Lacan Freud


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T ACAN-FREUn L ^¿Q U É RELACIÓN?Ly JE A N A L L O U C H A N T O N IO M O N T E S D E O C A M A RC E LO PASTERNAC A L B E R T O S L A D O G N A C. M IG U E L F. S O S A

PSICOANÁLISIS EN EXTENSIÓN I

M É X IC O

1987

C o le c c ió n P sicoan álisis en E x te n sión Fábrica del texto: Rodolfo Marcos, Antonio Montes de Oca, Alberto Sladogna C. Jan William, C o rd in a d o r: Rodolfo Marcos

Diseño de la colec F otografía de la F

Myriam Cerda a ta Pablo Esteva

Primera Edición: 1987. © Rodolfo Marcos (Coordinador) © Editorial VILLJCAÑA, S.A. R E SE R V A D O S T O D O S L O S D E R E C H O S IS B N 968-846-053-2 Editorial Villicaña, S.A. Patricio Sanz No. 33 Desp. 303 Colonia del Valle 03100 México, D.F. Impreso y hecho en México Prínted and made in México

P r e s e n t a c ió n

Este volumen inaugura la colección PSICOANA­ Recordemos que la extensión encuentra sus razones en el psicoanálisis en intensión. El pasaje entre uno y otro abre un cambio de dimensión: del terreno privado a lo público; con esa intención se irán integrando los diversos volúmenes por venir, colocando o disposición del público-lector textos clínico-doctrinaríos del psicoanálisis. Lacan (¿...?) Freud, ¿qué relación? es el título bajo el cual se agrupan una serie de trabajos leídos en las Jornadas albergadas por el Seminario psicoanalítico de la letra *los días 9 de marzo y 7 de diciembre de 1985 y que se desarrollaron en las instalaciones de la Clínica San Rafael, Tlalpan, D.F. No carece de importancia señalar una carac­ terística de esa actividad: ella surgió a partir de la existencia de algunas reflexiones que encontraron su tiempo para ser expues­ tas; no existió una invitación selectiva a presentar trabajos; estos, más bien, constituyeron la invitación a sostener un diálogo que produjo una prosecusión del trabajo y, a su vez, la presentación de otro a partir de los primeros. Los textos aquí reunidos, avanzando de lo particular o lo particular, son las reflexiones que suscitaron en cada uno de los ponentes la lectura del texto de Jean Allouch: Freud desplazado. Es decir, el trabajo de un analista fue retomado por otros, desatando así un proceso de reflexión e investigación sobre las relaciones —posibles o no— entre el ternario lacaniano (Real-Simbólico-Imaginario) y el texto freudiano. LISIS EN EXTENSION,

* E i S e m in a rio P s ic o a n a u tic o de la L e t r a fu e el título de un problema.

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Temática central ésta» pues allí se juegan las profundas transformaciones en el terreno clínico, en lo doctrina, en la nominación del analista, en la transmisión, en lo relación con la ciencia que opera el ternario RSI. Todas estas transformaciones incluyen en sus sucesivos anudamientos a la enseñanza misma de Jacques Lacan. Al contrario de una opinión que califica a la enseñanza lacaniana de “intelectualista” u “oscura”, entendemos que el inicio de un estudio sobre el paradigma RSI posibilita a cada quien —con la condición de su propio interés— encontrar un lugar para el seguimiento de un camino que no es un patrimonio personal. Esto labor está en desarrollo y ya posibilitó cambios; así, entre la primera y la segunda Jornada, se constituyó la escuela lacaniana de psicoanálisis, “aprbs- coupSe puede considerar que el trabajo realizado en marzo y diciembre no careció de consecuencias sobre ese acto.. Queda por último señalar el acuerdo dado por los responsables de cada texto para su publicación, así como su amigable apoyo pora la presente edición, Corresponde una men­ ción especial a quienes tuvieron la gentileza de facilitar la traduc­ ción del texto de Jean Allouch, misma que próximamente formará parte de una compilación de artículos de la revisto Littorai, a editarse en Córdoba, Argentino.

Alberto Sladogna C Marzof 1986 México, D.F.

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freud

D esplazado

J ean A ll o u c h

Las pruebas fatigan a la verdad Braque

O El psicoanálisis es una disciplina local y razo­ nada. ¿Cuál es su objeto? La cosa no se deja formular fácilmente. ¿El psiquismo humano? ¿La personalidad? ¿El inconsciente? ¿El objeto a? Correlativamente, su situación con res­ pecto de la ciencia sigue siendo problemática: ¿ciencia del alma? ¿ciencia conjetural? ¿no ciencia sino discurso? ¿delirio? Así el apoyo del nombre propio de Freud tomado como calificante viene acaso a mantener una pru­ dente y, por lo tanto, feliz puesta en suspenso de la respues­ ta a estas preguntas, pero con la posible contrapartida de descuidarlas demasiado, de dejarlas escondidas. Ha sido nece­ saria la enseñanza de Lacan en acto para que este no fuera el caso. Pero con la toma en cuenta, hoy, de la vía abierta por él, este apoyo mismo se ha vuelto problemático: ¿“freudiano” y “laca­ niano” se hacen la competencia? ¿son sinónimos? ¿qué disimetría hace lazo de uno con el otro? I Freud forja el inconsciente por un razonamien­ to de tipo abductivo. Charles Sanders Peirce llama así a la puesta en juego de una hipótesis susceptible de permitir que sea reducida la extrañeza de una clase de fenómenos observados. Freud constru­ ye una clase semejante al mostrar que los síntomas histéricos, sueños, lapsus, actos fallidos, chistes, proceden de los mismos mecanismos; el ICS es el nombre de esta hipótesis basal que abre la posibilidad de dar cuenta de la homogeneidad de esos mecanis­ mos. Es introducir, en el aparato psíquico, por lo menos dos polos,

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dos instancias; se trata de hacer valer el conflicto como tal pues hay conflicto ya que esos fenómenos denotan, cada uno a su mane­ ra, la oposición de una realización de deseo y de algo que la obstaculiza. El objeto de Freud es este aparato psíquico 4a personalidad- aunque encarado como fundamentalmente dividido en dos lugares. Existe un binarismo en Freud, a la vez esencial e insostenible. Lo más notable es que Freud, en sus escritos, da testimonio de este carácter insostenible como tal. Así, por ejemplo: * la oposición percepción/memoria es fundamental des­ de el Proyecto, pero Freud distingue allí tres clases de neuronas, * la oposición ICS/CS-PCS es esencial pero se acompña de la distinción secundaria CS/PCS, * la oposición pulsión sexual/pulsión del Yo; se transfor­ mará en la oposición pulsión de vida/pulsión de muerte sin que ninguna de estas oposiciones logre, por otra parte, suprimir verdaderamente lo que queda plantea­ do como pulsión parcial, * la oposición amor/odio con la que Freud (en Análisis terminable e interminable) desemboca en Empédocles pero no sin dar testimonio, correlativamente, de su tropiezo con el complejo de castración. Ese binarismo basta para designar el objeto de Freud no como el inconsciente, sino realmente (así lo afirma la I.P.A. al definir en sus estatutos a la ciencia psicoanalítica) como la personalidad de la cual el inconsciente es una instancia.

11 Cario Ginzburg, profesor de historia me­ dieval en la Universidad de Bolonia, inscribió el camino abierto por Freud en lo que llamó un paradigma del indicio cuya ubicación muestra en el fin del siglo XIX. Notablemente, el término “indicio” remite al orden de lo personal y tanto más radicalmente cuanto que se trata de circunscribir ula personalidad allí donde el esfuerzo personal es menos intenso”.1 Allí también entonces hay separación [clivage], y en efecto Freud está próximo de Morelli (como él mismo lo escribió), de Sherlock Holmes (como 1, Cario Girfzburg, “Signes, traces, pistes” l Signos, huellas, pistas], in Le Débat, num. 6, noviembre de 1980, p. 8, Gallimard.

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la opinión pública no cesa de suponerlo), de Mabillon, de Cuvier, de Bertillon (creador de la antropometría), de Purkynje (fundador de la histología),,., etc. Sin embargo esta lista basta por sí sola para manifestar que ese paradigma del indicio, ai abarcar mucho, poco aprieta del psicoanálisis; no echa mano de lo que constituye su especificidad.

11 Cuando se encara el trabajo de Lacan desde sus últimos seminarios (lo que es un buen método en ese paradig­ ma del indicio, uno de cuyos rasgos es autorizar profecías a posteriori), cuando se tiene en cuenta la manera que tuvo Lacan de precipitarse en el estudio del borromeo, de querer resolver matemáticamente la ternarización R.S.I., no aparece abusivo afirmar que con I.S.R. Lacan dio su paradigma al psicoanálisis. Resulta de ello un desplazamiento de las cuestiones, en particular no se trata más, hablando con propiedad, de conflicto sino de anudamiento/desanudamiento (cf. su lectura de Joyce,2) no se trata ya de un insostenible dos, sino de un posible tres. Allí donde dos no cesaba de constituir un problema, se corta por lo sano en la dificultad al plantar un tres como primero. No nos asombraremos que eso haya tenido como consecuencia un cuestionamiento del estatuto mismo del ICS, que Lacan haya dicho que el ICS era de él o, también, que haya pretendido haber introducido “algo que va más lejos que el inconsciente”. Esta problematización está en el hilo directo de la introducción de un nuevo paradigma; así, nos asombraríamos más bien de que no haya sido formulada explícitamente. IV En lo que concierne al descubrimiento de un nuevo paradigma, y también a las consecuencias de su emplaza­ miento, resulta que los rasgos pertinentes destacados por Thomas S. Kuhn se encuentran realmente en la relación de Lacan a Freud3. . 2 . J. Lacan, Le sinthome5seminario de 197576, transcripción Chollet, 3. Thomas S, Kuhn, La estructura de las re­ voluciones científicas, F.C.E., México, 1971. Al igual que Ginzburg, excluyo de este libro, la postdata tardía en la cual Kuhn retrocede de la manera más notoria, como asustado ante la enormidad de lo que había expuesto.

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DESCUBRIMIENTO: Kuhn observa qué ocu­ rre cuando una disciplina está en crisis, cuando esta crisis es reconocida, siendo uno de los signos de la comprobación la prolife­ ración de versiones diferentes. Tal era el caso, sin contar siquiera los disidentes, entre los discípulos de Freud. Kuhn observa también que el emplazamiento del nuevo paradigma comienza, en aquél que se aplica a ello, con la conciencia de las anomalías de la teoría vigente. Ahora bien, esa anomalía está perfectamente designada, circunscripta por Lacan: “De hecho, el narcisismo -escribe en 1932 en su tesis- se presenta en la economía de la doctrina psicoanalítica como una térra incógnita (subrayado por él) que los medios de investigación emanados del estudio de las neurosis han permitido delimitar en cuanto a sus fronteras, pero que en su interior sigue siendo mítico y desconocida”4. El psicoanálisis seguirá siendo inoperante en el tratamiento de las psicosis si no aprende de las psicosis para dar su consistencia al narcisismo. De allí la primera intervención de Lacan en el campo freudiano, la introducción del estadio del espejo, intervención cuyo alcance es dado explícitamente, dos años más tarde, en el texto sobre Los complejos familiares, cuando Lacan escribe que: “Freud permanece cerrado (...) a la noción de autono­ mía de las formas”. Como se ve, el punto de partida del nuevo paradigma no está en Freud. Tal emplazamiento, venido de otra parte, es otro criterio señalado por Kuhn; la intervención de un paradigma nuevo, observa, a menudo es realizado por un hombre joven, recién ¡legado a la disciplina o situado en sus límites. Este era el caso de Jacques Lacan en el interior de un grupo francés, también marginal. CONSECUENCIAS: Al nivel de las consecuen­ cias de la introducción de un nuevo paradigma, Kuhn aísla cierto número de criterios. 1) El nuevo paradigma, cambia la significación de los conceptos establecidos, 2) desplaza los problemas ofrecidos a la investigación, 3) da indicaciones para decidir acerca de proble­ mas pertinentes y soluciones legítimas, 4) modifica la imaginación científica misma (éste fue uno de los elementos en juego, hoy ampliamente descuidado, de la topología lacaniana), 5) introduce nuevas formas de práctica y modifica entonces la experiencia (sobre este último punto la focalización del combate entre el freu­ 4. Jacques Lacan, De la psicosis paranoica en sus relaciones con la teoría de la personalidad, Siglo XXI, México, 1976, p. 293.

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dismo y Lacan sobre las sesiones no ‘‘cortas” sino puntuadas puede por fin ser reconocida como fundada: semejante combate señala, según Kuhn, el conflicto entre dos paradigmas). Es claro que estos cinco criterios de Kuhn definen lo que fue el trabajo de Lacan a partir del 8 de julio de 1953, día en que produjo por primera vez I.S.R. como tal El conjunto de los trabajos de Lacan anteriores a esta fecha puede ser aceptado, a partir de allí, como un formida­ ble esfuerzo para reconstruir la ciencia psiquiátrica primero y luego el psicoanálisis sobre la única base de la función a la vez estructu­ rante y alienante de la imagen (véase el texto fundamental sobre Los complejos familiares donde rechaza el Edipo y el complejo de castración de Freud situándolos, mejor de lo que lo habían hecho “intuiciones demasiado apresuradas” —las del Freud de Tótem y tabú— a partir del estadio del espejo; véase también, en los años cuarenta, su noción de identificación resolutiva, y su definición del análisis como paranoia dirigida5). V Kuhn distingue tres casos de introducción de un nuevo paradigma: 1. Esta introducción crea una disciplina en un campo que hasta entonces sólo estaba jalonado por discusiones de escuelas. Este caso corresponde a lo que fue llamado, en la epistemología postbachelardiana francesa “corte epistemológico”, 2. Esta introducción sustituye un paradigma antiguo por un nuevo paradigma en el marco de una disciplina ya constituida, 3. Esta introducción es una refundición de un paradigma vigente, el cual subsiste entonces como ordenador de la disciplina a través y gracias a esta refundición misma. Ni el caso 1 ni el 3 corresponden a la articula­ ción Lacan/Freud. Lacan no fundó el psicoanálisis; tampoco reali­ zó la refundición de un paradigma inventado por Freud, Toda tentativa por armonizar a Freud con Lacan, de hacer valer en Freud equivalentes para I.S. y R., aunque puede no carecer de interés localmente, queda consagrada a fracasar. El ternario I.S.R. como tal no está en Freud. Más bien, la operación de Lacan con 5. Véase Jean Allouch, “Du discord paranoia que”, en Littorai 3/4, 5 y 6 donde estos temas son discuti­ dos. Remitiré también al estudio titulado: “Les trois petits points du retour á...”, en Littorai num. 9. La presente declaración decimal ex trae las consecuencias de esos dos trabajos.

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Freud debe ser pensada como aquella que “desliza” l.S.R. bajo los pies de Freud (esta metáfora es de Lacan). Freud, observaba Lacan, no era lacaniano. El anudamiento de l.S.R., ausente en Freud, es así lo que se encuentra denotado aquí por el término “lacaniano”; por lo tanto en Lacan mismo. Es decir que la articulación Lacan/Freud debe situarse como una sustitución. ¿Sustitución metafóri­ ca o metonímica? De ninguna manera puede decirse que el paradigma lacaniano hace metáfora al camino abierto por Freud; la sustitución de un paradigma por otro (esto distingue a los casos segundo y tercero diferenciados por Kuhn) los revela inconmensurables; y, como lo sugiere ese termino “deslizar” que usa Lacan cuando interroga a Freud con l.S.R., término que evoca el deslizamiento del objeto bajo la cadena significante, es con el valor de una sustitución metonímica como hay que marcar la articulación de Lacan con Freud. Lacan desplaza a Freud. Tal es la singularidad de su posición frente a Freud. Lacan no es ni un epígono de Freud ni un herético con respecto del psicoanálisis. Desplazando a Freud, Lacan constituye el objeto del psicoanálisis como no menos metonímico que el de la pulsión y el de la fantasía (fantasme). V, La sustitución metonímica implica una vecin­ dad, un enlace. El campo de este enlace aparece históricamente constituido por lo que Lacan nombrará más tarde: “campo para­ noico de las psicosis”. Se trata, más claramente todavía, de la consideración de la paranoia como fundamental para una teoría de la personalidad. Esta perspectiva es común a Freud y Lacan. Lacan da cuerpo a lo que Freud entrevé con la “neurosis narcisista” de base; la vecindad está allí, en esta proximidad de la frontera con su interior ya evocada en el punto IV. Esa vecindad permite la sustitu­ ción metonímica: primero una teoría del narcisismo sustituye a otra teoría del narcisismo de la que puede decirse que es más informe. La sustitución de un paradigma por otro sólo intervendrá en un segundo tiempo, cuando Lacan consolide su primera apertura de caminos con la nominación de la dimensión de lo imaginario como tal, dicho en otras palabras en tanto irreductible a las de lo simbóli­ co y de lo real. De allí solamente puede ser tratada la cuestión de saber lo que fue o, mejor aún, lo que habrá sido el paradigma freudiano. El paradigma de Freud aparece a posteriori como ha-

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hiendo sido no tal o cual elemento o tiempo de su elaboración doctrinaria sino hablando con propiedad el caso» cada uno de los casos relatado por Freud. El hecho de que los primerísimos semina­ rios de Lacan (anteriores a los seminarios públicos) hayan sido consagrados al comentario literal de los casos de Freud adquiere aquí todo su alcance. Pero por ‘‘caso” se entenderá también el famillonario sobre el cual Lacan se interrogará durante todo un año y para cuya lectura construirá su grafo. Lacan designaba este modo de la lectura diciendo que se trataba de llevar el caso al paradigma. Esta fórmula da el tenor exacto de su articulación con'Freud' ¿Innovaría aquí el psicoanálisis más de lo que se cree, más aún de lo que imaginamos? ¿Y hay que ligar este hecho con la singularidad de su posición con respecto del discurso de la ciencia? En efecto, está claro que la operación que sustituye a la puesta en paradigma del caso (la vía abierta freudiana misma que se separa así radicalmente del discurso médico) por el paradigma explícito que constituye el anudamiento de tres dimensiones no se deja'aprehender nf en el primer ni éñ el segundo caso distinguidos por'K uhn (véase página 7), participa de los dos sin dejarse reducir a ninguno de los dos. VII En el momento mismo en que apuntaba a dar su consistencia al paradigma R.S.I. gracias al nudo borrorneo, Lacan marcó con mojones su propio recorrido diciendo que había puesto primero el acento sobre lo imaginario, luego sobre lo simbó­ lico, finalmente sobre lo real. Es porque partió de un punto de Arquímedes que no estaba en Freud, a saber, el Yo como pura identificación especular con la imagen de un semejante, que Lacan leyó el significante6 en el paradigma de Freud, en los casos de Freud y no en la teoría freudiana puesto que la noción de represen­ tación, precisamente, amalgama y vuelve así indistinto en ella lo que procede de lo simbólico y lo que corresponde a lo imaginario. Así la conferencia de 1953 que introduce I.S.R. se aplica principal­ mente a distinguir —he mostrado en otra parte que para esta distinción Lacan tomaba apoyo en la transliteración— imaginario y simbólico. Y durante todo un tiempo (hasta la introducción del

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Véase el estudio de Guy Le Gaufey, “Re

présentation freudienne et signifiant lacanien”, Littorai 14, noviembre de 1984, pp. 41*56.

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borromeanismo) la irreductibilidad de lo real sólo podrá ser dicha con la distinción de lo real y de la realidad... Leer a Lacan consiste hoy en situar tal o cual de sus lecciones, de sus textos, en función de esta puntuación fundamental del camino que abrió; es leerlo con sus propias coor­ denadas. Allí está el verdadero desengancharse del “Lacan dijo”, del argumento que hace tanto más autoridad cuanto que se prolon­ ga el callejón sin salida hecho sobre la lectura.

VIH Además la ubicación expuesta aquí de la arti­ culación Lacan/Freud despeja la vía para otra lectura de Freud que pase primero por una nueva traducción de Freud. Como atesti­ guan los trabajos de la Trans a (véase Littoral num. 13, así como el Bulletin de la Trans-a) se trata de un sesgo diferente de aquel que se consagra a promover lo que hoy florece y que llamaré la amalgama freudo-lacaniana. Se hace como si el Yo de Freud fuera el de Lacan, la representación freudiana el significante, el Wunsch el deseo,... etc. No se traduce a Freud, se lo asimila, y al mismo tiempo se elige no transcribir los seminarios hablados sino pulirlos. Esta bufonada sale al encuentro del descrédito casi inmediato que recibe. Tener en cuenta el paradigma lacaniano como tal es también dejar de enceguecerse sobre sus diferencias irreductibles con Freud; es preferir a la amalgama, las gamas del agalma. Es equivalente decir que Lacan desplaza a Freud al dar, con R.S.I., su paradigma al psicoanálisis y decir que, de uno al otro, el agalma hace sus gamas.

IX Hacer caso del paradigma lacaniano viene a ser volver el psicoanálisis hacia la ciencia allí donde la metáfora del “retorno a” lo inclinaba hacia un modo filosófico patentado. Tomar este modo como modelo habría conducido al psicoanálisis a propo­ nerse como una nueva religión: las filosofías así construidas resul­ tan todas teñidas fuertemente de religión. El registro del “retorno a...” no es en efecto de la misma vena que el del apres coup. El primero no deja de desple­ gar la nostalgia de un saber ya ahí, tanto más ya ahí cuanto que es un saber perdido, recubierto, desconocido, incluso sistemática­ mente desconocido. Esto es patente en el lazo de Heidegger con el origen griego de la filosofía. Heidegger forja un discurso griego, su lazo con los “presocráticos” (las comillas son de él) encarna el tipo mismo de una discursividad en el sentido de M. Foucault, incluida

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su denuncia del platonismo, isomorfa con la de los sucesores de Freud en Lacan.7 Este saber desconocido y un día reencontrado gracias a la operación del “retorno a”, no es nunca más que un saber convocado, como una clase de reserva cuando el ejército regular es insuficiente. El apres coup, a su vez, inventa un saber a partir del cual la primera apertura de caminos —inaccesible como tal— se encuentra escrita por lo que habrá sido. Nada más, cierta­ mente, aunque también y sobre todo nada menos, puesto que “más55 iguala aquí a “demasiado”. El retorno a Freud de ningún modo podría ser llamado inaugural del camino abierto por Lacan: lo situaremos como tercero si contamos como primero la puesta al desnudo de la función de la imagen del otro con el estudio de la paranoia, luego —y a partir de allí— su compromiso en el psicoanálisis, un compro­ miso que no es puesto bajo la férula de Freud (cada uno de sus primeros textos lo subraya) sino de la ciencia psicoanalítica. Así, “retorno a Freud” revela ser el nombre del apoyo que Lacan va a buscar en el texto freudiano después de que haya inventado el ternario imaginario/simbólico/real. La invención de este paradig­ ma, que como tal no es freudiano, deportaba a Lacan lejos de Freud. Que la consigna de un retorno a Freud haya seguido poco después señala suficientemente que Lacan había visto el peligro. Desde ese momento, efectivamente, retorna a Freud pero para inscribir el nuevo paradigma en el psicoanálisis. El discurso analítico aparece así como el nom­ bre de aquello por lo cual Lacan intentaba deslizar l.S.R. a Freud. Es uno de los polos de la discordia que constituirá necesariamente su articulación con Freud a partir del momento en que fue produci­ da una invención tan fundamental como l.S.R., siendo el otro polo el desarrollo de las implicaciones del paradigma mismo; convenía emplazar este ternario, no en cualquier lugar, sino efectivamente en Freud. Todo desplazamiento implica una sustitución. Porque la discursividad no es en Lacan ni pri­ mera ni última; porque la discurs^/idad no fue el último cifrado producido por Lacan para escribir su relación con Freud (este último cifrado es nodológico); porque el reconocimiento efectivo 7. Sobre esta promoción de un discurso griego, consultar a su caballero (en el sentido en que Kierkegaard hablaba del “caballero de la fe”) Jean Beauíret, especialmente su presentación de una nueva traduc­ ción del poema de Parménides (Colee. Epiméthée, P.U.F., París, 1983).

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del acto instaurador de un discurso subvierte este discurso al mismo tiempo que no se deja pensar en el interior de la problemáti­ ca de la discursividad; porque la escritura lacaniana de los cuatro discursos no subsume, en el propio Lacan, el conjunto de los discursos; y sobre todo porque esta escritura, al distinguir los lugares de la producción y el lugar del agente no llega a transcribir el cierre de la experiencia analítica en tanto que el agente se efectúe como producto, el materna de los cuatro discursos no puede ser tomado por el materna mismo del psicoanálisis. No puede, enton­ ces, a fortiori, valer como su paradigma. X ¿Cómo se instaló el paradigma I.S.R.? ¿Con qué elementos en juego? Es claro que cuando hay desplazamiento, sustitución metonímica, existe el peligro de ver que ese desplaza­ miento no sea reconocido como tal sino rechazado, por la razón, por ejemplo, de que se produce en otra parte distinta de allí mismo donde fue efectivamente necesario que se produzca para que haya substitución. En un texto de 1946 Lacan testimonia explícita­ mente haber percibido ese peligro (p. 168 de los Escritos J, edición 1984 de Siglo XXI). Lacan observa que Freud identifica el Yo con el sistema percepción-conciencia y declara apartarse de esta concep­ ción del Yo, “la concepción más común”, “que identifica el Yo con la síntesis de las funciones de relación del organismo”. Freud, agrega Lacan, “en contra de todo el movimiento de su investiga­ ción, siguió siendo prisionero de él [el prejuicio paralelista](...) por lo demás, atentar contra él en su época habría tal vez equivalido a excluirse de la comunicabilidad científica.” Ahora bien, este texto, que designa el lazo entre este atentado y una posible exclusión que sería su consecuencia, es verdaderamente profético. Esto será evidente si aceptamos desplazar sobre Lacan lo que él enuncia aquí a propósito de Freud, desplazamiento legítimo ya que es Lacan quien, desde 1936, fue el agente de este atentado (estamos trece años más tarde). Por otra parte no sería la primera vez que Lacan —conocimiento paranoico obliga— formula sobre el objeto Freud algo que concierne esencialmente a él, a Lacan. Digo que este texto es profético porque hubo, siete años más tarde, el siguiente aconte­ cimiento, y que yo sepa nadié lo ha señalado todavía, a saber: la formulación por primerísima vez del paradigma I.S.R., el 8 de julio de julio de 1953, es decir, el día mismo (o a lo sumo el día siguiente) en que Lacan recibe la carta del secretario general de la LP.A.

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tomando nota oficialmente de su renuncia de la S.P.P. y POR LO TANTO de la I.P.A. La carta de Eissler es enviada el 6 de julio, el I.S.R. es presentado el 8. Este es en mi opinión el acontecimiento a la vez político y teórico mayor de la articulación de Lacan con Freud. Todo el resto que precedió o siguió debe ser pensado a partir de ahí. Notemos entre paréntesis que Lacan, una vez más hará trans­ formarse una “exclusión” sufrida por él en invención teórica: he mostrado, en un estudio precedente, cómo la nominación del discurso universitario llegó como respuesta a la exclusión del semi­ nario del refugio que le ofrecía la Ecole Nórmale Supérieure. El 26 de julio de 1955 se disipa cualquier ambi­ güedad con el rechazo de la I.P.A. de reconocer, a título de socie­ dad adherente, la S.F.P. Es entonces, y sólo entonces, en el reco­ mienzo de actividades después de las vacaciones, y en Viena, cuando Lacan va a lanzar su consigna de un retorno a Freud, cuando va a llamar “freudiana” a su posición; todavía habrá que “esperar”, si me atrevo a decirlo, a 1964 para que se vuelva efectiva con la creación, no ya de una sociedad francesa de psicoanálisis, sino de una escuela freudiana localizada en París. Así resulta demostrada en los hechos la corre­ lación entre la exclusión y el atentado que Lacan había señalado tan bien desde 1946. Digo que este atentado consiste en la introduc­ ción de un nuevo paradigma para el psicoanálisis, dicho en otras palabras, en un desplazamiento de Freud. No se supera a Freud, no se lo prolonga ni tampoco se lo interpreta: aquí se lo desplaza. El conflicto de Lacan con la I.P.A. tuvo como apuesta (aunque el asunto no está terminado, hoy depende de nosotros) la introducción de un nuevo paradigma en el psicoanálisis. “Mis tres no son los suyos” decía Lacan en Caracas, en ocasión de una de sus últimas intervenciones. Justo antes había declarado: “ser lacanianos es asunto de ustedes, si quieren. En cuanto a mí, yo soy freudiano”. Hay que comprobar, más de tres años después, que ninguna de las instituciones creadas tuvo la audacia de retomar esta pelota al vuelo. Y el “Todos lacanianos” de Jacques Alain Miller, el 13 de diciembre de 1979, a pesar de las apariencias participa de la misma abstención: la univer­ sal afirmativa, Lacan lo repitió suficientemente, no implica de nin­ gún modo la existencia. Es decir que uno se autoproclama “freudiano” por identificación con Lacan, tal vez para mantener este rasgo

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identificatorio; se deja escapar así a Lacan y a Freud, dicho con otras palabras a su articulación. “Lacaniano” tiene sin embargo aquí, en labios de Lacan, una significación precisa. El término no remite a la persona de Lacan sino a R.S.L, a ese singular tres que está todavía a la espera de ser reconocido en su estatuto de paradigma para el psicoanálisis8. París, 2 de julio de 1984.

Traducido por Nora y Marcelo Pasternac. 8, No es que no hayan existido -y muy tempra­ no- algunas tentativas de puesta en juego de este paradig­ ma. Citaremos a S. Leelaire: “A la recherche d’ une psychothérapie des psychoses”, in Evolution psychiatrique, 1958, que representa ejemplarmente un trabajo hecho po­ sible por el paradigma l.S.R. Que se trate, allí también, de las psicosis, no es poca cosa. ¿A qué se debió que esta orientación no haya tenido continuaciones?.

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A P r o p ó s it o d e l D e s p l a z a m ie n t o de F reud por L acan M a r c e l o P ast ern ac Esta exposición fue realizada en la Jornada de Trabajo del Seminario Psicoanalítico de la Letra del 9 de marzo de 1985, en calidad de comentario sobre “Freud déplacé” cuya traducción fue previamente leída en ese acto. No estaba destinada a su publicación pero el entusiasmo de algunos participantes impulsó la idea de hacer circular estos mate­ riales en un ámbito más amplio. Ligeramente reelaborada con ese fin la doy aquí con la advertencia de que constituye el comienzo de un trabajo que exige más profundización y desarrollo, sin límites prefijados, así como una nueva relectura cuidadosa de Freud y Lacan a la luz de la pregunta por su relación, 1 Hoy ponemos a trabajar aquí1un episodio del proceso de la disolución de la Escuela Freudiana de París por Lacan, un efecto posible de ese acto cuyos alcances reveladores estrictamente analíticos, clínicos, doctrinarios están en curso. Se cruzan entonces, hoy y aquí, varias histo­ rias; tres o cuatro por lo menos. Trayectorias personales (con sus implicaciones testimoniales de lugares» épocas, coyunturas, aza­ res» encuentros, textos); una historia del psicoanálisis en México; una historia de la periodización de la enseñanza de Lacan y de los efectos reorganizadores, aprés-coup» de sus virajes doctrinarios; una elaboración, en fin, del trabajo que nos sirve de pretexto,2 encrucijada analítica singular. 1. Jornada de trabajo “De Lacan a Freud: ¿qué relación?”. México, 9 de marzo de 1985. 2. AJJouch, Jean, “Freud déplacé”, Littoral 14, pág. 5-15, Toulouse, 1984. (Citaremos en adelante así; Littoral 14:5-15, 1984)

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Me detendré en algunos aspectos de este últi­ mo y presentaré algunas reflexiones parciales que encuentro útiles para desencadenar una elaboración dejando de lado otros materia­ les que extenderían demasiado mi exposición. Parece conveniente subrayar antes que hay en este trabajo de hoy un efecto de lo que podríamos llamar la inter­ vención Littorai en el campo analítico: una forma particular de interrogarse que, a partir de nuestro3 encuentro personal con J. Allouch y A. Fontaine en México, en 1981, no ha cesado de marcar nuestra experiencia. No es casual que los temas de la transferencia» el pase, el fin del análisis y la transmisión hayan estado omnipresen­ tes en los seminarios realizados en los tres últimos veranos (1982 a 1984) con los miembros del comité de redacción de la revista Littorai y que la experiencia de esa relación se traduzca en esta Jornada a partir de un texto que tuvo una trayectoria especial con el estilo del trabajo en cartel o quizás de la llamada fábrica de caso. Existe en efecto, del texto que hoy nos ocupa, una versión anterior, más breve: cinco páginas mecanografiadas, sin firma, que circuló en cierto número de ejemplares, y que nos llegó (a algunos) dirigido por Jean Allouch, acompañada, en mi caso, por pocas pero significativas palabras. Determinó respuestas que tenían la particularidad, me consta, de ser experimentadas como fruto de una exigencia interior, precipitada. Efecto simultá­ neo, sin consultas o deliberaciones previas. Esas líneas, fechadas el 26 de abril de 1984 en París, decían, en cuanto aquí pueden interesar: “He aquí una puesta a punto que sería susceptible de recibir alguna consecuen­ cia institucional, si encuentra algún eco. Por mi parte estoy dispuesto a sacar las conse­ cuencias creando (¡por fin!) una escuela lacaniana de psicoanálisis”. Quedó resonando la palabra eco, y el resultado fue una carta en la que, entre otras cosas escribía, el 6 de mayo de 1984: “Tu demanda de eco resuena en mí... No podía ser de otro modo después de la secuencia de nuestra experiencia: “julio 1981 (encuentro en México) —febrero 1982 (encuen3, Estela Maldonado, Hélida Peretti, Miguel F. Sosa y Marcelo Pasternac.

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tro en París)— seminarios en México de 1982 (Allouch-Fontaine), 1983 (Porge) y el que “ha­ brá sido” en agosto 1984 (Julien) ”. ... el eco debe seguir resonando. Creo que el tiempo lógico juega en la relación “Littoral/París” de un modo distinto que en la rela­ ción “Littorai/México”. Me parece que Uds. se mueven en un espacio donde ven movimientos de los partenaires que permiten precipitarse con un ritmo distinto del de quienes desde aquí sólo los ven salir por la puerta sin recibir, como el director de la prisión, el testimonio de “su conclusión fundada sobre motivos de lógica y no solamente de probabilidad” (Ecrits; 198). Claro que tu artículo de junio de 1983 ( de imaginario —que viene de introducir, a partir de nuestra experiencia más cotidiana, Bargues(¿?)— y de real.” (Clase del 1/12/54)* La distinción de planos y relaciones son expre­ sadas por los elementos del ternario. Es necesario, entonces, distinguir en el texto freudiano el ejercicio de la acción simbólica del registro simbólico, el primero está presente en acto, en textos como: El chiste y su relación con lo incosciente; La interpretación de los sueños y Psicopatología de la vida cotidiana, mientras que el segundo es un ordenador de lectura que no tiene lugar en esas obras; más bien, se puede sostener que ellas testimonian su falta, lo que Lacan escribe como S (A) con su grafo. La presencia del debate, las posiciones diver­ gentes, abren algunos interrogantes: ¿cuál es la apuesta en juego, que hemos asistido al debate negándolo, reprimiéndolo o forcluyendo su efecto en nuestras lecturas?, ¿qué lugar de la estructura subjetiva ha sido tocado por la polémica doctrinaria? ¿Es ajena a estas operaciones —negación, represión y forclusión— la difusión jesuítica del psicoanálisis? San Ignacio de Loyola decía, respecto del jesuí­ ta: "... debe guiarse por la voluntad de Dios tal como ésta le es revelada a través de sus superiores con la misma docilidad con que * En el texto establecido por J.A.M. y editado por edito­ rial Paídos, esta frase fue establecida así: “Creo poder demostrar que para entender la función que Freud desig­ na con el nombre de yo, así como para leer toda la metapsicología freudiana, es indispensable servirse de la distinción de planos y relaciones expresada por los térmi­ nos simbólico, imaginario y rea/” (p.61).

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un cadáver es transportado y manipulado a voluntad/'22 La difu­ sión de la enseñanza de Lacan —la lectura— se mantuvo, demasia­ do pegada al debate con la ego psychology; además* se participaba de él como un enfrentamiento con quienes desviaron el pensa­ miento freudiano; sin embargo, las sesiones que tienen un principio y un fin fijado de antemano integraban la experiencia de Freud, transmitido luego por la IPA con» uno de los estándares de sus asociados. Las sesiones escandidas —ni libres, ni cortas, ni brevesencuentran su lugar a partir del trabajo de la letra y el significante con la puesta en tela de juicio-de la “realidad psíquica”, elementos, entre otros, obscurecidos por la lectura de los miembros del ejército* que deben llevar al mundo la nueva verdad. Debatiendo, haciendo propio el debate de Lacan con la troica de New York, se perdía de vista la profunda transformación que los elementos de esa enseñanza producían —producen— en el interior de la expe­ riencia psicoanalítica. En las Constituciones de la orden jesuítica se hacía constar: “Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre y a su madre... incluso su propia vida, no puede ser mi discípulo ...”23 Aborrecer el pasado es uno de los estilos que en nuestra lengua ha tenido peso para acceder a la experiencia psicoanalítica abierta por Lacan, Aborrecer el pasado es también un estilo de perpetuación que se transforma, fácilmente, en condena. ¿No es, quizás, el fin del análisis, un atravesamiento del pasado que introduce una tercera alternativa al aborrecimiento-sometimiento? La actual situación, organizada después del corte (aprés-coup) que efectuó ¡a disolución de la Escuela Freudia­ na de París, ha puesto al descubierto las dificultades, problemas, contradicciones e impasses de una doctrina: el psicoanálisis, aquí, nuevamente, la lectura tiene una palabra por decir, ya no es necesario proseguir con la retórica del silencio; entre otras cues­ tiones no hay ahora cuerpos que puedan colocarse como pantalla. Ya no es necesario reproducir la experiencia de Lacan para introducir cambios, precisiones, destituciones en la práctica; para ello será conveniente poner en acto los planos y 22. Op. cit. p. 119. * Como rebote del discurso médico, aparece en la actua­ lidad psicoanalítica el discurso del conquistador laico, que lanza consignas tales como: ¡El debate de la hora es con Lacan o con la IPA!. (Consigna laica lanzada con motivo de la edición de Escansión-Ornicar, en castellano, en la ciudad de París). 23. Ibid.

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relaciones que el ternario implica; no estamos obligados a un retorno a Lacan. El retorno tiene por condición (M. Foucault) el olvido previo, la situación impone la efectuación de un trabajo frente al exceso de la presencia. Planos y relaciones en la lectura que posibiliten distinguir, al menos, tres elementos: a) el texto freudiano; b) lo que Lacan dice que el texto de Freud dice y c) el desarrollo y conse­ cuencias propias del trabajo de anudamiento-desanudamiento pro­ vocado por Simbólico, Imaginario y Real. El trabajo de lectura y la práctica de sus conse­ cuencias, son un terreno donde elaborar la(s) respuesta(s) a la pregunta de estas jornadas: de Lacan a Freud, ¿qué relación? Pregunta pertinente y atinente a los principios de constitución de una escuela de psicoanálisis. Comenzamos estas lineas con una referencia al defensor del carácter sagrado del Corán, sus lectores —del Corán— están obligados a leerlo en voz alta, deben repetir de memoria cada uno de los versículos, sin cometer error, pues co­ meterían una falta para con Dios: “1. Alif, lam, mim. El señor de los mundos ha hecho descender el Libro en el cual no hay duda...” (El Corán, La prosternación, p. 368, Plaza & Janes, Barcelona, 1980).* La lectura psicoanalítica ha perpetuado en no pocas ocasiones el sentido religioso, exegético, teórico de su traba­ jo con los textos de la doctrina, perdiendo en cada una de ellas la posibilidad del olvido. Al respecto una observación de T.S. Khun nos dice “Whitehead captó el espíritu no histórico de la comunidad científica cuando escribió: "Una ciencia que vacila en olvidar a sus fundadores está perdida’. Sin embargo, no estaba completamente * De acuerdo a los cánones de la tradición coránica, el

sólo hecho de presentar una cita traducida del Corán —en este caso del árabe al español— constituye una violación de ¡a voluntad de Dios, dado que el Corán es intraducibie pues fue revelado en lengua árabe. Este ape­ go de una tradición a la “voluntad” divina, no fue sin consecuencias para la historia de esa religión, así encon­ tramos las luchas emprendidas por Ali, yerno de Mahoma, quien encabezaba la fracción hereditaria contra quie­ nes sostenían la vía de la elección a la muerte del profeta. Lucha hereditaria que no fue ajena a los avatares segui­ dos por el Corán cuando se trató del pasaje de la tradición oral a la escrita.

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en lo cierto, ya que las ciencias como empresas profesionales necesitan a sus héroes y preservan sus nombres, Afortunadamen­ te, en lugar de olvidar a sus héroes, los científicos han estado en condiciones de olvidar o revisar sus trabajos/5 (T.S. Khun, La estructura de las revoluciones científicas). Septiembre de 1985 **

** Este trabajo fue escrito a partir de las reflexiones surgidas durante el transcurso de las actividades de un cartel sobre: El chiste y su relación con lo inconsciente. Allí, las dificultades de “amalgamar” ciertas diferencias entre el texto de Freud y la enzeñanza de Lacan nos permitieron entrar en contacto con la lectura de un borra­ dor del trabajo de J. Allouch, Estas dificultades giraban en torno a los problemas de la traducción planteados entre otros por el caso de jTraduttore-Traditore!: ¿traducción del sentido? ¿juego de homofonía?... Un segundo elemen­ to que participó de la escritura son las consecuencias de una primera lectura durante las Jornadas del 9/3/85, Clínica San Rafael, organizadas por el Seminario Psicoanalítico de la Letra.

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El A p o y o

N o m b r e P r o p io

de un

A n t o n io M o n t e s de O c a T.

i

De lo general a lo particular no hay más que un paso: es el traspié que resulta en el accidente gramatical por el que se distingue a un nombre común de un nombre propio. Esta calidad del nombre aparece como una posibilidad de diferenciación entre una forma que designa lo que “conviene a muchas cosas” y otra que se ocupa de lo que “no conviene sino a una”.1,2 Si la gramática sostiene la concordancia a la singularidad del nombre propio como el elemento distintivo de esa designación, tropieza allí mismo con los argumentos que invocan la dificultad de llamar “propios” a nombres tan comunes como Juan, Pedro, María o Guadalupe.3 Ese “nombre (único) para cada cosa” y las aparentes contradicciones que de ello resultan, forman parte de una tradición adámica de la nominación: “Esto es dezir —escribe Fray Luis de León— que a cada una les venía como nascido aquel nombre, y .que era assí suyo, por alguna razón particular y secreta, 1. de Nebrija, A., [1492] 1980: Gramática de la Lengua Castellana. Edición preparada por Antonio Quilis. Col. Clásicos para una Biblioteca Contemporánea. Editora Na­ cional. Madrid, p. 164. 2. Real Academia Española, [1771] 1984: Gramática de la Lengua Castellana. Ed. facsímil. Clásicos para una Biblio­ teca Contemporánea. Editora Nacional. Madrid, p. 122. 3. Cfr. de la Peña, R.A., [1898] 1985: Gramática teórica y práctica de la lengua castellana. Nueva Biblioteca Mexica­ na. UNAM. México, p. 54-55.

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que si se pusiera a otra cosa no le viniera, ni quadrara tan bien**.4 Así tomados, los nombres serán propios en tanto “tengan significación de alguna particular propriedad y de algo de lo que es proprio a aquello de quien se dizen” 5

II Entre otros destinos, el nombre propio de per­ sona puede adjetivarse siguiendo normas de formación similares a las utilizadas para transformar a un nombre propio de lugar en gentilicio. Este camino exige la pérdida de la inicial mayúscula y el añadido de una terminación o sufijo que modificará, de manera diversa, al onomástico o patronímico de origen. Las consecuencias derivadas de esta operación rebasan el mero interés por la función gramatical de estas partículas. Los radicales -iano, -ano, Ano, -ista, -ita, -ico, -oide, esco y sus variantes genéricas confieren una nueva dimensión calificativa al nombre decapitado, del todo au­ sente en los gentilicios: pensemos que los adjetivos mexicano, argentino o francés no conllevan necesariamente otro alcance que el de su respectiva relación al toponímico correspondiente. Gutierre Tibón6 destaca la existencia de mati­ ces en los valores semánticos que adquieren las formas adjetivadas que se derivan de los nombres propios de persona. En los términos más amplios, el adjetivo hace referencia al nombre propio del que procede. Empleo aquí la palabra “referencia” en su acepción de “la relación no recíproca de una cosa con otra”.7 Dentro de esta gama tenemos las marcas de una supuesta autoría (homérico, cervantino), de una filiación parti­ daria (maoísta), de un determinado objeto de estudio (alfonsino) o de la pertenencia a un cierto sistema de pensamiento (aristotélico, althusseriano)* Mención aparte merecen aquellas voces adjeti­ vales que evocan alguna relación con el seguimiento o la práctica de un cuerpo doctrinario. Varios de los ejemplos antes citados ya 4. Fray Luis de León, [1538] 1982: De los nombres de Christo. Edición de Cristóbal Cuevas García. 3a. ed. Edi­ ciones Cátedra, S.A. Madrid, p. 159. 5. Ibidem: p. 158-159. 6. Comunicación epistolar, 8-VI-85. 7. Moliner, M., 1983: Diccionario de uso del español. To­ mo II, Editorial Gredos. Madrid, p. 967.

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incluían esta cualidad, si bien hay otros que la ostentan de manera más clara. De este modo, un diccionario8define lo cristia­ no como todo “lo perteneciente a la religión de Cristo y conforme con ella”. Es entonces la observancia de sus enseñanzas, la confor­ midad con “su ley”, lo que sustenta la relación con su Nombre.9 “Un cristiano —son palabras de Sebastián de Cobarrubias— es el que sigue a Christo y le imita”.10 Las órdenes religiosas cristianas toman apoyo en el nombre de un fundador, de un santo patrón o patrona para establecer cada una de sus denominaciones: benedictinos, domini­ cos, agustinos, teresianas y franciscanos parten de una referencia general al Como de...Benito, Domingo, Agustín, Teresa y Francis­ co, para luego instituirse en congregaciones o comunidades que comparten el apego al cumplimiento de una Regla.11 Acaso sólo Ignacio de Loyola y sus seguidores hayan acordado suprimir su nombre, en favor de la Compañía y el patronazgo del mismísimo Jesús. Aún otros adjetivos conservan las huellas de un nombre propio, toman algún rasgo o atributo de un autor o de los personajes por él imaginados y, en el curso de este procedi­ miento, devienen calificativos más o menos específicos en sus significados, a medida que se vuelven de uso común. De tal suerte: kafkiano alude a la “absurda omnipotencia burocrática descrita por Franz Kafka en El Proceso”;12dantesco se aplica “a las cosas o espectáculos terribles como ciertas descripciones (en el Infierno) 8. Diccionario Enciclopédico Quillet. Vol. III. Ed. Argenti­ na Arístides Quület-Groiier. Buenos Aires.

9. “Se dize relación la que se refiere a alguna cosa, como de padre a fijo”. Citado en Corominas, J. y Pascual, J.A., 1981: Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispá­ nico. Tomo IV. Editorial Gredos, S.A. Madrid, p. 634. 10. Cobarruvias, S. de: Op. cit. p. 371. 11. La Regla suele ser concebida y dictada por el fundador. En el caso de la vida monástica de los primeros benedicti­ nos, ésta se organizaba en torno de lo que, hasta la muerte de San Benito en 543, no era sino “una sencilla regla para principiantes” que pretendía congregar a aquéllos que bus­ caban “una escuela al servicio de Dios”. Cfr. Deanesly, M., 1925 (5a. reimp., 1983): A History of The Medieval Church: 590-1500. Methuen. London-New York. p. 38. 12. Tibón, G.: Reí. cit.

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de Dante ”;13macartista subraya la furiosa intolerancia y persecu­ ción políticas, como las instigadas en tiempos del senador McCarthy; quijotesco se utiliza para denotar el idealismo, la ingenuidad o desproporción de una empresa o propósito, a la manera del Don Quijote de Cervantes; en tanto que maquiavélico se interpreta como el carácter de “astucia o habilidad para conseguir un objetivo con engaño o malignidad”,14 al estilo de El príncipe. En este punto, se puede apreciar un ir y venir entre los adjetivos y los sustantivos derivados de un mismo nom­ bre propio, a tal grado que, por momentos, parecieran confundirse unos con otros. Queda señalada aquí la tendencia de los nombres propios adjetivados a modificarse en nombres comunes: es la sucesiva destitución que parte del nombre Cristo, transcurre en el calificativo de “cristiana sepultura” y termina por revelarse en el tenor de “un cristiano cualquiera”. III La expresión indeterminada da paso al “uno mas”, a la persona cualquiera, a ese tal que se inscribe en la serie de fulano, zutano, mengano y perengano. El término suple común­ mente “la falta de nombre propio que ignoramos o dexamos de exprimir [expresar] por alguna causa”.15 De la ignorancia podríamos decir que “nadie nace enseñado”; de la falta de una palabra expresa, que no es lo mismo que un olvido. Viene ahora a la memoria la consabida senten­ cia de Whitehead: “Una ciencia que vacila en olvidar a sus fundado13. Moliner, M.: Op. cit. Vol. I, p. 855. 14. Ibidem: Vol. II, p, 343. 15. Cobarruvias, S. de: Op. cit., p. 614. Son formas pareci­ das los arcaísmos españoles quillotro y quillotra, con los que se nombraba a “cualquier cosa que no se acertaba a nombrar de otra manera, a la que se aludía jocosamente [o de manera vergonzante, Vgr. la concubina o la amante],, o cuyo verdadero nombre se eludía” (Moliner, M.: Op. cit., Vol. II, p. 911). El vocablo inglés what’s-his-name y sus variantes what’s sis ñame, what-d’ye call’im se utilizan en el mismo sentido (Partridge, E., 1980: The Penguin Dictionary of Historical Slang, Versión abreviada por Jacqueline Simpson. 2nd. ed. Penguin Books. Harmondsworth, Middlesex. p. 1038).

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res está perdida”.16 A este respecto, Michel Foucault reseña el cambio ocurrido a partir de los siglos XVII o XVIII en el campo de los discursos científicos: éstos —nos dice— “se empezaron a reci­ bir (...) por sí mismos, en el anonimato de una verdad establecida o siempre demostrable de nuevo; lo que los garantizaba era su pertenencia a un conjunto sistemático y no la referencia al indivi­ duo que los produjo”.17 Si —como propone Foucault— “la función au­ tor desaparece” ahí, esto no significa que los nombres propios queden, por ese hecho, relegados al olvido. En todo caso, reapare­ cen para “bautizar un teorema, una proposición, un efecto notable, una propiedad, un cuerpo, un conjunto de elementos, un síndrome patológico”.18 La comprobación experimental de un fenóme­ no se pone a prueba una y otra vez, recibe un apelativo descriptivo (“Ley del comportamiento de los gases ideales”) y aún así reclama un doble bautismo, entre sublime y ridículo, que tome en cuenta los nombres propios de Boyle y de Mariotte. La formación de compromiso pone coto al fer­ vor patriotero y da pie a la creación de una “palabra-valija” (boilemariót) que permite acceder a los enunciados científicos postula­ dos por estos caballeros, sin tener que recurrir al apoyo de sus nombres propios. Lejos del inútil juego de adivinanzas que suele promover el empleo del anónimo o del seudónimo literario, se ha producido un desplazamiento, un cambio de énfasis del “¿quién lo ha dicho?” al “¿qué se ha dicho?”, que posibilita la emergencia de un decir, siempre a título de “un-cierto-nombre”. Cuando Lacan explícita acerca de “eso que firma”, en la introducción al primer número de la revista Se Hicet,19 su posición es definitiva: “...nuestro nombre, el de Lacan, es inesca16. Citado por Kuhn, T.S.: “Los paradigmas científicos” en: Barnes, B.; Kuhn, T.S.; Merton, R.K.; et al, 1972 [1980j; Estudios sobre sociología de la ciencia. Alianza Universi­ dad 261. Madrid, p. 82. 17. Foucault, M,: “Qu’est-ce qu’un auteur?” (conferencia del 22 de febrero de 1969) en Littoral 9, p. 13, juin 1983. Edition Eres., (Existe versión en español, aparecida en Dialéctica, año IX, No. 16, diciembre de 1984. Traducción de Corina Yturbe, sobre el establecimiento de Littoral). 18. Ibidem. El subrayado es mío. 19. Scilicet 1, Editions de Seuil (1968). París, p. 7.

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moteable al programa55.20Su nombre —único que aparecerá enca­ bezando algún escrito en la publicación— no podrá desaparecer “como por arte de magia55. Más aún, Lacan advierte lo que resulta­ ría “ahí donde un sistema simbólico sostiene al ser, necesitando que se le hable, de lo que una Verwerfung produce ahí: es decir, el rechazo de un elemento que le es sustancial. La fórmula es piedra angular de mi enseñanza: reaparece en lo real’5.21 Obliga aquí la referencia a la fórmula del Magister dixit, no como la palabra que “pone fin a las discusiones y controversias escolásticas”, sino como aquella otra —Borges lo ha dicho— que permite “afirmar la libertad de seguir pensando el pensamiento inicial del maestro55.22 (trabajo en curso)

20. Ibidem. El subrayado es mío. Corominas y Pascual (Op.cit. Vol. II, p. 670) relacionan la palabra escamotear con camodar: hacer “juegos de manos”, “trastocar”. 21. Scilicet 1. Reí. cit. 22. Borges, J.L., (1979] 1980: Borges oral. Editorial Bruguera Libro amigo 1502/734; 2a. edición. Barcelona, p. 15.

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ÍNDICE

P rese n t a c ió n ......................................... 5 F reu d D e sp l a za d o por Jean Allouch ................................................ 7 A P r o p ó s it o del D esplaza m ien t o de F reu d po r L a c a n por Marcelo Pasternac ............................................ 19 E l O b jet o P e r d id o n o F alta por Miguel F. Sosa ............................ 39 D e L a c a n a F r e u d , la L ect u ra del TERNARIO por Alberto Sladogna Ceimann ............ ................................. 57 E l A p o y o de un N o m b re P r o p io por Antonio Montes de Oca T...........81

Lacan-Freud, ¿qué relación? número uno de la colección “Psicoanálisis en extensión”, terminó de imprimir en el primer semestre de 1987, la tipografía, formación, impresión y encuadernación se realizó en los talleres de Editorial Villicaña, S.A. Se tiraron 2,000 ejemplares más sobrantes para reposición.

FE DE ERRATAS Pág. 35, lín. 6-7: donde dice “twobodies”, debe decir “two bodies”. Pág. 41, lín. 28: donde dice “objet”, debe decir “object”. Pág. 45, fin. 2: donde dice "Standar”, debe decir “Standard”. Pág. 46, lín. 22: donde dice “easter", debe decir “eastern". Pág. 51, pie de pág. 23: donde dice “Seminario del 15 de Noviembre”, debe decir “Seminario del 16 de noviembre de 1976”. Pág. 57, lín. 5: donde dice “—y en ese son falsos—”, debe decir “-—y en ese caso son falsos—”. Pág. 62. lín. 9: donde dice “Lily”, debe decir “Lille”, Pág. 62, lín. 10: donde dice “Saínt-Anne", debe decir “Sainte-Anne”. Pág. 63, pie de pág. 7: donde dice “Consúltese al respecto...'', debe decir: Cfr. Lacan, J., Seminario I: Los escritos técnicos de Freud. Ed. Paidós, Barcelona-Buenos Aires, 1981. El texto que aparecía referido a la nota 7 corresponde a la siguiente (8) en orden numérico. De aquí en más, esta reordenación deberá aplicarse al resto de las notas nume­ radas que aparecen, a pie de página, en el artículo. Pág. 64.

lín. 13:

donde

dice

“Lily", debe decir “Lille”.

Pág. 70.

lín. 17:

donde

dice

“Bioo", debe decir “Bion”.

Pág. 72,

lín. 22:

donde

dice

“como”, debe decir “cómo”.

Pág. 74,

lín. 10-12: donde dice “no es otra cosa no, es un estudio de suelo", debe decir “un estudio de suelo no es otra cosa”.

Pág. 75, lín. 14: donde dice “por trabajo del pensamiento”, debe decir “por un trabajo de¡ pensamiento”. Pág. 79, lín. 5 del pie de pág.: donde dice “enzeñanza”, debe decir enseñanza”