo complementario (instrum entación de la esquizoid ía). De allí que en la Sesión 2 de Juan la estilística clave (el algoritmo) de la frase interpretada tiene que ser de un nivel elevado de abstracción y generalización. En la Sesión 2 eran oportunas las interpretaciones que estuvieran centradas en cons trucciones tales como “asistir a la sesión, hablarm e y escuchar me es un acto de sumisión dolorosa, porque mi persona es para usted alguien que ofende compadeciendo, a la vez que me ne cesita” La voz chirriante es a nivel fonológico paraverbal la expresión de la fantasía inconsciente de tener que realizar una micción dolorosa, por oposición a lo que he mencionado antes sobre el lenguaje uretral incontinente (C apítulo V III), que tam bién puede darse en determ inados momentos en las contrafobias, aun que siempre la fluidez de la substancia fónica tiene un cierto ruido chirriante de fondo detrás de la emisión tonal, porque siempre detrás de una contrafobía subsisten los elementos fóbicos en las emisiones del paciente, las que son el resultado de los efectos de haber forzado los propios límites. E n los casos en que esta condición se da, cuando el paciente fracasa en esta de fensa estilística verbal contrafóbica (lenguaje uretral chirriante), he visto una alternancia con episodios de cistitis diagnosticadas a coli transitorias. La fantasía de orinar con dolor subyace a la defensa estilística verbal contrafóbica y a la cistitis, y es a s\i vez derivada de las teorías infantiles de un aborto del em barazo urinario, puesto que la repleción vesical no es tolerada en tanto predom inan las fantasías infantiles acerca del llenado vesical como embarazo. Esto es coherente con la hipótesis de mayor grado de genera lización y de más nivel de abstracción basada en el enfoque de la prim acía de las fases (A braham ); en la fase fálico uretral la fantasía de em barazo urinario predom ina sobre jas fantasías de em barazo y parto anales que se dan en la etapa anterior. E n Juan, que tenía una cosmovisión en q u e el código de valores se basaba en una am bición de “saberlo todo” para “llegar muy lejos” (triunfar en los negocios por sobre el socio prescindiendo del acom pañante fóbico), los componentes anales retentivos que le daban un prim er estilo narrativo tenían como estilo subyacen te el dram ático con suspenso, pero que, puesto que estaba car gado de fantasías criminosas, era precisam ente el más conflictivo.
El paciente había revestido su uretra con componentes attaleS; de allí que su eyaculación precoz, vivida como defecación, cons tituyera una defensa contra la fantasía de que con su pene gigante lleno de orina corrosiva, destruiría el interior fem eni no. Esto resultó notorio en su trabajo en donde utilizaba metales en alto grado d e fusión para hacer matrices. E n las operaciones ulteriores al calentam iento del metal, al term inar la matriz, a menudo le ocurrían accidentes por los que dichas matrices se quebraban porque su impaciencia oral canibalista le impedía esperar que se enfriasen. El erotismo uretral y el canibalismo como crim en suelen ir acompañados; de allí que el fuego y la cocción de los alimentos fueran para este paciente un gran motivo de preocupación; siem pre cuidaba mucho que estuviesen a punto. Al referirme al caso Agustín (C apítulo V I) destaqué que con las pausas y los cambios del tono de voz y la entonación al ha blar sobre dinero, creaba un clima de dram aticidad y suspenso. Para él la terapeuta era alguien que, sin em patia con su ver güenza, con cada esclarecimiento lo hacía víctima de u n ataque denigratorió. Cuando la terapeuta le mostró que, al tom arla por lo que no era, los esclarecimientos cam biaban su sentido, el ana lizando empezó a traer otros ternas a la sesión. El indicio que dio al paciente de lo persecutoria que era la terapeuta (ya que al realizar cada descubrim iento en Agustín, éste sentía que lo hum illaba) se detecta en el hecho de que, en una sesión, colocó como contrapartida d e esta persecución la relación erótica mucho más lograda que pudo tener cuando re emplazó el hablar y escuchar (actividades en que se sentía víc tima de la humillación d e la terapeuta) por el mirar. Esto altera el área pragm ática, por el significado que se le adscribe al rol de la terapeuta en la sesión. Como consecuencia, cada descu brim iento es una denigración. Para la terapeuta, la interpre tación es una forma de mostrarle algo que el paciente necesita saber; pero el analizando le cambia el sentido y toma la inter pretación como un mostrarle qué mal está que no se haya dado cuenta de algo. Cuando la terapeuta introdujo el esclarecimiento del rol que incluye un metamensaje acerca de cómo debían ser decodificadas las interpretaciones, la situación cambió. L a terapeuta le dijo que ahora ella se daba cuenta de que él confundía el sentido de los esclarecimientos y en lugar de increm entar su interés por el analisis, éstos lo enojaban más porque sentía a la analista co
mo alguien que se solazaba con él mostrándole una franqueza agresiva y no algo que él necesitaba saber acerca de sí mismo. Así como el paciente que dram atiza y provoca im pacto esté tico coloca al terapeuta en una situación de espectador, el ana lizando que dram atiza, crea suspenso y busca incógnitas está perm anentem ente intrigado por saber cómo se d a cuenta el te rapeuta de algo- que él no se dio cuenta. Se trata de personas muy ambiciosas con una búsqueda perm anente de em ular al terapeuta, que es a la vez alguien que les despierta tem or y cu riosidad por algo valioso que ellos tam bién desean poseer. En este caso, la comprensión del terapeuta es tan jerarquizada que tratan perm anentem ente d e saber de qué medios se vale el ana lista para poder captar determ inado hecho que él inadvertida m ente no se dio cuenta de que evidenció. Con respecto al estilo com plementario del analista frente a un estilo dram ático y con suspenso, las interpretaciones óptimas son las que contienen enunciados abstractos que se pueden equi parar a ecuaciones algebraicas que deben ser develadas. De este modo el terapeuta presenta en términos de incógnitas (por las características del estilo) los problem as que el analizando cons tantem ente evita plantearse, ya sea por medio de otros falsos problem as o realizando un acercam iento al problema descom poniéndolo en dilemas. En mi libro anterior aludí tam bién a la situación de estos pacientes cuando han organizado sus defensas. Afirmé: “C uando tiene organizadas crónicamente sus defensas frente a la angustia, evita tratar todo tema que involucre una relación objetal y una fantasía inconsciente susceptible de provocar an gustia. i "Mientras el ‘Yo’ normal es capaz de m anejar las percepciones productoras de angustia en forma tal que le perm ite enfrentar el peligro de una m anera provechosa, explorando y discriminan do el grado de peligrosidad del objeto, la persona atem orizada y huidiza apenas percibe dicho estímulo evita la exploración y la discriminación de dicho objeto. Por eso evita pensar sobre determ inadas cosas, y debiendo mostrar constantem ente al te rapeuta que hay algo que está evitando, le señala tam bién los medios a los cuales apela involuntariam ente para llevar a cabo esta huida”. A ctualizando este enunciado partiendo de los aspectos para verbales y verbales, puedo decir que todos aquellos pacientes que tienen lo que se conoce como “fobia de contacto” con de
terminados objetos y /o personas, les- adjudican a éstos un sig nificado peligroso porque contienen sim ultáneam ente caracte rísticas potencialm ente atractivas a la vez que tiranizantes y peligrosas peí el riesgo de ser víctimas de una inoculación de sustancias perjudiciales.® Ocurre en estos pacientes una disminución progresiva de la intensidad de la voz debida a la atonía de las cuerdas vocales, que a su vez es la expresión del desfallecimiento por estar en peligro de sucumbir a la tentación peligrosa (fading). Tam bién ( y esto a nivel puram ente sintáctico) observé con un grupo de colaboradores que todas aquellas construcciones verbales que requieren para ser enunciadas la inclusión de un verbo en pri mera persona del plural que connota irse modificado en tanto se efectúa una tarea en conjunto con otras personas, son evitadas por el paciente en su verbalización. E sto se puede ver en la construcción sintáctica que el paciente J u a n utilizó cuando quiso ( en la Sesión 1) decirme qué le había, ocurrido a él en una re lación genital en donde la mujer le enseñó cómo tenía que ser hombre. Al formular dicha oración, él. se excluyó como copartí cipe y de esa manera evitó escucharse a sí mismo en sesión ha blando de los efectos de esa coparticipación, por ejemplo, di ciendo: “tuvimos relaciones sexuales y yo me quedé con deseos de destruir a mi esposa porque me hizo hacer de m ujer”. En lugar de eso dijo: “Mi mujer, antes de m antener relaciones ge nitales, se puso a hacerm e chistes. Me dijo que no sabía hacer uso como hombre. Se subió arriba de .mí y dijo que tenía que ser fuerte y en érg ico.. , que tendríamos que ser como novios apasionados y no como casados. Yo pienso que los casados se vuelven groseros. Pensé ahora en el dinero que gastaría en Chile, y que yo le debo a usted y que se va á enojar por e s o . . . yo la dejaría ir, pero pensé qué pensaría u s t e d . . . y mis familiares”. La omisión de la prim era frase verbal con sentido de acción conjunta que provocó impulsos criminosos, determ inó el acting out del paciente, utilizando el lenguaje de acción, buscando así que yo desapareciera, puesto que me había transform ado en la parte de su persona que contenía la agresión que había surgido
* En el paciente cuyo caso utilicé en el Capítulo V III como dato em pírico para desarrollar mis ideas sobre la organoneurosis se observa una situación en donde se da el conflicto entre vergüenza y humillación, por un lado, que coexiste con la fantasía de que la mujer atractiva y seducto ra es algo que tiene un interior contaminado,' por otro lado.
por los efectos de dicha relación sexual enunciada con una cons trucción verbal en la que él se había excluido. E n mi libro anterior, refiriéndom e a los com portamientos d e fensivos de estos pacientes, dije: “M uestra este enfermo en su com portam iento transferencial con suma nitidez cómo todo lo que puede sentir, pensar, decir o hacer se encuentra absorbido por una sola finalidad: evitar la angustia. ”La desorganización del ‘Yo’ provocada por la angustia da lu gar a una proyección defensiva de un cúmulo de estímulos procedentes del área corporal, negando las percepciones proce dentes | de los receptores proximales y utilizando los receptores distales como instrumentos para proyectar y localizar los estím u los peligrosos en el m undo externo. ”Lo fjue conocemos en la teoría psicoanalítica como evitación fóbica, se objetiva en 3a situación transferencial observando la i-educción del núm ero de mensajes por efecto de la evitación y por la acción de la angustia m anifiesta o latente que interfiere constantem ente en las posibilidades de establecer una buena co municación. A modo de m etáfora podemos decir que la com uni cación está dificultada por la presencia de ‘ruido’, tal como ocu rre en radiotelefonía cuando existen factores que introducen sonidos perturbadores de la recepción y de la transmisión de lo que se está comunicando”. Aparecen entonces las muletillas o manierismos verbales, tales como “bueeeeh, estequeeeee, eeeeeh”, con las notaciones para verbales, correspondientes al alargam iento de la vocal (/— '3) más un trém olo (T r.) en las partes finales, a veces acompañados por un gesto con la mano, que es una indicación en el plano gestual para que el oyente espere y por lo tanto no lo agreda o no lo abandone. Otras veces en los finales de las frases aparece un “¿no?” que tam bién es una muletilla verbal para controlar ki angustia ante el tem or de no ser escuchado o bien ser recha zado. Estos ruidos que perturban la comunicación tam bién son una indicación de que el com unicante desea seguir siendo escuchado. El ruido de base del teléfono notifica al usuario que puede discar; el zum bido suave de una radioemisora que no transm ite está indicando que en ese lugar del dial está una radioemisora que en un momento dado va a comunicar. D e esta manera completo ahora la metáfora acerca del “ruido”, tal como la enuncié en mi libro anterior.
Quiero agregar tam bién que determ inadas ropas, objetos, lle gadas tarde o tem prano, olores, tam bién son indicios en donde puede descubrirse una comunicación que se evita pensar y decir. Así, por ejemplo, una mujer que evitó sentir, pensar y decirm e que había pasado una noche insomne pensando en que tenía que prepararse para su viudez, de golpe se sorprendió de haber venido vestida de negro, con medias negras inclusive. C uando ella misma se vio así, se acordó d e que antes de salir de su casa se había asus tado por verse de luto y se puso un tapado de color amarillo para cubrir eso que la horrorizaba. Para nuestra m anera de captar los indicios de lo inconsciente éste es un dato bastante interesante y daría razón a los trabajos de uno de los representantes del estructuralismo, R. Barthes, quien enfocó las vestimentas (2), como un conjunto de signifi cantes (sintaxis) que tienen un significado (sem ántica) que, en esta paciente, emergió antes y durante la sesión. Las carac terísticas que perm iten ubicarla como mensaje inconsciente no verbal, se pueden ver en el hecho de que la propia paciente reaccionó frente a dicho indicio como el soñante frente a un sue ño o la persona frente a un lapsus. E n ambos casos existe un in tenso compromiso emocional y tam bién una tendencia a apartar de la consciencia la aparición de dichos indicios que se dan de tanto en tanto cuando los pacientes tienen una base com ún de significado y un mínimo básico de acuerdo en la relación con los mensajes que em iten y las señales que reciben. Es entonces cuando se puede estipular que se trata de una perturbación a predominio sintáctico y por ende más fácilmente abordable de acuerdo con los postulados clásicos del tratam iento psicoana lítico. E n el caso del paciente Mario (C apítulo V III), el comienzo de su prim era sesión d e análisis me perm ite m ostrar cómo puede darse un lenguaje evitativo que a su vez se ritualiza, y cómo di cha ritualízación secundariam ente se erotiza transform ándose en un acto placentero'. Lo mismo puede decirse de sus com pulsiones m asturbatorias como ritual pre o postsesión. E n cambio, por oposición, en el mismo C apítulo V III vemos cómo en Ernesto la agresión criminosa perturbó su estilística reflexiva que busca incógnitas pero sin suspenso (disociación esquizoide defensiva). Puedo contraponer la verbalización de M ario con esta otra, en la que las palabras fobígenas y la nece sidad de preservar el contacto con el terapeuta obligaban al pa ciente, a em plear una serie de m uletillas y manierismos verbales
tales como: “E s t e . . . Bueno, p e n s a b a . . . e h . .. ¿eh? . . . un poco que, que, que, q u e . . . bueno”. Aun tratándose del contexto de una sola sesión un psicoana lista puede aventurarse a emitir una hipótesis predictiva, porque al cabo de un tiem po de sesión el paciente reacciona cuando se centra la inteipretación con un estilo complementario, en el que se tom an como indicios los gestos ( “el rostro de desconcierto” ) y el acercarse “a la silla del escritorio” ). Esto hace que al poco tiem po el paciente pueda hablar de un “no resentimiento” por no encontrar motivo para ello. Puede inferirse tam bién por la negación ( “no imposición” ) lo que las reglas del juego del diá logo analítico resultaban para Ernesto. Aplicando la regla clá sica de que en lo inconsciente los adverbicjs d e afirmación y negación ( “sí” y “no”) están excluidos, podemos decir que el paciente está generando una gramática donde están contrapues tos dos estados: “ganar de mano y m otivar resentim iento” - “te ner resentim iento porque le ganan de manó”. Cuando el pa ciente ya genera estructuras en las cuales aparecen opciones para la significación dentro del contexto de una prim era sesión, en donde coexiste un estado de suspenso y tem or de ser objeto de una curiosidad despiadada, con el deseo de preservar la re lación terapéutica, las intervenciones certeras del terapeuta p er m iten ver una respuesta inconsciente favorable inm ediata, por que en la misma sesión, ya cerca del final, aparecen esbozadas construcciones verbales con un grado de significación en donde existen opciones y polaridades. Esto ya m uestra que la estructura del sistema de las funcio nes del Ego (ver C apítulo IV ) tiene un cierto grado de plastici dad. Es por esto que dije que se puede aventurar una hipótesis predictiva de que el paciente, fuera d e sesión, tiene una dispo sición a recuperase cuando se encuentra frente a situaciones nuevas “sí y sólo sí” la o las otras personas son lo más explícitas posible en sus emisiones verbales. Con esto quiero que el lector tom e muy en cuenta que el p a ciente Ernesto por su estilística básica, que es concordante con su estructura observadora no participante (esquizoidía), puede transitoriam ente, ante situaciones nuevas, pasar a tener un estilo dram ático y con suspenso, para recuperar su estilística básica al generar frases con significado y polaridades. Las fases 1, 2 y 3 señaladas por M eltzer y que he m encionado en este Capítulo se encuentran presentes durante los microciclos dé esta prim era sesión,
Volviendo a lo señalado en mi publicación anterior y tom anda como apoyo los datos d e la base em pírica enunciados cuando mencioné a Mario y Ernesto, tiene más significación la siguiente exposición acerca de la utilización de los receptores proximales y distales que hice entonces: “Inconscientem ente está perm anentem ente preocupado por 'si tiene o no tiene angustia'; es decir que las funciones propioceptivas (receptores proximales) se encuentran sum am ente sensibles, y las funciones exteroceptivas (receptores distales) disminuidas en su sensibilidad, porque ésta se encuentra parcialm ente blo queada en su función por la necesidad de situar en el mundo externo la fuente del peligro”. E n las contxafobias ocurre todo lo contrario: la angustia apa rece secundariam ente erotizada. La contrafobia se m antendrá mientras se njlantenga la inversión consistente en el rechazo de la información suministrada por los receptores proximales y un aum ento en la sensibilidad de los receptores distales. M ientras la contrafobia se conserva, los sistemas de codificación y valores privilegian las situaciones d e riesgo y valentía para afrontar m e tas ambiciosas y espectaculares. Mientras se m antiene como una norma para adscribir significados a' los sucesos y a la propia persona como una única escala, entonces podemos hablar de una distorsión a predom inio semántico, puesto que la falta de otras escalas de valores impide que .haya de base un elemento r omún del discurso para operar con una estrategia correspon diente a un paciente con distorsión a predominio sintáctico. E n mi publicación anterior dije lo siguiente acerca del com portamiento de los pacientes fóbicos en las sesiones: “Por esta causa escuchan los fóbicos poco y mal lo que se les interpreta, siendo uno de los motivos, de que el m aterial analítico manifiesto se refiera generalmente a-cosas alejadas del presente transferencial. Cuando el analista une diversos aspectos del m a terial suministrado por el paciente y los relaciona consigo mismo, tiene suma dificultad para integrar, los elementos concernientes a sus sensaciones corporales y referirlas al vínculo presente qué ha establecido. Integrarse en la sesión y sincronizar las tres áreas; de recepción y de expresión implica para el paciente exponer su 'Yo’ a experim entar una crisis de angustia. ”Contratransferencialmente, esto es percibido por la impresión de estar con alguien que influye sobre nosotros de tal m anera, que siempre hay algo que debe evitarse sentir, pensar y decir. ”Todo ello perm anece inconsciente para el propio enfermo, si
el tiempo de evolución de la fobia ha tenido como consecuencia la asimilación del síntoma y la angustia a la personalidad total. "En estos casos, un balance del grado de gratificaciones vitales permite entrever que la restricción fóbica ha conducido al p a ciente a un em pobrecimiento vital, debido a la carencia de ex periencias de gratificación, que dan lugar a la fatiga y la depre sión crónicas. ”Se sienten rechazados por el terapeuta constantemente, por que de alguna manera presienten que tienden a provocar sensa ciones desagradables en éste y en los demás, o bien saben que resultan frustrantes para las otras personas, porque tienden a responder en forma tangencial, con el fin de evitar la angustia. "Adjudican al terapeuta el papel de los padres ansiosos que no pueden m etabolizar la angustia del niño para poder así ela borar las propias situaciones de ansiedad, dando lugar a que el niño trate de reducir tam bién el intercam bio comunicativo para evitar su propia angustia y la del objeto. "Resulta sum am ente dificultoso para el paciente tom ar con tacto en la sesión con experiencias pasadas provocadoras de ex citación sexual o de rabia, ya que en lugar de surgir dichas emociones como tales autom áticam ente, se convierten en an gustia. La observación de la transferencia en fóbicos presenta matices particulares que señalo a continuación. "Cuando la situación tem ida está representando una am ena za equivalente a la castración o a la pérdida de afecto, como suele verse en las fobias a los cuchillos, a ver inválidos o a ser abandonados, surgen en la transferencia fantasías de ser ‘he ridos’ p o r el analista, a sentirlo castrado (inválido) o a sentir que súbitam ente el terapeuta se ha vuelto frío y distante. . "En los casos en que las fobias se refieren a situaciones sexualizadas, tales como la agorafobia o la fobia a la soledad, tratan, en el prim er caso, de controlar la actividad del analista, puesto que la percepción de que éste siente, piensa y verbaliza con libertad le significa al paciente estar en un espacio abierto y expuesto a la angustia por las fantasías eróticas que entran en actividad en ese momento. E n el segundo caso, en el de h fobia a la soledad, que está ligada a la tentación m asturba toria, la actividad del paciente en la sesión analítica se en cuentra interferida por una necesidad interior de percatarse, de que el terapeuta está perm anentem ente atento y conectado en su labor, ya que de ocurrir lo contrario significaría en este
caso sentir soledad y por lo tanto angustia ante el acto m as turbatorio. "Veamos ahora lo que ocurre cuando la fobia está ligada a situaciones con carácter de castigo; para favorecer la com pren sión de la especificidad de cada una de estas fobias pongo en columnas separadas los contenidos de las fobias y la forma de exteriorizarse e interpretarse en la situación transferencial*: "Miedo a ser raptado en la calle: Miedo a dejarse seducir por el analista y a que éste le haga conocer cosas desconocidas, inconscientemente deseadas y temidas. ”Miedo a ser mordido por un animal: Peligro de acercam iento transferencial, porque el analista representa al animal ad mirado y temido, y sus interpretaciones son equiparadas a ataques sádico-orales. ”M iedo a ser atropellado por un vehículo: La actividad del analista es sentada como procedente de un objeto i|ianimado que irrum pe en el interior del paciente y que nó puede ser detenido. ”Miedo a caer de un lugar elevado: Temor a que las interpre taciones provoquen un súbito desbloqueo de las emociones, bloqueo que es sentido por el paciente como algo que lo protege de experim entar sensaciones nuevas, equiparadas a su vez a sensaciones de vacío. ”Miedo a ser encerrado: Miedo a que el analista im pida con sus intervenciones que el paciente abandone un tem a dado en los momentos en que este tem a se acerca a una fuente d s angustia. "Miedo a volverse loco: Miedo a que las interpretaciones hagan sentir, pensar y decir fantasías reprimidas, ligadas al pro ceso prim ario que está en pugna con las defensas obsesivas que ha establecido frente a éstas.**' — ”E n otros casos el mecanismo de desplazam iento imprime a fobias determ inadas características específicas: "Fobias a contaminarse: Temor a que las interpretaciones des truyan el aislamiento que el paciente ha establecido entre diferentes tipos de afectos, reactivado en la situación trans ferencial, como tam bién a sentir que sus propios afectos se mezclan y confunden con los del terapeuta.*** ° N ota al pie de 1970: Lo que sigue constituye una operacionalización de los conceptos de Fenichel (5 d ). a a Existe una articulación de emociones de y O A j (v er C apítulo IV ). ° a * Articulación de F x y OAg.
"Fobias a espacios abiertos: Deseo y tem or a los impulsos exhibi cionistas estimulados por la regresión transferencial, y a la curiosidad que despierta el analista como objeto." "Fobia a los exámenes: La situación analítica como represen tante del acto examinatorio, como ritual de iniciación que pone a prueba al paciente para que dem uestre si es potente o no y si puede aspirar a los beneficios de los adultos.0'* "Claustrofobia y tem or a ser ahogado: El analista vivido como objeto que im pide al paciente encontrar un escape a las fantasías de encierro y ahogo. "Fobia a viajar en vehículos: Temor a las sensaciones d e vér tigo que se despiertan en relación con el analista, que es sen tido por el paciente como un objeto inanimado, con mo vimiento propio que lo encierra y lo excita transportándolo de un lugar a otro.*** ”Fobia a ser visto y considerado feo o sucio: El terapeuta se ha hecho el- depositario de los aspectos ávidos y curiosos dirigidos hacia el interior del vientre m aterno y cuyos con tenidos despiertan celos y envidia. El paciente, en cam bio. aparece identificado con estos objetos, que pueden tener simultáneamente! un significado de em barazo y d e cas tración;" *84 ”Es sum am ente conocido en la literatura psicoanalítica el pa pel que desem peña la proyección espacial de determ inados es tados físicos correspondientes a fantasías inconscientes, y cuyos contenidos predom inantes consisten en excitación sexual y rabia. Según he podido ver, se debe al fracaso de la posibilidad de simbolización de fantasías de ataque y de excitación frente a la escena prim aria o la pareja edípica; todo fracaso en el esta blecimiento de símbolos provoca como consecuencia una acen tuación en intensidad de los componentes vegetativos corres pondientes a las emociones de rabia y de excitación sexual. ”E n dichos casos, la excitación sexual y la rabia se convierten en objetos fobígenos que son alejados m ediante el mecanismo de negación y proyección en el espacio. ”E n la situación analítica, el terapeuta y el ámbito analítico se convierten en depositarios de dichos objetos, que pueden 9 Articulación de F j y OAr
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«a*-o Articulación de F x y OAr
volverse contra él propio paciente. El requerim iento del analista de atenerse a la regla fundam ental es sentido en estos casos por parte del paciente como una invitación a aproximarse a dichas fuentes temidas, percibidas en el propio cuerpo. Es así enton ces que cumplir con la regla fundam ental significa para el p a ciente enfrentar su temor a adormecerse, y a ser atraído y ata cado desde su interior por sueños de contenidos genitales y castratorios. ’ Este proceso suele aparecer en personas que se han asustado por algo que han soñado, y que tem en dormirse. También se observa en pacientes que han sufrido un impacto traum á tico , desde el interior por haberse enfrentado inesperadam ente con sueños ocurridos cuando estaban anestesiados o cuando en alguna oportunidad había tenido fiebre (pesadilla infantil). ”E1 temor a los ruidos monótonos, al encierro en un lugar, a sentirse acorralado por exigencias, a la pérdida de la capacidad de tom ar decisiones por propia voluntad, se encuentra profun dam ente influido por este mecanismo de proyección de sensa ciones corporales específicas para cada una d e estas fobias. Así, por ejemplo, el tem or a la proyección de los propios latidos cardíacos se exterioriza en la sesión bajo la forma del tem or a los ruidos monótonos del tie-tac del reloj. La rabia es sentida como opresión y asfixia en el cuarto de análisis. La pérdida de capacidad d e tom ar decisiones se exterioriza en la transfe rencia como tem or a orinarse y defecarse en el diván analítico. "Todas estas situaciones perm iten vivenciar y recordar con tenidos correspondientes a fobias infantiles, que m ientras p er manezcan sin elaborar restringen el desarrollo de determ inadas capacidades, entre las cuales están las que conocemos con el nombre de inhibiciones.” ' • A título de ejemplo, para situar una de estas fobias en el diagram a expuesto en el Capítulo IV, puedo decir que el p a ciente que experimenta que el cuarto de análisis es pequeño V que no tiene tiempo suficiente para poder llegar a decir todo, posee ansiedades que corresponden en la columna vertical, como rasgo general, a F1 y en la columna horizontal a OA2 (pecho eme ahoga) estilizado en la incertidum bre ante el riesgo d e no poder encontrar ninguna salida. Puede observarse esto en la vida cotidiana cuando un tránsito desordenado rebalsa la ca pacidad de admisión y de circulación de vehículos por la ca rretera durante los regresos de fin de semana. Desde el punto de vista estilístico, estos pacientes, los fóbicos.
presentan m arcadas oscilaciones en su desempeño verbal según que la angustia invada la capacidad de emitir mensajes en forma veibal, o bien la controlen con técnicas obsesivas, ubicando den tro de ellos mismos las cualidades buenas y malas que podrían exponerlos a ser dañados o a dañar al terapeuta, respectiva mente. E n este caso ocurre una hiperfunción de los controles obsesivos que, si bien por una parte posibilitan al paciente emi tir frases, lo logran a costa de un precio bastante elevado. Estos analizandos perm iten que los distintos componentes del modelo dram ático puedan ser delineados en el curso de la evolución del proceso terapéutico. Este tipo de analizandos posibilitan hacer inferencias deductivas acerca de los lugares y las épocas en que se desarrollaron sucesos significativos. Ade más o'.-f'den reconstruirse las relaciones de los componentes edípicos y preedípicus. Tam bién pueden detectarse determ inadas acciones, el sentido de las mismas y cierta capacidad plástica de asumir y adjudicar al terapeuta la “re-presentación” de lo infantil en la transferencia. Esta posibilidad d e detectar lo que le ocurre al paciente en la sesión se debe a que cuando estos analizandos logran más y más descubrir al analista fun cionando como tal, disponen del habla y de otros tipos de codificación para articular los símbolos y la am bigüedad (en el sentido de Sacksteder) del proceso terapéutico con los signifi cados inconscientes que se van despertando en el curso del diálogo psicoanalítico. Al concurrir al análisis disponen desde su comienzo de una organización de símbolos inconscientes que los habilita para que pongan en m archa sus disposiciones a la curación por el método analítico, puesto que éste pasa a ser un estímulo motivador a que continúe el proceso de formación del símbolo inconsciente que han desarrollado y se ha interrum pido a raíz del proceso de enferm edad. Para term inar, quisiera agregar algo con respecto al proceso de curación de estos pacientes por el método psicoanalítico. Los símbolos y la am bigüedad de la relación con el analista perm iten que se retom e el curso interrum pido del proceso de for mación del símbolo inconsciente; precisam ente las normas de vida regidas inconscientemente por las evitaciones, que sólo ilurante muy corto tiempo y generalm ente muchos años antes de concurrir al análisis fueron conscientes, son las que al ser transgredidas en el curso del proceso terapéutico psicoanalítico; reactivan las angustias, las fantasías largo tiempo evitadas. To
do esto desemboca en un malestar subjetivo, ya que sumado a lo anterior, los pacientes se ven forzados a adquirir nuevos hábitos, puesto que los anteriores han perdido vigencia. Estos analizandos, en esta época de transición, repiten de tanto en tanto que los otros los ven favorablem ente cambiados y que ellos tam bién en parte lo perciben, pero que precisam ente por esto experimentan un m alestar. No obstante, en los momentos de mayor sinceridad enfatizan que aun con sufrimientos nunca cam biarían el estado actual por la tranquilidad que les daba su vida uniforme y rutinaria pasada. Dicen textualm ente: “Ahora me moriría de aburrim iento si me viese obligado a vivir como antes, sin problem as”.
11. El paciente con estilo dramático que provoca impacto estético Estos son los pacientes que más claram ente presentan en la sesión indicios de lo inconsciente. Muchos de ellos, que poseen una disposición a desarrollar el estilo dram ático que provoca impacto estético, no se presentan como tales en el tratam iento, sino que aparentan tener un estilo distinto. Tal el caso de la paciente con estilo periodístico, presentada por Rosen (ver Capítulo VI). E n un trabajo sobre mímica verbal en colabora ción (q ue resumí en el Capítulo V I) nos referimos a una p a ciente, una m ujer joven con rasgos obsesivos que servían como técnicas de control de su autoplastía histérica. Precisamente, recordar lo que dijimos en aquel entonces p u ed e servir d© introducción para el tem a de este apartado. La paciente pre sentaba dos registros vocales, según las características de la fantasía inconsciente predom inantes en un momento dado. C uan do realizaba un relato detallado y formal de los hechos de la vida diaria, aceleraba progresivam ente el ritmo* de su verbali zación y aum entaba la altura de la voz a m edida que se acer caba al final de las frases: esta progresiva aceleración en ritmo y altura culm inaba como un “glissando” que se m anifestaba por la emisión prolongada de las vocales “e” y principalm ente ‘i”. Estas manifestaciones pasaban regularm ente inadvertidas para el terapeuta porque se perdían en todo el conjunto del material que presentaba la paciente. C uando el analista pudo descubrir ese detalle aparentem ente insignificante, logró un
mayor insight de la fantasía inconsciente transferencia!, que sí bien aparecía en el m aterial verbal, resultaba difícil detectar tal como se m anifestaba en el “existente” de la sesión, en té r minos de “aquí, ahora y conmigo”. El terapeuta detectó el fe nómeno arriba descripto durante su supervisión, pasando m úl tiples veces ante nuestro grupo de investigación trozos de se siones grabadas a gran velocidad en la cinta magnetofónica. El analista le había interpretado a la paciente cómo repetía en la transferencia el sometimiento masoquista frente a una m adre que agobiaba con exigencias. Al encontrar el fenómeno d e la mímica verbal ya descripto repetido en varios momentos de la sesión en que la analizanda relataba los hechos en forma anec dótica, pudo visualizarse que se trataba efectivam ente de una m adre que la agobiaba con exigencias, pero a esto pudo- aña dirse un matiz muy im portante: se trataba de una madre que la iba apurando cuando estaba concluyendo una tarea y de tal m anera esa m adre internalizada y proyectada en el tera peuta daba origen a un aum ento progresivo de la tensión del orificio glótico, a un acortam iento y una tensión de las cuerdas vocales que culminaba en el glissando final con el cual expre saba un estado de cólera inconsciente, y que no aparecía en ninguno de los contenidos de los extensos relatos que hacía. Con su adaptación formal al análisis, la paciente apaciguaba al analista a quien debía “contarle todo”, pero el sufrimiento corporal y la protesta apareció claram ente en la mímica vocal. Esa m anera de term inar las frases era una repetición de sus dificultades durante los partos, en que había presentado tras tornos m uy serios en el momento de la dilatación del cuello uterino, debido a una contractura simultánea de los músculos de las paredes y de los del cuello uterino. La otra anomalía en el registro vocal aparecía en los momen tos en que el material verbal tenía un significado genital evi dente. E l ritmo de su verbalización decrecía y su miedo y su depresión se exteriorizaban por un trémolo suave á m edida que disminuía la altura de la voz. Los músculos de la fonación experim entaban una relajación ante el pánico por la angustia de castración femenima, que se debía a que sentía inconscien tem ente su interior am enazado por el pene portador de líquido candente. E n el m aterial aparecían referencias a calderas de calefacción con tubos por donde circulaba agua caliente y que tenían que ser modernizados. En caso contrarío estallarían. H e em pleado el término “dram ático” al aludir al estilo de
estos pacientes. Recordemos que Sacksteder, tal como lo m en cioné en el Capítulo VI, estipuló los siguientes elementos dra máticos: I) el espacio y el tiempo en; el dram a; II ) la acción diam ática: a) las acciones, b ) las direcciones, c) la "re-presen tación”; III) el diálogo dramático: a) el lenguaje, b ) la comuni cación, c) los símbolos y la am bigüedad; y IV ) el personaje dramático: a ) las personas, b ) los papeles, c) el encuentro. Todos ellos se encuentran en forma más o menos delineada, es decir que se pueden distinguir con bastante claridad en ambos estilos de analizandos, tanto el descripto en este apartado como el descripto en el apartado anterior. L a m ímica vocal es un auxiliar muy útil en estos pacientes que provocan, en el tera peuta que es tomado muy desprevenido, una sensación de sen tirse entretenido por el carácter estético de su comportamiento en las sesiones. En mi libro anterior (21c) dije con. respecto a estos pacien tes a los que denom iné “persona dem ostrativa” : 'E ste tipo de persona es el que presenta el m aterial analítico con mayor claridad, debido a que por su estructura maneja los símbolos representativos de acontecimientos determ inados como si fuesen realm ente los acontecimientos mismos; por tal razón estos enfermos se adaptan con • bastante facilidad a la situación transferencial y perm iten al, investigador un acerca m iento a los conflictos edípicos positivos, que son los que m a nifiestan en prim er plano. ’Lo.s componentes exhibicionistas de estos pacientes son no toriam ente marcados, y ello actúa en- favor de la transmisión del material inconsciente, que puede relacionarse fácilmente tan to en términos del aquí, ahora y conmigo’ como con los suce sos internos y externos pertenecientes'.al pasado y al presente individual del paciente. "Presentan estos enfermos un sistema de simbolización nota blem ente desarrollado; de aquí que expresen con bastante cla ridad los acontecimientos internos a través de las tres áreas de comportamiento. El buen desarrollo del área ‘m ente’ debido a 2a superación lograda de los conflictos - inherentes a los estadios pre-edípicos les posibilita una buena base para la formación de símbolos verbales. Por medio de una' adecuada sincronización entre sus emociones, pensamientos, lenguajes, y gesto provocar impacto estético en el interlocutor. "Mientras no se encuentra el paciente en la relación transfe rencial bajo los efectos de conflictos edípicos positivos en acti
vidad, puede utilizar con toda am plitud el código verbal a los efectos de transm itir información al terapeuta. "Cuando ocurre lo contrario y el terapeuta se convierte para el inconsciente del enfermo en un símbolo del objeto parental edípico positivo, esta capacidad cesa, ya q u e entra en actividad el proceso de represión que le im pide establecer una sincro nización adecuada entre sentimiento, pensam iento y lenguaje, que son los términos representativos de estas tres áreas de comportamiento señaladas. La buena utilización del sistejma verbal de transmisión supone como base la preexistencia de una total sincronización de las áreas cuerpo, m ente y m undo para los fines expresivos del paciente con el terapeuta. La ambivalencia es mínima en esos casos. "Cuando la personalidad dem ostrativa pierde esta capacidad, el m aterial ana-ítico cam bia en cualidad. E l paciente pu ed e ex presarse tanto en térm inos de acción, como m ediante manifes taciones somáticas. ”Bajo los efectos de la reactivación del complejo de Edipo positivo, la personalidad dem ostrativa pierde transitoriam ente la noción de que la situación transferencial presenta dos aspec tos: uno de naturaleza pragm ática, que constituye el fondo de la situación analítica y que está sustentado por el ‘Yo observador’, y otro simbólico, que corresponde a la regresión que se produce en la situación analítica, y que en términos de teoría de la Gestalt constituye la figura. El mecanismo de represión que se manifiesta fenomenológicamente por inhibiciones o ‘lagunas’ en el sentir, pensar y verbalizar, y que es el prom otor de la regresión al objeto incestuoso en la relación objetal con el te rapeuta, da lugar a que la personalidad dem ostrativa padezca súbitam ente de una ‘ceguera’ acerca de los efectos que sus ac ciones pueden tener sobre los demás, y dentro del contexto transferencial cae bajo los efectos de la repetición inconsciente, tendiendo a convertir al terapeuta en el padre del sexo opuesto que corresponde a la seducción, o en el padre del mismo sexo que castiga por dichos deseos incestuosos. ’L a represión lograda, que se manifiesta con fenómenos de inhibición en cualquiera de las tres áreas, constituye simultá neam ente una expresión de castración o de incesto. El fracaso de la represión y el retorno de lo reprim ido tiene tam bién con tenidos análogos y se expresa en la situación analítica por m e dio de síntomas de conversión histérica que aparecen en la sesión (área corporal) y /o a través de trastornos de conducta
del paciente hacia el terapeuta, que habitualm ente aparecen descriptos en la literatura psiquiátrica y psicoanalítica como ‘carácter histérico’ y tam bién como ‘rasgos fálicos y rasgos ure trales’ del carácter. "Aplicando los conceptos de la teoría d e la comunicación, afirmo que la personalidad dem ostrativa utiliza como canales de transmisión la mente, el cuerpo y la acción, y que en la m edida en que el complejo de E dipo positivo se encuentra estimulado por la regresión transferencial, pierde la sincronización entre las tres áreas y transm ite entonces en un código simbólico que se exterioriza por síntomas de conversión histérica y por tras tornos de comportamiento en la sesión, que han sido descriptos en las clasificaciones bajo el rubro de carácter histérico. ”Todo lo dicho hasta aquí se refiere exclusivamente a la forma en que estos pacientes transm iten información; vamos a ver a continuación cómo funcionan los procesos de información en la personalidad dem ostrativa, para que de esta m anera se p uedan com prender los efectos inmediatos y m ediatos que tienen sobre la mente del paciente las interpretaciones que le suminis tra el psicoanalista. ”La personalidad dem ostrativa se caracteriza por lo que co m únm ente llamamos ‘ingenuidad’. Escuchan y com prenden estos pacientes con toda claridad los mensajes verbales provenientes de otras personas, y por efectos de la represión disocian el m en saje verbal, sin tom ar en cuenta quién es la persona de la cual proviene dicho mensaje. Esto suele ocasionarles m uchas dificulta des producto de confusiones en su vida de relación, especialm en te con personas del sexo opuesto en las cuales estim ulan incons cientem ente los deseos eróticos. El intercam bio comunicativo es entonces parcialm ente unidireccional. Transm iten con la p a labra, con el cuerpo o con la acción; en cambio tienen escotomas para recibir los estímulos provenientes del cuerpo y de las acciones de los demás, y por efecto de un mecanismo incons ciente que en psicoanálisis denominamos ‘condensación’, los men sajes verbales de los otros tienen gran fuerza sugestiva porque significan para estas personas contacto corporal y acción, E n la sesión, las interpretaciones psicoanalíticas tienen mu chas veces un efecto instantáneo sobre el paciente, por esta especial sensibilidad que m uestra a la recepción de la palabra, siendo necesario diferenciar este efecto sugestivo d e la palabra, del efecto esclarecedor de la interpretación. E n la situación transferencial de la personalidad demostra-
tivá se puede equiparar el m aterial verbal y no verbal a un conjunto d e sucesos oníricos que se presentan ante el terapeuta con una am plia riqueza simbólica de carácter plástico y visual, sobre los que inciden las interpretaciones verbales del terapeuta. Cuando interpretam os un sueño, establecemos una traducción del contenido manifiesto que está formado por pensamiento plástico y visual, al contenido latente que está formado a su vez por pensam iento verbal y abstracto; lo mismo ocurre cuando se interpreta en términos de aquí, ahora y conmigo’, lo que está experim entando la personalidad dem ostrativa en la situación analítica. M ediante el contenido verbal de las interpretaciones establecemos uniones entre lo que expresa conscientem ente el paciente y el significado inconsciente de esto mismo. D e esta m anera el mensaje verbal descriptivo y explicativo que elí tera peuta suministra al paciente m ediante la interpretación, (resta blece la prim itiva unión entre imagen e idea, entre sentimiento, pensam iento y verbalización, que existió prim itivam ente en la m ente del paciente, pero que, por efectos del proceso de re presión ocurrido durante el curso de su evolución edípica, fue destruida por efectos del mecanismo de represión y tuvo carac terísticas de inusitada intensidad. "La adquisición del insight tiene lugar en la personalidad de m ostrativa cuando el terapeuta logra integrar en el paciente lo no verbal con lo verbal. Tom ando como punto de referencia la teoría de la comunicación, ello significa coordinar el sistema de codificación pictorial-analógico, con el sistema de codificación verbal-digital; en términos de la teoría psicoanalítica significa levantamiento de la representación, síntesis entre proceso pri mario y proceso secundario y coordinación entre principio de placer y principio de realidad. "Considerando los hechos en términos estructurales, insight significa integración de dos partes del ‘Yo’, una de ellas unida al ‘Superyó’ prohibidor (represor), y la otra unida al ‘Ello’ y some tida a las leyes del proceso primario. ”La adquisición del insight tam bién significa superación de procesos esquizoides y depresivos pertenecientes al nivel fálicouretral, punto de fijación central de la histeria, y el estableci miento d e imágenes parentales más ajustadas a la realidad p er teneciente a la época en que el paciente estuvo atravesando su etapa edípica.- Fenom enológicam ente el insight se exterioriza en la situación transferencial por un abandone* de pautas de com portamiento señaladas anteriorm ente, recuperación d e re-
cueidos reprimidos y emergencia de sentimientos de gratitud h a cia los aspectos objetivamente buenos de los padres y del terapeuta, y el duelo por el reconocimiento de los aspectos obje tivam ente malos de los mismos. Todo esto es lo que se conoce con el nom bre de elaboración, proceso que lleva implícito con sigo un incremento de la capacidad discriminativa del paciente sobre cómo fue él mismo, cómo es ahora y cómo será, por una parte, y por otra cómo fueron sus objetos, cómo son en la actualidad y cómo podrán ser: estas adquisiciones involucran una nueva capacitación, consistente en utilizar el pensamiento en forma anticipatoria; m ientras la persona dem ostrativa está some tida pasivamente a los vaivenes de los procesos inconscientes, carece de esta capacidad bnstium ental tan necesaria. ”Los contenidos centrales de las fantasías inconscientes giran en tom o al complejo de castración (pérdida del pene en el hom bre, tem or a la destrucción interior en la m ujer), y de fantasías de embarazo- m ediante la orina. Estos contenidos específicos, fálicos y uretrales, respectivamente, son los que privan como motivación de los síntomas y de los rasgos de carácter en la persona demostrativa, ya que emanan de las zonas erógenas que tienen más importancia durante la etapa edípica; las fantasías procedentes de puntos de fijación más tem pranos tienen una im portancia genética secundaria en la . constelación causal, aun que no por ello dejan de manifestarse, dando origen a las dife rencias existentes entre uno y otro tipo de personalidad d e mostrativa. "Todos los hechos conocidos del complejo de Edipo se en cuentran claramente expresados cuando se examinan las carac terísticas del comportamiento histérico frente a la genitalidad. “El histérico ha recorrido bastante bien las prim eras etapas del desarrollo, y a raíz de eso ha podido vivir con bastante in tensidad su complejo de Edipo con' la persona de los padres, sintiendo una atracción incestuosa hacia el progenitor del sexo opuesto y una fuerte rivalidad con el del mismo sexo. Ahora bien, en la medida en que queda fijado a esa situación, cuando llega a la pubertad, época en que se tiene, que definir geni talm ente, comieza a estructurarse este tipo de personalidad, que pone de manifiesto todo el complejo de Edipo en forma muy evidente. ”E1 complejo de Edipo se puede ver más por los elementos negativos que por los positivos. Por ejemplo, es clásico el de la muchacha histérica que es muy atractiva, grácil, que despierta
m ucha atracción en el sexo opuesto, que perm ite todo menos la aproximación genital. Y esto es así porque el histérico ha llegado a una etapa de su evolución en donde acepta el objeto total con exclusión de lo genital. Todas las actitudes rencorosas y de venganza están muy ligadas a los celos con respecto a personas del mismo sexo, y generalm ente hay implícito siempre un tercero, es decir, el tercero en discordia que viene a ser el rival, que intenta separarlo del objeto. ’EI rencor, la venganza y los celos son las manifestaciones agresivas: del complejo de E dipo que se encauzan por medio de la rivalidad. Los componentes eróticos del complejo de Edipo se desarrollan por medio de actitudes exhibicionistas. ”Los histéricos tienen necesidad de llam ar la atención en forma perm anente, requiriendo un público para cum plir con estos propósitos. ”Como se trata de personalidades que están m uy conectadas, tienden a dom inar el am biente y a extraer beneficios d e su forma de vida, inclusive de sus síntomas somáticos cuando se enferman. ¿Cómo dom inan el am biente? G eneralm ente por m e dio de amenazas; por ejemplo, es clásico el histérico que am ena za constantem ente con su suicidio. Muchas veces lo intenta, pero suele ser una tentativa d e suicidio muy aparatosa, que más bien tiende a movilizar todo un am biente, que por otra parte ya está condicionado' para que el sujetq reaccione histéricamente. En la histeria más que en ningún otro caso hay que considerar al paciente y a su ambiente; los beneficios que logra de éste se denom inan beneficios secundarios. E n la m edida en que son muy intensos se confunden con simuladores (y en parte lo son). Al decir beneficio secundario he dado a entender tam bién que hay un beneficio prim ario de la enfermedad. E l beneficio p ri mario se refiere a todas las ventajas inconscientes que le da al histérico su fijación al progenitor del sexo opuesto. Por ejemp ^ , la m uchacha histérica tiene inconscientemente una fuerte atracción edípica hacia su padre, pero no tiene consciencia del conflicto genital, aunque a veces pueda parecer llamativo para el observador exterior. De esa manera, fijada inconscientemente en el padre, está rivalizando constantem ente con la madre, y de una manera directa o indirecta seduciendo a su propio p a dre. Pero el beneficio prim ario se refiere más bien al lazo con el padre como objeto interno; es decir, a una fuerte unión incestuosa con el padre en el caso de la mujer, y viceversa en el caso del hombre.
”E1 histérico tiene una fuerte tendencia a la dram atización, y como tiene un alto nivel de simbolización, todo su esquem a cor poral y todos los medios de comunicación los utiliza justam ente para transm itir sus fantasías y en cierta m edida para movilizar al ambiente. Es profundam ente seductor, lo que tam bién se ex plica porque en comparación con los otros cuadros el histérico ha llegado a un nivel evolutivo donde se han fusionado bastante las tendencias y los objetos eróticos y agresivos, que por estar en estas condiciones ejercen una gran influencia sobre el am biente y sobre el terapeuta en la relación transferencial, buscando tanto la sim patía de éste y de aquél como la frustración. "Hay que tener mucho' cuidado frente a estos pacientes de no tener una actitud peyorativa, ni tomarlos por lo que no son; hay que tener en cuenta que son personalidades inm aduras y que la adaptación histérica a la realidad es una forma de adap tación como cualquier otra.” Estos pacientes entretienen al analista en la sesión porque fascinan con el contenido manifiesto de la verbalización y con su riqueza expresiva. La persona del terapeuta en el encuadre psicoanalítico pasa a tener mucha relevancia como alguien que está dispuesto a ser espectador de sus problemas. Tienen necesidad de que la na rración de una secuencia de hechos (en los que intervienen di versas personas, y que siguen una determ inada línea argum ental) lw> sii"va como medio para conseguir que no decaiga la atención del terapeuta. Pero, a diferencia de los analizandos ansiosos, en los que la dram aticidad y la búsqueda de incógnitas imponen una atmósfera de suspenso, en estos analizandos el manejo de la ansiedad es hábilm ente instrum entado para provocar im pac to estético, y éste no se ve entorpecido por las interferencias que ocurren en los otros tipos d e pacientes. E n útim a instancia puedo decir que el sueño diurno de estos analizandos consiste en una fantasía optativa estética para contrarrestar el provocar un im pacto de fealdad (castración). E n mi libro anterior proseguí diciendo lo siguiente: “A unque parezca extraño, para h ablar de histeria de conver sión voy a señalar en prim er lugar algunos conceptos acerca del desarrollo de la función del pensar y del sentido de la realidad. Lo hago con la intención expresa de mostrar que toda la- perso nalidad histérica en conjunto, y cualquier síntoma somático histérico en particular, deben ser comprendidos e interpretados y enfocados como un sueño. T odo sueño tiene un contenido
manifiesto que son las imágenes visuales, plásticas, pero hay un contenido latente, que son oraciones, frases, palabras. Por ejemplo, un paciente soñaba que estaba dando vueltas y vueltas con una persona del sexo femenino, a la que identificó con su novia. El realidad, en prim er térm ino estaba representando la herm ana, pero profundam ente era la novia. Estaba dando vuel tas y vueltas, y así se pasó toda la noche. El contenido latente de este sueño era el siguiente: estoy cansado, estoy fastidiado, mi novia anda con muchas vueltas. Esta frase la había mani festado por m edio del pensam iento onírico, m ediante un proceso de traducción del pensam iento verbal de vigilia, o pensamiento preconsciente, y en el sueño sufría una segunda reformación. Es decir, este m uchacho, cuando se acostaba a dormir, segu ram ente estaba muy fastidiado, m uy frustrado porque la novia se había negado, es decir, lo había excitado y lo había frustrado, y lo tenía pendiente con falsas esperanzas d e un día para el otro constantemente. Entonces, cuando se dormía, esta frase, que no es otra cosa que un impulso reprimido, y toda una elabo ración que fue reprim ida durante el día y que ni llegó a pensar cojnscientementél, se carga, aprovechando el relajam iento que da el dormir, y motiva una representación plástica que en la labor interpretativa debe ser retraducida para poder com prender el contenido manifiesto del sueño y darle entonces la traducción verbal. Pero no solamente ocurre esto en el sueño, sino tam bién en toda la personalidad histérica y especialm ente en las somatizaciones, es decir, en las reacciones somáticas que tienen los pacientes histéricos cuando m antienen una conversación. "Convenir quiere decir transform ar una cosa en otra. El his térico lo que hace es transform ar pensamientos, ideas verbales en somatizaciones; y utiliza las funciones fisiológicas para ex presar determ inadas fantasías. ”La diferencia entre el síntoma histérico y el fenómeno oní rico es que en lugar de hacer representaciones plásticas, visuales, como en el sueño, la pantalla del sueño es el propio cuerpo del paciente y en especial una función; es la función que ha sido afectada por la conversión. "Por lo tanto, para llegar a ser histérico, es necesario que el aparato psíquico haya llegado a adquirir cierto grado de estruc tura que lo posibilite. Es decir, que el desarrollo psíquico haya pasado por una serie de etapas. ”E1 origen del ‘Yo’ y el origen del sentido de la realidad no son nada más que dos aspectos de una misma etapa del desarro-
lio. Es decir, que al estudiar el desarrollo del sentido de la realidad autom áticam ente estamos estudiando el desarrollo dél ‘Yo’, y viceversa. ¿Y por qué es esto? Porque el ‘Yo’ en realidad es una parte del aparato psíquico que organiza todas las inte; rrelaciones entre las demás instancias psíquicas y la realidad externa. D e ahí, por lo tanto, que el concepto d e realidad nos haga pensar autom áticam ente que para que exista la realidad, tiene que haber ya el ‘Yo’; si no, no tiene sentido hablar de ello. ' ! ;! ! ; ”E1 ‘Yo’ se va modificando constantem ente durante el curso de la vida, y se va enriqueciendo a m edida que el individuo va construyendo más y más experiencias. Es un proceso paulatino de descubrimientos y de creación de la realidad. Junto con el descubrimiento de la realidad externa tam bién se va descu briendo la realidad interna, que yene profundas raíces en el cuerpo, en lo que vendría a ser Ja representación, la imagen que nosotros tenemos de nuestro cuerpo y que, como es sabido, se denomina imagen corpórea. ”A1 comienzo de la evolución dfel hombre, en los primeros momentos de la etapa oral, no existe., nada más que la percepción de algo interior, de un estado de fensión interior que denom i namos objeto interno. Cuando el ‘Yo’ inm aduro advierte que existe otro objeto que le puede aplacar este estado de tensión, descubre que existe otro objeto que va a ser el objeto externo. ”E1 propio cuerpo constituye las dos cosas a la vez. Cons tituye simultáneam ente mundo extérno y m undo interno. Por un lado las sénsaciones táctiles externas hacen que el ‘Yo’ sienta a una parte de su cuerpo como algo ajeno a él, como algo perteneciente al mundo extem o a pesar de que es cuerpo. Por otra parte, hay una serie de datos sensoriales internos, cenestésicos y kínestésicos, que hacen sentir al aparato psíquico que hay una parte d e l' mun do que está'form ada por su cuerpo, que es algo diferente del resto del mundo. D e esta m anera el ‘Yo’ se va construyendo, en ririmer término, sobre la base d e la ima-•gen_corpóre'á.7“ "Freud nos ha enseñado que el ‘Yo’ es, ante todo, corpóreo, pero para que se vayan edificando .Jas imágenes, las represen taciones corpóreas, es necesario que se vayan sobreimprimiendo en el aparato psíquico las representaciones de los objetos externos dentro del psiquismo. Es decir, que el proceso es en realidad gradual, paulatino y bilatéráj. ”E1 aparato psíquico se va formando entonces por un cons
tante precipitado de representaciones provenientes del mundo, cuya vía de entrada son los órganos sensoriales, y por represen taciones, por estímulos internos, que provienen del propio cuerpo. La representación del cuerpo no coincide con el cuerpo obje tivam ente considerado. Por ejemplo, puede incluir muchos de talles, como la vestimenta, las prótesis, los anteojos, la dentadura postiza, el auto, o pueden ser partes del cuerpo que no están, como en el caso de extremidades alucinadas. "Im agen corpórea es un concepto dinám ico y cambiante, que, como digo, varía según las diferentes etapas de la vida, y que dentro de una misma etapa de la vida varia según los momentos del día. Por ejemplo, la imagen que yo tengo de mí mismo es muy diferente a la que voy a tener dentro de varias horas, cuando me vaya a dormir. Si consigo adormecerme bien, mi imagen corpórea se va a disolver. Si de noche me aparece un conflicto interior, una parte de mi ‘Yo’ se va a despertar y entonces voy a em pezar a soñar, y estos personajes que van a aparecer en mis sueños de alguna m anera van a ser partes de mi cuerpo, que aparecerán simbolizadas por medio- de represen taciones plásticas, que incluirán partes d e mi cuerpo, partes de mi capacidad de pensar y, al mismo tiem po, restos diurnos, es decir restos de estímulos externos que han configurado todo este sueño. "Ahora bien, si insisto es porque la única manera como se pueden com prender la histeria y la conversión -histérica es te niendo en cuenta que la personalidad se va construyendo sobre la base de toda una articulación entre múltiples representaciones del propio cuerpo y de la realidad externa, q u e van entrando en un interjuego, que se van mezclando y combinando y que va creciendo en la m edida en que la personalidad tiene buenas experiencias o experiencias felices. "Las malas experiencias, todas las experiencias de frustración del más diverso género, perturban a todo este proceso de crecimiento y de m aduración, que es paulatino, muv gradual y dura toda la vida. "La imagen que tenemos del cuerpo no solamente es variable en función de las edades y de los momentos evolutivos dinám i cos que se están viviendo, sino tam bién en función de diferencias personales. Por ejemplo, en el caso de la personalidad histérica, la representación corpórea está altam ente diferenciada. Es de cir, el histérico es una persona que tiene una imagen corporal muy rica, y que tiene una periferia muy grande, imagen que
en cierta m edida se expande, es decir lanza como tentáculos que le perm iten impresionar a los espectadores. Esto no sola m ente sucede en las personalidades histéricas; sino tam bién, por ejemplo, con los psicópatas; basta con pensar en la apariencia y en la presencia d e los demagogos, que arrastran m ultitudes, p ara com prender la enorme fuerza comunicativa que tiene el cuerpo en estas condiciones. Algo de esto ocurre tam bién en la personalidad histérica, con la diferencia de que ésta sola m ente se erige como figura central de una m anera simbólica. Nunca va a arrastrar al público para sus propios fines, sino que simplemente lo va a usar con fines simbólicos, p ara poder satis facer sus tendencias exhibicionistas. I "Volviendo a nuestro problema, que es el de la ideación, po cemos preguntam os cómo se establece este proceso. General m ente se tiende a confundir con el proceso del pensar; por el ¿sicoanálisis hemos visto muy bien que existe un tipo de acti vidad m ental que es pensamiento, pero todavía no idea: es el pensamiento en imágenes. "Ahora bien, ¿qué es lo que ha ocurrido con la personalidad histérica? Ésta ha sobrepasado la etapa precoz del pensamiento en imágenes, y ya ha llegado a form ar lo que se llam a ideogra mas, es decir, ha llegado a articular las representaciones plás ticas con las representaciones fonéticas o de palabra, de manera tal que puede llegar a pensar no en imágenes, sino en ideas. Este es un proceso muy gradual, paulatino, que comienza en la época en que el niño empieza a entender las prim eras oracio nes, las primeras frases, en que em pieza a com prender el pensar lógico del m edio fam iliar y lo va internalizando. En ese momento comienza a establecer una serie d e conexiones entre las actua ciones y las palabras, que dentro de él funcionan ya como ideas. Y esto ocurre mucho antes de que él domine a la perfección el lenguaje; cuando esto suceda, habrá dado en la adaptación un paso importantísimo, puesto que ya posee el código humano para comunicarse y para establecer todo el régim en de interac ción entre él y el medio familiar. En la m edida en que dentro del aparato psíquico se van juntando imagen e idea, represen tación plástica y representación verbal, entre la percepción y la actuación se va interpolando todo un sistema, todo un engra naje que es el proceso del pensamiento. Este conocimiento del pensamiento es lo que perm ite justam ente que ese niño haga toda una preparación previa para tener una actuación adecuada. Es decir que él, dentro de su psiquismo, con su pensamiento,
introduzca una serie de modificaciones en el material bruto de la realidad que tiene dentro, de manera tal que pueda pen sar en cómo puede hacer una cosa y cómo la debe hacer. Ahora bien, en la m edida en que ya ha logrado estructurar todo el aparato m ental entre la percepción y la actuación, se interpone todo este proceso que tiende a reem plazar al régim en de carga y descarga que pertenece a los primeros días de vida. Con el aum ento de la experiencia cotidiana se van realizando sucesivas sedimentaciones, sucesivas experiencias, y de esa m anera cada vez más a pensar, formando con el tiempo una imagen del mundo externo dentro de sí, que difiere muy poco de lo que es el m undo externo. Es decir, empieza a tener capacidad de pensam iento objetivo. La evolución de este proceso empieza a culm inar más o menos a la entrada del tercer año de vida, que es justam ente cuando se empieza a estructurar el verdadero complejo de Edipo. ’T.os primitivos estadios del complejo de Edipo, elaborados con objetos parciales (pecho-pene) y con las imágenes de los progenitores combinados, han sido sobrepasados en gran parte en el histérico de m anera tal que, al entrar en su tercer año de vida, ha logrado form ar en su interior u n buen conocimiento de las características de su grupo familiar, teniendo capacidad de comprensión inconsciente de la pareja parental y una per cepción bastante clara de que los padres tienen relaciones entre sí, independientem ente d e él, y de que cada uno de ellos a su vez puede tener relaciones con él. ”Con lo dicho estoy presentando el problem a de la aceptación de la diferencia de sexos. Esto, como digo, incluye la repre sentación de las funciones m aternas y paternas, y podemos aña dir de las de los hermanos, que son las que van a perm itir al niño una buena adaptación y una buena comunicación con el m edio familiar, la cual está dada por la palabra. ”Ahora bien, así como nosotros para reconocer las cosas del m undo externo tenemos que ver, oler, tocar, palpar, y para tener una idea concreta tenemos que hacer un acercamiento, con el pensam iento ocurre lo siguiente: hay un órgano ideativo, organo preconsciente, que traslada a la esfera perceptiva los re sultados de la ideación. El proceso de la ideación es precons ciente, es decir no es consciente, pero es bastante accesible a veces con un poco d e introspección, o se descubre fácilmente en la situación analítica, y podem os hacer consciente todo este m aterial m ediante lo que se llama órgano ideativo, que trans
mite los resultados del proceso ideativo a la conciencia. E n tonces, de la misma manera como existen órganos sensoriales externos que nos comunican con el m undo externo y que son los órganos de los sentidos, en el aparato psíquico tenemos algo que, como abstracción, se llama órgano ideativo y que lleva a la consciencia como un carril las representaciones ideativas. Es decir que merced a este órgano ideativo tenemos capacidad depoder trasladar del preconsciente al consciente y de esta m a nera tomar más contacto con la realidad externa, no solamente por las impresiones sensoriales, sino tam bién m ediante toda la reserva d e ideas, m ediante todo el m aterial ideativo que hemos ido acumulando en el curso de todos nuestros años de vida. "Este proceso de aprendizaje es gradual y se ve am enazado constantemente por experiencias displacenteras. ”E1 proceso del lenguaje viene a ser el corolario final de todo este largo período evolutivo que, como digo, se hace en los primeros años de vida y que da a la especie hum ana todos sus caracteres distintivos con respecto a las demás especies ani males. ”Las palabras permiten una comunicación m ucho más precisa con los objetos y una mayor precisión en la función de antici pación m ediante actos de tanteo. Es decir que m ediante la palabra podemos hacer muchas cosas, y m ediante el pensam ien to en palabras podemos anticiparnos a la realidad e ir acomo dando nuestra acción en forma tal que .nos rinda el máximo de provecho en nuestras relaciones con la realidad. Quiero decir una vez más que para que el proceso ideativo verbal culmine realmente en el máximo de evolución y rinda el máximo de sus beneficios, es indispensable que haya una buena conexión con las representaciones corporales. Es decir que imagen e idea d e ben estar estrecham ente enlazadas. ”E1 pensam iento se va convirtiendo entonces por sí mismo en una especie de elaboración y diferenciación de formas más pri marias de discriminar. Todo el pasaje del principio del placer al principio de realidad incluye justam ente este proceso del p a saje del pensamiento no verbal al pensamiento verbal. "Vamos a pasar un poco más específicam ente al punto que nos preocupa. Cuando pensamos que vamos a hacer algo en el m undo externo, preconscientemente estamos m odificando este mundo y en cierta medida nos anticipamos a las modificaciones. Pero todo pensamiento tiene una partícula de acción; esto se ha demostrado muy bien en psicología experimental. Los pensa
mientos en el área uno, o sea en la mente, se modifican, se combinan y se ejecutan, siendo así actos previos a la acción instrumental. Toda esta acción en el área uno que va hacia el área tres, de alguna m anera va tam bién hacia el cuerpo. El pen samiento normal tiene una partícula de acción. ‘Se puede d e finir a la conversión como la exageración' de la acción de esta partícula de acción normal.’ Por ejemplo, hace tiem po tuve oportunidad de ver un caso de una m uchacha que en un hotel, en el momento en que se disponía a tener relaciones genitales, tuvo un gran ataque histérico. Podemos decir que esta mujer se- anticipó; si hubiera esperado un poco, habría tenido las re laciones i genitales, pero hizo el gran ataque histérico, que es toda la pantom im a de una relación genital, con el opistótonos, el orgasmo, la obnubilación de consciencia. Si no hubiese sido una histérica, habría sido menos reprim ida genitalmente, habría podido ten ese momento utilizar sus engramas para tener una actuación adecuada y una preparación adecuada, tanto en mente como en cuerpo, para hacerse cargo de esa situación. Pero su idea ‘voy a tener relaciones genitales’ sufrió un ‘corto circuito’ y se descargó por vía corporal. En ese momento ella pensó, pero tam bién tuvo relaciones genitales. ”Ahora bien, el contenido latente del gran ataque histérico hay que interpretarlo y descubrirlo de la misma forma que el sueño. Por ejemplo, la suspensión d e consciencia del gran ata que histérico sería el equivalente de la suspensión de conscien cia del orgasmo. El opistótonos es una representación por lo contrario, es decir, hacer al revés de la pose ginecológica, por un mecanismo de deformación; una tendencia se puede mani festar por lo opuesto. Prácticam ente se puede estudiar en deta lle toda la dinám ica de la relación genital y del orgasmo en los elementos que componen el gran ataque histérico. ”E1 pensam iento que tiene que servir como actividad de tan teo, como preparación para la acción, y disponerse para algo, se ha transform ado por medio de un proceso de introyección. Se ha equiparado a la acción y prácticam ente ha sustituido a la acción. D e esta m anera el pensamiento se ha hecho pensamiento en imágenes, pensam iento mágico, porque ya está desconectado de la realidad; al mismo tiem po es una técnica mágica de lograr las cosas sin haber hecho nada por ello. Por ejemplo, en el caso de esta mujer, la misma tendría posiblem ente serias dificultades para adm itir la penetración sexual. Mágicamente, por medio de su ataque histérico, consigue tener una relación genital,
pero en la fantasía, aunque para ella no sea fantasía porque se materializa en el cuerpo. D e esa m anera perm ite tam bién alejarse de la realidad, es decir, eludir el contacto genital pro piam ente dicho con el objeto externo. Al mismo tiem po tiene grandes beneficios secundarios; con la enorme pantom im a his térica que hizo, prácticam ente tuvo más repercusión en el hom bre. Al misma tiem po movilizó una cantidad de gente, porque fue tan dram ática, tan brutal esta situación, que prácticam ente todo el m undo se enteró de lo que estaba pasando, es decir que movilizó a todo un am biente pero no se entregó. En su fan tasía, en su inconsciente, permaneció virgen y ligada al padre. Al mismo tiem po dio un susto a su pareja, y de esta m anera piído satisfacer sus fantasías vengativas, por ejemplo de no te ner pene, y así sucesivamente. Todas las fantasías que se m a terializan en una actuación histérica, sea en un síntoma o en una actuación de la personalidad, dan una enorme satisfacción al sujeto y tienen de cualquier m anera una gran repercusión ambiental. "Entonces, en ese sentido, ¿cómo podemos definir la conver sión histérica? Sería algo que tendría que ser aloplástica y se ha hecho autoplástica. Por eso se han com parado los fenómenos de conversión con el mimetismo. Viene a ser una introyección masiva del m undo externo, y el ‘Yo’ y la personalidad en un momento determ inado vienen a ser el reflejo de lo que tendría que pasar afuera. En el caso del gran ataque histérico, esta mujer representó a la pareja en coito. Algo que tendría que haber sucedido con el m undo externo, sucedió directam ente con su cuerpo, como si una parte del 'Yo' se transform ase mírnéticamente en el m undo externo y tuviese una relación con la otra parte. ”La fobia es lo opuesto. Así como en la conversión predo mina la introyección, el mimetismo, en la fobia predom ina el animismo, es decir, la proyección de propias partes del cuerpo en el exterior. "Mientras en la personalidad dem ostrativa se introyectan y acontecen los sucesos del m undo en el cuerpo, en la persona fóbica los procesos corporales son proyectados al m undo externo. "Pero para que ocurra todo este proceso, ya sea de animismo o de mimetismo, en términos de fobia o de conversión, tiene que haber habido m ucha imagen corpórea construida y m ucha re presentación de mundo; si no, no es posible. "Ahora bien, ¿qué es lo que sucede que a veces puede con
fundir? Que hay muchos casos, esquizofrenia, por ejemplo, que tienen componentes histéricos. Una serie de síntomas m o tores. una serie de estereotipias esquizofrénicas en realidad son 'trozos histéricos’, o mecanismos histéricos, pero en un cuadro de esquizofrenia. Mecanismos histéricos podemos encontrar tam bién en muchos cuadros de perversiones; es decir, que siendo una defensa con éxito, las partes de la personalidad que han m adurado se defienden con mecanismos histéricos. E n la medida en que el núcleo principal de la personalidad está comprometi do en este tipo de defensa, se han sobrepasado bastante bien los estadios previos y el sujeto ha llegado a lo que se llama la etapa fálica; de esta m anera, cuerpo, m ente y m undo están más o menos estructurados, y entonces puede ocurijir esta serie de cosas que conocemos con el nom bre de fenómenos histéricos. "Una función fisiológica es utilizada para expresan pensam ien tos que pueden ser retraducidos, por medio de la [labor inter pretativa del lenguaje somático en que se expresan, al prim i tivo lenguaje en palabras. Al decir lenguaje prim itivo en pala bras no quiero decir que el lenguaje en palabras sea primitivo, sino que en la conversión ocurre una deformación d e una idea en una expresión plástica, es decir, en una conversión, y que en la conversión hay una alteración de una función fisiológica, para intentar satisfacer una necesidad inconsciente. D e esta m anera una función fisiológica es utilizada para expresar pen samientos. Estos pensamientos pueden ser retraducidos del len guaje somático en que se expresan, por m edio de la conversión, al prim itivo lenguaje en palabras en que podría haber surgido esa necesidad inconsciente de no ocurrir la conversión. ”Los síntomas de conversión son históricam ente determinados po r experiencias particulares del individuo, que condicionan, de acuerdo a su pasado, un tipo especial de alteración en la fun ción fisiológica. Una de las diferencias entre las conversiones pregenitales es que estas últim as expresan fantasías universales. Por ejemplo, la hipertensión podría estar expresando la cólera; el asma bronquial, fantasías de sofocación, de haber sido pri vado de la libertad; la úlcera puede estar expresando conflictos relacionados con sentimientos de culpabilidad, es decir, rem ordi mientos. E n las llam adas enferm edades psicosomáticas o con versiones pregenitales, en lugar de predom inar los componentes genitales del complejo de Edipo, predominan, pues, elementos pregenitales. Por ejemplo, lo oralidad, en el caso de la úlcera; elementos sádicos en el caso de la hipertensión; elementos ora
les y anales, localizados en el árbol respiratorio, en el caso del asma. ”E1 tipo de personalidad que hace las conversiones pregenitales, o las llamadas .enfermedades psicosomáticas, es un tipo dife rente de la personalidad histérica, que hace una conversión, histérica. Siguiendo con nuestro tem a de la conversión, ¿qué es lo que hace el sujeto? ¿Por qué hace una conversión? La hace porque tiene que solucionar un .conflicto que le provoca’ angustia. "Cuando estudiamos cuál es el esquema general de todas las neurosis dijimos que todas tienen ló que se llama conflicto neurótico. El conflicto neyuótico no es la enferm edad en sí, es toda la fantasía inconsciente que despierta angustia y motiva mecanismos de defensa. Ppr ejemplo, en el caso de la histeria, el histérico tiene un compfej© de Edipo, el conflicto neurótico del histérico es el complejo de Edipo positivo. El complejo de Edipo positivo puede despertar en el ‘Yo’ angustia, y va a des pertar emociones de asco, vergüenza .-.6 culpa, es decir que en la medida en que por una parte el Sujeto está ligado al pro genitor del sexo opuesto en su inconsciente, se establece un conflicto intrapsíquico entre el ‘Ello’ y el ‘Superyó’, a través del ‘Yo’. Como resultado de todo este choque de fuerzas, de este par dinámico de fuerzas, motivado por úna parte por el ligamen con el objeto incestuoso y por otra por la persecución por el ‘Superyó’ en que está internalizado el progenitor del mismo sexo, se van a producir reacciones de asco, vergüenza o de culpa. ¿Cómo puede salir airoso el ‘Yo’? Puede lograrlo desconec tándose, desconectando la representación fonética o verbal de la representación plástica. Al producirse esta desconexión, se produce lo que se llama comúnmente represión. Entonces la persona en cuestión no tiene angustia*;, no tiene asco, vergüenza ni culpa; simplemente tiene un escotoiria. Tiene un punto ciego y no siente angustia, pero con el aum ento de las estimulaciones externas y de las internas está en una situación de seducción ambiental. ”De tal manera que cuando el conflicto es muy grande o al canza cierta intensidad, se produce uñ fracaso de la represión y vuelve a aparecer angustia. Entonces al fracasar la represión se van estableciendo desplazamientos y puede haber dos desen laces: o que el sujeto envíe todo hácia afuera, en cuyo caso tenemos una fobia —el fóbico envía todos sus objetos hacia el exterior y vive el exterior como un reflejo de su propio cuerpo,
de su propia instintividad— o, si es un histérico de conversión, lo que va a hacer es asimilar las representaciones fonéticas, que no son sino el duplicado de la realidad externa internalizada, a las representaciones corporales. Al referirme aquí a represen taciones plásticas, estoy hablando ya de representaciones cor porales. ”La represión, lograda es un mecanismo mudo, da a la per sonalidad una restricción, produce inhibiciones y nada más. Es decir, coarta la personalidad, provoca un gasto de energías, por que para m antener represiones hay que estar alimentándolas constantemente, es decir, hacer un fuerte dique para contener todo el flujo instintivo. El fracaso de la represión causa inhibi ción y empieza a producir angustia. Y ésta puede resolverse en otra represión o en un síntoma. 'A hora bien, existe una serie de requisitos para que ocurra una conversión. E n prim er lugar necesitamos requisitos físicos, es decir que un órgano o una función corporal dada se trans forme en el portavoz de la excitación genital. E n la histeria las zonas erógenas adquieren un significado genital. Por ejem plo, la boca puede funcionar como vagina. Todo el cuerpo puede estar significando en un momento dado un pene. Es decir que todo el esquema corpóreo o determ inadas zonas del esquema corpóreo se genitalizan. Y por eso las fantasías histéricas, cual quiera sea el lugar o la función en que ellas se manifiestan, tienen siempre un contenido genital. D e esa manera, entonces, las zonas erógenas o las funciones corporales van a transfor marse en portavoz de la relación genital m aterializando alguna fantasía de coito, de embarazo, pero con la condición de que ocurra este desplazamiento. Además de este requisito físico, es decir, de la capacidad de genitalización de diversas zonas erógenas, existe tam bién lo que se llama el requisito psicoló gico. Éste consiste en un abandono previo de la relación con los objetos externos. Y en una sustitución de éstos por. la re presentación interna de los mismos.” Quisiera agregar ahora, con respecto a los datos de la base empírica, que en pacientes con un estilo dram ático que provoca im pacto estético hallamos algunos elementos característicos. E n estos pacientes podemos encontrar un predominio de la re d u n d an cia, en la cual una misma estructura semántica es pre. sentada de distintas maneras sintácticas. Cada uno de los sin tagmas que conforman esta redundancia es enfocado paradig-
m áticam ente cam biando los aspectos morfológicos y como con secuencia tam bién los fonológicos de una misma estructura se mántica. Los otros códigos funcionan de m anera sincrónica, tal como ocurre en determ inadas técnicas d e estilos teatrales en donde el dram a se inserta dentro del mismo dram a con idénticos sentidos; el episodio insertado aparece com o engarzado o ani dado dentro de la textura total del dram a repitiendo el mismo drama. E n la paciente a la que aludí al comienzo de este apartado ello puede objetivarse con claridad: en el nivel fonológico re petía el mensaje que de otro modo expresaba con su código verbal. E n los pacientes con estilo dramático y que provocan im pacto estético los elementos de la entonación están muy bien m ane jados. Se los puede com parar a buenos locutores de televisión. Si se tia ta de alguna persona con rasgos dialectales caracterís ticos de una zona geográfica dada, estos rasgos perm anecen invariantes hasta cierto punto; de lo contrario el paciente ha fracasado en su caracterización estilística y produce una im presión de ridículo al interlocutor, como si se estuviese frente a un mal imitador. Tal suele ser el caso de los pacientes que muchas veces tienen consciencia de ello y dicen que se les “pegó” tal gesto o giro verbal (m anierism os) como una autoplástía sintomática. Una descripción similar la encontram os en la tan conocida referencia de Freud a la m ujer en quien se pueden visualizar los rasgos que tuvieron sus objetos amorosos perdidos por determ inados rasgos de la estructura d e su “Ego” que se ha ido m odificando con cada pérdida de objeto libidinoso.
12. Los datos de la base empírica de pacientes con estilo dramático que provoca impacto estético A continuación habré de referirm e a un caso que fu e uno de los que me perm itieron estipular consideraciones como las que acabo de desarrollar. Se trata de una paciente, Raquel, que inició su reanálisis con una analista distinta de su prim er terapeuta. El interés especial que reviste este caso reside en que podemos ver cómo, al evolucio nar en el curso del análisis, pasa del estilo lírico, que caracte rizó sus prim eras épocas, al estilo dram ático que provoca im pacto estético. Logra hacer este pasaje cuando rom pe las li-
nutaciones fóbicas de las que no tenía consciencia y que la m antenían privada de necesidades básicas y por lo tanto mucho más deprim ida de lo que ella creía.- Esto se detectaba por el estilo del habla en las sesiones de comienzo del análisis. Presentaré ahora una sesión del comienzo del tratam iento donde se manifiestan sus defensas estilísticas consistentes en téc nicas obsesivas, especialm ente en anulaciones (técnicas de con trol obsesivo de sus emociones, que deben ser reforzadas por aislamiento: ingleses, etcétera)-. Aparecen esbozadas tam bién las nacionalidades como personajes con atributos distintivos que¡ confieren desde ya a lo que dice los rasgos que ocupan un prim er plano en el estilo dramático. El tem a dom inante del que se defiende con las técnicas obsesivas se refiere a experiencias de privación afectiva y a un rechazo envidioso por los “latinos” que se intercam bian emociones puesto que no padecen de tabú de contacto ( representación de la escena prim aria). Recordemos que la expresión de las experiencias de gratificación y/o privación como tem a central ocurren en los analizandos con estilo lírico, del cual esta paciente se defendía. E n las interpretaciones de la analista puede verse un estilo complementario al de la paciente, que suministra las matrices estructurales sintácticas para que a su vez Raquel vaya gene rando nuevas estructuras semánticas. D entro de este período inicial se dio un rechazo sistemático a la situación analítica y a las interpretaciones d e la terapeuta. Su defensa consistió en una rebeldía por momentos m anifiesta y en otros momentos sutil, por la cual procuraba invertir los roles y establecer R aquel las normas. E sta defensa fallaba por momentos. D entro de esta línea de ataque y desvalorización y de inten to de rechazo del vínculo, transcribiré resum idam ente una se sión de m ediados de semana: P.: (E n tra y no le da la mano a la analista, como lo hacía hasta ese m om ento.) Decidí que no le voy a dar más la mano; es una costum bre d e Latinoam érica que no tiene sentido; los ingleses no tienen esa costum bre y me parece mejor, no tiene razón de ser. A.: Quiere evitar el contacto conmigo p ara que no pase como en la sesión anterior que mostró su rabia contra mí; tiene m ie do que le diga cosas desagradables. P.: Sí, más que yo las diga debe ser que usted me las diga.
Igual en el colegio cada vez que uno se encuentra tiene que estar dándose besos con las profesoras; los ingleses no hacían nada de eso. A.: Pone en los ingleses un aspecto suyo que evita el con tacto y en los latinoamericanos su deseo de afecto. P.: Le voy a contar un sueño qué tuve anoche, para su co lección de símbolos. Soñaba que me .regalaban un bebé de tres meses, no sé si era nena o nene; yo lo levantaba para acari ciarlo y mis padres m e decían que lo dejara en la cuna, que ¡o iba a malcriar. A.: El bebé a quien yo tengo que cuidar mucho es usted; pero cuando se enoja conmigo y discute mis interpretaciones trata de evitar que la tenga cerca mío y me hace dejarla en la cuna llorando. P. 1: A mí siempre me pareció que una de las cosas más tris tes son los métodos modernos de educación; que lo más di vertido que es jugar con un bebé, sobre todo acunarlo, todo eso está mal, que los malcría, y es de lo más aburrido tenerlos siempre así quietos, acostados en la cüna. La terapeuta comentó al respecto: “E n la prim era interpretación sobre todo, algo me hizo m an tenerm e al margen del real contenido’ latente, posiblem ente res pondiendo en cuanto a mi temor de-sentirm e m anejada y recha zada por Raquel, en la medida que’*su actuación en la trans ferencia, que produjo un efecto de sorpresa en mí (al negarse a darm e la m ano), me inoculó una imago parental sin em patia con la paciente-niña.” . Raquel disociaba dos aspectos suyos entre latinoamericanos e ingleses; a través de no dar la m aná evitaba el contacto frente al peligro homosexual de que “se • ié fuera la mano” y pasase a los besos. Su parte sajona era úrta formación re a c tiv a . fren te a la otra latina que quería los besos; aparecía así el miedo a la seducción, que era para Raquel ser seducida por una figura con quien m antenía una fuerte rivalidad. D ebido a la labor analítica Raquel había com prendido que su hostilidad persistente era una defensa frente a. un vínculo de afecto que significaba una am enaza para la integridad de su mente; fue entonces que entró, en crisis y extremó sus defensas m ediante una actuación en la sesión, actuación que abarca tanto su no dar la mano como' las características inoculatorias de su com portamiento verbal; en efecto, en esps momentos a la terapeuta
le era difícil pensar. Al mismo tiempo, depositó el afecto en su ' cuerpo, al que mostró disociado de su m ente como intento de preservarla, y evitó el contacto afectivo, No obstante, en su segunda intervención mostró lo rechazado y ante la interpretación de la analista, relató el prim er material onírico del tratam iento, aunque anunciado en forma un tanto despectiva, como resto de su defensa ante el mayor contacto que realizaba. E n este sueño aparece su fantasía de enferm e dad y de curación: ella es el “bebé de tres meses” (tiem po de análisis) con dificultades de reconocer su identidad ( “nena o nene” ). El sueño m uestra además cómo su dificultad para conectarse cariñosam ente con sus partes infantiles o para conectarlas con la analista a través de dar la mano, así como su disociación mente-cuerpo, se debían al sometimiento a un m andato parental que le prohibía las caricias y el juego divertido. AI mismo tiem po, como transfería sobre la analista esta imago parental, criti caba los ‘métodos modernos de educación” de la terapeuta. Raquel continuó luego: P.: No sé, los chicos me gustan cuando son bebés, cuando se los puede m anejar como un muñeco; tendría que ser como los ingleses, que tratan a los chicos como si fuesen animales: los alimentan, los cuidan y les enseñan esa cosa fenómena de la reserva, de no llorar en público, de portarse bien delante de la gente, de no m anifestar sus deseos, de no sentirse contrariados cuando no consiguen lo que quieren; son una m aravilla los chicos de allí. A.: Siente que si hace las cosas bien como piensa que yo quiero, es una nena adulta maravillosa y sería aceptada por mí, pero que sería a costa de tener que m antener dentro suyo todo 'o que siente. P.2.: Al contrario, yo siempre fui más bien rebelde y arisca, no era educada ni callada, ni me tragaba nada para dentro; al con trario, siempre estallaba en rabietas de impotencia, que es al revés de los chicos ingleses que si están nerviosos la m adre les dice con toda dulzura: “bueno, m ’hijito, si estás nervioso andate a tu cuarto, no tenes por qué estar en la mesa”; ¿vio que acá los chicos se levantan y tiran la servilleta y se van?; en mi casa no se me aceptaba que estuviera enojada o no quisiera comer; yo contestaba mal y recibía un bife. A.: Acá, cuando se enoja conmigo, trata de ver qué clase de
mamá soy yo, hasta dónde le voy a permitir; no sabe si voy a ser una mamá que la trataría con dulzura, pero que para usted es ser tratada como un ser irracional o como una mamá latina dándole interpretaciones como “bifes”. En la prim era de sus verbalizaciones m uestra su idealización del vínculo padres sometedores-hijos sometidos, y cuando la ana lista le interpreta lo que se sacrifica en este vínculo m uestra su rebeldía como un intento de superarlo y obtener afectos, aunque encubiertos tras la agresión. E ra mejor para ella que existiese un odio manifiesto, así podría haber am or encubierto. Si existía amor manifiesto sentía que la relación era hipócrita (“estar dándose besos” ). El dejar de dar la mano es el indicio del fracaso de la primera defensa maníaca del comienzo (la negación del efecto de las in terpretaciones, especialm ente d e aquellas que eran adecuadas y conseguían im pactarla) y del intento de apaciguar a la analista como Superyó parental nrohibidor con una seudo hostilidad d e fensiva y una disociación m ente-cuerpo para aislar los afectos; en este momento del análisis R aauel pudo em pezar a poner a prueba a la terapeuta, en la m edida en que su pánico hacia ella era menor, haciendo una actuación pero con la analista, queriendo saber si podía mostrarle su rebeldía infantil sin que la terapeuta se transformase en una mamá-sajona “dulce” Que deja al niño sin interpretaciones-com ida, o en una m am á latina violenta au e le da interpretaciones-bifes. Como la analista le interpretó las dos posibilidades y las dos consecuencias pudieron superar esta prueba. Cuando ella rechazaba las interpretaciones hacía una identi ficación con el objeto agresor (su parte infantil “rebelde” niña latin a): la analista aparecía con los aspectos del padre autorita rio, combinados con las nartes rechazantes de la m adre. Tunto con estos asnectos parciales, la terapeuta significaba, p o r ciertas características, la m adre rival del compleio de Edipo tardío, pero que, cuando era rechazada, le hacía sufrir su propio destino de tercera excluida en la pareja edípica. Es^e rechazo no era total, se localizaba en forma parcial en lo afectivo que, depo sitado en la analista., le resultaba degradante y peligroso, y debía agredir; la sobrevaloración de los logros intelectuales la hicieron áutoidealizarse y tener la fantasía de la hija pródiga. En P 1. ( “A mí siem pre me pareció” ) aparecen en la estruc tu ra de la frase (sintagm a) modificaciones del núcleo sujeto,
vale decir adjetivos, que van estructurando un universo d e frases en una oración compleja, formada por varias construcciones bi mem bres con diferentes grados d e subordinación a partir de “A mí siempre me pareció”. L a inclusión del circunstancial “siempre” en la proposición principal es factible luego de contar el sueño y escuchar una interpretación con estilo complementario, puesto que la analista se convierte en una hablante que abstrae un bebé que hay en Raquel y hace un relato sintético de una serie de secuencias consistentes en acciones y reacciones acaecidas durante el proceso analítico y que culm inan con el hecho de que, al ser alejada la terapeuta por la niña con tabú de contacto, Raquel queda sola llorando. Nótese que en este caso la terapeuta, al trabajar sin ninguna interferencia, hace una conjunción entre la esquizoidía y las categorizaciones lógicas y es por eso que Raquel pudo responder con la generalización m ediante una oración compuesta que posee un alto grado de sem anticidad. El “siempre” es la introducción de la historicidad desde el presente que puede generarse cuan do Raquel incluye el rescate de su pasado por la utilización de una forma verbal en pasado indefinido ( “pareció” ) que atrae a todo el resto del enunciado en tiem po presente, en donde aparecen hipótesis sobre la carencia por fobia al contacto, pues to que en dicha frase se m anifiestan los efectos que pueden causar en el bebé las diversas circunstancias (m étodos educati vos) que lo pueden afectar de distintas maneras. E n dicha intervención y en P 2 . R aquel empieza a mostrar su disposición a generar una gram ática con estructuras sem án ticas universales, puesto que aluden en su denominación a los sucesos universales expuestos en el C apítulo III que afectan a todos los niños, ya que todos ellos pasan por una serie de ex periencias inherentes a la especie hum ana (dentición, destete, cambio de alimento, cambio de significación de las materias fe cales v control esfínteriano). C uatro meses después Raquel m uestra un cambio en su actitud, lo que se expresa en sus reacciones ante la percepción incons ciente del embarazo de la analista. A través de un conjunto de fragm entos de sesiones de este período podrá verse cómo la paciente pasa a evidenciar un estilo dramático que provoca im pacto estético. E n una sesión dijo:
P.: Hoy estoy completam ente desorganizada, tengo un bodrio ■¿dentro, llegué tarde; me desperté a las nueve y me puse a leer el diario; y no tengo la conferencia term inada y me suena a apunté de colegio; y cuando venía para acá pensaba qué pa saría si me casara con Jorge; estos días apenas lo he visto; sigo mal del asunto, estoy como con una m enstruación desde hace un mes; y Jorge consultó a un médico y le, dio unas gotas, que son para los estados de gravidez, para ayudar a lo s . . . cómo se lla m a . . . no sé cuánto de parto; tuve que esconder el frasquito en casa y estoy enojada con usted porque no me dice qué puedo hacer; es como el cuento del análista y el cocodrilo que term ina comiéndose al paciente; y usted no hace nada; me voy a quedar exa . . . cómo se dice .. A.: Siente que hay algo muy real entre nosotras que nos se para; una situación peligrosa concreta ?■que despierta en usted sentimientos de los cuales no quiere enterarse y que tam bién debe esconder de mí. El “bodrio” dentro, ya vivido en üii nivel más emocional, corresponde a probables ansiedades hipocondríacas 'acerca de sus contenidos afectivos internos. Identificada con la m adre em ba razada. siente que le fracasan sus posibilidades de intelectualización (conferencia, el tragarse palabras: entuerto, exangüe). Este fracaso se relaciona con el h ec h o ’de pensar acerca del ca samiento y el preocuparse por sus prujbesos orgánicos, al rom perse en parte la disociación cuerpo-rúente. Sus referencias a los trastornos de la menstruación indicában sus reacciones ante los cambios de la terapeuta, que ya percibía en parte. ■ E n tanto el hacer bien la confeiencía; era equivalente a reali zar su embarazo propio, la pacienté, identificada con una m a dre incapaz de gestar bien (había tenida dos hijos débiles menralés), siente que realiza un apunte éíjpolar denigrado, que en el plano corporal la lleva a considerar su "como una mens truación desde hace un mes”, como fas pérdidas en un mal embarazo; al mismo tiempo, en tantonla considera como una m enstruación,, también se siente desvalorizada al no poder pro crear. Las agresiones internas al identificarse con la m adre em ba razada quedan representadas en la relación cocodrilo-paciente (feto-m adre), en la cual el primero, cojno símbolo de un pene ávido, termina devorando al segundo. Entonces la paciente iden tifica a la terapeuta con sus propios aspectos que niegan la si-
tuación y no advierten que ella tiene “un bodrio adentro”, y le reprocha a ella que no “haga nada”. A lo largo de este fragmento Raquel oscila entre dos posi bilidades igualm ente peligrosas: sentirse -embarazada por un fetopene devorador y no recibir auxilio de la analista como objeto envidioso proyectado, o sentirse estéril física y m entalmente, es decir sin posibilidades de una buena identificación con su m a dre fecunda. Cuando cuenta su enojo con la analista, tam bién puede ob servarse su fantasía de que ambos miembros de la pareja edípica se unen, se prefieren entre sí y la abandonan. Como defensa, piensa en unirse con Jorge. R aquel tenía básicam ente dos fantasías con respecto del embarazc1, en ambos casos como equivalente a una integración cuerptudio ¡del estilo, 472-475, 562 aprendiz aje de los fracasos terapéutieos, 738-740, 863-865, 923-924, 1043 Ápter, A., 26, 699 área de expresión de los conflictos, cuerpo como, 752-799, 868-869 — perceptual cenestésica y represen tación. de órganos, 249, 360 — pragm ática, alteración d e l -----por el aumento de la ambivalencia, 643-655, 688-690 áreas perceptuales, 273, 277 — perceptuales y representación plás tica, 248-249, 359-360 — semióticas, desorganización de las, 643-655, 688-690 articulación de las emociones, 975^ 977 — de las emociones en la organoneurosis, 772-775, 868 — de metapsicología, técnica, y clí nica, 109-110, 113 —del psicoanálisis con la semiótica y la lingüística, 22-23 arqueología y psicoanálisis, 150-151, 153 .
asincronía en el desarrollo del psicópata, 582-583, 672-673 —entre elementos paraverbales y con texto verbal, 500, 570 asma bronquial, 773-774
asociación libre, 730, 733, 737, 859860, 862, 1027-1028 -----como generación de una nueva gram ática, 901-914, 1027 -----y grados de analizabilidad, 883898, 914-921, 1014-1028 ----- y m onto de información, 901-921, 1027-1028 asociaciones p o r contigüidad, 47, 922923, 1028-1029 — por similitud, 922-923, 1028-1029 atención flotante, 212, 349-351, 884, 1015 atomización entre clínica, teoría de la técnica y metapsicología, 190 ausencia de autoridad paterna p rotec tora en la psicopatía, 583, 586, 675 — de em patia m aterna en la psicopa tía, 583, 586, 675 — de m oratoria m otriz en la psicopa tía, 583, 672autismO! y simbiosis transferenciales, 418-422 autoestim a en los pacientes con estilo lírico, 543-547, 643-655, 688-690, 816-848 autoidentidad en pacientes con adap tación delirante inconsciente, des cubrimiento de la, 170-173, 177178 autoim pacto acústico, 219-220, 352353, 439-440 ----- en el paciente con estilo lírico, 645, 648, 689, 690 ——en él paciente con estilo narra tivo, 960-965 autoobservación, 176-177 — y Superyó, 277^279 autoplastía histérica, 531-537, 9961000, 1036 -----, ver tam bién paciente con estilo dram ático e im pacto estético autores psicoanalíticos, formulación operacional d e la transferencia en, 113
autoridad paterna protectora en la psicopatía, ausencia de, 583, 586 auxiliares del analista, m áquinas com putadoras como, 1043-1052 Avenburg, R., 25, 428, 572, 1039 avidez, 801, 818
-----y estilo, 875 — pragm ática de la comunicación, 254 del diálogo analítico, 875-876, 881, 883, 890, 1013, 1018 ----- en un sistema hipotético deducti vo, 183-185 Bateson, G., 61, 62, 67, 79, 244, 246, 247, 285, 290, 359, 372, 779, 782 Baudoin, 21 Bauleo, A., 26 Bacli, 301, 305, 372 Beavin, Helmick, 602, 700 Balint, M „ 91, 113, 114 Bellak, L., 779 baluarte, encuadre como, 38-39 Benchetrit, A., 26 Baranger, M., 38, 79, 394, 397, 422, beneficios primarios y secundarios en 424, 425, 426, 453, 454 los pacientes con estilo dramático Baranger, M. y W ., cotejo con las ideas de, 397, 422-426, 453 e im pacto estético, 987 Baranger', W ., 38, 79, 394, 397, 406, — secundarios, resistencia de los, 899407, 422, 425, 426, 428, 453, 454 900, 1025-1026 Barpal de ICatz, I., 26, 223, 699 Benjamín, 15 Barthes, R , 1038 Berenstein, I., 26 base de ¡a reformulación de conceptos Bergler, E., 476, 572 sobre el proceso psicoanalítico, con Berliner, B., 456 texto lingüístico como, 44-52, 76-77 Bertil Melmberg, 500 base empírica, 119, 122-123 Bibring, 591, 699 -----, datos de la, 213, 459-571, 973Bion, W . R , 20, 123, 124, 125, 126, 974 127, 128, 130, 154, 180, 182, 194, -----, datos de l a ------ de los cambio1: 245, 372 intersistémicos, 280-281 Bion, W . R., en el movimiento psico ----- del psicoanálisis, contexto lin analítico argentino, influencia de, güístico como, 44.-52 123-124 -----de pacientes con estilo dram ático Bion, W . R., influencia de K. Popper e im pacto estético, datos de la, sobre, 123 1000-1009, 1036 Bleger, J., 36, 37, 38, 40, 41, 43, 79, -----, de pacientes con estilo épico, ' 394, 396, 397, 410, 415, 416, 418, datos de la, 607-643, 686-687 419, 420, 422, 428, 453, 454, 455, -----de pacientes con estilo reí'.exivo, 736, 871 datos de la, 803-816 Bleger, J., cotejo con las ideas de, -----de pacientes con perturbación se 396-397, 415-422, 453 m ántica, datos de la, 831-848 Bleger, J., ideas de — sobre encuadre -----, objetividad de la, 134-135 analítico, 36-39 — — sobre la organoneurosis, datos de bloqueo emocional, 319-321, 789la, 762-772 790, 796 -— , sonido como dato de la, 402-403, -----, ruptura del, 915-921 450-451 Boas, F „ 21 . ----- , términos de la, 459, 557 Bowers, 159, 190, 196 ----- , ver tam bién datos iniciales Braithwaite, R. B., 126, 195 -----y análisis sintáctico, 25
brecha entre trabajos metapsicológicos y clínicos, 24-25, 30 Bronner, 159, 190, 190 Brudny, G., 26, 699 Bryce Boyer, L., 26, 661, 663, 699 burla, 915-921
■ lítico, elem entos lingüísticos com