Leer a Comenio. Su tiempo y su didáctica 9789501294170


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Table of contents :
Portadilla
Legales
El hombre y su obra
Su tiempo: la cultura europea en los siglos XVI y XVII
El mundo cultural de Comenio
La agitada y dramática vida de Comenio
La Didáctica Magna
Las citas en el texto de Comenio
¿Dónde se encuentra la sabiduría?
Las metáforas en el texto de Comenio
Las ideas sobre la educación en la Didáctica Magna
Las ideas sobre la disciplina escolar en la Didáctica Magna
Las ideas sobre el método en la Didáctica Magna
Las ideas sobre las clases de escuela en la Didáctica Magna
Sobre las condiciones para comenzar la práctica del método universal
El “giro comeniano”
Cronología de la vida de Comenio
Las traducciones de la Didáctica Magna
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 9789501294170

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Leer a Comenio

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Leer a Comenio Su tiempo y su didáctica Alicia R. W. de Camilloni

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Índice de contenido Portadilla Legales El hombre y su obra Su tiempo: la cultura europea en los siglos XVI y XVII El mundo cultural de Comenio La agitada y dramática vida de Comenio Didáctica Magna Las citas en el texto de Comenio ¿Dónde se encuentra la sabiduría? Las metáforas en el texto de Comenio Las ideas sobre la educación en la Didáctica Magna Las ideas sobre la disciplina escolar en la Didáctica Magna Las ideas sobre el método en la Didáctica Magna Las ideas sobre las clases de escuela en la Didáctica Magna Sobre las condiciones para comenzar la práctica del método universal El “giro comeniano” Cronología de la vida de Comenio Las traducciones de la Didáctica Magna

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Camilloni, Alicia Leer a Comenio : su tiempo y su didáctica / Alicia Camilloni. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Paidós, 2016. Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-950-12-9417-0 1. Educación. 2. Pedagogía . 3. Material Auxiliar para la Enseñanza. I. Título. CDD 370.1

Diseño de cubierta: Gustavo Macri Directora de colección: Rosa Rottemberg

Todos los derechos reservados

© 2016, Alicia Rosalía Wigdorovitz

© 2016, de todas las ediciones: Editorial Paidós SAICF Publicado bajo su sello PAIDÓS® Independencia 1682/1686, Buenos Aires – Argentina E-mail: [email protected] www.paidosargentina.com.ar

Primera edición en formato digital: mayo de 2016 Digitalización: Proyecto451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

Inscripción ley 11.723 en trámite ISBN edición digital (ePub): 978-950-12-9417-0

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El hombre y su obra En el prefacio de su gran obra, La gran instauración [Instauratio Magna], Francis Bacon describe, en cierto modo poéticamente, su concepción del mundo y del conocimiento: Porque el edificio del universo es por su estructura una suerte de laberinto para el entendimiento humano que lo contempla; laberinto donde se presentan desde todos lados tantas rutas inciertas, tantas similitudes engañosas de signos y de cosas, tantos nudos, idas y vueltas que se cruzan en todos los sentidos y que se confunden las unas en las otras […]. Nos hace falta un hilo para dirigir la marcha. (1) A esta marcha colectiva por el laberinto, que se inicia, por cierto, mucho antes del siglo XVII, se suma Juan Amos Comenio, quien desempeña un papel de guía que, como él mismo lo asume intencionalmente, no es pequeño, porque está destinado a orientar a todos los hombres y a todos los pueblos. Comenio confiere al laberinto el gran valor simbólico que le había otorgado Bacon. El plan de su obra y el plan de su vida se confunden en uno. A pesar de las vicisitudes sin fin que debió afrontar, su confianza no desmayó y prosiguió el camino que se había trazado hacia la grandiosa meta que había determinado alcanzar. En su vida y en su obra, la didáctica fue la disciplina que le permitió reunir de manera integral su concepción religiosa, filosófica y científica así como sus ideales sociales. A ella ligó su vasta experiencia como educador, maestro y director de escuela, autor de libros de texto y guía espiritual de su comunidad. El camino que emprendió era muy gravoso y siempre difícil, pero ante todos los avatares demostró que no era hombre de renunciamientos cuando se trataba de la defensa de sus principios y de sus ideales. En el trayecto de su vida se encontró acompañado, a veces, por amigos y autoridades o gobernantes que lo respaldaron y protegieron; en otras circunstancias, en cambio, se halló en completa soledad y terrible infortunio. Siempre, sin embargo, su principal soporte fue su fe. Escritor asombrosamente prolífico, procuró dirigir su discurso a públicos diversos y se preocupó, entonces, por adaptarlo para hacerlo comprensible a todos. Enseñar, para un hombre acosado por preocupaciones religiosas, científicas y materiales, no fue una tarea más. Enseñar y producir conocimiento fueron para él una misma labor. Su influencia en el pensamiento pedagógico ha sido, sin duda, muy importante. Un polémico autor, Nicholas Murray Butler (1862-1947), escribió en el tercer aniversario del nacimiento de Comenio que “su relación con la enseñanza del presente es similar a la que 6

tuvieron Copérnico y Newton con la ciencia moderna y Bacon y Descartes con la filosofía moderna”. (2) Estas afirmaciones de Butler han sido objeto de múltiples controversias, pero más allá de las discusiones históricas entabladas sobre el impacto de su pensamiento, la relevancia de Comenio en el campo de la educación es indiscutible. Como veremos, su discurso está pleno de muchas de las ideas que hoy circulan en el campo teórico de la enseñanza y en el sentido común de los educadores. No obstante, con el fin de contribuir a la construcción de su sentido, es necesario colocar a Comenio en su contexto histórico evitando interpretaciones extemporáneas y ubicar su pensamiento pedagógico en el cuadro general de sus ideas. Quizás por esta razón, y percibiendo los riesgos de interpretaciones erróneas, en la introducción que escribiera Jean Piaget al volumen Páginas escogidas publicado en 1959 (3) por la Unesco, este advertía que no es apropiado realizar una lectura anacrónica del texto comeniano. La Didáctica Magna se presta, ciertamente, a hallar de inmediato el eco que las ideas de Comenio tienen de manera seminal en muchas facetas y temas de la pedagogía, la didáctica y la política educativa actual. Esos ecos existen, pero Comenio es, sin duda, un autor que, como veremos, solo se lo puede comprender en su totalidad encuadrándolo en el marco de las ideas de su tiempo para descubrir cuál es el alcance que el autor se propuso darles, descubrir su consistencia, su alcance y su originalidad. Entre muchos otros, suele destacarse, por ejemplo, el concepto de educación permanente, un concepto cuya autoría se atribuye a Comenio: “La educación durante toda la vida es un pensamiento íntegramente comeniano”, afirma Dagmar Čapková. (4) Pero, en verdad, aunque encontremos en el texto de Comenio alguna alusión a que deben ser educados jóvenes y ancianos, esa afirmación debiera ser relativizada a la luz de la reiterada afirmación que formula Comenio en diferentes lugares de su texto de que las edades más apropiadas para la educación son la niñez y la juventud. Otro concepto que se considera muy representativo del pensamiento comeniano es el del valor de la autopsia como primer paso del método, un paso que consiste en examinar y pensar por sí mismo como principio de la construcción del conocimiento, pero Comenio destaca, en la base del aprendizaje, a la imitación y la obediencia. Así pues, como en muchas otras cuestiones, no es acertado analizar el texto en forma fragmentaria. La comprensión de las ideas pedagógicas de Comenio requiere una lectura integral de su libro. El alcance que Comenio dio a su obra fue sin duda muy grande. Su propósito explícito era cumplir la misión de ayudar a la salvación del género humano. Wojciech A. Kulesza, al analizar la utopía comeniana, dice: “Su proyecto es internacionalista, no solo tiene sentido para los checos sino también para ser asumido por todos los pueblos, de ahí su universalidad, el pan de sus obras”. (5) Es un objetivo notorio que se manifiesta con claridad en la versión latina de la Didáctica Magna. Hacerla accesible a todos es la razón en la que fundamenta el pasaje del idioma materno, el checo, a su segunda escritura en latín. Las preocupaciones y los escritos de Comenio abarcan cuestiones teológicas, pedagógicas y políticas, que se entrecruzan de modo constante no solo en el texto de esta 7

obra y de otras obras del autor, sino de manera muy significativa durante todo el transcurso de los acontecimientos de su existencia. Su responsabilidad por el destino de la Unidad de Brethren, a la que pertenecía y que llegó a conducir, lo acompañó hasta el final de su vida. Comenio fue un escritor extraordinariamente fecundo. Aunque solo se ha conservado una parte de su producción escrita, sus obras asombran por su gran número. Fueron escritas en un tiempo en el que se dependía de la breve duración del día en el invierno del norte de Europa y de la escasa iluminación que se podía obtener durante las prolongadas noches, supeditado, por tanto, a las muy pobres condiciones materiales de escritura. Si bien muchos manuscritos se perdieron durante las guerras que se sucedieron en los lugares donde habitaba, las obras que se conservaron y las que se publicaron muestran que debía poseer una voluntad poderosa y una notable disciplina de trabajo que solo se pueden explicar en tanto manifestación consciente de una vigorosa convicción respecto de la importancia de sus ideas y del valor que él asignaba a su comunicación.

1- Bacon, Francis, De la dignité et l’accroissement des sciences, París, Librarie Hatier, 1922, p. 16. 2- Cit. por Monroe, Will S., Comenius and the beginnings of educational reform, Londres, William Heinemann, 1900; y por Kandel, Isaac L., “John Amos Comenius: citizen of the world”, School and society, Nueva York, The Society for the Advancement of Education, 55(1424): 401-406, abril de 1942. 3. Comenio, Juan Amos, Páginas escogidas, La Habana, Universidad de La Habana, Facultad de Educación, 1959 (introducción de Jean Piaget). Nueva ed., Buenos Aires, AZ Editora-ORCALC-Ediciones Unesco, 1996 (presentación de Gregorio Weinberg). 4. Čapková, Dagmar, “The recommendations of Comenius regarding the education of young children”, en Comenius and contemporary education. An International Symposium. Commemoration of the Tercentenary of the death of Comenius, Hamburgo, Unesco-Institute for Education, 1970, cap. II, pp. 17-33; disponible en: . 5. Kulesza, Wojciech A., Comenius: a persistência da utopia em educacão, Campinas, UNICAMP, 1992.

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Su tiempo: la cultura europea en los siglos XVI y XVII Juan Amos Comenio nació a fines del siglo XVI y falleció en fecha próxima al último cuarto del siglo XVII. Vivió en una de las épocas más convulsionadas de la historia europea, en la que se entrelazaron los acontecimientos originados en las guerras locales y la Guerra de los Treinta Años con el florecimiento de la producción de obras e ideas que marcó un período en extremo rico del desarrollo cultural en la filosofía, las ciencias y las artes. Comenio fue uno de los autores que contribuyeron de manera señaladamente reconocida a la sistematización y generación de ideas pedagógicas y didácticas. Estas están muy marcadas por teorías que desde diferentes movimientos, algunos anteriores a su circunstancia y otros contemporáneos a ella, originaban grandes discusiones en su época. Comenio fue, en diversos sentidos, un representante de la cultura de su tiempo. Por esta razón, para comprender las múltiples raíces de su pensamiento es necesario internarse en la atmósfera de la cultura europea de los siglos XVI y XVII. En el siglo XIV Alemania era una región muy próspera constituida por un conjunto de principados y territorios. Entre ellos se encontraba Bohemia, que se hallaba en una zona periférica de los estados alemanes. Alemania era el centro de la vida económica europea ante la decadencia experimentada en la época por Francia e Italia. Alemania experimentó un gran crecimiento de la población, en particular la urbana, como consecuencia de la crisis generada por el anterior colapso de la economía agrícola. En ese tiempo se produjo un gran desarrollo de industrias organizadas en gremios de artesanos. Este crecimiento industrial condujo, a su vez, a un mejoramiento de la actividad agrícola y a un crecimiento notable de la producción minera, al igual que al desarrollo de la producción de metales y armamentos. Centro de poder financiero importante, ya a comienzos del siglo XVI, el comercio y la riqueza generaron un gran bienestar económico en la región. En el siglo XV se advertían síntomas de conflictos que amenazaban la estabilidad política, social y religiosa. Se produjeron, por ejemplo, muchas deserciones de religiosos. Algunos de ellos buscaban la solución en el misticismo, en la unión directa del alma con Dios. Se destacaban porque ponían gran énfasis en la negación de la relación positiva de la fe con la razón. Sus referentes principales eran Maestro Eckhart (1260-1328) y Juan Taulero (1300?-1361), dominico místico alemán, importante predicador, quien ejerció una fuerte influencia sobre Martín Lutero. No obstante, los místicos alemanes no se alejaron de la Iglesia. Se mantuvieron dentro de la ortodoxia y la obediencia. De igual forma ocurrió con los Hermanos de la Vida Común en los Países Bajos, entre los cuales tuvo gran ascendiente Tomás de Kempis (1380-1471), difundido autor católico de La imitación de Cristo [De Imitatione Christi], que sirvió también de inspiración a San 9

Ignacio de Loyola. La Corona Imperial alemana fue patrimonio de la casa de los Habsburgo a partir de Maximiliano I (1493-1519). (1) El Imperio se había construido sobre la base de matrimonios entre príncipes y monarcas de diferentes casas así como de conquistas, consecuencia de guerras entre príncipes y monarcas. El territorio alemán, no obstante, lejos de constituir una verdadera unidad, estaba fragmentado. Siete príncipes electores formaban el Colegio que elegía al emperador. De ellos, tres eran espirituales (Colonia, Maguncia y Tréveris) y cuatro laicos (Bohemia, Sajonia, Brandeburgo y Palatinado). Cada uno de los príncipes defendía y protegía su propio territorio. Pero, además, en el Imperio, se encontraban ochenta y cinco ciudades imperiales que eran independientes. En ellas tenían gran poder los gremios de artesanos. La fragmentación interna política y social del Imperio también comenzó a manifestarse en la Iglesia, el clero y las órdenes religiosas, que eran cada vez más mundanas y constituían un ejemplo que se percibía de manera cada vez más dudosa para los feligreses. Más allá de la unidad que simbólicamente representaba la Iglesia, las diferencias internas en su seno se hacían muy notorias. Una quinta parte de Alemania era posesión de grandes obispos príncipes, poseedores de territorios más extensos que los ducados. Pero el bajo clero era diferente: “Sus miembros eran pobres, avaros y, con frecuencia, ignorantes”. (2) En Alemania, los miembros del bajo clero eran muy numerosos. La falta de unidad y las diferencias que se manifestaban entre los que detentaban el poder y, también, entre algunos sectores de la población, se hacían más evidentes, intensas y conflictivas. Como se vio más tarde, una crisis interna de alcances muy importantes se estaba gestando. Los siglos XVI y XVII se distinguieron como épocas de cambio. Distintas corrientes de pensamiento surgían con más libertad que en épocas anteriores aunque sus raíces eran, en muchos casos, muy antiguas. Se trataba de ideas que, en algunos casos, se habían mantenido de manera subterránea y que renacían en la voz de algunos individuos destacados o, en otros, de concepciones que servían de base para nuevas formas de organización de grupos de pensadores así como de referencia para la construcción de nuevas doctrinas. No se limitaban a plasmar diversas concepciones acerca del mundo sino que, más importante aún, colocaban en el centro de sus visiones la cuestión del acceso al conocimiento y las vías para alcanzarlo. Como hemos dicho antes, muchas de estas ideas tuvieron influencia sobre el pensamiento de Comenio, en forma directa o a través de sus maestros. Entre los movimientos que ejercieron esta soterrada influencia en el pensamiento renacentista destacamos la filosofía hermética, el misticismo, el milenarismo y el integracionismo. El movimiento de la filosofía hermética fue fundado sobre una obra denominada Textos herméticos [Corpus Hermeticum]. Este es un conjunto de veinticuatro escritos griegos que, según se dice, fueron redactados por un sabio, de origen probablemente egipcio, llamado Hermes Trismegisto, de quien tomó su nombre esta corriente de pensamiento. Sus ideas sirvieron de base no solo para la construcción de la filosofía 10

hermética sino que también influyeron sobre la alquimia. Marsilio Ficino (1433-1499) fue el traductor al latín del Corpus Hermeticum, que le fue entregado por Cosme de Médici (1389-1464) con ese fin. En el Renacimiento algunos estudiosos judíos y humanistas católicos otorgaban al Corpus una antigüedad considerable, y llegaban a ubicarlo en el tiempo como coetáneo de Moisés. En la Antigüedad se lo identificaba, incluso, con Moisés y con el dios egipcio Thot. Los principios de la filosofía hermética, que constituyen una peculiar concepción del mundo, tal como podrían resumirse, son los siguientes siete: 1. Mentalismo. El todo es mente; el universo es mental. 2. Correspondencia. Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba. 3. Vibración. Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra. 4. Polaridad. Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse. 5. Ritmo. Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso, todo asciende y desciende; todo se mueve como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda; el ritmo es la compensación. 6. Causa y efecto. Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la ley; la suerte o el azar no son más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de causalidad, pero nada escapa a la ley. 7. Generación. La generación existe por doquier; todo tiene su principio masculino y femenino; la generación se manifiesta en todos los planos. En el plano físico es la sexualidad. Como se ve, estos principios, que desafiaban a la reflexión racional, aparecían como misteriosos, portadores de contradicciones esenciales que se plasmaban en la concepción acerca de las verdaderas y particularmente complejas condiciones de las fuerzas que actúan en el mundo y en la vida de los hombres. Se asigna un papel importante al conocimiento que no solo se reconoce como posible, aunque dificultoso, sino que establece que debe responder a ciertas condiciones, debe ser causal, conciliar las diferencias, hallar las leyes y estar sujeto a una dinámica constante de flujo al igual que en la naturaleza y en la sociedad. El conocimiento hermético es secreto. Pero más allá del conocimiento y en un nivel superior está la sabiduría porque la fuente de la sabiduría está en Dios. Otra corriente con difusión importante en el cristianismo fue el misticismo, movimiento del que se encuentran orígenes antiguos desde el siglo IV y que en la época medieval tuvo representantes como San Bernardo de Claraval (1090-1153) y la abadesa alemana Hildegarda de Bingen (1098-1179). Caracterizado por la afirmación de 11

experiencias directas, sin mediadores, de unión con Dios, ponía el centro en la contemplación, la oración y la meditación. En la Edad Media el misticismo no carecía de carácter intelectual, pero daba importancia a otras experiencias que lo completaban de manera única. En el Renacimiento tuvo también representantes influyentes como, por ejemplo, Jakob Boehme (1575-1624), el maestro zapatero y teósofo de Görlitz (Silesia, Polonia), quien vivió una primera experiencia mística de “iluminación” en el año 1600. Boehme combinó concepciones de la Cábala judía con el misticismo cristiano. Retomó las ideas de Paracelso (1493-1541) acerca de que las cualidades y propiedades internas de las cosas se despliegan en formas externas de la misma manera que las cualidades de los hombres se revelan en sus expresiones faciales. La experiencia mística de Boehme le abrió, según él mismo lo expresara, una puerta única para el conocimiento. Así, escribió: El sol me alumbró por un buen espacio de tiempo, pero no constantemente, ya que a veces el astro se escondía y entonces no conocía ni entendía muy bien mi tarea. El hombre debe confesar que sus conocimientos no son suyos sino que proceden de Dios, quien manifiesta las Ideas de Sabiduría al alma, en la medida que a Él le place. (3) El camino del conocimiento exige que se lo admita, reconociendo su exterioridad magnífica, porque es menester que se acepte que si el conocimiento sobreviene es porque procede de fuera del hombre. Es su fe la que le permite acceder a conocimientos que solo pueden provenir de Dios y no del hombre mismo. La experiencia consiste, precisamente, en la apertura a un conocimiento que le es ajeno pero que se abre paso para llegar a revelarse a él en una combinación de misterio y alegría. Boehme describió su experiencia mística de la siguiente manera: No hay palabras que puedan expresar la gran alegría y el triunfo que experimenté entonces. Nada hay comparable a esta alegría excepto el estado en que nace la vida en el medio de la muerte. Mientras estaba en este estado, mi espíritu vio inmediatamente a través de todas las cosas y reconoció a Dios en todo, incluso en las hierbas y pastos (Aurora, xix: 4). A la filosofía hermética y el misticismo se agregó otro importante movimiento, el milenarismo. Este se apoyó en el Apocalipsis de San Juan, donde se afirma que Dios vendrá algún día al frente de un ejército de buenos para librar una batalla contra los malos. El milenarismo sostiene que en la batalla de Armagedón ganarían los buenos y que esta lucha sería seguida luego por un período de mil años de Paraíso en la Tierra. Entonces, todos los males que afligen a la humanidad desaparecerían, incluida la muerte. Los hombres serían como dioses, en el mismo estado en que se encontraba Adán antes del pecado original. La naturaleza recuperaría su pureza y el hombre nuevo viviría en armonía total con ella. Pero, por el contrario, para algunos, la batalla de Armagedón se 12

revelaba para el futuro como una amenaza terrible, semejante al fin del mundo, en la que los hombres que debían ser castigados lo serían por toda la eternidad. La vertiente católica del milenarismo fue rechazada por la Iglesia, fundada principalmente en la argumentación de San Agustín, pero el milenarismo protestante, en cambio, dio origen a varios grupos religiosos. Un caso particular fue el de los anabaptistas, que conformaron una comunidad que esperaba la llegada de un nuevo Paraíso. Los anabaptistas cometieron, no obstante, muchos excesos que condujeron al repudio de su interpretación de la concepción milenarista, de manera que no fue admitida por las confesiones luterana y reformada. Entre los personajes que en la época moderna sostuvieron ideas milenaristas se encontraban Cristóbal Colón, Paracelso y Tomás Campanella. En los siglos XV, XVI y XVII, por influencia de estas ideas, se formaron nuevas comunidades. En Alemania se constituyó la Comunidad de los Hermanos Bohemios y Moravos, de las que Comenio fue obispo; ideas y nuevas comunidades también se difundieron en Francia. Una nueva fase en el desarrollo de las visiones milenaristas entre los protestantes comenzó con el pietismo. Las ideas milenaristas también tuvieron mucha difusión en Inglaterra luego de la Reforma. Entre estos grupos se hallaban los miembros de la cofradía de los Rosacruces, que se autodefinían como “varones espirituales” y asumían que su misión era la de preparar a los hombres para la vida del milenio paradisíaco. Las ideas de las corrientes de los Textos herméticos [Corpus Hermeticum], el misticismo y el milenarismo tenían un rasgo en común y es que constituían amenazas para el poder de la Iglesia. Ejemplo de ello fue Hans Böhm, el timbalero de Niklashausen, quien predicó las doctrinas milenaristas. Böhm promovió un motín entre los campesinos y fue quemado en la hoguera por hereje en 1476. Asimismo, los humanistas del norte de Europa presentaban, en modo especial, un cuestionamiento a la Iglesia de su tiempo. Entre ellos se destacaba Desiderio Erasmo (1466-1536), cuyas obras tuvieron enorme influencia en el pensamiento de su época. Fue el líder de los movimientos dirigidos a proclamar una fuerte crítica a los abusos cometidos por el clero y a la práctica que se había instalado de rescate de pecadores mediante procedimientos milagrosos. Publicó en 1511 su obra más difundida, Elogio de la locura [Stultitiae Laus]. En el dominio específico de la educación, reprobó el formalismo vacío de la enseñanza de los clásicos y la pedantería de los profesores. En el libro Sobre la enseñanza firme pero amable de los niños [De pueris statim ac liberaliter instituendis], manifestó una postura de reprensión con respecto a la enseñanza y los métodos de enseñanza, a la disciplina y a la selección de los profesores. En el terreno religioso sostuvo la idea de que era necesario vivir imitando a Cristo. Por este motivo, y a pesar de sus constantes y difundidas amonestaciones, nunca abandonó la Iglesia, sus doctrinas y ceremonias. Su desaprobación se extendía, en verdad, no solo a la Iglesia sino a toda la sociedad de la época. De la misma manera que criticaba a la Iglesia y al clero, amonestaba a los príncipes que gravaban a los súbditos para pagar sus lujos y extravagancias y denunciaba la extorsión opresiva de los impuestos agrícolas. Su amigo Tomás Moro (1478-1535) lo acompañaba en estas críticas a los monarcas expoliadores. Moro se preocupó por la formación para el trabajo, ya fuera manual para 13

quienes no tuvieran la capacidad necesaria para desarrollar un trabajo intelectual que los condujera a convertirse en sabios, ya fuera intelectual para quienes sí la poseyeran. Estos últimos, los hombres capaces de realizar un trabajo intelectual, según el autor de Utopía [Vtopiae], habrían de ser pocos, pero las autoridades deberían preocuparse por que todos los ciudadanos tuvieran la oportunidad de poder demostrar si poseían capacidad para estudiar. De poseerla, el estudio de las cosas espirituales se dedicaría al aprendizaje de la música, la dialéctica, la aritmética, la geometría, la física y la astronomía. Pero todos, con mayor o menor capacidad intelectual, deberían recibir formación religiosa y moral. Otro movimiento que captó el pensamiento de algunos humanistas fue el integracionismo, que trataba de construir una unidad con el conocimiento cristiano proveniente de distintas fuentes. Tales fuentes eran para ellos la revelación, la naturaleza y la razón. Entre los antecedentes de los autores de estas ideas se encontraban, por ejemplo, Roger Bacon (1214-1292) y Nicolás de Oresme (1323-1382). Los primeros reformadores, Martín Lutero y Juan Calvino, habían buscado solo captar el significado de una de las fuentes, los libros revelados, pero, posteriormente, varios pensadores renacentistas procuraron elaborar la unidad de lo natural y lo sobrenatural y producir un texto ordenado para ofrecerlo a los que se interesaran por el conocimiento de la verdad. Entre otros, podemos mencionar a Johann Heinrich Alsted y su obra Enciclopedia, a Comenio y su concepción de la Pansofía, a Samuel Hartlib y su Reforma Universal, así como a William Ames (1576-1633) y su Tecnometría. El núcleo del ideal integracionista se apoyaba en la estimación que los humanistas tenían por la riqueza de la Antigüedad. Se proponían publicar las obras antiguas para difundir el tesoro de su sabiduría. Erasmo, proclamando este ideal, escribió en 1518 en la Ratio Verae Theologiae (1518) que veía como un principio básico de la educación en la nueva teología que esta debía estar basada sobre el estudio de las lenguas que permitían acceder a los textos antiguos. (4) El estudio de las lenguas clásicas –el griego, el latín, y el hebreo– se convirtió para él en la plataforma de este saber humanista. Erasmo tradujo el Nuevo Testamento al latín y publicó una nueva edición crítica en griego. El movimiento de integración fue facilitado por la imprenta, que brindó el instrumento que sirvió de base para la difusión de libros clásicos y no solo para la circulación de los textos sagrados y las obras de los nuevos humanistas. Los números de volúmenes editados son asombrosos para la época. Se calcula que antes del año 1500 se habían publicado doscientos mil ejemplares de Virgilio, así como se llegó a imprimir setenta y dos mil ejemplares de los Adagios [Adagia] de Erasmo entre 1500 y 1525. (5) Asimismo, y como consecuencia de la necesidad de establecer intercambios intelectuales, los viajes para visitar a eruditos de otros países se hicieron cada vez más frecuentes. Viajes y entrevistas permitían ampliar los horizontes culturales e intercambiar ideas. El correo también fue un facilitador de estos intercambios. Las colecciones de epístolas se conservan como una de las fuentes de conocimiento de debates, diálogos y confrontación de argumentaciones entre los principales representantes de estas corrientes de pensamiento religioso, filosófico y científico de la época. También es de destacar el rol político práctico de muchos 14

humanistas, quienes tenían gran influencia sobre los monarcas que los protegían y que solían consultarlos. Con frecuencia, los protegidos se imponían la tarea de ilustrar a sus protectores respecto de la moral y la política. Alemania es un buen ejemplo, pues allí muchos humanistas desempeñaron cargos en las cortes y en las universidades. Comenio, como muchos otros, dependió toda su vida, desde su temprana juventud, de la protección de señores nobles o de burgueses que lo apoyaron. En el plano del pensamiento religioso, la época fue demasiado agitada pues se suscitaron múltiples polémicas. Algunas tuvieron su eje en cuestiones de importancia para la educación. Entre ellas, fue relevante para el futuro cultural y religioso de Europa y, por extensión, de América, la que tuvo lugar en torno del hebraísta más destacado de su tiempo, Johann Reuchlin (1455-1522), que se desarrolló a propósito de la defensa que este hacía de la lectura y el estudio de los libros sagrados judíos. Doscientos años antes, en 1244, el papa Inocencio IV había condenado al Talmud y había ordenado al rey San Luis quemar las copias de este libro. El oponente, contemporáneo de Reuchlin, fue un apóstata judío, Johannes Pfefferkorn, quien otra vez propuso que los libros sagrados de la religión judía fueran quemados y que Reuchlin fuera procesado como hereje. Reuchlin, que era tío abuelo de Philipp Melanchthon (1497-1560), fue perseguido por los inquisidores dominicos. En respuesta, y para su defensa, publicó en 1514 las cartas de un conjunto de hombres famosos que lo apoyaban. Dos de sus defensores, Ulrich von Hutten (1488-1523) y Crotus Rubianus (1480-1539?), publicaron luego otro conjunto de cartas que denominaron Cartas de hombres oscuros [Epistolae Obscurorum Viroum]. El joven Melanchthon se unió a los defensores del autor perseguido. La causa de herejía por la que se lo acusó a Reuchlin no tuvo éxito. No obstante, la cuestión acerca de cuáles eran los libros que debían leerse y que debían aceptarse como integrantes del patrimonio de la sabiduría cristiana quedó pendiente y habría de recibir, en el curso del tiempo, diferentes respuestas. Comenio tomó parte en esta discusión y encontramos una exposición de sus ideas en la Didáctica Magna. En términos religiosos e intelectuales, el fenómeno central, y sin duda, más importante en este tiempo por su influencia, consistió en la expansión del calvinismo, que se extendió en forma lenta durante la segunda mitad del siglo XVI desde Suiza a Francia, los Países Bajos, Escocia, Inglaterra y Alemania. En esta última, algunos príncipes lo adoptaron, uno de los cuales fue el Elector del Palatinado, Federico III. A diferencia de Inglaterra, Escocia y los Países Bajos, en los que el calvinismo penetró a través de las clases pobres, “el calvinismo reemplazó al luteranismo entre la nobleza polaca, magiar y bohemia [donde] atrajo principalmente a las clases dominantes terratenientes”. (6) Calvino se había interesado en particular por la enseñanza y, en consecuencia, los movimientos calvinistas, en forma muy consecuente, establecieron centros académicos de formación en varias ciudades europeas, entre ellas, Ginebra y Herborn. El movimiento de la Reforma promovió la constitución de iglesias regionales. Desde 1520 en adelante, se fueron secularizando tierras que eran propiedad de la Iglesia y pasaban a ser posesión de los gobernantes territoriales. Aparecieron en aquel tiempo nuevos movimientos cristianos reformistas que adoptaron posturas radicales. Se crearon 15

hermandades con autoridades religiosas, códigos de vida y establecimientos de enseñanza propios. Estas comunidades tendrían un importante rol en la vida y el pensamiento de nuestro autor.

1- Elton, Geoffrey R., La Europa de la Reforma (1517-1559), Madrid, Siglo XXI, 1976, p. 14. 2- Ibíd., pp. 18-19. 3- Boehme, Jakob, Las confesiones, Barcelona, Abraxas, 2001, pp. 26-27. 4- Cit. por Tracy, James D.,“Desiderius Erasmus (dutch humanist and scholar)”, en Encyclopaedia Britannica, . 5- Hale, John R., La Europa del Renacimiento (1480-1520), Madrid, Siglo XXI, 1973. 6- Elton, Geoffrey R., ob. cit., p. 280.

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El mundo cultural de Comenio Las ideas de Juan Amos Comenio se forjaron, como en todos los hombres del Renacimiento, en un crisol en el que diversas concepciones acerca de Dios, la naturaleza y el hombre recogían interpretaciones que, desde distintos lugares y tiempos, le habían resultado atractivas o iluminadoras. Como dice Kandel: No es necesario tratar de reivindicar la originalidad de Comenio […] si no fue original, tuvo al menos la habilidad de ver los significados verdaderos de las contribuciones que habían hecho sus predecesores y sus contemporáneos al pensamiento humano y al nuevo orden […] y de ir más allá que ellos en una campaña activa para convertir su programa en una realidad práctica. Y concluye Kandel, siempre en un tono de elogio: “Él fue, en este sentido, un ciudadano del mundo”. (1) En la obra de Comenio se multiplican las citas y la evocación del pensamiento de autores clásicos y modernos. Sería imposible ofrecer una detallada referencia a todos los pensadores, escritores y maestros a los que tuvo acceso y en los que se nutrió. Haremos, pues, una presentación de algunos de ellos, privilegiando a los que ejercieron especial influencia sobre las ideas de Comenio. Comenzaremos por Juan Huss, Martín Lutero y Juan Calvino, quienes tuvieron una importancia decisiva en la formación de Comenio y en la postura religiosa que asumió y sostuvo toda su vida como se verá más adelante.

Juan Huss (1367-1415) Juan Huss fue precursor de Lutero. Perteneció al grupo de discípulos de John Wycliffe (1320-1384), reformador de la Iglesia inglesa. Se desempeñó como profesor en la Universidad Charles de Praga. Su obra más importante fue La Iglesia [De Ecclesia], en la que declaraba que la cabeza de la Iglesia era Cristo y no el Papa. Fue un predicador de gran influencia en la Capilla de Belén de Praga, muy destacado por su carácter y sus sentimientos, a los que se reconocía una gran pureza, así como por la brillantez de su inteligencia. Su Iglesia fue la primera en reformarse en Europa. Fue expulsado de ella y se dedicó a predicar en la campiña checa. Se identificaba con los reclamos de los pobres. Introdujo en la misa los himnos cantados en checo. El idioma nacional se hizo reconocido, de este modo, con un nivel literario del que carecía hasta entonces. Su palabra se basaba sobre la palabra de Jesús, postulaba la democracia cristiana y criticaba 17

el orden feudal. Sus muchos adversarios lo denunciaron a la Iglesia y a la corte. Fue juzgado y sentenciado a morir en la hoguera, lo que ocurrió en 1415. Su influencia fue muy grande y dio origen al movimiento husita. Inspirada en sus ideas, se fundó la Unidad de Brethren, que se localizaba en diferentes lugares de Europa y no solo en Bohemia. También se ubicaba en Polonia, Hungría, Alemania y Rumania. Incluso en Escocia, donde uno de sus seguidores también fue quemado en la hoguera. La Unidad de Brethren era un grupo husita de ideas muy estrictas, que llevaba una vida cristiana en común. Adherían a sus ideas congregaciones pequeñas, las cuales sostenían ideas pacifistas y se autodenominaban “hombres sin espada”. La comunidad del este de Bohemia preconizaba, de acuerdo con uno de los discípulos de Huss, que los cristianos debían vivir según los establecido por Jesús en el Sermón de la Montaña. A la Unidad de Brethren perteneció la familia de Comenio y él mismo llegó a dirigirla, como veremos, en tiempos muy difíciles. Comenio consideraba a Juan Huss el verdadero iniciador de la Reforma.

Martín Lutero (1483-1546) Lutero era miembro de la orden de los agustinos, profesor graduado y docente de la Universidad de Wittenberg. Empleando un modo habitual en la época para exponer doctrinas con el propósito de que fueran discutidas, el 31 de octubre de 1517 fijó sus noventa y cinco tesis en la puerta de la Iglesia del castillo de Wittenberg. Escritas en latín, fueron luego traducidas al alemán. Tuvieron extraordinaria difusión no solo en Alemania sino en otros países de Europa, porque se imprimieron muy rápido en el extranjero. En 1519, en un debate público con su adversario Johann Eck, Lutero fue llevado a afirmar que la única autoridad era la Biblia. Tomó de este modo la defensa de doctrinas consideradas heréticas cien años antes, durante el juicio a Juan Huss llevado a cabo en Bohemia, doctrinas que antes había rechazado. Lutero sostenía que se debían reconocer solo tres sacramentos, entendidos estos como circunstancias que permiten recibir la gracia divina: el bautismo, la penitencia y la comunión. Afirmó también la justificación de la verdad por la fe y que el sacerdocio debía extenderse a todos los creyentes. Publicó la Biblia de Septiembre (Nuevo Testamento) en 1522, de la que se editaron tres mil ejemplares, cifra muy importante para la época. En 1534 publicó la edición completa en alemán de la Biblia, el Antiguo y el Nuevo Testamento. No fue la primera edición en alemán, pero sí la más popular. Para la traducción usó los originales hebreo y griego. Debemos hacer notar que el texto griego fue el preparado por Erasmo en 1519. Lutero empleó también la Vulgata y ediciones alemanas anteriores. Ante la falta de uniformidad lingüística del territorio que hoy llamamos Alemania (recordemos que estaba dividido en numerosos principados y señoríos que empleaban muchos dialectos diferentes, por lo cual los habitantes de las distintas regiones apenas podían entenderse entre sí), Lutero optó por la creación de una lengua en cierta medida artificial, utilizando material lingüístico que él había recogido en sus viajes por los diversos estados alemanes. 18

Finalmente, usó el alemán de Sajonia hablado en Meissen. Pero para traducir la Biblia, además, tuvo que crear palabras que no existían en alemán. La lengua en que escribió su traducción se convirtió, así, en el alemán oficial, por lo que, a través de su traducción, no solo ejerció una extraordinaria influencia en el campo de la religión, sino que también creó una lengua que se habló en toda Alemania. (2) Martín Lutero fue excomulgado en 1520 por el papa León X. Los movimientos religiosos reformadores sustituyeron el latín por los idiomas nacionales. La crítica a las escuelas de su tiempo, así como el movimiento de la enseñanza de idiomas nacionales, tuvieron una influencia decisiva en la obra de Comenio.

Juan Calvino (1509-1564) Juan Calvino nació en Noyon, Francia. Hasta los 14 años asistió a la escuela en Noyon y luego continuó en el famoso Collège de la Marche de París. Aprendió allí latín con el profesor Mathurin Cordier (1479-1564), que era director del colegio y se interesaba por reformar la enseñanza. Calvino siempre lo respetó. Pasó luego a otro colegio católico, el Collège Montaigu, el mismo en el que estudiaron Erasmo y San Ignacio de Loyola. Era un colegio firmemente ortodoxo y antiluterano, donde aprendió gramática, teología y filosofía. Inició luego estudios de Leyes en Orléans y en Bourges. Muy estudioso, en poco tiempo aprendió griego y fue desarrollando sus intereses por el humanismo. Su padre enfermó en Noyon y, como consecuencia de diferencias con el clero de la ciudad, antes de su muerte fue excomulgado. Calvino se estableció en París y se dedicó a la profesión de leyes y a los estudios literarios. Comenzó estudios universitarios y luego retornó a Orléans, donde concluyó su licenciatura en Leyes. Escribió un ensayo sobre Séneca que lo hizo muy conocido en los medios humanistas europeos. Alrededor de 1534 se produjo su conversión, por lo cual, al iniciarse en Francia una persecución a los luteranos, Calvino debió huir. Llegó así a Basilea, donde comenzó a preparar una versión francesa del catecismo. Esta se imprimió en 1536. Su obra La institución de la religión cristiana [Institutio Christianae Religionis] es un resumen de las ideas del protestantismo. Fue traducida al francés por Calvino en 1541. Estudió las obras de Lutero y Melanchthon y aprendió hebreo. En un viaje a Francia pasó por Ginebra, donde se produjo un encuentro importante con Guillermo Farel (14891565), quien había abolido el papado en la ciudad aunque causando muchos conflictos entre los ginebrinos. Farel le insistió con mucho fervor para que se quedara allí con el fin de ayudarlo a concluir su obra. Calvino se resistió pues no quería ocupar ningún cargo. Se quedó, sin embargo, y fue invitado a predicar y a apoyar la reforma de la Iglesia que estaba en marcha en la ciudad. La idea que expresaba Calvino acerca de la Iglesia era que debía ser una comunidad de fieles que la elegían libremente. No estaba de acuerdo con la creación de iglesias nacionales sino que creía en una única Iglesia Universal que pudiera rivalizar con la Iglesia Católica. Entre los cambios que se produjeron en Ginebra, se introdujo el canto de salmos 19

durante la misa y se utilizó un catecismo más breve, semejante al de Lutero. Las reformas no fueron fácilmente aceptadas. Farel y Calvino se enfrentaron a los católicos y a otros reformistas. Se produjeron elecciones y perdieron, por lo que el nuevo Consejo les prohibió predicar. Fue así como después de dos años, Calvino abandonó Ginebra. Aunque prefería dedicarse otra vez a sus estudios, una insistente invitación a ocuparse de los refugiados franceses en Estrasburgo lo llevó a esa ciudad, que era una pequeña república alemana, centro muy importante del luteranismo alemán. Se convirtió en pastor de los franceses de Estrasburgo y enseñó en la universidad. Publicó un nuevo catecismo apartándose del luterano. En Frankfurt am Main se encontró con Melanchthon y se inició su amistad. Su posición frente a Lutero no era crítica sino de respeto mutuo, aunque con el tiempo la separación entre ambos fue creciendo. En 1539 obtuvo la ciudadanía de Estrasburgo y en 1540 se casó. En tanto, la situación se había complicado en Ginebra, donde partidarios y opositores de las reformas de la Iglesia se estaban enfrentando encarnizadamente. Los partidarios de la reforma trataron de convencer a Calvino para que volviera a la ciudad; él se resistió durante algún tiempo pero, al final, en 1541 aceptó hacerlo con la condición de que fuera por un corto período. Habría de permanecer en Ginebra, sin embargo, hasta su muerte. Calvino retornó a la ciudad para implantar la propuesta de reforma que antes había rechazado el Consejo. En esta ocasión, empero, contaba con más poder que antes para poder lograrlo. Su mayor preocupación residía en el restablecimiento de la disciplina eclesiástica. Sostenía que la iglesia, en efecto, tenía el poder de interrogar, sancionar y excomulgar a los miembros de la comunidad que faltaran a la debida disciplina. La moral era para Calvino de extremo rigor. Se estableció un cuádruple orden según el tipo de tareas que debían realizar las cuatro órdenes: pastores, profesores, presbíteros y diáconos. La enseñanza era una de las tareas fundamentales. De acuerdo con esta regla, los pastores predican y enseñan entre otras labores. Los profesores enseñan la doctrina de la salvación, el Antiguo y el Nuevo Testamento con textos completos y deben poseer conocimiento de idiomas para incluirlos en su enseñanza. Los diáconos se ocupan de los hospitales, entre otras obligaciones. La atención en estos es gratuita para los pobres y deberá haber un profesor para enseñar a los niños internados. Es a partir de 1555 que Calvino alcanzó su mayor poder. Después de la muerte de Lutero y de Huldrich Zwingli se constituyó en el principal dirigente de la reforma. Sus principios teológicos centrales partían de la idea de que la salvación del hombre y la gloria de Dios están unidas. La sabiduría consiste en el conocimiento de Dios y de uno mismo. El Antiguo y el Nuevo Testamento hablan del mismo Dios. En ellos se expresa la alianza de Dios con el hombre. Dios es quien decide la cuestión de la salvación. La doctrina de la predestinación mantiene el poder de Dios sobre el destino del hombre. Apoyándose en esta doctrina, sostiene Calvino que Dios decidió previamente quiénes se salvarán y quiénes no. Mediante la gracia que derrama sobre ellos la fe, los que tienen fe, que ha sido otorgada por Dios, son atraídos a Él. De esta manera, las buenas obras no constituyen un mérito ante Dios para lograr la salvación, sino un comportamiento también previsto por Dios. 20

Si la educación en la Ley marca el camino al hombre, la amonestación ante la desobediencia es el otro polo y señala la necesidad de volver al sendero de la Ley. Recordando la enseñanza que había recibido en París en su juventud, Calvino llamó a Cordier para organizar la educación escolar en Ginebra y Lausana. En 1559 fundó una academia en Ginebra para enseñar hebreo, griego y filosofía. Allí se formaron muchos reformadores de diferentes países que tomaron la doctrina calvinista y la difundieron en Europa. Como consecuencia de una enfermedad, Calvino falleció en 1564. La doctrina calvinista fue adoptada de manera dominante en Suiza y en Holanda, también por los hugonotes franceses, por los puritanos ingleses, que emigraron a Estados Unidos, por los presbiterianos escoceses, y por diversas comunidades que surgieron en Alemania, Polonia y Hungría. Comenio se formó en la Academia Calvinista de Herborn.

Francis Bacon (1561-1626) En lo que respecta a las ideas de Comenio sobre el conocimiento de la naturaleza y el modo de acceder a él, la obra de Bacon fue su principal fuente de inspiración. Francis Bacon estudió Teología en la Universidad de Cambridge. Lector profundo de Aristóteles, se convirtió en un crítico de sus ideas y, en particular, de quienes las adoptaban como método científico. Procuró sentar los principios de la construcción de una nueva Física sobre la base de la observación y la experiencia y de los trabajos realizados por las generaciones anteriores. Fue maestro de Thomas Hobbes (1588-1679), quien se reconocía como su discípulo. Su obra más importante es La gran instauración [Instauratio Magna], en cuya primera parte, De la dignidad y el crecimiento de las ciencias [De dignitate et augmentis scientiarum], escrita en 1623, dirige reproches a los escolásticos y a los políticos y hace un acentuado elogio de las ciencias. Afirma que el respeto excesivo a la Antigüedad ha servido de obstácu​lo a los descubrimientos e impedido el desarrollo de la ciencia. La Antigüedad es la infancia del mundo, (3) por esto los falsos métodos que nos vienen de Aristóteles deben ser reemplazados por otros mejores. Se ha descuidado la base de la experiencia. “Siendo el hombre el sirviente e intérprete de la Naturaleza, puede hacer y entender tanto y tan solo cuanto ha observado de hecho o de pensamiento acerca del curso de la naturaleza. Más allá de esto no sabe nada ni puede hacer nada.” (4) Más que una restauración de las ciencias, es necesaria una reforma completa. Para lograr este fin es menester enlazar la naturaleza y el espíritu. La ciencia tiene tres objetos: Dios, la Naturaleza y el Hombre. A partir de estos objetos, Bacon construye una clasificación de las ciencias con el propósito de que se configure un cuadro coordinado del conocimiento. La clave para la reforma de las ciencias reside en el método y en una enseñanza que se desprenda del dogma aristotélico. En su obra De la dignidad y el crecimiento de las ciencias, “Bacon recomienda un método que no transmite simplemente resultados, sino que plantea problemas a los que el escolar debe enfrentarse, de tal forma que participa, él también, en la construcción de la ciencia”. (5) Las ideas de Bacon encontraron en Comenio un pedagogo interesado en llevarlas a la 21

práctica en el proceso de transmisión del conocimiento. Esta filiación se advierte, como lo señala Gabriel Compayré (1843-1913), en que “hasta el título de uno de sus libros, la Gran Didáctica (Didáctica Magna) recuerda el título de la obra de Bacon (Instauratio Magna)”. (6) Sin embargo, Comenio no citó a Bacon en el texto de la Didáctica Magna. En el campo de la educación, Comenio, que era, como dijimos, un gran lector, reconoció su deuda con un conjunto de pedagogos de diversos orígenes y confesiones con quienes compartía su fe en la educación, así como ideas y reflexiones sobre la enseñanza y sobre la importancia del método en un proyecto de reforma integral de las escuelas. Entre ellos estaban incluidos Philipp Melanchthon, Juan Luis Vives, Pierre de la Ramée, Johann Heinrich Alsted, Wolfgang Ratke, Eilhard Lubin, Elias Bodin y Johann Valentin Andreae.

Philipp Melanchthon (1497-1560) Caracterizado por su espíritu conciliador y su ideas humanistas, Melanchthon tuvo una influencia muy importante en la definición de las ideas religiosas y educativas del protestantismo. Fue un niño prodigio que estudió diferentes disciplinas. Ingresó a la Universidad de Heidelberg a los 13 años y se graduó muy joven. Inició entonces su trabajo como profesor, en el que tuvo gran éxito. Enseñó primero las obras de Virgilio y Terencio y más tarde las de Cicerón y Tito Livio. Estudió latín, Leyes, Matemática, Medicina y Teología. En 1536, el príncipe elector de Sajonia lo convocó para reorganizar los planes de la Universidad de Wittemberg. Trabajó allí durante cuarenta y dos años. Sus clases eran claras y en ellas trataba de reunir al conocimiento con la religión y al humanismo con los textos sagrados. Se afirma que asistía gran número de alumnos a su curso de Teología, entre quinientos, seiscientos, mil quinientos y hasta dos mil estudiantes. Le propusieron que se ordenara sacerdote pero lo rechazó. Nunca predicó. Prefirió ser un académico y continuó toda su vida estudiando a los clásicos. Publicó en 1521 Lugares comunes [Loci Communes], obra en la que exponía de manera sistemática definiciones de doctrina protestante. Se publicaron sucesivas ediciones que se emplearon en la enseñanza en escuelas y universidades. Se calcula que durante la vida de Melanchthon se publicaron cien ediciones. Fue amigo y defensor de Lutero. Una obra fundamental referida a la organización de las escuelas, las universidades y las iglesias fue la Instrucción de los inspectores que publicó en 1528. Melanchthon sostuvo la necesidad de brindar una cultura general, dar un lugar importante a las letras, enseñar en latín y no en otras lenguas, dar formación en gramática y desarrollar la memoria. Los cursos de latín se dividen en tres niveles. El primero es para los niños que deben aprender a leer. El segundo para los que ya leen y el tercero para los alumnos avanzados. Las clases se organizan de la siguiente manera: en el primer nivel del programa de formación se estudia lectura y escritura con un manual escrito por Melanchthon. Se enseña después gramática latina usando un libro de Donato y otra obra para aprender 22

vocabulario. Al día siguiente se repite la serie. En el segundo nivel se dicta, a la mañana, etimología, sintaxis y prosodia; a la tarde, primero se canta y luego se leen fábulas de Esopo, Terencio y Plauto, y algunos Coloquios de Erasmo. Se incluye una clase semanal de religión y lectura del Nuevo Testamento. En el tercer nivel se lee a Virgilio por la mañana y luego los alumnos escriben aplicando sus conocimientos de gramática y el profesor da nociones de redacción. Por la tarde se estudian obras de Cicerón y Ovidio. Luego hay clase de Dialéctica y Retórica. Para ello se emplean libros de estas disciplinas escritos por Melanchthon. La enseñanza de la literatura tiene como objetivo el aprendizaje de la moral y la religión. Los autores clásicos ocuparon el lugar de los escritores medievales. Para él era esencial volver a las fuentes. Sus ideas eran más moderadas que las de Lutero respecto de la relación con la Iglesia de Roma y el papado. Siempre conservó la esperanza de que se pudiera llegar a un acuerdo, idea que Lutero rechazaba. Melanchthon buscaba la paz y la unidad de la Iglesia. Con el tiempo, se alejó progresivamente de las ideas de Lutero. Llegó a sostener que las prácticas católicas eran cosas indiferentes, ni buenas ni malas. Por esta razón fue acusado e insultado por los movimientos protestantes radicales. Su influencia sobre la educación de su país fue tan grande que se lo denominó en vida “Maestro de Alemania”. Su obra se difundió también en otras regiones, entre ellas, en los países nórdicos y en los del este de Europa. Su propuesta de reorganización de los estudios dejó una fuerte impronta en las universidades de Wittenberg, Tübingen, Frankfurt, Leipzig, Rostock, Heidelberg, Marburg, Könisberg y Jena. Falleció en 1560, antes del nacimiento de Comenio, quien lo conoció a través de su obra escrita y de las enseñanzas de sus maestros.

Juan Luis Vives (1492-1540) El gran pedagogo español Juan Luis Vives nació cien años antes que Comenio, en Valencia, en cuya Universidad estudió latín, griego y Retórica durante solo un año. Se trasladó luego a la Universidad de París, donde permaneció tres años. Fue un crítico del método de la disputatio, procedimiento clásico de enseñanza en las universidades, y del pensamiento aristotélico. Gran admirador de Aristóteles, formuló, sin embargo, muchas críticas al filósofo y a sus seguidores dogmáticos. Dejó París y viajó a Brujas, donde pasó la mayor parte de su vida. Tenía ascendencia judía y se vinculó con la colonia judía española y con la élite intelectual y social de la ciudad y de los Países Bajos. Fue preceptor privado de Guillermo de Croy (1497-1521), que sería el obispo de Cambrai y cardenal arzobispo de Toledo. Se desempeñó como profesor en la Universidad de Lovaina. Se interesó no solo por cuestiones de educación sino también por problemas sociales y políticos. Vivió en Inglaterra entre 1523 y 1528. Ocupó una cátedra como profesor en Oxford en el Colegio Corpus Christi. Fue introducido en la corte de Enrique VIII y se desempeñó como preceptor de las princesas. Entabló una fuerte relación con los humanistas ingleses. 23

Su situación en la corte cambió cuando el Rey inició el proceso de su divorcio. Vives defendió a la reina Catalina de Aragón y fue a prisión durante seis meses. Sin embargo, habiendo perdido también, paradojalmente, el favor de la Reina, decidió regresar a Brujas en 1528. En 1519, en su obra Adversus pseudodialecticus, atacó los métodos pedagógicos escolásticos tradicionales, representados en particular por un texto de Petrus Hispanicus, Manual de Lógica [Summulae Logicales], que dominaba de manera casi absoluta la enseñanza de la lógica en ese tiempo. La definición de la dialéctica de Hispanicus era la siguiente: “Es el arte de las artes y la ciencia de las ciencias, poseedora del camino hacia los principios de todos los métodos […] por esta razón, la dialéctica es la primera ciencia que debe ser adquirida”. (7) Petrus Hispanicus (1210-1277) había sido un sacerdote dominico nacido en Portugal, después fue designado Papa con el nombre de Juan Pablo XXI. Para Hispanicus, “dialéctica” y “lógica” eran sinónimos, y se interesaba más por la dialéctica formalista que por la dialéctica como argumentación. Según Vives, por lo contrario, la retórica debía ser una “sabiduría elocuente que no puede separarse bajo ningún pretexto, ni de la justicia ni de la piedad”. La retórica debe ser, por tanto, “la porción más importante de la prudencia” en las relaciones entre los hombres y referirse a las artes que tratan de las cosas, de la realidad. (8) En 1531, Vives publicó una de sus obras más importantes, De las disciplinas [De disciplinis]. En ella afirmaba que todas las teorías son revisables y que las que él sostenía serían revisadas en el futuro, en el que habrían de aparecer mejores teorías que las de la época en la que vivía. En el análisis que hacía del pensamiento de su tiempo encontraba que se había producido una declinación de las ciencias porque ya no se buscaba la verdad por el puro valor que ella tiene. Este, para Vives, no constituía solo un problema de conocimiento, era un problema moral. Por otra parte, afirmaba que hay también razones históricas y materiales para que se produjera esa declinación, fundamentalmente, por causa del constante apoyo que se buscaba en el pensamiento de los autores antiguos. Explicaba esta cuestión en términos de tiempo. El tiempo que se dedica a la exégesis de textos antiguos, casi excluyentes en la enseñanza en su época, no se destinaba a descifrar a la naturaleza, por tanto esa actividad nunca se prestaría a la generación de nuevo conocimiento. A todo ello se suma, afirmaba Vives, que se acostumbra percibir a la enseñanza más como un comercio que como una profesión, lo cual tiene como consecuencia que muchas mentes brillantes seleccionen otras profesiones y solo mentes incompletas y toscas adopten la vocación de la docencia. Vives se ocupaba, también, de lo que denominaba “la declinación de la gramática” en la escuela y dedicó toda la tercera parte de su libro a cuestiones relacionadas con la enseñanza. Preocupado por las condiciones en que funcionaban las escuelas, postuló que debía haber una escuela en cada comunidad, que las escuelas debían hallarse en sitios sanos, lejos de centros comerciales pero no alejados de los poblados. Defendió que se impartiera enseñanza a las mujeres, aunque postulaba que estuviera separada de la de los varones. Los profesores debían 24

tener buena capacitación académica y habilidad para enseñar y, a la vez, ofrecer a sus alumnos un verdadero ejemplo de una vida impregnada de valores morales. Para poder contar con maestros de esa condición, afirmaba, era necesario que el Estado fijara salarios a los maestros que sean los que corresponden a hombres honestos. Por otra parte, para que la enseñanza estuviera en condiciones de lograr su propósito, el maestro debía comprobar previamente la capacidad de sus alumnos y estudiar sus características. La evaluación del aprendizaje debía realizarse cuatro veces en el año. El alumno que no aprobara estos exámenes debería dejar la escuela porque estaría demostrando no poseer la capacidad necesaria. Vives aceptaba el castigo corporal, habitual en su tiempo, pero señalaba que no debía ser frecuente ni humillar al alumno. (9) Una consideración especial mereció para él la cuestión del método de enseñanza. Recomendó el empleo de la técnica inductiva y el cuidado de la continuidad entre las lecciones. En cuanto a los contenidos, era para él muy importante enseñar las ciencias pero su entusiasmo al respecto no igualó al de Bacon ya que veía la posibilidad de que surgiera una contradicción entre las afirmaciones de las ciencias y el dogma de la fe. Vives murió en 1540 en Brujas, medio siglo antes de que naciera Comenio.

Pierre de la Ramée (Petrus Ramus) (1515-1572) Pierre de la Ramée fue en su tiempo el autor más renombrado e influyente de filosofía y elocuencia, disciplina que enseñó en el prestigioso Collège Royale (denominado posteriormente Collège de France), en París. Fue contemporáneo de Melanchthon. Alrededor del año 1561 se convirtió al protestantismo. En 1568, en tiempos de persecución, su casa y su biblioteca fueron quemadas. Huyó a Alemania y a Suiza. Retornó a la Universidad de París en 1570, ciudad en donde fue asesinado dos días después de la Noche de San Bartolomé en 1572. Pierre de la Ramée, que era matemático, desarrolló un nuevo método de enseñanza en momentos en que las controversias enfrentaban a humanistas y escolásticos. Si bien reconocía en Aristóteles al gran maestro, se oponía al modo en que se desarrollaba la enseñanza aristotélica de la lógica, que calificaba como aburrida, repetitiva y formalista. Es revelador el título que había elegido para su tesis de graduación: Todo lo que enseñó Aristóteles es falso. El método aristotélico dependía del diálogo entre maestro y alumno o entre alumno y alumno; Pierre de la Ramée, en cambio, se propuso independizar la enseñanza que usaba ese método, sustituyéndolo por una forma diferente de enseñar, por medio del uso de libros de texto. Por esta razón, se describe este movimiento de reforma como “el fin del diálogo” (Walter Ong, 1958, cit. por Nordkvelle). (10) El cuestionamiento implicaba la reforma profunda de la educación y de la universidad. De la Ramée sostenía que los estudiantes debían leer también a otros autores, como Virgilio y Cicerón. La enseñanza de la lógica, para él, no suponía transmitir una disciplina entre otras porque sostenía firmemente su importancia como instrumento para la creación de nuevo conocimiento. Para aprender lógica era necesario partir de experiencias naturales 25

porque, de este modo, De la Ramée creía que el estudiante adquiriría, además del pensamiento lógico, el retórico, gramático y dialéctico. Preocupado por acelerar y asegurar el aprendizaje, entendía que esta interdisciplinariedad era la clave para lograr ese propósito. En su enseñanza, De la Ramée empleaba el método dialéctico, entendido por él como el “uso de la razón”. Sostenía, pues, que el pensamiento debía ser “usado”. Se proponía, entonces, que los alumnos “recordaran”, dando a esta palabra el significado de “comprender”. Para ello, el aprendizaje debía partir de la consideración de experiencias comunes que luego eran analizadas y esquematizadas siguiendo una estructura lógica de modo de hacerlas comprensibles. La observación era necesaria en este proceso. De esta manera, buscaba superar el tradicional empleo de la disputatio, que estaba centrado en la “retórica persuasiva” como metodología principal de enseñanza. El método, idea central de su propuesta, era semejante en cuanto a las etapas a recorrer para las dos actividades, la de la indagación y la de enseñanza. Se debía usar la lógica, afirmaba, para organizar el conocimiento en clases y grupos de acuerdo con los principios de la dialéctica. Empleaba para ello tablas dicotómicas y gráficos, títulos e índices ordenados en un sistema lógico y, para cada una de las artes y ciencias, utilizaba representaciones visuales de las ideas, que estaban basadas, a su vez, en las tablas. Cada tema era subdividido y reorganizado de manera lógica. Usó estos recursos en la elaboración de libros de texto que se introdujeron, incluso, en las escuelas primarias. Estos libros estaban escritos en un estilo muy claro que facilitaba su comprensión. Procuraba que fueran autosuficientes y autoinstructivos. Sus libros tuvieron mucha difusión en el norte de Europa y en universidades como las de Glasgow, Cambridge, Goettingen, Uppsala y Harvard. Pierre de la Ramée reorientó el programa de estudios del Trivium direccionándolo hacia los contenidos del Quadrivium, poniendo especial énfasis en la necesidad de mejorar la enseñanza de la Matemática que, a su juicio, se encontraba en muy pobre estado. Su programa acortaba por lo menos en cinco años la duración de los planes de formación usuales en su época. Muy preocupado por facilitar el aprendizaje de los alumnos, por sistematizar los contenidos de los programas, por el uso práctico del conocimiento y por abreviar los tiempos, su problema principal se enfocó en el método, en el enseñar a enseñar. Se entablaron verdaderas batallas entre ramistas y antirramistas. Se reeditaba, de algún modo, el viejo enfrentamiento entre sofistas y platónicos. Sin embargo, no era la filosofía la que constituía el centro de interés de Pierre de la Ramée, sino la enseñanza, la escuela y los métodos que podían garantizar los aprendizajes. La vida de este reformador, al igual que lo ocurrido con otros intelectuales y académicos de la época, fue muy difícil a consecuencia de los ataques que recibió. El rey Francisco I designó a diferentes árbitros para juzgar a Pierre de la Ramée, pero él se negó a discutir con ellos. Más tarde se alejó de la Iglesia Católica y adhirió al calvinismo. Fue excluido de la Universidad en 1562. Pero tenía una autoridad muy reconocida en esa casa de estudios. Unos años más tarde, en 1570, el Rector decidió iniciar un proceso contra los universitarios calvinistas, en particular contra De la Ramée. Su adversario más 26

implacable era Jacques Charpentier (1524-1574). Pierre de la Ramée falleció, asesinado por discípulos de su enemigo Charpentier, quienes lo arrojaron a las aguas del Sena, veinte años antes del nacimiento de Comenio.

Eilhard Lubin (Eilhard Lubinus) (1565-1621) Caracterizado como “un típico hombre del Renacimiento”, muy famoso en su tiempo, fue humanista, teólogo, filósofo, filólogo, matemático, geógrafo y gran cartógrafo. Estudió en la Universidad de Rostock, donde luego fue profesor de Poesía en 1595 y 1596 y, a partir de 1604, profesor de Teología. Fue designado rector de la Universidad. Publicó una versión trilingüe del Nuevo Testamento, dos enciclopedias que tuvieron mucha difusión, gran cantidad de trabajos sobre la enseñanza de las lenguas y de la poesía y tradujo, entre otros, a Anacreonte, del griego al latín, conservando el texto en verso. Comenio muestra especial interés y respeto por las ideas de Lubin. Así lo manifiesta claramente. Para expresar, por ejemplo, la importancia del mensaje que el propio Comenio ofrece en su obra, se apoya en algunas citas que toma de la Didáctica de Lubin: “Manda la caridad que no se encubra a los mortales aquello que Dios se dignó mostrarnos para la salvación del género humano, debiendo ser expuesto al mundo entero” y completa esta idea con la continuación de la cita: “Es propio de la naturaleza de todos los bienes que sean repartidos entre todos, de manera que, cuanto más se comunica, más beneficios traerá a mayor número de personas” (A los lectores, §17). Lubin era muy crítico de la enseñanza del latín por causa de los malos resultados que tenía en su época. Proponía que, para la enseñanza de la lengua latina, se emplearan métodos semejantes a los que se usan al enseñar la lengua vernácula y un libro de imágenes, en el que estas se usaran para representar el significado de las palabras. Las palabras, dice, deben implicar también a los sentidos. Es menester que los alumnos toquen las cosas o que vean imágenes o que las dibujen. Lubin lo explica: “Como los naturalistas saben bien, nada hay en el entendimiento que no haya estado antes en los sentidos”. (11) Enemigo de los castigos corporales, sugería que había que sustituirlos por castigos psicológicos. Debía procurarse crear un clima amable en la clase, con relaciones de competencia amigable entre los alumnos. Si los alumnos no aman a sus maestros, sino que los odian y también detestan los temas que les enseñan, es porque lo que produce rechazo son los principios de la gramática tal como son enseñados, la cantidad de nuevos vocablos que deben aprender y el gran número de reglas que, memorizadas, deben aplicar. Fue amigo de Andreae y tuvo influencia en Comenio, especialmente sobre sus obras El mundo en imágenes [Orbis Sensalium Pictus] y La puerta abierta de las lenguas [Janua Linguarum Reserata], en las que concretó muchas de las ideas de Lubin. También se encuentra coincidencia con ellas en aspectos pedagógicos generales referidos 27

a la relación del maestro con los alumnos y a la preocupación por instaurar mayor respeto en la enseñanza a los modos de pensar de los niños.

Johann Heinrich Alsted (1588-1638) Pierre de la Ramée tuvo, entre sus muchos discípulos, un alumno muy destacado que fue, a su vez, maestro de Comenio. Aunque la diferencia de edad entre ellos era pequeña, la influencia de este profesor calvinista, Johann Heinrich Alsted, sobre Comenio se ejerció tempranamente, desde 1611, cuando fue no solo su profesor sino, más aún, su mentor en la Academia de Herborn. A través de él, Comenio recibió las ideas de varios de los movimientos de pensamiento que hemos mencionado antes. Alsted fue profesor de Teología Protestante en Herborn y en Weissenburg, donde enseñaba Pansofía o Conocimiento Universal. El término “pansofía” era anterior a Alsted y había sido empleado por literatos y místicos medievales. Alsted reunía en sus obras enciclopédicas ideas de teología y filosofía provenientes del calvinismo, del humanismo y de la filosofía hermética. Trabajó también sobre la obra de Raimundo Lulio. Su Logica theologica y su Encyclopaedia biblica se inspiran en la Gran obra [Ars Magna] de Lulio (1232-1315). Adhería a las ideas milenaristas que eran muy difundidas en la época y pertenecía al círcu​lo de los Rosacruces. Creía que comprender la historia del hombre requería entenderla en el marco de la historia de la salvación y que la Reforma, en la que la educación era un instrumento fundamental, se apoyaba en el conocimiento universal. Sus ideas teológicas presentaban dos dimensiones: la teología natural, que describe la creación divina de la naturaleza, y la teología sobrenatural, que trata de la revelación. Alsted también tomó como tema central la cuestión del método y se propuso escribir una enciclopedia moderna del conocimiento humano. Algunos historiadores del humanismo del siglo XVI sostienen que fueron Alsted y Comenio los que transformaron la palabra “dialéctica” en “didáctica”. Sin embargo, la denominación de la disciplina se adjudica a una obra anterior, de 1612, de Wolfgang Ratke y a su empleo por los discípulos de este. Hay que señalar que, de acuerdo con Alsted en su Enciclopedia (1626), el término “didáctica” reemplazaba el estrecho significado del vocablo “método” de la tradición escolástica y procuraba superar el conflicto entre método y lógica. Así, pues, en su Enciclopedia incorporó una didáctica a la que definió de la siguiente manera: “La didáctica no es más que el método de estudio, y es igualmente necesaria a todos los que estudian, así como al navegante le es necesaria la carta náutica, al arquitecto la escuadra y el compás, y al caminante la piedra miliar”. (12)

Wolfgang Ratke (Ratichius) (1571-1635) Wolfgang Ratke, contemporáneo de Comenio, nació en Wilster, Holstein, y pasó su juventud en la ciudad libre hanseática de Hamburgo, donde se formó y se apoyó en las 28

ideas de la burguesía alemana y en la religión luterana. Estudió primero en el Gymnasium de Hamburgo y luego se preparó en Teología en la Universidad de Rostock, aunque no concluyó sus estudios. Estudió griego, hebreo y árabe. Tomó como principio central reconocer la armonía entre fe, ciencia y naturaleza (13) y sostuvo que la enseñanza debe seguir a la naturaleza y a la psicología natural del alumno. Viajó alrededor del año 1600 a Inglaterra para completar sus estudios de ciencias y tuvo contacto en Londres con escritos de Francis Bacon, cuyos principios básicos adoptó. Adhirió fundamentalmente a la necesidad de que el alumno observe la realidad y siga el orden y el curso de la naturaleza. El profesor debe enseñar una cosa por vez, y presentar primero el objeto y después explicarlo. De Inglaterra se trasladó en 1603 a Amsterdam, donde estudió matemática y hebreo y trabajó ocho años como maestro de escuela. Se entusiasmó con la idea de crear un nuevo método de enseñanza para incorporar la educación humanista de manera fácil, útil y rápida. Puso en práctica el método, escogiendo como modelo la enseñanza holandesa en lengua vernácula en todos los niveles de la escuela. Otros pedagogos también lo hicieron en varios países europeos. Todos ellos respondían a los objetivos nacionales del rey, de la nobleza y de la burguesía. Ratke entendía que la racionalidad de las relaciones sociales era una garantía, pero cuando retornó de Holanda a Alemania encontró allí una situación muy difícil. Por una parte debía enfrentarse no solo a la Contrarreforma, que tomaba posesión de nuevos principados en Alemania, principados que antes eran luteranos, sino, también, a la enseñanza de los jesuitas, que adquirió preponderancia a partir del ordenamiento de los estudios que habían establecido en la Ratio Studiorum y que ganó espacio e influencia con la creación de gran número de escuelas. En la terrible Guerra de los Treinta Años, el catolicismo y el luteranismo combatían por el Imperio, por la posesión de las tierras y el gobierno de cada región y, por supuesto, por el dominio de la educación en sus territorios. En 1599 los jesuitas habían aprobado, después de varios borradores redactados previamente por diferentes autores, un documento que ha sido de importancia fundamental en la Europa de la Contrarreforma, la Ratio Studiorum, en la que no se limitaban a abarcar de manera completa los principios y reglas relativos a la enseñanza sino que sistematizaban desde su perspectiva religiosa, y con sumo cuidado, todos los aspectos relacionados con la educación cristiana escolar. Para ello, se apoyaron en las ideas de San Ignacio de Loyola y también en las ideas de los humanistas renacentistas, quienes habían ejercido una influencia importante, como lo hacían, asimismo, en los proyectos pedagógicos de la Europa luterana del norte. En 1612, Ratke presentó ante la Dieta del Imperio Alemán un plan de reforma de la educación, una propuesta denominada Memorial de Frankfurt. El texto, muy polémico, recibió numerosas críticas, por lo que debió efectuar muchas aclaraciones luego de su publicación. En el memorial se ocupó de tres temas coordinados: 1. De la enseñanza de las lenguas: para enseñar en el orden natural. Ratke establecía 29

que la lengua materna era la lengua de las ciencias y las artes en reemplazo del latín. Afirmaba que se debía enseñar a jóvenes y viejos en corto tiempo, primero el alemán, después el latín, y luego las lenguas originales de la Biblia, el griego y el hebreo. Insistía en que el alemán debía reemplazar al latín en los estudios superiores. 2. De la escuela alemana. La escuela debía ser el programa de unidad política, cultural y religiosa de Alemania, para todos los jóvenes, tanto varones cuanto mujeres, estableciendo escuelas en las que se enseñaran y difundieran las ciencias y las artes. 3. De la unidad del sistema educativo. El sistema de las escuelas habría de conducir y apoyar la unidad de Alemania, equiparando gobierno y religión con el auxilio de la introducción de un habla uniforme en el Imperio. El plan se sometió a una comisión selecta de profesores universitarios que, sin prejuicios escolásticos, lo aprobó. Ellos publicaron en 1613 una obra titulada Breve informe de la Didáctica de Wolfgang Ratichius, donde se indica el medio para enseñar las lenguas, las artes y las ciencias, más fácilmente, más rápidamente, más exactamente, con mayor seguridad y más completamente de lo que se lo ha hecho hasta hoy. Entre los miembros del grupo evaluador se encontraba el profesor Christoph Helwig, de la Universidad de Giessen, que, con gran entusiasmo, afirmó en La importancia del método para enseñar (1613): La naturaleza hace mucho, en verdad, pero cuando el arte la asiste, su trabajo es mucho más seguro y completo. Por lo tanto sería necesario que hubiera un arte especial al que los que quieren enseñar pudieran adherir, de manera de que no enseñaran por mera opinión o suposición, ni por un mero instinto natural sino de acuerdo con las reglas de esa arte, del mismo modo que si uno hablara correctamente de acuerdo con las reglas de la gramática y cantara correctamente de acuerdo con las reglas de la música. (14) En 1613, Ratke viajó a Weimar para visitar a la duquesa Dorotea-María, quien solicitó a profesores de la Universidad de Jena que examinaran el método propuesto por él. Estos también emitieron un informe favorable. (15) Posteriormente, en 1614, Ratke recibió del duque Juan Ernesto de Sajonia-Weimar (1664-1707) una invitación para reformar las escuelas en Augsburgo. El duque serviría luego en el ejército del Elector del Palatinado Federico V, el “Rey de Invierno”, que fue derrotado en la batalla de Montaña Blanca. Luego se instaló en Augsburgo, pero fracasó en el primer año en el intento de llevar adelante su proyecto. Ratke influyó sobre el Reglamento de Weimar de 1616: “Todos deben ir a la escuela y deben aprender a leer, escribir y contar. Es obligación del estado y deber de la comunidad”, sostenía. (16) Pasó luego por varias ciudades de Alemania y Suiza. En 1618 fue invitado a crear 30

una escuela modelo en Köthen. Aceptó y la dirigió durante un año y medio. Pero su fuerte carácter le generó problemas y oposición a su persona. Se dijo que su método no producía los resultados prometidos y tuvo, además, dificultades con el clero calvinista de Köthen ya que él era luterano. Su protector no lo sostuvo y fue enviado a prisión durante ocho meses. En 1619 publicó, en colaboración con su discípulo Christoph Helwig, su libro Didáctica. En él, dos temas eran principales: el orden y el método de la enseñanza. Se ocupaba de cómo enseñar de acuerdo con los requerimientos de la materia y de las características del alumno. Luego, en 1620, inició una escuela en Magdeburgo, donde tampoco tuvo éxito. Recibió, finalmente, el apoyo de la hermana de la duquesa de Weimar, quien lo recibió en sus tierras. Pasó allí varios años. El canciller sueco Oxenstierna se interesó en sus ideas pedagógicas. Sin embargo, una enfermedad le produjo a Ratke una hemiplejía en 1633 y falleció en 1635 en Erfurt. Había publicado un número importante de obras: la Enciclopedia universal (en alemán y latín), la Gramática universal (en alemán, griego, latín, hebreo, francés e italiano), una Gramática latina (en latín), una Gramática griega (en alemán), tratados de metafísica, de lógica, de dialéctica y retórica, un diccionario latín-alemán y varias ediciones de los clásicos. (17) Su pedagogía estaba influida por las ideas de Ramus, Erasmo, Vives y Rabelais. Consideraba que la formación cristiana era el objetivo de la educación. Sostenía que todo saber se fundamenta en la experiencia. El conocimiento científico proviene, en primer lugar, de la revelación y se da por la gracia de Dios. Las cosas de la naturaleza, afirmaba, se conocen por medio de la luz de la razón. En 1630 escribió que el alumno debía leer la Biblia para vencer a la vieja enseñanza católica y apostólica y “para que se pudiera liberar y tornarse puro”. Con ese propósito era menester reformar la estructura del sistema educativo luterano. Sus lemas fueron “ningún niño sin escuela” y “aprender es fácil”. Ratke se preocupó por determinar las funciones del Estado, la organización de la escuela y el arte de enseñar. La escuela debía ser sostenida por el Estado, debía ser pública, obligatoria, gratuita y unitaria. En su proyecto incluía la impresión y distribución gratuita de textos escolares, el otorgamiento de becas, la formación de profesores y, en consecuencia, para hacer posible el logro de estos objetivos, debía procurarse la disminución de costos. Era necesario reforzar las clases, utilizar el método intuitivo de la lección de cosas, profesionalizar para los empleos, dar utilidad práctica a la enseñanza escolar y usar libros didácticos. Con este fin, elaboró un conjunto de libros didácticos desde 1619 a 1622 que llevó en conjunto el nombre de Enciclopedia, escritos en lengua vernácula, desarrollados de acuerdo con su método uniforme y planificado. Ratke sostenía que los textos escolares debían utilizarse en el aula y ser exactos, con forma científica, contenidos claros y fácilmente asimilables. (18) El profesor debía conocer la ciencia y la disciplina que enseñaba, planificar bien sus clases y respetar el tiempo previsto. Los principios básicos de su método eran los siguientes: enseñar en el orden natural: 31

de lo conocido a lo desconocido; de lo general a lo particular; de lo confuso a lo claro; de lo más fácil a lo más difícil; de lo más necesario a lo menos necesario; una cosa por vez; nada debía ser aprendido de memoria; enseñar la cosa misma y después el modo en que se presenta; enseñar sin amenazas y partir siempre de la experiencia. Comenio intentó vincularse con él pero cuando le solicitó que le enviara su obra Memorial de Frankfurt, Ratke no se la remitió. Comenio expresó su desencanto por este desencuentro.

Johann Valentin Andreae (1586-1654) Poeta alemán, teólogo, autor de varias obras utópicas, Andreae nació en Königsbronn, donde su padre poseía un laboratorio de alquimia. Estudió en la Universidad de Tübingen, que era una fortaleza de la teología luterana. Se interesó por aprender ciencias y distintas lenguas. Al concluir sus estudios, realizó muchos viajes por Alemania, Francia, Suiza e Italia. Se puso en contacto con ideas y personas y pudo tomar conocimiento de distintas experiencias. En 1610 terminó su tesis doctoral y se postuló para un cargo eclesiástico, pero el príncipe lo rechazó. Esta situación lo decidió a trabajar como preceptor de jóvenes nobles. Se interesó por la educación y por los inventos, y los trabajos propios de diferentes profesiones como las de los orfebres, los relojeros y los carpinteros, y por las nuevas técnicas y las últimas invenciones: las fuentes, las minas, los mecanismos de ingeniería, el mapamundi. Fue nombrado diácono en Vaihingen, en 1614. Se le atribuye la autoría, con Tobías Hess (1558-1614) y Christoph Besold (1577-1638), de los tres libros de los Manifiestos de la Fraternidad de la Rosacruz, lo cual nunca fue aceptado públicamente por Andreae. Conoció los textos de Hermes Trismegisto, Platón, Paracelso y Boehme. Había leído las obras de Tomás Campanella (1568-1639) y de los alquimistas John Dee (1527-1609) y Heinrich Khunrath (1560-1605). Postulaba la necesidad de llevar una vida cristiana. Al igual que Vives, se oponía a los crueles procesos contra brujas que ocurrían en la época. En sus obras empleaba una escritura cifrada, paradojas, enigmas, alegorías, la apología, la comedia y la numerología. A veces usaba el lenguaje de las ciencias y de los sabios; en otras ocasiones, las imágenes y las alegorías con el fin de despertar en sus lectores la curiosidad por encontrar el camino que les permitiera alcanzar valores superiores. En sus dos obras más importantes, Cristianópolis [Christianopolis] y Teófilo [Theophilus], sostenía la importancia de la educación para que el Estado y la sociedad procuraran y mantuvieran la salud. En su obra presentaba una sociedad utópica en la que se educaba aplicando los principios de la didáctica. Otorgaba la mayor importancia a la enseñanza de la matemática y las ciencias naturales. Era contrario al fomento de la memorización. Mantuvo correspondencia con Comenio en la que discutieron el problema de la consecución de una sabiduría universal. Comenio consideraba a Andreae uno de sus maestros aunque, de hecho, no lo había sido en forma directa. El manuscrito de 32

Teófilo [Theophilus] se había perdido y fue la copia que tenía Comenio la que Andreae empleó como base para publicar la obra en 1649. Durante la Guerra de los Treinta Años, la ciudad de Calw, donde vivía Andreae, fue devastada. La población de Württemberg quedó reducida, como muchas otras ciudades europeas, de cuatrocientas mil a sesenta mil personas. Murió uno de sus hijos y su casa fue incendiada. Se quemaron así gran cantidad de sus valiosos manuscritos todavía inéditos, instrumentos musicales y científicos, pinturas de Durero, Cranach, Holbein, Bocksberg y otros pintores, grabados, tallas de madera, retratos, un órgano casero y otros instrumentos musicales, relojes, recados de escribir y, naturalmente, la casa y los muebles. Andreae se ocupó de ayudar a las víctimas de la guerra. Poco tiempo después fue designado para reformar la iglesia luterana de Württemberg. La mayoría de sus publicaciones durante este período fueron obras didácticas para la práctica de la enseñanza que estaban destinadas a ilustrar y promover la piedad cristiana: catecismos para niños, para padres y para adultos, resúmenes de la historia sagrada, composiciones teatrales con argumentos bíblicos para ser representadas por los niños, poesías devotas e himnos litúrgicos. Andreae tuvo problemas con la autoridad y se trasladó a Stuttgart, donde denunció el estado de la iglesia. Sostenía que la labor más importante que debía asumir el movimiento luterano en ese tiempo era la de reformar la conducta de los cristianos, dado que aunque la doctrina ya había sido reformada, el comportamiento de los fieles no se ajustaba a ella. Se desempeñó como predicador en esa ciudad durante once años. Creó escuelas, trabajó en la reapertura de la Universidad de Tübingen, puso orden en el sacerdocio. Se preocupó por hacer que se respetara la autonomía de la Iglesia frente a los gobernantes. Murió como consecuencia de una enfermedad en 1654.

1- Kandel, Isaac L., ob. cit., p. 403. 2- Martin Lutero, fascícu​lo 20 de la Antología alemana, prólogo de Martin Marczynski, Instituto de Estudios Germánicos, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1946. 3- Bacon, Francis, Novum Organum, aphorism LXXXIV, 1620; disponible en: ebooks.adelaide.edu.au/b/bacon/francis/organon/chapter1.html. 4- Ibíd., aphorism I. 5- Gómez R. de Castro, Federico, “Realismo pedagógico”, Revista Complutense de Educación, 15(2): 371, 2004. 6- Compayré, Gabriel, Historia de la pedagogía, París, Librería de la Vda. Ch. Bouret, 1910, p. 106. 7- Cit. por Strawbridge, Gregg, “Peter of Spain and pre-reformation mind. The mental furniture of the prereformation mind: the dialectica of Peter of Spain in the humanist reaction to scholasticism”, Evangelical Theological Society’s Eastern Regional Meeting, Lancaster Bible College, 2003. 8- Vives, Juan Luis, “De ratione dicendi” (1532-1998, pp. 4-5), cit. por Ocampo Granados, María Eugenia, “El lenguaje y la formación cívica según Juan Luis Vives (1492/3-1540)”, Estudios Sobre Educación, vol. 27 Universidad de Navarra, 2014, p. 225. 9- Vives, Juan Luis, Diálogos sobre la educación. Traducción, int. y notas de Pedro Rodríguez Santodrián, Barcelona, Alianza, 1987.

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10- Nordkvelle, Yngve, “The idea of method in teaching and doing research. A post-colonial view on the roots of educational theory after Pierre de la Ramée (1515-1572)”, European Conference on Educational Research, Edimburgo, 20-23 de septiembre de 2000, p. 4. 11- Lubinus, Eilhard, The true and ready way to learn the latine tongue, editado por S. Hartlib, 1654, p. 19, disponible en: quod.lib.umich.edu. 12- Abbagnano, Nicola y Visalberghi, Aldo, Historia de la pedagogía, México, FCE, 1964, p. 204. 13- Hoff, Sandino, “Fundamentos filosóficos dos livros didáticos elaborados por Ratke, no sécu​lo XVII”, Revista Brasileira de Educação, nº 25, enero-abril 2004, pp. 13-155. 14- Cit. por Monroe, Will S., ob. cit., p. 30. 15- Guillaume, James, “Ratichius (Ratke)”, en Ferdinand Buisson (ed.), Dictionnaire de pédagogie; disponible en: . 16- Hoff, Sandino, ob. cit., p. 4. 17- Guillaume, James, ob. cit. 18- Hoff, Sandino, ob. cit., p. 6. Véase también Hoff, Sandino, “Fundamentos filosóficos dos livros didáticos elaborados por Ratke, no século XVII”, Revista Brasileira de Educação, nº 25, enero-abril, 2004, pp. 143-155.

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La agitada y dramática vida de Comenio Nació el 28 de marzo de 1592 en la ciudad de Nivnice y fue bautizado en Uherský Brod, en la provincia de Moravia, perteneciente al reino de Bohemia, una de las regiones periféricas de Alemania. Su padre era molinero, miembro reconocido de la Unidad de Brethren, hermandad que había iniciado una experiencia de vida cristiana en el siglo XV. Esta comunidad participó de lo que se denominó “la Reforma antes de la Reforma”. Eran seguidores de Juan Huss, en cuya estatua en la ciudad vieja de Praga están escritas las siguientes palabras: “Ama la verdad. Permite a los otros tener su verdad y la verdad prevalecerá”. Comenio tuvo tres hermanas. Vivían en un ambiente feliz, pero señalado por una moral muy estricta. En aquel tiempo, el molino era un lugar de reunión importante para los miembros de una comunidad. Se comentaban allí las novedades y se discutían los problemas de la localidad. Cuando Juan Amos tenía 10 años de edad, en 1602, murió su padre y después su madre en 1604. Luego fallecieron dos de sus hermanas, todos ellos enfermos de la peste que en ese tiempo asolaba a Europa. Desde los 12 hasta los 16 años el joven debió sufrir además del maltrato de su tutor, quien lo despojó de su herencia, el de sus malos maestros. Como consecuencia de estas terribles experiencias infantiles, Comenio tuvo siempre simpatía y preocupación por los huérfanos y desprecio por los maestros ignorantes que golpeaban a sus alumnos. Tuvo que dejar la escuela para trabajar, pero al final encontró amigos que lo enviaron generosamente a la escuela de Gramática Latina de Přerov. Comenzó a leer en latín recién a los 16 años, siendo mayor que sus compañeros de escuela. El director de la escuela reconoció el talento del joven Comenio y lo alentó a proseguir sus estudios. Aunque los métodos de enseñanza no eran muy estimulantes, fue un buen alumno e hizo tales progresos en solo dos años, que sus maestros los consideraron asombrosos. Fue así que llamó la atención de uno de los dirigentes de la Unidad de Brethren (Unitas Fratrum), que lo vio como posible candidato al sacerdocio. Si bien no pudo asistir a la Universidad de Praga, fue enviado a hacer sus estudios superiores en Alemania. Concurrió primero a la Academia Calvinista de Herborn, que era un importante centro de formación creado para instruir a los hombres de la región que se desempeñarían en funciones profesionales y religiosas. En Herborn los profesores estaban obligados a aplicar la pedagogía de Pierre de la Ramée en su enseñanza. En esa institución, leyó las obras de Campanella, Andreae y Vives; tuvo como profesor a Alsted y estudió las ideas de Ratke. Asistió luego a la Universidad de Heidelberg. En las dos instituciones halló muy buenos profesores, quienes lo orientaron a no limitar sus objetivos y a tomar la totalidad del conocimiento humano como objeto de estudio. También lo introdujeron en las ideas de Bacon y desde entonces sostuvo el valor del enfoque científico para el conocimiento de los problemas humanos. Alsted le transmitió su ideal integracionista. La pansofía consistía en la unificación de 35

todo el conocimiento científico, filosófico, religioso y político en una visión armoniosa y comprensiva del mundo. Esta idea sirvió de base para la construcción posterior de su rica, numerosa y variada producción. Afirma Jerome K. Clauser: “Si Comenio se orientaba por algún ideal fue sin duda por el de la construcción de un sistema sintético que en lugar de dividir las disciplinas o cuerpos del conocimiento, pudiera colocar todo el conocimiento en un esquema consistente”. (1) De acuerdo con los ideales husitas, si bien su conocimiento del latín era cada más profundo, su propósito era escribir en lengua checa y traducir los autores latinos al checo. En Heidelberg se vinculó con la corte del Elector del Palatinado Federico V. En ese período comenzó a interesarse por las tradiciones cabalísticas, herméticas y alquimistas y se relacionó con el movimiento rosacruz. Comenio conocía los fundamentos de la unidad de los opuestos y de la docta ignorancia a través de la lectura de la obra de Nicolás de Cusa (1401-1464), quien sostenía que existe una unidad religiosa esencial, aunque la experiencia muestre que existen diferentes religiones. En este orden, la oposición entre la infinitud del pensamiento divino y la finitud del pensamiento humano, entre el macrocosmos y el microcosmos, entre la pluralidad de las cosas y la unidad de las cosas, entre lo individual y el todo, fueron ideas que tuvieron gran importancia en la construcción de los significados de la concepción pansófica de Comenio. Bajo la influencia de los teólogos Piscator y Alsted, aceptó la doctrina milenarista (2) y con ella, la idea de que la llegada del Reino de Dios en la Tierra era inminente; se interesó también por el misticismo de Jakob Boehme, a quien Comenio cita y del que había leído trabajos inéditos (3) y por la filosofía hermética. Aunque era un extraordinario lector, su propósito no fue convertirse en un especialista. Tampoco fue Comenio un académico o un científico profundo. (4) Sus conocimientos de ciencias fueron escasos, pero se interesó por conocer en forma completa “el libro de la naturaleza” y trató de comprender la unidad de todas las cosas. De Alsted tomó la idea de que era necesario escribir una enciclopedia que fuera el compendio de la sabiduría humana y que pusiera ese conocimiento, presentado en idioma checo, al alcance de todas las personas. Al concluir sus estudios, en 1614, retornó a Bohemia. Enseñó latín durante algún tiempo en su vieja escuela de Přerov, ayudando al director que en su momento lo había animado a estudiar. Como no estaba de acuerdo con los métodos de enseñanza que se empleaban, escribió en 1616 una Gramática latina [Grammatica e facilioris praeceptaque] que se hizo muy conocida en Europa. A los 24 años, Comenio fue ordenado sacerdote y a la edad de 26 lo destinaron como encargado de una iglesia floreciente en Fulnek, donde la feligresía era mixta, integrada por checos y alemanes. Comenio predicaba a cada uno de los grupos en su propia lengua. Como estaba a cargo de la iglesia, tomó muchas responsabilidades. A los mayores les enseñó apicultura, por ejemplo, y a los niños les enseñó en una escuela junto a la parroquia. Supervisó, además, a los jóvenes que querían ingresar al sacerdocio. También dedicó tiempo a la escritura de folletos sobre temas tales como “la malvada opresión de los pobres”. Amaba la región en la que vivía y la recorrió observando sus características 36

con mucho detalle. El material recogido le permitió elaborar un mapa de la provincia de Moravia, que fue publicado. Durante sus frecuentes viajes recogió refranes, dichos y dialectos para un libro que denominó El tesoro de la lengua checa. Su vida personal también le dio satisfacciones. Se casó en Fulnek con Magdalena Vizovská, hijastra del burgomaestre de Přerov, y tuvo un hijo. Su vida era feliz y parecía haber superado todas las desdichas experimentadas en su infancia. Pero esta situación cambió de pronto con el inicio de la guerra entre católicos y protestantes. En 1618 la situación en Europa se tornó muy difícil. Fue el final de la vida de tolerancia religiosa que había prevalecido durante el reinado del emperador Rodolfo II. El 23 de mayo de 1618 se produjo el Defenestramiento de Praga y con este acontecimiento se inició la terrible Guerra de los Treinta Años (1618-1648), que tuvo una influencia decisiva en la vida de Comenio y en la de millones de personas en Europa. En 1619 el protestante Federico, Elector del Palatinado, elegido rey de Bohemia, fue elevado al cargo de Emperador. El católico Fernando, duque de Estiria (1578-1637), de Austria, le disputó la designación y se apoderó de Bohemia. En 1620, en la batalla de Montaña Blanca, en las afueras de Praga, Federico V fue derrotado por Fernando. Este último tomó la corona y manifestó su determinación de suprimir completamente el protestantismo. Ordenó a sus tropas la persecución de todos lo que no aceptaran su edicto. Cuando el ejército de Fernando llegó a Fulnek, Comenio huyó, pero destruyeron su iglesia y la biblioteca de la escuela fue quemada en la plaza pública. Su esposa, embarazada de su segundo hijo, debió quedarse hasta el momento del parto y luego ella y sus dos hijos murieron todos enfermos de la peste. La guerra y la enfermedad de sus familiares persiguieron a Comenio durante toda su vida. Comenio se vio obligado a esconderse en los lugares donde lo acogían y le ofrecían alguna seguridad. Fue forzoso para él buscar refugio durante todo el resto de su vida. Encontró en ese momento a un protector, el conde von Žerotin, quien antes lo había apoyado cuando Comenio era estudiante. El Conde tenía todavía inmunidad y Comenio pudo esconderse en su dominio. Allí siguió escribiendo y trató de mantener viva la fe de la Unidad de Brethren. Elaboró entonces, en 1623, su obra El laberinto del mundo y el paraíso del corazón, en la que preconiza la necesidad de volver a la sencillez de la verdadera vida cristiana dirigida por el desinteresado amor al prójimo. En este texto se advierte la influencia de las ideas Rosacruces. Afirmando siempre su optimismo en el futuro y en la posibilidad de reconstruir su vida, en 1624 Comenio contrajo matrimonio con la hija de uno de los ministros. Se casó así con Dorotea Cyrillo, con la que tuvo cinco hijos. Realizó en 1627 su primer viaje a Holanda para visitar al exiliado rey calvinista de Bohemia, Federico, para pedirle ayuda contra las expulsiones. Encontró, en la biblioteca de Federico, el libro sobre Didáctica publicado en 1621 en Hamburgo, en alemán, por Elias Bodin, un pedagogo realista que definía a la disciplina título de su libro como “el arte de enseñar”. (5) Comenio se interesó con gran entusiasmo por el tema. Tomó nota de la exposición de Bodin, en especial del plan general de la obra, que estudió minuciosamente, así como experimentó 37

la atracción de sus ideas respecto de los métodos que Bodin proponía para la enseñanza de las lenguas. (6) De regreso a su hogar continuó sus actividades, pero era un fugitivo para las autoridades que gobernaban Bohemia y debió seguir huyendo, en tanto le llegaban en forma periódica noticias sobre la muerte de sus amigos. Pasó de esta manera siete años, hasta que le propusieron buscar en Polonia un refugio permanente. Fue así que se dirigió a la ciudad de Leszno, donde se había radicado un grupo de miembros de la Unidad de Hermanos que había escapado de Bohemia en 1618 y que gozaba de la protección del señor local. Pero la paz estaba lejana y las luchas, lejos de apaciguarse, recrudecían. Se unió a Comenio un grupo numeroso de miembros de la Hermandad y marcharon en 1628 a Polonia, cruzando durante el invierno las montañas. Comenio se desempeñó en Polonia, primero, como maestro de Gramática; volvió a escribir libros, siguiendo con gran esfuerzo el plan que se había trazado años antes. La Unidad logró tener su propia imprenta fuera de Bohemia y los libros pudieron imprimirse. Fue nombrado al poco tiempo secretario de la iglesia y esto le permitió mantener correspondencia con los exiliados de la congregación que se encontraban en muchos lugares diferentes. Se creía todavía que Fernando podía ser derrotado. La guerra se había extendido de Bohemia a Alemania; los protestantes tenían un temible dirigente en el rey Gustavo II Adolfo de Suecia (1594-1632). Comenio, siempre optimista a pesar de los numerosos reveses que debió afrontar, comenzó a preparar su regreso a Bohemia, con la intención de participar en el establecimiento de una nueva y mejor sociedad. Él consideraba que la educación había de ser la clave en esta empresa y escribió en 1632 su Breve propuesta con vistas a la renovación de las escuelas en el reino de Bohemia. En este trabajo afirmaba que la sociedad solo podía ser reformada si hubiera un “sabio y prudente sistema de escuelas en el cual toda la juventud de la nación debería ser educada”. La propuesta era crear un sistema comprehensivo y nacional en el que niños de todas las clases serían criados en el amor a la cultura propia, pero que tendría también la clave de una cultura más universal a través del latín. El aprendizaje de esta lengua no tenía por qué ser doloroso y falto de atracción para los alumnos. Comenio creía que se podía enseñar de manera inteligente y hacerlo tan fácil para todos los niños que todos pudieran aprenderlo. Con este fin escribió un libro de texto que se publicó en 1631, que denominó La puerta abierta de las lenguas [Janua Linguarum Reserata], en el que empleaba las ideas que le había sugerido la lectura de la Didáctica de Elias Bodin. En él no puso el énfasis en la enseñanza de la gramática latina sino que daba descripciones de todas las cosas que fueran útiles conocer. La obra, un repertorio ordenado por materias con un índice final de las palabras, estaba escrita en latín. Dirigida a los niños checos, había sido escrita originalmente en checo y en latín. Cuando se publicó una edición alemana, se hizo famosa de inmediato en toda Europa. “En 1633 el repertorio es traducido al checo. En 1642, al griego. En 1643 aparece una edición trilingüe latín-alemán-francés. En 1644 los Ezelviros sacan a luz una edición en latín, alemán, francés e italiano, edición que en 1661 vuelve a publicarse, aunque esta vez con el español entre las lenguas consignadas. La 38

edición hecha en Amberes, en 1662, es bilingüe latín-alemán”. (7) Después, y todavía durante la vida de Comenio, fue traducido también al turco, al árabe, al persa y al mongol. En 1632 concluyó la escritura de la Didáctica checa, cuya preparación le había demandado varios años y que luego, ampliada, sirvió de base para su Didáctica Magna, finalizada en 1638. En 1633 se publicaron en Alemania otras dos obras de Comenio, la Physicae Sinopsis e Informatorium para la Escuela Maternal. En la primera, buscaba integrar el estudio de la filosofía natural y la Biblia, esto es, las ideas de Bacon y los textos sagrados. Se trata de una obra en la que se revelan ecos de la influencia de la filosofía hermética, sostiene que la luz es un principio cosmológico, además de la mente y la materia. El libro se tradujo a distintos idiomas, entre ellos el inglés, y le dio mucha fama a su autor. En Informatorium para la Escuela Maternal se ocupa de la educación de los niños en los primeros años; fue traducida a varios idiomas y es considerada un antecedente muy importante de los Jardines de Infantes que se iniciaron en el siglo XIX bajo la inspiración de Friedrich Froebel (1782-1852). La esperanza de Comenio de una recuperación de Bohemia se vio frustrada. Cada vez se hacía más difícil y distante. La situación histórica que debía vivir lo llevó a una búsqueda constante que le permitiera ampliar su horizonte. Sus ideas se orientaron hacia un público más extendido que el de su Hermandad y aun que el público de Bohemia. Sus ideas eran muy ambiciosas porque sostenía la necesidad de que la educación fuera universal para abrir el camino a una reforma también universal de la sociedad humana. Eran muchos los que en Europa compartían esa idea, entre ellos, un comerciante alemán, Samuel Hartlib (1600-1662), miembro prominente de un grupo de ardientes partidarios de la Reforma. Hartlib conoció a Comenio a través de dos alumnos pertenecientes a la Unidad de Hermanos que estudiaban en Cambridge. Cuando recibió un resumen de las ideas de Comenio, procedió a imprimirlas en 1639 en Oxford y a difundirlas entre académicos de toda Europa. Esta publicación tuvo luego la denominación definitiva de El precursor de la pansofía. La acogida de la obra que recibió e imprimió Hartlib fue favorable y este urgió a Comenio a viajar a Inglaterra para asesorar en las tareas de creación de una Escuela de Educación Universal. Después de muchas dudas, Comenio decidió aceptar la propuesta y, luego de un muy difícil viaje, llegó a Londres en setiembre de 1641. Lo recibieron con honores Hartlib y un conjunto de importantes académicos y profesores. Recibió un trato personal muy cortés. Lo proveyeron, por ejemplo, de nuevos trajes a la moda. El obispo de Lincoln lo invitó a cenar y en esa ocasión le propuso dirigir una universidad creada por el Parlamento inglés y sostenida con dinero proveniente de personas de diferentes naciones. Sería una universidad pansófica. Pero la magnitud de la empresa de creación de la pansofía implicaba que no podía ser obra de un hombre solo. Precisaba ser el producto de un conjunto de hombres, pertenecientes a más de una generación. Durante su estadía en Londres, Comenio contribuyó a la creación de la Royal Society of London. Mientras todo esto ocurría, él escribía más ensayos y memoranda. Pero la guerra comenzó a 39

amenazar también a Inglaterra. El rey Carlos I se enfrentó al Parlamento y se inició la guerra civil que se desarrolló entre 1642 y 1651. Comenio esperó en Londres diez meses. En ese período redactó su obra El camino de la luz [Via Lucis]. El proyecto de creación de la escuela, el Colegio de la Luz, no avanzó. Le escribieron entonces de Francia, porque con el apoyo del Cardenal Richelieu lo invitaban a ir a París para fundar un colegio pansófico. Pero al poco tiempo, en 1642, murió Richelieu. En relación con ese período, también hay evidencia de que el puritano americano John Winthrop (1588-1649), quien visitaba Londres, fue atraído por el proyecto pansófico de Comenio y le ofreció en 1642 la presidencia de la Universidad de Harvard, creada y dirigida hacía pocos años, en 1636, por los puritanos. No se sabe si Comenio la rechazó o si le atrajo la oferta, la aceptó y luego, nuevamente, nada ocurrió. Sí se sabe que se intercambió correspondencia al respecto. En el mismo año 1642, viajó a Holanda. Allí, por fin, se encontró en persona, en Endegeest, cerca de Leyden, con René Descartes (1596-1650), quien, años antes, había formado parte del ejército de Fernando que había vencido a Federico cerca de Praga en la batalla de Montaña Blanca, una contienda de terribles consecuencias para la vida de Comenio. Mantuvieron una larga entrevista pero las ideas pansóficas fueron rechazadas por Descartes, quien las consideró muy poco rigurosas. Comenio habría de recordar esa entrevista años después, en 1669, en su obra La continuación de la advertencia fraterna [Continuatio admonitionis fraternae], en la que relata su discusión con Descartes. Allí señala que la diferencia de ideas se centraba en la confianza que tenía Descartes en el conocimiento humano y su propia idea, la de Comenio, de que el conocimiento basado solo sobre los sentidos y la reflexión es imperfecto y lleno de graves lagunas. (8) En este sentido, Comenio era fiel a la doctrina calvinista. Por último, en 1642 recibió una invitación del canciller de la reina Cristina de Suecia, Axel Oxenstierna, para preparar una serie de textos de latín con el método de La puerta. Se asentó en la ciudad de Elbing, al sur del Báltico, en Prusia oriental, que estaba bajo el dominio sueco. Su interés era ampliar el alcance de los libros, relacionándolos con la idea de educación universal basada sobre sus principios filosóficos. Comenzó a esbozar una obra, el Consejo universal sobre las reformas de los asuntos de la humanidad, que comprendía varias partes: Pampaedia, Pansophia, Panglottia, Panorthosia, Pannuthesia, Panegersia y Panaugia. Ejercía todavía la representación de la Unidad de los Hermanos y participó en las discusiones que condujeron a la firma de un tratado de paz. Pero sus empleadores suecos no le pagaban para que realizara ese tipo de actividades y tuvo conflictos con ellos y graves problemas económicos. El propósito de los suecos era más utilitario y no acordaron con la idea de Comenio, quien sufrió mucho esta situación. Su mujer y él se enfermaron como consecuencia de las circunstancias que debían enfrentar. La situación en Europa, finalmente, pareció resolverse. Mediante el Tratado de Paz de Westfalia, con el que finalizó la Guerra de los Treinta Años, nacía la paz entre católicos y protestantes. No obstante, la independencia de Bohemia no formó parte del acuerdo. Las esperanzas de que Moravia y Eslovaquia lograran su independencia se 40

vieron frustradas. En Leszno, la Hermandad estaba desesperada y en 1648 Comenio decidió retornar a esa ciudad para ayudar a la congregación. En el viaje de regreso murió su esposa. Quedó él solo a cargo de sus hijos. El año 1649 fue quizás el más desdichado de su vida. (9) Pero su fortaleza y su fe, como hasta ese momento, le ayudaron a sobrevivir. En 1649 se casó con Johanna Gajus, quien tuvo un trato muy afectuoso con él y con sus hijos. Recibió entonces una nueva invitación de un príncipe protestante de Hungría, Segismundo Rákóczi (1555-1608), quien había establecido una escuela sobre la base de las ideas de Comenio. Era una oferta tentadora porque le daría la oportunidad de poner a prueba sus ideas y demostrar que eran correctas. Dudó, sin embargo, antes de aceptar emprender otro viaje y una nueva tarea que, por último, a pesar de sus vacilaciones, decidió asumir. Llegó de esta manera, en 1650, a Saros-Patak, donde vivía el príncipe Rákóczi. Lo recibieron con entusiasmo el príncipe y su mujer, que era hija del rey protestante Federico, quien había sido derrotado en la batalla de Montaña Blanca, e igual recepción le brindó la gente de la localidad. Se nombró rector de la escuela a un hombre que pertenecía al círcu​lo de los amigos de Hartlib. La escuela contaba con varios edificios y jardines, un campus y una imprenta. Comenio se preparó con gran ahínco para la reinauguración. Reescribió los libros de texto en húngaro. Hizo un esquema analítico de la organización de la escuela y dio conferencias explicando sus métodos. Después de un lapso de nueve meses, en febrero de 1651, la primera lección reunió a cien alumnos provenientes de todas las clases sociales. El proyecto estaba en marcha. El pensamiento de Comenio, siempre amplio en cuanto a las formas del conocimiento, al estilo de los humanistas, lo llevó a interesarse por las profecías. Durante su estadía en Saros-Patak, convocaron su atención las de Nicolaus Drabicius (15881671), a quien había conocido en su primer viaje a Hungría. Esas profecías, que lo turbaban, le hablaban de la futura resurrección de su país en la forma de revelaciones de Dios. (10) Pero la desgracia volvió a golpear a Comenio como lo hacía con muchos de los intelectuales de la época que debían depender de señores para subsistir y llevar adelante su obra. El príncipe y su mujer murieron. El nuevo rector, se manifestó celoso de Comenio y los profesores de la escuela perdieron interés ya que no comprendían realmente el plan. Comenio pensaba que, quizás, los profesores no trabajaban lo suficiente, pero lo que sí advertía era que los niños leían mal y que los libros proyectados por él tardaban en ser impresos. Preparó entonces, en 1650, un libro de imágenes para que el aprendizaje fuera más simple, pero en la región no se encontraron artistas grabadores en madera que pudieran imprimir las ilustraciones. Los niños de Saros-Patak nunca pudieron ver este libro, El mundo visual en imágenes [Orbis sensualium pictus], que les había sido destinado y que luego alcanzó fama mundial. Comenio, que era un trabajador incansable, escribió también en ese período La escuela lúdica [Schola ludus]. La paz no fue duradera en Europa. Una nueva guerra se inició entre católicos y protestantes y Comenio decidió retornar en 1654 a Leszno. En Hungría la escuela siguió funcionando, aunque sin respetar los lineamientos de Comenio. Este se llevó con él los 41

originales del libro El mundo visual en imágenes [Orbis sensualium pictus]. Cuando estuvo completo, lo envió a Núremberg, donde sí había artistas grabadores y logró que se imprimiera en 1658. Durante la estancia de Comenio en Leszno, en 1656 un ejército católico asaltó la ciudad y la incendió de manera salvaje. Comenio y su familia escaparon al bosque con solo las ropas que vestían. Su biblioteca fue nuevamente quemada. Muchos de sus manuscritos quedaron atrás, enterrados por él con anterioridad. Comenio, su mujer y sus hijos huyeron a través de Europa y llegaron a Amsterdam, donde fueron recibidos con amable hospitalidad, como había sido el caso de numerosos refugiados de persecuciones políticas y religiosas. Recibió una pensión suficiente para solventar sus necesidades y las de su familia. Apoyado por sus benefactores, pudo reunir los manuscritos que logró recuperar y en 1657 los imprimió en una extensión de unas mil páginas. Ese año editó en Amsterdam Las obras completas de didáctica [Opera didactica omnia], de la que la primera parte es la Didáctica Magna. La segunda parte está compuesta por obras escritas desde 1642 en adelante. En 1659 publicó una obra en la que critica la filosofía de Descartes y en 1660, su Manual de la Biblia Sagrada, escrito en checo, que reúne salmos, himnos y oraciones sagradas y que todavía hoy sirve de libro de lectura en los estudios de lengua y literatura checa. Estaba enfermo de ciática, apenado por la ruptura de su Iglesia, su esposa Johanna murió, se vio asolado por la desdicha y amenazado por la muerte. Pero no desistió de procurar la conclusión del plan que se había trazado. Escribió hasta el final de su vida. Preparó para la impresión partes de la obra que había esbozado años atrás, el Consejo universal. A partir de 1656 comenzaron a aparecer esas publicaciones. La Educación universal [Pampaedia], que es la cuarta parte de esa obra y fue comenzada en 1650, quedó, sin embargo, manuscrita. En 1661 editó el Catecismo y la Confesión o doctrina de la Unidad de los Hermanos y en 1665, El ángel de la paz para los enviados de paz [Angelus pacis ad legatus pacis]. Esta última obra estaba destinada a los representantes de Inglaterra y Holanda que se reunían en Breda para poner fin a la guerra entre los dos países. Era un llamamiento a la paz y a la armonía mundial. Como algunas de sus obras estaban inéditas, pidió a su hijo Daniel y a su amigo Christian Nigrinus que publicaran estos libros. Murió en Amsterdam el 15 de noviembre de 1670. Fue sepultado en la Iglesia Francesa Reformada de Naarden, en el Zuiderzee, cerca de Amsterdam. El conjunto de sus manuscritos no fue publicado. Nigrinus los entregó a un grupo religioso de Halle, en Alemania. Fueron descubiertos recién en 1935 por un académico ruso y editados en Praga en 1966. Otros originales parecen haberse perdido, además de los que fueron quemados en dos ocasiones durante su vida, junto con los libros que formaban sus bibliotecas.

1- Clauser, Jerome K., “The pansophist: Comenius”, en Paul Nash, Andreas M. Kazamias y Henry J. Perkinson

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(eds.), The educated man: studies in the history of educational thought, Nueva York, John Wiley & Sons, 1966, p. 168. 2- Comenio, “Dossier”, L’encyclopédie del’agora; disponible en: . 3- Harmsen, Theodor, Books from the writing desk of Jan Amos Comenius, Amsterdam, The Ritman Library; disponible en: . 4- Sadler, John E., “Comenius as a man”, Comenio and contemporary education. An International Symposium, Commemoration of the Tercentenary of the death of Comenio, editado por C. H. Dobinson, Hamburgo, UnescoInstitute for Education, 1970, p. 10; disponible en: . 5- Kožík, František, Sorrowful and heroic life of John Amos Comenius, Kessinger Publishing, 2003, p. 60. 6- Great didactic of Comenius, Introducción biográfica, histórica y crítica; traducción y edición de M. W. Keatinge, Londres, A. and C. Black, 1896, pp. 18-19. 7- García Aranda, María de los Ángeles, Un capítulo de la lexicografía didáctica del español: nomenclaturas hispanolatinas (1493-1745), memoria presentada para optar al grado de doctor en la Facultad de Filología, Universidad Complutense de Madrid, 2003, p. 134; disponible en: . 8- Presentación de Gregorio Weinberg en Páginas escogidas, ob. cit. 9- Ibíd., p. 14. 10- Berthoud, Jean-Marc, “Jean Amos Comenius (1592-1670) et les sources de l’idéologie pédagogique. L’inspirateur des réformes scolaires modernes”, conferencia dictada en la Association Vaudoise de Parents Chrétiens, Lausanne, Librairie La Proue, 28 de noviembre de 1996; disponible en: .

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La Didáctica Magna Comenio comenzó a escribir la Didáctica checa en 1628 con el fin de sistematizar sus ideas sobre la educación y, en especial, sobre la enseñanza. En 1638 la tradujo al latín para facilitar, por un lado, su difusión entre un público más amplio y, por el otro, porque estando en Suecia, debía tomar en cuenta la situación política y religiosa crítica en la que se encontraba Bohemia. Esta obra se publicó en Amsterdam en 1657. Habiendo leído a otros autores y preocupado, a la vez, por el método y los contenidos, Comenio no redujo su obra a una exposición sobre cómo debe enseñar en clase un maestro ni se limitó, tampoco, tal como hicieron muchos de sus antecesores, a responder a la pregunta sobre cómo enseñar mejor las lenguas. Su plan era más totalizador e incluía cuestiones de política educativa junto a temas de doctrina religiosa, problemas de organización escolar así como recomendaciones referidas al desarrollo y aprendizaje de niños y jóvenes. Expuso propósitos claros: era necesario educar a todos, a personas de todas las edades y no solo a los niños y jóvenes, tanto a ricos como a pobres, a nobles y villanos, a hombres y mujeres, a ciegos y videntes, en fin, a todos. Como vimos antes, no fue el creador de la disciplina didáctica. Comenio mismo menciona a otros escritores que, antes que él, emplearon el término y desarrollaron ideas que presentaron de manera sistemática sobre la enseñanza. Wolfgang Ratke usó la palabra por primera vez en 1612. La palabra “didáctica” fue una creación de Ratke, quien desarrolló un nuevo método destinado a que los estudiantes pudieran aprender más rápido y con mayor seguridad. Denominó a este método “didáctica” y se llamó a sí mismo “didakticus”. Su libro Introducción general a la didáctica se publicó en 16131615. Varios trabajos sobre didáctica se publicaron entre 1618 y 1624 y el Esquema de didáctica general, en 1629. (1) La didáctica era, según Ratke, el nuevo arte de enseñar. El término fue empleado por sus discípulos Joachim Jung (1587-1657) y Christoph Helwig (Helvicius) (1581-1617), que publicaron varios trabajos sobre didáctica. Uno de ellos, Helwig, escribió, junto con su maestro Ratke, una Didáctica que se publicó en 1619, de manera póstuma para Helwig. Comenio menciona, además de Ratke y Helwig, a varios autores de libros de didáctica a los que reconoce como antecedentes. Jacob Wolffstirn publicó un libro sobre el método para enseñar el latín y el alemán en 1619; en Francia, Elias Bodin publicó una obra denominada Didáctica o Arte de la enseñanza en 1621; Eilhard Lubin, citado por Comenio, también había publicado una Didáctica; Stephanus Ritter publicó una Nueva Didáctica en 1621; Philipp Glaum publicó también en 1621 un libro sobre métodos de enseñanza de la lengua; Ezechiel Vogel (1665-1699) publicó un método para la enseñanza del latín en 1628; Janus Cecilius Frey publicó un libro sobre la enseñanza de artes y ciencias en 1628, según citas de Comenio; Johann Heinrich Alsted, el maestro de 44

Comenio, incluyó como entrada en su Enciclopedia, publicada en 1626, el término “didáctica”. ¿Qué se propone Comenio al iniciar su obra con esta gran construcción que emprende? La didáctica es para él, como para varios de sus antecesores y contemporáneos, el arte de enseñar, arte a la que considera el arte de las artes. Y, aunque reconoce que ya otros se ocuparon del tema y no consiguieron cambiar a las escuelas, es esta la tarea que se apresta a realizar. Y no lo hace con objetivos limitados, por el contrario, lo que intenta al cambiar la educación es una gran empresa, la salvación del género humano. El arte significa hacer, actuar, producir. Se trata de obtener resultados. Y estos procurarán organizar de modo nuevo todas las escuelas, aunque plantea con alguna reserva que no será logrado de inmediato. Pide a los lectores que lean la obra con amplitud de juicio y con sagacidad. Las escuelas de su época se caracterizaban por exigir a los alumnos, según Comenio, trabajos inútiles y cansadores, por generar dudas y oscuridad, errores y mentiras. Pero el siglo nuevo, el siglo XVII, ha ofrecido un conjunto de ideas y obras de pedagogos que muestran esos vicios y tratan de encontrar remedios eficaces. No es impropio de un teólogo ocuparse de estas cuestiones. Comenio se autocalifica como hombre de inteligencia mediana y limitada cultura. Pero sus aspiraciones son grandes y espera contar con la ayuda de Dios. El plan de la obra comprende una introducción y treinta y tres capítulos divididos en parágrafos numerados y subtitulados. Está escrita con tono persuasorio y tiene carácter normativo. Por cuanto el autor se afirma en la idea de que la educación debe desarrollar la erudición, la virtud y la religión, el método está destinado a ese triple fin. A quiénes, por qué, para qué, cómo y dónde enseñar son los cinco grandes temas de la obra. Se presentan de manera pormenorizada los problemas y sus respuestas. Se trata de un libro de Didáctica General, pero en él hay capítulos dedicados a las didácticas específicas de las disciplinas: al método de las ciencias en particular, al método de las artes, al método de las lenguas, al método de las costumbres y al método para enseñar la piedad, o sea, la religión. También se presenta la organización del sistema escolar en niveles: la escuela materna, la escuela común, la escuela latina y la academia. Comenio no se propone revolucionar las escuelas. Sí cambiarlas, aunque quizás lentamente. Como dice Maurice Walter Keatinge (1868-1935) en su introducción a la traducción inglesa de la Didáctica Magna: Su reforma debía ser un desarrollo gradual de lo que existía y para que sus sugerencias fueran factibles de llevar a la práctica y se pudiera preparar el terreno para una transición con la menor fricción posible, las fundamenta en los escritos de sus predecesores cuyo trabajo adopta y adapta siempre que lo considera necesario. (2)

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1- Walmsley, John Brian, Wolfgang Ratke (Ratichius) and his educational writings, Durham, Durham University (tesis), 1990; disponible en: . 2- Comenius, Nueva York-Londres, McGraw-Hill, 1931, reimp. abreviada de la traducción de Maurice W. Keatinge de The great didactic, precedida por un resumen de la vida de Comenio y sus puntos de vista sobre la educación.

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Las citas en el texto de Comenio En el texto de la Didáctica Magna, Comenio apela a numerosas citas que nos permiten conocer el mundo cultural que ha ido construyendo, los supuestos de los que parte, los autores a los que admira y, también, en algunos casos, los menos, las ideas que rechaza y contra las cuales se rebela. A través de ellas, Comenio manifiesta su erudición y la búsqueda y selección de fundamentos para el sistema que se propone construir. Muestra ser un lector incansable, curioso y muy actualizado en los temas que son de su interés. Las citas cubren varios grupos de autores pertenecientes a diversas épocas y marcos culturales y disciplinarios. Comprenden autores clásicos y latinos, el Antiguo y el Nuevo Testamento, hombres de la Iglesia Católica y reformadores religiosos, y humanistas y pedagogos del siglo XV y de su propio tiempo. Las citas del Antiguo y el Nuevo Testamento son muy frecuentes a lo largo de toda la obra. Son numerosas las ocasiones en las que recurre a ambas fuentes, algo más copiosas en lo que respecta al Nuevo Testamento. Entre los autores griegos encontramos referencias de Pitágoras, Hipócrates, Pítaco, Sócrates, Platón, Isócrates, Aristóteles, Eurípides, Plutarco, Timoteo y del músico de Alejandro Magno. El más citado es Aristóteles: recuerda, manifestando su acuerdo, la comparación del alma del hombre con una tabla vacía en la que se ha de escribir, la afirmación de que el hombre es un animal racional, la idea de que la reverencia ante Dios es innata, así como lo es el deseo de saber, la pregunta acerca de por qué es breve la vida del hombre y la amplitud de la educación que proporcionó a Alejandro. Pero Comenio incluye a Aristóteles entre los autores paganos a los que, como veremos, somete a crítica. Otro autor que menciona con cierta frecuencia es Platón y lo hace en una cuestión fundamental. Recuerda al Timeo, en donde Platón expresa que Dios es el sumo bien sobre toda sustancia, toda naturaleza y es a quien todas las cosas se dirigen, una afirmación de carácter religioso que Comenio considera una verdad evidente. También cita a Platón para caracterizar al hombre como un animal extremadamente manso y divino cuando es domado con extrema disciplina pero que, si no tuviera ninguna o esta estuviera equivocada, sería el animal más feroz que la tierra pudiera producir. Toma asimismo a Platón como ejemplo del uso del diálogo en la elaboración de libros didácticos, aunque más adelante incluye una crítica de Melanchthon a Platón. Las menciones a autores latinos son también muy numerosas. Encontramos citas y referencias a Horacio, Virgilio, Séneca, Cicerón, Josefo, Marcial, Juvenal, Plauto, Ovidio, Catulo, Tibulo, Luciano y Quintiliano. Dos autores a los que recurre una y otra vez, a los que les da una excepcional voz en su obra, son Cicerón y Séneca. Encuentra en Cicerón, aunque pagano, muchas de las ideas que le sirven de base teórica: la idea optimista de 47

que hay en nuestros espíritus gérmenes innatos de virtudes que, si pudieran desarrollarse, por su propia naturaleza nos conducirían a la bienaventuranza; ideas en cuanto a la brevedad de la vida. Comenio recuerda la respuesta de Cicerón acerca de que la primera maestra de piedad es la naturaleza y que nunca nos equivocaremos si seguimos a la naturaleza. Las semillas serán recibidas si se ha preparado a la inteligencia con la filosofía moral. Los niños, cita Comenio, recogen de inmediato innumerables cosas, lo cual facilita la educación, pero no se debe enseñar retórica a quien no sabe hablar, se debe seguir un orden en la enseñanza. La palabra de Séneca aparece también de manera recurrente, siempre con gran respeto a su pensamiento. Se apoya en él para caracterizar a la naturaleza del hombre. El hombre no es bueno, pero fue hecho para el bien, con el fin de que, recordando su origen, procure asemejarse a Dios. Recuerda que dice Séneca que “nadie intenta injustamente ascender allí de donde había bajado”. Así como Comenio había hallado ya la idea en Cicerón, cita a Séneca cuando afirma que existen en nosotros mismos los principios de todas las artes en razón de que Dios, nuestro maestro, “desde lo oculto produce los ingenios”. Sus frecuentes citas de Séneca incluyen referencias a que lo primero es rendir culto a los dioses, atribuirles majestad y adornarlos con bondad, saber que ellos presiden el mundo y que son los que protegen al género humano. De Séneca toma la afirmación de que la educación exige esfuerzo y pasión para lograr una comprensión rápida y una memoria tenaz. Y, también, que es importante aprender primero buenas costumbres. Siendo breve el tiempo de la vida, hay que usarlo bien y se podrá tener una vida perfecta que consiste en lograr la Sabiduría, que es el fin máximo. El aprendizaje exige poner atención. Comenio afirma, como Séneca, que el maestro solo hablará cuando sea escuchado. No enseñar mucho sino lo necesario y eficaz, pero cuidando de no sujetarse a las palabras sino preocupándose porque se aprenda el sentido. Una semejanza es percibida por Comenio entre Séneca y él. Recuerda que decía Séneca: “¡Qué locura dedicarse a aprender cosas inútiles en medio de la miseria de este tiempo!”. Entendía, pues, Comenio que su tiempo y el de Séneca eran igual de difíciles y que era necesario trabajar siempre esforzadamente. Apoyándose otra vez en Séneca añade que el trabajo produce ánimos generosos. Comenio cita también a autores cristianos medievales y teólogos: Lactancio, Crisóstomo, Cassiodoro, San Agustín y San Jerónimo. Sus citas de San Agustín, a quien considera maestro de la teología, se concentran en torno de las cuestiones relacionadas con la búsqueda de la sabiduría. “Si todo se comprendiese fácilmente, no buscaríamos con empeño la verdad ni la encontraríamos con placer”, repite Comenio recordando a San Agustín. La fuente de la verdad está en la Sagrada Escritura, en ella está la filosofía porque todas las causas de los seres naturales están en Dios, su creador. En ella se encierra la ética porque la vida honesta y feliz no se consigue sino amando lo que debe ser amado y conforme debe ser amado, esto es, amando a Dios y al prójimo. En ella está contenida la lógica porque solo Dios es la verdad y la luz del alma racional. Allí estriba también la salvación de la república, porque no hay mayor seguridad para la ciudad que la que descansa en la fe y la concordia. La comprensión no es sencilla pero, como encuentra dicho en San Agustín, hay profundidades en la Sagrada Escritura, aunque son 48

de tal naturaleza que “en ellas se hunden los elefantes y nadan los corderos”. Se refiere a Lutero varias veces y a los humanistas, que encuentran un lugar importante en sus menciones. Cita a Ramus, Melanchthon, Vives, Pico della Mirandola (1463-1494), Erasmo, Lubin, Alsted, Andreae, Docemio y a Hipólito Guarinoni (15711654). Comenio, en su crítica a las escuelas de su tiempo, retoma las condiciones que había enumerado Lutero en 1525 en su exhortación a las ciudades del Imperio Alemán. Ellas consistían en que en todas las ciudades, pueblos y aldeas se crearan escuelas para educar a la juventud de uno y otro sexo, de modo que, incluso aquellos que se dedicasen a la agricultura y a los oficios, frecuentando dos horas diarias la escuela, se instruyeran en las letras, las costumbres y la religión; que se estableciese en las escuelas un método fácil mediante el cual no se llevara a nadie a huir de los estudios, sino que, por el contrario, fueran todos atraídos por una variedad de estímulos y que los niños no experimentaran menor placer en los estudios que en los juegos. Esta última idea atrae especialmente a Comenio y la cita en dos oportunidades en la obra. De esta manera, concluye, las escuelas de verdad prepararán para la vida. También, cuando Comenio habla del método para enseñar la piedad, cita a Lutero, quien decía que tres fuentes formaban al teólogo: la meditación, la oración y la prueba o tentación. Pero Comenio va más allá y afirma que son las tres fuentes necesarias para formar, ya no a un teólogo, sino a un hombre cristiano. Comenio era un humanista y su pensamiento abreva en el de otros humanistas anteriores o contemporáneos a él que se habían ocupado de cuestiones relacionadas particularmente con la educación. De su maestro Alsted toma la idea de que se establezcan dos tipos de escuela, uno destinado a los niños que se van a dedicar a las artes mecánicas, el otro para quienes van a estudiar luego en la escuela latina. Dos autores a los que cita con gran respeto son Erasmo y Vives. De Erasmo toma una concepción positiva hacia el estudio de la filosofía cristiana y de la religión, así como su rechazo a la lectura por la juventud de libros profanos. Estas citas son las más extensas del libro. La influencia de Vives sobre Comenio fue muy importante, como lo señala, por ejemplo, Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912). (1) Comenio cita a Vives cuando argumenta que el hombre puede aprender: “¿Qué otra cosa es el cristiano sino el hombre devuelto a su naturaleza, y que ha recobrado en cierto modo su alcurnia, de la cual el diablo lo había desposeído?”. Y acude asimismo a Vives para fundamentar su pensamiento pedagógico al sostener que en la infancia hay que desarrollar la memoria que requiere con ese fin la ejercitación diaria, no dejándola descansar. Toma de él la idea de que aunque la especulación sobre las teorías de las cosas puede ser fácil, su aplicación es ardua y compleja, aunque de gran utilidad. Cita, a este respecto, a Vives: “La verdadera sabiduría consiste en juzgar correctamente sobre las cosas, y apreciar cada una según su valor. […] que se acostumbre, pues, ya desde niño a tener opiniones verdaderas sobre las cosas, que vaya madurando con la edad”. Comenio emplea expresiones muy semejantes para presentar sus ideas sobre la enseñanza de las costumbres. 49

En la introducción dirigida a los lectores presenta un número apreciable de autores como antecedentes de su obra: Wolfgang Ratke, Eilhard Lubin, Christoph Helwig, Stephanus Ritter, Elias Bodin, Philipp Glaum, Ezechiel Vogel, Jacob Wolffstirn, Andreae y Janus Cecilius Frey.

1- Menéndez Pelayo, Marcelino, Contestación al discurso de ingreso de Adolfo Bonilla y San Martín en la Real Academia de la Historia, 26 de marzo de 1911; disponible en: .

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¿Dónde se encuentra la sabiduría? Múltiples citas de autores diversos, de distintas épocas, naciones y culturas, acompañan a Comenio en su pensamiento, pero como didacta se pregunta qué autores y qué libros deben leer los alumnos. Dedica un capítulo de su libro, el XXV, a esta cuestión. Una primera respuesta es que “si realmente queremos tener escuelas cristianas debemos sacar de ellas a los doctores paganos”. Se deben leer “los libros sagrados”. Pero ¿solo los libros sagrados? La respuesta se completa: “Se debe prescindir de los libros de los gentiles o, por lo menos, usarlos con cautela”. ¿A quiénes no leer? Enumera a distintos escritores: Terencio, Plauto, Cicerón, Ovidio, Catulo, Tibulo, Aristóteles y su corte pagana. Leerlos, afirma, es un abuso horrible, una gran profanación de la libertad cristiana, una experiencia llena de peligros. En consecuencia, es menester excluir de las escuelas cristianas los libros de los gentiles: “Escuchad las Escrituras”, “Crisóstomo dice: ‘Todo lo que es necesario aprender o ignorar, lo aprenderemos de las Escrituras’”. Dios prohibió enseñar las costumbres de los gentiles. “La verdadera Iglesia y los verdaderos devotos de Dios no erigirían ninguna escuela sino sobre la palabra de Dios, para obtener de ella la verdadera y celestial sabiduría que está por encima de la Sabiduría del Mundo”. La lectura de los libros paganos condujo a la pérdida de la llave de la ciencia. Hay que volver a las únicas fuentes puras de Israel y buscar solo en Dios la palabra para enseñar y dirigir a los hijos. Sus expresiones a este respecto son categóricas. No se deben leer los poetas satíricos romanos, no hay que leer a Plauto, a Ovidio, a Luciano, a Marcial, a los que tacha con adjetivos ofensivos como “lascivo”, “impío” u “obsceno”. Porque solo Dios es el camino de la verdadera sabiduría. Admite Comenio que estos libros no son los ídolos que Dios ordenó destruir en el Antiguo Testamento. Sin embargo, considera que son residuos de aquellos a los que Dios quiso alejar de su pueblo cristiano y que, por esta razón, son todavía más peligrosos. Si antes los ídolos deslumbraban los ojos con el oro que recubría a los fetiches, ahora los libros deslumbran a la inteligencia. “¡Con su perfume letal alejan las Escrituras!” Hay que rechazar, entonces, los delirios de filósofos y poetas. San Jerónimo denomina a la poesía “vino de los demonios”. Y Comenio agrega, hay que guardarse de esos filtros de Satanás. Recomienda que, al igual que los efesios arrojaran al fuego los libros de magia, se echen al fuego los libros que, como cristianos, ya no se necesitan. Y que, como en la Iglesia moderna de los griegos, se prohíba su lectura, bajo pena de anatema. Sin embargo, y de manera en apariencia contradictoria, reconoce también Comenio que hay argumentos para defender la lectura de los libros de los gentiles. Presenta y 51

comenta cada uno de esos argumentos. En primer lugar, recuerda que se alega que hay mucha ciencia en estos libros. Comenio no acepta este argumento. Las doctrinas mundanas nos alejan de las ideas divinas. En tanto las letras sagradas nos inculcan la piedad, las obras de los paganos nos inculcan la superstición. En este rechazo del argumento cita a Melanchthon, que se opone a la lectura de Cicerón tanto como a Platón, y a Aristóteles, a quien coloca en el último puesto entre los autores de la filosofía dialéctica. En segundo lugar, indica Comenio, se dice que los libros de los gentiles son necesarios para la filosofía ya que esta no puede ser extraída de los textos sagrados. Recuerda Comenio que según San Agustín, en los libros sagrados se encuentran todos los conocimientos de filosofía, de ética y de lógica. Comenio añade, asimismo, que otros muchos autores, que no cita, demostraron que los fundamentos de las ciencias y las artes filosóficas no se encuentran en ninguna parte con mayor exactitud que en las Sagradas Escrituras, en cuanto se habla en ellas de lo visible y lo invisible, sobre las causas de lo natural y lo artificial y en los textos se nos prescriben reglas para pensar y actuar sabiamente. En tercer lugar, Comenio señala que se recurre al argumento de que los escritos de los gentiles tienen elegancia de estilo. Ante este argumento ofrece cuatro respuestas. Respuesta 1. Si para apreciar o aprender la elegancia del estilo literario en latín hubiera que leer a Terencio, Plauto y otros semejantes, como Catulo y Ovidio, esto sería semejante a colocar a los alumnos frente a hombres depravados que los podrían arrastrar a la ruina. Nosotros debemos comprender que no podemos enviar a los niños a posadas y lupanares para que aprendan a hablar. Aunque Comenio reconoce que no es malo todo en estos autores, también es cierto, dice, que el mal arrastra siempre con facilidad. De ahí que sea un peligro que los jóvenes los lean. Compara a los poetas satíricos con el veneno y su efecto letal, incrementado por la fantasía ingeniosa y la facilidad de su lenguaje. A quienes objetan que no todos los autores gentiles son impuros, como sería el caso de Cicerón, Virgilio y Horacio, afirma Comenio que, en verdad, son también paganos que alejan del verdadero Dios. En tanto Cristo, en cambio, nos aleja del mundo, ellos nos sumergen en él, esto es, en las tinieblas. Respuesta 2. ¿Qué hay, pregunta Comenio, entre los escritores profanos que no se encuentre en los sagrados? Si es la elegancia del lenguaje, las palabras de Dios son perfectas y penetrantes como las espadas y ardientes como el fuego que funde los metales y más fuertes que los martillos que quiebran las piedras. Ellos también cuentan historias memorables, verdaderas y maravillosas. Ofrecen también tropos, figuras, alusiones, alegorías, enigmas y apotegmas. Entre los escritores paganos, Comenio rechaza a Homero y a Virgilio. Los paganos, afirma, escriben fábulas. Las Escrituras, en cambio, presentan la realidad y la verdad misma. Respuesta 3. Es cierto que los libros de los paganos son elegantes y algunos piensan que debemos conocerlos para apoderarnos de sus adornos. Pero podrían estar destinados a los varones ya firmes y robustos en la condición, el juicio y la piedad, no a los niños y jóvenes que todavía carecen de estas. Respuesta 4. Si tuviéramos, empero, que admitir a algunos, deberían ser Séneca, 52

Epicteto, Platón y otros semejantes, maestros de virtudes y honestidad. Erasmo sostenía una posición semejante, a lo cual Comenio agrega que habría que suprimir los nombres de los dioses y todo lo que hubiera de superstición. Y, por último, argumenta Comenio que no se prohíbe a los cristianos en general leer esos libros de los profanos, dado que no ignoramos el privilegio celestial que Jesucristo concedió a los que creen en Él de manejar serpientes y venenos, como dice el Evangelio de San Marcos. Solo hay que recordar que es necesario cuidar de no lanzar las serpientes a los niños a los que hay que alimentar solo con la palabra divina. Hasta acá, las repuestas al tercer argumento. Respecto del cuarto argumento de quienes sostienen que la lectura de las Sagradas Escrituras es difícil para los niños, por lo que antes habría que iniciarlos en la lectura de otros libros, Comenio opone tres respuestas. Primero recuerda una anécdota de Timoteo, músico griego de la Antigüedad que cobraba el doble a los alumnos que llegaban a él después de haber tenido otro maestro, porque afirmaba que representaba un doble trabajo, que olvidaran primero lo que estaba mal y aprendieran luego lo que está bien. Si Jesús dijo “Dejad que los niños vengan a mí”, no se trata de enviarlos primero a Satanás. La segunda respuesta de Comenio es que no es verdad que la lectura de las Escrituras exceda la capacidad de los niños. La palabra de Dios, afirma, está adaptada a nuestra inteligencia, es dulcísimo, suavísimo y saludable alimento para los niños. Y, por último, la tercera respuesta: como dice San Agustín, se puede llegar a comprender los textos sagrados de manera gradual, esto es, por fases. Y a través de las historias sagradas y las sentencias morales, podrán llegar a los misterios de la fe. Los libros más difíciles para los jóvenes son, en realidad, los de Terencio, Cicerón y Virgilio. No fueron escritos para niños, sino para adultos que frecuentan el teatro o el foro. Por este motivo, son los adultos los que pueden sacar provecho de su lectura. A los niños, en las escuelas cristianas, hay que formarlos en el Cielo y no en el mundo. En consecuencia, no conviene enseñarles las ideas platónicas y aristotélicas. Solo la ciencia de Dios. Este es, sin duda, un difícil tema para Comenio. Sus palabras iniciales de rechazo y su invitación a quemar libros asombran cuando recordamos que, en dos ocasiones, su biblioteca y algunos de sus manuscritos fueron quemados por sus adversarios religiosos. Por otra parte, hemos visto que su pensamiento está ligado al de algunos autores profanos que ejercieron indudable influencia sobre él. Se apoya continuamente en la palabra de Cicerón y Séneca, entre otros. Un Cicerón al que dice rechazar por ser pagano. ¿Puede ignorar que la historia del pensamiento es compleja y que no hay una única interpretación acerca de la verdad de la Sagradas Escrituras? Su propia comunidad es una entre muchas y defiende su libertad de pensamiento frente a las demás. Y debemos recordar que este libro, en el cual se multiplican las citas de muchos escritores no cristianos y también de escritores católicos y de distintas corrientes de la Iglesia reformada, está destinado “a todos los que presiden los asuntos humanos, los gobernantes de los Estados, los pastores de las iglesias, los rectores de las escuelas, a los padres y tutores de niños”. Sin duda, Comenio confiaba en el buen juicio de todos ellos.

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Las metáforas en el texto de Comenio Siguiendo una antigua tradición, presente con sentido pedagógico en los libros sagrados del cristianismo y en las obras destinadas a ofrecer recomendaciones o a establecer reglas para la enseñanza de modo de facilitar los aprendizajes, como por ejemplo, en los sermones de Jesús, en los escritos de San Agustín o de Cesáreo de Arlés (470-542), en las obras renacentistas es muy frecuente la apelación al uso de metáforas para expresar las ideas, así como el empleo de ilustraciones en las que se exponen concepciones acerca de las relaciones que se establecen entre los componentes de los sistemas que se describen. Constituyen particulares recursos didácticos a los que acuden muchos autores de la época de Comenio. En la Didáctica Magna de Comenio es común el empleo de metáforas. Algunas de ellas son mencionadas en repetidas oportunidades y su análisis nos permite comprender mejor las concepciones del autor. En la primera parte del Novum Organum, Francis Bacon, a quien se considera fundador del realismo moderno, había empleado una rica metáfora para presentar el problema del origen del conocimiento. Es su famosa metáfora sobre las hormigas, las arañas y las abejas: Las ciencias han sido tratadas o por los empíricos o por los dogmáticos. Los empíricos, semejantes a las hormigas, solo deben recoger y gastar; los racionalistas, semejantes a las arañas, forman telas que sacan de sí mismos; el procedimiento de la abeja ocupa el término medio entre los dos; la abeja recoge sus materiales en las flores de los jardines y los campos, pero los transforma y los destila por una virtud que le es propia. Aunque no lo cita en la Didáctica Magna y Francis Bacon tuvo, en efecto, gran influencia sobre el pensamiento de Comenio, este también menciona a los dos insectos y a las arañas. Los caracteriza como animales que poseen una habilidad innata, gracias a la cual hacen siempre lo mismo, y responden, por tanto, a un orden. El orden es, para Comenio, el principio que mantiene al universo.

El huerto Otra metáfora muy potente empleada por Comenio es la del huerto, el jardín, o jardín de flores. La utiliza en distintos niveles. En primer lugar, al comienzo de la obra, el 55

Paraíso es el huerto en el que crecía el árbol de la vida, el árbol del bien y del mal, corrían ríos de agua viva y Dios había colocado a su criatura, la que luego fue expulsada del huerto. La Iglesia se compara con el Paraíso, con el jardín. Volver a la Iglesia sería, entonces, como volver al huerto. Los obreros de Dios son “los horticultores espirituales” que deben cuidar “del nuevo semillero del Señor”. Dios transforma los desiertos en un jardín de las delicias. En el cap. V, §1, Comenio recuerda que el destino del hombre es volver a su origen, a la naturaleza, al sitio de donde salió por culpa del error del primer hombre, del pecado original. Y que a nadie le está vedado lograrlo porque Dios, en su sabiduría infinita, “plantó en el hombre raíces eternas”. Tierra, simientes, semillas, frutos, árboles, manantiales, pueblan las páginas de la Didáctica Magna. En otro nivel, en el plano del ser humano, en el cap. V, §5, relaciona el entendimiento del hombre con una simiente o un germen que, cuando es depositado en la tierra, emite raíces para abajo y tallos hacia arriba, de modo que, en virtud de su fuerza nativa, se convierten después en troncos y ramas, se cubren de hojas y se adornan con flores y frutas. “Es necesario, afirma, que nazcan primero las simientes de las cosas para que estas se desarrollen en forma gradual” (A los lectores, §6). Esta metáfora se encuentra desarrollada en su totalidad en la caracterización que hace Comenio de las cuatro escuelas que propone crear: Con razón hay quien considera estos cuatro géneros de escuelas como semejantes a las cuatro partes del año. La maternal se asemeja a la amable primavera, adornada de brotes y florecillas de variada fragancia. La escuela vernácula representa el verano, que revela ante nosotros las espigas llenas de los frutos maduros de los campos, manzanos y viñas. La escuela latina corresponde al otoño porque aquí el fruto de los campos y las viñas es cosechado y almacenado en los graneros de nuestra mente. Y la academia, finalmente, es como el invierno, que prepara los frutos escogidos para sus diversos usos, a fin de que tengamos con qué vivir en el resto de la vida (cap. XXVII, §9). Se expresa de modo semejante en la comparación entre las edades de la vida y el curso de las estaciones del año. El mundo es la naturaleza y en ella la obra del hombre en el tiempo es lograr el crecimiento de aquello que, por designio de Dios, abre el camino hacia la humanidad y la salvación.

El reloj De origen ptolomeico, una metáfora de gran alcance en Comenio es la metáfora del reloj. En el cap. V, §15, afirma: El propio hombre no es ninguna otra cosa sino armonía, tanto en lo que respecta al 56

cuerpo como al alma. Pues así como el mismo mundo grande es semejante a un enorme reloj, compuesto con tanto arte de muchas ruedas y campanas que cada parte recibe de la otra la continuidad y armonía de los movimientos en todo el conjunto, así también es el hombre (la itálica es mía). En el §16, continúa desarrollando esta idea: “Así también, en los movimientos del alma la rueda maestra es la voluntad […]. El cerrojo que abre y cierra el movimiento es la razón, que mide y determina qué, dónde y hasta qué punto algo debe ser adoptado o rehuido”. Quizás influido por las ideas de armonía de Vives y de la Ramée, también en el cap. V, §17, por ejemplo, dice Comenio: He aquí, pues, que en verdad el hombre no es en sí mismo nada más que armonía. Por tanto, así como cuando un reloj o un instrumento de música, creados por las manos de un sabio artesano, se descomponen y desafinan, no decimos inmediatamente que ya no sirven (ya que pueden ser reparados o rectificados), así también ha de afirmarse que el hombre, por más corrompido que esté por haber caído en pecado, puede ser reparado con medios ciertos por la virtud de Dios (la itálica es mía). En el cap. XIII, §12, explica por qué el reloj es un instrumento pleno de virtudes. Estas residen en el orden, y en el §14 caracteriza el orden en términos de que es aquel del cual todo depende: “La totalidad depende de un único orden”. Un orden que se ha de aplicar al arte de enseñar, y así lo compara con un reino administrado con sabiduría, que es aquel en el que todos están vinculados mediante leyes y obligaciones. En el cap. XIII, §16 concluye: “Tratemos, pues, en nombre del Altísimo, de establecer una organización de las escuelas que equivalga en todo aspecto a la de un reloj construido con el mejor arte y finamente decorado con una rica ornamentación” (la itálica es mía). El reloj es, pues, el modelo de la armonía porque representa a una máquina compleja armónica, esto es, a un sistema dinámico que, a pesar de sus desplazamientos, o gracias a lo acordado de los movimientos de múltiples piezas, puede funcionar con exactitud, equilibrio y estabilidad. Como la máquina de Arquímedes, dice Comenio, el reloj está tan bien estructurado que sus partes se ayudan mutuamente para multiplicar sus fuerzas. Un modelo que en su tiempo, convulsionado y de cambios imprevisibles, representaba para Comenio un logro de la tecnología, que lo había perfeccionado mediante la inclusión de una segunda aguja que medía fracciones de tiempo más pequeñas, la aguja minutero, y que le podía servir no solo como descripción de un sistema organizado y previsible sino también como ideal para caracterizar al mundo, al hombre, al reino y a la escuela. El reloj es un modelo deseado de orden en el cambio y de sabia organización. En el texto, el orden aparece, con insistencia, como un valor que no solo constituye un rasgo entre 57

otros, sino que mantiene al universo. En el cap. XIII, dedicado precisamente al orden, dice el autor que el mundo perdura porque se conserva el orden en la medida en que cada criatura tiene un lugar natural. En el firmamento hay un orden inmutable que hace que los siglos transcurran exactos en años, meses y días. Orden y cambio, orden y movimiento. El reloj ordena la dinámica del sistema. En nuestro cuerpo, una única inteligencia puede gobernar a los miembros que están entrelazados por víncu​los perpetuos. De igual modo, en un reino bien administrado, el orden se mantiene por las leyes y los deberes.

El espejo Una tercera metáfora a la que recurre en distintas ocasiones es la metáfora del espejo. La pedagogía cristiana había apelado a esta metáfora de diversas maneras. Consideraban a la Biblia como el espejo en el que los hombres deben mirarse. San Agustín había denominado “espejo” a una colección de citas bíblicas destinadas a las lecturas de clérigos y laicos. Comenio emplea la metáfora asociando la mente del hombre y el poder de conocer. En el cap. V, §4, compara Comenio la mente del hombre con “un espejo esférico”: “Ciertamente, dice, el hombre se alza entre las obras de Dios, y posee una mente resplandeciente a modo de espejo esférico suspendido en una habitación, que recibe las figuras de todas las cosas” (la itálica es mía). Desarrolla una idea semejante en el mismo capítulo, en el §10, cuando describe el cerebro en el que se forman las imágenes. En el cap. XII, §16, dice que “difícilmente se dé un espejo tan sucio que a pesar de ello no reciba de alguna manera las imágenes”. El hombre es un espejo del mundo, un mundo que es obra de Dios. Una concepción que atravesó la historia de las ideas y que había sido expresada antes, por ejemplo, con un eco de ideas platónicas, por el obispo de París, Guillermo de Auvernia (1180-1249), quien escribió: Porque en su gloria última y su belleza última y en la beatitud que le ha sido prometida, el alma humana está destinada a devenir completamente semejante a su creador –y esto porque en conjunción inmediata con él, ella resplandecerá con su luz hacia él, como un espejo de una pureza perfecta […]–. Quién puede dudar, en efecto, de que el intelecto posible, que está hecho para entender y conocer todas las cosas, no sea el espejo de todas las cosas y la razón en acto. (1) Esta es una metáfora que había sido expresada también en el mundo de la filosofía hermética y de la alquimia (2) por varios autores, entre ellos Enrique Cornelio Agrippa de Nettesheim (1486-1535), quien escribió en De la filosofía oculta [De Occulta Philosophia]: “El hombre está hecho a la imagen de Dios. Dios consiste en el Universo entero y el hombre es el espejo del Universo”. (3) Así como también Robert Fludd 58

(1574-1637), a quien Comenio sin duda había leído porque lo cita en otro lugar, afirma en el célebre libro de la orden Rosacruz, Utriusque Cosmi, refiriéndose al Génesis: “La luz sin crear del espíritu reflejada en la esfera del ardiente firmamento como en un espejo, y los reflejos que retornan son las primeras manifestaciones de la luz creada”. (4) En las Obras Teosóficas [Epistolae theosophicae] de Jakob Boehme se lee: “El alma es un ojo de fuego, un espejo de fuego, en el que Dios se ha revelado a sí mismo”. (5) En el texto de Comenio, el espejo representa al mismo tiempo la humildad ante la creación, a la que se conoce desde el lugar del hombre y no desde el lugar del Dios creador, pero también le asigna la majestad de quien, siendo una criatura divina, puede llegar a conocer y alcanzar la sabiduría. La metáfora del espejo se completa con la idea del “espejo esférico”. Un espejo esférico puede ser cóncavo o convexo, pero mantiene un radio constante en su curvatura. En la metáfora de Comenio suponemos que se trata de un espejo convergente, en el que los rayos siguen una determinada trayectoria que en época anterior había sido estudiada, entre otros, por Leonardo da Vinci. De esta manera, él concibe al espejo como una esfera que cubre al hombre y que, en conjunto, le aproxima la diversidad de las imágenes al punto central en el que él se encuentra.

La escuela en metáforas La primera metáfora que encontramos en la Didáctica Magna se halla en §1 de su mensaje “A los lectores”: “Algunos hombres ilustres, compadecidos de la abrumadora mole de Sísifo que son las escuelas, procuraron, antes que yo, ponerles remedio”. Nos advierte, así, la enorme dificultad de la tarea que está emprendiendo. Compara las escuelas con “fábricas de humanidad”, expresando, de esta manera, la importancia formadora que les otorga. Para indicar el carácter imprescindible de la disciplina en la escuela, y después de señalar que debe ser ejercida con benevolencia, sostiene que “una escuela sin disciplina es como un molino sin agua”, esto es, una maquinaria que no puede trabajar, que es inútil.

Otras metáforas Comenio emplea, con fines didácticos, multitud de otras metáforas; algunas, en las que establece semejanzas con las aves, los árboles o algunos objetos, son presentadas de manera sistemática. Compara los procesos de aprendizaje y de enseñanza con las transformaciones que suceden en el mundo de la naturaleza, apelando con frecuencia a las plantas y los animales y, también, a las artes mecánicas, señalando analogías con objetos fabricados por el hombre como la máquina de Arquímedes. Todos estos ejemplos que ofrece en el texto pertenecen a la esfera de la vida cotidiana y son de fácil comprensión para los lectores. Es un tipo de construcción que constituye una 59

característica de toda la obra. Hallamos paralelos con semillas, lámparas y con la mola del molino, con la rueda y con un órgano musical. El sol, origen de la luz y el calor, es mencionado con frecuencia, pero recuerda que es el origen de la lluvia y el viento e incluso, aunque raras veces, del rayo y del trueno. En el cap. IX, §3, encontramos que debemos imitar al sol que ilumina, vivifica toda la tierra a fin de que todo cuanto pueda vivir, crecer, florecer y fructificar, efectivamente viva, crezca, florezca y fructifique. Afirma que el crecimiento del cuerpo es semejante al de la educación. Compara la razón con la tierra, con un jardín, con una tabula rasa, una cera que se moldea. Asocia la tarea de educar con el lanzamiento de bombardas de fuego que, merced a una adecuada y proporcionada mezcla de elementos, se pueden lanzar hacia el objetivo sin riesgos y sin fallo. Usa metáforas mecánicas como la nave y el carro, además del reloj: “No hay en ellas fuerzas ocultas”. El castigo, que debe aplicarse con medida y evitarse en lo posible, se aplicará a las costumbres pero no a los estudios, y es como un remedio amargo recetado por un médico que, aunque desagradable, posee efectos benéficos. Todos estos ejemplos pertenecen a la esfera de la vida cotidiana. Como vemos, los emplea con el propósito de facilitar la comprensión de las ideas pedagógicas para todos los lectores.

El arte tipográfica Entre las comparaciones a las que recurre el autor, hay otra metáfora muy interesante que da un sello particular a la presentación de su pensamiento. Esta es la metáfora del arte tipográfica. En el cap. XIII, §9, Comenio se pregunta: “¿Qué es lo que da su eficiencia al arte tipográfica, la cual hace posible la multiplicación de libros en forma rápida, elegante y correcta?”. A continuación responde: “Es sin duda el orden que se observa para cincelar los tipos de bronce de las letras y para fundirlos, pulirlos y ponerlos en caja, así como para combinarlos en textos, meterlos bajo la prensa, etc., y para preparar, macerar, extender el papel, etc.”. Como en el caso del reloj, la respuesta es el orden. Se trata de una metáfora que luego es desarrollada largamente por el autor en el cap. XXXII. En este texto, Comenio resume su pensamiento acerca de la didáctica. El §2 lleva como título “Resumen de las aspiraciones de llevar el arte de la didáctica a la seguridad y esmero del arte tipográfica”. Contrasta los métodos de enseñanza más comunes empleados en su tiempo, o la falta de método, con la escritura manuscrita de otras épocas, la que ha sido ventajosamente sustituida mediante la utilización de la imprenta. El método nuevo que él propone, dice, una vez aceptado, permitirá enseñar a mayor número de alumnos, con más eficiencia y mayor agrado. Se interroga: “¿Por qué la imprenta es superior y sus logros son mejores?”. Y responde: “Porque se pueden imprimir más ejemplares en menos tiempo, serán todos iguales, serán todos correctos ya que, corregido un ejemplar, todos serán semejantes, el papel en el que se imprime no 60

requiere ser de una clase especial, todo papel sirve”. Y, por último, “porque la escritura no depende de la habilidad manual de quien escribe sino de los tipos que emplea”. Comenio encuentra semejanzas entre su método de enseñanza y las ventajas mencionadas. En el §4 las enumera: “Con un conjunto menor de docentes se instruye a una cantidad de alumnos muy superior que la instruida hoy con los métodos habituales”, resultarán mejor instruidos, con una formación perfeccionada y llena de atractivo, que puede ser aplicada a todos, para que aprendan tanto los más dotados de inteligencia cuanto los menos dotados y más lentos, y permitirá enseñar también a todos aunque no tengan por naturaleza la habilidad para hacerlo porque contarán con una cultura ya preparada y medios puestos a su disposición. Su comparación lo lleva a asemejar el arte de enseñar a un arte de ejecución, como el de un organista que ejecuta una partitura. A partir de asimilar la inscripción de las ciencias en la mente como la de los tipos en el papel, Comenio lleva tan adelante esta relación del aprendizaje con la impresión tipográfica, que propone aplicar a la nueva didáctica el nombre de “didacografía”. Paso a paso, el razonamiento es el siguiente: son comparables cosas y operaciones. En el arte tipográfica las cosas son el papel, los caracteres, la tinta y la prensa. Las operaciones son la preparación del papel, la composición de los caracteres y del prototipo, el entintado, la corrección de pruebas, la impresión, el secado, etc. En la didacografía el papel son los alumnos, los caracteres son los libros didácticos y la tinta es la voz del docente que transfiere el significado de las cosas a la inteligencia de los alumnos. La prensa es la disciplina escolar. Hay que poner los mismos cuidados en las operaciones en ambos, en el arte tipográfica y en la didacografía. Es muy interesante la referencia que hace Comenio a la distribución apropiada de los caracteres en cajas y casilleros, porque le ofrece un modelo del modo en que él entiende que hay que organizar los conocimientos para que puedan ser aprendidos en forma gradual a lo largo del curso escolar. Con el propósito de llevar a la práctica el método, los docentes deben recibir libros de instrucciones y los alumnos necesitan contar con libros de temas. A través de la voz del docente, lo enseñado cobra vida. El docente apelará a convocar la atención de los alumnos. La disciplina escolar, siempre de manera prudente, recurrirá primero a la vigilancia continua, si fuera necesario, a la reprimenda y, solo si fuera imprescindible, al castigo. Antes había citado a Eilhard Lubin: “No usar en las escuelas ni varas ni azotes. Deben ser desterrados para que no engendren ni torpeza en el carácter ni inteligencia servil”. (6) El calendario escolar debe ser establecido con extremo cuidado, con períodos de trabajo y de descanso. Cuatro horas diarias de clase, el sábado tendrán asueto por la tarde y el domingo se dedicará al culto divino. Como vemos, expuestas de modo pormenorizado una cantidad de similitudes que Comenio encuentra entre la impresión, por un lado, y la enseñanza y el aprendizaje, por el otro, la metáfora se convierte, más que en un recurso para explicar lo que el autor piensa, en una herramienta conceptual utilizada para justificar y construir la teoría. No es extraño que, en su afán por modernizar la enseñanza reemplazando viejas prácticas, carentes de método, Comenio recurra al símbolo del progreso mecánico que se había inventado en su tiempo en el campo de la información y que había revolucionado las 61

comunicaciones de conocimientos científicos y artísticos. La imprenta, como actualmente la computadora, constituía sin duda un atractivo para quien pensara en un nuevo modo de enseñar. La metáfora que emplea Comenio es, en este sentido, el antecedente de la metáfora de la mente como computadora que todavía encontramos en las teorías de procesamiento de la información actuales.

1- D’Auvergne, Guillermo, “Magisterium Divinale”, en De l’âme, VII, intr., trad. y notas de Jean-Baptiste Brenet, 1-9, París, Livrairie Vrin, col. “Sic et Non”, 1998, p. 82, nota (la itálica es mía). 2- Roos, Alexander, The hermetic museum. Alchemy & mysticism, Colonia, Taschen, 2006. 3- Agrippa de Nettesheim, Henri Cornelius, Filosofía oculta , libro III, cap. XXXVI; disponible en: (las itálicas son mías). 4- Fludd. p 97, cit. por Roos, Alexander, ob. cit. (las itálicas son mías). 5- Böhme, Jacob, The incarnation of Jesus Christ, cap. III, §21, 1620; disponible en: . 6-Eilhard Lubin o Lubinus, teólogo, filósofo y matemático alemán.

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Las ideas sobre la educación en la Didáctica Magna La fe de Comenio en la educación no tiene límites (véase, por ejemplo, el cap. XII). Considera a la educación indispensable para que el hombre sea un animal racional, sabio, honesto y piadoso. Afirma en el cap. VII, §2 que la formación del hombre es más sencilla en la primera edad y que solo puede ser plasmada en ella. Emplea varios argumentos para apoyar esta postura. Dios le otorgó al hombre los años de la juventud para que pueda moldearse, y la prolongó más que en los animales para que tengan más tiempo para formarse. Para lograr sus altos fines, dice, es menester comenzar la educación desde el nacimiento porque, en primer lugar, no se sabe cuándo deberá abandonar el cuerpo; en segundo lugar, porque precisa contar con instrucción antes de actuar; en tercer lugar, porque lo que es tierno es más fácil de formar; en cuarto lugar, porque el cerebro, que es más húmedo y blando en la niñez, se asemeja a la cera, puede recibir las imágenes de las cosas por medio de los sentidos y recoger las impresiones poco a poco; en quinto lugar, porque es firme solo lo que se aprende en la niñez y, por último, porque es menester educar de manera recta desde la niñez. Así pues, aunque se aceptara que se puede educar al hombre a lo largo de la vida, es necesario comenzar su educación en la edad más temprana. La escuela juega un papel fundamental en la educación que concibe Comenio. Hay que formar conjuntamente a los jóvenes en escuelas a cargo de preceptores, maestros y profesores y en lugares destinados a la enseñanza común, recogiendo la tradición creada desde que se fundaron las primeras instituciones, según Josefo, después del Diluvio. Pueden ser de diferentes tipos de acuerdo con las formas que fueron asumiendo las escuelas en la historia: escuelas, auditorios, colegios, gimnasios, academias, templos, iglesias. En su tiempo, afirma Comenio, las escuelas ya son incontables. Abrir escuelas es una sana costumbre que adoptaron hebreos, caldeos, egipcios, griegos, romanos, emperadores cristianos, reyes, príncipes y magistrados. Las razones de su creación se exponen en el cap. VIII: “La escuela es necesaria dado que hay un orden natural que debe ser observado y se requiere un lugar especial para enseñar. Además, los padres rara vez están en condiciones o tienen tiempo de educar a sus hijos. Hace falta una persona que se dedique a esa tarea en exclusividad. Es mejor, también, que se eduque a la juventud reunida y no en forma individual, para ejemplo e impulso entre los jóvenes. Las escuelas sirven para avivar, depurar y multiplicar las luces de la sabiduría”. En síntesis, la escuela es el lugar especial donde se puede educar a muchos jóvenes de modo racional y donde conviene mezclar a personas diferentes cuando son todavía jóvenes. Una cuestión a la que Comenio confiere particular importancia es su definición de 63

quiénes son los que deben recibir educación. Como hemos mencionado antes, sostiene con gran convicción que en su proyecto educativo deben ser abarcados todos los seres humanos, sean jóvenes varones y mujeres, ricos y plebeyos, niños y niñas y personas de todas las edades. Todos han nacido con el mismo fin principal y son imágenes de su creador. Por esta razón, la enseñanza en las escuelas debe ser universal. El propósito que se impone Comenio es el de “enseñar todo a todos”. ¿Qué significado tiene para él este “todo” que se habrá de enseñar a “todos”? El problema de los contenidos de la enseñanza escolar es uno de los objetos de su preocupación didáctica. Los hombres, dice, deben ser instruidos sobre los fundamentos, razones y fines de las cosas principales que existen y se crean. Por tanto, las escuelas deben instruir en las artes y las ciencias, promover el cultivo de los idiomas, formar costumbres honestas y educar en la adoración de Dios. Sus fines son formar en la sabiduría, la piedad y la prudencia. La sabiduría procura gozo y alegría y, unida a la piedad, proporciona el gozo en Dios que es el grado supremo de alegría en la vida terrenal. El modelo para la educación es Cristo, imagen absoluta de toda perfección. Pero, a partir del muy duro análisis crítico que hace Comenio de las escuelas de su época en el cap. XI, él encuentra que no han respondido a su fin con perfección. Sus conclusiones son lapidarias. Aunque parece que se sabe lo que las escuelas deberían ser, estas no lo han sido hasta ese momento. No hay escuelas que respondan, por ejemplo, al ideario de Lutero, no hay escuelas universales, no hay métodos suaves con los que los niños experimenten placer. Observa, entonces, que en el esfuerzo de su creación, las escuelas, sin embargo, no fueron creadas por igual en todos los lugares. No las hay en las aldeas y en las localidades pequeñas. E, incluso, observa que donde hay escuelas, por cierto, no son para todos. Son caras, solo para los ricos, con excepción de los casos, como ocurrió con él mismo, en que algunos niños y jóvenes reciban ayuda por compasión. Señala, por otra parte, que las escuelas son tan rigurosas que aterrorizan a los jóvenes. Muchos concluyen experimentando horror ante los libros. Las escuelas, de este modo, destruyen sus talentos, los impulsan a abandonarlas y se pierden, por estas razones, jóvenes inteligentes, lo cual constituye un perjuicio para la Iglesia y los estados. En las escuelas no se enseñan todas las cosas ni siquiera de manera elemental. No se enseña la piedad y las buenas costumbres. Se forma, según Comenio, a animales indómitos y petulantes. La disciplina es disoluta y las costumbres, licenciosas. En cuanto al método de enseñanza, es violento. Se inculca el conocimiento y se causa tedio. Se enseña sin claridad, de manera oscura, confusa e intrincada. Se transmite en cinco o diez años lo que se podría aprender en uno. Lo que se considera como erudición es más verbal que real. Se alienta la locuacidad vacía. El estudio del latín, tan importante para Comenio, es visto por él como trabajoso y complejo. Demanda quince o veinte años, lo que representa una gran pérdida de tiempo. Observa Comenio que los artesanos y los militares aprenden dos o tres lenguas mientras los escolares solo aprenden una. Así, afirma que él mismo perdió su juventud en varias escuelas. Y concluye que las quejas deben convertirse en deseos de mejorar. Su obra es, por tanto, una respuesta al proyecto de reformar en profundidad las 64

escuelas de su tiempo, una aspiración que consiste en edificar una escuela que pueda instruir a toda la juventud y en la que se hagan realidad los siguientes propósitos: • Que se realice la preparación para la vida de modo que concluya antes de llegar a la edad adulta. • Que se haga sin castigo ni rigor, leve y suavemente, sin coacción alguna y de manera natural. • Que se prepare a los jóvenes para adquirir un conocimiento verdadero y sólido, no falso ni superficial y que, en consecuencia, el animal racional se guíe por su propia razón y no por la ajena, que se enseñe no de memoria y por repetición, sino que se penetre hasta la médula de las cosas y se conozca su verdadero significado y empleo, acompañando al conocimiento la solidez de las costumbres y la piedad. • Que la enseñanza sea fácil en extremo y nada cansadora. Para ello es menester encontrar un método que utilice correctamente el tiempo y organice en forma adecuada el trabajo del maestro. Afirma Comenio que son suficientes cuatro horas de ejercicios públicos, de modo que un maestro pueda enseñar a cien alumnos con diez veces menos trabajo que el que en su época emplea con un solo alumno (cap. XII, §2). Deposita gran confianza en la buena resolución del método, en consecuencia, no solo en lo que se refiere a la calidad del aprendizaje sino también respecto de la posibilidad de extender y difundir la educación a un mayor número de alumnos. Se propone inventar un método perfecto –lo cual supone cambiar escuelas, libros y métodos usuales– para enseñar y lograr el fin de que “toda la juventud se instruya en letras, costumbres y piedad, sin ninguno de los odios y dificultades que, con el método corriente, cansan a los maestros y discípulos” (cap. XII, §9). Como hemos visto antes, es importante para Comenio el concepto de modo natural ya que liga este a la idea de que las cosas tienden a actuar de acuerdo con la aptitud para la que fueron creadas. Solo es necesario darles un ligero impulso y una prudente dirección. Esta es la noción que asocia a la idea de método en la enseñanza. Pero, indica, se habrá de tener en cuenta que no todas las personas son iguales. Comenio distingue seis clases de inteligencia (cap. XII, §§ 18 y ss.): en primer lugar, los más aptos para los estudios son los agudos y ávidos, los dúctiles, a quienes hay que ayudar para que no vayan demasiado aprisa. Un segundo tipo de inteligencia es la de los agudos y lentos que son, a la vez, complacientes. Ellos necesitan estímulo del maestro. Una tercera clase de inteligencia es la de los agudos y ávidos de saber pero bruscos y temerosos. Ellos son rechazados y odiados por los demás, pero si se los educa, se podrá apreciar que tienen valor. Un cuarto tipo de inteligencia es la de los simpáticos y ávidos de aprender, pero lentos y obtusos. Con ellos se debe ser tolerante y benigno, estimulándolos y apoyándolos. Van a tardar más tiempo en aprender pero son más tenaces que los de inteligencia vivaz. Hay que procurar evitar alejarlos de las escuelas. Un quinto tipo de inteligencia es la de los obtusos, indolentes y prejuiciosos. Pueden ser corregidos porque no son pertinaces, pero demandan mucha prudencia y paciencia. Por 65

último, se encuentra una sexta clase de inteligencia: la de los obtusos, de índole torcida y mala. Hay que tratar de corregirlos y de extirpar su tozudez, pero se logrará solo con uno entre millares. Sin embargo, en esa ocurrencia, el éxito, aunque escaso, servirá como testimonio de la bondad de Dios.

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Las ideas sobre la disciplina escolar en la Didáctica Magna En la pedagogía cristiana, las iniciales ideas acerca de la maldad innata del niño, manchado por el pecado original, habían desaparecido, en particular, en el pensamiento de algunos de los monjes que dirigían las escuelas monásticas. Se recordó que Cristo amaba a los niños, modelo de inocencia, y diferenciaron el trato que estos debían recibir, suave, dulce y amable, del que debía destinarse a los adolescentes, mucho más duro y severo. San Basilio, San Jerónimo y San Benito de Nursia, con algunas diferencias entre ellos, recomendaron a los maestros ser benevolentes. Como otros pedagogos de su tiempo, Comenio entiende por disciplina la medida correctiva que conduzca a ajustar la conducta a las reglas de orden. La escuela requiere vigilancia y atención, no gritos y golpes. Los formadores deben observar, según él, las siguientes tres cosas: conocer bien el fin, la materia y la forma de la disciplina, es decir que deben saber qué, cómo y cuándo emplear lo que denomina en el cap. XXVI, §2 una “severidad benéfica”. ¿Cuál es el fin de la disciplina? Su respuesta es categórica. Se aplica la disciplina solo a los que se alejan del camino recto para que no vuelvan a extraviarse. Aclara, sin embargo, que se debe aplicar sin pasión, ira u odio. El alumno debe aceptarla como se toma un remedio amargo recetado por el médico. Pero aquí Comenio establece una diferencia importante. La disciplina debe ser rigurosa pero no utilizada en relación con los estudios sino con respecto a las costumbres. Si los estudios se organizan en forma correcta, estimularán a las inteligencias. Los castigos no sirven para despertar el amor a las letras sino que, por el contrario, engendran aburrimiento y horror. Así pues, en relación con los estudios, hay que usar la dulzura y estimular los estudios, por ejemplo, por medio de alabanzas, de amonestaciones públicas, del ridícu​lo y por certámenes. La disciplina más severa y rigurosa se aplicará a las faltas en las costumbres. Son ellas las manifestaciones de impiedad, como pueden ser las blasfemias, la obscenidad u otras conductas contra la ley de Dios. Todas ellas son, sin duda, conductas pecaminosas. También se disciplinará la contumacia deliberada, que corroe las bases de las virtudes, y que se produce cuando se desobedecen las órdenes del preceptor o se incumple un deber. Estas faltas serán objeto de corrección disciplinaria así como también la soberbia y la altivez. Comenio agrega una muy interesante observación. Sostiene, asimismo, que debe ser objeto de corrección disciplinaria el prejuicio por el que se niegue ayuda en el estudio a un condiscípulo. El director de la escuela debe contener a la juventud en sus deberes empleando ejemplos continuos y sirviendo de modelo, usando palabras educativas de estímulo o de 67

reprensión, siempre con afecto paternal, y cuando los modelos suaves no sean suficientes, aplicando remedios más violentos que generen miedo en los demás alumnos. Esto último se ejecutará solo si hubiera causa justa.

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Las ideas sobre el método en la Didáctica Magna Comenio considera que para establecer cómo ha de ser el método para enseñar y aprender hay que remediar los defectos naturales. Hace uso de comparaciones para explicar su idea. En la primera, toma como ejemplo al pez. Este nada porque es un acto natural para él. Si el hombre quiere imitarlo tiene que utilizar operaciones semejantes, usar los brazos como aletas y los pies como cola. También las embarcaciones para navegar se construyen de acuerdo con esa idea, las aletas son los remos o la vela y en lugar de pies, en las naves usan el timón. Y añade, las aves vuelan por naturaleza. Cuando Dédalo las quiso imitar, tuvo que emplear y mover alas capaces de levantar a un cuerpo. Hay que imitar, por ende, a la naturaleza y compensar los defectos que los jóvenes puedan tener. Pero Comenio reconoce que no todos aceptan estas ideas. Muchos piensan que la educación no puede llegar a todos los seres humanos. Se levantan varias objeciones posibles. Algunos sostienen que la vida es corta para lograrlo porque hay mucho por conocer. Los jóvenes, dicen, se inclinan a la diversión, y la inteligencia suele detenerse en lo superficial. Los que crean que los resultados de la educación son dudosos no se aplicarán a buscarlos. A ellos responde Comenio que Dios ha tenido la sabia previsión de que nuestra vida sea corta para que, empleándola inteligentemente, nos prepare para una vida mejor, usando nuestra inteligencia y nuestra atención. Para el aprendizaje y la enseñanza, fundados en la naturaleza, Comenio presenta los siguientes principios: es necesario hacer la vida más larga para aprender lo necesario; debemos abreviar las artes para que el aprendizaje sea más veloz y, por último, hay que afinar la inteligencia para que se aprenda con solidez. Comenio fundamenta en el cap. XV la necesidad de la prolongación de la vida. Nuestra vida es breve y debemos emplearla bien. Aunque reconoce que es cierto que hubo hombres como Alejandro Magno, Pico della Mirandola y Jesucristo que murieron jóvenes y lograron lo que otros no pudieron conseguir siendo longevos, considera que extender la vida es, sin embargo, una necesidad para los hombres y para ello se requiere que el cuerpo aprenda a defenderse de las enfermedades y la muerte y que la inteligencia se prepare con el fin de administrar con sabiduría todas las cosas. El cuerpo es para el alma, escribe Comenio, habitación y abrigo. No podríamos oír, hablar, pensar ni hacer nada sin el cuerpo. “Porque nada hay en el intelecto que no haya pasado por los sentidos” (cap. XV, §8), la mente toma de los sentidos el material para sus pensamientos. Para conservar su energía, el cuerpo reclama una dieta moderada, hacer ejercicios y auxiliar a la naturaleza. Si hay una excepción, será la que Dios decida. Trabajo y reposo deben distribuirse de modo acertado, dividiendo el día en tres partes. Una para el sueño, 69

otra para los actos externos tales como el cuidado de la salud, la alimentación, la recreación, el vestirse y el conversar entre otras actividades. La otra tercera parte se dedicará al trabajo serio. En la semana, entonces, se destinarán 48 horas a las actividades del trabajo, un total de 2495 horas anuales. En este terreno, al igual que en la distribución del tiempo escolar, Comenio manifiesta una preocupación constante por el buen uso del tiempo. Se pregunta: “¿Cuántas horas serán, por lo tanto, al cabo de veinte o treinta años?”. Y responde: “Si en cada una se aprende algo, se obtendrá un tesoro de erudición” (cap. XV, §§ 16 y 17). Avanzando en la búsqueda de una respuesta a sus preocupaciones esenciales, plantea un conjunto de los que, entiende, son los requisitos generales para aprender a enseñar. Como en la naturaleza, afirma citando al Evangelio de San Marcos, la misión del que enseña es lanzar semillas de la doctrina para que fructifiquen y alcancen la madurez. Esta tarea requiere pericia porque, si bien afirma Comenio que ha sido corriente pensar que no había método determinado para hacerlo y que, por lo tanto, cualquiera se podía atrever a enseñar, él sostiene que está en condiciones de establecer las operaciones a las que debe ajustarse la enseñanza. Una noción fundamental se expresa en el cap. XVIII, §40: “Todo lo que se aprende debe ser transmitido a los demás”, a la cual añade un aforismo que califica como exactísimo: “Quien enseña a los otros se instruye a sí mismo” (cap. XVIII, §44). Entre sus ideas, es central en su obra la que Comenio sostiene siempre muy enfáticamente: “Todo se enseña por un único método” (cap. XVII, §§ 2 y 48; cap. XIX, §§ 6, 13 y 40). Sintetizamos acá los principios o reglas básicas que caracterizan, para él, este método de enseñanza en general. Las reglas del método son las siguientes (caps. XVII, XVIII y XIX): • Se debe aprovechar el momento favorable y disponer los ejercicios con cuidado. • La escuela debe ser un lugar tranquilo, separada de las multitudes y del ruido. • Cada alumno debe tener solo un preceptor por materia. • Enseñar de acuerdo con la edad ya que con ella va en aumento la capacidad. • Enseñar a la vez a todos los alumnos en una misma clase. • Enseñar en la infancia. • Enseñar en horas de la mañana y de manera gradual. • Determinar previamente los objetivos y las metas que cada año, mes y día deben alcanzar los alumnos. • No sobrecargar demasiado a los alumnos. • Despertar en los alumnos el deseo de aprender uniendo lo útil y lo agradable. • No enseñar nada por la autoridad, todo debe ser expuesto por medio de la demostración racional y por los sentidos. • Preparar anticipadamente los instrumentos de trabajo (libros, tablas, modelos, ideas). • No enseñar en forma separada lo que está unido. 70

• Enseñar con un solo libro para cada materia. • Enseñar para el uso presente e inmediato. • El orden adecuado es enseñar primero las cosas y después las palabras. • El orden de la enseñanza debe ser el siguiente: primero las artes, después las ciencias y la moral. • Enseñar primero los ejemplos y después las reglas. • Enseñar una cosa por vez. • Enseñar primero el conocimiento de las cosas por los sentidos, luego la memoria, después la inteligencia y luego el juicio. • Para aprender con facilidad debe ser utilizado el mayor número de sentidos. • No exigir demasiado a la memoria sino solo lo indispensable. • Enseñar primero lo general y luego lo particular. • Enseñar primero lo fácil y luego lo difícil. • No emplear nunca el método analítico solo. Dar preferencia a la síntesis. • Enseñar todo por sus propias causas, por qué las cosas son como son y no son diferentes de cómo son. • Los alumnos deben ejercitarse y repetir con frecuencia. • Fuera de la escuela, los alumnos podrán discutir y explicar lo que acaban de aprender, reuniéndose en número suficiente y eligiendo por votación a uno de ellos para dirigir la discusión haciendo las veces de maestro. Uno de los principios y reglas que desarrolla Comenio es en particular interesante. Se refiere al que denomina “Problema I” en el cap. XIX, §§ 16 a 30. Se propone allí dar respuesta al problema que titula “Cómo un único profesor puede ser suficiente para cualquier número de alumnos”. Comenio no solo considera que es posible dar buena enseñanza en esas condiciones sino que también insiste en la conveniencia de que cada maestro enseñe a muchos alumnos a la vez. Propone distribuirlos en grupos y enseñar con la ayuda de auxiliares y, acompañando esta idea, expone una serie de propuestas didácticas para llevar a la práctica los principios generales del método. Afirma que las ventajas lo serán no solo para quien enseña sino también para los alumnos. Su utilidad consistirá en que el trabajo del maestro disminuirá, todos se instruirán sin excluir a ninguno, se excitará la atención de todos, lo que se dice a uno servirá para los demás, se formará un lenguaje común para todos y podrán comparar sus juicios. Su conclusión es que un solo maestro puede enseñar a un centenar de alumnos, sin mucho más trabajo del que tendría al enseñar a unos pocos. Comenio desarrolla en varios capítulos sus ideas acerca de cómo se habrán de aplicar los principios de su método general a la enseñanza de diferentes materias. Así pues, en su obra, a la Didáctica General se suman varias didácticas específicas de disciplinas. Son estas últimas las ciencias, las artes, las lenguas, las costumbres y la piedad. Las más importantes son, para él, las dos últimas.

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A) Ideas para el método de enseñanza de las ciencias A este tema dedica el cap. XX de su libro. En la enseñanza de las ciencias, escribe Comenio, todo se debe enseñar por la autopsia, (1) es decir, los alumnos deben examinar los objetos por sí mismos y sin someterse a la autoridad. Se trata de su famoso principio “Omnia per autopsia”. Se debe enseñar lo que se debe saber (§15). Con ese fin, lo que se ofrece al conocimiento deben ser cosas reales, sólidas y verdaderas, útiles y que impresionen vivamente a los sentidos y a la imaginación. Deben colocarse próximas a los alumnos y frente a ellos, de modo que impresionen al mayor número posible de sentidos, porque la verdad y la certeza de la ciencia no estriba más que en el testimonio de los sentidos (§8). La visión reúne el ojo, el objeto y la luz. Todas las cosas se pueden presentar a los sentidos. Se deben emplear los objetos reales y también se pueden ofrecer modelos o representaciones hechas para la enseñanza de manera muy detallada. El alumno debe prestar atención, conocer primero el objeto completo y luego sus partes en forma ordenada y deteniéndose en cada una para conocer sus diferencias, de manera sucesiva, una sola en cada momento, hasta que sea comprendida. El conocimiento se construye, así, con certeza y se fija en la memoria. Recuerda Comenio un dicho de Plauto: “Más vale un testimonio ocular que diez de referencia”. Entre las reglas que establece para la enseñanza de las ciencias, incluye una regla fundamental: “Lo que se enseña debe ser enseñado tal y como es el saber: por sus causas”. Este, dice, es el conocimiento que conduce a la comprensión y que penetra en la inteligencia. Y añade: “La causa es la guía de la inteligencia” (cap. XX, §18). Esto, para Comenio, implica que se debe enseñar antes lo anterior y luego lo posterior. En consecuencia, de acuerdo con los principios que aplica en la enseñanza de las ciencias, es posible suponer que, dada la regla de esta secuencia antes-después, la única explicación que acepta, por tanto, es la explicación causal, solo cuando es esta material, formal y eficiente, y que rechaza en la enseñanza la explicación por la causa final. Se tendrá presente que el aprendizaje del alumno llevará tiempo, y deberá dársele el necesario para que alcance a comprender de manera cabal lo que se le enseña. Explicación y repetición serán el camino a un conocimiento completo y seguro. Estas son las reglas del método que los maestros deberán utilizar para enseñar todas las ciencias. El fin para Comenio es que, de acuerdo con este método, el joven, introducido “en este teatro del universo, sea capaz de investigar todo el gran sistema de las cosas y estar perfectamente enterado de las obras de Dios y de los hombres” (cap. XX, §24).

B) Ideas para el método de enseñanza de las artes Los conocimientos deben ser utilizados, pero su aplicación es difícil y compleja. Por esta razón la enseñanza de las artes, en las cuales ubica Comenio a las artes mecánicas, debe seguir reglas claras. Toma muchos ejemplos del trabajo de los artesanos y de cómo 72

forman a sus discípulos. En esta enseñanza se requiere cumplir con tres requisitos. El primero es ofrecer un modelo, una forma externa determinada para que el alumno la reproduzca. En segundo lugar, se debe proveer una materia, que es aquello que va a recibir una nueva forma y, en tercer lugar, hay que suministrar las herramientas con las cuales se va a efectuar el trabajo. Cumplidos estos requisitos, se deberán tener en cuenta, además, otras tres condiciones. El alumno debe poner en práctica las tareas, el maestro estará dirigiéndolo para que no cometa errores y lo corregirá cuando los cometa. Comenio establece once reglas para esta enseñanza. El principio didáctico fundamental del que parte es que se debe “aprender haciendo” (cap. XXI, §5). Dedica buena parte de su reflexión a justificar la necesidad de la imitación de modelos perfectos como base del aprendizaje. El uso práctico de las herramientas también debe formar parte de la enseñanza. La ejercitación comenzará por los rudimentos del arte. Ofrece numerosos ejemplos de materias diversas en las que se muestra que esto es lo que se practica en los campos del arte y la artesanía, así como en la enseñanza de la lectura y, en particular, en la gramática, la retórica y la dialéctica. Se deben enseñar primero las cosas, los elementos, las operaciones más sencillas, hasta llegar de manera gradual a las tareas completas, más complejas y difíciles. Si bien admite que también acá se pueden cometer errores en el aprendizaje, orienta a los maestros para que traten de evitarlos. Afirma, así, que desde los primeros ensayos en el trabajo, las imitaciones que hace el alumno deben ser muy cuidadosas para no apartarse del modelo. Otorga mucha importancia a los inicios del aprendizaje. Por esta razón, sostiene que el tiempo que se emplea en fundamentar bien los principios no es tiempo perdido (cap. XXI, §12). Si hubiera errores, la corrección debe señalar las reglas y las excepciones, si estas existieran. Las reglas deben poder ser expresadas de manera breve y clara para que su utilidad sea duradera en el trabajo futuro del alumno. De esta manera, si el alumno necesitó apoyo en un comienzo, luego este resultará innecesario. Es indispensable que el estudiante analice con cuidado las obras y los inventos ajenos de autores insignes, ya que son muy variadas, casi infinitas, las formas en que las cosas se presentan y es necesario conocerlas y distinguirlas para poder producir cosas semejantes por imitación. Pero la síntesis juega también un papel primordial. El alumno debe realizar ejercicios sintéticos hasta convertirse en un artífice, habiendo adquirido el hábito del arte y la capacidad de juzgar sus propias obras.

C) Ideas para el método de enseñanza de las lenguas En este tema, Comenio tenía muchos antecesores y algunos autores contemporáneos a él también se habían ocupado o se estaban dedicando a esta cuestión. Era un tema considerado de gran importancia en la pedagogía de la época, tanto respecto de la enseñanza del latín como de las lenguas vernáculas. Las críticas por los pobres resultados que se obtenían en las escuelas eran constantes. La búsqueda de un método que facilitara el aprendizaje y que lograra buenos resultados con mayor rapidez suscitaba mucho 73

interés y Comenio fue uno de los autores reconocidos por su obra en este campo. Con el fin de establecer las reglas que deben regir el método para enseñar las lenguas, Comenio parte de una pregunta importante. La pregunta es: ¿por qué se debe aprender lenguas? La respuesta, para él, es clara. Aprender las lenguas no tiene como fin que formen parte de la erudición del alumno, lo cual implicaría que poseen un objetivo en sí mismas, sino que sirvan de instrumento para aumentar la sabiduría y comunicarla a los otros. La siguiente pregunta es qué lenguas se deben aprender. Comenio, que se había especializado, en particular, en la enseñanza de las lenguas, responde que se habrán de aprender solo las necesarias. Sin embargo, de su enumeración surge que no son pocas las que deben integrar los estudios. Primero, la lengua propia, indispensable para la vida cotidiana; luego las lenguas de los países limítrofes; para leer los libros, el latín; como parte de la sabiduría general, el griego y el árabe –relacionados con la Filosofía y la Medicina– y el griego y el hebreo –relacionados con la Teología–. Precisa, no obstante, que no todas se deben aprender de manera integral. No es necesario que los alumnos aprendan a conversar en griego o hebreo, por ejemplo, porque es suficiente que lean y entiendan los libros escritos en esos idiomas. La relación que determina entre las palabras y las cosas es central dentro de su concepción. Sostiene que no se deben enseñar las palabras sin las cosas. El conocimiento de las cosas debe acompañar al conocimiento de las palabras. En consecuencia, se pueden aprender las cosas y las lenguas con un mismo libro. El aprendizaje de la lengua y el desarrollo de la inteligencia son simultáneos y se producen de manera gradual, sin saltos (cap. XXII, §7). (2) De estas ideas surgen las reglas para la enseñanza de las lenguas: • Todas las lenguas pueden ser aprendidas con un mismo y único método (cap. XXII, §16). • No se deben aprender los vocablos por separado de las cosas. Las palabras que forman las frases expresan la estructura de las cosas (cap. XXII, §4). • No es necesario aprender los léxicos especializados que existen en las lenguas. • Se debe enseñar primero las palabras más usadas y las que están al alcance de los niños. • Se deben emplear textos que estén en el nivel de comprensión de los alumnos. • Enseñar las lenguas vulgares antes que las de los doctos. • En la enseñanza de las lenguas, comenzar por un buen autor con un diccionario ilustrado y no por la gramática (cap. XVI, §19). Una reflexión especial dedica al problema de su propuesta de enseñanza de varias lenguas o poliglotia. Para facilitar el aprendizaje enumera algunas reglas, que presentan ciertas contradicciones entre sí y un manifiesto optimismo respecto de los tiempos que demandaría el aprendizaje:

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• Cada lengua debe ser aprendida por separado. • Enseñar primero la lengua corriente en el lugar, luego las de los países vecinos, después el latín, y a continuación el griego y el hebreo. Siempre una lengua después de la otra, nunca al mismo tiempo. Cuando se hayan aprendido sólidamente, se podrán hacer comparaciones útiles empleando diccionarios y gramáticas, por ejemplo. • Cada lengua tiene su tiempo determinado para el aprendizaje. La lengua corriente requiere entre ocho y diez años, toda la infancia y parte de la puericia. Después, otra lengua vulgar ocupará alrededor de un año. El estudio del latín demandará dos años y un año el griego. Para el hebreo será suficiente un semestre. • Toda lengua debe ser aprendida por el uso más que por medio de reglas: oyendo, leyendo, copiando y haciendo ejercicios orales y escritos de manera frecuente. • Las reglas de la lengua, sin embargo, servirán para consolidar el uso. • Resumir la gramática en pocas hojas, de manera clara y fácil. • Los primeros ejercicios de una nueva lengua deben ser hechos con materias conocidas para que no se requiera que la inteligencia se aplique conjuntamente a las palabras y al tema, que conviene que haya sido conocido antes por el alumno. • El estudio de las lenguas debe ser gradual y dividirse en cuatro edades: infantil, adolescente, juvenil y viril. • Se emplearán dos clases de libros: didácticos, para uso de los alumnos e informativos, destinados a los maestros. Los libros didácticos deben ser cuatro, usados de acuerdo con la edad: Vestíbulo, Puerta, Palacio y Tesoro. El Vestíbulo presenta algunos centenares de palabras distribuidas en refranes o proverbios, acompañados de cuadros de declinaciones y conjunciones. La Puerta contendrá más vocablos utilizados a menudo en la lengua, unos ocho mil, contenidos en frases cortas y que expresan las cosas en sentido natural. En ese lapso se enseñan algunas normas gramaticales breves y claras. El Palacio comprende diferentes discursos sobre todas las cosas, formados con frases de todas clases y adornos oratorios y anotaciones marginales de los autores de las que fueron extraídas. Se hace referencia a las reglas de los miles de modos de variar y matizar las oraciones. El Tesoro, por último, contiene los textos de autores clásicos que escribieron sobre distintas materias, e incluye las reglas de la buena construcción y de los modos de evitar los errores. Se deberán leer algunos autores en clase y, con los otros, se formará un catálogo para quienes deseen consultarlos. A los libros didácticos se añaden libros suplementarios según los niveles, tales como un índice de palabras usuales, un Diccionario etimológico, un diccionario fraseológico y un Prontuario universal que desarrolla toda la riqueza de las lenguas corrientes, latina y griega. El propósito del ciclo completo de la enseñanza es lograr la perfección de la lengua propia y del latín.

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D) Ideas para el método de enseñanza de las costumbres También en este terreno, la pedagogía cristiana, desde sus inicios, contaba con mucha producción. Muchos pedagogos a lo largo del tiempo habían colocado en un lugar central de la educación y de las preocupaciones de la Iglesia a la enseñanza de las virtudes y de las costumbres. En la enseñanza de las costumbres, afirma Comenio, es menester poner el mayor empeño. Deben ser inculcadas a la juventud todas las virtudes y pone el énfasis en cuatro que considera fundamentales: la prudencia, la templanza, la fortaleza y la justicia; las mismas virtudes que la pedagogía cristiana desde antiguo había considerado centrales en la vida orientada a la salvación del hombre. La prudencia, según Comenio, se logra a través de un aprendizaje de las verdaderas diferencias que hay entre las cosas y del valor exacto que estas poseen. Constituye el soporte de toda virtud (cap. XXIII, §5). Hay que enseñarla desde la infancia e irá desarrollándose con la edad. La templanza tiene como norma “nada en exceso”. Se aplica a todas las conductas, a la alimentación, al sueño y la vigilia, a los trabajos y el ocio, al hablar y al callar. La fortaleza consiste en la capacidad de tener dominio sobre nosotros mismos. Como el hombre es un animal racional, debe acostumbrarse a ser conducido por la razón y no por la pasión y el deseo. Se debe aprender a deliberar sobre las opciones antes de actuar. El autor acentúa su idea acerca de que, con ese fin, hay que acostumbrar a los niños desde la más tierna edad para que ejecuten la voluntad de otros antes que la suya propia y para que aprendan a obedecer a sus superiores con rapidez. La justicia consiste en no causar mal a nadie, dando a cada uno lo suyo, huyendo de la mentira y el engaño, comportándose en forma atenta y agradable con todos. Esta, como las otras virtudes, también se aprende con hechos y no con palabras. Algunas reglas enumera Comenio para la enseñanza de las costumbres. Recomienda que se facilite un trato frecuente con personas honradas así como la observación de conductas que se ajustan a las normas. Es necesario enseñar a los padres, los maestros, los discípulos la manera de conversar. Se debe acentuar el papel del preceptor, quien tiene que intervenir corrigiendo cuando en el alumno advierta, por ejemplo, abandono, imprudencia u orgullo. La ocupación constante del alma y del cuerpo engendra la diligencia y hace intolerable la ociosidad. El trabajo puede ser útil o recreativo. No importa tanto lo que se hace sino cómo se hace. Trabajando es como se aprende a trabajar. Otra virtud se agrega a las cuatro mencionadas, la de ser útil a los demás, ya que no nacemos para nosotros mismos sino para Dios y para el género humano. Esta virtud consiste en privilegiar el bien común (cap. XXIII, §14). Lugar central en el ideario comeniano sobre la educación tienen, como hemos señalado antes, los buenos ejemplos. Si bien acepta que estos pueden ser tomados de la 76

historia o de la vida real, afirma que son mejores estos últimos porque son más cercanos y tienen mayor fuerza. Pero, en coincidencia con lo que indica respecto de la enseñanza de las otras materias, los ejemplos deben ser acompañados por reglas, en este caso, por reglas de vida. Los preceptos pueden ser tomados de las Sagradas Escrituras o de las sentencias de los sabios que, como sostiene en el cap. XXV, deben ser cristianos. El papel de la disciplina, como ya hemos visto, es muy importante en esta materia.

E) Ideas para el método de enseñanza de la piedad Comenio concibe la piedad como un don de Dios. Afirma, sin embargo, que el Espíritu Santo actúa a través de los padres, profesores y sacerdotes, quienes deben fomentarla y cuidarla. Dirigiéndose a ellos, entonces, establece los fundamentos de la enseñanza de la piedad. Entiende por piedad la búsqueda de Dios que hace el hombre en su corazón, su presencia invisible en todas las cosas a las que dirige, también, de manera no visible. Este primer paso, dice, se realiza con la inteligencia; el segundo consiste en seguirlo con toda nuestra fuerza, lo cual logramos con la voluntad y, el tercero, el goce de la presencia de Dios, nos exige poner en juego a la conciencia. Las fuentes de la palabra de Dios se encuentran en la Sagrada Escritura, en el Mundo (sus obras) y en nosotros mismos. Los modos de obtener la piedad que formula Comenio son los mismos que ya había enunciado Lutero: la meditación, la oración y la tentación. La meditación consiste en la atenta y devota consideración de las obras, palabras y beneficios de Dios, cómo suceden y por qué caminos llegan a sus fines. La oración es el ruego perpetuo, la imploración a Dios y la solicitación de su misericordia. La tentación o prueba es la exploración frecuente de nuestros principios, es la búsqueda del rechazo de las tentaciones divinas o diabólicas que sirve de prueba para que se pueda corroborar el cuidado con el que se cumple la voluntad divina. La enseñanza de la piedad responde, también, a un método y a ciertas reglas. Estas son: la piedad se debe inculcar desde la primera infancia porque demorar su inicio es peligroso. Las almas infantiles deben ser educadas en el amor a Dios. De manera gradual, aprenderán que no está el hombre aquí para esta vida, sino para la eternidad (cap. XXIV, §12) y que esa vida puede ser de dos modos, bienaventurada con Dios, o desgraciada en el infierno o en otra parte, para toda la eternidad. Se les enseñará que, para acercarse a Dios, se deben cumplir sus mandamientos y dedicar la vida, sea contemplativa, de estudio o de trabajos externos, para servir a Dios con conciencia alegre y tranquila. El camino es la lectura de las Sagradas Escrituras, el ejercicio del culto divino y las buenas obras. Las Sagradas Escrituras son el fin y el principio de las escuelas cristianas, ocupan en ellas el primer lugar. Todo lo que se enseña (ciencias, artes, lenguas) se subordinará a las Sagradas Escrituras. En ellas se aprenderán la fe, la esperanza y la caridad, en las que Dios se manifiesta en nosotros. Pero, escribe Comenio, no se trata de formar cristianos teóricos. Hay que formar cristianos prácticos desde el primer momento (cap. XXIV, 77

§22). La religión es, para él, una cosa viva. Hay que enseñar a los niños a ejecutar lo que Dios manda y a practicar el culto divino externo e interno evitando formar hipócritas, tibios o fanáticos. En lo externo, deberán aprender a manifestar en sus obras la templanza, la justicia, la misericordia y la paciencia así como a distinguir con precisión los límites de los beneficios y juicios de Dios. Hay tres clases de beneficios de Dios, unos sirven para alcanzar la vida eterna, otros para esta vida. Los de primera clase, de eterna duración, son el conocimiento de Dios, el gozo en el Espíritu Santo y la caridad divina. Los de segunda clase, que sirven para alcanzar la eternidad: la fe, la esperanza y la misericordia hacia el prójimo. Los de tercera clase, que solo tienen uso en la vida terrena: la salud, la riqueza, la amistad y todo lo externo que no hace al hombre ni feliz ni desgraciado. Los castigos divinos también son de tres clases. Unos se sufren en esta vida pero se ejercitan con la cruz para purificarse. Son perdonados por Dios, en consecuencia, en la eternidad. Otros son tolerados en esta vida pero serán castigados en la eternidad. Por último, otros castigos comienzan en esta vida y continuarán para siempre en la otra. Así pues, como el camino más seguro en esta vida es el camino de la cruz, Cristo es el guía más seguro de aquellos a los que ama. De vez en cuando, dice Comenio en el cap. XXIV, §28, es necesario recordar a los cristianos que no pueden ser discípulos de Cristo, aquellos que se niegan a ofrecer sus hombros para cargar la cruz de Cristo y que se rehúsan a estar dispuestos a seguir a Dios donde sea que él los conduzca. Pero el mayor cuidado debe ponerse en no enseñar estos principios y ofrecer, al mismo tiempo, ejemplos contrarios. Los niños no deben ver o escuchar blasfemias, perjurios, profanaciones del nombre de Dios, ni otras faltas de piedad. Pero si ellas ocurrieran, deben ver que los culpables no quedan impunes. Lo que aconteciere en la casa o en la escuela se corregirá con más severidad que otros delitos. Igual cuidado se tendrá con la soberbia espiritual. Hay que enseñar que nuestras propias obras nada valen si Jesucristo no nos auxilia con su perfección. Estas son las enseñanzas que es menester poner en práctica en todas las escuelas. En síntesis, del análisis de las ideas que preconiza Comenio para la enseñanza de las diferentes materias, surge con claridad que el proceso seguido para su elaboración parte de las reglas de la Didáctica General para luego derivar de ellas las que corresponden a cada región de los contenidos. Todas las reglas que propone son consistentes entre sí y con las de la Didáctica General.

1- Comenius, J. A., Pampedia (Educación universal), Madrid, UNED, 1992 (estudio preliminar y traducción de Federico Gómez Rodríguez de Castro). 2- Este orden, empero, es diferente del que establece Comenio en el cap. XVI, §19, donde afirma que se debe formar la inteligencia antes que la palabra.

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Las ideas sobre las clases de escuela en la Didáctica Magna Comenio divide el período de crecimiento del ser humano en cuatro edades que tienen una duración, cada una, de seis años: la infancia, la puericia, la adolescencia y la juventud. A cada edad le corresponde una escuela. A la Infancia, el regazo materno y la escuela maternal; a la puericia, la escuela de letras o la escuela común pública; a la adolescencia, la escuela latina o gimnasio y a la juventud, la academia, los viajes y las excursiones. Habrá una escuela maternal en cada casa; una escuela vernácula en cada población, plaza o aldea; un gimnasio en cada ciudad y una academia en cada reino o provincia mayor. Todas las escuelas enseñarán lo mismo aunque de diferente manera. La enseñanza debe ser gradual, de acuerdo con la edad. Comenio diseña un protocurrícu​lo para cada nivel. Su presentación está muy pormenorizada para los niveles maternal y primario, en los que incluye una variedad de materias y una explicación o ejemplo acerca de qué enseñar en cada una de ellas y cómo enseñarlas.

a) La escuela maternal En la escuela maternal, a cargo de los padres, se desarrollarán los sentidos externos para que los niños aprendan a diferenciar los objetos. De este modo, los niños aprenderán los rudimentos de todo aquello que conocerán en el resto de su vida. Comenio afirma, una vez más, que se aplicará el principio de que todo lo que se aprende comienza por los sentidos. En la escuela maternal se enseñarán las cosas de modo general y procurando que se diferencien unas de otras gradualmente. Contenidos básicos de todas las materias se pueden ofrecer de esta manera. Incluye entre las disciplinas las que se refieren al mundo real, a las artes del lenguaje, a las costumbres y a la religión. No desarrolla un método sistemático para la enseñanza en esta escuela en razón de que los padres tienen otras ocupaciones además de la educación de sus hijos, la diversidad en el ritmo de desarrollo de los niños es grande, y los padres y madres deben ejercer su labor educadora atentos a estas diferencias y haciendo esta tarea con prudencia. Dos recursos, sugiere, serían poderosos auxiliares para los padres. Un pequeño libro de recomendaciones para que no ignoren sus obligaciones y otro de imágenes con los nombres de las cosas, que sirva para los ejercicios y que pueda ser manejado por los niños. La escuela maternal concluye a los 6 años. 80

b) La escuela vernácula La escuela vernácula, nuestra escuela primaria, es una escuela pública común a niños y niñas, destinada, por ende, a todos los niños entre los 6 y los 12 años. Comenio señala que discrepa con la propuesta de Alsted, quien recomienda que los padres que se interesen en que sus hijos tengan una educación más completa los envíen a las escuelas latinas sin pasar antes por la escuela vernácula. Alsted entendía que debían concurrir a las escuelas comunes los niños y niñas que se dedicarían luego a las artes mecánicas. Comenio, en cambio, sostiene que estas escuelas públicas comunes deben estar destinadas a todos los niños. Explica que el disenso se fundamenta en los principios de su Didáctica, que se propone que la escuela se dirija a todos para que todos se estimulen y animen mutuamente. Se debe educar en todas las virtudes. Por otra parte, a los 6 años es prematuro pretender determinar si los niños están destinados a las letras o a los oficios. La enseñanza de las lenguas no puede limitarse a la enseñanza del latín y no conviene enseñar una lengua extraña antes que la propia. Y es conveniente, además, que la erudición se logre con el auxilio de libros escritos en la lengua propia. De esta manera, aprenderán luego los niños el latín con más facilidad. En la escuela vernácula se enseñará todo de manera general y rudimentaria. En los siguientes niveles de la educación también se enseñará todo, pero de manera más particular y minuciosa. En la escuela vernácula, que comienza a los 6 años de edad, se desarrollarán la memoria y la imaginación, la mano y la lengua, leyendo, escribiendo, pintando, cantando, contando, midiendo, pesando y aprendiendo de memoria lo enseñado. Aprenderán a leer y escribir en el propio idioma, de modo gradual, de acuerdo con las reglas de la gramática; a numerar y hacer operaciones para las necesidades comunes y a medir longitudes; a cantar; a decir de memoria los salmos y libros sagrados más usados en la Iglesia y el Catecismo; la doctrina moral y su práctica; conocimientos sobre el orden económico y político para comprender lo que hacen a diario en su casa y su ciudad; generalidades sobre la historia de la creación del mundo, su perdición y reparación y el sabio gobierno de Dios; lo principal de la cosmografía, la redondez del cielo y de la Tierra, (1) la extensión del océano, la situación de mares y ríos, la distribución de tierras y los principales reinos de Europa y, en particular, lo que hay de notable en su patria y, por fin, los principios de las artes mecánicas. Serán los medios para lograr estos fines las clases, los libros y un buen método. La escuela estará dividida en seis clases, si es posible, en lugares separados. Cada clase tendrá su libro en la lengua propia. Las lecciones serán de cuatro horas por día, dos a la mañana y dos a la tarde. Comenio recomienda que los niños copien sus libros y se adiestren en caligrafía y ortografía.

c) La escuela latina 81

En la escuela latina o Gimnasio, se procurará formar la inteligencia y el juicio por medio de las ciencias y las artes: Aritmética y Geometría, Música y Astronomía, la Gramática, la Retórica y la Dialéctica, en suma, las siete artes liberales. A ellas agrega Comenio la Física, la Geografía, la Cronología, la Historia, la Ética y la Teología. En la secuencia curricular que elige Comenio hallamos de manera explícita lo que podríamos denominar el “giro comeniano”. Quizás sea acá en donde se manifiesta con más claridad su separación de una larga tradición y la ratificación de su posicionamiento en los principios de una pedagogía realista. En primer lugar, no niega Comenio que se deben enseñar las siete artes liberales, pero aclara que no solo ellas y se refiere con desdén a aquellos que creen que con esas “artes liberales” el conocimiento alcanzado será suficiente (cap. XXX, §2). Como se ha indicado antes, enumera seis disciplinas más y ofrece, para cada una, ideas sintéticas sobre sus contenidos. Desde la Antigüedad, la cuestión de la determinación acerca de cuáles debían ser los contenidos curriculares se había definido, por tradición, en términos de áreas o vías de conocimiento, determinándolas como disciplinas con poder formador. Las encontramos de este modo expuestas, por ejemplo, en el pensamiento pitagórico y platónico. Aristóteles reclamó que se fijaran los principios generales sobre los que se asentaba la elección de estas materias. Diferentes autores presentaron esquemas organizativos distintos pero que todos, en esencia, conservaban una matriz básica común. Sus contenidos y sus relaciones se fueron estableciendo en el transcurso de siglos, durante el pasaje de la educación griega a la romana y de esta a la educación cristiana antigua y luego a la educación cristiana medieval. Este tema recibió respuestas en las que la controversia versaba más en lo que se refería a la definición de ciertas asignaturas básicas y sus temáticas que al criterio para agrupar los conocimientos de acuerdo con los principios disciplinares que en un comienzo se habían adoptado. Siete disciplinas se convirtieron en los núcleos básicos en los que se producía y se enseñaba el conocimiento escolar. La expresión “siete artes liberales” se refiere a las ramas del conocimiento que se imparten en las escuelas y no se emplean de modo utilitario. Se enseñan al hombre libre que no depende en su trabajo de la actividad manual. Se diferencian de las artes no liberales porque estas se aprenden con fines económicos como es, por ejemplo, ganarse la vida. Las artes no liberales se distinguen en la Edad Media y se las denomina “artes mecánicas” porque se ocupan de actividades prácticas como la agricultura, el arte militar, la navegación, la herrería y la metalurgia, la medicina y la arquitectura, entre otras. Las artes liberales y las artes no liberales conformaban lo que se denominaba “enciclopedia”. El ordenamiento que adopta Comenio es diferente del tradicional. Según este, la escuela comienza con la enseñanza de la Gramática, porque es la que debe abrir el camino, sigue con la Física, luego la Matemática, la Ética y finaliza con la Dialéctica y la Retórica. Comenio justifica de manera detallada esta decisión. Primero se deben aprender las cosas, la materia, y luego la forma. “La materia precede lógicamente a la forma” (cap. XXX, §4). Es el único método seguro y rápido de aprender. Se debe instruir sobre las cosas antes de aprender a hablar de ellas de manera florida. Es 82

imposible hablar en forma racional de algo que se desconoce: “Tanto los razonamientos como las lenguas tratan exclusivamente sobre las cosas y dependen de ellas hasta el punto en que sin ellas, o desaparecerían o serían meros sonidos sin sentido alguno (vano y ridícu​lo empeño)” (cap. XXX, §5). Admite Comenio que se puede discrepar respecto del orden en la enseñanza de la Matemática, si antes o después de la Física, pero afirma que, si se tiene en cuenta que los alumnos aprendieron Aritmética en la escuela vernácula, no son del todo ignorantes de la Matemática. Pospone, pues, la enseñanza de la Retórica y la Dialéctica al aprendizaje de las ciencias reales porque el razonamiento y las lenguas requieren que se conozcan las cosas de las que se habla y el hablar adornado no puede sustituir al conocimiento de la materia si la lengua hablada ha de tener sentido. Después de la Gramática, la Física y la Matemática, se estudiará la Ética. “La ciencia de lo natural debe preceder a la enseñanza de la moral aunque a muchos les parezca que ha de ser lo contrario” (cap. XXX, §6). En esta clase no se enseñará solo cómo deben ser los actos del hombre que es poseedor de voluntad libre, sino por qué han de ser así. Después de este cuarto año destinado a la Ética, recién se pasará al aprendizaje de la Dialéctica. Se enseñará con referencia a todas las materias antes dadas y las controversias que aparecen entre los eruditos en cada una de ellas en la situación actual. Se estudiará qué tesis o antítesis, con qué argumentos verdaderos o verosímiles se debe defender esto o aquello. Se descubrirán los errores en las afirmaciones o se conciliarán los argumentos que tienen algo de verdadero. Se enseñará, de esta manera, a razonar, investigar lo desconocido, aclarar lo oscuro y ambiguo, limitar lo general, defender la verdad y combatir la falsedad por un camino breve y seguro, empleando siempre ejemplos. Después del quinto año de Dialéctica, se pasará a un sexto año de Retórica. Las clases serán prácticas y permitirán mostrar todo lo ya estudiado. Se imitará a algunos maestros de oratoria. Se recorrerá lo aprendido, procurando que los alumnos lo expresen bellamente y lo defiendan con energía. Hablarán bien, demostrarán que poseen conocimiento verdadero y no solo capacidad de persuasión, independiente de la verdad de lo que se defiende o la falsedad de lo que se ataca. El conocimiento histórico se dará todos los días de clase de todos los años. Se le dedicará la primera hora de clase. No adoptará la forma de erudición sino que se expresará como “los ojos de la vida”. Tratará la historia bíblica; la de los seres naturales; la de los seres artificiales, los inventos; de ejemplos morales; de las costumbres y ritos de las diversas naciones; de la historia universal y del propio país. La escuela estará dividida en seis clases distintas, dedicadas cada una de ellas a una de las diferentes materias principales en el siguiente orden: I: Gramática; II: Física; III: Matemática; IV: Ética; V: Dialéctica y VI: Retórica. El orden que propone es fundamentado cuidadosamente por Comenio (cap. XXX, §§ 4 a14). Las clases se darán dos horas por la mañana y dos por la tarde.

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d) La academia o universidad La academia atenderá, principalmente, a la formación de la voluntad, enseñando a conservar las facultades en perfecta armonía, el alma por medio de la Teología, las funciones vitales por medio de la medicina y los bienes externos por la Jurisprudencia. Respecto del método de enseñanza, Comenio aclara que el que él propone no llega a este nivel de la educación. Efectúa, sin embargo, algunas consideraciones respecto del carácter superior del conocimiento que se debe enseñar en ellas, con profesores sabios y eruditos en todas las materias, que sepan comunicar su conocimiento y que cuenten con una biblioteca de autores escogidos que sea de uso común. Las academias estarán destinadas a los hombres más inteligentes que se dedicarán a distintas ramas según su inclinación. Pero algunos privilegiados podrán dedicarse a todas las ramas del conocimiento, sin especializarse, para que no falten eruditos, enciclopédicos o sabios universales. Señala que en la academia se podrán leer todos los autores, incluidos los clásicos griegos y romanos, cuidando de no hacerlo de manera fragmentaria, sino por obra completa o compendiada. En el nivel de la academia, Comenio señala con énfasis la necesidad de establecer una Escuela de Escuelas o Colegio Didáctico en todos los países, para descubrir los fundamentos de las ciencias, para purificar y difundir con éxito la sabiduría entre todo el género humano y para promover el mejoramiento de las relaciones entre los hombres mediante nuevas y útiles invenciones. Pero, según Comenio, hay otra diferencia entre las escuelas. Las escuelas inferiores – maternal y común– deben educar a los jóvenes de ambos sexos y de todos los estamentos de la sociedad; la escuela latina, en cambio, se dedicará a los adolescentes que aspiran a lograr más que un oficio. Las academias o universidades, por su parte, formarán a los doctores y futuros formadores y guías de las otras personas para que no falten en las iglesias, escuelas y negocios públicos donde sean requeridos. En el cap. XXX el autor no añade que las mujeres pueden ser alumnas de los niveles superiores. Sin embargo, en el cap. IX sus argumentos en favor de la educación de la mujer podrían interpretarse en el sentido de que piensa que sí es posible que se integren a la escuela latina y a la academia, siempre que esto no produzca menoscabo del digno cuidado que la mujer debe dar a su hogar, a sus hijos y a su familia así como a su propia salvación.

1- En el cap. XIII, §6 afirma, en la metáfora del reloj, que la Tierra está inmóvil en el centro del mundo y que alrededor se encuentran las esferas móviles del Cielo.

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Sobre las condiciones para comenzar la práctica del método universal No estaría completo este trabajo para su autor si solo quedara en el terreno de la especulación. Se preocupa, en particular, por señalar cuáles son las condiciones para que sus propuestas se puedan convertir en realidades. En los treinta últimos años, otorga especial importancia a su observación de que los esfuerzos por mejorar las escuelas no han obtenido resultados. ¿Las razones? Quien hizo algún ensayo obtuvo pequeños resultados y no fue reconocido por los ignorantes o los malévolos que obstaculizaron sus empeños y tampoco fue auxiliado en su trabajo. Comenio se propone poner en funcionamiento la máquina, tal su metáfora, con ayuda de Dios, para poder salvar los obstácu​los y dificultades y lograr el éxito en su empresa. Enumera primero los obstácu​los que se deben enfrentar. Son ellos la carencia de personas expertas en el método que puedan dirigir las escuelas. Pero, aunque se pudieran formar algunos de acuerdo con las normas establecidas, Comenio indica que no serían suficientes para mantener las escuelas necesarias en todas las ciudades y aldeas. Pero, más aún, se interroga cómo conseguir que los hijos de los pobres puedan concurrir a las escuelas. Habría que luchar, por otra parte, con los eruditos aferrados a los métodos antiguos que resistirían a los métodos nuevos. A pesar de reconocer estas dificultades, no menores, Comenio expresa, sin embargo, su optimismo. Para todo, afirma, hay remedio (cap. XXXIII, §7). Un recurso fundamental serán los libros que abarquen de modo completo el método. Disponiendo de ellos, y con personas de buena voluntad que compren libros buenos y útiles, será fácil hallar protectores, iniciadores y encargados de las tareas que no pueden ser realizadas por una sola persona. Será necesario también un colegio de doctores asociados, instruidos en el método universal y en las diferentes materias, que cooperen. Asimismo será necesaria la autoridad y liberalidad del rey, de un príncipe o de alguna República; un lugar lejos del bullicio, y una pequeña biblioteca. Y algo más. Es también necesario que, en este santo propósito, no haya quien se oponga a que los trabajos estén orientados a la gloria de Dios y para la salvación del género humano (cap. XXXIII, §10). Comenio cierra su obra con un ruego de apoyo a los padres, a los formadores de la juventud, a los eruditos, a los teólogos y a los magistrados políticos. Su invocación se resume en la necesidad de que todos concuerden en que no se debe economizar en 85

educar rectamente, abriendo de par en par la puerta de la cultura a todas las inteligencias.

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El “giro comeniano” Es una interpretación corriente la que atribuye a Comenio un papel fundamental en la construcción del que se ha denominado “realismo pedagógico”. Sin embargo, solo en algunos aspectos se le puede atribuir ese papel, ya que su pensamiento religioso y la influencia de otros movimientos, como los que antes mencionamos, en particular el integracionismo, que no eran ajenos a sus ideas pansóficas, lo acercaron a enfoques en los que su concepto de la realidad era, por una parte, el producto de un realismo ingenuo, por otra, de sus creencias religiosas y, por último, de un pensamiento esotérico mágico, común entre hombres destacados de su época. Nunca fue un hombre de ciencia, aunque respetaba el conocimiento fundado de la naturaleza. Pero siempre colocaba el más allá como el mundo que había de revelarse finalmente a los sabios. En cuanto a los sentidos, es cierto que Comenio les otorga un papel importante en el proceso de aprender. Pero el rol que les atribuye no puede llevar a conclusiones simples. En primer término, porque en su época los sentidos, además de los cinco sensoriales externos que hoy denominamos “sentidos”, incluían dos sentidos internos: la memoria y la imaginación. Es probable que la expresión “nada hay en el intelecto que no haya pasado por los sentidos” llegara a Comenio, como se la encuentra también en Lubin, por ejemplo, como una máxima propia de la doctrina calvinista, pero con un significado nacido antes de la interpretación escolástica del principio aristotélico. Si bien la afirmación de Aristóteles es que no puede haber ciencia sin sensación y que si faltara un sentido faltaría la ciencia correspondiente, su razonamiento no concluye allí. Continúa con la proposición de que, aunque se pueden derivar los primeros principios de la observación, ella no es suficiente para servir como base para la construcción del conocimiento. Si aprendemos es por demostración o comprobación, y ambas no se podrían alcanzar solo mediante la observación. La abstracción es indispensable para descubrir lo universal en las cosas individuales. La observación implanta los primeros principios, los universales, en el intelecto de los seres humanos. El intelecto debe descubrir el universal en el objeto. Es de esta idea que proviene la máxima escolástica “nada hay en el intelecto que no haya estado antes en los sentidos” [Nihil est in intellectu, quod prius non fuerit in sensu]. Santo Tomás afirma que del conocimiento que proviene de la experiencia sensorial, se llega al conocimiento intelectual en la forma de ideas abstractas y universales acerca de las cosas, mediante el empleo de los procedimientos de abstracción y generalización. Coherente con esa interpretación acerca del papel de la sensación, podemos comprender que existiera para Comenio, como para otros pedagogos de la época, por 87

ejemplo, Pierre de la Ramée y Eilhard Lubin, una relación necesaria entre la presentación de la cosa y la de la palabra en la enseñanza de las lenguas. El método de enseñanza no se limitaría, entonces, a la simple asociación de la imagen con el mero sonido de la palabra enseñada, sino a la enseñanza orientada a la comprensión del significado de la palabra, es decir, del concepto que se está enseñando. Aunque, como sabemos, Comenio no cita a Francis Bacon en la obra, es seguro que se interesó por sus ideas ya que algunas de las reglas que propone para la enseñanza de las ciencias muestran el interés que en él despertaron. Creía que el método inductivo podía servir para abrir el camino al conocimiento de la naturaleza. Algunas reglas del método se alinean con este enfoque. Por ejemplo, su señalamiento acerca de que deben enseñarse primero los ejemplos y luego las reglas; que se deben ejercitar primero los sentidos y después la memoria, en contrario de prácticas que eran habituales en las escuelas; que se debe usar la mayor cantidad de sentidos, que no se enseñe nada que no tenga un uso inmediato. Pero sostenía, también, que la observación y la reflexión solas eran insuficientes para alcanzar el conocimiento de la naturaleza. Aclaró con frecuencia, además, que no es suficiente conocer la naturaleza sino que esta es solo una etapa necesaria en la elevación para aprehender lo divino. Hay además otros aspectos en el pensamiento de Comenio que permiten asociarlo con una postura que, en la tradición, se ha denominado “realismo pedagógico”. Por un lado, la constante preocupación por llevar a la práctica su teoría. Está presente en toda su obra. Dedica muchos consejos a la variedad de lectores que espera que lean la Didáctica Magna. Insiste en que es una empresa que se puede llevar a cabo y que es muy importante, por lo que merece ser escuchado. Explica con claridad y, por cierto, con asombroso optimismo, cuáles son las condiciones para que sus ideas destinadas a la creación de las nuevas escuelas puedan concretarse. Y como es imperioso recordar, lo hace en tiempos en los que era casi imposible vencer los obstácu​los creados por las guerras religiosas y políticas y por las batallas ideológicas y personales que costaron sus vidas a importantes académicos y persecuciones a los disidentes en los distintos campos en que surgían controversias y en donde se ponían en juego los poderes de autoridades y grupos interesados en ellos. En la misma línea del realismo pedagógico, hallamos otro aspecto, al que denominamos acá “giro comeniano”. Este consiste en una de las decisiones quizás más reveladoras de su sentido pedagógico: es la alteración de la secuencia, mantenida durante muchos siglos, del currícu​lo seriado en el orden Trivium-Quadrivium. En el currícu​lo clásico, desde la Antigüedad, se enseñaban primero las artes del lenguaje, el Trivium, y luego, las otras cuatro artes o ciencias, el Quadrivium. Primero se enseñaba a leer, escribir y pensar y después, las ciencias. Este orden respondía a la idea de que primero se debía brindar el conocimiento de la palabra y luego el de las cosas, pero en un plano de alcance muy diferente y significativo respecto del que antes mencionamos al referirnos a la enseñanza de las lenguas. El currícu​lo de las escuelas primarias y, en particular, de las escuelas latinas y de las universidades o academias, era tradición indiscutida que se ocupaba primero de ordenar 88

el pensamiento, enseñar a razonar y emplear el lenguaje. Una vez ordenados, se presentaba a los alumnos la posibilidad de conocer las ciencias reales y las artes. Es clara la expresión de esta concepción de la educación cuando recordamos que los términos que designaban a los maestros en la Roma antigua, eran, para la primera etapa, el “magister”, para la escuela de la segunda etapa, el “grammaticus” y para la educación superior, el “rethor”. San Agustín (354-430) escribió Sobre la enseñanza cristiana [De doctrina christiana] entre 396 y 426. En esta obra establece principios fundamentales para la educación del clero y de los laicos. Desde la alta autoridad que investía en la Iglesia, prescribe las reglas a las que debía ajustarse la enseñanza destinada a lograr la correcta interpretación de las Sagradas Escrituras, centrando sus reflexiones, en particular, en la retórica, su papel en la formación y su relación con la verdad. El filósofo Anicio Boecio (480-525), (1) con dominio en el campo de las ciencias y las artes, tradujo varias obras de Aristóteles del griego al latín, se propuso armonizar las ideas de Platón y Aristóteles, y enseñó y escribió sobre todas las ciencias. Discutió la forma de dividirlas y planteó que cada una tenía un objeto de conocimiento diferente. Las dividió en ciencias naturales (con objetos en movimiento, no abstractos), matemática (con objetos sin movimiento, no abstractos) y ciencia divina (con objetos sin movimiento, abstractos). Las diferenció luego según sus métodos. Organizó en dos clases las vías para el conocimiento, el Trivium y el Quadrivium. Desde su punto de vista, primero el Trivium (Gramática, Dialéctica y Retórica) y después el Quadrivium (Aritmética, Geometría, Música y Astronomía) constituían el camino indispensable que conducía al conocimiento superior de la Filosofía y la Teología. Para San Gregorio Magno (540-604), papa Gregorio I, las artes liberales servían de propedéutica para el estudio de las Sagradas Escrituras. Alcuino de York (735?-804), filósofo, gramático, matemático y reconocido pedagogo de su tiempo, introdujo en las escuelas del Imperio Carolingio el Trivium y el Quadrivium. Primero, la enseñanza de la Gramática y la Retórica, en tanto la Dialéctica se entendía como Lógica. Y después, las ciencias del Quadrivium. Luego, en un estadio superior, la Filosofía y la Teología. La Gramática latina era la ciencia primordial para los maestros del siglo X. La ciencia que vigila la palabra, fundamento de las artes liberales, del conocimiento de los clásicos y de las letras sagradas. La Retórica era el arte del buen decir. El significado de la Dialéctica había sufrido transformaciones: la tendencia era a entenderla cada vez más como Lógica. El Trivium y el Quadrivium, integrados por las siete artes liberales, a las que se solían agregar conocimientos pertenecientes a otros campos disciplinarios, se conservaron siendo siete, quizás por el valor simbólico que tenía el número siete para el cristianismo: siete eran los días de la semana y, por lo tanto, de la creación divina, siete las virtudes y siete los pecados capitales, siete los sacramentos, Jesús dice que se debe perdonar al hermano siete veces y si ellas no son suficientes, serán setenta veces siete, los planetas conocidos en la época eran también siete. San Agustín, por ejemplo, creía en la relación 89

del número siete con el Espíritu Santo. Así pues, las siete artes liberales fueron las elegidas en razón de que se pensaba que servían de base para conocer las disciplinas superiores. En la época medieval, las siete artes liberales fueron organizadas de modo formal en el currícu​lo, como lo habían hecho Boecio y Alcuino, en dos grupos, el Trivium y el Quadrivium. Así se organizó, asimismo, la Ratio Studiorum de los jesuitas, aprobada en 1599, aunque “para la Compañía, en la versión definitiva de la Ratio Studiorum, era suficiente que las matemáticas se impartieran durante un año a los estudiantes de filosofía natural” (Paradinas Fuentes, 2012: 149). (2) El plan de estudios de la Ratio Studiorum se componía de tres ciclos. El primero, los Estudios Inferiores, de cinco años, constaban de tres cursos de Gramática Latina (elemental, media y superior), Humanidades y Retórica. El segundo y tercer ciclo, los Estudios Superiores, se integraban, el segundo con tres años de Filosofía, estudios de Física, Ética, Metafísica, Psicología y Matemática. El tercer ciclo, para aspirantes al sacerdocio, dedicaba cuatro años al estudio de la Teología. La Ratio Studiorum no se ocupó de la enseñanza elemental y sí lo hizo de la enseñanza en escuelas y universidades. Comenio, en cambio, dio importancia a la educación en el hogar y en la escuela maternal, en la escuela vernácula y la escuela latina. En menor medida formuló observaciones respecto de la enseñanza en academias y universidades. El ordenamiento propuesto entonces por Comenio –partir de la Gramática, continuar con el Quadrivium y enseñar después Dialéctica y Retórica– representaba un cambio sustancial, de significado profundo en la formación de los jóvenes. ¿Es la Didáctica Magna la obra de un pedagogo realista? Si nos limitáramos a la consideración de los capítulos en los que expone las reglas del método de enseñanza que propone en la Didáctica General y las Didácticas de las disciplinas, la respuesta podría ser afirmativa. En su papel de maestro, el escenario que se representa en esas páginas es el de un aula escolar y un maestro que realiza su tarea cotidiana con objetivos de enseñanza para un conjunto de alumnos. Pero en su papel de teórico, teólogo y obispo, rodea la situación con un entramado de ideas que lo amplían y le otorgan, de este modo, un nuevo significado. Ve en cada alumno un sujeto a ser salvado; en el maestro, una persona capacitada para guiarlo en el camino de la fe, y en el aula, una prolongación de la Iglesia. El primer escenario “realista” queda incluido en la situación cargada de ese otro misterioso significado y queda atravesado por ella. El más acá y el más allá componen una urdimbre en la que el saber del alumno llega a la cima de la certeza solo cuando conocimiento y fe constituyen una unidad y se enlazan confundiéndose. La didáctica de Comenio, tomando en cuenta los propósitos de alcance universal que formulara para la educación y para su método didáctico, puede ser considerada como el arte de la enseñanza posible, porque su obra es expresión de las dos dimensiones principales de su proyecto. Por un lado, el carácter que confiere a la educación como impulsora del tránsito del hombre hacia el conocimiento y la fe en el transcurso de esta 90

vida y, por el otro lado, la meta final, la salvación, que solo se logra cuando la vida terrena y la educación han quedado atrás. La enseñanza ideal, con un fin extraño a la vida en la Tierra, pero condicionado por ella, excede, pues, a la didáctica. Comenio, en consecuencia, en el marco de su gran teoría, muestra en la Didáctica Magna, a un tiempo, tanto los grandes alcances cuanto los límites de su didáctica.

1- Wang, Qi, “Boethius and the importance of basic logic and mathematics for philosophy”, University of Leiden, Repository, 2014; disponible en: . 2- Paradinas Fuentes, Jesús Luis, “Las Matemáticas en la Ratio Studiorum de los jesuitas”, Llull: Revista de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas; disponible en: dialnet.unirioja.es.

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Cronología de la vida de Comenio (1) 1592

El 28 de marzo nace en la ciudad de Nivnice, provincia de Moravia, reino de Bohemia.

1602

Muere su padre.

1604

Mueren su madre y, después, dos de sus hermanas, víctimas de la peste.

1608

Comienza a estudiar en la escuela de Gramática Latina de Přerov.

1610

Inicia sus estudios en la Universidad de Herbron. Lee a Ratke.

1612

Continúa sus estudios en la Universidad de Heidelberg.

1614

Vuelve a estudiar con Přerov. Escribe su primer libro de texto, Preceptos para una gramática fácil [Grammatica e facilioris praeceptaque], que se edita en Praga en 1616.

1616

Se ordena como ministro en la Iglesia de la Unidad de Brethren [Unitas Fratrum].

1618

• Se hace cargo de la iglesia de Fulnek. Durante su estadía en ella, escribe El tesoro de la lengua checa [Thesaurus linguae Bohemicae], cuyos manuscritos se perdieron en Leszno cuando la ciudad fue destruida en la guerra sueco-polaca. Se casa con Magdalena, hijastra del burgomaestre de Fulnek. • Se inicia la Guerra de los Treinta Años.

1619

• El protestante Federico, elector del Palatinado y rey de Bohemia, es ungido Emperador. El católico Fernando de Estiria, de Austria, le disputa la designación y se apodera de Bohemia. • Publica Cartas al cielo, contra la injusticia social. Federico es derrotado por Fernando en la batalla de Montaña Blanca, en las 92

afueras de Praga.

1621

Huye durante el saqueo de Fulnek por parte de las tropas de Fernando. Debe dejar en esa localidad a su mujer embarazada y a un hijo. Su iglesia, su casa y su biblioteca son públicamente incendiadas.

1622

Escribe Reflexiones sobre la perfección cristiana. Lo dedica a su mujer y sus dos hijos, quienes luego mueren víctimas de la peste.

1623

Protegido por el conde von Žerotin, se esconde en su dominio e inicia una vida de exilio durante siete años. Escribe El teatro de todas las cosas [Theatrum universitatis rerum], cuyos manuscritos se pierden también en Leszno en la guerra sueco-polaca, y El Laberinto del mundo y el paraíso del corazón, que dedica a su protector.

16221624

Escribe Los afligidos, Sobre la orfandad y El castillo inexpugnable: el nombre del Señor.

1624

Se casa con Dorotea, hija de uno de los obispos de la Hermandad, con quien tendrá cinco hijos. Escribe un muy extenso Manual sobre el meollo de la Biblia completa, donde incluye extractos de la Biblia.

1625

Escribe una obra filosófica, El centro de la seguridad.

1626

Viaja a Berlín para visitar al Elector de Brandeburgo con el fin de obtener ayuda para la Hermandad.

1627

Viaja a Holanda, donde está exiliado Federico, que fuera rey calvinista de Bohemia, para pedirle ayuda contra las expulsiones. Encuentra en la biblioteca de Federico el libro de Didáctica de Elias Bodin, recién traído de Alemania, y se interesa por el tema. Se entusiasma con la idea de escribir una obra semejante en su propio idioma pues un posible retorno de la Hermandad a su propia tierra requeriría la creación de nuevas escuelas.

1628

Por un edicto imperial debe, sin embargo, abandonar Bohemia. Se dirige con su comunidad a Leszno, Polonia, donde ya se había instalado un grupo de la Hermandad. Inicia su correspondencia con Johann Valentin Andreae. Le escribe a Ratke, quien no le responde. Comienza a escribir la Didáctica checa.

93

1629

Lee la obra sobre educación de Janus Caecilius Frey, recién publicada en París, que trata de la enseñanza de la lengua y de disciplinas que pertenecen a los “estudios reales”.

1630

Escribe El Paraíso de la Iglesia y traduce al checo Práctica de la piedad del obispo anglicano puritano Lewis Bayly.

1631

Escribe Primera filosofía [Prima Philosophia], Un breve informe sobre la peste y Resumen de Comenio de Física Natural reformada por la Luz Divina. Publica en Leszno dos de sus más famosas obras, La puerta abierta de las lenguas [Janua linguarum reserata] y El laberinto del mundo y el paraíso del corazón.

1632

Es elegido obispo principal de la Unidad de Brethren, encargado especialmente de publicaciones y de la formación de jóvenes predicadores. Finaliza la escritura de la Didáctica checa.

1633

Publica en Leszno Informatorium para la Escuela Maternal (para madres, escrita entre 1628 y 1631), el Vestibulum para la Lengua Latina (Introducción a Janua) y Physicae Sinopsis. Comienza a escribir la Didáctica Magna en latín. Samuel Hartlib le escribe desde Londres.

1634

Es designado director de la escuela de Leszno, donde tiene oportunidad de poner en práctica sus ideas.

1636

Escribe Un espejo del buen gobierno.

1637

Escribe el Camino de la paz, una obra para ser representada por los alumnos en la escuela, Diógenes el cínico, redivivo [Diogenes Cynicus redivivus] y Cada uno es arquitecto de su propia fortuna [Faber Fortunae sive ars consulendi sibi ipsi].

1638

Finaliza la escritura de la Didáctica Magna en latín que será publicada como primera parte de la Opera didactica omnia en Amsterdam en 1657. En Inglaterra, Samuel Hartlib publica, sin conocimiento de Comenio, su Preludios a los intentos de Comenio [Conatuum Comenianorum praeludia].

1640

Se publica en Londres El precursor de la pansofía [Prodromus Pansophiae] y en Leszno escribe otra obra teatral para los alumnos, El Patriarca Abraham. [Abrahamus Patriarcha]. 94

1641

Viaja a Londres, invitado por Samuel Hartlib. Es recibido por miembros del Parlamento inglés. Le proponen fundar una academia pansófica.

1642

Se inicia la guerra civil en Inglaterra. Escribe El camino de la luz [Via Lucis]. Abandona Inglaterra. Es invitado a Francia por el cardenal Richelieu para fundar una escuela pansófica. Es probable que haya sido invitado a ir la Universidad de Harvard para ser su Presidente. Es invitado a Suecia por un rico comerciante e industrial. Se encuentra en Holanda con René Descartes. Es invitado por un noble polaco para radicarse en Polonia y también por el gobierno de Bremen para dirigir el Gymnasium, pero decide viajar a Suecia donde ha sido invitado por el canciller Axel Oxenstierna. En Estocolmo, es recibido por la reina Cristina como “su maestro” porque había estudiado con sus libros de texto.

16421648

Trabaja en la ciudad de Elbing (Prusia) para el reino de Suecia, escribiendo libros de texto para las escuelas suecas, bajo la protección de Louis de Geer. Es profesor de Filosofía en la Academia de Elbing.

1644

Publica El juicio del juicio de Valeriano Magni de Milán [Judicium de Judicio Valeriani Magni Mediolanensis]. Es invitado por el príncipe de Lituania a fundar un Colegio de la Luz.

1645

Participa contra la opinión de los luteranos suecos en el coloquio de Thorn organizado por el rey de Polonia para fortalecer ese Estado. Escribe con ese fin Algunas consideraciones sobre la preparación del coloquio de Thorn [De colloquii Thoruniensis apparatu cogitationes quaedam].

1646

Viaja a Suecia. Prepara su Los últimos métodos de las lenguas [Methodus linguarum novissima].

1648

Retorna desde Elbing a Leszno. Es elegido obispo mayor de la Unidad de Brethren. Muere su esposa Dorotea y queda solo con sus hijos. Escribe al canciller sueco Oxenstierna en favor del derecho de los emigrantes protestantes de Bohemia y Moravia de volver a su patria. Se firma la Paz de Westfalia, con la que finaliza la Guerra de los Treinta Años. En ella, no se contempla el derecho solicitado por Comenio. Publica en Leszno su Los métodos más nuevos de las lenguas [Methodus linguarum novissima].

1649

Es invitado por la reina Cristina a incorporarse como miembro de la Academia de Ciencias a fundarse en Estocolmo, pero Descartes muere en 1650 y la academia no se crea. Escribe La independencia, causa de eterna 95

1649

1650 y la academia no se crea. Escribe La independencia, causa de eterna confusión [Independentia, aeternarum confusionum origo]. Se casa con Johanna.

1650

Escribe El testamento de la madre moribunda, la Unidad de Brethren. En él se pregunta si la Hermandad podrá subsistir en el exilio. Como obispo superior, él tiene la responsabilidad de obtener los fondos para mantenerla. Viaja a Hungría y Transilvania en representación de la Hermandad. Se traslada a Saros-Patak invitado por un príncipe protestante de Hungría, Segismundo Rákóczi. Trabaja allí en la reforma de la escuela latina del lugar. Escribe Recopilación de preceptos morales para el uso de la juventud [Praecepta morum in usum juventutis collecta] y Leyes para una escuela bien ordenada [Leges scholaebene ordinatae].

1651

Escribe Un sermón secreto de Nathan a David [Sermo secretus Nathanis ad Davidem], de carácter político.

16521654

Escribe otra obra política, La felicidad del pueblo [Gentis felicitas], La escuela lúdica [Schola ludus] y una de sus obras más famosas y difundidas, El mundo visual en imágenes [Orbis sensualium pictus].

1654

Retorna a Leszno con dinero suficiente para vivir con holgura. Se propone publicar muchas de sus obras inéditas.

1655

Comienza la guerra sueco-polaca. Presionado por el gobierno de Leszno, escribe El panegírico de Carlos Gustavo [Panegyricus Carolo Gustavo] para el nuevo rey de Suecia que ataca a Polonia.

1656

El ejército polaco destruye Leszno. Comenio pierde muchos de sus manuscritos y, nuevamente, su biblioteca y todos sus bienes. Huye con su familia. Vive unos meses en Silesia y después en Hamburgo, donde se enferma.

1657

Es recibido con honores por el gobierno de la ciudad de Amsterdam. Rechaza el cargo de profesor de la Academia de Amsterdam, pero recibe apoyo económico del comerciante van Geer. Oliverio Cromwell le ofrece asilo en Inglaterra para los miembros que quedan de la Unidad de Brethren pero decide quedarse en el continente. Publica en Amsterdam una gran cantidad de obras. Las ordena en cuatro períodos cronológicos: I: 1627-1642, II: 1642-1650, III: 1650-1654 y IV: desde 1654. Entre ellas: La destrucción de Leszno en el año 1656 [Lesnae Excidium anno 1656], El despertar 96

de didáctica [Opera Didactica Omnia], entre las cuales se encuentra la Didactica Magna; La luz en las tinieblas [Lux in Tenebris], Mantener la antorcha [Traditio lampadis], Sobre los principios de la caída del príncipe de Transilvania [De principis Transylvaniae ruina judicium], donde explica las razones de la derrota de Polonia en la guerra.

1659

Publica Vindicatio [Vindication] contra un profesor de Teología holandés que criticó una de sus obras, un Libro de Himnos y Descartes y su filosofía natural destruida por la mecánica [Cartesius, cum sua naturali philosophica a mechanicians eversus].

16591661

Polemiza con los socinianos, un grupo religioso que rechaza la Trinidad y forma en Polonia la Hermandad Polaca y, en Holanda, con los Menonitas. Publica varias obras sobre este tema.

1660

Publica Sobre lo bueno de la unidad y el orden [De bono unitatis et ordinis].

1661

Publica en Londres Una exhortación de las iglesias de Bohemia a la iglesia de Inglaterra. Escribe La luz en las tinieblas [Lux in Tenebris] y la envía a Luis XIV, rey de Francia y al arzobispo de París. Promueve una alianza militar contra Austria para poder retornar con la Unidad de Brethren a su patria. Hace un llamado a Carlos II, rey de Inglaterra e Irlanda para obtener fondos para la Unidad. Manda a un enviado suyo a Hungría para apelar al Gran Visir turco.

1663

Escribe y publica en forma anónima, en alemán, La última trompeta sobre Alemania, dirigida a la Dieta del Sacro Imperio Romano, como un llamado a la reforma interna y a la resistencia frente a la amenaza de la invasión turca que ya ha ocupado Moravia.

1664

Hace un llamado a Luis XIV de Francia para que convoque a una conferencia de paz en Europa.

1665

Publica Silogismo práctico del mundo de las tierras [Syllogismus orbis terrarum practicus].

16651670

Escribe Exhortaciones de Elías [Clamores Eliae]. Escribe Dedicatoria para la Biblia Turca [Bibliorum Turcicorum 97

1665

Escribe Dedicatoria para la Biblia Turca [Bibliorum Turcicorum dedicatio], El ángel de la paz para los enviados de paz [Angelus pacis ad legatos pacis], dirigida a los enviados ingleses y holandeses a la Conferencia de Breda.

1668

Publica El camino de la luz [Via Lucis], que había escrito en Londres en 1642, con una nueva introducción y envía ejemplares a la Royal Society y Lo único que es necesario [Unum necessarium], que dedica al hijo del rey de Bohemia en el exilio.

1669

Inicia una desagradable disputa con un teólogo holandés, Maresius, y escribe dos obras respondiendo a sus invectivas: Advertencia fraternal de J. A. Comenio [Admonitio fraterna J. A Comenii] y La continuación de la advertencia fraterna [Continuatio admonitionis fraternae].

1670

• Se enferma gravemente, pero continúa trabajando en El arte general de la Trinidad [Triertium catholicum], escrito teológico donde trata de la relación entre comprender, hablar y hacer. • El 15 de noviembre fallece en Amsterdam y es sepultado cerca de esa ciudad, en la Iglesia Walloon, en Naarden, antigua capital de Holanda.

1- La cronología de la vida de Comenio difiere en las versiones que distintos autores presentan, tanto respecto de los hechos de su vida cuanto de las fechas de escritura y publicación de sus obras. Entre estas también hallamos discrepancias en las menciones a los años entre los cuales fue escrita la Didáctica Magna. Acá se han seleccionado algunas de las datas que parecen contar con mayor acuerdo. Señalamos, por tanto, que la variedad de fechas que figuran en las numerosas biografías de Comenio nos obliga a manifestar que los años que se incluyen en esta cronología puedan no ser exactos. Algunas de las fuentes utilizadas son: J. A. Comenius: a biographical time chart, Werner Korthaase y Jürgen Beer (comps.); disponible en: ; Limiti, Giuliana, Chronology of the life and works of Jan Amos Comenius, Prospects (Unesco, International Bureau of Education), 1993, XXIII(1/2): 173-196., y Sadler, John E., ob. cit.

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Las traducciones de la Didáctica Magna The great didactic of John Amos Comenius, trad. y ed. con introducciones biográficas, históricas y críticas de M. W. Keatinge, Londres, A. y C. Black, 1896. — Nueva York, Russell & Russell (1967), 316 p., parte 1: introducciones, reimp. de la ed. de 1910; parte 2: texto, reimp. de la ed. de 1923. Comenius, Nueva York-Londres, McGraw-Hill, 1931, reimp. abreviada de la trad. de Maurice W. Keatinge de The great didactic, precedida por un breve resumen de la vida y del punto de vista sobre la educación de Comenio. Coménio, João Amós, Didáctica Magna. Tratado da arte universal de ensinar tudo a todos. Introducción, trad. y notas de Joaquim Ferreira Gomes, 3a ed., Lisboa, Fundação Caloste Gulbenkian, 1985. Comenius, Johann Amos, Didatica Magna. Trad. de Nair Fortes Abu-Merhy, Río de Janeiro, Editora Rio, 1978. Komenský, Jan Amos, Didactica magna: l’analisi dei principali passi, trad. de Giuseppe Barone; int. y comentarios de Mario Milana, Milán, Messina: G. Principato, 1973 Comenius (Jan Amós Komenský), Didáctica Magna, trad. de Saturnino López Peces; int. de Mariano Fernández Enguita, Madrid, Akal, 1986. Coménius, La grande didactique ou l’art universel de tout enseigner à tous, trad. de Marie-Françoise Bosquet-Frigout, Dominique Saget, Bernard Jolibert, París, Klincksieck, Philosophie de L’Éducation, 1992. Komenský, Jan Amos, 1592-1670, Grande Didattica/Comenio: a cura de Anna Biggio, ed. al cuidado de Anna Biggio; trad. del latín de Anna Biggio, Scandicci, Florencia, La Nuova Italia, 1993.

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Índice Portadilla Legales El hombre y su obra Su tiempo: la cultura europea en los siglos XVI y XVII El mundo cultural de Comenio La agitada y dramática vida de Comenio La Didáctica Magna Las citas en el texto de Comenio ¿Dónde se encuentra la sabiduría? Las metáforas en el texto de Comenio Las ideas sobre la educación en la Didáctica Magna Las ideas sobre la disciplina escolar en la Didáctica Magna Las ideas sobre el método en la Didáctica Magna Las ideas sobre las clases de escuela en la Didáctica Magna Sobre las condiciones para comenzar la práctica del método universal El “giro comeniano” Cronología de la vida de Comenio Las traducciones de la Didáctica Magna

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3 5 6 9 17 35 44 47 51 55 63 67 69 80 85 87 92 99