Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. 9783968692968

Punto conclusivo de una investigación llevada a cabo en las ferias del libro de Alemania, España, México, Argentina y Br

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Spanish; Castilian Pages 505 [504] Year 2022

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Índice
Introducción: Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Transformaciones presentes y futuro de un debate interdisciplinario
I. ESTUDIAR LA FERIA
1. Puntos de partida
Resultados del proyecto: “Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica” (2017-2020)
2. Retos teóricos, metodologías y definiciones
Ferias internacionales de libros. Trabajo de campo, archivo y arqueología reflexiva
Las ferias del libro como espacios sociales estructurantes para los profesionales de la edición
Feiras do livro como centros de peregrinação: fluxos seletivos e regimes de copresença
Ni puras ni (tan) bastardas. Las ferias del libro como instancias de consagración de nuevo cuño
II CALEIDOSCOPÍA DE LAS FERIAS
1. Ferias y políticas culturales
La geografía común que nos separa. Las ferias internacionales del libro en América Latina frente al reto de la fragmentación regional
Las ferias del libro como espacios para la alfabetización. La Ciudad de México en la década de 1940
¿Visibilizar cultura(s) a través de ciudades? El papel de las ferias internacionales del libro y la condición de ciudad invitada de honor
Experiencias y expectativas del público relacionadas con el formato de los países y ciudades invitados de honor en las ferias internacionales del libro de Frankfurt y Guadalajara. Un repaso por las encuestas realizadas entre 2017 y 2019
Las voces femeninas del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances
2. Comunidades feriales
¿Qué lectores tienen las editoriales independientes? Los públicos de las ferias de libros en Argentina y la reproducción de las desigualdades estructurales del espacio editorial
Cuatro ejes para (re)pensar la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) en México
Feria Internacional del Libro en el Zócalo, entre lo popular y lo rebelde
Comunicación visual de las ferias del libro en México: los carteles del Palacio de Minería (1979-2019) y Guadalajara (1987-2017)
III. TESTIMONIOS DESDE EL PRESENTE Y NOTICIAS DEL FUTURO
La Feria del Libro de Madrid: desafíos e incertidumbres ante un mundo híbrido
2020: el año que puso en peligro a las ferias del libro
Las ciudades invitadas de honor en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires
Son lecturas nuestros pasos. La Feria Internacional del Libro de los Universitarios (Filuni) de la UNAM
Sobre los autores y autoras
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Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica.
 9783968692968

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LAS FERIAS DEL LIBRO COMO ESPACIOS DE NEGOCIACIÓN CULTURAL Y ECONÓMICA Vol. 2 Conclusiones y nuevas trayectorias de estudio



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Matteo Anastasio Marco Thomas Bosshard Freja I. Cervantes Becerril (eds.)

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LAS FERIAS DEL LIBRO COMO ESPACIOS DE NEGOCIACIÓN CULTURAL Y ECONÓMICA Vol. 2 Conclusiones y nuevas trayectorias de estudio Matteo Anastasio Marco Thomas Bosshard Freja I. Cervantes Becerril (eds.)

Iberoamericana • Vervuert • 2022

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com;  91 702 19 70 / 93 272 04 47) Este libro forma parte del proyecto “Ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica” financiado por la Deutsche Forschungsgemeinschaft (DFG, Fondo Alemán de Investigación), no. de proyecto 317687246. This book is part of the research project “Book fairs as spaces of cultural and economic negotiation” funded by Deutsche Forschungsgemeinschaft (DFG, German Research Foundation) – Project number 317687246. © Iberoamericana, 2022 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 © Vervuert, 2022 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN (Iberoamericana): 978-84-9192-280-3 ISBN (Vervuert): 978-3-96869-295-1 ISBN (ebook): 978-3-96869-296-8 Depósito legal: M-16332-2022 Diseño de cubierta: Rubén Salgueiros Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro. La impresión de este libro se ha realizado sobre papel certificado FSC a partir de madera procedente de bosques gestionados de forma respetuosa con el medio ambiente, socialmente beneficiosa y económicamente sostenible.

Impreso en España

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Índice

Introducción: Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Transformaciones presentes y futuro de un debate interdisciplinario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Matteo Anastasio, Marco Thomas Bosshard y Freja I. Cervantes Becerril I. Estudiar la feria 1. Puntos de partida Resultados del proyecto: “Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica” (2017-2020) . . . . . . . . . . . . . . 33 Matteo Anastasio, Marco Thomas Bosshard, Fernando García Naharro y Luise Hertwig 2. Retos teóricos, metodologías y definiciones Ferias internacionales de libros. Trabajo de campo, archivo y arqueología reflexiva. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 Gustavo Sorá Las ferias del libro como espacios sociales estructurantes para los profesionales de la edición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 Gerardo Kloss Fernández del Castillo Feiras do livro como centros de peregrinação: fluxos seletivos e regimes de copresença . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 José de Souza Muniz Jr. Ni puras ni (tan) bastardas. Las ferias del libro como instancias de consagración de nuevo cuño . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121 Fernando García Naharro

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II. Caleidoscopía de las ferias 1. Ferias y políticas culturales La geografía común que nos separa. Las ferias internacionales del libro en América Latina frente al reto de la fragmentación regional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145 Alejandro Dujovne Las ferias del libro como espacios para la alfabetización. La Ciudad de México en la década de 1940 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177 Kenya Bello ¿Visibilizar cultura(s) a través de ciudades? El papel de las ferias internacionales del libro y la condición de ciudad invitada de honor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199 M. Carmen Villarino Pardo Experiencias y expectativas del público relacionadas con el formato de los países y ciudades invitados de honor en las ferias internacionales del libro de Frankfurt y Guadalajara. Un repaso por las encuestas realizadas entre 2017 y 2019 . . . . . . . 237 Marco Thomas Bosshard Las voces femeninas del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259 Freja I. Cervantes Becerril 2. Comunidades feriales ¿Qué lectores tienen las editoriales independientes? Los públicos de las ferias de libros en Argentina y la reproducción de las desigualdades estructurales del espacio editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . 305 Ezequiel Saferstein Cuatro ejes para (re)pensar la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) en México . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 331 Amisadai Cortez García Feria Internacional del Libro en el Zócalo, entre lo popular y lo rebelde . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 347 Alejandro Gaspar Guadarrama

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3. Las ferias del libro entre literatura y otros medios Las ferias del libro como espacios estéticos y performativos de definición literaria. El ejemplo del “árbol” alemán, entre Frankfurt y Guadalajara. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 373 Matteo Anastasio Comunicación visual de las ferias del libro en México: los carteles del Palacio de Minería (1979-2019) y Guadalajara (1987-2017) . . . 417 Marina Garone Gravier III. Testimonios desde el presente y noticias del futuro La Feria del Libro de Madrid: desafíos e incertidumbres ante un mundo híbrido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 451 Manuel Gil Espín 2020: el año que puso en peligro a las ferias del libro . . . . . . . . . . 463 Marisol Schulz Las ciudades invitadas de honor en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 471 Oche Califa Son lecturas nuestros pasos. La Feria Internacional del Libro de los Universitarios (Filuni) de la UNAM . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 481 Camilo Ayala Ochoa Sobre los autores y autoras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 495

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Introducción: Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Transformaciones presentes y futuro de un debate interdisciplinario Matteo Anastasio, Marco Thomas Bosshard y Freja I. Cervantes Becerril Europa-Universität Flensburg y Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa

Sale de imprenta con este volumen la segunda parte de Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica, punto conclusivo de una investigación realizada entre 2017 y 2020 por la Europa-Universität Flensburg (Alemania) con el apoyo del Fondo de Investigación Alemán (DFG). A lo largo de cuatro años, el proyecto se propuso abordar las ferias del libro como puntos de encuentro e intercambio de valores heterogéneos que se concentran en ellas. Considerando las ferias, a partir de la teoría de Bourdieu, como concreción de la búsqueda de mundos paradójicos en la lógica del campo (Bourdieu 1991) o “tournament of values” (Moeran 2010), el proyecto apuntó a descomponer y recomponer la complejidad del fenómeno ferial, en sus distintos aspectos, con un análisis multiperspectivo: sociopolítico, cultural, económico y estético-medial. El marcado carácter interdisciplinario e internacional de esta investigación logró aviar un diálogo provechoso entre académicos, profesionales y operadores del campo editorial y cultural, en particular del espacio alemán e hispanoamericano. Como destino final de esta trayectoria, entre el 10 y el 14 de agosto de 2020 se celebró el simposio internacional Las Ferias del Libro como Espacios de Negociación Cultural y Comercial (Universidad

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Autónoma Metropolitana y Europa-Universität Flensburg)1, que reunió –aunque solo de forma digital, debido a la pandemia de COVID-19– a investigadores de México, Argentina, Brasil, España y Alemania, y a directoras y directores de algunas de las ferias del libro más importantes para el mercado de habla hispana. Sus contribuciones se presentan aquí como testimonio de un vivo debate que, entre otros temas, se interroga también sobre el presente y el futuro de estos eventos frente al desafío actual. La primera fase del proyecto, documentada en los “planteamientos generales” del primer volumen (Bosshard/García Naharro 2019), se concentró en articular los perfiles y las estrategias culturales, políticas y económicas de las principales y más atendidas ferias del libro de España, México y Alemania. Esta etapa unió, a través de estudios de caso y testimonios, la reconstrucción documental e histórica con el análisis teórico. Aquel primer esfuerzo, en particular, interrogaba las ferias por el filtro de una práctica lanzada paralelamente por la Buchmesse de Frankfurt y Livre Paris en 1988 y que fue consolidándose a lo largo de las décadas en diversas ferias internacionales del libro: la presencia de países invitados de honor. Este instituto se presentaba y analizaba en aquel contexto como un dispositivo “catalizador de identidades” (cf. Fischer 1999: 162) y valores simbólicos articulados alrededor del medio libro, con sus diferentes efectos de política cultural, mediatización estética, generación de capitales en el campo económico y en el ámbito global. El presente volumen amplía aquella perspectiva, ya que aumenta el espectro de consideraciones a nuevas prácticas, ferias y áreas del mundo. Los estudios aquí reunidos incluyen miradas desde y hacia diferentes países –Argentina, Brasil, España, México y Alemania– y comprenden una pluralidad de acercamientos teóricos, así como una variedad de eventos feriales: internacionales, locales, populares, profesionales, generalistas, dedicados a la infancia, a la industria “independiente”, a instituciones académicas… Se hace también visible cómo cada feria del libro reúne en sí una variedad de funciones y representa a la vez uno y muchos eventos simultáneamente. Esta complejidad y heterogeneidad pueden generar aturdimiento tanto en el visitante como en el investigador. Un “tremendo agobio” describe, en efecto, el periodista Vila-Sanjuán al pisar por primera vez la más grande feria del libro del mundo, en Frankfurt, y tener “la sensación de que a uno le cae en Las conferencias pueden consultarse en línea en el canal YouTube Simposio Internacional Las Ferias del libro 2020: (13/01/2020).

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cima una sobrecarga de información indigerible, […] ya que ves abrirse ante tus ojos miles de caminos diferentes” (Vila-Sanjuán 2007: 15). Los “miles de caminos diferentes” de las ferias es lo que quiere documentarse en este volumen, andando hacia la raíz del fenómeno ferial y sus diversas declinaciones. “Las ferias del libro como…” es el mantra espontáneo que acompaña muchas de las contribuciones aquí recopiladas: las ferias del libro como “espacios sociales” (Kloss), como “centros de peregrinação” (Muniz Jr.), como “espacios para la alfabetización” (Bello), para la “promoción a la lectura”, la “profesionalización” (Cortez) o la “internacionalización” (Dujovne), las ferias como “instancias de consagración” (García Naharro) o lugares “estéticos y performativos de definición literaria” (Anastasio). Frente a esta constitutiva pluralidad del fenómeno, la presente obra quiere tematizar, como antesala a la discusión, los presupuestos teóricos y metodológicos de un estudio de la feria del libro. Es este el objeto de la primera sección del volumen.

I. Estudiar la feria De forma preliminar, se presentan los resultados del proyecto “Las ferias del libro como espacios de negociación económica y cultural”. El coordinador, Marco Thomas Bosshard (Europa-Universität Flensburg) y los colaboradores integrantes del proyecto, Fernando García Naharro, Luise Hertwig y Matteo Anastasio, ofrecen una panorámica de los objetivos, los enfoques, las principales etapas y conclusiones de una investigación dividida en tres líneas: (socio)político-cultural, estético-medial y económica. La combinación de estos ejes restituye el mapa complejo de las características, las mutuas referencias e interacciones de ferias del espacio alemán, hispano e hispanoamericano en relación con el modelo compartido del “invitado de honor”. Como objeto de análisis se indican aquí las estrategias de autorrepresentación de países, ciudades o comunidades invitados frente a la función de estas ferias para la internacionalización de mercados literarios, el papel de los diferentes actores y sujetos que intervienen en ellas, la organización de discursos, prácticas e imaginarios simbólicos alrededor del libro. Los estudios de campo realizados por el equipo en las ferias de Frankfurt, Leipzig, Madrid (Liber y Feria del Retiro), Guadalajara y Buenos Aires, junto a la búsqueda y el análisis de material documental de archivo permitieron a los autores la comprensión del fenómeno ferial desde una perspectiva sincrónica y diacrónica, integrada y basada en la evaluación de datos empíricos.

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Una reflexión teórica de Gustavo Sorá (Instituto de Antropología de Córdoba-CONICET/Universidad Nacional de Córdoba) abre la panorámica de estudios que se presentan a continuación. El trabajo pionero de Gustavo Sorá en este ámbito, a mediados de los años noventa, abrió pistas para un análisis etnográfico y sociológico de la feria del libro (Sorá 1994 y 1996). Desde la distancia de casi tres décadas, Sorá vuelve a la raíz de aquella investigación primordial en su trayectoria con una “arqueología reflexiva” de bourdieuana memoria, que, en el sentido también de Foucault (1969), se entiende al mismo tiempo como una “arqueología del saber” académico producido en este campo de investigación. Junto con las urgencias que movieron aquel impulso inicial, Sorá interroga los fundamentos y los presupuestos teóricos, los retos metodológicos, las (pre)condiciones, perspectivas y evoluciones de un estudio de la feria del libro. Con este fin, el antropólogo deja al descubierto las herramientas de su trabajo, publica y comenta sus diarios de campo y pone en tela de juicio el “género literario” más consagrado del trabajo etnográfico. Paralelamente, en permanente oscilación “entre el campo y el archivo”, Sorá esboza a través de sus recorridos y encuentros por ferias internacionales del libro una cartografía de la red de relaciones y representaciones del mercado editorial hispano e iberoamericano de aquella época. Desde la sociología del campo editorial, Gerardo Kloss (Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco) propone abordar las ferias del libro como espacios en los que se organiza la sociabilidad entre profesionales de la edición. Según señala Kloss, con un estudio centrado en la edición mexicana, las prácticas, los discursos y narraciones de sus actores restituyen representaciones del oficio editorial basadas en el valor del aprendizaje, de la filiación a mentores y maestros, del prestigio adquirido por la experiencia. Como ilustra Kloss, se trata de vínculos afectivos que se expresan para compensar una fragmentación intrínseca a los diferentes eslabones de la cadena editorial, frente a la cual el diálogo, el intercambio y la interdependencia se hacen estrategias imprescindibles. Desde esta perspectiva, las ferias del libro y sus diferentes oportunidades de socialización velan por la creación de lazos, de los que de otro modo carecerían, en la estructura pormenorizada del trabajo editorial. Y esto no solo por ofrecer una representación simbólica y organizada del grupo profesional en su conjunto, sino por consolidar el vínculo entre sus miembros a través de rituales, ceremonias y encuentros “con una enorme carga emocional”. Por otro lado, Kloss vuelve reflexivamente, como Sorá, sobre el papel que la academia puede desempeñar en la formación en el trabajo editorial, no solo para el estudio y desarrollo de

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saberes y técnicas, sino como lugar de observación y espacio (relativamente) autónomo y no “presionado” por intereses comerciales. La dimensión ritual de las ferias también es investigada por José de Souza Muniz Jr. (Centro Federal de Educação Tecnológica de Minas Gerais, Belo Horizonte), que articula la participación del público en ferias del libro por analogía con los fenómenos de peregrinación religiosa. De este modo, el autor destaca la función de las ferias como centros temporales dentro de un espacio tanto geográfico como social y económico. Las ferias son metas de una peregrinación, aunque limitada en el tiempo, de una variada comunidad de profesionales. Con una mirada sociológica amplia, Muniz pone en paralelo dimensiones macro y microcósmicas implícitas en el universo ferial. Como espacios de encuentro e interacción, comparables en su estructura y organización a las ciudades, las ferias se insertan en el tejido estructural de sus realidades urbanas locales. Conforme a ello, las jerarquías, los límites, las agrupaciones de sectores se hacen visibles en el espacio de la feria a la manera de “clubes” o “guetos” a los que corresponden dominancias, alianzas u oposiciones al interior del mercado editorial global. Todo ello alude también a la relevancia, para estos eventos, de la “co-presencia” física de personas en un espacio y en una época como los actuales, en que muchas ferias del libro se han visto obligadas a celebrarse solo de forma virtual. La negociación de valores y capitales económicos y simbólicos en el encuentro, en un mismo lugar, de actores profesionales y no profesionales, ha llevado a diversos investigadores a plantear eventos culturales y festivales literarios como “instancias de consagración” del campo literario (Sapiro 2016; Weber 2018), lo que puede sin duda aplicarse de forma específica al espacio ferial (entre otros: Szpilbarg 2011). En este sentido, Fernando García Naharro (Europa-Universität Flensburg) profundiza en esta cuestión y plantea el lugar de las ferias en el campo literario a partir de las propias premisas teóricas proporcionadas por Bourdieu. En una doble perspectiva, histórica y sociológica, García Naharro ofrece una mirada diacrónica sobre la afirmación y las transformaciones de las ferias del libro en el interior del campo literario. Asimismo, se pregunta por su función en dos sentidos: como modernos dispositivos que engloban y reproducen en su interior las oposiciones tradicionales señaladas por Bourdieu, entre los subcampos dominados de producción restringida y el subcampo dominante de producción masiva; y como nuevos dispositivos de consagración, que abarcan elementos hasta entonces externos al ámbito de producción literaria y a sus oposiciones tradicionales. Esta reflexión cabal y las contribuciones que la

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preceden ofrecen un orgánico marco teórico para comprender las ferias del libro en sus diferentes y posibles declinaciones.

II. Caleidoscopía de las ferias Los artículos de la segunda sección del volumen componen el caleidoscopio ferial en torno a tres ejes: las ferias como espacios culturales, sociales y mediales. 1. Ferias y políticas culturales El primer grupo de estudios de este apartado está dedicado al papel “cultural” que las ferias del libro desarrollan selectivamente en su gestión, promoción y difusión de valores simbólicos modélicos y en su acción como generadoras de políticas culturales dentro y fuera del mundo del libro. A este respecto, Alejandro Dujovne (CONICET/EIDAES, Universidad Nacional de San Martín) pone de manifiesto la función supletiva que las ferias del libro desempeñan de facto en el espacio del libro en español, a falta de políticas culturales y económicas eficaces en los países hispanoamericanos. Dujovne considera el espectro común de las políticas de internacionalización de las ferias, de editores y grupos editoriales que participan en ellas, para mapear el mercado del libro latinoamericano, en relación con sus programas de apoyo, los catálogos de diversas editoriales y la acción específica de las ferias del libro. Según indica el autor, las direcciones de ferias del libro, junto con la proyección y visibilidad de proyectos editoriales que se han abierto espacio en un territorio transnacional, se hacen portavoces de instancias e iniciativas de la industria editorial con el objeto de potenciar e implementar el mercado hispanohablante que se contienden. Para profesionales y editores de este campo, las ferias resultan un lugar de iniciación y aprendizaje imprescindible para su internacionalización. Aprender a manejar el flujo de información, las prácticas y rituales de la feria, es también parte de una formación que las ferias requieren y proporcionan; por ello, cuanto mayor sea el conocimiento de sus mecanismos, mayor será también el aprovechamiento de su visita. Del espacio hispano en su conjunto al específico de la edición mexicana, Kenya Bello (Universidad Autónoma Nacional de México) ofrece un capítulo de una “nueva historia cultural” (Chartier 2006) dedicada a las ferias del libro de México, consideradas como eventos organizadores de

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cultura y formas simbólicas relacionadas con el libro y la actividad de la lectura. A este objeto, Bello emprende una reconstrucción del desarrollo de las ferias callejeras en Ciudad de México en los años cuarenta del siglo xx, un momento en el que el analfabetismo afectaba a más de la mitad de la población. La política educativa del gobierno posrevolucionario por medio de la Secretaría de Educación Pública (SEP) hizo de la escolarización y alfabetización instrumentos para el desarrollo económico, y de la integración de clases trabajadoras su proyecto de unificación nacional. En este marco, las ferias del libro, con las que libreros y editores aspiraban a atraer público y ampliar sus ventas, se configuraron como espacios con una enorme función educativa. Bello destaca la labor del Estado como actor central que contribuyó no solo a la consolidación de una industria y un mercado editorial local, sino también a la construcción de un perfil cultural de las ferias del libro en México que condicionó el habitus y las expectativas de sus visitantes. Asistir a la feria significaba para muchos una oportunidad para su desarrollo formativo. Bello señala de este modo el valor estético y de diversión, pero sobre todo el social y político, relacionado con la lectura y el significado de las ferias como instrumento de cohesión social. Por otro lado, las ferias del libro, si bien a menudo están subvencionadas por el Estado, buscan perseguir y promover sus propias políticas culturales independientes, de acuerdo con sus objetivos político-económicos. Con este fin, por ejemplo, diversas ferias del libro dedican una parte importante de su oferta de eventos a la presencia de países, ciudades o comunidades invitadas, como temas centrales. Los invitados organizan su propio programa cultural autónomo, del que las ferias pueden también beneficiarse y prestigiarse, en términos logísticos, económicos o simbólicos (cf. Weeidhaas 2003: 233s.; Niemeier 2001: 53s., respecto del caso de Frankfurt). Por otro lado, la presencia de invitados de honor permite a las ferias perfilarse y posicionarse como facilitadoras de dinámicas en el mercado editorial internacional. En su contribución, M. Carmen Villarino Pardo (Universidade de Santiago de Compostela) se enfoca en la práctica de la “ciudad invitada”, introducida por la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en 2013, en relación con los eventos generadores y dinamizadores de “cultura(s)”. Siguiendo los casos de Santiago de Compostela y Barcelona, invitadas en las ediciones de 2016 y 2019, respectivamente, Villarino Pardo se adentra en la definición problemática de la identidad cultural relacionada con contextos urbanos. Si los países invitados, por referencia a la forma moderna del Estado nación, cuentan con mucho más patrimonio, por antiguo y conso-

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lidado, de imaginarios –vinculados también con la literatura (cf. Casanova 2011: 9s.)–, las realidades urbanas representan sujetos que solo en tiempos recientes han entrado en la lucha para la definición, negociación e internacionalización de una propia identidad y se configuran como espacios, en este sentido, extremadamente inestables y dinámicos2. Sin embargo, Villarino Pardo muestra cómo, por necesidades de patrocinio económico y político, las ciudades invitadas al promover una imagen de marca a menudo dialogan con entidades nacionales o regionales locales, y de este modo producen una superposición de discursos y representaciones. En el caso de Santiago y Barcelona, dichas participaciones se tradujeron, por voluntad y efectos de las respectivas comunidades autónomas involucradas, en oportunidades para visibilizar, de forma alternativa, las culturas gallega y catalana. En un complejo juego de negociación y tránsito de proyecciones, Villarino Pardo destaca la forma en que las ferias del libro adquieren prestigio con el intercambio con ciudades invitadas, ya que estas son eventos en el interior de centros urbanos, abiertos a un escenario internacional. Frente a la función de invitados de honor en la difusión de imágenes y discursos sobre la literatura, retroalimentados por la relación con culturas nacionales, regionales o urbanas, Marco Thomas Bosshard (Europa-Universität Flensburg) analiza la recepción de invitados de honor y sus exhibiciones en ferias internacionales del libro. Su análisis se basa en encuestas realizadas con el público asistente en la Buchmesse de Frankfurt y la FIL Guadalajara entre 2017 y 2019. En general, el estudio señala una positiva acogida del formato del invitado de honor entre los visitantes y, sin embargo, a la luz de este mismo resultado, pone en tela de juicio los objetivos económicos y culturales acreditados por los comités participantes en sus programas. Al éxito y alto reconocimiento simbólico de las exhibiciones de invitados no corresponde de hecho un impacto sensible en las actitudes y preferencias de compra de los visitantes –sean ellos lectores aficionados o profesionales del libro–. Cabe preguntar si una tendencia análoga puede registrarse también en la venta de derechos. La proyección actual, de todas

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Desde otra perspectiva, estudios de marketing y geografía social con referencia a procesos del llamado city branding (para una panorámica, entre otros: Karavatzis 2004 y Karavatzis/Ashworth 2005) demuestran cómo en el tejido urbano operan grupos sociales, políticos, económicos y artísticos diferentes, que se disputan la bandera de la cultura de forma horizontal y transversal, relacionándose con una multiplicidad variable de destinatarios como posibles consumidores.

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formas, revela, por lo menos en el corto plazo, cierta falla en la intención, declarada por las ferias, de ofrecer a través del invitado de honor una medida a fomento de la bibliodiversidad. Con este propósito y a través de un examen de las respuestas ofrecidas por los entrevistados, Bosshard intenta mapear expectativas y proyecciones del público hacia literaturas nacionales o regionales, a partir de oposiciones que interpretan la cercanía o lejanía cultural, así como interrogar en qué medida la participación de invitados de honor puede ser de provecho para la superación de barreras culturales. Barreras que, como ilustra Freja I. Cervantes Becerril (Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa) en su artículo, en una feria del libro se reflejan también en ceremonias y en la diferente distribución de poderes de legitimación y consagración literaria entre los actores del campo, entre un país y otro, pero también entre los géneros masculino y femenino. Respecto del caso de FIL Guadalajara, Cervantes señala la centralidad del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, principal iniciativa entre los muchos reconocimientos y homenajes que se otorgan anualmente en el marco de esta feria. Cervantes pone en relación la política de este premio con las estrategias de internacionalización de la feria y con la figura del invitado de honor. Al otorgar un premio dedicado a todos los idiomas neolatinos, la FIL se asegura una función significativa como promotora de la lengua y las culturas romances. En este marco, Cervantes se concentra también en las asimetrías existentes en las lógicas de premiación y en el propio parterre de personalidades premiadas, en la predominancia cultural de autores masculinos, compensada solo ocasionalmente por escritoras ganadoras. Si bien las ferias intentan socavar límites culturales fraguando espacios de autonomía y renovación, perfilándose estratégicamente como instrumentos de modernidad y desarrollo, no están exentas de reproducir esquemas y desequilibrios difusos en todos los niveles de la sociedad, por su capacidad adaptiva para aprovechar las relaciones existentes y asegurarse mayor visibilidad. 2. Comunidades feriales Sobre la complejidad de esta discusión, las ferias del libro se revelan también como espacios de integración de grupos y comunidades, así como de coexistencia de públicos diferentes. Con una mirada hacia estas dinámicas, Ezequiel Saferstein (CeDInCI/Universidad Nacional de San Martín) analiza la conformación de (sub)culturas editoriales a partir del término que define a las llamadas editoriales “independientes” frente a la acción de gran-

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des grupos editoriales internacionales a nivel global. A partir de esta desigualdad –propia del mercado editorial argentino aquí tratado por el autor, pero también del de muchos otros países–, Saferstein explora las prácticas que definen la participación de los independientes en el espacio ferial. Para ellos, las ferias del libro representan no solo plazas de encuentro e intercambio de información, objetivos y peticiones, sino también un escaparate en el que de manera estratégica se da forma a la propia subalternidad. Saferstein señala la posición dominada que las independientes asumen activamente, para colocarse en un espacio de resistencia y oposición simbólica, política y/o económica y dar expresión a valores alternativos respecto de las lógicas y tendencias “comerciales” de actores más poderosos del campo. Esto se manifiesta incluso en la organización de ferias del libro propias destinadas únicamente a editoriales independientes. El efecto de estos eventos es contornear un perfil cultural específico, favorecer la proximidad y cierta identificación por parte de un público aficionado y selecto de lectores. Una reflexión sobre la dialéctica entre centros y periferias del sistema ferial se plantea también en el trabajo de Alejandro Gaspar Guadarrama (Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco) alrededor de la Feria Internacional del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México, de cara a los mecanismos de poderes que se producen y se proyectan en este evento. Gaspar considera la FIL Zócalo en su carácter de dispositivo, es decir de “red de saberes y poderes” o “estructur[a] estructurant[e] de poder que gener[a] saberes y prácticas –dichas o no dichas, visibles o invisibles”. A partir de la trayectoria histórica de FIL Zócalo, el autor ilustra el singular desarrollo de una feria que, pese a que no ocupa el centro de las dinámicas del mercado editorial nacional e internacional –como sería el caso, en contraparte, de otra gran feria mexicana, FIL Guadalajara– está íntimamente imbricada con el poder institucional, en cuanto órgano de la Secretaría de Cultura del Gobierno Federal; y que, no obstante, ha ganado un lugar simbólico peculiar y privilegiado en el tejido popular, como espacio contestatario, de lucha y reivindicación contra poderes establecidos, en la misma Plaza de la Constitución que alberga las sedes del poder político. La simpatía, el atractivo y el sentimiento de pertenencia que FIL Zócalo despierta en el público de visitantes muestra el potencial que las ferias del libro tienen para articular imaginarios, gestionar poderes y reorganizar equilibrios sociales, en espacios que se representan como líberos, solidarios y pacíficos. A otra feria del amplio panorama mexicano está dedicado también el estudio de Amisadai Cortez García (Universidad Autónoma Metropolita-

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na-Iztapalapa), que nos propone una mirada hacia la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) y, con este, un examen de la función de las ferias en aquel sector de la industria editorial que goza de mayor salud y proyección económica a nivel global. A este ámbito de mercado, como muestra Cortez, le corresponden lógicas propias, como también una comunidad específica de profesionales, lectores y, por último, patrocinadores, que se forma y consolida en la feria. De manera sistemática, Cortez articula cuatro ejes de análisis (promoción a la lectura, políticas de subvenciones, profesionalización y toma de espacio público) que ilustran el papel de la FILIJ en la formación de un sistema estructurado de la edición infantil y juvenil, su difusión y desarrollo en México. La importancia de la promoción de la lectura para la infancia –también en la forma de lecturas públicas practicadas en la feria–, como motivo de reconocimiento de la función social de la feria en el campo de la educación y de la enseñanza, coadyuva con la intervención de instituciones y asociaciones en una serie de iniciativas, políticas de apoyo, así como de premios entregados a través de la propia feria. Como canal privilegiado de acceso a este conjunto de posibilidades, la FILIJ se configura como lugar de legitimación y profesionalización para una categoría de operadores del campo, entre editores, agentes, autores, artistas gráficos e ilustradores. 3. Las ferias del libro entre literatura y otros medios Finalmente, las ferias del libro son también lugares de exposición y exhibición que involucran una pluralidad de medios. La dimensión semiótica y performativa en estos eventos resulta significativa de cara a la eficaz puesta en escena de expositores, editores, instituciones o entes políticos participantes, al marketing de productos literarios o editoriales o el branding de autores, así como para la comunicación de la propia feria. A este respecto, Matteo Anastasio (Europa-Universität Flensburg) propone modelos para un estudio estetológico del evento ferial en cuanto espacios escénicos de promoción y definición literaria. Este mecanismo resulta particularmente evidente en el caso de la participación en las ferias de invitados de honor, frente a imágenes identitarias que condicionan su exhibición. A partir del análisis de la presencia de Alemania en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (2011), Anastasio ofrece una lectura del sistema semiótico de la exposición del invitado a la luz del conjunto de obras, actividades, técnicas o motivos literarios allí presentados. Con un enfoque y un interés de tipo filológico, el autor se centra en el conjunto de estrategias narrativas, simbó-

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licas y performativas elaboradas por el invitado y en el motivo metafórico del árbol que dio forma al concepto del pabellón alemán, para indagar sus conexiones con representaciones y discursos de y sobre la literatura alemana. Anastasio invierte aquí la mirada tradicional, centrada en obras literarias, para considerar los efectos contingentes que estas producen dentro del contexto comunicativo y performativo de exhibición en la feria, así como las consecuencias para su recepción. La acción protagónica de sujetos involucrados en la exposición alemana, como la función coordinadora del directivo de la Frankfurter Buchmesse, dio forma a un perfil y un imaginario de la literatura alemana funcional a la autorrepresentación de sus actores. Desde otra perspectiva de estudio estético, Marina Garone Gravier (Universidad Nacional Autónoma de México) brinda una mirada fascinante, por lo novedoso en la particularidad de su enfoque, hacia la relación entre público y ferias por medio de la comunicación visual. Con una detallada reconstrucción archivística, Garone recorre la crónica de la cartelística de la Feria del Palacio de Minería y la Feria de Guadalajara desde sus inicios –respectivamente, 1979 y 1987– a la época actual. Ambas ferias se caracterizan por una elevada participación del público no profesional. Un puntual análisis semiótico del repertorio de elementos gráficos empleados permite a Garone integrar significaciones e imaginarios aludidos por las ferias con el propósito de cautivar la atención de sus asistentes, despertar expectativas, crear participación emotiva o poner en escena la propia feria y su ambiente. La autora muestra también el vínculo existente entre la estética de los carteles y el espacio de las ferias del libro, no solo por estar este a menudo evocado o visualmente reproducido en el cartel, sino para ofrecer la pauta a motivos gráficos, colores, símbolos o eslogan, que conforman el aspecto del espacio ferial y acompañan así al asistente en su visita. En ello, Garone distingue “una gramática visual” que da forma a temas y/o “dispositivos” que condicionan el valor o el significado simbólico de la participación del público en una feria.

III. Testimonios desde el presente y noticias del futuro Nunca como en estos años se ha hecho patente la importancia de la aquí recordada dimensión sensible de las ferias del libro, en cuanto eventos presenciales, amenazados y transfigurados, a partir de 2020, a raíz de la pandemia global de COVID-19. Insisten en este punto los testimonios de promotores culturales y directores de ferias, que recogemos también en este segundo

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volumen y que nos restituyen un cuadro de cambios inimaginables apenas hace un par de años. Como cuando, en 2017, la International Publishers Association aseguraba: “In an age when business is often done remotely, book professionals still believe that book fairs have not lost their relevance. On the contrary, deals done at book fairs gain in terms of quality, and the human dimension of these exchanges becomes a pledge of trust” (IPA 2017: 3). O en 2015: “Book fairs represent the best (often only) opportunity for trade professionals to meet and connect” (IPA 2015: 3). Por el contrario, en 2020 y 2021 muchas ferias se celebraron por vez primera en forma virtual y tuvieron que adaptarse al mundo digital, lo que para algunas significó, sin embargo, dirigirse hacia una revolución tecnológica de más largo plazo3. El reto de la digitalización es una vía sin regreso, opina Manuel Gil Espín, director de la Feria del Libro de Madrid, en su testimonio desde aquel “annus horribilis”, el 2020, que tan dramáticamente marcó una urgencia de transformación, latente desde hacía décadas. Gil traza la fisionomía y trayectoria histórica de la popular feria callejera, que se celebra anualmente en el Parque del Retiro de la capital española, destacando sus principales objetivos, desde el fomento de la lectura a la relación con Iberoamérica. De manera emblemática, la presencia en este ambiente es parte integrante e insustituible del concepto del evento, que permite ac La Frankfurter Buchmesse, por ejemplo, implementó una serie de plataformas, herramientas y eventos virtuales que remedaran las dinámicas de encuentro que se producen por lo común y de forma casual en los pasillos o en los cocteles de la feria. Entre ellas, la aplicación Matchmaking, un software de encuentros, pensado para profesionales del libro (cf. Frankfurter Buchmesse: “Matchmaking”. En: [06.04.2021]). También, como explicó la vicepresidenta, Marifé Boix García: “Intentamos replicar lo que es el típico bar del Frankfurter Hof […], conseguimos digitalizar un poco lo que es esta situación en la que después de la feria te encuentras una hora para tomar una copa. Y fue algo menos formal […], con música de fondo […] y que después daba de entrada a diferentes grupos más pequeños donde se juntaba la gente y hablaba sobre lo que quisiera hablar” (Marifé Boix García, durante la charla: “Importancia y futuro de las ferias de libro: ¿qué sucederá con los grandes encuentros de la industria?”, FIL Guadalajara, 3 diciembre de 2020, mesa redonda con Marisol Schulz Manaut, Oche Califa, moderación de Alejandro Dujovne; online: FIL Guadalajara: “Diálogos de la industria”. En: [06/04/2021]). El nuevo formato, The Hof, se realiza desde entonces en diversas citas a lo largo del año, lo que permitió a la Buchmesse ampliar virtualmente su presencia e influencia más allá de los marcos geográficos y temporales de Frankfurt y de los cinco días de la feria (cf. Frankfurter Buchmesse: “The Hof”. En: [06/04/2021]).

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ceso libre a un público tan variado de consumidores de libros, lectores y no lectores. Frente a la emergencia pandémica se hace necesario, según el director, planear un perfil virtual alternativo que, sin olvidar la finalidad lúdica y espectacular de la feria madrileña, pueda mantener viva su “imagen de marca” entre los lectores al “entrar en sus casas”, ahora incluso más allá de los confines nacionales. Lo anterior implicaría responder de forma diferente a su vocación iberoamericana. De este modo, Gil ve en un modelo híbrido entre presencial y virtual una oportunidad para el desarrollo futuro de las ferias del libro. Más que nunca, durante la crisis pandémica, se ha intensificado el diálogo entre directivos de ferias internacionales y profundizado el intercambio, además de estrechado los vínculos, y se han compartido así preocupaciones, propuestas, prácticas y experiencias4. “Estamos conectados” es la divisa de Marisol Schulz Manaut. La directora de FIL Guadalajara nos habla de la incertidumbre con la que se vieron confrontadas las ferias, de cara a la pandemia de COVID-19, que puso de manifiesto también la necesidad de implementar una red de cooperación entre ferias, como sujetos activos del campo editorial y cultural con intereses propios, valores y capitales que defender. El 2020, afirma, “fue un año en el que efectivamente las ferias del libro como tal hemos estado en peligro”. Por su importante participación de público y su función para las ventas de libro, la posibilidad de celebrar FIL Guadalajara en presencia resultaba fundamental a fin de encontrar remedio a la flexión del mercado editorial mexicano y latinoamericano de aquellos meses. Con la conversión de la feria en digital, FIL Guadalajara tuvo que renunciar, temporalmente, a este propósito, así como limitar sensiblemente su expectativa hacia otro objetivo –constante desde su nacimiento–, el de ampliar y variar la participación del público. No obstante, la crisis pandémica ofreció la oportunidad para apostar de otra forma en la internacionalización ya existente y quizá también de más largo alcance, basada en la cooperación entre ferias del libro de diversas partes del mundo. El número especial de noviembre-diciembre 2020 del boletín Tendencia editorial UR de la Universidad del Rosario (Bogotá), dedicado a la primera edición digital de FIL Guadalajara, testimonia la urgencia del diálogo entre los directivos de ferias del libro en los meses más difíciles de la emergencia sanitaria, con contribuciones de Sandra Pulido Urrea (FILBo), Marifé Boix García (Frankfurter Buchmesse), Oche Califa (Feria Internacional del Libro de Buenos Aires), Marisol Schulz Manaut (FIL Guadalajara), Manuel Gil (Feria del Libro de Madrid) (en línea: [27/05/2021]).

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Al celebrarse la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en 2020 en formato únicamente virtual, como hace constar el director Oche Califa en su testimonio, fue también anulada por vez primera, desde que fuera instituida en 2013, la participación de una ciudad invitada. La presencia programada de la ciudad de La Habana fue aplazada a la siguiente edición para realizarse presencialmente. En su contribución, Oche Califa nos ofrece un recuento de la historia de ciudades invitadas en la feria porteña. Bajo este enfoque, el director ilustra el perfil de la feria y de la ciudad de Buenos Aires en el tejido socioeconómico y cultural local. Reafirmar el papel de Buenos Aires como capital de cultura –y solo de cultura, insiste Califa– habla del “esfuerzo de seducción” que la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires tiene que ejercer en su negociación con ciudades invitadas, pero también –añadimos nosotros– del potencial y del atractivo real del que disponen la urbe y la feria. De hecho, la cancelación del programa de la ciudad invitada en 2020 refiere el significado concreto, en sentido físico y espacial, de aquella “presencia” de invitados para un mayor impacto de su participación dentro y fuera del recinto ferial. La panorámica proporcionada por Califa muestra el compromiso de las ciudades invitadas de establecer vínculos con Buenos Aires. En este sentido, Califa señala dos beneficios fundamentales de la presencia de una ciudad invitada: el conjunto de sus inversiones económicas y la cooperación entre ayuntamientos de las respectivas ciudades. El modelo del invitado de honor se replica también de forma transfigurada en nuevos eventos feriales, como es el caso de universidades invitadas de honor en una feria del libro académico. “Todo en el mundo del libro es un devenir”, afirma el historiador y teólogo social Camilo Ayala Ochoa, curador de contenido de la Feria Internacional del Libro de los Universitarios (Filuni): con esta inspiradora reflexión, nos parecía adecuado cerrar nuestro recorrido y abrir nuevas y más amplias perspectivas de cara a los cambios actuales. El autor nos brinda una mirada hacia un tipo particular de feria del libro, que se asoma desde hace unos años al panorama ferial. Al mencionar el “devenir” del mundo del libro, Ayala Ochoa señala también el carácter “efímero” de las ferias del libro, como elemento constitutivo de su excepcionalidad de evento concentrado en el espacio y en el tiempo. Filuni propone un perfil único de feria con objetivos más marcadamente educativos e informativos, dirigida a un público selecto, culto y exigente, por lo que su carácter comercial es indirecto. No obstante, como muestra la trayectoria aquí esbozada por Ayala Ochoa, Filuni es una iniciativa de la Universidad Nacional Autónoma

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de México, que se realiza en el espacio de la propia UNAM como editora, para visibilizar su catálogo y con la finalidad de llegar al conjunto de actores del circuito del libro en este sector: autores, agentes, editores, estudiantes y académicos. A partir de 2019, la UNAM estrecha relaciones con otras instituciones de educación superior, asumiendo una función patrocinadora en el mercado del libro universitario, además de proyectar así una feria de amplio impacto, dedicada a las publicaciones académicas iberoamericanas. En este marco, la presencia de universidades invitadas forma parte de las estrategias con las que Filuni y la UNAM pueden afianzar vínculos con instituciones y editores universitarios. Pensar y repensar las ferias del libro frente a la actualidad es una apuesta para el futuro, en tiempos tan inciertos para la sociedad en su conjunto, desde el perfil tanto sanitario como político, económico y cultural. En su cualidad de eventos, las ferias del libro participan de las transformaciones, incluso anticipándolas, que involucran las posibilidades de interacción entre las personas en los años por venir. Y al igual que las ferias, la academia también colabora al presentar escenarios e ideas que propicien la articulación de nuevas prácticas en este sentido. Esa es también la intención del presente volumen.

Bibliografía Bosshard, Marco Thomas y García Naharro, Fernando (eds.) (2019): Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Vol. 1: Planteamientos generales y testimonios desde España, México y Alemania. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 109-132. Bourdieu, Pierre (1991): “Le champ littéraire”, en Actes de la recherche en sciences sociales, vol. 89, núm. 1: pp. 3-46. Casanova, Pascale (ed.) (2011): Des littératures combatives. L’internationalisation des nationalismes littéraires. Paris: Raisons d’Agir. Chartier, Roger (2006): “La ‘Nouvelle Histoire culturelle’, existe-t-elle?”, en Francia, vol. 33, núm. 2. doi: . Fischer, Ernst (1999): “Geglückte Imagekorrektur? Bilanz des Schwerpunktthemas Österreich 1995”, en Stephan Füssel, 50 Jahre Frankfurter Buchmesse: 1949-1999. Frankfurt: Suhrkamp, pp. 150-162. Foucault, Michel (1969): Archéologie du savoir. Paris: Gallimard. International Publishers Association (IPA) (2015): The Future of Book Fairs. En: < http://www. internationalpublishers.org/images/news/2015/BookFairs.pdf> (06/04/2021). — IPA Global Book Fair Report 2017. En: (06/04/2021).

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I. ESTUDIAR LA FERIA

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Resultados del proyecto: “Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica” (2017-2020) Matteo Anastasio, Marco Thomas Bosshard, Fernando García Naharro y Luise Hertwig Europa-Universität Flensburg

Objetivos y trabajos efectuados En el marco del proyecto de investigación “Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica” (Europa-Universität Flensburg, 2017-2020), del que surge el presente volumen como publicación final, se han investigado durante cuatro años las ferias del libro entendidas como lugares de intercambio (A) sociopolítico-cultural, (B) estético-medial y (C) económico. Esta investigación se realizó poniendo el foco especialmente en dos de las ferias del libro más grandes e importantes del mundo, la Frankfurter Buchmesse y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, sin por ello perder de vista el estudio de otras ferias internacionales relevantes del área alemana e hispanohablante. Partiendo de la práctica consolidada en ferias internacionales del libro de invitar anualmente a un país diferente (y desde hace algún tiempo también a ciudades o áreas lingüísticas) bajo la denominación de “invitados de honor”, se han cartografiado y analizado los intercambios y transferencias entre las ferias y los mercados del libro de Alemania, España y México, así como las dinámicas de sus respectivos campos literarios. Sin embargo, a raíz de la inesperada participación de Francia y la Francofonía –en lugar de la anteriormente anunciada candidatura de México– como invitados de honor a la Feria del Libro de Frankfurt en 2017, las observaciones se extendieron también a este país y al ámbito de la literatura en lengua francesa.

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Los siguientes análisis y documentaciones se llevaron a cabo con éxito: • Línea de investigación A: Una presentación comparada de las ferias del libro alemanas, españolas y mexicanas y de los actores más relevantes de sus campos literarios; así como el análisis de las estrategias político-culturales de Alemania, España, México y Francia para sus puestas en escena como países invitados, junto a la reacción del público general y profesional frente a dichas exposiciones (ámbitos compartidos con las líneas de investigación B y C). • Línea de investigación B: El análisis de las estrategias de autorrepresentación del invitado de honor y de los medios estéticos utilizados para ello: los conceptos arquitectónicos y curatoriales de sus pabellones y de las exposiciones acompañantes. • Línea de investigación C: Un análisis económico comparativo de los instrumentos de promoción cultural utilizados por los invitados de honor, sus estrategias de marketing cultural, políticas de apoyo y programas de traducción; así como un examen prosopográfico de la delegación oficial y sus efectos en la compraventa de derechos y en los flujos de traducción. Junto con estos enfoques y áreas de análisis, también recibió particular atención, a diferencia de lo inicialmente planeado, la presencia de Portugal y su mercado del libro en ferias internacionales, debido a sus frecuentes participaciones como invitado de honor a diferentes ferias del libro durante nuestro periodo de investigación. Igualmente, de cara a la reciente introducción de nuevos formatos de invitación, se consideró de interés el atender a las dinámicas de internacionalización de mercados editoriales y literarios alternativas a la presencia de países invitados de honor, como es el caso de la “ciudad invitada”, una figura inaugurada, en el ámbito hispanohablante, por la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Por el conjunto de estos motivos, en la segunda fase del proyecto, el enfoque fue ulteriormente ampliado para incluir: • Las estrategias político-culturales, mediáticas y económicas de promoción de Portugal para las regiones de Alemania e Hispanoamérica en el campo literario y editorial. • La función de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y la presencia de Argentina en el contexto de las ferias del libro.

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• La autorrepresentación de ciudades invitadas, en relación con los ejemplos de Madrid (FIL Guadalajara 2017) y Barcelona (FIL Buenos Aires 2019). En cuanto al desarrollo del proyecto de investigación, la fase preparatoria consistió en una serie de estudios de campo. Además de la observación participante y de las encuestas realizadas al público de profesionales y visitantes en las ferias del libro de España (Feria del Libro de Madrid 2017, 2018 y Liber 2017), en la mexicana Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara (2017/2018) y en la Feria del Libro de Frankfurt (2017/2018/2019), también se realizaron estudios más pequeños en las ferias del libro de Leipzig (2018) y Buenos Aires (2019). Todos ellos incluyeron –siempre con un enfoque centrado en el papel del invitado de honor como instrumento de intercambio cultural– tanto una encuesta cuantitativa a los visitantes y expositores, como entrevistas cualitativas a profesionales y expertos y documentación visual o audiovisual de los eventos, pabellones y exposiciones acompañantes de los respectivos invitados de honor. En las secciones “Proyecto” y “Archivos” de la página web del proyecto1 puede encontrarse un compendio de todo el material recopilado y de las entrevistas realizadas en el marco de los estudios de campo mencionados. Diversos análisis de las encuestas realizadas en los recintos feriales de Madrid, Guadalajara, Frankfurt y Buenos Aires (cf. Bosshard 2018, Bosshard 2019a, Bosshard 2021a, Bosshard 2022a) ya han sido publicados. También se realizaron unas 120 entrevistas cualitativas adicionales a expertos, que constituyen la base de varias otras publicaciones. Estas publicaciones analizaron tanto el formato tradicional del invitado de honor, que a menudo se sigue orientando hacia países y literaturas nacionales (cf. Anastasio 2019b, Bosshard 2021b), como también los formatos supra o transnacionales con enfoques centrados en una lengua más que en un país específico (cf. Anastasio 2018) o los formatos subnacionales como el de una ciudad invitada (cf. García Naharro 2019a, García Naharro 2020a). Además, se discutieron por separado las funciones específicas de cada una Cf. Europa-Universität Flensburg: Book Fairs Project. En: (20/05/2021). Por razones de derechos de autor y privacidad, los materiales de archivo no se encuentran directamente en línea. Todos ellos pueden consultarse, previa solicitud, en los archivos del proyecto en la Europa-Universität Flensburg.

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de las diferentes ferias (cf. García Naharro 2019a, García Naharro 2020a), así como el rol que desempeñan los diversos actores que en ellas se desenvuelven (cf. García Naharro 2020b). Paralelamente a este trabajo, basado en encuestas y entrevistas sincrónicas, se recopiló y evaluó un amplio material para la reconstrucción de ferias y presentaciones de invitados de honor anteriores al inicio del proyecto –en particular sobre Francia en Frankfurt en 1989 (cf. Hertwig 2018a), España en Frankfurt en 1991 (cf. Bosshard 2021b; Bosshard 2021c), México en Frankfurt en 1992 (cf. Anastasio 2019a), Portugal en Frankfurt en 1997, Alemania en Guadalajara en 2011 (Anastasio 2022) y Alemania y Francia en Madrid en 2011/2016 (cf. Hertwig 2019b)–. Estos estudios diacrónicos resultaron particularmente complejos, en parte debido a las dificultades para identificar y localizar a los órganos competentes durante aquellos eventos, así como a las personas responsables en las diversas áreas y aspectos relacionados con la participación del invitado de honor, con el fin de poder consultar material de archivo y realizar entrevistas. Por otro lado, la propia consulta y el análisis de dicha documentación de archivo (fotografías, vídeos, comunicados oficiales, documentos de trabajo, prensa y catálogos, etc.), resultaron particularmente problemáticos, debido a que generalmente las ferias del libro no disponen de archivos propios en sus sedes, por lo que hubo que recopilar minuciosamente los materiales de diversas fuentes e inventarios, facilitados o recuperados por primera vez por entes públicos y privados. Como complemento a las líneas de investigación A, B y C, se trabajó además de manera transversal en un subproyecto posterior titulado: “¿Nation y/o city branding vs. marketing literario? España, Cataluña y sus capitales como Invitados de honor en las ferias internacionales del libro y la bibliodiversidad de la producción editorial española y catalana en el exterior: revisión crítica y buenas prácticas, desde 1991 hasta 2021”. Si bien en este marco ya se publicaron algunos artículos sobre las autorrepresentaciones de España, Madrid y Barcelona en las ferias internacionales del libro (cf. Bosshard 2021b, Bosshard 2021c, García Naharro 2019a, García Naharro 2020a), próximos estudios sobre la bibliodiversidad y las ventas de libros de literatura traducida del español o del catalán en países extranjeros (de habla alemana) están todavía en desarrollo. Por otro lado, a raíz de la crisis provocada por la pandemia de COVID-19 y el consiguiente aplazamiento de la participación de España como país invitado en la Feria del Libro de Frankfurt hasta 2022, tuvo que posponerse el estudio previsto

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relativo al componente práctico en la elaboración de una guía de buenas prácticas. Esta solo podrá tener seguimiento, a partir del ejemplo español y en diálogo con las instituciones culturales responsables de la participación de España como país invitado en Frankfurt, cuando las ferias del libro y la industria cultural en su conjunto hayan vuelto a la normalidad tras la emergencia sanitaria2.

Investigación y presentación de los resultados Línea de investigación A Las encuestas cuantitativas realizadas al público visitante, escogido al azar durante las diferentes ferias del libro (cf. Bosshard 2018, Bosshard 2019a, Bosshard 2021a), han arrojado resultados símiles en todas las sedes efectuadas. Este sondeo cuenta con 1055 encuestas en Frankfurt, 410 en Guadalajara, 230 en Madrid, 114 en Leipzig y 133 en Buenos Aires. Como particularmente significativos se aprecian los siguientes resultados: • En relación con el formato de invitado de honor, consolidado en las ferias del libro de Frankfurt y Guadalajara, en promedio, ¾ de los entrevistados, por término medio, supieron reconocer a los países o ciudades respectivamente invitados. En Leipzig fueron unos dos tercios, mientras que en Madrid y Buenos Aires solo la mitad del público pudo ofrecer la respuesta pertinente. • Alrededor de ¼ del público de Frankfurt visitó los pabellones de los respectivos invitados de honor y sus exposiciones, mientras que en Guadalajara la cifra es de casi la mitad. En los demás lugares, por el contrario, la asistencia resulta significativamente menor. • Alrededor de ⅓ del público alemán ya había leído libros de autores de los respectivos países o ciudades invitados antes de su visita a la feria, cuando se trató de países o ciudades europea. En el caso de invitados no europeos o también de regiones con economías más débiles de la llamada “periferia” de Europa, la proporción es muy inferior. Un resultado análogo pudo observarse en Guadalajara y en Buenos

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También el formato “Spotlight” de la Feria del Libro de Londres, dedicado a la literatura catalana, se ha pospuesto hasta (al menos) 2022.

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Aires de cara a la participación de invitados hispanohablantes, allí por lo general mayormente presentes, al igual que el público que asiste al evento. • La proporción de personas que compraron o tuvieron intención de comprar en el transcurso de la feria libros de autores y autoras de los respectivos países o ciudades invitados varía de invitado a invitado, y de feria a feria, entre ⅒ y ⅕ de los entrevistados. Si solo se considera a las personas que realmente visitaron los pabellones de los invitados de honor y que, por tanto, manifestaron un mayor interés por estos países o ciudades, la proporción se estabiliza en torno a ⅓, independientemente del país/ciudad invitado y de las ferias. • A pesar de su difusión y popularidad, el formato de país invitado ocupa, sin embargo, el segundo lugar entre las preferencias de los visitantes entrevistados, pudiendo ellos elegir entre cinco enfoques propuestos: “tema central de actualidad o carácter general”, “enfoque en una personalidad”, en “una región o ciudad”, “perspectiva transnacional”, “enfoque en un país”. Es significativo que, en todas las ferias, el público indica una mayor preferencia por enfoques temáticos con respecto a otros de tipo geográfico. El formato de ciudad invitada resulta aún menos popular, ubicándose en el penúltimo lugar. Junto a estos estudios, se llevaron a cabo encuestas a expositores y visitantes profesionales pertenecientes a editoriales y agencias literarias, en su mayoría efectuadas en línea, tras concluir las respectivas ferias. Dichas encuestas, con 344 entrevistados en Frankfurt, 67 en Guadalajara y 241 en Buenos Aires (cf. Bosshard 2018 y Bosshard 2021a), permitieron revelar los siguientes hallazgos adicionales: • Los visitantes profesionales de habla alemana y francesa visitan muy raramente –y si lo hacen, de forma muy irregular– las ferias del libro no europeas. Para los visitantes comerciales de habla hispana, en cambio, las ferias latinoamericanas representan una cita muy importante y un destino habitual. • Entre el 33% y el 40% de los visitantes profesionales de procedencia alemana, española o francesa encuestados en Frankfurt consideran que la figura del invitado de honor es una medida importante o incluso muy importante ya que favorece la venta de libros o licencias de los respectivos países; en las ferias latinoamericanas de Guadalajara y

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Buenos Aires, con visitantes profesionales casi exclusivamente hispanohablantes, la cifra incluso supera el 50%. • No obstante, cabe destacar que los visitantes profesionales también prefieren claramente los enfoques temáticos de las ferias del libro a los formatos geográficos de los invitados de honor. Si bien con un índice de participación muy bajo, en 2017 también se realizaron encuestas entre los libreros alemanes y mexicanos, que participaron en las ferias del libro de Frankfurt y Guadalajara de aquel año. Las escasas respuestas procedieron casi sin excepción de los libreros independientes, único subgrupo que también votó positiva y claramente a favor de la invitación de países o ciudades en ferias del libro, es decir, de enfoques con orientación geográfica. De todo ello puede probablemente concluirse que los libreros independientes son quienes obtienen los mayores beneficios generados por la participación de países o ciudades como invitados de honor en términos de bibliodiversidad (véase la línea de investigación C), pudiendo estos, así, diversificar mayormente su surtido frente a la oferta de las grandes cadenas de librerías (cf. Bosshard 2021a). La interpretación de estos datos plantea además la cuestión de cómo las ferias internacionales del libro en el futuro deberán hacer frente a las expectativas de sus visitantes. El análisis de sus opiniones revela la necesidad de elaborar contenidos con enfoques y temas diferentes, bajo nuevas estrategias curatoriales y programas que no pueden delegarse en los ministerios, entes públicos y gestores culturales de los invitados. Al mismo tiempo, sin embargo, las ferias del libro deberán seguir cumpliendo con su responsabilidad de promover y garantizar la bibliodiversidad dentro del mercado del libro, facilitando la activación por parte de entes públicos –a nivel nacional, regional, urbano, etc.– de aquellas medidas de subvención que hoy suelen acompañar a las apariciones de países o ciudades invitados de honor, especialmente con la traducción de libros desde lenguas que hasta la actualidad tienen menos proyección. Completó las encuestas cuantitativas una serie de entrevistas cualitativas dirigidas a la comunidad de visitantes profesionales y organizadores de ferias, con quienes se conversó acerca de las motivaciones y expectativas de cada sector. También se utilizaron métodos etnográficos y de observación participante, ya que el grupo de investigadores del proyecto pudo producir datos sobre el terreno, observando las prácticas que los actores sociales despliegan en estos eventos, estudiándolos además en diferentes contextos,

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países y tipos de ferias. No obstante, y a diferencia de las líneas de investigación B y C, en la línea A la atención etnográfica se centró, principalmente, en los actores del mercado del libro en español. Circunscrito a este ámbito, se desarrolló todo un análisis de las acciones y los rituales específicos desplegados, por los actores sociales del mundo del libro, en las grandes ferias del libro a nivel mundial: un trabajo abordado mediante “descripciones densas” (Geertz 1973) que nos permitió identificar y asignar, más allá de las apariencias, toda una serie de características propias de los diferentes subgrupos de actores del mercado del libro –editores, autores, agentes, distribuidores, libreros, bibliotecarios– para quienes, a su vez, cada una de estas ferias tendrá una importancia distinta y una finalidad concreta. Las investigaciones realizadas en esta línea –fundamentadas tanto en los trabajos de campo y las entrevistas, como en el estudio pormenorizado de la documentación generada por las ferias y los actores propios del (y vinculados al) campo editorial– sugieren que, en la actualidad, las grandes ferias del libro funcionarían como instancias de consagración de un nuevo tipo (en comparación con el modelo enunciado por Bourdieu), puesto que no se limitarían a reproducir la estructura del campo literario, sino que, en buena medida, la modificarían al integrar en ella criterios externos al campo y a las lógicas tradicionales de creación de valor ya consagradas (García Naharro 2022). Frente a la ilusión de autonomía de lo “literario”, la injerencia cada vez más acuciante de esas otras lógicas quedará reflejada en la propia fisonomía de las ferias. Así, por ejemplo, se comprobó cómo la Feria del Libro de Madrid ya no es solo una feria de venta al público con la correspondiente presencia central de libreros locales, sino que, cada vez más, se confirma en su papel de evento cultural y de ocio, demandando una amplia cobertura mediática. Todo ello, claro está, en sintonía con una tendencia más general encaminada hacia la creación, en el marco de las ferias, de un conjunto de programas y espectáculos (culturales) de los que, en los tiempos más recientes, se vienen aprovechando también los países invitados con el fin de promover así el turismo cultural hacia sus propias regiones (García Naharro 2019a). Otras ferias, en cambio, se encuentran actualmente reinventando su función tras haber perdido peso en el sector. Es el caso de la Feria Internacional del Libro Español Liber (Madrid/Barcelona), cuyo impacto mediático resulta muy limitado por enfocarse en un público más restringido, pues no olvidemos que esta feria se dirige principalmente a editores, prescriptores, compradores y distribuidores del mundo hispanohablante,

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sirviendo esencialmente como evento dinamizador de la red logística entre los mercados del libro español y latinoamericano. Sin embargo, es precisamente el formato del país invitado –que esta feria eminentemente profesional también practica– el que le permite generar eventos de otro tipo, ubicados a menudo fuera de su recinto ferial, con autores y autoras miembros de la delegación de los países invitados, y desarrollar así aquella tan necesaria atención mediática. Por su parte, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara adopta un enfoque más holístico, dirigido tanto al público profesional como al profano. Dada su peculiaridad de feria organizada bajo el patrocinio de una institución académica, la Universidad de Guadalajara, FIL Guadalajara se convirtió en un foro donde anualmente se reúnen intelectuales, literatos, editores, autores, agentes y también investigadores del mundo hispanohablante con un público muy diverso. Los numerosos actos paralelos y los conciertos diarios, en su mayoría en el recinto ferial y relacionados con el respectivo invitado de honor, contribuyen así a una internacionalización que traspasa cada vez más las fronteras lingüísticas, y a que la Feria del Libro de Guadalajara, que dura unas dos semanas, haya alcanzado el mayor grado de “festivalización” de todas las ferias estudiadas (García Naharro 2019b). En comparación, la Feria del Libro de Frankfurt, organizada de forma privada por la Asociación del Comercio Librero Alemán, sigue apostando principalmente por el público profesional, entre el que destaca de forma especial el subgrupo de los agentes (García Naharro 2020b). Por lo tanto, la posición hegemónica de Frankfurt en este sentido no se ve amenazada; sin embargo, dicha feria también quiere y necesita desarrollar el carácter festivo del evento y, si fuera necesario, abrirse aún más al público en general que –en contraste con las casi dos semanas de Guadalajara– solo tiene acceso a la feria durante dos de los cinco días de actividades. Por último, la Feria del Libro de Buenos Aires, gestionada por la Fundación El Libro, intenta posicionarse de manera independiente entre estos diferentes modelos y consolidarse como la segunda feria del libro más importante de América Latina. A diferencia de las demás ferias, aquí se recurre exclusivamente al formato local y más pequeño de una ciudad invitada de honor (García Naharro 2020a), programa que, sin embargo, el público suele considerar de una forma bastante crítica (véase más arriba). Como vemos, se trata, por tanto, de una línea de investigación muy prolífica que tiene aún capacidad de crecer y completar su recorrido atendiendo en el futuro, por ejemplo, al estudio del exterior constitutivo de las

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grandes ferias del libro. Es decir, realizando investigación y trabajo de campo en (y sobre los) eventos literarios y feriales que representan a las regiones menos “mainstream” del campo editorial. Hablamos, por ejemplo, de las llamadas “contraferias” –la Gegen Buch Masse3 (Frankfurt, Alemania), la Otra FIL (Guadalajara, México), etc.– y de las ferias alternativas –Feria del libro político de Madrid (España), Feria de Editores (Argentina), Furia del Libro (Chile), etc.–. El estudio de este fenómeno nos permitiría encontrar a esos otros editores, autores y actores sociales del sector que, o bien no quieren participar de las grandes ferias, o bien se han visto desplazados y han encontrado quizás otras fórmulas para visibilizar su actividad. Atender a cómo se muestran, qué buscan estos actores subalternos podría darnos, sin duda, una visión más completa del campo editorial y de las lógicas que allí se engendran (Kudaibergen/Bosshard 2021). Línea de investigación B La imagen de marca que intentan transmitir los países invitados de honor a través de referencias literarias y de políticas culturales y comerciales se refleja de manera particular en el concepto y aspecto de sus pabellones y de las exposiciones allí ubicadas y, por tanto, a través de medios genuinamente estéticos. A partir de una selección de exhibiciones de invitados a las ferias del libro de Frankfurt, Guadalajara y Madrid, se llevó a cabo un análisis crítico puntual y comparado de las estrategias de branding cultural de los invitados de honor a lo largo de tres décadas, con enfoque en: la concepción y diseño de los espacios expositivos y de la arquitectura de los pabellones; el uso y la reconversión de la literatura como medio para visibilizar la cultura del invitado; y el impacto del evento en la recepción de literaturas locales. De manera particular, esta línea permitió repensar las ferias del libro dentro del espectro de una mirada filológica más abarcadora, que considera los motivos y elementos de las exposiciones allí presentadas, el trasfondo de discursos críticos sobre la literatura y aspec El nombre de la provocativa manifestación, que desde 2006 se celebra en Frankfurt paralelamente a la Buchmesse, es un juego de palabras entre “feria del libro” (Buchmesse) y “masa (crítica) del libro” ([Gegen-]Buchmasse). La iniciativa reivindica su carácter alternativo e implica una crítica a la producción masiva e indiferenciada de libros por parte de la industria editorial. Cf. “Gegen Buch Masse. Veranstaltungen zur Buchmesse”. En: (18/08/2021).

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tos históricos, culturales, políticos o sociales relacionados con el campo literario de los países, las ciudades o regiones invitadas. La organización estético-medial y la “composición” (Scholze 2004) de los espacios expositivos se han examinado mediante el uso combinado de métodos de análisis museísticos, por un lado, y reflexiones teóricas sobre los modos y las posibilidades específicas de exposición de literatura, por el otro. Del mismo modo que las recientes investigaciones museológicas han dado cada vez más importancia al papel activo de los visitantes de una exposición, también se han tenido en cuenta los aspectos de la perfomatividad de las exposiciones y su interacción con el público. A partir del análisis de motivos y elementos arquitectónicos de los pabellones de los invitados de honor, del concepto de sus exhibiciones en el espacio ferial, así como de textos, catálogos y comunicados de prensa que acompañaron las exposiciones, se han rastreado paralelamente imágenes estéticas y discursivas de la cultura de los invitados de honor de cara a sus marcos históricos, críticos y literarios. Por analogía con los objetos de estudio de la filología comparada y el ámbito de la llamada imagología, se cuestionaron también las “autoimágenes” producidas por los invitados de honor a través de “imagotipos” literarios, es decir, creados por la literatura o definidos por la relación de una cultura con ella. De cara a todo esto se desarrolló para el análisis un modelo cuatripartito que exploraría las exposiciones de los invitados de honor en sus diversas dimensiones: a) discursivas, b) semióticas, c) comunicativas y d) estético-hermenéuticas. Sobre la base de esta metodología se llevó a cabo, por primera vez, una investigación sistemática, diacrónica y comparativa sobre los modos de exhibición de invitados de honor en ferias del libro, desde las pioneras participaciones en la Ferias del Libro de Frankfurt a finales de los años 80 hasta la actualidad, con eje particular en invitados del área de las lenguas romances y ferias del espacio alemán e hispanoamericano. Dado que las primeras apariciones como invitados de honor en las ferias del libro de Frankfurt fueron percibidas como lugares de representación de grandes culturas nacionales, los casos de este periodo se caracterizan tanto por una fuerte dependencia de los discursos políticos como por estrategias mayoritariamente centradas en enfoques históricos, que se reflejaron en sus conceptos expositivos. Las exposiciones de los primeros pabellones de invitados de honor en la Feria del Libro de Frankfurt consistieron, en particular, en la representación de grands récits de la historia cultural nacional, plagados de difusos y acreditados estereotipos sobre los respectivos países y regiones. En el caso de Italia

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(1988), por ejemplo, esto se realizó con alusiones al patrimonio artístico desde el Renacimiento al Modernismo, en el caso de Francia (1989) por referencias a la Revolución francesa y a los grandes pensadores del âge classique y la Ilustración (Hertwig 2018a). En el ejemplo español de 1991, motivos relacionados con el folclore tradicional, las corridas de toros y su (pretendido o sobreentendido) albero dieron forma a un escenario en el que, mediante elementos de la arquitectura ibérica y europea, se reunieron los grandes periodos de la historia literaria española (Bosshard 2021b, Bosshard 2021c). México (1992) y Portugal (1997) también siguieron similares estrategias de representación histórica: así, con el fin de presentar a México como un país moderno y occidental, las diversas y multilingües manifestaciones escritas precolombinas fueron estilizadas en una especie de antigüedad mitificada o prehistoria exótica, mientras que las manifestaciones literarias indígenas contemporáneas fueron generalmente omitidas frente a la omnipresente cultura escrita en español (Anastasio 2019a). En una línea similar, Portugal, aludiendo a la historia colonial lusitana, se esforzó en narrar su propia literatura nacional como un viaje por mar a través de diferentes épocas y mundos. En comparación con estas estrategias de representación de invitados de honor bajo el eje de culturas nacionales, las exposiciones de invitados de la última década ponen el acento en aspectos menos tradicionales y más innovadores. Un significativo cambio de paradigma se registra, por ejemplo, con la participación de Alemania como invitado de honor en la Feria del Libro de Guadalajara en 2011 (Anastasio 2022). Bajo la dirección de la propia Frankfurter Buchmesse, Alemania armó el diseño de su pabellón y el concepto de su exhibición a partir del motivo simbólico del árbol, imagen poética de la nación consagrada tanto por la lírica y la narrativa de lengua alemana como por el discurso político, aquí reutilizada de forma original. La instalación de “Árboles de la Poesía” en el espacio del pabellón y la organización de una performance poética a su alrededor, con la libre difusión y exhibición de mensajes orales o escritos compuestos por poetas y asistentes durante la feria, posibilitaron la interacción y el intercambió con el público mexicano sobre la imagen de Alemania. La actitud de Alemania en el propio evento vino así a incluirse en la autorrepresentación del país, que pudo dar muestra de particular dinamismo y apertura comunicativa a nivel internacional (Anastasio 2022). Análogamente, Francia, invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt de 2017, amplió el marco de su presentación a la literatura francófona contemporánea, en cooperación con

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diversos países de habla francesa, ofreciendo así un perfil transnacional del invitado a partir de la lengua, bajo el lema de Francfort en français. Instalaciones, aparatos electrónicos, juegos y muestras digitales dieron también proyección a las innovaciones tecnológicas en el campo de la edición, más que al patrimonio de la gran nación (Anastasio 2018). Haciendo gala de una estrategia diferente, más bien minimalista, Portugal aprovechó la invitación en la feria de público más grande de España, la Feria del Libro de Madrid, para fomentar el turismo de Portugal y visibilizar, a través del texto literario, su territorio y patrimonio artístico (Anastasio 2019b) tal y como haría también, en su caso, Barcelona en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2019 (García Naharro 2020a). Apenas reconocibles, por otro lado, resultaron las referencias a la literatura y a la tradición literaria en el pabellón de Portugal, invitado de honor en la FIL Guadalajara de 2018. En este marco, el país ibérico no apuntó a presentar directamente su literatura nacional, sino a poner en escena, con la simple exhibición de nombres y firmas de autores, el valor simbólico de la autoridad literaria como instancia de consagración para otros ámbitos creativos con mayor proyección comercial, como el arte, la moda o el diseño. Una carencia similar de referencias literarias y reclamos pretendidamente reconocibles marcó también la propuesta expositiva que Madrid realizó un año antes, en la FIL Guadalajara de 2017, donde lo literario quedó supeditado al concepto y la imagen de la ciudad sublimada a una idea (García Naharro 2019b). El análisis desarrollado en esta línea conecta así con otras investigaciones ya existentes sobre las ferias del libro, pero también dialoga con los estudios literarios, los estudios intermediales y la museografía. Con este acercamiento, las estrategias de marketing y mediación cultural de los invitados de honor y los diferentes actores de las ferias del libro pudieron abordarse y cuestionarse en relación con sus conceptos expositivos. Todo ello permitió comprobar cierto paralelismo entre la evolución de los modos de exhibición en ferias del libro y los cambios y las nuevas tendencias generales de la industria cultural en su conjunto, que afectan tanto la edición como el espectáculo y los eventos museísticos. Ahora bien, ¿cómo afectará la pandemia del COVID-19 a la propuesta física y expositiva de las grandes ferias del libro? ¿Realmente el evento ferial virtual ha venido para quedarse? Y si fuera así, ¿en qué consistirá y hacia dónde se enfocarán estos nuevos espacios digitales? Y, lo que es más importante, ¿en una feria eminentemente virtual seguirán teniendo sentido las figuras del país o de la ciudad invitados de honor, en ausencia de una exposición material para el público?

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Línea de investigación C En un primer estudio durante la fase inicial del proyecto de investigación, Clement/Bölke/Schulz (2019) señalaron cómo la influencia de las ferias del libro en las ventas de libros –al menos en los países de habla alemana– parece seguir lógicas opuestas o incluso contraproducentes con respecto a objetivos de tipo económico. De cara a la participación a estos eventos, la mayoría de las editoriales publican sus libros en fechas cercanas a la Feria del Libro de Leipzig, en primavera, o a la Feria de Frankfurt, en otoño, con una gran oferta de títulos concentrada alrededor de estos dos periodos, frente a una de demanda más uniforme a lo largo de todo el año. Tantos títulos alrededor de las mismas fechas inundan el mercado y crean una sobreoferta: cada uno de estos libros dispone entonces, en promedio, de un menor número de posibles compradores en comparación con otros periodos del año. Para completar la paradoja, a las sobreofertas les siguen casi siempre períodos de desabastecimiento. A partir de estas observaciones, se planteó la hipótesis de que el mismo problema se reflejaría también en relación con la oferta o demanda de literatura procedente de países o ciudades invitados de honor y, por ende, con las traducciones asociadas a tal literatura. Específicamente, la correlación económica entre la oferta y la demanda de dichas traducciones se afrontó a través del prisma de la diversidad cultural en la industria del libro –la llamada bibliodiversidad–. El debate a este respecto se ha centrado en los últimos años de forma casi unilateral en la idea de un potenciamiento y una ampliación de la oferta de títulos. En cambio, no se ha abordado casi nunca de qué manera esta diversidad se consuma. A partir del mencionado ejemplo de Francfort en français, es decir, de la exhibición de Francia y la francofonía en la Feria del Libro de Frankfurt de 2017 como estudio de caso específico, se desarrolló un modelo para medir la bibliodiversidad en el contexto de las participaciones de invitados de honor en las ferias internacionales del libro. Las propuestas de Benhamou/Peltier (2011) en sus investigaciones sobre “cómo medir la diversidad cultural” ofrecieron una base para este último. El modelo así elaborado puede utilizarse en el futuro también en el contexto de investigaciones sobre mercados y literaturas en otras lenguas; en el marco del propio proyecto, el modelo, por ejemplo, fue aplicado también a las literaturas en español. El primer paso consistió en analizar en qué medida la realización de Francfort en français tuvo en cuenta el principio de la bibliodiversidad. Con

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la ayuda de entrevistas a miembros del comité organizador francés (Hertwig 2018b), así como de comunicados de prensa y publicaciones oficiales del evento, se trazó un mapa de los objetivos e imágenes de la participación del invitado de honor de 2017 de cara a un enfoque transnacional (Hertwig 2022). Estos objetivos fueron comparados con aquellos de la primera aparición de Francia como invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt de 1989, en un marco de representación más tradicionalmente nacional. Mientras que la presencia francesa de 1989 estaba enteramente dedicada a la conmemoración del II Centenario de la Revolución Francesa (Hertwig 2018a), Francfort en français se convirtió en el preludio de una nueva política cultural exterior francesa bajo el recién elegido presidente Emmanuel Macron: una estrategia de renovación y ampliación de las relaciones de Francia dentro del mundo francófono, con una promoción a través de Francia de la lengua francesa y de la edición francófona en general (Bosshard 2019b). A pesar de una declarada aspiración a la diversidad de Francfort en français, el estudio de la delegación de autores y editoriales en relación con los géneros literarios y sectores de la industria representados, así como de la nacionalidad, la edad y el sexo de los escritores y escritoras invitados, demostró cómo la iniciativa dio esencialmente relieve y visibilidad a figuras ya consagradas dentro del campo literario francófono. La mayoría entre los 138 escritores invitados fue representada por escritores hombres, nacidos en Francia, mayores de 50 años, que publican regularmente obras de “bellas letras” –es decir, del sector más renombrado y que gozan del más alto reconocimiento simbólico en el interior del campo literario– en las editoriales más prestigiosas de París (Hertwig 2019a). Mediante un análisis de los datos proporcionados por el Centre National du Livre (CNL) y el Institut Français sobre los programas de apoyo a la traducción en francés, se determinó qué editores, autores y géneros en lengua alemana y francesa se beneficiaron realmente de esta medida, entendida como instrumento para el fomento de la bibliodiversidad. Finalmente, ambos programas de apoyo a la traducción financiados por el Gobierno francés se enfocaron en el género más ambicioso –y a menudo más arriesgado para los editores, desde el punto de vista comercial– de las “bellas letras”. Las estadísticas facilitadas por las respectivas asociaciones del sector sobre las compraventas de derechos y traducciones demuestran cómo, al revés, la traducción en editoriales de lengua alemana o extranjeras de obras de lengua francesa de otros géneros, como el cómic o la literatura infantil

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y juvenil, resulta menos dependiente de medidas de apoyo y financiación pública. Estos géneros están favorecidos en general por los reducidos costes de traducción, debido a un menor volumen de texto, así como por la popularidad y el prestigio de que gozan a nivel internacional los cómics de lengua francófona. Cómics y libros ilustrados, de hecho, están entre los títulos más traducidos desde el francés al alemán. Mientras que el CNL financia principalmente la traducción de obras de no ficción, el Institut Français reparte sus recursos entre distintos géneros. Sin embargo, ambos programas presentan políticas de promoción parecidas, en relación con el género de los autores y el tipo de editores, cuidando principalmente el prestigio de escritores hombres ya afianzados, así como de grandes grupos editoriales con un alto capital literario, simbólico y económico. Con el fin de perfilar el carácter específico de una estrategia de promoción en el ámbito de la edición francesa o en francés, estas medidas se contrastaron con las de otros países e idiomas, como la estrategia de Argentina en el contexto de la Feria del Libro de Frankfurt en 2010 (Hertwig 2020). También fueron objeto de estudio los efectos de la participación de Francia como invitado de honor con respecto a una mayor o menor bibliodiversidad en la oferta de obras traducidas desde el francés en el mercado del libro en lengua alemana. Con este propósito, se elaboró a partir del catálogo de la Biblioteca Nacional Alemana (Deutsche Nationalbibliothek, DNB) una lista de títulos en lengua francesa traducidos al alemán en el periodo 2007-2019 –es decir, desde diez años antes de la participación de Francia como país invitado en Frankfurt hasta dos años después–. La lista fue examinada de cara a la diversidad de géneros ofrecidos, siguiendo el modelo de Benhamou/Peltier (2011). El análisis de la diversidad fue integrado también por otras informaciones relevantes, incluyendo criterios relativos al tipo de editor original en lengua francesa, así como el origen, el género y los datos biográficos de los autores, mediante una búsqueda complementaria en el catálogo de la Bibliothèque Nationale de France (BNF). A fin de poder medir no solo el nivel de diversidad ofrecida (supplied diversity) en las traducciones de literatura en lengua francesa en el mercado del libro alemán, sino también la diversidad efectivamente consumida (consumed diversity), se compararon, otra vez a partir del modelo de Benhamou/Peltier (2011), las cifras de ventas de todas las traducciones del francés de dos importantes editoriales alemanas de diferente tamaño. Los resulta-

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dos obtenidos confirman e indican que las hipótesis generales de Clement/ Bölke/Schulz (2019) mencionadas arriba se mueven en la dirección correcta. Es decir, corroboran la idea de que existe una discrepancia efectiva entre la oferta (concentrada y excedente) de literatura de los países (lenguas o regiones) invitados a una feria del libro, por un lado, y la demanda que permanece en índices relativamente constantes, por el otro (Hertwig 2022). Como demuestra Bosshard (2022b), sobre la base de las ventas completas de los mismos dos editoriales alemanas, ello se confirma también con vistas a las ventas de traducciones de títulos argentinos y brasileños ligadas al estatus del invitado de honor que Argentina y Brasil asumieron en la Feria de Frankfurt en 2010 y 2013. Además, el estudio analizó, considerando las ventas de todos los libros publicados por estas dos editoriales entre 2007 y 2018, el desarrollo de las ventas de libros traducidos del español y portugués a lo largo de doce años, comparándolas con el desarrollo de las ventas de traducciones del inglés, francés, italiano, holandés y finlandés, y se llegó a la conclusión de que los autores del ámbito hispano sufren una serie de desventajas en el mercado alemán: las ventas de sus libros solamente alcanzan, por término medio y en comparación con otras lenguas románicas, un poco más de la mitad de las ventas de traducciones desde el francés o el italiano (cf. Bosshard 2022b). Así, la función económica de las ferias del libro –que en la mayoría de los casos hace tiempo dejaron la pura función comercial de venta de libros o de derechos para convertirse en festivales y anfitriones de eventos– parece muy ambivalente: es cierto, las ferias suponen para los autores miembros de la delegación de invitados de honor una mayor visibilidad, un mayor prestigio y capital simbólico, que se refleja en el incremento de las traducciones –con provecho también de los editores que les publican–; sin embargo, la oferta excedente producida por la participación de invitados de honor acaba por tener efectos negativos en las ventas de títulos traducidos, saturando el mercado y provocando incluso una disminución en términos de promedio.

Bibliografía Anastasio, Matteo (2018): “Neue Sprachen der Literatur ‘auf Französisch’: Strategien des Literaturausstellens im Zeichen von Innovation und Kooperation im Rahmen des Ehrengastauftritts Frankreichs auf der 69. Frankfurter Buchmesse (2017)”, en Lendemains. Études comparées sur la France, núm. 170-171: pp. 47-74.

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— (2019a): “‘México, un libro abierto’. La exposición central del País invitado en la 44 a Feria del Libro de Frankfurt (1992)”, en Marco Thomas Bosshard y Fernando García Naharro (eds.), Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Vol. 1: Planteamientos generales y testimonios desde España, México y Alemania. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 45-91. — (2019b): “‘Caminos de … Portugal’. El pabellón portugués en la 76 a Feria del Libro de Madrid (2017) entre promoción literaria y turismo cultural”, en Cuadernos de Historia Contemporánea, núm. 41: pp. 41-68. doi: . — (2022): “Las ferias del libro como espacios estéticos y performativos de definición literaria. El ejemplo del ‘árbol’ alemán, entre Frankfurt y Guadalajara”, en Marco Matteo Anastasio, Thomas Bosshard y Freja Cervantes Becerril (eds.), Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Vol. 2: Conclusiones y nuevas trayectorias de estudio. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 373-415. Benhamou, Françoise y Peltier, Stéphanie (2011): “How Should Cultural Diversity Be Measured? An Application Using the French Publishing Industry”, en Bibliodiversity –Publishing & Globalization, enero 2011: pp. 11-27. Bosshard, Marco Thomas (2018): “Die Rezeption des Frankfurter Buchmesseschwerpunkts Francfort en français 2017 in der Politik, beim Publikum, bei Fachbesuchern und bei Buchhändlern”, en Lendemains. Études comparées sur la France, núm. 170/171: pp. 26-46. — (2019a): “Visitantes no profesionales y libreros en la Feria del Libro de Madrid y su aceptación del formato del país invitado de honor: encuestas entre el público y libreros”, en Marco Thomas Bosshard y Fernando García Naharro (eds.), Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Vol. 1: Planteamientos generales y testimonios desde España, México y Alemania. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/ Vervuert, pp. 173-190. — (2019b): “Las ferias del libro y el campo del poder: Los políticos y el capital simbólico en la feria de Frankfurt o la polémica entre México y Francia por ser invitado de honor en 2017”, en Cuadernos de Historia Contemporánea, núm. 41: pp. 89-107. doi: . — (2021a): “Las ferias del libro de Frankfurt, Guadalajara, Buenos Aires y Rio de Janeiro y la promoción de las literaturas extranjeras a través del formato del ‘invitado de honor’: perspectivas y datos empíricos del público general y profesional”, en Gustavo Guerrero, Benjamin Loy y Gesine Müller (eds.), World Editors. Dynamics of Global Publishing and the Latin American Case between the Archive and the Digital Age. Berlin: De Gruyter, pp. 297-319. — (2021b): “Architektur vs. Literatur? Inszenierung, Hierarchisierung und Marginalisierung von Literatur: eine Analyse der Ausstellung im spanischen Ehrengastpavillon auf der Frankfurter Buchmesse 1991”, en Matteo Anastasio y Jan Rhein (eds.), Transitzonen zwischen Literatur und Museum. Berlin: De Gruyter, pp. 135-161. — (2021c): “¿Arquitectura versus literatura? Escenificación, jerarquización y marginación de la literatura: un análisis de la exposición del pabellón de honor de la Feria del Libro de Frankfurt en 1991”, en M. Carmen Villarino Pardo, Silvia Montero Küpper et al. (eds.), Promoción cultural y traducción. Ferias internacionales del libro e invitados de honor. Berlin: Peter Lang, pp. 197-223.

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Resultados del proyecto

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— (2022a): “Experiencias y expectativas del público relacionadas con el formato de los países y ciudades invitados de honor en las ferias internacionales del libro de Frankfurt y Guadalajara: un repaso por las encuestas realizadas entre 2017 y 2019”, en Matteo Anastasio, Marco Thomas Bosshard y Freja Cervantes Becerril (eds.), Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Vol. 2: Conclusiones y nuevas trayectorias de estudio. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 237-257. — (2022b): “Measuring the Consumption of Bibliodiversity and Foreign Literatures in Translation: Supply and Sales of Translated Books in Germany between 2007 and 2018”, en Mabel Moraña y Ana Gallego Cuiñas (eds.), The World Inside. Latin American Literatures in Global Markets. Leiden/Boston: Brill (en prensa). Clement, Michel, Bölke, Kristina y Schulz, Petra (2022): “The Impact of Book Fairs on Book Sales”, en Marco Thomas Bosshard y Fernando García Naharro (eds.), Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Vol. 1: Planteamientos generales y testimonios desde España, México y Alemania. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 133-144. García Naharro, Fernando (2019a): “Actores anejos al campo editorial. El caso de la Feria del Libro de Madrid”, en Marco Thomas Bosshard y Fernando García Naharro (eds.), Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Vol. 1: Planteamientos generales y testimonios desde España, México y Alemania. Madrid/ Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 145-172. — (2019b): “El contenido de la forma. Madrid como ciudad invitada de honor en la FIL Guadalajara 2017”, en Cuadernos de Historia Contemporánea, núm. 41: pp. 109-132. doi: . — (2020a): “Branding like a City: Barcelona and its Literature at the Buenos Aires Book Fair”, en Mémoires du livre/Studies in Book Culture, vol. 11, núm. 2. doi: . — (2020b): “Agentes: el triunfo del intermediario. Genealogía de un oficio”, en Gustavo Guerrero, Benjamin Loy y Gesine Müller (eds.), World Editors. Dynamics of Global Publishing and the Latin American Case between the Archive and the Digital Age. Berlin: De Gruyter, pp. 245-262. — (2022): “Ni puras ni (tan) bastardas. Las ferias del libro como instancias de consagración de nuevo cuño”, en Matteo Anastasio, Marco Thomas Bosshard y Freja I. Cervantes Becerril (eds.), Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Vol. 2: Conclusiones y nuevas trayectorias de estudio. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 121-139. Geertz, Clifford (1973): “Thick Description: Toward an Interpretive Theory of Culture”, en íd., The Interpretation of Cultures: Selected Essays. New York: Basic Books, pp. 3-30. Hertwig, Luise (2018a): “Rayonnement culturel und Gastfreundschaft der französischen Sprache. Die Ehrengastauftritte Frankreichs auf der Frankfurter Buchmesse 1989 und 2017”, en Lendemains. Études comparées sur la France, núm. 170-171: pp. 7-25. — (2018b): “‘Éviter de faire de cette invitation un festival de Saint-Germain-des-Prés’. Entretien avec Paul de Sinety, Commissaire général de Francfort en français”, en Lendemains. Études comparées sur la France, núm. 170-171: pp. 129-132. — (2019a): “Bibliodiversity in the Context of the Presence of Guests of Honour at International Book Fairs. An Outline of the Analysis of Francfort en français 2017”, en

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Marco Thomas Bosshard y Fernando García Naharro (eds.), Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Vol. 1: Planteamientos generales y testimonios desde España, México y Alemania. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 109-132. — (2019b): “Guests of Honour at Feria del Libro de Madrid: The Cases of AleManía and France como un libro abierto”, en Cuadernos de Historia Contemporánea, núm. 41: pp. 153-180. doi: . — (2020): “State-funded Support of International Trade in Rights and Licenses. Translation Funding Programs of Guests of Honour Argentina and France at the 2010 and 2017 Frankfurt Book Fair”, en Mémoires du livre, vol. 11, núm. 2. doi: . — (2022): Bibliodiversität im Kontext des französischen Ehrengastauftritts “Francfort en français” auf der Frankfurter Buchmesse 2017: Die ganze Vielfalt des Publizierens in französischer Sprache? Flensburg: Europa-Universität Flensburg (tesis doctoral). Scholze, Jana (2004): Medium Ausstellung: Lektüren musealer Gestaltungen in Oxford, Leipzig, Amsterdam und Berlin. Bielefeld: transcript.

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2. Retos teóricos, metodologías y definiciones

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Ferias internacionales de libros. Trabajo de campo, archivo y arqueología reflexiva Gustavo Sorá Instituto de Antropología de Córdoba (CONICET/Universidad Nacional de Córdoba)

Analogía arqueológica Los libros son los dispositivos privilegiados por los intelectuales para trazar la historia. Forman nítidos contornos de lo que se representa como cultura en las sociedades de clases, particularmente en la era contemporánea. Exponen su faz visible. Quien se aproxima a la comprensión de su significado recorta en primera instancia sistemas bibliográficos formados por la conexión entre títulos, autores, textos, temas, discursos adaptados para su comunicación a determinadas comunidades de lectores. Filósofos y estudiosos de la literatura por lo general se concentran en la interpretación de los textos editados y así, queriéndolo o no, consagran la relación autor-lector como un vínculo sin mediaciones ni contexto social. Pero al hacer historia o antropología de esos objetos se persigue algo similar a lo que hacen los arqueólogos al excavar y articular lo que en superficie no se ve: conexiones entre personas y objetos; relevamiento de niveles de ocupación sincrónica; condicionamientos ambientales; secuencias estratigráficas. En un plano preventivo, ello implica no reducir “la cultura” a los autores consagrados, a los libros reeditados, a los panteones (piénsese en el arqueólogo al evitar el espejismo de los tesoros). En un plano propositivo, restituir sistemas para dar con la experiencia humana cotidiana forjada en la producción, circulación y las apropiaciones de los objetos impresos; observar textos (manuscritos, impresos, digitales) antes y después de ser editados; las ideas, actos y condicionamientos que deciden su selección y su confección

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como artefactos comunicables a lectores anónimos; los avatares de sus usos, los cuales desbordan las interpretaciones a las que se prestan los mensajes ordenados línea por línea; su dispersión en el tiempo y en el espacio. Entre tantos hechos que pueden ser analizados con esta actitud, pienso que las ferias internacionales de libros (FIL) son los acontecimientos que más agitan las aguas de la producción editorial contemporánea. Allí se socializan los actores de unas profesiones que no exigen títulos habilitantes: editores, libreros, agentes literarios, traductores, tipógrafos. Allí se informan y retroalimentan los juicios sobre qué y cómo editar. Como plazas de mercado (cf. Polanyi 1944), configuran eventos periódicos entrelazados en circuitos, que reúnen de modo presencial una diversa y nutrida población de oferentes y de demandantes que arriban desde geografías diversas, a veces muy lejanas. Son, en definitiva, los lugares más dinámicos para observar agentes, prácticas, ideas y poderes que definen los libros disponibles en los mercados editoriales, en determinadas coordenadas de espacio, tiempo y lengua. Algo similar sucede con la producción científica: parece existir apenas en lo publicado. Pero para decir algo valorable, aceptable entre pares, capaz de fundar alguna verdad, la investigación atraviesa un sinnúmero de pasos y actividades que no se dejan ver. Es ahí, en el claroscuro del escritorio (del laboratorio, del archivo, del depósito, de la biblioteca), donde uno pasa las horas de trabajo, solo o en compañía, donde flotan cavilaciones y sinsabores, hacia donde cualquier reflexión sobre la epistemología y los métodos de la ciencia debe orientar la mirada. Esta analogía arqueológica traza el objeto del presente trabajo. Como icebergs, los sitios arqueológicos manifiestan en superficie una fracción de lo que se hunde bajo el agua o la tierra. En el mercado y en las bibliotecas solo se ven libros; debajo y para la concreción de esa existencia visual, se mueve un vívido entramado de relaciones profesionales y de acontecimientos. Si para conocer las ferias contamos únicamente con las interpretaciones publicadas por los pocos científicos que hasta ahora le han dedicado trabajo analítico, es preciso considerar que cada verdad resulta de la exploración de amplios conjuntos documentales, de intercambios entre pares, de procesos de selección y recorte que apenas si dejan huellas. Esas prácticas, que preceden a lo publicado, por lo general se sotierran; así se invisibiliza una dimensión esencial para comprender las reales condiciones de posibilidad de la producción de conocimiento. Traduzco esa abstracción al referente bajo foco: los que investigamos ferias buscamos establecer algunas verdades en publicaciones. Para que esas verda-

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des duren, mejor que lleguen a ser libro. En el transcurso de tiempo entre que por primera vez imaginamos una FIL como objeto de conocimiento y la edición de resultados, acumulamos material, formamos archivo, sistematizamos datos que parcialmente comunicamos antes de manera oral en nuestras ferias profesionales (los congresos). Tal camino no puede dejar de ser pensado para comprender cómo comprendemos, ejercicio que como científico social prefiero tratar no con recurso a la hermenéutica sino a lo que Pierre Bourdieu (Bourdieu/Wacquant 1992 y Bourdieu 2004) denominó antropología reflexiva: no llego a este problema en un ejercicio de autoconciencia. Es la red (social) de colaboraciones que se ha establecido a escala internacional para que muy recientemente se legitimen las FIL como objeto de indagación científica la que generó la posibilidad para mirar atrás y detenerme en algunas experiencias vividas a lo largo de varias décadas de estudio de ferias1. Para este excursus epistemológico nada me autorizaría a hablar en primera persona si no me dejara rodear analíticamente por este momento colectivo, que aprovecho para contribuir a la demostración de que las FIL esconden gran parte de las verdades para explicar cómo los libros de la cultura contemporánea llegan a ser lo que son. Espero que al abrir alguna cuadrícula de mi archivo y allí hacer arqueología (esta vez sensu Foucault) estimule algún debate para enriquecer este ámbito de estudios en ciernes y, entre muchos, echar más luz sobre esos acontecimientos fascinantes que son las FIL. Resta una última advertencia: este es también un texto publicado, un pequeñísimo fragmento de todo lo que podría decir a partir de mis experiencias etnográficas sobre ferias de libros. Es evidente que no voy a mostrar aquí mi archivo. Sería engorroso comentar una inicial catalogación del mismo, por más útil que a alguno le pueda resultar. Elijo entonces ampliar el tema a partir de la interpretación actual de un breve fragmento de uno de los cuadernos de campo (figura 2). En el desconcierto por elegir un corpus, tomé al azar uno de esos objetos. Sin preverlo, saqué de un estante el escrito durante Liber-Madrid ’97, feria no muy productiva para mis indagaciones, a juzgar por el hecho de que nada publiqué sobre el evento español. A pesar de ello, intentaré una arqueología de aquellos rastros (¿o restos?), es decir Este es pues el lugar para agradecer a Marco Bosshard, M. Carmen Villarino Pardo, Freja Cervantes y sus colaboradores en Alemania, Galicia, México y Brasil, por permitirme este productivo ejercicio reflexivo. También agradezco a mis pares del Programa Historia y Antropología de la Cultura del IDACOR, por acompañar mi trayecto, por su reciente lectura y discusión de mi vieja tesis de maestría.

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conectar los indicios releídos con hipótesis generales y estrategias de análisis que maduré con el tiempo, “de feria en feria” (como canta el catalán). De este modo re-activo aquel manuscrito como documento y elaboro algo que pueda ser significativo para un colega del presente. Hacia el final reflexiono sobre lo que el ejercicio pudo aportar para pensar con mirada antropológica los archivos de la edición y los archivos sobre la edición.

Los dilatados tiempos de la imaginación científica Cuando realicé trabajo de campo en la Bienal de São Paulo de 1992, se iniciaban los preparativos para la exposición del Brasil como país invitado de honor en la Feria de Frankfurt de 1994. Las autoridades de la feria alemana estaban presentes, los editores brasileños trataban el tema en cada conversación, la señalética del evento paulista imitaba la que aún hoy caracteriza a la de Frankfurt. De ese modo, en el último capítulo y las conclusiones de mi tesis de maestría (Sorá 1994), también en algún texto publicado, afirmé que la producción de libros en Brasil se dirimía entre Rio de Janeiro y Frankfurt. Desde la década de 1950 las ferias internacionales son las plazas adonde se viaja en busca de una actualización permanente de los catálogos y del propio oficio de editor. Allí se da, literalmente, la cara al mercado. Con posturas, gestos y palabras se anudan relaciones económicas y sociales, los negocios y la confianza en las personas con las que se realizan intercambios que varían desde la compra y venta de bienes, servicios y derechos entre profesionales a la venta de libros para el público lector. Entre aquellas ciudades, los editores brasileños en los años noventa asistían obligatoriamente a la feria de San Pablo, con frecuencia a la de Guadalajara y ocasionalmente a las de Buenos Aires, Madrid/Barcelona, Londres, París o a las de la American Booksellers Association. Pero al no poder transitar dicha geografía, en mi primera investigación de fuste me limité a asentar una hipótesis, a la espera de condiciones para poder explorar tal circuito de trashumancia que, insisto, revelaría el entramado internacional que condicionaba un campo editorial nacional. Si bien no “estar allí” para observar, registrar y comprender imponía serias limitaciones, a distancia se podían decir muchas cosas sobre tal espacio transnacional. Con entrevistas y más observaciones, con lo transmitido por la prensa, registré la evolución de los preparativos en Brasil y, desde mi residencia carioca, los acontecimientos y ecos de la feria alemana de octubre de 1994.

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Un par de años después de defender la tesis, encontré a Sérgio Miceli, notable sociólogo de la cultura que por esos años también dirigía la poderosa editorial de la Universidade de São Paulo. Fue en el marco de un evento académico. Presuroso, le di un ejemplar de la revista BIB, donde había sido publicado uno de mis primeros artículos: “Os livros do Brasil entre o Rio de Janeiro e Frankfurt” (Sorá 1996). Su reacción fue espontánea: “você foi a Frankfurt?” (a realizar trabajo de campo). “Não”, le respondí, y categórico sentenció: “mas você é muito imaginoso!”. Me sonrojé y con su típico estilo “porteño”2 provocó aún más mi desafío de avanzar en la corroboración empírica de tal plan de trabajo de campo transatlántico. Otro año y medio debió pasar hasta que gracias a una beca de doutorado sanduíche pude hacer una estancia de formación larga en la EHESS (París), ocasión que aproveché para realizar todo el trabajo de campo posible en suelo europeo: Liber-Madrid ’97 (Brasil, país invitado de honor), Frankfurt ’97 (Portugal) y el Salon du Livre de París ’98 (Brasil): ¿feliz coincidencia? Por aquellos años la lusofonía estaba en la agenda de los gobiernos brasileño y portugués y, por su empeño, en cierta escena global.

Dos días de trabajo de campo en Liber ’97 7 de octubre 19:50. Vine en el ómnibus gratuito-especial que los organizadores disponen desde tres puntos de la ciudad. Llegué minutos antes de la inauguración. Allí estaban, trajeados, todos los “profesionales del libro” de España, Hispanoamérica, Brasil. Liber es una feria eminentemente profesional: dedica tres días a profesionales y uno y medio para el público general. Así, los stands son pequeños muestrarios. Nada de catálogos completamente expuestos ni grandes ornamentaciones. La gran mayoría de los stands son, como dicen, “padronizados”, de unos 3x3 o 4x4 metros. Los pocos ornamentos solo están presentes en stands de grandes grupos (Planeta, Anaya, A diferencia del estilo predominante “cordial” de los colegas brasileños, siempre me atrajo la personalidad algo “argentina” (crítica, sin pelos en la lengua, frontal) que veía en ese sociólogo ejemplar. No por nada, muchos años después él hizo del modernismo literario argentino su referente privilegiado para comparar la historia social de los modernistas del Brasil que demarcaron su enorme contribución científica. Al punto tal que uno de sus libros se llamó Ensayos Porteños (Miceli 2012).

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etcétera), que se disponen hacia la entrada. Después de un veloz corte de cintas por parte del presidente de la Federación de Gremios de Editores de España, una comitiva partió, seguida por fotógrafos y cameramen, para hacer una visita general-oficial. El resto de los asistentes se dirigió a sus stands, donde comenzaron importantes cocktails3. Esta feria es de dimensiones diminutas si se la compara con las ferias brasileñas o la de Buenos Aires. Hacia atrás, las editoriales menores, aunque ninguna novata. Deben ser todas bien establecidas. El tema en boca de la comunidad española es excluyentemente el proyecto del Ministerio de Educación y Cultura para suspender el precio único del libro. Esto provocó una seria ruptura entre la Federación española de libreros y editores con el ministerio. Los primeros decidieron boicotear los actos que el segundo había organizado en la feria. El stand del Brasil es grande y está localizado hacia la entrada. En su interior cada editorial expone de manera individualizada (un par de estantes para cada una), pero todas están reunidas en un solo stand colectivo. Allí se reparten materiales de la CBL (Who’s Who, promoción de la Bienal do Livro de São Paulo, etcétera), del Ministerio de Cultura y folletería turística. Muy buena idea fue plasmar las características de la edición brasileña con cuadros estadísticos. En su interior sobresalían representantes de la CBL (Câmara Brasileira do Livro) como Weiszflog y Lindoso. Después vi a Márcio Souza. También a una joven agente literaria que conocí en el encuentro de Río4. Otros países presentes son Colombia (bonito stand decorado), Chile, México (estos tres hacia atrás), Argentina (stand grande pero pobre, desarreglado; los miserables no tenían ni materiales sobre la producción de libros en Argentina), Israel y Pakistán. Luego se observan algunos grupos internacionales con pies en España, como Taschen (arte). Algunos stands todavía no están armados. Ahora, más desconcentrados, los editores charlan en pequeños grupitos al interior de stands.

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La transcripción es cuasi literal. Intervine en signos de puntuación; agregué o sustituí media docena de palabras para esclarecer el sentido de algunas frases y desplacé algún que otro pasaje entre párrafos para agrupar los temas descriptos con mejor coherencia. Me refiero al IV Encontro Internacional de Agentes Literários, organizado por la Biblioteca Nacional en el Hotel Meridien de Río de Janeiro, en agosto de 1997. En esa ocasión, entrevisté, entre otros, a Ray-Güde Mertin, agente central en la promoción de literatura brasileña en el mercado de lengua alemana.

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8 de octubre Ayer solo fue la apertura de la feria y todos estuvimos apenas dos horas, de cocktail en cocktail. Yo, por excesiva prudencia, no me acerqué al stand brasileño para no caer pesado. Los representantes brasileños deben ser unos quince que luego seguramente siguen para Frankfurt. Entre ellos el más prestigiado en el escenario internacional parece ser Alfredo Weiszflog, a juzgar por el homenaje que en Barcelona-Liber ’96 le hicieron por su dedicación a “las causas editoriales” (ver Memoria de Liber ’96 – considerar que fue presidente de la UIE5 a inicio de los 90). Los objetivos de este trabajo son: 1) acumular informaciones sobre un circuito internacional de ferias de libros –esto permitiría llevar a cabo un estudio comparativo que parta de las cualidades espaciales/profesionales de cada una–; 2) observar las maneras de apropiarse del espacio internacional por parte de los agentes brasileños; 3) levantar datos extensivos sobre la actividad editorial española, focalizando específicamente los intercambios con América Latina y el poder que ejerce en la actualidad, concentrando capitales en esa región. Cabe destacar que en el ’96, Brasil y Argentina fueron los principales compradores de libros españoles. Para todo esto sería bueno: 1) mapear la feria: dimensiones, stands, presentación, clases de libros x lugares de exposición; 2) datos históricos de estas ferias; 3) presencia de agentes de otros países; 4) presencia de agentes literarios –sus formas de trabajo en las ferias–; 5) mapa de agentes brasileños presentes: propiedades, recursos; 6) caracterización detallada del stand del Brasil; 7) registro de actividades “sobre Brasil” –dimensión del homenaje. El perfil profesional de esta feria resalta al constatar la ausencia de algún stand que no sea de editores. Ni siquiera de libreros, gráficos o papeleros. Una buena pregunta sería: ¿qué explica que, fuera de Frankfurt, las ferias del Brasil y la de Buenos Aires sean “tan enormes”, a su modo? Es como si los europeos les confirieran solo importancia como una actividad anual entre otras, bien delimitada, y los sudamericanos sublimaran en estos eventos mil dramas, como si las ferias fueran a “revelar” caminos y medios potenciales. Mientras que aquí se pone en juego cierta legitimación interna del métier, todo pasa como si en Sudamérica las ferias fueran lugares para granjear legitimidad externa, a través de profusa publicidad de prensa, ante la opinión pública.

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Unión Internacional de Editores – International Publishers Association (IPA).

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En Liber ni siquiera hay un “patio de comidas”. Resalta la dimensión Primer Mundo de este Centro Ferial Juan Carlos I. Es modernísimo, lujoso, nada parecido a Río-Centro o al predio ferial de Buenos Aires. Al final del pabellón hay, bien separados, una confitería, bar, etcétera. Los pabellones similares al ocupado por Liber son ocho, de idénticas dimensiones. A la entrada de estos hay un complejo de lujosos hoteles, restaurantes y sedes de importantes empresas. Paralelamente se está realizando, por ejemplo, otra feria, sin que se perciba apenas. Frente a este carácter “pulcro”, de feria profesional, donde todos menos yo vienen de traje, resalta el lado educativo, divulgador, de “misión” que tienen las ferias brasileñas, más aún la de Río. ¡No hay barullo del gran público! Contra la necesidad de que las ferias sean vitrinas para publicitar las novedades a la gente, en España el público interesado dispone de una buena gama de revistas culturales entre las que sobresale Qué Leer. En este sentido lo profesional de la feria resalta gracias a la disposición de otras condiciones para la expresión del mundo de la librería, de la lectura, etcétera. Por oposición, las ferias sudamericanas son difusas, como si precisaran cubrir escasez de oportunidades de “divulgación”. En España esto se ve acompañado por un enorme aparato de instituciones ligadas a los editores, libreros, el Estado, objetivada en detallada cuantificación estadística, catálogos sobre editores, etcétera. En este momento espero la realización de un evento sobre literatura brasileña, pero solo hay cuatro espectadores. Voy a ver qué pasa. ¡La lista de oradores es enorme! 13:30. Llegó Felipe Lindoso al local (pequeño) donde se iba a realizar el evento. Me presenté y comenzó a explicarme “problemas”: la guerra de los editores españoles contra la liberalización del “precio fijo del libro” es intensa. Interpretada por Lindoso, sería una vil maniobra demagógica del Gobierno usando a los libros didácticos. Buscaría que en pocos años sean vendidos en supermercados o aún regalados contra la compra de cualquier producto. Esto afectaría al pequeño librero y al editor que fijaba a voluntad un único precio para cualquiera de sus libros. De esta manera se beneficiarían las grandes cadenas. Como resultado, la Federación de Gremios de Editores de España suspendió todas las actividades paralelas que involucraran a agentes del Gobierno. Fue por ello que se levantó el evento con los escritores brasileños (para ver los nombres, ver fotos y catálogo). Como encargado “cultural” y directivo de la CBL, Lindoso debía coordinar el evento. Este había sido articulado con Eric Nepomuceno, ministro de Cultura (¿o presidente de la FBN?), institución interesada en financiar la publi-

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cación de autores en el extranjero y que se encarga del programa de bolsas para traductores. Fue por ello que el ministerio brasileño financió la venida de esta docena de personas por cuatro o cinco días. Ahora vinieron al pedo. Los gaitas no bancaron nada6. El poeta Carlos Néjar, por ejemplo, tenía una invitación para ir a Rumanía, pero prefirió venir acá por parecerle más ventajoso. También estuve con Doc Comparato, que escribe sobre medios audiovisuales. Hoy al mediodía escritores y editores brasileños iban a ser agasajados con un almuerzo por parte de los organizadores. También supe por Lindoso que la responsable de que Brasil sea el primer mercado de exportación de España es Record, empresa que, asociada a Anaya, invadió las bancas de jornal con colecciones de literatura y música (los CD–revistas son publicados por Altaya e importados vía Record). Esto implica la producción gráfica en España que es ventajosa. No se trata de importación de libros. Fue así que comencé desordenado, por el frustrado encuentro de escritores brasileños. Allí conocí a Isbell Metzner, neoyorkina que vivió tres años en Río a comienzos de los ochenta. Ella trabajaba hasta hace poco tiempo para la revista Delibros, otra más entre las numerosas revistas culturales españolas. Tomando como modelo la NY Review of Books y el Times Literary Supplement, publican reseñas especializadas, fundamentalmente de literatura y ensayo. Hizo un posgrado de la Unión Europea, en Bruselas, y tiene muchos contactos con medios financiadores europeos. Pasará a trabajar para Delibros en un proyecto de Oxford para la formación de editores. Este proyecto fue responsable por la reciente realización de cursos de especialización en Río y SP. Ella se encargaría de conseguir fuentes de financiamiento. Se mostró muy interesada con mi trabajo y me quiere invitar a su casa para que conozca a Muchnik, un argentino que se vino acá para montar una editorial cultural. Hijo de un renombrado editor argentino recientemente fallecido,

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“Al pedo”: sin sentido; “bancaron”: aportaron recursos, dinero; “gaita” (el instrumento musical) como metonimia de gallego y gallego de español. Esos argentinismos de uso popular que se colaron en las dos frases revelan el carácter ambiguo con que se escriben los cuadernos de campo. Por un lado, la antropología los instituye como un artefacto sagrado en el que se plasma “el trabajo de campo”: técnica, método, arte, ritual de iniciación y documento para demostrar competencias en la observación y el registro ante el potencial juicio de pares (sentido jurídico). Por otro lado, diario personal. A sabiendas de que casi nunca el cuaderno de campo es leído por otros, los dos géneros suelen mezclarse y cuando afloja el superyó profesional, es frecuente deslizar escritura en tono informal y expresar sentimientos personales.

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fue seducido por Anaya y ahora se llaman Anaya-Muchnik. Sería muy interesante levantar su trayectoria para analizar las transformaciones del campo editorial argentino por los grupos españoles y la fuga para España desde finales de los ochenta, como Paidós. También ella me presentó a un tal Izquierdo que representaba a la editorial Blumen en SP. Él viaja con frecuencia a ocho capitales brasileñas y parece saber mucho sobre la concentración del mercado español. Ella también me contó que la feria de libros para el público se realiza en el Parque del Retiro, que es enorme y que dura como un mes, en primavera. Allí todos los stands son padronizados. Quiso diferenciar a su revista de Qué Leer, que estaría más atenta a la publicidad y a los best sellers. Delibros se concentra más en el trabajo de los editores. El stand brasileño tiene unos treinta metros de frente x 7 de profundidad. Los atendedores son un muchacho de alrededor de treinta años, moreno, que está estudiando en Madrid Derecho Internacional, y una mujer de cuarenta no relacionada con el mundo editorial. Su posición es próxima a la entrada general del predio (figura 1). El material del stand es padronizado. Las paredes internas están ilustradas con pósteres turísticos de todas las regiones del Brasil. Por el lateral externo, tres láminas con estadísticas de la producción editorial, armados por la CBL. Han venido 17 editores brasileños, además de la decena de escritores. Los editores son representantes de “los negocios”. Cada editorial trajo una pequeña muestra: Loyola, libros católicos; Ática privilegió literatura infantil, CD-ROMs y esa literatura paradidática7, con horribles imágenes y tapas; Melhoramentos trajo diccionarios y alojó un estante para el sello Mellbooks de libros infantiles para dibujar, que es la forma como esa empresa europea comercializa en la Argentina. EPU trajo libros para el aprendizaje del portugués brasileño. Scipione y FTD también trajeron exclusivamente libros infantiles. Elevação, distribuida por Record, divulga en español y en otras lenguas la tarea religiosa de la Liga da Boa Vontade. La FBN trajo la revista Poesía Sempre, cuyo último número fue dedicado a la poesía española. Luego ISBN, Anais BN y 3 o 4 publicaciones más. Makron Books libros sobre administración de empresas, negocios, computación y el libro Pelé Super En el Brasil de los años noventa se denominaba literatura paradidática a una nueva concepción de textos educativos, con un estilo de escritura ameno, “literario”, para los estudiantes, pero, sobre todo, profusamente ilustrados y con todo tipo de recursos gráfico-visuales para acentuar el carácter “atractivo” de un producto ladeado inclusive hacia el “entretenimiento” y lo audiovisual.

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Figura 1. Croquis espacial del stand del Brasil en Liber’ 97.

campeão. Global es la única que trajo algo de literatura en la colección “Os melhores contos” (de Autran Dourado, Lygia Fagundes Telles, Machado de Assis, Ruben Braga, Clarice Lispector, Ignácio de Loyola Brandão) y en la colección “Melhores poemas” (con títulos de Manuel Bandeira, João Cabral de Melo Neto, Fernando Pessoa, Cecilia Meirelles). Global también presenta literatura infantil y algo sobre medioambiente y salud. La única editorial “cultural” que desentona es la de la UNESP (libros académicos-universitarios). Por último, Brasilia jurídica. Podríamos decir que ninguna editorial literaria clásica o reciente está presente. El jefe de la delegación brasileña es Armando Antognini Filho, de la CBL. Se mostró solícito conmigo. Intentaré entrevistarlo. Posible guía de preguntas: 1) ¿En qué aspectos interesa a los editores brasileños una feria

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Figura 2. Gustavo Sorá, cuaderno de campo [8 de octubre 1997], Liber ’97. Composición de los principales grupos editoriales españoles.

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como Liber?; 2) ¿En qué le retribuye a Brasil?; 3) ¿Cómo se planificaron las actividades?; 4) ¿Qué editores están presentes?; 5) ¿Por qué no hay editores de literatura?; 6) ¿En otro año, vienen?; 7) ¿Qué tipo de productos ofrece el mercado español al brasileño?; 8) ¿Qué editoriales comercian con España?; 9) ¿En qué se diferencia esta feria con la de Frankfurt?

Un teatro del campo de poder transnacional En la tesis de maestría hice un hallazgo que flotó como hipótesis para ulteriores investigaciones: la internacionalización del mercado del libro era concomitante al pregón para que los editores se profesionalizaran. Ese complejo binomio simbolizaba la transformación en ciernes de la estructura patrimonial de tipo familiar que hasta entonces demarcaba los negocios editoriales. El imperativo bifronte afectaba desde las competencias y las disposiciones hasta la emotividad y la hexis corporal. Si el objetivo de aquellas investigaciones era conocer qué es una FIL, cada una de estas podía ser pensada según su posición con relación a dos polos: ferias profesionales y ferias para el gran público. Si bien las ferias latinoamericanas comenzaban a disponer en aquellos años de jornadas para profesionales previas a su apertura, todas se manifestaban como megaeventos para el público lector. En estas, prima un horizonte pedagógico para sostener o ampliar los mercados internos. En Río de Janeiro, por ejemplo, el contingente de público más conspicuo eran alumnos de escuelas. Aunque abran las puertas al público uno o dos días al final de cada evento, Liber y Frankfurt son, al estilo de los congresos académicos, eventos entre profesionales. Aparte de los intereses mercantiles, también expresan un carácter pedagógico: la transferencia de conocimientos para aquellos que buscan afianzar relaciones de trabajo (siempre mediadas por expresiones simbólicas y por indicadores de posiciones sociales) o adquirir los instrumentos de optimización de negocios. El carácter y el poder internacional de una feria obviamente es evidenciado por la presencia de agentes del extranjero. Por un lado, es posible observar diversidad de orígenes nacionales y lingüísticos. Por otro lado, la pluralidad de formas de exponer en una feria del exterior. En cualquier feria de América Latina los extranjeros se agrupan en un único stand colectivo, “del país”. No son lugares tan importantes como para que la inversión justifique pagar un stand, transportar y vender libros. Quienes viajan representan a alguna empresa que procura dinamizar algún negocio bien concreto. Para

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ello es suficiente el soporte de las cámaras empresariales y/o de las agencias estatales de exportación que montan un “stand-país”. En Frankfurt las editoriales dominantes de diversa proveniencia montan sus propios “stands de marca”, mientras que las dominadas se agrupan en el stand-país. En el pabellón de lengua inglesa (en 1997, el 8) de la Feria de Frankfurt, por ejemplo, solo hay stands empresariales. Los espacios de la American Booksellers Association o de la asociación de editores británicos son microscópicos puntos que apenas promocionan sus ferias o brindan algún apoyo logístico para los socios. Con excepción de tres o cuatro empresas muy poderosas que arriesgan con un stand singularizado (por ejemplo: Record o Fondo de Cultura Económica), los editores de todos los países de América Latina exponen de dos modos. La mayoría en stands colectivos “del país”. Pero en el caso de los sellos que forman parte de grupos transnacionales, lo hacen en los territorios de sus dueños: la “argentina” Emecé, por ejemplo, en el stand del grupo Planeta, sobre “suelo español”, al frente del pabellón 5.1. El poder de la feria alemana está luego objetivado en la extrema diversificación del espacio, dividido por lenguas (pabellón 3 de lengua alemana, 8 de lengua inglesa), por géneros editoriales (4, ciencia, tecnología y educación), por continentes y regiones culturales (5, 6), el mundo en miniatura; una feria de ferias, segmentadas, jerarquizadas, con circuitos de intercambios por momentos paralelos y en ciertos nodos intersecados8. Entre los objetivos de mi trabajo de campo madrileño destacaba, por un lado, calibrar el peso de Liber en un circuito de trashumancia de editores brasileños. Por otro lado, ampliar la comprensión de la significación del poderoso mercado español en las transformaciones de la edición en América Latina, cuando iniciaban los movimientos de compras, fusiones y formación de holdings empresariales. Finalmente, contrastar variaciones de FIL para extender las generalizaciones sobre el lugar de tales eventos en la articulación del mercado editorial internacional. Si el poderío propiamente internacional de una feria es mensurable por la cantidad de visitantes del extranjero y la diversidad de mercados de los En la descripción, los números de los pabellones y de la localización de los diversos mercados editoriales y áreas culturales corresponden a la Feria de Frankfurt en 1997. Esa relación ha variado a lo largo de la historia. Por ejemplo, en el presente los editores de lengua inglesa ocupan los tres pisos del pabellón 6. Pero como el lector advierte, esas variaciones no alterarían las jerarquías y los ejes del poder revelados por un análisis de tipo estructural (cf. Sorá 2021, capítulo 7).

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que provienen, la evidencia mostraba debilidad relativa de Liber con relación a ese parámetro. A pesar de su perfil netamente profesional, en Liber ’97 había menos extranjeros que en Buenos Aires o San Pablo. Para buena parte de los latinoamericanos es como una posta en el camino a Frankfurt. ¿Por qué Brasil había sido “invitado de honor”? ¿Qué hacían sus editores y escritores en la feria madrileña? Hasta ese momento no había observado el ritual de los países invitados de honor que Frankfurt había inaugurado en 1988, paradójicamente cuando los “globalizadores” pregonaban el fin de la nación. Lo que observé en Madrid parecía confirmarlo: el desinterés por una cultura o su descarnado uso para consagrar en su lugar a los negocios. Negocios entre un puñado de grandes empresas: Anaya, Record, O Globo, Planeta. Servicios de una poderosa industria gráfica, productos masivos para puestos callejeros de periódicos (bancas de jornal) que yo también consumía9. Mayor visibilidad del Ministerio de Turismo que del de Cultura. ¿Y los libros? ¿Las traducciones y las conexiones entre culturas? ¿Machado, Guimarães Rosa, Macunaíma? ¿Los críticos? ¿Los académicos? A tal punto llegaba “la sed” de esas empresas dominantes por el mercado brasileño que el gigante sudamericano fue invitado de honor dos años consecutivos, algo único en la historia de las FIL.

Nación y globalización No quisiera aburrir con digresiones sobre los debates de “punta” en las ciencias sociales internacionales de la época. Pero creo necesario dejar testimonio de ciertas lecturas que formaban la mirada, que guiaban mi entendimiento. En el Museu Nacional (PPGAS) de Río de Janeiro había cursado con fervor dos seminarios en apariencia antitéticos: uno, dictado por Ótavio Velho sobre las emergentes teorías de la globalización, que encantaban a todo



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Entre otros, recuerdo una colección de “música sacra”. La impresión en España tenía ventajas lucrativas, como lo era en Colombia. En aquellos años se hablaba del “boom editorial colombiano”. Más allá del dinamismo del Grupo Norma, uno no veía en otro país de Iberoamérica libros de edición colombiana. Luego uno se preguntaba de la razón de ese juicio: ventajas para el negocio de imprenta. Así como el lugar del Brasil como principal puerto de exportación español, el caso colombiano no tenía ningún relieve de bibliodiversidad.

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o mundo; otro, por Federico Neiburg sobre la nación y los nacionalismos. Hoy en día es muy difícil restituir la significación que en este último curso tuvo la lectura completa de la segunda edición de Naciones Imaginadas de Benedict Anderson10. Además del lugar que en su teoría tenía la cultura impresa, era fuerte el mensaje para descentrar el sentido común (erucocéntrico y monocausal) sobre los desarrollos de la era contemporánea. En su obra, América Latina ganaba un relieve que inexorablemente permitía conexiones de reavivamiento de las teorías de la dependencia, de las relaciones centro y periferia imaginadas desde la CEPAL y relanzadas por Wallerstein en el escenario metropolitano. En la vida diaria uno ya sentía los estragos del neoliberalismo, pero una teoría social que desnudara su violencia recién comenzaba a reaccionar con esa clase de aportes. Tampoco puedo dejar de mencionar la centralidad que la antropología de las culturas nacionales tenía en los proyectos de Afrânio Garcia (1993) y Luiz de Castro Faria (1995), mis directores11. En síntesis, lo que me interesa es compartir la raíz de unas posibilidades de “plantearnos una vez más, bajo nuevas formas, cuestiones antiguas, pero siempre renovadas” (Mauss 2009 [1924]: 72). Si parafraseo a Mauss, también es por no olvidar que en 1922 fue el primero en abordar el tema de la génesis y los condicionamientos internacionales de la nación, algo cada día más urgente para comprender el actual orden global. Pero no arribaría a esas conclusiones sin observar, sin registrar, sin comparar. Cargaba mis observaciones brasileñas, mi visita juvenil a tantas FIL de Buenos Aires y a los pocos días la exposición de Portugal en Frankfurt me permitiría contar con un contraste brutal, antítesis perfecta (Sorá 2012). La nación no es una abstracción reducible en sistemas simbólicos, como quieren ciertas humanidades clásicas, como expresa “la gente” por efecto del sistema escolar y los medios de comunicación. La nación exige rituales, creencias, conductas cargadas de protocolo. Pero todo ello es relativo no tanto a un necesario conjunto de representaciones sino de representantes, de quienes encarnan la categoría como portavoces y de los Craig Calhoun (2016) ha reflexionado al respecto, en un lúcido comentario y al mismo tiempo celebración que hace justicia a la significación del libro de Anderson en aquel incierto contexto. 11 Sus aportes para una sociología histórica del pensamento social brasileiro alentaron mi participación en el GT homónimo de ANPOCS, durante varios años. 10

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artefactos e instituciones que la modelan, como libros, cuadros, museos y exposiciones. De allí el detalle por registrar quiénes estaban presentes y los acontecimientos “brasileños”. Primero había que caracterizar a los agentes, sus diversas trayectorias, posiciones, competencias, poderes relativos; describir la reducida comitiva brasileña: 17 editores, diez escritores; algunos funcionarios del Estado y de entidades de classe. Después los eventos en los que su voz resonaba, dimensión poco expresiva. La naturaleza de las empresas representadas, el plano sincrónico o la fotografía de la feria anticipaba muchos elementos que confirmaba la hipótesis de la prevalencia de “los negocios”. En el terreno lo intuí por el evidente desinterés por cualquier aspecto “cultural” del invitado de honor. El síndrome de la sala vacía de los escritores sin público ante el que hablar. Néjar y Comparato, en la feria de Madrid, estaban realmente indignados. Se sabían importantes e invisibles en un evento indiferente12. Lindoso halló una explicación “diplomática”, pateó la pelota afuera: los editores españoles estaban absortos por el conflicto con el Estado sobre “el precio único”. Lo que la observación registra como hipótesis solo el tiempo corrobora. Cuando estuve en Liber, aún no se había consumado la adquisición de las grandes editoriales de América Latina, la mayoría en manos de capitales españoles. Lo que en Liber ’97 era opaca anticipación se clarificó dieciséis años después, con una breve pero maravillosa entrevista a Alfredo Weiszflog en Frankfurt 2013. Él ya no era el gran político de la edición brasileña, sino un hombre célebre, es decir, fuera de juego, que me dijo cosas fuertes que en los noventa tal vez no podía él tampoco razonar conclusivamente13. Por ejemplo, que el Grupo Interamericano de Editores (GIE), quizás la última gran alianza He registrado ese tipo de situación en muchas otras FIL. Cada vez que he conversado con los afamados o exitosos escritores a los que se les pagan costosos viajes para representar al país en las ferias, es frecuente que digan que no entienden para qué tanto gasto, si no hacen más que hablar ante media docena de curiosos. Si bien aprovechan para cenar con sus editores extranjeros y hacer mucho turismo, no son pocos los que manifiestan incomodidad, como si en el fondo se sintieran usados para una vitrina que ellos no montan, como si no hubiera equivalencia entre la inversión pública y los beneficios simbólicos y económicos. Quizás ello no pase tan así (es mejor sublimado) en Frankfurt o Guadalajara, los dos escenarios donde un invitado de honor genera un gran festín donde todo se puede justificar. 13 En aquellos años aún era el presidente de la poderosa Companhia Melhoramentos de São Paulo. Alfredo Weiszflog tenía una remarcable trayectoria como hombre político de la CBL y de la edición internacional. Fue mentor del Grupo Inter-Americano de Editores y llegó a ser presidente de la Unión Internacional de Editores (IPA). 12

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latinoamericana para demarcar un lugar continental en el mercado global, “fue detonado por una operación lanzada desde la sucursal colombiana del grupo Santillana”, de capitales “españoles”. ¿Cómo no proseguir en mis indagaciones posteriores con la génesis de esos procesos que siempre opusieron a latinoamericanos e ibéricos? No por nada luego proseguí con estudios históricos sobre las trayectorias de editoriales y de portavoces de la emancipación de la edición latinoamericana: Cosío Villegas, Arnaldo Orfila Reynal, Gregorio Weinberg (Sorá 2021). No demoré mucho tiempo en afirmar con fuerza que la edición de América Latina solo se comprende en escala iberoamericana. España siempre está, de algún modo, marcando la cancha. Por ende, un buen trabajo de campo debe hacerse acá y allá: al este y al oeste, en el sur y en el norte. Un polo no se comprende sin el otro.

Mediadores y políticos de la internacionalización En su sociología del campo de poder globalizado, Dezalay y Garth (2002 y 2017) analizan con máximo detalle la clase de procesos y agentes de los que hablo. Mediadores de lo internacional en todas sus variaciones: herederos cosmopolitas, mercenarios del imperialismo, misioneros del universalismo, donde la expresión “cortesanos” (“courtiers”, Dezalay 2004) hace recordar las antiguas funciones de dominación e interdependencia propias a estructuras de poder (el orden cultural global para nuestro caso) prácticamente invisibles para los súbditos (ciudadanos, lectores y equivalentes). El orden internacional y el poder relativo que en él manifiesta cada Estado, cada sector de la economía, cada cultura no resulta de esencias, de tradiciones, civilizaciones; no se impone por abstracciones como las de esas tres nociones. Mucho menos por arte de magia: la mano invisible del mercado. Se teje en las luchas entre mediadores de la internacionalización, cada uno con sus marcas de clase, de origen nacional, con sus capitales sociales, culturales y de toda especie puesta en valor en las contiendas del campo de poder transnacional (Sapiro 2013). En su trasfondo, allí adonde llega el analista, pero no el público visitante, las FIL son un escenario patente de esa clase de juegos de poder. Así, dicho plano debe ser considerado con igual o mayor peso que los temas culturales y económicos que allí se pueden ir a buscar. Si solo se va a una feria a observar una categoría de personas (por ejemplo, los agentes literarios), o un aspecto de su manifestación (por ejemplo, el ritual de los invitados de honor) o un género editorial segmentado de otros, se recorta

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una estructura que inexorablemente se impone como totalidad a cada cosa que allí sucede, a cada persona que asiste, profesional o mero lector. El riesgo que se toma es aproximar las explicaciones al límite de la insignificancia. De las contradicciones observadas en los últimos trabajos de campo realizados en varias FIL, en algún cuaderno anoté una hipótesis que debe ser trabajada a fondo: lo que la unificación del espacio latinoamericano de la edición había logrado entre 1940 y 1980 se materializaba con el dinamismo de editores que encarnaron funciones de mediación internacional como Cosío Villegas, como Weiszflog. Su presencia fue decisiva en el trabajo de reconocimiento de los mercados nacionales de la región; trabajo arduo y en escenarios cargados de violencias simbólicas. Políticos con su perfil (reconocimiento y proyección) movilizan poder de lobby en nombre de la edición americana, de sus comunidades de origen y por supuesto en beneficio propio. Ellos aprenden a tramar relaciones con homólogos poderosos de otros países y sus trabajos de representación son decisivos para el logro de acuerdos políticos-comerciales, de alianzas de negocios estratégicas entre mercados y por supuesto que para la “elección de un invitado de honor” en las FIL. Para el caso argentino, señalé esas cualidades en la figura de Ana María Cabanellas. Amiga de Weiszflog, prohijada por editores poderosos de su país como Bonifacio del Carril, también fogueó aquella alianza latinoamericanista del GIE y llegó a ser la primera presidente mujer de la UIE-IPA. Fue “obviamente” una mediadora central para la elección de Argentina como invitado de honor en Frankfurt 2010 (Sorá 2011). En definitiva, la “desaparición” de políticos internacionales de la edición latinoamericana es un indicador clave sobre la acentuación de la condición periférica (no apenas) de nuestras culturas en el actual orden global. Entre muchas otras conexiones analíticas que podría inferir “con excusa” de aquellos registros de Madrid, quisiera ampliar ideas sobre otros dos asuntos imbricados. Por un lado, la necesidad de consolidar explicaciones generales sobre qué es una feria de libros, como el motor más primitivo y futurista en la estructuración de los mercados de bienes simbólicos (Sorá 2016). Por otro lado, al iniciar este segmento subrayé la hipótesis sobre la co-determinación de los términos profesionalización–internacionalización. Vimos que Liber es una feria muy profesional y poco internacional. Es posible afirmar que el mercado del libro español es muy diferenciado internamente y con fortísima

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proyección “política” hacia el exterior. América Latina siempre representó su pie de apoyo. En el dinamismo de su trabajo, los gerentes de Océano, Santillana, Planeta, de la Agencia Literaria Carmen Barcells trabajan incesantemente en Frankfurt, Nueva York, Barcelona, Londres, Buenos Aires, San Pablo. Para corroborar el primer aspecto, era importante seguir la pista de la señorita Metzner. Años después, en alguna primavera, pude pasearme por la feria del Retiro, sentir su aire antiguo, sobrio, democrático. Con ello me refiero a la identidad de los stands y la maximización de la bibliodiversidad. El lector formado no precisa ir a saciar sus gustos al predio ferial Juan Carlos I. Va al Retiro. Liber impone un estricto límite a la presencia de público para que su espacio estimule un ambiente de negocios. Las ventas a consumidores apenas tienen la función de volver con menos peso a los depósitos. En las ferias internacionales sudamericanas se mezclan las dos lógicas, pero prevalece la primera. Las ferias duran varias semanas y las ventas pueden “hacer alguna diferencia”. Los agentes del mercado también aprovechan la intensidad de la opinión pública para hacer oír sus voces frente a contextos a menudo críticos. Las ciudades de Buenos Aires, San Pablo, México y muchas otras capitales de la región tienen sus tradicionales ferias de plaza en donde uno por lo general busca saldos. Pero “el público lector” (si es válida esta abstracción) aguarda el tiempo de la FIL o la bienal. Comparación entre ferias, comparación entre mercados nacionales. Pero el método comparativo, tan perenne e imprescindible en toda ciencia, merece ajustes cuando los fenómenos bajo estudio tienen dimensiones transnacionales, como comprender el lugar de España (Alemania, Francia, etcétera) para los editores brasileños en particular, latinoamericanos en general. Las explicaciones de un mercado periférico son limitadas si no se consideran aspectos propios de los mercados centrales. Lo inverso es absolutamente equivalente y mucho más difícil de plantear, de hacer ver, de debatir14. Un aspecto que me interesa subrayar es la posibilidad de conocer problemas socioculturales de escala transnacional con lentes etnográficas, microhistóricas o equivalentes. Si las FIL ofrecen las mejores vistas para fotografiar aquellos entramados, si así pueden ser una ventana o puerta de acceso para su comprensión, lo que allí podemos colectar son muchos indicios de los tejidos de relaciones y diferencias sobre los que me explayo. Para conocer los “niveles de profesionalización” (los estándares de racionalización y dife Cf. Sora 2021, el capítulo de introducción.

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renciación de unas prácticas que se alcanzan cuando los especialistas de/en un mercado logran reconocimiento, amasan fortunas, devienen en foco de interés político), un objeto llamaba mi atención “lectora”. En España me parecía en extremo diferenciado el repertorio de revistas, estadísticas, estudios internos y externos del/sobre el mercado editorial, frente a lo que existía en los noventa en América Latina. Fijé así la atención en la multiplicidad de instrumentos impresos que circulaban en el mercado central para figurarse, para dinamizar sus disputas específicas. Como resultado, mis archivos están bien provistos de gruesos volúmenes producidos por la Federación de Gremios de Editores de España o por sus partes regionales. Por sobre todo estudios estadísticos, pero también catálogos de derechos, de flujos de traducciones y de estudios. A ese corpus se le agregaban colecciones de libros sobre libros (entre las que destacaban las bellas ediciones de la Fundación Sánchez Rupérez) y revistas especializadas: unas más orientadas a los profesionales de la edición, como Delibros; otras más orientadas al público lector, como Qué Leer. En la lectura superficial de ese material, uno conectaba la clase de significantes asociables al poder de un mercado. Por un lado, la calidad de las informaciones que componen esos impresos. Por otro lado, su imbricación, como en una biblioteca de libros y de revistas sobre libros, sobre editores, sobre prácticas específicas de ese mercado cultural. En aquel tiempo ello marcaba un claro contraste: en Brasil no existía ninguna revista del o para el mercado editorial. Tampoco colecciones de libros sobre libros. Ni siquiera había producción estadística regular; apenas unos delgados folletos que encargaban SNEL o la CBL al tiempo de sus ferias, siempre hechos a las apuradas con metodologías diferentes y claramente insatisfactorias. A veces tercerizaban esa necesidad para verse y mostrarse en trabajos realizados por la Fundação João Pinheiro, limitados y dudosos.

Archivo del campo Si los libros, revistas, estudios españoles sobre su propio mercado y producción eran tan llamativos, uno de los principales artefactos colectados en el trabajo de campo fue precisamente esa producción impresa. Tal clase de materiales llenó bolsos muy pesados que transporté de Madrid a París, de París a Río de Janeiro y años después de Río a Unquillo, donde vivo actualmente. De más está decir que no pude leer en detalle casi nada de aquello. Fue colectado como el arqueólogo que al rastrillar el suelo tiene la

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obligación de juntar cada fragmento de actividad humana (lítico, cerámica, deshechos de todo tipo) que coexista en un piso de ocupación, porque en su misión de conocimiento levanta (“destruye”, dicen ellos) una evidencia que otro no tendrá el privilegio de registrar. Todo se clasifica, ya que es el conjunto (de lo bello y lo plebeyo, lo brillante y lo opaco, etcétera) lo que permite figurar una mirada gestáltica de totalidad cultural, guía conceptual llave para el antropólogo. Pero, por cierto, no es posible someter cada rastro, tiesto, documento, a un equivalente barrido microscopio. Además de su disposición para la interpretación, la masa documental se preserva toda como un acto de prueba futura –tal como la obligación en preservar los exámenes escritos de un alumno por un lapso de tiempo–. Digamos entonces que esa propiedad del archivo es como una coerción jurídica. De allí que el documento sea antes que nada una prueba asociable a una verdad y no un objeto que revela significaciones necesarias a cualquiera que lo enfrente. Después de todo, lo que aquí busco restituir es la clase de preguntas que me llevaron a realizar trabajo de campo tan lejos y la revalidación de esa experiencia, una entre otras tantas posibles. La masa de documentación (manuscrita, impresa, visual, sonora) generada en tales experiencias empíricas y en otras que le siguieron fue desbordante15. Por figurar su volumen acopiado, quizás hable de quince cajas-archivo. Pero en la vorágine del trabajo diario del sistema científico no hay mucho tiempo de mirar atrás, de avanzar con calma en el tratamiento sistemático de toda la información, de pensar qué es todo aquello, si su masa oprime o libera la creación intelectual y por supuesto la contradicción de sentir que tanto esfuerzo apenas puede ser transmisible en algunas exposiciones orales, en un par de publicaciones. No es menor advertir que hasta muy recientemente, es decir, por lo menos veinte años después del inicio de mis etnografías brasileñas, el tema no era trabajado por pares. Entonces, ¿a quién podría interesar el tema de las ferias de libros? ¿Dónde exponer resultados? ¿Cómo podría sentirme autorizado a proseguir con ese referente empírico? Otros asuntos fueron más fértiles para hacerme un lugar en el novedoso terreno de los estudios sobre la edición contemporánea. No obstante, volví a Frankfurt en 2010. Dos causas se imbricaban: Argentina Al registro etnográfico de las bienales de Río de Janeiro (1991, 1993) y São Paulo (1992) y de las mencionadas ferias europeas entre 1997 y 1998, sumo retorno a Frankfurt en 2010, 2011 y 2013, además de la FIL Guadalajara en 2014, sin contar las numerosas veces que visité la FIL Buenos Aires como lector o investigador.

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como país invitado de honor y la aparición de colegas europeos que me invitaron para ir al campo juntos: Thomas David y Gerôme David (de las universidades de Laussane y de Ginebra), al año siguiente Hervé Serry (Paris 8) y Josée Vincent (Sherbrooke, Québec). Alejandro Dujovne, a quien dirigía su tesis doctoral, se sumó a estas experiencias y luego devino colaborador permanente de mis investigaciones. Para ese entonces en Brasil el campo de estudios sobre el libro y la edición ya era robusto y en Argentina iniciaba un entramado hoy también nutrido de colegas y temáticas. Aquellas redes se diluyeron. Pero hace un par de años volví a ser contactado por otro grupo de investigadores europeos que plantearon las FIL como un objeto de investigación en sí mismo. Me refiero a los proyectos dinamizados por Marco Bosshard desde la Universidad de Flensburg (Alemania) y M. Carmen Villarino Pardo desde la de Santiago de Compostela. Ellos se rodearon de otros colegas y formaron equipos de trabajo entre europeos y latinoamericanos. Su actividad entusiasta en poco tiempo dio lugar a la primera obra colectiva especialmente dedicada a las FIL (Bosshard/García Naharro 2019) y a una tanda de coloquios que antecedieron y sucedieron al mexicano-alemán16 para el que escribí esta contribución. Gracias a ellos podemos decir que el tema se ha legitimado y estabilizado en el espacio académico internacional. Ambos equipos se encontraron en Argentina en abril de 2019. Realizaron trabajo de campo en la FIL Buenos Aires y reuniones de trabajo con colegas locales. Viajaron a Córdoba, ocasión en la que ofrecí que revisaran mis archivos (figuras 3-6). Fue también el estímulo para organizar mi desordenada masa documental y adaptarla a un requerimiento institucional: a finales de 2013 fue sancionada la ley 26.899 de Repositorios Digitales Institucionales de Acceso Abierto. CONICET comenzó a aplicarla en 2015. Lentamente se expandió la acción de institutos de investigación para digitalizar fondos documentales. El Museo de Antropología de la UNC, donde se aloja el instituto en el que trabajo, fue a la vanguardia de este proceso. La Reserva Patrimonial y Archivo del Museo de Antropología siempre alojó colecciones arqueológicas y etnográficas. En Simposio internacional virtual Las Ferias del Libro como Espacios de Negociación Cultural y Comercial (Universidad Autónoma Metropolitana, UAM Iztapalapa/ Europa-Universität Flensburg), 10-14 de agosto 2020. Las contribuciones virtuales son disponibles en línea, por el canal YouTube Simposio Internacional Las Ferias del Libro 2020: (18/11/2020).

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Figura 3. Reordenación del archivo privado antes del depósito en la Reserva Patrimonial del Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba.

Figura 4. Marco, Luise, Fernando, Carmen, José y Matteo.

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Figura 5. Marco, Matteo, Carmen y José.

Figura 6. Por un paro universitario, el segundo día el material de archivo que faltaba revisar fue llevado a la biblioteca del Museo de Antropología.

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los últimos años inició proyectos de almacenamiento y digitalización de los archivos de los investigadores activos. En síntesis, la visita de los colegas motivó el ordenamiento de mi archivo privado para depositarlo en dicho lugar. La escritura de ciertos trabajos me llevó de tiempo en tiempo a buscar en ese acervo algún que otro documento colectado y a revisar registros visuales y transcripciones de entrevistas. Pero la visita de abril de 2019 me enfrentó por primera vez a una totalidad, a un sistema, a una masa de documentación almacenada de manera privada. Durante dos días los colegas revisaron las cajas y tomaron imágenes de gran cantidad de documentos, transformando la disponibilidad y uso para sus propios fines. En lo personal fue gratificante sentir que la guarda del material, que dormitaba en mi archivo y biblioteca, no había sido en vano. La primera actitud fue un retorno a mis inicios: la relectura de la tesis de maestría. A tal punto llegó mi entusiasmo que comencé a retocar la versión castellana de aquel texto inédito; comprobar que su calidad era satisfactoria y que quizás ahora “que hay público” era tiempo de publicarlo, 25 años después. Sin querer me enfrenté a un dilema ya clásico, al menos desde La arqueología del saber (Foucault 1995 [1969]): ¿Qué procedimientos exteriores –control, delimitación– e interiores –clasificación, distribución– guían el orden discursivo? ¿Cuándo afloran condiciones para la utilización del torrente de información que nos atraviesa e instituye como científicos sociales? ¿Cómo operan las disciplinas, el azar, la voluntad de verdad? Nadie camina solo en las sendas de la ciencia: solo hay condiciones institucionales, sociales, históricas que realmente explican la elección de temas, los actos de conocimiento y la selección de aquello que se considera válido para ser publicado. Emergió entonces el vaivén entre los polos que hacen oscilar la producción de conocimiento: el trabajo empírico (la colecta de información, el procesamiento de datos) y la jerarquización de problemas que nos indican qué seleccionamos y cómo generamos objetos dignos de análisis, comunicables. Si las publicaciones son lo único que se da a conocer, esta clase de experiencias totales revelan lo que se sumerge bajo el iceberg en el que cada uno deriva por las aguas de la cultura. Lo que pude pensar sobre las ferias es lo publicado, lo visible. Lo que aquí enfrento y quiero tematizar es lo que los colegas “arqueólogos” me ayudaron a desenterrar. ¿Qué hay en ese archivo? ¿Reúne todo lo que produje en el trabajo de campo? ¿Qué función tuvo ese acervo, qué nueva función puede tener? ¿Qué totalidad es esa? Si bien el proyecto institucional prevé la digitalización selectiva de documentos, de registros escritos, visuales y sonoros, lo real es que la frontera entre lo pú-

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blico y lo privado subsiste. Aún no deposité en el archivo institucional mis cuadernos de campo ni la mayor parte de las fotografías. Siempre habrá algo que no se muestra. Si potencialmente cualquier interesado podrá acercarse a la Reserva Patrimonial del Museo de Antropología de Córdoba para buscar algo de interés, para este archivo se cumplen pues las generales de una ley que podría ser llamada “la ilusión del archivo”, variación de lo que Bourdieu ha denominado la “ilusión biográfica” (Bourdieu 1986).

Campo del archivo Una obsesión de los que estudiamos el mundo editorial es la ausencia de archivos específicos: de editoriales o de empresas nodales de la producción y circulación de bienes impresos. Si en un límite toda actividad en la vida moderna genera alguna clase de depósito o reserva de documentación que podríamos llamar archivo, no se le puede exigir a un ciudadano o a un empresario que lo haga con miras a la escritura de historias. Lo que los investigadores tratamos como archivos son ámbitos institucionalizados que disponen documentos para el examen histórico (o de otro tipo), que resultan de complejas negociaciones entre quienes legitiman intereses de conocimiento e instituciones públicas. Un claro índice de la estabilización de los estudios sobre el libro y la edición es entonces la aparición de archivos, su disposición para el cómodo trabajo de interpretar documentos. Francia fue el medio académico más dinámico en la internacionalización de este campo de estudios. No casualmente fue paralela la escritura de una historia colectiva-nacional (Chartier/Martin 1986-1991), que se tornó modélica, y la fundación del fabuloso Institut Mémoire de l’Édition Contemporaine, en 1988. Allí, en la monumental Abbayé D’Ardenne (Normandía), “están” los archivos de Hachette, Seuil, Gallimard, de decenas de editoriales famosas y no tanto, así como de científicos e intelectuales memorables, como Mauss, Foucault o Barthes. La francofonía tiene amplio eco en Québec, con cátedras, centros de investigación (GrelQ) y nutridos archivos que son dignos de exposición17. Los investigadores de Iberoamérica hace una década que incrementamos nuestra comunicación. Fue “natural” la aparición de un primer portal de Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos xix-xxi), Sobre los archivos quebequenses y sobre la exposición Sur les traces de l’éditeur, véase, por ejemplo, el sitio https://archiveseditoriales.net/ (20/10/2020).

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EDI-RED, alojado en la Biblioteca Digital Cervantes. Pero a las masas documentales para la historia se le debería añadir al menos reflexión sobre las masas documentales que elaboran los propios investigadores a través del trabajo empírico. El relato de la transformación de unos fragmentos de trabajo de campo en archivo abre una tensión entre los archivos de la edición y los archivos sobre la edición. Ambos son medios que el investigador debe unir dialécticamente por medio de acción consciente, como propone la buena sociología reflexiva.

La etnografía como medio de conocimiento El trabajo de campo que me guió en la historia de conocimiento aquí comentada tiene las marcas de la etnografía. De allí que me parezca necesario decir algo sobre ese medio de producción científica. Es casi inexorable cuando un entramado de experiencias humanas aún no fueron materia de interés científico, en otras palabras, “cuando no hay archivos”. Además de la posibilidad de clasificar algunas secuencias de acción humana, la etnografía guarda la esperanza de que los registros capten lo que Malinowski (1986 [1922]: 29 y ss.) denominó imponderables de la vida real: conductas, ideas, cosas que no pueden ser anticipadas pero que estimulan los verdaderos descubrimientos de la observación in situ y que conducen a “la estructura de la vida tribal y la anatomía de su cultura”. Si recupero al autor de Los argonautas del Pacífico Occidental, es por sentir que mi experiencia tuvo algo del sentimiento vivido por él hace un siglo al desembarcar en una playa que otros científicos no habían visitado. No una playa desierta, si no antesala al territorio de una sociedad en extremo interesante. Malinowski también alentó la necesidad de captar el punto de vista nativo, sagaz postulado que la antropología postgeertziana hipostasió hacia un abismo filosófico (Balbi 2015). Esa intención, como recordó Evans-Pritchard (1991 [1950]) en la conferencia Marret de 1950, no es patrimonio exclusivo de la etnografía ¿Acaso el historiador no lo busca y puede restituir a partir del trabajo en archivos? Lo que la experiencia y la observación en campo legan para el estudio sistemático son los registros con ciertas tecnologías: escritura, fotografía, grabaciones, etcétera. De allí que concuerdo con los que le asignan a la etnografía un carácter de arte, de técnica sin método (Métraux 1988 [1925]: 71) que puede dar cauce a insospechados hallazgos, audaces interpretaciones y tremendas frustraciones. El “método” de la etnografía reside en las posibilidades (competencias,

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disposiciones) para transformar registros en un sistema de datos, para lograr conexiones causales en función de un conjunto de interrogantes lógicamente fundados. La etnografía, por último, se comunica o expresa a través de un particular estilo de escritura monográfica, extensa. En resumen, es el medio para la explicación de totalidades socioculturales. Este es el propósito de la antropología, no de la etnografía. Si en el terreno del archivo uno se topa inexorablemente con la arqueología del saber, en el archivo del trabajo de campo resuena Tristes trópicos, el pensamiento de Lévi-Strauss (1955) cuando interpela el oficio de etnógrafo: ¿viajar tan lejos (en el espacio, en el tiempo, psíquicamente) para dar apenas con un puñado de contactos con los otros, con un fragmento de su experiencia, de sus ideas o producciones materiales? El mentor del estructuralismo no encuentra consuelo ante el desgastante esfuerzo físico e intelectual que exige la tarea y la impotencia de concluir que nunca se dispone de las condiciones suficientes para registrar todo lo que podría ser observado y mucho menos decir todo lo que podría ser pensado. ¿Qué feria sería mejor observar? ¿Dónde, cómo, cuándo? Es como explicar reflexivamente las condiciones para que el trabajo de campo alcance estatuto de archivo y que el archivo se revitalice incesantemente como experiencia etnográfica18. Dialéctica virtuosa que no vale la pena perseguir como abstracto problema epistemológico. Me pareció antes ocasión para seguir enriqueciendo el conocimiento de algo concreto: las FIL. Como enseñó Marx, lo concreto es lo pensado. Pero lo pensado no deja huella histórica si no es publicado. Entre un polo y otro, media un conjunto de transformaciones, dinámica que quise retratar en este trabajo con las oscilaciones entre el campo y el archivo. Entre muchas cosas, quise mostrar que ese movimiento tiene una génesis y un fin social, y en el caso de la ciencia solo es posible bajo condicionamientos institucionales. Esas transformaciones marcan el tempo del conocimiento. Su examen reflexivo me impulsó a compartir esta nueva huella publicada sobre mi experiencia de trabajo para explicar que son las FIL, los libros y su poder en nuestras culturas.

En este punto, el interesado puede visitar mis anteriores aportes sobre etnografía de archivos (Sorá 2015).

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Coda. Una arqueología reflexiva Como en tantas premisas, hipótesis y perspectivas usadas en mi trabajo, Pierre Bourdieu asoma en la noción de reflexividad. Su visión sobre dicho concepto como herramienta basal en las ciencias sociales y humanas deriva parcialmente de las propiedades singulares de alguna disciplina. Indistintamente se refirió a sociología y antropología reflexivas. Apunta antes al trabajo psicosocioanalítico para que el investigador comprenda los obstáculos (sociales, económicos, políticos, de múltiples órdenes aparte de “epistemológicos”) y las limitadas alternativas que enfrenta en la construcción de un objeto de conocimiento. En mi caso, he preferido un anclaje en la arqueología por cómo ilumina el objeto de este trabajo en particular y mi deriva profesional de modo general. En primer lugar, esa fue mi formación inicial en el Museo de La Plata. El estilo de mis primeras experiencias etnográficas, ya en suelo brasileño, tiene la impronta de los protocolos del trabajo de campo y de la escritura del cuaderno en arqueología, al menos como lo aprendí en la Asociación de Investigaciones Antropológicas (AIA), riguroso laboratorio de formación porteño guiado por Luis Abel Orquera, donde nacieron, entre otras cosas, el Equipo Argentino de Antropología Forense y los audaces proyectos del recordado Hernán Vidal. En segundo lugar, la arqueología abre la analogía que ordena el desarrollo del presente texto. Y como allí intento mostrar, es evidente, en tercer lugar, el puente hacia el Foucault de “1969”, cuando en el auge de su carrera ingresó al Collège de France. Por último, la raíz arché va al hueso de lo que buscaba Bourdieu, un retorno pensado y liberador a los primeros pasos y a la posibilidad de asociar las derivas del pensamiento y de la propia vida no apenas profesional. Escribir en retrospectiva, viaje interior de donde se puede regresar transformado, revitalizado a través del ejercicio reflexivo que antes que nada debe cuidar toda tentación yoica para proponer un reflejo en el que emerjan totalidades socioculturales, tal como un área (estudio de FIL) o campo de investigaciones (el dedicado al libro y la edición). Pero para que no se exagere con el potencial de la arqueología, para reestablecer el hecho de que al fin y al cabo es una (sub)disciplina con todas las consecuencias que de ello se pueden inferir, me posiciono de igual modo que frente a la etnografía. Como aprendí de Orquera, de Andrés Laguens y en la lectura de notables autores como Lewis Binford o Rex González, la arqueología es antropología o (parafraseando a Evans Pritchard en la aludida conferencia Marret) no será nada.

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Bibliografía Balbi, Fernando (2015): “Retratistas de mariposas. Acerca del lugar subordinado de la comparación en la antropología social y cultural contemporánea”, en Revista del Museo de Antropología, vol. 8, núm. 1: pp. 171-186. Bosshard, Marco y García Naharro, Fernando (eds.) (2019): Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Vol. 1: Planteamientos generales y testimonios desde España, México y Alemania. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert. Bourdieu, Pierre (1986): “L’illusion biographique”, en Actes de la recherche en sciences sociales, vol. 62-63, pp. 69-72. doi: . — (2004): Esquisse pour une auto-analyse. Paris: Raisons d’Agir. Bourdieu, Pierre y Wacquant, Loïc (1992): Introduction to Reflexive Sociology. Chicago: University of Chicago Press. Calhoun, Craig (2016): “The Importance of Imagined Communities and Benedict Anderson”, en Debats – Annual Review, núm. 1: pp. 11-16. Castro Faria, Luiz de (1995): “Nacionalismo, nacionalismos – dualidade e polimorfia: a guisa de depoimento e reflexão”, en íd., A invenção do patrimônio. Rio de Janeiro: Edições do Patrimônio/Ministério da Cultura, pp. 27-40. Chartier, Roger y Martin, Henri-Jean (eds.) (1986-1991): Histoire de l’édition française. Paris: Promodis/Cercle de la Librairie (4 vols). Dezalay, Yves (2004): “Les courtiers de l’international. Héritiers cosmopolites, mercenaires de l’impérialisme et missionnaires de l’universel”, en Actes de la recherche en sciences sociales, 151-152: pp. 4-35. doi: . Dezalay, Yves y Garth, Bryant (2002): Global Prescriptions: The Production, Exportation and Importation of a New Legal Orthodoxy. Ann Harbor: University of Michigan Press. — (2017): Sociología de la internacionalización. Villa María: Eduvim. Evans-Pritchard, Edward Evan (1991 [1950]): “Antropología social: pasado y presente”, en íd., Ensayos de antropología social. Ciudad de México: Siglo XXI, pp. 1-23. Foucault, Michel (1995 [1969]): La arqueología del saber. Ciudad de México: Siglo XXI. Garcia, Afrânio (1993): “Les intellectuels et la conscience nationale au Brésil”, en Actes de la recherche en sciences sociales, núm. 98: pp. 20-33. Lévi-Strauss, Claude (1955): Tristes Tropiques. Paris: Plon. Malinowski, Bronislaw (1986 [1922]): Los argonautas del Pacífico occidental. Comercio y aventura entre los indígenas de los archipiélagos de la Nueva Guinea melanésica. Barcelona: Planeta/De Agostini. Mauss, Marcel (2009 [1924]): Ensayo sobre el don. Buenos Aires: Katz. Métraux, Alfred (1988 [1925]): “De la méthode dans les recherches etnographiques”, en Gradhiva, núm. 5: pp. 57-72. Miceli, Sérgio (2012): Ensayos porteños. Borges, el nacionalismo y las vanguardias. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes Editorial. Polanyi, Karl (1944): The Great Transformation. New York: Farrar & Rinehart. Sapiro, Gisèle (2013): “Le champ est-il national? La théorie de la différenciation sociale au prisme de l’histoire globale”, en Actes de la recherche en sciences sociales, núm. 200: pp. 70-85. Sorá, Gustavo (1994): Livros de uma exposição. Etnografia das bienais internacionais de livros do Rio de Janeiro e São Paulo [tesis de maestría defendida en el Programa de Pós-gra-

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duação em Antropologia Social, mimeo]. Rio de Janeiro: Museu Nacional da Universidade Federal do Rio de Janeiro. — (1996): “Os livros do Brasil entre o Rio de Janeiro e Frankfurt”, en BIB. Revista Brasileira de Informação Bibliográfica em Ciências Sociais, núm. 41: pp. 3-33. — (2011): “Editar la nación. Bicentenario argentino en Frankfurt”, en Graciela Batticuore y Sandra Gayol (eds.), Tres momentos de la cultura argentina: 1810, 1910, 2010. Buenos Aires: Prometeo/Editorial de la Universidad Nacional de General Sarmiento, pp. 153-181. — (2012): “Cosmologies du capitalisme éditorial. Le Brésil et le Portugal à la Foire de Francfort”, en Diana Cooper Richet y Jean-Yves Mollier (eds.), Le commerce transatlantique de librairie. Un des fondements de la mondialisation culturelle (France, Portugal, Brésil, xviii-xx siècle). Campinas: Universidade Estadual de Campinas/Publicações IEL, pp. 75-99. — (2015): “Etnografia de arquivos e sociologia reflexiva: Contribuições para a história social da edição no Brasil e na América latina”, en Revista de Fontes, núm. 3: pp. 15-28. — (2016): “Primitivas y futuristas. Las ferias de libros bajo el prisma de la sociología”, en Revista Bé Pé, núm 18: pp. 19-23. — (2021): A History of Book Publishing in Contemporary Latin America. London/New York: Routledge.

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Las ferias del libro como espacios sociales estructurantes para los profesionales de la edición Gerardo Kloss Fernández del Castillo Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco

El campo editorial mexicano se resiste a definirse como una profesión o como una disciplina, y prefiere seguirse imaginando como un oficio o un gremio. Los trabajadores de la edición están orgullosos de que no estudiaron para serlo; se formaron en las trincheras y se profesionalizaron en la práctica. Al preguntarles cómo aprendieron lo que saben, construyen el relato de su trayectoria como el fruto de cierta predestinación, que combina: la pasión infantil o juvenil por la lectura; la decisión de dedicarse a alguna otra cosa porque ser editor no era una opción vocacional imaginable; una desviación afortunada provocada por el azar; el encuentro con algún viejo y sabio maestro, y una adicción levemente masoquista a vivir bajo presión y sin dinero, en el “apostolado” de los libros. El mito supone que editar libros es una labor noble y armónica, con ideales, reglas y deberes universales y autoevidentes (“el amor por la lectura”, “el amor por los libros”); pero hay problemas serios de comunicación y negociación entre los diversos especialistas. Los editores desdeñan la teoría y la metodología, porque editar “no es una ciencia, sino un negocio”, “un gremio” o “un oficio”, “un hacer”. Los diccionarios de Corominas 1994 y de la Real Academia Española (RAE) indican, respectivamente, para el lema oficio: Del lat. officīum, “servicio”, “función”, de opifex, “artesano”, “el que hace obras”, apareció en español entre los años 1220 y 1250. (Corominas 1994: 421) 1. m. Ocupación habitual. 2. m. Cargo, ministerio. 3. m. Profesión de algún arte mecánica.1

1

Real Academia Española (RAE): “Oficio”. En: íd.: Diccionario de la lengua española. (16/02/2021).

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y gremio: Del lat. gremīum, “regazo”, “seno”, “interior”, “matriz”, apareció en español en 1615. (Corominas, 1994 303) 1. m. Corporación formada por los maestros, oficiales y aprendices de una misma profesión u oficio, regida por ordenanzas o estatutos especiales. Nobleza, exclusividad, rituales iniciáticos, ayuda mutua. 2. m. Conjunto de personas que tienen un mismo ejercicio, profesión o estado social. 3. m. p. us. Unión de los fieles con sus legítimos pastores, y especialmente con el Pontífice romano. 4. m. desus. regazo. 5. m. desus. En las universidades, cuerpo de doctores y catedráticos.2

El uso frecuente de estas palabras sugiere que, para los editores, la suya se identifica como una ocupación habitual, un ministerio, un arte mecánica, una corporación regida por ordenanzas o estatutos especiales de nobleza, exclusividad y ayuda mutua, un estado social, una unión pastoral y apostólica, el regazo de una madre o un claustro cerrado. Quizá se describiría con más objetividad lo que realmente pasa en la industria editorial mexicana, y los editores podrían estar más atentos a los cambios, si la edición se viera como un campo en el sentido bourdiano; pero esta definición es casi inaceptable para los editores mexicanos: un espacio social determinado por la existencia de capitales económicos, sociales, simbólicos y culturales en común, por los que compiten ferozmente (y colaboran, cuando sobreviene una amenaza externa) sus integrantes, y un habitus, un conjunto de predisposiciones estructuradas por y estructurantes de las reglas del juego, las cosas que hay que saber o hacer para ser considerado como parte del campo, y quién tiene el poder para determinarlas. La posesión de los capitales y la lucha por obtenerlos determina que algunos integrantes hegemónicos del campo asuman posiciones tendientes a la conservación de la estructura y otros, los más jóvenes, posiciones heréticas, críticas o contestatarias que, sin embargo, no niegan las reglas del juego, del que ellos también quieren ser parte y llegar algún día a ser dominantes (Bourdieu 1990). El mundillo editorial mexicano parece imaginarse a sí mismo como un campo completamente autónomo, estructurado en torno a una larga serie de acuerdos, valores y gustos en común, cuando un sencillo trabajo de entrevistas profundas semiestructuradas (Kloss 2016) revela lo contrario:



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Real Academia Española (RAE): “Gremio”. En: íd.: Diccionario de la lengua española. (16/02/2021).

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el campo social de los trabajadores de la edición en México está profundamente fragmentado y no es autónomo. Las luchas por obtener el poder y la legitimidad dentro del campo editorial, y las reglas que lo rigen, se juegan desde otros campos, literarios, artísticos, académicos, empresariales, y aún tan especializados como las editoriales médicas, jurídicas y contables, cuyos editores son, antes que editores, expertos en esos ramos. Aunque, en lo general, los editores rechazan la posible existencia o, en todo caso, la utilidad de la teoría en el trabajo editorial, observamos por ejemplo que el editor literario sí se enorgullece de aplicar sus saberes teóricos de literatura como marco cognoscitivo de su labor editorial. Este fenómeno se repite: un editor jurídico usa la teoría jurídica como referente en su trabajo de editor; un editor médico usa la teoría médica; un diseñador gráfico aplica las mal llamadas “teorías del diseño”, etcétera. El desdén hacia la teoría y los métodos en el mundillo editorial solo es un desdén hacia “todas las demás teorías y métodos que no son los míos”, es decir, hacia el uso de teorías y métodos de otros campos, hacia el diálogo con el otro. No estoy diciendo que en la industria editorial mexicana todos sean enemigos de todos, que exista violencia o que el trabajo finalmente no acabe saliendo; pero sí existen frecuentes confusiones que cuestan tiempo y dinero, sí hay precariedad laboral y sí hay un diálogo que rara vez alcanza la profundidad suficiente, porque se entabla desde el prejuicio. Un trabajador formado en humanidades se deslinda del diseñador o del administrador esgrimiendo la premisa de que “el contenido importa más que la forma y las condiciones de producción”; el diseñador realmente piensa que “la forma es más importante que el contenido y las condiciones de producción” y el administrador realmente cree que “las condiciones económicas de la producción son más importantes que la forma y el contenido”. Pero, en lugar de imaginar al quehacer editorial como un rico lugar para el pensamiento y la acción transdisciplinarios, las propias contradicciones del campo y sus condiciones de precariedad laboral contribuyen a impedir la reflexión sobre estos problemas. A estas alturas, quizá algún lector ya refunfuña contra mis argumentos, concluyendo que son solo sofisticados deslindes epistémicos de una entelequia tejida por un académico, porque a editar solo se aprende editando. La teoría y el método de la academia buscan conocimiento científico, pero la edición no es una ciencia, y punto. Pero la edición sí requiere aplicar conocimientos tomados de varios campos para desarrollar productos concretos, que satisfagan las necesidades de un mercado permitiendo el acceso

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a ciertos contenidos relevantes. Así que la aportación de la academia a este campo no es enseñar a editar, sino propiciar espacios de diálogo y reflexión no presionados por la producción. No hay teoría ni método que suplan por sí solos a la experiencia, pero aprender haciendo tiene sus inconvenientes. Por ejemplo, que cada individuo aprende sus propias tareas y las repite hasta dominarlas, pero tiene escasas oportunidades para conocer, dialogar y reflexionar sobre las tareas que realizan los demás trabajadores. Esto, que en un obrero fabril se entendería como alienación, en un campo editorial altamente intensivo en trabajo intelectual y creativo, más que manual, se oculta detrás de la fragmentación del campo y de sus habitus, estructuras de pensamiento, mitos, relatos, héroes, discursos legitimadores, teorías, métodos, éticas y estéticas. El trabajador editorial narra su entorno personal como si fuese todo el universo profesional; por lo tanto, la edición es “un mundito pequeñito donde todos nos conocemos y todos somos amigos”. Por el tamaño estimado de la industria esto es improbable. Solo la Feria Internacional del Libro de Guadalajara emite cada año más de 40 mil gafetes de profesional; pero la idea es plausible si los editores literarios solo se reúnen, compiten, se miden, traban amistades y enemistades con otros editores literarios, los editores académicos con otros editores académicos, los miembros de la CANIEM (Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana) con miembros de CANIEM, los editores de libros de texto con editores de libros de texto, los editores jurídicos con otros editores jurídicos, etcétera. Así, la distinción y la lucha por el poder se dan a través del roce con los agentes de uno de los fragmentos del campo, no del campo completo, y siguen reglas que no dependen de la naturaleza esencialmente editorial de sus tareas, sino de relaciones establecidas en los otros campos a los que sirve el trabajo editorial, como el literario, el académico, el empresarial, el de los libros de texto, el jurídico, etcétera. La coacción de la estructura […] no puede imponerse sino a los que están dispuestos a reconocer todos los soportes visibles de la fe literaria, atributos míticos de la gran editorial, como el salón oval o el Comité, y sus encarnaciones temporales, personas y nombres familiares: Gastón, Claude, Antoine, y, reservados a los verdaderos familiares, tuteos selectivos, tics, trucos en uso de las interacciones siempre sutilmente jerárquicas, de aquello que los allegados mismos llaman “la corte”. (Bourdieu 2000, 226)

Aprender haciendo hace que los trabajadores de la edición sean leales a sus jefes; verdaderos maestros que, en los primeros años de la vida de un joven editor, rayan en tutores in loco parentis, con quienes se está en deuda

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porque se les reconoce como la fuente original de sus saberes editoriales y como la autoridad que en su día convalidó (a falta de títulos y diplomas) el ingreso del novato para ocupar un lugar dentro del campo. Pero hacer lo que hacía hace treinta años el maestro también hace que este trabajador sea proclive a repetir lo que ha hecho siempre, rutinario, resistente al cambio, renuente a innovar, a imaginar nuevos textos, productos, necesidades, gustos, públicos, mercados, formatos, soportes, tecnologías. Los defensores de la tradición hacen lo que se ha hecho siempre y, no pocas veces, colocan en los soportes (libros de papel, televisores, celulares, pantallas), y no en los usos, prácticas y relaciones sociales de producción y consumo, una cierta moralización fetichista de todo lo que está bien o está mal en la cultura. El currículum ideal del buen editor es narrado como una versión moderna y sublimada del antiguo sendero gremial de aprendiz, oficial y maestro, en el que se aprende observando y copiando a los maestros, y siguiendo antiguos ritos de iniciación, lealtad y secrecía. No se esconde el desprecio por la escolaridad, que más bien responde a una realidad laboral de dos o tres décadas atrás, y en muchas empresas se ha vuelto coartada para que los empleados no se profesionalicen y después exijan mejoras salariales. Aunque ya hay incontables cursos y diplomados, aparte de algunas salidas profesionales en carreras de letras o diseño, una licenciatura y dos maestrías, en México se toma como una verdad que los editores no se forman en la escuela y no se conoce, ni en la academia ni en la industria, hasta qué punto está consolidado el campo académico de los estudios editoriales en otros países de Europa, Asia, Norte y Sudamérica. Hasta ahora no hay una teoría de lo editorial, solo adaptaciones más o menos exitosas de otras teorías sobre la lengua, las letras, los textos, las imágenes, las páginas o los productos. Es pobre el marco con el que se mide si una editorial está haciendo bien su trabajo: no se hace público cuántos ejemplares vende o cuánto dinero gana, y mucho menos hay indicadores de su impacto social o de la satisfacción de sus lectores. Bhaskar dedica su libro La máquina de contenido (2014) a proponer una teoría de la edición. Es todavía polémico decir que lo logró, pero es lúcido su diagnóstico de la necesidad de pensar teóricamente la edición: El estudio de los libros y de la edición es ahora una característica permanente y aceptada dentro del panorama académico. […] El estado del conocimiento sobre la edición ha sido, a pesar de los avances, en gran medida insuficiente. Su estatus como disciplina académica es todavía indefinido y en ocasiones está poco desarrollado, atrapado entre

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Gerardo Kloss Fernández del Castillo áreas de estudio más extensas y establecidas, como la historia del libro y los estudios sobre ciencias de la información. El crítico literario John Sutherland definió nuestra comprensión de la edición como “un agujero en el centro de la sociología de la literatura”. (Bhaskar 2014: XXV-XXVI) No necesitamos una teoría de la edición para emplearla como un complemento improvisado de la teoría literaria. No obstante, sí requerimos una teoría de la edición para explicar, en una coyuntura crítica, algo acerca de lo que es y hace la edición. (Bhaskar 2014: XXVIII-XXIX) Las teorías explican el mundo al resolver anomalías evidentes. Son comprobables con base en algunos aspectos de la realidad. En primer lugar, se parte de la idea de que algo necesita explicarse. Como profesión, […] no parece que la edición amerite una teoría o explicación propia. En su mayoría, las industrias o actividades comerciales se explican por sí mismas. […] ¿Por qué se necesitaría una de la edición? (Bhaskar 2014: 3)

Aprender sin una teoría implica ensayo y error, una educación lenta y dolorosa, cuya dificultad está normalizada como parte de la narrativa apostólica de la propia tarea. No hay un mapa consensuado de lo que necesita saber un editor. Existen lagunas pedagógicas sin atender y cada trabajador de la edición aprende lo que la marea le va arrimando. Es caro para las empresas capacitar al personal y, si la rotación es alta, los editores experimentados ganan poco, dan tumbos de empresa en empresa y el personal peor calificado llega a ser el más estable. Las universidades mexicanas no parecen tener mucha idea de qué sucede en el mundo de la edición. La academia cultiva casi todas las herramientas teóricas y prácticas de la edición, pero lo hace desde parcelas rígidamente separadas. El estudiante de letras aprende gran parte de lo que hay que saber para ser editor, pero su perfil de egreso lo predestina rígidamente a investigar, criticar y hacer curaduría de la creación estética basada en la palabra escrita. Lo mismo sucede con el estudiante de periodismo, comunicación, lingüística o diseño gráfico: todos ellos aprenden grandes partes de lo que se necesita saber para ser editor, pero sus perfiles de egreso están concebidos con una enorme rigidez: el periodista informa y forma opinión pública, el lingüista investiga y analiza la estructura y funcionamiento de la lengua, el diseñador gráfico crea publicidad visual, etcétera. No es lo más prestigioso para un literato corregir lo que han escrito otros, en vez de escribir creación literaria propia; no es prestigioso para un comunicólogo producir libros, en vez de modernos medios electrónicos

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masivos; no es prestigioso para un diseñador mostrar un portafolio con los textos que ha escrito, en vez de imágenes y objetos, etcétera. La frontera entre literatura y periodismo siempre ha sido borrosa, y bastantes autores han sabido ir y venir ágilmente por encima de ella. La frontera entre la forma textual y la forma visual es más marcada, y respetada, pero no deja de ser permeable; es todavía mucho más rígido el límite entre la gente de las letras o las artes y la gente de los números y los negocios. Es notable hasta qué punto la academia ha sido incapaz de comprender el mundo de la edición, al que no percibe como un rico espacio transdisciplinario, sino como un limbo epistémico donde van a parar quienes se desvían de su perfil de egreso para convertirse en técnicos; trabajadores de intendencia, encargados de limpiar lo sucio, dar brillo, esplendor y vistosidad, de “lavar y planchar texto ajeno”. Las universidades necesitan a los editores tanto como necesitan libros y revistas, pero se ocupan poco de formarlos y no los tratan bien laboralmente. Si el editor no se forma en la escuela, sino en el trabajo, ¿qué espacios de socialización existen donde el editor pueda continuar siendo editor, y formándose como tal, fuera del horario de oficina? ¿Ser editor es únicamente un empleo, una corbata que se usa de 9:00 a 17:00, de la que es posible desprenderse al salir del trabajo, para vivir otra vida donde no se amen los libros y la lectura, donde no se cace la incorrección lingüística ni se procure la belleza de las letras? El relato de los editores no habla de un empleo cuya hipócrisis profesional se pone por la mañana y se quita por la tarde, sino de “vocación”, de “apostolado” y hasta de “adicción”. Berger y Luckmann (2003) llaman “socialización secundaria” a la internalización del individuo en un “mundo” profesional, posterior a la socialización primaria y a las creencias adquiridas en el entorno familiar. El proceso ontogenético por el cual [la internalización social] se realiza se denomina socialización, y, por lo tanto, puede definirse como la inducción amplia y coherente de un individuo en el mundo objetivo de una sociedad o en un sector de él. La socialización primaria es la primera por la que el individuo atraviesa en la niñez; por medio de ella se convierte en miembro de la sociedad. La socialización secundaria es cualquier proceso posterior que induce al individuo ya socializado a nuevos sectores del mundo objetivo de su sociedad. (Berger/Luckmann 2003: 166)

Los trabajadores del campo editorial tienen, desde luego, una socialización primaria obtenida en casa, cuando niños, directamente de sus padres

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o de los adultos significativos que se hicieron cargo de educarlos y darles lenguaje, creencias y nociones de realidad. Estas nociones de realidad internalizadas durante la infancia temprana no se desintegran más que por causa de un impacto biográfico muy fuerte. Encima de esta “primera capa” de socialización que los hace autodefinirse como mujeres, hombres, mexicanos, de clase alta o baja, religiosos o no, de derecha o de izquierda, con ciertos roles definidos de clase, género e identidad, estos profesionales tienen una “segunda capa” de carácter laboral y profesional. Esta segunda socialización es la que los hace autodefinirse como autores, editores, correctores, redactores, tipógrafos, diseñadores, libreros, bibliotecarios, ilustradores, etcétera. En ella confluyen los procesos de socialización ocurridos en el ámbito escolarizado (que los hacen autodefinirse como literatos, comunicólogos, diseñadores, periodistas, en función del capital cultural obtenido e institucionalizado a través de una universidad, si ese fuera el caso), en el ámbito laboral (que los hace autodefinirse como correctores, asistentes editoriales, formadores, portadistas, obtenido en función de lo que hacen para ganar su salario e institucionalizado a través del prestigio de las empresas editoriales donde han prestado sus servicios), o a través de otros procesos de socialización menos evidentes, pero de mucho mayor carga subjetiva: la profunda emoción de pertenecer a un mundillo de personas muy especiales, que se reúnen periódicamente en lugares muy especiales para verse, pasar juntos un tiempo muy especial y hablar de cosas especiales, que los distinguen del resto de la sociedad. La socialización secundaria es menos sólida y resistente que la socialización primaria. El lenguaje, las creencias y las nociones de realidad desarrollados durante la escolaridad profesional o en el entorno laboral pueden destruirse con mucho mayor facilidad que los adquiridos en la familia y en la infancia. La socialización primaria es estructurante de la personalidad misma del individuo; el cambio de los roles de género, de clase o de la identidad individual supone una grave crisis existencial; su disociación o destrucción suele acarrear alguna forma de psicosis. En cambio, la socialización secundaria es relativamente fácil de dejar a un lado, como una corbata que solo se usa en horas de oficina. El niño vive de buen o mal grado en el mundo tal como lo definen sus padres, pero puede dar la espalda con alegría a la aritmética no bien abandona el salón de clase. Esto posibilita el separar una parte del yo y su realidad concomitante como algo que atañe

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solo a la situación específica del “rol” de que se trata. El individuo establece, pues, una distancia entre su yo total y su realidad, por una parte, y el yo parcial específico del “rol” y su realidad por la otra. (Berger/Luckmann 2003: 180)

La realidad internalizada en la socialización primaria es casi automática; en la socialización secundaria se requieren técnicas pedagógicas específicas para que el individuo desarrolle un vínculo afectivo con su profesión o con su trabajo, hasta sentirlos como algo “familiar”, algo “del hogar”. La socialización secundaria solo se fija de forma duradera cuando se consigue darle una forma emocionante. Los cuatro años invertidos en asistir a la universidad no importan solo por lo que se puede aprender acerca de la literatura, la comunicación, el periodismo o el diseño, sino porque la universidad, al menos a cierta edad, debería ser un espacio de socialización secundaria lleno de descubrimientos y vínculos afectivos para toda la vida. Por lo que respecta al espacio laboral, un empleo por sí solo no instituye nociones de realidad a menos que implique experiencias enriquecedoras y vínculos afectivos; que sea muy duradero; que se convierta en sí mismo en un nuevo mundo y permee la personalidad del sujeto al grado de formar parte de su autodefinición, acompañándolo en sus demás empleos y durante otras etapas de su vida. El mundo del libro y la industria editorial constituyen un campo social fragmentado, formado por sujetos con formas muy diversas de socialización, ya no digamos primaria (que es más obvio), sino también secundaria, y percepciones muy diferentes de la realidad: unos trabajan con textos literarios, otros con textos periodísticos, otros con imágenes, otros con máquinas, otros con tinta, otros con códigos digitales, otros con presupuestos de costos y estimaciones de ventas. Vienen de mundillos diferentes, poseen saberes y haceres diferentes, ética y estéticas distintas. Si el campo editorial consigue sostener su narrativa de cohesión y solidez, a pesar de esta fragmentación, debe ser a través de vínculos afectivos. Este trabajo se deriva de un proyecto que incluyó veinticuatro entrevistas semiestructuradas con trabajadores del campo editorial. Las entrevistas se hicieron en 2014, durante la XXVIII Feria Internacional del Libro de Guadalajara y en los días posteriores. La muestra no es cuantitativamente representativa y, para el método de entrevista profunda semiestructurada, es quizá demasiado grande. Fue diseñada para escuchar la voz de cuatro autores, cuatro editores, cuatro correctores, cuatro diseñadores, cuatro libreros y cuatro profesionales diversos como ilustradores, responsables de

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producción, gestores culturales o promotores de lectura. En total fueron veinticuatro informantes, todos con trayectorias profesionales destacadas y opiniones respetadas en el campo editorial. Álvarez Gayou define entrevista como “una conversación que tiene una estructura y un propósito”, que busca “entender el mundo desde la perspectiva del entrevistado y desmenuzar los significados de sus experiencias” (Álvarez Gayou 2009: 109). Por semiestructurada entendemos que propone “una secuencia de temas y algunas preguntas sugeridas” y “el diseño específico de la investigación indicará si esta guía se tiene que seguir puntualmente o no durante la entrevista” (Álvarez Gayou 2009: 111-112). Nos acercamos a los informantes con un cuestionario que determinaba de antemano la información que se quería conseguir, pero las preguntas abiertas permitían que el informante construyera su propia narrativa, entrelazara temas, agregara matices, generara nuevas explicaciones, reflejara su propia visión y el propio investigador no ocultara nuevos aspectos (Corbetta 2003: 352-353). Las preguntas tenían diferentes propósitos. ¿Qué hace usted? buscaba conocer si los roles arquetípicos de la cadena editorial son como los concibe el tradicional marco conceptual del campo editorial (autor, editor, corrector, diseñador, etcétera), y ¿qué actividades concretas realmente realiza? era para saber si el contenido concreto de esos roles es uniforme o varía. Resulta revelador, por ejemplo, que cuando los distintos informantes dicen “eso es obvio, todos sabemos lo que tiene que hacer el profesional x”, al preguntar por las tareas concretas de ese profesional, todos le dan contenidos semánticos diferentes a x. ¿Cuál es la importancia de lo que hace? y ¿qué pasaría si no lo hiciera? pretendían mostrar los discursos de legitimación de los distintos perfiles laborales. Preguntar ¿cómo se relaciona usted con los otros profesionales de la edición? y ¿cuál de esas relaciones es la más gratificante y cuál es la más conflictiva? pretendía ayudarnos a comprender las reglas, objetos del juego (el enjeux de Bourdieu [1990]), disputas, alianzas y rivalidades de cada perfil. Finalmente, una pregunta de inocente apariencia anecdótica, ¿cómo aprendió a hacer lo que hace?, nos ayudó a entender cómo opera el proceso de socialización secundaria dentro del propio campo. El primer hallazgo fue que las trayectorias de los informantes son híbridas: la mayoría ha estudiado y practicado varias disciplinas, lo que indica que la estructura del campo no es rígida y permite cierta movilidad, aunque no la reconozca. En estas veinticuatro entrevistas parecen acumularse cinco testimonios de autores, trece de editores, tres de editores universitarios, diez de directores de

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empresa, tres de directores de editoriales comerciales, tres de funcionarios públicos, el de un traductor, los de siete correctores, ocho diseñadores gráficos, cuatro ilustradores, un fotógrafo, un editor de imágenes, dos responsables de producción, cuatro libreros, dos promotores de lectura y dieciséis docentes. Parecería que hubiéramos entrevistado a mucha gente. Si bien pudimos confirmar que, como ya suponíamos, la escolaridad de los trabajadores del mundillo editorial se centra en humanidades (sobre todo literaturas, historia, lenguas, traducción), comunicación o periodismo, y artes (sobre todo diseño gráfico), comprobamos que aún en estas áreas sigue habiendo quien cree que dedicarse a hacer libros es una especie de desviación del canon; que todavía abunda el personal con estudios universitarios inconclusos; que no existe ninguna licenciatura directamente alineada con un futuro laboral en el campo editorial y que es muy frecuente que un sujeto abandone su formación previa como administrador, educador, artista, ingeniero, químico, biólogo, médico, abogado, etcétera, para laborar en el campo editorial, con el que desarrolla poderosos vínculos afectivos. Las creencias y valores afectivos se manifestaron al preguntarles a los informantes con qué otros profesionales de la edición tienen las relaciones más conflictivas. Las habilidades son capital cultural incorporado en forma de control físico aprendido, como los disciplinados ojos del corrector, la mano firme y precisa del formador o la ensayada dramatización del vendedor. Los símbolos y objetos representativos son, en cambio, más uniformes: los editores se representan a sí mismos con un libro o una prensa de madera, los literatos con un libro o una pluma de ave, los periodistas con una máquina de escribir o los diseñadores con un lápiz. Ascender en este campo no solo depende de la estructura natural del conocimiento (por ejemplo, que para corregir y editar textos primero haya que dominar la redacción y la ortografía, o que para Bourdieu el “derecho de corrección” sea un monopolio legítimo de la violencia que da el saber filológico sobre los textos de los demás –Bourdieu 1990: 138–); también se requiere adquirir conocimientos y memorias, saberse anécdotas y relatos, ganar “derecho de piso”, pasar pruebas de iniciación, respetar figuras, reconocer territorios y venerar líderes. El campo editorial se resiste a reconocer abiertamente a la universidad como institucionalizadora de su capital cultural específico, aunque los individuos en particular no esconden la emoción y el prestigio que proyectan en sus escuelas, por ejemplo, cuando deslizan los nombres de maestros e instituciones, como “Filos” (para mostrar familiaridad con la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM), “Colmex”

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(para referirse al Colegio de México), “aquel legendario diplomado de la UNAM” (Universidad Nacional Autónoma de México) o “aquella legendaria maestría de Guadalajara”. La enseñanza editorial, es decir, la que convierte a un joven novato en editor reconocido y le otorga un lugar dentro del campo, sigue siendo informal. Los viejos se encargan de la socialización secundaria de los jóvenes y les enseñan su forma de trabajar; por eso el habitus se reproduce casi intacto a través de generaciones. Se pone mucha carga afectiva en el reconocimiento y la confianza, poca en el organigrama y casi nada en los títulos. El salario es un tema tabú. Los buenos jefes son tratados como maestros y, como ya dijimos, llegan a volverse significant others (in loco parentis); los jóvenes amasan capital simbólico citando el nombre de algún editor muy reconocido, “su maestro, a quien le deben todo lo que saben”. Ingresar a un mundo profesional exige aceptar roles, comportamientos, rutinas, interpretaciones, comprensiones tácitas y afectos. Cada profesión le impone al aspirante las nociones que debe aprender, el aparato legitimador que explica los por qués de sus búsquedas, sus cruzadas y sus luchas, y pretende fundamentar el sentimiento de orgullo por pertenecer a ella. El carácter de este “segundo mundo” depende del estatus que la sociedad otorgue a sus conocimientos. He aquí una contradicción: el libro y la lectura reciben declaraciones públicas de adhesión y respeto, lo que haría suponer que el estatus social del campo editorial debería ser de lo más alto; pero la actividad editorial todavía sigue siendo poco visible, poco comprendida, todavía se considera cosa que se hace con el sentido común y “por amor al arte”, y no una profesión difícil de aprender, que debe remunerarse. Esta legitimación exige contradefiniciones, es decir, saber contra quién se lucha y por qué. Pocos editores reconocen que buscan la ganancia. Nadie llega a afirmar en voz alta que se metió al mundo del libro por dinero y la mayoría prefiere cobijarse bajo la bandera apostólica de una lucha en pro del libro y la lectura, o contra enemigos como la ignorancia, la fealdad o los malos libros. Aquí puede insertarse una lista canónica de títulos y autores que sirve como contraejemplo, en particular los libros de autoyuda y superación personal, los best sellers, el Libro Vaquero, Paulo Coelho, Carlos Cuauhtémoc Sánchez, Jorge Bucay, Jordi Rosado, y cualquier cosa que se considere “literatura barata” o “pastura intelectual”. En esto coinciden artistas y humanistas, literatos y diseñadores; ambos dicen luchar en pro de la belleza y la sabiduría, o contra la fealdad y la ignorancia, aunque se distinguen en que unos buscan en el contenido lo

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que otros buscan en la forma. También los une la creencia de que el arte no se vende; la disposición declarada a invertir tiempo, capital cultural, simbólico y económico en las que describen afectivamente como quijotescas causas perdidas por las que vale la pena sufrir, y el choque cotidiano contra los incomprensivos departamentos comercial y contable. Berger y Luckmann disciernen que, mientras ser ingeniero es un aprendizaje formal y ser músico es una inmersión total, el nivel más alto de apostolado personal es dedicar la vida a una religión o a una revolución. En el campo editorial casi no hay aprendizaje formal específico, pero se habla de él afectivamente, como un oficio de inmersión total, como un apostolado y, en palabras de algún informante, como un “síndrome de Estocolmo”. Para Berger y Luckmann, esto colocaría a la profesión de editor más allá del aprendizaje formal del ingeniero y más allá de la inmersión total del músico, al lado de la entrega incondicional de una religión o una revolución. Es común usar el tópico ciceroniano de o tempora, o mores, para lamentar que en estos tiempos ya nadie lee, nadie compra libros, la cultura está en decadencia, los best sellers, las pantallas y los malditos celulares están infectando el mundo con sus despreciables autores y títulos (tomados de la terrible lista de contraejemplos), nos enfrentamos a “una generación de cretinos digitales que nunca usan un libro”, el editor “de verdad” ya no gana dinero ni reconocimiento y “para resistir en este sufrido mundo editorial se necesita ser muy masoquista o amar mucho los libros”. El propio campo editorial, pese a compartir creencias básicas, como el laudes litterarum y la nobleza del libro, ofrece y exige adiestramientos diferentes a sus distintas profesiones, con distintas creencias, habilidades, lenguajes, terminologías, insultos, bromas, alegorías, refranes, normas, valores, mitos, ceremonias, rituales, fiestas, símbolos y objetos representativos. Para Berger y Luckmann (2003: 175) estos submundos requieren un aparato legitimador dotado de símbolos rituales. Por ejemplo, los soldados de infantería y de caballería reciben adiestramientos diferentes, que van mucho más allá de las habilidades que se necesitan para manejar caballos: el lenguaje adquiere terminologías específicas para los objetos, para sus cualidades y para sus situaciones de uso en la vida diaria, y el sujeto aprende incluso a quejarse o enojarse por cosas que están cifradas en las imágenes, alegorías y representaciones sociales de su mundo profesional. El soldado de caballería no solo “llega a ser” cuando adquiere las habilidades de su arma, sino cuando entiende y usa su lenguaje, sus alusiones, anécdotas, chistes y refranes, y se identifica subjetivamente con el “rol” y sus normas: yo “soy” jinete, “un

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soldado de caballería nunca debe esto” o “siempre debe aquello”. Todos estos significados se sustentan, reproducen y legitiman con construcciones míticas, objetos, vestuario, ceremonias, fiestas y peregrinaciones. El calendario ritual del mundillo editorial es variable, porque cada segmento del campo obedece a diferentes ciclos de “siembra y cosecha”: temporadas de ventas como Semana Santa, vacaciones de verano, regreso a clases, fiestas decembrinas, ciclos de trabajo, fechas de cierre y lanzamientos de novedades que deben coincidir con eventos específicos. En su sector, el ciclo escolar, las políticas y las licitaciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP) determinan la producción y venta de los libros de texto. En otros sectores los ciclos anuales están marcados por premios literarios, lanzamientos musicales o cinematográficos y cierres presupuestales. El Premio Nobel de Literatura casi cae en cascada con la Feria de Frankfurt y el Premio FIL de Guadalajara. En otro extremo más trivial, las películas de verano, Halloween y Navidad casi siempre vienen acompañadas de sus propios merchandisings, que casi siempre incluyen un libro, diarios, juegos de mesa o cuadernos para iluminar. Hay ferias especializadas que solo movilizan a segmentos específicos del campo; el más conspicuo es, desde luego, el infantil y juvenil, que tiene sus propias ferias, premios, eventos y fechas, pero también hay ferias del libro científico, tecnológico o de antropología e historia. Sin embargo, de todos los eventos que marcan el ciclo ritual del campo editorial a lo largo del año, pocos tienen tanto poder para unificar el campo de manera transversal como las grandes ferias internacionales del libro. Los trabajadores del campo editorial mexicano narran su experiencia de asistir a estas grandes ferias internacionales del libro en formas equiparables a las de una peregrinación ritual, dotada de ceremonias y fiestas con una enorme carga emocional, que es poderosamente estructurante de vínculos afectivos, de su propia noción de pertenencia al campo y de su formación profesional. En ello no está ausente cierta distinción de clases. Quien nunca asistió a ninguna feria del libro no puede aprovechar esa distinción para hacer socialmente visible que forma parte del campo. Incluso es probable que sea tratado como alguien ajeno al campo o, en el mejor de los casos, como un novato. Quien va a ferias consuetudinariamente ya es “alguien” y, si ha ido a muchas ferias distintas, eso ya es un indicador de que se trata de un profesional. Asistir regularmente o, mejor aún, ser invitado a la FIL de Guadalajara, por no agregar Buenos Aires o Bogotá, denota un compromiso realmente serio, y haber visto al menos una vez en la vida con los

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propios ojos las ferias de Frankfurt o de Bolonia es como, para un devoto musulmán, haber peregrinado a la Meca o Tierra Santa. Los empresarios y directivos de las editoriales van a las ferias con ciertos lujos y con agendas de negocios muy apretadas, que empiezan a armarse desde semanas o meses antes. Viajan en avión, se hospedan en los mejores hoteles, comen en los restaurantes más caros y regresan a sus ciudades antes de que termine la feria, porque su enfoque de la visita es tratar de obtener la mayor cantidad posible de acuerdos de negocios, especialmente de venta de derechos y libros al mayoreo. Esos son los que entran muy temprano durante los días de profesionales, salen a la hora de la comida, casi siempre acompañados de grandes clientes potenciales, y ya no regresan en la tarde, probablemente por estar (en el caso de Guadalajara) cocinando interesantes acuerdos de negocios al calor de algunos tequilas en el Parián de Tlaquepaque o, sin ir más lejos, en el bar de algún hotel en las inmediaciones de la Expo Guadalajara. En cambio, los vendedores de piso frecuentemente tienen que viajar en camión, acompañar a la mercancía, verificar la salida y llegada del flete, participar en el montaje, permanecer de guardia durante toda la feria, abrir el stand por la mañana, cerrarlo por la noche, empacar la mercancía no vendida, llevar control del material promocional, muebles, cajas, aparatos, terminales, cajas registradoras, plantas, repisas, etcétera. La experiencia para el vendedor no necesariamente genera vínculos afectivos, pero estos vínculos ponen a prueba la viabilidad de los trabajadores de rango más bajo para aspirar a llegar a formar parte algún día del campo en calidad de profesionales. Para una persona a quien los libros no le significan nada, cuidar un stand de 9:00 a 21:00 durante nueve días es una experiencia laboral agotadora y desprovista de carga afectiva. Es una corbata que se pone y después se quita. Algunos de estos vendedores ponen más carga afectiva en el hecho de viajar a Guadalajara que en la FIL propiamente dicha, ya que visitan a familiares o realizan actividades propias de una estancia en Guadalajara, pero inconexas con la FIL y los libros. La propia población de Guadalajara suele mostrar gran interés por las actividades que se realizan en Expo Guadalajara, pero por su derrama económica. La Expo alberga un evento importante aproximadamente cada dos semanas; por eso para los taxistas o los vendedores de comida es relevante preguntarle al visitante si se encuentra en la ciudad con motivo de la feria. No obstante, gran parte de esta población ignora la importancia de la Feria Internacional del Libro, no sabe que es la segunda feria más grande del

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mundo o simplemente siente el vacío de la ataraxia frente a los libros y la literatura. Les da lo mismo que se trate de la feria del dulce, del tornillo, del zapato, de la plomería o del turismo, mientras la Expo se llene. Otros vendedores realmente disfrutan su estancia en la feria y buscan la manera de participar más allá de cuidar su stand y cubrir una cuota de ventas. Aprovechan las oportunidades para asistir a conferencias, presentaciones, firmas y conciertos, y se empapan del discurso del mundillo editorial. Esto genera prestigio que puede ser utilizado posteriormente para dejar de ser vendedor y ascender. La CANIEM realiza una tradicional cena baile anual solo para los empresarios y directivos, mientras que en la FIL de Guadalajara hay un baile y varios brindis dirigidos para los profesionales, los mandos medios y los vendedores. Las ferias son un entorno natural para tejer redes sociales y en México ninguna cumple este rol como la FIL Guadalajara, que a la vez funciona como festival literario, reunión gremial y congreso académico. Los mejores días para socializar son el lunes, martes y miércoles de profesionales, porque la feria está cerrada al público de las 9:00 a las 17:00 y solo es posible entrar con un gafete especial. Los profesionales como editores, correctores, diseñadores, ilustradores y los mandos medios acuden con menos presupuesto que los directivos, tienen que organizar con más cuidado su transporte, su hospedaje y su presupuesto de gastos, pero gozan de mucha mayor libertad que los vendedores para asistir a los eventos, foros, conferencias que son de su interés intelectual. Su asistencia a la feria se asemeja más a un congreso académico o una convención profesional, no tanto un evento mercantil. Su asistencia a la feria toma un carácter esencialmente educativo y les sirve para enterarse de las últimas tendencias y avances, amén de la oportunidad de comprar libros, obtener autógrafos y selfies con escritores y editores prestigiosos, y ponerse al día de noticias con sus colegas de otros países. Estos trabajadores de la edición son los que probablemente obtienen mayores beneficios personales y sociales de su asistencia a la feria. La compra de libros, los foros y las conferencias se agregan a su capital cultural y simbólico, el contacto con personalidades famosas se agrega a su capital simbólico y su prestigio, y la oportunidad de tejer redes y contactos con otros profesionales es una de las principales fuentes de capital social. La suma de todas estas actividades convierte a este tipo de feria en una jornada intensiva de educación informal y afectiva, que incide de lleno en su socialización secundaria.

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Aunque el prerregistro como profesional tiene un costo, que se suma al del transporte y los días de estancia, los pasillos están mucho más despejados y es una magnífica inversión para abrirse un espacio en el mundo del libro: son los únicos días del año en que los dueños, directores y gerentes de las editoriales de México, América Latina y España están atendiendo personalmente sus stands. Las grandes figuras de la edición y la literatura llegan alrededor de las 10:00 y se van a la hora de comer. Siguen trabajando y negociando acuerdos toda la tarde, pero en bares y restaurantes fuera de la feria, y difícilmente regresan hasta la mañana siguiente. Por eso es importante hacer los contactos a más tardar el miércoles a mediodía, porque el jueves ya casi no quedarán grandes editores ni escritores. Los editores extranjeros desmontan el miércoles en la noche y se quedan principalmente los vendedores. Por otra parte, saberse estas claves forma parte de un sistema de nociones de realidad que cuesta trabajo conocer y que no son accesibles excepto gracias a y permitiendo que se pertenezca al propio campo. El público imagina un montón de cosas erróneas acerca de las ferias: que solo es un inmenso mercado de libros, o que la única justificación para asistir es una especie de bluff o de consumismo cultural. La FIL Guadalajara es cara y no siempre rentable para quien solo desea vender, pero muchos asistentes saben que invierten capital económico en la compra de capital simbólico y social. Mucha gente confunde las ferias con remates y piensa que deberían ofrecer descuentos espectaculares. En varias ciudades del país se cree que las ferias del libro están obligadas a suplir las carencias de las librerías locales, lo cual, de hecho, es contraproducente, ya que a largo plazo disminuye la disponibilidad de libros. También se asocia a las ferias con la oportunidad de “conseguir libros difíciles”, como si los expositores estuvieran obligados a llevar sus catálogos completos y sus títulos más raros o menos vendidos. Finalmente, se cree que las actividades profesionales alrededor de la feria solo interesan a los editores y a los vendedores. Por el contrario, la FIL Guadalajara es un inmenso festival cultural con más de 1200 actividades y 850 mil asistentes, que incluye reuniones, encuentros y conferencias para editores, autores, cuentistas, novelistas, poetas, dramaturgos, libreros, periodistas culturales, bibliotecarios, promotores e investigadores de la lectura, ilustradores, diseñadores editoriales, caricaturistas, historietistas y autores de novela gráfica, traductores e intérpretes, editores universitarios y académicos, booktubers y editores de libros y otros materiales electrónicos. También se realizan foros y talleres en torno de las

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literaturas propias de muchos de los países asistentes, además de derechos de autor, trámites legales, ISBN, escritura creativa, televisión, ciencias políticas y sociales, economía, historia, antropología, relaciones internacionales, educación, derechos humanos, derecho internacional, estudios de género, salud, ciencia, divulgación, matemáticas, biología, neurología, física y astronomía. Adicionalmente, en la FIL se otorgan premios a la literatura en lenguas romances, a la literatura escrita por mujeres, a la literatura infantil y juvenil, a las literaturas indígenas, al mérito editorial, la bibliofilia, al bibliotecario, al periodismo cultural, a la caricatura, al arte, el patrimonio y la arquitectura, etcétera. FIL Guadalajara convoca principalmente a los países de lengua española y, en tamaño, es la segunda feria más grande del mundo, solo superada por la Frankfurter Buchmesse, que es cinco veces mayor y reúne editoriales de todo el planeta. Lo que ambas tienen en común y es diferente de todas las demás ferias en México es que son ferias para profesionales. Esta distinción es de lo más relevante para su papel como estructurantes del campo social de la edición. No solo son escaparates para que el público compre libros (venderle a 850 mil visitantes no es una oportunidad despreciable) sino, sobre todo, para que los publishers conozcan novedades, “olfateen” contenidos y compren derechos. Olfatear oportunidades es el trabajo del scouting editor, el “editor explorador”. Una feria de público espera que llegue el viandante y compre un libro. Una feria de profesionales, aunque no desprecia la venta al público, se orienta más bien a que vengan un editor, un bibliotecario o un ministro de educación y compren algunos miles de libros, unos derechos de traducción o un contrato de adaptación. Se trata de eventos descomunales y es normal un ligero aturdimiento en la primera visita. Este mareo se previene agendando las actividades a las que uno desea asistir, las editoriales que uno desea visitar, los libros que uno necesita buscar y las personas con las que se quiere entrevistar, y llevando un control cuidadoso de dónde y a qué hora es cada cosa. Las distancias, los tiempos de desplazamiento y las multitudes pueden pesar bastante en la agenda. La primera visita casi siempre es una prueba piloto para aprender estas artes y no perderse de nada en las visitas posteriores. Una vez más nos encontramos con sistemas de saberes y creencias a las que no se puede acceder sino como parte, causa y a la vez consecuencia, del proceso de socialización secundaria que internaliza al sujeto dentro del campo.

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Las actividades extracurriculares más características de la FIL generan, a la vez, distinción, pertenencia y lazos afectivos con el campo; es decir, son de las más estructurantes: asistir a diversos cocteles y brindis nocturnos que se celebran a lo largo de la semana, fuera de la feria, como los de la Librería Carlos Fuentes y la editorial Sexto Piso el domingo, el de la editorial SM el martes y, muy especialmente, el tradicional baile de profesionales en el Salón Veracruz el lunes por la noche. Algunos de los mejores solo ocurren en aniversarios u ocasiones especiales; otros ya no existen, como los brindis del Fondo de Cultura Económica (FCE) y de editorial Planeta. Algunos son por invitación, pero a la mayoría se puede asistir con el gafete de profesional. Los editores que no disfrutan estas actividades pueden quedarse, después de las 21:00, a los conciertos de música del invitado de honor, compartir la cena con colegas viejos y nuevos, o arrastrarse hasta su cama porque las ferias son a la vez muy energizantes y muy agotadoras. La vida social alrededor de la Frankfurter Buchmesse es igual de intensa, pero si bien en Guadalajara los editores mexicanos somos unos anfitriones bastante hegemónicos, en Frankfurt nos perdemos entre los editores europeos, incluyendo los del Este, los poderosos angloamericanos, los incansables asiáticos y el resto del mundo, por lo que México y América Latina forman una parte más bien pequeñita de la periferia, y la vida social posferia se da más entre latinoamericanos. A Frankfurt asisten más directivos que trabajadores, por lo que el esfuerzo de socialización se centra más en asistir a eventos específicos y en cultivar lazos de interés comercial. ¿Qué tiene que ver esto con la literatura? Quizá parezca frívolo ponerlo así, pero, como cualquier otra práctica social, la vida cultural y la estructuración afectiva de nuestro campo profesional tiene su propio componente de socialité, que implica dedicar tiempo a ver y a ser vistos. Pocas cosas son más efectivas que un: “yo te conozco, te vi por aquí el año pasado, ¿en qué editorial trabajas?” o un “¿te puedo pasar mi currículum por si algún día necesitas a alguien?”. Este año nos sorprendió una pandemia global que, pese a meses de vanas esperanzas, obligó a celebrar las principales ferias libreras del mundo bajo graves restricciones sanitarias y, en su mayor parte, por vía digital. A la fecha de este escrito, Frankfurt ya anunció cómo funcionará este programa híbrido y Guadalajara, considerada por algunos como “la hija de Frankfurt con ojos bonitos”, tardó en seguir finalmente la misma vía. No obstante, por lo pronto el Salón Veracruz ya fue cerrado definitivamente y muchísimos profesionales han decidido no asistir este año, ya sea

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por restricciones sanitarias o presupuestales. Solo podemos adelantar que los espacios de socialización que tanto han contribuido a construir vínculos afectivos y a estructurar el campo social de los trabajadores de la edición en México no volverán a ser los mismos en mucho tiempo.

Bibliografía Álvarez Gayou, Juan Luis (2009): Cómo hacer investigación cualitativa. Fundamentos y metodología. Ciudad de México: Paidós. Berger, Peter y Luckmann, Thomas (2003): La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu. Bhaskar, Michael (2014): La máquina de contenido. Hacia una teoría de la edición desde la imprenta hasta la red digital. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica. Bourdieu, Pierre (1990): “Algunas propiedades de los campos”, en íd., Sociología y cultura. Ciudad de México: Conaculta, pp. 135-141. — (2000): “Una revolución conservadora en la edición”, en íd., Intelectuales, política y poder. Buenos Aires: Eudeba, pp. 223-267. Corbetta, Piergiorgio (2003): Metodología y técnicas de investigación social. Madrid: McGraw-Hill. Corominas, Joan (1994): Breve diccionario etimológico de la lengua española. Madrid: Gredos. Kloss, Gerardo (2016): Discursos, imaginarios y conflictos en la inserción del diseño en el campo de la edición. Cuernavaca: Universidad Autónoma del Estado de Morelos [tesis doctoral].

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Feiras do livro como centros de peregrinação: fluxos seletivos e regimes de copresença José de Souza Muniz Jr. Centro Federal de Educação Tecnológica de Minas Gerais, Belo Horizonte

Introdução Este trabalho é resultado de reflexões levadas a cabo em dois âmbitos de pesquisa. O primeiro deles é o projeto CULTURFIL1, com sede na Universidade de Santiago de Compostela e coordenado pela professora M. Carmen Villarino Pardo. O segundo é o Grupo de Pesquisa Comunica2, que coordeno com a professora Luciana Salazar Salgado e reúne pesquisadores e pesquisadoras de duas instituições brasileiras – a Universidade Federal de São Carlos (UFSCar) e o Centro Federal de Educação Tecnológica de Minas Gerais (CEFET-MG). Incide sobre tais reflexões, por um lado, o interesse específico da equipe do CULTURFIL nas feiras internacionais do livro (FIL) e nas tramas sociais, simbólicas, econômicas e políticas que envolvem a participação de países, cidades e comunidades (supra ou infranacionais) na condição de convidado de honra. Por outro lado, fazem-se presentes as discussões que venho desenvolvendo sobre as formas de organização sócio-política de agentes do mundo do livro e, particularmente, dos editores autodenominados “independentes”. Também nesse caso, as feiras Este trabalho faz parte do Projeto de Pesquisa “Nuevas estrategias de promoción cultural. Las ferias internacionales del libro y la condición de invitado de honor” (CULTURFIL), financiado pela Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación (Espanha) e Fondos FEDER (FFI2017-85760-P). Em: (17/02/2021). 2 Projeto Comunica “Inscrições linguísticas na comunicação”. Em: (17/02/2021). 1

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do livro (tanto as FIL quanto as de menor porte e/ou alcance) ocupam espaço central nas formas de colaboração e de disputa que tais agentes estabelecem, pelo menos em âmbito latino-americano, meu foco de interesse. Neste trabalho, a finalidade é explorar alguns desdobramentos de tais reflexões para pensar o papel dos deslocamentos humanos e das situações de interação presencial no mercado editorial, e a importância das feiras do livro como simultaneamente produtoras de e produzidas por tais deslocamentos e interações. Como ponto de partida, vale destacar a situação inusitada de discutir deslocamentos e regimes de copresença nas feiras do livro num momento histórico sem precedentes, em que uma parte significativa dos deslocamentos tornaram-se impossíveis e as situações de copresença física se converteram num tema de saúde pública. Refiro-me, evidentemente, à pandemia do COVID-19, que vitimou centenas de milhares de pessoas em todo o mundo a partir do ano de 2020 até a presente data. Em função dessa emergência mundial de saúde, uma grande parte dos eventos que produzem aglomeração de pessoas – dos megaeventos esportivos, como os Jogos Olímpicos, aos pequenos festivais de música e teatro, passando pelos congressos acadêmicos e feiras de negócios – foram cancelados, postergados ou sofreram mudanças drásticas para que pudessem ser realizados. As feiras do livro figuram entre os eventos que costumam produzir, como efeito esperado, a aglomeração de muitas pessoas em espaços geralmente fechados, onde se concentram os estandes e são realizadas reuniões, mesas redondas, lançamentos etc. Além disso, as FIL implicam que se façam milhares de deslocamentos internacionais rumo a seus locais de realização. A maioria das feiras que teriam ocorrido no primeiro semestre de 2020, como as de Paris, Londres e Buenos Aires, foram canceladas. Para o segundo semestre, o mesmo ocorreu com a Bienal Internacional do Livro de São Paulo, que não foi realizada, e a Feira Internacional do Livro de Guadalajara (México) – que teve uma programação totalmente digital. Além dos muitos outros exemplos, que poderiam incluir tanto as FIL como outras feiras de menor escala e alcance, vale mencionar a Feira do Livro de Frankfurt, a mais importante da atualidade. A organização da Buchmesse programou uma edição especial para 2020, com uma reduzidíssima quantidade de acontecimentos presenciais e diversos eventos em meio digital, de modo a permitir a participação dos seus milhares de visitantes internacionais, sobretudo dos que viriam de outros continentes. No entanto, talvez o indício mais significativo da importância desta discussão é que a participação do país convidado de honra (Canadá) foi postergada para 2021. O

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que, afinal, essa decisão ilumina sobre a importância dos deslocamentos e da copresença para o mercado editorial e, de modo mais amplo, para os mercados de produção simbólica?

Lugares e deslocamentos Certamente, o espaço é uma variável importante para compreender os fenômenos da cultura em geral, e os fenômenos do mundo editorial em particular. Nenhuma atividade humana se distribui de modo uniforme no espaço: essa distribuição é sempre desigual, marcada por fenômenos de concentração e de dispersão condicionados sócio-historicamente. Tal constatação é válida para setores tão diferentes quanto as plantações de milho, as indústrias de sapato e as galerias de arte. Todos esses fenômenos apresentam uma distribuição específica no espaço – por exemplo, os chamados clusters –, que tem raízes sócio-históricas e, por isso mesmo, pode variar no tempo. Essa distribuição desigual é o que nos permite identificar centros e margens, ou seja, as hierarquias dos lugares em que a cultura é produzida e consumida. Para aqueles e aquelas que estudamos os fenômenos da cultura em geral, e do mercado editorial em particular, essa distribuição tem implicações específicas. A primeira delas é que esse dado direciona furtivamente o olhar de quem pesquisa para certos lugares e não outros. Certos lugares se caracterizam por aquilo que venho denominando efeito metonímia: justamente porque são espaços de grande densidade econômica, política e/ou simbólica para certos campos, são frequentemente observados não como se fossem uma parte, mas como se fossem o todo ou, pelo menos, como se representassem o todo. Um exemplo paradigmático desse efeito é a relação forte entre o cinema norte-americano (como conjunto de práticas) e Hollywood (como lugar específico onde se dão muitas dessas práticas, mas não todas). Ambas são tomadas como sinônimas. Outra implicação dessa distribuição desigual (e que possui consequências analíticas fundamentais para a pesquisa) é que a localização dos agentes no espaço e os deslocamentos que eles realizam são produto de certas condições sócio-históricas e, também, produtoras de certas condições. Pierre Bourdieu (2013), que buscou compreender a relação entre espaço físico e espaço social, afirma que um lugar é ao mesmo tempo uma localização e uma posição. Para ele, o “arranjo distributivo dos agentes e das propriedades” (Bourdieu 2013: 133) no espaço físico é um excelente indicador

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de seus arranjos no espaço social. Em sociedades hierarquizadas, divididas segundo recortes de classe, raça, gênero, etc., o espaço habitado também é hierarquizado e expressa, ainda que de maneira deformada, as hierarquias no espaço social. Para começar a pensar a qualidade da distribuição dos mercados culturais no espaço, vale primeiramente distinguir dois tipos de centros. Em primeiro lugar, os centros de acumulação, que em geral são grandes metrópoles nas quais se concentram as empresas e instituições dos campos culturais, as associações profissionais, os veículos jornalísticos mais influentes, as instâncias de consagração etc. Seu raio de influência pode variar das escalas regionais ao espaço global, e pode variar com o tempo. Em alguns países, há centros de acumulação extremamente hegemônicos, como é o caso da França, da Argentina e do Japão, cujas capitais políticas são, também, capitais culturais muito centrais. Em outros, como Brasil, Espanha, China e Austrália, existe uma estrutura bicéfala, em que duas capitais mantêm entre si relações de disputa e complementaridade3. Em outros países, como Itália e Alemanha, existe uma distribuição menos concentrada em uma ou duas cidades, ainda que isso possa depender, em cada caso, de qual mercado ou setor se considera. Em outras escalas de análise (regional, subcontinental, continental etc.), outras relações de equilíbrio entre os centros de acumulação podem ser encontradas, a depender do campo de que se fale. Frequentemente, esses centros de acumulação correspondem às capitais econômicas ou políticas dos respectivos países, e isso é um dado importante para pensar a constituição histórica dessas cidades como lugares centrais. A conquista de uma condição de capitalidade cultural por São Paulo, por exemplo, é impensável se não se considera o peso dos mecenatos privados que, em meados do século xx, lhe ajudaram a suplantar em parte a cidade do Rio de Janeiro como centro gravitacional da cultura brasileira, mais ou menos no mesmo momento histórico em que o Rio deixava de ser a capital política do país, transferida a Brasília. Em segundo lugar, estão os centros de peregrinação, cidades para as quais os agentes dos campos de produção simbólica se deslocam periodicamente para efetuar trocas simbólicas e econômicas, o que nos permite pensar tais lugares como capitais eventuais desses campos. Definem-se desse modo Para uma reflexão sobre os equilíbrios de força entre as capitais editoriais em escala nacional, particularmente a partir do confronto entre os casos argentino, brasileiro e espanhol, ver Muniz Jr. (2017).

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porque aí ocorrem momentos específicos de celebração e de negociação das condições de existência de um dado campo simbólico. São as cidades em que ocorrem os grandes encontros, feiras, festivais, bienais, premiações etc. A simples menção ao nome de certas cidades – Frankfurt, Cannes, Basel – nos faz recordar a importância que possuem. Tais cidades não são, necessariamente, os grandes centros de acumulação. No entanto, a atenção pública volta-se a tais lugares de tempos em tempos, em função do interesse sobre o que pode acontecer ali, por mais previsível que seja. Obviamente, essa condição de capitalidade eventual que certos centros urbanos exercem não se restringe aos campos culturais: bastaria pensar no papel que um lugar como Davos (Suíça) ocupa no campo das finanças mundiais ou na importância de grandes centros de peregrinação religiosa como Lourdes (França), Meca (Arábia Saudita) ou Varanasi (Índia). A constituição desses centros de peregrinação, tal como os de acumulação, tem sempre uma história particular, cuja gênese carrega algo de arbitrário, que pode ser de natureza tanto funcional (uma localização estratégica, por exemplo) ou tradicional (o nascimento de uma pessoa relevante ou um ato fundacional). Essa história do arbitrário nos permite responder, por exemplo, por que o grande centro do mercado editorial global no pósguerra é Frankfurt e não Leipzig. Para além disso, essa história costuma produzir um efeito residual no tempo presente, de modo tal que se sedimenta e que dificilmente se dissolve. Menciono Bourdieu (2013: 134) uma vez mais: “uma parte da inércia das estruturas constitutivas do espaço social resulta do fato de que elas estão inscritas no espaço físico, e só podem ser modificadas à custa de um trabalho de transplantação, de uma mudança das coisas, e de um desenraizamento ou de uma deportação das pessoas – operações necessariamente custosas”. Uma diferença fundamental entre os centros de acumulação e os centros de peregrinação é que estes costumam produzir principalmente deslocamentos humanos provisórios, sazonais, enquanto aqueles produzem também deslocamentos mais permanentes. A ideia de inércia, que tomo de empréstimo de Bourdieu, é importante para compreender tais deslocamentos, uma vez que os movimentos táticos e estratégicos de aproximação e distanciamento dos agentes com relação a tais centros é um indicador das transformações em suas trajetórias no sentido de ascensão ou declínio, de entrada ou saída do campo, de inclusão ou (auto)exclusão. A decisão ou a possibilidade de estar nesses centros ou de se afastar deles é percebida por outros agentes de modos específicos, como tomadas de posição não apenas

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no território, mas também no próprio campo. Retomo, como exemplo, o caso brasileiro: durante todo o século xx é possível identificar um movimento recorrente (um fluxo, portanto) de escritores indo morar no Rio de Janeiro ou em São Paulo. Aí se localizam as principais editoras do país e é onde se acumulam as oportunidades de trabalho em áreas correlatas, como a própria edição, a publicidade, a grande imprensa etc. Esses deslocamentos são, ao mesmo tempo, o efeito da concentração das atividades culturais no espaço e a causa secundária dessa concentração, ou pelo menos de sua permanência ao longo do tempo. A questão que se põe é que uma parte das atividades culturais acontece em lugares que não são nem os centros de acumulação, nem os centros de peregrinação. Tais atividades se desenvolvem, muitas vezes, em espaços que poderíamos denominar rurais ou semiurbanos, em oposição aos espaços urbanos; em cidades médias e povoados, em oposição às metrópoles; e em espaços periféricos das grandes cidades, em oposição às regiões centrais. Em contrapartida, uma parte muito importante do que acontece nos campos de produção simbólica está diretamente relacionada ao trabalho que se faz nesses centros. Fenômenos de interesse sociológico como a institucionalização, o financiamento, a visibilização, a consagração, a distribuição, a nacionalização, a internacionalização etc., passam por esses centros. Eles funcionam como filtros, como catalisadores, como antenas e como alquimistas do trabalho culturais. No caso dos centros de acumulação, é aí que se situa a maior parte dos produtores e intermediários culturais: editores, galeristas, empresas de produção cultural etc. No caso dos centros de peregrinação, neles se dão algumas das negociações e trocas importantes que têm a ver com a conversão de capitais (transformar capital social em capital simbólico, transformar capital simbólico em capital econômico, e vice-versa e indefinidamente).

De volta às feiras do livro: a copresença A importância dos centros de acumulação e peregrinação na conformação dos campos de produção simbólica ajuda a sustentar um argumento, já bastante conhecido, de que algo muito particular se produz nas situações de copresença humana, sejam elas permanentes ou temporárias. À guisa de síntese, assim justificamos a pertinência analítica dessas situações para uma sociologia da cultura e dos intelectuais:

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Ainda que não detenham a escala quantitativa dos fenômenos turísticos, a larga duração das migrações e diásporas, ou as implicações políticas dos exílios, certos modos “fugazes” de circulação das elites intelectuais são essenciais para compreender os arranjos assumidos pela produção simbólica nos distintos territórios. Objetos como as turnês, as residências artísticas, as expedições, os estágios de estudo e pesquisa, os congressos e as feiras ganham importância analítica, à medida em que podem revelar a construção de vínculos, grupos, redes que irão condicionar de distintas maneiras o trabalho intelectual das partes envolvidas para além do breve espaço-tempo do encontro presencial. Se em alguns casos podem apontar para o estabelecimento de conexões inéditas entre grupos ou tradições intelectuais até então isoladas umas das outras, em outros casos esses eventos transnacionais darão a ver o fortalecimento ou a reconfiguração de intercâmbios previamente estabelecidos. (Muniz Jr. & Szpilbarg 2016: 675)

Um interessante ponto de partida para essa discussão provém de uma tradição teórica bastante distinta da que utilizei neste trabalho até o momento. Refiro-me, particularmente, ao livro Cadeias de rituais de interação, do sociólogo norte-americano Randall Collins (2009). Com sua “microssociologia radical” inspirada no interacionismo simbólico de Erving Goffman, Collins propõe que a interação social imediata é a unidade básica a partir da qual se geram todas as crenças, ideias, emoções e pertencimentos. Ainda segundo o esquema teórico do autor, as interações costumam se produzir de acordo com certos padrões, que ele denomina (emprestando um termo de Goffman) “rituais de interação” (RI), definidos como “mecanismos de foco compartilhado e consonância emocional” (Collins 2009: 2; trad. minha). Finalmente, e esse é ponto chave da elaboração teórica de Collins, os RI têm um funcionamento em cadeia, uma vez que os símbolos que aí se produzem “são um ponto de partida de séries de circuitos ulteriores de segunda e terceira ordem onde esses símbolos podem ser recirculados” (Collins 2009: 2; trad. minha). Ou seja, os RI geram emoções, ideias, vínculos e pertencimentos justamente porque, de algum modo, seus efeitos se reproduzem em experiências sociais e mentais posteriores, dando lugar a novos RI, em cadeias potencialmente infinitas. Embora não utilizem necessariamente o conceito de “ritual” a partir dessa mesma matriz teórica interacionista, e lancem diferentes interpretações sobre seus significados e efeitos, certamente uma parte considerável dos pesquisadores dedicados ao fenômeno das feiras do livro têm insistido sobre aspectos que vão nessa mesma direção. Menciono, a seguir, três exemplos. Gustavo Sorá, embora situe tais eventos como “nós” dentro de um sistema mais amplo de trocas econômicas e simbólicas, reconhece a pertinência

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simultaneamente situacional e estrutural desses episódios e lança um olhar atento às reverberações que esses dois níveis de observação produzem mutuamente: “Não por acaso a etnografia, arte de descobrir o primitivismo do moderno e a modernidade do primitivo, de destrinchar os invariantes e capturar o efêmero, de pensar o inconsciente sem reduzir o eventual, fez das feiras um referente clássico para compreender culturas e sociedades de pequena e grande escala” (Sorá 2013: 211; trad. minha). Ao mesmo tempo, a análise que o autor faz sobre a posição dos estandes na Feira do Livro de Frankfurt aponta para a existência de uma configuração espacial provisória que refrata determinadas hierarquias existentes no conjunto de trocas editoriais e literárias em nível global, ou seja, um sistema de posições e oposições que configura certos espaços nacionais e mercados linguísticos como “centros” e “periferias”. Brian Moeran (2018: 59), por sua vez, afirma que “as feiras do livro funcionam como ‘grafos’, à medida em que traçam as posições relativas dos editores e de outros participantes num espaço abstrato”. Esse autor argumenta que é possível pensar as feiras do livro (tal como os concursos de miss, os desfiles de alta costura, os leilões de arte, as cerimônias de entrega de prêmios como o Oscar, o Grammy e o Nobel etc.) não só como “eventos de configuração de campo”, como faz uma parte substantiva da bibliografia sobre o tema. Em vez disso, Moeran propõe que as feiras do livro e todos esses eventos têm os atributos de um “torneio de valor”, termo cunhado por Arjun Appadurai: são eventos periódicos complexos que ocorrem em momentos e lugares especiais, separados da vida econômica cotidiana; têm tanto um aspecto ritualístico (de repetição) como de singularidade; servem para definir a indústria editorial como uma comunidade ou família; têm consequências na realidade mundana do campo editorial; e utilizam uma “moeda” diferente do dinheiro circulante: os direitos. O que interessa reter, no argumento de Moeran, é o duplo caráter de valor (value) e de valor (worth) que o livro assume nesses eventos, simultaneamente como mercadoria e como dádiva. Portanto, [...] a feira é projetada para tornar visível o livro como uma mercadoria e para tornar invisível a inalienabilidade dada-enquanto-mantida do livro como dádiva. É na sombra da dádiva que a mercadoria livro é produzida, distribuída, vendida e lida. Sob tais circunstâncias, não surpreende que os participantes valorizem muito as relações sociais mantidas na feira. Elas estão no coração da troca de dádivas (Mauss, 1966), através da qual a proximidade espacial (a feira do livro) se converte em vida social (a comunidade editorial). (Moeran 2018: 65-66)

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Em minha pesquisa de doutorado sobre os editores “independentes” na Argentina e no Brasil (Muniz Jr. 2016), mostrei como as feiras promovidas por esses editores, embora não tenham como foco as negociações de direitos, possuem objetivos e efeitos em grande medida comparáveis com o que descreve Moeran. No caso dos editores da fração que denominei “girafa” – relativamente consolidados em termos comerciais e agrupados em associações de caráter formal –, suas feiras têm um caráter estratégico de contraposição aos eventos que privilegiam as editoras de grande porte, como é o caso das Bienais do Livro do Rio de Janeiro e de São Paulo e a Feira Internacional do Livro de Buenos Aires. Não obstante, a realização de pequenas feiras convive, sobretudo (mas não exclusivamente) no caso dos “girafas”, com formas de presença nos grandes eventos, por intermédio de representações comerciais ou de estandes compartilhados, a partir dos quais também enunciam uma existência coletiva e uma política de interdependência (Muniz Jr. 2018). Já no caso da fração “bonsais” – publicadores mais jovens, sem catálogos estruturados nem uma existência comercial consolidada, dedicados a nichos mais segmentados e a métodos mais artesanais ou artísticos –, as feiras adquirem de modo mais explícito esse caráter de celebração do encontro. Nos relatos nativos, coletados em feiras portenhas (principalmente as várias edições da FLIA4) e paulistas (Plana, Tijuana, Miolos, Ugra Zine Fest), tais eventos são descritos como espaços preciosos por permitir o encontro entre os pares e prover a esses pequenos projetos editoriais espaços de exibição e comercialização de que não dispõem em outras instâncias (os grandes eventos, as livrarias, as galerias e feiras de arte etc.). Além disso, para os editores “independentes” das duas frações supramencionadas, suas feiras são momentos importantes para a troca de informações sobre o mercado e sugestões de revisores, distribuidores, gráficas etc. Os editores visitam os estandes dos colegas para ver o que andam publicando, prestigiam seus lançamentos e palestras, presenteiam objetos editoriais uns aos outros. Os editores provenientes de outras partes do país ou de outros países aproveitam para fazer contatos chave nesses centros de peregrinação. Como, neste caso, muitas vezes se trata também de capitais culturais (centros de acumulação, portanto), utilizam o tempo livre para visitar exposições, concertos e outros loci de acumulação de capital social e

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A sigla significa “Feria del Libro Independiente y Autónoma/Anarquista/Amiga etc.”. Ou seja, esse A é flexível.

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simbólico. Levando-se em consideração todos esses dados, não seria apressado dizer que tais feiras de fato constituem, para esses editores, rituais de interação a partir dos quais se produzem emoções, ideias, crenças, pertencimentos. Além disso, como se pode concluir a partir da análise de suas páginas digitais e perfis em redes sociais, e do calendário de feiras e seus participantes, há efetivamente cadeias de novos rituais de interação que surgem desses encontros e produzem outros efeitos sobre a vida pessoal e profissional desses agentes. Trata-se, como temos argumentado, de presenças efêmeras com consequências duradouras. De uma perspectiva teórica bourdieusiana, é possível aventar a hipótese de que o acontecimento (a feira) permite, no âmbito de um conjunto de práticas estruturado de acordo com padrões de desigual distribuição de capitais (como é o caso do mercado editorial global), que agentes pouco capitalizados possam provisoriamente “furar” as barreiras que separam o mainstream do alternativo, o dominante do dominado, desferindo pequenos golpes contra o corpo desse grande Golias. Ao interpelar, com seus corpos, a estrutura física de uma feira internacional do livro (pensada, aqui, como espaço social reificado que funciona como metonímia do mercado editorial global), o pequeno editor do Sul global ou a autora de uma comitiva de honra podem eventualmente gerar efeitos de dissidência, contribuindo para minimizar o “efeito de gueto” gerado por seus lugares estruturalmente periféricos. O efeito de gueto é o inverso exato do efeito de clube: enquanto o bairro chique, funcionando como um clube fundado na exclusão ativa das pessoas indesejáveis, consagra simbolicamente cada um de seus habitantes permitindo-lhe participar do capital acumulado pelo conjunto dos residentes, o gueto degrada simbolicamente seus habitantes, ajuntando em uma espécie de reserva um conjunto de agentes que, estando privados de todos os trunfos necessários para participar dos diferentes jogos sociais, só partilham de sua comum excomunicação. Além do efeito de estigmatização, o ajuntamento, em um mesmo lugar, de uma população homogênea na despossessão tem também por efeito redobrar a despossessão, notadamente em termos de cultura e de prática cultural (assim como, inversamente, ele reforça a prática cultural dos mais abastados). (Bourdieu 2013: 140)

Ainda que se aplique prioritariamente a uma reflexão sobre os centros e periferias urbanos, a reflexão de Bourdieu poderia ser cuidadosamente transposta às vielas, ruas e avenidas que separam e conectam os diferentes setores de uma grande feira. Na mesma direção, interrogantes semelhantes podem ser lançados ao gesto de rompimento dos pequenos editores que, ao

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criar eventos alternativos, paralelos, independentes das grandes feiras, erguem suas próprias cidadelas (espécies de gueto-clube), nas quais instituem suas próprias regras de presença, participação, encontro e intercâmbio.

Considerações finais Em seu livro Cadeias de rituais de interação, Collins (2009) dedica algumas páginas muito eloquentes a responder a seguinte pergunta: “A presença corporal é imprescindível?”. Sua estratégia é analisar exemplos muito conhecidos, como os acontecimentos de grande comoção transmitidos pelos meios de comunicação (a morte de uma celebridade, a vitória de um time de futebol etc.). Argumenta: “Que a assistência a acontecimentos esportivos ou outros espetáculos massivos não tenha diminuído a despeito da expansão da televisão é outro dado que corrobora a preferência por rituais com copresença corporal” (Collins 2009: 84; trad. minha). E explica, retomando os temas da atenção compartilhada e da consonância emocional: “O ritual é essencialmente um processo corporal. O que dá início ao processo ritual é a convergência de corpos humanos num mesmo lugar. Há um rumor, uma agitação ou, no mínimo, uma consciência da mútua proximidade dos corpos” (Collins 2009: 79; trad. minha). Não obstante, Collins traz também exemplos que, no momento original da publicação, pareceriam absurdos: Em primeiro lugar, é possível celebrar por telefone rituais formais como uma boda ou um funeral? A própria ideia soa indecorosa e parece improvável que se tenha sequer tentado, exceto em circunstâncias excepcionais. De que adoeceriam? De falta de retroalimentação, de não ver os demais presentes e de que os vissem, o que certamente diminuiria a sensação de que se prestam as devidas homenagens. Sem a presença corporal não é fácil expressar que se participa do grupo e reafirmar a própria identidade como membro. Sobretudo, faltariam os microdetalhes da experiência: o sentido de um enterro, por exemplo, se desvirtua com a ausência de signos visuais imediatos de outros participantes – o incômodo de suas posturas corporais, seus rostos descompostos e todos esses contagiosos comportamentos emocionais que nos arrastam ao mais profundo da pena comum e fazer com que as lágrimas brotem dos olhos. (Collins 2009: 79; trad. minha)

Quantos funerais terão sido feitos a distância em 2020, e quantos mais haveremos de fazer? O momento que vivemos atualmente põe às claras não tanto a limitação das propostas teóricas de Collins, mas a excepcionalidade que excede às teorizações prévias e demandam novos interrogantes, novos

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esquemas de pensamento. Para não afastarmo-nos muito de nosso tema, as feiras do livro, retomemos esta questão: Como num experimento, poderíamos montar um ritual equivalente a um congresso profissional, mas no qual a comunicação entre os participantes fosse exclusivamente telemática. Creio que esse ritual congressual resultaria insatisfatório para todos; o motivo é que as mensagens verbais expressas são apenas uma parte pequena do que dá origem a sentimentos de participação. (Collins 2009: 80; trad. minha)

Que a organização da Feira do Livro de Frankfurt tenha decidido cancelar a participação do convidado de honra em 2020 é sintomático de que a celebração que corresponde a essa participação ficaria, em modo virtual, muito prejudicada. Outra possibilidade é pensar que o país convidado de honra se beneficia sobretudo de uma certa configuração espacial da feira e dos encontros fortuitos que tal configuração propicia. A razão de ser do convidado de honra é, certamente, a criação de uma oportunidade única, excepcional, de ocupar um espaço que permite interações não totalmente previstas. Isso corresponde, também, a um aspecto relevante do funcionamento das feiras do livro em geral. Embora uma parte importante de suas interações pertença ao âmbito do planejado (participação em reuniões de negócios, em eventos que exigem inscrição prévia, frequência a estandes específicos de acordo com roteiros construídos individualmente ou em equipe, calendário de lançamentos e palestras etc.), há uma miríade de coisas que não é possível prever: capas interessantes, identificações instantâneas, imprevistos ou acidentes que resultam em diálogos produtivos… É cedo para dizer exatamente que consequências econômicas e culturais terá a pandemia sobre o circuito de feiras do livro ao redor do mundo. De todo modo, aos desafios práticos enfrentados por editores e outros agentes do mundo editorial, certamente correspondem desafios teóricos e metodológicos que nós, que pesquisamos esse universo, estamos enfrentando. Que esses desafios, produzidos por uma circunstância horripilante, possam dar lugar a contribuições efetivas a nossas atividades acadêmicas, editoriais e humanas. Concluo tais reflexões reafirmando a importância da variável espacial na compreensão dos campos de produção simbólica. Se nos precavemos contra o efeito de metonímia exercido pelos centros e se incorporamos esse efeito como um dos fatores de análise, é possível entender as relações de força personificadas pelo espaço. Afinal, não parece casual que, nas últimas

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décadas, o olhar de muitos pesquisadores tenha se dirigido às feiras do livro de modo similar à atração exercida pelas capitais culturais: dada a crescente importância de feiras e festivais na conformação dos campos culturais, é de se esperar que nossa atenção seja fisgada pelo que acontece nesses eventos. Protegendo-se contra o cosmopo(e)litismo celebrado nesses centros e por esses centros, talvez consigamos desmistificar o poder que exercem sobre o nosso próprio trabalho como analistas da cultura.

Bibliografia Bourdieu, Pierre (2013): “Espaço físico, espaço social e espaço físico apropriado”, em: Estudos Avançados, vol. 27, num. 79: pp. 133-144. Collins, Randall (2009): Cadenas de rituales de interacción. Barcelona/Ciudad de México/ Bogotá: Rubí/UAM/UNAM/Editorial Universidad Nacional de Colombia. Moeran, Brian (2018): “Uma análise antropológica das feiras internacionais do livro”, em Arquivos do CMD, vol. 6, num. 1: pp. 49-68. Muniz Jr., José de Souza e Szpilbarg, Daniela (2016): “Edição e tradução, entre a cultura e a política: Brasil e Argentina na Feira do Livro de Frankfurt”, em Sociedade e Estado, vol. 31, num. 3: pp. 671-692. Muniz Jr., José de Souza (2016): Girafas e bonsais: editores “independentes” na Argentina e no Brasil. São Paulo: Universidade de São Paulo [tese de doutorado]. — (2017): “Densidades da edição: a concentração espacial da produção de livros no Brasil e na Argentina”, em Maria José Baldessar e Gustavo Cimadevilla (eds.): Brasil e Argentina: olhares sobre a comunicação. São Paulo: Intercom, pp. 69-89. — (2018): “Políticas da in(ter)dependência: os estandes coletivos dos editores independentes na Feira do Livro de Buenos Aires”, em Anais do IX Seminário Internacional de Políticas Culturais. Rio de Janeiro: Fundação Casa de Rui Barbosa, pp. 660-675. Sorá, Gustavo (2013): Traducir el Brasil: una antropología de la circulación internacional de ideas. Buenos Aires: Libros del Zorzal.

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Ni puras ni (tan) bastardas. Las ferias del libro como instancias de consagración de nuevo cuño1 Fernando García Naharro Europa-Universität Flensburg

¿Es el arte el que exhorta a la industria a no invadir su campo, o es la industria la que está impulsando al arte a descubrir campos nuevos? (Umberto Eco2)

Introducción Desde hace ya varias décadas, el mundo editorial viene siendo estudiado y analizado, pormenorizadamente, a través de las prácticas de sus actores y de los procesos que en su seno tienen lugar –desde las formas de producción, distribución y recepción de lo escrito hasta las dinámicas y las lógicas propias del campo editorial en un mundo globalizado (Sapiro 2009)–. Todo ello, además, desde presupuestos teórico-metodológicos diversos, que nos han permitido saber más no solo del gusto literario y de sus figuras más emblemáticas (y problemáticas), los autores, sino también de otros integrantes del campo como los editores, los impresores, los agentes literarios o incluso los lectores. Y es que, como señalaba José Carlos Mainer, “la literatura es una institución social que requiere sus sacerdotes, sus administradores o mercachifles y sus clientes” (Mainer 1988: 103); clientes que son esos lectores o consumidores de productos impresos que acuden a los lugares de lectura y puntos de venta –hoy diríamos físicos y virtuales– sobre los que, también, Investigación efectuada en el marco del proyecto “Ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica” financiado por la Deutsche Forschungsgemeinschaft (DFG, Fondo Alemán de Investigación) – no. de proyecto 317687246. 2 Eco 1984: 90, nota 8. 1

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ya se ha escrito mucho: desde bibliotecas públicas y privadas, librerías generalistas o especializadas hasta clubes de lectura, blogs e incluso cuentas de booktubers. Espacios y actores que, en su multiplicidad, han diversificado también los ámbitos de estudio del mundo editorial, ampliando su foco más allá de lo literario y lo selecto para abarcar también lo masivo, mediático y de calidad –a veces– cuestionable (Murray 2006; Noorda/Marsden 2019). Y es que, bajo el imperio del libre mercado y tras la expansión del ecosistema del libro, el mundo editorial actual –concentrado en grandes grupos con actividades en múltiples áreas de negocio y con capacidad de control sobre toda la cadena comercial del libro (Prosper 2012)– también ha diversificado y ampliado el número de actores e intermediarios, así como la propia capacidad de influencia de sus prescriptores tradicionales (caso, por ejemplo, de los críticos literarios); sin embargo, y aunque muchos elementos del campo están aún en proceso de cambio, no por ello lo “literario” ha perdido su fuerza simbólica (Sapiro 2003). En él se fundan (todavía), como fruto del quehacer de generaciones sucesivas que han dado, a su vez, forma a la lógica característica del campo, esos esquemas de percepción y apreciación que son su condición de sentido; o lo que es lo mismo, “las creencias inquebrantables”, diría Antoine Augustin Cournot (1801-1877), “a las que se llama de sentido común” (Cournot cit. en Bourdieu 2007: 91, nota 5). En última instancia, es en lo “literario” donde aún reside lo propio y la apariencia de un mundo que, sin embargo, ha visto cómo junto a la figura del escritor –epítome del valor romántico consagrado al campo literario– aparecía toda una serie de creadores de contenidos que se hacían también un hueco en el campo editorial. Al mismo tiempo, con la irrupción de Internet y el declive de los medios de comunicación tradicionales, los espacios, lugares e instituciones tradicionales de legitimación propias del campo literario (y por extensión, editorial) también se han desdibujado (Mancha 2019). Con todo, los valores últimos –esas creencias originarias que vertebran y articulan el campo– se mantienen, no obstante, a flote a través de rituales literarios (lecturas públicas, firmas de libros, conferencias, etc.) y espacios de reunión de productores y consumidores letraheridos. De entre esos puntos de encuentro, físicos y virtuales, quizá son los festivales literarios los que, últimamente, han gozado de una atención preferente desde la academia, siendo analizados desde las perspectivas más diversas (Sapiro 2016; Weber 2018; Discroll/Squires 2018). Quizá también por su naturaleza pretendidamente abocada al polo de la “producción restringida”, a nivel general los festivales literarios siguen, hoy en día, marcando sus di-

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ferencias –si bien es cierto que cada vez más borrosas3– con otros eventos editoriales más propios del polo heterónomo y del sector comercial del campo literario como son, por ejemplo, las ferias del libro. Ferias nacionales e internacionales del libro que, en sintonía con la preeminente lógica comercial del mundo editorial, en los últimos años también han sido estudiadas atendiendo tanto a sus actividades específicas como a los espacios donde estas tienen lugar y a los actores sociales que intervienen en ellas; todo ello, como veremos, abordado mediante trabajos de campo y/o a partir de la documentación generada por (y alrededor de) las propias ferias. No obstante, a pesar de ello, más allá de catalogaciones superficiales y definiciones pragmáticas, estos análisis han solido pasar por alto la definición y conceptualización de las ferias mismas, así como su encaje en el entramado del campo cultural contemporáneo. Por ello, tendiendo puentes entre diferentes líneas de investigación y atendiendo a los debates que tienen lugar en el seno de la disciplina, en este capítulo trataremos de situar conceptualmente a las grandes ferias del libro en el campo editorial mundializado atendiendo, para ello, tanto a lo que muestran como a lo que esconden: las coacciones del campo, esas tensiones que dejarán al descubierto la naturaleza híbrida de estos eventos construidos sobre una ilusión “literaria” que encubre, en realidad, los imperativos políticos, turísticos y comerciales a los que las grandes ferias del libro deben hoy hacer frente.

Esbozo de una herramienta comercial convertida en objeto de estudio Pero ¿qué es una feria? Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), por feria entendemos un “mercado de mayor importancia que el común, en paraje público y días señalados”, pero también una “instalación donde se exponen los productos de un solo ramo industrial o comercial, como libros, muebles, juguetes, etc., para su promoción y venta”. Dejando de lado otras acepciones tan elocuentes como sugerentes (“9. f. Trato, convenio; 10. f. C. Rica. p. us. Añadidura, pequeño obsequio hecho por el vendedor En India, por ejemplo, desde 2018 el Jaipur Literature Festival incluye en su seno el Jaipur BookMark. Sin embargo, tanto por sus limitaciones de acceso como por el perfil de los actores que participan en él, se muestra en la práctica cómo siguen siendo realidades diferentes (Das 2020).

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a su cliente; 11. f. coloq. El Salv. y Méx. dinero (‖ moneda corriente); 12. f. Méx. y Nic. Dinero menudo, cambio”4), lo cierto es que, tal y como parece, desde tiempos inmemoriales las ferias surgieron de la necesidad comercial y como espacios para demostraciones e intercambio de ideas y productos. Eran antaño, sin duda, unas fechas marcadas en el calendario de los comerciantes por ser los principales momentos del año en que podían vender sus productos en grandes cantidades. Por tanto, las grandes ferias del pasado eran espacios –señalados espacial y temporalmente– para comerciar que, sin embargo y a medida que el comercio se fue regulando, el transporte organizando y estableciéndose y creciendo las ciudades, su primigenia razón de ser se fue agotando, por lo que su función y estilos se vieron obligados a modificarse. Así, hoy en día es comúnmente aceptado que la primera gran feria moderna con vocación internacional fue la Gran Exposición de Londres de 1851: una feria conformada por diferentes pabellones, con expositores agrupados por países de origen y sectores industriales. Una feria de cinco meses de duración y visitada por seis millones de personas, cuyos beneficios ayudaron también a modificar la imagen de la propia ciudad de Londres: el Victoria and Albert Museum, el Royal Albert Hall o el Natural History Museum pudieron financiarse gracias a las aportaciones de la Exposición (Navarro García 2001: 21-23). En ese sentido, algo similar ocurrió con las ferias del libro. Y es que, si bien es cierto que en Europa existen al menos desde el siglo xv, solo se tornaron en eventos internacionales después de la Segunda Guerra Mundial. En aquellos antecedentes remotos de las grandes ferias actuales, los libros solían aparecer mezclados aún con otros muchos productos; así ocurría también en la Feria de Frankfurt, la que para el siglo xvi sería ya “la suma de todas las ferias del mundo” y en la que se podía encontrar desde vino hasta ropa u objetos de oro, plata y bronce. Sin embargo, para entonces operaría ya también la otra feria, la Academia de las Musas, la Feria del Libro de Frankfurt, que constituía un espacio autónomo desarrollado a partir de la feria general (Flood 2007). De la Feria del Libro de Frankfurt, convertida hoy en referente europeo y mundial, Peter Weidhaas –quien fuera su director, elegido a mediados de 1973 para suceder a Sigfried Taubert al frente de la Buchmesse de Frankfurt– diría que era una “herramienta del mercado, que fue tan moderna en el pasado como lo es en el presente” (Weihaas 2003: 7-8). Una Real Academia Española (RAE): “Feria”. En: íd.: Diccionario de la lengua española. (03/10/2020).

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feria que, como decimos, tras la Segunda Guerra Mundial comenzaría a desprenderse de su carácter local para ganar en presencia de expositores internacionales al tiempo que el producto “libro” acrecentaba también su carácter de “mercancía”. Además, desde 1951, la feria pasó de los muros góticos de las salas del Römer y la iglesia de San Pablo a los pabellones del predio ferial de la ciudad de Frankfurt: “¿Es este entorno de la feria”, se preguntaban ya entonces desde el Frankfurter Allgemeine Zeitung, “el de la ciudad artificial del moderno confort para las exposiciones, el que hace que este año cobre preeminencia el aspecto del negocio, el procedimiento de los pedidos, el cierre de operaciones con los libreros?” (Weidhaas 2003: 107). En ese espacio artificial lo que comenzaba a ganar peso era, sin embargo, algo tremendamente real: la información, el contacto personal y el entablar nuevas relaciones entre los diferentes actores del campo editorial. Fondo y forma se fueron adaptando en la Feria de Frankfurt al correr de los tiempos y, tras las sacudidas (o zarandeos) de 1968, la feria buscó revitalizar su imagen ofreciendo otros contenidos o, al menos, revistiendo los intereses meramente comerciales con prendas más vistosas. Estratégicas políticas culturales para diferenciarse de la mercantilización que dieron lugar a los ejes temáticos o temas centrales, con Latinoamérica como experimento en 1976: exposiciones de fotografía, arte, mesas redondas o una semana dedicada al cine latinoamericano, hicieron que la Feria de Frankfurt adquiriera otra dimensión, ampliándose la cobertura en medios de comunicación y duplicándose, para 1978, en radio y televisión, los tiempos de emisión dedicados a ella (Weidhaas 2003: 162). Diez años después, en 1988, Italia inauguraba el formato que sustituiría a los temas centrales: la figura del país invitado. Con ello, la feria se aproximaba a la idea de un festival cultural ligado a la identidad, presentación y representación propia de un país, una región cultural (p.e. mundo árabe) o incluso lo que –al menos hoy en día– podríamos llamar una cultura nacional subestatal o “singular y universal” como la cultura de Cataluña (Woolard 2016a). Imágenes nacionales, representaciones artísticas y controversias políticas que, desde entonces, impregnarían la literatura expuesta en una feria que, hasta día de hoy, asegura su preeminencia internacional manteniéndose atenta a las innovaciones tecnológicas, culturales y económicas de su tiempo. Siguiendo la estela de Frankfurt, las grandes ferias internacionales –London Book Fair (1972), Feria del Libro de Buenos Aires (1975), Salon du Livre de París (1981), Göteborg Book Fair (1985), Feria del Libro de Guadalajara (1987), etc.– han cambiado también su rol, convirtiéndose no solo en

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meros emplazamientos comerciales sino también en espacios de encuentro de profesionales y públicos lectores de muy diverso pelaje. Eventos establecidos y reconocidos hoy como foros de discusión donde se debaten desde los modelos de negocio hasta las pautas de futuro a seguir por la industria del libro y los mass media. ¿Pero realmente están pensadas las actuales grandes ferias del libro tan solo para ser habitadas por los actores de la industria editorial? Parece que no tanto. Mi propio interés en el estudio de las coacciones del campo, visibles no solo a través de las prácticas de los hombres y mujeres del mundo editorial, sino también mediante las estrategias seguidas por actores total o parcialmente externos al campo, parece confirmarlo (García Naharro 2019a). Estudios, como el que aquí presento, que se unen a toda una serie de trabajos que, en las últimas décadas, vienen interesándose por estudiar las ferias del libro desde las perspectivas más diversas, convirtiéndolas ya, a nivel académico, en todo un fenómeno sociocultural.

Entre ferias y libros. A la búsqueda de un encaje conceptual Si bien es cierto que las investigaciones sobre ferias comerciales, en sentido amplio, cuentan con una trayectoria más dilatada5, el estudio sistemático de las ferias del libro ha conocido un aumento exponencial en los últimos años, hasta hacer de ellas casi una tendencia de investigación. Más allá de las memorias, registros y libros conmemorativos (Clark 1991; Füssel 1999; Weidhaas 2007; FIL 2016; Díaz 2019) y de algún trabajo pionero previo (Niemeier 2001; Sorá 2003), se podría decir que ha sido en la última década cuando las ferias del libro han recibido más atención por parte de la academia. Desde perspectivas propias de la filología, la historia cultural, la antropología o la sociología, se ha atendido tanto al estudio integral de las ferias (Bosshard/García Naharro 2019; Martínez Martín/ García Naharro 2019a) como a aquellos elementos específicos que han jugado un papel clave en la transformación de estos eventos en fenómenos mediáticos. Entre estos últimos, quizá la figura de los países/regiones/ciu

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A pesar de su cariz eminentemente cuantitativo, estos trabajos emplearon ya técnicas como la observación participante, el análisis de la cobertura en medios de comunicación o las entrevistas a los visitantes stand por stand, atendiendo incluso a la tipología de los visitantes de las ferias. Véase Rosson/Seringhaus 1994; Rosson/Seringhaus 1995; Spiegel/Augstein 1992; Skov 2006; Søilen 2013.

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dades invitados de honor se ha convertido en uno de los ejes principales de investigación en torno a las ferias internacionales del libro, atendiendo principalmente a las consonancias y discrepancias entre la propuesta programática y escénica del invitado (Dujovne/Sorá 2011; Woolard 2016b; Bosshard/Brink/Hertwig 2018; García Naharro 2020) y la recepción por parte de medios y asistentes (Bayardo/Mihal 2012; Körkkö 2018). Ejemplos donde las prácticas de marketing y nation branding se entrelazan, sin embargo, con referencias literarias, bibliodiversidad y circulación de libros en traducción (Villarino Pardo 2018; Hertwig 2020); dos registros pretendidamente antagónicos pero que, traducidos al lenguaje de la feria, encuentran un aparente equilibro, discurriendo con la misma naturalidad con la que las grandes ferias del libro se mueven dentro del campo editorial del mundo global de nuestros días. Precisamente por ello, para abordar con garantías el estudio de estos eventos tan complejos y polisémicos, se vuelve hoy imprescindible situar y definir el fenómeno-evento “feria del libro” para dotarlo así de nuevos significados a la luz tanto de los imperativos del ecosistema de la edición mundializada como de la experiencia personal de sus protagonistas. Para ello, en las próximas páginas se abogará por entender conceptualmente las grandes ferias del libro como eventos situados en el campo de la edición y, por tanto, sujetas a las diferentes fuerzas que configuran el campo, a las redes, interrelaciones y estrategias singulares seguidas por los diversos actores que interactúan en las ferias (Bourdieu 1993). Pero también expuestas a las potencialidades, como instrumentos de poder, de las injerencias externas y a su posible influencia en el campo editorial: coacciones del campo que nos alertan frente a la ilusión de autonomía de lo “literario” en unas ferias de las que se ha dicho que actúan como metáfora y metonimia del campo editorial nacional ante la mirada del mundo (Villarino Pardo 2016) o como polo de institucionalización del mercado nacional e internacional (Dujovne/Sorá 2011). Sin embargo, las grandes ferias nacionales e internacionales del libro no pueden representar ya tan solo las citas comerciales, anuales y geográficamente delimitadas, del mundo editorial sino, precisamente y, sobre todo, ese nudo central de las redes trasnacionales que las gentes del libro tejen trascendiendo lo autóctono, aunque condicionando y dando sentido al mismo tiempo a los rumbos que seguirán, después, las historias propias del mundo editorial de cada nación. Por tanto, debemos entender que en la actualidad estas grandes citas pensadas para vender y comprar derechos de obras o para realizar transacciones directas e inter-

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cambiar información en varios idiomas han ampliado su papel como espacios no solo de negocio, sino también de negociación a todos los niveles (Martínez Martín/García Naharro 2019b). Todo ello, además, entendido en el marco de una economía de libre mercado sustentada en una lógica neoliberal fuertemente asentada (Wilson 2002) y mantenida mediante continuos procesos de comodificación (o conversion en mercancia) de toda índole (Polanyi 2001; Harvey 2005). Así, con los lectores entendidos ahora como consumidores y el mercado editorial sumido en un proceso drástico de mercantilización del libro – reflejado no solo en la redefinición mediatico-mercantil de lo publicado, sino también en el propio peso adquirido por los equipos comerciales en las grandes editoriales (Szpilbarg 2019)–, diversos estudios han apostado por analizar las ferias del libro desde esa perspectiva de mercado. En ese sentido, y bajo una óptica bourdiana, las ferias del libro –al igual que el resto de ferias comerciales y de eventos como ceremonias, festivales, congresos y convenciones– se han abordado, principalmente, como eventos socioculturales que, por su propio funcionamiento, fomentarían la reproducción de las estructuras relacionales del campo y del mercado (Moeran/ Strandgaard Pedersen 2011). Concebidas así como Field Configuring Events (FCE) –es decir, eventos acotados espacialmente, realizados periódicamente y provistos de un ceremonial reconocible que concitan en su seno a los actores clave de su campo, venidos de diversos lugares y ámbitos de interés, facilitándoles la interacción cara a cara (Lampel/Meyer 2008)–, las ferias del libro se entienden como espacios donde se refuerzan relaciones, se intercambia información y se estabilizan los cánones dominantes en el campo editorial. Desde esta orientación teórico-metodológica, la atención se centra así, principalmente, en las conexiones entre las acciones de los miembros del campo y en cómo las ferias contribuyen a diferenciar, acotar y regular el mercado del libro. Sin embargo, empleando esa misma concepción, pero macerada con los matices de lo que Arjun Appadurai llamó “tournaments of value”, se ha puesto el acento también en cómo las grandes ferias del libro contribuyen a mantener un sentimiento de pertenencia entre los actores del campo editorial construido en torno a una serie de valores y códigos que los constituyen como comunidad (Moeran 2010). Unos esquemas de percepción y de apreciación (así como esquemas de expresión de sus actores) que funcionan en el campo editorial y que conforman, a su vez, unos modos de ser y hacer dados como naturales. Valores que aparecen como fundados en el “sentido

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común” del campo de la producción cultural pero que, en realidad, según Pierre Bourdieu, se construyen sobre la oposición original –que impregnaría el resto de las categorías– entre lo “puro”, es decir, lo valioso y de calidad, y lo tildado de meramente “comercial” (Bourdieu 1993). Dos categorías que, si bien parecen claramente diferenciadas a nivel teórico, sin embargo no lo están tanto en la práctica. Menos aún en un mundo occidental de etiquetas intercambiables y valores volátiles con una clase media desdibujada y una economía de mercado aparentemente hegemónica. Por ello, a nivel editorial y en pleno siglo xxi, se vuelve difícil el concebir ya, por ejemplo, al autor literario libre de toda consideración comercial; más aún al encontrarse este inserto en las lógicas de un campo donde las casas editoriales deben moverse y competir tanto en un mercado de contenidos como de clientes a nivel nacional e internacional. Imperativos de negocio que han hecho también que la apariencia del campo editorial se estructure ya, sin solución de continuidad, en torno al tamaño y los recursos de unos grandes grupos frente a unas editoriales pequeñas (Thompson 2012). Una visión binaria, excluyente y un tanto engañosa, pues, en ese sentido, nos movería a pensar que, por ejemplo, las pequeñas editoriales tendrían poco interés en participar en las grandes ferias del libro cuando, en realidad, estos eventos se tornan en la práctica deseables para ellas como espacios donde aprender a moverse en el campo editorial mundializado6. A esta actitud de concesión ante lo heterónomo, Pierre Bourdieu la calificaría de efecto de intrusión de los beneficios “externos” ante los beneficios propios del campo, esos que con la progresiva pérdida de autonomía del campo editorial tienden a perder también su fuerza simbólica (Bourdieu 1997: 110). Así, en un mundo global y en ausencia de las instancias de consagración tradicionales, el mercado parece ejercer un dominio cada vez más directo sobre el campo editorial7. Al mismo tiempo, la aparente imbricación entre lo literario y lo comercial en el campo literario actual –y en las prácticas culturales de las clases medias posmodernas (Discroll 2014)– ha “La Feria de Frankfurt (también) aparece como un lugar deseable para editores de pequeños emprendimientos, aún cuando no tengan casi nada para negociar […]. El argumento que predomina cuando se le pregunta a los pequeños editores por las razones de su presencia, se centra en una cuestión pedagógica: aprender, lo cual puede querer decir aprender para conocer tendencias, conectarse, renovarse, para crecer, etc.” (Sorá 2013: 116). 7 “Ahora, y cada vez más, el mercado es reconocido como una instancia legítima de legitimación” (Bourdieu 1997: 37). 6

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debilitado las referencias legítimas, abriendo así el camino a la inclusión en el campo de toda una serie de actores, instituciones y productos culturales que antes habrían sido denostados como impropios. Pero ¿y si los antaño profanos fueran, en realidad, los encargados de “arrancar al orden literario de la inmovilidad” (Bourdieu 2012: 261)?

Bailes de salón: con modales y apariencia literaria en el mundo comercial “Alles Ständische und Stehende verdampft”, reza la sempiterna cita de Karl Marx (1946 [1848]: 36-37) en Das Kommunistische Manifest, “alles Heilige wird entweiht”8; atrás quedó la época de las certezas y los grandes relatos, como también se perdieron en el tiempo las señas de identidad de la sociedad aristocrática y el universo jerarquizado de los salones y sus mecenas, aunque, paradójicamente, algunas de sus prácticas y sus rituales persistan aún. Pensemos así, por ejemplo, en cómo los salones de entonces eran esos lugares donde los escritores entablaban relaciones directas con los poderosos y en los que, al mismo tiempo, se negociaban las articulaciones entre diversos campos. Lugares, podríamos decir, donde los poderosos buscaban dotarse de legitimidad literaria y los escritores, en cambio, de las prebendas materiales o simbólicas del campo del poder. Al mismo tiempo, en la sociabilidad aristocrática, aquellos salones revestidos de ornato y celebración festiva mantenían también, de cara a los escritores, el monopolio de la primera publicación; es decir, eran el emplazamiento donde sus trabajos comenzaban a legitimarse. Una legitimidad que emanaba del poder –entonces en manos de los mecenas, sustituidos después por los editores (Schücking 1950)– y que impregnaba ese espacio selecto de los salones donde, más adelante, se establecería también un primer reconocimiento mutuo entre representantes de la sociedad aristocrática y una elegida intelectualidad burguesa (Habermas 1991: 31-42). “Las artes, por más innobles que sean”, escribió el poeta Torquato Tasso (1544-1595), “adquieren calidad y nobleza en la corte” (cit. en Biagioli 2008: 32). En ese sentido, la cultura, la política y las jerarquías sociales en Europa durante la modernidad temprana no se entenderían sin esa articu-



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“Todo lo que era sólido y estable es destruido”, “todo lo que era sagrado es profanado”.

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lación entre mecenazgo y rituales cortesanos, así como tampoco sin la legitimidad que otorgaban el manejo del estilo y la conducta propios de la corte. Una relación de mecenazgo sustentada en intereses mutuos subyacentes (Biagioli 2008; Darnton 2003) que, sin embargo, Pierre Bourdieu parece obviar al considerar que la institución del salón se bastardea solo a partir de la segunda mitad del siglo xix9, cuando en estos espacios los intercambios se establecen ya con otro tipo de “poderosos, en su mayoría nuevos ricos en pos de legitimidad” (Bourdieu 1995: 83). Una convicción que se sustenta – en su teoría– sobre la premisa de una suerte de nobleza cultural originaria10, epítome de la “pureza” como “la afirmación y la perpetuación de la esencia” (Bourdieu 1988: 21). Una pureza que, en aquel incipiente campo literario de finales del xix, Pierre Bourdieu opone a un mundo burgués de arribistas que, valiéndose de instituciones bastardas situadas en el intersticio del campo literario y del poder, pretenden “imponer una definición degradada y degradante de la producción cultural” (Bourdieu 1995: 95). Todo ello, como vemos, entendido desde una perspectiva antagonista donde lo valioso se engendra en los “campos de producción restringida” y todo lo carente de valor simbólico pertenece al universo homogéneo del mercado, siempre al servicio de los poderes (negativos) de la política y la economía. De ahí la connotación degradante de “bastardas” que Pierre Bourdieu atribuye a aquellas instituciones que, como los salones, por un lado degeneraron de su origen y contribuyeron, por otro, a redefinir la racionalidad del campo original (Pecourt 2007). Como esos salones de antaño, espacios de negociación e influencia que se distinguen “más por lo que excluyen que por lo que reúnen” (Bourdieu 1995: 87), se podría postular ahora que son las grandes ferias del libro a nivel nacional e internacional (algunas de ellas denominadas salones11) las que representan, en el seno del “Estamos muy lejos de las sociedades eruditas y de los clubes de la sociedad aristocrática del siglo xviii o incluso de la Restauración. La relación entre los productores culturales y los dominadores ya nada tiene que ver” (Bourdieu 1995: 82). 10 “Semejante en esto a los poseedores de títulos nobiliarios, en los que el ser, definido por la fidelidad a una sangre, a un suelo, a una raza, a un pasado, a una patria, a una tradición, es irreductible a un hacer, a una capacidad, a una función” (Bourdieu 1988: 20-21). Sobre la “nobleza cultural” y la “cultura auténtica” que subyace en el análisis que Pierre Bourdieu realiza sobre las condiciones sociales de apropiación de la cultura, véase Bourdieu 1971. 11 Especialmente en el ámbito francófono: Salon du Livre de Montréal (1950), Salon International du Livre de Québec (1971), Salon du Livre de Paris (1981), etc. 9

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campo editorial mundializado, a ese lugar físico donde se plasman en la práctica todas esas negociaciones de diversa índole provistas, a su vez, de mecanismos y rituales de consagración propios (Bourdieu 1981): ceremonias, premios, invitados de honor, convites, etc. Comprender su razón de ser y las funciones que cumple el ceremonial en las ferias (o salones) del libro nos permitirá, a su vez, entender mejor la red de relaciones en que están insertas las grandes ferias del libro. Ferias que, como vimos al comienzo del capítulo, nacieron del mercado y que se mueven ahora, además, dentro del nomos que impone la sociedad occidental actual y del principio de rentabilidad que impera como exigencia en las industrias culturales/creativas y del entretenimiento (Hesmondhalgh 2013). Precisamente por ello, ante el triunfo progresivo de una suerte de universal comercial (Bourdieu 2012: 268), sería engañoso pensar que los procesos de mercantilización que han modificado la fisonomía del campo editorial condicionan hoy, tan solo, a los grandes grupos o que la cuestión del prestigio es propiedad y pretensión exclusiva de los sellos pequeños (Saferstein 2015). Todo ello nos mueve, en cambio, a postular una suerte de aggiornamiento (Bourdieu 2008: 157-166) mediante el cual, desde el polo comercial del campo editorial, se aspira no solo a transformar la lógica del campo, sino a invadir una parte del dominio reservado tradicionalmente a las instancias de consagración canónicas del campo cultural. Y es que, como ocurriera en otros ámbitos, con el avance del peso del mercado en el mundo editorial se produce un consecuente debilitamiento de su autonomía y un crecimiento de la influencia de instancias de consagración externas: “Habría que analizar, considerando este aspecto, las propiedades de las instituciones y de los agentes mixtos”, señalaba, en los años ochenta, Pierre Bourdieu, “estructuralmente interesados en la mezcla de géneros y en difuminar las diferencias entre el campo de producción restringida y el campo de gran producción” (Bourdieu 2008: 159). Nuevas instancias de consagración que Bourdieu situaba entonces tanto en comités de redacción (medios de comunicación) como en casas de edición y que, con el modelo del entertainment impuesto desde hace ya décadas al mundo de la edición occidental, hoy ampliaríamos a instituciones como las ferias del libro: espacios de legitimación por ostentar el “monopolio de la apariencia” pues, para las gentes del libro, son esos eventos en los que “hay que estar” (Saferstein 2013). Acontecimientos culturales señalados y destinados a fortalecer y vigorizar el mercado del libro en un sentido amplio. Ferias similares pero

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diferentes, si bien en todas ellas se trata de satisfacer las demandas del “público” al que están dirigidas. Pero ¿de qué públicos hablamos? Sin duda, de públicos diversos y cada vez más globalizados. De ahí que, junto a los intereses propios del mercado doméstico de cada feria, se busque también una repercusión en el mercado global mediante la inclusión de contenidos culturales (en un sentido amplio) que, unidos a la aparición de una demanda pública renovada (fenómenos virales en redes sociales, personalidades, temas de actualidad, etc.) favorecen también la visibilización y encumbramiento de nuevos tipos de productores culturales cuya presencia en el campo editorial –y en el espacio y la programación de las ferias– constituye un quiebre de los principios fundamentales de su autonomía frente al mercado. Nuevos actores unidos a nuevos criterios de apreciación que ya han entrado a formar parte del juego. Así, adaptando el discurso de Pierre Bourdieu sobre el campo académico a la realidad del campo editorial contemporáneo, podríamos decir, con él, que estos nuevos actores “del campo de las luchas culturales encuentran un apoyo natural en instancias de consagración de un tipo nuevo, capaces de contrabalancear” el peso de las instituciones tradicionales de consagración. Instancias materializadas en espacios donde, diríamos, “los más intelectuales de los managers y los más managers de los intelectuales intercambian sus visiones del mundo […] y se ponen de acuerdo para decretar el porvenir” (Bourdieu 2008: 165) de la edición mundializada. Esos espacios serían hoy las ferias internacionales del libro.

Conclusiones “Nada se comprende”, decía Pierre Bourdieu, “si no se comprende el campo que lo produce y que le confiere su reducida fuerza” (Bourdieu 1997: 79). Por ello, precisamente, a lo largo de estas páginas hemos tratado de situar, conceptualmente, a las grandes ferias del libro como instancias de consagración de nuevo cuño dentro del campo de la edición mundializada. Ferias que, analizadas desde esta perspectiva, no solo reproducen la estructura del campo editorial sino que, además, como instancias bastardas –o innovadoras (Pecourt 2007: 36-42)– con intereses en varios campos, contribuyen a modificar la relación de fuerzas dentro del campo editorial y a introducir criterios de valor externos frente a los ya consagrados. Unos valores consagrados –sobre los que se sustentarían tanto la autonomía (re-

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lativa) como la autoridad y las jerarquías del campo12– que, sin embargo, podrían quedar en entredicho por la injerencia de las leyes del mercado importadas a través de actores e instituciones “bastardas” que, “instaurándose individual o colectivamente como jueces, trabajan para despojar a los productores más autónomos del derecho a decidir sobre el tribunal al que reconocen el derecho de juzgarlos” (Bourdieu 2008: 286). No obstante, si la creencia en la legitimidad de esos pretendidos “nuevos” ordenamientos importados se mantuviera únicamente por las ventajas e inconvenientes de la constelación de intereses que adoptan, su legitimidad sería siempre relativamente inestable (Weber 2002: 706). Sin embargo, si a ello le sumamos hoy la fuerza del arraigo de la lógica capitalista no solo ya en el campo editorial, sino también en las prácticas culturales que desdibujan cada vez más los límites entre lo comercial y lo no comercial, quizá podamos hablar de cómo mientras la estructura del campo editorial en su conjunto se desplaza, al mismo tiempo se trabaja también, desde el polo heterónomo del campo, para dotarse de su propia legitimidad. Un reconocimiento o una validez que, en todo caso, acorde con la lógica actual del campo editorial, debe darse dentro de unas condiciones de posibilidad y expresarse (todavía) en el lenguaje del campo; por ello, y en sintonía con la persistencia de la “creencia literaria” que allí se engendra, las grandes ferias del libro, entendidas aquí como instancias de consagración del polo heterónomo, se revisten de todo un ceremonial literario que no puede comprenderse plenamente si no se entiende que, más que atrezzo, ese ropaje es, en realidad, un elemento constitutivo del evento mismo. De ahí también que, en las grandes ferias del libro, los políticos se remitan a la historia de la literatura mientras escamotean el carácter económico-profesional del evento (Bosshard 2019) o los países invitados de honor –“un evento entre empresarios culturales rubricado por Ministros de Relaciones Exteriores” (Sorá 2013: 104)– se revistan de referencias literarias con miras, sin embargo, a la promoción turística (Anastasio 2019). Prácticas de marketing y apropiación que, paradójicamente, podrán ser criticadas en los “Para conquistar la autonomía hay que construir una especie de torre de marfil […] si los campos científicos, políticos, literarios, están amenazados […] es porque dentro de ellos hay personas heterónomas, poco consagradas desde el punto de vista de los valores específicos del campo, o, empleando un lenguaje corriente, porque hay ‘fracasados’, o que están a punto de serlo, interesados en la heteronomía, en buscar en el exterior unas consagraciones que no han conseguido dentro del campo” (Bourdieu 1997: 91).

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debates y en las innumerables charlas que tienen lugar en el seno de unas ferias que darán incluso cabida a contradiscursos –que irán desde la denuncia internacional (Moreno Mínguez 2019) hasta la indignación nacional con el discurso político oficial (García Naharro 2019b)– o antidiscursos, como el del escritor y dramaturgo Wajdi Mouawad y sus ladridos en plena inauguración de la Feria del Libro de Frankfurt de 2017 (Bosshard 2019). Todo ello mientras, en la práctica, las grandes ferias contribuyen, mediante su propio funcionamiento, a alejar cada vez más a “las regiones más dejadas de la mano de Dios del mundo literario, por lo tanto, las más favorables para una percepción crítica y global, desencantada y compleja, desgarrada por contradicciones y paradojas, de ese mundo mismo y de todo el orden social” (Bourdieu 1995: 106). Regiones del campo editorial que se conformarán como su exterior constitutivo, mediante la realización de eventos literarios que irán desde las “contraferias” –remediaciones, muchas veces, de aquellas “antiferias” de los años sesenta, contrarias a la “lógica comercial del bestseller” y defensoras del valor social y cultural del libro (Moreno Mínguez 2019: 77)– hasta las ferias alternativas, estas últimas reivindicando un modelo de producción cultural distinto, si bien no todas contrarias a la lógica mercantil (López Winne/Malumián 2016: 109-120). Allí será también donde encontrarán su lugar los editores, autores y demás actores del campo que, o bien han renegado, o bien se han visto desplazados de las ferias mainstream. Actores que, generalmente, se mueven en escenarios más locales, periféricos, artesanales y precarios (Locane 2019: 172-185) y, por tanto, cada vez más empujados al pasado de un campo editorial que, como las grandes ferias del libro, parece avanzar en otra dirección. Quién sabe si su abandono no será el precio que la contemporaneidad deba pagar por transformar la lógica del campo cultural y habitar sus instituciones, o lo que es lo mismo, por “apropiárselas de manera práctica, y por lo tanto mantenerlas en actividad, en vida, en vigor […] pero imponiéndoles las revisiones y las transformaciones que son la contraparte y la condición de la reactivación” (Bourdieu 2007: 93).

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II CALEIDOSCOPÍA DE LAS FERIAS

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1. Ferias y políticas culturales

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La geografía común que nos separa. Las ferias internacionales del libro en América Latina frente al reto de la fragmentación regional Alejandro Dujovne CONICET/EIDAES, Universidad Nacional de San Martín

Resulta difícil encontrar una idea más enunciada en la historia cultural de América Latina que aquella que proclama la enorme potencialidad que guarda esta región para la circulación de libros, y por lo tanto de literatura e ideas. Desde fines del siglo xix en adelante, se reitera una y otra vez que tenemos la inigualable fortuna de contar con casi una veintena de países y una creciente población que comparten una lengua y una geografía. Pero en su propia repetición se cifra su carácter de promesa incumplida, su constante frustración. Lo que la lengua y la geografía invitan a imaginar tropieza con las rígidas fronteras nacionales hechas de barreras arancelarias, para-arancelarias, burocráticas, vaivenes económicos, y de discusiones políticas que siempre se detienen en el umbral de cualquier concreción. Esa imposibilidad no significó, sin embargo, la inexistencia de vínculos e intercambios editoriales dentro de la región. Sellos como Fondo de Cultura Económica, distribuidoras como Tres Américas o ámbitos como el Grupo Iberoamericano de Editores, por mencionar algunas experiencias, delinearon una geografía cultural posible que permitió la circulación de ejemplares, el conocimiento de autores de países distintos al propio y el contacto entre actores del libro. Pero es con la creación y desarrollo de ferias internacionales del libro, primero en Europa y luego en la región, que emergen espacios y una agenda anual de encuentros que se mantiene en el tiempo. En este sentido, nuestra primera hipótesis es que, ante la ausencia de una política común de los países latinoamericanos en materia editorial,

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las ferias internacionales se convirtieron en la principal instancia de estructuración del contacto y comercio de libros del ámbito de lengua castellana. De esta se deriva una segunda hipótesis: las estrategias de internacionalización editorial de los países latinoamericanos, al menos de los que cuentan con mercados del libro desarrollados, tienen como su vértice organizador a las ferias. Dicho de otro modo, la participación anual en ciertas ferias internacionales del libro constituye el objetivo prioritario a partir del cual se organizan las distintas acciones públicas de internacionalización. En las próximas páginas nos proponemos, en primer lugar, describir los rasgos sobresalientes de la estructura actual del comercio de libros dentro del espacio de lengua castellana. Eso nos permitirá evidenciar las desiguales relaciones de fuerza entre mercados editoriales nacionales y contextualizar la discusión posterior. En segundo lugar, repasaremos brevemente el desarrollo de tres ferias internacionales del libro en la región para entender el lugar y papel que desempeñan hoy. Finalmente, analizaremos las políticas de internacionalización de Argentina, Colombia, Chile y México de los últimos años. El análisis se basa en una serie de entrevistas a funcionarios públicos, representantes de cámaras editoriales, editores, y directores o responsables de ferias internacionales del libro, memorias institucionales e informes estadísticos de cada país1.

Fragmentación y desigualdad en la geografía editorial de lengua castellana A mediados de la década 1880, el intelectual y político argentino Domingo Faustino Sarmiento, presidente de su país entre 1968 y 1974, propuso a las autoridades la creación de un mercado común sudamericano del libro. El proyecto buscaba resolver lo que, desde su punto de vista, eran los principales problemas en materia editorial: por un lado, un número insuficiente y una limitada diversidad de libros en castellano que dificultaban la posibilidad de que la educación se continuara más allá de la tarea docente formal, y, por el otro, la nula circulación de libros entre países vecinos. Frente a ello, concluía, era imprescindible crear un mercado cuya escala justificara la producción editorial, y cuyo principal motor fueran los Estados a través



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Parte de la información relevada fue analizada y presentada en Dujovne 2020a.

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de presupuestos específicos destinados a la edición. La propuesta, que se plasmó en la “Convención latino-americana sobre fomento y propagación de publicaciones útiles” de 1884-1885, nunca llegó a materializarse. Entre otras razones, por la falta de ratificación del propio Estado argentino2. Pocos años después, en 1892, con motivo del cuarto centenario del arribo de Cristóbal Colón a América (del “Descubrimiento”, tal como se celebraba hasta hace poco), tuvo lugar en Madrid el Congreso Literario Hispanoamericano. Entre los temas planteados se propuso el estudio de los “medios prácticos conducentes al desarrollo y progreso del comercio de libros españoles en América y libros americanos en España” (cit. en Millán 2015). Aunque la propuesta comprendía la circulación en ambas direcciones, la discusión se centró en la primera parte de la formulación. Ya avanzado el nuevo siglo, en 1928, el escritor argentino Arturo Capdevila decía en su libro Babel y el castellano: […] ignoramos recíprocamente nuestra literatura los hispanoamericanos; ignoramos nuestro pensamiento, nuestros deseos, lo que somos, lo que aspiramos a ser. El librero de la calle Florida pone a mi disposición libros de Holanda y de Rusia, si los pido. Pero no halla manera de conseguir el libro de Colombia o de Nicaragua que me interesa. Tampoco se da en Nicaragua o en Colombia con un libro argentino, como no sea por singular rareza. (Capdevila 1928: 64)

Planteado el problema, Capdevila proponía una solución realista, distante de los gestos románticos de unidad política y cultural continental que el reformismo universitario había comenzado a pregonar en la región una década antes. Para el autor la respuesta debía ser pragmática, y el único en condiciones de ofrecerla era el mercado editorial español: [España], por haber sido la metrópoli de América, tiene las rutas hechas, aparte de que cuenta para facilitar los cambios con una moneda liviana favorecida aún por la mano de obra barata. Buenos Aires no sirve para ensayar siquiera nada de esto. Carecemos de rutas prontas y cómodas; tarda más de un mes una carta de Guatemala. El obrero es caro; la moneda, pesada; nuestro peso no puede cruzar la cordillera, sin llegar recargadísimo: un libro argentino sale demasiado costoso en Chile. Santiago queda más cerca de Madrid que de Buenos Aires, aunque muestra el mapa lo contrario. Las distancias en el comercio se miden por el valor de los giros. (Capdevila 1928: 64-65)

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Al respecto ver Domingo Faustino Sarmiento (1900: 311-336) y Néstor Tomás Auza (1988).

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De las muchas veces en que el problema del comercio del libro en América Latina fue planteado, escogimos estos tres momentos porque presentan con claridad una serie de aspectos que siguen estando en el centro de la discusión. Por supuesto, ni los contextos ni los significados de los términos utilizados se han mantenido intactos en los últimos cien años. Lo que pareciera permanecer y reiterarse en el tiempo son las preguntas que definen el problema. Ante la ausencia de circulación de libros en la región, ¿quién debe impulsar la solución?, ¿los Estados, el mercado o ambos? Y si alguna responsabilidad le cabe a los Estados, ¿cuál es la estrategia que deben seguir?, ¿deben avanzar hacia acuerdos regionales que den forma a un mercado común?, ¿deben ellos mismos encomendarse a la tarea de la edición y comercialización de libros?, ¿o acaso su responsabilidad se limita a crear las mejores condiciones para el despliegue del mercado, bajo la expectativa de que este por sí solo pueda resolver el problema?, ¿o deben perseguir ambos objetivos a la vez, ser actores del mercado y operar sobre él estableciendo las condiciones de su funcionamiento?, ¿qué papel juega España? ¿España, o, mejor dicho, la empresa editorial española, es parte del problema o parte de la solución? No es nuestro propósito ensayar respuestas a estas preguntas, sino examinar algunos datos y fenómenos que ayuden a enmarcar en el contexto actual estas preguntas, y, por lo tanto, las posibles respuestas. Y, quizá, redefinir parte de esos interrogantes para tornarlos políticamente viables. De acuerdo con el estudio El espacio iberoamericano del libro 2018 publicado por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), del conjunto de las exportaciones iberoamericanas de libros impresos en 2017, España representó el 65%, México el 19%, Colombia el 4%, y Argentina y Portugal un 3% cada uno. América Latina en su conjunto –incluyendo a Brasil, con el 2%– reunió el 32% (CERLALC 2018: 96, 97). El mismo informe señala que mientras las exportaciones españolas se mantuvieron en general estables desde 2010, las de América Latina sufrieron un descenso sostenido desde 2011. Teniendo en cuenta que el grueso de las exportaciones de libros en castellano tiene como destino estos mismos países3, estos datos son un buen reflejo de las fuerzas editoriales y comerciales diferenciales que configuran esta geografía cultu

3

De acuerdo con el informe El sector del libro en España. Abril 2018 del Observatorio del Libro y la Lectura de España, para el periodo 2012-2016 los países iberoamericanos representaron cerca del 73% las exportaciones españolas de libros medidas por la facturación (Observatorio del Libro y la Lectura 2018: 88).

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ral. La desigualdad entre España y Latinoamérica se hace más evidente aún al incluir en el cuadro la fuerte presencia de filiales de empresas editoriales españolas en la región. De las 201 filiales españolas que se contabilizaban en 2016, 164 estaban radicadas en América Latina: 34 en México, 27 en Argentina, 15 en Chile, 14 en Colombia, 12 en Brasil, 10 en Perú y en Venezuela, y un número menor en el resto de los países (Observatorio del Libro y la Lectura 2018: 91). Si bien estas filiales pertenecen a empresas de distinta clase y magnitud, y representan proporciones distintas de cada mercado nacional, en todos los casos encontramos un grupo de empresas, encabezado por Planeta, que reúne una cuota muy significativa de la producción y facturación de ese país. Si, por un lado, América Latina tiene un papel decisivo en la dinámica económica del mercado editorial español, por el otro, los mercados del libro latinoamericanos están estructurados a partir de las diferentes formas de presencia de las empresas españolas. ¿Cómo afectan esta asimetría y la fuerte presencia española en los mercados nacionales en el desarrollo del comercio regional? Por una parte, el objetivo prioritario de las filiales españolas, especialmente de los principales grupos empresariales, es el incremento de sus cuotas de participación en cada mercado nacional. Las filiales que van más allá de la mera comercialización de la producción española y desarrollan sus propios catálogos con autores locales, por regla general circunscriben su comercialización dentro del territorio de cada país. De forma excepcional, cuando se trata de best sellers o de autores de gran reconocimiento, los libros se comercializan mediante exportaciones o reimpresiones en otros mercados de la región. Por otra parte, las empresas editoriales extranjeras, entre las que sobresalen las españolas, actúan en defensa de sus intereses dentro de las cámaras o asociaciones en las que participan, y a través de ellas, o incluso de forma directa, inciden en la orientación de las políticas públicas del libro. En tal sentido, se puede postular que a mayor presencia de editoriales españolas, menor tendencia a la internacionalización tendrá dicho mercado. Este análisis no debe llevarnos al denuncialismo ramplón que ve en la presencia española, o en los grupos transnacionales en general, el origen de todos los males, la razón última de la incapacidad latinoamericana para tener mercados internacionalizados y un comercio regional más plural y equitativo. Un estudio amplio de carácter histórico y sistémico debería posibilitarnos reconocer la multiplicidad de factores que le permitieron a España incrementar su presencia en la región, y aquellos, en gran medida independientes de los primeros, que impidieron o frustraron el desarrollo

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de una región más integrada. Histórico, porque se trata de un largo proceso de acumulación del mercado editorial español, en el que actuaron tanto el propio Estado como las empresas, y que tuvo distintas etapas que se caracterizaron, entre otras cosas, por diferentes estrategias de desarrollo local e internacional. Y también de un proceso contradictorio, de crecimientos esporádicos y reveses prolongados, en el caso de Latinoamérica. Indudablemente, la superación de cierto umbral de acumulación relativa, cuyo punto de inflexión habría que identificar, le permitió a España afianzar y acelerar su grado de influencia en la conformación y orientación de los mercados latinoamericanos. Sistémico, porque el crecimiento y la fortaleza del mercado español estuvieron y continúan estando atados a las posibilidades y límites que le ofrecen los mercados latinoamericanos. Es imposible aislar a España y a las estrategias que fueron desplegando sus empresas en la región, del devenir económico, político y cultural de los países latinoamericanos, especialmente de México y Argentina. El contraste con España nos revela la ausencia de políticas públicas y sectoriales de largo plazo en los países de América Latina que podrían contribuir a superar, aunque sea parcialmente, los obstáculos y moderar las inequidades estructurales del mercado del libro de habla castellana. Por supuesto, no todo se reduce a esta clase de políticas: la recurrente imposibilidad de sostener periodos extensos de crecimiento en la economía general, los elevados porcentajes de pobreza estructural, los vaivenes del poder adquisitivo medio y las marcadas fluctuaciones en el valor relativo de sus monedas conspiran entre otros factores contra el desarrollo de mercados internamente fuertes y externamente competitivos. Pero esta enumeración remite a problemas estructurales de la economía y la política que exceden los márgenes de capacidad real de acción de los actores públicos y privados abocados al mercado del libro. Es en el plano de las políticas específicas donde podemos y debemos poner atención. Pero antes que esbozar un decálogo de posibles políticas de internacionalización, aquí nos interesa describir y analizar las políticas que en efecto ha llevado adelante en los últimos años un grupo de países latinoamericanos. Y, como veremos, la participación en un grupo de ferias internacionales del libro se convirtió en el objetivo prioritario que informa y organiza al conjunto de acciones públicas y sectoriales de Argentina, México, Chile y Colombia. Pero antes de avanzar en el análisis de esas políticas, haremos un breve recorrido por algunos aspectos sobresalientes de las tres principales ferias internacionales que tienen lugar en la región.

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Evolución de las ferias internacionales del libro de América Latina Si bien las tecnologías de comunicación modernas abarataron, simplificaron e intensificaron los contactos internacionales, todos los entrevistados coinciden en que los encuentros presenciales continúan teniendo un papel clave en la organización de los intercambios internacionales. Y las ferias, al reunir en un espacio acotado en un tiempo delimitado a un conjunto amplio y diverso de actores, generan las condiciones ideales para la concreción de esos encuentros. En este sentido, un grupo de ferias ha logrado preservar su centralidad en la estructuración del comercio global del libro y ha afianzado su función como vidriera internacional de la producción intelectual, literaria y artística de los países participantes, en especial cuando se participa en calidad de país invitado de honor. De hecho, las ferias de Frankfurt de forma global, de Bolonia para la literatura infantil y de Guadalajara para el espacio latinoamericano, pueden ser observadas como índices de la dinámica y organización del negocio editorial a escala internacional, al tiempo que como motores de la internacionalización de los mercados nacionales. Lejos de ser receptores pasivos de la presencia de editores y otros actores del libro, las principales ferias del mundo buscan adaptarse constantemente a los cambios tecnológicos y las prácticas productivas y comerciales del sector, y, como es el caso paradigmático de Frankfurt, ser, al mismo tiempo, promotores de esos cambios. A estas ferias se suman, aunque en un segundo nivel de prioridad e importancia en términos de negocios internacionales y formación profesional, las de Buenos Aires y Bogotá. Estas ferias internacionales tienen una doble función. La primera es la comercialización de derechos o de ejemplares, y la segunda el acceso a información de las tendencias del sector. Y en ambos casos la continuidad de la participación en el tiempo es un aspecto decisivo. Participar o no en la feria, participar regularmente o no, no son datos indistintos, tienen efectos acumulativos en el desempeño internacional de los actores del libro y de sus mercados editoriales. El aprendizaje formal para hacer negocios en las ferias, producto de, por ejemplo, las capacitaciones, se completa como saber práctico con la participación regular, y muchos de los negocios que comienzan o se concretan durante los días del evento son resultado de vínculos de confianza que se consolidan en los sucesivos encuentros. Lo mismo ocurre con las posibilidades de conocer y aprovechar algo del volumen de información que circula. Una parte de la información se encuentra abierta

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y disponible para todos los participantes, en tanto que otra solo es accesible a través de encuentros y conversaciones informales. Saber qué mirar, a dónde ir, con quién hablar, conocer qué está pasando y decidir qué priorizar, es parte del aprendizaje. La participación regular en la feria es por lo tanto una condición necesaria, aunque por supuesto no suficiente, para beneficiarse de su potencial. Con dimensiones, duraciones e impactos distintos, las ferias internacionales de Guadalajara, Buenos Aires y Bogotá son las más importantes de la región: funcionan como instancias clave para la dinamización de los vínculos comerciales y culturales de la región, y tienen un efecto virtuoso en la internacionalización de los mercados nacionales sedes de dichos encuentros. No todos los editores y agentes del libro mexicanos, argentinos o colombianos cuentan con los recursos para financiar viajes y estadías regulares en otros países. Contar con una feria de magnitud en el propio país posibilita un acceso simple y económico a la formación y contactos comerciales que ofrecen esta clase de eventos. Entre inicios de la década de 1990 y el cambio de siglo funcionó el Salón Internacional del Libro Anual y Rotativo (SILAR). Se trató de una coordinación regional que apuntaba a evitar la duplicación y superposición de jornadas de profesionales anuales organizadas por las ferias internacionales de América Latina, concentrando las principales actividades profesionales en una feria distinta cada año. En la actualidad hay un diálogo fluido entre los organizadores de las principales ferias, aunque no un ámbito institucionalizado como el SILAR. Por ejemplo, las ferias de Bogotá y Buenos Aires, que se realizan en fechas próximas, coordinan entre sí los días profesionales con el doble objetivo de no superponerse y de potenciar la visita de agentes del libro extranjeros de modo que puedan participar de ambas. No hay que olvidar la importancia de la ubicación geográfica de estos encuentros al momento de considerar la participación de agentes de los centros editoriales de Europa y Norteamérica. “La distancia es un gran problema, no estamos en el hemisferio norte”, señala Oche Califa, director de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires4. De las tres ferias internacionales que nos interesa examinar, la de Buenos Aires es la más antigua (previo a ella, solo encontramos dentro de la región a la Bienal Internacional del Libro de San Pablo, cuya primera edi

4

Entrevista con Oche Califa (23/09/2019).

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ción fue en 1961). Fue inaugurada en 1975 y tiene una extensión de 21 días –al menos hasta el año anterior a la pandemia–, lo que la convierte en una de las más largas del mundo. Se realiza entre fines de abril y mediados de mayo y es llevada adelante por la Fundación El Libro, una organización de segundo nivel que agrupa a cámaras y asociaciones del libro de Argentina. En la década siguiente se crean las ferias de Guadalajara y de Bogotá, en 1987 y 1988 respectivamente. La primera la organiza la Universidad de Guadalajara a través de una empresa creada por esta y se extiende por nueve días, entre fines de noviembre e inicios de diciembre. La segunda es resultado de la acción conjunta de la Cámara Colombiana del Libro y CORFERIAS, una sociedad comercial anónima cuyo principal accionista es la Cámara de Comercio de Bogotá, dueña del recinto ferial en el que se despliega el encuentro. Al igual que la de Buenos Aires, la de Bogotá (FILBo) se desarrolla entre abril y mayo, aunque su duración es menor, entre 13 y 16 días según el año. La principal fuente económica de las ferias, con la que financian la mayor parte de su funcionamiento, proviene de los alquileres de los espacios a los expositores. Los ingresos se completan con venta de entradas y patrocinios privados. La feria de Bogotá es la única que cuenta con un apoyo económico público significativo. La alcaldía de esta ciudad aporta alrededor del 30% de sus ingresos. Los programas de las tres ferias se organizan en torno a dos momentos diferenciados: tres días destinados al encuentro de profesionales del libro y un tiempo, más o menos extenso según la feria, consagrado al público general. En las ferias de Bogotá y Buenos Aires las jornadas de profesionales representan un momento más acotado con relación a la extensión total del evento, respecto al que ocupan en la de Guadalajara, en la que equivalen a un tercio de su duración (aunque durante los días de profesionales el público general puede acceder a la feria a última hora del día). El tiempo dedicado a uno y otro público es un indicador importante del perfil que se le busca imprimir a cada encuentro. Pero, para que una feria en efecto devenga una referencia comercial para los profesionales de la edición de la región y el mundo, debe contar con una organización altamente profesionalizada compuesta por un equipo que trabaja a lo largo del año y que se amplía conforme se acerca el evento. La empresa organizadora de la feria de Guadalajara tiene una planta de entre 50 y 60 empleados que funciona durante todo el año, y que a partir del segundo semestre del año incorpora personal eventual y estudiantes que acreditan el tiempo de trabajo en sus carreras de grado. La Fundación El Libro cuenta con un personal fijo de 18

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personas. Para los días de la feria toman de manera directa 120 personas, a las que se suma un amplio número de trabajadores de seguridad, higiene, sonido, etcétera a través de empresas de servicios. Así, la Feria de Guadalajara no solo le otorga mayor centralidad al capítulo profesional respecto de otras ferias, sino que cuenta con un equipo permanente casi tres veces más grande que la segunda feria de la región. Más aún, a diferencia de la organización que lleva adelante la feria mexicana, el equipo de Buenos Aires es responsable, además de una extensa feria de público, de otras ferias más pequeñas que tienen lugar a lo largo del año. El reconocimiento regional y global de Guadalajara como la principal feria profesional de lengua castellana, incluso por encima de la feria Liber de España, tiene que ver tanto con la estructura de su programa como con las dimensiones y especialización del equipo que la pone en marcha. Las siguientes cifras, correspondientes a la edición 2019 (tabla 1), revelan las diferencias de dimensiones y perfiles de los encuentros. Bogotá

Buenos Aires

Guadalajara

Días de extensión de la feria

13 a 16

21

9

Metros cuadrados destinados a exhibición y espacios para actividades especiales, talleres y conferencias

23 000

45 000

43 000

Público general

605 000

1180 000

842 000

Participantes en las jornadas de profesionales

1000 aprox.

4715 inscritos formales a las jornadas profesionales 12 000 profesionales participaron en distinta medida de las actividades programadas, según cálculos de los organizadores

18 906

Tabla 1. Datos de la edición de 2019 de las ferias de Bogotá, Guadalajara y Buenos Aires.

No es casual que las dos ferias más importantes de la región se sitúen en los dos principales mercados del libro. Este punto de partida supone: una masa crítica de actores del libro, una serie de organizaciones sectoriales que

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participan de manera más o menos directa en la organización o en las actividades de las ferias, un mercado local de distribuidores, librerías y bibliotecas, y un público amplio de lectores que justifican un nutrido y variado programa de actividades presenciales y que garantizan un piso de compras directas. Condiciones cuya existencia excede a las ferias y a sus organizadores, pero en las que las ferias pueden operar positivamente al promover la lectura, impulsar las ventas, desplegar un programa para la profesionalización del sector del libro, contribuir a su internacionalización, etcétera. Durante los días de profesionales se desarrollan dos clases de actividades básicas: la comercialización de derechos y de ejemplares físicos, por un lado, y la capacitación, por el otro. Aquí nos interesa hacer foco en la primera, pues es la que dinamiza la circulación de obras y autores dentro de la región, y la que permite la internacionalización de la producción editorial latinoamericana a través de la “intraducción” y la “extraducción”5. La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires crea un primer espacio para profesionales en 1986. La duración, formato y participación de las jornadas fueron cambiando con el tiempo hasta adquirir la configuración actual, ganando presencia y diversidad en el cronograma de la feria. Además de las actividades de actualización profesional, hoy cuenta con un área de derechos con 32 mesas que los interesados utilizan para tener citas de negocios para la compra y venta de derechos de edición y traducción. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara fue la primera en desarrollar y consolidar un salón de negociación de derechos. En 2019 el área de negocios estuvo conformada por 131 mesas. Por su parte, las jornadas profesionales de feria colombiana han consistido fundamentalmente en espacios de formación. En 2017 la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo) abre el Salón Internacional de Negocios, el espacio consagrado a la negociación de derechos de publicación y traducción y para la compra y venta de libros a escala mayorista. El Salón se extendió por dos días y en 2019 contó 114 mesas. El número de mesas que conforman cada salón, de empresas y agentes literarios que anualmente participan, y los países de origen de estos, es un indicador de las dimensiones e importancia relativa de cada espacio de negocios. No obstante, es preciso matizar esta información para no despren Valérie Ganne y Marc Minon (1992: 58) definen estos términos del siguiente modo: “‘Intraducción’ representa libros traducidos al idioma del país de publicación a partir de una obra escrita en un idioma extranjero original. ‘Extraducción’, por otro lado, representa libros ‘exportados’ de un país y traducidos a uno o más idiomas extranjeros”.

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der conclusiones apresuradas. Por un lado, estos espacios funcionan con lógicas distintas. Mientras Buenos Aires y Guadalajara circunscriben al salón solo los negocios de derechos, dejando el comercio de libros físicos entre editores y libreros y distribuidores a otros espacios no cerrados de la feria, Bogotá reúne a todos los negocios, derechos y comercio de libros físicos, al ámbito de su salón. Por otro lado, también hay que tener en cuenta que el costo de adquisición de un espacio en los salones de derechos es bajo en relación con los beneficios que se obtienen, tales como tres noches de hotel y acceso a la feria, respecto al que supone participar como expositor. En no pocos casos, editoriales pequeñas y medianas extranjeras recurren a esta vía para participar de las ferias, e incluso colocar sus libros en los stands colectivos, sin por ello hacer uso del espacio de derechos. Esta acción incrementa de forma espuria la cifra de participantes en los salones. El punto fuerte de la feria de Buenos Aires es la compra y venta de libros físicos tanto de librerías, distribuidores y bibliotecas, como del público en general. Además de apoyos económicos a la participación de libreros, distribuidores y bibliotecarios, nacionales y extranjeros, que ofrecen en alguna medida las tres ferias, en la actualidad la de Buenos Aires dispone de dos programas que alientan esta participación y que han contribuido a afianzar este evento como un polo de comercio de libros físicos. Por una parte, el “Programa librero amigo”, que permite que, durante las jornadas de profesionales, tanto los libreros nacionales como los extranjeros accedan a los libros de las más de cien editoriales adheridas al programa a un descuento del 50% de su precio de venta al público. Por otra parte, la feria cuenta con un servicio de transporte subsidiado. Los libreros nacionales, no importa la distancia respecto de la Ciudad de Buenos Aires en la que se encuentren, tienen cubierto el costo del envío hasta 200 kilos. Los kilos adicionales se benefician de una tarifa especial. Por su lado, los visitantes profesionales extranjeros cuentan con un subsidio del 100% del costo para el envío de libros hasta 50 kilos. Por encima de ese peso el envío recibe un subsidio parcial. La feria cuenta con espacios para que las cajas de libros puedan ser despachadas desde allí mismo. Mediante este sistema, en 2019 se enviaron más de 27 700 kilos a 300 destinos de toda Argentina, y 10 200 kilos en 306 envíos a 38 destinos de todo el mundo. Teniendo en cuenta que solo una parte de quienes participan en las jornadas se inscriben formalmente en ellas, el análisis de las inscripciones nos permite trazar una aproximación del radio de influencia internacional de la Feria de Buenos Aires. Entre 2014 y 2019 el número de inscritos aumentó

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Porcentaje de participación en las Jornadas de Profesionales en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, 2018

Figura 1. Fuente: Información provista por la Fundación El Libro.

107%, pasando de 2278 a 4715. En 2018 participaron profesionales de 35 países incluyendo el país anfitrión. Si excluimos a los participantes de Argentina, que representa el 85% de los participantes, la participación se conforma como resulta en el gráfico de la figura 1. La Feria del Libro de Buenos Aires atrae fundamentalmente a países sudamericanos, en particular del Cono Sur, y a España. Si se analizan los datos en función de las dimensiones de los mercados, observamos que la Feria de Buenos Aires se irradia hacia mercados pequeños y medianos de la región. En términos comparativos, España y México tienen una participación muy baja respecto a sus pesos relativos en la lengua. Esta débil presencia amerita un estudio pormenorizado. Por lo pronto, y aunque no contemos con cifras actualizadas, podemos conjeturar que la Feria Internacional del Libro de Guadalajara guarda mayor preeminencia para la industria editorial española que la de Buenos Aires o Bogotá. Así lo reiteran en sus distintos informes anuales la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en la Ciudad de México: “Para el sector editorial español, la FIL constituye una excelente oportunidad para incrementar el nivel de sus exportaciones en América” (Federación de Gremios de Editores

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de España 2015). La baja participación de representantes colombianos en la feria argentina se explicaría en parte por la cercanía temporal de las ferias de Bogotá y Buenos Aires. Esta breve aproximación a las ferias tuvo por objeto exponer algunas de las razones que convierten a estos tres eventos en nodos de estructuración del mercado del libro latinoamericano, así como las formas en que cada uno opera en la organización del comercio regional del libro. Si bien adoptamos un punto de vista relacional, en el que el valor y función de cada feria se define por contraste con las otras, un estudio más exhaustivo en este sentido debería situarlas en el marco de la más amplia agenda hispanoamericana de ferias internacionales del libro. Y, en particular, deberíamos analizarlas en relación con la feria española Liber (Madrid/Barcelona). Aunque su relevancia para América Latina ha decrecido en los últimos años, no puede despreciarse su papel como uno de los espacios de organización de los vínculos entre América Latina y España, el principal mercado editorial de lengua castellana. Liber es organizada por la Federación del Gremio de Editores de España y funciona ante todo como un medio para ampliar y fortalecer las ventas de ejemplares físicos a América Latina. Las editoriales españolas constituyen la mayor parte de los expositores del evento y encuentran su público privilegiado en los editores, distribuidores, libreros y agentes interesados en adquirir sus libros. Parte de ellos viajan y participan de la feria dentro del marco del “Programa de compradores”, que cuenta con el financiamiento conjunto de Centro Español de Derechos Reprográficos (CEDRO), Liber y, fundamentalmente, de la agencia pública ICEX España Exportación e Inversiones. En 2019 participaron del “Programa de compradores” los siguientes países latinoamericanos: Argentina (24 representantes), Bolivia (9), Brasil (6), Chile (15), Colombia (35), Costa Rica (7), Ecuador (20), El Salvador (5), Guatemala (8), Honduras (4), México (36), Nicaragua (2), Panamá (5), Paraguay (6), Perú (18), Puerto Rico (10), República Dominicana (6), Uruguay (13) y Venezuela (2)6. Ciertamente, el incentivo a los negocios, los programas de actualización profesional y el encuentro entre actores del libro no agotan las estrategias de estas ferias para ganar visibilidad y devenir referencias regionales e internacionales. En este sentido, el costado cultural resulta esencial. En especial Datos de la Federación de Gremios de Editores de España: “Liber 2019. Programa de compradores”. En: (05/05/2021).

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si los programas de actividades literarias y artísticas y los premios tienen una vocación internacional. Entre estos últimos, cabe destacar por su reputación los premios FIL de Literatura en Lenguas Romances que otorga la Asociación Civil del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe, y Sor Juana Inés de la Cruz, que reconoce a novelas escritas por mujeres en idioma español, ambos de la Feria de Guadalajara. Junto a otros reconocimientos editoriales y literarios, la Feria del Libro de Buenos Aires otorga el Premio Latinoamericano al Diseño Editorial. Los países, regiones y ciudades invitadas de honor pueden interpretarse en un sentido similar.7 Además de aportar un atractivo extra para el público y la prensa, apuntan a propiciar un vínculo entre el país sede de la feria y la cultura y el mercado invitados. En tal sentido, la serie de invitaciones, lejos de ser azarosa, revela el progresivo trazado de la geografía con la que esa feria busca interactuar y generar un puente económico y simbólico. No hay un programa preestablecido de invitaciones de mediano o largo plazo. Las decisiones acerca del país que se invita se toman con pocos años de antelación y responden a los criterios y perspectivas de las autoridades de cada momento y, por supuesto, al interés y posibilidades de la ciudad, país o región invitada de concretar su presencia. La tabla 2 presenta las invitaciones de honor de las ferias de Buenos Aires, Bogotá, Guadalajara y Liber. Año

Buenos Aires

Bogotá

Guadalajara

Liber

1991

-

Venezuela

-

-

1992

-

Trinidad y Tobago

-

-

1993

-

México

Colombia

-

1994

-

Argentina

Nuevo México (EE.UU.)

1995

-

Brasil

Venezuela

Países Bajos

1996

-

Francia

Canadá

-

1997

-

Estados Unidos

Argentina

Brasil

1998

-

Alemania

Puerto Rico

Cuba

1999

-

Reino Unido

Chile

Argentina



7

Para un análisis más extenso de las invitaciones de honor, ver, entre otros, Dujovne y Sorá 2010, Villarino Pardo 2018.

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-

Italia

España

México

2001

-

Centroamérica: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá

Brasil

Chile

2002

-

Región Caribe: Cuba, Jamaica, Puerto Rico, República Dominica- Cuba na, Venezuela y Caribe Colombiano

Portugal

2003

-

Países Bajos

Quebec

República Eslovaca, Chipre, Estonia, Hungría, Letonia, Malta y Polonia

2004

-

Perú

Cataluña

Panamá, Costa Rica, Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua

2005

-

China

Perú

Grecia

2006

-

Capitales Mundiales del Libro

Andalucía

Colombia

2007

-

Chile

Colombia

Perú

2008

-

Japón

Italia

Quebec Rusia

2009

-

México

Los Angeles, California

2010

-

Departamento Bicentenario: Boyacá, Colombia

Castilla y León

Puerto Rico

2011

-

Ecuador

Alemania

Rumania

2012

-

Brasil

Chile

Paraguay

2013

Ámsterdam

Portugal

Israel

Chile

2014

San Pablo

Perú

Argentina

Paraguay

2015

Ciudad de México

Macondo (Ciudad ficticia creada por Gabriel García Márquez)

Reino Unido

Arabia Saudita

2016

Santiago de Compostela

Países Bajos

América Latina

Puerto Rico

2017

Los Ángeles, California

Francia

Madrid

Argentina

2018

Montevideo

Argentina

Portugal

Cuba

Barcelona

Colombia (realizó un homenaje al propio país en conmemoración del Bicentenario de la Independencia)

India

Sharjah

2019

Tabla 2. Ciudades, países y regiones invitadas de honor en las ferias internacionales del libro de Buenos Aires, Bogotá, Guadalajara y Liber.

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Incluso en el caso de la Feria del Libro de Buenos Aires, que implementó hace pocos años las invitaciones de honor, se observa la prioridad otorgada al ámbito de la lengua castellana. Todos los países y regiones de Hispanoamérica con mercados editoriales grandes y medianos fueron invitados por las ferias estudiadas. En algunos casos, repitiendo la participación. Argentina, por ejemplo, fue invitada en dos oportunidades por Bogotá, Guadalajara y Liber. FILBo y Liber dieron un paso más al realizar invitaciones colectivas a un conjunto de países con mercados pequeños que no suelen estar en el horizonte de las políticas de internacionalización editorial. En un segundo lugar encontramos países y regiones centrales con una larga tradición editorial e intelectual (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, etcétera), algunos de ellos con sólidas políticas de diplomacia cultural. El análisis del papel de las principales ferias internacionales del libro de América Latina en la estructuración del comercio editorial en la región no debe limitarse a lo que las ferias hacen. Esa es una parte. La otra es el lugar que les otorgan las políticas públicas y sectoriales. En el siguiente apartado analizaremos de qué modo organizan sus políticas de internacionalización editorial Argentina, Colombia, Chile y México y qué lugar les otorgan a las ferias.

Formas de participación latinoamericana en ferias internacionales en la última década Al ser consultados acerca de las ferias internacionales que consideran más importantes para el desarrollo internacional de sus mercados editoriales, y a las que, por lo tanto, es clave asistir con un stand nacional, los funcionarios públicos y sectoriales entrevistados invariablemente acuerdan en tres: Frankfurt, Bolonia y Guadalajara. Cada una de ellas otorga un acceso distinto y potente al mercado internacional. Luego, en un segundo orden de importancia, aparecen otros encuentros regionales como las ferias de Buenos Aires y Bogotá. La Feria de Frankfurt es la feria internacional en la que se registra la presencia latinoamericana de más larga data. La región inaugura su presencia en esta feria en 1957 a través de un sello argentino, y se amplía en 1959 con editores de Brasil y en 1961 de México. Ecuador se suma al grupo en 1964 y Bolivia en 1968. Al año siguiente participan siete países de habla castellana, la mayor parte con stands colectivos: Argentina, Chile, Cuba, Ecuador,

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México, Uruguay y Venezuela (cf. Dujovne 2020b: 373-376). Aunque con distintas regularidades, estrategias y números de editores, los países de la región sostuvieron una presencia continua que llega hasta el presente. Cada feria demanda grados distintos de inversión económica para la participación: desde la compra de la tierra y el diseño y armado del stand hasta los pasajes, estadía y viáticos, pasando por el envío de libros. La distancia, los precios relativos de cada país (los precios generales y la relación con la propia moneda) y las tarifas de la feria condicionan el número, la regularidad y los modos de participación de los editores de la región. Las editoriales pequeñas y medianas de América Latina enfrentan, por lo tanto, mayores dificultades para participar de forma individual o incluso asociativa como expositores en ferias como las de Frankfurt y Bolonia. Por su cercanía y costos, las ferias de Guadalajara, Buenos Aires y Bogotá resultan más accesibles. Por lo tanto, son este tipo de editoriales las que requieren el acompañamiento del Estado y de las cámaras y asociaciones profesionales. Observemos a continuación (tabla 3) las formas de participación de editoriales e instituciones de los países estudiados en la Feria de Guadalajara en las ediciones 2018 y 2019. Como se puede ver, los stands colectivos, sean nacionales o agrupamientos de editoriales, juegan un papel clave. La mayor parte de las editoriales adoptan esa estrategia para disminuir costos y poder asistir a la feria. Editoriales o ins- Con stand tituciones partici- propio pantes (2018) (2018)

En espacio colectivo (2018)

Editoriales o ins- Con stand tituciones partici- propio pantes (2019) (2019)

En espacio colectivo (2019)

Argentina

80

21

59

61

18

43

Chile

21

4

17

30

7

23

Colombia

70

9

61

74

12

62

México

780

295

485

805

321

484

Tabla 3. Fuente: información provista por la organización de la FIL de Guadalajara.

La principal forma de apoyo público es el aporte económico y logístico para la adquisición del espacio y el diseño, montaje y gestión de un stand colectivo del país. A la par que el stand nacional, se despliegan otras modalidades públicas y privadas de carácter logístico y económico de sos-

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tén de la presencia en ferias: subsidios para pasajes, alojamiento, viáticos, envío de libros, entradas y uso del espacio dentro del stand, ayuda con los contactos y la diagramación de una agenda de reuniones de negocios. El número y la amplitud de estos apoyos varían según la tradición y práctica de cada país, las decisiones políticas de cada gestión y los presupuestos anuales destinados a esta esfera de acción. Las ferias funcionan también como un escenario privilegiado para el despliegue de la producción cultural nacional. En gran parte de los casos, los Estados aprovechan esa posibilidad a través de dos clases de acciones. Por un lado, los Ministerios de Relaciones Exteriores y de Cultura suelen financiar la participación de escritores, ensayistas y artistas a partir del requerimiento de las propias ferias, de las invitaciones cursadas a estos actores y de la propuesta cultural que los ministerios consideren más adecuada para ese evento. Esta es una acción regular que opera de manera más o menos paralela a las delegaciones profesionales de cada país, y depende de los presupuestos, de la estrategia de promoción cultural y del interés en apoyar al mundo de las letras de cada país. Por el otro, y como adelantábamos en el apartado anterior, las principales ferias internacionales homenajean cada año a un país, y en ocasiones a una ciudad o una región cultural. La tradición nace en 1988 en la Feria de Frankfurt cuando los temas focales que se realizaban cada dos años fueron reemplazados de forma anual por los países invitados de honor. Cada país despliega un programa cultural para el cual dispone de un espacio específico. Las ferias no costean las exhibiciones ni los programas culturales, solo proporcionan el espacio. El diseño de las muestras especiales y los programas son definidos en conjunto entre los organizadores de la feria y el país, pero es este quien se hace responsable del financiamiento de ambos. Desde el punto de vista de los invitados, las invitaciones de honor sirven como vidrieras para proyectar, a través de la exhibición de objetos y la organización de eventos culturales, una serie de símbolos y valores con los que el país busca identificarse, así como construir puentes comerciales. En Argentina las estrategias públicas de internacionalización se concentran en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. El Ministerio de Cultura se suma en función de las acciones que se emprendan, especialmente cuando el país es invitado de honor en una feria internacional. Aunque funcionan de manera coordinada, las esferas de acción dentro de la Cancillería están distribuidas entre la Agencia de Inversiones y Comercio Internacional (anteriormente llamada Fundación Exportar) y la

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Dirección de Asuntos Culturales. La primera actúa en la faz comercial y la segunda focaliza su acción en el plano cultural. Entre fines de 2019 e inicios de 2020 se produjeron cambios en la estructura de funcionamiento de la Agencia orientados a un mayor nivel de especialización. Eso permitió que quien hasta allí había sido la responsable del sector editorial a la par de otras industrias, ahora se concentre únicamente en este sector. La Dirección de Asuntos Culturales cuenta también con funcionarios dedicados exclusivamente a la promoción internacional de autores y libros. Por su parte, la Cámara Argentina del Libro (CAL) –la cámara que reúne al mayor número de empresas editoriales, casi su totalidad de capitales nacionales– cuenta con una comisión de comercio exterior y ferias formada por integrantes de la dirección y con un profesional a cargo del área. Las formas de colaboración entre la Cámara y el Estado para apoyar la presencia argentina en ferias internacionales han ido cambiando con el tiempo, con una participación creciente del Estado. A partir de 2009, en vistas a la participación de Argentina en calidad de país invitado de honor en 2010 en Frankfurt, hay una intervención más activa del Estado, así como también un mejor trabajo sobre la presentación estética del stand. Entre 2011 y 2012 la ex Fundación Exportar, actual Agencia de Inversiones y Comercio Internacional, comenzó a gestionar las inscripciones, cobros, y a participar del armado de los stands. Tanto la Agencia como la CAL lanzan las convocatorias para las editoriales interesadas en participar en los stands colectivos en alguna de las tres ferias. El financiamiento público proviene de los ministerios nacionales involucrados y se transfieren mediante un contrato a la Agencia para que los ejecute. La ejecución responde a las decisiones de una mesa técnica en la que participaban funcionarios de Cancillería y la Fundación El Libro y, si corresponde, del Ministerio de Cultura. La Agencia no aporta presupuesto propio, salvo en ciertas ediciones puntuales de ferias internacionales o en la Feria de Bolonia, en las que sí lo hace. Por su parte, la CAL organiza y cobra el envío de libros. La gestión y financiación de los stands por parte de la Agencia comprende, en grados variables, la compra del espacio, la licitación con el constructor, la contratación de las azafatas y la traducción y la decisión de los montos que deben abonar las empresas para exhibir sus libros, contar con un espacio para reuniones y poder hacer uso del apoyo humano y de servicios que se ofrece. Los montos que deben abonar los editores para participar en el stand argentino difieren según se trate de microempresas, empresas pequeñas, empresas medianas y empresas grandes,

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provincias, importadores locales, comisionistas, brókeres e intermediarios: a menor tamaño, menor monto. Dado que las tarifas para integrar el stand y el envío de libros están estipuladas en dólares o euros, sus valores no solo dependen de la cifra en sí sino también de las variaciones del tipo de cambio. Lo mismo sucede con los pasajes de avión y los costos de alojamiento y estadía, que en el caso de Guadalajara se calculan en pesos mexicanos. El país no cuenta, salvo casos muy excepcionales, con apoyos a editores para costear el viaje y la estadía. Esta condición hace que ante situaciones como las crisis que de forma recurrente enfrenta el sector editorial argentino –y no solo el editorial–, los editores se enfrenten a severas dificultades para sostener una participación regular. En el caso de una feria más accesible en términos económicos como la de Guadalajara, algunos sellos han optado por asociarse con otras editoriales argentinas y de la región afines para adquirir un stand propio. La Feria de Guadalajara en particular facilita y estimula esta alternativa al ofrecer facilidades económicas en el hospedaje con la adquisición de un espacio. Entre 2010 y 2018 Argentina participó en calidad de país invitado de honor de distintas ferias internacionales: Frankfurt 2010, Lima 2012, Salón del Libro de París 2014, Guadalajara 2014, Liber (Madrid) 2017 y Bogotá 2018. La participación como invitado de honor en Frankfurt 2010 implicó un cambio en varios sentidos: incrementó la presencia de editores argentinos, condujo a una participación más activa del Estado en la gestión y presencia en ferias internacionales, mejoró el diseño y amplió el espacio de los stands nacionales, impulsó la creación y sostenimiento del Programa Sur de apoyo a las traducciones, entre otras cosas. En el caso de Colombia, el actor central de la política de internacionalización es la Cámara Colombiana del Libro. Con el objetivo de ampliar los mercados externos del libro colombiano, la Cámara actúa en tres planos vinculados entre sí: la gestión de la participación del país en ferias internacionales, la capacitación y la administración de un programa de traducciones. La Feria Internacional del Libro de Bogotá también es incluida por los entrevistados dentro de las acciones en la medida que sirve de ámbito para la formación, los contactos internacionales y los negocios de los editores colombianos, y como una vidriera para los agentes externos. La mayor parte de los recursos que insume la participación en las ferias internacionales proviene del gremio. En el caso de la presencia en la Feria de Guadalajara, desde hace tres años la Cámara, Reading Colombia

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y ProColombia, la agencia nacional de inversiones y de promoción del comercio exterior, trabajan en conjunto. Para las capacitaciones cuenta con la asistencia directa de la Cámara de Comercio de Bogotá y de ProColombia para temas específicos de exportación. El programa de traducciones Reading Colombia es financiado en un 90% por el Ministerio de Cultura y coordinado conjuntamente por la Biblioteca Nacional y la Cámara. Y cuando lo solicita, la Cámara cuenta con apoyos de instancias públicas y privadas para políticas específicas. La presencia colectiva de editoriales colombianas en las ferias internacionales de Frankfurt, Bolonia y Guadalajara es llevada adelante por la Cámara, con ayudas puntuales de ProColombia y, en los últimos años, recursos económicos del Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional a través de Reading Colombia. En este punto vale la pena destacar el doble papel de internacionalización que cumple la Feria Internacional del Libro de Bogotá. Por un lado, acerca a editoriales internacionales a Colombia, y, por el otro, genera recursos que permiten que la cámara financie parte de la presencia nacional en otras ferias. La participación nacional colombiana en la Feria de Guadalajara era ejecutada inicialmente por ProColombia, pero desde hace un tiempo es realizada en conjunto por ProColombia y la Cámara. En esta Feria el proyecto Reading Colombia ha comenzado a organizar una librería que permita tener una muestra amplia y representativa de las publicaciones de autores colombianos acordes a este evento, ya que no todos los editores/expositores están presentes en el stand. La librería se lleva adelante mediante la contratación de la Asociación Colombiana de Libreros Independientes y la operación de la librería mexicana Carlos Fuentes. La idea es que haya una presencia de todos los autores colombianos. Desde hace cuatro años se trabaja con ProColombia para mejorar la identidad y la presentación del stand a fin de que esté acorde con la imagen de país que se busca proyectar. Al igual que sucede en otros países estudiados, las grandes editoriales están representadas de forma individual, lo cual tiende a debilitar el stand, pues los autores más conocidos a nivel internacional son publicados por estas. La selección y financiación de la participación de autores la realizan la Dirección de Artes del Ministerio de Cultura, dentro de la cual se encuentra el Área de Literatura y Libro, y el Ministerio de Relaciones Exteriores, con apoyo técnico de la Biblioteca Nacional. Colombia participó como país invitado de honor en la Feria del Libro de Madrid de 2021 –inicial-

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mente lo iba a ser en 2020, pero debió ser postergado debido a la pandemia de COVID-19–, y de Costa Rica en 2020, que se realizó de forma virtual. Y como hecho curioso, en 2019 Colombia fue el país invitado de honor a la Feria Internacional de Bogotá. La decisión se tomó como forma de celebrar el 200 aniversario de la independencia del país, y de colocar en el centro de atención a la propia producción literaria y editorial. La acción colombiana de cara a las ferias se completa con los catálogos de derechos. La Cámara prepara un catálogo de obras para cada participación en la Feria de Frankfurt. También elabora un catálogo de literatura infantil y juvenil para la Feria de Bolonia. Asimismo, cuenta con el catálogo de obras seleccionadas para traducción de Reading Colombia. La política de internacionalización editorial chilena se organiza en torno al Consejo Nacional del Libro y la Lectura, que se creó en 1993, y que en la actualidad depende del Ministerio de las Culturas, el Arte y el Patrimonio instituido en 2017. El Consejo es un órgano colegiado de la sociedad civil y del Estado. Funciona a partir de mesas temáticas, una de las cuales se encarga del comercio exterior. Estas mesas son coordinadas por un representante del Estado y uno del sector privado. Recibe una partida presupuestaria que está incluida en el presupuesto global del ministerio, dentro de la cual hay partidas específicas para las acciones que conforman el Programa de Internacionalización del Libro y Autores Chilenos. Este Programa cuenta con tres funcionarios y articula su trabajo con las distintas instancias públicas encargadas de la promoción internacional de la cultural y del comercio: ProChile, la institución pública dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores encargada de promover las exportaciones de productos y servicios del país; la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores, y el propio Ministerio al que pertenece. El interés público por el sector editorial cambió en 2014 cuando el nuevo gobierno promovió un apoyo estatal más sistemático y amplio para las industrias creativas, lo que condujo a la creación de un departamento específico con ese nombre en el seno de ProChile. En ese marco se crea la “Política Nacional de la Lectura y el Libro 2015-2020”, que integra en las decisiones al sector público y al privado. De acuerdo con la actual responsable de este departamento, el programa de cinco años ha sido muy importante porque ha permitido una buena articulación entre los distintos actores del sector público, y un mejor uso de los recursos. Este programa estratégico le otorga un papel clave a la internacionalización. La estrategia de internacionalización chilena parte de la idea de

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que su mercado lector interno es pequeño, y que potenciar el mercado externo es importante, también, para mejorar el desempeño en el propio. Es decir, la política de promoción externa pensada para contribuir al fortalecimiento, diversificación y profesionalización de las editoriales nacionales respecto del mercado interno. Para acceder a los mercados internacionales comenzaron por definir cuáles iban a ser los mercados nacionales prioritarios. El Programa de Internacionalización del Libro y Autores Chilenos impulsa un amplio menú de acciones que se integran dentro de una estrategia general: estudios de mercado, capacitaciones, misiones comerciales y participación de autores y editoriales en ferias y eventos profesionales, líneas de asistencia financiera para la participación de editores en ferias y apoyos a la traducción de autores chilenos en el exterior y de obras extranjeras en Chile. Uno de los objetivos generales que persigue el Programa, a partir de los lineamientos de ProChile, es brindar un apoyo inicial en términos de asistencia financiera y capacitación a un número de editoriales, para que luego, progresivamente, logren un grado autonomía que les permita prescindir de esos apoyos. Y permitir de ese modo el ingreso de nuevos editores en ese proceso. La tarea desplegada por Chile en los últimos años en pos de incrementar y afirmar su presencia en ferias internacionales es resaltada por figuras clave de las ferias de Frankfurt, Bolonia y Bogotá. Sandra Pulido Urrea, directora de FILBo, destaca el compromiso del Estado y el carácter estratégico y sostenido en el tiempo de esta política8. Siguiendo los lineamientos de esta política, y en el marco del trabajo de la Comisión de Internacionalización de la misma, que reúne a representantes de los gremios editoriales, a ProChile, la Dirección de Asuntos Culturales (DIRAC) del Ministerio de Relaciones Exteriores y al Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio (MINCAP), se decidió un circuito de seis ferias internacionales en las que Chile debía tener una presencia regular: Bolonia, Buenos Aires, Bogotá, Lima, Frankfurt y Guadalajara. ProChile es la institución encargada de generar una estrategia de internacionalización de las empresas que componen el ecosistema editorial, junto con la promoción de la imagen país. Adicional a ello, coordina la participación chilena a través del stand/ pabellón país, coordina junto con los gremios editoriales el envío de libros,

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Entrevista con Sandra Pulido Urrea (18/05/2020).

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apoyo a través de la red de oficinas comerciales para la generación de reuniones de negocios en la feria para las editoriales participantes y el apoyo a la delegación del país. Esta gestión está disponible para todas aquellas empresas chilenas que son clientas de ProChile y estén asistiendo a dichas actividades. El Consejo Nacional del Libro y la Lectura, del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio cuenta con distintas líneas de apoyo para participar en eventos internacionales. La más importante en términos de recursos es la convocatoria a profesionales del libro, no solo editores, para participar en las ferias internacionales en las que Chile tiene un stand nacional. A los seleccionados para formar parte de la comitiva se les financian los pasajes, el alojamiento y los viáticos. Los profesionales que participan en esta son seleccionados a través de una convocatoria pública. Desde el punto de vista de los entrevistados, las ferias regionales más importantes para Chile son las de Guadalajara y Bogotá. Así como la de Frankfurt “es sinónimo de ir a todos los lugares del mundo”, la de Guadalajara “a otra escala, es como ir a Ecuador, Perú, Argentina, etcétera”9. Esto no significa que editores, libreros y distribuidores no viajen o incluso prioricen a la de Buenos Aires. Por su cercanía, y por lo tanto los costos, por su calidad y diversidad editorial, Argentina es un destino privilegiado para parte importante de los actores del libro chileno. En el caso de FILBo las razones de los funcionarios tienen que ver con la decisión estratégica de ampliar su presencia en el mercado colombiano. A la par de estas ferias, se está realizando un trabajo especial en el segmento de la narrativa gráfica e ilustración, pues se identificó la existencia de circuitos internacionales específicos. Por ejemplo, se decidió la participación en la Comic Con de San Diego, Estados Unidos o Festival Internacional del Cómic de Angoulême. Desde 2007, año en que asistió a FILBo como invitado de honor, Chile fue invitado en esta calidad a distintas ferias internacionales dentro del ámbito de lengua castellana: Guadalajara en 2012 (ya lo había hecho en 1999), La Habana en 2011, Liber (Madrid) en 2013, Lima en 2014 y Quito en 2015, Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín 2019. México, el principal productor y exportador editorial de lengua castellana de América Latina, se encuentra atravesando desde hace dos años una profunda reformulación de las políticas del libro en general, que tien

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Entrevista con Francisca Muñoz, Asociación de Editores Independientes, Universitarios y Autónomos de Chile (20/08/2019).

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de a priorizar en su discurso la promoción de la lectura. Hasta el final de la gestión nacional anterior, la política pública de internacionalización cultural y comercial del sector editorial era llevada adelante por la Dirección General de Publicaciones (perteneciente a la Secretaría de Cultura), apoyada por ProMéxico, disuelto a fines de 2018, y por la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Secretaría de Cultura. Como aún no hay una política definida en esta materia haremos referencia a las acciones previas. La Dirección General de Publicaciones trabajó de manera estratégica para incrementar y dar regularidad a la presencia de la industria editorial nacional en las ferias internacionales centrales y ser invitado de honor en algunas de ellas, a fin de incrementar la publicación de traducciones de obras mexicanas. Si bien cada feria y cada participación anual en cada feria implica negociaciones específicas, en términos generales la Dirección invirtió en la contratación de los stands, en becas para un grupo de editores, en la producción de un catálogo de derechos y en el armado de agendas de reuniones de negocios. En la actualidad sigue participando en ferias internacionales, pero el recorte del apoyo público y la ausencia de una estrategia general concertada con el Estado han hecho mermar la participación de los editores en las principales ferias europeas. El apoyo público continuó de modo puntual a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores con envíos de libros para eventos específicos. En distintos momentos, la CANIEM participó en la compra de la tierra de los stands o en su diseño, y continúa ofreciendo soporte y capacitación para la realización de operaciones comerciales de importación y exportación. Con el cambio del gobierno nacional a fines de 2018 México inició una marcada reforma en las estructuras institucionales del Estado, que hasta ese momento habían llevado adelante la política de internacionalización de la edición, y una revisión en la orientación de las políticas. Esto condujo a una modificación en la articulación público-privada y en las dimensiones y modalidades de su presencia en ferias y eventos internacionales del libro. Como aún no se han formulado los nuevos lineamientos ni se han estabilizado las formas de articulación público-privadas, la siguiente descripción refleja menos el estado de situación actual que las modalidades de participación en ferias desplegadas en los años previos. A diferencia del resto de los países estudiados, México cuenta con la ventaja de poseer una de las tres citas internacionales en la que todos coinciden (Frankfurt, Bolonia y Guadalajara). Las editoriales y los profesionales locales del libro no dependen del Estado nacional ni de la CANIEM

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para participar de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Si bien pueden recibir apoyos de distintas fuentes públicas o privadas, se trata de una situación diferente. A la par de Frankfurt y Bolonia, en las que se sostuvo una presencia colectiva estable, en la última década México participó de otros eventos internacionales como la Feria del Libro de Londres, la BookExpo America (BEA), el Salón del Libro de Montreal y la reunión de la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos (American Library Association, ALA). Este último encuentro se enmarca en el objetivo de la CANIEM por acceder a las compras de la amplia red pública y universitaria de bibliotecas. Un número importante de estas, especialmente universitarias, cuentan con secciones muy actualizadas en lengua castellana. Participan asimismo de forma puntual en ferias de Centro y Sudamérica, como Argentina, Colombia, Costa Rica, Chile, Guatemala y Panamá. Hasta 2018 la presencia en eventos internacionales era coordinada por la Dirección General de Publicaciones (DGP), perteneciente a la Secretaría de Cultura (nacida en 2015 luego de la disolución del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Conaculta), con la colaboración de ProMéxico y la participación de la CANIEM. Los acuerdos entre el Estado y el sector privado variaban según la feria y según la edición de cada feria. En algunas oportunidades el Estado adquiría la tierra y el privado diseñaba el espacio, y en otras sucedía a la inversa. Los recursos privados para afrontar estas inversiones así como el envío de libros que exigen la participación en las ferias internacionales provenían y continúan procediendo del aporte de los editores participantes. De forma eventual, el Estado contribuyó económicamente con el transporte de libros. Asimismo, funcionó una línea de subsidios financiada por la DGP y la CANIEM para costear los viajes de los editores. En algunas oportunidades la CANIEM buscó y recibió apoyo económico de los Estados de la república mexicana en calidad de patrocinadores que permitió bajar los costos de participación individual de los editoriales en la Feria de Frankfurt. El análisis de la presencia internacional mexicana en las ferias del libro, y de la relación público-privada tras esa presencia, exige tomar en consideración el papel de las editoriales públicas. A diferencia del resto de los países de la región, México cuenta con sellos de magnitud pertenecientes de forma de directa al Estado nacional. Fondo de Cultura Económica, el sello más grande y conocido, no solo participa como un editor más en las ferias internacionales, contribuyendo económicamente para el funcionamiento de los stands colectivos, sino que posee sus propias políticas de

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presencia internacional, especialmente en el ámbito de lengua castellana donde cuenta con filiales y librerías propias. México fue país invitado de honor en numerosas ferias internacionales del libro, incluidas las más importantes. De forma temprana participó bajo esta modalidad en Frankfurt 1992 y Bogotá 1993. Pero es en la década de 2010 que se observan una política activa y una inversión económica sostenida por parte del Estado en pos de incrementar su presencia internacional de México a través de esta forma de participación. Ricardo Cayuela Gally, responsable de la Dirección General de Publicaciones de Conaculta entre 2013 y 2015, sintetiza la razón principal que motivó esta política: “Es muy difícil que los libros viajen. Descubrimos que los autores viajaban más que los libros. (Para ello) buscamos ser invitados en Londres, Nueva York, y perdimos la de Frankfurt”10. México fue país invitado de honor en BookExpo America 2013, Londres en 2015 (en el marco del año de “México en el Reino Unido” y “El Reino Unido en México”), Montreal en 2016; en 2017 se frustra en el último momento una nueva participación en Frankfurt, pero al año siguiente participa en Hannover 2018 y Sharjah 2019. A la par de estos eventos, México decidió afirmar su presencia regional a través de su participación como país invitado de honor en las ferias de Costa Rica 2013, Guatemala 2015, Santiago de Chile 2016, Lima 2017, Cali 2018, y la Ciudad de México fue invitada de honor en la Feria del Libro de Buenos Aires en 2015.

Conclusión Las ferias internacionales del libro pueden ser abordadas desde muchos puntos de vista. Aquí optamos por situarlas e interrogarlas desde la perspectiva de los intercambios y el comercio entre los países latinoamericanos de lengua castellana. Convertimos a la recurrente idea acerca del potencial cultural de nuestra región en el punto de partida para analizar la estructura y funcionamiento del comercio editorial y del papel de las ferias dentro de este. Nuestro objetivo es analítico y político al mismo tiempo. Pretende ofrecer material para ampliar la discusión pública, y, en el mejor de los casos, alimentar las reflexiones de los decisores políticos.

Entrevista con Ricardo Cayuela Gally (28/08/2019).

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Es indudable que todas las ferias internacionales analizadas tienen entre sus objetivos beneficiar y fortalecer el desarrollo de sus propios mercados. Lo que no equivale a decir, por otra parte, que el único beneficiado sea el mercado local, pues de serlo no revestirían ningún interés para los participantes extranjeros. El modo en que operan las ferias estudiadas sobre la estructuración del mercado editorial de la lengua no es neutro. Orientan sus esfuerzos e inversión en cierta dirección. Eso resulta más evidente en el caso de Liber, debido a la desigualdad estructural de la geografía editorial de lengua castellana. Liber acompaña y refuerza la acción internacional de las empresas editoriales españolas, funcionando, en ese sentido, como un mecanismo más para afianzar la presencia editorial española en América Latina. Por esta razón, el desarrollo regional de ferias internacionales es clave para compensar, al menos parcialmente, el marcado desbalance de fuerzas entre América Latina y el país ibérico. Ahora bien, al introducir en el análisis a la política pública las ferias nos enfrentan a dos paradojas cuyo planteo y posible resolución nos permitirían avanzar en la discusión acerca de las estrategias y las acciones de integración regional más adecuadas. Primera paradoja: por un lado, las ferias internacionales son las principales instancias de estructuración del comercio editorial regional, y contar con una feria internacional en el propio país reviste un valor agregado para el desarrollo externo del propio mercado. Por el otro, salvo en el caso de Bogotá, y de forma limitada, las ferias no reciben un apoyo público significativo y sostenido. Con el objetivo de la promoción internacional de la edición y la producción intelectual que el libro vehiculiza, los Estados actúan e invierten recursos públicos a través de distintos ministerios, secretarías y agencias en la presencia en ferias internacionales europeas y latinoamericanas, pero no lo hacen, o lo hacen de forma muy limitada, en el desarrollo y fortalecimiento del programa profesional y de negocios de sus propias ferias. En tanto que instancias que posibilitan el acceso a información y negocios internacionales de un mayor número de actores locales del libro, una política pública estratégica y comprensiva de internacionalización editorial debería incluir una inversión y un trabajo coordinado con los organizadores de las ferias. Segunda paradoja: por un lado, los esfuerzos públicos de internacionalización editorial se organizan en torno a la participación ferias internacionales. Todas las acciones públicas, e incluso gremiales, pivotan en torno a la presencia anual en un conjunto de ferias y en la participación como

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países invitados de honor. Por el otro, como recién señalamos, las ferias tienen una orientación definida por el gremio y las instituciones organizadoras. Así, los Estados procuran propiciar los intereses generales de su mercado editorial y cultura intelectual a través de encuentros que operan en un sentido determinado. Ajustan, con mayor o menos reflexividad, sus objetivos y estrategias de internacionalización editorial a las opciones que les ofrecen las ferias. En este sentido, las ferias son, al mismo tiempo, el horizonte de posibilidades y de limitaciones de las políticas públicas y sectoriales. Sin negar ni despreciar el recurso de las ferias, la política regional debería plantearse “salir del laberinto por arriba”, imaginar lo que la política puede hacer, y avanzar en acuerdos y acciones regionales que respondan a las necesidades e intereses económicos y culturales de cada país y de la región en su conjunto.

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Las ferias del libro como espacios para la alfabetización. La Ciudad de México en la década de 1940 Kenya Bello Universidad Nacional Autónoma de México

Salir a la calle en busca de libros y, en concreto, acudir a su encuentro atravesando los pasillos de una feria e interactuando con los concurrentes, es un hábito cultural que se fue construyendo a lo largo del siglo xx. Las ferias del libro son historia y tienen una historia, pues sus ubicaciones, modalidades de sociabilidad y significados han ido cambiando. Este artículo describe y analiza de manera particular cómo fueron las realizadas entre 1942 y 1947 en la capital mexicana. El próposito es contribuir a un mayor conocimiento de estos encuentros con la cultura impresa y a propósito de ella. En términos generales, la reflexión se centra en las intersecciones que se produjeron entre las estrategias de alfabetización en el México posrevolucionario y los propósitos que le atribuyeron a la realización de las ferias tanto las autoridades educativas nacionales como quienes gobernaban entonces. Por eso se presta atención especial al papel desempeñado por la Secretaría de Educación Pública (SEP), desde la década de 1920, así como a la manera en que condujo y se insertó dentro de las actividades de las ferias. Estos eventos para exhibir y comerciar libros, así como para celebrar actividades culturales en torno a ellos, han convocado a quienes los producen: autores, trabajadores editoriales, así como a quienes los leen. En el caso de México, al Estado como un actor central durante la primera mitad del siglo xx. Por esa razón, el horizonte en el que se inscribe esta investigación es el de la historia de la alfabetización y de la lectura, en la medida en que se contempla a las ferias como uno de los escenarios donde se produce el encuentro entre los textos y sus lectores, de forma más general, entre las personas con la cultura escrita. Al conocer los rasgos de las ferias, podemos

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conocer aspectos cualitativos sobre la difusión de la cultura escrita del periodo (Cavallo/Chartier 2001: 16 y 17; Petrucci 1999: 25 y 26).

Una fiesta para el libro y los lectores en el México posrevolucionario Los procesos que englobó la revolución mexicana durante la década de 1910 desembocaron en la reconfiguración del orden social y cultural a partir de 1917, que se materializó a través de nuevos sectores dominantes e instituciones. De tal suerte, el Estado que se fue construyendo durante el primer cuarto del siglo pasado tuvo un impacto en las políticas educativas y socioculturales. Desde que finalizó la década armada1, bajo un marco renovado de justicia social, se pensó que la escuela y la cultura escrita debían llegar a quienes no habían llegado: los más humildes, sobre todo en los campos. De hecho, al despuntar el siglo xx, la mayor parte de los mexicanos no sabía leer ni escribir.2 En términos cuantitativos, con 10 528 622 habitantes mayores de diez años que no sabían leer, el analfabetismo rondaba el 66% en 1921 (INEGI 2015). Había fuertes contrastes entre la ciudad y el campo, pues en el ámbito rural la proporción de quienes permanecían ajenos a lo impreso era mayor. Algunos sectores del mundo intelectual, del magisterio y las esferas gubernamentales empezaron a vislumbrar esa realidad como un problema social y se plantearon la necesidad de que la cultura escrita fuera para las mayorías. Así lo consideraron Venustiano Carranza, desde el Ejecutivo, y Félix Palavicini, oficial mayor de Instrucción Pública, cuando fundaron un Departamento Editorial para publicar folletos con temas de interés general y al alcance de los bolsillos más humildes (Loyo

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La vida cultural y la actividad editorial que se produjo entre 1910 y 1917 en la Ciudad de México estuvo protagonizada por profesores y estudiantes tanto de la Escuela Nacional Preparatoria como de la Universidad Nacional. Los ateneístas, entre los que se incluía a José Vasconcelos, y la generación de 1915, no solo organizaban conferencias en una de las principales librerías de la ciudad (Librería General), sino que publicaron revistas, cuadernillos y antologías en pleno conflicto armado. En ese sentido, muchos de ellos siguieron activos y aplicaron la experiencia previa a los proyectos en los que estuvieron involucrados al finalizar la revolución (Rosales 2016: 27-34; Cervantes 2019a: 23-37 y 52-73). Para una aproximación a la historia de la alfabetización del periodo, véase Bello 2020.

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1984: 299 y 300). No obstante, hasta el cambio de decenio empezaron a cristalizar de manera más clara las primeras tentativas. En octubre de 1921, durante el gobierno de Álvaro Obregón, se creó la SEP para organizar por primera vez la educación a nivel nacional, encabezada por el abogado José Vasconcelos, quien se había desempeñado en el año anterior como rector de la Universidad Nacional. En el cuatrenio en que Vasconcelos estuvo al frente de la SEP (19211924), no solo se atendieron las necesidades más inmediatas de las escuelas y del magisterio, sino que se idearon y pusieron en marcha una serie de proyectos cuyo objetivo global era propiciar el acceso a la cultura, como parte de un proyecto humanista de difusión de la cultura clásica: se negoció con editoriales privadas una reducción de precios; se editaron libros (tanto manuales escolares como algunas colecciones literarias) y revistas en grandes tiradas; se pusieron los cimientos de un nuevo tipo de bibliotecas públicas, con presencia nacional y útiles para todo público; al tiempo que se establecieron políticas de canje bibliográfico para difundir los proyectos educativos de la revolución por toda América Latina. Es importante destacar que el secretario de Educación contó, entre otros personajes provenientes del mundo universitario, con la ayuda del escritor Julio Torri y del poeta Jaime Torres Bodet en su labor editorial y bibliotecaria. Asimismo, sus proyectos pudieron concretarse porque el gobierno de Álvaro Obregón les cedió el control de los Talleres Gráficos de la Nación (Fell 1989: 23-55 y 479-511; Garciadiego 2011: 69 y 70; Cervantes 2019b: 24 y 25). Estas iniciativas, además de haber marcado un posicionamiento en materia de produccion editorial y sobre el papel activo que en dichas tareas le correspondía al Estado naciente, fueron un complemento de las acciones emprendidas previamente en el terreno de la alfabetización. Estaba claro que de nada serviría aumentar la producción y circulación de libros, si no había más lectores. Por lo que se habían organizado campañas de alfabetización cuando Vasconcelos era rector de la Universidad Nacional, que siguieron desde la SEP. Las campañas se caracterizaron por hacer un llamado a la población alfabetizada para que colaborara con las autoridades educativas y de manera solidaria se comprometiera a enseñar a quienes no sabían. El ejemplo de la Rusia soviética fue importante para este secretario de educación, quien ya tenía cierta experiencia en materia de educación popular. Para impulsar el proyecto también se promovió la fundación de La Casa del Pueblo, es decir, de escuelas en comunidades rurales, y le realización de Misiones Cul-

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turales, consistentes en equipos ambulantes de maestros que capacitaban a sus pares en los campos mexicanos (Loyo 1984: 301-303). A pesar de la importancia de todas estas acciones y su novedad, no se cambió de forma radical la relación que las mayorías tenían con la cultura escrita, pues es importante considerar que fue ante todo el punto de partida de una serie de transformaciones en materia de alfabetización, que se prolongaron durante buena parte del siglo xx. A la luz de todos esos esfuerzos por incrementar el número de lectores y la producción local de libros, se realizó del 1 al 10 de noviembre de 1924 la Feria del libro y Exposición de Artes Gráficas. Fue inaugurada por el propio presidente Obregón y las actividades se llevaron a cabo en la planta baja y alta del patio central del Palacio de Minería, un prestigioso recinto educativo de origen colonial, administrado por la propia Secretaría. De hecho, fue una de las últimas actividades de la Administración de Vasconcelos, aunque no la encabezó porque ya había renunciado a su puesto para contender por la presidencia de la República. Por esa razón, la responsabilidad recayó sobre el nuevo titular de la SEP, Bernardo J. Gastelum (Marsiske 2013: 195 y 198). En palabras de Gastelum dicha iniciativa tuvo un propósito doble: […] promover el conocimiento recíproco de la producción editorial de la República, facilitar el comercio del libro hoy entorpecido por la falta de propaganda, estimular la concurrencia de los editores extranjeros al mercado del país, alentar el arte de la imprenta y la decoración del libro, honrándolo por ser el más eficiente vehículo de cultura y de humanidad, y, además, para propagar el afán de la buena lectura, tan descuidada entre nosotros […]. (Boletín de la SEP, 1924: 297, citado en Marsiske, 2013: 195)

Es importante destacar que en el ámbito comercial aquella feria buscó reacomodar, bajo la conducción del Estado naciente, a los actores que producían y vendían impresos en México, pues entonces era un mercado dominado fundamentalmente por libreros franceses y estadounidenses (Rosales 2016: 37-39; Cervantes 2019a: 27), así como fortalecer las artes gráficas locales. En consecuencia, para asegurar la presencia tanto de los expositores como de sus mercancías, la SEP anunció que costearía y facilitaría su traslado. De igual manera, se conformó un Comité Ejecutivo para la organización del evento, que intregró a dos miembros de la propia Secretaría, a dos industriales de las Artes Gráficas, un librero de la capital y un representante de la prensa. No solo se convocó a las editoriales y las librerías nacionales

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y extranjeras, incluidas las librerías de viejo, sino a impresores, dibujantes, grabadores, fabricantes de papel, productores de música impresa, mapas y material escolar (Marsiske 2013: 195 y 196). Es decir, a todos los agentes relacionados con la producción de impresos. La SEP conjuntó esfuerzos con el Departamento del Distrito Federal para hacer posible esta feria-exposición. Debe destacarse que trató de atraer a los empresarios de las artes gráficas en un contexto marcado por las tensiones, pues habían manifestado su descontento ante la naciente producción estatal de libros gratuitos, que consideraban una amenaza para los intereses comerciales de las imprentas privadas. Vasconcelos, por su parte, respondía a dichas críticas planteando que quienes se beneficiaban entonces con los materiales y libros gratuitos costeados con fondos públicos, serían a largo plazo los compradores o lectores del sector privado (Cervantes 2019b: 27-29). En ese sentido, la feria se pensó dentro de una cadena de acciones para “propagar la buena lectura”, pues no solo se expusieron los fondos editoriales del sector público y privado, así como libros antiguos o raros, sino que se planteó la idea de que este contexto permitía un encuentro directo con el libro. Los lectores podían escapar al control del librero, en un momento en que predominaban las librerías con mostrador. Según reporta Renate Marsiske, en las notas periodísticas se hizo énfasis en que la feria permitía una relación con el libro que las librerias de la época no propiciaban. La feria se promovía como una fiesta para los lectores, donde los libros se iban a poder ver de cerca, revisar y manipular. Tanto los objetivos comerciales como los culturales se lograrían mediante la programación de numerosas actividades, que incluían conferencias, conciertos, lecturas de libros y poesías, así como espectáculos. También se programaron concursos dirigidos a los trabajadores de las artes gráficas, así como en la exhibición de publicaciones hechas por el “pueblo”, entre las que se encontraban calendarios, corridos y grabados. El horario de apertura era de las 9:00 a las 21:00 y la entrada gratuita (Marsiske 2013: 196 y 197). En esta feria, efectivamente, estuvieron presentes las librerías más importantes de la ciudad y del país: Herrero, Porrúa y la Franco-Americana, también asistieron los principales fabricantes de papel y los diarios El Universal y Excélsior. El gobierno estuvo representado por los Talleres Gráficos de la Nación, así como por la SEP y el Departamento de Bellas Artes, que dependía de esta misma Secretaría. La concurrencia fue multitudinaria, como se habían propuesto los organizadores (Marsiske 2013: 197 y 199). De manera que en 1924 se impulsó el mensaje de las citas masivas y

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periódicas con la cultura impresa, que significaban la coordinación, en un marco de tensiones, entre los poderes públicos y los principales actores de la producción impresa. A pesar del éxito que representó en su momento, este formato de feria no tuvo continuidad inmediata, muy probablemente porque la política nacional y la política educativa dieron un viraje bajo la presidencia de Plutarco Elías Calles (1924-1928), cuyas perspectivas tuvieron influencia cerca de una década, en el periodo conocido como Maximato (1929-1934). Calles había sido maestro antes de ser líder revolucionario y consideraba que la educación era factor fundamental de la regeneración moral y material de México, por eso le parecía necesario imprimir a la enseñanza de las “clases humildes” una orientación marcadamente utilitarista. Compartía con Vasconcelos la idea de que el Estado debía tener un papel activo, pero en su administración no solo se adoptaron posturas críticas respecto a los proyectos vasconcelistas, sino que los siguientes secretarios de educación tuvieron concepciones distintas sobre las misiones de la SEP. Bajo la influencia de pedagogías pragmáticas, como las de John Dewey y Ovide Decroly, se fortaleció un modelo de escuela que no se conformaba con una enseñanza libresca, sino que formaba para la vida y se convertía en un motor del avance material de la comunidad. De ese modo, los niños conjugaban las lecciones de historia y geografía con la jardinería, el cuidado de animales y la fabricación de artesanías (Quintanilla/Vaughan 1997: 76-108; Rosales 2016: 42-44). La distancia que se tomó respecto al proyecto de Vasconcelos se tradujo también en una nueva política bibliotecaria y editorial, pues además de las diferencias en perspectiva, se contó con un presupuesto menor. Dejó de impulsarse la lectura literaria con fines estéticos en la dotación de las bibliotecas, al tiempo que se publicaron, en tirajes menores, más impresos y folletos sobre “cuestiones sociales” como la higiene, el cuidado de los niños, la conformación de cooperativas campesinas, manuales de educación física y el combate del alcoholismo entre los sectores populares (Loyo 1984: 315321; Rosales 2016: 53-56). En ese horizonte, los libros de texto publicados en la década de 1930 difundieron nuevas concepciones sobre la escuela, la sociedad y la familia, que se consideraron más acordes a la realidad mexicana y al proyecto nacional que se estaba impulsando en el terreno económico y social. En sintonía con los discursos nacionalistas y la politización del momento, se buscó informar a los campesinos y los trabajadores sobre sus derechos a la educación, la tierra y el trabajo, así como hacerlos conscientes de la injusticia social (Loyo/Torres Septién 199).

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Se trató de un periodo complejo, pues de manera paralela, entre 1929 y 1934, se implementaron políticas represivas y de persecusión hacia la oposición política de cualquier signo, ya fuera católica o comunista, que generaron circuitos clandestinos de producción y lectura de impresos como arma de la lucha ideológica. El Partido Comunista Mexicano (PCM) estaba en sus años de bolchevización, bajo una lógica de confrontación de clase (Rivera Mir 2020a: 45-73). De esa forma, en estos años en que se impulsó la consolidación del Estado posrevolucionario y su conducción hegemónica de los sectores populares, también se buscó monopolizar la manera en que se discutía sobre la justicia social y lo revolucionario. Las prácticas políticas y los usos del libro que se hicieron, marcaron las propias concepciones sobre las ferias en la segunda mitad de los años treinta.

Educación socialista y marxismo: las ferias durante el cardenismo A partir de 1934 la intervención estatal en materia de educación y edición se incrementó al amparo de una nueva infraestructura y la modificación de la legislación educativa. Durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940) se crearon la Productora e Importadora de Papel S. A. (PIPSA) y el Departamento Autónomo de Publicidad y Propaganda (DAPP), al tiempo que se impulsó la reorganización de los Talleres Gráficos de la Nación, reconvertidos en una cooperativa con participación del Estado (Rivera Mir 2020b: 127 y 128). Asimismo, en diciembre de 1934, se reformó el artículo 3.º constitucional, relativo a la educación, mediante el cual se añadió el adjetivo socialista para caracterizar la enseñanza primaria y secundaria impartida en México. Se ha destacado que se trató de un proyecto callista heredado por el cardenismo a través del “Plan Sexenal” (cf. Senado de la República 2010: 22-26) y también se ha reflexionado sobre la pluralidad de significados de lo socialista, así como la ambigüedad del término. En principio, se trató de una reforma que reivindicaba el derecho del Estado a restringir la participación de la iglesia, tanto en las labores educativas como en los contenidos de la enseñanza, que se pensó científica y racional. En un segundo momento, en pleno cardenismo, se buscó que la educación socialista movilizará a obreros y campesinos en defensa de sus derechos constitucionales. Lo cierto es que la educación socialista convocó una diversidad de agendas en todo México

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a propósito de las misiones sociales atribuidas a la escuela (Quintanilla/ Vaughan 1997: 76-108). Otro dato importante para entender las coordenadas en las que se movía la cultura impresa de la época fue que las relaciones con la oposición también cambiaron. La crisis capitalista y el avance del fascismo en el mundo implicaron nuevos horizontes políticos y nuevas posturas sobre las alianzas de clase entre cupulas sindicales, socialistas, comunistas y socialdemócratas, quienes adoptaron la concepción de los frentes amplios; que Cárdenas supo encabezar. De esta forma, en su administración, considerada reformista y progresista, se dio una apertura política nacional que propició la coexistencia de literatura de izquierda publicada por el Estado con la producida por libreros locales (Rivera Mir 2020a: 76-78). De hecho, la propia SEP tenía funcionarios, profesores normalistas, que se interesaron ya fuera por el materialismo histórico o por la Unión Soviética: José Mancisidor, Alfonso Teja Zabre, Rafael Ramos Pedrueza y Luis Chávez Orozco. Por ejemplo, Ramos Pedrueza publicó una obra extensa, entre la que se encuentra La lucha de clases a través de la historia de México (1936), mientras que Chávez Orozco dio a las prensas una Historia económica y social de México (1938) (Illades 2018: 56-59). Otro polo fue la Universidad Obrera, fundada en 1936 por el polémico líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), Vicente Lombardo Toledano. Lombardo se asumía como marxista, pero nunca militó en el PCM. Tenía una agenda propia. De hecho, la universidad que estuvo asociada a su actividad sindical se pensó como un espacio de vanguardia para la formación de los trabajadores, no solo de México, sino del resto de América Latina, pues tuvo un espíritu internacionalista. Asimismo, fue un centro de reuniones de los principales líderes sindicales del país, desde donde se produjeron una serie de impresos con temática laboral y sindical (Herrera González 2017: 109-113). Es posible pensar que todos los cambios de referentes tanto en la política educativa como en la editorial trajeron consigo un nuevo tipo de ferias, donde el protagonista fue precisamente el libro político. De esta forma, se realizó en julio de 1936 la primera Feria del Libro Revolucionario (figura 1), que el Departamento de Bellas Artes organizó en el patio de la SEP. Una de las colecciones más importantes dentro de la producción estatal del momento era la Biblioteca del Obrero y Campesino, que se dinfundió durante el evento y se integró a la disputa por el mercado de libros marxistas, en curso por aquellos días. Resulta ilustrativo que el primer título

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de la colección haya sido Marx, del profesor normalista ya mencionado, José Mancisidor, impreso en 1935. Otros expositores vinculados a dicha tradición política materializaron este espacio de difusión del libro revolucionario. Las editoriales de la Ciudad de México estuvieron representadas por Ediciones Frente Cultural, Ediciones de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), América, así como Editora Popular. También estuvieron presentes editoriales españolas como Aguilar, Cénit, Zeuz y Lux, que hasta entonces llevaban la delantera en la difusión del pensamiento marxista dentro del mundo hispanohablante. No obstante, mucho iba a cambiar a este respecto en el futuro inmediato, pues la guerra civil española estalló a los pocos días (Rivera Mir 2020b: 127-131). No es mucho lo que se sabe sobre los rasgos que tuvieron las ferias de este periodo, desafortunadamente. Se ha señalado que en 1938 se organizó otra que involucró a la Universidad Obrera y a la CTM, sin que abunden los detalles sobre las dinámicas que propuso a sus visitantes (Cervantes 2019b: 35). No obstante, es posible inferir que, a diferencia de la organizada por Vasconcelos, tuvieron un público más restringido, inmerso en los debates de la organización política y sindical del momento. De hecho, las alianzas y correlaciones de fuerza cambiaron en un lapso muy breve, pues en 1936 estaba en auge la alianza de los comunistas con Lombardo Toledano, pero para 1938 ya se habían distanciado (Spencer 2014: 250-271). Quizá por eso esta última feria se dirigió fundamentalmente a quienes estudiaban en la Universidad obrera o colaboraban con ella. Entre 1936 y 1938 incluso los libros de texto elementales planteaban cuestiones de clase y justicia social, por lo que sería deseable seguir desentrañando los significados del libro revolucionario según los contextos en los que circuló y los usos sociales que se le asignaron. Asimismo, debe destacarse que el mundo de la lectura seguía excluyendo a la mayoría, pues al iniciar la década de 1940 el analfabetismo rondaba el 58,2%, es decir, de los casi trece millones de mexicanos mayores de diez años, más de siete millones no sabían leer (INEGI 2015). En vista de que se identificaba al analfabetismo como un obstáculo para el avance económico y social, se retomaron las campañas de alfabetización. En 1936 se realizó una campaña nacional que no solo involucró a la SEP y al magisterio, también convocó a organizaciones políticas, centrales obreras y campesinas, en consecuencia, con la política de masas del cardenismo. Los mismos actores fueron convocados un año después en torno a la Campaña Nacional Pro Educación Popular. Se les pidió involucrarse en la difusión de la propia campaña y alfabetizar (Loyo 1993: 417-423).

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Entre pabellones de libros: la alfabetización y su puesta en escena Al arrancar la década de 1940 la SEP estaba por cumplir veinte años de existencia y ya había explorado diferentes fórmulas tanto para alfabetizar como para facilitar el acceso masivo a los impresos, ya fueran libros, revistas o folletos. Para entonces se había vuelto una constante la actividad editorial del Estado y esta secretaría tenía un papel clave. Al mismo tiempo, hubo una reconfiguración importante en el terreno político. Las reformas que Cárdenas impulsó trajeron consigo una polarización de la sociedad mexicana, pues así como ciertos sectores comulgaron con el reparto de tierras, la educación socialista y la nacionalización del petróleo, también hubo detractores que temieron, cuestionaron y se opusieron a dichas políticas. Su sucesor, Manuel Ávila Camacho, tejió alianzas precisamente con dichos opositores, fundamentalmente empresarios y ciertos sectores conservadores, al tiempo que adoptó como uno de los lemas centrales de su gobierno el de la Unidad Nacional. Bajo ese manto discursivo quiso dejar atrás las fracturas políticas previas, pero con un éxito relativo (Loaeza 2013: 51-60). A partir este sexenio, las autoridades del Departamento del Distrito Federal (DDF) tomaron la batuta en la organización de las ferias del libro. Así, convocaron a los capitalinos, mediante su departamento de Acción Social, a citas mucho más frecuentes con los impresos y los actores del mundo editorial. Es importante tomar en cuenta que en los cuarenta las ferias no solo se instalaron en una plaza pública del centro de la ciudad, en las calles, sino que tuvieron una gran constancia. Asimismo, un rasgo fuerte de todas ellas fue la manera en que enlazaron la promoción de impresos con las campañas de alfabetización, de ahí que el papel de la SEP siguiera siendo fundamental. El ciclo inició en 1942, cuando se llevó a cabo la Feria del Libro y Exposición Nacional de la Prensa, del 2 al 17 de mayo, en el monumento a la Revolución. El dato no es menor, pues la feria tuvo lugar en la Plaza de la República, en el espacio mismo que simbolizaba el triunfo revolucionario y donde se encontraban las oficinas centrales tanto del partido de gobierno, entonces denominado Partido de la Revolución Mexicana (PRM), como de las centrales campesinas y obreras asociadas a él (figura 1). En la inauguración hubo música, pues tocaron la Banda de Policía y la Orquesta Típica de la ciudad. El presidente Ávila Camacho estuvo acompañado en el palco de honor por Javier Rojo Gómez, regente de la ciudad, y el titular de la SEP, Octavio Vejar Vázquez, así como por diplomáticos extranjeros, que no faltaron en ninguna de las ediciones. En cuanto a la asistencia, se reportaron cien mil visitantes en el primer fin de semana y 120 mil ejem-

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plares vendidos en seis días de feria. Por el lado de las librerías y editoriales estuvieron presentes, entre otros, Librería Porrúa, Librería Anáhuac, Librería y Ediciones Botas, Librería Herrero y Compañía, EDIAPSA, Espasa-Calpe y, desde luego, la SEP. A los diarios los representaron El Universal, La Prensa, El Nacional y El Popular. La feria estuvo abierta de 17:30 a 23:30, en días laborales, mientras que los domingos la actividad fue tanto matutina como vespertina, de 11:00 a 14:00 y de 17:30 a 11:30 (cf. Campos Bravo 1942; El Nacional 1942a; El Nacional 1942b).

Figura 1. Primera Feria del Libro, 1942. Colección Archivo Casasola-Fototeca Nacional, Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)3.

La segunda Feria del Libro y Exposición Nacional del Periodismo ocurrió entre el 15 abril y el 14 de mayo de 1943 (figura 2). Contó tanto con la presencia del presidente como de los secretarios de gobernación y relaciones exteriores, pues daban fe “del gran esfuerzo del régimen por elevar la cultura del pueblo […] al hacer que el libro deje los anaqueles de las librerías y bibliotecas para salir a la calle e ir al encuentro de los lectores” (Campos Bravo 1943: 1). Las crónicas contabilizaron 25 mil asistentes a la inauguración, que también estuvo enmarcada por la música. El discurso de apertura estuvo a cargo de José de Jesús Nuñez, director del Museo Nacional de Historia, quien planteó que la feria se Fuente: Mediateca INAH: (12/02/2021).

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ofrecía “con un amplío contenido popular al hombre de trabajo, al hombre de lucha” (Campos Bravo 1943: 5). Esta edición fue visitada por más de 35 mil personas, además de que contó con 55 expositores que reportaron, en voz del vicepresidente de la Cámara del Libro, Rodrigo García Treviño, la venta de más de quince mil volúmenes en las dos primeras tardes (El Nacional 1943: 1).

Figura 2. Fundación Televisa, Plaza de la República en los días en que tuvo lugar la Segunda Feria del libro, Colección Juan Guzmán [Hans Gutmann], 1943.

La edición de 1944 fue especialmente significativa, por el contexto en que se dio, el de la Campaña Nacional contra el Analfabetismo, lanzada el 21 de agosto de ese año, en el último tramo de la Segunda Guerra Mundial. Aunque México tenía un papel periférico dentro de dicho conflicto bélico, se encontraba en estado de guerra desde que se sumó al bando aliado. En dicha coyuntura se tomaron medidas de emergencia, entre las que se incluyó esta campaña, que obligaba a todo ciudadano mayor de dieciocho años y menor de sesenta a alfabetizar por lo menos a un mexicano mayor de seis años y menor de sesenta. El nuevo secretario de educación y antiguo colaborador de Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, en sustitución de Vejar Vázquez, no solo ponderó que la mitad de los mexicanos eran analfabetos, también

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consideró la necesidad de que la educación llegará a las mayorías para que el país se insertara de mejor manera en el contexto mundial de la época: Un país en estado de guerra no podía limitarse a coordinar determinadas medidas militares y acrecentar su esfuerzo agrícola e industrial a fin de ayudar mejor al aprovisionamiento de sus aliados. El factor más profundo de la resistencia de un pueblo en lucha es la preparación intelectual y moral de sus habitantes. (Torres Bodet 1981: 300)

La convocatoria a la ciudadanía se complementó con el trabajo editorial de la SEP, que imprimió diez millones de cartillas, con llamados a la unidad nacional, para la población hispanohablante, al tiempo que se editaron cartillas en lenguas indígenas. De esa forma, se intentó la alfabetización directa, que era novedosa, pero el objetivo siguió siendo el mismo que habían perseguido las campañas desde inicios del siglo xx: castellanizar a la población, reducir la diversidad lingüística (Torres Bodet 1981: 301). Dos meses después de anunciar por la radio que todos los mayores de edad estaban obligados a alfabetizar, el martes 31 de octubre de 1944, la campaña confluyó con la feria del libro. Ávila Camacho inauguró la tercera Feria del Libro y Periodismo y la primera Exposición de Cine y Radio, junto con Arturo García Formenti, director de Acción Social del DDF. Al convocar a las radiodifusoras y a la industria cinematográfica local, se apostó porque fuera un evento mucho más mediático y que eso tuviera un impacto en su masividad. Se planteó, de hecho, que la radio y el cine eran instrumentos de la educación popular. De ese modo, en la plaza donde se encuentra el monumento a la Revolución se dieron cita 125 expositores (69 librerías y editoriales). Además del presidente y García Formenti, estuvo presente nuevamente Javier Rojo Gómez, regente de la ciudad, así como Jaime Torres Bodet. Las librerías y editoriales que asistieron en esta ocasión eran más numerosas, lo que reflejaba la creciente actividad editorial que en esos momentos registraba México. Estuvieron presentes, entre otros, D. Herrero y compañía, Editorial Jus, Editorial Patria, Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, José Porrúa e hijos, Herrero Hermanos, Librería Avante, Librería Calleja, Librería Navarro, Librería y Ediciones Botas, Porrúa Hermanos y Compañía. Los exiliados republicanos españoles participaron mediante la Editorial Séneca y EDIAPSA, por mencionar solo un par (cf. Jover 1944; Campos Bravo 1944a). La cobertura noticiosa muestra que todos los reflectores estaban en este evento, promovido desde la prensa y la radio, pues asistieron miembros del

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gabinete, el cuerpo diplomático, al igual que embajadores o ministros tanto de América –Cuba, Brasil, Panamá, República Dominicana, Nicaragua, Perú, Canadá y Estados Unidos–, Europa, de Francia y la España republicana, como del bloque socialista: Unión Soviética, Polonia y Checoslovaquia (cf. El Nacional 1944). La mayoría de esos países contaban con un pabellón propio, que complementaban a los que pusieron los estados de la república mexicana (figuras 3 y 4). El escritor y periodista Luis Spota reportó para Excélsior “una multitud de cuarenta mil personas” (Spota 1944: 1), que escuchó los discursos inaugurales, el himno nacional y presenció a las bailarinas del ballet de la ciudad. Por su parte, García Formenti señaló en su discurso que “el gobierno de la República promueve estas ferias porque tienen un claro sentido educativo, con el propósito de fomentar la cultura popular y estimular la producción de los escritores mexicanos” (Spota 1944: 10), con lo que quiso enfatizar el carácter de cita cultural, más que comercial del evento.

Figuras 3 y 4. Stand de Chihuahua en la Feria del libro y Stand de Cuba durante la feria, 1944. Colección Archivo Casasola-Fototeca Nacional, Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) 4.

Alejandro Campos Bravo, redactor de El Nacional que cubrió las ferias desde 1942, relató a sus lectores que la SEP aprovecharía el acontecimiento prácticamente para arrancar las tareas de la campaña nacional de alfabetización, no solo en el Distrito Federal, sino en todo el país: “La Secretaría de Educación Pública aprovechará este suceso cultural para intensificar la propaganda que ha venido realizando a favor de la solución del problema

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alfabetizante y a partir de hoy hará el primer ensayo de la Cartilla editada por la Campaña Nacional Pro Alfabeto” (Campos Bravo 1944b: 6). La feria se convirtió así en un escenario de la alfabetización, con ayuda de los arquitectos, albañiles, pintores y carpinteros, quienes la noche previa a la inauguración montaron los pabellones e iluminaron con electricidad el recinto. Por esa razón, unos de los tres pabellones de la SEP, o stands porque el neologismo empezaba a usarse, funcionó como espacio para que los trece estudiantes más aventajados de la Escuela Normal, supervisados por sus maestros, alfabetizaran a los iletrados durante la feria, con ayuda de la cartilla que se había publicado en el marco de la campaña. Para tal efecto, se simuló un salón, “[…] ya que los estudiantes normalistas se dedicarán diariamente a enseñar a leer y a escribir a cuantas personas se presenten en el stand de la Campaña, que ha sido convenientemente instalado pues cuenta con pupitres individuales, pizarrón y todo el material necesario para el desarrollo del trabajo encomendado a los futuros maestros” (Campos Bravo 1944b: 6). El horario de atención fue de 13:00 a 20:00. Otro stand de la SEP se dedicó en exclusiva a sus colecciones editoriales, mientras el tercero exhibió logros del naciente Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) (El Nacional 1944: 7). En la óptica de quienes cubrieron la feria, entre los concurrentes había “intelectuales, escritores, profesionistas, trabajadores, campesinos, estudiantes y maestros” (El Nacional 1944: 7), que al parecer estuvieron ahí para adquirir impresos (libros y folletos), pues tanto la Cámara Mexicana del Libro como la Asociación de Editores y Libreros Mexicanos reportó la venta de quince mil ejemplares en el primer día de feria, de veinte mil en el segundo. Los récords más altos fueron para la SEP, que ofreció ejemplares de su Biblioteca Popular a 25 centavos. De modo tal que, con su actividad de ese año, la Secretaría fomentaba la alfabetización, al tiempo que difundía materiales de lectura de manera masiva. Eso no impidió que los pabellones de las radiodifusoras estuvieran muy concurridos por la música y los cantantes con los que contaron. Mismo caso con los de cine, donde se exhibieron películas. Dichas actividades debieron generar mucho interés. Al punto que sería difícil saber si los libros eran el principal imán que atrajo al público aquel otoño (Jover 1944). Un último detalle que permite establecer el protagonismo de la campaña de alfabetización en la feria de 1944 fue la propaganda mural patrocinada por la Cámara Mexicana del Libro. En las paredes se leían las siguientes frases: “La revolución se propone acabar la ignorancia”; “Ayuda a liberar a México del analfabetismo”; “¿Sabes leer? Enseña al que no sabe”; “Enseñar a leer es servir a la patria”; “Saber leer y no enseñar es egoísmo” y

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“Analfabetismo. He ahí el enemigo. ¡Atácalo!” Los productores de libros se convirtieron así en aliados gubernamentales en los esfuerzos por erradicar el analfabetismo (Campos Bravo 1944b: 4). Por alguna razón, en 1945 se interrumpió la racha ascendente que tenían las ferias en el Distrito Federal. La pausa fue breve, pues en 1946 se retomaron las actividades con la IV Feria Mexicana del Libro y Exposición Nacional de Periodismo, que se realizó del 4 al 20 de junio y fue la última del sexenio de Ávila Camacho (figura 5). Arturo García Formenti volvió a pronunciar el discurso inaugural, de un evento que reunió 164 stands y pabellones de 18 países, que permiten entender la multiplicación de editoriales y la importancia creciente de las ferias. Se reportaron cincuenta mil asistentes en la inauguración. En esta ocasión bibliotecarios, estudiantes y maestros nutrieron la asistencia. En el caso de los docentes, los convocó el Congreso Interamericano del Magisterio. De nueva cuenta, la SEP continuó con su labor alfabetizadora y volvió a registrar ventas masivas, de más de 39 mil ejemplares de sus colecciones Biblioteca Popular, Pensamiento de América y Cultura Mexicana.

Figura 5. Stand de la W. M. Jackson en la Feria del libro, 1946. Colección Archivo Casasola-Fototeca Nacional, Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)5.



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El cambio de estafeta en el gobierno nacional, asumido por Miguel Alemán Valdés, no fue motivo de interrupción de estas dinámicas culturales y comerciales. La quinta Feria del Libro y Exposición de Periodismo fue inaugurada por él, el 22 de abril de 1947, en un teatro construido dentro del recinto ferial6. Es necesario subrayar que si bien en esta edición desaparecieron la radio y el cine, muchos de los rasgos del ceremonial se fueron asumiendo parte de la tradición, como la presencia de miembros del gabinete y del cuerpo diplomático, así como las representaciones extranjeras. Tampoco podía faltar Fernando Casas Alemán, titular del DDF, así como Efraín Rosado Brito, nuevo director de Acción Social, quien afirmó en el acostumbrado discurso inaugural que: “Es la Feria del libro, la Feria de cultura, de la cultura que empieza a hacerse en México, de la cultura nueva” (El Nacional 1947: 1). Todo ello acompasado por una banda musical y el himno nacional. Es importante destacar que tanto la Cámara del Libro como la Asociación de Libreros y Editores fueron cobrando peso y presencia (Excélsior 1947). El redactor, Francisco Pasolargo, haciendo eco de los discursos gubernamentales, opinó desde El Nacional, que las citas anuales con los libros eran una constante en el calendario cultural de la ciudad: Es un hecho, decíamos, ese arraigo que en el mismo pueblo ha adquirido la celebración de las Ferias del Libro. Nunca como ahora podemos darnos cuenta de que nuestro pueblo siente la vital necesidad de leer. De ahí la importancia de la Campaña Alfabetizadora; de ahí el interés de dichas ferias que, felizmente, se vienen sucediendo sin interrupción. (Pasolargo 1947: 1)

De hecho, entre más constantes eran las ferias, menos se reportaban todos sus detalles. Sobre la SEP solo se mencionó que siguió volcada en sus labores de alfabetización: La Secretaría de Educación presenta esta vez un magnífico acervo de material fotográfico y estadístico, que habla en forma elocuente, de los progresos que se han logrado a través de la Campaña Alfabetizadora. Allí mismo, delante del público que acude al Pabellón de la Secretaría, se demuestra prácticamente cómo se enseña a leer y a escribir al pueblo de México. (Pasolargo 1947: 4) La Cineteca Nacional de México conserva un video corto (1:29 minutos) de dicha edición de la Feria. El video se titula La feria del libro, fue realizado por el Noticiero Mexicano y forma parte de la Colección Miguel Alemán Valdés. Este valioso material se puede consultar en la siguiente dirección electrónica: (12/02/2021).

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En efecto, la Secretaría siguió impulsando y animando por algunos años más foros donde se reproducían los salones de clase y las dinámicas de la alfabetización dentro de las ferias. Dichas dinámicas tuvieron como aspiración principal atraer a los no letrados que llegaban hasta el recinto ferial.

Figura 6. Fotografías tomadas en el pabellón de la SEP (publicadas en SEP 1948: 445).

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El camino de los libros hacia las calles Para cerrar este texto es importante establecer que durante la primera mitad del siglo xx ocurrieron en el Distrito Federal varios procesos simultáneos, que llevaron a libros y otro tipo de impresos de espacios restringidos a lugares de encuentro público. En un tránsito que fue de los espacios académicos y letrados a la calle, al corazón simbólico del nuevo orden posrevolucionario. Las ferias pueden entenderse, así, como parte de las estrategias mediante las cuales se buscó fortalecer el proyecto nacional, la política educativa, la edición nacional, al tiempo que se trabajaba para ampliar al público lector citadino. Estos ceremoniales y exposiciones, que tuvieron como protagonista a los libros, aunque no exclusivamente, fueron en gran medida obra de distintas agencias gubernamentales. De hecho, de la década de 1920 a la de 1950, el DDF y distintos actores del mundo impreso, incluida la SEP, se coordinaron para encabezar las ferias del libro en México, de modo que librerías y editoriales extranjeras, detrás de las cuales había diferentes programas culturales e intereses comerciales o ideológicos, se insertaron dentro de las dinámicas que propusieron los agentes constructores del orden posrevolucionario. De manera fundamental, es necesario subrayar el propósito educativo y de difusión de la cultura escrita que tuvieron estas ferias desde la óptica gubernamental. Sería necesario explorar en otras investigaciones las formas de organización de las librerías y editoriales del periodo para entender mejor el tipo de interacción que se dio con estas iniciativas estatales. Lo mismo podría hacerse con los países invitados a las ferias, el tipo de cooperación, circulaciones y las agendas diplomáticas que se impulsaron, pues desde muy temprano fueron espacios transnacionales. Por el momento puede plantearse que las ferias realizadas en la Ciudad de México convocaron diversas formas de sociabilidad en torno a lo impreso, que iban desde bibliófilos, intelectuales, universitarios y militantes hasta el público iletrado, especialmente en la década de 1940. Mientras los primeros pudieron acudir por materiales para sus labores académicas, de ocio o por intereses políticos, los segundos pudieron haber llegado por interés propio o animados, quizá coaccionados, por terceros; con un sentimiento de extrañeza, de curiosidad o desinterés. Lo cierto es que, en el espacio de las ferias de los 40, los analfabetos se encontraron con las formulas de mediación que ofrecía la SEP, a través de sus estrategias de alfabetización operadas por maestros y estudiantes normalistas, que eran

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castellanizantes, y de sus colecciones populares, en principio accesibles para casi cualquier bolsillo. El carácter mediático de las ferias, con la presencia de la prensa, la radio y el cine, hacía de ellas eventos que iban más allá del mundo de los libros y que alimentaban las dinámicas culturales de la ciudad.

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¿Visibilizar cultura(s) a través de ciudades? El papel de las ferias internacionales del libro y la condición de ciudad invitada de honor1 M. Carmen Villarino Pardo Universidade de Santiago de Compostela2

Introducción Los desafíos recientes derivados de fenómenos de globalización e internacionalización y el peso específico cada vez mayor –también cuantificable a varios niveles– que la cultura ha pasado a tener en estos procesos, permiten detectar un interés (creciente) compartido por muchos países y ciudades en cuestiones de innovación, fortalecimiento institucional, emprendimiento, diversidad cultural o desarrollo sostenible. Así lo confirman, entre otros, Elvira Marco y Jaime Otero (2012), José Carlos Durand (2013) o Alfons Martinell (2014). Igualmente, y como ya señalaba en 1995 Saskia Sassen al analizar el surgimiento de lo que denominó ciudades globales, “el debilitamiento de lo nacional y la ampliación de la mundialización explican la emergencia de otras entidades y escalas espaciales” (Sassen 1995: 33). De modo que, en su opinión, “asistimos tal vez a la emergencia de un nuevo tipo de política transnacional basada en la ciudad” (Sassen 1995: 33). En 2018, un estudio de la ONU sobre el papel creciente de las ciudades en las últimas décadas estimaba que el 68% de la población mundial Este trabajo se integra en el proyecto de investigación “Nuevas estrategias de promoción cultural. Las ferias internacionales del libro y la condición de invitado de honor” (CULTURFIL); financiado por la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación y Fondos FEDER (FFI2017-85760-P). Cf. (19/11/2020). 2 ORCID-ID: 0000-0002-1355-3574. 1

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vivirá en ciudades en 2050 (ONU 2018). A este respecto y como indica José Mansilla –a propósito del rol que tendrán las ciudades del futuro pos-COVID-19–, al destacado papel de las ciudades en las últimas décadas es necesario añadir el hecho de que “desde 2007 la población mundial urbana supera a la rural: 50,14% frente al 49,86%” (Mansilla 2020: 1), con un incremento continuo dado que “según los últimos datos disponibles (Banco Mundial 2020), no ha dejado de acentuarse, llegando a suponer, para 2018, un 55,27% frente al 44,73%” (Mansilla 2020: 1). Él mismo recuerda que, en este nuevo e incierto escenario global, “si bien todo ha cambiado, es muy posible que el papel de las ciudades como motores económicos seguirá estando vigente” (Mansilla 2020: 2). Igualmente, en las últimas décadas, la cultura ha venido ocupando un papel central en los debates y preocupaciones de especialistas en ámbitos cada vez más amplios (sirva como ejemplo el denominado “giro cultural” o cultural turn en el campo de las humanidades y en el de las ciencias sociales), así como en programas e informes de numerosas instituciones de ámbito nacional e internacional. En este trabajo adoptamos una perspectiva de la cultura que parte de las teorías de Iuri Lotman en relación a la “semiosfera de la cultura” (1996), de la “Declaración de México sobre las Políticas Culturales” (Unesco 1982) y de la concepción defendida por Itamar Even-Zohar (2017). De modo que se trata de un concepto amplio que incluye –como recuerda la Declaración de México–, “además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias” (Unesco 1982: 1). Y como apunta Itamar Even-Zohar, en “la concepción de la cultura como herramientas, la cultura se considera como un conjunto de herramientas para la organización de vida, a nivel colectivo e individual” (2017: 77).

Ciudad(es) y ferias internacionales del libro en la actualidad A partir, sobre todo, de 1996, diversos cambios a nivel internacional –con procesos rápidos de urbanización y de globalización– coincidieron con “numerous tensions and contradictions in urban areas” (Duxbury/Hosagrahar/ Pascual 2016: 8). En su contributo, estos autores destacan la centralidad de la cultura para el desarrollo sostenible de las ciudades y el papel estratégico de los gobiernos locales entre la ciudadanía y las comunidades, de un lado, y los gobiernos nacionales y entidades internacionales, por otro; recono-

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ciendo que la cultura, en las ciudades, es “dynamic (not static), intrinsically diverse, and multifaceted” (2016: 17). Este papel destacado de las ciudades –y sus áreas urbanas– en las últimas décadas como espacios de experimentación e implementación para nuevas estrategias de desarrollo y sostenibilidad –incluida la vertiente cultural–, se está visibilizando también en las ferias internacionales del libro (FIL); que, como “entes vivos” que adaptan sus formatos, han ido incluyendo determinadas novedades en sus modelos habituales. Conviene tener presente que, a su vez, estas FIL se localizan en ciudades de diferentes lugares del mundo (París, Buenos, Aires, Guadalajara, Madrid, Barcelona, Frankfurt, Bolonia, Bogotá, etc.) y que, como señalaba en un documento publicado por CERLALC (2018) José Diego González, “las ferias internacionales del libro se han convertido en actividades culturales de innegable beneficio para la ciudadanía”. González apelaba al hecho de que “se trata de instancias que juegan un papel fundamental en la democratización del acceso al libro y de la promoción de la lectura; en la creación de nuevos públicos lectores […]”3 (González 2018: 9). Las FIL han experimentado importantes cambios (Villarino/Galanes/Luna 2021) derivados de nuevos modos de circulación y negocio transnacional, de comunicación –sobre todo, vinculados a las nuevas tecnologías–, de formatos (en concorrencia con los festivales literarios), de actividades –abriendo espacio a nuevas inquietudes (diversidad sexual, feminismos, diversidad funcional y discapacidad, medio ambiente, booktubers, instagrammers, etc.)– y de celebración –sobre todo en la era pos-COVID-194–. Así, observamos cómo, a los modelos conocidos de invitar a países como homenajeados en cada edición de estos eventos o de homenajear “temas”, inaugurados por la Frankfurter Buchmesse y el Salon du Livre de Paris (Weidhaas 2011; Sorá 2013; Muniz Jr./Szpilbarg 2014; Villarino Pardo 2016;

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Datos que también interesan a la organización de las propias FIL como muestra, por ejemplo, el hecho de que en informes como la Encuesta sobre el perfil de los asistentes a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Año 2016 se indiquen informaciones relativas a hábitos de lectura del público (DGEyC 2016). En este periodo de pandemia –y hasta el momento de redacción de este texto–, la mayor parte de las FIL de 2020 habían cancelado sus ediciones presenciales y trasladado sus celebraciones al ámbito digital a través de sus páginas web. Entre otras: Livre Paris 2020, FIL de Buenos Aires 2020, Liber 2020 o Beijing 2020. En el caso de la Feria de Frankfurt, la organización mantuvo hasta el día 8 de septiembre su intención de realizar una feria mixta en 2020 –presencial y online– habiendo finalmente de renunciar a su opción habitual y programando una feria únicamente digital (“Special Edition”).

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Bosshard/García Naharro 2019), en los últimos años son varias las ferias (entre ellas, Salon du Livre de Paris/Livre Paris, FIL de Buenos Aires y, en algún caso concreto, la FIL de Guadalajara) que han abierto un espacio importante de exhibición a presentar nuevos sujetos como invitados de honor (Villarino/Galanes 2017). En ocasiones lo hacen aludiendo explícitamente a una cultura –el caso de la “Cultura Catalana” que ostentó esa distinción en Guadalajara 2004 y en Frankfurt 2007–; a una comunidad autónoma/ región (y su cultura), como ocurrió con Andalucía (2006) y Castilla y León (2010) en la feria de Guadalajara, y, de modo específico, a una ciudad. Esta es la apuesta –desde 2011– del Salon du Livre de Paris/Livre Paris (en paralelo al homenaje a países y otras elecciones)5, de la feria mexicana en sus ediciones de 2009 (Los Ángeles) y de 2017 (Madrid) y, de modo central, de la FIL de Buenos Aires desde 20136. De modo que esta visibilización de ciudades en determinadas ferias internacionales del libro –como los casos indicados– la asociamos al dinamismo creciente de las urbes, al interés actual que despiertan a diferentes niveles y ámbitos y, en relación con ello, al rol más activo de ciertos dirigentes, grupos de poder, gobiernos e instituciones locales por posicionar y diferenciar ciudades a escala internacional. Lo hacen, sobre todo a través de estrategias de “marca” (branding) que, como en el caso de “marca-país”, se convierten en un instrumento de diplomacia cultural y soft power (Saavedra Torres 2012)7. Como señala Morillo (2019: 3), “la marca es hoy uno de los activos más valorados, no solo por empresas y organizaciones, sino también de ciudades y países”; y, en referencia concreta a las urbes, añade que “las ciudades históricas, milenarias, las ciudades recientes, las reinventadas, forman parte de un catálogo geográfico que se expone y se publicita en el mundo globalizado” (Morillo

En 2006 la invitada de honor fue la “Francofonía”; por su 30º aniversario, en 2010, la invitación fue a “Autores”; y en la edición de 2019, también incluyó a “Europa”. 6 La feria no renuncia, sin embargo, a dedicar “días” a países; algunos de ellos, entre los actos más convocantes de alguna de sus ediciones. Es el caso, por ejemplo, del Día de Armenia y del Día de Ucrania en la Feria en 2019 (cf. Feria Internacional del Libro de Buenos Aires: “Los números de la 45a Feria Internacional del Libro de Buenos Aires”. En: [19/11/2020]), con comunidades numerosas en el país sudamericano. 7 Recordemos que el término de “marca-ciudad” o city branding fue definido y, posteriormente, generalizado a partir de la Annual Conference de la Travel and Tourism Research Association’s en 1998 (Blain/Levy/Ritchie 2005: 328). Barcelona es, por ejemplo, una de las ciudades que ha adoptado estrategias de marca-ciudad (Morillo 2019). 5

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2019: 3). De modo que, incluso cuando no adoptan formalmente estrategias de marketing asociadas a marca-ciudad, las ciudades contemporáneas trabajan (también a nivel de símbolos o imágenes) para conseguir una reputación, para resultar atractivas –“fijando valores intangibles” (Morillo 2019: 4)–, para diferenciarse entre ellas y, entre otros aspectos, para generar orgullo de pertenencia entre sus habitantes. En este sentido, se evidencia un interés creciente por mostrar ciudades cuya imagen hace referencia a “marcas” o “distinciones” vinculadas con algún ámbito de la cultura: “Capital mundial del libro”, “Capital europea/árabe de la cultura”, “Ciudad Creativa UNESCO” u otras que proceden del devenir histórico o de ciertas singularidades que las identifican8. En buena medida, estas y otras cuestiones están en la base de la aprobación de la Agenda 21 de la cultura por parte de la Asociación Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU 2008), y del documento Cultura 21: Acciones, aprobado en la primera Cumbre de Cultura de la CGLU (2015). Varias de las dimensiones que abordan los objetivos y compromisos de este documento son incluidas como ámbitos diferenciados en la Red de Ciudades Creativas de la Unesco, creada en 2004 y que actualmente agrupa a casi 250 ciudades a nivel mundial9. La Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU 2014) decidió designar –desde 2014– el día 31 de octubre de cada año como Día Mundial de las Ciudades. Con tal motivo, en esa fecha la Unesco anuncia las nuevas ciudades que cada año se unen a esta red, que reúne aquellas urbes cuyo desarrollo se basa en la creatividad en siete ámbitos diferentes (literatura, cine, artesanía y artes populares, música, diseño, gastronomía, artes digitales). Se trata de ciudades que “se comprometen a situar la cultura en el centro de su estrategia de desarrollo y a compartir las mejores prácticas”10. Como ejemplo, Buenos

Sin entrar ahora en aquellas otras cuya estrategia incluye, por ejemplo, ser sede de Juegos Olímpicos o de una Exposición Universal (Richards/Palmer 2010; Prado 2012: 119-130). Como recuerdan Vila, Kuster y Marín (2016: 196), el investigador Maurice Roche ya señaló que “los megaeventos (incluidos los culturales, de recreación, comerciales y deportivos) tienen un carácter dramático, atractivo y popular de masas y significación internacional”, con participación de autoridades y ciudadanía y suelen ayudar a la consolidación de una imagen de marca vinculada a la ciudad. 9 Cf. Unesco: “Creative Cities Network”. En: (19/11/2020). 10 Unesco: “Día Mundial de las Ciudades: 66 nuevas Ciudades Creativas de la UNESCO”. En:

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Aires fue la primera de esa Red de Ciudades Creativas en el área de Diseño (2005)11; y, por citar otros casos en el ámbito de la Literatura, Montevideo, Medellín y Barcelona se unieron a la Red en 201512. La Unesco está detrás, también, de la designación de Capital Mundial del Libro a una ciudad concreta cada año desde 2001, en que Madrid obtuvo la primera designación. Tras ella, y en este período, han vinculado este indicador de capital simbólico a sus tradiciones las ciudades de Alejandría (2002), Bogotá (2007), Ámsterdam (2008), Buenos Aires (2011), Atenas (2018), Sharjah (2019) y Kuala Lumpur (2020) –algunas de las cuales han sido invitadas de honor en diversas ferias internacionales del libro–; y otras, como Guadalajara –sede de la conocida FIL mexicana–, presentan sus candidaturas para obtener tal distinción en los próximos años. Todas ellas son reconocidas como ciudades que dinamizan diversos programas de promoción del libro y la lectura, además de buscar la participación de la industria editorial a varios niveles13. Igualmente, y a partir de su Convención de 1972 para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural, Unesco distingue determinados lugares que integran redes como la de Ciudades Patrimonio Cultural de la Humanidad14; entre las que se incluye, por ejemplo, la ciudad antigua de Santiago de Compostela desde 1985. Como señala Charles Landry (2004), es necesario tener en cuenta “the panoply of resources which makes a place ‘unique and distinctive’. De modo que, como también indican Melissa Reese, L.C. Malone-Lee y C. Kiang Heng (2012), se combinan diversos elementos de tipo “tangible” e “intangible” a la hora de que “a city is remembered do how it is phisycally shaped” (Reese/Malone-Lee/Kiang Heng 2012: 7). En 2014, la investigadora María Patricio-Mulero publica un trabajo para demostrar que Barcelona podía aspirar a ser ciudad creativa de la literatura en la Red de la Unesco, señalando que la capital catalana tiene “todas sus Unesco: “Buenos Aires, Argentina Ciudad del Diseño de la UNESCO”. En: (19/11/2020). 12 Cf. Unesco: “47 ciudades se unen a la Red de Ciudades Creativas de la UNESCO”. En: (19/11/2020). 13 Cf. Unesco: “Kuala Lumpur nombrada Capital Mundial del Libro 2020”. En: (19/11/2020). 14 Véase la “World Heritage List” de la Unesco, en: (19/11/2020). 11

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credenciales de ciudad literaria, pero es necesario que no le tiemble el pulso ni le fallen las fuerzas” (2014). Entre los argumentos que esgrimía, citaba el hecho de que la ciudad reúne tres dimensiones imprescindibles para ello: la leída, la escrita y la publicada; y, entre otros, refería el hecho de que “también están en auge los esfuerzos para situarla en el mapa literario internacional. Las citas en la Feria del Libro de Frankfurt (2007) y en el Salón del Libro de París (2013) han reafirmado esta vocación global” (Patricio-Mulero 2014). Entre los antecedentes destacados señalaba la celebración del Año del Libro y la Lectura 200515, una iniciativa promovida por el Ajuntament de Barcelona –con Joan Clos como alcalde–, para “impulsar la imagen internacional de Barcelona” (Ajuntament de Barcelona 2004: 1) y, específicamente, en el ámbito de las políticas culturales. Comisariada por el periodista cultural Sergio Vila-San Juan, este proyecto dialogó también con las ferias internacionales del libro en la medida en que estuvo presente, entre otras, en Liber Barcelona 2004 y en la edición de ese mismo año de la FIL de Guadalajara (ICB 2005: 31, 33), en que la Cultura Catalana fue invitada de honor. En esa línea, cuando el Ajuntament de Barcelona presentó oficialmente la candidatura de Barcelona16 a Ciudad Literaria de la Red de Ciudades Creativas Unesco (en cuyo comité participó Patricio-Molero) se hizo énfasis en la apuesta de la ciudad por los diferentes sectores de la cadena productiva del libro, subrayando el papel de las FIL ‒y de Liber como “la primera feria europea del libro en español”17‒ como “oportunidades para los profesionales del sector de implantarse en otros mercados y de abrir el mercado local a nuevos escritores extranjeros” (Ajuntament de Barcelona 2015: 31). Cabe recordar que la comunidad autónoma catalana lidera –y lideraba en aquel momento– junto con la de Madrid el mapa de la edición del Estado español18, destacándose por poseer una estructura de “proyec Cf. Ajuntament de Barcelona: “Barcelona 2005. Año del Libro y la Lectura”. En: http://www.bcn.cat/canalcultura/any_del_llibre/barcelona2005_presentacion_cast. htm (19/11/2020). 16 Cf. Ajuntament de Barcelona/Barcelona Ciudad de la Literatura: “La candidatura UNESCO”. En: https://ajuntament.barcelona.cat/ciutatdelaliteratura/es/oficina-unesco#la_ candidatura_unesco (19/11/2020). 17 Organizada por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), Liber “es la principal feria profesional sobre el libro y el sector editorial en Europa en lengua española” (Guzmán Luna/Ardanuy 2018). 18 Informes sobre El sector del libro en España, 2011-2013 y 2013-15. https://cutt.ly/ 9f9xj1n. 15

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ción global” que se caracteriza por un mayor volumen de obras publicadas, de tirada media y de traducciones. Tras su designación, finalmente, como Ciudad de la Literatura el 11 de diciembre de 2015, la presentación de la edición de 2016 de la Feria Internacional del Libro Liber en Fira Barcelona –que alterna anualmente con Madrid– hizo especial hincapié en esa distinción19. Un hecho que también aparece como significativo a la hora de valorar la participación de Barcelona y la Literatura Catalana como invitadas de honor de la feria de Varsovia en 2016 (González 2019: 342). Y, más recientemente, la presidenta de la Fundación El Libro –María Teresa Carbano– en su discurso de apertura de la 45.ª FIL de Buenos Aires (2019), recordó que la ciudad invitada de ese año –Barcelona– es “ciudad literaria de la UNESCO” (Carbano 2019: 1). Además, en el programa que llevó Barcelona a la feria argentina también estuvo presente Barcelona Ciudad Creativa de la Unesco a través de su coordinadora –Marina Espasa– y de actividades como la presentación de “Barcelona: mapa literario”. Un modo de retroalimentación y sinergias que se complementan y redundan en la adquisición de capitales (simbólico y cultural, especialmente). Ocurre también en otros casos. Así, por ejemplo, Montevideo, Ciudad Literaria de la misma Red, en su dosier de prensa para presentarse como ciudad invitada de honor en la 44.ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (2018) hacía gala de esa condición de Ciudad Creativa Literaria (Intendencia de Montevideo 2018: 7). En otro caso, Buenos Aires asumió su título de Capital Mundial del Libro participando como ciudad invitada de honor en el Salon du Livre de Paris, en su edición de 2011. En este sentido podríamos pensar que ser o haber sido invitada de honor en una feria internacional del libro implica una pertenencia a un grupo, a un club que podría resultar también en una red que visibilice determinadas ciudades elegidas en alguna edición de aquellos eventos que las homenajean. Lo cierto es que, más allá de coincidir las delegaciones oficiales en el acto de “traspaso de testigo” de una a otra –como ocurre con la ceremonia que organizan ferias como las FIL de Buenos Aires o de Guadalajara (“cambio de estafeta”)20–, o de intercambios de información para pensar el pro Cf. Liber Fira Internacional del Llibre: “Fira de Barcelona organitza a l’octubre Liber, la major trobada del llibre en espanyol”, 31 de marzo de 2016. En: http://www.liber. es/ca/notas-de-prensa/-/prensa/detalle/7054921/np-liber-2016 (19/11/2020). 20 Por ejemplo, Santiago de Compostela recibe el testigo de México D. F. en la edición de la FIL bonaerense de 2015 y Barcelona hace lo mismo en la edición de 2018, de 19

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yecto de una nueva invitada21, no nos consta que esa categoría haya sido explorada todavía –y pretendemos abordarlo en el proyecto CULTURFIL–. En este punto, nos hacemos la siguiente pregunta: ¿a quién interesa más la distinción de ciudad invitada de honor22 en una FIL, a la propia feria o a la ciudad homenajeada?23 La FIL bonaerense indica en su página web que, con esta invitación a las diferentes ciudades elegidas, la organización pretende ofrecer en la feria “un contenido cultural especial, rico y distintivo y ayudar al inicio o el fortalecimiento de relaciones comerciales entre ambas industrias del libro”24. Objetivos que confirma una persona con destacadas responsabilidades en la organización de la feria (Representante 1 de la FIL de Buenos Aires)25. En el otro lado, autoridades de algunas de las ciudades invitadas a la feria, inciden en la idea de “privilegio”, “honor”, “oportunidad”, “ventana/vidriera” –también visible en otros análisis de caso de países en relación a qué significa una elección de este tipo (Villarino Pardo 2018). Así, vemos también cómo, con motivo de Buenos Aires haber sido elegida ciudad homenajeada en el Salon du Livre de Paris (2011), el Ministro de Cultura del gobierno de la ciudad, Hernán Lombardi, declaró: “Tomamos esta gran invitación como la mejor vidriera que podíamos tener para lucirnos y mostrar el nivel que tiene Buenos Aires, designada Capital del Libro 2011” (Clarín 2010). En términos parecidos, el alcalde de Barcelona, Xavier Trías, cuando la ciu-



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manos de Montevideo, y lo “traspasa” a la ciudad de La Habana, siguiente invitada. Y en el caso de la FIL mexicana, en 2016, el invitado “América Latina” entrega el testigo a la ciudad de Madrid (2016) como invitada de honor en la edición de 2017. Entrevista realizada en el marco del proyecto CULTURFIL (FFI2017-85760-P) por M. Carmen Villarino Pardo y José Muniz Jr. a Representante 1 del Institut Ramon Llull, en 26/4/2019); y entrevista realizada por M. Carmen Villarino (proyecto CULTURFIL) a Representante 1 del Ajuntament de Barcelona, en 15/5/2019. A partir de ahora, nos referiremos a ellas como CIH. Lo mismo podemos preguntarnos en relación a culturas, países y temas centrales invitados. Al respecto, Peter Weidhaas reconoció, en relación a esta incorporación en la feria alemana, que “la Feria de Frankfrut también se benefició con estas presentaciones de los países” (Weidhaas 2011: 220). Y, como un ejemplo diferente sobre esa repercusión con motivo de la participación de un país como IH, citamos el contributo de Galanes (2021) sobre la participación de Portugal en la FIL de Guadalajara 2018. Feria Internacional del Libro de Buenos Aires: “Ciudades Invitadas de Honor”. En: (19/11/2020). Entrevista realizada en el marco del proyecto CULTURFIL (FFI2017-85760-P) por M. Carmen Villarino Pardo a Representante 1 de la FIL de Buenos Aires, en 26/4/2019.

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dad fue invitada de honor en el Salón parisino en 2013 se refería a este hecho como “es un buen escaparate para mostrar la ciudad, su creatividad y la de sus escritores e intelectuales, para dar a conocer que hay grandes escritores en catalán y en castellano” (La Vanguardia 2013).

¿Las FIL como ciudades? Del análisis de las ferias internacionales del libro –como objeto teórico (entre otros: Flood 2007; Moeran 2011; Sorá 2013) o como objeto de trabajo de campo– surge una hipótesis que formulamos aquí. Se trata de considerar que las FIL son, en buena medida, un tipo de ciudades efímeras/temporales (una cita periódica en el calendario anual, anotada por profesionales de la cadena del libro a nivel local, nacional e internacional; pero también, en algunos modelos de feria, para el público general26); que se montan y desmontan durante el periodo de duración de las mismas –habitualmente, entre los tres días de la Book Fair de Londres y los diecinueve o veintiuno de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires–; que se celebran en recintos físicos que albergan “otras ciudades” también temporales a lo largo del año27 y que se integran en las dinámicas de una ciudad (Barcelona, Bogotá, Bolonia, Buenos Aires, Fráncfort, Guadalajara, Londres, Madrid, París, São Paulo, Shanghai, Sharjah, etc). Ciudades que, a su vez, se alojan en ciudades que visibilizan en sus nombres y con las que dialogan a través de parte de su programa cultural –visible, fundamentalmente, en el caso de los invitados de honor y cuando la programación sale del recinto a la ciudad que lo acoge–; y, de un modo central, con el impacto económico que generan en esa ciudad/región28 vinculado a la industria del libro y, durante ese periodo de feria, a diversos sectores económicos. Como anota Gustavo Sorá (2013: 19), “en tiempo de feria sucede algo fuera de lo cotidiano, como si el ciclo anual de actividades y asuntos culturales allí se condensara. Se acelera el pulso; aumenta la temperatura social: todos van a la feria, estamos obligados a asistir”. 27 Es el caso, por ejemplo, de la Messe Frankfurt de la feria alemana, de las instalaciones de La Rural en el caso de la FIL de Buenos Aires; de Paris Expo Porte de Versailles donde se celebra Livre Paris; de IFEMA Madrid y Fira Barcelona donde decorre Liber; o de Olympia London donde se celebra la London Book Fair. 28 Sobre el tema puede verse el primer informe publicado por la Fundación El Libro, responsable de la FIL de Buenos Aires; precisamente sobre la dimensión económica de la feria a partir de su edición de 2019. “La principal beneficiaria económica de estos rubros es la propia Ciudad de Buenos Aires” (Fundación El Libro 2020: 2). 26

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Estos eventos, fundamentalmente en su habitual modalidad presencial, son un lugar de encuentro –a diferentes niveles– para los diversos agentes del ecosistema del libro dado que, como recordaba el informe de IPA-International Publishers Association de 2017, “book fairs are a moment where many creative professions converge” (IPA 2017: 3). Las FIL reúnen y cuentan en sus ediciones presenciales –y será necesario analizar cómo son los modelos que surgen en el periodo pos-COVID-19– con elementos que recuerdan dinámicas y espacios de una ciudad. En ellas encontramos: “barrios” (es decir: pabellones)29; accesos señalizados, “calles” (pasillos), direcciones preferentes de circulación y plazas; “casas” (estands); bares y restaurantes; habitantes (unos con presencia más estable: responsables y equipo de la organización de la feria, personal de servicios o participantes con vida en esta ciudad durante varios días30; y otros a modo de turistas o visitantes ocasionales –aquellas personas que frecuentan durante horas o días el evento); lugares de referencia y para visitar a modo de “museos”, “catedrales” (sobre todo, determinados stands de grandes grupos editoriales o de invitados de honor) o “auditorios” (para encuentros, emisiones de programas de radio y televisión o para conciertos); “alcalde/alcaldesa(s)” (responsable(s) organizativo(s) de la FIL y su equipo directivo); formas de sociabilidad propias31 derivadas del encuentro presencial “en el lugar” –en el caso de profesionales, tras semanas/meses de contactos y trabajo– y “para el encuentro” –incluidas las fiestas (Vila-San Juan 2007: 103-110) en diferentes stands de editoras, agencias literarias o países–. En este sentido, es ilustrativa la incorporación desde 2016 a la FIL de Buenos Aires de un nuevo espacio en el pabellón amarillo denominado “Nuevo Barrio”, dedicado a albergar editoras (consideradas) independientes que amplíen la bibliodiversidad de las exposiciones de la feria y atraigan nuevos públicos. La propia feria presenta esta incorporación con referencias que aluden a dinámicas de ciudad: “El Nuevo Barrio acoge a sus 12 nuevos vecinos. […] [C]on la palmaria consigna de anualmente renovar a sus residentes: las casas editoras independientes” (Feria Internacional del Libro de Buenos Aires: “El Nuevo Barrio acoge a sus 12 nuevos vecinos en la 45° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires”. En: [19/11/2020]). 30 Como ejemplo, en torno a 2500 personas trabajan diariamente en la FIL de Buenos Aires (Fundación El Libro 2020: 3). 31 En la línea de lo que Sorá identifica al señalar que “las ferias repiten un evento de comunalización en el que se consensúan representaciones y se ratifican elementos del contrato social” (2016: 20) 29

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Por otro lado, podríamos considerar también que las ferias internacionales del libro son un no-lugar32, en el sentido acuñado por Marc Augé (2000). Según el antropólogo francés, Los no lugares son tanto las instalaciones necesarias para la circulación acelerada de personas y bienes (vías rápidas, empalmes de rutas, aeropuertos) como los medios de transporte mismos o los grandes centros comerciales, o también los campos de tránsito prolongado donde se estacionan los refugiados del planeta. (Augé 2000: 41)

Se trata de un concepto ampliamente usado en trabajos académicos e incluso a nivel divulgativo (por ejemplo: Carrillo 2010), al que también han surgido críticas, sobre todo a partir del análisis de casos (entre otros, Korstanje 2006). Según quien fue director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, “si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar” (Augé 2000: 83). Y añade, “el espacio del no lugar no crea ni identidad singular ni relación, sino soledad y similitud” (Augé 2000: 107). Así que, ¿en qué medida lo que ocurre en una FIL “no crea identidad singular ni relación, sino soledad y similitud”? Para ello, proponemos reflexionar a partir de lo que Gustavo Sorá analizó en la feria de Frankfurt y lo que llama “hacerse un lugar” (Sorá 2013: 114) en la feria alemana en que las participaciones –de tipo individual y colectivo– y las diferentes “relaciones de poder” se evidencian en los espacios ocupados en el recinto de la feria. En ese mismo trabajo, el antropólogo argentino afirma que “ir a la feria de Frankfurt es un deseo latente para cualquiera que haga libros, tal como una peregrinación a un lugar santo para un fiel creyente” (Sorá 2013: 118). La tipología de actantes en una FIL es muy diversa (Villarino 2021) y entre ellos se generan, dependiendo del modelo de feria de que hablemos, unas relaciones que se retroalimentan en la edición de cada año; porque allí, como recuerda Sorá33 al analizar el caso de editores independientes argentinos en Frankfurt, van para “ver, aprender, conectarse”.

Cuestión suscitada por un colega en el debate previo a la primera aproximación a este asunto, durante el Simposio Internacional digital Las Ferias del libro 2020 (en: [19/11/2020]). 33 O en la perspectiva de experiencias que comenta Sergio Vila-San Juan en su libro El síndrome de Frankfurt (2007). 32

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De modo que, teniendo en cuenta estas observaciones y que el propio Augé señalaba que “la posibilidad del no lugar no está nunca ausente en cualquier lugar que sea” (Augé 2000: 110), en esta aportación optamos por entender las FIL también como ciudades en las que pueda haber espacios que sean considerados como no-lugar.

Invitadas troyanas En este apartado pretendemos conocer si las ciudades invitadas de honor (CIH) en aquellas ferias internacionales del libro que las incluyen en sus modelos (sobre todo, en el caso de Livre Paris y la FIL de Buenos Aires) se presentan como ciudades o en una fórmula que –como un caballo de Troya amigo– trae en primer plano a la ciudad pero que, al analizar su presencia, mezcla e incluso puede llegar a diluir a la urbe en la cultura del territorio (físico, lingüístico, administrativo, etc.) en que se integra; funcionando a veces la ciudad como metonimia de esa cultura. Para ello, se analizan a continuación dos casos de invitadas de honor en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires: Santiago de Compostela 2016 y Barcelona 2019. La feria de la capital argentina cuenta con más de cuatro décadas de tradición y, en ese tiempo, una historia que incluye cambios de nombre, de lugar, de modelo, de organización y, entre otros, de número de días (Díaz 2019) y que la ha convertido en una de las FIL de mayor duración. Se celebra en una ciudad que cuenta con lo que el escritor y periodista cultural español Juan Cruz señala como el “imán literario de Buenos Aires” (Cruz 2018) y cuya feria aparece asociada con frecuencia –en medios de comunicación escrita o en informes– al más de un millón de visitantes con que cuenta en numerosas ediciones e identificada como: “[el] encuentro literario más relevante de Sudamérica” (Calero, 2015); “la más importante de Sudamérica en el sector”34; “la Feria más concurrida en el mundo de habla hispana y la tercera en términos editoriales”, según la Federación Española de Gremios de Editores (FGEE 2017). Y, en el ámbito argentino, indicaciones que la señalan como “el hito máximo de la industria editorial [ar AECID: “Santiago de Compostela, ciudad invitada en la 42ª Feria del Libro de Buenos Aires”. En: (12/7/2020).

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gentina]” (El Día 2016); “el evento cultural más convocante del país” (Los Andes 2016) –definición que plantea la propia organización de la feria35; o, como sintetiza el investigador argentino Ezequiel Saferstein, “la mediáticamente bautizada ‘fiesta de la cultura’” (Saferstein 2013: 14). Las participaciones de Santiago de Compostela y Barcelona en la condición de Ciudad Invitada de Honor en la FIL bonaerense36 las situaron, en sus respectivas ediciones de 2016 y 2019, en el recinto destinado por la organización para estas delegaciones: un stand de 200 m2 en el Pabellón Amarillo.

Santiago de Compostela (¿Galicia?) La ciudad gallega fue la elegida para esta distinción en la feria bonaerense tras la presencia de Ámsterdam (2013), São Paulo (2014) y México D. F. (2015). En la web de la Feria del Libro de Buenos Aires –y con el título de “Un puente literario y afectivo con Santiago de Compostela“– se destacó en el momento de su elección que Santiago es un referente cultural destacado, con una universidad con más de quinientos años de historia y que fue Capital Europea de la Cultura en el año 200037. Así lo señalaba también el Boletín informativo digital de mayo de 2016 de la Academia Argentina de Letras (AAL 2016: 61); donde leemos: “Con Santiago de Compostela como Ciudad Invitada de Honor de la Feria y otros actos fuera del encuentro, Galicia fue protagonista cultural el último mes en Buenos Aires” (AAL 2016: 60-62). La participación gallega en la FIL de Buenos Aires es una de las constantes de la feria desde su origen, inicialmente a través del Instituto Argentino Entrevista realizada en el marco del proyecto CULTURFIL (FFI2017-85760-P) por M. Carmen Villarino Pardo a Representante 1 de la FIL de Buenos Aires, en 26/4/2019. 36 Conviene tener en cuenta que, según el informe de Comercio Exterior del libro 2018 –el último disponible hasta el momento de redacción de este texto– elaborado por la Asociación de las Cámaras del Libro de España, las exportaciones del sector librero y editorial español tienen a Francia como primer cliente y en segundo lugar –y a mucha distancia– a Argentina (seguida de México – FEDECALI 2018: 29-30, 31). 37 La capital de la autonomía de Galicia es una ciudad relativamente pequeña, que acapara destacadas y numerosas distinciones de nivel internacional (cf. Concello de Santiago: “Patrimonio de la humanidad”. En: [19/11/2020]). 35

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de Cultura Gallega –del Centro Gallego de Buenos Aires– y, posteriormente, del Gobierno gallego38. Ese histórico de colaboración con la feria le ha dado el privilegio de contar con un lugar central en el céntrico Pabellón Amarillo39. En 2016 ese stand ocupaba, en el mismo pabellón, el lugar preferente que la FIL argentina destina a la CIH y era un lugar con librería y auditorio cuyo diseño sugería un “pórtico de la gloria abierto”: una “imaxe gráfica centrada nos símbolos de Santiago de Compostela vinculada aos nomes da literatura galega de todos os tempos”, como se señala en la web Cultura de Galicia 40. El proyecto recibió el Premio Especial Stand de la Feria y en él estaban representadas la Xunta de Galicia, el Concello de Santiago, el Instituto Argentino de la Cultura Gallega y editores gallegos. En 2018 se publicó la Diagnose da cultura galega. Datos para unha estratexia cultural no século xxi (2018), realizada por el Observatorio da Cultura Galega y publicada por el Consello da Cultura Galega –órgano estatutario de la Comunidad Autónoma de Galicia–. En el informe se señala que la producción de libros –centrada en Madrid y Cataluña- llegó a representar en Galicia “entre o 5% e o 6% antes da crise”; situándose en ese momento en torno al 2% (CCG 2018: 371). En el apartado dedicado a la “Edición de libros” se destaca la circulación transnacional del libro y de la literatura gallega, con una referencia específica a la asistencia a ferias internacionales del libro. Así, se explica que con carácter anual y “de acordo coa Asociación Galega de Editores, decídense as feiras que se consideran prioritarias para o mercado galego”. Las FIL de Bolonia, Frankfurt, Guadalajara y Buenos Aires son “escenarios onde a cultura galega adoita estar presente” (CCG 2018: 343). Se señala, de modo singular, el hecho de que, en la FIL de Buenos Aires de 2016, “Galicia tivo unha participación especial, coa designación de Santiago de Compostela como cidade convidada” (CCG 2018: 371 [cursiva de la autora]). El informe concluye, entre otras cuestiones, que debe haber mayor colaboración –respetando la autonomía– entre los agentes de los diferentes sectores culturales y la Administración pública e indica que “feitos como a falta de apoio na presenza da comunidade galega Entrevista realizada en el marco del proyecto CULTURFIL (FFI2017-85760-P) por M. Carmen Villarino Pardo y Francisco Sanjiao Otero a Representante 1 de la Xunta de Galicia, en 22/7/2019. 39 Vid. nota 38. 40 Cultura de Galicia: “Datos básicos da Feira Internacional do Libro de Buenos Aires 2016”. En: (19/11/20220). 38

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nas feiras internacionais do libro, por exemplo, reduce posibilidades” para la proyección exterior (CCG 2018: 421). Ese mismo año 2018 se generó un cierto debate mediático en torno al modelo de participación del sector editorial gallego (a través de la Asociación Galega de Editoras –AGE) y el papel de la Consellería de Cultura y Educación de la Xunta de Galicia41 en las FIL. En la web Cultura de Galicia42 del Gobierno gallego también se señala que la presencia del libro y de autores/as gallegos/as en las FIL más destacadas constituye una de las “principais liñas de promoción de obras galegas nos mercados exteriores” y que se trata de un programa desarrollado junto con la AGE en el que la “Xunta de Galicia asume a organización e coordinación da promoción conxunta, co fin de impulsar a competitividade da literatura galega no mercado internacional”43. De modo que, en el acto en que se dio a conocer la noticia de la elección de Santiago (9 de mayo de 2015) durante el decurso de la 41.ª edición de la feria, estuvo presente, por parte de la futura ciudad invitada de honor, el Conselleiro de Cultura, Educación e Ordenación Universitaria de la Xunta de Galicia, Román Rodríguez. Él fue el encargado de firmar el convenio de traspaso entre CIH de la feria en presencia del representante mexicano y de las autoridades argentinas. En la posterior rueda de prensa, Rodríguez destacó especialmente la histórica relación entre Galicia y Argentina, a través de la emigración y del exilio gallegos al país sudamericano (Friera 2015). Como señaló Silvina Friera para Página12, “se viene la invasión cultural gallega: Santiago de Compostela, la capital de Galicia, […]. La capital gallega es mito, leyenda, es historia” (Friera 2015). En términos parecidos, pero en un texto de síntesis histórico-cultural con referencias específicas a Véase por ejemplo, Xunta de Galicia: “Cultura ofrécelles aos editores galegos un expositor nas feiras internacionais do libro de Frankfurt, Guadalaxara e Liber”. En: (19/11/2020). Y, como muestra de la otra perspectiva, Salgado 2018. En la web Cultura de Galicia se incluye, en “Difusión Exterior del Libro”, un apartado específico para las “feiras internacionais do libro” en el que se explicita la participación de la Xunta en estos eventos (20142017) (Xunta de Galicia: “Feiras Internacionais do Libro”. En: [19/11/2020]). 42 https://www.cultura.gal/(19/11/2020). 43 Xunta de Galicia: “Feiras Internacionais do Libro”. En: [19/11/2020]. Cursiva de la autora. 41

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la literatura y a la historia gallegas, alude la escritora e investigadora María Rosa Lojo (2016) en su artículo para Clarín “Para redescubrir el camino de Santiago”. En él, señala que la ciudad invitada llega “desplegando sus saberes, del teatro a la gastronomía, la emblemática Santiago de Compostela y sus autores protagonizarán la Feria” (Lojo 2016). Estas referencias muestran lo que en este trabajo denominaré perspectiva de llegada, para indicar aspectos de la percepción de la ciudad invitada de honor en la FIL bonaerense en medios y referencias argentinos. En su análisis destacamos –en la línea de lo comentado– diferentes señalamientos que apuntan hacia una, en parte, escasa individualización de Santiago de Compostela como ciudad, asociándola de modo habitual con Galicia/cultura gallega, en su condición también de capital gallega. Así, por ejemplo, el centenario periódico Los Andes publicaba el primer sábado de la feria una noticia en que podemos leer: “Con Manuel Rivas a la cabeza, la delegación gallega que viene al país en nombre de Santiago de Compostela, ciudad invitada, no sólo traerá a escritores sino también a un artista plástico, un cantante y un chef ” (Los Andes 2016). En otros medios se comenta que, junto a la presencia (inusual) de dos ganadores del Premio Nobel de Literatura en la feria –Mario Vargas Llosa y John Coetzee–, las efemérides relativas a Shakespeare, Cervantes, Rubén Darío y Jorge Luis Borges y las novedades de esta nueva edición (Nuevo Barrio –de modo destacado– o el I Encuentro Internacional de Booktubers44), “llega Santiago de Compostela con no pocas expectativas” (Cordeu 2016). Según la periodista argentina Mora Cordeu, “celebran que la apertura de las importaciones les permita vender los libros de autores gallegos que aquí no se editan” y añade: “apuestan por acercar la literatura de una comunidad que en la Argentina de minoría tiene poco” (Cordeu 2016). A ello también se refirieron en sus respectivos discursos el presidente y el alcalde gallegos (21 de abril de 2016). El presidente autonómico, en su intervención quiso recordar que: En los últimos años, la feria ha incorporado novedades que abren más espacio a la juventud, con presencia destacada de youtubers, booktubers e instagrammers. Como ejemplo, el Encuentro Internacional de Booktubers fue uno de los actos más concurridos de la edición de 2019, según la organización de la FIL (Feria Internacional del Libro Buenos Aires: “Los números de la 45a Feria Internacional del Libro de Buenos Aires”. En: [19/11/2020]).

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en Buenos Aires se editaron algunos de los títulos más importantes de la literatura gallega que no podían ver la luz en una España entonces oscura; y los proyectos culturales de la capital del Plata fueron a menudo labrados con las manos de los gallegos albergados en esta ciudad que los recibió con los brazos abiertos. Galicia es un país pequeño, pero un país de palabra45.

Si contrastamos esas percepciones con otras de lo que denominamos perspectiva de salida –la visión transmitida por agentes, informes o medios de comunicación vinculados a la ciudad homenajeada– encontramos que hay varios elementos que apuntan hacia una fórmula que conlleva el binomio Santiago de Compostela-Galicia. Se visibilizó también con la participación –al más alto nivel institucional– en el acto de inauguración de la 42.ª FIL de Buenos Aires el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, y el alcalde de Santiago, Martiño Noriega, con sendos discursos junto a las autoridades presentes y al autor del discurso inaugural, Alberto Manguel; en un acto ya habitualmente escenario de polémicas internas en clave argentina –como también ocurrió en la 45.ª edición, con discurso inaugural a cargo de Rita Segato–. En su discurso, publicado íntegramente –en castellano y gallego– en la versión impresa del Programa de Santiago, Ciudad Invitada, Núñez Feijóo comenzaba subrayando que: “La Feria del Libro de Buenos Aires hace protagonista de su edición 2016 a la literatura gallega, con Santiago de Compostela como ciudad invitada. Galicia recibe con entusiasmo esta oportunidad” (Núñez Feijóo 2016: 4). Para analizar su discurso, utilizamos un programa de visualización de términos conocido como Wordcloud (“nube de palabras”), que muestra en una imagen “a list of the most popular tags, usually displayed in alphabetical order, and visually weighted by font size” (Hassan-Montero/Herrero-Solana 2006: 1) (figura 1). El alcalde de Santiago, por su parte y como tal vez cabría esperar, en su texto de presentación del programa46 señala mucho más el nombre de su ciu Alberto Núñez Feijóo cit. en Bamarte: “Santiago de Compostela y Buenos Aires, unidas en la Feria del Libro”. En: (19/11/2020). 46 Este texto coincide, en parte, con su discurso pronunciado durante la inauguración de la feria en el que comenta: “¿Alguno de ustedes se ha preguntado porque la feria se le dedica este año a una ciudad tan pequeña en su tamaño? […]. ¿Cómo puede ser 45

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Figura 1. Nube de palabras, discurso del presidente Alberto Núñez Feijóo.

dad (“Santiago de Compostela”, “Compostela”, “Santiago”). Aunque Noriega comienza por indicar: “Santiago de Compostela y Buenos Aires, Galicia y Argentina, dos países atlánticos, dos ciudades, dos sociedades que se encuentran unidas por infinitos vínculos afectivos y culturales” (Noriega Sánchez 2016a: 6). En un análisis de su texto del acto de inauguración –también con el programa de nube de palabras Wordcloud y manteniendo únicamente substantivos y adjetivos– obtenemos la siguiente fotografía de referencias (figura 2). En el programa oficial de Santiago de Compostela se insiste en la introducción –sin firmar– que esta distinción de Santiago en el evento arque una ciudad tan pequeña en tamaño, atraiga tantas y tantas miradas?” (Noriega Sánchez 2016b).

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Figura 2. Nube de palabras, discurso del alcalde Martiño Noriega Sánchez.

gentino “constitúe unha oportunidade para a proxección en Buenos Aires da cultura galega e, particularmente, da nosa literatura actual e histórica” (Xunta de Galicia 2016a: 1). Y se añade que, “ser a cultura protagonista da feira nesta edición permite renovar, ao mesmo tempo, as pontes que unen a cultura galega e bonaerense”, reforzando los lazos históricos –sobre todo, a través de la emigración y del exilio gallegos en el país sudamericano– y destacando que “Arxentina foi un país emblemático na construción cultural de Galicia” (Xunta de Galicia 2016a: 1 [cursiva de la autora]). Si observamos la información de la página web de Cultura de Galicia dedicada a “Bos Aires 2016” también encontramos diversas referencias que muestran que Santiago de Compostela, ciudad invitada de la 42.ª FIL de Buenos Aires lleva con ella a Galicia de modo explícito: “O libro

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e a creación galega son os protagonistas”; “Un escaparate para a literatura e a cultura galegas”; “Durante tres semanas, Galicia é protagonista da axenda bonaerense con exposicións, charlas, espectáculos escénicos e proxeccións audiovisuais” 47. Y, si la referencia de consulta es el Informe de participación do Concello de Santiago de Compostela na 42 Feira do Libro-Bos Aires 2016, vemos cómo también en él, además de las referencias esperadas a la ciudad, se señala que la participación en la FIL bonaerense representó “unha oportunidade para a proxección internacional da cultura galega e, particularmente, da nosa literatura actual e histórica” (Concello de Santiago de Compostela 2016: 1 [cursiva de la autora]). Por otro lado, si analizamos la procedencia de los miembros de la comitiva gallega, vemos cómo sus lugares de origen/nacimiento van más allá de la ciudad de Santiago (figura 3).

Figura 3. Procedencia de los miembros de la delegación: ciudades y provincias gallegas, Buenos Aires y “de fuera de Galicia” (y de Buenos Aires/Argentina)48. Autoría propia.

Cultura de Galicia: “Feira do Libro de Buenos Aires 2016”. En: (19/11/2020). Cursiva de la autora. 48 De izquierda a derecha: Santiago de Compostela, Vigo, A Coruña, provincia de Lugo, provincia de Pontevedra, provincia de Ourense, provincia de A Coruña, Buenos Aires y “de fuera de Galicia” (y de Buenos Aires/Argentina). 47

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También en esa embajada gallega en la feria argentina de 2016 hubo una representación editorial que, como se indica en la página Cultura de Galicia, abarca el amplio espectro gallego: “Unha vintena de editoriais de Galicia exhiben e comercializan eses días a súa producción”. Y se añade que el “protagonismo do libro e o diálogo entre autores galegos e arxentinos centran a programación coa que Galicia proxectará o sector editorial neste evento de referencia internacional” 49. El programa de la ciudad compostelana contó, además, con exposicio50 nes y con un festival de cine gallego51 –centrado en su literatura–; con temáticas y organización también en ese ámbito más amplio. Como vemos, el perfil del ciclo de cine y de las exposiciones así como el de la organización de estas apuntan más a una presencia cultural gallega, con un guiño especial a la historia de la emigración y al exilio gallegos en Buenos Aires, que a una ciudad por sí sola. La apuesta por la cultura gallega en el programa vinculado a esta edición de la FIL bonaerense se evidencia también en la presentación (en el recinto ferial) y en la inauguración de la Cátedra Galicia-América, en la Universidad Nacional de San Martín (UN Cultura de Galicia: “Programación Santiago, Cidade convidada”. En: (19/11/2020). Cursiva de la autora. 50 Las exposiciones programadas, dentro y fuera del recinto ferial fueron: “Santiago, cidade ilustrada” (La Rural); “Outros verbos, novas lecturas: Valle-Inclán traducido [1906-1936]” (El Cultural San Martín, organizada por el Consello da Cultura Galega); “Camilo José Cela no seu centenario” (Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales-UCES, organizada por Fundación Pública Camilo José Cela); “Blanco Amor. A mirada e o desexo” (Usina del Arte, organizada por la editora Galaxia/Mar Maior y la Xunta de Galicia); “Galicia imaxinada nas revistas da emigración” (Centro Galicia, organizada por el Consello da Cultura Galega); y “José Suárez. Uns ollos vivos que pensan” (organizada por la Fundación Cidade da Cultura de Galicia). Y la Xunta de Galicia y el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires promovieron conjuntamente el itinerario por los murales del artista gallego Luís Seoane en la ciudad argentina, con motivo de esta edición de la feria (cf. Cultura de Galicia: “Percorrido polos murais de Luís Seoane”. En: [19/11/2020]). 51 “Galicia en cine” tuvo lugar en el espacio cultural Gaumont de la capital argentina durante la FIL de Buenos Aires 2016 (28 de abril-4 de mayo), con películas en castellano y gallego (subtítulos en castellano) que incluían animación y el ciclo “Galicia en documental”. Fue organizado por la Axencia Galega das Industrias Culturais (AGADIC), en colaboración con la agencia española AECID (Cf. Cultura de Galicia: “Galicia en cine”. En: [19/11/2020]). 49

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SAM-Buenos Aires), con la codirección del escritor Manuel Rivas –uno de los promotores de la iniciativa–52. El proyecto de Santiago de Compostela, Ciudad Invitada fue un programa único –Xunta de Galicia 2016a– y diseñado por la Consellería de Cultura, Educación e Ordenación Universitaria de la Xunta de Galicia53 que contó con la colaboración de la Concellería de Acción Cultural del Concello de Santiago de Compostela54. La aportación concreta del Ayuntamiento de la ciudad se visibilizó en la organización del ciclo Compostela Colateral –incluido en la programación gallega–, que implicó la celebración de actos dentro (incluido el estand oficial) y fuera del recinto ferial (entre ellos, la librería Eterna Cadencia o el Auditorio del Centro Cultural Matienzo); la participación de cuatro personas invitadas por el Concello (Clara Gayo, Teresa Moure, Antón Lopo y Diego Ameixeiras) en varias actividades –organizadas por la productora artística argentina Sofia Medici (Representante 1 del Concello de Santiago de Compostela)–; o la presentación del Mapa Literario de Compostela, una idea original del colectivo Compostela Literaria55. La presencia gallega en la capital bonaerense aprovechó la cita de la FIL para integrar en el proyecto a las diferentes colectividades gallegas en el país56. Cf. Noticias UNSAM: “Lectura Mundi presenta la cátedra Galicia-América”. En: (19/11/2020). 53 Véase, por ejemplo, la Resolución de 14/3/2016 de la Consellería de Cultura, Educación e Ordenación Universitaria del Gobierno gallego donde se hace pública la formalización del contrato para servicios de viajes, alojamiento, traslados y manutención de las personas participantes en el programa de actividades que “desenvolverá a Xunta de Galicia na Feira do Libro de Bos Aires 2016”, con un presupuesto “base de licitación: 123.966,94 €, IVE excluído” (Xunta de Galicia 2016b). El presupuesto que destinó el Concello a esta participación fue de 15.203,53 € (Concello de Santiago de Compostela 2016: 4). 54 Entrevistas realizadas en el marco del proyecto CULTURFIL (FFI2017-85760-P) por M. Carmen Villarino Pardo y Francisco Sanjiao Otero a Representante 1 de la Xunta de Galicia, en 22/7/2019; y a Representante 1 del Concello de Santiago de Compostela, en 15/3/2019. 55 Cf. Concello de Santiago: “Compostela Colateral e o Mapa Literario de Santiago, achegas do Concello para a Feira Internacional do Libro de Bos Aires”. En: (19/11/2020). 56 Así, además de diversos actos institucionales (Xunta y Concello), se programó una de las exposiciones en la sede –Centro Galicia– de la asociación civil argentina que agrupa diferentes colectivos de la emigración gallega en el país; se organizaron diversos actos en contacto con estos grupos –como Terzo da fala– y, como señaló Representante 1 de la 52

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También en el caso de Barcelona hubo un cuidado en integrar la colectividad catalana en Argentina57.

Barcelona (¿Cultura de los territorios de lengua catalana: Cataluña, Andorra, Comunidad Valenciana, Islas Baleares?) Entre los días 23 de abril y 13 de mayo de 2019 Barcelona fue la ciudad homenajeada en la 45.ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires58. Como hemos señalado, se trata de una nueva participación de autorías de Cataluña en una FIL59; a través de fórmulas que incluyen, dependiendo del caso, “Cultura catalana” o “Barcelona ciudad invitada”. En esta ocasión la responsabilidad fue del Ajuntament de Barcelona, el Institut Ramon Llull (IRL) y el Institut Català de les Empreses Culturals (ICEC) junto a la Fundación El Libro y a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. La organización de la participación –a medias entre IRL y Ajuntament barcelonés60, aunque liderada fundamentalmente por el IRL– contó con el apoyo del ICEC para la “producción y organización” del stand (Barcelona, Ciudad Literaria 2019a: 10).



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Xunta de Galicia, se donó buena parte de los libros que integraron la librería del stand de Santiago a bibliotecas y al Instituto Argentino-Gallego Santiago Apóstol, de Buenos Aires –cf. entrevista con Representante 1 de la Xunta de Galicia (22/7/2019), por M. Carmen Villarino Pardo y Francisco Sanjiao (Proyecto CULTURFIL)–. En esa ocasión, sobre todo a través de la colaboración con el Casal de Catalunya en Buenos Aires como voluntarios, de la organización de actividades en sus centros y de una donación de volúmenes de la librería del estand –que contó con “alrededor de 700 títulos y de 10.000 ejemplares” a esta institución y a bibliotecas de la ciudad. Véase: Institut Ramon Llull: “Barcelona Ciudad literaria/Estand”. En: (19/11/2020); y Entrevistas con Representante 1 del Instituto Ramon Llull (26/4/2019, realizada por M. Carmen Villarino Pardo y José Muniz Jr.) y Representante 1 del Ajuntament de Barcelona (15/5/2019, realizada por M. Carmen Villarino Pardo) (Proyecto CULTURFIL). Cf. Institut Ramon Llull: “Barcelona Ciudad literaria”. En: (19/11/2020). En 2017, Cataluña y las Islas Baleares fueron las invitadas de honor en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia (“Sharing a Future. Books in Catalan Bologna 2017”). Incluso a nivel de presupuesto, ya que del total de “520.000 euros” (Estudio 2020: 5), cada una de estas dos instituciones financió alrededor de 200.000 euros (entrevistas con Representante 1 del Institut Ramon Llull [26/4/2019] y Representante 1 del Ajuntament de Barcelona [15/5/2019], Proyecto CULTURFIL).

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El Institut Ramon Llull es un organismo público y, entre sus objetivos, también “se preocupa de difundir el conjunto de la literatura catalana en ferias del libro” 61. El hecho de ser el IRL –un consorcio que integra a la Generalitat de Catalunya, al Govern de les Illes Balears y al Ajuntament de Barcelona– el encargado de llevar más directamente las riendas de esta participación explica, en parte, la dimensión más amplia del programa, aunque trabajando de modo conjunto en todo el proceso con el gobierno municipal. En el ‘saber hacer’ (know-how) del IRL está también la organización, junto a otras instituciones colaboradoras (entre las cuales, el Ajuntament de Barcelona), de la participación de Barcelona en 2013 como (tercera, tras Buenos Aires y Moscú) ciudad invitada de honor en el Salon du Livre de Paris con veinticinco autorías catalanas –en catalán y en castellano– con obra traducida al francés. En su memoria anual de 2013, se destaca que “el programa d’activitats ha reflectit la riquesa creativa de la ciutat de Barcelona i, especialment, de la literatura catalana”62 (IRL 2013: 9). Durante el proceso previo, el entonces director del IRL Vicenç Villatoro, declaraba: “Que la invitada sea la ciudad y no la literatura o la cultura ahorrará de entrada los debates que envenenaron la participación catalana en la Feria del Libro de Fráncfort en el 2007” (Alós 2012); en alusión a la polémica que generó la selección de autores/as únicamente en catalán para representar la “Cultura Catalana” invitada de honor en la Feria de Frankfurt de 2007. Y añadía: la “marca Barcelona y la marca Catalunya irán asociadas y la literatura en lengua catalana tendrá un papel central” (Alós 2012 [cursiva de la autora]). Ese mismo año, el IRL capitaneó también la participación catalana en otras cinco FIL, además del Salon du Livre de Paris: Londres, Turín, BookExpo America (Nueva York), Göteborg y Frankfurt (IRL 2013: 15). Como vimos a modo de ejemplo en estas referencias, si en esa experiencia anterior como ciudad invitada en el evento francés la presencia se amplió más allá de la Ciudad Condal, en el caso de la feria bonaerense y dado Institut Ramon Llull: “¿Qué es el Institut Ramon Llull?”. En: (19/11/2020). 62 Las actividades incluían homenajes a “quatre autors del patrimoni literari” (Joanot Martorell, Josep Pla, Mercè Rodoreda y Manuel Vázquez Montalbán); aludiendo así a la dimensión más amplia de la literatura catalana y a una propuesta de la literatura como un bien –que también puede ser transformado en herramienta– en el sentido apuntado por Even-Zohar (2017: 76-85). 61

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su formato, la invitada fue también la ciudad de Barcelona; quien acudió con el lema “Barcelona Ciudad literaria” y un programa extenso de actividades literarias y culturales que se resumen en el dosier oficial (Barcelona, Ciudad invitada 2019b). En él, se presenta una ciudad literaria en sentido extenso, señalando que “Barcelona ejerce de núcleo de la literatura catalana que se escribe desde Cataluña, la Comunidad Valenciana, las Islas Baleares, la Catalunya Nord (Francia) y Andorra, territorios de habla catalana” (Barcelona, Ciudad Invitada 2019b: 10). La marca visual –y su señaléctica– de Barcelona, Ciudad Invitada traía ecos explícitos del logo63 de Barcelona Ciudad Creativa de la Unesco y fue especialmente trabajada por la organización de la delegación, que buscaba una mayor visibilidad de la ciudad invitada en el recinto ferial64. De hecho, fue incluso incorporada en sus stands –Pabellón Verde– por grupos editoriales65 de referencia como Planeta66 o Ediciones B. Esa Barcelona que amplía de modo explícito sus límites más allá de la ciudad –capital de Cataluña– al territorio lingüístico en catalán está muy presente en el programa que presentó la CIH en la FIL de Buenos Aires 2019. De hecho, se especifica que “el programa busca promover escritores de Barcelona, Cataluña, Comunidad Valenciana, Andorra e Islas Baleares en Argentina, desarrollar lazos de intercambio cultural entre Barcelona y Buenos Aires y reforzar la presencia de la literatura de origen catalán en la Argentina”67. Como señaló la Representante 1 del Institut Ramon Llull en Elaborado por el estudio barcelonés Soon in Tokio, “el diseño se ha inspirado en el logotipo de la Ciudad de la Literatura de la UNESCO, y se ha evolucionado convirtiendo el asta de la ‘B’ en un libro” (Nerín 2018). 64 Según la Representante 1 del Institut Ramon Llull (entrevista del 26/4/2019, por M. Carmen Villarino Pardo y José Muniz Jr.), la delegación catalana había solicitado a la organización de la Feria cambiar esa ubicación por un lugar más central, en el pabellón verde –donde se sitúan Grupo Planeta y Penguin Random House, entre otras destacadas editoras–. El “pabellón principal”, como lo califica Saferstein (2013: 14). 65 Conviene recordar que, como señaló Gustavo Sorá (2013: 111), “los grandes grupos montan stands en amplios espacios con tecnologías publicitarias acordes a sus objetivos”. 66 Entrevista con la Representante 1 del Institut Ramon Llull (26/4/2019, por M. Carmen Villarino Pardo y José Muniz Jr.). 67 Institut Ramon Llull: “Barcelona presenta la programación de más de 100 actividades como Ciudad Invitada de Honor a la Feria del Libro de Buenos Aires”. En: (19/11/2020). 63

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entrevista al proyecto CULTURFIL, Barcelona, Ciudad Invitada pretendían que fuese “un paraguas” que acogiese esa diversidad, porque, en su opinión, “Barcelona somos todos”68. A nivel organizativo y comunicativo quedó visible también que Barcelona no iba sola a Buenos Aires, sino que lo hacía llevando de la mano –o “en su interior”, a modo de paraguas o como un caballo de Troya amigo– una cultura: la del territorio lingüístico en catalán. Varios ejemplos nos lo muestran, indicándonos cuál era la perspectiva de salida a que nos hemos referido: a) La procedencia de las diferentes personas invitadas en la comitiva y la referencia explícita a esos orígenes –en el mapa de lugares de lengua catalana– además de la Ciudad Condal, a nivel de medios de comunicación y en el programa. La programación incluye –entre ilustradores/as y escritores/as– 43 autorías de Barcelona y 13 procedentes de las Islas Baleares, la Comunidad Valenciana y Andorra. Era “un tetris complejo” (Abella 2019), como lo refirió la directora del Institut Ramon Llull, Iolanda Batallé; “para mostrar la literatura catalana en todo su conjunto y el vínculo de todos estos otros territorios de habla catalana con la capital literaria” (Barcelona, Ciudad Literaria 2019a: 7). En ese programa oficial se recogen las palabras de la responsable de Cultura de la Generalitat de Catalunya, Mariàngela Vilallonga, quien señala que “nos honra que la ciudad y, por extensión, Cataluña, esté presente en esta 45.ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires como ciudad invitada” (Barcelona, Ciudad invitada 2019b: 3). La consejera –que no estuvo presente físicamente en la cita argentina69– envió una carta que fue leída por Batallé. En ella, indicaba referencias que mezclaban Barcelona y Cataluña al señalar que, en esa nueva edición de la FIL argentina, “la ciudad de Barcelona responde a su poder de representación e irradiación convocando a escritores del resto de territorios de habla catalana: Islas Baleares, País Valenciano, la Catalunya del Norte (en el Estado francés), y Andorra” (Vilallonga 2019: 1). Entrevista con Representante 1 del Institut Ramon Lull (26/4/2019, por M. Carmen Villarino Pardo y José Muniz Jr.). 69 En ese acto tampoco pudo estar presente la alcaldesa de la capital catalana, Ada Colau, quien sí participó en la rueda de prensa de febrero de 2019, en Barcelona (cf. Institut Ramon Llull: “Barcelona, Ciudad invitada de Honor en la 45ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires”. En: [19/11/2020]). En la FIL, el Ajuntament de la ciudad estuvo representado por el Comisionado de Cultura, Joan Subirats. 68

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b) La colaboración, en la organización, de diversos gobiernos y entidades: Gobern Illes Balears, Generalitat Valenciana y Gobern d’Andorra; además del Gremi d’Editors de Catalunya, Editors.cat, Acción Cultural Española, Fundaciò Ramon Llull y Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Como muestra de ello, la página web de la Conselleria de Cultura, Participació I Esports del Gobierno balear publicaba el 20 de febrero de 2019 una noticia en que se destacaba el hecho de que: “Seis autores de las Illes Balears viajan a la 45ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires”70; en referencia a la participación de Sebastià Alzamora, Aina Bestard, Gabriel Janer Manila, Llucia Ramis, Antònia Vicens y Antoni Vidal Ferrando en la comitiva oficial. Se hacía hincapié, igualmente, en que el programa en la FIL bonaerense “quiere promover los autores catalanes (de Barcelona, Cataluña, las Illes Balears, País Valencià y Andorra) en la capital argentina”; con la puntualización de la consejera Fanny Tur de que, así, “dibujamos el mapa de país completo”. En su opinión, esta presencia de autores/as baleares “es un motivo que demuestra la utilidad de que las Islas Baleares formen parte del Instituto Ramon Llull”. c) La visibilización de la industria creativa –sector editorial– y de la cultura catalanas –además del foco en la ciudad de Barcelona– en las diferentes actividades culturales organizadas con motivo de la participación en la FIL. Entre ellas, en el proyecto “Desiderata. Bibliotecarios españoles en las ferias del libro americanas”. Se trata de una iniciativa comisariada por Carme Fenoll y gestionada y financiada por Acción Cultural Española (AC/E) que llevó a cuatro “bibliotecarios de Barcelona y Cataluña”71 a encuentros con colegas argentinos durante la 45ª FIL de Buenos Aires. En el campo editorial, esa presencia catalana también fue clara desde la perspectiva de salida. Así, desde el propio Institut Ramon Llull y ya desde el momento de la presentación del programa72 se explica que “40 editoriales catalanas participarán en la FIL Buenos Aires bajo el paraguas del stand de Govern Illes Balears: “Seis autores de las Illes Balears viajan a la 45ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires”. En: (19/11/2020). 71 AC/E: “Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2019”. En: (19/11/2020). 72 cf. Institut Ramon Llull: “Barcelona, Ciudad invitada de Honor en la 45ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires”. En: [19/11/2020] Entrevistas con Representante 1 del Institut Ramon Lull (26/4/2019, por M. Carmen Villarino Pardo y José Muniz Jr.) y Representante 1 del Ajuntament de Barcelona (15/5/2019, por M. Carmen Villarino Pardo). Institut Ramon Llull: “Barcelona presenta la programación de más de 100 actividades como Ciudad Invitada de Honor a la Feria del Libro de Buenos Aires”. En: (19/11/2020). Institut Ramon Llull: “Barcelona Ciudad literaria/Exposicions”. En: (19/11/2020). Se trata de: “Visita Barcelona en 32 ilustraciones”, comisariada por Gloria Gorchs y Pep Molist del Consejo Catalán del Libro Infantil y Juvenil (CLIJCAT), como la muestra “oficial” para la FIL (entrevista con Representante 1 del Institut Ramon Llull [26/4/2019, por M. Carmen Villarino Pardo y José Muniz Jr.]); “Literatura catalana, un mirador abierto al mundo”, comisariada por Julià Guillamon y organizada por la Fundación Ramon Llull, con la colaboración del Gobierno de Andorra; y, fuera de La Rural, “Barcelona-Buenos Aires: un puente de libros”, comisariada por Julià Guillamon y con organización del Servicio de Bibliotecas de la capital argentina y el Consorcio de Bibliotecas de Barcelona.

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Aires –el día 30 de agosto de 2018, con presencia de autoridades argentinas y catalanas–; posteriormente, en la presentación celebrada en Barcelona (18 de febrero de 2019, también con representación institucional de la Fundación El Libro) y en el propio decurso de la feria, las referencias en medios de comunicación hacen eco a una Ciudad Invitada de Honor en la feria bonaerense que va más allá de Barcelona. Así, por ejemplo, Silvina Friera (2018) hablaba de “Cataluña en la Rural” en Página12; y March Mazzei publicaba en febrero de 2019 para Clarín –uno de los dos medios argentinos invitados a la rueda de prensa organizada en Barcelona– que la representación de Barcelona sería “una muestra de ‘la literatura catalana en todo su conjunto y el vínculo de todos estos otros territorios de habla catalana con la capital literaria’” (Mazzei 2019a [cursiva de la autora]). De hecho, comentaba en aquel momento que esos autores “forman un corpus heterogéneo que invita a hacer conjeturas” y las formula: “¿Es Barcelona la invitada o la cultura catalana, como fue en la Feria de Frankfurt 2018 [sic], donde no hubo ni un solo que escriba en español?” (Mazzei 2019a). Ya en el inicio de la 45.ª edición de la feria, este periodista volvía a comentar en el mismo diario argentino la procedencia diversa de la comitiva de Barcelona, integrada por cuarenta editores catalanes, y “autores que escriben en catalán, catalanes que escriben en español para el mercado internacional”, argentinos residentes en la ciudad condal y, otros/as, “de las Islas Baleares, la Comunidad Valenciana y Andorra, gobiernos a los que el Instituto Ramón Llull representa” (Mazzei 2019b). La periodista Diana Fernández, de La Nación –el otro diario invitado por la organización catalana a la presentación en Barcelona–, destacó en febrero el diverso “menú cultural” que Barcelona llevaría a la FIL de Buenos Aires. Una ciudad que, según Fernández, tras cuestionar cuál es el papel de una urbe en la actualidad, presentó su “relato” para la feria sudamericana con una delegación variada de autorías con procedencias más allá de Barcelona –en lugares “donde también se habla catalán” (Fernández 2019a)–. Y ya al inicio de la feria destacó la condición de Barcelona como ciudad creativa literaria de la Unesco (Fernández 2019b). Como ha señalado el investigador Fernando García Naharro cuando aborda –especialmente– las exposiciones de Barcelona en la feria argentina, “it is never easy to divorce the capital city from its broader historical context, however, when the Catalan organizers looked for features of special value through which to present Barcelona to the world (García Naharro 2020: 9).

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A modo de conclusiones La Feria de Frankfurt de 2020 se presentó con el subtítulo de “Special Edition 2020”, y, en su web, podíamos leer un mensaje claro: “All together now – On air. At the fair. In the city”77; con un apelo directo a la ciudad, aquella que habitualmente la alberga de forma física, económica y –diríamos incluso en una relación recíproca– identitaria. También en el año 2020 cargado de excepcionalidades derivadas de la pandemia por COVID-19 veíamos cómo la Fundación El Libro publicó el primer informe sobre la dimensión económica de la feria, donde se reitera la idea de que el “reconocimiento internacional de la Feria refuerza y prestigia la imagen argentina en el exterior” y se añade: “cuando se vende la Feria, se vende la ciudad que lleva su nombre y el país entero” (Fundación El Libro 2020: 6). Esa vinculación de ciudades y eventos de tipo cultural que organizan –en este caso, ferias internacionales del libro– nos recuerda la apuesta que determinadas urbes vienen realizando para consolidar su prestigio a nivel nacional e internacional. Estrategias que también se observan cuándo ciudades protagonizan algunos de esos eventos, como ocurre con la categoría de ciudad invitada en FIL. En este caso, y a partir de los ejemplos analizados, hemos observado que, al menos cuando la ciudad es también capital administrativa y cultural de un territorio, resulta difícil diferenciar entre ciudad y cultura a la que pertenece; sobre todo si en el plano organizativo (programa, financiación, comunicación) las entidades responsables no son únicamente municipales. En esos casos, como hemos visto para Santiago de Compostela y Barcelona en la FIL de Buenos Aires, las ciudades invitadas de honor no viajan solas y llevan con ellas su cultura, tanto para quienes organizan la expedición como para quienes la reciben; y esa participación contribuye a fortalecer una idea de “marca-ciudad” y de “marca-cultura”. Se constata así cómo la producción literaria y cultural de una ciudad puede funcionar como un bien y como una herramienta (en el sentido de Even-Zohar 2017) para la colectividad en que se integra. Dado que en este periodo de pandemia por COVID-19 se pretende que la presencialidad habitual en ferias internacionales del libro sea substituida por encuentros, reuniones y contenidos que nutren –en la mayoría Frankfurter Buchmesse: “All together now – on the air, at the fair & in the city!”. En: (19/11/2020).

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de los casos– parte de sus ediciones digitales de 2020 y que se aplace el encuentro físico personal, debemos tener en cuenta que también aplazan el (re)surgimiento de estas ciudades efímeras/temporales en la(s) ciudad(es) que la(s) alberga(n), con el impacto simbólico, económico y cultural que en ellas suelen producir estos encuentros periódicos.

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Experiencias y expectativas del público relacionadas con el formato de los países y ciudades invitados de honor en las ferias internacionales del libro de Frankfurt y Guadalajara. Un repaso por las encuestas realizadas entre 2017 y 20191 Marco Thomas Bosshard Europa-Universität Flensburg

Datos generales y metodología de las encuestas En los años 2017, 2018 y 2019 se realizaron, en el marco del proyecto “Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica” y con el apoyo imprescindible de una decena de estudiantes de la Universidad de Flensburg, tres encuestas en la Feria del Libro de Frankfurt basadas en un cuestionario siempre idéntico en gran parte de las preguntas y con un total de 1055 entrevistas (368 en 2017, 378 en 2018 y 309 en 2019)2. En cada año, se presentó en la feria un país distinto asumiendo el papel y la función

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Este artículo forma parte del proyecto “Ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica”, financiado por la Deutsche Forschungsgemeinschaft (DFG, Fondo Alemán de Investigación), no. de proyecto 317687246. Hablamos de “entrevistas” (en vez de “cuestionarios”) porque los cuestionarios, salvo en casos muy escasos y etiquetados, no fueron rellenados por las propias personas consultadas sino, en forma de entrevista real con ellas, por los colaboradores y estudiantes del proyecto. Así, se pudo, en la mayoría de los casos, garantizar que los formularios fueran rellenados completamente.

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del así llamado “invitado de honor”: Francia (y parte de la la francofonía internacional) en 2017 (cf. Bosshard 2018 y Bosshard/Brink/Hertwig 2018), Georgia en 2018 y Noruega en 2019. Cada año, alrededor de un tercio de todas las entrevistas se llevó a cabo en el pabellón del respectivo invitado de honor –una vasta área de más de 2000 metros cuadrados con exhibiciones, exposiciones de libros y podios de debate, etcétera– para poder averiguar en qué medida las respuestas dadas allí difieren de las respuestas obtenidas en otras zonas predefinidas de la feria. Originalmente, el formato del país invitado de honor se estableció en Frankfurt en el año 1988. La Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara adoptó un formato semejante a partir de 1993. Para observar y comparar la recepción de este formato tanto por el público alemán como por el mexicano, realizamos también una encuesta en la FIL 2017 con 345 entrevistas basadas en el mismo cuestionario utilizado ya en Frankfurt –de las cuales también alrededor de un tercio fueron efectuadas en el pabellón del invitado de honor con un tamaño máximo de 1183 metros cuadrados (aunque en los años de nuestras encuestas en México, los invitados de honor tan solo ocuparon entre 500 y 600 metros cuadrados)–, seguida por un sondeo más pequeño en 2018 con 65 entrevistas, esta vez todas limitadas al público presente en el pabellón del invitado de honor. En la encuesta de 2017 colaboraron estudiantes de Flensburg junto con estudiantes de la UAM-Iztapalapa instruidos por Freja Cervantes; las entrevistas en 2018 las dirigió Matteo Anastasio, nuestro colaborador del proyecto, que en su trabajo enfoca las estrategias mediales y estéticas en los distintos pabellones de las ferias. Mientras que el invitado de honor de la FIL de 2018 fue Portugal, en el año anterior se había elegido la ciudad de Madrid, alterando así la costumbre de invitar a países o regiones. Con la excepción de las entrevistas en la FIL 2018, restringidas a personas presentes en el pabellón del invitado de honor, Portugal, todas las encuestas se realizaron al azar en los pasillos de casi todas las áreas temáticamente diferentes de cada feria durante cuatro días y con un promedio de entre 80 y 100 entrevistas diarias. En Frankfurt, estas entrevistas se efectuaron tanto durante dos días reservados a los profesionales de la industria editorial (jueves y viernes), así como en los dos días de acceso libre para el público no profesional (sábado y domingo). En Guadalajara no se suele distinguir entre días profesionales y días abiertos al público no profesional, sino que el sector profesional tiene acceso exclusivo durante ciertas horas de los primeros días de la feria, mientras que el público general en estas fechas solamente puede acceder a partir de la tarde. Allí también nos esforzamos

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por alcanzar un equilibrio entre la cantidad de entrevistas realizadas durante las horas profesionales y la cantidad de entrevistas efectuadas en las horas de acceso libre para el público no profesional. De este modo, los resultados obtenidos representan a casi todos los grupos de público presentes en las dos ferias del libro. Sin embargo, decidimos no entrevistar a niños y jóvenes menores de edad ni tampoco, salvo en casos muy excepcionales, a los cosplayers presentes, sobre todo, en la feria de Frankfurt3.

Figura 1. Objetivos para visitar ferias del libro.

Así, un 42% de las 1055 personas entrevistadas en Frankfurt durante los tres años nos señaló que se encontraba en la feria por razones profesionales. Con las 410 entrevistas de 2017 y 2018 juntas, también en Guadalajara un 42% del público entrevistado declaró lo mismo (figura 1)4. Aunque estos

Hemos optado en este artículo por no eliminar las respuestas de los visitantes profesionales y considerar exclusivamente las de los visitantes no profesionales porque, en general, los dos grupos coinciden en sus respuestas (cf. Bosshard 2018 sobre Frankfurt 2017 donde analizamos los dos grupos separadamente). Es cierto que los profesionales leen aún más libros que los no profesionales (aunque no necesariamente siempre los compren), pero en general el público no profesional presente en las ferias, que es cercano a la cultura de libros, no opina de manera tan opuesta a los profesionales del sector (cf. también nota 9). 4 Para facilitar la comparación con otras ferias analizadas y para destacar mejor el perfil específico de las ferias de Frankfurt y Guadalajara, añadiremos en algunos de los dia3

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datos difieran de las estadísticas oficiales de las ferias respectivas (ello debido al hecho de que las entrevistas se realizaron exclusivamente con personas circulando libremente en los pasillos y no ubicadas en los stands donde trabajan los empleados de las editoriales), las proporciones idénticas entre la feria alemana y mexicana permiten la comparabilidad de las dos ferias, confirmando su importancia y reputación como feria profesional más grande e importante del mundo en el caso de Frankfurt y como feria profesional más grande e importante del ámbito hispánico en el caso de Guadalajara5. En cambio, lo que dificulta la comparabilidad, por un lado, es la presencia muy diversa y heterogénea de países y ciudades con sus literaturas y lenguas muy distintas, y, por el otro, la disposición mental y receptiva también bastante diferente de los públicos alemanes y mexicanos. No obstante, podemos observar en nuestros resultados, salvo unas pocas excepciones que se discutirán a continuación, algunas tendencias generales bastante homógeneas que parecen confirmar la hipótesis de que el formato estandarizado y transnacional de las ferias del libro –tal vez también su posible carácter de “no-lugar” en el sentido de Augé (1992)– y de sus programas muy semejantes para invitar a otros países y regiones influye en las respuestas, igual bastante parecidas entre sí, del público al que se dirigen. Pero veamos algunos aspectos más de cerca.

Participación en actividades y asistencia a los pabellones de los invitados de honor e información sobre ellos No resulta sorprendente que los eventos populares más concurridos por el público sean, en todas las ferias y todos los años, los encuentros con los autores y las presentaciones de sus libros. Menos populares, en camgramas siguientes también los datos acopiados en las ferias del libro de Madrid 2017 y 2018, Leipzig 2018 y Buenos Aires 2019. 5 El porcentaje más alto de profesionales en Buenos Aires (figura 1) es distorsionador. La Feria de Buenos Aires es una feria popular de venta de una duración muy larga de varias semanas, bastante más larga que la FIL de Guadalajara con su perfil de festival cultural con una duración de una semana y media. Por eso, en los primeros días (cuando realizamos nuestro sondeo), se acumulan en las ferias los profesionales para luego estar casi completamente ausentes durante el resto del evento. Así, también hay que considerar la duración total de una feria en correlación con el porcentaje de profesionales presentes. Ello consolida la posición hegemónica de Frankfurt (en total, solamente 3 días para profesionales y 2 días para no profesionales) y, en menor medida, también de Guadalajara.

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Figura 2. Eventos más populares en ferias del libro (cantidad de menciones).

bio, son los eventos relacionados con el programa cultural organizado por los países (o las ciudades) invitados de honor que muy a menudo tienen lugar en el mismo pabellón del invitado de honor (figura 2). No obstante, y sin considerar las respuestas potencialmente distorsionadoras de las personas entrevistadas en los mismos pabellones de estos invitados de honor, un 30% de los entrevistados en Frankfurt participó o al menos quería participar en actividades organizadas por el país invitado de honor. En Guadalajara, incluso fue un 37% del público entrevistado fuera del pabellón del invitado: el porcentaje más alto en comparación con todas las ferias analizadas en el marco de nuestro proyecto (figura 3). Tanto el público alemán como el mexicano están bien informados sobre la presencia de los invitados de honor, de modo que este interés considerable, aunque no muy destacado en las actividades organizadas por ellos, no tiene que ver con una supuesta ignorancia por parte del público: otra vez sin las entrevistas en el pabellón del invitado de honor, un 75% de las personas consultadas en Frankfurt sabían señalar correctamente el país invitado del año respectivo (en total, con las entrevistas en los pabellones incluidas, incluso fue un 78%). El público de Guadalajara, con un 80% de respuestas correctas (y con un 82% incluidas las respuestas en el pabellón del invitado de honor), aun supera al público alemán en cuanto a la información sobre el invitado de honor (figura 4). Lo que destaca en Frankfurt, en cambio, es una relativa falta de información en el caso de países “exóticos” o poco conocidos como Georgia. Pues aun si incluimos las entrevistas llevadas a cabo en los pabellones de los invitados

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Figura 3. Participación del público en actividades del invitado de honor (sin entrevistas en los pabellones de los invitados de honor).

–se supone que la mayoría de los entrevistados allí debe ser consciente del área en que se encuentra–, tan solo un 65% de todas las personas entrevistadas en 2018 sabían responder correctamente la pregunta acerca del invitado de honor georgiano6. En los casos de Francia y Noruega, en cambio, un 85% y un 87%, respectivamente, contaba con la información correcta. Podemos suponer que en Guadalajara puede haber el mismo fenómeno de un posible decrecimiento de este tipo de información siempre que se trata de invitados de honor no provenientes del ámbito ibérico e iberoamericano. Sin embargo, no disponemos de datos para comprobar esta hipótesis. Sin contar a las personas entrevistadas en los mismos pabellones, a lo largo de los tres años de los sondeos en Frankfurt, un promedio de un 23% declaró haber visitado el pabellón del invitado de honor. Es notable que la falta de información sobre países “exóticos” como Georgia resulta compensada por una atractividad más fuerte de sus pabellones. Pues si nos fijamos en cada uno de los tres sondeos en Frankfurt por separado, un 27% de los entrevistados estuvo en el pabellón georgiano, mientras que, en el caso de Noruega, en 2019 acudió un 23%, y en el caso de Francia, en 2017, incluso tan solo un 20%. En Guadalajara, donde el pabellón del invitado de honor

6

En Frankfurt, esta información obviamente no depende de la asistencia al pabellón. Casi el mismo porcentaje de los entrevistados fuera del pabellón (64%) contó con la información correcta.

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Figura 4. Información sobre el país/la ciudad invitado/a de honor (sin entrevistas en los pabellones de los invitados de honor).

se encuentra en la misma entrada principal de la feria –por lo cual es más difícil ignorarlo– un impresionante 50% de las personas entrevistadas en 2017 fuera del pabellón afirma ya haber estado allí (figura 5). En ambas ferias, la información sobre la visibilidad y atractividad del invitado de honor parecen bien consolidadas –con ventajas más destacadas en el caso de la FIL Guadalajara–.

Figura 5. Visitas al pabellón del invitado de honor (sin entrevistas en los pabellones de los invitados de honor).

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Exotismo, eurocentrismo, hispanocentrismo y bibliodiversidad Lógicamente, estas diferencias en cuanto a la cercanía/lejanía cultural de un invitado de honor repercuten en las respuestas a la pregunta si los entrevistados jamás han visitado el respectivo país o la ciudad invitados en la feria. Entre todos los entrevistados en 2018 (es decir, con el pabellón del invitado incluido), tan solo un 10% declaró haber estado ya en Georgia –frente a un impresionante 86% y un mediano 36% que señaló ya haber viajado a Francia y Noruega–7. En Guadalajara podemos observar el mismo fenómeno: mientras que un 40% declara que ya estuvo en Madrid en alguna ocasión (sondeo de 2017)8, solamente un 28% dice que conoce Portugal a través de viajes propios (sondeo de 2018, con entrevistas restringidas al pabellón portugués; figura 6). Estos datos comprueban y confirman tanto el impacto del exotismo como –y he aquí la otra cara de la moneda– la existencia de un eurocentrismo presente en el público alemán y una especie de hispanocentrismo entre el público mexicano; públicos que se enfrentan con menos frecuencia a países no europeos o no hispanófonos en el marco de sus ferias del libro. Por eso, podemos señalar la importancia del formato del invitado de honor para poder superar estas posibles barreras de los euro e hispanocentrismos, y para fomentar un saber cultural más amplio, diverso y transnacional. Al mismo tiempo, debemos concluir que el formato parece constituir una especie de medida de educación masiva impuesta por las direcciones de las ferias, porque todas las encuestas llevadas a cabo en Frankfurt y Guadalajara (igual que nuestras encuestas adicionales en las ferias del libro de Madrid 2017 y 2018, Buenos Aires 2019 y Leipzig 2018) demuestran unánimemente que el formato del invitado de honor en ningún caso sería el preferido si el público pudiera elegir libremente entre varias opciones (figura 7). Más bien, considerando la cantidad de menciones de preferencia, suele figurar en segundo lugar en el caso de los países (con la excepción de Buenos Aires,

Sin los pabellones incluso son menos: un 5% en el caso de Georgia, frente a un 84% en el caso de Francia y un 31% en el de Noruega. Se debe precisar que en el cuestionario de 2017 no solamente se preguntó por Francia como destino de viajes pasados, sino que se incluyeron también los demás países francófonos. 8 Excluimos las entrevistas fuera del pabellón para poder comparar correctamente los resultados de 2017 con aquellos de 2018. Tomando como base la cantidad total de entrevistas en todas las zonas de la FIL, el porcentaje bajaría a un 36%. 7

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Figura 6. Viajes al país/a la ciudad invitados.

Figura 7. Formatos preferidos por el público (cantidad de menciones en primer puesto).

donde este formato solamente ocupa el tercer puesto) e incluso siempre en penúltimo lugar en el caso de las ciudades9. Si el formato del invitado de honor puede ser concebido entonces como medida educativa para contribuir a diversificar el saber cultural de los públicos en general, se supone que también debe contribuir, especialmente en el contexto de las ferias del libro, a un aumento de la bibliodiver

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Muy sorprendentemente, los profesionales del libro (procedentes de las editoriales y agencias literarias alemanas, francesas, españolas, mexicanas y argentinas registradas

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sidad. No es el lugar aquí para discutir todos los criterios y componentes relevantes –y sus relaciones entre sí– que constituyen una bibliodiversidad equilibrada y adecuada (cf. AA.VV. 2005; Galliand 2011; Hawthorne 2014), pero lo que sí podemos postular es que la cantidad y accesibilidad de traducciones de libros originalmente escritos en otras lenguas es un factor importante en este contexto. Y más importante aun, ya que las definiciones corrientes de la bibliodiversidad privilegian la oferta frente al consumo real (difícilmente medible) de esta diversidad, son las lecturas y compras reales de estos libros traducidos.

Lecturas y compras de libros de autores provenientes de los países y ciudades invitados De ahí que quisiéramos saber, primero, si las personas entrevistadas ya habían leído a algún autor o autora proveniente del país o de la ciudad invitados en la feria en el curso del último año y, segundo, si ya habían comprado o si aún pensaban comprar libros de autores y/o autoras proveniente de este país o ciudad. Pues si los viajes a destinos lejanos a veces son difíciles o incluso irrealizables por razones económicas, leer o comprar un libro de autores de aquellas regiones remotas –y escaparse con ellos a esos mundos desconocidos, a veces incluso exóticos– parece mucho más simple. Dado que no tiene mucho sentido, por la familiaridad muy divergente con los distintos países entre el público, fijarse en el promedio de todos los años, enfoquemos a continuación aisladamente en las encuestas de cada año. En Frankfurt 2017, un 36%/42%/55%10 de las personas señaló haber en las ferias) que participaron en unas encuestas en línea después de las ferias de Frankfurt 2017, Guadalajara 2017 y Buenos Aires 2019, opinan igual que el público general: Tampoco prefieren el formato de los países invitados de honor y optarían también por un tema de carácter general, lo cual debería causar una reflexión más fundamental: parece que el formato del país invitado de honor se acepta y estima por tradición y costumbre –como formando parte de un ritual–, pero sin creer mucho en sus efectos. Cf. al respecto Bosshard (2021a). 10 A continuación, siempre indicaremos tres números diferentes, el primero refiriéndose a las entrevistas fuera del pabellón del invitado de honor, el segundo al total de las entrevistas, es decir, incluyendo también a las entrevistas en el pabellón, y el tercero restringiéndose exclusivamente a las entrevistas dentro del pabellón del invitado de honor.

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Figura 8. Lecturas previas de libros de autores procedentes del país/de la ciudad invitado/a (sin entrevistas en los pabellones de los invitados de honor, salvo en el caso de Guadalajara 2018).

Figura 9. Compras de libros de autores procedentes del país/de la ciudad invitado/a(sin entrevistas en los pabellones de los invitados de honor).

leído un libro de un autor de lengua francesa durante el último año, un porcentaje casi tan alto como en el caso de lecturas previas de autores noruegos en 2019, con un 38%/46%/61%, respectivamente: para el público alemán, los noruegos resultan, probablemente debido a su frecuente dedicación a la novela policíaca y noir al estilo escandinavo, aun más populares que los ambiciosos escritores franceses. Sin embargo, estos porcentajes, impresionantes en el caso de los países europeos (como efecto de un eurocentrismo

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latente), poco tienen que ver con el escaso 8%/16%/27% de personas con experiencias previas de lectura de autores georgianos (figura 8). Es importante señalar que esas inmensas diferencias entre Georgia y los demás países en cuanto a las lecturas previas disminuyen considerablemente si solamente enfocamos las compras de libros generadas por las ferias. Un 16%/22%/35% de los entrevistados en 2017 declaró haberse comprado o querer comprar un libro de autores francófonos, mientras que en 2018 hubo un 11%/19%/32% con compras de libros georgianos realizadas o planeadas (figura 9)11. Desgraciadamente, del año noruego 2019 en Frankfurt carecemos de datos debido a una modificación del cuestionario (cf. nota 16).

Figura 10. Compras de libros de autores procedentes del país/de la ciudad invitado/a (entrevistas limitadas a los pabellones de los invitados de honor). 11

Los datos acopiados en nuestro anteproyecto relacionado con la recepción de Brasil y de su literatura como invitado de honor en Frankfurt 2013, con un total de 132 entrevistas y con un cuestionario bastante diferente, no pueden compararse directamente con estos resultados. Sin embargo, confirman la tendencia eurocéntrica en cuanto a la lectura y las compras de libros extranjeros: solamente un 7% de todos los entrevistados en toda la feria declaró haberse comprado un libro de un autor brasileño (omitimos en el cuestionario preguntar también por las intenciones de compra de libros). Por otro lado, un 38% señaló haber leído a autores brasileños, lo que a primera vista puede parecer un porcentaje muy alto. Sin embargo, la pregunta no implicaba ninguna restricción temporal, mientras que en los sondeos entre 2017 y 2019 preguntamos por las lecturas previas recientes, es decir, durante el último año.

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Ahora, si nos limitamos a las entrevistas realizadas exlusivamente en los pabellones, nos damos cuenta de que las proporciones de las (intenciones de) compras son comparables. El porcentaje de personas que compraron o que desean comprar libros de autores del país o de la ciudad invitados dentro de los pabellones es bastante estable, casi independientemente del país en cuestión. Suele comprender alrededor de un tercio de todos los entrevistados allí: como vimos, un 35% declaró haber comprado o querer comprar un libro de un autor francés o francófono y un 32% afirmó lo mismo en cuanto a la compra de libros de autores georgianos. Ya mencionamos arriba que no hay datos sobre la compra de libros noruegos, pero los datos acopiados en la segunda feria del libro alemana en cuanto a su importancia, la Feria del Libro de Leipzig con Rumanía como país invitado en 2018, apoyan este diagnóstico: allí, dentro del pabellón rumano, incluso un 40% (en este caso, más de un tercio) declaró haber comprado o querer comprar un libro de un autor rumano (figura 10). Otro dato llamativo es que poco influye la impresión que causa el pabellón en la decisión para comprar un libro o no. Las evaluaciones de los pabellones de los invitados de honor en Frankfurt por parte del público son bastante parecidas cada año: dentro un máximo de 10 puntos, el público le otorgó unos 7.2 puntos al pabellón francés, 7.6 puntos al pabellón georgiano y 7.1 puntos al pabellón noruego (el promedio es de 7.3); además, el pabellón rumano en Leipzig 2018 incluso fue evaluado con 7.8 puntos. A pesar de que, en Frankfurt, el pabellón georgiano fue el que más le gustó al público, este no compró más libros que en otros años, lo cual confirmaría el efecto bastante neutro del pabellón en las compras reales. También en Guadalajara, la evaluación del pabellón madrileño, un poco más alta (8.8 puntos entre el público entrevistado en el mismo pabellón) que la del pabellón portugués (8.4 puntos en el mismo pabellón) no significó compras más elevadas de libros de autores madrileños12. Al contrario, lo que destaca en la FIL es la cantidad considerablemente más alta de personas dispuestas a comprar libros de autores portugueses (48%) en 2018 en comparación con la cantidad de personas dispuestas a comprar libros de autores madrileños (31%) el año anterior (figura 10). En el caso de las lecturas previas, en cambio, tenemos un cuadro casi inverso: solamente 12

Obviamente, en muchos casos los entrevistados no sabían distinguir bien entre autores madrileños y españoles en general. No obstante, aceptamos todo tipo de respuestas.

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un 34% ya había leído a autores portugueses, pero un 46% había leído a autores madrileños13.

Conclusiones Suponemos que este fenómeno, excepcional en Guadalajara pero poco destacado en Alemania, de las compras bastante divergentes de libros del invitado de honor tiene que ver –si no es consecuencia directa de la escasa base de datos, es decir de las pocas entrevistas que pudimos realizar en la FIL 2018– con el hecho de que en ese año se presentó con Portugal un país no hispanófono; por lo cual su literatura posiblemente concitó más interés que en el caso de las muchas literaturas hispanófonas que normalmente se invitan a la FIL, y a las cuales el público mexicano está acostumbrado14. La tradición más larga del formato en Frankfurt con bastantes invitados no europeos en el pasado puede disminuir allí el efecto de la atracción “exótica”, mientras que en la FIL los invitados no hispanófonos no han sido muy numerosos hasta el día de hoy. Así, libros traducidos de otras lenguas potencialmente atraen más al público. Para poder comparar los datos de la FIL de 2017 con los de 2018, tuvimos que limitarnos aquí a las entrevistas dentro de los pabellones exclusivamente. Para completar el cuadro, señalamos que, en la FIL de 2017, un 33% de las personas entrevistadas fuera de los pabellones contó con lecturas previas de autores madrileños y un 22% compró o quería comprar libros de ellos. Entre todas las entrevistas realizadas en total, un 37% había leído escritores madrileños y un 24% compró libros de estos autores. 14 Contrariamente a México, donde podemos observar una atracción “exótica” en el caso portugués, en España la atracción que ejerce el cercano país confinante resulta más limitada. Así, en la Feria del Libro de Madrid de 2017, con Portugal como invitado de honor, se compraron muy pocos libros portugueses: dentro del pabellón portugués un 7% y fuera del pabellón tan solo un 6% de las personas entrevistadas declaró haberlo hecho. Un año más tarde, con Rumanía como país invitado, las compras dentro del pabellón rumano alcanzaron un impresionante 42% (incluso un poco más que en la feria de Leipzig del mismo año, igual con Rumanía como país invitado), mientras que las compras entre las personas entrevistadas fuera del pabellón, con un 8%, igual resultaron bastante bajas y parecidas a las del año anterior. No tenemos explicación inequívoca para esa inmensa diferencia entre las compras de libros portugueses y rumanos si solamente consideramos las respuestas dadas dentro o al lado de los pabellones, pues el diseño del pabellón portugués (4.23 por un máximo de 5 puntos, lo cual correspondería a un 8.5 dentro un máximo de 10 puntos) gustó más que el diseño minimalista del pabellón rumano (7.0 puntos). Es probable 13

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Podemos afirmar entonces que las personas dispuestas a comprar libros de autores provenientes de los países invitados suelen tener esta intención casi de antemano, por razones de atracción literaria (por ejemplo, por el prestigio de la literatura francesa) o exótica (por ejemplo, por el misterio de la literatura “desconocida” de Georgia). En cambio, poco importa la manera concreta cómo esas literaturas invitadas se representan en el marco de las ferias y sus pabellones. Si ello es verdad, se confirma la hipótesis de una falta de relación entre las estrategias estéticas y de marketing (para no hablar de las inversiones económicas que significan estos dispositivos de muestra) sobre las cuales se basan los diseños de los pabellones de los invitados de honor y el objetivo de la venta de libros. Aunque gusten al público –véanse las evaluaciones generalmente positivas– y aunque indudablemente incrementen la visibilidad de las literaturas extranjeras expuestas en ellos, poco aportan al aumento de las compras de libros en sí (como se ha visto, el porcentaje de compradores, al menos en Alemania, suele ser más o menos estable). Entonces, sobre el asunto del efecto del formato de los invitados de honor en la bibliodiversidad, nuestra conclusión resulta ambigua. Sin duda, el formato contribuye –sobre todo a través de los programas de apoyo a la traducción que en Frankfurt siempre se piden a la hora de elegir un país invitado de honor y que también en México se han implementado en los últimos años– a un aumento considerable de la oferta de libros extranjeros traducidos de otras lenguas y expuestos en los pabellones respectivos de las ferias internacionales del libro. En cambio, los efectos del formato en el consumo real parecen ser bastante menores, según lo hemos expuesto arrique la comunidad rumana en Madrid, mucho más numerosa que la portuguesa, se animara a acudir a la feria comprando libros y acumulándose en el pabellón nacional, mientras que no hubo el mismo efecto en el caso de la comunidad portuguesa. Hay que señalar también que podría influir en estos datos divergentes la muy pequeña cantidad de personas entrevistadas sobre Portugal en 2017 (66), debido a que esta primera encuesta se efectuó a manera de encuesta piloto y de prueba para averiguar si el cuestionario desarrollado funcionaba. Sin embargo, los resultados del sondeo en Madrid del 2018, con unas 125 personas entrevistadas sobre Rumanía, relacionados con las compras entre las personas fuera del pabellón poco difieren de los del año de la encuesta piloto, por lo cual los datos en sí podrían considerarse aceptables y fiables. Finalmente, también es posible que el carácter muy peculiar de la Feria de Madrid (cf. Bosshard 2019 y García Naharro 2019) –una feria al aire libre en el Parque del Retiro, en donde no se cobra entrada, con un público heterogéneo de consumidores de libros y libres paseantes– distorsione los resultados.

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ba tematizando las compras de libros: aunque crezca la oferta, el consumo normalmente no aumenta de la misma manera15.

Coda: acerca de las expectativas del público alemán con vistas a la presencia española en Frankfurt 2022 o de cómo lidiar con las “periferias” del “centro” Aprovechamos las 309 entrevistas en Frankfurt 2019 no solamente para sondear las opiniones del público alemán sobre la presentación noruega, sino también para acercarnos a las expectativas con vistas al año 2022, cuando en la Feria del Libro de Frankfurt el estatus del país invitado de honor le corresponda, por segunda vez después de 1991, a España16. No tenemos espacio aquí para comentar los tópicos y esterotipos corrientes entre el público alemán sobre España y los españoles que registramos en forma de preguntas abiertas. Tampoco es el lugar para abordar las respuestas a las preguntas sobre qué objetos y qué autores concretos deberían estar presentes, según el público alemán, en el futuro pabellón español Aún falta desarrollar un modelo viable para medir el consumo de productos bibliodiversos sobre una base más sólida, en vez de nuestras entrevistas con un grupo relativamente pequeño de visitantes de ferias. En el marco de nuestro proyecto en Flensburg, Luise Hertwig (2022) desarrolló una propuesta innovadora, que relaciona la diversidad del lado de la oferta (cantidad de traducciones y de lenguas traducidas, porcentaje de autoras mujeres, de autores jóvenes, etcétera) con el consumo o las compras reales de esta oferta, modificando una propuesta de Benhamouy Peltier (2011). Sin embargo, sin el apoyo de las editoriales que deben desvelar, para que el modelo produzca datos utilizables, el arcanum de la cantidad de ventas de todos sus productos editoriales de los últimos años, este modelo tampoco trascenderá el terreno de lo hipotético. Logramos el permiso de dos editoriales alemanas con cierto peso para acceder a las cifras de venta de todos sus libros publicados desde el año 2007 (cf. Bosshard 2022). Sobre esta base, tratamos de configurar el modelo para que produzca datos relevadores sobre el impacto del enfoque francés en Frankfurt 2017 y el enfoque español en 2022. Gracias a él, también debería ser posible acopiar datos para reevaluar el impacto sobre las ventas que tuvo el estatus de país invitado de honor de Argentina en 2010 y Brasil en 2013 en la Feria de Frankfurt. 16 He aquí la razón por la cual tuvimos que modificar el cuestionario (ya bastante largo antes) en comparación con los años anteriores. Para poder incluir también algunas preguntas sobre España tuvimos que eliminar algunas preguntas generales y otras más específicas sobre el caso noruego. Por eso, desgraciadamente no disponemos de datos acerca de la compra de libros de autores noruegos. 15

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en 202217. Más bien, quisiéramos enfocar, para terminar este artículo, tres aspectos más generales: primero, las experiencias que tiene el público alemán con la lectura de autores españoles; segundo, su opinión acerca de la co-representación de las literaturas catalanas, vascas y gallegas en el marco de Frankfurt 2022; y tercero, su opinión sobre la inclusión de las literaturas hispanoamericanas en este mismo evento.

Figura 11. Lecturas previas de libros de autores procedentes del país invitado de honor.

En cuanto a las lecturas previas –otra vez, les preguntamos a las personas entrevistadas si habían leído a autores españoles en el curso del último año–, el eurocentrismo ya constatado y discutido arriba en la selección de lecturas se confirma también en el caso español. Un 29% declaró haber leído a autores españoles: un porcentaje notable, pero a la vez menor que en el caso de autores franceses o francófonos (36%) y noruegos (38%) (figura 11)18. Ello significa que hay diferencias marcadas también dentro de las lecturas “eurocéntricas” del público alemán, pues el suroeste ibérico del continente europeo es una zona periférica desde la perspectiva alemana,

Podría ser interesante comparar estas expectativas del público alemán con las experiencias ya vividas del público mexicano en cuanto a la presentación madrileña en Guadalajara 2017. 18 Entre estos 29% hay algunas menciones de autores latinoamericanos que se tomaron por españoles; igualmente aceptamos todas las respuestas. 17

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zona preferida, sí, para pasar las vacaciones, pero culturalmente menos inspiradora, según parece19. Aun mucho más periférico y menos inspirador es el sureste rumano, pues si consideramos también las 114 entrevistas en la feria de Leipzig 2018, con Rumanía como país invitado, contamos con un ínfimo 1% de las personas entrevistadas fuera del pabellón rumano y con un 12% de la cantidad total de personas entrevistadas que señalan haber leído a autores rumanos (figura 8): unos porcentajes aun mucho más bajos que en el caso georgiano.

Figura 12. ¿Cuánto espacio les debería corresponder a las literaturas catalanas, vascas y gallegas en comparación con la literatura castellana cuando España sea el país invitado de honor en Frankfurt?

Si se me permite aquí un comentario personal desde mi perspectiva de editor responsable de la selección y realización de traducciones de literatura ibérica e iberoamericana para un sello alemán durante diez años (2007 a 2017), ello confima mi sospecha y experiencia de que generalmente, salvo las famosas excepciones que siempre hay, es muy difícil lanzar exitosamente a autores hispanohablantes en el mercado alemán. La jerarquía del campo literario de hecho está definida claramente por el dominio de las literaturas anglófonas, francesas y escandinavas; es decir, autores –incluso autores jóvenes con sus primeras novelas– que escriben en estas lenguas siempre tienen una ventaja casi irrecuperable en comparación con los demás. El análisis de las ventas completas de todos los libros publicados (las traducciones de todas las lenguas incluidas) entre 2007 y 2019 en los catálogos de dos editoriales alemanas llega al mismo diagnóstico: el estatus semiperiférico de las literaturas en español parece ser un hecho casi inmutable (cf. Bosshard 2022).

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Para volver sobre España y sus literaturas, el público alemán comentó con cierta frecuencia, en las preguntas abiertas, la difícil situación política actual de España, seguramente debido a la atención masiva que suscitó el caso Puigdemont en la prensa alemana después de la detención del político catalán en el norte de Alemania en 2018. Ante este trasfondo no sorprende mucho que la expectativa del público alemán esté muy clara con relación a la co-representación de las literaturas catalanas, vascas y gallegas en 2022: una mayoría destacada de un 63% cree que estas literaturas minoritarias deben tener tanto espacio como la literatura escrita en castellano, mientras que tan solo un 24% opina que es suficiente que estén presentes, pero ocupando menos espacio que la literatura castellana (figura 12). Es interesante ver si los organizadores españoles considerarán esta expectativa en su planeación, porque en 1991, cuando España por primera vez se presentó como país invitado en la feria de Frankfurt, la representación de las literaturas catalanas, vascas y gallegas resultó bastante subexpuesta (cf. Bosshard 2021b).

Figura 13. ¿Cuánto espacio les debería corresponder a las literaturas hispanoamericanas en comparación con la literatura española cuando España sea el país invitado de honor en Frankfurt?

Menos inequívocos son los resultados acerca de la pregunta si deben incluirse –de manera parecida al caso de Francia, que invitó en 2017 a varios países francófonos para co-participar en el pabellón y en las actividades del invitado de honor– las literaturas hispanoamericanas. En este punto,

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el público alemán se presenta con opiniones tripartitas: un poco menos de un tercio (30%) opina que la literatura hispanoamericana debería ocupar el mismo o incluso más espacio, otro tercio (33%) espera su presencia con menos espacio, mientras que otro 33% cree que en esta ocasión no deberían ocupar espacio alguno (figura 13). Todavía es absolutamente hipotético diagnosticar el éxito o el fallo de las estrategias españolas con vistas a la Feria de Frankfurt en 2022. Dada la crisis provocada por la pandemia de COVID-19, resulta muy difícil definir exactamente lo que es un “éxito”. Diríamos que, bajo las circunstancias actuales –una primera consecuencia de la crisis fue el traslado de la presencia española como país invitado de honor en Frankfurt del año 2021 originalmente previsto a 2022–, probablemente ya sería un dato prometedor si el porcentaje de personas que habrán leído a autores españoles en 2022 no es menor que el 29% acopiado en 2019. Si el porcentaje incluso fuera más alto, con muy buenas razones podríamos hablar de un “éxito”. Así, se reivindicaría la importancia de la literatura española en el mercado del libro alemán, sacándola de su posición relativamente marginal o semiperiférica. Además, si pudiéramos observar un aumento no solamente en la oferta de traducciones del español, sino también un incremento en las ventas de estas –basándonos tanto en las entrevistas con visitantes de la feria como también, y sobre todo, en los datos que ojalá produzca nuestro modelo aún en desarrollo para medir el consumo de productos bibliodiversos (cf. nota 15)–, la misión estaría más que cumplida.

Bibliografía AA.VV. (2005): “Declaración de los editores independientes del mundo latino”. Disponible en: (12/07/2020). Augé, Marc (1992): Non-lieux, introduction à une anthropologie de la surmodernité. Paris: Seuil. Benhamou, Françoise y Peltier, Stéphanie (2011): “How Should Cultural Diversity be Measured? An Application Using the French Publishing Industry”, en Bibliodiversity. Publishing & Globalisation, núm. 1: pp. 11-27. Bosshard, Marco Thomas (2018): “Die Rezeption des Messeschwerpunkts Francfort en français in der Politik, beim Publikum, bei Fachbesuchern und bei Buchhändlern”, en Lendemains. Études comparées sur la France, vol. 43, núm. 170/171: pp. 26-46. — (2019): “Visitantes no profesionales y libreros en la Feria del Libro de Madrid y su aceptación del formato del país invitado de honor: encuestas entre el público y libreros”, en

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Marco Thomas Bosshard y Fernando García Naharro (eds.), Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Vol. 1: Planteamientos generales y testimonios desde España, México y Alemania. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 173-190. — (2021a): “Las ferias del libro de Frankfurt, Guadalajara, Buenos Aires y Rio de Janeiro y la promoción de las literaturas extranjeras a través del formato del ‘invitado de honor’: perspectivas y datos empíricos del público general y profesional”, en Gustavo Guerrero, Benjamin Loy y Gesine Müller (eds.), Latin American Literatures in the World/Literaturas latinoamericanas en el mundo. Vol. 8: World Editors. Dynamics of Global Publishing and the Latin American Case between the Archive and the Digital Age. Berlin/Boston: De Gruyter, pp. 297-319. — (2021b): “Architektur vs. Literatur? Inszenierung, Hierarchisierung und Marginalisierung von Literatur in der Ausstellung im spanischen Ehrengastpavillon auf der Frankfurter Buchmesse 1991”, en Matteo Anastasio y Jan Rhein (eds.), Transitzonen zwischen Literatur und Museum. Berlin/Boston: De Gruyter, pp. 135-161. — (2022): “Measuring the Consumption of Bibliodiversity and Foreign Literatures in Translation: Supply and Sales of Translated Books in Germany between 2007 and 2018”, en Mabel Moraña y Ana Gallego Cuiñas (eds.), The World Inside. Latin American Literatures in Global Markets. Leiden/Boston: Brill (en prensa). Bosshard, Marco Thomas, Brink, Margot y Hertwig, Luise (eds.) (2018): “Der Frankfurter Buchmesseschwerpunkt ‘Francfort en français’ 2017: Inszenierung und Rezeption frankophoner Literaturen in Deutschland”. Dosier en: Lendemains. Études comparées sur la France, vol. 43, núm. 170/171: pp. 7-144. Galliand, Étienne (2011): “Editorial”, en Bibliodiversity. Publishing & Globalisation 1: pp. 3-8. García Naharro, Fernando (2019): “Actores anejos al campo editorial. El caso de la Feria del Libro de Madrid”, en Marco Thomas Bosshard y Fernando García Naharro (eds.), Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Vol. 1: Planteamientos generales y testimonios desde España, México y Alemania. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, pp. 145-172. Hawthorne, Susan (2014): Bibliodiversity. A Manifesto for Independent Publishing. Melbourne: Spinifex Press. Hertwig, Luise (2022): Bibliodiversität im Kontext des französischen Ehrengastauftritts “Francfort en français” auf der Frankfurter Buchmesse 2017: Die ganze Vielfalt des Publizierens in französischer Sprache? Flensburg: Europa-Universität Flensburg (tesis doctoral).

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El estudio de los premios literarios otorgados por editoriales, instituciones públicas y privadas, asociaciones, fundaciones y sociedades o instancias de todo tipo en eventos como ferias y festivales culturales locales, internacionales y globales implica, desde los estudios literarios, relativizar los criterios estéticos y éticos que se argumentan para valorar y prestigiar una obra o un conjunto de obras en la deliberación de los fallos, y dirigir la atención al funcionamiento de estos mecanismos de consagración que ostentan cierta autonomía en relación con el campo del poder, pero que necesariamente atienden al cumplimiento de conferir capital simbólico a los bienes culturales1. No obstante, los sujetos de las cambiantes y plurales comunidades literarias experimentan y participan regularmente de estos términos sin cuestionarlos, como el lector seducido por los pactos de la narración, a menos que alguna coyuntura crítica o escándalo mediático desvele lo ideológico de las políticas del premio literario en cuestión despertando la suspicacia. En esos momentos, lo literario que inviste al premio se ve opacado ante la arenga política y mediática del nombramiento y la credibilidad de los argumentos del jurado y, por supuesto, la valoración de sus integrantes se compromete; es en lo imprevisto donde el fenómeno de la consagración exhibe involuntariamente las fisuras estructurales y procesuales del certamen, como un fallo cuestionado o un certamen declarado desierto. Asimismo, las emisiones de mayor controversia política que parecen amenazar la continuidad de un premio en específico, estratégica y paradójicamente

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Una lectura atenta del conjunto de textos que constituyen los fallos de los diferentes jurados de un premio literario, probablemente dejaría en claro la cantidad de lugares comunes que constituyen las características de este género discursivo.

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pueden contribuir a su vez al perfeccionamiento del mismo a lo largo de su historia: la ejemplaridad o no de cada edición representa un estado de corrección y ajuste del sistema para contender mejor disputas mediáticas e intereses políticos, culturales y comerciales. Muestra de lo anterior es la presencia y cada vez mayor proyección del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, que en 2021 cumple tres décadas ininterrumpidas de otorgarse por la Asociación Civil del propio Premio FIL para distinguir “al conjunto de una obra de creación en cualquier género literario”2, es decir las trayectorias literarias de escritores y ocasionalmente de escritoras en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, bajo el auspicio de la Universidad de Guadalajara, del estado de Jalisco3. En este trabajo me interesa brevemente mencionar algunos pasajes polémicos del Premio FIL de Literatura, a manera de antecedentes, para conocer los cambios decisivos de su historia que lo caracterizan, e identificar las ocasiones en que seis escritoras de habla española y portuguesa fueron galardonadas con este premio, al inaugurar con ello lo singular o excepcional de estas ediciones en el espacio ferial, el cual se ha caracterizado, como la mayoría de los premios literarios, por su perfil de consagración masculino. Para ello, se consideran los discursos de recepción que pronuncian las autoras en la ceremonia de entrega ante la audiencia de las autoridades del premio y el público en los que las autoras refieren su condición de escritoras y apreciación literaria frente al premio. En este punto, conviene diferenciar los premios literarios en y de ferias del libro de otros reconocimientos, ya que estos se distinguen no solo por el acento performativo y de espectáculo que todo acto de premiación adquiere como ritual, sino porque gravitan y dependen de la estructura misma de las ferias cumpliendo una función específica durante el periodo de su realización. Asimismo, la complejidad que supone la representación simbólica Feria Internacional del Libro de Guadalajara: “Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances”. En: (04/08/2021). 3 La Asociación del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances la conforman la Secretaría de Cultura, Universidad de Guadalajara, Gobierno del Estado de Jalisco, Gobierno de Guadalajara, Gobierno de Zapopan, Bancomext, Arca Continental y Fundación Universidad de Guadalajara, con el apoyo de Montegrappa. Para conocer la convocatoria y los lineamientos legales del premio se puede consultar en la página de la FIL Guadalajara: (04/08/2021). 2

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de la ceremonia de los premios en y de las ferias puede involucrar diversas instancias que participan del espacio ferial, poderes políticos y empresariales, medios de comunicación y redes sociales, figuras públicas consagradas y en vías de consagración, sociedades intelectuales y artísticas y, por supuesto, los gremios profesionales del sector editorial que marcan el ritmo de la intensa actividad comercial que se espera reditúe a partir de las ferias. En primer lugar, quiero destacar la evidente centralidad de algunos de estos premios literarios en las ceremonias inaugurales de las ferias como mecanismos de valoración especializada y actos de vital importancia en términos político-mediáticos para instrumentar el ciclo de consagración de la literatura. En segundo lugar, y como el revés de esta visible presencia de los premios literarios, se encuentra operando el sistema que replica con mayor o menor eficacia modelos de negocio para comercializar los bienes culturales de la literatura, con el propósito de obtener los beneficios que el capital simbólico ofrece a sus inversionistas; porque, como afirma el editor Richard Nash, “el negocio de la literatura es el negocio de fabricar cultura, no solo el negocio de fabricar libros encuadernados” (Nash 2013: 92). Fabricar cultura para negociar con libros de literatura requiere un prestigio, una acumulación de capital simbólico a la que pueden contribuir los premios literarios para beneficio de los editores en mayor o menor medida. Sobre la contribución de estos al desarrollo profesional de la actividad literaria y de interés editorial, Gisèle Sapiro ha señalado dos formas en la historia de la edición francesa a considerar, que en términos generales se pueden observar en festivales y ferias internacionales del libro a partir del siglo xx: It ensures the few winners of the biggest prizes (Goncourt, Femina, Renaudot) a larger distribution of their books and thus a direct income from their work; without having such an economic impact, the prizes located at the pole of small-scale circulation represent a symbolic recognition that is a sign of professionalization, even when a writer cannot live off his work. For these two reasons, both kinds of prizes are also of interest to the publisher, who is the first professionalizing authority for writers (Sapiro 2016: 14).

Esta relación de lo cultural y literario de los premios con lo comercial de la práctica editorial remite al desafío que implica la denegación de lo económico como sustento que legitima las economías de los bienes simbólicos, ya que estas “solo funcionan y pueden funcionar en la práctica –y no únicamente en las representaciones– al precio de un rechazo constante y

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colectivo del interés propiamente ‘económico’ y de la verdad de las prácticas que el análisis ‘económico’ devela” (Bourdieu 2010: 153). La denegación de lo económico, que opera en las instancias de consagración como los premios literarios de las ferias del libro, ofrece escenarios propicios para liberar la práctica comercial que define la naturaleza de los mercados culturales. Un ejemplo de la denegación de lo económico en la valoración simbólica de lo cultural se encuentra en la historia de Peter Weidhaas sobre la Feria de Frankfurt, en alusión al surgimiento del Premio de la Paz de la Asociación del Comercio del Libro Alemán, fundado en 1950 a iniciativa del dramaturgo y poeta Hans Schwarz y otorgado por primera vez al escritor y editor Max Tau. El propio nombre del premio alude al entorno de la posguerra. En 1951 Albert Schweitzer fue distinguido formalmente con el premio, y el discurso panegírico estuvo a cargo de Theodor Heuss, entonces presidente de la República Federal Alemana en la Feria de Frankfurt. Aunque este reconocimiento no se define literario, es evidente su relación con este campo: El Premio de la Paz adquirió de allí en más una importante función. Constituyó la superestructura político-cultural de la feria del libro, liberándola en principio de la exigencia de tener que cubrir ese aspecto ella misma, algo para lo cual, en tanto evento del ámbito comercial, difícilmente se hallaba en condiciones. Así pues, a partir de ese momento la feria pudo dedicarse más libremente a sus objetivos de política comercial. (Weidhaas 2011: 125)

Entre los efectos de la edición de 1951 de la feria con el Premio de la Paz, Peter Weidhass destaca el fenómeno de pertenencia de la comunidad ferial conocido como “la familia del libro”, que hizo de la feria un evento público de interés social, político y cultural para el desarrollo de su base comercial. Se podría entonces advertir ese doble proceso antagónico en la representación de un premio literario en el espacio ferial: el que se observa públicamente a través de la ceremonia de premiación que confiere los valores que legitima a través del fallo del jurado prestigiando trayectorias u obras, como superestructura política y cultural; y el que de manera simultánea a la representación simbólica consigue denegar lo comercial que implica la consagración literaria, como el parámetro de negocio que una literatura escrita en una lengua específica, y representada por una personalidad literaria, desencadena a partir de este acto porque “la denegación de la economía queda ubicada en el corazón mismo del campo, en el principio mismo de su funcionamiento y su cambio” (Bourdieu 2010: 160).

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Recuento de un premio Entre los múltiples premios y homenajes que anualmente se otorgan en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances es, sin duda, el más esperado por los asistentes profesionales y el público en general, evento con el que se da apertura al programa literario de la feria del libro más importante en lengua española4. La Asociación Civil del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo funda el premio en 1991; desde entonces, a finales de agosto o principios de septiembre se da a conocer el fallo en rueda de prensa, y a partir de ese momento el premio se personaliza, cobra identidad autoral hasta su siguiente emisión. Durante ese plazo de tiempo una trayectoria literaria y la lengua en que fue escrita logran atraer la atención de los medios y sus audiencias; además de despejar el horizonte de oportunidades editoriales que se traducen en una evidente reinvención de formatos para aprovechar los catálogos en beneficio de sí mismos y sus empresas asociadas, con las expectativas de negocio en la compra y venta de derechos, aspirando a la más amplia proyección internacional a mediano y largo plazo. En 1991, a dos años de haberse creado el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el surgimiento del premio literario más importante de la FIL se ubica en el panorama mayor del apogeo del gobierno del presidente Carlos Salinas, cuando las conversaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre Estados Unidos, México y Canadá se habían intensificado al calor del impulso del Gobierno federal por reformar en materia de comunicaciones y transportes, derechos laborales, entre otros rubros. En ese contexto de la política cultural de Carlos Salinas de Gortari y su apertura al libre mercado5, el entonces llamado Premio de Literatura Lati-



En la página oficial de la FIL Guadalajara se pueden consultar los premios y homenajes a cargo de la feria, así como los premios en colaboración que se han ido alojando en el espacio ferial, como el Premio de Literaturas Indígenas de América instituido en 2012 y el Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil a partir de 2005: (04/08/2021). 5 Al año siguiente de instituido el Premio FIL de Literatura, México fue el invitado de honor en la 44.ª edición de la Feria de Frankfurt de 1992. Sobre los efectos neoliberales del presidente Salinas a través de la exposición “México, un libro abierto” a cargo de Conaculta, se puede consultar la profusa investigación de Matteo Anastasio 4

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noamericana y del Caribe Juan Rulfo fue otorgado al poeta chileno de la antipoesía, Nicanor Parra, que en su discurso de recepción manifestó con ironía: Una sola advertencia si se trata de premiar el silencio como creo que éste es el caso nadie ha hecho + méritos que yo soy el menos prolífico de todos años de años que no publico nada me considero un drogadicto de la página en blanco como lo fuera el propio Rulfo que se negó a escribir + de lo estrictamente necesario. (Parra 2011: 32)

La centralidad del premio FIL no fue casual sino proyectada y resulta de gran interés para el estudio literario y de la edición en México por la función que desempeña para consagrar y legitimar el comercio de la literatura. El galardón precede a la figura central del invitado de honor emprendido por la FIL en 1993 con Colombia como país invitado. Nicanor Parra, con su discurso de aceptación en la quinta edición de la feria, instauró el rito de una ceremonia de entrega cuya función crucial continúa incluso de manera virtual en 2020 a consecuencia de la pandemia, cuando las ferias del libro tuvieron que “reinventarse”6. Desde entonces han pasado 30 años en los que anualmente se reproduce con mínimas variantes, aunque cada una singular, y uno que otro tropiezo, el rito inaugural que de los 100 mil dólares iniciales ha logrado sumar al día de hoy otros 50 mil más en su convocatoria. En la historia del Premio FIL de Literatura existen algunos pasajes adversos, públicamente controvertidos y registrados por la prensa nacional e internacional, que atentaron temporalmente contra su prestigio. Uno de ellos recuerda la polémica que explica el cambio del nombre original del premio a consecuencia de las declaraciones del escritor hispanomexicano Tomás Segovia sobre el autor de El llano en llamas y Pedro Páramo, en



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(2019a), que desde una perspectiva estetológica analiza la imagen cultural que se construyó ex profeso para la feria. Cf. las conferencias y entrevistas a directores de ferias en el primer semestre de 2020 (Sabogal 2020). Sobre las ferias del libro en 2021 véase Sabogal 2021.

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2005. A raíz de las declaraciones de Segovia, los herederos de Rulfo solicitaron a las autoridades de la FIL que se manifestaran en contra de ellas e incluso que le fuera retirado el galardón; pero, al no obtener respuesta, la Fundación Juan Rulfo llevó el caso al terreno jurídico para impedir que se usara el nombre del escritor en el premio, y buscó convertir el nombre Juan Rulfo en marca registrada. Sobre este episodio hubo consenso en el campo literario mexicano por conservar el nombre del premio y, al día de hoy, los discursos de recepción de los/las ganadores/as se manifiestan al respecto de manera reiterada en alusión y homenaje a la obra de Juan Rulfo. A partir de este incidente, la Asociación del Premio FIL de Literatura decidió cambiar su nombre “en Lenguas Romances” y eliminar la controversia erradicando “Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo”. En un episodio posterior, el galardón se vio amenazado por el repudio generalizado del ámbito intelectual mexicano cuando el jurado distinguió con el premio al escritor peruano Alfredo Bryce Echenique en 2012, quien figuraba en la plaza pública por los escándalos legales debido a sus comprobados plagios cometidos en publicaciones periódicas en España, México y Perú, revelados por el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia de la Protección de la Propiedad Intelectual ese mismo año en Lima7. Entre los comentarios más críticos e influyentes que expresaron intelectuales y escritores mexicanos contra el fallo a favor del escritor peruano y sus declaraciones desde Madrid8, se encuentran las de un exgalardonado del Premio FIL de Literatura y oriundo de Jalisco, Fernando del Paso, quien declaró a los medios en la FIL Guadalajara que el premio debía renovarse al cien por ciento el siguiente año para mantener su prestigio (cf. Aristegui Noticias 2012a), y las de José Emilio Pacheco y Juan Villoro, quien escribió sobre el premio auspiciado por la Universidad de Guadalajara: A este escándalo lo antecedió otro con la entrega del Premio Xavier Villaurrutia a Sealtiel Alatriste, entonces director de Difusión Cultural de la UNAM en 2011, a quien se acusó de plagios periodísticos. Alatriste renunció al premio literario y a su puesto en la Universidad, además de que el jurado, compuesto por escritores y exfuncionarios de la UNAM allegados a él, fue severamente descalificado por el grupo de Letras Libres como Gabriel Zaid y Guillermo Sheridan, entre otros. Dos años consecutivos en los que la clase letrada mexicana se sacudió y cuestionó los premios literarios concedidos en México. 8 Las declaraciones de Alfredo Bryce Echenique a inicios de noviembre de 2012 para El País de Madrid (Sabogal 2012), encendió aún más la indignación del campo literario en México, con lo que justificaba que recibiría el premio a puerta cerrada en Lima. 7

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Se criticó […] que su obra periodística fuera ignorada por el jurado, como si tratara de la “zona de desperdicio” de un Gran Artista, y que 150 mil dólares del erario público sirvieran para exonerar plagios, mandando el mensaje a los alumnos (en especial a los de periodismo) de que copiar no es grave. El debate giró en torno a la ética del oficio y la necesidad de evitar que la cultura sea coto de la impunidad. […] Lo que se discute es la forma de hacer cultura en México, donde 50 mil escuelas no tienen agua corriente. Desear que el dinero se use para otros fines no es envidiar a nadie. Por toda respuesta, Bryce invita a que nos jodamos. No te preocupes, Alfredo: jodidos estábamos desde antes. (Villoro 2012: A9)

Los artículos y declaraciones de Juan Villoro en el diario Reforma tuvieron resonancia en los periódicos El País, de España, y El Mercurio de Chile, entre otros. Además de las críticas de académicos del Colegio de México como Soledad Loeza, Fernando Escalante Gonzalbo y otras instituciones públicas de educación superior condensadas en cartas dirigidas a las autoridades del Premio FIL para solicitar que retiraran el premio (cf. Aristegui Noticias 2012b). El jurado controvertido estuvo compuesto por: el escritor y ahora exdirector de Difusión Cultural de la UNAM, Jorge Volpi; el académico y crítico peruano Jorge Ortega, de la Universidad Brown, y el profesor y escritor rumano-canadiense Calin-Andrei Mihailescu, de la misma universidad; la crítica, editora y traductora colombiana Margarita Valencia; la periodista argentina Leila Guerriero; el catedrático inglés Mark Millington, de la Universidad de Cambridge, y la escritora puertorriqueña Mayra Santos-Febres9. De este jurado, cuatro integrantes se repetían del año anterior: Volpi, Ortega, Calin-Andrei Mihailescu y Margarita Velencia. Por vez primera el Premio FIL de Literatura se veía cuestionado en su calidad literaria y moral, ya que las autoridades del Premio FIL omitieron y evadieron atender las críticas contra el fallo, las cuales solicitaban que dimitiera el jurado y le retiraran el premio al escritor peruano culpable de plagio. El punto más elevado de las declaraciones adversas orientó la atención al financiamiento del premio, a la opacidad de sus operaciones con fondos públicos, En las ediciones siguientes del Premio FIL de Literatura, estos integrantes no han vuelto a participar en la composición de los jurados. Se destaca la presencia de Julio Ortega como integrante de nueve jurados –ningún otro invitado registra este número–, con los premiados: Nicanor Parra, 1991; Juan José Arreola, 1992; Nélida Piñon, 1995; Sergio Pitol, 1999; Cintio Vitier, 2002; Carlos Monsiváis, 2006; Fernando del Paso, 2007; Fernando Vallejo, 2011; Alfredo Bryce Echenique, 2012. Después de este año, Ortega no vuelve a colaborar oficialmente en el Premio FIL de Literatura.

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posibles prácticas corruptas y al tráfico de influencias que parecían determinar la composición de los jurados10. Las autoridades de la FIL y del Premio FIL libraron el escollo con una campaña mediática que emprendieron a su favor, por lo que las críticas en su contra se exhibieron como difamaciones, y las autoridades del Premio FIL y el jurado se convirtieron en las víctimas de un escándalo de desprestigio, las cuales convocaban el apoyo de escritores y especialistas a nivel internacional para avalar la designación a Bryce Echenique, en una defensa en bloque contra los enemigos del premio11. Los señalamientos de ida y vuelta entre el presidente de la República Andrés Manuel López Obrador y el presidente de la FIL Guadalajara Raúl Padilla, en 2020, abren nuevamente la posibilidad de indagar y hacer público el financiamiento de la feria, como una de varias empresas parauniversitarias presididas por Raúl Padilla, y auspiciadas por la Universidad de Guadalajara, las cuales reciben presupuesto del erario público desde su fundación. Los antecedentes de esta ríspida confrontación poco tienen que ver con la cultura y sí mucho con la política, ya que se atribuye el descontento entre ambas figuras al respaldo de Padilla al segundo contendiente de la presidencia Ricardo Anaya durante las elecciones; y su posterior discurso inaugural de la FIL Guadalajara, en el que se declara contra el recién ganador a la presidencia12. Posteriormente, la escritora y Premio FIL de Literatura Margo Glantz renunció a la invitación del presidente López Obrador para asumir la dirección del Fondo de Cultura Económica (cf. El Universal 2018), la cual terminó ocupando el escritor Paco Ignacio Taibo II en medio de otro escándalo por declaraciones vulgares en la FIL Guadala El premio recibía presupuesto del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, posteriormente Secretaría de Cultura, del Fondo de Cultura Económica, la Universidad de Guadalajara, el Gobierno de Jalisco y del ayuntamiento de la ciudad de Guadalajara, entre otros fondos públicos. 11 Véase Nexos 2012 y Cayuela Gally 2012. 12 Véase el discurso de Raúl Padilla en la FIL de 2018 en el que denuncia las políticas del Gobierno federal que atenta las autonomías de los Estados, cuestiona la formación de una guardia nacional y sobre las políticas presupuestales a la cultura, en el que exhorta a los poderes ejecutivo y legislativo a cumplirlos: Canal 44: “Discurso del Lic. Raúl Padilla López, presidente de la FIL Guadalajara”. En: (04/08/2021). Los comentarios de analistas políticos y periodistas sobre el respaldo del presidente de la FIL Guadalajara (entre otros Ventura/ Piñón 2018; Anda 2020) señalan la aspiración de Raúl Padilla para ser Secretario de Cultura del Gobierno federal en caso de que ganara la coalición Por México al Frente, que encabezaba el candidato Ricardo Anaya. 10

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jara, en medio del proceso de reforma legal que le permitió asumir el cargo a finales de 201813. Finalmente, la ceremonia de inauguración de la FIL y de entrega del premio a David Huerta en 201914 fue otro escenario en el que gobernador actual de Jalisco, Enrique Alfaro, arremetió contra el Gobierno federal en su discurso, ante la presencia de la secretaria de Cultura Alejandra Frausto. A ello habrá que añadir las nuevas políticas editoriales emprendidas, como director del Fondo, por Taibo II, que en marzo de 2019 anunció el retiro de financiamientos públicos del Fondo de Cultura Económica al Premio FIL de Literatura, y la reducción del Estado editor en la FIL con la desaparición de la Dirección General de Publicaciones de la Secretaría de Cultura15. Los reajustes del Gobierno federal al presupuesto del Gobierno de Jalisco, al del Premio FIL y a la misma FIL como expositor en el espacio ferial crispó el ambiente político en el que tuvo lugar la edición XXXIII, de 2019 y que se profundizó en 2020. Las declaraciones del presidente de la FIL, Raúl Padilla, en la ceremonia de entrega del Premio Princesa de Asturias, concedido a la FIL Guadalajara y compartido con el Hay Festival, contra la política cultural del presidente de la República, encendió la arenga política16. Lo anterior, aunado a la crisis sanitaria que impidió la realización de la FIL de forma presencial, definieron el tono de los discursos de inauguración de la feria en su modalidad virtual, como la edición en la que FIL “se ensaya para el futuro” en su evolución. La frase vulgar que se propagó de Paco Ignacio Taibo II en la FIL Guadalajara, días antes de que se reformara la ley que impide tomar cargos públicos a quienes no son mexicanos por nacimiento, fue: “¡Se las metimos doblada, camarada!” (cf. Fondebrider 2018). 14 El poeta David Huerta fue uno de los autores que públicamente, desde su columna del diario El Universal (en: [04/08/2021]), ha cuestionado las políticas culturales del actual Gobierno y su proyecto de la cuarta transformación (4T), que encabeza el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), del partido en el poder. 15 Sobre el retiro de presupuesto público al Premio FIL de Guadalajara se puede consultar la nota periodística de Rosario Reyes (2019). 16 El presidente Andrés Manuel López Obrador, durante la conferencia de prensa matutina, instigó a los medios para investigar a Raúl Padilla (cf. Hernández Carreto 2020). A partir de los señalamientos del presidente de la República, el activista social Alejandro Puerto ha dado a conocer información que vincula a Raúl Padilla y su acumulación de poder como promotor de la cultura (véase la entrevista con Alejandro Prieto por Informe Capital, transmisión de la televisión púbica Capital 21, en noviembre de 13

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Los discursos inaugurales de Raúl Padilla, como presidente de la feria y de la asociación del Premio FIL de Literatura, el del rector de la Universidad de Guadalajara, Ricardo Villanueva Lomelí, y del gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez, contra el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en 2020 radicalizaron aún más su oposición y desafiaron a la presidencia de la República, postura que augura un futuro inmediato complicado para el presupuesto público de la FIL Guadalajara, al menos en los tres años restantes del actual mandato presidencial (cf. Reza 2020). Esta polémica ha puesto de relieve la tensión entre los poderes políticos federal y estatal involucrados directamente en la FIL Guadalajara, y reorienta la importancia de entender el vínculo fundacional de la FIL con la Universidad de Guadalajara como una institución pública de educación superior, y su relación con los intereses privados y comerciales que también representa. No obstante, en medio de una polémica y otra, el Premio FIL de Literatura sigue siendo el acto de apertura y de mayor relevancia mediática. A partir del cambio de nombre tuvo la visión de atender la trayectoria de autores en lenguas romances para trazar simbólicamente el mapa del mundo “neolatino” con el reconocimiento a las literaturas escritas en portugués, español, francés, rumano, catalán, italiano y gallego, a partir de 2008 (cf. FIL Guadalajara 2017: 44). Literaturas que representan en sí mismas el potencial de vincular y acercar diversos mercados, en los que la publicación literaria representa el estatus simbólico para expandir el volumen de negocio editorial. De esta forma, el mecanismo de valoración del premio ampliaba decididamente su cobertura trasatlántica y reafirmaba la continental.

La edición conmemorativa del Premio FIL de Literatura El escándalo del Premio FIL de Literatura otorgado a Alfredo Bryce Echenique en 2012 desvió relativamente la mirada que reclamaba la publicación del libro conmemorativo por el vigésimo aniversario del premio: Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, 20 años (AA.VV.: 2011), encuadernado elegantemente y que conforma el canon del mayor ins2020, consultable en el Canal YouTube de Capital 21: [04/08/2021]).

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trumento de consagración de la feria17. Publicada por la Universidad de Guadalajara y el Fondo de Cultura Económica, y prologada por Vicente Quirarte, esta edición institucional reúne algunos de los discursos de los jurados, además de los pronunciados en las ceremonias de premiación de los 18 ganadores y tres ganadoras que, a partir de 2003, emula el modelo de ingreso a la “academia”, con un discurso panegírico de recepción en voz de un autor elegido por quien resulte ganador, además de incluir la semblanza del consagrado y excepcionalmente consagrada escritora. Desde la visión oficial del premio, el prólogo de esta edición conmemorativa ofrece, en la voz de uno de sus jurados, Vicente Quirarte, información valiosa sobre la importancia de su objetivo inicial que ha sido reconocer “el trabajo de quienes a través de la escritura han contribuido a borrar las fronteras entre los países que forman Iberoamérica y el Caribe” así como lo significativo en términos de prestigio del primer nombre que ostentó como Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, en memoria del autor “jalisciense, mexicano y universal” (Quirarte 2011: 9). Con este nombre se buscaba otorgarle al premio el mayor prestigio literario a nivel internacional sin dejar de acentuar lo nacionalista y regional que Juan Rulfo condensa para la FIL Guadalajara, una figura que, a decir del poeta Vicente Quirarte, otorga “un prestigio nacido de la metáfora proveniente de la fuerza más sustantiva y telúrica” (Quirarte 2011: 9). De esta forma, el prologuista elude en los primeros párrafos el escollo de explicar el cambio del nombre al galardón y recurre a equipararlo en importancia con el Premio Cervantes, ambos reconocimientos son los más importantes en el mundo de habla hispana; sin embargo, el Premio Rulfo Como coordinadora ejecutiva del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, Dulce María Zúñiga anunciaba las presentaciones próximas del libro conmemorativo en las Casas de América de Madrid y Barcelona con la presencia de Juan Cruz, Fanny Rubio y António Lobo Antunes (cf. Informador 2012). No obstante, la presentación en Madrid se canceló (cf. Casa de América [Madrid]: “Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, dos décadas”. En: [04/08/2021]). La presentación que se registra hemerográficamente fue en la Casa Amèrica Catalunya el 5 de junio de 2012. En el acto participaron el crítico literario Juan Antonio Masoliver y el catedrático José María Micó de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; moderó Dulce María Zúñiga, de la Universidad de Guadalajara (véase Casa Amèrica Catalunya: “20 Años del Premio FIL”. En: [04/08/2021]).

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se distinguió desde su origen por la inclusión de la lengua portuguesa y otros idiomas del Caribe18. El beneficio que sucedió después del escándalo y pleito legal con los herederos del escritor a través de la Fundación Juan Rulfo funciona por su omisión en el discurso oficial para refrendar y extender el reconocimiento a los lectores del autor o autora elegidos que escriben en cualquiera de las lenguas romances con “el monto más alto que desde México se otorga a un premio literario, el trabajo de quien ha recibido previamente el reconocimiento de los lectores, sus orgullosos pares. Cantidad equivale a calidad” (Quirarte 2011: 9). La cantidad del monto del Premio FIL de Literatura en 2020 y 2021 continúo siendo de 150 mil dólares, su conversión en calidad la representaron en ambas ocasiones las trayectorias literarias de la escritora portuguesa Lídia Jorge y la chilena Diamela Eltit, calidad a la que contribuyeron sus lectores globales, pese a los afanes del mundo editorial en el que se sostiene la naturaleza del premio al que necesariamente habrá que negar para enaltecer el valor literario que genere capital simbólico19: “Lo mejor que el escritor por lo menos puede hacer es intentar restituir el contacto entre el lector y el escritor mismo, por debajo y al margen de la gran industria editorial, y de los ecos que ramifican su poder, desde la Sobre el Premio de Literatura en Lengua Castellana “Miguel de Cervantes”, mejor conocido como Premio Cervantes, que otorga el Ministerio de Cultura y Deporte del Gobierno español, este traza la geografía lingüística de España e Hispanoamérica (véase la página web del premio: Gobierno de España/Ministerio de Cultura y Deporte: “Premio de Literatura en Lengua Castellana ‘Miguel de Cervantes’”. En: [04/08/2021]). Cabe mencionar que, en 45 años de otorgarse este galardón, solo en cinco ocasiones una mujer ha sido distinguida con él: María Zambrano (1988), Dulce María Loynaz (1992), Ana María Matute (2010), Elena Poniatowska (2013) e Ida Vitale (2018). En 1994, Dulce María Loynaz fue invitada a constituir el jurado del Premio FIL de Literatura Latinoamericana Juan Rulfo que galardonó al escritor peruano Julio Ramón Ribeyro, el cual murió al poco tiempo de obtenerlo, por lo que su viuda, Alida Cordero, lo recibió en su nombre. 19 Un parámetro para valorar la calidad que refleja el monto del Premio FIL de Literatura, es el reconocimiento a la trayectoria de personajes ilustres que el Gobierno de la República mexicana realiza todos los años a través del Premio Nacional de Ciencias, Letras y Artes, el cual ascendió a 36 743 dólares en 2020, casi la cuarta parte del monto que otorga el premio literario más importante de la FIL Guadalajara. En 1970, Juan Rulfo fue distinguido con el Premio Nacional de Ciencias, Letras y Artes, pero seguramente la cantidad fue mucho menor a la actual, pese al elevado valor literario que después de su muerte sirvió para prestigiar un premio. 18

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política cultural hasta la crítica periodística, pasando por las instituciones académicas” (Quirarte 2011: 14), a propósito de conmemorar el premio. Una vez manifiestas las premisas oficiales, el prólogo establece los preceptos estéticos y éticos que la lectura de los discursos debe seguir: “Cada uno de estos textos ilustra inmejorablemente la que George Perros denomina la po-ética de cada autor” (Quirarte 2011: 11). Lo anterior le permite a Vicente Quirarte modelar el formato antológico y selectivo que debe atribuírsele a la compilación, discursos que por su calidad deben considerarse “piezas antológicas y, en el mejor de los sentidos, ejemplares” (Quirarte 2011: 11), como serían el discurso de Albert Camus al recibir el Premio Nobel en 1957 y los escasos discursos orales de Gabriel García Márquez, otro nobel hispanoamericano. Por supuesto que los agradecimientos preceden a todos los discursos, pero frente a ese elemento, que sin duda es tan político como el desarrollo mismo del discurso, se busca resaltar esencialmente en el libro el alto valor estético de los textos como metáforas de una trayectoria literaria que se distingue por su ejemplaridad “ética”. Lo anterior resultó realmente contradictorio frente al segundo escándalo del Premio FIL de Literatura, al distinguir al escritor Alfredo Bryce Echenique en 2012, juzgado por diversos plagios periodísticos en España, México y Perú, justo en el año que se presentó la edición conmemorativa del premio. Otros aspectos relevantes que se destacan explícitamente en el prólogo de esta edición son la intención canónica y museística del galardón, materializadas en la edición conmemorativa del premio a manera de clásicos de la literatura en lenguas romances y en la Colección Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances publicada por la Universidad de Guadalajara20, así como en la referencia a la develación del busto de bronce que la FIL resguarda para inmortalizar a los elegidos en la galería selecta, que especialmente edificó para ello la Universidad de Guadalajara. La escultura de los La Editorial Universidad de Guadalajara publica esta colección desde 2004, a partir del Premio FIL de 1992 otorgado a Juan José Arreola. Cada edición reúne textos misceláneos sobre los galardonados (entrevistas, ensayos, fragmentos de obra), para conformar una biblioteca que introduzca a los lectores al canon del premio: “Reconocidos autores locales comentan la obra de los escritores ganadores de este premio, uno de los más importantes del mundo de habla hispana, que reconoce la trayectoria de los autores contemporáneos más notables en todos los idiomas. Libros que acercan al público lector a la obra de estas talentosas personalidades” (Editorial Universidad de Guadalajara: “Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances”. En: [04/08/2021]).

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galardonados para “coronar”, parafraseando a Quirarte, el premio es una de las manifestaciones más ilustrativas del ciclo de consagración que representa el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. Una primera aproximación al material discursivo de esta edición permite reparar en las estrategias que unas y otros autores pronuncian como signos en tensión que aspiran a cierta autonomía; pero también de afinidad y afiliación con el instrumento de reconocimiento que los prestigia a través de sus trayectorias literarias. Asimismo, cada figura adepta consigue personalizar el premio prestigiándolo de vuelta, en una acumulación de valor literario que produce altos rendimientos destinados a prestigiar el premio y legitimar el estatus del Premio FIL de Literatura con la formación de un canon y la galería de un parnaso transformado en bronce: “En descargo de sus admiradores, digámosles que sus estatuas hace tiempo que viven en la imaginación de los lectores. Sus acciones han contribuido a resolver problemas individuales y colectivos, a generar nuevas dudas, a despertar grandes emociones y pensamientos imperfectos” (Quirarte 2011: 18)21.

Las voces femeninas de los premios FIL de literatura Dos años después de haber fundado el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, la FIL de Guadalajara distinguió por primera vez a una escritora al otorgar el primer Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz a Angelina Muñiz-Huberman por su novela Dulcinea encantada, en 199322. Con este galardón la FIL consagra a la mejor novela escrita en español por una mujer, y que solo en una ocasión fue declarado desierto en 2000, situación que nunca ha sucedido en el Premio FIL de Literatura más importante23. En términos cuantitativos, la calidad del Premio Sor Juana asciende a diez mil dólares en efectivo, que Las cursivas son del original. Esta novela fue publicada con el sello de Joaquín Mortiz en 1992, cuando ya había sido comprado por Grupo Planeta. Después de la premiación la novela ha tenido diversas reediciones tanto en coediciones con instituciones públicas como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, ya extinto, y Planeta; en la actualidad se encuentra publicada en Tusquets. 23 En el portal de la FIL Guadalajara se pueden consultar las bases del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz como “una distinción que desde 1993 se concede a una novela publicada escrita por mujeres en idioma español” (Feria Internacional del 21 22

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corresponde al 6,6 por ciento del monto del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, y eso podría explicarse, entre otras razones, porque lo que califica el jurado es una novela y no una trayectoria literaria. La fundación de este premio para escritoras de novela en la década de los noventa del siglo pasado acontece en un momento en que la “literatura light” o de fácil lectura, atribuida sobre todo a la escritura de mujeres, domina el mercado masivo con figuras hispanoamericanas como Isabel Allende y, entre las mexicanas, Laura Esquivel, Sara Sefchovich o Ángeles Mastretta: “Ellas acceden a este mercado en términos muy diferentes de los novelistas del periodo del boom, cuando los escritores latinoamericanos revolucionaron la forma y el lenguaje de la novela” (Franco 2013b: 138); y estas escritoras lo hicieron escribiendo lo que Jean Franco denomina romance de arte24, un género que resulta amenazante para los profesionales masculinos de la literatura con mayúsculas25. Frente a este contexto, el Premio Sor Juana de la FIL prestigia a otro sector de escritoras, que Franco identifica por su crítica a la sociedad globalizada y por su diversidad respecto del feminismo en América Latina26. Aunque en su origen el premio se instituyó como resultado del IV Simposium Internacional de Crítica Literaria y Escritura de Mujeres de América Latina, como un espacio de apertura para la legitimidad y consagración de escritoras, en el presente y en relación con el gran Premio FIL de LiteraLibro de Guadalajara: “Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz”. En: [04/08/2021]). 24 Jean Franco rescata la definición de Jameson: “El problema que se plantea con la persistencia del romance (en el sentido inglés del término: una narración cuya estructura conduce a un final feliz), bajo circunstancias históricas completamente alteradas”. Al respecto, Franco aclara sobre “la refuncionalización del romance en la cultura de masas moderna”, que “es la crítica feminista la que más se ha ocupado de esta cuestión” (Franco 2013b: 95). 25 Véase también Franco 2013a. 26 Es interesante el ejercicio que Jean Franco (2013a) realiza respecto del consumo de los géneros romance de arte de las autoras de literatura light y las biografías de mujeres como best sellers que alentaron el volumen de negocio del mercado literario en México, a partir de la premiación en la Feria del Libro en Santiago de Chile, en los años noventa, de Paula de Isabel Allende, Arráncame la vida de Ángeles Mastretta, Soñar en cubano de Cristina García y Como agua para chocolate de Laura Esquivel. Asimismo, Jean Franco conformó en tres ocasiones el jurado del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en los casos de: Juan Gelman, 2000; Sergio Pitol, 1999; y Juan Goytisolo, 2004.

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tura en Lenguas Romances, su marco de valoración literaria es restringido y no necesariamente implica un eslabón extendido en el ciclo de la consagración entre premios literarios. En todo caso su objetivo se presenta como una estrategia para ampliar el campo y el negocio literario introduciendo al mercado obras de calidad escritas por mujeres desde un género prosístico redituable y ampliamente probado, como la novela, en comparación con otros. Pero, también, el premio acusa en su feminización a la histórica condición de las escritoras de habla hispana, y se reserva la premiación solo a autoras para evitar que la canónica costumbre de sus pares masculinos de premiarse entre sí hagan menos visibles las obras de ellas. En 2012, cuando el jurado del Premio FIL en Lenguas Romances develó las inconsistencias de un fallo cuestionado en México y a nivel internacional para distinguir al escritor Alfredo Bryce Echenique, la escritora chilena Lina Meruane obtuvo el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz por su novela Sangre en el ojo. En su discurso de recepción, Meruane recrea las respuestas telefónicas a las solicitudes de los medios sobre la naturaleza del galardón: Este premio, dije, da cuenta de un ajuste todavía pendiente en el campo literario. Hace 20 años, dije, cuando las escritoras ingresaron de forma masiva y definitiva en el espacio letrado hasta entonces regido por los escritores, la disparidad del reconocimiento y la difusión era escandalosa. Y continúa siendo muy acentuada, basta con mirar no sólo los números sino fijarse en las obras que mencionan los escritores en sus entrevistas, o en sus ensayos, cuando se les pide hablar de obras. Ninguna Lispector, ninguna Silvina Ocampo, ninguna Marta Brunet o para qué decir Bombal, ninguna Rosario Castellanos o Josefina Vicens o Amparo Dávila, y por supuesto Elena Garro, por nombrar apenas a algunas de una estirpe de narradoras merecedoras de premios póstumos. […] Pero este premio viene a señalar, acaso tristemente, que la situación continúa siendo desigual. […] Llegará un momento en que este premio deje de tener sentido, me dije, y ojalá dejara pronto de tenerlo. (Meruane 2012: 279)

Ha pasado una década del discurso de Lina Meruane y las desigualdades en el ciclo de la consagración del campo literario para las escritoras persisten, así como el premio que obtuvo entonces y que en 2020 distinguió a la escritora argentina Camila Sosa por su novela Las malas, ampliando con ello en términos de género el concepto de lo femenino del reconocimiento. Sobre el otorgamiento del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances en 30 años de historia, la distribución desequilibrada o injusta para reconocer las trayectorias literarias de escritoras se manifiesta con solo seis

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galardonadas hasta ahora: la escritora brasileña Nélida Piñón, en 1995; tres años después, en 1998, la poeta argentina Olga Orozco; en 2010, pasados doce años, lo obtuvo la escritora mexicana Margo Glantz; en 2018, la poeta uruguaya Ida Vitale; en 2020, la escritora portuguesa Lídia Jorge; y ahora en 2021, la chilena Diamela Eltit. Ante este reducido número, seis mujeres frente a 25 hombres, me interesa un primer rastreo de indicios o marcas textuales en los discursos de premiación que arrojen información sobre estos procesos de premiación que tanto galardonadas como audiencia en general experimentan “excepcionales” en función de un conjunto de reglas no escritas del premio, así como posibles referencias explícitas o no en los textos que revelen ciertas condiciones, coyunturas o factores en los que el premio se invistió singularmente con la labor de estas seis escritoras. Cabe recordar que Brasil fue el país invitado de honor de la Feria de Frankfurt en 199427, un año antes de que Nélida Piñon fuera consagrada con el Premio FIL de Literatura Latinoamericana Juan Rulfo y se convirtiera en la primera autora en recibirlo en 1995, cuando el país invitado de honor en Guadalajara fue Venezuela. También en ese año Nélida fue condecorada con las medallas Don Alfonso Enrique de Portugal y con la de Gabriela Mistral de Chile. El caudal de distinciones que sostenían el prestigio de su trayectoria literaria antes del Premio FIL de Literatura eran los premios Walmap de Brasil de 1969 por su obra Fundador, el Mário de Andrade concedido a A casa da paixão, en 1973, y los premios del PEN Club y la Asociación de Críticos de Arte de Brasil en 1985 por La república de los sueños; además de presidir como primera mujer la Academia Brasileña de Letras en 1989. A la edad de 58 años, Nélida Piñon recibió el Premio FIL de Literatura que entonces consistía en cien mil dólares y declaró para algunos de los medios que el galardón era “una prueba de que cada vez más las sociedades identifican en la mujer un real talento, una real capacidad creativa incontable de condiciones [sic]” (así aparece en Jáuregui 1995: 1). Entonces se hicieron públicos sus vínculos intelectuales y afectivos con México, así como sus viajes por el país en la década de los ochenta. Sobre la enunciación explícita al reconocimiento de su trayectoria literaria como escritora, en su discurso de recepción, Piñon inicia enfáticamen Para conocer la participación de Brasil en 1994 y la de Portugal en 1997 como invitados de honor en la Feria de Frankfurt, Gustavo Sorá ha realizado un estudio comparativo e imprescindible en el que observa los ámbitos de dominación cultural que produce el mundo del libro (Sorá 2012).

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te: “La memoria de la mujer está en la Biblia. Aunque ella no haya sido la interlocutora de Dios. Esta memoria también se encuentra en los libros que la mujer no escribió. Una memoria que fue usurpada por los narradores cuando vedaron a la mujer el acceso al registro poético de su experiencia” (Piñon 2011: 73). De ahí que la mujer se volvió la depositaria de la experiencia humana, de su memoria. Y más adelante afirma que “por eso, la mujer puede muy bien proclamar, en nombre de la herencia que le cedió a la humanidad, ser ella la otra cara de Homero, la otra cara de Shakespeare, la otra cara de Cervantes” (Piñon 2011: 73). En unas breves líneas, Piñon muestra el rostro de una literatura ignorada por la elocuencia y arbitrariedad de los “usurpadores”, una tradición literaria en la que se reconoce, tan clásica y antigua, como la que ahora la distingue con el premio. Después de narrar el devenir en el que la mujer narradora va recuperando su derecho a escribir en apenas dos párrafos, Nélida declara: Tengo el placer de servir a la literatura con memoria y cuerpo de mujer. En mí residen los recursos sigilosos que la mujer engendró a lo largo de la historia, mientras se incorporaba al ceremonioso cortejo que la conduciría a participar de los misterios de Eleusis. […] Narro porque soy mujer. Narro porque desde mis orígenes cumplo con una creencia proteica. Bajo el ardor de la vida, bajo la epifanía de las palabras, me toca asumir todas las formas humanas. A ninguna de ellas doy la espalda, ni cancelo sus voces narrativas. (Piñon 2011: 74)

Con estas declaraciones en el discurso de recepción, Piñon dejaba instaurada públicamente una postura de género ante el premio que, lejos de ser excepcional, considera necesaria para revelar la arbitrariedad impuesta de las prácticas histórica e historiográfica “naturalizadas” que desconocen y omiten la literatura escrita por mujeres. Al reivindicar la tradición literaria de las escritoras a través de la memoria poética, de la que su obra en conjunto es consecuencia y representación contemporánea, Nélida engendra la posibilidad de completar y restablecer el canon del Premio FIL de Literatura en Lengua Romances en un acto tan solemne y político como la ceremonia de entrega del premio. Al año siguiente de su premiación, Nélida Piñon formó parte del jurado que premió a Augusto Monterroso en el Premio FIL de Literatura Latinoamericana Juan Rulfo en 1996. Posteriormente, Piñon recibió la Medalla Lazo de Dama de Isabel la Católica, en 2000, y el Premio Iberoamericano de Narrativa Jorge Isaacs al año siguiente; fue distinguida con el Premio

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Internacional Menéndez Pelayo, en 2003, y con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2005, entre muchos otros. Además, es significativa la cantidad de reconocimientos que recibió a partir de 1996, como la distinción de doctora honoris causa de universidades de diversos continentes, como la Universidad Nacional Autónoma de México, Université de Poitiers, New Jersey University y Université de Montréal. Olga Orozco fue la segunda mujer galardonada por la FIL de Guadalajara en 1998 con el premio, el cual recibió a sus 78 años de edad, un año antes de morir. Para ese momento, prestigiaban su trayectoria poética el Primer Premio Municipal de Poesía en 1963; el Premio de Honor de la Fundación Argentina que obtuvo en 1971; el Premio Nacional de Teatro a Pieza Inédita en 1972; el Premio municipal de prosa en 1974 y en 1976; el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes en 1980; el Premio Nacional de Poesía por su obra Canto a Berenice, en 1983; el Premio Nacional de Poesía y el Premio Gabriela Mistral de la Organización de los Estados Americanos (OEA), en 1988; el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), en 1989; y el Premio Konex de Platino en 1994. Las obras poéticas que antecedieron a la distinción del premio de la FIL fueron Con esta boca en este mundo, de Editorial Sudamericana (1994) y También la luz es un abismo, publicado por Emecé en 1995. A diferencia del discurso de Nélida Piñon, en su texto Olga Orozco no hace alusión alguna a su condición como autora; por el contrario, su identidad genérica como mujer poeta se diluye entre agradecimientos al jurado y a la memoria de Juan Rulfo, y en todo caso busca elevar la distinción más allá de su persona a la poesía y sus adictos, a quienes como ella la viven internándose en los abismos o las alturas. El Premio FIL que se otorga a la poesía a través de ella “no es común, […] a partir del momento en que Platón nos expulsó de su República por tergiversar el carácter de los dioses, por hacer torpes imitaciones de sus actos y palabras, y por no exaltar las virtudes edificantes ni hacer el elogio de los hombres esclarecidos” (Orozco 2011: 99). Con este inicio clásico, Orozco se dedica a definir la naturaleza y existencia de la poesía, la condición transgresora de los poetas, sus incursiones en el lenguaje; se trata de un discurso atrapado en el deseo ensayístico que sorprende por su erudición y filiación a la tradición francesa con alusiones y citas de Mallarmé, Válery, Gaston Bachelard y Maurice Blanchot, para apagarse con reminiscencias a la tradición poética de los Siglos de Oro con San Juan de la Cruz. No hay en el discurso de recepción de Olga Orozco una sola mención a una autora clásica o contemporánea, y su omisión fue

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análoga al silencio del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances por doce años en que solo consagró perfiles masculinos. En 2010, Margo Glantz contaba con una destacada y sólida trayectoria literaria y académica, desde 1994 fue distinguida como profesora emérita de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y en 1995 ingresó como miembro de número a la Academia Mexicana de la Lengua. Su abundante obra narrativa y crítica le habían concedido para ese momento el Premio Magda Donato 1982, por su obra Las genealogías; el Premio Xavier Villaurrutia en 1984, por Síndrome de naufragios; el Premio Universidad Nacional, en 1991. Además, a diferencia de Nélida Piñon y Olga Orozco, Margo Glantz ya había sido reconocida por el otro premio FIL de literatura, el Premio FIL de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, por su novela El rastro, en 2003, y había participado como integrante del jurado en el Premio FIL de Literatura Latinoamericana Juan Rulfo en 2000, cuando fue galardonado el poeta argentino exiliado en México Juan Gelman. En la premiación de Margo Glantz por haber obtenido el Premio FIL en 2010, el discurso laudatorio de Diamela Eltit, en representación del jurado, abrió la ceremonia. Este discurso dialoga con el de recepción de la galardonada y se corresponden en sus alusiones genéricas. Por ello, me referiré en primer lugar al de Eltit, cuyo propósito fue elaborar una semblanza del trabajo literario y la figura cultural de Margo Glantz que evitara los lugares comunes a toda celebración. En primer lugar, destaca el cuerpo ensayístico de sus estudios literarios por su erudición y análisis, y prosigue con su trabajo creativo inclasificable porque transgrede las categorías de lo literario. Es a partir de sus investigaciones en torno de figuras como la Malinche y Sor Juana Inés de la Cruz que Glantz “se ha volcado a desentrañar el lugar y el discurso de la mujer, y por la precisión de sus trabajos, la traductora y la poeta han adquirido no sólo una mayor envergadura, sino también una renovada precisión cultural” (Eltit 2011: 244)28. Margo Glantz da inicio a su discurso de recepción con una solemne exhortación seguida de una ironía hilarante: “Honorables miembros Esta recomposición del ethos del ser mexicano que ha realizado Margo Glantz desde la literatura a través de estas figuras femeninas, como señala Damiela Eltit, resulta especialmente significativa frente a las ideas y visiones heteropatriarcales y hegemónicas profusamente extendidas en la ensayística de Octavio Paz, como El laberinto de la soledad y Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe.

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del presídium. Me siento la Julia Roberts de la literatura” (Glantz 2011: 247). Y continúa reforzando la ironía con el recuerdo de algunos versos que el primer galardonado del premio, el poeta Nicanor Parra, pronunció para su audiencia: “los premios son para los espíritus libres/y para los amigos del jurado” (Glantz 2011: 247). De esta forma agradece a las autoridades y al jurado del premio, y adelanta el deseo de que se le conceda a la escritora chilena Diamela Eltit el mismo premio más adelante, para que ella le devuelva una semblanza a su obra como “justicia poética” (Glantz 2011: 247). En la explicación de lo que para Glantz representa el significado cabalístico del premio, como la tercera autora y la primera escritora mexicana en recibirlo, refiere la simultaneidad de otra premiación importante en 2010, al ser reconocida Ana María Matute con el Premio Cervantes: “Me pregunto, como se pregunta una amiga: ¿por qué nos dan el premio cuando cumplimos ochenta años? Porque ya no vamos a dar lata, o porque nos vamos a morir tranquilas, a lo mejor” (Glantz 2011: 248). Con lo anterior, Glantz da inicio al recuento fugaz de la genealogía femenina del premio en su papel de lectora deudora de la obra de Nélida Piñon y de la de Olga Orozco y vuelve a enunciar un deseo más: “Me gustaría pensar que puedo compartir este premio y que lo recibo en nombre de varias escritoras mexicanas y latinoamericanas que ya no menciono porque ya las mencioné y que murieron casi olvidadas, sin obtener más que un reconocimiento efímero y local” (Glantz 2011: 248). Después de lo anterior, hace un ajuste de cuentas reivindicando a tres escritores claves de la literatura mexicana como Juan Rulfo, Juan José Arreola y, especialmente, a Nelly Campobello, a quien distingue como la escritora que más revolucionó el lenguaje narrativo entre los autores de la Revolución con su obra maestra, llamada Cartucho. Sobre su propia escritura, Margo Glantz se concentra al final de su discurso en su última obra, publicada entonces por Editorial Era en 2007, Saña, y expone las operaciones textuales realizadas en ella para desmontar de lo femenino los mecanismos que actúan entre lo erótico y lo biológico, los desplazamientos de sentido y los desplazamientos corporales, así como la fragmentación del cuerpo y de lo animal. […] Las religiones y muchos regímenes de corte fascista, antes y después de la letra, abominan las imperfecciones corporales y prohíben el acceso de los que llevan esas marcas a los lugares sagrados. (Glantz 2011: 252)

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Este ejemplo le permite finalmente concluir con lo que para ella representa escribir: “quiere decir, en el fondo, y por razones etimológicas, ‘cortar, rasgar, desgarrar’. En todo acto de escritura quien escribe se destruye a sí mismo” (Glantz 2011: 252). La cuarta galardonada del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances en 2018 fue Ida Vitale, y lo obtuvo a la edad de 94 años. Ese mismo año y a unos días de la ceremonia de premiación en Guadalajara, le fue concedido también el Premio Cervantes. Anteriormente la poeta uruguaya había sido distinguida con el Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo en 2009, el Premio Internacional Alfonso Reyes en 2014, y al año siguiente obtuvo el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en 2016 el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca y el Max Jacob en 2017, además de haber recibido por la Universidad del Uruguay el título de doctora honoris causa​. Los premios en cascada que consagró la obra poética de Vitale los obtuvo en una edad avanzada. En el discurso de recepción que Ida Vitale pronunció en la ceremonia de la entrega del Premio FIL, la autora de Cada uno en su noche rememora su condición de exiliada en México, cuando tuvo que salir de Uruguay por la dictadura militar en 1974. Gran parte del texto refiere su agradecimiento al país de acogida y especialmente a las amistades intelectuales y artísticas que muy pronto cultivó, porque le permitieron realizar lo que más quería: leer y escribir. De ahí que agradezca en su brevísimo discurso al editor que dirigió el suplemento Sábado de Unumásuno: “Inicialmente hubo un gran maestro [Huberto] Batis, quien como director o colaborador fue un espléndido jefe y maestro de periodistas que me acogió con infinita paciencia, aunque rezongaba un poco a veces por mis derivados, cuando me ponía a hablar de cosas que él suponía que no eran importantes”29. Aunque sutil y ambigua, Vitale establece una diferencia entre ella y su editor respecto de lo relevante de los temas, pero no esclarece ni ahonda en su divergencia como un elemento de género. Más adelante, Ida recuerda a Octavio Paz e intenta convencer a su audiencia de que “Octavio no sólo era un gran maestro, sino un humano El discurso de recepción de Ida Vitale en la ceremonia de entrega del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances puede consultarse en la página web del premio (“Discurso de Ida Vitale en la recepción del Premio de FIL de Literatura en Lenguas Romances 2018”. En: [04/08/2021]).

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generosísimo. Gracias en él a México”30. Así concluye su discurso, en el que rinde homenaje al otro editor que la integró en el consejo asesor de la revista Vuelta y con el que colaboró en sus labores editoriales. Una referencia polémica en relación con el género y la exclusión selectiva de un canon poético femenino31, que remite a la dramática situación de una poeta exiliada que, si bien tradujo a Simone de Beauvoir, se resguardaba al poder del grupo de Paz32. En 2020, el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances distinguió a la escritora portuguesa Lídia Jorge, la quinta mujer en obtenerlo. La ceremonia de premiación estuvo enmarcada por un tenso ambiente político entre los poderes federal y locales debido a las declaraciones del actual presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, contra el presidente de la FIL, Raúl Padilla, además de la emergencia sanitaria debido a la pandemia de COVID-19, que obligó a la FIL Guadalajara a inaugurar su 34.ª edición de manera virtual. Para esta ocasión, los integrantes del jurado que evaluaron a Lídia Jorge trabajaron a distancia y la ceremonia de entrega se realizó de manera remota. Pese a estas lamentables restricciones, por primera vez la ceremonia del Premio FIL de Literatura fue accesible al público general y se experimentó despojado de las jerarquías habituales que la ceremonia impone a su audiencia en el espacio presencial33. Por lo que, en esta ocasión, para el discurso de recepción que leyó Lídia Jorge se remite al vídeo de la inauguración de la feria que se encuentra alojado en la página web del Premio FIL34. “Discurso de Ida Vitale en la recepción del Premio de FIL de Literatura en Lenguas Romances 2018”. En: (04/08/2021). 31 En la edición anotada Cartas cruzadas 1965-1970. Arnaldo Orfila, Octavio Paz, 19651970 de la correspondencia entre el editor Arnaldo Orfila de Siglo XXI y Octavio Paz que preparó Adolfo Castañón, se puede seguir puntualmente el proceso editorial para publicar la antología Poesía en movimiento, las selecciones y numerosas exclusiones que reconfiguraron el canon poético de la segunda mitad del siglo xx en México. 32 Ida Vitale también tradujo obras de Luigi Pirandello y Boris Vian. Trabajó como traductora para el Fondo de Cultura Económica, entre sus traducciones se encuentra El agua y los sueños de Gaston Bachelard. 33 El acta del jurado puede consultarse en: Feria Internacional del Libro de Guadalajara: “Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. 2020. Lídia Jorge/Acta del Jurado”. En: (04/08/2021). 34 La inauguración de la 34ª FIL Guadalajara se puede ver en el Canal YouTube oficial de la feria: “Ceremonia de inauguración y entrega del Premio FIL de Literatura 30

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Al igual que sus antecesoras en el Premio FIL de Literatura, Jorge ya había recibido un número importante de reconocimientos en Portugal al ser distinguida en 1980 con el Prémio Ricardo Malheiros de la Academia das Ciências de Lisboa, y en dos ocasiones, en 1982 y 1984, con el Prémio Município de Lisboa. En 1997, cuando Portugal fue invitado de honor en la Feria de Frankfurt, Lídia Jorge tuvo una importante proyección internacional como una de las autoras de la delegación literaria de su país, figurando al lado de José Saramago y António Lobo Antunes. Dos años después, Jorge recibiría los premios D. Diniz da Casa de Mateus, el Máxima Literatura y el de Ficção do Pen Club en 1999. Posteriormente, obtuvo el Grande Prémio de la Associação Portuguesa de Escritores y el Prémio Correntes d’Escritas por O Vento Assobiando nas Gruas en 2002. Fue en 2006 que Jorge fue reconocida en Alemania con la primera edición del Premio Internacional de Literatura Albatroz de la Fundación Günter Grass, por su trayectoria literaria. En 2017 Portugal fue el invitado de honor de la Feria Internacional de Madrid35, una estación previa, a ser el país invitado de honor de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en 2018, a la que acudió Lídia Jorge como parte de la delegación literaria de su país. En 2020, Lídia Jorge se convirtió en la segunda escritora en lengua portuguesa consagrada por el Premio FIL, y fue la cuarta vez que el premio distinguió a autoras y autores de este idioma36. De forma similar a Nélida Piñon y, se podría decir, en diálogo con ella, si se considera su obra Aprendiz de Homero, Jorge pronuncia su discurso de recepción al definir su lugar de enunciación como escritora y al feminizar la invención del imaginario clásico de la literatura, para completar con su relato la tradición literaria: “Para agradecerles quiero referirles un caso particular, contarles como hace muchos años conocí a Homero. Homero, en los campos donde nací, era

en Lenguas Romances 2020”, en: (04/08/2021). El discurso de recepción de Lídia Jorge editado sin la ceremonia inaugural se encuentra en este otro enlace de Canal 44: “Lídia Jorge, ganadora del premio FIL Guadalajara 2020”, en (04/08/2021). 35 Sobre la 76.ª Feria del Libro en Madrid con Portugal como país invitado se encuentran las investigaciones de Fernando García Naharro (2019) y Matteo Anastasio (2019b). 36 Nélida Piñon (1995), Rubem Fonseca (2003), António Lobo Antunes (2008) y Lídia Jorge (2020).

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mujer y se llamaba María de Encarnación”37. Esta Homero vieja, ciega, coja y analfabeta contaba cantando “romances antiquísimos aprendidos de memoria en su infancia” 38. A través de este personaje homérico, Jorge trama su discurso para señalar los desequilibrios, las violencias e injusticias contra las sociedades y particularmente contra lo femenino de ellas: “María de Encarnación fue un ser atravesado por el fulgor poético, aunque no tuvo la felicidad de conocer la maravilla que son los libros. Merecía haber ido a la escuela, aprendido a leer y escribir, merecía haber tenido acceso a los poetas de su patria: Camões, Vieira, Pessoa; leer la Ilíada, la Odisea, la Divina comedia, Don Quijote. […] Ella que no tuvo acceso a ningún libro”39. En un recuento de los derechos de esta Homero que merecía tiempo después asistir a la universidad, escribir cartas a otras mujeres lectoras y escritoras, escribir sus propias historias y habitar la alteridad de otros destinos, Jorge cierra su discurso apropiándose simbólicamente de las palabras de su Homera, María Encarnación: Ella, quien tal vez nunca había leído un libro, ante la inminencia de perderlo, comprendería cómo esa escultura de papel que habla sin sonido es un objeto perfecto. Mucho más perfecto que las sondas que van a Marte y rondan Neptuno. Eso hubiera dicho ella. Y esas serían también las palabras, que yo misma hubiera querido pronunciar en persona, ahí, en las interminables filas de jóvenes que visitan como en ningún otro lugar de la Tierra, la Feria del Libro en Guadalajara40.

A diferencia de Nélida Piñon, que en su discurso refiere su iniciación en los misterios de la ars poetica, Lídia Jorge reivindica la literatura oral de lo popular, lo social del arte y el compromiso de quienes como ella están atravesadas por el fulgor poético de su tiempo. Con una sencillez admirable, Lídia Jorge pronuncia un elogio final al libro situándose en lo Vídeo de Canal 44: “Lídia Jorge, ganadora del premio FIL Guadalajara 2020”, en (04/08/2021), minutos 1’:17’’-1’:35’’. 38 Vídeo de Canal 44: “Lídia Jorge, ganadora del premio FIL Guadalajara 2020”, en (04/08/2021), minutos 1’:34’’-2’:35’’. 39 Vídeo de Canal 44: “Lídia Jorge, ganadora del premio FIL Guadalajara 2020”, en (04/08/2021), minutos 4’:13’’-4’:38’’ y 8’:05’’-8’:06’’. 40 Vídeo de Canal 44: “Lídia Jorge, ganadora del premio FIL Guadalajara 2020”, en (04/08/2021), minutos 16’: 37’’-17’: 21’’. 37

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que hubiera sido una edición presencial de la FIL Guadalajara y, con ello, agradece a las autoridades del Premio FIL por haberla distinguido. A unas semanas de saberse el fallo de la trigésima edición del premio, en respuesta a una pregunta de Dulce María Zúñiga sobre los movimientos actuales y los derechos de las mujeres, Lídia Jorge expresó: “No hago una militancia continua en el feminismo, pero me siento feminista porque acompaño las reivindicaciones de las mujeres por el derecho a la igualdad, al respeto, a la justicia y el reconocimiento de su esfuerzo en el trabajo y sus habilidades”; y, en relación con la literatura, agregó: “Las mujeres llamaron a la puerta hace muy poco. Hasta el siglo xx, las mujeres aprendieron a leer y escribir sus propias vidas –aún estamos en el inicio de la toma de la palabra” (Jorge 2020: 6). Después de haber recibido el Premio Internacional Carlos Fuentes que otorga la Secretaría de Cultura y la Universidad Nacional Autónoma de México, en abril de 2021, el 27 de agosto las autoridades de la FIL Guadalajara anunciaron, en conferencia de prensa, a la ganadora del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances: la escritora chilena Diamela Eltit41. Por vez primera y de manera consecutiva, se entrega a una autora después de que la escritora Lídia Jorge lo obtuviera el año anterior; con esta emisión, el Premio FIL reconoce por sexta ocasión la trayectoria de una escritora en sus treinta años de existencia. Al igual que su colega y amiga mexicana, Margo Glantz, Eltit ya había participado como integrante del jurado que premió a Glantz en 2010, la cual declaró en su discurso de recepción once años atrás que deseaba también para Diamela el Premio FIL, a quien esperaba retribuir con “justicia poética” (Glantz 2011: 247) realizando una semblanza de su obra y trayectoria cuando fuese premiada. En sus primeras impresiones durante la conferencia de prensa respecto de haber sido distinguida con el Premio FIL, Diamela Eltit recuerda su visita a la FIL Guadalajara en la primera edición del premio otorgado a Nicanor Parra, en 1991, después de haber padecido 17 años de dictadura al interior, cuando inició su residencia en México como agregada cultural A la conferencia de prensa virtual asistieron las autoridades de la FIL Guadalajara, el presidente Raúl Padilla y la directora Marisol Schulz, y de la Asociación del Premio FIL, Dulce María Zúñiga, además de la representante del jurado Lorena Amaro Castro, junto con integrantes del jurado. Para esta edición se recibieron 71 candidaturas con las que se postularon 56 autores de 17 países, representantes de siete idiomas.

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de su país. Con este recuerdo, Diamela señala la importancia paritaria que el galardón representa ahora que lo recibe ella, como símbolo de las luchas actuales de la sociedad chilena por una mayor democracia y paridad de género que, en relación con el premio, también se traduce en la unión de géneros literarios. Para Eltit, el binarismo ella-narradora-Eltit y él-poeta-Parra en el Premio FIL resulta coincidente en un horizonte literario y cultural de la escritura que debería excluir todo binarismo. Asimismo, sobre el reconocimiento de las escritoras con la distinción de premios, declaró que estos no deberían otorgarse para compensar una falta o deuda histórica en la contribución de las mujeres a la literatura, sino más bien para construir un camino democrático que desbiologice la escritura, por el que mujeres y hombres ingresen con plenitud en el territorio de las letras42. A partir de 1995, Diamela Eltit inicia su trayecto de reconocimientos al obtener el Premio José Nuez Martín por su novela Los vigilantes; en 2004 fue consagrada con el Premio Manuel Montt y, seis años después, con el Premio Iberoamericano José Donoso. Después de dos nominaciones en 2001 y 2011, obtuvo el Premio Altazor en 2015 por su obra Fuerzas especiales y, dos años después, el Premio Municipal de Santiago por sus ensayos Réplicas. En 2018 fue distinguida con el Premio Nacional de Literatura de Chile, y en 2020 con el Premio José María Arguedas. En 2021, Diamela Eltit fue ampliamente reconocida en México con dos premios internacionales por el conjunto de su obra: el Premio Internacional Carlos Fuentes y el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, por los que recibió 125 mil dólares por el primero y 150 mil por el segundo43. En el prólogo a la edición conmemorativa del Premio FIL por su 20.º aniversario, Vicente Quirarte revela una de las reglas no escritas del premio respecto de la alternancia que procuran los jurados en otorgar el premio a un autor mexicano y uno iberoamericano, aunque no necesaria Véase el vídeo de FIL Guadalajara: “Anuncio del premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2021”. En: (04/10/2021). 43 Días después del anuncio de haber recibido el Premio FIL de Literatura, el 8 de septiembre, Diamela Eltit volvería a reafirmar estas mismas ideas sobre la democratización y desbiologización de la escritura literaria, en la ceremonia de entrega del Premio Carlos Fuentes en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, que le otorgaron la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, y el rector de la UNAM, Enrique Grauer. A la ceremonia acudieron Silvia Lemus, Margo Glantz, Marta Lamas, Jorge Volpi e integrantes del jurado, como Adolfo Castañón y Mario Bellatin (cf. Agencia EFE 2021). 42

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mente ha ocurrido así, ya que la distribución del galardón entre representantes literarios de los diferentes países queda cuestionada por fenómenos de migración y exilio, como los debidos a las diferentes dictaduras que han marcado el tránsito y la identidad de escritores: “¿A qué país pertenecen Tomás Segovia y Juan Gelman, que han hecho de la poesía una patria armada para vencer el odio, para consagrar la iluminación de cada día?” (Quirarte 2011: 14). Ante lo evidente, respecto a la falta de alternancia entre mujeres y hombres, acepta que “no ha sucedido lo mismo con el género” (Quirarte 2011: 14), pero eso no le genera inquietud alguna que amerite un comentario o una postura al respecto. En cuanto a los trabajos y deliberaciones, Quirarte evita hablar de ellos y los sitúa “en el ámbito de lo privado, como puede dar constancia el profesionalismo de la doctora Dulce María González [sic], quien con tanta diligencia y discreción organiza y sigue los trabajos de los sucesivos jurados” (Quirarte 2011: 14); en realidad, el nombre correcto de la encargada de la conformación y seguimiento de los jurados es la doctora Dulce María Zúñiga, como directora de la Asociación del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, además de ser profesora e investigadora titular del Centro de Estudios Literarios de la Universidad de Guadalajara, y responsable de la Cátedra Julio Cortázar de la misma44. La aprobación de los jurados proviene de Raúl Padilla, presidente de la FIL y presidente ejecutivo de la Asociación del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. No obstante, las limitaciones para conocer los procesos de deliberación, dada la discreción de las autoridades del premio, se puede observar, en el caso de las galardonadas, las posibles alternancias y ajustes de la composición de los jurados y su progresión a partir del cambio del nombre. El jurado de Nélida Piñon en 1995 estuvo conformado en su mayoría por integrantes masculinos del continente americano: el editor y ensayista mexicano Adolfo Castañón45, los catedráticos peruanos Abe Dulce María Zúñiga es doctora en Estudios Romances, especialista en literatura italiana, por la Universidad Paul Valéry de Montpellier. En 1991, como becaria del FONCA, publicó La novela infinita de Italo Calvino en Tierra Adentro, con prólogo de Julio Ortega. También es ensayista y traductora de italiano, francés y portugués. 45 Destacado editor, poeta, narrador y ensayista, miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua desde 2005. Adolfo Castañón (1952) ha sido distinguido recientemente con el Premio Internacional Alfonso Reyes en 2018. 44

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lardo Oquendo46 y Julio Ortega47 y el crítico uruguayo Jorge Ruffinelli48. Los otros integrantes fueron el escritor, traductor y ensayista francés Gérard de Cortanze49 y los catedráticos Ciaran Cosgrove,50 de Irlanda, y el estadounidense Raymond L. Williams51, los tres relacionados con la literatura hispanoamericana, y como única mujer del jurado figuró María Kodama, viuda del escritor Jorge Luis Borges (tabla 2). En 1998, el jurado que calificó a Olga Orozco integró una mujer más, por lo que contó con dos especialistas: la catedrática y traductora estadounidense Suzanne Jill Levine52 y la argentina Alicia Borinsky53; por lo que la mayoría fueron especialistas y autoridades literarias masculinas: el catedrá-

Fue editor de revistas literarias, profesor universitario y crítico literario cercano a Mario Vargas Llosa, quien le dedicó su novela Conversación en La Catedral. Abelardo Oquendo (1930-2018) también participó como jurado del Premio Casa de las Américas en Cuba. 47 Es profesor de literatura latinoamericana en Estudios Hispánicos de la Universidad de Brown y dirige el Trans-Atlantic Project para la historia del español en España, Estados Unidos y América Latina. Actualmente es miembro honorario de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española. 48 Desde 1986 es académico de la Universidad de Stanford. En 1980 recibió el Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas por su obra Literatura e ideología: El primer Mariano Azuela 1896-1918, de quien se encargaría de realizar la edición de Los de abajo en la colección de Archivos. También, a petición de Juan Rulfo, prologó y editó sus obras completas en la Biblioteca Ayacucho, en 1977. 49 Gérard de Cortanze ha traducido al francés a escritores de lengua española como Rubén Darío, César Vallejo, Vicente Huidobro, José Emilio Pacheco y Juan José Saer. También ha escrito biografías y ensayos sobre el surrealismo y de autores y artistas como Antonio Saura, Paul Auster, Jorge Semprún y Frida Kahlo. En la actualidad es miembro de la Academia de la Lengua Francesa 50 Profesor emérito del Trinity Collage Dublin, y profesor investigador invitado de la Universidad de Guadalajara. En 2012, el Gobierno mexicano le otorgó el Premio Ohtli. 51 Profesor distinguido de la University of California Riverside, investigador y crítico de la literatura latinoamericana. 52 Profesora y directora del Programa en Doctorado de Estudios en Traducción de la University of California en Santa Bárbara. Ha sido traductora de la obra de Manuel Puig y premiada por sus estudios sobre este novelista argentino. 53 Alicia Borinsky es académica, poeta, narradora, crítica literaria y profesora de Literatura Latinoamericana y Literatura comparada en la Universidad de Boston. Un año antes, en 1997, ya había sido parte del jurado que premió a Juan Marsé con el Premio FIL de Literatura Latinoamericana Juan Rulfo. 46

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tico puertorriqueño Arcadio Díaz Quiñones54, el poeta mexicano Hugo Gutiérrez Vega55, el editor y escritor mexicano José Luis Martínez56, el escritor boliviano Renato Prada Oropeza57 y el traductor y ensayista uruguayo Danubio Torres Fierro58, ambos radicados en México59. A partir del cambio de nombre del Premio FIL de Literatura a “Lenguas Romances” en 2006, se buscó un equilibrio en la composición de los jurados con la integración de más editores y romanistas europeos que respaldaran la amplitud lingüística del galardón, además de incluir un número mayor de académicas, investigadoras, críticas literarias y editoras. Casi un lustro después del cambio de nombre y de la configuración que implicaba, en el jurado de Margo Glantz se aprecia una mayor inclusión de mujeres con cuatro especialistas, algunas muy cercanas a la galardonada, como Sara Poot Herrera y Diamela Eltit, quien junto con Cecilia García Huidobro fueron las representantes latinoamericanas, y dos integrantes de Europa: el editor y escritor Juan Cruz, de España, y Fue profesor en la Universidad de Puerto Rico, en la Universidad de Washington en Seattle, en la Universidad de Princeton de la que es profesor emérito, y en Hostos Community College, City University of New York. Entre sus obras más importantes se encuentran La memoria rota (1993), El arte de bregar (2000), y Sobre los principios. Los intelectuales caribeños y la tradición (2006). 55 Poeta, ensayista, diplomático y difusor cultural, Hugo Gutiérrez Vega (1934-2015) fue miembro de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española y de la Academia Mexicana de la Lengua. También se distinguió como traductor de poesía griega y director editor de publicaciones literarias. 56 Se distinguió como ensayista, bibliófilo, crítico e historiador de la literatura mexicana y editor institucional. Dirigió el Instituto Nacional de Bellas Artes, el Fondo de Cultura Económica y la Academia Mexicana de la Lengua. 57 Escritor, ensayista, traductor y crítico de la literatura hispanoamericana, al inicio de su exilio en México en 1974 se desempeñó como profesor investigador de la Universidad Veracruzana, en la que fundó la Cátedra de Semiótica, y de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Fue director de la revista Semiosis de 1978 a 2007. 58 A su llegada a México en 1974 se integró al grupo de la revista Plural, de la que sería secretario de redacción, al igual que en la revista Universidad de México y de Vuelta Sudamericana de Buenos Aires. Su participación en revistas y suplementos literarios ha sido profusa; en su obra se destacan las publicaciones Memorias plural, una compilación de entrevistas a escritores hispanomericanos, Territorios del exilio y Estrategias saldas que ahondan en el tema del exilio. 59 A partir de este momento, las semblanzas de los integrantes de los jurados del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances se pueden consultar en línea, en el sitio de la FIL Guadalajara. 54

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la catedrática de origen mexicano Ana María González Luna, de Italia. Ocho años después, el jurado que premió a la poeta uruguaya Ida Vitale también sería predominantemente femenino, con cuatro mujeres: la académica mexicana Luz Elena Gutiérrez de Velasco Romo, Elena Stancanelli, de Italia, la estadounidense Valerie Miles, radicada en España, y Carmen Musat, de Rumanía, quienes, junto con los dos integrantes masculinos, Efraín Kristal, de Estados Unidos, y Héctor Abad Faciolince, de Colombia, deliberaron a favor de la poeta uruguaya. Este jurado se distingue del resto por constituirse con solo seis miembros. De igual forma, en el jurado de Lídia Jorge, en 2020, predominó un número mayor de mujeres que de hombres, cuatro de siete integrantes, y se distingue del resto de las galardonadas latinoamericanas porque sus miembros son sobre todo de origen europeo: la española Anna Caballé, cercana a Lídia Jorge y quien leyó el fallo del jurado en la ceremonia de entrega, la rumana Luminita Marcu, radicada en España, el editor español Javier Rodríguez Marcos, la francesa Anne-Marie Métailié y Mario Barenghi, de Italia; además de los especialistas Regina Zilberman y Rafael Olea Franco, quienes representaron el perfil latinoamericano y mexicano, respectivamente. Finalmente, el jurado que premió a Diamela Eltit contó con la participación de cuatro mujeres: la académica estadounidense Oana Sabo, la filóloga rumana Simona Sora, la catedrática brasileña Maria Eunice Moreira y la crítica chilena Lorena Amaro Castro; además de la participación por segunda ocasión de Javier Rodríguez Marcos y Rafael Olea Franco y, por primera vez, del crítico italiano Marco Belpoliti.

Consideraciones finales Uno de los impedimentos para el estudio de los premios literarios es la consulta de fuentes de primera mano para conocer las candidaturas y sus procedencias tanto del interés público (asociaciones, instituciones, editoriales y editores), como de los integrantes del jurado, además de los trabajos que definen el proceso de deliberación de cada certamen. El acceso a los documentos y materiales de archivo, en caso de existir como tal, queda restringido y reservado a las autoridades de los premios, así como la información extraoficial que la prensa de la feria pudiera aportar, en el caso del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances de Guada-

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lajara. Por otra parte, los pactos de confidencialidad que comprometen a los participantes de los jurados durante los días de trabajo para deliberar impide entrevistarlos posteriormente para conocer sus experiencias entre sí y en relación con la organización, los argumentos y formas de debatir las propuestas y candidaturas, las tensiones y negociaciones de los jurados, las omisiones y consideraciones en relación con los lineamientos legales, las convocatorias, la sociabilidad intelectual, las posibles presiones o intervenciones implícitas y explícitas de las autoridades y los patrocinadores, así como los efectos de estas instancias para el otorgamiento y la planeación comercial, que se despliega en muy poco tiempo al saberse el fallo en cada edición. Si lo anterior fuese posible, ayudaría a observar mejor, como complemento al proceso de valoración literaria, la eficacia de las estrategias de proyección mediática y de marketing editorial con las que se negocian los bienes simbólicos, y cómo ese valor agregado de lo simbólico tiene consecuencias para la contratación y venta de derechos de las obras como efectos calculados del premio a mediano y largo plazo. Esta correspondencia antagónica permitiría observar con mayor claridad la función inaugural que cumple el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, como instancia de consagración y de legitimidad simbólica, en el desarrollo de la feria y el encuentro entre mercados culturales. Revisar brevemente los episodios adversos del premio, a manera de antecedentes, permitió dimensionar sus poderes y repercusiones en las transformaciones del mecanismo de consagración. Ante la polémica que desataron los comentarios de Tomás Segovia, en 2005, las autoridades del premio superaron la contienda mediática y legal, al optar por el cambio de nombre para ampliar su capacidad de acumular y generar más capital simbólico con la inclusión de un reparto mayor de lenguas y, por lo tanto, de mercados para las prácticas comerciales de la FIL. Si en la edición de 2005 las autoridades del Premio FIL de Literatura fueron percibidas por el público como víctimas de un escándalo, para 2012 el escenario se invirtió. El jurado que distinguió en 2012 a Alfredo Bryce Echenique fue severamente cuestionado y su prestigio se puso en juego. Los señalamientos y las críticas a la calidad literaria, moral y financiera del galardón fueron en aumento por parte del campo literario en México, públicamente se exigió que el jurado dimitiera y que se le retirara el premio al escritor peruano. La respuesta fue una estrategia mediática e internacional contra el desprestigio del premio que supuso su crítica, el

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jurado en cuestión y su ganador: las autoridades se convirtieron en las víctimas y el prestigio se puso a resguardo. Del episodio más reciente por el que está atravesando el Premio FIL de Literatura aún no se vislumbra el resultado. Hasta el momento, sus autoridades han logrado mantener el monto del galardón pese a los recortes de presupuesto y retiro de fondos públicos directos a esta instancia de consagración, lo que lleva a preguntarse sobre la naturaleza de los fondos sustitutos que recibe a partir de 2019. Esta situación, lejos de terminar, parece ahondarse por las declaraciones del presidente de la FIL Guadalajara y de la Asociación del Premio FIL en 2020, quien se ha erigido abiertamente en una figura opositora de las políticas culturales del Gobierno federal. Además de los desafíos que ha implicado la pandemia de COVID-19 para el sector editorial y especialmente para la actividad comercial de las ferias del libro. Ante este escenario, quizás el Premio Princesa de Asturias que la FIL Guadalajara obtuvo junto con el Hay Festival en 2020 podría abrirle otros horizontes de legitimidad y oportunidad a nivel internacional. En el proyecto de origen del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances se puede observar cierta similitud a su modelo, como sería el Premio de la Paz de la Feria de Frankfurt, por su influencia y vinculación con el desarrollo de la feria, aunque este reconocimiento de los libreros alemanes no sea literario, pero si se atiende a su nombre específico, no cabe duda de su función política cultural. En este sentido, el éxito del Premio FIL de Guadalajara como un acontecimiento literario del comercio del libro iberoamericano logra, al igual que su modelo, delimitar el espacio de acción en el que se diluyen, como una válvula de escape, las polémicas político-culturales, para garantizar las prácticas estrictamente comerciales. El registro de los premios y distinciones previos al Premio FIL de Literatura en las trayectorias de las seis ganadoras contribuye a trazar la jerarquía y ascenso del valor simbólico y a observar su proyección del ámbito nacional al internacional que determina el tránsito de las autoras hacia los centros de mayor legitimidad. Las seis ganadoras cumplen con un extenso inventario de reconocimientos al momento de recibir el Premio FIL, que, en el caso de Olga Orozco, Margo Glantz, Ida Vitale y Diamela Eltit, escritoras en lengua española, equivale a recibir el Premio Cervantes, el cual obtuvo Vitale inmediatamente después de que le fue otorgado el de la FIL, en una competencia entre mecanismos de consagración pese a sus diferen-

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cias y funciones políticas culturales60. Respecto de las autoras en lengua portuguesa, Nélida Piñon y Lídia Jorge, el Premio FIL de Literatura abre en ambas ocasiones el horizonte de oportunidades para la traducción de sus obras en los mercados del libro en español a mediano y largo plazo. Respecto de la paridad de género en términos de “lenguas romances”, queda mucho por esperar del Premio FIL de Literatura, ya que en su parnaso no figura aún ninguna galardonada en lengua francesa, como sí se ha premiado al poeta Ives Bonnefoy, consagrado en 2013, y al narrador Emmanuel Carrère, en 2017; o en lengua italiana al ensayista y escritor Claudio Magris, reconocido en 2014; y a Norman Manea, ganador en 2016, para el caso del rumano. Además de la falta de reconocimiento a escritoras en lengua francesa, italiana y rumana, queda pendiente el reconocimiento a trayectorias y figuras literarias en lenguas catalana y gallega, como síntoma de crecimiento de los mercados literarios en estos idiomas. En los discursos de recepción de Nélida Piñon, Margo Glantz y Lídia Jorge, así como en las primeras impresiones de Diamela Eltit, es explícita la necesidad de reconocer una tradición literaria escrita por mujeres, tan milenaria y clásica como el canon que las consagra, y que su omisión no cuestionada en la historia literaria y su representación disminuida en los mecanismos de consagración, en este caso los premios literarios, presenta a las ganadoras como excepciones en un sistema masculino que las ha excluido sistemáticamente, pero que en la actualidad es develado. Lo excepcional en estos casos señala tanto un sistema injusto de exclusión como a ciertas coyunturas político culturales, en un tránsito que va de la conquista intelectual –con lo que tiene de patriarcal el término– de una mujer que preside por vez primera una institución jerárquica dominante, como una academia de letras en el caso de Nélida Piñon, a la repercusión de los movimientos feministas de las últimas décadas en todos los ámbitos de la vida pública. La urgencia de representación y agencia en la paridad de género, en conjunción con otros factores de estrategia comercial para el caso del premio, quizás esclarece que Lídia Jorge haya sido distinguida con el Premio FIL de En un estudio sobre el Premio Cervantes y su función política respecto de su política literaria y de lengua respecto de las poquísimas ganadoras y los ganadores hispanoamericanos, Sarah Bowskill ha destacado las diferentes posiciones que se perciben desde las jerarquías histórico-culturales que establece el premio, cuya función es centralizar la hegemonía frente a las literaturas nacionales de sus excolonias (Bowskill 2012).

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Literatura por el conjunto de su obra a dos años de que lo recibiera Ida Vitale, en 2018, y que Portugal haya sido el invitado de honor de la feria; o que significativa y sensiblemente sea una escritora chilena la ganadora de la 31ª edición del Premio FIL, si se observa la fuerza de los movimentos sociales de mujeres en Chile en los últimos años. Respecto de la paridad de género, como ya se pudo observar a partir del jurado de Margo Glantz, y a diferencia de los jurados que calificaron a Nélida Piñon y Olga Orozco, una mayor presencia de especialistas literarias, editoras y académicas crea condiciones que auguran un mayor equilibrio en la designación del premio, para regular y evitar una costumbre tan naturalizada entre hombres para consagrarse entre sí y ocultar una tradición literaria que no tiene nada de excepcional y sí mucho de exclusión. No obstante, sería ingenuo pensar que una mayor inclusión de mujeres a los jurados de premios literarios, así como de escritoras merecedoras de los galardones, sea suficiente para erradicar los desequilibrios y reconfigurar la superestructura masculina en el campo de producción (profesionales de la edición, los sujetos y representantes de la autoría, agentes de instituciones educativas, culturales y artísticas, organizadores y representantes de mecanismos e instancias culturales, entre otros), “sede de las luchas por el monopolio del poder de consagración donde continuamente se engendran el valor de las obras y la creencia en ese valor” (Bourdieu 2010: 159). Queda por discutir una rearticulación de estos fenómenos y mecanismos de consagración, que entre otras cuestiones ponga en crisis la historiografía misma de las literaturas para un restablecimiento de las historias literarias. Así como la correspondiente revisión de las superestructuras financieras y comerciales de las industrias culturales en las que predominan los hombres en los puestos de poder, y en las que las mujeres figuran como la base de la pirámide, y excepcionalmente en cargos de decisión. Una línea de investigación para futuros trabajos sería trazar las rutas de premios y distinciones previos y posteriores al Premio FIL de Literatura en los seis casos expuestos, que se correspondieran con una historia editorial de cada una de las trayectorias literarias, con la intención de evaluar los posibles efectos y alcances comerciales, como nuevas contrataciones y traducciones, así como de legitimidad simbólica de estas escritoras después de haber recibido el premio.

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Tabla 1. Distinciones del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances (1991-2020) Autores/Autoras

Jurados

1. Nicanor Parra (1991)

Fernando Alegría (Chile), Carlos Bousoño (España), John Brushwood (Estados Unidos), Ángel Flores (Puerto Rico), Bella Jozef (Brasil), Julio Ortega (Perú) y Ramón Xirau (México). Una sola mujer participa en el jurado.

2. Juan José Arreola (1992)

Antonio Alatorre (México), Juan Gustavo Cobo Borda (Colombia), Claude Fell (Francia), José Luis Martínez (México), Seymour Menton (Estados Unidos), Julio Ortega (Perú)*, Nicanor Parra (Chile)**, Dario Puccini (Italia) y Saúl Yurkiévich (Argentina). No figura ninguna mujer como integrante del jurado. *Se resaltan en azul los integrantes que han participado más de una vez en distintos jurados. **Se resaltan en rojo los autores o autoras que han formado parte de los jurados.

3. Eliseo Diego (1993)

Juan José Arreola (México), Claude Couffon (Francia), Josefina Ludmer (Argentina), Joaquín Marco (España), Alexis Márquez Rodríguez (Venezuela), Klaus Meyer-Minnemann (Alemania) y María Azira Seixo (Portugal). Dos mujeres participan en el jurado.

4. Julio Ramón Ribeyro (1994)

Adolfo Castañón (México), Irlemar Chiampi (Brasil), Claude Couffon (Francia), María Kodama (Argentina), Dulce María Loynaz (Cuba), Joaquín Marco (España), Alexis Márquez Rodríguez (Venezuela), Amos Segala (Italia) y Raymond L. Williams (Estados Unidos).

5. Nélida Piñon (1995)

véase tabla 2

6. Augusto Mon- Adolfo Castañón (México), Gustavo Guerrero (Venezuela), Jonh terroso (1996) King (Inglaterra), José Luis Martínez (México), Juan Bruce Novoa (Estados Unidos), Nélida Piñon (Brasil), Jorge Rufinelli (Uruguay), Amos Segala (Italia) y Saúl Yurkiévich (Argentina). 7. Juan Marsé (1998)

Alicia Borinsky (Argentina), José Luis Martínez (México), Gerard Martin (Estados Unidos), Juan Antonio Masoliver (España), Antonio Melis (Italia), Augusto Monterroso (Guatemala), John Bruce Novoa (Estados Unidos) y Guillermo Sheridan (México). Una sola mujer participa en el jurado.

8. Olga Orozco (1998)

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véase tabla 2

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Freja I. Cervantes Becerril Arcadio Díaz Quiñones (Puerto Rico), Jean Franco (Inglaterra), Hugo Gutiérrez Vega (México), Seymour Menton (Estados Unidos), Julio Ortega (Perú), Ramón Xirau (México) y Saúl Yurkiévich (Argentina). Una sola mujer participa en el jurado. Los seis hombres del jurado ya habían participado en otras ocasiones.

10. Juan Gelman Soledad Álvarez (República Dominicana), Gonzalo Celorio (Mé(2000) xico), Juan Gustavo Cobo Borda (Colombia), Claude Couffon (Francia), Jean Franco (Inglaterra), Margo Glantz (México) y Ramón Xirau (México). De siete integrantes solo participan dos mujeres. 11. Juan García Ponce (2001)

No se consignan los integrantes de este jurado en la edición conmemorativa del Premio FIL de Literatura ni en la página web de la FIL Guadalajara.

12. Cintio Vitier (2002)

Beatriz Espejo (México), Ambrosio Fornet (Cuba), Noé Jitrik (Argentina), Julio Ortega (Perú), José Miguel Oviedo (Perú) y Vicente Quirarte (México). Una sola mujer participa en el jurado.

13. Rubem Fonseca (2003)

Emmanuel Carballo (México), Edmond Cros (Francia), Jean Franco (Inglaterra), Luz Mary Giraldo (Colombia), Bella Jozef (Brasil), José Miguel Oviedo (Perú) y Vicente Quirarte (México). A partir de esta emisión del Premio FIL de Literatura desaparece la composición de los jurados en la edición conmemorativa hasta 2010, por lo que se reproduce la información de los jurados que aparece en la página web del premio en adelante.

14. Juan Goytisolo (2004)

Beatriz Espejo (México), Julio Ortega (Perú), Vicente Quirarte (México), Noé Jitrik (Argentina), José Miguel Oviedo (Perú) y Ambrosio Fornet (Cuba). Este jurado se distingue por conformarse de integrantes que ya habían participado en otras ocasiones. Una sola mujer participa en el jurado.

15. Tomás Segovia (2005)

Steven Boldy (Inglaterra), Christopher Domínguez Michael (México), Cecilia García-Huidobro (Chile), Lucía Melgar Palacios (México), Matilde Sánchez (Argentina), Seymour Menton (Estados Unidos) y Jorge Urrutia (España). A partir de este momento el Premio FIL de Literatura cambia su nombre. Por vez primera de siete integrantes participan tres mujeres.

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Las voces femeninas del Premio FIL 16. Carlos Monsiváis (2006)

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José Luis Martínez (México), Sergio Pitol (México), Gonzalo Celorio (México), Cecilia García-Huidobro (Chile), Seymour Menton (Estados Unidos), Julio Ortega (Perú), Beatriz Pastor (España) y Jorge Urrutia (España). Este jurado está constituido por ocho miembros y solo dos mujeres participan. De ocho integrantes tres son mexicanos, por lo regular participan de uno a dos.

17. Fernando del Gonzalo Celorio (México), Gustavo Guerrero (Venezuela), Julio Paso (2007) Ortega (Perú), Beatriz Pastor (España), Suzanne Jill Levine (Estados Unidos), Rubén Gallo (México) y William Rowe (Inglaterra). De siete integrantes solo participan dos mujeres. 18. António Lobo Antunes (2008)

María Luisa Blanco (España), Franc Ducros (Francia), Efraín Kristal (Perú), Gerard Martin (Estados Unidos), Lucía Melgar Palacios (México), Vicente Quirarte (México) y Doris Sommer (Estados Unidos). De siete integrantes participan tres mujeres.

19. Rafael Cadenas (2009)

María Luisa Blanco (España), Gustavo Guerrero (Venezuela), Ana María González Luna (México/Italia), Darío Jaramillo (Colombia), Lucía Melgar Palacios (México), Vicente Quirarte (México) y Raymond L. Williams (Estados Unidos). De siete integrantes participan tres mujeres. Tres integrantes se repiten del jurado anterior y solo uno participa por vez primera.

20. Margo Glantz (2010)

véase tabla 2

21. Fernando Vallejo (2011)

Juan Cruz (España), Cecilia García-Huidobro (Chile), Calin Mihailescu (Canadá), Julio Ortega (Perú), Margarita Valencia (Colombia), Jorge Volpi (México) y Michael Wood (Italia). De siete integrantes solo participan dos mujeres.

22. Alfredo Bryce Echenique (2012)

Calin Mihailescu (Canadá), Julio Ortega (Perú), Jorge Volpi (México), Margarita Valencia (Colombia), Leila Guerriero (Argentina), Mark Millington (Inglaterra) y Mayra Santos Febres (Puerto Rico). Por vez primera la paridad de género equilibra la composición del jurado. No obstante, este jurado fue cuestionado por distinguir con el premio al escritor peruano acusado de plagio en Perú, México y España. Este fue el jurado que puso en cuestión el prestigio del Premio FIL de Literatura. Los integrantes no vuelven a participar desde entonces.

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298 23. Ives Bonnefoy (2013)

Freja I. Cervantes Becerril Esperanza López Parada (España), Mariapia Lamberti (Italia), Simona Sora (Rumania), Horácio Costa (Brasil), Pascal Gabellone (Italia), Hugo Gutiérrez Vega (México), Benedetta Craveri (Italia). De siete integrantes participan una mayoría de cuatro mujeres. Se destaca la participación de tres jurados de origen italiano.

24. Claudio Magris (2014)

Simona Sora (Rumania), Horácio Costa (Brasil), Patricia Martínez García (España), Carlo Ossola (Italia), Ernesto Ferrero (Italia), Pierre Assouline (Francia) y Joaquín Garrigós (España). De siete integrantes solo participan dos mujeres. Se repiten dos integrantes del jurado anterior.

25. Enrique Vila-Matas (2015)

Patricia Martínez García (España), Pierre Assouline (Francia), Joaquín Garrigós (España), Alberto Manguel (Argentina), João Cezar de Castro Rocha (Brasil) y Ottmar Ette (Alemania). Una sola mujer participa de seis integrantes. Se repiten tres miembros del jurado anterior.

26. Norman Manea (2016)

Alberto Manguel (Argentina), João Cezar de Castro Rocha (Brasil), Ottmar Ette (Alemania), Mercedes Monmany (España), Jerónimo Pizarro (Colombia), Louis Chevaillier (Francia) y Phillippe Daros (Francia). Una sola mujer participa de siete integrantes. Se repiten tres miembros del jurado anterior.

27. Emmanuel Carrère (2017)

Mercedes Monmany (España), Jerónimo Pizarro (Colombia), Valerie Miles (Estados Unidos/España), Gustavo Guerrero (Venezuela), Carmen Musat (Rumania), Efraín Kristal (Perú) y Héctor Abad Faciolince (Colombia). De siete integrantes participan tres mujeres. Se repiten tres miembros del jurado anterior. Seis de los integrantes ya han participado de otros jurados.

28. Ida Vitale (2018)

véase tabla 2

29. David Huerta (2019)

Luz Elena Gutiérrez de Velasco Romo (México), Miguel Casado (España), Anne-Marie Métailié (Francia), Anna Caballé (España), Amelia Gamoneda (España) y Aurelio Major (México). De siete integrantes participa una mayoría de cuatro mujeres. A partir de esta emisión la Asociación del Premio FIL de Literatura no recibe más los fondos públicos del Gobierno federal.

30. Lídia Jorge (2020)

véase tabla 2

31. Diamela Eltit (2021)

véase tabla 2

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Tabla 2. Autoras distinguidas por el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances Autoras

Jurados

1. Nélida Piñon (1995)

Adolfo Castañón (México)*, Gérard de Cortanze (Francia), Ciaran Cosgrove (Irlanda), María Kodama (Argentina), Abelardo Oquendo (Perú), Julio Ortega (Perú), Jorge Rufinelli (Uruguay) y Raymond L. Williams (Estados Unidos). *Se resaltan en azul los integrantes que han participado más de una vez en distintos jurados. Una sola mujer participa en el jurado.

2. Olga Orozco (1998)

Alicia Borinsky (Argentina), Arcadio Díaz Quiñones (Puerto Rico), Hugo Gutiérrez Vega (México), Suzanne Jill Levine (Estados Unidos), José Luis Martínez (México), Renato Prada Oropeza (Boliviano/Mexicano) y Danubio Torres Fierro (Uruguay). De siete integrantes solo participan dos mujeres. Transcurrieron tres años de haber obtenido el premio Nélida Piñon.

3. Margo Glantz (2010)

Sara Poot Herrera (México), Ana María González Luna (México/Italia), Diamela Eltit (Chile), Cecilia García Huidobro (Chile), Juan Cruz (España), Pedro Meira Monteiro (Brasil), Darío Jaramillo (Colombia). De siete integrantes participan cuatro mujeres, una mayoría inédita en 19 años del premio. Pasaron 12 años de haber sido distinguida Olga Orozco.

4. Ida Vitale (2018)

Luz Elena Gutiérrez de Velasco Romo (México), Elena Stancanelli (Italia), Valerie Miles (Estados Unidos/España), Carmen Musat (Rumania), Efraín Kristal (Perú), Héctor Abad Faciolince (Colombia). De seis integrantes participan cuatro mujeres, una mayoría femenina después de ocho años de la distinción a Margo Glantz.

5. Lídia Jorge (2020)

Anne-Marie Métailié (Francia), Anna Caballé (España), Javier Rodríguez Marcos (España), Mario Barenghi (Italia), Luminita Marcu (Rumania/ España), Regina Zilberman (Brasil), Rafael Olea Franco (México). De siete integrantes participan cuatro mujeres, una mayoría que se repite dos años después del premio asignado a Ida Vitale.

6. Diamela Eltit (2021)

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Javier Rodríguez Marcos (España), Rafael Olea Franco (México), Marco Belpoliti (Italia), Oana Sabo (Estados Unidos), Simona Sora (Rumania), Maria Eunice Moreira (Brasil), Lorena Amaro Castro (Chile). De siete integrantes participan cuatro mujeres, una mayoría que se repite en dos años consecutivos después del premio asignado a Lídia Jorge.

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III. TESTIMONIOS DESDE EL PRESENTE Y NOTICIAS DEL FUTURO

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La Feria del Libro de Madrid: desafíos e incertidumbres ante un mundo híbrido Manuel Gil Espín Director de la Feria del Libro de Madrid

Los orígenes La Feria del Libro de Madrid nació el 23 de abril de 1933, fecha conmemorativa de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra en 1616, y con motivo de la Semana del Libro, organizada por la Cámara del Libro y un grupo de editoriales, contó con el apoyo del Gobierno de la República. La idea de la feria partió de la Escuela de Librerías, y en concreto de uno de sus profesores, Rafael Giménez Siles, editor y librero al que se reconoce como fundador de la misma. Un personaje fascinante al que no se han rendido los honores que merecería. Hasta la edición de 1936 no se consideró feria oficial. Después de las sucesivas ediciones entre 1933 y 1936, en 1937 se tuvo que cancelar la feria, y esta interrupción se extendió hasta 1943, obviamente por el paréntesis de la Guerra Civil y la lenta reconstrucción del tejido editorial y librero. Como curiosidad se puede resaltar que la feria de 1934 llevó el nombre de “Nacional e Hispano-americana” (figura 1), y que entre 1944 y 1981 su denominación fue la de Feria Nacional de Libro, que se abandona, por diversos motivos y circunstancias en 1982, para abrazar su denominación actual, Feria del Libro de Madrid. No fue hasta 1967 cuando se trasladó ya definitivamente a su actual ubicación en el Parque de El Buen Retiro, pues hasta entonces se desarrollaba en el Paseo de Recoletos. Una dilatada y exitosa historia de una Feria que se ha insertado en el ADN de la sociedad lectora ma-

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drileña y española, pues desde hace muchos años mantiene un número de visitantes superior a los dos millones de personas. Una feria de libros, pero también de personas, que buscan compartir su sensibilidad hacia el libro y la lectura. Es importante señalar que en 2019 el Ayuntamiento de Madrid la declaró Bien de Interés General de la Ciudad. Con esta declaración se blinda este acontecimiento literario de la vida cultural madrileña y se garantiza su permanencia en el Parque del Retiro, además de posibilitar incentivos económicos para participantes. Un elemento muy sustancial de esta declaración es que posibilita el crecimiento de la feria, hasta ese momento limitada extraordinariamente en cuanto a los metros que se ocupan y a limitaciones muy drásticas de uso del recinto.

Figura 1. Cartel de la II Feria del Libro de Madrid Nacional e Hispanoamericana, 1934.

Los atributos y valores de la Feria del Libro de Madrid Es curioso comprobar los objetivos que ya en 1933 se definieron para la inauguración de la feria, y que eran compartidos con la pujanza que ya entonces tenía la Cámara del Libro. La Declaración de fines de la Cámara Oficial del Libro del Sr. Ruiz Castillo, presidente de la Cámara, con ocasión del nacimiento de la Feria del Libro en 1933, indica entre sus objetivos:

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Difusión de valores clásicos. Exaltación de valores modernos y contemporáneos. Guerra al arribismo literario. Guerra a la literatura equívoca y pornográfica. Progresión estética del libro. Cooperación para la propaganda y difusión del libro [...]. Defensa de los intereses editoriales contra piratas y parásitos del libro [...]. Creación de exposiciones permanentes de libros en Iberoamérica. Intensificación de relaciones y de cultura iberoamericana. Cultura del espíritu universal.1

La feria se concibió para hacer llegar el libro a una ciudadanía que en aquellos años mantenía tasas de analfabetismo muy elevadas, pero también se debe resaltar que uno de los valores sobre los que se sustentaba la feria era la especial relación a mantener con Iberoamérica. Si la feria de 1933 solo tuvo expositores madrileños, ya en la edición de 1934 se incorporaron editores de toda España, así como editores mexicanos. Este atributo ha pasado por altibajos en la historia de la feria, pero desde el año 2017 se presta especial atención y desarrollo al tema. Desde invitar a Madrid a los directores de las principales ferias de América Latina, a incorporar a pequeñas editoriales de distintos países de ese continente, o programar mesas de intercambio comercial entre libreros de América y editores españoles, con objeto de mostrar la bibliodiversidad de la edición de habla hispana y favorecer la circulación del libro. Con el paso del tiempo y la propia evolución de la feria se han ido incorporando nuevos ejes de trabajo. Por ejemplo, el referido a la mujer, en su acepción más amplia. Unas industrias en las que el componente femenino es mayoritario tanto en editoriales como en librerías, un desarrollo lector que muestra como las mujeres representan un porcentaje también muy destacado (60%), o una presencia como visitantes cercana al 68%, requería abordar el tema de una manera sistemática. Desde promover actividades para abordar temas de brecha salarial, conciliación o acceso a la cultura, a insistir a las editoriales que visibilizasen la presencia de autoras firmantes. En la actualidad son ya un 45% las autoras que firman sus libros en la feria. No se puede tampoco dejar de señalar la importancia que se otorga al eje sostenibilidad y ecoedición. Desde hace ya cuatro años la feria está



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Citado en Cendán Pazos 1987: 12.

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inmersa en un plan de sostenibilidad que pretende apostar por una feria neutra en carbono, una gestión de sus productos en papel provenientes de bosques certificados y trazabilidad, prohibiendo el consumo de plásticos, y trabajando con proveedores de infraestructuras con certificaciones de sostenibilidad medioambiental. Una feria que para su montaje requiere de unas infraestructuras que sobrepasan los 35 000 metros cúbicos de materiales tiene un impacto indudable sobre el Parque del Retiro, lugar de ubicación de la feria. Creemos que la feria es efímera, pero su impacto no. De manera que en cada edición se mide el efecto contaminante y posteriormente se procede a su compensación, en bosques de la Amazonia y a través de un programa local que se denomina Madrid Compensa.

Figura 2. Carteles de la Feria del Libro de Madrid a lo largo de las épocas (1936-2016). © Feria del Libro de Madrid.

También hay que resaltar la incorporación de herramientas de medición digital de todo lo que acontece en la feria, desde las conversaciones de los visitantes en las redes sociales a la medición del impacto en noticias que genera y su cuantificación económica. Cuando por una feria pasa un número tan elevado de visitantes, se tiene ya la materia prima para desarrollar un cierto proceso de big data.

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Al entender cada edición como algo nuevo, la espectacularización de la feria es inevitable, buscando que los visitantes tengan una experiencia altamente gratificante. Además, el equipo de organización intenta incluir en cada edición algunos temas que preocupen a la ciudadanía y que están presentes en el debate de la sociedad civil. La sensibilidad hacia este tipo de cuestiones conlleva que la feria sea un organismo vivo y siempre pendiente de difundir un cierto espíritu de cultura universal contemporánea.

Figura 3. Carteles de las ediciones 2017-2019. © Feria del Libro de Madrid.

A lo largo de su dilatada trayectoria, la feria ha conseguido alcanzar un cierto monopolio de la visibilidad para una gran parte del sector, como espacio de legitimación cultural y profesional –si no se está presente en la Feria parece que no existes– operando como una red de sociabilidad intra sector. Este es un mérito que solo se alcanza después de años de celebraciones.

La 79.ª edición de la feria 2020. Annus horribilis “En este año de cuyo número no quiero acordarme” irrumpió la pandemia en el mundo. Como si fuese un tsunami, la pandemia irrumpió en el mundo del libro y puso a las ferias ante una encrucijada plagada de incertidumbres y disyuntivas. Cuando en marzo se decidió aplazar la feria de mayo a octubre se tenía la vana esperanza de una mejoría sanitaria que permitiese celebrarla acogiendo a todos nuestros visitantes lectores. Llegados a septiembre observamos que, a pesar de protocolos rigurosos de acceso de público y expositores que teníamos definidos, los rebrotes la

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hacían imposible. Había que cancelar por responsabilidad y prudencia, un posible contagio en el recinto nos daba miedo; este convirtió el vértigo en pánico, dejando una sensación de dolor y desconsuelo al equipo de organización y al sector en su conjunto, que veía como la gran cita cultural y comercial del sector se cancelaba. Un cierto pragmatismo virtuoso nos llevó a tomar esa decisión, obviamente amarga, abandonando la esperanza de poder hacer la feria de modo tradicional. Las cancelaciones de todas las ferias mostraban cómo la crisis del coronavirus atacaba los activos esenciales de las ferias presenciales. Tanto el activo circulante de las ferias, público y control de aforos, como los modelos de negocio de las mismas se veían ciertamente comprometidos, poniendo en riesgo las ferias como productos de beneficio económico y cuestionando abiertamente su viabilidad económico-financiera.

Figura 4. Feria del Libro de Madrid 2018. Gráfica: © Andrea Reyes.

Al ser reducido por los controles de aforo a una mínima expresión, la pandemia convierte al público lector visitante, centro gravitatorio de las ferias, en un punto altamente vulnerable. Una posible reducción radical del aforo cuestionaba los resultados económicos de los expositores presentes en el evento. La incertidumbre sobre unos menguantes resultados comerciales era evidente. Ante esta contingencia se hacía necesario establecer un plan

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alternativo que mantuviera viva la marca ferial ante los lectores, pues estos, aunque todo ha estado paralizado, han seguido leyendo. Si convenimos que las ferias tienen hoy tres características esenciales, las de ser inteligentes, digitales y sostenibles, hoy debemos que añadir también: seguras. Los controles de aforo y distanciamiento merman la capacidad de las ferias de generar datos y construir algoritmos de mejora. Unas ferias ancladas en lo analógico del libro acaban por ser esclavas de los soportes tangibles. La pandemia ha llevado a las ferias a ponerse en “modo control de daños”, y a repensar sus modelos. Y aquí surge la idea de desarrollar las ferias virtuales, lo que conllevaba incorporar nuevas habilidades en los equipos feriales.

Figura 5. El público de la Feria del Libro de Madrid, en la era pre-COVID-19. Foto: © Feria del Libro de Madrid.

Todas las ferias enfocadas a público intuían que a su modelo tradicional había que integrar lo que aporta internet, en cuanto a mejorar la experiencia del visitante recurriendo a herramientas digitales de apoyo a la visita, y teniendo en cuenta la modificación de hábitos de consumo cultural. Es ya obligatorio integrar internet y las herramientas digitales en apoyo de un modelo esencialmente analógico y presencial, lo que conllevará un crecimiento continuo de seguimiento internacional y una mejora de la sofisticación del modelo. Ferias que se podían conceptualizar como “inteligentes”

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(aprender de la gran cifra de visitantes mediante algoritmos y construir un big data, medir para mejorar), “digitales” (introduciendo herramientas digitales al servicio de la información al visitante) y “sostenibles” (generar modelos de gran implicación medioambiental y de medición de impacto en huella de carbono), transitan ahora hacia una evolución de su modelo. Vamos hacia modelos feriales mixtos, híbridos, que integraran de manera armónica lo analógico (presencial) y lo digital. Este es el mix del futuro, o ya del presente. Las ferias se perciben a través de los sentidos, y gracias a estos crean emociones y generan experiencias, una “erótica” de las ferias, pero es dudoso conseguir estos logros con las programaciones virtuales. No todo lo presencial y analógico es virtualizable. Pensando en cómo interactuar con el visitante hay que convenir que debe ser a través de una estrategia omnicanal (offline/online), estimulando los sentidos y las emociones para crear en el visitante, presencial o a distancia, una experiencia única. Los últimos años vieron una espectacularización enorme de las ferias, glamurosos show rooms del libro, en los que la innovación de cada edición era una constante (cada edición era distinta), pero ya se observaba que se abrían a introducir un marketing experiencial cuyo objetivo era estimular los sentidos para despertar un sinfín de emociones y sentimientos positivos. Las ferias han gozado de una salud de hierro, equilibrando el modelo entre mercado y cultura, y entre lo analógico y lo digital. Todas las ferias han conjugado a la vez huir del gigantismo comercial para abrazar dinámicas vertiginosas de cultura. Cálculos bastante certeros nos muestran que las cancelaciones de ferias y festivales literarios han afectado, solo en Europa, a más de 8000 expositores y a varios millones de visitantes. Si añadiésemos las cifras de las ferias de América Latina, el sumatorio sería una tragedia. Un duro golpe para las industrias del libro a añadir a la situación de estancamiento que el mercado del libro padece desde hace una década. Una vez canceladas las ferias y los festivales literarios todas las entidades organizadoras comenzaron a trabajar en el desarrollo de alternativas digitales, más o menos efectivas, desde la feria física. Los ensayos de transmisiones por Zoom o Team y los videos en YouTube han sido el preludio de lo que puede llegar a ocurrir en próximas ediciones. Durante este año se trataba de mantener vivas ante la sociedad lectora las marcas feriales, pero muy probablemente ya para el año 2021 veremos soluciones mucho más sofisticadas, pese a que la tarea no es nada fácil. La imagen de las marcas feriales se debilita si se deja de invertir en ellas, se pierde

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el mindshare en los visitantes, con el potencial riesgo de perder impacto y notoriedad. La pandemia ha puesto a prueba la fortaleza de las marcas feriales y su capacidad de adaptación. El efecto sobre el retorno no será solo económico, los consumidores identificarán y premiarán a las marcas que hayan sido claramente sus aliados durante la crisis. La historia del marketing y los datos lo avalan. Evocar en línea una feria presencial es muy complejo. De cara al futuro es muy probable que las ferias vuelvan a contemplar aglomeraciones de público, pero la enseñanza que nos deja la pandemia es clara. Integrar el concepto de feria presencial segura con feria virtual parece un camino de no retorno. El problema surge al pensar en lo que entendemos por feria virtual y la estrategia subyacente al modelo. Replicar una feria de público en una feria virtual supondrá incorporar un software digital que integre realidad virtual, realidad aumentada, inteligencia artificial y herramientas de machine learning. Este modelo no es barato y tiene un punto heterodoxo. Las ferias se verán afectadas por una densa niebla de ceros y unos. El resultado final: volverse virtual puede abrir nuevos mercados y nuevos canales para interactuar con los lectores a nivel transnacional. No es momento para desaprovechar las oportunidades de lo digital, como así nos ha revelado el periodo de confinamiento. Pero hay que ser conscientes de que la digitalización de las ferias es un proceso, no es solo cambiar de soporte y formato. Se trata de crear espacios interactivos de encuentro online entre autores, librerías, editoriales y visitantes. Pensando en el futuro hay que pensar que los modelos venideros, con independencia de que se tenga vacuna, se verán afectados por tres componentes: modelo de negocio, formato y tecnología. La adopción tecnológica tiene una base sociológica, demográfica y generacional, lo que obliga a reconfigurar los modelos teniendo en cuenta estos parámetros. Las ferias que durante la última década han ido construyendo una sólida base digital de seguidores en distintas redes tienen una ventaja competitiva importante y sostenible para este rediseño del ecosistema ferial. La hibridación y las realidades mixtas en los formatos de ferias serán una realidad. Se incorpora así una tensión estratégica entre innovación digital, impulsada por los consumidores, y el miedo de las ferias a tener que replantearse su modelo, no olvidemos que en la industria del libro todavía perdura un cierto discurso tecnófobo, apoyado en la relativa inadaptación del libro al ecosistema de internet. Las reglas han cambiado y nadie tiene la respuesta. Recalificar el terreno simbólico de las ferias añadiendo la

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vertiente online será el reto de las próximas ediciones. El ecosistema de una feria es interdependiente, un cambio en un eslabón afecta al conjunto, desequilibrando las partes más débiles. Si el continente es importante en las ferias presenciales, al añadir la vertiente online el contenido será el centro gravitatorio de la propuesta ferial. Contenido antes que continente. Si hasta ahora las propuestas online eran un contenido accesorio de las ferias presenciales, los próximos años verán una transformación radical de los modelos feriales, serán híbridos y mixtos. En toda la industria del libro, y también en las ferias, queda mucho por hacer en términos de transformación digital. El reto será combinar dos coherencias que pueden parecer incompatibles entre sí, y es que enseña más la adversidad que la opulencia. El proyecto de la Feria del Libro de Madrid de realizar una feria virtual denominada, como etiqueta de marketing, Feria en Directo, pretendía fortalecer, en la actual coyuntura de pandemia, la marca de Feria del Libro de Madrid, dentro de sus principales ejes de desarrollo: internacionalización (con acento especial en la hermandad iberoamericana), sostenibilidad medioambiental, feminismo, programación multitarget, uso de herramientas digitales de escucha en las redes y monitorización. Todo ello en el marco de una enorme sensibilidad ante las preocupaciones de la sociedad civil, la evolución del ecosistema del libro, y su futuro pos-COVID-19. La idea de la programación online era poner el libro en los medios durante un par de semanas y contribuir a una reconstrucción del sector, sin olvidar el enfoque lúdico genuino de la feria, así como rendir los debidos honores a los autores españoles y latinoamericanos que son uno de los reclamos esenciales de la Feria. A nuestro eslogan, “La cultura en pie”, añadimos ahora: “Autores/as en la era post-Covid-19”. La idea es llevar la feria al exterior. Instalarse en las casas de los lectores a través de internet. La feria podía ser seguida desde cualquier parte del mundo, a través de una serie de actividades, en las que se prima la calidad por encima de la cantidad, extendiendo las audiencias a todo el continente iberoamericano. La idea era crear contenido digital multidisciplinar a partir de las actividades programadas presencialmente. Es importante señalar dos elementos centrales del proyecto: a) Contenido: se capturará a través de cámaras fijas o en movimiento además de las intervenciones de las personas que no se encuentren en la sala, y el contenido se podrá emitir en directo/live o diferido; b) Canales de emisión: se utilizarán esencialmente herramientas y canales estandarizados como YouTube, Instagram, Facebook, Twitter.

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Estas ferias virtuales, al menos para Madrid, no dejan de ser un laboratorio, un banco de pruebas, con el que verificar y medir el comportamiento y ubicación de las audiencias, qué cosas funcionan mejor que otras, qué nivel de seguimiento tienen, y qué conclusiones sacar para las ferias venideras. El próximo año 2021 la feria cumplirá su 80.ª edición, hecho que deberemos celebrar de manera importante. La idea es recoger un legado de nuestros padres fundadores, una herencia, una historia, para desarrollar la continuidad natural de un proyecto conceptual de feria que desbordaba lo nacional para insertarse en un ámbito de cultura universal. La idea es recuperar los orígenes para reforzar la identidad. La nostalgia de nuestra feria tradicional debe ayudar a rediseñarla. Los próximos años van a ser decisivos para conformar una feria que pueda ser referente a nivel hispanohablante, el desarrollo futuro de la feria es abrirla a lo transnacional, a las nuevas sensibilidades, y cambios de hábitos de consumo que se vislumbran. En este sentido, y una vez que ha sido declarada por el Ayuntamiento de Madrid como Bien de Interés General de la Ciudad de Madrid –lo que supone, entre otras muchas cosas, eliminar los límites de ocupación en el Parque del Retiro–, se facilitan así las bases para avanzar en una Feria Internacional del Libro de Madrid. Ya es posible promocionar un pabellón de editores internacionales, con especial significación a los originarios de Iberoamérica. Este es el reto de los próximos años. Tanto las librerías como las ferias del libro son históricamente el puente más cercano entre lectores y libros, y en ambos casos la digitalización y la virtualidad son un reto. Rediseñar el ecosistema del libro, sin olvidar a autores/as y creadores/as es parte de este desafío. La modernidad de la Feria del Libro de Madrid no es negociable, y su futuro pasa por el cambio permanente. Madrid, 30 de octubre de 2020: annus horribilis

Bibliografía Cendán, Pazos (1987): Historia de la Feria del Libro de Madrid (1933-1986). Madrid: Cámara de Comercio de la Industria de Madrid.

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2020: el año que puso en peligro a las ferias del libro1 Marisol Schulz Directora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara

Fue en 1987 cuando la Feria Internacional del Libro de Guadalajara fue creada por iniciativa de la Universidad de Guadalajara (UdG). Guadalajara es la segunda ciudad en importancia en México y su primera complicación fue, precisamente, la de convencer a todos los actores involucrados, particularmente la industria editorial mexicana, de la necesidad de organizar una feria con estas características en una entidad distinta a la capital. México es un país muy centralizado, es una nación centralista y pensar en aquel momento en realizar una feria del libro, con las características que hoy todos conocemos fuera de la capital, era complicado. En principio, en particular, fue muy difícil convencer a los editores, incluso a los bibliotecarios de Estados Unidos. Sin embargo, la primera piedra de FIL Guadalajara fue, ya desde sus orígenes, una primera piedra muy bien fundada. Por primera vez se pensó en una feria de carácter mixto dirigida al gran público2, pero también a todo el mundo del libro. Justo esta primera piedra ocurrió de manera muy profesional. Con frecuencia me preguntan cuál es la receta del éxito de la FIL Guadalajara y, además de que siempre respondo que no hay recetas –porque en esto no hay recetas–, sí creo que es una consolidación que se fue logrando con los años. Pero que también fue producto de muy buenas decisiones a lo largo Texto adaptado de la conferencia “2020: el año que puso en peligro a las ferias del libro”, realizada de forma virtual en el marco del Simposio Internacional Las Ferias del libro 2020 (10-14 de agosto de 2020) organizado por la Universidad Autónoma Metropolitana y la Europa-Universität Flensburg. La contribución se puede consultar en: (13/01/2020). 2 En términos de datos, solo en 2019 tuvimos casi 840 000 personas visitando la feria. 1

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de estos 34 años, de gente que dirigió la feria, y definitivamente de quien la fundó, Raúl Padilla, su actual presidente, quien tuvo la idea de organizar esta instancia con las características con que hoy la conocemos. Desde 2013 yo soy directora de FIL Guadalajara. Aunque ciertamente en 1987 FIL Guadalajara era una feria muy pequeña –probablemente teníamos 80 stands de los 400 o más de 400 que tenemos ahora– y había mucha más presencia de editoriales nacionales, para entonces ya se habían organizado en ella eventos de dimensión internacional. Siempre se pensó la feria en las fechas en las que se organiza en la actualidad, el último fin de semana de noviembre. De cara también a la industria editorial de Estados Unidos, se perfilaba para FIL Guadalajara ya desde 1987 la gran importancia del mercado en español. Hoy esta importancia es contundente en Estados Unidos. El español es el segundo idioma, por supuesto, en importancia, y prácticamente todas las bibliotecas de Estados Unidos, cantidades de bibliotecas americanas, tienen que hacer compras de libros en español. Todo ello hacía también muy atractivo el poder venir a una ciudad mexicana para revisar catálogos, actualizar catálogos y convivir de la manera como se convive en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Desde un inicio se han enfrentado muchos retos, retos que tienen que ver con lo económico, retos que conciernen a las distintas crisis que ha vivido no solo México, sino toda América Latina y el mundo. Y también los retos se refieren a aspectos literarios relacionados con las nuevas tecnologías, en el caso de las ediciones, con las nuevas formas de entender el mundo del libro, las nuevas formas de lectura. En 1987 era impensable que se leyera de la manera como se está leyendo ahora, en todos los formatos posibles, incluso en un móvil, en un smartphone, y esto ha representado una adaptación constante. Todas estas nuevas circunstancias, nuevas tecnologías, nuevas formas de ver el mundo se han ido introduciendo poco a poco a esta feria y uno de los grandes logros ha sido estar atentos a los cambios de consumo cultural e incorporarlos de inmediato. Por ejemplo, desde hace ya varios años tenemos un encuentro de booktubers: se trata de actores muy jóvenes, prácticamente adolescentes que hacen reseñas de libros vía YouTube, y desde un principio, se pensó en incluir distintas plataformas. Por supuesto que para quienes en 1987 ya nos dedicábamos al mundo del libro estas nuevas tecnologías en contraste con aquella época era completamente impensable algo más que no fuera la lectura a través de impresiones, es decir de un libro impreso. A lo largo de los

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años, al revés, se nos fueron presentando interrogantes tales como si el libro iba a desaparecer, si el hecho de que hubiera un libro electrónico implicaría la desaparición del libro de papel. Pero esto no ha ocurrido. En las ferias del libro, por el contrario, se ve la importancia de esta convivencia, que, por otra parte, mucha gente también pronosticó. A lo largo de estos 34 años ha habido, entonces, muchos retos con los que el equipo que organiza la FIL Guadalajara ha ido enfrentándose, y pienso que siempre lo ha hecho de la mejor de las maneras. Estos retos tienen que ver incluso con los premios que se otorgan dentro de la propia feria, con su organización dentro de un recinto ferial de vanguardia, como es Expo Guadalajara, el mismo recinto en donde continuamos hoy en día. También está el reto de convocar cada año a un país diferente, a una cultura diferente para que sea nuestro invitado de honor. Esto implica tratar distintas idiosincrasias, pues no es lo mismo invitar, por ejemplo, como en 2019, a la India, que invitar, como en otros años, a países de América Latina con los que compartimos no solamente una lengua, sino también una cultura, como son los casos de Chile, Colombia o Argentina. Como equipo nos enfrentamos, entonces, siempre a esta nueva modalidad de lo que ocurrirá con el invitado de honor. Nos gusta mucho tener estos retos, nos gusta enfrentarnos a nuevos idiomas, a nuevas formas de entender el mundo, como ha ocurrido cada año desde que comenzó este programa del invitado de honor. Ahora bien, todo esto ha sido durante 34 años. Pero 2020 vino con una carga viral que nadie pudo imaginar tan solo en enero de 2020, mucho menos en diciembre de 2019. Lo que en este año vive la humanidad en cuanto a incertidumbre, lo vivimos quienes organizamos cualquier tipo de actividad pública, cualquier tipo de evento masivo y esto ha ocurrido en todas las ferias del libro a partir de marzo. Así como hemos vivido nosotros un año complicado como feria del libro, lo han vivido otras ferias de libros, sobre todo en Europa, donde la epidemia del COVID-19 comenzó antes3. En fin, comenzó el año 2020, y desde marzo las ferias empezaron a vivir circunstancias complicadísimas. La primera fue la feria de Londres, que no tuvo tiempo para poder decidir cancelarse y tuvo que hacerlo con muy poco tiempo de anticipación. Esto generó muchas molestias. Había personas, entre ellas editores, por ejemplo, que ya estaban en Europa, so

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Por cierto, me niego a llamarlo en femenino, como nos dice la Real Academia Española, porque a mí me parece que es un virus completamente masculino.

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bre todo las que llegaban de América Latina, había editores que ya habían enviado sus catálogos, sus libros a Londres. La de Londres fue la primera cancelación y a partir de entonces hubo un cúmulo de cancelaciones en todo el mundo. Por supuesto, las principales, la de Bolonia, las ferias de América Latina como la de Buenos Aires, la de Bogotá, la de Lima, que se tendrían que inaugurar dentro de pocos días se cancelaron, y así una por una de las ferias del libro, tanto internacionales como nacionales, se fueron cancelando porque las circunstancias no permitían visualizar como reunir a una gran cantidad de personas y garantizar su seguridad. El 2020 ha sido un año en que las ferias del libro han visto un verdadero peligro por un enemigo que no conocían, que la humanidad no conocía y que todavía en este momento desconoce. Estoy hablando en julio de 2020 y todavía no se sabe bien qué va a ocurrir con la epidemia, por lo menos en México seguimos en un pico muy alto y esto nos ha hecho replantear muchas de las formas como ocurriría la feria y no sabemos qué pasará, tenemos distintos escenarios para Guadalajara, pero desconocemos cómo evolucionará la situación. Antes de hablar de los distintos escenarios, quiero comentar que ha sido un año como una especie de montaña rusa. Porque, así como hemos tenido dificultades, también hemos tenido en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara grandes noticias: en junio de 2020 se nos notificó que la Feria Internacional de Guadalajara, junto con el Hay Festival, era la ganadora del Premio Princesa de Asturias en Comunicación y Humanidades. Se trata en verdad de un reconocimiento mayúsculo para nosotros, una enorme satisfacción, un inmenso honor que este año no nos esperábamos. Sabíamos que había una postulación, pero era tanto lo que estábamos enfrentando de cara a la pandemia –porque justamente cuando supimos de la postulación era cuando comenzaba la epidemia en México– que ya no lo teníamos en la mente quienes organizamos la feria. La noticia cayó de verdad en un momento muy complicado, fue una noticia esperanzadora, como un bálsamo para todos los que hacemos ferias del libro, porque entonces un jurado internacional, que no conocemos, se había fijado en nosotros, se fijó en la importancia de este encuentro editorial sin igual en nuestro idioma, y no solamente en nuestro idioma, sino también en otros idiomas. Esta montaña rusa de emociones comenzó desde el primer momento en cuanto supimos de la epidemia, pero también nos trajo buenas noticias. Desde marzo 2020 estuvimos y seguimos en comunicación con organizaciones de directivos de ferias, con todos los directivos de ferias del mundo.

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Desde entonces tenemos realmente un intercambio permanente con los directivos de la Feria de Frankfurt, con la organización de Buenos Aires, incluso con el director de la Feria de Seúl, de Corea del Sur, con la que hay una muy buena relación, y con la Feria de Gotemburgo en Suecia. Cada uno de estos directivos ha ido planteando distintas dificultades. Con la Feria de Bolonia, que también se canceló, hemos compartido nuestras experiencias, nuestros problemas, las posibilidades y posibles soluciones. Las soluciones, como todos sabemos, han sido hasta el momento soluciones virtuales. En muy pocos casos, se llegó a soluciones híbridas, muy pocas ferias se han podido realizar de manera presencial. El 2020 fue un año en el que efectivamente las ferias del libro como tal hemos estado en peligro. Hemos estado en peligro porque no se reconoce a nivel general la importancia de las ferias del libro, no solamente como eventos comerciales, sino también como eventos de gran recorrido cultural, de gran importancia cultural. En el caso concreto de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, por ejemplo, en 2019 estuvieron presentes más de 2400 casas editoriales, en un año en el que tuvimos más de 840 000 personas y la presencia de 48 países: lo que se dice fácil, pero lo que se ha logrado en Guadalajara, y de lo cual nos sentimos muy orgullosos y muy satisfechos, es una verdadera internacionalización. Eso es uno de los grandes objetivos de nuestra feria: llegar cada vez más a un público mayor, llegar a otros rincones del planeta donde se entienda la importancia del español. Hoy por hoy, en los nueve días que dura la Feria Internacional del Libro de Guadalajara se dan cita agentes literarios, bibliotecarios, editores, diseñadores, por supuesto, autores, gente del mundo del libro en sus muy distintas facetas que se reúnen durante tres días, en particular, cuando se cierra la feria del libro al público en general. Los lunes, martes y miércoles de la FIL la feria está cerrada por las mañanas al público en general. Es ahí donde damos cabida a los profesionales del libro de todo el mundo. En 2019 nos visitaron 20 000 personas de 48 países diferentes. Todo esto se ha complicado en un año como 2020, en el que no sabemos qué va a pasar con los viajes, en el que no sabemos qué va a pasar con las reuniones de personas, no sabemos qué va a ocurrir para fines de año. En julio de 2020, todavía no sabemos qué va a pasar el día 28 de noviembre, que es cuando se tiene que inaugurar la feria, en cuanto a la circunstancia de la epidemia en México, en particular, pero también en el mundo. Al ser una feria internacional, tenemos que pensar en toda la gente que viajaría para estar presente en la feria, de tal manera que lo que estamos haciendo

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–a partir de la comunicación y la unión de directivos de feria– es pensar en distintos escenarios. Escenarios desde el presencial, que no queremos descartar de una manera muy acotada. Otra feria con la que hemos estado en contacto y que va a tener un escenario presencial, un escenario físico es la Feria del Libro de Madrid, una feria que no está dirigida a profesionales del libro necesariamente, sino al gran público. Su director, el señor Manuel Gil, gran amigo también de la FIL Guadalajara, nos comentó todas las medidas que se están tomando para que pueda llevarse a cabo esta feria en el Parque del Retiro en Madrid. No se trata solamente de medidas sanitarias y de control de público sino de muchas otras que tienen que ver también con la circunstancia económica. El peligro para FIL Guadalajara es, por un lado, garantizar la salud de cada uno de sus visitantes, por supuesto pensando en un público mucho más reducido que el que tuvimos el año pasado; pero el otro peligro y el otro reto lo enfrentamos nosotros como lo enfrenta toda la industria editorial, mundial, mexicana en particular, que es la crisis económica que ha venido con la pandemia. Recordemos que hoy por hoy, en julio de 2020, en México apenas empiezan a abrir algunas librerías, y no en todos los estados de la República, y durante muchos meses del año, prácticamente todo un semestre, no hubo un espacio al que la gente pudiera acudir a comprar libros. Se podían comprar por supuesto de manera electrónica, se podían adquirir por otras vías, pero no hubo espacios de venta al público, no me refiero solo a librerías sino también a los grandes almacenes: todos los espacios, los recintos donde uno puede entrar en contacto con el libro, donde uno puede enamorarse de un libro, han estado cerrados y eso ha dañado a la industria editorial, ha impactado a la facturación y al flujo de caja de cada uno de los editores. Esta circunstancia tan complicada hace que algunas editoriales, varias, hayan decidido este año no acudir a Guadalajara porque sus finanzas no se los permiten. Entonces, por un lado, está la circunstancia sanitaria, la circunstancia de salud propiamente dicha, pero por otro lado está la situación económica que es de todos conocida. Estos son los grandes retos que debemos enfrentar. Y en este escenario lo que estamos valorando es, por un lado, si continuar con una presencia de la feria con stands físicos en la Expo Guadalajara, nuestro recinto ferial, pero tener también un recinto alterno en un centro cultural de Guadalajara. Pensamos en el Centro Cultural Universitario, un lugar maravilloso, un espacio arquitectónico de vanguardia donde montaremos una gran carpa

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y de esta forma podremos dirigir una parte del público para actividades y exposición de libro, dividir un poco al público para que tenga distintas opciones. Por otro lado, habrá que resolver las medidas sanitarias, que son las que todo el mundo conocemos. La propia Expo Guadalajara ya está poniendo en marcha muchas de estas medidas, como las cabinas sanitizantes, puertas de entrada donde uno se desinfecta, la toma de temperaturas, la toma de cuestionarios alrededor de la situación de salud y, por supuesto, estar pendientes de qué ocurre con la pandemia en México. Lo que tenemos muy claro es que la feria se realizará de manera presencial solamente si las autoridades de salud de nuestro estado de Jalisco y las federales en México nos lo indican. Si hay algún riesgo, si el estado de la epidemia no baja en cuanto al número de contagiados, pues lamentablemente tendremos que realizar una feria exclusivamente virtual, lo que sería otro de los escenarios. En este momento, lo que estamos contemplando es una feria híbrida donde sabemos que muchos autores, por su circunstancia personal, por el tema de los viajes, por el miedo, por el temor a no viajar, van a preferir participar de manera virtual, y otros, por el contrario, lo harán de manera presencial. Estamos trabajando en muy distintas formas para llevar a cabo esta feria, es un reto que no habíamos enfrentado nunca, en todos los años de existencia de esta feria, pero, por parte de todas las ferias de libro, no había manera de imaginarse lo que está viviendo la humanidad el día de hoy. Todos somos conscientes de que 2020 fue un año como nunca hemos vivido, de tal incertidumbre que de repente no podemos planear qué va a ocurrir dentro de quince días. Eso ha pasado en México y en el mundo y continúa ocurriendo, porque en julio de 2020 sigue habiendo rebrotes del virus en Europa, y no digamos lo que está ocurriendo en Estados Unidos. Como pocas veces, este año están en peligro las ferias del libro, pero también, como nunca antes, la gente se está dando cuenta de la importancia de la cultura, de la importancia de la lectura, de la importancia de tener espacios de reunión y encuentro. Lo que más deseamos todos los que nos vemos a través de una pantalla, y donde realmente la pantalla ha sido nuestro contacto con el mundo exterior –hablo por mí, pero hablo por muchísima gente, por millones de personas–, lo que más deseamos todos definitivamente es encontrarnos, lo que más deseamos todos es quitarnos un tapabocas, un cubrebocas, o como se llame en cualquiera de nuestros países de origen, y poder darnos un abrazo de la manera como lo hemos

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hecho hasta 2019, hasta fin de año de 2019, cuando nunca nos imaginábamos el reto que íbamos a enfrentar como humanidad. Esto quienes organizamos eventos masivos lo tenemos muy consciente, somos completamente responsables: mientras sepamos que una sola persona se puede contagiar en el marco de nuestra feria, la feria no se realizará. Este es el panorama en el que estamos. Este es el panorama en el que está el mundo y en el que están las ferias y por supuesto los festivales literarios, no solamente son las ferias. El propio Hay Festival, con el que compartimos el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades se está llevando a cabo en muchos lugares de manera virtual y consideran que ya para el 2021, a comienzos de ese año, podría celebrarse un Hay Festival de manera física. El estado de la epidemia y el estado de las cosas no nos permiten decir qué va a ocurrir de aquí a un mes. Tenemos la esperanza de poder encontrarnos en noviembre. Si así es, yo a todos los espero y a todos quisiera darles un fuerte abrazo que por ahora solo voy a hacer virtualmente.

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Las ciudades invitadas de honor en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires Oche Califa Director de la Fundación El Libro y de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires

Cuando una feria internacional del libro decide contar con un país o una ciudad como invitada de honor, hay un porqué. O más de uno. Buenos Aires tiene dos, que se resumen en: a) la oportunidad de ofrecer al público un mayor y distintivo aporte cultural, y b) producir un vínculo entre ambas industrias del libro. Cuando la Feria de Buenos Aires pensó en sumar un/a invitado/a a cada una de sus ediciones se decidió por una ciudad en lugar de un país, debido a la idea de que hay países que tienen más de una ciudad con potencial para el desafío. Una de las cuestiones que, en el caso de Buenos Aires, debe tenerse en cuenta es que la Feria no está organizada ni sostenida por el Estado ni por una empresa privada. La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, con ya 45 ediciones, es obra de la Fundación El Libro (FEL) y constituye su principal –aunque no única– estrategia para la promoción del libro y la lectura, que es su objetivo fundacional. La FEL está constituida por las cámaras, federaciones y asociaciones de toda la cadena del libro, correspondientes a escritores, editores, impresores y libreros. Esto quiere decir que, a los fines de concretar la presencia de una ciudad invitada de honor, una organización no gubernamental, como es la FEL, debe gestionar con un Estado extranjero. Así lo ha hecho hasta hoy, sin recurrir siquiera a ayudas oficiosas ajenas a las instituciones de gobierno de esa ciudad o del sector cultural de la misma. Una vez llegado a un acuerdo con una ciudad, se debe firmar un convenio en el que se manifiesten objetivos y responsabilidades mutuas.

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Tal herramienta se debe ajustar en cada caso, tanto por las exigencias burocráticas y legales de los Estados como por lo que la ciudad esté decidida a comprometer con su presencia. Sobre lo que debe aportar la ciudad invitada, de manera sintética digamos que debe haber un contingente profesional (la Feria de Buenos Aires posee, desde hace 35 años, sus jornadas profesionales, como ámbito de negocios, capacitación y vínculos); un contingente cultural, y con ambos producir un programa diario de actividades. A su vez, la feria le otorga el espacio para instalar el stand, le facilita salas para actos, colabora mediante su equipo profesional en gestiones y soluciones de problemas que se presenten y la asesora en la confección de programas. Además, coloca la presencia de la ciudad invitada en un lugar destacado de su publicidad. A todo esto, no se debe dejar de atender al hecho de que Buenos Aires es la capital más austral del mundo en tanto de importancia en la industria del libro. Y aunque su propio mercado lector resulta dinámico y tradicional, no es de grandes proporciones. Eso sí, la sociedad lectora argentina es abierta y curiosa en cuanto a lo que producen otros países. Sobre su ubicación en el mundo, “volumen” como sociedad y potencial económico, voy a recordar algo que dijo un agregado cultural de una embajada en un almuerzo que tuvimos con un funcionario de cultura de su país, al que le explicó lo siguiente (no daré el nombre, ni el de las otras ciudades latinoamericanas mencionadas): “X es una ciudad que tiene cultura y dinero; J es una ciudad que tiene dinero; Buenos Aires solo tiene cultura”. Lo sentí como un elogio. Esta mención sirve para explicar el esfuerzo de seducción que la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires debe realizar si desea que una ciudad acepte. Además, la feria se prolonga veintiún días, a los que hay que adicionar los de armado y desarme de un stand. Comienza un martes con las jornadas profesionales, inaugura un jueves, día en que todavía continúan dichas jornadas, y cierra tres lunes después. Por cierto, podemos decir, en forma unánime y luego de siete ediciones, que la presencia y resultados de la ciudad invitada de honor de cada año (con sus contingentes profesionales, culturales y su programa general de actividades) han resultado más que satisfactorios para ambas.

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¿Por qué Buenos Aires? ¿Por qué Argentina? Hagamos un alto para considerar porqué el país y su capital resultan una plaza de interés. Ya dijimos que para el agregado cultural de una embajada “en Buenos Aires solo hay cultura” y que, además, el mercado local no es grandes proporciones. Claro, no lo es comparado con aquellos de gran porte en el hemisferio Norte. Sí lo es comparado con los fronterizos, sobre los que, además, gravita. A la vez, también dijimos que es dinámico y curioso. La historia argentina explica, en buena medida, todo. Porque Argentina fue un país que a fines de siglo xix decidió que la educación debía ser obligatoria, gratuita y laica y que había que promover la inmigración europea. Entre tantas otras decisiones en el mismo sentido, estas dos definieron un tipo de sociedad instruida y dinámica, con clases populares con movilidad social y económica, sobre todo en comparación con las de países vecinos. En 1917 una reforma universitaria, que luego se propagó por América Latina, instaló la autonomía de las casas de altos estudios y la libertad de cátedra. Las dos grandes guerras europeas le dieron al país la oportunidad de desarrollarse en lo industrial. Hasta mediados del siglo xx Argentina tenía sus porcentajes de población urbana y rural invertidos respecto de su vecino, el gigante Brasil: el 70% de las personas vivía en el medio urbano. Y ese porcentaje fue aumentando. Así que, desde principios del siglo xx, Argentina desarrolló una industria del libro y la prensa (luego también del cine) para su propio mercado y se afianzó como líder en el latinoamericano. En el caso del libro, ese liderazgo comenzó a perderlo hacia 1960, a manos de España y México. Sin embargo, la industria editorial argentina sigue siendo de primera importancia para los países inmediatos: Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú. A su vez, su mercado interno se ha sostenido con la autonomía que le da la dinámica de su historia, más allá de los devaneos de la economía y de las políticas de los gobiernos. Su sociedad es muy activa, lo que puede ejemplificarse con el fenómeno singular de las 1500 bibliotecas populares creadas a lo largo de su geografía. Que se entienda bien: no son bibliotecas públicas estatales, que también las hay, sino entidades formadas y sostenidas por la propia comunidad. En cuanto a las cifras del mundo de la educación, el alumnado primario y secundario de todo el país supera los doce millones de niños y adolescentes, o sea, son un cuarto de la población total. Y resultan casi un millón los

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docentes en este sector. A su vez, la población estudiantil universitaria supera los dos millones de personas y son cerca de doscientos mil los docentes. La industria del libro local está constituida por casi 400 editoriales comerciales, para las cuales el canal principal del negocio son las librerías, que suman 1200, además de que los libros también se venden en puestos de diarios y revistas y en supermercados. Hay, también, unas ochenta editoriales universitarias. El número significativo de editoriales indica que la concentración no posee un papel absoluto (lo mismo entre las librerías) y que las pequeñas y medianas empresas tienen, por lo tanto, un carácter competitivo. Esta diversidad produce una singular bibliodiversidad y es así como la Argentina produce un número similar de novedades anuales que México, país que la triplica en población. Buenos Aires –ciudad donde está radicado el 80% de las empresas editoras– logró forjar una identidad como ciudad cultural que la destaca en el mundo. Poco más de cuatrocientas librerías la convierten en la capital con mayor número por habitante. El libro tiene una ley de precio fijo, llamada “de defensa de la actividad librera”, inspirada en la francesa. Y la ley de propiedad intelectual penaliza las fotocopias.

Las experiencias con ciudades invitadas En el acuerdo entre la ciudad y la feria, la primera puede tomar toda o parte de la responsabilidad organizativa para su presencia con su propio aparato burocrático. O bien delegar parte o toda de la misma en terceros. De hecho, cuando Argentina concurre con una presencia oficial a una feria –como Frankfurt o Guadalajara–, la Cancillería argentina acuerda cuestiones de organización con la Cámara Argentina del Libro, uno de los dos gremios de editores. En lo que fue la primera experiencia, en 2013, ocurrió que la ciudad de Ámsterdam delegó la organización a la Fundación Neerlandesa de Letras. En esa oportunidad (era la edición 39 de la Feria) Ámsterdam inauguró un stand llamado “Café Ámsterdam”, al estilo de una tasca, sobre doscientos metros cuadrados. Aportó la presencia de cerca de treinta figuras de su cultura: escritores, editores, ilustradores, críticos, historiadores; entre ellos, figuras como Cees Nooteboom, Herman Koch, Arnon Grunberg, Wouter van Reek, Gerbrand Bakker, Carolina Trujillo, Maarten Asscher, Anne Vegter y Jan van Mersbergen, conocidos, o al menos traducidos, en español. Desarrolló o par-

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ticipó en no menos de tres actividades diarias y dio a conocer dos ediciones especiales de literatura actual para el lector argentino: la colección de relatos Narrar Ámsterdam1 y la antología poética 50 poetas de Ámsterdam2, que fueron editadas por una editorial universitaria y una pyme comercial. Además, realizó dos muestras dentro de la feria: de libros mejor diseñados y de historietistas. Y produjo un tabloide informativo y de difusión de la cultura y el turismo de Holanda que distribuyó con el diario de mayor circulación de la Argentina. Se dio el hecho curioso de que a siete días de inaugurada la Feria, Holanda coronó como reina a una argentina: Máxima de los Países Bajos. La segunda ciudad invitada de honor fue San Pablo (2014) (figuras 1-4), al año siguiente, que desembarcó en un acuerdo entre la alcaldía, la embajada del Brasil y la Cámara Brasilera del Libro. También diseñó su stand con personalidad propia y acercó a Argentina un centenar de artistas: escritores, ilustradores, músicos, editores, traductores. Desarrolló en dos salas de la ciudad un ciclo de cine brasileño y promovió, especialmente, a jóvenes artistas paulistas del movimiento urbano conocido como sarao. Varios de ellos asistieron a un programa de actividades fuera de la Feria, que se desarrolló en barrios precarios de la ciudad y en cárceles. Además de ocupar salas, San Pablo realizó actividades poéticas y musicales en su propio stand. Entre los autores destacados estuvieron los poetas Arnaldo Antunes y Ricardo Lisias, que presentaron sus últimos libros, Ferréz (escritor y rapero), Cadão Volpato, Fernando Bonassi, Rafael Coutinho, Heloísa Prieto, Reinaldo Moraes y Juliana Frank. Produjo un magazine sobre su presencia y de divulgación de la cultura paulista, que se distribuyó con el diario de mayor circulación de la Argentina. A partir de San Pablo, a cada ciudad invitada de honor se le propuso participar con profesionales, escritores o artistas en los distintos programas que la propia FEL realiza en la feria: jornadas del mundo de la educación, mesas redondas de temas profesionales, diálogos de escritores, festivales o encuentros de poetas, recitales musicales. Y así ha ocurrido desde entonces. En 2015 fue el turno de Ciudad de México, que tomó trescientos metros cuadrados y realizó un muy elogiado stand –que incluyó, como en los dos casos anteriores, un expendio de bebidas y comidas típicas– y acercó más de setenta personalidades culturales y profesionales: escritores, ilustradores, músicos, pedagogos, periodistas, editores, libreros. En salas y en Gazzera, Carlos y Molina, Emanuel (eds.) (2013): Narrar Ámsterdam. Una ciudad a través de sus libros. Córdoba: Eduvim. 2 AA.VV. (2013): 50 poetas de Ámsterdam. Antología bilingüe. Buenos Aires: Eloísa Cartonera. 1

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Figuras 1-4. San Pablo, ciudad invitada (2014). Fotos: © Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

su propio stand, que incluía un auditorio, realizó presentaciones de libros, debates, conferencias, recitales, e hizo participar a sus escritores en diálogos y festivales organizados por la FEL. Además, editoriales argentinas o extranjeras con casa local que editan autores mexicanos presentaron novedades. Entre los autores más conocidos (son muchos los mexicanos que se leen en Argentina) se encontraron Margo Glantz, Paco Ignacio Taibo II, Fabio Morábito, Álvaro Enrique, Carmen Boullosa, Guadalupe Nettel, Ana García Begua. Finalmente, produjo un tabloide con el programa y con circulación cultural que se distribuyó en la Feria. En 2016 Ciudad de México cedió el lugar a Santiago de Compostela, capital de Galicia3. La ciudad invitada, junto a la Xunta de Galicia, cons

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Hay que recordar que la mayoría de la inmigración española en Argentina es gallega.

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truyó un stand de doscientos metros cuadrados, al que llamó “Pórtico de la Gloria”, con un pequeño auditorio y la exposición de unas cuarenta editoriales gallegas. Trajo a treinta autores (escritores, académicos, científicos, ilustradores, entre ellos el muy conocido Manuel Rivas), además de editores, a las jornadas profesionales. Imprimió un programa en tabloide, que sumó un centenar de actividades. Aportó autores al Festival Internacional de Poesía, al Foro de Enseñanza de las Ciencias y al Encuentro Internacional Borgeano. A la inauguración asistieron el presidente de la Xunta de Galicia y el alcalde de la ciudad. Además de las actividades que realizó dentro de la feria, tuvo un programa en la ciudad con exposiciones plásticas, visitas a escuelas y bibliotecas, y un festival de cine gallego en una sala comercial. Los Ángeles (Estados Unidos) fue la ciudad invitada de honor en la edición 43, de 2017. La organización de la misma fue delegada por la alcaldía en la Dirección de Bibliotecas Públicas de esa ciudad y la embajada de Estados Unidos. La ciudad construyó un stand de doscientos metros cuadrados, con un auditorio propio. Aportó diez autores –Allen Zadoff, Gregg Hurwitz, Jesse Ball, Jeffrey Lewis, Jim C. Hines, Madeline Roux, Luis Alberto Urrea, Héctor Tobar, Ana Castillo y Michael D. McCart– dos grupos musicales para la Noche de la Feria y unos veinte bibliotecarios. Estos últimos participaron en las jornadas profesionales y colaboraron, rotando sus presencias, en la atención del stand durante el transcurso de la feria. La Embajada de Estados Unidos organizó un Día de las Universidades, donde setenta universidades norteamericanas colocaron pequeños stands, en otro recinto, para explicar sobre becas y carreras que se ofrecen a estudiantes argentinos. Dos de los autores que eran, además, guionistas, tuvieron encuentros con estudiantes de cine. A partir de esta edición, en el convenio con la ciudad invitada comenzó a figurar el compromiso de aportar un número artístico en la Noche de la Feria, que se realiza el primer sábado de la misma y durante la cual el predio queda abierto, con entrada gratuita, hasta la medianoche, con atención de todos los stands y varios espectáculos musicales y teatrales. Montevideo fue la ciudad invitada de honor en 2018. La íntima relación que existe entre Argentina y Uruguay auguraba una edición con especial atractivo. Hay que saber, además, que muchos de los escritores uruguayos se proyectan al mundo a través de editoriales argentinas. La ciudad construyó un stand de doscientos metros cuadrados, con un auditorio propio y una librería a cargo de la Cámara Uruguaya del Libro, que tuvo ventas significativas. En otro espacio de la feria se realizó una muestra de fotografías monte-

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videanas. Aportó más de cuarenta autores (escritores, historiadores, músicos, científicos) a actividades propias y a programas de la Feria, como el Festival Internacional de Poesía, el Diálogo de Escritores Latinoamericanos, el Congreso Internacional de Promoción de la Lectura y el Libro. Trajo dos músicos solistas y una murga de carnaval para la Noche de la Feria, y unos cincuenta profesionales (libreros, editores, bibliotecarios) a las jornadas profesionales. Entre los autores más conocidos, estuvieron presentes Ida Vitale, Leo Maslíah, Ramiro Sanchíz, Dani Umpi, Fernando Butazzoni, Natalia Mardero. En 2019 le correspondió a Barcelona (figuras 5-8) ser la ciudad invitada de honor. Potencia editorial de primer orden en lengua castellana (y en catalana, claro), el desempeño de esta ciudad fue esperado con expectativa, cumplida positivamente. El convenio con la FEL fue firmado por Barcelona, Cataluña y el Instituto Ramón Llull. Este último dio forma al programa cultural, ya que es quien representa la cultura catalana en el mundo. Barcelona construyó un stand de doscientos metros cuadrados, con un auditorio propio y una librería. Trajo más de setenta autores y artistas y una cantidad similar de profesionales del libro. Aportó un gran número musical para la Noche de la Feria (con la solista Silvia Pérez Cruz) y autores y especialistas al Festival Internacional de Poesía, al Espacio de Diversidad Sexual (inaugurado el año anterior y único entre las ferias internacionales) y a las jornadas de capacitación profesional. Su programa sumó unos 120 actos. Expuso en dos sectores de la feria una muestra de ilustradores y una historia del libro en catalán. Distribuyó entre el público un importante programa en formato libro. Hizo dos actividades culturales fuera de la feria. Realizó un lanzamiento previo en la ciudad de Barcelona para la prensa local e internacional. Entre los autores de mayor reconocimiento se encontraron los poetas Edgardo Dobry y Manuel Forcano, los narradores Carlos Zanón, Jordi Sierra i Fabra, Maite Carranza, Héctor Lozano, Teresa Colom. La Feria edición 46, año 2020, debió ser aplazada por la pandemia. La decisión se tomó el 17 de marzo, es decir, cuando faltaba poco más de un mes para la inauguración. La ciudad invitada de honor era La Habana, que luego confirmó su presencia para la edición de 2021. En los días en que la feria debió transcurrir se presentó un programa cultural virtual, confeccionado con material de archivo y algunas producciones nuevas y se realizó un programa especial de dos horas de duración en la televisión pública (estatal nacional). Fue una manera, en medio de la incertidumbre y el poco tiempo disponible, de decir, tal como lo expresó el nombre del programa televisivo, “la Feria no se rinde”.

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Figuras 5-8. Barcelona, ciudad invitada (2019). Fotos: © Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

Finalmente, comentemos que el anuncio de una ciudad invitada de honor se produce el último fin de semana de la feria. Hasta entonces, se trata de mantener “el secreto”. En esa oportunidad, se realiza un acto de traspaso, con presencia de la prensa y de funcionarios, en el que la ciudad que concluye le cede el lugar a la que llega. Tras eso, la prensa de ambos países cubre la noticia y sigue atenta al tema, a medida que se comienzan a conocer detalles de las delegaciones, los programas, el stand, etcétera.

¿Objetivos cumplidos? Ahora bien, resta saber si los objetivos que se plantean tanto la Feria como la ciudad que se convierte en invitada, tienen una prolongación positiva en el tiempo, más allá del impacto (mayor o menor) del mo-

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mento. O sea, ¿sostienen su presencia y hasta la incrementan a través de editoriales y autores en cada edición de la Feria o en otros ámbitos de la ciudad de Buenos Aires y Argentina? ¿Aprovecha la industria editorial argentina y la de la ciudad invitada estas oportunidades para establecer vínculos comerciales y proyectarse en los países? Cualquiera entenderá que, en lo institucional, muchas veces se producen interrupciones en los vínculos debido a cambios de los gobiernos de las ciudades o de los funcionarios de las embajadas. Y no todos los países desarrollan políticas sostenidas a pesar de esos cambios. En esto, tenemos casos de un sentido u otro. Tras la presencia de Santiago de Compostela en 2016, Galicia aumentó su visibilidad en la feria, con un stand mayor al que tradicionalmente tenía y con el arribo de un grupo profesional y cultural cada año. Estados Unidos, en cambio, llevaba diez años ininterrumpidos con un stand en la feria cuando se presentó Los Ángeles, pero al año siguiente se ausentó: el argumento fue el cambio de política que inauguró Donald Trump. En el sector comercial, nos constan numerosas relaciones producidas entre editores, bibliotecarios y libreros, iniciadas a partir de la ciudad invitada. Son las pequeñas editoriales las que, en general, aprovechan las oportunidades que se presentan. También existen, al menos, dos provechos puntuales debido a la presencia de una ciudad invitada: a) en tanto que la misma produce inversiones en la feria, que incluyen beneficios económicos a distintos actores (constructores de stand, empleados locales, etcétera) e ingreso de divisas, y b) debido a que se establecen relaciones de Estado entre las ciudades, en estas circunstancias. Respecto de a), digamos que Barcelona, en 2019, colocó, en Argentina, un monto que puede estimarse en 180 000 euros, por construcción de stands, alojamientos, etcétera. Respecto de b), en varias oportunidades los gobiernos de las ciudades aprovecharon el acercamiento producido en la feria para firmar acuerdos culturales diversos, como lo hicieron Buenos Aires y Los Ángeles sobre cooperación entre las bibliotecas públicas. Pero conocer bien toda la dimensión y las proyecciones provocadas por las ciudades invitadas de honor demandaría una investigación, que va más allá de lo que puede asumir la FEL y la feria, que actúa como plataforma para que las cosas ocurran. Buenos Aires, septiembre de 2020

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Son lecturas nuestros pasos. La Feria Internacional del Libro de los Universitarios (Filuni) de la UNAM Camilo Ayala Ochoa Universidad Nacional Autónoma de México/Curador de contenido de Filuni

Decía Alfonso Reyes que la vida muere, los libros permanecen (Reyes 1945). Sin embargo, aunque los libros son evidencias de afanes de trascendencia, también son objetos que recuerdan lo perecedero. Miran la eternidad y no dejan de estar unidos a lo transitorio. El papel envejece, las letras se vuelven ecos y nuestros libreros contienen testamentos de escritores e improntas de editores que buscaron, en un esfuerzo asociado y lleno de esperanza, lectores entre sus contemporáneos y lectores que todavía no nacían cuando la tinta secó. Todo en el mundo del libro es un devenir. Imprentas, librerías y bibliotecas, como la vida, aparecen y se van. Y, en la ronda de instituciones fundadas alrededor de la lectura, la más efímera es la feria de libros. Las ferias convocan participantes, se instalan y duran unos cuantos días. Aunque son tan regulares como las mareas o la respiración, siempre cambian y llevan acertijos nuevos, de tal modo que podemos parafrasear a Heráclito de Éfeso: “No es posible descender dos veces a la misma feria, tocar dos veces una sustancia mortal en el mismo estado, ya que, a causa del ímpetu y la velocidad de los cambios, se dispersa, vuelve a reunirse, y aflora y desaparece”1. Debemos considerar ante esa ronda de generaciones de escritos que se van incorporando a la gran biblioteca de la humanidad y de ferias que nos Adaptación del noto fragmento 91 del filósofo presocrático (numeración de Diels y Kranz [cf. Diels/Kranz 1906: 95]), traducible con: “No se puede bajar dos veces al mismo río...”.

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van forjando, que los libros son un producto sensible. Expresan lo que dice el autor del modo en el que dispone su casa editorial. Cada libro tiene su personalidad que combina discurso y forma, texto y materialidad, contenido y continente. Por eso bien puede hablar Roberto Calasso acerca de “La edición como género literario”, idea que aparece en La locura que viene de las ninfas (Calasso 2004) y que retoma en La marca del editor (Calasso 2014). Del mismo modo, es posible decir que las ferias de libros son un producto sensible porque tienen una intención que se expresa en su diseño, programación y realización. Para José Luis Cuevas su obra plástica era definitivamente literaria; al mismo tenor, las ferias constituyen y mantienen un orden y cuentan con una narrativa que pueden leer los asistentes. Las ferias pueden ser también un género literario. Existen ferias solemnes e inalterables, tan tradicionales que parecen un ritual, como la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería en la Ciudad de México. Hay ferias espectaculares y colosales, que lo abarcan y absorben todo, como la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Tenemos ferias joviales y alborozadas como la Fiesta del Libro y la Rosa que la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) realiza en torno al 23 de abril, Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor, cobijada por todo el repertorio cultural universitario: exposiciones museísticas, música, teatro, danza, cine, radio y televisión. Y acaso son posibles las ferias cálidas y sugestivas como la Feria Internacional del Libro de los Universitarios (Filuni) de la UNAM. En este último caso, esa es la identidad que le viene de origen. A lo largo del año hay más de 150 ferias de libro en la República Mexicana. Las denominaciones son variadas: ferias, festivales, fiestas, celebraciones, jornadas, muestras, encuentros, remates, foros o ventas especiales. El nombre es lo de menos. El caso es que un lector siempre tiene abiertas las posibilidades para acudir a exhibiciones de libros. Además, podemos considerar que, aunque la UNAM labora 45 semanas del año, tiene 40 ferias tan solo en sus instalaciones de la zona metropolitana del Valle de México. Solo tres o cuatro de esas 40 ferias cuentan entre las 150 que tiene México. Habría que poner en la palestra el sentido de tantas ferias que compiten con el sistema librero, porque buena parte de las ferias se da donde no faltan libros e incluso algunas librerías y cadenas de librerías que participan en las ferias. Podemos idear una parábola de la multiplicación de las ferias que diría que en aquel tiempo había muchos editores que no vendían y le señalaron a un rabí que solo tenían unas cuantas librerías y escasas ferias de libros. “Maestro –exclamaron– nuestras ventas mejoran muy mucho con

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las ferias”. A la luz de ese deseo se multiplicaron las ferias, pero como las ventas se repartían entre ellas tuvieron que pedir más y más y más. Tiempo después preguntaron al rabí por qué habían desaparecido las librerías. Contestó: “Es lo que pasa cuando escoges lo circunstancial por sobre lo permanente”. Vemos en México que no por mucho feriar se distribuye más catálogo, que la suma de citas no estira el reloj. Las ferias deberían ser un complemento al tejido librero y no la única solución para la circulación de catálogos editoriales. ¿Por qué una feria más como la de Filuni que surge en 2017? Javier Martínez, era en 2016 director general de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM cuando concibió e hizo posible Filuni. Comentaba él que al uno visitar una feria de libros, las editoriales universitarias estaban diseminadas o, aunque concentradas, su lugar pasaba desapercibido. Filuni venía a salvar ese desdoro. En efecto, siempre presentes en los foros internacionales, como lo exige su misión de dar a conocer a través de sus publicaciones la generación de conocimiento en sus instituciones –no obstante que ofrecen amplios catálogos de gran diversidad de disciplinas y varios públicos lectores–, las editoriales universitarias pierden generalmente visibilidad cuando concurren con los sellos comerciales. Filuni sería una oportunidad para mostrar, en condiciones privilegiadas, la valiosa oferta editorial. Dos titulares más de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM han pasado desde entonces. El editor Joaquín Díez-Canedo, quien organizó las dos primeras versiones de Filuni, y la escritora Socorro Venegas, que pulió y amplificó el proyecto. Creación es destino. Durante 2017 la UNAM, decana de las editoriales universitarias mexicanas, proyectó y diseñó la Feria Internacional de Libros Universitarios para ser un lugar especial de exhibición de novedades de las editoriales de instituciones de educación superior iberoamericanas. No había un proyecto semejante en el mercado del libro en español pues las llamadas ferias universitarias en verdad eran generalistas, en ellas las editoriales universitarias estaban avasalladas por otras editoriales e instituciones, que se colocaban fuera del campo académico. Aunque la Universidad Veracruzana organiza la Feria Internacional del Libro Universitario o la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo realiza la Feria Universitaria del Libro, son pocos los espacios ocupados por instituciones de educación superior editoras. Esa focalización serviría para proyectar los muy valiosos y diversos catálogos universitarios en los mercados regional y mundial de la edición y las artes gráficas.

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El lema de la primera edición fue: “Tienes una cita con el conocimiento”. El mensaje estaba dirigido al público, pero iba más allá. Era la forma de agradecer a las universidades que respondieron a la primera convocatoria y a los profesionales de la edición que hicieron una apuesta para inaugurar y acreditar un espacio de encuentro dedicado específicamente a la edición universitaria. La propuesta de agenda de actividades se organizó alrededor de tres actividades sustanciales: un encuentro entre los rectores de universidades con el tema “Evaluación, indización y ranking de ediciones universitarias”, y dos programas abiertos a todos los profesionales: el Coloquio Internacional de Lectura y Edición Universitaria, donde intervinieron como conferencistas, ponentes, moderadores y presentadores 35 especialistas de Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, España, Estados Unidos de Norteamérica, México y Perú, perfiles y experiencias que cubrieron todos los intersticios del mundo editorial; y la Jornada Internacional de Bibliotecarios, dedicada a las oportunidades del Big Data y a temas de lectura en línea y uso de acervos iconográficos. No es posible tener una gran producción editorial como la que tiene la UNAM (2400 títulos anuales, 800 de ellos electrónicos) sin su salida a espacios de distribución particular. El libro universitario tiene un circuito de exhibición especial. Por eso la Universidad ha creado su propia red de librerías y se representa a sí misma en ferias y eventos especiales. Filuni fue un desarrollo natural de ese crecimiento, un desarrollo compartido con las instituciones de educación superior y editoras iberoamericanas. Como toda feria, Filuni se fijó un objetivo económico al propiciar la colaboración y negociación para la coedición y distribución de títulos, pero derivado de los fines celebratorios en torno a la cultura editorial universitaria. Desde el principio hubo entre los organizadores afabilidad, camaradería y regocijo. Y es que las universidades editoras tienen como característica su preocupación por la creación y consolidación de espacios lectores. La UNAM introdujo a México las ferias de libros. José Vasconcelos trajo a México los concursos de libreros y editores como exhibición y divulgación de publicaciones, una institución que había nacido en ciudades como las alemanas Frankfurt y Leipzig durante el siglo xv. Con él se organizó la primera feria del libro en México, y primera en Latinoamérica, con sede en el Palacio de Minería. Fue llamada Feria del Libro y de las Artes Gráficas y duró del 1 al 10 de noviembre de 1924. En ese tiempo se pensó que la naturaleza de la Universidad, como espacio de conocimiento universal y foro de libre expresión, estaba ligada a los libros. El proyecto lo retomó la UNAM

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a partir de 1980 bajo la misma idea. Además, las ferias del libro más importantes de México son organizadas por las universidades: FIL Guadalajara por la Universidad de Guadalajara, FIL Minería por la UNAM, FILU en Xalapa por la Universidad Veracruzana y FIL Monterrey por el Tecnológico de Monterrey. Después de la FIL Zócalo, organizada por el Gobierno de la Ciudad de México, continuaría la lista con la Feria Internacional del Libro del Instituto Politécnico Nacional y la Feria Universitaria del Libro de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Regidas por la necesidad de poner en circulación los resultados de la actividad universitaria en sus tres órdenes: investigación, docencia y difusión de las artes, las humanidades y las ciencias, las publicaciones universitarias están, pues, en su mayoría, también sujetas a las leyes del mercado. Esta doble obediencia, la de representar el quehacer universitario y la de atender al mercado, impone a las publicaciones universitarias circunstancias particulares que los responsables de las áreas editoriales de las universidades conocen en su complejidad y sus retos; y la experiencia de los últimos años muestra que hay múltiples formas de organización y de soluciones aplicables que trascienden cualquier contexto nacional. En los últimos años se ha pasado del formato impreso de libros y revistas a la distribución en el medio digital. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación brindan a la edición universitaria enormes oportunidades para la distribución de revistas y monografías especializadas, con lectores repartidos por todo el orbe. Además, la actividad editorial universitaria es un factor importante para determinar la posición que ocupan las instituciones en los rankings internacionales y es indispensable contar con estrategias para su manejo. Se pensó, con Filuni, que era mucha la información y demasiadas las prácticas que podían compartir las editoriales universitarias. Confiamos en que, aunado al intercambio de experiencias e ideas a pie de stand y en las áreas de negocios, Filuni fuera el comienzo de un diálogo sostenido y provechoso entre las editoriales universitarias, diálogo que ayudaría a fortalecer las redes y los nexos entre editores y profesionales, y que podría tener incidencia en la reflexión sobre los problemas recurrentes y estructurales y el aprovechamiento de las oportunidades que se abren para la edición universitaria. Filuni no es una librería grandota o una gran mesa de novedades. Su principal virtud es concentrar libros especializados, básicamente las monografías académicas. Se buscó, como público, a los lectores versados y no ocasionales, y especialmente a las bibliotecas. Las universidades tienen en

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su comunidad de estudiantes, académicos, investigadores y trabajadores a la principal población lectora del país (figuras 1-2). La UNAM misma es una comunidad de lectura y escritura. Por eso es tan importante la calidez del mapa de exhibición, la comodidad de los pasillos, el dar tiempo a las decisiones adquisitivas. Filuni representa una ocasión especial para la reflexión y el intercambio de experiencias. Si preguntamos cuál es la diferencia entre edición y edición universitaria, la respuesta va en el tono de las relaciones que se establecen en la actividad editorial universitaria, las que propician el desarrollo profesional, la reflexión sobre el ambiente editor y, por supuesto, la innovación de competencias laborales. La actitud profesional es orgánica más que gremial. Las universidades exploran nuevos elementos comunicacionales, están atentas a los cambios tecnológicos y son escuelas de artes gráficas. Eso es lo que concentra Filuni. En 2019, por iniciativa de Jorge Volpi, coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, Filuni cambió su nombre a Feria Internacional del Libro de los Universitarios pensando en los protagonistas de bien y de a pie del quehacer editorial, incluyendo, por supuesto a los autores y lectores. Los esfuerzos por tener un programa atractivo y dar una mayor difusión con el apoyo de las instancias universitarias de comunicación, produjeron un notable incremento de visitantes, mejores ventas para los expositores y muchos testimonios de experiencias positivas y agradables en las redes sociales de conferencistas y asistentes. Tan solo hay que señalar que en 2017 hubo 10 030 asistentes que durante 2018 pasaron a ser 12 239 y en 2019 fueron 25 000. La parte expositiva en el Centro de Exposiciones y Congresos de la UNAM en Ciudad Universitaria (figura 3) se formó en 2017 con 66 stands y en 2019 con 85 expositores de diez países (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, España, Estados Unidos de Norteamérica, México y Perú) que ofertaron 25 mil títulos de 247 sellos editoriales, de las cuales 226 eran editoriales universitarias (70 nacionales y 156 extranjeras). En conjunto, en 2019 se ofrecieron ochenta mil ejemplares. El número de títulos creció de un 91,44 % con respecto al año pasado. Los universitarios deben recurrentemente preguntarse por su ser, por el estado de las cosas en temas de estudio y lectura, así como en tendencias de impresión y diseño. Por eso, Filuni tuvo en 2019 un robusto programa para profesionales, con figuras notorias, donde llevó un papel central el Coloquio Internacional de Edición Universitaria. Ha habido

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varios escenarios para distintos públicos: encuentros de rectores de macrouniversidades, jornadas internacionales de bibliotecarios, sesiones del Seminario Permanente de Editores de Revistas, jornadas de profesionales del libro, coloquios del Seminario Interdisciplinario de Bibliología del Instituto de Investigaciones Bibliográficas (IIB) de la UNAM, encuentros de libreros universitarios y reuniones de la Asociación de Editoriales Universitarias de América Latina y el Caribe, de la Red Nacional Altexto y del Comité de Libros de Universidades e Instituciones de Educación Superior de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM). Estos son los puntos medulares de un gran repertorio de 250 actividades académicas, artísticas y culturales como presentaciones de libros, conversatorios, conferencias, homenajes y talleres. El programa académico fue realizado en colaboración con dependencias de la UNAM: Coordinación de Relaciones y Asuntos Internacionales, Dirección General de Bibliotecas, Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información y Seminario Interdisciplinario de Bibliología del Instituto de Investigaciones Bibliográficas. Además participaron las siguientes entidades: Asociación Mexicana de Bibliotecarios (AMBAC), Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Centro de Innovación y Formación Profesional para la Industria Editorial (Editamos), Consejo Nacional para Asuntos Bibliotecarios de las Instituciones de Educación Superior (CONPAB-IES), Instituto de Desarrollo Profesional para Libreros (INDELI), Red de Directores y Editores de Revistas Académicas y Arbitradas (ReDiERAA), Red Latinoamericana de Cultura Gráfica y Red Nacional Altexto. En el programa general ha destacado la participación del programa radiofónico Interlínea: cultura editorial, que transmite UAM Radio y que dirige Sofía de la Mora Campos. Interlínea ha realizado entrevistas en vivo en las instalaciones de Filuni y una dinámica “ping-pong” para el intercambio de opiniones sobre la edición universitaria y académica. Los talleres gratuitos que se imparten en Filuni han tenido una buena demanda entre los estudiantes de bachillerato y licenciatura. La oferta ha ido creciendo. En 2019 fueron 37 de lettering, fomento a la lectura, creación de fanzine, ilustración, robótica, electrónica, creación de theremines, práctica de autobiografía, creación literaria y novela gráfica. En las tres ediciones ha habido un pequeño foro de concierto donde se han presentado artistas de la talla de Daniel Melero, la Academia de Música Antigua de la UNAM y la Academia de Música Antigua de la Universidad de Salamanca. En 2018 el Combo UN, orquesta de salsa integrada por estudiantes del

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conservatorio de la Universidad Nacional de Colombia, dio un concierto en la Sala Nezahualcóyotl. En el programa tiene un destacado papel la universidad invitada de honor. En 2017 lo fue la Universidad de Salamanca, fundada en 1218, en 2018 la Universidad Nacional de Colombia, fundada en 1867; y en 2019 la Universidad de Buenos Aires, fundada en 1821. Las delegaciones de esas universidades han mostrado con éxito la riqueza de su bagaje cultural y artístico. El Centro de Exposiciones y Congresos de la UNAM, en donde anualmente se celebra Filuni, es un edificio de moderno y funcional diseño arquitectónico que cuenta con 4000 metros cuadrados para exhibición y cinco salones de eventos que llevaron al principio el nombre de Francisco Monterde, Ernesto de la Torre Villar, Rubén Bonifaz Nuño, Beatriz de la Fuente y Jaime García Terrés. Eran nombres de escritores, profesores, editores y bibliófilos de larga trayectoria, que han contribuido al desarrollo del patrimonio bibliográfico e histórico universitarios. En 2019 los salones cambiaron de denominación para lograr una paridad entre universitarias y universitarios. Se escogió a Clementina Díaz y de Ovando, Francisco Monterde, Jaime García Terrés, Beatriz de la Fuente y Matilde Montoya Lafragua. La última nombrada fue la primera mexicana que alcanzó el título de médico en 1887 en la Escuela Nacional de Medicina, hoy Facultad de Medicina de la UNAM. El programa de Filuni ha sido formado por destacados editores, intelectuales y universitarios. Son nombres de entre muchos otros autores, creadores e investigadores2. Desde su primera edición, Filuni convocó a las uni Se trata de: Odette Alonso, Samuel Alonso Omeñaca, Bianca Amaro, Carlos Anaya Rosique, Jesús Anaya Rosique, Diana del Ángel, Silvia Arango, Juan Domingo Argüelles, Eduardo Azofra, Rafael Barajas El Fisgón, Txetxu Barandiarán, Egberto Bermúdez, Paula Bombara, Estrella Burgos, Guillermo Cabrera, Chucho Calderón, Santiago Caruso, Adolfo Castañón, Paula Carlino, Santiago Caruso, Abril Castillo, Freja Cervantes, Roger Chartier, Guillermo Chávez, Patricio Contreras, Juan Felipe Córdoba Restrepo, Ana Cuevas Badallo, Gabriela Damián Miravete, Emma Darwin, Sofía de la Mora, José de Santiago Silva, Joaquín Díez Canedo, Dr. Alderete, Alejandro Dujovne, Lourdes Epstein Cal y Mayor, Martha Esparza, Alejandra Espino, Alicia Espinosa de los Monteros, Bernardo Fernández Bef, Emilia Ferreiro, Enzo Fortuny, Andrea Fuentes, Laura García, Néstor García Canclini, Edgar García Valencia, Javier Garcíadiego, Marina Garone, Manuel Gil, Elea Giménez, Laurette Godinas, Marilín Gonzalo, José Gordon, Tomás Granados, Roberto Igarza, Luisa Iglesias, Daniela Kantor, Sayri Karp, Gerardo Kloss, Jacques Lafaye, Marta Lamas, Hernán

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versidades editoras y al público en general a postular a una persona viva que haya hecho una aportación trascendental al mundo editorial universitario para que recibiera un reconocimiento. Rubén Bonifaz Nuño, poeta, catedrático, editor y traductor, representa una piedra angular en el desarrollo de las colecciones emblemáticas de la UNAM. No solo creó instituciones para el estudio del libro y la lectura, sino fundó una tradición de formación de grandes editores que dieron autoridad al sello editorial universitario. En honor a su trayectoria, cimentada en la pasión por la palabra escrita y la cultura editorial, se dio su nombre al Reconocimiento al Editor Universitario. El primer Reconocimiento al Editor Universitario lo recibió Flávia Goulart Mota Garcia Rosa, directora editorial de la Universidade Federal da Bahia y directora de comunicación de la Asociación Brasileña de Editoras Universitarias. El jurado estuvo integrado por Joaquín Díez-Canedo de la Universidad Nacional Autónoma de México (presidente), Luis Quevedo de la Universidad de Buenos Aires, Alfonso Espinosa de la Universidad Nacional de Colombia, Eduardo Azofra Agustín de la Universidad de Salamanca y Sayri Karp de la Universidad de Guadalajara. En 2018 fue premiada Sayri Karp Mitastein, directora de la editorial de la Universidad de Guadalajara y presidenta de la Asociación de Editoriales Universitarias de América Latina y el Caribe. El jurado se integró con Joaquín Díez-Canedo de la Universidad Nacional Autónoma de México (presidente), Dagoberto Arias Aguilar del Instituto Tecnológico de Costa Rica, Martha Esparza Ramírez de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (México), Alfonso Espinosa Parada de la Universidad Nacional de Colombia y Daniela Verón de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina). En 2019 fue galardonado Juan Felipe Córdoba Restrepo, director editorial de la Universidad del Rosario y miembro de la Junta Directiva de la Cámara Colombiana del Lara Zavala, Alfredo López-Austin, Sandra Lorenzano, Alberto Manguel, Jesús Marchamalo, Martín Ramón, Eduardo Matos-Moctezuma, Álvaro Matute, Liz Meville, José Antonio Millán, Lucía Natale, Gala Navarro, Juan Nepote, Mónica Nepote, Guadalupe Nettel, Manuel Ortuño, Pachiclón, Anel Pérez, Patricia Piccolini, Alejandro Piscitelli, Elena Poniatowska, Marianne Ponsford, Gerardo Porcayo, Ricardo Pozas Horcasitas, Elsa Margarita Ramírez Leyva, Irene Rodrigo, Daniel Roldán, Arturo Ahmed Romero, Pablo Rosell, Gustavo Ariel Schwartz, Ana María Shua, Benito Taibo, Paco Ignacio Taibo II, Héctor Tajonar, Georgina Araceli Torres Vargas, Ana Utsch, Álvaro Uribe, Margarita Valencia, Ulises Valencia, Alejo Vargas, Laura Varsky, Socorro Venegas, René Villanueva, Juan Villoro, Juan Voutssás, Yael Weiss, Fernando Zapata y Alejandro Zenker.

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Libro. El jurado internacional se integró por Gonzalo Álvarez, presidente de la Editorial Universitaria de Buenos Aires; Juan Blanco Valdés, director del Servizo de Publicacións e Intercambio Científico de la Universidade de Santiago de Compostela; Lia Castillo Meneses, coordinadora de Marketing y Ventas de Editorial Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas; Ilda Elizabeth Moreno Rojas, directora de la Editorial de la Universidad Autónoma de Sinaloa (México); y Alejandra Stevenson Valdés, directora de Ediciones Universidad Alberto Hurtado (Chile). La medalla entregada por el Reconocimiento al Editor Universitario, diseñada por Inés Patricia Barrera, a partir de una fotografía de Barry Domínguez, fue acuñada en plata. La plata se recuperó del reciclado de negativos de impresión offset de algunos materiales de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM. Fue posible utilizar las sales de plata existentes en forma coloidal de los negativos de libros, porque ya existen archivos digitales que se pueden utilizar para impresión bajo demanda o impresión directa de placas de prensa. En las editoriales contemporáneas no hay lugar para los chibaletes. Hay una reconversión tecnológica. En la historia del sello editorial UNAM han sido célebres protagonistas José Vasconcelos, Juan José Arreola, Agustín Yáñez, José Emilio Pacheco, Hugo Gutiérrez Vega, Henrique González Casanova, Arturo Azuela, Federico Álvarez Arregui, Felipe Garrido, Hernán Lara Zavala, José Pascual Buxó, Aurora Pimentel o Margo Glantz. Igualmente existen figuras muy importantes para la vida universitaria que han intervenido de alguna manera en trabajos editoriales como José Gaos, Edmundo O’Gorman, Pablo González Casanova, Mario de la Cueva, Jesús Silva Herzog, Leopoldo Zea o Miguel León Portilla. La UNAM tiene abolengo editorial y bajo ese derrotero es que mira al futuro. En el marco de la Feria Internacional del Libro de los Universitarios, la UNAM y la Universidad de Buenos Aires organizaron, del 20 de agosto al 13 de septiembre de 2019, la exposición “Arnaldo Orfila, editor: oficio y militancia” en la galería Santos Balmori de la Casa Universitaria del Libro en la colonia Roma de la Ciudad de México. La exposición, cuyo curador fue Joaquín Díez-Canedo, recordó al editor Arnaldo Orfila Reynal (18971998), quien fuera director del Fondo de Cultura Económica de 1948 a 1965, luego fundador y director general de Siglo XXI Editores, hasta su retiro a fines de la década de 1980, y que en 1958 asesoró a la Universidad de Buenos Aires en la fundación y arranque de su editorial, la Editorial

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de la Universidad de Buenos Aires, la prestigiada Eudeba3. La exposición estuvo integrada por fotografías, documentos y libros que reflejan el rastro de Arnaldo Orfila en la edición argentina y mexicana. También durante 2019 hubo una convocatoria efectuada por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial y UNAM Global, a iniciativa de Adriana Kupiji Vargas Huitrón, para levantar una biblioteca comunitaria en Rancho Flores, sierra mixe de Oaxaca. Kupijy significa flor que asciende en lengua mixe y Adriana Kupiji Vargas es alumna de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la UNAM e integrante del Sistema de Becas para Estudiantes Indígenas del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural e Interculturalidad. Se reunieron, durante seis días de feria, más de 660 cajas de libros. En la edición 2019 de Filuni se dio a conocer a la ganadora del Premio de Poesía Joven UNAM 2019, Valeria List, y se abrió la convocatoria 3



Tras casi quince años de dirigir el Fondo de Cultura Económica (FCE), a principios de 1948 Daniel Cosío Villegas vio la ocasión de dedicarse por un tiempo al proyecto largamente acariciado de escribir una historia del Porfiriato, pues recibió para ello un importante apoyo de la Fundación Rockefeller. Propuso como su remplazo en la dirección del FCE al entonces gerente de la sucursal argentina del Fondo, Arnaldo Orfila Reynal, en quien había descubierto, en los cuatro años de trabajar con él, a la persona idónea para un interinato. Algunas voces criticaron desde un principio que el Fondo hubiese quedado en manos de un extranjero. En 1961 hubo un escándalo por la publicación de ¡Escucha yanqui! de Wright Mills, libro hecho a base de entrevistas a revolucionarios cubanos. Ese mismo año Oscar Lewis entró al catálogo del FCE con Antropología de la pobreza, pero su segundo libro, Los hijos de Sánchez, publicado a fines de 1964, malquistó a Orfila con el presidente Gustavo Díaz Ordaz, porque el tema de los mexicanos pobres no iba con la imagen de un país en progreso. Ello provocó la salida de Orfila del Fondo. Apoyado por la solidaridad de intelectuales y amigos, a comienzos de 1966 Orfila fundó Siglo XXI, editorial donde pudo dar amplia expresión a sus ideas acerca de los libros que tenían que publicarse para favorecer una formación intelectual crítica de los lectores latinoamericanos, especialmente los jóvenes. La línea editorial de los libros de política, sociología y economía recogió la tradición intelectual de la izquierda y buena parte del pensamiento marxista formó parte de su catálogo. Otra parte la dedicó a la creación literaria latinoamericana y a la historia y actualidad de los pueblos indígenas americanos. El primer local de la editorial fue una casa de Elena Poniatowska en la calle de Gabriel Mancera de la colonia Del Valle de la Ciudad de México. En 1974 la editorial se mudó a Cerro del Agua 248, en Copilco El Alto, muy cerca de Ciudad Universitaria, donde actualmente se encuentra. A pocos meses de fundada, Siglo XXI abrió casas en Argentina, España y Colombia, siguiendo un modelo de asociación con capitales locales y con total autonomía de gestión.

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para la cuarta edición de ese certamen. Filuni fue el marco del lanzamiento de la primera convocatoria al Premio Cuento Joven 2020. La estrategia es concentrar en Filuni las convocatorias y premiaciones de creación artística dirigidas a jóvenes para atraer su participación. Bajo ese objetivo se incluyó el área de Universo Cómic, una sección para editoriales especializadas en cómics, mangas, libros ilustrados y novelas gráficas, cobijada por espacios lectores y eventos como charlas, todo dirigido a jóvenes. Las ferias también se renuevan. En las últimas décadas pasamos de las ferias de exhibición a las de muestra, las que generan contenidos, porque todas las ferias desarrollan un fuerte programa cultural y académico; pero estamos viendo el advenimiento de las ferias que usan tecnologías de participación y redes sociedades. La pantallización obligada por la pandemia de COVID-19, en ese sentido, logrará una comunicación más íntima entre autores, editores y lectores. Sin embargo, ver en pantalla a varias personas en viñetas a las que solo les faltan los globos de diálogo, hablando de libros y de ferias, no es una feria. Para una verdadera feria digital necesitaríamos construir mundos virtuales, experiencias inmersivas con tecnología holográfica. Sabemos que somos menesterosos, que estamos incompletos y buscamos respuestas a nuestras preguntas. Porque creemos en el futuro estamos creando futuro. Filuni es una apuesta por el mañana. Seguramente muy pronto Filuni se volverá un referente internacional. En ese sentido, somos afortunados porque asistimos a los primeros pasos de una tradición. La vida se va, nos dice Alfonso Reyes en Los trabajos y los días (Reyes 1945), pero los libros permanecen. Miran la eternidad y no dejan de estar unidos a lo transitorio. No hubo Filuni en 2020 porque durante el mes de agosto las aulas universitarias permanecieron cerradas por la pandemia de COVID-19 y eran aventurados e inseguros los actos masivos. Tampoco hubo una versión digital. La decisión fue acertada porque la sustancia de Filuni es preferir lo excepcional por sobre lo que es posible encontrar en cualquier parte. Lo que se ha estado buscando es que en Filuni se expresen las actividades de las aulas, los cubículos, los laboratorios y los recintos universitarios, que en esa feria se respire mundo escrito, se respire cultura del libro, se respire universidad. Se trata de irradiar conocimientos, contenidos, experiencias, exploraciones, diálogos... Es necesario, en ese sentido, el encuentro cara a cara entre colegas. En 2020 no hubo Filuni. Eso es parte del saldo de una tragedia global. Esperamos retomar este proyecto tan maravilloso cuando vengan mejores

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tiempos, porque seguramente vendrán. Después de la azorada reclusión, regresarán los lectores a las librerías, las bibliotecas y las ferias de libros. Veremos bregar a editores e impresores. Volverán las búsquedas bibliográficas y dejaremos atrás tribulaciones e inquietudes. Mientras tanto, recordamos con esperanza que los libros no solo son más necesarios que el sosiego, sino más necesarios que las necesidades. Así lo hemos creído quienes somos parte del mundo lector. Que los libros nos ayuden a todos. El 5 de septiembre de 1646 Juan de Palafox y Mendoza donó su preciado acervo de libros de cinco mil ejemplares a algunos colegios para fundar una biblioteca pública en la ciudad novohispana de Puebla de los Ángeles, que fue enriqueciéndose, y en aquella ocasión escribió ante el notario Nicolás Valdivia: “el que se halle en un beneficio sin libros se halla en una soledad sin consuelo, en un monte sin compañía, en un camino sin báculo, en unas tinieblas sin guía”. Son palabras que aparecen en la placa de entrada a la Biblioteca Palafoxiana, en Puebla, y definen el sentido educativo y cultural del libro y para la Universidad Nacional Autónoma de México, que es la organizadora de Filuni, son vigentes. Ciudad de México, 30 de septiembre de 2020

Bibliografía Calasso, Roberto (2004): La locura que viene de las ninfas. Ciudad de México: Sexto Piso. — (2014): La marca del editor. Barcelona: Anagrama. Diels, Hermann y Kranz, Walter (eds.) (1906): Die Fragmente der Vorsokratiker. Vol. 1. Berlin: Weidmannsche Buchhandlung. Reyes, Alfonso (1945): Los trabajos y los días. 1934-1944. Ciudad de México: Ediciones Occidente.

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Sobre los autores y autoras

Matteo Anastasio es investigador doctoral y docente de Literatura y Cultura Hispanas en el Departamento de Lenguas, Literaturas y Medios de la Europa-Universität Flensburg (Alemania). Es licenciado en Filosofía, magister en Filosofía del Arte y Comunicación por la Università Ca’ Foscari di Venezia (Italia) y magister en Filología Románica por la Universität Potsdam (Alemania). Entre 2017-2020 fue miembro del proyecto “Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica” (Europa-Universität Flensburg) financiado por el Fondo de Investigación Alemán (DFG). Su eje de estudio son el análisis de exposiciones literarias y los fenómenos de transposición medial de la literatura, al que ha dedicado diversos artículos. Entre sus publicaciones, el volumen: Transitzonen zwischen Literatur und Museum [‘Zonas de tránsito entre literatura y museo’] (2021; ed. con Jan Rhein). En campo editorial, ha sido editor responsable de literatura italiana y extranjera en diversas realidades editoriales italianas. Como traductor y editor, ha traducido y coordinado la edición de obras, entre otros, de Friedrich Nietzsche, Gottfried Keller, Juan García Ponce, Jürgen Habermas y Ágnes Heller. Camilo Ayala Ochoa es historiador por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y teólogo social por la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Bibliófilo y promotor de la lectura. Ha sido bibliotecario, corrector, ilustrador, escritor, guionista, redactor, editor, encuadernador, catalogador y consultor de editoriales. Tiene 36 años de experiencia en el mundo editorial. Ha impartido cursos, talleres y conferencias en diversas universidades del país y en el extranjero. Es autor, entre otras publicaciones, del libro La cultura editorial universitaria. Fundó el Centro de Información Libros UNAM de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM, donde es jefe del Departamento de Contenidos Electrónicos y Proyectos Especiales. Es presidente del consejo editorial de la colección Quehacer Editorial de Ediciones del Ermitaño y editorialista del programa de radio Interlínea Cultura Editorial, de la Universidad Autónoma Metropolitana.

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Es miembro de cinco comités editoriales de la UNAM: de la Dirección General del Colegio de Ciencias y Humanidades, la Facultad de Contaduría y Administración, el Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información, el Laboratorio Nacional de Materiales Orales y el sitio web La Novela Corta. Una Biblioteca Virtual del Instituto de Investigaciones Filológicas. Es, además, miembro del Instituto del Libro y la Lectura. Kenya Bello es profesora de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras, de la UNAM. Es doctora en Historia por la École des hautes études en sciences sociales (EHESS). Se ha especializado en la historia de la cultura escrita en México y América Latina, siglos xviii a xx. Co-coordina el Seminario Usos de lo Impreso en América Latina y el grupo de trabajo Intelectuales, ideas y política, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Entre sus últimas publicaciones destaca Kenya Bello y Marina Garone (coords.), El libro multiplicado. Prácticas editoriales y de lectura en el México del siglo xx (2020). Marco Thomas Bosshard es doctor en Filología Románica por la Universidad de Friburgo en Brisgovia, y catedrático de “Literatura y cultura española y latinoamericana” en la Europa-Universität Flensburg. Entre 2007 y 2017, fue editor responsable de literatura ibérica e iberoamericana en el sello alemán Wagenbach. Entre sus monografías figuran Churata y la vanguardia andina (2014) y La reterritorialización de lo humano. Una teoría de las vanguardias americanas (2013). Es editor de varios volúmenes colectivos, entre otros: ¿Nuevas formas de literatura subalterna? Las editoriales cartoneras como plataforma para las voces marginadas (2021; con Jania Kudaibergen), Globalisierte Erinnerungskultur. Darstellungen von Nationalsozialismus, Holocaust und Exil in peripheren Literaturen (2020; con Iulia-Karin Patrut), Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica (2019; con Fernando García Naharro), Zonas de contacto en el mundo hispánico. Vol. 1 (2019; con Laura Morgenthaler García), Return Migration in Romance Cultures (2014; con Andreas Gelz). Oche Califa es escritor, periodista, editor, gestor cultural. Desde 2015 es director Institucional y Cultural de la Fundación El Libro y director de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Fue director editorial de Oxford U. P. de Argentina; editor general de Ediciones Colihue, y director general de Depeapá Contenidos Editoriales. Fue redactor de las

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Sobre los autores y autoras

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revistas Humi, Humor Registrado y Vida Silvestre, editor del suplemento infantil del diario La Nación y director de La Nación de los Chicos. Algunos de sus libros para niños son Para escuchar a la tortuga que sueña; Un bandoneón vivo; Cuentos más o menos contados; Diario de un escritor; Solo sé que es ensalada; La boca de las siete lenguas; El Libro Mítico de los Porqués. Por el libro escolar El Trébol Azul 7 fue destacado, en 2005, por la Editorial Aique-Larousse como uno de los 20 autores paradigmáticos en los veinte años del sello. Entre sus libros para adultos se encuentran La revista Humor y la dictadura; La Argentina que ríe, el humor gráfico en las décadas de 1940 y 1950; Grafovida (obra de Luis J. Medrano). Freja I. Cervantes Becerril es doctora en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México. Desde 2011 es profesora investigadora de tiempo completo del Área en Producción Editorial de la Licenciatura en Letras Hispánicas de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa (UAMI). Sus líneas de investigación son: historia de la edición y colecciones literarias; crítica y filología latinoamericana; ensayo hispanoamericano; y, más recientemente, el estudio de las representaciones de la literatura en las ferias del libro en México. Ha publicado en coautoría La Colección Cvltvra y los fundamentos de la edición mexicana moderna (1916-1923), además de artículos en revistas y libros colectivos sobre literatura hispanoamericana e historia de la edición de obras literarias en México y América Latina del siglo xx. Fue editora en Juan Pablos Editor, Alfaguara, Taurus y Aguilar en México y directora de Publicaciones y Promoción Editorial de la Rectoría General de la UAM. En 2019 fue distinguida con el Premio Antonio García Cubas del Instituto Nacional de Historia y Antropología por la edición facsimilar de Sociedades americanas en 1828, de Simón Rodríguez. Actualmente es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Seminario Interdisciplinario de Bibliología, del Seminario Interinstitucional de Memoria Editorial Mexicana y de la Red Latinoamericana de Cultura Gráfica. Amisadai Cortez García es licenciada en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa (UAMI). Se tituló en el área terminal de Producción Editorial con un trabajo sobre libro álbum. En 2017 participó en la investigación documental y de campo del coproyecto “Las ferias internacionales del libro como espacios de negociación económica y cultural” en la Feria Internacional del Libro

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de Guadalajara, en colaboración con la Europa-Universität Flensburg, Alemania. En 2021 obtuvo el grado de maestra en Humanidades, línea Teoría Literaria en la UAM, Iztapalapa. Sus intereses de investigación son la literatura infantil y juvenil, las ferias del libro, estudios sobre el libro y edición. Su trabajo de investigación en la maestría se centró en un análisis de la literatura infantil y juvenil a través de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil en México. Ha participado en distintos congresos nacionales e internacionales con temas afines a su línea de investigación. Alejandro Dujovne es doctor en Ciencias Sociales e investigador del CONICET. Es director de la Maestría en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural y del Centro de Estudios y Políticas Públicas del Libro, de la Universidad Nacional de San Martín. Es co-coordinador del Programa de Estudios del Libro y la Edición en el Instituto de Desarrollo Económico y Social. Sus áreas de interés son la historia y sociología del libro y la edición en Iberoamérica y la historia de la cultura judía en América Latina. Ha participado en distintos proyectos de investigación nacionales e internacionales sobre la producción y circulación internacional de libros e ideas, edición en América Latina, editoriales universitarias, traducción y ferias del libro. En 2014 publicó Una historia del libro judío. La cultura judía argentina a través de sus editores, libreros, traductores, imprentas y bibliotecas y en 2020 Políticas y estrategias de internacionalización editorial en América Latina. Colabora de manera regular en el diseño, implementación y evaluación de legislaciones y políticas públicas en el ámbito del libro en Argentina. Fernando García Naharro es licenciado en Historia y Antropología Social y Cultural por la Universidad Complutense de Madrid. Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid. En la actualidad es investigador postdoctoral en el Instituto de Lengua, Literatura y Medios (Europa-Universität Flensburg), estando acreditado en España como profesor contratado doctor por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA). Sus líneas de investigación giran en torno a la Historia de la Edición, el Libro y la Lectura, la Sociología de la Ciencia y la Comunicación y los Estudios Culturales. Entre sus últimos libros publicados destacan Editando ciencia y técnica durante el franquismo. Una historia cultural de la editorial Gustavo Gili

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(1939-1966) (2019) y Las ferias del libro como espacios de negociación cultural y económica. Vol. 1 (2019; ed. con Marco Thomas Bosshard). Marina Garone Gravier es doctora en Historia del Arte (UNAM) y desde 2009 investigadora titular del Instituto de Investigaciones Bibliográficas (UNAM), donde fundó y coordina el Seminario Interdisciplinario de Bibliología. Es además investigadora del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas de la Universidad de Buenos Aires. En 2017 fundó la Red Latinoamericana de Cultura Gráfica, de la que es co-coordinadora. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México y delegada mexicana ante Society for the History of Authorship, Reading and Publishing (SHARP). Sus líneas de investigación son la historia del libro, la edición, la tipografía y la cultura visual latinoamericanas, la cultura impresa en lenguas indígenas, y las relaciones entre diseño y género. Entre sus libros se pueden citar: Historia de la tipografía colonial para lenguas indígenas (2014); Historia de la imprenta y la tipografía colonial Puebla de los Ángeles (1642-1821) (2015) y El Arte de ymprenta de Alejandro Valdés (1819) (2016). Alejandro Gaspar Guadarrama, licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Editor y productor. Ha trabajado como responsable de programación en la Feria Internacional del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México de 2014-2020 y otros festivales literarios como Di/Verso, encuentros de poemas en la Ciudad de México y el Gran Remate de Libros. En 2015 participó como coordinador de programación en el stand de la Ciudad de México como Invitada de honor en la 41ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Es autor del libro: En busca de una ciudad lectora (2012). Actualmente cursa la maestría en Diseño y Producción Editorial en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAMX). Manuel Gil Espín es director de la Feria del Libro de Madrid desde 2016, tras más de 35 años de experiencia profesional en el sector (librerías 4Caminos, Paradox Multimedia, Marcial Pons, Ediciones Siruela, Odilo TID). Licenciado en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid, ha conseguido el máster en Dirección Comercial y Marketing por el Instituto de Empresa de Madrid. Es miembro de la primera promoción del Programa Avanzado de Dirección y Gestión de Empresas Editoriales

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del Instituto de Empresa y Titulado Superior en Comercio Exterior por la Fundación Ángel Martínez Fuertes. Como profesor, colabora en diferentes masters de edición de España y América Latina. Entre sus publicaciones, se encuentran: El nuevo paradigma del sector del libro (Madrid, 2008; con Javier Jiménez), Manual de Edición. Guía para editores, autores, correctores y diagramadores (2009; AA.VV., ed. Carmen Bravo), El paradigma digital y sostenible del libro (2011; con Joaquín Rodríguez), Prueba, experimenta y aprende: Marketing para librerías (2013) y Manual de edición: Guía para estos tiempos revueltos (2016; con Martín Gómez). Fue coeditor de la revista Texturas y autor del blog Antinomiaslibro.wordpress.com (2007-). Luise Hertwig es investidagora doctoral en el departamento de Filología Románica de la Europa-Universität Flensburg y trabaja en el campo de la edición (área derechos internacionales). Sus focos de investigación son bibliodiversidad, el mercado global de la traducción y la sociología de la literatura. Entre sus publicaciones: Der Frankfurter Buchmesseschwerpunkt Francfort en francais 2017: Inszenierung und Rezeption frankophoner Literaturen in Deutschland (dossier en Lendemains. Études comparées sur la France, núm. 170-171, 2018; como editora, con Marco Thomas Bosshard y Margot Brink); “State-funded Support of International Trade in Rights and Licenses” (Mémoires du livre, vol. 11, núm. 2, 2020). Gerardo Kloss Fernández del Castillo ha sido diseñador, editor, corrector, tipógrafo, guionista, publicista y reportero. Se ha dedicado a la construcción de un campo académico amplio para los Estudios Editoriales en México. Estudió Diseño de la Comunicación Gráfica en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAMX), consiguió la maestría en Edición en la Universidad de Guadalajara y el doctorado en Imagen, Arte, Cultura y Sociedad en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. En la UAM Xochimilco fue responsable del Programa Editorial de la División de Ciencias y Artes para el Diseño (1992-1997), creador del boletín Espacio Diseño (1993), coordinó la carrera de Diseño de la Comunicación Gráfica (2000-2005). Desde 2009 es coordinador de la maestría en Diseño y Producción Editorial. Es autor de los libros Entre el diseño y la edición (2002), El papel del editor (2007) e Historia, diseño y edición (2013), así como del ensayo “Las escuelas de diseño gráfico” en el libro colectivo Cien años de diseño gráfico en México (2009). Es miembro de la Sociedad Estadounidense de Semiótica (SSA) y de la Asociación Tipográfica Interna-

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cional (ATypI). También participa en EuroPub, Asociación Europea de Estudios Editoriales. Es secretario de la Asociación Mexicana de Tipografía y preside el Comité de Vigilancia del Consejo Mexicano para la Acreditación de Programas de Diseño (Comaprod). Fue presidente, tesorero y editor de la Asociación Mexicana de Escuelas de Diseño Gráfico (Encuadre). José de Souza Muniz Jr., licenciado en Edición, máster en Ciencias de la Comunicación y doctor en Sociología por la Universidad de São Paulo (USP), Brasil; es profesor e investigador en el Departamento de Lenguaje y Tecnología (DELTEC) del Centro Federal de Educación Tecnológica de Minas Gerais (CEFET-MG). Coordina el Laboratorio de Escrituras Profesionales y Procesos de Edición (LABEPPE), y forma parte del equipo del Programa de Estudios del Libro y la Edición del Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES, Argentina). Es miembro del proyecto “Nuevas estrategias de promoción cultural. Las ferias internacionales del libro y la condición de invitado de honor” (CULTURFIL, Universidade de Santiago de Compostela). Su ensayo Una sociología de la edición independiente (2018) ganó el Premio Libre por la Bibliodiversidad (Liga Brasileña de Editoriales y por la Alianza Internacional de los Editores Independientes). Entre sus publicaciones: Tinha um editor no meio do caminho (2018); el dossier “Libros, editoriales y ciencias sociales” (2018, Prismas: Revista de Historia Intelectual; con Lidiane S. Rodrigues); el capítulo “A Sagração da Primavera: formação de conglomerados e coletivização da independência” en Edição: agentes e objetos (2018). M. Carmen Villarino Pardo, doctora en Filología Gallega (Premio Extraordinario de Doctorado de la Universidade de Santiago de Compostela), es profesora titular de Literatura Brasileña en el Departamento de Filologia Galega de la Universidade de Santiago de Compostela. Actualmente, es investigadora principal del proyecto “Nuevas estrategias de promoción cultural. Las ferias internacionales del libro y la condición de invitado de honor” (CULTURFIL, Universidade de Santiago de Compostela), financiado por la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno español y por Fondos FEDER (FFI2017-85760-P, 20182021). Es miembro del Grupo Galabra de la USC y de la Rede Galabra e integra el Grupo de Estudos de literatura brasileira contemporânea de la Universidade de Brasília (Brasil). Sus ejes de investigación son el análisis de la literatura y de la cultura brasileñas contemporáneas, con énfasis en

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procesos de circulación transnacional de bienes simbólicos y las trayectorias de profesionalización del oficio de escritor. Entre sus libros: Aproximação à obra de Nélida Piñon. A República dos Sonhos. A trajetória de Nélida Piñon na segunda metade do século xx (2000); y, en coedición: Brasil: 500 anos depois (2002, ed. con Alcides S. Caldas, José Luís Rodríguez y Yara F. Vieira); Da Galiza a Timor: a lusofonia em foco (2008-2009; ed. con Torres Feijó y Rodríguez Fernández), O conto brasileiro contemporáneo (2011; ed. con Luiz Ruffato) y Promoción cultural y Traducción. Ferias internacionales del libro e invitados de honor (2021; ed. con Iolanda Galanes y Ana Luna). Ezequiel Saferstein, es doctor en Ciencias Sociales (FSOC-UBA), magíster en Sociología de la Cultura y el Análisis Cultural (IDAES-UNSAM) y licenciado en Sociología (FSOC-UBA). Investigador del CONICET con sede en el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI/UNSAM) y miembro del Centro de Estudios y Políticas Públicas del Libro (UNSAM). Docente en el Programa de Posgrado en Ciencias Sociales UNGS-IDES, en la Universidad de Buenos Aires y en el CeDInCI. Es especialista en el estudio de las relaciones entre edición, libros y política, atendiendo a las transformaciones del espacio editorial argentino de las últimas décadas, al rol de los editores y a sus modos de intervención cultural, política y comercial. Su proyecto de investigación actual de CONICET se titula: “Editores, editoriales y libros de coyuntura política: un acercamiento sociológico a los vínculos contemporáneos entre cultura, economía y política”. Publicaciones: . Gustavo Sorá es licenciado en Antropología por la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata (1990), magister (1994) y doctor (1998) en Antropología Social por el Museu Nacional de la Universidade Federal do Rio de Janeiro. Actualmente se desempeña como Investigador Independiente del CONICET, en el Instituto de Antropología de Córdoba (CONICET–UNC). Es profesor titular del Departamento de Antropología de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba y corresponsal extranjero del Centre de Sociologie Européenne (EHESS). Es autor de los libros: Traducir el Brasil. Una antropología de la circulación internacional de ideas (2003); Brasilianas. José Olympio e a gênese do mercado editorial brasileiro (2010); Editar desde la izquierda en América Latina. La agitada historia del Fondo de Cultura Económica y de

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Siglo XXI (2017), The Social and Human Sciences in Global Power Relations (2018; ed. con Johan Heilbron y Thibaud Boncourt) y History of Book Publishing in Contemporary Latin America (2021). Marisol Schulz, desde 2013, es directora general de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y ha sido coordinadora de la Feria del Libro en Español de Los Ángeles (LéaLA) entre 2010 y 2013. De 1993 a 2010 fue editora ejecutiva y directora editorial de Taurus y Alfaguara (Grupo Santillana). Licenciada en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México, fue jefa de Información y Redacción de la Gaceta UNAM, editora responsable de la revista Perfiles Educativos y jefa de Publicaciones del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades y del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). Actualmente es también miembro del Consejo Académico de la Cátedra Vargas Llosa en España. Ha sido también directora editorial de la revista Cuadernos de Nutrición y de la editorial Plaza y Janés México, así como subdirectora de Promoción de la Lectura en el Instituto Nacional de Bellas Artes. Para la televisión, fue conductora del Domingo 7 y de la sección “Más que ideas” del noticiario Hechos AM (Televisión Azteca) y ganadora en 2008 del Premio de Periodismo Cultural. En 2021 fue distinguida con el Premio Nacional Juan Pablos al Mérito Editorial.

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